La verdadera historia de: Caperucita

694680 102-111 12/4/03 13:31 Página 102 Unidad nueve. Narración ESPAÑA - LECTURAS AMIGAS 2 PRIMARIA - ISBN 978842948455

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Unidad nueve. Narración ESPAÑA - LECTURAS AMIGAS 2 PRIMARIA - ISBN 9788429484557

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La verdadera historia de

Caperucita

Había una vez una niña que vivía en un pueblecito cerca de un bosque. Todos la llamaban Caperucita Roja, porque su abuela le había regalado una capa con capucha de un bonito color rojo. Un día, su mamá sacó del horno unas magdalenas y le dijo: –Hija, ve a casa de la abuela, que anda un poco malucha, y le llevas unas magdalenas. ¡Ah! Llévale también una botella de leche. La niña se puso muy contenta y corrió a ponerse su capa. Luego cogió la cesta y, cuando ya salía por la puerta, su mamá le advirtió: –Caperucita, no te entretengas y ve derecha a casa de la abuela. –Descuida, mamá –respondió Caperucita. Y se fue dando saltos, con su cestita y su caperuza bien atada al cuello.

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Para llegar a la casa de la abuela había que cruzar el bosque. La niña llevaba poco rato andando cuando se tropezó con el lobo. –Caperucita, ¿adónde vas tan guapa? –A casa de mi abuelita, que está malita. –¿A que adivino dónde vive tu abuelita? –el lobo hizo como que se ponía a pensar–. ¡Ya lo tengo! En la última casa del pueblo. –¡No, no, en la primera! Al lado de la fuente –dijo la niña, que, sin darse cuenta de que acababa de darle al lobo la información que necesitaba. –Y dime, ¿qué camino piensas tomar: el sendero largo o el corto? Caperucita se echó a reír y contestó como un rayo: –¡El corto! –Haces muy bien, hijita. Por ese camino llegarás más rápido. Por cierto, ¿te has fijado en qué día tan hermoso hace? ¿No te gustaría corretear un poco por el bosque entre las violetas y las campanillas? Huele, huele... Incluso podías llevarle un ramillete de flores a tu pobre abuelita. –No... Mi mamá me ha dicho que no me entretenga... –Sólo será un momento. Y seguro que a tu abuela le encantará ese detalle. 103

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Unidad nueve. Narración Caperucita no sabía que el lobo quería entretenerla para ganar tiempo. Después de pensarlo un poquito, la niña soltó la cesta y se puso a cortar delicadas violetas. Fue el tiempo que necesitó el lobo para llegar a casa de la abuela. Llamó a la puerta. ¡Pom, pom! –¿Quién es? –preguntó la abuela desde la cama. –Soy yo, abuela, tu nietecita –contestó el lobo, imitando a Caperucita. –Está bien, hija. La puerta está encajada. Empújala y entra. El lobo así lo hizo y entró en la casa. Primero le pegó una patada al gato. Luego, ¡ñam, ñam!, se comió a la pobre mujer. Después corrió las cortinas, encajó la puerta y se metió en la cama con el camisón y la cofia de la abuelita. Como la cofia tenía muchos encajes, apenas se le veía la cara y se disimulaban aquella narizota y aquellos colmillos tan grandes.

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Al poco llegó Caperucita con su cestita, su capa roja y sus flores recién cortadas. ¡Pom, pom!, llamó. –¿Quién es? –preguntó el lobo, imitando la voz de la abuelita. –Soy yo, Caperucita. Te traigo unas magdalenas, una botella de leche ¡y un ramito de flores silvestres! –Está bien, hijita. Empuja la puerta y entra. Caperucita así lo hizo. –Hola, abuelita, ¿cómo estás? –No te fíes, Caperucita, y lárgate con la cestita –dijo el gato escondido detrás de las cortinas. Pero Caperucita no lo oyó bien y le pareció que había hablado la abuela. –¿Qué dices, abuelita? –Nada, nada, son mis tripas –contestó el lobo. 105

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Unidad nueve. Narración La niña se acercó a la cama y le preguntó a la abuela: –¿Tienes hambre? Te he traído las magdalenas que hace mamá. –¡Que es el lobo, Caperucita, que es el lobo! –decía el gato. –¿Qué dices abuelita? –volvió a preguntar Caperucita. –Nada, hija, es que me suenan las tripitas –respondió el lobo. –¡Corre, Caperucita, corre! –gritó el gato, saliendo de su escondrijo. Pero Caperucita se asustó y, sin saber dónde esconderse, se metió en la cama de la abuelita. –Ven aquí, hijita. No tengas miedo –dijo el lobo abrazándola. Caperucita notó que tenía muchos pelos y dijo: –Abuelita, abuelita, ¡qué velluda eres! –Es para calentarte mejor –dijo el lobo y empezó a desatarle la cinta de la caperuza. –Abuelita, ¿qué me haces? –Te quito la caperucita. No querrás acostarte con ella, ¿verdad? Y entonces, el gato maulló más fuerte: –¡Caperucita! ¿No te das cuenta de que ésa no es tu abuelita?

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Pero Caperucita, en la oscuridad, sólo vio los ojos del gato. Se asustó de nuevo y el lobo la abrazó otra vez. Caperucita dijo: –Abuelita, ¡qué uñas tan grandes tienes! –Son para rascarme mejor. –Abuelita, abuelita, ¡qué nariz más grande tienes! –Es para respirar mejor. Y cuando Caperucita se fijó en la bocaza del lobo, dijo: –Abuelita, abuelita, ¡que me estoy haciendo caca! –¡Ay, hija! ¡Menuda ocurrencia! ¿Ahora? –Sí, ahora. No puedo aguantar más. –Está bien. Sal un momento, pero no tardes. Por aquí andan muchos lobos. –Que me lo digan a mí –dijo Caperucita en voz muy bajita. –Por si acaso, te ataré una cuerdecita y, si sientes algún peligro, tira de ella para que yo acuda en seguida –le propuso el lobo. 107

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Unidad nueve. Narración Así que el lobo ató una cuerda a la muñeca de Caperucita para que no se escapara. La niña salió de la casa y se puso a morder la cuerda. Mientras tanto, el lobo le decía: –¿Te pasa algo, Caperucita? –No, abuelita, es que me duele la tripita. Y al cabo de un rato, la niña consiguió romper la cuerda y salió corriendo. Cuando el lobo se dio cuenta, salió tras ella. Pero Caperucita le llevaba ya un buen trecho. Corriendo, corriendo llegó a su casa y dejó al lobo con tres palmos de narices. –¡Hija! ¿De dónde vienes tan sofocada? –preguntó la madre–. ¿Y tu caperuza roja? ¡Con lo linda que era! Entonces, la niña contestó: –A los pies de la cama la dejé, y, aunque de frío me muera, ¡allí se queda! Y colorín, colorado, el verdadero cuento de Caperucita se ha acabado. A. RODRÍGUEZ ALMODÓVAR

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1. ¿Qué le llevó Caperucita a la abuela? Colorea.

2. ¿Cuál es la casa de la abuela? Rodea.

3. ¿Para qué le ató la cuerda el lobo en realidad? Contesta.

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