La Teoria de La Personalidad

Autor: José M. Gondra Rezó la. "La psicoterapia de Carl R. Rogers. Sus orígenes, evolució n y relació n con la psicologí

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Autor: José M. Gondra Rezó la. "La psicoterapia de Carl R. Rogers. Sus orígenes, evolució n y relació n con la psicología científica" Capítulo V. Ed. Desclie de Brouwer, 1981. CAPITULO IV LA TEORIA DE LA PERSONALIDAD La principal aportació n teó rica de este período es indudablemente la de la teoría de la personalidad, presentada por primera vez en el ú ltimo capítulo del libro «Terapia centrada en el cliente». Representa la cú spide de la teoría Rogeriana, y por tanto, de sus esfuerzos científicos por imponer un orden a sus experiencias. No en vano es presentada al final de un libro dedicado a la psicoterapia y al cambio terapéutico con la pretensió n de dar una coherencia y un orden a todo lo que en él se ha expuesto. Comparada con los demá s capítulos de dicho libro, la teoría de la personalidad es mucho má s ló gica, sistemá tica, firme y mejor elaborada que las restantes teorías. Ella explica, ademá s, el valor atribuido a la empatía durante esta época, así como también ayuda a comprender la teoría del proceso terapéutico anteriormente expuesta. Pero al adoptar una posició n fenomenoló gica extrema, la teoría de la personalidad rogeriana va a indisponer a su autor con la psicología científica de su época. Al postular como ú nico enfoque posible en psicología el marco de referencia subjetivo de la otra persona, la teoría fenomenoló gica ataca directamente a las raíces de la ciencia objetiva, la cual es tildada de cosificante y extrinsecísta. De este modo, Carl Rogers, a pesar de hallarse enfrascado en la elaboració n de una teoría científica, es decir, de una cuyas definiciones sean operativas, y sus hipó tesis sean verificables empíricamente, de hecho va hacia una teoría subjetivista y contraria a la ciencia. Del mismo modo que, al insistir en la subjetividad del terapeuta, había comenzado a girar hacia una terapia menos científica, ahora al postular el punto de vista fenomenoló gico como punto de vista esencial en psicología, se aparta de los legítimos intereses de la ciencia. Pero, por otra parte, sus investigaciones objetivas y, por tanto, científicas, siguen adelante, a pesar de la teoría. La incongruencia y disociació n entre el humanismo y el rigor científico de Carl Rogers comienza a observarse con má s fuerza, y la teoría de la personalidad, a pesar de constituir la cima de su actividad sistematizadora, lleva ya consigo el germen de su superació n. En este capítulo recorreremos los puntos principales de la teoría, comenzando por sus características má s generales. 1. Características de la teoría La teoría de la personalidad rogeriana sobresale por su simplicidad, y por su íntima conexió n con la experiencia clínica. Es fruto de las experiencias de Carl Rogers, quien, por otra parte, no la concibe separada de ellas.  «No hay necesidad de una teoría hasta que, y a menos que, existan fenó menos que explicar. Limitando nuestra consideració n a Ia psicoterapia, no hay ninguna razó n para formular una teoría de la terapia hasta que haya cambios observables que requieran una explicació n. Entonces es ú til una teoría unificadora para explicar lo que ha sucedido y para adelantar hipó tesis probables acerca de futuras experiencias. La teoría se revisa y se modifica con el propó sito —nunca plenamente Centro Administrativo Municipal (CAM) alcanzado—Calle de44proporcionar No. 52 - 165. Código un Postalmarco 50015 conceptual completo que pueda abarcar Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

adecuadamente todos los fenó menos observados. Lo bá sico son los fenó menos y no la teoría» (54, pá g. 29). Rogers funda su teoría en la empatía, en la observació n del fenó meno. Es un observador paciente de la realidad. Como tendremos ocasió n de ver, muchas de sus hipó tesis má s importantes surgirá n de la escucha paciente de las grabaciones de las entrevistas con sus clientes. En esto, Rogers es fiel a su tradició n científica basada en la observació n naturalista. Y esto hace que la teoría de Rogers sea el polo opuesto a una teoría dogmá tica. Está siempre abierta a los nuevos datos, y por tanto, al cambio. La teoría de la personalidad resultante de esta actitud científica de Carl Rogers es una teoría eminentemente prá ctica y sobre todo diná mica. Está preocupada principalmente por el cambio de la personalidad, y no por las estructuras fijas y está ticas. Como decía Rogers en 1947:  «Si tomamos la otra proposició n de que el "sí mismo" en condiciones adecuadas es capaz de reorganizar, en cierta medida, su propio campo perceptual, y, de este modo, cambiar la conducta, también esto parece suscitar interrogantes inquietantes. Seguir el curso de esta hipó tesis parece que significa cambiar el acento en psicología, pasando de un interés por el cará cter fijo de los atributos de la personalidad y de las capacidades psicoló gicas, al cambio de estas mismas características. La atenció n se concentraría en el proceso, má s que en un estado fijo. Mientras que, en el estudio de las personalidad, la psicología se ha ocupado principalmente en la medida de las cualidades fijas del individuo, y de su pasado con vistas a explicar el presente, la hipó tesis aquí sugerida parecería interesarse mucho má s por el mundo personal del presente en orden a comprender el futuro, y por la predicció n de que los principios por los cuales cambia la personalidad y la conducta influirá n en dicho futuro» (39, pá g. 367-368). La teoría de la personalidad de Carl Rogers es una teoría del cambio de la personalidad. Trata de explicar el desarrollo experimentado en la clínica. De ahí su cará cter incompleto. En primer lugar, se limita a la experiencia de una sola terapia: la terapia centrada en el cliente. En segundo lugar, no intenta definir los rasgos o estructuras fijas de la personalidad humana, sino el fenó meno del cambio. Por tanto, no pretende ser una teoría completa y acabada. Dentro de estas limitaciones, la teoría está construida conforme a los cá nones de la ciencia empírica, y descansa sobre dos grandes líneas teó ricas: la fenomenología, y las teorías organicistas de la personalidad. Rogers la caracteriza en los siguientes términos:  «Este capítulo ha intentado presentar una teoría de la personalidad y de la conducta congruente con nuestra experiencia e investigaciones en la terapia centrada en el cliente. Esta teoría es de cará cter bá sicamente fenomenoló gico y se basa ampliamente en el «concepto del sí mismo» como construcció n explicativa. Describe el punto final del desarrollo de la personalidad como una congruencia bá sica entre el campo fenoménico de la experiencia y la estructura conceptual del «sí mismo», situació n que, si se logra, significa librarse de tensió n y ansiedad internas, y librarse de tensiones potenciales; representa el grado má ximo de una adaptació n orientada realísticamente; el establecimiento de un sistema de valores individualizado, parecido en grado considerable al sistema de valores de cualquier otro miembro de la raza humana igualmente bien adaptado» (54, pá g. 450). Pero en su aspecto formal, la teoría presenta dos formulaciones distintas. La primera es la ya mencionada de 1951, adosada al final del libro «Terapia centrada Centro Administrativo Municipal (CAM) en el cliente» expuesta en forma de proposiciones «con el objeto de Calle(54). 44 No. 52Está - 165. Código Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

presentar las ideas lo má s claramente posible, y facilitar la captació n de defectos o incoherencias» (54, pá g. 410). Representa un esfuerzo teó rico considerable y está muy influida por la teoría fenomenoló gica de Snygg y Combs (472). La segunda versió n publicada en la obra de S. Koch (92) es mucho má s sintética y cuenta con un vocabulario má s preciso y con unas definiciones de los constructos mejor elaboradas. Está formulada, ademá s, de modo mucho má s diná mico en funció n del desarrollo de la persona —y no en forma de proposiciones está ticas— y ademá s puede verse en ella la influencia del pensamiento existencial. Ambas versiones será n utilizadas en nuestro estudio, el cual va a comenzar por el «concepto del sí mismo». Después trataremos de las nociones má s importantes de la teoría, especialmente de la del campo fenoménico, tendencia actualizante del organismo, sistema de valoració n, para pasar después a estudiar la diná mica y desarrollo de la persona humana tal como la concibe la teoría. 2. El «concepto del sí mismo» La teoría de la personalidad de Carl Rogers está construida en torno a este concepto fenomenología, el cual constituía también el quicio de su concepció n del proceso terapéutico. «La abstracció n que llamamos «sí mismo» —dirá Rogers en 1959— es uno de los constructos centrales de nuestra teoría» (92, pá g. 200). En el capítulo anterior vimos la génesis de esta noció n teó rica. Rogers partió de una observació n clínica: las alusiones de los clientes a sí mismo durante la terapia. Elaboró un método simple de comparar las expresiones verbales relativas a uno mismo y comprobó —influido indudablemente por el trabajo de Raimy— la estrecha relació n existente entre la conducta y este tipo de preceptos. En 1947 propuso al concepto del sí mismo como factor primordial en la determinació n de la conducta, lo concibió como imagen fenoménica de uno mismo y lo dotó de una capacidad de reorganizarse. En consecuencia, el proceso terapéutico quedó centrado en esta configuració n o Gestalt de percepciones relativas a uno mismo. Pero la definició n operativa del término no llegó hasta 1950. Nuestro estudio comenzará en este momento. La definición del concepto del sí mismo La abundancia de la evidencia empírica relativa a los cambios operados durante la terapia en las actitudes de las personas para consigo mismas, en las percepciones de sí mismas, y en su conducta, «nos ha llevado a intentar formular una teoría que incluya estos hechos, una teoría que supone el uso del constructo teó rico llamado «sí mismo» (48, pá g. 379), dice Carl Rogers en el artículo en el cual define por primera vez al «concepto del sí mismo». Este constructo es una noció n eminentemente fenomenoló gica. No es un agente interno, como podría ser el ego freudiano, ni un «arquitecto de sí mismo», como se nos dijo en 1947; Es el «concepto de sí mismo, o el sí mismo como objeto percibido dentro del campo perceptual (48, pá g. 379). Es el conjunto de percepciones o imá genes relativas a nosotros mismos. La definició n operativa del mismo es la siguiente: «La "estructura del sí mismo" es una configuració n organizada de las percepciones del sí mismo que son admisibles a la consciencia. Se compone de elementos tales como las percepciones de las propias características y capacidades; los preceptos y conceptos de sí mismo en relació n con los demá s y con el medio; las cualidades de valor que se perciben como asociadas Centro Administrativo Municipal (CAM) con las experiencias conCódigo los objetos; Calle 44 No. 52y- 165. Postal 50015 y las metas e ideales que se perciben como Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

poseyendo valor positivo o negativo. Es, por tanto, la pintura organizada existente en la conciencia, bien como figura, bien como fondo, del sí mismo y del sí mismo en relació n, juntamente con los valores positivos o negativos asociados a estas cualidades y relaciones, percibidos como existentes en el pasado, presente y futuro» (48, pá g. 379). Las características principales de este self fenoménico, tal como aparece en la definició n rogeriana son los siguientes: a) Es consciente: só lo incluye aquellas experiencias o percepciones conscientes, es decir simbolizadas en la conciencia. Las experiencias inconscientes quedan excluidas del mismo. La necesidad de brindar una definició n operativa, y por tanto susceptible de medició n, parece constituir una de las principales razones que le llevan a Rogers a concebir el self en términos conscientes. Si incluyera dentro de sí elementos inconscientes, y, por tanto, inverificables, no sería ya una noció n operativa. b) Es una Gestalt o configuración organizada, y en cuanto tal se rige por las leyes de los campos perceptuales. Este cará cter de totalidad organizada sirve para explicar las grandes fluctuaciones en los sentimientos o actitudes hacia sí mismo, observadas en los pacientes. Tales cambios, tal como lo demuestran los trabajos empíricos de los rogerianos, especialmente Curram (266) y Raimy (426), son bruscos y repentinos: «en los casos individuales… puede haber grandes fluctuaciones de una entrevista a otra en las actitudes relativas al «sí mismo». Después de un ligero incremento de las actitudes positivas, puede darse un gran predominio de las negativas…» (48, pá g. 375). Concibiendo al sí mismo como organizació n, estas fluctuaciones reciben una explicació n y sentido. Cuando la organizació n es só lida y estable, bien por incluir todas las experiencias del sujeto o bien por estar organizada de un modo defensivo, entonces las actitudes será n positivas. Pero si se rompe la organizació n, entonces el sí mismo es experimentado como inconsistente y poco firme, y las actitudes hacia él cambiará n y se hará n negativas. Las fluctuaciones será n muy abundantes mientras la organizació n no vuelva a ser estable, y só lo cesará n cuando se logre una nueva organizació n. En 1959 Rogers se refiere a esto con las siguientes palabras: «La consideració n de este fenó meno nos llevó a pensar que no está bamos tratando con una entidad de lento crecimiento, de aprendizaje gradual, de miles de condicionamientos unidireccionales. Todo esto podía incluirse, pero el producto era claramente una Gestalt, una configuració n en la que el cambio de un aspecto insignificante podía alterar totalmente la configuració n global. Nos vimos obligados a recordar el ejemplo favorito de una Gestalt, tal como es propuesto en los libros de texto, el dibujo ambiguo de la vieja y la joven. Mirado desde un punto de vista, el dibujo es claramente el de una vieja. Con un ligero cambio, se convierte en el retrato de una joven atractiva. Lo mismo sucedía con nuestros clientes. El «concepto de sí mismo» era de naturaleza claramente configuracional» (92, pá g. 201). c) Contiene principalmente percepciones de uno mismo, así como también valores e ideales. En esta enumeració n de los elementos comprendidos por la noció n influyen indudablemente los trabajos de investigació n de los rogerianos, Centro Administrativo Municipal (CAM) especialmente (452) (453) en los cuales se ofrece una definició n Calle los 44 No.de 52 -Sheerer 165. Código Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

operativa de la aceptació n de sí mismo que incluye las normas o valores de la persona. Esta definició n del «concepto de sí mismo» permanece sin alteraciones substanciales a lo largo de todas las fases del pensamiento rogeriano, y en cierto sentido puede considerarse como definitiva. Constituye una aplicació n concreta de la teoría fenomenoló gica adoptada por Rogers para la elaboració n teó rica de la personalidad. 3. Otros conceptos fenomenológicos de la teoría El «Concepto o estructura (1) del self» es, como decimos, una noció n típicamente fenomenoló gica. No es otra cosa que una porció n del campo fenoménico total del individuo, cuya importancia para la determinació n de la conducta había quedado ya só lidamente establecida en 1947 (cfr. 39). La teoría de la personalidad toma muchos conceptos fenomenoló gicos, cuya génesis y desarrollo vamos a considerar ahora. En los primeros escritos rogerianos no directivos hay alusiones a la reorganizació n del campo perceptual del cliente. Pero no puede decirse que estas alusiones aisladas constituyen una teoría original, sino que simplemente son modos diversos de explicar el fenó meno de «insight». Má s importante es la atenció n prestada a los cambios en el propio modo de percibirse verificados durante la terapia. Vimos có mo las percepciones del cliente fueron poco a poco constituyendo un centro de interés grande para los terapeutas rogerianos. Por otra parte, a medida que se iba perfilando la técnica del reflejo y la empatía cobró má s vigor, la acció n del terapeuta centrado en el cliente se iba polarizando en la tarea de comprender, la cual resultaba un medio extraordinario para llegar a ver el mundo interior del cliente con sus propios ojos. La atenció n al campo perceptual del cliente va a llevar a Rogers en 1947 a una concepció n teó rica de la personalidad típicamente fenomenoló gica, y, por otra parte, totalmente consistente con su método terapéutico. En dicho artículo (39) se establece la conexió n causal entre la percepció n y la conducta y se pone como meta de la teoría la «comprensió n» del individuo. Tras afirmarse que el elemento crucial en la determinació n de la conducta es el campo perceptual del individuo, se postula lo siguiente con respecto a la teoría.  «En primer lugar, podría significar que, si el campo perceptual es el que determina la conducta, entonces el objeto de estudio primario para el psicó logo sería la persona y su mundo tal como son vistos por dicha persona. Podía significar que el marco interno de referencia de la persona podría constituir muy bien el campo de la psicología, idea defendida persuasivamente por Snygg y Combs… significaría que las leyes que gobiernan la conducta podrían descubrirse mucho má s profundamente volviendo nuestra atenció n a las leyes que gobiernan la percepció n» (39, pá g. 362). Estas palabras constituyen el arranque de una teoría de la personalidad eminentemente fenomenoló gica. Desde este momento, el mundo interno del cliente constituye uno de los puntos claros de la teoría. El marco interno de referencia Uno de los conceptos fenomenoló gicos má s utilizados por la teoría de Rogers es el del «marco interno de referencia». Segú n testimonio suyo, llegó a él en virtud de una necesidad imperiosa. «Aunque entonces no éramos claramente conscientes de ello, la necesidad de categorías fiables nos estaba obligando a utilizar el «marco interno de referencia», la Centro Administrativo Municipal (CAM) percepció n Calle del44 cliente, base No. 52 - 165. como Código Postal 50015de un enfoque científico. Teníamos que Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

permanecer muy cerca de la percepció n que el cliente tenía de su propia experiencia, ya que no éramos capaces de ponernos de acuerdo entre nosotros mismos en lo relativo a categorías cuando hacíamos inferencias partiendo de las afirmaciones del cliente. Así nos embarcamos en la bú squeda de las leyes que gobiernan el mundo privado de la percepció n del cliente, y esto ha demostrado ser una exploració n fructífera» (62, pá g. 68). En esto su coincidencia con la psicología fenomenoló gica, tal como es introducida en los Estados Unidos por Snygg y Combs, es sorprendente. Rogers conoció la obra de estos autores y probablemente tomó de ella muchos de sus conceptos fenomenoló gicos. En concreto, estos autores son los primeros en propugnar en Estados Unidos la necesidad de adoptar un marco interno de referencia en psicología. Como dice Spiegelberg (474, pá g. 146): «La primera defensa pú blica de una nueva psicología fenomenoló gica en América tuvo lugar en 1941 gracias a un artículo de Donald Snygg titulado "La necesidad de un sistema fenomenoló gico en psicología" (471). El cual fue seguido en 1949 por el texto conjunto de D. Snygg y Aithur W. Combs, "Conducta individual: un nuevo marco para la psicología" (472), en el que desarrollaron de modo má s pleno el nuevo "enfoque fenomenoló gico", también llamado "enfoque personal"». Estos autores sostenían que el campo fenoménico del individuo era el principal determinante de la conducta, y proponían como tarea de la psicología fenomenoló gica la exploració n de ese campo fenoménico. Como puede observarse, Rogers coincide plenamente con ellos. Veamos có mo explican estos autores su posició n:: «Para tratar de los problemas de la conducta individual ha surgido muy recientemente el llamado enfoque "personal", "perceptual", o "fenomenoló gico". Este enfoque intenta comprender la conducta del individuo desde su propio punto de vista. Intenta observar a las personas, no como se presentan ante ojos extrañ os, sino como aparecen ante sí mismos. Las personas no actú an ú nicamente a causa de las fuerzas externas a las cuales se hallan expuestas. Su conducta es consecuencia de su modo de ver las cosas. Nos alejamos de un peligro cuando creemos en su presencia, y lo ignoramos cuando desconocemos ésta. En este marco de referencia, la conducta es considerada como un problema de percepció n humana». Rogers conoció el manuscrito de este libro, como nos consta por su artículo de 1947 (39, pá g. 362), y por las numerosas ocasiones en que reconoce su deuda para con dichos autores. A través de ellos se pone en contacto con la fenomenología, como afirma Shlien (456, pá gs. 299-300), y gracias a ellos encuentra los constructos teó ricos necesarios para explicar su terapia. Como decíamos antes, uno de estos constructos es el del «marco interno de referencia». Sirve para caracterizar la tarea del terapeuta centrado en el cliente, el cual ha de «asumir el marco interno de referencia del cliente», y también la de la psicología en general, ya que «la ú nica manera de comprender significativamente su conducta es captarla tal como ella misma la percibe» (54, pá g. 419). El punto de vista fenomenoló gico en psicología De ahí que en 1951 Rogers proponga en su teoría de la personalidad la meta de la «comprensió n» como tarea de la psicología. Al igual que el terapeuta ha de comprender empá ticamente al cliente, la psicología ha de comprender el mundo privado de la persona. Su meta no es tanto la predicció n y el control, cuanto la comprensió n de la subjetividad. «El mejor punto de vista para comprender a la Centro Administrativo Municipal (CAM) Calle 44 No. 52 - 165. Código Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

conducta es desde el propio marco de referencia del individuo», afirmará en la sexta proposició n (54, pá g. 419). Esto le coloca en inmediata oposició n al conductismo, al cual critica desmesuradamente. Así como otras culturas resultan ininteligibles si no nos metemos dentro de ellas y las evaluamos só lo desde un punto de vista ajeno a ellas, «hacemos lo mismo en psicología cuando hablamos de "conducta de ensayo y error", "ilusiones", "conducta anormal" y otras cosas similares. No nos damos cuenta de que evaluamos a la persona desde nuestro propio marco de referencia, o desde uno muy general, pero que la ú nica manera de comprender significativamente su conducta es captarla tal como ella misma la percibe… Cuando lo hacemos, las diversas conductas insensatas y extrañ as se perciben como pauta de una actividad significativa e intencional. Luego, no hay nada semejante a una conducta de ensayo y error y al azar, o a una ilusió n, excepto en tanto el individuo puede aplicar estos términos a su conducta pasada». «En el presente, la conducta es siempre intencional y es una respuesta a la realidad tal como percibe» (54, pá gs. 419-420). Tanto el punto de vista conductista, como el determinismo freudiano, son rechazados por su objetividad y extrínsecismo: «Una línea de desarrollo en psicología ha sido la de comprender, evaluar y predecir la conducta de la persona desde un marco de referencia externo. Este desarrollo no ha sido demasiado satisfactorio, en gran medida porque implica un alto grado de inferencia. La interpretació n del significado de un segmento dado de conducta depende entonces de si las inferencias las realiza, por ejemplo, un discípulo de Clark Hall, o un continuador de Freud» (54, pá g. 420). La pretensió n de alcanzar el mundo fenoménico del cliente en estado «puro» hace creer a Rogers en la validez del enfoque fenomenoló gico. Gracias a él, podrá verse en acció n la personalidad tal como es. Pero tampoco se le ocultan sus dificultades: no es posible comprender empá ticamente todas y cada una de las experiencias de la persona; la fenomenología se ve constreñ ida a comprender ú nicamente el campo fenoménico accesible a la conciencia del sujeto y no el inconsciente, y, por otro lado, depende del relato verbal, el cual lleva consigo el peligro de insinceridad y de distorsiones producidas por una comunicació n defensiva y defectuosa. Pero a pesar de ello es posible conocer gran parte del campo fenoménico del otro gracias a la observació n y a la inferencia directa hecha a partir de sus comunicaciones. La afinidad de experiencias y sensaciones nos lo permite: «porque muchos de los objetos perceptuales —personalidad, padres, maestros empleadores, etc. —, tienen contrapartes en nuestro propio campo perceptual, y prá cticamente todas las actitudes hacia esos objetos perceptuales han estado presentes en nuestro propio mundo de experiencias» (54, pá gs. 420-21). Evidentemente esta toma de postura rogeriana con respecto a la psicología es exagerada y se presta a ser criticada por sus contrarios. La contraposició n que hace entre el punto de vista extrínseco y el fenomenoló gico es artificial, y hasta cierto punto unilateral. Adoptar como ú nico punto de vista para la psicología el mundo subjetivo de la persona corre el riesgo de la unilateralidad y comporta el peligro del subjetivismo. Es cierto que el conocimiento meramente objetivo, disociado de la empatía, corre el riesgo de objetivar al sujeto, como indica Rogers en 1959 (92, f pá g. 211): «Percibir ú nicamente desde el propio marco de referencia interno y subjetivo sin Centro Administrativo Municipal (CAM) empatizar con objeto observado, es percibir desde un marco externo de Callela 44persona No. 52 - 165.uCódigo Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

referencia. La escuela del «organismo vacío» en psicología es un ejemplo de esto. Así el observador dice que un animal ha sido estimulado cuando el animal ha sido expuesto a una condició n que, segú n el marco de referencia subjetivo del observador es un estímulo. No existe intento alguno por comprender empá ticamente si es también un estímulo en el campo experiencial del animal. Igualmente el observador informa que el animal emite una respuesta cuando se da ese fenó meno, el cual desde el campo subjetivo del observador, aparece como una respuesta». Este conocimiento objetivista, vá lido para los objetos del mundo físico, es insuficiente para comprender a la persona, sujeto de experiencias. Pero asimismo es un error rechazar de plano este punto de vista extrínseco. Como veremos después, Rogers, aunque en su teoría adopta esta postura fenomenoló gica exagerada, en la prá ctica no rechaza de plano los métodos objetivos de investigació n. Sus trabajos empíricos demuestran bien a las claras la necesidad de los métodos objetivos para poder conocer mejor el mundo subjetivo del cliente. De ahí que estas frases exageradas de Rogers, propias de su primera teoría de la personalidad, tengan que ser interpretadas en el contexto má s amplio de toda su obra, la cual no rechaza en absoluto los métodos científicos. La protesta rogeriana va dirigida contra el olvido del conocimiento empá tico en psicología, no contra el conocimiento científico en cuanto tal. Pero de todos modos, hay que reconocer que sus exageraciones fenomenoló gicas son un hecho, y en cuanto tal son objeto de crítica. Las consecuencias prá cticas de esta toma de posició n fenomenoló gica son, entre otras, el poco crédito que se otorga a otras vías de acceso a la persona que no sean las de la comunicació n verbal consciente. A pesar de emplear en sus investigaciones las técnicas proyectivas, Rogers les da en 1951 un valor relativamente escaso debido a que se fundan en inferencias no siempre exactas. Frente a ellas la comunicació n consciente del sujeto es mucho má s eficaz, como lo confirma el trabajo de Kell (45) relativo al gran valor de la autocomprensió n en la predicció n de la conducta. En el fondo late una concepció n exquisitamente racional de la naturaleza humana, que tendremos después ocasió n de estudiar. Pero, ¿cuá les son las razones de esta postura epistemoló gica y metodoló gica? Una de las má s importantes parece constituirla el papel preponderante del mundo interior o campo fenoménico en la conducta de las personas. Veamos lo que se nos dice a este respecto. El Campo Perceptual En 1947 (39) Rogers adopta la misma teoría que Snygg y Combs en lo relativo a la importancia del campo fenoménico, y en 1951 dedica a este concepto las dos primeras proposiciones de su teoría de la personalidad (54, pá gs. 410-413). En la primera de ellas afirma: «Todo individuo vive en un mundo continuamente cambiante de experiencias de las cuales es el centro» (54, pá g. 410). La persona humana se mueve en este mundo subjetivo de las percepciones y experiencias cuya característica fundamental es la de ser un cango, es decir un conjunto de interrelaciones. Veamos primero có mo explican Snygg y Combs este concepto del «Campo»: «La ciencia moderna ha descubierto desde hace mucho que existen numerosas materias que no pueden ser comprendidas ú nicamente en términos de las «cosas» Centro Administrativo Municipal (CAM) acerca de las cuales tratan. Calle 44 No. 52 - 165. Código Muchos Postal 50015 de los hechos complejos que esperamos Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

comprender y predecir só lo pueden ser tratados mediante una comprensió n de las interrelaciones. Aun cuando la naturaleza precisa de estas interrelaciones no sea conocida, sin embargo éstas pueden utilizarse eficazmente. Para explicar estas interrelaciones la ciencia moderna ha inventado el concepto utilísimo del «campo». Cuando se da el hecho de que en un punto del espacio sucede algo debido, al parecer, a que en otro punto del mismo sucedió otro fenó meno sin ninguna relació n aparente de «causa» a «efecto», el científico suele decir que ambos hechos está n relacionados en un campo. Este hace de puente la causa y el efecto, y gracias a él el científico puede tratar de un problema aun no conociendo claramente todos los aspectos intervinientes en la realidad. Por ejemplo, nadie ha visto la electricidad, ni tampoco se conoce con certeza lo que es o su modo de actuar. Sin embargo, a pesar de esta falta de un conocimiento exacto, somos capaces de estudiar el fenó meno suponiendo la existencia de un campo eléctrico» (258, pá g. 19). El mundo interior de la persona es también un campo en el que interactú an todos sus elementos y en el cual resulta difícil adscribir una causalidad concreta a un elemento del mismo. Este campo de interacciones diná micas se compone, segú n Rogers, de «todo lo que es experimentado por el organismo, ya sea que estas experiencias sean percibidas conscientemente o no» (54, pá g. 410). Esta ú ltima precisió n no la encontramos en Snygg y Combs, los cuales se refieren má s bien al campo de la consciencia: «Por campo perceptual entendemos el universo completo, incluido uno mismo, tal como es experienciado por el individuo en el instante de la acció n. Es el campo de la conciencia personal y ú nico de cada individuo, el campo de la percepció n responsable de todas sus conductas» (301, pá g. 20). Rogers incluye dentro de este concepto a experiencias no simbolizadas, y, por tanto, no conscientes, puesto parece entender por conciencia la simbolizació n de las mismas. «Parece probable que Angyal tuviera razó n al afirmar que la conciencia consiste en la simbolizació n de algunas de nuestras experiencias» (54, pá g. 411). Experiencias inconscientes y conscientes Los elementos constitutivos del campo son las experiencias del sujeto. En 1951, son llamadas «experiencias sensoriales y viscerales», es decir, experiencias procedentes de los ó rganos de los sentidos, o de las vísceras internas del organismo. En 1959, se las define de la siguiente manera (92, pá g. 197): «Este término (experiencia) se utiliza para incluir todo lo que sucede dentro de la envoltura del organismo en un momento dado y es accesible potencialmente a la conciencia. Incluye hechos de los que el individuo no es consciente, así como aquellos que está n en la conciencia. Así incluye los aspectos psicoló gicos del hambre, aun cuando la persona pueda estar tan inmersa en su trabajo o juego que sea totalmente inconsciente del hambre; incluye el impacto de visiones, audiciones y sabores sobre el organismo, aun cuando éstos no constituyan el centro de la atenció n. Incluye la influencia del recuerdo y de la experiencia pasada, en la medida en que son activos en este momento, restringiendo o agrandando el significado dado a los diversos estímulos. También incluye todo aquello presente en la conciencia inmediata. No incluye hechos tales como las descargas de las neuronas o los cambios en el azú car de la sangre, por no ser directamente accesibles a la conciencia. Por eso se trata de una definició n psicoló gica, no fisioló gica». De esta definició n de «experiencia» se desprende inmediatamente que se trata de los elementos o contenidos del campo, y que han de poder ser accesibles a la Centro Administrativo Municipal (CAM) conciencia, aunque noPostal sean50015 conscientes. Calle 44 No.de 52 -hecho 165. Código Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

Estas experiencias se organizan conforme a las leyes del campo propugnadas por la Gestalt. Hay unas que se hallan en la figura en un momento dado, mientras que la gran mayoría permanece en el fondo. Las relaciones entre las mismas se rigen conforme a las leyes de la Gestalt relativas a la fluidez, estabilidad, intensidad y direcció n del campo. «La mayor parte de las experiencias del individuo constituyen el fondo del campo perceptual, pero fá cilmente pueden convertirse en figura, en tanto que otras experiencias se deslizan al fondo. Má s adelante trataremos algunos aspectos de la experiencia que el individuo evita que se conviertan en figura» (54, pá g. 411). Inconsciente Aunque después se verá con má s detalle los tipos diversos de concienciació n de las experiencias, sí convendría insistir en que para Rogers el inconsciente humano se explica conforme a estos fenó menos de reorganizació n del campo perceptual. Al igual que todos los fenomenó logos, evita la palabra «inconsciente» («Unconscious») por la connotació n freudiana que lleva consigo, y por la idea espacial que comporta. No se trata de un receptá culo interno en donde se almacenan experiencias pasadas, sino simplemente de las experiencias presentes en todo momento, pero en calidad de fondo perceptual. Con respecto al problema del «inconsciente» rogeriano, Shlien dice lo siguiente (456, pá g. 322): «Las ideas de Rogers, Snygg y Combs y otros miembros de su escuela podían expresarse de este modo: hay dos elementos, «amplitud de la atenció n» y «nivel de conciencia», que operan dentro de un sistema energético en el cual suben y bajan los niveles de energía y la atenció n es dirigida y centrada, gracias a las emociones. Un ejemplo favorito en las analogías perceptuales corrientemente utilizado es el del influjo de la amenaza en el á ngulo de la visió n. Normalmente, en condiciones de relajació n, el á ngulo de visió n es lo suficientemente amplio como para permitir percepciones con una periferia de 80 grados a cada lado cuando el observador mira hacia adelante. En condiciones de intensa emoció n (una de las cuales es la amenaza) el fenó meno de la «visió n en tú nel» puede ser inducido. La visió n se estrecha, como si el observador estuviese mirando por un tubo. En tal caso, lo que sucede en la periferia no es percibido, no es «inaccesible». Sencillamente está fuera de la vista hasta que se restaure la visió n normal». Se considera que la amplitud de la atenció n y el nivel de conciencia aumentan o disminuyen, segú n la energía disponible en un momento dado. De este nivel de energía depende el que muchas sensaciones se hagan percepciones e influyan conscientemente en la conducta. En contraposició n al modelo hidrá ulico freudiano, esta concepció n energética de la conciencia e inconsciencia no necesita colocar el inconsciente en un lugar inaccesible. Lo olvidado permanece en donde estaba, pero la luz de la conciencia no llega tan clara como antes, y por eso no es percibido conscientemente. Como dice Shlien (456, pá g. 323-324): «Teó ricamente, supuesta una ausencia total de amenazas, y una total liberació n del gasto de energía en acciones defensivas, resultante de la misma, la memoria sería tan completa como lo dictasen las necesidades del momento, só lo limitada por los niveles de conciencia permitidos por la energía en ese momento disponible. Tales condiciones no se consiguen casi nunca, y entonces só lo temporalmente, puesto que las presiones de la nueva experiencia y el medio social cambiante alteran la situació n, volviendo a introducir niveles de tensió n «normales». Precisamente quizá Centro Administrativo Municipal (CAM) Calle 44 No. 52 - 165. Código Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

en la medida en que se aproxima a estas condiciones ideales, la fenomenología está justificada cuando valora tanto los informes del sujeto…». La terapia centrada en el cliente, por otra parte, al eliminar todo tipo de amenaza potencial para el sujeto, es una ocasió n ó ptima para la manifestació n sin sombras ni distorsiones del campo perceptual de la persona. Comparado con el inconsciente freudiano, el inconsciente rogeriano tiene muy pocas semejanzas con él. No es una estancia psíquica residuo del pasado y sede de los instintos, regida por leyes totalmente distintas a las de la realidad. Rogers no acepta tampoco su irracionalidad ni su cará cter aló gico y atemporal. Para él no hay una serie de provincias dentro del psiquismo humano, sino un ú nico campo fenoménico regido por las leyes de la Gestalt. Los instintos no son algo caó tico e informe, sino que está n al servicio de una tendencia ú nica hacia la autorrealizació n. Es verdad que Rogers admite la existencia de experiencias inconscientes, y que éstas juegan un papel muy importante en la neurosis. Pero estas experiencias no son inaccesibles a la conciencia, como consideraba Freud. Tampoco tienen la fuerza diná mica asignadas a las mismas por el fundador del psicoaná lisis. Las experiencias inconscientes rogerianas son má s bien preconscientes —empleando la terminología freudiana—, y son similares a las conscientes. Lo ú nico que les falta es la luz de la conciencia, la cual no ha llegado hasta las mismas. Las experiencias inconscientes son, para Rogers, aquella porció n del campo fenoménico no iluminada por la luz de la simbolizació n, y, por tanto, permanecen en el fondo del mismo. Só lo se precisa un leve cambio ambiental para que tales experiencias puedan pasar a ser figura. En el fondo, la divergencia mayor entre ambas concepciones radica en una concepció n diferente de la naturaleza humana. Frente a la visió n pesimista de Freud, fruto de la cual es su noció n de un inconsciente hervidero de impulsos contradictorios e inaccesibles a la conciencia, Rogers opondrá una filosofía cá ndida de la persona. Por tanto, no podrá admitir que toda la persona, incluida su inconsciencia sea algo aná rquico y desordenado. Para él, la naturaleza humana, incluida su vida instintiva, es algo perfectamente racional. Y como veremos después, sus principales ataques contra Freud se basan en una concepció n de la naturaleza de la persona humana. Volviendo al campo perceptual del individuo, se recordará que éste se compone de experiencias, las cuales pueden o no pueden ser simbolizadas. Aquéllas que son simbolizadas suelen ser llamadas percepciones y en este sentido emplearemos este término. Incluyen todo aquello consciente en un momento dado, y todo aquello que puede acceder a la consciencia cuando se produce el estímulo adecuado. Las experiencias no simbolizadas son aquellas que permanecen inconscientes. Las hay de dos clases, có mo veremos: las que no pueden simbolizarse, porque o no llegan al umbral, o carecen de importancia para el individuo, y las potencialmente accesibles a la conciencia pero imposibilitadas de hacerlo. Estas segundas constituirá n uno de los polos del conflicto psíquico, como veremos má s tarde. Este mundo de experiencias organizadas en un campo de fuerzas es patrimonio exclusivo del sujeto y no puede ser conocido en sentido total y pleno por nadie ajeno a él. De ahí que la ú nica vía hacia el mismo, la constituya el propio sujeto, y la comprensió n empá tica del mismo, es decir, la inferencia empá tica. El campo perceptual y la conducta Este campo fenoménico constituye la realidad frente a la cual reacciona el individuo, Centro Administrativo Municipal (CAM) y es el principal determinador de su conducta. En esto Rogers vuelve a Calle 44 elemento No. 52 - 165. Código Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

coincidir plenamente con Snygg y Combs. «El organismo reacciona ante el campo tal como lo experimenta y lo percibe. Este campo perceptual es para el individuo, la «realidad», dice la proposició n 2 de la teoría de la personalidad (54, pá g. 411). Reaccionamos no frente a la realidad en sí, sino frente a nuestra percepció n de la misma. Este hecho, evidente para Rogers, e ilustrado con diversos ejemplos tendentes a mostrar la total determinació n de la conducta por el campo perceptual de la persona u organismo actuante, es ejemplificadas mediante un símil muy querido a los fenomenó logos (54, pá g. 412). «Una proposició n de los semá nticos puede resultar ú til para comprender este concepto de que la realidad es, para el individuo, su percepció n de la misma. Han señ alado que las palabras y símbolos tienen con el mundo de la realidad la misma relació n que un mapa tiene con el territorio que representa. Esta relació n también se aplica a la percepció n y la realidad. Vivimos en un «mapa» perceptual que nunca es la realidad misma. Es ú til tener presente este concepto, porque puede ayudar a expresar la naturaleza del mundo en el que vive el individuo». Precisamente este símil del «mapa» ayuda también a comprender la funció n del «concepto del sí mismo», el cual es una coordenada o constante del campo, que sirve para encuadrar y enmarcar nuestras percepciones. Pero esta concepció n fenomenoló gica de la realidad plantea el problema de la diferenciació n entre las percepciones y las ilusiones, entre el sueñ o y la realidad. ¿Có mo distinguir una alucinació n o una idea delirante, por ejemplo, de una percepció n realística? Aunque Rogers no se plantea el problema de la «verdadera» realidad, tiene que afrontar este problema, que en opinió n de Hall y Lindsey (342, pá g. 528) constituye la gran paradoja de la fenomenología. Segú n estos autores, Rogers tiene que encontrar la solució n fuera de un marco estrictamente fenomenoló gico. «Rogers resuelve la paradoja abandonando el marco conceptual de la pura fenomenología. Lo que piensa o experimenta una persona no es en realidad la realidad [sic] para dicha persona; es simplemente una hipó tesis provisional acerca de la realidad, una hipó tesis que puede ser o no ser cierta. La persona suspende el juicio hasta que ponga a prueba la hipó tesis. ¿En qué consiste dicha prueba? Consiste en verificar la exactitud de la informació n que ha recibido, y sobre la cual se funda la hipó tesis, compará ndola con otras fuentes de informació n. Por ejemplo, una persona que quiere echar sal a su comida se halla ante dos recipientes idénticos, uno de los cuales contiene sal y el otro pimienta. Cree que aquel que tiene agujeros má s grandes es el que tiene la sal, pero, no estando segura de ello, arroja un poco de su contenido sobre la palma de su mano. Si las partículas son blancas y no negras, se siente razonablemente seguro de que se trata de sal. Una persona má s precavida puede llegar incluso a poner un poco en sus labios para comprobar que no se trata de pimienta blanca. Aquí tenemos una verificació n de las propias ideas recurriendo a diversos datos sensoriales. El test consiste en verificar la informació n menos cierta con el conocimiento má s directo. En el caso de la sal, el test final es el gusto; un tipo particular de sensació n lo define como sal». Esta es la verificació n aducida por Rogers, el cual como se ve, concibe al conocimiento como una hipó tesis que ha de ser verificada. Precisamente, los distintos modos de verificació n será n lo que distinga los tres tipos fundamentales de conocimiento propuestos ulteriormente por él, los cuales veremos má s tarde. Lo que ya resulta má s difícil de comprender es esta exclusividad del conocimiento y de la percepció n en la determinació n de la conducta. Pero esto nos remite de nuevo a Centro Administrativo Municipal (CAM) Calle 44 No. 52 - 165. Código Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

problemas de índole má s filosó fica. Rogers termina su exposició n de este punto con las siguientes palabras: «En la trapia, donde frecuentemente se evidencia que cuando la percepció n cambia se modifica la reacció n del individuo, se ve muy claramente que el campo perceptual es la realidad ante la cual reacciona el individuo. Mientras se percibe al padre como un individuo dominador, ésa es la realidad ante la que reacciona el individuo. Cuando se lo percibe como individuo que trata de mantener desesperadamente su status, la reacció n ante esta nueva «realidad» es muy diferente» (54, pá g. 413). Es en el terreno de la clínica donde Rogers se hace fuerte, y es su experiencia clínica el argumento má s importante de esta proposició n, que por otra parte, refleja exactamente su opinió n, pues como ya vimos antes, cuando cambian las percepciones de una persona, cambia su conducta. Ahora bien, ¿constituirá entonces la terapia un mero comunicar percepciones intelectuales al cliente? El proceso no será tan sencillo. Veamos ahora algunos otros elementos importantes de la teoría de la personalidad. 4. Conceptos organísmicos de la teoría Aunque los conceptos fenomenoló gicos van muy entremezclados con conceptos organísmicos propios de una teoría biopsicoló gica de la personalidad, vamos a tratar de separar los que se refieren al organismo, ya que representa otro de los polos de la explicació n diná mica del cambio de la personalidad. Las formulaciones rogerianas relativas al organismo humano dependen mucho de la obra de Kurt Goldstein (331, 332), de la cual Rogers también se confiesa deudor, y de la cual toman muchos elementos teó ricos Snygg y Combs. El organismo humano El organismo humano constituye el centro de estudio de esta psicología totalizante cuyo portavoz principal en América fue Kurt Goldstein. Se trata en parte de una reacció n frente a las psicologías atomizantes y frente a las concepciones dualísticas que dicotomizaban artificialmente a la persona en cuerpo y espíritu. Dentro de la psicología de la personalidad, destaca la insistencia de Goldstein en el organismo en cuanto totalidad. A raíz de sus experiencias con las lesiones cerebrales de los soldados heridos en la I Guerra Mundial, Goldstein concibe al síntoma no como producto de una determinada lesió n o enfermedad, sino como manifestació n de la totalidad del organismo. El organismo total, en su conjunto, es anterior a sus partes, opera siempre como una organizació n, y es preciso conocer sus leyes generales si se quiere comprender adecuadamente el funcionamiento de sus partes. En este sentido, el parentesco con la psicología de la Gestalt es patente, aunque Goldstein insiste mucho má s que aquélla en el organismo humano. En lo que respecta a la motivació n del organismo, la postulació n de un impulso soberano y ú nico propia de esta corriente de pensamiento, se adapta perfectamente a la experiencia rogeriana de las fuerzas de crecimiento evidentes en la clínica, y le brinda unos constructos teó ricos capaces de formular esa intuició n en términos de una psicología bioló gica. La tendencia actualizante del organismo deberá mucho al término «autorrealizació n» de Goldstein. Por ú ltimo, la insistencia de esta corriente de pensamiento en el potencial del individuo, y su menoscabo de las fuerzas del medio ambiente coincide plenamente con la psicoterapia individualista de Rogers. Como veremos, en el fondo de su concepció n late un cierto menoscabo hacia el ambiente, Centro Administrativo Municipal (CAM) el cual es elCalle causante de Código la disociació 44 No. 52 - 165. Postal 50015n de la persona, que, dejado a sus propias Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

fuerzas, habría avanzado por sí sola hacia la autorrealizació n de sus potencialidades. Veamos algunos aspectos organicistas de la teoría de la personalidad rogeriana. El organismo es una totalidad organizada La primera característica importante del organismo en cuanto tal es la de ser una Gestalt o configuració n organizada. «El organismo reacciona como una totalidad organizada ante su campo fenoménico» (proposició n 3) (54, pá g. 413). El término «totalidad organizada» es un concepto típico de todas aquellas psicologías que como la de Goldstein y los organicistas, los gestaltistas, y muchos humanistas como Allport, salen en defensa del cará cter totalizante, personal y configurativo del organismo, y se oponen a las psicologías reduccionistas del «estímulo – respuesta». Rogers vuelve a insistir en este cará cter del organismo humano, ya insinuado cuando se habló del cará cter gestá ltico de su campo perceptual. El organismo es una Gestalt, una organizació n, y, en cuanto tal, es superior a las partes y trasciende la suma de las mismas. Una vez má s se coloca en la antítesis del conductismo. «Aunque hay todavía quienes se interesan principalmente por el tipo segmentario o atomístico de la reacció n orgá nica, hay una creciente aceptació n del hecho de que una de las características bá sicas de la vida orgá nica es la tendencia a las respuestas totales, organizadas, intencionales. Esto sucede, tanto en el caso de las respuestas que son principalmente fisioló gicas, como en el de aquellas que consideramos psicoló gicas» (54, pá g. 413). Los argumentos en que se apoya son los típicos de los personalistas que defienden este cará cter unitario del individuo: los procesos homeostá ticos del organismo, y el cará cter funcional de su fisiología. Por lo que se refiere a la psicología, «En el campo psicoló gico parece casi imposible cualquier tipo simple de explicació n estímulo – respuesta de la conducta. Una mujer joven habla durante una hora de su antagonismo con su madre. Encuentra, después de ello, que su condició n asmá tica persistente, que nunca ha mencionado, siquiera al consejero, mejora enormemente… Es extremadamente engorroso tratar de explicar estos fenó menos sobre la base de una cadena atomística de acontecimientos. El concepto teó rico bá sico a tenerse siempre en cuenta es el de que el organismo es, en todo momento, un sistema organizado total; la modificació n de cualquier parte puede producir cambios en cualquier otra. Nuestro estudio de tales fenó menos parciales debe partir del hecho central de la organizació n coherente, intencional» (54, pá g. 414). Esta totalidad que constituye el organismo es algo que trasciende el dualismo cartesiano. Como ha podido apreciarse en el ú ltimo ejemplo, el concepto de organismo no se refiere ú nicamente a lo que la fisiología entiende por tal, sino a la totalidad de las funciones anímicocorpó reas que constituyen la persona humana. El término «organismo» se refiere a la totalidad de aspectos físicos y psíquicos del hombre, no só lo a lo corpó reo. La Tendencia fundamental del organismo El organismo humano, tal como es concebido por Rogers está constituido por un sistema impulsor, llamado «tendencia actualizante» y por un sistema regulador y de control, que se llama «proceso de evaluació n organísmico». Veamos primero la motivació n bá sica de todo organismo. «El organismo tiene una tendencia bá sica y un impulso a actualizar, mantener y desarrollar el organismo experenciante», dice Rogers en la proposició n cuarta de su Centro Administrativo Municipal (CAM) teoría de laCalle personalidad (54, Postal pá g.50015 414). Los términos de esta formulació n está n 44 No. 52 - 165. Código Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

tomados de Snygg y Combs, pero su contenido coincide plenamente con el de los psicoló gicos organicistas y holistas, especialmente con Angyal (208) y Goldstein (331). Rogers se sirve ahora de estos términos organísmicos para expresar aquello que, como vimos, constituía la hipó tesis fundamental de su terapia: la confianza en la capacidad del individuo. Traducida a estos términos por primera vez en 1946 (34, pá g. 418), desde entonces pasa a ser el motivo fundamental de su teoría de la personalidad, como reconoce el mismo Rogers en 1959 (92, pá g. 196): «Importa precisar que esta tendencia actualizante bá sica es el ú nico motivo postulado en este sistema teó rico». Y esta convicció n, lejos de enfriarse con el tiempo, ha ido haciéndose cada vez má s fuerte y patente, como se nos dice en 1963: «es una convicció n que ha ido haciéndose cada vez má s fuerte con el pasar de los añ os» (122, pá g. 1). Bien se la considere como tendencia actualizante, o como hipó tesis fundamental de la terapia, esta convicció n en la direcció n positiva del ser humano constituye una de las constantes del pensamiento rogeriano a través de todas las épocas. Cuando tratamos del proceso terapéutico y del terapeuta centrado en el cliente vimos có mo las fuerzas de crecimiento presentes en la persona constituían el motor de la psicoterapia y el fundamento sobre el cual se apoyaba la acció n del terapeuta. Ahora las enfocaremos desde este punto de vista má s teó rico de la personalidad, que las asimila a las fuerzas 9 de la vida propias de todo organismo. Una sola tendencia básica Una de las características má s notables de la teoría motivacional rogeriana es la admisió n de un ú nico motivo bá sico, substrato de todos los demá s, y al cual pueden reducirse los mismos. Esto no se ve en los primeros escritos de Rogers. En ellos, a pesar de que ya se habla de «fuerzas de crecimiento», éstas son consideradas junto con otras diversas fuerzas que no necesariamente se relacionan con una tendencia bá sica del organismo. Así, por ejemplo, en 1939 (10, pá gs. 1011), se dice lo siguiente: «El ser humano, en cuanto organismo tiene ciertas necesidades vitales para el individuo. Los psicó logos difieren en lo relativo a la clasificació n de estos deseos fundamentales, pero con vistas a la clínica puede decirse que hay dos grandes clases de necesidades. La primera es la necesidad de respuesta afectiva por parte de otras personas. Incluiría la necesidad de reconocimiento, el deseo de afecto paterno y de otras personas, el deseo en el individuo maduro de respuesta sexual por parte de la pareja. La segunda gran necesidad es la de conseguir y obtener la satisfacció n procedente de la consecució n y expansió n del sentimiento de autoestima propia. Ambas necesidades tienen que ser satisfechas por el individuo, a niveles diferentes segú n sea la etapa de crecimiento y madurez…». Estas dos necesidades fundamentales las volveremos a ver posteriormente bajo el prisma de la necesidad de consideració n positiva. Pero por esta época Rogers no se separa de la concepció n tradicional de las necesidades y motivaciones humanas. A medida que la tendencia al crecimiento va haciéndose má s patente, en especial a partir de 1946, en que es puesta como aspecto fundamental de la psicoterapia, las demá s necesidades humanas comienzan a subordinarse a este impulso fundamental (cfr. 34). Ese mismo añ o y en ese mismo artículo se habla de que las «fuerzas desahogadas por el proceso catalítico de la terapia no son explicadas adecuadamente por el conocimiento de los condicionamientos previos del individuo, si es que no se considera la presencia de una fuerza espontá nea dentro del Centro Administrativo Municipal (CAM) organismo que capacidad de50015 integració n y redirecció n» (34, pá g. 422). Pero, Calle tiene 44 No. 52la- 165. Código Postal Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

sobre todo, en otro escrito de ese añ o (37) se ve ya con mucha má s claridad la relació n existente entre el impulso al crecimiento y las demá s necesidades, que no son sino expresiones del mismo. Veamos có mo se expresa esto, (37, pá g. 13): «Los pocos y fá cilmente gratificables motivos del niñ o se expanden en las motivaciones complejas y abundantes del adulto. La dependencia total de las demá s personas y del medio propia del niñ o, cede el paso a la independencia del adulto. La exclusiva preocupació n por sí mismo y por sus propias necesidades del niñ o, deja paso al interés del adulto por las otras personas y por sus necesidades, transformá ndose en conducta social. El amor hacia sí mismo del niñ o se convierte en amor heterosexual del adulto… Toda esta evolució n es expresió n del impulso al crecimiento, comú n a los seres humanos en cuanto miembros de la sociedad». El hecho de que las demá s necesidades sean expresió n del impulso bá sico a crecer parece ser indicio de que éste es el impulso bá sico subyacente a todas ellas. Esto se afirma de modo má s explícito en dicho escrito un poco después (37, pá g. 14): «Este impulso hacia la madurez a pesar de las dificultades, esta tendencia al crecimiento que existe en todo individuo, es la motivació n que está debajo de la capacidad del cliente para resolver sus propios problemas durante el counseling adecuado» (37, pá g. 14). De modo que ya por esta época se concibe un impulso bá sico y una serie de motivos subordinados a él. En la teoría de 1951 este impulso bá sico es llamado «tendencia actualizante del organismo» y todas las demá s necesidades de la persona se consideran como aspectos parciales de la misma. «En lugar de hablar de numerosas necesidades y motivos, es posible describir todas las necesidades orgá nicas y psicoló gicas como aspectos parciales de esta necesidad fundamental» (54, pá g. 414), y en 1959 ya vimos có mo se la consideraba como ú nico motivo del sistema teó rico. El que se admita un impulso o tendencia bá sica no quiere decir que se niegue la existencia de los demá s motivos o necesidades. No es esa la intenció n de Rogers, aunque, por otro lado, tampoco le interesa enumerar un catá logo de las mismas. «Observemos, a propó sito de las características del niñ o, que no hemos tratado en absoluto de establecer una lista completa del equipo innato del niñ o. La cuestió n de saber si, por ejemplo, el niñ o posee instintos, o si tiene un reflejo de succió n innato o una necesidad innata de cariñ o, tiene desde luego gran interés; pero cuando se trata de elaborar una teoría de la personalidad, las respuestas a estas cuestiones parecen periféricas, má s que esenciales» (92, pá g. 223), dice Rogers en 1959. La razó n es esta falta de interés por aquellos constructos motivacionales que no sean el fundamental o bá sico, la constituye su falta de valor heurístico, como se afirma en 1963 (122, pá gs. 78). «Dudo que los psicó logos hagan progresar su ciencia mientras su teoría fundamental se centre en la formulació n de que el hombre busca la comida porque tiene un motivo o impulso del hambre; que interactú a de modo exploratorio y manipulativo con su medio porque tiene un motivo de competencia; que busca su realizació n porque tiene un impulso a dominar o una necesidad de realizarse. Incluso en un á rea que a muchos ha parecido tan clara, el concepto de un motivo sexual no se ha mostrado demasiado ú til para desvelar las complejísimas variables que determinan la conducta sexual aú n en los animales…». Para Rogers lo ú nico que cuenta es esa direcció n esencial hacia el crecimiento propia de todo organismo. «El organismo es activo, actualizante y directivo. Esta es la base de todo mi pensamiento. Una vez aceptado esto, no veo interés alguno en imponer abstracciones relativas a motivos específicos en la multiforme y compleja conducta Centro Administrativo Municipal (CAM) humana. Ciertamente la categorizació n de los fenó menos de la conducta Calle 44 No. 52 -es 165.posible Código Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

en muchos motivos diferentes, y, de hecho, estos fenó menos pueden dividirse de muchas maneras. Pero me parece dudoso que esto sea deseable o heurístico. Con el ejemplo he tratado de indicar que, para comprender realmente las condiciones antecedentes a la conducta, quizá sea preferible formular las hipó tesis sobre la base de la observació n directa de los fenó menos, y no sobre una serie de motivos previamente construida» (122, pá gs. 1415). Las diversas categorías motivacionales, bien se las llame necesidades, motivos o instintos, no interesan a Rogers por su falta de eficacia prá ctica a la hora de explicar el comportamiento. Su concepció n fenomenoló gica de la ciencia, como pura descripció n de los fenó menos, se deja también traslucir en este desprecio hacia las motivaciones concretas de la conducta. En la prá ctica, Rogers hablará de diversas necesidades: necesidad de autoestima, necesidad de consideració n positiva, etc., pero en su teoría no se detiene a clasificarlas conforme a ningú n esquema ló gico. Solo intenta presentar una motivació n bá sica, la cual ha de aceptarse sin má s, en virtud de su evidencia.

La dirección de la vida La tendencia actualizante es la misma direcció n de la vida orgá nica. En 1947, al final de un artículo expositivo de su psicoterapia, comienza a preguntarse Rogers por la tendencia de la vida orgá nica: « ¿Existe en la vida orgá nica una tendencia a moverse en la direcció n del crecimiento?» (38, pá g. 116), indicando indirectamente una asimilació n de las fuerzas de crecimiento a las de la vida orgá nica. En 1951 concibe ya claramente a estas «fuerzas de la vida» operando en el proceso de la terapia (54, pá g. 195): «Subyaciendo a todo este proceso de funcionamiento y cambio está n las fuerzas impulsoras de la vida misma»; y en la teoría de la personalidad la asimilació n es ya perfecta (54, pá g. 414): «Las palabras utilizadas —nos dice— son un intento de describir la fuerza direccional observada en la vida orgá nica, una fuerza que muchos científicos han considerado bá sica…». En 1959 nos dice que es sinó nimo del concepto de vida tal como la entiende Angyal: «Las palabras de Angyal (208) podrían ser utilizadas como sinó nimo de este término: "La vida es un evento autó nomo que sucede entre el organismo y el medio. Los procesos vitales no tienden simplemente a preservar la vida, sino que transcienden el status quo momentá neo del organismo, expandiéndose continuamente e imponiendo su determinació n autó noma a un nú mero de hechos cada vez má s creciente"» (92, pá g. 196). En 1963 muestra con abundantes ejemplos esta tendencia bá sica de la vida. La planta pequeñ a situada en una roca batida por el mar que resiste a todos los embates del mismo, es una muestra grá fica de la misma (122, pá g. 3): «Ya hablemos de esta planta, ya de un roble o de una hormiga o de una gran mariposa nocturna, ya de un mono o de un hombre, creo que haríamos bien reconociendo que la vida es un proceso activo, má s que pasivo. Surja el estímulo de dentro o de afuera, sea el medio favorable o desfavorable, las conductas de un organismo pueden ser consideradas como marchando en la direcció n de su mantenimiento, expansió n y reproducció n. Esta es la naturaleza del proceso que llamamos vida. Hablando de la totalidad de estas reacciones…cuando fundamentalmente hablamos de aquello que «motiva» bá sicamente la conducta del organismo, me parece que esta tendencia direccional es lo fundamental». Centro Administrativo Municipal (CAM) Calle 44 No. 52 - 165. Código Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

La consideració n de este cará cter positivo de la vida orgá nica, junto con la experiencia de la misma en sus clientes, es la que lleva a Rogers a identificar la motivació n humana bá sica con la direcció n positiva de la vida. El ser humano, al igual que cualquier organismo es un ser activo, y no puramente reactivo, que camina hacia su plenitud. De esta manera, concibiendo a la tendencia como direcció n de todo el organismo —y no ú nicamente de una parte de él—, se puede llegar a comprender lo que Rogers entiende como tendencia actualizante.

Aspectos de la tendencia Los aspectos de la misma destacados por Rogers son dos, principalmente: la conservació n del organismo, y su expansió n y progreso. a) En primer lugar es una tendencia a conservar la organizació n. Como señ alan Snygg y Combs (258, pá g. 41); «El atributo má s notable de una organizació n parece ser su constante tendencia a la autopreservació n». Rogers describe este aspecto en los siguientes términos (54, pá g. 414): «Nos referimos a la tendencia del organismo a mantenerse, a asimilar su alimento, a comportarse defensivamente frente a las amenazas, a lograr la meta de la autopreservació n cuando el camino usual que conduce a esta meta esté bloqueado». Es una tendencia a satisfacer las «necesidades de déficit» postuladas por Maslow, autor mencionado expresamente por Rogers (cfr, 92, pá gs. 196 y 122, pá g. 6). b) Pero ademá s es una tendencia a crecer y expansionarse [sic]. Como se afirma en 1959 (92, pá g. 196): esta tendencia «comprende no só lo la tendencia a satisfacer lo que Maslow llama «necesidades de déficit» de alimento, de aire, de agua y cosas por el estilo, sino también actividades mucho má s generalizadas. Comprende el desarrollo hacia la diferenciació n de ó rganos y funciones, a la expansió n en términos de crecimiento, a la expansió n y propagació n por medio de la reproducció n. Es desarrollo hacia la autonomía y la liberació n de la heteronomía o del control por fuerzas extrañ as». Este aspecto del crecimiento, de la expansió n, de la maduració n, etc., es el que má s se ajusta a la hipó tesis del «crecimiento» de la psicoterapia rogeriana. Entre los aspectos positivos de esta tendencia, destacan los siguientes: a) es una tendencia a una mayor diferenciació n de ó rganos y funciones; b) a crecer y reproducirse; c) a extender el poderío mediante la creació n de herramientas; d) a caminar por el camino de la independencia; e) a la socializació n, etc. Pero esta tendencia a progresar es selectiva, o dicho coa otras palabras, finalista. La persona humana no desarrolla indiscriminadamente todas sus capacidades, incluidas las negativas, sino que siempre marcha hacia la autorrealizació n má s plena. «El organismo no desarrolla al má ximo su capacidad de padecer dolores, ni la persona humana desarrolla o ejercita su capacidad de aterrorizar, ni, a nivel fisioló gico, su capacidad de vomitar» (54, pá g. 414). Y en 1963 se añ ade: «está claro que la tendencia actualizante es selectiva y direccional, constructiva si se quiere» (122, pá g. 5). Como es natural, este esquema motivacional rompe los moldes de la reducció n de la tensió n, y supera con creces esta concepció n psicoló gica de la motivació n, con lo cual Rogers se pone de nuevo frente al conductismo y al Centro Administrativo Municipal (CAM) psicoaná lisis. En441959 lo siguiente Calle No. 52 -dice 165. Código Postal 50015(92, pá g. 196): «Pudiera también decirse que Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

conceptos de la motivació n tales como los llamados reducció n de la necesidad, reducció n de la tensió n, reducció n del impulso, también se incluyen en este concepto. Ahora bien, éste también incluye otras motivaciones de crecimiento que parecen trascender estos términos: la bú squeda de tensiones placenteras, la tendencia a la creatividad, la tendencia a aprender con dolor y esfuerzo a caminar cuando esta misma necesidad podía ser satisfecha mucho má s có modamente con el gateo…». En 1963, su oposició n al conductismo es má s explícita: «La escuela de pensamiento del «organismo vacío», sin ninguna variable interviniente entre el estímulo y respuesta está en declive» (122, pá g. 3). Igualmente se muestra contrario a Freud: «La obra en el campo de la privació n sensorial descubre todavía con má s fuerza el hecho de que la reducció n de la tensió n o ausencia de estimulaciones está muy lejos de ser un estado deseable para el organismo. Freud no podía haber estado má s equivocado al postular que el sistema nervioso…» (122, pá g. 3). Rogers se sitú a dentro de la corriente má s personalista de la moderna psicología americana. Al igual que Allport, Maslow y otros psicó logos de la «tercera fuerza» postula un organismo activo, autó nomo, orientado al futuro y al crecimiento. Ahora bien, frente al aná lisis existencial, por ejemplo, su teoría permanece en un nivel muy organicista, y no se define en lo relativo a la existencia de otras necesidades superiores a las bioló gicas. Este es un problema que no le interesa.

Fundamentos del constructo Cuando estudiamos la hipó tesis fundamental del terapeuta rogeriano vimos que su mayor evidencia la constituía la experiencia clínica. La capacidad del cliente era algo patente a todo aquel terapeuta que la hubiese puesto a prueba. En su teoría de la personalidad, los argumentos en favor de la tendencia actualizante proceden igualmente de la observació n y de la experiencia (54, pá g. 415): «La tendencia direccional que intentamos describir se evidencia en la vida del organismo individual desde la concepció n hasta la madurez en cualquier nivel de complejidad orgá nica. También se evidencia en el proceso de la evolució n, cuyo desarrollo es definido comparando la vida en los primeros peldañ os de la escala evolutiva con los tipos de organismos que se han desarrollado posteriormente». La biología ofrece también datos que confirman esta intuició n elemental. Pero estos argumentos son posteriores a la teoría, como confiesa el mismo Rogers (122, pá g. 3): «Solo después de intentar formular mi propia teoría llegué a conocer algunos datos de la biología que confirman el concepto de la tendencia actualizante» (122, pá g. 3). La psicología también aporta datos experimentales que confirman esta teoría. En 1963 son mencionados los siguientes: a) los experimentos de Dember, Earl, y Paradise con ratas, los cuales demuestran sus preferencias por un medio con estímulos complejos, y no por el medio con una estimulació n má s simple. b) Los trabajos relativos a la conducta exploratoria, el juego y la curiosidad, en especial los de Berlyne y Harlow. c) Los experimentos acerca de la privació n sensorial. Todos ellos confirman, segú n Rogers, su teoría, aunque en realidad no se vea esto tan claro, entre otras razones porque no pretenden tal cosa. En 1951 el argumento principal, ademá s de la experiencia, es el de la coincidencia Centro Administrativo Municipal (CAM) con otros autores, se levantan contra el irracionalismo de los instintos Calle 44 No.cuyas 52 - 165.voces Código Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

freudianos, y su visió n determinista de la persona. Entre ellos figuran Goldstein, Angyal, Mowrer y Kluckhon, y ciertos neoanalistas, como Sullivan y Horney. En 1959 se añ ade Maslow a la lista. Pero indudablemente el argumento má s querido de Rogers lo constituye su experiencia terapéutica. “Nuestra experiencia terapéutica nos ha llevado a otorgar un lugar central a esta exposició n. El terapeuta toma conciencia de que la tendencia progresiva del organismo humano es la base en que confía má s profunda y fundamentalmente. Se hace evidente no só lo en la tendencia general de los clientes a avanzar en direcció n al crecimiento cuando los factores de la situació n son claros, sino que se muestra má s dramá ticamente en casos muy graves en que el individuo está al borde de la psicosis o del suicidio. En estos casos el terapeuta es consciente de que la ú nica fuerza en la que puede confiar bá sicamente es la tendencia orgá nica a continuar el desarrollo» (54, pá g. 416). Esta experiencia clínica potente y patente, hace que la tendencia sea postulada como un presupuesto antropoló gico previo a toda teoría psicoló gica. Pero el hecho es que este impulso bá sico brinda a Rogers la categoría teó rica necesaria para explicar su experiencia y por eso la adopta inmediatamente. Esta tendencia actuará siempre en la terapia y será su gran aliado. Con todo, su acció n en la persona no es siempre suave y placentera y puede comportar tensió n, dolor y conflicto, sobre todo cuando choca con el medio ambiente (2).

La tendencia a la actualización del «sí mismo» En la teoría de 1959, a continuació n de la definició n de la tendencia actualizante se incluye este otro constructo motivacional, que es definido en los siguientes términos: «Siguiendo el desarrollo de la «estructura del sí mismo», esta tendencia hacia la actualizació n se expresa también en la actualizació n de aquella porció n de la experiencia del organismo simbolizada en el «sí mismo». Si éste y la experiencia total del organismo son relativamente congruentes, entonces la tendencia actualizante permanece relativamente unificada. Pero si no son congruentes, entonces la tendencia actualizante general del organismo puede obrar con propó sitos contrarios al subsistema de aquel motivo, esto es, de la tendencia actualizante del sí mismo» (92, pá gs. 196197). Con este nuevo constructo se pretende dar una explicació n ló gica al conflicto psíquico existente cuando el «concepto del sí mismo» se disocia del organismo. Parece como si ambos tuvieran sus propios sistemas autopropulsores, y como si ambos entrasen en conflicto. Con ello cabría pensar en una lucha de instintos o tendencias dentro de la persona. Pero la lucha permanece má s bien a un nivel ló gico, ya que como veremos después, el conflicto psíquico para Rogers no es algo dramá tico ni inevitable, ya que la fuente de ambas tendencias es una sola, y por tanto no existe un dualismo psíquico. La teoría de la personalidad de Carl Rogers no explicará nunca de modo adecuado los aspectos má s agó nicos y sombríos de la existencia humana. El organismo humano es en el fondo un todo armó nico, y las necesidades humanas se subordinan todas en ú ltimo término a una ú nica motivació n fundamental. El sistema regulador del organismo humano Junto al sistema motivacional existe en el hombre un sistema regulador, los procesos de evaluació n del organismo, que le mantiene dentro de los límites de su Centro Administrativo Municipal (CAM) actualizació n. có Código mo describe CalleVeamos 44 No. 52 - 165. Postal 50015 Rogers al niñ o, antes de que la cultura Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

imponga sus modificaciones al organismo: «Se ocupa en un proceso de evaluació n organísmica, valorando la experiencia conforme al criterio de la tendencia actualizante. Las experiencias percibidas como conservadoras o expansionantes [sic] del organismo son valoradas positivamente. Las que se perciben como negando esta conservació n o desarrollo, son valoradas negativamente» (92, pá g. 222). El niñ o pequeñ o, el organismo puro, tiene muy poca incertidumbre en sus evaluaciones. Al mismo tiempo que es sujeto de experiencias, tiene conciencia directa del valor de las mismas. Cuando el niñ o tiene conciencia de una experiencia, inmediatamente la evalú a: «me gusta» o «me disgusta». El criterio de tal evaluació n es la tendencia actualizante del organismo: aquellas experiencias que percibe como vitalizadoras y positivas para su desarrollo reciben una valoració n positiva, mientras que las que percibe como amenazantes las valora negativamente. Las características de este proceso evaluador llamado «organísmico» son las siguientes: a) Es propio del organismo. «Esta base es algo que el ser humano comparte con el resto del mundo animado. Es parte del proceso vital de todo organismo sano. Es la capacidad de recibir informació n retrospectiva la que permite al organismo ajustar continuamente su conducta y sus reacciones para conseguir el má ximo posible de autocrecimiento» (127, pá g. 165). b) Tiene como punto de referencia la tendencia actualizante del organismo. Es decir el criterio de la valoració n lo suministra el organismo. Valora positivamente las experiencias que le hacen progresar al organismo, y negativamente las que impiden el crecimiento. c) Se trata de un proceso cambiante, flexible y fluido, no de un sistema rígido y está tico. «Es un proceso continuo en el que los valores no está n nunca fijados ni son rígidos, sino que se simbolizan las experiencias de modo exacto, continuo, fresco…» (92, pá g. 210). Podíamos decir que los valores surgen de las experiencias, y no al revés, es decir, que los valores no imponen la estructura a las experiencias. d) No es necesario que sea un proceso simbó lico o consciente. En 1951 se nos dice que el proceso carece de símbolos verbales, y en 1964 que «es una funció n organismica, no una funció n simbó lica o consciente» (127, pá g. 161). e) Es un proceso sumamente eficaz y seguro, ya que se funda en la sabiduría del organismo y se basa en todos los datos de la situació n, a saber, en todas las experiencias del organismo. En este sentido, es también social, ya que es comú n a toda la especie humana, y por tanto los valores de él resultantes son valores también comunes a la especie. f) El «locus» o fuente de donde dimanan los valores está situado dentro del organismo. El centro del proceso está en las propias experiencias orgá nicas, y la evidencia es aquella proporcionada por los propios sentidos y no por el juicio de otras personas. «Es desde dentro de su propia experiencia desde donde el organismo le dicta en términos no verbales «esto es bueno para mí» (127, pá g. 161). Este sistema de valores fundados en el organismo y en la evidencia de los propios sentidos, resultante del proceso de evaluació n organísmico, es el que sirve para guiar la conducta del organismo y adecuarla a la satisfacció n de las necesidades derivadas de su actualizació n. Dotado de este sistema innato de regulació n de la conducta, buscará aquellas experiencias valoradas positivamente y evitará aquellas que dañ an a su organismo. Pero esta situació n original no durará mucho, como en seguida veremos. Pronto este sistema regulador de la conducta dejará el paso a otro sistema má s dualista y alejado de la experiencia: el «concepto del sí mismo». Centro Administrativo Municipal (CAM) Calle 44 No. 52 - 165. Código Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

La conducta del organismo La interacció n del organismo con el medio ambiente se rige por la tendencia actualizante. Por eso su «conducta es bá sicamente el esfuerzo intencional del organismo por satisfacer sus necesidades tal como las experimenta, en el campo tal como lo percibe», como dice la proposició n 5 de la teoría de 1951 (54, pá g. 417). El organismo tiende a la satisfacció n de sus necesidades, las cuales, como vimos anteriormente, se derivan y dependen de la necesidad bá sica de actualizació n. De ahí que la conducta tienda a satisfacer estas necesidades de autorrealizació n. Segú n Rogers, las diversas necesidades se manifiestan en forma de tensiones fisioló gicas, que al ser experimentadas, inducen al organismo a la acció n encaminada a reducir la tensió n y a desarrollarse y progresar. En lo que respecta al problema teó rico del origen meramente fisioló gico de todas las necesidades, no hay una clara toma de posició n. En 1951 se dice lo siguiente (54, pá gs. 417-418): «Se plantea la pregunta: ¿Todas las necesidades se originan en tensiones fisioló gicas? Las necesidades de afecto y de logros, por ejemplo, que parecen estar significativamente relacionadas con el mantenimiento y desarrollo del organismo, ¿tienen una base bioló gica?…, necesitamos realizar muchos trabajos en esta á rea para poder comprender profundamente el problema. Hasta la fecha las investigaciones son pobres en cuanto a su planificació n y controles». La conducta supone una satisfacció n de las necesidades, tal como estas son percibidas, en la realidad fenoménica, no en la realidad en sí. Este punto es constantemente acentuado por Rogers. No reaccionamos ante la realidad, sino ante nuestra percepció n de la misma, aunque de hecho se reconozca que necesidades no plenamente concienciadas [sic] pueden suscitar conductas apropiadas. Asimismo, la conducta es provocada por necesidades presentes, y no por algo ocurrido en el pasado, como sostiene el psicoaná lisis. Este énfasis en el presente no es má s que una transcripció n del énfasis en el presente de su psicoterapia. «También deberíamos mencionar que en esta concepció n de la motivació n todos los elementos eficaces existen en el presente. La conducta no es «causada» por algo que sucedió en el pasado. Las tensiones presentes y las necesidades presentes son las ú nicas que el organismo intenta reducir o satisfacer» (54, pá g. 418). Este cará cter presente de las motivaciones no impide que sean causadas originariamente por experiencias pasadas. «Si bien es cierto que la experiencia pasada ha servido, evidentemente, para modificar el significado que sería percibido en las experiencias presentes, no tiene lugar ninguna conducta que no se oriente a satisfacer una necesidad presente» (54, pá g. 418). En esto Rogers se alinea dentro de la corriente humanista de la psicología americana de los ú ltimos añ os, uno de cuyos pioneros fue Allport, cuya teoría de la contemporaneidad de las motivaciones coincide con la de los fenomenó logos. En psicoterapia, como vimos, este énfasis en el presente, se traducía en una bú squeda de la solució n del conflicto en la situació n misma de la terapia, y no en el aná lisis de hechos pretéritos. La Emoción La conducta suele ir acompañ ada de emociones. En la teoría de 1951 Rogers dedica una proposició n a la emoció n: «La emoció n acompañ a y en general facilita esta conducta intencional; el tipo de emoció n está relacionado con los aspectos de la bú squeda versus los aspectos consumatorios de la conducta, y la intensidad de la emoció n, con la significació n percibida de la conducta para la preservació n y Centro Administrativo Municipal (CAM) desarrollo del (54,Postal pá g.50015 418). Esta proposició n sexta recoge una teoría Calleorganismo» 44 No. 52 - 165. Código Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

de la emoció n desarrollada por Lecky y Leeper (cfr. especialmente 374), que tiene la virtud de insistir en el cará cter positivo de las emociones dentro de la economía de la conducta. Las emociones no só lo no obstaculizan el equilibrio psicoló gico, sino que ademá s lo favorecen. Esta idea concuerda perfectamente con el optimismo rogeriano relativo a la personalidad, pero no es demasiado importante, ya que en 1959 no aparece en la formulació n de la teoría. La divisió n de las emociones hecha por Rogers se ajusta al siguiente esquema: desagradables o excitantes, y tranquilas o placenteras. Las primeras acompañ an a las actividades de bú squeda del organismo, mientras que las segundas acompañ an a la satisfacció n de las necesidades. Las emociones desagradables no son funestas en sus efectos, antes bien conducen a la integració n y a la concentració n de la conducta en un objetivo. Por eso, «siempre que no sea en grado excesivo, el miedo acelera la organizació n del individuo en direcció n a huir del peligro, y los celos competitivos concentran los esfuerzos del individuo para superarse» (54, pá gs. 418-419). La intensidad de las emociones varía conforme a la relació n existente entre la conducta y la actualizació n del organismo. Cuando má s ligada se perciba a la misma, y má s necesaria sea para la actualizació n, la emoció n será má s fuerte. Ahora bien, cuando en el adulto este cuadro se complica por la existencia de otras necesidades contrarias a la actualizació n, entonces la cosa varía un poco. Cuando las necesidades del «sí mismo» cobran fuerza en la persona, entonces «la intensidad emocional se puede calibrar por el grado de implicació n del «sí mismo», mejor que por el grado de implicació n del organismo (54, pá g. 419). Esta teoría de la emoció n no es original y por eso no parece ser sino dictada por la necesidad de abarcar todos los capítulos tradicionales de la teoría de la personalidad. Pero resulta muy incompleta, y desde luego, le falta un gran apartado, el estudio de sentimientos o emociones tales como la angustia, la cual, dicha sea de paso, es uno de los grandes ausentes en su teoría de la personalidad. El organismo: Resumen En la teoría de 1959 se sintetizan todos los aspectos del organismo y del campo fenoménico en torno a las características del niñ o pequeñ o, en quien es má s patente el organismo sin los aditamentos culturales y sin el desarrollo de otros sistemas superiores. Las características fundamentales de este organismo incipiente que es el niñ o son las siguientes: 1. Percibe su experiencia como si fuera la realidad. Para él, la realidad es su experiencia, cuyo conocimiento es patrimonio exclusivo suyo, ya que nadie puede asumir plenamente su marco interno de referencia. 2. Tiene una tendencia bá sica a actualizar su organismo. 3. Su conducta es el empeñ o intencional por satisfacer ese impulso bá sico en la realidad por él percibida. 4. En esta interacció n se comporta como un todo organizado. 5. Está inmerso en un proceso evaluador organísmico. 6. Su conducta se regula conforme a los valores resultantes de este proceso. Estas son las características del organismo, el cual, como veremos en seguida, va a entrar en conflicto con el «concepto del sí mismo», producto del desarrollo humano y de la interacció n del organismo con el medio. 5. El desarrollo de la personalidad

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El cará cter unificado del organismo del niñ o no va a durar mucho, ya que en el seno de su campo perceptual va a ir diferenciá ndose progresivamente una nueva porció n, llamada self que, en el curso ordinario de los acontecimientos, no va a coincidir plenamente con todas las experiencias del organismo. Veamos có mo surge el «sí mismo», y con él, la disociació n y el alejamiento fundamental de la persona humana. La experiencia de sí mismo A medida que el niñ o se desarrolla, «una parte del campo perceptual total se diferencia gradualmente constituyendo el "sí mismo"» (54, pá g. 421). El niñ o comienza a reconocer como suya una parte de su mundo privado. En un «sí mismo consciente», que no necesariamente coexiste con todo el organismo humano. Se trata de «una conciencia de ser, conciencia de funcionar» (92, pá g. 223), procedente probablemente del «gradiente de autonomía» o sensació n de control de ciertas experiencias. Como se dice en 1951: «Si un objeto o una experiencia se consideran o no partes del «sí mismo», depende en grado considerable de si se los percibe o no dentro del control del «sí mismo». Consideramos a aquellos elementos que controlamos como parte de nuestro «sí mismo»… Quizá s este «gradiente de autonomía» es el primero en dar al infante conciencia de sí mismo, puesto que por primera vez es consciente de una sensació n de control sobre algunos aspectos de su mundo de experiencias» (54, pá g. 422). En 1951 Rogers no responde a la pregunta de si el «self» es producto de la interacció n con el medio, o es producto del proceso de simbolizació n. Se contenta con afirmar que no es sinó nimo de «organismo», y que tiene un sentido má s restringido; es la conciencia de ser o de funcionar. En 1959 relaciona su desarrollo con la tendencia actualizante, y en lugar de «sí mismo», llama «experiencia de sí mismo» a esta conciencia de funcionar. Y no se dan má s detalles acerca de cuá ndo comienza a diferenciarse esta porció n del campo perceptual, que, como decimos, todavía no constituye el concepto del sí mismo. Formación del «concepto del sí mismo» «Esta representació n en la conciencia de ser y de funcionar, se va complicando, y por la interacció n con el medio, especialmente con el medio compuesto por las otras personas significativas socialmente, se convierte en un «concepto del sí mismo», u objeto perceptual en su campo experiencial» (92, pá g. 223). Con estas palabras sintéticas se describe el nacimiento del «concepto del sí mismo» en el niñ o. Este «concepto de sí mismo» es una configuració n organizada, contiene todas aquellas percepciones relativas a uno mismo, las relativas a su relació n con los demá s, y los valores y objetivos de la persona. «A medida que el infante interactú a con su ambiente, gradualmente construye conceptos acerca de sí mismo, acerca del ambiente, y acerca de sí mismo en relació n con el ambiente. Aunque estos conceptos son averbales y pueden no estar presentes en la conciencia, esto no obstaculiza su funcionamiento como principios orientadores, como lo ha mostrado Leeper» (54, pá g. 423). Esta imagen o «concepto de sí mismo» es, como vimos anteriormente, una configuració n de percepciones conscientes de uno mismo, y se va a erigir poco a poco en criterio de la selecció n perceptual del individuo, y en principio regulador de su conducta. A la evaluació n organísmica de los primeros momentos, le va a sustituir una evaluació n má s compleja que tiene como criterio al «concepto del sí mismo». De Centro Administrativo Municipal (CAM) Calle 44 No. 52 - 165. Código Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

modo que esta parte del campo fenoménico, conocida como «concepto o idea de sí mismo» va a tener funciones importantes dentro de la vida psíquica. Este «concepto de sí mismo», que en un principio es una consciencia de funcionar organísmicamente, y, por tanto, se funda totalmente en la vida orgá nica del niñ o, va a ir poco a poco alejá ndose de la misma, y va a erigirse en sistema rival del organismo. La diná mica de la vida psíquica va a centrarse en torno al conflicto o rivalidad entre estos dos sistemas. Por una parte, el «concepto de sí mismo» va a tratar de preservar su estructura frente a las amenazas procedentes del mundo externo, aú n a costa de las propias sensaciones orgá nicas. Por otro, el organismo, empujado por la tendencia actualizante, se verá impelido a la satisfacció n de sus necesidades, con el consiguiente perjuicio para el «concepto del sí mismo». En esta lucha, en esta alienació n de ambos sistemas, se hallará el nú cleo de la inadaptació n psicoló gica, tal como la considera Rogers. Veamos con detenimiento el camino que sigue la persona hasta llegar a tal estado de disociació n o incongruencia. El desarrollo de la disociación entre organismo y «self» Se recordará que en el «concepto de sí mismo» se hallan incluidos también los valores de la persona. En el caso del niñ o, al comienzo estos valores son los que proceden del proceso de evaluació n directa. Pero esta simplicidad no va a durar mucho, ya que enseguida este cuadro va a complicarse con la introducció n de otros valores procedentes del exterior, y a consecuencia de ésto, «los valores ligados a las experiencias y los valores que son parte de la propia estructura, en algunos casos son valores experimentados directamente por el organismo, y en otros son valores introyectados o recibidos de otros, pero percibidos de una manera distorsionada, como si hubieran sido experimentados directamente» (54, pá g. 323). Es decir, llega un momento en que los valores del niñ o no son calibrados conforme al criterio de su tendencia actualizante, sino conforme a criterios de otras personas o grupos sociales. Al «es bueno pegar a mi hermanito» sucede un «es malo pegarle», producto de una introyecció n de los criterios de los padres, pero con la particularidad de que éstos son experimentados como si fueran propios. Las valoraciones de los padres entran a formar parte del propio campo perceptual, con la consiguiente negació n de los propios valores y la distorsió n de otras experiencias. Así se llega a formar un proceso de evaluaciones extrínsecas caracterizado por un poner el «locus de evaluació n» fuera del organismo, por fundarse en criterios ajenos a uno mismo, pertenecientes al grupo social o familiar, y no fundados en la evidencia de los propios sentidos, y por ser rígidos y contradictorios. Pero ¿có mo se llega a este estado de introyecció n de valores, o de adquisició n de unas condiciones de valor? ¿Cuá l es el camino que sigue la persona en esta separació n de su organismo? Como veremos, comienza con una negació n de ciertas experiencias y la distorsió n de otras, con el fin de conservar el aprecio de las personas socialmente significativas, y de mantener la incipiente imagen de sí mismo, como se nos dice en 1951. En el momento en que se produce la primera distorsió n de la experiencia, y se introyectan valores de otras personas, podemos decir que se sientan las bases de un «concepto de sí mismo» poco realista y falso, por cuanto que no coincide con la experiencia. Veamos con má s detalle las dos versiones de este proceso de alienació n propuestas por Rogers. a) Introyección de valores. — En 1951 el distanciamiento de la experiencia comienza en el momento en que el niñ o introyecta una serie de valores de sus Centro Administrativo Municipal (CAM) padres con el fin44de o Postal preservar Calle No. defender 52 - 165. Código 50015 su incipiente «concepto de sí mismo». Una Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

de las primeras percepciones constitutivas del sí mismo es la de ser digno del amor de los padres. El niñ o «se percibe a sí mismo como amable, digno de amor, y su relació n con sus padres es de afecto» (54, pá g. 423). Junto con este concepto inicial de sí mismo, existe una serie de experiencias orgá nicas que el niñ o siente con satisfacció n y valora positivamente. Por ejemplo, experimenta placer en pegar a su hermanito y, por tanto, esta experiencia es valorada de modo positivo. Pero pronto choca con la reacció n de sus padres, los cuales no opinan lo mismo y le condenan o rechazan por pegar a su hermanito. Porque lo ordinario es que le reprendan y le digan «no hagas esto», «no seas malo». Los valores incipientes del niñ o entran en conflicto con los valores de los padres. Pero ademá s, la reacció n de los padres constituye una amenaza para el «concepto de sí mismo» del niñ o. «Eres malo», luego no «eres digno de amor». Ante el dilema de conservar su propia imagen de persona digna del amor de sus padres, o mantener sus propios valores y satisfacciones organísmicas a costa de su «sí mismo», el niñ o optará por lo primero, y tenderá a toda costa a defender su imagen propia. Para ello tendrá que negar ciertas experiencias, especialmente los sentimientos de satisfacció n procedentes del pegar a su hermanito, y distorsionar la experiencia que tiene de sus padres con el fin de apropiarse de sus criterios y valores. En lugar de percibir que quienes no valoran positivamente su conducta son sus padres, llegará a distorsionar su percepció n de tal modo que haga suyo y perciba como propio el rechazo de los padres. No son ellos quienes desaprueban su conducta, es él mismo el que la siente rechazable. «La simbolizació n exacta sería: "Percibo que mis padres experimentan que esta conducta es insatisfactoria para ellos". La simbolizació n distorsionada:. para preservar el "concepto del sí mismo" amenazado es: "Yo percibo que esta conducta es insatisfactoria"» (54, pá g. 424). De este modo, las actitudes de otras personas llegan a experimentarse como propias y fundadas en el propio equipo sensorial y visceral. Como puede apreciarse, esto se hace a costa de distorsiones. La expresió n de có lera llega a experimentarse como algo malo, cuando má s exacto sería percibirla como algo gratificante para el organismo. Y no se permite a esta percepció n entrar en la conciencia. «En consecuencia, "quiero a mi hermanito" queda como la pauta que pertenece al "concepto del sí mismo", porque es el concepto de la relació n que se introyecta de los demá s a través de la distorsió n de la simbolizació n, aun cuando la experiencia primaria contiene muchas gradaciones de valor en la relació n, desde "me gusta mi hermanito" hasta "¡lo odio!". De esta manera los valores que el bebé vincula con la experiencia se divorcian de su propio funcionamiento orgá nico, y evalú a la experiencia en términos de las actitudes de sus padres…» (54, pá g. 424). El «concepto del sí mismo» formado sobre esta distorsió n de los datos sensoriales y viscerales, y por tanto, extrañ o a la experiencia del organismo, se constituye en estructura que el niñ o ha de preservar y defender de toda amenaza, comienza a erigirse en criterio regulador de la conducta. Las experiencias, los valores, las conductas no se evalú an conforme al organismo, sino conforme a su relació n con este «concepto de sí mismo». «El concepto del sí mismo» va forjá ndose por tanto, a partir de este doble sistema. Por un lado las experiencias directas del individuo, y por otro aquellas simbolizaciones distorsionadas de experiencias incompatibles con él que tienen como resultado la introyecció n de valores ajenos. De ambas fuentes emerge la «estructura del sí mismo». Tal es el curso ordinario del desarrollo que desemboca en Centro Administrativo Municipal (CAM) el «conceptoCalle del sí 52mismo» adulto, y que en parte se compone de percepciones 44 No. - 165. Código Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

relativas a uno mismo distorsionantes de la verdadera experiencia. Precisamente en esta discrepancia entre lo que acontece a nivel orgá nico y las percepciones conscientes de uno mismo, es donde está el nú cleo del conflicto psíquico. Como puede verse, en sus orígenes hay una actitud de no aceptació n total por parte de los padres. Sus evaluaciones extrínsecas, y hechas desde su propio punto de vista, son las que han obligado al niñ o a prescindir de sus experiencias orgá nicas y crearse una imagen falsa de sí mismo. Pero, ¿qué ocurriría en el caso ideal en que el padre o la madre aceptase genuinamente los sentimientos de satisfacció n orgá nica del niñ o, tuviese una aceptació n total de toda su persona y aceptase también sus propios sentimientos? «El niñ o en esta relació n no experimenta amenazas a su "concepto de sí mismo" como persona amada. Puede vivenciar plenamente y aceptar como parte suya sus sentimientos agresivos hacia su hermanito. Puede experimentar plenamente la percepció n de que a la persona que lo ama no le agrada su acció n de pegar…» (54, pá g. 426). Su conducta resultante dependerá del conjunto de la situació n, será la conducta adaptativa de un individuo ú nico que se autodirige. Será realista y tendrá en cuenta todos los elementos de la situació n. Su «concepto de sí mismo» no se ve amenazado, y, por tanto, no necesita distorsionar sus percepciones para protegerlo. «En lugar de ello mantiene un yo seguro que puede servirle para orientar su conducta, admitiendo libremente en la conciencia, con una exacta simbolizació n, todas las pruebas relevantes de su experiencia en términos de sus satisfacciones orgá nicas, tanto inmediatas como de largo alcance. De esta manera, se desarrolla un yo profundamente estructurado en el que no hay rechazo ni distorsió n de la experiencia» (54, pá g. 426). Pero semejante situació n es algo ideal, ya que la realidad es distinta, y en casi todo el conjunto de los mortales el «concepto del sí mismo» se constituye a base de distorsiones de las experiencias e introyecciones de valores ajenos. b) El desarrollo de las condiciones de valor. — En 1959 aparecen algunas modificaciones en esta teoría. En lugar de hablarse de una necesidad de preservar el self para explicar la necesidad de introyectar otros valores ajenos al organismo, se habla de una necesidad de consideració n positiva, y este concepto acuñ ado por Standal (475) viene a substituir al anterior. Asimismo tampoco se habla de valores «introyectados», sino de «condiciones de valor». Pero, hablando en términos generales, esta nueva teoría peca de artificiosidad, y no parece aportar grandes cambios con respecto a la anterior. De modo que no resulta extrañ o la poca importancia atribuida posteriormente por Rogers a esta modificació n de su teoría. En realidad, cuando pase el furor sistematizador de esta época, Rogers recurrirá simplemente a una necesidad de amor en el niñ o para explicar las primeras distorsiones de la experiencia. Pero en 1959 Rogers pone el comienzo de la disociació n psíquica en el desarrollo en el niñ o de una necesidad de ser considerado positivamente por sus padres. Es una necesidad universal, insistente y pervasiva, pero no innata»3. El niñ o tiene necesidad de ser amado por sus padres y busca satisfacer esta necesidad buscando el amor de sus padres. Debido al cará cter absoluto de la misma, la necesidad de ser amado por los padres puede convertirse en una necesidad má s fuerte que incluso las necesidades bioló gicas de conservació n. Como dirá Rogers, «la expresió n de consideració n positiva por parte de una persona-criterio puede llegar a ser má s obligante que el proceso de evaluació n organísmica, y el individuo puede Centro Administrativo Municipal (CAM) llegar a depender deCódigo la consideració n positiva de tales personas, que de las Calle 44 No.má 52 s - 165. Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

experiencias positivas para la actualizació n del organismo» (92, pá g. 224). Ahora bien, ¿có mo puede llegarse a semejante situació n? Esto sucede en el momento en que el niñ o necesita considerarse positivamente a sí mismo, y cuando esta necesidad, debido al amor condicional y no pleno de los padres, se convierte en una necesidad no incondicional, sino condicional. El niñ o, después de desarrollar una necesidad de amor, desarrolla una necesidad de amarse a sí mismo íntimamente ligada a la necesidad anterior. Llega a amarse a sí mismo del mismo modo como cree ser amado por los padres, pero independientemente de los mismos. De manera que si estos habían observado con respecto a su conducta una actitud no aceptativa, el niñ o, en virtud de esta nueva necesidad de autoestima, no permitirá dentro de sí aquellas experiencias que vayan en contra de la misma. Ya no vive pendiente de la aprobació n de sus padres, sino má s bien vive pendiente de su propia aprobació n. En el momento en que esto sucede, cuando esta necesidad de considerarse positivamente a sí mismo es una necesidad condicional, es decir, establece diferencias, entonces podemos decir que ésta se hace dependiente de las condiciones de valor impuestas por las personas criterio. Cuando los padres valoran discriminativamente las experiencias de su hijo, aceptando unas y reprobando otras, el niñ o terminará valorando sus experiencias conforme a la relació n de las mismas con la necesidad de apreciarse positivamente a sí mismo. Aquellas experiencias que no contradigan tal necesidad, y por tanto no hieran la propia autoestima, será n consideradas satisfactorias. En cambio, las que destruyan esta imagen o autoestima de sí mismo, terminará n por ser rechazadas independientemente de la consideració n de su valor auto actualizante. Cuando esto se produce, es decir, cuando el niñ o busca o evita determinadas experiencias ú nicamente por ser dignas o no serlo de su propia consideració n positiva, entonces podemos decir que se han establecido unas condiciones de valor. De esta manera se llega a una situació n parecida a la expuesta anteriormente. El niñ o introyecta valores ajenos. El niñ o no busca ya la actualizació n de su organismo, sino la satisfacció n de su propia necesidad de autoestima. Actú a conforme a valores introyectados. «Ahora acepta o evita determinadas conductas ú nicamente en virtud de estas condiciones introyectadas en la consideració n de sí mismo, sin referirse para nada a las consecuencias organismicas de tales conductas» (92, pá g. 225). La diferencia entre ambas explicaciones es ú nicamente terminoló gica. En el fondo, la raíz o nú cleo de la disociació n entre el organismo y la experiencia por un lado, y el concepto del sí mismo por otro, radica en la adopció n de unos valores extrañ os al organismo impuestos por la necesidad de conquistar el aprecio de unos seres queridos —los padres— los cuales se muestran discriminativos a la hora de apreciar al niñ o. Cuando éstos no aceptan totalmente a sus hijos, éstos tendrá n que renunciar a sus propias satisfacciones con vistas a mantener un amor paterno que con el tiempo se ha identificado con su propio amor. Por tanto, necesitará n renunciar a sus propias experiencias para seguir siendo amados por los padres. El desarrollo de la incongruencia

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Desde el mismo momento en que se establecen estas condiciones de valor con respecto a las propias experiencias, el niñ o comienza a construir su concepto de sí mismo sobre una base distinta de sus experiencias organísmicas. El yo comienza a disociarse del organismo. Lo cual supone una disociació n en el campo perceptual del individuo, una represió n de ciertas experiencias, y una nueva valoració n de las experiencias dictada por el «concepto del sí mismo». En una palabra, se desarrolla un self opuesto y contrario a las experiencias. Veamos algunos elementos de este desarrollo. a) Organización del campo perceptual.— El naciente «concepto del sí mismo» va a consumirse en el tamiz o filtro por el que han de pasar las experiencias antes de ser simbolizadas en la conciencia. Conforme a su relació n con él, las experiencias será n simbolizadas de distintas formas, y en consecuencia, las leyes que regulen la selecció n de las percepciones será n dictadas por él. En este sentido, el «concepto del sí mismo» desempeñ a una funció n muy importante en la organizació n del campo perceptual. En 1951, la organizació n de las percepciones de la persona es considerada en los siguientes términos: «A medida que se producen experiencias en la vida del individuo, estas son: a) simbolizadas, percibidas y organizadas en cierta relació n con el «sí mismo»; b) ignoradas porque no se percibe ninguna relació n con la «estructura del sí mismo»; c) se les niega la simbolizació n o se las simboliza distorsionadamente porque la experiencia no es compatible con la «estructura del sí mismo» (54, pá g. 426). El primer grupo lo constituyen las experiencias concordes con el concepto del sí mismo, o con las condiciones de valor, las cuales tienen pleno acceso a la conciencia. El segundo grupo es el de aquellas experiencias ignoradas por no percibirse su relació n con el «concepto del sí mismo», pero que, de suyo, podrían acceder a la conciencia. Se trata de todas aquellas experiencias que permanecen en el fondo del campo fenoménico, y que son ignoradas porque ni contradicen ni afirman al concepto «de sí mismo», ni tampoco sirven para satisfacer ninguna necesidad. El tercer grupo de experiencias es el má s interesante «porque en este campo se encuentran muchos fenó menos de la conducta humana que los psicó logos han intentado explicar» (54, pá g. 427). Se trata de las experiencias negadas o distorsionadas mediante unos mecanismos que son calificados por otras escuelas con el término de represió n. Prescindiendo de aquellos casos en que la negació n se hace de modo totalmente consciente, vamos a detenernos en este importante grupo de experiencias. a) La represión. Rogers admite este fenó meno, aunque la explicació n del mismo no coincida en absoluto con la freudiana. «Hay un tipo de rechazo má s significativo, que es el fenó meno que los freudianos han tratado de explicar mediante el concepto de represió n. En este caso parecería que se produce la experiencia orgá nica, pero no la simbolizació n de esta experiencia, o solo una simbolizació n distorsionada» (54, pá g. 428). El hecho de la represió n es admitido por Rogers desde sus comienzos. Al principio hablará genéricamente de represió n de impulsos y actitudes, y el «insight» se concebirá precisamente como una comprensió n de los mismos (13, pá g. 162). El «insight» comporta un reconocer y aceptar el «sí mismo» espontá neo, lo cual supone que el cliente «se ve sin defensas y gradualmente reconoce y admite su sí mismo real con sus pautas infantiles, sus sentimientos agresivos y sus ambivalencias». En Centro Administrativo Municipal (CAM) terapia, se Calle nos44dirá n, el cliente «se hace capaz de afrontar sin No. 52 en - 165.otra Código ocasió Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

racionalizació n ni negació n los diversos aspectos de sí mismo —sus gustos y disgustos, sus actitudes hostiles, así como sus aspectos positivos, sus deseos de dependencia y también los de independencia, sus conflictos y motivaciones no reconocidos, etc.» (21, pá g. 71). En una palabra, en la terapia el cliente llega a ver con realismo toda la realidad escondida tras su fachada. Pero hasta 1950 no encontramos explicitados los dos mecanismos fundamentales de la represió n, a saber, el rechazo de ciertas experiencias, y la distorsió n de la simbolizació n de otras (48, pá g. 379): «Cuando la "estructura del sí mismo" llega de este modo a formarse en parte sobre una distorsió n o negació n de la evidencia sensorial relevante, se hace también selectiva en su percepció n». Como Rogers no especifica otra clase de mecanismos defensivos, vamos a ver con má s detalle estos dos por él propuestos. Veamos primero el caso en que existe una experiencia en el organismo, pero cuya simbolizació n no llega a efectuarse. Los ejemplos aducidos por Rogers suelen referirse a experiencias sensoriales y viscerales. Así, por ejemplo, pueden negarse la existencia de fuertes impulsos sexuales, de sentimientos de hostilidad a los padres, en cuyo caso, «orgá nicamente experimenta los cambios fisioló gicos concomitantes a la có lera, pero su yo consciente puede impedir que esas experiencias sean simbolizadas, y, por lo tanto, percibidas conscientemente» (54, pá g. 428). En otros casos, quizá en la mayoría (cfr. 92, pá g. 205) las experiencias no son totalmente negadas, y entran en la conciencia de modo muy distorsionado. Se trata del otro gran mecanismo defensivo llamado distorsió n de la experiencia. Así, por ejemplo, las sensaciones orgá nicas de hostilidad pueden transformarse en la percepció n de un dolor de cabeza, o el antagonismo hacia otra persona puede transformarse en un mareo, etc. Este es el caso de una mujer que sufre fuertes mareos cuando está en compañ ía de otras personas. Rogers lo explica del siguiente modo: «Si examinamos esta secuencia desde un punto de vista psicoló gico parecería claro que ella ha experimentado visceralmente sentimientos de oposició n hacia su esposo. El elemento crucial que falta es la simbolizació n adecuada de estas experiencias» (54, pá g. 136). Ahora bien, ¿cuá les son los criterios conforme a los cuales se establece esta negació n o distorsió n? ¿Qué es lo que se reprime? La respuesta a esta cuestió n es clara y tajante: el criterio de la represió n es impuesto por el «concepto del sí mismo». Se reprimen las experiencias en funció n de su incompatibilidad con él. No se reprime necesariamente todo aquello que es malo, sino ú nicamente aquello que se opone a nuestra imagen propia. El criterio de la represió n lo suministra la consistencia o no consistencia con el self. Al menos, esta es la experiencia clínica de Carl Rogers. «Nuestra experiencia clínica nos dio otro indicio del modo có mo funcionaba el "sí mismo". El concepto convencional de la represió n, considerada en relació n con los impulsos prohibidos o tabú es sociales, no se ajusta a los hechos. Frecuentemente los impulsos y sentimientos má s profundamente negados eran sentimientos positivos de amor o ternura o confianza en uno mismo. ¿Có mo podía explicarse ese preocupante conglomerado de experiencias que, al parecer, no eran permitidas en la conciencia? Gradualmente fue reconociéndose que el principio importante era el de la consistencia con el self. Las experiencias que eran incongruentes con el concepto que de sí mismo tenía el individuo tendían a ser rechazadas de la conciencia cualquiera que fuese su cará cter social. Comenzamos a considerar al self como Centro Administrativo Municipal (CAM) criterio mediante el52cual el organismo Calle 44 No. - 165. Código Postal 50015 arrojaba experiencias que no podían ser Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

admitidas confortablemente en la conciencia. El librito pó stumo de Lecky reforzó esta línea de pensamiento» (92, pá g. 292). Estos pá rrafos rogerianos ilustran Perfectamente su concepció n de la represió n y de lo reprimido. Frente a Freud, quien, como vimos, asigna un cará cter inmoral a los contenidos del inconsciente, Rogers se erige nuevamente en defensor de una concepció n distinta. Lo reprimido no es necesariamente lo inconfesable y perverso. Podemos también reprimir sentimientos e impulsos positivos. Lo reprimido, por tanto, es aquello incompatible con la imagen previa de nosotros mismos. En lo que se refiere a la instancia que ejerce la represió n, el pensamiento de Rogers aparece también bastante claro. A pesar de sus ambigü edades terminoló gicas de los primeros escritos, las cuales pusimos anteriormente de relieve (4), no hay una instancia represora particular, sino que es el organismo quien expulsa las experiencias de la conciencia. La ú nica fuerza diná mica es la tendencia actualizante del organismo, y no es preciso recurrir a otras fuentes de energía distintas a la misma. El self no es ningú n agente activo, a la manera del ego freudiano, sino simplemente un filtro o tamiz a través del cual actú a la tendencia fundamental del organismo. Admitir su existencia, no supone por otra parte, la admisió n de un «alma» o facultad interna distinta del organismo. El mecanismo de la subcepción Para explicar có mo se produce la represió n acude Rogers a este mecanismo propugnado por McCleary y Lazarus (389). Las experiencias contrarias al «concepto del sí mismo» pueden ser rechazadas antes de llegar a la conciencia, porque la persona las percibe a nivel inconsciente, o, mejor, las «subcibe». Veamos có mo describe Rogers esta hipó tesis: «Cuando estudiá bamos nuestro material clínico y nuestros casos grabados, algunos de nosotros —incluyendo al autor— comenzamos a desarrollar la teoría de que de algú n modo se podía reconocer una experiencia amenazadora, e impedir que ingresara en la conciencia, sin que la persona haya sido nunca consciente de ella, ni aun momentá neamente. A otros miembros del grupo les pareció una explicació n sumamente irracional, puesto que implicaba un proceso de «saber sin saber» o de percibir sin percibir». «En este punto comenzaron a producirse una cantidad de trabajos de laboratorio muy esclarecedores. A partir de los trabajos de Bruner y Postman sobre los factores personales que influyen en la percepció n, se produjeron ciertos hallazgos que se referían directamente al problema que hemos planteado. Comenzó a hacerse evidente que, aun en la presentació n taquitoscó pica de una palabra, el sujeto «sabe», o «prepercibe», o responde al valor positivo o negativo de la palabra antes de reconocer conscientemente el estímulo… Con una cantidad de datos cada vez mayor, parece que es lícito concluir lo siguiente: el individuo parece capaz de discriminar entre los estímulos amenazadores y no amenazadores, y reaccionar de acuerdo con ello, aun cuando sea incapaz de reconocer conscientemente el estímulo ante el cual está reaccionando. McCleary y Lazarus, cuyo estudio es en gran medida el má s cuidadosamente controlado de todos los estudios hasta la fecha realizados, acuñ aron el término «subcepció n» para describir este proceso» (54, pá g. 429). Centro Administrativo Municipal (CAM) Calle 44 No. 52 - 165. Código Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

Segú n dichos autores, se da una respuesta fisioló gica del organismo al estímulo, la cual evalú a y discrimina la experiencia, y es previa a la percepció n consciente. Gracias a esta capacidad discriminativa, la persona puede discriminar la experiencia a un nivel previo al de la conciencia, y este mecanismo, explica, por otra parte, el sentimiento de angustia frente a la amenaza, percibida de modo inconsciente por el organismo. El estado de incongruencia Una de las consecuencias de este fenó meno de la represió n y distorsió n de ciertas experiencias es el estado de incongruencia de la persona. «De este modo, desde el momento en que se produce la primera percepció n selectiva en términos de las condiciones de valor, puede decirse que existe el estado de incongruencia entre el «sí mismo» y la experiencia, de desajuste psicoló gico y de vulnerabilidad», (92 pá g. 226). Este estado es producto de la discrepancia entre el «concepto del sí mismo» y del organismo. «La persona no puede ya vivir como un todo unificado. …Ciertas experiencias tienden a amenazar al «sí mismo». Para mantener su estructura son necesarias ciertas reacciones defensivas. La conducta es regulada unas veces por el «sí mismo», y otras veces por aquellos aspectos de la experiencia del organismo que no son incluidos en el «sí mismo». La personalidad resultante está dividida, con las tensiones y el funcionamiento inadecuado que acompañ an a esta falta de unidad» (92, pá g. 226). Esta es la alienació n fundamental de la persona desde el momento en que, por ganarse el favor de sus padres, comienza a falsificar ciertos valores de su experiencia y a percibirlos ú nicamente conforme a criterios ajenos. Desde ese momento, el «concepto del sí mismo» consciente entra en conflicto con el organismo, y la tendencia actualizante del organismo no puede operar con libertad. Se ve aplastada, por así decirlo, por la tendencia a preservar y mantener el «concepto del sí mismo». Ahora bien, ¿por qué se produce esta alienació n? ¿Es algo natural en el curso del desarrollo humano? En 1959 Rogers atribuye esta disociació n a un proceso natural. No ha sido una elecció n consciente, sino una evolució n natural —aunque trá gica— desde la infancia. En 1963, en cambio, se corrige y afirma que se trata de una canalizació n perversa de la tendencia actualizante. Veamos ésto con un poco má s de detalle. Se recordará que cuando hablamos de la tendencia actualizante del organismo vimos có mo Rogers mencionaba otra tendencia a la actualizació n del «sí mismo» que se desarrollaba a raíz del nacimiento del mismo. Segú n esta concepció n, la tendencia actualizante promueve el desarrollo del organismo por un lado, pero por otro tiende también a actualizar el «concepto del sí mismo». «De este modo, tenemos a la tendencia actualizante dividida en dos sistemas cuyas direcciones son antagó nicas, al menos parcialmente» (122, pá g. 16). En 1963 Rogers se muestra disconforme con esta explicació n. «No estoy seguro — dice— de que esta concepció n comprenda los hechos del modo má s eficaz para promover la investigació n. No veo ninguna solució n clara al problema, pero creo que quizá considero el problema en un contexto má s amplio» (122, pá g. 16). La solució n Centro Administrativo Municipal (CAM) la encuentraCalleacudiendo medio ambiente, y cargando las culpas sobre él, con 44 No. 52 - 165.al Código Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

mucha má s fuerza que antes. La tensió n, la disociació n, el conflicto, no es debida a la naturaleza humana, sino al ambiente. Pero veamos có mo lo explica. En el comienzo de la disociació n se halla el amor condicional de los padres, el cual es el causante de la introyecció n de sus valores y de la disociació n entre el organismo y la conciencia. Esto no constituye nada nuevo. La novedad está en que ahora no es considerado como una cosa natural. «Gradualmente he llegado a ver esta disociació n, grieta, alienació n, como algo aprendido, una canalizació n perversa de una parte de la tendencia actualizante en conductas que no actualizan. Sería algo similar a la situació n en la que los impulsos sexuales se canalizan de modo perverso, mediante el aprendizaje, en conductas totalmente distintas de las metas fisioló gicas y evolutivas de estos impulsos. A este respecto, mi pensamiento ha cambiado durante la década pasada. Hace diez añ os, traté de explicar la grieta entre el «sí mismo» y la experiencia, entre las metas conscientes y las direcciones organísmicas, como algo natural y necesario, aunque infortunado. Ahora creo que los individuos son condicionados, recompensados y gratificados culturalmente hacia conductas que de hecho son perversiones de las direcciones naturales de la tendencia actualizante unitaria» (122, pá gs. 1920). Segú n esta concepció n, la tendencia actualizante no se subdivide en dos sistemas naturalmente opuestos. La divisió n es una perversió n de la misma, y es producto de la cultura, y no es en absoluto consecuencia natural de la evolució n del hombre. Posteriormente tendremos ocasió n de ver la concepció n filosó fica escondida bajo esta explicació n de la trá gica situació n del hombre. El caso es que, desde un punto de vista psicoló gico, en el hombre se dan dos sistemas contrapuestos: el organismo y la conciencia, la experiencia y la percepció n distorsionada de la misma, los valores propios y los valores extrínsecos. Esta disociació n, merced a la cual la persona se ha separado de la direcció n del organismo, y ha perdido su confianza en él, es la que explica la situació n real de la persona inadaptada. El desarrollo de discrepancias en la conducta Dejá bamos anteriormente a la persona dividida en sus percepciones y en sus valores. Veíamos có mo su «Concepto de sí mismo» filtraba la percepció n de sus experiencias e incluía muchos valores ajenos a su experiencia. Ahora vamos a considerar su conducta, para comprender, desde otro punto de vista, el funcionamiento del «sí mismo» dentro del psiquismo humano. Su funció n, ademá s de seleccionar la percepció n, es la de regular la conducta, substituyendo al proceso evaluador organísmico de la primera etapa. En 1959, la teoría de la personalidad propone a continuació n de la incongruencia y en parte como consecuencia de la misma, las incongruencias surgidas en la conducta. Hay conductas que son consistentes como el «concepto del sí mismo, y lo sustentan y desarrollan. Estas conductas son simbolizadas adecuadamente en la conciencia. Pero existen otras conductas que mantienen y desarrollan aspectos de la experiencia no integrados en el «concepto del sí mismo». Tales conductas tampoco son reconocidas como parte de uno mismo, o son percibidas de modo selectivo y só lo en aquellos aspectos concordes con el «concepto del sí mismo». Por ejemplo, Centro Administrativo Municipal (CAM) toda aquellaCalle conducta no esPostal controlada por el «concepto del sí mismo» (el sueñ o 44 No. 52 -que 165. Código 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

entre otras) no es considerada como parte de uno mismo. Asimismo aquellas conductas incompatibles con el «concepto del sí mismo», y encaminadas a satisfacer necesidades no admitidas en la conciencia, no son consideradas como propias. Esto se observa en los casos de conductas compulsivas, las cuales muchas veces no son admitidas como propias. La regulación de la conducta Este hecho nos lleva a considerar el problema de la regulació n de la conducta en la persona adulta. En 1952 (62, pá g. 68) Rogers afirma la influencia del «sí mismo» sobre la conducta: «Este esquema consciente del sí mismo tiene una influencia reguladora y rectora de la conducta». Con otras palabras, quien regula y dirige la conducta humana es este «concepto del sí mismo». É l es el «referente que suministra el "feedback" por el que el organismo regule la conducta» (104, pá g., 9). Junto a la tendencia actualizante, que suministra la energía, aparece este sistema regulador de la misma, que informa al organismo de la adecuació n o no adecuació n de la conducta con las necesidades derivadas de la tendencia actualizante. Esta no opera ciegamente, sino que antes tiene que existir una percepció n de los factores de elecció n. El organismo humano necesita conocer cuá les son las conductas gratificantes y cuá les las regresivas, y este conocimiento se lo brinda el «concepto consciente del sí mismo». En el caso de una clara adecuació n entre el «concepto del sí mismo» y la experiencia, habrá una convergencia de criterios, y la persona optará por aquellas conductas totalmente actualizantes de su organismo y de su «concepto de sí mismo». La consciencia caminará sobre la experiencia y no habrá distorsiones. Pero en la mayoría de los mortales, en los que el «concepto del sí mismo» es una estructura rígida impuesta a la experiencia, y no se adecú a a la misma, entonces la persona optará por aquellas conductas congruentes con su yo consciente pero contrarias a su actualizació n. De este modo, la conducta humana se rige por el principio de la «autoconsistencia» anteriormente mencionado de Lecky. Las conductas compatibles con el «concepto del sí mismo» constituyen la mayor parte de las conductas aceptadas por la conciencia. «Los ú nicos canales por los cuales se pueden satisfacer las necesidades son aquellos coherentes con el "concepto del sí mismo"» (54, pá g. 430). Las incompatibles con el mismo, como vimos anteriormente, o son rechazadas, o son canalizadas por otras vías acordes con dicho concepto. Conductas patológicas Supuesta esta discrepancia fundamental entre el organismo y el «sí mismo», la explicació n de las conductas patoló gicas resulta relativamente fá cil. Rogers distingue en 1959 dos tipos fundamentales de conductas derivadas de esta incongruencia: las defensivas y las desorganizadas. Las primeras responden a las que ordinariamente son consideradas como neuró ticas, aunque incluyen también algunas psicó ticas, como ciertas conductas paranoides y estados catató nicos. La categoría de conductas desorganizadas comprende muchas conductas psicó ticas «irracionales» y «agudas». Veamos có mo se explica su génesis y desarrollo. a) Conductas defensivas. — La persona incongruente experimenta la amenaza Centro Administrativo Municipal (CAM) cuando mediante la52subcepció discrimina experiencias incompatibles con su «sí Calle 44 No. - 165. Código n Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

mismo». La naturaleza esencial de la amenaza consiste en que ataca a la misma organizació n o «estructura del sí mismo». Si la experiencia amenazante fuese simbolizada exactamente en el «sí mismo», éste no sería ya una configuració n consistente, sino que incluiría elementos contradictorios. La reacció n afectiva frente a esta amenaza la constituye la angustia. La ansiedad, segú n Rogers, «puede ser la tensió n que muestra el concepto organizado de sí mismo cuando estas subcepciones indican que la simbolizació n de ciertas experiencias sería destructiva para la organizació n» (54, pá gs. 429430). Frente a esta amenaza, ademá s de angustiarse, el organismo reacciona con la defensa, o proceso defensivo. Como dice Rogers (54, pá g. 16), «cualquier experiencia incompatible con la organizació n o estructura de la persona puede ser percibida como una amenaza, y cuanto má s numerosas sean estas percepciones, má s rígidamente se organizará la estructura de la persona para preservarse». É l proceso de defensa tiene como finalidad primordial mantener la «estructura del sí mismo». Consiste fundamentalmente en la represió n estudiada anteriormente: «Este proceso consiste en la percepció n selectiva o distorsió n de la experiencia, y/o el rechazo fuera de la conciencia de la experiencia o de alguna porció n de la misma, manteniendo de esta forma la percepció n total de la experiencia consistente con la "estructura del sí mismo" del individuo, y con sus condiciones de valor» (92, pá g. 227). Las conductas defensivas suscitadas como reacció n frente a la amenaza contra la propia imagen de uno mismo son de naturaleza muy diversa. Por ejemplo, una de ellas puede ser la racionalizació n, que supone una percepció n distorsionada de la conducta para hacerla congruente con nuestra propia imagen. La fantasía es otro tipo de reacció n defensiva. En lugar de admitir la experiencia contradictoria con uno mismo, se crea un mundo nuevo simbó lico que protege al "sí mismo". Otro ejemplo lo constituye la proyecció n. Pero todas estas conductas son bá sicamente resultado de los mecanismos represivos anteriormente mencionados. «Tales ejemplos podían multiplicarse, pero quizá lo que es má s claro es que la incongruencia entre el «sí mismo» y la experiencia es manipulada por la distorsió n de las percepciones de la experiencia, o por la negació n en la conciencia de la experiencia (la conducta raramente se niega, aunque esto es posible), o por alguna combinació n de distorsió n y negació n» (92, pá g. 228). Las consecuencias generales de este proceso de defensa, ademá s de la persistencia de la rigidez de la «estructura del sí mismo», son la rigidez perceptual, debida a la necesidad de distorsionar las percepciones, la falsa percepció n de la realidad, debida a la distorsió n y omisió n de datos, y la falta de diferenciació n en el campo perceptual. b) Conductas desorganizadas. — En algunos casos especiales, cuando la incongruencia entre el «sí mismo» y la experiencia es demasiado grande, el proceso de defensa puede resultar incapaz de sostener la organizació n del «sí mismo», especialmente en ocasiones en que se produce una viva experiencia de esta incongruencia, ya sea de modo repentino o con una extraordinaria claridad. Rogers no especifica con detalle estas ocasiones críticas en las cuales puede derrumbarse la «estructura del sí mismo». Habla en términos generales de «una experiencia significativa demostrativa de la incongruencia que, o bien aparece repentinamente o Centro Administrativo Municipal (CAM) con un grado muy deCódigo claridad» (92, pá g. 229), y después aduce dos ejemplos, Calle 44 No.alto 52 - 165. Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

uno tomado de la terapia, cuando el individuo rompe los moldes rígidos del «concepto del sí mismo», y otro tomado de la experiencia de un brote psicó tico. La descripció n de este tipo de conductas resulta algo má s concreta. «En semejante estado de desorganizació n, el organismo se comporta a veces de manera totalmente consistente con las experiencias hasta entonces distorsionadas o rechazadas de la conciencia, y a veces de modo consistente con el «concepto del sí mismo», cuando éste vuelve a tomar las riendas. De modo que, en este estado de desorganizació n, la tensió n entre el «concepto del sí mismo» (con la inclusió n de sus percepciones distorsionadas) y las experiencias no simbolizadas exactamente y excluidas de él, se manifiesta mediante un dominio confuso, en el cual el «feedback» regulador de la conducta del organismo es proporcionado primero por uno y después por el otro» (92, pá g. 229). La conducta resultante de este proceso de desorganizació n se caracteriza por sus cambios bruscos y carentes de sentido. Unas veces será dominada por las experiencias orgá nicas inconscientes, y la persona carecerá totalmente de control, y otras veces el «sí mismo» podrá ejercitar sus funciones reguladoras, aunque por poco tiempo. Pero en tal caso, será un «concepto de sí mismo» muy distinto, y poco digno de confianza, dada su incapacidad manifiesta en controlar ciertas fuerzas. Esta es la teoría rogeriana de la psicosis, la cual es muy incompleta, hipotética, y, como reconoce el mismo Rogers, «nueva, provisional y necesita verificarse» (92, pá g. 229). La inadaptación psicológica La teoría rogeriana de la inadaptació n psicoló gica recoge todo lo anteriormente expuesto acerca de la disociació n entre el seif y la experiencia, con el consiguiente desarrollo de la angustia, amenaza y conductas defensivas, y la posible desorganizació n de la conducta y de la personalidad. El nú cleo de la misma reside en el rechazo de ciertas experiencias incompatibles con el «concepto del sí mismo», y en la tensió n que se sigue de este hecho (5). Los sentimientos de inadecuació n son producto de la concienciació n de esta tensió n procedente de la disociació n o discrepancia entre el self y la experiencia organísmica, y suelen ser tan penosos que obligan al cliente a acudir al terapeuta. La inadaptació n psicoló gica supone, por tanto, el final del largo camino de separació n del organismo iniciado en la infancia, y sitú a al individuo frente a una situació n ó ptima para la psicoterapia. No querríamos terminar estas líneas relativas a la enfermedad mental sin hacer algunas consideraciones acerca de lo que pudiéramos llamar psicopatología rogeriana. Como podrá apreciarse, ésta es muy sencilla, y no parece haber sido muy elaborada por Rogers. Todo se reduce a la discrepancia entre el self y el organismo, y no se encuentran alusiones a los distintos mecanismos psicoló gicos que producen los diversos síndromes psiquiá tricos. Aquí, como en otras muchas ocasiones, Rogers peca de excesiva simplicidad y omite datos importantes. Pero la psicopatología no parece haberle interesado demasiado. Ú nicamente al final de su carrera se interesará por la esquizofrenia, y sostendrá la continuidad existente entre neurosis y psicosis, pero incluso entonces sus afirmaciones resultan vagas e imprecisas y no contienen ninguna aportació n original. En esto también puede verse el influjo de los orígenes de su psicoterapia en la clínica infantil y en el «counseling» de estudiantes con leves trastornos de conducta. Centro Administrativo Municipal (CAM) Calle 44 No. 52 - 165. Código Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

La reorganización de la persona La teoría rogeriana de la personalidad concluye con unas hipó tesis relativas al proceso de reorganizació n de la persona y a los resultados del mismo, es decir, a la persona hipotética resultante de la restauració n del contacto con sus experiencias. El proceso terapéutico es concebido como un volver a restaurar el contacto de la persona con el organismo. Para ello habrá que subsanar los fallos ocurridos durante el desarrollo. Si la discrepancia o incongruencia entre self y experiencia fue debida en sus inicios a una condicionalidad y falta de plenitud en el amor de los padres al niñ o, la terapia centrada en el cliente tendrá que ofrecer unas condiciones de incondicionalidad en la aceptació n y de totalidad en la comprensió n. Si lo que mantiene rígido al «concepto del sí mismo» es el sentimiento de sentirse amenazado, la terapia centrada en el cliente ofrecerá una atmó sfera totalmente libre de amenazas, y de este modo podrá n hacerse añ icos las defensas del cliente. En estas nuevas condiciones ideales, el cliente será capaz de explorar por sí solo su campo perceptual, y con la ayuda de la comprensió n empá tica del terapeuta, comenzará a reconocer como propias muchas de sus experiencias anteriormente negadas. Así reorganizará nuevamente su self, y saldrá del estado de incongruencia e inadaptació n. Volverá a vivir unido a su organismo, y la tendencia actualizante operará en él sin las trabas causadas por la introyecció n de los valores ajenos. En consecuencia, el proceso culminará en una persona unificada, integrada, armó nica, congruente con todas sus experiencias, cuyas características principales comenzará n a ser consideradas por Rogers como modelo y meta hacia la cual tiende la terapia. La persona plena, o persona que funciona de modo ó ptimo comienza ahora a interesar a Rogers, y la incluirá en la teoría de la personalidad del añ o 1959 como término y meta de la terapia. Por corresponder esta teoría de la persona ó ptima a otra etapa del pensamiento rogeriano, dejamos su consideració n para capítulos posteriores. 6. Evidencia empírica En su exposició n de 1959, Rogers presenta algunas pruebas empíricas favorables a su teoría. Los trabajos en ellas expuestos son fundamentalmente los mismos que los presentados en 1951 como evidencia de los cambios terapéuticos. Pero ademá s se hace menció n de otros trabajos importantes de la terapia centrada en el cliente, y sobre todo, de un nuevo instrumento para el estudio del concepto del «sí mismo». Lo que antes no había podido ser medido má s que de modo indirecto —es decir, mediante el estudio de las actitudes relativas al self—, ahora es accesible a una investigació n má s directa. La técnica Q, desarrollada por Stephenson como técnica estadística (cfr. 477), proporciona a los rogerianos la posibilidad de conseguir unas distribuciones —las distribuciones Q—, capaces de reflejar empíricamente conceptos tan abstractos como el del «self» o el «self ideal». Comparando las diversas distribuciones estadísticas de frases relativas al self y al ideal, pronunciadas por el sujeto, era posible medir los efectos de la terapia sobre los cambios en tales distribuciones. Só lo era preciso comparar el índice de correlació n estadística entre las diversas distribuciones de tarjetas o frases, y ver si aumentaba o disminuía en funció n de la terapia. La investigació n sobre los efectos de la terapia llevada a cabo por los rogerianos en la universidad de Chicago durante los primeros añ os de la década de los 50, y resumida en el libro titulado «Psychotherapy and personality change» (72), es la mejor expresió n de estos intentos de estudiar Centro Administrativo Municipal (CAM) empíricamente el No. «concepto delPostal sí mismo». Calle 44 52 - 165. Código 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

Pero el otro concepto capital de la teoría rogeriana, el de la «experiencia del organismo» permanecía en la oscuridad y seguía inaccesible a la investigació n. ¿No habría modo de verificarlo empíricamente y demostrar de este modo el concepto de congruencia entre el self y la experiencia? La tarea era difícil, y de hecho esta dificultad de verificar empíricamente el concepto de la experiencia será uno de los factores que impulsará n a la teoría de Rogers hacia derroteros má s existenciales. Pero a pesar de la dificultad, los rogerianos intentaron acercarse a este concepto mediante el uso de la técnica Q. Así, por ejemplo, Butler y Haigh (242) dieron por supuesto que la distribució n del «self ideal» correspondería al concepto de experiencia orgá nica, mientras que la del «self real» representaría al «concepto del sí mismo», y compararon ambas distribuciones con vistas a medir los cambios operados por la terapia en las mismas. Chodorkoff (272) en un trabajo sobre la defensa perceptual, define operativamente el término «experiencia» de acuerdo con la distribució n de frases relativas al self del cliente hecha por el terapeuta. En el fondo, esta distribució n no pretende otra cosa que describir operativamente a la persona desde la perspectiva del clínico. Pero se supone que tal descripció n será una representació n operativa de las experiencias reales del cliente. Para tener una idea de la congruencia entre el self y la experiencia del cliente, bastaba con calcular el índice de correlació n existente entre la distribució n de tarjetas o frases realizada por el clínico, y la realizada por el cuente. Pero lo má s valioso del trabajo del Chodorkoff son sus conclusiones relativas a la defensa perceptual. El tema de la defensa era muy importante para Rogers. Dado que casi todas investigaciones dependían casi exclusivamente de los informes verbales del cliente, y dado que estos podían verse afectados seriamente por las distorsiones y falsificaciones tanto conscientes como inconscientes, se hacía necesaria una demostració n empírica de su validez y fiabilidad. Para ello el mejor camino consistía en la demostració n de la no interferencia de los mecanismos defensivos en los informes del cliente. Con estos fines y objetivos, Chodorkoff estableció las siguientes hipó tesis: a) cuanto mayor sea la congruencia entre el self y la experiencia, tanto menor será el grado de defensa perceptual mostrado por el cliente; b) cuanto mayor sea la congruencia entre el self y la experiencia, tanto mayor será la adaptació n del cliente, medida conforme al criterio clínico ordinario; c) cuanto mayor sea la captació n de la persona, tanto menor será su defensa perceptual. Para verificar tales hipó tesis, Chodorkoff dio las siguientes definiciones operativas: «el self» es definido conforme a la distribució n Q hecha por el cliente de las frases parecidas a él mismo. La «experiencia», como vimos, es definida conforme a la distribució n Q hecha por el terapeuta de arreglo con el parecido que las frases tienen, a su juicio, con el cliente. La defensa perceptual es medida segú n las diferencias en el tiempo de reconocimiento de dos tipos de palabras presentadas taquitoscó picamente. Se midió el tiempo de reconocimiento de unas palabras neutras, y luego el de otras amenazantes. La diferencia entre ambos tiempos de reacció n constituye una medida de la defensa. La experiencia empírica confirmó plenamente las hipó tesis de Chodorkoff. Con ello, la teoría rogeriana de la personalidad quedaba confirmada por el método científico. La teoría rogeriana, a pesar de sus ataques al punto de vista objetivo de la Centro Administrativo Municipal (CAM) psicología, buscaba validació n empírica. Calle 44 No.una 52 - 165. Código Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

7. La teoría de la personalidad: Resumen Después de haber estudiado con detalle los diversos aspectos de la teoría, vamos a resumirla tan brevemente como sea posible. Se trata de una teoría fundada en la experiencia clínica de Carl Rogers, y que busca con ahínco una confirmació n empírica conforme a los mó dulos de la ciencia psicoló gica. Pero al adoptar un punto de vista fenomenoló gico, y por tanto subjetivista, lleva dentro de sí una fuerte dosis de anticientifismo. Esto agudizará , como veremos en capítulos posteriores, el conflicto entre lo científico y lo subjetivo presente en Rogers desde sus primeros comienzos, y, en todo caso, será un signo de su cará cter contradictorio. Por otra parte, es una teoría eminentemente prá ctica: está orientada a describir y explicar lo sucedido en la terapia de Carl Rogers. De ahí que sea incompleta, y no tenga pretensiones estructuralistas ni tampoco pretenda ofrecer una visió n totalizante de toda la personalidad. Se concentra en los aspectos de la misma relacionados con el cambio terapéutico, y no en la estructura de la personalidad. En este sentido, es una teoría diná mica. La teoría está construida en torno a dos conceptos o nociones fundamentales: el «concepto del sí mismo», o imagen subjetiva de nosotros mismos, y el «organismo», o totalidad organizada de la psique y el soma. Estos dos conceptos claves sirven para situar a la teoría rogeriana dentro de dos corrientes importantes de la psicología: la tradició n fenomenoló gica importada a los Estados Unidos por Snygg y Combs, y la tradició n organísmica representada por Goldstein, Angyal y otros psicó logos humanistas americanos. Rogers toma muchos elementos de estas teorías, así como también de otras teorías menos importantes, y les da la impronta de su propia personalidad, es decir, los combina con una gran simplicidad y optimismo. La teoría resultante, en consecuencia, cae dentro de la tendencia humanística o «tercera fuerza» de la psicología americana. El organismo humano es concebido por Rogers como una totalidad organizada de experiencias, las cuales se constituyen en un campo fenoménico regido por las leyes de la Gestalt. El organismo es dinamizado por una tendencia fundamental, el impulso hacia la actualizació n o autorrealizació n, y al mismo tiempo está dotado de un sistema regulador mediante el cual dirige su conducta hacia la satisfacció n de las necesidades derivadas de ese impulso bá sico. El «concepto del sí mismo» es un constructo fenomenoló gico. No es un «yo» agente —en sentido psicoanalítico—. Es una porció n del campo perceptual que va formá ndose a medida que la persona interactú a con el medio ambiente. Es la propia imagen fenoménica del sujeto. Contiene las percepciones, valores e ideales del individuo, organizadas en una configuració n o Gestalt que tiene la particularidad de ser totalmente consciente. Dentro de la diná mica de la personalidad, el «concepto del sí mismo» tiene la funció n de seleccionar las percepciones del individuo y regular la conducta del mismo. El principio conforme al cual se rechazan o admiten las experiencias en la consciencia es el de su consistencia o congruencia con la «imagen de uno mismo». Aquellas experiencias coincidentes con el self son aceptadas en la conciencia. Las que no lo sean pueden seguir un doble camino: o bien ser distorsionadas, o bien ser totalmente negadas. En el curso ordinario del desarrollo de la personalidad, no suele darse una consistencia o coherencia plena entre el «concepto del sí mismo» y las experiencias del organismo. Al contrario, la persona suele desarrollar un estado de Centro Administrativo Municipal (CAM) incongruencia, es Código lo mismo, se divorcia de su realidad orgá nica. El conflicto Calle o 44lo No.que 52 - 165. Postal 50015 Línea Única de Atención Ciudadanía 44 44 144 Conmutador 385 5555. www.medellin.gov.co

reside en los primeros añ os de la infancia aunque no se especifica cuá ndo. Debido a las actitudes evaluativas y poco aceptativas [sic] de los padres, el niñ o, impulsado por una necesidad que primero es de conservar el amor paterno, y luego de conservar su propia autoestima, desarrolla unas condiciones de valor o introyecta unos valores ajenos como si fueran propios, y se ve forzado a rechazar ciertas experiencias satisfactorias y a distorsionar la simbolizació n de otras. A partir del momento en que se produce la primera distorsió n de la experiencia, comienzan a sentarse las bases para la posterior incongruencia o discrepancia entre el organismo y el «concepto del sí mismo». Este ú ltimo va distanciá ndose cada vez má s de las experiencias reales de la persona, y los valores organísmicos van siendo substituidos por otros valores extrínsecos recibidos de los demá s. En consecuencia, la conducta ya no intenta satisfacer las necesidades del organismo, sino que se hace defensiva, es decir, intenta preservar la rígida «estructura del sí mismo», y, en consecuencia, la tendencia actualizante no puede llevar a cabo la actualizació n del organismo y es desviada hacia direcciones perversas. Se produce entonces la inadaptació n psíquica. La persona que vive en tal estado de incongruencia o de disociació n es una persona que vive en estado de tensió n. Frente a la amenaza que le proporcionan las numerosas experiencias expulsadas de su conciencia, reaccionará con angustia y conductas defensivas. Necesitará de una psicoterapia, la cual intentará restablecer la congruencia entre el organismo y el self, mediante una reorganizació n de este ú ltimo. De esta manera, la terapia centrada en el cliente recibe una explicació n coherente. El terapeuta, con vistas a facilitar esta reorganizació n, tendrá que poner unas condiciones de aceptació n y comprensió n que subsanen de algú n modo la falta de las mismas durante las primeras experiencias de la infancia del cliente. Creando una atmó sfera de libertad y seguridad, facilitará al cliente el liberarse de la amenaza y explorar sus propias experiencias. Comprendiendo al cliente, podrá facilitar la reorganizació n de todas sus experiencias en torno a un self má s amplio, dú ctil y maleable. La teoría de la personalidad concluye, por tanto, con los resultados de la psicoterapia, resultados que ya fueron estudiados en el capítulo anterior. Es una teoría al servicio de una psicoterapia, y no hay que buscar en ella ninguna otra cosa ajena a la misma. Sus méritos y sus defectos, son los mismos que los de la terapia del Carl Rogers.

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