La Pastora Florida

Descripción completa

Views 119 Downloads 3 File size 498KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

LA PASTORA FLORIDA Alejandro Peralta Los ojos golondrina de la Antuca se van a brincos sobre las quinuas. Un cielo de petróleo echa a volar 100 globos de humo. Picoteando el aire caramelo evoluciona una escuadrilla de aviones orfeónidas. Hacia las basílicas rojas sube el sol a rezar el novenario. Sale el lago a mirar las sementeras. El croar de las ranas se punza en las espigas. Los ojos de la Antuca Se empolvan al pasar por los galpones. Ha guturado la campana el asma tatarabuela del pueblo din-don, diin-doon, como tijeras de trasquila se ha hundido en el vellón de las ovejas. Pobre Antuquita, todo el día detrás de la majada. Hecha un ovillo sobre las piedras, se ha ido tan lejos. Se va a quedar en media pampa, acorralada entre los cerros. El barro de los fangos ha ensuciado el campo bengala de tus ojos. ¡Para qué habrá ido sola al pastoreo con tantos duraznos abridores y las caderas reventonas! Tiene la boca llena de tierra quemante, un kelluncho le brinca sobre los parietales. Bajo un kolli pordiosero ha hecho acrobacias locas en el Silvico en el trapecio de los nervios. Y se han sajado las carnes y han hecho cantar la honda. Los ojos golondrinas de la Antuca se van planeando por las cabañas.

He dejado descansar...

He dejado descansar tristemente mi cabeza En esta sombra que cae del ruido de tus pasos Vuelta a la otra margen Grandiosa como la noche para negarte He dejado mis albas y los árboles arraigados en mi garganta He dejado hasta la estrella que corría entre mis huesos He abandonado mi cuerpo Como el naufragio abandona las barcas O como la memoria al bajar las mareas Algunos ojos extraños sobre las playas He abandonado mi cuerpo Como un guante para dejar la mano libre Si hay que estrechar la gozosa pulpa de una estrella No me oyes más leve que las hojas Porque me he librado de todas las ramas Y ni el aire me encadena Ni las aguas pueden contra mi sino No me oyes venir más fuerte que la noche Y las puertas que no resisten a mi soplo Y las ciudades que callan para que no las aperciba Y el bosque que se abre como una mañana Que quiere estrechar el mundo entre sus brazos Bella ave que has de caer en el paraíso Ya los telones han caído sobre tu huida Ya mis brazos han cerrado las murallas Y las ramas inclinado para impedirte el paso Corza frágil teme la tierra Teme el ruido de tus pasos sobre mi pecho Ya los cercos están enlazados Ya tu frente ha de caer bajo el peso de mi ansia Ya tus ojos han de cerrarse sobre los míos Y tu dulzura brotarte como cuernos nuevos Y tu bondad extenderse como la sombra que me rodea Mi cabeza he dejado rodar Mi corazón ha dejado caer Ya nada me queda para estar más seguro de alcanzarte Porque llevas prisa y tiemblas como la noche La otra margen acaso no he de alcanzar Ya que no tengo manos que se cojan De lo que está acordado para el perecimiento Ni pies que pesen sobre tanto olvido De huesos muertos y flores muertas La otra margen acaso no he de alcanzar Si ya hemos leído la última hoja Y la música ha empezado a trenzar la luz en que has de caer Y los ríos te cierran el camino Y las flores te llaman con mi voz Rosa grande ya es hora de detenerte El estío suena como un deshielo por los corazones Y las alboradas tiemblan como los árboles al despertarse Las salidas están guardadas Rosa grande ¿no has de caer?

VLADIMIR HERRERA

La poesía puneña siempre ha tenido momentos de innovación sin alejarse de su raigambre terrígena y de su proyección universal. Los poetas como los sostenía Huidobro han sido pequeños dioses que han iluminado el quehacer cultural desde su arrinconado lugar donde sus ánimas, como velas en un sepulcro, no han permitido que la oscuridad nos inunde. “Mate de Cedrón” de Vladimir Herrera, de reciente reedición, y “Horas de Sirena” de Luis Pacho vienen a confirmar que la poesía se da la mano sólo con el deslumbramiento entre el sueño y la vigilia donde transitamos en un Puno, porción del Perú, de una inacabable veta de asombros. Los sujetos poéticos no son otra cosa que el enfoque del ser, como actor en el texto poético, en sus relaciones con la sociedad o la cultura que lo rodea. Es un análisis homocéntrico, inductivista, que parte de la particularidad a la universalidad para comprender las significaciones que los poetas quieren darle a sus textos poéticos. Estos sujetos poéticos son dinámicos en la medida que transitan diversos contextos, tiempos, se reinsertan en la historia, en el mito y en la cruda realidad cotidiana de nuestro país. Este trabajo se propone la verbalización de los sujetos como parte de la función que cumple la poesía de Vladimir Herrera y Luis Pacho en los poemarios mencionados. Vladimir Herrera nació en 1950 en Lampa, dice él mismo en su comentario que “Mate de Cedrón” lo escribió desde los 17 años, saliendo a luz su primera edición en el año 1974, posteriormente ha publicado “Verano Inculto” en 1980, “Almanaque” en 1990, “Kiosko de Malaquita” en 1993 y “Poemas Incorregibles” en el 2000. Fue director de las Revistas Trafalgar Square y Celos. La editorial “Cascahuesos” y el Grupo Editorial “Hijos de la Lluvia” han hecho posible la reedición de “Mate de Cedrón” hace algunos meses en Arequipa, después de 35 años, en la introducción a la segunda edición Vladimir Herrera señala que Mate de Cedrón no se encuentra en su antología personal de “Poemas Incorregibles”. La edición tiene apreciaciones críticas de notas finales de José Gabriel Valdivia y de Helena Usandizaga, quienes concuerdan en los rasgos barrocoscoloquiales en la poesía de Herrera. Mate de Cedrón tiene el aliento del contexto del tiempo en que Hora Zero hacía bulla y planteaba una poesía entre contestataria y coloquial y extendía una apertura a la poesía de provincias tratando de romper con cierto canon poético imperante en Lima. Por ello es que el sujeto poético en “Mate de Cedrón” es abierto, diverso y polisémico. “No partí, No hice la guerra ni el amor. Mis ojos no fueron estos días yemas adoloridas, Ni siquiera la locura invadió mis sembríos, y no canté, ni escribí, ni leí. Algún momento moví la cola como un perro y fui feliz riéndome sin ocultarme. Pero no subí a las tribunas, ni trabajé, ni mantuve a mi mujer, ni tuve unos hijos; Sólo el canto de la fragua fue conmigo, el amor de peces muertos; y solamente yo permanecí desnudo ante la lluvia que muere tras los espejos; Y solamente yo Ebrio, sin haberme movido de esta tierra con flores que viste o arruma el frío, Y solamente yo”. En este poema que lleva el epígrafe de Jorge Amado: “Cada uno cuide de su entierro que imposibles no hay” el sujeto poético es autoreflexivo, casi confesional se refiere a un juego de relaciones, situándose en el espacio-temporal de su discurso en la praxis de su vivir cotidiano, con un tono desconsolador, irreverente, en el que el sujeto resume su existencia con un lirismo al borde de lo dramático, no sólo para construir su ser, sino para manejarlo en la vida diaria. El manejo del ser, en el concepto foucaultiano es un juego continuo entre la verdad, el poder y la acción del individuo. Existe en el poema de Herrera el elemento sociocultural donde se muestra la asimilación de una juventud desarticulada de la realidad que linda con cierta marginalidad, cuyo sujeto desde el interior justifica su dislocación con una sociedad, es a su modo y a la par de sus amigos horazerianos un crítico de una realidad cotidiana, de modo exacerbado, militante, iconoclasta que tiene que ver con la aparición de elementos enajenantes como la tecnología, la atomización y el individualismo, donde se cuestiona la “era del progreso o del bienestar”, este poema expresa la fragmentación del ser colectivo ante un mundo hostil y mecánico. En otro poema de Herrera leemos: “Yo miro de la puerta estos diez años de huida y resurrección, Hago el recuento de los muertos, soy más que nada el muerto del año dos, y cae agua sobre el vidrio opaco veloz amarillo del pasado, en el último coche de tren y su mirada de fresas reventadas en tierra de nadie estos diez años, rueda alegre son el zumo de mis ritmos”. En este verso el sujeto poético se traslada a la naturaleza, donde hace alusión a la memoria, al tema tan complejo y al mismo tiempo tan intenso como es la muerte, el sujeto poético habla de una década que lleva la carga de una memoria colectiva, haciendo alusión a la partida a través de la figura del tren, donde la música del paisaje pareciera emitir su quejido de vida plácida e inevitable. Es un viaje a su propio pasado, a su infancia seguramente en escenarios puneños, donde alude al Mate de Cedrón de una abuela, como se muestra en otro poema, que lo llena de plenitud, y donde deja el tono quejumbroso que evidencia cuando el sujeto habla desde una ciudad, incluso el otro escenario natural, le revive la parte de la espiritualidad donde finalmente se rinde el poeta en su desgarro metafísico y

lirico. La poesía de Vladimir Herrera, como dice Helena Usandizaga, sigue fulgurando por su capacidad de abrir escenarios de la imaginación y la memoria, evoca la aventura y la reflexión y nos adentra con amor e ironía.

Suicidio de amor por Carlos Calderón Fajardo

Por ejemplo, despertar de pronto en medio de una selva, rodeada Graciela de fieras hambrientas que se arrojarían sobre su presa mordiéndole la cara, arrancándole grandes trochas del pecho y ella que se escapa y se mete al edificio, el cable del ascensor se rompe, y cae varios pisos, pero el ascensor no se estrella porque ésa había sido sólo una manera de escapar porque el ascensor se detuvo en el décimo; una puerta metálica y eléctrica se abrió hacia un mirador de cemento: se veía techos sucios de la ciudad, era un sitio hecho a la medida para que Graciela corra y se aviente desde un décimo piso cayendo de nuevo como un huevo frito para después sobre el cadáver tirado en el pavimento vuelen los zopilotes, de entre los arboles salgan las hienas cuando ya los leones relamiéndose se habían alejado de ese lugar hecho al pelo para el suicidio. Habían muchas formas de intentarlo: una, el sueño violeta porque otro color no podía tener el sueño, la muerte al ingerir una píldora, la primera para hacerse la ilusión que sólo se quiere dormir, después uno se embroca todo el pomo y es cuando se entra en ese largo sueño, en un humillo, la sensación de estar flotando, una sensación parecida a la de estar en un recinto con todas las ventanas clausuradas con butapercha, hay periódicos en la ranura de la puerta y luego de tomar posición en una silla, se prende el gas de la cocina y se deja que el gas se escape lentamente, entre por las narices y es cuando se nos viene el sueño violeta, el enorme sueño en el que tú ves a una mujer que se eleva por el aire, Graciela ahogada por el gas, envenenada por una sobredosis de píldoras y en un claro de aquella selva, los restos quedan a la vista y paciencia de cristianos, son carne para las fieras y velocidad de caída para los curiosos que se amontonan al pie de edificio cuando una mujer está por arrojarse de un décimo piso. Para Graciela todos esos intentos, qué se iban a comparar con el andar lentamente, por la arena, descalza, recibiendo el vientito del amanecer en las mejillas, mientras la espuma vuela con el aire por la orilla. Aquel momento macanudo cuando todo el cuerpo se va metiendo vestido al agua, paulatinamente el agua va tapando a la mujer hasta que el mar empieza a desvestir a la suicida: abiertos los brazos de la blusa, revolviéndose el traje dentro de una ola mientras los pulmones de Graciela revientan con el agua salada que va ingresando a raudales hasta que ella siente que la cara se le infla como un globo. Y el globo revienta como un balazo, es decir ese sonido, la típica y clásica imagen del suicidio: despacio la pistola hasta la altura de la sien, apretando el gatillo aun más despacito, dándose cuenta del

último clic, rapidísimo el clic y ese sonido derramando pólvora justo en el momento en que ya no se siente nada, se flota en una especie de limbo.

Tema: EL GATO NEGRO. Edgar Allan Poe Dom Ago 08, 2010 2:50 pm

EL GATO NEGRO RESUMEN

Este cuento relata la historia de un suceso sin decir como se llaman los personajes; narra que un personaje, tiene pasión por los animales, y su última adquisición después de casarse ha sido un gato. Un día que venia bebido cogió al gato y como no le gustaba la forma de mirarle le arranco un ojo, después se arrepintió pero el gato se quedo sin uno de sus globos oculares. Poco después decidió acabar con el sufrimiento del pobre gato y lo ahorco en un árbol cuando fue de camino a su casa una gran concentración de curiosos estaba delante de ella, la casa estaba ardiendo, me desperté del sueño con el grito de ¡fuego! Las cortinas de mi cama estaban en las llamas; toda la casa ardía. Después del pavoroso incendio solo quedaron un par de tabiques en pie, todo lo demás fue totalmente calcinado, siniestro total pero sin vidas humanas de por medio, este señor fue a ver lo que quedaba de su casa, entro y vio un tabique que le llamo la atención, era casi el que parecía intacto, se fijo, y pudo distinguir la silueta de la pared la imagen del gato… Después de un tiempo, su situación fue relativamente normal, tenia casa, mujer, proyectos de futuro, etc.… pero un día yendo de copas en un bar encontró a un gato y decidió adoptarlo, y se lo llevo a casa. El notaba que el gato le miraba mal, que solo se fiaba de su mujer, que a el no le daba muestras de afecto, ni le seguía, ni le hacia caso. Un día que había bebido llego a casa ebrio y decidió matar al gato cogió un hacha y se la echo a la espalda y sin querer mato a su mujer, pues ella se había puesto detrás para ver lo que este hombre iba hacer pero recibió el hachazo. la mato de un golpe. Este viendo el panorama, decidió hacer un agujero en la pared, y metió al cadáver, lo tapo como si la pared estuviera intacta, siguió su propósito de matar al gato, no lo encontró. Poco tiempo después. La gente sospechaba de la extraña desaparición de su vecina y la policía lo incriminaba como principal sospechoso. Un día los agentes decidieron ir a su casa para hacer una inspección, no encontraron nada, pero se empezaron a escuchar maullidos desde el sótano los agentes se guiaron por ellos y resultaron estar detrás de la pared la tiraron y vieron que allí había un gato maullando y una mujer muerta.

Encender un fuego, de Jack London (Perseverancia, Soledad) Encender un fuego / Jack London ; ilustraciones de Nathaïle Vogel. – Barcelona : Blume, 2003. – 79 p. : il. ; 25 cm Uno de los conocidos Relatos del Klondike, escrito entre 1900 y 1903. Se trata de un cuento de invierno en el que se narra el trayecto que un hombre y su perro deben llevar a cabo para llegar a su destino, a través de un clima severo y unas condiciones extremas. La única solución para conseguir llegar al objetivo es encender una hoguera en el momento oportuno. ‘El día amanecía gris y frío, muy gris y muy frío, cuando el hombre abandonó la gran pista del Yukón y trepó el abrupto terraplén, por donde se adivinaba un sendero poco frecuentado que se dirigía hacia el este a través de un espeso bosque de abetos. La pendiente era acusada y, con el pretexto de mirar el reloj, el hombre se detuvo en lo alto para recuperar el aliento. Eran las nueve. No se veía ni un atisbo de sol, y eso que no había ni una nube. El cielo estaba despejado y, sin embargo, la superficie de las cosas aparecía imperceptiblemente velada. Una tristeza sutil se adueñaba del día, y ello se debía, sin duda, a la ausencia de sol.’

Jorge Luis Borges, "El Sur", análisis Fragmento: Juan Dahlmann sueña con dejar la ciudad de Buenos Aires para ir al Sur de Argentina, el Sur de su niñez y de sus sentimientos románticos. A finales de febrero de 1939, se hiere la frente, volviendo a su casa con una rara e incompleta edición de las Mil y Una Noches. Debilitado, tiene que pasar días en la cama pero su herida va empeorándose de modo que los médicos deciden envíarle al sanatorio. Considera esta experiencia como un paso adentro del infierno, inmovilizado en la cama, humillado por la curación. El momento de relieve llega finalmente cuando el médico le permite salir para reponerse. Superviviente de una muerte implacable, Juan decide emprender su querido viaje al Sur. A lo largo del viaje, el paisaje tanto como el protagonista van cambiando y la opresión de la ciudad y del verano deja sitio a la suavidad otoñal de la llanura. Por eso, cuando llega a la estación del Sur, todo resulta cambiado y le parece que vivir merece la pena. Aislado en la llanura, sin coche, se ve obligado a caminar hasta [...]

Jorge Luis Borges (1899–1986) EL SUR (Artificios, 1944; Ficciones, 1944)

EL HOMBRE QUE desembarcó en Buenos Aires en 1871 se llamaba Johannes Dahlmann y era pastor de la Iglesia evangélica; en 1939, uno de sus nietos, Juan Dahlmann, era secretario de una biblioteca municipal en la calle Córdoba y se sentía hondamente argentino. Su abuelo materno había sido aquel Francisco Flores, del 2 de infantería de línea, que murió en la frontera de Buenos Aires, lanceado por indios de Catriel: en la discordia de sus dos linajes, Juan Dahlmann (tal vez a impulso de la sangre germánica) eligió el de ese antepasado romántico, o de muerte romántica. Un estuche con el daguerrotipo de un hombre inexpresivo y barbado, una vieja espada, la dicha y el coraje de ciertas músicas, el hábito de estrofas del Martín Fierro, los años, el desgano y la soledad, fomentaron ese criollismo algo voluntario, pero nunca ostentoso. A costa de algunas privaciones, Dahlmann había logrado salvar el casco de una estancia en el Sur, que fue de los Flores: una de las costumbres de su memoria era la imagen de los eucaliptos balsámicos y de la larga casa rosada que alguna vez fue carmesí. Las tareas y acaso la indolencia lo retenían en la ciudad. Verano tras verano se contentaba con la idea abstracta de posesión y con la certidumbre de que su casa estaba esperándolo, en un sitio preciso de la llanura. En los últimos días de febrero de 1939, algo le aconteció. Ciego a las culpas, el destino puede ser despiadado con las mínimas distracciones. Dahlmann había conseguido, esa tarde, un ejemplar descabalado de Las 1001 Noches de Weil, ávido de examinar ese hallazgo, no esperó que bajara el ascensor y subió con apuro las escaleras; algo en la oscuridad le rozó la frente, ¿un murciélago, un pájaro? En la cara de la mujer que le abrió la puerta vio grabado el horror, y la mano que se pasó por la frente salió roja de sangre. La arista de un batiente recién pintado que alguien se olvidó de cerrar le habría hecho esa herida. Dahlmann logró dormir, pero a la madrugada estaba despierto y desde aquella hora el sabor de todas las cosas fue atroz. La

fiebre lo gastó y las ilustraciones de Las 1001 Noches sirvieron para decorar pasadillas. Amigos y parientes lo visitaban y con exagerada sonrisa le repetían que lo hallaban muy bien. Dahlmann los oía con una especie de débil estupor y le maravillaba que no supieran que estaba en el infierno. Ocho días pasaron, como ocho siglos. Una tarde, el médico habitual se presentó con un médico nuevo y lo condujeron a un sanatorio de la calle Ecuador, porque era indispensable sacarle una radiografía. Dahlmann, en el coche de plaza que los llevó, pensó que en una habitación que no fuera la suya podría, al fin, dormir. Se sintió feliz y conversador; en cuanto llegó, lo desvistieron; le raparon la cabeza, lo sujetaron con metales a una camilla, lo iluminaron hasta la ceguera y el vértigo, lo auscultaron y un hombre enmascarado le clavó una aguja en el brazo. Se despertó con náuseas, vendado, en una celda que tenía algo de pozo y, en los días y noches que siguieron a la operación pudo entender que apenas había estado, hasta entonces, en un arrabal del infierno. El hielo no dejaba en su boca el menor rastro de frescura. En esos días, Dahlmann minuciosamente se odió; odió su identidad, sus necesidades corporales, su humillación, la barba que le erizaba la cara. Sufrió con estoicismo las curaciones, que eran muy dolorosas, pero cuando el cirujano le dijo que había estado a punto de morir de una septicemia, Dahlmann se echó a llorar, condolido de su destino. Las miserias físicas y la incesante previsión de las malas noches no le habían dejado pensar en algo tan abstracto como la muerte. Otro día, el cirujano le dijo que estaba reponiéndose y que, muy pronto, podría ir a convalecer a la estancia. Increíblemente, el día prometido llegó. A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos; Dahlmann había llegado al sanatorio en un coche de plaza y ahora un coche de plaza lo llevaba a Constitución. La primera frescura del otoño, después de la opresión del verano, era como un símbolo natural de su destino rescatado de la muerte y la fiebre. La ciudad, a las siete de la mañana, no había perdido ese aire de casa vieja que le infunde la noche; las calles eran como largos zaguanes, las plazas como patios. Dahlmann la reconocía con felicidad y con un principio de vértigo; unos segundos antes de que las registraran sus ojos, recordaba las esquinas, las carteleras, las modestas diferencias de Buenos Aires. En la luz amarilla del nuevo día, todas las cosas regresaban a él. Nadie ignora que el Sur empieza del otro lado de Rivadavia. Dahlmann solía repetir que ello no es una convención y que quien atraviesa esa calle entra en un mundo más antiguo y más firme. Desde el coche buscaba entre la nueva

edificación, la ventana de rejas, el llamador, el arco de 1a puerta, el zaguán, el íntimo patio. En el hall de la estación advirtió que faltaban treinta minutos. Recordó bruscamente que en un café de la calle Brasil (a pocos metros de la casa de Yrigoyen) había un enorme gato que se dejaba acariciar por la gente, como una divinidad desdeñosa. Entró. Ahí estaba el gato, dormido. Pidió una taza de café, la endulzó lentamente, la probó (ese placer le había sido vedado en la clínica) y pensó, mientras alisaba el negro pelaje, que aquel contacto era ilusorio y que estaban como separados por un cristal, porque el hombre vive en el tiempo, en la sucesión, y el mágico animal, en la actualidad, en la eternidad del instante. A lo largo del penúltimo andén el tren esperaba. Dahlmann recorrió los vagones y dio con uno casi vacío. Acomodó en la red la valija; cuando los coches arrancaron, la abrió y sacó, tras alguna vacilación, el primer tomo de Las 1001 .Noches. Viajar con este libro, tan vinculado a la historia de su desdicha, era una afirmación de que esa desdicha había sido anulada y un desafío alegre y secreto a las frustradas fuerzas del mal. A los lados del tren, la ciudad se desgarraba en suburbios; esta visión y luego la de jardines y quintas demoraron el principio dc la lectura. La verdad es que Dahlmann leyó poco; la montaña de piedra imán y el genio que ha jurado matar a su bienhechor eran, quién lo niega, maravillosos, pero no mucho más que la mañana y que el hecho de ser. La felicidad lo distraía de Shahrazad y de sus milagros superfluos; Dahlmann cerraba el libro y se dejaba simplemente vivir. El almuerzo (un el caldo servido en boles de metal reluciente, como en los ya remotos veraneos de la niñez) fue otro goce tranquilo y agradecido. Mañana me despertaré en la estancia, pensaba, y era como si a un tiempo fuera dos hombres: el que avanzaba por el día otoñal y por la geografía de la patria, y el otro, encarcelado en un sanatorio y sujeto a metódicas servidumbres. Vio casas de ladrillo sin revocar, esquinadas y largas, infinitamente mirando pasar los trenes; vio jinetes en los terrosos caminos; vio zanjas y lagunas y hacienda; vio largas nubes luminosas que parecían de mármol, y todas estas cosas eran casuales, como sueños de la llanura. También creyó reconocer árboles y sembrados que no hubiera podido nombrar, porque su directo conocimiento de la campaña era harto inferior a su conocimiento nostálgico y literario.

Alguna vez durmió y en sus sueños estaba el ímpetu del tren. Ya el blanco sol intolerable de las doce del día era el sol amarillo que precede al anochecer y no tardaría en ser rojo. También el coche era distinto; no era el que fue en Constitución, al dejar el andén: la llanura y las horas lo habían atravesado y transfigurado. Afuera la móvil sombra del vagón se alargaba hacia el horizonte. No turbaban la tierra elemental ni poblaciones ni otros signos humanos. Todo era vasto, pero al mismo tiempo era íntimo y, de alguna manera, secreto. En el campo desaforado, a veces no había otra cosa que un toro. La soledad era perfecta y tal vez hostil, y Dahlmann pudo sospechar que viajaba al pasado y no sólo al Sur. De esa conjetura fantástica lo distrajo el inspector, que al ver su boleto, le advirtió que el tren no lo dejaría en la estación de siempre sino en otra, un poco anterior y apenas conocida por Dahlmann. (El hombre añadió una explicación que Dahlmann no trató de entender ni siquiera de oír, porque el mecanismo dc los hechos no le importaba.) Et tren laboriosamente se detuvo, casi en medio del campo. Del otro lado de las vías quedaba la estación, que era poco más que un andén con un cobertizo. Ningún vehículo tenían, pero el jefe opinó que tal vez pudiera conseguir uno en un comercio que le indicó a unas diez, doce, cuadras. Dahlmann aceptó la caminata como una pequeña aventura. Ya se había hundido el sol, pero un esplendor final exaltaba la viva y silenciosa llanura, antes de que la borrara la noche. Menos para no fatigarse que para hacer durar esas cosas, Dahlmann caminaba despacio, aspirando con grave felicidad el olor del trébol. El almacén, alguna vez, había sido punzó, pero los años habían mitigado para su bien ese color violento. Algo en su pobre arquitectura le recordó un grabado en acero, acaso de una vieja edición de Pablo y Virginia. Atados al palenque había unos caballos. Dahlmam, adentro, creyó reconocer al patrón; luego comprendió que lo había engañado su parecido con uno de los empleados dcl sanatorio. El hombre, oído el caso, dijo que le haría atar la jardinera; para agregar otro hecho a aquel día y para llenar ese tiempo, Dahlmann resolvió comer en el almacén. En una mesa comían v bebían ruidosamente unos muchachones, en los que Dahlmann, al principio, no se fijó. En el suelo, apoyado en el mostrador, se acurrucaba, inmóvil como una cosa, un hombre muy viejo. Los muchos años lo habían reducido y pulido como las aguas a una piedra o las generaciones de los hombres a una sentencia. Era oscuro, chico y reseco, y estaba como fuera del

tiempo, en una eternidad. Dahlmann registró con satisfacción la vincha, el poncho de bayeta, el largo chiripá y la bota de potro y se dijo, rememorando inútiles discusiones con gente de los partidos del Norte o con entrerrianos, que gauchos de ésos ya no quedan más que en el Sur. Dahlmann se acomodó junto a la ventana. La oscuridad fue quedándose con el campo, pero su olor y sus rumores aún le llegaban entre los barrotes dc hierro. El patrón le trajo sardinas y después carne asada; Dahlmann las empujó con unos vasos de vino tinto. Ocioso, paladeaba cl áspero sabor y dejaba errar la mirada por el local, ya un poco soñolienta. La lámpara de kerosén pendía de uno de los tirantes; los parroquianos de la otra mesa eran tres: dos parecían peones de chacra: otro, de rasgos achinados y torpes, bebía con el chambergo puesto. Dahlmann, de pronto, sintió un leve roce en la cara. Junto al vaso ordinario de vidrio turbio, sobre una de las rayas del mantel, había una bolita de miga. Eso era todo, pero alguien se la había tirado. Los de la otra mesa parecían ajenos a él. Dalhmann. perplejo, decidió que nada había ocurrido y abrió el volumen de Las Mil y Una Noche, como para tapar la realidad. Otra bolita lo alcanzó a los pocos minutos, y esta vez los peones se rieron. Dahlmann se dijo que no estaba asustado, pero que sería un disparate que él, un convaleciente, se dejara arrastrar por desconocidos a una pelea confusa. Resolvió salir; ya estaba de pie cuando el patrón se le acercó y lo exhortó con voz alarmada: —Señor Dahlmann, no les haga caso a esos mozos, que están medio alegres. Dahlmann no se extrañó de que el otro, ahora, lo conociera, pero sintió que estas palabras conciliadoras agravaban, de hecho, la situación. Antes, la provocación de los peones era a una cara accidental, casi a nadie; ahora iba contra él y contra su nombre y lo sabrían los vecinos. Dahlmann hizo a un lado al patrón, se enfrentó con los peones y les preguntó qué andaban buscando. El compadrito de la cara achinada se paró, tambaleándose. A un paso de Juan Dahlmann, lo injurió a gritos. como si estuviera muy lejos. Jugaba a exagerar su borrachera y esa exageración era otra ferocidad y una burla— Entre malas palabras y obscenidades, tiró al aire un largo cuchillo, lo siguió con los ojos, lo barajó e invitó a Dahlmann a pelear. El patrón objetó con trémula voz que Dahlmann estaba desarmado. En ese punto, algo imprevisible ocurrió. Desde un rincón. el viejo gaucho extático, en el que Dahlmann vio una cifra del Sur (del Sur que era suyo), le tiró una daga desnuda que vino a caer a sus pies. Era como si el Sur hubiera resuelto que Dahlmann aceptara el duelo.

Dahlmann se inclinó a recoger la daga y sintió dos cosas. La primera, que ese acto casi instintivo lo comprometía a pelear. La segunda, que el arma, en su mano torpe, no serviría para defenderlo, sino para justificar que lo macaran. Alguna vez había jugado con un puñal, como todos los hombres, pero su esgrima no pasaba de una noción de que los golpes deben ir hacia arriba y con el filo para adentro. No hubieran permitido en el sanatorio que me pasaran estas cosas, pensó. —Vamos saliendo —dijo el otro. Salieron, y si en Dahlmann no había esperanza, tampoco había temor. Sintió, al atravesar el umbral, que morir en una pelea a cuchillo, a cielo abierto y acometiendo, hubiera sido una liberación para él, una felicidad y una fiesta, en la primera noche del sanatorio, cuando le clavaron la aguja. Sintió que si él, entonces, hubiera podido elegir o soñar su muerte, ésta es la muerte que hubiera elegido o soñado. Dahlmann empuña con firmeza el cuchillo, que acaso no sabrá manejar, y sale a la llanura. DILES QUE NO ME MATEN Escriba su sinopsis aquí. DILES QUE NO ME MATEN. Autor, Juan Rulfo El concepto TIERRA usado por el autor como un símbolo de vida, de raíz y hasta de justificación, la tierra lo es todo para el campesino, sin ella no existe ni vive, perder su tierra es perder el sentido de vivir, por ella mata y sufre las consecuencias durante todo el resto de su vida. Hasta los nombres de los personajes nos sugieren algo, Justino es enviado por Juvencio a tratar de lograr lo que el considera justicia, quiere que lo perdonen, afirma que ya ha pagado lo suficiente, treinta y cinco años de miedo, de vivir escondiéndose, de ser despojado de todo, Juvencio ya no es joven pero defiende su vida como si lo fuera, no le importa la seguridad de su hijo Justino sólo le importa su propia seguridad, Don Guadalupe Terreros cerró la puerta de sus tierras y por ello fue asesinado por su compadre, ahora Juvencio desea con toda su alma vivir y pide que le tengan lástima y que por caridad de Dios lo perdonen, espera que otros actúen como no fue capaz de hacerlo. Diles Que no me maten, es un cuento que trata un tema cotidiano pero que Rulfo lo rescata de esa cotidianidad imprimiéndole su sello y estilo propio, usa la técnica que une el recuerdo del pasado, el sufrimiento del presente, el dialogo con la propia reflexión.

EL RASTRO DE TU SANGRE EN LA NIEVE RESUMEN Al anochecer Nena Daconte se encontraba en su automóvil junto a Billy Sanchez De Avíla, ambos estaban por cruzar la frontera que les dirigía hacia Madrid, ambos eran dos jóvenes que se habían casado a temprana edad. Nena Daconte iba adelante acompañando a su marido, iban rumbo a su luna de miel, Nena

Daconte recuerda que hace pocas horas que cuando le entregaron unas rosas como señal de felicitación, ella se pincha el dedo con la espina de la rosa y durante el trayecto se iba quejando de ese dolor. Pasaron las horas y Billy seguía conduciendo sin descansar pese a no haber almorzado después de la boda, Nena Daconte sintió que su blusa estaba mojada y al mirar hacia ella se llevó una gran sorpresa estaba llena de sangre, Billy se puso nervioso y querían encontrar un lugar para hacerle curar pero no encontraron nada y el hospital más cercano estaba a dos horas de viaje. Esas dos horas de viaje les pareció las más largas del mundo, pero al final llegaron a esa ciudad y se dirigieron de inmediato hacia un hospital, era un día martes del mes de agosto. Una vez que llegaron al hospital fueron recibidos por un doctor quién les dijo que Nena Daconte tenía que ser intervenida de inmediato y pidió a Billy que se retirara del lugar y el abandonó el Hospital y se fue a una fonda cercana a comer algo, después de una hora retorna al hospital y le dicen que las visitas son solo los días martes y que no podía ingresar, entonces Billy tuvo que alojarse en el hotel del frente del hospital para saber los resultados de Nena Daconte ya que faltaba una semana para el próximo martes, esa semana fue la más larga de su vida, pero al fin llego el martes siguiente y fue al hospital a ver a Nena Daconte y se llevó la gran noticia de que ella había fallecido, en ese momento no supo más que hacer y comunicó a toda la familia para que ella fuera velar y su muerte había sido causada por el rastro de la sangre en la nieve. ARGUMENTO El cuento relata una historia muy triste de un matrimonio que culmino sin haber llegado siquiera a su luna de miel. ÉL PORQUE DEL TÍTULO La obra titula "EL RASTRO DE TU SANGRE EN LA NIEVE" porque la joven dejo en la nieve el rastro de su sangre durante todo el viaje en busca de un hospital. ESTRUCTURA FORMAL El inicio del cuento habla del matrimonio de Nena Daconte con Billy, en el nudo se refleja la desesperación de ambos en busca de un hospital y en el desenlace muere Nena Daconte. ESTUDIO DE PERSONAJES Billy: Era una persona con muy poca experiencia, pues se caso muy joven Nena Daconte:: Una persona muy tímida que espero mucho tiempo para comunicar su dolor.

ASPECTO ESTRUCTURAL DOMINANTE El cuento trata de la muerte de una joven recién casada. PROBLEMATIZACIÓN El problema es la falta de experiencia en los jóvenes y en este caso por tratarse de un matrimonio de personas muy jóvenes.

LOS POCILLOS Trataba de que en una pereja el esposa habia quedado ciego y todo habia cambiado desde entonces el se convirtio en una persona fria,reservada,callada que en cada oportunidad que se le presentara descargaba todo su odio hacia su esposa o cualquier otra persona si lo intentaban animar el siempre respondia con una ironia o sarcasmo. Su esposa buscaba cariño y todo lo que su esposo ciego ya no le podia ofrecer y lo encontro en el hermano de su esposo, su hermano la compadecia, animaba y poco a poco se fueron tomando cariño lo que proboco que se amaran en un tiempo despues a pesar de que ese amor no podia ser por obvias razones. Todos los dias la esposa se sentaba en el sillon y el hermano la acariciaba empezando del cabello y tocando cada parte de su rostro deteniendose en sus labios, su esposo los miraba de cierta forma a pesar de que tenia ceguera pero aun asi su esposa tenia un raro temor. Al final del cuento cuando por fin sirbe el cafe explica el escritor que cada dia colocaba la esposa tres posillos de diferente color y los hiba rotando conforme pasaban los dias, al teminar el cuento el esposo le dice a su esposa "no querida hoy quiero tomar en el posillo rojo". Y a la conclusion que llegue es que su esposo nunca estubo ciego y veia la infidelidad de su esposa.

ANÁLISIS SEMÁNTICO DE "EL ECLIPSE" (Augusto Monterroso) ARGUMENTO: Fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido en la selva guatemalteca, así que mejor decidió esperar la muerte, con el pensamiento en su natal España. Cuando despertó se encontró rodeado de un grupo de indígenas, el fraile hizo uso de sus conocimientos de Aristóteles, y como ese día se esperaba un eclipse, se valió de ese conocimiento para engañarlos y les dijo que si lo mataban, él haría que el sol se oscureciera. Dos horas después el fraile fue sacrificado, mientras que un indígena recitaba las fechas de los eclipses solares y lunares que los astrónomos mayas predijeron sin ayuda de Aristóteles. CONFLICTO: El camino del fraile hacia la muerte

SECUENCIAS: Situación Inicial: Eufórica Fray Bartolomé Arrazola estaba vivo Proceso: Se encuentra con indígenas, quienes lo sacrifican Secuencia final: Disfórica Fray Bartolomé Arrazola muere sacrificado. OPOSICIONES: La única oposición que hay en el cuento es la que existe entre el sacerdote y los indígenas. ESPACIOS: La selva guatemalteca y el altar de sacrificio son los únicos espacios que se refieren en el cuento. TIEMPOS: La historia se desarrolla en tiempo pasado y presente ya que en el comienzo, el fraile al pensar en morirse piensa en su natal España, es en esa parte donde el cuento está en tiempo pasado, mientras que el desarrollo y el final se desarrollan en tiempo presente MENSAJE IDEOLÓGICO:La tendencia del cuento es una crítica al racismo ya que el fraile piensa que los indígenas eran ignorantes y los intentó engañar por el eclipse, pero no sabía que la civilización maya se hizo grandes descubrimientos astronómicos. Considero que el mensaje ideológico es socialista ya que éste promulga la igualdad entre las personas, cabe recordar que el autor fue simpatizante del movimiento revolucionario de 1944.

ANÁLISIS DE FÁBULA EL ECLIPSE DE AUGUSTO MONTERROSO EL ECLIPSE

Argumento: Narra las últimas horas de vida de Fray Bartolomé Arrazola.El religioso después de perderse en selva guatemalteca y al descubrirse cautivo, a punto de ser sacrificado por nativos indígenas, pone en práctica, como último recurso de salvación ante una inminente muerte a manos de aparentes salvajes, el conocimiento occidental para tratar de convencer mediante engaños a sus captores.Trató de hacer precisamente lo que en Europa aprendió: utilizar el conocimiento científico en contra de quienes no lo poseen, para así, atribuirse poderes divinos al explicar lo que, bajo su concepción, era ignorado por los indígenas. El occidental murió, pues aunque los indígenas explicaban parte de su cosmovisión utilizando la metafísica, ésta no era más mágica e irreal que la europea, más sus conocimientos científicos eran tan buenos como los conocimientos de los invasores. Conflicto: Sacrificio de Fray Bartolomé Arrazola, en un ritual espiritual maya. Secuencia: El explorador europeo, ignorante de la topografía de la región explorada, se pierde en la selva.Duerme decepcionado y al despertar se ve en peligro de muerte al estar próximo a ser sacrificado a algún Dios ajeno al suyo, seguidamente trata, respaldado por los conocimientos que posee, de engañar a un grupo de personas a su entender, fáciles de manipular.Dichas personas (sus captores), después de tomar una decisión en conjunto, sacrifican al europeo, cumpliendo no solo con la exaltación a su deidad, sino haciendo una doble valoración de su cultura, establecer que los conocimientos occidentales no son mejores que la sabiduría propia. Oposiciones: Vida – muerte, Cultura occidental – cultura prehispánica mesoamericana, Perdido – ubicado, Selva – ciudad, Europa – América, España – Guatemala, Distante – cercano,Lenguas nativas – castellano, Cultura universal – cultura local, Dormido – despierto, Libre – cautivo, Capturado – captores, Sinceridad – engaño, Conocimiento –

ignorancia, Explicaciones metafísicas de la realidad – explicaciones científicas de la realidad, Luz – oscuridad, Sabiduría – ingenuidad, Credulidad – incredulidad. Tiempos: Pretérito perfecto simple. Espacios: Selva guatemalteca, ciudad maya, templo de sacrificios. Propuesta ideológica: Nacional socialista, al rechazar la injerencia extranjera imperial y hacer valer la cultura propia, ante las imposiciones ideológicas sufridas por los indígenas a partir de ese entonces.