La Novela Picaresca y El Narrador Fidedigno Alfonso Rey

La novela picaresca y el narrador fidedigno Author(s): Alfonso Rey Source: Hispanic Review, Vol. 47, No. 1, Reichenberge

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La novela picaresca y el narrador fidedigno Author(s): Alfonso Rey Source: Hispanic Review, Vol. 47, No. 1, Reichenberger Memorial Issue (Winter, 1979), pp. 55-75 Published by: University of Pennsylvania Press Stable URL: https://www.jstor.org/stable/472924 Accessed: 25-09-2018 23:30 UTC REFERENCES Linked references are available on JSTOR for this article: https://www.jstor.org/stable/472924?seq=1&cid=pdf-reference#references_tab_contents You may need to log in to JSTOR to access the linked references. JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at https://about.jstor.org/terms

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LA NOVELA PICARESCA Y EL NARRADOR FIDEDIGNO

CUANDO se afirma que el genero picaresco nace de la asociacion del Lazarillo y del Guzmdcn, se subraya implicitamente lo que de comuin tienen ambas obras. Que no es poco, pues Aleman, para escribir su diatriba a la humanidad, encontro en la novelita anonima

varios elementos que facilitaban su proposito: el informe de un desventurado sin escruipulos, el relato como explicacion de un estado final de deshonor y la fusion de la autobiografia con el muestrario

de diversos sectores sociales.1 Estos prestamos, en la medida en que consagraron un molde narrativo de gran aceptacion, permiten concretar cuando y como nace la novela picaresca espaniola. Tal como ha demostrado Claudio Guillen,2 las posibilidades del esquema picaresco fueron prontamente vistas por los mas agudos lectores, editores y escritores de la epoca. No obstante sorprende, entre estos ultimos, la pertinaz incomprension que mostraron hacia un dato constructivo esencial: la narracion desde el punto de vista del picaro. La novela picaresca, al menos en su etapa constituyente, no se puede explicar sin hacer referencia a ese dato, ya que Lazaro * La expresi6n "narrador fidedigno" corresponde basicamente a lo que

Wayne C. Booth ha definido como "reliable narrator": I have called a

narrator reliable when he speaks for or acts in accordance with the norms of the work (which is to say, the implied author's norms), unreliable when he does not." Vease The Rhetoric of Fiction (Chicago, 1961), pags. 158-59. 1 Vease F. Lazaro Carreter, "Lazarillo de Tormes" en la picaresca (Barcelona, 1972), pags. 206-07. Anteriormente, Gonzalo Sobejano habia sefialado tambien las deudas que la construcci6n del Guzmdn tiene con respecto a la del Lazarillo (Forma literaria y sensibilidad social [Madrid, 1967], pags. 9 ss). 2En Literature as System ([Princeton, 1971], pags. 142-55), en el capitulo titulado " Genre and Counter-Genre: The Discovery of the Picaresque. " 55

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y Guzman exponen el itinerario de sus vidas y sus sentimientos al

objeto de explicar el punto final a que han llegado. Por que,

entonces, desde La picara Justina, se pierde irremediablemente la

exposici6n de la realidad a partir de las vivencias internas del picaro y se contradice frontalmente el sentido que inicialmente tenia

la primera persona narrativa? Se ha aducido la condicion de simples epigonos que tenian casi todos los cultivadores tardios del genero, en los cuales el celo imitador en lo superficial corria parejo con la incomprensi6n hacia la verdadera naturaleza de la ficcion autobiografica.3 Y tambien se ha seiialado que las novelas posteriores al Guzmdn, al anexionar el genero al estilo comico, tendian a pensar al picaro desde fuera y, por consiguiente, a no recoger su perspectiva.4 Ambas explicaciones,

indudablemente sugestivas, pueden aplicarse a algunas obras, o a algunos aspectos de ellas, pero quiza no sean pertinentes con

respecto a la totalidad del genero. Ni todo es labor de hombres sin talento, sorprendentemente ciegos hacia lo medular de la picaresca, ni todas las obras de la segunda epoca caen en el apartado de lo c6mico. La constancia con que despues de Aleman se vulneran las leyes del yo narrativo permite sospechar que en tal modo de actuar

habia algo, o mucho, de deliberado. Y no necesariamente movido por un deseo de hacer reir.

En realidad, y esta es la paradoja que intento aclarar, la novela

picaresca, que naci6 como relato en primera persona, reaccion6 desde muy pronto contra las severas limitaciones que esta imponia. Tal reaccion esta llena de vacilaciones, y alterna las soluciones

originales con las desdichadas. Lo cierto es que, con L6pez de tbeda a la cabeza, e incluso con Mateo Aleman, los novelistas se sintieron simultaneamente atraidos y repelidos por la primera persona, y ante el dilema optaron por diversas formulas de com3 Sostiene Alberto del Monte que tales epigonos "solo imitaron las caracteristicas puramente extrinsecas, muchas veces sirviendo a un gusto absolutamente distinto," y que "no comprendieron la problematica moral y social de sus modelos." Vease Itinerario de la novela picaresca espanola, trad. esp. (Barcelona, 1971), pag. 155. En sentido analogo se pronuncia Lazaro Carreter: "La distinci6n entre maestros y epigonos es basica para reconocer la diversa funci6n que ejercen en la configuraci6n de un genero" ("Lazarillo de Tormes" en la picaresca, pag. 198). 4 Tal es el parecer que expone Francisco Rico y la explicaci6n de lo que llama "la tragicomedia de la novela picaresca." Vease La novela picaresca y el punto de vista, 2a ed. (Barcelona, 1973), pags. 129-41.

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promiso. Su analisis mostrara hasta que punto, y a partir del Guzmnn de Alfarache, la novela picaresca estaba atrapada por una contradicci6n que dificilmente podia tener solucion aunque, en el empeno de hallarla, el genero ensayo diversos procedimientos, que dan extraordinario dinamismo a este capitulo de nuestra historia literaria, no siempre feliz en sus logros, pero siempre incitador en sus tentativas.

Pero conviene remontarse a los antecedentes del problema, que se encuentran en el mismo Lazarillo. Es esta novelita una de las obras mas enigmaticas de la literatura espainola, y es de presumir

que nunca seran despejadas las dudas que plantea. Con respecto al sentido general de la obra, se han avanzado diversas interpre-

taciones. Mientras Bataillon encuentra un relato divertido,5 Lazaro Carreter o Americo Castro leen la expresion de un radical desencanto,6 Wardropper nos habla de un desajuste moral,7 y Francisco Ayala ve un testimonio de critica social.8 Si se desciende a aspectos mas concretos del anonimo relato tampoco se gana en certeza.

Concretamente, cual era la posicion del autor con respecto a la religion,9 el honor 10 y los hidalgos? 11 Practicamente hay tantas 5 ( petit livre satirique et plaisant, . . . un tour de force artistique, .. un livre pour rire, de burlas" (La vie de Lazarillo de Tormes, introduccion a la edici6n francesa [Paris, 1958], pags. 9, 13, 36). 6Veanse respeetivamente, "Lazarillo de Tormes" en la picaresca, pags. 183-84, y Hacia Cervantes, 3a ed. (Madrid, 1967), pigs. 157-66. 7 "El trastorno de la moral en el Lazarillo de Tormes," NBFH, 15 (1961), 441-47. s Ensayos de teoria y critica literaria (Madrid, 1971), pags. 811-16. Para este autor el Lazarillo no expresa un desengano, sino una aetitud desafiante, plasmada sobre todo en la admonici6n "porque consideren los que heredaron nobles estados cuan poco se les debe," y que parece expresar el sentir del estado llano frente a los privilegios nobiliarios. Ya Americo Castro (Hacia Cervantes, pigs. 144-45) habia comentado de manera similar el mismo

pasaje. Por su parte, Derek W. Lomax interpreta la obra a la luz de la

"revolution of rising expectations" que se produjo bajo el reinado de Carlos V ("On Re-Reading the L'azarillo de Tormes," Studia Iberica: Festschrift fiir Hans Flasche [Bern, 1973], pags. 375-77). 9 Mientras Bataillon niega infiujo erasmista (Erasmo y Espana, 3a ed. [Mexico 1966], pags. 609-12) y otro tanto hace Lazaro Carreter ("Lazarillo de Tormes" en la picaresca, pig. 184), en favor de la hipotesis contraria esta M. J. Asensio, "La intenci6n religiosa del Lazarillo de Tormes y Juan

de Valdes," HR, 27 (1959), 78-102, y "Mis sobre el Lazarillo de Tormes," HR, 28 (1960), 245-50, asi como F. Mirquez Villanueva (Espiritualidad y literatura en el siglo XVI [Madrid, 1968], pigs. 99-104). No se oponen a

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respuestas como especialistas que se han ocupado del problema. La abundancia de excelentes estudios habidos hasta la fecha, asi como la abierta disparidad de interpretaciones, me exime de extenderme en detalles. Estan en la mente de todos.

Ni un solo critico ha dejado de senialar la incertidumbre que suscita la lectura del Lazarillo. Cierto es que el desconocimiento del autor y de la fecha de composici6n no ayudan a aclarar varios

puntos oscuros. Pero no menos cierto es que el mensaje de una obra literaria lo tiene que dar la simple lectura del texto, no el conocimiento del proceso genetico. Aun en el caso de que se desvelaran las interrogantes acerca de la paternidad del novelista, los problemas de interpretacion seguirian subsistiendo en lo esencial. No niego que esa ambigiiedad, consustancial al anonimo relato, haya sido querida por el autor, como tampoco me muestro en desacuerdo con quienes ven en esa indeterminaci6n y polivalencia uno de los mayores atractivos del libro. Lo que aqui interesa no es establecer juicios valorativos, sino localizar el origen de tan radical indeterminaci6n. L En donde reside? A mi entender, en la posici6n del personaje narrador y en su imprecisa configuraci6n

moral. Maurice Molho, refiri6ndose a la perplejidad de ahi re-

sultante, trae al recuerdo el conocido sofisma con que se divertian los antiguos: "Todos los cretenses son mentirosos. Es un cretense

quien lo dice." 12 i C6mo hay que tomar esa afirmaci6n? esta ultima interpretaci6n ni Francisco Rico ("Introducci6n," en La novela picaresca espaiola, 2a ed. [Barcelona, 1967], pags. lviii-lxiv) ni Francisco Ayala (Ensayos, pags. 816-19). 1oAlberto Blecua, en su edici6n del Lazarillo ([Madrid, 1972], pags. 31-32), resume las divergentes opiniones surgidas. Deben afiadirse los estudios de Rico y Ayala anteriormente mencionados para abarcar mejor la pluralidad de puntos de vista sobre este particular. Tambien, M. Molho, " Introduction," Bomans picaresques espagnols (Paris, 1968), pags. xxxv-xxxix). 11Basta contrastar el distinto modo de juzgar la figura del hidalgo del tratado tercero para entender esa ambivalencia de que venimos hablando;

mientras Azorin veia en 61 imagen de la grandeza espafiola (Obras selectas

[Madrid, 1943], pag. 372) y Martin de Riquer (pr6logo de La Celestina y los Lazarillos [Barcelona, 1959], pag. 109) opina que el autor expresa simpatia por el escudero, Lazaro Carreter ve tratado al hidalgo con desprecio ("Lazarillo de Tormes" en la picaresca, pags. 187-89). 12 "Le fou qui parle a tort et a travers parle en fou, meme s'il dit la verite. Le gueux parle en gueux: c'est un mystificateur qui demystifie. II pose sous nos regards un univers negatif, dont il affirme la n6gativite, mais son affirmation s'infirme par la negation meme qu'il porte en lui. Il rapelle

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Trasplantado el rompecabezas al caso del Lazarillo, I c6mo hay que interpretar los denuestos contra el orden existente por parte de un picaro no menos abyecto que sus semejantes, que afirma cinicamente

no ser "mas sancto que sus vecinos " Y sobre todo, cual es el criterio que el autor defiende ? Hlasta d6nde esta con su personaje

y desde donde se separa de el? Toda critica de algo se hace en relaci6n a una determinada escala de valores. No siendo conocida esta, aquella queda como suspendida en el vacio. Y esto es lo que sucede en Lazarillo de Tormes. Cuando el pregonero critica la corrupci6n de los estados eclesiasticos y, al mismo tiempo, participa provechosamente en la abyecci6n del Arcipreste no nos deja conocer el alcance real de sus criticas. Cuando se burla del honor al uso y, acto seguido, se jacta de su ruin ascenso en la piramide social, no permite que el lector

tome completamente en serio sus afirmaciones. En el Lazarillo parece notarse un despego hacia la sociedad y la cultura del momento y, acorde con tales suposiciones, el pregonero arremete decididamente contra la jerarquia social rigidamente mantenida. En ese sentido, el autor parece sumarse a los reformadores del momento, que desean hacer valer el merito personal frente a la herencia. Pero, I c6mo saberlo con certeza? Del Lazarillo desvalido se pasa al Lazaro ruin, y la conducta y las palabras del pregonero pueden servir de argumento tanto a quienes defendian el orden vigente como a quienes se oponian a el. Los primeros argumentarian

que la mala sangre se hereda y que Lazaro termina justamente donde empezo. Los segundos afirmarian que solo la virtud eleva al hombre y que Lazaro, por no haber usado de ella, no ha mejorado

de condicion. Con lo cual dos hip6tesis antag6nicas podrian, plausiblemente, fundarse en los mismos datos. La ambigiiedad del mensaje de la novela salta a la vista, examinesela por donde se la examine. Estamos ante una obra malograda a causa de la incapacidad del narrador para transparentar las ideas del autor No es probable. Esa ambigiiedad parece deliberada y el mas absoluto relativismo es, como quiere Francisco Rico, el ultim sentido de la obra.13 El autor, an6nimo y enigmatico, no pretende

par 1a le sophisme dont s'amusaient tant les Anciens: 'Tous les Cretois son menteurs. C'est un Cretois qui le dit' " (Bomans picaresques, pag. xl). 13 La novela picaresca y el punto de vista, pigs. 47-55. Con anterioridad este mismo eritico habia expuesto un parecer analogo, al indicar los problem

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mas que mostrar una vida desde sus propios postulados, desde su punto de vista. Siendo este el finico criterio eficaz de verdad, ocurre que "los arquetipos de conductas que proponen los tiempos, se afirman y se niegan con identica facilidad. No hay valores: hay

vidas, y lo que sirve para una tal vez es inuitil para otra." La pluralidad de significados, "la rica y matizada caracterizacion del protagonista, ingenuo y bellaco, caritativo y cruel, todo claroscuros," emerge de ese relativismo audaz y genial.

Nada mas opuesto que el Lazarillo a una novela de tesis. Su indeterminacion esta en razon directa a la incapacidad del narrador

para dejar traslucir una ideologia bien perfilada. En la redida en que el objetivo del escritor sea ese, un narrador ambiguo al modo

de Lazaro le conviene admirablemente. Pero si el proposito es otro, educativo por ejemplo, entonces se imponen ciertas rectifi-

caciones al esquema de la ficcion autobiografica.

Porque con el Lazarillo se perdi6, al menos en lo que a la

picaresca se refiere, esa radical afirmacion del yo y de la relatividad de las cosas y los juicios. Su primer descendiente, el Guzmdn, esta

concebido con inequivocos prop6sitos aleccionadores, lo cual esta reiiido con todo tipo de ambigiiedades y relativismos. Mateo Aleman, a la hora de exponer sus sesudas reflexiones, se dedico a atar cabos alli donde la novelita jugaba a la polisemia. 0, en sus propias palabras, a "cerrar portillos," para que el lector supiera en todo momento a que atenerse.

Esa diferente concepcion de la novela se observa en la diversa utilizacion de la primera persona. Es cierto que en el Guzman encontramos un narrador muy parecido al del Lazarillo: un picaro, testigo y protagonista de mil ruindades, que expone abiertamente su parecer e impregna de un marcado subjetivismo las paginas de su libro. Sin embargo, y pese a todas estas semejanzas, el narrador y enigmas "muy intencionalmente suscitados por un escritor que se complace en el equivoco y en la ironia, y sobre uno y otra construye su novela" ("Problemas del Lazarillo," BRAE, 46 [1966], 277). Igualmente debe verse A. D. Deyermond, Lazarillo de Tormes: A Critical Guide (London, 1975), pags. 71-79. Tampoco me es licito omitir lo que, al hilo de otras preocupaciones, han eserito Stephen Gilman ("The Death of Lazarillo de Tormes," PMLA, 81 [1966], 149-66); Didier T. Jaen ("La ambigiiedad moral del Lazarillo de Tormes,"I PMLA, 83 [1968], 130-34); y R. W. Truman ("Parody and Irony in the Self-Portrayal of Lazaro de Tormes," MLR, 63 [1968], 600-05).

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ya no es ambiguo, sino fidedigno, y trasluce con toda evidencia la

visi6n del mundo del autor. Que ha sucedido para que asi

acontezca ?

No creo exagerado afirmar que Aleman desconfiaba de las posi-

bilidades que ofrecia la narraci6n desde el yo.14 Es cierto que resolvia el dificil problema de la injuria propia del personaje, pero, en contrapartida, dificultaba la labor didactica del autor. Por ello Aleman vulnera, bien que con cierta delicadeza, la perspectiva del protagonista, o bien la refuerza con comentarios propios. Conviene

examinar con cierto detalle los diferentes supuestos en que tales

intromisiones se llevan a cabo.

En primer lugar, es preciso fijarse en el prologo. Asi como el

del Lazarillo se mantiene dentro del circuito de la ficcion, pues lo escribe un personaje que se dirige a otro personaje comentando un episodio del argumento, los pr6logos del Guzmdn se deben al autor,

y subrayo la palabra, que habla al lector, pasando per encima de la ficcion propiamente dicha. Son elementos exteriores a la novela, previos al relato y necesarios para su entendimiento, y con relacion al

pr6logo del Lazarillo solo tienen en comnun el nombre. Aleman, como si temiese que su arrepentido personaje no dejase clara constancia de su universo ideologico, decide, curandose en salud, avisar

al lector de como debe canalizar la lectura de la vida del picaro.

Los prologos, particularmente el que va dirigido "al discreto lector," no cumplen funcion narrativa, sino ideologica. Y son, en cierto modo, una ruptura de la ilusion literaria, ya que Aleman nos pide, como lectores de una novela, que aceptemos esta en cuanto tal y, simultaneamente, que la confrontemos con los datos de la

realidad. A Ortega, que admiraba en el genero narrativo la

capacidad de enfrascar al lector en un cosmos perfectamente hermetico, le habria desazonado notoriamente ese deseo por parte 14 En opini6n de L^zaro Carreter, "Alemin estim6 en poco el Lazarillo, mejor dicho, [que] lo estim6 como una inmensa posibilidad frustrada. Porque contaba con una serie de hallazgos constructivos que merecian mas amplio

beneficio" ("'Lasarillo de Tormes" en la picaresca, pig. 206). Y tras indicar los pr6stamos debidos a la novelita, afiade: "Eran recursos que

convenian perfectamente a su proyecto de escribir una violenta requisitoria al lector, un proceso al hombre, desde una posici6n que no era la del asceta o el te6logo profesos. Para esa misi6n necesita un tercero interpuesto que recorra el camino entre la abyeeci6n y la santidad, increp,ndose e increpando a todos" (pfg. 207).

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de Aleman de que sus lectores acomodaran su visi6n, de manera simultanea, a lo que ocurre dentro y fuera de la novela. Esta reflexion nos lleva a plantear otra: la actitud de los lectores

contemporaneos de Aleman. Si en el siglo xvII se interpret6 correctamente el sentido del Guzmdn, ello fue posible en parte

porque Aleman se servia de un impresionante caudal de citas, ejemplos, fabulas, apologos y refranes que Edmond Cros ha catalogado con todo detalle.l5 Ese material erudito estaba conformado con anterioridad al Guzman, era preexistente y tenia un valor bien definido. Recordemos la aclaracion del autor: "No todo es de mi

aljaba; mucho escogi de doctos varones y santos: eso te alabo y vendo." 1 El que Aleman demostrara una rara habilidad para trenzarlo al hilo de su relato y hacerlo artisticamente aceptable, no nos debe impedir reconocer que todos los lugares extrinsecos son, como su nombre indica, interferencias ideologicas que el autor incrusta en el relato. Constituyen un material ideologico muy compacto que asegura la lecci6n moral del libro, con lo cual se facilita el objetivo de dejar clara constancia de la actitud del autor con respecto a su criatura. Hay, todavia, una tercera manipulacion que, esta si, merece plenamente el nombre de intromision. Y es que el punto de vista del personaje, impecablemente mantenido en el Lazarillo, presenta ciertas fisuras. Pueden considerarse estas de poca importancia en el total del relato, pues no dafian ni la verosimilitud sicol6gica ni la coherencia narrativa. Pero son enormemente importantes como testimonio del afan de Aleman de afirmar con claridad sus propias ideas y de alejar toda posible incertidumbre. Va ya para cerca de treinta anios que Moreno Baez seiialo que Aleman atribuye al personaje sucesos de su propia vida y pone en su boca consideraciones que no encajan con lo que el mismo protagonista cuenta en otros lugares de la novela.l7 Incoherencia que, como sefala el citado critico, "se diria hija de la vehemencia con que Aleman parece haber escrito las digresiones." La observacion que recogemos, ha sido corroborada recientemente por San Miguel, quien indica que 15 En su obra Protee et le gueux: Recherches sur les origines et la nature du recit picaresque dans " Guxzmn de Alfarache" (Paris, 1967), pags. 180 ss. 16 Cito por la edici6n de F. Rico en La novela picaresca espanola, 2a ed., (Barcelona, 1970), I, 94. 17 Lecci6n y sentido del " Guzmdn de Alfarache"' (Madrid, 1948), pig. 48.

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Aleman "traspasa las fronteras de la narraci6n primopersonal ;18 e insiste en apreciaciones parecidas Edmond Cros, cuando hace ver que ciertos ejemplos pertenecen al autor y no al protagonistanarrador.l9 Las puntualizaciones de los criticos anteriormente citados confirman la sospecha de que Aleman, a fin de garantizar la claridad ideologica de su libro, estaba dispuesto a vulnerar los principios de la verdad literaria, como lo demuestra el que Guzman se olvide en ocasiones de si mismo y de su verdad humana, si con ello logra ser un fidedigno portavoz de su creador. Este sutil cambio de direeci6n dentro de la picaresca lo ha visto Alberto del Monte: "Mientras que en el Lazarillo de Tormes el

mensaje etico junto con el poetico, consistian en el alejamiento del autor de su personaje . . , en el Guzman de Alfarache el contenido moral y la armonia formal producen una perturbadora incomodid

por la asidua confusion del escritor con su criatura .. .Aleman

ha prodigado no pocos rasgos de su propia sicologia y algunas vece

incluso se ha superpuesto al personaje." 20 El citado critico h seialado otros muchos casos que muestran que el plan ideol6gic de Aleman fue posible al precio de varias interferencias en e

relato.21

La formula novelistica de Aleman era, en muchos sentidos, irrepetible. Dej6 insatisfecho al mismo autor, como sugiere

L&zaro Carreter? 22 Influyo la lectura del Quijote, como con-

jetura Claudio Guillen, en la no continuaci6n del Guzmdn ? 23 Son

interrogantes dificiles de despejar por todo lo que no sean meras suposiciones. No obstante, alguna conclusi6n se desprende por si misma: mantener el relato en primera persona y pretender que el

lenguaje del picaro fuera incriminatorio para quien lo enunciaba (y albergara, ademas, una amplia reflexion sobre el hombre), s6lo podia hacerse al precio de oseurecer al protagonista y de concebir al personaje y la trama novelesca en funcion de criterios aprioristicos, mas propios de la etica que de la ficci6n narrativa, que el s Estructura y sentido del "Guzmdn de Alfarache"' (Madrid, 1971), pig. 200.

19 Protee et le gueux, p&g. 194. 20 Vease Itinerario de la novela picaresca, pig. 80.

21 Itinerario de la novela picaresca, pigs. 92-96. 22 "Lazarillo de Tormes" en la picaresca, pig. 206. 23 Literature as System, pfg. 146.

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Lazarillo habia anunciado y que el Quijote iba a consagrar con ruidosa contundencia. La novela moderna, Cervantes lo vio y Blanco Aguinaga nos lo explico,24 tenia que marchar diametralmente

en contra de la formula de Aleman. La novela picaresca posterior al Guzman no acometio la tarea que solo estaba reservada al Quijote.

Pero todos sus cultivadores sintieron la desazon producida por la dificil tesitura en que el Guzman los colocaba. La pleyade de escritores que esperaba el momento de engrosar el genero picaresco con nuevas aportaciones provenia de diversos estimulos intelectuales y emocionales. Pero existia algo en comun a todos ellos: el prop6sito de aligerar el relato y dejar la intenci6n didactica o satirica (de mas o menos vuelos) claramente explicitada.

En suma, ni Guzmnan (por ser poco ameno como narraci6n) ni Lazarillo (por ser muy enigmatico como instrumento correctivo). &Que solucion, pues? Hubo, en seguida lo veremos, varias. Todas ellas exigian alguna modificacion estructural de importancia, y todas ellas, sin excepci6n, implicaban una transformacion del protagonista-narrador. Veamos, en primer lugar, lo que sucede con La picara Justina.

El autor, desde un prologo que se asemeja mas al del Guzman que al del Lazarillo, dada su condici6n no ficticia, expone el conocido prop6sito de aprovechar deleitando, al objeto de que los lectores eviten "los enredos de la vida en que viven, los fines desastrados del

vicio y los daiios de sus desordenados gustos." Y como L6pez de tbeda parece temer, y asi lo reconoce, que la materia escabrosa que va a mostrar oscurezca su intencion edificante, se plantea, y muy sinceramente, la necesidad de hacer transparente el mensaje moral,

a fin de que su novela no sea otro caso mas de libro lleno "de

impropiedades y mentiras, con que las cosas de suyo buenas vienen a ser mas dafiosas que las de suyo son daiosas y malas." 25 La solucion que el medico toledano dio al dilema puede anto-

jarsenos poco satisfactoria como expediente artistico. Es mas, se siente la tentaci6n de condenarla sin vacilaciones. Pero, para nuestros propositos de ahora, La picara Justina resulta una novela

de subido interes, que demuestra cuan sensibles se iban haciendo algunos cultivadores del genero picaresco a todo lo que supusiera 24 "Cervantes y la picaresca: Notas sobre dos tipos de realismo," NBFH, 11 (1957), 313-42.

25 Cito por la edicion de J. Puyol (Madrid, 1912), I, 14 y 11.

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ambigiiedad o falta de firmeza docente, defecto que Lopez de tbeda

encontraba incluso en muchos libros escritos a lo divino. Los recelos

de nuestro autor no estaban de mas, dada la naturaleza de su

personaje. El lector que se adentre por las paginas de este tupido libro topara con una muchacha vivaz y no carente de simpatia, ingeniosa en sus argucias, que muy verosimilmente puede provocar

en el lector alguna sonrisa de complicidad. En un caso asi, la

critica moral de la conducta de la protagonista dificilmente puede

proceder de ella misma. De ahi que L6pez de tJbeda acuda a un procedimiento que, si artificioso, es perfectamente coherente con sus prop6sitos: dar a la novela dos narradores. A cargo de Justina

queda contar la historia de su vida, estando encomendado a un segundo narrador la apostilla moral que se encuentra al final de cada numero.6 De este modo se evita toda confusi6n, en lo que atanie al sentido moral del libro, por cuanto el defensor de la ejemplaridad es alguien distinto del pecador que protagoniza los sucesos narrados.

Era un primer y significativo paso, sintomatico de una transformaci6n central en la estructura de la novela picaresca. Otros muchos van a seguir, inspirados por un analogo prop6sito, aunque varien considerablemente los procedimientos empleados de un caso a otro.

De 1618 data la singular novela de Espinel, Marcos de Obregon.

Sobre su pertinencia al genero picaresco se ha discutido no poc y las soluciones adoptadas ofrecen gran variedad de matices.27 E

26 Bataillon ha sefialado, con lujo de detalles, las numerosas alusiones y

muestras de ingenio que se encuentran en este libro. En cambio, sorprendente

mente, no dediea ninguna atenei6n al prologo y a la interesante exposici de motivos que ahi hace L6pez de tbeda, asi como a sus prop6sitos docentes Por ello creo que, sin exageraci6n, puede hablarse de un sentido moral en La picara Justina, ya que de lo contrario no se explicarian ni el pr6logo n la estructura del libro. Vease Marcel Bataillon, Picaros y picaresca (Madri 1971), pags. 31-199.

27 No hay acuerdo entre los criticos a la hora de incluir o rechazar L vida del escudero Marcos de Obreg6n dentro del g6nero picaresco espafiol. Gili Gaya (" Introducci6n" en su edici6n de Clasicos Castellanos [Madrid, 1940], I, 7) sefiala que la expansion autobiografica del autor que se proyeet en el libro constituye "una gran novedad en el genero picaresco"; Zamora Vicente, por el contrario, dice que "no es el Obreg6n una novela picaresca, ateniendose a la condici6n moral del protagonista y a la filosofia, tan risue que informa el libro (v6ase Presencia de los cldsicos [Buenos Aires, 1951] pfg. 139); Molho la considera formando parte de la "dissolution du genre

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ultimo termino, el calificativo que se le aplique dependera del concepto que cada cual tenga de novela picaresca. Lo cierto es que la novela del escritor rondenio, al igual que otras muchas a las que

pronto nos referiremos, muestra simultaneamente rasgos que la aproximan y la alejan con respecto a la estetica del grupo. Posiblemente ante dilemas como este seria conveniente distinguir, con

Claudio Guillen, entre un nuicleo picaresco stricto sensu, y una segunda linea de obras, directamente vinculadas con las primeras, pero con innovaciones de importancia.28 Actuando asi se vera que la comprension rigurosa del genero exige tomar en consideracion unas y otras, sin limitarse meramente a los modelos. En efecto, libros como Marcos de Obreg6n o el Bachiller Trapaza no se entienden mas que por referencia al Lazarillo y el Guzmdn, de las

que, en definitiva, derivan. Pero ocurre igualmente que la obra picaresca de los Espinel, Lopez de tJbeda, Salas Barbadillo, Castillo Sol6rzano y demas, aclara, retrospectivamente, problemas de estruc-

tura que aquellas primeras novelas tenlan y que con el tiempo se

mostrarian con toda nitidez.

Pero volvamos al libro de Espinel. No puede negarse que existe

en este un proposito pedagogico. El prologo, tambien exterior a la ficci6n, insiste en la maixima horaciana de la ensefianza amena. Estas palabras preliminares no difieren sustancialmente de las de otras novelas, y aunque pueden tener algo de t6pico introductorio, son una sincera declaraci6n de motivos y una guia de lectura de la

novela. El lector queda emplazado desde el comienzo a conocer un relato que promete mezclar el fruto y el deleite, en una combina-

cion que se pretende mas feliz y equilibrada. Y, ciertamente, el relato de las aventuras del escudero, entreverado de reflexiones de picaresque" (Romans picaresques, pAgs. cxiii-cxiv); Alberto del Monte afirma que el Obreg6n tampoco pertenece al g6nero picaresco y constituye, mas bien, una novela de aventuras (vease Itinerario de la novela picaresca, pag. 108); F. Rico no la menciona al anunciar el contenido de los tomos dedicados a

estudiar el genero picaresco, de lo que se deduce su respuesta negativa. Afirmativa, por el contrario, es la de Lazaro Carreter, quien dice que el autor sigue atraido por el genero picaresco, a pesar de transformar ciertos rasgos del g6nero, transfiriendo la truhaneria al mundo exterior al personaje pero relatando conforme a esquemas picarescos ("Lazarillo de Torres" en la picaresca, pag. 200); Carrasco UJrgoiti se pronuncia de modo parecido al critico anterior (v6ase "Introducei6n" en su edicidn de Clasicos Castalia [Madrid, 1972], I, 39 ss). 28 Literature as System, pags. 74-89,

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muy diversa indole, no carece de utilidad moral, bien que esta sea mas filos6fica que religiosa, mas antropocentrica que propiamente

catdlica. Pues, en punto a racionalismo y pragmatismo, Espinel parece emparentar con hombres como Gracian y los pensadores del XVIII.

Con todo, la miaxima innovacion del escritor rondeiio (in

cion que disuelve, renovandolo, el genero picaresco) estri

nuevo tratamiento del narrador. E1 Obregon esta integramente

narrado en primera persona, pero esta es tan diferente de la del Guzmdn, cumple un papel tan distinto, que no es facil ocultar la abismal diferencia que va de una novela a otra. El yo narrativo corresponde mas a un testigo sabio y fidedigno que a un picaro volcado sobre su yo. Aunque el escudero da, por aqui y por alla, algunas pistas sobre su personalidad, el objetivo de sus palabras no es mostrar su conciencia, sino una vision serena y educadora de la

vida y de la sociedad. En otras palabras, el binomio protagonistanarrador se resuelve decididamente en favor del segundo termino. La utilidad didactica del Obregon no deriva de la trayectoria vital del protagonista, sino, exclusivamente, de sus observaciones sobre lo que ve y lo que oye. Espinel dio con el hallazgo de un narrador lleno de buen juicio y solvencia moral, capaz de desplegar un rosario de enseinanzas que

el lector puede aceptar verosimilmente. Parece evidente que el autor queria evitar las contradicciones e incoherencias que se observan en el Guzman, al tiempo que hacia mas agil el relato y mas suave la mixtura de doctrina y vida. Y ciertamente lo con-

sigui6. Claro que la invenci6n tenia una contrapartida, de tal modo

que si el g6nero picaresco ganaba por un lado perdia por el otro.

Porque el protagonista carece de la complejidad sicol6gica de

Lazaro y Guzmanillo, siendo como es, ya desde su primera juventud,

un personaje bondadoso y noble que no cambia. Por otra parte, los sucesos que vive y contempla se suceden en un orden mecanico,

sin integrarse en la conciencia del personaje y disponiendose en sarta, tipo de construccion que, precisamente, la novelita anonima

y la de Aleman hablan acertado a superar. En suma, que el

Obregon, frente al Lazarillo, gana en precision didactica, y frente

al Guzm6n, en coherencia perspectivistica y agilidad narrativa. Pero frente a ambas pierde en complejidad e integracion interna. En este sic et non, en este renovar disolviendo, se anuncia la insalvable contradiccion del aplaudido genero,

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Caracteristicas analogas a las de la novela de Espinel presenta El donado hablador (1624-1626). Alonso, no menos que Marcos, demuestra desde el primer momento sorprendente madurez y ex-

celente predisposicion de animo, al cual llama Alberto del Monte "personaje agradable e inocuo."29 Tiene un solo defecto, pero este es estructuralmente necesario: su desmedido afan de reprender

y aconsejar a los demas. En rigor, la novela no es mas que eso: la ristra de sermones que Alonso, desde su sabiduria, ha dedicado a

vicarios, mujeres casadas, letrados, medicos, portugueses, damas y un no pequeno etcetera. Sereno, superior, por encima de las

flaquezas de la vida ordinaria, es Alonso un excelente didactico, que a cada pequeno acontecimiento del vivir agrega una reflexi6n intelectual. Buen transmisor del proposito educativo del autor,

constituye, no obstante, un pesimo personaje. En El donado hablador se reproduce, y quizas se intensifica, el fenomeno observado

a proposito de Marcos de Obregon: que el protagonista destaca mucho mas como narrador que como personaje, faceta que queda desdibujada en un segundo piano. A decir verdad, en estas novelas

existe una verdadera tercera persona narrativa disfrazada de primera persona: pues el yo no habla de si (o habla poco), sino, preferentemente, de personajes y acontecimientos externos; fuera de ellos ha sido transferido el mundo de la truhaneria, que ya no esta visto desde sus propios postulados vitales, sino desde criterios morales externos, superiores, criticos en suma.

Y no se piense que la novela de Alcala Yanez carece de originalidad. No deja de sorprender la habilidad con que da apariencia narrativa a tan largo sermon como es su relato. Por lo demas, la estructura totalmente dialogada que tiene esta novela, al facilitar toda suerte de incisos y observaciones entre el protagonista y cada uno de sus interlocutores, permite que las reflexiones y teorizaciones

surjan con naturalidad dentro del dialogo. Todo parece indicar que Alcala Yaniez, aceptando la misma solucion que Espinel en lo que se refiere al narrador y el protagonista, quiso introducir una variante dentro del esquema recibido. Y si bien el largo encadenamiento de dialogos no resuelve la gran contradiccion que el Obregon

planteaba, indica por parte de Alcala Yianez un prop6sito de indagacion literaria y una buisqueda de nuevos cauces para el arte

narrativo. Si no fue muy lejos en este camino, ello se debe a que s2 Itinerario de la novela picaresca, pfg. 138.

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el marco novelesco en que se movia no era demasiado ancho. Pero ante una obra asi es preciso revisar la idea de que los novelistas picarescos de la segunda hora eran simples imitadores sin talento, o que se limitaban a embastar sin acierto las peripecias y los sermones. Ejemplos como el que vamos viendo muestran lo ardua que era la labor de combinar la ficci6n novelesca con la reflexion teorica sin incurrir en contradicciones.

En estas condiciones, Itiene algo de sorprendente que algunos escritores se decidan a pasarse a la tercera persona? Al critico actual, un hecho asi le parece una desvirtuaci6n total de la poetica

del genero. Pero no olvidemos que para quienes vivian el g6nero como una incitaci6n y no como una simple categoria te6ricoliteraria, tal modificacion se les antojaba logica y coherente. La picara Justina, en definitiva, acudia a la tercera persona cada vez que se deseaba expresar alguna leccion, por insustancial que fuera.

Y en las novelas de Espinel y Alcala Yaniez, se convertia al personaje central en un observador y comentador de vidas ajenas

ayudado por su solvente optica moral. Teresa de Manzanares (1632), en la misma linea que las anteriores, limita su mensaje

moral a un solo capitulo que, curiosamente, no esta puesto en boca de la picara embustera, sino en la de un ermitafio desengafiado del

mundo, quien, desde su atalaya, amonesta a Teresa sobre la poca seguridad de esta vida. IRecurso artificioso? Tal vez. Pero no estara de mas encarecer la perfecta coherencia con que Castillo Solorzano resuelve el problema de extraer una lecci6n, varias veces

anunciada en el pr6logo, de su relato. El maduro y desenganiado ermitafo, que hace una fugaz aparici6n, es el encargado de contraponer a la desenfadada truhaneria de Teresa una diferente escala

de valores. Una vez mas, como vemos, la lecci6n del desengaiio y la condena de la vida picaresca se hace desde posiciones ajenas, y superiores, a las de sus protagonistas. Y un procedimiento analogo podemos observar en La desordenada codicia de los bienes ajenos (1619), donde volvemos a encontrarnos con dos narradores. El primer narrador, verdadero portavoz del autor, es quien tiene a cargo las densas moralizaciones del comienzo, asi como las reflexiones sobre la vida de la delincuencia, en tanto que el protagonista Andres, simple narrador de su vida, no es mas que el aventurero que refiere sus delictivas hazainas sin el menor prop6sito

reformista.

En consecuencia, el que obras como La hija de Celestina (1612),

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El bachiller Trapaza (1637) o La Garduna de Sevilla (1642) adopten de manera total la narracion en tercera persona no debe considerarse sino como la culminaci6n de un proceso inexorable.

Son obras mas satiricas que docentes, y mas de aventuras que picarescas, como varias veces se ha senialado, pero su enfoque de la figura del narrador viene a ser la respuesta a un problema que plantearon las mas genuinas novelas picarescas, y solo por eso vale

la pena traerlas aqui. Ciertamente Salas Barbadillo muestra las aventuras de su picara protagonista sin mayores prop6sitos de ejemplaridad, y otro tanto puede decirse de las celebres invenciones

de Castillo Solorzano. Con todo, el simple distanciamiento que supone la tercera persona, distanciamiento que se refuerza con algunos adjetivos y juicios de valor estrategicamente situados, parece bastar para subrayar la poco recomendable conducta de los protagonistas y para sugerir otro modelo de comportamiento.

No todas las novelas picarescas estan disefiadas con un claro prop6sito moral o doctrinal. A veces es meramente satirico, y en ocasiones ni eso, existiendo de unas obras a otras diferencias de consideraci6n. A fin de cuentas, si nuestro aprecio por Lazarillo o Guzmdn es superior al que sentimos por Teresa de Manzanares o el Lazarillo de Luna ello se debe tambien a la hondura de los

problemas ideologicos que plantean. Siempre seran de admir las reflexiones sobre el honor, el libre albedrio o la organizac

social que se esconden en las primeras, mientras que los inocente

latiguillos que se encuentran en las segundas s6lo promueven benevolas sonrisas. Toda gran obra literaria encierra una honda consideraci6n sobre el hombre, en tanto que los escritores de segunda fila se limitan a convertir en t6picos lo que para los primeros fue motivo de preocupada refiexi6n.

Pero esta distinci6n, que se da, como era de esperar, en la picaresca, no altera el problema central que aqui planteamos. Las

reflexiones te6ricas, los prop6sitos educativos o las criticas satiricas,

scan profundas o banales, plantean identico problema al arte de la narraci6n. Exigen que el narrador, coincida o no con el protagonista, sea un fidedigno transmisor de las ideas del autor, a

fin de que el mezquino horizonte mental del universo picaresco pueda ser ejemplarmente contrastado. No se olvide que el narrador, a diferencia de otros elementos de la ficci6n narrativa, no solo tiene que desempefiar un papel dentro de esta, sino que tambien tiene a

su cargo la tarea de conectar con la ideologia del autor real. La

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vision del mundo que este desea transmitir depende en grandisima medida del narrador a cuyo cargo esta la presentacion, y en su caso el enjuiciamiento, del mundo narrado. La cuestion de quien narra, en nombre de que ideas y en funci6n de que atributos, es particularmente crucial en un tipo de literatura que no se contenta con erigir edificios de ilusion, sino que pretende pronunciarse sobre el comportamiento del hombre. Si el autor no logra dar con un

narrador adecuado a ese proposito, puede decirse que su novela habra fracasado.

Pues bien, en principio, toda novela picaresca esta revestida de un aditamento moral o critico, sea o no postizo, constituya o no un

aspecto central de la obra. Y esto exige diferenciar claramente e horizonte moral desde el cual se critica con respecto a aquel otro

que es puesto en tela de juicio. Los continuos cambios de enfoqu narrativo no obedecen sino al deseo de cumplir satisfactoriamente este requisito.

Hasta el momento presente hemos visto cuatro diferentes supuestos de desvirtuacion de la primera persona narrativa: (1) e de las intromisiones del autor, como sucede en Guzman; (2) el de convertir al protagonista en simple narrador de otras existencias, como ocurre en Marcos de Obregon; (3) el de la dualidad de narradores, siendo uno de ellos mas fidedigno que el otro, como sucede en La picara Justina, La desordenada codicia o Teresa de Manzanares; (4) el de la novela narrada enteramente en tercera persona, como La hija de Celestina o el Bachiller Trapaza. Frente a estas novelas existe todavia un grupo de obras que conserva con bastante pureza el relato primopersonal. Aparentemente, la presencia de este quinto grupo podria desmentir nuestra hipotesis

de que el relato desde el yo no era aceptable por el genero. Pero, vistas las cosas con mas profundidad, se vera que tambien en estas novelas se ha operado una importante transformaci6n, guiada por el mismo designio de hacer inequivoca y clara la carga, ya que no didactica, satirica y burlesca. En que consiste el nuevo procedimiento ? Pues, sencillamente,

en convertir al picaro narrador en un sujeto tan deleznable que sus propias palabras se vuelven incriminatorias, lo delatan, y lo alejan moral e intelectualmente del lector. En tales casos el protagonista, mas que un ser humano, parece un pelele, y su vida

una sucesi6n de aventuras sin ning gn sentido de interioridad. El

didactismo, o mejor, la satira, siempre muy elemental, la deja

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traslueir un protagonista-narrador que, desde su endeblez humana, no permite la menor duda acerca de como juzga el autor sus palabras y comportamiento. Este procedimiento, pues, permite transmitir inequivocamente

el contenido satirico. Tiene tambien la ventaja de excluir las moralizaciones y no precisa dualidad de narradores. En suma,

proporciona un relato aligerado que en todo momento pertenece al

protagonista, es decir, preserva con pureza la primera persona

narrativa. No es casual que las novelas que pertenecen a este grupo esten mas o menos en llnea directa con la novelita de 1554: los

Lazarillos de Luna y de Cortes de Tolosa, Gregorio Guadaria (1644)

y Estebanillo Gonzalez (1646).

Pero, naturalmente, este recurso tiene una pesada servidumbre desproblematiza al maximo al protagonista, al que convierte en po menos que un muiieco; incide, mas ostentosamente aun que otr novelas, en la mecanica construcci6n en sarta y, finalmente, so es aplicable cuando el contenido satirico o burlesco es de muy esca

profundidad. Solo el genio verbal de Quevedo logro animar

artisticamente un molde narrativo que, pareciendo el mas pr6xim al espiritu original de la picaresca, lo degradaba irremisiblemente.

Veanse, si no, esas novelas que mencionamos. En los dos

Lazarillos de 1620 la coherencia en el mantenimiento de la narraci6n

en primera persona es paralela a la inconsistencia sicol6gica de los

personajes. Gregorio Guadafia y Estebanillo Gonzalez se hacen

sobre todo el segundo, bufones, de tal modo que sus variadas pulla exigen una presentaci6n ridicula y grotesca de ellos mismos y la humanidad que los rodea. La vision problematica de la existencia

se ha perdido, de tal modo que cuando estas novelas tardias reanudan la forma originaria de la picaresca solo son capaces de

trivializarla y desproveerla de su objetivo original. El drama de la novela picaresca se confirma en estos sus afios finales: el relato en primera persona no convenia al genero. El ejemplo del Buscon es, en este sentido, altamente instructivo.

Poca duda hay de que Quevedo muestra un proposito de degradar la realidad, convirtiendo a Pablos en un ser ridiculo, cuyas pretensiones de honra solo son objeto de desprecio por parte del autor

y, verosimilmente, por parte del lector. Ahora bien, aunque la primera persona no busca mostrar una subjetividad que se proyecte en el mundo circundante, en la medida en que alumbra atisbos de la interioridad de Pablos se traiciona y se desvirtuia el plan general

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de la obra. Dicho en otras palabras, el objetivo perseguido por el autor se logra en la medida en que la narraci6n primopersonal no descubre el alma del picaro, sino su fachada. Porque en los contados

casos en que lo hace introduce un perturbador elemento de inconsistencia.

En efecto, para que el desdenioso desprecio de Quevedo hacia el mundo bajo de la picardia se plasme eficazmente, se hace necesario

que su picaro no abandone en ningun momento su condicion de fantoche despreciable. Lo malo es que en Pablos hay ramalazos, jirones, de dolida humanidad. Asi, su vergiienza, su horror ante la deshonra familiar, su conciencia de valer poco en la piramide social. Sin duda esos momentos son los menos. Pero demuestran

que la primera persona, correctamente utilizada, puede desvelar la

humanidad del mas miserable de los individuos, introducir un

elemento de simpatia en el lector, comunicar, en suma, la sensaci

de duda y relatividad que es consustancial al vivir humano. L cual, muy posiblemente, es el objetivo de la novela. Pero no el la satira, hacia la cual oriento Quevedo el Buscon. Vista en su conjunto la evoluci6n de la novela picaresca espanio del siglo xvii, se observara que sus transformaciones tienen po centro la posici6n del narrador. No tanto en lo que atanie a la relaciones del narrador con el relato, como a la relaci6n entre narrador y autor. En este sentido, la desvirtuacion del relato primopersonal parece deberse mas a un proposito deliberado q a simple negligencia, ya que se decidi6 asegurar el eje narrado autor en detrimento del eje narrador-relato. La causa ultima esta elecci6n radica en el hecho de que la novela picaresca era mayoritariamente didaetica o satirica. Este tipo de literatura exige dejar clara constancia de las ideas en juego y del sistema de valores en nombre del cual se critica o se arenga. Para lograr este objetivo es imprescindible que el narrador este en una posicion moral e intelectual superior a la de los truhanes que constituyen el blanco de sus criticas. Y dado que en el Lazarillo de Tormes se producia una radical ambigiiedad, a partir del Guzman se sintio la necesidad de corregir esta situacion. Pero como la solucion de Aleman no dejaba de plantear problemas, todos los novelistas que siguieron su camino se vieron en la necesidad de buscar una f6rmula que fuera satisfactoria por igual a las necesidades de la didactica y a las de la libre imaginacion creativa. El resultado, lo hemos visto, es desigual y contradictorio, pero el itinerario descrito por esa

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busqueda constituye un capitulo lleno de vitalidad en nuestra historia literaria.

En definitiva, todas las novelas picarescas, ya desde el Guzmdn, van modificando la funcion narradora del protagonista, llegandose

en los casos mas radicales a abolirla. Pero como el genero naci6 justamente con una consagracion del punto de vista del desventurado vagabundo, se planteo una paradoja que, finalmente, resulto insoluble, y que arrastr6 al genero a su definitiva disoluci6n. Disolucion que tomo dos vertientes distintas, correspondientes a las dos fuerzas antagonicas que buscaron un imposible equilibrio. Uno de los cauces de extincion viene dado por los estilos que andaban merodeandolo, como la literatura celestinesca, la novela

italiana, el relato de aventuras o las narraciones cortesanas. A medida que el picaro, cada vez mas desleido e inconsistente como figura novelesca, iba perdiendo entidad, el relato se centraba gradualmente en episodios y anecdotas de diverso tipo. Esas formas

literarias que cortejaban a la picaresca proporcionaban un estupendo caudal de elementos nuevos, los cuales, finalmente, suplantaron la tematica y el repertorio narrativo del genero consagrado por el Lazarillo y el Guzman.

La otra vertiente, lejos de servirse de elementos narrativos

heterogeneos, desterr6 definitivamnente el ingrediente novelesco y se centro abrumadoramente en la funcion didactica. Era la otra

gran tentacion que pesaba sobre la picaresca. En 1668 escribe Francisco Santos Periquillo el de las Gallineras, libro que tiene mas de un punto en comuin, en medio de sus importantes disidencias,

con la novela picaresca. Esta obra resulta muy ilustrativa, pues viene a ser una exacerbacion de las garantias teoricas y morales de

que se habia rodeado el genero en su orientacion mas didactica.

En la novela de Francisco Santos no solo tenemos un narrador que sermonea desde las trincheras de la tercera persona, sino que, ademas, hay un personaje moralmente intachable, que empequefiece a Marcos de Obregon o al parlanchin Alonso en cuanto a vocacion

moralizante, de tal modo que, entre lo que dice el narrador y lo que cuenta el personaje, al lector apenas si le quedan unas magras aventuras que endulcen la lluvia de sermones. Estamos de lleno en ese momento, descrito por Montesinos, en que a Espafia se le escapa la novela de las manos.30 30 Introducci6n a una historia de la novela espaiola en el siglo XIX

(Madrid, 1966), pag. 2.

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El itinerario de la novela picaresca espafola no quedaria plenamente analizado si a las consideraciones anteriores, claramente

hist6ricas, no se les aiadiera una pizca de reflexion teorica. Concretamente, en torno al problema del didactismo en la literatura y a las posibilidades de casar eficazmente ficcion y ensenanza en

el seno de la novela.

La picaresca, acabamos de verlo, no soluciono ese problema. Pero este, de manera parecida, aunque variando los contenidos ideologicos y los procedimientos formales, se volvio a plantear, y

en varias ocasiones, hasta nuestros dias. E igualmente con dudosa fortuna. Pensemos en los escritores del xix que cultivaron alguin

tipo de novela didactica, desde los folletinistas de varia indole hasta Fernan Caballero, Alarc6n, Pereda y el mismisimo Gald6s. Pensemos, ahora en nuestro siglo, en las numerosas vacilaciones que se observan en Las novelas de Urbano y Simona de Perez Ayala, tanto en lo que se refiere al tratamiento de los personajes como a la figura del narrador. 0, tambien, en la novela objetivista y reivindicativa intentando, simultaneamente, suprimir el narrador omnisciente y transmitir un credo reformador. Intento que, naturalmente, no se vio coronado por el exito.

Ortega afirmo que la novela lastrada con intenciones satiricas o morales nacia muerta.31 & Exageraba ? Quizas no, pues el celebre

ensayista no pudo ver, en el horizonte de su generacion, ningun ejemplo que desmintiera sus palabras. Y nosotros, sabiendo que una afanosa docena de escritores no lo logro en el siglo xvII, no sin ingenio e inventiva, debemos empezar a pensar que, al menos

en un sentido, la picaresca, una de las vanguardias de su tiempo,

seiial ciertos limites inherentes al arte de la narracion.32

ALPONSO REY

Universidad de Santiago de Compostela 31Vease Ideas sobre la novela, en Obras completas (Madrid, 1947), III, 411.

32 En prensa este articulo, llega a mi conocimiento el trabajo de Edwin Williamson, "The Conflict Between Author and Protagonist in Quevedo's Buscon" (JHP, 2 [1977], 45-60), donde se analiza la contradicci6n surgida entre la condena de Pablos por parte de Quevedo y el uso de la narraci6n autobiografica, que obliga al autor a conceder a su criatura un minimo de coherencia y humanidad. La tesis que Williamson sintetiza en las paginas 59 y 60 coincide plenamente con mis planteamientos anteriores.

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