La Musa Aprende a Escribir

La musa aprende a escribir Eric Havelock en su ensayo La musa aprende a escribir hace un análisis del proceso que signif

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La musa aprende a escribir Eric Havelock en su ensayo La musa aprende a escribir hace un análisis del proceso que significó para los antiguos griegos, el pasar de la oralidad a la literacidad. A través del análisis de diversos textos antiguos, nos encamina hacia una dualidad (lo oral versus lo escrito) que, sin embargo, llegan a convivir de manera competitiva (¿acaso conflictiva, también?) y que tiene, cada una, referentes que la componen y representan. Por un lado, está la oralidad, representada por la poesía, en forma y contenido. La poesía griega poseía elementos orales: ritmo, rima, brevedad, canto, danza. Por otro lado, la escritura se hace más tangible en la prosa de frases elaboradas, en las que se evidencia ciertas estructuras sintácticas, de imágenes y de mayor extensión. Los elementos de la poesía hacen que pueda ser recordada con facilidad, necesaria porque transmite las enseñanzas para la vida en sociedad. La prosa lleva a la reflexión y a una expansión del pensamiento conceptual. La poesía es el maestro, Homero; la prosa es el filósofo, Aristóteles (que tiene, evidentemente, cierto hálito de un Platón, quien funciona como la bisagra entre estos dos procesos).

Pero, ¿por qué Havelock considera que es importante estudiar este cambio de medio de comunicación en la Grecia Antigua? Un reparo importante que hace el autor para responder (y responderse) esta pregunta es que un cambio en el modo en que una sociedad se comunica, no solo supone un cambio del soporte a través del cual lo hace, sino que, sobre todo, transforma significativamente la manera en que los sujetos piensan, interactúan y se relacionan. El cambio va más allá de lo físico (antes hablamos, ahora escribimos) y supone una serie de cambios sociales y psicológicos que, Havelock, interpreta a través de los textos. Una situación concreta que afectó ambos, el pensamiento humano y la sociedad, es que, al dejarse de lado la oralidad, el papel del maestro, que trasmitía conocimiento y las normas morales de la sociedad, fue perdiendo importancia. La vida en comunidad (la del maestro con sus discípulos) fue puesta de lado (ya no era tan necesaria) y surgió una suerte de individualismo y la noción del ‘yo’. Evidentemente, este cambio se da a través de un proceso largo y complejo, en el que oralidad y literacidad compitieron, hasta que la sociedad alcanzó un estado en el cual ambas pudieran convivir, aunque, ciertamente, una se impusiera a la otra, sobre todo por la expansión en los procesos intelectuales que suponía, por su propia naturaleza. Me explico: poder tener algo por escrito, no solo implica el poder almacenar mucha información -disponible en cualquier momento-; también supone que la capacidad de conceptualización del ser humano se amplíe y el universo pueda resultarle más claro y accesible. ¿Y el genio, aprende a usar el Mouse? Unas breves ideas sobre el proceso de digitalización que nuestra sociedad de la información (por más manoseado que esté el término, sigue pareciéndome el más adecuado), teniendo como guía (y telón de fondo) el texto de Erick Havelock. Así como para los griegos la musa (o las musas, hijas de Zeus) eran de quienes realmente provenían los relatos; en la modernidad – y pos modernidad- la figura equivalente es la de genio. La musa, quien por su perfección y belleza, inspiraba a los poetas y dramaturgos a escribir, es una figura que corresponde a una sociedad teocrática y en la que el autor se ve opacado por el don de los dioses. En una etapa más reciente de nuestra historia hemos llegado casi a la paranoia de la autoría.

¡Qué musa ni nada… al autor que no le vengan con vainas! El relato es suyo y de nadie más. Proviene de sí, de su experiencia y, por supuesto, de su genialidad para disponer de sus ocurrencias. (Y se vuelve avaro con su “gracia”) El genio, corresponde, entonces, a una sociedad que otorga valor al yo. Havelock dice que en la antigua Grecia “la Musa es quien aprendió a escribir” (la Musa y no el autor; es decir, las estructuras mayores que rigen la sociedad), podríamos fácilmente decir que, actualmente, el genio está aprendiendo a usar el Mouse. (Mouse, Ipod, Internet, touch screen, música, fotos y videos digitales…en fin). No solo se trata de que nosotros, como sociedad que escribe y lee, está pasando sus conocimientos a otro soporte –el digital- sino que, nos encontramos explorando las posibilidades que este ofrece, las maneras en que puede mejorar (o empobrecer) nuestras vidas y, sobre todo, nos encontramos escarbando en las posibilidades de cómo transformará nuestra manera de relacionarnos y ver la vida. Quizás en la Antigua Grecia el proceso que llevó de lo oral a lo escrito fue largo y complejo; pero creo que, en estos tiempos, el cambio de literacidad (de una escrita a una digital) tardará algo menos. En primer lugar, porque esta vez la reflexión sobre el proceso, en el momento en que sucede, es mayor y más explícito; y. en segundo lugar, porque en una sociedad globalizada como esta, un cambio tal implica a medio mundo (o, tal vez, más) disperso por cada confín del globo terráqueo. ¡Somos una gran manada! Pero es un proceso al fin y al cabo y, como tal, parece que nos encontramos en medio de él. Prueba de ello es que nos encontremos un poco como en el momento en que se “alfabetizó a Homero”: queriendo simplemente traspasar lo escrito a lo digital, sin explorar las posibilidades que esta nueva manera de comunicar nos ofrece. La naturaleza misma del soporte digital exige un cambio en los procesos de información, no pensando en escribir como si fuera a imprimir un libro, sino como si lo fuera a publicar en Internet. Así también, el cambio a la literacidad digital implica que vamos a cambiar la manera en que nos relacionamos y en que percibimos el mundo. Quizás caemos en un error frecuente al pensar Internet como un medio de comunicación tradicional, como un canal de TV. Las posibilidades de interacción que ofrece Internet son muchas; así, no podríamos imaginar que la televisión (tradicional) sea comparable a Internet. El primero es un medio de comunicación que funciona en base a un tipo de comunicación unidireccional y el otro, no es solo bidireccional, sino multidireccional: del usuario al productor, viceversa, de usuarios entre sí y de productores entre sí. Quizás también, algunos medios tradicionales, como la radio, puedan resultar más interactivos que la televisión, pero definitivamente, ningún otro medio ofrece tantas posibilidades de interacción como Internet. Y, así como quien cierra con broche de oro, el soporte digital tiene una característica que hace que sea el más-más: la convergencia. En Internet, confluyen casi todas (cuando no todas) las maneras de comunicarnos que hemos desarrollado: imágenes en movimiento (video), imágenes estáticas (foto), música, escritura, voz… Así que esto supone que las personas, tenemos la posibilidad de comunicarnos, en paralelo, bajo todas estas modalidades. Pero aún no quisiera aventurarme a suponer en qué nueva manera de pensar (y relacionarse) desembocaría esta nueva manera de comunicarnos. Supongo que todavía me faltan algunos años en la esfera digital para lanzarme con tamaño (¡MAYÚSCULO!) acto de soberbia.