La Leyenda de Los 5 Soles

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En un principio no había nada, y entonces el dios Ometecuhtli creó a Tonacatecuhtli (Señor de nuestra carne) y a Tonacacihuatl (Señora de nuestra carne) para que poblaran el universo. Estos dos dioses tuvieron cuatro hijos: el primero nació rojo y sin piel que cubriera su cuerpo y lo llamaron Xipe Totec (nuestro Señor desollado). El segundo nació negro, con garras y colmillos de jaguar y lo llamaron Tezcatlipoca (Espejo negro que humea), el tercero nació blanco con cabello rubio y ojos azules y lo llamaron Quetzalcoatl (Serpiente emplumada) y el cuarto nació azul, con la mitad de su cuerpo descarnada, y lo llamaron Huitzilopochtli (Colibrí zurdo). Al paso del tiempo los cuatro hermanos se reunieron para saber qué es lo que harían, y después de mucho deliberar acordaron crear una obra que los venerase y dignificase como dioses. Huitizilopochtli con su gran poder hizo una gran hoguera al rededor de la cual se sentaron para hacer su obra. Crearon al hombre y lo pusieron en la tierra y lo llamaron Huehuecoyotl, y crearon a su mujer y a los dos los llamaron Macehualtin y les ordenaron tener hijos que les rindieran honores como dioses. Crearon los mares, los lagos y las montañas y pusieron en ellas animales para que el hombre los cazara y se alimentara e su carne. Al final, su obra estaba completa pero había tinieblas en el Tlaltipac, nunca era día puesto que no había sol. Primer

Sol

(Tierra)

Quetzalcoatl tomó la hoguera y la convirtió en un inservible medio sol. Enojado, Tezcatlipoca absorbe par si ese medio sol y el mismo se convierte en un sol completo, siendo muy cálido e inclemente, impidiendo que la vida crezca en la tierra, ya que marchitaba inmediatamente cualquier sembradío. Los gigantes que habitaban en esta época llamados Tzocuiliceque alimentábanse de chicote malimalli (siete hierba), que son los piñones de las piñas. La maldad del sol Tezcatlipoca duró hasta que fue derribado de un bastonazo por el indignado Quetzalcoatl un día de nahui-ocelot. Tezcatlipoca cayó en el fondo de un lago y emergió convertido en un jaguar, el cual seguido de todo un ejército de éstos devoró a los gigantes. Este sol fue llamado Tlaltipac-Tonatiu o Sol de Tierra, desapareció en un alo ce-acatl (uno caña) y duró 676 xiuhmolpillis (ciclos de 52 años). Segundo

Sol

(Viento)

Una vez que hubo derribado a su hermano, quetzalcoatl se corporeizó sol, pero siendo más benévolo con la vida, permitiendo que las cosechas se dieran en abundancia y que los hombres fueran felices gracias a su dios. Los hombres de esta época alimentabanse de frutas silvestres llamadas acontzintli. Todo era idílico hasta que un día nahui-ehecatl el Jaguar-Tezcatlipoca subió a los cielos y derribó a su hermano de un zarpazo. En su caida, Quetzalcoatl provocó un gigantesco y monstruoso vendaval que desagarraba los cerros y destruida todo a su paso. Los hombres tenían que caminar encorvados, aferrándose a lo que podían y por esta razón se convirtieron en monos. Sólo sobrevivió un pareja, refugiándose en un gran bosque cercano. Este sol duró 376 xiuhmolpillis, desapareció en un año ce-tecpatl y fue llamado Ehecatl-Tonatiuh o Sol de Viento. Tercer Sol (Fuego) Ahora fue el turno de Tlaloc de hacerse sol y tomar el lugar de Quetzalcoatl. Los descendientes de la pareja de sobrevivientes poblaban al Tlaltipac, y alimentabanse de atzinzintlio o maíz de agua. Pero la gente de esta era se corrompió desatendían los preceptos morales que los dioses les habían impuesto y se

dedicaban a los placeres malsanos, al robo y al homicidio. La tierra en poco tiempo no fue sino solo un vasto páramo yermo en poco tiempo. Harto de tanta podredumbre, Quetzalcoatl le ordena a Xiutecutli, dios de fuego, que destruya a la humanidad. Este dios emergió de un gigantesco volcán en un día nahui-quahuitl y comenzó a llover fuego del cielo. Los hombres atemorizados le rogaron a los dioses que los convirtieran en aves para poder escapar del holocausto. Conmovidos, los dioses convirtieron a unos en pájaros y a otros en guajolotes. Por consejo de Xiutecutli, sólo sobrevivió una pareja refugiándose en una cueva muy alta, llevando con ellos una mata de maíz y el fuego sagrado. Este sol desapareció en un año ce-tecpatl, duró 78 xiuhmolpillis y fue llamado Xiuh-Tonatiuh. Cuarto

Sol

(Agua)

Por ordenes de Huitzilopochtli, Chalchuiuhcueye, la de las faldas de esmeralda, se corporeizó sol. Los hombres poblaron nuevamente la tierra, pero esta vez bajo la tutela de Nene y Tata, los sobrevivientes de la pasada destrucción. Los hombres siguieron la conducta que les dictaron los dioses, alimentabanse los hombres de esta era de Nahui-xochitl (cuatro-flor). Tezcatlipoca no esta complacido con toda esta bonanza y corrompe a Chalchiutlicue, la de las faldas de jade, y la obliga a destruir por cuarta ocasión a la humanidad. La diosa aparece en la cima del cerro llamado Atepetl en un día nahui-atl, y al momento de encajar su cayado en la tierra, comienza a llover a llover a cántaros. Por todo un ciclo llovió en el Tlaltipac. Conmovidos por la desgracia humana, los dioses convirtieron a los hombres en peces. Este sol desapareció en un año ce-calli y duró 77 xiuhmolpillis fue llamado. Este sol fue llamado Atl-Tonatiuh o Sol de Agua. Llovió tanto, que al final los cielos perdieron su equilibrio y se desplomaron sobre el Tlaltipac. Reparación

del

daño

Avergonzados por su conducta, los dioses deciden reparar su error y en un año ce-tochtli se reúnen en Teotihuacan para decidir lo que han de hacer. Entonces, los cuatro hermanos crearon a cuatro hombres: Atemoc, Itzacoatl, Itzmaliza y Tenoch. Luego entraron en la tierra y emergieron en los cuatro puntos cardinales, cada uno convertido en un árbol diferente. Juntos dioses, árboles y hombres, levantaron los cielos y los colocaron en la forma en que ahora los conocemos. Pusieron las estrellas en su lugar y escalonaron el Mictlan en los nueve vados correspondientes. Al final, los cuatro hombres se convirtieron en aves preciosas. Todo quedó ordenado, pero no había hombres sobre la tierra. Así que decidieron crear la Versión definitiva de la humanidad y a falta de materia prima con que crear al hombre, decidieron bajar al Mictlan para recoger huesos de los antiguos gigantes y con eso crear a los nuevos hombres. Pero ninguno quería bajar al Mictlan. Tezcatlipoca era el idóneo para reinar en la oscuridad, pero no quiso molestarse en ello. Huitzilopochtli por su parte, consideraba la tarea indigna de un guerrero como él. Xipetotec consideraba que la materia en descomposición no era buena materia prima. Al final Quetzalcoatl se ofreció parala terrible tarea. Uno por uno fue sorteando los nueve vados del inframundo hasta llegar a la presencia de Mictlantecuhtli. Quetzalcoatl lo convence de darle uno de sus huesos favoritos, que había pertenecido a los antiguos gigantes. El dios de los muertos se condolió del gemelo precioso, y accede a cambio de que Quetzalcoatl

haga sonar su caracol y dé cuatro vueltas alrededor de su círculo precioso. Pero Quetzalcoatl se da cuenta que el caracol no tiene agujeros por donde entrar para darle las vueltas. Así que Quetzalcoatl llama a los gusanos para que lo agujeren y a las abejas para que lo hagan sonar. Mictlantecuhtli entrega a Quetzalcoatl los huesos solicitados. Cuando Quetzalcoatl está a medio camino de regreso con los huesos de los hombres y las mujeres, Mictlantecuhtli se arrepiente y lo persigue, mostrándole sus terribles fauces. En su huida Quetzalcoatl tropieza y cae. Al caer los huesos se desperdigan y unas codornices que estaban por ahí los picotean y los roen. El dios del Viento recoge lo que resta de los huesos y sale huyendo. Ya de regreso, Qualaztli, la doncella, molió los restos de los huesos y los puso en una vasija muy elegante. Quetzalcoatlhizo una mezcló los huesos con su propia sangre y semen y con esta mezcla sagrada modeló la figura humana, y Xipetotec le infundió la vida. Creando al hombre tal y como lo conocemos. Como sólo utilizaron la mitad del hueso que quedó, los humanos sólo tenemos la mitad de estatura que los antiguos gigantes. Quinto

Sol

(Movimiento)

Las tinieblas reinaban aún en el mundo, así que los cuatro hermanos reunieron a los demás dioses en Teotihuacán. Una vez ahí, decidieron hacer un nuevo y definitivo sol, uno que fuera eterno, así que necesitarían de dos de ellos, uno para que fuera sol y otro para que fuera luna. Hubo entonces un voluntario para la primer encomienda, un altivo dios llamado Tecucciztecatl, el del caracol marino. ±Yo seré su sol- dijo orgulloso el guerrero -puesto que soy lo suficientemente poderoso para esta noble tarea-. ±Así sea, Tecuccizitecatl, tu serás el sol, ¿pero quién ha de ser luna?- dijo Quetzalcoatl. Los demás dioses se miraron, puesto que nadie quería esa oscura tarea. Al final, todos voltearon a ver a Nanahutzin, el busbosillo, un dios que tenía el cuerpo cubierto de llagas, pero el corazón de oro y como nadie quería tenerlo cerca, todos le obligaron a ser luna. Dicho esto, los dioses construyeron dos grandes adoratorios, uno junto al otro, el más grande y suntuoso para Tecuciztecatl y el más pequeño y sencillo para Nanahuatzin. Por trece días hicieron penitencia y ayunaron y ofrecieron ofrendas para purificar sus cuerpos. Tecucicctecatl ofreció en el Tonatiuh-itzacual (pirámide del sol), manquetzalli (plumas finas), pelotas de oro, espinas de coral precioso y copal muy bueno. Este arrogante dios se vistió con sus mejores aderezos, un hermoso lienzo cubría su cuerpo y el aztacomitl (bello plumaje) decoraba su cabeza. Nanahuitzin en cambio, ofreció en el Meztli-itzacual (pirámide de la luna) cañas verdes atadas de tres en tres hasta formar nueve hatos, bolas de heno, espinas de maguey teñidas con su sangre y sus póstulas. Para esta ocasión vistió un amatzontli (tocado de papel amate) y un maxtli (taparrabo) y estola del mismo material. Durante un lapso de trece días los dos dioses hicieron penitencia y ayunaron, preparando sus cuerpos y almas para la dura tarea que les esperaba. Al término del plazo los cuatro dioses creadores hicieron una gran hoguera en la calzada de los muertos, cuyas flamas eran tan grandes que alcanzaban el cielo mismo. -¡Ea pues Tecuccitecatl!, entra en la hoguera para que nazca el nuevo sol ordenó Huitzilopochtli al dios del caracol marino. Tecuciztecatl hizo un intento por arrojarce al fuego, pero las llamas lo intimidaron y retrocedió temeroso. Cuatro fueron los intentos de este dios por arrojarse a las llamas y cuatro veces

retrocedió

presa

del

pánico.

-¡Prueba tu ahora Nanahuitzin, y que tu intento fructifique!- dijo Huitzilopochtli el pequeño y enfermo dios. ¡Sea pues su voluntad hermanos mios!- fue lo único que dijo el bulbosillo, porque inmediatamente después se arrojó de cabeza al fuego. Tecuciztecatl, avergonzado de la valerosa acción de ese insignificante dios, se arrojó después de él al fuego. Acto seguido los dioses arrojaron al fuego un águila y un ocelote, en ese orden. Por trece días esperaron los dioses que el sol saliera por el horizonte pero no sucedió nada. Al amanecer del día catorce, hacia el Este, un águila salió de la hoguera llevando una enorme esfera reluciente en su pico. El resplandor que éste emitía era suficiente para iluminar todo el Tlaltipac y era benéfico su calor. Los dioses estaban contentos, porque ahora, los hombres que ellos habían creado eran perfectos. Ni muy grandes ni muy pequeños; ni muy fuertes ni muy débiles. Y el sol Tonatiuh (Aguila que emprende el Vuelo) podía iluminar todo el Tlaltipac. No alcanzaban los dioses a reponerse de su asombro cuando de la hoguera surgió un ocelote llevando entre sus garras otra esfera igual de reluciente que la primera. Quetzalcóatl pensó que no era conveniente que hubiera dos soles y más cuando Tecuciztecatl había demostrado tal cobardía. Encolerizado, tomó de las orejas un conejo que iba pasando por ahí y lo lanzó con todas sus fuerzas contra la segunda esfera, la cual al impacto se opacó y redujo su tamaño, y el cuerpo del conejo quedo plasmado para siempre en su rostro.

Pero el sol y la luna permanecían inmóviles en el firmamento. Quetzalcóatl, ordenó a Ehecatl, dios del viento, darles movimiento, separándolos para que nunca coincidiera el uno con el otro. Pero no fue suficiente para que el sol mantuviera su curso eterno. Tonatiuh exigió que lo alimentaran con chalchiuitl (sangre). Entonces, los dioses deciden ofrecer ellos su sangre. Fue Ehecatl, dios del viento, el encargado de sacrificar a los dioses. Uno a uno cayeron inertes ante su cuchillo de obsidiana. Pero Xólotl, dios del movimiento, hermano gemelo de Quetzalcóatl, se negó a morir y huyó. Logra ocultarse entre los maizales y se convierte en pie de maíz que tiene dos cañas, pero es descubierto. Entonces, se esconde en el agaval y se transforma en maguey de dos cuerpos y por eso se le llama mexolotl pero nuevamente es descubierto. Se mete en el agua transformándose en un pez monstruoso axolotl, pero Ehecatl lo atrapa y le da muerte. De ahí en adelante es el patrono de los gemelos, pares y de todas las cosas que se duplican y se transforman para escapar de la muerte. Cuando todos los dioses hubieron muerto, Tonatiuh, el sol, empezó su interminable camino por el firmamento. Advirtiendo a los pobladores del Tlaltipac que necesitaba sangre para poder vivir. Es por eso que el pueblo mexica heredero directo del poder de Huitzilopochtli realizaría sacrificios humanos al sol para que siempre tuviera la fuerza suficiente para cruzar los cielos y cumplir con la tarea divina de darle vida al Tlaltipac. Este fue el comienzo del Quinto Sol, el actual. Llamado Ollin-Tonatiuh, Sol del Movimiento. El nombre de este Sol es na-ollin (4 movimiento). Este ya es de nosotros, de los que hoy vivimos. Esta es su

señal, la que aquí está, porque cayó en el fuego el Sol en el horno divino de Teotihuacán. Tonacateuctli y Xiuhteuctli llamaron a Nanahuatzin y le dijeron: "Ahora tú guardarás el cielo y la tierra." Se dice que si los pobladores del Tlaltipac no muestran ser merecedores de este mundo, en un día NahuiOllin, el quinto sol será destruido para dar paso al sexto sol. La destrucción de esta era será a través del movimiento y hambre ya que Xólotl, dios del movimiento es el encargado de esta era.