La historia de los campamentos

Campamento la Sortija Hace aproximadamente una hora LA HISTORIA DE NUESTROS CAMPAMENTOS Campamento LAS PROMESAS Esta es

Views 65 Downloads 4 File size 51KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

Campamento la Sortija Hace aproximadamente una hora LA HISTORIA DE NUESTROS CAMPAMENTOS Campamento LAS PROMESAS Esta es una historia como todas las historias, está hecha con las memorias de todos los participantes de la experiencia vivida. Me toca a mi iniciarla, pero propongo que paso a paso vayamos haciéndola más rica entre todos. En la primavera del año 1971, mi amigo Antonio Pesci me invito a una reunión en casa de Nelly y Billy Reynal. Él los conocía porque era pediatra de sus hijos. Sucede que ambos deseaban ofrecer a chicos de comunidades pobres del país, un programa de campamento en Bariloche, en su propiedad ubicada en el kilómetro 19 del camino a Llao-Llao. Se trataba de un terreno extraordinario, con playa sobre el lago y un bosque maravilloso. Para desarrollar esta iniciativa contaban con la colaboración de Austral Líneas Aéreas, de la cual eran dueños y administradores. Querían utilizar los recursos ociosos de la empresa en una obra de desarrollo social, educativo y personal; además se proponían que las actividades se realizaran no solo en verano, sino durante todo el año. Propusieron diferentes ideas para desarrollar respecto a la selección de los chicos, si se tomaría solo a los de mejor rendimiento o se incluiría también la opinión de sus maestros y compañeros. La duración del campamento era otra de de las cuestiones a resolver. También pensamos sobre la cantidad de acampanes y como organizarlos. La edad posible, y las condiciones para poder participar. Nosotros éramos un grupo que trabajaba juntos en el campamento de La Escuela del Sol y que además organizaba actividades en campamentos, clubes o colonias de vacaciones y. Como actividad de la Escuela, habíamos desarrollado un programa en los veranos de varios años, en sitios como Córdoba y Bariloche. Además organizábamos actividades en diferentes lugares, durante el año escolar, para chicos desde los 6 años hasta los 15. Fueron parte de este equipo Susana Mandelbaum , mi mujer, Alicia y Jorge Chinetti, Jorge Basile ,Mini Viñas, John Mandelbaum y algunos más. Delia era la cocinera en la Escuela del Sol y en los campamentos. Una anécdota llamativa es que en aquel primer encuentro en casa del matrimonio Reynal, participaron también Bernardo Neustadt y su mujer. En realidad ya nos conocíamos, por haber compartido algunas reuniones en lo de Narcisa y Paul Hirsch, donde discutimos un tema semejante. Esto es, crear algún programa que rescatara a los chicos marginados, ofreciéndoles educación y apoyo social. Años más tarde, cuando crearon la Fundación Antorchas, uno de los programas fue orientado a brindar apoyo al campamento. Los años 70 venían con la fuerza del movimiento Hippie, con cuestiones como el mayo francés, el Concilio Vaticano Segundo, la primavera de Praga y la guerra de Vietnam. En nuestro país teníamos una dictadura militar desde hacia 4 años. Bajo esas condiciones tan especiales, en nuestro medio asumíamos que el trabajo Social era una esperanza fuerte de un futuro mejor; los avances de la educación por el arte tras la segunda guerra abrieron un camino de aprendizaje para la niñez y la adolescencia. También fue una época de desarrollo de la vida en la naturaleza, de deportes de montaña y de disfrutar de los campamentos.

En respuesta a la invitación de Nelly y Billy, elaboramos un programa para los chicos que serian seleccionados por los gerentes de las ciudades donde volaba Austral. La idea inicial fue efectuar las selecciones en colegios donde la población se integraba con chicos carenciados. En el esquema inicial, propusimos armar cuatro turnos de quince días de duración, con cincuenta acampantes en cada turno. Las edades variaban entre los seis y los catorce años. Además solicitamos los chicos tuvieran certificado de salud y que las escuelas participaran del programa. Como venían de diferentes ciudades y diferentes provincias, les pedimos que una vez seleccionados elaboraran un trabajo para contar las costumbres, fiestas y recursos de su región. Que trajeran los símbolos que quisieran compartir. Esto fue muy rico y sorprendente. Se dio lugar a la diversidad de culturas que forman nuestro país. Un fuerte atractivo en esas primeras experiencias es que los chicos viajaban en avión. Debemos entender que era su vuelo de bautismo y por ello despertaba una emoción difícil de imaginar. Algo semejante ocurrió en el primer encuentro con la nieve en la montaña, con el agua trasparente de los lagos, con el bosque y con la vida en el campamento. Los grupos estaban formados por diez acampantes de ambos sexos, a cargo de un docente; además cada dos grupos había un auxiliar. Cada grupo tenía un lugar asignado para sus carpas y un programa de actividades a desarrollar. En el campamento se ponía énfasis en el desarrollo de la responsabilidad comunitaria, el auto control y la realización de las tareas de mantenimiento y cuidado del campamento. Por ese motivo, cada grupo tenía su día de guardia y durante toda esa jornada participaban en las tareas de la cocina, en la limpieza del campamento y en el servido de las comidas. Además, todos los días se realizaban deportes y actividades expresivas: plástica, música, teatro. Los acampantes se dividían en dos grandes equipos, los Jabalíes y los Huemules. Así divididos, hacían juegos de bandos en el bosque. Se incluyeron asimismo interesantes excursiones como la subida del Cerro Catedral, en aerosillas de gran impacto y con un enorme chocolate caliente en un local ubicado en la cumbre del cerro. Otra importante salida fue la excursión a Isla Victoria, pasando por el bosque de arrayanes. Realizaban también excursiones de dificultad progresiva a la montaña. Uno de los primeros paseos consistía en una trepada al Cerro Campanario, cercano al campamento, el cual ofrecía una estupenda vista del lago. Pero el punto culminante, el fundamental, era la subida al Cerro López, donde se recorría un hermoso bosque, surcado por ríos transparentes hasta llegar a un cálido refugio. La belleza del paseo se coronaba con paisajes espectaculares y con la llegada a La Hoya, totalmente cubierta de nieve, lo que la hacía ideal jugar en grupo. La vida de la comunidad compartiendo las diferencias y enriqueciéndose con la experiencia de los demás, creaba un espacio de aprendizaje y estimulo para los cambios en la participación. Las distintas actividades permitían manifestar los recursos y las flaquezas de cada uno y también del grupo. El tiempo del campamento creó lazos muy fuertes entre los chicos y de ellos con los docentes. Eran sin duda catorce días muy

intensos. De hecho, algunos profesores se permitían soltar lágrimas en el momento de cambio de los grupos, en tanto que los restantes se esforzaban para recibir con alegría a los nuevos participantes. En el primer año de campamento tuvimos un Médico que no estaba preparado para experiencias como esa y se mostró demasiado participativo de la vida y las actividades. Cumplía satisfactoriamente con las necesidades de atención de la comunidad, dado que teníamos el compromiso de atender un dispensario en la escuela de colonia Suiza dos veces por semana, pero no se integro al espíritu del campamento. En cambio, a partir del segundo año contamos con médicos que se integraron de manera adecuada y aportaron muchísimo en el cuidado de la salud y la valorización del cuerpo. Incluso realizamos en ese momento algunas actividades de educación sexual que ayudaron a comprender mejor un tema que era tabú en esos tiempos. Los finales de campamento incluían un torneo deportivo y un festival de teatro. Esos eventos fueron muy ricos y generaron un gran espíritu de participación. De hecho, pudimos ver los avances de los chicos en los nuevos aprendizajes. Debemos considerar que para la mayoría de los acampantes, las manifestaciones expresivas resultaban difíciles y el programa, el entorno y la vida de los grupos los estimulaba a experimentar nuevas formas de conocimiento y nuevas formas de participación. El trabajo fue un vehículo privilegiado para el intercambio de roles y para desarrollar la autoestima. Aquel primer campamento nos dejo una enorme fuerza para trabajar en el año y para empezar a planificar el próximo verano. Billy Reynal nos desafío a duplicar el número de chicos, Nelly estaba muy contenta con la experiencia y visitó el campamento varios días. Nos pusimos también a convocar a otras organizaciones y personas para participar de la iniciativa del matrimonio Reynal. Paul Hirsch les dijo :”Esta es una iniciativa que no es para dejarlos solos”. Tuvimos entonces colaboraciones de diferentes personas y empresas, entre otras mi suegro Juan Mandelbaum, presidente de Continental, colaboró con comida no perecedera y con quesos!! Tuvimos dos buenos artículos en los diarios, uno que tuvo gran repercusión fue escrito por Luisa Valenzuela en la Revista de la Nación, el otro fue redactado por Jean Claude Fernández para el Herald. Los dos mostraron claramente los objetivos del programa y fueron importantes para la construcción de la identidad del Campamento. La revista de Las Promesas, a cargo de John Mandelbaum, busco estimular la interrelación entre los diferentes centros, responder a cuestiones de interés para los chicos y ofrecer artículos y cuentos accesibles para los participantes. Me quedo sin contar el origen del nombre y del símbolo. El doce de octubre, durante el primer viaje para recorrer el lugar y armar el campamento, durante el vuelo Nelly, Antonio, Billy y yo, decidimos entre todos el nombre” Las Promesas”. El símbolo fue propuesto por Nelly por la Vaquita de San Antonio, la vaquita de la suerte. Mi amigo Oscar Smojes, pintor argentino y dibujante publicitario, hizo el logo gratuitamente. Propusimos también que con posterioridad al campamento, seguiríamos a los chicos en sus ciudades de origen durante el año, en los lugares que los gerentes de Austral

encontraran para reunirse. Nelly apoyó de manera decidida esa posibilidad. Ello dio origen a una serie de Clubes, que no solo sostuvieron la actividad durante el año sino que además, permitieron multiplicar la cantidad de personas beneficiadas. (1) Después del tercer campamento el directorio de Austral decidió que deseaba orientar el esfuerzo de sostén del programa a los hijos de su personal. Nelly Reynal no participaría más en el proyecto, por lo que algunos de los miembros decidimos no continuar en Las Promesas. Jorge Basile quedó como director y Delia Rokjo continuó como cocinera. CAMPAMENTO LA SORTIJA La pérdida del apoyo económico de Austral nos enfrentó con un gran desafío: sostener la actividad y la estructura que se había montado a nivel nacional (2). La apuesta pasó por ofrecer a grandes empresas y sindicatos, la posibilidad de solventar campamentos para los hijos y familiares de sus empleados. En el verano de 1975 se inició esta nueva fase en Bariloche y en Córdoba. El sitio elegido en Bariloche fue un terreno que el Sr. Moreno tenia sobre el camino a Llao-Llao en el Km 16, un terreno similar al de Las promesas, con costa sobre el Lago Nahuel Huapi y bosque del otro lado de la ruta. Recibimos chicos de empresas como Acindar, Petrosud, Insud, Archinit, Scholnik. También incluimos algunas familias que compraban las vacaciones para sus hijos. Organizamos estos encuentros de modo que por cada dos chicos pagos pudiéramos llevar a uno proveniente de los clubes armados en los barrios de las ciudades donde trabajábamos. Eso lo logramos con la contribución de lo que fue después la Fundación Antorchas, que instaló el salón comedor y compro las carpas y las bolsas de dormir, las camperas y todo el material de cocina. El programa del campamento fue similar al de Las promesas, con un énfasis mayor en la integración con otras instituciones que trabajaran con chicos. El segundo año vinieron chicos de Oprovi, la organización para huérfanos que se formo en Europa después de la guerra y en Argentina fue desarrollada por Monseñor Gardela. La participación de estos niños aportó emociones y sentimientos hasta entonces no manifiestos en esta comunidad. De hecho, nos exigió una mirada desde la complejidad para participar con las contradicciones que generaban la mecida de padres y familia en un medio donde, en los diferentes niveles socio económico, educativo y espiritual, la familia era la institución que sostenía el intercambio de diferentes usos y valores El nombre elegido fue La Sortija, por el juego criollo de sacar el aro corriendo con el caballo. El símbolo adoptado fue el zorro, porque debíamos ser astutos para poder sostener el programa con fondos tan escasos. Acentuamos aquí el esfuerzo que todos estábamos obligados a hacer por las exigencia de entrar a un mundo de competencia, con pocos recursos comerciales y con la necesidad de contar con una medida constante de la calidad que ofrecíamos. Obviamente, las empresas que mandaban hijos de su personal, hacían periódicas visitas durante el campamento. Teníamos cuatro turnos de entre doscientos y doscientos cincuenta participantes. El campamento estaba dividido en dos, una zona más cerca de los salones y los baños, era para los chicos menores y la otra, más alejada, para los adolescentes y los chicos de 11 y

12 años. La estructura del campamento estaba hecha en grupos mixtos de 10 integrantes, con un guía y un profesor cada dos grupos. Contaba además con uno o dos profesores de música, un profesor de teatro, un medico permanente, dos vice directores, un director, una cocinera y una auxiliar de cocina. El trabajo de los chicos en el mantenimiento y cuidado del campamento era muy intenso por el tamaño de la comunidad y reitero, fue fundamental para la integración. Los chicos pasaban entre 20 y 24 días según las posibilidades de transporte, no contábamos con el transporte maravilloso de Austral y no era fácil en ese momento conseguir buenos ómnibus a un precio accesible. El transporte fue difícil y de hecho, encarecía mucho el precio final. En Bariloche conseguimos algunas colaboraciones como por ejemplo, pasajes gratis en el Cerro Otto y en el Catedral. Algunas veces , lanchas gratuitas nos permitieron visitar la Isla Victoria, donde pudimos armar un vivac por una noche. Los guías armaban el programa para su nivel, con los profesores que tenían asignados. Además accedían a cursos de formación e intercambio que los preparaban para la conducción de grupos, junto a otros jóvenes de sus ciudades. En general los guías habían sido acampantes, pero otros se integraron en Buenos Aires, durante el desarrollo de actividades espontáneas que realizábamos en paseos, plazas y lugares públicos. Buscábamos con este trabajo formar a los guías en la conducción de actividades de juegos, plástica, música, movimiento. Para los participantes era un espacio de experimentación inesperado que favorecía la participación de familias, grupos de amigos o simplemente personas solas, que pasaban por el lugar. De esta experiencia surgieron algunos pedidos para organizar juegos para chicos en diferentes lugares. Uno que tuvimos durante dos años seguidos fue la exposición de La Rural de la Infancia, donde presentamos un lugar de juegos con los inflables. Una experiencia muy interesante fue la organización de concursos de dibujo para crear tarjetas de Navidad. Esta iniciativa no solo brindo muy buenas oportunidades de participación, sino que además generó buenos intercambios y permitió recoger fondos a partir del trabajo conjunto. También en los torneos juveniles nacionales tuvimos dos equipos de Handball con buen resultado. Las dictaduras militares de los años setenta afectaron nuestra actividad de diversas maneras. Por ejemplo, estábamos organizando un intercambio con Chile cuando el golpe militar de Pinochet lo interrumpió. En Argentina, el ejercito nos sugirió que no trabajáramos en Tucumán por la actividad de la guerrilla. En ese momento, Nelly Reynal nos presentó a un Coronel, quién gestionó una autorización para hacer campamentos en distintos lugares del país. Gracias a ella, en las dos oportunidades en que el ejercito ocupó el campamento en Salta y Bariloche, los militares finalmente se retiraron. También nos ayudó para trabajar en la villa 31, donde hubo retenes de las fuerzas militares que dificultaban el ingreso. Finalmente, el régimen militar restó entusiasmo a las empresas en relación con el trabajo social destinado a sus empleados. Al quedarnos sin los contratos de empresas y sindicatos, no pudimos continuar más allá del año 81. De todos modos, con la democracia hicimos dos últimos campamentos para el sindicato UPCN.

Buenos Aires, Octubre de 2012 OCTAVIO GARCÍA FAURE (1) Los clubes fueron fundamentales para permitir que los acampantes de mayor edad se formaran como guías o ayudantes de profesor. La actividad de estos clubes era nutrida. El miércoles se reunían los guías para hacer actividades en conjunto y para planificar el trabajo a realizar con los más chicos. Por otro lado, durante la tarde del sábado estos guías trabajaban con los más pequeños, aquellos que estaban en la Escuela Primaria. En esos encuentros se reproducían las estrategias formativas propias del Campamento: deportes, plástica, teatro, música, eran las actividades que todos los fines de semana invitaban a acercarse a los más chicos e incluso a sus familias. (2) A mi juicio este debe ser uno de los logros más destacables de Octavio y de quienes lideraban la organización. La tozudez con la que se esforzaron para continuar. El esfuerzo permitió mantener abiertos los clubes distribuidos por todo el país. Gracias a que los líderes ya tenían un cierto nivel de formación, pudieron continuar sin el apoyo de profesores profesionales rentados. Esto último es aporte de José Luis. October 31, 2012 at 12:42 AM · Public