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La escritora (1) Autor: Zorro Blanco Categoría: Incesto La escritora es mi mamá, yo soy Guillermo su hijo, actualmente tengo 18 años y estoy de vacaciones con ella. Estaremos juntos todo el verano en esta casa rural a las afueras de un pueblo pequeño donde ella busca tranquilidad, según dice. A mi la verdad es que me disgusta estar aquí en lugar de estar con mis amigos en la playa o la piscina, y debido a esto aún estoy disgustado con ella. Ya anoche tuvimos una acalorada discusión sobre este asunto y eso que sólo había pasado un día desde nuestra llegada. Estamos rodeados de olivos y montes donde según dice ella podremos dar largos paseos y hablar. No entiendo su afán por hablar, hablar de qué, después de todo ella pasó todo el año viajando y apenas nos vimos y ahora me trae a esta casa solitaria, vieja y aburrida, con sus paredes de piedra y barro blanqueadas. Definitivamente yo soy un chico de ciudad y creo que eso no lo va a poder cambiarse. Después de tanto discutir ella terminó llorando —odio que haga eso, yo ya no lloro—, aunque en el fondo me dio pena pues era mi madre y en el fondo me dolía verla así de apenada. El caso es que cuando se consoló me prometió que si en una semAroa seguía queriendo irme me llevaría de vuelta con mi padre y podría ir a la piscina y a la playa con mis amigos en la ciudad. Esta mañAroa nos hemos levantado muy callados, yo no se que decir y ella creo que tampoco. Apenas me ha preguntado que quería para desayunar y luego cuando he bajado después de lavarme me he encontrado que había preparado otra cosa, tostadas con aceite y leche con cacao fresquito. Sólo me ha gustado esto último en principio aunque después de insistir me lo he probado y me ha gustado, normalmente no tomo pan con aceite y lo cierto es que su sabor me gusta. Según dice es lo típico por aquí, también ha preparado tomate triturado y se lo ha echado a otra tostada y el efecto me ha gustado aún más, saben mucho estos andaluces. Cariño, ¿te apetece pintar? ¿Cómo dices? Que si te apetece pintar, es que el dueño de la casa me ha dicho que perdonase el estado de la casa que tenía que haberla pintado pero que su mujer tuvo un accidente en primavera y no pudo hacerlo, entonces yo le he propuesto que si él traía las brochas y la cal nosotros lo haríamos, ¡vamos será divertido! Vaya, y encima de pagarle por estar aquí vamos a tener que pintarle la casa —protesté yo indignado por su ingenua actitud. ¡Será divertido! Por las mañAroas pintaremos y por las tardes daremos paseos y nos bañaremos en el río que no está lejos de aquí. No te lo había dicho pero el dueño me ha comentado que tiene cercada toda la parcela y que parte del río pasa dentro de la misma y podremos bañarnos con intimidad en él, imagínate lo, ¡un río para

nosotros sólos! Mi madre parece estar mucho más ilusionada que yo, pero no quiero comenzar otra discusión así que accedo a pintar. Después de todo, sino qué vamos ha hacer aquí todo el día sin ir a ningún sitio. En una nave contigua a la casa el dueño había dejando todos los apaños para pintar, brochas y cal. Yo desconocía aquella faceta de pintora de mi madre pero al parecer cuando era joven lo hacía en su casa del pueblo. Ya llevamos una hora pintando, el calor empieza ha hacer mella en nosotros, menos mal que el corral son apenas cuatro paredes sin mucha complicación y no tardaremos mucho en acabarlo. Pintamos en silencio y este silencio me hace reflexionar, pienso en mi madre, la veo pintando junto a mi y recuerdo que la echaba de menos. Desde que se divorciaron, apenas pasamos juntos el verano y algunos fines de semAroa. Este año ha sido especialmente intenso pues ha publicado un libro y ha estado de gira, por lo que apenas nos hemos visto. ¿En qué piensas Guille? - me pregunta mi madre rompiendo el hielo. En nada – contesto yo de forma seca. Sabes, trabajar es bueno, relaja los músculos y la cabeza, pues mientras trabajas puedes pensar con claridad, por eso te preguntaba en qué piensas. Bueno pensaba en lo poco que nos hemos visto este año. ¡Lo siento hijo, ya sabes que publiqué el libro y he estado muchos meses de viaje! Ya lo se mamá, supongo que es muy bueno para ti. Si, se está vendiendo bien, creo que no tendré que publicar otro hasta dentro de dos o tres años. Con lo que ahora nos podremos ver más. Por eso quería que vinieses aquí conmigo para poder estar juntos, ¿lo entiendes? Aunque ya sé que es un fastidio no tener a los amigos cerca, pero hijo piensa que es para poder recuperar el tiempo perdido. Continuamos el trabajo, mi madre ahora tiene que subirse a una escalera y me pide que se la aguante mientras ella pinta. Tengo la camiseta manchada por el sudor y ella también tiene su camisa mojada, para refrescarse se ha desabrochado dos botones de la misma e incluso se le ve el sujetador. La verdad es que me da vergüenza mirar, es el tabú de ver desnuda a la madre propia lo que me hace sentir remordimientos aunque admito que se conserva muy guapa para su edad, y la encuentro más delgada, se ve que con tanto viaje ha comido poco o mal y ha perdido peso quedándose con una buena figura. Ahora que sujeto la escalera me doy cuenta con cierto espanto de que al mirar para arriba sus nalgas se muestran ante mi sin tapujos, puedo también verle las bragas blancas que lleva y durante unos instantes me quedo absorto en su contemplación, pero de nuevo el pudor me hace apartar la vista. A mis dieciséis años me considero sexualmente muy activo, me masturbo varias veces al día, me excito contemplando un par de revistas porno que escondo celosamente entre mis libros que supuestamente he traído para repasar. Una de ellas me gusta especialmente pues es muy guarra y se ven unas mujeres impresionantes, junto a escenas muy escabrosas donde los tíos eyaculan en sus caras y cuerpos. Me pregunto como conseguirán captar los chorros de leche en pleno vuelo, casi sólidos. Y absorto como estoy en mis íntimos pensamientos no

tarda en ponérseme dura bajo las bermudas, y en desear que llegue la siesta para aliviarme esta excitación que tengo. De nuevo miro hacia arriba y veo los muslos sudorosos de mi madre que se afAroa en continuar pintando, también me fijo en lo empapadas que tiene las bragas, especialmente entre cachete y cachete, en lo que sería la raja del culo. Entonces surge lo inesperado y me doy cuenta de que mi madre se ha dado cuenta. ¡Guille, no me estarás viendo las bragas! - exclama para mi vergüenza. Sin saber qué hacer o qué decir miro para abajo sintiendo como el calor que me ruboriza sube hasta mi cara. Es broma hombre, no te avergüences, sólo bromeaba. De todas formas soy tu madre, no sería la primera vez que me ves las bragas. Continuamos pintando, pero ahora ya mi madre baja de la escalera para mi alivio, pues la situación se había tornado muy embarazosa. Tengo gAroas de hacer pis, pero lo voy ha hacer aquí mismo en el caño que hay en el centro del patio hijo, no me apetece subir a la planta de arriba de la casa, así que sé discreto y no mires, ¿vale cariño? - me pide mi madre para asombro mío. Está bien mamá, no miraré –contesto yo algo escandalizado. Mientras continúo pintando no puedo evitar oír el chorro que cae con fuerza en el agujero y siento la tentación de mirar de reojo pero el complejo de Edipo me lo impide, así que lucho por no hacerlo y que se pueda dar cuenta. Es extraño, siento morbo ante esta situación y rechazo al mismo tiempo. Oye Guille, qué te parece si preparo unos bocadillos y nos vamos a pasar el día al río, nos podemos bañar allí y hasta echar la siesta, según me ha dicho Cipriano hay sombras de álamos que crecen junto al río y estaremos muy bien. Bueno - me limito a decir, pues estoy bastante cortado con los últimos acontecimientos. Saludos cordiales. ([email protected])

La escritora (2) Autor: Zorro Blanco Categoría: Incesto ¡Qué vergüenza hijo, no lo sabía! – exclama mi madre ruborizándose... Continuación de: La escritora (1)([email protected]) Al terminar nos ponemos los bañadores y las camisetas, y sin ducharnos, pues al fin y al cabo nos vamos a bañar ahora mismo, emprendemos camino hacia el río. Creo que debe de estar a un un kilómetro más o menos y el paseo se nos hace interminable bajo el intenso sol. Menos mal que vamos provistos de sombreros que hemos encontrado en el pajar del cortijo. Al llegar al paraje comprendo por qué aquello se lo recomendó tanto el casero, en medio de gigantes álamos, que proyectan grandes sombras, vemos una presa natural hecha en el el cauce del riachuelo que pasa por allí, que cae en una pequeña catarata en la parte de arriba dejando el agua mansa permanecer en la poza que forma nuestra piscina privada y salvaje. Inmediatamente nos metemos en el agua, pero descubrimos con sorpresa lo fresquista que está y se nos quitan las gAroas de tirarnos de cabeza, teniendo que meternos poco a poco adaptándonos a su temperatura. Mientras nos metemos no puedo evitar fijarme en lo duros que se le han puesto los pezones a mi madre, es curioso nunca había reparado en lo grandes que los tiene, y no es que tenga los pechos muy grandes, es ciertamente curioso. Sin duda el frío del agua hace que se le ericen de esa manera tan espectacular, pienso. Está fresquista, ¿eh? Sí, muy fría, especialmente cuando llega a ... – tengo que detenerme pues iba a soltarle una burrada a mi madre. ¿Al los huevecillos? – termina afirmando ella dada mi timidez. Si, a eso – contesto yo mientras nos reímos a carcajada limpia– . Oye mamá pues a ti lo que se te pone tieso es otra cosa, afirmo yo tras el regocijo en que hemos entrado sin pensar en las consecuencias. Para colmo mi madre parece no haber cogido el chiste y se sonríe aunque extrañada trata de averiguar lo que ha llamado mi atención de su Anatomía. No tarda mucho en darse cuenta lo abultado de sus pezones y entonces su risa cambia volviéndose algo más una risa nerviosa que graciosa. ¡Qué vergüenza hijo, no lo sabía! – exclama mi madre ruborizándose. No te preocupes mamá, es algo natural, ¿no? Bueno sí –afirma finalmente relajándose después de todo. Ya más adaptados al agua nadamos un rato y descubrimos que no está tan fría una vez metidos dentro. ¿Tienes hambre cariño? ¡Un montón! – contesto al instante pues tanto pintar ha despertado mi voraz apetito. Nos salimos y buscamos una sombra a la que extender las toallas. Nos sentamos y comenzamos a devorar los bocadillos y los refrescos que hemos traído. Al final decidimos echarnos la siesta y nos tumbamos uno junto al otro, pero en distinta toalla claro, y

nos quedamos dormidos. No sé cuanto tiempo he pasado durmiendo, lo que sé es que he descansado muy bien, se nota que el trabajo también da sueño. Mi madre aún duerme en su toalla a mi lado. Entonces no puedo evitar el contemplarla. El bikini le sienta muy bien, con lo seca que se ha quedado, es rosa, yo diría que hasta un poco provocativo pues su tamaño se podría decir que es reducido aunque sin llegar a ser escandaloso. Ella duerme plácidamente mientras yo la observo. Sus pezones ya han vuelto a su estado natural. Su pelo rubio ondea suavemente con el suave viento que corre. Hace mucho calor y el viento está igualmente caliente y es sofocante. Este calor provoca un nuevo efecto inesperado en mi, despertando la impaciente que quiere pedirme guerra, pero no puedo, mi madre está justo a mi lado. Así que la olvido esperando que se tranquilice un poco... He intentado cerrar los ojos y seguir durmiendo, pero la excitación que tengo me lo ha impedido, al hacerlo veo a mi madre en bikini y no puedo quitarme de la cabeza pensamientos pecaminosos respecto a ella. Mi mente está confundida, por un lado siento deseo y atracción sexual hacia su cuerpo y por otro rechazo ante algo prohibido, algo que la sociedad me ha dicho que está mal. Incluso se me ha pasado por la cabeza la idea de acariciarle un pecho mientras duerme, o incluso bajarle un poco el bañador para mirar el secreto que se esconde tras su tela, pero el miedo a que se despierte y se de cuenta de lo que hago me paraliza y soy incapaz de intentarlo siquiera. Las imágenes lujuriosas continúan pasando por mi mente sin yo poder hacer nada para evitarlas, sólo repudiarlas al olvido conforme van llegando, o al menos intentarlo, pues el morbo que me producen me hace a la vez desearlas. Harto ya de psicosis decido levantarme y bañarme en la fresca charca a ver si el agua fría aplaca mi dilatada imaginación. Ahora está menos fría la entrar así que en unos segundos estoy chapoteando en el líquido elemento. Mientras tanto mi veo a mi madre desperezarse de sus siesta y saludarme mientras me baño. Tras unos minutos, mi madre termina de desperezarse y se lanza literalmente al agua estilo “bomba” consiguiendo salpicar mucha a gua. Muy sonriente se acerca hacia mí y comienza una peleilla para darme una ahogadilla, me coge por la espalda e intenta tirarme para atrás, yo me resisto un poco pero finalmente me dejo sumergir. Tras unos segundos salgo de nuevo a la superficie y ahora la agarro yo a ella para pagar su ofensa con la misma moneda, ella se resiste más. La cojo por la cintura desde su espalda y sin querer en el forcejeo aprieto sus pechos y pego su culo contra mi pene, por unos segundos soy consciente del magreo fortuito que estoy disfrutando, finalmente ella se deja sumergir y yo la libero para dejarla salir. ¡Qué divertido verdad! - comenta mi madre muy sonriente. Sí, el agua está muy buena ¿verdad? Si mucho, está estupenda. Continuamos jugando en el agua, aunque ya apenas hay contacto corporal, nadamos juntos y echamos carreras de un extremo a otro de la charca. El agua está un poco verdosa pero en general está aceptablemente limpia. Saludos cordiales.

La escritora (3) Autor: Zorro Blanco Categoría: Incesto ¡Mm... hueles de maravilla mamá! También les dejo los dos relatos anteriores: Primera Parte y Segunda Parte Tras el día en la charca, al atardecer volvemos al cortijo, nos duchamos y nos vestimos para salir a pasear por el campo. El Sol está ya muy bajo en el horizonte y el cielo, después del calor que ha hecho hoy hay calima y ésto hace que el cielo no se azul sino más bien se torna pajizo. Subimos aun cerro para ver mejor la puesta de sol y nos sentamos en unas piedras salientes. ¿Te gusta el espectáculo? -me pregunta mi madre cogiéndome la mano. Si, es una puesta de sol preciosa. Merece la pena aburrirse todo el día para ver esto, ¿oh no? Yo no me he aburrido mamá. Es que como decías que estar aquí era muy aburrido. Bueno, tal vez me equivocaba -admito yo finalmente. Mi madre me echa su brazo por el hombro y se acerca más, entonces puedo oler más intensamente su perfume, es delicioso. ¡Mm hueles de maravilla mamá! Vaya, creo que igual me he pasado, ¿te gusta el perfume? Mucho -reitero yo-, y no te has echado mucho, es que al estar más cerca huele más. Mi madre sonríe y me da un sonoro beso en la mejilla. Ciertamente eres un encanto Guille. Oye mami, ¿sabes que te quedaste más flaca de tanto viajar? ¿En serio? Y cómo me ves, ¿más guapa así? ¡Oh sí, estás muy guapa mami! ¿Te has echado novio por ahí viajando? -le pregunto yo de sopetón casi sin pensarlo. ¡Oh, no! No he tenido tiempo ni para eso hijo, ¿y tú, tienes ya alguna chica que te guste a la vista? ¿Yo? Tampoco, la verdad es que me da mucha vergüenza hablar con ellas mami. Ella me acaricia el pelo y suspira. ¿Pero por qué, las chicas no muerden? Sólo tienes que hablar con ellas como si lo hicieses conmigo, sin vergüenza, no tienes nada que temer. Si, pero es que luego a la hora de la verdad me da corte, y más si es una chica que me gusta. Entonces, ¿te gusta alguna, no? ¿Y cómo es ella? Parece que mi madre siente curiosidad por conocer mis escarceos amorosos con las chicas, aunque la verdad es que no hay mucho que contar, salvo claro, las pajas que les dedico en la intimidad, pero eso mejor que quede para mí. Bueno sí, me gustan unas cuantas, porque son muy atractivas, tienen unas pedazo de... -dejándome llevar por la confianza meto la pata hasta el fondo, esto me pasa por no medir mis palabras. ¿Sí, en serio? ¿Entonces te gustan las chicas con mucho pecho? Bueno sí, perdóname mamá yo no quería decirlo así, me refería a que son muy guapas y van siempre muy arregladas. No te preocupes Guille, es normal que te fijes en el cuerpo femenino, todos los hombres lo hacen. Ella parece muy comprensiva, aunque yo estoy muy colorado, menos mal que está oscureciendo y no se me debe notar. A continuación nos quedamos cayados,

limitándonos a contemplar la puesta de Sol. Finalmente mi madre vuelve a interesarse por mi vida sexual. Entonces Guille no tienes ninguna amiga especial, ¿no? No mamá, ya te he dicho que me da mucha vergüenza hablar con las chicas. No sé hijo, me produce curiosidad saberlo, lo admito, quiero que sepas que cualquier cosa que quieras saber sobre las chicas, me la puedes preguntar con total libertad. Gracias mami, a lo mejor en otra ocasión se me ocurre algo. El Sol ya ha bajado completamente tras la línea del horizonte, por lo que nos levantamos y volvemos caminando hacia la casa. Ya de camino me surge una pregunta que hacer a mi madre, pero me da un poco de vergüenza, así que dudo en si hacérsela o no durante unos minutos. Finalmente se la suelto... Oye, mamá, tengo una pregunta sobre las chicas. ¿Sí, ya te has atrevido? Adelante, pregúntame lo que quieras. Las niñas a mi edad, ¿siente el mismo deseo sexual que los chicos? Mi madre en principio se queda algo extrañada por la pregunta, pero reflexiona unos momentos y después contesta. Hijo, el deseo sexual a vuestra edad es cuando comienza a despertarse. Es normal que sintáis curiosidad los unos por los otros y que tengáis dudas en lo referente a este tema. El deseo es distinto en los chicos que en las chicas, por lo que yo se, los chicos tenéis normalmente un mayor deseo sexual a esta edad, las chicas en cambio no tanto. Pero eso no quiere decir que no lo tengan, sino simplemente que le dan un poco menos de importancia que vosotros. Hay que admitir que se ha esforzado por aclarar mis dudas, tras explicármelo espera unos segundos antes de interesarse por si lo he entendido. No sé es a esto a lo que te referías hijo, ¿era lo que querías saber? Entonces es normal que los chicos pensemos mucho en el sexo, ¿no? Sí, es todo tan nuevo para vosotros que os apasiona, supongo que por eso lo “pensáis tanto”. Otra cosa mamá, es que algunos amigos dicen, que... bueno que masturbarse es malo, que se te puede caer el cabello, ¿eso es cierto? ¡No, claro que no! Ese acto es también natural, os sirve para conocer mejor vuestro cuerpo y sobre todo vuestro pene. ¡Ah, vaya, pues hay mucha gente que piensa que es malo! Continuamos de regreso, los árboles ya son sombras en la penumbra que empieza a cernirse sobre el campo. ¿Tú te masturbas mucho Guille? ¿No me refiero a que hacerlo mucho sea malo, sino a si lo haces con mucha frecuencia? Bueno mamá, pues lo normal supongo. A lo mejor un par de veces al día. Una por la mañana y una por la noche. Si, está bien -contesta ella dándolo por razonable. Aunque en este punto me he permitido mentir un poco por vergüenza, pues no quería contarle que lo hago hasta cinco veces en un día, no tengo tanta confianza con ella. ¿Y las mujeres cuanto lo hacéis? -pregunto yo ahora aprovechando para saciar mi curiosidad. Pues nosotras algo menos, digamos que dos veces por semana, a veces tres pero no te tienes que preocupar por eso, ya te he dicho que nosotras a vuestra edad somos distintas. ¿Y tú lo haces ahora? Cómo me has dicho que no tienes novio. Hombre, pues sí, como estoy sola lo hago de vez en cuando, cuando siento necesidad. La conversación está llegando a límites

realmente morbosos y siento confianza como para continuar preguntando. ¿Y eso cuantas veces es? -le pregunto yo presionándola a lo mejor en exceso. Pues vaya, ¿qué pillín estás hecho eh? Bueno una vez por semana más o menos. ¡Qué poco, comparado conmigo! ¿no? Como ya te he dicho es distinto hijo en la mujer y en el hombre. No se puede comparar. Desde luego mi madre se está portando, no tenía ni idea de que fuese tan liberal. Ya de pequeño cuando me explicaron de dónde vienen los niños, recuerdo que ella ponía mucho empeño en que lo entendiese y me hablaron de todo, del pene, de la vagina y de cómo se hace el amor. Oye Guille perdona si te parezco muy atrevida, pero es que siento curiosidad, ¿te han salido ya pelillos en el pene? Ante esta nueva pregunta morbosa me quedo bastante pasmado, aunque decido contestar, después de todo la sinceridad es buena en familia. Sí, unos pocos me están saliendo ahora. Ah ya, sí es normal, las niñas a esta edad también es cuando les nacen en la vagina. ([email protected])

La escritora (4) Autor: Zorro Blanco Categoría: Incesto Ya de madrugada mi madre me despierta con un beso y me pide que me vaya levantando. Recomiendo leer el: Relato Anterior Ya llegamos a la casa, y para mi asombro escucho ruidos extraños, como de animales. Mi madre se alegra y entonces me explica, mientras nos dirigimos a unas cuadras que hay en la parte de atrás de la casa que ha pedido a Cipriano que nos traiga algunos animales de granja para entretenerlos mientras estamos aquí. Una vez en la nave, enciende la luz y podemos ver que hay gallinas al fondo, un par de cabras en una pared cercadas por un muro de media altura y en frente descubrimos una burrita. Mi madre entra en la habitación donde está y se pone a acariciarla, invitándome ha hacerlo, aunque a mi me da bastante reparo, por si se no le gusto y me da una coz. Por lo visto es muy mansa, así que concierto temor me acerco y lo compruebo por mí mismo. Ya verás, nos comeremos los huevos de las gallinas y ordeñaremos a las cabras por la mañana, y esta burrita nos puede pasear por el campo, se ve que está bien cuidada. Este Cipriano es un sol, no ha puesto ninguna pega y ha cumplido a la perfección. A mi lo que me llama poderosamente la atención es la vagina de la burrita, la tiene toda negra, aunque descubro que también parece estar como mojada, a lo mejor es de haber hecho pis pienso. En mi mente surge una idea, “¿y si probase a copular con la burrita?”. Pero inmediatamente me surge la duda sobre cómo reaccionará el animal ante estos tocamientos, tendré que ser cauteloso cuando lo intente. Tras el largo día estamos cansados así que cenamos y nos vamos a la cama temprano sin ver la tele, por lo visto también habrá que madrugar mañana para echarle de comer a los animales y seguir encalando. Ya de madrugada mi madre me despierta con un beso y me pide que me vaya levantando. Ella me espera preparando el desayuno en la cocina. De nuevo tostadas con aceite, pero me gusta el menú, hoy además a incluido jamón, con lo que las tostadas saben aún mejor. Vamos a la nave de los animales y barremos a las gallinas, cabras y burra, después les echamos agua y comida en sus respectivos recipientes. Luego la diversión comienza cuando intentamos ordeñar a las cabras. Otra faceta que desconocía de la madre rural que tengo es que sabe hacerlo, y muy bien, después descubro que el tema no es tan fácil y que hay que estrujarles bien las tetas para que suelten cada chorrito de leche por lo que termina haciéndolo ella. Mientras sujeto a la cabra, observo también su vagina y me pregunto si no serán otras dos candidatas para una relación zoofílica. Bien pensado son más manejables que la burrita y menos peligrosas. Aunque me da un poco de

asco, pero lo cierto es que la excitación que me produce el pensar en estrenar mi pollita aunque sea en una vagina del mundo animal puede vencer cualquier reparo inicial ante tal acto. Sólo pienso en la ocasión propicia para iniciar mis prácticas sexuales, aunque va ser difícil pues mi madre está siempre a mi lado. Hoy toca pintar el salón de la casa, aunque técnicamente aquello sólo es parecido a un salón, pues apenas tiene una vitrina para guardar los platos y las copas y una mesa cuadrada con cuatro sillas a su alrededor. todos los muebles son de estilo provenzal, de pura y maciza madera y las paredes tienen colgados utensilios del campo, junto con una especie del candiles y objetos de bronce. Sin duda todo muy típico, todo muy de campo. El techo está cruzado por vigas de madera que por supuesto también habrá que pintar, aunque no está muy alto por lo que no nos será muy difícil el hacerlo. De nuevo sujeto la escalera y de nuevo puedo observar las braguitas de mi mamá subida a los peldaños superiores de la misma mientras pinta las vigas. Hoy son de un tono rosado, yo diría que de algodón. Al ser más temprano que ayer no estamos sudando tanto, lo que también observo en su ropa íntima que no está manchada como ayer. Hemos decidido turnamos pues pintar vigas es cansado y ella me pide que la releve, sujetándome la escalera a mí. Así la mañana transcurre sin nada de particular, más tarde almorzamos y a diferencia de ayer estamos cansados y sólo nos apetece echarnos la siesta tranquilamente en nuestras habitaciones. La verdad es que apenas he tenido con media hora de sueño, lo suficiente para reponer fuerzas y recuperarme del sopor post-almuerzo. Pero apenas he podido dormirme, pensando en escabullirme mientras mi madre echa la siesta para visitar a mis animalitos de granja. De este modo echo un vistazo al cuarto de mi madre, oyéndola respirar en profundo sueño desde la puerta. Así que nervioso y excitado me apresuro a salir de la casa, al principio sin hacer ruido para que la durmiente no despierte y una vez fuera casi corriendo hacia la parte de atrás del cortijo. Al entrar en la nave el calor es considerable, pero nada me va a detener. Paso al corral donde están las cabras y cierro la puerta tras de mí. Con tacto me acerco a ellas y comienzo a acariciarlas por el lomo para tranquilizarlas. Cojo el banco de ordeñar y me siento detrás de la que parece mas vieja, entonces pruebo a ordenarla un poco, acariciando sus ubres suavemente y piellizcándole los pezones después, consiguiendo apenas unas gotitas de leche. Con la cola se tapa su vagina así que se la levanto suavemente para verla. Ahora que me fijo, su vagina es pequeña, no sé si me va a caber el pene en ella, pero tengo que probar. Así que comienzo a frotársela con los dedos para que lubrique, tal como he leído en los libros de sexología del colegio, también le escupo para que con la saliva resbalen mejor mis dedos. Pero cuando comienzo a introducirle el índice el animal protesta e intenta zafarse de mi. Yo la retengo contra su voluntad y mientras la sujeto con una mano la penetro con la otra. Parece que la cosa funciona y está suave para recibir mi pene. Yo hace rato que estoy muy excitado, así que la libero un momento

mientras me quito las bermudas. Luego la persigo por el corral y la arrincono en una esquina, cogiéndola desde detrás intento penetrarla si éxito. El animal bala y protesta, esto me inquieta, pues mi madre podría oírlo, pero creo que la distancia que nos separa es suficiente. Apenas consigo introducirle la punta del glande y para colmo el bicho se agacha dificultándome más la penetración. Finalmente sudoroso desisto, y con la excitación que tengo termino con mi mano lo empezado, corriéndome como pocas veces lo he conseguido. Mi leche salpica a la cabra, esta es mi venganza por su reticencia a mis deseos, mañana nos volveremos a ver las caras. Antes de salir me llama la atención la burrita, deciendo entrar a “saludarla”. La acaricio por el lomo y la cabeza y ella no se inmuta, continúa comiendo paja. Entonces decido atreverme a tocarle sus parte íntimas, separándome de sus patas para evitar una posible coz. Apenas la rozo, pero ella no se inmuta, así que le toco el chocho sin miramientos, cosa que tampoco la altera. Creo que me he equivocado de animal, mañana esta burrita y yo practicaremos sexo, hasta me permito introducirle un dedo y dos en su negro chocho animal sin que esta muestre reticencias. Mi ropa huele a cabra, decido entrar a la casa y darme una ducha, por suerte mi madre aún no ha despertado. Saludos cordiales. ([email protected])

La escritora (5) Autor: Zorro Blanco Categoría: Incesto Bueno hijo, no te pienso regañar porque tengas una revista porno... Recomiendo leer antes el Relato anterior Por la tarde nos vamos a la charca y nos bañamos hasta que se hace de noche, después vamos al pueblo y nos tomamos unos refrescos y unas tapas en una terraza del bar. La gente nos mira extrañada, incluso algunos comentan que estamos en el cortijo del “Cepri” con nula discreción. Esta situación nos agobia un poco, sobre todo a mi madre, que me dice que los hombres la miran “raro”, como si yo no fuese su hijo. Incomprensiblemente piensan que pueda ser su amante o algo así. “No creo que volvamos mucho por el pueblo” -me comenta mi madre contrariada. Terminamos por irnos a dormir, no muy tarde para mañana madrugar. Aunque antes mi madre me pide que la acompañe un rato en la cama, que tiene ganas de hablar. ¿Has visto como nos miraban los del pueblo? —me pregunta contrariada. Sí, los he visto, no son muy discretos que digamos, ¿no? Pensarán que somos amantes y que soy una pervertidora de menores o algo así. Yo sonrío y trato de quitarle hierro al asunto. Déjalos, que piensen lo que quieran, nosotros sabemos que somos madre e hijo y nada más. Pues sí, pero es que choca tratar con gente así. Claro, lo entiendo, es agobiante que todo el mundo te mire y te señale por la calle. Ambos estamos en pijama, y tenemos la habitación en penumbra, únicamente se deslizan por la estrecha ventana los rayos de la luna llena que comienza su ascenso hasta el cenit, iluminando tenuemente la habitación. ¿Quieres dormir conmigo? —me pregunta de repente mi madre sin yo comprender del todo. ¿Cómo dices mamá? La cama es grande, y este cuarto parece más fresquito que el tuyo, a mi no me importa. Bueno es que no sé, yo doy muchas vueltas y te puedo despertar. Alego yo para intentar negarme a su petición, pues me apetece hacerme otra paja antes de dormirme, con el calor estoy desatado y necesito saciar mi apetito sexual. No será para tanto, anda quédate conmigo —insiste ella un poco más. Bueno, mejor otro día, vale mami. Mi madre parece comprender mi negativa a quedarme, y no es que no quiera, seguro que sería morboso dormir con ella, pero como ya he dicho la naturaleza está desatada en mi. Comprendo, quieres tener intimidad, ¿verdad? Otra noche será, vale mamá —le digo dándole un beso en la mejilla. Muy bien, que descanses y que... “disfrutes” —comenta enfatizando el disfrutes. Yo me limito a sonreír, aunque me avergüenza que piense que voy a masturbarme, aunque en verdad así sea. De modo que tras el alivio nocturno me quedo dormido hasta la mañana siguiente. Después de las tareas, ya rutinarias: el desayuno y los animales, mi madre me

comenta que quiere pintar mi cuarto. Así que emprendemos el desalojo de los muebles y sacamos las cosas de mi habitación. Para horror de quien esto escribe, la revista del “Private” que anoche me sirvió de inspiración queda al descubierto cuando retiramos el colchón. Pero Guille, ¿qué tenemos aquí? —comenta mi madre tomando en sus manos la revista ante de que yo pueda reaccionar. ¡Oye mamá, eso no...! —no sé qué decir ni qué hacer— por favor no la veas, es algo personal. Bueno hijo, no te pienso regañar porque tengas una revista porno, lo veo normal, como ya te he dicho sobre tantas cosas del sexo. Parece buena —me dice ojeándola, mientras yo me muero de vergüenza pensando en las imágenes de coños, pollas y corridas salvajes. Me da mucha vergüenza mamá, por favor devuélvemela. Mi madre se levanta del somier donde se había sentado y me la entrega finalmente. Está bien Guille puedes guardarla, aunque te repito que no me avergüenza que tengas algo así y a ti tampoco debería avergonzarte, seguro que tus amigos tienen más. Bueno sí, todos tenemos y ha veces nos las intercambiamos cuando nos cansamos de ellas, porque son muy caras. Eso está bien así ahorráis —comenta ella socarronamente. Tras el escabroso incidente continuamos el trabajo. Yo permanezco en silencio, pues estoy bastante avergonzado, pero conforme pintamos se me va pasando el trauma. Mi madre lo respeta, hasta que rompe el silencio y comienza de nuevo a charlar. ¿Te puedo hacer una pregunta Guille? ¿Una pregunta? —contesto yo temiéndome de lo que quiere hablar. ¡Tranquilo, que no voy a juzgarte hombre! Antes te contaré un secretillo mío. ¿Sabes, yo para excitarme veo películas porno, tan guarras como tu revista? ¡En serio! —exclamo yo sin poder creerlo—. Lo dices por lo de antes, para que no me sienta culpable. ¡No en absoluto, es en serio! Me encanta verlas me excito muchísimo y lego me masturbo mejor, ¿sabes? Ante la caliente afirmación de mi madre yo me quedo un tanto pasmado y no sé que decir, me limito a asentir con la cabeza. ¿Tú has visto ya alguna película de éstas? Pues... sí, en casa de un amigo... una vez —contesto yo venciendo mi timidez. Y qué, te excitarías muchísimo, ¿no? Os masturbasteis después. Verás mamá es que me da vergüenza hablar de eso contigo. Bueno hijo, si no quieres no me lo cuentes, no me voy a enfadar ni nada, aunque si quieres yo estoy dispuesta a contarte mis “secretillos” si tú también me cuentas los tuyos. Tras pensarlo un rato en silencio, decido aceptar el reto que me plantea mi progenitora y comienzo a contarle una caliente experiencia que tuve ese día con mi amigo íntimo. Bueno mamá, sí el día que vi la película en casa de mi amigo, estábamos sólos él y yo y la vimos casi entera. ¿Y os masturbasteis después? —pregunta mi madre muy extrañamente interesada en este asunto. Sí, al acabar yo estaba muy excitado, incluso me había estado tocando un poco a escondidas pues teníamos la luz apagada. Entonces mi amigo me propuso hacernos unas pajas. Yo al principio estuve reticente pero luego acepté. Entonces él me preguntó si tenía ya pelillos en el pito y yo contesté que sí. El caso es que mi amigo me propuso que nos las

enseñásemos. A mi me extrañó, pero es de mis mejores amigos y te confieso que yo también tenía curiosidad por ver otro pito aparte del mío. ¿Y os las enseñasteis? Supongo que querríais saber quién la tiene más grande, ¿no? Bueno, la verdad es que sí queríamos compararlas, supongo por saber si eramos “normales”. El caso es que las pusimos duras y las comparamos, y más o menos eran del mismo tamaño y grosor, tal vez un poco más larga la suya, pero no mucho. ¿Y pasó algo más, hijo? —pregunta ella interesándose por más detalles. Pues comenzamos a meneárnoslas en el sofá, uno junto al otro, hasta que él me propuso que porqué no nos lo hacíamos uno al otro, así nos gustaría más. ¿Y tú aceptaste? —dice ella casi saltando de la impaciencia. No sé lo que me pasó mamá, por una parte tenía dudas y por otra quería experimentar. Así que nos lo hicimos el uno al otro a al vez, cruzando las manos. Al principio no estaba relajado, pero luego lo hice y me gustó mucho... ¿tú crees que pueda ser homosexual por hacer algo así? Desde entonces no lo hemos vuelto ha hacer ni hemos hablado del tema, creo que por que nos da vergüenza a los dos. ¡Claro que no Guille, aquello fue curiosidad, nada más! El morbo de que otra persona te tocase tu pene y te masturbase. Las niñas también lo hacen ha veces... bueno a mi me pasó con una amiga y estuvimos un verano en el pueblo haciéndonoslo una a la otra y luego me volvía para la ciudad y nunca más lo he vuelto ha hablar con ella, es normal a esas edades el querer experimentarlo todo, y más si está prohibido. ¡Vaya mamá, me dejas pasmado! Nunca lo hubiese pensado. ¿Oye, encones tú ves pelis porno, en serio? En serio —afirma ella confirmando una vez mas mi pregunta. Y cuando te masturbas cómo lo haces, ¿te metes los dedos? Pues claro, las mujeres lo hacemos así y nos acariciamos el clítoris, ¿sabes lo que es? Sí, más o menos, sé que es como un botoncito que está en la parte superiror de la vajina, donde se unen los labios menores. ¡Uf, casi lo describes mejor que yo! Pues eso nos lo acariciamos y también nos metemos uno o dos dedos en la vagina mientras lo hacemos. ¡Ah! Pues qué excitante, yo como aún no lo he visto no sabría localizarlo, aunque bueno en alguna revista he visto primeros planos y tal vez si lo reconociera. No te preocupes, cuando tengas uno delante ya te explicará ella donde lo tiene y cómo tienes que tocárselo para que le guste. ([email protected])

La escritora (6) Autor: Zorro Blanco Categoría: Incesto Antes de comenzar les dejo el capítulo anterior: La escritora (5) Tengo que admitir que la conversación me ha excitado y se me ha puesto dura, incluso he pillado un par de veces a mi madre mirándome justamente a las bermudas, yo para disimular me he sentado sobre un taburete. Continuamos pintando hasta acabar mi pequeña habitación. Hoy, una vez más observo las bragas de mi madre en la escalera, son de color blanco de nuevo, pero hoy son muy transparentes, y casi le adivino la negra espesura donde se juntan sus muslos. Tras pintar, almorzamos y de nuevo nos echamos la siesta, aunque hoy no me queda más remedio que dormir con mi madre. A diferencia de ayer estoy muy excitado y uno puedo dormir, ella en cambio duerme a pierna suelta. La observo y me pone cachondo adivinar sus pechos bajo el camisón, así como mirar sus piernas desnudas y su pantaloncito ceñido a su Monte de Venus. No lo aguanto más, ella no se va a despertar así que me levanto sigilosamente y me voy a la cita que tenía con mi burrita preferida. Ella se muestra impasible ante mis caricias como ayer, es más yo diría que aparta la cola para dejarme toquetear su chocho. Aunque el bicho está muy alto y busco algo en lo que subirme. Finalmente cojo un saco de grano que está a medio llenar y lo coloco detrás de sus patas. Aupándome a él con las bermudas quitadas acerco mi excitada y dura polla a su chocho color azabache y finalmente la introduzco entre sus negros labios. Comienzo a follar a la burrita, ésta sigue impasible y se deja hacer. Su cola es un estorbo y aunque la aparto hacia un lado me impide acercarme más y llegar mejor a su coño, lo cierto es que con mi pequeña pilila apenas se debe de enterar acostumbrada a las trancas de burro, pero ella se deja hacer y espera a que me corra. Aunque la tragedia se cierne de nuevo sobre mí. Sin yo saberlo oigo a mi madre acercarse y entrar a la puerta y cuando me quiero bajar del saco ya es demasiado tarde, me pilla justamente con la polla metida en su coño, con los ojos cerrados, a punto de correrme. Cuando la oigo abro los ojos y me giro rápidamente, entonces me bajo y nervioso busco con la mirada el paradero de mis bermudas. ¡Mamá, lo siento, yo no quería...! —se me ocurre decir mientras localizo las bermudas en una esquina de la cuadra. Estoy tan nervioso que no atino a meter los pies en ellas para vestirme, de los calzoncillos por supuesto que me he olvidado. ¡Oh hijo! ¿Pero qué estabas haciendo? —pregunta ella cuando es obvio lo que hacía y me ha visto de sobra. ¡Verás mamá, te lo puedo explicar...! —contesto yo ya subiéndome las bermudas. Me doy cuenta de lo tieso que tengo el pene y de que ella me lo está viendo, también veo lo mojado que está por los

jugos del chocho de la burra. Finalmente consigo subirme las bermudas, aunque la hinchazón hace que el bulto se siga notando tras la tela. Mi madre se acerca a la cuadra mientras tanto. No sabía donde estabas, me he levantado y he salido para ver si te habías ido sólo a bañarte, preocupada por si te pasaba algo, cuando he oído ruidos aquí. Bueno mamá, es que yo... bueno... yo... Yo comienzo a llorar, no se me ocurría nada qué decir y es tal la vergüenza que sento en este instante que ha sido mi reacción más lógica. Mi madre me invita a salir de la cuadra y me toma en sus brazos, animándome a no seguir llorando. Ya está, no pasa nada, ya se que debes de estar muy avergonzado por lo que estabas haciendo, yo misma siento vergüenza por haberte pillado infraganti. Solo se me ocurre decirle que lo siento, que ha sido una tontería lo que he hecho pero que ha sido una locura que se me ha ocurrido. No importa, lo hecho hecho está, no te voy a meter en el manicomio tampoco, hijo no llores más. Continúo sollozando unos minutos, ella se sienta junto a mi en unos sacos y trata de confortarme acariciándome la espalda. Después de este tiempo dejo de llorar. Y veo que ella quiere “hablarlo” como todo lo que nos pasa últimamente, aunque decido ser yo quien se lo explique adelantándome. Verás mamá, es que el otro día al ver a la burra no pude evitar una idea que se me pasó por la cabeza. Ayer vine también en la siesta y la estuve acariciando y vi que era muy mansa, ¿sabes? Ya, y pensaste en probar a hacerlo con ella, ¿no? Pues sí y hoy no podía dormir pensándolo así que me he venido a hacerlo cuando tú me has pillado. ¡Vaya, pues de verdad que lo siento hijo! Oye, ¿pero no será malo hacerlo con una burra? —me pregunta más preocupada que enfadada. Hombre, no sé. La burra parece sana, vamos que no tienen enfermedades. No lo sé, yo como no entiendo de esas cosas. Había oído en el pueblo que algunos hombre lo hacían con animales pero nunca pensé que mi propio hijo lo pudiese hacer. Lo siento mamá, se que no debía hacerlo, pero... ¿Pero qué hijo, puedes contármelo todo, después de haberte visto quiero comprender por qué se puede hacer algo así? Bueno mamá, por desesperación, por deseo sexual. Me masturbo mucho, el otro día te mentí, hay días que necesito tres o cuatro pajas para saciarme. Y sólo de pensar en lo que se siente cuando la metes en una vagina, pues no pude evitar caer en la tentación de hacerlo con la burra, ¿sabes? Ya sé, me imagino lo ansioso que estás por soltar todas esas hormonas. No sé hijo, si no pasa nada no me importa, es decir, si la burra no te va a pegar ninguna enfermedad —afirma mi madre levantándose y yendo a ver al animal que ahora está mirándonos. Yo me levanto también y voy verla con ella. Yo veo que está bien, bueno y el... la vagina la he visto y no tiene nada aparentemente, no es que yo entienda pero es lo que parece. ¿Y te ha gustado Guille? Quiero decir que si era lo que tú esperabas. Bueno mamá, me da mucha vergüenza decírtelo pero... Sí, me estaba gustando mucho, estaba casi a punto de acabar cuando has llegado. ¡Buf vaya mala pata habrás pensado! ¿No? — exclama mi madre sonriendo por primera vez desde que ha entrado. Parece que

una vez pasada la primera impresión, ya no le importa tanto. El caso es que me he quedado con las ganas de terminar lo que había empezado. Oye, ¿y te gustaría terminarlo? ¿Cómo? —pregunto yo haciendo cómo que no lo he entendido, para ver si es verdad lo que me está proponiendo. Verás, ¿qué si te gustaría seguir un rato más y correrte dentro de la burra? Si quieres yo me puedo ir y esperar en la casa, tú te relajas, te tranquilizas y terminas la faena —me propone sonriendo y haciendo gestos toreros. ¿En serio no te importa que lo haga? Hombre, yo también pienso que esta burrita está muy sana, y después de todo también la estamos pagando así que por qué no, ¡fóllatela cuanto quieras! —grita bajito como sintiendo que la pueden oír. ¿Y tú te irás, mientras lo hago? Sí, claro cariño, no te niego que siento curiosidad por ver algo así, pero hombre, también comprendo que a ti te de reparo el que tu madre te vea hacer algo así. ¡Oye, después de todo si quieres mirar por qué me iba a importar! ¿Eres mi madre no? Además la burrita a veces se mueve y no me deja hacerlo bien, y la cola es un fastidio, me podrías ayudar, ¿estarías dispuesta ha hacerlo? ¿Lo dices enserio ahora tú? —pregunta mi incrédula madre. Completamente mamá. Verás es que en los últimos días te he contado mis secretos más íntimos y siento que puedo confiar en ti, claro si no te importa ayudarme. Pues no sé, vamos a probarlo —afirma ella entrando en la cuadra. Con un poco de reparo me vuelvo a quitar mis bermudas. Mi pene está ya flácido aunque noto que no tardará mucho en ponerse duro. El indico a mi madre que coloque a la burrita junto al saco y me subo a él. Ella se pone a un lado y le doy la cola para que la aguante. Bueno, pues cuando quieras Guille, puedes empezar —me dice mirándome el pene que continúa flácido. Me lo cojo y empiezo a menearlo suavemente, notando que la excitación crece en mi interior, hasta ponerlo duro en segundos. Observo que mi madre me mira, y aunque no me acostumbro a la idea trato de relajarme. ¿Te gusta mi pene? ¡Quiero decir que...! ¿Si lo ves bonito? —me apresuro a corregir tras haber soltado algo que no quería expresar de esa manera. Claro hijo, es bonito ver algo tan chiquito y joven... ¡bueno chiquito no es, está bien de tamaño para la edad que tienes, ya te crecerá! Me alegra que me lo digas, a mi me da la impresión de que era un poco pequeño, pero espero que crezca más. Ya verás como sí. Me acerco a la burrita y apunto hacia su vagina, deslizándola sin dificultad en su interior. La burrita sigue cooperativa. Yo comienzo moverme y veo como mi madre me observa atentamente, se la ve muy interesada en lo que está viendo. ¿Está suave? —pregunta mi madre si especificar a qué se refiere. ¿El chocho de la burra? —aclaro yo maliciosamente—. ¡Oh sí mami está muy suavecito! No tengo prisa por acabar, y me está gustando la situación así que me muevo despacio y dejo que ella me observe. ¿Lo hago bien mami? ¿Así se haría con una mujer? —pregunto yo para darle más morbo si cabe a la situación. Oh si cariño, lo haces muy bien, sigue así hasta que sientas que te corres y luego hazlo tan deprisa como puedas, verás como te gusta. Continúo haciéndolo y

observando de reojo la atenta mirada de mi progenitora, que no se pierde detalle y hasta se acerca para ver mi pene a corta distancia penetrando en al inmensa vagina del animal. Tengo una idea y decido ponerla en práctica. Deliberadamente la saco de la vagina y e intento fallar al volver a meterla, desviándola un poco hacia arriba y hacia abajo, hacia un lado y hacia el otro. Mi madre, observa el problema y no duda en coger mi pene y acompañarlo hacia su objetivo hasta que este se desliza en su interior. ¡Gracias mami! —exclamo yo exagerando el placer que estoy sintiendo con gestos desmesurados. ¡No hay de qué! ¡Todo para que mi pequeño disfrute de su burrita! —comenta ella divertida y sonriente. Continuo unos minutos y la verdad es que tengo ya unas ganas tremendas de acabar, así que decido poner el turbo y embestir con ganas a la burrita. De este modo en unos segundos me estoy corriendo en ella y caigo rendido en su grupa. Mi madre está atente todo el tiempo aunque al final cierro los ojos por los espasmo que me produce. Bueno cariño, ¡voy al baño que me estoy haciendo mucho pis! Límpiate y poco y ve a lavarte al corral trasero mientras —exclama mi madre saliendo rauda y veloz de la cuadra. Y así me abandona echado encima de la burrita. Me da la impresión de que no ha podido aguantar más su calentura y que va a hacerse una paja femenina ella ahora. Decido dejarla, tiempo habrá más tarde para pedirle que se sincere sobre si de verdad ha hecho pis únicamente. Saludos cordiales. ([email protected])

La escritora (7) Autor: Zorro Blanco Categoría: Incesto Ante mis ojos sudorosos ella se incorpora y se quita el bañador... Capítulo Anterior Tras la sesión de sexo me aseo un poco en el corral trasero de la casa, pues como yo esperaba mi madre tarda lo suyo en salir del baño. Finalmente baja muy sonriente y para mi sorpresa con el bañador puesto. ¡Vaya, al final aparte del pis también me he desalojado algo el vientre! —exclama justificando su tardanza—. ¿Oye, qué te parece si nos vamos a bañar, te apetece? Vale, me pongo el bañador y nos vamos —me limito a contestar mientras la miro de arriba a abajo, cómo intentando adivinar sus ocupaciones en el baño. Al llegar a la apacible charca, un suave viento de poniente alivia los calores de esta tórrida tarde de verano. No tardamos ni cinco segundos en estar chapoteando en el agua, y una vez dentro decidimos sentarnos en unas piedras sumergidas cercanas a la orilla. Podemos hablar de lo que hemos hecho, mami, me gustaría saber tu opinión ahora que ya ha pasado y estamos más “relajados”. Pues claro Guille, a mi me ha parecido una experiencia muy excitante, nunca había visto nada igual. ¿Te ha gustado? Me refiero a verme hacerlo con una burrita. Si, mucho. Ahora dime la verdad, cómo yo te la digo siempre a ti. Al baño no has ido ha hacer pis, ¿cierto? —le espeto sin rodeos. Mi madre se limita a sonreír ante mi insolencia y tras unos segundos en los cuales debe de haber sopesado su respuesta, contesta con su amabilidad característica. Pues claro hijo, una no es de piedra, como ya sabes yo me masturbo y con lo excitada que estaba no me ha costado alcanzar el orgasmo. ¿Te has corrido fuerte, porque mi corrida ha sido de las mejores que he tenido? Cuando yo me lo hago no siento tanto. Por todo lo alto Guille, ha sido una paja de lujo la que me has proporcionado. Oye entonces, ¿cuando crees que lo volverás ha hacer? ¡Uf, pues mañana mismo! ¿Tú me prestarás tu ayuda, no? ¡Claro que sí Guille, aparte de ayudarte disfrutaré viéndote hacerlo! El resto de la tarde lo pasamos en la charca, y por la noche tras almorzar y sentarnos un rato a contemplar este cielo tan estrellado, nos vamos a la cama. Hoy, cómo hemos pintado mi cuarto voy a dormir forzosamente con mi madre, ya me estoy excitando de pensarlo. Aunque estaba muy cansado y me quedado frito en unos minutos, a eso de las tres de la mañana me despierto, como si un reloj interno me dijese que es hora de experimentar. Mi madre respira profundamente, mostrando el profundo sueño en que se encuentra inmersa. La observo, su camisón de seda es muy finito y al tocarlo apenas se nota que esté. Ella está recostada de lado, ofreciéndome su espalda y culito, así que pruebo a tocárselo suavemente por encima del camisón. Ella no se inmuta, por lo

que aprieto más las manos y palpo la tersura de su carne redondeada. No es suficiente, ni mucho menos. Le subo el camisón y ahora palpo sus bragas y sus muslos, suavemente, apretando un poco su culo justo donde se une al muslo y el pliegue de piel es más carnoso. Junto sus braguitas y las coloco en su raja, entre cachete y cachete como si de un tanga se tratase, y palpo a placer su culo semidesnudo. Estoy muy excitado, y tengo que dejarlo unos minutos para tranquilizarme, el morbo de que se despierte y me descubra hace que el corazón alcance ciento veinte pulsaciones por minuto como mínimo. Cuando vuelvo al ataque, introduzco un dedo entre sus muslos, justo en el hueco que se forma entre ellos y su culo, donde ella esconde su secreto más íntimo. Palpo su coño y no me puedo creer que lo esté haciendo todavía. Busco el borde de sus braguitas y acaricio los pelillos que por éste se asoman. Noto su surco en relieve bajo la tela, donde ésta se hunde y le da la forma característica. De pronto, cuando voy a destapar su almeja y tocar más íntimamente su secreto, ¡ella parece despertarse! Rápidamente me giro y le ofrezco la espalda, haciéndome el dormido mientras agudizo el oído para ver si se ha despertado realmente. Falsa alarma aunque casi se despierta, al poco vuelve a resoplar profundamente. Aprovecho para contraatacar, ahora ella se ha vuelto boca arriba, por lo que sus pechos quedan a mi alcance. Los aprieto muy suavemente, sintiendo su tersura, su dulce tacto. Según he leído los pezones son la parte más sensible así que me abstengo de tocarlos, pues seguramente la despertaría. Pero me cebo con sus pechos en general, toco ambos y veo como mi mano se queda pequeña para cubrirlos, qué buen par de tetas tiene mi mami, con razón estoy tan bien criado. Bajo la mano y le acaricio el Monte de Venus, pero en dos o tres segundos ella resopla más fuerte, indicándome que se va a despertar. Inmediatamente me doy la vuelta y la escucho bostezar, ahora sí se ha despertado. Así que doy por finalizados mis ejercicios expiatorios nocturnos, que han sido muy provechosos y me han ayudado a conocer mejor el cuerpo femenino y materno más concretamente. A la mañana siguiente concluimos la rutina diaria y volvemos a colocar los muebles en mi habitación. Apenas la mesilla de noche, una cómoda y la cama tenemos que mover así que acabamos pronto. Hoy toca pintar el cuarto de ella, de modo que hacemos la misma operación que el día anterior y terminamos la faena cerca de la hora del almuerzo. Comemos y algo cansados como ayer nos echamos la siesta, aunque hoy, con los cambios de ubicación del mobiliario decidimos echar el colchón de su cama en el suelo del salón y dormimos así más mosquitos. Realmente estoy cansado, anoche me desvelé un poco con mis prácticas nocturnas así que en la siesta me dedico a dormir y relajarme. A eso de las seis de la tarde mi madre me despierta y me pregunta si quiere que nos vayamos a bañar. Yo acepto, por lo que ella se va al cuarto de baño a prepararse mientras yo me desperezo. Cuando estamos saliendo de la casa el sol aún es muy fuerte, entonces me dirijo a ella.

¿Oye, es que hoy no quieres que vaya con mi amiga la burrita? No se Guille, como tú no has dicho nada, he supuesto que no te apetecía. Pues claro que me apetece madre, por supuesto, ¿vamos? Vale, y después nos iremos a bañar. Al entrar en la nave nuestros animalitos parecen estar esperándonos. Curiosamente me fijo en las cabras y me acuerdo del fracaso del día anterior y cambio de opinión, hoy intentaré de nuevo desvirgar a estas tozudas rumiantes. Oye mami, qué te parece si me echas una mano hoy con las cabritas, me gustaría intentarlo con ellas, pues la burrita tiene el chocho muy grande y apenas lo siento, ¿tal vez con las cabras sea mejor, no crees? Hay que ver en lo que piensas, hijo. Por mi vale, también me gustará. Mi madre se sienta en el taburete de ordeñar y yo me despojo de las bermudas. Mi pollita está ya lista y esto parece sorprender a mi progenitora progenitora. ¡Vaya Guille ya la tienes dura y aún no has empezado, qué barbaridad! Si, la verdad es que sólo viendo hacia aquí me he excitado. Bueno mami, perdona si soy grosero pero tendré que escupirle en el chichi para lubricarlo. Si, claro adelante hijo hazlo, no te apures por mi. Escupiéndome en la mano embadurno con la saliva el chichi de la cabra, también me ensalivo mi pilila para que deslice mejor. Mi madre me observa, yo diría que atentamente incluso. Y tras estos necesarios preliminares intento la penetración. El animal se altera en este momento, pero mi madre la tiene cogida por el cuello y la retiene con fuerza intentado tranquilizarla con caricias en el lomo. Tras una serie de intentos, como el otro día, sólo la punta entra. Es inútil mamá, aunque mi pene no es muy grande, no consigo que entre más que la puntita. Eso va a ser problema de lubricación, escúpele un poco más hijo. Es que se me ha secado la boca y no me queda más saliva. Te ayudaré yo —se ofrece amablemente ella. Con algo de pudor mi madre escupe en el chichi de la cabra poniendo sus labios muy cerca del mismo, y con sus propias manos la extiende, incluso la penetra con un dedo comprobando su efectividad. Parece que la cabra sí está lubricada, es extraño. Oye hijo, y tu pollita, convendría también que la lubricases, pero con tu saliva. Obviamente mi madre no está por la labor de ensalivar también mi pene, el pudor es muy fuerte ante esta posibilidad. Yo lo intento pero de la excitación apenas si consigo unas gotas de saliva. Entonces ella se da cuenta de que no ha a ser posible. Bueno a lo mejor se me lubrica con los jugos de la cabra, voy a probar mami sujétala. Un nuevo intento, y aunque la situación ha mejorado algo tampoco consigo el ansiado objetivo de una buena penetración. Nada, no hay manera mami, mejor lo hacemos con la burrita. Vaya hijo, yo creo que tienes la pollita seca, te la lubricaré yo anda. Yo opto por no decir nada ante su ofrecimiento, y ante mi asombro echa una buena cantidad de saliva en su mano y generosamente la extiende por mi pene. Siento un escalofrío recorrerme la espalda en el momento que lo hace y creo que mi polla va estallar. Venga inténtalo de nuevo —me anima dándome una palmadita húmeda en el culo, pues sus mano está mojada con la saliva. Un nuevo intento y esta vez casi entra,

aunque ahora es el chichi de la cabra el que parece haberse secado con el calor. ¿Aún no hijo? Espérate un minuto que se me ha ocurrido una idea. La veo salir de la nave de los animales mientras me siento a esperar, en un par de minutos vuelve portando en su mano lo que parece ser aceite de bebé. Este aceite lo uso para la piel y es muy lubricante, verás cómo con esto no hay problema. Se acerca a la cabra y echándose una generosa cantidad de producto embadurna el coño animal. A continuación y sin preguntarme se vuelve a echar aceite en la mano y lo extiende por mi polla, con lo que nuevamente vuelvo a sentir escalofríos que recorren mi cuerpo. Tras la pausa la excitación había bajado pero al instante, con las caricias de mi madre no tardo en ponerme apunto. Como una moto empujo con furia al dichoso animal y esta vez mi polla se clava en el chichi como una estaca provocando un berrido de queja en el animal. “¡Qué se joda, que ya me tiene negro esta maldita cabra!” —pienso. Mi madre está asombrada por el ímpetu de mis acometidas y por lo bien que ha entrado ahora el tema. Yo encima con la excitación de sus caricias siento que hoy no podré aguantar mucho. ¡Tranquilo hijo, no tengas prisa! Hazlo despacio como ayer —me pide ella poniendo su mano en mi vientre y frenándome—. Sácala un poco, te noto impaciente y así no lo disfrutarás, relájate. Casi me obliga a retirarme, entonces mi polla queda en el aire, chorreando aceite y jugos animales, ante su mirada. Está bien mamá, es que estaba ya harto de no poder meterla. Mientras yo recupero el aliento y ella me mira y mira a la cabrita. De repente opta por introducir su dedo en el chichi del animal. Yo atónito me quedo observándola sin comprender su interés, ella parece deducirlo por mi expresión de asombro. ¡Uy cabrita, sí que tienes humedito el chichi! — exclama mientras introduce su dedo una y otra vez, aunque con suavidad—. A mi también me excita el hacérselo a la cabrita, así mientras tu descansas ella no se “aburre”. Oye, mamá y porqué no te masturbas mientras yo follo con la cabrita. Seguro que te gustaría hacerlo, por mi no temas estamos en familia —le ofrezco yo sin pensarlo dos veces. ¡Pero hijo! Entonces me verás... Bueno, ¡tú también me estás viendo el pene a mi y follar con la cabrita y no me avergüenzo! —le digo mostrando mi indignación. En el fondo estoy deseando ver su coño y con esta estrategia tan agresiva igual lo consiga, este es mi planteamiento y por intentarlo no pierdo nada. Está bien Guille, pero no me mires mucho el coño, ¿vale?, que a mami aún le da vergüenza. Ante mis ojos sudorosos ella se incorpora y se quita el bañador, dejándome ver su coñito rubio depilado, aunque no rapado, con la cantidad justa de pelillos en su Monte de Venus para que sea más atractivo y sensual. La veo echarse aceite en la mano, agacharse junto a la cabra y pringarse el chichi mientras cierra los ojos con cara de satisfacción. Vamos Guille, que mami está muy caliente y quiere verte follar a la cabrita mientras ella se masturba. Saludos cordiales. ([email protected])

La escritora (8) Autor: Zorro Blanco Categoría: Incesto Bueno mami, no sé que decir, tú me has complacido así que yo tampoco puedo negarme, ¿pero qué te parece si nos salimos del agua? Tengo frío. Relato anterior: AQUÍ Vuelvo a follar con la cornuda protestona y trato de no perderme detalle de lo que hace mi madre junto a ella, agachada en cuclillas. ¡Umm qué rica la pajita que me estoy haciendo, no tardaré mucho en correrme, si quieres córrete tú cuando te plazca. Muy bien mami, yo también estoy disfrutando mucho y me alegro de que disfrutes tú también conmigo, después de todo sin tu ayuda no hubiese podido follarme a esta cabra tozuda. La resistencia del animal se ha convertido en complacencia y ahora se está quieta mientras yo la embisto, y como se está portando tan bien decido hacerlo con suavidad. El orgasmo no tarda mucho en llegar y una idea pasa por mi cabeza, antes de comenzar a correrme saco mi polla de la cabra y me incorporo, comenzando a meneármela delante de los pasmados ojos de mi madre que me mira sin poder creer lo que verá a continuación. Los chorros de semen transparente se proyectan a gran distancia impactando sobre el lomo de la cabrita, aterrizando en su pelo y formando perlas blanquecinas. De reojo miro a mi madre y leo la expresión de asombro y gusto por lo que ve en su cara. Tanto es así que la veo cómo se estremece y las piernas le empiezan a temblar, cierra los ojos y aprieta la mandíbula, comenzando a respirar únicamente por la nariz. Sus manos se deslizan con frenesí bajo su chochito, y comienza a dar pequeños gritos hasta que pierde el equilibrio y se cae de culo. Pero ni en ese momento se altera y continúa gritando y corriéndose aunque ya con menor intensidad. Yo me quedo anonadado ante el espectáculo, aún recuperándome de los espasmos no dejo de mirar a mi madre mientras ella apura también sus últimas contracciones, aminorando el frenesí con que se frotaba el coño. Por fin la zorra esta ha caído, el otro día no pude follarla yo solo —afirmo finalmente. ¡Pero híjo! ¿Qué maneras de hablar son esas? —me recrimina mi madre aún tumbada en el suelo. Lo siento mamá se me ha escapado, es que le tenía ganas a la cabra esta, desde el otro día. Bueno, está bien, pero ya sabes que me gusta que hables bién. ¡Pero bueno, no ayudas a tu mami a levantarse del suelo! ¡Me habré puesto perdida! Al instante la ayudo, tomando su mano y ayudándola a levantarse. Por suerte el suelo estaba lleno de paja y sólo se ha manchado el culo de paja. A ayudo a limpiarse pasando mi mano por sus nalgas, no tándo lo sudorosas que están mientras le ayudo a despegarse las briznas de paja que, debido al sudor, han quedadopegadas a su culo. ¡Bueno hijo ya está bien! Ya

termino yo sola —me espeta de repente mostrando cierto enfado. ¿Por qué te enfadas, sólo te ayudaba? —le pregunto yo extrañado. Perdóname Guille, es que me da vergüenza que me veas así, desnuda. No pasa nada mamá, yo también estoy desnudo y ya no siento vergüenza de que me veas. Para mi desconsuelo busca inmediatamente sus bañador poniéndoselo. ¡No te quedes ahí pasmado, vístete que nos vamos a vañar! Con lo que he sudado me apetece mucho un buen baño en la charca. Ya de camino a nuestra charca particular, comienzo una caliente conversación. ¿Me ha gustado mucho hacerlo con la cabra, sabes mami? ¿En serio hijo? Es que debe tener el... bueno el chichi más apretado que la burrita, ¿verdad? Sí, justamente habrá sido por eso, cuando se le ha habierto lo suficiente ha dejado de dolerme la punta y me ha gustado cada vez más, ¡ummm! —le confieso. Ha estado bien, hacía tiempo que no tenía una corrida así. Supongo que me ha excitado verte hacerlo con la cabrita —confiesa mi madre sincerándose como nunca antes lo había hecho en este tipo de temas conmigo. Ya te he visto correrte al final, ¡hasta te has caído! —le comento riéndome, provocando igual risa en ella. ¡Qué vergüenza hijo!, ya sé que tú te has acostumbrado a que te vea desnudo pero para mi es la primera vez que me ves masturbarme y encima corriéndome así. No sientas vergüenza mami, para mi ha sido algo natural el verte. Aunque la verdad es que como aún no he visto a una mujer así desnuda y corriéndose pues admito que me ha impresionado un poco. ¿Sí?, ¡Tierra trágame! ¡Igual te has traumatizado y todo al ver a tu madre como una guarrilla tocándose así el coño! ¡Tampoco exageres mamá! —afirmo yo quitándole hierro al asunto. Ya hemos llegado a nuestra charca, que se muestra tan apacible como todas las tardes, de modo que sin dilación nos metemos en el agua, siempre helada por otra parte, por lo que entramos poquito a poco y dando respingos a cada centímetro que nuestros cuerpos se introducen en el “gélido” elemento. Oye hijo, convendría que te quitases el bañador y te labases bien bajo el agua el pajarito, pues la cabra estaba sucia y puedes coger una infección. Yo también me labaré un poco el culito por si se me ha pegado algo del suelo. Está bien mamá. Como no se donde poner el bañador opto por tirarlo a la orilla a una roca junto al agua, mi madre saca también el suyo tras quitárselo y con el mismo problema que yo opta por idéntica solución y lo lanza sobre el mío. Con algo de pudor ella comienza a frotarse bajo las aguas de la charca y sin querer me quedo observándola, por lo que se gira recriminándome mi “voyerismo”. Por lo que se acaba el espectáculo y opto yo también por girarme mostrándole que yo tampoco soy un exhibicionista aunque ella sea mi madre. Oye, no me mires tanto Guille, que me da vergüenza, y lávate tú. Tras un par de minutos de cuidadoso lavado nos volvemos a girar y nos quedamos sin saber qué decir. Oye mamá, ¿qué te parece me baño desnudo? El agua está muy fresquita y es muy agradable sentirla así íntimamente —le propongo en lo que a mí respecta, sin atreverme a proponerle que se una a mí. Me lanzo nadando y

cruzo la charca hasta la orilla cercana sentándome en unas piedras que quedan sumergidas para descansar. ¡Qué diablos! Pues yo también me quedo así, ¿a ti no te importa no Guille? ¡Claro que no mami, te lo llevo diciendo toda la tarde! Además, ¿quién nos va a ver en este sítio tan apartado y protegidos por estos álamos como estamos? Es cierto, pues ala, ¡el sujetador también va fuera! —dice mi madre despojándose de la parte superior del vikini. Se acerca a mi nadando y se sienta a mi lado en otra piedra bajo el agua. De nuevo un silencio se abre entre nosotros y lo aprovechamos para descansar y recordar con gusto los ricos placeres disfrutados momentos antes. Finalmente vuelvo a romper yo el silencio. Oye, mamá, ¿me pregunto si será lo mismo hacerlo con una mujer? Pues bueno hijo, en esencia es lo mismo, aunque si algún día lo haces enamorado de la otra persona descubrirás que es aún más placentero. El amor es muy importante en el sexo, ¿sabes? ¿Si, en serio? Y tú cuando lo hacías con papá enamorada disfrutabas, ¿más que hoy por ejemplo? Bastante más hijo, ya te digo que con amor todo es diferente. ¡Pues vaya, con lo que te ha gustado hoy, con papá debería ser la caña! —exclamo sin cortarme un pelo provocando una honda carcajada en ella. No puedo dejar de observar sus pechos, erizados como siempre al contacto con el agua fresca, redonditos y un poco caídos, sin duda las niñas de mi edad los tienen más subidos pero estos también me parecen muy atractivos, interesantes diría yo por la experiencia que habrán acumulado. Y pensar que yo un día estuve tocándolos y besándolos mientras mamaba de ellos. Tienes unos pechos muy bonitos mamá —afirmo yo girándoselos. ¡Pero hijo, que me vas a poner colorada! —afirma ella tapándoselos. Sólo era un piropo inocente mami, ¿es que no puedo decirle a mi madre que es guapa, o qué? Bueno hijo, está bien, tú también eres muy guapo, eres un sol —afirma acercándose y dándome un beso en la mejilla. Oye mamá, ¿y por qué a los hombres nos gustan tanto los pechos? Yo se los miro a las niñas de mi clase y mis amigos también y nos gustan más los más grandes. ¡Ahh pues supongo que será el recuerdo de que una vez estuvisteis mamando de unos y por eso la naturaleza os hace recordar esos momentos! ¿Tú crees que es por eso? No lo sé, no soy hombre pero es posible. Pues los tuyos son tan bonitos... ¿Es que quieres tocármelos Guille? —me pregunta divertida. ¿Te importaría? ¡Pues claro que sí, me da vergüenza! Pero, ¿por qué me los quieres tocar? No sé, por saber qué tacto tienen unos pechos, no sé, de pequeño los tocaba, ¿verdad? Claro, como todos los niños, hasta te quedabas dormido chupándomelos mientras mamabas. Claro cuando se es pequeño uno no se entera de nada, porque yo no me acuerdo. A ver, ven aquí y dame tu mano. Se ve que el tono de conversación desenfadado le ha hecho gracia y va a complacer mis deseos. Toma mi mano y la posa sobre uno de sus pechos, noto el pezón duro y el pecho también, aunque poco a poco le transmito el calor de mi mano. Ella lo pasea por toda su extensión. ¿También querrás tocar el otro, no? ¡Bu... bueno ya que estamos! Debo de ser buen

humorista pues ella no para de reír con cada afirmación mía. ¿Te gusta su tacto? Sí, son muy blanditos y suaves aunque los tienes un poco fríos del agua. Bueno me alegro que te hayan gustado ya sabes como es un pecho femenino. Ahora tienes que concederme tú a mi un deseo, ¿vale? ¿Deseo, qué te puedo dar yo a cambio? Verás Guille, quiero verte el pene de cerca, cuando te veo follar apenas lo puedo apreciar bien con la excitación del momento y me parece tan bonito. ¿Te importa enseñármelo de cerca? Bueno mami, no sé que decir, tú me has complacido así que yo tampoco puedo negarme, ¿pero qué te parece si nos salimos del agua? Tengo frío. Ya fuera del agua buscamos las toallas y las extendemos en el suelo, pero al ir a ponerla donde siempre lo hacemos mi madre me corrige. Hoy no hijo, me da vergüenza que pueda aparecer alguien y vernos así a lo lejos. Vente detrás de estos matorrales —me indica tendiendo su toalla al abrigo de unos arbustos que crecen cerca del tronco de uno de los grandes álamos del lugar. Una vez tumbados, ella observa mi erección mal disimulada. Supongo que el agua fría me ha excitado, mamí. ¿Sólo el agua? —se pregunta ella maliciosamente. Bueno, lo admito es que me ha gustado tocarte los pechos, ¿eso es malo mamá?, ya se que eres mi madre pero no he podido evitarlo. ¡Claro que no hijo! Una teta es una teta, ¿verdad? Bueno así será mejor, justo como quiero verlo, ¿entonces me dejas? Saludos cordiales. ([email protected])