La Cuarta Ola

LA “CUARTA OLA” Juan José Garrido En 1979 Alvin Toffler escribió La tercera ola, donde explicó con gran destreza la evol

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LA “CUARTA OLA” Juan José Garrido En 1979 Alvin Toffler escribió La tercera ola, donde explicó con gran destreza la evolución de la sociedad y la economía a través de olas, periodos que se explican a través de distintos modelos de producción, de energía, de comunicación, entre otras características. Para entender esta propuesta, es necesario entender primero las olas. La primera empieza con la revolución agrícola y termina en el siglo XVII. Toffler, siguiendo la explicación clásica, encuentra en los inicios de la agricultura el punto de partida, cuando el hombre pasa de la caza y la recolección a una vida más sedentaria, y con ello al surgimiento de nuevas formas de vida en sociedad (aldeas y ciudades-estado). En verdad, como sostiene el economista Douglas North, la revolución no ocurrió en el campo, sino en las instituciones: lo que dio paso a una nueva era no fueron los conocimientos sobre semillas o cómo fertilizar la tierra; ello se conocía miles de años antes. Lo que cambió fueron las instituciones: las reglas que determinaban los incentivos bajo los cuales actuaban los hombres sobre la naturaleza y entre ellos. En todo caso, para Toffler, durante la primera ola cambia por completo la historia del ser humano: se desarrollan el comercio, las primeras formas societarias, la ganadería, los textiles, y claro, mejores armas para cazar y conquistar. Las principales fuentes de energía eran naturales, tanto humana como aquellas donde se aprovechaban el agua, el viento y el fuego. La segunda ola nace con la Revolución Industrial y dura hasta pasada la mitad del siglo XX. De nuevo, no fue precisamente el descubrimiento de una nueva forma de energía o un invento. El economista e historiador Joel Mokyr sostiene que fueron cambios culturales los que permitieron que la máquina a vapor pudiese ponerse en marcha (tanto la máquina textil como el motor a vapor se conocían desde hace siglos). Pero Toffler acierta en lo importante: en dicha ola cambian de nuevo las formas societarias (de aldeas y ciudades a metrópolis), aparecen las máquinas y la producción en serie, se desarrollan distintas formas de transporte y comunicaciones, nuevas formas de energía (carbón y petróleo, principalmente), explosionan el comercio y la banca, y el poder se empieza a ejercer de otra manera. Y así llegamos a la tercera ola, aquella basada en la información y un desarrollo tecnológico incontrolable: se dispara la expectativa de vida, se expande el sector servicios y la cibernética (computadoras e Internet) acelera el

cálculo y la comunicación. Todo este desarrollo cambia por completo la forma de entendernos y tratarnos. Ahora, no todos transitaron de la primera a la segunda ni de la segunda a la tercera, que es tal vez lo más importante de la propuesta de Toffler: en distintos países, incluso regiones, cohabitan la primera, segunda y tercera ola. Si paseamos por el Perú (aun a pocos kilómetros de Lima), encontraremos a algunos viviendo todavía en la primera ola, aunque la mayoría en la segunda y tercera. Diera la impresión de que, no obstante el espectacular desarrollo científico y tecnológico de la tercera ola, podríamos estar a punto de pasar a una cuarta ola: aquella en la que despeguen la inteligencia artificial y la interface entre nanotecnología y la biología sintética. Y es que, a estas alturas, la promesa mooreana comienza a tomar vida exponencial. Cuando Gordon Moore predijo que los transistores en un circuito cerrado se duplicarían cada 24 meses, no tuvo idea del real impacto de dicha profecía. Hoy, que se duplican cada 18 meses, ya no se trata solo de velocidad; ahora es almacenamiento, pixeles, capacidad de redes y otros. Lo que no predijo Moore es el alcance que dicha profecía tendría cuando el crecimiento exponencial pasara la veintena de veces. Y a eso nos acercamos. Cumpliendo los 50 años de la Ley de Moore, hoy se discuten los límites de la misma. No obstante, la ley sigue vigente y cada año hace menos predecible lo que el futuro nos depara. De nuevo, es la magia del crecimiento exponencial: lo que se duplicaba hace 50 años hoy se multiplica por millones. ¿Cómo afectará nuestras vidas, nuestras relaciones, nuestros sistemas políticos y económicos? Por lo pronto, imaginemos una simple arista: expectativa de vida. Hace tan solo 150 años, la misma era cercana a los 25 años. La Revolución Industrial y los progresos científicos nos llevaron a los 50 años para 1950; hoy es 67 años. Pero en el 2050 se calcula que será mayor a 90 años (incluso, mayor a los 100 años). Mientras, ¿qué hacemos localmente? Integrarnos a la tercera ola fue casi inevitable, pero no necesariamente será así con la cuarta. No, al menos, mientras quienes nos gobiernan sigan pensando en la primera y segunda ola.

COMPETITIVIDAD: CAÍDA LIBRE AL 2015 (MAYO 2015) El reciente índice de competitividad, publicado por el IMD de Lausana yCENTRUM Católica, vuelve a señalar las deficiencias locales como explicación más convincente de la actual desaceleración económica: caemos, en el último año, del puesto 50 (sobre 60) al puesto 54 (sobre 61). Esto, por cierto, es sólo la foto zoom de este último desastre; en la foto panorámica se puede apreciar mejor la consistente caída: del puesto 35 (sobre 60) en el año 2008 al actual, son 19 puestos perdidos. De los 20 factores estudiados, caemos en 15 de ellos, nos mantenemos en 2 y solo mejoramos en 3 (precios, finanzas, e infraestructura básica). Y en los dos indicadores en los que nos mantenemos, estamos en el puesto 60. Es decir, un año para el olvido. A nivel latinoamericano, la figura se ve más clara aún: solo estamos por encima de Venezuela, Argentina y Brasil, y por debajo de Estados Unidos, Canadá, Chile, Méjico y Colombia. Al hacer un análisis por factores, esta situación se vuelve alarmante: por ejemplo, en el factor desempeño económico, área en el que hemos estado siempre en lo más alto, estamos solo por encima del proteccionista y mercantilista Brasil, y a 18 puestos de Chile (otrora paradigma de comparación en dicha área). ¿Qué hemos hecho? O Mejor dicho, ¿qué han hecho con la competitividad de nuestro país? Si por mi fuera, esto llamaría a la conformación de una comisión especial o algo así que investigue e indique qué diantres han hecho con nuestra competitividad (o, visto de otra forma, con nuestro futuro). Los voceros oficialistas y sus encomenderos saldrán a decir que la caída viene del gobierno anterior. Bien por ellos, al menos saben leer un cuadro estadístico. Acá el problema es otro: competitividad significa capacidad de sobrevivir en un mundo de cambios diarios y gigantescos; restar competitividad, en términos humanos, es menores tasas de crecimiento, menor reducción de la pobreza, menores puestos de trabajo, mayor mortalidad infantil, y así. Es un crimen, en resumen. Juan José Garrido

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