La Cocina Del Historiador I

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1:21 7 z

II N -.

la.

Colección Humanidades y Artes

Deseo es la palabra adecuada para indicar el origen de este libro de entrevistas realizadas a prestigiosos historiadores contemporáneos. Nuestro principal propósito consistió en que cada autor contestara cinco preguntas en torno a determinados aspectos de su vida personal y otros relativos a las diversas circunstancias experimentadas en la tarea de investigación. Estas siguen, en cierto modo, una linea trazada en un libro anterior dedicado a la historia de las ideas argentinas en el que nos proponíamos abordar temas similares a los recién mencionados. En particular, los historiadores aqui convocados discuten diferentes tópicos de la llamada historia de la cultura. Por ejemplo, qué se entiende por ella, cuáles son los préstamos o bien los cuestionamientos que, desde esta perspectiva historiográfica, formulan a las versiones de tono

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LA COCINA DEL HISTORIADOR Reflexiones sobre la historia de la cultura europea Segunda edición

tradicional de la historia de las ideas, la historia política o la historia social; asimismo, intentan reflexionar sobre algunas nociones propias de la tarea cotidiana de cualquier investigador como la de representatividad o la de prueba. Peter Burke, Robert Darnton y Daniel Roche, respondieron nuestro cuestionario por escrito. El caso de Roger Chartier fue diferente. Se prestó a un extenso reportaje un sábado de 1998, en una típica mañana desapacible de primavera, fría y lluviosa. Años después, mientras escribimos estas páginas, aún recordamos con afecto y admiración aquella charla-clase que duró varias horas. Por razones diversas no publicamos nuestro libro en los tiempos previstos inicialmente, es decir, durante el invierno de 1999, aunque por suerte, podemos decir que la sentencia se ha cumplido: no hay mal que dure cien años. Y en un país con rostro cada vez más serio, nos permitimos seguir pensando, con Allen Ginsberg, que aquello "que empezó/ como deseo/ terminará/ siendo más sabio."

REUN RED DE IDIFORIALES DE UNIVERSIDADES NACIONALES

I S.B N 987 1326 00-9

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9789871 326006

Alejandro Herrero / Fabián Herrero Colección Humanidades y Artes SERIE HISTORIA

E • mitones de la UNLa.

LA COCINA DEL HISTORIADOR REFLEXIONES SOBRE LA HISTORIA DE LA CULTURA EUROPEA

UNIVERSIDAD NACIONAL DE LANÚ S

9. CC ;

Dra. Ana Jaramillo Rectora

NACIONAL

UN L a.

Dr. Juan Carlos Geneyro Vicerrector Universidad Nacional de Lanús Departamento de Humanidades y Artes

Prof. lléctor Muzzopappa Director del Depto. de Humanidades y Artes Comité Editorial

Lic. Ana Farber Dr. Juan Carlos Geneyro Pro.f. Elector Muzzopappa

LA COCINA DEL HISTORIADOR REFLEXIONES SOBRE LA HISTORIA DE LA CULTURA EUROPEA

La fotocopia mata al libro y es un delito.

Segunda edición

Alejandro Herrero y Fabián Herrero

e tIgh. 1111‘. 41, S

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Entrevistas a l'eter Burke, Roger Chartier, Robert Darnton y Daniel Radie

REUN RED DE EDITORIAIES DE UNWERSIDADES NACtONPAS

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COOPERATIVA

COOPERATIVA EDI] ORIAL Ok LA UNNIRS.DAD NACCUA, DE UVIUS LTDA.

20 de setiembre 3901 Remedios de Escalada — Partido de Lanús Prov. de Buenos Aires — Argentina TEL. 54 11 6322-9200 int. 203 [email protected]

Mut

Colección Humanidades y Artes SERIE HISTORIA Ediciones de la UNLa

Herrero, Alejandro La cocina del historiador : reflexiones sobre la historia de la cultura / Alejandro Herrero y Fabian Herrero - la ed. Remedios de Escalada : Ediciones de la UNLa., 2006. x15 cm. (Humanidades y artes. Historia) 109 p. ; 2h15 ISBN 987-1326-01-7 1. Historia Cultural Europea. I. Herrero, Fabian II. Título CDD 940

Fecha de catalogación: 13/06/2006

Indice Presentación

9

Primera parte: entrevista a Roger Chartier

23

1. En torno a la Revolución Francesa 2. Reflexiones sobre libros y lectores 3. Dos cuestiones clásicas, verdad y tiempo

25 53 66

Segunda parte entrevistas a Robert Damton, Peter Burke y Daniel Roche

75

1. Robert Darnton y Los best-seller prohibidos

Imagen de tapa: "Literatos reunidos en un café", (Bibliothéque Nationale, París) Impreso en Argentina Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Prohibida su reproducción sin autorización

Alejandro Herrero y Fabián Herrero Ediciones de la UNLa/ Segunda edición 2006 29 de setiembre 3901 Remedios de Escalada — Partido de Lanús Prov. de Buenos Aires — Argentina TEL. 54 11 6322-9200 int. 227 [email protected]

de la Francia prerevolucion aria

77

2. El Renacimiento italiano en la mirada de Peter Burke.Una perspectiva de la historia de la cultura británica 3. Daniel Roche y la cultura francesa de los siglos XVII y XVIII

83 90

Presentación

1. Deseo es la palabra adecuada para indicar el origen de este libro de entrevistas realizadas a prestigiosos historiadores contemporáneos. Nuestro principal propósito consistió en que cada autor contestara cinco preguntas en torno a determinados aspectos de su vida personal y otros relativos a las diversas circunstancias experimentadas en la tarea de investigación. Estas siguen, en cierto modo, una línea trazada en un libro anterior dedicado a la historia de las ideas argentinas en el que nos proponíamos abordar temas similares a los recién mencionados'. En particular, los historiadores aquí convocados discuten diferentes tópicos de la llamada historia de la cultura. Por ejemplo, qué se entiende por ella, cuáles son los préstamos o bien los cuestionamientos que, desde esta perspectiva historiográfica, formulan a las versiones de tono tradicional de la historia de las ideas, la historia política o la historia social; asimismo, intentan reflexionar sobre algunas nociones propias de la tarea cotidiana de cualquier investigador como la de representatividad o la de prueba. Peter Burke, Robert Darnton y Daniel Roche respondieron nuestro cuestionario por escrito'. El Alejandro Herrero y Fabián Herrero, Las ideas y sus historiadores. Un fragmento del campo intelectual en los años noventa, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 1996. Pierre Bourdieu, Carlo Ginzburg y Arlette Faite también fueron Invitados a participar de este volumen. Lamentablemente no pudieron contestar nuestro formulario en el tiempo previsto. I

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caso de Roger Chartier fue diferente. Se prestó a un extenso reportaje un sábado de 1998, en una típica mañana desapacible de primavera, fría y lluviosa. Años después, mientras escribimos estas páginas, aún recordamos con afecto y admiración aquella charla-clase que duró varias horas'. Por razones diversas no publicamos nuestro libro en los tiempos

de los lectores que podían inventar sentidos originales" y, en segundo término, "la transmisión por la palabra viva, en la sociabilidad o en el espacio público". A su vez cuestiona,

previstos inicialmente', es decir, durante el invierno de 1999, aunque por suerte, podemos decir que la sentencia se

en la historia social, una interpretación de las sociedades organizadas en permanentes oposiciones, por ejemplo, la que enfrenta "elites y pueblos". Esta perspectiva descarta, en su opinión, otras contradicciones fundamentales, sexuales, religiosas, generacionales, entre otras; las cuáles permi-

ha cumplido: no hay mal que dure cien años. Y en un país

ten definir "un mundo social que funciona según principios

con rostro cada vez más serio, nos permitimos seguir pensando, con Allen Ginsberg, que aquello "que empezó / como

de división, de conflicto", mucho más complejos, por otra parte, que los que subraya una historia social que sólo pone

deseo/ terminará / siendo más sabio."

énfasis en "la escala de la riqueza y de las profesiones".

2. Roger Chartier inscribe su producción historiográfica en una tradición que denomina historia social de la cultura. La

Este nuevo abordaje, en la década de 1990, se ha difundido en otras historiograflas, como la italiana, la española y la norteamericana. En Francia hubo ciertos precursores que hicieron posible que se produjera este desarrollo.

define en oposición a dos enfoques precisos: el de la historia de las ideas y el de la historia social, según se las entiende a las dos, como se ha dicho ya, en sus versiones denominadas "tradicionales" dentro del paisaje historiográfico francés. Rechaza, en la primera, como también lo hacen la mayoría de nuestros entrevistados, su exclusiva preocupación por el pensamiento de los grandes hombres y la escasa o nula articulación que establece entre el mundo ideológico, intelectual y el mundo social. Porque precisamente ésta deja de lado, a su entender, "la dimensión de la apropiación

Dominique Julia, Michel Vovelle y Daniel Roche son los historiadores señalados por Chartier como algunos de los gestores de esta tradición. Escuchemos, en la palabra de este último, cuál sería el aporte de cada uno de ellos: "Para Julia no es la historia de las ideas sobre la educación el problema fundamental, sino el reclutamiento y el funcionamiento de las instituciones educativas. Para Vovelle el problema fundamental es hallar creencias y gestos que se expresan indirectamente a través de los discursos. Y Roche intentó pensar las formas de sociabilidad intelectual más allá del contenido de la filosofia de la Ilustración." Esta imagen coincide,

En esta experiencia también colaboraron eficazmente varios colegas amigos. Silvia Delfino, Daniel Lvovich y Cristina López Meyer trabajaron en la traducción; por su parte, Karina Vázquez desgrabó el reportaje de nuestro visitante galo. Una breve síntesis de la entrevista a Chartier y las respuestas de Darnton fueron editadas en Espacios de crítica y producción. Publicación de la Facultad de• Filosofla y Letras, Universidad de Buenos Aires, 1997 y 1998.

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de alguna manera, con la experiencia que tuvo uno de los recién mencionados durante la primera etapa de su trabajo de investigación. Nos referimos a Daniel Roche, quien recuerda las décadas de 1950 y 1960 como un momento en que se le presentaron una serie de dificultades: los libros no 11

eran objetos fáciles de conseguir, los profesores eran "más distantes" y "las grandes obras estaban por escribirse". Su investigación consistió en reconsiderar la cuestión clásica y siempre en discusión de los orígenes intelectuales de la

objetivas de la vida de los hombres y las formas en que ellos se las representan, se las dicen, intervienen para compren-

Revolución Francesa. Así, se propuso ampliar la mirada sobre ese objeto llamado las "Luces", identificado, por

También para Chartier resulta necesario repensar algunos aspectos de la historia de las mentalidades. Sustancialmente, porque en esta última concepción no se plantea

entonces, "con el crecimiento económico y social, el progresismo político y la innovación intelectual". A sus ojos, el siglo XVIII había desarrollado una cultura más rica y compleja que contrastaba con una imagen estrecha producida hasta allí por la historiografia. Los estudios sobre la producción y la difusión de los impresos y el mundo académico de las provincias abrían, sin duda, nuevos horizontes pero al mismo tiempo planteaban ciertos problemas: cómo comprender, por ejemplo, un movimiento intelectual en todos sus componentes. En este sentido, los escritos de Labrousse, Vovelle, Julia, Ozouf y Agulhom, ofrecieron las primeras respuestas en torno de aquella cuestión. Dentro de esta perspectiva, resulta conveniente anotar cómo el autor describe los cambios operados en el transcurso de su investigación sobre los letrados de provincia. Uno de esos cambios alude a que la historia de la cultura le permite ir más allá de lo que lo hacía la historia de las mentalidades. Veámoslo. "Estudiando lo cultural, como nuestros predecesores habían analizado la economía y la sociedad, los historiadores de Libro y sociedad y yo mismo, dentro de las academias, descubrirnos que la cultura está por todas partes en lo económico y lo social ya que ella no se puede entender sino en el mundo de las prácticas cotidianas. Es por lo tanto una historia que no se confunde con la de las mentalidades sino más bien es una historia de los contextos, de las mediaciones que intervienen en el tiempo, entre las condicicnes 12

derlas y modificarlas. Las instituciones de sociabilidad permiten ver la historia en acción".

claramente la relación móvil, inestable, plural, entre las prácticas y las representaciones. La historia social de la cultura, en cambio, pone especial énfasis en los discursos, las representaciones, las prácticas. Y sin dudas, esta trilogía, para el autor de Escribir las prácticas, constituye una perspectiva mucho más amplia y productiva. ¿Por qué? "Porque a través de los estudios que han usado estas categorías — continúa el autor— se puede pensar la autonomía de las prácticas en relación con las representaciones, se puede pensar la distancia que existe siempre entre sistemas de representaciones y la producción discursiva, se puede pensar que para un individuo dado o una comunidad particular existe una pluralidad de recursos que se pueden manejar según las circunstancias, según las prácticas."

3. El peso que tenía la llamada historia cuantitativa, en la Francia de los años de 1960 y comienzo de 1970, es recordada por el historiador inglés Peter Burke. Por esos años, extrajo sus principales líneas de trabajo de la histoire sérieIle de la Escuela de Annales. Así, en un primer momento, contó pinturas, usando una lista de pinturas fechadas, con el objetivo de observar si los temas y motivos se modificaban. Estudió, en segundo término, las biografias colectivas de estos artistas. Es decir, realizó un análisis prosopográfico de artistas y escritores que le permitió determinar qué 13

plo la competencia de lectura, todos los datos sobre la alfabetización están fundados sobre las firmas de sus tipos de

regiones y grupos sociales "producían" gente más creativa. En relación con las nuevas perspectivas, sostiene que todavía es posible escribir una "historia social de la 'alta cultura',

documentos. Pero, ¿qué significa la firma?, se pregunta aquel historiador. Significa algo que no corresponde con la

tomando en cuenta los métodos cuantitativos, aunque, al mismo tiempo, no deja de reconocer la significación de

población que sabe leer. Hay mucha gente que sabe firmar

?ecientes estudios como por ejemplo lo que Roger Chartier

pero nunca ha escrito, o bien ha perdido, si la tenía, el

• denomina 'histeria cultural de la sociedad'." Este último autor también reflexiona sobre algu-

dominio de la escritura. Se ve que este indicio, tan utilizado por parte de los historiadores, no se corresponde con ninguna competencia particular. Para Chartier resulta funda-

nos de los temas recién indicados. Nos referimos precisamente al problema de la representatividad de las fuentes. Dos posturas aparecen enfrentadas. Por un lado, la repre-

mental, entonces, decir que hay una población de lectores que es más grande que las cifras de la alfabetización a partir de porcentajes, a partir de las firmas, pero jamas será posible medirlas. Así, podría decirse que en la difusión de la competencia de lectura la historia cuantitativa puede acer-

sentatividad es percibida como aquello que aparece más frecuentemente. Esta es la perspectiva de la historia cuantitativa. La llamada microhistoria, por otro lado, visualiza a la

carnos al problema pero no puede resolverlo y, a su vez, indica que debemos seguir otro camino: cruzando indicios e hipótesis quizás podemos reconstruir algo.

representatividad deduciéndola desde la singularidad, es decir, de una situación excepcional. Los estudios de Ginzburg, o los de Levi, serían dos buenos ejemplos de esta última línea historiográfica. Para Chartier, entre estos dos polos de la representación se presenta lo que denomina un camino un poco inestable que se puede seguir y en donde no hay una respuesta decisiva si no se establece una confrontación entre ambas posiciones. En este preciso sentido, y a manera-de autocrítica, el autor francés recuerda sus primeros trabajos en los cuáles utilizaba la perspectiva de la historia cuantitativa. Su principal límite radica en que los resultados cuantitativos sirven para configurar las preguntas de una investigación y no, como entendía en la década de 1960, que los mismos constituyen simplemente las respuestas. El estudio cuantitativo, de esta manera, no es lo que acaba con la investigación, sino lo que define su punto de partida. Señalemos un ejemplo. Hay muchas cosas que no se pueden medir, por ejem14

4. Recientemente, Chartier escribió un libro sobre la /1•

Revolución Francesa desde la perspectiva de la historia cultural. Su trabajo se inserta dentro de lo que se denomina una tensión esencial" en la tradición historiográfica francesa. En primer lugar, la versión socioeconómica de la Revolución, es decir, lo que se conoce como la tradición de la "

escuela marxista o de la escuela jacobina, que tiene como núcleo central de indagación los distintos conflictos sociales ocurridos durante el Antiguo Régimen. La importancia de estos conflictos serían cruciales en cuanto precisamente de ellos nace el acontecimiento, la ruptura: la Revolución. Se encuentran, en segundo lugar, las interpretaciones políticas cuyo máximo exponente fue Frangois Furet. Furet cuestionaba dicha dimensión social de los orígenes de la 15

Revolución Francesa, preferiría, en cambio, destacar la dimensión política de 1789 corno el instante luminoso en que se iniciaban dos cuestiones centrales. Se trataba, entonces, de un momento fundador de la democracia, ya que en ella se fundaba la igualdad jurídica y política y, asimismo, de un momento fundador de los derechos humanos, porque

que la política o lo político están determinados ellos mismos por elementos, factores, sean estos económicos, sociales, culturales que no son necesariamente conscientes, pero que

era a través de los debates de las asambleas y de la primera

que ellos sean necesariamente conscientes de las razones

Constitución donde se afirmaban los diversos derechos de

que los hacen actuar." Pero si —como acabarnos de observar—, su punto

los hombres. Sin embargo, para Chartier los orígenes deben ser

sin embargo, actúan como fuerzas históricas muy importantes. En mi libro he tratado de analizar algunas de estas fuerzas escondidas que hacen actuar a los individuos, pero sin

de vista se aleja así de los ruidosos debates historiográficos

analizados de manera diversa. Primero porque el tema de su libro y de su forma de pensamiento se diferencian de la

de las décadas de 1970 y 1980, por el contrario, nuevos aportes de historiadores más contemporáneos, como es el

mencionada interpretación socioeconómica. "Dedicándome a la dimensión cultural de las raíces del evento, nos recuer-

caso de Robert Darnton, le resultan un territorio mucho más fértil. Concretamente, le ofrece, por ejemplo, un interrogante muy productivo: "¿Cómo pensar la relación entre

da el autor, no pensaba que existía una determinación automática de las transfbrmaciones políticas a partir de los conflictos sociales, particularmente cuando son entendidos de una manera bastante estrecha, clásica." Como se ha dicho ya, por otra parte, rechaza el retorno de lo político en los térdinos de Furet, ya que tal análisis "significaba establecer una forma de autonomía para la esfera política, para los discursos y las instituciones, inscribir el proyecto de la Revolución en una filosofía del individuo libre y consciente, y remitir el funcionamiento de la sociedad a una dimensión política todopoderosa. Siempre me ha parecido que en esto había como una ilusión. Es decir, una fuerza autónoma de la política o de lo político capaz de transformar los individuos, la sociedad, las maneras de pensar, de vestirse, de expresarse, de conducirse en el mundo cotidiano. Esta idea de una política todopoderosa me parece un elemento fundamental de la conciencia de los revolucionarios, pero esto no implica necesariamente que los historiadores olviden 16

los textos y las lecturas, las lecturas y los pensamientos, los pensamientos y las rupturas afectivas, mentales, o intelectuales con el orden antiguo y estas rupturas y los comportamientos?" En principio, tal perspectiva le permite superar la respuesta clásica que el lector puede encontrar en el libro de Mornet (Los orígenes intelectuales de la Revolución

Francesa, 1933). Sin embargo, Chartier se permite diferenciarse por lo menos en un aspecto del análisis del autor de La Gran Matanza de Gatos. Para el autor francés, "el contenido de los textos se imponía en la mente de los lectores y transformaba su visión del mundo y conducía a destacarse del orden de las cosas". En esta línea, le recuerda a Darnton que la lectura siempre es "inventiva" ya que el lector "desplaza", "distorsiona" y, por lo tanto, se debe ser prudente en la "secuencia que va del texto al libro, del libro a la lectura, de la lectura al pensamiento y del pensamiento a la ruptura". El investigador no debe olvidar, entonces, que "no 17

necesariamente el sentido intentado por el autor impone el sentido recibido y construido por parte del lector. Se debe pensar que los textos no imponen necesariamente un siste-

narración que transformara las lagunas de la documentación en una pulida superficie. Podía, pero evidentemente

ma de valores y de pensamientos, y mantener una cierta

cognitivo, ético, estético. Los obstáculos que se interponían en la investigación eran elementos constitutivos de la documentación, y por tanto deberían formar parte del relato, así

autonomía de la recepción en relación con el contenido textual que organiza por sí mismo esta pluralidad de recepción, jugando con el horizonte de expectativas o con las prácticas de lectura de sus posibles públicos".Probablemente, el estudioso que quiera hacerse cargo de estos presupuestos, no se sentirá ya seguro ante su objeto, que se le revelará siempre reacio a ser plenamente considerado o interpretado. Hay, sin duda, puntos de fuga, vacíos... Una historia que no se deja contar fácilmente. Dos premisas clásicas surgen de la lectura de nuestros historiadores: indicar la complejidad del objeto y no ocultar las dificultades. Quizás esta haya sido siempre la tarea del historiador: la de abrir caminos para continuar el viaje.

no debía, por motivos que eran al mismo tiempo de orden

como las hesitaciones y los silencios del protagonista frente a las preguntas de sus perseguidores —o las mías—. De este modo las hipótesis, las dudas, las incertidumbres llegaban a ser parte de la narración; la investigación de la verdad sería parte de la exposición de la (necesariamente incompleta) verdad alcanzada." Ginzburg expone estos peligros aludiendo con ello a un hecho ocurrido entre un molinero y la Inquisición durante el siglo XVII. Quizás para algunos sólo se trate de un trozo del pasado que no tiene actividad en nuestro pre sente (algo que nos parece dudoso). Ahora bien, ¿qué suce-

a problemas presentes en la tarea de cualquier historiador:

de cuando el historiador se enfrenta a un pasado que todavía tiene enorme vitalidad en nuestros días? El criterio de verdad, de prueba, el uso de las fuentes se tornan temas claves para la reflexión del investigador. Foucault, evocado por

la responsabilidad frente a las fuentes y en la organización del escrito, relación clásica y siempre actualizada entre fic-

Chartier, ha subrayado la necesidad de revisar, en el trabajo historiográfico, el concepto de verdad y de prueba. La

ción y verdad, entre verdad y prueba. ¿Cuáles son las mane-

verdad como única y concreta, la mirada objetiva del observador, tan difundida por el positivismo, es duramente cuestionada por un enfoque que atiende a la construcción de esa noción. Sin embargo nuestro entrevistado, que adhiere expresamente al autor de Las palabras y las cosas, dice algo que a primera vista puede sorprendernos: "para historiado-

5. Nos gustaría subrayar, por último, algunas cuestiones analizadas por el ya multicitaclo Roger Chartier, que aluden

ras más adecuadas para enfrentar estas cuestiones? Al respecto, Carlo Ginzburg tiene algo importante para decirnos. Así, refiriéndose a su bellísimo libro El queso y los gusanos, reflexiona sobre aquellas dificultades: "Me propuse reconstruir el mundo intelectual, moral y fantástico del molinero Menocchio a través de la documentación producida por aquellos que lo habían mandado a la hoguera. Este proyecto, por ciertos gestos paradojales, podía traducirse en una 18

5 "Los obstáculos que se interponen en la investigación bajo la forma de lagunas y distorsiones de la documentación deben volverse parte del relato. En La guerra y la paz (de Tolstoi) ocurre exac-

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res como Ginzburg, como De Certeau, como yo mismo, no se debe abandonar esta idea más clásica de verdad..." La verdad más clásica no aludía a la pregonada por los positivistas sino por otras voces, como las de Heródoto, Vico o Braudel que, sin duda, tenían criterios distintos sobre esta

go de repetirlo, vuelve a nuestra mente para instalarse, inevitablemente, en la agenda de trabajo. Este último aspecto constituye uno de los tantos nudos problemáticos de la historia de la cultura europea que el lector encontrará en las respuestas que a continua-

cuestión pero trataban de reconstruir el pasado ajustándose a ciertos controles.

ción presentamos. Ellas ofrecen, estamos convencidos,

Charder tiene en mente un problema crucial: la historia falsificada. Para decirlo directamente, está pensan-

existen hoy de hacer historia. Y como ya lo mencionamos

do en los historiadores "revisionistas" que niegan la existencia de las cámaras de gas durante la segunda guerra mundial. En esta línea, señala: "Todo esto ha dado una importancia particular a la idea de los criterios que permiten controlar la producción histórica, de manera de rechazar las construcciones míticas, a destruir falsificaciones, o hacer visible lo que estaba oculto por una historia oficial [...] plantean la cuestión fundamental entre la diferencia entre una historia como saber controlable y universal, y por otro lado, las historias míticas o falsificadas que producen poderes,

valiosas pistas sobre una de las muy variadas formas que más arriba, esas reflexiones aparecen aquí a modo de charla, de diálogo. Forma que en los últimos años pareciera extinguirse y en cuyas huellas quisiéramos todavía reconocernos. Porque en un inundo con rostro cada vez más serio, decíamos al comienzo, resulta necesario retomar ciertas formas que nos posibiliten la interacción con los otros. Una modestísima forma de resistencia. Sin duda. Pero nos permitimos suponer con esperanza que, en el largo amanecer del siglo que se inicia, no prospere entre los hombres y las mujeres eso que muy bien percibía Raymond Carver: "No hay Dios, y la conversación es un arte que agoniza."

comunidades, individuos." De este modo, aquella premisa clásica que señala que al ignorar el pasado corrernos el •ies-

Buenos Aires, setiembre de 2002

tameme lo contrario: todo lo que precede al acto de la narración (desde los recuerdos personales a los memoriales de la edad napoleónica) se asimila y se quema para permitir que el lector logre entrar en una relación de especial intimidad con los personajes, de participación inmediata con sus vivencias. Tolstoi supera de un salto el desbroce necesario entre los rasgos fragmentarios y deformes de un evento (una batalla, por ejemplo) y el evento mismo. Pero este salto, esta relación directa con la realidad puede verificarse sólo (aunque no necesariamente) en el terreno de la invención: para el historiador, que dispone sólo de indicios, de documentos, esto está vedado." Carlo Ginzburg, "Microhistoria: dos o tres cosas que sé de ella", en Entrepasados. Revista de Historia, año IV, 8, 1995, pp. 61 y 64.

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