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LA ARQUITECTURA VERNÁCULA PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD LA ARQUITECTURA VERNÁCULA PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD TOMO I ASOC

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LA ARQUITECTURA VERNÁCULA PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

LA ARQUITECTURA VERNÁCULA PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

TOMO I ASOCIACIÓN POR LA ARQUITECTURA RURAL TRADICIONAL DE EXTREMADURA Coordinador: José Luis Martín Galindo

colección raíces DIPUTACIÓN DE BADAJOZ

DEPARTAMENTO DE PUBLICACIONES

2006

Este proyecto recibió una subvención de la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

LA ARQUITECTURA VERNÁCULA Colección Raíces, nº 22 ADHESIONES AL PROYECTO Departamento de Técnicas, Medios y Elementos de la Construcción de la Escuela Politécnica de la UEx. Departamento de Historia del Arte de la UEx. Departamento de Geografía y Ordenación del Territorio de la UEx. Departamento de Psicología y Sociología de la UEx. Decanato de la Facultad de Estudios Empresariales y Turismo de la UEx. Centro Extremeño de Estudios y Cooperación con Iberoamérica (CEXECI).

© Asociación por la Arquitectura Rural Tradicional de Extremadura Coordinador: José Luis Martín Galindo © De esta edición: Departamento de Publicaciones de la Diputación de Badajoz Fotocomposición: XXI Estudio Gráfico, S.L. Imprime: Indugrafic Depósito legal: BA-259-06 I.S.B.N.: 84-7796-463-7

ÍNDICE TOMO I Presentación

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Capítulo primero: El concepto de arquitectura vernácula y su potencialidad como patrimonio de la humanidad

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1.- ARQUITECTURA TRADICIONAL. INDEFINICIONES Y RECONOCIMIENTO EN LAS FORMULACIONES INTERNACIONALES SOBRE PATRIMONIO 2.- ESPACIO HABITACIONAL EN LAS DIFERENTES CULTURAS DEL MUNDO: REPRESENTACIÓN Y FORMA. 3.- LA ARQUITECTURA VERNÁCULA EN EL ÁMBITO DE LAS CONVENCIONES INTERNACIONALES SOBRE PATRIMONIO CULTURAL. SU POTENCIALIDAD COMO PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

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Capítulo segundo: (primera parte) Arquitecturas vernaculares de diversas comunidades y países

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1.- LA ARQUITECTURA DEL AGUA 2.- HÓRREOS, CABAZOS Y GARAYAS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA 3.- CASA Y REPRODUCCIÓN SOCIAL EN CANTABRIA 4.- ALGUNOS EJEMPLOS DE ARQUITECTURA DOMÉSTICA EN ANDALUCÍA DESDE LA PROTECCIÓN DEL PATRIMONIO HISTÓRICO 5.- LA CASA TRADICIONAL EN NAVARRA 6.- CARACTERÍSTICAS FORMALES DE LA CONSTRUCCIÓN TRADICIONAL EN CASTILLA-LA MANCHA 7.- LA ARQUITECTURA TRADICIONAL DE ARAGÓN 8.- LA ARQUITECTURA POPULAR DE LAS ISLAS BALEARES

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TOMO II Capítulo segundo: (segunda parte) Estudios de la arquitectura vernácula de varias comunidades y países

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9.- LAS CONSTRUCCIONES VERNÁCULAS EN CANARIAS O LAS CONSTRUCCIONES DE LA NECESIDAD. 10.- O PAPEL SOCIAL DO FORNO EM DUAS FREGRESIAS ARRAIANAS: CASTRO LABOREIRO E O BAÑO DE BANDE. 11.- LA CASA CRIOLLA: ALGUNAS PROPUESTAS PARA ENTENDER SU GÉNESIS Y DESARROLLO EN AMÉRICA DEL SUR. 12.- L´ARCHITECTURE VERNACULAIRE DE LA FRANCE. LES CABANES EN PIERRE SÈCHE.

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Capítulo tercero Estudios sobre la arquitectura tradicional extremeña.

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1.- ARQUITECTURA Y PAISAJE CULTURAL EN LAS HURDES: HACIA LA CONSERVACIÓN DE UN PATRIMONIO EXCEPCIONAL. 2.- EL CORTIJO EN LA BAJA EXTREMADURA. LA HACIENDA DE CANTALGALLO (LLERENA). 3.- CORTIJOS Y CASAS DE CAMPO EN LAS DEHESAS DEL TÉRMINO DE CÁCERES. 4.- HABITACIONES CON HISTORIA. LA CASA DE LLANO DE LA BAJA EXTREMADURA. 5.- RESTAURACIÓN Y REHABILITACIÓN DE LA ARQUITECTURA POPULAR EXTREMEÑA: LEGISLACIÓN, GESTIÓN Y EXPERIENCIA. 6.- LOS PELIGROS DE LA “BUENA VOLUNTAD” EN POLÍTICA DE VIVIENDA EN LAS ZONAS RURALES. MOVILIDAD Y DESARRAIGO. 7.- CONJUNTOS Y ARQUITECTURAS POPULARES: CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO CULTURAL VERNÁCULO DE EXTREMADURA.

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PRESENTACIÓN

INTRODUCCIÓN

uando empezaba a escribir esta presentación, ha tenido lugar un acontecimiento de primer orden para el futuro de una de las construcciones más singulares, y amenazadas, de la arquitectura rural tradicional de Extremadura: el chozo de piedra. El día 20 de octubre de 2005, la Asamblea de Extremadura aprobó —por unanimidad de todos los grupos parlamentarios- una Proposición no de Ley sobre la necesidad de proteger esta tipología arquitectónica del medio rural. Proposición, dirigida al gobierno regional de Extremadura, y que se articula en los cuatro puntos siguientes: 1. La Asamblea de Extremadura insta a la Junta de Extremadura a la realización de un inventario de los chozos que aún existen en nuestra región, con la finalidad de conocer el número exacto, su estado de conservación y los diversos tipos existentes. 2. La Asamblea de Extremadura insta a la Junta de Extremadura a la inclusión de los chozos de piedra como Bienes Inventariados en el Inventario del Patrimonio Histórico y Cultural de Extremadura, de acuerdo con los artículos 17 y 18 de la Ley 2/1999, de 29 de marzo, de Patrimonio Histórico y Cultural de Extremadura. 3. La Asamblea de Extremadura insta a la Junta de Extremadura al establecimiento de Planes concretos de actuación junto a otras instituciones (diputaciones provinciales, mancomunidades y ayuntamientos para la rehabilitación y mantenimiento de los chozos. 4. La Asamblea de Extremadura insta a la Junta de Extremadura a promocionar la utilización y la promoción de los chozos como recurso cultural y económico social (aulas de la naturaleza, albergues, refugios en las rutas de senderismo etc.).

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Desde hace varios años, nuestra asociación ARTE, ha venido trabajando para que la Asamblea de Extremadura aprobara esta iniciativa parlamentaria y al final lo hemos conseguido. Aunque es solo el primer paso hacia la protección, conservación y puesta en valor de los chozos extremeños; estamos convencidos de que el Gobierno extremeño tendrá la voluntad política de aplicar las medidas que le proponen desde la Asamblea, ya que esta tipología de la arquitectura rural tradicional es la más emblemática y representativa de la cultura popular extremeña. Tras este paréntesis, volvamos al asunto que nos ocupa, hacer una breve presentación de este libro. Libro que recoge los trabajos realizados durante 2005 dentro del proyecto ARQUIVERNA. Durante el último trimestre de 2004, en ARTE acordamos la realización del proyecto ARQUIVERNA. Un proyecto de dimensión transregional que, partiendo de lo mucho que tiene en común la arquitectura tradicional de todos los pueblos del mundo y de los nuevos criterios de valoración de este patrimonio establecidos en recomendaciones y directrices de diversos organismos internaciones, propuso la elaboración de un conjunto de estudios para su divulgación. Y es que la arquitectura tradicional o vernácula, constituye una de las expresiones culturales más significativa de cada estructura socio-económica; es la expresión de la experiencia histórica de cada colectivo. Por ello el principal factor que determina las diferentes formas y tipos constructivos es el socio-cultural, por encima de cualquier otro factor como podrían ser las condiciones climáticas o las limitaciones materiales y técnicas. La arquitectura tradicional es el testimonio material construido vinculado a un lugar, un pueblo y una tradición, que pretenden definir la identidad de un territorio y sus factores de diferenciación cultural. En definitiva, la arquitectura tradicional de un territorio es fiel testigo de la cultura y herencia de un pueblo. Pero también la arquitectura tradicional o vernácula tiene unas características universales, comunes a todos los pueblos y países del mundo: “la arquitectura de lo disponible” y el uso de materiales vivos que nos pone en relación con su concepción telúrica. La arquitectura vernácula de cualquier pueblo o país destaca por el respeto 12

al entorno y a la naturaleza del lugar, es la simbiosis de características culturales y naturales. Por ello, dado el carácter universal de la arquitectura vernácula, desde diversos organismos internacionales se viene reclamando la tutela y el reconocimiento de este patrimonio como Bien Cultural y como “Valor” de proyección transregional e internacional. En 1965, La Carta de Venecia, aprobada por ICOMOS, pide el reconocimiento internacional del valor de la arquitectura tradicional frente a la “arquitectura culta” o “arquitectura monumental” y reclama que este patrimonio sea equiparable, en sus significados culturales, a los monumentos históricos. La Carta Europea del Patrimonio Arquitectónico, aprobada por el Consejo de Europa en 1975, recoge la necesidad de la preservación de un patrimonio que está formado “no sólo por nuestros monumentos más importantes, sino también por los conjuntos que constituyen nuestras ciudades antiguas y nuestro pueblos tradicionales en su entorno natural y construido”. Su valor se justifica por ser “una manifestación de la historia y nos ayuda a comprender la importancia del pasado en la vida contemporánea”. La Conferencia General de la UNESCO, 1976, aprueba La Recomendación relativa a la salvaguarda de los conjuntos históricos o tradicionales y su función en la vida contemporánea, defiende como “conjunto histórico o tradicional todo grupo de construcciones y de espacios tanto en medio urbano como en medio rural...”, una definición que equipara en cuanto a sus valores y situaciones de riesgo al patrimonio histórico y al tradicional. En la 2ª Conferencia Europea de Ministros responsables del Patrimonio Arquitectónico, se aprobó en Granada, 1985, el Convenio de Granada para la Salvaguarda del Patrimonio Arquitectónico Europeo. En este convenio se reiteran las razones para la protección y valorización del patrimonio arquitectónico europeo y recomienda a los Gobiernos de los países europeos la “ampliación de las categoría de bienes culturales a proteger: la arquitectura vernácula, rural e industrial, y la arquitectura de los siglos XIX y XX”. 13

Igualmente, en 1989, el Consejo de Europa aprueba la Recomendación relativa a la protección y puesta en valor del Patrimonio Arquitectónico Rural, que establece las directrices comunes para la elaboración de políticas al respecto, ya que según dice: “La evolución de la producción agrícola y las transformaciones sociales habidas ponen en peligro la arquitectura rural tradicional y sus paisajes”. Y plantea la potencialidad de la arquitectura rural tradicional como recurso económico al ser “no solamente uno de los componentes más auténticos de la cultura europea, sino también un factor principal en el desarrollo local”. Y por último, también citamos la Carta del Patrimonio Vernáculo Construido, aprobada en 1996 en Jerusalén y ratificada por la asamblea general de ICOMOS en México en 1999, donde se reclama de la arquitectura vernácula el carácter de cultura identitaria de los pueblos: “El patrimonio tradicional o vernáculo construido es la expresión fundamental de la identidad de una comunidad, de sus relaciones con el territorio y al mismo tiempo, expresión de la diversidad cultural del mundo”. Partiendo de los anteriores presupuestos abordamos la ejecución del proyecto que la planificamos en dos partes: 1ª) Elaboración de un corpus de materiales sobre la arquitectura vernácula, trabajo que se realizaría durante el año 2005; 2ª) Traslado de los estudios del corpus a la sociedad, divulgación de los materiales elaborados mediante su edición en formato de libro, ciclo de conferencias, presentaciones públicas, una página de Internet, etc. Y en esta publicación se recogen los resultados de la primera parte, 22 estudios de diversos territorios y tipologías, elaborados por 25 especialistas de diversas disciplinas. Por lo que el contenido de este libro es de carácter multiterritorial y multidisciplinar. Estudios que abarcan, como verá el lector, distintas regiones y territorios y tipologías de la arquitectura tradicional desde diferentes disciplinas y enfoques. Trabajos sobre determinadas tipologías hórreos, hornos, viviendas, construcciones agropecuarias, fuentes, puentes, etc.; -sobre la arquitectura tradicional de varios territorios Cantabria, Andalucía, Navarra, Castilla La Mancha, Aragón, Islas Baleares, Canarias, América del Sur, Francia y Extremadura y otros 14

sobre el concepto de arquitectura tradicional, la arquitectura como modelo sociocultural y reconocimiento de la arquitectura tradicional en las formulaciones internacionales sobre patrimonio. Cuando nos planteamos la elaboración de los trabajos para el libro, tuvimos en cuenta, como acertadamente señaló Barthes, que todo corpus supone una colección finita de materiales determinada por el analista con cierta (e inevitable) arbitrariedad. Ahora bien, un principio básico en la delimitación de un corpus de trabajo es su ´fiabilidad´, de ahí que hayamos atendido, para conseguir los objetivos del proyecto, no sólo a los contenidos de los estudios sino también a la cualificación de quién los ha elaborado. En tal sentido, desde el principio, tratamos que los autores de los estudios fueran especialistas cualificados y de contrastada trayectoria profesional, como los que al fin han elaborado los contenidos del libro: Juan Agudo Torrico, Nieves Santiago Gala, Javier García Bresó, Santiago Amaya Corchuelo, José Luis García Grinda, Jerónimo Lozano Apolo, Eloy Gómez Pellón, Antonio L. Díaz Aguilar, Alfonso L. Montejo Ráez, Ana Isabel Carcar Irujo, Juan Carlos Ochoa Abaaurre, José Luis Acín Fanlo, Jaume Andreu Galmés, Mari Carmen Naranjo Santana, Manuel Rivero Pérez, Carlos Junquera Rubio, Christian Lassure, Ana Hernández Carretero, Fernando Pulido, José Maldonado Escribano, Antonio Navareño Mateos, Juan Saumell, Francisco Manuel Mata Torrado, José A. Pérez Rubio y Antonio-José Campesino Fernández. Todos son profesionales y profesores universitarios de reconocido prestigio, que para su presentación es innecesario recurrir al currículum que acredita la trayectoria profesional de cada uno de ellos. La puesta en común de los trabajos recopilados en este libro sobre la arquitectura vernácula de diferentes territorios, elaborados y enfocados de forma multidisciplinar -los autores son 10 antropólogos, 7 historiadores, 3 arquitectos, 3 geógrafos y 2 sociólogos -, esperamos que contribuya a evidenciar una serie de principios y fórmulas comunes a las arquitecturas tradicionales de los pueblos y países del mundo. Aunque la arquitectura tradicional tiene un alto grado de localismo, de formas, materiales y técnicas de sociedades locales, lo cual constituye uno de los principales activos de su iden15

tidad como pueblo y de su idiosincrasia; sin embargo, del mismo modo, la arquitectura vernácula comparte elementos que son comunes a todos los territorios y sociedades aunque estén territorialmente muy alejados. A pesar de las particulares soluciones que se implementan ante las adversidades orográficas, climatológicas, de los métodos de extracción, transformación y almacenaje de los recursos naturales, se dan una serie de semejanzas en las construcciones tradicionales de las distintas sociedades que constituyen un tema escasamente estudiado. También esperamos que este libro sea un pequeño medio para trasladar a las instituciones y a la sociedad el nuevo concepto de patrimonio cultural con respecto a la arquitectura vernácula. Desde la segunda mitad del siglo XX el concepto de patrimonio histórico y cultural ha experimentado, en Europa, un cambio espectacular. De la concepción estrecha y limitada solo a bienes “monumentales” y “artísticos”, dominante hasta la primera mitad del siglo XX, se ha evolucionado al concepto de patrimonio cultural como “instrumento de identidad” y como “valor de desarrollo sociocultural y económico”. Se ha superado el marco ideológico del “conservacionismo” por el del “desarrollo patrimonial sostenible”. En definitiva, que la consideración de patrimonio cultural restringida solo a los testimonios basados en la “antigüedad y la monumentalidad”, en la actualidad se ha extendido también a la arquitectura tradicional urbana y rural que es considerada como patrimonio universal a proteger y conservar. Desde Extremadura manifestamos públicamente nuestro sentido agradecimiento a todas las personas, citadas anteriormente, por haber atendido a la petición que les hizo una desconocida asociación llamada ARTE desde una, también, olvidada y poco conocida región ibérica con el nombre de Extremadura; y por haber elaborado de forma entusiasta y desinteresada -¡sin retribuciones dinerarias por medio…! -los trabajos que se publican en el libro. ¡Gracias a todos! José Luis Martín Galindo Coordinador del proyecto ARQUIVERNA

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CAPÍTULO PRIMERO

EL CONCEPTO DE ARQUITECTURA VERNÁCULA Y SU POTENCIALIDAD COMO PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

ESTUDIO I

ARQUITECTURA TRADICIONAL. INDEFINICIONES Y RECONOCIMIENTOS EN LAS FORMULACIONES INTERNACIONALES SOBRE PATRIMONIO

Juan Agudo Torrico Nieves Santiago Gala Universidad de Sevilla

SOBRE EL CONCEPTO DE TRADICIÓN, LA ARQUITECTURA COMO EJEMPLO Aunque ya la hemos tratado en textos anteriores1 creemos conveniente volver a traer a colación la cuestión acerca del modo como se ha de denominar a la parte de nuestro patrimonio arquitectónico que engloba las obras relacionados con las actividades y vidas cotidianas de buena parte de nuestra población, y que se ha desarrollado de forma paralela a la arquitectura que se ha dado en llamar “culta”, obra de reconocidos arquitectos o testimonios del poder de las instituciones y sectores sociales dominantes. El uso de los términos “popular” o “tradicional” lejos de ser sinónimos intercambiables, tienen un fuerte contenido ideológico, además (circunstancia que se comparten ambos vocablos) de una difícil precisión en sus contenidos y significados. Recordando las palabras de García Canclini2, la consideración de cualquier fenómeno como popular ha de hacerse por el uso que se le asigne y no por su origen, por su posición relacional (en este caso contrastiva respecto a

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Juan Agudo Torrico. Arquitectura tradicional. De patrimonio modesto a patrimonio molesto. XVIII Jornadas del patrimonio de la Sierra de Huelva. Diputación de Huelva. 2004. Págs. 27-57. N. García Canclini. Las culturas populares en el capitalismo. Ed. Casa de Las Américas. La Habana. 1982.

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la “otra” arquitectura culta) y no como sustancia (con un contenido sustantivo inequívoco). El término “popular”, desde su misma “popularización” con los planteamientos romántico-folcloristas de finales del s. XIX, no ha dejado de ser un concepto ambiguo. Por una parte podemos entenderlo como las acciones culturales emanadas del conjunto de un pueblo/etnia como colectividad global (pueblo andaluz, pueblo extremeño); pero por otra podemos restringirlo a aquellas otras acciones o prácticas culturales vinculadas únicamente con los sectores dependientes de una determinada sociedad. Generalmente es a esta segunda acepción a la que solemos referirnos cuando aplicamos el adjetivo popular. Pero establecer con precisión los límites en los que se circunscribe va a ser una labor compleja y cuestionable, dado que debemos suponer la existencia de una cultura independiente y desvinculada de la “cultura dominante” (igualmente impoluta) que va a marcar e imponer las pautas a seguir. De hecho, resulta bastante difícil encontrar estas manifestaciones incontaminadas, propias de unos supuestos subsistemas culturales autárquicos que han desarrollado unas inequívocas expresiones culturales diferenciadoras; sin relación algunas con los otros posibles subsistemas culturales con los que conviven3. Cuestión que podemos aplicar a cualquiera de los referentes de nuestro entorno que elijamos: arquitectura, rituales, habla, gastronomía, música, narraciones orales, etc. Por el contrario, el concepto de “tradición” se nos muestra más versátil por su capacidad de integración, al establecer la variable “tiempo” como el patrón de referencia dominante: se trata de comportamientos o prácticas culturales heredadas del pasado y que se

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Cuestión que no sólo se ha de aplicar a las relaciones entre diferentes sectores sociales o actividades y prácticas culturales dentro de una misma colectividad, sino también a las relaciones interculturales entre las diferentes poblaciones. Tener en cuenta esta apreciación es valorar la riqueza de un patrimonio que ha de sustentarse no sólo en lo que pueda haber de exclusivo de cada territorio, sino también en lo compartido con otros lugares. Y la arquitectura es un magnífico exponente de ello por su notable permeabilidad para adoptar y adaptar muy diversas experiencias culturales.

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siguen considerando válidas en el presente. Dicho de forma sucinta, la tradición, aunque lógicamente ha de materializarse en manifestaciones concretas, no es sino el medio o instrumento por el que los diferentes sectores sociales que dan vida y, en consecuencia, comparten un mismo código cultural, expresan sus diferencias económicas, ideología, y valores dentro de contextos expresivos compartidos. La tradición hace coincidir, en una acción cultural común, valores diferentes, y da cabida a muy diversas expresiones: desde las manifestaciones de poder de las clases dominantes a las expresiones y adaptaciones peculiares (populares) de los grupos sociales dependientes. El mundo de los rituales constituye un magnífico exponente de ello, pero también lo es la arquitectura, la música o los oficios tradicionales. Es por ello que al hablar de la arquitectura preferimos calificarla como “arquitectura tradicional” o “vernácula”4: el modo como unos materiales, generalmente extraídos del entorno natural, y técnicas constructivas, adquiridas bien por procesos evolutivos endógenos o por préstamos culturales, han servido para dar respuesta a las necesidades físicas y sociales de un colectivo, generando modelos arquitectónicos (técnicas constructivas, diseños espaciales, y resultados estéticos), con unos logros originales en razón de la experiencia histórico-cultural y adaptaciones ecológicas propias de cada territorio. Nos interesa cómo han resuelto dichas necesidades las poblaciones de cada lugar, empleando los recursos naturales disponibles, pero seleccionándolos y elaborándolos para crear un hábitat adaptado a las necesidades socioeconómicas (junto a otras funciones culturales de carácter más simbólico), de quienes las han habitado. La diversidad de sus modelos debe reflejar la diversidad interna de la estructura social y económica del colectivo. De ahí que dentro de esta arquitectura tengan cabida tanto los modelos más humildes de las viviendas jornaleras, como las grandes casas de la burguesía dominante, por cuanto reflejan la totalidad de la estructura social, y han 4

Este va a ser el término dominante en los documentos internacionales que comentaremos a lo largo del texto. A nivel conceptual consideramos equiparables los términos de arquitectura tradicional y arquitectura vernácula.

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dado lugar a un complejo juego de imitaciones y antonimias de gran riqueza cultural. Medio natural: Aporta: Recursos naturales: materiales. Condiciona: Factores microclimáticos: pluviosidad, temperatura,

Tradición cultural: -evolución histórica, experiencias colectivasDetermina: Prácticas arquitectónicas Específicas: . técnicas constructivas preferentes . planimetría . léxico . costumbres asociadas a la arquitectura

Clases sociales. -viviendasAplicación en función de:

Actividades productivas -Arquitectura para el trabajoActividades sociopolíticas -Rituales, espacios de interacción-

De este modo, la arquitectura tradicional no es una mera “expresión material”, con valor en sí misma (valoración etnográfica) de acuerdo con los criterios estéticos o arquitectónicos que queramos atribuirle. Por el contrario, su valor radica en su condición de verdaderos textos documentales (valoración etnológica), que nos hablan del pasado y del presente, de la evolución de una colectividad, de cómo ha resuelto sus necesidades materiales y espirituales, y de cómo se han articulado los diferentes sectores sociales que la han conformado en el marco de relaciones sociales muy concretas. A partir de estas premisas, y antes que cualquier otra definición o formulación más o menos formalista, su extraordinario valor residiría en: - Contraste entre la espectacularidad de la arquitectura docta (antes y ahora) frente a la capacidad de la arquitectura tradicional para crear microcosmos con frecuencia de notable belleza y calidad ambiental, empleando para ello elementos muy sencillos: color, limpieza, intimismo creado a partir de elementos ornamentales (muchas veces anacrónicos) muy básicos, etc. - Valor como texto etnológico extraordinario: léxico, concepción de los espacios, empleo de las viviendas como referentes emblemáticos de los diferentes grupos sociales, técnicas constructivas. - Reflejo de unos modos de vida que no se circunscribe a las viviendas. La defensa de este patrimonio no es sólo hacerlo de una determinada casa, sino del modo de habitar: la calle como espacio de encuentro (rituales, descanso, actividades), concepción de la vivienda como espacio abierto y multifuncional (engalanamiento e incluso apertura para según que ritua24

les, inserción de oficios y actividades económicas en el entramado de viviendas y calles), uso de las plazas como espacio no expositivo (presente) sino de encuentro. Recorriendo las calles de cualquiera de las poblaciones andaluzas, o mientras cruzamos por sus campos, cualquier observador medianamente avezado, recibirá una lección de historia: grupos sociales que componen dicha sociedad, sistema de propiedad imperante, sistemas de aprovechamientos que se han dado en el medio rural, etc. Las poblaciones y los campos se convierten en escenarios muy concretos, en paisajes culturales, donde percibir y contrastar todo este juego de relaciones habidas entre los seres humanos, y entre éstos y su entorno natural. De este modo, viviendas de grandes propietarios convivirán con las de pelentrines o jornaleros, aunque ocuparan diferentes espacios de acuerdo con los propios valores de centralidad-periferia que se de en el entramado de sus pueblos; viejas tabernas con modernas cafeterías, etc., entremezclándose en un tejido arquitectónico que nos muestra así el continuo trajinar desde el pasado al presente. Condicionantes ecológicos e históricos se han dado cita para establecer las similitudes y desemejanzas que caracterizan y diferencian a la vez a unas poblaciones de otras, a unas comarcas de otras; hasta componer el cuadro que convierte a estas manifestaciones arquitectónicas en una parte significativa y relevante de las expresiones culturales que diferencian a unos colectivos étnicos de otros. En definitiva, hablar de arquitectura tradicional es hablar de diversidad expresiva; con lo cual también hay que cuestionar la creciente tendencia a definir, e incluso tratar de imponer, un modelo único e inequívoco de la “auténtica” (en singular) arquitectura popular según cuál sea el territorio autonómico de referencia. Al margen de cuáles consideremos que son los límites y contenidos de “lo tradicional”, lo que nos debe interesar, tal y como hemos dicho, es el modo como dichas poblaciones han empleado los recursos naturales disponibles, pero seleccionándolos y elaborándolos para crear un hábitat adaptado a sus necesidades socioeconómicas; la diversidad de sus modelos debe reflejar la diversidad interna de la estructura social y económica del colectivo. 25

La contraposición entre una arquitectura culta, planificada, donde los elementos ornamentales resaltarían la consideración emblemática del propio edificio en sí, etc., frente a una arquitectura “popular” caracterizada por su acentuada funcionalidad, irregularidad, limitados o inexistentes elementos ornamentales, etc. creo que solo sería posible de aplicar, estrictamente, en los ejemplos, proporcionalmente no demasiados numerosos, situados en los polos opuestos de la comparación5. Pero en las escalas intermedias, la regularidad en los modelos adoptados por cada sector social, recurso sistemático a determinadas técnicas constructivas (de resultados no necesariamente poco elaborados) etc. pondría en cuestión muchos de los criterios contrastivos anteriores, convirtiéndolos en instrumentos analíticos de escasa operatividad. Además de que la clasificación de lo que es popular tiende a emplearse hacia el pasado con un sentido cada vez más amplio, ateniéndose a factores formales que, de aplicarse a los sectores sociales que los crearon y comparados con el uso que hoy hacemos de dichos términos, difícilmente tendrían la condición de “populares” en el contexto socioeconómico en el que se desarrollaron. Los testimonios de la “arquitectura popular” que nos quedan, o que son tomados como ejemplo de la misma a tenor de la selección observable en folletos divulgativos e incluso en trabajos más elaborados, reflejan con elocuencia lo que acabamos de decir: rara vez nos aparecerán las construcciones o viviendas más sencillas; por el contrario, no es extraño que el protagonismo lo adquieran las viviendas y edificaciones vinculadas a los sectores sociales dominantes, y por ello de mayor vistosidad en sus resultados formales. Una de las características de la cultura subalterna en la que se desenvuelven amplias clases sociales y sectores de la sociedad, ha sido y es la imitación, con la correspondiente diversidad de manifestaciones en razón de múltiples variables, de determinados referentes formales y valores provenientes de los sectores sociales hegemónicos. La arquitectura tradicional andaluza es un buen ejemplo de 5

Entre los chozos de pastores y los grandes palacios de estilos cerrados, por ejemplo.

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ello: el resalte de puertas y ventanas, cuidado en la forja de rejas, o la aparición de elementos tan poco funcionales como el cuidado de los arcos decorativos que separan, al cruzar el pasillo, las diferentes crujías de la casa, serían algunos de los numerosos referentes que nos testimonien lo que acabamos de decir. Pero, al mismo tiempo, como otra de las características fundamentales de dicha cultura subalterna, está también la singularidad en el modo como han sido adaptados y reinterpretados, pocas veces mimetizados sin más, dichos referentes; hasta quedar insertos en la propia dinámica de creatividad interna que da por resultado la riqueza de matices y variables que caracterizan a la arquitectura tradicional. En sentido contrapuesto, la arquitectura más “culta” de los sectores sociales dominantes de la alta burguesía andaluza tampoco ha sido impermeable a los usos y valores de las sociedades locales y comarcales en las que se insertan. No olvidemos que la efectividad de cualquier rasgo cultural depende de su inserción en códigos culturales muy precisos, donde cobran sentido y pueden ser interpretados en lo que tienen de común o diferenciador dentro de estos sistemas socioculturales compartidos. De este modo, la implantación de modelos “urbanos” o estilos foráneos pueden representar el culmen de esta singularidad contrastiva; pero con bastante frecuencia, más allá del formalismo de dichas propuestas arquitectónicas, no es extraño que se suela mantener una concepción de la vivienda acogida a unos patrones que no son sino la sobredimensión de unos referentes culturales/arquitectónicos bastante precisos y localistas. Así, en las grandes casas, al margen de los elementos más formales, centrados fundamentalmente en los espacios más vistosos con la finalidad de resaltar las diferencias en cuanto a originalidad y riqueza que se pretende testimoniar, no es infrecuente que hacia el interior con lo que nos encontremos sea con una ampliación del modelo, con una multiplicación de los espacios para resaltar la ociosidad y especialización funcional de cada uno de ellos; frente a la promiscuidad de funciones, incrementada conforme descendemos de sectores sociales, que suele caracterizar a buena parte de los escasos espacios disponibles en las viviendas jornaleras y de pequeños propietarios. 27

El resultado final es una arquitectura producto de múltiples variables cruzadas: sectores productivos y clases sociales (recursos económicos y diversidad de usos a los que se destinen los edificios), experiencias histórico culturales compartidas (matices enriquecedores de las “arquitecturas comarcales”), recursos ecológicos disponibles y posibilidades de transformación, y valor social y simbólico que se atribuya a los mismos.

EL RECONOCIMIENTO DEL VALOR DE LA ARQUITECTURA TRADICIONAL EN LOS DOCUMENTOS INTERNACIONALES Por todo lo dicho, la arquitectura tradicional cuenta actualmente con un reconocimiento aparentemente unánime como testimonio relevante de nuestro patrimonio cultural. Y como tal va a ocupar un papel destacado entre los referentes que van a identificar a diferentes colectividades: desde las identidades étnicas incluyéndose entre sus señas e imágenes identitarias más sobresalientes (masía o grandes caseríos en el caso de Cataluña y País Vasco, cortijos y pueblos blancos si es Andalucía, hórreos y arquitectura de piedra en Galicia, etc.), a las comarcales (arquitectura de launa de las Alpujarras, palomares y arquitectura de tapial y adobe de la Tierra de Campos, etc.) y locales (pueblos especialmente bien conservados como los andaluces de Vejer de la Frontera, Vélez Blanco, Grazalema, etc. ). Motivos que han hecho de la referencia explicita a la necesidad de conservar esta arquitectura un tema recurrente en buena parte de la legislación que sobre el patrimonio histórico/cultural se ha promulgado en las diversas autonomías del Estado Español. Aunque ello no ha garantizado ni garantiza su preservación, ni que se tenga con ella el respeto escrupuloso que se reserva para otras partes de nuestro patrimonio. El análisis de las razones de este hecho6 esca6

J. Agudo, Torrico. Nuestra arquitectura tradicional. Un patrimonio que se pierde. Anuario de Etnología 1998-1999. Consejería de Cultura. Junta de Andalucía. 2000. Págs. 257-266. Juan Agudo Torrico. Problemática en la interpretación y metodología de estudio de las arquitecturas tradicionales. J. L. Martín Galindo. (Coord.) Piedras con raíces. Diputación Provincial de Cáceres. 2003. Págs. 45-87.

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pan a los objetivos del presente texto, pero sí consideramos que esta desigual valoración ha tenido, y tiene, que ver con los criterios de jerarquía o rango establecidos que han primado en extremo al patrimonio monumental histórico-artístico (considerado hasta bien entrado el siglo XX prácticamente como el único patrimonio existente); así como con su tardía consideración como parte de dicho patrimonio, y la ambigüedad e indefiniciones que se sigue manteniendo en relación con sus contenidos y medidas de intervención y puesta en valor. Sin olvidar, obviamente, la enorme presión que se ejerce para su destrucción en aras de unos discursos de renovación urbanística modernizadora de pueblos y ciudades que no hacen sino encubrir una especulación urbanística que está hipotecando, con demasiada frecuencia, el futuro de estas poblaciones al tiempo que se destruye irreversiblemente una parte significativa de la memoria de su pasado. En este proceso de “descubrimiento” y ambigua valoración de la arquitectura tradicional, son muy elocuentes, en las fechas en las que se elaboran y por la evolución de sus contenidos, los documentos internacionales a los que nos vamos a referir. Va a ser en el transcurso del siglo XX, fundamentalmente a partir de la Segunda Guerra Mundial, del establecimiento de los organismos supranacionales (ONU, UNESCO) que han articulado las relaciones internacionales, y del desarrollo de la teoría de los Bienes Culturales, cuando se desarrolle el verdadero corpus teórico para la custodia, regulación y protección del patrimonio cultural tal y como hoy lo conocemos7. Y en el caso de Europa, el organismo por excelencia en materia de defensa del patrimonio europeo, va a ser el Consejo de Europa establecido en 1949. En su conjunto, estas instituciones han desarrollado un papel fundamentalmente, en la medida en que los convenios, recomendaciones y cartas que se han ido promulgando, han establecido 7

Carlos López Bravo. El patrimonio cultural en el sistema de derechos fundamentales. Universidad de Sevilla. 1999; Fernando Moreno de Barreda. (dir.) El Patrimonio Cultural en el Consejo de Europa. Textos, Conceptos y Concordancias. Boletín Oficial del Estado. Madrid. 1999.

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las pautas que posteriormente serían recogidas en los marcos jurídicos estatales de los diferentes países que las firmaron o se adhirieron a ellas. En 1931 se promueve la Carta de Atenas; un documento que se sigue tomando como referencia en cuanto al origen y desarrollo de las nuevas teorías sobre los procedimientos de restauración y los criterios a seguir en la tutela y conservación del patrimonio histórico artístico: conservación y no restitución de los elementos faltantes, inamovilidad de los monumentos, protección del entorno, etc. Pero en lo referente a la arquitectura tradicional no sería precisamente un texto a seguir. Desde una perspectiva marcadamente monumentalista, en la Carta, la otra arquitectura únicamente se valora en cuanto que creadora de unos marcos urbanos en los que resalten dichos monumentos. Y en todo caso se podrán preservar “incluso conjuntos y perspectivas particularmente pintorescas”; es decir, la arquitectura popular o tradicional, ni se cita ni se valora en sí misma, sino en tanto que, utilizando la definición de la Real Academia Española acerca del vocablo “pintoresco”, halla dado como resultado o forme parte de “paisajes, escenas, tipos, figuras y a cuanto puede presentar una imagen grata, peculiar y con cualidades pictóricas”. A esta Carta le seguirá, en 1932, la Carta italiana del Restauro, promovida por el Consejo Superior de Antigüedades y Bellas Artes, incidiendo en la problemática de la restauración de los grandes monumentos. En su conjunto, tanto la Carta de Atenas como la del Restauro de 1932, a las que hay que unir las sucesivas Carta Restauro de 1972 y 1987 que revisan y renuevan las precedentes, se siguen considerando documentos base en la teoría de cómo intervenir en la restauración del patrimonio arquitectónico. Pero en ninguno de estos documentos pioneros vamos a encontrar alusión alguna a la arquitectura tradicional. La Segunda Guerra Mundial y todo lo que supuso de destrucción material y desprecio hacia la vida humana, va a suponer un momento de inflexión respecto a la imagen que se tenía de las relaciones interculturales y valoración de los propios hechos y tra30

diciones culturales8. A lo que unir, a partir de la década de los cincuenta, nuevos acontecimientos que cambiarán radicalmente la propia imagen del mundo: culminación del proceso de descolonización y rápida transformación de la propia sociedad occidental con el avance de un modelo de sociedad que va a suponer un cambio radical respecto a un pasado inmediato. El desarrollo urbano, abandono del mundo rural, generalización de nuevas tecnologías, etc. afectan a unas sociedades occidentales que verán destruir su patrimonio (al tiempo que han de revisar los propios criterios y referentes identitarios en las que se fundamentan) no ya por motivos coyunturales o excepcionales (catástrofes naturales, conflictos bélicos, etc.), sino por una dinámica socioeconómica generaliza especialmente agresiva con los testimonios del pasado, sobre todo con aquellos relacionados con la vida cotidiana y prácticas culturales tradicionales vigentes hasta fechas no muy lejanas. El panorama histórico al que nos referimos hará surgir los primeros tratados internacionales para la protección jurídica del patrimonio cultural ante los conflictos bélicos. En 1935, se establece el primero de estos tratados entre los Estados Unidos de América y una veintena de republicas latinoamericanas. Es conocido como el “Pacto de Roerich” para la Protección de Instituciones Artísticas y Científicas y de Monumentos históricos, en el se acuerda que “Los monumentos históricos, los museos y las instituciones científicas, artísticas, educacionales y culturales serán considerados como neutrales, y como tales, respetados y protegidos por los beligerantes”. Años después, en 1954, auspiciada por la UNESCO, se firma en La Haya “La Convención para la Protección de los Bienes Culturales en caso de conflicto armado”, uno de los acuerdos más emblemáticos en la historia del reconocimiento y protección del patrimonio cultural. Se reconocía su motivación directa a raíz de los destrozos causados por los recientes conflictos bélicos, acrecentados “como consecuencia del desarrollo de la técnica de guerra”. Será uno de los 8

Juan Agudo Torrico, Patrimonio y derechos colectivos. En V. Quintero y E. Hernández (coord.) Antropología y patrimonio: investigación, documentación e intervención. Junta de Andalucía. Granada. 2003. Págs. 12-29.

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primeros documentos donde se emplee el concepto de “bienes culturales” (más genérico y abarcador que el de monumento); pero va a afirmarse con rotundidad la necesidad de preservar este patrimonio por su condición de “patrimonio cultural de los pueblos”, y por lo tanto ha de colocarse bajo la inmunidad de embargo, robo, presa o represalia. Sin embargo, en la definición que se hace de los bienes culturales a proteger, sigue sin aparecer la arquitectura tradicional, y sigue dominando una imagen marcadamente monumentalista e historicista de lo que se consideran bienes culturales: “los bienes, muebles o inmuebles, que tengan una gran importancia para el patrimonio cultural de los pueblos, tales como los monumentos de arquitectura, de arte o de historia, religioso o seculares, los campos arqueológicos, los grupos de construcciones que por su conjunto ofrezcan un gran interés histórico o artístico, las obras de arte, manuscritos, libros y otros objetos de interés histórico, artístico o arqueológico, así como las colecciones científicas y las colecciones importantes de libros, de archivos o de reproducciones de los bienes antes definidos”; además de los edificios que los alberguen, tales como bibliotecas, museos, archivos o depósitos, y los “centros monumentales” que comprendan un número considerable de estos bienes. En este mismo año, en el Consejo de Europa, se establece el “Convenio de París” o “Convenio Cultural Europeo”, destinado a elaborar una política de acción común para salvaguardar el patrimonio cultural europeo e impulsar su desarrollo mediante el fomento del “estudio de las lenguas, la historia y civilización” de los diferentes países, “así como la civilización común a todos ellos” con la finalidad de potenciar “la comprensión mutua entre los pueblos de Europa”. Se va abriendo paso un concepto del patrimonio que se aleja de las singularidades monumentalistas para hacer hincapié en la necesidad de tener en cuenta a la cultura en sí como contexto interpretativo de un patrimonio mucho más amplio. No obstante, hasta este momento, patrimonio histórico, bienes culturales y patrimonio cultural/patrimonio común europeo (y en términos generales a otros niveles nacionales e internacionales) han sido los términos manejados para tratar el amplio concepto del patri32

monio de cara a la defensa y protección únicamente de una parte limitada del mismo, como es el patrimonio monumental valorado en sus acepciones histórico-artísticas, y en gran medida circunscrito a ámbitos urbanos. No se ha tenido en cuenta, al menos explícitamente, el contexto, el territorio o el espacio social de estos bienes. Unos contextos que no son un simple “contenedor” físico de los bienes culturales sino que contribuyen a otorgarles un significado singular, y forman parte de la memoria e identidad de colectivos y poblaciones. De hecho, esta forma de entender los bienes culturales, fuera de un contexto o espacio social, ha implicado la desaparición de una gran parte del patrimonio tanto inmueble como mueble. En documentos posteriores, como es la breve “Recomendación relativa a la protección de la belleza y del carácter de los lugares y paisajes” aprobada por la UNESCO en 1962, podemos encontrar alguna ambigua referencia que apuntan a la necesidad de tener en cuenta a esta arquitectura tradicional9, pero aún para estas fechas falta una definición precisa del significado y contenido de la misma. Una arquitectura que siguiendo una larga tradición, no del todo concluida aún hoy en día, va a estar asociada indisolublemente a lo “rural” y a un ambiguo concepto de “sitio” cuya definición no es otra que su contraste respecto a los conjuntos histórico-artísticos. Es decir, van a ser aquellos lugares en los que a pesar de no ser monumentales, sí se considera que tienen un valor “cultural” o “estético” destacable que les hace merecedores de ser protegidos. Pero aún no se plantea el reconocimiento del valor de la arquitectura tradicional por si misma. Esta es también la lectura que podemos hacer de la “Recomendación relativa a la defensa y valoración de los sitios (urbanos y rurales) y de los conjuntos histórico-artísticos” promovida en 1963 por el Comité de Ministros del Consejo de Europa. La Carta de Venecia aprobada por ICOMOS en 1965, aunque concebida como “Carta internacional sobre la conservación y la restauración de monumentos y de conjuntos histórico-artísticos”, va a 9

Se cita, por ejemplo, la necesidad de que las nuevas construcciones estén en armonía con el conjunto a proteger y se evite la fácil imitación de “formas tradicionales y pintorescas”.

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ser el primer gran documento reconocido internacionalmente donde se explicite el valor de la “arquitectura modesta”10 como una parte de nuestro patrimonio, equiparable, en sus significados culturales, a los monumentos históricos según se venían formulando hasta entonces: “La noción de monumento histórico comprende la creación arquitectónica aislada, así como el conjunto urbano o rural que da testimonio de una civilización particular, de una evolución significativa, o de un acontecimiento histórico. Se refiere no sólo a las grandes creaciones sino también a las obras modestas que han adquirido con el tiempo una significación cultural”. El rastreo del tratamiento que la normativa internacional ofrece a la arquitectura tradicional nos ayuda a entender la consideración que se le otorga desde estas normativas tanto a nivel conceptual, inmersa en la acepción más amplia del “patrimonio inmueble” (a su vez en constante cambio y ampliación a lo largo de los diferentes textos y documentos internacional de protección), como cualitativo, derivado de la propia consideración que se le ha dado al concepto de patrimonio inmueble. En este proceso resulta significativa la evolución que se ha seguido en la valoración de los monumentos y conjuntos histórico-artísticos al hilo del desarrollo de la teoría de los bienes culturales que se iniciara en los años cincuenta: desde la consideración inicial de que los monumentos, y en general todos los testimonios considerados patrimonialmente relevantes, tenían un valor por sí mismos (calidad constructiva, valores estéticos, autoría) a su consideración actual en la que prima su condición de referentes evocadores de un tiempo histórico, de una civilización determinada, y de unas identidades colectivas específicas. Se ha producido la traslación de los valores patrimoniales del objeto al sujeto, es decir, “un monumento no sólo será entendido como un atributo estilístico o material, sino como la manifestación física de una serie de contenidos sociales, productivos, espirituales, etc.”, en definitiva, manifes10

El calificativo de “modesto/a” que se acuña para definir a esta arquitectura tradicional (para diferenciarla de la otra “gran” arquitectura), con el paso del tiempo se hará extensible al conjunto de manifestaciones populares/tradicionales que irán engrosando los contenidos y definiciones del patrimonio cultural.

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tación de una determinada cultura o civilización. Un proceso en el que, al tiempo que se modificaba lo dicho respecto a su significación, también se ampliaban sus contenidos; abarcando progresivamente manifestaciones no tenidas en cuenta en un principio, como era la arquitectura tradicional. En realidad se estaba produciendo la sustitución del viejo concepto del patrimonio histórico (predominio de la variable tiempo en pasado) al de patrimonio cultural (expresión de unas determinadas identidades culturales, con toda la complejidad que ello conlleva). Sería la evolución que hemos tratado de documentar con la selección hecha de los documentos anteriormente reseñados. Desde finales de los años sesenta del siglo XX, va a producirse un salto cualitativo en lo que respecta al reconocimiento institucional del valor de la arquitectura tradicional como testimonio cultural relevante de los pueblos. Al tiempo que se harán continuas llamadas en defensa de su preservación ante el creciente proceso de destrucción a la que está sometida. En este sentido, resulta especialmente elocuente la Recomendación de la UNESCO fechada en París en 1968 “Sobre la conservación de los bienes culturales que la ejecución de obras públicas o privadas pueden poner en peligro”. El principal riesgo para la preservación del patrimonio cultural, con especial incidencia en los bienes inmuebles, proviene precisamente del modelo de evolución imperante en la sociedad contemporánea, y el descontrol de unas prácticas políticas y socioeconómicas escasamente respetuosas con este patrimonio heredado. Con la circunstancia de que esta destrucción no sólo supone un empobrecimiento y pérdida cultural, sino de calidad de vida; además de una potencial pérdida de recursos económicos a tenor del creciente desarrollo turístico. La arquitectura tradicional se encuentra inequívocamente entre los bienes a proteger: acorde con la definición de bienes culturales recogida en esta Recomendación, entre ellos se incluyen “incluso los conjuntos de edificios tradicionales”. En 1972 se celebra en París la Conferencia General de la UNESCO que promueve la “Recomendación sobre la protección en el ámbito nacional del patrimonio cultural y natural”, documento ampliamente conocido y comentado por la influencia que ha tenido 35

y tiene en el desarrollo de la teoría y políticas patrimonialistas. En las definiciones recogidas en este documento se amplia definitivamente el ámbito de los contenidos del patrimonio cultural, hasta abarcar referentes seleccionados no sólo por su valor histórico-artístico, sino también por sus valores arqueológicos, científicos, etnológicos o antropológicos; además del patrimonio natural (paisajes culturales). La arquitectura tradicional se adscribirá fundamentalmente a la tipología de “lugares”, tal y como se comprobará en los desarrollos teóricos y legislativos que se fundamentarán en la clasificación tipológica (monumentos, conjuntos, lugares) establecida en esta recomendación, y que podemos evidenciar en las legislaciones autonómicas del Estado Español que seguirán dicha clasificación. Por la misma fecha, en 1975, se declaró el Año Europeo del Patrimonio Arquitectónico, lo que dará lugar a diferentes actos y declaraciones institucionales, entre las que destaca la “Carta Europea del Patrimonio Arquitectónico”. En ella se explicita la necesidad de la preservación integrada del conjunto del Patrimonio Arquitectónico; un patrimonio que esta formado “no sólo por nuestros monumentos más importantes, sino también por los conjuntos que constituyen nuestras ciudades antiguas y nuestros pueblos tradicionales en su entorno natural o construido” su valor se justifica por ser “una manifestación de la historia y nos ayuda a comprender la importancia del pasado en la vida contemporánea” por lo que “es un capital de valor espiritual, cultural, social y económico insustituible”. Aunque no deja de rememorarse en esta Carta la ya añeja valoración de la arquitectura modesta básicamente por su condición de marco contextualizador para realzar a la arquitectura monumental11, seguidamente se afirma explícitamente que aún cuando falten dichos monumentos esta arquitectura puede tener valor por sí misma: “Hoy se reconoce que los conjuntos, incluso en ausencia de edificios excepcionales, pueden tener una atmósfera que les dé categoría de obras de arte, 11

“Durante mucho tiempo sólo se protegieron y restauraron los monumentos más importantes, sin considerar el marco donde se encontraban. Recientemente se ha advertido que si se altera dicho marco, estos monumentos pueden perder gran parte de su carácter”.

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uniendo diferentes períodos y estilos dentro de un conjunto armónico. Estos conjuntos también deberían conservarse como tales”. Pero sobre todo, se vuelve a dar la voz de alarma por la precaria situación que atraviesa y la diversidad de factores que están incidiendo en su destrucción: “Está amenazado por la ignorancia, la obsolescencia, el deterioro de todo tipo y la negligencia. Parte de la planificación urbana puede ser destructiva si las autoridades se rinden con demasiada facilidad a las presiones económicas y a las demandas del tráfico rodado. La tecnología contemporánea mal aplicada a la restauración imprudente pueden ser desastrosas para las estructuras antiguas. Sobre todo, la especulación territorial e inmobiliaria hace mayores todos los errores y omisiones, llevando al fracaso los planes más cuidadosamente elaborados”. Treinta años después, al menos en lo que respecta a España, esta situación de riesgo y los factores que la provocan no han desaparecido; cuando no se han acentuado (poblaciones y territorios costeros). En el mismo año, 1975, el Congreso sobre el Patrimonio Arquitectónico Europeo culmina con la “Declaración de Ámsterdam”. Un documento que vuelve a reiterar lo dicho en la Carta anterior acerca del valor identitario del patrimonio arquitectónico europeo y la necesidad de su preservación; pero va a aportar una nueva reflexión especialmente interesante acerca de la consideración de este patrimonio no sólo por su valor arquitectónico, sino también por los modos de vida que ha propiciado y que deben ser también preservados: “La rehabilitación de cascos antiguos debe concebirse y realizarse, en la medida de lo posible, de forma que no se produzca una modificación importante en la composición social de los residentes”. Incluso se pondera positivamente un modelo tradicional de hábitat que habría que recuperar: “En la planificación urbana más moderna, se están intentando recuperar la dimensión humana, los espacios cerrados, la interacción de funciones y la diversidad sociocultural que caracterizaron la estructura urbana de las antiguas ciudades”. Para ello hacen falta unas medidas financieras que permitan su restauración pero también que se mantenga el entramado social de los barrios restaurados. Además de potenciar la continuidad de uso de los materiales y técnicas de construcción tradicionales. Y, por último, 37

no es menos significativa la llamada de atención para que se realicen los inventarios que permitan conocer el patrimonio que se ha de conocer. En la misma línea, un interesante documento promovido en 1976 por la UNESCO, la “Recomendación relativa a la salvaguarda de los conjuntos históricos o tradicionales y su función en la vida contemporánea”, introduce una serie de nuevos planteamientos que veremos más tarde desarrollarse. Avisa ya por estas fechas, mucho antes del auge de la teoría de la globalización, de “los peligros de uniformización y de despersonalización que se manifiestan con frecuencia en nuestra época”, ante los cuales el patrimonio se muestra como manifestación privilegiada de la diversidad que se pierde y, en consecuencia como “uno de los fundamentos de su identidad”: “esos testimonios vivos de épocas pasadas adquieren importancia vital para los hombres y para las naciones, que encuentran en ellos la expresión de su cultura y, al mismo tiempo, uno de los fundamentos de su identidad”. Se defiende como “”conjunto histórico o tradicional” todo grupo de construcciones y de espacios, incluidos los lugares arqueológicos y paleontológicos que constituyan un asentamiento humano, tanto en medio urbano como en medio rural, y cuya cohesión y valor son reconocidos desde el punto de vista arqueológico, arquitectónico, prehistórico, histórico, estético o sociocultural”; una definición que, como verdadera excepción en este tipo de documentos, equipara en cuanto a su valores y situaciones de riesgo el patrimonio histórico y al “tradicional”. Se hace hincapié en la necesaria mirada interdisciplinar a la hora de estudiarlo y valorarlo. Pero sobre todo, se estable claramente la relación entre patrimonio y modos de vida, por lo que se ha de preservar tanto las estructuras arquitectónicas como el tejido social de las ciudades, barrios o lugares que las albergan: “Es esencial evitar que las medidas de salvaguardia acarreen una ruptura de la trama social. [Se han de articular medidas para que los ocupantes puedan] conservar sus alojamientos, sus locales comerciales y sus talleres así como su régimen de vida y sus ocupaciones tradicionales, en especial la artesanía rural, la agricultura en pequeña escala, la pesca, etc”. 38

En documentos posteriores volveremos a encontrarnos la propuesta de unas medidas similares. Unas medidas de conocimiento, valorización y protección, de las que aún hoy se sigue hablando; lo que pone de manifiesto la dificultad y falta de voluntad para su aplicación. Granada acoge en 1985 la 2ª Conferencia Europea de Ministros responsables del Patrimonio Arquitectónico. En el texto con las resoluciones acordadas se citan como referentes buena parte de los documentos que acabamos de comentar, y se reiteran las razones aludidas para la protección y valorización del patrimonio arquitectónico europeo. El dato más relevante, en lo que a la temática de este artículo se refiere, va a ser la admisión a partir de esta fecha de “una ampliación de las categorías de bienes a proteger: la arquitectura vernácula, rural, técnica e industrial, y la arquitectura de los siglos XIX y XX”. Una clasificación arquitectónica12 en la que se cita por primera vez de forma explícita la arquitectura vernácula (tradicional). En el Convenio de Granada (1985) para la Salvaguarda del Patrimonio Arquitectónico Europeo, elaborado a partir de las conclusiones de la Conferencia, se realiza una síntesis del vasto corpus de cuestiones y propuestas realizadas en dicha conferencia. Su lectura detallada es bastante interesante. Por una parte, volvemos a encontrarnos la gran declaración de principios sistemáticamente aludida: “el patrimonio arquitectónico constituye una expresión irreemplazable de la riqueza y diversidad del patrimonio cultural de Europa, testimonio inestimable de nuestro pasado y herencia común de todos los europeos”. Pero por otra, encontramos las contradicciones que conlleva su aplicación y la definición del campo de actuación. Así: 12

Clasificación bastante ambigua y contradictoria. Por una parte se diferencia entre arquitectura vernácula y rural, cuando el primer concepto es en realidad una categoría interpretativa que con toda seguridad se aplicará a la inmensa mayoría de la arquitectura rural (categoría de distribución territorial urbana-rural/diseminada). Y en cuanto a la clasificación temporal, siglos XIX y XX, es de suponer que se refiere a las arquitecturas diseñadas por arquitectos profesionales y adscritas a algunos de los grandes estilos, dado que, como tal categoría temporal, también sería aplicable a la mayor parte de la arquitectura vernácula que ha llegado hasta nuestros días, al menos en Andalucía.

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- De nuevo aparecerá la sospechosa graduación, y progresiva indefinición de contenidos entre “monumentos”, “conjuntos de edificios” y “lugares”. Aunque bien es verdad que la amplitud de las razones para su calificación pretenden evitar estos mismos gradientes de interés e importancia: las definiciones de cualquiera de estas variables, se harán en razón de su interés “histórico, arqueológico, artístico, científico, social o técnico”. Pero, sorprendentemente, no se recoge en el documento ninguna alusión directa a la arquitectura vernácula/tradicional, pese a la cita que sí se había hecho de la misma en las Resoluciones del Congreso, redactada en la misma fecha (3 de octubre). - En segundo lugar se vuelve a llamar la atención sobre la necesidad de iniciar los inventarios que permitan, acordando también la creación de una ficha mínima que posibilite la homogeneización y el intercambio de la información necesaria, poder intervenir sobre este patrimonio. - Por último, plantea abiertamente la doble vía que se ha de seguir para dicha intervención: la necesaria implicación de las instituciones públicas en labores de investigación y aporte de los recursos necesarios para su restauración o rehabilitación; y, lo que creemos es especialmente importante en el caso de la arquitectura tradicional, la necesidad de “sensibilizar al público sobre el valor de la conservación del patrimonio arquitectónico como elemento de identidad cultural, como fuente de inspiración y creatividad para las generaciones presentes y futuras” recurriendo para ello a potenciar su divulgación utilizando las técnicas más modernas pero empezando la labor desde la misma “edad escolar”. Posteriores encuentros europeos (Londres, 198913; Nantes, 199214) auspiciados igualmente por el Consejo de Europa y a par-

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Mesa Redonda sobre Patrimonio arquitectónico. Nuevas técnicas para la documentación. Resultados publicados en Patrimoine architectural. Rapports et Etudes, nº 19. Conseil de l’Europe. Strasbourg. 1990. Coloquio europeo sobre Patrimonio arquitectónico: métodos de inventario y documentación en Europa. Resultados publicados en Patrimoine culturel, nº. 28. Conseil de l’Europe. PaysBas. 1993.

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tir de las propuestas expresadas en el Convenio de 1985, van a tratar de perfilar los métodos concretos de acción, así como la necesidad de superar graves problemas metodológicos como son: - La necesidad de contar con la referida “ficha mínima” que permita homogeneizar e intercambiar la información sobre este tipo de patrimonio. Se trataría de una ficha base de referencia; al margen del contenido exhaustivo de la ficha de origen, realizada en función de las pretensiones y finalidades concretas de cada inventario. Esta ficha sería presentada en el coloquio de Londres de 1989 y aprobada por el Comité de Ministros europeos en 1995 - La necesidad de coordinar la labor de todas las instituciones, tanto nacionales como internacionales que están interviniendo sobre el patrimonio arquitectónico. - Concepción del patrimonio arquitectónico como globalidad, aunque ello “presenta graves problemas científicos y metodológicos por las dimensiones considerables del corpus a aprehender”15 Toda una serie de requerimientos sobre la necesidad de intervenir sobre este patrimonio, que tiene también un denominador común, “el sentimiento de urgencia ante las situaciones de riesgo a que esta sometido”16 Los documentos de Granada siguen siendo cita obligada en cuantas propuestas de medidas específicas se han hecho en defensa del patrimonio arquitectónico europeo. Con posterioridad, en los nuevos documentos programáticos y cartas de reconocimiento en defensa de los valores de este patrimonio arquitectónico, tal la novedad a reseñar sea la progresiva “especialización” de dichos documentos según el ámbito específico al que se refieran (conjuntos históricos, arquitectura “rural”, etc); y entre ellos la arquitectura vernácula/tradicional ocupará un papel destacado. Nos detendremos únicamente en el análisis de estos últimos documentos, dejando de lado otros muchos 15

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M. Chatenet. “Rapport de synthèse: les méthodes d’enquête et de sélection”. Patrimoine architectural: méthodes d’inventaire et de documentation en Europe. Nantes, 1992. Patrimoine culturel, nº. 28. Conseil de l’Europe. PaysBas. 1993. Págs. 121-123 Ibidem.

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textos que van a abordar diversas problemáticas, algunas de ellas relacionadas indirectamente con la arquitectura tradicional. En 1986 el Consejo de Europa promueve la “Recomendación relativa a la promoción de los oficios artesanales que intervienen en la conservación del patrimonio arquitectónico”. En ella se defiende la necesidad de estos oficios para las labores de restauración y rehabilitación; pero sobre todo se enfatiza la necesidad, en la creciente línea de promover la defensa del patrimonio intangible, de preservar estos oficios por su valor patrimonial en sí mismos: “Los oficios artesanales y las habilidades técnicas constituyen una parte importante del patrimonio europeo, al igual que las obras que son testimonio del mismo”. Además de lo que ello conlleva de generar nuevos puestos de trabajo. Con la pretensión de su reconocimiento a nivel mundial, en 1989 la Conferencia General de la UNESCO, adopta en París la “Recomendación sobre la salvaguarda de la cultura tradicional y popular”; un interesante documento programático en el que se reseña el papel desempeñado por esta parte de nuestra cultura “en la historia de los pueblos, así como del lugar que ocupa en la cultura contemporánea”. La arquitectura es citada explícitamente entre “el conjunto de creaciones que emanan de una comunidad cultural fundadas en la tradición, expresadas por un grupo o por individuos y que reconocidamente responden a las expectativas de la comunidad en cuanto expresión de su identidad cultural y social”. El amplio y sugerente catálogo de medidas propuestas para la conservación, salvaguarda y defensa de esta cultura, serían en buena medida aplicables a la problemática de la arquitectura tradicional, pero su comentario en detalle creemos que escapa a la finalidad de este artículo. En Relación más directa con la arquitectura vernácula, en el mismo año de 1989, de nuevo el Consejo de Europa promueve la “Recomendación relativa a la protección y puesta en valor del Patrimonio Arquitectónico Rural” en la que se establecen unas directrices comunes para la elaboración de las políticas europeas respecto a esta parte de nuestro patrimonio. Las razones del documento vienen dadas por “...la evolución de la producción agrícola y las transformaciones sociales que han tenido lugar en las últimas déca42

das ponen en peligro la propia existencia de la arquitectura rural tradicional y sus paisajes”. Al tiempo que se plantea su potencialidad como recurso económico al ser “no solamente uno de los componentes más auténticos de la cultura europea, sino también un factor principal en el desarrollo local”. Las medidas de acción que proponen ya las hemos visto en otros documentos anteriores, e irán desde la necesidad de sensibilizar a la sociedad “acerca de los valores de la arquitectura local”, a fomentar su reutilización, etc. Las propuestas más innovadores van a consistir en la afirmación de que debe aplicarse a esta arquitectura los principios de la Carta de Venecia de 1964; que la intervención sobre el mismo se haga desde una “una base interdisciplinaria que abarque las características arquitectónicas y artísticas, así como los factores geográficos, históricos, económicos, sociales y etnológicos”; y sobre todo que sus valores se apliquen incluso a la nueva arquitectura, promoviendo “una arquitectura local contemporánea con un enfoque creativo que esté basado en los conocimientos y el espíritu de la arquitectura tradicional”. Unas medidas que deben inscribirse en las políticas de desarrollo local para contribuir a frenar el éxodo rural mediante la recuperación y puesta en valor del patrimonio arquitectónico y paisajístico, la revitalización de oficios (artesanales) y actividades tradicionales, y mejorar la calidad de vida de sus habitantes con políticas efectivas de adaptación y rehabilitación de viviendas, etc. El siguiente documento al que nos vamos a referir, por la centralidad pionera que adquiere en el mismo la arquitectura vernácula y que le convierte en un texto de notable carga simbólica pese a no estar avalado, como los que hemos venido comentando, por ningún organismo internacional, va a ser la Carta de Cuba, emitida en 1998 a raíz del Primer Encuentro de Arquitectura Vernácula celebrado en este país. Va a ser uno de los primeros documentos de este tipo que aventure una definición de arquitectura vernácula: “Definimos la arquitectura vernácula como un producto espontáneo que simboliza y cristaliza la idea que posee del mundo el grupo que la produjo. Los elementos que la definen, son precisamente su manufactura -sin la intervención de profesionales- y el que las estructuras, formas y materiales que emplea estén determinados por el clima, la 43

geografía, la geología, la economía y la cultura locales, así como el que presente gran integración con el contexto y con el paisaje que la rodea, manteniendo plenamente su identidad. La arquitectura vernácula se encuentra aislada o bien forma conjuntos en los centros históricos y en los poblados urbanos y rurales”. Una definición un tanto ambigua17, aunque lo que más nos interesa de este texto va a ser la llamada de atención que hace sobre las consecuencias de la destrucción de arquitectura vernácula, quebrándose los paisajes urbanos tradicionales y los valores asociados con los mismos: “el impacto de la vida moderna destruye formas vernáculas, rompe todo principio de la integración y desarticula los centros urbanos, los barrios, las aldeas y los poblados. Al perderse estas raíces se extravían para siempre los valores que le dieron origen, produciéndose en cambio, una arquitectura ajena a todo contexto histórico cultural y natural”. Las propuestas para evitar dicha destrucción parten de la necesaria rehabilitación de la arquitectura vernácula para mejorar las condiciones de vida de sus moradores; pero también, lo que supone una propuesta novedosa de este documento, que su conocimiento y estudio forme parte de los planes de estudio de las escuelas de arquitectura, con la finalidad de concienciar sobre su valor también a unos profesionales que luego tendrán un papel decisivo en las políticas de actuación sobre ella. Y, por supuesto, que a la hora de intervenir sobre la arquitectura vernácula se tenga en cuenta las opiniones de “los campesinos y usuarios”. También se tendrá en cuenta la relación entre arquitectura y modos de vida: “En el caso de intervenciones o nuevas construcciones en poblados vernáculos, localidades rurales o barrios tradicionales, se parta del estudio de la filosofía de vida de los creadores de esta arquitectura”. Reflexión que hace de nuevo aflorar la idea de que las obras arquitectónicas no son meros contenedores de funcio-

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Por ejemplo en lo referente a la utilización del concepto de (no) profesional. Los alarifes tradicionales han sido hábiles profesionales conocedores de unas técnicas constructivas en ocasiones bastante complejas.

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nes, sino que la arquitectura es el resultado y expresión de unos modos de ser específicos; por lo que proteger la arquitectura tradicional es proteger y propiciar un determinado modo de vida. De este modo, esta Carta se une a los documentos, aportando nuevas perspectivas, en los que se precisan las recomendaciones y líneas de acción a seguir (otra cosa es que se hayan puesto en marcha los mecanismos para desarrollarlas) para la conservación de este patrimonio arquitectónico vernáculo. Por todo ello van a constituir un importante avance tanto por el proceso de explicitación del significado y valor de la arquitectura vernácula/tradicional, como por la puesta de manifiesto de los procedimientos que se han de activar para su preservación, y por la afirmación de la necesaria implicación en esta dinámica de los moradores que conviven con ella y habitan en las viviendas tradicionales. Un año después, en 1999, se celebra en Santo Domingo (México) la Asamblea General del ICOMOS que va a ratificar la Carta del Patrimonio Vernáculo Construido. Con un lenguaje más elaborado y pretensión, como así ha ocurrido, de convertirse en un documento institucional de referencia en relación con la arquitectura vernácula/tradicional, parte de la consabida afirmación de la relación entre patrimonio e identidades; adaptada en este caso a la significación de esta parte de nuestro patrimonio: “El patrimonio tradicional o vernáculo construido es la expresión fundamental de la identidad de una comunidad, de sus relaciones con el territorio y al mismo tiempo, la expresión de la diversidad cultural del mundo”. Se valora su condición dinámica y, algo que sería cuestionable en relación con la fijación temporal (pasado) de la arquitectura históricomonumental, se acepta su continua transformación: la arquitectura vernácula “constituye el modo natural y tradicional en que las comunidades han producido su propio hábitat. Forma parte de un proceso continuo, que incluye cambios necesarios y una continua adaptación como respuesta a los requerimientos sociales y ambientales”. Y se justifica el documento por la necesidad de llamar la atención sobre el grave riesgo en que se encuentra la arquitectura vernácula debido a la “homogeneización de la cultura y a la globalización socioeconómica”. 45

Por ello es necesario la ampliación y aplicación de los principios de Carta de Venecia a este patrimonio arquitectónico. Propuesta de un notable valor simbólico dado que con ello se ratifica la elevación de rango de la antigua “arquitectura modesta”, desligada ya de su antiguo destino de generar ambientes pintorescos (en el proceso, significativamente, se ha ido perdiendo este término) o rapara resaltar a la otra arquitectura culta. La arquitectura tradicional ha adquirido valor por sí misma. La definición, el “reconocimiento” de la misma, es más precisa que la que se dio en la anterior Carta de Cuba: “Los ejemplos de lo vernáculo pueden ser reconocidos por: a) Un modo de construir, emanado de la propia comunidad; b) Un reconocible carácter local o regional ligado al territorio; c) Coherencia de estilo, forma y apariencia, así como el uso de tipos arquitectónicos tradicionalmente establecidos; d) Sabiduría tradicional en el diseño y en la construcción, que es trasmitida de manera informal; e) Una respuesta directa a los requerimientos funcionales, sociales y ambientales; f) La aplicación de sistemas, oficios y técnicas tradicionales de construcción”. Y en cuanto a los principios a seguir a la hora de protegerla, en un breve pero contundente epígrafe, se afirma: “El éxito en la apreciación y protección del patrimonio vernáculo depende del soporte de la comunidad, de la continuidad de uso y su mantenimiento”. A partir de estos principios, las propuestas que se hacen para su conservación, en su mayor parte no son nada nuevas: multidisciplinariedad en los trabajos de investigación e intervención, respeto de las nuevas arquitecturas de los contextos tradicionales preexistentes, respeto del paisaje cultural que conforman y del que forman parte, programas de difusión para darla a conocer y potenciar su valoración, continuidad de las técnicas tradicionales de construcción como bien patrimonial en sí mismas, etc. Pero entre este cúmulo de propuestas dos son las que habría que destacar como aportaciones más significativas, aunque en cierta medida ya han estado apuntadas en documentos precedentes: 1.- Tal y como ocurre con buena parte del patrimonio etnológico cuyos valores se fundamentan en la tradición, y por lo tanto en su 46

condición de patrimonio en uso18, no siempre le pueden ser aplicables las medidas de protección y conservación utilizadas usualmente con el patrimonio histórico-artístico: en lo que tienen de intento de recrear una imagen más o menos inmovilista que evoque el tiempo pasado en el que surgieron los testimonios seleccionados, tratándose incluso de recuperar su estado prístino, suprimiendo los añadidos de épocas posteriores. Por el contrario, las medidas a utilizar con la arquitectura vernácula tienen que partir del reconocimiento de su condición dinámica, aceptándose los cambios habidos como un valor inherente a la misma: “Los cambios a lo largo del tiempo deben ser considerados como parte integrante del patrimonio vernáculo. Por tanto, la vinculación de todas las partes de un edificio a un solo periodo histórico no será normalmente el objetivo de los trabajos sobre arquitectura vernácula”. 2.- Vínculo que se establece entre arquitectura (patrimonio tangible) y modos de vida (patrimonio intangible) como realidades inseparables. “El patrimonio vernáculo no sólo obedece a los elementos materiales, edificios, estructuras y espacios, sino también al modo en que es usado e interpretado por la comunidad, así como a las tradiciones y expresiones intangibles asociadas al mismo”. En consecuencia, defender este patrimonio es hacerlo de los modos de vida con los que se asocia: “gobiernos y autoridades deben reconocer el derecho de todas las comunidades a mantener su modo de vida tradicional y a protegerlo a través de todos los medios posibles”. En definitiva, se trata de un breve documento de apenas tres folios que sincretiza magníficamente el significado y valores culturales (identidades, modos de vida, expresiones arquitectónicas) de una arquitectura que ha ido perdiendo la calificación contrastiva (respecto a la gran arquitectura culta) de “modesta”, para adquirir una identidad propia, sustantiva, como arquitectura vernácula/tradicional. Se reafirma el creciente valor que se otorga al “patrimonio tradicional” del que forma parte la arquitectura tradicional: “El patrimonio tradicional 18

Si no le aplicamos este criterio de tradición en uso, o que forma parte de la memoria viva de la colectividad, entonces tendríamos que hablar no de patrimonio etnológico, sino de patrimonio histórico.

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ocupa un privilegiado lugar en el afecto y cariño de todos los pueblos. Aparece como un característico y atractivo resultado de la sociedad. Se muestra aparentemente irregular y sin embargo ordenado. Es utilitario y al mismo tiempo posee interés y belleza. Es un lugar de vida contemporánea y a su vez, una remembranza de la historia de la sociedad. Es tanto el trabajo del hombre como creación del tiempo”. Pero también hay que llamar la atención sobre la fecha tan tardía en la que se ha producido este reconocimiento. Hasta finales del s. XX no se ha visto reconocida explícitamente19 (1989, “Recomendación sobre la salvaguarda de la cultura tradicional y popular”) el valor de esta cultura tradicional, y sólo desde los años setenta había comenzado a tenerse en cuenta tímidamente desde una perspectiva patrimonialista. Referencias cronológicas de notable relevancia en relación con la arquitectura tradicional. Hasta entonces, como hemos ido analizando a lo largo del texto, había sido prácticamente ignorada20. No debe extrañarnos por ello que la dificultad que ha tenido y tiene para ser considerada una parte destacada de nuestro patrimonio; y en este sentido, la insistencia de muchos de estos documentos en las labores de difusión no es baladí: hace falta “enseñar” el valor de esta arquitectura como desde el s. XIX se comenzó a valorar y las obras de los grandes estilos artísticos hasta hacer que en nuestros días se considere que tienen un valor patrimonial inmanente. Va a ser también esta Carta, al menos que nosotros conozcamos, el último documento internacional relevante centrado en la problemática del patrimonio arquitectónico vernáculo. Si bien, se seguirá haciendo referencia al mismo, lamentablemente por su 19

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A nivel internacional e institucional, teniendo en cuenta el valor simbólico que han tenido y tienen las recomendaciones y demás documentos patrocinados desde la UNESCO. Cuando no despreciada en las políticas socioeconómicas y culturales aplicadas al menos en España. Se trataba de una arquitectura considerada testimonio de ruralidad y atraso, contraria a la idea de progreso y modernidad que impuso el desarrollismo de comienzos de la segunda mitad del siglo, provocando uno de los periodos de mayor destrucción de patrimonio arquitectónico (incluido el monumental) en la historia de España.

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situación de riesgo, en otros documentos. Es lo que ocurre con el Informe Mundial del año 2000 de ICOMOS sobre “Monumentos y sitios en peligro”, en él, dentro de “las categorías de patrimonio bajo mayor peligro”, se sigue encontrando el “Patrimonio vernáculo”. La descripción de porqué ocurre esta circunstancia es muy elocuente, sin que consideremos que haya cambiado sustancialmente hasta la fecha en la que se termina de escribir este trabajo, a finales del año 2005: “El patrimonio vernáculo incluye edificaciones y conjuntos rurales, aldeas y poblados de edificios tradicionales. Se compone de elementos modestos que incorporan tradiciones constructivas y una cultura popular arquitectónica que al evolucionar a través de los siglos ha dado pie a paisajes culturales construidos. El riesgo actual es que se derrumban edificios individuales o se renuevan los mismos usando materiales modernos asociados con una imagen de moderno confort. Hay aldeas completas que han quedado abandonadas a causa de los movimientos migratorios. Otras están siendo destruidas como resultado de grandes proyectos industriales, de reforma agraria o para la generación de energía. Gran parte de este patrimonio aún queda por ser bien identificado y protegido. Algunas técnicas constructivas tradicionales, típicas de la arquitectura vernácula -como en el caso de la arquitectura de tierra-, también presentan una vulnerabilidad especial y exigen una atención particular que rara vez reciben. Otro riesgo posible es la “gentrification” (la repoblación por parte de clases mucho más pudientes) de los conjuntos vernáculos, que en algunos casos puede ser una alternativa viable a su destrucción o abandono total.” A MODO DE CONCLUSIÓN INCONCLUSA Queda para otra ocasión analizar la situación específica que atraviesa esta arquitectura en España. Formalmente parece estar creciendo el grado de sensibilización hacia la misma, según se desprende, pensando en el caso de Andalucía, de una ordenanzas municipales cada vez menos permisivas con algunas de las actuaciones que más han desfigurado la imagen de los pueblos y ciuda49

des andaluzas: desproporciones volumétricas de los edificios construidos, empleo de azulejería inadecuada en fachadas, etc. Sin embargo, en la práctica, más allá de estos aspectos “formales”, y no siempre respetados21, la destrucción y abandono del patrimonio arquitectónico vernáculo, parece imparable. Sobre todo cuando su destrucción supone obtener pingües beneficios inmobiliarios (centros urbanos, poblaciones costeras, etc.). En otras ocasiones, aunque formalmente se abogue por su protección, resulta preocupante el tratamiento que recibe en las ordenanzas locales, normas subsidiarias, etc. de pueblos y ciudades. Especialmente significativo, por contradictorio, es lo que ocurre en muchos de los Planes Especiales de Protección diseñados para poblaciones con importantes conjuntos históricos, donde la riqueza monumental que albergan hace que la arquitectura tradicional reciba un tratamiento muy secundario respecto a la arquitectura más monumental; haciendo verdad la afirmación de que el interés por el patrimonio arquitectónico más modesto va a ser inversamente proporcional a la existencia del otro gran patrimonio que pueda ser utilizado como emblemático de la población. Sólo cuando falte o sea escaso este último se realzará como imagen colectiva, si ha logrado conservarla, la arquitectura tradicional.

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La situación, de irregularidades e incumplimientos de las propias normas, suele ser más acusada cuanto menor es la población. Pese a que muchas pequeñas y medianas poblaciones andaluzas cuentan con un rico patrimonio arquitectónico tradicional, y las limitaciones demográficas y disponibilidad de suelo no debiera haber incidido negativamente sobre la preservación de su arquitectura y entramado urbano, están siendo, sin embargo, las más afectadas por este proceso de destrucción. En ellas nos podemos encontrarnos con unas ordenanzas locales muy antiguas en las que solo se hace referencia a unos criterios básicos de edificación. Las únicas consideraciones (generalmente muy ambiguas) que defienden la tipología de vivienda tradicional en pequeños pueblos van a referirse únicamente a los acabados finales de las fachadas, es decir, el elemento por excelencia que ofrece una primera imagen del pueblo en su conjunto. En este caso, la coletilla final que se suele utilizar en los textos de estas informales ordenanzas es “según tipología tradicional existente”.

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Casi de forma generalizada, en los Planes Especiales van a establecer una sorprendente y ambigua clasificación22 de las tipologías locales, quedando la arquitectura tradicional relegada a un rango inferior, ubicada en los últimos escalones bajo la preocupante definición de “edificios de interés ambiental” (solo se recomienda la preservación de la fachada); cuando no se emplea con notable confusión e indefinición, sin saber muy bien si son sinónimos o categorías diferenciadas, los términos “popular” y “tradicional”; o se recupera como valor justificativo de esta última su condición de arquitectura “pintoresca”. Clasificaciones que van acompañadas de diferentes niveles de medidas de protección, y que dejan, casi sin excepción, desprotegida a esta arquitectura vernácula. Sin olvidar que estas clasificaciones tipológicas, avaladas institucionalmente, van a ir asociadas a una jerarquía de valores claramente negativa para la arquitectura tradicional, y que va a ser asumida por la ciudadanía que convive con este patrimonio. En otro orden de cosas, reflejando una vez más las contradicciones en las que se desenvuelve, buena parte de las legislaciones autonómicas sobre patrimonio histórico/cultural hacen especial hincapié en el valor patrimonial, identitario, de la arquitectura tradicional, llegando algunas de ellas (Aragón, Castilla-La Mancha, Canarias) a citar expresamente la necesidad de proteger algunas de las tipologías conservadas o determinados elementos de la misma. Y tampoco han faltado documentos institucionales en defensa del patrimonio que representa, como es la “Carta de Úbeda en defensa de la arquitectura tradicional andaluza” (1999), en la que se postula la necesidad de arbitrar, en las mismas líneas de argumentación que hemos visto en otros documentos de este tipo, las medidas necesarias para la puesta en valor y protección de un patrimonio que se pierde irreversiblemente. 22

Aunque de forma somera, este hecho ha sido analizado para los casos de Écija y Aguilar de la Frontera en los trabajos J. Agudo Torrico. “Arquitectura Tradicional. Patrimonio modesto e identidades. Pensando en Ecija”. Actas de las II Jornadas de Protección y Conservación del Patrimonio Histórico de Ecija: Patrimonio Inmueble Urbano y Rural, su Epidermis y la Ley de Protección. Asociación amigos de Écija. Córdoba. 2005. Pág. 67-93 y “Nuestra arquitectura tradicional. Un patrimonio que se pierde.”. Anuario de Etnología 1998-1999.

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Todo lo dicho, parece indicar que definitivamente se ha quebrado cualquier consideración de la arquitectura tradicional como un patrimonio menor. Y sin embargo, son más las razones que abundan en su desaparición que las que abogan por su preservación. Pérdida de funcionalidad de buena parte de los espacios construidos, presión inmobiliaria, importancia para las arcas municipales de los recursos provenientes de la actividad constructiva, acrecentado sentimiento del ejercicio de unos derechos de propiedad privada muy reticentes a cualquier medida que condicione el uso y destino de esta arquitectura, frecuente desvalorización por parte de sus habitantes, limitación de los recursos destinados a su rehabilitación, etc. son algunos de los factores que la amenazan. En sentido contrario, la creciente desmitificación de la arquitectura/urbanismo moderno como sinónimo de una calidad superior a toda la arquitectura tradicional, la creciente valorización de esta arquitectura por sus rasgos diferenciadores respecto a la imparable homogeneización anodina de la arquitectura urbana de consumo, reactivación del valor de antiguas técnicas constructivas y calidad ambiental de los espacios creados en la arquitectura vernácula (lo que favorece su versatilidad de sus usos y potencial capacidad de adaptación a nuevas funciones), son razones que contribuyen a su preservación. Esperemos que sean estas últimas las que terminen por imponerse, posibilitando la pervivencia de una arquitectura tradicional que nos habla de una historia y modos de vida que han caracterizado y caracterizan la identidad y diversidad de las colectividades humanas.

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ESTUDIO II

ESPACIO HABITACIONAL EN LAS DIFERENTES CULTURAS DEL MUNDO: REPRESENTACIONES Y FORMAS

Javier García Bresó Profesor Titular de Universidad Antropología Social UCLM

a construcción tiene o debería tener una interpretación cultural. Esta se encuentra sumergida en varias dimensiones, tantas como la propia complejidad de cada grupo humano. Pero todos tienen, si se buscan, lógicas, significados e interpretaciones acerca de sus edificios. Una de las dimensiones se encuentra en la cosmología de cada cultura, que no es otra cosa que la concepción del mundo. Existe un mundo visible donde se encuentran los fenómenos naturales, los artefactos, las personas, etc. y un mundo invisible como puntualizó Robert Redfield, donde se encuentran seres personales, fuerzas impersonales, ideas formuladas y conceptos acerca de lo que es y lo que debería ser; el mundo invisible se refiere a lo que los seres humanos pensamos de las cosas del mundo visible, acerca de como son o como creemos que son, en tanto elementos que existen en nuestro universo (Guiteras, 1965: 284, 296)1. En la actualidad y sólo ocasionalmente he oído hablar a otros sobre el determinismo que el medioambiente ejerce en la cultura de los diferentes pueblos. Esta idea no es nada novedosa, ya que proviene desde antes de la Ilustración, es decir, desde antes del siglo XVIII y se ha conocido siempre como “el determinismo geográfico”. Uno de los casos más antiguos es el del historiador griego Polibio (203-120 a. C.), quien resume muy bien, y en el mismo sentido que

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Guiteras Holmes, Calixta, 1965. Los peligros del alma. Visión del mundo de un tzotzil. Fondo de Cultura Económica. México.

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ha trascendido posteriormente, la base fundamental de esta teoría en el siguiente párrafo: “Nosotros los mortales tenemos una irresistible tendencia a plegarnos a las influencias del clima, y a esa causa, y no a ninguna otra, hay que atribuir las grandes diferencias que entre nosotros existen en el carácter, la formación física, la complexión e igualmente en la mayoría de nuestras costumbres” (Harris, 1985: 36)2.

Muchos otros pensadores han creído en esta teoría como el filósofo francés del siglo XVI Jean Bodin y también el propio Montesquieu, a quien puede adjudicarse la elaboración más coherente del determinismo geográfico en toda la Ilustración. Montesquieu creía que: “Los pueblos del norte tienden a ser valientes, vigorosos, insensibles al dolor, poco inclinados a la sexualidad, inteligentes y borrachos; los pueblos del sur son lo contrario. Como en los países cálidos las mujeres maduran pronto; suelen ser mucho más jóvenes que sus maridos y, por consiguiente, menos discretas; esto hace que su status sea más bajo, lo que, unido a la preponderancia de los nacimientos de hembras y a la relajación del clima tropical, estimula el desarrollo de la poliginia” (op. cit.: 37).

Quizás visto así y desde hoy nos cueste más trabajo aceptar ideas semejantes. Es cierto que la humanidad se nos presenta diversa y de una enorme pluralidad cultural. Y no se puede negar que existan coincidencias culturales entre pueblos que viven en climas y ecosistemas parecidos, como demostró el antropólogo norteamericano Clark Wissler, al superponer un mapa de las áreas ecológicas de América sobre otro de áreas culturales (op. cit.: 574). A pesar de estas evidencias Wissler, lo mismo que Julian Steward y otros antropólogos aceptaron que el entorno natural no era más que un factor vagamente limitante o facilitante y no un factor causal en la vida tribal. También Franz Boas, conocido además como el padre de la antropología norteamericana, rechazó todas las formas concebibles

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Harris, Marvin, 1985. El desarrollo de la teoría antropológica. Una historia de las teorías de la cultura. Siglo XXI Editores. Madrid.

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de determinismo cultural (op. cit.: 246) y no aceptó relaciones condicionantes entre religión y arte. De todos modos, la interpretación del mundo, o de las cosas que existen en él, ha diferido según los tiempos y la propia reflexión del ser humano con la experiencia de sentirse en el mundo. A cada época su cultura. En cada momento de la historia de la humanidad y a cada grupo han correspondido interpretaciones muy influidas tanto por su pensamiento mágico como científico y también a otro tipo de razones. Una de las mejores síntesis del interés de los antropólogos sobre la arquitectura popular, rural o vernácula nos la ofrece Reimar Schefold (1997)3. El enfoque antropológico para el estudio de las construcciones rurales no pretende ser único sino un enfoque más. Pero desde luego sirve para reclamar un espacio interpretativo que en España no se ha tenido en cuenta hasta hace muy poco tiempo. Por sistema, el ser humano tiende a clasificar el mundo que le rodea y que también construye. La arquitectura no ha escapado a ese sistema y durante mucho tiempo los estudiosos se han centrado en la documentación y clasificación de las formas tradicionales de las casas, en sus decoraciones y en los tipos de edificios. Tampoco la vivienda ha constituido un tema central en los estudios antropológicos, aunque hay casos excepcionales y excelentes como la magnífica descripción de la estructura social de los Atoni en relación con los detalles materiales de su casa alargada que hizo Clark E. Cunningham (1964)4. Este señala que la casa (ume) es la unidad residencial, económica y ritual en la base de la sociedad Atoni. Para éstos la casa es un centro ritual para la oración, el sacrificio y contar las hazañas. Los herederos deben mantenerlas y eventualmente ocuparlas. La hechicería puede ser iniciada desde la casa y las víctimas son a menudo afectadas ahí, y los adivinos (mnane) normalmente

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Schefold, Reimar, 1997. “Anthropological”, en: Oliver (ed.) Encyclopedia of Vernacular Architecture of the World, vol. 1, pp. 6-8. Cambridge University Press. Cambridge. Cunningham, Clark F., 1964. “Order in the Atoni House” (Indonesia, Timor) Anthropologia, vol. VI (Bijdragen tot de Taal-Land-en Volkendunde, Deel ), 120, pp. 34-68.

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trabajan en las casas de los clientes. También el ritual agrícola comienza y termina en la casa (Cunningham, 1964: 35). Y además se construye con un simbolismo geográfico gestionado en su cultura: “Los Atoni dicen que la entrada debe orientarse al sur, la dirección que ellos llaman ne’u (derecha). El norte es ali’ (izquierda); el este, neonsaen (salida del sol); el oeste, neontes (puesta del sol). La palabra neno (neon en metátesis) puede significar sol, cielo, o día, la referencia aquí es sol. Está prohibido orientar la entrada directamente al este-oeste, dicen los informantes, “porque ese es el recorrido del sol” o “porque el sol no puede entrar en la casa”. En realidad, las casas están orientadas diferentemente, aunque raramente (en mi experiencia) directamente al esteoeste; a pesar de todo la dirección de la fachada (o entrada) se llama ne’u (derecha o sur). Dentro de la casa, la orientación se establece como una persona encara la puerta del interior -tal como los Antoni rodean las direcciones se fijan frente a ‘la salida del sol’- y de nuevo están determinados los lados de la casa ne’u y ali’ (derecha e izquierda). La metáfora ne’u ma li’ (derecha e izquierda o sur y norte) es común para los Atoni por la del ‘bien y el mal’. El este (‘salida del sol’) es la dirección donde se hacen las oraciones a la Divinidad, Uis Neno (Señor del Sol, del Cielo, o del Día), una Divinidad que, aunque no es ociosa, está poco preocupada por los problemas morales. El este se considera que es la dirección del origen donde la ‘colina antigua, la aldea antigua’ (fatu mnasi, kuan mnasi) de cada linaje se localizan, pero el ‘camino del difunto’ (ran nitu) en la muerte es hacia el oeste o al mar” (Cuningham, 1964: 36-37).

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Es precisamente en la década de los sesenta cuando los propios arquitectos, como Bernard Rudofsky y desde la exposición fotográfica ‘Arquitectura sin arquitectos’ que realizó en el Museum of Modern Art de Nueva York, inciden en lo rural, resaltando sus valores arquitectónicos (Pavlides, 1997: 14)5 y la integración orgánica de los edificios en sus marcos naturales. Lo que favoreció que éstos incluyeran un interés antropológico en sus estudios, con un objetivo común de no sólo describir y clasificar las formas sino de comprenderlas dentro de su contexto local. Como señala Schefold empezó, entonces, “la búsqueda de factores potenciales que determinan la forma de las construcciones arquitectónicas y que pueden explicar la enorme diversidad de las formas de las casas”. En una obra poco conocida en España, Rapoport6 investigó la influencia de las fuerzas físicas y sociales tal como las condiciones climatológicas y ecológicas, los materiales disponibles, el conocimiento técnico y el rol de la forma local de la economía. Sus conclusiones, compartidas por muchos autores, no fueron sorprendentes: tales factores restringen más que determinan, facilitan y hacen posible o imposible ciertas soluciones, pero nunca deciden la forma. Así propone una estructura conceptual para considerar la gran variedad de tipos y formas de viviendas y las fuerzas que las afectan. Su propuesta pretende clarificar la complejidad que existe en el campo de las construcciones. Además de facilitar una mejor comprensión de los determinantes de la forma de las viviendas. En la construcción de las viviendas vernáculas la tradición tiene la fuerza de una ley respetada por todos desde el consenso grupal. Se acepta y se obedece la ley consuetudinaria porque el respeto a la tradición da lugar a un control colectivo que actúa como órgano director. Y ese órgano está sumergido dentro de la propia cultura que ha heredado la tradicionalidad técnica y simbólica como un

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Pavlides, Eleftherios, 1997. “Architectural”, en: Oliver (ed.) Encyclopedia of Vernacular Architecture of the World, vol. 1, pp. 6-8. Cambridge University Press. Cambridge. Rapoport, Amos, 1969. House Form and Culture (Englewood Cliffs, NJ: Prentice Hall).

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patrimonio para el grupo. Pero las técnicas y las ideas que los pueblos desarrollan o configuran están en función del uso del espacio que el ser humano realiza en la vivienda. Yo creo que el primer condicionante de la forma, si es que se quiere ver la construcción desde una génesis causal, es precisamente el uso que los seres humanos hacemos tradicionalmente del espacio, como hemos visto en el estudio de Cunningham. La vivienda concentra en casi todas las culturas una gran parte de las actividades de sus dueños. Desde este sentido es que Rapoport ha definido la casa como un “sistema de lugares”7. Pero también las construcciones pueden ser vistas como un resultado de la interacción del ser humano con su propia naturaleza, con sus aspiraciones, su organización social, visión del mundo, modo de vida, necesidades sociales, recursos económicos, actitudes hacia la naturaleza, modas, personalidad, necesidades físicas, etc. Y por supuesto también intervienen los distintos aspectos de la naturaleza como el clima, el lugar, los materiales, etc. Con todo y el riesgo que corre en la actualidad la construcción vernácula, se ha de aceptar que a veces los modos y diseños no han cambiado tanto. Y eso cuando menos debería significar que a veces el ser humano ha dado soluciones a sus problemas lo suficientemente coherentes y buenas como para que otras personas puedan aprovecharlas. O también a veces las soluciones pueden repetirse y por eso la coincidencia. De cualquier manera se repitan o no hay soluciones muy adecuadas. Como nos expresa Rapoport (1969: 27) encontramos que “las cabañas de hierba, como las conocidas en el neolítico, se usan todavía en Fiji, Nueva Guinea, en América del Sur y en otros lugares. En general, las casas con patio parecen haber cambiado muy poco y las utilizadas hoy son parecidas a algunas de las casas de Jericó y de Ur. De hecho las calles de Ur son como las de muchas ciudades del Oriente Medio. Las chozas Toda, India central, se parecen a las dibujadas en las cuevas de Font de Gaume, al sudeste de Francia. Los Trulli de Italia y las casas colmena de África y Perú se parecen a algunas casas colmena anteriores de Chipre. Las casas

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Rapoport, Amos, 2003. Cultura, arquitectura y diseño. Ediciones UPC. Barcelona.

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mayas del Yucatán de hoy son iguales a las dibujadas en manuscritos de la época y las de Perú parecen idénticas a las equivalentes precolombinas (como en Majchu Pijchu).” Así vemos que en todos estos modelos la forma ha persistido. Se podrían explicar las diferencias en los modelos de construcción haciendo alusión a las evidentes diferencias en la cultura, los ritos, los modos de vida, la organización social, el clima, los paisajes, los materiales y por supuesto las técnicas disponibles. Pero ¿Cómo explicar las similitudes cuando las culturas son incluso desconocidas entre sí? Quizás haya que partir de que las similitudes son la evidencia, no sólo de áreas en que han coincidido algunos o todos los factores, sino también de algunas constantes básicas en las necesidades y deseos del propio ser humano. No es fácil coincidir, pero la evidencia nos demuestra que distintos pueblos coinciden en dar soluciones parecidas a los mismos problemas, como se puede ver en los ejemplos que Rapoport menciona. Creo que es sorprendente el parecido que presentan algunas construcciones en el entorno del océano Pacífico a pesar de las distancias e incluso de las proximidades, como nos lo muestra Pijoán (1966)8 en uno de los frontispicios del tomo dedicado al Arte de los pueblos aborígenes. A pesar de que en el mapa las construcciones del sur de Asia se vean próximas, no creo que el ligero parecido de las fachadas y armazones sean consecuencia de una comunicación directa.

© Pijoán, 1966. Frontispicio del tomo I de la Enciclopedia Summa Artis.

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Pijoán, José, 1966. Arte de los pueblos aborígenes, tomo I, Summa Artis. Espasa Calpe. Madrid.

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El grupo de construcciones que van de Papúa-Nueva Guinea hasta Sumatra presentan un cierto parecido en las fachadas. Les amplían las techumbres hasta formar largos y puntiagudos techos. Sin embargo las razones para ello parecen ser distintas. Según nos refiere Forge (1990: 58-67)9 para los Abelam de Papúa sus casas ceremoniales o tambarán el animal totémico es el cocodrilo. Este animal influye tanto en las vidas de los pueblos que bordean el río Sepik que lo representan constantemente en sus dibujos, en sus escarificaciones, en sus tambores e incluso realizan las enormes fachadas de las casas ceremoniales tratando de representar al cocodrilo con las fauces abiertas. Con esta información casi se ven más lógicas las formas adoptadas en las construcciones. Pero no se puede afirmar que esa sea la causa del alargamiento de las fachadas en los otros grupos que además les separa una distancia de miles de kilómetros.

© Javier García Bresó (dibujado de una foto de Forge, 1990)

Pero sobre estas construcciones también se puede añadir la versión que da Corbin (1988:18)10 sobre su representación simbólica: “Fachada decorada de una casa de hombres en la aldea de Kinbangwa de los Abelam de las Montañas Maprik en Papúa-Nueva Guinea... En esta vista es evidente que los dos tercios superiores de la fachada están

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Forge, Anthony, 1990, “Los Abelam”, en: Pueblos de la tierra, pp. 58-67. Salvat Editores, S. A. Barcelona. Corbin, George A., 1988. Native Arts of North America, Africa, and the South Pacific: An Introduction. Harper & Row.

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cubiertos con pinturas de corteza policromada así como la escultura del coloreado bajorrelieve. El saliente aguilón apuntado es común en los Abelam y sirve para proteger la fachada elaboradamente pintada de las lluvias. La casa entera está sujeta a varios postes, incluyendo el largo poste sobresaliente del centro desde lo alto y otros a lo largo de los lados. El doble friso horizontal en el punto de transición entre la fachada pintada y el bajo muro representan a una pareja colocada pies con pies en el acto de copulación, una explícita referencia sexual que también vinculada al simbolismo de la fertilidad más generalizado en las pinturas y esculturas dentro de la casa. La fachada de forma triangular está pintada con un número decreciente de filas horizontales de las caras del espíritu mitológico. Una fila de espíritus masculinos aparece sobre el fondo y en la mitad de la fila y la fachada está encabezada por una figura que se dice que representa a una peligrosa bruja voladora. El saliente, poste apuntado en la cima se dice que es el pene de la casa de los hombres, mientras que la pequeña puerta de entrada en la parte derecha más baja se considera que es el útero de la casa.... El simbolismo de la fachada de esta casa es de dos niveles. Hay una zona pública de significaciones para las mujeres y para los chicos no iniciados y una zona secreta para los varones iniciados. La casa de los hombres también sirve como local social para algunos de los clanes de la aldea, como un lugar para la iniciación de los jóvenes varones y como un lugar de almacenamiento para los objetos sagrados que se guardan en secreto de los no iniciados. Gran parte de este simbolismo del arte arquitectónico de los Abelam está asociado con la fertilidad/fecundidad y la virilidad masculina, con los poderes del cazador/guerrero y la magia”.

Pero volviendo a la idea de que los edificios constituyen un sistema de lugares el psicoanalista alemán Otto Rank (1968: 170)11 contrasta con la concepción oriental, en donde “los grandes edificios arquitectónicos se concebían como reflejos macrocósmicos de los diseños celestiales”. Sin embargo en la tradición occidental el hom-

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Rank, Otto, 1968 (1932). Art and Artist. Creative Urge and Personality development. (trad. del alemán: Charles Francis Atkinson). W.W. Nortan & Company. New York/London.

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bre mismo se vuelve un macrocosmos, un modelo para todas las cosas, cada parte de él debe necesariamente ser un microcosmos separado y completo. Lo que se intenta es reproducir el conjunto a través de una miniatura, su esencia o una abstracción, de modo que cada parte individual realmente continúe, ideológicamente, expresando el conjunto. Para el mundo oriental el edificio es indivisible y pretende reproducir, de una manera reducida en proporciones terrenales, una concepción celestial mucho más grande. Imitar la naturaleza humana se convierte en una constante para el propio ser humano. Un inicio para la construcción, el comienzo de una arquitectura sin arquitectos. Una acción que no debería considerarse con falta de creatividad como pensaron algunos difusionistas a principios del siglo XX. Pienso que la creatividad en los humanos se produce al combinar elementos, ideas, cosas existentes y no como en el sentido divino. Interactuar con el medioambiente, con las cosas que existen en el mundo que nos rodea, es la fundamental manera de elaborar cultura que tenemos las personas. La concepción del comienzo, a pesar de la imitación, ha producido representaciones o edificios altamente complejos en varias partes del mundo. Aunque el ser humano no es la medida para el mundo aborigen, sí es el referente o símbolo de sus construcciones. Algunos pueblos realizan sus casas teniendo en cuenta el cuerpo humano, a veces el femenino y a veces el masculino o ambos a la vez, sin que se entienda en ello una alternativa por el género. Botelho (1998: 1628-1629)12 clasifica la casa de los diversos grupos que integran las familias tribales Caribe-Arawakos-Tupís del Alto Xingú, en el Mato Grosso brasileño, como un espacio conceptual codificado con referencias anatómicas: “Que sugieren la identificación con un ser biológico, mostrando que ciertas palabras se utilizan para designar detalles arquitectónicos y piezas estructurales de las construcciones residenciales que son las mismas que las

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Bothelo Malhano, Hamilton, 1998. “Karibe-Aruak-Tupi (Mato Grosso)”, en: Oliver (ed.) Encyclopedia of Vernacular Architecture of the World, vol. 3, pp. 1628-1629. Cambridge University Press. Cambridge.

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que se usan para identificar las partes del cuerpo humano, animal o sobrenatural, o incluso, piezas del adorno personal humano... Tal asociación no especifica el género. Además de tener características masculinas, la casa es el foco de la gestación social del individuo. El adolescente que se hará hombre, el adulto que se convertirá en shaman, la joven que se convertirá en mujer –para abreviar, todos aquellos que ocuparán una posición social establecida en el grupo local- permanecerán en reclusión dentro de la casa durante un periodo de tiempo. La sociedad determina el rol y crea el carácter: esto es, la reclusión proporciona para ciertas personas la réplica de ciertos roles que se representarán en la sociedad.”

P l a n o , s e c c i ó n l o n g i t u d i n a l i n t e r i o r y e l e v a c i ó n d e u n a c a sa d e l Alto Xing ú. 1.- Piernas de la casa. 2.- Brazos de la casa. 3.- Anillo de la oreja de la casa. 4.- Cima de la cabeza de la casa. 5.- Mandíbula de la casa. 6.Clítoris de la casa. 7.- Boca interior/exterior de la casa. 8.- Nalgas de la casa. 9.- Pechos de la casa. 10.- Espalda de la casa. 11.- Bóveda imaginaria del cielo. 12.- Vía Láctea imaginaria. 13.- Cuello de la casa. 14.- Oreja de la casa. 15.- Dientes de la casa. 16.- Costillas de la casa. 17.- Cabellos de la casa. 18.- Nuca de la casa (detrás del cuello de la casa). © Hamilton Botelho Malhano, 1997.

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Como podemos ver en los dibujos la casa es la esencia, una abstracción, una miniatura del macrocosmos para unas trece comunidades de las riveras altas del río Xingú, uno de tantos afluentes al sur del Amazonas. En España Padilla y Arco (1990: 69-87)13 en un breve ensayo también enfatizan las semejanzas de la construcción popular con el cuerpo humano. Uno de los pocos trabajos que retan a las tradicionales descripciones de las casas y que profundiza en la cosmología de la cultura popular española. Otra de las construcciones también muy descriptivas en relación con el cuerpo humano se encuentra en África, en la accidentada cadena montañosa de Atakora, al noreste de Togo y noroeste de Benin. Pero los Batammaliba14, también conocidos como Tamberma y Somba, cuyo nombre significa ‘gente que son los auténticos constructores de la tierra’, no construyen sus casas a imagen del hombre sino como una metáfora sagrada del ser humano que se rinde y adora a sus divinidades, como el dios solar Kuiye, cuya residencia se encuentra en el cielo suroeste. Un simbolismo antropomórfico que pretende representar un macrocosmos reducido de su mundo o de lo más sagrado de su mundo.

A. Re pre se n t aci ón si m ból i c a B . Pl an o de l te rre n o y C. Pl an o de l a te rraz a de u n a re si de n ci a de fam i l i a n u cl e ar B at am m al i ba (To go ): 1 .- Cuarto de entrada (kunakwaku). 2 .- Granero masculino (libotolaku). 3 .- Granero femenino (libotoniku). 4 .Cuarto de dormir (kulieku). 5 .- Cocina (litokale). 6 .- Cuarto auxiliar (liha). 7 y 8 .- Granero de atrás (liyifuaboto). 9 .- Chimenea (fotofakofe). 1 0 .- Cuarto de ganado (kunamonku). 1 1 .- Agujero de la casa (tabote). 1 2 . Chimenea (kalaka). © Suzanne Preston Blier, 1997.

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Padilla, Carmen y Arco, Eduardo del, 1990. “La arquitectura popular como emblema”, pp. 69-88, en: Caro Baroja (coord..), 1990. Arquitectura popular en España. Actas de las Jornadas: 1-5 diciembre 1987. CESIC. Madrid. Blier, Suzanne Preston, 1987. The Anatomy of Architecture: Ontology and Metaphor

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Porque la casa se construye y se concibe bajo connotaciones sagradas. Y no sólo desde el ritual de “plantar la primera piedra” sino que incluso desde antes se tiene cuidado tanto en el proceso de su elaboración como en la elección de los materiales. Como Frazer (1986: 54)15 nos dice, “los sudaneses piensan que una casa construida de madera de árboles espinosos hará que, a su semejanza, la vida de sus moradores sea espinosa y llena de contrariedades”. También entre algunas tribus de África del sur cuando se escogía el emplazamiento de la nueva aldea y empezaban a construir sus casas, tenían severamente prohibidas las relaciones conyugales. Estas personas creían que infringir esta norma podría causar la muerte del jefe y la mujer infractora nunca tendría hijos (op. cit.: 263). De la misma manera que Rank (1968: 184), creo que “la casa es, por todo su simbolismo corpóreo, mucho más que una simple copia de la naturaleza de protección maternal: ha ido más allá y se ha convertido en un símbolo del ego creativo que se ha liberado de la cubierta maternal protectora y ha ascendido a una independencia propia”. Desde principios del siglo XX Karl Borinski (op. cit.: 177) relaciona el cuerpo humano con la iglesia medieval, apoyándose en la creencia cristiana de que el “cuerpo humano es un templo” donde se aloja el alma. Pero aún más Fuhrmann (op. cit.: 178) correlaciona la antigua idea animista de la cabeza como el lugar del alma e interpreta la puerta de la iglesia cristiana como una boca con dientes y garganta. Una simbolización vinculada con los propios ritos de paso o de iniciación o con la creencia del más allá, que muchas culturas expresan con dioses del tipo Quetzalcoatl para los aztecas, en su versión de monstruo de la tierra que devora la vida y la otorga. Entrar y salir del templo se simboliza así como una muerte y renacimiento espiritual para la persona. De todos modos la cabeza humana ha sido centro de interés para muchas culturas, sobre todo

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in Batammaliba Architectural Expression (Cambridge University Press). - 1998. “Batammaliba (Somba)”, en: Oliver (ed.), Enciclopedia Vernacular Architecture of the World, vol. 3, pp. 2120. Cambridge University Press. Cambridge. Frazer, James, 1986 (1890). La rama dorada. Fondo de Cultura Económica. México.

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para algunos grupos aborígenes del continente americano. Los que más trascendencia han tenido son los aguaruna (jíbaros) entre Perú y Ecuador, por su ya desaparecida costumbre de reducir la cabeza del enemigo y evitar así que el alma vengativa cumpliera su fin. Pero Fuhrmann refuerza su idea de la cabeza-templo al referirse a ejemplos entre los nativos de Nueva Guinea, donde “las entradas de estas casas ceremoniales o de espíritus eran pensadas por ellos mismos como caras. La puerta correspondía con la boca y encima de la entrada se ven la nariz y los ojos” (op. cit.). Casualidad o no también encontramos ejemplos entre las iglesias católicas como el presentado en la imagen, correspondiente a fachada de la iglesia del pueblo Casas de los Pinos, Cuenca.

Iglesia de Casas de los Pinos, Cuenca. Fachada tipo cara. © Javier García Bresó.

© Javier García Bresó. Fachada-rostro de una casa en Papúa-Nueva Guinea (dibujado de una foto en Historia Natural Marín II-6, 1975: 273)

Entre los Ema de Timor, Indonesia, la cabeza de la casa está ubicada en la parte superior de sus construcciones de techo ovalado a dos aguas y de planta circular. Además incluyen zonas exclusivamente femeninas y exclusivamente masculinas. Cuando se ha terminado de construir se realiza la ceremonia llamada “la comida de la casa”. Por las más de cien personas que se reúnen, por todo lo que se consume la casa no es sólo el lugar de alojamiento sino la justificación del reforzamiento grupal. 69

Planta de la casa (uma) (escala 0:02). © Renard-Clamagirand, 1998.

Sección A-A. © Renard-Clamagirand, 1998.

P l a nta d e l a c a sa (u m a) a las anillos de madera b duhug postes de madera c asu esa escalera d nito puerta de madera e galin entrada f soro bi’in suelo ‘femenino’ más pequeño g soro boten suelo ‘masculino’ más grande h soro viga de división a través del piso i api matan chimenea j atu lia piedras chimenea k lia butun marco de madera de la chimenea l lesun una ‘esquina’ de la habitación m didig muro n ri pilares o nito pasun marco de la puerta p ri ulun mane poste ulun ‘masculino’ q ri ulun ine poste ulun ‘femenino’ r ai akuda plataforma elevada utilizada como litera Sec c ió n A-A B manu kain oen parte más alta del mástil C uma garan ‘cabeza de la casa’ D kabaen ‘anillo’ de madera E glao lete ‘anillo’ de madera F lei imperata techo de paja cylindrica G toden repisa de madera entre el techo de los muros y el piso H ai basan vigas bajo los muros J ai bou vigas bajo el piso K ri oen ‘poste-pierna’ de la casa, un pilar L atu beka base de piedra M bleku hoyo central lleno de tierra N atu paen muro bajo de piedra

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Pero para trazar el camino del origen de la construcción y su significado, algunos estudiosos parten de la base de una relación fundamental: la tumba subterránea y su contraparte celestial, el edificio sagrado, la tierra y los lugares-moradas terrenales (Rank, 1968: 185). Así hemos de acudir de nuevo a un motivo ideológico de microcosmización, una concepción antigua de una tierra-centro, la figuración de que el “ombligo” de la tierra expresa una humanización del cosmos. En lengua inca (quechua) Cuzco significa ombligo, pues se consideraba que su capital era el centro del mundo. Y así en una correlación anatómica del ombligo como centro del cuerpo humano, se amplía a la morada de los humanos en la tierra, en un centro cosmológico (Chevalier y Gheerbrant, 1999: 777-779)16. El Omphalos u ombligo posee un significado de centro y muchas culturas han asumido que ellos viven en el centro de la tierra. Algunos autores como Roscher (Rank, 1968: 187) “está convencido de que en la Babilonia del relato bíblico, con su enorme torre de siete plantas, es sólo comprensible como el centro del ‘orbis terrarum’ y la casa original de toda la humanidad”. Es reiterativa la consideración de la casa como el propio centro, el punto original de donde procedemos y de donde somos. Bajo este tipo de ideas no resulta difícil establecer semejanzas o paralelismos. Aunque no sin controversias se ha vinculado el Omphalos Délfico, situado en el lugar donde Apolo mata a la serpiente Pitón o espíritu de la tierra y también sobre la grieta por la que se sumen las aguas del diluvio de Deucalión, con la matriz (útero) por su forma abovedada y por la apertura con que está provisto (ver dibujo de la iglesia de Casas de los Pinos). Investigadores como Leroi-Gourhan han relacionado algunas representaciones primitivas con matrices o vulvas (Giedion, 1988: 229)17. La relevancia de los órganos reproductores femeninos parece haber quedado muy evidente en muchas culturas. La relación de

16 17

Chevalier, Jean y Gheerbrant, Alain, 1999 (1969). Diccionario de los símbolos. Herder. Barcelona. Giedion, Sigfried, 1988. El presente eterno: Los comienzos del arte. Alianza Forma. Madrid.

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nuestra existencia en el mundo con la “madre” u origen más inmediato de todas las personas, no sólo no ha pasado desapercibido sino que ha generado simbolizaciones con muchos grados de transformación y reelaboración representativa, según las culturas y el tiempo transcurrido en ellas. Es decir, el ser humano ha partido de elementos formales anatómicos, o si se quiere elementos profanos, para establecer relaciones cosmológicas y elevar el rango de esos elementos a categorías sagradas. Así la casa como edificio, según Rank (1968: 195) puede fundamentar su simbolismo en el abdomen, bajo el ombligo, como si se simbolizara la tierra, mientras que el templo, situado en la cabeza o erigido encima del ombligo, simbolizaría el espiritualismo celestial. Por tanto, vista desde esta perspectiva, la casa conserva más el carácter básico de protección maternal que el templo, que ejerce una fuerza representativa de lo superior, pero que no pierde su relación con la tierra gracias a otro elemento como el cordón umbilical. En este orden de cosas Reichel-Dolmatoff (1991: 29)18 nos describe el significado del templo entre los aborígenes Kogi, de la Sierra de Santa Marta en Colombia, en los que se incluye parte de su cosmología: “Los templos y las casas de ceremonias son también modelos microcósmicos con tejados cónicos que contienen en su interior cuatro estanterías circulares. En sentido negativo, los kogis creen que la estructura de estos edificios continúa por debajo de la tierra, de forma que la casa de ceremonias es una réplica del cosmos y su centro es, por consiguiente, ‘el centro del mundo’. El Universo, el huevo cósmico que ellos relacionan con un útero, es el vientre de la diosa madre, y en él vive toda la humanidad. Pero también nuestra tierra, cada montaña, cada vivienda, cada casa de ceremonias, e incluso cada tumba, es un útero. Las cuevas y las grietas del terreno son aberturas que conducen al cuerpo de la diosa madre. La techumbre de los templos kogi tiene forma de embudo, y éstos son considerados

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Reichel-Dolmatoff, G. 1991. “Los kogis”, pp.24-29 en: Revière, Peter, Pueblos de la tierra: Los Andes. Salvat Editores, S.A.. Barcelona.

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‘puertas’ que se abren y permiten un contacto con los niveles cósmicos de más ‘arriba’; son órganos sexuales en los que se depositan las ofrendas, y a través de los cuales la diosa madre es fertilizada. Del punto más alto, en el interior del techo del tempo, cuelga una cuerda que representa el cordón umbilical. Los kogis creen que a través de esta cuerda, el sacerdote, que está sentado en el centro del edificio, entra en contacto con las fuerzas sobrenaturales”.

El templo, de forma circular, simboliza el universo Kogi, o útero; su cima representa el órgano sexual masculino, por medio del cual la diosa madre será fertilizada. © Javier García Bresó (dibujo de una foto de Brian Moser, 1990).

El templo está relacionado con el cielo, la morada de las divinidades, y con dios, a quien en muchas culturas se le adjudica el papel de arquitecto del universo. Dios construye el cosmos y el hombre construye la casa, la ciudad. Este símil está estrechamente correlacionado porque el hombre que funda la ciudad es un héroe mítico, con carácter semisagrado, ej.; Kin Sargon en la cultura sumeria, Moisés, como líder, para la cultura judía y Rómulo para la cultura romana. Pero la idea que transmite el héroe fundador no se centra tanto en la forma del edificio sino en la legitimidad que posee el grupo para asentarse en ‘su tierra’, el lugar que los dioses han elegido para el pueblo. La tierra, entonces, se asocia a la casa. El lugar de pertenencia se adhiere a la historia del grupo y se hacen inseparables. Tanto que pueden llegar a conectarse simbólicamente con los acontecimientos más relevantes de la vida de las personas en el grupo como así sucede en el norte de Europa. 73

En algunas comunidades campesinas de Noruega, como nos señala Doxtater (1998: 106)19, el casamiento tiene lugar en un espacio arquitectónico al que se le da un marco simbólico. Las personas que viven en estas comunidades participan en el ritual para equilibrar los intereses colectivos y familiares y así mantener una distribución igualitaria ante la escasez de recursos y de tierras para el cultivo. El matrimonio no sólo autoriza la creación de una nueva familia con intereses propios sino que también legitima el parentesco y las obligaciones en el colectivo. La organización simbólica en la casa principal de la granja que funciona como centro ritual, incluye tres aspectos que van de este a oeste y representan el paso de la vida a través del nacimiento, el matrimonio y la muerte. El matrimonio es profundamente simbólico en su papel de mantener el equilibrio entre la familia (nacimiento, fertilidad, abundancia) y la comunidad (muerte, decadencia, redistribución). El eje real de contacto entre los espíritus y las personas va de norte a sur. Los umbrales rituales de las viviendas de las granjas se orientan siempre en esa dirección, que controla el acceso a los dos aspectos. El movimiento ritual horizontal está estrechamente relacionado al entrar en contacto con el vertical eje del mundo en el hogar central de la casa. Estos marcos básicos tenían su homólogo en una agrupación de más edificios, así como en el paisaje del asentamiento de la comunidad.

Planta de la vivienda principal stue tradicional noruega con sus aspectos simbólicos. © Doxtater, 1998. 19

Aspectos homólogos en la casa campesina mostrando la relación entre la casa stue y el granero loft. © Doxtater, 1998.

Doxtater, Dennos, 1998. “Rite and Ceremonial”, pp. 105-107, en: Oliver (ed.), Enciclopedia Vernacular Architecture of the World, vol. 1. Cambridge University Press. Cambridge.

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El primer rito en la secuencia del casamiento se realiza como una forma de cópula ritual entre las parejas. Este acto tiene lugar en el granero (loft) de la granja, situado cerca, al este, de la casa. Después el cortejo termina con la invitación al hombre a la zona de dormir, el compromiso es comunicado por un compañero de éste. Lo hace en el hogar central de cada una de las granjas con una mano en el poste para dejar pasar el humo al techo (el vertical eje del mundo). Esta acción también es una invitación para reunirse en la ceremonia del casamiento en la granja de la novia unos días más tarde. Existen más casos en los que el cuerpo humano constituye la base para la construcción de las viviendas o incluso para la organización del poblado, como nos lo muestra Bargna (2000: 22, 26)20 al hablar del antropomorfismo de las viviendas fali en Camerún. El esquema del cuerpo humano permite articular el espacio de forma jerárquica: las viviendas fali colocan habitaciones y graneros a lo largo de las cuatro partes del cuerpo (cabeza, tronco, piernas y brazos), dispuestas alrededor del elemento central de los órganos genitales. También los Dogon de Mali organizan su poblado y sus casas desde los referentes humanos. La organización recorre las fases de la historia mítica: “La aldea debe extenderse de norte a sur, como un hombre que yaciera boca arriba; la cabeza es la casa del consejo, edificada en la plaza principal que simboliza el campo primigenio” (Ogotemmeli). Al norte de la plaza se halla la forja, en el lugar en el que estaba la del herrero civilizador. Al este y al oeste, están las casas para las mujeres menstruantes, redondas como úteros: son las manos del cuerpo de la aldea, mientras que las grandes casas familiares marcan el pecho y el vientre; por último, los altares comunes con los pies. Al parecer hay grupos que han resuelto sus problemas espaciales desde una ampliación metafórica de su propio cuerpo. O como diría Rapoport, el sistema de lugares de la casa y de la aldea constituyen una dimensión macro que ha sido construido con aspectos análogos tomando como referente el campo que mejor se conoce:

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Bargna, Iván, 2000. Arte africano. Libsa. Madrid.

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el cuerpo humano. En realidad esto no es ninguna novedad. Desde Vitruvio ya empezó a considerarse este asunto. Pero no es malo recordar de vez en cuando, como ya se ha dicho en otros lugares, la gran deuda que tiene la arquitectura con el cuerpo humano y como hemos visto no sólo desde el punto de vista de la forma.

Organización del poblado entre los Fali de Camerún. "C", habitaciones; "G", graneros; "GC", granero central; "V", vestíbulo. © Bargna, 2000.

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Esquema de la aldea Dogon, Malí. © Bargna, 2000.

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ESTUDIO III

LA ARQUITECTURA VERNÁCULA EN EL ÁMBITO DE LAS CONVENCIONES INTERNACIONALES SOBRE PATRIMONIO CULTURAL. SU POTENCIALIDAD COMO PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

Santiago Amaya Corchuelo Dr. en Antropología Social y Cultural

laborar un texto sobre el modo en que lo que denominamos arquitectura vernácula está siendo entendida y tratada a nivel internacional, y cómo este hecho repercute en los bienes culturales que se engloban bajo esta denominación a nivel local, es nuestro principal propósito aquí. Este ejercicio debe contener, en primer lugar, una adecuada contextualización y delimitación del ámbito del patrimonio cultural en el que nos vamos a mover, a nivel teórico y el de la praxis. De este modo conviene aclarar algunos elementos conceptuales tal como nosotros los entendemos, desde la misma denominación de bienes culturales, pasando por el de arquitectura vernácula, hasta una exposición diacrónica de cuál ha sido la idea de valor, la valorización de determinados bienes desde hace dos siglos en la sociedad anglosajona. Es necesario aclararlo porque nos movemos entre estos convencionalismos de qué es patrimonializable, en base a qué elegimos o denominamos bien cultural en cada época, quiénes intervienen a la hora de esta elección, etc., y la tremenda diferencia que puede darse al respecto de este convencionalismo en otra parte del mundo como pueda ser oriente, y concretamente Japón y países aledaños a este, como tendremos ocasión de comprobar. Cuando la consideración hacia un bien cultural en nuestra sociedad occidental, concluye en categorizarlo y catalogarlo de patrimonial y por tanto, busca establecer algún marco jurídico que permita regular las actuaciones que sobre él se hacen o puedan hacerse en el futuro, lo que llevamos a cabo es una operación en la temporali-

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dad: intentamos darle un futuro al pasado, pero incluyendo en ello significados socialmente aceptados que tienen que ver con la definición de presente. Después viene la acción de proteger (tras la selección de ciertos bienes, no todos son protegibles), que puede ser a nivel individual o a través de las regulaciones del planeamiento. Luego se debe conservar, lo que incluye la restauración, que es en ocasiones una conservación preventiva sobre el entorno, pero finalmente comunicar, dar una cuenta social. Estos niveles que pueden ser más o menos lineales en la praxis, están íntimamente relacionados con otros de no menor importancia en el orden no ya de la elección de lo que consideremos como bienes destacados o representativos de una zona o sociedad, sino respecto a la difusión y sensibilización, valorización y formación, que son esenciales. En este ámbito de carácter internacional (occidental) el patrimonio cultural, lo entendemos también como un derecho individual y colectivo fundamental. En este sentido, la concepción de patrimonio ha ido democratizándose progresivamente, desde un pensamiento inicial elitista y eurocéntrico de monumento como hecho singular y aislado, a la ampliación y enriquecimiento de su contenido antropológico, con la inclusión de conceptos como conjuntos histórico-artísticos y patrimonio histórico-artístico (1933)1. Tras la independencia de una serie de países colonizados y la creación de la UNESCO, se ha elaborado una nueva filosofía del patrimonio cultural, más abierta y universal, basada en el concepto de bien de interés cultural (1960). Más tarde, se puso la atención a nivel internacional sobre bienes correspondientes al patrimonio oral e inmaterial (1990), para la defensa de las culturas habladas y no escritas; y, finalmente, al patrimonio vivo (2000), en reconocimiento de los propios usuarios y productores directos del patrimonio cultural y de los ciudadanos de

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Estas fechas corresponden al año en que, con el auspicio de la UNESCO, se han celebrado convenciones en la que se han ido tratando determinados elementos del patrimonio cultural, cada ocasión bajo su contexto sociopolítico, ha supuesto un avance, o al menos se han realizado determinadas aportaciones en este campo, como luego iremos viendo en otro apartado, deteniéndonos en la arquitectura vernácula.

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culturas vivas y/o interesantes y, por tanto, con la incorporación de tal categoría como derecho fundamental de la persona y de la colectividad. La ascensión de este pensamiento globalizador en defensa del patrimonio cultural y de sus usuarios directos, es decir, tanto del continente como del contenido, no ha de entenderse como una categoría abstracta capaz de generar confusión con generalizaciones del tipo “todo es patrimonio”, sino que debe referirse siempre a bienes concretos reconocibles y a las gentes que los producen y usan. Quizás lo primero que debamos aclarar sea el concepto vernáculo, el cual de una forma restringida, su literal significado, tiene que ver con nuestra casa o país, y se utiliza con aspectos que incumben especialmente de la lengua propia de cada sociedad, comunidad o grupo social. De aquí se desprende y se entiende entre el común de la sociedad civil que lo vernáculo es lo propio del país o la región de la persona de quien se trata, y así Verdi continuó la tradición vernácula de la ópera romántica, aunque compuso muchas obras; Raimundo Lulio (Ramón Llull) fue el primer gran escritor europeo que empleó abundantemente en sus obras su lengua vernácula, el catalán. La denominación de arquitectura vernácula hace referencia a una tipología de arquitectura que ha generado cada pueblo en su devenir histórico y su relación con el medio. Más allá de sus formalismos arquitectónicos, su correcto análisis radica en su contextualización sociocultural. Para ello es necesario valorar sus particularidades y sus préstamos culturales, discernir sus técnicas constructivas, procesos de adaptación a los recursos materiales y condiciones ambientales, concepciones espaciales y funcionales en razón de la experiencia histórica y actividades productivas de sus habitantes, etc., así como lo que han tenido y tienen estas construcciones de testimonios de las relaciones sociales habidas entre sus habitantes a lo largo del tiempo. En definitiva, contemplar y analizar en el mismo nivel de importancia y significación cultural, los aspectos inmateriales e intangibles y los meramente materiales.

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DEL PATRIMONIO HISTÓRICO AL PATRIMONIO CULTURAL: SIGNIFICADO Y EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO PATRIMONIO HISTÓRICO HASTA EL DE PATRIMONIO CULTURAL Hablar de arquitectura vernácula nos remite al carácter de patrimonializable de la misma y por tanto, de la posibilidad de ser seleccionada dentro del ingente número de bienes culturales de nuestro entorno, valorarla como significativamente cultural y actuar sobre ella, pasando desde su conocimiento hasta los diversos campos de su gestión. Pero este hecho debemos enmarcarlo en la perspectiva actual del patrimonio cultural, muy distinta de la de hace unas décadas y totalmente alejada de la de primeros del siglo pasado, en tanto que concepto mucho más amplio que engloba una variedad de bienes culturales de muy diversa índole y naturaleza, entre ellos, los que componen la arquitectura vernácula. Si trazamos una evolución de la valoración de bienes destacados culturalmente2, podemos comenzar desde prácticamente la edad media, desde el coleccionismo bajomedieval, pasando por los anticuarios de los siglos XVI al XVIII, el cambio de lo valorable como significativo desde el punto de vista patrimonial que supuso la Ilustración, hasta llegar en el siglo XX (sobre todo tras la Primera Guerra Mundial) con la potente intervención estatal sobre la tutela de los bienes culturales (Amaya, 2004: 4-11). A cada uno de estos periodos corresponde una visión particular sobre los elementos culturales que se valoran por encima de los demás, acorde a qué se entiende por cultura y qué componentes se incluyen como más destacados, y qué otros se desestiman como tal. Obviamente nos referimos siempre a un ámbito geopolítico occidental en el que se genera este constructo social sobre el patrimonio cultural y donde actualmente los estados tutelan los bienes culturales a través de sus cartas constitucionales.

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Véase las referencias de Amaya en el año 2004 en la revista Piedras con Raíces (a). “Contenidos y usos del concepto de Patrimonio Cultural. El ámbito de la protección de los bienes culturales”. Págs. 4-11; (b) “Los usos de los bienes culturales según los criterios actuales sobre el patrimonio cultural. Evolución histórica. El caso de Extremadura.” Págs.4-9.

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Para no extendernos en dicha evolución, pero conseguir comprender el punto donde nos encontramos hoy, podemos detenernos solo en algunos momentos relevantes del último medio siglo. En la mencionada evolución ha habido algunos hitos claves. La conocida como Comisión Franceschini de 1966 se considera una de las principales aportaciones dogmáticas en el sentido de la protección y tutela de estos bienes. Otros eventos importantes a este respecto, son, por un lado el denominado Libro Blanco de Delors (1994), así como el informe sobre las iniciativas locales de empleo y desarrollo presentado en la cumbre europea de Essen en el mismo año. Así hemos pasado de considerar los bienes culturales desde una valoración meramente anticuaria de los primeros coleccionistas a un concepto, en constante desarrollo, donde destaca la función social que debe cumplir el patrimonio cultural. Hemos asistido del paso del patrimonio histórico, de una consideración y valoración de un bien cultural como aquel elemento excepcional, antiguo, de carácter generalmente monumental y realizado bajo los cánones y/o estilos de élites socioculturales, usado para su mera contemplación, a un concepto amplio, holístico, culturalista, integrador de parcialidades patrimoniales, o sea, al concepto actual de patrimonio cultural en el que se incluyen las manifestaciones populares de las culturas locales, tal como ocurre con el caso de la arquitectura vernácula, hablas, ritos ... todo ello bajo el marco y la influencia de la Unión Europea como dijimos antes3. Pero antes de continuar fijemos nuestra atención en el contenido de lo que la UNESCO, a través de la Convención del Haya en 1954, definió como Bien Cultural y su relación con la arquitectura vernácula. Dicha Convención, poco después de la Segunda Guerra Mundial, no lo perdamos de vista como periodo clave en cuanto a las decisiones que se toman, vino a resaltar el significado respecto a

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Instituciones internacionales como la UE, la UNESCO o el Consejo de Europa a través de recomendaciones, resoluciones y convenciones redefinen y llenan de contenido tanto el concepto del bien cultural como los lineamientos a seguir sobre sus distintos usos.

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la importación de patrimonio en cada uno de los pueblos del mundo, y es aquí donde se define el término “bien cultural”. Los bienes que se incluyen en dicho término serían entre otros: todos los bienes muebles e inmuebles que tengan una gran importancia para la evolución cultural de los pueblos; todos los conjuntos arquitectónicos, colecciones científicas y todas aquellas reproducciones de bienes culturales que se hallan perdidas; todos aquellos edificios que tengan como objetivo la conservación y la exposición de esos bienes culturales (museos, bibliotecas…), etc. En este periodo aun no se ha abandonado la visión clásica sobre patrimonio histórico, restringida solo a objetos inmuebles de carácter excepcional, de forma que las arquitecturas propias de los pueblos y sociedades, sin ese carácter monumental, aun no se explicitan ni incluyen entre los bienes culturales. El hecho es que los organismos internacionales y fundamentalmente la UNESCO, ha ido marcando las líneas no solo en la conceptualización, teorización sobre los bienes culturales, sino su uso. De este modo podemos apuntar, que actualmente, lejos de ese carácter meramente contemplativo sobre las obras de arte, las principales líneas que se están consolidando en los países europeos en relación a la intervención, al uso y gestión del patrimonio cultural giran en torno al uso de este patrimonio como instrumento de desarrollo económico, equilibrio territorial y motor de crecimiento; fomento del turismo cultural; implementación de nuevas demandas profesionales como gestores, conservadores, etc., a la vez que se suceden nuevas fórmulas y criterios de gestión; diversificación de fuentes y formas de financiación. Como sabemos esta tendencia empezó en el siglo XVIII con el interés arqueológico por las ruinas desarrollándose en el XIX cuando se entienden estos restos y sobre todo las ruinas, como testimonios de un pasado histórico, abriéndose así el debate sobre el uso de estos restos monumentales. El uso casi exclusivamente monumental ha caracterizado el siglo XIX y parte del XX no sólo la visión, la conceptualización y en definitiva el uso de los bienes, sino también de la mayor parte de los inmuebles y conjuntos históricos, primando así la contemplación de los mismos. Por tanto, el principio del 86

manejo y el uso de los bienes culturales estaba relacionado con los de carácter arqueológico y fundamentalmente los vestigios urbanos. Potencias patrimoniales como Grecia o Italia, ayudado por descubrimientos como Pompeya y Herculano, empezaron a observar el potencial generador de riqueza que constituye este hecho. Aquí, ciudades como Mérida con su variedad de bienes a lo largo y ancho del casco histórico y alrededores, Itálica, Ampurias, la Alambra, constituyeron los principales objetivos con distintos resultados. La época de la postguerra mundial con el nuevo papel del Estado en la política de los bienes culturales hizo que esta tendencia se acentuara. Obviamente los tremendos efectos de la guerra no pasaron desapercibidos y los expolios sistemáticos del patrimonio de países como Grecia provocaron que los estados reorientaran sus políticas patrimoniales. Sin embargo, como afirma Querol (1996), fue a partir de finales de los años 60 cuando el mundo occidental cambió progresivamente de actitud frente a la valoración no solo los elementos del pasado, sino sobre qué bienes podían valorarse y considerarse como patrimonio cultural. Es la manifestación de un fenómeno sociocultural relacionado con factores como la elevación del nivel adquisitivo de los ciudadanos occidentales con la demanda cultural que conlleva su disfrute del tiempo libre, las deducciones fiscales para inversiones en cultura, los nuevos mecenas, etc. Este impás marcó un cambio importante respecto a la manera de acercarse a los bienes culturales, los usos sobre los mismos empezaron a ser objeto de debate, llegando mucho más allá de los puramente estéticos y monumentales. Este cambio en el que estamos inmersos debemos enmarcarlo en el análisis de una serie de tendencias más allá de las fronteras estatales, de un macroentorno tendente a la globalización y a transformaciones en el modelo de sociedad del bienestar. De este modo estamos ante la terciarización de la economía y ante la reafirmación de identidades locales y regionales; el crecimiento mundial del sector turístico relacionado con el incremento de formación y del tiempo libre es una variable de primer orden dentro de este contexto, y también el cambio de modelo público de intervención cultural o la consolidación de industrias culturales en el marco de la globalidad 87

(Aguilar, 2003). Son todos ellos factores a tener en cuenta para entender la nueva valoración y valorización de bienes culturales, las acciones destinadas a su preservación y tutela y el uso que de ellos se hace para rentabilizarlos (no solo en el plano pecuniario), y sobre todo para tener muy claro y presente que es otra creación cultural y un constructo social vinculado al periodo histórico presente y a los discursos ideológicos imperantes en la coyuntura actual. Podríamos realizar un interesante ejercicio consistente en analizar e interpretar el modo en que se ha ido tratando de forma implícita o explícita el ámbito de la arquitectura vernácula a través de las principales convenciones y recomendaciones de la UNESCO. De manera consciente decimos que unas veces (en convenciones recientes como veremos), se menciona explícitamente la arquitectura vernácula, y otras, las más de las ocasiones, solo se hace de forma implícita en tanto que si se estudian los conjuntos históricos, también se está incluyendo en estos como parte integrante de los mismos las distintas manifestaciones de arquitectura vernácula que los componen. De cualquier modo este es un trabajo que está por hacerse hoy día, y que excede con creces el ámbito de una publicación como esta. Es necesario retener que las distintas propuestas emanadas en el seno de estos organismos internacionales se han ido trasladando, al menos parcialmente, a la jurisprudencia de los países y a la legislación española a través de sus distintos marcos legislativos de las administraciones culturales, la central y las autonómicas. Como no podía ser menos, el tratamiento explícito no solo sobre las expresiones, manifestaciones o actividades de carácter popular (elementos de carácter inmaterial sobre todo), sino de la propia arquitectura vernácula con un carácter absolutamente material, no ha sido incorporada hasta hace poco más de una década como miembro de pleno derecho en el seno de los bienes culturales de primera. Ello, a pesar de que los elementos correspondientes a la arquitectura vernácula son numerosos, unos meros restos y testimonios de lo que fueron hasta hace unas décadas que albergaban determinadas actividades; otros, plenamente vigentes y en uso hoy, de donde proviene en buena medida su dificultad para entenderlos 88

y asumirlos como plenamente patrimonializables. Muestra de lo que decimos es que antes de 1989, cuando se celebró en París una convención de la que surgen las “Recomendaciones para la salvaguarda de la Cultura Tradicional y Popular”, en contadas ocasiones hemos podido encontrar que explícitamente se hable de la arquitectura vernácula. En este documento encontramos, se usan y se citan, los términos “tradicional” y “popular”, y de este modo se trasciende las antiguas teorizaciones conceptúales sobre patrimonio cultural, acentuando la necesidad de proteger los valores inherentes a las culturas locales. Se hace así hincapié en la valoración patrimonial de las prácticas que se consideran “tradicionales” y que siguen siendo operativas en la articulación entre pasado y futuro, se aboga, en definitiva, por la defensa de la “cultura viva”. De este modo se expresa el texto de la convención en cuanto a la cultura tradicional y a la arquitectura vernácula como parte de esta: “La cultura tradicional y popular es el conjunto de creaciones que emanan de una comunidad cultural fundadas en la tradición expresadas por un grupo o por individuos y que reconocidamente, responden a las expectativas de la comunidad en cuanto expresión de su identidad cultural y social; las normas y valores se transmiten oralmente, por imitación o de otras maneras. Sus formas comprenden, entre otras, la lengua, la literatura, la música, la danza, los juegos, la mitología, los ritos, las costumbres, la artesanía, la arquitectura y otras artes”4. Un concepto, por tanto, muy amplio e integrador, que puso de relieve la necesidad de atender y tutelar una serie de bienes culturales, tangibles e intangibles propios de la vida cotidiana tanto rural como urbana. En definitiva, el primer paso decisivo para que sucesivamente estas líneas vayan asentándose en ámbitos como el estatal, autonómico hasta el local.

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Recomendaciones para la salvaguarda de la Cultura Tradicional y Popular, 1988. París.

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LA COYUNTURA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL COMO PERIODO DECISIVO RESPECTO A LAS TENDENCIAS SOBRE PATRIMONIO CULTURAL El hombre, en su afán por imponerse a sus semejantes, lleva a cabo actos de destrucción sistemática en los conflictos mundiales y otros muchos de menor alcance y de nula repercusión mediática. En ellos, paradójicamente, se destruyen las obras que otros iguales han realizado. Por este motivo, tuvo que pasar la guerra más destructiva de la historia de la humanidad, la Segunda Guerra Mundial, para que se empezasen a promulgar reglas de juego en pos de la no agresión a los bienes que componen el patrimonio cultural, reglas del todo inútiles tal como se puede concluir si pensamos por un momento la naturaleza destructora de las guerras, de cualquier guerra de la actualidad. Recapacitemos solo un momento y pensemos en lo ocurrido y retransmitido fielmente en Afganistán como ejemplo de lo dicho. Pero fue meses antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial cuando se formó un comité de expertos encargado de preparar un tratado para la protección de obras de arte. Su objetivo era establecer un acuerdo entre varios países para evitar el daño al patrimonio durante las guerras, pacto de no agresión a los principales bienes culturales (muebles e inmuebles), aunque este conflicto bélico cercenó la aplicación de sus resultados. Sin embargo, antes de esta guerra, hay que señalar una convención que sí llegó a realizarse y sentó precedentes sobre la protección, conservación etc., de lo que se denominaba entonces patrimonio histórico. Es La Conferencia de Atenas celebrada en 1931, y donde se planteó una serie de problemas básicos a resolver en este ámbito. De alguna manera se sentaron las bases para las posteriores decisiones. La Sociedad de Naciones, formada tras la Primera Guerra Mundial, no tuvo visión ni capacidad para sustanciar ningún tipo de acuerdo en pos del respeto a los bienes culturales. Tras la Segunda Guerra Mundial y la creación de la ONU, este organismo se encargó de recoger el testigo de la Organización de Naciones Unidas en materia patrimonial. En 1948, desde la ONU se dictó la “Declaración Universal de los Derechos Humanos”, entre cuyos 90

objetivos fundamentales incluye el derecho a la vida cultural que señala el acceso a la cultura por parte de todos los pueblos y por ende la tutela y el cuidado del patrimonio cultural. Lo cierto es que si la relación de las distintas sociedades con la conservación del patrimonio en periodos de guerra ha sido desastrosa para este. Tras esta declaración de 1948, creemos que no solo no ha mejorado la situación a la vista de los resultados, sino que la capacidad armamentística aumenta varios enteros el poder destructor. Los efectos de las intervenciones militares en todo el planeta han provocado en todos los países, aparte de la “lógica” destrucción de objetivos militares, la destrucción de bienes que conformaban el patrimonio, no solo de cada uno de esos pueblos, sino los considerados de toda la humanidad, connotaciones que no admiten distingos en medio de una guerra. El saqueo y destrucción del patrimonio de Afganistán, por seguir con el caso mencionado antes, no es un hecho novedoso, sino una constante en esta área considerada cuna de la humanidad. El patrimonio cultural afgano ha sufrido enormes daños. Un ejemplo actual es la destrucción de los dos Budas de Bamiyan (aunque no es el único caso) en febrero de 2001, cuando el líder de los talibanes, mulá Mohammed Omar, decretó la destrucción de todos los monumentos y obras de arte figurativas existentes en Afganistán. Este crimen contra la cultura, y más concretamente contra el patrimonio, se une a todas las vejaciones impuestas a los afganos, y de ahí, la protesta y la indignación a escala mundial. En el siglo XX, buena parte de los estados musulmanes y algunos de sus colindantes, adoptaron el principio de que la conservación y la valoración del patrimonio arqueológico son esenciales para la edificación de una sociedad moderna y, representan uno de los cimientos de la identidad cultural. Rompían con el terror sagrado que inspiraban hasta entonces las obras de tradición religiosa extranjera (Cooley, 2001). En lo sucesivo, el pasado arqueológico debía preservarse como base del conocimiento, al margen de la carga religiosa que pudiera inicialmente tener. Pero para ilustrarnos a este respecto, y particularmente, qué sucede con la arquitectura vernácula, vamos a continuar con el caso reciente aun en nuestra memoria, el de Afganistán. 91

En relación con la idea anterior, desde 1919, el Afganistán independiente invitó a los arqueólogos franceses, italianos, rusos, japoneses, estadounidenses, británicos e indios a realizar excavaciones en su territorio y a formar a arqueólogos afganos, a cambio de acuerdos sobre el reparto de los hallazgos y sus beneficios. Pero en 1979 la invasión de la Unión Soviética puso término a estos intercambios. En 1989, tras la retirada de las tropas soviéticas, un grupo de guerrilleros del Hezb-i-Islami saqueó el monasterio budista de Hadda, sin promover la menor reacción en el ámbito internacional. En 1994, ocurrió algo parecido en un museo situado en un barrio de la capital, ya que, éste último, se encontraba dominado por una facción independiente del poder central. Estos guerrilleros, poco después, se sumaron a los talibán y sentaron las bases de la destrucción, ocasionada por la ideología que alega que el Islam prohíbe las obras de arte figurativas. A estos efectos ocasionados por el régimen talibán debemos agregar la invasión hace unos años de las tropas norteamericanas, inglesas, francesas, etc., del territorio afgano, que buscaban a los “culpables” de los atentados perpetrados el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos de Norte América. En esta búsqueda incesante las aldeas, ciudades y campos de Afganistán fueron sacudidos por las bombas y misiles, destruyendo todo lo que encuentran. Pero a pesar de los daños ocasionados a los bienes culturales por todas las potencias que han asolado Afganistán (británicos, soviéticos y ahora norteamericanos), incluso los propios gobernantes, en la actualidad el nuevo régimen pidió a la comunidad internacional que ayude al devastado país a restaurar su patrimonio cultural, dañado y saqueado durante décadas de guerras. El director general de la UNESCO, reconoció, en un acto esperado por la denominada comunidad internacional (capitaneada por los mismos que invaden este territorio), que Afganistán era el vivo testimonio de más de 2.000 años de historia y la expresión de muchos pueblos, culturas y creencias diferentes, por el hecho de que el país está situado en la encrucijada de las culturas de Asia, Europa y Oriente Medio, junto con la llamada Ruta de la Seda, ubicación estratégica que le ha valido, por un lado un rico patrimonio cultural y por otro un incesante intento de dominación sobre sus tierras. Por 92

ello, para preservar este rico patrimonio, se elaboraron desde esta organización proyectos para la reconstrucción de los Budas de Bamiyán (de 53 y 38 metros de alto), la restauración del museo de Kabul y la preservación de los famosos minaretes islámicos, como el de Jam, en las escarpadas montañas de la provincia de Ghor, en el oeste del país. Respecto de este último, la UNESCO señaló que el minarete de Jam del siglo XII (el segundo más alto del mundo con casi 58 metros) será añadido a su Lista de Patrimonio de la Humanidad, todo un premio añadido a las concesiones antes señaladas (Cooley, 2001 y Harvey, 1991). Por otra parte, el órgano cultural de las Naciones Unidas también “intentará” adquirir y devolver importantes antigüedades afganas y otros objetos que están ahora en manos de museos extranjeros (como parte de la explotación colonialista), intentando así repatriar el patrimonio cultural de Afganistán. Soberbias piezas de arte de Gandhara que formaron parte de la colección del museo de Kabul, se perdieron por la acción de saqueadores que las vendieron a traficantes fuera de Afganistán. A partir de 1993, cuando asumió la presidencia Burhanuddin Rabbani, diferentes señores de la guerra comenzaron a robar obras de arte y a venderlas a extranjeros, más tarde la mayor parte de lo que quedó fue destruido por los Talibán, incluidas las reliquias almacenadas en el Ministerio de Información y Cultura, por razones de seguridad. Este proyecto de reconstruir el patrimonio cultural del país es de fundamental importancia para la población afgana, para mantener el sentido de identidad de estado que tanto conviene al gobierno actual. A su vez el patrimonio cultural puede permitir el surgimiento de una actividad turística importante en la zona, lógicamente después que el país se encamine hacia una vida pacifica. No es difícil concluir sobre los efectos de esta guerra y su repercusión sobre la arquitectura vernácula de esta zona, donde su característica fundamental es el uso de materiales locales, poco resistentes, pero siguiendo modelos y patrones propios y representativos de estas sociedades, y lo que es mucho más importante, vigente y en uso, poblado y habitado, con lo que se deja a un número indeterminado de personas sin casa, al margen de la pérdida cultural. Este 93

hecho no aparece en los medios de comunicación con la frecuencia de las grandes obras de arte. ¿Habrá ayudas a la población civil para reconstruir sus zonas residenciales, sus viviendas, con modelos, formas y volumetrías propias?. ¿Se está exportando material moderno de las actuales potencias destinados a estas reconstrucciones en vez de retomar los modelos y materiales locales?. ¿Respecto a la recuperación y devolución de distintos bienes culturales al pueblo afgano, también se incluirán los que hayan terminado en manos de los principales hacendados de las superpotencias, hayan previamente pasado por las galerías de arte y coleccionistas o no?. Podemos preguntarnos también si concluir que la destrucción sistemática del patrimonio de los pueblos del mundo, facilita la implantación de un modelo mercantilista, expande el mercado y homogeniza el consumo, todo lo cual, como sabemos, interesa por encima de todo tipo de patrimonio cultural, a algunas grandes potencias de sobra conocidas, las mismas, que, ironías de la Humanidad, son las que mantienen en gran parte a la UNESCO. La UNESCO, por su parte, ha establecido cuatro tratados multilaterales para reforzar la protección del patrimonio, sin embargo la destrucción del patrimonio de los pueblos y de la humanidad, no se detiene, es más, a la vista de lo observado por todos, aumenta a una escala impensable hace pocas décadas. Este hecho parece que ofrece poco lugar a dudas, a pesar de la promulgación del Convenio para la Protección de los Bienes Culturales en caso de conflicto armado o Convención de La Haya del año 1954 y su protocolo, o a pesar del convenio referente a las medidas a tomar para prohibir e impedir la importación, exportación o venta ilícita de bienes culturales, o de que la Convención de La Haya fue ratificada por más de 100 Estados; o a pesar de que el Estatuto de la Corte Penal Internacional y los Convenios de Ginebra de 1949, consideran como crímenes de guerra dirigir intencionalmente ataques contra objetivos civiles o contra monumentos o edificios destinados al culto religioso, la educación, las artes y las ciencias entre otros, mostrando claramente la preocupación de los estados por proteger la cultura, creación humana y patrimonio de los pueblos. 94

¿Cuál será la explicación? Si bien no es una pregunta fácil de responder, podemos ensayar una aproximación: en un territorio en guerra, las reglas y normas internacionales pierden vigencia y ese espacio se convierte en “tierra de nadie”, pero también podemos pensar, junto a autores como Cooley (2001) y Edgard (2002), que existen fuertes intereses de las grandes potencias militares para no impedir la destrucción del patrimonio cultural de los pueblos, como una forma de someter a los individuos al orden internacional. Es más, no solamente en ocasiones no impide la destrucción, sino que en general colabora (directa o indirectamente) en la aniquilación de aquellos elementos que otorgan identidad a los pueblos dentro de esta globalización que busca homogeneizar el elenco de culturas del planeta. ¿Qué mejor arma encaminada a la pérdida de unos rasgos culturales propios y singulares, de desestructurar cada pueblo, que destruir las principales manifestaciones inmuebles (históricas, populares, artísticas ...) más destacadas de una sociedad?

LA TRAYECTORIA DE LA UNESCO Y EL ICOMOS EN LA TUTELA DEL PATRIMONIO CULTURAL Como hemos dicho ya, si pretendemos tratar con cierta diacronía5 la visión y el tratamiento que históricamente se ha realizado sobre la arquitectura vernácula a nivel internacional, debemos remitirnos a los organismos que han oficializado, institucionalizado y dirigido este proceso. Fundamentalmente se trata de la Sociedad de Naciones primero y sobre todo de la ONU después a través de la UNESCO. Al margen de los postulados sobre el respeto a los bienes culturales en periodos bélicos, hay toda una línea de propuestas emanadas del seno de la UNESCO que sientan precedente y se siguen de

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La lista de documentos que ha generado la UNESCO sobre patrimonio cultural, como se puede entender, es amplísima. Nosotros hemos confeccionado una relación de los que nos parecen significativos, la cual aparece como anexo al final del artículo.

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cierto modo a nivel internacional. Una de las citas fundamentales, a nuestro entender, fue la Conferencia de Atenas celebrada en 1931, donde lo que se llevó a cabo fue una reflexión profunda sobre el ámbito de los bienes culturales (fundamentalmente inmuebles de carácter monumental) llegando a concluir en una serie de aspectos cuáles suponían posibles soluciones a las amenazas sobre aquel. Este modelo se repetirá prácticamente en las demás convenciones, jornadas, etc., que se llevan a cabo bajo el auspicio de la UNESCO, hasta nuestros días. Los resultados que se obtienen están relacionados con una temática general sobre el patrimonio cultural, o particular, un tema monográfico (patrimonio vernáculo, patrimonio intangible...), surgiendo ciertas recomendaciones encaminadas tanto hacia los poderes públicos, los técnicos y la población en general, como a las administraciones en particular. La conferencia de Atenas, fue una reunión constituida mayoritariamente por reputados arquitectos y técnicos de la época (otra constante en estas convenciones), los cuáles hicieron un análisis de las legislaciones en materia de protección, haciendo hincapié en las obligaciones que tienen los estados en la conservación del patrimonio, eso sí, tanto de carácter público como eclesiástico. En este periodo de entreguerras se asume ya plenamente el intervencionismo estatal en el contexto patrimonial, insistiendo explícitamente en el cuidado (tutela y conservación) que deben ejercer estos no sólo de lo que se consideraba como bienes públicos, sino también en los religiosos, entiéndase los bienes pertenecientes a las iglesias dominantes6. Como ya hemos dicho, la arquitectura vernácula o referencias colaterales o tangenciales a la misma no aparecen en ningún

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El ámbito de la conservación, y en concreto la de los bienes pertenecientes a las iglesias en relación a los de otra titularidad es un capítulo interesantísimo y por realizar. Solo en nuestros contextos autonómicos, extremeño o andaluz por ejemplo, pueden consultarse las listas de bienes restaurados estos últimos años por las correspondientes administraciones culturales y el agravio comparativo es insultante, cuando menos. No pensemos ya en elementos pertenecientes a la arquitectura vernácula, las restauraciones de estos bienes son prácticamente inexistentes.

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momento de la Conferencia de Atenas, imbuida plenamente de ese carácter artístico, monumental, extraordinario, sobre lo que se debía entender por patrimonio histórico, piezas de arte para contemplarlas. Desde esta Conferencia, viene siendo un lugar común en las convenciones internacionales, emitir distintas teorías y lineamientos sobre la restauración monumental, los materiales aplicables, la conservación de los entornos, el traslado de edificios, la reutilización de estos, etc. En definitiva, una serie de principios que regirán a nivel internacional el panorama de los bienes culturales hasta que el encuentro del comité posterior sustituya o modifique a los de la ocasión anterior. Los resultados de esta Conferencia de Atenas fueron publicados en un documento conocido como la Carta de Atenas y entre los resultados y decisiones que se consensuaron podemos señalar la preferencia de la conservación preventiva a la reconstrucción de los inmuebles, respetar las distintas etapas históricas del edificio, planificación adecuada para los nuevos usos, preferencia del derecho colectivo de disfrute al privado, respeto por las morfologías urbanas históricas, planificar de manera multidisciplinar las intervenciones sobre los monumentos, o la importancia que tiene la educación y el respeto hacia al arte. Realmente todos ellos lugares comunes que vamos a ver en más de una ocasión cómo se repiten y se incide en la necesidad de tenerlos en cuenta. Otra cosa distinta será la realidad de la tutela, protección o la gestión de los bienes culturales en el día a día. Tras la Segunda Guerra Mundial y la creación de la ONU, este organismo se encargará de recoger el testigo de la Organización de Naciones Unidas en materia patrimonial. En 1948, desde la ONU se dictó la “Declaración Universal de los Derechos Humanos”, entre cuyos objetivos fundamentales incluye el derecho a la vida cultural que señala el acceso a la cultura por parte de todos los pueblos y por ende la tutela y el cuidado del patrimonio cultural. En su seno se creó la institución que desde 1945 es la que mayor influencia ejercerá sobre los bienes culturales en general y sobre la arquitectura vernácula en particular, si lo podemos decir así, puesto que, como veremos luego, se ha pronunciado respecto a las particularidades 97

de la misma en fechas relativamente recientes7, sobre todo si lo comparamos con las convenciones que han ocupado sesiones y libros sobre otras tipologías de patrimonios. En este ámbito la UNESCO, como principal órgano de la ONU en materia de patrimonio cultural, tiene como objetivo fundamental velar para la conservación y protección del patrimonio universal. Para este ambicioso objetivo dispone de una serie de asociaciones y consejos que dependen de ella y que son prioritarios para conocer el panorama mundial sobre los bienes culturales. Fundamentalmente señalemos estos: ICOM: Consejo Internacional de museos. ICOMOS: Consejo Internacional de monumentos y lugares. ICCROM: Consejo Internacional para la conservación y restauración del patrimonio. Si continuamos con esta leve revisión diacrónica, en 1954 se celebró la llamada “Convención de la Haya”, donde bajo patrocinio de la UNESCO se resaltó la importación del patrimonio en cada uno de los pueblos del mundo. Recordemos que aquí se desarrolla el término “bien cultural”, una coyuntura de primer orden en la evolución del trasnochado criterio sobre patrimonio histórico y su evolución hacia las líneas actuales sobre patrimonio cultural y los elementos de distinta naturaleza patrimonial que pueden caber en esta definición. De esto modo ya se habla de bienes muebles e inmuebles que tengan una gran importancia para la evolución cultural de los pueblos, de conjuntos arquitectónicos, y de una serie de bienes de naturaleza no monumental o artística, con lo que se abre la puerta hacia la consideración como patrimonio y bien cultural de otras tantas manifestaciones culturales de las sociedades8. Se va a ir ampliando el concepto de “bien cultural”, en la medida que se acepta progresivamente el concepto de patrimonio cultural, amplio y holístico, dentro del cual podemos englobar al patrimonio histórico como uno más (muy importante ciertamente, pero no menos que otros). 7 8

Nos referimos a la Carta del Patrimonio Vernáculo Construido, ratificada por la 12 Asamblea General del ICOMOS celebrada en México en 1999. Convención de la Haya, 1954.

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Otro hito en la elaboración de estos principios mundiales sobre el patrimonio cultural es el que surge de La Carta de Venecia en 19649, como resultado, una vez más, de un congreso internacional de arquitectos y técnicos de monumentos históricos. En dicho encuentro ya podemos atisbar cómo, al menos de forma implícita, se trata a la arquitectura vernácula entre los bienes culturales sobre los que se habla, ya que entre estos se incluyen tanto la creación aislada (monumentos, obras de arte...) como los conjuntos urbanos o rurales, y esta última coletilla nos pone en la senda definitiva para, tras más de treinta años de esta convención en Venecia, dedicar una exclusivamente al patrimonio vernáculo10. De cualquier modo de esta carta, la de Venecia, surgen varios principios que se emiten con la intención de ser admitidos y aplicados en todos los países. Entre estos principios hemos encontrado una variable muy esclarecedora del gran camino que quedaba por recorrer aun a mediados de los sesenta, para llegar a la convicción y consideración del patrimonio etnológico y de la arquitectura vernácula como una parte más de las que integran el patrimonio cultural. Nos referimos a los criterios que se proponen para la selección de los bienes considerados patrimonio de la humanidad, que son, otra vez, los aplicados habitualmente en el campo del patrimonio histórico, o sea, el de la temporalidad-antigüedad, excepcionalidad o ejemplos únicos y auténticos de bienes culturales. De cualquier modo no podemos dejar de reconocer los avances que se apuntan en esta línea de las nuevas concepciones sobre el patrimonio cultural: - La noción de monumento histórico comprende la creación arquitectónica aislada así como el conjunto urbano o rural que da testimonio de una civilización particular, de una evolución significativa, o de un acontecimiento histórico. Se refieren así, no sólo a las

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Concretamente se denominó Carta internacional sobre la conservación y la restauración de monumentos y de conjuntos histórico-artísticos, desarrollada en el II Congreso Internacional de Arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos, Venecia 1964. Nos referimos a la denominada Carta del Patrimonio Vernáculo Construido, ratificada por la 12 Asamblea General del ICOMOS celebrada en México del 17 al 24 de Octubre de 1999, sobre la que hablaremos luego.

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grandes creaciones sino también a las obras modestas que han adquirido con el tiempo una significación cultural, con lo cual la arquitectura vernácula está directamente incluida, aunque no específicamente tratada en sus más diversas formas, manifestaciones y tipologías. De cualquier manera trascender lo antiguo, extraordinario, aislado y monumental hacia creaciones arquitectónicas como el conjunto urbano o rural testimonio de una civilización11, nos pone ante la puerta de un nuevo concepto de valor a aplicar a los bienes culturales. - En cuanto a la restauración se continúa con las líneas expresadas en convenciones anteriores, quizás se aporta el hecho de que una restauración debe estar siempre precedida y acompañada de un estudio arqueológico e histórico del monumento, lo cual no solo parece lógico, sino absolutamente básico, a los ojos de los nuevos tiempos y corrientes sobre la restauración. En su momento fue un avance aunque, eso sí, solo dedicado al monumento12. Por la trascendencia que tuvo la creación del ICOMOS en esta convención de Venecia en 1964, también es de obligada mención como logro de la misma, pero a este organismo dedicamos abajo un epígrafe propio. Ya en 1977, se celebró otra reunión internacional en Quito, que tuvo como objetivo la preservación de los centros históricos ante el crecimiento de las grandes ciudades. En primer lugar resalta la plena incorporación y colaboración de países en denominados en desarrollo, a la dinámica de la UNESCO en su papel de garante mundial del patrimonio cultural, hecho que anteriormente parecía restringido a los estados europeos, especialmente a los que se vieron inmersos en la Segunda Guerra Mundial como hemos visto ya. En esta convención hemos querido destacar la definición de lo que se considera “Centro Histórico”: asentamientos humanos procedentes del pasado y que serán representativos para la educación histórica de una civilización determinada. Se considera, que estos centros históricos se deben preservar no sólo por el valor artístico,

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Carta de Venecia, 1964. Ibid.

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material, sino que también y prioritariamente se deben conservar los sectores sociales que los habitan, lo cual, a nuestro criterio, parece una aportación de peso y básica, pero que no se había hecho anteriormente en otras convenciones, y que luego, su trascendencia y aplicación nos plantea serias y fundadas dudas13. En este caso, por defecto y omisión, la arquitectura vernácula está directamente afectada en la medida que es uno de los componentes fundamentales de los centros históricos, otra cosa distinta es que se desarrollara una metodología específica y precisa para abordar la protección y conservación de bienes esencialmente distintos a los de carácter monumental en la trama urbana, tales como, iglesias, palacios … Por otra parte, alguien consciente de cómo se interviene hoy en día sobre los centros históricos, no tiene ni el más mínimo atisbo de duda que en absoluto se tienen en cuenta los sectores sociales característicos de estos centros. Antes bien, la tónica habitual es el desplazamiento constante de las poblaciones y sectores sociales tradicionalmente residentes en estos centros, y la ocupación de estos espacios (una vez primorosamente restaurados y revalorizados en sentido pecuniario) por otros sectores con un nivel adquisitivo más elevado. El hecho anterior está intrínsecamente relacionado con lo que podemos llamar el “vaciado” de los inmuebles y la pérdida definitiva de una forma de vida característica y secular en los centros históricos. En la medida que las personas y sectores sociales habituales pobladores de estas zonas urbanas, se ven abocados a abandonar estos centros históricos (presión urbanística), se pierde una 13

Recordemos un solo caso a este respecto, el del barrio de San Luís en Sevilla, un modelo que se puede ver repetido en cada Centro Histórico de cualquier ciudad española. En el Tercer Seminario sobre El Valor Intangible del Patrimonio celebrado en Sevilla en el año 2001, auspiciado por la UNESCO, en el apartado de recomendaciones y conclusiones que el documento surgido de esta convención desarrolla, se señala respecto a la ciudad de Sevilla que el método de intervención en el sector de San Luís ha sido absolutamente inadecuado y ha terminado por destruir el barrio e iniciar un profundo proceso de sustitución de vecinos y edificios. Para finalizar con la brutal aseveración: la desaparición por expulsión de la población tradicional es el problema más grave de todo el conjunto histórico de Sevilla.

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forma de vida y unas relaciones sociales desarrolladas en estos espacios habitacionales que dicha población ha generado. Esta manera de entender la casa, la vivienda, su compartimentación, usos, adorno interno…, constituyen una riqueza cultural que desaparece con el desplazamiento de estos sectores y con la proliferación del “fachadismo”, eliminando esa configuración de los espacios interiores (solo se mantienen la volumetría y forma externas) como manifestación material y cultural de una particular forma de vida propia de los centros históricos14. Este hecho, estas pérdidas en las que se incluyen buena parte de la arquitectura vernácula de la trama urbana en estos centros, se está potenciando por la misma UNESCO (de manera inconsciente claro), junto a los Ayuntamientos y sus herramientas de planeamiento municipal. En relación directa con lo anterior, tengamos en cuenta que desde 1991, hay un tipo de declaración desde la UNESCO, el de ciudades Patrimonio de la Humanidad. España, es el país que más declaraciones de este tipo tiene. Sin embargo, creemos que ni antes de estas declaraciones, ni después de las mismas, ha repercutido sobre la mejora de las específicas tipologías de las arquitecturas vernáculas que podemos encontrar aun en el ámbito urbano. Tampoco parecen haberse beneficiado los sectores menos favorecidos de estos centros, por lo que si la conservación de la forma de vida tradicional y la arquitectura vernácula de los centros históricos va indisociablemente unido al mantenimiento de estos sectores en estos barrios, y estas nuevas declaraciones inciden en la revalorización de los mismos, la fórmula no funciona. Es muy sencillo: una declaración de este tipo eleva el valor del suelo aun más, la presión de los grandes capitales se duplica, saben que sus ganancias también lo harán15. Este es el caldo de cultivo para la progresiva venta de las

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Esto sin mencionar la vida cultural que se generaba en estos barrios como consecuencia de las tradiciones de las gentes que los ocupaban, sus rituales festivos al cabo del ciclo anual, los hábitos y formas de sociabilidad diaria en los lugares públicos .... Estos espacios se reutilizarán para nuevas viviendas, modernas, pequeñas, céntricas, y sobre todo caras; así como también para usos terciarios, sobre todo hoteles bien ubicados en estos centros y destinados a un tipo de turismo internacional de alto valor adquisitivo.

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viviendas de la población local a estos grandes intereses. Muchas familias de estas zonas prefieren vender por un precio que nunca imaginaron que alcanzaría su vivienda, y comprar una en las nuevas zonas residenciales. Si bien hemos revisado brevemente y deteniéndonos solo en algunos hitos a nuestro parecer de suma importancia para los lineamientos que periódicamente se establecen desde la UNESCO, es el momento de descender de escala territorial para centrarnos en Europa y nuestro país. A nivel Europeo, se dedica a tratar el patrimonio cultural en sus diversos aspectos El Consejo de Europa (1949), formado por representantes de cada país. España, se adhirió al Consejo de Europa en 1977. En el seno de este Consejo se han generado otros tantos documentos en torno al ámbito de los bienes culturales, reflejando en cada caso, tanto la evolución sobre lo que hemos denominado nuevas líneas sobre patrimonio cultural partiendo del antiguo concepto de patrimonio histórico, como también, las especificidades del área europea, a pesar de su heterogeneidad y diversidad. Hemos creído conveniente rescatar de forma puntual uno de estos documentos, la Carta Europea del Patrimonio Arquitectónico (1975), que aporta sobre todo un llamamiento sobre la importancia de la escala local en la protección, y conservación del patrimonio a través del planeamiento municipal. En otros muchos foros, jornadas y comités a nivel europeo se ha tratado el urbanismo y los problemas que acucian a las ciudades en pleno desarrollo y crecimiento, y de este modo, aunque solo de forma tangencial, también se emiten informes y se toman decisiones respecto a la arquitectura vernácula que aun caracteriza a determinadas zonas de algunas de nuestras ciudades16.

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Campaña Europea para el renovamiento de la ciudad, celebrada en 1985 en Granada.

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EL CONSEJO INTERNACIONAL DE MONUMENTOS Y SITIOS, ICOMOS Hemos querido singularizar el ICOMOS, este consejo internacional que aunque se enmarca, como otros consejos más, dentro de la UNESCO, sus postulados y tratamientos sobre el patrimonio en estas últimas décadas lo hacen merecedor de nuestra atención. El Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, creado en 1964 en la Convención de Venecia como dijimos antes, es una organización no gubernamental de estructura internacional surgida al amparo de la UNESCO, que agrupa a personas e instituciones que trabajan por la conservación de los monumentos, conjuntos y sitios de valor patrimonial. Entre sus objetivos están los de promover la conservación, protección, utilización y valorización del patrimonio17. Colabora estrechamente con la UNESCO y juega un papel fundamental en la Convención del Patrimonio Mundial. Sus autoridades y la Secretaría tienen la sede en París. El ICOMOS tiene además una red de comités internacionales, órganos técnicos consagrados al estudio de problemas particulares en campos como arte rupestre, madera, adobe, formación, gestión del patrimonio arqueológico, inventarios, jardines históricos, fotogrametría, piedra, turismo cultural y arquitectura vernácula. Bajo su amparo se han sucedido otras reuniones y convenciones en distintos países, no solo del área occidental, sino en Asia o América, lo cual ha incorporado otras variables imprescindibles en el tratamiento del patrimonio cultural a nivel mundial, entre ellas la relación entre este y el desarrollo de buena parte de un gran número de países, o el hecho de que el mantenimiento y la conservación de la arquitectura vernácula no está reñida con con-

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Su creación fue decidida en el II Congreso Internacional de Arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos en Venecia, en 1964. Un año después tuvo lugar en Varsovia la Asamblea Constitutiva (21 y 22 de junio) y en Cracovia la primera Asamblea General. Posteriormente se realizaron Asambleas Generales en Oxford 1969, Budapest 1972, Rothenburgo 1975, Moscú 1978, Roma 1981, Rostock-Dresde 1984, Washington 1987, Lausana en 1990, Colombo 1993, Sofía en 1996, etc.

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seguir mejor nivel de vida, sino todo lo contrario, el intento de mejorar la calidad de vida en zonas rurales, donde se concentra una gran variedad de arquitecturas vernáculas, precisa de la adaptación de los modelos arquitectónicos propios y singulares a las necesidades de los habitantes del siglo XXI. Otra interesantísima variable será la relación de la mejora de vida y el mantenimiento de la arquitectura vernácula con la revitalización socioarquitectónica en armonía con los ecosistemas y el medio ecológico de cada región18. Argumentos como el desarrollo sostenible en el plano de los asentamientos humanos se funda en la protección del entorno y en la buena gestión de los recursos naturales, nos muestran la irrupción generalizada de los denominados países en desarrollo en la UNESCO y su influencia a la hora de apoyar actividades destinadas tanto a mejorar las condiciones de vida de los habitantes como a preservar los ecosistemas, ambos ligados a las forma de vida locales y a la arquitectura vernácula. Un ejemplo concreto de esta política es que gracias a la Cátedra UNESCO de arquitectura de adobe, junto con el Centre de recherche sur l’architecture de terre de la Universidad de Grenoble, se está trabajando con universidades de América Latina y con universidades africanas. El ejemplo de las actividades de los países de Europa encaminadas a promover la arquitectura y la vivienda tradicionales tiene un efecto movilizador en los países de América Latina y el Caribe, África y Asia. Este hecho nos pone en la línea de dos variables nuevas en este artículo: por un lado la relación entre patrimonio cultural y natural, entre arquitectura vernácula y el entorno o medio donde surge y forma un paisaje cultural; y por otra parte, cómo este tipo de áreas culturales están formando parte de los nuevos elementos que engloban la Lista del Patrimonio de la Humanidad.

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Esto será por ejemplo parte del contenido de Declaración de Estambul sobre los Asentamientos Humanos, ratificada por los Estados Miembros de las Naciones Unidas el 14 de junio de 1996.

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La unión entre estos conceptos del patrimonio, paisaje cultural y proceso histórico, resulta cada vez más actual y está siendo muy potenciada a escala internacional. Sirva de ejemplo la nueva “Convención europea del paisaje”, promovida por el Consejo de Europa, en la que la definición propuesta sobre el propio término de paisaje anula claramente la diferenciación entre lo natural y lo cultural: “paisaje designa una parte de territorio según es percibida por la población (en un sentido muy genérico, ya que no se refiere solo a los habitantes del territorio, sino también a sus posibles visitantes), cuyas características son el resultado de factores naturales y/o humanos y de sus interrelaciones” 19. De forma más concreta, la Lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO está incluyendo en los últimos tiempos una serie de bienes culturales dentro de esa perspectiva de valorar no tanto su importancia monumental cuanto su representatividad como huellas de procesos históricos relevantes, aunque no necesariamente “monumentalizados”. Tal es el caso de los “Arrozales en terrazas de las cordilleras de Filipinas” (incluidos en 1995), la “Red de molinos de Kinderdijk-Elshout” de los Países Bajos (1997), el “Paisaje arqueológico de las primeras plantaciones de café del sudeste de Cuba” (2000) o el “Paisaje agrícola del sur de Öland” en Suecia (2000). En todos ellos se ha valorado esa capacidad de interrelación respetuosa y sostenible entre la actividad humana y el medio ambiente que nos rodea, aunque en algunos de dichos ejemplos se haya producido una fuerte alteración del medio, como ocurre con los mencionados de Filipinas y de Holanda. En el caso de nuestro país, los bienes que se han incorporado a la Lista del Patrimonio de la Humanidad en estos últimos años, que reúnan esas variables o valores que conjugan aspectos culturales y naturales, podemos destacar estos: 1997 Las Médulas 1999 Ibiza, biodiversidad y cultura 19

Convención Europea del Paisaje 2000. Texto del Consejo de Europa. Traducción del francés de Florencio Zoido, miembro del grupo de expertos redactor del primer Informe Explicativo y de la versión no jurídica de la presente convención.

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2000 Palmeral de Elche 2001 Paisaje cultural de Aranjuez Sería muy interesante poder dedicar unas líneas a analizar estos casos y su significado, pero el espacio de que disponemos nos obliga a retomar nuestros temas centrales. No está demás plantear una reflexión: en Extremadura existen cientos de miles de hectáreas constituidas por un medio ecológico como la dehesa, agroecosistema formado por el hombre a lo largo de estos dos últimos siglos fundamentalmente. En dicho medio se suceden con un carácter disperso, gran variedad de inmuebles y elementos que permiten la explotación agrícola, ganadera y forestal de la dehesa. En ese caso, responde este medio a los valores que lo harían merecedor de su inclusión en la mencionada lista Patrimonio de la Humanidad?. Pero continuando con otras variables que desarrollan las convenciones periódicas del ICOMOS, apuntemos las que tienen que ver con el turismo cultural, los peligros actuales, o la conciencia social sobre el patrimonio cultural. Nos ha parecido interesante, por lo necesario que es, detenernos en este último tema. De ello se trata en Simposio Científico internacional celebrado en Madrid, en el año 2002, con motivo de la XIII Asamblea General de ICOMOS20. Las aportaciones de esta convención tienen el valor fundamental de demostrar que el patrimonio cultural y su conservación no son competencia exclusiva de determinados estamentos, grupos o profesiones, sino una cuestión multidisciplinar que requiere del esfuerzo conjunto de toda la sociedad: responsables políticos, profesionales de muy diversas disciplinas y ciudadanos conscientes de los valores que encierra su identidad histórica y cultural. Como colofón a este breve repaso por algunas de las convenciones sobre patrimonio cultural al amparo de la UNESCO, y de las que han emanado principios que luego han trascendido a la categoría de leyes en determinados países, observemos algunos de los 20

El lema general de la Asamblea rezaba así: “Estrategias relativas al Patrimonio Cultural Mundial. La Salvaguarda en un mundo globalizado: principios, prácticas y perspectivas”., El simposio se estructuró en seis secciones temáticas, una de ellas específica sobre la conciencia social.

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últimos principios surgidos en una de sus más recientes reuniones, la Iª Jornada Internacional sobre Evaluación y Restauración Estructural de Construcciones Históricas, celebrada en Barcelona a mediados del presente año 2005. Organizadas por ICOMOSEspaña, la Universidad Politécnica de Cataluña y el Centro de Métodos Numéricos en Ingeniería, se denota, en primer lugar, un carácter absolutamente técnico y aplicado a una línea patrimonial concreta, la monumental. A estos efectos parece una clara declaración de intenciones lo que sigue: Mediante la Jornada se desea ofrecer una panorámica amplia sobre las tendencias actuales, a nivel internacional, sobre los aspectos relativos al análisis y el refuerzo (o en general, intervención) de estructuras de construcciones históricas del patrimonio arquitectónico. Aunque esto se recoge en sus principios, no prejuzguemos y revisemos sus consideraciones y aportaciones teóricas y metodológicas. En dicha convención se considera “patrimonio cultural”, en primer lugar por orden de aparición (léase importancia) los monumentos, considerados estos como obras arquitectónicas, de escultura o de pintura monumentales, elementos o estructuras de carácter arqueológico, inscripciones, cavernas y grupos de elementos, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia21. También forman parte del patrimonio cultural lo que se denomina como conjuntos, o grupos de construcciones, aisladas o reunidas, cuya arquitectura, unidad e integración en el paisaje les dé un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia. También se considera parte integrante del patrimonio los lugares: obras del hombre u obras conjuntas del hombre y la naturaleza así como las zonas incluidos los lugares arqueológicos que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista histórico, estético, etnológico o antropológico22.

21 22

Iª Jornada Internacional sobre Evaluación y Restauración Estructural de Construcciones Históricas, 2005. Ibid.

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Realmente a primeros del siglo XXI podemos afirmar que escasamente ha cambiado el concepto sobre qué se considera patrimonio, sobre qué valorar como tal, si lo comparamos con lo que se apuntaba a mediados del siglo XX en esta línea según pudimos comprobar con convenciones anteriores. Pero claro, esta jornada corresponde solo a una parte, muy importante ciertamente, de los profesionales que actualmente trabajan en el ámbito del patrimonio cultural, concretamente los arquitectos e ingenieros y sus intervenciones sobre el patrimonio monumental, una parte, al fin y al cabo, de ese amplísimo campo que denominamos patrimonio cultural. Sin embargo, ni se intuye multidisciplinariedad y cabe preguntarse dónde están aquí los técnicos que se reunieron y hablaron sobre patrimonio inmaterial y sobre el vernáculo, en otras tantas reuniones y convenciones celebradas pocos años antes. Por el buen fin de bienes culturales como la arquitectura vernácula, confiemos en que esos foros multidisciplinares de técnicos, gestores y administradores no tarden en producirse.

SOBRE LA CARTA DEL PATRIMONIO VERNÁCULO CONSTRUIDO23 Finalmente estamos ante el primer documento, año 1999, de trascendencia internacional, que trata exclusivamente sobre lo que el mismo denomina como patrimonio vernáculo construido, dentro del cual se incluyen las manifestaciones de arquitectura vernácula. El significado de este documento hay que relacionarlo con lo que hemos dicho ya respecto al constante cambio del concepto de patrimonio cultural, y de los nuevos valores y bienes culturales que van teniendo cabida en el mismo. De este modo, los bienes de carácter vernáculo se individualizan como categoría hasta alcanzar la importancia suficiente como para dedicar una convención exclusivamente a esta tipología de bienes culturales. 23

12 Asamblea General del ICOMOS celebrada en México del 17 al 24 de Octubre de 1999

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No está demás que esta Carta se ocupe durante el primer tercio de su contenido sobre qué entiende por patrimonio vernáculo, dado que en vistas de las cartas, convenciones, jornadas, etc., que hemos tratado de forma breve en otros puntos de este trabajo, podemos afirmar que el enfoque que se hace de esta parte del patrimonio cultural (el vernáculo) es absolutamente parcial, en la medida que solo se entiende como un género menor en relación al patrimonio con un carácter más monumental, y además su acercamiento es sesgado, en tanto es imposible entender la riqueza y la polisemia cultural de cada bien que podamos incluir en esta tipología de patrimonio, si no consideramos como inherente a la parte material los elementos inmateriales que lo conforman. Dicho de otro modo, a nuestro entender no puede concebirse ningún elemento de la arquitectura vernácula, sea de carácter productivo, habitacional, o del que fuere, sin considerar, además de sus aspectos formales y constructivos, las divisiones internas o habitáculos del mismo, en función de qué se construyen de una u otra manera, tamaño, lugar dentro del inmueble, ornamentación, quiénes lo usan, para qué ... En este sentido, a pesar de que esta Carta ha venido a cubrir un tremendo vacío histórico sobre una tipología de patrimonio, el vernáculo, que se extiende allá donde haya algún tipo de sociedad, lo cierto es que se usa el término a lo largo del texto como sinónimo de arquitectura vernácula. Como cabría esperar, y siguiendo los modelos de otras cartas, se recoge en esta un esquema muy similar en cuanto a cómo organizar el contenido, o sea, tras las definiciones pertinentes, se exponen una serie de principios de conservación para después tratar cuestiones sobre investigación, documentación, tradiciones constructivas, educación y difusión bajo el epígrafe de Líneas de Acción. Termina el trabajo con unas recomendaciones sobre cómo conservar el legado tradicional. Por tanto, nos enfrentamos a un documento que hace un gran hincapié en dejar claro qué debemos entender por patrimonio vernáculo, acotando contenidos y definiéndolo con claridad, para, una vez dejado muy claro esto, abordar directa y casi únicamente la conservación de la parte material de los bienes que se engloban bajo la denominación de vernáculo. No pretendemos más que constatar, una vez más, que incluso a nivel internacional, en el 110

máximo peldaño que reúne la flor y nata de los expertos sobre patrimonio, aun en 1999 tal como se recoge en esta Carta, existen tremendos problemas a la hora de entender la arquitectura vernácula como un compendio absolutamente inseparable de valores materiales e inmateriales, y que para proteger, intervenir, difundir, etc., hay que tomar este conjunto como lo que es, un todo, y no sólo una de sus partes de manera sesgada. Este hecho no es de extrañar si observamos los técnicos que mayoritariamente componen la Asamblea del ICOMOS están formados y cualificados en la materialidad, en arquitecturas diversas. Por otra parte, y en íntima relación con lo anterior, todo el documento se apoya en la visión y orientación patrimonial de los técnicos y especialistas que confluyen en estos comités, una orientación urbanística por excelencia, y como bien sabemos, en el ámbito urbano se desarrollan algunas de las múltiples tipologías de bienes que componen la arquitectura vernácula, la que tiene que ver sobre todo con la habitacional. Sin embargo, no se trata de manera específica todo el elenco y variedad de arquitecturas de carácter vernáculo que se encuentran en suelo no urbanizable y en suelo rústico. Esta enorme cantidad de bienes dispersos por nuestros campos, requieren de atención urgente, sufren de amenazas distintas a los de zonas urbanas y exigen metodologías específicas para ello24. Pero atendamos a la fuente, en ella el patrimonio tradicional o vernáculo construido, como se denomina (arquitectura vernácula para nosotros), es definido mediante dicotomías: irregular # ordenado, utilitario # con interés y bello, lugar de vida contemporánea # remembranza de la historia de la sociedad25. Añade luego que este patrimonio es la expresión fundamental de la identidad de una comunidad, de sus relaciones con el territorio y al mismo tiempo, la expresión de la diversidad cultural del mundo26. Y es precisamente 24

25 26

Pensemos solamente, por poner un ejemplo, las tipologías arquitectónicas surgidas para permitir y facilitar la explotación de agroganadera en distintos agroecosistemas, o en las construidas para albergar procesos de trabajo y actividades productivas determinadas. Ibid Ibid

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esta última parte la que nos merece nuestra atención y con la que estamos alineados conceptualmente, en tanto creemos firmemente que los bienes inmuebles de carácter vernáculo son parte consustancial de las identificaciones locales de las comunidades y pueblos, desarrollados, creados y asociados a determinados territorios que han surgido como causa de la antropización del paisaje primigenio. Por todo esto los bienes culturales en cuestión constituyen expresiones localizadas y diferenciadas según las zonas o áreas, expresión de la diversidad y la riqueza cultural. Aun quedan dos significativas variables que de igual modo que las anteriores definen al patrimonio vernáculo, tal como se señala al principio de esta Carta. Nos referimos a su carácter procesual y evolutivo, nunca anquilosado; por otro lado cómo en este documento de 1999 se señala que este tipo de patrimonio puede ser reconocido por la aplicación de sistemas, oficios y técnicas tradicionales de construcción27. De especial interés este ultimo punto porque ya nos pone en la línea de la parte inmaterial de la arquitectura vernácula sobre la que luego hablaremos, y de algún modo es una manera de trazar la delgada línea que dejan entrever los componentes de este comité sobre la necesaria incardinación de los valores materiales e inmateriales para entender esta tipología de bienes culturales, los de la arquitectura vernácula. El peligro fundamental sobre la continuidad de esa tradición, según se desprende de esta Carta, se encuentra representado en todo el mundo por las fuerzas de la homogeneización cultural y arquitectónica. Cómo esas fuerzas pueden ser controladas es el problema fundamental que debe ser resuelto, sin embargo no se proponen medidas tan concretas y sencillas como el control desde instrumentos como el planeamiento municipal. Obviamente no se diferencia o se responde a cuestiones como: ¿Esto afecta igualmente a los bienes vernáculos de carácter rural y a los urbanos?28. 27 28

Ibid. Sobre los peligros y amenazas concretas según los bienes de zonas específicas, pueden verse los dos casos que planteamos más abajo, uno el de las haciendas de olivar y otro el de la arquitectura características de una parte de La Alpujarra.

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En cuanto a los principios de conservación que se proponen, muy generales, inducen a que cuando se implemente un proyecto de conservación se lleve a cabo por grupos multidisciplinares que reconozcan la inevitabilidad de los cambios29, como el respeto a las identidades culturales. Del mismo modo se propone el respeto a los valores culturales y al carácter tradicional de los asentamientos vernáculos. Sin embargo esto no deja de ser una serie de frases, de declaración de intenciones, y en algunos casos absolutamente vacías de contenido, en tanto no se sustancia con líneas precisas de actuación. Reconocer lo dinámico de la arquitectura vernácula es un lugar común al menos en el ámbito de las ciencias sociales, desde el momento en que las sociedades tienen su propia evolución y no se le puede poner vallas “protectoras” o “arqueologizantes”. La arquitectura tradicional tiene un carácter y unos valores de representatividad para el área en cuestión y esto es lo que hay que mantener y conservar, no buscar estructuras singulares que no se dan prácticamente en el caso de la arquitectura vernácula. Por otro lado nos encontramos un vacío, de nuevo, cuando se trata de distinguir claramente la casuística que afecta a los bienes de la arquitectura vernácula que se encuentran en suelo urbano o rústico a la hora de su conservación. Los problemas, la evolución formal y estilística, las presiones, los cambios de uso, etc., a los que están sometidos estos bienes, vienen determinados en gran medida por el hecho de encontrarse en un núcleo urbano o su zona aledaña, o en una zona meramente rural, no urbanizable, como vamos a ilustrar ahora con casos concretos. Otra parte interesantísima y básica que toca esta Carta sobre el patrimonio vernáculo construido, es el hecho de que éste forma parte integral del paisaje cultural, lo que hay que tener en cuenta para los programas de conservación y desarrollo30. En este punto es muy necesario detenernos un momento en la relación entre cultura

29 30

Ibid Ibid

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y naturaleza, entre arquitectura vernácula y territorio, para lo cual, siguiendo la línea de este artículo, nos vamos a valer de otra convención internacional, concretamente la Convención Europea del Paisaje que tuvo lugar en el año 200031. Si bien debemos aclarar que desde el punto de vista de la antropología el paisaje transformado a través de la acción del hombre mediante un proceso histórico, por tanto antropizado, se denomina como territorio, lo habitual desde disciplinas como geografía, arquitectura ..., es la denominación conceptual como paisaje. De cualquier modo, y trascendiendo estas diferencias, hoy no se discute ya sobre la pertinencia de su valorización histórica y cultural, ni la relación esencial que ello tiene con su constitución como recurso económico. Si bien determinadas visiones sobre el territorio (arquitectura, paisajismo ..) examinan la visualidad del paisaje, su estructura morfogenética figurativa, a partir de puntos de la visión, de cuencas visuales, evaluando aspectos como el color, la forma, la línea; otros enfoques (particularmente los geógrafos) lo toman como unidades irregulares y homogéneas en contenido, prestando atención a los componentes físicos del lugar, etc., finalmente creemos que este elenco de visiones sobre aspectos materiales no puede dejar de relacionarse con componentes inmateriales, a través de los cuales el paisaje revela sus articulaciones con las dimensiones socioculturales e históricas y se nos muestra como territorio. El territorio es un documento histórico que nos propone una identificación y nos induce a pensar que ha habido interacción humana en determinado lugar, nos habla del desarrollo económico, de los cambios de mentalidad, de la evolución socio-ambiental que ha tenido un lugar32.

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Las referencias a dicha convención que hacemos aquí, se recogen en el Texto del Consejo de Europa sobre la Convención europea del Paisaje, traducción del francés de profesor Florencio Zoido, miembro del grupo de expertos redactor del primer Informe Explicativo y de la versión no jurídica de la presente convención. Según algunos autores como Galit Navarro Bello, es el más democrático de los bienes que una cultura puede poseer por estar relacionado directamente con la calidad de vida y la identidad cultural.

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Esta línea argumental ha sido formalmente reconocida desde el año 2000, por el Consejo Europeo, en la Convención de Europa del Paisaje, la que tiene por objeto el proponer la protección, la ordenación y la gestión de los paisajes, además de organizar la cooperación europea en estos aspectos. Para que un bien en este caso, un territorio valorado y considerado patrimonio, pueda continuar siéndolo, debe tener un uso, el territorio se constituye en patrimonio en tanto está vivo, por tanto, volvemos hacia los usos, hacia la arquitectura vernácula como elemento de algunos de los territorios más representativos de lo que ha sido la intervención del hombre. Para no ir más lejos recordemos de nuevo la dehesa como buen ejemplo para ilustrar lo dicho aquí, tal como hicimos más arriba. Finalmente, y lo que es muy importante, la Carta deja claro que el patrimonio vernáculo no sólo obedece a los elementos materiales, edificios, estructuras y espacios, sino también al modo en que es usado e interpretado por la comunidad, así como a las tradiciones y expresiones intangibles asociadas al mismo33. Si bien se reconoce este hecho, la absoluta indivisibilidad de los valores materiales e inmateriales de la arquitectura vernácula, tal como lo hemos expresado antes, lo cierto es que en el orden práctico se queda en un mero enunciado, no se desarrolla punto alguno a este respecto. De este modo, las líneas de acción en torno a este legado tradicional y dirigidas a gobiernos, autoridades, grupos y organizaciones radican en la investigación y la documentación, sobre qué hacer con los sistemas tradicionales de construcción, tratamientos sobre la materialidad del bien como sustitución de partes y elementos, la adaptación y reutilización de las estructuras vernáculas34. En ningún caso, como acabamos de ver antes, se hace hincapié en la doble composición de la arquitectura vernácula, en la duplicidad de valores materiales e inmateriales y en la línea básica de actuación que debe partir de este hecho y actuar en consecuencia.

33 34

Carta del Patrimonio Vernáculo Construido, 1999. Ibid.

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Lógicamente un foro de esta índole, una Carta como esta, termina ofreciendo unas líneas sobre la difusión de estos bienes y también sobre la educación, aplicada en dos líneas. Una iría encaminada a la sensibilización de las poblaciones locales para que valoren sus propios bienes y sean los mejores garantes de su conservación, formándolos y especializándolos en el mantenimiento de los sistemas tradicionales de construcción, así como de los oficios correspondientes. Por otra parte, propone la Carta que se impartan programas educativos para conservadores sobre los principios del patrimonio tradicional35.

¿LA PRAXIS SOBRE LA ARQUITECTURA VERNÁCULA RESPONDE A LOS ENUNCIADOS INTERNACIONALES? El breve análisis realizado sobre el único documento fruto del tratamiento monográfico de la arquitectura vernácula en el seno de la UNESCO, se nos antoja cuando menos distante y en exceso teóricamente básico en sus propuesta con pretensiones de alcance internacional. El ámbito de la arquitectura vernácula es sumamente complejo y diverso incluso a una escala como la provincial o la regional36, y al trabajo constante sobre estos bienes nos proporciona una visión práctica que no queremos dejar de analizar, contrastándola con estos enunciados e ideas que acabamos de ver. Para ello nos vamos a centrar en dos casos que actualmente son objeto de atención desde la Consejería de Cultura de Andalucía, con el fin de proteger legal y administrativamente una serie de bienes que podemos encuadrar dentro de la arquitectura vernácula. Se nos

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Ibid. Estos son los ámbitos en los que trabaja el autor de este artículo. Por una parte viene realizando la labor de “Etnógo provincial” (Delegación Provincial de cultura de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía) desde el año 2000, primero en la provincia de Granada y actualmente en la de Sevilla. Por otra parte, como miembro de la empresa GESTO, realiza determinados encargos en distintas localidades de Andalucía.

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puede achacar que sólo se trata de uno de los campos que afectan al patrimonio cultural, el de las cautelas legales de cara a su protección, pero es de suma relevancia y nos va permitir traspasar el mero ejercicio teórico de estos foros internacionales y comprobar hasta dónde sus postulados son o no viables o acertados en el ámbito de la protección. Estos casos corresponden, uno a los bienes culturales denominados haciendas de olivar, característicos del valle del Guadalquivir, y otro, a distintos bienes que se encuentran en un área amplia de la Alpujarra granadina, fundamentalmente varios núcleos de población con una arquitectura vernácula bien conservada y escasamente sustituida. Estos casos representan dos formas diferentes de entender la arquitectura vernácula, dos casos muy distintos cada uno fruto del proceso histórico de transformación del paisaje, de asentamientos y sistemas de propiedad y explotación de recursos naturales diferentes. Por una parte encontramos una serie de núcleos urbanos distribuidos por la falda sur de Sierra Nevada, salpicados en el territorio, en consonancia con el mismo, sus volúmenes son una parte consustancial de esta falda sin romperla; por otro, en medio de las grandes llanuras que constituyen el valle del Guadalquivir se levantan inmuebles cada cierto espacio como hitos que rompen la monotonía de la campiña, son las haciendas de olivar.

LAS HACIENDAS DE OLIVAR DEL VALLE DEL GUADALQUIVIR37 En nuestra área de estudio38, como en general en todas las tierras de la Depresión del Guadalquivir, el olivar ha sido, tras las zonas cerealísticas, el siguiente aprovechamiento en importancia. 37

Estos datos proviene del trabajo sobre haciendas de olivar realizado en la provincia de Sevilla de cara a la protección legal de los inmuebles mejor conservados y característicos de esta tipología constructiva. Se comenzó con un inventario en el que se visitaron algo más de130 haciendas correspondientes a 21 municipios. Dicho inventario y la documentación técnica posterior, fueron encargadas desde la Consejería de

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Por otro lado, su presencia es constatable desde antiguo en todo el ámbito bético. Dentro de este proceso histórico de expansión del olivar que se va desarrollando de manera continuada, hemos de señalar dos hitos fundamentales que afectan directamente a la implantación de este tipo de explotación agropecuaria: el primero, la apertura del mercado americano tras la colonización de buena parte del continente americano; y el segundo, el “boom“ olivarero iniciado a mediados del siglo XVIII y acentuado en el XIX y los primeros decenios del XX. Como fruto de este proceso, en las haciendas vemos muchos de los rasgos clarificadores del modo en que durante siglos se han entendido en la zona la organización agraria, la actividad laboral y las relaciones sociales características de las grandes explotaciones en todo el ámbito de las campiñas béticas. De este modo, históricamente las haciendas destacan por su importancia como modelo de explotación agrícola caracterizadas por su continuidad histórica desde los romanos, pasando por las villas, las alquerías y posteriormente configuradas como lo que contemporáneamente denominamos haciendas, modelos de explotación agropecuarios. En cuanto a su arquitectura las haciendas pertenecen a una tipología doble o ecléctica, donde se mezcla en un mismo inmueble la arquitectura tradicional con otra más elaborada y/o monumental. Junto a sistemas populares se emplean materiales nobles así como

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Cultura de la Junta de Andalucía a dos técnicos, uno el que firma este artículo, como antropólogo, y como historiadora del arte Teresa del Valle. El resultado persigue la inscripción en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz de las haciendas seleccionadas, procedimiento en curso actualmente. Un artículo sobre esta tipología de arquitectura sobre el que hemos trabajado recientemente es “Las Haciendas de Olivar: bienes culturales entre la dinámica urbanística y la capitalización agrícola”, presentado en el Congreso Internacional de Arquitectura Vernácula, celebrado en Carmona (Sevilla), en Octubre de este 2005, cuyas actas estarán disponibles en breve. Concretamente los municipios de Carmona, Bormujos, Bollullos de la Mitación, Espartinas, Gines, Mairena del Alcor, Castilleja de Guzmán, Valencina de la Concepción, Castilleja de la Cuesta, Tomares, Gelves, Mairena del Aljarafe, Almensilla, Sanlúcar la Mayor, San Juán de Aznalfarache, Arahal, Morón de la Frontera, Lebrija, Los Palacios, Dos Hermanas y San José de la Rinconada.

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soluciones constructivas y ornamentales importadas; es una arquitectura rural y burguesa en la que se aúnan elementos utilitarios y populares, otros más simbólicos y emblemáticos y otros que provienen de unos usos y necesidades urbanos (Olmedo, 1999 y Aguilar 1992). El valor de esta arquitectura radica en la armonía del conjunto que determina esta tipología de arquitectura vernácula, popular y elaborada a un mismo tiempo. En las haciendas debemos distinguir una organización espacial precisa de acuerdo a las funciones de sus distintos usos. Son tres unidades con funciones diferentes y complementarias las que determinan la tipología de las haciendas: la almazara o industria de transformación de la aceituna en aceite, las dependencias destinadas a labores agrícolas y las específicamente dedicadas a la función residencial. El patio de labor con gañanías, cuadras y caballerizas, talleres de carpintería, herrería, hornos, corrales, aljibes y a veces alguna escuela, constituyen los espacios más habituales de la zona de trabajo, a la que hay que unir el espacio productivo por excelencia, la almazara. Esta consta con frecuencia de uno o varios molinos, prensa de viga, trojes, calderas, tinajas de decantación, bombas y las bodegas de almacenamiento del aceite. En este sector se sitúa la torre de contrapeso. Algunas haciendas disponen de estancias destinadas a lagar y producción vitivinícola. Finalmente el patio de señorío reúne la zona noble de la hacienda, donde también se halla una o varias torres mirador, la capilla y algún patio o jardín. Los estilos artísticos que inspiran los espacios más destacados monumentalmente de estos inmuebles, tales como portadas, torres, espadañas o el señorío, son fundamentalmente el barroco y en menor medida el renacimiento y el mudéjar. Las portadas suelen incorporar elementos de inspiración clásica, con frontones completos o partidos, pilastras, entablamentos, cornisas, etc. También hay haciendas, en su mayor parte de las décadas centrales del siglo XVIII, donde las portadas presentan un barroquismo extremo, incorporando con profusión toda clase de molduras, formas lobuladas y ondulantes, hornacinas y remates diversos (Aguilar, 1992). El espacio, por tanto, en función de los distintos usos y funciones que recogen estas construcciones, jerarquizaba mediante su estruc119

tura formal y también por sus usos las relaciones que en ellos tenían lugar. A pesar de esto hemos de destacar la idea de conjunto que el inmueble de cada hacienda proyectaba de cara al exterior, de microcosmos o incluso de traslación de la imagen de una ciudad a pequeña escala en cada uno de estos bienes. Por tanto, nos encontramos con una tipología de bien cultural donde se da un compendio de valores históricos, etnológicos, monumentales y artísticos principalmente. Valgan como forma de ilustrar esta breve descripción una serie de imágenes de algunas de las haciendas mejor conservadas:

Detalle desde un patio interior de la hacienda; en primer plano la nave de molino y torre de contrapeso. Hacienda Palma Gallarda. Municipio de Carmona.

Vista de la trama de la hacienda desde una de las torres mirador. Hacienda Los Miradores. Municipio de Carmona.

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Viviendas de los trabajadores (arriba) y nave de labor (abajo) con detalle de molino. Hacienda Santo Patriarca en el municipio de Almensilla. Esta es una muestra de la sencillez de las viviendas de los obreros y trabajadores fijos como caseros, en comparación con la monumentalidad de la parte de señorío de estos inmuebles.

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Capilla de la hacienda La Buzona en el municipio de Carmona

Vista aérea de la hacienda La Algabarrilla en el municipio de Carmona. Se puede observar perfectamente la conformación espacial de las distintas estancias en torno al patio central

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Escuela de la hacienda Clavinque en el municipio de Mairena del Alcor. Imágenes como esta dan buena cuenta de la forma de vida que caracterizaba hasta hace poco tiempo a la mayor parte de las haciendas, poblaciones completas a pequeña escala.

Peligros y amenazas Hemos denominado así conscientemente a este epígrafe, puesto que es la mejor forma de ver el grado de adecuación a la realidad de los postulados de la Carta del Patrimonio Vernáculo Construido39. En el caso de las haciendas correspondientes a las poblaciones que hemos inventariado, hay un porcentaje de ellas que se mantienen como explotaciones agropecuarias en torno al 23%, pero qué está ocurriendo con las haciendas que ya no responden a los usos y actividades para las que fueron construidas, cómo les afecta este hecho a su tipología constructiva y a su significado cultural como conjunto arquitectónico dentro de una explotación olivarera?. Aquí radica el gran tema de estudio y la asignatura pendiente por parte de los investigadores. Según nuestro análisis, este repre-

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12 Asamblea General del ICOMOS celebrada en México del 17 al 24 de Octubre de 1999

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sentativo modelo de arquitectura tradicional del valle del Guadalquivir, ha perdido buena parte de su significado cultural al desproveerse de su contexto, el de la gran explotación agrícola. De este modo encontramos desde casos donde sólo se ha conservado alguna torre de la antigua hacienda en lo que hoy son urbanizaciones periurbanas que recuerdan a la que un día fue una hacienda, pasando por inmuebles completos, haciendas refuncionalizadas en pos de atender ciertas demandas del sector servicios (salones para celebraciones o lujosos hoteles rurales), hasta las que, finalmente, han sido absorbidas por la vorágine constructiva y forman parte ahora de los cascos urbanos40. En definitiva, elementos materiales de escasa representación cultural de lo que han sido históricamente las haciendas de olivar. Si bien pueden conservar ciertos elementos formales de su estructura, adolecen por completo del contexto social y productivo que hemos descrito, y por tanto, el carácter de conjunto y la amalgama de elementos que dotaban de significados a esta tipología ya no se dan en dichos restos materiales. De cualquier manera creemos que es primordial, en el caso de las haciendas incluidas en la trama urbana o en los aledaños de la población, que estos inmuebles, aun sin sus funciones, se vayan integrando adecuadamente en los núcleos urbanos, siempre con el tratamiento que estos bienes culturales de enorme relevancia requieren. Del mismo modo, parece de obligada inclusión en cualquier Plan General de Ordenación Urbana, la protección de cada una de estas haciendas del término municipal que se trate, y eso sí, tanto del ámbito rústico como del urbano. Por tanto, los aspectos principales que la Carta del Patrimonio Vernáculo Construido41 suscitaba, parecen relativamente adecuados, al menos en los de carácter general como esta tipología de arquitectura el valle del Guadalquivir es un legado tradicional, son inmuebles en cierto modo de distribución irregular, utilitario, con

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En algunos casos las haciendas de olivar se construyeron dentro de estos cascos urbanos, incluso en otros, los núcleos surgieron en torno a las haciendas. Ibid.

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interés y belleza, lugar de vida contemporánea y al mismo tiempo remembranza de la historia de la sociedad, expresión fundamental de la identidad de una comunidad, de sus relaciones con el territorio y al mismo tiempo, la expresión de la diversidad cultural del mundo42. También ha quedado claramente expresado su carácter procesual y evolutivo, así como la aplicación de sistemas, oficios y técnicas tradicionales de construcción43. Pero hay una serie de hechos aplastantes, de naturaleza absolutamente particular y que solo se pueden diagnosticar tras realizar un trabajo sobre el caso concreto de las haciendas de olivar de esta parte de Andalucía. Los peligros y amenazas de cara a su conservación no radican tanto en las fuerzas de la homogeneización cultural y arquitectónica, tal como señala la citada Carta, sino en dos hechos fundamentales. Uno que no se tomen en cuenta la globalidad de los elementos culturales que compone cada hacienda, los de orden material (formas, materiales, estilos...) y los de carácter inmaterial (la forma de vida de una hacienda), por tanto, cualquier intervención incidirá en la pérdida de valores de estos bienes. En segundo lugar hay que distinguir escrupulosamente, como hemos dicho ya, las acciones que correspondan a ámbitos urbanos o a zonas de suelo rústico, porque si no es así, en pocos años será prácticamente imposible reconocer no ya la forma de vida, sino simplemente los aspectos externos y la forma de las haciendas. En la medida que el planeamiento municipal proteja los valores de los que hemos hablado, podrá garantizarse la supervivencia y la transmisión de estos bienes.

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Ibid. Ibid.

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NÚCLEOS DE POBLACIÓN DE LA ALPUJARRA ALTA44 La zona de la que hablamos aquí corresponde a la Alpujarra de la provincia de Granada, un área situada en la falda sur de las principales estribaciones de Sierra Nevada. Los municipios afectados por la inminente declaración de Sitio Histórico (razón del encargo del trabajo del que provienen estos datos) son veinte, que junto a las localidades anejas, suman un total de cincuenta y nueve núcleos de población45. Pero lo que nos impulsa a traer aquí este caso, es que se trata de una zona con una fuerte impronta antrópica, transformada mediante la intervención de la mano del hombre en un proceso histórico datado al menos desde la Baja Edad Media. Por tanto, la impronta de las distintas sociedades que han vivido en este medio natural, han convertido el territorio que hoy conocemos en un área cultural. Las características y peculiaridades geográficas y paisajísticas de la Alpujarra Media granadina constituyen otro valor cultural de extraordinaria relevancia en sí mismo, y unido a otros elementos patrimoniales del mismo área, conforman una unidad sociocultural singularizada.

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Sobre este caso pueden verse las Actas del Congreso Internacional de Arquitectura Vernácula, celebrado en Carmona (Sevilla), en Octubre de este 2005 (en prensa), donde Beatriz Castellano e Irene Santiago, junto al que esto firma, presentaron la comunicación “Alpujarra Media Granadina y La Tahá: ordenación del territorio y protección del patrimonio cultural”. La Taha, con sus seis núcleos: Capilerilla, Atalbéitar, Juviley, Ferreirola, Mecinilla y Mecina-Fondales, Pórtugos, Busquístar, Cástaras, con su anejo Nieles, Juviles, Lobras, con su anejo Tímar, Bérchules, con su anejo Alcútar, Capileira, Bubión y Trevélez; y otros 10 municipios afectados sólo por la delimitación de entorno los cuales son Cádiar y los anejos: Narila, Yátor y La Rambla del Banco, Murtas y los anejos: Mecina Tedel y Cojáyar, Torvizcón, Almegijar y su anejo Notaez, Órgiva y los anejos: Alcázar, Barjis, Olías, Fregenite, Las Barreras, Bayacas, Los Tablones, Agustines y Tíjola, Turón, Albondón y su anejo: los Gálvez, Polopos y los anejos: Haza de Lino Haza del Trigo, La Guapa, Castillo de Baños y La Mamola. Rubite y los anejos: Rambla del Agua, Los Díaz, la Rubia, Los Gálvez, El Colorado y El Altero y Sorvilan y los anejos: Alforfón, El Maurel, Melicena y los Yesos

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Plano de situación de la zona donde se actúa. Delimitación del bien y de su entorno46 Fuente: Documentación técnica realizada por GESTO. Gestión y valorización del patrimonio cultural. S.L47. 46 47

Obviamente para proteger un bien, uno de los primeros pasos es delimitarlo, tanto el bien en sí, como la zona considerada entorno de este como aquí se ve. Esta es una empresa dedicada a la gestión y valorización del patrimonio cultural en sus diferentes ámbitos. Su metodología es multidisciplinar y en el caso de la Alpujarra lleva más de tres años trabajando en la zona.

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En esta zona encontramos una variada y característica tipología de elementos patrimoniales48 con manifiestos y relevantes valores históricos, etnológicos, arqueológicos, arquitectónicos, industriales y naturales, que la dotan de un carácter singular y único que sólo puede entenderse tomando en cuenta las particulares características del territorio donde se ubican. Entre estos bienes destacan los núcleos de población y la arquitectura vernácula propia de estos. La tipología de espacios habitados y la arquitectura vernácula se encuentra aquí en total simbiosis con los espacios agrarios, difícilmente separables mediante una delimitación lineal clara. Las zonas más productivas, los minifundios de regadío, se desarrollan fundamentalmente a continuación y en torno a los núcleos urbanos como un sistema continuo e inseparable. Desde el punto de vista arquitectónico y urbanístico, la disposición espacial, la localización y la configuración formal de los núcleos urbanos están fuertemente condicionados por dos rasgos intrínsecos a este territorio: las características topográficas del área y el sistema de explotación de sus recursos. Así, la necesidad de adaptarse a una orografía de alta montaña, encajada entre las alineaciones de la Sierra de la Contraviesa y de Sierra Nevada, que dificulta los desplazamientos, han generado pequeños núcleos urbanos, próximos entre sí y a las tierras de cultivo. La estructura actual de estas tramas urbanas se configuró a partir del asentamiento en la comarca de los moriscos expulsados de Granada en el siglo XV. Estos implantaron el urbanismo islámico. La zona urbanizada sigue un esquema de crecimiento orgánico que se adapta a la topografía, basado en la repetición de la célula-vivienda, donde el espacio público se privatiza, aparece la sectorización en barrios y su escala se reduce. Posteriormente los repobladores cristianos (siglo XVI) continuaron el desarrollo de estos pueblos siguiendo el esquema precedente.

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Se trata de acequias, minas y restos industriales, núcleos de población y zonas de cultivo, yacimientos arqueológicos, torres e iglesias, cortijos, baños, espacios naturales y caminos históricos, como puede verse en el plano de situación.

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Es importante destacar la prolongación en el tiempo de este proceso de crecimiento, lo que ha generado estructuras urbanas y compositivas muy complejas, con evidente valor plástico, que no responden a ningún esquema o planeamiento previo. Esta irregularidad constituye uno de los invariantes arquitectónicos de más valor de este ámbito. Destacan las torres campanarios de sus iglesias mudéjares que por su escala y verticalidad sobresalen del tejido urbano, significándolo. El tejido urbano se caracteriza por el alto grado de ocupación de las manzanas, donde prácticamente no existen patios, y por el trazado irregular de su trama está condicionado por la topografía y por la estructura de la propiedad. La continuidad entre la zona urbana y la agrícola, de la que hemos hablado antes, se refleja en las paratas, estructuras de contención de las huertas dispuestas en terrazas, que conforman los límites de las manzanas de borde. Las calles, generalmente de pequeña dimensión, presentan un desarrollo predominante en dirección paralela a las curvas de nivel, para suavizar las pendientes que ascienden zigzagueando por la ladera, lo que favorece la disposición aterrazada de la edificación. En este sentido las conexiones transversales se minimizan y se resuelven mediante vías que salvan las fuertes pendientes con rampas y escaleras. La calle es entendida como un espacio de relación e intercambio, incluso como una prolongación de las viviendas. Este rasgo cultural incide en la morfología de los núcleos, siendo el origen de los tinaos y zaguanes, espacios anejos a las viviendas cubiertos por el vuelo de la edificación. En ellos los límites de lo público y de lo privado se desdibujan, creando secuencia urbanas de gran riqueza espacial. En dichos espacios se desarrollaban procesos de almacenamiento y transformación de los productos agrícolas que favorecían las relaciones vecinales, por otra parte, protegen de las inclemencias climáticas siendo destacados indicadores del grado de adaptación al medio de este urbanismo y una de las tipologías arquitectónicas de mayor interés. Otro componente arquitectónico que comparte con los tinaos esta condición de espacios semipúblicos es el terrao. La disposición 129

aterrazada de la edificación adaptándose a la topografía y el elevado grado de colmatación de las manzanas favorecen el uso de las cubiertas planas de launa como espacio de desahogo de las viviendas y de relación de sus habitantes. Los principales espacios públicos surgen en torno a los edificios institucionales (Ayuntamiento, iglesia o escuelas) y son el escenario donde se desarrolla la vida pública y los principales ámbitos de sociabilidad de estas poblaciones, junto a lavaderos, fuentes y espacios que propician la convivencia vecinal. Las plazas se conforman como espacios reducidos e irregulares fruto generalmente de un ensanchamiento de la trama. En algunos casos presentan distintos planos de cota definidos por muros unidos entre sí por rampas y escaleras, que reproducen de algún modo el sistema de cultivo en paratas. En este sentido, es importante destacar la incidencia del sistema tradicional de gestión y uso del agua en la forma de la ciudad y en la configuración del espacio público. Lavaderos, acequias, fuentes, pilares- abrevaderos y albercas son elementos arquitectónicos destacados, capaces de singularizar y caracterizar estos espacios. El aislamiento y las difíciles condiciones de acceso han favorecido la conservación de la trama urbana y de las tipologías edificatorias, verdaderas adaptaciones de estas sociedades locales al medio. La implantación en el territorio, la agrupación de unidades (la trama urbana presenta una estructura aditiva y escalonada de las edificaciones) y las formas de humanización del paisaje como la disposición abancalada de las tierras de cultivo formando terrazas a lo largo de las laderas, constituyen, en definitiva, los principales valores de la arquitectura vernácula alpujarreña y los que se pretenden conservar. Como en el caso anterior de las haciendas de olivar, la documentación gráfica que acompaña las descripciones anteriores, nos van a permitir clarificar en pocas imágenes la mayor parte de lo dicho:

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Las terrazas de una misma manzana son practicables formando solanas en la planta superior de las viviendas.

Los elementos constructivos tradicionales son, entre otros, los muros de mampostería con mortero de grasa o barro, suelos de madera de castaño, forjados de lajas de piedra pizarrosa, cubierta de terraza con los materiales del suelo, cubierta exterior con una capa de 10 centímetros de tierra gredosa conocida localmente como launa cuya impermeabilidad protege de las lluvias.

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Simbiosis entre núcleos de población y zonas agrícolas. Balates y muros de las viviendas en los dos lados de una misma calle.

Peligros y amenazas Igual que en el caso de las haciendas, los peligros y amenazas particulares sobre la arquitectura vernácula de esta serie de núcleos de los que hablamos, han sido claramente diagnosticados en nuestro trabajo. Podemos así definir una serie de problemas para el área, que como es imprescindible en un caso con una impronta paisajística como esta, hay que intentar evitar que este valor se vea perjudicado. Estos peligros radican en la construcción de urbanizaciones e inmuebles que rompen con las visuales paisajísticas y con la tradición arquitectónica y en la invasión de la cuenca visual por invernaderos bajo plásticos y la proliferación de aerogeneradores. Esto en cuanto al área que se va a proteger y donde se establecerán unas cautelas generales que eviten estas amenazas, pero por supuesto, hay que descender hacia otro nivel, a la escala local. En los núcleos de población también se han detectado una serie de peligros relacionados con su arquitectura vernácula y los princi132

pales valores de esta. El principal riesgo de perdida de estos valores49 de la arquitectura vernácula en un ámbito como el objeto de este estudio, no es el derivado de los procesos de transformación y sustitución de elementos y unidades constructivas llevados a cabo por sus habitantes, ya que estos han garantizado la pervivencia de las construcciones populares secularmente. La verdadera amenaza está en la estandarización o vulgarización de la arquitectura popular alpujarreña que, travistiendo sus características tipológicas, morfológicas y volumétricas, queda reducida a la utilización de la cubierta plana y la construcción de un falso alero de pizarra. Este fenómeno, presente en la mayoría de los núcleos de la comarca, confirma la incapacidad operativa de las normativas urbanísticas municipales como único instrumento de protección y ratifica la necesidad de desarrollar nuevas estrategias como la que actualmente está iniciando la Consejería de Cultura. A la hora de abordar la protección de estos bienes, algunos de los aspectos que se han tenido en cuenta son: se asume el hecho urbano como un proceso dinámico y vivo, y la ineficacia de las medidas que intentan congelar este proceso. No se puede obviar la evolución en las demandas sociales de habitabilidad y confort, ni la introducción por los nuevos medios de comunicación de imágenes arquetípicas ajenas a los tipos generados por la arquitectura vernácula, ya que lo que podemos denominar como la función social del patrimonio, exige que este repercuta en la población mejorando sus condiciones de vida. Además creemos que este reconocimiento social es la única medida capaz de garantizar la eficacia de la protección legal y administrativa. En definitiva, se busca evitar la perdida de los valores tradicionales tanto de esta arquitectura como de sus formas de agrupación y organización, destacando la importancia de la permanencia de

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No hemos hablado aquí de la característica disposición formal de los espacios interiores de las casas y del uso distintivo de los mismos respecto a otras zonas, lo cual representa otra significativa singularidad cultural de estas poblaciones, y otro de los valores a preservar.

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determinados parámetros arquitectónicos como la volumetría fragmentada de las edificaciones, la proporción de huecos y vacíos en los paramentos, las alturas y la densidad edificatoria de las manzanas así como el empleo de materiales y técnicas tradicionales en las intervenciones sobre arquitectura vernácula. Así podemos concluir, de nuevo, tal como en el caso de las haciendas de olivar: los enunciados generales de la Carta del Patrimonio Vernáculo Construido se sustancian claramente también en el área de la Alpujarra granadina donde trabajamos, y en particular en su arquitectura vernácula. En este sentido, no solo podemos estar de acuerdo con aquellos postulados, sino que eran absolutamente necesarios antes de 1999 cuando se celebró aquella convención en México. Pero hemos de reiterar las particularidades y las necesidades de esta zona y de los bienes que hemos analizado: una arquitectura vernácula extraordinariamente conservada y concentrada en núcleos urbanos, en núcleos de población. A su vez estos núcleos se insertan, se desarrollan en conjunción con un paisaje al que realza, con lo que dicho territorio adquiere la cualidad de un bien cultural en sí, no en mero soporte sobre el que se reparten aleatoriamente una serie de bienes culturales. Estos son casos especialmente difíciles de proteger, casos donde la incidencia de los modelos exógenos habitacionales puede resultar catastrófica para este modelo de arquitectura y para el paisaje, pero es una arquitectura vernácula en pleno uso, vigente en cuanto habitada, y en transformación. Esta dinámica cultural es imparable y no se pueden bajo ningún pretexto, arqueologizar o embalsamar. Entre otras cosas estaríamos impidiendo la generación de nuevos bienes culturales. Por otro lado parece un caso que reúne todas las condiciones que establece la UNESCO para ser declarado Patrimonio de la Humanidad y pasar a formar parte de dicha Lista, como veremos al final de este artículo.

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LA INMATERIALIDAD DE LA ARQUITECTURA VERNÁCULA Es este un apartado que no puede dejar de figurar cuando hablamos de arquitectura vernácula y de los postulados de la UNESCO respecto a la misma, la cual se ha pronunciado, fundamentalmente, en lo que ha patrimonio intangible se refiere en dos convenciones50, una celebrada en Sevilla en 2001 y otra posterior en París en el año 200351. La principal diferencia que se puede significar entre ambas convenciones, es que en la de París los valores inmateriales del patrimonio cultural se relacionan siempre con el patrimonio natural y la impronta territorial, puesto que se tiene muy en cuenta a los países en desarrollo, a las comunidades indígenas y no solo la sociedad anglosajona. Dicha sociedad es el objetivo de la convención de Sevilla y en concreto los centros históricos y el urbanismo en cuanto a los valores inmateriales de estos, los peligros y amenazas fundamentales y las posibles soluciones. Ya hemos dicho antes que no podemos entender la arquitectura vernácula y los bienes que la componen como un mero elenco de inmuebles con determinadas características formales y levantados a base de ciertos materiales. Inherente a ello, solo divisible en el orden ideático y teórico, se encuentran los valores inmateriales, y entre ambos constituyen ese bien cultural indivisible y polisémico cultural-

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Podemos considerar como un precedente la vigésimo quinta Conferencia General de la UNESCO de 1989, donde se aprobó una “Recomendación sobre la salvaguarda de la cultura tradicional y popular”, entendida como “el conjunto de creaciones que emanan de una comunidad cultural fundadas en la tradición, expresadas por un grupo o por individuos y que reconocidamente responden a las expectativas de la comunidad en cuanto expresión de su identidad cultural y social; las normas y valores se transmiten oralmente, bien sea por imitación o de otras maneras. Sus formas comprenden, entre otras, la lengua, la literatura, la música, la danza, los juegos, la mitología, los ritos, las costumbres, la artesanía, la arquitectura y otras artes”. El Seminario llevado a cabo en Sevilla, denominado El Valor Intangible del Patrimonio, tuvo lugar del 25 al 27 de octubre de 2001. La Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial, se llevó a cabo en Paris, en octubre del 2003.

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mente para la sociedad que lo genera, lo usa, lo valora… Por esta razón es de suma importancia que analicemos este tipo de componente inmaterial de la arquitectura vernácula, que la valoremos, que la tengamos en cuenta de cara a cualquier tipo de intervención que se lleve a cabo sobre un inmueble vernáculo, se halle en el ámbito urbano, en alguna población, o bien sea uno de los múltiples ejemplos que jalonan nuestros campos. La propuesta que formulan sobre la definición del valor intangible del patrimonio, se basa en una serie de elementos definitorios de dicho valor. Son el poder de símbolo que un monumento, sitio, o lugar pueda tener para la población; el poder evocador, generador de sentimientos y de recuerdos individuales y colectivos; el poder de identidad colectiva para una población, sociedad, cultura o civilización; el valor documental del monumento o sitio que nos transmite, de manera fehaciente, noticia de su historia, cultura, sociedad, economía, filosofía y forma de vida de una época o épocas, idiosincrasia de la población, arte, técnicas y tecnología constructiva etc.; el poder definidor como hito o elemento substancial, integrado o integrador, del paisaje urbano o rural; el poder generador de relaciones y vínculos culturales entre las personas y entre éstas y el monumento o sitio histórico, tanto en el ámbito personal como colectivo (turismo, folclore, manifestaciones culturales y religiosas etc.) que permite al patrimonio ser un factor de cohesión social; valores de integración espacial y armonía con el medio ambiente, etc.52 Fundamentalmente este tipo de valores son los que asocian con la definición de intangible, con lo que mayoritariamente estamos de acuerdo. Sin embargo, todo este apartado transmite, de nuevo, una tremenda sospecha a que ha sido realizado desde una óptica si no arquitectónica, sí urbanística, o dicho de otro modo, si hasta ahora sí podemos estar de acuerdo en que los especialistas en la investigación y análisis de los aspectos inmateriales son fundamentalmente los antropólogos, abalados por la trayectoria en este campo,

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Resultados del Seminario llevado a cabo en Sevilla, El Valor Intangible del Patrimonio, en el año 2001

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¿cómo podemos entender e interpretar que esta definición provenga mayoritariamente del ámbito urbanístico y arquitectónico?. La concepción actual de la UNESCO sobre patrimonio cultural incluye y reconoce la arquitectura popular o vernácula cuyo conocimiento se ha transmitido secularmente por vía de tradición oral. Destacan que las manifestaciones del patrimonio inmueble de esta tipología de arquitectura responden a un doble tipo de valores: los tangibles, que se relacionan tradicionalmente con los materiales, las formas y, en cierto modo, también con las funciones, y los intangibles que desvelan las razones históricas a las que responde la creación de tales bienes, así como las creencias, motivaciones, modos de organización, etc. que han regido en cada comunidad el curso de su evolución. Estos valores intangibles se hallan incorporados no sólo a los inmuebles que les sirven de contenedores, sino a la memoria colectiva de la sociedad o grupo humano en el que han sido creados. Podemos así hablar de la particular personalidad histórica de los diferentes núcleos de población, de su identidad, que no consiste sólo en los elementos o testimonios físicos, sino en su peculiar atmósfera e idiosincrasia histórica. Así se expresa el documento que comentamos respecto a lo intangible de este patrimonio cultural, de la arquitectura vernácula como parte de él. Conviene señalar la influencia en este seminario del entonces Director General de la UNESCO, el cual puso un gran énfasis en el estudio y promoción del patrimonio intangible, y en una forma de verlo muy particular. Esto responde en cierto modo a su origen japonés, a una mentalidad propia de su civilización, con matices profundamente divergentes de la cultura occidental, los cuales inciden notablemente en la diferente aproximación que en una y otra órbita cultural se viene dando respecto a los valores y, sobre todo, al tratamiento del patrimonio en general, y al inmaterial en particular. Así, como ya se constató en la Conferencia de Nara sobre la “Autenticidad”, para los japoneses y otros pueblos con culturas históricas diferentes a las occidentales, los materiales carecen de valor y los monumentos son destruidos y reconstruidos cada cierto número de años, siendo importante sólo conservar el lugar y, en todo caso, las formas, sin que ello suponga una merma de la autentici137

dad. Este fenómeno extraño a nuestra mentalidad, tiene su explicación en la naturaleza perecedera o poco resistente de los materiales empleados en la construcción de sus monumentos (como madera, papel, etc.) en concordancia con fenómenos naturales en su área geográfica (terremotos, huracanes, etc.). De ahí que para esos pueblos el valor simbólico de sus creaciones arquitectónicas, es decir, un elemento meramente intangible pero enraizado en la memoria histórica y colectiva, sea el factor perdurable y digno de conservación, no así la materia. No estamos proponiendo aquí que en nuestra civilización occidental, donde los materiales de los edificios históricos no sólo se han concebido tradicionalmente como indeleblemente unidos a las formas, sino con una innegable voluntad de permanencia y perdurabilidad, debamos adoptar los mismos patrones que en el extremo oriente para enfocar el tratamiento del patrimonio intangible. En este sentido resulta de gran interés afirmaciones como “Los bienes materiales creados por el hombre pueden continuar produciéndose mientras las características culturales de los respectivos grupos puedan protegerse y mantenerse, basándose en que lo realmente útil, valorable y trascendente es la conservación de los conocimientos, de las actividades tradicionales y de las personas que encierran estos saberes”53. Es una consecuencia de la tremenda influencia desde el ámbito patrimonial oriental y su consideración sobre el patrimonio cultural como vimos antes. Por tanto podemos destacar una conclusión interesante de este seminario: ni las manifestaciones de cultura inmaterial enumeradas en la Recomendación de la UNESCO a la que nos venimos refiriendo deben servir de excusa para abonar políticas que mantengan su independencia respecto al marco patrimonial inmueble en el que se han generado, ni su conservación y promoción debe aislarse del cuidado y mantenimiento de la autenticidad de éste último, lo cual incluye tanto el respeto a su significado intangible como a su ubicación, a sus formas y a sus materiales. Y a la hora de poner en prác-

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Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial.

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tica las medidas de tutela sobre este tipo de patrimonio, se exhorta a los estados a que adopten las medidas para garantizar la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial presente en su territorio mediante la identificación y el conocimiento de estos elementos presentes en su territorio, con la mayor participación de las comunidades, los grupos y las organizaciones civiles en esta tarea54. Aunque nos desviemos de los resultados que emanaron de estas convenciones sobre patrimonio intangible, es de obligada mención un aspecto interesantísimo a este respecto. Nos referimos a lo que desde el ámbito de la UNESCO se denomina como “Tesoros Humanos Vivos”, que en resumidas cuentas son personas que encarnan, en grado máximo, las destrezas y técnicas necesarias para la manifestación de ciertos aspectos de la vida cultural de un pueblo y la perdurabilidad de su patrimonio cultural material. La UNESCO tiene un programa de protección de este tipo de tesoros, persiguiendo la protección del patrimonio cultural intangible ante los peligros de estandarización cultural. Por otro lado existen determinados estados, orientales en su mayoría en relación a lo expresado arriba, cuya legislación se orienta a la preservación de las actividades tradicionales y de las personas poseedoras de las técnicas y saberes sobre las mismas. De esta manera tenemos que en 1950, el Gobierno de Japón otorgó un reconocimiento especial a quienes poseían ciertas destrezas y técnicas esenciales para la continuidad de algunas formas importantes del patrimonio cultural intangible; en 1964, el Gobierno de la República de Corea creó su propio sistema para garantizar la preservación y transmisión de los bienes culturales intangibles a las generaciones venideras; Filipinas reconoció una categoría específica de “Artistas Nacionales”, mediante un Decreto Presidencial de 1973 que les confiere ciertos honores y privilegios; Tailandia procedió de manera similar en 1985, cuando inició el Proyecto de “Artistas Nacionales”. En fecha más reciente, se implantó en Rumania un sistema regional de “Tesoros humanos vivientes”.

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Ibid.

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Si nos acercamos a nuestra órbita cultural occidental, en Francia, el Ministro de Cultura confirió en 1994 a unos veinte creadores el rango de “Maestro del Arte” (Arias, 2001 y Said, 2002). Esta distinción es un reconocimiento nuevo, destinado a honrar a los artesanos. Aunque estos estados han venido trabajando sobre el concepto de “Tesoros Humanos Vivos”, la idea misma se deriva de la Recomendación de la UNESCO sobre Salvaguardia de la Cultura Tradicional y Popular, de 1989, y parece de obligado reconocimiento y aplicación en nuestro país y en nuestras comunidades a través de las distintas leyes sobre patrimonio. Antes de finalizar sobre la consideración y el tratamiento que a nivel internacional se hace de la parte inmaterial de patrimonio cultural, es necesario que observemos dos variables sobre este que se han tratado en estas convenciones: una relacionada con las ciudades históricas y otra sobre la necesidad de concienciar y sensibilizar a la sociedad sobre esta dimensión del patrimonio. Como no se podía esperar menos, en estas dos convenciones de las que estamos hablando (París y México) se procede a tratar las cuestiones de inmaterialidad patrimonial en relación a las ciudades históricas, o sea, una de las más destacadas representaciones (monumentales) de las creaciones humanas. Sin embargo no hay apartado alguno donde se analicen las arquitecturas vernáculas y sus valores inmateriales. Se reconoce ampliamente que la memoria colectiva en los centros históricos es un valor muy relevante que hay que tener en cuenta en las intervenciones urbanas y arquitectónicas, las cuales deben realizarse con el convencimiento de que la mayor rentabilidad económica debe partir y estar garantizada por la “mejor” rentabilidad social55. Sin embargo, como no puede ser menos, se explicita que la historia y el tiempo han demostrado que determinado tipo de construcciones tradicionales, modos de vida y costumbres ayudan a conseguir una mejor calidad de vida, razón por la que no deben perderse56.

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Ibid. Ibid.

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Respecto al fomento de la conciencia de la población sobre el valor que entraña la conservación de su patrimonio, tanto material como intangible, hay una aportación básica, la necesidad de transmitir al conjunto de la población información para dignificar y poner de manifiesto los valores de la arquitectura tradicional y, en muchos casos, poner en práctica programas operativos y reales para la transmisión de los saberes y técnicas que tiene que ver tanto con la arquitectura vernácula como con otros bienes patrimoniales tradicionales como las artesanías57. Así podemos citar, aunque nos salgamos del contexto de estas dos convenciones, que con la promoción de la UNESCO existen el llamado “Programa de Recuperación de la Memoria a través de métodos de Historia Oral”, o los “Programas Grandes Maestros”. Ambos tienden a recuperar las artesanías y las capacidades manuales e intelectuales de la población mayor y tienen como objetivo final reforzar los valores propios de cada sociedad. Con ello se intenta evitar que la globalización produzca unos efectos de uniformidad devastadora para las distintas culturas heredadas, en la convicción de que un patrimonio fundamentado y sostenido a través de la conciencia de identidad cultural permitirá enriquecer el proceso de universalización a partir de la diversidad cultural. Finalmente, el principal garante de la protección, tanto la sensibilización y la transmisión de estos valores y bienes inmateriales de nuestro patrimonio, se hace recaer en la administración pública58. En muchas ocasiones es la misma sociedad la que va por delante de la administración. Cada vez son más numerosos los argumentos que sostienen que es imprescindible educar a los ciudadanos para garantizar la preservación del legado histórico patrimonial pero, paradójicamente, muchas de esas voces parecen ignorar que hoy en día existen grandes sectores de población que lo aprecian, precisamente por su interés cultural e intangible, es decir, por encima de su valor económico. Esa conciencia les lleva a defenderlo frente a determinadas actuaciones de la administración pública que, a veces,

57 58

Ibid. Ibid.

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se muestra tolerante con la destrucción y, otras veces, la programa mediante planes urbanísticos de pretendida protección de los centros históricos, como es el caso de bastantes Planes Especiales. Por tanto, es preciso reclamar que la administración tenga en cuenta las demostraciones del valor que la población concede a su patrimonio como, por ejemplo, a través de campañas y otras acciones ciudadanas dirigidas a su defensa que suelen ser ignoradas o despreciadas por los responsables técnicos y políticos encargados de la conservación y gestión del mismo.

ARQUITECTURA VERNÁCULA COMO PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD Llegados a este punto, tras este breve análisis del contexto internacional y cuáles han sido sus posicionamientos respecto a la arquitectura vernácula, es necesario que sondeemos sobre las posibilidades de esta tipología de arquitectura, la vernácula, en cuanto a su revaloración a nivel internacional de acuerdo a su inclusión como miembro de pleno derecho en la Lista de Patrimonio de la Humanidad. Cuando se aprobó la Convención del Patrimonio Mundial en 1972, se abrió la posibilidad de que bienes culturales y naturales puedan ser declarados como pertenecientes al Patrimonio Mundial, lo cual despertó grandes expectativas en algunos países y entre colectivos en pro de este tipo de bienes a sabiendas del trato discriminatorio que históricamente habían recibido respecto a los de carácter monumental y artístico. La trascendencia de ese tipo de declaratoria tenía no sólo repercusiones de prestigio local y en el ámbito nacional, sino trascendencia universal. De este modo, que determinados bienes consten en la Lista del Patrimonio Mundial se transformaría en un anhelo de algunos países que gozan entre su territorio de un buen número de zonas absolutamente privilegiadas desde el punto de vista ambiental y natural (el caso de los “Arrozales en terrazas de las cordilleras de Filipinas” incluidos en 1995), fruto, no lo olvidemos, de la mano del hombre durante siglos, lo cual ha generado esta particular impronta cultural. Estas áreas privilegiadas, paisajes culturales, están 142

conformadas, entre otro tipo de bienes, por las arquitecturas vernáculas de las poblaciones locales, que han constituido así uno de los elementos materiales singulares más destacados para determinar la inclusión o no de la zona en la Lista Patrimonio de la Humanidad (recordemos el caso de la arquitectura de los núcleos de población de La Alpujarra y su potencialidad de cara a esta Lista). Este fenómeno se debe en gran parte a la creciente flexibilización de los criterios de selección. Así se puede comprobar una paulatina relajación de los estrictos criterios de originalidad y autenticidad que primaron en las primeras inclusiones en la Lista. A lo largo de los últimos treinta años, la Convención del Patrimonio Mundial de la UNESCO ha sido un instrumento encargado de llevar la protección, no solo a las zonas destacadas por su característica arquitectura, sino por la combinación de esta con los ecosistemas ricos en biodiversidad, lo cual abre de par en par el enorme mercado del turismo internacional para algunas zonas con escasos recursos. Al firmar la Convención, los países se comprometen a proteger sus sitios y a reforzar sus leyes para la protección del medio ambiente y formular planes de ordenación para preservar y proteger la biodiversidad de sus zonas naturales y fomentar un desarrollo sostenible. Luego habría que revisar cada caso, ya sabemos que turismo es una fórmula que siempre lleva aparejada la variable de invasión-destrucción, entiéndase con la necesaria relatividad. De cualquier modo, la UNESCO, actúa de oficio cuando considera que alguna intervención supone peligro inminente sobre determinado bien. Podemos ejemplificarlo trayendo aquí el caso de la Laguna de San Ignacio, en Baja California, México. En 1999, la UNESCO emprendió varias campañas contra el plan de ampliar una fábrica de sal existente a escala comercial en la última laguna impoluta de una amplia zona, la Laguna San Ignacio en la Bahía de El Vizcaíno en la península de Baja California de México, lugar natal para la ballena gris en el Pacífico y hábitat de numerosas especies amenazadas. El Comité del Patrimonio Mundial advirtió de las amenazas al Gobierno mexicano, el cual rechazó la solicitud de permiso para la refinería de sal. 143

Esta Lista del Patrimonio Mundial cuenta con 754 sitios inscritos, los cuales podemos diferenciarlos destacando su perfil culturalista o medioambiental y naturalista: 582 están inscritos por sus valores culturales; 149 recaen bajo los criterios naturales; y 23 están inscritos por las dos características. Ya hemos dicho que en el caso de nuestro país, los bienes que se han incorporado a la Lista del Patrimonio de la Humanidad desde 1997 al año 2001 son varios, destacan algunos con estas características que venimos comentando: el impresionante paisaje que dejaron las antiguas minas romanas de Las Médulas en la provincia de León; Ibiza, biodiversidad y cultura; el palmeral de Elche y el denominado Paisaje cultural de Aranjuez.

Majada terriza

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Zahurdera en una dehesa boyal

Antes, en relación con esta lista y la nueva dimensión que establece la UNESCO sobre el patrimonio cultural al abrir absolutamente dicho concepto a un ámbito territorial, mezclando al mismo tiempo variables naturales y culturales, establecimos una pregunta sobre la dehesa y su significación como paisaje cultural fuertemente identificativo para el caso de Extremadura. En ese caso, el agroecosistemas adehesado posee los valores que lo harían merecedor de su inclusión en la mencionada Lista Patrimonio de la Humanidad.

Chozo extremeño, un testimonio singular de la arquitectura vernácula de esta tierra. Construcciones rurales que han sido tuteladas por la Junta de Extremadura al aprobar, el 20 de octubre de 2005, por unanimidad de todos los grupos políticos una proposición no de ley instando al gobierno autonómico a inventariarlos e incluirlos como Bienes en el Inventario del Patrimonio Histórico y Cultural de Extremadura, así como su rehabilitación y puesta en valor.

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Lógicamente cada caso debe analizarse individualizadamente, tratarse como específico respecto a los demás, tener en cuenta sus particularidades que lo diferencian y singularizan. Queremos decir que si bien podríamos pensar en declaraciones genéricas sobre la arquitectura vernácula como Patrimonio de la Humanidad, el hecho es que en la práctica hay que sustanciarlo en un territorio, en una experiencia histórica de las sociedades locales que lo ocupan y en el resultado de dicho proceso histórico. De esta manera podría iniciarse un proceso a través del cual el área cultural que hemos analizado antes correspondiente a la Alpujarra granadina, figurase en la Lista. Valores culturales y ambientales reúne suficientemente; el predominio de una arquitectura popular y su relevancia e integración en el medio son aplastantes argumentos. Por su parte, y volviendo al caso de Extremadura y la dehesa, sabemos que la dehesa es el resultado de un proceso histórico mediante el que se ha aclarado el bosque mediterráneo, que se ha producido un cerramiento y un deslinde de las propiedades individuales desde el siglo XIX mediante paredes de piedra fundamentalmente, lo cual ha permitido un sistema de gestión que combina al mismo tiempo la explotación ganadera, forestal y agrícola. La gestión integral de estos recursos, la sostenibilidad del medio que reproporciona dicho sistema de gestión mediante las actividades desarrolladas en él, constituyen unos valores a tener en cuenta en este caso. Pero este sistema de explotación se sostiene o puede llevarse a cabo mediante un tipo de infraestructuras, bienes correspondientes a la arquitectura vernácula. Nos referimos a las de carácter habitacional (casillas y cortijos) y a las de carácter productivo (zahúrdas, majadas, pilares, huertas, norias...), elementos necesarios y característicos de las dehesas, a los que hay que añadir las paredes de piedra, los muros que separan las explotaciones, para obtener la base de una excelente propuesta de cara a su inclusión en la Lista de Patrimonio de la Humanidad. Lógicamente, en primer lugar hay que delimitar una serie de áreas, las mejor conservadas, lo cual no sería excesivamente difícil en vistas de las extraordinarias dehesas de Hornachos, de Jerez de los Caballeros o de la Comarca de Tentudía. Por otro lado se necesita un patrocinador, una administra146

ción que inicie e impulse el proceso y la tramitación. Generalmente dichos procesos se inducen desde las administraciones autonómicas, pero estos procedimientos se manejan variables políticas, no estrictamente culturales y medioambientales. De cualquier manera, desde aquí exhortamos a que se inicie cuanto antes desde la Junta de Extremadura el procedimiento para la inclusión de las dehesas de Extremadura como un bien Patrimonio de la Humanidad en base a los valores expresados anteriormente.

Horno de cocer pan en una dehesa extremeña

Igualmente podríamos señalar otros ejemplos dignos de incluirse en la mencionada Lista, fundamentados en bienes correspondientes a las arquitecturas vernáculas extremeñas o de otros ámbitos territoriales.

147

148

BIBLIOGRAFÍA

- AGUILAR CRIADO, ENCARNACIÓN: “La cultura como recurso en el ámbito de la globalización. La nueva dinámica de las industrias artesanas”. En: Bueno, Carmen y Aguilar, Encarnación. (Codrs.) Las expresiones locales de la globalización. México y España, Ed. CIESAS, Universidad Iberoamericana. 2003. Ed. Porrúa, México, Págs. 405-423. - AGUILAR GARCÍA, MARÍA C.: Las Haciendas. Arquitectura culta en el olivar de Sevilla. Sevilla, Secretariado de publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1992 - AMAYA CORCHUELO, SANTIAGO: “Contenidos y usos del concepto de patrimonio cultural. El ámbito de la protección de los bienes culturales”, en Piedras con Raíces, N° 5. Cáceres, 2004. edit. ARTE.. Págs. 4-11 - “Los usos de los bienes culturales según los criterios actuales sobre el patrimonio cultural. Evolución histórica. El caso de Extremadura”. Revista Piedras con Raíces. Edit. ARTE. Nº6, 2004. Cáceres. Págs.4-9 - ARIAS EIBE, MANUEL J.: El Patrimonio cultural. España. Ed. Comares S.L, 2001. - BATALLA GARCÍA, JAVIER: Afganistán, la guerra del siglo XXI. España. Ed. Debolsillo, 2001. - CONVENCIÓN EUROPEA DEL PAISAJE 2000. Texto del Consejo de Europa. Traducción del francés de Florencio Zoido, miembro del grupo de expertos redactor del primer Informe Explicativo y de la versión no jurídica de esta convención. 149

- COOLEY, JOHN R.: Guerras profanas: Afganistán, Estados Unidos y el terrorismo internacional. España. Editores Siglo XXI, 2001. - GALIT NAVARRO BELLO: “La importancia del paisaje como valor patrimonial”. Du&p revista de diseño urbano y paisaje, 2003. - HARVEY, EDWIN R.: Relaciones culturales internacionales en Iberoamérica y el mundo, Madrid, 1991. - KALDOR, MARY: Nuevas guerras. España. Ed. Tusquets, 2001. - OLMEDO GRANADOS, FERNANDO: La arquitectura agraria en Andalucía. Junta de Andalucía. 1999 - QUEROL, M.A Y MARTÍNEZ, B.: La gestión del patrimonio arqueológico en España. Alianza Editorial. Madrid, 1996. - SAID, EDWARD: Cultura e imperialismo. Barcelona. Ed. Anagrama S.A, 2002.

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ANEXO

RELACIÓN DE DOCUMENTOS GENERADOS EN LOS ORGANISMOS INTERNACIONALES SOBRE PATRIMONIO CULTURAL: Legislación internacional • Carta de Atenas sobre la conservación de los monumentos de arte e historia. Octubre 1931. • Carta de Atenas del urbanismo. Febrero de 1933. • Convención sobre la protección de los bienes culturales en caso de conflicto armado. La Haya, 1954. • Reglamento para la aplicación de la convención para la protección de los bienes culturales en caso de conflicto armado. • Recomendación que define los principios internacionales que deberán aplicarse a las excavaciones arqueológicas. Nueva Delhi, 1956. • Estatutos del centro internacional de estudio de los problemas técnicos de la conservación y restauración de los bienes culturales. Paris, 1958. • Recomendación Nº 365, relativa a la defensa y valoración de los sitios (urbanos y rurales) y de los complejos histórico - artísticos. 1963 • Carta de Venecia, mayo 1964. • Normas de Quito, 1967. • Convenio europeo de 6 de mayo de 1969 para la protección del patrimonio arqueológico. (Instrumento de adhesión de España de 18 de febrero de 1975). 151

• Convención sobre las medidas que deben adoptarse para prohibir e impedir la importación, la exportación y la transferencia de propiedad ilícitas de bienes culturales. Paris, 1970. • Carta del Restauro, 1972. • Convención para la protección del patrimonio mundial cultural y natural. Paris, 1972 • Declaración de Ámsterdam, octubre 1975. • Carta europea del patrimonio arquitectónico. Ámsterdam, septiembre 1975. • Carta de Macchu Picchu, 1979. • Recomendación 880 (1979) de la asamblea del Consejo de Europa relativa a la conservación del patrimonio arquitectónico europeo. • Carta de Burra, ICOMOS 1979. • Código de ontología profesional del icom. 1986. • Convenio europeo para la protección del patrimonio arqueológico. La Vallette, 1972. • Directiva 93/7/CEE del Consejo, del 15/03/93; relativa a la restitución de bienes culturales que hayan salido de forma ilegal del territorio de un estado miembro. Modificado por la directiva 96/100/CEE. • Reglamento CEE 752/93 de la comisión 30/03/93, relativo a las disposiciones de aplicación del reglamento (CEE) Nº 3911/92 del consejo relativo a la exportación de bienes culturales. • Llamamiento de Evora. Ocpm. 1997. • Manifiesto de Santiago de Compostela. Ocpm. 1999. • Carta de Cracovia. 2000. Documentos varios para la gestión y preservación del patrimonio • The nara document on authenticity - nara - Japón. • Carta de Florencia. Jardines históricos. ICOMOS. Diciembre 1982. • Carta de Washington. ICOMOS. 10 al 15 de octubre de 1987. • Carta internacional para la gestión del patrimonio arqueológico. ICOMOS. 1990. 152

• Carta internacional para la protección y la gestión del patrimonio cultural subacuático. ICOMOS. 1996. • Principios que deben regir la conservación de las estructuras históricas en madera. ICOMOS. México, 17 al 24 de octubre de 1999. • Carta del patrimonio vernáculo construido. ICOMOS. México, 17 al 24 de octubre de 1999. • Declaración de la ciudad de México. 5 y 6 de abril del 2000. • Ciudades históricas iberoamericanas. Toledo. 20 al 24 de junio 2001. Cartas de Toledo y Quito en el marco de un desarrollo sostenible para las ciudades históricas. • Declaración a favor de una cooperación interamericana que asegure la salvaguardia de las ciudades históricas de las Américas. Québec, 18 abril 2001. • El enfoque de manejo. Getty Conservation Institute. • La autenticidad en la conservación y el manejo del patrimonio cultural en las Américas. San Antonio, Texas. Marzo, 1996. (Declaración de San Antonio). • Disposiciones tipo para leyes nacionales sobre la protección de las expresiones del folklore contra la explotación ilícita y otras acciones lesivas. • Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural. IPC. Venezuela. • Gestión de paisajes culturales. 1 al 4 junio 1999. Slovak Republic. • El centro histórico de La Habana. Un modelo de gestión pública. • El paisaje cultural de Belice: valoración, procesos históricos y relación entre cultura y naturaleza. Jhon Morris. 29 septiembre 2000. • Plan de rehabilitación integral de Sta. Ana de Velasco Chiquitos, Colombia. • Propuesta para la implementación de un observatorio patrimonial, en el marco de la creación de la red de hermandad de ciudades americanas. Cartagena. 10 y 11 julio 2002. • Declaración de Dresden. 153

• Declaración de Tlaxcala. • Resolución del simposio en la introducción de la arquitectura contemporánea en grupos de edificaciones antiguas. 3ª Asamblea Gral. ICOMOS. • Carta de Appleton. • Declaración de Roma. • Carta de Nueva Zelanda. • Recomendación sobre la salvaguardia de la cultura tradicional y popular.

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CAPÍTULO SEGUNDO (primera parte)

ESTUDIOS DE LA ARQUITECTURA VERNÁCULA DE VARIAS COMUNIDADES Y PAÍSES

ESTUDIO I

LA ARQUITECTURA DEL AGUA

José Luis García Grinda Catedrático de Universidad Escuela Técnica Superior de Madrid

a actividad humana desde sus comienzos ha venido empleando el agua para un buen número de usos que han aprovechado sus distintas cualidades, desde el propio como líquido de la vida, a ser bebido y servir de riego de especies vegetales, para ser mezclado con otros productos para facilitar su utilización posterior, como útil de maceración o limpieza de personas, animales y cosas. Bien empleando la fuerza que adquiere en sus corrientes naturales, como recurso energético para el trabajo de útiles y la elaboración de productos. Bien usando sus cualidades específicas de temperatura, como las aguas termales o la nieve, o los productos disueltos en ella, como las aguas medicinales o salitrosas, con distintas utilidades especialmente las sanitarias y culinarias. Bien sirviéndose de la fauna y flora que vive o se vincula con el líquido elemento, cazándola, pescándola o recolectándola. Bien como recurso acuático interior o marítimo a ser usado como medio de transporte mediante la navegación o como límite u obstáculo que tiene que salvar en recorridos y viajes. La especificidad de estas utilidades y la particularidad de la forma que tiene su presencia en cada territorio, junto a la propia experiencia histórica de la actividad humana, ha generado un buen número de organizaciones arquitectónicas de mayor o menor entidad que se constituyen en lo que hemos denominado como la arquitectura del agua. Arquitectura que específicamente en las modalidades tradicionales, en lo que la historiografía española ha denominado como Arquitectura Popular, van a ser objeto de atención a lo

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largo del presente texto, apoyados en algunos ejemplos significativos presentes en el territorio español, acompañándose de imágenes que nos dan cuenta en muchos casos de su espectacular belleza, constituyéndose en auténticos elementos paisajísticos, donde a menudo se funden y dialogan con el paisaje natural. No hay que olvidar que la gran mayoría de estas organizaciones populares se han basado en un uso ajustado del líquido elemento a las propias características de su presencia limitada, como recurso finito, hoy puesto dramáticamente de manifiesto con el importante período de sequía que padece nuestro territorio, planteando un uso racional y adecuado del mismo. A lo largo de las líneas siguientes haremos un repaso a los distintos tipos de organizaciones arquitectónicas, que normalmente adopta la arquitectura del agua en sus disposiciones tradicionales, no olvidando las inevitables referencias a ejemplos propiamente vinculados a las principales épocas históricas, pues frecuentemente las organizaciones populares van a repetir y difundir a lo largo del tiempo y el territorio aquellas experiencias históricas y sus disposiciones, reinterpretándolas en muchas ocasiones a su manera. Estos tipos van ofrecer complejidades diferentes, respondiendo al papel concreto o servicio que prestan, pudiendo en los ejemplos más elementales incorporarse al propio programa de la casa y de su equipamiento, aunque en su gran mayoría se constituyen como complemento a la actividad de las comunidades rurales o urbanas o parte de ellas, bien como parte de los servicios comunales o concejiles, bien como parte de propiedades particulares que se benefician o se han beneficiado de dicha utilidad pública, en lo que hemos venido en denominar como arquitectura auxiliar o complementaria. Esta visión tipológica será apoyada en imágenes de ejemplos seleccionados del territorio hispánico peninsular e insular, caracterizando sus organizaciones concretas. Imágenes fotográficas que se acompañan de algunos planos, en ejemplos específicos levantados planimétricamente por el autor. Frecuentemente los ejemplos reflejados constituyen piezas significativas de interés, que merecen ser objeto de visita y también de preservación, conservación y restauración, recomendación que debe 160

extenderse a este tipo de arquitectura, netamente utilitaria y a menudo escasamente conocida y valorada, como una parte significativa de nuestro patrimonio cultural edificado.

FUENTES Y ABREVADEROS El agua destinada fundamentalmente a la bebida de personas desde la antigüedad ha sido utilizada normalmente en forma de fuentes naturales, que son relativamente abundantes en una gran parte de nuestro accidentado territorio, especialmente en la mitad norte y oeste peninsular influidas por un mayor régimen pluviométrico, que aparecen como surgencias en escalones geológicos o depresiones del terreno. Los asentamientos humanos en tal sentido han tenido en cuenta su presencia, además de otros elementos de protección vinculados con el agua, como pueden ser vaguadas y corrientes naturales, en forma de arroyos y ríos, de los cuales también se servían ocasionalmente para dicho aprovechamiento humano, siempre que las condiciones de limpieza y turbiedad del agua lo aconsejaban. La toponimia española es pródiga en el reflejo de la presencia de las fuentes en los nombres de centenares de lugares a lo largo de todo nuestro territorio, adaptada lógicamente a las distintas variedades lingüísticas territoriales. No es raro encontrar que los nombres de los actuales núcleos, normalmente de origen medieval, tomen el topónimo de fuente para dotarse de nombre, y sus nombres derivados, como Hontanar, Hontanares, Hontanas, Hontanaya, Hontanillas, Hontoba, Hontomín, Hontoria, Fontanar, Fontanares, Fontanilles, Fontioso, Fontoria, Les Fonts, La Fuente, Fuentezuelas, etc..., a los cuáles se puede añadir el apelativo de la comarca o lugar donde se asienta, como Hontoria de Cerrato, Fontanals de Cerdanya, Fontanil de los Oteros, Fontanillas de Castro, La Font d´En Carrós, Fuentebureba, Fuente de Meca, Fuente En-Segures, Fuentes de Agreda, Fuentes de Andalucía, Fuentes de Año, Fuentes de Ayódar, Fuentes de Béjar, Fuentes de Carvajal, Fuentes de Cesna, Fuentes de Corbero, Fuentes de Cuellar, Fuentes de la Alcarria, Fuentes de León, Fuentes de los Oteros, Fuentes de Magaña, Fuen161

tes de Masueco, Fuentes de Oñoro, Fuentes de Ropel, Fuentes de Rubielos, Fuentes de Valdepero, etc..., bien con el nombre de los ríos que abastecen o dan nacimiento, como Hontanares de Eresma, Hontoria de Riofranco, Fontanos de Torío, Fuendejalón, Fuente Odra, Fuentes de Ebro, Fuentes de Jiloca, Fuentes de Jando, FuenteUrbel, etc..., bien con las referencias a fundadores y poseedores del lugar, como Fuencemillán, Fuencivil, Fuendetodos, Fuenreal, La Fuente del Abad, Fuente del Ahijado, Fuente del Conde, Fuente del Maestre, Fuente del Rey, La Fuente del Tío Molina, La Fuente de Pedro Naharro, Fuente Camacho, Fuente García, Fuente Juana, Fuente la Reina, Fuente Márquez, La Fuente Mendoza, Fuentepelayo, Fuente Rey, Fuentidueña, etc..,, indicándonos el tipo de poblaciones donde se asientan o su ubicación concreta incluso con referencia a elementos arquitectónicos, como Fuentealdea, Fuente de la Torre, Fuente del Arco, Fuentemolinos, Fuensalida, etc... No es raro que en ocasiones nos relacione la toponimia con lugares sacros, calificando a las fuentes, como Fonsagrada, Fuensanta, La Fuensanta de Martos, La Fuente de los Santos, Fuente de San Esteban, La Fuente de San Pedro, Fuente de Santa Cruz, Fuentelmonge, etc... Otras relaciones de la toponimia de los núcleos vinculados a las fuentes las relacionan con elementos de la naturaleza, como pueden ser accidentes y elementos geográficos y naturales , como Hontoria de la Cantera, Fompedraza, Fuendecampo, La Fuente del Arenal, Fuentecantales, Fuentecantos, Fuente de Cantos, Fuente el Sol, Fuentenava de Jávaga, Fuente la Lancha, Fuentalapeña, Fuentes de las Montañas, Fuente del Badén, Fuentes de Nava, Fuentesoto, Fuentes de Peña Corada, Fuentes de Priedralá, Fuentetoba, FuenteTovar, Fuente Vera, Valdefuentes, Valdefuentes del Páramo, Valdefuentes de Sangusín, etc... O bien componiéndolo con elementos que hacen referencia a distintas especies vegetales, como Fontanar de las Viñas, FontesRosas, Fuente Alamo, Fuente Andrino, Fuenteárbol, Fuente Carrasca, Fuente de la Corcha, La Fuente de la Higuera, La Fuente de las Cañas, Fuente del Berro, Fuente del Fresno, La Fuente del Moral, Fuente del Pino, Fuente de Oliva, Fuente el Olmo de Fuentidueña, Fuente el Sauz, Fuente el Saz de Jarama, Fuenteguinaldo, Fuentelahiguera de Albatages, Fuen-telcésped, 162

Fuentelencina, Fuentelsaz, Fuentelsaz de Soria, Fuentelespino de Haro, Fuentelespino de Moya, Fuentelfresno de Iscar, Fuentenebro, Fuente Olmedo, Fuente Palmera, Fuente Pinilla, Fuentepiñel, Fuenterrebollo, Fuenterroble de Arriba, Fuenterroble de Abajo, Fuenterroble de Salvatierra, Fuenterrobles, Fuentesaúco, Fuentesaúco de Fuentidueña, Fuentespina, FuenteTojar, etc... O especies animales y su relación con la ganadería, como Fuen del Cepo, Fuentecambrón, Fuente del Gato, Fuente del Sapo, Fuente el Carnero, Fuentemilanos, Fuentenovillla, Fuente Obejuna, Fuente Vaqueros, etc... O actividades especializadas del transporte y su relación con caminos e itinerarios, como Fuencarral, Fuente Carre-teros, Fuentelcarro, etc... Otras ocasiones nos muestran con calificativos las propias características de dichas fuentes, en forma, tamaño, color u hacen referencia a la calidad y empleo de sus aguas, como Fombuena, Fonseca, Fontbona, Fontebona, Font-rubí, Fuembellida, La Fuemblanquilla, Fuengirola, Fuenllana, Fuenmayor, Fuen Negra, Fuente Agria, Fuente Alba, Fuente Amarga, Fuentebella, Fuente Blanca, Fuentebravía, Fuente de la Salud, Fuente del Esparto, Fuente Dura, Fuente del Oro, Fuente Grande, Fuenteheridos, Fuentelviejo, Fuentemayor, Fuente-Nueva, Fuentesbuenas, Fuentes-Claras, Fuentes Claras de Chillarón, Fuentes Nuevas, etc... Dicha toponimia no deja fuera la frescura o el carácter termal de las fuentes, que se hace presente en numerosas ocasiones, como Fonfría, Font-calent, Fontefría, Fontscaldes, Fontscaldetes, Fuencaliente, Fuencaliente de la Palma, Fuencaliente del Burgo, Fuencaliente de Lucio, Fuencaliente de Medinaceli, Fuencaliente de Puerta, Fuencaliente y Calera, Fuenfría, Fuentes-Calientes, etc... E incluso nos da referencia a aspectos de su construcción, indicándonos si se halla cubierta por construcción muy a menudo, como Foncuberta, Fontcoberta, Fontecha, Fontecuberta, Fonteita, Fontellas, La Fuencubierta, Fuenferrada, Fuenlabrada, Fuenlabrada de los Montes, La Fuentecubierta, Fuente de Piedra, Fuente Encalada, Fuente la Teja, Fuentetecha, etc... Todos estos ejemplos de nombres de núcleos, a los que hay que sumar muchos otros, nos suministran una buena muestra del reconocimiento de la trascendencia de las fuentes en su nacimiento y generación, al dar nombre a los mismos. 163

Los tratamientos arquitectónicos más elementales con que se dotan las fuentes naturales tienen por fin producir la decantación de los posibles arrastres del agua, creando una pequeña oquedad en el terreno donde se pueda acumular aquella. Esta puede adquirir carácter de pequeño depósito, de planta redondeada, cuadrada o rectangular, ayudándose de paredes de fábrica laterales para regularizar y estabilizar el terreno circundante, siempre dotado del correspondiente desagüe para facilitar la salida por gravedad del agua surgente. Si el terreno es rocoso servirá el propio tallado del mismo, incluso podemos encontrar soluciones casi meramente naturales donde una pequeña limpieza del lugar es lo que ha generado el uso de dicha fuente, especialmente donde la surgencia se realiza sobre la roca. No es raro localizar fuentes de esta naturaleza vinculadas a lugares de población altomedieval o anterior, como podemos reseñar en la fuente de San Benito que dio origen al espectacular monasterio rupestre orensano de San Pedro de Rocas, documentado desde el siglo VI. O bien se puede dotar de un suelo regularizado de mortero y fábrica si el depósito se establece en suelos sedimentarios no estables. El propio decantador puede conectarse con una poza más o menos amplia, fruto de la correspondiente excavación, que puede servir para distintos fines, desde ser usada de bebedero del ganado, a ser empleada como lavadero en el caso de fuentes ligadas a los lugares de habitación, e incluso para emplearse para otras labores de producción artesanal, que normalmente se separan más del manantial para evitar su contaminación, como puede comprobarse en unas fuentes de Valdemorillo, donde su utilidad se vinculaba a la producción de un cercano horno de cerámica, para lo que se había ampliado la poza natural para permitir el trabajo de la elaboración de la arcilla húmeda, extraída de un lugar cercano, donde se dispone en forma de balsa rectangular excavada en el terreno conectada a la fuente. Una disposición más compleja convierte ya el manantial surgente en una fuente construida, dotándose al propio depósito del decantador de una protección superior, organización denotada en la citada toponimia de sus núcleos con el calificativo de cubierta. El objetivo evidente de esta protección es evitar que hojas, ramas y 164

otros productos ligeros, especialmente de origen vegetal, fácilmente transportables por el viento ensucien y contaminen el agua de la fuente. Son normalmente fuentes públicas y se conforman muy habitualmente en forma de planta cuadrada o rectangular cerrada por muros de fábrica, solo abierta por uno de sus lados, que sirven de apoyo a una cubierta de obra, denotándose en sus fábricas los posibles orígenes de las mismas. Se pueden encontrar realizadas en forma de muros en fábrica de sillería, más o menos regular, rematándose con una bóveda de cañón realizada también en sillería, que también hace de cubierta superior. Esta solución puede rematarse con otro recrecido de fábrica, a dos aguas e incluso a cuatro, realizado también en sillería en los ejemplares de mayor nobleza constructiva. Similar organización se dispone en fábricas de mampostería o ladrillo vistas o revestidas, rematadas con bóvedas de similares fábricas, donde no faltan cubiertas a dos aguas realizadas en forma de lajas o lanchas de piedra, ajustada su construcción a la posibilidad de los materiales constructivos locales. Esta forma puede calificarse como arca de agua, aunque este término también se va a utilizar en las obras renacentistas para denominar a los registros y reguladores construidos de conducciones, adquiriendo estos similar forma. Va ser empleada esta organización desde ejemplares de cierta antigüedad que se pueden calificar como romanos, así como de época medieval, donde podemos hallar marcas de cantero en sus fábricas, método habitual para señalar la autoría y el control de los trabajos, hasta fuentes de factura moderna e incluso contemporánea. Puede pues calificarse como de forma auténticamente tradicional, extendida en la gran mayoría del territorio peninsular, donde únicamente el trabajo y organización específica de sus fábricas y los pequeños elementos decorativos añadidos a ella nos acercan a situarlas temporalmente. Los ejemplares pueden ir desde fuentes elementales de pequeño tamaño, construidas en fábricas de sillarejo o sillería, como la del despoblado medieval madrileño de Valmayor. De mayor entidad es la fuente que podemos calificar de románica de Espinosa de Cervera, donde dos nervios a modo de arcos fajones refuerzan su bóveda de medio cañón realizada toda su fábrica en sillería, dotada de signos 165

Fuente del despoblado de Valmayor, Valdemorillo, Madrid

de cantero. El abandonado ejemplar medieval de Tabanera nos muestra una bóveda de cañón apuntado y una singular cubierta de sillería a cuatro aguas, asentada en las afueras del lugar. Igualmente de origen medieval es el conjunto de las tres fuentes llamadas las Fuentes Grandes, de la villa salmantina amurallada de Miranda del Castañar, establecidas en una ladera camino del río, variando ligeramente su tamaño, al adaptarse al lugar concreto de asiento, pudiendo integrarse con los muros de contención, o de modo más aislado y amplio conectada con un pilón para abrevar el ganado. Otro ejemplar medieval es la conocida Fuente de los Peregrinos de Rabanal del Camino, a cuyo manantial es obligado descender por unas escaleras pétreas, mostrándonos una cubierta a tres aguas de losas de pizarra, situándose junto al Camino de Santiago, en el centro en la población junto a su iglesia parroquial. No podemos olvidar que con cierta frecuencia que para la creación de este tipo de fuentes es preciso ayudarse de muros laterales para contener el terreno circundante, al haber necesitado realizar una pequeña excavación para crear el ámbito y zona del depósito decantador, que en ocasiones alcanza una cierta profundidad, en la búsqueda del nivel del manantial surgente. Desde luego los ejemplares de factura más 166

Fuente abrevadero San Pelayo, Valladolid

reciente pueden rematarse con decoraciones tipo frontón y pináculos como en la fuente del lugar vallisoletano de San Pelayo, donde se conecta con un pilón que sirve de abrevadero y un lavadero, separados ambos por el propio volumen de la fuente. Desde luego se pueden reseñar un buen número de soluciones similares de carácter más modesto, realizadas en fábrica de mampostería vista o revestidas, como la maragata de Santiago Millas, sirviendo las aguas sobrantes para lavar, abrevar los ganados y regar. La fuente romana del núcleo conquense de Sotoca nos permite indicar como este tipo de fuentes puede alcanzar una mayor dimensión, incluso permitiendo su acceso bajo la bóveda, que en esta ocasión ha creado una plataforma pétrea que penetra en el depósito decantador permitiendo tomar el agua más fácilmente, coronándose su fábrica de sillería con una cubierta a dos aguas del mismo material, adosándose a su lateral un abrevadero para el ganado de factura más reciente. También podemos reseñar fuentes de este tipo, en forma de arca abierta, ubicadas para servir a las casas de campo aisladas, como las asentadas para la explotación de las dehesas salmantinas. La de El Zatarán, casa asentada en un antiguo poblado romano, esta con167

formada en sillería, con bóveda de cañón de medio punto, coronada con pequeños remates con bolas, que puede fecharse a caballo de los siglos XVIII y XIX. Esta conectada con un amplio pilón, rematado con albardilla de perfil redondeado. De carácter más culto, aunque de fábrica de menor calidad y de similar momento de construcción, es la que se encuentra en La Torre de la Hurtada, antigua propiedad del Marqués de Espeja en el término de Villar de Argañán. Se conforma a manera de caseta dotada de una puerta, en fábrica revocada cuya planta cuadrada se corona con una cubierta piramidal revestida, coronada por pináculos paralepipédicos de gran volumen sitos en sus esquinas y cumbre. Su fábrica se conforma con pilastras dispuestas en las esquinas y apoyados en ellas, bajo la cornisa, un dintel corrido superior realizados en piezas monolíticas de sillería, a modo de sistema porticado. El dintel sobre el acceso nos muestra una curiosa inscripción en latín: ¿Sitis? Isis Tei Bibe Vadi, cuya traducción nos remite al mundo egipcio: ¿Tienes sed? Bebe del río Isis, en la forma en que el rito de sus templos arrojaba la nave de la diosa de la tierra Isis a las aguas. Otra solución frecuente es la creación de una arca de agua, normalmente de menor dimensión que las anteriores o semejantes a los pequeños ejemplos mostrados, completamente cerrada, habitualmente realizada en fábrica de mampostería y sillería cubierta con techo del mismo material, en disposición adintelada o en bóveda, o incluso en ladrillo en las áreas donde la piedra escasea, a la que se dota de un caño de bronce o hierro forjado dispuesto en su frente, aunque también esta solución es común a las fuentes encañadas. Este se puede conformar en forma de monolito o testero de piedra que oculta y protege la propia obra del arca, vertiendo bien a un vaso que permite recoger el agua, bien a un pilón que permite unir la función de fuente a la de abrevadero. Las soluciones tradicionales de vasos de fuentes se pueden encontrar, bien en forma circular o redondeada realizada en una pieza monolítica, como la de la Fuente de las Ánimas de Candelario, de granito con un pequeño desagüe tallado en su borde, bien en forma de fábrica diversa, donde no es raro que los pilones o pilares así organizados se reali168

cen también en sillería, compuestas las paredes por piezas monolíticas en toda su altura atadas con grapas de hierro forjado, o en fábrica convenientemente revocada para evitar pérdidas, empleando para cumplir la doble función de servir a personas y animales. Pueden usar para ello un apoyo para las cántaras, constituido bien por piezas de cuadradillos o redondos en hierro forjado sujetas a la fábrica, bien unos apoyos sumergidos en el propio pilón, compuestos por grandes piezas cúbicas pétreas. La fuente del santuario coruñés de San Andrés de Teixido corresponde a este tipo disponiendo en sus laterales unos poyos de fábrica para permitir el descanso a los romeros, empleando un amplio muro con una silueta en pico remata por una cornisa y unas bolas pétreas, donde se instalan los caños.

Fuente San Andrés de Teixido, A Coruña

Junto a las fuentes creadas sobre el propio manantial surgente debemos reseñar las fuentes encañadas, que se establecen, tanto por la forma en que se hace presente el agua, cuando es preciso drenar los veneros o manantiales al no ser surgentes o se presentan de manera dispersa, como por la necesidad de situarlas en lugares cómodos y cercanos a los posibles usuarios. Así se lleva el agua a los lugares significativos de las poblaciones, como sus espacios públicos significativos para servicio de sus vecinos, sirviendo a 169

demás de ornato como mobiliario destacado del lugar. Y también se establece para servicio de caballerías y ganado local, siendo muy habitual asentar los pilares o pilones en las salidas vinculadas a los caminos ganaderos o incluso en los espacios públicos principales de paso, uniendo las dos funciones básicas y también para establecer los correspondientes espacios públicos para el lavado de la colada. Vitrubio nos señala en el Capítulo IV del Libro Octavo de sus diez libros romanos de arquitectura, con el título de “De los modos de conducir el agua”, las distintas modalidades de encañado histórico, bien con zanjas con obras de albañilería, bien con cañerías de barro o con tuberías de plomo, recomendando el uso de depósitos reguladores y arcas para su distribución. El detalle de la construcción en las conducciones de cerámica nos remite en referencia a su menor costo a las soluciones de conducciones y desagües tradicionales conocidos como atanores que todavía podemos hallar en algunas partes de la Península: “Pero si quisiera gastar menos en la conducción de agua, se procederá de este modo: se harán tubos de barro cuyo grosor no sea menos de dos dedos y de suerte que uno de los extremos sea más estrecho, con el fin de que pueda encajarse dentro del otro. Las junturas se han de cerrar con cal diluída en aceite”, continuando con precisiones respecto al sellado de dichas tuberías: “Además, cuando se hace pasar por primera vez el agua de la fuente por los tubos, será preciso echar en ellos ceniza muy fina, para tapar con ella algunas junturas que quizá no hubieran quedado bien obturada”, o con consideraciones precisas que nos remiten a problema de intoxicación con el plomo, no recomendando su empleo; “Ahora bien las tuberías de barro tienen las siguientes ventajas: primera, en cuanto al trabajo, porque, si ocurre algún desperfecto, cualquiera puede repararlo; y segunda, porque el agua resulta más sana conducidas por cañerías de barro que por tuberías de plomo. En efecto de éste sale el albayalde, del que se dice que es nocivo para los cuerpos de los hombres”. La antigua fuente de Madrigal de las Altas Torres nos muestra precisamente una de soluciones descritas por Vitrubio en la construcción de su canalización, realizada en tubería cerámica apoyada en un muro de piedra, a modo de semi acueducto que, salvando el perfil irregular del terreno, acercaba el agua a la fuente dispuesta 170

en una plaza dentro de su recinto amurallado. La llegada del agua se decantaba en un arca de agua de volumen prismático constituida en fábrica de ladrillo coronada con un remate prismático, desde donde llegaba a la propia fuente y su pilón, conformada por un muro de fábrica dotado de la correspondiente inscripción conmemorativa de su construcción por el concejo. Los sistemas de drenar el terreno se realizan tanto con tuberías cerámicas perforadas como con zanjas dotadas de fábrica, que permite recoger el agua del terreno, para luego llevarlo a un depósito regulador para su distribución, si el caudal es de cierta magnitud, o directamente a la fuente donde se dispone como depósito previo decantador un arca de agua, de menor o mayor dimensión. En algunas poblaciones históricas españolas estos sistemas de drenaje se les conoce como viajes de agua, empleándose en su recorrido subterráneo por los antiguos viarios, como los de Madrid conocidos desde época árabe aprovechándose de las características geológicas arenosas de su sustrato, para suministrar agua a la población. En ocasiones, en estas fuentes suministradas por conducción, se hace presente el depósito decantador o arca mostrando su volumen al exterior, incluso creando y usando similares disposiciones a las anteriormente reseñadas, tanto en forma de arca de agua de carácter abierto, como muy especialmente cerrada, conectada a un vaso o pilón. Ejemplar singular es la fuente berciana de Campo, calificada tanto de romana como medieval, creada en un escalón natural del terreno, donde se desciende por una escalera a su gran depósito decantador cubierto con bóveda de cañón realizada en lajas de esquistos y pizarra, en disposición subterránea bajo el terreno. En el interior pegado al lateral izquierdo se dispone una canalización conectada con la del drenaje que vierte en una pila monolítica que, a su vez, deja caer los sobrantes al depósito decantador. Aunque ha sido objeto de una inadecuada actuación exterior, su interior preserva su organización interna original que destaca por sus notables dimensiones. Poco habitual es que además del arca decantadora se marque al exterior la propia conducción que la sirve, como en la Fuente de los Tres Caños del arrabal de Torrelaguna, establecidas en 171

la trasera del muro del frente de la fuente donde se emplazan los caños abasteciendo a un amplio pilón, compatibilizando el doble uso para animales y personas, y donde el propio muro de la fuente se dobla, actuando de muro de contención del terreno para crear un espacio de estancia en torno al pilón, aunque el frente de la fuente refuerza su presencia con su fábrica de sillería coronándose con una cornisa y unos toscos pináculos pétreos. El arca dispone de una puerta metálica que permite fácilmente su registro y mantenimiento. Soluciones en forma de arca abierta con pórticos vemos en dos ejemplos distintos de Colmenar de Oreja. La Fuente del Barranco de

Fuente abrevadero, lavadero del Barranco, Colmenar de Oreja, Madrid

mayor antigüedad se emplaza al pie del casco medieval, siendo abastecida por un drenaje. Se adosa a un muro de contención formando una planta rectangular que ofrece tres arcos en su frente, entre machones, mientras que sus testeros abiertos son en un solo arco, soportando una bóveda esquifada que soporta una cubierta pétrea a cuatro aguas, todo ello en fábrica de sillería. En los bordes del vaso se aprecia las marcas redondeadas que han dejado las cántaras al tomar el agua del abierto depósito decantador. Al arca se conecta en línea un lavadero y un abrevadero descubiertos realizados sus muros en sillería caliza. Frente a esta fuente de origen 172

árabe, conformada en la transición entre las épocas medieval y moderna, la Fuente de los Huertos es una fuente de parecida factura situada en la vaguada de las huertas, de ahí su nombre, conformada en arca abierta con arcos, aunque de menor tamaño y fábrica más menuda, realizada por encargo del concejo en el siglo XVIII, que también aparece conectada en línea a un abrevadero y lavadero de factura contemporánea. En otras ocasiones se puede separar el propio pilón abrevadero del vaso de la fuente, dotando de caños a los dos lados del monolito que separa ambos elementos, como ocurre en la magnífica fuente de uno de los arrabales de Ronda, indicándonos su doble papel. Esta disposición busca segregar los usos de bebida para personas y animales. La pieza de testero de arranque de estas fuentes se suele dotar de algún tipo de tratamiento, empleándose para ello referencias decorativas de época, interpretadas por el artífice, que pueden disponerse, en los elementos más simples, desde un remate en pico, a modo de frontón, a articularse como una espadaña con coronaciones con pináculos o bolas. En ocasiones se remata con una cruz pétrea, como en este ejemplo rondeño colocada sobre el vértice de su piñón pétreo, como elemento simbólico protector acompañado por un nicho sacro y el escudo del concejo, uniendo lo sagrado y lo civil. Otras protecciones que pueden presentar en ocasiones las fuentes emplazadas en los espacios principales de los núcleos rurales, creadas específicamente como abastecimiento a la población, son elementos o límites protectores, para evitar que beba el ganado en ellas y las dañen o contaminen, constituidos por petos de piedra, como en el ejemplo de la fuente de Hontanas. Es la típica fuente de la primera traída de aguas a la población, a principios del siglo XX, empleando tratamientos decorativos eclécticos en su monolito y pila pétrea. Sin embargo, como hemos visto en algún anterior ejemplar, no es raro que las fuentes rurales conformen su pila como abrevadero, incluso en ejemplos integrados en los propios núcleos, como podemos ver en el ejemplo serrano de Barbadillo de Herreros, alargando simplemente la pila para permitir un mayor facilidad para el 173

abrevadero de los animales. Ejemplo que curiosamente se apoya en el muro del atrio de la iglesia. Desde luego en núcleos ganaderos es donde estas disposiciones son más frecuentes incluso disponiendo fuentes abrevaderos a las salidas y entradas de las poblaciones, par el uso específico ganadero, que pueden tener formas tan especiales como la circular del ejemplar aislado de Hoyos del Espino, núcleo

Fuente abrevadero, Hoyos del Espino, Ávila

ganadero de Gredos, en la búsqueda de facilitar la bebida a los rebaños de ganado mayor. Más normal es la forma rectangular de pilón, siendo frecuente encontrarlos en soluciones construidas en el siglo XX, tanto en las salidas ganaderas de los núcleos, como dispuestos aislados en los territorios de pasto en lugares adecuados para ello, donde se ha realizado pequeñas canalizaciones aprovechando fuentes naturales vecinas. Algunos tipos de fuente se establecen específicamente vinculados a itinerarios históricos, como pueden ser un buen número de las que se conocen en el Camino de Santiago, tanto emplazadas en los núcleos, como en lugares separados de ellos como las expresivas Fuente del Piojo y Fuente de la Trucha, conocidas desde época medieval, en las cercanías respectivas de Itero del Castillo y El Acebo en tierras castellano leonesas. Podemos hallar soluciones en el 174

tramo gallego donde a la sencilla arca de agua se añade un cuerpo superior a modo de hornacina protectora, como vemos en el ejemplo adintelado de Ferreiros. Significativo es el ejemplo sito en el último tramo de la subida septentrional del Puerto del Pico, donde su monolito se emplea como hito para indicar la distancia en leguas que resta para llegar a la ciudad de Ávila, realizada para dar servicio a los viajeros y sus animales, precisamente en un itinerario histórico que atraviesa la Cordillera Central, donde se conserva un importante tramo de calzada romana en la ladera meridional que tuvo utilización en esta zona de Gredos hasta los años 60 del siglo pasado, momento en que será sustituida por una nueva carretera.

Fuente, Ferreiros, A Coruña

Fuente, Puerto del Pico, Ávila

Mientras que las principales poblaciones históricas españolas pudieron disponer de fuentes encañadas en sus poblaciones en época medieval mejoradas posteriormente, incluso con aprovechamiento de obras de época romana, en las poblaciones rurales las fuentes encañadas han sido normalmente más tardías vinculadas a las posibilidades y potencia económica del concejo y del lugar. Siendo relativamente frecuente que muchas de las actuales fuentes de estos núcleos sean relativamente recientes, vinculadas con el fomento y ayuda a las traídas de agua de las distintas Diputaciones 175

Provinciales. Incluso en algunas de ellas queda constancia el esfuerzo realizado al plasmarse en la placa o inscripción esculpida en su fábrica. Así en la fuente salmantina de Fuenteguinaldo se indica en una placa:, “ESTAS OBRAS POR TUBERÍA TANTO DEL PILÓN LARGO COMO DE ESTE SE HAN HECHO EN EL AÑO 1903 SIENDO ALCALDE DON SANTIAGO TURON”. O en la fuente conquense de Carrascosa del Campo, sita en el espacio principal público del lugar enfrentado a la iglesia parroquial, donde se ha grabado la fecha de su construcción: 1956, convirtiéndose en un hito urbano. Dotada de planta simétrica alberga cuatro caños que nacen de un monolito central de planta cuadrada, coronándose con una farola fernandina de cuatro brazos que orlan un farol central. Conmemora la traída de aguas a la población indicándonos la auténtica revolución en el medio rural que supuso llevar las acometidas de agua a los propios lugares y casas de sus poblaciones, en fechas no demasiado lejanas, algo que hoy consideramos como un servicio básico. Podemos reseñar fuentes públicas de tipología característica que encontramos en muchas de nuestras villas y núcleos principales, pensadas para ser colocadas en sus principales espacios públicos, en

Fuente, Garganta de la Olla, Cáceres

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modelos que se documentan desde época bajo medieval hasta época contemporánea, introduciendo decoraciones alusivas de cada momento histórico. Están constituidas por un monolito central, habitualmente circular dotado de algún remate, donde son alojados los caños vertiendo a un pilón, habitualmente circular, aún cuando no falten modelos históricos poligonales. La fuente cacereña de Garganta la Olla es prototípica de lo que ocurre en varias de las villas veratas, donde se remata el monolito con una pieza casi esférica donde son instalados los caños. O el ejemplo conquense de Gascueña, asentada en el centro de su plaza mayor, con el cuer-

Fuente, Gascueña, Cuenca

po superior en forma de concha de tipología renacentista, coronado por un remate fechado en 1773, indicándonos como en muchos lugares de tamaño medio hubo iniciativas desde época moderna y especialmente en época ilustrada para mejorar sus abastecimientos de agua. Los caños habituales se realizan en piezas de bronce o de hierro forjado, pudiendo encontrar formas no sólo como meros tubos, que son los habituales en las fuentes más recientes o que se han visto renovadas, sino con rebordes o bocas en forma de pico moldurado que permiten reforzar su salida, lugar normal de 177

erosión. Pueden reseñarse también tratamientos que acompañan y rodean a los caños, bien empleando decoraciones pétreas, o incluso con piezas de bronce o de hierro, saliendo el chorro o caño de las bocas de cabezas. El ejemplo tarraconense de la fuente urbana de Santa Coloma de Queralt nos puede ejemplificar en un modelo de arquitectura clásica esta capacidad de sugerencia, donde de las bocas de las cabezas pétreas salen caños de bronce en forma de animales. Este arte de los fontaneros históricos se puede encontrar en ejemplos de antiguos grifos de bronce establecidos en vez de los caños, para permitir controlar precisamente el vertido de las aguas de la fuente, como podemos ver en el ejemplo leridano de Tremp, donde sus bocas adquieren forma de animales.

Fuente abrevadero Santa Coloma de Queralt, Tarragona

Desde luego junto a los modelos rurales puramente populares debemos señalar que aparecen otros modelos más propiamente urbanos de fuentes, mezclados con aquellos que pueden incorporar, como hemos podido ver en algunos ejemplos anteriores, tratamientos decorativos significativos, donde al papel originario de la 178

fuente, suministrador del líquido a la población como servicio, se añade el de ornato de sus espacios públicos, incorporando tratamientos y formas que pueden incluirse en los estilos históricos: renacentistas, barrocos, neoclásicos, eclécticos, etc, donde junto a los pilones con perfiles moldurados y plantas diversas, incorporan elementos esculturales para apoyo de sus surtidores y caños, incorporando todo un lenguaje iconográfico, donde participan, tanto elementos y personajes mitológicos, como elementos de la fauna acuática, propios de las distintas épocas y del lenguaje de los artífices. También podemos reseñar las habituales fuentes de fundición que se extendieron a finales del siglo XIX y comienzos del XX, en variedades que se han vuelto a producir y que no son raras en algunos de nuestros parques urbanos, uniendo funcionalidad y vuelta al pasado. Hay que indicar, a pesar de las referencias de fuentes vinculadas a propiedades privadas, que la gran mayoría de ellas tiene un carácter público y como tal fueron construidas con los esfuerzos de la comunidad y sus instituciones, siendo muy habitual que en muchas áreas rurales exista la tradición de contribuir comunalmente a la limpieza de las mismas, incluso cuando adoptan formas de pozas y charcas. Conocemos además como en distintas ordenanzas municipales de comienzos de época moderna e incluso bajo medieval, se protegía este servicio comunitario. Así la ordenanza de Miranda del Castañar, en copia fechada de comienzos del siglo XVII, nos indica: “que ninguna persona…de cualquier calidad que sea…no sea osados a quebrar caño ni abrir arca cerrada, ni caño en cualquier parte de la obra del agua que viene de la Puerta de San Benito para sacar agua ni otra cosa so pena de trescientos maravedís… y mas ocho dias esté en la Carcel Pública. Otrosi que cualquiera que echare cualquier en la fuente o pilar o en las arcas o en los caños o lavare paños o verduras o otra cualquier cosa, o destapare la fuente o pilar para sacar agua, o la sacare para regar huertas…pague por la primera vez…Otrosi que los que hicieren las dichas cosas en las Fuentes Grandes de Abajo o en otras fuentes de esta villa…cargen en las mismas penas y sea limpia a costa del que tal hiciere” 179

POZOS Y CIGÜEÑALES Complementarios a las fuentes aparecen como alternativa para el suministro de agua a los lugares, cultivos y casas los pozos, normalmente localizados en las áreas llanas y sedimentarias, donde la topografía y geología no facilita la aparición de aquellas, a sí como en las áreas de escasa pluviometría donde aquellas tampoco están presentes y las condiciones geológicas permiten la existencia de acuíferos subterráneos. La toponimia de un buen número de lugares aparece vinculados a los mismos, aunque hay que señalar que esta presencia en los nombres de los núcleos tiene una clara importancia numérica inferior a la de las fuentes, y en ocasiones hacen referencia a la acumulación natural de aguas superficiales especialmente al emplear algunos derivados del nombre. Así aparece nombres de lugares empleando la palabra pozo y sus derivados, como Pozo, Pozuelo, Pozuela, Pozón, Pozancos, Pozáldez, etc..., siendo bastante habitual que se acompañen de referencia al lugar o comarca y poseedores históricos, Como Pozo Aledo, Pozo de Almoguera, Pozo de Ariza, El Pozo del Capitán, Pozo del Guadalajara, El Pozo de los Frailes, Pozo de Móndar Pozo de Urarna, Pozo Iglesias, Pozo-Lorente, Pozo Pedro, El Pozo Saéz, Pozuelo de Alarcón, Pozuelo de Aragón, Pozuelo de Calatrava, Pozuelo de la Orden, Pozuelo del Páramo, Pozuelo del Rey, Pozuelo de Tabarra, Pozuelo de Vidriales, Pozuelo de Zarzón, Los Pozuelos de Calatrava, Los Pozuelos del Rey, etc... También es relativamente normal que se vinculen con elementos geográficos o de tipo natural como especies vegetales o animales, como Pozal de las Gallinas, Pozo de la Vega, Pozo-Campo, Pozo de la Higuera, Pozo de la Peña, Pozo de la Serna, Pozo del Esparto, Pozo del Hinojo, Pozo del Lobo, Pozo Nava, Pozoval, Pozuel del Campo, etc..., o relacionados con itinerarios y arquitectura, como Pozo-Cañada, Pozo Cortijo, Pozo del Camino, Pozo del Villar, o con otros elementos, como Pozo de la Rueda, Pozo de los Palos, etc... O se hace referencia a las propias características de los mismos, atendiendo a su forma, situación, edad y calidad de las aguas, como Pozo Amargo, Pozoantiguo, Pozoblanco, Pozo de Abajo, Pozo de la Salud, Pozo Estrecho, Pozohondo, Pozondón, Pozorrubio, Pozorrubielos de la Mancha, Pozoseco, etc... 180

Los pozos aparecen como suministradores públicos, complementando a las fuentes, emplazándose tanto en los principales espacios públicos de los lugares, como en lugares favorables en las salidas de los mismos o en lugares cercanos, no siendo extraño hallarlos establecidos en los espacios del ejido, junto a las eras y otras edificaciones complementarias agropecuarias. Las soluciones más sencillas suelen de dotar de protección al mismo con un brocal, normalmente de planta circular, no faltando tampoco ejemplos de planta cuadrada, realizado en fábrica vista o revestida, donde se apoya los herrajes y la garrucha y polea que permite subir el agua manualmente con un cubo. En los ejemplos de brocales no faltan los realizados en sillería, incluso en piezas monolíticas, con ejemplos que se dotan de forma ochavada exteriormente y circularmente al interior que encontramos en ejemplos rurales y urbanos en una amplia área de las dos mesetas castellanas, habitualmente realizada en fábrica de granito. El ejemplo del pozo público del Cortijo de San Isidro en Aranjuez, realizado en el último tercio del siglo XVIII, nos ofrece una solución de brocal monolítico, acompañado por sendas pilas también monolíticas, dispuestas adosadas junto a él de modo enfrentado, destinadas a abrevadero y lavadero. Otro ejem-

Pozo abrevadero y lavadero, Cortijo de San Isidro, Aranjuez, Madrid

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plo de Grajal de Campos nos ofrece un amplio brocal en fábrica de ladrillo visto rematado en una amplia albardilla tallada en piedra caliza, emplazado en uno de los espacios públicos completa el abastecimiento de las fuentes sitas en los extrarradios de la villa. Otros ejemplos nos ofrecen integrados en su brocal cuadrado de fábrica revestida dos machones que permiten colgar la polea, que pueden acompañarse de pilas para abrevar y lavar, como podemos ver en un ejemplo de Torrelaguna, sito junto a la ermita.

Pozo abrevadero, Torrelaguna, Madrid

Para proteger la caída al interior de los pozos con brocal, donde no ha sido raro los accidentes y su empleo como lugares para el suicidio, se protegen normalmente con tapas móviles metálicas o de madera. Sin embargo tampoco es raro que se dispongan cerrados con construcción para protegerse de la suciedad y evitar las caídas a los mismos, levantando un volumen de fábrica cilíndrica coronado con bóveda semiesférica, como el pozo jienense de Montizón, en fábrica encalada acompañado de un abrevadero. O con coronaciones externas cónicas, o dotado de una fábrica cuadrada con cubierta que nos es raro encontrar en zonas norteñas y de montaña, como el ejemplo lucense de Montán. En la gran mayoría de estos ejemplos de pozos cubiertos se dotan de una carpintería que permite el acce182

Pozo abrevadero Montizón, Jaén

so al pozo, garantizando completamente su protección. Alternativamente se sitúan junto a las fuentes en espacios públicos, incluso en soluciones que vinculan estos elementos con fuentes establecidas, con depósitos que son abastecidos por bomba, pudiendo complementarse con pilas de lavar o bebederos, bien en fábrica, bien en piezas monolíticas de piedra. Como complemento de los sistemas manuales de extracción, tampoco faltan los sistemas de fuente metálica de tipo industrial con émbolo para extraer agua del pozo o depósito subterráneo, que estamos acostumbrados a ver en las imágenes fílmicas del oeste americano. Los pozos pueden aparecer vinculados a espacios agrarios, como huertas y espacios de alta productividad, donde como los anteriores se pueden proteger con sistemas elementales de cierre, como tapas metálicas, de madera o de piedra, así con construcciones elementales para evitar la contaminación del mismo. Hallamos soluciones con brocales dotados, tanto con la típica garrucha, como ocasionalmente el empleo del cigüeñal, sistema ya conocido en época neolítica reflejado en grabados pétreos, organizado en forma de pértiga, compuesta por un esbelto tronco de madera apoyado y articulado en un horcón bajo que, junto con un contrapeso de piedra atada en un extremo, permite fácilmente sacar el agua con un recipiente, como podemos ver en el ejemplo berciano de La Campañana. 183

Es frecuente incorporar pozos en el propio programa de la casa, tanto urbana como rural, de tal modo que aparece como una de las piezas de la casa de campo, reflejada por Fray Miguel Agustín, en su Libro de los Secretos de Agricultura, Casa de Campo y Pastoril dedica un apartado amplio, al hablar en el Libro Cuarto dedicado a la disposición de la casa de campo, al abastecimiento de agua: “...haciendo dentro del ambito del patio de la entrada de la Casa un pozo, y abrevaderos en el canton de la caballería, ó establo...” realizando toda una amplia recomendación a continuación sobre como se debe buscar “los lugares aptos para hallar agua buena, hacer pozos, y hallar el agua de las fuentes...”. En un libro que, publicado por primera vez el año de 1617, tendrá veintidós ediciones a lo largo de dicho siglo y el siguiente. El pozo así emplazado en la casa será empleado, tanto para el propio servicio de la vivienda y sus habitantes, como para los animales, la limpieza y el riego de sus espacios agrícolas anejos, complementando el papel de las fuentes públicas. El ejemplo de la marina occidental asturiana de Figueras nos refleja como pueden estar asentados en el espacio libre o antojano vinculado a la propia casa, estando protegido por su correspondiente construcción cilíndrica y remate cónico, con el lavadero y

Pozo abrevadero, Figueras, Asturias

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abrevadero anejo. No faltan en estos ejemplos domésticos rurales los bebederos y pequeñas pilas monolíticos anejos a dichos pozos emplazados en el espacio libre o corral de la casa. Tampoco faltan ejemplos en arquitecturas urbanas, como en la propia ciudad de Salamanca en sus edificios históricos de palacios, casonas, conventos e incluso colegios universitarios, en forma de magníficos ejemplares. El pozo del patio de las Escuelas Menores, en su arquitectura de 1535, se organiza con un brocal de planta cuadrada, compuesto por cuatro losas con espléndidos bajorrelieves con rosetones renacentistas. De carácter monolítico es el brocal del pozo, realizado en sillería de granito, del Colegio del Arzobispo Fonseca, obra inicial de Diego de Siloé en 1525, dotando al brocal con herraje de hierro forjado para apoyo de la polea y cuerda hoy inexistente. Brocales con similares formas circulares en su interior y ochavadas al exterior, achaflanando un planta cuadrada, hallamos ejemplares en distintos lugares salmantinos, como en la Hospedería del Colegio Anaya, obra de 1735, o en el patio del palacio de Abrantes, adquiriendo dicha forma característica que encontraremos en multitud de lugares rurales a ambos lados del Sistema Central, empleada en ejemplos de casas populares.

LAVADEROS Papel importante tienen las organizaciones de lavadero en el mundo rural, apareciendo muy habitualmente vinculados a las fuentes, aunque tampoco faltan las pequeñas pilas de lavado anejas a los pozos. La solución más elemental es la forma de una poza, conectada al manantial o fuente, fruto de la regularización mediante excavación del terreno natural, donde en sus bordes se colocan lanchas o losas de piedra, o las propias tablas de lavar, como lugar para frotar la colada, como complemento al lavadero establecido en el propio programa de la casa. Otra organización pareja es la que se establece aprovechando pequeñas corrientes de agua, bien en pequeños arroyos o regatos naturales, bien en acequias o caces creados artificialmente, tanto para el riego como para abastecer a 185

instalaciones hidráulicas, colocando unas piezas de piedra fijas para el lavado o unos apoyos de piedra o fábrica donde se apoyan las tablas de lavado. Soluciones más complejas son las que hemos podido reseñar vinculados a distintas fuentes donde se crean pilas de lavado, habitualmente de planta rectangular, realizadas en fábrica, donde se disponen las superficies inclinadas de lavado tanto en los cuatro lados de la misma, como en los laterales largos. Sus clásicas superficies inclinadas pueden establecerse, en conexión directa con los propios pilones, alternando soluciones pétreas con fábricas enfoscadas, o separarse ligeramente de la fuente y el pilón para acondicionar una pila de mayor dimensión y comodidad, que se constituía en el espacio de las mujeres, donde además de lavar la ropa, en buen tiempo, se tendía y oreaba al sol y se echaba la charla con las vecinas del lugar. El lavadero de Valdemorillo, conocido como Pozo Jordán, se establece en tres pilas escalonadas, adaptadas a la suave pendiente del terreno, abastecidos directamente por una fuente que encañado elementalmente un manantial surgente, estableciendo un espacio lateral delimitado por tapias donde se tiende la ropa para secar. Este tipo de organización puede llegar a dotarse de una cier-

Fuente, lavadero Pozo Jordán, Valdemorillo, Madrid

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ta dimensión, acompañado de la fuente y el pilón, como el ejemplo alcarreño de la fuente y lavaderos de Fuentelencina, que es una auténtica plaza establecida en un borde de la población, delimitada por muros de fábrica y dotada de arbolado para procurar la sombra en buen tiempo.

Fuente lavadero, Fuentelaencina, Guadalajara

El ejemplo de lavaderos y fuentes de Poza de la Sal es un conjunto que adquiere cierta singularidad en nuestro territorio, al enlazarse varias pilas de lavado separadas mediante canalizaciones, abastecidas por dos antiguas fuentes de origen romano, creando un espacio completamente pavimentado. El sobrante dichos manantiales y lavaderos servía a una tenería aneja y se canaliza por un pequeño acueducto para regar las huertas sitas en el mismo vallejo. El lavadero se puede proteger con tejados apoyados en muros, pilastras de fábrica y pies derechos de madera, adquiriendo un carácter más o menos abierto, disposición que encontramos más habitualmente en las áreas norteñas y de montaña, donde el clima es más lluvioso y duro. Sus organizaciones bien pueden crear un espacio semi cubierto y cerrado por muros, como el ejemplo de Fuentelcésped, integrado entre la propia edificación del lugar. Las dos pilas de lavadero se protegen parcialmente por dos alas de teja187

do, creando una ele y un espacio propio delimitado, conectándose con la fuente que vierte a un importante pilón establecido al otro lado de la calle. Otro ejemplo serrano de Palacios de la Sierra nos muestra una solución de planta cuadrada de pila rodeada por una cubierta a dos aguas que deja un hueco central sobre ella protegiendo con sus cuatro alas todos los lados de la misma. Junto a este ejemplo de pórtico abierto, podemos reseñar ejemplos más cerrados, como el pirenaico de Buesa, donde en una construcción cubierta a dos aguas se alberga el lavadero, que se abre fundamentalmente en uno de los testeros de la misma para facilitar la iluminación y aireación.

Lavadero Buesa, Huesca

Otros ejemplos de lavaderos aparecen integrados en edificaciones concejiles o de otros equipamientos públicos, como en el ejemplar granadino de Lubrín, al establecerse en el pórtico del edificio del antiguo ayuntamiento. Sin embargo el lavadero lo podemos encontrar frecuentemente junto con el pilón de la fuente y abrevadero, y especialmente vinculado a las albercas o depósitos de almacenamiento de agua para el riego, donde se acumulan los sobrantes. El ejemplo almeriense de Illar nos muestra como la pieza cubierta del lavadero conforma un lateral del gran depósito o alberca de 188

agua de riego, como muestra de la importancia del agua incluso la reutilizada, en lugares de clima seco mediterráneo donde el líquido elemento auténticamente escasea.

Fuente, abrevadero, lavadero y alberca de riego Illar, Almería

Normalmente las pilas de lavado incorporan en la forma de sus muros de fábrica una zona inclinada que actúa como tabla de lavado, coronando aquel de modo continuo, que puede ser de sillería o en forma de losas, dotándose de ranuras que permite mejor el restregado de la ropa. Tampoco faltan similares soluciones en fábrica revocada, incluidas su superficie inclinada en el grosor de la pila, empleándose incluso el mortero de cemento para dar una mayor consistencia, o incluso las piezas prefabricadas de hormigón incorporadas al propio muro. En ocasiones se pueden hallar soluciones curiosas que combinan las formas tradicionales, como el abastecimiento de la fuente a través de una canalización tallada en un tronco vaciado de un árbol, que abastece a las pilas de lavado, albergadas en un cobertizo cubierta, estando estas compuestas por pilas individuales prefabricadas de hormigón. En otras ocasiones las tablas de lavar se colocan separadas a los lados de la pila, constituidas por grandes lajas rectangulares de pizarra apoyadas en un soporte de fábrica, como en el ejemplo de la aldea lucense de 189

Cotillón, que a pesar de su limitado tamaño dispone de un tejado a cuatro aguas apoyado en pilastras pétreas para su protección. Mientras los anteriores lavaderos, notables en sus tamaños, requieren una cantidad de agua significativa, estando vinculados a las fuentes y corrientes de agua, no podemos dejar de reseñar los lavaderos elementales, vinculados a los pozos, constituidos en pilas a ser usadas individualmente, al estar limitado su uso por la propia cantidad de agua disponible de modo continuo, como hemos podido ver en ejemplos de algunos pozos. Sin embargo se puede reseñar algún ejemplo especial relacionado con estos últimos, como el de Pozo de los Frailes, al ser un pozo público dotado de noria, lo que permite una mayor cantidad de agua al ser extraída por dicho medio mecánico. En este caso se establece una serie de tablas de lavar en batería incorporadas en una estrecha pila de lavado, constituidas por losas de piedra apoyadas en el murete de esta, a continuación del pilón.

Noria, abrevadero y lavadero, Pozo de los Frailes. Almería

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ACUEDUCTOS, ACEQUIAS, NORIAS, CEÑILES, AZUDES, ALBERCAS, DEPÓSITOS, ALJIBES, CHARCAS, LAVAJOS, ETC. Las canalizaciones tradicionales de aguas para servicio de las poblaciones históricas adquieren en ocasiones organizaciones que podemos calificar de sofisticadas, apoyándose en importantes obras de fábrica para salvar las largas distancias entre sus fuentes y salvar los desniveles naturales del terreno, cuyo paradigma pueden ser los importantes acueductos de origen romano que se conservan en algunas de nuestras ciudades, como los de Segovia o Mérida, incorporando sifones y registros que pueden conformarse en forma de arcas de agua. Soluciones más modestas incluso han podido reutilizar construcciones de origen romano, como el acueducto que abastecía a Ciudad Rodrigo, antigua Miróbriga Vettonum, donde su conducción se realizaba en cañerías de barro, conservada en algunos tramos, siguiendo las recomendaciones de Vitrubio. El actual acueducto conserva algunos arcos de sillería de medio punto, aunque el resto de su construcción es de tipo más tosco realizada en fábrica de mampostería y ladrillo, de carácter tradicional, fruto de la restauración realizada en el año 1761, en época de Carlos III. Antecedente del Canal de Isabel II, la más importante obra hidráulica realizada en el siglo XIX para abastecer a la capital madrileña, se puede reseñar el acueducto realizado por el Cardenal Cisneros para abastecer a su población natal de Torrelaguna, a comienzos del siglo XVI. Se conservan algunos tramos constituidos por pequeños muros de canalización al aire libre o directamente en canales abiertos en el terreno natural, aprovechando su consistencia rocosa, convenientemente trabajado que van recogiendo pequeñas corrientes naturales de agua, empleando para su enlace unas arcas de agua realizadas en fábrica de ladrillo, con un registro superior. Canalizaciones parecidas elementales constituidas mediante talla del terreno natural se emplean, en ejemplos del sureste español, para recoger las aguas superficiales de lluvia que son llevadas a profundos pozos para evitar su evaporación, en un territorio calificado como desértico. 191

Desde luego no podemos olvidar los importantes trabajos hidráulicos, constituidos por una compleja red de canales abiertos al aire libre, en parte tallados en el terreno, en parte ayudados por muros de fábrica, sumando varios centenares de kilómetros, que recogerán corrientes naturales de agua a lo largo de los montes de La Cabrera, para servir a las labores de lavado de las arenas de la más importante mina romana de oro peninsular conocida como las Médulas, establecida en la hoya berciana, dando lugar sus residuos a la creación artificial del lago de Carucedo, que nos hablan de la experiencia de la antigüedad en la creación de canalizaciones a cielo abierto. Vinculado a esta red hidráulica está el espectacular pasadizo de Montefurado, donde los mineros romanos tallarán un túnel en el monte rocoso para desviar al río Sil, para posibilitar emplear sus aguas en el lavado de arenas, en una auténtica creación de un nuevo y espectacular paisaje. Podemos reseñar acueductos o conducciones elevadas de carácter tradicional creados para otras utilidades, como son el riego, que podemos reseñar en numerosos ejemplos de acequias que salvan los desniveles de agua, que normalmente se localizan en todo el mediterráneo español, donde habitualmente se crean arcos para

Montefurado, Orense

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aligerar la fábrica elevada y permitir el paso de vaguadas, que puede representarse en el vinculado a la rueda de Alcantarilla, dotado de arcos apuntados de ladrillo, calificados como mudéjares. También se puede indicar su empleo en caces que abastecen instalaciones hidráulicas, tanto en soluciones de fábrica como empleando canalizaciones de madera apoyadas en machones de fábrica. El ejemplo conquense de Molinos de Papel nos muestra un acueducto de doble altura, configurando el nivel bajo en arcos de fábrica y el segundo con pilastras que servía de apoyo a la canalización de madera hoy desaparecida, que servía a unos molinos de papel. Desde luego en los sistemas de riego son esenciales las acequias, caceras y canales, tanto establecidos desde las fuentes naturales, como sobre todo extraídos de ríos y arroyos, que pueden estar relacionados con otras instalaciones hidráulicas que aprovechan la energía del agua, empleando para ello represas o azudes que permiten crear dichas canalizaciones. Esta doble función de caceras y canales empleados para riego y para uso molinar se refleja en distintos fueros medievales como el dado a Ledesma en 1161 por Fernando II. Como complemento de esta utilización se utilizaban las ruedas de agua y sus formas derivadas conocidas como ceñiles o

Acueducto, Molinos de Papel, Cuenca

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azudas que establecidas en un borde de la corriente podían elevar el agua para ser usada para el riego en niveles superiores. Aunque de tradición árabe en el caso español, el texto romano de Vitrubio nos la describe con toda precisión en el capítulo X del libro décimo con el expresivo título De las ruedas y de los molinos de agua. Su disposición vertical permitía en las soluciones más sencillas crear unos cajones de madera en la propia rueda que era movida por la corriente, vertiendo al alcanzar el punto más elevado lateralmente las aguas recogidas por una acequia o canal, establecida en el terreno, que puede reforzarse en el caso de terrenos blandos por obras de fábrica. Sin lugar a dudas el paradigma de ello lo podemos ver en la albolafia o gran rueda de agua reconstruida junto al alcázar de Córdoba, que estaba representada en el sello califal del siglo X como símbolo de la ciudad, junto con el alminar de su mezquita mayor, que permitía elevar el agua del Guadalquivir para abastecer a la ciudad. Solución que también se documenta en la antigua ciudad árabe de Calatrava la Vieja, establecida en una coracha en el río Guadiana, y seguramente relacionada con un castellum aquae que facilitaba la depuración de sus aguas. En otras ocasiones servían estas ruedas de agua para elevar las aguas a ser usadas en los baños, como recoge el fuero del siglo XII de la ciudad de Cuenca, o en soluciones de menor tamaño para sacar agua de las acequias y canales para riego, como se encuentra en ejemplares conservados en Albarracín, cuya trabazón de madera poligonal es similar a un conocido grabado árabe conservado en la Biblioteca del Vaticano, estableciendo cajones de madera en la disposición de la misma rueda. Otros ejemplos menores, conocidos como ceñiles o tímpanos, se instalaban en caceras o acequias y para su impulso permitían subirse sobre ellos a una persona para moverlos con sus pies y peso, todavía los podemos hallar en ejemplos de la huerta murciana, elementos también descritos en el texto romano vitrubiano. Sin embargo el paradigma rural de las ruedas de agua es la de la huerta murciana en Alcantarilla, de tradición árabe, establecida en un importante caz llamado Alquibla, desviado por el azud de la Contraparada del río Segura, unos ochocientos metros aguas arriba. Eleva de esta importante canalización 194

su agua a otra acequia, llamada Cequeta, arrancando de un acueducto, fechado en el siglo XIV. La rueda tiene once metros de diámetro y casi dos de anchura, con dos coronas que incorporan casi una cuarentena de canalones unidas por unas palas curvadas que generan el movimiento al caer el agua, aunque esta actual estructura ha sustituido en su composición básicamente metálica a su organización antigua de madera, como ocurre con la mayoría del importante conjunto de ruedas de agua, llamadas añoras o ñoras, conservadas en la vega baja del río Segura, que han mantenido la tradición árabe, aunque gran parte de ellas han sido levantadas en el siglo XVIII. También podemos ver situadas estas grandes ruedas de agua en los sistemas hídricos establecidos en el Real Sitio de Aranjuez, como la que se emplaza en la finca de la Casa de la Montaña, instalada

Rueda de agua, Alcantarilla, Murcia

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en una de los ramales del llamado Canal de la Azuda, de la cual se conserva su imponente pared de apoyo y el acueducto en arcos de ladrillo que lleva el agua salvando el gran desnivel de las tierras a regar. Fechada su construcción en el último tercio del siglo XVIII, aprovechando la instalación del complejo hidráulico nacido a partir de la Presa del Embocador, azud de gravedad construido en el primer tercio del siglo XVI a iniciativa real. De este azud nacerán dos canales, realizados a partir de la segunda mitad del siglo XVI, en las márgenes izquierda y derecha del río Tajo, para abastecer y regar las posesiones y jardines del real Sitio, tomando el de la margen derecha precisamente la denominación de azuda de la propia rueda de agua. Desde luego podemos reseñar la existencia de ruedas de agua a las que dota los mecanismos habituales en una noria, compuesta por la corona horizontal que mueve la rueda vertical, como se puede ver reflejado en un dibujo del manuscrito de Los Veintiún Libros de los Ingenios y de las Máquinas. Soluciones más modestas de ruedas de agua se conocen en las zonas huertanas levantinas, con el nombre de ceñiles, que son movidas a mano, tanto con manivelas laterales, como con el peso de la persona que se sube encima. Se instalan en acequias y canales de derivación donde la corriente y fuerza del agua no permite moverlas directamente, necesitando la energía suplementaria para elevar el agua de nivel permitiendo una mayor distribución por acequias regando el espacio de huertas, como podemos ver todavía en ejemplos conservados en zonas hortícolas de Murcia, aunque ahora fuera de utilización. Específicas de las zonas de montaña y relacionadas concretamente con las praderías podemos reseñar las regueras, establecidas como canalizaciones simplemente excavadas en el terreno, dotadas de la pendiente necesaria para servir como las propias acequias para complementar el riego de la hierba de dichos espacios montuosos. Su disposición en terrenos concretos con pendiente señalada además permite ser empleadas como sistema de drenaje de los mismos y una manera de estabilizar y evitar el arrastre masivo de dichos terrenos por fuertes o intensas lluvias. Esta organización características de las praderías de montaña españolas, específicamente de las de mayor pluviometría como las cantábricas, también se puede 196

encontrar en otros espacios territoriales meridionales españoles asentados en espacios de montaña. Un mecanismo relacionado con las ruedas de agua es la noria, noura en árabe, empleada para sacar agua de los pozos cuya presencia masiva en muchos territorios españoles está documentado en época medieval, incluso en los territorios donde la presencia árabe tuvo una menor presencia, como gran parte de la Meseta Superior, como signo de su triunfo tecnológico, habiendo sustituido a otros métodos mas antiguos de extracción como los citados cigüeñales. El texto del fuero dado a Alba de Tormes en el año de 1157 indica la obligación del hortelano a reparar la noria con un cierto detalle indicándonos la importancia que tenía en esa época en dicho territorio: “E del amo al hortelano...el adóbele el annora I vez. Esi despues algunas aspas del peon quebraren o de rueda, que non sean palmares, et hortelano lo ponga; o aquixo oviere de calzar, el hortelano lo calce. Et ponga alcaduces e sogas e binbres con que aten los alcaduces”. Su masiva presencia en nuestro territorio, especialmente en todo el arco mediterráneo incluso caracterizando algunos paisajes como el manchego con sus casetas anejas, queda hoy limitada a numerosos ejemplos abandonados y en estado de ruina. Hallamos sin embargo espectaculares ejemplos de construcciones en el sureste español, donde se instala la noria en una construcción significativamente elevada, creada como una plataforma circular dotada de terraplenes laterales, elevación que permite abastecer y distribuir el agua a depósitos o albercas también elevados, muy frecuentemente también circulares, conectados con acueductos para salvar el salto del terreno natural producido por su altura artificial. Ello permite distribuir por gravedad el riego en una notable superficie de terreno cultivable. En ellos encontramos ejemplos de norias construidas ya con piezas de hierro forjado, sustituyendo las ruedas y mecanismos de madera, pero que todavía emplearon los arcaduces cerámicos. Un ejemplo de noria recuperada en el Campo de Níjar es la de Pozo de los Frailes. Nos muestra sus ruedas y mecanismos de transmisión de madera, apoyada en dos machones laterales al brocal del pozo, con sus arcaduces enlazados con unas sogas de esparto a los palos de la rueda vertical, que permite sacar el agua del pozo, ajus197

Noria, Pozo de los Frailes, Almería

tando su número y peso a la altura del nivel del agua. El tamaño de la rueda vertical obliga a que la apertura del pozo sea claramente más amplia, incluso en ocasiones se ajusta en su forma alargada, al menos en una parte superior para permitir su funcionamiento. Esta rueda es movida por la rueda horizontal por una caballería, dejando caer su carga en un cajón que lo vierte en una pila conectada, en este caso, a un pilón para abrevar los animales, que a su vez abastece a unas pilas de lavado, colocadas en línea y finalmente se canaliza con una atarjea el sobrante para regar las huertas, en un claro ejemplo de aprovechamiento del agua en un paraje que se puede calificar como desértico. Hoy podemos reseñar ejemplares todavía en condiciones de uso en todo nuestro territorio, con norias compuestas por mecanismos metálicos, que mantienen el mismo tipo de transmisión de las dos ruedas, convertidos en engranajes dentados y cangilones metálicos, y curiosamente movida también a sangre con un palo entestado en su cabeza metálica, como podemos ver en numerosos ejemplos de las dos Mesetas. El caso de la noria se puede calificar como un producto de ida y vuelta, pues traída por los árabes en su presencia peninsular, siglos más tarde en concreto en la masiva expulsión morisca de comienzos del siglo XVII, los moriscos y judíos expulsados de España llevarán 198

este elemento junto con distintos conocimientos agrarios y artesanales a los territorios de nuevo asentamiento. Especialmente en Túnez donde el Dey tunecino impulsará y potenciará su venida, evaluada en cifras que rondan los trescientos mil, creando numerosos núcleos rurales de nueva fundación, con el más conocido de Testour, especialmente asentados en el valle de Medjerda, principal valle y río tunecino, donde implantarán espacios agrarios especializados dotados de riego con la noria como elemento protagonista recuperado. Como sistema regulador y de almacenamiento de agua destinada al riego podemos reseñar la presencia de albercas, o depósitos abiertos al aire libre, cuyos muros están realizados en fábrica enfoscada, a veces revestidos de almagre para lograr una mejor impermeabilización, abastecidos por la correspondiente acequia, o canal, permitiendo almacenar tanto agua procedente de fuentes, como de lluvia, así como extraída de los cauces de ríos y arroyos. Este tipo de depósito puede encontrarse tanto en áreas de montaña como en las llanuras, fundamentalmente a ser empleado su recurso almacenado en épocas de sequías previas a la recolección, siendo de carácter colectivo o privado. Su presencia ha sido normalmente más abundante en los territorios mediterráneos, pero incluso podemos encontrar que se refleje en la toponimia de lugares serranos de la Meseta Superior como uno de los núcleos rurales salmantinos más conocidos: La Alberca. No hay que olvidar la importancia de la regulación tradicional del uso para riego del agua, en todo el complejo de canales y acequias, empleando aguas almacenadas en depósitos colectivos o de las limitadas corrientes naturales, que podemos reseñar muchos de nuestros territorios rurales, empleándose los turnos o cuadrillas de riego. Paradigma del uso colectivo de las aguas y de los sistemas de riego, que en ocasiones conservan soluciones de origen medieval, es el conocido Tribunal de las Aguas de Valencia, institución de justicia tradicional que vigila precisamente estas prácticas en el ámbito de la huerta valenciana, empleando en sus prácticas el ámbito delimitado por una reja en la puerta lateral de la catedral de Valencia, y de cuyo funcionamiento nos da cuenta una novela tan conocida como La Barraca de Vicente Blasco Ibáñez, publicada en el año 1898. 199

Los aljibes o cisternas se constituyen como depósitos construidos cerrados para recoger el agua de lluvia, siendo conocidos desde la antigüedad en asentamientos prerromanos, apareciendo tanto en edificios de carácter histórico en todo el territorio peninsular, especialmente en edificios militares medievales, como castillos y fortalezas, precisamente asentados en lugares destacados, para no depender de posibles fuentes cercanas sitas en lugares menos elevados que aquellos, integrándolos de modo subterráneo en sus patios. Se conforman normalmente con planta rectangular cubiertos por una bóveda de cañón, siguiendo los modelos conocidos de las cisternas o depósitos de agua romanos conservados, piscinae limariae o castellum aquae. Solución que se localiza integrada también en edificios residenciales, siguiendo las tradiciones fenicias, griegas y romanas, emplazándose bajo el suelo de los patios de una gran parte de las viviendas históricas urbanas mediterráneas que cuentan con dicha disposición interna abierta, extendiéndose a las casas rurales en forma de construcción añadida, que se abastece tanto con el agua recogida por las cubiertas de su construcción como de sus espacios libres anejos. Fray Miguel Agustín en su Libro Quarto sobre la Fábrica de la Casa de Campo nos habla de la importancia de la cisterna en la misma: “Es necesario sobre todo, tener diligencia en recoger todas las aguas pluviales, para tener provisión de agua en la cisterna. Debe ser la cisterna situada en parte, que se puedan recoger todas las aguas de lluvia de todos los cubiertos, y debe ser con mucha diligencia, bien estañadas, y enlutada de buen betun por todas las partes de todo el hueco, de pez clara, gordura, cal viva, todo bien mezclado juntamente, y reducido a betun”. El aljibe como construcción individualizada también cabe reseñarla en las casas de campo mediterráneas, abasteciéndose del agua de lluvia superficial del terreno que es llevado a él mediante profundas atarjeas que permiten recoger las fuertes y ocasionales precipitaciones que se producen. Se establece con formas básicas que responden bien a plantas circulares cubiertas con bóveda de media naranja, o bien a plantas rectangulares con bóvedas de medio cañón, sobresaliendo aquellas del nivel del terreno siendo el depósito subterráneo, como vemos en el ejemplo rural de Agua 200

Amarga. En sus bordes se abre una apertura, protegida por un pequeña construcción cerrada que se eleva para permitir la colocación de un hueco dotado de carpintería, por donde se saca el agua del mismo. Previo a la entrada del agua de lluvia en el aljibe se suele emplazar una arqueta de decantación, que permite depositar los sedimentos arrastrados por las lluvias.

Aljibe, Agua Amarga, Almería

Singular es el ejemplo del aljibe de la Boca de los Frailes, establecido en el Campo de Níjar, tanto por su enorme tamaño, más de cien metros cúbicos de capacidad, como por no estar vinculado a construcción alguna, al estar aislado en la campiña. Se emplaza semienterrado recogiendo el agua de lluvia de una amplia vaguada que penetra por un hueco elevado dispuesto en el extremo de su alargada planta. En el otro extremo se ofrece una apertura cerrado por muros laterales y una pequeña bóveda donde se establece una polea, que permite depositar el agua en un pilón para abrevar el ganado, realizado en una pieza monolítica de piedra. Tanto su bóveda de medio cañón como sus muros son de fábrica pétrea revestida, con una factura tradicional que puede fecharse en época medieval, aunque por su dimensión recuerda a los aljibes, estos dispuestos en serie en batería y en línea, que servían a la ciudad romana de 201

Cartago, abastecidos por un importante acueducto de 132 kilómetros que arrancaba en Zaghouan en unos importantes manantiales. Además se puede reseñar otro cercano, llamado Aljibe Bermejo, de parecida tipología y tamaño, dotado de escaleras para descender a su interior, al que se atribuye origen romano. Desde luego en este último sentido hay que indicar que se pueden reseñar depósitos o cisternas similares en ciudades históricas españolas, algunos de ellos de origen romano, como la morfología más simple de los castellum aquae romanos, como pueden ser los de Segóbriga, dotados de bóveda de medio cañón en fábrica pétrea revestida de almagre, establecidos en los bordes de la ciudad romana y abastecidos desde un manantial vecino a Saelices, conocido como La Fuente de la Mar, hoy convertido en un conjunto de fuente tradicional, con un pilón y una amplia pila de lavadero al servicio de este último lugar. Los depósitos hídricos abiertos pueden en ocasiones alcanzar dimensiones significativas, requiriendo en sus muros de fábrica, dotarse de contrafuertes para contrarrestar los empujes horizontales, solución que hallamos tanto en ejemplos antiguos romanos vinculados a conducciones de agua como los acueductos almerienses de la Rambla de Carcáuz en Vicar, como en ejemplos de albercas más recientes. Relacionadas con estas soluciones podemos reseñar las presas de gravedad, constituidas para almacenar el agua y establecidas en corrientes naturales, que desde modelos antiguos, como las presas romanas que servían para el abastecimiento de agua a la ciudad de Mérida, como las de Araya , de muro con contrafuertes, Esparragalejo con bóvedas y estribos, Cornalvo de muro con espaldones con rellenos o Proserpina, una de las mayores conservadas de época romana, de veintiún metros de altura y casi cuatrocientos de longitud, con muro dotado de contrafuertes al interior para impedir el vuelco de la presa cuando estaba vacía y espaldón de tierra y piedra, hasta modelos de época moderna que vuelven a emplear algunos de los sistemas romanos, como el empleo de un sistema de contrafuertes para mejorar la resistencia de la fábrica, siendo significativo de ello la presa conocida como el Mar de Ontígola, levantada en el siglo XVI, para abastecer al Sitio Real de Aranjuez. Esta presa de gravedad se realiza con una cimentación de troncos de madera, con un relleno de piedra y tierra 202

Presa Mar de Ontigola, Aranjuez, Madrid

revestida de muros de fábrica en sus dos caras, habiendo sido reforzada con un segundo muro dotado de contrafuertes, al haber sido erosionada por las aguas al haber sido cegado el desagüe. Presas conocidos como azudes, de menor entidad, compuestas de muros de contención de piedra que pueden disponerse escalonado, como la de Sargadelos sobre el río Xunco, vinculado a la explotación industrial fundada en 1791 por Antonio Raimundo Ibáñez, marqués de Sargadelos, en una de las primeras iniciativas empresariales privadas de carácter industrial en España. Estos muros pueden ser también de sección recta, aunque dotados de cierta inclinación, reforzándose con tierra y con cimentaciones de madera, o conformados con troncos verticales clavados en el terreno, dotados o no de tramas complementarias, y ramajes y tierra, o de tabla con contrafuertes de troncos y relleno de tierra. Dichos azudes los podemos reseñar a lo largo y ancho del territorio utilizando los materiales locales, destinados a facilitar la creación de caces que derivan parte del agua de la corriente donde se instalan para riego y para abastecer a distintas instalaciones hidráulicas. Una característica de parte de ellas es que se emplazan en diagonal al cauce para mejorar su resistencia frente a las aguas, permitiendo una salida fácil de la canalización desviada. 203

Sistemas a medio camino entre pozos y aljibes se pueden presentar en algunos lugares, como el amplio pozo circular establecido para servir de almacenamiento del agua de lluvia, en el núcleo canario de Garachico, junto a la antigua Puerta de Tierra, al servicio tanto de los habitantes del lugar como para ser empleado en su antiguo puerto, cegado después por una erupción en el siglo XVIII.

Aljibe Garachico, Pta. de Tierra

Otros sistemas de almacenamiento hídrico presentes en el territorio son las paludes o charcas, también conocidos con el nombre de lavajos, pequeñas lagunas que recogen el agua de lluvia en depresiones del terreno aprovechando sus cualidades no permeables, siendo relativamente abundantes en ciertos territorios de la Meseta Septentrional y Extremadura. Hay que señalar que no se tratan de lagunas propiamente naturales, si no que son producto de excavación artificial que puede aprovechar depresiones naturales previas que son regularizadas o agrandadas, siendo empleadas fundamentalmente para dar de beber al ganado, como complemento de las fuentes, e incluso servir como lugar para lavar, oreando las prendas en sus espacios anejos. Charcas, fuentes, pozos y pozas de lavadero comunales eran limpiados por los vecinos de lodo en época de estiaje, participando proporcionalmente a su 204

aprovechamiento, conociendo esta acción de limpieza como mondado, vendiéndose y usándose incluso el lodo extraído como abono para las tierras, dado su alto contenido orgánico. Las aguas además pueden servir como desagües de muchos lugares rurales, no siendo infrecuente que cuando los manantiales son abundantes, como ocurre en lugares serranos, se canalicen por atarjeas superficiales creadas en el centro de algunas calles o espacios públicos, desviando sus aguas por aquellas con pequeñas compuertas, permitiendo su uso como lugar de vertido de las aguas sucias, a la vez que se utilizan como sistema de riego de las huertas. Estas soluciones pueden localizarse en algunos espacios públicos de núcleos rurales, como ocurre en lugares de la Sierra de Francia, la Vera o la Alpujarra, pudiendo integrarse las atarjeas en el pavimento pétreo de aquellos, como ocurre en el ejemplo de Candelario. En el se establece la canalización en un lateral de la calle por donde se emplazan grandes losas a manera de pontones que permiten el acceso a las casas, canalizando incluso las aguas vertidas por alguna de sus fuentes públicas. O incluso se conservan en viarios de algunas villas medievales como la gallega de Tuy, destinados también al riego, dotándolos de sección semipoligonal.

Pavimento con reguera, Candelario, Salamanca

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Organizaciones de tipo tradicional en los suelos de sus viarios que con cierta frecuencia se ocultan y sustituyen por pavimentaciones continuas de hormigón, incluso eliminando las zonas blandas y de hierba que eran normales en muchos de ellos en aras de una moderna funcionalidad, ajenas al propio carácter del lugar. Las propias corrientes naturales integradas en la propia morfología de las poblaciones también pueden usarse para tal fin, además de dar servicio a distintas utilidades y actividades productivas, pudiendo canalizarse como parte de su infraestructura, conociéndose estas con el nombre de esguevas, que no son raras en un buen número de nuestras villas medievales, conformando su estructura viaria, así como servirse de la propias corrientes de agua para crear distintos barrios, núcleos o agrupaciones que se adaptan al cauce usándolo.

VADOS, PUENTES, PONTONES, ALCANTARILLAS... El agua en forma de corrientes naturales se convierte con frecuencia en una dificultad geográfica que se emplea como límite de fronteras de pueblos, de dominio económico, militar y administrativo, es decir se convierte en un elemento separador de los territorios. Así el Duero y el Guadiana sirven hoy todavía para marcar la frontera con Portugal, en sus tramos salmantino y extremeño, así como otros ríos históricamente pudieron ser límites de territorios, recordar al respecto el conflicto púnico romano en Hispania y el río Ebro como discutido limite territorial de las alianzas. Otros como el Pons Fitero, puente medieval establecido en el Camino de Santiago en el vado del río Pisuerga, sustituyendo a uno anterior romano, recibía su nombre al haber marcado los límites de los antiguos reinos de Castilla y Léon, y como tal el poema del Mío Cid lo califica como el mojón de Castilla. La posibilidad de cruzar los ríos para facilitar la comunicación es pues un reto esencial en la movilidad de hombres y animales, quienes buscarán los pasos más fáciles y menos profundos para vadearlos. El vado natural se convierte pues en un punto esencial para el establecimiento de los caminos antiguos, reforzándolos con el establecimiento de sistemas para facilitar su 206

uso en todo momento del año, sin depender de las épocas de lluvia o estío. Barcas y puentes se configuran como los sistemas que se emplearán desde que se conocen los primeros caminos históricos en la Península. En época moderna Carlos V dictará regulaciones, en el año de 1537, sobre los derechos de los barcajes en el reino, como demostración de la importancia de esta actividad. Además los asentamientos se ubicarán frecuentemente junto a arroyos y ríos, tanto para aprovechar su agua como recurso para la vida de su comunidad, como para emplearlos como elemento natural de defensa de dichos lugares, incluso forzándola a entrar en los fosos artificiales de sus recintos murados. A la vez pueden cumplir el papel de defensa y protección del propio vado. Conocemos ejemplos que datan tanto de época romana como los ejemplos de Córdoba, Mérida o Zamora, con puentes y vados vinculados a los grandes ríos, como otros lugares de menor importancia, como en la repoblación medieval de la antigua población de Letesma, que al ser ocupada y repoblada, dotándolo del correspondiente fuero, en el año de 1161, por parte de Fernando II reconstruirá también su antiguo puente sobre el río Tormes, para fomentar el asentamiento de población en la villa ya denominada como Ledesma. Otros ejemplos nos enseñan como el río diferencia distintos barrios del núcleo, como los dos barrios medievales de la villa de Miranda de Ebro, en un ramal del Camino de Santiago, asentados a ambos lados del río, Aquende y Allende, cuyas parroquias respectivas dependerán de los obispados de Burgos y Álava. El puente medieval que los unía, sustituido por otro en el siglo XVIII al ser arruinado por una riada, disponía en su centro una torre donde se emplazaba el concejo, como símbolo de unión de dos comunidades diferenciadas y separadas por el río Ebro. Así se pueden reseñar una cierta variedad en las construcciones de pasos de ríos y arroyos, tanto en su propia época, morfología, entidad y construcción como en su papel funcional y territorial. En cuanto a sus morfologías que pudieran calificarse como tradicionales, se pueden distinguir en cuanto a su tipo básico morfológico los pasos, las alcantarillas, los pontones y los puentes a los que hay que sumar los pasos o vados de barcas que sustituyen a aquellos cuan207

do faltan, bien por haber sido destruidos por guerras o riadas, bien por no existir el paso construido. Hay que indicar que los barqueros históricamente tuvieron gran importancia para asegurar el paso de personas y mercancías en los grandes y medianos ríos peninsulares, señalándose incluso en la toponimia de lugares de frontera con Portugal, como Barca d´Alba, teniendo noticias históricas concretas de su existencia. Así en el Corregimiento de Ciudad Rodrigo, en un documento del último tercio del siglo XVIII, se señala que hay establecidos dos pasos de barca, para facilitar el paso y el comercio de Portugal con Castilla, sobre los ríos importantes, la de la villa de la Hinojosa del Duque sobre el Duero y otro en La Fregeneda sobre el río Águeda. Desde luego podemos reseñar ríos medianos como el Tiétar, donde la mayoría de los núcleos de la Vera tuvieron sus pasos de barca en su comunicación hacia el Camino Real a Talavera, dejando topónimos significativos de sus pasos e incluso sus vados especializados, como la Barca de Toril en Tejeda de Tiétar, Vega de la Barca y La Barquilla en Villanueva de la Vera o Vado de las Carretas en Losar de la Vega. Estos vados incluso dispusieron casa de los barqueros, en construcciones conocidas como Casa de la Barca de Losar y Casa de la Barca de Valverde. Barcas cuya utilización está documentada para el transporte de elementos pesados como la Barca de las Colmenas, topónimo conservado en el municipio de Jaraiz de la Vera, donde se transportó, a mitad del siglo XVIII, el órgano de Garganta la Olla traído desde Toledo por los carreteros de Jaraiz. Los pasos o pasaderas se constituyen como disposiciones no continuas para el uso peatonal, colocados en corrientes de agua no muy profundas. Las soluciones más frecuentes son la utilización de piedras de cierta entidad colocadas en el propio lecho de la corriente y adaptadas a él, ayudándose de los elementos naturales existentes, rocas, árboles, pequeñas isletas, para permitir traspasarlos sin mojarse. Las soluciones de mayor entidad emplean bloques de piedra de mayor tamaño, sillares o bloques con una cara superior más o menos plana, dispuestos a distancias de un paso y establecidos de manera continua en las corrientes, empleados en arroyos de cierta entidad y anchura y ríos de cauce no muy profundo, como podemos reseñar en el ejemplo de Salduero, asentado en la parte alta del río 208

Duero cuando todavía no tiene un gran caudal, cuya disposición plana permite una cierta comodidad en su paso. Organizaciones menos frecuentes son aquellas que emplean piezas pétreas de proporción alargada colocadas verticalmente, como respuesta a la variabilidad de la altura de sus aguas. En otras ocasiones se puede acompañar de un tratamiento de solado pétreo del paso del propio cauce, disponiendo en el lateral aguas abajo las piezas pétreas elevadas del paso, permitiendo el paso más cómodo directo del mismo en épocas de estío, mientras las piezas elevadas complementan su uso cuando el nivel del cauce se eleva.

Pasarela, Salduero Soria

Las alcantarillas o pasaderas se establecen como disposiciones de paso continuas sobre pequeñas corrientes de arroyos, regatos y caceras, para personas y animales, organizadas en un solo vano, bien empleando losas apoyados en pequeños estribos de fábrica pétrea, en seco o tomada con mortero o directamente en los bordes del terreno convenientemente compactado, bien creando una pequeña bóveda de cañón realizada en fábrica pétrea, empleando tanto piezas labradas como irregulares, especialmente en forma de lajas pétreas, o en pequeños arcos de ladrillo, y por último se pueden crear con piezas de madera, a base de troncos que pueden sus209

tentar losas, tablazón o pequeños troncos o ramas gruesas sujetas transversalmente a aquellos. Estas pequeñas construcciones pueden tener un carácter comunal o ser de tipo privado, constituidas por el particular para el servicio de sus tierras, siendo muy habitual que los encontremos en las zonas de huertos y herrenes para salvar acequias y caceras para facilitar el acceso al espacio cultivado. Los pontones se configuran como organizaciones de mayor tamaño y entidad que las anteriores, aunque cabría separar aquellos que tienen un carácter puramente peatonal, de aquellos otros que permiten el paso de vehículos, vinculados a los caminos carretales. Los primeros son relativamente abundantes en parte del territorio gallego, salmantino, zamorano y extremeño, fundamentalmente empleando losas pétreas o lanchas apoyadas directamente en pilas constituidas por fábricas pétreas, que reciben la denominación de pontonas, sin que dispongan pretiles o protecciones laterales. Esta misma disposición se puede hallar en soluciones de mayor anchura que han podido emplearse ocasionalmente para el tráfico carretal, siendo frecuente como solución del paso de las vías pecuarias, para atravesar los cauces de las dehesas salmantinas. Otros ejemplos utilizan elementos naturales, como las rocas del propio cauce para crear las pilas de apoyo de las losas, o incluso en soluciones de pequeña anchura las pilas pueden constituirse con piezas de canto rodado amontonadas en seco extraídas del propio cauce, aprovechando incluso la vegetación que nace en él para fijarlo. Soluciones más elaboradas las hallamos dispuestas en corrientes naturales de mayor caudal, empleando pilas constituidas con sillares e incluso con forma de tajamar para procurar una menor afección de su corriente. Las losas empleadas en estos ejemplos están constituidas tanto por piezas de granito, con un notable grosor, como con losas de pizarra o esquistos, de menor espesor, y con unas luces de vano a salvar que no superan los tres metros, debido a la limitación de la piedra en su resistencia a la flexión. Alternativa a ello para lograr mayores luces es el empleo de troncos de madera que se apoyan en estribos y pilas pétreas sustentando losas menores pétreas, como el ejemplo zamorano de Villarino de las Manzanas. 210

Debemos también reseñar los pontones realizados con madera, que fueron muy abundantes en nuestro territorio peninsular, empleando tanto pilas de piedra, como la madera de troncos en forma de pórticos y horcones para apoyos de los troncos horizontales que sustentan su solera. Su uso posibilita unas mayores luces en los vanos a salvar, aunque la notable anchura de algunos de los cauces donde se emplazan, obliga a utilizar un buen número de pilas de apoyo, lo que los hace vulnerables frente a las pesadas losas en las crecidas. El ejemplo de Domez de Alba asentado sobre el río Aliste es buena muestra de ello, creado con pilastras de mampostería dotadas con forma de tajamar, alcanzando los diez vanos, con su

Puente, Domez de Alba, Zamora

solera constituida con losas. Se emplean tanto en ejemplos peatonales realizados todos en madera, cuya solera se constituye en tablas, pequeños rollizos o con losas pétreas, como en soluciones de caminos carretales, añadiendo a los troncos y tablazón apoyado en las vigas o troncos horizontales de madera, que pueden ayudarse de tornapuntas, tierra apisonada que facilitaba el paso de los animales de tiro y carruajes, no faltando los pretiles realizados en troncos y palos gruesos apoyados en las vigas de borde. El pontón de Hortigüela sobre el río Arlanza nos muestra un ejemplo de esta 211

naturaleza, estando constituidas sus pilas por postes en forma de horcón, dotándose de tierra su solera, mostrando un completo estado de abandono, reflejo de la situación de estas arquitecturas viarias realizadas en madera, que están en gravísimo peligro de desaparición completa en nuestro territorio.

Pontón Hortigüela, Burgos

Pascual Madoz en su Diccionario del siglo XIX nos reseña un buen número de puentes de madera en distintos lugares, indicativo de su importancia relativa, e incluso nos describe la dimensión de algunos menores, como los dos salmantinos situados juntos a los molinos del arroyo de Belén, cerca de Herguijuela: “tienen 12 pies de largo, 10 de alto y 6 de ancho sin pretil y son poco seguros”. No podemos olvidar que muy frecuentemente los puentes de piedra afectados por avenidas se completaban provisionalmente con troncos de madera para seguir dando servicio. Incluso podemos reseñar pontones de madera en los caminos principales en el siglo XIX, como en tramos de León de la carretera a La Coruña, o en puentes de instalaciones de transporte moderno, como el puente establecido sobre el río Tajo en Aranjuez, en la nueva línea de ferrocarril inaugurada en 1851, que unía el Real Sitio con la capital, Madrid. Se constituía con pórticos de madera atados con tornapuntas y cruces 212

de San Andrés, con pilas redondeadas y estribos de fábrica mixta de sillería y ladrillo que hoy todavía se conservan. Desde luego los puentes se constituyen como la morfología más significativa en los cruces de ríos y arroyos, vinculados a todo tipo de caminos e itinerarios desde la antigüedad hasta nuestros días. Por un lado cabe distinguir los puentes de sillería cuyas disposiciones se basan en el empleo de arcos o bóvedas para formar sus ojos o vanos, constituyéndose en la tipología constructiva dominante desde la antigüedad hasta nuestros días, derivadas de las fábricas romanas, que en las soluciones más simples auténticamente se puede calificar como popular. Por otro los puentes que emplean para su construcción las fábricas de mampuesto, normalmente en forma de lajas para crear sus arcos y bóvedas, de factura netamente tradicional, a las que se pueden sumar las de ladrillo, también en forma de arco y bóvedas normalmente en fábricas mixtas con piedra. Desde luego dejaremos de lado aquellos realizados con materiales modernos como el metal, para salvar sus vanos, empleando las nuevas tecnologías de fundición, desde el hierro fundido al acero laminado, aunque tampoco podemos olvidar como algunos puentes históricos medievales emplearon herrajes en su constitución, como el famoso Ponsferrato sobre el río Sil, en el Camino de Santiago para reforzar su estructura de madera dando lugar al nombre de la población: Ponferrada. O la tecnología del hormigón armado que puede combinarse con el forrado de sus fábricas con piedra o emplearse en forma de sistemas pretensados y atirantados con empleo mixto del acero en soluciones contemporáneas. Además podemos reseñar puentes que por su morfología se acercan a los pontones, como un ejemplo de Colmenar de Oreja establecido sobre una vaguada en un camino antiguo, antigua calzada romana y posterior cañada real paralela al río Tajo. Su construcción se realiza con una pila central y estribos de sillería sobre los que apoyan grandes piezas de losas de caliza tallada, en un sistema adintelado de dos vanos, con una solera de tierra, delimitado su amplia anchura con guardacantones troncocónicos en sustitución del inexistente pretil, permitiendo su uso carretal. Su escasa altura está en consonancia con el propio perfil de la vaguada, que normalmente está seca, ajustándose el plano del puente al del propio camino. 213

Puente, Colmenar de Oreja, Madrid

Ejemplo de los grandes puentes romanos españoles es el de Salamanca recogido por Alzola y Minondo en su Historia de las Obras Públicas en España, editada en 1899, como uno de los puentes romanos más importantes de nuestro país junto con los de Alcántara, Córdoba, los de Cáceres llamados de Segura, Granadillas y Las Doncellas y el de Albaregas en Badajoz. Antonio Ponz en una de sus cartas de viaje, la séptima, a finales del siglo XVIII, nos lo describe así: “Y antes el famoso puente sobre el Tormes, que es una de las antigüedades de mayor importancia que hay en Salamanca y en España. Consta de 27 arcos y se extiende 500 pasos por lo largo y 12 por lo ancho. Su construcción es romana al modo de los del puente de Segovia, Mérida, Alcántara...”. De sus veintiséis ojos, quince son propiamente de fábrica romana, siendo construido en época de Trajano, a finales del siglo I o principios del II, y habiendo sido restaurado en época de Antonino Pío. Las fábricas romanas de sillería almohadillada conservan las señales de las holivelas y garras que permitieron su puesta en obra, empleando unas basas de las pilas con forma de tajamar, contando con contrafuertes paralepipédicos en su correspondencia reforzando el arranque de las bóvedas de los ojos. El resto de su fábrica en sillería y tajamares son de época de Felipe IV, al ser afectado por una importante riada el 214

día de San Policarpo en 1626. Se terminará su reconstrucción en 1687, finalizando el pabellón y torre central en 1687. Dicha torre será eliminada con su antiguo pretil en el siglo XIX, dotándole del pretil actual de fábrica de mampostería con unas simples gárgolas en piezas pétreas. Conocemos a través de los dibujos de Wyngaerden, pintor flamenco que acompañó a Carlos V en su venida a España y que realizó magníficos dibujos de las ciudades más importantes del reino, como el puente tenía pretiles en forma de almenado y una torre en su centro, construida como control en el siglo XVI. A semejanza de otros puentes importantes que la poseían como defensa y control del pago del pontazgo, como los romanos de Alcántara y del Diablo en Martorell, los medievales de Tudela y Logroño, o el de San Fernando de Henares del siglo XVI, torre que podemos ver todavía en el puente medieval de Frías sobre el Ebro. Desde luego la importante reconstrucción que hoy se reconoce no es la única conocida, pues ya en 1498 una avenida el río el día de Santa Bárbara, obligará a rehacer dos arcos destruidos. Este puente formaba parte de la calzada romana Imr ab Emerita Asturicam, que comunicaba Mérida con Astorga, siendo Salmantice una de las mansiones documentadas de dicha vía, y muy posiblemente como otras vías romanas reutilizando caminos antiguos como el que utiliza Aníbal en el año 220 A.C. para atacar a la población vetona de Salmantice. Representativo de esta presencia antigua es el berraco prerromano colocado sobre él, citado en el fuero medieval de la ciudad. Conocida la calzada modernamente como Ruta de la Plata, como derivación de la denominación árabe Al balat aplicada a los caminos antiguos empedrados, aunque en buena parte de los recorridos medievales y modernos de lo que hoy conocemos son caminos medievales superpuestos a las cañadas. Otras calzadas conocidas comunicaban Salmantica con Miróbriga Vettonum, la vía conocida como Colimbrina, camino de Portugal, o con Letesma o Blesitama siguiendo el valle del Tormes. Apoyados en estos itinerarios romanos y otros caminos antiguos se puede reseñar un número significativo de puentes que se califican tradicionalmente como romanos, al emplear técnicas constructivas similares que se van a mantener durante siglos, desde estos grandes 215

puentes hasta pequeños puentes de un solo ojo, siempre concebidos para el tráfico carretal. Calificado popularmente como romano el puente de Jarandilla de la Vera sobre la Garganta de Jaranda, se organiza en un solo ojo de medio punto empleando como cimentación las rocas del propio cauce. Nos muestra los mechinales para apoyo de la cimbra, dotándose del característico perfil alomado de muchos puentes medievales, con relleno de sillarejo irregular y pretil de sillería, que claramente detona una fábrica de épocas bajo medieval y moderna, teniendo un pavimento de grandes cantos rodados. Este ejemplo nos sirve como muestra de los puentes que habitualmente se califican equivocadamente como romanos, y que aunque puedan tener emplazamientos sobre caminos antiguos o incluso arranques de dicha época no se corresponden sus fábricas con dicha antigüedad. Como contrapunto se puede reseñar como indudablemente romanas las alcantarillas conservadas anejas al puente de Tordómar sobre el río Arlanza, en un puente completamente reformado a finales del siglo XVI por Ortuño de Aguirre, del que restaban once arcos antiguos de los veintitrés que tenía el puente. La fábrica romana se compone de una calzada sobreelevada con dos caras exteriores de

Puente, Jarandilla de la Vera, Cáceres

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sillería, coronada con guardacantones, y tres alcantarillas de medio punto, que se enlazaba con la actual fábrica del puente. Se conservan junto a ella dos miliaros reutilizados como guardacantón del pretil del puente y crucero, indicándonos una reparación realizada en época de Trajano en esta vía de Clunia a Cantabria. Puentes como el de Hontoria del Pinar, sobre el río Lobos, se emplaza en los trazados de una calzada romana, y cuya factura tradicional, en fábrica de mampostería, reutiliza como pila central para apoyo de sus desiguales arcos ligeramente apuntados una gran roca natural, que hace a la vez de tajamar. Sus arcos se realizan también en mampostería utilizando lajas irregulares pétreas. Su factura tradicional y su superposición con una vía histórica de la antigüedad, nos da buena muestra precisamente de la constante renovación de los puentes. La potenciación de determinados caminos históricos en época medieval, como el llamado Ramal Francés del Camino de Santiago, obligará a reconstruir o incluso a construir nuevos puentes en su itinerario, incluso se eximirá el pago del pontazgo a los peregrinos, impuesto que permitía la financiación de dichas obras. En este itinerario histórico medieval que se conforma plenamente en el siglo XII, personajes como Santo Domingo

Puente, Hontoria del Pinar, Burgos

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de Guzmán o San Juan de Ortega se convertirán en constructores de puentes en los nuevos tramos camineros. El esfuerzo constructor y rehabilitador medieval estará vinculado a la obligación de mantener caminos y puentes, recogida ya en las Siete Partidas de Alfonso X, en la tercera: “los caminos son comunes a todos los omnes ansi naturales del Reyno como extraños...Apostura e noblesa es mantener los Castillos e los muros de las Villas e las otras Fortalezas e las çalzadas e los puentes e los caños de las Villas de manera que non se derriben nin se desfagan”. O la orden dada en 1500 por los Reyes Católicos a los concejos, en concreto a sus regidores y gobernantes para el cuidado de puentes y calzadas sitos en su término: “dando en caso necesario orden de repararlas con toda diligencia”. Las fábricas de los puentes de un solo ojo pueden alcanzar ciertas características constructivas singulares, como el espectacular puente en el Cañón de Añisclo, apoyado en los cortados pétreos del mismo, en un ejemplo donde se suma la belleza natural del paisaje pirenaico a la propia obra. Su gran luz en arco de medio punto se resuelve con una doble bóveda marcada en sus frentes, para posibilitar una mayor resistencia por su doble capa, realizado con unas piezas de sillares de limitado tamaño, facilitando su ejecución en este lugar dificultoso.

Puente, Cañón de Añisclo

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Los ejemplos de los puentes de Torrelaguna, fechados en los siglos XII al XIII, nos sirven para ejemplificar su papel como elementos urbanos, al conectar el caso amurallado de la villa con el arrabal, al otro lado de una pequeña vaguada natural que sirve de foso. Sus sencillas fábricas de un ojo de medio punto, realizadas sus bóvedas en piezas de sillería, con rellenos y pretiles de mampostería, son paradigma de las facturas pétreas tradicionales que encontramos en buena parte del territorio, sin que la misma permita en sí permitir su datación. Podemos encontrar pequeños puentes, establecidos en cauces menores, realizado su único ojo en fábricas encofrada empleando para ello fábricas de mampostería menuda tomada con yeso, en soluciones que hallamos en áreas donde este material es abundante y donde las cuantías limitadas de los cauces evitan el problema de la erosión de sus fábricas, que hallamos en el arco mediterráneo. Otros ejemplos de factura tradicional combinan en su ojo la bóveda de ladrillo con una fábrica pétrea en sus arranques, para permitir una mejor resistencia. Desde luego en todos estos sencillos puentes de un solo ojo, no se emplean tajamares ni pilas reforzadas, como en los ejemplos más complejos medievales y modernos donde sus tratamientos concretos nos sitúan en cada

Puente, Torrelaguna, Madrid

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momento histórico, y sus estribos no ofrecen especiales complejidades, como no sean adaptarse con algún giro al lugar y forma del camino al que sirven.

PUERTOS, MUELLES, ATRACADEROS, PESQUERAS, CETÁREAS... Las aguas continentales y marinas han sido empleadas desde la antigüedad como medio de transporte, generando toda una actividad marinera que ha necesitado lugares para su desembarco y atraque, combinándose con la actividad marinera vinculada a la extracción de productos de sus aguas, como la pesquera y marisquera fundamentalmente. Sin lugar a dudas las diferentes condiciones geomorfológicas del territorio de costas y riberas y las características de movimiento de sus aguas, corrientes y mareas, han determinado a lo largo de la evolución histórica la creación de organizaciones específicas que pueden calificarse como tradicionales. Conocidos son los asentamientos elegidos por los pueblos colonizadores mediterráneos, fenicios y griegos, de tradición marinera buscando fondeaderos naturales protegidos en ensenadas y golfos y asentando sus poblaciones en islas y penínsulas protegidas. Ejemplos de ello son los primitivos asentamientos de Emporion, Sexi o Qart Hadashat, recordando este último la sofisticación cartaginesa de su capital Cartago, donde se diferenciaba el puerto comercial del militar, estableciendo en el centro de su forma circular la isla del Almirantazgo donde se emplazaba un singular astillero cubierto, donde se disponían en batería las rampas del mismo que permitían construir y reparar los barcos de su armada. Estos puertos artificiales púnicos realizados en excavación en la costa, son conocidos solamente en ejemplos occidentales, como los de Madhia y Mozia, sistema que se repetirá en la reforma del puerto romano de Ostia, dotándolo de planta en forma hexagonal realizado por Trajano en el año 112 AC. Sin embargo también se pueden reseñar anteriores asentamientos indígenas peninsulares de la cultura del Argar en similares emplazamientos que los anteriores, como el excavado en 220

una de isletas de la playa de Mazarrón, hacia 1.700 A C, conocido como Cabezo del Gavilán, en cuyo lugar está sumergido uno de los pecios marinos fenicios más antiguos y mejor conservados del Mediterráneo, fechado en el siglo VII AC. Otros elementos singulares construidos en la antigüedad para la protección y atraque de embarcaciones se conservan en nuestro territorio. Ejemplo de muelle de época republicana lo hallamos junto a la Neápolis griega de Ampurias convertida después en asentamiento romano. Está constituido por un espigón de opus cimenticium forrado de grandes bloques de sillería, de cinco metros de ancho, que protegía el borde exterior del puerto, hoy parcialmente cegado y convertido en una zona de la playa, para facilitar el atraque de los barcos, conservado en tramo recto de ochenta y dos metros que se asienta en unas rocas. Otro ejemplo singular es el puerto prerromano de Vares en boca de la Ría del Barquero. Se organiza en forma de una ensenada de arena natural orientada al sureste que se protege por un espigón de la fuerza del mar abierto. Este espigón está constituido por enormes cantos rodados de granito simplemente apilados unos sobre otros en una longitud de un centenar de metros, estando hoy complementado por un muelle moderno en fábrica de

Puerto, Vares, A Coruña

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hormigón establecido en la cara de la ensenada, constituyendo un lugar de atraque de las pequeñas embarcaciones marineras del actual pueblo de Bares, implantado junto al puerto. Complementando a algunos importantes de la antigüedad existieron faros o linternas, como el famoso Coloso de Rodas instalado en la entrada del puerto, levantado en conmemoración de la derrota del rey de Macedonia Demetrios en su asedio a la ciudad, en el año 305 AC. Representando al dios Helios se conoce a su escultor, Lindos Chares, habiendo siendo destruido por un terremoto, en el año 227 AC, que asoló la ciudad. En España se conserva el faro más íntegro de la antigüedad, la romana Torre de Hércules, denominado como Farum Bricantia, en la entrada de la ría de La Coruña, objeto de una reconstrucción exterior a finales del siglo XVIII, realizada en concreto el año de 1791, siendo dirigida por el teniente de navío Eustaquio Giannini. En ella se dotó de remate octogonal para albergar la luz del faro, se instaló una escalera interior pétrea y se recubrió de piedra su exterior, dejando señalada la rampa exterior que permitía el acceso hasta el fuego. La torre del fanal del puerto viejo de Marsella nos da indicaciones de cómo se puede convertir a la vez el sistema de señalización en parte de la estructura defensiva del cierre del puerto, reforzado con torres medievales, convertidas después en castillos y bastiones, cerrándose la bocana del puerto con una cadena. Este espacio portuario tiene su origen en la creación del primer muelle por los focenses al fundar la ciudad griega. La linterna de Cartagena es un claro ejemplo de las soluciones más sencillas de fanales que existieron como señales marítimas para facilitar la navegación. Emplazada en el alto del cerro junto al castillo árabe de la Concepción, junto a las ruinas del anfiteatro romano, está constituida como una delgada torre de fábrica pétrea, que se acerca a las formas de las chimeneas ligeramente troncocónicas. En los muelles de fábrica de nuestros puertos se emplean los nerois para atraque de las embarcaciones, reutilizando, a partir del último tercio del siglo XIX y comienzos del XX, los antiguos cañones de fundición que formaban parte de las baterías y fuertes costeros, una vez que perdieron su eficacia. También se localizan antiguas argollas embutidas en las fábricas pétreas de los muelles, destacan222

do la creación de nerois pétreos conservados en algunos puertos antiguos, como el de L´Escala, vinculado a la producción de conservas en salmuera. Se organizan los nerois en forma de monolitos cilíndricos de piedra donde se deja voladas algunas piezas de su fábrica para servir de agarre a las maromas o cabos de atraque de las embarcaciones.

Puerto L´Escala, Gerona

Las ensenadas mediterráneas, del mismo modo que las rías cantábricas y atlánticas, sirven de modo natural para el fondeado de los barcos. Especialmente en las playas mediterráneas se han utilizando tornos de madera fijados en sus orillas que permiten sacar las embarcaciones menores de sus aguas y depositarlas en las orillas, como podemos ver en distintos ejemplos conservados en el levante y sureste español. Excepcionalmente hallamos soluciones de embarcaderos con rampas talladas en el roquedo marítimo, que permiten sacar las barcas y protegerlas en cobertizos, para su mantenimiento y reparación, en lugares tanto peninsulares como de las islas Baleares. Los ejemplos de Rodalquilar o de Cabo Cope, curiosamente aparecen establecidos en puntos protegidos por torres y fortines costeros de distinta época, fundamentalmente generados frente a los ataques piráticos que fueron frecuentes hasta finales del siglo XVIII. 223

Puerto Rodalquilar, Almería

Otras organizaciones tradicionales de atraque conservadas están construidas en madera en forma de pontones y pasarelas de embarque, como los de la de la ría de San Esteban de Pravia, establecidos en su interior protegido de los embates de las olas y tempestades marítimas, pero condicionadas a las potentes mareas del Cantábrico. Se generan como una estructura de pilotes de madera de notable altura, adaptadas a los niveles más altos de las mareas y conectadas a la orilla, que sirven de apoyo a un entramado horizontal de madera con solado de tablones. Para su acceso a las embarcaciones disponen de escaleras de madera sujetas a dichas estructuras que posibilitan el descenso a las embarcaciones. Vinculadas a las aguas marítimas se emplazan empleando accidentes naturales las llamadas cetáreas, en el ámbito de la costa cantábrica y atlántica, donde las mareas tienen una notable intensidad. Se constituyen como espacios que se cierran con muros de fábrica, donde se permite entrar y salir el agua del mar controlado por compuertas, albergando ejemplares vivos de distintos crustáceos que han sido capturados previamente, como centollos, nécoras, langostas, bogavantes, convirtiéndose en un vivero natural, acompañándose de alguna edificación auxiliar dedicada al control y almacén de útiles. Se conocen especialmente asentadas en las costas gallega y 224

Atracaderos, San Esteban de Pravia, Asturias

asturiana a partir de finales del siglo XIX, cuando el consumo de marisco empieza a tener cierta demanda, como podemos ver en el ejemplo lucense de Rinlo. Otros elementos de interés establecidos en las orillas marítimas se vinculan a la pesca, tanto la realizada con redes como con cañas, como las pesqueras establecidas tradicional-

Cetárea, Rinlo, Lugo

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mente en los brazos de estuarios y lagunas marítimas en su conexión con el mar, para lo que se establecían estructuras de apoyo de madera para facilitar la instalación de redes y engaños situados en los punto de paso. También en la costa se han venido creando con su uso inmemorial los caminos y puestos de pesca, incluso se documentan elementos construidos en pequeñas plataformas de madera en perfiles de cantiles para pescar a caña desde ellas, o incluso pequeñas plataformas talladas en la roca, como vemos en ejemplos mediterráneos donde su roca es relativamente blanda y fácil de trabajar. O los sistemas de almadrabas establecidas de modo fijo, en puntos de la costa meridional española, donde se producía el paso estacional de los atunes, apoyado en embarcaciones y redes. Los sistemas tradicionales de atraque y embarcadero de embarcaciones de nuestros ríos han desaparecido prácticamente, aunque se conservan algunos pequeños ejemplos en los mayores ríos, constituidos con ayuda de estructuras de madera a manera de limitados muelles dotados de barandillas del mismo material. Desde luego podemos referenciar los escasos canales de navegación construidos en España, impulsados desde la dinastía de los Austrias, en el siglo XVI, con realizaciones como el Canal Imperial de Aragón, y el posterior impulso por los monarcas ilustrados del siglo XVIII, con el Canal de Castilla, no pudiéndose hablar en ellos de organizaciones tradicionales. Otras organizaciones arquitectónicas de carácter po-pular establecidas en los principales ríos son las pesqueras, también llamadas cañales, denominación que remite a una disposición en muros casi paralelos, aunque no siempre ofrecen esta organización al servirse de otros elementos naturales, como las islas, o artificiales, como los azudes, para establecer un muro en el río, desde donde se permite emplear distintos artes de pesca a fin atrapar la fauna de sus aguas. Se documentan y reseñan en época medieval en muchos lugares, vinculándose a otras instalaciones hidráulicas como molinos y aceñas, como en la ciudad de Salamanca desde 1102, establecidas en el río y creadas con muros de piedra en el propio cauce. Un recorrido actual por las riberas del Tormes en el entorno de la dicha capital nos permite contemplar, además de una aceña, los restos de algu226

nas pesqueras en sus proximidades, aguas arriba de la ciudad, una a la altura de Santa Marta de Tormes, ya citada en el año 1298, y otra en Cabrerizos.

MOLINOS, ACEÑAS, BATANES, FÁBRICAS DE PAPEL... El protagonismo del agua en la elaboración de distintos productos lo realiza fundamentalmente a través de su empleo como fuerza energética, creando para ello distintos artefactos hidráulicos, cuyo paradigma son los molinos hidráulicos. Conocidos desde la antigüedad, serán los romanos quienes los impulsen en todo su territorio imperial como recurso puntual alternativo a los molinos manuales movidos a sangre, que debido a la abundante mano esclava y servil eran dominantes. El tipo de molino manual romano de mayor producción estaba constituido por una pieza inferior fija en forma de cono, llamada meta por el parecido con la meta del circo, sobre la que se hace girar una pieza ahuecada en forma de uso troncocónico, llamada catillus, de tal manera que la parte inferior se ajusta a la piedra fija y zona superior sirve para acumular el grano a ser molido. Esta pieza superior presenta unos salientes laterales donde se sujeta los brazos de madera a ser movidos por un animal o dos personas. Estas piezas se realizaban en piezas monolíticas de piedra, pudiendo encontrarse en muchos yacimientos de época romana tanto en villas como núcleos urbanos. Junto a ellos se pueden encontrar los molinos también realizados en piedra de tipo giratorio, de menor tamaño, que permite utilizarlo a una persona moviendo la piedra superior con la ayuda de un palo introducido en un agujero, de tal modo que la piedra inferior no móvil se dispone de forma cóncava para posibilitar dicho trabajo. Este tipo de molino se encuentra en asentamientos prerromanos, manteniéndose en muchos lugares como el equipamiento básico para la molienda de la casa en época medieval, que hoy todavía encontramos en uso en poblaciones actuales del Magreb, y junto a ellos los molinos manuales más primitivos de machaqueo o vaivén compuestos por piezas pétreas preparadas ex profeso. 227

Los molinos hidráulicos conocidos por los romanos recorren todos los distintos tipos tecnológicos básicos tradicionales, de los que nos da cuenta en expresivos dibujos el famoso manuscrito del siglo XVI, conservado en la Biblioteca Nacional y conocido como Los Veintiún Libros de los Ingenios y de las Máquinas, desde los molinos más sencillos de rodezno y eje vertical, de los que la arqueología ha dado cuenta en lugares de la Europa nórdica, a los de rueda vertical movida por la corriente de las aguas, llamados aceñas denominación derivada del término árabe as-saniya, con eje horizontal y transmisión a otra corona que mueve la piedra, que conocemos por la descripción que realiza Vitrubio, y de los cuales conocemos un ejemplo en las termas de Caracalla. O el espectacular conjunto de Barbegal, compuesto por dos hileras escalonadas en paralelo de ocho molinos cada una, que se abastecía con el agua del acueducto de Arlés, siendo sus molinos de rueda vertical movidas por un pequeño canal elevado. De similar tipo es el molino romano excavado en Conímbriga, hasta ahora el único molino hidráulico romano conocido en la Península, tipo que responde a los primeros molinos que aparecen citados en documentos alto medievales españoles, como los de Taranco de Mena junto a los primeros hórreos en el año 800. O los molinos llamados de cubo, donde se dispone para aumentar el impulso del rodezno una fábrica en forma de cilindro o prisma, que frecuentemente va disminuyendo su sección en forma troncocónica o troncopiramidal para lograr una mayor presión sobre el rodezno, de ahí el nombre de cubo, mejorando la potencia de la instalación hidráulica. O los que conocemos con la denominación de molinos de regolfo, incluyendo al propio rodezno dentro de un cubo, normalmente de fábrica aunque tampoco faltan ejemplos realizados en madera, que incorpora la fuerza cinética como antecedente de la turbina moderna, que en contra de lo que afirman algunos especialitas, atribuyendo su invención a especialistas renacentistas españoles, encontramos ejemplos romanos en distintos lugares del área mediterránea. El ejemplar de molino tardo romano, fechado en el siglo IV AC, de cuatro ruedas de Chemtou, asentamiento romano conocido por las famosas canteras de mármol amarillo, tan apreciado en la Roma antigua, incorpora la forma 228

de regolfo en el basamento de sillería de su propia fábrica, con una conducción que se va estrechando en su sección hasta situar su boca en el lado izquierdo de la rueda.

Molino de regolfo Chemtou, Tunéz

Las aceñas se documentan en nuestro territorio habitualmente en distintos documentos medievales, establecidas en los principales ríos, estando vinculadas históricamente a los poderes señoriales. Así algunas de las principales aceñas asentadas en el río Duero, se documentan ya en el siglo X, como las de Olivares en Zamora, que

Aceñas de Olivares, Zamora

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serán donadas por Ramiro II, en el año 945, al monasterio de San Fagún de Sahgún, señalándolo de este modo: “tres acenias in Zamora ad Olivares iuxptapalatium nostrum”. Otras donaciones en este mismo lugar serán realizadas años más tarde, como la que realiza Ordoño III, en el año 951, al monasterio de Celanova: “azenia nostra propia qui est sita sub blaneos nostros in flumine Durio in Zamora”. Años más tarde Alfonso VI donará también su parte de las aceñas de Zamora, a la catedral de Zamora. Y curiosamente en el concejil de 1273 de dicha ciudad parece representado una gran rueda en el medio el puente de la ciudad, representando a las aceñas zamoranas. También aparecen en otros ríos importantes, como el Tormes, afluente de aquél. Así en el fuero de Ledesma de 1161, se reseñan las aceñas vinculadas también al riego, situadas en el vado del río: “azeniis de Ledesma quomodo terminatur per illum vado”. En el año 1102 en la propia restauración de la diócesis salmantina por el conde Raimundo de Borgoña, este dona la mitad de las aceñas y las pesqueras de Salamanca. Esta primera donación se completará con otras como la heredad de aceñas que dona, en 1161, Bernardo Sánchez. O en 1175 aparecen las aceñas de Alba de Tormes, vinculadas al palacio real del lugar, donadas a la catedral salmantina por Fernando II. O en el mismo lugar se donan las aceñas del Alcázar, en 1202, por el arcediano Lombardo. Así vamos conociendo cómo se van incorporando otras aceñas al patrimonio catedralicio a lo largo del siglo XIII, como la aceña del Prado, en Tejares, donada en 1215 por Domingo Peláis y las del Muradal, de Telladas, de Arnal, del Vado de Santervás, del Vado, de Pedrosilla, las Nuevas de Santa Marta y la del Canto en Villamayor, reseñadas en distintos documentos del siglo XIII sobre repartos y pleitos con otros propietarios como la Orden del Hospital y el propio concejo salmantino. Las aceñas de la ciudad de Salamanca se situaban desde la Serna hasta Villamayor, teniendo una notable producción. Según el censo del año 1502 las rentas anuales de las aceñas del Muradal y del Arrabal eran similares a los censos de trigo de las parroquias de San Marcos y la Magdalena. Y las aceñas del Vado en aquel momento rentaban anualmente 250 fanegas, mientras todos los habitantes de Santiago y Santa Cruz disponían de 218 fanegas 230

como contraste. En el Catastro del Marqués de la Ensenada, realizado en el siglo XVIII, se registran tres aceñas vinculadas a la ciudad, continuando la propiedad eclesiástica sobre ellas. También cabe reseñar la presencia de aceñas en el río Águeda en la villa de Ciudad Rodrigo. Las aceñas del Tormes serán los lugares donde la mayoría del campesinado de La Armuña y las Tierras de Alba llevarán a moler sus granos, a falta de otros cauces importantes donde pudieran instalarse otros molinos. Curiosamente además las normativas medievales salmantinas conocidas fomentarán el establecimiento de molinos y aceñas en los ríos que mantengan caudal suficiente a lo largo de todo el año. Así el fuero de Alba de Tormes indica la imposición sobre aquellos molinos que no muelan todo el año: “e verano e invierno así muelan. E si así non molieren pechen los herederos”. En la ciudad de Zamora se conocen además de las ya citadas de Olivares, las de Gijón, de Pinilla y de Congosta de las cuales existe una abundante documentación, dando cuenta de las casi constantes obras de mantenimiento y reparaciones que requerían estos molinos, al ser habitualmente dañados en las crecidas, e incluso se conservan planos donde se reflejan las mismas. Las de Olivares son las que hoy ofrecen sus fábricas más enteras objeto de una reciente restauración, compuestas por tres edificios de aceñas, con planta en forma de barco, llamadas Primera, Manca y Rubisca, entre las que se sitúan unos tajamares de fábrica que permiten el apoyo de las ruedas así como el del puente de arcos que las une. Las acompaña otra aceña de planta rectangular deformada, que parece corresponder a la primitiva casa del molinero y dependencias anejas, como una pieza más integrada en su conjunto. Los edificios cuentan con dos plantas, con un nivel inferior donde se alberga la maquinaria y uno superior de almacén y habitación, rematándose los tajamares con una cubierta de piedra a dos aguas, al no llegar a alcanzar la totalidad de la altura del edificio. Se conservan además un sillar fechado en 1743-1747, en la aceña Rubisca, que corresponde a las obras realizadas en ella por los canteros que trabajan en la catedral, rematándose la esquina de sus cubiertas con una cruz pétrea, vinculada a la protección y la propiedad religiosa de las mismas. 231

Las aceñas al vincularse directamente a los cauces naturales requieren unas fábricas exteriores que resistan las frecuentes crecidas de nuestros ríos, adaptándose al carácter irregular de sus caudales. Así frecuentemente adoptan en su planta un perfil en pico en forma de tajamar, adquiriendo casi un símil de embarcación, constituyéndose en fábricas de sillería que a menudo pueden asemejarse a edificaciones defensivas. Las Aceñas del Puente en Tordesillas establecidas en un lado de la ribera del Duero, conectadas a un azud, conservan su imponente fábrica de sillería en forma de tajamar, aunque hay perdido parte de los muros de su fábrica y toda su cubierta y maquinaría. Sus abandonadas ruinas dan testigo de ejemplos bajo medievales o de comienzos de la edad moderna, donde se busca una potente fábrica que aguante la potencia de las embestidas y crecidas de estos ríos. El ejemplo situado entre Saldeana y Bermellar, en el río Huebra, nos muestra un ejemplo precisamente asentado en una ribera rocosa cuya potente fábrica ciega juega con el paisaje agreste del lugar, piedra frente a piedra, forma regular de lo edificado frente a la irregular de los roquedos, donde su abandono se refleja en su cubierta caída, su punto débil. El edificio se relaciona con los antiguos asentamientos cercanos, al apro-

Aceña, Portomarín, Lugo

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vechar parte de su sillería donde se puede encontrar una inscripción alto medieval dotada de una cruz. En contraste se pueden reseñar las Aceñas del Vado asentadas en el río Duero en Toro, de época medieval, aunque reformadas posteriormente, en un número de siete unidades unidas por puentes crean su basamento en sillería con la característica forma en tajamar, mientras que los cuerpos superiores de edificación se disponían en forma de entramado de madera y relleno de adobes, situación que se refleja hoy en la fábrica de ladrillo de una de ellas. Los ejemplos gallegos de Portomarín, sólo visibles en época de sequía bajo el pantano del mismo nombre, son un buen ejemplo de organizaciones en forma de barco, estableciéndose incluso en medio de la corriente del río Sil, dotándose incluso de azudes con forma convergente a su fábrica, sobre las que se superponían en algunos casos construcciones de madera hoy desaparecidas. Hay que indicar que las aceñas se establecen en la propia corriente de los ríos, aprovechando directamente la fuerza de su corriente, conduciéndola con una represa hacia la rueda a mover, que puede complementarse con muros y azudes que canalizan parcialmente sus aguas, permitiendo pescar con distintas artes desde ellos. Pueden utilizar y apoyarse en pequeñas islas naturales que se han creado en el propio cauce, como ocurre en el asentamiento salmantino de las Nuevas de Santa Marta, así como la propia pesquera. Desde luego esta disposición expuesta en las riberas hace que en algunos lugares, el propio Madoz en su conocido Diccionario nos señala que se encuentran en no muy buen estado, como en Cespedosa, donde hay “dos aceñas en regular estado”, hoy bajo las aguas del pantano de Santa Teresa. Espectacular es un edificio de aceñas en Ledesma, en un ejemplo que se conforma directamente sobre las rocas a un lado de sus orillas, apoyado en una presa o azud. Se dota de cinco grandes cárcavos de medio punto, en forma de bóveda de cañón, acompañados de tajamares, en un basamento completo de sillería, a modo de puente. Sobre él se superpone una serie de cinco arcos apuntados góticos a modo de arcada, interrumpidos por un cuerpo vertical ligeramente redondeado, realizados en sillería y con el resto de su 233

fachada en mampostería, en correspondencia con el espacio donde se disponía la maquinaria hoy desaparecida, con un nivel superior sobre él, dotados de unos huecos menores de época más reciente. Se puede calificar auténticamente de una solución de puente-aceña de origen medieval, que también tuvo uso de tenería, en una tipología realmente singular, que puede relacionarse con las citadas en los documentos medievales del lugar. Aceñas de carácter industrial, se pueden ejemplificar en la Aceña de la Purísima Concepción en El Pino de Tormes, como continuidad de estos ingenios hidráulicos de origen medieval donde se ha convertido la rueda y corona de transmisión tradicionales de madera en piezas industriales metálicas realizadas, según la placa que se conserva en el edificio, por la Metalurgia del Tormes empresa salmantina. Normalmente sus ruedas estaban constituidas por dos piezas paralelas redondas de madera atadas con nervios radiales, unidas al eje horizontal, que sirven de apoyo a las palas formadas con tablas transversalmente unidas a ellas, reforzadas con travesaños escuadrados. Las metálicas sustituyen estas piezas de madera por pletinas recortadas, perfiles trabajados y roblonados y palas de chapa. En ocasiones el nombre o denominación de los actuales molinos nos indica que pudieron ser antiguamente aceñas, incluso localizados junto a cauces de menor entidad, pues no podemos olvidar la variedad, reseñada en los ejemplos romanos, de molinos de rueda vertical cuyo movimiento se realiza con el impulso superior del agua, que cae desde una canalización elevada, aunque este elemento por su mayor fragilidad ha podido desaparecer. Ejemplos como el orensano de San Esteban de Ribas de Sil o el asturiano reconstruido de Mazo Novo en Taramundi son buena muestra de ello. Esta variedad permite emplear este tipo de molino de transmisión con un menor caudal, a diferencia de la aceña propiamente dicha instalada directamente en los propios cauces. Estos segundos requieren usar la potencia del salto de agua y, por tanto, el establecimiento de una presa o azud en el cauce natural, del que arranca el caz que transporta el agua con menor pendiente que la corriente natural, creando el salto de agua. El tipo básico de molino más frecuente es el de rueda horizontal o rodezno, de menor potencia que la aceña, que mueve directamen234

te con su eje vertical la piedra. Este tipo de molino se establece vinculado al sistema de extracción anterior del agua de las corrientes naturales, a través de azud y caz, no siendo infrecuente que una serie de molinos aprovechen, si existe caudal y suficiente salto de agua, un mismo caz y azud o derivación. En nuestro territorio existe un buen número de molinos de rodezno establecidos aprovechando tanto los demás ríos importantes, como pequeños cauces de riveras y arroyos. Y desde luego el caudal y régimen irregular de los mismos hace que, en su organización, se empleen sistemas especializados posibilitando y mejorando su posible utilización. Así podemos localizar molinos cuyo caz acomete directamente a sus rodeznos, bien por existir un salto significativo de agua, obligando a ejecutar en ocasiones una fábrica de canalización resaltada y elevada del propio terreno, o tallada en él aprovechando su naturaleza rocosa, pudiendo crear un estrechamiento embocando el agua para mover el rodezno. O bien creando un depósito o balsa que amplia en ancho al propio caz, a fin de acumular agua que es regulada en su uso a través de pequeñas compuertas, que se canaliza hacia el rodezno. Muy frecuentemente estos molinos tenían dificultades para su funcionamiento dada la limitación de los pequeños cauces y su régimen irregular, así no es raro que en el siglo XIX a través del Diccionario de Madoz, tengamos referencias expresas a este problema en distintos lugares, como en el ejemplo salmantino del río Borjondo, que más adelante se convierte en el río Francia, donde se reseñan: “5 molinos h. de una piedra que sólo muelen en las temporadas abundantes de agua”. El caz elevado puede complementarse con una embocadura controlada sobre el rodezno, bien realizado un pequeño canal de fábrica, bien ejecutado en madera o chapa que emboca al rodezno, enfocando dicho canal a las paletas del mismo que habitualmente se dota de un sistema para poder elevarlo o bajarlo al apoyarse en una viga, que es levantada con un tirante metálico, regulando la incidencia del agua sobre el rodezno. El caz como hemos indicado puede muy habitualmente rematarse en una balsa de acumulación de agua que lo amplia en anchura y profundidad, normalmente cerrada por la propia fábrica del molino. No es raro encontrar solu235

ciones que redondeen su contacto con aquella para concentrar una mayor presión sobre la salida del agua, e incluso que se remate con un cilindro abierto a la balsa, a modo de transición hacia los molinos de cubo como podemos reseñar en ejemplos de la Alcarria Conquense en Valdecolmenas de Abajo y Villar del Horno. En ellos a la balsa se la dota de forma en ángulo, cuyo vértice emboca al cilindro, todo ello realizado en fábrica de sillería, en una clara transición hacia el molino de cubo. Puede además incorporarse sistemas de control para la entrada de las aguas en el molino, con utilización de compuertas móviles reguladas incluso desde el propio molino. Los ejemplos más sencillos emplean compuertas de madera, como la del ejemplo burgalés de San Medel, donde se mueve con un palo unida a ella desde el interior, siendo relativamente frecuente que se constituyan en trampillas metálicas movidas por mecanismos de cremallera, usando mecanismos industriales.

Molino comunal San Medel, Burgos

Los molinos de cubo están presentes en la mayor parte de nuestro territorio, siendo sobre todo frecuentes en el ámbito mediterráneo, así como en lugares de montaña y penillanura, donde es posible crear el correspondiente salto del cubo. Este alcanza normalmente una altura de unos cuatro metros en soluciones que por su 236

espectacularidad caracterizan a menudo su imagen. El molino de Huebro de origen árabe abastece desde un estrecho caz establecido en un alto acueducto al cubo de fábrica, que resalta su volumen de la edificación, utilizando al máximo la limitada presencia hídrica

Molino de cubo, Huebro, Almería

del lugar. En otros casos se concatenan entre sí los molinos aprovechando el fuerte desnivel del terreno en un alarde que pretende emplear al máximo la energía así generada por el agua, como en la población tinerfeña de La Orotava, donde los molinos de cubo y de moler gofio se emplazan mezclándose con edificaciones de su propio casco. Este conjunto comprende diez unidades, estando fechado en el siglo XVI, destacando el volumen construido de las fábricas de los cubos, con secciones circulares interiores que adoptan organizaciones diferenciales externas de volumen prismático, a veces escalonadas, a veces troncopiramidales dotadas de contrafuertes. No es raro encontrar soluciones de cubo con forma interior troncónica, en distintos ejemplos desde la Sierra de Francia a la Penillanura Salmantina, como en Cerralbo, o de la Sierra Madrileña, como los molinos del tramo alto del Manzanares o el molino de Falcó en Valdemorillo, realizados en piezas de sillería, aumentando con dicho estrechamiento la presión del agua y su potencia. Otra 237

Molino de cubo, la Orotava, Tenerife

solución que podemos reseñar, también recogida como las anteriores en los dibujos de Los Veintiún Libros de los Ingenios y de las Máquinas, es el empleo de cubos de forma tronco piramidal realizados en sillería, que pueden disponerse al final del caz enfocando al lateral del rodezno donde se conforman las aspas, como podemos ver en ejemplos salmantinos de Vilvestre y El Payo. Los llamados molinos de regolfo, así reflejados en el manuscrito renacentista y presentes en ejemplos de época romana, los hallamos también representados en ejemplos salmantinos, construidos con el mismo tipo de fábrica de sillería empleada en los más frecuentes molinos de cubo cilíndrico, como en un ejemplo de Brincones. En otros ejemplares podemos comprobar como han sido incorporados, fruto de reformas sobre edificios de molinería de mayor antigüedad, como el molino de Yecla de Yeltes, donde el volumen del cubo se realiza en una fábrica de mampuesto y sillarejo de perfil cuadrado al exterior y circular al interior, contrastando con la fábrica del cárcavo realizado en arco apuntado de sillería, con toda seguridad de origen medieval, que se sirve de la roca natural como parte de su asiento. Menos frecuente es hallar ejemplares que conformen su cubo en madera, como nos enseña en ejemplos dibujados de Los Veintiún Libros de los Ingenios y de las Máquinas. Su construcción en 238

este material los hace vulnerables ante la acción del agua, por lo que es singular hallarlos hoy, aunque en algunos ejemplos su sistema no se halle en buenas condiciones como el molino de Pozos en La Cabrera leonesa. En él la caja se realiza con tablas dispuestas verticalmente sujetas a dos anillos inferior y superior, formados por vigas de madera unidas en sus esquinas a las que se ha trabajado para que formen la planta circular, sustentándose el superior sobre postes apoyados en el inferior, mientras el anillo inferior se apoya en piezas pétreas de gran tamaño además de en los muros laterales donde se alberga el regolfo. Para ajustar la forma circular se disponen otras piezas menores de madera sujetas a dichos anillos que permiten el ajuste perfecto de la caja al rodezno en forma y dimensión. En funcionamiento hasta hace pocos años este molino comunal ha perdido parte de las tablas verticales del regolfo. Desde luego un detalle significativo exterior de los molinos es la disposición constructiva de los ojos de salidas de sus rodeznos o cárcavos, señalándonos al exterior su presencia, integrados en el basamento de su fábrica que, a menudo, nos puede indicar si aquél ha sido reformado o ampliado, al formar parte de las zonas más antiguas de su edificación. Se pueden disponer, tanto en forma más o menos perfecta de arcos de sillería de medio punto, o en arco apuntado como en ejemplos salmantinos de Siegaverde o Yecla de Yeltes, empleando piezas de sillarejo o casi de lajas, o de sillería como un ejemplo medieval burgalés de San Medel, o en ejemplos de arco rebajado de Retortillo o en el falso arco apuntado compuesto por lajas sucesivamente voladas en un ejemplo de Sotillo de Cabrera. Las soluciones de cárcavo en arco de medio punto puede corresponder con una bóveda de medio cañón que define el ámbito de alojamiento de la rueda, como podemos ver en el ejemplo madrileño de Grajal. Aunque es muy frecuente el uso de soluciones adinteladas, empleando piezas más o menos toscas de piedra, en modo parecido a su utilización en pasos y pontonas. Lo podemos ver en ejemplo de dos piedras, como en Brincones, o de una sola, en ejemplos realizados en losas de granito casi extendidos por todo el territorio salmantino: Fuenteguinaldo, Carrasco, Saldeana, Villavieja de Yeltes, Villarino, etc... Así como en soluciones realizadas con vigas de made239

Molino de Grajal, Colmenar Viejo, Madrid

ra en numerosos lugares peninsulares. El cárcavo se puede acompañar de la salida del aliviadero o desagüe del agua del caz cuando no se emplea, incorporado a la propia fábrica, como en un ejemplar salmantino de Vilvestre, donde una tapia redondeada se adosa a su edificio recordándonos la obligación que se imponía en los fueros medievales salmantinos de proteger este tipo de edificios con una tapia. Se pueden reseñar ejemplos de molinos que todavía disponen cubiertas vegetales de paja de centeno, situados en el noroeste español, en ejemplos gallegos, zamoranos y leoneses, que los equiparan a las casas y edificios tradicionales de las zonas de montaña de estos territorios, como el cepedano de San Feliz de las Lavanderas, pudiendo encontrar otras soluciones de cubiertas específicas parejas a aquellas, como el empleo de piñones resaltados de la cubierta en algunos ejemplos leoneses de Laciana, Babia y Omaña. Como hemos podido ver en los anteriores ejemplos una parte significativa de los molinos tiene una sola piedra, aunque tampoco faltan otros que dispongan más de una, pudiendo reseñar que algunos de los que poseen esta condición se les conoce públicamente con esta denominación, como uno situado en el río Huebra en Cerralbo con el nombre de molino de Cinco Piedras, significativa denominación que singulariza tal condición. La existencia de más de 240

una piedra no sólo busca una mayor capacidad de productiva sino atender a la molienda de diferentes tipos de granos, siendo la de trabajo más tosco la destinada a moler la harina de cebo destinado a la alimentación del ganado. El tallado de las piedras puede incorporar el rallado con dibujos de bandas dispuestas radialmente, dotadas a veces de una ligera curvatura para facilitar la molienda. No es extraño que puedan reforzarse con aros de hierro forjado en sus bordes, solución que curiosamente imponen los fueros medievales de Ledesma y Salamanca: “aro arrededor de las molas”. Cabe señalar que no es raro encontrar piedras con señales de sus artífices, llegando a localizar piedras de origen francés que han sido instaladas incluso en pequeños molinos de aldeas perdidas de montaña, como en La Cabrera leonesa, aunque habitualmente los propios molineros disponían de utillaje para preparar y sustituir las piedras, una vez que alcanzaban su vida útil, que se calculaba según la calidad de las piedras en torno a 400 fanegas molidas. La maquinaria de los molinos de rodezno presenta modalidades distintas, desde las soluciones enteramente realizadas en madera, a aquellas que sustituyen las piezas más sensibles a ser afectadas por la acción del agua. Así las soluciones más tradicionales emplean la madera como material básico para su construcción, tanto de la rueda del rodezno, palas y estructura, su eje unido a la piedra volandera, con algún refuerzo metálico, la viga móvil que le sirve de apoyo, continuando por la caja protectora de las piedras o guardapolvo, la tolva que abastece a las piedras del grano, el sistema de caída del grano, llamado trique traque o taravilla, colocado en la salida de la tolva y unido al eje de la piedra que va vibrando aquella para producir su caída a través del agujero central de la piedra volandera, y el cajón donde se recoge la harina normalmente, como piezas básicas. Los rodeznos son elementos que normalmente se sustituyen en sus soluciones de madera, que pueden presentar distintas soluciones tanto en forma de piezas rectas, de cuchara o de alas curvadas, por disposiciones enteramente metálicas, tanto de la propia rueda como también del eje, aunque puede hallarse ejemplos en los que se mantiene el eje de madera, empleando las palas aquellas formas, siendo frecuen241

te que los que todavía permanecen en funcionamiento tengan ya esta organización moderna. También se pueden reseñar rodeznos antiguos ejemplos realizados en piezas monolíticas de piedra conocidos en el País Vasco y Cantabria, aunque desmontados y sustituidos por las anteriores soluciones. El asiento de las piedras se realiza sobre el propio piso del molino, aunque no es raro que se dispongan en un forjado o bancada levantada del piso, tanto realizados en fábrica como en una estructura independiente de madera, para facilitar su mejor asiento y funcionamiento e incluso crear un espacio inferior para permitir la revisión de sus mecanismos desde el interior. Es muy frecuente que buena parte de los edificios que todavía están en pie, en nuestro territorio, nos enseñen sus interiores y maquinarias desmanteladas o en claro estado de abandono, de las que a menudo solamente quedan las piedras, incluso aparecen desmontadas las piedras fijas fuera de su asiento. El abandono de los molinos es precisamente más frecuente en las zonas del territorio donde los cauces presentan más altibajos y mermas en sus caudales. Situación paradójica de pérdida de un importante patrimonio cultural tradicional que ha sabido aprovechar la energía del agua, contrastando con las grandes presas hidráulicas y sus equipos hidroeléctricos. El interior del molino completa su equipamiento básico molinar, con las piedras protegidas por la carcasa de madera o guardapolvos, el cajón de la harina, la tolva superior y la cabria con su brazo sujeto en un poste giratorio apoyado en tornapunta, con su arco con pinzas de hierro forjado, que normalmente ha sustituido a la de madera, permitiendo levantar las piedras y repararlas o sustituirlas en su caso, sujeta en el suelo y las vigas de madera de su techo. Ocasionalmente se puede añadir cernedores manuales o tornos, incluso móviles unidos con poleas de cuero o tela al propio giro de sus piedras. Su organización arquitectónica da cuenta de su sistema de producción y gestión, pudiendo distinguir los llamados molinos maquileros, aquellos que muelen a cambio de la maquila o porcentaje de harina que se recibe a cambio de moler. Normalmente estos molinos, como ocurre con las aceñas, han surgido ligados a 242

los propietarios históricos de los territorios, civiles y eclesiásticos, pasando después a distintos particulares. Su sistema de producción implica la existencia del molinero para atender a la molienda y a la propia conservación del molino, siendo habitual que este viva en el edificio, apareciendo su vivienda bien en una planta superior, bien en un cuerpo anejo o incluso separado de aquel, pudiendo contar con alguna edificación auxiliar para cuadras y almacenes, completando el programa de la vivienda y molino. Podemos encontrar soluciones de cierta complejidad en los molinos maquileros, desde aquellos donde se distingue con claridad al exterior la zona de vivienda respecto al propio molino, como el ejemplo berciano de Cacabelos, a aquellos que organizan a aquella como parte del propio edificio, tanto emplazándolo en una planta superior, elevando en altura su edificación, como disponiéndolo en continuidad. No es raro que dichas plantas superiores se edifiquen con materiales constructivos distintos a su basamento, adecuados a las posibilidades del territorio, desde entramados de madera con rellenos diversos, así como fábricas de tapial, adobe o ladrillo. Con sus construcciones auxiliares pueden conformar auténticos conjuntos, que pueden articularse para crear espacios libres, corrales y patios. Por otro lado están los molinos comunales o vecinales, propiedad de una comunidad rural o de un grupo de vecinos, a los que se pueden añadir excepcionalmente algunos que se disponen para dar servicio exclusivo a una casa o propiedad por presentar morfologías arquitectónicas similares a los primeros. La principal distinción con los primeros es que no existe propiamente el molinero, sino cada vecino o propietario lo utiliza por turnos o veces, siendo normalmente molinos de una sola piedra. Por ello se disponen habitualmente en un solo nivel con un volumen adecuado a lo limitado de su función y maquinaria, frecuentemente organizados en un espacio único, sin que exista la vivienda del molinero. Sus volúmenes son por ello realmente simples con planta rectangular y cubierta a una, dos o cuatro aguas, dotándose de un hueco de acceso y alguna ventana que ventila y ilumina su interior, estando caracterizado externamente por los reseñados cárcavos. 243

Es de destacar la gran concentración de molinos en algunos tramos de nuestros ríos aprovechando su pronunciado perfil y la potencia consiguiente de sus aguas, creando auténticos conjuntos, como los salmantinos que se encuentran anejos al río Yeltes en las proximidades de los Baños de Retortillo. El conjunto en el río Águeda en el límite entre Fuenteguinaldo y Robleda, con un conjunto de seis molinos, aunque la mayoría en ruinas, en un recorrido de unos cuatro kilómetros, que estará pronto bajo las aguas de un pantano. Entre ellos encontramos molinos como el del Sobrado que ha empleado la piedra de la cercana ciudad prerromana y romana llamada Yrueña o Urueña, en una actividad habitual en la arquitectura tradicional en la que todo elemento constructivo de una anterior construcción no se convierte en escombro sino que se reutiliza, para la nueva construcción. El río Francia entre Miranda del Castañar y San Martín del Castañar permite situar otro conjunto molinar menor en el que se incluye uno convertido en fábrica eléctrica. O el conjunto de Cerralbo en el río Huebra, con similares características de concentración que los anteriores, en un total de nueve molinos con nombres como: molino de la Tomasa, molino de Joseillo, molino de Picones, molino de la Rebofa, molino del Salto, molino de las Cinco Piedras. O en el tramo del río Yeltes, junto a Villares de Yelte y Villavieja de Yeltes, y el paralelo tramo del río Huebra, entre Yecla de Yeltes y Pozos de Hinojo, en un conjunto de alta concentración donde apenas se distancian los molinos varios centenares de metros, en un número de veinticinco unidades, adquiriendo los nombres de molino del Tío Rafael, molino de Cagancha, molino de la Aceña, molino de la Risa, molino de las Correderas, molino de Valdegallego, molino de Berrueca, molino de Sayago, molino de las Correderas. Aquí podemos destacar un especial grupo de molinos, como los de Villavieja de Yeltes, que presentan una singular característica constructiva, al estar cubiertos con bóvedas de piedra. Se conforman con losas o lanchas de piedra, adquiriendo forma aquillada adaptada a las plantas cuadrada o rectangular, sirviéndose de un arco de sillería como refuerzo o apoyo intermedio, además de resolver las esquinas con piezas transversales a modo de toscas pechinas. Al exterior se revisten con mortero, rellenando los huecos 244

entre las losas con otras piedras menores, creando una cubierta con limatesas redondeadas. De clara tradición medieval reciben el característico nombre de molino de chozo por su semejanza con algunos tipos de chozos pétreos pastoriles, pudiendo reseñar su presencia en otros lugares salmantinos como Sobradillo. Se pueden reseñar también algún ejemplar dotado de techo y solera construidos con bóveda, como el pequeño molino del conjunto de Molinos de Grajal en Colmenar Viejo que acompaña a un batán y a otro molino de mayor tamaño, dotado de cubo, abastecidos por el mismo caz. En él se emplean bóvedas de sillería de granito para crear dichos elementos, conservándose íntegra la superior, que posiblemente se ocultaba y protegía bajo una cubierta de teja. Estos molinos de origen medieval, se documentan ya en las llamadas Relaciones de Felipe II, realizadas en el siglo XVI, sufriendo distintas reformas en los siglos siguientes hasta su abandono a comienzos del siglo XX, al construir el pantano de Santillana que afectará al cauce del río Manzanares donde se emplazan. No solamente los molinos hidráulicos emplean la fuerza de las corrientes continentales, sino también la del mar. Los llamados molinos de marea aprovechan la gran diferencia de la cota de pleamar y bajamar en las costas cantábricas y atlánticas españolas, siendo conocidos desde época medieval. Se establecen habitualmente en estuarios y rías, para lo que emplean un sistema de contención y almacenamiento de las aguas en sus cotas de pleamar, para usar el salto natural creado con el descenso de la marea, moliendo al dejar pasar el agua retenida. Emplean para ello muros de contención dotados de aperturas o compuertas, permitiendo el paso del agua, que luego es almacenada al cerrar las compuertas, y permitir la molienda al descender las aguas, emplazándose el molino cerrando dichos almacenamientos. Las dimensiones de dichos almacenamientos varían con el emplazamiento concreto, estando presente en todas las rías gallegas, asturianas, cántabras o vascas, ejemplificado en el ejemplo de la ría de Ortigueira, así como en tramos de ríos influidos por las mareas, no faltando en el territorio meridional atlántico como el gaditano, empleando en estos últimos tanto la fuerza de la marea como la propia corriente del río en la marea 245

baja. Los ejemplos pueden ser relativamente modestos, como el anterior de Ortigueira o el molino asturiano de As Aceas en Figueras, hallando otros de notable dimensión, como el de Cachón de Muros o el de Puente la Venera en Bareyo. Este último ejemplo cántabro, fechado en el siglo XVIII, el molino cierra en su notable dimensión casi la totalidad del ancho del cauce natural. En ellos se emplean similares mecanismos a los descritos en los molinos hidráulicos de rodezno.

Molino Acéas de mar de As, Figueras, Asturias

Junto a los molinos harineros cabe reseñar la presencia en el territorio de la mitad norte peninsular, especialmente concentrada en algunos ríos y comarcas de la Meseta Norte, de molinos de aceite, que también emplearon la fuerza de las aguas para moler, incluso algunos de los molinos hidráulicos reseñados han podido tener esta utilización. El aceite producido era el de linaza, empleado tanto para la cocina como para otros fines como la protección de las carpinterías de madera, estando vinculado la presencia de estos molinos al cultivo del lino del cual tenemos noticias en distintos lugares salmantinos, destacando en el área serrana, especialmente en las Sierras de Francia y Béjar. Conocemos como en el siglo XVIII en Miranda del Castañar había cuatro molinos harineros 246

y dos de aceite, o se citan su presencia en este momento en los lugares de mayor cultivo linero como Herguijuela de la Sierra. También en ese momento histórico se reseña su presencia en el territorio del Corregimiento de Ciudad Rodrigo. En el siglo XIX Madoz nos da cuenta de su existencia en distintos lugares, como en Casas del Conde donde localiza uno en el río Francia y otros dos en un arroyo afluente de este, incluso nos indica como el convento de las Batuecas tenía un molino hidráulico de aceite en el río Batuecas, pudiendo hoy localizar uno reconstruido en San Felices de los Gallegos. Especial concentración de molinos hidráulicos de aceite de linaza se producía en este mismo momento histórico en algunos ríos leoneses como Órbigo y Jamuz. Mientras en lugares meridionales se utilizaba en ocasiones la fuerza hidráulica para mover los molones o rulas de las almazaras o molinos de aceite de oliva, desde ejemplos de la Vera, como la almazara de Villanueva de la Vera, hasta distintos lugares andaluces, empleando tanto el sistema de transmisión con la rueda vertical o la rueda horizontal, recogidos en Los Veintiún Libros de los Ingenios y de las Máquinas, aunque más habitualmente se empleaban prensas de viga o eran movidos por sangre, señalándonos Madoz que lugares como Ubeda o Martos “ en su recinto contienen cerca de 100 molinos aceiteros de 2 y más vigas”. Los molinos de azúcar, ingenios o trapiches, se documentan ya en el siglo XIV en tierras de Valencia. Estos ingenios hidráulicos molían la caña de azúcar, cultivo extendido por los árabes en las huertas de estos territorios. Así el sevillano Yahyá ibn al Awwan en su Libro de Agricultura, ya en el siglo XII, nos da cuenta de la elaboración del azúcar: “...las cañas...se cortan en pequeños trozos, y que estos, bien pisados en lagares o semejantes sitios, se estrujan en el ingenio”. Las instalaciones empleadas eran parecidas a las de los molinos de aceite, empleando piedras de piedra para su trabajo movidas por ruedas verticales. Los Veintiún Libros de los Ingenios y de las Máquinas nos muestran en un dibujo algunos sistemas empleados como el golpeo con mazos de madera y las piedras de molienda movidas por el agua. La muela de tipo corredera es movida a través de engranaje de madera tipo linterna para controlar y facili247

tar la fuerza transmisora del rodezno. En el núcleo malagueño de Frigiliana todavía podemos encontrar en pie uno de sus molinos de azúcar, que aunque sin uso conserva su maquinaria de tipo industrial. Se abastece por un acueducto escalonado de origen árabe que movía su maquinaria, compuesta en origen por una rueda vertical. Este acueducto adaptado a la fuerte ladera abastece a otro molino de azúcar emplazado en posición superior, siendo conocido en el siglo XIX como el Ingenio de Fernán Núñez perteneciente al marqués de Montellano.

Molino de azúcar Frigiliana, Málaga

Otras instalaciones hidráulicas tradicionales que frecuentemente se alternan con el uso molinar, empleando sus propios edificios e infraestructura hidráulica, son los batanes o pisones, empleados para el abatanamiento o golpeo de tejidos, a fin lograr el tupido y una mayor densidad y grosor de los mismos así como su lavado y desengrasado, particularmente los de lana. La maquinaria de los batanes o pisones tradicionales se conforma con unos mazos de madera articulados, colocados de modo gemelo, movidos por un eje de madera dotado de unos resortes o pivotes de madera que los mueve, estando unido a una rueda vertical movida por el agua. Los mazos golpean los tejidos introducidos en una pila o cajón, emple248

ando agua con greda o jabón para facilitar el apelmazamiento, el lavado y desengrasado del tejido. El equipamiento del mismo se completa con una zona para tender y secar los tejidos y poder cardarlos, para lo cual se pueden encontrar en los modelos industrializados máquinas cardadoras que emplean en sus rodillos cabezas cortadas de cardo, tratamiento básico el cardado para que adquieran los tejidos las texturas adecuadas a su uso, como podemos ver en uno de los últimos batanes en funcionamiento en España, en Val de San Lorenzo, vinculado a la producción de lanas y mantas maragatas. Este tipo de batanes evolucionados se documenta ya a mediados del siglo XII en Cataluña, aunque debemos indicar que ya en el siglo XI se conocen batanes hidráulicos más elementales compuestos por una rueda que incorpora los propios pisones, sin el sistema de transmisión de los modelos medievales evolucionados, que requerían una menor fuerza hidráulica. Conocidos son los batanes de Béjar, ciudad famosa por su fabricación medieval de tejidos producidos artesanalmente hasta finales del año 1691, momento de llegada de especialistas flamencos que van a introducir significativas transformaciones de cara a crear su industria moderna. Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico, Histórico-Estadístico de España y sus posesiones en Ultramar, en la segunda mitad del siglo XIX, nos señala como los batanes de Béjar estaban tan bien montados como los mejores del extranjero, junto con sus fábricas de bayetas y paños finos. Él nos dice que el río Cuerpo de Hombre da servicio a: “2 molinos harineros, a un batán con gran surtido de máquinas a lo moderno y a las de papel continuo del señor Peña, quien en las inmediaciones ha construido un magnífico de piedra y sillería de un solo arco” continuando con una descripción que nos remarca la importancia de las instalaciones hidráulicas de este lugar con destacando “un puente acueducto de madera y hierro, por el cual pasa un gran caudal de agua que toma al terminar la acequia del molino inmediato”, indicándonos después que su industria de tejidos de bayetas y paños son tan buenos como los catalanes, recibiendo un notable incremento “después de 1824, en que se trajeron de Bélgica y Sajonia perchas, cepillas y lustres, aparatos para cardar e hilar, escardar, y la primera máquina con que 249

se elaboraron bayetas de todas clases y colores”. Además nos reseña la existencia de otros batanes en lugares cercanos salmantinos como Bermellar, con dos ejemplares en el río Cameces, así como en Puente de Congosto en el río Tormes o en el arroyo Riofrío en la Sierra de Béjar, marcándonos su existencia ajustada a diferentes condiciones hídricas, aunque no se han conservado estas maquinarias. Sin embargo podemos localizar las fábricas de algunos edificios especializados en esta función, como las ruinas del batán de Lumbrales. Estas ruinas se vinculan con la referencia de la fábrica de sayales o paños pardos, mantas y gergas de lana reseñada en un informe del Corregimiento de Ciudad Rodrigo, realizado en 1770. En él además se señalan otras fábricas de tejidos de lana en Fuente de San Esteban, Serradillo del Arroyo y Serradillo del Llano, con un total de 324 personas trabajando en dichos establecimientos. Otros batanes se disponen como instalaciones dispuestas al aire libre sin protección, como se localizan en algunos ejemplos concretos norteños, como el batán cántabro de Ledantes cerca de Potes o el de asturiano de Teixois en el concejo de Taramundi. Este último ejemplo, reconstruido recientemente, forma parte de un espectacu-

Batán, Teixois, Asturias

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lar conjunto hidráulico, donde en una sola corriente de agua de un arroyo se agrupan un molino hidráulico comunal, una ferrería, una piedra de afilar hidráulica y una minicentral eléctrica, además del batán. El agua desviada por una presa llega en forma de caz al molino, cuyas aguas después de ser empleadas se albergan en un depósito elevado o banzao, a donde llega una desviación del anterior caz. A este depósito se adosa en su extremo la ferrería y en un lateral la piedra hidráulica de afilar albergada en una construcción abierta adosada al mismo y la minicentral, dotada de una turbina cobijada dentro de una pequeña edificación, también pegada al depósito. Junto a ella se emplaza el batán constituido por una estructura de madera donde se apoya tanto la rueda vertical y su brazo de levas, dando movimiento a los dos mazos, como el tronco vaciado de castaño donde se colocan los tejidos a ser trabajados. En la parte superior de este recipiente o imina discurren unos pequeños canales de agua que permiten mojar las telas y evitar que se deterioren por el calentamiento del golpeo. Su movimiento se genera por el agua que sale del depósito por una canalización realizada en un tronco vaciado. Podemos también localizar toponimias que nos indican que existieron estas instalaciones en distintos lugares, como El Pisón, lugar junto a la Rivera de Dos Casas en Villar de Ciervo. Hay que señalar además que muy habitualmente las instalaciones hidráulicas cambiaban de uso y de maquinarias siendo normal que molinos hidráulicos se conviertan en batanes y a la inversa, pues el sistema básico de propulsión de los batanes es similar al descrito para las aceñas. Así en Las Partidas de Alfonso X al regular la construcción de ingenios hidráulicos ligan las aceñas a los pisones, como podemos ver en la ley XVIII, en la partida III: “Molino habiendo algunt home en que se ficiese harina, ó aceña para pisar paños, si alguno quisiese facer otro molino o aceña en aquella mesma agua o cerca de aquél, puédelo facer en su heredat o en el suelo que sea de río del rey con otorgamiento dél o de común del concejo cuyo es el logar do lo quiera facer; pero esto debe ser fecho de manera que el corrimiento del agua no se embargue al otro más que la haya libremente según que era ante costumbrada á correr”. 251

Los molinos hidráulicos de papel emplean un sistema técnico parecido a los batanes, con la única diferencia que normalmente el golpeo de los mazos se realiza sobre pilas o tinas de piedra, donde se golpea las masas informes de trapos de algodón, que previamente habían sido dejados en pilas con agua o pudrideros, a fin de se fueran degradando y deshaciendo, al objeto de elaborar la pasta de papel a base de dicho golpeo. El duro trabajo de degradación de los tejidos obliga a que los recipientes sean más resistentes que en los batanes. Posteriormente se disponía esta pasta en moldes con rejillas, permitiendo la salida del agua, que se prensaban para obtener las resmas de papel de algodón, colgándose después en el secadero una vez marcadas y tratadas. No hay que olvidar el papel de España en la fabricación del papel introducido por los árabes, como primer territorio europeo donde se produjo, documentado desde el siglo VIII, siendo los primeros molinos de papel reseñados por Al Idrisi, a mediados del siglo XII, los sitos en Xátiva: “Se fabrica papel como no se conoce otro en el mundo. Se expide a Oriente y Occidente”. Lugares como Córdoba, Granada, Toledo y Sevilla eran conocidos centros de fabricación de papel en época árabe, aunque no dispongamos de referencias exactas del origen de sus molinos papeleros. Destacan sin duda los molinos de Córdoba recogidos en distintos grabados románticos del siglo XIX, situados en el propio cauce del río junto al puente de La Calahorra, vinculados a azudes que derivan las aguas hacia sus instalaciones, conservándose algunos ejemplares parcialmente reconstruidos. El molino de la villa de Capellades, edificado en el siglo XVIII y convertido hoy en museo del papel, nos muestra una organización casi completa de un molino de papel. Conserva las pilas o tinas de piedra, donde se han restaurado los mazos y árbol que eran movidos por ruedas de agua. Junto a ellos y en funcionamiento encontramos una prensa de satinar el papel, movida por una rueda de agua de menor dimensión. Acompañan a estos elementos las pilas de pudridero y una pila holandesa donde se continúa fabricando papel artesanalmente. El edificio ofrece en su fachada dos plantas superiores abiertas que corresponden a los secaderos de papel, donde se cuelgan las resmas de papel húmedas después de ser elaboradas. En Capellades 252

se conoce la presencia de molinos de papel desde el siglo XIII, abastecidos por las aguas del río Anoia, en un número de dieciséis en el conjunto de su municipio, indicándonos su especialidad productiva hasta el siglo XIX.

Molino de papel, Capellades, Barcelona

Desde luego algunos de los edificios conservados de molinos de papel corresponden a importantes instalaciones que incluso fueron fomentadas por la corona española, como el molino de papel emplazado en la hoz del Huécar cerca de Cuenca, dando el nombre al núcleo de población de Molinos de Papel. Se documenta su existencia desde comienzos del siglo XVI, destinando en ese momento una de sus ruedas a la fabricación de papel blanco y otra a papel de peor calidad como la estraza. Decaída su producción a mediados del siglo XVI, será restaurado por el genovés Juan Otonel en 1613, recibiendo distintas cédulas reales para su protección, contando ya con seis ruedas con treinta pilas. Se conserva hoy además del edificio principal organizado con un patio, capilla y otras dependencias convertidas en vivienda, un significativo acueducto de dos niveles, al cual hemos anteriormente hecho referencia. Edificios del mismo tipo funcional, pero de carácter industrial, podemos señalar su presencia en el núcleo salmantino de Béjar, en concreto dos fábri253

cas de papel movidas por el río Cuerpo de Hombre. Madoz en su Diccionario, en la segunda mitad del XIX, nos da referencia de la fábrica de papel continuo de Candelario, recién instalada en dicho momento, que daba empleo a 200 operarios, con cuatro cilindros que muelen el trapo para ello. Confirmando el papel de Béjar vinculado a las producciones textiles, con sus fábricas hidráulicas industriales, que junto al núcleo de Candelario asentado en el Río Chico, constituyen hoy todavía un núcleo de interés significativo a visitar, donde se alternan los molinos tradicionales con las fábricas, en una concentración que nos puede sorprender por su densidad. Otras instalaciones hidráulicas de tipo tradicional que no son infrecuentes en nuestro territorio son las ferrerías o mazos. Constituidas por un mazo o viga dotada de una cabeza de hierro para poder trabajar el metal. El árbol del mazo se articula en una rótula formada por piezas de madera que hacen de gatos posibilitando el giro del mismo para producir el golpe. El movimiento se genera con otro árbol transversal, dotado de resaltos de madera que actúan en el extremo del primero, en cuyo extremo se dispone una rueda vertical movida por la caída de las aguas de un depósito superior. Toda la maquinaria se realiza en piezas de madera de generosa dimensión, reforzando normalmente el árbol de la rueda con cinchos de hierro forjado. La ferrería peninsular más conocida es la leonesa de Compludo, primer edificio de arquitectura popular declarado Monumento Nacional, al datarlo erróneamente como un ejemplar del siglo X. La ferrería sin embargo se edifica en el primer tercio del siglo XIX, siguiendo las pautas de otras ferrerías españolas medievales. Curiosamente disponemos de referencias documentales precisas de su existencia en lugares cercanos bercianos en época medieval, como en Chana de Borrenes, donde en una venta en 1245 al monasterio de Carracedo se habla de una mina de hierro donde existía un aparato de molinos en el río Ysorga para la extracción del mineral: “... preter terminum in quo vercitur vena ad faciendum ferrum... et omnia necesaria ad faciendum ferrum, videlicet ligan et carbonem, et molineras possimus facere in rivo Yssorga...” Igualmente la ferrería cántabra de Yseca está fechada en el siglo XIII, o la vizcaína de San Miguel de Muzquiz conserva en su interior un arco apuntado gótico. 254

Mazo de Compludo, detalles de la maquinaria, León

Conocemos la importancia y la protección real de algunas ferrerías vascas, como se refleja distintos fueros dados por Alfonso XI en el siglo XIV, como el Fuero de las Ferrerías dado en 1335 a la villa de Segura. Ferrerías como las de Legazpi alcanzarán su desarrollo en su construcción en este siglo y el siguiente cambiando incluso la denominación del río, para llamarse Urola, que en vasco es Agua de Ferrerías, en reconocimiento a la veintena de ellas que eran movidas por sus aguas. La ferrería reconstruida de Mirandaola da buena cuenta de la incorporación y utilización en buena parte de las ferrerías vascas y cántabras de los barquines, grandes fuelles que son movidos por un árbol horizontal conectado a una rueda de agua vertical. Estos grandes fuelles hidráulicos van a sustituir a los fuelles manuales, conjuntamente con las trompas de agua. Estas últimas basados en el tubo de Venturi permite emplear el aire impulsado al hacer penetrar el agua por una conducción que se estrecha y se mezcla con el aire. El aire impulsado se utiliza en la fragua contigua al mazo que permite poner al rojo las piezas a ser forjadas. Conocemos que en el siglo XVII aparece este sistema en algunas ferrerías vascas, pero su presencia es más habitual en el noroeste español, así como en Cataluña y la zona centro, adaptándose mejor a terrenos accidentados al tener que disponer de una cierta altura 255

Ferrería de Teixois, sección por el depósito y molino, Taramundi, Asturias

para ser creado. Estas ferrerías tradicionales solían producir piezas metálicas de cierto tamaño, como arados, pero incluso llegaban a fabricar piezas de menaje como calderos o cazos, producciones habituales de ferrerías rurales como la de Aguillón en el concejo asturiano de Taramundi, en funcionamiento todavía en los años sesenta del siglo XX, ferrería que por tradición oral se le atribuía haber fabricado herrajes para la Armada Invencible en el siglo XVI. También se documentan ya otros seis mazos en el siglo XVIII, en dicho concejo asturiano, entre ellos la ferrería citada de Teixois, a través del Catastro del Marqués de la Ensenada. La presencia de ferreros en este extremo occidental asturiano parece corresponder a inmigrantes vascos, pues se conservan apellidos de este origen en el concejo, como Legazpi o Azcárate, donde la cuchillería artesanal completaba la producción férrica de aquellas. Otras ferrerías disponen de hornos de fundición que permitían fundir el mineral de hierro en sus instalaciones para luego ser empleado en el trabajo del mazo, como ocurre en la ferrería vizcaína de San Miguel de Muzquiz, en la cántabra de la Yseca, o en la burgalesa de Barbadillo de Herreros, donde se conservan hornos o restos de ellos. La última ferrería que ha funcionado en España es la asturiana conocida como el Machuco en Belmonte de Miranda, de la que nos da cuenta el ilustrado asturiano Jovellanos en el siglo XVIII. Sus últimas producciones han sido distintos cacharros y especialmente puntas de barrenos. Su mazo es de menores dimensiones que las ferrerías reseñadas permitiendo trabajos de menor entidad. Esta instalación puede contrastarse con la espectacularidad de la ferrería vasca de Agorregui, destacando en su fábrica del siglo XVIII un notable 256

Mazo de Navafría, perspectiva seccionada, Segovia

acueducto que abastece a una alta torre de agua, moviendo las ruedas del mazo y barquines, que han sido objeto de restauración hace algunos años, emplazada en un paraje natural de gran belleza junto a otras instalaciones de la misma función así como molinos. En un territorio como el salmantino, escaso en estas instalaciones, conocemos su presencia reflejada en las ruinas emplazadas cerca de La Alberca, en el lugar de los Regajos, junto a la confluencia de los ríos Francia y Arrohuevo. Se pueden señalar incluso proyectos de instalaciones de este tipo vinculadas a yacimientos de mineral férrico, como la que a medidos del siglo XIX se quiere instalar en Herguijuela, cerca de los molinos en el arroyo Belén. Se conocen también instalaciones hidráulicas similares que las ferrerías dedicadas al trabajo del cobre conocidas con el nombre genérico de mazos. El más conocido y el último que estuvo en funcionamiento en nuestro territorio fue el segoviano de Navafría, al morir su último artesano Victorio Abán en la década de los noventa del siglo XX, aunque se conocen otras instalaciones en otros lugares como en Ripoll, que se mantuvieron en uso hasta hace pocos años. En este lugar se reseñan otras instalaciones de este tipo vinculadas en este caso al monasterio de este lugar catalán. Y nos es raro que 257

en algunos lugares se alternen instalaciones hidráulicas al mismo tiempo para el trabajo del hierro y del cobre, como en el valle del río Cadagua, donde Valmaseda se convertirá en un centro especializado sustituyendo en importancia a Legazpi, existiendo treinta mazos en el siglo XVII; dándonos Madoz referencias de ellos en el siglo XIX, tanto en el territorio vasco como instalados en el burgalés del valle de Mena, en continuidad con aquel. La maquinaria de los mazos de cobre presenta piezas semejantes a las ferrerías, aunque con tamaño menor adaptándose a la menor potencia que necesita este mineral más blando. En concreto la rueda del mazo de Navafría es de anillos y peltas de madera, diferente a las de paletas voladas de las ferrerías cantábricas, embutidas en la pieza de la rueda, acompañándose del mazo del fuelle hidráulico correspondiente, acumulando el agua en un depósito elevado en el lateral y trasera del edificio. Otros útiles que podemos encontrar vinculados a instalaciones molinares son las serrerías hidráulicas, normalmente ubicadas en áreas de producción maderera. Las serrerías pueden tanto disponerse como sistemas propios movidos por los correspondientes rodeznos o ruedas, a través de la correspondiente transmisión, como

Molino y sierra. Belorado, Burgos

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podemos referenciar en un ejemplo leonés de Las Omañas, mostrando al exterior su rueda. O bien se pueden enlazar mediante poleas con el movimiento de los propios rodeznos molinares, como ocurre en un ejemplo de molino de Las Fuentes de Belorado, donde incluso se sitúa sobre el propio caz un lavadero cubierto. Todas estas instalaciones hidráulicas tradicionales emplearán azudes o pequeñas represas establecidas en las corrientes naturales. Presentan dos disposiciones habituales, en forma de pequeñas presas de gravedad, relacionadas con el tipo del terreno del cauce, estando normalmente realizadas con una base de troncos hincados en su cauce que es rellenada con piedra y tierra y que se puede reforzar en su lado de aguas abajo con una fábrica pétrea de mayor entidad, respondiendo a cauces con un sustrato de tierra, arena o limos. La segunda solución es la realizada en cauces constituidos en terreno rocoso, estando compuesta en fábrica pétrea, que puede tener, para procurar una mayor durabilidad, piezas de mayor entidad en forma de sillarejo, complementadas con piedra menuda y tierra, pudiendo complementarse este relleno con ramas y palos. Podemos reseñar ejemplos de cierta entidad constructiva como el Tranco del Diablo en Béjar o la presa escalonada de Sargadelos. Otros ejemplos emplean piezas pétreas irregulares de gran tamaño tomadas con mortero de cal, como ocurre con los azudes molinares del curso alto del río Manzanares. Los ejemplos salmantinos de Navasfrías o Siegaverde con empleo de piedra más menuda. O los ejemplos de azud en la primera modalidad asentados en el Tormes, en distintos lugares de su recorrido, vinculados a las instalaciones reseñadas. Podemos también reseñar ejemplos de azudes constituidos en tablazón apoyados en postes o pies derechos reforzados con tierra y piedra menuda, empleados en soluciones prácticamente desaparecidas en distintos lugares cantábricos. De menor entidad son las represas realizadas fundamentalmente de elementos vegetales sin trabajar reforzadas con tierra y elementos menudos, creadas fundamentalmente en corrientes menores para facilitar el riego a través de regueras o caceras, pudiendo confundirse y mezclarse con los caces molinares, que por su menor entidad constructiva deben repasarse todos los años después de las avenidas para dar servicio adecuado. 259

Además de los azudes se emplean los caces en todos estos elementos hidráulicos, a excepción de las aceñas que son instaladas en los propios cauces. Los caces o canales de derivación surgen de los primeros extrayendo el agua que mueve los ingenios correspondientes para luego volver a converger en el cauce natural. Ello permite constituir el correspondiente salto a fin de dotar de potencia a las aguas que transporta. Se constituyen en forma de canalizaciones construidas adaptadas al propio perfil del terreno, de tal modo que se dota de una pendiente más o menos constante, bien excavando o tallando dicha canalización en el terreno, bien creándola con muros de contención laterales realizados en fábrica pétrea que pueden resaltarse del terreno natural para lograr dicha pendiente más o menos regular. Podemos ver ejemplos relativamente elaborados y conservados en nuestro territorio, tanto levantados en fábricas revestidas, como en fábricas pétreas vistas empleando el sillarejo y la mampostería. Incorporar además los correspondientes desagües y compuertas, que con frecuencia dejan las marcas correspondientes en las fábricas e incluso en el terreno rocoso, no siendo raro que el desagüe emplee ruedas de molino ya utilizadas voladas para producir el vertido de las aguas, como podemos ver

Caz, Garganta la Olla, Cáceres

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en ejemplos madrileños serranos, como en el molino de Grajal en Colmenar Viejo. El ejemplo extremeño de Garganta la Olla nos ofrece una solución de caz construido en parte y en otra tallado en la roca que también se ayuda de un muro lateral, incluso en ocasiones hallamos pequeños pasos establecidos sobre ellos, como en San Esteban de la Sierra, creados con una lancha de piedra o en troncos de madera. La evolución de la molinería tradicional a finales del siglo XVIII llevará a la creación de las primeras fábricas de harinas, donde se incorporarán sistemas de movimiento con rodeznos con coronas para mover dos piedras y cernedores móviles ligados a aquellos con poleas y correas de transmisión. Con los primeros ejemplos de la meseta superior, ya con tecnología claramente industrial, instalados en Canal de Castilla, en el primer tercio del siglo XIX, aprovechando conocimientos técnicos de origen francés, convirtiendo los molinos en una organización vertical, con el empleo de los tornillos sin fin. Llegando la verdadera revolución industrial con la progresiva extensión del sistema austro-húngaro de molienda y refinado, a partir de 1880, incorporando los molinos de cilindro y los plansichters, sistema de limpia y selección con cedazos horizontales, como podemos ver en un ejemplo de fábrica de harinas madrileña emplazada en Ambite en el río Tajuña, donde las espectaculares instalaciones de sus plansichters destacan por sus carpinterías de madera. En Salamanca podemos reseñar la presencia de fábricas de harinas en instalaciones del siglo XIX, como el singular edificio salmantino instalado en el río Tormes, aprovechando una antigua instalación de aceñas, con el azud en planta en uve que lleva sus aguas a sus respectivos cárcavos. Su edificio de notable tamaño se dispone en tres niveles, el inferior realizado en fábrica pétrea y los dos superiores en fábrica de ladrillo visto. Recientemente rehabilitado como restaurante ha preservado sus piedras, sitas en el nivel inferior, y las máquinas de cernido, así como sus sistemas de transmisión, establecidas en la planta superior. Como en otros ejemplos menores sus aliviaderos y desagües vierten de nuevo al río por un caz diferenciado. Este ejemplo de rehabilitación nos muestra la otra cara de la situación de las edi261

ficaciones molineras, radicada en su reutilización preservando sus sistemas técnicos e imagen arquitectónica. La conversión de los molinos en fábricas de luz en otra de las transformaciones industriales que no es inhabitual, incorporando las conocidas turbinas Francis, Pelton o Kaplan a las propias edificaciones tradicionales, a partir de comienzos del siglo XX, para dar luz a las poblaciones y a la industria naciente. Ello sucedió como en la central eléctrica establecida en el río Francia, cerca de Sequeros, a iniciativa particular compuesta en este caso por un grupo de sequeros constituidos como sociedad limitada y que ha dado luz a los núcleos cercanos de la Sierra. No es raro que muchos antiguos molinos incorporen turbinas para convertirse en fábrica de electricidad, sin perder su primitiva función, incluso sirviéndose de ella para moler, como ocurre en buena parte de los molinos madrileños del Tajuña, dando luz tanto a las poblaciones ribereñas como a las nacientes industrias locales, como la fábrica de luz de Chavarri vinculada a la explotación industrial de las Aguas de Carabaña, o el molino del Fraile ampliado con la fábrica de La Josefilla en 1922, albergando a la primera fábrica de galletas Cuétara suministrándola energía, hasta su desplazamiento posterior a sus actuales instalaciones del núcleo de Villarejo de Salvanés.

BAÑOS, SALINAS, POZOS DE NIEVE, TENERÍAS... El agua ha sido empleada desde la antigüedad como elemento básico para la higiene y salud humanas, empleando las características especiales de sus manantiales, tanto por los productos que contiene como su temperatura. Así además de las utilidades medicinales de sus fuentes que son bebidas como tales, incluso con aplicaciones basadas en el uso tradicional como por ejemplo en La Alberca, donde la fuente del Pilarito se usaba para después del alumbramiento, la de Espeñitas para curar los ojos, la del Indiano para fortalecer los estómagos caídos y la del Repesón se dice que revientan los pulmones en verano, o en la Fuente del Cano de Bavilafuente, donde Madoz nos dice que “se aplica con éxito para las enfermedades de mal de piedra, obs262

trucciones y dolor de estómago” ; cabe señalar en nuestro territorio la presencia de innumerables manantiales de aguas calientes que han sido utilizadas para el baño, desde época antigua. Así junto a los baños romanos o termas, que tenían que calentar el agua y las salas correspondientes, caldarium, con los hipocaustos establecidos en el suelo, podemos destacar el empleo de aguas termales de surgencias naturales que incluso dan lugar a baños de dicha época, como ocurre en Baños de Ledesma, en cuya instalación actual se conserva los restos de un baño romano, conformado por una sala rectangular de planta rectangular de 13,70 por 11,55 metros de dimensión, cubierta con bóveda de ladrillo donde se abren tres claraboyas, acogiendo en el centro una alberca rectangular de 8,50 por 5,30 metros de dimensión por donde aflora el agua caliente de composición sulfurosa. Otras surgencias termales aparecen vinculadas hoy a poblaciones de cierta importancia, como el manantial conocido como Las Burgas en Orense y utilizado en época romana que hoy está incorporado en una conocida fuente barroca de tipo urbano, constituyéndose como equipamiento en el propio casco de la ciudad. Y como contraste podemos reseñar manantiales en el medio rural como el leonés de Caldas de Luna, donde se conoce su uso medieval por los

As Burgas, Orense

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reyes leoneses, pudiendo además de un establecimiento balneario reseñar una organización tradicional compuesta por una pila en fábrica de piedra protegida por una cubierta, a modo de pilón-lavadero abastecido por dicho manantial termal, empleado en todo tiempo para lavar e incluso para el baño de sus lugareños montañeses. Esta presencia como hemos podido ver al hablar de las toponimias de las fuentes, no es raro que den denominación a distintos lugares, tanto con la denominación de Fuente Caliente y sus derivados y de Caldas: Caldas, Las Caldas, Las Caldas de Besaya, Caldas de Luna, Caldas de Reis, Caldes de Boi, Caldes de Malavella, Caldes de Montbui, Caldes d´Estrac, etc... Los baños de tipo romano incorporaban además de la sala caliente, caldarium, otra sala fría, frigidarium, con piscina de inmersión y una sala templada, tepidarium, pasando por el contraste de frío y calor en todo el proceso de baño, además del espacio del vestuario o apodytherium. Los baños árabes o hammans continuarán esta tradición del baño público de la Antigüedad, con los tres espacios básicos, la sala fría o al-bayt al-barid, la sala templada o albayt al-wastani, la sala caliente o al-bayt al-sajun, además del vestuario o al-bayt al-maslaj. También la toponimia del baño árabe ha dado lugar a los nombres de algunos de nuestros lugares derivados de al haman: Alhama de Almería, Alhama de Aragón, Alhama de Granada, Alhama de Murcia,etc..., precisamente en lugares donde se conservan hoy sus baños árabes. Tradición y uso de sus baños públicos que permaneció en funcionamiento en los territorios españoles donde fue significativa la presencia morisca, hasta que en 1567 Felipe II, a través de una cédula real, puso fin a los mismos: “que agora y de aquí en adelante en el dicho Reyno de Granada no aya, ni pueda aver baños artificiales y se quiten, derriben y cesen los que de presente ay, y no pueda persona de ningún estamento o condición que sea usar de los dichos baños, ni bañarse en ellos”. Habrá que esperar a la época ilustrada para que se vuelvan a organizar baños públicos de forma más general en España, empleando de manera informal con anterioridad las distintas aguas de los ríos y manantiales antiguos. Así en Madrid se organizarán en la segunda mitad, las primeras piscinas en el río Manzanares diferenciadas por 264

sexos, construidas como estanques a los cuales llegaba el agua del río drenada previamente por arena, con casetas de madera con esteras y plataformas, que permitían cierta intimidad y seguridad, pagando por su uso pequeñas cantidades de dinero. Antecedente de la expansión que, en la segunda mitad del siglo XIX, tendrán los baños y balnearios modernos basados ya en los nuevos conocimientos higiénicos y científicos, en muchos casos aprovechando anteriores lugares antiguos. Los actuales Baños de Retortillo se establece sobre un manantial de aguas minero-medicinales de tipo sulfuro sódico y sulfhídrico a una temperatura de 46 ºC. En el lugar se han hallado hallazgos arqueológicos de época romana, como monedas y cerámica además de una estela integrada en la actual edificación y otros restos pétreos, lo que confirma su utilización como espacio termal de baño desde época antigua. Otras surgencias de aguas termales las hallamos junto a Béjar, en un manantial sulfuroso que fue empleado en épocas anteriores como baño, relacionado con el asentamiento antiguo, situado en la orilla del río Cuerpo del Hombre, cuyo curioso nombre se relaciona con dicho uso, junto al Puente de San Esteban. También podemos reseñar los restos de los Baños de La Lancha en Puerto Seguro, de aguas termales en una instalación moderna, donde se conserva todavía parte de los muros del edificio y una pila. Ejemplos todos ellos emplazados en el territorio salmantino. Tampoco podemos olvidar la obtención, en el caso de las aguas salitrosas, de la propia sal como producto básico, a partir de la creación de salinas interiores o de pozos de sal que permitían extraer la sal evaporando, en pilas creadas al aire libre, el líquido elemento. Las salinas más importantes españolas y de mayor producción desde época medieval hasta el siglo XIX, en que se ponen en funcionamiento las salinas de Torrevieja y otras en la costa mediterránea, al desaparecer el acoso de los piratas berberiscos, son el conjunto emplazado en torno a Sigüenza apoyado en el río Salado, en lugares como Imón, La Olmeda, Bujalcayado o Ribas de Santiuste. Este conjunto como otros en nuestro territorio estuvieron en manos de los poderes señoriales y eclesiásticos, en este caso al obispado de Atienza por donaciones reales del siglo XII, pasando a depender de 265

Salinas, Imón, Guadalajara

la corona en tiempos modernos, quienes organizaban su distribución y transporte, discutiéndose si tuvieron origen romano. En las salinas de La Olmeda se conservan entre los edificios auxiliares de vivienda y almacenes una pequeña capilla del siglo XII, que nos permite reforzar con la documentación su indudable presencia y organización desde dicho momento histórico, aún cuando los almacenes obedecen a tipologías constructivas del siglo XVIII. Las últimas salinas de este conjunto alcarreño que estuvieron en funcionamiento hasta finales de la década de los ochenta del siglo pasado son las de Imón. Como el resto de ellas emplean norias para extraer del subsuelo las aguas saladas, almacenándolas primero en depósitos o pilas conocidas como calentadores, donde se concentra la sal al producirse la primera evaporación, para luego ser desplazadas a las pilas. Estas disponen de suelos empedrados estando divididas por tablazón de madera, dotándose de canales que las conectan, donde es muy habitual que se emplee la madera en su constitución, conservándose relativamente bien por la presencia de la sal. Entre cada pila se disponen caminos empedrados que permiten el desplazamiento de la sal hasta los grandes almacenes, emplazados en el centro de la gran instalación. Se dispone un rampa que posibilita la entrada de las cargas de la sal dentro del almacén, donde se esta266

Salinas Belinchón, Cuenca

blece una plataforma superior de madera soportada en una estructura de vigas y pies derechos, también de madera, emplazada a lo largo de los lados de su planta, permitiendo un mejor almacenamiento de la sal desde dicha altura. Salinas en funcionamiento son las de Belinchón, que abastecían a Madrid, citándose también desde el siglo XII. En este caso disponen de pilas de tierra, reforzadas con postes y tablas, enlazándose con canalizaciones de madera, establecidas a lo largo de una vaguada. Se conservan dos enormes almacenes dotados de una estructura interna de madera, compuesta de soportes, cerchas y vigas. Y junto a ellos las viviendas de los empleados y encargado de las salinas, junto a las instalaciones de un antiguo balneario, establecido en el siglo XIX para aprovechar las bondades de las aguas saladas. Como las anteriores salinas extraen las aguas del subsuelo, en esta ocasión por una bomba al haber desaparecido las norias. Otras salinas de organización diferente son las de Poza de la Sal, de origen romano, que hoy están sin uso y en un estado de destrucción casi generalizada. Se disponen en forma de pilas elevadas, que crean bajo su estructura de madera espacio para almacenamiento de la sal, llamadas chozas, permitiendo además adaptarse a la notable pendiente del terreno. La extracción de la sal se realizaba a través de un sistema minero de 267

pozos y galerías por donde se hacía pasar agua por el terreno salitroso, de tal modo que iba disolviendo aquella y transportándolas hasta unos depósitos y de ahí se elevaban con cigüeñales o pingostes a las pilas. Ello obligaba a hacer nuevas galerías en el terreno pues normalmente acaba el agua erosionando el terreno produciendo derrumbes. De características parecidas y mejor conservadas son las salinas alavesas de Añana, acompañándose de grandes almacenes distribuidos en su organización. Este producto se almacenaba en las distintas poblaciones en almacenes o depósitos de sal conocidos como alfolís, controlados por el concejo respectivo, llegando a crear arquitecturas de notable entidad y tamaño, como podemos comprobar en el ejemplar del siglo XVIII de L´Escala, población marinera gerundense especialista en la salazón tradicional de pescados. En Salamanca el singular palacio renacentista conocido como Casa de las Salinas, actual sede de la Diputación Provincial, tuvo en sus sótanos dicha función de almacén salinero, de ahí su apelativo. O también en modestos edificios de almacén pertenecientes al común en los menores núcleos rurales. Otro importante comercio organizado desde época medieval fue el de la nieve, empleada en forma compactada de hielo, para conservar distintos productos, aliviar fiebres y preparar refrescos en el verano. Normalmente tanto en monasterios y castillos como en las distintas poblaciones importantes, dependientes del concejo, se crearon almacenamientos para su guarda y depósito, los llamados pozos de nieve o neveras. Su primera denominación explica la morfología que adoptaban, en forma de pozo excavado en el terreno de un cierto diámetro y con un muro circular de contención, normalmente pétreo, cubierto con una bóveda. A ellos se trasladaban normalmente en época invernal, en los serones de caballerías desde las zonas serranas, la nieve donde se depositaba y cubría con paja para preservarla para su posterior empleo. Eran habituales en todas nuestras poblaciones de cierta importancia, extendiéndose el consumo de hielo y nieve a partir del siglos XVI, creando Felipe II un impuesto, conocido como la Renta de la nieve y yelos. Aunque han desaparecido en nuestros principales núcleos, como en la ciudad de 268

Pozo de nieve, Sacedón, Guadalajara

Salamanca, conocemos que el pozo de nieve se situaba en el Arrabal del Puente, señalándose en el Catastro del Marqués de La Ensenada, en el siglo XVIII, la existencia de dos pozos de nieve, eclesiástico y concejil respectivamente. Lugares menores como Albarracín, Molina de Aragón o Sacedón todavía los conservan en bordes de sus cascos antiguos, estando protegidos por bóvedas pétreas. Conocemos algunos pozos de época bajomedieval, como uno de los pozos de Morella, fechado en el siglo XV. Otros pozos de nieve servían para acumular la nieve en lugares altos y fríos, establecidos en los puntos altos de la montaña o sierra para luego bajarlos a las poblaciones. Por ejemplo se conoce como la ciudad de Béjar utilizará, en el siglo XVIII, los tres pozos de nieve serranos, establecidos en el alto del puerto, en la vertiente perteneciente hoy al núcleo cacereño de La Garganta, tal y como reconoce por la hacienda real, en 1736, a su señor el Duque de Béjar, su derecho sobre la nieve de dichas sierras y pozos, cuyas rentas eran anteriormente canalizadas por el poder real. El pozo conservado dispone de planta circular con muros de mampostería, estando excavado en el terreno. O los establecidos en la murciana Sierra de Espuña, pertenecientes a los principales concejos de dicho territorio, Murcia, Cartagena, Lorca, etc..., donde cada uno de ellos disponía de sus 269

Pozo de nieve, La Garganta, Cáceres

propios pozos para el servicio de sus poblaciones, alcanzando un total de unas veinticinco unidades. En este caso tiene un notable tamaño para permitir una mayor capacidad de almacenamiento, dada las particulares condiciones climáticas de la zona, donde las precipitaciones níveas se concentraban en la temporada. Organizan sus fábricas con un muro exterior pétreo y una cara interior en fábrica de ladrillo para lograr un mayor aislamiento. La gran luz de las cúpulas de piedra, ligeramente peraltadas obligan a reforzarlas con unos arcos de crucería como apoyo inferior, que se conservan todavía en pie en alguno de sus ejemplares. También podemos localizar su presencia en alguna de las casas aisladas en las dehesas salmantinas, como la de Miguel Muñiz, en el municipio de Monterrubio de la Sierra, que perteneció a los jesuitas por medio de una donación realizada en el siglo XVI. Se dispone en forma de pozo circular excavado en el terreno, dotado de un muro de contención pétreo, que tuvo bóveda hoy desaparecida, explotándolo estos religiosos, posiblemente abastecido de nieve de los picos de las vecinas serranías. Como complemento a los pozos también se localizan ventisqueros artificiales en algunos lugares de montaña, como los castellonenses del cerro de La Bellida, en Canales, donde en un espacio natural, se 270

conforma con un muro escalonado un amplio recinto circular, como el ventisquero conocido como de Los Frailes, que pertenecía a la cartuja de Portaceli. Junto a estas disposiciones también se emplean abrigos naturales, que pueden cerrarse, o pequeñas edificaciones conocidas como casas de nieve para tal fin, así como destinadas a la conservación de alimentos específicos, como las outseiras destinadas a la conservación de la leche en los territorios de montaña asturleoneses vinculadas al espacio brañiego, o algunas neveras para la conservación de la pesca en zonas de montaña que hemos podido localizar en la montaña leonesa. Otras utilidades del agua hay que ponerlas en relación con distintas producciones artesanales tanto como elemento básico del lavado, como para la elaboración de los productos. Así por ejemplo puede citarse la presencia de lavaderos de lana, relacionados con los principales centros de distribución y elaboración de la misma y con las cañadas pecuarias, como en lugares de Segovia o Burgos, constituidos en organizaciones arquitectónicas de cierta entidad. En Salamanca podemos reseñar los restos de sus edificaciones, aprovechando las aguas del Tormes, aguas arriba de la ciudad. En Béjar localizamos un ejemplo de lavadero que emplea tecnología industrial, precisamente en relación con antaño pujante industria textil, con curiosas máquinas fabricadas por Talleres San Martín de Sabadell, entre las que podemos citar unos tambores espectaculares para su lavado o unos grandes peines para desenredar la lana. Y desde luego el uso natural de las aguas también se emplea por los pequeños artesanos tejedores de lana, que utilizan las propias aguas de las corrientes naturales de sus lugares para lavar la lana que va ser empleada en sus telares o en calceta. La elaboración del lino obligaba a emplear para el tratamiento de sus fibras o cocimiento, tenerlo en pozas o balsas de agua, establecidas tanto en las corrientes de los ríos como en las charcas realizadas ex profeso. Eugenio Larruga en sus Memorias Políticas y Económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España, a finales del siglo XVIII nos describe como se realizan estas labores en el territorio salmantino: “Se limpia y escarda a mano; hallándole en sazón se arranca con suavidad haciéndose mañas o cerros atados 271

con paja larga de centeno, con la inteligencia de que quarenta cerros hacen un quarental; cuyos quarentales de cerros son machados por los dueños hasta quitarle enteramente la linaza que ha de servir para sembrar al año siguiente, y axi executado se conducen al río o a las charcas, en donde con arte se echa a pudrir en muela, en la qual del agua permanece ocho o diez días según su frialdad y temperatura...” Incluso este autor de la Ilustración nos indica alguna curiosa costumbre serrana en su elaboración: “En la comarca serrana de Miranda el blanqueo de las telas se conseguía sumergiendo los lienzos en agua durante veinte días y mezclándole suciedad de buey...”. Pareja utilización del agua en pozas se emplea en la elaboración del esparto, en las zonas territoriales españolas especializadas en su recolección, en particular en el sureste español. La producción de mimbre como cultivo especializado obliga al empleo de pilas de agua donde se coloca las varas, para evitar su secado rápido, que se emplean en su color natural o cocido para la elaboración de distintos tipos de cesterías, ayudándoles de unas estructuras de madera elementales para evitar el vuelco de sus haces, como podemos encontrar en uso en núcleos de Cuenca y Guadalajara especializados en dicha producción, como el ejemplo

Pilas de mimbre, Villaconejos de Trabaque, Cuenca

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de Villaconejos de Trabaque. Dichas pilas están realizadas con muretes de fábrica enfoscada siendo abastecidas por canalizaciones enlazadas con el sistema de atarjeas y caces de utilización agraria. La producción de cueros era relativamente importante en distintos lugares vinculados a la producción ganadera, como por ejemplo la ciudad de Salamanca, lógicamente ligada a uno de los oficios más desarrollados del lugar, curtidores y zapateros, artesanos conocidos desde época medieval. Las tenerías se situaban desde la parroquia de Santa Cruz hasta la de San Lorenzo, bajo sus fortificaciones. En ellas se trataban y lavaban las pieles curtiéndolas con tanino, asentándose siempre junto a las corrientes de agua que era empleada en dichos menesteres. Importante en ellas era el secadero donde se tendían las pieles a secar y transpirar conformado habitualmente en los altos de sus edificios y frecuentemente dotado de corredores o galerías abiertas para tal fin. Se conoce con datos precisos la importancia de la plantación de zumaque, cultivo empleado para la elaboración del tanino, en el entorno de Salamanca, a comienzos del siglo XV. De nuevo hay que recurrir al dibujo de Van der Wingaerden, realizado en el siglo XVI, para visualizar las tenerías de la ciudad. En el Catastro del Marqués de la Ensenada se recogen cinco tenerías en Salamanca presentes en el siglo XVIII, todas ellas de propiedad eclesiástica. En el Corregimiento de Ciudad Rodrigo en este momento histórico se reseña la existencia de una fábrica de curtidos de suela, cordovanes, baquetas y badanas que daba trabajo de doce a catorce personas, existiendo también tenerías en Monsagro y Villavieja de Yeltes. Madoz en el siglo XIX nos da noticia de nuevo en Ciudad Rodrigo de una fábrica de curtidos, además de “una muy antigua de jabones fundada en 1764”. Esta fábrica de jabones se erigió por Joseph Prieto Remajo en dicho año para fabricar jabón “a la piedra”, dando trabajo a tres personas a finales del siglo XVIII. La existencia de estos establecimientos puede incluso reseñarse en lugares de menor entidad, como en Sequeros, donde se conoce el camino de las Tenerías en el siglo XVII, como referencia a una instalación de época medieval ya desaparecida en dicho momento. Junto a la concentración y especialización de ciertas ciudades podemos encontrar todavía edificaciones de tenerías 273

tanto en núcleos urbanos como rurales, cuya común característica es la presencia de un espacio de secadero, muy habitualmente situado en el espacio de bajo cubierta, como podemos ver en Covarrubias junto al río Arlanza en el Arrabal, o establecido como una galería abierta a modo de gran balcón, como en un ejemplo rural berciano de Ambasmestas junto al río Valcarce, cuyo volumen menor casi no permite distinguirla de las casas del lugar. Siempre aparecen situadas las tenerías en los bordes de las poblaciones y pegadas a las corrientes de los ríos o a las corrientes de importantes fuentes, como hemos podido reseñar en las hoy desaparecidas tenerías de Poza de la Sal. Otra utilidad precisa del agua aparece relacionada con la producción cerámica, tanto de tejares como de hornos cerámicos especializados. No es raro localizar instalaciones de cocción cerámica vinculadas a fuentes y corrientes de agua, pudiendo encontrar todavía balsas artificiales creadas para permitir la elaboración de la arcilla. Ello era imprescindible en la producción de las grandes cántaras destinadas a bodegas y almazaras, como ocurría en los hornos especializados de Colmenar de Oreja, donde se realizaban junto a la Fuente de los Huertos las correspondientes y amplias balsas a tal

Tenería, Ambasmestas, León

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fin. Un ejemplo de Valdemorillo permitir comprobar el tamaño de la balsa excavada en el terreno, llena de agua, y enlazada con una surgencia de una abundante fuente donde se elaboraba la arcilla de un cercano tejar y horno cerámico.

Balsa, Tejar de Valdemorillo, Madrid

Los ríos además de sus productos de fauna y flora nos pueden ofrecer otras utilidades como las piedras trabajadas por la erosión y sus arenas, empleadas para la construcción. Singular es el uso de las masas de tierra sedimentaria que históricamente son lavadas para la extracción de oro, destacando en esta función en época romana el noroeste de la Península y como ejemplo singular las citadas minas de las Médulas. Hay que indicar que dicha explotación así como otras minas romanas de oro del entorno, donde de nuevo se han abierto de nuevo en época reciente en Asturias, emplean abundantemente el agua para el lavado de sus arenas, creando un amplísimo conjunto de canalizaciones e incluso modificando en las primeras el curso natural del río Sil, perforando una montaña, en el lugar conocido como Montefurado. También podemos reseñar esta utilidad que nos señala Madoz, en el siglo XIX, en el río Águeda en el entorno de la villa de Ciudad Rodrigo: “en la estación de mayor sequía se presentan cuadrillas, compuestas por 12 individuos natura275

les de Montehermoso de Estramadura, que cavan grandes zanjas en lugares para ellos ya conocidos como Valdespino y Palomar, recogen el escombro en cestos, tiran lo grueso, lavan lo menudo hasta la última depuración, que lo hacen en cuencos de madera, quedándose el oro en el fondo y a los lados de aquellos, el que perciben y distinguen perfectamente al resplandor del sol”. La extracción del oro de las arenas de las corrientes naturales se convierte en una perfecta parábola del camino recorrido a lo largo de estas líneas donde el agua ha sido el protagonista generador de un buen número de arquitecturas tradicionales de notable interés que merecen ser divulgadas, conocidas y conservadas como parte significativo de nuestro patrimonio cultural. Y donde auténticamente se puede hablar de la conformación de un Paisaje Cultural, donde el hombre con su actividad continuada y concreta se ha adaptado, utilizando y conformando el territorio, a la presencia de este protagonista natural que se constituye como un recurso de gran importancia y de carácter limitado, donde la extrema sequía que sufrimos esta temporada lo ha puesto en el lugar que le corresponde.

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282

ESTUDIO II

HÓRREOS, CABAZOS Y GARAYAS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

Gerónimo Lozano Apolo Dr. Ingeniero y Arquitecto Técnico Catedrático de la Universidad de Oviedo y de la UP de Madrid

DEFINICIÓN E INVARIANTES El hórreo es la edificación erigida para secar y/o almacenar los productos de la cosecha preservándolos de la humedad, de las alimañas y de los roedores. Para verificar dichas misiones, con independencia de su tipología y de los materiales componentes, cualquier tipo de hórreo consta desde arriba y hacia abajo de los tres invariantes siguientes.

Hórreo de secar

285

Hórreo de almacenar

a) La cubierta encargada de protegerlo del ambiente exterior y que, de acuerdo con el tipo de hórreo, puede ser de dos, tres o cuatro aguadas. b) Un granero intermedio de paredes permeables o ciegas según que su misión principal sea la de secar los productos de la cosecha o la de almacenarlos una vez desecados. c) La infraestructura, construida por soportes suficientemente altos para aislarlo de la humedad del suelo y del acceso de las alimañas. Arrancan del cimiento y se coronan con pequeñas losas denominadas muelas o torna-ratas que impiden la entrada a los roedores. Es por consiguiente una edificación auxiliar a la explotación agropecuaria que, en épocas pasadas, se extendía por toda zona húmeda de la Península Ibérica, desde el norte de Portugal hasta los valles navarros del interior.

DESIGNACIONES Para designar al artefacto objeto de nuestro estudio el vocablo más comúnmente utilizado en Galicia, en Asturias, en León y en 286

Cantabria es el de hórreo, al parecer derivado del término latino hórreum, procedente a su vez del griego oreión que identifica a un granero o depósito. Derivado de la palabra hórreo, también se aplican: a) En Galicia, los vocablos de órreo, hórrio, órrio y orro, además de otras designaciones más particulares correspondientes a cada una de las diferentes tipologías gallegas y a las que, por este motivo, nos referiremos en el capítulo correspondiente. b) En Asturias, las designaciones hórrio, órrio, horru y orru. c) En Euskadi y en Navarra el término más general es el de garay que se significa alto en Euskera; a su vez de este término también se derivan: - en el País Vasco los de garai y garaixe, apareciendo en las antiguas escrituras los vocablos de orrio, de troja o trujal (en clara referencia al lugar de la troje o arcón en el que se guardaba el trigo) y el de arnaga. - en Navarra los de garaia, garaiak, garea y gareak. En lo sucesivo, y por corresponderse con el término más general, utilizaremos con preferencia el término hórreo.

Designaciones del hórreo

287

TEORÍAS SOBRE SU ORIGEN Al aparecer en épocas muy remotas, el origen del hórreo no está definido. Algunos etnógrafos e historiadores lo sitúan en la Prehistoria; otros lo consideran de procedencia Romana, al igual que otras formas y soluciones constructivas. Según un grupo de etnógrafos portugueses se introdujo con la invasión de los bárbaros. Por consiguiente, son diversas las teorías sobre el origen del hórreo. El Profesor Aramburu1 al igual que el etnógrafo polaco Frankowski2, defienden el origen palafítico. Efectivamente, la obra de éste último, Hórreos y Palafitos de la Península Ibérica concluye así: Los hórreos de Asturias, Galicia, Provincias Vascongadas y Portugal, deben de ser considerados como reliquias de tiempos muy lejanos, cuando en estas tierras reinaba la construcción palafítica de madera.

Escenas de una villa palafítica. Briggitte Gubler. Museo Nacional Suizo

1 2

ARAMBURU, F., GÓMEZ TABANERA, J. M.:: Monografía de Asturias. “El hórreo”. Oviedo, 1899. FRANKOWSKI, E.: Hórreos y palafitos de la Península Ibérica. Ediciones ITSMO. Oviedo, 1986.

288

En las viviendas populares de estas comarcas encontramos los rasgos primordiales de la procedencia de las construcciones palafíticas. En apoyo de nuestra suposición pueden servir las indicaciones de la probable existencia de construcciones palafíticas en Galicia y las supuestas representaciones de palafitos en el arte rupestre del habitante prehistórico de la Península Ibérica. También Torres Balbas3 escribe: “El hórreo primitivo sería la primera vivienda de forma circular generalmente, que se asentó en los márgenes de los ríos como lugar de refugio de la comunidad prehistórica y que después se levantó sobre estacas para defenderse de las inundaciones y de los ataques de las fieras.” Sin embargo, excavaciones posteriores han desestimado la teoría palafítica aceptándose la neolítica al aparecer la agricultura allá por el año 10.000 AC.; y con ella la necesidad el almacenamiento de los productos de la cosecha. La Dra. González Serrano 4 escribe:

Cabazo lucense

3 4

Cabaceiro

TORRES BALBÁS, L.: La vivienda popular en España. Barcelona, 1933. GONZÁLEZ SERRANO: Arquitectura prerromana y romana de España. Barcelona, 1985.

289

“Estos graneros se construyeron sobre estacas verticales con el fin de proteger los granos y las semillas en ellos almacenados de la humedad y de los roedores. Trasunto en piedra de lo que fueron estos primitivos silos, son los actuales hórreos gallegos y asturianos y las garayas vascas que siguen siendo, esencialmente, almacenes agrícolas de la España húmeda”. Para el profesor Gómez Tabanera, el origen pudo coincidir con un ciclo pluviométrico extraordinariamente elevado al que se vio sometida Europa a mediados del primer milenio AC que afectó a la ganadería de enfermedades articulares y reumáticas. Se evolucionó entonces hacia la agricultura incrementándose el cultivo de gramíneas, leguminosas y otras plantas de interés industrial (lino, cáñamo, etc.). Es entonces cuando aparece la necesidad del almacenamiento ensilado de los excedentes agrícolas y de protegerlos de la humedad ambiental, de las alimañas y de los roedores. En base a la semejanza formal entre las viviendas circulares de cubierta cónica anteriores a la invasión celta y los cabazos gallegos Walter Karlé5 defiende el origen pre-céltico de estas edificaciones.

Cabazo orensano 5

Vivienda celta en Santa Tecla. La Guardia

KARLÉ, WALTER: Los graneros de maíz en el Norte de la Península Ibérica..Estudios Geográficos.

290

La raíz latina del término hórreo (“horreum”) así como la de ótros de sus componentes estructurales: pegoyo=pégulus trabe=trabe liño=lignus muela=mola avalan para algunos el origen romano. Sin embargo, como luego se verá fueron los propios historiadores que acompañaron a las legiones quienes dieron a conocer los hórreos de nuestro país. Posteriormente los propios ejércitos de Roma levantaron silos para el almacenamiento de los cereales necesarios para su manutención. Estos depósitos, que tuvieron continuidad en los hórreos comunales durante la Edad Media y en los pósitos de las ciudades durante el Renacimiento y el Barroco, bien pudieran haber sido el origen de los hórreos actuales. Continuando con la Historia, Jorge Días y otros etnógrafos portugueses6, opinan que el hórreo fue introducido en la Península Ibérica por los suevos. Lo justifican en base a la semejanza entre un “fímulo” de la Edad de Bronce encontrado en Pomeraria y los actuales hórreos portugueses. Finalmente, el origen anecdótico lo plantea Alfonso Iglesias en base a una plaga de ratones ocurrida durante la romanización y referida por Don Julio Caro Baroja7 en su obra Los pueblos del Norte.

TIPOLOGÍAS El hórreo asturiano Por el número de ejemplares (aproximadamente 10.000), por su extensión geográfica (el antiguo arzobispado de Oviedo, es decir Asturias y parte de León y de Lugo) y por su invariabilidad en el tiempo (al parecer el modelo actual surgió en el siglo XIV), el tipo asturiano se considera como el hórreo por antonomasia.

6 7

DIAS, JORGE: Espigueiros portugueses. Centro de Estudos de Etnografía Peninsular. Porto, 1961. CARO BAROJA, J.: Los pueblos del Norte. Bilbao, 1972.

291

Se caracteriza por la cubierta a cuatro aguas, la planta cuadrada y el cerramiento de tableros verticales. Desde abajo y hacia arriba su infraestructura consta de los cimientos (“pilpayos”), los soportes (“pegoyos”), las torna-ratas y las tazas o tacos de madera. Articulada sobre las anteriores apoya la cámara compuesta de dos entramados de cuatro vigas; las inferiores (“trabes”) se encargan de recibir el piso y las superiores (“liños”), la cubierta. En ambas se empotra el cerramiento de tablas verticales o “tolondras”. Las cuatro aguadas de la cubierta están delimitadas por otras tantas limas (aguilones) que apoyan inferiormente en los encuentros de las vigas superiores y confluyen en el vértice rematado por el moño u obispo La perfección alcanzada por la estructura descrita que, salvo los gatos y las vigas del queso introducidas en el XVII, se ha mantenido hasta hoy explica que en el modelo asturiano no se pueda hablar de tipologías sino de variantes en cuanto a materiales de la cobertura; y así se tienen hórreos de cubierta:

Cubiertas de teja y pizarra

292

- de teja; son los más frecuentes ya que se extienden por el centro y el oriente salvo en los concejos de Llanes y Ribadedeva. - de pizarra, se ubican en el occidente y en los límites con Galicia y León. - vegetal, limitada puntualmente a las zonas de alta montaña. Se exceptúa la panera, subfamilia que se caracteriza por la planta rectangular y por apoyarse a través de seis o más soportes.

Cubierta de paja

Hórreo leonés Después de las comunidades de Galicia y de Asturias, la provincia de León es la tercera en importancia respecto al hórreo. Como argumentos se pueden citar: su número, sus cuatro variantes, las agrupaciones existentes en algunas localidades y sobre todo, la antigüedad. A este respecto, en la pequeña localidad de Las Bodas, pervive un ejemplar considerado como el más antiguo de los hórreos de madera en nuestro país. Y en Soto de Valdeón existe otro que, en opinión autorizada del profesor García Grinda8, es el precedente del modelo asturiano; de ser así la antigüedad de su tipología superaría los quinientos años. 8

GARCÍA GRINDA, J. L.: Arquitectura popular leonesa. Dip. Provincial de León, 1991.

293

Sin embargo la mayoría de los ejemplares son de tipo asturiano. Únicamente en los valles de Valdeón y de Valdeburón y en las comarcas de la Riaño y Tierras de La Reina se asienta un modelo que, por sus características, se puede considerar como hórreo leonés. Se caracteriza por: - la cubierta a dos aguas con pequeños vuelos sobre los cuatro lados, cumbrera perpendicular a la fachada principal en la que figura la puerta de entrada con un cierto descentramiento. - planta casi cuadrada sin divisiones interiores, salvo que pertenezca a dos propietarios, en cuyo caso existe un tabique que lo subdivide. - cerramiento de tablones dispuestos horizontalmente, por lo que necesita de jabalcones de arriostramiento. - apoya sobre “pegoyos” tronco-piramidales de esquinas achaflanadas. Como variantes del modelo citado, existen además hórreos de cuatro y de tres aguadas. El de cuatro aguadas, aunque en apariencia análogo al modelo asturiano difieren de aquéllos en el cajón de “tolondras” horizontales. Del modelo de tres faldones solamente perduran cuatro ejemplares, dos de los cuales están en la plaza de la localidad de Felechas.

Hórreos de dos y tres aguados

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Horreo cántabro Aunque en Cantabria perviven muy pocos hórreos, la mayor parte de los escasos ejemplares existentes, ubicados en la región de Liébana, no se corresponden con el modelo cántabro sino con los tipos leonés y asturiano. De los hórreos descritos inicialmente por D. Javier González de Riancho en 1945, y posteriormente por el también arquitecto D. Alfonso de la Lastra en su trabajo Hórreos de Cantabria, desgraciadamente sólo nos han llegado sus magníficos dibujos, algunas imágenes, restos, vestigios y un ejemplar en el estado de ruina. A través de la información aportada por los citados arquitectos se sabe que el hórreo cántabro era de: - planta ligeramente rectangular. - cubierta a dos aguas de cumbrera paralela a los lados mayores. - cajón cerrado con tablones horizontales arriostrados. - apoyado sobre cuatro toscos “pegoyos” de madera de roble. Hasta aquí, muy similar al modelo leonés del vecino Valle de Valdeón. Sin embargo su característica principal es la entrada situada en uno de los lados menores y volada sobre los “pegoyos”. La conforma un amplio hueco o «boquerón» que da acceso a tres com-

Hórreo cántabro de Avellanedo

Hórreo asturiano en Pido

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partimentos: dos pequeños en los laterales del voladizo y otro grande rectangular, cuyos vértices coinciden sobre los cuatro apoyos. El único ejemplar localizado de esta tipología se ubica en la aldea de Avellanedo, perteneciente al Ayuntamiento de Pesaguero. De la Lastra se refiere a la «divina proporción asumida en volumen y formas» y a la «majestousa serenidad de esta construcción». Y efectivamente, parejo con alguna de las familias de hórreos gallegos, es el más equilibrado y armónico de los existentes en nuestro país; no solamente en cuanto a la geometría del cajón, sino también a su altura respecto al suelo. En Cantabria existen solamente dos paneras; una en Puente Arce importada de Aboño y la otra pertenece al modelo asturiano sin corredor por lo que debió ser construida en Asturias para el palacio de Cades donde está ubicada. Garaixe vasco Como se dirá al analizar los hórreos navarros, y se repetirá con los cántabros, en Vizcaya perduran muy pocos ejemplares. En Guipúzcoa se mantiene solamente el situado frente al caserío Agarre de Bergara, mientras que en Álava no existe ninguno. Y aunque la pérdida de cualquier componente de nuestro Patrimonio sea penosa de por sí, en el caso que nos ocupa coincide con la desaparición del modelo de hórreo más racional estructuralmente hablando, con el de secciones más generosas y con el de detalles constructivos más elaborados. Es de planta rectangular con lados mayores dispuestos transversalmente y cubierta a dos aguas de cumbrera paralela a los lados menores. El cajón se eleva a través de cuatro postes de piedra. Se exceptúan los garayas de Goikoetxe, que tiene seis, y el de Lomiño que los tenía de madera Se accede por una escalera de patín, cuyo último peldaño queda a una contrahuella bajo el nivel del piso. Desembarca en un distribuidor, protegido por una barandilla en el que existen tres puertas: dos de entrada a sendos compartimentos que ocupan los voladizos laterales y otra central que accede al espacio principal. 296

En éste suele existir una gran arca o troje, y/o una mampara divisoria de 1.20 a 1.50 de altura, que crea otro compartimento en la parte posterior. Sobre el central existe un desván o gambara de poca altura, con voladizos a ambas fachadas recibidos por tres o cinco jabalcones. Actualmente se cubre con teja curva y, según Frankwoiski, en épocas pasadas con tablillas de madera de haya. Salvo el citado hórreo de Agarre en Bergara, el de Ercilla en Yurreta recientemente restaurado y el de Barinaga en Etxebarría que necesita de restauración, los demás se encuentran muy alterados o en mal estado.

Garaixe de Ercilla lurreta

Horreos navarros Aunque el número de hórreos navarros es reducido, exactamente veintidós, su estudio tiene gran interés; entre otras razones: - por la diversidad de sus tres tipologías, acordes con el lugar de ubicación. - porque en Navarra se asienta el hórreo de Iracheta, el más antiguo de los catalogados en nuestro país. Aunque algunos 297

Garea tipo Aezcoa en Iriberri

Garaia en Erdozain

autores lo fechan en los siglos XII ó XIII, otros lo consideran del siglo IX. - y también por la excelente conservación, gracias a la Institución Príncipe de Viana. Las invariantes del garai, garea, garaia ó garaiak según la denominación local son: Planta rectangular compacta, cubierta de madera a dos aguas, cumbrera paralela a dos lados mayores y paredes de fábrica de piedra con escasos y pequeños huecos. De acuerdo con los materiales disponibles, las formas de vida, las tradiciones constructivas y la altitud topográfica del lugar los gareas navarros presentan características particulares. Y en función de éllas el etnógrafo Sr. Leizaola los ordena en tres tipologías: Iracheta, Urraul Alto y Aézcoa. No obstante, en función de sus cerramientos, la última podría subdividirse en otras dos, según que aquéllos estén resueltos o no con entramados de madera. Las designaremos respectivamente como subtipos Aria y Orbaiceta, de acuerdo con su lugar de ubicación. Por este motivo, dada la autoridad de referido etnógrafo mantendremos la clasificación anterior aunque introduciendo las variantes estructurales citadas. De aquí la clasificación que sigue: 298

Cuadro navarro

Los hórreos gallegos Al igual que otros autores, el profesor Martínez Rodríguez, los clasifica en función del material constituyente de la cámara en las siguientes familias: a) De varillas vegetales entretejidas. Se corresponden con las tipologías más antiguas de las que supervive el cabazo y aún se encuentra algún ejemplar del cabaceiro. b) De madera. Sustituyeron a los anteriores, ordenándose en las subfamilias Mariñan, Salnés, Vilalva, Palleira, Cabanas, Tuy y Bergantiños. c) Mixtos de madera y de piedra. Para aumentar la durabilidad de los componentes más expuestos a la agresión exterior surgieron, como evolución de los anteriores las tipologías Carral, Mondoñedo, Mahía, Pontevedra, Pedrouzo, Carballo Mixto y Mariñán Lucense. d) De piedra. Con el mismo objetivo el hórreo mixto evolucionó a los construídos totalmente de piedra. A esta última generación de los hórreos clásicos pertenecen las subfamilias de Ribadeo, San Pedro de Visma, Coristanco, Finisterre, Noia, Morrazo y Carballo de piedra En los últimos tiempos han aparecido hórreos de ladrillo, de hormigón y metálicos no incluidos en el presente tema y a los que nos referiremos en el capítulo dedicado al hórreo gallego, muchos de los cuáles son reproducciones formales de las tipologías anteriores. 299

Clasificación de los hórreos gallegos

A la vista de tan variadas tipologías nos referiremos a la más característica.

Cabazo de Vimianzo

1. HÓRREOS GALLEGOS DE VARAS ENTRETEJIDAS Como ejemplar más característico nos referiremos al cabaceiro. Hace años que dejaron de construirse y, por la escasa durabilidad de sus componentes, apenas existen. El localizado en las proximidades del aeropuerto de Alvedro consta de: - la infraestructura, reducida a simples enanos de madera coronados por torna-ratas elementales. 300

- la cámara conformada por cuatro vigas encargadas de recibir el entablado de piso, el cerramiento vegetal de varas verticales entretejido con varillas horizontales utilizando la técnica de la cestería, otro marco de vigas análogo al inferior aunque de menor sección y de la cubierta a dos aguas conformada por la viga de cumbrera y los cabrios. El ejemplar descrito está cubierto de teja, aunque muy posiblemente se cerrara de piorno y de paja al igual que otras construcciones de la época. 2. HÓRREOS DE MADERA Por tratarse del tipo más numeroso, nos referiremos al hórreo Mariñan. Tiene planta rectangular, de anchura comprendida entre 1,00 y 1,20 m, y altura entre 1,80 y 2,00 m. Su longitud es variable, en general corta, Arranca sobre muretes que pueden ser de mampostería en seco, de sillería y de también de postes pétreos. Los más largos disponen uno o más soportes intermedios. Los torna-ratas son rectangulares, grandes aunque de pequeño espesor cuando son de pizarra, y a razón de uno por poste.

Hórreo tipo mariñán

301

La cámara se cierra mediante bastidores de barrotes con tablillas verticales enlazadas por una tabla o faixa a media altura, pudiendo llevar dos o ninguna. En una variante de esta familia las tablillas se disponen horizontales y clavadas a barrotes verticales ensamblados a caja y espiga al marco inferior de cuatro vigas. Es de cubierta a dos aguas rematada de un pequeño alero y, dada la reducida altura de su cámara, no tiene escalera. 3. HÓRREOS GALLEGOS MIXTOS Análogamente, por tratarse de la tipología más extendida por toda Galicia nos referiremos al tipo Mahia. Se trata de un hórreo alto, estrecho y el más extendido por Galicia, ya que prácticamente aparece en las cuatro provincias. Por este motivo es muy variable en cuanto a longitudes, al igual que su infraestructura que puede presentarse resuelta con sillares, con cepas, con muretes y también con zócalo. Los torna-ratas suelen ser dobles o continuos en el caso de conformar el suelo de la cámara. Salvo esta diferencia en cuanto al piso, el resto del depósito queda constituido por los lados menores en sillería rematada con albardillas, y los mayores con soportes pétreos intermedios encargados de recibir los bastidores de tablillas verticales de madera.

Hórreo tipo Mahía

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La cubierta, a dos aguas con pequeños vuelos, puede ser de teja, de pizarra o incluso de piedra rematándose los vértices superiores de los lados menores con una cruz y con un símbolo fálico en clara referencia a la fertilidad. 4. HÓRREOS GALLEGOS DE FABRICA DE PIEDRA Por pertenecer a esta tipología los hórreos más importantes de Galicia nos referiremos al tipo Noia. Geométricamente es un hórreo estrecho, alto y corto, aunque con excepciones, ya que a esta tipología pertenecen los ejemplares de las parroquias de Araño, de Carnota y de Lira caracterizados por ser los más largos del país. Arranca con soportes prismáticos de aristas achaflanadas, rematados con torna-ratos cilíndricos de cara superior convexa. El cerramiento del depósito son sillares perfectamente labrados en cada uno de los cuales dispone de dos rebajes achaflanados, separados entre si y de los extremos, cuyo aparejo garantiza la traba del conjunto y la ventilación interior. Se cubre a dos aguas con teja curva, sus lados menores se rematan con albardillas y se decoran con la cruz y el pináculo. Y en los ejemplares mejor acabados con volutas y otras curvas clásicas.

Hórreo tipo Noia

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PROCESOS PATOLÓGICOS Por tratarse de una edificación, aunque auxiliar, el hórreo estará sometido a procesos patológicos debidos al terreno y al propio cimiento, así como a las acciones y a la agresión exterior. Procesos debidos al cimiento Se manifiestan inicialmente en forma de asientos diferenciales sobre los apoyos que posteriormente se acusan más o menos en la enlazabilidad de los componentes del cajón de acuerdo con la rigidez de los ensambles. El origen del proceso está en la heterogeneidad del cimiento; efectivamente bajo un mismo hórreo pueden encontrarse: - soportes apoyados directamente sobre el suelo, mientras que ótros lo hacen a través de mampuestos “mal puestos” e incluso recalzados con ripios. - “pegoyos” pétreos alternados con ótros de madera sin y con cimientos respectivamente, posiblemente porque su constructor estimaba que la mayor resistencia de la roca hacía innecesario el cimiento. Sin embargo la mayoría de las veces el problema estriba en el apoyo directo del soporte o “pegoyo” sobre el terreno; es decir, en la falta de solera o “pilpayo”.

Pegoyos sobre pilpayo y sobre el suelo

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Pegoyos de madera y de piedra

Procesos debidos al terreno Las tensiones que el cimiento (la solera o “pilpayo”) del hórreo transmite al suelo son muy reducidas, por lo que los procesos de este tipo no suelen presentarse. Únicamente puede dar lugar a asientos diferenciales de este tipo la presencia de agua en terrenos arcillosos por la consiguiente reducción de la tensión admisible de aquella. El valor de 4kg/cm2, dado para la arcilla seca en la norma NBE AE 88-AE-88 Acciones en la Edificación, se reduce a 2,0, 1,0 ó 0,5 Kg./cm2 cuando se convierte en plástica, blanda o fluida por la acción del agua. PROCESOS DEBIDOS A LAS ACCIONES EXTERIORES Al igual que cualquier otra edificación el hórreo está sometido a las acciones gravitatorias y a las horizontales originadas por el viento y el sismo. A su vez las primeras pueden ser debidas a la sobrecarga, a la carga permanente, al peso propio y a la sobrecarga de nieve. Las sobrecargas son muy variables, función de los productos almacenados. Los valores máximos, que pueden aparecer en los hórreos de secar con las panoyas apiladas o en los de almacenar con el grano ensacado, no superan los 400 kg/m2.

Sobrecarga perimetral

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La carga permanente del hórreo es muy reducida ya que se limita a la cobertura; efectivamente los cerramientos forman parte del peso propio. Por consiguiente, se pueden evaluar en 100, 75 y 50 Kg/m2 según se cubra con teja curva (la más frecuente), pizarra (en algunos ejemplares asturianos y en los cabazos de las Mariñas lucenses) o cubierta vegetal en los Ancares y en otras sierras altas. También se reducen a 50 Kg/m2 las cubiertas de tablillas de madera (incluido el enlatado) de algunos garayas pirenaicos. Únicamente en el hórreo navarro de Iracheta y en algunas tipologías recubiertas con lajas de caliza o de pizarra de gran espesor, la cobertura puede alcanzar los 200 Kg/m2.

Cubierta de tablillas de madera

Hórreo asturiano cubierto con pizarra

El peso propio es también muy variable habida cuenta que en los cabaceiros y en los cabazos gallegos el cerramiento es de varas entretejidas, en los hórreos de guardar (vascos, cantabros y asturianos) es de madera de 6 a 8 cm., en los gallegos tipo Noia de sillería y los de tipo Finisterre de mampostería por hiladas. No ocurre lo mismo con la solera, salvo que esté formada con losas de caliza para evitar el robo del grano con la ayuda del berbiquí; es el caso del hórreo leones de las Bodas y de los garayas tipo Iracheta. Incluso en los hórreos muy solicitados a acciones gravitatorias no suelen presentarse procesos de agotamiento ya que suelen estar 306

sobredimensionados. Sin embargo sí pueden verse afectados aquellos componentes estructurales de madera que presenten ataques de hongos o de insectos xilófagos.

Entramado pétreo en San Juan de Poio

Cerramiento tipología San Pedro de Visma

Tampoco la sobrecarga de nieve afecta a los hórreos en buen estado; sin embargo es frecuente que las grandes nevadas produzcan el colapso de la cubierta si está previamente atacada de xilófagos. Frente a la acción del viento los más indicados son los de planta circular ya que el coeficiente eólico es 20-40% menor que en los planta cuadrada. Los más inadecuados son los gallegos de planta alargada. Así el de Araño con 36,75 de longitud y 1,95 m de altura, la esbeltez es de 2. Y por tanto el coeficiente eólico seria K=l,30. Es decir, un 30% mayor que el correspondiente a uno de planta cuadrada.

Teito asturiano de bajo coeficiente eólico

Hórreo de Carnota

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Esta situación no plantearía problemas si el hórreo se orienta hacia los vientos dominantes. Sin embargo, para facilitar la acción de secado, suelen disponerse en dirección perpendicular a aquella. Se explica así el que, coincidiendo con fuertes tempestades, se produzca la caída de algunos. Esta es la razón por la que no suelan existir hórreos próximos a las costas de mar abierto ni en las rías altas gallegas. Tampoco en las crestas, ni en los valles angostos; es decir en lugares topográficamente expuestos. Como consecuencia del temporal de viento y nieve, que sufrió Cantabria en el invierno de 1982, se arruinaron los hórreos de Villasuso y de Barriopalacio, dos de los tres ejemplares del modelo cántabro que aún permanecían en pié. Las acciones sísmicas sin embargo son muy perjudiciales, habida cuenta que el centro de gravedad está muy elevado, especialmente cuando se encuentra cargado y se construyen en fábrica de piedra. Se explica así el asolamiento de hórreos portugueses y gallegos como consecuencia del terremoto de Lisboa. Afortunadamente, al tratarse de fábrica de sillería isostáticamente dispuesta, volvieron a montarse. No tuvieron igual suerte algunas paneras dispuestas sobre la casa. Frente a las acciones sísmicas los modelos más inestables son, sin lugar a duda, los cabazos de Ribadeo y los hórreos de la tipología Finisterre; los primeros de gran altura (tres plantas) y de gran masa muraria que en cierto modo los arriostra. Y los segundos de cajón también pétreo con pies de gran esbeltez.

Cabazo de Ribadeo

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Paneras asoladas en un pueblo asturiano

PROCESOS PATOLÓGICOS EN LA MADERA Los componentes de madera, tanto estructurales como de cerramiento, pueden verse involucrados en procesos: - bióticos, o generados por seres vivos que se alimentan de la propia madera; entre éstos figuran determinados hongos (cromógenos y de pudrición) y ciertas familias de coleópteros y de isópteros. - abióticos, o debidos a agentes no vivos que producen alteraciones en sus fibras como son las variaciones de contenido en humedad, el fuego y las radiaciones ultravioletas. La acción de los hongos sobre la madera se manifiesta de dos formas distintas. La primera se reduce a un cambio de tonalidad ya que los hongos cromógenos se nutren exclusivamente de sustancias almacenadas entre las fibras. La segunda conlleva la práctica desaparición de las fibras y consecuentemente de las características mecánicas; es la debida a los hongos de las pudriciones blanca y parda que se alimentan de la lignina y de la celulosa. Por la propia naturaleza de los hongos, que necesitan de oxígeno, humedad y temperatura y les viene bien la oscuridad y la falta de ventilación, suelen desarrollarse en el interior de los hórreos; generalmente por las infiltraciones de agua a través del material de la cobertura. También suelen estar muy afectados los arranques de los “pegoyos” por la acción del agua capilar cuando no existen basas o “pilpayos” de piedra. Las larvas de los coleópteros se alimentan de la madera a lo largo de galerías longitudinales. Precisamente dichos taladros denuncian la existencia de ataques anteriores. Y la forma y dimensiones de los orificios facilitan a los expertos el conocimiento del insecto agresor. El más frecuente en los hórreos suele ser la polilla, muy voraz de la albura del roble por lo que su ataque es superficial. También pueden presentarse ataques de carcomas y, afortunadamente, no suele aparecer la agresión de isópteros (termitas). La madera es un material higroscópico y por consiguiente muy sensible a las variaciones humídicas frente a las que responde con 309

hinchamientos, con mermas y como consecuencia de los cambios de volumen, con fendas, con acortamientos y con alabeos.

Encuentro entre liños y aguijón prácticamente desaparecido por los hongos

Fendas debidas a la coloración de madera verde

Las fendas, producidas fundamentalmente por la colocación de madera verde, facilitan la entrada y el desarrollo de los hongos de la pudrición y la puesta de los huevos de los insectos xilófagos. Los acortamientos y los alabeos se deben, además de a la humedad, a la anisotropía de la madera con variaciones dimensionales diferentes en las tres direcciones principales. Y como consecuencia aparecen holguras y falta de ajuste en los empalmes, en los ensambles y en los acoplamientos. En definitiva, en puntos de entrada de agua y con ella de procesos bióticos. Por razones obvias no se consideran en los hórreos los debidos al fuego, pero sí los generados por las radiaciones ultravioleta integrantes de la luz solar frente a los que el hórreo ofrece la gran superficie de exposición de sus cerramientos perimetrales. El proceso se inicia con la degradación de la lignina que posteriormente, al ser eliminada por la lluvia y el viento, hace que las fibras longitudinales pierdan cohesión, la superficie se arrugue, penetre la humedad y con ella el desarrollo de los hongos y el depósito de los huevos de los coleópteros. 310

PROCESOS EN LOS COMPONENTE PÉTREOS La agresión exterior no suele generar procesos en los componentes pétreos ya que la mayoría se construyen en granito, roca de muy baja porosidad y gran parte de ella cerrada. PROCESOS EN OTROS MATERIALES Quienes desconozcan las características de la madera tal vez puedan pensar que su durabilidad es inferior a las del hormigón, al acero o al ladrillo. Por este motivo se ven en ocasiones hórreos con cerramiento de hormigón o de ladrillo e incluso con puertas metálicas. Conviene recordar que, a la intemperie, el hormigón se carbonata por el CO2 y del agua, el acero se oxida y aumenta de volumen, y el ladrillo se desintegra por las esflorescencias y la heladicidad. IDEM. A LA ACCIÓN HUMANA Desgraciadamente es el hombre quien en ocasiones altera la función del hórreo; por ejemplo al cerrar el espacio inferior, al sustituir la cubierta transpirable de madera por otra estanca, etc. Con independencia del efecto estético, tales transformaciones suelen acelerar los procesos de ataque de los hongos. Y en otras ocasiones, la falta de mantenimiento y el abandono son responsables de la invasión de las plantas

Cabazo con hiedra en el apoyo derecho

Hérreo vasco invadido de vegetación

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EL HÓRREO FRENTE A LA AGRESIÓN DEL AGUA EXTERIOR Al ubicarse en la Naturaleza, que necesita del agua como elemento indispensable para la vida, el hórreo está sometido a la agresión exterior de la lluvia y de la nieve, a la condensación del vapor de agua en contacto con el suelo y a la ascensión capilar de aquella. E interiormente, a la contenida en los productos almacenados. Como consecuencia de las primeras, sobre el hórreo pueden aparecer humedades de cubierta y de fachada; a causa de las segundas, humedades de condensación; y de las terceras, humedades de capilaridad. Por otra parte deberá ser capaz de soportar la humedad de equilibrio de los productos almacenados. De protegerlo frente a las humedades de cubierta y las de fachada se encargan respectivamente los faldones y los aleros. Se explica así que, ante aquellas, el modelo más interesante sea el asturiano con las cuatro agudas y los grandes aleros que incluso llegan a dificultar la entrada. Por este motivo el ejemplar que mejor compagina la estanqueidad con la accesibilidad es el hórreo leones de tres aguadas: Dos laterales de grandes vuelos delanteros que protegen la fachada principal y las caras laterales, y una tercera que hace lo propio con la posterior. De evitar la ascensión del agua capilar se encarga la basa del soporte o “pilpayo”. Cuando no existe, o se acumula agua en el arranque, los “pegoyos” de madera suelen estar atacados de pudriciones. Para no verse afectado de la condensación del vapor de agua contenido en el aire cuando esta se enfría al contactar con el terreno, el hórreo se levanta sobre los soportes o “pegoyos”. Tanta más, cuanta más altura alcanzan las condensaciones. Por este motivo los ejemplares situados en las zonas montañosas son de menor altura que en las tierras bajas. Así, en los valles angostos de Asturias, las paneras se disponen sobre la cuadra e incluso sobre la cubierta de la casa. Precisamente el término garay, nombre con el que se designa el modelo vasco, significa alto en euskera, en clara referencia a su ubicación con respecto al suelo. Finalmente para reducir la sobrecarga de nieve, los faldones de los hórreos navarros pirenaicos tienen elevadas pendientes. 312

Como ya se explicó las vigas del queso de los hórreos asturianos permiten incrementar ligeramente la pendiente durante los días del invierno reduciendo de esta forma la sobrecarga de nieve. Por otra parte, y como se verá a continuación, cuando sale el sol, el aire caliente del interior del hórreo asciende hasta la cubierta favoreciendo el deshielo.

Hórreo con los pegoyos más Panera con buhardillón y largos del país “tornaguas” sobre la casa

Elevada pendiente en los hórreos pirenáicos

EL HÓRREO FRENTE A LA HUMEDAD INTERIOR Además de autoprotegerse frente a la agresión del agua exterior, el hórreo ha de verificar la misión principal de desecar y proteger los productos de la cosecha. Moviendo el aire ha de eliminar el agua existente en aquellos hasta alcanzar la humedad de equilibrio que posteriormente debe mantener. Dicha humedad tiene que estar por debajo del 25% a fin de evitar la hidratación del almidón, la conservación de la glucosa y consecuentemente el calentamiento, la fermentación y la pudrición.

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SÍNDROME Aunque en el apartado anterior ya se ha hecho referencia a alguna de las lesiones bajo las que se manifiestan los procesos patológicos más frecuentes, se relacionan seguidamente los síndromes más característicos: a) Cuando no existe solera o “pilpayo, el agua en el terreno y la acumulada por la lluvia, conjuntamente con la tensión superficial, propicia la ascensión a través de los vasos leñosos disminuyendo la tensión admisible de la madera. b) De otra parte el ataque de los agentes xilófagos (hongos e insectos) y la heladicidad propicia la pérdida del plano de apoyo que se redondea incrementándose las tensiones sobre el terreno. En definitiva el hórreo asienta diferencialmente. c) Fendas en los soportes, en las vigas y en los cerramientos como consecuencia de la colocación de madera con alto grado de humedad. d) Pudrición en los encuentros de las vigas, más frecuentemente en las inferiores debido a la acción directa del agua, en ocasiones con la pérdida del ensamble entre aquellas. e) Aumento de las deformaciones como consecuencia de la disminución del módulo de elasticidad de la madera con la edad y la humedad y con el incremento de las tensiones en las esquinas de los hórreos a cuatro aguadas por el empuje de las limas. g) Giros y alabeos debidos a la higroscopía de la madera, a las variaciones hidrométricas y térmicas y a las radiaciones solares a consecuencia de las cuales el hórreo gira alrededor de su eje. h) Cuando las manifestaciones anteriores coinciden con la acción del viento puede desplazarse el cajón girando los soportes; o viceversa, deformarse el granero manteniéndose los “pegoyos”. i) Sin embargo, las manifestaciones más acusadas se presentan en los encuentros entre las trabes y entre los “liños”, así como en las barandillas del corredor por ser el componente de mayor superficie de exposición frente a la agresión exterior. 314

REHABILITACIÓN Como terapéutica curativa frente a los procesos patológicos, además de la sustitución puntual de los componentes afectados, se plantean otros dos tipos de intervención: la intensiva o de tipo “Agarre” y la extensiva o de tipo “Valdeón”. REHABILITACIÓN INTENSIVA O SELECTIVA (TIPO AGARRE) En el apartado anterior se han referido los procesos patológicos que les afectan y que, por tratarse del mismo material y en ambientes similares, son comunes a todas las construcciones de madera y en particular a los hórreos. Por considerarla modélica nos vamos a referir a la reestructuración de tipo selectivo llevada a cabo en el garaia Agarre de Bergara que, en regiones como Asturias o Galicia pudiera considerarse como excesiva. Sin embargo es explicable si se tiene en cuenta que: - es el único garaixe existente en Guipuzcoa. - la ingeniería de su estructura, con la racional disposición de los voladizos tanto los transversales como los longitudinales de la gambara. - fue (al parecer) cuna de San Martín de Aguirre. - se trata de uno de los monumentos del Patrimonio Arquitectónico de Bergara. - la conjunción de un gran equipo de especialistas integrado por el arquitecto Iñaqui Aspiazu, el aparejador Jesús Arregui, el artesano Enrique de Miguel, el coordinador Manu Izaguirre y la empresa restauradora Construcciones Mauricio Arregui, S.A. El proyectista adoptó el criterio de las «tres c»: consolidación de los componentes afectados, complementación de los desaparecidos y conservación del conjunto. Siguiendo el refrán un dibujo vale más que mil palabras se reproducen los detalles de las intervenciones en vigas y voladizos (planos 12 y 13) tomados de la publicación “Agarreko Garaixea. El Hórreo de Agarre editado por el Departamento de Cultura de la Diputación Foral de Guipúzcoa. Tanto el libro como la intervención realizada, son claros ejemplos de cómo debe abordarse el proyecto (lo componen 54 planos) de un bien de nuestro Patrimonio y del meticuloso trabajo de intervención. 315

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REHABILITACIÓN EXTENSIVA (TIPO VALDEÓN) Frente al tipo de intervención anterior se contrapone la extensiva promovida por la Diputación de León, proyectada y dirigida por el Arquitecto don Enrique Luelmo Varela9 en los hórreos de Valdeón. Su concepción fue opuesta a la anterior ya que, en lugar de un hórreo, se intervino en cuarenta y siete; y en vez de una empresa especializada, se contó con la mano de obra autóctona y de los propietarios. De esta forma fueron los propios habitantes del Valle quienes aprendieron a valorar la importancia de su patrimonio y a conocer las técnicas de su reestructuración y de su mantenimiento. En el caso más general, la intervención consistió en: a) retirada de las tejas, del enlatado y de la estructura de cubierta en caso necesario. Se facilitaba así el retejado posterior, la sustitución de las latas y la disminución de peso en el aplomado, nivelación y ajuste de las piezas.

Retirada de las tejas y de los componentes de cubierta afectados

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Apuntalamiento del hórreo

LUELMO VARELA, Enrique: Restauración de hórreos en el valle de Valdeón. Informes de la Construcción, vol. 46, nº 3.

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b) apuntalado del hórreo con puntales telescópicos (dos por trabe) formando una estructura indeformable. Además de garantizar la seguridad en la intervención simplificaba las restantes operaciones: c) retirada de los torna-ratas, de los “pegoyos” y de los “pilpayos”.

Apuntalado y retirada de los soportes

Apuntalamiento del hórreo

d) apertura de pozas de cimentación, de aproximadamente 80x80x60, y relleno con hormigón ciclópeo en el que se embebían los “pilpayos” nivelados.

Construcción de la cimentación

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Apuntalamiento del hórreo

e) colocación de los “pegoyos” (previamente saneados y tratados), de los torna-ratas y de las tazas.

Nivelación y puesta de los soportes

Aplomado y recalce de los pies derechos

f) nivelación del granero con la ayuda de un gato metálico y de los puntales telescópicos, así como del aplomado de los soportes. g) corrección y cierre de la apertura superior con la ayuda de un tráctel.

Sustitución de piezas afectadas

Cierre superior del granero

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Cosido de los extremos de una trabe

Tratamiento de componentes afectados

h) arriostramiento del conjunto con los torna-puntas esquineros. i) refuerzo de piezas afectadas de deformaciones o faltas de sección, aplicación de prótesis en zonas carcomidas o podridas y sustitución de los componentes perdidos. j) tratamiento del conjunto, retejado, reconstrucción de muretes perimetrales y escaleras y limpieza y ordenación del entorno.

Retejado, reconstrucción de muretes perimetrales y escaleras y ordenación del conjunto

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Ensamble entre la trabes perdido por la acción de los hongos

Pegollo y tornarratas atacados por la humedad y los hongos

Hórreo asolado por el agortamiento de las colondras

Hórreos asolados por el agoramiento de la trabe y del encuentro entre “los liños”

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ESPLENDOR Y CRISIS DEL HÓRREO Como consecuencia del cultivo del maíz, el hórreo alcanzó en Asturias y Galicia su máximo esplendor. Sin embargo, en Cantabria, en Navarra y en el País Vasco la misma circunstancia produjo el efecto contrario; es decir, el ocaso del hórreo. Efectivamente, la mayor productividad con respecto a los cereales tradicionales trajo como consecuencia la necesidad de incrementar el granero. Así la Iglesia, el mayor terrateniente de Asturias, promovió la construcción de paneras y de nuevos hórreos, ahora con corredor para aumentar la superficie de secado. Otro tanto ocurrió en Galicia donde la mayor parte de la tierra era propiedad de la Iglesia, de los monasterios y de los pazos. Y así surgieron los grandes hórreos parroquiales de Araño, Carnota y Lira, los monacales de San Juan de Poio y San Martiño de Ozón y los pertenecientes a los pazos. Sin embargo en el País Vasco se construye el caserío con una gran cuadra y amplio desván o gambara entrando en crisis el hórreo. Aunque en menor proporción, el proceso se repitió en Cantabria con la casona cántabra y en Navarra con el caserío navarro, en cuyas solana y desván respectivamente se secaban las mazorcas y se almacenaba el grano.

Hórreo del Pazo de Meirás

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Hórreo del monasterio de San Juan de Poio

ESTUDIO III

CASA Y REPRODUCCIÓN SOCIAL EN CANTABRIA

Eloy Gómez Pellón Universidad de Cantabria

a casa de labranza ha venido siendo la unidad de explotación agraria en Cantabria a lo largo de siglos de historia, representando el modo de vida de la familia campesina, y por extensión del campesinado. El hecho de que haya llegado hasta nuestros días, aunque viendo cada vez más menguada su presencia, se explica por la eficacia con que ha cumplido su estrategia de aprovechamiento de los recursos, a partir de una extraordinaria versatilidad que le ha permitido hasta fecha reciente introducir cambios en lo particular, manteniendo en lo general su estructura. En suma, la casa de labranza ha venido siendo la célula básica del medio rural de Cantabria. La estructura de la casa campesina de Cantabria, tal como ha pervivido declinantemente, caracterizada por la discontinuidad del terrazgo, ahonda sus raíces en los tiempos medievales, al final de los cuales debió estar plenamente constituida. El éxito de la casa de labranza se debe a su idoneidad ecológica, de modo que, lejos de responder a un solo modelo, y debido a razones naturales y culturales, presenta una diversidad de tipos que, en líneas generales, son claramente identificables. Ciertamente que cada tipo cuenta, a su vez, con una serie de variedades, que no hacen sino mostrar la complejidad de todos los aspectos que concurren en la casa. La casa campesina de Cantabria, auténtica unidad de explotación, mantuvo hasta las últimas décadas del siglo XIX todos los rasgos propios de su carácter autárquico, muchos de los cuales resultaban perceptibles todavía en los años sesenta del siglo XX, y aún

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después en las zonas más refractarias a los cambios. Durante siglos, comportó el medio exclusivo de vida de la familia campesina, convertida en auténtico modo de producción y de consumo. El autoabastecimiento es la mejor expresión de esta tradicional autarquía de la casa, cuyo marco era una cultura que denominamos tradicional y que fue desmoronándose ante las acometidas de una modernidad implacable. La organización de la casa, asentada sobre marcados condicionamientos ecológicos y económicos, se ha visto plasmada históricamente en una larga serie de normas jurídicas que han garantizado la continuidad de la unidad de explotación. La reproducción social ha permitido la perennidad institucional de la casa, involucrando al conjunto de personas que componen el grupo doméstico en un único proyecto, al cual se supedita toda la morfología de la familia y su funcionamiento. Por supuesto, esta fortaleza institucional de la casa se ha visto tan afectada por el cambio social y cultural de las últimas décadas, que ha terminado por mostrar fisuras significativas en su organización, cuando hasta comienzos de la segunda mitad del siglo XX fue la mejor expresión de una perennidad que, generación tras generación, había allanado cuantas contrariedades encontró a su paso.

CONDICIONAMIENTOS ECOLÓGICOS Y CONFIGURACIONES CULTURALES El cambio social y cultural iniciado en el medio rural de Cantabria tras el ecuador decimonónico se ha ido incrementando desde entonces sin parar, de forma que las viejas instituciones de la vida tradicional han terminado por desdibujarse, tanto más en aquellas áreas más sensibles a la transformación. Este cambio en el medio rural de Cantabria ha seguido, por un lado, la dirección Este-Oeste y, por otro lado, ha progresado desde el Norte hacia el Sur1. La aptitud para la modernización de los suaves valles costeros, así como la de las llanadas inte1

E. Gómez Pellón (1997). “Acerca de la Cantabria rural en las décadas centrales del siglo XX”, en La Cantabria rural, 1940-1960, Universidad de Cantabria, Santander, pgs. 7-34.

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riores, hizo que el cambio operase muy pronto sobre estos espacios y que avanzara de forma desatada desde finales del siglo XIX. Se trata de un área, ésta de la costa y de las tierras bajas del interior, en la cual el proceso de modernización confirió una fuerza extraordinaria a las explotaciones familiares sustentadas en el aprovechamiento intensivo de los recursos ganaderos, a partir de su orientación agrícola previa, que no hizo sino agrandarse a lo largo del siglo XX. Tanto en la franja costera como en los suaves valles interiores, el poblamiento se caracteriza por la dispersión, aunque ello no impide percibir las distintas unidades sociales del hábitat. La razón de esta dispersión viene dada por las condiciones ecológicas y por la estrategia de explotación de los recursos que se han adoptado históricamente. En efecto, cada explotación cuenta con el soporte de una determinada superficie de tierra, variable en su extensión, marcadamente parcelada, fruto de una organización agraria, de orígenes medievales, basada en la variedad de los aprovechamientos: agrícolas, ganaderos y forestales. La parcelación en esta área, por tanto, ha sido una consecuencia obligada de la dispersión de los recursos, y así mientras las tierras más llanas y con mejores suelos fueron dedicadas a la agricultura, las pendientes y las riberas de los ríos fueron destinadas a los usos ganaderos, dejando las tierras más altas y alejadas de las aldeas para los usos forestales, teniendo en cuenta que estos últimos antes de que se produjera el crecimiento demográfico del siglo XVIII y, sobre todo, los cambios que tuvieron lugar a partir de mediados del siglo XIX, eran de dominio básicamente comunal. Esta organización del paisaje que percibimos hoy se construyó en el pasado a partir de una lógica, asentada sobre el imperativo de que sobreviviera el mayor número posible de unidades domésticas, lejos de que uno o unos pocos acaparen las zonas más aptas para cada tipo de recursos, teniendo en cuenta que cada explotación era una auténtica unidad económica, que encerraba en sí misma los recursos imprescindibles2. La corta superficie de tierra que tradicio2

E. Gómez Pellón (1995). “La casa de labranza en Cantabria: estructura y cambio”. En Estudios sobre la sociedad tradicional cántabra. Continuidades, cambios y procesos adaptativos, Universidad de Cantabria y Asamblea Regional, Santander, pgs. 257-290.

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nalmente ha sostenido cada una de estas explotaciones es otra expresión más de la apabullante lógica de la subsistencia que presidió la organización del espacio agrario en el pasado en este apetecido espacio de la costa y las tierras bajas: la imprescindible superficie para vivir una familia, dejando espacio para que vivan otras. Ello no oculta las profundas desigualdades establecidas tradicionalmente por el carácter de la tenencia de la tierra, unas veces en propiedad y otras en arrendamiento, y por el control sobre la tierra ejercido por las familias dominantes. Pues bien, sólo la especialización ganadera que se produjo en la segunda mitad del siglo XIX fue alterando discretamente esta configuración del paisaje agrario, aunque manteniendo en lo sustancial su estructura, hasta el extremo de que la fisonomía del mismo se ha mantenido con cierta fidelidad al pasado hasta fecha reciente. Siglo tras siglo las unidades de explotación agraria, modo de vida de las familias, se han ido transmitiendo, muchas veces de manera cuasi-íntegra, tanto cuando la posesión se llevaba a cabo en régimen de propiedad como cuando la explotación estaba sujeta a un régimen de arrendamiento. Allí donde la norma no era la transmisión indivisa, la mejora permitía poner en manos del sucesor la mayor parte de la explotación, si no ésta íntegramente. Por eso, en esta parte costera de Cantabria, la sucesión ha sido unipersonal o tendente a ella, de la misma forma que la herencia ha sido indivisa o tendente a la indivisión, en el marco de una concepción de la familia que descansaba sobre el ideal de la troncalidad, gracias a la convivencia de varias generaciones y una sola unidad marital en cada generación. Y con esta concepción cultural del uso de la tierra y del aprovechamiento de sus recursos, se puede comprender que la explotación de los comunales era acaso la fuerza más poderosa que empujaba a la comunidad a mantener la cohesión, trascendiendo la autarquía de sus unidades económicas, a partir del principio legitimador introducido por el concejo abierto como asamblea del común de los vecinos. Sin embargo, y a pesar del minifundismo y la excesiva parcelación de la tierra, esta área resultó la más apta para la modernización agraria como se ha puesto de relieve. Las mieses que durante siglos habían sido el granero de las pequeñas comunidades agra328

rias, primero sembradores de trigo y desde el siglo XVII también de maíz, se convirtieron desde finales del siglo XIX en los fértiles prados que habían de alimentar a una ganadería bovina especializada en la producción láctea, y que ya no estaba formada por razas autóctonas sino foráneas, y singularmente por ganado frisón. Pero el suave paisaje de campiña, de landas y de prados, de vocación ganadera, cada vez más deforestado, que conforma el paisaje actual en la costa y en las tierras más bajas del interior sigue cobijando, como en el pasado, el característico poblamiento disperso, aunque cada vez más acosado por otro paisaje mucho más mercantil y orientado a la explotación de los recursos de ocio y turismo.

Paisaje de una mies (espacio de terrazgo colectivo en el pasado) en Navajeda (Entrambasaguas), donde se aprecia la presencia de la asociación del maíz y las alubias que transformaron el paisaje rural de la región.

Todo este cambio ha tenido una profunda repercusión en la institucionalización de la vida cotidiana, y particularmente en lo que se refiere a las instituciones de ayuda mutua y buena vecindad. Los circuitos de colaboración, ciertamente, se han formado tradicionalmente a partir de los lazos familiares y de los vecinales, pero estos últimos han sido un tanto débiles en esta parte de Cantabria, como es propio de los paisajes de poblamiento disperso, excepto cuando los barrios han poseído una fuerte personalidad por razón de su individualización en el paisaje histórico del lugar, lo cual se ha tra329

ducido en una cierta continuidad del espacio acasarado en el seno de estas unidades espaciales y, por tanto, en una relación territorial o vecinal más intensa. Más aún, el cambio provocado por la modernización agraria supuso el asalto definitivo a los maltrechos terrenos comunales, ya mermados de por sí en un área como ésta rica en recursos pero más densamente poblada que las interiores históricamente, y constituyó la prueba de una apuesta por el individualismo que, como ya se ha explicado, estaba presente a menor escala en el pasado, en tanto que iba implícito en la vieja organización del espacio agrario3. La adopción de una orientación ganadera en la economía agraria en la segunda mitad del siglo XIX y la necesidad de acomodar unos efectivos demográficos que no paraban de crecer a unos recursos limitados supuso, por tanto, que el hambre insaciable de tierra devorara rápidamente los terrenos comunales, hasta provocar que una situación de facto fuera reconocida de iure por medio de la llamada “ley de roturaciones arbitrarias” de 1923. Tal disposición normativa, que en realidad era un decreto, supuso la autorización para que los pobladores roturaran los llamados “montes de hacienda” y los “montes de utilidad pública”, previo pago del modesto valor asignado a las parcelas cerradas en las tierras comunales. El resultado final sería la agonía progresiva de los asuntos relacionados con el control de las tierras del común. Ese control había sido llevado a cabo tradicionalmente por los concejos abiertos o asambleas en las cuales se dirimían los asuntos del común, de modo que con la irrupción del proceso modernizador no sólo entra en crisis el aprovechamiento de los comunales, ahora en manos privadas por vía de los llamados cierros o cerramientos, sino que también entra en crisis la propia institución que velaba por los asuntos del común. De hecho, la institución del concejo abierto fue la única que, durante generaciones, fundió a los habitantes del pueblo o aldea en un grupo, ante la necesidad de vigilar y garantizar el imprescindible acceso a los recursos comunales, como una expre3

E. Gómez Pellón (1993). “Miseria y desarraigo en un municipio de la Marina de Cantabria. La emigración indiana en la Junta de Voto (1850-1930)”, Cuadernos de Trasmiera, 4, pgs. 103-134.

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sión más de la buena vecindad, si bien, como veremos enseguida, las funciones de los concejos abiertos han sido muchas y muy complejas. Más todavía, con los concejos abiertos, se desmoronaron, también progresivamente, las muchas instituciones que, girando alrededor de éstos, pautaban la vida cotidiana. Si la modernización provocó la progresiva introducción de la orientación ganadera en la economía rural del área costera y de las tierras bajas a partir de mediados del siglo XIX, lentamente al principio, en el caso de las tierras montañosas de la región la ganadería ha comportado historicamente la orientación económica por excelencia, si bien mediante estrategias claramente distintas. Una de estas estrategias ha sido la seguida en los Montes de Pas en los últimos siglos, basada en el nomadismo permanente con la inherente repercusión sobre las instituciones de buena vecindad y de ayuda mutua. Se trata de un sistema ganadero que se configura en los siglos XVI y XVII, aunque realmente cristaliza con la fisonomía que posee en la actualidad en los siglos XVIII y XIX, de suerte que en este último siglo queda definido un ámbito territorial que no ha sido rebasado desde entonces. Durante todo este tiempo los paisanos pasiegos colonizaron los Montes del Pas por entero, y aún su zona de influencia extendida entre la divisoria montañosa por el Sur y Trasmiera por el Norte (penetrando puntualmente en Trasmiera hasta Solórzano y Voto), y entre los valles de Ruesga por el Este y los valles de Cayón y Carriedo por el Oeste4. Durante este tiempo, dicho espacio es reducido a uso exclusivamente ganadero, mediante una técnica consistente en reducir a prado hasta el último palmo de tierra. Cada prado cerrado con pared de piedra seca, de superficie variable, y al amparo de su adecuada capacidad de sustentación, fue complementado con una cabaña, quedando así definida la característica trilogía de las unidades del paisaje pasiego: el prado, la pared y la cabaña.

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M. García Alonso (1997). La cabaña pasiega. Origen y evolución arquitectónica. Consejería de Cultura y Deporte del Gobierno de Cantabria, Santander, pgs. 53-55 y 93-96.

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Cabañas, prados y cercas constituyen la trilogía inseparable del los Montes de Pas

Lo singular de la estrategia pasiega consiste en que cada prado supone una unidad autónoma, capaz de alimentar a un rebaño de ganado durante un tiempo, en régimen de estabulación, propiciando así la intensificación de los aprovechamientos. La optimización del aprovechamiento la alcanzan concediendo preferencia al ganado bovino, pero contando con el concurso de otras especies ganaderas, como la ovina, que pastan las hierbas y los lugares del prado menos aptos para el ganado bovino. En consecuencia, se trata de una especialización ganadera, que privilegia la especie bovina, simultaneada con otra especialización que es la productiva, asentada sobre la leche. Por tanto, tal especialización es análoga a la que se produjo en las tierras bajas de Cantabria a partir de mediados del siglo XIX, pero en el caso pasiego la estrategia no se asienta sobre la estabulación permanente, sino sobre el nomadismo constante. Cada familia pasiega recorre todo un circuito de prados distribuidos en distintos niveles ecológicos, los cuales son abandonados al mismo tiempo que se agotan los recursos que generan. Toda la familia se desplaza simultáneamente portando los enseres y las pertenencias. No hay duda de que este sistema permite una optimización que ni lejanamente se produce en otros sistemas ganaderos de montaña, al lograr una sorprendente intensificación. Sin embargo, y a 332

cambio, inhibe la producción agrícola, que es nula en la práctica, puesto que nadie permanece en las bajuras mientras la familia se va desplazando a través de sucesivas cabañas. En relación con el tema que nos ocupa, el resultado es que el poblamiento que se ha generado de este modo es tan disperso que lo denominamos ultradisperso. En el paisaje pasiego, las cabañas se distribuyen por los valles desde el fondo hasta las cumbres, dejando entre sí una distancia apreciable, de modo que no es posible discernir los contornos de otras unidades que no sean las cabañas y los prados pasiegos, salvo en las pequeñas villas que presiden el poblamiento, donde se halla la plaza o conjunto principal de construcciones amalgamadas en torno a la iglesia, el ayuntamiento y otros edificios públicos. A partir de la villa o de la plaza, el paisaje de cabañas se va difuminando más y más hasta mostrarse con una excepcional atomización que le hace ser considerado como propio de un poblamiento ultradisperso. La conquista de la máxima optimización posible de su estrategia pecuaria se logra en la segunda mitad del siglo XIX cuando, después de una carrera por mejorar la calidad de la raza bovina autóctona, los pasiegos logran introducir con éxito especies foráneas de máxima aptitud lechera, paradigma de las cuales es la frisona, es decir, la misma que acabó imponiéndose en las tierras costeras y en los valles bajos. Ahora bien, el sistema pasiego alcanzaba casi toda la modernización posible en el siglo XIX mientras que el sistema costero iniciaba su insaciable modernización. En tanto el sistema pasiego requeriría una asombrosa inversión en unidades de trabajo que hiciera posible una mínima intensificación en los aprovechamientos, el costero admitiría cambios que irían propiciando otros cambios, de modo que el sistema pasiego acabaría evidenciando sus limitaciones. Es obvio que se trata de sistemas culturales claramente distintos. La mejor prueba de ello, es que, al revés que en la costa, aquí la sucesión no ha sido por lo regular unipersonal y la herencia se ha realizado tradicionalmente a partes iguales. La lógica del sistema descansa, precisamente, sobre la autonomía de las unidades del paisaje, las fincas o prados con sus cabañas, de modo que la fragmentación del patrimonio se halla implícita en la estrategia. 333

Todo esto nos permite comprender varias en cosas en relación con la institucionalización de la vida rural. En primer lugar, los concejos abiertos, cuyo mayor cometido era la regulación de los asuntos que atañían a los comunales, dejaron de tener efectividad muy pronto en el área pasiega y terminaron por desmoronarse, tanto más en un paisaje hecho de mónadas, cuya dispersión inhibía de por sí las reuniones colectivas, pero en el que, además, primaban los asuntos individuales sobre los generales al haberse consumado el asalto a las tierras comunales. Por otro lado, se trata de un sistema organizado tradicionalmente sobre las grandes necesidades de mano de obra, propia de estrategias agrarias preindustriales, de forma que las familias, siempre de tipo nuclear, albergaban un alto número de hijos. Más aún, los lazos familiares han sido siempre muy intensos, tratando de subvenir esas necesidades tan constantes y tan imperiosas de mano de obra, y más en un clima húmedo en el cual las tareas ganaderas, como por ejemplo la recogida del heno, no ofrecen demora. Por último, la fuerza con la cual los lazos familiares han atado la comunidad proviene básicamente de la pobreza y de la casi inexistencia de los vínculos vecinales. Estos últimos, los vecinales, en la medida que nos separamos de la plaza, son marcadamente más laxos que los que unen a las familias contiguas en el paisaje disperso de las tierras bajas, como hizo notar S. Tax5 al observar que muchas familias pasiegas llegan a mudarse en torno a una veintena de veces por año. Parecería extraño que en sociedades agrarias de estas características los lazos vecinales hubieran sido laxos en el pasado, como aún lo son hoy en día. Y, en efecto, tal sucede así que estos lazos de vecindad son suplantados por otros de pseudovecindad, expresivos de una sociedad en la cual la vecindad realmente no existe o es muy débil fuera de la plaza o del corazón del barrio. En el continuo deambular por las cabañas explotadas por la familia pasiega, a veces muy distantes unas de otras, los vecinos lo son tan sólo por

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S. Tax (1976). “Maneras de ser pasiego”. En C. Lisón (ed.), Temas de antropología española, Akal, Madrid, pgs. 223-241.

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Tudanca, con su caserío agrupado, ejemplifica el característico poblamiento del valle del Nansa

unos días, tantos como los que comparten una misma pradera (o espacio convenido que agrupa una serie de fincas con sus cabañas) y acaso tarden mucho tiempo en volver a coincidir con los mismos, sencillamente debido a que los itinerarios vienen dados por la optimización que reclaman los aprovechamientos, y en consecuencia lejos de ser fijos son específicamente variables, de manera que raramente se ocupan simultáneamente todas las cabañas de una misma pradera. Pues bien, lo importante es que tales lazos de vecindad quedan entonces sustituidos por otros que podemos llamar de compañía, y que se refieren a la clásica institución pasiega de la jorra. Se trata de una colaboración, por lo general a pequeña escala, que surge de la vecindad ocasional y espontánea. Mientras que para los trabajos más intensos y programados, como puede ser recogida del heno, se cuenta con la ayuda de la familia, para las necesidades surgidas de la vida cotidiana, e inesperadas por su misma naturaleza, como por ejemplo, la reconducción del ganado que ha escapado saltando la cerca del prado, se cuenta con la colaboración proveniente de la jorra. El hecho de que la jorra sea una institución de compañía se denota en las otras funciones de la misma: coadyuvar a la conviven335

cia cotidiana estimulado el encuentro entre los moradores de las cabañas inmediatas, favoreciendo el intercambio de opiniones de todo tipo y, en suma, animando una sociabilidad de la cual los pasiegos están muy necesitados. Fruto de esta percepción de las relaciones sociales, los pasiegos incluyen en la jorra las reuniones motivadas por la necesidad de ocio y diversión que sienten las familias y que las lleva, de vez en cuando, más bien pocas veces, a reunirse en animado jolgorio. En definitiva, la jorra, como institución de compañía, o si se quiere pseudovecindad (no se trata de unos lazos permanentes sino ocasionales), reconduce el imperativo de vivir conforme a la buena vecindad. Un caso bien distinto de los dos descritos, que ya son nítidamente diferentes entre sí, es el de aquellas áreas no dominadas por un poblamiento disperso o ultradisperso, sino por un poblamiento concentrado, aunque también entre ellas hay notables diferencias. Si el área de poblamiento disperso resultó apta para la modernización y las instituciones tradicionales se desmoronaron lentamente, el área de poblamiento ultradisperso fue relativamente apta para la modernización hasta donde ello fue posible, que no lo fue en gran medida, aunque la opción por un sistema diferente del tradicional ahogó muchas de las viejas instituciones. En el caso que mostraré ahora, de las áreas de poblamiento concentrado, las instituciones tradicionales se han mantenido con cierta frescura, especialmente en aquellos lugares más ineptos para la modernización. Es el caso de las áreas de montaña del Sur de la región y del occidente, así como del borde meseteño, que dicho con otras palabras son las comarcas de Saja- Nansa, de Campoo-Valderredible y de Liébana, donde ha imperado una ganadería sustentada sobre la trashumancia estacional, en forma de estivage, que conjugaba la agricultura y la ganadería de las bajuras con el aprovechamiento de los pastos ganaderos de las alturas, o incluso sobre la actividad agrícola, como es el caso de los valles meridionales de la vieja merindad campurriana. La diferencia entre estas dos últimas, sin embargo, estriba en que mientras el poblamiento concentrado de Valderredible, de Campoo y de Polaciones es nuclear, el de Cabuérniga, Ríonansa, Lamasón y Liébana es polinuclear. Dicho de otra manera, mientras en el primer caso la uni336

La vaca frisona o pinta, introducida en los Montes de Pas durante la segunda mitad del siglo XIX, resultó desde entonces inseparable del paisaje pasiego, debido a sus excelentes rendimientos.

dad es el pueblo, conformado por un solo asentamiento, en el segundo caso lo es cada uno de los barrios que integran el pueblo en tanto que éste se presenta fragmentado en una serie de núcleos. De este modo, aunque la colectividad prima sobre la individualidad en ambos casos (y justamente al revés de lo que sucedía en las áreas de poblamiento disperso y ultradisperso), y los lazos de vecindad son muy intensos en uno y otro caso, la comunidad se presenta en toda su integridad, poderosa y llena de vitalidad en las áreas de poblamiento nuclear, y dotada de fortaleza pero segmentada en las de poblamiento polinuclear. Una prueba más de la diferencia cultural entre las áreas de poblamiento polinuclear y las de poblamiento nuclear la encontramos en las formas de familia, sucesión y herencia. En comarcas como la lebaniega, de claro poblamiento polinuclear, ha predominado tradicionalmente la familia extensa, cada vez más acosada en el presente por el enorme peso del éxodo rural, mientras que la sucesión ha estado dominada por la forma unipersonal, fruto de una concepción indivisa de la propiedad o muy próxima a la misma lograda por vía de la mejora que, en un pasado muy reciente, y todavía no rebasado por entero, hizo de la primogenitura masculina una norma. Por el contrario, en las áreas del poblamiento nuclear de Campoo y Valderredible, recorridas por la familia nuclear invariablemente, la forma de herencia dominante ha sido la partida, aunque combinada con la mejora o manda6. 6

A. M. Rivas Rivas (1991). Antropología Social de Cantabria. Universidad de Cantabria y Asamblea Regional, Santander, pgs. 95-113.

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En estas áreas de poblamiento concentrado, sea nuclear o polinuclear, se ha mantenido con frecuencia un claro apego a la vida tradicional, sin duda debido a su condición refractaria hacia los sistemas agrarios modernos. Tradicionalmente, se ha venido practicando una ganadería trashumante, de cierta importancia aún en la actualidad por el número de reses que moviliza, aunque ya no supone el modo de vida de la mayor parte de los lugareños. El sistema se ha ido agotando por lo general sin ser sustituido por otro más eficaz, excepto en lugares de unas aptitudes excepcionales para la modernización, que siempre se hallan muy localizados. La dificultad para el cambio se ha traducido en una emigración muy acusada que ha devenido en despoblamiento y envejecimiento. Las tasas de envejecimiento y de masculinidad se han disparado hasta poner en el más grande de los riesgos las posibilidades de una recuperación demográfica a corto y a medio plazo. Pues bien, sin embargo, en estas áreas no se ha relajado aún la firmeza de los lazos de vecindad. Han entrado en declive aquellas instituciones que se hallaban unidas a actividades en trance de desaparición, pero han sobrevivido la mayor parte de las instituciones ligadas a la vecindad. Evidentemente, esos lazos de vecindad envuelven con frecuencia a la unidad social en las zonas de poblamiento nuclear, es decir, al pueblo, y ello se muestra con toda su intensidad en los nombres de las instituciones (la casa del pueblo, la junta del pueblo, etc.), mientras que el caso de las zonas de poblamiento polinuclear los lazos de vecindad atan la unidad social menor, puesto que se refieren exclusivamente al barrio, y es éste el que figura asociado a muchas instituciones (reunión de barrio, junta de barrio, etc.), aunque también en este último caso, por encima de las mismas, la fuerza de la comunidad se encargue de subsumir a los barrios en la unidad mayor, mediante poderosas instituciones colectivas: concejos mayores, juntas generales, etc. Merece la pena observar que el poblamiento concentrado, nuclear o polinuclear, ha estimulado la existencia de intensos lazos vecinales en estas comunidades, sin duda debido a que la convivencia se produce en el seno de auténticos grupos primarios, forzosamente de reducido tamaño, en los cuales sus habitantes viven 338

Carmona, excelente ejemplo del poblamiento concentrado de los valles occidentales del interior de la región

“cara a cara”. La extraordinaria proximidad de las casas de los moradores, cuando no la contigüidad, ha favorecido una configuración de la convivencia basada en la buena vecindad, bien es cierto que sin menoscabo de la existencia de los grupos familiares, por más que los mismos tengan menos importancia que en las áreas de poblamiento disperso y ultradisperso, acaso sustituyendo la debilidad que descubren en estas últimas los grupos formados a partir de los lazos vecinales.

LA IDENTIDAD COMARCAL Existe en Cantabria toda una diversidad de lógicas del aprovechamiento de los recursos agrarios, de estrategias adaptativas y de tipos de explotación, de modo similar a lo que sucede en las distintas regiones de la ecozona atlántica. Las causas son muy diversas, pero se pueden resumir en la clara comarcalización que recorre todo este dominio geográfico y que en Cantabria es muy notoria. Estas comarcas poseen unas fronteras físicas muy evidentes, dadas por el curso de los ríos y las barreras montañosas, de modo que 339

aunque en el seno de cada una de ellas la relación ha sido intensa históricamente, entre comarcas distintas la comunicación ha sido difícil por causa de los accidentes naturales, si bien no inexistente, especialmente entre las fronterizas. A ello se añade que cada una de estas comarcas posee un paisaje individualizado, y en consecuencia una distribución diferente de los recursos, lo cual ha aconsejado usos y aprovechamientos también distintos. Quizá todo ello explique la presencia de tradiciones culturales con una personalidad propia, de forma que cada comarca ha sido capaz de crear una intensa relación humana entre los valles que la conforman, revivida en devociones, ferias, mercados y encuentros de todo tipo que han sido motivo de vivencias y emociones compartidas, capaces de nutrir una identidad diferenciada, manifiesta antes que de ninguna otra manera en una idéntica forma de hablar, a partir de un léxico común y de una entonación singular. También pudiera comprenderse de este modo la persistencia de costumbres constructivas locales, manifiestas en la arquitectura y el arte populares, que han contribuido a individualizar en mayor o en menor grado la cultura comarcal. Para hacer más compleja la cultura comarcana de regiones como Cantabria, también dentro de cada comarca se advierten pautas y estilos notoriamente diversificados. Acaso este hecho se podría explicar de muy distintas maneras, empezando por la natural innovación que se ha ido produciendo con el paso del tiempo y que ha dejado sus secuelas en los cánones locales, debido a los ritmos distintos de incorporación que han tenido lugar. Esta innovación posee, además, en las comarcas cántabras frecuentes signos de indivudalidad, entre otras razones debido a las condiciones que ha impuesto el medio y que en algunas comarcas han dado lugar a la existencia de un poblamiento disperso, e incluso ultradisperso, con la consiguiente dificultad para homogeneizar los estilos culturales. Por otro lado, la estratificación social también ha generado formas de vida dispares que han tenido su correlato en los ritmos culturales. En cualquier caso, todas las generaciones han introducido su particular percepción de las cosas en las culturas locales, aun tratándose de las manifestaciones materiales más simples. Así se podría explicar la complejidad que se observa en cada una de las culturas 340

comarcales que integran la región, y por ende en el seno de esta última, a fin de comprender el intenso cambio cultural que se ha tenido lugar no sólo en la larga distancia histórica, sino también en los últimos lustros. UN MODELO ARQUETÍPICO La intensa transformación que se ha producido en las construcciones aldeanas, singularmente a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, ha dado lugar a la implantación generalizada de tipos de casas, difícilmente singularizables, cuyo rasgo distintivo lo constituye el empleo de modernos materiales de construcción, tales como el hormigón armado. Estos mismos materiales han sido utilizados en el remozado de las viejas construcciones rurales, que a menudo se han visto privadas de su vieja personalidad, en beneficio de otra que lejos de poseer una significación comarcal, anclada en el medio, responde a planteamientos universales y se halla, en consecuencia, desprovista de toda relación con el entorno. Esta transformación no ha impedido la persistencia de las viejas construcciones campesinas que, hundiendo sus raíces en el pasado, no sólo son la expresión de la simbiosis entre la cultura y el medio sino también la muestra de un modo de vida tradicional, o si se quiere de un modo de producción doméstico. A estas transformaciones tampoco han sido ajenos los asentamientos rurales que están evolucionando hacia nuevas formas. Sin embargo, todavía son bien visibles en la región los caracteres del poblamiento en el pasado, basado en la aldea de elementos disociados, patente de manera más acentuada en la franja litoral y en las llanadas interiores, y más notorio en la mitad oriental que en la occidental7. Asimismo, se observa la incidencia del poblamiento disperso, que con carácter intercalar fue imponiéndose a partir del siglo XVIII, en consonancia con un imparable crecimiento demográ-

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Vid. P. Reques Velasco y J. C. García Codron (1986). “Análisis morfológico del hábitat rural en Cantabria”. en Publicaciones del Instituto de Etnografía y Folklore ‘Hoyos Sáinz’, 12 (1984-1985-1986), pp. 9-54.

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fico, con el consiguiente asalto a los terrenos comunales, en la necesidad de equilibrar los efectivos humanos y los recursos. En general, es perceptible una tendencia hacia el poblamiento concentrado que crece desde el Norte hacia el Sur, y en menor medida desde el Este hacia el Oeste, en relación tanto con el medio como con la evolución histórica. El medio geográfico ha determinado una cierta concentración del poblamiento en las zonas altas de la región, mientras que son razones históricas las que explican los asentamientos en promontorios, o la disposición itinerante de algunas de ellas. No es infrecuente, en este sentido, que se produzcan algunos desplazamientos en el lugar de ocupación de algunas aldeas, desde su emplazamiento elevado inicial hacia otro más bajo.

Casa llana, arquetípica de los siglos XVI y XVII en San Pedro (Carmona, Cabuérniga), con portal de acceso, que conjuga el uso de la mampostería y la sillería. Delante de la misma, el pequeño huerto familiar, expresión de la miseria económica

Las casas populares más antiguas que se conservan actualmente en el medio rural de la región corresponden a los últimos tiempos de la Edad Media, como resultado del hecho de que con anterioridad fueran mayoritariamente de madera. Las casas medievales que con anterioridad hasta nuestros días son de una sola planta, con 342

cubierta a dos aguas, y con la fachada en el hastial8. Entre la planta y la cubierta quedaba una especie de desván, que a veces no alcanzaba a toda la planta. Se trata de una casa que presenta ya un soportal, logrado mediante la prolongación del alero de la fachada, el cual se apoya en pies derechos. La casa, configurada de este modo, poseía planta rectangular, y por ello un acusado fondo, mientras que los vanos eran pocos y de escasas dimensiones, presentando formas de arcos apuntados. La planta baja era compartida por el establo, la bodega y la cocina, a los que se podía añadir alguna estancia, mientras que la planta alta se reservaba como pajar y lugar de habitación. Con todo, el espacio dedicado al descanso era exiguo, y desprovisto de cualquier privacidad. En este tipo de casa medieval, que se ha conservado hasta nuestros días, se halla el germen de lo que será la casa rural de Cantabria en los siglos posteriores, y que bajo una variada tipología se halla repartida por toda la región. En el Tardomedievo tiene lugar un desarrollo de la vieja estructura, que hace que la planta bajo cubierta progrese hasta convertirse en una verdadera planta, limitada por muros cortafuegos. El soportal ya no se logra mediante la prolongación del alero, sino por medio de un avance de la nueva planta, que sigue estando apoyada en pies derechos, sobre la planta baja. Los vanos en forma de arcos ojivales dejan ahora paso a otros en forma de arcos adintelados o de medio punto. La distribución interna se mantiene como se había establecido en época medieval, si bien consolida su presencia el cuarto de la planta baja. La casa rural más difundida en Cantabria es dotada de la personalidad con que la conocemos en el presente entre los siglos XVII y XVIII. Tal modelo de casa se halla unido a la recepción de un préstamo cultural de extraordinaria importancia que es el maíz. El ciclo productivo de esta planta de procedencia americana, cultivada en Cantabria desde los primeros lustros del siglo XVII, hace que sus mazorcas recogidas en el otoño sin alcanzar la sazón necesiten ser

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Vid.J. L. Casado Soto (1972). “Evolución de la casa rústica montañesa” en Publicaciones del Instituto de Etnografía y Folklore ‘Hoyos Sáinz’, IV, pp. 7-59.

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oreadas en lugares adecuados. Es entonces cuando las casas son provistas de corredores y balconadas, es decir, de solanas, que pasarán a ocupar la fachada de las casas, orientadas tradicionalmente al saliente o al mediodía, tratando de recoger la mayor insolación y la mejor ventilación posibles. Este tipo de casa, que ha llegado claramente hasta nuestros días, presenta una marcada planta rectangular, con la fachada, que sigue mirando al saliente o al mediodía, trasladada a uno de sus lados mayores, aunque todavía algunas de las casas construidas en el siglo XVIII continúan presentando la fachada en uno de los lados menores. La cubierta de teja árabe consta de dos aguas, y el caballete de la misma corre paralelo a la fachada.

Casa de Alceda, en el valle del Pas, con solana y estructura abuhardillada en la cubierta, cuyo modelo alcanzó una gran difusión en gran parte de la región

El retranqueo de la fachada en la planta superior, que entonces se sitúa en la perpendicular de la planta baja, permite la existencia de una balconada, que ocupa la fachada, quedando limitada por los muros cortafuegos, construidos en sillería, al igual que las jambas y los dinteles de los vanos, y en ocasiones el conjunto de la fachada. De esta manera, delante de la fachada se genera un verdadero antecuerpo que permite la existencia de un ancho soportal 344

en la planta baja -completado con un vestíbulo interno o estragal-, y de un espacio en la planta superior que configura una balconada, llamada generalmente solana. Uno y otro poseen una destacada funcionalidad, por cuanto el primero se dedica a la realización de las labores cotidianas que en un clima como el atlántico no pueden ser efectuadas a la intemperie, mientras que la solana al mismo tiempo que permite el secado de los productos del campo supone un lugar para llevar a cabo tareas domésticas de distinta índole, aparte de comportar ambos sendos espacios de sociabilidad. Es éste el tipo de casa que adquiere carta de naturaleza en las Asturias de Santillana, extendiéndose en las primeras décadas del siglo XVIII por el Oriente y centro de Asturias, y por Trasmiera, y entreveradamente por el Oriente de Cantabria y el Norte de Burgos. La casa que se acaba de describir presenta una serie de variantes9 , según que la balconada vaya apoyada en machones laterales o que se trate de un balcón corrido en voladizo, subtipo éste que resulta muy común en la mayor parte de Cantabria, exceptuadas las comarcas más meridionales, y en cuyo caso el estragal es sustituido por un zaguán abierto. Cuando el balcón es volado, en vez de apoyar su peso sobre los muros laterales o machones lo hace sobre las cabezas de las vigas que sobresalen en la fachada, o bien sobre ménsulas dispuestas al efecto, siendo en cualquier caso protegido por el amplio alero o tejaroz que descansa en los correspondientes pies derechos. Ocasionalmente, cualquiera de estas variantes puede presentar un cuerpo abuhardillado en la cubierta, sobre la solana o sobre el balcón, cuya función no es otra que proporcionar luz y ventilación a una habitación que le ha sido ganada al desván. Aún existe otra variante, de moderna adscripción, en la cual el balcón volado evoluciona hacia una galería acristalada, de caracteres muy similares a los de las casas urbanas, cuyo modelo se halla en muchos lugares de la región, debido al éxito que entraña la captación de luz y sol, al tiempo que se logra un aislamiento de la lluvia y la humedad. 9

Vid. J. C. García Codron y P. Reques Velasco (1986). “La arquitectura popular en Cantabria”, en Publicaciones del Instituto de Etnografía y Folklore ‘Hoyos Sáinz’, 12 (1984-1985-1986), pp. 57-110.

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La distribución interna que se hallaba esbozada en época medieval, alcanzó su consagración al tiempo que, desde finales del siglo XVII, se plasman los modelos que se acaban de señalar. Definitivamente, la planta baja se destinará al cobijo de los animales, dejando espacio a un pequeño cuarto, con ventana en la fachada, para la guarda de algunas herramientas utilizadas en la actividad agraria. Eventualmente, la cocina puede ir ubicada en esta misma planta. En la superior se halla una gran estancia o sala que, ocupando la parte delantera de la casa, encuentra su prolongación en la solana, y que resulta ser especialmente diáfana. A pesar de que a lo largo de los siglos XIX y XX se produjo una individualización en esta planta, que permitió la creación de espacios reservados al descanso para los miembros de la familia, o cuartos, mediante el levantamiento de tabiques de varas entretejidas o zardo, recubiertas con mortero, o también por medio de tabiques de tablas ensambladas, hasta esa época únicamente se hallaba definida la alcoba matrimonial. El espacio bajo cubierta -soberao o payo-, que fue hasta mediados del siglo XX uno de los lugares destinados como almacén del heno y de algunos productos de la cosecha, ha visto sustituida su función por la de simple desván.

Espléndida casa de Valle (Cabuérniga), en el valle del Saja, con generosa solana entre sólidas antas. El balcónde la buhardilla ha sido convertido en galería, tratando de conferir funcionalidad al espacio

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Fuera de todos los tipos señalados se halla la casa de los propietarios acomodados, que en Cantabria se denomina casona, y que por su fisonomía se encuentra a caballo entre la arquitectura popular y la culta. El empleo masivo de la piedra de sillería y la utilización de técnicas más especializadas de lo habitual, conocidas por los canteros que trabajaban fuera de la región, ratifican lo expresado. Constituye una sólida construcción, de proporciones superiores a las de las casas populares, con cubierta a cuatro aguas por lo regular, en la que no suele faltar el empleo de hierro forjado en las balconadas. Una de sus notas más singulares viene dada por la portalada que preside la cerca que rodea la casa y el solar adyacente, en forma de arco de medio punto y coronada por una cornisa con su correspondiente friso que, muchas veces, porta el escudo de armas10.

TRASMIERA Esta comarca histórica se nos presenta en la actualidad compuesta por una larga serie de pequeños municipios, que a su vez se hallan integrados por numerosas entidades de población. Dichos municipios se corresponden con las viejas jurisdicciones o juntas que formaron en época medieval la Merindad de Trasmiera, cuyas tierras de suaves ondulaciones se extienden entre el río Miera y el curso bajo Asón. El territorio de Trasmiera tiene una extensión superficial que ronda los seiscientos kilómetros cuadrados, y constituye un espacio que en su mayor parte presenta unos caracteres comunes, tanto desde el punto de vista orográfico como desde el climático. Se trata de tierras cercanas al mar, que conjugan la llanura litoral con las suaves elevaciones del interior, dando lugar a un paisaje de prados y de landas, salpicado por las manchas de bosque. Las condiciones orográficas de Trasmiera no son distintas, en lo fundamental, de las de las comarcas litorales vecinas. Las diferencias son mayo-

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Vid. M. A. Aramburu-Zabala Higuera (2001). “Casonas, torres y palacios en Cantabria”, Fundación Marcelino Botín, Santander

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Casa representativa del tipo que se impone progresivamente en Trasmiera y en Cantabria desde finales del siglo XVII y sobre todo en el XVIII. La fachada se halla en uno de los lados pequeños de la casa y la solana corre entre los muros cortafuegos

res con las comarcas meridionales que limitan con Trasmiera, las cuales, por razones de su altitud y de su accidentado relieve presentan condicionamientos geográficos que las separan de ésta. El poblamiento de Trasmiera se caracteriza por la dispersión, de modo que las concentraciones, cuando se producen, están constituidas por un escaso número de elementos del hábitat. Dos o tres casas, a veces alineadas, y en ocasiones cuatro, con sus construcciones anexas, pueden formar un pequeño núcleo, que a su vez se halla a escasa distancia de otros núcleos, pero sin adquirir densidades significativas de concentración. Con frecuencia, el entorno cercano del templo parroquial señala el núcleo central de una demarcación parroquial, caracterizada por la existencia de numerosas construcciones que nunca llegan a arracimarse, sino que por el contrario se esparcen por todo el contorno de la parroquia. Antes del siglo XVIII en que se empieza a generar un crecimiento demográfico notable, que va adquiriendo una gran fuerza en el siglo XIX y en las primeras décadas del XX, había cristalizado un tipo de poblamiento, que es la base del actual, y que conocemos con el nombre de aldea de elementos disociados. La gran diferencia con la 348

morfología del hábitat actual es que en el pasado el espacio habitado era considerablemente más reducido que en nuestros días. Sería este notable crecimiento demográfico que tiene lugar desde comienzos del siglo XVIII el que determine el nacimiento de nuevas explotaciones agrarias, con sus construcciones correspondientes, aprovechando la morfología del terreno, y con la única condición de que estas últimas no alteraran la naturaleza de un espacio productivo que resultaba privilegiado dentro del sistema económico vigente. Con frecuencia, y como se puede comprobar en el presente, estas nuevas construcciones, reproduciendo el esquema de los núcleos de las aldeas o de los pueblos, también formaron pequeñas agrupaciones, las cuales son hoy el centro de los barrios que componen las entidades de población. El proceso de ensanchamiento del espacio habitado de Trasmiera, por medio del nacimiento de nuevas explotaciones agrarias, no cesó hasta mediados del siglo XX, de modo que durante todo este tiempo se fue alimentando un tipo de poblamiento, asentado sobre la estructura precedente, la aldea de elementos disociados, que al igual que en el resto de la España atlántica adoptará la forma de poblamiento intercalar11. Así se explica la morfología del poblamiento de Trasmiera que apreciamos en la actualidad, cuya característica fundamental, como se acaba de señalar, es la dispersión. Las unidades de este poblamiento son las pequeñas entidades de población que sólo en casos excepcionales llegan a adquirir proporciones medias, como sucede con Santoña, cabecera comarcal de las Siete Villas. Aún así, basta con recordar que esta villa costera a mediados del siglo XIX superaba en poco los dos millares de habitantes, por lo que sólo se la puede considerar de proporciones medias por comparación con el resto de las entidades de población. Más todavía, el poblamiento santoñés puede ser individualizado en el contexto trasmerano, en cuanto ha supuesto históricamente el único claro ejemplo de un poblamiento concentrado, cuya única

11

Vid. J. García Fernández (1975). Organización del espacio y economía rural en la España atlántica, Siglo XXI, Madrid, pp. 33 y ss.

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Casa hidalga de Trasmiera, en Bueras (Voto). Recio modelo de casa, sin balcones exteriores, cubierta a cuatro aguas y doble arco de ingreso

explicación se halla en los condicionamientos geográficos propios de la ubicación de esta villa en un pequeño brazo de tierra constreñido por el mar y el Monte Buciero. El definitivo abandono del tradicional modo de producción doméstico, basado en la subsistencia, que tuvo lugar en Trasmiera antes que en ninguna otra parte de Cantabria, en la primera mitad del siglo XX, al tiempo que se generaba el nacimiento de formas de producción extraordinariamente mercantilistas, provocó la rápida transformación de la faz de esta comarca. Pero tal transformación no fue sino el inicio de un cambio muy intenso en la organización del espacio, ya no dado por la propia evolución agraria, sino por la irrupción del fenómeno turístico y por la aparición de construcciones destinadas a segunda residencia a partir de los años sesenta del siglo XX. Tanta importancia ha tenido este cambio en Trasmiera, y de manera especial en el área de las Siete Villas, que la propia economía agraria, basada en la ganadería, aun siendo de caracteres muy modernos, se ha visto desplazada en favor del nacimiento de esta nueva concepción del paisaje, caracterizada por la importancia que ha adquirido el espacio destinado al ocio. Del cambio no se ha 350

escapado ninguna parte de Trasmiera, a pesar de que la fuerza del mismo haya recaído sobre la comarca de manera heterogénea, y de que la franja costera haya resultado, como se acaba de señalar, singularmente afectada. En este nuevo paisaje, mercantilista y especulativo, que ha surgido en Trasmiera después de superado el ecuador del siglo XX, aunque los orígenes del mismo se remonten a los últimos años del siglo XIX, es sin embargo posible percibir muchos de los caracteres del viejo paisaje cultural. Se aprecia la antigua organización del espacio productivo, se percibe la morfología del poblamiento tradicional, y se descubren los rasgos de las construcciones seculares que daban vida a ese poblamiento. Cada entidad de poblamiento no era en el pasado más que un conjunto de explotaciones, compuesta cada una de ellas por una casa matriz con sus construcciones complementarias y el espacio agrario que las servía de complemento. El epicentro de la explotación era la casa de morada con la parcela de tierra que la servía de soporte y el huerto anexo12. Esa parcela se sigue llamando en Trasmiera por lo común solar, tal como era denominada en el pasado, en tanto que hacía referencia al suelo que se poblaba, si bien su contenido semántico se amplió para englobar primero al núcleo central de la explotación, y después a la explotación agraria entera. El solar, en su acepción más amplia, era algo así como la unidad patrimonial de un titular. Naturalmente, ese titular de la tierra no era innecesariamente quien la trabajaba, sino que éste era a menudo un arrendatario. Estas explotaciones rurales, que en ocasiones eran verdaderas unidades de cuenta de los grandes propietarios, civiles o eclesiásticos, y otras veces representaban la pequeña propiedad de unos titulares que trabajaban directamente la tierra, acabaron por convertirse en auténticas instituciones, en tanto que comportaban la forma característica de aprovechamiento de los recursos agrarios. Así quedaba conformado un sistema económico y social, muy perceptible en Trasmiera, que explica la estructura de las explotaciones campe-

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E. Gómez Pellón (1995).“La casa de labranza en Cantabria”, pp. 257-290.

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sinas actuales. El reducido tamaño que presentan en nuestros días es el resultado de un largo proceso histórico, según el cual los antiguos propietarios trataron de maximizar sus beneficios dividiendo sus tierras en tantas explotaciones como fuera posible, siempre que no vulneraran una única condición: asegurar la subsistencia de cada una d las familias campesinas que habían de vivir a sus expensas. Pues bien, las casas de labranza existentes en Trasmiera en nuestros días son el reflejo del intenso cambio que se ha producido en la comarca, de manera especial en el último medio siglo. Se trata de construcciones por lo común remozadas modernamente a fin de lograr una mayor funcionalidad, y en otros muchos casos de construcciones de nueva planta levantas expresamente pensando en los requerimientos de una explotación competitiva. En todas ellas, la presencia de los modernos materiales de construcción compone una de sus nota distintivas, aunque entre unas y otras las diferencias son notorias, por cuanto estas últimas, las creadas ex novo, responden a modelos uniformadores, sin relación alguna con la tradición arquitectónica de Trasmiera. Por lo que se refiere a las construcciones tradicionales que han sido objeto de transformación en el último siglo y, sobre todo, por lo que corresponde a esas otras construcciones que han sobrevivido al tiempo, todavía puede observarse en unas y en otras su tradicional fisonomía. Son construcciones que se ajustan plenamente a los cánones arquitectónicos vigentes en la comarca al menos desde el siglo XVI, y que, en suma, representan modelos enraizados en la historia de Trasmiera cuyos cánones han sufrido un proceso de cristalización en el transcurso del tiempo13. Entre esos modelos más antiguos, todavía existen en Trasmiera algunas casas llanas o terrenas, o bien que lo fueron con anterioridad y que posteriormente han sido recrecidas. Son casas generalmente del siglo XVI, de una sola planta, con arcos ojivales de ingreso y reducidos vanos igualmente ojivales, y levantadas con materiales de mampostería o de sillería, y

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Vid. un ejemplo en K. Mazarrasa Mowinkel (1994). Catálogo monumental del municipio de Bárcena de Cicero, Ayuntamiento de Bárcena de Cicero, Santander, p. 59.

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Casa hidalga en Liérganes (Trasmiera). Construida con sillería, en la planta baja posee tres arcos de medio punto que dan acceso a un zaguán interior

con cubierta a dos aguas. Se trata de construcciones dominadas por el goticismo, en las cuales con mucha frecuencia la fachada se halla en el hastial. El espacio que se halla bajo la cubierta, por encima de la planta baja, de escasa altura, revela la existencia del pajar. Difícilmente podría tratarse de construcciones anteriores, dado que por lo general las casas campesinas debieron haber sido de madera en su práctica totalidad, y en consecuencia de un material perecedero que no ha sobrevivido a los agentes externos ni a los accidentes naturales y fortuitos. Desde finales del siglo XVI se impone progresivamente un tipo de casa de labranza de mayores proporciones, tanto más grande dependiendo de la fortaleza económica de sus moradores. Son casas de apariencia muy hermética, de las que aún quedan muchos ejemplos en Trasmiera, construidas íntegramente en sillería, o bien con la planta baja de mampostería y la superior de sillería. Es característico que cuenten con uno o dos arcos de ingreso, que por lo regular son escarzanos, aunque también pueden ser carpaneles, e incluso de medio punto. Suelen estar separados por una columna cuadrangular. Este ingreso constituye la entrada a un pórtico, 353

En los tipos más antiguos de la arquitectura de Trasmiera, hallamos una casa cúbica con pequeños vanos en la planta superior y uno o dos arcos escarzanos en la planta baja

desde el cual se accede tanto a los establos como a la escalera que asciende hasta el piso superior. La fachada de ese piso superior cuenta con escasos vanos, igual que el resto de la casa, y en las construcciones de mejor porte estos vanos pueden ser simétricos con los arcos de los vanos inferiores y dar lugar a otras tantas puertas-ventanas. Por supuesto que existen construcciones que, aunque responden a estas características generales, son de porte muy modesto, faltando siempre esa pieza que con posterioridad pasaría a integrar los modelos constructivos más característicos y que es la solana o la balconada. Sólo cuando las casas son de grandes proporciones, susceptibles de considerar como auténticas casonas, poseen una cubierta a cuatro aguas. Consecuentemente, a partir de la segunda mitad del siglo XVI parecen ir desapareciendo progresivamente las casas llanas, y haciéndose más habituales las compuestas por una planta baja y un primer piso, con un desván bajo-cubierta, al igual que en los valles

14

J. L. Casado Soto (1972). “Evolución de la casa rústica montañesa”, Publicaciones del Instituto de Etnografía y Folklore “Hoyos Sáinz”, IV, pp. 7-59.

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bajos de toda la región14. Tal estructura la observamos, incluso en casas muy modestas. Una de las características de la casa trasmerana de entonces es la escasa presencia de vanos y el reducido tamaño de la mayor parte de los que se abren al exterior, incluido el que sirve de acceso. Tratándose de casas modestas, gran parte de las construidas en el siglo XVI, que aún se pueden ver, poseen la fachada en el hastial, y presentan un gran desarrollo en el sentido de los lados largos del rectángulo de su planta. Sin embargo, en el siglo XVII, los modelos dominantes presentan una tendencia inversa, por cuanto, sin perder la rectangularidad se acercan a menudo a la cuadratura, y generalmente la fachada se sitúa en uno de los lados largos. Mientras que las casonas y las casas de mayores proporciones siguen en el siglo XVIII algunas de las tendencias apuntadas aquí para los siglos precedentes, de modo que persisten los vanos de entrada presididos por arcos escarzanos o carpaneles, y aún de medio punto, algunas de éstas y sobre todo las casas más modestas comienzan a adoptar en toda Trasmiera la solana en su fachada, de modo similar a como se puede contemplar en el presente. De esta época datan las casas con solana más antiguas que existen en Trasmiera, y en realidad se trata de un tipo de casa que rápidamente se extenderá desde esta misma comarca hasta Villaviciosa, en Asturias, penetrando hacia el interior a través de los valles costeros15. No cabe duda de que se trata de una solución arquitectónica que, con diversas variantes, se adopta en muchas áreas de la franja cantábrica, siendo bien notoria en el caso del caserío vasco, en el cual cristalizan por esta época las balconadas superpuestas. A propósito, es importante señalar que en la mitad oriental de Trasmiera existe una gran influencia del caserío vasco, que de forma más desleída se aprecia en toda la comarca. Esta influencia es notable en los municipios trasmeranos más próximos al río Asón, y de modo especial en la Junta de Voto, donde son numerosas las construcciones que reproducen o recogen tales influencias. Con la 15

E. Gómez Pellón (1994). Vida tradicional y proceso de cambio en un valle del Oriente asturiano. Estudio antropológico del Valle de Ardisana, Principado de Asturias, Oviedo, pp. 156-173.

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cubierta a dos aguas, manteniendo la fachada en el hastial, como sucede en el caserío, y como sucedía también en los modelos medievales o tardomedievales de Cantabria, afloran en estas construcciones las estructuras de madera y hacen su presencia los balcones volados superpuestos, confiriendo formas que se asemejan extraordinariamente a algunos tipos de caserío. Pero, volviendo a la casa que cuaja en Trasmiera en el siglo XVIII y que ya se halla perfilada a finales del siglo anterior, hay que decir que, como característica fundamental, se abre plenamente al exterior por medio de la solana. El viejo soportal que estaba presente en la arquitectura trasmerana se agranda considerablemente gracias a que es encuadrado por los dos muros cortafuegos o por los dos machones laterales que aparecen en los extremos de la fachada, la cual definitivamente ya no está en el hastial, como prolongación de dos de los lados del rectángulo que forma la planta, o si se quiere por la prolongación de los muros piñones. Entre esos dos machones, en la planta superior, corre la balconada, apoyándose en ellos, de manera que el soportal interior que ya existía gana en espacio, gracias al cobijo que le presta la solana y al amparo de dichos machones.

Casa en Liérganes (Trasmiera), con solana protegida por machones laterales moldurados y con estructura abuhardillada en la cubierta, dentro de lo que constituye uno de los modelos arquetípicos de la arquitectura popular de Cantabria

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En consecuencia, la casa se abre al exterior no sólo en la primera planta, a través de esta balconada, sino también en la planta baja por medio del nuevo soportal. La solana, en definitiva, enmarcada por los muros cortafuegos, crea un verdadero antecuerpo de la casa, que hace ganar a ésta en funcionalidad hasta extremos insospechados. Mientras que la solana se convierte en un granero y en un secadero de la cosecha, y aún en un espacio de reunión familiar, el soportal amplía el espacio destinado a las labores cotidianas, en un clima húmedo y muy necesitado de la garantía que supone para los moradores el resguardo que les presta esta nueva estructura, mientras que simultáneamente añade un espacio de sociabilidad vecinal16. Este modelo que se halla impuesto en toda Trasmiera en la segunda mitad del siglo XVIII es el que con pocas variantes contemplamos en nuestros días. El balcón se apoya unas veces sobre machones laterales y otras sobre muros cortafuegos. En este último caso los cortafuegos pueden acoger sendas ménsulas molduradas, resaltando así la separación exterior entre la planta baja y la superior. Allí donde la influencia del caserío vasco es mayor, es también más usual que el balcón vuele entre los extremos de la fachada, apoyándose en una serie de ménsulas. De esta manera observamos que esta morfología tiene gran presencia al Este de Trasmiera, hasta el límite con las Encartaciones vizcaínas, por más que añadidamente se observe en todo el territorio de Cantabria. No es infrecuente que la solana se halle entre algún muro cortafuegos y un cuerpo lateral, e incluso entre dos cuerpos laterales. En cualquier caso, la casa con solana es compatible con soluciones abuhardilladas en la cubierta, dando lugar a una morfología que la encontramos en gran parte de la región. Algunos de los pequeños núcleos urbanos de Trasmiera cuentan con casas urbanas, decimonónicas unas veces y construidas a principios del siglo XX en otros casos, que no son otra cosa que el desarrollo de la casa en la que el balcón vuela entre los extremos de la fachada, dando lugar a la superposición de balconadas en los dos o tres

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Vid. E. Gómez Pellón (1995). “La casa de labranza en Cantabria”, pp. 267-270.

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pisos de esta construcción, con un efecto similar al que presenta en el caserío vasco. Tanto Ampuero como Limpias, Solórzano17 y Escalante18 constituyen notables ejemplos del desarrollo de esta arquitectura, presidida por la importancia que adquiere el balcón corrido. La casa con balconada en voladizo que se acaba de señalar la hallamos en Trasmiera, y también en otras partes de Cantabria19, adoptando una nueva forma. Su balconada deja paso a una galería acristalada, tomando como referencia los modelos urbanos que tanta difusión adquirieron ya en el siglo XIX. El espacio antes dedicado a balcón se convierte en un auténtico invernadero durante los meses más lluviosos y fríos, que es habilitado como secadero pero que al mismo tiempo cumple otras muchas funciones, entre las que se halla la de conformar una estancia más destinada a la reunión o al descanso durante el día. La apertura de una parte del cuerpo acristalado, cuando llega el buen tiempo, concede una versatilidad a este espacio que difícilmente puede ser mejorada en un clima como el cantábrico. En efecto, la casa de vivienda en Trasmiera cumple la mayor parte de las funciones propias de una construcción que ha de servir a la familia dedicada a las tareas agrarias. Más todavía, se trata de una casa cuyas funciones actuales no son sino el resultado de una larga transformación, en la que sin embargo se han mantenido la mayor parte de los rasgos fundamentales de su morfología. De la orientación dominantemente agrícola que poseía la economía agraria de Trasmiera hasta mediados del siglo XIX, se fue pasando poco a poco a otra orientación que a finales de este mismo siglo era decididamente ganadera. El pequeño establo ubicado en la planta baja de la vivienda hubo de ensancharse hasta acoger un número de cabezas de ganado mayor cada vez más grande, gracias al despla-

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18 19

K. Mazarrasa Mowinkel (1999). Catálogo monumental de los municipios de Hazas de Cesto y Solórzano, Centro de Estudios Montañeses y Ayuntamiento de Solórzano, Santander, pp. 114. M. Aramburu-Zabala et al. (1997). Catálogo monumental del municipio de Escalante, Ayuntamiento de Escalante y Universidad de Cantabria, Santander, pp. 103-129. J. García Cordón y P. Reques Velasco (1984). “La arquitectura popular en Cantabria”, Publicaciones del Instituto de Etnografía y Folklore “Hoyos Sáinz”, 12, pp. 73-75.

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zamiento a la cocina que se hallaba en esta planta hacia la superior y de la aparición de tendejones y construcciones anexas a la casa, que vinieron a complementar el establo y a agrandar el pajar que se hallaba en la parte alta de la vivienda. El resultado permitió una concentración importante de reses de ganado vacuno en las proximidades de la vivienda, que se iba haciendo tanto mayor según avanzaba el siglo XX y se intensificaba el carácter de esta ganadería. Es así como se han llegado a generar enormes cantidades de estiércol en los pueblos trasmeranos, lo cual se ha visto refrenado en los últimos lustros de este último siglo por la desaparición progresiva de muchas explotaciones agrarias, que por el contrario no ha tenido su reflejo en la reducción del número total de reses, no siendo de manera insignificante. Por todo ello, a menudo, y todavía en nuestros días, estos pueblos de Trasmiera se han convertido en espacios malolientes, más que en otro tiempo cuando sin embargo las medidas paliativas eran insignificantes. La casa de Trasmiera, sin duda, se ha ido disociando aún más de lo que ya se había disociado en los siglos XVIII y XIX. Y en muchas partes de Trasmiera esta disgregación, o si se quiere esta disloca-

La planta indiana introducida en Cantabria a comienzos del siglo XVII y que pronto se convirtió en elemento indisociable de su paisaje

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ción, ha creado construcciones ganaderas considerablemente alejadas de la casa matriz. La razón se halla en el continuo asalto a los terrenos comunales que ha tenido lugar desde el siglo XVIII, y que ha alcanzado toda su intensidad en la primera mitad del XX. De esta forma fueron ganadas al monte grandes superficies pratenses, cuya lejanía de la casa matriz aconsejó a sus titulares o a sus beneficiarios el levantamiento de las construcciones que con el nombre de cabañas cubren en nuestros días el paisaje del área meridional de Trasmiera. Son construcciones de exclusivo carácter ganadero, levantadas sobre todo en las pendientes de los municipios de Voto, Bárcena de Cicero, Solórzano, Hazas de Cesto, Ríotuerto, Liérganes y Miera. Todas ellas se levantan sobre prados cerrados, generalmente con pared de piedra seca, o a veces con alambrada, configurando los denominados cierros. Son de planta rectangular, con cubierta a dos aguas, con paredes de mampostería y con la fachada generalmente en el hastial. Debido a su levantamiento en terrenos pendientes, es frecuente que tanto la planta inferior como la superior tengan salida al exterior, de suerte que mientras aquélla se destina a la guarda del ganado, ésta se destine al almacenaje del heno. Los tejados aparecen salpicados por una multitud de cantos o de piedras que sirven para inmovilizar las tejas de tipo árabe, que de otra forma serían removidas por el viento.

ASTURIAS DE SANTILLANA Entre los ríos Deva y Miera se extiende el vasto territorio que se corresponde con la demarcación histórica de las Asturias de Santillana, tal como fue llamada desde el siglo IX esta prolongación de las Asturias de Oviedo. Incluyendo las cuencas del medio y bajo Deva, del Nansa y del Pas, tal territorio se corresponde con una superficie que representa más de un tercio de la actual región de Cantabria. La Cordillera Cantábrica y el mar delimitan por el Sur y por el Norte respectivamente esta comarca, cuyos valles perpendiculares a la costa encierran no sólo distintos nichos ecológicos sino también diferentes formaciones culturales que dan vida a otras tan360

tas comarcas, aunque la propia región ha subsumido muchas de las aparentes diferencias dentro de esta superunidad histórica y cultural. Debido a razones históricas y administrativas, el territorio de las Asturias de Santillana ha estado indisolublemente unido a otras comarcas limítrofes de Asturias y de lo que hoy denominamos Cantabria. En este sentido, en torno a este territorio se han articulado históricamente las vecinas comarcas de Liébana y de Campoo, que han funcionado, además, como auténtico pospaís, a la vez que las Asturias de Santillana generaban una sustancial unión con la inmediata comarca de Trasmiera. Por muchas de las razones que se verán a continuación, las Asturias de Santillana fueron vistas por los escritores costumbristas como expresión efectiva de los valores del espíritu montañés. Aparte de las motivaciones históricas, existen diversas razones que explican el hecho de que las Asturias de Santillana se hayan convertido en un referente cultural dentro de la actual Cantabria. En su seno se han conservado mejor las instituciones del derecho consuetudinario, debido a que el cambio social y cultural que se experimentó durante el siglo XIX fue más liviano que en Trasmiera o en

Zaguán delantero de una casa llana del siglo XVI, en Alceda (Corvera de Toranzo), cuyo interior se dividía entre el espacio destinado a las personas y el ocupado por los animales

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Antigua casa de dos plantas, con solana entre muros cortafuegos, en Alceda (Corvera de Toranzo). El muro de la fachada, por encima de la planta baja, está construido con entramado de madera relleno con mampostería

otras comarcas de la región. Y sobre todo, en la primera mitad del siglo XX, cuando se intensificó el cambio en la mitad oriental de la región, éste resultó refrenado por múltiples causas en los valles interiores de las Asturias de Santillana, al igual que en Liébana y en Campoo. El cambio llegó, con frecuencia, a estos valles interiores a mediados del siglo XX, y se evidenció antes por razones de puro vaciamiento demográfico que por cualquiera otra. Sin embargo, esta resistencia al cambio no fue general dentro de las Asturias de Santillana, sino que se circunscribió, como he señalado, a los valles interiores. En los valles costeros, por el contrario, el cambio se difundió primero aunque, en todo caso, con retraso respecto de los valles costeros de la mitad oriental de Cantabria, puesto que no parece haber duda de que la transformación siguió la dirección este-oeste y norte-sur. Dicha transformación llegó de la mano de una nueva concepción económica en la cual resultaba crucial la producción para el cambio mercantil. Un mercantilismo que se presentó bajo la imagen de una ganadería productora de leche que era destinada a las industrias lácteas, encargadas asimismo de la recogida en el medio rural. Naturalmente, tal modelo triunfaría 362

allí donde se daban las condiciones ecológicas requeridas, siempre que no se acompañara de una gran inversión en trabajo humano20. En los valles interiores de las Asturias de Santillana, con tanta mayor dificultad cuanto más altos se hallaban, no prendió a menudo el cambio, puesto que las inversiones en energía humana habrían hecho inviable el intento de adaptar una ganadería próspera y moderna, basada en la producción lechera, teniendo en cuenta que las condiciones impuestas por el medio físico no eran las idóneas. A ello se añade que, inicialmente, la falta de infraestructuras para la recogida de la leche hacía inviable un mínimo desarrollo mercantil. En suma, estas áreas interiores de las Asturias de Santillana resultaron escasamente aptas e, incluso, ineptas para el cambio, de modo que sus gentes optaron por la resistencia a cualquier transformación que, finalmente, daría lugar al consabido éxodo de los años cuaren-

Antigua casa, en Santiurde de Toranzo, con la fachada en el hastial y balcón volado, construida con piedra y entramado de madera, materiales ambos muy abundantes en la comarca

20

E. Gómez Pellón, (2002). “El ocaso de la sociedad tradicional”. En A. Moure Romanillo (ed.), Cantabria. Historia e instituciones, Universidad de Cantabria y Asamblea Regional de Cantabria, Santander, pgs. 133-152.

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Tipo de casa, en Santiurde de Toranzo, de dos plantas y una tercera bajo-cubierta, con amplia solana y sólidos muros cortafuegos, ejemplo de un modelo muy difundido por toda la región, con un pozo doméstico cercano

Característica agrupación de casas con solana muy evolucionada en Alceda (Corvera de Toranzo)

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Típico cerramiento del valle del Saja, en Sopeña (Cabuérniga), realizado mediante cantos rodados, extraídos del cauce del río

ta y, sobre todo, cincuenta, sesenta y setenta del siglo XX. Así se explica, no sólo el despoblamiento que se advierte en los valles medios y altos, sino también el acusado envejecimiento que se percibe en sus estructuras demográficas. En los municipios costeros los nulos escrúpulos de los especuladores produjeron una transformación del paisaje y de las construcciones insertas en el mismo rechazable desde todo punto de vista, porque se antepuso la filosofía del cambio y del utilitarismo a cualquier voluntad de tolerancia hacia los modelos que, siendo legado del pasado, se hallaban insertos en la cultura local. Otros aspectos de la cultural tradicional, como los inmateriales, resultaron tan afectados que terminaron por desaparecer rápidamente. El resultado de este proceso de cambio fue el olvido de muchos de los referentes básicos de la cultura tradicional, en beneficio de los nuevos valores que llevaba aparejados el rápido proceso de cambio. Mientras que en las áreas interiores sus habitantes siguieron apegados a la actividad agraria, en las costeras fueron muchos los que paulatinamente abandonaron su vieja actividad para integrarse, poco a poco, en las tareas propias del sector terciario, coadyuvando este último hecho al retraimiento de su antigua tradición cultural. 365

Portal de acceso a una vieja casa llana propia de los siglos XVI y XVII, en Valle (Cabuérniga), en el valle del Saja

Lo sucedido en las Asturias de Santillana no es distinto de lo que ha tenido lugar en otras partes de Cantabria, en las que se ha producido una disociación entre la evolución de las áreas costeras y la de las áreas interiores. A la nefasta acción antrópica que se produjo inicialmente en las áreas costeras se unió la emigración generada en las interiores, con las correspondientes repercusiones en la conservación del patrimonio etnográfico. En el presente, aunque ha crecido la sensibilidad hacia la defensa del patrimonio, ésta se halla lejos de generalizarse. Por fortuna, el progreso que se ha producido en las medidas de protección representa la mejor garantía de futuro para el patrimonio cultural en general y para el patrimonio etnográfico en particular. Antes se ha explicado cómo el paisaje cultural de las Asturias de Santillana descubre un claro contraste entre el área costera y los valles interiores, en tanto que la primera está dominada por un poblamiento disperso y los segundos lo está por otro poblamiento concentrado, del tipo que podemos llamar polinuclear, especialmente en los valles del Nansa y del Saja, donde el barrio se convierte en la unidad auténtica de colaboración vecinal. Ahora hay que 366

Arquetípico modelo de casa en Carmona (Cabuérniga) con balcón volado, buhardilla con balcón, cubierta a dos aguas y doble arco de ingreso en la planta baja

añadir que en estos valles interiores, donde la resistencia al cambio cultural ha sido muy acusada, este poblamiento tradicional se ha conservado de forma nítida, al igual que los elementos que lo integran. De ahí que se descubran tipos de casas que en ocasiones son de procedencia medieval o tardo medieval conviviendo con otros tipos pertenecientes a épocas más recientes. En algunos núcleos se aprecia todavía la existencia de esas casas de morfología tardomedieval que denominamos casas llanas21. Hallamos ejemplos muy ilustrativos en los municipios interiores de las Asturias de Santillana. Se trata de casas de muy bajo alzado, que a menudo no superan los tres metros, e incluso que no llegan y se sitúan en torno a los dos metros y medio de altura, con el característico solar o patio en la parte delantera, que secundariamente acoge alguna construcción auxiliar y que seguramente en el pasado la acogió también. Son todas ellas casas de muy pequeño tamaño 21

E. Ruiz de la Riva (1991). Casa y aldea en Cantabria. Un estudio sobre la arquitectura del territorio en los valles del Saja-Nansa, Santander, Librería Estudio y Universidad de Cantabria, pgs. 248-250.

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Casa con solana, en Carmona (Cabuérniga), en la que se destaca el trabajo de la madera en la balaustrada, la barandilla, los postes, las vigas y los aleros. Bajo la solana se halla un soportal que da paso a un zaguán o estragal

lo cual, sin embargo, no debió ser obstáculo para permitir en el pasado la convivencia interior de personas y ganados. Algunas de las existentes en la actualidad no parecen superar los cincuenta metros cuadrados de superficie. La mayor parte de estas casas llanas cuentan con construcciones adosadas destinadas a guarecer los animales, convirtiendo a la casa matriz en vivienda exclusiva de las personas, aunque parece tratarse de modelos que han evolucionado a partir de los anteriores. Realmente, se trata de un tipo de casa muy similar a otros tipos que hallamos en toda la Europa mediterránea, cuyo éxito, a pesar de su rusticidad, parece deberse a su extremada funcionalidad. Unas veces se nos presentan las casas aisladas y otras muchas formando hileras compuestas por dos o más casas. En lugares como Cos, Mazcuerras y Herrera de Ibio encontramos agrupaciones en hilera de casas llanas de gran interés, en lo que se refiere al patrimonio cultural de nuestra región. Pero también en otras partes de las Asturias de Santillana las hallamos, sirviendo como ejemplo el caso de las entidades de población de Cabuérniga y Los Tojos, y también de Ríonansa. Asimismo, en el área costera encontramos 368

algún escaso ejemplo de casa llana, aunque por lo general aislada. Las Asturias de Santillana muestran con gran nitidez la evolución de esta casa llana, de orígenes medievales, muy difundida en el siglo XVI, aun a sabiendas de que la construcción de las mismas persistió en el siglo XVII. Eduardo Ruiz de la Riva22 ha observado cómo inicialmente la casa se eleva alrededor de 0,5 metros, logrando que la fachada delantera empiece a contar con un vano de acceso directo al desván, el boquerón, sobre la puerta de entrada a la cuadra, facilitando el almacenaje de productos en el desván, el cual, aunque ya existía previamente a modo de espacio bajo cubierta, no contaba con otro acceso que el que suponía la existencia de una escalera interna. Realmente, esta evolución no es distinta de la observada en el área costera de las Asturias de Santillana por José Luis Casado Soto23. Éste es el tipo de casa que fue inmortalizado en la literatura de Manuel Llano con el nombre de casa-tronera. A partir de este progreso, la evolución se acelera y enseguida la casa llega a alcanzar una altura próxima a los cuatro metros. Seguramente, el modelo más expresivo de este progreso que supone el paso gradual a la casa de dos plantas, aún apenas perceptible, es la llamada casa de pajareta, de acuerdo con la denominación al uso en Cabuérniga y en otros valles interiores de las Asturias de Santillana. La novedad en esta casa es que el boquerón o pequeño vano que daba acceso al desván se ha convertido en una puerta de metro y medio de altura. El pajar tiene una capacidad muy superior de almacenamiento, y la casa cuenta con un cuarto alto que recrece la capacidad de alojamiento de personas. Otra de las novedades es que la fachada delantera posee, frecuentemente, un espacio abierto sobre la puerta de entrada, delimitado con varas entretejidas a modo de celosía, que sirve para el almacenamiento de productos del campo, facilitando el oreo de los mismos.

22 23

E. Ruiz de la Riva (1991), op. cit., pgs. 251-261. Vid. J. L. Casado Soto (1972). “Evolución de la casa rústica montañesa”, pgs. 7-59.

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Recia casa con solana y soportal en San Pedro (Carmona, Cabuérniga), formando hilera con otras casas de similares características.

Algunos de estos tipos de casa de pajareta sustituyen este espacio abierto por lo que en un principio constituye el adelanto de lo que será en el futuro la solana. En efecto, hay casas de este tipo que poseen una especie de diminuta balconada encima de la puerta de entrada, ante lo que se insinúa como segunda planta. A esta incipiente balconada se suele llegar a través de una escalera exterior de madera, y no de la escalera interior de la casa que lleva al cuarto superior. Ciertamente, tal balconada, aunque de escasas dimensiones, supone la conquista de un espacio que resulta imprescindible en un momento, como es el siglo XVII, en el que se hace imprescindible ventilar las primeras cosechas del cereal indiano, del maíz, que tanto éxito está alcanzando y que está haciendo retroceder al resto de los cereales de primavera en un principio y a los de invierno a continuación. Esta casa de pajareta24, auténtica reliquia de la casa vernácula de Cantabria, la encontramos con cierta frecuencia en diversos

24

E. Ruiz de la Riva (1991), op. cit., pgs. 251-261.

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lugares de las Asturias de Santillana, y sobre todo en barrios de Cabezón de la Sal, como La Presa, y en núcleos del Valle del Saja, como Mazcuerras, Ruente, Cos, Ucieda, Terán y otros. En algunas partes de este mismo valle se evidencia con nitidez la transformación que sufre la casa en su evolución hacia otro tipo, de dos plantas, muy cercano al impuesto a partir de finales del siglo XVII y, especialmente, en el XVIII. El tipo más cercano a éste de dos plantas, y previo, es aquél que se observa en muchas partes, consistente en una balconada de poca altura, a menudo ocupando no toda la fachada sino una parte de la misma. Evidentemente, la aparición de la balconada supuso la existencia de un espacio de trascendental importancia por su funcionalidad, al permitir que se contara con un lugar donde orear las cosechas. De ahí que ese nuevo modelo de casa que se anuncia, con dos plantas, incorpore este detalle como parte sustancial. Tal fue su éxito que debió suplantar en la función a las cámaras de los hórreos y las paneras, lo cual explicaría la rápida mengua de los existentes y la práctica desaparición finalmente. Todavía en las Asturias de Santillana pueden verse algunos hórreos, como muestra de la importancia que poseyeron en el pasado. Este es el caso de los existentes en Treceño y Herrerías, y de los restos que no hace mucho podían apreciarse en el Valle del Besaya, en Anievas, así como de los casos citados documentalmente en el pasado. Realmente, es entre los siglos XVII y XVIII cuando los hórreos se dotan de corredor en Asturias, coincidiendo con la progresión del maíz, si bien sería necesario explicar por qué la extensión de la casa de balconada de las Asturias de Santillana se extiende por el Principado hasta el concejo de Villaviciosa conviviendo con los hórreros dotados de corredor, mientras que en Cantabria terminan por desaparecer los hórreos. En la segunda mitad del siglo XVII parece ser cada vez más frecuente que las casas se doten de una segunda planta, unas veces mediante recrecimiento de la planta baja existente, o si se quiere de la primera planta ya recrecida que existía previamente, o bien a través de casas levantadas ex novo. Ahora la casa gana en altura, los vanos se hacen más amplios, y no siempre se incorpora la balconada. Existe un tipo de casa, muy extendida desde las tierras más 371

bajas, según se aprecia en Ruilobuca, en Treceño y en otros lugares, hasta la parte más alta delos valles interiores, como se descubre en Bárcena Mayor y en Los Tojos, donde la casa, efectivamente, es mucho más alta que las tradicionales de una planta, porque ahora cuenta con dos plantas. Pero la segunda planta, construida con entramado de madera y adobe o ladrillo, no cuenta con balconada, sino que es de apariencia muy hermética. Sin duda, el tipo que acaba convirtiéndose en el preferido es el que se corresponde con la casa de dos plantas con solana y soportal25. Como es bien sabido, representa el modelo arquetípico de Cantabria, y como tal ha sido señalado por los estudiosos que se han ocupado de la casa en la región, tal como puede verse en los trabajos de Rucabado, de Ortiz de la Torre26 y de González de Riancho27, al amparo de consideraciones estéticas y funcionales. La proliferación de casas en hilera en el Valle del Saja nos nuestra la convivencia de tipos de una sola planta con otros de dos, logrados estos últimos, como se ha señalado, por simple recrecimiento frecuentemente. Udías, Ruiloba, Ruilobuca y otros lugares nos muestran esta convivencia de manera expresiva. La casa ahora posee una amplia balconada, que corre de lado a lado a través de la fachada, pero también posee un soportal, ya que la balconada ha permitido que la casa cuente con una especie de antecuerpo, extraordinariamente eficaz y útil, puesto que a la funcionalidad del balcón se añade la del soportal que genera éste. Frente al modelo de las dos plantas sin balconada, el de las dos plantas con balconada representa el triunfo de la utilidad y, añadidamente, un éxito inconmensurable. Con él queda definido el entorno de la casa tal y como lo conocemos hoy. La casa se levanta sobre un solar cercado, de modo que el acceso a la misma se realiza a través de una portalada, a menudo construida con piedra labrada, 25 26 27

E. Ruiz de la Riva (1991), op. cit., pgs. 251-265. E. Ortiz de la Torre (1927). La Montaña artística: arquitectura civil, Santander, Diputación Provincial de Santander. J. González de Riancho (1971). La vivienda en el campo de la provincia de Santander, Santander, Diputación Provincial de Santander.

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y consistente en un arco de medio punto sobre el cual se halla un friso y sobre éste un frontón que suele estar coronado por una cruz u otro elemento simbólico. Entre la portalada y la casa se halla una corralada que puede albergar algunas construcciones auxiliares, como un cobertizo o socarreña para guardar los aperos de labranza, y en el pasado el pozo y acaso el hórreo. La casa de dos plantas con balconada es de planta rectangular, orientada hacia el mediodía o hacia el saliente, con numerosos vanos para captar el máximo de luz y de calor. Presenta una cubierta a dos aguas, cuyo caballete se halla paralelo a la fachada, sustentada mediante la característica armadura “de sopondas”, formada por vigas y pilares, que como el forjado del tejado son de madera. Éste posee un generoso alero en la fachada, y está construido con teja árabe. También es de madera el forjado que separa la primera planta de la segunda, realizado mediante la colocación devigas entre muros, apoyadas en ocasiones en pies derechos. Asimismo es de madera la balconada, tanto las vigas que la sustentan, como las tablas que conforman el suelo, como las barandillas y la balaustrada. Igualmente lo son los pilares que conectan la balconada con la cubierta, y las zapatas que a menudo poseen éstos. De madera es también el artesonado del alero. Es habitual que las partes más visibles de la estructura de madera se hallen decoradas, tratando de conseguir un efecto estético. Es entonces cuando aparecen todo tipo de motivos geométricos y naturalistas, consistentes en flores de cuatro, de seis y de ocho pétalos, ajedrezados, comas, tetrasqueles, etc. conseguidos unas veces mediante técnicas incisas y otras de bisel, igual que el resto de los motivos28. Las vigas de la balconada pueden correr entre muros, gracias a que los lados laterales de la casa se prolongan tanto como lo exija la anchura del balcón. Esa prolongación es la consecuencia de la existencia de muros paravientos o cortafuegos, que facilitan la construcción de ese antecuerpo de la casa que está compuesto por el 28

Vid. E. Gómez Pellón (2001). “El arte popular”, en J. Polo y L. Sazatornil (eds.), Arte en Cantabria. Itinerarios, Santander, Universidad de Cantabria y Gobierno de Cantabria, pgs. 273-280.

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Poblamiento agrupado en San Pedro (Carmona, Cabuérniga), como es característico de las tierras que integraro el territorio histórico de las Asturias de Santillana

amplio alero, la balconada y el soportal. Cuando faltan estos muros cortafuegos, el balcón adopta una morfología corrida. En todo caso, la fachada principal de la casa se halla en uno de los lados pequeños del rectángulo de la planta. A veces, dada la amplitud de la luz, es necesario apoyar la viga principal de la balconada en pies derechos con zapatas labradas. Aunque por lo regular la casa está construida mediante mampostería, lo frecuente es que la fachada principal sea de sillería. Cuando no sucede así, la sillería se reduce a la realización de los dinteles y las jambas de los vanos. Este perfeccionismo adquiere gran intensidad en la planta baja, especialmente teniendo en cuenta que este tipo de casa cuenta no sólo con un soportal, sino también con un zaguán o estragal interior, a modo de vestíbulo, a través del cual se accede a la cuadra que se halla en la planta baja y también a la escalera que sube al primer piso y al desván. Este zaguán es, como el resto de las partes de la vivienda, fruto de una funcionalidad que permite al paisano trabajar, amparado en su protección, los días más húmedos y fríos. A veces el soportal cuenta en su cara exterior con algún sistema de arquería, que puede suponer la existencia de dos o tres arcos, tratando de conferir el grado más alto posible de nobleza y, añadidamente de funcionalidad. 374

A nuestros días ha llegado alguno de los graneros aéreos que acompañaban a la casa, como complemento de la misma en las Asturias de Santillana. Construidos íntegramente de madera y compuestos por una cámara cuadrangular que se apoya en pies derechos, existe en Cantabria una tipología, cuyos tipos básicamente responden a la forma del hórreo asturiano (con cubierta a cuatro aguas) que hallamos en parte de los hórreos lebaniegos que se mencionan más abajo, o bien a la forma del hórreo leonés (con cubierta a dos aguas) y que coinciden con otra parte de los hórreos lebaniegos y también con los del valle de Polaciones. Además de estos dos tipos de hórreo, ambos de planta cuadrada, debió existir un tercero, la panera, que a diferencia de los anteriores presenta planta rectangular y se apoya en seis o más pies, resultando ilustrativa la que aún se conserva en Cades (Herrerías). Entre la cabecera del río Saja y la del Nansa, el Puerto de Sejos se convierte también al término de la primavera en el epicentro de los ganados que llegan cada año a aquellas montañas, siguiendo una costumbre ancestral29. Como sucede en el caso del Puerto de Áliva, en Liébana, son ganados sujetos al régimen de trashumancia, que proceden de los pueblos del municipio de Cabuérniga y del Valle de Campoo y en el pasado también de otras partes de las Asturias de Santillana y de Trasmiera. El decaimiento de la práctica trashumante ha reducido la presencia de ganados en este puerto, al que en el pasado acudían ganados procedentes de valles más alejados, e incluso de los municipio de la Marina central de la región. Por su parte, los pueblos de la Marina oriental y de la comarca de Trasmiera se trasladaban a los puertos campurrianos y a los de otras partes de la Cordillera. El triunfo en estas tierras bajas de una ganadería orientada a la producción de leche, a partir de razas exógenas, ha terminado con cualquier atisbo de trashumancia. En nuestros días ésta sólo alcanza a aquellas áreas ineptas para la práctica de la ganadería moderna. Ello se aprecia por igual en otro puerto

29

Vid. E. Gómez Pellón (1999). Viejas culturas lácteas de Cantabria, Universidad de Cantabria, Santander, pgs. 15-36.

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del Valle del Saja, el de Palombera, que sigue siendo el destino de unos ganados que, cada vez en número menor, acuden en los últimos días de la primavera. El decaimiento del sistema que se operó a partir de los años sesenta hizo que, en ausencia de pastores, la institución de la vecera o corruda subviniera en solitario a las necesidades de apacentar las reses en los puertos. Este cumplimiento de la tarea encomendada por la costumbre, contando sólo con los titulares del ganado, hace posible que el régimen de trashumancia estacional continúe existiendo a comienzos del siglo XXI, aunque sea de forma muy debilitada. Ello es consecuencia de la versatilidad de las instituciones que concurren en este singular régimen ganadero, haciendo que la ausencia de alguna de ellas no impida la supervivencia del mismo. No obstante, todas ellas, en los lugares donde aún existen, presentan claros síntomas de agotamiento. Aunque se halle muy cercana todavía la época en la cual los pastores y los veceros pernoctaban en los rudimentarios chozos o pequeñas construcciones de planta circular, con gruesas paredes de argamasa y falsa cúpula, en cuyo interior no había más que el hogar y un miserable catre para dormitar30, en nuestros días la vecera no implica más allá de una corta visita al ganado del puerto. Además de los chozos, todavía son visibles en los puertos las pequeñas cabañas, casi diminutas, de planta cuadrangular y una sola planta para el hogar y el alojamiento de los pastores, con cubierta a dos aguas. Son los dos tipos de construcciones que hallamos en los puertos occidentales, y que si bien presentan una gran diferencia en lo formal, constituyen la respuesta a una misma necesidad, de manera que cumplen idéntica función.

30

Vid. Lastra, A. de la (1970). “Chozos circulares pastoriles en Cantabria”, Publicaciones del Instituto de Etnografía y Folklore “Hoyos Sáinz”, 2, pgs. 149-160.

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LIÉBANA Las características singulares del relieve, el clima y la vegetación otorgan a Liébana una marcada personalidad. Una topografía extraordinariamente agreste ha dado vida a un paisaje pleno de originalidad, capaz de individualizarse por sí mismo en el conjunto de la geografía regional. Los ríos que, horadando el paisaje corren desde las montañas mridionales hasta el Mar Cantábrico, han creado profundos surcos, dando lugar a generosos valles en unos casos, y a estrechas gargantas en otros. Las altas cumbres y los profundos valles constituyen el inequívoco referente de la imponente fisonomía lebaniega. La Sierra de Peña Sagra, las montañas de la divisoria y la mole caliza de los Picos de Europa bordean esta comarca del extremo occidental de Cantabria, comunicada con el resto de la región a través del Desfiladero de la Hermida abierto por el río Deva que, aguas abajo, terminará por convertirse en la frontera natural con la vecina región asturiana. Antes, el Deva, nacido en las cumbres de los Picos de Europa, ha recibido las aguas del río Quiviesa tras su viaje por la Vega de Liébana, y las del Bullón, después de cubrir el tortuoso trayecto que le separa de su lugar de nacimiento en el Puerto de Piedrasluengas. El poblamiento de Liébana se localiza a baja o media altura. La mayor parte de las entidades de población se encuentran en cotas próximas a los 600 metros de altitud, si bien son muchos los que se encuentran por debajo de los 500 metros. Para comprenderlo mejor, baste decir que el extenso municipio de Camaleño, que con más de 161 Km. cuadrados es el mayor de Liébana, extendido por el Valle de Valdebaró, no cuenta con ninguna aldea o lugar que se separe de esta medida. Y lo mismo se puede decir del de Cillorigo, que pasa de los 104 Km. cuadrados, y del pequeño municipio de Potes, vertebrados todos ellos por el río Deva. De entre las que se hallan por encima de los 600 metros de altitud, muy pocas son los que superan los 850 metros de altitud. En el municipio de Cabezón de Liébana, extendido sobre 81,4 Km. cuadrados, y regado por las aguas que resbalan por las laderas de Peña Sagra, no hay ninguna entidad que supere esta altitud. Sólo en el municipio de Vega de 377

Típica agrupación de casas en Mogrovejo (Camaleño), expresiva del poblamiento concentrado, polinuclear, de la comarca de Liébana, con los Picos de Europa al fondo

Liébana, en el Valle de Cereceda, cuya extensión es de poco más de 133 Km. cuadrados de superficie, hay dos entidades que exceden esta medida: Dobarganes, en las estribaciones de la Sierra de la Fuente, y Dobres, a los pies de Peña Quebrada, en los montes de la divisoria. Por último, en Pesaguero, sobre una superficie de 70 Km. cuadrados, en el Valle de Piedrasluengas, se encuentra un solo núcleo de población que supere los 850 metros de altitud, que es Caloca, al pie de las Sierras Albas, que con sus 1.108 metros de altitud puede considerarse en sentido estricto como la única aldea de Liébana situada en la alta montaña. En resumidas cuentas, sólo Vega de Liébana y Pesaguero cuentan con unas pocas aldeas y lugares enclavados en la parte alta de sus respectivos valles, mientras que la mayor parte de los núcleos de población del conjunto de los valles lebaniegos se hallan por debajo de los 650 metros, por lo que se puede precisar que se trata de un poblamiento enclavado en el fondo de los valles y en la media montaña. El poblamiento lebaniego es, además, eminentemente rural, si se considera que sólo la villa de Potes, el centro natural de la comarca y el lugar de encuentro mercantil de los lebaniegos desde la Edad 378

Casas lebaniegas adosadas en Pido (Camaleño). El pequeño balcón, con antepecho macizo, es propio de una comarca donde este elemento de la casa cumple un papel menor

Media, posee un cierto rango urbano, por más que sus habitantes no sean en 2005 más que 1.584, de acuerdo con la Revisión del Padrón Municipal de dicho año. Este número de habitantes se ha mantenido relativamente estable desde hace mucho tiempo, de forma que durante todo el siglo XX apenas ha presentado más que leves oscilaciones. La estabilidad de la villa de Potes contrasta radicalmente con el resto de la comarca lebaniega que, tras un crecimiento continuado en el siglo XIX y en los primeros años del XX, ha entrado en un imparable declive demográfico, pasando de 12114 habitantes en 1950 a 5887 en 2005. Mas, en lo sustancial, el poblamiento se ha caracterizado en el pasado, como en el presente, por presentarse en forma de un gran número de núcleos de población, de pequeño o de muy pequeño tamaño, dispersos por la geografía y distantes entre sí por lo general, lo cual confiere al paisaje lebaniego la característica morfología polinuclear. Estos núcleos de población presentan en todos los casos un poblamiento concentrado, con caserío más denso unas veces y más claro otras. Es frecuente que las casas se adosen formando hileras, menos desarrolladas que las de otros valles occidentales de 379

Cantabria, aunque formando notables agrupaciones, lo que produce la característica morfología de caserío concentrado. En otras ocasiones se hacen frecuentes las construcciones exentas, separadas por los exiguos predios que se hallan lindantes con las casas, lo cual aclara un poblamiento que nunca deja de ser concentrado. Como regla general, la densidad del caserío crece en los núcleos más elevados, debido a la dedicación casi exclusiva a la ganadería que se produce en estos lugares. Al revés, en núcleos de población más bajos, es frecuente que entre las diversas edificaciones se intercalen huertos cerrados, unas veces murados y otras rodeados con estacadas, que son siempre de superficies reducidas. Ello constituye la expresión de la importancia que han tenido tradicionalmente estos pequeños espacios dedicados a las actividades complementarias de la agricultura y de la ganadería extensiva, al amparo de una diversificación en el aprovechamiento de los recursos31. Estos huertos acogen no sólo algunos cultivos hortícolas, sino que a veces son dedicados a la alimentación del ganado estabulado temporalmente. Sin duda, estos huertos tuvieron en el pasado una importancia mayor que la que poseen en el presente, puesto que su significación, dada la pequeñez de su tamaño, se entiende sólo en el marco de una economía de subsistencia, muy alejada de los caracteres mercantiles que ha ido adquiriendo la economía de los lugareños desde hace medio siglo. No obstante, en lugares la agricultura cerealística jugó en el pasado un importante papel. Los asentamientos rurales lebaniegos, más densos unas veces y menos otras, pero siempre concentrados, están compuestos por edificaciones de diversa índole. La casa lebaniega es de carácter marcadamente disociado, es decir, compuesta por la vivienda y por las edificaciones anexas. Entre estas últimas se encuentran los establos, el cobertizo o socarrena, el cubil, algunas veces el hórreo, y ocasionalmente el bargareto , así como la bodega, la hornera y otros32. 31 32

Vid. P. Reques Velasco (1997). Población y territorio en Cantabria, Santander, Universidad de Cantabria y Asamblea Regional de Cantabria, pgs. 52-59. E. Gómez Pellón (1995). “La casa de labranza en Cantabria”, pgs. 257-290.

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En la comarca lebaniega las construcciones de morfologías diferentes se adosan unas a otras, tratando de hallar la imprescindible protección frente a los elementos naturales, como se aprecia en la imagen de Pido (Camaleño)

Ciertamente, los cambios sociales y culturales que se han producido en Liébana en las últimas décadas han introducido numerosas modificaciones en la composición de la casa rural, y han determinado la lenta pero progresiva desaparición de muchas de estas construcciones complementarias. La morfología de los distintos tipos de casa es aún bien perceptible. En lo que respecta a la vivienda, la casa de Liébana posee algunas peculiaridades, aunque no se diferencia en muchos aspectos de los tipos más frecuentes en el resto de Cantabria. Su singularidad reside, básicamente, en los materiales empleados, al hacerse muy frecuente el uso del adobe y del ladrillo, así como el entramado de madera en los muros. Las varas de madera entretejida constituyen uno de los elementos más recurrentes y arquetípicos en el hábitat rural lebaniego. Su empleo se nos muestra persistentemente en los cierres de los vanos de cualquier construcción que sea utilizada como pajar o como almacén, bien en la planta superior de las viviendas, o bien en las edificaciones complementarias, como los pajares y los bargaretos. Por lo regular, la madera empleada es el avellano y el entretejido de las varas recibe entre los lebaniegos el nombre de sieto. 381

Hórreo lebaniego de Pido, que con su planta cuadrada y con la cubierta a cuatro aguas de teja árabe responde claramente al tipo asturiano de este granero. En Pesaguero, también en Liébana, sin embargo, el modelo responde al tipo leonés

Aún se conservan algunas de las viejas viviendas de dos plantas y desván, con la fachada en el hastial, reminiscencia de otras más antiguas de una sola planta. En general, en la comarca lebaniega predominan dos tipos fundamentales de casa, y en los dos la fachada principal aparece orienta hacia el sur. Ambos son de planta rectangular, y con cubierta de teja árabe y el caballete paralelo a la fachada que se apoya en una armadura de sopandas, acogiendo en ocasiones soluciones abuhardilladas, pero mientras que en uno de estos tipos el acceso al interior se realiza a través de una escalera de patín, cuyo desarrollo da lugar a un balcón que puede ser más o menos amplio, en el otro tipo el acceso se lleva a cabo por medio de una escalera interna. Este último dispone por lo general de una solana o corredor en la fachada. En cuanto a los materiales utilizados en los muros, no cabe duda de que el empleo del adobe y del ladrillo refleja la influencia de las vecinas tierras castellanas, como territorio de frontera que es, si bien, y en lo que respecta a la morfología, el parecido es mayor con otras comarcas de Cantabria que con la arquitectura de la Meseta. De hecho, entre los materiales usados en la construcción de los muros destaca la piedra armada mediante técnica de mampostería 382

vista, que en los esquinales, los cortafuegos, las fachadas y los vanos suele adoptar la forma de sillería cuidadosamente trabajada, configurándose de este modo una arquitectura análoga a la de otros valles de la región. En algunas viviendas, la dimensión más acusada del arte popular del trabajo de la piedra se hace patente en las ménsulas y en las molduras de los cortafuegos sobre las que se apoya el corredor. La casa lebaniega con corredor es muy similar a la que se encuentra en otras partes de la región, si bien se distingue por su mayor rusticidad en relación con la que está presente en los demás valles occidentales de Cantabria, como el del Nansa y el del Saja, en los cuales las técnicas constructivas basadas en el empleo de la piedra y la madera adquieren un gran relieve. Aunque el corredor es menos frecuente que en el resto de Cantabria, en los valles lebaniegos adquiere una presencia mucho mayor de la que a menudo se le atribuye. En este tipo de vivienda, la fachada se encuentra en uno de los lados menores y, gracias a la prolongación de los lados mayores se produce un retranqueo de la misma. El corredor se halla a media altura, ocupando todo el frente de la casa, y protegido por esa prolongación de los muros que da lugar a los llamados cortafuegos. De esta forma, bajo el balcón se crea un zaguán abierto que, al igual que el corredor que se halla encima, está dotado de gran funcionalidad. Los aleros son amplios en la fachada principal, permitiendo con ello que el corredor mejore la protección. En el fondo de los valles y en las laderas bajas y medias, la morfología de las casas concede prioridad absoluta a la captación de luz y de sol, por lo que el corredor se complementa con ventanales de buenas dimensiones en la fachada de la primera planta orientada al solano, mientras que en el resto de los muros, especialmente en los enfrentados al norte, las ventanas se llegan a hacer en ocasiones insignificantes. En los asentamientos que se hallan a mayor altitud la casa se hace más hermética, como respuesta efectiva a los rigores invernales. Ello se traduce en una miniaturización de los vanos y, también, en la ausencia de balconadas o grandes patines. El despoblamiento y el cambio social y cultural que se ha producido en Liébana ha trastornado muchos aspectos relativos a la 383

En ocasiones, conservando sus rasgos más arquetípicos, algunos pequeños balcones, con antepechos abalaustrados, se abren al mediodía, tratando de captar el sol necesario para secar la colada, como puede apreciarse en esta casa de Pido (Camaleño)

arquitectura rural, incluidas las funciones de la casa. La tradicional ubicación del establo en la planta baja de la vivienda está en trance de desaparición, al ser ocupadas como cuadras las edificaciones próximas a la vivienda, incluidas algunas antiguas viviendas, que han perdido la función por cese en el uso. La incorporación de modernos materiales de construcción, a veces de forma muy agresiva, está introduciendo un importante elemento de distorsión en la arquitectura vernácula. Los cambios en las construcciones adyacentes a la vivienda se evidencian también en la creciente desaparición de los tradicionales graneros. Por una parte, los hórreos, que en otro tiempo fueron parte indisoluble del poblamiento lebaniego, han quedado reducidos a reliquias del paisaje rural que en muy corto número se distribuyen por los municipios de Camaleño y de Pesaguero. Estos escasos hórreos, de cubierta a cuatro aguas en un caso, es decir, de tipo asturiano, como los que se hallan en Espinama, Pido o Las Ilces, todos ellos en el municipio de Camaleño, y en un segundo caso de cubierta a doble vertiente, esto es, de tipo leonés, como los que se hallan en Valdeprado y Avellanedo, ambos en Pesaguero, han sufrido una transformación tan intensa en su estructura que difícilmente resultan reconocibles. Otros 384

Aldea de Liébana, a los pies del imponente roquedo calizo de los Picos de Europa y muestra del poblamiento concentrado de la comarca

graneros, como los tradicionales bargaretos, están dejando igualmente de ser parte integrante del paisaje rural lebaniego. La trashumancia estacional de las tierras altas occidentales se ha llevado a cabo tradicionalmente en el marco de una clara uniformidad, y la que aún se desarrolla en la actualidad de manera declinante, no parece ser, en esencia, distinta de la que ha existido en los siglos anteriores. Así, en el área de los Picos de Europa, cuando llegan los últimos días de la primavera los pastores ascienden con sus ganados a los altos puertos, fronterizos con los asturianos y los leoneses, donde permanecerán durante los meses estivales, en los cuales el paisaje de las bajuras se agosta. El retroceso de la pluviosidad que se produce en esta época se refleja inmediatamente en el fondo y en las laderas de esa inmensa hoya que es Liébana, sobre una vegetación que presenta muchos de los caracteres mediterráneos, provocando una sequedad que encuentra su antítesis en los puertos. En estos últimos, la humedad de las nieblas y las bajas temperaturas nocturnas mantienen el frescor de unos pastos que en los meses veraniegos constituyen una de las claves de la organización económica de estas gentes. 385

Pues bien, cada primavera estos puertos se llenan de vida cuando reciben en régimen de estivage los ganados de los pueblos que, estando compuestos todavía por varios centenares de cabezas son pocas en comparación con las que fueron en el pasado. Acuden a los puertos de Áliva, de Trulledes, de La Llama, de Ajero, del Hoyo del Tejo y a otros puertos del corazón del Parque Nacional de los Picos de Europa donde acuden también los ganaderos asturianos de Cabrales con sus ganados. La fecha de la arribada a las cotas altas a cuya cita no faltan tradicionalmente los ganaderos transhumantes procedentes de Extremadura, viene determinada por la altitud de unos pastos que se hallan entre los 1200 y los 1600 metros sobre el nivel del mar y aún por encima como sucede en el Puerto de San Glorio. De nuevo, y como se ha visto a propósito del puerto de Sejos, hallamos las viejas construcciones de planta redonda y falsa cúpula, que con el nombre de chozos33 han servido para cobijar a los pastores en el pasado, junto con las cabañas de planta rectangular y cubierta a dos aguas donde convivían los pastores y los ganados. Se trata de modelos idénticos a los que se han descrito a propósito de la trashumancia que se produce en torno a los pastos altos de la Cordillera cantábrica, que reciben los ganados de Cabuérniga y de Campoo.

MONTES DE PAS Mientras que la ganadería constituye una actividad relativamente moderna en los valles costeros y en las tierras bajas del interior de Cantabria, si consideramos que sólo en el último siglo y medio se ha impuesto sobre una agricultura practicada desde mucho tiempo atrás, en las áreas montañosas del Sur de la región la ganadería 33

34

Vid. J. A. Jorrín García (2003). “Construcciones pastoriles en los puertos lebaniegos. Catalogación de los chozos circulares”, Publicaciones del Instituto de Etnografía y Folklore “Hoyos Sáinz” (Edición homenaje a Joaquín González Echegaray), Vol XVI, pgs. 39-63. Vid. E. Gómez Pellón (1995). “La casa de labranza en Cantabria”, pgs. 257-290.

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Paisaje pasiego de cabañas y prados en el puerto de la Braguía que evidencia el característico uso del espacio agrario en la comarca del Pas

constituye una actividad tradicional, aunque la organización de esta actividad económica presenta importantes diferencia zonales34. En el caso de estas tierras meridionales, la práctica ganadera se halla muy alejada de los niveles de intensificación que ha alcanzado en los valles medios y en la franja litoral. Tratándose de las áreas de montaña, las dos importantes estrategias que se han venido adoptando -la trashumancia estacional y el nomadismo pasiego- coinciden en el intento por lograr una optimización en el aprovechamiento de los recursos, pero lo consiguen mediante modelos económicos distintos. Así como en el área pasiega se ha implantado en los últimos siglos una ganadería de corte cada vez más intensivo, en los valles meridionales del Occidente regional ha sido la ganadería extensiva o semi-extensiva la que ha sobrevivido al paso del tiempo. No puede decirse que la cultura haya actuado caprichosamente, ya que, por el contrario, ha seleccionado formas adaptativas que se correspondían con las posibilidades que ofrecía el medio, y éste, si por algo se caracteriza en Cantabria, es por su carácter heterogéneo. Los habitantes de los valles pasiegos continúan en el presente entregados a su secular modo de vida, si bien la intensa emigración de los años cincuenta y sesenta del siglo XX, más virulenta que en las décadas precedentes, agrandada aún más con posterioridad, ha 387

mermado cuantitativamente el grupo, hasta dejarlo reducido a un corto número de familias que continúan atadas a su tradicional actividad, caracterizada por el sorprendente arcaísmo de muchas de sus costumbres. Tratándose de los valles pasiegos, hace ya mucho tiempo que estos consumados ganaderos adoptaron como principio fundamental la estabulación del ganado, que progresivamente se fue perfeccionando, de manera que en la primera mitad del siglo XIX el sistema había cristalizado. Nacido dicho sistema en los siglos XVI y XVII, es a partir del XVIII cuando más eficazmente se impone, al tiempo que una raza vacuna, que denominamos pasiega, variante de otra raza tradicional de las montañas de la región, logra un sorprendente éxito adaptativo que contradice el modelo de explotación de los recursos ganaderos impuesto secularmente en las áreas montañosas de la región, lo cual, a la postre, terminaría por explicar la conversión de los pasiegos en una comunidad marginal, considerada como maldita por la historiografía de finales del siglo XVIII y de gran parte del XIX35. Ahora bien, tal sistema cristalizado difiere mucho del que caracterizaría desde finales del siglo XIX a los ganaderos de las tierras costeras, que también organizan su producción a partir de la estabulación. El paisaje de los valles pasiegos nos muestra una incesante continuidad de prados, cada uno de los cuales se halla rodeado por una pared de piedra seca, levantada sin argamasa alguna. El prado cerrado viene a ser algo así como la esencia del sistema, puesto que cada uno de éstos cierros, que es el nombre con que se denominan estos cerramientos en los valles pasiegos y su área de influencia, entraña un pequeño universo ganadero36. Cada ganadero cuenta con un variable número de prados, que se hallan distribuidos por la ladera del valle, desde el fondo hasta las cumbres, y por tanto a distintos niveles, abarcando un gran espa35

36

Vid. M. A. Sánchez (2003). “El largo viaje historiográfico del pasiego. De raza maldita a modo de vida declinante”, en G. Lasaga Larreta, Los pasiegos, Santander, Universidad de Cantabria pgs. 15-43. M. de Terán (1947). “Vaqueros y cabañas en los Montes del Pas”, Estudios Geográficos, 28, pgs. 493-537. Asimismo, J. Ortega Valcárcel (1975). “Organización del espacio y evolución técnica de los Montes del Pas”, Estudios Geográficos, 140141, pgs. 863-900.

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Cabaña pasiega con sus rasgos más característicos: planta rectangular, fachada en el hastial, patín exterior y cubierta de lajas de piedra a dos aguas

Conjunto de vabañas vividoras en Vega de Pas

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La función urbana de los Montes de Pas es cumplida por las llamadas villas, es decir, por las capitales municipales. En la imagen, San Pedro del Romeral

cio ecológico. La cerca no sólo encierra el prado sino también una cabaña, puesto que todos los prados que sobrepasan una extensión mínima, los cuales son mayoría, cuentan con una de éstas. Las cabañas, muy bien adaptadas a la pendiente de un terreno montuoso y accidentado como es el pasiego, son similares y generalmente de tamaño mediano o pequeño, y de hecho el tipo básico es único, aunque la evolución ha generado una compleja tipología. Todas ellas tienen planta rectangular y una cubierta a dos aguas muy peculiar: está construida con lajas de piedra, que los pasiegos denominan “lastras”. También la fachada es singular, porque a diferencia de la mayor parte de las casas de labranza de la región se halla en el hastial, es decir, en uno de los lados pequeños y, por supuesto, está orientada hacia el Sur. Los lados mayores de la vivienda se prolongan, formando sendos cortafuegos, para acoger una rudimentaria balconada en la planta superior, con antepecho de tabla por lo general, a la que se accede por un patín exterior, mientras que en la inferior se gana un espacio bajo la balconada, especie de antecuerpo, que es empleado con múltiples funciones, que van desde la guarda de animales hasta el cobijo del ganadero para realizar diversas labores domésticas en los días lluviosos o fríos37. 37

Vid. M. García Alonso (1997). La cabaña pasiega, op. cit.

390

Cuvío o bodego empleado por los moradores de las cabañas pasiegas para la refrigeración de la leche. Se trata de una construcción de planta oval o redonda, de pequeñas dimensiones y construida con mampostería, cuya cubierta se logra mediante aproximación de hiladas

La cabaña pasiega, expresión del mero nomadismo, raramente cuenta con elementos complementarios, salvo los llamados cuvíos o bodegos, que no son otra cosa que construcciones generalmente exentas, de pequeño tamaño, levantadas en las proximidades de la cabaña, semienterradas, que se destinan a la refrigeración de la leche, aprovechando las corrientes subterráneas del suelo o la umbría de las pendientes del terreno. Poseen forma circular u oval y están construidos con mampostería, lográndose la cubierta por aproximación de hiladas. Una pequeña puerta de acceso, permite el trasiego diario de los miembros de la familia a un espacio que en el pasado, a falta de otros medios de refrigeración, era muy socorrido, especialmente a propósito de la elaboración del queso y la mantequilla. Una vez transcurrida la invernada en la llamada cabaña vividora, la situada por lo regular a menor altura de cuantas poseen, y la más cercana a la plaza o núcleo de poblamiento concentrada, así como la mejor acondicionada para soportar los rigores de la estación por su solidez y tamaño, se inicia el movimiento de la familia juntamente con sus ganados. A lo largo de los meses siguientes cambiarán de cabaña cuantas veces se agote la hierba que la circunda, de modo que según progresa el verano la familia pasiega se 391

Cabaña vividora del municipio de Vega de Pas, en el barrio de Yera, donde la familia pasa la invernada. Durante el resto del año la familia vive atada a un nomadismo permanente, a lo largo de un circuito de cabañas repartidas por el valle

instala en las cabañas que se encuentren a mayor altitud, en las branizas. La corta extensión de los prados hace que las estancias no sean muy prolongadas. Cada traslado, o muda como es denominado por ellos el cambio de vivienda, implica la complejidad derivada de la puesta en movimiento de personas, animales, enseres, útiles y cuantos bienes resulten indispensables para el común desenvolvimiento de la familia. Cuando han alcanzado la cabaña que se encuentra en el nivel más alto, inician el descenso que supone un nuevo recorrido por todos los prados que dejaron atrás, que concluirá con el retorno a la cabaña vividora durante la otoñada. La estrategia económica que caracteriza a los valles pasiegos y su área de influencia se define, en suma, por la intensidad de los aprovechamientos en una topografía accidentada y compleja38. Por lo general, cada muda supone el traslado íntegro de la familia entera de una cabaña a otra en una suerte de nomadismo. Sin

38

A. Leal (1991). Los pasiegos: colonización del entorno y conquista de una dignidad, Vega de Pas, Asociación Científico Cultural de Estudios Pasiegos.

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Cabaña pasiega en el puerto de Las Estacas

embargo, hay épocas del año, como puede ser el verano, en las que es posible que la muda no afecte a la totalidad del grupo doméstico, porque éste se disgrega para atender la recogida de la hierba que alcanza la sazón simultáneamente en varias de las cabañas. Mas este cambio de estrategia estival es oportunista y muy limitado en el tiempo, y por lo tanto no niega la estrategia realmente dominante que es la caracterizada por el permanente nomadismo de los pasiegos. En ningún momento del año los pasiegos llegan a practicar una auténtica trashumancia, sencillamente porque la agricultura la han abandonado casi por completo y, en consecuencia, no es necesario que una parte del grupo permanezca en las bajuras para dedicarse a este menester. Por tanto, es evidente que la estrategia pasiega responde a la aplicación de lo que los ecólogos han venido denominado como forrajeo óptimo. Estos ganaderos del valle de Pas explotan la hierba de los prados que circundan las cabañas hasta agotarla, mientras permanecen con los ganados en estas últimas, evitando los desplazamientos. Una vez maximizado el beneficio del recurso, se trasladan a la siguiente cabaña y así sucesivamente. Añadidamente, optimizan la explotación centrándose en el recurso más seguro, cual es la hierba que alimenta sus ganados, frente a otros recursos de rendimiento aleatorio que desechan en principio. 393

Cubierta de lajas imbricadas, propia de las cabañas pasiegas

Asimismo, conceden primacía a la especie que les procura el mayor rendimiento, en una suerte de maximización económica, es decir, tratando de obtener el mejor beneficio con el mínimo esfuerzo39. En el correr del tiempo el sistema ganadero pasiego, basado en el aprovechamiento intensivo de las laderas mediante la estabulación del ganado y las sucesivas mudas, rebasó el ámbito originario de los Montes de Pas y se expandió por una amplia área, terminando por instalarse en un territorio que tiene por límites meridionales los montes de la divisoria montañosa, entre los Puertos de El Escudo y Los Tornos, mientras que por el Norte llegará hasta Cesto y Voto. En lo que respecta al Este, alcanzará Soba y Ruesga, mientras que por el Oeste se extenderá hasta Luena, Carriedo y Cayón. Según explica García Alonso, la extensión máxima se había alcanzado ya a mitad del siglo XIX y no se rebasará. Ciertamente, el núcleo del sistema corresponde a los municipios pasiegos y sus inmediaciones, puesto que fuera de esta área la aplicación del sistema de mudas no resultaría suficientemente apto. 39

En relación con la teoría del óptimo de recolección, vid. el clásico trabajo de G. Pyke, R. Pulliam y E. Charnov (1976). “Optimal foraging: A selective review of theories and tests”, Quarterly Review of Biology, pgs. 137-154.

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Realmente, el sistema pasiego constituye la mejor expresión de una especialización ganadera que a comienzos del siglo XIX se hallaba cercana a su cénit, y que supuso el triunfo del ganado vacuno sobre otras especies. Dicho triunfo se llevó a cabo mientras se producía una intensa colonización de los montes pasiegos, que finalmente quedaron reducidos a un continuo de aprovechamientos pratenses, en el contexto de un asalto generalizado a unos comunales ya afectados por una deforestación histórica. En estas condiciones, la vieja práctica de la ganadería extensiva que había tenido tanta importancia hasta entonces en los valles pasiegos, se vio reducida a la mínima expresión pero no desapareció, como ni siquiera lo ha hecho por entero en el presente. Ahora bien, mientras que el ganado vacuno se convirtió en el centro y en la clave del sistema, el ganado ovino, el caballar y el caprino pasaron a jugar un papel adjetivo, y no sustantivo como lo habían jugado primero en la economía ganadera de los pasiegos. Una secular deforestación ha arrasado la cubierta arbórea de los valles pasiegos, permitiendo que las áreas comunales fueran asaltadas por los ganaderos para ser convertidas en verdes prados. Su estrategia les permite aprovechar cuidadosamente los valles, desde el fondo hasta las alturas, valiéndose de ese nomadismo que les caracteriza y que tiene su reflejo en una ultradispersión del hábitat. Ciertamente, que fue a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX cuando el asalto a los comunales se hizo más intenso y la colonización de los Montes del Pas mediante la estrategia de la creación de cierros y cabañas generó la imagen que presentan hoy los valles pasiegos. El progreso en la introducción de ganados que poseían cada vez mejor aptitud lechera, que culmina con la llegada a las tierras pasiegas de la raza frisona o pinta en el último cuarto del siglo XIX, provoca un crecimiento rápido y casi desbocado de la cabaña bovina, y empuja a los ganaderos, sedientos de prados con los que alimentar a un número de cabezas cada vez mayor, a esa colonización insaciable. Entre las repercusiones de esta colonización se halla el aumento del número de mudas que pasa de ser discreto a ser notable, debido a que desde finales del siglo XIX las cabañas pasiegas, encerradas antes en los fondos de los valles y en las laderas 395

medias y bajas, se distribuyen ahora desde el fondo hasta la cima de los mismos. Más aún, el sistema pasiego, claramente desbordado en la primera mitad del siglo XIX, terminó por anegar zonas importantes de los valles próximos hasta llegar a la comarca costera de Cantabria. Caracterizado así el uso del territorio, la nota más distintiva del paisaje pasiego es la ultradispersión del hábitat40. Las construcciones se reparten atomizadamente sobre el territorio, no dando lugar más que excepcionalmente a asociaciones de viviendas. Sólo la iglesia y alguna de estas asociaciones refieren vagamente el núcleo del lugar. Alrededor de la casa se halla el espacio pratense que sirve a los aprovechamientos de índole exclusivamente ganadera. Dicho espacio se encuentra por lo regular amurado, generando el caracerístico paisaje de cabañas y cercas de piedra. En la zona que presenta este tipo de poblamiento, son las cabeceras municipales, las llamadas villas, y sobre todo las comarcales, las que acogen las áreas de servicios, de forma que se convierten en auténticos centros que atraen la “caída”de toda la actividad económica que se produce en su radio de acción.

CAMPOO Extendiéndose a ambos lados de la Cordillera Cantábrica, en las tierras más meridionales de la región, como espacio de transición, se halla la comarca de Campoo. Un poblamiento concentrado de tipo nuclear, como el campurriano, se halla constituido por unidades que, por lo regular, coinciden con lo que podemos denominar la casa-bloque, la misma que ha albergado durante generaciones a familias campesinas que explotaban los recursos agrarios del medio circundante dando vida a una actividad que hoy se halla en declive. A pesar de todo, la ganadería dominante en los valles septentrionales de la comarca de Campoo y la agricultura mayoritaria en los valles meridionales de dicha comarca siguen poseyendo una apre-

40

A. M. Rivas, Antropología Social de Cantabria, op. cit., pgs. 190-208.

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Casa típica de Campoo, en Proaño (Hermandad de Campoo de Suso), construida con sillería, y morfología que se puede considerar hermética. La planta baja y la primera se hallan separadas, por lo regular, mediante una línea de imposta

ciable importancia, y por más que el cambio social experimentado en las últimas décadas haya sido notable, la fuerte identidad cultural del área explica la conservación de una personalidad que se muestra en la fisonomía de sus núcleos rurales. Reunidas las unidades del hábitat en los espacios más aptos para el poblamiento, una red de caminos o carrejas comunica las diversas casas del lugar con los puntos de referencia, empezando por la iglesia y siguiendo por la cantina, la fuente, el lavadero, la escuela, el crucero y otros más. Ciertamente que muchas de estas referencias ha perdido el significado que poseyeron en el pasado, pero aún así continúa incrustada en la topografía local, aunque sea como testimonios de un pasado todavía reciente. La intensa y continuada emigración que empezó a manifestarse en Campoo en fecha muy temprana, y que a partir de los años cuarenta del siglo XX adquirió caracteres cada vez más alarmantes, explica que hoy se hallen deshabitadas muchas de aquellas casas llenas de vida con anterioridad y a las cuales, en ocasiones, continúa retornando periódicamente la 397

Ménsula decorada con un sogueado, que la recorre longitudinalmente, en la dovela clave del arco, con la inscripción de 1744, en un pequeño guardapolvo

familia que un día tomó la senda del éxodo, mientras que en otros casos sus moradores, adscritos a las pautas de sus predecesores y dedicados a menudo a actividades secundarias o terciarias, han prolongado la vida de las viejas viviendas. Pues bien, de este modo se ha conservado, unas veces con mejor fortuna que otras, un singular patrimonio cultural compuesto por una multitud de construcciones rurales. Un medio geográfico de transición entre la Cordillera Cantábrica y la Meseta y un clima riguroso han generado un tipo de casa tendente al modelo que podemos denominar hermético, caracterizado por la pobreza de los vanos y la escasez de los espacios abiertos. El hecho de que en Campoo se conserven construcciones destinadas a la vivienda que, en general, se remontan a comienzos del siglo XVI, permite advertir que esta característica del hermetismo de la vivienda, propia de los climas de montaña, se ha mantenido como una constante a través del tiempo. Las viviendas de los siglos XVI y XVII que se han conservado poseen una sorprendente calidad41. 41

Vid. G. de Cossío Aguirre (1980). “La casa popular en el Valle de Campoo, Santander”, Publicaciones del Instituto de Etnografía y Folklore “Hoyos Sainz”, X, Diputación Provincial de Santander, pgs. 7-71.

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Ventana decorada en Proaño (Hermandad de Campoo de Suso) con elementos vegetativos: ramos alargados y pequeñas hojas. Se incluyen figuras animales en los laterales y dos figuras humanas de tipo esquemático en la parte superior, con una cruz en medio.

Construidas con sillería, o con sillarejo, y con planta rectangular, sus esmerados arcos en puertas y en otros vanos configuraron un canon estético capaz de perdurar en el tiempo. Algunas de estas casas han dejado en las jambas y en los dinteles de sus vanos el excelente arte de sus canteros, en sintonía con una cultura local cuyas pautas potenciaron sus valores estéticos. Sobre los dinteles y sobre las jambas de algunos vanos, construidos con excelente sillería, y a pesar de la sobriedad ornamental de las casas campurrianas, podemos observar aún en nuestros días el uso histórico de técnicas de relieve y de incisión que han proporcionado valiosos elementos decorativos. El uso de bolas recorriendo el perímetro del vano es propio de la estética de algunos lugares de Campoo, mientras que en determinados dinteles se recogen escenas, logradas mediante incisión, que contienen elementos vegetativos y zoomorfos, como se advierte en una ventana de Proaño, en la Hermandad de Campoo de Suso. En este contexto decorativo, no son ajenas a Campoo las sempiternas rosetas que se evidencian en dinteles y jambas, pero también en la madera de puertas y ventanas. Las casas con decoración más meritoria suelen llevar fecha del siglo XVII, como sucede con una casa de Proaño y otra de Ormas, 399

Ventana decorada con temas geométricos mediante técnica de talla en Proaño (Hermandad de Campoo de Suso)

ambas en Campoo de Suso. Y, desde luego, el tema más presente en la ornamentación campurriana es el de la cruz, tanto en la piedra de los lugares más nobles de la casa, y especialmente de los dinteles, como en la madera empleada en distintas partes de la misma. A propósito, estas viejas casas campurrianas, capaces de evolucionar en su fisonomía a lo largo de los siglos, se resistieron sin embargo a perder algunos de sus caracteres primigenios. Exentas unas veces y constituyendo hileras o pequeñas agrupaciones en otras, estas construcciones rurales, independientemente de las épocas, cuentan con una fachada que mira por lo regular hacia el mediodía, y en algunas ocasiones al saliente. Son construcciones dominadas siempre por la piedra. Los ricos lechos del Ebro y del Híjar han permitido durante siglos que sus cantos sirvieran a las necesidades de la mampostería de las construcciones, mientras que diversas canteras locales abastecieron de piedra espléndidamente tallada a la sillería de las mejores construcciones así como a la utilizada en los vanos de todas ellas. El mortero y, en ocasiones el barro, posibilitaron por su parte la argamasa necesaria para el levantamiento de las casas de Campoo, revelándose asimismo eficaces en la evitación de las filtraciones de humedad en las fachadas 400

Arquitectura campurriana. Casas de dos plantas, construidas con sillería y mampostería, y con cubierta a dos aguas, cuyas características fundamentales son la hermeticidad y la asimetría en los tipos más antiguos. Proaño (Hermandad de Campoo de Suso)

posteriores azotadas por el viento del Norte. El hecho de que la piedra haya sido el material constructivo por excelencia no oculta, sin embargo, la gran presencia de la madera, y muy especialmente de la de castaño y de roble procedente de los bosques locales. El hierro, por otro lado, no es un material ajeno, aunque su uso haya sido más bien reducido en la construcción campurriana de carácter popular. Antes se ha dicho que la casa campurriana forma lo que denominamos una casa-bloque. De hecho, la disociación que concurre en la misma es tan escasa que no resulta exagerado decir que funciona como un espacio doméstico compacto. Las muchas dependencias que la integran se disponen con un alto grado de asociación, hasta el extremo de quedar en ocasiones integradas si no por entero en el seno de la casa propiamente dicha, sí en los espacios anejos a la misma. En la planta baja, además de un soportal, tras franquear la puerta se halla un portalón enlosado que tradicionalmente ha dado acceso tanto a la escalera de la vivienda como a la cocina que se halla a un lado y como al establo que se encontraba, y aún lo hace en ocasiones actualmente, al fondo de la planta baja. Pero también en esta planta baja, y llegando a ella desde el portalón, se halla la bodega, de suelo enlosado. En el pasado se encon401

Casa hidalga campurriana de Proaño (Hermandad de Campoo de Suso), levantada en el siglo XVIII, con cubierta a cuatro aguas. Nótese la asimetría de la fachada y la hermeticidad

Una de las particularidades de la casa campurriana es el aditamento de la galería o del mirador, difundido por la comarca en el siglo XIX a partir de la pauta incorporada por la arquitectura urbana. Casa en Proaño (Hermandad de Campoo de Suso)

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traba en esta planta baja la hornera, aunque ésta también encontraba su emplazamiento en algún espacio fronterizo con la casa de vivienda. En el presente, en la primera planta se sitúa además de las habitaciones y los servicios, la sala principal de la vivienda, iluminada por uno o por varios de los vanos de la fachada. En el pasado, al fondo de esta primera planta, encima del establo, se hallaba el pajar, dotado de huecos que se abrían directamente sobre el pesebre. El espacio bajo-cubierta solía hallarse destinado tanto a la función de desván como a la de granero que almacenaba, además de los granos, las simientes, aparte de otros vegetales y productos susceptibles de ser conservados. Naturalmente, no era ajena al desván en otro tiempo la conservación de la ropa. Anexo a la casa de vivienda, y compartiendo muro por tanto, o en el entorno más inmediato de la misma otras veces, se halla algún cobertizo donde se han venido guardando hasta fecha reciente los aperos, los útiles y alguna parte de la maquinaria empleada en la labranza, si bien esta función se ha ido perdiendo en la medida en que decaía la actividad agraria, siendo empleado este espa-

Pequeños balcones y fachadas protegidas por machones moldurados en las casas de Campoo de Yuso, como en el caso de ésta de Orzales

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Casa campurriana en la Hermandad de Campoo de Yuso, en Orzales, que adopta la morfología arquetípica de la casa montañesa con solana, incorporando al mismo tiempo miradores en alguno de los laterales

cio como un almacén más de la vivienda. También en el cobertizo podía estar tiempo atrás la hornera, aunque era más frecuente que se localizara en el portalón. Siempre se trata de construcciones de planta baja con una cubierta que puede ser a dos aguas, o sencillamente de una sola vertiente. Tanto a la casa de morada como al cobertizo y a otras posibles dependencias se accede en la casa campurriana desde alguna corralada, que juntamente con la casa conforman un espacio inseparable, rodeado por una cerca de apreciable altura. Todavía se conservan muchas de las portaladas de ingreso en estas corraladas, que constituían la parte más noble de todo el conjunto doméstico. Portaladas construidas con una sólida mampostería y con un arco que es de medio punto, cerrado a veces con una puerta claveteada de doble batiente. Alguna ménsula decorativa sobre la clave del arco, más raramente algún escudo, y la cruz con los pináculos en la parte más alta constituyen la decoración de la portalada, que por lo demás es sobria, como lo es toda la arquitectura campurriana. La corralada ha sido hasta fecha reciente un espacio de extraordinaria utilidad. Desde ser el lugar que acogía a las aves del corral, 404

hasta el que permitía la realización de trabajos de todo tipo en los días soleados y más en las estaciones de buen tiempo, o el descanso de los moradores de la casa en algún momento del día, y especialmente de los ancianos de la familia. Obviamente, y después de lo que se acaba de decir, la cerca de ese espacio, compuesto por la casa, la corralada y alguna dependencia anexa que pudiera hallarse, constituye un elemento de deslinde, de defensa de la privacidad, y la portalada era el lugar transitivo que separaba ostensiblemente lo público lo privado. También es frecuente en las casas campurrianas que en este espacio doméstico dibujado por la cerca se integre algún pequeño huerto, que las más de las veces se encuentran en la parte posterior de la casa, de modo que la corralada se sitúa en el lado de la fachada, al mediodía por tanto. Desde la corralada, es frecuente también acceder a algún colgadizo o espacio anexo a la casa, y más raramente exento. Se evidencia por lo común cuando no existe un estragal bajo la solana, de modo que suple la ausencia de éste, y no es otra cosa que un espacio logrado mediante una sencilla cubierta a dos aguas, donde se realizan funciones indispensables de carpintería y labrado de la madera y donde se guardan herramientas usuales de la vida cotidiana. De alguna manera es una especie de desahogo del colmado espacio doméstico, y mucho más restringido, por su tamaño y sus funciones, que el cobertizo próximo. Al acoger funciones más permanentes que las del cobertizo, se halla en la más absoluta inmediatez de la casa. La delimitación de la privacidad que comporta la cerca adelanta un hermetismo que se confirma con la morfología de la casa. Pero en este último caso, el hermetismo es, antes que nada, la expresión de un clima extremo, cuyas bajísimas temperaturas invernales propician los fenómenos de hielo y de nieve, que producen sus efectos durante muchos días del largo invierno, e incluso fuera de la estación en sentido estricto. Por el contrario, los momentos centrales del día durante el breve verano se caracterizan por las altas temperaturas, de las cuales sólo se libra la umbría. En consecuencia, la casa de Campoo, con las oportunas y elementales variaciones, se define por las escasas aperturas directas de vanos. Éstos se presentan en 405

Vieja casa en Monegro, en la Hermandad de Campoo de Yuso. A pesar de que no está presente la solana, se han prolongado los lados mayores para generar cortafuegos. La planta superior se abre al exterior mediante pequeños vanos

número reducido, y en el pasado con un pequeño tamaño, ampliado modernamente gracias al uso de modernos materiales de construcción. Únicamente, las fachadas, orientadas como se ha dicho hacia el sur, constituyen muros en los que es posible hallar aperturas de cierta importancia, que se hacen patentes en las solanas. La solana, como en algunas otras partes de Cantabria, es un elemento exógeno que se difunde por Campoo en la segunda mitad del siglo XVIII, pero muy lejos de adquirir la generalización que logra en otras comarcas, sobre todo por razones climáticas. Ni siquiera en los municipios campurrianos que se hallan en la vertiente norte de la Cordillera se difunde el modelo de la solana entre muros cortafuegos hasta mediados del siglo XVIII, donde se recibe por difusión desde las tierras bajas de la región, a falta de un cultivo generalizadodel maíz, que era su auténtico dinamizador al provocar la necesidad de encontrar espacios abiertos y protegidos para orear las grandes cosechas42. Sin embargo, el éxito de la solana en estas tie42

Vid. M. García Alonso (2001). Aguayo y los Aguayos. Consejería de Cultura y Deporte del Gobierno de Cantabria y Universidad de Cantabria, Santander, pgs. 57-81.

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rras altas de Campoo hay que buscarlo en la funcionalidad de un modelo de casa que crea espacios, como la solana y el estragal que se halla bajo la misma, incomparablemente funcionales en un clima húmedo y frío durante los largos inviernos. No obstante, la aparición de esta solución produjo una nueva configuración de la casa, rompiendo con la morfología propia de las fachadas más tradicionales, las cuales se conservan mejor que en ninguna otra parte en municipios como Campoo de Suso y Valdeolea. Es en este momento de implantación de la solana cuando se expanden por la comarca campurriana las solanas limitadas por gruesos muros cortafuegos, produciendo una apertura notabilísima en la casa campurriana. Poco tiempo antes de que triunfe este tipo de casa se ha introducido en Campoo otro que contempla una apertura significativa en la fachada de la planta baja de la vivienda, gracias a la incorporación de un soportal franqueado por arcos de medio punto, o rebajados, que se apoyan en recios pilares de sección cuadrada. Al igual que en el modelo más tradicional, la planta baja y la primera aparecen a menudo separadas por una línea de imposta que realzan la imagen de la casa. Sin embargo, el nuevo modelo triunfante caracterizado por la presencia de la solana presenta la ventaja de comportar una doble apertura. Sin perder el soportal, logra abrir la primera planta de la fachada, disponiéndola para captar el escaso sol invernal y para protegerla de la lluvia, gracias al generoso alero con que cuenta. Por otro lado, la casa campurriana crece entonces en altura y cristaliza en su seno un amplio espacio bajo-cubierta, el desván, que añade una dependencia complementaria de significativa importancia, en un momento en el que está creciendo el tamaño de la casa para acoger a un número de moradores cada vez más alto, y que llegará a ser verdaderamente numeroso en el siglo XIX. Así la solana llegará a ser un espacio muy apreciado en la casa, además de extraordinariamente funcional. Acaso por todo esto y por su situación de privilegio en la fachada, como en otras partes de Cantabria, y muy especialmente en Trasmiera y en los Valles del Besaya, del Saja y del Nansa, de donde se toman los modelos campurrianos, la madera que integra las vigas, los postes, las zapatas, los aleros, las 407

Paisaje de transición en Campoo de Yuso. Campos cerrados con estacas y alambre

barandas, los balaustres y otros complementos se orna con motivos variados, repetitivos de los que habían aparecido previamente en la piedra, y siempre recurrentes, aunque sin salir de la austeridad propia de los valles campurrianos. No obstante, la ruptura con la hermeticidad tradicional que representaba la solana, y que permitía ganar en funcionalidad y en todo tipo de ventajas, marcó un límite difícilmente compatible con la rigurosidad del clima campurriano. En el siglo XIX, y de una forma progresiva y acelerada, se va a incorporar a la arquitectura campurriana un elemento que terminará siendo característico de la arquitectura popular de la comarca. Me estoy refiriendo a las galerías que se hallan extendidas por todo el valle, con especial incidencia en los lugares más fríos y húmedos. A tono con el gran tamaño que había adquirido la solana, ésta se acristala y se cierra para dar lugar a una galería sensible a la captación de sol para ser transformado en luz y calor, hasta el extremo de convertirse en una dependencia más de la vivienda, no utilizada ocasionalmente como la solana, sino de forma permanente. Diferentes hileras de ventanas superpuestas componen el frente de la galería, de las cuales sólo una de ellas es susceptible de apertura. El franqueo de estas ventanas mediante un 408

sistema de guillotina optimiza el espacio interno hasta convertirlo durante la mayor parte del año en una auténtica sala de estar o, si se quiere, en una prolongación de la sala principal de la vivienda con la que limita. No es raro que las ventanas de las habitaciones que daban a la solana se conviertan en puertas, que también tienen acceso a la galería, lo cual es una excelente prueba de la vida que cobra la galería. Más todavía, los pequeños balcones existentes en algunas casas campurrianas, y localizados en su caso en los muros laterales de la casa de morada, terminan por acristalarse también, cuando ello es posible, siguiendo un procedimiento análogo al de la solana. Ahora no se convierte en galería, como en este último caso, sino que dadas las exiguas dimensiones lo hace en un mirador que, por su parte, también se llena de vida y se erige en espacio de uso cotidiano, particularmente cuando se halla orientado al saliente. En fin, galerías y miradores se convierten desde la segunda mitad del siglo XIX en elementos constitutivos de la arquitectura campurriana. El origen de estas nuevas soluciones se halla por lo regular fuera de la comarca, en los modelos que se están generando en la vida urbana de Santander y de las villas costeras, y que replican con especial insistencia los indianos enriquecidos que se instalan en sus pueblos campurrianos de origen, y con más frecuencia aún en Reinosa como capital campurriana.

VALLE DE SOBA En el área más oriental y meridional de la región se halla un conjunto de municipios que presentan una indudable originalidad cultural dentro de la región, que se evidencia, por ejemplo, en los caracteres del hábitat y de sus unidades que son las casas. Entre estos municipios, acaso el que presenta una mayor singularidad es el que corresponde al valle de Soba. Abarcando un amplio valle, que se ubica plenamente en el área montañosa de la región, fronterizo con el País Vasco y la montaña burgalesa, las influencias de estos dos ámbitos culturales han sido más escasos de lo que cabría 409

Casa sobana tradicional en Hazas, construida con mampostería y ornada con el empleo de sillería en los vanos y los esquinales. Es una casa de gran solidez, con cubierta de teja árabe, en este caso a dos aguas, y por lo regular de apariencia sobria

esperar, aun siendo perceptibles, de manera que en lo que respecta a la arquitectura popular, ésta no se confunde con ninguna de ambas, ni tampoco con la de las comarcas vecinas, por más que el modo de vida pasiego se halle extendido por algunas partes del Valle del Soba. A pesar de tratarse de un área de montaña, como se ha dicho, el poblamiento dominante es el de carácter disperso, no siendo extraña la ultradispersión allí donde existen cabañales de influencia pasiega caracterizados por las mudas permanentes de sus moradores en una suerte de nomadismo. Sin embargo, en el corazón de algunos de sus núcleos se perciben también pequeñas concentraciones a modo de barriadas cuyos moradores tienen la conciencia de poseer una cierta identidad con respecto a las otras barriadas. Como cabe suponer, esta conciencia es mayor aún en los barrios más alejados del centro de los núcleos rurales, algunos de los cuales nacieron en el XVIII, al tiempo que se producía un importante crecimiento demográfico en la comarca. Ahora bien, por encima de estas pequeñas, y a veces difusas, identidades, la propia de los entidades o pueblos es la que confiere significación particular a todas ellas, por más que las mismas, en su conjunto, se fundan en la fuerte personalidad del valle sobano. 410

Un paisaje montuoso, como el del Valle de Soba, ha conferido a la casa una morfología que delata la histórica combinación de los aprovechamientos agrícolas y los ganaderos, con una clara ventaja de los últimos, que en el presente llega a ser casi aplastante. De hecho, el uso de los espacios de la casa refleja con singular fuerza la orientación ganadera de la economía local. Ciertamente, que la decadencia agraria que se viene experimentando en toda la región, y también en Soba, ha generado modos de vida bien distintos de los tradicionales. También es preciso señalar que las dificultades para el cambio económico y social, dadas por una imposibilidad para la modernización de las estructuras que permitieran el desarrollo de una economía agraria distinta de la tradicional, abocaron a muchos naturales del Valle de Soba a una emigración, durante todo el siglo XX, con especial incidencia sobre su segunda mitad, que explica el vaciamiento demográfico que se ha producido y, en suma, el despoblamiento y el acentuado envejecimiento que se observa en el presente. Un clima húmedo y frío durante los largos inviernos ha propiciado la existencia de casas que en el pasado fueron de acusada hermeticidad, la cual sólo a partir del siglo XVIII se vio contrarrestada por una progresiva apertura que ha dejado su secuela en la tipología existente en nuestros días. Como en otras comarcas, las casas de Soba orientan su fachada hacia el mediodía o hacia el sureste, y más raramente hacia el este. La casa de apariencia compacta imprime un carácter del que sólo se ha ido librando en los últimos tiempos, y ni siquiera por entero. Me estoy refiriendo a la convivencia en el seno de la casa de personas y animales. Estos últimos constituyen el antídoto contra el frío de la estación invernal, pero también un medio eficaz de anular las humedades del suelo, coadyuvando al aislamiento de la casa. Por otro lado, la casa sobana manifiesta en sus materiales la notable abundancia de la piedra y de la madera. Numerosas canteras localmente explotadas han abastecido de una piedra de gran calidad a cuantos emprendían la tarea de levantar una casa. Esta piedra era aparejada con el excelente barro extraído en las proximidades de la casa, que a su vez era mezclado con la cal de procedencia también local, propia del imponente roquedo calizo del valle 411

Ventana decorada en Hazas (Soba) con motivos tallados que representan conchas en su lado inferior, mientras que el resto de los lados se hallan recorridos por una línea de bolas. Sobre el dintel, la cruz incisa y una inscripción religiosa

de Soba, para obtener un aglutinante que fue común en la construcción de las casas y las cabañas hasta el mismo siglo XX. Asimismo, la apreciable extensión de sus bosques propició el uso constante de madera, tanto en la viguería como en las cargas de los vanos y en las balconadas. En definitiva, la apariencia de la casa sobana es de una gran reciedumbre. La mejor medida de la hermeticidad de las casas del valle nos la proporcionan los escasos y pobres vanos de las construcciones más antiguas. Éstas pertenecen al siglo XVI y al XVII. Son construcciones tardomedievales, cuya técnica, como nos explica M. García Alonso43, nos revela el influjo de las torres medievales, especialmente en la morfología de sus pequeñas y arqueados vanos con acusado derrame interno. Los arcos de medio punto constituyen una constante en este tipo de arquitectura. Estas casas antiguas constan casi siempre de dos plantas, puesto que al contrario que en otras comarcas de la región, por esta época parece estar ausente la casa llana. 43

M. García Alonso (1995). “El Valle de Soba: un estudio etnohistórico”, en M. García Alonso y R. Bohigas Roldán, El Valle de Soba. Arqueología y Etnografía, Gráficas Calima, Santander, pgs. 41- 76.

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Poco a poco, a partir del siglo XVII se va introducir un modelo que acabará constituyéndose en un tipo básico de la arquitectura local y que iluminará los tipos posteriores. Responden a este canon las casonas sobanas, sólidas e impenetrables, con planta rectangular y alzado de dos o tres plantas, carentes de los muros cortafuegos que se introducirán a partir del siglo XVIII. Entre planta y planta, la fachada refleja una línea con imposta de faja. En aras de la hermeticidad están ausentes los típicos soportales que por esta época caracterizan a las casas de otras partes de Cantabria, y también los balcones. Una apreciable decoración en las molduras de los vanos y unos visibles escudos nobiliarios completan este modelo tipológico. A partir del siglo XVIII, sin embargo, y en su segunda mitad, se introducirán nuevos elementos en la arquitectura sobana procedente de la montañesa que, de alguna forma, romperán con el relativo aislamiento que había vivido aquélla en los siglos anteriores. El elemento más significativo, y del que ha quedado una marcada huella en la personalidad de la arquitectura sobana, vino representado por la aparición de los muros cortafuegos que prolongan los dos muros laterales sobre los que descansa la solana. En efecto, éste será el elemento más visible de la nueva arquitectura, es decir, la solana dispuesta para acoger mejores cosechas de cereal, tras la irrupción exitosa del maíz que se había producido en el siglo precedente, y que era secado en estos nuevos espacios ganados a la casa. Los propietarios más afortunados levantan sus casas siguiendo la moda de la época en la región, incorporando cuando era posible una tercera planta, vanos mucho más amplios que en el pasado, solana entre muros cortafuegos y una visible cubierta de teja árabe a cuatro aguas o, también, a dos vertientes. Mas hay otro elemento, que quedará enquistado en la personalidad de la arquitectura del valle de Soba. Es el patín exterior de acceso a la vivienda, con cubierta también de teja árabe, que se generaliza en Soba y se hace indisoluble de la mayor parte de las construcciones posteriores. Entre las pautas arquitectónicas que se imponen en el valle a partir del siglo XVIII, se halla la aparición de faldones en la cubierta. Abundan en aquellos casos en los cuales la doble vertiente de la fachada, crea dos faldones en los lados no vertientes. Otras veces, 413

Casa en Hazas de Soba con galería, uno de los elementos más recurrentes en la arquitectura sobana. Dicho elemento, de inspiración urbana, se difunde a lo largo del siglo XIX y, a menudo, se añade a casas que conservan la morfología previa

y manteniendo la estructura a cuatro aguas, se incorpora algún faldoncillo en cola de milano, de forma análoga a lo que sucede en el caserío de los cercanos municipios cántabros de Villaverde de Trucíos y de Guriezo. Cuando la cubierta es de dos aguas, la fachada se halla generalizadamente en el hastial, perpendicular por tanto al caballete, o lo que es lo mismo en el lado pequeño del rectángulo de la planta. En este último caso se produce una clara coincidencia con la fachada del caserío vasco, y más específicamente con la variedad del mismo que es el caserío trucense de Cantabria. Pero como señala acertadamente García Alonso, esta estructura tipológica recoge asimismo profundas influencias de la cabaña pasiega que triunfa y se generaliza en este mismo siglos XVIII. No obstante, es preciso señalar que este modelo tipológico de fachada en el hastial no es, en absoluto, ajeno a otras comarcas de Cantabria e, incluso, podría decirse que debió hallarse generalizado antes de que triunfara el otro modelo que sitúa la fachada paralela al caballete, es decir, en el lado largo del rectángulo que forma la planta. Y, es casi seguro, que el avance imparable de esta estructura en Trasmiera y en las Asturias de Santillana, y en otras comarcas por imitación, 414

guarde relación con su ubicación en las tierras más fértiles y aptas para el cultivo del maíz y la obtención de mejores cosechas, lo cual no era el caso del accidentado valle sobano. Al igual que sucede en otras partes de Cantabria, la casa sobana hace de la solana un elemento de prestigio que provoca una intensa personalización de la misma. Aleros, balaustradas, barandas, zapatas y postes se adornan dentro de la sobriedad que parece presidir esta arquitectura. Y no sólo las solanas, sino también los balcones corridos y, singularmente, los balcones sobre postes y sobre muretes que se hacen tan frecuentes en la arquitectura local. No faltan, no obstante, los balcones corridos que se apoyan en ménsulas y, en definitiva toda una variedad tipológica de solanas y balcones que se generalizarán más y más a lo largo del siglo XIX. Cada uno de estos tipos posee particularidades en la cubierta, puesto que solanas y balcones se protegen unas veces con faldones, otras con amplios aleros y otras con tejadillos de muy diversas formas. De esta manera, a lo largo del siglo XVIII se van introduciendo cambios en la casa sobana de muy diversos tipos. Se acaba de señalar que, junto a la aparición de las solanas, otro de los elementos es el patín, que se convierte inmediatamente en pauta de la arquitectura comarcana, tal como se aprecia en nuestros días. En realidad, el patín es un elemento muy característico de la vecina cabaña pasiega, extendida como se ha dicho por partes del valle de Soba, de modo que no son pocos los patines de las casas que se inspiran en los de las cabañas, mientras que en otros casos poseen un tejadillo independiente. Unos poseen acceso frontal y otros lateral. Dentro de la variedad morfológica, en algunas ocasiones el patín genera un balcón de aceptables proporciones, de modo que el acceso a la primera planta se realiza a través de este balcón que se halla por lo regular en la fachada y, excepcionalmente, estos patines pueden adquirir tal desarrollo que ocupen por entero la fachada de la casa. El propio desarrollo de la casa sobana hará que, manteniendo los tipos que cristalizan en el siglo XVIII, se añadan elementos durante el XIX que consoliden los previos. Quizá el más llamativo de todos es la galería, que no es sino la consecuencia de la incorporación de las estructuras metálicas y del cristal a las morfologías previas. En 415

Puerta de ingreso, en forma de arco de medio punto, a una vivienda tradicional en Hazas de Soba

efecto, aunque en algunos casos estas galerías se adosan a fachadas carentes de solanas con anterioridad, son las que poseen estas últimas las que generalizan el uso de las galerías con ventanas de guillotina. Se optimiza así la captación de la luz y el calor, haciéndose más diáfanas las construcciones. Tomando modelos urbanos, como sucede en otras partes de la región, las construcciones indianas, tan frecuentes en el valle de Soba adoptan el uso de las galerías que, casi simultáneamente, se introducen en la arquitectura popular a partir de su éxito funcional, convirtiéndose el uso de este elemento acristalado en otra de las constantes de la arquitectura popular en esta comarca de la montaña oriental. Aunque no con la misma generalización, también aparecen los miradores, al tiempo que la diafanidad convertida en norma incorpora en muchas partes de Soba un elemento más, cual es la buhardilla superior con un pequeño balcón. Quedaron configuradas así unas morfologías de la casa de vivienda cuyo común denominador, salvo excepciones, es la distribución interna de funciones. El establo se halla en la planta baja, el desván o payo en la superior, mientras que la intermedia se convertía en el dominio exclusivo de las personas. Es ésta la que acoge la sala, que da acceso a la galería situada en la fachada, la cocina, y la recocina en su caso, el comedor, las habitaciones y otras depen416

En la segunda mitad del siglo XVIII se introduce en el valle de Soba la solana corrida, por lo regular de gran amplitud, que a lo largo del siglo XIX y del XX se convertirá frecuentemente en un espacio acristalado o galería con grandes desarrollos

dencias principales. Es la distribución que se advierte en las casas tradicionales del valle, sólo rota por las naturales innovaciones introducidas en las últimas décadas. No se agota aquí la casa sobana porque, al igual que en otras comarcas, la misma hace alusión a un conjunto que trasciende con mucho la casa de vivienda propiamente dicha. El sustento económico de la misma se halla fuera de sus muros, compuesto por una propiedad cuyas pequeñas parcelas se componen de prados y de tierra labrada, a la cuales se une el aprovechamiento de los recursos forestales, parte de los cuales son de titularidad comunal. Los cambios introducidos en la economía agraria reciente han potenciado los usos ganaderos, al tiempo que los agrícolas se reducían a la mínima expresión. Sin embargo, la ganadería de esta comarca montañosa de Cantabria también se halla herida de muerte, siendo la mejor prueba de ello la drástica reducción que ha experimentado en el valle de Soba el número de explotaciones agrarias en la última década, por más que el número de reses, mayoritariamente bovinas, siga siendo muy notable. 417

VALLE DE AGÜERA En la comarca más oriental de Cantabria, limítrofe con el País Vasco, vertebrada en torno al río Agüera, hallamos una casa y unas costumbres asociadas a la misma que se encuentran a caballo entre la tradición cántabra y la vasca, como corresponde a un territorio de transición, influido por las pautas culturales de las comarcas fronterizas de ambas regiones. La lógica de las explotaciones agrarias de sus valles es extraordinariamente parecida a la de la vecina comarca de Trasmiera, con una casa que encuentra su amparo en los recursos ganaderos del entorno, sobre todo procedentes de los diversos prados cercanos con que cuenta cada casa, en el contexto de una estructura que también aquí es de minifundio. Las explotaciones cuentan además con espacios de tierra labrada, donde en el pasado realizaban el cultivo de los cereales, que en los últimos siglos se ha reducido al del maíz. Esta planta fue la clave de una progresión económica, también en esta comarca oriental, que empezó a dar sus frutos a partir de su introducción en el siglo XVII y que al siglo siguiente se generalizó gracias a su excelente adaptación.

Antigua casa de Agüera, en el municipio de Guriezo, limítrofe con el País Vasco. Se trata de una construcción muy reformada, en la que se aprecia la influencia morfológica del caserío vasco, datada en la segunda mitad del siglo XVIII

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Inscripción alusiva a la fundación de la casa en el año 1766.

Fue entonces cuando en su arquitectura popular irrumpió una estructura que suplantó a otra previa y produjo un fenómeno híbrido, como es el caserío de estos municipios, equidistante por igual del casería vasco y de la casa que podemos considerar canónica en Cantabria y que llamamos montañesa, cuya influencia en mayor o en menor grado se evidencia en todas las comarcas. Esta construcción híbrida ha llegado hasta nuestros días en municipios como los de Villaverde de Trucíos, Guriezo y Liendo, al igual que en otros vecinos, aunque en estos últimos lo haya hecho menor grado. Añadidamente, tal construcción es frecuente en el área limítrofe de Vizcaya, y más concretamente en el resto del valle de Trucíos y en los valles de Carranza, Arcentales y de otros municipios inmediatos, por lo que no es exagerado decir que esta singular casa se extiende desde el río Asón hasta el límite oriental de las Encartaciones, si bien, y como se ha dicho, el área central se localiza en el valle del río Agüera. Se trata de una construcción muy sólida y de grandes proporciones, con recios muros de piedra, de planta rectangular, con la fachada orientada hacia el mediodía generalmente, en uno de los lados pequeños, lo cual da lugar a un tipo de casa de gran profundidad. La fachada, dotada de una gran simetría, posee unos sólidos muros cortafuegos, a menudo construidos con grandes sillares, característicos de la arquitectura cántabra, y entre los mismos se 419

Espléndido caserío trucense en Agüera (Guriezo), síntesis del caserío vasco y la casa llamada montañesa. Manteniendo los muros cortafuegos de esta última, las balconadas del caserío han sido sustituidas por dos solanas también superpuestas y protegidas por un alero en forma de cola de milano

hallan dispuestas las solanas que recorren por entero la fachada. En efecto, suelen ser dos, una en la primera planta y otra en la segunda que aloja el desván, si bien hay ejemplos de tres solanas, debido sobre todo a recrecimientos de la fachada que permitieron crear espacios para acoger a los descendientes de los moradores que se veían imposibilitados para realizar nuevas construcciones, en períodos de gran crecimiento demográfico de la comarca, como fueron la segunda mitad del siglo XVIII y el siglo XIX. De hecho, las inscripciones que he podido observar en los tipos más antiguos de casas con estas características corresponden a los años sesenta del siglo XVIII, de lo que podemos deducir que el modelo se introdujo al poco tiempo de comenzar la segunda mitad del siglo XVIII y, tal vez, un poco primero. En ocasiones, el caserío de la Cantabria oriental cuenta con un patín exterior de acceso, lo cual es otro elemento más de la hibridación, puesto que es análogo al que descubrimos en algunos de los tipos de la vecina arquitectura sobana, en los también vecinos de la pasiega y en algunos otros extendidos por toda la región cántabra, y por más que el patín no sea un elemento ajeno por entero al caserío vasco. 420

El caserío trucense, como el vasco, se presenta exento, aunque formando barriadas con frecuencia, como ésta de Agüera, en el municipio de Guriezo

A pesar de que el conjunto de la casa o caserío puede estar construido en mampostería, la sillería no sólo remata los muros cortafuegos sino también los laterales de los vanos que integran la fachada. En este sentido, es habitual el uso de sillería en dinteles y jambas de puertas y ventanas que se hallen en la fachada, y muy especialmente en las de la primera planta, en tanto que ésta da alojamiento a las personas y es considerada la más noble de todas. La fachada se halla dispuesta perpendicular al caballete, lo cual es una de las características de la estructura profunda del caserío vasco, aunque como se ha señalado en otros lugares el hecho no es por entero ajeno a la arquitectura de las comarcas cántabras, donde hallamos tipos con esta misma particularidad, tanto en los modelos que se han conservado de la arquitectura montañesa, generalmente del siglo XVII y aún del XVIII, como en los modelos canónicos posteriores de algunas comarcas, incluida la llamada cabaña pasiega que presenta esta misma característica tipológica. La cubierta suele tener cuatro vertientes, de las cuales una, la de la fachada anterior, y a veces también la de la fachada posterior rematan en llamativa cola de milano, similar a la que existe en la arquitectura sobana, tal 421

Viejo caserío trucense en Villaverde de Trucíos. La fachada en uno de los lados pequeños del rectángulo de la planta, las solanas superpuestas y la cubirerta rematada en cola de milano son algunos de los elementos definitorios.

vez por influencia en ella de este modelo híbrido que alcanzó al alto valle del Asón en sus momentos de mayor apogeo. Este tipo de casa se siguió construyendo hasta finales del siglo XIX, de modo que fue dominante durante más de un siglo y cuarto, lo cual explica que terminara por modelar la fisonomía de los paisajes rurales allí donde triunfó. Junto con la piedra, el otro material de construcción por excelencia en la casa de la comarca oriental de Cantabria dominada por el caserío trucense es la madera. Las amplias solanas de su fachada muestran el trabajo de la madera en aleros, barandas y balaustradas. Estas últimas, más raramente, pueden ser de madera siluetada. El resultado final es una construcción soberbia en calidad y dotada de una gran funcionalidad. Al presente ha llegado en muchos de estos caseríos (en los que aún poseen función ganadera) la ubicación de la cuadra en la planta inferior, dejando la primera para los moradores, con una sala que da acceso a la solana de la misma, mientras que la cocina se encuentra ubicada en el lado Norte, justamente en la parte más fría de la casa. La solana de la segunda planta sirve para el oreo de los productos del campo, cumpliendo con una función complementaria de la que ya tiene el desván que se halla ubicado en la misma planta o, a veces, en otra superior, convertido en auténtico granero. Es frecuente que todavía en el presente algu422

Caserío trucense en Villaverde de Trucíos, perfecta simbiosis del caserío vasco y la casa denominada montañesa

nas de estas solanas estén recorridas por una vistosa parra, indicativa de la importancia que tuvo en la comarca la vid en otro tiempo. Los caseríos más antiguos de esta comarca oriental presentan una construcción entramada en la fachada, realizada a base de postes verticales, y paralelos entre sí en la primera planta y en la segunda, dejando libre de esta solución la planta baja, cuyos muros son de mampostería, aunque mostrando sillares en las jambas y en los dinteles de los vanos, así como en los esquinales de los muros. El entramado de los muros de estos caseríos se rellena con mampostería, según parece desprenderse de las construcciones de este tipo que han sobrevivido al paso del tiempo. Sin embargo, este tipo primigenio, acaso introducido en algún momento de la primera mitad del siglo XVIII, debió dejar paso muy pronto a los nuevos tipos, con muros construidos íntegramente en piedra a partir del último cuarto del siglo XVIII. El caserío trucense de los valles de Liendo, Guriezo y Villaverde de Trucíos, igual que el que hallamos en los valles vizcaínos de las Encartaciones, es exento, aunque con cierta frecuencia se halla formando barriadas en todos estos lugares. Esta es, precisamente, una característica que lo distancia de la casa que podemos denominar montañesa, y que se nos presenta tanto exenta como en hilera, compartiendo en este último caso, los muros medianeros. Realmente, se trata de un rasgo propio del caserío vasco en general, perceptible 423

Variante del caserío trucense en el valle de Agüera, con cubierta a dos aguas y la fachada en el hastial.

en los tipos más antiguos del siglo XV que se han conservado en el País Vasco. En el seno de la casa o caserío, a modo de bloque, se hallaban en el pasado, y todavía hoy en día, todas aquellas dependencias imprescindibles en la práctica de actividad agraria, y es muy frecuente que en su entorno exista algún cobertizo, habitual en el valle del Agüera, que satisface aquellas necesidades que no pueden ser cubiertas dentro de la propia cosa. Dicho cobertizo puede ser anexo a la casa o bien hallarse próximo a ella, dejando entre ambos un espacio o corralada que cumple múltiples funciones. El caserío trucense reunió, además, en el pasado la esencia de la sucesión y de la herencia del caserío vasco, de modo que junto a su entidad material, poseyó una importante significación social y simbólica, al constituir la evidencia más visible de la transmisión intergeneracional de una familia de tipo troncal, en la que se produce la convivencia de un gran número de miembros. De hecho, la permanencia de estos caseríos se ha logrado a través de una herencia que, bien en su modalidad indivisa, bien en la de mejora, trataba de conservar el ptrimonio en el mayor grado de integridad posible. Ciertamente, que la crisis que se produjo en la casa de esta parte de Cantabria desde finales del siglo XIX, como resultado de un gran crecimiento demográfico que hizo imposible la conciliación de los efectivos demográficos con los recursos, abocó a la decadencia del caserío, que a lo largo del siglo XX fue dejando de representar el 424

En Guriezo (Cantabria), hallamos un tipo de casa, como el de la imagen, cuya morfología externa asimila elementos del caserío vasco pero manteniendo muchos otros de la casa arquetípica de Cantabria

prestigio que había poseído en el pasado y condenando a la decadencia los bienes que lo integraban, empezando por la propia casa de morada o caserío. Más todavía, la decadencia se agrandó tras la gran emigración producida en estos valles orientales de Cantabria, en concordancia con la mano de obra que demandaba la industrialización que se estaba produciendo en el vecino País Vasco desde el siglo XIX. Al mismo tiempo que se introducía en el siglo XVIII este tipo de casa en el valle del río Agüera, lo debió hacer otro tipo próximo a la casa cúbica, y del cual quedan numerosos ejemplos en la comarca. Por lo general, son casas de grandes proporciones, muy similares en tamaño a los caseríos, y que, compartiendo muchas de sus características, incluida en algún caso la existencia de muros cortafuegos y el uso de solanas o balconadas superpuestas, se separan del caserío en la morfología de la cubierta, siempre a cuatro aguas, sin remates en cola de milano en la fachada. Se trata de construcciones que se hallan con más frecuencia en el curso bajo del Agüera, al tiempo que las construcciones se van aproximando más a la arquitectura popular generalizada en Cantabria. 425

Aún son perceptibles viejas construcciones del llamado caserío trucense, en las que puede verse el uso de una técnica de entramado análoga a la empleada en algunos tipos del caserío vasco, cuyo relleno interior se ha realizado con mampostería

LA CASA Y LA REPRODUCCIÓN SOCIAL Constituye la familia una institución universalmente reconocida, que responde a exigencias similares en las diferentes culturas y que cumple las mismas funciones en todas ellas. La familia comporta un grupo de individuos unidos por lazos de alianza, de filiación y de consanguinidad, que por lo regular cooperan económicamente en alguna medida, mediante la correspondiente división del trabajo, y que cuentan como referente con una residencia común que no tienen por qué utilizar todos sus miembros de manera permanente. La familia es, por lo general, el marco social y afectivo en el cual tiene lugar la reproducción de los adultos, así como la crianza y la educación de los hijos. En suma, la familia determina la célula básica de cualquier sociedad, si bien resulta muy difícil realizar mayores concreciones debido a la gran variedad de familias existentes en el mundo, susceptibles de reducir a una serie de tipos fundamentales. En Cantabria hallamos también distintas formas familiares, entre las cuales dos son las más frecuentes: la familia nuclear y la familia 426

extensa de tipo troncal. La primera de ellas, la compuesta por los padres y los hijos, y en su caso únicamente por el matrimonio, es la familia propia del mundo urbano, aunque no ha sido ni es ajena tampoco al rural. Así, en los valles centrales y meridionales de la región es el tipo de familia más extendido. Este tipo de familia coincide exactamente con el área sobre la cual se proyecta la herencia dividida, tanto a partes iguales como con presencia de la mejora. Asimismo, coincide con toda el área de la región en la cual la comunidad de vecinos posee un peso mayor en la organización social, confiriendo toda la fuerza posible a la institución de la vecindad. También es fácilmente observable que a medida que penetramos en el interior de la región y el poblamiento se hace más concentrado, el dominio de la familia nuclear se incrementa, con la excepción de los valles pasiegos donde la familia nuclear es compatible con el poblamiento ultradisperso. Por el contrario, la familia troncal ha poseído tradicionalmente una gran fuerza en toda el área costera de la región, así como por la comarca interior de Liébana. Este dominio de la familia troncal se dibuja sobre las mismas áreas en las cuales adquirió mayor presencia la herencia indivisa, u otras formas de herencia preferenciales asentadas sobre la fortaleza de la mejora. De igual modo, la familia troncal y la herencia indivisa o sustentada en la mejora parecen superponerse sobre toda la parte de Cantabria en la cual impera el poblamiento disperso, salvo en el caso de Liébana donde el poblamiento es de tipo concentrado y polinuclear. En la actualidad, entre las áreas de la Cantabria rural marcadas por el peso de la familia troncal hay una importante diferencia. Mientras que en la comarca lebaniega el sucesor ha sido a menudo el primogénito, en el área de Trasmiera la sucesión descansó con mucha frecuencia sobre una mujer y preferentemente sobre la últimogenita. En esta diferenciación ha jugado con especial intensidad el cambio que se ha operado a lo largo del siglo XX en la economía rural de la región, el cual ha pesado con una fuerza muy superior sobre el área trasmerana, mientras que ha sido menos intenso en Liébana. La introducción de la ganadería intensiva desde finales del siglo XIX en el área costera oriental y la presencia de un foco cercano de industriali427

zación como fue el del País Vasco, con una emigración temprana y masiva de jóvenes varones, supusieron factores que forzaron la rápida transformación de la organización familiar y el virage hacia formas de herencia matricial con presencia por la ultimogenitura. Con el concepto de herencia se alude a la transmisión que se produce, total o parcialmente, de los bienes, derechos y acciones que una persona determinada poseía en el momento de su muerte. En todas las culturas está presente este concepto, aunque en cada una de ellas exista un marco normativo distinto, bien sea dado por la costumbre, o bien por el derecho escrito, o por ambos. En el caso de Cantabria, donde está ausente un derecho privativo o foral, el derecho dominante en el pasado fue el castellano, y desde su promulgación en 1889 el Código civil constituye el marco jurídico de las distintas formas que adquiere la herencia, las cuales no son sino resultado de una larga tradición histórica. En el mundo urbano a menudo el parecido de las formas de herencia es mucho mayor que el existente en el ámbito rural, sin duda alguna debido a la ausencia entre los elementos heredables de un factor de producción tan fundamental como es la tierra. La forma de vida de las modernas sociedades urbanas, dominadas cuantitativamente por el fuerte peso de las clases asalariadas, establece un profundo factor de igualación en todo lo concerniente a la herencia. Esta misma situación es perceptible actualmente en el contexto rural de las sociedades occidentales donde el número de familias dedicadas a la actividad agraria ha retrocedido sin parar en las últimas décadas. No obstante, es en este mundo rural, especialmente entre estas familias entregadas a la producción agraria, donde hallamos espacios con una peculiaridad mayor en materia de sucesión y herencia, y Cantabria constituye un buen ejemplo. Básicamente, existen dos formas de herencia: la herencia partida y la herencia indivisa, aunque entre un extremo y otro hallemos diversas formas intermedias que pueden aproximarse más o menos a una de éstas. Al examinar lo que sucede en nuestros días en el ámbito rural de Cantabria, observamos que mientras en una parte de la región, que es la de los valles del centro y sur de la región, predomina la herencia a partes iguales, en la otra parte de la región, 428

la que ocupa la llanura costera y la comarca de Liébana, impera una forma de herencia que favorece a uno de los herederos, aunque no sea necesariamente llegando a la indivisión. Empezando por la herencia bilateral de los valles centrales y meridionales, hay que señalar que tras la misma se esconde el ideal de no favorecer a ninguno de los hijos. A la muerte del testador, un albacea se encarga de hacer el inventario más detallado posible y un contador o perito local efectúa la partición de las hijuelas o suertes que componen la herencia entre los herederos, una vez descontadas las mandas reservadas por el testador para su esposa o hijos, procediéndose posteriormente al sorteo de las partes mediante insaculación. En toda el área costera y en Liébana ha sido tradicional hasta el presente un tipo de herencia que, de forma mucho más decidida que en el resto de la región, trata de favorecer a alguno de los hijos del testador mediante esta manda que se ha señalado y que más habitualmente recibe el nombre de mejora. Dicho sistema se acerca mucho más a la herencia indivisa en los valles lebaniegos que en los costeros. En los primeros ha venido siendo característico el régimen de primogenitura, mientras que en los segundos, y sobre todo en épocas recientes, ha dominado la mejora a la ultimogenita. De esta manera, se observa que el área característica de la mejora corresponde en Cantabria, como en todo el Norte de España a las comarcas donde ha imperado la denominada familia troncal. Tal familia troncal está regida por un modelo ideal de sucesión unipersonal y herencia indivisa, que es precisamente el que se esconde tras estos sistemas de mejora. Sin embargo, nótese que en mayor o en menor medida la mejora es común a todo el mundo rural de Cantabria, incluídas las comarcas dominadas por la herencia partida, lo cual sugiere la fuerza de los modelos que tratan de orientar la sucesión , en mayor o menor medida, hacia uno de los hijos. La casa de labranza ha venido constituyendo desde sus orígenes una unidad efectiva de explotación familiar en el campo de Cantabria. El acomodo de su estructura a las condiciones del medio ha hecho de la misma el modo de vida de la familia campesina, cuya organización trasluce a su vez la expresión de este medio. Esta organización, asentada sobre marcados condicionamientos ecológi429

cos y económicos, se ha visto plasmada en un juridismo tejido alrededor de normas muy precisas que garantizaran la reproducción social de la familia y, en consecuencia, la supervivencia de la misma por encima de las contingencias. La casa, como unidad de explotación, involucra al conjunto de personas que componen el grupo doméstico en un único proyecto, al cual se supedita la organización de la familia. Por todo ello, la casa no puede ser entendida sin comprender la familia, como parte sustancial que es de la misma. No resulta extraño que en una amplia franja de tierra que atraviesa el Norte de la Península Ibérica y que encuentra su continuidad en amplias áreas pirenaicas y en la Cataluña Vella se adviertan, tanto en el pasado como en el presente, formas similares de organización familiar ligadas a la vida rural, las cuales están presentes también en muchas regiones europeas que se extienden desde España hasta el centro de Europa, y desde Escandinavia hasta el mediodía francés y el centro de Italia, y aún por algunas partes de Asia. En dichos lugares se comprueba la existencia de un tipo de familia extensa denominado troncal, caracterizado por la concurrencia en el mismo hogar de varias generaciones distintas, contando en cada una de las mismas con una sola unidad marital. Este tipo de familia supone, con cierta frecuencia, la convivencia de tres generaciones y de dos unidades maritales, de manera que en cada generación pueden existir distintos miembros solteros como colaterales de la unidad marital, aparte de los hijos solteros de la pareja más joven. Mas volviendo al área nórdica de la Península Ibérica44, la familia troncal parece ir sólidamente unida a un tipo de explotación familiar pequeño o mediano, donde el bien limitado que es la tierra queda preservado mediante minuciosas reglas de sucesión que estipulan, o al menos prevén, quién debe suceder a quién y qué here-

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Vid. A. Barrera González (1991). “Sucesión unipersonal y familia troncal en la ‘Catalunya Vella’ (con algunas reflexiones comparativas)”, en C. Lisón Tolosana (comp.), Antropología de los pueblos del Norte de España, Madrid, Universidad Complutense y Universidad de Cantabria, pp. 179-204. Para un etudio detenido de Cataluña, vid.A. Barrera González (1990). Casa, herencia y familia en la Cataluña rural, Alianza Universidad. Madrid.

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dará cada cual. De este modo, al tiempo que se protege el patrimonio familiar de los envites segregacionistas se asegura la existencia permanente de una generación de repuesto, que constituye la salvaguarda del modo de vida que representa la casa. La explotación campesina de Cantabria, de reducidas dimensiones en general, parece presentar sin embargo particularidades, que con frecuencia son enfatizadas, y que deben ser examinadas. Por de pronto, existe un inconveniente de partida, cual es el propio de la caracterización de la familia troncal. La diferencia entre la familia nuclear y la troncal no se halla, como a menudo se sostiene, en que en una conviven dos generaciones y en la otra tres o más. En cualquier sociedad de carácter troncal existen numerosas familias que formalmente no son troncales. La propia historia de las familias y el azar genealógico atentan contra la posibilidad de que así sea. El casamiento tardío de un tronquista, esto es, de un heredero, hace que la generación más vieja, la de los abuelos, desaparezca antes de que hayan nacido los miembros de una nueva generación, compuesta por los nietos. Asimismo, la muerte prematura de los miembros de una generación frustra la convivencia de varias generaciones. De igual manera sucede cuando el mismo azar genealógico priva de hijos a un tronquista, o cuando un tronquista opta por el celibato. En fin, la troncalidad parece esfumarse cuando un joven matrimonio elige la independencia, renunciando a vivir con los descendientes. Por todo ello, en una sociedad de carácter troncal el número de familias troncales es, a menudo, pequeño en relación al de familias aparentemente nucleares. Sabido es, por ejemplo, lo que sucede en una sociedad de carácter polígamo, en la cual el número de familias monógamas es comúnmente mucho mayor que el de polígamas: lo contrario contradiría el equilibrio numérico de la población. En el caso de las sociedades regidas por la troncalidad, el hecho de la troncalidad total desmentiría los procesos biológicos y emocionales. Adviértase, empero, y el hecho adquiere mayor relevancia si cabe en los análisis históricos, que la corta esperanza de vida siglos pasados limitaba tanto más la posibilidad de que las familias fueran formalmente troncales. A propósito, y en relación con los análisis históricos, existe con mucha frecuencia una extraña fidelidad a los 431

datos numéricos, cuando éstos no fueron recogidos con ánimo estadístico y mucho menos con el de servir al estudio de la composición de las familias. En este sentido, curiosamente, ni tan siquiera en época estadística son por lo general válidos los padrones y los censos, por lo que todavía en los realizados en los últimos años se observa la tendencia a separar unidades maritales que viven a un mismo fuego, creándose lo que en el concepto del encuestador son familias distintas, cuando en realidad se trata de una misma familia. ¿Qué es, entonces, una sociedad caracterizada por la presencia de la familia troncal? Es aquélla en la cual la troncalidad es tenida por norma ideal, aun considerando que no siempre puede ser llevada a efecto. En las sociedades de herencia a partes iguales, la troncalidad no es la norma ideal, como tampoco lo es la nuclearidad en las sociedades de herencia indivisa. Es así como la familia troncal se vincula a la sucesión unipersonal y a la herencia indivisa, garantizando la existencia de un individuo llamado a heredar en cada generación la explotación familiar. En consecuencia, la troncalidad como norma ideal se percibe, más que en el ámbito puramente numérico -lo cual no implica más allá de un indicio-, en el ámbito de las estructuras hereditarias del presente y del pasado. Las del pasado son susceptibles de rastrearse en la existencia de instituciones vinculadas a la herencia, tales como la del heredero, la de la mejora, la del mayorazgo, etc. En el presente, la familia troncal parece percibirse todavía en toda la franja costera de Cantabria y en los valles bajos del interior, así como en la comarca lebaniega45. Parece, asimismo, que esta troncalidad decae en los valles medios, para diluirse en los valles altos. Un examen más detenido revela que la troncalidad fue la norma exclusiva hasta mediados del siglo XX en grandes áreas de Camtabria. Todavía se observan algunos de estos rasgos en los valles altos, mientras desaparecen por entero en las tierras cántabras del Sur de la Cordillera, en la comarca de Valderredible, donde el sistema castellano de iguala y la familia nuclear se muestran con 45

Vid. el estudio de A. M. Rivas Rivas (1991). Antropología social de Cantabria, Universidad de Cantabria y Asamblea Regional, Santander, pp. 24-40.

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toda su intensidad. También en el área pasiega, donde el peculiar modo de vida construido sobre el nomadismo ha impuesto una reproducción social sustentada sobre la familia nuclear y la herencia a partes iguales. De todo lo dicho se deduce que la troncalidad, la herencia tendente a la indivisión y la sucesión unipersonal han estado sólidamente unidas a la casa de labranza en Cantabria allí donde el prestigio institucional de la casa era mayor, es decir, en la franja costera de la región y en los valles bajos del interior, hasta el extremo de que la pauta cultural se ha mantenido durante gran parte del siglo XX, y aún se percibe en el presente, a pesar del cambio social y la modernización que se experimentó en estas áreas desde finales del siglo XIX. Sin embargo, la progresión de este proceso transformador en el último cuarto del siglo XX y en los primeros años del XXI ha provocado que la actividad agraria se haya reducido a la mínima expresión, debilitando así las estrategias de reproducción social que aún seguían existiendo en el ámbito rural. Eso no significa, sin embargo, que la troncalidad haya desaparecido por entero como norma ideal, aunque sólo sea por razones de inercia cultural. En algunas partes de la comarca lebaniega, donde también la troncalidad y la sucesión unipersonal han estado unidas al prestigio institucional de la casa de labranza, la pauta se ha visto debilitada, aunque no haya desaparecido tampoco, pero por otras razones. En este último caso la ineptitud de la explotación agraria para experimentar la modernización ha provocado un severo despoblamiento y un envejecimiento de la población, arrastrando consigo la fortaleza de la casa de labranza. En la orla montañosa de la región y en los valles más meridionales la modestia de la casa de labranza se plasmó, por el contrario, en una menor fuerza de la familia troncal y en otra mucho más poderosa de la familia nuclear y la herencia divisa. La imposibilidad para adoptar una modernización de la actividad agraria y la debilidad institucional de la casa explican el dramático despoblamiento y el envejecimiento que se ha producido en estas áreas de Cantabria. En definitiva, la familia troncal parece haber estado extendida por toda la región hasta este mismo siglo, exceptuados 433

los valles más meridionales. Una de las razones que abonan la existencia de este tipo de familia es su excelente aptitud para acoger nuevos miembros, en calidad de colaterales, en momentos en los que el crecimiento demográfico es intenso y en los cuales el crecimiento de los recursos es insuficiente, sin que ello suponga la introducción de modificaciones sustanciales en la organización de la familia. Más arriba se ha señalado cómo los pivotes sobre los que bascula la troncalidad de la casa son la sucesión unipersonal y la herencia indivisa, al igual que sucede en toda la franja septentrional de la Península, desde Galicia hasta la Cataluña Vella. Es bien conocido que el derecho ampara estas costumbres propias de la casa campesina en las regiones septentrionales de tradición foral mediante diversas instituciones, las cuales han conferido una singular personalidad a la casa. Sin embargo, en Cantabria y Asturias, al igual que en Galicia hasta los años sesenta, donde no ha existido un derecho privativo, han sido las normas consuetudinarias las que han suplido las carencias del derecho legal, el cual no ha sido el común del Estado. Antes de la codificación decimonónica, como después, la defensa de las costumbres ligadas a la casa de labranza sólo fue posible en las regiones septentrionales donde faltaba el derecho foral mediante la ficción jurídica que supuso primero el recurso a la mejora de tercio y remanente de quinto, y modernamente el juego con los tercios de mejora y libre disposición. Ello ha dado lugar desde antiguo a una disociación entre la transmisión de derecho, que no contemplaba la herencia indivisa, y la transmisión de hecho que la configura. Esto ha conducido con harta frecuencia a considerar que en Cantabria no existía la asociación de la familia y la casa de labranza, al ser el sistema de herencia el castellano y no el propio de las regiones septentrionales. Lejos de esta idea, desde hace muchos siglos ha existido una íntima unión entre la familia, la casa y la tierra, sólo desdibujada por el margen de desprotección que produce la ficción jurídica. Tanto en Galicia, como en Asturias, como en Cantabria, la atomización de la propiedad ha dado lugar a permanentes permutas y compraventas de parcelas que eran la muestra de la vitalidad de la casa, y con las cuales se trataba de adecuar 434

una parte de la tierra a las necesidades de cada generación. En el nivel ideal, la plasmación del proyecto de vida que encierra para la familia la casa de labranza compromete a sus miembros en la conservación del patrimonio, ensanchándolo en la medida de sus posibilidades, lo cual explica las diversas transacciones que se producían en la vida de los tronquistas. La herencia indivisa, como se ha dicho más atrás, supone la existencia de la sucesión unipersonal: que una sola persona sea llamada a heredar en cada generación. La sucesión de la casa de labranza en las comarcas donde la troncalidad ha poseído todo su vigor se ha caracterizado en los últimos tiempos por la ambigüedad, al hallarse entre el carácter de primogenitura que posee en la comarca lebaniega del extremo occidental y la indefinición propia de Trasmiera y en menor grado de las Asturias de Santillana. Hasta el siglo XIX, sin embargo, parece haber dominado el campo de Cantabria, salvo las zonas meseteñas de familia nuclear, la sucesión unipersonal basada en la primogenitura, en aras de la regla que estipula la preferencia del mayor sobre el menor y del varón sobre la hembra. La industrialización del País Vasco provocó entre finales del siglo XIX y la primera mitad del XX una emigración masiva de signo masculino que afectó fundamentalmente a Trasmiera, y más difusamente a la Marina occidental y a la Asturias de Santillana, comarcas sobre las que estaba decayendo paralelamente el peso de la emigración indiana y de otra índole. Ello acabó por trastornar las reglas hereditarias, y explica la tendencia a la sucesión femenina o a la indefinición que se advierte en la familia de estas comarcas. Sin embargo, en los umbrales del siglo XXI la vieja casa de labranza parece estar herida de muerte en Cantabria. Especializada desde hace siglo y medio en la práctica totalidad de la región en la explotación de ganado vacuno, y orientada a la producción de leche de modo especial en el último siglo, tras la implantación en la región de las primeras empresas de elaboración láctea, empezando por Nestlé en 1905, los acuerdos derivados de la firma de adhesión de España al tratado de la Comunidad Económica Europea en 1986 acabaron por resultar negativos para la permanencia de la mayor parte de las viejas explotaciones, y finalmente también para algunas 435

de las más modernizadas, debido a la implantación de los cupos de producción que primaban la actividad en otras áreas geográficas de la comunidad. Las 53.823 explotaciones existentes en Cantabria en el año 1962 se habían convertido en 18.461 en el último año del siglo XX, y en bastantes menos de tres mil en el año 2005. Una estructura económica, como la de la explotación agraria tradicional, caracterizada por la versatilidad, que había resultado apta para la producción en los últimos siglos con estrategias muy diferentes, ha terminado por ser inepta para subvenir a un proceso de modernización que requiere producir a bajo coste un volumen que ha de hallarse por debajo de un límite establecido. La crisis económica se ha traducido inmediatamente en otra social que ha afectado a las estructuras familiares dependientes de la actividad agraria. Aquellas unidades de subsistencia que fueron las familias del medio rural dedicadas a la explotación ganadera, se han manifestado incapaces de afrontar los requerimientos de la moderna explotación de corte capitalista. La familia ya no es una unidad de producción, pero tampoco de consumo, ni siquiera de residencia. En estas condiciones, también las construcciones que subyacían a las estructuras agrarias han perdido cualquier efectividad, de modo que, a lo sumo, se han visto convertidas en patrimonio cultural, susceptible de ser puesto en valor46. Ciertamente, así está sucediendo con un gran número de construcciones rurales que han sobrevivido al tiempo y que, tras perder la función que desempeñaban unidas a la actividad agraria, han pasado a incorporarse a los servicios de la industria turística, se han convertido en segundas residencias o continúan acogiendo a familias desligadas de la actividad agraria. Sin embargo, el éxodo rural y el consecuente despoblamiento han provocado el cese en el uso de muchas antiguas cons46

E. Gómez Pellón (2004). “Un mundo rural en cambio: sobre la modernización cultural y la nueva colonización”/ A rural world in change: on cultural modernisation and new colonisation”. En S. Nogués Linares (ed.), El futuro de los espacios rurales / The future of rural areas, Santander, Universidad de Cantabria, Ministerio de Educación y Ciencia Parlamento de Cantabria y Consejería de Ganadería, Agricultura y Pesca del Gobierno de Cantabria, pgs. 301-326

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trucciones rurales que hoy forman parte de un valioso patrimonio abandonado a su suerte, en el que no late más vida que la procedente de un pasado aún reciente. A su vera, se producen intervenciones en la vieja arquitectura rural que modifican la fisonomía del paisaje y, por si ello fuera poco, se incorporan nuevas construcciones que rompen radicalmente con la armonía de una faz conservada durante mucho tiempo. Sólo una legislación, emanada del consenso social, bien acomodada a los nuevos tiempos, pero no contemplativa con los atentados contra el patrimonio cultural, que garantice la protección y la conservación de los bienes culturales, puede ser la respuesta a los efectos de un cambio social imparable como el que se está produciendo en nuestros días.

Casa de labranza en San Miguel de Aros (voto), de acusada seciedumbre y marcada hermeticidad, perteneciente a un tipo muy extendido por la comarca de Trasmiera.

Material gráfico de este estudio realizado por Eloy Gómez Peyllón

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ESTUDIO IV

ALGUNOS EJEMPLOS DE ARQUITECTURA DOMÉSTICA EN ANDALUCÍA DESDE LA PROTECCIÓN DEL PATRIMONIO HISTÓRICO

Antonio L. Díaz Aguilar Antropólogo GISAP Universidad Pablo de Olavide (Sevilla) Alfonso L. Montejo Ráez Ldo. en Humanidades DOCUMENTA Patrimonio Histórico S.L.

A RBA Editores y sus “Imágenes de Ayer” de National Geographic. Por hacernos ver de una manera tan clara que hay tanto por hacer.

as teorías sobre el patrimonio histórico han sufrido grandes cambios a lo largo del siglo pasado, al igual que las propuestas de protección de dicho patrimonio. Ello se ve claramente con sólo ojear las Convenciones y Recomendaciones de la UNESCO o las diferentes legislaciones patrimoniales estatales y autonómicas en España. Esto también afecta lógicamente a la arquitectura doméstica y de hecho es uno de los ámbitos donde más claramente se manifiesta. Del tesoro histórico-artístico se ha pasado al patrimonio histórico o cultural; además de lo monumental y antiguo se considera también patrimonio lo “tradicional” y “popular”, lo “vernáculo”; además del patrimonio material, se tiene en cuenta el inmaterial, además del pasado, lejano o cercano; se aprecia lo vivo; además de historia existe identidad. Estos enfoques patrimonialistas poco a poco comienzan a plasmarse en los programas, actuaciones e inversiones de las instituciones que se dedican a la tutela del patrimonio histórico-cultural. Por otra parte, fuera del ámbito de lo público, cada son más los casos en que particulares y colectivos participan de estos supuestos y llevan a cabo proyectos de rehabilitación, conservación o difusión que han ampliado su mirada a estos patrimonios hasta hace poco no considerados o han modificado la misma sobre otros más “tradicionales”. No obstante, hay que decir que desde las instituciones los intentos no son tantos como cabría pensarse y muchos de ellos no se han podido llevar a la práctica por cuestiones de diversa índole o incluso, en apariencia paradójicamente, han provocado el efecto contrario al esperado. Y que desde lo privado también existen proyectos que borran el

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texto, discurso y memoria que pueden ofrecer estas arquitecturas y se quedan solamente en oferta de consumo propia o mercantil. Es cierto que hasta no hace mucho la arquitectura considerada patrimonio era la palaciega y que actualmente se llevan a cabo catalogaciones de arquitectura popular, que en los conjuntos históricos cada vez se le da más valor a la homogeneidad o a la “testimonialidad” histórica que a la majestuosidad del castillo, la iglesia y su noble caserío, pero también es cierto que otras arquitecturas han sido apenas contempladas. Por otra parte, y a veces se nos olvida, si van a formar parte de catálogos o programas de protección, (este patrimonio puede estar en desuso pero también lleno de vida) hay que preguntarse con qué finalidad, por qué y para qué, lo que complejiza el problema y a veces nos lleva a contradicciones incómodas. Ante la posibilidad de participar en este proyecto atendiendo a la arquitectura vernácula en Andalucía, nos planteamos inicialmente hacer un recorrido por la arquitectura doméstica de esta Comunidad, pero, como señala Juan Agudo (1999) más allá de los pueblos blancos lo que define a dicha arquitectura es la gran diversidad de soluciones constructivas existente, debido a adaptaciones ecológicas diversas, a las diferencias socioeconómicas que caracterizaban y caracterizan a la sociedad andaluza, a tradiciones culturales concretas o hechos históricos puntuales. Esta situación nos llevaba a una elección tipológica demasiado reducida si queríamos hacer una descripción pormenorizada no ya de los inmuebles sino del contexto socioeconómico, político y cultural del que forman parte y que necesariamente hay que contemplar. Por este motivo, por una lado, hemos preferido plantear algunos ejemplos que tienen que ver con acciones de instituciones públicas, principalmente de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, que han procurado su tutela y que además de conocer o re-conocer algunas arquitecturas andaluzas, nos abren las puertas al problemático y complejo asunto de la protección, conservación y difusión del patrimonio arquitectónico, en concreto, el habitacional, y, por otro, analizar casos de la provincia de Jaén por tener un conocimiento más directo de la misma, aunque extensibles en muchas cuestiones al resto de Andalucía. 442

Con este texto pretendemos, a través de casos dispares, exponer algunas consideraciones sobre los cambios (o no) de las políticas sobre la arquitectura doméstica, buscando ejemplos que den cuenta de esta distancia anunciada entre teoría y realidad, y que nos lleven, a su vez, a una reflexión que nos incentive al menos a intentar seguir profundizando tanto en el conocimiento de este patrimonio como en el contexto que decide sobre el mismo: educación/difusión, dinero y arenas políticas.

HACIENDA LA LAGUNA (BAEZA): ARQUITECTURA DOMÉSTICA EN UNA EXPLOTACIÓN INDUSTRIAL Anotación previa: el inventario autonómico de Cortijos, Haciendas y Lagares El inventario de las grandes haciendas industriales de Andalucía es un clásico dentro de la breve historia de la investigación de la arquitectura doméstica. Los mayores impulsos documentales han sido dados, como en otros muchos casos, por arquitectos y colegios oficiales de arquitectura. A nivel de administraciones públicas, y antes de tratar la protección cultural, la Dirección General de Arquitectura y Vivienda de la Consejería de Obras Públicas y Transportes realizó un trabajo de campo entre 1990 y 2002 para el desarrollo del “Estudio Inventario de Cortijos, Haciendas y Lagares” de la comunidad, concretado en publicaciones individuales a nivel provincial que, aunque sin terminar, poco a poco van completando el territorio andaluz. El de más reciente aparición hasta la fecha ha sido el dedicado a la Provincia de Granada, concretamente en el año 2003, precedido de Málaga y Cádiz1. Este bien autodenominado “estudio inventario” (pues va más allá del mero listado con su correspondiente parrafada redundante y

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Por su parte, la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, encargó una serie campañas para realizar un estudio-

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foto artística), fue realizado por un equipo redactor mayoritariamente de arquitectos completado por tres pares de geógrafos, historiadores e historiadores del arte, y un singular “etnoarqueólogo”. Es destacable sin embargo la ausencia de antropólogos, a pesar de que esta sensibilidad está presente desde la misma presentación de la Consejera: “[...] un patrimonio revelador que habla de muchas cosas, de la relación entre el hombre y la naturaleza, de sus formas de vivir y construir, de tradiciones y culturas, del pasado, y de nuestro presente”. En el estudio de las grandes haciendas agrarias andaluzas no se debe olvidar el hecho de que constituyen un patrimonio vivo o, al menos, aún rastreable en la memoria de aquellos que trabajaron en él. Hacienda La Laguna de Baeza: 1641 – 1989 (RIP) 2005 DESCRIPCIÓN DEL CONJUNTO2 La Hacienda La Laguna se sitúa en las cercanías de la pedanía de Puente del Obispo, a diez kilómetros al suroeste de Baeza. Para acceder a ella hay que tomar el camino señalizado a la izquierda (según se viene de Jaén por la carretera N-321) justo antes de llegar a la pedanía y continuar durante unos dos mil metros pasando por un puente de piedra que salva el río Torres y una ornamental fuente, ambas piezas del siglo XIX. El acceso se realiza mediante un portón que da paso a la fachada sur de la Hacienda y un pequeño “jardín arqueológico” de reciente creación. Si se continúa por el camino hacia el sur, a mano derecha pronto se adivinan las viviendas de los trabajadores, ya documentadas cartográficamente en

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inventario sobre arquitectura doméstica relacionada con la producción y sobre espacios de sociabilidad. No obstante, esto no llegó a concretarse en una publicación global que permitiera acceder a los resultados, sino que acabó en un volcado de la información en la base de datos SIPHA del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico y segmentada a nivel particular en algunos artículos firmados por los investigadores que colaboraron en el proyecto. Parte del “Expediente para la declaración de Bien de Interés Cultural, categoría Monumento, de la Hacienda La Laguna (Baeza)”. Alfonso L. Montejo, Antonio L. Díaz y Narciso Zafra. Delegación Provincial en Jaén de la Consejería de Cultura. Enero de 2004. En el mismo puede consultarse una descripción más extensa.

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Img. 1: El “Paraje Natural” de Laguna Grande en Baeza. Fuente: Ortofoto Digital de Andalucía. Escala 1: 5.000. Años 2001-2003 http://desdeelcielo.andaluciajunta.es/

1891. Apenas 400 metros más al sur, se debe coger un desvío a la izquierda que atraviesa algunos de los olivos centenarios de la Hacienda hasta llegar al declarado Paraje Natural de Laguna Grande, embalse artificial de 23 hectáreas que sirvió para irrigar a través de una compleja red de acequias los 100.000 árboles con los que llegó a contar la explotación. Los ortogonales lados de la laguna marcan el eje de orientación de las plantaciones, las cuales aún son regadas con sus aguas. El origen de la Hacienda lo establecen las fuentes en el siglo XVII como propiedad de la Compañía de Jesús, donde una carta de 1641 determina la compra de unos terrenos yermos para su explotación principalmente olivarera. En textos posteriores del mismo siglo se señala la existencia de ‘La Lagunilla’, lugar del que en 1648 se tiene constancia de que fuera irrigado con una canalización que la documentación cita como “la obra mayor que se ha hecho en olivar y cortijo” (Rodríguez-Moñino, 1996: 11). El origen del conjunto residencial y productivo parece enmarcarse de igual modo en ésta época. 445

Tras la expulsión de la Compañía en 1.767 por el rey Carlos III, la titularidad pasa a la Casa Ducal de Alba, una de las principales familias opositoras de los jesuitas. No obstante, de este periodo no existen noticias de la explotación sobre cambios en cultivos o en arquitecturas. En la primera mitad del XIX, en un contexto favorecido por la desamortización de Juan Álvarez de Mendizábal, la propiedad de los terrenos es adquirida por la familia Collado, poseedores de los títulos de Marqueses de Viana, Vizcondes de Jarafe y, posteriormente, Marqueses de La Laguna. Claros impulsores de la infraestructura de la Hacienda, es bajo su titularidad cuando el ingeniero polaco Tomasz Franciszek Bartmanski plantea el proyecto de plantación de 100.000 olivos e infraestructura hidráulica de irrigación y molienda, consolidando el actual perfil de Laguna Grande, una red de canales que desemboca en un acueducto y la singular bodega y molino aceiteros. Será durante los siglos XIX y XX cuando la Hacienda viva su momento de máximo esplendor arquitectónico consolidando un gran conjunto organizado en torno a cinco patios (dos de labor al sur, uno del señorío y otro de distribución, ambos al norte, y uno más de acceso al molino al oeste), conjunto que distribuye además a lo largo de la extensa propiedad una notable serie de edificios y construcciones auxiliares. Las explotaciones del marquesado no estaban basadas exclusivamente en el olivar. Las numerosas salinas diseminadas a lo largo del territorio eran arrendadas para conseguir una mayor renta y una parte de la materia prima era almacenada en un depósito cercano al conjunto de la Hacienda. Esta sal permitía además el acceso mercantil a otros productos básicos que no eran producidos en la propiedad. Destacan los numerosos topónimos que aún se conservan, como el Arroyo Salado o el Camino de las Salinas. Las de Las Escuelas, una de las mayores, contaban con una parrilla compuesta por cerca de un centenar de balsas y aún funcionaba hasta hace unos años. Dos centrales hidroeléctricas llevaban la luz a lo largo del territorio, las de Tilín Tilín (1910 – 1930) y de Garcíez (1903 – 1962). Esta última estaba dedicada exclusivamente al suministro de la Hacienda 446

La Laguna y de la almazara anexa al Palacio de los Marqueses de Viana en Garcíez3. La titularidad de La Laguna cambiaría nuevamente en 1930, pasando a un financiero mallorquín que la mantendría en pleno funcionamiento. Sin embargo, la propiedad comienza desde esta fecha un imparable proceso de división. La Hacienda empezará a debilitarse conforme vaya perdiendo su hegemonía económica y su control de los recursos en la zona. De este modo, La Hacienda se iría transformando en una parcela aislada y desprendida de su territorio, perdiendo gran parte de su significado desde el mismo hecho de ser arrendada su actividad para moler aceituna de otras fincas. La gran explotación que fue, autosuficiente y monopolizadora, se convierte en un gran edificio industrial descontextualizado de su latifundio. Algunas de las casas de los trabajadores serían otorgadas con el tiempo en propiedad, caerían en desuso muchos de los edificios auxiliares y otros cambiarían su propósito. La red eléctrica, por otro lado, acabaría por ser traída de fuera al perder el monopolio sus centrales hidroeléctricas, las cuales serían abandonadas definitivamente en 1963. La modernización de las últimas décadas del siglo provocaría el menor rendimiento económico de una almazara que había quedado obsoleta, a pesar de que las últimas reformas que conocemos en el molino se llevarían a cabo en octubre de 1986, año en el que los molederos son sustituidos por trituradoras de martillo. Los últimos propietarios acabarían por quebrar económicamente y serían embargados por dos entidades financieras. Los trabajadores que aún estaban ligados a la Hacienda, cuentan cómo se suspendieron sus sueldos. A cambio, los propietarios les prometieron el aceite almacenado en la bodega, descubriendo más tarde que los depósitos habían sido llenados con agua y que solo flotaba una pequeña cantidad en su superficie. Buena parte de los antiguos trabajadores

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“Documentación técnica para la inscripción genérica colectiva de centrales hidroeléctricas de la provincia de Jaén”. Blas Ogáyar Fernández. Delegación Provincial en Jaén de la Consejería de Cultura. 2004

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ligados directamente a la Hacienda contribuyeron a engrosar las estadísticas de población del cercana pedanía de Puente del Obispo, poblado de colonización franquista que hubiera encontrado su razón de ser en la necesidad de mano de obra que supusieron La Laguna o la también explotación agraria de Gil de Olid. EL EXPEDIENTE DE CATALOGACIÓN Y LA REALIDAD ACTUAL En junio de 1989 la Hacienda sufriría el mencionado embargo y su abandono, lo cual motivaría que los edificios padecieran un acelerado expolio de la práctica totalidad de bienes muebles y de toda clase de elementos desmontables: puertas, ventanas, rejas y hasta una fuente de piedra de cuatro metros de diámetro, esta última motivo de una rocambolesca historia judicial. Ante la dramática destrucción del bien, la Delegación de Cultura de Jaén solicita de oficio a una historiadora del arte la redacción de una documentación técnica en propuesta de su protección. El título de la misma es más que significativo: “Propuesta para incoación urgente de declaración de Bien de Interés Cultural a favor del inmueble Hacienda La Laguna”. Se firma en enero de 1990 y por Resolución de 6 de junio de ese mismo año la Dirección General de Bienes Culturales acuerda incoar el procedimiento de declaración de Monumento (BOJA núm. 55 de 3 de julio). Todo un récord. La documentación técnica, aunque redactada de urgencia, ofrece algunas pistas significativas del año en el que fue escrita. La delimitación fue realizada rayando con tinta un papel vegetal que cubre una fotografía aérea de la empresa madrileña Paisajes Españoles. Lo que para algunos sería hoy en día un ejemplo de modernidad (el uso de fotografía aérea), lo cierto es que conseguir planimetría catastral desde una administración era una labor de eterna lucha y de numerosas llamadas y escritos hasta hace un escaso año, lo cual debida la urgencia del procedimiento hace comprensible esta decisión. Y lo que es más, este reconocimiento sobre la fotografía aérea de Paisajes Españolas es de seguro más fiable y analítica que muchas de las que se realizan ahora sobre el mapa topográfico 448

1:10.000, por entonces tampoco disponible, o las diversas ortofotografías de escasa resolución e información para este trabajo –por más que le pese a algunos– que empiezan a poblar el mercado cartográfico andaluz (en otros lugares han tenido mejor suerte con el dinero público) y mundial a través de Internet. Del texto de la documentación, aunque insistiendo en la carga que supuso el plazo en el que fue escrito, en la óptica desde la historia del arte y en los años en que fuera escrita, no deja de ser relevante la justificación del bien. La ley andaluza aún no había sido publicada y por tanto la figura de Lugar de Interés Etnológico no podía ser escogida para su protección, por lo cual el Bien de Interés Cultural se justifica siguiendo los valores que la ley recoge para un Monumento: “Son Monumentos aquellos bienes inmuebles que constituyen realizaciones arquitectónicas o de ingeniería, u obras de escultura colosal siempre que tengan interés histórico, artístico, científico o social” (Ley 16/1985 de Patrimonio Histórico Español, art. 15.1). Histórico, artístico, científico-técnico y, en este caso, etnográfico son los epígrafes de la justificación, refiriendo el último: “Que aunque son muy numerosas las almazaras antiguas que continúan en actividad en la provincia, han ido abandonando los sistemas tradicionales de elaboración del aceite e incorporando maquinaria y técnicas actuales, en un proceso lógico de cara a una mayor rentabilidad. Es éste otro motivo para el que se considera de interés la conservación del molino de la Hacienda ‘La Laguna’, ya que, aunque ha introducido alguna maquinaria moderna, conserva los sistemas originarios, de manera que al menos un molino tradicional quedaría protegido” En el apartado “interés científico técnico” se cita la monumental bodega, la magna obra de canalización de agua y al genial ingeniero polaco (conste que los adjetivos son nuestros), así que para lo antropológico se ha reservado la parte más “cacharrera” e interactiva: la antigua molienda. Además, si no se menciona el carácter social de la vivienda del propietario, las viviendas de los trabajadores tampoco son tratadas en este apartado así como tampoco fueron incluidas en la delimitación. Por cierto, que el “molino tradicional” está hoy protegido en una bonita sala alicatada de azul que en nada recuerda al molino. 449

Incoado el expediente de declaración de Bien de Interés Cultural, la Consejería de Cultura tantea la adquisición o expropiación del Monumento. Tal vez en reacción a esto los proyectos se aceleran y en 1992 se constituye en Baeza el Consorcio Hacienda ‘La Laguna’ tras la compra pública de la práctica totalidad de los edificios principales. Compuesto por las Consejerías de Agricultura y Trabajo y por el Excmo. Ayuntamiento de Baeza (aunados bajo un mismo signo político), anuncia en una carta dirigida a la Delegación Provincial de Cultura la “rehabilitación de la casa existente para Museo del Aceite, cuyo proyecto se está redactando, la ubicación de la Escuela Regional de Hostelería y otra serie de actividades para el desarrollo del programa LEADER”4. La adivinanza final de la carta quedó resuelta con el tiempo, refiriéndose a un Hotel Rural. El total del conjunto arquitectónico, pasa a denominarse con el prefijo de “Complejo”. La colección del Museo del Aceite, que pasó a denominarse “Museo de la Cultura del Olivo”, se reunió en un principio por medio de la iniciativa privada de una conocida entusiasta del olivo giennense. Contando con un valioso conjunto de piezas de toda Andalucía, la conocida entusiasta perdería el entusiasmo conforme las obras fueron avanzando, los edificios se fueron transformando y los cargos políticos fueron asegurando una rentable gestión del “Complejo”, lo cual no evita que sea hoy en día una visita de gran interés. El Hotel Rural no desperdicia detalle en la descripción de su página en Internet, de la cual transcribimos literalmente algunos de sus apartados, los cuales creemos reflejan bien el significado actual que se le ha dado a la Hacienda5: “Localización. [...] Por una carretera secundaria, en la que los centenarios árboles parecen hablar, las zarzamoras alegran nuestras vistas, y el esplendor de los olivos se deja visualizar entre la frondo-

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Delegación Provincial de Cultura de Jaén. Archivo de Bienes Inmuebles (ABI) 29-M. “Hotel Hacienda La Laguna”. http://www.ehlaguna.com/hotel/. Visita el día 1 de septiembre de 2005

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sa vegetación a los lados del camino, el silencio únicamente calmado por el sonido de las maravillosas aves que abundan en los alrededores, y el ambiente humedecido por las cercanas lagunas. Esto sólo es el preludio de que algo diferente se cuece tras ese camino y como no, al final del camino, abre sus puertas una esplendorosa hacienda de la nobleza del XVII. Habitaciones. El Hotel cuenta con 18 acogedoras habitaciones todas ellas con su propio estilo, nos dan a conocer la temática del olivar, los números no son su identificación sino que las distinguimos por la variedad de aceituna que representan, todas las habitaciones están distribuidas alrededor de un precioso patio central del estilo de lo que fue, una hacienda de la nobleza del siglo XVII, todas las habitaciones reconstruidas para la comodidad del más exigente de los viajeros. Rutas. ¿Puedes recordar el silencio? ¿Puedes recordar el ruido de los pájaros al despertar? ¿Te han contado alguna vez cómo se vivía en el campo, la forma de cultivar nuestros campos, la mata de donde sale un tomate o el proceso que sigue una aceituna hasta convertirse en el sabor de nuestros platos? Estamos en un paraje natural, donde el esplendor de la naturaleza hace eco en todos nuestros sentidos, donde la Laguna Grande sirve de descanso a las ávidas aves viajeras en su búsqueda de calor cuando llega el invierno. Donde en sus cercanías se levantan las Ciudades de Baeza y Úbeda, Patrimonio de la Humanidad por su belleza, sus monumentos renacentistas, el replique [SIC] de sus campanarios y un tranquilo paseo por sus callejuelas, nos son descriptibles, sólo es digno de ver la tarea de nuestros antepasados, son sus piedras, sus paisajes, su comida o quizás sus gentes, algo que debe haber en este ambiente que sirvió de inspiración a tan ilustres poetas como Antonio Machado o San Juan de la Cruz. Historia. [...] En 1995 el ayuntamiento de Baeza, conocedor de tan maravilloso sitio junto con la Junta de Andalucía, decidieron no dejar ese lugar a las manos de las ruinas que el tiempo podían hacer de él y lo rehabilitaron y le dieron vida hasta conseguir lo que hoy es. 62000 metros cuadrados, para nuestro descanso, para la formación.” 451

A PROPÓSITO DE LA ARQUITECTURA DOMÉSTICA A finales de 2003 la Delegación Provincial de la Consejería de Cultura, para la declaración definitiva de Bien de Interés Cultural del Monumento, nos encargó la revisión de la documentación técnica. Aunque de carácter urgente, se realizaron cuatro visitas y se procedió a un profundo reconocimiento del Bien. Las viviendas de los trabajadores fueron incluidas dentro de la delimitación así como la propia Laguna Grande entre otros, partes tan esenciales de La Laguna como la bodega o la vivienda de los señores.

Img. 2: Viviendas de los trabajadores de la Hacienda La Laguna

Una documentación técnica compromete a tomar numerosas decisiones, entre ellas el estilo arquitectónico del inmueble. Cualquier casilla artística clásica nos parecía inapropiada y nos aventuramos a clasificarla como “Industrial y señorial”. Esta clasificación se escindía del thesaurus de SIPHA, base de datos creada y mantenida por el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico de la Consejería de Cultura, pero es que las alternativas tampoco eran muchas. En SIPHA se propone en el listado de estilos la clasificación como regionalista, pero es evidente que si hay que buscar una base 452

geográfica, en la mayor parte de los casos habría que hablar más bien de estilo capitalino burgués. Por otro lado, hablar de arquitectura tradicional, aunque es ampliamente aceptado y usado, sería manejar un concepto poco clarificador para clasificar a haciendas de este tipo, pudiendo silenciar la clara intención señorial y económica que representa La Laguna, intención que incide de una manera evidente en la diferenciación entre los espacios de los jornaleros y de los propietarios, entremezclados en lo público para su control (capilla, cocina, carpinterías) y claramente separados en lo privado (viviendas). Es más, el uso de los propios elementos estéticos es el que clarifica las desigualdades de estos espacios. Por tanto, formas y apariencias no encajan para formalizar un estilo, “popular”, único. La intención, o al menos eso intentamos, era obviar los estilos arquitectónicos con tal de que la documentación técnica no se fundamentara en ellos y el resultado final fuera del tipo: “viviendas trabajadores: doméstica tradicional; bodega: neoclásico; jardín con estanque: romanticista”, pues estas clasificaciones tienen el defecto de que son, hasta la saciedad, mal interpretadas por algunos proyectos arquitectónicos que posteriormente inciden en ellas. E incluso aunque el problema no sea de los proyectos, sí puede ser de las obras que los ejecutan y, especialmente, de las miradas que los transforman con el tiempo. De hecho, de aquí parten desaciertos como el que tan alegremente se expone en la página de Internet del Hotel: “precioso patio central del estilo de lo que fue, una hacienda de la nobleza del siglo XVII”. Esta documentación técnica de 2004 no es la panacea, pues le reconocemos errores y debía obedecer a directrices de protección, pero los años en los que el expediente ha permanecido en tramitación tal vez hayan servido para ofrecer una perspectiva más amplia de lo que fue y es la Hacienda La Laguna de Baeza, intentado multiplicar los puntos de vista y aclarando que la diseminación en el paisaje de sus inmuebles no podía servir para olvidar que se trataba de un conjunto único, donde los bienes más evidentes de arquitectura doméstica tradicional no eran entendibles sin el resto y viceversa. La Laguna contó con un gran ingeniero del siglo XIX, Tomasz Franciszek Bartmanski, que había trabajado previamente en viarios 453

y puentes de Francia y sus colonias de Argelia y Egipto, país último donde planteó uno de los primeros proyectos que se conocen para unir los mares Rojo y Mediterráneo. Llega a España en 1844, donde destacaría en las líneas de ferrocarril (Madrid-Aranjuez o ValenciaCartagena), y en algún momento entre ese año y 1848 es llamado por José Manuel Collado para la monumental obra hidráulica de su finca en Baeza. Culmina el suministro en 18 meses, regalándonos a la vez en uno de sus tantos diarios de viaje una rica descripción sobre La Hacienda, su ingeniería y sus trabajadores. Bartmanski es solo un eslabón más de esta excepcional hacienda, con un modelo industrial y territorial atípico dentro de las haciendas de olivar de la Alta Andalucía. Creer que las viviendas “tradicionales” de los trabajadores, ordenadas en torno a una calle y seriadas, son ajenas a este esquema señorial sería tan equivocado como creer que la totalidad del conjunto de La Laguna puede ser obviado en un estudio de la arquitectura doméstica. La enorme transformación a la que han sido sometidos los inmuebles centrales de la Hacienda hace que no haya una vuelta atrás para recuperar estos espacios. No obstante, es necesario que el planeamiento municipal de Baeza asuma una normativa específica para el Bien que logre salvar lo que aún queda. Así, las tan traídas a cuenta viviendas de los trabajadores están proyectadas como un nuevo espacio hostelero rural (“debida la falta de plazas en el actual y un cambio de orientación del público al que van destinadas”), lo que creemos sería negativo para los valores del Bien de Interés Cultural. Algunos de los antiguos jornaleros tienen allí una segunda residencia y sería completamente desacertado pretender volver a expropiar su espacio y memoria hasta el punto que se debería fomentar todo lo contrario, eso sí, respetando su estructura y fisonomía pues son, no se olvide, parte de una figura protegida. En cuanto a la vivienda señorial de la Hacienda ha quedado en la actualidad tan oculta por las reformas que reconocerla es un ejercicio complicado. La función de control que desde las fachadas de la casa de los señores se realizaba sobre el jardín privado y sobre los espacios comunes de trabajo ha desaparecido, quedando estas fachadas en meros escenarios de acceso al museo, restaurante y ofi454

cinas: ya no son una arquitectura desde la que se contempla, sino solo para ser contemplada. El balcón que existía para acceder desde la vivienda directamente a la capilla es ahora un elemento decorativo más de un salón comedor de dudoso gusto. No pudiendo reclamarse una cierta conservación del antiguo espacio doméstico ni en significado exterior y ni mucho menos en distribución interior, la única esperanza queda en un trabajo documental. Sobre el Museo, debería ser más consecuente con su contexto, debiendo incorporar salas dedicadas exclusivamente a La Laguna, a su historia, a su contexto social y a su territorio, lo que le conferiría un mayor valor patrimonial, pudiendo convertirse en centro de interpretación de lo que alguna vez fue el latifundio y sus arquitecturas, en la actualidad un atractivo recurso para aquel que desee complementar su paseo entre las fachadas de piedra de Baeza con la historia de su territorio, favor por otro lado que le haríamos a su herencia cultural. Ejemplos como el tan bien llevado a cabo, con escasas salvedades, “Ecomuseo del Río Caicena” en Almedinilla (Córdoba), demuestran que una atractiva villa romana puede volver atractivo todo un municipio, sintiéndose el visitante en la obligación de acercarse a los distintos escenarios que componen la ruta y que lo llevan desde un museo agrícola a una sala de exposiciones temporales con temas tales como la Guerra Civil. Partiendo de la base de que no existen paisajes naturales, sino que todos ellos poseen una carga cultural, los esfuerzos difusores del patrimonio histórico no deben sino asumir esta carga y de una vez por todas analizar y mostrar el territorio en su integridad, desmintiendo los centros postizos con los verdaderos horizontes espaciales, temporales y sociales. Si no queremos que los municipios -y en general cualquier territorio, político o cultural- consoliden el que parece imparable proceso de re-crear su cultura, volviendo artificioso el pasado y el escenario del presente, estamos en la incómoda responsabilidad de encauzar ideológicamente la mercantilización y la falsa puesta en “valor”. De no ser así, estratos como el constituido por la arquitectura doméstica corren el peligro de convertirse en lo que en buena parte ya son: franquicias de modelos estandarizados. 455

LAS CUEVAS EN SIERRA MÁGINA. UNA ARQUITECTURA DOMÉSTICA SUBTERRÁNEA Viviendas cueva en Andalucía Geográficamente la distribución de cuevas es muy amplia, encontrándonos esta forma de hábitat en México, California, Argentina, China, Níger, Asia Menor, Marruecos, Túnez o Argelia. En Europa existen en Turquía, Los Balcanes, Italia, Francia y España (Lasaosa Castellanos et alii, 1989; Urdiales Viedma, 2003), siendo la cuenca mediterránea, tanto su ribera sur como norte, uno de los espacios donde este hábitat ha tenido una presencia importante. A mediados del siglo XX el lugar donde había más cuevas habitadas dentro del ámbito mediterráneo era España. La vivienda-cueva se extendía especialmente por Navarra, Aragón, Valencia, Castilla-La Mancha y sobre todo Andalucía. A principios de los años 60 Andalucía era la Comunidad con mayor volumen de cuevas habitadas de toda España (49 %), concentradas en sus provincias orientales, Almería, Jaén y sobre todo Granada (41 %) (Urdiales Viedma, 2003). También existían otros núcleos troglodíticos aislados como el de Iznájar (Córdoba), Setenil de las Bodegas y Arcos de la Frontera (Cádiz), Carmona y Alcalá de Guadaira (Sevilla) o Alhaurín de la Torre (Málaga) (Castellón Serrano et alii, 2002) . Un estudio de la Consejería de Obras Públicas y Transportes en su trabajo-inventario de cuevas y casas-cuevas en Andalucía ofrecía en 1989 (Lasaosa Castellanos et alii) los siguientes datos sobre el número de cuevas por provincias: Almería 1.352, Cádiz 285, Córdoba 56; Granada 7.064, Jaén 544, Sevilla 131. En la actualidad se mantiene esta gradación, siendo Granada la provincia con un mayor numero de cuevas seguida de Almería y Jaén. También se ha mantenido, aunque reducido, el núcleo de Iznájar, Setenil de las Bodegas, Arcos de la Frontera (De la Sierra Fernández et alli, 2002) y Alcalá de Guadaira. En Málaga y Huelva, residuos testimoniales aprovechados provisionalmente por pescadores han desaparecido actualmente, al igual que el núcleo de Carmona. Así pues, podemos decir que este tipo de arquitectura se desarrolla en la mitad este peninsular (en la fachada atlántica este fenóme456

no es prácticamente inexistente), y de una forma considerable en Andalucía, en torno a los macizos Béticos. En esta zona, además, existen áreas donde la existencia de este hábitat supera la esfera municipal, “...constituyendo espacios naturales de ámbito superior hasta el punto de convertirse en un elemento presente en comarcas de gran significación, en parte importante de su contexto y en algunos casos en el principal configurador de la trama de núcleos de población, en la arquitectura predominante” (Lasaosa Castellanos et alii, 1989: 21). Ejemplos de estas áreas donde las cuevas son un elemento claro de conformación territorial son el Valle del Río Andarax y el del Río Almanzora en Almería y la Hoya de Guadix y la altiplanicie de Baza-Huéscar en Granada. En todo caso, no podemos olvidar que este tipo de viviendas también se dan en ámbitos urbanos, como el barrio de la Chanca en Almería o el Sacromonte en Granada. De hecho, su ubicación las hace ser muy conocidas, en contraposición a otras, como las de Sierra Mágina en Jaén, casi desconocidas fuera del contexto provincial. En cuanto a la tipología constructiva, es la topografía del terreno la variable fundamental que influirá en la definición de las formas

Img. 3: Vivienda cueva en Pegalajar

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arquitectónicas: En las vertientes abruptas se organizan en hileras a diferentes niveles, formándose ejes de fachadas horizontales sobre la ladera, coincidiendo en muchos casos las chimeneas de unas con las entradas de otras. Este es el modelo que más se repite en Andalucía. Se dan algunos casos en los que las cuevas se desarrollan en dos plantas, siendo la superior generalmente de escasa superficie. De este tipo únicamente existen núcleos importantes en Graena y en Galera (Lasaosa Castellanos et alii, 1989: 63). En las áreas de pequeños montículos, las cuevas se sitúan rodeando los cúmulos y cuando la superficie del cerro es pequeña las cuevas lo atraviesan por completo en sentido horizontal buscando la ventilación y la luz cruzada. Esta tipología se localiza sólo en Granada. Otra variedad es la excavación en fosa, en superficies de pequeña pendiente o incluso planas. Éstas presentan la particularidad de que se hace una excavación en vertical, en forma de suave talud, hasta que se ha profundizado lo suficiente como para constituir la fachada de la cueva y excavar ya en horizontal. Se da básicamente en Baza. También están los abrigos bajo configuraciones naturales del terreno convertidos en viviendas cuevas. Es la única tipología en la que la cueva no ha sido excavada, aprovechándose los accidentes naturales para construir los alojamientos. La altura de la concavidad es la que determina el número de plantas, conociéndose casos de hasta tres plantas. Setenil, en Cádiz, es el único lugar donde se ha localizado este tipo de arquitectura (Lasaosa Castellanos et alii, 1989: 64). En Alhaurín de la Torre, cercano a Málaga, el aprovechamiento doméstico de estas concavidades naturales conecta con casas levantadas en los solares continuos (Castellón Serrano et alii, 2002: 138). Por último tenemos las casas-cueva que normalmente se deben a la construcción delante de la cueva de crujías muy variadas según el espacio exterior existente y los proyectos de obras ejecutados. En el tratamiento y ornamentación exterior de la cueva, las fachadas son con pocos huecos al exterior, generalmente dos puertas, una para la vivienda y otra para la cuadra, y una pequeña ventana. Se suele encalar directamente la superficie del frente, limitándose en algunas ocasiones al recercado de los vanos. También es 458

frecuente la realización de una fachada de obra de materiales diversos. Lo que más abunda en este caso también son las fachadas encaladas. Existen localidades como Gorafe donde proliferan las cuevas que han dejado vista la fachada de piedra o sitios como Graena donde se dan composiciones de huecos y remates que responden a la arquitectura historicista de finales del siglo XIX y comienzos del XX (Lasaosa Castellanos et alii, 1989: 89-90). Los porches, vegetales o de obra, y las chimeneas, con formas cilíndricas o cónicas, de ladrillo, arcilla o piedra, más o menos gruesas y con remates variopintos completan el exterior de estas viviendas y definen en muchos casos la morfología y estética del urbanismo de barrios o incluso pueblos. La composición interior también es variada, existiendo tres formas básicas: lineales, ramificadas y mixtas. En la primera se dispone una dependencia tras otra formando una galería, resolviéndose la comunicación entre ellas mediante pequeños huecos a modo de arcos fajones. Dicha galería puede haber sido excavada en profundidad o de forma paralela a la fachada. En el sistema ramificado la habitación de acceso es el espacio de relación con las demás, organizándose el resto de dependencias a partir de ésta. El sistema mixto es una combinación de las dos anteriores. (Lasaosa Castellanos et alli, 1989: 63-64). Los suelos ahora se endurecen con cemento o baldosas pero antes era norma común el uso de la cal, también usada para paredes y techos. Estos últimos pueden ser planos, con bóvedas o irregulares. Viviendas cueva en Sierra Mágina6 Esta comarca se encuentra a unos veinte kilómetros al este de la capital, entre el valle del Guadalquivir y el Guadiana Menor. Es el macizo de más altitud de la provincia, con varias cumbres que superan los 2.000 metros. Predomina el cultivo del olivo, aunque tam-

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Parte de este texto se encuentra en el número 8 (2004) de la revista Piedras con Raíces, editada por ARTE.

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bién encontramos zonas de huertas y frutales. Es un terreno abrupto, de fuertes pendientes, básicamente calizo, de tipo kárstico. Estas características geográficas y geológicas son las que han posibilitado la construcción de cuevas y casas-cueva en esta comarca. Entre los municipios que componen esta comarca tenemos constancia de la existencia de cuevas en Larva, Pegalajar, Jódar, Bedmar y Garcíez, La Guardia y Torres. La cronología no está clara en muchos casos. Madoz, a mediados del siglo XIX señala que hay 50 cuevas en Larva, 295 en Jódar, 122 en Bedmar y Garcíez y algunas en La Guardia. Sobre Pegalajar habla de 538 casas y cuevas en conjunto, sin especificar el número de cada cual; y sobre Jimena indica la existencia de un barrio denominado de Cuevas. En cuanto a la época en que se hicieron las cuevas de las distintas localidades, no tenemos datos fundamentados para la mayoría de ellas, aunque podemos decir que la segunda mitad del siglo XIX fue un tiempo en el que se construyeron en algunos pueblos como en Jódar, donde a finales de esta centuria se contaban 406 (Alcalá Moreno y López Pegalajar, 1998: 157; Checa Olmos, 1990: 6). Por su parte, Madoz no habla de cuevas en Torres por lo que, de no ser un descuido o una omisión, éstas fueron construidas después de 1846. Asimismo, algunos relatos recogidos nos llevan a afirmar que en algunos pueblos, como Pegalajar, se hicieron algunas en la primera mitad del siglo XX. Aunque es muy probable que hubiera cuevas en siglos anteriores al XIX, no podemos, sin embargo, constatar la construcción de las mismas. Para Andalucía desde finales del siglo XV se empiezan a tener referencias a cuevas habitadas, sin que sea posible establecer una conexión directa entre el trogloditismo anterior a la época contemporánea y nuestros días, siendo el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, la época de expansión de esta forma de hábitat (Urdiales Viedma, 2003: 3). Incluso en algunas comarcas como la de Guadix la última excavación masiva de cuevas fue en los años 50. A partir de estas fechas el fenómeno que más repite es el añadido de habitaciones construidas a lo excavado y recientemente la rehabilitación de parte de las que se encuentran abandonadas (Lasaosa Castellanos et alii, 1989:74). 460

En Sierra Mágina estas viviendas7 están excavadas en las laderas de las montañas, generalmente en la parte alta de los pueblos, a continuación de las casas que conforman el casco urbano o en los extremos del mismo. La construcción de las cuevas (Galiano Torres, 1997) se iniciaba desmontando a cielo abierto el terreno tres o cuatros metros, convirtiéndose en una especie de callejón de entrada, en muchos casos con pared de piedra a cada lado, hasta que llegaba a un nivel suficiente respecto al suelo para poder conformar el espacio doméstico8. La distribución y el número de dependencias variaban de una cueva a otra, dependiendo de la familia y del terreno, ya que la excavación avanzaba buscando la roca más blanda lo que conllevaba además la irregularidad en las paredes y en los techos. No obstante, se puede establecer un modelo que más o menos se repetía, donde la cuadra se solía construir en los laterales, así como la leñera, la cocina-comedor en el interior, con chimenea que salía al exterior, y alrededor las habitaciones. Los dos únicos puntos de ventilación eran la puerta y la propia chimenea y de luz solamente la puerta. Ello invitaba a hacer vida social y trabajos en el vestíbulo de acceso al hogar o en el rellano del callejón cuando el tiempo era bueno. En el interior, el propio terreno se aprovechaba para hacer alacenas, repisas, hornacinas, poyetes, etc., como mobiliario de la propia casa. Las paredes y techos se blanqueaban continuamente para evitar la caída de polvo y algunas zonas se revestían de yeso para evitar desprendimientos de tierra. Por supuesto, más allá de lo funcional existía un criterio estético visible en el propio encalado, cortinas, cerámicas o elementos de hojalata. En las cuevas vivían jornaleros, esparteros o lateros, familias pertenecientes a los sectores sociales desposeídos9, y en algunos casos

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En muchos de los pueblos de esta comarca se conocen con el nombre de cuevas, o cuevas de piedra, los chozos de piedra seca, lo que puede generar cierta confusión. En Jódar la zanja solía ser más grande (ocho o diez metros) y, a veces, de uno de estos callejones, conocidos como “llanetes”, partían dos o incluso tres cuevas (Alcalá Moreno y López Pegalajar, 1998: 157). Lugares de trabajo (del esparto, pela de almendras…) y de sociabilidad. En Torres la calle donde comienzan las cuevas se llama precisamente C/ Jornaleros.

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Img. 4: Cueva reacondicionada en Pegalajar

excluidos socialmente. Asimismo en algunos lugares existieron en “las cuevas” barrios de gitanos, los cuales también sufrieron la marginación por su situación socioeconómica y sus diferencias culturales. Al estar las cuevas mayoritariamente en la periferia del casco urbano, cuando en su mayor parte sus moradores se dedicaban a una misma ocupación, algunas de estas zonas se convertían casi en barrios “gremiales”. Esta situación comienza a cambiar a finales de los años 50 con la emigración, siendo en muchos casos los primeros en abandonar estos pueblos. Este fenómeno y la mejora de las condiciones de vida en las décadas siguientes generarán la situación en la que ahora se encuentran estos inmuebles. Hubo gente que tras el retorno compró una casa “en el pueblo” y dejó la cueva para guardar animales o los aperos de sus trabajos, caso que se da con frecuencia en Pegalajar. En otros, como en Torres, si bien se abandonaron muchas cuevas, también se construyeron viviendas delante de las mismas, constituyéndose en las actuales casas-cueva, un continuo habitacional que en algunos casos tienen un patio de transición. En todo caso, refleja la aspiración de estos sectores sociales por romper la exclusión de la que partieron. Jódar representa una 462

excepción a esta generalidad, ya que en esos años no se vacían las cuevas sino que incluso reciben población por el auge que tomó la recogida de esparto al tener buena venta para la fabricación de capachos para almazaras y otros enseres, y por su fuerte demanda por la fábrica de celulosa de Almería. Hasta los años 60 las cuevas vacías se ocupaban por gente venida de fuera e incluso se hicieron algunas nuevas. Esta situación cambia cuando los capachos empiezan a hacerse de fibra sintética y la fábrica de celulosa cierra en los setenta; la gente tiene que emigrar y las cuevas van quedando deshabitadas (Checa Olmos, 1990: 8). Hemos asistido, en definitiva, a partir de los años 60, a un abandono de buena parte de las cuevas existentes en Sierra Mágina y ello ha supuesto que una cantidad importante de éstas hayan desaparecido y muchas se encuentren en mal estado. El caso extremo lo constituye Jódar, donde, siendo el núcleo troglodita más importante de la provincia, en 1981 quedaban 11 cuevas y en 1991, aparte de alguna habitación excavada a la que se ha adosado una casa de nueva construcción, tan solo 4 (Urdiales Viedma, 2003: 4). Sin embargo, es ahora también cuando asistimos a un proceso en que se está recuperando esta arquitectura doméstica. Esta dinámica responde a dos razones básicas: por un lado, desde algunos sectores de ciertas administraciones se están acometiendo actuaciones de restauración o recuperación de este tipo de vivienda “tradicional”, bien dentro de programas de mejora de condiciones, bien porque se comienza a considerar a esta forma de arquitectura patrimonio cultural10. Por otro lado, en algunos lugares como Pegalajar, existe ya desde hace años una tendencia donde a iniciativa particular, con ayuda de fondos de programas como el Leader o por cuenta pro-

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Las Jornadas Europeas de Patrimonio del año 2002, organizadas por el Consejo de Europa y la Junta de Andalucía se dedicaron a la arquitectura doméstica tradicional y en uno de los recorridos que se hicieron por la provincia Jaén, se visitaron las cuevas de Pegalajar y las casas-cueva de Torres. Por otra parte, ha sido precisamente en Jódar donde se ha acondicionado por parte de la Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía el entorno urbanístico y una de las cuatro cuevas que quedan.

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pia, se están rehabilitando cuevas abandonadas, generalmente como segunda residencia o como alojamientos rurales, los cuales están teniendo muy buena acogida por parte de los turistas que desconocen este tipo de hábitat, ya que además del exotismo que puedan encontrar, la estancia resulta muy agradable por las condiciones isotérmicas de las cuevas11, la distribución de espacios comunes, los parajes de montaña donde se ubican, etc.

Img. 5: Interior de cueva reacondicionada en Pegalajar

Exceptuando las casas-cueva de Torres, después de la desaparición, derrumbe o deterioro de la gran parte de las cuevas existentes, estamos ante experiencias nuevas de recuperación de este patrimonio arquitectónico. En este proceso encontramos casos donde se han transformado sustancialmente las formas originales pero también conocemos otros muchos en los que se ha respetado la estructura original o se han realizado pequeñas reformas que tienen que ver sobre todo con un cambio de uso, convirtiendo, por ejemplo, la cuadra en cuarto de baño. Lógicamente la recuperación de este hábitat

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Conocemos ejemplos donde la variación de temperatura en el interior de las cuevas, de invierno a verano, es de 19 a 21 grados, cuando en el exterior puede variar de 0 a 40 grados aproximadamente.

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doméstico lleva aparejado el acondicionamiento que busca una mayor comodidad. Los suelos se han embaldosado, las paredes y techos se han calafeteado, evitando la caída de polvo y tierra, se ha introducido la electricidad y el agua y se han re-vestido con los patrones estéticos actuales. Existen ejemplos de difícil calificación pero también otros que nos ofrecen la posibilidad de acercarnos a esta arquitectura prácticamente desaparecida en algunos pueblos. En esta dinámica coincide la propia evolución, desde determinados ámbitos académicos y administrativos, del concepto de patrimonio, donde ya cabe la arquitectura vernácula en su extensa variedad, el compromiso de algunos colectivos en la defensa de este patrimonio y el incremento del turismo rural y el consumo de “tradiciones”. En este sentido, los paquetes turísticos que venden “ruralidad” no deben absorber lo que de testimonio de nuestro pasado reciente tiene este patrimonio. La recuperación de estos inmuebles nos permiten disfrutar ahora de esta arquitectura pero también debe posibilitarnos el conocimiento, o ayudarnos al mismo, de la forma de vida de estas gentes. Pronto serán viviendas bioclimáticas y ejemplo de integración en el medio, pero también han sido espacios domésticos que hablan de miseria, exclusión y conflicto. Ello explica la desaparición de muchas de estas viviendas sin pasar por el intento de readecuación. Y no sólo a nivel individual, incluso alguna acción política considerada de izquierdas en el intento de romper con las valoraciones negativas asociadas a este hábitat ha derribado barrios enteros de cuevas con el realojamiento de personas en casas (construidas, edificadas). Esto no deja de ser parte de nuestra historia y un ejemplo a considerar en materia de patrimonialización. La pregunta es: ¿para acabar con la exclusión o incluso el estigma, se debe acabar con las cuevas?, ¿el paso apropiado es la construcción de un nuevo barrio, el realojamiento?, ¿quiénes tienen esta legitimidad? La respuesta no es simple y, en todo caso, para lo que aquí interesa, la reflexión derivada es necesaria para ahondar en esos contextos que antes hablábamos y que son tan importantes o más como lo que materialmente definimos como patrimonio. Por cierto, que no hay ninguna cueva inscrita en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz. 465

LOS CONJUNTOS HISTÓRICOS: LA ARQUITECTURA DOMÉSTICA EN LA PROTECCIÓN DE LA AGLOMERACIÓN URBANA Notas críticas sobre la historia de la protección legal de los Conjuntos Históricos En este capítulo trataremos la arquitectura doméstica en la ciudad desde la óptica de la práctica patrimonial de una figura legislativa, los Conjuntos Históricos, figura presente como tal en la Ley de Patrimonio Histórico Español de 1985 y en la Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía de 1991. El texto, por tanto, irá exclusivamente enfocado a la normativa patrimonial, intentando dilucidar los diversos planteamientos que se han dado a la aglomeración urbana como un bien histórico a proteger y cómo la arquitectura doméstica queda diluida en él. Según lo anterior y para introducir este capítulo, es obligatorio dar un breve repaso a las distintas figuras legislativas que los Conjuntos Históricos han tenido en nuestro país, máxime cuando su declaración se ha visto afectada por muchas y diversas normativas que han marcado la evolución y la forma de valorar y estudiar estos bienes. Trayectoria que, como veremos, aún afecta a los Conjuntos Históricos. Se citará una selección de artículos que consideramos pueden abrir un debate o que en la segunda parte nos serán útiles para comprender los casos prácticos, así que no debe considerarse esto como un compendio metódico. Por último, entendiendo que la legislación vigente (Ley estatal y autonómica, y sus respectivos Decretos de desarrollo) serán de conocimiento del tipo de público al que va destinada esta publicación, o al menos basándonos en su fácil acceso, nos centraremos en los antecedentes de la misma, omitiendo de manera consciente otra normativa previa o internacional. La primera legislación del Estado que tratara de manera explícita los conjuntos urbanos fue el Real Decreto Ley de 9 de agosto de 1926 “relativo al Tesoro artístico arqueológico nacional” (Gaceta de Madrid núm. 227, de 15 de agosto), redactada durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera. En su artículo 1º define que “Constituye el Tesoro artístico arqueológico nacional el conjunto de 466

bienes muebles o inmuebles dignos de ser conservados para la Nación por razones de Arte y cultura” (nótese la mayúscula en la antepenúltima palabra). El artículo 2º desglosa los bienes que integran el Tesoro. Sobre los Conjuntos Históricos, se aproxima en el apartado b) diciendo: “Las edificaciones o conjunto de ellas, sitios y lugares de reconocida y peculiar belleza, cuya protección y conservación sean necesarias para mantener el aspecto típico, artístico y pintoresco característico de España, siempre que así haya sido declarado o en lo sucesivo se declare por el Ministerio de Instrucción pública y Bellas Artes”.12 “Belleza”, “típico”, “artístico” y “pintoresco”. Más adelante volveremos sobre estos conceptos decimonónicos. Un determinante avance lo realiza en el artículo 21, donde detalla que “de las ciudades y pueblos total o parcialmente declarados o que se declaren incluidos en el Tesoro artístico nacional, se levantarán por los respectivos Ayuntamientos planos topográficos a una escala no inferior a 1:5.000 y en ellas se acotará por medio de círculos las superficies sujetas a servidumbre de ‘no edificar’ libremente, marcándose con distintas tintas los edificios artísticos o históricos, lugares, calles, plazas y barriadas pintorescas, en las cuales no podrá hacerse obra alguna sin la autorización de las entidades centrales y provinciales correspondientes. De esta superficie se levantarán planos con una escala no menor de 1:200. En los proyectos de 12

Anotar que, por tradición, es evidente el trato de favor que tienen la arqueología y la historia del arte, declarando en el apartado c) dentro del Tesoro y por ministerio de la Ley (sin exigir la tramitación de sus expedientes) “los yacimientos y objetos de interés paleontológico y prehistórico, las cuevas, abrigos y peñas con pinturas rupestres [...]”. La protección del arte rupestre no fue por tanto una idea original de la Ley de 1985, como tampoco lo fueron los castillos españoles (Decreto de 22 de abril de 1949). Las declaraciones directas de determinados bienes por ministerio de la Ley son un capítulo interesante, pues ponen en evidencia los símbolos que clásicamente se han aceptado como de fundación e identificación histórica. Comentar a este respecto que no sólo los castillos ocupan los emblemas de nuestros municipios; recientemente el Ayuntamiento de Fonelas (Granada) incorporó a su escudo y bandera un grabado rupestre sobre placa de pizarra de la edad del bronce: “de gules estela antropomorfa de plata” (Decreto 276/2003, de 30 de septiembre; BOJA núm. 201, de 20 de octubre de 2003)

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ensanche, reforma interior o exterior de estas poblaciones, se tendrán en cuenta estas demarcaciones y acotamientos”. Sería el inicio de una dura lucha entre el planeamiento urbanístico y la protección patrimonial, de la cual no hemos sacado demasiado en claro desde entonces. Pero prosigamos. En 1933, la República dicta su Ley de 13 de mayo de 1933 “relativa al Patrimonio Histórico-Artístico nacional” (Gaceta de Madrid núm. 145, de 25 de mayo), una ley esencial en la historia de la protección del patrimonio histórico puesto que estaría vigente por más de medio siglo y que aún sigue siendo de aplicación para aquellos Bienes incoados que se rigen por ella. Aunque el concepto de “Tesoro” sigue siendo utilizado, incluye en su título de una manera firme la denominación de “Patrimonio” en referencia a los bienes históricos, dotándolos así de un significado de herencia cultural. Aunque la palabra venía siendo manejada anteriormente para los bienes históricos (más asociada a un significado de colección artística), podemos considerar esta Ley como pionera en su uso extensivo, diferenciándola claramente de las concepciones de la economía particular y hacienda pública. Sobre los núcleos urbanos, esta Ley es tan poco explícita como la anterior, declarando todo el abanico de los bienes culturales bajo la categoría única de “Monumentos Histórico-Artísticos”. El artículo 1º define los bienes que constituyen el “tesoro cultural de la Nación” (tal y como es definido en el artículo 45 de la Constitución de 9 de diciembre de 1931 de la II República Española), sin que el desglose no obstante sea tan categórico como el artículo 2º de la Ley de 1926. Su mención se resume en el artículo 3º: “la Dirección General de Bellas Artes [...] cuidará: de la inclusión en el Catálogo de Monumentos histórico-artísticos de cuantos edificios lo merezcan, como asimismo de los conjuntos urbanos y de los parajes pintorescos que deban ser preservados de destrucciones o reformas perjudiciales”. Según el artículo 14, todos los bienes inmuebles son acogidos bajo una misma figura: “Los Monumentos declarados nacionales y arquitectónico-artísticos, se llamarán en lo sucesivo Monumentos histórico-artísticos”. En la práctica, la figura que se adjudicará en las diversas Resoluciones y Decretos de incoación o declaración para los 468

núcleos urbanos será no obstante un híbrido de lo anterior, pasando a denominarse “Conjuntos Histórico-Artísticos”, denominación que aún es utilizada en la actualidad en diversas cartelerías y folletos turísticos, incluso con la coletilla “de carácter nacional” que más adelante tendremos ocasión de ver. La Ley de 1933 tuvo un Reglamento para su aplicación, el Decreto de 16 de abril de 1936 (Gaceta de Madrid núm. 108, de 17 de abril). En él, aunque destinado a aspectos de más pura práctica administrativa, se incluye una incongruencia respecto al apartado de las aglomeraciones urbanas, leyéndose en el artículo 29: “La Junta Superior del Tesoro Artístico procederá a formar una lista de ciudades, villas y pueblos cuyas agrupaciones urbanas, total o parcialmente tengan señalado interés artístico, histórico o pintoresco. Los planos de reforma interior y ensanche, tanto de las poblaciones que figuran en esa lista como de las no incluidas, deberán hacerse sobre la base de respetar los monumentos histórico artísticos”. Lo cierto aquí es que la protección de los núcleos urbanos era puramente una colección de monumentos (es decir, iglesias y palacios) y sus entornos, creando una línea muy alejada de la que dibujaría un análisis urbano histórico. Aunque los Conjuntos Históricos en la Ley de 1933 eran entendidos como monumentos, fueron en realidad los clásicos monumentos los que dieron carta de naturaleza los Conjuntos13. Como una nueva reflexión desde nuestra legislación actual, destacaremos de este Reglamento el artículo 33: “La Junta del Tesoro publicará, una vez por lo menos cada dos años, la relación de los monumentos declarados histórico-artísticos, en la que deberá constar su emplazamiento, época y arte a los que pertenecen y el nombre del

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Así el Conjunto de Navas de Tolosa (La Carolina, Jaén), un poblado de las Nuevas Poblaciones de Carlos III en Sierra Morena, el cual delimita exclusivamente la original plaza en dodecágono del pueblo y que no es más que el entorno de la Iglesia (Resolución de 1 de marzo de 1985 de la Dirección General de Bellas Artes; BOJA núm. 25 de 15 de marzo). La arquitectura doméstica tradicional, como relleno parcelario de esta delimitación, está siendo sustituida en este pequeño islote protegido de forma imparable.

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propietario y usuario. Dicha relación se insertará también en la GACETA DE MADRID”. En la actualidad, tanto el Inventario estatal como el Catálogo autonómico, son de difícil acceso y desde luego no cuentan, por el momento, con la suficiente “estabilidad” para aparecer publicados en Boletín Oficial alguno. Aunque una cosa es la ley y otra su práctica, pues lo anterior no llegó nunca a realizarse, aún cuando este reglamento del aciago año de 1936 estaría vigente durante el periodo de la dictadura franquista. El tratamiento por tanto que la arquitectura doméstica popular tuvo en la normativa patrimonial republicana es prácticamente nulo. Solo por su carácter “pintoresco” se podría realizar su valoración desde los preceptos legislativos, pensándose el paisaje ciudadano como algo digno de ser contemplado desde el más absoluto tipismo vernáculo: “las blancas fachadas de nuestros pueblos, enriscadas a los pies del cerro dominado por el castillo”. Los Conjuntos Históricos, como se dijo, poseen en sus declaraciones como Monumento Histórico-Artístico una relación de los más grandiosos edificios que contenían, sin mayores consideraciones sobre los que lo habitaban, pues su arquitectura, en el fondo, era un mero escenario fotográfico. Durante el franquismo, se harán dos modificaciones menores a la Ley de 1933, además de diversos Decretos y Órdenes completándolas. Una vez más nos detendremos en las principales. Con carácter de urgencia, mediante Decreto de 22 de abril de 1938 (BOE núm. 549, de 23 de abril) se constituye el Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, del que dependerán los denominados Comisarios de Zona. La finalidad de este Decreto, fundamentalmente, era la de organizar administrativamente un control militar por regiones. La primera modificación de la Ley de 1933 es el Decreto-Ley de 12 de junio de 1953 (BOE núm. 177, de 26 de junio) “sobre competencia y funciones de los organismos encargados de la defensa del Patrimonio Artístico Nacional”, el cual otorga al Ministerio de Educación Nacional y sus organismos las facultades previstas en la legislación previa. Promulgado el anterior, es el 22 de diciembre de 1955 cuando se firma la Ley de Patrimonio Artístico (BOE núm. 359, de 25 de diciembre). Se publica casi 20 años después de la sublevación, algo 470

bastante lógico si pensamos que las reconstrucciones del Servicio Nacional (luego Dirección General) de Regiones Devastadas y Reparaciones serían prioritarias sobre las protecciones y gestiones del Ministerio de Educación Nacional. Básicamente, la Ley de 1955 hace una modificación del artículo 26 de la Ley de 1933, el cual hacía referencia a la expropiación por parte del Estado de aquellos monumentos no usados debidamente por sus propietarios o en peligro de ruina. Con la modificación se explicita que los propietarios deberán dar cuenta al Ministerio de los proyectos de cambio de uso en estos inmuebles. Para los Conjuntos Históricos hace una aclaración en el artículo 2º: “en el caso de ciudades o núcleos de edificación declarados monumentos histórico-artísticos como tales conjuntos, lo establecido en el artículo anterior será de aplicación a los inmuebles artísticos o históricos incluidos en su perímetro, aunque no hayan sido objeto de declaración especial que los califique individualmente [...]; no lo será, en cambio, a los proyectos de urbanización de tales ciudades o núcleos”. El artículo 3º, por su parte, declara exentos de cargas fiscales los inmuebles declarados monumentos como antecedente de lo dispuesto en la Ley de 1985. No obstante, no hace aquí mención clara a si esto deja de aplicarse a los conjuntos urbanos, pero hemos de suponer que así sería. Mediante Decreto de 22 de julio de 1958 (BOE núm. 193, de 13 de agosto), se crearon las nuevas categorías de monumentos “provinciales” y “locales”, con la finalidad de crear una diferenciación entre “los grandes monumentos de carácter nacional” y aquellos que “no alcanzando tal categoría ofrecen, sin embargo, especial interés para la región, provincia o Municipio donde se alzan, por constituir documentos importantes para su historia, aparte su valor artístico sustantivo”14. Obviando paralelismos actuales (Patrimonio de la Humanidad: los “grandes monumentos de carácter universal”), el 14

La Ley 9/1993, de 30 de septiembre, del Patrimonio Cultural Catalán posee una categorización semejante: los Bienes Culturales de Interés Nacional (“los bienes más relevantes del patrimonio cultural catalán”), los Bienes Catalogados, y los restantes bienes integrantes del patrimonio cultural catalán, estos últimos aquellos que poseen los valores descritos por esta Ley pero que no han sido objeto de catalogación.

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caso es que el verdadero fin, y así se explicita, era trasladar las cargas de su mantenimiento a las Diputaciones Provinciales y Ayuntamientos debido el incremento imparable del Catálogo. Cinco años le bastaron a este Decreto para que el dictador tuviera que firmar otro modificándolo –1864/1963, de 11 de julio (BOE núm. 189, de 8 de agosto)– y que admite en un ejercicio de sinceridad: “La experiencia ha puesto de manifiesto que este sistema, aunque inspirado en respetables principios, no ofrece resultados prácticos, ya que ese total desamparo de protección estatal en que se coloca a los monumentos provinciales y locales y las trabas legales que existen para prestárselo hace que las declaraciones sean muy limitadas, con notorio perjuicio para esta parte tan interesante de nuestro Patrimonio Artístico”. Las cargas, de este modo, se establecieron a partes iguales entre el Estado y las administraciones provinciales o locales. La clasificación anterior fue tenida en cuenta a la hora de la emisión de los preceptivos informes favorables de las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando. El Conjunto Histórico de Jódar, el cual analizaremos después con más detalle, es una buena muestra del alcance de estos Decretos, pues el 8 de noviembre de 1985 es propuesto por la Real Academia de Bellas Artes como Monumento Histórico-Artístico de carácter “provincial”, algo anacrónico aunque aceptable al haberse producido su incoación en 1983 y regirse por la legislación entonces vigente. De los 141 Conjuntos Históricos actualmente catalogados en Andalucía, los que están declarados o que aún mantienen incoado su procedimiento mediante decretos o resoluciones dictadas con anterioridad a la fecha de entrada en vigor de la actual Ley de 1985, suponen un 68% del total. Sus documentaciones técnicas, si es que cuentan con ellas y no han sido revisadas, son de la misma época (existen para Andalucía declaraciones desde 1929, como la de “Parte Vieja de la ciudad de Córdoba”) y por tanto se basan en los mismos criterios que venimos viendo hasta el momento. Para empeorarlo todo, algunos de estos expedientes antiguos (y aún posteriores) poseen zonificaciones que o bien afectan a todo el casco urbano sin especificar límites, cargándolo con innecesarias restricciones patrimoniales, o se limitan a zonas sin un verdadero 472

sentido urbanístico, creando islotes protegidos que vuelven incomprensible el análisis histórico del tejido urbano. Si a lo anterior se suma un mal planeamiento municipal o una mala gestión del mismo, una desigualdad en las inversiones por provincias y la inexistencia de una “policía patrimonial”, la consecuencia es totalmente comprensible: los Conjuntos Históricos llevan un siglo destruyéndose y reconstruyéndose de manera imparable. Y si hablamos de arquitectura doméstica, tan viva y privada, deberíamos hacernos una idea aún más negativa. Entre las legislaciones anteriores al actual régimen político, creemos necesario mencionar también la Orden de 20 de noviembre de 1964 “por la que se aprueban las instrucciones formuladas por la Dirección General de Bellas Artes para la aprobación de los proyectos de obras en las poblaciones declaradas «Conjunto históricoartístico»” (BOE núm. 141, de 14 de junio de 1965). Del texto, escogeremos en primer lugar el artículo 5 del capítulo “Condiciones de uso”: “Teniendo en cuenta que la vida económica de estos «Conjuntos» debe orientarse exclusivamente hacia la industria turística, se fomentarán en cambio los talleres de artesanía, especialmente de la artesanía artística, los de mercado turístico y los de tradición típica local”. Lo interesante de esta Orden, y en concreto este artículo, no es el uso que hace de los tipismos, sino que es una buena referencia legislativa para contraponerla a las mismas directrices que se plantean en la actualidad como novedosas en algunos planes locales que se aplican a los cascos antiguos de nuestras ciudades. La Orden, además, nos ofrece otros detalles, como su artículo 7, primero del capítulo “Condiciones de estilo”: “a) Condición general. La edificación se ajustará al estilo general tradicional de la población o región, no hallándose esta condición en contradicción con la aplicación de las tendencias y normas actuales de la Arquitectura. En ningún caso, se podrán utilizar elementos o formas constructivas propias de otra región. b) Materiales de fachada. Serán los corrientes de la localidad y región, con preferencia las piedras naturales”. El resto de preceptos sobre el uso de fibrocemento en cubiertas o el tratamiento de las medianeras, fueron una buena idea pero bastante alejada de la práctica. Destacar sin embargo en lo anteriormente 473

citado frases como “estilo general tradicional de la población o región” y “preferencia las piedras naturales”. Hagamos sobre esto una vez más ejercicio de memoria para lo que en el próximo epígrafe expondremos. En 1969 la gestión se debería ver tan negativa que por Orden de 17 de noviembre (BOE núm. 84, de 8 de abril de 1970) se exige el informe de la Dirección General de Bellas Artes “en todos los proyectos de obras que se realicen por los servicios del Departamento en ciudades monumentales, conjuntos histórico-artísticos, jardines artísticos, monumentos y parajes pintorescos”. Si actualmente en Andalucía una Delegación Provincial de Cultura está completamente desbordada por los proyectos que deben ser informados por la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico (órgano que informa a la instancia política para apoyar las decisiones sobre cada expediente de catalogación y cada proyecto de obra de cada una de las parcelas de un Conjunto Histórico), imaginamos que esta Orden de 1969 fue un órdago a la desesperada sin ninguna posibilidad de llevarse a efecto. Una última llamada durante el franquismo se realiza mediante el Decreto 798/1971, de 3 de abril, “por el que se dispone que en las obras y en los monumentos y conjuntos histórico-artísticos se empleen en lo posible materiales y técnicas tradicionales” (BOE núm., de 24 de abril de 1971). Siendo expreso el título del Decreto, la cita esta vez la escogeremos del texto introductorio: “La valorización de los monumentos y de los edificios singulares y barrios antiguos y en general de los conjuntos histórico-artísticos y parajes pintorescos que han merecido por parte del Estado tal calificación, conforme a la legislación protectora del Patrimonio Artístico Nacional, plantea una serie de necesidades relacionadas con la pureza y veracidad de cuanto pueda restaurarse, adaptarse o conjuntarse en aquéllos. En este sentido, los órganos que intervengan dentro de sus respectivas esferas de competencia en estas materias han de conceder una amplia tolerancia referida al empleo de las técnicas constructivas tradicionales, al respeto y proporción de huecos que se conjuguen con los existentes y a cuantas modificaciones, en fin, tiendan a conservar el espíritu de los edificios y conjuntos incluidos en el inventario monu474

mental de la Nación”. Con este Decreto, una vez más, es la Dirección General de Bellas Artes la que se destina para “orientar la actuación de los órganos administrativos y de los propietarios y usuarios de monumentos, a fin de que sepan de antemano a qué atenerse en las obras que proyectan realizar”. El trato que la arquitectura doméstica tradicional recibió por la legislación franquista sufrió por tanto un favorable impulso comparada con la normativa anterior. Se pensaron modelos de protección de sus materiales constructivos y la ciudad pasó a ser considerada fruto de una evolución propia. Sin embargo, la imagen a proteger recordaba en realidad bastante a lo “pintoresco”, a lo que contribuiría, en el fondo, la apuesta por conservar las tradiciones artesanales “típicas”. La categorización de monumentos nacionales y locales desvirtuó además esta idea regionalista, si bien no debe ser considerada sino un mero mecanismo de gestión de las inversiones. A la ciudad y a su arquitectura habitacional, aún le faltaba el importante discurso de la evolución histórica de su urbanismo. La Ley 16/1985, de 25 de junio, de Patrimonio Histórico Español (BOE núm. 155, de 29 de junio), intentó poner un poco de orden en la complicada tarea de la protección. En referencia al tema que abordamos y a grandes rasgos, creó la categoría específica de Conjunto Histórico en el marco de los recién creados Bienes de Interés Cultural y abrió el (largo) camino a la necesidad de cambio en los estudios patrimoniales. Su definición aún hoy podemos considerar plenamente válida (art. 15.1): “Conjunto Histórico es la agrupación de bienes inmuebles que forman una unidad de asentamiento, continua o dispersa, condicionada por una estructura física representativa de la evolución de una comunidad humana por ser testimonio de su cultura o constituir un valor de uso y disfrute para la colectividad. Asimismo es Conjunto Histórico cualquier núcleo individualizado de inmuebles comprendidos en una unidad superior de población que reúna esas mismas características y pueda ser claramente delimitado”. También avanzada es su normativa de derivación de cargas de la gestión a través del planeamiento municipal. Para la comunidad que ocupa este artículo, actualmente vigente (aunque en revisión), contamos con la Ley 1/1991, de 3 de julio, de 475

Patrimonio Histórico de Andalucía (BOJA núm. 59, de 13 de julio). El artículo 27.2 define: “Son Conjuntos Históricos las agrupaciones homogéneas de construcciones urbanas o rurales que sobresalgan por su interés histórico, arqueológico, artístico, científico, social o técnico, con coherencia suficiente para constituir unidades susceptibles de clara delimitación”. Esta definición, aunque más concreta para sus valores, en la práctica no es a nuestro parecer tan completa como la estatal. Además, se cometió el enorme error de su tramitación: si la protección de un Conjunto Histórico se realiza por la categoría autonómica de inscripción específica, es necesario comunicarla al total de interesados afectados por la misma, o lo que es igual, dependiendo del tamaño del núcleo urbano podemos vernos en el aprieto de tener que mandar tantas notificaciones como para saturar una Delegación Provincial. Y eso si el necesario trámite de audiencia no la congestiona aún más con alegaciones. Resultado: no se ha incoado Conjunto Histórico alguno por la categoría andaluza, siendo todas las nuevas catalogaciones a través de los Bienes de Interés Cultural de la Ley de 1985. Disolución de la arquitectura doméstica: el Conjunto Histórico de Torredonjimeno como paradigma Para poner ejemplos de lo anterior, basta con repasar las resoluciones y decretos de incoación o declaración de Conjuntos Históricos, no importando, por extraño que parezca, la fecha concreta, pues muchas documentaciones técnicas y patrimonialistas aún siguen conceptualizaciones propias de las leyes que hemos repasado. El Conjunto Histórico de Torredonjimeno (Jaén), fue incoado por Resolución de 8 de febrero de 1988 del Director General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía (BOJA núm. 23, de 18 de marzo). Por tanto, la Ley de 1985 estaba plenamente vigente y su tramitación se regía por ella. Por aquella fecha, sin embargo, la tramitación de los expedientes de catalogación aún no estaba en Andalucía derivada en las Delegaciones Provinciales, por lo que éste Conjunto, a la vez que otros, estuvo incoado por mucho tiempo esperando la burocracia necesaria para ser resuelto. Eran tantos los expedientes incoados que la Dirección 476

General en Sevilla era incapaz de dar tramitación a todos ellos además de una comprensible necesidad de dar audiencia a los expedientes mediante procedimientos radicados y por iniciativa de las Delegaciones. Sin querer entrar en la descripción minuciosa de las fases de tramitación, dicho procedimiento se retomó en octubre de 2003 tras una más que necesaria revisión de la documentación técnica15 derivada de la incoación de 1988 y una nueva definición de la delimitación según los criterios actuales. Se tuvo en cuenta el urbanismo y se analizó, entre otros, el mayor problema que suelen tener los Conjuntos Históricos: los bordes de su delimitación, pues es en estas áreas donde suele detectarse un mayor grado de transformación y donde hay que atar bien los cabos de una justificación para definir por qué esta acera sí y la de enfrente no. Esta labor última genera el mayor tema de discusión técnica y no perfilarla correctamente puede dar problemas a la hora de la consideración de alegaciones por parte del Ayuntamiento durante el trámite de audiencia y lo que es peor, provocar indefiniciones en su gestión y en la revisión posterior del planeamiento urbanístico. Siendo lo anterior común a todas las revisiones de expedientes incoados de antiguo (entendiendo por antiguo lo anterior a la Ley 9/2001, de 12 de julio, de Procedimiento Administrativo de Andalucía, que exige 18 meses desde la incoación para concluir un expediente), el expediente concluyó su tramitación y fue propuesto para su Resolución a la Dirección General en enero de 2005. Nuestra intención tras estas necesarias aclaraciones procedimentales, es hacer hincapié en cómo la justificación resolutoria del Conjunto Histórico fue entendida desde su propuesta a su definitiva firma por el Consejo de Gobierno. En el texto que desde la Delegación se envió anexo a la copia compulsada del expediente, esta justificación decía: 15

Noelia Martínez Martínez y Alfonso L. Montejo Ráez: “Elaboración de documentación para declaración del Conjunto Histórico de Torredonjimeno”. Octubre de 2003. Dicha documentación es necesario citar que debía buena parte de su base al expediente firmado por Pablo Carazo M. de Anguita y Miguel Ruiz Calvente en 1992.

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“La delimitación de Bien de Interés Cultural a favor del Conjunto Histórico de Torredonjimeno es el resultado del análisis de la evolución histórica de la ciudad -expuesta a grandes rasgos en el punto II del presente Decreto-, del estudio morfológico de los viales, manzanas y parcelas así como de la tipología arquitectónica, resultado un área homogénea que pretende proteger su urbanismo y las formas compositivas del alzado y planta de los inmuebles, materiales y modelos estéticos tradicionales de la edificación con el fin de proteger su imagen y promover una evolución consecuente del paisaje urbano con su historia. Respecto a la línea incoada por Resolución de 8 de febrero de 1988, la evolución urbana durante el periodo de tramitación así como el avance en la documentación histórica y patrimonial del municipio, han aconsejado su revisión. De este modo, además de reducir áreas hoy fuertemente sustituidas, como la del Mercado, se han ampliado otras de una manera documentada, como el Barrio de Martingordo, del siglo XVIII y que conserva una firme unión con el resto del entramado urbano delimitado, y el Barrio del Puente, uno de los más antiguos de la ciudad y que ha sido tratado en conjunto. Por otro lado se completa y normaliza la línea de la incoación, ampliando algunas parcelas en el límite Norte para homogeneizar la línea de delimitación del Bien y debido a la tipología predominante de estas viviendas, donde la entrada principal se realiza por la calle interior y la de cocheras por la exterior, que en el momento de su construcción correspondía a una vía de acceso principal que bordeaba el casco urbano”. En el punto 2º del Decreto 12/2005, de 11 de enero, por el que se declaraba Bien de Interés Cultural, con la categoría de Conjunto Histórico, el sector delimitado de la población de Torredonjimeno, no obstante se expresó: “La ciudad de Torredonjimeno se sitúa en una extensa llanura, próxima al Guadalquivir. Su configuración urbana parte del castillo, del que quedan restos del siglo XIII. Sus lienzos se adosan a casas populares de blancas fachadas, que forman calles empinadas e irregulares, de claro sabor medieval, que dan acceso al castillo. El Conjunto Histórico de Torredonjimeno tiene ampliamente justificada su declaración como Bien de Interés Cultural por las caracte478

rísticas de su arquitectura doméstica popular y su trazado urbano de época medieval, en el que destacan importantes edificios levantados desde el siglo XVI, como la iglesia de Santa María de 1529, la iglesia de San Pedro de 1594, la iglesia de Nuestra Señora de la Piedad de 1543 y el ayuntamiento de finales del siglo XVI y principios del XVII.” La pregunta que nos hicimos entonces es en qué han cambiado las conceptualizaciones desde la Ley de 1933. De lo pintoresco de las blancas fachadas dispuestas en calles empinadas e irregulares de claro sabor medieval se pasa a justificar, literalmente, un Conjunto a partir de sus principales monumentos histórico-artísticos. Y para colmo, el caso es que la mayor parte de la ciudad se ubica en un llano al igual que lo poco que queda de su castillo. Con ejemplos como este se hace innecesario ya citar otros que encontrarían una lógica suficiente en referencia a la época en que fueron redactados. Seguimos anclados en el urbanismo formal y estereotipado, sin considerar digno de la justificación de un Decreto el análisis histórico. La arquitectura doméstica popular así no es más que un relleno, una estampa de sabores típicos del “estilo general tradicional de la población” embutidos en iglesias y edificios públicos palaciegos.

Img. 6: Construcciones del barrio Del Puente de Torredonjimeno. Fachada sin blanquear

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Textos como la Orden de 1964 no dejan de sugerirnos casos recientes, estando presente su “preferencia a las piedras naturales” en núcleos como Baeza o Úbeda (Patrimonio de la Humanidad), que están “engalanando” y reedificando su estética sin teorización que lo apoye. Torredonjimeno, nos tememos, podría seguir el camino de Úbeda, pero esperamos que no llegue al nivel de aquella que, pare evitar el aparcamiento del tráfico rodado, ha colocado cabezas de león modeladas en hierro (algo, claro está, muy regional, pues procede del mismo escudo de la ciudad). En la actualidad estamos trabajando en el Conjunto Histórico de Jódar (Jaén), revisando una línea incoada en 1983. Esta línea señalaba exclusivamente lo marcado por la incoación (Resolución de 13 de junio de 1983; BOE núm. 183, de 2 de agosto): “Comprende la línea que recoge todas las fachadas de la plaza de España, siguiendo por la calle Martín Alguacil y tomando las propiedades adosadas a la iglesia de Santa María comprendida en la delimitación, fachadas del callejón del Alorí envolviendo la totalidad del castillo, para seguir con las fachadas de la edificación particular de la calle Isabel la Católica, adosadas en parte a la fachada de la iglesia por el lado del Evangelio, para terminar en la plaza de España encerrando igualmente sus fachadas y el solar completo del Ayuntamiento.” Nuestra intención en este caso es ampliar la línea recogiendo el parcelario urbano histórico mejor conservado, estudiando por un lado si la arquitectura doméstica conserva una tipología (no solo en sus elementos de fachada, sino en distribución, patios, altura de planta) y por otro creyendo necesario proteger el área de cuevas que, todo sea dicho, quedan al lado del castillo. Esta área influyó notablemente en la configuración del casco urbano durante un siglo, viviendo en ellas trabajadores esencialmente del esparto y consolidando barrios muy bien documentados y cuya huella física aún es rastreable. A pesar de la desaparición de un buen número de ellas debido al estigma social que suponían, no podemos olvidar en la delimitación del Conjunto Histórico la importancia que tuvieron en su evolución y zonificación, especialmente cuando están anexas a lo que en 1983 ya se consideró la parte fundacional de la ciudad. Cuando el expediente se tramite y admita la audiencia de todas 480

las partes implicadas (Ayuntamiento y la propia Consejería), veremos en qué queda el Decreto de declaración. Ese capítulo, aún no podemos contarlo. La arquitectura doméstica popular de la aglomeración urbana, en definitiva, tiene todavía un largo camino que recorrer. Seguimos anclados en teorizaciones desfasadas y ampliamente rebatidas, y la experiencia nos demuestra que o bien implicamos a quienes las habitan y gestionan para comprender las nuevas valorizaciones patrimoniales, o el abismo jerárquico que persiste entre los “grandes monumentos” y los que no lo parecen tanto, será insalvable. Y en ello estamos implicados todos, desde los patrimonialistas a los que se dedican a difundir una imagen pintoresca de nuestras ciudades.

LOS POBLADOS DE COLONIZACIÓN FRANQUISTAS: UNA ARQUITECTURA DOMÉSTICA PLANIFICADA La colonización agraria no es un fenómeno reciente, pudiéndonos remitir incluso hasta la prehistoria. Para el caso que nos ocupa podemos decir que la primera gran colonización moderna de nuevas poblaciones se da en España con Carlos III en el siglo XVIII16. Dicho poblamiento se hizo con gentes centroeuropeas, construyendo pueblos y aldeas ortogonales, distribuidos casi simétricamente en el territorio, y ventas que cerraban la red proyectada desde arriba. Junto a ello se hacían nuevas roturaciones y nuevas suertes de tierra. En el siglo XIX se empiezan a relacionar los proyectos de colo-

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Es el proceso de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena. Otro caso destacado, para la zona de Jaén, se produjo durante el reinado de Carlos I (1500-1558), momento en el cual se fundarían pueblos como Mancha Real o Los Villares. Las fundaciones del XVI y anteriores deben ser estudiadas a nivel regional, pues sería desde las primeras conquistas cristianas cuando se iniciaran en España los procesos repobladores de corte “occidental”. No obstante, es hacia este siglo XVI cuando el urbanismo de nueva planta adapta las teorizaciones del Renacimiento y sus ciudades ideales, modelo que fuera exportado a América, se pusiera en práctica y se devolviera a España de una forma más madura.

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nización con puestas en regadíos, hasta que en el primer tercio del siglo XX apareció el concepto de “colonización integral” en el que se funden políticas hidráulicas, alternativas técnicas y parcelaciones (Gutiérrez Molina, 2005: 67). En este contexto se redactó La Ley de Colonización y Repoblación Interior de 1907, se crearon las Confederaciones Hidrográficas de Primo de Rivera o La Ley de Obras de Puestas de Riego de 1932 de la II República, ésta última asociada a la Reforma Agraria que incidía en la estructura de la propiedad. El nuevo estado franquista nacido de la sublevación amplió esta política pero se potenciaron los aspectos técnicos y productivos frente a cualquier tentación social, subordinándose a los intereses de la gran propiedad. El Instituto de la Reforma Agraria fue sustituido en 1939 por el Instituto Nacional de la Colonización (INC), el cual duró hasta 1971 en que fue sustituido por el Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario. Con el INC la redistribución poblacional afectó a unas 50.000 familias y las obras se concretaron en unos 11.000 kilómetros de acequias y canales, 113.000 hectáreas niveladas y casi 300 pueblos nuevos (Gutiérrez Molina, 2005: 67). De los 291 pueblos o poblados, incluyendo ampliaciones y viviendas dispersas, 113 se encuentran en Andalucía, 85 en la cuenca del Guadalquivir (Regional del Guadalquivir) y 28 en las provincias orientales, en la Regional Sur-Levante. Por provincias, Sevilla y Jaén con 23, son las que cuentan con más poblados de colonización, seguidas de Cádiz con 17, Almería 15, Córdoba 13 y Málaga 9 (Villanueva Paredes, y Leal Maldonado, 1991; Pérez Escolano, 2005) Estos pueblos nuevos fueron el resultado de una política económica que procuraba, ante el aislamiento del régimen, el abastecimiento de productos básicos y una mayor productividad agrícola, transformando tierras improductivas hasta entonces y mejorando otras convirtiéndolas en regadíos. La gente nueva llegada de puntos distintos tenía por lo general el lote de casa, parcela y medios de producción, con variaciones, sin embargo, que no eran banales. Ideológicamente, con el catolicismo y el tradicionalismo de la primera etapa franquista, estos nuevos pueblos tendrían un efecto demostrador de las bondades de la familia campesina y cristiana, resurgiendo en todos los órdenes un nuevo mundo rural. 482

Img. 7: Calle del poblado de Llanos del Sotillo (Andújar)

Estos poblados, este urbanismo y esta arquitectura, fueron diseñados por arquitectos. En España, esta disciplina desde mediados del siglo XIX trabajaba en soluciones para crear nuevas tipos de viviendas salubres y económicas. Se pasó del debate de las consideraciones higiénicas de los barrios obreros al debate sobre la ciudad. En el primer cuarto de siglo XX, nuevas legislaciones como la Ley de Casas Baratas de 1922, y los trabajos arquitectónicos sobre viviendas mínimas, higiénicas y baratas condujeron a las tesis sobre la estandarización arquitectónica, llegando finalmente al ámbito rural. En este caso, la vivienda rural “tradicional” fue estudiada para ver el abaratamiento de costos y la funcionalidad constructiva. Los primeros ensayos del Seminario de Urbanología de la Escuela de Arquitectura de Madrid tuvieron su influencia en el posterior Instituto Nacional de Colonización. Marcados por la “racionalidad” y la estandarización, la continuidad con los estudios de vivienda mínima y rural anteriores a la Guerra Civil fue evidente. Los primeros ejemplos son paradigmáticos “del enfoque racional de la vivienda, gobernada por una distribución ordenada según criterios de circulación, economía, higiene, tamaño de parcela y separación de las dependencias agrícolas de las de habitación” (Calzada Pérez, 2005: 483

60). La contradicción inicial que se daba con el tradicionalismo se solucionó con el discurso de la transformación del mundo rural y con la definitiva transición a la “modernidad”. Ejemplo de ello son los espacios públicos, dominados por las iglesias pero con formas y bienes muebles que ofrecían otro lenguaje. En esta arquitectura de arquitectos dominó la homogeneidad, la normalización, siendo fácilmente reconocibles este tipo de poblados. No obstante, algunos arquitectos como José Luis Fernández del Amo, con poblados como Vegaviana en Cáceres o Miraelrío en Jaén, ensayaron composiciones y juegos de espacios interiores y exteriores diferentes. Con el paso del tiempo la evolución de estos poblados ha sido muy diversa. Algunos mantienen básicamente su fisonomía, otros han sufrido algunos cambios y otros se han transformado radicalmente. Unos se han consolidado con la intensificación de sus producciones o con otras estrategias productivas, otros viven procesos inciertos, algunos están vacíos. La mayoría son pueblos con ciudadanos, que no ya colonos (1998), algunos son pueblos sin personas, sin vida, son arqueología… modernista. Así pues, además de un capítulo importante en la historia agraria reciente, y más cosas17, tenemos una arquitectura en el mundo rural que responde a los criterios racionalistas y normalizados de mediados del siglo XX, inmersos en dinámicas diversas de conservación o transformación. Llanos del Sotillo, situado en la vega del Guadalquivir y a escasa distancia de la ciudad de Andújar, es un ejemplo interesante de poblado que se ha consolidado y crecido manteniendo la trama urbanística, la composición básica de alzados y las unidades habitacionales iniciales. El pueblo tiene como eje una calle central (Jazmines) plenamente ocupada por las escuelas y la iglesia, que crean una bisagra a partir de la cual, perpendicularmente, se disponen tres vías de tránsito al norte (Geranios, Violetas y Lirios) y tres al 17

Estos canales también son testimonio de otra faceta de la política franquista, la represión y explotación de los presos políticos a través de trabajos forzosos en la construcción de estas obra hidráulicas. Véase el trabajo interdisciplinario de Gonzalo Acosta, José Luis Gutiérrez, Lola Martínez y Ángel del Río (2004) denominado justamente El canal de los presos (1940-1962). Trabajos forzados: de la represión política a la explotación económica.

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sur (Jacintos, Claveles y Rosas). A nivel catastral, están constituidas por la unión de los patios delanteros de las viviendas. Estas “calles”, verdadero espacio de relación de los vecinos y de acceso a las viviendas, están semicubiertas por el encuentro de una de las crujías de la planta superior, no cubriendo de este modo la totalidad y permitiendo la entrada de luz. La medianera, de este modo, atraviesa estos encuentros y divide las vías semipúblicas, realizándose el acceso a los patios de uso agrícola mediante una travesía auxiliar posterior. La importancia que deben tener ejemplos como éste no es otra que el logro que tras el paso del tiempo ha demostrado un proyecto arquitectónico estudiado y que, sin ser espectacular en formas y ambiciones estéticas, pone en práctica una ocupación del espacio completamente original y realista. La arquitectura doméstica se imbuye de lleno en lo social, apostando por una forma de relación que aún hoy es mantenida y valorada por quienes la habitan hasta el extremo que, al contrario de otros casos, es casi imposible encontrar a día de hoy una casa en venta. Los materiales de construcción se adaptan a la economía que el INC predisponía, y la iglesia sigue ocupando el lugar central del plano urbano. Pero en este caso, se demuestra que una buena solución de habitabilidad es tan original y valorable patrimonialmente como el más complicado ensayo de claroscuros.

Img. 8: Calle del poblado de San Miguel (Úbeda)

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También es de justicia poner de relieve que esta estructura se ha mantenido gracias a que una promoción de viviendas protegidas de la Junta de Andalucía en 1985 fue proyectada alrededor de la morfología fundacional. Lógicamente, ha habido algunos cambios por la reutilización de espacios interiores, pero las formas sociales derivadas de este urbanismo se mantienen. Por su parte, las viviendas de 1985 no se alejaron demasiado de la tipología anterior, contribuyendo a la conservación de la imagen exterior del poblado. En todo caso, lo importante fue la descarga de una futura presión urbanística en el núcleo inicial, lo que, creemos, constituye un referente para futuras actuaciones en otros poblados de colonización. El poblado de San Miguel, en el término municipal de Úbeda y cercano al embalse del Puente de la Cerrada, es uno de los que visiblemente mejor demuestran la modesta inversión en los materiales constructivos y un incipiente abandono. Orientado hacia un largo meandro del Río Guadalquivir, en el que se distribuyen las principales parcelas agrícolas, la idea del proyecto fundacional estaba basada en una plataforma rectangular elevada, que hace destacar la arquitectura sobre la línea de acceso del camino que transcurre a sus pies y que dirige la orientación del urbanismo. Siguiendo una disposición aterrazada, la iglesia y escuelas se sitúan en la parte

Img. 9: Fachada principal de las casas de Miraelrío (Vilches), orientada hacia la vega

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más elevada, quedando las viviendas físicamente a sus pies y organizadas en torno a tres calles que parten de una plaza frente al templo eclesiástico. En las viviendas destacan las ventanas-miradores enrejadas y una extravagante solución puntiaguda en las esquinas de las cubiertas. Además, en un singular caso de jerarquización, sólo aquellas que centran las manzanas y que las cierran en los extremos poseen una planta superior. Todos los edificios públicos se encuentran en la actualidad abandonados, sirviendo la iglesia de almacén del mobiliario que es usado en las fiestas. San Miguel, en potencia, estamos seguros que se convertirá en un nuevo Guadalén del Caudillo (Vilches) debida la inviabilidad de sus modelos arquitectónicos, acabando como aquel, disuelto entre la autoconstrucción. Miralelrío, también en el término municipal de Vilches, en Jaén, es un poblado de colonización de los años 60, construido por el arquitecto más reconocido del INC, José Luis Fernández del Amo. Su originalidad se encuentra en su trazado urbanístico y la composición habitacional guiada por diversos patios. Levantado sobre una tenue colina, las casas hexagonales forman un anillo no cerrado, con un gran espacio interior donde se encuentran la iglesia y otras dependencias de la vida social. La entrada de las casas “miran al río”, y las dependencias agrícolas dan al interior del anillo, de forma directa o lateralmente si la parcela cierra la manzana. En Andalucía, hasta la fecha, el único poblado que tiene incoado un expediente de inscripción en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz es Miraelrío, con carácter genérico colectivo junto a otros inmuebles que forman parte del denominado Movimiento Moderno. Por otra parte, es el ejemplo más recurrente en publicaciones que tratan los poblados de colonización, destacándose la creatividad y sutileza del proyecto18. Sin negar los valores urbanísticos y arquitectónicos del mismo, por supuesto, llama la atención la confusión en cuanto a la

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Véase el número 52 del Boletín del Instituto de Patrimonio Histórico Andaluz, un monográfico donde encontramos numerosos artículos y escritos sobre los poblados de colonización desde diversas disciplinas.

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Img. 10: Espacio libre en el interior del poblado de Miraelrío (Vilches)

disposición de las viviendas, ya que son varios los escritos, amén del propio expediente de catalogación, en que se dice que las dependencias agrícolas miran al río y justamente son las estancias domésticas las que están orientadas al mismo, seguidas además por las parcelas de labranza, las cuales, de forma radial, como hojas de un abanico que arranca en el anillo, también se dirigen a la confluencia del río Guadalén con el Guadalimar . Esto indica que todavía existen casos donde prevalecen los criterios de la originalidad, la “creación estética” y la catalogación sobre planos. De todas formas, una segunda cuestión, y mucho más importante, es la situación en la que actualmente se encuentra el poblado. Con un grado de conservación relativamente aceptable, se han comenzado a construir casas en el centro del anillo, en este gran espacio que ahora es más un erial que un lugar de encuentro, paseo o juegos. Oído durante el trámite de audiencia del expediente de catalogación, desde el Ayuntamiento se defiende la continuación de estas viviendas de nueva construcción para cerrar un nuevo anillo y crear una calle interior en dicho espacio público. No obstante, aunque el expediente no ha sido resuelto, extraña que no se hayan planeado localizaciones exteriores siguiendo la lógica urbanística de la fundación del pueblo pues, aunque ha fracasado su modelo de gran 488

zona pública contenida en el anillo de viviendas, éste siempre podría ser recuperable. Es un caso donde el uso y el tiempo han resignificado los espacios, entendiendo que es tarea de las instituciones plantear el valor patrimonial que posee Miraelrío intentado hacer partícipes a los vecinos de las decisiones protectoras más allá del marco jurídico de la Ley.

APUNTES FINALES Hemos planteado a lo largo del texto casos, hechos y contextos diversos. Hemos tratado arquitecturas domésticas de grupos sociales pobres e incluso estigmatizados, pero también construcciones de grandes propietarios. Hemos visto, tanto viviendas que son adaptaciones particulares a la geografía del terreno, como casas y pueblos que responden a proyectos de políticas definidas y arquitectos. Hemos jugado también en cierta manera con escalas que van del edificio al conjunto, de la casa al territorio. Hemos querido ofrecer algunas referencias sobre la diversidad de la arquitectura doméstica andaluza. Aunque es una obviedad, tan obvio como las diferencias de clase y la propia diversidad sociocultural, pensamos que es necesario frente a los tópicos dañinos que pululan por ahí. Proyectos como el de Arquiverna ofrecen la posibilidad de presentar arquitecturas que así lo demuestren. No obstante, creemos que lo más interesante de dicho proyecto es su carácter abierto, de comienzo de algo, postura con la coincidimos al entender que esto del patrimonio, de la arquitectura vernácula, es algo vivo, cambiante, tanto en sus piedras como en las valoraciones que sobre ellas se vierten. Hemos visto cómo las cuevas de ser despreciadas pueden pasar muy fácilmente a ser paradigma de vivienda bioclimática, eso sí, probablemente seguirán siendo desconocidas. Cómo una hacienda de olivar es también arquitectura doméstica, la del señorito con valores patrimonializables y la de los empleados no, éstas ni tienen elementos artísticos y, lo que es peor, tampoco historia; hacienda convertida en museo del aceite fruto, más que de un proyecto museológico y museográfico, de un proyecto político-empresarial vigente 489

hoy en día. También la evolución tan distinta sufrida en los poblados de colonización, casos en que se ha mantenido más o menos la morfología y casos en que se pasado del modernismo docomómico a la autoconstrucción, con las más variadas expresiones. O el embrollo de los Conjuntos Históricos, ahora pintorescos, ahora testimonio del urbanismo y evolución histórica. En fin, hemos propuesto ejemplos que apoyan la conveniencia de esta iniciativa de ARTE sobre nuestro patrimonio arquitectónico. Esto genera un debate necesario sobre conceptualizaciones, que en cierta manera hemos insinuado pero en el que no hemos entrado (los ejemplos dan bastante juego sobre las nociones de arquitectura “tradicional”, “popular”, “vernácula”, “moderna”…) y sobre políticas patrimoniales, lo cual nos parece preceptivo, sobrentendiendo el sentido práctico, de acción, tanto del proyecto como del colectivo que lo ha organizado, al cual apoyamos desde nuestras posibilidades y agradecemos sinceramente su invitación a participar en él.

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ESTUDIO V

LA CASA TRADICIONAL EN NAVARRA

Ana Isabel Cácar Irujo Bajo la dirección y colaboración del Dr. Juan Carlos Ochoa UNED Pamplona

INTRODUCCIÓN

a geografía y la historia en su sentido más general, nos explican los móviles en el momento de elegir los lugares de los primeros asentamientos, los desarrollos de los caminos y ciudades, de territorios rústicos y de explotaciones agrícolas y ganaderas en general, así como los materiales empleados en la construcción de viviendas. Por ello, es imprescindible situar en primer lugar el espacio delimitado en la actualidad.

L

SITUACIÓN GEOGRÁFICA La Comunidad Foral de Navarra está situada al Norte de España, en el extremo occidental de los Pirineos, donde mantiene 163 kilómetros de frontera con Francia. Tiene una extensión de 10.421 km2 y limita al norte con Lapurdi, la Baja Navarra y Zuberoa, englobadas actualmente dentro del Estado francés; con Huesca y Zaragoza por el Este, La Rioja por el Sur, y Álava y Guipúzcoa por el Oeste. Por ello, presenta una gran variedad geomorfológica, bioclimática y humana que se resume tradicionalmente en tres regiones: Montaña, Zona Media y Ribera, y éstas, a su vez se dividen en comarcas. Así, la Montaña está formada por la Navarra Húmeda, los Valles Pirenaicos y las Cuencas Prepirenaicas; la Zona Media por la Navarra Media Occidental o Tierra Estella y la Navarra Media Oriental; y por último, las tierras del Sur, próximas al Ebro, se dividen en Ribera Estellesa y Ribera Tudelana. 497

MAPA DE LAS COMARCAS GEOGRÁFICAS DE NAVARRA

La Montaña ocupa la parte norte de Navarra. Su mayor producción radica en la ganadería y en la explotación forestal. El ganado ovino es tradicional en Navarra y es trashumante, ya que se traslada a la montaña en verano para aprovechar los pastos naturales, el ganado bovino o vacuno también es importante, así como la producción de madera, gracias a los ricos bosques de hayas, robles, pinos silvestres y chopos. La Zona Media es la región intermedia, que comparte rasgos de la Montaña y la Ribera, siendo una zona eminentemente agrícola, bien definida por el cultivo del cereal, el espárrago y, en especial, por el cultivo de los viñedos y la elaboración del vino. El sector industrial se sitúa fundamentalmente en la cuenca de Pamplona, colaborando al aumento del éxodo rural y a los masivos desplazamientos diarios para acudir al lugar de trabajo. La Ribera está regada por el Ebro y sus afluentes, y se le define, por su agricultura de regadío, como la huerta de Navarra. Los principales cultivos de regadío son las hortalizas, como los espárragos, pimientos, alcachofas, tomates y judías; los frutales, como los melocotoneros, perales y manzanos; y la alfalfa, que se destina a la alimentación del ganado. El sector industrial es menos significativo que en la cuenca de Pamplona y sujeto a las fluctuaciones del mercado. 498

CLIMA La zona norte de Navarra está abierta a las influencias climáticas del Cantábrico, mientras que la zona sur se ve afectada por de la Depresión del Ebro, presentando unas características de clima Mediterráneo. Esta situación provoca importantes diferencias en cuanto a temperaturas medias anuales (en el sur aproximadamente 4 grados más) y en las precipitaciones medias anuales. Atendiendo a estas características encontramos cuatro tipos de clima según descendamos de norte a sur: un clima atlántico húmedo, al norte; clima de montaña, al noreste; mediterráneo más seco, en el sur; y entre éstos un clima de transición, llamado clima mediterráneo húmedo. MAPA DE LOS CLIMAS DE NAVARRA

Clima atlántico u oceánico Se extiende por el Noroeste de Navarra, con temperaturas templadas en verano y en invierno; precipitaciones abundantes todo el año, especialmente en invierno, y vientos húmedos; escasas heladas ya que el mar, al encontrarse cerca, regula las temperaturas por lo que la amplitud térmica no es muy elevada. 499

Clima de montaña o subalpino Se extiende por los valles pirenaicos en el Noreste de Navarra, con temperaturas suaves en verano y muy frías en invierno; precipitaciones abundantes, en época invernal en forma de nieve por la altitud de los montes, lo que implica una amplitud térmica mayor. Clima de transición o submediterraneo Se extiende por la zona baja de montaña: Cuenca de Pamplona, Lumbier, Aoiz y zona sur de los valles, presentando temperaturas cálidas en verano y frías en invierno; precipitaciones bastante abundantes pero menos que en el clima oceánico; y amplitud térmica mayor que en la zona húmeda (oceánica). Desde el punto de vista de las temperaturas se asemeja a la zona prepirenaica, sin embargo, en cuanto a las precipitaciones se aproxima a la zona húmeda. Clima mediterraneo o continental Se extiende por la Ribera y la Zona Media, con temperaturas altas en verano y bajas en invierno; precipitaciones escasas e irregulares aunque más frecuentes en primavera y en otoño, debido a la oscilación de temperaturas la amplitud térmica es mayor. Esta variedad climática implica la existencia de numerosos paisajes vegetales naturales, aunque la tala de bosques para ampliar tierras de pastos y de cultivo o para construir urbanizaciones ha causado grandes destrozos en nuestra vegetación, la cual presenta gran diversidad proveniente de la variedad de altitud, de suelos y de climas que la conforman.

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HISTORIA La mayor proporción de población documentada en antiguos textos se sitúa en el Sur de Pamplona, cerca del Ebro, en la zona denominada “ager” (zona de valles); en consecuencia los vestigios romanos también son más numerosos en dicha zona que en la zona norte denominada “saltus vasconum” (el bosque de los vascones). Los vascones constituyen el grupo autóctono más antiguo, sensiblemente diferenciado de los indoeuropeos, desde el punto de vista lingüístico, los cuales mantuvieron continuas luchas con sus vecinos célticos venidos posteriormente. La romanización también es evidente en el saltus, y pese a la lucha permanente y continua en ambas zonas contra visigodos, francos y árabes, se conserva la lengua vernácula durante siglos, hasta hoy. El Reino de Navarra alcanzó su máximo poder en tiempos de Sancho III el Mayor (1.000 – 1.035), territorios de Francia, Aragón y Castilla (actualmente zonas de La Rioja, Álava y Guipúzcoa) pertenecían al Reino, que fue reduciéndose por la presión y la conquista del Reino de Castilla, perdiendo su independencia en el 1.512, con Fernando el Católico. En 1.530 el territorio transpirenaico de Ultrapuertos fue conquistado por Francia, quedando la cultura de los vascones resquebrajada en varias zonas. Con la conquista del Reino de Navarra se llevan a cabo la destrucción de numerosos castillos y palacios, aunque su huella permanece en el nombre del pueblo donde se asentaron: Carcastillo, Dicastillo, etc.. A pesar de ello, Navarra conservó sus fueros como conjunto de usos y costumbres naturales de las gentes del país. En 1.841 se firmó la ley paccionada, por la que el Reino de Navarra desaparecía, convirtiéndose en una provincia española. Las Guerras Carlistas tuvieron especial relevancia por la defensa de sus fueros, que fueron definitivamente abolidos en 1.876.

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EL EUSKERA La lengua vasca o euskera ha sido utiliza desde la prehistoria hasta nuestros días en el territorio Navarro. Probablemente formó parte de una familia lingüística relacionada con las lenguas de alrededor, las cuales fueron desapareciendo debido a los movimientos humanos, por eso, no es posible relacionarla con ninguna lengua vecina. El territorio del euskera ha variado con el tiempo, debido a la expansión de otros pueblos y a la transformación de la conciencia existente hacia la lengua propia. En un principio era la lengua de las personas (el euskera) la única posible (euskaldun = poseedor del euskera), es decir existía un único término para designar todas las lenguas diferentes al euskera: erdara. Actualmente se sigue utilizando, y según el Diccionario Hiru Milla, erdara significa lengua no vasca; en la parte continental se aplica al francés; en la zona peninsular al español (Varios Autores 1996: 184). Las lenguas populares, provenientes del latín (única lengua escrita) comenzaron a ocupar territorios y consideraron el euskera como lengua salvaje, imposible de escribir. En este contexto las instituciones eligieron las lenguas romances para redactar los documentos, aunque el euskera era la lengua materna mayoritaria y muy frecuentemente única lengua hablada, por lo que en ciertos actos oficiales precisaban de un traductor. Durante la Edad Media varias lenguas eran utilizadas en Navarra: Euskera, Romance navarro, Occitano, Castellano, y otras lenguas de grupos minoritarios como mozárabes, árabes y judíos. Pero el castellano y el latín adquirieron el status de lengua de la gente culta, así las lenguas romances se revalorizaron, mientras la propia fue siendo rechazada en unas ocasiones y prohibida en otras. En el siguiente mapa, tomado de una publicación del Gobierno de Navarra “Desde el Orhi. Conocer el país del euskera”, en el que la delimitación territorial incluye Navarra y País Vasco, se observa el retroceso sufrido por el euskera desde el siglo I.

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Mapa del Euskera

(Etxegoien, 1.996: 26)

En la actualidad se hablan dos lenguas en Navarra: el euskera y el español, presentando ambas la huella de un pasado caracterizado por la diversidad lingüística de pueblos y lenguas que ocuparon este espacio. La influencia de la cultura vasca unida a su idioma ha permanecido en el norte de Navarra estrechamente relacionada a la casa tradicional. Algunas de ellas reciben el nombre que corresponde al lugar, basados en la toponimia, Bidegaina = sobre el camino, Elizondoa = junto a la iglesia; otros indican el nombre del primer dueño: Juanarena = la de Juan, Mikelena = la de Miguel; y otros expresan el oficio del señor o señora de la casa: Apeztexea = casa del cura, Barberena = casa del barbero. El estudio de la casa tradicional proporciona los elementos fundamentales para comprender una determinada sociedad, tanto en el presente, como en el pasado, puesto que es uno de los elementos más duraderos, sobre los que se acumulan muchas tradiciones culturales, intereses sociales, situaciones políticas variadas. La casa es la expresión del régimen económico propio de los que la construyeron y habitaron en distintas generaciones, expresión del nivel comercial o industrial, y un foco de la vida religiosa y espiritual. Sin embargo, el largo camino de la historia a través de las casas nos 503

revela las transformaciones a las que éstas han sido sometidas, sobre todo, en la segunda mitad del siglo XX, debido principalmente a los súbitos cambios sufridos en todos los ámbitos de nuestra sociedad, y a razones de funcionalidad. La aparición de materiales más resistentes y baratos, así como, el diferente uso dado a sus espacios, fueron las principales razones para la realización de cambios en la estructura, así el establo ha sido sustituido por almacenes y garajes, los secaderos convertidos en balcones y los graneros en áticos, formando parte de la vivienda. Los cambios efectuados en las fachadas, fueron propiciados entre los años 1965 y 1982 por la Diputación Foral de Navarra que convocó sucesivamente el Concurso de Embellecimiento de Pueblos y Conjuntos Urbanos. Xabier Morras, profesor titular de Bellas Artes, realiza un importante estudio comparativo sobre la arquitectura vernácula de Navarra antes y después de los concursos, analizando cada uno de los elementos de las fachadas de varias casas ganadoras de los concursos y sus remodelaciones.1 Xabier Morras realiza una significativa diferencia entre casas negras, arquitectura vernácula original; y casas blancas, cuya fachada ha sido recubierta de cal, con la intención de propiciar una imagen de nuevo y limpio. A ello hay que añadir todo tipo de modificaciones: como ampliación y reforma de ventanales, debido tanto al reconocimiento recibido en los concursos, como a la instalación de calefacciones, que permiten ensanchar los espacios de comunicación con el exterior de la vivienda, otorgando a las habitaciones mayor luminosidad. En los últimos años ha aumentado la preocupación por la integración de las remodelaciones y de las nuevas construcciones dentro de los espacios urbanísticos ya existentes, pero las transformaciones significativas sufridas en nuestra arquitectura vernácula son ya irreparables. En la Comunidad Foral de Navarra observamos numerosos contrastes entre la zona norte y sur, con una zona mixta que permite enten1

Para más información consultar: MORRAS, Xabier 2004: 331: Casas Blancas, casas negras, en Sukil: Cuadernos de cultura tradicional nº 4. Ortzadar Euskal folklore taldea, Pamplona 2004.

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der la evolución en la diversificación de los diferentes ambientes que conforman todo el territorio. Por este motivo, para la realización del estudio de la casa tradicional en Navarra, se ha dividido la Comunidad Foral en tres regiones (ver mapa). En primer lugar se expone la agrupación desde el punto de vista arquitectónico, aportando la clasificación realizada por Leoncio Urabayen en 1929, una de las aportaciones más valiosas realizadas en este tipo de trabajos; para analizar posteriormente la relación de la casa con los componentes que la circundan en cada una de las regiones; así como el análisis de la vivienda de algún personaje representativo de nuestra cultura.

MONTAÑA La prehistoria El territorio ocupado por los primeros vascones no ha sido delimitado, pero si se manifiestan similitudes culturales significativas con provincias vecinas, de hecho Navarra y parte del País Vasco conservan un gran número de tradiciones y leyendas comunes ancestrales. Una parte de ellas nos obliga a pensar en unas condiciones de vida diferentes, en armonía con la naturaleza, los antiguos dioses de nuestros antepasados pudieron ser elementos de la naturaleza, prueba de ello encontramos en la lengua, en las costumbres y en el antiguo calendario vasco. Este estadio anterior, en el que el hombre era feliz, tenía comida en abundancia y no precisaba trabajar para conseguirla, es conocido en numerosas culturas con diferentes nombres, como el paraíso, el mito de la tierra sin mal (J. C. Ochoa 2003), el dorado, etc., pero un error cometido por los hombres (diferente en cada cultura) conduce a la pérdida de dicho paraíso. José Miguel de Barandiarán y Julio Caro Baroja recopilaron leyendas al respecto: Que los hombres antiguos eran más felices que los actuales se oye con frecuencia entre nuestros aldeanos. En aquella primera edad el lobo y la oveja andaban juntos amigablemente. Las cosas se ponían espontáneamente al servicio del hombre. Así, por ejemplo, los árboles venían por sí solos a las casas para ser quemados en los hoga505

res, según dice un cuento en Cortézubi. En cierta ocasión una mujer se enredó entre los árboles que del monte habían descendido al zaguán de un caserío. Entonces dijo ella: “etoriko ez bali o bea leike” (=fuera mejor que no viniesen). Desde aquel momento se ve precisado el hombre a buscar la leña en el monte para alimentar sus hogares. (J. M. Barandiarán 1973: 12). En esta leyenda se observan elementos y comentarios simbólicos y metafóricos, típicamente característicos de la importancia que representa la casa en la vida de los vascos: el fuego, la leña, alimentar sus hogares. Junto con el mito del paraíso, en Navarra y el País Vasco, existe la creencia de que en un tiempo remoto los animales y las plantas hablaban, todos menos el musgo, al que intentaron enseñarle a hablar, y desde ese momento, todas las criaturas, excepto el hombre perdieron el don de la palabra. Ha creído el mismo campesino que hay cosas que existen hoy y que otras cosas, o mejor otras situaciones, se dieron en el pasado y hoy no se dan. Hubo así, una época en la que hablaban los animales, las hierbas, los árboles: otras manifestaciones hacían pensar que esta fue una época feliz. La edad de oro. Frente a ella los tiempos actuales son malos. Pero peor se prevé que serán los futuros. Hasta que llegará el fin del Mundo. (J.C. Baroja 1971: 300). Los mitos más antiguos hacen referencia a unos hombres que llamaban gentiles y que habitaban en cuevas. Según unos autores mantenían contacto con los habitantes de los caseríos cercanos, según otros las relaciones no eran cordiales, aunque coinciden en afirmar que poseían amplios conocimientos de agricultura y que la llegada del cristianismo supuso su desaparición. Según las leyendas recogidas hasta ahora en el País Vasco, los gentiles vivían ordinariamente en cuevas naturales: rara vez se habla de casas por ellos habitadas. Los cristianos, con quienes mantenían algunas relaciones, eran generalmente los de los caseríos próximos a las cuevas. (J. M. Barandiarán 1973: 23). Los pueblos de la parte baja, también los pastores, dicen que los gentiles vivieron en un tiempo en las alturas y que desaparecieron con el nacimiento de Cristo. Eran seres grandes, fuertes, que criaban 506

rebaños y cultivaban la tierra como los hombres, que tenían familia y que vivían en relaciones no cordiales con los hombres mismos. Los gentiles por un lado son seres torpes e inocentes: por otro son hechiceros. De su fuerza dan referencia peñas gigantescas, que arrojaron alguna vez (“Jentilarriak”). De sus actividades, los dólmenes, casa de gentiles (“Jentiletxeak) o lo cromlecs (“Jentilbaatzak”, “Jentilbaratzak”). Existen leyendas sobre los conocimientos sobre la agricultura de los gentiles, que también se aplican en otras zonas a los basajaunak (señor de los bosques). (J. C. Baroja 1971: 297). La variedad de climas y la complejidad topográfica de Navarra ha ofrecido en todas las épocas diversos lugares válidos como refugio, que ha facilitado la presencia humana. Las terrazas de los grandes afluentes del Ebro, y el raso de la Sierra de Urbasa, permitirían en las épocas interglaciares, de benignidad climática, la presencia de bandas de cazadores, en el Paleolítico Inferior. (I. Barandiarán y Vallespí 1983: 63). Posteriormente con la aparición de la agricultura en el Neolítico comienzan las primeras explotaciones pastoriles y agrícolas, forjándose las primeras comunidades, que en algunas zonas vienen a ser seminómadas debido a la trashumancia. Los grupos de pastores, al llegar el invierno recorren Navarra de Norte a Sur, de los Pirineos a las Bardenas, en busca de pastos para el ganado, ya que la nieve recubre los prados pirenaicos, y con la llegada de la primavera el recorrido será a la inversa. Este tipo de trashumancia se mantiene a lo largo de los siglos, como un signo de supervivencia y aprovechamiento de los recursos naturales, sustituyendo los refugios por las cabañas. Se van abandonando las cuevas y se produce una expansión de la población en pequeños núcleos de cabañas al aire libre; de especial importancia serán los grupos pastoriles que realizarán, con sus rebaños, amplios recorridos de migración trashumante, desde las tierras medias y bajas hasta los valles altos. José Miguel de Barandiarán, con su autoridad de profundo conocedor de las culturas tradicionales del País Vasco, ha afirmado con seguridad tal tesis. “La trashumancia actual de los pastores con sus rebaños es un modo de vida que ininterrumpidamente ha llegado hasta nosotros desde los tiempos en que la antigua población pastoril pirenaica construía en nues507

tras montañas los baratzak o pequeños cromlechs, o en época más remota enterraba a sus muertos en los trikuarriak o dólmenes tan numerosos en los pastuajes de verano del Pirineo. El mismo poblamiento histórico de los valles altos que, en general, no es otra cosa que la transformación de las granjas o viviendas temporarias de pastores trashumantes en casa de labranza o habitaciones permanentes es proceso que hemos conocido en algunos lugares del país y cuyo origen cabe situar en el Neolítico. (I. Barandiarán y Vallespí 1983: 63). Los ritos procedentes de otras épocas, que giran en torno a la casa son numerosos, siendo Satrústegui uno de los mayores recopiladores. La madre acompañada de los familiares recorre las habitaciones, depositando tres gotas de cera sobre el tablero de cabecera de cada cama. Pasa luego a las bordas para rociar con lágrimas de cera las astas del ganado vacuno. Los rebaños son objeto de una bendición colectiva impartida desde la puerta de la estancia donde se encuentran. A veces se recurre también a la vela con motivo de enfermedades en los animales (...). Conviene advertir que el rito va siempre acompañado de alguna fórmula, que suele ser distinta en cada casa. (Satrústegui 1974: 126,127).

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CLASIFICACIÓN DE LA CASA NAVARRA SEGÚN LA ARQUITECTURA Las características de la arquitectura vernácula en la Montaña y en parte de la Zona Media presentan considerables semejanzas, por lo que inicialmente se tratan de manera conjunta. De hecho, la clasificación que realizaba Leoncio Urabayen en 1929 divide Navarra en dos grandes grupos, dependiendo de los materiales empleados en la construcción: casa de piedra y casa de tierra. La primera de ellas adquiere diferentes matices dependiendo del valle en que se encuentre.

(L. Urabayen 1929:176)

En la zona atlántica, la piedra se combina o combinaba más con la madera, y en la pirenáica, cada valle, desde el Roncal a la zona de Burguete presenta su variedad en la disposición de la fachada y en la forma del tejado, que es mucho más empinado que en el resto, pero dominando también la piedra y la madera. (J. C. Baroja, 1971: 166). Julio Caro Baroja frecuentemente hace alusión a la utilización en la Montaña de la madera en la construcción, en ocasiones para la planta más elevada, otras para los balcones (entonces secaderos) y comúnmente en la construcción de bordas, vestigios de ello aún pueden verse en algunas edificaciones de este tipo, pero muy escasamente. 509

Otro elemento diferenciador es el tejado, predominando en la zona pirenaica la estructura a cuatro aguas, en el resto de la Montaña y Zona Media a 2 aguas (ver mapa), donde sobresalen importantes aleros, generalmente con motivos decorativos, que sirven de protección natural para refugiarse de la lluvia.

(L. Urabayen 1929:55)

El clima es un elemento significativo en el diseño de los tejados, ya que presentan distinta inclinación dependiendo sobre todo de las precipitaciones en forma de nieve, por ello, en la zona pirenaica muestran la mayor inclinación (de 40º a 50º), en el resto de la Montaña, junto con la Zona Media la inclinación se reduce a entre 20º y 40º; y en la Ribera, donde el clima es mediterráneo seco, la inclinación es notablemente menor. 510

(L. Urabayen 1929:51)

En la zona pirenaica las paredes son de mampostería blanqueadas, con los jambalajes y cadenas esquineras de sillarejo al descubierto; ventanas, vertientes del tejado con una inclinación media de 45º y teja plana. Las casas de este tipo anteriores al siglo XIX no tenían los paramentos blanqueados, sino en piedra calva, y la cubierta que entonces era de tablillas, lo es hoy de teja plana. (L. Urabayen 1929: 175). En general, las casas de piedra no estaban blanqueadas, pero en el siglo XX se ha popularizado la tendencia al blanqueo, manifestando el contraste con los tonos oscuros o rojizos de la piedra, dependiendo de la zona. El reboco y blanqueo de las paredes pudiera ser una intención deliberada de ocultar las líneas irregulares de la mampostería ordinaria y de hacer resaltar las líneas verticales y horizontales. (L. Urabayen 1929: 198). 511

El arco en la entrada es un elemento representativo de la arquitectura tradicional Navarra: abundan los arcos góticos, algunos muy antiguos, otros del siglo XVI, época en la que vuelve a generalizarse el arco de medio punto hasta el siglo XIX, siendo habitual que la fecha de su construcción aparezca sobre ellos. Los arcos góticos suelen tener de 9 a 15 dovelas y aparecen tanto en construcciones humildes como en casas palacianas.

Arco de nuevo dovelas Beortegui. (foto de J.E. Duranga) (J.C. Baroja 1971:186

Durante el siglo XVIII, tanto la Zona Media como la Montaña, en las nuevas edificaciones, las dovelas aparecen adornadas con tallas y molduras, y sobre todo, en el Roncal, fue habitual construir puertas con una viga grande de madera colocada a modo de dintel sobre dos zapatas, que suele ser recta o con una pequeña curvatura. En cuanto al esquema general de la casa Navarra y sus variedades encontramos, siguiendo los diseños de Julio Caro Baroja, en primer lugar la casa de piedra, correspondiendo a diferentes épocas y zonas. En el se dan los modelos medievales, anchos (A) y luego los estrechos (B). En tercer término los más propios de la zona meridional (C). Después los de la zona septentrional, en piedra (D) y también (E y F), desarrollos más modernos de los tipos centrales y meridionales. (J. C. Baroja 1971: 173). 512

Y en segundo lugar los desarrollos de la arquitectura entramada de la zona atlántica (A), formas de ampliación de la misma (B) y desarrollos de la arquitectura alto pirenaica (C). (J. C. Baroja 1971: 174)

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EL CASERÍO: ESTRUCTURA Y FUNCIONALIDAD La estructura y funcionalidad de las casas depende de criterios geográficos y ambientales, de las variaciones históricas, recursos económicos que proporciona el medio o los introducidos en él, y las relacionadas con la seguridad frente a los posibles enemigos. La zona de los caseríos o casas diseminadas por el campo predomina sobre todo en la zona atlántica, donde existen caseríos con troncalidad y vecindad y los originados en ocasiones a partir de bordas de pastores, más pobres en construcción y tierras. Tanto bordas como caseríos presentan la misma estructura, la diferencia radica en la magnitud de las dependencias, así como de las tierras. Las funciones económicas en ambas son las mismas, sin embargo, las funciones sociales dependen de la riqueza o pobreza relativas, distribuyéndose de forma que se ajuste a las necesidades de una sociedad fundamentalmente agrícola y ganadera, con dependencias en la parte baja destinadas al ganado y a los aperos de labranza. Una de las casas “caserío” hoy convertida en Museo más representativas de la arquitectura pirenaica Navarra ligada a la cultura es la de Pío Baroja, adquirido el 26 de junio de 1913. Pío Caro Baroja (sobrino de Pío Baroja y hermano de Julio Caro Baroja) hace la siguiente reseña con respecto al contrato de compra: Una casa llamada Itzea, señalada con el número ochenta de la calle Alzate, de trescientos cuarenta y ocho metros cuadrados de sitio solar y dos pisos de habitar y contigua a dicha casa una era de ciento cuarenta y dos metros de superficie y una huerta de seiscientos setenta y un metros también cuadrados. (Pío Caro Baroja 1996: 12). La casa se encuentra en el municipio de Bera de Bidasoa (Cinco Villas), en los Pirineos Atlánticos. Pío Baroja escribió en él muchas de sus obras y posteriormente fue ocupado periódicamente por su sobrino, el antropólogo y académico Julio Caro Baroja. Julio Caro Baroja nació en Madrid el 14 de noviembre de 1914. Sobrino del ilustre escritor Pío Baroja y del pintor Ricardo Baroja, desde su infancia entró en contacto con los movimientos literarios y artísticos de la época. Doctorado en Historia antigua por la Universidad de Madrid, ejerció como profesor en la misma y dirigió 514

posteriormente el Museo del Pueblo Español de Madrid. Académico de número de la Real Academia Española y la Real Academia de la Historia, ha obtenido el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, el Premio Nacional de las Letras Españolas y el Premio Menéndez Pelayo. Eminente historiador, etnólogo y antropólogo, entre sus obras caben destacar Las brujas y su mundo, Los judíos en la España moderna y contemporánea, Ensayo sobre la literatura de cordel, El Carnaval, Vidas mágicas e Inquisición, La hora navarra del siglo XVIII, Los Baroja (Memorias familiares), Inquisición, brujería y criptojudaísmo y Las falsificaciones de la Historia. Destacan sus estudios e investigaciones en torno al pueblo vasco: Cuatro relaciones sobre la hechicería vasca (1933), Las brujas de Fuenterrabía (1947), Los pueblos del norte de la península ibérica (1943), Los vascos (1958) y Vasconiana (1957). Estos últimos libros los cita el autor en la bibliografía utilizada en esta obra. Falleció en 1994. El caserío, donde pasó parte de su vida, actualmente es un museo dedicado a los Baroja, donde destaca la biblioteca que en tiempos del escritor sumaba alrededor de 8.000 libros y que hoy, gracias a la labor de sus sobrinos, se ha multiplicado por cuatro. El edificio ha sido restaurado en numerosas ocasiones, consta de cuatro plantas y tejado a cuatro aguas. La descripción que Julio Caro Baroja aporta de Itzea cuando fue comprado es la siguiente: Es una casita rectangular en una ladera y se llama Itzekoborda. La borda de Itzea, en Vera, consta de una planta baja con tres grandes divisiones. Hay, en la primera la puerta (“atia”) y el zaguán. A un lado el leñero (“egurtegui”), y al otro un sitio para la gallinas (“olotegui”). Del zaguán sube una escalera (“ezkala”). Más al interior habrá otro departamento iluminado por una aspillera (“zirritua”), donde se amontonaban los aperos y donde queda la pocilga (“zerriztegui” o txerristegui”). Aún al final queda otro departamento con la cuadra para las vacas (“eia”), otro leñero y un estercolero (“goroztegui”). En el primer piso está toda la vivienda humana. Se entra por la escalera a una habitación que es como recibimiento con varias puertas a los cuatro lados. Como la casa está en declive una puerta de él da al exterior. Frente a ella la de la cocina (“xukaldia”) en que destaca, claro es, la chimenea, una fregadera con su desagüe 515

(“txorrota”) y una mesa levadiza (“xukaldeko-maia”). En una banda, hacia la fachada principal hay una sala (“zala”) y un dormitorio (“jela”). En la otra otro dos dormitorios y un escusado. Encima, todavía queda el desván, sin dividir, la llamada “ganbara”, en que es visible la estructura del tejado y donde se guardan el heno, el maíz y otras cosechas, así como los aperos y útiles que no están en uso en tiempo largo. La ordenación de la borda para que viva dentro de ella una modesta familia es muy justa. Hay en la zona muchas casas construidas con arreglo a los mismos principios. Puede considerarse que se difundieron desde una fecha del siglo XVII en adelante, y que han tenido vigencia hasta bien entrado el siglo XIX. (J. C. Baroja 1971: 159).

Casa “Itzea” en Bera

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Vida y economía familiar en el caserío La familia elemental vasca no es conocida por el apellido del padre, sino por el nombre que se le asignó a la casa varias generaciones atrás, relacionado con el que la fundó o reconstruyó, y frecuentemente el nombre no tiene relación con la familia actual. Igual de esenciales son las denominaciones que reciben la señora y señor de la casa, es decir la etxekoandre y el etxekojaun respectivamente. La casa con sus habitantes y pertenencias es, ante todo, una especie de unidad de trabajo elemental. (J. C. Baroja 1976: 124), puesto que la familia en su máxima extensión puede estar constituida por los abuelos, los padres, algún pariente soltero del primer matrimonio (frecuentemente hermano), personas solteras hijas o hijos del segundo matrimonio, uno o dos criados. Generalmente los varones de la casa se especializan en un trabajo: un hombre puede dedicar más tiempo a las ovejas, otro a las tareas agrícolas, a elaborar la sidra y cultivar árboles frutales o a la compra y venta en el mercado. Las mujeres cuidan los animales domésticos, pero cuando es necesario colaboran en las tareas agrícolas. El hombre casado hace escasa vida social, pero la mujer, al casarse, se retrae y apenas sale, sólo para lo estrictamente indispensable (como ir a la iglesia). En el caserío es visible la armonía en la repartición del trabajo y uso de la autoridad, pues si bien es cierto que el amo, el padre o cabeza de familia, ejerce en determinadas circunstancias una autoridad suprema, la de la etxekoandre no es menor en otros. (J. C. Baroja 1974: 256). La mujer casada es respetada por los hijos, el marido y la gente en general, adquiriendo mayor importancia el etxekojaun sólo en algunos detalles, por ejemplo atendiendo a las visitas. Uno de los principios fundamentales para la familia vasca es que la unidad del caserío no se fraccione. En algunas zonas de la Península, la parcelación continuada ha llevado a la miseria a muchas familias y los vascos luchan para que no les ocurra lo mismo, con unas reglas que chocan con la vida moderna, y en ocasiones, con los intereses particulares. Las formas de heredar han sido esencialmente dos: una de ellas se ha dado sobre todo en el País Vasco-francés, siendo el primogénito sin distinción de sexos 517

quien heredaba la propiedad; el resto del territorio vasco se ha regido por la libre elección, seleccionando al hijo o hija que se prevé está más capacitado para administrar la economía familiar, recibiendo la herencia al contraer matrimonio, con lo que los padres quedan en una situación de desamparo. El resto de los hijos recibía una dote, aunque lo más frecuente es que alguno de ellos eligiera el camino de la religión, siendo sacerdote, fraile o monja, gozando de prestigio entre la sociedad rural vasca, lo cual ha supuesto que el porcentaje de religiosos en Navarra fuera elevado hasta producirse los últimos importantes cambios sociales, en los que dicho porcentaje ha descendido notablemente. En el caserío tradicional navarro, además de las estrechas relaciones familiares existía una especial conexión con los animales domésticos que vivían en la planta baja, hasta tal punto que cuando la etxekoantre o el etxekojaun morían los animales eran avisados mediante un rito. La muerte del dueño o dueña de la casa da lugar a otro rito muy expresivo a mi juicio. El de que uno de los supervivientes dé cuenta de ella a los animales domésticos mediante cierta fórmula. Las abejas son especialmente avisadas.(J. C. Baroja 1976: 131). A las abejas se les avisaba para que fabricaran cera, puesto que se necesitaba para el ritual, donde los animales eran parte integrante como ofrenda. Cuatro hombres de las cuatro casas más cercanas, mirando a los cuatro lados o esquinas de la casa del muerto, llevaban el ataúd. Los hombres delante, las mujeres detrás iban en el entierro. Una mujer era portadora de la ofrenda: un carnero, un cordero o un bacalao, según la categoría del funeral. La ofrenda se ponía en la mitad de la iglesia. Durante el funeral ardían todas las ceras que estaban sobre las sepulturas de las familias vecinas y allegadas y se verificaban una oblaciones de huevos y panes, de carácter especial. (J.C. Baroja 1976: 138). Los animales eran protagonistas de las tareas agrícolas y ganaderas, pero el etxekojaun debía poseer habilidades para realizar trabajos de carpintero, herrero, albañil, etc.; y el caserío lugares adecuados para la elaboración y transformación de las materias primas. En los caseríos antiguos era importante tener un espacio destinado a lagar donde elaborar la sidra y otro para dejar el estiércol, 518

en algunos de ellos aún existen herramientas relacionadas con el empleo de la madera, ya que del castaño, además del fruto era muy importante su madera, aunque después de la Primera Guerra Mundial, se vieron realmente afectados por una epidemia llegando casi a desaparecer en algunas zonas, en otras algunos bosques resistieron (por ejemplo Bértiz). Sin embargo la madera del roble ha sido siempre la más apreciada para la construcción de muebles; y la bellota alimento primordial desde tiempos remotos para los pueblos del norte de la Península, que vivieron de forma análoga. Julio Caro Baroja recoge textos de Estrabón y autores romanos que estudiaron la zona norte y destaca como forma primitiva de vida económica la recolección de bellotas. Primero se secaban, después se trituraba, se molía, y con la harina resultante hacían pan que duraba largo tiempo. (J.C. Baroja 1985:347). Con el paso de los siglos el trigo se convirtió en cultivo básico para hacer pan, sustituyendo a la bellota. En las cuentas parroquiales de los siglos XVI y XVII se observa que el principal cultivo es el trigo, seguido del centeno y el mijo, los cuales van perdiéndose poco a poco, quedándose el trigo como cereal principal. A principios del siglo XVIII el maíz comienza a alcanzar protagonismo, aunque el trigo sigue siendo esencial hasta 1850, cuando su cultivo comienza a disminuir. A finales del siglo XX es casi inexistente, habiendo disminuido también el maíz. Alrededor de la casa está la huerta, donde los cultivos son destinados al consumo del hogar: verduras y hortalizas, junto con árboles silvestres de los que se obtienen variedad de frutos (castañas, nueces y bellotas), aunque en menor medida que antaño. Magia y simbolismo en el caserío La creencia en seres misteriosos fue habitual en otra época, y como prueba de ello en la actualidad se mantiene la representación de un personaje querido por todos los niños: “Olentzero”. La creencia en duendes, trasgos y otros seres similares ha existido también en tierra vasco – navarra. El duende se vincula al hogar y con el hogar también se relaciona un personaje que aparece sólo en área limitada del país y en época determinada del año. Aludo al llamado “Olentzar”, “Olentzero”, “Onenzaro” y aún de otras maneras. Este 519

es un carbonero, borracho, tragón que se dice baja a las casas en Nochebuena. El Olentzero es personificado en muñeco gordo, o representado por una persona con un atuendo rural típico de la zona norte de Navarra que, en Nochebuena baja de las montañas en burro y reparte regalos a los niños. La mayoría de estas tradiciones ancestrales han sido absorbidas o adaptadas al cristianismo, añadiendo o modificando elementos integrantes del ritual, o celebrándose en fechas significativas, como el Olentzero. A la inversa, la liturgia, en ocasiones se ha nutrido de ingredientes y prácticas populares de los pueblos primitivos, adaptándolas a sus necesidades. El hogar era el punto de reunión de las familias y de ahí que el fuego sea un elemento simbólico trascendental, de gran importancia en la casa, en la iglesia y en numerosas leyendas. El fuego se utiliza para numerosos rituales, junto con la cera. José Mª Satrústegui describe algunos de ellos: los rescoldos del fuego que sirvió para la función del Sábado de Gloria sirven para renovar la llama del hogar (su berria =fuego nuevo). Se saca primero, simbólicamente, una parte del fuego existente en el fogón, y se añade el tizón o brasa procedente de la iglesia. En Valcarlos incluían una fórmula, que también se usa para arrojar al fuego los dientes desprendidos: “Jauna, oizu su zaharra eta ekatzu berria”. Toma, Señor, el fuego viejo y dame el nuevo. (Satrústegui 1974: 192). El día de la Candelaria se realiza el siguiente ritual: reunidos en la cocina todos los miembros de la familia se arrodillan y reciben, uno a uno, la vela encendida. El interesado traza sobre sí la señal de la cruz y vuelve a entregarla a la madre, para que complete el rito con tres evoluciones alrededor de la cabeza. A continuación deposita tres gotas de cera sobre la hombrera izquierda del mismo y le quema ligeramente un mechón de pelo. (Satrústegui 1974: 125). El carácter sagrado de la casa tradicional ha permanecido vigente hasta el siglo XX, manifestándose en extrañas costumbres que la gente aún recuerda de sus antepasados. Una de ellas se refiere a las mujeres que habían dado a luz, las cuales cuando salían del caserío se colocaban una teja en la cabeza, para seguir bajo la protección del tejado. Los aleros proporcionaban cobijo a peregrinos, resguardaban de la lluvia, pero también sirvieron de cementerio de 520

niños muertos sin bautizar o nacidos con anomalías. Los muertos constituyen un verdadero pueblo (hilerria = cementerio, hil = muerto, herri = pueblo), el espacio ocupado por los vivos y el ocupado por los muertos debe regirse por un mismo principio, así los muertos son tratados como parientes que pueden reencarnarse en un futuro hijo, recibiendo una atención especial. Dentro de la mitología, quizás la mayor representación se encuentra en la brujería, vinculada sobre todo al sexo femenino y al caserío. Las brujas se infiltraban en las casas por la chimenea, convirtiéndose después en cualquier animal (generalmente el gato) cuando eran descubiertas. Julio Caro Baroja realizó un importante estudio con novedosos hallazgos, influenciado por el ambiente que le envolvió durante sus estancias en el caserío Itzea, descrito anteriormente. Baroja se remonta, en diversas ocasiones, a las impresiones que le causaron en sus años de infancia y juventud aquellas tierras de Bera de Bidasoa en que se encontraba el caserío Itzea, propiedad de su tío Pío Baroja, y donde pasaba largas temporadas. Allí pudo conocer a campesinos que seguían manteniendo una imagen arcaica y misteriosa del mundo. Además recuerda el impacto que le produjeron algunos ancianos del lugar que conservaban vestigios de una mentalidad mágica, entre los que destacaban el hecho de que seguían creyendo en la existencia de las brujas y de los actos que tradicionalmente se han vinculado a éstas: volar o transformarse en animales. A estas impresiones hubieron de sumarse las que le causaron la lectura de los libros sobre Brujería vasca y europea que su tío iba reuniendo en la casa familiar. Esto le impulsó a elaborar una serie de escritos sobre el tema que fue abandonando en un cajón. Años más tarde, en una librería de Londres, adquirió varios libros modernos sobre Brujería que le animaron a retomar las investigaciones iniciadas en sus años de adolescencia. Es también en el prólogo de Las brujas y su mundo donde el autor indica cuál es el propósito que pretende lograr con esta obra y desde qué prisma pretende abordar esta cuestión. Lo primero que constató fue que era errónea la creencia generalizada de que las brujas, conocidas y tenidas como las adoradoras del Diablo, llevaban a cabo una serie de acciones reprobables que, a su vez, depen521

dían de las circunstancias históricas y de la cultura de los diferentes países en que habían existido. Para Caro Baroja, la bruja, como personaje arquetípico, se había mantenido fiel a sí misma y sin cambios notables a través del tiempo. Sus actuaciones siempre se habían desarrollado dentro de unas mismas fronteras reales y mentales. El autor pronto se convenció de que las líneas maestras de su investigación debían centrarse en la concepción que las brujas tenían de la realidad y en las características y perfiles que habían atribuido al mundo en que vivieron. Para ello se hacía imprescindible una criba de los variados y contradictorios testimonios que, muchas veces bajo coacción, prestaron en su momento y de las muchas interpretaciones partidistas de jueces e inquisidores. No era tampoco secundario que los testigos de los procesos de brujería procedieran, debido al miedo, cometiendo perjurio. Las brujas y su mundo, el libro en el que se plasman los novedosos hallazgos metodológicos del autor, que adopta el papel del historiador y antropólogo sin entrar en elucubraciones filosóficas, comprende dos partes claramente diferenciadas. En la primera parte Caro Baroja trata de establecer el origen de la brujería y a través de una perspectiva diacrónica o histórica nos da una visión de la concepción que se ha tenido de estos fenómenos en las distintas épocas. Para ello analiza las doctrinas que sobre esta materia se han ido configurando con todo lujo de detalles a partir del S. XIII y que determinaron la elaboración de un cuerpo doctrinal que permitía el dictamen preciso de las autoridades. También pretende trazar un retrato de la personalidad de las brujas con el fin de discernir qué había de cierto y de imaginario en los actos que se les imputaban. En la segunda parte del libro pasa a estudiar la Brujería vasca desde su aparición hasta finales del siglo XVI que dió lugar a persecuciones tanto en Francia como en España. A continuación analiza las reacciones que provocaron estos acontecimientos y que han quedado recogidas en los tratados de diferentes autores, tratados en los que se observa ya un cambio de mentalidad con respecto a este asunto. Termina la obra con la visión que de las brujas nos han legado en sus obras literatos y artistas plásticos y que han sido tan decisivas en la confección de una imagen colectiva de éstas. Finalmente alude 522

a la interpretación que especialistas de diferentes disciplinas han dado de los actos y de los protagonistas de esta historia. Con el fin de corroborar las tesis del autor, éste recurre a fuentes diversas procedentes de la literatura (clásicos greco-latinos: Ovidio, Virgilio o Catulo), de la legislación civil y canónica, de los Santos Padres y de autores expertos en la materia. También es frecuente la alusión a textos en los que se recogen los procesos judiciales abiertos por Brujería en los que detallan declaraciones de los testigos, penas impuestas, etc. Todo ello para documentar de modo objetivo y fidedigno un interesantísimo libro con el que se pretende invitar a seguir investigando y ahondando en un tema en el que se pueden aportar datos relevantes para esclarecer la naturaleza de un asunto que ha sido objeto de interpretaciones simplistas y tendenciosas.

PASADO Y PRESENTE: LA CASA EN EL VALLE DEL BAZTÁN En el valle del Baztán se hallan pequeños núcleos de población, junto con caseríos que se dispersan por todo el territorio, la mayoría de ellos ha conservado su estructura externa original de planta baja (establo), primera planta (vivienda) y segunda planta (pajar). Se ha seleccionado el pueblo de Arizkun porque representa un pasado con personajes de prestigio y un presente que se adapta a las nuevas formas de vida fluctuantes.

Arizkun

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Pasado En primer lugar se presenta la biografía de Pedro de Ursúa, dentro del contexto histórico, y el caserío en el que nació, el cual ha conservado sus muros exteriores y sus ventanales, así como el arco de la entrada, aunque ha sufrido alguna modificación debido a una ampliación, que se observa claramente en la zona oeste de la fachada, que ha sido blanqueada.

Casa Ursúa

SOBRE PEDRO DE URSÚA Había transcurrido medio siglo desde el Descubrimiento de Colón, cuando en Navarra, como en otros muchos puntos de España, fraguó el eco de la gesta americana. En esos tiempos, en 1.512, Navarra se encontraba en unas circunstancias especiales de crisis política, social y económica: por una parte, el Reino era incorporado a Castilla por Fernando el Católico, y la Inquisición comenzaba a invadir, en especial, la zona vasco-navarra del Pirineo, por su arraigada tradición de brujería y Aquelarres; y por otra, el espíritu del Renacimiento cuajaba en un pueblo de tradiciones, costumbres y cultura ancestrales y, al mismo tiempo, abierto a Europa por la frontera francesa. 524

Entre 1.500 y 1.650, se estima un contingente migratorio de españoles a Indias de cerca de medio millón de pasajeros, entre los cuales se encontraban 326 emigrantes navarros de una población, en aquella época, de 130.000 habitantes, la mayor parte de la zona Norte. Las causas de esta considerable emigración son diversas, además de las señaladas, destacan: la expulsión por parte de la Corona, la pobreza, el deseo de hacer fortuna, las noticias del Nuevo Mundo, el afán de aventura y la idea de encontrar una vida mejor. (J. M. Aramburu Zudaire 1999, 40-45) Pedro de Ursúa y su primo carnal Miguel Díez de Armendáriz, su primo segundo Francisco Díez de Arles y el pamplonés Lorenzo de Zalduendo pueden considerarse entre los pioneros navarros emigrantes al Nuevo Mundo, y, por su puesto, en especial Pedro, entre los más destacados e importantes: Pedro, Francisco y Lorenzo como conquistadores y Miguel como administrador judicial. De esta forma, por su genio y figura “Pedro de Ursúa ha sido considerado, junto con San Francisco Javier, Azpilicueta, y otros personajes señalados, como una gloria de la Navarra del siglo XVI y, según Don Juan de Goyeneche, como uno de los hijos más ilustres del valle del Baztán. Creo que sus antecedentes familiares explican su perfil psicológico y su personalidad de guerrero y de diplomático. Porque a veces el hombre ya tiene algo de símbolo al nacer” (J. C. Baroja 1.997, 133, 124), frente a la impopularidad, la psicosis y la mala fama de Lope de Aguirre. Pedro de Ursúa nació en 1.525 en Arizcun, en el Valle del Baztán, en la zona Norte pirenaica de la franja vasco-navarra de la Región. El palacio de los Ursúa (del siglo XIV), situado a las afueras del pueblo, del que eran tributarios los Agotes de la aldea de Bozate, y que todavía puede verse y visitarse hoy en día, se inscribe entre las Casas de Armería antiguas del valle del Baztán del Reino de Navarra (F. De Elorza y Rada, 1714, 199); y está presidido por el Escudo de Armas de la familia que representa:“tres palomas con pintas de plata, puestas en triángulo, o tres palomas negras, y que figuran la etimología del apellido (ur-suak – tres palomas), y, probablemente, represente algún símbolo de la Mitología vasca”. (Isidoro Ursúa Irigoyen 1995, 19-20) 525

Escudo de Ursúa

Pedro, el más relevante del linaje de la familia, era hijo de Tristán de Ursúa (militante en el bando beamontés al servicio de Fernando el Católico y de Carlos I) y de Leonor Aux Díez de Armendáriz (nacida en Tudela e hija de los señores de Cadreita), y era el segundo de los seis hermanos de la familia. La constitución física de Ursúa destacaba por su vellosidad y tupida y rojiza barba, de mediana estatura, bien proporcionado y guapo y alegre, pero algo delicado. (Ortiguera 1909, 307-308). Sus rasgos psicológicos estaban marcados por el espíritu guerrero y aventurero de su linaje, pero destacaba su carácter afable, cariñoso y comprensivo, como demuestra su trato con los Agotes navarros. Y despuntaba, también, como afirmaba el Inca Garcilaso que lo conoció en el Perú, por su bondad, virtud, gentileza y agrado, y por su buen trato con los indígenas, por quienes se hizo querer; todo lo contrario a la personalidad de Lope de Aguirre. De cualquier forma, hoy podemos decir que Ursúa ha pasado a la historia como parte de un Mito o como un héroe mítico:“por su aspecto, por sus amores, por su fin, Pedro de Ursúa está más cerca de Adonis o de Attis que de un Hércules atlético o de Apolo en plenitud triunfante”; y ha trascendido como “símbolo romántico y necesario de la lealtad y la fidelidad, la heroicidad para defender los intereses de la Corona y de la opinión pública. Las palomas que apare526

cen en el blasón de Ursúa, animales consagrados a Venus y a los que se consideran amorosos en esencia, simbolizan muy bien la personalidad del galán, que fue en vida el Gobernador de El Dorado, como el lobo de la labra heráldica de Aguirre puede simbolizar a Lope de Aguirre”. (J. C. Baroja 1.997, 134, 146) RUMBO A EL DORADO En el año 1.543 Pedro de Ursúa, a la edad de 18 años, abandonaba su nativo Lar de Arizcun y se embarcaba rumbo a las Américas. Tras recoger sus credenciales en Valladolid, se encaminó a Sevilla, donde en la Casa de la Contratación –centro que regulaba la migración y comercio de Indias – presentó sus cédulas y el pago de su pasaje: se embarcó en la nave de Arechuelo y partió del puerto sevillano de las Muelas. (Luis del Campo 1.970, 56-58). Pedro de Ursúa habría llegado a Cartagena de Indias en Agosto de 1543; de allí pasó a Panamá y como última etapa del viaje llegó al puerto del Callao de Lima: a Cartagena llegó con su primo Miguel Díez de Armendáriz, enviado éste como Gobernador del Nuevo Reino de Granada (Colombia), y en 1.545 fue nombrado, en Santa Fe de Bogotá, Teniente del Juez de Residencia; y así recibió el encargo de dirigir la pacificación de los Indios Chitareros (Chel), de los belicosos Musos y los Indios de la sierra Tairona –tierras colombianas donde fundó las ciudades de Pamplona y Tudela en recuerdo a su tierra natal –, emprendió más tarde la empresa de someter a los negros alzados en Panamá y la pacificación de los Cimarrones (negros rebeldes) en el Perú. (Luis del Campo 1.970, 83, 153, 200, 226, 289) Pero, desde que Ursúa oyó hablar de la primera expedición de El Dorado dirigida por el alemán Felipe de Huten en 1.541, su pensamiento estaba presente en esa otra empresa. En esta primera época de las actuaciones de conquista colombiana, “Pedro de Ursúa es un realista decidido, es un defensor de los intereses de Felipe II”; mientras que en la segunda etapa, la que corresponde a la aventura de El Dorado, los intereses de Ursúa cambian y su pensamiento, actuaciones e intenciones giran alrededor de un idealismo, basado en la idea “que condicionó toda su vida: encontrar la Tierra fantástica” de Omagua. (J. C. Baroja 527

1.997, 138, 139) Pero, en una y otra etapa, Ursúa siempre destacó, contrariamente a Lope de Aguirre, por sus actuaciones con arreglo a su fama de persona comprensiva y afable y por su romanticismo amoroso que le acompañó en los dos episodios: en Santa Fe de Bogotá tuvo una hija (Juana Bautista) con su amante, acontecimiento que seguramente desconoció, y en puertas de la Jornada de El Dorado, en Trujillo de Perú, se enamoró de la mítica y deslumbrante Inés de Atienza. En el año 1.556, Pedro de Ursúa pasó a Perú. El nuevo Virrey, sustituto del fallecido Antonio de Mendoza, era, en estos años y por nombramiento de Carlos I, Andrés Hurtado de Mendoza, más conocido como el Marqués de Cañete. Las características y la fama de Ursúa habían llegado a oídos del Virrey, causándole admiración personal e interés para sus fines y en 1.559 Ursúa recibió el nombramiento de Gobernador y Capitán General de la expedición a El Dorado del Amazonas, o Marañón como entonces le llamaban, y con ello Ursúa se convirtió en la personalidad más interesante y atrayente del Perú. Pero el antecedente más influyente en la Jornada de Ursúa fue el propio mito - un relato semejante al de los antiguos vascones de los que la familia Ursúa descendía y que Pedro, seguramente, oyó en el seno de su casa - que contaban los Indios Brasiles y que los Amazonautas de las expediciones anteriores difundían por el Perú: “una Tierra maravillosa en la que encontrar la inmortalidad, a la que llamaban Omagua.” (Carvajal 1.986, 8; Almesto 1986, 102; Vázquez 1989, 50; Jos 1927, 59) Me refiero a los antiguos Tupinambás –los Omaguas peruanos de la época– procedentes de la etnia Tupí-Guaraní del Matogroso y su mito de La Tierra sin Mal. Este mito, de genealogía paradisíaca, fue el elemento impulsor del sueño de Ursúa que los conquistadores transfiguraron, pues “de las nuevas noticias de los indios fingió luego la fama en el Perú, la del hombre y el nombre Dorado” (F. Pedro Simón 1.942, 10) y que, sin duda, los españoles identificaron con el mito de El Dorado. La Expedición se desarrolló de la siguiente manera. En primer lugar y a principios de Marzo de 1.559, Ursúa partió de Lima con 25 oficiales de carpintería y 12 negros aserradores y llegaron al río 528

Huallaga o zona de los Motilones; de allí, se dirigió a Santa Cruz de Saposoa, poblado situado en este río, relativamente cerca del actual Tarapoto, donde estableció el astillero, y luego se volvió a Lima para recaudar más fondos y más hombres; unos meses después, volvió al embarcadero, pero en esta ocasión no por Lima sino por Trujillo donde el destino quiso que conociera a Doña Inés de Atienza -Inés era hija de una Princesa Inca y del español Blas de Atienza, de unos 25 años, viuda de Pedro de Arcos y madre de una hija, su fama se la otorgó su extremada belleza, expresión de su mestizaje, que el navarro conoció ligada a un amor decisivo en su breve vida: “un producto criollo extraordinario por lo deseable […] Nueva Circe de un Nuevo Mundo”. (J. C. Baroja 1.997, 145) En segundo lugar y después de unos incidentes ocurridos en el astillero, pues las termitas habían devorado la madera de los bergantines, el 26 de Septiembre de 1.560, la expedición –tras atravesar la Costa, la Sierra andina, la Ceja de selva y llegar a la llanura amazónica– salió de Saposoa con 5 bergantines, 3 barcas (chatas), varias canoas y balsas, y 25 caballos y unos 300 soldados, 30 negros y 600 indios Tupís; le acompañaban los marañones Almesto y F. Vázquez (cronistas), Zalduendo (pamplonés), García de Arce (primo segundo de Ursúa), A. de la Bandera, Juan de Vargas, Alonso Montoya, F. de Guzmán, Sancho Pizarro y Lope de Aguirre –éste de unos 50 años de edad (de Oñate–Guipuzcoa) y acompañado de su hija Elvira– ; Aguirre se convirtió en el actor del lado oscuro de esta expedición y en el temor de la Amazonía. En tercer lugar, navegaron por el río de los Motilones (hoy llamado Huallaga), hasta llegar a la zona de los Indios Caperuzos (Cocamillas) y hasta el río Bracamoros (el actual Marañón); siguiendo su corriente se encontraron con el Ucayali (al que llamaban Cocama), en la zona de la actual Nauta y donde los dos ríos forman el Amazonas; continuando por el Amazonas abajo arribaron a la confluencia del río Napo (procedente de Ecuador y entonces llamado de la Canela, por donde bajó Orellana) en la zona de la actual Mazán, Indiana y Francisco de Orellana, hasta encontrar la Provincia de los Cararíes, donde, y pese a los enfrentamientos que con los indígenas había tenido García de Arce, Ursúa logró estable529

cer amistad con su Cacique (Curaca) Pappa quien le confirmó la noticia de Omagua, y por quienes el Gobernador prohibió a la tripulación de los marañones aprovecharse de los indígenas o causarles daño alguno, sino hacer, más bien, lo contrario; poco después llegaron a Maricuri, poblado de indígenas que usaban abalorios de oro fino, donde Aguirre ya tramaba su acto de traición. Y en cuarto lugar, la última etapa de la primera parte de la Expedición (y última para Ursúa) se sucede cuando llegaron a la Provincia de Machifaro, en Diciembre de 1.560, donde pasaron la Pascua de Navidad; nuevamente, el 29 de Diciembre de 1.560, se deslizaban por las aguas del Amazonas, deteniéndose, el último día de aquel año, en la misma Provincia, en el poblado que unos llaman segundo Machifaro y otros Mocomoco; a su paso por las orillas del Amazonas, cuentan los cronistas que salían numerosas tribus de indígenas a recibir las embarcaciones, portando Yuca, Maíz, frutas, y que Ursúa les compensaba con otros regalos, es posible que estos grupos se hubieran pasado la voz, de unos a otros, a cerca de la expedición y del carisma pacífico y bondadoso de su Gobernador. Esa misma noche, Ursúa se encontraba descansando, descalzo y semidesnudo, en su choza y en compañía de Almesto, cuando doce hombres, al mando de Lope de Aguirre, entraron en su aposento (Aguirre y Zalduendo custodiaron la puerta), y el Gobernador, al sentirles, se incorporó de su hamaca, y al verles les preguntó ¿ qué es esto caballeros, a tal hora por acá ?, y J. A. de la Bandera dijo agora lo veréis, y con una espada, a dos manos, le dio una estocada en el pecho, que le pasó de lado a lado; le siguió Guzmán, Montoya, M. Pérez, M. Serrano, Villena, Diego de Torres, Juan de Vargas, Pedro Fernández y Pedro Miranda. Pero nada pudo hacer Almesto, a pesar de su intento por defender al Gobernador.. El 1 de Enero de 1.561, a las tres de la madrugada, y con 35 años, Pedro de Ursúa agonizaba en el suelo húmedo de la selva, con cuarenta estocadas en su cuerpo y una sola traición en su alma; sólo le quedaron fuerzas para suspirar miserere mei Deus. Después mataron a Juan de Vargas, lugarteniente y amigo íntimo de Ursúa y los dos fueron enterrados, en una misma fosa, por Inés de Atienza. Posteriormente, las muertes se sucedieron, ya más directamente a 530

manos del tirano Lope de Aguirre; y así murieron Guzmán, Zalduendo, Inés y su hija Elvira Otros muchos fueron asesinados, otros huyeron, para perecer después, y los Indios Brasiles les abandonaron. Aguirre, cuenta la segunda parte de la expedición, llegó a la Isla Margarita, y allí murió matando. “En todo caso, ahí quedan frente a frente, durante siglos, el vasco fino, apuesto, diplomático, y el vasco colérico, sardónico y tremebundo: glorificado el uno, maldito el otro”. (J. C. Baroja 1.997, 146). Presente En la actualidad, como antes, la emigración sigue presente en el Baztán. Los caseros que permanecieron en el valle rentabilizaron la amplitud de las viviendas convirtiéndolas en casas rurales, aprovechando así la demanda creciente del turismo rural. Un caso representativo es el caserío Landaberroa, situado en el municipio de Arizkun y cercano a la casa de Ursúa que ha conservado la estructura de la vivienda y la forma de vida de antaño. Está situado en las inmediaciones del municipio, y cuenta con unos 400 años de antigüedad. En el año 1991 se convirtió en casa rural, para lo que fue necesario remodelar la primera planta, en la que siguen viviendo sus dueños: Pilar y Salvador. En la ladera de un monte, junto a un pequeño río cubierto de vegetación, se alza este entrañable caserío, de estilo tradicional con 400 años de antigüedad. Como prueba de su solera, los propietarios conservan los recibos de la contribución desde hace 200 años y han podido constatar que en el registro de la iglesia figuran actas matrimoniales del año 1925. (P. Alonso y A. Gil 1996: 98). Es una casa de piedra con entramado de madera, tejado a dos aguas y formado por planta baja, primera y segunda planta, mantiene el escudo, el arco de entrada y el balcón característico de la zona, así como la piedra rojiza típica del Baztán.. Se ha rehabilitado respetando su estructura externa y las vigas de madera y la tarima del suelo de algunas habitaciones. En las guías de turismo rural aparecen descripciones como la siguiente: el caserío ha sido restaurado con esmero conservando un bonito arco de piedra que da entrada los establos, donde se sigue 531

guardando el ganado en invierno. Ventanas, puertas y esquinas están rematadas por grandes piedras de sillería y, en la fachada hay una bonita balconada que deja ver el entramado de madera de la última planta, donde se guarda el maíz. (P. Alonso y A. Gil 1996: 98).

Caserío Landaberroa. Arizkun

En las inmediaciones del caserío se aprecian la plantación de maíz y en los alrededores el arbolado que se compone de castaños y nogales silvestres, a los que se les han añadido nuevas variedades. Las leyendas sobre brujería son abundantes en toda la zona norte, y concretamente existe una sobre el Caserío Landaberroa: una bruja entraba todos los días por la chimenea del caserío, pero siempre lo hacía después de que el marido hubiera salido, así que la dueña, sintiéndose sola, no se atrevía a enfrentarse a ella y siempre le daba de comer. Un día, cansada del atropello, y no sabiendo como despacharla se lo contó a su marido y éste le propuso que se cambiaran las ropas, y habiendo salido la mujer, disfrazada de hombre, la bruja entró. El marido le arrojó aceite hirviendo en la cara y ya no volvió. (Contada por Pilar Iriarte, actual propietaria del caserío). 532

Prejuicios aparte, el turista puede hospedarse cómoda y módicamente en las habitaciones de este caserío tradicional convertido en Casa Rural, donde sin dejar de ser el hogar de los que siempre han nacido y vivido en él puede degustar un desayuno a base de productos elaborados en la misma casa saboreando al unísono el pasado y el presente del tiempo.

Casa Rural Landaberroa. (http://www.baztan-bidasoa.com) (tlf: 948 45 32 08)

ZONA MEDIA Y RIBERA Tipos de casas En la Zona Media las casa se agrupan en pequeñas aldeas de origen antiguo, que se han adaptado a las condiciones del terreno, sin embargo se ajustan siempre a patrones parecidos. La estructura sigue generalmente el siguiente esquema: 533

-El pueblo se ordena según los sectores de orientación, considerando el cierzo (viento del norte noroeste) y el bochorno (viento del sudeste). -La iglesia acostumbra a ocupar un lugar central, aunque en ocasiones queda aislada en un extremo (generalmente el punto más elevado). -La torre de linaje, más destacada, se encuentra más o menos aislada, pero distinguible. En algunas poblaciones hubo varias. -Las eras están entre las casas abriendo importantes espacios. Son comunales, pero hoy pueden estar destinadas o otros fines. En la casa de la Zona Media impera la piedra (tipo ajimezado), o torre, pero hay edificios que se combinan con el ladrillo y el adobe. El tipo ajimezada se distingue por tener todas o algunas ventanas en ajimez faltando muchas veces el parteluz, que en otros tiempos ha existido. Sus paredes son de piedra, en muchas ocasiones de sillería; su puerta en arco está formada por grandes dovelas, y casi siempre porta escudo nobiliario. Está extendida por toda la zona de piedra, y también se encuentra en la zona de ladrillo; aunque sus ejemplares se dan espaciados. (L. Urabayen 1929: 198). Las torres son de dos tipos: defensiva, casas fortificadas con grandes muros de piedra, poseen algunos detalles como matacanes, ej: Ibero, Etxauri, Lizarraga; y palomares, a primera vista se confunden con las defensivas pero la falta de matacanes y la existencia de ventanitas para la entrada y salida de palomas acusan claramente cual es su destino. (L. Urabayen 1929: 199). DESCRIPCIÓN DE UN PUEBLO: ETXAURI El municipio de Etxauri está situado a 14 kilómetros de Pamplona. Por su cercanía a la capital ha sufrido algunos cambios, pero ha mantenido su estructura original y los elementos más característicos de las poblaciones, las casas y las torres de la Zona Media. El siguiente estudio sobre el municipio de Etxauri expone en primer lugar la ordenación del suelo: natural, artificial y urbano. Seguidamente una descripción de los edificios más significativos del centro histórico y las fases del ensanche. 534

Ordenación del territorio ORDENACIÓN NATURAL DEL TERRITORIO 1. 2. 3. 4. 5. 6.

Pastizales de altura. Peñas de Etxauri, escuela de escalada, robledo (calizas). Almendros, cerezos, encinas, boj (cascajo). Cereal y nuevo arbolado (arcillas). Huertos (tierra de aluvión, meandros). Viñedos.

El término municipal cuenta con 1.363,8 hectáreas, de las cuales de suelo urbano corresponden 33,8 hectáreas. En el punto 4 existieron grandes fincas de cereal, la mayor de todas ella pertenece a la Diputación Foral de Navarra y hasta el año 2001 el ayuntamiento se encargaba de plantar y cosechar el cereal cuyos beneficios repartía con dicha entidad. En el año 2001 fue arrendada a una empresa privada la cual ha plantado fundamentalmente nogales americanos para la producción de madera. Hacia 1965 la principal actividad era la agricultura dedicada a la producción de uva y su posterior elaboración de vino. Existían 16 bodegas, en las cuales el 75 % de la población elaboraba su propio vino. Su escaso terreno para la agricultura, las nuevas formas de cultivo más mecanizado y la situación en la ladera de la montaña han determinado los cambios de cultivos hacia la cereza, el almendro y el cereal. Pero sí existe una reciente (1991) y moderna plantación de viñedo en el señorío de Otazu, al otro lado del río Arga (diagrama punto 6), con su propia bodega; perteneciente al municipio de Etxauri. 535

Las huertas se sitúan en la margen del río Arga y junto a un canal que nace en el municipio de Ibero (situado a 2 Kilómetros), en el río Araquil y muere en el término de Etxauri en el río Arga, después de la confluencia de ambos ríos. La función de dicho canal es la producción de electricidad por parte de Electra Valdizarbe, que aportaba antiguamente a Etxauri. Las huertas ocupan un pequeña parte del suelo rústico, que se nutren del río, cuyo curso se distingue a lo lejos por sus hileras de alamedas y chopos. ORDENACIÓN ARTIFICIAL DEL TERRENO - Carretera - Regadíos - Tuberías de agua - Alta tensión - Actividad ganadera (corral) - Actividad industrial (molino, fabrica de harinas y central hidroeléctrica) - Actividad comercial (ultramarinos, farmacia, carnicería) - Lugares de ocio (bar, piscina y campo de fútbol) La actividad ganadera se concentra en dos focos. Uno de ellos se encuentra en la montaña a la altura del municipio y se basa en la ganadería vacuna. El segundo está situado en un extremo del pueblo, dirección Puente La Reina, y alberga ganadería ovina, aunque recientemente se ha trasladado debido a la próxima construcción de una urbanización en la zona. En cuanto a la actividad industrial antiguamente existió una fábrica de harinas en la zona de las huertas junto al puente que cruza el río Arga y un molino situado en la misma zona, con un nacedero de donde procedía el agua de la que se abastecía el pueblo. Actualmente la única industria existente es una pequeña fábrica subcontratada para la elaboración de piezas de automoción. La actividad comercial se centra en el casco histórico, Siendo todos ellos pequeños comercios situados en la parte baja de las viviendas, al igual que el único bar del pueblo. Otros lugares de ocio como la piscina y el campo de fútbol se sitúan junto al río Arga. 536

ORDENACIÓN DEL SUELO URBANO -

Trama del espacio público. Dotaciones (médico, sociedad, sociedad de jubilados). Zonificación de usos (no existe). Zonificación de tipología de edificios (viviendas adosadas, aisladas, cerradas, bloques de viviendas y viviendas en ladera).

Centro histórico Los edificios más antiguos del centro histórico en su mayoría son torres con algún ventanal de ojivas. El edificio más antiguo (actualmente en ruinas) se encuentra en el camino de Otazu antes de cruzar el puente del río Arga, presentando las mismas características que el resto. Destaca el palacio de cabo de armería situado junto a una ermita en la calle Magdalena, restaurados ambos edificios recientemente. En el proceso de restauración surgió una importante necrópolis del siglo XIII, en la que aparecen sepulturas de 3 tipologías diferentes pertenecientes a personas de todas las edades. Estos edificios, en cuanto a materiales de construcción y características de edificabilidad (ventanas, balcones, orientación del tejado, alero horizontal, etc.) presentan similitudes con los del centro histórico. La vía

(J. J. Martinena 1980: 113)

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principal del municipio es la misma que antaño, alrededor de la cual se sitúan las viviendas más antiguas, incluida la iglesia. Junto a la iglesia se sitúa un palacio torreado del siglo XV en el que la austera monotonía de las viejas piedras se ve alterada por un detalle arquitectónico: en la torre destaca una ventana tripartita, los tres arquillos apuntados descansan sobre dos gruesos maineles achaflanados. Primitivamente los escudos se colocaban en la dóvela central del arco de la puerta, pero a partir del siglo XV la labra heráldica se saca del arco, para darle mayor realce, como ocurre en el citado palacio.

Echauri. Palacio torreado. (Gran enciclopedia de Navarra. Tomo IV. 1990: 157)

Los arcos de numerosas casas antiguas presentan la misma forma que el del palacio torreado, aunque algunas sin escudos. El ayuntamiento está situado al otro lado de la iglesia, donde estuvo durante mucho tiempo instalada la escuela, hasta el año 1980, por lo que actualmente los niños se trasladan a Orkoien o Pamplona. La iglesia parroquial de origen medieval y modificada en el siglo XVIII tiene planta de cruz latina, estando cubierta en el tramo de los pies por bóveda de cañón, y el resto por bóvedas de lunetos, con una cúpula sobre pechinas en el centro del crucero. La portada es de medio punto sin decoración. Hay un pórtico abovedado con lunetos, en el que se encuentra una talla de piedra de la Virgen de época medieval. En el interior, el retablo es neoclásico, con las tallas de Santa Eulalia, San Antonio de Padua y Santa Bárbara, además del crucifijo en el ático. El órgano, de estilo neogótico, fue construido en 1863 por José Antonio Oria. (Gran enciclopedia de Navarra. Tomo IV. 1990: 157). 538

En su término se encuentran las ermitas de Nuestra Señora de los Remedios y de San Quiriaco. CARACTERÍSTICAS DE LOS EDIFICIOS Las casas tradicionales están construidas con materiales obtenidos de la zona, especialmente piedra. Son edificaciones intensivas con un aprovechamiento máximo del suelo, los espacios públicos se reducen a las calles y plazas, éstas eran antiguamente eras, alrededor de las cuales se sitúan las viviendas; que se caracterizan por ser adosadas con dos fachadas en cada una, generalmente de piedra; cubiertas a dos aguas con alero horizontal en fachada principal, muros gruesos con grandes ventanales y balcones; en definitiva, características de una edificación tradicional. Recientemente se han rehabilitado grandes casas, en una de ellas se han construido 12 viviendas, 4 por planta; en otra 7; y en 2 más, otras 2 viviendas en cada una. Esto supone un aumento de la densidad de población en el casco histórico que produce problemas de aparcamiento en la zona. Ensanche TXSNTREA En el año 1948 comienza a edificarse el primer barrio del ensanche, en la misma época que en Pamplona, la capital de Navarra; coincidiendo tanto las condiciones y los materiales empleados como las características de los edificios de la ciudad. El promotor de las viviendas es el Patronato Francisco Franco, el cual proporciona los materiales, que deben ser abonados en 30 años. El terreno donde se edifican las 16 viviendas es comprado a un particular del municipio, y los futuros propietarios deben aportar la mano de obra o contratar a un empleado, condición que supuso la reducción de los vecinos en un principio interesados. Las viviendas de Pamplona se planifican para integrar a los habitantes del campo que se incorporan a la ciudad. En Etxauri la pretensión es satisfacer las necesidades de una población rural acorde con la época, es decir, adosadas con planta baja más una altura, con un local para animales y pequeña huerta. Comenzaron a ser ocupadas en 1941. Estas viviendas recibieron el nombre de Txan539

treas, término que se adoptó para denominar los barrios donde se encuentran situadas en diversos municipios de Navarra. Durante 40 años la tendencia de la población es abandonar el campo y situarse en la ciudad, así que no hay demanda de vivienda y sólo se construye junto a la Txantrea casas aisladas en parcelas independientes y privadas. MENDIGAINA La calle Mendigaina se sitúa frente a la Txantrea, al otro lado de la carretera, pero perpendicular a ésta. Su construcción data de 1980, y el origen del terreno era una escombrera, junto a una nogalera de propiedad municipal y un abrevadero (también se conoce el barrio como la nogalera). Se construyeron 10 pequeñas viviendas adosadas, y en el terreno situado junto a la carretera se edifican posteriormente 3 chalets. PAIARREA Y PAXINETA Las siguientes edificaciones del ensanche comienzan en 1981 y terminan en 1984, siendo los promotores los propios vecinos. Son los barrios de Paiarrea (detrás de la iglesia) y Paxineta fase 1, cuyos nombres provienen de la toponimia de dichas zonas, característica que se repite en próximas urbanizaciones. Los vecinos se alzan como promotores, solicitan el terreno al ayuntamiento, y éste a la Diputación de Navarra que es la propietaria. El ayuntamiento compra el terreno y lo vende a bajo precio a los promotores para la construcción de viviendas de protección oficial, condicionando dicha venta a ser vecino de Etxauri. Son bloques de viviendas adosadas con jardín privado de uso público en Paiarrea y público en Paxineta. Presentan grandes ventanales con balcones y cubiertas a 2 aguas, respetando las características urbanistas del municipio; y su gran diferencia es su única fachada realizada en ladrillo rojo caravista, así como sus asfaltadas calles que contrastan con el cemento que cubre el resto de la trama urbana. La diferencia fundamental de ambas urbanizaciones es la distribución espacial de sus viviendas: en Paiarrea alineadas, y en Paxineta con un pequeño desplazamiento alterno que facilita los aparcamientos y juega con las líneas rectas. 540

LAS MONJAS En 1998 se urbaniza la zona comprendida entre Mendigaina y el Centro Histórico, se trata de una urbanización circular que contrasta con las formas irregulares y rectangulares que caracterizan el municipio. Son parcelas de entre 500 y 600 metros cuadrados de superficie, cuya edificación consiste en planta baja, una altura y bajo cubierta, siendo los materiales de construcción, así como las características de edificabilidad diferentes en cada vivienda. Gran parte del terreno perteneció a una congregación de monjas (motivo por el cual se le conoce popularmente al barrio) que vendió a particulares antes de la urbanización, y un 30 % al ayuntamiento, quien subastó sus 6 parcelas de las 18 resultantes. El urbanismo del barrio es poco generoso, ya que consta de calles en una única dirección (las únicas del municipio) y aparcamientos en las mismas aceras. Son edificaciones aisladas y muy poco comunicativas. Esta urbanización y las siguientes se realizan mediante el sistema de cooperación, siendo el ayuntamiento el promotor. PAXINETA FASES 2, 3 Y 4 La segunda fase de Paxineta se realiza entre 1990 y 1992, la tercera entre 1995 y 1996 y la cuarta entre el año 2000 y 2001. En estas edificaciones se respetan las características externas de los edificios del centro histórico: fachadas en colores cercanos al blanco, alero horizontal a fachada principal, grandes ventanas y balcones. Al igual que Paxineta fase 1, son viviendas adosadas en las que las calles y los jardines son cedidos al ayuntamiento para su conservación y utilización pública, pero la diferencia fundamental es que en la primera fase se construyen dos viviendas en cada planta, con bajera y ático; y en la fase 2, 3 y 4 son duplex con bajera. La distribución de las viviendas y de la trama urbana tiene similitudes con el ensanche de Pamplona, pero en Etxauri las viviendas tienen como máximo planta baja más 2 alturas y en cada barrio o ampliación se han mantenido zonas ajardinadas.

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Pervivencias y cambios PERVIVENCIAS El propio Casco Histórico en un ejemplo de pervivencia, con sus torres, palacio de cabo de armería, ermita, iglesia, etc.. Estos edificios representan la herencia del pasado, realzando la personalidad del municipio y manifestando su historia. El molino, el manantial y dos lavaderos son muestras de pervivencia, y aunque actualmente no ofrecen ningún servicio también son manifestaciones del pasado. Las peñas y las huertas se han mantenido estáticas con el paso del tiempo, las primeras por razones naturales y las segundas por razones prácticas. CAMBIOS La fábrica de harinas, aunque todavía mantiene su estructura, será derruida en un futuro próximo para la construcción de una urbanización. La canalización de infraestructuras, desagües, alcantarillado, depuradora, servicios de telecomunicaciones, etc., han supuesto adaptaciones de mejora medioambiental y la mayoría de las calles fueron en cementadas en el año 2000, actuación muy acertada y deseada por los vecinos debido a la situación tan deteriorada en la que se encontraban las mismas, puesto que la cantidad anual de lluvias es abundante y el deterioro aumentaba aún más en determinadas épocas. La incorporación de autobús de servicio público desde Pamplona y para todo el valle y la adjudicación en el año 2004 de una plaza de taxi ha supuesto una mejora de comunicación con la capital. Hasta finales del siglo XIX la comunicación con Otazu se realizaba a través de una barca, construyéndose un puente sobre el río Arga se vio modificada positivamente esta situación, pero el mayor cambio producido es sin duda las nuevas urbanizaciones del ensanche, la expansión del pueblo y la adaptación de las infraestructuras a la nueva situación. En cuanto a los cambios que se han producido en la agricultura han sido citados anteriormente: cereal por arbolado en los terrenos pertenecientes a la Diputación Foral de Navarra y cereza sobretodo, sustituyendo a los antiguos viñedos. Ambos cambios pueden ser debidos a motivos económicos. 542

LOS CASTILLOS Y LAS CASAS PALACIO Castillos Los primeros lugares fortificados estaban situados en lugares elevados, de difícil acceso, facilitando la vigilancia, y con ello la defensa. El hombre empezó a rodearlos de altos muros, surgiendo en ocasiones núcleos de población. Así nacieron las antiguas civilizaciones. Los romanos perfeccionaron estas construcciones, elevando y ensanchando murallas que rodeaban las ciudades. Pero el castillo, como fortaleza y lugar de residencia surge en los siglos IX y X, en toda Europa, con variados estilos en las diferentes regiones. Su perfeccionamiento abarca hasta primeros del siglo XVI, donde tiene lugar su profunda decadencia en el Reino de Navarra, acentuándose profundamente tras la conquista por parte de Castilla, demoliendo las torres de defensa y vigilancia de los castillos Navarros e incluso los propios castillos. Durante la Edad Media, debido a las invasiones, se produce un fraccionamiento del poder, surgiendo un régimen feudal. El señor va a ser a la vez propietario del territorio, sino de derecho al menos de hecho, y suprema autoridad civil, militar y judicial, con jurisdicción prácticamente ilimitada sobre los moradores de su demarcación o feudo. En el sistema feudal el castillo lo es todo: residencia del señor, sede de la rudimentaria administración local, sala de audiencias, centro y almacén de explotación agrícola y, naturalmente, plaza de armas y refugio de los campesinos de la comarca en caso de guerra. Por ello, el régimen feudal fue el motor que impulsó la construcción de los castillos; por un lado los señores, cada vez más poderosos, y por otro los monarcas, débiles todavía, tratando de neutralizar la creciente hegemonía señorial, en la que veían un peligro constante para el trono (J. J. Martinena 1980: 11). En Europa los castillos surgen en torno a los señores feudales, pero en la Península Ibérica la causa fue muy distinta. En el año 711 los musulmanes invaden la península y durante 800 años se lucha para recuperar los territorios. El avance de la Reconquista hacia el sur implica mantener los territorios recuperados, y para ello, es necesario la construcción de castillos con fines defensivos. Su papel es el de garantizar y asegurar las conquistas cristianas y posibilitar el avance hacia nuevos objetivos (J. J. Martinena 1980: 12). 543

En el siglo IX los musulmanes poseían fortalezas en territorio navarro. La línea de separación entre cristianos y musulmanes sería posiblemente como cree Lacarra, la zona de la Navarra media, que divide la Montaña y la Ribera (J. J. Martinena 1980: 13). En 1134 Navarra y Aragón se separan definitivamente y quedan establecidas las fronteras hasta el final de la Edad Media. Desde mediados del siglo XII, el posible enemigo, el atacante en potencia,

(J. J. Martinena 1980: 10)

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ya no es el Islam, sino Aragón por la parte oriental y Castilla por la parte occidental. Navarra ya no tiene frontera con las tierras ocupadas por los moros y sus posibilidades de expansión territorial han quedado ahogadas por los reinos vecinos (J. J. Martinena 1980: 16). Palacios y castillos poblaron el Reino, pero fundamentalmente la Zona Media y la Ribera. En el mapa de la página anterior, podemos observar que la mayor parte de los castillos se encuentran en zonas fronterizas, sobre todo, en la frontera natural que impone el río Ebro hasta llegar a la localidad de Castejón, de donde se dirige hacia Tudela. DESCRIPCIÓN DE LOS PRIMEROS CASTILLOS Originariamente, parece que los castillos navarros no eran más que torres exentas o aisladas, de planta generalmente circular – también se hicieron cuadradas – emplazadas en la cima de peñas de difícil acceso o montes de cierta altura, para facilitar la defensa y dificultar el ataque. En los núcleos de población de dominio musulmán, el esquema defensivo es muy simple. En la parte más elevada y fácil de defender se alza la torre, el castillo o la atalaya. Al pie de ella, en la elevación que le sirve de asiento, se abren las cuevas, excavadas en la tierra, que sirven de almacén y de lugar de refugio en caso de apuro. El arrabal en la parte llana queda un poco apartado de la defensa y es abandonado por sus moradores ante la llegada del enemigo, que con frecuencia incendiaba las casas que lo formaba. Parece que tras la conquista de la Ribera tudelana por los cristianos este esquema no varió sustancialmente. En algunos casos el castillo adopta la forma de recinto amurallado, con torres cilíndricas, según el esquema clásico de las alcazabas moras. Así era, por ejemplo, el castillo de Tudela. (J. J. Martinena 1980: 17 - 18). Durante el siglo XV, los castillos navarros entran en un periodo de decadencia y abandono, influido entre otras cuestiones por las luchas internas de un Reino dividido. Aún quedaban en pie numerosos castillos cuando en 1512, el Reino es conquistado por Castilla. Fernando, el Católico, ordena al cardenal Cisneros la demolición de los castillos que consideraba de mayor interés. Para llevar a cabo el derribo, el Cardenal no creyó capacitado al virrey Acuña y lo sustitu545

yó por Antonio Manrique, duque de Nájera, que vino con el encargo especial de poner en ejecución lo mandado con la mayor urgencia posible. “ y lo executó tan puntualmente – escribe Moret en los anales – que todo lo mando arrasar menos las murallas de la ciudad y castillo de Pamplona y las de la ciudad de Estella, que venían exceptuadas. (J. J. Martinena 1980: 27). El castillo de Marcilla no fue destruido gracias al valor y determinación de doña Ana de Velasco. Dos de los castillos más representativos de Navarra son el castillo de Javier y el castillo de Olite, que se describen a continuación. JAVIER. CASTILLO DE LOS AZNARES DE SADA El origen del castillo de Javier habría que buscarlo en el siglo X o en el IX, en cuya época sería una atalaya o torre aislada concebida más para la vigilancia que para la defensa (J. J. Martinena 1980: 40). En 1506 nació en el castillo San Francisco Javier, hijo de doña María Azpilizcueta y de don Juan de Jaso. Durante la Edad Media se edificaron alrededor de la torre primitiva distintos edificios defensivos. En la parte delantera las estancias residenciales y la parte posterior al otro lado del patio de armas quedó habilitada para bodegas, graneros y usos similares. En el siglo XV se añadió la torre poligonal llamada de Undués, defendida por matacanes y saeteras. En el flanco opuesto se levanta la torre denominada del Cristo, que alberga en su interior la antigua capilla del castillo. En 1516, por orden del cardenal Cisneros, fueron arrasados los muros exteriores que protegían la fortaleza; las torres fueron desmochadas, cegados los fosos e inutilizados los matacanes y saeteras. A final del siglo pasado el castillo sufrió una desatentada restauración que vino a borrar todo lo auténtico de su recia y noble fábrica. Por entonces se edificó también pegada a los muros, una costosa capilla de estilo neogótico. En 1952 se emprendió una nueva restauración, que ha devuelto al castillo buena parte de su perdida fisonomía guerrera. Una cuidadosa tarea de excavación dio como resultado la recuperación de los fosos y muralla del recinto exterior. (J. J. Martinena 1980: 40)

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Castillo de Javier (J. J. Martinena 1980: 69)

OLITE. CASTILLO-PALACIO DE LOS REYES DE NAVARRA La planta del castillo – palacio de Olite es asimétrica e irregular, debido a las sucesivas construcciones en diferentes épocas, la parte más antigua denota origen romano en sus cimientos. En el siglo XIII consta ya como palacio real, y durante los posteriores los reyes navarros se alojaron en él, realizando sucesivas ampliaciones. En los siglos XVI al XVIII, el castillo, al cuidado de un conserje o alcaide y del patrimonial, conoce una era de lenta y progresiva decadencia. En 1794, sirviendo de almacén militar se produjo en él un incendio. Durante la guerra de la Independencia, Espoz y Mina mandó quemarlo para que no sirviera de fuerte al enemigo; los chapiteles de las torres fueron fundidos para aprovechar el plomo en hacer balas. A partir de entonces, el viejo castillo – palacio quedaría convertido en unas melancólicas ruinas (J. J. Martinena 1980: 70). 547

En 1925 es declarado Monumento Nacional y la Diputación Foral de Navarra, que previamente lo había adquirido comienza las obras de desescombro. En 1937, bajo la dirección del arquitecto don José Yárnoz, se emprendió la cuidadosa restauración del monumento (J. J. Martinena 1980:70). El estilo general del castillo recuerda el de las construcciones cívico militares góticas francesas, lo que no excluye otras influencias, entre ellas la catalana – mallorquina y la inglesa, justificadas históricamente. Los estucados y yeserías, de los que poco queda en la actualidad, respondían a modelos mudéjares y fueron obra de artífices moros tudelanos (J. J. Martinena 1980: 70).

Castillo de Olite (J. J. Martinena 1980: 69)

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Palacios Los palacios de la Montaña y la Zona Media presentan ciertas características arquitectónicas y estructurales diferentes a la Ribera. Los palacios de la Ribera pueden relacionarse (por el tipos de construcción) con los de Aragón y Castilla, según los describe Juan José Martinena. Clasificándolos por estilos arquitectónicos Navarra cuenta con palacios de finales de la Edad Media, Renacentistas, Barrocos y Neoclásicos. Martinena señala cuatro tipos básicos de construcciones palacianes: la de una sola torre, comprendiendo en este grupo las casas – torre de la Montaña; la de dos, una a cada lado de la fachada, posiblemente la más clásica; la de cuatro, puestas en los ángulos y con un patio central, propia de los palacios señoriales fortificados, y por último la casona con ventanas y balcones, de tres o cuatro alturas, cubierta generalmente con un tejado a cuatro aguas, naturalmente se encuentran variantes muy diversas al complicarse o mixtificarse esos tipos básicos (J. J. Martinena 1980: 152). CASA PALACIO CABODEVILLA (GARINOAIN) Constituye un ejemplo de casa hidalga del final de la Edad Media. Sobria portalada, que recuerda por sus dovelas la del castillo de Javier; escudo en la clave del arco; ventana central partida, con dos arquillos conopiales. La parte constructiva más noble es de sillería; el resto, de mampostería. Todo parece indicar una fecha de edificación a finales del siglo XV o comienzos del XVI (J. J. Martinena 1980: 113).

(J. J. Martinena 1980: 113)

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La Ribera, situada al sur de Navarra, es un territorio de grandes llanuras, a veces, de paisajes desolados, otras de grandes regadíos. Un paisaje árido que apenas recuerda los bosques originarios de pino carrasco. La zona de la casa de adobe se extiende por las llanuras emplazadas en los cursos inferiores de los ríos Ega, Arga y Aragón y a ambas orillas del río Ebro. Continuando con la clasificación que Leoncio Urabayen realizó en 1929, en la Ribera encontramos tres tipos de casa: de ladrillo, de tierra cruda y cuevas. La casa de ladrillo presenta paredes de ladrillo, jambalajes blanqueados muchas veces, tamaño menor que el de la casa de piedra y valor estético inferior al de ésta, por la forma y el color. Cubierta a cuatro aguas, en muchas ocasiones gran alero decorado, balcones y una galería bajo el tejado. Muchas llevan escudo nobiliario. (L. Urabayen 1929: 201). En la Zona Media algunas fachadas han sido construidas de piedra, se encuentran con más frecuencia en la zona limítrofe con Aragón de donde parece haberse extendido hacia Navarra y se va ramificando a medida que nos alejamos de Aragón. La casa de tierra cruda presenta dos variedades: de adobe y de tapial, siendo en ambas el tamaño menor que la de ladrillo, y las paredes en ocasiones blanqueadas, presentando aspecto de pobreza. Las cuevas consisten en una excavación en un cerro, aprovechando el desnivel del terreno, los diversos huecos utilizados para puerta, ventanas y chimenea, con uno o varios pisos, dando una fuerte sensación arcaica. Las cuevas se extienden por gran parte de La Ribera; al igual que en Castilla su función gira en torno al castillo, o a una simple torre, sirviendo de refugio o almacén. Casas en las cuevas de las rocas Las casas han sido el primer refugio del hombre primitivo. Los subterráneos servían para resguardarse de las inclemencias del tiempo, así como para ocultarse del enemigo. Las cuevas guardan una estrecha relación con los castillos, puesto que se comunicaban entre sí, en ocasiones mediante extensas galerías. Navarra utilizó sus cuevas con fines de vigilancia y defensa frente a las incursiones 550

de las campañas musulmanas procedentes del valle del Ebro, así como contra sus vecinos aragoneses y castellanos. El subterráneo presenta unas características ambientales y ecológicas idóneas para el reposo: temperatura estable en torno a los 14ºC, ausencia de flora espontánea y atmósfera esterilizada. Antonio Juncá Ubierna argumenta que las cuevas se utilizaron como refugio o almacén, en torno al castillo. No puede asegurarse si las cuevas han precedido a los castillos en sus funciones defensivas o incluso si surgieron de forma simultánea (A. JUNCÁ UBIERNA 1997: 105). En la parte sur de la Zona Media y la Ribera Navarra encontramos dos tipologías de cuevas: los castillos y cuevas comunicados entre sí y el segundo esquema que refiere Cañada es el formado por el castillo en el monte, el escarpe y el río, sirviendo el túnel para comunicar el castillo con el río al objeto de permitir el abastecimiento de agua a la fortaleza mientras ésta permaneciese sitiada. (A. JUNCÁ UBIERNA 1997: 105). Los municipios de esta zona forman agrupaciones más amplias que en la Montaña, la estructura del pueblo es compacta, predominando la agricultura y la amplitud en la propiedad. Las cuevas aparecen a veces agrupadas, otras de forma más aislada, generalmente emplazadas en sitios estratégicos, incluso inaccesibles, presentando las construcciones una tipología muy variable, y la mayoría actualmente aspecto ruinoso. Esquema de plantas de vivienda troglodita

Esquema 1 (A. JUNCÁ UBIERNA 1997: 129)

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Esquema 2 . (A. JUNCÁ UBIERNA 1997: 129)

Popularmente se atribuye la construcción de las cuevas a “los moros”, pero es muy difícil datar su origen, puesto que en la época musulmana Navarra ya contaba con numerosas cuevas que ejercían una función defensiva. Durante los primeros años de dominación castellana, al derruir torres y castillos las cuevas perdieron su función, especialmente las de difícil acceso realizadas en corte de peñas, sin embargo las situadas a pie de suelo volvieron a ser ocupadas como viviendas. El mayor impulso constructor de cuevas se dio desde comienzos del siglo actual, como consecuencia del incremento de la población y escasez consiguiente de viviendas; pero aparte de éste – y de la 552

causa esencial: la pobreza de los “cueveros” – hay otros motivos que impulsaron las excavaciones de estas casas subterráneas: el individualismo, el espíritu de libertad e independencia que hizo a algunos abandonar las casa que tenían en arriendo para no vivir sometidos a la ideología política de sus propietarios.2 (A. JUNCÁ UBIERNA 1997: 129). La siguiente fotografía ofrece una imagen de las cuevas realizadas en cortes de peña, actualmente inaccesibles. Son las cuevas de la Peña del Alto de Lorén en el término municipal de Andosilla, encima de las cuales hubo una sima, actualmente taponada por escombros y derrumbes, por donde se bajaba a las cuevas. Se dice que desde las mismas descendían pasillos subterráneos que tenían por fin recoger agua del río, que por entonces discurría por la misma base del escarpe, lo que dificultaba todavía más su acceso para quienes desconocían la existencia de las galerías (F. M. Martínez San Celedonio 1982: 111).

(F. M. Martínez San Celedonio 1982: 110)

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A. JUNCÁ UBIERNA cita en Bajo el suelo de Navarra el siguiente párrafo de Alfredo Floristán de La Ribera Tudelana de Navarra.

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CONCLUSIÓN La casa tradicional Navarra guarda estrecha relación con el paisaje que le rodea, circunstancia inevitable debido a la utilización de materiales del entorno en su construcción, pero esta relación también se manifiesta en la distribución y ordenación del territorio urbano, en los colores y las líneas, en el carácter introvertido en el norte y extrovertido en el sur, y en las costumbres y ritos simbólicos, más abundantes en el norte por su situación de aislamiento impuesto por la barrera natural pirenaica. Esta relación entre arquitectura vernácula y paisaje es descrita con gran habilidad por Leoncio Urabayen: Los diferentes tipos de casas expresan cierta armonía con el paisaje y el ambiente que les rodea. - El tipo pirenaico con el bloque apretado de la casa y la cubierta de gran inclinación, se halla en consonancia con las masas peñascosas y el ritmo duro de las cumbres y de los picos de aquella región, abundante en rápidos declives. - Subpirenaico septentrional: la ponderación de las masas, la suavidad de las líneas, la alegría del continente, el blanco de las paredes, combinado con el rojo del tejado y el verde de las ventanas, concuerda con el paisaje de formas redondeadas, constantemente, verdes sin asperezas, ni agruras. - Subpirenaica meridional: el suelo menos movido, más severo de líneas y más austero de color armoniza con la casa de esa zona, seria, casi grave, de una serena y digna sencillez. - En la zona de la tierra: las grandes líneas horizontales y el color gris uniforme observan las casas, que parecen esconderse, confundidas en la masa del suelo monótono cuya línea se recorta en el horizonte, sin que el simpático penacho de un árbol la rompa ni la turbe (L. Urabayen 1929: 218). Conforme descendemos por la Comunidad Foral la evolución de los colores, líneas y espacios se manifiesta progresivamente. La influencia europea de ciudades cristianas que respondieron espontáneamente al crecimiento de la población como consecuencia del Camino de Santiago, produce una trama irregular del espacio público - no ajustado a un trazado preconcebido - que confiere a los cas554

cos históricos de pueblos y ciudades unas características peculiares de aglutinamiento de viviendas entremezclado con espacios antiguamente dinámicos y comunales, que en algunos casos se han convertido en eras de esparcimiento para su utilización pública, rompiendo la monotonía de la urbanización y creando espacios abiertos. A estas características responden diversas ciudades y pueblos por los que discurre el Camino de Santiago. Uno de ellos, se sitúa en uno de sus ramales: el municipio de Etxauri, el cual ha servido de estudio para la Zona Media, ya que comparte características comunes con muchas poblaciones de dicha zona. Por su proximidad a la capital Navarra ha sufrido en los últimos años una expansión provocada por los nuevos intereses sociales, en los que impera un deseo de relación con el entorno natural, huyendo de la contaminación sonora y ambiental de las ciudades. El área de municipios que circunda Pamplona y que debe adaptarse a la nueva situación se amplía progresivamente, lo que supone acondicionar todo tipo de espacios a las nuevas demandas de un crecimiento demográfico paulatino. En el caso de Etxauri la expansión ha sido moderada intentando mantener la identidad de un pueblo, y se ha realizado en dos fases: una irregular e irrespetuosa con el entorno y una segunda fase de rehabilitación de edificios antiguos y de mantenimiento de la estética visual de las viviendas. El casco histórico ha recibido al ensanche mediante el alargamiento de sus calles y la construcción de nuevos viales. La diferencia de edificabilidad entre las viviendas del casco histórico y las de la periferia es notable: aproximadamente 6 metros cúbicos por metro cuadrado en 2 plantas o 9 metros cúbicos por metro cuadrado en 3 plantas, en el centro; frente a 1 metro cúbico por metro cuadrado en la periferia. La ausencia de ordenación de la trama urbana produce en algunos casos grandes manzanas, que obligan a recorridos peatonales sobredimensionados que contrastan con la permeabilidad del Casco Antiguo. Esto ha obligado a la apertura de algunas calles en fondo de saco totalmente inconexas, que atienden a intereses exclusivamente individualistas de promoción de cada parcela. También la ausencia de una trama urbana es lo que ha propiciado el desarrollo lineal del núcleo a lo largo de la travesía, generando un modelo 555

poco adecuado, que es proclive a presentar problemas de seguridad en el tráfico, y un modelo de relaciones urbanas devaluadas. Es necesario matizar la barrera natural que imponen las peñas por un lado, y el río en el otro extremo, que aunque no es en sí mismo una barrera sí indica el límite con el señorío de Otazu, lo cual delimita la expansión. Tanto en el suelo urbano como en el rústico prima el uso privado sobre el público. En los barrios se observa una jerarquía de clases, siendo los barrios del centro y los de viviendas adosadas ocupados por vecinos del pueblo generalmente, y las casas aisladas son habitadas por personas que provienen de la ciudad y frecuentemente son utilizadas como segunda vivienda, realizando todo tipo de actividad en Pamplona y convirtiendo al pueblo en una ciudad dormitorio. Los contrastes entre las dos zonas se manifiestan en un entramado más abierto en la periferia, con construcciones de mayor calidad y mejores condiciones medioambientales. En general todos los cambios producidos han supuesto una mejora en las vías de comunicación, calidad medioambiental y en definitiva de calidad de vida, cuya adaptación se rige desde 1998 por las Normas Subsidiarias, aprobadas definitivamente por la Comisión de Urbanismo y Medio Ambiente de Navarra. La conveniencia de la formulación de estas normas viene definida por el hecho de que el territorio disponía exclusivamente de una delimitación del suelo sin Ordenanzas, lo cual era insuficiente para realizar eficazmente todas las demandas urbanísticas. Los objetivos de las Normas Subsidiarias son los siguientes: - Proteger la naturaleza, los recursos agropecuarios existentes y la calidad ambiental. - Establecer las condiciones de rehabilitación del espacio público del actual suelo urbano, especialmente del Casco Histórico, mediante la definición de los usos diferenciados del mismo, (espacio dinámico, espacio estático) y mediante el diseño de su pavimentación. - Regular y corregir las previsiones y formas de edificar sobre cada parcela, mediante la definición de una normativa de edificación. 556

- Definir las vías de crecimiento del núcleo de población atendiendo a los diferentes usos, residencial, industrial y dotacional. Los espacios dinámicos antiguamente eran utilizados para aparcar carros y para trillar. Con las nuevas normas se pretende recuperar este concepto, sobre todo en el Casco Histórico, aunque también en el ensanche con la construcción de bancos y lugares de aparcamiento. El suelo se clasifica en urbano y rural (no urbanizable), señalando un suelo de reserva para un futuro ensanche. El encarecimiento de la urbanización y de la edificación, que se deriva de las características topográficas del terreno situado en fuertes pendientes, desaconsejan agravar las cargas con cesiones gratuitas de suelo neto, que impondría la clasificación como suelo urbanizable. La delimitación del suelo urbano se ha ampliado en unos casos y reducido en otros, de modo que el conjunto residencial resulte centrado, donde se evitan los crecimientos descompensados alejados del centro y dando posibilidad a una mayor oferta de tipos de usos. Dentro de la Ordenación del suelo rural se contemplan diferentes tipos de suelos productivos y otros de interés cultural, paisajístico, productivo, y destinados a infraestructuras. La bodega y el vino En la Zona Media y la Ribera, muchos pueblos han necesitado añadir a sus infraestructuras albergues para alojar a los peregrinos que cada año recorren nuestras tierras en su ruta hacia Santiago de Compostela. Estos caminantes, ya en el siglo XII elogiaban los productos de Navarra, entre ellos el vino, dejando constancia de ello en guías, relatos y cantos de Trovadores. Siglos más tarde adquirieron fama los vinos de Olite, Peralta, Artajona y Tudela. Los usos del vino eran muy variados según relata José Mª Iribarren. Según los pergaminos de la Cámara de Comptos de Pamplona la princesa doña Blanca y las infantas que habitaban aquel fantástico palacio se friccionaban con vino blanco los rubios, largos y sedosos cabellos. A la vista de lo cual, nada tiene de extraño que sus apasionados galanes se sintieran realmente embriagados por la fragancia que exhalaban las regias y femeninas cabelleras. (J. M. Iribarren 1984: 141). 557

El vino constituía la base para un gran número de eventos: acompañamiento en los banquetes, tanto en fiestas como en funerales, como obsequio a los visitantes ilustres, para el camino hasta la horca de los sentenciados a muerte, pero sobre todo diariamente en tabernas y como sustento en las largas jornadas de los agricultores. José Mª Iribarren descubre sorprendido que la leyenda de torres e iglesias construidas con vino (mezclado con la cal) no es una fábula, sino realidad histórica. (J. M. Iribarren 1984: 145). Añade que las iglesias navarras de Allo, Peralta, Mañeru, Arróniz, Artajona, Cirauqui, Mendigorria y Los Arcos han sido construidas mediante este procedimiento. Yo era también de los que creían que esto de las iglesias hechas con vino era una de tantas fantasías populares. Me convencí de lo contrario leyendo la Estadística Navarra que escribió en 1858 el pamplonés don Florencio Sanz Baeza. Dice así este escritor: La falta de extracción del vino común producía lo que nosotros hemos visto muchas veces en lo que va de siglo actual y es: 1º que el vino se arrojaba por las calles en unas poblaciones para dar cabida a la nueva cosecha; 2º que en otras en que se hacía algún edificio y el agua para mortero estaba lejos, empleaban el vino para hacerlo, porque les costaba menos que el porte de agua; fuentes de vino se ponían en algunas poblaciones durante las fiestas, y por cualquiera pequeña indisposición o cansancio, se daban baños de vino a los ganados. (J. M. Iribarren 1984: 145). Los pueblos mantuvieron la costumbre de hacer el vino cada año, no para vender, sino para consumirlo en familia y con los amigos. Todos los pueblos contaban con numerosas bodegas, que eran visitadas por los hombres después de terminar las faenas del campo. Sobre todo, existía la costumbre de ir a catar el nuevo vino, casa por casa, ya que no hace mucho tiempo cada familia de agricultores tenía su pequeña bodega en los bajos de la vivienda. En la Montaña se utilizaba el lagar para la elaboración de la sidra en la planta baja, a diferencia de la Zona Media y la Ribera que utilizan los lagares para la elaboración del vino. Los sótanos de las casas dejaron paulatinamente de ser utilizados como bodegas para convertirse en despensas, que con el tiempo fue su único cometido. 558

Tudela: convivencia de culturas Bodegas, cuevas, castillos, palacios, ermitas y monumentos pueblan tanto la Montaña como la Zona Media y la Ribera. Son los vestigios de las diferentes culturas con las que convivieron nuestros antepasados, cuyas relaciones en unas ocasiones fueron amistosas, y en otras de hostilidad, pero todas esas civilizaciones plasmaron sus manifestaciones artísticas en nuestra Comunidad. Un ejemplo de ello es Tudela, considerada la segunda ciudad importante por su población y desarrollo. Tudela es al mismo tiempo urbana, industrial y rural, vega, fortaleza, puente, encrucijada, y en cualquier caso una ciudad privilegiada, en la que las obras de arte, los recuerdos históricos, el presente y el futuro, forman un todo indestructible. La Ribera de Navarra y concretamente Tudela, ciudad musulmana, con Mezquita Mayor, zoco y abigarrado caserío, al abrigo de la Alcazaba están supeditados Al Andalus hasta 1119, siendo frontera de dos fes: La Musulmana y La Cristiana, y dando ejemplo de convivencia en la coexistencia durante 400 años de tres culturas: Cristiana, Musulmana, y Judía.

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(http://www.tudela.com/turismo/htms/historiayarte.htm). Aún quedan vestigios de las tres culturas, como el barrio de la judería, el trazado urbano que se rige por los principios de la Edad Media, y continuamente aparecen restos romanos en las excavaciones destinadas a nuevas construcciones. Monumentos: Puente sobre el río Ebro Castillo de Sancho VII El Fuerte. Monumento al corazón de Jesús. Torre Monreal Atalaya del SXII Monumento a Benjamín de Tudela Murallas del SIX LA JUDERÍA NUEVA En el Año 1170, el rey de Navarra Sancho VI el Sabio, decreta el traslado de la población Vetula a un nuevo emplazamiento, junto a los muros del Castillo, para facilitarles una mejor protección. El nuevo barrio se articulaba en torno a la actual calle del Paseo del Castillo y su paralela calle de San Miguel. El progresivo aumento de población durante los siglos XIII y XIV, propició la ampliación del barrio que se extendía por las calles de Pelaires y Cortapelaires, San Pedro, Tres esquinas, etc. En esta judería se documentan al menos dos sinagogas: la Mayor y la Menor de cuya ubicación no se tiene noticia. Parece que hubo una tercera dedicada específicamente para el sobredicho barrio de los Tejedores. http://www.tudela.com/turismo/htms/historiayarte.htm La huella visible de las diversas incursiones e invasiones de los múltiples pueblos que se acercaron a nuestros territorios es más notable conforme descendemos hacia la Ribera. Las condiciones topográficas de la Montaña, sobre todo los Pirineos, ejercieron de barrera natural, y sus habitantes opusieron mayor resistencia a los conquistadores – tanto si provenían de culturas distantes, como contiguas – luchando siempre por mantener todas las señas de identidad que definen un pueblo. Los avances técnicos y tecnológicos actuales conducen a la desintegración de los sistemas de vida tradicional, caracterizados por una relación en armonía con el entorno natural.

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ESTUDIO VI

CARACTERÍSTICAS FORMALES DE LA CONSTRUCCIÓN TRADICIONAL EN CASTILLA-LA MANCHA

Javier García Bresó Profesor Titular de Universidad Antropología Social UCLM

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ados los tiempos que corren, ofrecer visiones globales sobre las construcciones tradicionales puede ser un error. Es mejor clarificar desde el principio que ante la dificultad de presentar la totalidad de las construcciones, lo que casi siempre se hace es un resumen de lo que se entiende como más característico, e incluso de lo que más llama la atención o resalta por cualquier circunstancia a pesar de que no sea la norma. Por ejemplo, se suele considerar como fachada característica en las construcciones de La Mancha el zócalo de color azul o añil combinado con el blanco. Pero estoy convencido que si se hiciera un recuento en toda La Mancha, y también en el resto de la región, de los colores que se imprimen en los zócalos de las casas, el más general y el que más se utiliza sería el gris. Este color es tan “normalucho”, tan repetido y tan poco llamativo que ni siquiera se toma como referente. Precisamente el gris es uno de los colores más baratos y fáciles de obtener al mezclar la blanca cal con las cenizas o los restos de maderas carbonizadas. Sin embargo el que se considera como referente es el azul añil o índigo, que precisamente es un tinte originario de la India. Hablar de la arquitectura vernácula, popular o tradicional en Castilla-La Mancha, como en cualquier otra región de España, significa precisamente profundizar en la diversidad. En territorios tan amplios no es posible encontrar un denominador común en la morfología de la construcción. Tampoco en las características culturales de sus gentes. Pero es posible, a través de los estudios que se han realizado, conocer ciertas construcciones que ya forman parte más

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de la historia que de la realidad y que sin duda tienen características peculiares y propias tanto en la forma como en los materiales de su construcción. Y la razón de su existencia está tanto en las legislaciones patrimoniales de las Juntas de Comunidades como en la resistencia de las personas a dejar perder parte de su memoria cultural. El problema es que algunas publicaciones que tratan el tema de la vivienda cometen dos errores. Por una parte enfocan el asunto de una manera globalizada y por otra centralizan su análisis en La Mancha, que es la mayor comarca en extensión, pero no la única y un motivo más para que en Guadalajara se sientan incómodos. Quizás la generalización sea consecuencia de los pocos estudios que se han realizado sobre la arquitectura rural en Castilla-La Mancha. Pero es una pena para el conocimiento de la región, que cuando salen a la luz publicaciones como la edición que Paul Oliver organizó en la Enciclopedia of Vernacular Architecture of the World (1997), el tratamiento que se le da a la región no incluya alguna representación gráfica de los modelos de construcciones mencionados1. La obra mejor documentada sobre la arquitectura vernácula del mundo, que contiene ejemplificaciones sobre las construcciones de una enorme variedad de culturas y pueblos (se pueden contar hasta 1.278 áreas o grupos diferentes), no incluye ni siquiera un dibujo o fotografía de algún molino. Aunque un ejemplo de la característica “arquitectura negra” de la provincia de Guadalajara hubiera sincronizado mejor con la edición mencionada. No son muchas las publicaciones, que hasta el momento se han realizado, sobre la arquitectura vernácula en la región. Pero siguiendo su pista se puede presentar una muestra de, por lo menos, lo que ha interesado a los investigadores. Y si se tiene en cuenta que la motivación del interés puede ser difundir aquello que se considera digno, peculiar e importante, pues tendremos casi como una mues1

José Luis García Grinda, 1997, “Castillian: La Mancha”, pp. 1530, en: Paul Oliver (ed.) Enciclopedia of Vernacular Architecture of the World. Cambridge University Press, 1997.

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tra al azar de la construcción en la región. Y no quiero que se pierda de vista que esta muestra si bien no se toma como característica de la región por lo menos hemos de aceptar que está en la región. Cuando los estudios sobre arquitectura rural sean más abundantes y conozcamos con mayor amplitud los modelos constructivos, podremos buscar coincidencias y establecer la vivienda o las viviendas más características no sólo para La Mancha sino también para Castilla. Cuando hablamos de la casa en Europa no podemos prescindir de la significación que Lévi-Strauss nos ha presentado vinculándola a la idea de familia2. Quiero puntualizar que también es posible aplicar una significación más interculturalista de la vivienda. Dado que no sólo se construye en Europa sino en todo el mundo. Todas las culturas del mundo poseen viviendas de uno u otro tipo. Además la vivienda es el lugar primario para la mayoría de las personas. Y desde luego que la vivienda representa la mayor parte del entorno construido, aunque haya otro tipo de edificios. La vivienda es el producto más influenciado por la cultura y por la misma está sujeta a variaciones peculiares y que pueden llegar a caracterizar a los pueblos. En estos términos se expresa Amos Rapoport3 (2003: 38) para clarificar que la casa es un sistema de lugares, dentro de los cuales se realizan unos determinados sistemas de actividades, que son en definitiva los que perfilan la construcción en cada cultura. Luego es la cultura la que modela y diseña la vivienda. El uso de unos materiales u otros dependerán de cómo las personas solucionen sus propios problemas actuando conjuntamente con lo que tienen a su disposición en el entorno o medioambiente. Y lo representa con varios esquemas como el que se muestra.

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Lévi-Strauss, Claude, 1985 (1979). La vía de las máscaras. Siglo XXI Editores, S.A., 2ª edición. México. 1996, “Casa”, pp. 144-145, en: Bonte, Pierre e Izard, Michael. Diccionario Akal de Etnología y Antropología. Akal Ediciones. Madrid. Rapoport, Amos, 2003. Cultura, arquitectura y diseño. Ediciones UPC. Barcelona.

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Esquema de Rapoport, 2003: 38

Dos modelos de viviendas esquematizadas que clarifican la relación de las personas con su entorno o con su espacio de acción. Y lo relevante es que la morfología de las construcciones estará estrechamente relacionada e incluso dependiente del conjunto de actividades que desarrollen las personas para enfrentar los problemas que la vida misma les va a ir planteando. Así el uso de uno u otro material será el medio para resolver el problema, pero no el condicionante que obligue a las personas al uso específico de ese material. Una de las construcciones más abundantes en la región y en otras muchas de España son los bombos, chozos o también llamados cucos. En La Mancha están construidos con piedras calcáreas, que se presentan en la naturaleza como costras de cal comprimida. Pues bien, en estas zonas, el bombo, no se empezó a construir porque existiera ese material sino porque el ser humano resolvió el problema de sus necesidades en estrecha relación con el entorno. En un magnífico dibujo del interior de un bombo, Pedrero Torres (1999: 21)4, nos clarifica que este modelo de construcción cumple con la idea de Rapoport como sistema de lugares.

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Pedrero Torres, Jerónimo, 1999. Inventario de los bombos del término municipal de Tomelloso. Ediciones Soubriet S. L. Tomelloso.

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Sección de un bombo de tres jaulas. © Pedrero, 1999: 21

Planta de un bombo de tres jaulas. © Pedrero, 1999: 29

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Como señala Rapoport (2003: 46): “Un lugar es, antes que nada un medio que define la situación en la que se realiza el comportamiento ordinario. Los límites de este medio, la forma de marcar estos límites, las personas que pueden penetrarlo, etc. varían con la cultura. De esta manera, los ambientes son culturalmente variables”. Por tanto la forma de las construcciones está estrechamente vinculada a la acción. O lo que es lo mismo, esa cualidad por la que podemos identificar la vivienda, muy relacionada con el estilo, viene determinada por las personas que actúan e interpretan sus diversos papeles. Así el medio y el comportamiento dentro de él dependen de lo que se considere apropiado y de lo que se espera en un determinado lugar. Rapoport (20003: 47) clarifica que: “El vínculo entre reglas, comportamiento y cultura consiste en que, al cambiarse normas culturales, cambian también las actividades apropiadas para diferentes ambientes y las correspondientes señas. Es importante tanto para comprender las diferencias culturales como para las situaciones de cambio cultural… y por consiguiente para el diseño.” Luego las formas cambian a tenor de las diferencias culturales y no exclusivamente por condicionantes del entorno o medioambiente. Incluso Rapoport va más allá al especificar que un lugar no es lo mismo que un espacio, ya que el espacio puede ser multiambiental. Es decir, que un espacio puede contener diferentes ambientes o lugares. Y una vivienda o una casa no está exenta de que los mismos espacios sean ocupados para distintas funciones. En el bombo la primera jaula no es sólo el lugar para el fuego o los aperos de labranza, sino también un lugar de paso a la cuadra y al dormitorio, y un lugar de reunión, un comedor, etc., un lugar para las relaciones sociales. Pero a veces puede suceder que el lugar se va apropiando del espacio. Quiero decir que la utilización continuada de un espacio para un propósito puede generar la necesidad de realizar una ampliación en la vivienda. Y ese podría ser el origen de un espacio propio para el dormitorio o la cuadra o la cocina, o de cualquier 572

otra dependencia. Una manera de proceder que también puede aplicarse a la casa manchega. En un artículo que podríamos considerar más histórico que analítico, Miguel Fisac (1985)5, como muy acertadamente enfatiza don Manuel López-Villaseñor, lanza “un S.O.S., un grito casi desesperado a favor de algo que si no ha desaparecido totalmente, está a punto de desaparecer de una manera irremediable” (op. cit.: 53). Crítico y acusador, Fisac arremete no sólo contra los ‘irremediables cambios socioeconómicos’ que se han producido en España a lo largo de las décadas de los cincuenta y sesenta sino también contra los agentes sociales y empíricos del cambio, causantes de la discontinuidad arquitectónica en esta zona del país. En el artículo, el gran arquitecto vanguardista, se nos revela como un culturalista profundamente manchego y tradicional. Su acusación parece fundamentarse en que los nuevos edificios que se empiezan a construir en los pueblos manchegos, carecen de la gracia formal y estilística de lo que él descifra como “arquitectura popular manchega”. Traza lo característicamente manchego como proveniente de los antiguos edificios campestres. Las casillas o quinterías o también casas de labor, como puntualiza (op. cit.: 27): “El modelo típico, y más generalizado, es el que programa el habitáculo para dos gañanes y dos pares de mulas. Y las necesidades que este programa entraña, es el que corresponde a todas las funciones que se han de realizar dentro de la casilla: las de comer y dormir principalmente, y las mismas para las bestias”. Todo tiene su fundamento en las actividades agrícolas (Hoyos, 1955: 7-8)6 que se realizan durante el ciclo anual. Así las casillas dan respuesta o sirven para las cuatro estaciones. La profunda funcionalidad de la casilla o quintería Fisac la ve en la “conjunción de factores programáticos y estructurales, tan íntimamente conjugados, que resulta difícil separarlos para su análisis’ y en el tapial o muros 5 6

Fisac Serna, Miguel, 1985. “Arquitectura popular manchega”. Cuadernos de Estudios Manchegos. Nº 16, II época, pp. 17-54. Ciudad Real. Hoyos Sancho, Nieves de, 1955. “La Mancha”. Temas Españoles, nº 184. Publicaciones Españolas. Madrid.

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Dibujos de alzado y planta de la casilla o quintería a la izquierda y de la casa popular manchega a la derecha con sus dependencias derivadas de la quintería © Miguel Fisac, 1985

de tierra apisonada como factor clave en la edificación. En el que Fisac detecta vinculaciones prehistóricas. La continuidad formal y estilística, esa es la clave que Fisac reclama en la arquitectura popular manchega contemporánea y que no se ha producido tan eficazmente desde las décadas del despegue económico de España. El prestigio social y los nuevos ricos de esas épocas no vieron precisamente en la continuidad arquitectónica el futuro de las nuevas viviendas. Es muy claro Fisac, y quizás arriesgado, al señalar que tanto la aristocracia como los nuevos ricos expresaron la ‘ostentación de su opulencia” variando el modelo arquitectónico de sus casas. Se trataba de reemplazar lo simbólicamente representativo y que estaba asociado a la pobreza. Que la vanidad sustituya a un modelo histórico, bien integrado con el medio rural es algo que Fisac no puede digerir, porque él tiene muy claro que: “La casa popular de los pueblos de La Mancha es la yuxtaposición de varios edificios análogos a las quinterías, en los que se han 574

distribuido los compartimentos necesarios para una vivienda: Cocina-comedor, dormitorios, cuadras, cámaras, graneros, etc., y todo ello congregado alrededor de un patio-corral, generalmente con su pozo, y protegido por una tapia con su puerta de entrada, con anchura suficiente para que puedan pasar caballerías y hasta carros” (op. cit.: 32). Para Fisac este modelo agrícola y tradicional en la zona de La Mancha tiene relevancia, porque además es el resultado de la interacción cultural del hombre con el medio y que le lleva a cumplir un fin concreto, desde luego muy laboral. Por eso creo que la concordancia entre Fisac y Rapoport es profunda. Cualquier casa de labor de la zona manchega de la región tendrá siempre un sistema de lugares bastante parecido (Feduchi, 1984: 34-36)7. Así se puede ver en el plano de una casa de labor dentro del término municipal de Ciudad Real. Destaca el corral o patio, entorno al cual se levantan las dependencias. La casa ha sido estructurada en base a los lugares ocupados por las personas, por los animales domésticos y por los productos agrícolas. La entrada principal da acceso a las dependencias de residencia como dormitorios, cocina, comedor y despensa. Y destaca la cocina de gañanes junto a la cuadra de los ya históricos burros y mulos, que han sido sustituidos por los tractores. La figura del gañán ha desaparecido en la actualidad. Los gañanes eran los mozos de labranza que recibían un salario o jornal a cambio de su trabajo, además del “pijual” o lo acordado con los amos de una cantidad de aceite y patatas. En otro plano de una casa rural manchega el sistema de lugares se ha incrementado con la bodega, situada en el patio. En este tipo de casas el patio, diferenciado del corral, es un espacio que puede ser utilizado para la extracción del mosto de la uva, que se hace a principios del otoño. Es decir, es un espacio que contiene varios lugares, marcados por las diferentes actividades en el año.

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Feduchi, Luis, 1984. Itinerarios de arquitectura popular española. Tomo V: La Mancha, del guadiana al mar. Editorial Blume S. A. Barcelona.

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Casa manchega según M. Terán. (Martínez, 1985: 193)8

Como buen conocedor de las formas arquitectónicas en La Mancha y de su futuro poco halagüeño, Fisac reivindica no sólo la recuperación de los edificios antes de que sean historia sino la posibilidad de la continuidad en las formas como un modelo identificador. El inevitable cambio socioeconómico puede variar la funcionalidad, pero no tiene porqué suceder lo mismo con la estética. Este sentido de integración ya había sido destacado también en un brevísimo artículo de G. Valentín Noblejas (1932, 1: 19-20)9 en donde resalta la expresión plástica en la estructura y el aprovechamiento de las cualidades decorativas naturales de cada material. Con brevedad describe algunas construcciones como la ermita de Tembleque, un molino de los Yébenes, la escalera de la posada de Manzanares, el porche de una posada en Puerto Lápice y un patio 8 9

Martínez Gil, Fernando, 1985. “Etnología”, pp. 190-219, en: Castilla-La Mancha. Historia, arte y etnología. Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Madrid. Noblejas, G. Valentín, 1932. “El funcionalismo de la arquitectura popular manchega”. Ingar, vol. 1, pp. 19-20. Madrid.

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en Madridejos. Ejemplos de representaciones muy manchegas. Pero sobre todo enfatiza el color blanco que da la cal. Como en otras partes de España, la cal proporciona una estética familiar en La Mancha y esto ya desde hace muchos siglos. Lo que comenzó como una medida de higiene se ha transformado en la expresión estética para muchos pueblos, y también para La Mancha, en donde como expresa Valentín Noblejas puede considerarse como el denominador común de la arquitectura rural. También es necesario mencionar las construcciones más representativas de La Mancha. Me refiero a los molinos y a las Ventas, que fueron lo que hoy podríamos denominar como los hoteles de carretera de la Edad Moderna. Aunque también se llamaron posadas y que por varias Reales Pragmáticas se empezaron a construir desde finales del siglo XV o principios del XVI (Prieto et alii, 1971: 177)10. Aún quedan algunas y como Fisac reivindico su existencia para que ese patrimonio no sea totalmente transformado.

Perspectiva (izq.) y plano de planta baja (der. arr.) y alta de la Venta Nueva de Villamanrique, Ciudad Real.© Prieto et alii, 1971 10

Prieto García-Ochoa, Ildefonso, LOPEZ Carricajo, Vicente y CORCHADO Soriano, Manuel, 1971. “La Venta Nueva del término de Villamanrique”. Cuadernos de Estudios Manchegos, n º 2, II época, pp. 175-186. Ciudad Real.

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(a) Vista frontal del altillo; (b) Vista de la entrada principal. Venta de Borondo, Daimiel, Ciudad Real. © Javier García Bresó

La antigua venta de Borondo, situada en el término municipal de Daimiel, Ciudad Real, pero vinculada a Bolaños de Calatrava por la propiedad de sus dueños. Esta venta se ha constituido como un referente para la arquitectura rural no sólo por ser una magnífica construcción del siglo XV sino porque el novelista José Aranda Aznar le dedica el título y la acción en su libro La Venta de Borondo11. Por término general, en estos edificios se suele construir una pequeña torre que sobresale del cuerpo del edificio. Un perfecto mirador en la llanura y quizás una herencia incorporada de las antiguas torres del homenaje de los castillos medievales. Este elemento, a su vez, es también incorporado a las casas de los pueblos. Así se puede ver en Dosbarrios, dos pequeñas elevaciones laterales que enmarcan los límites de la fachada; casi parecen ser una copia de la torrecilla o altillo de la Venta de Borondo. En Dosbarrios se observan algunas casas más de este tipo con dos elevaciones en la fachada. También en otros pueblos de La Mancha albaceteña se puede encontrar esa influencia arquitectónica derivada de la venta castellana. Un diseño más complejo se puede ver en La Roda, Albacete, con una torrecilla octogonal. Otra de las construcciones a destacar son los que Cervantes llamó “gigantes”: los molinos de viento12. Aunque hoy han perdido 11 12

Aranda Aznar, José, 1998. La Venta de Borondo. Huega y Fierro Editores. Madrid. Sánchez Molledo, José Maria, 1987. “Molinos de viento en España. Evolución histórica y localización actual”, pp. 199-212, en: IV Jornadas de Etnología de Castilla-La Mancha. Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Toledo.

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La Roda, Albacete. © Javier García Bresó. Casa de Dosbarrios, Toledo. © Javier García Bresó

su antigua función de moler el cereal, si es cierto que han generado un fenómeno social en los pueblos de La Mancha donde existen. Sobre todo en Consuegra (Toledo), en Mota del Cuervo (Cuenca) y en Campo de Criptana (Ciudad Real), donde sus agrupaciones de molinos impactan a los visitantes porque en realidad son construcciones de tamaño considerable. En estos pueblos los molinos han generado un orgullo local y han formado asociaciones de amigos de los molinos para vigilar su deterioro y mantener su preocupación por estas construcciones. Se publican revistas como Aspas Manchegas de Mota del Cuervo y se realizan jornadas que inducen al estudio de los molinos de viento. Y desde hace ya algunos años se celebran fiestas donde se ritualiza la molienda. Todo un fenómeno social que indica que los molinos han renacido con una nueva función en unos pueblos que se niegan a olvidar su pasado. En el dibujo se puede observar la organización interna del molino. Pero no puedo pasar por alto el mejor esquema que se ha realizado sobre la representación del molino y todos los componentes mecánicos que hacían y hacen funcionar a estos “gigantes”. Creo que con ello se

Yribarren Muñoz, María y Toraño Olivera, Mariano, 1987. “Descripción y funcionamiento del molino de viento manchego”, pp. 243-257, en: IV Jornadas de Etnología de Castilla-La Mancha. Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Toledo.

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demostrará que en La Mancha existe una arquitectura vernácula que no puede dejar de ser representada en las más importantes enciclopedias que traten el tema de la construcción tradicional.

Representación de las tres plantas de un molino manchego. © Junta de Comunidades CLM.

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También hay molinos hidráulicos en las llanuras manchegas sobre el Guadiana y algunos de sus afluentes. Ciertamente ya no funcionan. Aún está pendiente que algún historiador indague en las razones, causas y consecuencias de la reestructuración del cauce del Guadiana. Desgraciadamente a Cervantes ni a otro famoso escritor se le ha ocurrido mencionar la existencia de estos molinos. De ahí que no despierten mayor interés, a pesar de que fueron técnicamente más sencillos y rentables. Pero también han sido estudiados por algunos investigadores en la provincia de Albacete13. Los silos o casas-cueva, como también se les ha llamado, son más característicos en algunos pueblos de la provincia de Toledo. En Villacañas y Madridejos sobre todo han generado acciones sociales para su mantenimiento e investigación. Estos silos son excavaciones subterráneas normalmente en tierra, que ocupan la dimensión de un

Planos en planta y alzado de un silo de Villacañas, Toledo. (Martínez, 1985: 195)

13

Gómez Cortés, Jesús y García Sáez, Joaquín, 1987. “Los molinos de agua de Zucaña (Almansa): Un modelo de arquitectura popular”, pp. 271-284, en: IV Jornadas de Etnología de Castilla-La Mancha. Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Toledo.

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celemín (Sarabia, 1987: 150; García, 1985: 109)14. En el primer cuadro excavado se incluyen tres aberturas que llevan hacia tres habitaciones. La planta contiene también otras habitaciones para los animales y el pajar con lumbreras para ventilación y para meter la paja. El silo constituye un claro ejemplo de las soluciones que presentan algunos grupos de personas para vivir en un determinado hábitat. No son las condiciones del medio quienes llevan a construir estas viviendas sino el resultado de una combinación de factores que las personas conjugan para poder establecerse donde quieren hacerlo. Otros modelos de viviendas con cierto parecido a las casas manchegas se pueden encontrar en la provincia de Albacete. García Sáez ha clasificado dos modelos de viviendas en la zona de Almansa: la casa de montaña y la casa de llano o labor. Sobre la Casa de Montaña nos dice que “son construcciones pequeñas situadas generalmente en emplazamientos accesibles y accidentados. Su característica principal, es que no tienen un patio como elemento al cual van a dar todas las dependencias de la casa. En ocasiones la vivienda se apropia de los espacios colindantes delimitándolos con una tapia o murete. Estas construcciones sólo tienen una vivienda, la de labradores, siendo el número de elementos funcionales de los que consta muy reducidos: hogar, horno, cuadras, gorrineras y en ocasiones cobertizo, como en la Casa de Sánchez. Se construyen con piedra en forma de mampuesto unido con mortero. Son menos refinadas, no tienen canecillos de ornamentación en los muros y por tanto la teja está en contacto directo con éstos. No es frecuente que tengan zonas de almacén, pues todo son dependencias para personas y animales” (García Sáez, 1988: 55-57)15.

14

Es una medida popular de superficie que equivale a unos 537 m2. Sarabia López, María del Pilar, 1987. “Arquitectura popular en Villacañas: Un modelo a estudiar en el área rural manchega”, pp. 141-152, en: IV Jornadas de Etnología de Castilla-La Mancha. Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Toledo. García Martín, Francisco, 1985. “Los silos de Villacañas. Un mundo aparte”, pp. 107-113, en: III Jornadas de Etnología de Castilla-La Mancha. Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Guadalajara.

583

Planta de la Casa Sánchez. © García Sáez, 1988: 57

La Casa de Llano o Labor “es una gran construcción que se sitúa en zonas llanas. En estos edificios siempre encontramos más de una vivienda, en ocasiones hasta tres: la de los señores, la de los labradores y la del pastor. Se desarrollan siempre en dos plantas… El elemento que las caracteriza y las diferencia de las anteriores es el patio… Los materiales constructivos empleados, además de la piedra, se amplían al uso del barro, en forma de tapial y al ladrillo en brencas y canecillos de coronación de muros” (García Sáez, 1988: 57-59).

Planta de la Casa Vieja de los Crespos. © García Sáez, 1988: 58

15

García Sáez, Joaquín, 1988. La edificación rural en el término municipal de Almansa. Instituto de Estudios Albacetenses. EXCMA. Diputación de Albacete. C.S.I.C. Confederación Española de Estudios Locales. Serie I, Ensayos Históricos y Científicos, nº 38. Albacete.

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Los caracteres manchegos van despareciendo gradualmente hacia el sur, con influencias andaluzas y levantinas, respectivamente, al oeste y al este. Así, se pueden observar en varios pueblos como Alcalá, Letur, Liétor, terrazas y galerías que recuerdan los solanares y engolfas, así como en Peñas de San Pedro, Chinchilla, Férez, elementos próximos también a tipología aragonesas (Feduchi, 1984: 433-434).

Ejemplos de solanas. © Feduchi, 1984: 434

En estos pueblos se aprecian multitud de detalles, tanto en la estructura de las calles en pendiente, retorcidas y de poco carácter urbano, con sucesivos ensanches en las confluencias, como en sus casas altas y estrechas, apretadas y de gran movilidad volumétrica, con muros de tosca mampostería y pasadizos, solanas, chimeneas que recuerdan a los pueblos jieneneses de las sierras de Cazorla y Segura. Lo mismo sucede en Ayna y Liétor, ambos en las márgenes del río Mundo, sobre pendientes muy pronunciadas que dan lugar a zigzagueantes bajadas en que los cambios de nivel se resuelven improvisadamente y a medida que se desciende y donde es frecuente el efecto de quilla en construcciones terminales de calles, asentadas sobre cotas muy diferenciadas, efecto que también se puede ver en Chinchilla, donde destacan edificios de tres plantas, de sillería, con balcones, rejas y portadas (Feduchi, 1984: 434-435). 585

Calles y algunos tipos de recercados. © Feduchi, 1984: 435

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La provincia de Guadalajara también incluye diferencias constructivas según se encuentren en la Serranía, la Campiña o la Alcarria. En esta última las construcciones típicas son de muros de mampostería rejuntada con yeso, con pilares cuadrados en los ángulos y entramados de madera rellenos de tapial en las altas. La cubierta es de teja, a dos aguas, con el caballete paralelo a la fachada. La distribución de las casas es básicamente igual: la planta baja se dedica a cuadra y aperos y la primera a dormitorios, sala y cocina, aunque hay también numerosos casos en que ésta se dispone en planta baja. Esta variante depende de que la vivienda tenga o no un pequeño corral posterior. De tenerlo, lo que normalmente ocurre en las casas más antiguas, en él se sitúan las dependencias agrícolas y ganaderas, con la cuadra, el gallinero, y las zahúrdas de los cerdos. En este caso la planta baja se dedica a la vida familiar y a las relaciones sociales, con tres lugares fundamentales: el portal, la cocina, con la lumbre baja, escaños o sillas bajas, todo al abrigo de la gran campana, y el comedor, que no es de uso diario ya que la familia se reúne habitualmente en la cocina. Es bastante general la existencia de un patio, cerrado por tapias de no mucha altura, en la parte delantera de las casas y aprovechando las esquinas, con un porche o cobertizo si el tamaño lo permite. Abundan las solanas, en la fachada que da a la calle o en una de las laterales sobre un cuerpo bajo contiguo, o bien, en este último caso, en forma de balconada corrida adosada al hastial. Otro detalle muy frecuente es el de una tronera o hueco abuhardillado abierto en la pendiente de la cubierta, del que sobresalía una viga con una garrucha para introducir la paja en el desván. Pero hoy ya no se utiliza puesto que ya no se guarda la paja en el pajar. En el municipio de Almonacid de Zorita, el conjunto agrícola La Bujeda tiene un segundo patio abierto y que al parecer su utilizaba para viviendas de pastores, almacén de pienso, cochiqueras y en el exterior un horno de pan. La cocina está situada en la planta baja con bóveda de cañón (Feduchi, 1984: 279, 282).

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Planta general del conjunto agrícola La Bujeda, Almonacid de Zorita, Guadalajara. © Feduchi, 1984: 282

La construcción más destacable y estudiada en Guadalajara es la que se ha denominado como “arquitectura negra”. Al noroeste de la provincia, en la Serranía, un conjunto de pueblos muestran unas características constructivas muy semejantes a partir de un material como la pizarra bituminosa16, aunque también se usa la cuarcita. La relación del color oscuro o más bien gris de la pizarra es la causa de la denominación de “arquitectura negra” (Castellote y Alba, 2001: 72)17. En los pueblos donde predomina la arquitectura negra las casas pueden ser de una o dos plantas. El elemento común a todas es el ‘sobrado’, que en otros pueblos se llama cámara o recámara, un lugar para uso de almacén o granero y situado en el hueco que se deja entre el tejado y el cielo raso. El elemento princi-

16 17

López de la Osa González, León y Toran Junquera, Leonor, 1976. “La arquitectura negra en la provincia de Guadalajara”, pp. 2-5. Narria, nº 1. Castellote Herrero, Eulalia y Alba Pardo, Marina, 2001. Arquitectura negra de Guadalajara. Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Toledo.

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pal que estructura la planta baja es el zaguán o lugar de entrada a la casa y desde donde se distribuyen el resto de estancias (Castellote y Alba, 2001: 167-168).

Planta y alzado de una casa con establo en Majaelrayo, Guadalajara. © Castellote y Alba, 2001: 165-166

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La cocina es el elemento principal, posee una gran campana de tiro directo de humos y bancos alrededor. Constituye la pieza fundamental de la casa ya que es donde se genera el calor para toda la planta. Esta cocina, que se emplea además como zona de estar y comedor, se completa con un horno semiesférico para la cocción del pan. Este horno puede apoyarse directamente en el forjado del piso, caso de hornos interiores, o continuar hasta la planta baja mediante relleno de tierra, en los hornos exteriores.

Planta en alzado de una casa en Las Cabezadas, Guadalajara. © Castellote y Alba, 2001: 172

Las cubiertas son generalmente a dos aguas con un achaflanado en los hastiales, originando un tercer faldón o faldoncillo. Alero con grandes lajas de pizarra. El tamaño de las lajas refleja la categoría social de la vivienda, correspondiendo las más grandes a las viviendas de los más acomodados, al ser estas lajas más difíciles de conseguir (López de la Osa y Toran, 1976: 4). En la provincia de Cuenca las variaciones en la construcción también han quedado reflejadas por las variaciones territoriales. Sin embargo, sus pueblos han sido menos estudiados que en el resto de provincias. Uno de los escasos trabajos lo ha realizado Luis Esteban 590

Cava sobre la casa de la serranía conquense18. Cuya construcción es de piedra caliza, uniendo los bloques con mortero, un compuesto de cal y canto, “calicanto” y con muros de 50 a 60 cm. de grosor, pero que pueden alcanzar y sobrepasar el metro. El vano que da acceso al portal es algo amplio ya que debía permitir el paso de las caballerías, que a veces iban cargadas, hasta la cuadra. La puerta de este vano, realizada en sabina o pino, tiene tres elementos, o tres hojas. Una superior que casi siempre está abierta para que entre la luz, otra inferior, que se cierra para que no molesten los animales y se abre cuando alguien pasa, y otra lateral o portón, asimétrica con respecto a las otras dos hojas, que se abre cuando pasan las caballerías, mientras tanto funciona como marco de la puerta (Estevan, 1984: 40-41).

Plano de casa de la Serranía de Cuenca. © Esteban, 1984: 44

18

Esteban Cava, Luis, 1984. “La casa tradicional de la Serranía”, pp. 37-47. La arquitectura popular.

591

Como nos señala Luis Esteban Cava (1984: 44-45): “El plano de la casa tradicional serrana es muy simple: consta de tres tramos de 5 metros de profundidad y 8 ó 9 de anchura. El primero, a su vez, se subdivide en tres partes, una para la cuadra de las mulas, otra para la escalera de subida a la cámara y el resto, la mayor parte, queda como portal. Debajo de la escalera de subida a la cámara se construye una alacena para guardar la cosecha de patatas, siendo frecuente profundizarla de tal manera que adquiere forma de cueva… El segundo tramo será compartido por la cocina y la despensa… en ella se realizan las distintas comidas y se pasa el poco tiempo libre existente; los dos focos de luz y ventilación que recibe la cocina son la puerta que da al portal y la chimenea; esta última es de enormes dimensiones (2 ó 3 metros por cada lado), ocupando casi la mitad de la cocina… El último tercio del plano… se reparte entre una gran sala, a la cual se accede desde la cocina, y dos alcobas, cuyas puertas, que dan a la sala, se cierran simplemente con una cortina. En la sala estará la cama del matrimonio y en las alcobas las de los hijos o abuelos”. Luis Feduchi nos presenta también una casa de dos plantas situada en la plaza de Beteta, en plena serranía conquense. Para Feduchi

Alzado y plano de casas de dos plantas situadas en la plaza, Beteta, Cuenca. © Feduchi, 1984: 339

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(1984: 326-327) la arquitectura serrana conquense tiene una gran semejanza con la de los pueblos sorianos del alto Duero y los aragoneses de la provincia de Teruel. Estos pueblos tienen un trazado urbano típico de los pueblos serranos: calles estrechas, irregulares, sinuosas y con fuertes pendientes. Las casas serranas son de poca superficie, desarrolladas en vertical, en dos, tres y hasta cuatro plantas, con una peculiar disposición de huecos superpuestos. Se amplían por uno de sus lados con dependencias auxiliares, lo que da lugar a la prolongación de una de las viertientes de la cubierta para acogerlas. La importancia de estas dependencias auxiliares, especialmente para el ganado, se manifiesta claramente en los grandes portones de Beteta, Cañete, Tragacete, de madera claveteada, con postigos. No quiero terminar este breve resumen de la construcción vernácula en Castilla-La Mancha sin referirme al estudio realizado sobre la casa en Lagartera (Toledo), una zona muy próxima a la región de Extremadura. Timón y Sánchez (1978)19 publicaron una pormenorizada descripción de la casa lagarterana señalando todo el sistema

19

Timón Tiemblo, Mª Pía y Sánchez Moreno, Esperanza, 1978. “La casa lagarterana”, pp. 6-10. Narria, nº 9.

593

de lugares vinculado al uso de sus moradores. Lagartera, un pueblo famoso por sus bordados, presenta también una fuerte decoración en los distintos lugares de sus casas, como también nos lo muestra Luis Feduchi en el pequeño reportaje fotográfico que incluye en su obra (1984: 179-180).

Plano de una casa de dos plantas. Lagartera, Toledo. © Timón y Sánchez, 1978: 6

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Por regla general las casas son de dos plantas. La planta superior (troje o pajar) no se construye para vivienda sino para almacén de las cosechas. La planta inferior se distribuye en las distintas dependencias de uso doméstico, incluyendo los lugares reservados a los animales imprescindibles para las faenas agrícolas. Sólo que en la actualidad esos animales han sido desplazados por los vehículos a motor. El patio es un elemento característico situado delante de la vivienda desde el que se accede a cada una de las partes que integran la casa, constituyendo un ámbito intermedio entre la calle y la propia vivienda (Timón y Sánchez, 1978: 7). Los materiales tradicionales más utilizados en las construcciones eran la mampostería mezclada con barro o tierra blanqueada y para las habitaciones interiores también se utilizaba el tapial o el adobe. Y por supuesto la madera, a pesar de ser un material que no abundaba en la zona. La madera fue un material recurrente para formar las estructuras de los pisos y las cubiertas, además de las galerías y balcones. Pero como sus autoras señalan, la peculiaridad de la casa lagarterana es la distribución de los lugares interiores. Una disposición que parece indicar la existencia de un esquema característico y repetido en todo el pueblo.

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ESTUDIO VII

ARQUITECTURA TRADICIONAL DE ARAGÓN José Luis Acín Fanlo (y fotos)

a arquitectura o arte de construir edificios, monumentos públicos o particulares, no religiosos, cuando se le aplica la denominación de “popular” hace alusión al resultado de levantar estos edificios, bien destinados a vivienda o bien para otros menesteres propios de la economía y vida familiar, por una necesidad de los mismos, al carecer de estos en un determinado lugar y llevados a cabo –por lo general– por sus propios moradores. Antes de exponer las características esenciales, debe clarificarse qué se entiende por “arquitectura popular”, ya que lo popular es todo aquello realizado por el hombre –lo popular es todo aquello relativo al pueblo–, siendo preferible la denominación aportada por el historiador Antonio Durán Gudiol al hablar de “funcional”, refiriéndose por tal a aquellas construcciones que fueron levantadas por extrema necesidad y para un fin concreto y determinado, debido a su carencia en la respectiva zona y ejecutadas, generalmente, por los propios habitantes.

L

Mallata de Aso de Sobremonte

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El fin de la arquitectura y, por tanto, de la arquitectura popular, es el de satisfacer necesidades materiales, es decir, cobijar las diversas actividades del hombre. Es, por ello, que la arquitectura popular responde a la interrelación habida entre el grupo humano y el medio en que se sitúa, y en el que ha ido desarrollando su vida, para la que juega un papel fundamental su historia, cultura y tradiciones, además de los condicionantes geográficos y climáticos, constituyendo un reflejo de la vida del hombre en un medio rural –concepto extensible, hasta fechas más o menos recientes, a la ciudad–, siendo ajena a la idea de comodidad que hoy día se entiende en la sociedad. Otro aspecto a resaltar es el de las personas encargadas de realizarla. Por lo general, son individuos salidos del propio grupo, los cuales ejecutan sus proyectos no llevados por la idea de arte, sino más bien por la habilidad, tino y adecuación hacia un fin establecido, para lo cual desarrollan los conocimientos que poseen acerca de las condiciones ambientales, la idea de totalidad inmersa en el conjunto de un medio con la solución de los problemas que ello conlleva, así como la continuidad y aceptación de una serie de normas y costumbres que rigen en la sociedad tradicional.

Pardina de Sasal

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Asimismo, la arquitectura popular –en la que predominan los valores volumétricos sobre los espaciales– responde a unas costumbres, a unos materiales existentes en la zona y, derivado de esto, a unas técnicas diversas para el trabajo y acoplamiento de los mismos, siendo todo ello la respuesta a unas necesidades permanentes –sin apenas variación– durante centurias. Se desprende, pues, el carácter unitario que presenta, en el que se inserta el ambiente familiar, siendo cada construcción distinta a las demás –responden a ese aspecto de funcionalidad–, si bien configuran todas unidas un conjunto armonioso, sin desentonar con el medio circundante con el que tan sabiamente se fusiona, en el que se unen perfectamente formando un orden superior, en el que la individualidad y conjunto van estrechamente ligados. Arquitectura popular en la que, además, participan en su realización un sinfín de personas especializadas en diversas materias: lo que comúnmente conocemos como “artesanías populares o tradicionales” –herreros, carpinteros, tejedores y demás artesanos–, los cuales cuentan asimismo con unos espacios dentro del conjunto arquitectónico con el que están perfectamente cohesionados, que aportan los materiales y utensilios necesarios para la construcción tanto física de la vivienda como para el desarrollo de la vida en sus variadas actividades.

Detalle de los mazos del batán de Lacort

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Todo ello conlleva una trabazón perfecta de los edificios en su afán de constituir conjuntos homogéneos, íntimamente adecuados a la topografía del terreno, en la que poco cuentan los juicios estéticos, sino más bien las cuestiones de necesidad y de mentalidad, que, paulatinamente, se va engrandeciendo por el crecimiento vegetativo de la población y por las necesidades que tiene la sociedad tradicional. Por lo tanto, centraremos la visión de la arquitectura popular en Aragón, escuetamente, en la vivienda familiar, desarrollando su evolución, tipologías zonales a grandes rasgos y materiales utilizados, dejando en segundo lugar la descripción e importancia del principal habitáculo de la casa, la cocina-hogar, para concluir con todas aquellas construcciones secundarias y fundamentales en el devenir diario. Por último, realizaremos un pequeño bosquejo sobre su situación actual, de abandono, y las causas que han propiciado este olvido y ruina.

Telar tradicional en Oto

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NÚCLEO VITAL: LA CASA-VIVIENDA La casa era el centro vital para el desarrollo diario en cualquier pueblo de Aragón. A ello responde, por norma general, la distribución espacial de la misma, con una serie de estancias comunes, variando las formas externas e internas y los materiales usados en las distintas zonas aragonesas. Sin olvidar su diferenciación dependiendo del lugar de construcción y de la gran diversidad paisajística, orográfica y climática de Aragón. A ella iban asociadas todas las pertenencias de la familia, desde la propia materialidad del edificio, hasta todas las demás propiedades de la misma, como campos, las restantes construcciones secundarias, animales, aperos y demás enseres y, por supuesto, los distintos miembros o generaciones de la familia que convivían juntos en un momento determinado. Esa importancia de la casa se trasluce en la distribución espacial de la misma. Así, como parte central de las mismas, destacada es la

Hogar de una casa de Espierre

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presencia del hogar o cocina, centro vital de la vida en el que generacional y oralmente se transmitían todos los entresijos de esa sociedad, sin olvidar los dos aspectos más estrechamente relacionados con ella: la de propiciar calor en los crudos inviernos y la de preparar los alimentos, además de ser el lugar donde estos se ingieren. Retrotrayéndonos en el proceso evolutivo de la vivienda, las actuales formas constructivas que han subsistido –con los claros elementos de aculturación, abandono o ruinas apreciables en muchas ocasiones– son la consecución de aquellos primeros estadios en los que el ser humano da el gran salto histórico desde su primitivo hábitat en cuevas a unas pequeñas y elementales chozas (apreciables aún hoy día en las bordas, en las casetas pastoriles o en las masadas, las cuales conservan su fisonomía primitiva). Todo este proceso desemboca en el tipo de casa apreciable en la actualidad –con las consiguientes diferencias zonales–, comprobándose el inicio de su estado actual en el siglo XVI (abandono de las reducidas dimensiones e incorporación de nuevas partes destinadas

Secadero de Villamana

a lo agrícola y ganaderos –cuadras, pajares, etc.–). No obstante, el despegue definitivo hacia las formas actuales tiene su arranque hacia finales del siglo XVIII y, especialmente, durante todo el siglo XIX; despegue paralelo a la transformación política y económica acaecida en Europa en la última centuria citada, momento en que 608

cobra importancia la vivienda familiar –se amplían de manera clara y contundente los espacios–, correspondiendo a esta época la mayoría de las construcciones conservadas en la actualidad. Todo este proceso evolutivo ha conllevado que, en sentido estricto, existan una serie de interferencias entre la que podríamos llamar “arquitectura culta” y la arquitectura popular, manifiestamente ejemplificado en la utilización de determinadas técnicas y procedimientos como los que pueden constituir los distintos tipos de aparejo u otros elementos para la configuración de vanos y formas sustentantes (arcos, bóvedas,…). De ahí que determinadas construcciones populares, salvando las consiguientes características que conlleva, recuerden –fundamentalmente los edificios medievales o, incluso, desde este período histórico hasta la época moderna, cuando se configura el prototipo más o menos establecido de “vivienda rural”– en muchos de sus aspectos externos e internos los modelos constructivos de, a modo de ejemplo, los conjuntos eclesiásticos. Modelos constructivos que, genéricamente, han partido de la utilización de similares materiales para el desarrollo de un edificio, basándose en el uso de cuatro principios arquitectónicos: arco, arquitrabe, paredes sólidas y trípode. A ello, hay que sumar la capacidad económica del grupo humano que la realice y el fin para el que se destinen.

Rejal de Salinas de Hoz

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Las tipologías constructivas en el Alto Aragón van asociadas a tres grandes zonas según las condiciones orográficas y climáticas: pirenaica –altos valles, principalmente–, prepirenaica –sierras exteriores– y Los Monegros, La Litera y Somontano. Las principales diferencias son el material utilizado en los muros exteriores –sillares de piedra, adobe, etc.–, las distintas formas del tejado –lajas, tabletas de madera, tejas– o los diferentes tipos de aleros. Todo ello culminado con las peculiares chimeneas troncocónicas o cilíndricas rematadas por su espantabrujas. Para una mayor explotación del terreno, se construyeron y habitaron unas individualizadas viviendas denominadas pardinas o, en la parte oriental, mases. En las tierras zaragozanas se combinan varias formas constructivas, diferenciándose nítidamente concretas áreas de montaña como las Cinco Villas y del Sistema Ibérico, donde el uso de la piedra es el principal elemento, de las otras zonas y, por supuesto, del Valle del Ebro, con la utilización del mampuesto y del adobe. Unas tierras, las del Valle del Ebro y colindantes, que también presentan esas habitaciones humanas individualizadas conocidas bajo el término torre. Las tierras turolenses presentan en determinadas poblaciones una riqueza extraordinaria, al mostrar las numerosas casas solariegas construidas desde la Baja Edad Media. No obstante, es una arquitectura en la que predomina el ladrillo, el tapial o los entretejidos de cañas. Materiales menos nobles, a diferencia de los que se usan en las zonas de Gúdar y Maestrazgo, donde aparece la piedra, así como la combinación de este material con el yeso en Albarracín o en el Maestrazgo, sin olvidar la gran riqueza artesanal que encierran especialmente estas dos zonas, como pueden ser las balconadas o las orladas rejerías. Pero si hay algo que sorprende en las tierras turolenses –en el Maestrazgo–, son las otrora usuales masías. Asimismo, y dentro de las características constructivas comunes de una determinada zona, no se puede hablar de un prototipo único, apreciándose una deferenciación nítida del tipo que podríamos denominar “casa fuerte” –con ejemplos muy claros en el Alto Aragón o en las serranías turolenses–, de aquellas familias con una economía menos pudiente, presentando éstas una sobriedad exte610

Paridera en el valle del Ebro, siguiendo las tipologías constructivas de esta zona

rior aplastante y con unas dimensiones más reducidas (dos plantas, por lo general, constituyendo una de ellas el desván, con cubierta a dos vertientes, galerías utilizadas como secaderos y con puerta de acceso, a diferencia del tipo “casa fuerte”, en uno de los laterales). En lo tocante a las diferentes formas constructivas de cada zona, y para no alargarnos en la descripción y particularidades, limitaremos el desarrollo a tres grupos, correspondiendo –aproximadamente– a cada una de las provincias aragonesas, con sus respectivas y más destacadas diferencias zonales. Todos ellos presentan una estructura y distribución más o menos concordante, siendo construcciones de dos o tres plantas centradas en torno a la cocina-hogar, al “fogaril”. La planta baja, donde se encuentra la puerta de entrada, suele presentar el zaguán o patio, la bodega y, en algún caso, la cuadra. Por su parte, la primera, y más importante por ser donde se centra el de-sarrollo cotidiano de la familia, con el hogar, el salón-comedor y las alcobas o dormitorios –al menos, los más destacados, los correspondientes a los cabeza de familia–, los cuales continúan en la segunda planta (si la casa se presenta a tres niveles). Finalmente y culminando el edificio, la correspondiente a la “falsa” –desván– o galerías abiertas hacia el exterior por lo general, ese lugar reservado a almacenar utensilios en principio inservibles, así como para el secado de variados productos destinados a la alimentación familiar a lo largo del año. 611

Casa con símbolos protectores en Aquilué

Éstas son, sucintamente, las características esenciales de la arquitectura popular aragonesa, casas que se apiñan en núcleos poblacionales cuyo nacimiento estaba muy condicionado a la ubicación, dependiendo de los agentes atmosféricos, el terreno sobre el que construir y los necesarios recursos económicos.

ASPECTOS CLAVE: HOGARES, FOGARILES, CHIMENEAS La división interna de la vivienda popular gira en torno a una estancia fundamental, el hogar o cocina. Dicha estancia cumplía a la perfección con una serie de fines determinados, como ser el lugar destinado a la elaboración de los alimentos y, asimismo, donde se solía comer; pero, además, constituía el centro vital de la vida a lo largo del año, sobre todo en los largos y duros días invernales. Este uso, extendido por toda la geografía aragonesa, evidencia su importancia, siendo –por añadidura– el momento y la estancia adecuada para la recreación de la fantasía, ya que al calor de la lumbre se narraban cuentos a los más pequeños, y de las supersticiones y creencias surgidas en torno al fuego y a ciertas manifestaciones malignas. Situada, por lo general, en la primera planta de la vivienda, la cocina suele presentar grandes dimensiones, siendo de forma rectangular, a la cual se adosa la “alacena”, recocina o despensa, esa 612

estancia reservada a contener los materiales utilizados en el momento de cocinar, así como el escurreplatos, la fregadera y otros utensilios y componentes necesarios en esta estancia. Interiormente, la parte más destacada es el hogar, es decir, el lugar destinado propiamente al fuego, que presenta una configuración especial –salvando las correspondientes diferencias zonales y formales– en todo Aragón. El hogar, algo elevado por un escalón y adosado al muro (al que se protege del fogón con grandes losas de piedra –Alto Aragón– o con chapas de hierro fundido –Pirineo, valle del Ebro o en tierras turolenses–) o en el centro de la estancia, posee una parte extendida en el suelo de forma curvilínea o rectangular –dependiendo de la tierra donde se construya–, zona a la que también se denomina “lar” en el Pirineo o “llar” en Teruel. En el hogar es donde se localizan la mayoría de los instrumentos que posibilitarán la preparación de la comida, todos ellos de hierro: “estrébedes” (piezas donde se colocaban sartenes, cazuelas, etc.), “morillos” (en algún caso de piedra, siendo su finalidad que no se desparramen troncos y cenizas), tenazas y badiles, “tederos” (elementos a modo de pequeña parrilla, colgados del techo o sobre alguna repisa, en los que se colocaban las “teas” extraídas de la parte interior del pino

Característica chimenea pirenaica en Anzánigo

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que se utilizaban, por su lenta combustión, como iluminación), fuelles (para reavivar el fuego), los “sesos” o “recogedores” (para asentar los pucheros impidiendo su caída y para recoger la ceniza) y las ya mencionadas planchas de hierro o contrafuegos sitos al fondo del fogaril. El suelo del hogar era de piedra o baldosas, estando el escalón –en algunas casas– ribeteado por listones de madera. El hogar se encuentra rodeado por bancos de madera o “cadieras”, poseyendo a veces una pequeña plataforma izable que cumplía las funciones de mesa para comer. Adosada al muro de la casa está la campana, también de variada configuración –rectangular, curvilínea,…–, estructura por donde se encaminan los humos hacia el exterior, siendo a la vez el arranque interior de la chimenea (presentando una importancia doble al calentar, a su paso por la segunda planta, los dormitorios), donde se encuentra incrustado un tronco transversal del que cuelga la cadena (con variadas denominaciones: “calderizo”, “cremallo” –Pirineo–, “calderero” –Teruel–, etc.) de la que pende el caldero que, al calor del fuego, cumplirá las funciones de preparar los alimentos. En cuanto al exterior, también se manifiestan determinadas partes del hogar, como los “fogariles” o “atizadores” –muy extendidos por el Alto Aragón–, nombre dado a los salientes que presenta el muro en la primera planta, correspondientes al fondo del fogón, los cuales toman aire tanto por la chimenea como por unos pequeños huecos situados en su parte inferior.

Chimenea y tejado de losas en Santa Olaria de Ara

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Finalmente, ya en el tejado y como terminación de la campana del hogar, se encuentra la chimenea, de variadas formas y elementos constructivos. En el Pirineo y Prepirineo destacan las chimeneas de forma troncocónica o cilíndrica, realizadas en piedra tosca aislante, de poco peso y que retiene perfecta y altamente el calor. Chimeneas culminadas en un piso o dos de huecos para la salida de humos y cubiertas por las consabidas losas de piedra, recubiertas –como en otras zonas de Aragón– por una argamasa de calarena y yeso-barro, y dada la extendida creencia brujeril y los modos de protegerse de su acción –sobre todo en las citadas zonas de Jacetania, Sierra de Guara, Serrablo o Sobrarbe– culminadas por el “espantabrujas”, por esas piedras que en muchas ocasiones presentan rostros, antropomorfos y otras figuraciones –cruces, a modo de ejemplo–; unos “espantabrujas” que, como su mismo nombre indica, servían para ahuyentar a las brujas, ya que según la creencia popular era una de las formas, uno de los puntos –los huecos de las chimeneas– utilizados por éstas para adentrarse en la casa y realizar sus maleficios.

Característica chimenea en Fraginal Alto

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En el valle del Ebro y tierras colindantes, las chimeneas pierden prestancia, constituyéndose por cañizos entrelazados recubiertos por argamasa, forma constructiva muy utilizada –y no sólo en las chimeneas– por ser un elemento sumamente económico y, en algún caso, por carencia de otros materiales. En Teruel, las chimeneas presentan una fisonomía de pirámide truncada y algo achatada, recubiertas por una fina capa de argamasa y con cubierta a cuatro aguas o, caso excepcional, con la curiosa disposición más o menos vertical de dos tejas apoyadas entre sí. Hogares, fogariles, chimeneas que centran –como se ha visto– el desarrollo cotidiano de la vida familiar dentro de la vivienda. Hogares, fogariles, chimeneas que, por diversas y desafortunadas circunstancias, se están arruinando, perdiendo así una de las partes más peculiares de la arquitectura popular–funcional aragonesa.

EL SABOR DE LAS CONSTRUCCIONES SECUNDARIAS La riqueza de formas constructivas populares se manifiesta en el amplio abanico de edificios diferentes –además de la casa-vivienda–, según la funcionalidad a la que se destinaban, pues esto último nos dará unas configuraciones distintas, ya sea su fin agro-pastoril, artesanal o relacionados con ciertas creencias, maleficios o supersticiones.

Borda y era en La Corona

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Así, las “bordas” o pajares suelen ser pequeñas construcciones diseminadas por el campo o eras, teniendo como fin exclusivo el de guardar los utensilios y, sobre todo, la hierba recogida. En algunas aún es visible un estado similar a las casetas pastoriles que recuerda a las primitivas formas de las casas-vivienda, poseyendo un lugar reservado a los animales con sus comederos o pesebres y un diminuto hogar o “lar” en un recodo para las necesarias veces que servía de refugio. Las bordas presentan –según zonas– planta cuadrangular o rectangular, cubiertas a dos vertientes con tejado de losas o tejas, fachadas de piedra, adobe o entretejido de cañizos recubiertas con argamasa y algún que otro diminuto vano (puerta de entrada con ventana anexa y “portera” –vano en la zona superior al que se accedía por una rampa o por una escalera de mano, en aquellos casos que servía para almacenar hierba–). Interiormente no presenta ningún rasgo a destacar, salvo su compartimentación para sus variados usos ya mencionados.

Bordas de Aso en el Cañón de Añisclo

La caseta pastoril, “majada” o “mallata” era una construcción destinada a dar cobijo a los pastores durante la estancia alpina del ganado lanar en época estival (junio-septiembre). Por esta denominación se entiende, asimismo, los lugares aledaños a la caseta, reservados al rebaño. 617

Borda de Asín de Broto

Son recintos de dimensiones reducidas, de forma más o menos cuadrangular, realizados por lo general en piedra y teniendo un único vano –puerta de entrada adintelada–. Aunque suelen ser construcciones exentas, hay casos –las más primitivas– en las que aprovechaban el saliente de una roca como apoyo. El sistema de cubrición es muy variado: desde aquellas mucho más primigenias, que utilizaban la técnica de “falsa bóveda” –aproximación paulatina de las losas o piedras–, a las más frecuentes de “tasca” –capa de hierba quemada por la acción de la nieve y tierra– como elemento aislante.

Bordas de Biadós en el valle de Chistau

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En su interior existen tres espacios claramente delimitados, aunque no existan compartimentación ni tabiques: el lugar del camastro, el hogar para la preparación de los alimentos y calentarse, y la zona con la finalidad de almacenar utillaje y alimentos. Este tipo de construcción, eminentemente pirenaica (descollando los ejemplos existentes en la comarca serrablesa, en el valle de Tena o en el de Gístain), así como en las zonas serranas turolenses, tiene en los alrededores una cerca de piedra para la recogida del rebaño, también compartimentada según sus fines y selección (animales enfermos, crías de ganado, el espacio para los de carga, etc.). Otra construcción pastoril, más común y diseminada por todo Aragón, era la paridera o corraliza, utilizadas tanto de paso en el momento del trayecto como de estancia invernal durante el tiempo que dura la trashumancia. Son conjuntos de grandes dimensiones, contando de una casa –con sus diferentes peculiaridades y características– para los pastores y un corral compartimentado para las diversas clases de ganado. La herrería, como forma constructiva, no presenta gran interés, ya que el herrero o bien aprovechaba para este fin una parte de la planta baja de su casa, o bien era un sencillo edificio de planta cua-

Herrería de Ministirio

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drangular o rectangular con una puerta y algún que otro vano. Por norma general, todos o casi todos los pueblos poseían una herrería para abastecer sus necesidades y la de los pueblos vecinos en el caso de carecer de ésta, apreciándose la distribución, variable, del yunque, fuelle, horno, entrada de agua y lugar de herramientas. Como sucede con las herrerías, los tejedores utilizaban una parte de su casa para telar, colocando los diversos utensilios de esta artesanía: telares, husos, ruecas… Hoy día subsisten algunos tan importantes y conocidos como el turolense de La Iglesuela del Cid. Bodega de Puibolea

Dentro de esta artesanía, y como casi el final del proceso de obtención de la lana, estaba el batán o molino trapero, cuyo fin era el de “suavizar” los tejidos provenientes de los telares –fundamentalmente mantas, calcetines o cubiertas para las cargas de hierba–, además de hacerlos más tupidos y quitarles los pelos de la lana. Dicha acción se conseguía por medio del agua que movía el eje de una noria y de unos enormes “mazos” que golpeaban continuamente las telas. De los numerosos que hubo en Aragón, al igual que en el resto de la Península Ibérica, el único en pie y en funcionamiento en la actualidad tras su restauración es el del pueblo oscense de Lacort, trasladado en la actualidad al cercano de Fiscal. 620

Molino de harina de Ainielle

Prensa de vino en Mondot

Los molinos se encuentran en numerosos pueblos, siendo de distinta configuración según el fin a que iban destinados, es decir, según fueran para la obtención de la harina, del aceite e, incluso y más recientemente en el tiempo, de electricidad. Suelen ser edificios de unas dimensiones considerables, situándose en un lateral la rueda o “noria” (que incluso dan denominaciones a edificios tan importantes artísticamente como el cisterciense Monasterio de Rueda); a veces, sólo aparece la “noria” apoyada en un muro y diseminada por el campo, con unos fines claramente agrícolas, con la idea de elevar el agua para transportarla a los campos o llevarla a otras edificaciones. Entre los diversos tipos de molinos ya mencionados, sobresalen los de harina, de variada tipología –ruedas hidráulicas horizontales, verticales, de cubo, etc.–, siendo de reducidas dimensiones con entrada de agua, en el que se diseminaban todos los útiles necesarios para la obtención de la harina. Entre los más destacados de Aragón están los oscenses de Ainielle, obra del siglo XVIII, y de Bara, ambos conservados íntegramente. Asimismo, citar los molinos o prensas de aceite o de vino, visibles por varias localidades aragonesas, en especial los de las comarcas del Somontano de Huesca o del Maestrazgo turolense. 621

Bancales de Otal

Arnal o colmenar de Lasaosa

Entre las construcciones auxiliares o secundarias no se puede pasar por alto un edificio destinado a albergar las colmenas o “arnas” para la obtención de la miel: los “arnales” o colmenares, localizables –fundamentalmente– en las canales y en las aledañas elevaciones montanas exteriores del Pirineo oscense o en las serranías turolenses y zaragozanas. 622

Para finalizar, en la entrada de muchos pueblos o en los aledaños de sus iglesias existen –existían– unas pequeñas construcciones, los “esconjuraderos” y los humilladeros, destinados a una serie de rituales, según expresa su propia denominación, como esconjurar posesas, alejar tormentas o humillar a las personas. Suelen ser de planta cuadrangular con techumbre a cuatro vertientes, abriéndose en los cuatro muros unos arcos de medio punto en los primeros, o unos sistemas arquitrabados en los segundos, en cuyo centro o en una esquina tienen una pequeña pila que contiene el agua bendita. Por sus dimensiones y estructura, entre los primeros, merece destacarse el de Asín de Broto, sin olvidar los también oscenses de Guaso, Burgasé, Almazorre o San Vicente de Labuerda; entre los segundos, los humilladeros, sobresalen los turolenses de Visiedo y Perales de Alfambra.

Esconjuradero de San Vicente de Labuerda

Muy sucintamente, éstas son algunas de las construcciones más frecuentes visibles en los pueblos aragoneses, edificios en los que se basaba la economía familiar y, en algún caso, propiciatorios de leyendas y supersticiones. Pero si importantes son estos edificios y formas vistos, también lo son esos otros elementos que podemos considerar constructivos y que eran necesarios para la vida desarrollada hasta hace, aproxi623

Zona y contrucciones para el aprovechamiento agroganadero en Escartín

madamente, medio siglo. Esas formas para cuya obtención fue necesario ganar terreno al medio, ir abriendo claros que posteriormente serían campos en aquellas zonas más llanas, ir consiguiendo esos campos donde no los había por la inclinación del relieve en aquellas de montaña. Y esto último se obtenía mediante la construcción de bancales, de las “fajas” o aterrazamiento del terreno, conseguidos tras levantar potentes muros de piedra seca, cuyo espacio era rellenado de tierra para, posteriormente, obtener los cultivos. Esa sucesión de muros, de exiguas terrazas, para aprovechar al máximo las escasas posibilidades existentes en las zonas de montaña, para conseguir unos estrechos campos de los que entresacar algo –por poco que sea– de cosecha. Una conquista al monte que tiene como consecuencia la formación de unos paisajes únicos, completamente humanizados, bellos y que dan testimonio de esa unión ya citada, de ese acoplamiento del hombre al medio en el que se desarrolla. Un paisaje sin igual, que ofrece una perfecta escalera desde lo más alto de los montes de concretas zonas hasta esa parte más baja de las mismas, allí donde corren las aguas de algún curso fluvial. Unas panorámicas singulares, como las que se pue624

Muro de un camino en Chiriveta

den apreciar todavía en las oscenses y despobladas tierras de Sobrepuerto y La Solana, o en las turolenses del Maestrazgo, sin olvidar otras como la Sierra de Guara o la Serranía de Albarracín. Unos enclaves en los que aún se aprecia la mano del hombre, si bien no por mucho tiempo dado el vaciamiento de población ocurrido a partir de mediados del siglo XX, con todo lo que ello también supone para la conservación del medio natural. Ese mismo paisaje humano que no ha mucho, hasta esos años mencionados aproximadamente, también se apreciaba en otros espacios, en otras áreas que, a partir de entonces y dada la nula explotación agrícola por parte del hombre, han sido ganados poco a poco por el bosque. Unos lugares que ya no ofrecerán los colores cambiantes según avanzaba el estado de producción de las cosechas a lo largo del año, como ha ocurrido en la entrada del Valle de Ordesa, cuyos campos y casas utilizados –sobre todo– en los meses del verano han dado paso a una frondosa vegetación. Una imagen que dista mucho de las captadas por el francés Lucien Briet entre finales del XIX e inicios del XX, cuando los campos y las demás actividades del hombre primaban, sin destruir el entorno, sobre otro cualquier factor. 625

Camino de Rins de la Carrasca

Como también está cambiando, aunque aún se aprecia con nitidez por distintas partes de la geografía aragonesa y peninsular, el paisaje reticulado, ése que se configura a partir de los setos, hileras de árboles o cercas de piedra como medio de separar, y de paso diferenciar, las distintas propiedades. Así se producían las parcelaciones, así se conseguía que no entrara el ganado por los campos, así se daba una plasticidad al entorno que, aparte del duro trabajo que conllevaban, subyugaban la vista del espectador. Efecto que se producía tanto si se tiene en cuenta la vistosidad que presentan por sus formas y diferentes coloridos, como si se piensa en el difícil proceso y la laboriosidad que ocasionaban. Fundamentalmente si el pensamiento cae en la cuenta de lo que supondría en tiempo y trabajo levantar esos numerosos muros, así como el continuado proceso que suponía asimismo su mantenimiento y reparación año tras año. Un trabajo de generaciones, de 626

Camino en Castellar

muchos años. Un trabajo y unas formas de hacer que están viviendo sus últimos coletazos, que se están perdiendo irremisiblemente en los años que corren. Una serie de elementos en los que se aprecia, a poco que se observe, esa perfecta unión entre ambos componentes. Como también se aprecia, quizás con mayor ahínco, en los caminos de herradura, en las múltiples veredas así como en las cabañeras que ponían en comunicación los distintos enclaves de una población, los numerosos lugares de todas las tierras y pueblos aledaños, los alejados núcleos poblacionales y contornos con los que se relacionaban, estableciendo así lazos de amistad y, también, de parentesco. Esos caminos que, por lo general, son una auténtica joya, una perfecta demostración del inmenso y duro trabajo del hombre a lo largo de la historia, una prueba más –y no la última– de esa estrecha comunión entre lo natural y lo humano. 627

DESHABITADOS: ABANDONO MASIVO A MEDIADOS DEL SIGLO XX

Pueblo deshabitado de Berbusa

Unos modos de vida que han sufrido los embates de la despoblación, con lo que ello conlleva de pérdida de todas sus manifestaciones culturales y sociales, especialmente visible en esas áreas de montaña del Pirineo, del Sistema Ibérico o de las serranías turolenses. Despoblación que ha marcado el desarrollo de numerosas zonas aragonesas, que a la hora de hablar de arquitectura popular es necesario hacerse eco por cuanto de pérdida de unas formas y de unas tradiciones conlleva. Un fenómeno que arranca ya a finales del siglo XIX, con el inicio de la caída de la economía de montaña basada en la ganadería ovina. Pero que se acentúa a mediados del XX, debido a la inexistencia de vías de comunicación, la falta o supresión de servicios –sanitarios y educativos–, a la industrialización y potenciación de los espacios urbanos, a la construcción de embalses, a la famosa industrialización de las urbes con los planes de desarrollo y, también, a las limitaciones e impedimentos que produce el propio medio natural –altitud, dificultad de acceso, aprovechamiento de terreno–. Una despoblación que ha conllevado una serie de consecuencias, como las que inciden directamente sobre el medio natural o las relacionadas con el patrimonio histórico-artístico y etnológico, así 628

Pueblo deshabitado e inundado de Mediano

como en la débil tradición oral y generacional. O la pérdida de la arquitectura popular y de sus manifestaciones adyacentes (como es el caso de determinadas artesanías: herrería –verjas–, carpintería –puertas, motivos ornamentales…–, retejadores, albañiles, etc.), con lo que ello implica para desarrollar los estudios en profundidad sobre las más variadas características constructivas de cada lugar o zona. Sin olvidar las afecciones morales y personales de todos aquellos que tuvieron que abandonar su medio y su modo de vida. Un problema que está asolando con especial virulencia a las tierras aragonesas, que se debería paliar si se quiere seguir viendo y disfrutando de unos espacios montañosos con vida, esa vida que siempre ha posibilitado la sabia conjunción del entorno natural y de la mano del hombre. La fisonomía que desde antaño ofrecían nuestros pueblos, su riqueza artística y la arquitectura de las casas y demás construcciones, las formas tradicionales de obtención de recursos económicos, las variadas artesanías y las más diversas manifestaciones se vieron truncadas por una desafortunada actuación que conllevó el paulatino abandono, y consiguiente ruina, de innumerables núcleos rurales, amén de la consiguiente destrucción ecológica y natural del 629

Vista del pueblo deshabitado de Ainielle, escenario de La lluvia amarilla de Julio Llamazares

medio, ese medio en el que se habían fusionado a la perfección lo natural con lo humano, lo ofrecido por la naturaleza con lo hecho por el hombre configurando, así, unos espacios, un paisaje humanizado, tremendamente interesante y único en alguno de sus enclaves. Todo ello ha conducido a un estado lamentable y entristecedor, que se intenta remedar mediante diversas organizaciones públicas o privadas que van recopilando toda la cultura material que poseían los núcleos poblacionales o, incluso, la rehabilitación de algunos –caso de Búbal, Ligüerre de Cinca, Lanuza, Aineto, Artosilla o Aldea de Puy de Cinca por la tierras altoaragonesas– pueblos para destinarlos a diversos fines, entre los que cabe apuntar el de la educación desarrollada en el propio marco natural y humano. Estas son, sucintamente, las líneas generales de la arquitectura popular-funcional aragonesa. En las mismas no se ha pretendido dar una visión descriptiva de las diversas formas constructivas relativas a las distintas áreas aragonesas dada la extensión que ello conllevaría, sino más bien una visión de conjunto, global en lo posible de la arquitectura, no sólo en cuanto a edificios se refiere, sino también en lo tocante a las necesidades, fines, materiales, encuadre en el marco natural, concepto y la situación actual de todo ese gran legado cultural. 630

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ESTUDIO VIII

ARQUITECTURA POPULAR DE LAS ISLAS BALEARES

Jaume Andreu Galmés Profesor titular de Historia del Arte de la Universitat de les Illes Balears

INTRODUCCIÓN

n relación al ámbito de la arquitectura popular de las Baleares, hemos de señalar que se trata de un fenómeno con unas características propias, muy amplio y diverso. Es un legado fundamental en la configuración del paisaje de las Islas, cargado de gran valor arquitectónico, etnológico, histórico, geográfico y cultural, en general. Por tanto, estamos hablando de unas construcciones que son parte importantísima del Patrimonio Cultural de la comunidad. En el presente estudio, pretendemos acercarnos a las características arquitectónicas básicas y generales de los principales tipos de construcciones propios de la arquitectura popular de las islas Baleares. Por consiguiente, entraremos poco en detalles de ejemplos concretos. Para exponer los contenidos será necesario establecer una clasificación de la gran diversidad y complejidad tipológica que caracteriza el ámbito de la arquitectura popular en el marco geográfico que nos ocupa. Además de los aspectos arquitectónicos, tendremos en cuenta algunos históricos, geográficos y funcionales, todos ellos importantes a la hora de contextualizar y entender el porqué de estas construcciones. Su estudio es una tarea compleja, tanto por la gran cantidad y diversidad como por la dificultad de acceso. Igualmente, cabe tener presente que los estudios de su conjunto que se han hecho hasta ahora son superficiales y parciales. En cambio, se han realizado algunas publicaciones interesantes en el ámbito de las diferentes islas, específicas sobre algunas tipologías. También son importantes las resultantes de un minucioso trabajo de campo en el ámbito de

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algunos municipios. En todo caso, el estudio exhaustivo y la catalogación incluyen de momento sólo una pequeña parte del territorio o de las tipologías. Los contenidos generales que presentamos son fruto del contraste de la bibliografía aparecida hasta ahora, junto con el trabajo de campo consistente en la catalogación en algunos municipios y las catas en las diversas zonas geográficas de las Islas1. Por ello, simplemente ofrecemos una aproximación incipiente y no unas conclusiones finales, con el fin de divulgar el ámbito de la arquitectura popular de las islas Baleares sobre el cual queda mucho trabajo por hacer, tanto para su estudio como para su preservación. A nivel introductorio, hemos de recordar que toda arquitectura popular obedece a unos factores de tipo físico (como son el clima, el relieve, el tipo de suelo, vegetación, etc.) y otros de tipo humano (como son los aspectos socioeconómicos y culturales que han estado presentes en un territorio a lo largo de la historia). Se trata, pues, de una arquitectura muy ligada al territorio en el que se ubica. En cuanto al ámbito geográfico que nos ocupa, hemos de recordar que se trata de un fenómeno que en las Baleares tiene unas características propias y exclusivas, a parte de los orígenes remotos o de posibles influencias exteriores. Incluso en cada isla la arquitectura tiene su propia identidad. Es una arquitectura presente en todos los ámbitos territoriales, tanto en el entorno urbano como en el rural. En relación a lo urbano, dejamos de lado la capital balear y la ciudad de Ibiza, que, aunque presentan algunos ejemplos de viviendas populares, no son incluidas en la bibliografía de referencia. En cuanto al entorno rural, encontramos construcciones en zonas boscosas y de cultivo, en las cumbres de las montañas de la sierra de Mallorca o al lado de la costa. Hemos de tener en cuenta que el paisaje de las Baleares está muy humanizado, muy intervenido por la mano del hombre desde tiempos remotos. 1

En relación a las visitas para trabajo de campo realizadas a Menorca y las Pitiüses, quiero agradecer la colaboración ofrecida por el historiador Miquel Marqués sintes, para el caso de Menorca, y al historiador y arqueólogo Dr. Joan Ramon Torres, para el caso de las Pitiüses.

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Desde el punto de vista cronológico, se abarca un ámbito bastante dilatado: estamos hablando de construcciones levantadas desde finales de la Edad Media, si bien la mayoría de ellas se fechan desde el siglo XVI hasta principios del siglo XX. A pesar del marcado carácter tradicional, a lo largo de estos siglos serán claramente visibles algunas evoluciones o innovaciones en lo que atañe a algunas tipologías de edificios o a elementos y técnicas constructivas y decorativas. A ello hay que añadir el hecho de que muchos edificios serán transformados y ampliados con el paso del tiempo. Todo esto hace más rico y diverso el panorama de dicha arquitectura. A lo largo de la primera mitad del siglo XX una serie de causas motivarán el fin de la realización de estas construcciones y el abandono de muchas de las existentes. Entre estas causas cabe destacar: los cambios en las técnicas y sistemas constructivos, la mecanización de las actividades agrícolas o la crisis agrícola con su correspondiente éxodo rural. Desde el punto de vista socioeconómico y cultural, nos encontramos ante un importante testimonio de la forma de vida tradicional, preindustrial (en nuestro caso casi pre-turística), muy ligada a una economía basada en la agricultura y la ganadería. En el aspecto socioeconómico, vemos reflejada una amplia gama, que podemos estructurar en dos grandes bloques. Por un lado, existen diversos tipos de viviendas, según el estatus socioeconómico, o según sean habitáculos temporales o permanentes, unifamiliares o plurifamiliares. Por otro lado, hay una gran variedad de construcciones ligadas a las diferentes actividades agrícolas, ganaderas y para el aprovechamiento de muy diversos recursos naturales. En ocasiones se trata de elementos integrados o conjuntados con la vivienda, de ahí que a veces se les denomine o considere como construcciones complementarias o anexas, aspecto que creemos que no debe llevar a contemplarlas como de segundo orden. En otros muchos casos están completamente desvinculadas de las casas. Cabe puntualizar que muchas de las de este segundo bloque son obras de ingeniería más que edificios; pero, en todo caso, son construcciones tradicionales. Ejemplos de este segundo bloque son los pajares, molinos harineros, bodegas, almazaras, refugios para el ganado, construcciones hidráulicas, etc. 637

En cuanto a los aspectos arquitectónicos, hemos de señalar que éstos permiten establecer una serie de tipologías bastante claras y definidas, muy vinculadas a las diferentes funciones, siempre dentro de la particularidad que supone cada isla. En lo que a volumetría y organización del espacio se refiere, dichas tipologías ofrecen diversos niveles de evolución o complejidad a partir de un esquema común, si bien existen casos con una organización más libre. Como es sabido, una característica básica de la arquitectura popular es que sus soluciones constructivas se transmiten de generación en generación, al margen de los estilos propios del arte de la élite poderosa de cada época; de ahí que también se denomine tradicional. Hablar de arquitectura popular y tradicional en Baleares nos obliga, especialmente para el caso de Mallorca y Menorca, a considerar que en construcciones vinculadas a propietarios de estatus social alto, encontramos frecuentemente ejemplos en los que se conectan lo popular con lo culto, tanto en el ámbito urbano como en el rural. En la vivienda señorial tradicional de ambas islas existen numerosos ejemplos en los que el elemento propio de la arquitectura culta adquiere gran relevancia, por lo que su estudio se realiza dentro de los periodos estilísticos correspondientes. En atención a lo indicado en esta presentación, consideramos que los criterios de clasificación y exposición deben ser el funcional y el tipológico. Mayoritariamente estructuraremos los contenidos a partir de los distintos usos o funciones, y en cada apartado se hará una descripción y análisis de las características arquitectónicas a partir de las tipologías más representativas. En cambio, en algunos casos prevalecerá el criterio tipológico de las construcciones, al margen del uso a que iban destinadas. A su vez, siempre que las particularidades geográficas lo hagan necesario, se establecerán subapartados para las diferentes islas o para la realidad en el entorno rural y en el urbano. De esta manera establecemos los siguientes apartados: - El habitáculo y vivienda. - Las construcciones relacionadas con la producción agrícola y ganadera. - Molinos de viento harineros. - Construcciones de la hidráulica. 638

- Otras diferentes construcciones para el aprovechamiento de recursos naturales. - Muros de cercamiento o de bancales. Majanos - Caminos. Se tendrá en cuenta la volumetría, así como la organización del espacio interior y de las fachadas. Igualmente nos referiremos a los materiales y técnicas constructivos, a los elementos más representativos de interiores y exteriores: cubiertas, tipos de vanos, escaleras, revoques, etc. Incluso nos detendremos en detalles de algunos de los espacios. Tendremos en cuenta los condicionantes de tipo físico y humano, especialmente los relacionados con la función y uso a que estaba destinada la construcción. También consideraremos las principales particularidades cronológicas y geográficas. Igualmente, a medida que se avance en la exposición, se irán estableciendo comparaciones para remarcar diferencias y similitudes entre la arquitectura de las diversas islas y entre los diferentes tipos.

CONSTRUCCIONES PARA HABITÁCULO Y VIVIENDA Mallorca En primer lugar, trataremos el pequeño habitáculo temporal2 ubicado en el campo; después nos referiremos a la vivienda unifamiliar3 humilde y mediana, y , en tercer lugar, a la vivienda tradicional señorial4. Finalmente, analizaremos en conjunto aspectos constructivos comunes en las dos últimas. CONSTRUCCIONES PARA HABITÁCULO TEMPORAL A pesar de las particularidades geográficas, creemos que podemos hablar de unas tipologías y elementos arquitectónicos que permiten reconocer una arquitectura popular común y propia para toda la isla. Si bien es cierto que algunas tipologías se concentran mayo2 3 4

Ver para Mallorca en general: ANDREU.2004; para un término municipal en concreto, el de Llucmajor: CALVIÑO.1999 y SACARÈS.2000. Ver, entre otras obras: GARCÍA. 1981; GARCÍA. 1984; GARCÍA DELGADO. 1992. Ver: GARCÍA. 1986.

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ritariamente en algunas comarcas, estamos viendo cómo están apareciendo ejemplos en otros puntos muy alejados dentro de Mallorca. Aspectos funcionales, históricos y geográficos A continuación, señalaremos algunos aspectos de carácter funcional, histórico y geográfico. Se trata de construcciones realizadas para el refugio temporal de los trabajadores que desarrollaban actividades muy diversas en el entorno rural; la mayoría fueron abandonadas a mediados del siglo XX, o incluso antes, debido a los importantes cambios socioeconómicos ya mencionados. La construcción sirve de refugio ocasional ante las inclemencias meteorológicas y como lugar donde guardar herramientas y víveres, cocinar, comer y descansar. Según el tipo de trabajo, frecuentemente también se pernoctaba uno o más días seguidos. Además, en muchos casos se habilitaba un espacio para cobijo de los animales de tiro que ayudaban en las tareas agrícolas y/o en el transporte. Los constructores podían ser los mismos usuarios, como es el caso, entre otras, de muchas de las barracas de carbonero y calero con cubierta vegetal; pero también es muy frecuente la participación de trabajadores especializados, albañiles (picapedrer o mestre d’obres) o maestros de piedra seca (margers). Encontramos estas construcciones en muy diversos ámbitos territoriales de la isla: en las zonas de cultivo y/o explotación ganadera, normalmente para campesinos que trabajaban pequeñas extensiones de tierra, como propietarios o en arrendamiento; en los bosques de las grandes propiedades (llamadas possessions), para cobijo de carboneros, caleros y vigilantes de caza; en la costa, para vigías, pescadores y recolectores de alga; en las canteras; incluso en las cumbres de la Serra de Tramuntana, para los trabajadores que subían a recoger la nieve; entre otros usos y entornos que no entramos a detallar. En las zonas de aprovechamiento agrícola y ganadero es frecuente la presencia de muros de cercamiento y bancales de piedra seca. En muchos casos quedan adosados al habitáculo; otra posibilidad es que en la construcción del habitáculo ya se aprovecha el muro existente, incluso hay barracas integradas dentro de un muro o un bancal. 640

Respecto a la cronología, existen referencias documentales a ejemplos ya en los siglos XIV y XV, pero será a partir del siglo XVIII y especialmente a lo largo del XIX y primeras décadas del XX cuando se realicen la mayoría de las construcciones existentes en la actualidad. La gran proliferación producida en este periodo se debe en gran medida al desarrollo de un campesinado humilde que arrienda pequeñas parcelas de los grandes latifundios, las llamadas rotes, o que compra las pequeñas parcelas en que se dividirán ahora muchos de los latifundios, los llamados establits. Estos trabajadores tienen frecuentemente como residencia habitual una casa ubicada en un pueblo. Los habitáculos temporales aparecen tanto en las pequeñas propiedades alejadas del núcleo de población, como en otras muy cercanas. Aspectos tipológicos: la barraca y la caseta Veremos cómo básicamente nos encontramos ante dos grandes tipologías: la barraca y la caseta, que a su vez se subdividen; a éstas hay que añadir los habitáculos que aprovechan cuevas naturales o artificiales. Caracteres comunes entre diversas tipologías: Entre las dos tipologías existen aspectos comunes en muchos de los casos, como son, entre otros: la disposición del espacio, la técnica y materiales constructivos de los muros, o diversos elementos arquitectónicos como el portal de ingreso o los elementos relacionados con los servicios básicos que ofrece el habitáculo. En cuanto a la disposición del espacio, coinciden por lo general en las reducidas dimensiones; en ser de planta baja y en tener, en muchos casos, espacio interior sin compartimentar. También comparten el carácter macizo de los muros, en los que aparece un portal como única abertura, normalmente orientado hacia el este o el sur. Las ventanas son escasas, y, en todo caso ,pequeñas. En casi todas las casetas y en muchas de las barracas, la planta es rectangular o cuadrada; en ellas se suele disponer una parte para el habitáculo humano, la que queda directamente conectada con el portal de ingreso, y la otra, para espacio de los animales de tiro, situada a un lado o al fondo del espacio de habitación. En relación a los materiales y técnica constructiva de los muros, la piedra en seco, común en casi todas las barracas, aparece en 641

bastantes casetas; pero, para estas últimas, también es muy frecuente la construcción de muros con mampostería de piedra y mortero o con sillar de piedra arenisca (marès). El uso del sillar de marés se generalizó tardíamente, ya en las primeras décadas del siglo XX. Tanto en la de mampostería de piedra seca como en la de mortero, los ángulos exteriores y los vanos suelen presentar piedras de mayor tamaño y de formas más regulares, incluso sillares.

Caseta con cubierta a una vertiente. Los muros han sido realizados con la técnica de piedra en seco. (Llucmajor, Mallorca)

En una misma construcción pueden combinarse dos de estas técnicas, en muros diferentes. En las casetas y porxos existen bastantes ejemplos en que se alternan muros de mampostería de piedra y mortero con otros de sillar, igual que en las barracas. En este último caso, el sillar sólo se encuentra en barracas de planta rectangular, en uno o en los dos lados cortos, que no contribuyen a sostener la cubierta, y en ellos suele abrirse el portal. El grosor y la disposición de los muros variará bastante según la técnica. Así los de piedra en seco se disponen en talud (almenos exterior), con un grosor en la parte inferior que puede oscilar, a grandes rasgos, entre 1 m y 1,30 m. Los muros de piedra y mortero y los de sillar se disponen aplomados; los primeros miden unos 60 cm. y los segundos, unos 20 cm. También, respecto a la altura, cabe distinguir que los muros de piedra seca son normalmente más bajos. 642

Respecto a la procedencia de los materiales constructivos, suelen utilizarse los del entorno inmediato, tanto las piedras como la tierra del mortero para mezclar con la cal. Lo mismo ocurría en el caso de usarse troncos para la cubierta. En este sentido es evidente el interés por economizar al máximo la obra, lo cual no significa que no existiera una preocupación para que ésta fuese duradera. A menudo las piedras se recogían en el proceso de roturación de las tierras para convertirlas en terrenos de cultivo. La utilización de los materiales que proporciona el terreno, así como las humildes dimensiones, hacen que se consideren unas construcciones muy integradas en su entorno. También es común la presencia de diversos elementos relacionados con los servicios básicos que ha de ofrecer el habitáculo: en el interior cabe destacar los rebosts (especie de alacena) en los que guardar víveres o herramientas, el hogar para cocinar y calefacción, o un pesebre para los animales. Además, en el interior o en el exterior, puede aparecer un depósito de agua (aljibe o cisterna) y, casi siempre en el exterior, un horno de pan. El interés en aprovechar al máximo el espacio interior y el sentido práctico de la construcción hacen que gran parte de estos elementos se encuentren integrados en los muros. Adosada al habitáculo o en sus inmediaciones, es frecuente encontrar una pocilga (soll) para cerdos. Aspectos particulares de las diferentes tipologías: Recordemos que, a nivel general, podemos hablar de dos grupos tipológicos básicos: la caseta y las barraca. En algunas publicaciones y en algunas de las fuentes orales consultadas, los dos términos se confunden a la hora de hacer referencia a algunos ejemplos. A pesar de ello, podemos señalar que, por lo general, se coincide en que las diferencias entre ambas vienen determinadas especialmente por el sistema de cubierta y, para algunas tipologías de barracas, también por el tipo de planta. LAS CASETES Y PORXOS Las casetes, que pueden tener planta rectangular o cuadrada, tienen en común el hecho de estar cubiertas con tejado a una o doble vertiente, de teja árabe. Las tejas descansan sobre un entramado de cañas, listones de madera o, más modernamente, de 643

bovedillas de cerámica, en todo caso aguantado por vigas de madera, que son mayoritariamente troncos poco trabajados de acebuche, savina, encina, chopo o pino, entre otros árboles. La tipología de caseta más frecuente es la de planta rectangular y cubierta a una vertiente, en la que las vigas descansan en los muros de los lados mayores. En los ejemplos de cubierta a doble vertiente los troncos descansan, además, en una jácena central. En cuanto a las dimensiones de la planta interior, la profundidad suele estar entre 3’5 y 4 m. y la anchura puede variar bastante en las de planta rectangular, desde los 5 a casi 9 m. La altura media está en torno a los 3 m. El portal puede aparecer tanto en uno de los lados mayores como en uno de los menores, si bien lo más frecuente es en uno de los mayores, hecho que ocurre prácticamente siempre en las casetas de mayor anchura. Esta abertura puede presentarse centrada o desplazada. Respecto a los casos en que aparecen ventanucos, su disposición más característica es uno, cuando el portal está desplazado, o dos, si está centrado (uno a cada lado del portal).

Caseta con cubierta a doble vertiente. Los muros son de mampostería (Montuïri, Mallorca)

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En relación a la forma de portales y ventanas, en las casetas levantadas con la técnica de la piedra seca los portales son adintelados, normalmente con un dintel monolítico o de madera. En las construidas con las demás técnicas, se alterna el portal adintelado con el de arco de medio punto y el de medio punto rebajado. Los ventanucos presentan forma cuadrada o rectangular, siendo característicos los de disposición interior y exterior abocinada. Puede aparecer cierta compartimentación interior tanto en planta como en alzado. La solución más común es separar el espacio de habitación del destinado a los animales (estable). Se consigue con un pequeño tabique, que puede llegar hasta el techo o no; en ambos casos se deja portal. En el estable también es frecuente que aparezca un techo intermedio, de vigas y cañas. Éste permite un espacio superior utilizado como depósito para la paja (sostre de la palla o pallissa). También podía servir para dormir las personas. Se accedía a dicho depósito mediante una escalera de madera portátil. En otros casos, el espacio que se separa con un tabique es el dormitorio. La tipología más común de caseta a la que nos hemos referido, presenta diferentes variantes en las que se aumenta su volumetría, en planta o en alzado. Las más frecuentes son las que añaden una segunda crujía, en cuyos casos el tejado será casi siempre a doble vertiente, y las que disponen una segunda altura. En este último supuesto suele aparecer una ventana sobre el portal. Una tipología muy relacionada con la caseta es el porxo. Este último también presenta planta cuadrada o rectangular y cubierta a una o doble vertiente. La diferencia básica entre ambos radica en que el porxo carece total o parcialmente de uno de los muros, normalmente en uno de los lados cortos; de esta manera resultaba una espaciosa abertura, mayor que la de las casetas, la cual permitía el cobijo de los carros. Esta abertura puede llegar hasta la cubierta, colocándose una jácena en caso de tener que aguantar vigas del techo, o puede configurar un portal de arco carpanel o de medio punto rebajado. Cabe indicar que a parte de disponer un espacio para el carro también contaba con el espacio para establo, pudiendo estar igualmente presentes elementos propios del uso como habitáculo. 645

En muchas casetas aparece un porxo adosado a uno de sus lados o a la parte posterior. En este caso puede disponer la cubierta con una vertiente inclinada en sentido perpendicular al de la caseta o respetando la misma disposición, de manera que porxo y caseta forman un único bloque volumétrico. Existen casos en que la construcción del porxo adosado es posterior; pero en otros se ve claramente que ambos espacios se han construido conjuntamente. Estos porxos adosados se utilizan para guardar el carro y otros utensilios para los trabajos agrícolas; además puede encontrarse en ellos el espacio para establo. En estos casos, el lugar de habitación se concentra en la caseta. LAS BARRAQUES Como ya se ha indicado, en diversos tipos de construcciones, el único elemento que diferencia barraques de casetes y porxos es la solución de la cubierta, que en las primeras nunca será de teja árabe. Cabe observar que la denominación popular, recogida en parte por la bibliografía, identifica las barracas normalmente según su uso, bien sea en los casos de habitáculo, con referencia al tipo de trabajador: de “roter”, de carbonero, etc., o en los casos de servir para ganado, como ocurre con las llamadas barracas de porcs (cerdos). Tan sólo en una de las tipologías se utiliza un aspecto arquitectónico, precisamente el tipo de cubierta, para la denominación. Es el caso de las llamadas barracas de curucull, vocablo que se refiere precisamente a la forma cónica de esta parte del edificio. La denominación según el tipo de trabajador que utilizaba el habitáculo, especialmente para las barracas de roter y las de carbonero, se ha utlilizado en la mayor parte de la bibliografía para hacer referencia a unas construcciones con unas características arquitectónicas propias y que podrían parecer exclusivas. Los estudios más recientes contribuyen a matizar la equivalencia entre tipología y función, ya que una tipología arquitectónica es utilizada por personas dedicadas a oficios diversos y, por otra parte, personas de una misma dedicación utilizan habitáculos de diversas tipologías arquitectónicas, incluso en un contexto geográfico y cronológico muy próximo. En nuestro caso, son aspectos arquitectónicos, como la forma de la planta y la solución de cubierta, los que utilizamos a la hora 646

de clasificar las barracas. De hecho, existe una relación entre estos dos aspectos. Por un lado, hablaremos de barracas de planta cuadrada, circular, ovalada, semicircular o en forma de herradura, con cubierta cónica, bien sea vegetal o con falsa cúpula de piedras planas irregulares. Por otro lado, nos referiremos a las de planta rectangular. Éstas pueden presentar cubierta a doble vertiente; puede estar hecha de piedras planas irregulares aguantadas por troncos, que descansan sobre una jácena central dispuesta en sentido longitudinal, o con grandes sillares contrapuestos formando vértice o en disposición truncada. Otra posibilidad es la de bóveda de cañón realizada con sillares de arenisca. La primera solución sería la más remota.

Barraca con cubierta de bóveda de cañón y muros de piedra en seco (Llucmajor, Mallorca)

Una variante de estas barracas es la llamada barraca de carro; se caracteriza por la falta del muro de uno de los lados cortos, de modo que dicha abertura permitía entrar el carro. En cualquiera de los casos en que se utilicen piedras planas irregulares, se unen en seco y se reviste la parte exterior de la cubierta 647

con una capa de tierra y piedrecillas para dar mayor impermeabilidad. En las cubiertas de sillares puede aparecer, con el mismo fin, un revestimiento exterior de mortero o cemento. El portal de las barracas suele ser adintelado, con una piedra o troncos como dintel, aunque también aparecen casos de dos piedras formando vértice. Las de cubierta vegetal no acostumbran a tener dintel y suelen ser las de menores dimensiones, con la única presencia en el interior de algún rebost integrado en el muro. En las de planta rectangular, al igual que en las casetas, puede aparecer en el interior un tabique, que en muchos casos sólo llega a media altura, para separar el espacio de los animales del de las personas. Existen casos de conjuntos formados por diversas barracas adosadas, pudiendo estar conectadas interiormente o no. También se observan conjuntos en los que coinciden barraca, y caseta y/o porxo. LAS CUEVAS Pueden ser utilizadas por trabajadores dedicados a cualquier actividad de las que se han mencionado para los tipos de habitáculo anteriormente descritos. También las hay utilizadas para el refugio del ganado. Las encontramos no sólo en Mallorca, sino también en el resto de las islas. En este caso, más que de una tipología arquitectónica cabe hablar de un interés por aprovechar las cavidades rocosas, naturales o artificiales presentes en zonas montañosas, de acantilados o en barrancos. La construcción se reduce, normalmente, al muro de cerramiento, en el que se abre el portal. El muro puede situarse bajo la cavidad o un poco avanzado respecto a ésta, de manera que es necesario cubrir la parte que queda entre el muro y la roca. Esta cubierta podrá presentar muy diversas soluciones: vegetal, piedras planas, teja árabe, etc. Igualmente para la construcción de los muros podremos hallar cualquiera de las diversas técnicas presentes en el conjunto de habitáculos temporales. LA CASA UNIFAMILIAR Aspectos históricos y geográficos Seguidamente, nos centraremos ya en la casa popular, la vivienda permanente unifamiliar; la encontramos en el ámbito rural, la llamada casa de pagès, y en los núcleos de población, la casa vila648

tana. Los autores que han tratado el tema coinciden en que ambas tienen unas características tipológicas comunes y en que las posibles diferencias, en cuanto a la volumetría, están determinadas básicamente por el hecho de que en el contexto rural normalmente la casa se sitúa aislada en medio de los terrenos de cultivo, mientras que en los pueblos se sitúa entre medianeras, además de estar condicionada por el parcelario urbanístico. Cabe señalar que por la actividad económica no se establecen grandes diferencias entre la casa rural y la urbana, ya que en ambos casos actúa como núcleo de la explotación agrícola. Hemos de tener en cuenta que la inmensa mayoría de los habitantes de los pueblos eran campesinos que trabajaban en tierras cercanas a la población. Evidentemente, el nivel socioeconómico de los propietarios se refleja en las dimensiones y acabados. En cuanto a la cronología, se trata de una tipología que ya debía estar definida a finales de la Edad Media, si bien los ejemplos conservados están fechados mayoritariamente a partir del siglo XVI. En todo caso, durante el siglo XIX y principios del XX hubo un gran auge en la construcción de casas, tanto en el entorno urbano como en el rural. A nivel general, existe una gran unidad tipológica entre las construcciones de los diferentes siglos, aunque existen algunas particularidades, las cuales serán tratadas en su momento. Aspectos tipológicos La tipología más simple de casa consiste en un edificio de planta rectangular, de planta baja y de una sola crujía, con cubierta de tejado, a una vertiente. Los muros de carga son de mampostería de piedra y mortero. Esta volumetría conecta claramente con las casetas, aunque en estos casos las dimensiones son mayores; en el interior ya no se trata de un espacio único, sino que aparece una triple compartimentación, por medio de tabiques, con una cocina y un dormitorio. La fachada principal suele presentar los vanos dispuestos de manera regular y simétrica: el portal en el centro y un ventanuco a cada lado, correspondiéndose con las dos habitaciones antes mencionadas. En las demás fachadas no suele haber oberturas o , en todo caso, son mínimas. Este último aspecto queda muy acentuado en las construcciones ubicadas en el campo, también en las demás 649

tipologías que veremos seguidamente: todas orientan su fachada principal hacia el este o el sur, de forma que se aprovechan al máximo los rayos solares y se protegen las oberturas de los temporales y fríos vientos del norte. Esquemas tipológicos característicos de la casa popular mallorquina, en planta y alzado. A) Alzado.B) Planta baja. C) Planta alta. 1: Casa de solar estrecho (1/3 del tipo básico). 2: casa de solar estrecho (2/3 del tipo básico). 3 Tipología básica de una altura. 4. Tipología básica de dos alturas. 5: Tipología básica de tres alturas. 6. Casa de solar ancho con cochera y pajar. Los tipos 1, 2 y 6 también pueden presentar tres alturas. Los tipos 3, 4 y 5 pueden presentar en ocasiones una única crugía.

Casa rural de una crujía con dos alturas. Se observa el portal de arco de medio punto con una ventana justo encima, ésta con su habitual moldura de piedra. (Santanyí, Mallorca)

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De esta casa más simple, pasamos a otras de mayores dimensiones, que aumentan en altura y/o en profundidad, con el añadido de una planta alta y, muy frecuentemente, de una segunda crujía. La tipología más representativa sería una casa de planta rectangular, de dos crujías y dos plantas, con cubierta a doble vertiente, inclinada hacia la fachada principal y la posterior. En el interior, en la planta baja, las dos crujias quedan comunicadas por un arco, el cual también puede presentarse en la planta superior. Las habitaciones, separadas por tabiques, quedan dispuestas de manera bastante simétrica, en torno al eje central, constituido desde el portal de ingreso, el vestíbulo, el arco, y hasta llegar a un portal abierto en la fachada posterior, este último normalmente sólo está presente en la casa urbana, para conectar con el corral o patio posterior. Los espacios de habitación se sitúan en la planta baja, donde también suele haber un establo, mientras que la alta, normalmente menos compartimentada, se destina a despensa, graneros y pajar, pudiéndose habilitar, según las necesidades, algún dormitorio. Respecto a las fachadas, el esquema de la disposición de vanos mantiene la ubicación, regularidad y simetría ya indicado en la tipología más simple, sólo que en este caso en la planta alta se abren o bien una ventana, encima del portal de ingreso, o bien tres, alineadas con los vanos inferiores.

Casa urbana de tipología básica con tres alturas. Obsérvese la simetría de la desposición de vanos, el portal de arco rebajado, la presencia de balcón en la segunda altura, los ventanucos en la tercera, o el revoque con fajas pintadas. (Santa Eugènia, Mallorca)

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Otra variante tipológica, observable especialmente en los núcleos de población, es la que presenta una tercera altura. En este caso la segunda altura se utiliza también para habitación y las funciones que antes veíamos en esta planta ahora pasan a la superior. En cuanto a la fachada, los ventanucos que se abren en esta altura superior mantienen el esquema regular. Las tipologías indicadas pueden variar también en anchura, según se aumente o reduzca. En los núcleos urbanos es muy frecuente la casa ubicada en solares estrechos y alargados, que reducen a uno o dos tercios la anchura de la tipología básica. En las casas más estrechas suele aparecer un desarrollo en profundidad. En la fachada principal se mantiene el esquema regular de los vanos, si bien se van eliminando los vanos de uno u otro lado del portal en proporción a la menor anchura. Lo mismo ocurre en la distribución del espacio interior.

Característica casa de fachada ancha, con cochera y pajar. Además de la regularidad en la disposición de vanos, cabe destacar la combinación de ventanucos abocinados en la planta baja y de ventanas rectangulares en la planta alta. La cochera presenta arco carpanel y la ventana del pajar es de mayores dimensiones que las restantes. (Petra, Mallorca)

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En caso de incrementarse la anchura, es debido al hecho de presentar en uno de los lados un espacio para los carruajes, la llamada portassa, que en la fachada se traduce en un portal de grandes dimensiones en la planta baja, normalmente de arco rebajado o carpanel, y un ventana superior, a la altura del pajar. También puede ocurrir que la cochera se instale simplemente a uno de los lados del portal de ingreso a la casa. La construcción de cocheras fue especialmente abundante a lo largo del siglo XIX y principios del XX, tanto en edificios de nueva planta como en otros ya existentes.

Casa de fachada ancha de tres alturas. En este caso, la presencia de las grandes ventanas balconeras y del portal adintelado, así como el revoque de la fachada, indican claramente que nos encontramos ante una construcción del siglo XIX o principios del XX. Igualmente cabe reseñar el uso ya generalizado de la persiana en los diferentes vanos. Se trata de un ejemplo representativo de las posades, las residencias señoriales en los pueblos. (Santanyí, Mallorca)

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Cabe observar que en todas las tipologías el resultado de la volumetría puede ser fruto de una construcción de nueva planta o de agregaciones en planta y alzado en edificios preexistentes. Además, a este bloque principal, es frecuente que se le adosen otras construcciones secundarias, básicamente para uso agrícola y ganadero. Igualmente, hemos de señalar que se pueden hallar casas con una organización mucho más libre de la estructura y de las fachadas. A menudo se debe al condicionamiento que supone estar ubicadas en zonas de terreno inclinado o con disposición irregular de calles y parcelas. Elementos indispensables, al menos en el ámbito rural, son el horno de pan y la cisterna para recoger agua de lluvia, la cual puede encontrarse en el interior o en el exterior de la casa. El horno normalmente se encuentra en el exterior, adosado o algo separado de la casa, a menudo protegido con un porche. Como iremos viendo, estos dos elementos están presentes en cualquiera de las casas rurales de las islas. LA CASA SEÑORIAL: CASES DE POSSESSIÓ Y POSADES Aspectos históricos y geográficos El tipo de vivienda más ostentosa, a menudo plurifamiliar, se corresponde con las utilizadas como residencia de la nobleza y estamento señorial terrateniente. Estas construcciones son principalmente las casas de los predios (possessions), los principales núcleos de explotación rural, las llamadas cases de possessió5. En menor medida, también cabe citar las residencias que las familias terratenientes tenían en los pueblos en los que concentraban propiedades, la llamada posada. En ambos casos, pero especialmente en los predios, hay que considerar que además del espacio residencial de los propietarios, que podía ser permanente o temporal, se destinaba gran parte de

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En las Baleares cuando se hace referencia a las casas prediales de Mallorca y Menorca, así como a la casa de las Pitiüses, se utiliza el término en plural cases para cada caso. Esto es debido a que a menudo en ellas se concentraban diversas viviendas, cada una a su vez llamada casa (casa dels senyors, casa dels pagesos, casa del pastor, cada dels missatges, etc.). Además en las Pitiüses también se denomina casa a cada uno de los diversos espacios de habitación (casa de dormir, casa de dalt, etc.) y a los diferentes almacenes (casa del gra, casa de l’oli, casa del vi, casa del carro, etc.).

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la construcción para habitación de los colonos, capataces y otros trabajadores de las tierras. También una parte considerable era para el uso vinculado a la explotación agropecuaria. Hemos de tener presente que muchas de las cases de possessió no sólo eran el centro de la explotación de un predio sino que además se convirtieron en el símbolo del poder económico y social de sus propietarios. Igualmente cabe considerar que normalmente cada predio tendía a ser lo más autárquico posible en cuanto a proporcionar los servicios básicos a sus habitantes. Debemos tener en cuenta que en muchos casos se encuentran en zonas muy alejadas de los núcleos de población. Entre estos servicios básicos que ofrecían muchas de las principales cases de possessió está el religioso. La capilla en que se ofrecía la misa dominical no sólo reunía a los residentes y trabajadores del predio sino también a personas que vivían en los alrededores de la propiedad, incluso en otros predios de menor categoría que no tenían capilla. Aunque el origen de muchas cases de possessió se sitúa en los siglos XV y XVI, es en los dos siglos siguientes cuando se construyen o se amplían la mayoría de los edificios que han llegado hasta la actualidad. Incluso durante el siglo XIX aún se levantarán algunos imponentes ejemplos, aunque cabe señalar que a mediados del mil ochocientos ya empiezan a notarse las consecuencias de la crisis de las grandes familias terratenientes. Durante la segunda mitad del XIX y las primeras décadas del XX muchas de las grandes propiedades serán vendidas por sus seculares propietarios. En unos casos pasarán a manos de la burguesía o campesinos enriquecidos; en otros casos, serán parceladas y compradas, en muchos casos, por campesinos humildes. En sus orígenes, se apuntan influencias de la casa popular de la zona oriental de Cataluña, si bien en relación a la vivienda más ostentosa con patio central, algunos autores defienden una influencia italiana a partir del siglo XVI. Aspectos tipológicos En cuanto a la tipología, debemos observar que a menudo partimos de un núcleo constituido por una casa bloque de planta rectangular. Éste sigue las pautas generales de las tipologías mencio655

nadas en la casa unifamiliar, si bien acostumbra a estar más desarrollado en anchura. A este núcleo se le añaden otras construcciones complementarias a su alrededor. Pueden disponerse de la forma considerada como de régimen abierto, aisladas o adosadas en sentido longitudinal, o según el llamado régimen cerrado, en el cual se adosan diversas alas al núcleo inicial para ir creando un patio interior, llamado clastra, que en su máximo desarrollo llega a estar cerrado de construcciones por los cuatro lados.

Ejemplo de cases de possessió organizadas longitudinalmente a partir de una casa bloque inicial. (Petra, Mallorca)

Ejemplo de cases de possessió organizadas en forma de L, a partir del añadido de un ala al bloque principal de tres alturas. El portal principal, de arco de medio punto, queda inscrito en un alfiz (Carcanyol).(Valldemossa, Mallorca)

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Cuando hay clastra, en una de las fachadas exteriores se abre el llamado portal forà, que da acceso directo al patio a través del llamado pas del portal forà. Suele ser de arco de medio punto, pero también los hay rebajados o carpaneles. Sobre dicho portal es frecuente la colocación del escudo familiar. En cambio, el vano que comunica con el patio suele ser un arco de mayor anchura, carpanel o rebajado. A pesar de que el patio puede ser resultado de una evolución por añadidos, existen bastantes ejemplos de patios ya concebidos desde los primeros estadios de la construcción, especialmente en edificios de grandes dimensiones, con gran protagonismo del espacio residencial señorial. Dentro de la clastra, especialmente entre los edificios más ostentosos, pueden aparecer disposiciones porticadas en alguno de los lados. En este caso el arco, que descansa sobre pilares, suele ser el carpanel.

Clastra de unas cases de possessió. Destaca la disposición porticada de uno de los laterales. El pavimento presenta el característico enlosado de piedras de estos recintos. En un primer plano, el brocal de la cisterna con ostentosos hierros forjados. (Vilafranca de Bonany, Mallorca)

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También podemos encontrar entre las principales residencias señoriales, ejemplos de galerías porticadas (loggies), ubicadas en la planta alta. Se abren normalmente, adosadas o integradas, en una de las fachadas que miran al exterior. Suelen disponerse con columnas y arquería, a menudo en clara consonancia con la arquitectura culta y de estilo del momento. Su construcción se sitúa en los siglos XVIII y XIX, y su origen se vincula especialmente con influencias italianas. Ya hemos indicado la importancia que tiene la existencia de una capilla en los principales predios. No sólo debe entenderse por el servicio religioso que ofrecía, sino también por el estatus que daba al predio, convirtiéndose a menudo en un símbolo de ostentación del poder de los propietarios. A nivel arquitectónico, las hay con importante presencia de la arquitectura culta y de estilo del momento. Su ubicación en relación al conjunto del edificio puede variar. Las hay completamente exentas y otras adosadas o integradas en el edificio principal. Cuando quedan integradas, el portal de

Vista de una clastra de unas cases de possessió. En uno de los laterales destaca la presencia de la capilla, de inspiración historicista (neogótica) propia de la segunda mitad del XIX y principios del XX. Desde finales de la Edad media, muchas de las capillas que se construyeron en los predios siguen las pautas de la arquitectura estilística de cada momento. Obsérvese la presencia del revoque decorado con fajas rosadas. (Santa Margalida, Mallorca)

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acceso puede aparecer en la fachada exterior, en el pas del portal forà, o en la clastra. El patio constituye el núcleo de la actividad doméstica, un espacio semipúblico de distribución y organización del acceso hacia las diversas dependencias. El espacio de habitación se concentra básicamente en el edificio principal, tanto si es de tipo bloque como de régimen cerrado. En cuanto a la distribución de este espacio entre propietarios y colonos, se organizaba de diversas formas. La más frecuente es la que destina la planta baja a los colonos y la planta alta a los propietarios, pero también existe la posibilidad de que se distribuyan en alas diferentes o, más raramente, en bloques separados. Los espacios de uso agrícola y ganadero se disponen integrados o adosados en el edificio principal o exentos. SOLUCIONES CONSTRUCTIVAS COMUNES EN LA CASA UNIFAMILIAR Y LA SEÑORIAL Los materiales, técnicas y los elementos constructivos, así como la solución de los interiores y acabado de las fachadas, por lo general, coinciden en cualquiera de los modelos, tanto en el campo como en las poblaciones, salvo algunos aspectos ligados a la ostentación de las viviendas señoriales. Los muros portantes se construyen normalmente con la técnica de la mampostería de piedra y mortero, si bien las esquinas y vanos se refuerzan con sillar, de arenisca o de caliza. A lo largo del siglo XIX se fue generalizando igualmente la construcción en sillar de marés. Pasando a las fachadas, en cuanto a los vanos, observamos que el tipo de portal más característico desde principios de la Edad Moderna es el de arco de medio punto, a menudo inscrito en un alfiz de sillares. Igualmente es a lo largo del XIX, cuando se generalizan otros dos tipos, hasta ahora minoritarios: el portal rebajado y el adintelado. Respecto a las ventanas, observamos dos soluciones muy representativas: el ventanuco abocinado, normalmente cuadrado, y la ventana de forma rectangular con antepecho moldurado. Es muy común que en un mismo edificio, las primeras aparezcan en la planta baja, y las segundas, en la alta. En estas últimas se puede observar la ocasional presencia de lo estilístico. 659

También en la planta alta, especialmente desde principios del siglo XIX, podrán aparecer uno o diversos balcones o ventanas balconeras. Cuando en la planta alta sólo hay una de estas oberturas, suele disponerse simétricamente encima del portal principal. La proliferación de grandes ventanas y portales para balcones queda vinculada también a la generalización del uso de la persiana de madera, para proteger estos vanos por la parte exterior, y de las vidrieras, en la parte interior. Igualmente a lo largo del siglo XIX será habitual la colocación, en las casas de tres alturas, de ventanucos en la altura superior (en el porxo). Éstos podrán ser de formas muy diversas (ovalados, semicirculares, lobulados, poligonales, cruciformes, etc.), siempre con un único modelo para cada fachada Las cornisas se realizan con diversas soluciones: las más representativas son de sillares moldurados o de tejas superpuestas; en este último caso pueden estar pintadas, representando motivos figurativos y geométricos muy diversos6. En relación al acabado de las fachadas, son abundantes los casos en que se deja la mampostería al descubierto, aunque también es muy frecuente que se dedique un mayor acabado de revoque, a menudo sólo en la fachada principal. En este acabado hemos de destacar el componente decorativo, conseguido mediante una serie de soluciones. Las más comunes son: - El perfilado con mortero en los espacios que quedan entre las piedras. - El esgrafiado con motivos geométricos o irregulares. - La incrustación de piedrecitas en el mortero, a menudo también representando motivos geométricos. - Las fajas pintadas en vanos, perímetro de la fachada y separación de alturas. Siempre se utiliza un solo color para las de cada edificio, sea blanco, azul, rojo, etc. Esta solución se generaliza a partir de mitad del siglo XIX, mientras que las anteriores ya se utilizaban desde varios siglos atrás. 6

Para un estudio detallado sobre las tejas pintadas (teules pintades) propias de las cornisas de Mallorca, ver: COLL. 1981.

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Detalle de una fachada en la que destaca el revoque decorado con fajas blancas y con esgrafiados que representan motivos geométricos. También aparecen otros elementos característicos de las fachadas, como son: el banco de piedra, a la derecha, y el pujador, a la izquierda. (Ruberts, Sencelles, Mallorca)

Existen una serie de elementos que también pueden estar presentes en las fachadas, no sólo de Mallorca sino también en el resto de las islas. Unos están adosados en la parte baja del muro, como los bancos de piedra (pedrissos) o los escalones para subir a los carros o a los caballos (carregadors o pujadors). También abundan los fermadors, elementos para atar los animales de tiro. Otro elemento muy característico son las pérgolas (emparrats) para sujetar parras o algún tipo de planta enredadera. En unos casos se trata de un entramado de estacas de madera o hierro clavadas en el muro, pero también es muy frecuente que este entramado se sujete además con una hilera de pilares. Igualmente existen casos de pérgolas completamente exentas del muro de la fachada, configuradas por una doble alineación de pilares o columnas. Éstas pueden arrancar desde el nivel del suelo o desde encima de un murete de piedra, que a su vez puede servir de banco. Un último elemento exterior que queremos destacar son los relojes solares, presentes en bastantes casas. Su colocación se generalizó a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Los hay básicamente de dos tipos: los realizados con esgrafiado y pintado sobre mortero y, por otro lado, los grabados, a menudo también pintados, sobre un sillar, clavado en la fachada o sobre el tejado. A continuación pasamos a destacar diferentes aspectos de los interiores de los edificios. La mayoría de techos son envigados de madera, si bien también puede aparecer la cubierta de bóveda. 661

La solución de cubierta de la planta baja mediante bóveda de arista (construida con sillares) es relativamente frecuente en edificios de Mallorca y, especialmente, de Menorca

Las paredes interiores, e incluso techos, aparecen encalados, al menos en los espacios de habitación. Los pavimentos acostumbran a ser de mortero, aunque ya en el XIX, es frecuente ver embaldosado de cerámica en los principales espacios de habitación. Muy representativo de muchas casas es el paso de cantos rodados que atraviesa el eje de la casa, desde el portal de ingreso hasta el de la fachada posterior. Su presencia se relaciona bastante con el paso de animales de tiro a través de dicho pasillo, ya que los establos solían estar en la parte posterior de la casa.

Interior de una casa visto desde el vestíbulo. Es remarcable el eje que recorre las dos crujías: desde el potal de la entrada, pasando por el arco del centro, hasta el portal que da acceso al corral posterior de la casa. Dicho eje también aparece definido en el pavimento, mediante el paso de cantos rodados. Se puede observar la cubierta de bigas de madera pintadas de color ocre. (Petra, Mallorca)

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Un elemento a destacar es el arco de conexión de las dos crujías, rebajado o carpanel, más o menos trabajado. Sus soportes, como ocurre con la solución de la escalera, constituyen un índice económico de los propietarios. La escalera, de obra, suele ser de tipo simple, con o sin baranda. En las viviendas señoriales puede ser doble, convergente o divergente. Respecto a los ámbitos de la casa, los diversos autores siempre destacan la importancia de la cocina (cuina), a la que consideran verdadero centro de habitación de la casa. Este espacio no sólo es el lugar de preparación de los alimentos, sino que normalmente también funciona como comedor y lugar donde realizar la colada. Pero, además es el lugar de reunión en torno al hogar, tanto de los residentes en la casa como si se recibían visitas. A nivel de elementos de obra, la cocina, debido a estas diversas funciones, es un espacio muy rico y diverso. Entre los elementos que comúnmente aparecen hemos de destacar el hogar (llar) y chimenea, que puede incluir toda la pared del fondo; los bancos dispuestos a su alrededor; el hueco excavado junto al hogar para la tina (cossi) de la colada, así como la pila del fregadero (pica d’escurar o rentadors) y los hornillos de carbón (fogonets), a menudo integrados en un hueco de la pared. En algunas de las paredes aparece un vasar (escudeller) y también puede que alguna alacena (rebostet).

Detalle de un rincón de una cocina, con la pila para limpiar los cacharros y los hornillos de carbón (Sant Joan, Mallorca)

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Por otro lado, en bastantes casas aparece en el dormitorio principal un arco mixtilíneo para acceder a la alcoba propiamente dicha.

Interior de una alcoba de una casa mallorquina, con su característico arco mixtilíneo en el acceso al espacio más reservado del dormitorio.

Menorca Encontramos especialmente dos tipos representativos, cada uno con unas características volumétricas y organizativas propias: por un lado, la casa urbana7 y, por otro, la casa rural8. Normalmente la bibliografía también hace mención a una casa semiurbana o semirural, característica de algunas aldeas (llogarets o casolanies), si bien no se han descrito unas características tipológicas propias, sino que participa de aspectos de la urbana y de la rural. Por otro lado, aunque menos representativo que en Mallorca, también existen algunos tipos de habitáculo temporal9. A continuación trataremos estos últimos y después nos centraremos en la casa urbana y en la rural.

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Ver: MARTORELL, 1980 y DOMENECH. 1983. Ver: VIDAL.1972; JORDI.1997; CAMPS.1998. Ver: VIDAL.1972; JORDI.1997; CAMPS.1998.

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EL HABITÁCULO TEMPORAL Las barraques En Menorca existen diversos tipos de barraques, si bien las más representativas desde el punto de vista arquitectónico son las destinadas al ganado, a las cuales nos referiremos en otro apartado. Las dedicadas a habitáculo temporal son básicamente las que utilizaban personas que se veían obligadas a trabajar durante días en lugares alejados de núcleos urbanos o de las casas prediales. Entre estos trabajadores cabe destacar a los carboneros y caleros, que al igual que hemos visto en Mallorca, se construían un pequeño habitáculo junto a la carbonera o al horno de cal, casi siempre en un entorno boscoso. Se trata de construcciones de reducido tamaño, con los muros realizados en piedra en seco. Tienen planta cuadrada o rectangular y les falta el muro en uno de los lados. No tienen ventanas. La cubierta suele ser a una vertiente con troncos que sujetan material vegetal, especialmente carrizo. En el lado en que no hay muro, que actúa como portal, se coloca la puerta, también realizada com material vegetal. La caseta y caseta d’Horta Se trata de unas casitas (casetes) construidas especialmente a lo largo del siglo XIX y principios del siglo XX, ubicadas en pequeñas propiedades y huertos, a menudo en las afueras de los núcleos de población. Eran utilizadas como habitáculo temporal y lugar donde guardar los aperos. A lo largo de la primera mitad del XX, básicamente en casos ubicados en la periferia de poblaciones, su construcción también se debe al interés de sus propietarios por tener un lugar donde pasar el tiempo libre. Son muy representativas las que se encuentran en las afueras de Alaior o en las proximidades de Maó y Ciutadella. Tipológicamente, se caracterizan por ser un edificio de reducidas dimensiones, de planta cuadrada o rectangular. Pueden no tener compartimentación interior o a lo sumo dos o tres espacios diferenciados: uno para comer, otro para dormir y un almacén. La cubierta es plana, o de tejado, con una o dos vertientes. Normalmente sólo tienen un portal, en la fachada principal, que puede presentar una ventana en uno o en ambos lados. Los muros suelen ser de sillar de marés, pero también las hay de mampostería o piedra en seco. 665

Ejemplos de casetes de horta, Cabe destacar las vistosas inscrpciones con las fechas de construcción del pequeño habitáculo. (Alaior, Menorca)

En bastantes de las que se construyeron a lo largo de la primera mitad del siglo XX en las afueras de poblaciones, la característica arquitectónica más representativa es el acabado decorativo que se da en sus fachadas, especialmente en la principal. En muchos casos el color blanco del encalado se combina con otros colores y aparecen elementos arquitectónicos propios de la arquitectura culta del momento (modernistas, historicistas, etc.), si bien en muchos casos se trata de soluciones bastante naif. También es característico que muchas tengan en sus fachadas la fecha de construcción y un nombre, a menudo inspirado en lugares exóticos (Tetuán, El Cairo, etc.). LA CASA URBANA Respecto a aspectos cronológicos, parece que es un tipo que se halla definido a finales del siglo XV, si bien la mayoría de las casas existentes actualmente no van más allá del siglo XVIII. El tipo más frecuente de casa unifamiliar, humilde y mediana es el de una casa de parcela rectangular, estrecha y alargada, que crece en altura y profundidad. 666

En alzado presenta mayoritariamente: planta, piso y desván, si bien también son representativas las de sólo dos alturas. La planta baja y el primer piso son de habitación. En la planta baja destaca el vestíbulo delantero; en éste o en la segunda crujía, suele ubicarse la escalera de acceso a los pisos superiores. La sala de estar y la cocina también se hallan en dicha planta, mientras que la mayoría de dormitorios aparecen en la planta alta. Además pueden presentar un sótano, utilizado como almacén. Vistas en planta, la casas fácilmente llegan a tener tres o cuatro crujías, incluso con otros añadidos en la parte posterior. La casa se sitúa entre medianeras y las crujias están separadas también por muros portantes; la primera crujía puede ser más ancha que el resto.

Fachadas de casas urbanas menorquinas. En este caso son del tipo de solar estrecho, muy habitual en la isla. Cabe destacar la presencia del revoque encalado, casi omnipresente en las casas populares menorquinas. Igualmente se observa el pequeño portal que desde la calle da acceso al sótano

La cubierta exterior es de tejado a doble vertiente de teja árabe. Respecto a las cubiertas interiores, tanto el vestíbulo, el sótano como incluso otros espacios son de bóveda de arista. La otra solución es la de envigado de madera. La frecuencia del abovedamiento en las cubiertas de parte de la casa ya fue destacada por los ingleses en el siglo XVIII, atribuyéndola a la secular escasez de madera que ha sufrido la isla, y a la abundancia de canteras de sillar de marés. La fachada principal puede disponerse de forma regular, igual que hemos visto en Mallorca, con el portal de ingreso desplazado a 667

uno de los lados. También son muy frecuentes, pero, los casos en que las ventanas se organizan de manera más libre. La fachada posterior presenta por norma pocas ventanas, en disposición irregular. Otras variantes de la casa son las que reducen o amplían la anchura de la fachada, presentando, igualmente, dos o tres alturas y, también, con disposición regular o irregular de la fachada. Respecto a técnicas y materiales constructivos, hablamos ya desde hace siglos de la utilización tanto de mampostería de piedra y mortero como de sillar de marés. Algunos autores indican que la excavación para el sótano también se hacía con la intención de obtener materiales pétreos para la construcción del edificio. Casa urbana menorquina de tipología ancha. La simetría y regularidad en la disposición de los vanos presentan grandes similitudes con otros casos muy habituales en Mallorca. Obsérvense las vidrieras de guillotina de las ventanas, muy características de la isla

En cuanto a los elementos y acabados de la fachada, el portal normalmente es adintelado y las ventanas cuadradas o rectangulares, con vidriera de guillotina, al parecer herencia de la dominación inglesa. Al sótano se accede desde la calle por un portal secundario, normalmente arqueado. En algunos casos puede aparecer un portal para el carruaje, de arco rebajado, menos frecuente que en Mallorca. Las cornisas presentan mayoritariamente las mismas soluciones que hemos destacado en Mallorca: el sillar moldurado o tejas superpuestas. 668

Los muros exteriores e incluso parte de los tejados se revocan con la sucesión de capas de encalado. La fachada puede presentar un acabado polícromo, con fajas de color. LA CASA RURAL: CASES DE LLOC Lloc es el nombre que reciben los predios en Menorca, si bien en ocasiones también se denominan possessions, como ocurre genéricamente en Mallorca. En ellos, la casa (ses cases) es el centro de la explotación, la mayoría dedicadas básicamente al ganado vacuno. En ocasiones supone únicamente la casa de los colonos, pero también puede comprender una residencia para los propietarios. En cuanto a la cronología de estas construcciones, igualmente existen casos cuyo origen se remonta a los siglos XV y XVI, pero la mayoría se fechan entre los siglos XVII y XIX. En cuanto a la tipología, la volumetría se caracteriza por ser una construcción de dos plantas, organizadas en crujías dispuestas perpendicularmente a la fachada principal. Esta es una gran diferencia básica respecto a Mallorca, donde veíamos las crujias dispuestas en paralelo a la fachada. Esta solución también repercute en la diferente solución del tejado: a dos aguas, pero en este caso inclinado hacia las fachadas laterales. La inclinación de los tejados es más pronunciada de lo que las condiciones climáticas exigen; nos recuerda la de casas de zonas más húmedas de la península. Este hecho se ha relacionado con aspectos de influencia cultural catalana, como también la orientación del tejado y otros elementos que veremos más adelante, pero también a las medidas de los sillares con que se levantan los muros. También en el caso de las cases de lloc se observan diversos estadios de desarrollo que siguen un esquema común. El más característico se produce por un lado, mediante agregaciones, a los laterales del núcleo principal, de dos o tres crujías, conservando la disposición de crujías y la vertiente del tejado. A su vez estos añadidos laterales pueden adelantarse respecto a la fachada principal, de forma que organizan un patio delantero. Éste se suele cubrir con un porche porticado (porxada), de una o dos plantas. Una vez unificada la línea de fachada, puede ocurrir, ya en los tipos más desarrollados, que el mismo esquema evolutivo vuelva a repetirse. 669

Vemos que se trata de edificios con estructuras en planta y alzado bastante simétricas, aunque también existen numerosos ejemplos con un disposición más libre, con cuerpos añadidos de forma irregular. También hay que tener en cuenta que nos referimos al edificio principal, alrededor del cual suele haber otras construcciones

Esquema volumétrico de diferentes estadios de desarrollo de las cases de lloc de Menorca. Es muy frecuente que partiendo de un edificio de planta basilical con cubierta a dos vertientes, inclinadas hacia las dos fachadas laterales, el crecimiento se produce hacia los laterales y el espacio delantero. Dicho crecimiento aparece muy condicionado por la disposición inicial de las vertientes de los tejados

secundarias, de uso agrícola y ganadero, adosadas o aisladas, dispuestas de manera más libre. En cuanto a las diversas funciones, en caso de que la casa sea sólo la vivienda de los colonos, el espacio de habitación se dispone en la planta baja, con el vestíbulo en la parte central, al que se accede por la porxada, desde él se organiza el acceso a los dormitorios, dispuestos en uno de los laterales y en la parte posterior. La cocina y comedor se sitúan en un lateral, a menudo en un cuerpo adelantado de los que cierran el patio o el porche. Cocina y comedor pue670

Panorámica de unas cases de lloc. Se aprecia su ubicación sobre una colina, aspecto que aún contribuye a que destaquen más en el paisaje rural. El color blanco las hace contrastar con el entorno que las rodea. En el conjunto edificado destaca la volumetría del edificio principal, rodeado de construcciones auxiliares de uso agrícola y ganadero. Entre estas, pueden observarse las boyeras con sus habituales arcos en la fachada. (Es Mercadal, Menorca)

den ocupar un mismo recinto o separados por una compartimentación. La primera puede tener un acceso directo desde la porxada. La planta alta sirve de desván y almacén de productos agrícolas. Aunque, en el caso de haber una residencia para los propietarios se dispone normalmente en la planta alta. Se habla de una gradación desde el espacio más público al más privado: desde la porxada de la planta baja, se pasa al vestíbulo y cocina, quedando los dormitorios como el espacio más privado. En las fachadas, se repite la orientación de la fachada principal hacia el este o el sur , así como el hecho de que en ésta se concentran la mayoría de oberturas. En este sentido cabe destacar la disposición porticada del espacio conocido como porxada. Ésta puede ocupar sólo la planta baja o también la alta, con casos en que coincide la disposición en las dos alturas y otros en que no. El número de arcos por altura varía de uno a tres. En las arquerías aparece el arco rebajado, carpanel o de medio punto. 671

Ejemplo de cases de lloc de planta basilical con un solo arco en la porxada. Son destacables también los muros de piedra en seco dispuestos a ambos lados del camino de acceso. (Alaior, Menorca)

Cases de lloc representativas de los ejemplos que presentan dos arcos en la fachada. Hay casos en que también aparecen dos arcos en la segunda altura, dispuestos de forma completamente regular en relación a los inferiores. Adosado a la derecha de la porxada, se halla el horno de pan con su porche de bóveda de cañón. (Es Mercadal, Menorca)

Cases de lloc con el tipo más desarrollado de porxada, con dos niveles de tres arcos. (Es Mercadal, Menorca). La fachada principal, como ocurre casi siempre, orientada hacia el sur o el sureste

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Este esquema de fachada porticada se ha vinculado al que se desarrolla en los siglos XVII y XVIII en parte de las masias catalanas. Otro aspecto a tener en cuenta es que, también desde el siglo XVII, pero especialmente en los dos posteriores, en diversas cases de lloc con gran protagonismo de la residencia señorial, se desarrollará un acabado de la fachada con muchas influencias de la arquitectura culta del momento, siendo especialmente destacable la de tipo neoclásico. Se trata de fachadas con ordenamientos muy simétricos, en los que los elementos arquitectónicos (pilastras, columnas, frisos, frontones, etc.) pueden aparecer encalados o con un revoque que combina dos colores bien diferenciados (blanco y ocre, blanco y rojo, etc.). En algunas de estas fachadas también toma gran protagonismo la escalera central, exterior, que sube a la planta alta.

Cases de lloc con gran protagonismo de la residencia señorial. Claro ejemplo de fachada influenciada por la arquitectura culta, en este caso la neoclásica, la más habitual. (Alaior, Menorca).

Un elemento exterior que llama la atención en bastantes ejemplos es la gran chimenea de la cocina, de volumen piramidal. Otro elemento externo característico es el pequeño cobertizo con el horno de pan. Normalmente es un espacio cubierto con bóveda de cañón, que puede quedar exento o adosado al edificio principal. En su interior suele aparecer un banco de piedra, adosado a uno de los laterales. 673

Respecto a los materiales y técnicas constructivas, soluciones de cubierta y revoques, existe un claro paralelismo con la casa urbana. En algunas casas, el edificio principal puede tener incluso toda la cubierta de la planta baja de bóvedas, mayormente de arista. Es remarcable la costumbre de pintar los techos de las diferentes zonas de habitación con colores vivos (rojo, azul, verde,etc.), pudiendo aparecer un color distinto para cada espacio. Las Pitiüsses: Eivissa y Formentera ASPECTOS HISTÓRICOS Y GEOGRÁFICOS Los autores que han tratado las diversas islas coinciden en señalar que es en las Pitiusas, especialmente en Ibiza, donde se produce la arquitectura popular con más carácter y particularidad, la expresión más pura de la arquitectura popular de Baleares. En cuanto al ámbito territorial, en este caso, a diferencia de Mallorca y Menorca, no existe la dicotomía entre un hábitat tradicional urbano y uno rural, sino que se trata únicamente de un hábitat disperso, sin núcleos de población, a excepción de la capital, la Vila de Ibiza. Otra diferencia respecto a las otras islas es que es mucho más reducida la presencia del estamento noble y señorial en la vivienda rural. El habitáculo rural podrá ser de carácter temporal, como la humilde païssa, o ya una vivienda permanente, unifamiliar o plurifamiliar, llamada finca, cases o casament. El hecho de presentar unas constantes tipológicas comunes el habitáculo temporal y el permanente hará que los tratemos conjuntamente. Respecto al tema de los orígenes remotos de esta arquitectura, como ya hemos anunciado en el comentario bibliográfico, ha sido bastante tratado y sobre el cual no existe uniformidad en las hipótesis. Hausman, en base a los materiales constructivos, los sitúa en Asia Menor. Blackstad y otros los sitúan en el Próximo Oriente, en base a la organización del espacio, la volumetría y otros aspectos constructivos como el encalado exterior . En todo caso hay bastante coincidencia en establecer paralelismos con las viviendas del Mediterráneo oriental propia del Bronce Final, cuyo influjo habría llegado por vía fenicia. Pero de cada vez son más cuestionados estos orígenes vinculados a civilizaciones remotas. 674

Hemos de recordar que la cronología de las viviendas existentes en Ibiza actualmente raramente se remonta más allá del siglo XVI. En el caso Formentera, las construcciones no son anteriores al siglo XVIII cuando se produjo la repoblación de la isla. ASPECTOS TIPOLÓGICOS Como ya se ha indicado, la casa ibicenca, independientemente del estatus económico de los propietarios y de los llamados “estadios de desarrollo”, presenta unas constantes en la organización formal, a pesar de la gran diversidad aparente10. La noción de “estadios de desarrollo” obedece a un sistema de adiciones, según necesidades de tipo socioeconómico, que implican una extensión en planta y alzado a partir de un edificio inicial. La capacidad de agregación hace que el edificio se pueda incrementar constantemente. Tanto en la unidad básica como en el esquema de desarrollo existen unas características bien definidas. En todo caso son numerosos los ejemplos en que se sigue un esquema de organización más libre, motivado por cuestiones como el relieve o la simple voluntad de interpretación del usuario.

Casa de Formentera representativa de las que siguen la tipología ibicenca. Cabe destacar la doble hilera de pilares, una aguanta la porxada y la más exterior, el emparrat 10

Para una visión detallada de los aspectos tipológicos de la casa ibicenca ver, entre otras obras: JOACHIM.1991 y especialmente FERRER.1998. En el caso de Formentera: ROIG. 2000.

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A pesar de que se hable de un esquema en que se pasa de unos estadios simples a los más evolucionados, cabe subrayar que el edificio es entendido en todo momento como una entidad acabada y homogénea.

Casa de Formentera representativa de la tipología de casa de planta rectangular con cubierta de tejado a doble vertiente. Este tipo se generalizó en la isla a lo largo del siglo XIX y principios del XX. En esta tipología también es bastante frecuente la presencia de la porxada adosada la fachada principal; dicha porxada puede ocupar toda la fachada o sólo la parte central. La porxada es de tejado aguantado sobre pilares

La unidad básica es la habitación, cuyo orden y dimensiones generan el conjunto del edificio. Se trata de un espacio de planta cuadrada o ligeramente rectangular; tiene los muros de mampostería de piedra y mortero, con cubierta plana de terraza, interiormente de vigas de madera reforzadas con una jácena central. Esta construcción de volumen casi cúbico presenta un portal y una pequeña ventana para aportar luz al interior. Se trata de un espacio plurifuncional. A esta unidad se le puede adosar otro cuerpo similar, pasando a desempeñar uno las funciones diurnas y el otro la de dormitorio. Por otro lado, a esta doble célula se puede añadir, ya en un estadio más evolucionado, un cuerpo de planta rectangular equivalente a la doble compartimentación, la cocina. Cabe observar que en ellas se produce un esquema de crecimiento hacia los laterales y hacia 676

Construcción ibicenca de volumetría cúbica utilizada como habitáculo temporal en el entorno rural. Este volúmen supone el módulo básico como punto de partida para modelos más desarrollados. A menudo reciben el nombre de païssa

delante, tendente a cerrar un patio delantero. Éste será el esquema de disposición básico, igualmente seguido en los estadios más desarrollados. Normalmente el esquema de crecimiento se va inscribiendo sucesivamente en un cuadrado o rectángulo, que va aumentando sus dimensiones.

Diferentes modelos de desarrollo de casas ibicencas; todos parten de la duplicación de la unidad de volumen cúbico a la que se añaden otros volúmenes cúbicos y/o prismáticos a los laterales y hacia la parte delantera. Cada módulo tiene sus propios muros portantes, y al tener la cubierta plana, su altura puede ser independiente a la de los demás módulos que le rodean. Se indican diferentes usos: a:dormitorio, b: patio, c: cocina, d: porxo, e: porxet, f: diversas funciones. Adosado a la cocina aparece el horno de pan (Taller d’Estudis de l’Hàbitat Pitiús: Dos casaments d’Eivissa: Can Nadal de Baix i Can Guimó)

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Otro aspecto a considerar es que cada estancia tiene una estructura autónoma; se cierra entre muros portantes y tiene su propia cubierta, lo cual le permite presentar una altura propia, con independencia de las que la rodean. Los ejemplos en que aparecen estos esquemas simples de desarrollo se corresponden con viviendas temporales, conocidas popularmente como casa o païssa.

Ejemplo de casa poco desarrollada, con planta en forma de L y una sola altura. (Eivissa)

En los estadios más desarrollados, conocidos como finca, casament o cases, ya en viviendas permanentes, vemos como las células se organizan en torno a un espacio central, a manera de patio, pero ya cubierto a modo de pórtico (porxada) o incluso cerrado (sala o porxo). Los locales que se van añadiendo tienen funciones secundarias que responden a las necesidades familiares y de la explotación agrícola. El desarrollo del casament a menudo no sólo se produce en planta, sino también en altura, con espacios que presentan dos plantas. Esta altura superior puede estar creada, para despensa o dormitorio, pero también puede tratarse de cobertizos abiertos al exterior (porxet). Se puede realizar entonces una fachada de doble pórtico: la porxada (en la planta baja) y el porxet (en la planta alta); lo que supone ya una fase de máximo desarrollo. Ambas estructuras porti678

cadas pueden presentar uno, dos o tres vanos. Aparecen sustentados por robustos pilares, que aguantan jácenas o arcos, o con arcos perforados en el muro. El uso de arcos en porxades y porxets se generalizó seguramente a lo largo del siglo XIX, aunque no se excluye su presencia anterior11. Edificio que presenta porxada con arcos. A parte de estas oberturas y de algunos portales, cabe destacar el aspecto macizo de los muros, con ventanas pequeñas y elevadas. En cuanto a la volumetría, vemos un claro ejemplo de la combinación de módulos de diferentes alturas con cubierta plana.(Santa Eulària, Eivissa)

Casament con el tipo de porxada y porxet más desarrollados. Estas estructuras porticadas definen la fachada principal, organizados con pilares y jácenas. (Sant Josep de sa Talaia, Eivissa)

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FERRER. 1998. P.78.

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En los modelos más desarrollados se distinguen, en cuanto al uso, dos tipos de espacio: uno de carácter público( porxada, porxo (Sala) y cocina, y otro de tipo privado: dormitorios y despensas). Esta distinción tiene una correspondencia clara en la disposición espacial, ya que los primeros quedan en la parte delantera de la casa, más accesible e iluminada; y los segundos, en la parte más escondida y oscura. En este sentido la orientación de la casa hacia el sur y el eje de recorrido desde el ingreso juega un papel determinante. En cuanto a exteriores, hay que destacar, a parte de elementos como el porxet y la porxada, la poca presencia de ventanas, aunque incluso puede aparecer algún balconcillo en la planta alta, cuando aquí se disponen espacios de habitación. Los portales pueden ser de arco de medio punto o rebajado o también adintelados. El elemento más característico del acabado es el encalado que cubre todo o casi todo el edificio. Ejemplo de cases con un módulo de dos alturas (casa de dalt), en el que se abre una ventana con balcón. Existen ejemplos, como este caso, en que parte de la fachada está encalada, mientras que otras partes dejan ver los materiales de la mamposteria con que se construyen los muros. En cambio, en otros casos, aparecen encalados todos los muros. (Sant Antoni de Portmany, Eivissa)

De la cocina, hay que destacar, a parte de la presencia de elementos básicos, como ya hemos visto en Mallorca, una particularidad, respecto a las demás islas: el horno de pan está asociado a la cocina y no separado y en el exterior. Ya para finalizar con las cassas populares de las Pitiusas, hemos de señalar que en Formentera, aunque existe el modelo de casa que 680

sigue las características básicas de la casa ibicenca, también se dan una serie de particularidades12. Se supone que el modelo ibicenco perduró desde el siglo XVIII hasta finales del XIX. Es en este último momento cuanto se fecha la incorporación de nuevas soluciones que contribuyen a marcar rasgos diferenciadores con Ibiza. Entre éstos cabe destacar la utilización del sistema de cubierta de tejado a una y dos vertientes, en lugar de la tradicional cubierta plana. TORRES DE VIGILANCIA Y DEFENSA Ya para finalizar la exposición del contenido relacionado con los espacios de habitación, quiero reseñar un elemento presente en todas las islas, se trata de las torres de vigilancia y defensa. Normalmente, en Mallorca y Menorca, las podemos observar en el entorno de casas prediales cercanas a la costa. Mientras que en las Pitiüses se extienden por toda la geografía. Se construyeron básicamente entre los siglos XV y XVI, debido a la constante amenaza de incursiones turcas, así como de piratas. Si bien originalmente muchas estaban exentas, una vez que dejaron de tener su función original, ya en el siglo XVIII, se les adosaron otras construcciones, incluso algunas quedaron integradas en el edificio principal. Son básicamente de planta cuadrada o circular. En las Pitiusas prácticamente sólo encontramos esta segunda posibilidad. Torre de defensa de planta cuadrada. Se trata de uno de los pocos casos en la isla de Mallorca en que una torre, originalmente exenta, aún no ha quedado adosada o integrada al edificio principal de las cases de possessió en que se ubica. Como en las demás islas del archipiélago, estas torres se construyeron desde el siglo XV hasta el XVII. (Valldemossa, Mallorca)

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Para ver un análisis en detalle de las similitudes y diferencias de la casa de Formentera con la de Ibiza, ver: ROIG. 2000.

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Cases de lloc con una torre de defensa de volumetría troncopiramidal. También cabe destacar de dicha imagen la porxada con sus tres arcos. (Ciutadella, Menorca)

Torre de defensa de planta circular ubicada en las cercanias de unas cases de Eivissa. Es esta isla aún se conservan diferentes ejemplos de torres completamente exentas. Hay casos en que una torre podía ser utilizada por los habitantes de las diferentes cases que se encuentran a su alrededor. Al fondo de la imagen destaca una fachada con porxet con arquería en la planta alta. (Balàfia, Sant Joan de Labritja, Eivissa)

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CONSTRUCCIONES DE USO AGRÍCOLA Y GANADERO Se encuentran especialmente en el entorno rural; pero algunas son también frecuentes en el contexto de la casa tradicional urbana. Cabe recordar que tanto en Mallorca como en Menorca gran parte de las casas urbanas son la vivienda de agricultores que tienen en esta casa el principal almacén de la producción; lo mismo ocurre en muchas de las residencias urbanas de los terratenientes. En el entorno rural pueden aparecer tanto aisladas, especialmente en el contexto de las cercas destinadas a la ganadería, como formando parte del conjunto del edificio principal de la explotación. Las que forman parte del conjunto podrán aparecer exentas o adosadas o integradas en dicho edificio. Mayoritariamente se trata de construcciones añadidas al núcleo principal del edificio una vez que éste ha sido construido. Podían añadirse desde un principio o a medida que las necesidades de la explotación agrícola y ganadera lo requerían. Su presencia o no queda muy vinculada al tipo de ganadería o producción agrícola que se desarrolle en la explotación. Estas construcciones anexas, presentes en mayor o menor medida en todas las casas rurales, pueden tener características tipológicas muy diversas. Sus dimensiones pueden variar mucho, aunque normalmente son menores que las del núcleo del edificio, al menos en altura. Además, hay que tener en cuenta que aparecen dispuestas de una manera muy libre en torno al edificio principal. Teniendo en cuenta las consideraciones que acabamos de realizar, podemos afirmar que estas construcciones anexas al edificio principal enriquecen y diversifican constructivamente los conjuntos arquitectónicos creados como centro de cada explotación agrícola. Dicho de otra forma, contribuyen en gran medida a singularizar cada uno de estos conjuntos. A estas construcciones, además hay que sumar la habitual presencia de muros de cercas y, en menor medida, de bancales, así como de alguna construcción de la hidráulica tradicional. Su presencia también se dispone de manera muy libre. En su conjunto no sólo contribuyen a singularizar cada conjunto, sino que también lo integran más en el paisaje y entorno en que se ubica. 683

Por otro lado, no debemos olvidar que existen algunas construcciones, como son cocheras, establos, almacenes y lugares de transformación de la producción agrícola, entre otras, que pueden quedar ya integradas dentro del edificio principal inicial, especialmente en Mallorca. De no ser así, quedan adosadas a dicho edificio principal o exentas en sus inmediaciones. En cambio las construcciones destinadas al ganado (mayoritariamene ovino, porcino o vacuno) pueden quedar instaladas en torno al edificio principal, pero en muchos casos quedas alejadas de éste y repartidas por los terrenos de pasto. Hemos organizado la exposición de las características tipológicas de estas construcciones, clasificándolas en relación a los usos a que iban destinadas13. En este sentido empezaremos por las construcciones vinculadas a la transformación y almacén de la producción agrícola, después pasaremos a las de uso ganadero y finalmente, trataremos las cocheras. Presentamos el siguiente esquema partiendo del tipo de cultivo o ganado, teniendo en cuenta que para casi todas las funciones existen una o varias tipologías bien definidas, en el contexto de cada una de las islas. También en estas construcciones existen bastantes rasgos particulares para cada isla, algunos de ellos en consonancia con las características constructivas ( materiales constructivos, soluciones de cubierta, revoque o encalado exterior, etc.), que ya hemos visto en los edificios para vivienda. Teniendo en cuenta esta consideración evitaremos en lo posible repetir lo relacionado con las cuestiones arquitectónicas que mantienen las directrices generales ya indicadas para la casa y, en cambio, precisaremos los

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Para Menorca aparecen relacionadas dichas construcciones en obras como las de VIDAL. 1972, la de JORDI. 1997 o la de CAMPS.1998. En el caso de Ibiza aparecen bastante detalladas en la obra de FERRER. 1998. En relación a Formentera, cabe destacar la obra de MARÍ CARDONA. 1993, en lo que atañe a las construcciones presentes en el proceso de cosecha, almacén y transformación de los cereales. Para Mallorca, la obra de GARCÍA. 1986. se refiere a los espacios de almacén y transformación de los productos agrícolas. Para el conjunto de las Islas Baleares, cabe destacar las explicaciones que se dan en la obra de HABSBURG, 1980-1992, en lo que atañe a las tareas y espacios de transformación y almacén de la producción agrícola y al uso que se hacía de las construcciones. Lo mismo ocurrre con las construcciones de tipo ganadero.

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casos en que haya particularidades, como ocurre, por ejemplo, en cuanto a técnica constructiva, con las construcciones realizadas con la técnica de piedra en seco. 1. Construcciones para transformar y almacenar productos agrícolas: - La producción de cereales y legumbres: Era, pajar, graneros, molinos harineros. - La producción vinícola: Las bodegas (celler; casa del vi o de les bótes). - La producción de aceite de oliva: Las almazaras (Tafones o trulls) - Secado y almacén de otros frutos: los sequers y diferentes almacenes. 2. Construcciones de uso ganadero: - Establo para animales de tiro. - Construcciones para el ganado vacuno. - Construcciones para el ganado lanar. - Construcciones para el ganado porcino. - Construcciones para las aves de corral. - Construcciones de piedra en seco para el ganado en Menorca y Mallorca 3. Cocheras. Construcciones para transformar y almacenar productos agrícolas LA PRODUCCIÓN DE CEREALES Y LEGUMBRES La era Es el espacio a cielo abierto donde se realizaba la trilla de cereales y legumbres. Aparecen en las inmediaciones del conjunto constructivo que supone el núcleo de la explotación, pero a cierta distancia de los edificios y, a ser posible, en un lugar algo elevado, ya que para la buena labor de la trilla era imprescindible la acción del viento. En cada explotación había normalmente una sola era, pero en las más productivas podía haber dos e incluso tres. En Menorca, cuando aparecen dos en una explotación, una suele ser de mayores dimensiones que la otra (eró); la primera era para la trilla del trigo y la segunda, para la de la cebada o legumbres. 685

Se trata de una plataforma o superficie plana de planta circular. Se caracterizan por tener un pavimento muy firme. Éste podia ser de tierra apisonada (Mallorca), de mortero (Ibiza) o revestido con losas de piedra o baldosa de cerámica (Menorca). También puede aparecer excavado en la roca. La superfície de la era normalmente quedaba a nivel del suelo o mínimamente elevada. En los casos en que se ubicaba en terrenos en pendiente, podía procederse a excavar en la parte más alta y a elevar la plataforma en la parte más baja del terreno. Cabe tener en cuenta que se trata de una superficie que debía quedar horizontal, aunque hemos observado que a menudo tiene una ligera pendiente para evacuar el agua de lluvia, que en el caso de Ibiza incluso podía ser almacenada en algún depósito. Cuando se tenía que elevar la plataforma, para nivelar su superfície, se conseguía mediante un muro de piedra en seco, que describe la misma forma circular que la superfície. Si la era no quedaba casi al mismo nivel del suelo, al menos por uno de sus lados, se construía una pequeña rampa por donde entraban y salían los trabajadores y los animales de tiro, imprescindibles para la trilla. Es en Menorca donde hemos observado un mayor desarrollo arquitectónico de estas construcciones, ya que a parte del buen aca-

Eras para la trilla de cereales y legumbres (Maó, Menorca). En la imagen se observa un caso singular de Menorca en el que las dos eras de un lloc estan conectadas por una rampa. En Menorca las eras aparecen rodeadas de un murete. Al fondo de la imagen se observa la barraca, también característica de esta isla

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bado del pavimento, normalmente quedan rodeadas por un murete de sillar de marés. Incluso puede llegar a haber dos muros concéntricos que dejan un estrecho pasillo entre los dos. Tanto si hay un murete como si son dos, se dejaba un paso para los animales de tiro y las personas. En la parte superior de los muretes, en la cara que mira al interior de la era, suele aparecer una moldura; la tradición popular cuenta que era para evitar que las hormigas se llevasen los granos de cereal fuera de la era. Es frecuente que el murete esté encalado. También en Menorca, hay casos en que las era y el eró quedan conectados con un pasillo. La construcción a menudo se encontraba dentro de una parcela cercada de muro de piedra en seco, conocida como corral o tanca de l’era. Su función era la de proteger las gavillas de los animales. A menudo, los pajares que se levantaban al aire libre, sin ningún tipo de construcciones para protegerlos de las inclemencias del tiempo, se ubicaban en el corral de la era. En Ibiza hemos observado que este corral para pajar y un pequeño almacén con la misma función pueden quedar al lado de la era. Igualmente, en las inmediaciones de la misma puede aparecer un pequeño cobertizo, a modo de caseta, porxo, barraca o pont, aunque en ocasiones podía tratarse de una construcción efímera hecha con ramas. Servía para guardar enseres relacionados con las tareas de la trilla y/o para cobijo del encargado de vigilar el grano. Su presencia es más habitual en las eras que quedaban más alejadas del lugar de habitación. Pajar (pallissa) Era la construcción destinada a guardar la paja que se recogía de la trilla. En gran medida serviría para alimento del ganado mayor durante el año. Ya hemos indicado al hablar de las eras, que podía haber pajares al aire libre; pero prácticamente en todas las casa rurales existía un espacio cubierto para guardar paja. Este recinto podía ser una parte del edificio principal o un anexo adosado o separado. En Mallorca, especialmente en las casas de las explotaciones más humildes, es muy frecuente que esté en la planta alta de la segunda crujía de la casa o ocupando una construcción anexa, ado687

sada a uno de los laterales, también en planta alta. En estos casos normalmente el espacio que quedaba justo debajo, en la planta baja, solía estar destinado, total o parcialmente a establo. De esta manera, a través de un pequeño agujero en el techo intermedio se podia arrojar la paja dentro del pesebre para dar de comer a los animales del establo. Una parte de esta planta baja también podía estar destinada a cochera, para lo cual en la fachada se practicaba un amplio portal (portassa). En su conjunto se trata de un recinto con muy pocas oberturas, a menudo se abría al exterior un único portal o ventana de grandes dimensiones, ya que se entraba la paja recogida en grandes lienzos. A este portal se podía acceder mediante una escalera de obra o con una portátil. Cuando se producía esta segunda posibilidad, normalmente, encima de la obertura se colocaba una ménsula (de madera o hierro) con una polea para facilitar la subida de la paja con cuerdas. Igualmente, podía haber un portal interior que conectase el recinto con el resto de la casa. Continuando en Mallorca, normalmente en explotaciones ya de cierta relevancia, puede aparecer un edificio de dimensiones considerables destinado a pajar, algo separado o adosado al edificio principal. Éste suele tener planta rectangular o cuadrada, con una o dos crujías, a menudo separadas por una hilera de pilares que aguantan jácenas o arcos. La cubierta es a doble vertiente de tejado. Puede tener planta baja o dos alturas, aunque de tener sólo una planta, ésta en muchos casos tiene la misma altura que si fuesen dos. Los muros son de mampostería al igual que ocurria con los pajares a los que nos hemos referido en el párrafo anterior, una parte de la planta baja de estos recintos podía destinarse a establo y/o a cochera. Igualmente, podía aparecer un portal o gran ventana a la altura de la planta alta y, como mínimo, un portal en la planta baja, que podía ser lo suficientemente amplio para permitir la entrada de carros. El hecho de que la ubicación de los establos esté a menudo muy vinculada al pajar ha llevado a que en Mallorca en lugar de utilizar propiamente los términos estable o boval para designar a los establos, se utilice con frecuencia igualmente el vocablo pallissa. 688

En Ibiza y Menorca el pajar era una construcción anexa, que igualmente podía estar adosada o separada del edificio principal. Podía tener planta cuadrada o rectangular. En Ibiza, solia ser de planta baja y, a menudo, también quedaba conectado directamente con el establo. Si en Menorca la cubierta es a una o dos vertientes de tejado, en la otra isla es plana. En caso de estar adosadas al edificio principal, no solían tener un portal interior que conectase con el interior de la vivienda. Continuando en la isla pitiusa mayor, vemos que la pallissa puede aparecer como una construcción exenta en las inmediaciones de la era. Normalmente es de planta rectangular y cubierta plana, con un único portal. Cabe remarcar que existen construcciones con la misma denominación y tipología similar que se hallan diseminadas en el entorno rural, cuya función era la de habitáculo temporal, si bien podían servir para almacenar parte de la producción de paja, función que podría estar en el origen del nombre. También como almacén de paja, justo al lado de eras, se han localizado algunos ejemplos de pallissa de planta circular cubiertas con cúpula y una, de planta rectangular, cubierta con bóveda. Los muros están construidos de mampostería. Graneros (graners) Eran los recintos donde se guardaba la cosecha de cereales y legumbres, aunque también en el mismo recinto se podían almacenar otros productos de la cosecha y conservas de alimentos en general. Los encontramos en todas las casas rurales y en bastantes de las urbanas. Normalmente se trata de un recinto integrado en el edificio principal de la casa, con acceso únicamente desde el interior de la vivienda. En Mallorca y Menorca se disponen normalmente ocupando parte del porxo de la planta alta, a ser posible en un espacio ventilado y seco que permita una óptima conservación de los cereales durante largo tiempo. En edificios de tres alturas, los graneros pasaban igualmente a la planta superior. En Mallorca, en el caso de ocupar dos crujías, pueden quedar conectadas por portales o mediante uno o diversos arcos. En esta isla, en casas donde se concentraba el producto de grandes explotaciones vitivinícolas y cerealícolas, cuando se construían las bode689

gas, semisubterráneas, los graneros podían quedar ubicados encima de este espacio, formando parte de la misma estructura. En general, es muy característico en estos recintos la distribución del espacio en una especie de compartimentos hechos mediante unos muretes ( a modo de bajos tabiques) que permitían separar los diferentes tipos de granos recolectados. Molinos harineros: molins de sang fariners Parte de la producción cerealícola iba destinada a convertirse en harina para el consumo del ganado y de personas; para estas últimas era básico en su dieta alimenticia el pan y otros productos realizados con harina de trigo. La gran mayoría de familias que vivían en los núcleos urbanos acudían a moler su cereal a los molinos que ofrecían este servicio a cambio de un pago en metálico o en especie. En cambio, en las casas rurales, y no sólo en las principales explotaciones, a menudo se tenía un molino propio. Los dos tipos de molinos más característicos desde el punto de vista arquitectónico son los molinos harineros de viento y de agua, los cuales se verán en sus respectivos apartados específicos, ya que tienen unas características tipológicas propias. Un tercer tipo de molino era el que funcionaba movido por la fuerza de un animal, los llamados molins de sang. Este tipo no requería de una construcción tan costosa como los movidos por el viento o por agua, ni tampoco su ubicación quedaba vinculada a la presencia de la fuerza motriz; por tanto, podía quedar instalado en un recinto integrado en la casa o adosado a ésta. Además no requería de unos conocimientos técnicos tan específicos como en los dos otros tipos. Por consiguiente no es de extrañar que sean los más abundantes, a pesar de que su rendimiento productivo fuese menor que los molinos movidos por viento o por agua14. La documentación ya demuestra su existencia a finales de la Edad Media. Cuando se produce la conquista catalano-aragonesa en la primera mitad del siglo XIII ya existían algunos molinos movi-

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Para conocer los mecanismos que formaban el molino de sang, ver, entre otras obras, la de GARCÍA. 1989.

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dos por animales. En muchas de las cases de possessió mallorquinas existentes en los siglos XV y XVI se cita un molino. En Ibiza también tenemos referencias documentales ya en el siglo XV15. Se utilizarán hasta principios del siglo XX, cuando su uso será desplazado por el de las fábricas harineras. El recinto en que se ubicaba el molí de sang no tiene unas características arquitectónicas singulares. Siempre queda en planta baja. Era de planta cuadrada o rectangular, lo suficientemente amplio para que pudiese girar el animal. A parte de un portal de ingreso que permitiese el paso del animal de tiro, también podían tener algún ventanuco, pero son recintos bastante oscuros. Normalmente el artilugio se instalaba en un recinto cercano a los establos, incluso dentro de la misma estructura, dentro del edificio principal o en una construcción anexa a éste. En Ibiza se denomina al recinto casa del molí. LA PRODUCCIÓN VINÍCOLA: LAS BODEGAS (CELLERS) Las bodegas (celler en Mallorca y casa del vi o casa de les bótes en Ibiza) son el espacio destinado a la elaboración y conservación del vino. Este tipo de producción requiere instalaciones para el prensado de la uva, para la fermentación del mosto y para la conservación del vino en barricas. A menudo, debido a la baja calidad del vino que se quería comercializar, se procedía a la destilación del vino para convertirlo en aguardiente. Al menos desde el siglo XIV la producción vitivinícola ha sido importante en Baleares, especialmente en Mallorca, y en menor medida en Ibiza. En Menorca, tradicionalmente ha sido una producción poco destacada. En el caso de Mallorca, esta producción se concentra especialmente en las comarcas del Raiguer, del Pla i del Llevant. A principios de la segunda mitad del siglo XIX se incrementó notablemente el cultivo de la viña, debido a la gran demanda de vino del exterior motivada por la plaga de filoxera que afectaba especialmente a Francia. Fue un momento de construcción de nuevas bodegas y de ampliación de muchas de las ya existentes. Pero el esplendor de esta producción duró a penas dos o tres décadas,

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FERRER.1998. P.86.

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hasta que la plaga llegó a las islas y, en pocos años, dejaron de funcionar la mayoría de bodegas. La presencia de bodegas queda vinculada a las casas rurales o urbanas cuyos propietarios tenían viñedos. En Mallorca es habitual hallar casos de terratenientes que tenían las viñas repartidas en diversas propiedades y concentraban la producción de vino en una sola bodega, por tanto, el hecho de que en una propiedad se cultive viña no implica que en la casa de ésta tenga que haber necesariamente una bodega. Centrándonos en Mallorca, vemos como, dependiendo de la cantidad de producción, las dimensiones de las bodegas pueden variar mucho. Encontramos desde las que simplemente producían para el consumo doméstico o un mínimo excedente a las que iban destinadas a grandes producciones para el comercio. En cuanto a las instalaciones arquitectónicas necesarias, si se trataba de una pequeña producción para consumo doméstico, en algunos casos simplemente había un pequeño recinto en el que había espacio para prensar la uva y un depósito subterráneo para la fermentación del mosto (cup). Pero normalmente, por poco importante que fuese la producción, se construía un recinto donde guardar las barricas en las que se depositaba el vino una vez fermentado en los depósitos. Este recinto recibe propiamente el nombre de celler, a parte de que el término usado a nivel general incluya este almacén y el resto de instalaciones necesarias en el proceso de elaboración, que quedan conectadas directamente. El almacén de las barricas es, desde el punto de vista arquitectónico, el elemento más destacado. Se trata de un espacio que normalmente queda subterráneo, totalmente o en su mayor parte. Este hecho se relaciona con la necesidad de dotar al recinto en que se guardaba el vino de una temperatura lo más constante posible a lo largo del año. Este recinto puede disponerse debajo del edificio utilizado como vivienda o adosado a éste, e incluso en unos pocos casos, constituye un edificio completamente exento, conjuntado con el resto de instalaciones necesarias para el proceso de elaboración. En cualquier caso, queda con algún tipo de construcción encima. 692

Pueden tener planta cuadrada o rectangular, de una crujía o organizados a partir de una planta de dos o tres naves separadas por pilares que aguantan arcos. La cubierta podrá ser plana, de bigas de madera, o de bóveda de sillar. En este segundo supuesto, será de bóveda de cañón o de arista en los de una crujía y de arista en los de diversas naves. Las bóvedas aparecen normalmente reforzadas con arcos fajones. Existen ejemplos de plantas de diferentes tramos dispuestas de manera más irregular (como las que tienen forma de L) y también casos en que se combinan diferentes soluciones de cubierta, aunque no son lo más común.

Bodega (celler) representativa de las tipologías más desarrolladas de Mallorca. En este caso tiene tres naves separadas por pilares y cubierta de bóvedas de arista. El material es sillar de marés. (Petra, Mallorca)

El acceso se produce desde el interior del edificio que queda por encima y/o desde el exterior, a través de un portal que se abre en la parte superior del muro e incluso en la cubierta. Desde este portal se baja por una escalera de obra. Si la bodega se construyó en un terreno en pendiente, se suele abrir un portal en la zona de nivel más bajo del terreno exterior. Este portal queda ya mucho más cerca del nivel del pavimento de la bodega y, en ejemplos de grandes dimensiones, con una pequeña rampa, si era necesario, se podía sacar barricas rodando o pasar incluso con carros. 693

Las ventanas, a modo de ventanucos abocinados, se disponen en la parte elevada del muro e incluso a la altura de las bóvedas a través de lunetos. Hay que tener presente que al tratarse de unas construcciones total o casi totalmente subterráneas, estas ventanas, exteriormente, suelen aparecer justo por encima del nivel del suelo. Servían para ventilar el recinto y para una mínima entrada de luz. Ya hemos indicado que el espacio donde se prensaba la uva quedaba sobre los depósitos de fermentación (cups). Dicho espacio quedaba cubierto de porche o integrado dentro del edificio que había sobre la bodega. Si se daba esta última posibilidad, tenía normalmente un vano que comunicaba con el exterior, a modo de portal. Éste, en la fachada del edificio, aparece a menudo algo elevado respecto al nivel del suelo (entre 1m. y 1’5 m.). Esta disposición facilitaba la descarga de la uva acabada de vendimiar, la cual era transportada en carros. Hay ejemplos en que aparece una escalera para subir a dicho portal. Los cups quedaban instalados justo al lado de la bodega propiamente dicha. Normalmente había entre uno y tres. Eran de planta cuadrada o rectangular y sus dimensiones variaban mucho según la cantidad de producción. A menudo su interior estaba revestido de piedra de gran calidad ya que el vino en el proceso de fermenteción es muy corrosivo. Podían presentar cubierta plana o de bóveda, con la obertura en la parte superior. Una vez fermentado el vino, pasaba al almacén de las barricas directamente, a través de unos conductos que, desde la parte inferior del depósito desembocaban en un grifo ya dentro de la bodega. Éste solia encontrarse dentro de una fornícola practicada en el muro, con una pila en la parte inferior, donde se acumulaba el vino que se pudiese derramar. En este grifo se recogía el vino para trasladarlo a las barricas. Existen algunos ejemplos con canalizaciones que recorrían el perímetro interior del almacén, permitiendo distribuir el líquido hasta las diversas barricas. En la limpieza de aparejos relacionados con la producción y almacén del vino se requería el uso de bastante agua; por esto no es de estrañar que, especialente en bodegas importantes, se construyera un pozo o depósito de agua de lluvia en el interior o inme694

diaciones, incluso pueden aparecer pequeños pasadizos subterráneos que conectaban directamente la bodega y el lugar donde estaba el agua. LA PRODUCCIÓN DE ACEITE DE OLIVA: LAS ALMAZARAS (TAFONA O TRULL) En Mallorca se designa con el término tafona al conjunto de instalaciones para la elaboración del aceite de oliva y al edificio que las acoge16. En Ibiza esta instalación recibe el nombre de trull17. En Baleares el cultivo del olivo para la producción de aceite es significativo en Ibiza y especialmente de Mallorca. En esta isla, los olivares se concentran básicamente en la zona de la Serra de Tramuntana y en la península de Artà. En Menorca fueron muy pocas explotaciones las que se dedicaron a esta producción. Sobre la introducción del cultivo en las islas existen unas hipótesis que la ubican en el período de dominación romana y otras a finales del período islámico. De hecho, la palabra tafona deriva del vocablo árabe tahuna, que significa molino. En todo caso, después de la conquista catalana no sólo se continuó sino que se extendió mucho, llegando entre los siglos XVI y XVIII a los momentos de máxima productividad. Fue en estos siglos cuando se construyeron o renovaron la mayoría de almazaras conservadas, a decir por las fechas que aparecen en los edificios o en los ingenios que albergan. A lo largo del XIX ya se produjo cierta decadencia de la producción; pero fue durante la primera mitad del XX cuando tuvo lugar el gran declive, siendo en la segunda mitad del XX ya casi únicamente testimonial en relación a la producción de siglos pasados. En casi todas las explotaciones importantes que se dedicaban al cultivo del olivo existía una almazara. También existen, en Mallorca,

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Para conocer los aspectos históricos y técnicos relacionados con la producción tradicional del aceite de oliva en Mallorca, consultar el apartado que dedica la Gran Enciclopedia de Mallorca a la Tafona. Para ver un esquema de la colocación de los diferentes artilugios que se colocaban en la tafona para la eleboración del aceite ver GARCÍA. 1986. Para conocer características generales de este tipo de construcción en Ibiza, FERRER. 1998. P 86-87.

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algunos ejemplos ubicados en los núcleos de población; se trata de municipios en los que existían pequeñas propiedades olivareras cuyos productores acudían a estas almazaras a elaborar el aceite a cambio del pago de una cantidad en dinero o especie. Hay que tener en cuenta que la construcción de una almazara era muy costosa y no hubiese resultado rentable para un pequeño propietario. La almazara constituye normalmente un edificio anexo, adosado, formando parte del conjunto constructivo principal de la explotación. En la tafona se ubican todos los elementos necesarios para la transformación de las aceitunas en aceite. Esto explica que sean construcciones de grandes dimensiones, normalmente de planta rectangular de una crujía. Tambíén son espacios altos, especialmente en Mallorca. Las dimensiones de altura y longitud están muy relacionadas con la necesidad de dar cabida a la prensa. En Mallorca, las dimensiones de anchura dependerán, entre otros aspectos, de si se instala una prensa o dos. De hecho, en esta isla se ha clasificado a las tafones, según sean de una o dos prensas. Son recintos que a menudo tienen un solo portal de ingreso, con pocas ventanas, pequeñas y elevadas. Los muros son de mampostería. A nivel arquitectónico cabe destacar, especialmente en Mallorca, algunas de las soluciones que se dan para la cubierta. Normalmente es de tejado a una o dos vertientes. Cuando es a dos vertientes, vemos diferentes soluciones para aguantar el tejado sin tener que recurrir a un muro portante interior, ya que interesa que el espacio de la nave quede sin compartimentar. En ocasiones se recurre a armaduras de madera sin soportes verticales; en otras, a pilares que aguantan jácenas de madera o también a grandes arcos apuntados. En todos los casos la cubierta es de vigas de madera que aguantan listones o canyissada. Los soportes sobre los que se aguantaban las tejas, a menudo ,quedaban algo separados entre sí; de esta manera se permitía el paso del humo que se generaba en la fornal, en caso de que ésta no tuviese chimenea. En Ibiza, la cubierta es plana, siguiendo la tónica general de la casa tradicional de la isla. A continuación señalaremos los elementos más destacados, siguiendo el orden del proceso de eleboración del aceite. 696

Suele haber en Mallorca unos para depositar la aceituna recolectada, los graners. Normalmente hay entre uno y tres, aunque pueden ser más. Quedan casi siempre adosados a uno de los dos lados cortos del recinto .Cuando hay varios, se disponen uno al lado del otro. Tienen planta rectangular y cubierta de bóveda de cañón. Quedan abiertos únicamente hacia el interior de la almazara. Desde el exterior se podía acceder encima de ellos ( a menudo gracias a una rampa) y vaciar la aceituna a través de un agujero que tenían en la parte superior. Este recinto exterior puede quedar cubierto con un porche. Cabe puntualizar que se trata de unos depósitos de reducidas dimensiones en relación a la cantidad de aceituna que se recolectaba; esto se debe a que únicamente tenían que guardar la que se trituraba cada día, ya que para evitar la pérdida de calidad, las aceitunas se tenían que triturar en seguida que se había recolectado. Cerca de los graners, se ubica el molino (normalmente de tracción animal, aunque hay algún caso en Mallorca movido por agua) para triturar la aceituna, llamado trull o rutló. Junto a éste puede aparecer una gran pila de piedra donde se llenaban los recipientes (esportins) con la pasta triturada para ser prensados, de ahí que se la llame esportinador. El elemento de mayor envergadura era la prensa para extraer el aceite de la pasta, en Mallorca llamada de biga ( aunque también de quintar o de lliura) y en Ibiza llamada jàssena. Esta operación se hacía con la ayuda de agua caliente, exceptuando para el primer aceite (virgen). Para poder disponer de gran cantidad de agua caliente se construía la fornal, un fogón con una gran caldera. El trull, el esportinador y la fornal normalmente quedaban alineados siguiendo el eje central y longitudinal del recinto, mientras que la biga quedaba en uno de los lados, también dispuesta longitudinalmente; en caso de haber dos, se disponía una a cada lado. Al menos en Mallorca, aparecen unos depósitos para separar el aceite del agua (safareig de triar) y para guardar el aceite de las diversas calidades (safareigs d’oli). Desde la prensa el aceite, virgen o mezclado con agua, llegaba a los depósitos a través de una canalización de piedra. Los depósitos quedaban normalmente fuera del recinto de la almazara, en un espacio anexo de menores dimensiones, cerrado y cubierto, conocido como botiga de l’oli. 697

Cada instalación contaba normalmente con un molino; pero hay algunos casos de explotaciones muy importantes de Mallorca en que aparecen dos, con tres o cuatro prensas. A menudo aparece próximo a la tafona un depósito de agua, con acceso desde el interior de ésta; servía para suministrar la gran cantidad de agua que se calentaba en la fornal. También en Mallorca, no es extraño encontrar un pequeño espacio destinado a establo en el interior de la tafona o anexo a ella; era donde guardar el animal o animales que trabajarían para mover el molino. DIVERSOS ESPACIOS PARA SECAR Y ALMACENAR PRODUCTOS AGRÍCOLAS: LOS SEQUERS En la casa campesina, en general, ha existido la necesidad de secar diferentes productos agrícolas para poder conservarlos durante el año. En muchas ocasiones se trataba de productos destinados al consumo doméstico y/o de los animales; pero en otros casos se trataba de producciones destinadas al comercio. En cualquiera de las islas se han venido utilizando esplanadas o terrazas de edificios para el secado al sol de diferentes productos. Pero, la necesidad de proteger de la humedad de la noche o de la lluvia ha motivado la construcción de espacios cubiertos, normalmente a modo de porche ubicado en planta baja o en la planta alta, con grandes oberturas en uno de sus lados, básicamente el orientado al sur. En este lado aparecen pilares que aguantan arcos o jácenas. En Ibiza estos porches reciben el nombre de sequer y quedan desvinculados normalmente de la fachada principal. Pueden tener dos alturas o quedar ubicados únicamente en planta alta sobre alguno de los almacenes de la casa. Casi siempre se trata de una construcción auxiliar, añadida con posterioridad a uno de los lados del porxo o sala, cerrando por uno de los costados el patio que queda delante de la casa. En ocasiones el porxet, que queda en planta alta y abierto en la fachada principal, también puede hacer las mismas funciones que el sequer18.También en Menorca, los porches en planta alta que se abren en la fachada principal pueden hacer la función de sequer. 18

FERRER.1998. P.76.

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En este edificio, la porxada i porxet superior se encuentran en un ala lateral. Sant Carles de Peralta, Santa Eulària, Eivissa)

En Mallorca, especialmente en algunas comarcas, como las del Pla y la Marina , ha sido muy importante el cultivo de la higuera, el cual tuvo su época de mayor esplendor en las últimas décadas del siglo XIX y primera mitad del siglo XX. El fruto se podía consumir fresco o seco. Los higos secos iban destinados especialmente al consumo de personas, del ganado (sobre todo el porcino) y a la exportación. En las explotaciones donde había un importante higueral se construía uno o diversos recintos para dicho secado, los sequers de figues. Éstos podían aparecer aislados dentro de la explotación, en el entorno de los higuerales, o anexos al edificio principal de la propiedad. Se trata de un edificio de planta cuadrada o rectangular, cubierto a una o dos vertientes, según el número de crujías. En caso de dos vertientes, las dos crujías quedan separadas por uno o más pilares que aguantan jácenas. Los muros suelen ser de mampostería y a menudo el único vano es el portal de ingreso. Formando parte de la construcción o como otra adosada podía encontrarse un espacio destinado a vivienda de los trabajadores encargados de la recolección y secado. 699

A menudo este edificio se encontraba en el interior de un recinto cercado en el cual se extendían los cañizos protegidos del ganado; es el llamado corral del sequer. Adosado al edificio, era frecuente que se construyera un horno para cocer los higos y completar así la labor de secado, si era necesario. También podía ser utilizado para cocer el pan. En las explotaciones en que se recogían higos también pueden aparecer depósitos en los que se almacenaban una vez secados. En Mallorca, parte de las casetes o barraques que eran habitáculos temporales, eran utilizadas también como sequer de pequeños higuerales. Según el tipo de cultivo que se pudiese dar en una explotación y su abundancia, pueden aparecer espacios específicos en los que almacenar estas producciones, como ocurría con las algarrobas, por ejemplo. Ya hemos indicado al hablar de los graneros, que el porxo de las casas también era utilizado para guardar diferentes producciones agrícolas y ganaderas, además de cereales y legumbres. Construcciones para el ganado En general, como ya hemos indicado, veremos como existe una gran variedad tipológica, con construcciones específicas para cada tipo de ganado y con diversos particularismos entre las diferentes islas. Antes de entrar a detallar las diferentes tipologías, hemos de señalar que, a parte de estas construcciones, también se utilizaron para cobijo del ganado muchas cuevas, naturales o artificiales. ESTABLOS PARA ANIMALES DE TIRO (ESTABLES Y BOVALS) Los establos (estables) son las construcciones donde se guardaba el ganado equino; pero debemos recordar que hasta mitad del siglo XIX también se utilizaba mucho el ganado vacuno como animales de tiro. De hecho, en Mallorca, en muchos casos, como sinónimo de establo se utiliza el término boval. El ganado equino era importantísimo dentro del sistema de vida tradicional, especialmente en el mundo agrícola, por ser la principal fuerza como medio de transporte y para realizar muchas de las actividades agrícolas y de transformación de los productos del campo, entre otras funciones. 700

En cada casa rural, y en muchas de las urbanas, se tenían en mayor o menor medida dichos animales, como mínimo uno o dos (parell), pudiendo llegar en grandes explotaciones agrícolas de Mallorca a haber más de 30. Por otro lado, también hay que considerar que se podía tener rebaños de vacas, yeguas y/o burras para la cría. Ya hemos indicado que los establos en que se guardaba el ganado equino eran el único espacio ganadero que, salvo raras excepciones, se quedaba siempre integrado o anexo al edificio principal de la explotación rural o en la casa urbana (sobre todo la mallorquina). También ya se ha señalado que era un recinto que podía quedar muy relacionado con las cocheras y, especialmente, con el pajar, que suele estar justo encima. En Menorca e Ibiza es habitual que los establos queden sin contacto directo con el edificio de habitación; en cambio, en Mallorca, esta conexión es frecuente. En esta isla, a menudo, hay un portal que comunica, desde el interior de la vivienda de los payeses, directamente con el establo, independientemente de que el establo tenga otro portal exterior. Por otro lado, recordemos que en muchas casa urbanas de Mallorca los animales de tiro sólo podían acceder al establo desde el interior de la casa y tenían que atravesarla entrando a la casa por el mismo portal que las personas. En las casas urbanas y en las rurales de explotaciones menores a menudo sólo había un establo, pero en las casas de grandes explotaciones podía haber unos cuantos. Además, el tamaño de éstos estaba en función de la cantidad de animales que se tuviese que guardar. En cuanto a aspectos arquitectónicos, se trata de una construcción en planta baja, de planta cuadrada o rectangular. En Mallorca y Menorca podían tener cubierta de tejado, cuando no tenían otra construcción encima. De lo contrario, su techo era plano, de vigas de madera con delgados sillares o cañizo o de bóveda de sillar. En Ibiza, los techos suelen ser de cubierta plana de madera y terraza exterior. En general se trata de espacios bastante oscuros, con un solo portal de ingreso desde el exterior y sin ventanas o con algunos ventanucos abocinados a lo sumo. 701

En el interior, presentan siempre un pesebre adosado en uno de los lados, que puede recorrerlo por completo. Encima del pesebre aparecen siempre los atadores para tener sujeto el ganado cuando estaba estabulado. Hay casos en que se podían llegar a construir muretes de piedra o madera para separar los diferentes animales. Estos muretes no llegaban hasta el techo. Los establos solían estar pavimentados con piedras o cantos rodados. En Mallorca, pueden encontrarse parcialmente subterráneos. Igualmente, en el caso de Mallorca, sabemos que era habitual que los trabajadores que se encargaban del ganado de tiro en las explotaciones agrícolas, normalmente jornaleros (missatges) o también los encargados de las yeguas de cría (oguers), durmiesen muy cerca de los animales. En ocasiones lo hacían en lliteras instaladas dentro del mismo establo (colocadas sobre estacas o aprovechando huecos en el muro) y en otros casos en pequeñas habitaciones justo al lado o encima. También era habitual que durmiesen en el pajar. CONSTRUCCIONES PARA EL GANADO VACUNO: VAQUERÍAS Y BOYERAS (BOUERS) El ganado vacuno para la producción de leche ha sido (especialmente a lo largo del siglo XX) y aún es, sobre todo en la isla de Menorca, el principal recurso de muchas explotaciones. Como lugar de refugio para este ganado, tanto para darle de comer como para el ordeño, aparecen los llamados bouers en Menorca y vaqueries en Mallorca. Normalmente se trata de un edificio que quedaba exento y aislado respecto al de habitación principal de la explotación, pero no muy alejado. Los bouers son en la mayoría de cases de lloc de Menorca la principal construcción auxiliar de las que forman el conjunto de ses cases. Su ubicación en relación al edificio principal suele ser bastante libre. Al menos por uno de sus lados, normalmente quedan conectados con un corral para el ganado. En sus inmediaciones, también suelen tener el estercolero (femer). Además del edificio ubicado en el entorno del conjunto de ses cases, también podía aparecer, especialmente en Menorca, algunos bouers repartidos por los diferentes terrenos de pasto (sementers) de la explotación, son los llamados bouers de sementer. El bouer o vaqueria que se encuentra formando 702

parte del conjunto de ses cases puede ser utilizado conjuntamente como establo para équidos. Las dimensiones, como siempre, dependen de la importancia de la explotación. Pueden variar mucho, llegando, en algunos casos de Menorca y Mallorca, a ser construcciones monumentales (como el bouer del predio ses Truqueries en Menorca). En cuanto a aspectos arquitectónicos, se trata de construcciones de una altura, de planta rectangular de una o dos crujías y cubiertos a una o dos vertientes de tejado. Cuando hay dos crujías, éstas pueden quedar separadas por una hilera de pilares que sujetan jácenas o arcos. En Menorca, los bouers se caracterizan por tener en uno de sus lados largos, normalmente el orientado al sur o este, una secuencia de portales de arco carpanel o rebajado, en ocasiones a modo de arquería sobre pilares. En los lados cortos también puede aparecer un portal, a menudo con un gran arco carpanel. Los muros pueden estar construidos de mampostería, de piedra en seco o con sillar de marés. En Menorca, cuando se trata de las dos primeras técnicas, se pueden disponer en la cara exterior fajas de mortero encalado en torno a los portales, ventanas, esquinas y cornisa. También dichas fajas pueden disponerse, en sentido vertical, repartidas a lo largo del muro. Existen bastantes ejemplos en los que de los cuatro muros exteriores, tres son de piedra en seco o mampostería y uno de sillar, normalmente el que tiene las oberturas. Los pesebres se disponen en el interior o exterior. Cuando es interior, el pesebre suele quedar, por un lado, adosado a un murete que le separa del espacio en que se encontraba el ganado. Al otro lado, el pesebre quedaba en muchos casos, dentro de un pasillo desde el cual se repartía el forraje para comer. El ganado quedaba atado a estos pesebres en los que, normalmente, se dispone la característica hilera de agujeros u oberturas en forma de V, para que cada animal pudiese pasar la cabeza y comer. Parte del bouer podía aprovecharse como almacén de paja u otro tipo de forraje. CONSTRUCCIONES PARA EL GANADO OVINO: SESTEADEROS (SESTADORS) Y APRISCO (APRÉS) La ganadería ovina ha sido desde la Edad Media muy importante en las Baleares, especialmente en Mallorca. Ha estado presente, 703

en mayor o menor medida, en la mayoría de explotaciones, a menudo con importantes rebaños. De este ganado se aprovechaba la carne, la leche y la lana. Los sestaderos (sestadors) són los edificios en los que se daba de comer y guardaba las ovejas. Para el ganado estos recintos eran especialmente importantes en verano, cuando las ovejas acudían a ellos para sestar, para descansar durante el día, protegiéndose del sol. En Menorca las construcciones más características para la función de sesteadero son las barraques y ponts, hechos de piedra en seco, a los cuales nos referiremos más adelante en un apartado específico. A continuación nos centramos en las características de los sesteaderos de Mallorca. Cuando se trata de un edificio, suele aparecer exento y aislado o formando parte del conjunto del edificio principal de la explotación. La primera posibilidad es más frecuente. Pastores de avanzada edad con los que hemos tenido ocasión de hablar nos han comentado que estos edificios quedaban bastante separados del núcleo de edificios de la explotación, debido, entre otros aspectos, a que en sus inmediaciones se concentraban una especie de moscas muy peligrosas para las personas y animales.

Edificio de sestadors para el ganado ovino representativo de la tipología mallorquina. De su volumetría destaca su planta rectangular muy alargada, en este caso con cubierta a una vertiente. En la fachada es característica la alineación de estrechos ventanucos abocinados para la ventilación. Los muros son de mampostería. (Ariany, Mallorca)

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Tipológicamente, se caracterizan por ser una construcción de planta rectangular muy alargada, normalmente de una o dos crujías. Tienen una sola planta y cubierta a una o dos vertientes,según tengan una o dos crujías. Cuando tiene dos, éstas pueden quedar separadas por un muro portante o por una hilera de pilares que aguantan jácenas o arcos. Los muros suelen estar realizados en mampostería. Son espacios muy oscuros y frescos; normalmente presentan uno o dos portales, bastante estrechos. También hay casos, sobre todo en edificios de dimensiones considerables, que pueden tener un portal más amplio que permitía la entrada de carros para poder sacar más fácilmente el estiércol. Los ventanucos de estos edificios son un aspecto que también les da gran singularidad. Suelen aparecer alineados, rodeando todos los muros. Casi siempre se trata de ventanucos muy estrechos y alargados, en posición vertical. Están abocinados interior y exteriormente, o al menos por uno de los lados. Su forma obedece a que debían permitir una buena ventilación del interior evitando al máximo la entrada de luz. Al llegar el verano incluso se protegían con ramas. La función que debían realizar estos ventanucos llegó incluso a disponerlos con su estrecha obertura formando un ángulo interior, que evitaba por completo la entrada de rayos de sol. Esta “manía” para evitar la entrada de los mismos también está relacionada con el interés por evitar la presencia de las peligrosas moscas en el interior del recinto. Los pesebres para dar de comer a los animales se colocaban en el interior. Podían ser móbiles o estar clavados en el muro o en el centro. El aprisco (aprés) es un corral estrecho y muy alargado donde se ordeñan las ovejas. Su longitud está en función del número de ganado. La mayoría son de planta rectangular, aunque también pueden tener planta en forma de L. Normalmente está realizado con muros de piedra en seco y la entrada se produce por uno de los lados cortos o por los dos. Pueden quedar cubiertos de tejado a una vertiente. Es muy frecuente que quede adosado al sestador. En los casos en que el sestador está separado del conjunto principal de la explotación, el aprisco puede quedar igualmente junto a éste o construirse separado, dentro del conjunto de ses cases. 705

CONSTRUCCIONES PARA EL GANADO PORCINO: POCILGAS (SOLLS) Las pocilgas (solls) son las construcciones para refugio y estabulación del ganado porcino. Este tipo de ganado ha sido muy importante dentro de la economía y el sistema de vida tradicional en las islas. Tanto para las familias que vivían en el campo como para las que lo hacían en los núcleos de población, la matanza anual del cerdo era una cuestión fundamental para asegurar parte de los recursos alimenticios que permitirían la subsistencia a lo largo del año. Muchas de estas familias se encargaban de engordar uno o varios cerdos para el consumo propio y alguno para poder comercializar. Además, en muchas explotaciones agrícolas el ganado porcino tenía gran importancia, especialmente en las grandes propiedades. Por tanto, la pocilga para el engorde de uno o varios cerdos será un recinto que encontraremos en el contexto de muchas casas urbanas y en todas las rurales. En las primeras aparecen en el corral de la parte porterior de la casa, normalmente cerca del estercolero (femer). En la casa rural aparecerá adosada al edificio principal o en sus inmediaciones. Debemos recordar que no sólo aparecen prácticamente en todas las viviendas permanentes del contexto rural, sino en bastantes de las vivendas temporales, sobre todo en barraques y casetes de Mallorca. Por otro lado, en las explotaciones rurales en que se producía ganado porcino destinado especialmente a la venta, aparecen ya un número mayor de pocilgas, que además pueden tener mayores dimensiones. En estas explotaciones las pocilgas también aparecen en el contexto de ses cases; pero pueden llegar a estar bastante alejadas de la vivienda principal. En muchos casos aparecen agrupadas, pero también pueden encontrarse algunas aisladas en los diferentes terrenos o cercados en que pastaban los animales. Es en estas construcciones aisladas y esparcidas por los terrenos de pasto donde encontramos la mayoría de casos en que los refugios para los cerdos son construcciones de piedra en seco, entre las que cabe destacar barraques de porcs en Mallorca o barraques de porquim o ponts en Menorca. Debido a sus particularidades constructivas, estas construcciones de piedra en seco serán tratadas en un apartado específico. 706

También entre las construcciones utilizadas como pocilga, normalmente aisladas dentro de las cercas, cabe destacar los pequeños ponts de Menorca realizados con sillares de marés. En cuanto a las características arquitectónicas de las solls propiamente dichas, se trata normalmente de construcciones de planta cuadrada o rectangular, cubiertas de tejado a una o a doble vertiente, si bien en las Pitiusas es frecuente que se dé cubierta plana. Cuando es para uno o unos pocos animales, suele tratarse de un espacio reducido, de un solo compartimento. Cuando son espacios para cría o engorde de un mayor número de ejemplares suele tratarse de una agrupación de pocilgas. Ésta puede disponerse a modo de alineación de pocilgas adosadas o organizarse en el interior de un solo edificio, en el que se realiza la compartimentación para las diversas pocilgas a través de muretes interiores, que normalmente no llegan hasta el techo, sino que se quedan en torno a un metro de altura. En estos casos suele haber un pasillo (corredor) que recorre longitudinalmente la construcción. Puede aparecer una alineación de pocilgas con el pasillo a un lado, o el pasillo en el centro con pocilgas a cada lado. En cuanto a las dimensiones de cada compartimento, pueden variar bastante: las de cría eran normalmente para una sola cerda, mientras que las de engorde podían dar cabida a muchos animales y llegar a tener dimensiones mucho mayores. En los casos en que hay ventanucos, éstos podía servir para iluminación y ventilación, pero también para sacar el estiércol al exterior. Los muros son de mampostería, de sillar de marés o de piedra en seco. En Menorca, al igual que ocurre en los bouers, cuando estan hechas con muros de mampostería o de piedra en seco, suelen presentar por la parte exterior una faja de cal en torno al portal, esquinas y cornisa. En las construcciones de pequeño tamaño suele haber uno o dos portales, independientemente de que puedan estar aisladas o agrupadas. En los edificios con compartimentaciones interiores y pasillo, suele haber un portal principal de acceso directo al pasillo y después cada compartimento tiene, como mínimo, un portal. Éste puede abrirse directamente al exterior o al pasillo, o puede que se den las dos opciones. 707

En muchos casos la pocilga queda conectada con un corral a través de un portal. En las agrupaciones de pocilgas para cría es frecuente que aparezca un corral para cada compartimento. A menudo la pocilga y el corral se comunica con un pequeño agujero por el que podían salir las crías a comer al corral impidiendo la presencia de la cerda. Para alimentar el ganado se disponían unos recipientes (ribells), normalmente de cerámica. Éstos quedaban alineados e integrados en la parte inferior del muro, justo por encima del nivel del pavimento. Se colocaban de manera que se pudiese verter la comida desde el exterior o desde el pasillo, en caso de existir, sin la necesidad de tener que entrar en el espacio en que estaban los animales. En cuanto a las pequeñas pocilgas de Menorca hechas a modo de pequeño pont , decir que se trata de construcciones de planta rectangular y cubiertas a dos vertientes. Estan realizadas íntegramente con sillar de marés, tanto los muros como la cubierta. Tienen un único portal, en uno de los lados cortos. Puede ser un portal adintelado o puede faltar completamente el muro de este lado. CONSTRUCCIONES PARA AVES DE CORRAL: GALLINEROS (GALLINERS) Entre las construcciones para las aves de corral cabe destacar los gallineros (galliners). Aparecen en el entorno de muchas casa rurales y de bastantes urbanas, en este caso ubicadas en el corral posterior. No presentan unas características tipológicas específicas a nivel de volumetría ni de técnicas constructivas. Son construcciones normalmente de reducido tamaño, de planta baja, de planta cuadrada o rectangular y cubiertas a una vertiente. Pueden aparecer aisladas o adosadas a otras construcciones. En muchos casos también se encuentran conectadas a un corral o en el interior de éste. Suelen estar construidos con muros de mampostería o sillar de marés. A menudo tienen sólo un portal para entrar las personas, algún ventanuco y uno o más agujeros en la parte inferior para el paso de los animales. Una singularidad arquitectónica son los huecos que presentan en el interior, a modo de una alineación de alacenas (puede haber dos o tres hileras superpuestas), donde las gallinas ponían los huevos, los llamados ponedors. Estos huecos pueden 708

estar dentro del grueso del muro, cuando es de mampostería, o adosados a éste. Otro elemento característico del interior son los postes clavados horizontalment en el muro, para que los animales se colocasen para dormir. CONSTRUCCIONES DE PIEDRA EN SECO PARA EL GANADO EN MENORCA Y MALLORCA Las construcciones para el ganado, realizadas en piedra en seco, son unas de las construcciones tradicionales más características de Mallorca y Menorca. En cada isla tienen unas características propias, si bien existen aspectos comunes en algunas tipologías, como pueden ser la planta circular o la solución de cubierta de falsa cúpula. Veremos en primer lugar, las de Menorca y ,después, nos referiremos a las de Mallorca. Pasando ya a las de Menorca19, las que se encuentran fechadas se ubican en el siglo XVIII y especialmente en el XIX, aunque se han continuado construyendo algunas a lo largo de la primera mitad del XX. Su uso era mayoritariamente para el ganado lanar, aunque también las hay para el porcino, especialmente las de menores dimensiones. Existen dos modelos básicos: las barraques propiamente dichas y los ponts. Todos ellos tienen en común el estar construidos con la técnica de piedra en seco, teniendo los muros muy gruesos y en talud. La gran cantidad de piedras que se acumulan en dichas construcciones ha hecho que también se considere que servían como lugar dónde acumular las piedras que resultaban de la roturación de los terrenos en que se encuentran. Se trata de construcciones que aparecían aisladas en medio de los terrenos destinados a pasto, a menudo en un entorno de cercas hechas con muros de piedra seca. Incluso a menudo se ven ejemplos adosadas a dichos muros. Las barraques propiamente dichas (barraques de bestiar o barraques de porquim (las que eran para cerdos)) se caracterizan por 19

Además de las características generales que se describen en las obras que tratan la arquitectura popular rural en general, a las que ya nos hemos referido, una obra que trata en particular estas construcciones de piedra en seco de Menorca es la de SASTRE.1989.

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tener planta interior circular, que exteriormente puede ser en forma de herradura y cubierta interior de falsa cúpula (la cual arranca casi desde el suelo y termina casi con una forma cónica). Tienden a una volumetría exterior troncocónica. En muchas de ellas, exceptuando algunas de las más pequeñas, aparece un volumen exterior dispuesto de forma escalonada, formando una especie de escalones o anillos concéntricos (cintells) que van reduciendo su diámetro a medida que aumenta la altura. Las hay de dimensiones muy diversas, llegando algunas a tamaños muy considerables, siendo las más grandes del archipiélago. El número de anillos suele estar en relación a las dimensiones, y puede haber ejemplos que llegan a tener 8 ó 9.

Interior de una barraca escalonada de Menorca. Cabe destacar la gran perfección en la realización de la cubierta de falsa cúpula con la técnica de piedra en seco. La planta interior es circular. (Ciutadella, Menorca)

Tienen un único portal de ingreso (excepcionalmente dos), que puede ser adintelado, con arco de medio punto o con dos piedras formando ángulo. Normalmente queda orientado al sur y su conexión con el recinto interior se hace a través de un corredor que atraviesa el grueso del muro. Éste puede estar cubieto con losas planas o con bóveda. Las barracas no tienen ventanas. Como ya hemos indicado, la forma exterior de la planta suele ser circular,de herradura o, incluso, cuadrangular. En estos dos últimos supuestos, sólo tienen esta forma el primer o los dos primeros escalones, siendo el resto circulares. En estos casos el portal de ingreso se ubica en el lado rectilíneo. También existen ejemplos en que el 710

Imagen del exterior de una barraca escalonada de Menorca (Siglo XIX). Cabe destacar sus grandes dimensiones. Está realizada con la técnica de la piedra en seco. Solamente presentan una única obertura, el portal de ingreso, en este caso de arco de medio punto. El muro adosado a la barraca presenta diversos pesebres para comer el ganado. Recordemos que la barraca servía como sesteadero para el ganado ovino. (Ciutadella, Menorca)

primer o los dos primeros anillos quedan abiertos en uno de los lados, configurando un corredor que da acceso al portal. En muchos casos, en el vértice superior se colocaba un monolito, que podía estar rematado con una cruz, también de piedra. Hay ejemplos en que aparecen peldaños exteriores, normalmente a base de piedras clavadas en el muro, para poder acceder de un anillo a otro y así subir hasta la parte superior; incluso puede aparecer a veces una rampa helicoidal. Las barracas más espectaculares de este tipo se concentran especialmente en la zona noroccidental de la isla (zona de Punta Nati), en el término municipal de Ciutadella. Por otro lado, los llamados ponts son construcciones de planta rectangular, con muros dispuestos en talud. Son muy interesantes las diversas soluciones que se pueden adoptar para las cubiertas. A continuación señalamos las más características: En unos casos se trata de dos hileras de grandes sillares de piedra contrapuestos formando ángulo; pero también puede que se dispongan con dos hileras de piedras inclinadas y rematadas en la parte superior por una 711

hilera en sentido horizontal. Igualmente aparecen ejemplos con bóveda de cañón o bóveda de cañón apuntada. Exteriormente la cubierta se suele presentar a doble vertiente revestidas con una capa de tierra y piedrecillas para intentar dar más impermeabilidad al interior. En ocasiones, los muros presentan en su cara exterior un revoque de mortero.

Pont para el ganado ovino. Este tipo de construcciones están realizados con la técnica de piedra en seco. Son de planta rectangular y cubiertos a doble vertiente. La cubierta se soluciona a partir de dos hileras de largos pilares contrapuestos, visibles sólo desde el interior, ya que sobre ellos se coloca una capa de tierra y piedrecillas. Suelen tener uno o dos portales. (Ciutadella, Menorca)

Los ponts suelen tener uno o dos portales, con dintel horizontal, arco de medio punto o apuntado. Tampoco presentan ventanas. Como en las barracas, hay ejemplos que tienen en el vértice de la cubierta una cruz de piedra. En algunas ocasiones los ponts pueden ser utilizados para el ganado vacuno y no para el ovino o porcino. En estos casos puede que se les llame bouer20, nombre que se utiliza en Menorca de manera genérica en las construcciones para el ganado vacuno. En todo caso, hay coincidencia entre los autores que han tratado el tema de que el bouer o boueret, que en planta y alzado puede seguir las mismas pautas que el pont, suele estar cubierto con tejado a una o doble vertiente con vigas de madera y teja árabe21. Las tejas se

20 21

CAMPS. 1998. P. 90. CAMPS. 1998. P. 90; JORDI, 1997. P. 277-278.

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apoyan sobre cañizo o sillares que descansan sobre dichas vigas. En todo caso, como ya hemos visto, también hay construcciones de piedra en seco y cubierta de teja que pueden ser utilizadas para otros usos ganaderos, como por ejemplo pocilgas. Tanto la barraca como el pont pueden presentar, normalmente en el exterior, huecos que servían de pesebre para los animales. Son representativas algunas en que aparecen a cada lado del portal. Estos pesebres también pueden hallarse en los muros de cercamiento que se encuentran en el entorno inmediato de la barraca. Su hueco en alzado tiene forma cuadrada, pentagonal o semicircular. En las inmediaciones de algunas de estas construcciones también aparece un depósito de agua (aljub) con las pilas para abrevar el ganado. En Mallorca, entre las construcciones de piedra en seco para el ganado son representativas las llamadas barraques de porcs. Como el mismo nombre indica, eran utilizadas especialmente para el ganado porcino. En todo caso, una cuestión básica a tener en cuenta es que, a diferencia de Menorca, no se trata de una tipología que se use sólo para ganado; coincide con la tipología denominada también barraques de curucull, a las que ya nos hemos referido al tratar los habitáculos temporales en Mallorca. Recordemos que se trata de construcciones que pueden tener planta cuadrada, circular ovalada o irregular, y que tienen en común la cubierta de falsa cúpula, exteriormente de forma cónica. Están documentadas en zonas muy diversas de la isla, si bien son muy abundantes en las zonas de Marina. Pueden aparecer aisladas o adosadas a muros o bancales. Hay casos de agrupaciones de dos o más,adosadas unas a otras. Cocheras Fue durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX cuando se generalizó el uso del carro como medio de transporte, especialmente en el entorno campesino. En cada casa payesa existía uno o más carros para el transporte de personas y mercancías. En consecuencia también fue entonces cuando proliferó en gran medida la construcción de cocheras para cobijar y guardar los carros y otros aparejos necesarios para los trabajos agrícolas. 713

Cuando hemos tratado la casa mallorquina y la menorquina, ya hemos indicado que la cochera (portassa en Mallorca) podía ser un espacio que quedaba integrado en el bloque del edificio principal (originalmente o abierta con posterioridad), o que podía quedar en un anexo adosado a dicho edificio. También ya hemos dicho que es frecuente que quede asociada la cochera a los establos y/o al pajar. Los muros son de mampostería o de sillar, en consonancia con la técnica de la casa en general. En muchos núcleos urbanos de Mallorca fue muy frecuente también, en el período de esplendor de los carros, que se construyesen cocheras en solares estrechos separados de las viviendas de sus propietarios. Incluso con el crecimiento urbanístico del momento se configuraron algunas calles o zonas en que la mayoría de edificios eran cocheras, llegando a formar auténticas alineaciones de estos edificios. De hecho aún en la actualidad la toponimia de diversos pueblos hace referencia al Carrer de les Portasses. Estas cocheras podían ser de planta baja o tener una altura superior destinada normalmente a pajar. En la planta baja, como ya se indicó, pueden tener un establo. En la casa rural mallorquina es muy frecuente que para esta función se destine el porxo o porxo del carro, que se ubica, normalmente adosado, a uno o a los dos lados del edificio principal. Éste tiene planta rectangular y suele estar mayormente cubierto a una vertiente de tejado; pero también los hay con cubierta de bóveda de cañón y terraza. En Mallorca y Menorca la cochera se caracteriza por el portal de grandes dimensiones que abre en su fachada. Suele ser un portal adintelado, de arco carpanel, o de medio punto rebajado. En los casos que se ubica en el porxo ,puede que no exista portal si no que, para esta función, falte completamente el muro en uno de los dos lados cortos. En los portales son característicos los escopidors, piedras más o menos trabajadas que se disponen en la parte inferior de cada jamba para protegerlas del roce de las ruedas. En la fachada, a uno o a ambos lados del portal, también es característica la colocación de elementos para poder atar los animales de tiro; pueden ser de madera, hierro o una piedra con un agujero. 714

En Ibiza, la cochera se conoce como la casa del carro. Suele ser una construcción anexa, adosada o no al edificio principal. Tiene planta rectangular y cubierta normalmente plana. Como portal se utiliza el hueco que queda al faltar uno de los lados cortos. Los muros son de mampostería.

LOS MOLINOS DE VIENTO HARINEROS22 Aspectos históricos y geográficos Las primeras noticias que tenemos de molinos de viento harineros en Baleares son del siglo XIII, justo después de la anexión del territorio insular a la corona Catalano-aragonesa. Pero parece que no es hasta el siglo XV en que empiezan a ser frecuentes, si bien de los que actualmente se conservan, la gran mayoría se fechan entre los siglos XVII y XIX. En 1836, la Reina Isabel II renuncia al derecho según el cual el Real patrimonio era el que podía dar permiso para la construcción de molinos. Parece que esta medida liberalizadora habría ocasionado un importante incremento en la construcción de molinos. Se levantaron molinos hasta principios del siglo XX, si bien poco antes de la década de 1930 ya casi ninguno funcionaba, ya que habían sido desplazados por las fábricas harineras que funcionaban a vapor, motor de explosión o con electricidad. Tipológicamente, se aprecian algunas variaciones a lo largo de los siglos, al menos en el caso de Mallorca, a las cuales nos referiremos al tratar los aspectos arquitectónicos. En cuanto a la distribución geográfica y ubicación, se trata de unas construcciones presentes en las cuatro islas mayores del archipiélago, con algunas particularidades arquitectónicas entre las diferentes islas que iremos comentando cuando tratemos los aspectos 22

Para aspectos históricos, geográficos, arquitectónicos y de funcionamiento de los mecanismos de los molinos de viento harineros en Mallorca en general pueden consultarse las obras de SANCHIS GUARNER. 1955., GARCÍA. 1989. y la de CAÑELLAS.1993. Para las características de los molinos en la Pitiusas, la obra de MARÍ CARDONA.1973. Para Menorca, MARTORELL.1980.

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arquitectónicos. En el caso de Mallorca, cabe destacar que en la comarca de la Serra de Tramuntana aparecen muy pocos ejemplos en relación al resto de la isla. Esto puede ser debido a que las poblaciones se hallan en valles bastante protegidos de los vientos y que además es en esta comarca donde se concentran la mayoría de fuentes caudalosas que permitían la existencia de molinos harineros movidos por la fuerza del agua. Encontramos siempre los molinos como una construcción aislada. Pueden aparecer en solitario o formando conjuntos, los molinares. Éstos se edificaron en la periferia de los nucleos de población, a una cierta distancia de las casas, seguramente para evitar que éstas impidieran la presencia del viento. Además, si en esta periferia existía un desnivel o alguna pequeña elevación del relieve, los molinos tendían a concentrarse en dicho lugar, formando las características alineaciones, aquí llamadas taringues o fileres de molins, o simplemente molinars. Incluso a nivel toponímico identifican la zona, con ejemplos como: Puig dels Molins, Turó dels Molins, Costa dels Molins, Serral dels Molins, Carrer dels Molins,etc. Aún hoy en día en bastantes pueblos, especialmente de Mallorca, las torres de los molinos definen la silueta del núcleo urbano, junto con las iglesias. Los molinos cercanos a las poblaciones ofrecían su servicio a sus habitantes, a cambio de un cobro en especie o en metálico por el trabajo realizado. Por otro lado, encontramos molinos en el entorno de algunas de las casas rurales de las grandes explotaciones. También en este caso se separan del resto de la edificación y, si está cercana, buscan una elevación, para disponer del máximo viento posible. La mayoría de veces aparece un solo molino, pero hemos visto algunos casos de dos. Su uso podía quedar restringido al servicio de la explotación en que se encontraba; pero a menudo también se ofrecían a personas de los alrededores de la propiedad en que se encontraban. Cuando se edificaban dos molinos, uno era para moler harina para el consumo humano y el otro para los animales.

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Aspectos arquitectónicos Los molinos de viento harineros se caracterizan por tener una torre cilíndrica o ligeramente troncocónica, con una cubierta cónica, llamada capell. La torre suele tener unos 7’5 m. de alto y un diámetro interior de unos 3 m. La volumetría y dimensiones de la torre están condicionadas por los mecanismos del molino. Cabe tener en cuenta que todo el mecanismo de la molienda quedaba colocado en la planta superior de la torre. Esta ubicación posiblemente se debe a que casi todos los mecanismos eran de madera, exceptuando las piedras de moler, lo cual hacía que los ejes que transmitían la fuerza giratoria no pudiesen ser muy largos, ya que no hubiesen aguantado la tensión. La altura de la torre viene condicionada por la longitud que debe tener cada aspa (antena), unos 7 m., las cuales se sujetan en un eje casi horizontal (arbre) que descansa en la parte superior de la torre. El movimiento giratorio vertical de este eje pasa a través de unos engranajes (roda) a otro horizontal (llanterna), que es el que hace girar la piedra superior. La volumetría de planta circular obedece al hecho de que el mecanismo que sujeta las aspas debe poder girar y orientarse hacia todas las direcciones, según desde donde sople el viento. Para poder orientar las aspas, justo por debajo del eje, en la parte superior del muro de la torre, se colocan dos grandes anillos de madera encajados uno encima de otro (congrenys). El anillo inferior queda fijo y va clavado sobre el muro. El superior es móvil y aguanta el eje y la cubierta cónica. El movimiento del anillo se realizaba, desde el interior de la torre, por medio de una palanca. Por otro lado, el diámetro de la torre viene marcado por las dimensiones de las piedras de moler (moles), de unos 2 m. De esta manera quedaba un reducido corredor entre las piedras y el muro para la circulación del molinero. Es frecuente que el grosor del muro se reduzca en la planta superior, para así conseguir aumentar ligeramente el espacio interior disponible. Normalmente la torre está realizada con gruesos muros de mampostería de piedra y mortero; pero, especialmente a finales del XIX y principios del XX, se construyen algunas con sillar de piedra. La cubierta superior era de materia vegetal o de plancha metálica (zinc). 717

En el interior, la torre queda articulada en tres o cuatro alturas, comunicadas a través de una escalera de caracol que sube pegada al muro interior. Está realizada con peldaños monolíticos empotrados en la pared. Los techos de las diferentes alturas están hechos con vigas de madera que aguantan delgados sillares de piedra o tablones de madera. Como ya se ha indicado, las ruedas de moler se encuentran en la altura superior; para aguantarlas se recurre a dos gruesas vigas de madera, a modo de jácenas (jàceres). En cuanto a los vanos, hay que destacar que se trata de unas construcciones muy mazizas. La torre presenta uno o dos portales en la parte inferior, normalmente adintelados. La presencia de uno o dos creemos que es un rasgo diferenciador entre las islas: si en Mallorca y Menorca lo general es un portal, en las Pitiusas, son dos, dispuestos uno frente al otro. A menudo las únicas ventanas, ventanucos, se hallan a la altura de la planta superior, si bien también puede aparecer alguno en las plantas intermedias. En la base de la torre, en el exterior, se dispone un espacio libre que rodea la torre. Su función era la de permitir plegar y desplegar las telas (veles) de las aspas, de ahí el nombre de envelador. Para conseguir esta plataforma, puede recurrirse a diversas soluciones, en función de la altura a que se quiera ubicar. Las tres posibilidades más frecuentes son: la que la torre arranca directamente del suelo, la que está sobre un cintell y la que está sobre una casa. Por tanto, podemos señalar que existen tres variantes tipológicas básicas de molinos de viento harineros en Baleares. En los casos de cintell o mota, se trata de una plataforma, de entre 1 y 3 m. de altura. Puede estar realizada con piedra en seco o con mampostería y normalmente es maciza, aunque en los casos de mayor altura, esta plataforma puede albergar en su interior algún espacio de habitación o almacén. La torre queda ubicada en el centro. Para acceder a la parte superior, al espacio del envelador, puede construirse una escalera o rampa. En cuanto a la solución en que se ubica la torre encima de una casa, resulta, en su conjunto, un edificio ya mucho más complejo. Se trata normalmente de una casa de planta cuadrada de tres crujías, con la torre en el centro. Hay ejemplos en que este tipo de planta 718

Esquema tipológico básico de los molinos de viento harineros de Baleares

Molino de viento harinero de la tipología de torre con cintell. (Molinar del Puig dels Molins, Eivissa)

es más simple, presenta algunas variaciones o se le han adosado algunas otras construcciones menores, resultando un aspecto más irregular. También existen ejemplos de casas con una volumetría más libre e incluso con plantas poligonales. Hay casas de una y de dos alturas. La cubierta superior es de bóveda de cañón o de arista, pudiendo haber edificios que comparten las dos soluciones en sus diversas crujías. Exteriormente esta cubierta se convierte en un espacio de terraza que actúa de envela719

dor. En unos casos se trata de una terraza plana y en otros, se mantienen las formas curvas de las bóvedas, utilizadas para evacuar el agua de lluvia. En todos los casos, sobre las bóvedas se dispone un pavimento de mortero. En las casas de dos alturas, las cubiertas pueden ser completamente de bóveda o, en el techo de la planta baja, de madera. Molinos de viento harineros de la tipología de torre con casa de una plnata. (Sineu, Mallorca)

Los muros portantes, tanto los del perímetro exterior como los que separan las crujías, están hechos igualmente con mampostería de piedra y mortero. Por la cara exterior, los muros perimetrales pueden presentar una disposición en talud, la cual permite sujetar mejor la presión de las cubiertas abovedadas. En el interior suelen aparecer también algunos tabiques de sillar para separar los diferentes espacios de habitación y/o almacenes. En los ejemplos de torre con casa, la estructura de la torre arranca desde el nivel del suelo, sirviendo la casa circundante de refuerzo. En el tramo en que la torre queda dentro de la casa, presenta uno o dos portales, por planta, que la conectan con el interior de la casa, y otro que la conecta con la terraza del envelador. La casa era utilizada como vivienda del molinero y almacén de los productos propios de la actividad molinera. En la planta baja es donde se concentran los espacios de habitación. En la primera crujia, normalmente aparece la cocina, a un lado, y un dormitorio al otro. En la segunda, a ambos lados de la torre, suele haber alguna 720

otra habitación o almacén. En la tercera se ubican el establo, el pajar y otros almacenes. En los casos de dos alturas, la mayor parte de los espacios de la segunda eran almacenes, pudiendo haber algún dormitorio. En cuanto a la disposición y elementos de las fachadas de dichas casas, siguen los mismos criterios que la casa tradicional. Puede aparecer alguna escalera exterior, adosada a la fachada, para acceder directamente al envelador sin tener que pasar por el interior de la casa. Estas fachadas, al igual que la torre, pueden aparecer mostrando los elementos constructivos o con revoques y encalados, siendo esta última solución muy característica de los molinos de Ibiza y de Menorca, tal como ocurre con la mayoria de edificios tradicionales de estas dos islas. A nivel de islas, de forma general, podemos señalar que en Mallorca encontramos las tres tipologías de molinos, mientras que en las Pitiusas la mayoría son de torre simple o con cintell, y en Menorca son casi todos de torre sobre casa. Cabe señalar que en Ibiza muchos de los molinos de torre simple o con cintell aparecen con la casa del molinero bastante cerca, incluso adosada al cintell. En cambio, en Mallorca, los que presentan estas mismas tipologías, normalmente no tienen la casa del molinero en su entorno inmediato. Esto es debido a que éste vivía en una casa de la población cercana, en el caso de molinos ubicados en la periferia de un núcleo urbano, o vivía en la casa rural que era el núcleo de la explotación, en el caso de molinos ubicados en las grandes propiedades. Otra particularidad que hemos observado en las Pitiusas en relación al resto de las Baleares, es la presencia en muchas torres de un zócalo en la parte inferior de la torre, dispuesto en talud para refuerzo de la estructura del muro. En el caso de Mallorca se ha establecido una secuenciación cronológica para las diversas variantes tipológicas23. Las torres simples y las de cintell serían el modelo más antiguo, ya existente en los últimos siglos de la Baja Edad Media. A partir del siglo XVII se empe-

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GARCÍA. 1989. P. 9-10; CAÑELLAS. 1993. P. 102-106.

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zaron a construir los molinos con casa en la parte inferior. A este esquema de las tres tipologías básicas, hay que añadir a partir de mediados del siglo XIX, una cuarta, la de los molinos de torre estrecha, a la que nos referimos a continuación. No se trata de que una tipología vaya desplazando a la otra, sino que se van sumando, de manera que a lo largo de la segunda mitad del XIX vemos como se van construyendo las cuatro variantes. La aparición del tipo de molino de torre estrecha está muy ligada a la incorporación de nuevos materiales para los mecanismos. Concretamente fue el uso del acero para ejes y engranajes para transmitir la fuerza de las aspas hasta las piedras. El eje vertical se pudo alargar para permitir colocar las piedras en la parte más baja de la torre, haciendo menos costosa la tarea del molinero, que hasta ahora debía subir el grano hasta la parte superior de la torre. Fue entonces cuando la torre ya se pudo hacer más estrecha, ya que no debía contener las piedras de moler, sino únicamente el eje. Cabe tener en cuenta que en estos casos siempre se trata de torres encima de una casa, pudiendo quedar ya la estructura donde se hallan las piedras de moler bien diferenciada de la torre que queda encima. Por otro lado, la casa podrá ser de dimensiones más reducidas que las antiguas. La característica básica y común que mantienen con las casas de los molinos de torre más ancha es la cubierta superior de terraza a modo de envelador. También la torre pasa a ser ligeramente más baja. La estrechez de la torre dificulta o impide el poder orientar las aspas desde el interior, como se hacía tradicionalmente. Ahora esta labor se realiza desde el exterior, desde el envelador, a través de una barra. Otra solución será el uso de una cola que se orienta automáticamente según la dirección del viento. Otro aspecto a considerar, y que también hemos apreciado en Mallorca, son los casos en que la construcción original de torre simple ha aumentado la altura del espacio destinado a envelador, añadiendo alrededor de la torre un cintell, una casa o una segunda altura; esta elevación inplica un aumento de la altura original de la torre en la misma proporción que ha subido el envelador, ya que se tiene que respetar la longitud de las aspas. La necesidad de aumentar la altura obedece en muchos casos a la búsqueda de una mayor 722

acción del viento, que podía haber quedado obstaculizada por nuevas construcciones o por el crecimiento del arbolado; en todo caso, también puede deberse a la necesidad de construir o ampliar la casa del molinero.

CONSTRUCCIONES DE LA HIDRÁULICA TRADICIONAL La posibilidad de aprovechar aguas superficiales es muy escasa en Baleares. Éste es uno de los motivos por los que desde hace siglos se han construido en todo el territorio gran cantidad y variedad de elementos destinados al aprovechamiento del agua, sea de lluvia o del subsuelo, destinada al consumo humano, para la agricultura, ganadería o como fuerza motriz. Salvo unas pocas zonas, ubicadas principalmente en la Sierra de Mallorca, que disfrutan de abundantes manantiales naturales, el agua para riego o para fuerza motriz tiene que ser en su gran mayoría extraida artificialmente del subsuelo, donde existe en abundancia y a profundidades relativamente escasas. La diversidad de usos y la necesidad de captar, almacenar o conducir el agua del subsuelo o de lluvia ha motivado diversidad de construcciones, que pueden ser en su mayoría calificadas como ingeniería hidráulica tradicional24. Para estructurar esta gran diversidad, hemos seguido el criterio de la procedencia del agua (superficial, subterránea o de lluvia) y las soluciones para su captación. También hemos considerado los diversos tipos de construcciones en función de sus diversos usos: canalizaciones, depósitos para el regadío, abrevaderos y lavaderos, molinos de agua, depósitos de agua de lluvia y, finalmente, nos referimos a las construcciones para el drenaje y evacuación de excedentes. 24

Para ver las características generales de las construcciones hidráulicas representativas en el conjunto de las islas ver: HABSBURG-LORENA.1980-1991. Para las características generales de las construcciones existentes en Menorca, ver: VIDAL.1972.,JORDI.1997. o CAMPS.1998. En el caso de Mallorca, para aspectos generales de las construcciones realizadas con la técnica de piedra en seco, ver. AAVV.1994.

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En cuanto al aprovechamiento de aguas subterráneas, vemos como en un mismo manantial las construcciones pueden ser múltiples, dependiendo de su caudal, del tipo de propiedad o de la orografía del terreno, de los diferentes usos (regadío, molinos, etc.), entre otros aspectos. En muchos manantiales se crearán importantes sistemas hidráulicos en los que el agua, una vez aflora a la superfície, circula por gravedad25. En relación a la cronología, tienen cabida tipologías ancestrales, como ocurre con los “qanat”, norias o molinos harineros movidos por agua, o mecanismos introducidos en un período relativamente reciente, como es el caso de los molinos de viento extractores de agua. En algunos puntos de la islas estas obras han llegado a definir el paisaje rural, especialmente en las zonas de huerta; es el caso de los molinos y estanques de diferentes zonas de Mallorca (Palma, Sa Pobla- Muro o Campos) e Ibiza, o el de los bancales, canalizaciones y estanques en zonas de montaña, como en Banyalbufar (Mallorca), por citar ejemplos representativos. Construcciones para la captación del agua LA CAPTACIÓN DE LAS AGUAS SUPERFICIALES Como ya hemos indicado, las Baleares son un territorio pobre en aguas superficiales, por lo que secularmente se han venido realizando diversos tipos de construcciones para el aprovechamiento de las aguas subterráneas. Sólo en algunos torrentes caudalosos tradicionalmente se ha aprovechado el agua, para regadío o como fuerza motriz, por medio de pequeñas presas de derivación. Zonas de Mallorca donde destaca la presencia de estas presas son los torrentes de Sóller, el de Canyamel (Artà), el de la Vall de la Nou (PetraManacor), el de Búger (Inca), el d’Almadrava (Pollença) o el de Pina (Algaida). En Ibiza cabe destacar las construcciones del torrente de Santa Eulària y, en Menorca, las de la zona de sa Vall, por ejemplo.

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Para ver estudios detallados de diferentes sistemas hidráulicos de Mallorca y sus construcciones, ver: CARBONERO. 1992., KIRCHNER. 1997. o ARGEMÍ.1999., entre otros.

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A partir del testimonio gráfico que ofrece Rosselló Verger de las presas existentes en la Vall de la Nou, se aprecia que éstas se podían construir con ramas y barro. Pero, en el entorno de dicho valle hemos localizado una veintena, denominadas por los lugareños parats, portelles o batiports, en cada una de las cuales se construyó un refuerzo con mampostería y /o sillares para sujetarla y desviar el agua. Para cada una se coloca un pilar en cada margen del torrente, en los que se sujetaban tablones de madera precintados con barro26. Estas presas podían ser utilizadas para desviar el agua para regadío y/o para mover molinos. La canalización del agua de estas presas podía estar conectada a las obras realizadas para captar aguas subterráneas, como ocurría en Sóller27. LA CAPTACIÓN DE AGUAS SUBTERRÁNEAS POR DRENAJE: FONTS, FONTS DE MINA Y “QANATS” La captación de las aguas subterráneas por drenaje, por gravedad, es una técnica utilizada ya desde la época de la dominación islámica en Baleares, tanto en Mallorca (sobre todo en las zonas de montaña), como en Menorca e Ibiza . A la hora de establecer una clasificación de los manantiales subterráneos podemos establecer dos grandes grupos28: Por un lado, hay que considerar los manantiales que de forma natural, o con una mínima excavación, afloran a la superficie y desde allí normalmente son canalizados; éstos son denominados genéricamente como font.

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Para ver las características generales y de cada una de la veintena de presas de la Vall de la Nou que se encuentran en el término municipal de Petra, ver: ANDREU.2004. Teniendo en cuenta que casi todas las presas analizadas en dicho estudio eran para el regadío, cabe cuestionar la tesis de Carbonero, en la que indica que únicamente en las presas asociadas a molinos son visibles, a veces, restos de obras de argamasa (CARBONERO. 1992. P.11.) CARBONERO,. 1992. P. 272. Para una visión pormenorizada (descripción tipológica, historia, etc.) de las fuentes y pozos existentes en Ibiza, ver: SERRA.2005. Para un estudio (histórico, tipológico, etc.) de unas 20 fuentes y sus respectivos sistemas hidráulicos, todas del término municipal de Petra (Mallorca), ver: ANDREU 2004. Entre estas fuentes hay ejemplos representativos de las diversas tipologías que podemos encontrar en Mallorca.

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Imagen del exterior de una fuente (Balàfia, Sant Joan de Labritja, Eivissa)

Por otro lado, están las que se consideran fonts de mina, muy abundantes en Mallorca. Son aquellas galerías subterráneas excavadas (mines) hasta llegar al punto donde se localiza el agua; se excavan con la mínima pendiente necesaria para que el agua pueda salir por la fuerza de gravedad y no quede estancada y a la vez no pueda circular a una velocidad que haga peligrar la construcción. La excavación solía hacerse abriendo una franja a cielo abierto y cubriéndola después o, en casos excepcionales, se hacía subterráneamente (en casos en que el agua se encontraba a mayor profundidad). La galería normalmente se protege con muros de mampostería de piedra en seco y se cubre con bóveda de la misma técnica, losas planas horizontales o dispuestas en doble vertiente, aunque puede aparecer simplemente excavada en la roca. Hay casos en que se combinan las dos soluciones: tramos que muestran la roca excavada y tramos con mampostería de piedra seca. La forma de las galerías y la solución de sus cubiertas guardan relación con sus dimensiones; así, se observa que las galerías de menor altura tienen con frecuencia la cubierta de piedras planas, dispuestas horizontalmente. 726

En captaciones en que el agua se encuentra a poca profundidad o, en otros casos, únicamente en el tramo final, la galería excavada puede convertirse en una canalización a cielo abierto. En el punto de captación puede aparecer el llamado pozo madre (pou mare) o inicial, excavado hasta localizar el acuífero; la construcción de éste precede a la obertura de la galería. Normalmente en los casos de galerías de mayor longitud, suelen aparecer a lo largo de ésta los pozos que la permiten airear, limpiar, construir (sacar la tierra) y reparar, entre otras utilidades. Para Carbonero, en Mallorca el concepto de “qanat” es aplicable solamente a las galerias de drenaje en las cuales se ha fijado el punto de captación del agua por medio de un pozo madre, aparezcan o no otros pozos a lo largo del curso de la galería29. Según dicha autora, la longitud de las galerías depende de tres variables: la profundidad en que se encuentra el agua, la pendiente exterior del terreno y la pendiente interior de la canalización subterránea. La mayoría de “qanats” de Mallorca son bastante cortos, constan únicamente del pozo madre y la galería de drenaje, la cual suele medir en torno a los 20 m.; si bien también son habituales los “qanat” de largas galerías con pozos de respiración30. La altura del pozo madre suele estar entre los dos metros y medio y los cincos metros. En cuanto a las medidas de la sección de estas conducciones, las dimensiones oscilan entre el medio metro y algo más del metro de altura, y el medio metro y casi un metro, en relación a la anchura. Otro aspecto arquitectónico a tener en cuenta es que, tanto en casos de fonts como de fonts de mina, el lugar en que éstas afloran a la superficie puede quedar protegido con una especie de capilla (capelleta). Ésta puede tener en planta formas muy diversas: rectangular, cuadrada, circular, semicircular, etc., lo que también explica la diversidad de soluciones de cubierta (bóveda de cañón, cúpula,

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Para un análisis detallado de los “qanat” en Mallorca, ver CARBONERO.1992. P. 17-32. Ejemplos de los de mayor longitud son el de Son Reus (Llucmajor), con 299 m.; Els Olors (Artà), con 248 m.; Crestaix (Sa Pobla), con una mina de 540 m. y otra de 310 m., aproximadamente; Son Santandreu (Petra), con una de unos 330m.,etc.

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bóveda de cuarto de esfera, etc.). Pueden quedar abiertas por uno de sus lados o, más cerradas, con un portal de acceso más pequeño. En éste normalmente se coloca una puerta o barrera. Las hay construidas en piedra en seco, con mampostería o con sillar. Hay casos en que desde la entrada, para acceder al manantial se tiene que bajar por una corta galería con escalones. En estos ejemplos, el agua sobrante, evidentemente no sale a la superficie por el mismo portal de acceso para las personas, sino que lo hace por conductos que quedan subterráneos. De este tipo conocemos ejemplos muy representativos en Ibiza y Mallorca. Vista del interior de la fuente de la imagen anterior. Se observan los escalones para bajar hasta el manantial

LA CAPTACIÓN DE AGUAS SUBTERRÁNEAS POR ELEVACIÓN: POZOS, NORIAS Y MOLINOS DE VIENTO Cuando hablamos de la captación por elevación, nos referimos a las cavidades subterráneas realizadas de manera vertical hasta llegar al nivel freático o la vena de agua. Estas perforaciones reciben genéricamente el nombre de pou (pozo). Más adelante veremos que según el artilugio de elevación del agua de estos pozos hablamos de pozos, en sentido estricto, de pou de torn, de norias (sínies) o de molinos de viento (molins aiguaders). 728

Estas cavidades, especialmente si se realizan en terrenos blandos, suelen estar recubiertas (paredades) con piedra seca. De esta manera se refuerza la cavidad ante posibles movimientos de tierra y a la vez se permite la filtración del agua. También existen pozos paredats con la técnica de mampostería y mortero en el tramo superior, así como pozos excavados simplemente en la roca. Las diversas técnicas pueden combinarse en un mismo pozo, según la dureza de las capas del suelo que se atraviesen. En cuanto a la planta, las más frecuentes son la circular, la rectangular y la que presenta un rectángulo con los cantos curvos o ya casi un óvalo31 ; este último tipo de planta es utilizado básicamente en los pozos en los que se construye una noria, debido al tipo de mecanismo extractor que se instala. En los pozos de noria también pueden construirse galerías laterales para aumentar el caudal32. La profundidad es muy variable, desde pozos de 3 ó 4 m. hasta llegar a pozos de 30 ó 40 m. ,predominando los que están entre 8 y 16 m. Secularmente, el agua procedente de los pozos se ha aprovechado tanto para el consumo humano y de animales como para el regadío de pequeños huertos. Para el primer uso normalmente se procedía a la extracción del agua mediante la fuerza del hombre, por medio de los pozos propiamente dichos. En cambio, para el segundo se han requerido fuerzas y mecanismos de extracción alternativos a la fuerza humana, los calificados como artificios de elevación: desde la Edad Media se han utilizado las norias movidas por animales de tiro y, desde mediados del siglo XIX, también los molinos de viento. Los pozos (pous) Los pous son un tipo de obra hidráulica muy extendida en todas las islas33, algunos de ellos ya están documentados en la Edad Media.

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ORDINES. 2000. P. 78. AAVV. 1994, P. 36. Para un representativo estudio de los pozos públicos existentes en la comarca del Raiguer en Mallorca, ver ORDINAS.2000. Para el caso de Ibiza, ver: SERRA. 2005.

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Los pozos, en el sentido restringido de la palabra, constan, además de la cavidad subterránea, de diversas partes34: la mota, el brocal (coll), los pilares, el travesser y la polea (corriola); a parte presentan a menudo otros elementos complementarios, como las piques. La mota, elemento que puede no estar presente en el pozo, es la estructura de piedras que reduce la obertura de la cavidad y delimita el acceso. Suele estar formada por grandes bloques de piedra; sobre ésta se asienta el coll. La mota puede no ser visible desde el exterior. En los casos en que es visible desdel exterior, se convierte en una esplanada que puede o no elevarse del suelo por medio de uno a varios escalones. Suele tener la planta cuadrada o ligeramente rectangular, aunque las hay circulares e irregulares. Tanto el pavimento de la mota como del espacio circundante del pozo pueden aparecer empedrados para evitar el barro y el encharcamiento del agua. El coll es el muro de protección que rodea la obertura o boca del pozo. Puede ser de planta cuadrada, aunque también los hay rectangulares, circulares o poligonales. Las dimensiones pueden variar, aunque muchos suelen rondar el metro de diámetro y los 80 cm. de alto a partir del nivel del suelo o de la mota, si la hay. En cuanto al sistema constructivo suele ser de sillar de marés o de pedra viva, combinando a veces los dos materiales (en este caso la parte superior suele ser de pedra viva ya que es más resistente.). A veces, los muros son de mampostería de piedras y mortero. En el lado por el que las personas se acercan para extraer el agua puede que el muro tenga un menor grosor. Los pilares tienen la función de sostener la polea; por tanto, pueden no ser necesarios en los casos en que la polea cuelgue de una ménsula clavada en una pared o cuando lo hace de un tronco fijado en el suelo. Normalmente suelen colocarse dos pilares, uno a cada lado del brocal, elevándose unos 115-120 cm. sobre éste. Los pilares quedan en mayor o menor medida unidos al brocal; pueden arrancar de encima de él, de la mota o del suelo. Tienen la planta

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Me baso especialmente en la terminología y definición que proporciona la obra de ORDINAS.2000.

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cuadrada o rectangular y están construidos también con sillares de marés o pedra viva. Los pilares aguantan en su extremo superior el travesser, barra de madera o de hierro dispuesta horizontalmente en la que se aguanta la polea. Normalmente ésta se sujeta por debajo; pero en algunos casos se coloca encima del travesser. Con la ayuda de la polea ya se requería simplemente el uso de una cuerda que sujetase el recipiente con el que se extraía el agua: cubo, jarra, etc. Existen algunos ejemplos, especialmente en Mallorca, de pozos de coll de planta cuadrada, normalmente públicos, en los que se colocan cuatro pilares, uno en cada esquina. en estos casos se pone un travesser en cada lado, con su respectiva polea.

Ejemplo de pozo público con brocal de grandes dimensiones. Está construido con sillar de marés. Los cuatro arcos sujetaban sendas poleas para poder sacar el agua. Obsérvese también el pavimento de losas de piedra que rodea el brocal. (Ariany, Mallorca)

En ocasiones los pilares aguantan o describen un arco. Éste puede ser de medio punto o apuntado. En la parte exterior, el arco puede disponer la misma forma o puede quedar inscrito en una estructura adintelada o a doble vertiente, incluso con un pequeño tejado encima. Otra posibilidad para aguantar la polea es la substitución de los pilares por la capelleta; este sistema consiste en cerrar el coll del pozo levantando un muro por los diversos lados, excepto por uno, y 731

cubriendo la parte superior. Se deja sólo una obertura, a modo de ventana, para la extracción del agua. La forma de la cubierta puede ser horizontal, triangular o proyectando un arco de medio punto o apuntado. Puede estar hecha con sillares, con mampostería o de piedra en seco. En Ibiza y Menorca, es frecuente que se encuentren revestidas de encalado.

Pozo representativo del tipo denominado de capelleta, en atención al elemento arquitectónico que protege el brocal. En este caso está construido con mampostería, pero también los hay de piedra seca y de sillares. El revoque de encalado es característico de pozos de Eivissa y Menorca. En este caso se trata de un pozo público ubicado justo al lado de un camino. En su entorno destacan otros elementos como el pavimento de losas de piedra o la pila para abrebar el ganado. (Pou de Albarqueta, Eivissa)

Las piques (pilas) se colocaban al lado del brocal o algo separadas; en número y tamaño diverso, suelen ser de forma rectangular. Normalmente están talladas en piedra. En ellas se vertía el agua para beber los animales y en otros casos para lavar la ropa. En Menorca, en los llamados pous d’abeurada, pueden llegar a alinearse entres 5 y 10 pilas para abrebar el ganado. En los casos en que aparecen algo separadas del pozo, se disponía una canalización que permitía llenar las pilas (todas estaban conectadas por la parte superior) directamente desde el brocal. 732

Las norias (sínies)35 Desde la Baja Edad Media están documentadas norias en Baleares, si bien la gran mayoría de las conservadas en la actualidad son del siglo XIX o primera mitad del XX. Su utilización ha sido básicamente para el riego. La mayor parte se concentran en Mallorca, isla donde se tiene constancia de más de 400036, pero también estan presentes en Menorca e Ibiza. Éstas pueden aparecer en muy diversos puntos. En Mallorca se concentran especialmente en las huertas de Muro y Sa pobla y en la de Palma, además también eran numerosas en Montuïri, Campos, Petra o Porreres. El tipo de noria más característico cuenta con un pozo de planta ovalada, del que ya se ha hablado, de profundidad muy variable (entre 3 y 25 m.). En bastantes ocasiones, si la altura a la que se tiene que elevar el agua para el riego o para el depósito lo requiere, alrededor del pozo se construye la mota o cintell. Ésta consiste en una elevación por encima del nivel del suelo realizada normalmente con una cara exterior de pared de piedra en seco dispuesta en talud. Ésta tiene un perímetro exterior circular. Sobre ella se dispone el caminoi o caminet por el cual irá dando vueltas el animal que tenga que mover el mecanismo. El caminoi puede ir acompañado de un pequeño muro exterior de protección (paret de sa mota), en especial cuando la mota es bastante elevada. En las motes de altura considerable aparece una rampa de acceso. Sobre la mota o a nivel del suelo, si ésta no existe, se levanta el muro de cerramiento, circundante de la boca del pozo, hecho con mampostería o con sillares. Este muro es el que sostiene la parte mecánica, es más elevado en uno de los dos lados largos, dando lugar a los dos pilares o columnas que aguantan una jácena, el jou; éste sujeta el eje vertical giratorio del mecanismo, l’arbre. En la parte superior de l’arbre se acoge la perxa, a modo de brazo horizontal

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En el Diccionari Català-Valencià – Balear se nos ofrece un análisis atendiendo a las peculiaridades terminológicas y constructivas dentro del contexto de los territorios de habla catalana. Según Cañellas son 4365 (CAÑELLAS.1993. P. 72-73.).

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Noria (sínia) ubicada sobre una plataforma (cintell o mota) construida en piedra en seco. Se podía subir sobre dicha plataforma a través de una rampa. Los mecanismos para la elevación del agua son de los modelos más modernos, metálicos. (Petra, Mallorca).

al extremo del cual se engancha el animal por medio del balancí. En la parte inferior de l’arbre va fijado el rodet, pequeño engranaje de barrotes (braçols). El rodet actúa sobre una rueda de mayores dimensiones, en posición perpendicular, la cual sostiene y mueve la cadena con los cadufs (cangilones). Éstos son los que recogen el agua y la vierten en la pastereta. Ésta descansa sobre dos soportes de piedra o madera empotrados a ambos lados del pozo, llamados lleones. De la pastereta, a través de una canalización exterior o subterránea, el agua va a parar al estanque o directamente al campo de riego. Tradicionalmente, los mecanismos descritos eran de madera, si bien a principios del XX la mayor parte de los engranajes ya son de hierro; según Rosselló Verger, introducidos hacia 1920-192537. Los

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ROSSELLÓ VERGER. 1961. P. 3.

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cangilones eran cilíndricos, de cerámica, y también en el periodo señalado fueron substituidos por otros a modo de cajones de madera o metal. La substitución de los mecanismos de madera por los metálicos hizo que éstos redujeran su tamaño y por consiguiente disminuyeron el diámetro de los pozos. En algunas norias, para elevar el agua a mayor altura, en lugar de elevar el mecanismo de extracción por medio de la mota, lo que se hacía era aumentar la altura de los muros o pilares que sujetaban dicho mecanismo. Los pous de torn Se trata de una construcción exclusiva de Menorca. Al igual que la noria, utiliza la fuerza animal para elevar el agua del pozo. A nivel arquitectónico consta de dos elementos básicos: el pozo y el torn. El primero es como los de polea, en este caso con dos poleas aguantadas en una capelleta o con dos pilares y travesser. El torn es una rueda de madera sujetada por un eje vertical. A éste va clavado un brazo al que se ataba el animal de tiro. Al torn van sujetas dos cuerdas que, a su vez, llegan a las dos poleas señaladas, con un cubo en cada una. El animal debía de ir cambiando de sentido giratorio continuamente, ya que cuando un cubo subía el otro bajaba. El eje está sujeto, por la parte inferior, con una piedra clavada en el suelo y, por la parte superior, con la clave de un gran arco de piedra que descansa sobre dos robustos pilares. Este arco es posiblemente el elemento arquitectónico más singular. Puede aparecer adornado con pináculos encima de los pilares y de la clave; también puede estar encalado. Actualmente quedan muy pocos ejemplos que conserven el mecanismo de madera en buen estado. Al menos en uno de los lados del pozo se disponen pilas para abrevar el ganado. Son más frecuentes en la comarca del Migjorn respecto a la de tramuntana, donde abundan más las norias. Esto se debe a que el pou de torn permite extraer agua a mayores profundidades que la noria, y en el Migjorn los pozos acostumbran a ser más profundos38.

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JORDI. 1997. P. 279-280.

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Los molinos de viento para elevar agua (molins aiguaders)39 Los molinos de viento para elevar el agua de pozos son una de las tipologías más conocidas de la arquitectura popular de Baleares. Los encontramos especialmente en Mallorca y, en menor medida, en Ibiza. Se introdujeron a partir de mediados del siglo XIX y se han venido construyendo hasta mediados del XX. Según Rosselló Verger, en referencia a Mallorca, “tal vez no existe tan grande densidad de ellos en lugar alguno del mundo. Una serie de circunstancias geográficas: falta de aguas superficiales, poca profundidad del manto acuífero, vientos casi constantes, suelo adecuado, etc, han contribuido a su acumulación particularmente en los llanos de la Capital, Sa Pobla y Campos.”40. El mismo autor indica que el primer molino para la extracción de agua fue levantado en 1847 bajo proyecto de Bouvij para la desecación del Prat de Sant Jordi y no para el riego41. El Arxiduque Luis Salvador ya habla en 1871 de la existencia de unos 60 molinos para el riego, situados en su mayoría en Palma. En los datos estadísticos de 1958 que ofrece Rosselló en Molinos y norias cita algo más de 1200 molinos en la Huerta de Palma; también apunta casi trescientos en Sa Pobla y más de un centenar en Campos42. En Ibiza, los molinos se concentran en la zona del centro y sureste de la isla.

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En Molinos y norias (ROSSELLO VERGER. 1961) los aspectos arquitectónicos se analizan de manera muy general, con referencia únicamente a los tipos de torre propia de las diversas zonas, según su planta y materiales constructivos. La información de Rosselló ha sido recogida en otras obras, que han tratado también de forma muy general los aspectos arquitectónicos; es el caso del artículo de SBERT.1989. y de la obra de GARCÍA. 1989. Al igual que Rosselló han seguido una clasificación basada en el tipo de mecanismo accionado por el viento, si bien en ambas se ofrece un apartado dedicado a la clasificación tipológica de las torres. Todas estas obras se centran en los molinos de la Huerta de Palma, aunque hacen algunas referencias a los de Campos y Sa Pobla. ROSSELLÓ VERGER. 1961. P. 4. ROSSELLÓ VERGER. 1961. P. 5. En los datos ofrecidos en 1964 cita la existencia en 1941 de 557 en Campos y de 63 en Santanyí-Ses Salines en 1950; a parte se refiere a la presencia de dichos artilugios en otros municipios, pero en número mucho más reducido (ROSSELLÓ VERGER. 1964. P. 333).

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El origen de los molinos, así como la mayor diversidad tipológica y número de ejemplares, se sitúa en la llamada Huerta del Levante de Palma. En los molinos de esta zona nos centraremos a continuación. En lo que se refiere a los mecanismos y características arquitectónicas de las torres de los molinos, los primeros en construirse fueron los llamados de graellat y los de vela llatina (panémono). Esta denominación se refiere al tipo de mecanismo que recogía la fuerza del viento. En ambos casos era un mecanismo inspirado en los que se venían utilizando en los molinos de viento harineros, pero de menores dimensiones. Lo mismo ocurre con la torre que aguanta el mecanismo. Es una torre cilíndrica o ligeramente troncocónica realizada en mampostería de piedras y mortero, que se levanta sobre un cintell (muro circundante de piedra en seco) utilizado como envelador43. En otros casos la torre se sitúa sobre una casa de una sola planta y cubierta con bóvedas de cañón; el terrat que se dispone encima de estas bóvedas sirve de envelador. Estas casas también se construyen con mampostería y las bóvedas son de sillares de marés. Suelen estructurarse en tres crujías, quedando el pozo y la estructura de la torre en el centro. La casa se utilizaba para guardar los aperos, productos agrícolas y los animales de tiro, al igual que podía habilitarse, en parte, como vivienda. Las torres suelen tener una única obertura, un estrecho portal adintelado. La volumetría de estos molinos es muy similar a la de los molinos de viento harineros de torre estrecha que también proliferaron en la segunda mitad del XIX. El mecanismo que sujetaba las antenes (aspas) se situaba en la parte superior de la torre, girando sobre el congreny; se dirigía, según la dirección del viento, desde el envelador por medio de la barra de girar. La torre se cubría con una estructura vegetal de forma cónica, el capell.

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El envelador es la plataforma desde la cual se colocaban las velas de tela en las aspas.

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Esquema de las diferentes tipologías básicas de los molinos de viento para la elevación de agua (molins aiguaders) construidos durante la segunda mitasd del XIX y la primera del XX. 1: Torre cilíndrica sobre casa de una planta. 2. Torre cilíndrica sobre cintell. 3: Torre cilíndrica simple. Estos tres tipos funcionaban con aspas u tenían una cubierta cónica; son el tipo más antiguo. 4: Torre cilíndrica estrecha. 5: Torrre troncocónica. 6: Torre troncocónica ancha. 7: Torre troncopiramidal estrecha. 8: Torre prismática. 9: Torre troncopiramidal ancha. 10: Torre de planta poligonal. 11: Torre cilíndrica peraltada. 12: Torre prismática peraltada. Del tipo 4 al 12 el mecanismo que recogía la fuerza del viento era el ramell de madera o con palas metálicas. Para todos los casos: A)Alzado; B) Planta

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En 1854 Damià Reixac inventó y construyó el primer molino de los llamados de ramell: era íntegramente de madera, tanto el mecanismo que giraba con el viento como la estructura (plataforma y caballete) que lo aguantaba. Las velas fueron sustituidas por planchas de madera, colocadas a modo de persiana, convergentes en el eje; se repartían en seis, ocho o diez sectores separados por barras radiales (antenes) formando así el ramell44. Este tipo de molino tuvo una rápida difusión, ya que era más cómodo de manejar que los de vela llatina o de graellat. Un gran avance, producido entre 18601870, fue la aplicación de la cola que permitía la libre orientación del ramell, según la dirección del viento. Cuando la profundidad del caudal exigió una mayor dimensión del ramell se sustituyó el caballete de madera por una torre de mampostería. Ésta se hizo de nueva construcción, en unos casos; pero, en otros se aprovechó la ya existente para los molinos de vela latina o de graellat, que verían sustituir sus aspas por el ramell. Los molinos de ramell ya no requerían necesariamente una torre cilíndrica, ya que todo el mecanismo giratorio se situaba por encima de la torre. Ahora era necesaria una plataforma en la parte superior de la torre, la terrada o cintell, la cual para poder aumentar su diámetro respecto al de la torre se disponía con un pequeño voladizo aguantado por ménsulas. Seguramente por inercia de los constructores e imitación de las ya existentes, bastantes de las torres continuaron realizándose con estructura cilíndrica o troncocónica, pero empezarán a construirse también de planta cuadrada y volumetría troncopiramidal, e incluso algunas de planta poligonal. Tanto las de planta cuadrada como las que la tienen circular podrán continuar siendo estrechas; pero también se realizarán de mayor anchura. Especialmente estas mayores dimensiones se producen en las de planta cuadrada, llegando a aparecer algunas torres de volumetría casi cúbica; podrán tener interiormente una, dos, incluso tres alturas y serán utilizadas como

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Una descripción detallada del mecanismo del molí de ramell aparece en ROSSELLÓ VERGER. 1961. P. 7-11.

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almacenes, para guardar aperos y animales de tiro, o incluso habitáculo. En estas torres podrán abrirse varias ventanas y portales en las diversas alturas, dependiendo de si la escalera está adosada a la parte exterior del edificio o en el interior. En las torres troncocónicas estrechas se podía subir al cintell por medio de escaleras portátiles o construyendo una vistosa escalera exterior. Las torres de planta cuadrada de mayores dimensiones son las que la torre-casa encierra a su vez la torre cilíndrica estrecha que aguanta el mecanismo. En todos los casos, exceptuando los primeros que tenían capell, la cubierta superior está dispuesta a modo de terrat, ya descanse sobre bóveda de sillares de marés o sobre maderos dispuestos horizontalmente aguantando también sillares. A finales del XIX y principios del XX los muros, que hasta entonces eran, salvo rara excepción, de mampostería, empiezan a construirse también de sillar de marés. Durante la primera mitad del XX los molinos construidos con sillar serán muy abundantes, casi siempre en torres de planta cuadrada. En la zona de la Huerta del Levante de Palma aparecen diversas torres a las que se ha aumentado con posterioridad su altura, pasando a ser peraltadas. El motivo de este incremento de altura es, según Rosselló, el crecimiento de los árboles circundantes. El uso masivo del sillar de marés en época más reciente hace que diversos molinos de torre peraltada presenten la construcción inicial de mampostería y la parte añadida de sillar, tanto en torres de planta cuadrada como circular. Un cambio importante en el tipo de mecanismos se produjo cuando alrededor de 1934 empezó la introducción masiva del mecanismo de molino completamente metálico, el molí de ferro45. Éste desplazó al de ramell, por tener más capacidad de maniobra, seguridad y resistencia a las inclemencias del tiempo. El tipo de mecanismo de hierro es muy similar al del molino de ramell, el cambio más visible se produce en la incorporación, en lugar de las

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ROSSELLÓ VERGER. P. 11.

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planchas de madera, de una serie de palas metálicas dispuestas en sentido radial46. Se produjeron algunos casos de molinos que imitaron en madera las palas u otras partes del mecanismo del molino de hierro. La tipología de las torres no se vio afectada por este cambio; incluso en bastantes molinos de ramell, éste será sustituido por el mecanismo de hierro.

Molinos elevadores de agua del Prat de Sant Jordi. En esta zona las estadísticas de mitad del siglo XX sitúan más de 1.300 molinos, de los cuales la mayoría aún se conservan. En un primer plano se observa un molino de tipología de torre con casa de una altura. En este caso se substituyó el antiguo mecanismo de recogida de la fuerza del viento por uno más moderno de palas metálicas (Huerta de Palma, Mallorca)

Respecto a las demás zonas hortícolas en las que se introdujo el molino, en Campos se difundió el molino de ramell a partir de 1894. La tipología de torre es siempre, salvo rara excepción, la de planta cuadrada, con volumetría troncopiramidal o casi cúbica. Los muros son normalmente de mampostería, pero hay también algunos ejemplos de sillar. Interiormente suele tener dos alturas. Normalmente el portal, adintelado, aparece centrado y con una ventana en la parte superior.

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Una minuciosa descripción de las piezas y el funcionamiento del mecanismo de los molinos metálicos aparece en SBERT. 1989. P. 102-106.

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En la Huerta de Sa Pobla-Muro también fue el molino de ramell el que se introdujo. En esta zona igualmente existe una gran unidad tipológica, casi todas las torres son de planta circular y volumetría troncocónica. Seguramente, debido a las grandes dimensiones del ramell, son las torres de mayores dimensiones de la isla, exceptuando las mencionadas torre-casa. Los muros son de mampostería. Las únicas oberturas que presentan son el portal, adintelado, y una ventana, justo encima del dintel, de forma semicircular o triangular. En esta zona también hemos podido ver algunos ejemplos de torres de volumetría troncopiramidal y alguno de planta poligonal, algunas de ellas construidas con sillares de marés.

Molino de viento elevador de agua de tipología de torre troncocónica ancha. Está construido con mampostería. El mecanismo de recogida de la fuerza del viento es de ramell de madera. En el vértice de la cola aparece una cruz invocando la protección del molino ante las tormentas. (Muro-Sa Pobla, Mallorca)

Respecto a Ibiza, también se introdujo el ramell de madera y después el molí de ferro. La tipología de torres más común es la de planta cuadrada y volumetría troncopiramidal, con muros de mampostería. Hemos podido observar dos ejemplos de planta poligonal, en la zona del Pla de Vila. En cuanto a las oberturas, se presentan 742

de forma muy similar a los de Mallorca, con portal adintelado y ventana superior, formando ambos un eje en el centro de la fachada. LAS CONSTRUCCIONES PARA LA CONDUCCIÓN DEL AGUA Para conducir el agua desde que aflora a la superficie hasta el lugar en que es depositada y/o aprovechada (para regadío, consumo humano, fuerza motriz, etc.), existen diferentes tipos de canalizaciones. En unos casos se trata de pequeñas construcciones de unos pocos metros, para conducir el agua de un “qanat”, una noria o molino hasta su respectivo estanque, por ejemplo. En otras ocasiones son canalizaciones que para abastecer una población, un predio, etc., pueden llegar a tener varios miles de metros. Estas canalizaciones pueden constar de una sola conducción o pueden convertirse en complejas redes de distribución del agua, con múltiples ramificaciones, como es el caso de algunas zonas de regadío que aprovechan manantiales pertenecientes a una comunidad de regantes (Sóller, Vall de la Nou, etc.). En relación a las características constructivas de estas conalizaciones, son normalmente conducciones descubiertas, de entre 20 y 40 cm. de profundidad. Las más anchas (de hasta unos 40-50 cm) permiten la circulación de una persona en su interior; están realizadas con mampostería o con sillares, con revoque impermeabilizante por la parte interior. Las más estrechas también pueden estar hechas simplemente con tejas, mortero o piezas de piedra o cerámica fabricadas en serie.

Canalización para la conducción de agua de un manantial; en este caso era aprovechada para el regadío y como fuerza motriz de molinos harineros. (Buscatell, Sant Antoni de Portmany, Eivissa)

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Llevan una mínima pendiente, de manera que el agua circule por la fuerza de gravedad. Este último factor hace que para salvar los desniveles del terreno en ocasiones se tengan que elevar hasta alturas considerables por encima del suelo. Si la altura a la que se elevan no es demasiada lo hacen por encima de un muro macizo de mampostería, o encima de pequeños pilares. Cuando la altura es considerable la canalización se convierte en un espectacular acueducto con pilares y arcos (de medio punto o rebajados). En Mallorca, ejemplos de estos acueductos aparecen en la Canaleta de Massanella (Escorca), en es Pou Nou (Manacor), en Pastoritx (Valldemossa), etc. Estas conducciones pueden aparecer exentas. En zonas abancaladas discurren adosadas a los muros de los bancales. En la montaña o barrancos es frecuente verlas adosadas a los acantilados. LOS DEPÓSITOS PARA EL REGADÍO: LOS SAFAREIGS El safareig (estanque o balsa) es un tipo de depósito descubierto, levantado a partir del nivel del suelo. Está destinado a almacenar agua procedente del subsuelo, utilizada básicamente para el regadío. Por tanto, están relacionados directamente a sistemas de riego. El manantial a que están asociados puede ser de una fuente o de un pozo, del que se eleva el agua con una noria o un molino. No todas las norias tienen estanque, pero sí casi todos los molinos. El safareig puede aparecer justo al lado de la construcción que eleva el agua, adosado o no. Pero también puede llegar a situarse a distancias considerables, conectado a través de canalizaciones. Los safareigs de mayores dimensiones que hemos podido ver en Mallorca, como el de Raixa (Bunyola), el de Albenya (Algaida) o el de Bunyolí (Palma), entre otros, se llenan con agua procedente de captaciones por gravedad. En las zonas de huerta regadas por sistemas de gravedad de manantiales comunitarios, los estanques sirven para que cada propietario pueda almacenar el agua correspondiente y después la pueda distribuir según necesite. Un caso representativo es el de Banyalbufar. En todo caso el safareig es un depósito de redistribución del agua de riego. Su presencia es básica en las zonas de regadío tradicional, tanto en las áreas de montaña como en el llano. 744

Depósito (safareig) para el almacenamiento y redistribución de agua, utilizada para el regadío. En este caso se servía de agua procedente de una fuente; se ubica en un entorno de bancales, quedando adosado a uno de ellos. (Bañalbufar, Mallorca)

El safareig se construye normalmente con mampostería de piedra y mortero, aunque los de dimensiones más reducidas pueden ser de sillar de marés. En la construcción del safareig un aspecto básico es que los muros tienen que resistir la presión del agua, por este motivo se disponen con talud exterior e incluso contrafuertes, si hace falta. El grosor de los muros depende de la anchura y altura del depósito. La cara interior del muro aparece revocada para conseguir una total impermeabilidad. Las formas y dimensiones son muy diversas. La capacidad puede estar relacionada con la riqueza del manantial. En cuanto a la forma, normalmente son cuadrados o rectangulares, aunque hay algunos circulares. En las zonas abancaladas pueden tener formas trapezoidales o triangulares ya que al situarse en una esquina en dos de sus lados aprovechan los muros de los bancales. El lecho queda por encima del terreno, dispuesto con ligera pendiente bajando hacia el agujero de salida (fibla); así se asegura el vaciado completo del depósito. El agujero se encuentra en uno de 745

los lados. Exteriormente esta salida suele convertirse en una pequeña capelleta, a modo de hornacina practicada en el muro, desde donde se gradúa el agua. En la parte superior del estanque pueden aparecer uno o varios desagües (desguàs) para cuando el depósito ya está lleno. Tanto en el interior como en el exterior pueden aparecer escaleras de obra adosadas al muro. ABREVADEROS (ABEURADORS) Y LAVADEROS (RENTADORS) El abastecimiento de agua en los núcleos de población, para consumo humano y del ganado, ha sido desde la baja Edad Media una preocupación del gobierno de las islas y de las instituciones municipales. Este abastecimiento ha generado la construcción de sistemas de captación de agua del subsuelo y también de depósitos donde almacenar agua de lluvia. Pero, además ha generado unas instalaciones para poder realizar básicamente la función de abrevar el ganado y de lavadero. En cada población había, como mínimo, una o dos infraestructuras para abrevaderos y lavaderos públicos. Además, en el entorno rural también podían darse algunos ejemplos. De todas formas, en muchas casas, especialmente del campo, se disponían instalaciones privadas para estas funciones. Siempre que era posible se buscaba un acuífero subterráneo, bien una fuente o un pozo. Si se trata de una fuente, en caso de encontrarse alejada de la población, se intentaba canalizarla y acercarla en lo posible al núcleo urbano donde se disponían las instalaciones para su consumo. Si se trata de pozos, las instalaciones se ubican en el mismo lugar de captación. En ocasiones la infraestructura queda ubicada en un lugar céntrico del pueblo o aldea; pero otras veces no es posible y se tiene que ubicar en la periferia. Los elementos necesarios para abrevar y lavar pueden quedar organizados de formas muy diversas, si bien, en general encontramos dos posibilidades básicas: Por un lado, las instalaciones en que el agua circulaba por gravedad, normalmente se trata de agua procedente de una fuente. Por otro, las instalaciones en que el agua tenía que ser elevada de un pozo, con poleas o con una noria. En el primer caso se disponen normalmente tres puntos de recogida de agua, todos conectados de manera que el agua circule. 746

El primer punto de recogida de agua, según ésta aflora a la superficie, es el destinado al consumo humano; el agua pasa después a las pilas para abrevar el ganado y, en tercer lugar a la gran pila del lavadero. Desde esta última se dispone un sistema de evacuación del sobrante, que incluso puede continuar siendo aprovechado por un sistema hidráulico para riego, molinos, etc. En el segundo supuesto, las pilas para abrevar y lavar se disponen de forma independiente y más libre. En este caso no quedan conectadas entre ellas y para lavar se dispone, en lugar de una gran pila de uso colectivo, de pequeñas pilas de uso individual.

Porche de unos lavaderos públicos ubicados en el entorno de una fuente. Se trata de un ejemplo en el que se disponían pequeñas pilas de uso individual. Recordemos que en otras ocasiones se trataba de una gran pila de uso colectivo. (Pina, Algaida, Mallorca)

Desde el punto de vista arquitectónico, un elemento muy característico de estos recintos son los porches (porxo o porxada). Éstos pueden cubrir toda la instalación; pero, normalmente sólo cubre el espacio destinado a lavadero y puede que también el de abrevadero. El porche suele ser una construcción de planta rectangular, cubierta de tejado a una o dos vertientes, a la que se accede por una 747

estructura porticada de pilares que soportan arcos o jácenas. En caso de tejado a dos vertientes, éste suele descansar en la parte central sobre arcos o jàcenas aguantados por pilares. Los muros suelen ser de mampostería. Puede quedar exento o, adosado a otros edificios, incluso hay algún ejemplo integrado en la planta baja de un edificio mayor. Otro aspecto característico de estas instalaciones es el pavimento de cantos rodados. Su función era evitar la formación de charcos y barro, así como el resbalado de personas y animales. LOS MOLINOS DE AGUA Aspectos históricos y geográficos Al hablar de molinos de agua (molins d’aigua) en Baleares, nos referimos a los molinos que utilizan el agua como fuerza motriz. Cabe diferenciarlos de los molinos de viento contruidos para elevar el agua de los pozos llamados molins aiguaders o molins de treure aigua. Los molinos de agua harineros ya están documentados en las islas durante el periodo islámico (S. X-XIII), concretamente en Mallorca e Ibiza. Casi todos se concentraban en la mayor de las Baleares, llegando a ser casi doscientos en el momento en que se produce la conquista cristiana. A partir de ésta parece que el número disminuyó, abandonándose algunos. En todo caso entre los siglos XII y XV hay abundante información sobre la reparación y construcción de molinos. Aunque, como hemos visto, su origen en las islas se debe a la cultura árabe, la gran mayoría de molinos conservados datan de los siglos XVII y XVIII, tanto los de Mallorca como los pocos ejemplos de Menorca e Ibiza; cabe tener en cuenta que fue en este último siglo cuando la actividad constructora de estos molinos se vio impulsada a nivel institucional. En todo caso, la construcción y uso de los molinos de agua fue disminuyendo a lo largo del siglo XIX, posiblemente a causa de la competencia de los molinos de viento harineros. El principal condicionamiento geográfico para la existencia de estos molinos es la presencia de un caudal constante y suficiente para hacer funcionar la instalación. En Baleares no existen cursos de agua superficial que permitan el funcionamiento de estos molinos, salvo algunas excepciones en que se aprovechaba el agua de algunos torrentes. Por tanto, en la mayoría de casos, el agua que ha per748

mitido la existencia de estos molinos ha sido de procedencia subterránea. Este hecho limita su presencia a los lugares donde existen manantiales con caudales importantes. En el caso de Mallorca, muchos de los manantiales caudalosos se concentran en la Serra de Tramuntana, siendo ésta una de las principales causas por lo que la mayoría de molinos se encuentran en dicha comarca. En todo caso, en menor número, los encontramos repartidos por toda la geografía de la isla. La mayoría de ejemplos se encuentran aislados en el entorno rural, aunque algunos aparecen dentro de núcleos de población o en las inmediaciones de algunas cases de possessió de Mallorca. Hemos de tener presente que su ubicación quedaba vinculada a la existencia del manantial; pero también a la orografía, ya que estaban integrados dentro de un sistema hidráulico que desde el manantial, o la presa del torrente, funcionaba gracias a una canalización que hacía circular el agua por gravedad. Otro factor que también podía influir en la ubicación definitiva era la pendiente del terreno, ya que a mayor pendiente, menor era la longitud del acueducto que hacía llegar el agua hasta el punto en que el salto en vertical le daría la fuerza suficiente para mover el molino. Los molinos pueden aparecer en solitario dentro de un sistema hidráulico o formando agrupaciones. En estas últimas, el agua podía ser reutilizada para mover diversos molinos, los cuales iban quedando siempre a niveles inferiores, cada uno respecto al anterior, según avanzaba el recorrido del agua. Ejemplos representativos de agrupaciones de molinos són Canet (Esporles), la Sèquia de la Vila (Palma) o Llinàs (Pollença), todos en Mallorca. Normalmente cada molino ( cada salto de agua) constituye un edificio exento, pero conocemos algunos casos singulares de dos molinos integrados en un mismo edificio, como los molinos para ropa de Can Maví (Esporles-Mallorca) o los harineros de sa Vall (Es Migjorn-Menorca). En casi todos los sistemas hidráulicos, los molinos compartían el agua con otros usos, especialmente el del regadío. Criterios de clasificación de los molinos de agua Para definir el ámbito tipológico y funcional de los molinos de agua en Mallorca se establecen diversos criterios para su clasifica749

ción. Algunos autores señalan como criterios el origen del agua que los hará funcionar, sea un manantial o un torrente, y también el sistema de almacenar esta agua antes de dirigirse al molino, diferenciando en este sentido básicamente dos tipos: aquellos en que el agua llega directamente al molino a través de la canalización y aquellos en que debe ser almacenada en un depósito para así acumular una cantidad suficiente para el funcionamiento. Este último criterio está relacionado con el mayor o menor caudal disponible47. En lo que afecta a las características arquitectónicas del molino propiamente dicho, creemos que existen dos criterios y condicionamientos fundamentales a tener en cuenta: Por un lado, el mecanismo de captación de la energía, que podrá ser a través de una rueda horizontal o una rueda vertical, dejando de lado la instalación bastante moderna de algunas turbinas. Por otro lado, el segundo criterio es la función a que estaba destinado el molino. La gran mayoría eran harineros, pero también hay algunos ejemplos de molinos para fabricar papel y tela, así como algunos ejemplos de serradoras de madera o de piedra o para triturar corteza o caña de azúcar, entre otros ejemplos singulares. De la relación numérica que ofrece Cañellas, de los algo menos de 300 molinos exitentes en Mallorca, 259 son harineros, y de éstos casi todos de rueda horizontal. Por tanto, son los molinos harineros de rueda horizontal los más abundantes y los que presentan unas características tipológicas muy bien definidas. Por otro lado, a la poca abundancia de casos de rueda vertical hay que añadir el hecho de que entre éstos se hallan muchos de los casos singulares destinados a funciones diferentes a la harinera, a las que nos hemos referido antes. Este aspecto hace muy difícil poder establecer rasgos tipológicos generales. En cuanto a los pocos ejemplos que conocemos de Ibiza y Menorca, igualmente son de la tipología de los molinos harineros de rueda horizontal48.

47 48

CAÑELLAS. 1993. P. 51-52. En Menorca, el Archiduque Luís Salvador cita 7 molinos movidos por agua (HABSBURG-LORENA, TOM 1, 1982, P. 511.)

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También a nivel cronológico el ámbito de los molinos de rueda horizontal es mucho más amplio. Esta tipología es la que tenían los molinos ya documentados en época islámica y que se continuaron construyendo hasta el siglo XIX. En cambio, los de rueda vertical, parece que no se remontan más allá de la segunda mitad del mil setecientos. Teniendo en cuenta las diferentes consideraciones que acabamos de señalar, nos centraremos a continuación en los molinos harineros de rueda horizontal, sin que ello implique que no se valoren los casos más singulares, sino todo lo contrario, pero creemos que no es el objetivo del acercamiento más general y básico que pretendemos. Los molinos de agua harineros: características arquitectónicas de los molinos de rueda horizontal (de cup)49 Como ya hemos indicado, dependiendo de si el caudal era mayor o menor, el agua podía llegar al molino directamente desde la canalización o tenía que ser almacenada en un depósito cercano al molino. Este depósito lo encontramos en muchos casos; era denominado safareig o bassada. Se trata de una construcción descubierta, realizada con mampostería de piedra y mortero, con una forma en planta muy diversa, dependiendo bastante de la disposición del terreno, aunque si ésta lo permite, tienden a ser cuadrados o rectangulares. Desde el depósito, o directamente desde la canalización, el agua pasaba a una canalización (canal o síquia) que aprovechaba el desnivel del terreno para conseguir llegar a una altura necesaria para generar el salto de agua. Este acueducto se disponía sobre un muro macizo, que, debido a su altura, podía llegar a requerir el refuerzo con contrafuertes. Dicha canalización llegaba hasta un conducto vertical de forma cilíndrica por donde se precipitaba el agua. Este conducto se conoce con el nombre de cup, y sirve también para identificar este tipo de molinos. Este conducto en algunos casos queda total o en una buena parte subterráneo; pero lo más habitual es que quede casi

49

Para las características arquitectónicas y sistema de funcionamiento ver: GARCÍA.1989 o CAÑELLAS. 1993, entre otras obras.

751

todo por encima del nivel del terreno y exteriormente integrado en una torre. Ésta suele ser de planta cuadrangular con un solo conducto, pero hay casos de dos conductos integrados en una misma torre, de planta trapezoidal. En cualquiera de los casos, se trata de estructuras con una volumetría troncopiramidal, con muros dispuestos en talud. Existen ejemplos de torres de planta exterior circular (como el caso de algunos molinos de los siglos XVIII y XIX en Mallorca50 o el de Buscatell en Ibiza).La altura del cup puede variar mucho, desde 2 m. hasta 12 m.

Molino harinero movido por la fuerza del agua. Se aprecia en la parte superior la torre de planta circular que contiene el cup. El agua se precipitaba en su interior cogiendo la fuerza necesaria para hacer girar la rueda. (Buscatell, Sant Antoni de Portmany, Eivissa)

En ocasiones, la canalización presenta justo antes de llegar al cup una obertura para poder desviar agua en caso de que llegue un caudal demasiado abundante o en caso de querer evitar que el agua llegue al cup.

50

CARBONERO, 1992. p. 157.

752

El agua entraba en el cup por la parte superior y salía por un pequeño agujero de la parte inferior, la satjatia. A través de dicho agujero el agua salía a presión y caía sobre la rueda dispuesta horizontalmente a modo de turbina. El espacio en que se encontraba la rueda se denomina cacau y solía quedar subterráneo. La rueda hacía girar un eje vertical que transmitía directamente la fuerza a las piedras de moler que se encontraban justo encima del cacau. Para conseguir acercar lo máximo posible las piedras de moler al conducto de caída del agua, éstas quedaban colocadas parcialmente dentro de una especie de fornícula integrada dentro del muro de la torre. La presencia del cup en los molinos de Baleares viene dictada por la pobreza de los caudales, ya que si fuesen más importantes bastaría con dar cierta inclinación a la canalización. Esta pobreza de caudal es la que también condiciona que la mayoría de molinos tengan un solo mecanismo para moler, aunque los casos de dos no son excepcionales, sí los de tres. Algunos autores apuntan que las torres

Planta de un molino harinero movido por agua, de dos cups. (Son Santandreu, Petra, Mallorca)

753

Sección del alzado transversal y frontal del mismo ejemplo que aparece en la imagen anterior

de dos cups serían una tipología vinculada a molinos existentes en el siglo XIII en Mallorca, de tradición islámica51. Desde el cacau, el agua era evacuada por un conducto subterráneo hacia el exterior y así continuaba su recorrido dentro del sistema hidráulico, pudiendo ser aprovechada por otros molinos o para otros usos. El recinto donde se realizaba la harina se denominaba obrador. Este espacio quedaba adosado a la torre. Podía ser un simple edificio de una altura y planta cuadrada o rectangular cubierto a una vertiente de tejado, pero también puede aparecer adosado o integrado en una construcción de mayores dimensiones, de una o dos alturas, destinada a vivienda del molinero.

51

ARGEMÍ, 1999. P. 33.

754

DEPÓSITOS PARA EL AGUA DE LLUVIA Las características hidráulicas de la isla han motivado la construcción de depósitos para almacenar y redistribuir el agua de lluvia, ya sea para usos domésticos, ganadería o, en menor medida, para la agricultura. Entre los diversos tipos de depósitos construidos tradicionalmente, los hay de diversas tipologías. Los hay cubiertos (aljibes, cisternas, cocons, etc.) y descubiertos (balsas (basses)). Unos almacenan el agua recogida en los tejados o terrazas de los edificios, en cambio otros aprovechan el agua que corre sobre el terreno. La calidad del agua de los tejados será por norma general de mejor calidad que la del suelo. Además, en los depósitos descubiertos el agua se deteriorará rápidamente. Dependiendo de la mejor o peor calidad, el agua será para consumo humano o sólo para el ganado. Aljibes (aljubs) y cisternas (cisternes) Cuando se trata de analizar las características arquitectónicas y de uso de los aljibes y cisternas, vemos que en ocasiones los dos términos se confunden. En ambos casos se trata de depósitos cubiertos, excavados total o parcialmente en el suelo. Para Rosselló52 y Carbonero53 la diferencia entre ambos, a nivel general, vendría dada por la forma y por la procedencia del agua de lluvia. Las cisternas tienen forma troncocónica o “de pera” y recogen el agua de los tejados o terrazas. Los aljibes tienen planta rectangular o cuadrada, cubiertos con bóveda, y recogen el agua que corre por el suelo. Si bien, tal como indica Carbonero, existe la posibilidad de que algunos aljibes recojan el agua de los tejados y que algunas cisternas recojan la del suelo, incluso aparecen depósitos que pueden coger agua de ambas procedencias. Por tanto, vemos como en una serie de casos únicamente la forma del depósito serviría para establecer la diferencia entre aljibe y cisterna. Respecto a las características arquitectónicas, ya se ha señalado la volumetría de cada tipo de depósito. En relación a la técnica y materiales constructivos, la parte excavada y la que queda por enci-

52 53

ROSSELLÓ. 1964. CARBONERO. 1992.

755

ma del suelo presentan un muro de cerramiento de mampostería con mortero, el cual interiormente está revocado de manera que se asegure la impermeabilidad. En ocasiones, cuando la excavación se hace en terrenos duros, el revoque puede darse directamente sobre la roca, sin necesidad de construir el muro. La cubierta de los aljibes se soluciona mayoritariamente con una bóveda de cañón, o, en algunos casos de cañón apuntado. Dicha bóveda puede aparecer realizada con diversas técnicas. Una es por aproximación de piedras dispuestas en sentido radial, unidas con mortero, pero pueden juntarse “en seco”; otra técnica muy utilizada es la de sillares de marés. En casos de depósitos de dimensiones considerables la bóveda puede reforzarse con arcos fajones. Interior de un aljibe. Destaca la secuencia de arcos fajones que reforzaban la cubierta de bóveda de cañón. (La Font Santa, Campos, Mallorca)

A nivel exterior esta cubierta de bóveda puede presentarse de diversas formas. En unos casos la curvatura de la bóveda es visible; en otros sólo lo es en parte, ya que en los lados aparece un refuerzo dispuesto gracias a la elevación de los muros laterales; también se dan unos pocos ejemplos de aljibes con cubierta exterior dispuesta en doble vertiente. Además existen numerosos casos en que se dispone una cubierta exterior a modo de terraza (terrat) para también aprovechar (recoger) el agua que cae encima; el terrat puede tener una sección horizontal o mostrar ligeramente la curvatura de la bóveda; cuando hay terrat, puede aparecer rodeado de unos muros laterales de baja altura. 756

Otro aspecto a considerar es que los muros laterales pueden estar completamente subterráneos y la bóveda reforzarse en el suelo, o elevarse a cierta altura por encima del suelo y la bóveda descansar sobre estos muros. En todo caso el depósito sólo se podrá llenar hasta la altura de los agujeros laterales para entrada y/o salida del agua. En cuanto a la extracción del agua, se hace por medio de una o diversas oberturas, los colls54. Pueden estar colocados en diversos puntos: en la parte superior de la bóveda puede haber uno o dos; también en los lados, encima de la bóveda o suponiendo una obertura en los muros laterales. Tanto en aljibes como en cisternas el coll adopta diversas soluciones para aguantar la polea que ayudará a sacar el agua. Entre estas soluciones se repiten las que ya se han apuntado en el caso de los pozos; así aparecen, básicamente, colls con pilares y travesser, con arco o con capelleta. Cuando el coll se abre en los muros lat-

Exterior de un aljibe público; se llenaba con el agua recogida de diversas calles. Presenta dos brocales con cepelleta en forma de arco apuntado. Pueden apreciarse las canalizaciones y las pilas que permitían abrebar el ganado. (Santa Eugènia, Mallorca)

54

En sa Torre (Llucmajor) funcionaba una noria para elevar el agua de uno de los nueve grandes aljibes que se dedicaba a regadío (ROSSELLÓ VERGER. 1964. p. 331).

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erales, la obertura se convierte en una especie de ventana con arco, de medio punto o apuntado. En todos los casos aparece el muro de protección, de unos 80 cm. de alto. Si la obertura no se encuentra a nivel del suelo, se construyen escaleras. En los dos tipos de depósitos suelen aparecer las pilas para abrevar el ganado o lavar ropa. En bastantes ocasiones desde el mismo brocal ya se puede verter el agua que , por medio de canalizaciones, se distribuye a las pilas. En el caso de algunos aljibes las pilas para abrevar ganado pueden llegar a rodear gran parte del depósito. En relación al sistema de recogida de agua de lluvia, cuando es agua de los tejados se hace por medio de canalizaciones de piezas de cerámica hechas a propósito o alineaciones de tejas adosadas a los muros, aguantadas con ménsulas u otros sistemas55. En el caso del agua que corre por el suelo, se aprovechan los terrenos en pendiente y cauces naturales en los que confluye el agua en caso de lluvias copiosas o también el agua recogida de los caminos. El depósito suele situarse a un lado del cauce, para evitar el peligro que supone la fuerza con que baja el agua en caso de lluvias torrenciales. El agua es desviada hacia el depósito por medio de uno o más cap-rec, especie de surco. El agua recogida en los cap-rec no va directamente al depósito, sino que pasa a una pila (pica) donde se deposita parte del material que el agua ha arrastrado del suelo. El agua pasa al depósito por medio de un agujero en el que se colocan ramas de arbusto para filtrar partículas. Ya hemos indicado que hay aljibes que aprovechan también su terraza para recoger agua, incluso los hay que únicamente se abastecen del agua de dicha terraza. El uso o localización de estos depósitos es diverso. Las cisternas son utilizadas normalmente para usos domésticos; por ello se localizan en las casas, tanto las de los núcleos urbanos como en el entorno rural. Cada casa suele tenerla suya propia ; aunque la existencia de abastecimiento público, especialmente en los núcleos urbanos, hace que pueda haber casas que prescindan de estos depósitos. La cisterna puede encontrarse en el interior o en el exte-

55

Modernamente también se han venido utilizando piezas de zinc.

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rior de la casa. Cuando es en el exterior, en las zonas urbanas suele aparecer en el corral posterior, mientras que en el campo lo hacen en el patio, en espacio abierto de delante de la casa o debajo de la porxada. Pueden estar exentas (en el interior de una casa casi nunca lo están) o adosadas al muro; también el brocal puede aparecer, a modo de hornacina, en el interior del muro. Los aljibes se hallan especialmente en el campo, aunque se dan casos de grandes aljibes urbanos, especialmente los de carácter público. Pueden encontrarse en el entorno cercano de una vivienda rural o alejados de éstas; cabe tener en cuenta que su localización en el mayor número de casos no depende del tejado de una casa sino de un cauce o camino que acumule agua; además hay que tener en cuenta que la mayoría son utilizados especialmente para abrevar el ganado. Aparecerán, por tanto, al lado de caminos (en estos casos puede tratarse de depósitos públicos) o en el interior de las propiedades rurales. El agua de los aljibes puede ser utilizada para riego de un pequeño huerto o algunos frutales, a menudo cercados por un corral para impedir el acceso del ganado. Incluso algunos aljibes tienen como uso principal el regadío. Basses (balsas) Se trata normalmente de un tipo de depósito de agua de lluvia, descubierto; es una cavidad natural o excavada en el terreno. Se utiliza para abrevar el ganado en zonas rurales, aunque hay constancia de balsas situadas en las cercanías o incluso en el interior de los núcleos urbanos; algunas ya están documentadas en la Baja Edad Media56. Son especialmente abundantes en el sur y levante de la Mallorca. Al ser un depósito natural o excavado total o parcialmente, presentan formas muy diversas e irregulares. No suelen ser muy profundas, y al menos por alguno de sus lados el ganado puede ir bajando a beber a medida que el nivel del agua va disminuyendo. Para conservar el agua más fresca y en mejores condiciones, algunas de estas balsas se cubrían total o parcialmente con una enramada

56

CARBONERO.1992. P. 87-89.

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(hecha con ramas y postes vegetales) aguantada sobre pilares. Existen balsas de dimensiones reducidas que aparecen cubiertas con una falsa bóveda de piedra en seco o con una estructura de maderos que aguantan piedras planas. Cocons o bassols El caso más representativo de pequeños depósitos, que pueden estar cubiertos, son los bassols o cocons. Son las cavidades, naturales o excavadas en la roca, de menores dimensiones. Cuando están cubiertos, el agua de lluvia recogida se conserva fresca gracias a una cubierta de piedra en seco, a menudo con falsa cúpula, con una volumetría bastante cónica. En un lateral se abre un portal de acceso al interior. El agua era consumida por el ganado y, en ocasiones, por las personas. Abeuradors o aljupets Los abeuradors son pequeños depósitos de planta rectangular excavados artificialmente, con una rampa de acceso para el ganado y cubiertos con bóveda de piedra en seco. La parte donde se almacena el agua está revocada. El líquido acumulado puede ser captado por filtración o del que corre por el terreno cuando llueve. CONSTRUCCIONES PARA EL DRENAJE DE TIERRAS Y EVACUACIÓN DEL AGUA SOBRANTE Los torrentes Los torrentes sirven para la evacuación del agua de las lluvias torrenciales; en algunas redes de regadío se utilizan para la conducción del agua de las fuentes hasta que es desviada por canalizaciones secundarias que la distribuyen a los campos de cultivo. Pueden discurrir de manera natural por sus cauces o estar canalizados artificialmente, como ocurre en las zonas de cultivo, para evitar el arrastre de la tierra con las avenidas. En zonas cultivadas la red de drenaje de los torrentes se completa con otras canalizaciones menores, las síquies. En muchos casos los márgenes se protegen con muros de piedra en seco, incluso el lecho a veces aparece empedrado. Algunos tramos pueden estar cubiertos con una bóveda de piedra en seco. Los albellons (tijeras) En terrenos en los que el agua tiene tendencia a quedar estancada, en lugar de síquies pueden construirse albellons. La diferencia 760

está en que éstos, una vez abiertos en el terreno, se cubren con losas de piedra, sobre las cuales se depositan otras piedras, para favorecer el drenaje, y encima una capa de tierra para el cultivo.

CONSTRUCCIONES PARA EL APROVECHAMIENTO DE DIVERSOS RECURSOS NATURALES Los depósitos de nieve de Mallorca57 ASPECTOS HISTÓRICOS Y GEOGRÁFICOS Los depósitos de nieve, tradicionalmente, eran utilizados para guardar la nieve convertida en hielo una vez recogida y prensada por el hombre. La mayoría de cases de neu se sitúan en cotas superiores a los 800 m. y en zonas de sombría. Su ubicación viene determinada por condiciones climatológicas. Los encontramos únicamente en las cumbres de la Serra de Tramuntana de Mallorca ya que es ahí donde se producen de forma regular las precipitaciones de nieve hivernales y donde se dan las condiciones para que esta nieve llegue a cuajar. En las zonas de sombra, bajo acantilados, es donde la nieve convertida en hielo podía conservarse durante más tiempo. Actualmente existen restos constructivos de casi una cincuentena de estos depósitos, repartidos de un extremo a otro de la Serra, aunque la mayoría se concentran en torno a las dos cumbres más altas, el Puig Major y el Puig de Massanella.

57

Para las características arquitectónicas generales de estas construcciones, su funcionamiento y sus aspectos históricos y geográficos se pueden consultar los artículos de VALERO.1989 o el de SERVERA.1997. Recientemente han aparecido dos libros monográficos que profundizan sobre el tema; en ellos, además de los aspectos arquitectónicos generales, se hace abundante referencia a los aspectos históricos y geográficos relacionados con estas construcciones. Además presentan una ficha con la descripción de cada una de las construcciones localizadas en Mallorca y los itinerarios para visitarlas. Se trata de la obra de GORRIAS. 2001 y la obra de VALLCANERAS. 2002. En parte de estas publicaciones también aparecen comparaciones a los depósitos existentes en otros puntos del Mediterráneo, especialmente a los de la Comunidad Valenciana.

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En cuanto a la cronología, los documentos más antiguos que demuestran su existencia se remontan al siglo XVI, si bien la mayoría de ejemplos están documentados en los siglos XVII y XVIII. Funcionaron hasta principios del siglo XX, cuando la producción de hielo se empezó a realizar con diversos procesos industriales. De todas formas, cabe considerar que ya en la centuria del mil ochocientos algunas habrían dejado de usarse por estar localizadas en cotas más bajas, debido seguramente a una tendencia hacia unas condiciones de clima menos severas. En Mallorca la recogida y comercio de la nieve estaba motivado por el uso terapéutico y gastronómico. La importancia de esta actividad queda demostrada, entre otros aspectos, por la regularización de los precios, la fijación de impuestos, los contratos de arrendamientos, etc. A su valor histórico, etnológico y arquitectónico, hay que sumar de manera significativa su valor paisajístico, debido a los parajes privilegiados en que se ubican. ACLARACIONES TERMINOLÓGICAS En cuanto a la terminología referida a los depósitos de nieve existentes en Mallorca, nos aparece el término casa de neu, pou de neu y clot de neu. La bibliografía coincide bastante en que tanto la documentación archivística, la toponimia u otras fuentes utilizan los tres términos como sinónimos, especialmente los dos primeros. La palabra clot se refiere normalmente a cavidades de origen natural, también llamados avencs, las cuales, con ligeras modificaciones, eran utilizadas para guardar nieve convertida en hielo. Casa ( o cases) de neu puede hacer referencia tanto al depósito en sí, como a todo el conjunto de instalaciones vinculadas directamente a la recogida de la nieve: el depósito, el refugio para los trabajadores, los muros y bancales que ayudaban a la acumulación de nieve, etc. Normalmente, se habla de pou (pozo) de neu en referencia estrictamente al depósito destinado a almacenarla, construido de forma artificial, o en el que el componente artificial es mayoritario en su morfología. ASPECTOS TIPOLÓGICOS DE LOS DEPÓSITOS DE NIEVE Desde el punto de vista tipológico, como hemos señalado, los depósitos de nieve existentes en Mallorca pueden ser avencs (natu762

rales) o pous (artificiales), si bien cabe considerar la existencia de algunos ejemplos intermedios; es decir, una cavidad natural parcialmente modificada con la construcción de estructuras de piedra en seco; a dichas cavidades algún autor las denomina congesta58. En relación a los aspectos constructivos de los pous de neu propiamente dichos, se trata de un depósito que ha sido excavado total o parcialmente en el suelo. En las excavaciones parciales se ha aprovechado el desnivel que presenta la pendiente del terreno y se han levantado muros exteriores que actúan de presa y que reducen considerablemente la zona a excavar. Todos estos depósitos presentan un revestimiento en el interior realizado con muro de piedra en seco, que puede sobresalir un metro, o algo más, del nivel superficial del terreno. En algunos casos el revestimiento no es completo, ya que si durante la excavación se hallaba la roca madre, ésta era aprovechada directamente como pared. Excepcionalmente se utiliza el mortero para reforzar los muros interiores y exteriores. En casi todos los casos, los muros se disponen con un ligero talud, lo que implica que el perímetro inferior sea menor que el superior. Esta disposición reforzaba la estructura de la construcción, a la vez que facilitaba el acceso de los trabajadores al interior. El piso inferior también estaba pavimentado con piedra en seco. El hecho de que la construcción se realice con la técnica de la piedra seca también responde a la necesidad de conservar el hielo durante el mayor tiempo posible y evitar que la formación de agua debido a la descongelación afecte al hielo restante. El agua se podía evacuar aprovechando los huecos que quedaban entre las piedras, incluso en algunos casos se construyeron albellons (galerías de drenaje) para ayudar a dicha evacuación. En cuanto a la planta, ésta va desde la forma rectangular a la elíptica, aunque la más frecuente es la de transición entre las dos. Dicha forma de transición presenta los laterales largos rectos y las cabeceras curvilíneas. Las que presentan irregularidades son debidas a la misma adaptación de la construcción a las condiciones del

58

GORRIAS. 2001. p. 17.

763

terreno. Según Gorrias, las dimensiones medias de una casa de nieve estarían alrededor de los 12 m. de largo, los 5 de ancho y los 4 de profundidad59. Las soluciones para la cubierta pueden variar. Los estudiosos del tema coinciden en que las más antiguas se cubrían con hojas de carrizo sobre unos muros que tenían una disposición superior anivelada. Posteriormente, este tipo de cubierta se habría reforzado con una estructura de vigas de madera que habría permitido formar dos vertientes y así proteger mejor el hielo de la lluvia. En algunos casos la forma superior de la cabecera permite pensar en una cubierta a una sola vertiente. En vez del carrizo, se podían utilizar para dicha cubierta tejas aguantadas también con estructura de madera. Existe alguna referencia bibliográfica a cubiertas de zinc y se conserva un caso de cubierta con bóveda de cañón hecha de mampostería con una cubierta superior de tejado a doble vertiente60. En los depósitos que presentan una cubierta a doble vertiente, ésta se aguantaba sobre una jácena dispuesta longitudinalmente y vigas perpendiculares que descansaban sobre ésta y los muros. Existen algunos ejemplos en los que originalmente el acabado superior de los muros era horizontal y con posterioridad se habrían construido por encima de ellos muros inclinados para permitir la vertiente de la cubierta.

Depósito de nieve ubicado en las cumbres de la Serra de Tramuntana (Mallorca). Se halla excavado casi completamente en el terreno y está construido con muros de piedra en seco. Tiene planta ovalada. En la parte más alejada se aprecia la disposición del muro que permitía aguantar una cubierta a doble vertiente

59 60

GORRIAS. 2001. p. 19. Se trata de la conocida como casa de neu de Fartàritx, situada en las laderas del Puig Tomir, en el término municipal de Pollença.

764

El acceso al interior del depósito se realizaba a través de un portal situado en uno de los dos lados cortos, o en los dos. El dintel del portal, en los pocos casos conservados, puede ser monolítico o de piedras y mortero. A veces se localiza justo por debajo de dicho portal, en la parte interior del depósito, una hilera vertical de pequeños huecos o de piedras que sobresalen del muro; ambas soluciones servían para acceder hasta el fondo de dicha cavidad. Para la introducción de la nieve en el depósito, a menudo aparecen unas oberturas a modo de ventanuco, llamadas bombarderes. Están presentes especialmente en los casos de cubierta fija o en los que los muros sobresalen bastante en relación al terreno. Su número varía según las dimensiones del pou, de una a tres por cada costado largo. En los casos conservados, estos ventanucos presentan normalmente unas losas de piedra planas en la parte inferior, dispuestas en pendiente que baja hacia el interior; eran para facilitar la introducción de la nieve. Una vez el depósito estaba lleno las bombarderes se sellaban con piedras y barro. ALGUNAS REFERENCIAS A CAMBIOS TIPOLÓGICOS PRODUCIDOS A LO LARGO DEL TIEMPO Posiblemente, a causa de la trayectoria alcista del comercio de la nieve y el interés por cubrir la demanda existente, se realizaron actuaciones para aislar más los depósitos de los efectos de los agentes atmosféricos. Estas soluciones pasaron por la substitución de cubiertas de carrizo por otras de tejas. Éste sería el único aspecto arquitectónico en el que los autores que han tratado el tema de forma específica coinciden. Si bien hay autores, como Vallcaneras, que indican que el carrizo substituiría las tejas en épocas más recientes, en la que el negocio de la nieve ya no resultaba tan rentable61. Gorrias sitúa los avencs y las congestes como los primeros depósitos utilizados. Entre los pous, los de acabado superior de los muros en horizontal serían los más antiguos. En cambio, los principales ejemplos de depósitos con cubierta a doble vertiente, con portales y

61

VALLCANERAS. 2002. p. 28.

765

bombarderes, serían de principios del XVIII62. Contrariamente, Vallcaneras opina que las congestes serían construcciones posteriores y complementarias respecto a la explotación de un pou más antiguo y de mayores dimensiones63. Servera, por otro lado, cuando trata la evolución tipológica indica que esta evolución no se debe tanto a las variaciones arquitectónicas, sino a la existencia o no de determinados elementos complementarios de los depósitos según sea la altitud a la que se halla la explotación. En su estudio llega a la conclusión de que se pueden establecer dos tipologías: la primera presenta toda una infraestructura paralela y de uso exclusivo para la explotación (refugios, caminos, bancales, etc.); se localizaría en las zonas más elevadas de la Serra y alejadas de los núcleos urbanos. La segunda únicamente presenta el depósito y no necesitaba de otros elementos complementarios o los compartía con otras actividades tradicionales de la zona (elaboración del carbón o de la cal); ésta se localizaría en cotas más bajas y más próxima a núcleos habitados. La primera tipología sería la más tradicional, pero debido a un enfriamiento climático se habría tendido hacia la segunda tipología, sin que se diera un total abandono de las anteriores. A principios del siglo XIX, la tendencia hacia unas condiciones climáticas más cálidas habría sido la causa de que los primeros depósitos en abandonarse fuesen los de la segunda tipología64. Las construcciones complementarias Los autores que han tratado el tema se detienen en mayor o menor medida en relacionar y describir las construcciones complementarias al depósito, vinculadas directamente con la producción de la nieve. Entre éstas destaca el porxo, o habitáculo para los trabajadores, los muros y bancales para acumular nieve o cercar la zona de explotación, y los caminos de acceso hasta los depósitos.

62 63 64

GORRIAS. 2001. p. 21-22. VALLCANERAS. 2002. p. 22. SERVERA. 1997. p.390-394.

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Las caleras (forns de calç)65 ASPECTOS HISTÓRICOS Y GEOGRÁFICOS La obtención de la cal mediante el procedimiento de cocción de la piedra calcárea es una técnica muy antigua. Se sabe que los romanos ya utilizaban caleras para realizar este proceso, muy similares a las que hoy en día aún se conservan en las Illes Balears. Cabe suponer, pues, que ya en la época de la dominación romana ya existieron construcciones de estas características en las islas y también durante el periodo islámico. En Mallorca, los documentos más antiguos en los que se cita una de estas construcciones son del siglo XIII y ya durante los siglos posteriores son cada vez más abundantes las referencias. A lo largo del siglo XX han dejado de funcionar prácticamente todas. De los centenares que funcionaban aún a finales del XIX, en la segunda mitad del XX ya sólo quedaban activos unos pocos ejemplos. Tradicionalmente, la producción de cal ha ido destinada básicamente a la construcción, y en menor medida para usos terapéuticos e higiénicos. En las Baleares su uso en la construcción lo vemos tanto para formar la cal líquida usada para encalar los muros interiores de las viviendas e incluso los exteriores (Menorca y las Pitiusas), como para realizar mortero, pudiéndose mezclar con otros materiales como grava, tierra, polvo de cerámica, etc. En Mallorca es donde se localizan el mayor número de estas construcciones. En la isla mayor de las Baleares se reparten geográficamente de forma desigual. Se han concentrado especialmente en la Serra de Tramuntana y especialmente en los municipios de la vertiente sur, los cuales presentan más facilidades de comunicación con la capital y con el resto de la isla. A parte de la Serra, se encuentran bastantes forns de calç en la zona de la Marina de Migjorn y en las Serres de Llevant, si bien ocasionalmente se hallan en cualquier zona de la isla.

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Para conocer las características constructivas generales de las caleras en Mallorca y los apectos relacionados con el proceso de elaboración de la cal, su uso y explotación, puede consultarse el artículo de VALERO. 1989 o el libro de ORDINAS. 1995.

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En las otras islas también se tiene constancia de estas construcciones, incluso en las más pequeñas como Formentera, Cabrera y Dragonera. Normalmente su ubicación queda vinculada a dos aspectos: a la abundancia de las piedras necesarias para producir la cal y de leña para realizar la cocción. En todo caso el primer aspecto prevalecía sobre el segundo, ya que era menos costoso trasportar la leña que las piedras. Otro factor geográfico que también se solía considerar era la accesibilidad, ya que en cada hornada se producía una gran cantidad de cal, lo cual requería de un camino de carro para su transporte. La elección del sitio exacto donde contruir la calera se acababa de decidir seleccionando, si era posible, una zona de terreno en pendiente y con una esplanada cercana. De esta manera se facilitaba la tarea de excavación para la construcción de la calera y también después la tarea de llenar y vaciar el horno. La esplanada servia para almacenar la leña. PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DE LA CALERA Una vez seleccionado el lugar para ubicar la calera, se comenzaba su construcción mediante la excavación de un gran hoyo (clot) de forma cilíndrica, que podía llegar hasta los 2 o 3 m. de profuncidad y 5 o 6de diámetro. Una vez realizado el hoyo, éste se revestía interiormente con una pared realizada de piedra en seco, quedando la parte visible desde el interior con piedras bien trabajadas. Las juntas que quedaban entre piedra y piedra se tapaban con barro para evitar que el fuego se pudiese escapar entre ellas. El espacio hueco que quedaba por la parte posterior se rellenaba con tierra y piedrecillas. Esta pared tenía una disposición aplomada; se denomina caixa y es la que delimita el espacio disponible para la cocción, la olla. Cuando se llegaba al nivel de la superficie del terreno, el muro pasaba a tener doble cara y se hacía mucho más grueso. En la cara exterior adoptava una disposición en talud, mientras que en la cara del interior continuaba aplomado. Este muro que queda por encima de la superfície recibe el nombre de cintell y solía llegar a tener entre 2 y 3 m. de alto, dependiendo del desnivel del terreno. Existen ejemplos, especialmente los que se hallan en terrenos bastante llanos, en los que se construía una escalera de piedra en la misma estructura 768

del muro o con piedras engastadas en éste. Ésta servía para acceder a la parte superior del muro desde donde se controlaba la cocción. Por otra parte, a medida que se levantaba el cintell, se dejaba en uno de los lados una gran obertura, de entre 1’5 y 2 m., llamada portada. A través de ella era por donde se introducían las piedras y la leña, y por donde se sacaba la cal. Siempre que se podía quedaba orientada hacia el sur, buscando la protección de los vientos del norte que dificultaban las tareas de cocción. En la parte inferior de esta obertura se colocaba una gran piedra plana, conocida como enfornadora. Quedaba dispuesta con cierta inclinación hacia el interior de manera que facilitaba la introducción de los haces de leña durante la cocción.

Dibujo de la sección en planta y alzados (interior y exterior) de una calera (forn de calç). (Del libro Diccionari de l’art i dels oficis de la construcció de Miquel Fullana)

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Una vez terminados el cintell y obertura, la construcción quedaba lista para empezar el proceso de colocación de piedras para convertirlas en cal. La calera podía servir para muchas cocciones, pero en cada una se iba deteriorando, ya que el fuego gastaba los muros que cerraban la olla, la cual con cada cocción veía aumentar su tamaño. Llegaba un momento en el que las piedras de la cara interior del muro estaban tan desgastadas, que se tenía que renovar la pared o abandonar la calera. Para cada cocción, antes de empezar a llenar la olla de piedras, se revisaba el precintado de barro aplicado en las juntas de la pared. PROCESO DE COLOCACIÓN DE LAS PIEDRAS QUE SE HAN DE COCER EN EL INTERIOR DE LA CALERA En primer lugar, se levantaba una pared que rodeaba la base de la olla, de unos 50 cm de ancho. Dicha pared, toda de piedra sin ningún tipo de mortero, se iba alzando aplomada hasta llegar a la altura en que se había de dejar el hueco para la boca (obertura que quedaba en la parte inferior de la portada). En dicha altura empezaba a cerrarse mediante círculos de piedra que iban reduciendo su tamaño a medida que se subía. Así, se formaba una especie de cúpula ovalada, llamada volta o pa de figa. A medida que se iba cerrando dicha cúpula las piedras usadas eran cada vez mayores. Entre ellas se dejaban los espacios mínimos necesarios para que pasasen las llamas durante la cocción. Hay que tener en cuenta que era en el interior de este espacio que cerraba la cúpula donde se quemaba la leña. De hecho, a menudo ya se colocaban haces de leña para ayudar a levantar la cúpula. Sobre la cúpula se iban colocando piedras cada vez más pequeñas, hasta que se llenaba la olla. En la parte superior del montón, las piedras se colocaban formando una especie de montículo redondeado, llamado cuculla. Éste se cubría con una capa de barro y cal, el capell, dejando unas oberturas para permitir la combustión. Finalmente, hemos de referirnos a la intervención que se hacía en la portada. Ya hemos señalado que con este nombre se conoce a la obertura de la calera, pero también es el que se utiliza para referirse al muro, de unos 20 cm. de grosor, que se utilizaba 770

precisamente para tapar esta obertura a medida que se iba llenando la calera de piedras. Este murete se hacía de piedra y mortero. En el centro, a nivel del suelo, se dejaba una pequeña obertura, la boca, por donde se alimentaba el fuego durante la cocción. La boca se realizaba sobre la piedra enfornadora que ya hemos mencionado, mediante dos piedras verticales y otras dos, encima, inclinadas hasta juntarse. Normalmente sólo se hacía una boca, aunque en Menorca hay referencias a casos que tenían dos e incluso tres bocas. Para reforzar el murete de la portada se solían colocar dos troncos en sentido horizontal. Se introducían y se sujetaban en unos agujeros practicados en el grueso del muro de la calera. Estos troncos se llaman tafarres o tafarrells. Cabe tener presente que el murete que cerraba la portada aguantaba una gran presión durante la cocción. Una vez concluida la elaboración de la cal, éste era destruido para así poder entrar a vaciar la calera. Hay referencias sobre algunas caleras que tenían una obertura más abajo que la boca, la cual servía para poder extraer mejor las cenizas resultantes de cada hornada. También se sabe de ejemplos en los que la calera quedaba protegida por un porche de tejado, aguantado con maderos. CONSTRUCCIONES COMPLEMENTARIAS Hay que tener en cuenta que tanto para los trabajos de preparar cada hornada como en los de vigilancia constante de la cocción y posterior vaciado de la calera se requerían bastantes días de permanencia en el entorno del horno. Esto implicaba la construcción de pequeños habitáculos temporales para poder dormir, comer, protegerse de las inclemencias del tiempo y guardar los víveres y otros enseres. Normalmente, eran de las mismas características de las comúnmente conocidas como barracas de carbonero. De hecho, en muchos casos la actividad de carbonero y de calero eran complementarias y se podía llegar a utilizar el mismo habitáculo. Cabe recordar que mientras los carboneros utilizaban troncos y la parte más gruesa de las ramas, los caleros se servían de las ramas más finas. Igualmente, era frecuente la construcción en las proximidades de la barraca de un pequeño horno para cocer el pan. 771

Plataformas para carboneras (Rotllos de sitja) La elaboración del carbón vegetal se ha venido practicando en todas las islas Baleares desde tiempo inmemorial. El consumo de éste aumentó considerablemente a lo largo del XIX y principios del siglo XX, cuando se generalizó el uso de hornillos de carbón para cocinar y para la calefacción. En cambio, a medida que a lo largo del siglo XX se impusieron las nuevas fuentes energéticas, el consumo fue bajando y ya en la década de los 60 prácticamente había desaparecido su producción con el sistema tradicional. La ubicación de la carbonera queda ligada a las zonas boscosas, ya que se necesitaba gran cantidad de leña como materia prima para el carbón. En las Baleares las encontramos al menos en las tres islas mayores y especialmente en los bosques de encinas, cuya leña producía el carbón de mejor calidad. La mayor concentración de estas construcciones la hallamos en los bosques de la Serra de Tramuntana de Mallorca. La carbonera (sitja de carbó), la pila de leña que se convertiría en carbón, se colocaba sobre una plataforma de planta circular, el llamado rotllo de sitja, aunque a menudo se le llama simplemente sitja. Su diámetro suele oscilar entre los 4 y 6 m. Si la plataforma se ubicaba sobre un terreno llano, se construía mediante una hilera de piedras que marcaban el perímetro del círculo, bien trabajadas en la cara exterior. El espacio interior se rellenaba con piedrecillas y tierra hasta formar un pavimento compacto. En algunos casos se aprecia todo el pavimento con un empedrado ya más elaborado. Quedaba a unos pocos centímetros sobre el nivel del suelo. En cambio, si la plataforma se construía en terrenos en pendiente, implicaba el levantamiento de un muro de piedra seca hasta conseguir un anivelamiento y un pavimento completamente horizontal. En casos de bastante desnivel el muro puede llegar a superar fácilmente el metro de altura, teniendo en cuenta que un lado de la plataforma siempre queda, más o menos, a nivel de la superficie del terreno. Este muro tiene una disposición, en su cara exterior, en talud. En las carboneras ubicadas sobre una pendiente es frecuente que el pavimento presente otra plataforma concéntrica de dimensiones menores, un poco más alta. Ésta se delimita a su vez con un círculo de piedras similar al que hallamos en las carboneras que des772

cansan sobre terrenos llanos. De esta manera resultaba una plataforma interior sobre la que se montaba la pila de leña, rodeada de una especie de anillo, que servía para poder trabajar fácilmente en la carbonera durante todo el proceso de montaje de la leña, de cocción y de recogida del carbón. El trabajo en la sitja también duraba bastantes días66, por lo que normalmente en sus inmediaciones aparece un habitáculo temporal, siendo el tipo más frecuente el de la denominada barraca de carboner. También, como ocurría con las instalaciones de los caleros, cerca del habitáculo suele aparecer un pequeño horno para cocer el pan. Refugios de barca (escars o varaders) En Baleares, disponer de litoral costero ha permitido la actividad pesquera desde tiempos remotos. Hasta el siglo XVIII la costa de las islas ha sido un entorno hostil para la residencia humana, debido especialment a la inseguridad ante los ataques de piratas y corsarios, entre otros motivos. De hecho, excepto las correspondientes capitales de las diversas islas, no se desarrolló casi ningún núcleo de población justo al lado de la costa. Tanto los pueblos de los municipios costeros como las casas rurales de la zona buscaban refugio hacia el interior. No es hasta bien avanzado el siglo XIX cuando se producen una serie de fenómenos socioeconómicos y culturales que hacen desarrollar núcleos de población y casas aisladas cercanas a la costa. Cabe destacar la creación de diversas colonias agrícolas y de pescadores, así como el desarrollo de núcleos portuarios. A esto hay que añadir la creciente costumbre de acudir a la costa como ocio. Por tanto, vemos que desde hace siglos la pesca motivó la construcción de refugios para guardar las barcas y para residencia, normalmente temporal, de los pescadores. Algunos casos ya están documentados a finales de la Edad Media. Estos refugios aparecían solitarios en muchas calas y pequeños puertos naturales. En ocasiones el habitáculo del pescador se disponía adosado a un lado o encima (en Mayorca).

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Para conocer los aspectos relacionados con el preceso de elaboración del carbón en Mallorca ver VALERO. 1989

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Por otro lado, especialmente desde finales del XIX, al proliferar en la costa las viviendas unifamiliares, muchas de las familias construirán un refugio de barca cerca de su residencia o incluso lo integrarán en la planta baja del mismo edificio. Dejando de lado los que quedan integrados o adosados a una casa, los demás quedan casi siempre en la línea de costa. Pueden aparecer aislados o adosados unos a otros formando alineaciones. A veces están completamente exentos y otras adosados a los acantilados, incluso total o parcialmente excavados en la roca. Entre los muchos ejemplos de agrupaciones importantes, podemos destacar: Porto Colom, S’Estaca, S’Almonia, Port des Canonge, etc., en Mallorca; Fornells, Cavallería, etc, en Menorca; Sa Caleta, Sant Antoni de Pormany, sa Caleta, etc., en Ibiza; es Caló, torrrent de s’Alga, etc, en Formentera.

Refugio para barcas. (Es Mercadal, Menorca)

Se trata de un espacio de planta rectangular, sin compartimentar, destinado a cobijar una sola barca. Los muros son de mampostería o de sillar de marés. La cubierta es de bóveda de cañón de sillares, a una o dos vertientes de tejado o plana, en este caso con sillares aguantados por vigas de madera. Normalmente la única obertura 774

es el amplio portal por el que se entraba la barca, adintelado o con arco rebajado. A menudo el dintel es un tronco de árbol. El pavimento presenta normalmente pendiente, ascendente desde el portal, para facilitar el paso de la barca, con la ayuda de maderos clavados en el suelo. Cuando se trata de casos con un pequeño habitáculo ubicado encima o adosado a un lado, suele haber un portal interior que los comunica. La tipología descrita es la más extendida en las islas, si bien en Formentera se da la particularidad de ser refugios construidos casi completamente de madera, apareciendo adosados en agrupaciones. En esta isla reciben el nombre de varadors. Construcciones para la caza Existen en las islas algunas modalidades de caza ancestrales que han generado interesantes construcciones. Entre éstas podemos destacar las plataformas para cazar tordos con red (colls de tord) o las barracas para cazar perdices (barraques de caçar perdius) con reclamo, entre otras. Cualquiera de estas construcciones aparece aislada, esparcida por los bosques y terrenos de caza. Están realizadas normalmente en piedra en seco. En el caso de las barracas para cazar perdices, las hemos localizado en Mallorca. Tiene planta cuadrada o rectangular, con un solo portal de ingreso. Una singularidad es el hecho de tener el portal protegido por un muro exterior. Cabe destacar en ellas también otra diferencia con el resto de barracas, la presencia en cada uno de sus lados de un delgado ventanuco abocinado para poder disparar. Tienen cubierta vegetal a doble vertiente.

MUROS Y MAJANOS Muros de bancal (marges) Son muros realizados con la técnica de piedra en seco, levantados para permitir anivelar (escalonar) y contener terrenos en pendiente. Se construyen especialmente para crear bancales (marjades) para el cultivo, pero también se usan para permitir la construcción 775

de caminos o para contener la fuerza erosiva de las lluvias torrenciales en los barrancos. Encontramos estos muros en todas las islas, aunque, sin duda, su imagen más característica en el paisaje de las Baleares son los abancalamientos que llegan a definir completamente el entorno en laderas de montañas, especialmente en la Serra de Tramuntana de Mallorca (en municipios como Banyalbufar, Estellencs, Deià, Valldemossa, etc.).

Paisaje de bancales construidos con muros de mampostería de piedra en seco. (Es Migjorn, Menorca)

En cuanto a aspectos constructivos, el muro de bancal se caracteriza por tener una disposición en talud, disposición que puede ocupar toda su altura o sólo los dos tercios inferiores. Esta última solución se conoce con el nombre de marge trencat y no es tan habitual, visibles especialmente en bancales de regadío. La construcción de estos muros supone una serie de fases y elementos; seguidamente señalamos los más destacados, deteniéndonos especialmente en las diferentes partes visibles desde el exterior. En primer lugar, se construye una zanja (escombra) en el terreno, si es posible hasta llegar a la roca madre. En ella se asienta y empieza a levantar el muro. Se usan piedras de formas y tamaños 776

diferentes, colocando las mayores en la parte inferior (assentament y sostrada) y así como se va subiendo, cada vez son más pequeñas. A medida que se va levantando una cara de piedras bien trabajada, se va rellenando la parte posterior (interior) con piedrecillas y tierra. La colocación de este relleno (reble) es básica para la sujeción del muro al terreno y para permitir el buen drenaje del bancal. En los extremos del muro se coloca un hilera vertical (cantonada) de piedras de mayores dimensiones y bien trabajadas. Son básicas para evitar el desmoronamiento. También pueden aparecer hileras parecidas repartidas a lo largo del muro, llamadas capginyes. Servían para dar refuerzo y también para evitar que en caso de desmoronamiento éste afectase a todo el muro. En la parte superior del muro, justo antes de culminarlo, éste se dota de una nivelación (rasant) para poder colocar la filada de dalt que lo culminará. En ocasiones el muro se da por terminado con la rasant o igualada. Pero, en otros muchos casos, se coloca la filada de dalt o encadenat; se trata de una hilera horizontal de piedras bien trabajadas, de forma más o menos rectangular, que constituyen el acabado superior y dan más consistencia y resistencia al muro. La necesidad de comunicar diversos bancales supone la construcción de accesos (pujadors), que pueden ser de diversos tipos. En unos casos se trata de escaleras con peldaños de piedras bien trabajadas y en otros de rampas, que pueden estar pavimentadas con piedras, para evitar la erosión del agua. Se disponen paralelas al muro, pudiendo quedar adosadas a éste o integradas. Además, es muy habitual un tipo de escaleras dispuesta a partir de grandes piedras incrustadas en el muro a modo de peldaños voladizos. Muros de cercamiento (parets de tancament) Las paredes o muros para cercamiento son también un elemento muy característico del paisaje rural insular. Se han levantado tradicionalmente por diversos motivos. Estan presentes especialmente en las zonas y propiedades donde se practica la ganadería. Se construyen en las lindes de las propiedades, en los márgenes de caminos y para cercar las diversas zonas (sementers) en que debía pastar el ganado. Igualmente sirven para separar zonas de cultivo y 777

espacios boscosos. Ya hemos señalado, cuando hemos tratado las construcciones para transformar productos agrícolas y para refugio del ganado, que a menudo estas construcciones quedan integradas dentro de una cerca o con una adosada a modo de corral. En los espacios agrícolas era para evitar que el ganado entrase, mientras que en los espacios ganaderos era para que no saliese. Las paredes de cercamiento pueden estar construidas con diversas técnicas, siendo la más frecuente la de piedra en seco. Otras técnicas utilizadas son la mampostería, sillares o tapial. También debemos anotar que en ocasiones para el cercamiento no se construye un muro sino un seto con ramas dispuestas en vertical y sujetadas con piedras en la parte inferior. Desgraciadamente, el carácter efímero de estos setos ha hecho que actualmente ya sea muy difícil encontrar alguno. En cuanto a las paredes de piedra en seco, siguen básicamente la misma técnica que para los muros de bancales, con la gran diferencia que ahora se trabaja el muro con dos caras visibles, también dispuestas en talud, con material de relleno en el centro. Su altura suele oscilar entre 1 m. y 1’60 m. Se pueden distinguir diversos tipos de acabado superior de la pared, que, a menudo, sirven para darle nombre. En ocasiones se trata del acabado con rasant o con filada de dalt que ya hemos visto en los muros de bancal. Pero en las paredes también existen otras posibilidades. Es muy abundante el acabado llamado d’esquena d’ase; consiste en un acabado de sección semicircular, de arco apuntado o con ángulo agudo, con piedras pequeñas sujetadas y revestidas con mortero. El remate puede quedar completamente revestido de mortero, configurando una faja horizontal bien dibujada que recorre todo el muro en su parte superior. Esta faja es muy representativa en Menorca, donde aparece normalmente encalada. En esta isla, el muro puede completarse y reforzarse también con fajas verticales dispuestas cada cierta distancia. Otra solución es la pared que tiene albardilla redonda, la llamada paret de mig punt, con las piedras de la hilera superior acabadas en sección semicircular. Finalmente, también cabe destacar la llamada paret cabrera o d’engana cabres, con un acabado superior consistente en una hila778

da de piedras que sobresale considerablemente del nivel del paramento. Como su mismo nombre indica, servía para evitar que el ganado (especialmente el cabrío) se pudiese subir encima del muro. La otra técnica para construir paredes más utilizada, especialmente en Mallorca, es la de mampostería de piedras y mortero. Es estos casos los muros aparecen aplomados y pueden alcanzar alturas superiores que los de piedra en seco. El acabado superior siempre es con esquena d’ase. Como ya hemos mencionado, otras técnicas, ya menos utilizadas, son la de sillares o la de tapial. En las paredes de sillares éstos pueden disponerse en hileras horizontales o en sentido vertical, siendo en este último caso, frecuentemente, una alineación de grandes losas rectangulares. En las paredes podemos encontrar una serie de elementos característicos, además del remate superior. En las esquinas de la cerca, la pared puede presentar una disposición curvilínea o formar un ángulo. Si se da esta segunda posibilidad, el muro se refuerza con una cantonada (piedras de mayor tamaño y bien trabajadas).

Portell de acceso a la propiedad de un lloc. Los muros de piedra en seco que flanquean el camino presentan una capa de cal en la parte superior, característica de Menorca

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En cada cerca aparece como mínimo un portillo (portell) para permitir la entrada de animales, personas e incluso carros. Según su función, podrá tener una mayor o menor anchura. Estos portells quedan definidos por las llamadas cantonades. Éstas pueden tener acabados muy diferentes, pero como mínimo se disponen con una hilera de piedras bien trabajadas a modo de la cantonada que encontramos en las esquinas de cercas. Cabe tener en cuenta que normalmente también debían servir para sujetar la barrera que cerraba dicho paso. Además, en los portells ubicados en la entrada principal de las grandes propiedades, es frecuente encontrar un mayor acabado con pilares (de mampostería o de sillar) rematados con elementos decorativos: macetas de cerámica, pináculos, bolas de piedra, etc. Para permitir el paso de personas, también existe la posibilidad, en muros de piedra en seco, de una escalera de peldaños incrustados (botador o pujador), como las que hemos descrito en los muros de bancal.

Pujador integrado en el muro de una cerca. Toda la construcción está realizada con mampostería de piedra en seco

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Para el paso de animales se pueden disponer clavijeras (passadors o clavagueres) a modo de una obertura adintelada, con arco, o con dos piedras formando ángulo. Unas oberturas de menor tamaño, igualmente llamadas clavagueres, se practicaban para ayudar a evacuar el agua en terrenos en que ésta se acumulaba cuando llovía. La presencia de árboles justo al lado del muro, obligaba, en algunos casos, a practicar un hueco en el muro para permitir el crecimiento del árbol. En el caso de Menorca, ya hemos indicado, al tratar los refugios de ganado hechos en piedra en seco, que en las paredes de las inmediaciones de estos refugios pueden aparecer pesebres integrados en la pared. Majanos (clapers y galeres) Los majanos son los amontonamientos que se hacían de las piedras que entorpecían las labores de cultivo. Para almacenarlas, ya hemos visto que se podían aprovechar algunas de las construcciones que se hacían con piedra en seco, aumentando el grosor de los muros más de lo necesario. Cuando se trata de simples montones de piedras dispuestas sin ningún orden, reciben el nombre de clapers. En algunos casos, se construye un muro de piedra seca para contener el montón de piedras; es entonces cuando se utiliza el término galera. CAMINOS Al hablar de caminos, de vías de comunicación, observamos que éstos pueden clasificarse según su régimen de propiedad (públicos, privados, vecinales); según su función y según su anchura. En cuanto a su función, ésta puede ser muy diversa. Hay caminos que comunican diversas poblaciones; otros sirven para acceder a los predios y demás propiedades agrícolas; también los hay que permitian el acceso a diversas zonas de trabajo, como los caminos de neveros, de carboneros, de torreros, etc. En relación a la anchura, existen diferentes posibilidades. Básicamente tres: los tiranys, los caminos de ferradura y los caminos de carro. 781

Los más estrechos de todos son los denominados tiranys (veredas) o camí sender. Se trata de senderos muy estrechos que permiten el paso de las personas a pie, normalmente con ninguna o muy pocas obras de acondicionamiento. Los caminos de ferradura (herradura) también son denominados camí de tres palms (de tres palmos); precisamente esta última denominación hace referencia a su anchura: unos 60 cm., aunque puede oscilar y llegar a tener 1 m. Éstos permitían el paso de personas y animales de tiro con la carga en el lomo. Los caminos de carro (camins de carro) son los más anchos, como mínimo solían medir unos 2’5 o 3 m. de anchura. Como su nombre indica, al menos debían permitir el paso de carros. En cuanto al trazado, éste suele depender bastante de la orografía del terreno y, en menor medida, de la organización de la propiedad. En zonas de orografía accidentada es donde encontramos trazados sinuosos. Tanto los caminos de herradura como los de carro pueden presentar obras de construcción importantes. Éstas pueden ir encaminadas a dotarlos de nivelación, de pavimentación, de evacuación de aguas, de protección de los márgenes, para salvar los cursos de aguas, etc. Normalmente se trata de construcciones realizadas con la técnica de piedra en seco. En las zonas de accidentada orografía serán importantes las obras de abancalamiento y nivelación a base de muros de piedra seca. Además, en los terrenos con pendiente, más o menos pronunciada, es donde será más habitual la presencia de pavimentos empedrados. Éstos servían para evitar el deterioro del firme causado con el tráfico o por la erosión del agua de lluvia. Ejemplos representativos son, entre muchos otros, el camino del Barranc de Biniaraix (Mallorca) o el del Castell de Santa Àgueda (Menorca). Además del empedrado, queremos destacar una serie de elementos que pueden aparecer en los caminos: - Muros de cercamiento en los márgenes. - Escopidor (quitamiedos): piedra de gran tamaño dispuestas verticalmente; se situaban cada cierta distancia formando una alin782

eación en los márgenes del camino. Servian especialmente para evitar una posible salida del camino, principalmente de los carros. - Ratlles o ratlletes: se trata de una hilera de piedras alargadas clavadas en el pavimento y que sobresalen un poco sobre éste. Normalmente aparecen cada cierto tramo, un poco oblicuas. Servían para desviar el agua de lluvia que podía bajar por los caminos y así minimizar la acción erosiva de ésta. En caminos con pendiente, las ratlles también sirven para organizar el escalonamiento del pavimento. - Cadena (encintado): es una hilera de piedras alargadas que delimita los tramos de pavimento empedrado. - Passadores (pasaderas): hilera de piedras clavadas en el lecho de un torrente, del cual sobresalen entre 40 y 60 cm. Se disponen, algo separadas, en una hilera pependicular al curso del agua, permitiendo pasar de un lado a otro.

Camino con el pavimento empedrado. Este tipo de obras es muy abundante en la Serra de Tramuntana (Biniaraix, Sóller, Mallorca)

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