Ken Wilber - Diario

Ken Wilber DIARIO Traducción del inglés de David González Raga Título original: ONE TASTE Edición: Septiembre 2008 NO

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Ken Wilber DIARIO

Traducción del inglés de David González Raga Título original: ONE TASTE Edición: Septiembre 2008

NOTA AL LECTOR En el pasado me he negado reiteradamente a aparecer en la escena pública porque, aunque no sea una persona especialmente reservada, tampoco deseo convertirme en un personaje. No obstante, como persona que ha escrito numerosos libros sobre cuestiones relacionadas con la vida interior, considero oportuno compartir la mía, al menos hasta cierto punto. En este sentido, las páginas que siguen contienen mucho material privado aunque, en última instancia, se trate de un diario más filosófico que personal porque gira en torno a ideas ligadas a la filosofía perenne (el núcleo común de las grandes tradiciones de sabiduría del mundo entero). A pesar de ello, también tiene una dimensión muy personal porque incluye descripciones detalladas de mi propia experiencia con prácticas meditativas y estados místicos muy distintos. (Quienes deseen un relato más personal en otros dominios pueden consultar el libro Gracia y coraje [publicado en castellano por Gaia Ediciones, Madrid, 1995].) Y, puesto que se trata de un libro orientado hacia las ideas, me he tomado ciertas libertades en cuanto al orden de las entradas ya que, en ocasiones, me he visto obligado a insertar fragmentos teóricos sin los cuales otras hubieran resultado incomprensibles. Las fechas, por su parte, suelen ser exactas aunque, en unos pocos casos, podrían no serlo porque no siempre feché las notas y, en consecuencia, he tenido que emplazarlas donde me ha parecido más oportuno. En otros casos -y para no cargar excesivamente las tintas- he debido diluir en varios días lo que ocurrió en uno solo (como sucede, por ejemplo, con algunos de los seminarios del Naropa), pero, aunque las fechas no siempre sean exactas, las citas sí lo son. Debo señalar también, por último, que estos diarios no aspiran tanto a convertirse en un escrupuloso registro de los pormenores de mi vida personal como en un inventario de los intentos realizados para transmitir la esencia de la filosofía perenne. El hecho de que las entradas teóricas sean más bien breves e independientes y de que suelan hallarse circunscritas a unas pocas páginas -o, en algunos casos, a una decena de ellas- favorece una presentación fácilmente asimilable de la información presentada. Es por ello que el lector no deberá dudar en saltarse cualquier entrada que no le interese (sobre política, mundo empresarial o arte, pongamos por caso), aunque también debo señalar que cada entrada se asienta en las precedentes y que, si lo que busca es información teórica, no será una buena idea leer el libro saltando indiscriminadamente de un lado a otro. El tema fundamental de este diario -si es que tiene alguno- es que el cuerpo, la mente y el alma no son mutuamente excluyentes. Los deseos de la carne, las ideas de la mente y las iluminaciones del Espíritu son expresiones perfectas del Espíritu único que habita el universo, gestos sublimes de la Gran Perfección que resplandece sobre el mundo. En el Kosmos no hay más que Un Solo Sabor y ese sabor es Divino, ya se exprese a través de la carne, de la mente o del alma. Descansando en Un Solo Sabor y expandiéndose mucho más allá de lo mundano, el mundo emerge en la Libertad y la Liberación más

pura, inmensamente feliz, perdido en la eternidad y rendido ante el rostro original del más impenetrable de los misterios. Todas las cosas emanan de Un Solo Sabor y todas regresan a Él y entre su emergencia y su disolución discurre este momento, el sueño - y, en ocasiones, la pesadilla- del que haríamos bien en despertar. K.W. Boulder, Colorado Primavera de 1998

ENERO El significado del alma es tan profundo que jamás llegaríamos a sondearlo, por más que recorriéramos todos sus caminos. HERÁCLITO

Jueves, 2 de enero de 1997 He pasado toda la mañana leyendo y estudiando, mientras contemplaba el reflejo de la luz del sol en los copos de nieve. Hoy el sol no es amarillo sino blanco, tan blanco como la nieve, de modo que el blanco me rodea, blanco sobre fondo blanco y solo en la soledad. Todas las cosas se asemejan a la Vacuidad Pura, una luz clara y suave que irradia languidez y susurra melancolía. En esa Vacuidad me hallo inmerso y, bajo la luz clara de este día, todo parece resplandecer.

Viernes, 3 de enero Hace ya un tiempo -en torno al día de Acción de Gracias- empecé a escribir The Integration of Science and Religión: The Union of Ancient Wisdom and Modern Knowledge,1 un libro que ya está terminado, aunque no sé muy bien qué hacer con él. No lo escribí pensando tanto en mis lectores habituales -la gente de la contracultura y de la nueva era- como en el público más convencional de la cultura dominante. No tengo la menor idea de la acogida que tendrá e igualmente ignoro cuál debería ser mi próximo paso. 1. Publicado en castellano con el título de Ciencia y religión: El matrimonio entre el alma y los sentidos (Barcelona, Kairós, I998).

Debo encontrar el modo de llevar a cabo mi trabajo intelectual sin renunciar, por ello, a cierta vida social. Creo que me sucede algo parecido a lo que le ocurría a Balzac, de quien dicen que, cada vez que tenía un orgasmo, comentaba: «¡Ahí va otro libro!». Después de la muerte de Treya -este mes hará ocho años- estuve cerca de un año sin salir con ninguna mujer y, desde entonces, he mantenido algunas relaciones muy interesantes aunque ninguna, sin embargo, llegó a cuajar. Quién puede saber lo que ocurrirá este año...

Sábado, 4 de enero Algunos alumnos del Naropa me han invitado a una rave, una fiesta que dura toda la noche con música tecno y -¡ejem!- ciertas substancias ilegales. Los chicos -porque realmente son muchachos de veintipocos años- consumen pequeñas cantidades de éxtasis, una droga que aumenta la empatia y el rapport entre los participantes. El clima

es grupal y asexual -o, mejor dicho, andrógino-, amable y hasta diría -a falta de un término mejor- que espiritual. La música (a cargo de grupos como Moby y Prodigy, por ejemplo) suele carecer de letra -es decir, de referente-, con lo cual la mente simbólica no se ve implicada y es posible, en ocasiones, acceder a pequeños vislumbres de lo supramental... por no mencionar grandes dosis de lo inframental. Y todo esto, por más cosas que puedan objetar sus padres, me parece muchísimo mejor que lo que nosotros solíamos hacer en nuestras fiestas, a saber, atiborrarnos de latas de cerveza y arrojarnos de bruces sobre la chica que teníamos más cerca. Por otra parte, ver a los baby boomers* echando pestes sobre las substancias ilegales me parece -por decirlo suavemente- hipócrita. * Término con el que suele designarse a la generación narcisista que llegó a su mayoría de edad en los años sesenta (N. del T.).

Pero, en fin, creo que pasaré de la rave. Mejor para ellos. Martes, 7 de enero Esta semana se celebrará en San Francisco la «Ken Wilber Conference». Me han dicho que tienen prevista la asistencia de mucha gente y están buscando un local más grande para celebrarla. Y la verdad es que no sé muy bien si ésa es una buena o una mala noticia. Roger [Walsh]1 será uno de los principales presentadores del evento. Me pregunto si todavía contará ese chiste tan divertido de Neil Armstrong: El chiste en cuestión dice que todo el mundo conoce las palabras que pronunció Neil Armstrong cuando puso los pies sobre la Luna: «Un pequeño paso para el hombre, pero un verdadero salto de gigante para la humanidad» (aunque son muy pocos los que saben que luego agregó: «Enhorabuena, señor Gorky». Porque, según dicen, cuando Armstrong era un niño, escuchó por casualidad una acalorada discusión procedente de la ventana de la habitación de sus vecinos en la que la señora Gorky gritaba a su marido: «Sólo tendremos sexo oral cuando el menor de los Armstrong camine sobre la Luna». 1. Los paréntesis están en los diarios originales, mientras que el texto que aparece entre corchetes y las notas a pie de página fueron añadidos especialmente para esta publicación.

Miércoles, 8 de enero He recibido otra carta de una mujer que leyó mi prólogo al libro de Frances Vaughan Sombras de lo sagrado: Más allá de las trampas y las ilusiones del camino espiritual [publicado en castellano por Gaia Ediciones, Madrid, 1997] y, con ésta, ya son muchas las cartas que he recibido de mujeres que se refieren directamente a los problemas tratados en ese prólogo. El texto dice así:

Frances Vaughan es la más sabia de todas las Mujeres Sabias que he conocido. Este maravilloso concepto se refiere a la mujer que sabe más que tú y que yo; a la mujer que es capaz de transmitir un conocimiento, un contacto amable y una presencia sanadora a cada uno de sus encuentros; a la mujer para la que la belleza constituye una forma de conocimiento y de apertura a una fortaleza excepcional; a la mujer que ve mucho más que tú y que yo, que es capaz de conectar con más profundidad que tú y que yo y que nos tiende cuidadosamente su mano, asegurándonos que todo irá bien, a la mujer sabia de la que todos tenemos tanto que aprender... Frances es una mujer que no huye del mundo en busca de una sabiduría distante sino que derrama la suya en este mundo; una mujer que, si bien fomenta el desarrollo de la individualidad, también se preocupa por ubicarla en el contexto más amplio y profundo de la colectividad y alienta nuestra comunión con los demás, con el cuerpo, con el Espíritu y con el Yo superior que mora en cada uno de nosotros y cuya esencia se manifiesta en todas nuestras relaciones. Es precisamente en estos términos como suelo pensar en Frances, la mujer sabia que nos enseña a establecer relaciones sanas y sinceras, la mujer que nos ayuda a adentramos en nuestras dimensiones más profundas, la mujer, en suma, que me siento orgulloso de conocer.

La carta de hoy -escrita por una terapeuta- se centra en la tradición histórica de la Mujer Sabia y en la importancia de conjugar la psicoterapia con la espiritualidad en términos con los que yo no podría estar más de acuerdo. El final del prólogo reza así: En el tipo de práctica que Frances (entre muchos otros) intenta fraguar, asistimos al nacimiento de algo realmente crucial, una vivencia de lo espiritual y de lo transpersonal que nos transmite el aroma del Misterio Profundo que trasciende nuestra sensación de identidad separada, que nos conmueve a todos y cada uno de nosotros y nos libera de nuestro yo angustiado y perecedero, de nuestra contracción básica, que nos emancipa, en suma, de nosotros mismos y nos deposita amablemente en manos de lo atemporal y lo Divino, un lugar en el que la apertura diluye las defensas y las relaciones se asientan en la cordura, en donde la compasión ablanda la dureza del corazón y el cuidado eclipsa la desesperanza. Esta es la apertura a lo Divino que Frances nos enseña a cada uno de nosotros. En cierta ocasión, una de sus clientes le dijo a Frances que la consideraba la comadrona que la había ayudado a dar a luz a su alma, una frase que creo que lo sintetiza todo. Dar a luz a lo Divino..., algo que ya se halla presente en cada uno de nosotros, aunque quizás no de un modo plenamente actualizado; algo de lo que todos disponemos, aunque tal vez todavía no seamos plenamente conscientes de ello; algo que está cuidando al mundo, pero que posiblemente no advirtamos a causa de nuestro ajetreo. Esa es la apertura a lo Divino que Frances también nos enseña. Tomemos, pues, la mano de la Mujer Sabia, adentrémonos con ella en los dominios de nuestra propia alma y escuchemos en silencio la historia que tiene que contamos. Tal vez convenga saber que no es posible encontrar, en los tiempos que corren, una mano tan firme como la que Frances nos tiende.

Jueves, 9 de enero En este país, la fama es una religión -que exige, por cierto, sacrificios humanos- a la que no quiero pertenecer. Todo empieza cuando uno comienza a tomarse demasiado en serio y eso fue, precisamente, lo que comenzó a ocurrirme después de haber escrito mi primer libro a los veintitrés años. Daba conferencias y seminarios, la gente me decía lo increíblemente importante que era y, más pronto o más tarde, uno termina creyéndoles y

se convierte en un ejemplo de aquello que Oscar Levant le dijera a George Gershwin: «¿Dime, George, si vivieras de nuevo volverías a enamorarte de ti mismo?». Al año, aproximadamente, me di cuenta de que debía decidir entre dos alternativas, limitarme a enseñar lo que ya había escrito en el pasado o dedicarme a escribir algo nuevo. Entonces fue cuando dejé la enseñanza, dejé de dar conferencias y dejé de conceder entrevistas. Y, en los veinte años siguientes, me he atenido muy estrictamente -y casi sin excepciones- a ese plan... y todavía sigo haciéndolo, dudando si publicar o no Ciencia y religión en una editorial convencional. La verdad es que estoy seriamente preocupado por este particular.

Martes, 14 de enero Frank Visser, que ha traducido -y muy bien, por cierto, según me han dicho- El proyecto Atman y Breve historia de todas las cosas al holandés, ha venido desde los Países Bajos a saludarme después de haber asistido a la «Ken Wilber Conference» de San Francisco. -¿Cuál dirías que es el tema más candente del mundo transpersonal europeo? -le pregunto. -Lo regresivos que son muchos de los abordajes norteamericanos a la espiritualidad; las escuelas que confunden la conciencia espiritual con las sensaciones corporales, con la bioenergética, con todo aquello que suene a experiencial, con la ecopsicología, con los sentimientos, con las terapias de regresión, etcétera, etcétera, etcétera. Estoy escribiendo un artículo a este respecto. ¿No te parece que los estadounidenses están locos por la regresión? -Mucho me temo que sí. Y creo que la razón fundamental de ello es que la regresión está al alcance de todo el mundo. El crecimiento es difícil, pero la regresión es fácil. -Así que estamos de nuevo ante tu famosa «falacia pre/trans». Frank se refiere a un ensayo que escribí, hace casi dos décadas, titulado «The Pre/Trans Fallacy».1 La idea es muy sencilla y se centra en la habitual confusión existente entre lo pre-racional y lo trans-racional, dos facetas que comparten la característica de ser no-racionales. Partiendo de esa confusión, se abren dos posibilidades igualmente lamentables, reducir las realidades espirituales transracionales a estados prerracionales infantiles (en cuyo caso uno se ve obligado a negar la existencia de las realidades espirituales puesto que, desde esa perspectiva, no son más que basura infantil) o elevar los sentimientos prerracionales infantiles a la gloria trascendental (en cuyo caso uno termina glorificando los mitos infantiles y los impulsos preverbales). Pero hay que decir que, en este último caso, uno comienza tratando de trascender la racionalidad (lo cual está muy bien) y acaba convirtiéndose en el paladín de todo lo que no sea racional, lo cual incluye muchas cuestiones abiertamente prerracionales, regresivas y egocéntricas (lo cual no lo está tanto).

1. Incluido en: Los tres ojos del conocimiento. Barcelona: Kairós, 1991.

Y Frank tiene razón, porque la mayor parte de lo que, en este país, se califica como «renacimiento espiritual» no es más que una huida prerracional, narcisista y egocéntrica que, en última instancia, sólo sirve para glorificar al yo. -Y, a los europeos, esto nos parece ciertamente alarmante.

Miércoles, 15 de enero Paso casi toda la mañana leyendo investigaciones y más investigaciones en torno a los éxtasis y las agonías de la relación existente entre los hombres y mujeres para el volumen 2 de la trilogía de Kosmos (Sex, God, and Gender).1 Espero leer pronto la revisión sobre el tema realizada por Bret Harte titulada The Outcasts of Testosterone Flat. Recordemos los comentarios irónicos realizados a este respecto por Aldous Huxley: «Cierta ley de la naturaleza afirma que hombre menos mujer igual a cerdo y que mujer menos hombre igual a lunática», Gloria Stenheim: «Una mujer sin un hombre es como un pez sin bicicleta», Woody Allen: «Dios dio al hombre un pene y un cerebro, pero sólo la sangre necesaria para poder hacer funcionar uno de esos dos órganos al tiempo» y Billy Crystal: «La mujer necesita una razón para hacer el amor, al hombre le basta con un lugar». El primer volumen tiene unas ochocientas páginas y lo mismo ocurrirá con el segundo. «¡Otro condenado mamotreto! ¿Siempre emborronando páginas, eh, Mr. Gibbon?» 1. El primer libro de la trilogía se titula Sexo, ecología, espiritualidad [ha sido publicado en castellano en un par de volúmenes por Gaia Ediciones, Madrid 1996 y 1997, respectivamente). En la actualidad estoy escribiendo el segundo libro, cuyo título provisional es el de Sex, God, and Gender: The Ecology of Men and Women, E l tercer libro también está medianamente esbozado con el título provisional de Spirit of Post/Modernity.

Viernes, 17 de enero He recibido una carta de Alex Grey, para quien escribí un prólogo a su Sacred Mirrors: The Visionary Art of Alex Grey, en la que me recuerda una conversación que mantuvimos en mi casa sobre la naturaleza del verdadero arte: «El objetivo del arte realmente trascendente consiste en expresar algo que todavía no somos, pero en lo que podemos llegar a convertirnos». Según ese prólogo, todos poseemos un ojo de la carne, un ojo de la mente y un ojo del Espíritu y, en consecuencia, podemos clasificar a las distintas manifestaciones artísticas en función del ojo con el que contemplamos el mundo. El realismo y el naturalismo, por ejemplo, se asientan, fundamentalmente, en el ojo de la carne; el arte abstracto, el arte conceptual y el arte surrealista, por su parte, se apoyan en el ojo de la mente, y ciertas grandes obras del arte espiritual -como los thangkas tibetanos, por ejemplo-, lo hacen en el ojo de la contemplación, en el ojo del Espíritu. Cada uno de estos ojos contempla un mundo diferente -y, en consecuencia, también refleja un mundo diferente-, el mundo de los objetos materiales, el mundo de las ideas

mentales y el mundo de las realidades espirituales, respectivamente. En este sentido, bien podríamos decir que, cuanto más elevado es el ojo, más profundo el arte. Alex constituye uno de esos raros artistas que pintan con el ojo de la contemplación, con el ojo del Espíritu, y su arte no es simbólico ni metafórico: refleja directamente realidades que no pueden verse con el ojo de la carne ni con el ojo de la mente, sino con el ojo del Espíritu. Pero su objetivo no se agota simplemente en la contemplación: aspira a la transformación, porque este tipo de arte representa las realidades más elevadas o profundas a las que todos podemos acceder en el caso de proseguir con nuestro proceso evolutivo. Ese es, precisamente, el motivo por el cual «El objetivo del arte realmente trascendente consiste en expresar algo que todavía no somos, pero en lo que podemos llegar a convertirnos».

Miércoles, 22 de enero He tomado la decisión de publicar Ciencia y religión en una editorial convencional. Y todo a causa de Tony Schwartz. Conocí a Tony cuando estaba escribiendo What Really Matters: Searching for Wisdom in America. Tony es una persona acostumbrada a los grandes relatos, un periodista de éxito -que ha trabajado para el New York Times, la revista New York y ha escrito casi una docena de artículos de portada para Newsweek- que acababa de publicar The Art of the Deal1 -escrito en colaboración con Donald Trump-, un libro que no tardó en colocarse en la lista de best-séllers del Times y catapultó a Tony al fascinante mundo de los supermillonarios, una incursión en el extravagante mundo de Trump que le permitió comprender que el hecho de poseer todo el dinero del mundo no resolvía automáticamente los problemas más acuciantes de la vida. De modo que, con el dinero que le proporcionó ese libro, destinó los siguientes cinco años de su vida a buscar la sabiduría, una búsqueda que le llevó a recorrer de un extremo a otro los Estados Unidos, entrevistando a más de doscientos psicólogos, filósofos, místicos, gurús, terapeutas y maestros. Uno de los capítulos de ese libro está consagrado a mi obra y, desde entonces, somos muy buenos amigos. 1. Trump: El arte de la negociación. Barcelona: Grijalbo, 1989.

Después de What Really Matters y teniendo una familia que alimentar, Tony acometió la autobiografía de Michael Eisner, con la intención de hacer para el jefe de la Disney lo mismo que había hecho para Trump. Pero ahí terminan todas las coincidencias porque, según Tony, Trump es Trump, lo que ves es todo lo que hay, y el libro, aunque riguroso, era muy directo. Pero la historia de Michael Eisner es completamente diferente porque implica a todo el imperio de Walt Disney -parques temáticos, películas, libros, ciudades, televisiones, etcétera-, por no mencionar personajes secundarios como Jeffrey Katzenberg y Michael Ovitz, por ejemplo. Se trata de un proyecto en el que, por el momento, lleva ya invertidos más de tres años. Cuando termine ese libro, Tony quiere emprender un abordaje integral al desarrollo y la transformación del ser humano como el que ya esbozó en What Really Matters, una empresa que, en su opinión, se halla ejemplificada -aunque no de un modo exclusivo-

por mi propia obra. Tony está tan decidido a llevar este mensaje integral al público en general que me ha hecho cobrar conciencia de que -al menos hasta cierto punto- yo tendría que hacer lo mismo. Sí, ciertamente fue Tony el que comenzó con todo esto.

Jueves, 23 de enero Acabo de leer el primer volumen -¡mil páginas!- del diario de Christopher Isherwood y me ha dejado profundamente deprimido durante casi una semana. Y son varias las razones que justifican esta depresión. Isherwood representa, para mí, facetas muy importantes de la vida que podrían resumirse en una sola. Tendría que comenzar subrayando, en primer lugar, el papel desempeñado por la Vedanta Society y personajes ligados a ella como Aldous Huxley, Gerald Heard y Thomas Mann (este último de forma muy incidental aunque no, por ello, menos importante). Isherwood colaboró con Swami Prabhavananda (cf. Mi gurú y su discípulo [publicado en castellano por Muchnick Editores S.A., Barcelona, 1997]) en la primera -y, a mi juicio, excelente- traducción al inglés de la Bhagavad Gita, los Yoga Sutras de Patanjali y el clásico de Shankara La joya suprema del discernimiento, la mejor, en mi opinión, de todas ellas. En 1941, Christopher escribió en su diario: «deje a un lado su ego y permita que el Yo real utilice sus piernas, sus brazos, su cerebro y su voz. Ya sé que resulta extraordinariamente difícil pero ¿para qué otra cosa sirve la vida?», una visión profundamente espiritual que le permitió comprender que «cualquier movimiento cuyo objetivo se halle en el tiempo siempre genera violencia», algo que las religiones meramente descendentes -desde la ecología hasta la adoración a Gaia y la ecopsicología- no parecen entender y que le proporcionó la distancia necesaria para vivir su vida «con pasión, un compromiso sincero y una cordial hostilidad». Isherwood realizó, a su manera, un esfuerzo muy sincero por alcanzar un enfoque integral que no escindiera la espiritualidad de la vida, tal vez porque -como él mismo dijo- vivía muy intensamente el sexo y el espíritu, dos dimensiones frecuentemente antagónicas. Aunque no lo sepa, casi todo el mundo conoce a Isherwood, porque se trata del personaje central de la película Cabaret, una película basada en uno de los relatos cortos incluidos en su Adiós a Berlín1 (el titulado «Sally Bowles», que giraba en torno a la cantante Jean Ross, a quien Isherwood conoció en Berlín en 1931). En esa película, Michael York interpreta el personaje de Christopher y Liza Minelli el de Sally (un trabajo por el que, por cierto, recibió un Oscar). El guión es muy inteligente y no resulta extraño que Virginia Woolf escribiera en su diario: «Acabo de conocer a Isherwood y me parece un joven muy prometedor» y que W.S. Maugham dijera: «el futuro de la novela inglesa se halla en manos de ese joven». 1. Adiós a Berlín. Barcelona: Seix Banal, 1995.

El relato «Sally Bowles» -cuyo apellido, dicho sea de paso, proviene de Paul Bowels, compositor, traductor de Sartre (es el traductor de Sin salida, por ejemplo) y escritor (tal vez El cielo protector sea su novela más conocida) también sirvió de base para la obra

teatral de Broadway titulada Soy una cámara (de la que posteriormente se hizo una versión cinematográfica protagonizada por Julie Harris). El título de esta obra procede de un pasaje muy citado -aunque habitualmente muy mal entendido- que dice: «Soy una cámara con el objetivo completamente abierto, una cámara que no piensa sino que se limita a registrar pasivamente todo cuanto ocurre. Estoy grabando al hombre que está afeitándose en la ventana de enfrente y a la mujer en kimono que se está lavando el pelo. Algún día, todo esto tendrá que revelarse y fijarse». En esa época, Isherwood sabía muy poco acerca de las grandes enseñanzas -tanto orientales como occidentales- y sobre el Yo real en tanto que Testigo puro y sin elección a través del cual uno puede ver (algo que se asemeja al famoso «globo ocular transparente» de Emerson cuando afirma que: «Todo egoísmo se desvanece. Yo me convierto en un globo ocular transparente. No soy nada pero, en cambio, lo veo todo»). Pero los críticos se le echaron encima por la supuesta desidentificación y falta de consideración que evidenciaba esa actitud, ignorando -como señaló el mismo Isherwood- la naturaleza de ese estado, ya que «la idea que yo era una persona indiferente a lo que ocurría a mi alrededor es absolutamente falsa». Porque el hecho es que la idea de que esa actitud ocasiona un divorcio de la vida resulta completamente estúpida, porque el verdadero Testigo permite la emergencia de cualquier cosa (pasión, sosiego, compromiso, desapego, hostilidad cordial, etcétera). Isherwood no estaba, en modo alguno, separado de la vida. Su amigo W.H. Auden destinado a convertirse en uno de los dos o tres mejores poetas de este siglo- había llegado a Berlín a finales de los años veinte en busca de sexo decadente y convenció a Christopher para que se le uniera. Ambos eran homosexuales y los famosos bares de ambiente -especialmente el Cosy Córner- los retuvieron en Berlín durante varios años. (Los homosexuales de hoy en día consideran a Isherwood como una especie de héroe una admiración que comparto- por su abierta aceptación de la homosexualidad. Lo mismo hizo, por ejemplo, E.M. Forster en su conmovedora novela gay Maurice1 que, comprensiblemente, se resistió a publicar en vida y terminó legando a Christopher. Hoy en día tendemos a olvidarnos con demasiada frecuencia de que, hasta hace muy poco tiempo, la homosexualidad era, en la mayor parte de los países, un crimen castigado con la cárcel y, en ocasiones, hasta con la muerte. Como ilustra la desagradable historia de Alan Turing -que, en un alarde de inteligencia que hizo más por la victoria que cualquier otro acto individual, desarmó a los servicios de inteligencia nazis al descubrir su sistema de codificación de mensajes, conocido como «Enigma»-, Inglaterra era especialmente cruel a este respecto ya que, cuando se descubrió su homosexualidad, dio con sus huesos en la cárcel y se vio obligado a someterse a un tratamiento hormonal para corregir su «enfermedad», un lamentable incidente poco después del cual acabó suicidándose.) I. Maurice. Barcelona: Planeta, 1997.

En 1923, Adolf Hitler intentó dar su conocido golpe de Estado en Munich que acabó dando con sus huesos en la cárcel, donde escribió Mein Kampf. En 1929, tuvo lugar la muerte de Hindenburg y el desastre y la desesperación económica propiciaron el acceso al poder de Hitler que, en 1934, fundió la Presidencia y la Cancillería y se convirtió en el Führer de todas las Alemanias.

Isherwood llegó a Berlín en 1929 y permaneció allí hasta 1933, un período especialmente crítico -probablemente el más delirante de toda la historia de Occidenteque abocó a una locura como jamás se había visto antes... y como esperemos que nunca más vuelva a verse. E Isherwood se ocupa de registrar por escrito todo lo que ve: «Esto es como vivir en el infierno. Todo el mundo está boquiabierto y nadie se cree lo que está ocurriendo. Estamos bajo la ley marcial. Nadie en Inglaterra podría hacerse la más remota idea de lo que es esto. En todas las esquinas hay camiones repletos de policías dispuestos a sofocar cualquier manifestación y las calles están tan llenas de mendigos que hasta resulta difícil caminar por ellas...». Alemania, la heredera de Grecia y la más resplandeciente de las antorchas filosóficas de Occidente, gobernada por un loco disfrazado de pintor de brocha gorda originario de Austria. ¡Qué difícil resulta hoy en día pensar en los grandes -Kant, Hegel, Spinoza, Marx, Fichte, Freud, Nietzsche, Einstein, Schopenhauer, Leibniz, Schelling (y toda la esfera de influencia germánica, en general)- sin que nos asalten también los fantasmas de Auschwitz, Treblinka, Sorbibor, Dachau, Bergen-Belsen y Chelmno! ¡Y todos tienen nombres, Dios mío, como si fueran seres humanos! Pero la supuesta relación causal existente entre la tradición trascendentalista alemana y los campos de la muerte -a la que tan acostumbrados nos tiene, por otra parte, la chachara postmoderna americana sobre metanarrativas- es, además de errónea, mezquina y vulgar. Porque lo que ocurrió en Alemania es, entre otras mil razones, un ejemplo típico de falacia pre/trans. Toda la tradición alemana es, de hecho, un caso de falacia pre/trans que ha producido ora un Hegel, ora un Hitler. Porque fue precisamente el hecho de que la tradición alemana se esforzara de un modo tan noble y denodado por alcanzar Geist y el Espíritu (un intento por el que merece nuestro agradecimiento eterno) lo que la llevó a confundir el entusiasmo corporal y emocional prerracional con la intuición y la conciencia transracional. Así fue como, bajo el estandarte de un retorno romántico al Espíritu, de un rescate del Fundamento perdido y de una vuelta al Dios escondido, florecieron la sangre, la tierra, el regreso del noble salvaje y la vuelta a la naturaleza, una revelación que fue grabada a fuego en la carne de quienes se interponían en el camino hacia la pureza de la sangre y de la raza y en las que las cámaras de gas cumplieron con la función de útero silencioso de la Gran Madre -la que suele gobernar ese tipo de procedimientos- recibiendo en su seno a todos los que osaban mancillar esa pureza. No fue, pues, la racionalidad ni la transracionalidad la que derrumbó la fortaleza de Alemania, sino la reactivación de los impulsos prerracionales. Y ése es otro de los puntos que quería resaltar ya que, en el Berlín de 1933, Dios y el Diablo coexistían... y Isherwood estaba ahí para contárnoslo. Además, hay que hablar también de su relación con Huxley, probablemente uno de los últimos autores -y ahí también se asienta parte de mi depresión- que escribió profunda y filosóficamente sobre temas místicos y trascendentes... y fue tomado en serio por la intelectualidad, los medios de comunicación, los banqueros, los liberales y los vanguardistas, el último autor que escribió sobre temas trascendentales y fue tenido en cuenta. Porque hay que decir que los liberales* odian al Espíritu y que los conservadores lo restringen a su Dios mítico fundamentalista y que ambos bandos, en consecuencia, encontrarían hoy a Huxley completamente incomprensible. ¿Quién podría escribir hoy Filosofía perenne y lograr que fuera leído con entusiasmo fuera de California? La «espiritualidad» actual se reduce, fundamentalmente a 1) los

revivalismos fundamentalistas, 2) el narcisismo de la nueva era, 3) la regresión mítica, 4) los reduccionismos sutiles característicos de los enfoques que se centran en el grantejido-de-la-vida y 5) el holismo chato, enfoques, todos ellos, que Huxley, Heard, Isherwood y Mann hubieran encontrado mortalmente aburridos. * En la terminología norteamericana la palabra "liberal" equivale a nuestra "izquierda".

Gerald Heard (autor de varios libros muy brillantes, entre los que se cuenta The Five Ages of Man -que sirvió de base para la lúcida Life-Force, de Jean Huston- y que contribuyó muy positivamente al establecimiento y desarrollo de la Vedanta Society), presentó a Isherwood a Huxley poco después de que aquél se hubiera mudado, de manera más o menos permanente, a Los Ángeles, ganándose la vida con la adaptación de guiones para el cine, como también hizo, en ocasiones, Huxley (y Tennessee Williams, William Faulkner y F. Scott Fitzgerald, entre tantos otros ¡así eran esos días!) y siguieron siendo amigos hasta la muerte de Huxley, acaecida en 1963. Y no debemos olvidar que la Vedanta Society de Los Ángeles (en uno de cuyos templos, si no recuerdo mal, Adi Da experimentó su primera iluminación) es una de las tres o cuatro grandes puertas a través de las cuales la sabiduría de Oriente ha penetrado en nuestro país. Y esa relación resultó mutuamente enriquecedora porque Christopher se benefició del agudo intelecto de Huxley, al tiempo que le prestó su espléndida voz literaria. Como bien señaló Isherwood, entre tantos otros, Aldous no era un novelista, ya que sus personajes son de cartón piedra. Siempre me gustó su propia explicación a este respecto: «No suelo tener ninguna idea sobre mí, tenerlas es algo que me desagrada hasta el punto de que las evito -al menos en principio- y sólo las improviso cuando me encuentro con alguien como usted que afirma tenerlas...». De modo que Huxley escribía novelas acerca de las ideas, aunque era plenamente consciente de los graves riesgos que ello implicaba. «Sólo puedo escribir sobre las personas que tienen alguna idea que expresar, tal vez el 0,01 % de la especie humana. Es por ello que los verdaderos novelistas, los novelistas innatos, no escriben esos libros. Pero yo nunca he pretendido ser un novelista innato.» Huxley, jugaba con las ideas de un modo deslumbrante, admirable, inteligente y, en ocasiones, soberbio. Y también, por cierto, sumamente liberador. Como dijo Isaiah Berlin en sus memorias: «Encabezados por Voltaire -el paladín de la profesión-, los hombres de letras emanciparon de la opresión a multitud de hombres y mujeres del siglo XVIII. Lo mismo han hecho desde entonces Byron, George Sand, Ibsen, Baudelaire, Nietzsche, Wilde, Gide y tal vez hasta Wells, Russell y tantos otros poetas y críticos preocupados por los problemas fundamentales de nuestro tiempo que tanto han ayudado a los miembros de mi generación». En este sentido, Isaiah coloca a Huxley junto a Ezra Pound y J.B.S. Haldane entre los principales libertadores de su tiempo. Sybille Bedford, una de las biógrafas de Huxley, nos ofrece otra visión de esta gran tradición emancipadora que incluye a «varios individuos sumamente dotados cuya influencia... ha sido extraordinaria. Su común denominador fue el deseo de adquirir, promover y difundir el conocimiento, el deseo de mejorar la suerte de la humanidad, una responsabilidad muy elevada -l'intelligence oblige- y una auténtica pasión -no conozco otra palabra mejor- por la verdad».

Era una época en que las cosas importaban, un tiempo anterior a que los profesores de humanidades de mi generación decidieran que ellos no podían crear nada y consagraran, en un ataque de resentimiento, sus esfuerzos a la destrucción, dejando prendida del aire la sonrisa del gato deconstruccionista de Cheshire; y sorprendidos -realmente sorprendidos- de que alguien pudiera experimentar pasión por la verdad, se dedicaron alegremente a malinterpretar a Foucault -«la verdad no es sino poder disfrazado»-, tratando de asegurarse de que ninguno de sus discípulos buscara la verdad, la encontrase y comenzara a producir obras reales. Pero Huxley estaba conectado con lo trascendental y su prosa, en consecuencia, tenía un gran potencial liberador. Si usted quiere liberar a alguien debe saber positivamente que existe algo que lo trasciende porque, de otro modo -si no existe nada más-allá-delo-dado-, no hay liberación posible. No es de extrañar que los escritores postmodernos de hoy en día, que carecen de lugar a donde ir y, en consecuencia, no brindan ningún camino de liberación, abracen lo dado, se identifiquen con lo obvio, se aferren a las sombras y se dediquen a festejar el mundo de las superficies. No debe sorprendernos que uno de los mejores amigos de Aldous durante varias décadas fuera Krishnamurti (el sabio que afiló mis dientes espirituales). Krishnamurti era un liberador supremo -al menos en ciertas ocasiones- y en libros como Freedom from the Know, su extraordinaria sabiduría subrayaba con mucha claridad el poder de la conciencia no dual sin elección para liberarnos de la tortura del encadenamiento al espacio, el tiempo, la muerte y la dualidad. Cuando un incendio destruyó su casa -y con ella su biblioteca-, el primer libro que Huxley compró fue Comentarios sobre el vivir,1 de Krishnamurti. 1. Comentarios sobre el vivir. Buenos Aires: Ed. Kier, 1966.

En cierta ocasión, Yehudi Menuhin dijo, a propósito de Huxley: «Su persona integraba al científico y al artista, brindándonos lo que más necesitamos en un mundo fragmentado en el que cada uno de nosotros es un mero fragmento del gran espejo universal roto. Aldous se dedicó a recomponer esos fragmentos y, al menos en su presencia, los hombres volvían nuevamente a ser completos. Pero, para saber cuál es el lugar que le corresponde a cada fragmento, uno debe tener alguna idea acerca de la totalidad y sólo una mente como la de Aldous, una mente ajena a toda vanidad personal, una mente que lo percibía y lo registraba todo sin quedarse con nada, podía conseguir tan vasto propósito». A esta saga perteneció también, en mi opinión, Thomas Mann, cuya obra me obsesionó durante varios años hasta el punto de leer todos los libros suyos que cayeron en mis manos. A los veinticinco años de edad, Mann escribió su primera novela, Buddenbrooks,2 por la que le fue concedido el premio Nobel. ¿Quién podría, hoy en día, escribir -o incluso publicar- La montaña mágica?1 ¿Y no sigue siendo, acaso, «Muerte en Venecia» el cuento más perfecto que jamás se haya escrito? Cuando se mudó a California, Mann -que junto a Robert Musil, quien dijera: «Lo más notable es que nadie va a ninguna parte», y Marcel Proust son mis tres autores favoritos de este siglotambién estableció contacto con la Vedanta Society. 2. Los Buddenbrooks. Barcelona: Edhasa, 1997.

1. La montaña mágica.Barcelona: Plaza y Janes. 1993.

Mann comenzó apoyando los primeros movimientos fascistas retrorrománticos y reaccionarios de Alemania -que subrayaban la importancia de la sangre, la tierra y el «alma» de Alemania- pero no tardó en retroceder asustado para abrazar el pluralismo racional humanista, convirtiéndose en la voz más potente y clara en contra de los nazis dentro de Alemania y también muy probablemente, en el más grande de los novelistas humanistas de este siglo. Mann llevó a cabo un profundo estudio de la vida interior Freud, Nietzsche, Schelling, Schopenhauer y el misticismo-, pero su incursión en el fascismo prerracional le predispuso a confundir para siempre la regresión prerracional con la gloria transracional. La suya es una de las voces más hermosas y lúcidas de nuestro siglo y su nombre se halla inscrito, por derecho propio, en el panteón de todos aquellos que, de un modo u otro, contribuyeron a la emancipación de multitud de almas sensibles. Concluiré esta disgresión subrayando un último punto porque, por más extraño que pueda parecemos, hubo un tiempo en que existió un linaje de literatos comprometidos con la libertad que contribuyó poderosamente a desarticular la represión, frustrar el poder y escapar de la superficialidad. Hoy en día, esa tradición se halla casi exclusivamente relegada al ámbito de los científicos racionalistas (como el bueno de Carl Sagan), intentando desmentir las apariciones de Elvis, las abducciones de los ovnis y cuestiones similares. Pero mucho me temo que aquella noble tradición que se dirigía a lo más elevado, lo más profundo y lo más verdadero que hay en todos nosotros, se extinguió con la muerte de Huxley. Y hay que decir que Christopher Isherwood constituye un elemento crucial porque, partiendo de él, es posible llegar, con unos pocos movimientos, a todo lo que es importante. Qué lamentable resulta, sin embargo, que tan pocas personas sientan, hoy en día, la necesidad de hacer esos movimientos. ¡Eso fue, precisamente, lo que me evocó la lectura de sus diarios y lo que acabó deprimiéndome!

Viernes, 24 de enero He alquilado Labios ardientes -que ya había visto en la pantalla grande- y sigue pareciéndome soberbia. Se trata de una película protagonizada por Jennifer Tilly y Gina Gershon, dos lesbianas que engañan a Joe Pantoliano con una tensión que hace que uno comience mordiéndose las uñas y acabe llegando incluso a morderse el dedo. Se trata de un excelente thriller sensual, uno de los géneros cinematográficos que más me gustan. Tal vez no tenga mucho que ver, pero me ha hecho pensar en los títulos de crédito de Seven, un film presuntuosamente desdeñado por tantos críticos. Fue por ello que me alegré al enterarme de que sus títulos de crédito habían conseguido el International Design Award, un premio que el diseñador Kyle Cooper describió como «inútiles y juguetones sujetalibros para la película más mala del año». Tengo la extraña sensación de que la publicación de Ciencia y religión serán el «inútil y juguetón sujetalibros de este año». Ya veremos.

Sábado, 25 de enero He quedado con una mujer (cuyo nombre no mencionaré), pero las cosas no han funcionado muy bien. Resulta que la mayor parte de sus relaciones tienen una vida tan corta que uno de sus matrimonios duró sólo unos meses. En mi nevera hay comida más antigua que todo eso.

Lunes, 27 de enero Sam [Bercholz] se apresuró a sacar El ojo del Espíritu antes de la conferencia de San Francisco. Hoy he recibido varios ejemplares y, como siempre, Shambhala ha hecho un buen trabajo. De algún modo, es uno de mis libros favoritos, pero no sé cómo funcionará. Jack [Crittenden] ha escrito un generoso prólogo para ese libro que me ha retrotraído a los días en que vino a visitarme a Lincoln después de haber leído El espectro de la conciencia. En aquel tiempo, Jack quería publicar una revista, que luego se llamó ReVision, y yo le ayudé a ponerla en marcha. Hoy en día ya no tenemos nada que ver con ella, pero seguimos siendo grandes amigos. Resulta difícil de creer que él y Patricia tengan ya tres hijos adolescentes. Él es un teórico muy brillante y un notable escritor, que ha escrito Beyond lndividualism (publicado por la Oxford University Press) y en la actualidad está trabajando, con mayor o menor intensidad, en dos o tres nuevos libros que intercala con su tarea docente en el estado de Arizona. Jack ha realizado un excelente trabajo explicando el significado del término «integral» y la naturaleza lamentablemente fragmentaria de lo que el mundo actual denomina «conocimiento». Ya he recibido numerosos comentarios sobre su prólogo, del tipo «ahora comprendo lo que usted está tratando de hacer en todos sus escritos». Gracias a Dios que alguien ha podido explicarlo. Varias de las siguientes entradas se refieren al prólogo de Jack. Veamos, a modo de referencia, unas pocas citas al respecto: El enfoque de Wilber es cualquier cosa menos ecléctico. Él nos ha proporcionado una visión integral en la que entreteje verdades procedentes de campos tan diversos como La física, la biología, las ecociencias, la teoría del caos, las ciencias sistémicas, la medicina, la neurofisiología, la bioquímica, el arte, la poesía, la estética, la psicología evolutiva, un amplio espectro de abordajes psicoterapéuticos (desde Freud hasta Jung y Piaget), los teóricos de la Gran Cadena (desde Platón y Plotino [en Occidente], hasta Shankara y Nagarjuna [en Oriente]), los modernistas (desde Descartes y Locke hasta Kant), los idealistas (desde Schelling hasta Hegel), los postmodernistas (desde Foucault y Derrida hasta Taylor y Habermas), las grandes tradiciones hermenéuticas (desde Dilthey hasta Heidegger y Gadamer), los teóricos de los sistemas sociales (desde Comte y Marx hasta Parsons y Luhmann), las escuelas místicas y contemplativas de las grandes tradiciones meditativas, orientales y occidentales y las grandes tradiciones religiosas del mundo entero. Y todo esto no es más que una muestra. No deberíamos extrañamos, pues, de que quienes circunscriban exclusivamente su interés a un determinado campo se sientan ofendidos cuando Wilber no considera su campo de atención como la pieza fundamental del Kosmos.

No pecaré de parcial si digo que quienes critican un punto de la obra de Wilber están empeñados en talar un árbol concreto de todo su bosque. Porque si en lugar de ello contemplamos la totalidad de su obra, la única conclusión razonable es la de que incorpora e integra más verdad que cualquier otro sistema. Pero ¿cómo lo hace? y, sobre todo, ¿cuál es el método que sigue? En cualquiera de los campos que considere, Wilber determina el nivel de abstracción en el que las distintas visiones en conflicto coinciden entre sí. Tomemos, por ejemplo, las grandes tradiciones religiosas del mundo. ¿Están, acaso, todas ellas de acuerdo en que Jesucristo es Dios? Descartemos, pues dado que la respuesta es negativa-, ese nivel. ¿Están de acuerdo en la existencia de Dios? Eso dependerá del significado que atribuyamos al término «Dios». ¿Están de acuerdo en la existencia de un Dios si, con ese término, estamos refiriéndonos a un Espíritu que es, en muchos sentidos, incualificable (desde la Vacuidad budista hasta el misterio judío de lo divino)? Porque cuando alcancemos un nivel de abstracción en el que todas las religiones estén de acuerdo habremos logrado una generalización, lo que Wilber denomina una «generalización orientadora» o una «conclusión sólida». Wilber aborda todos los campos del conocimiento humano, desde el arte hasta la poesía, desde el empirismo hasta la hermenéutica, desde el psicoanálisis hasta la meditación y desde la teoría de la evolución hasta el idealismo. Y, en cada uno de los casos, centra su atención en la articulación del conjunto de generalizaciones orientadoras sólidas y fiables (por no decir irrefutables) a las que arriba. No le interesa -como tampoco debiera de interesarle a sus lectoresla aceptación que tengan sus conclusiones entre los especialistas de otros ámbitos del conocimiento (no se preocupa, por ejemplo, por el hecho de que las conclusiones de los empiristas no concuerden con las de quienes están interesados en la religión). En lugar de ello, dedica todo su esfuerzo a tratar de ensamblar las distintas generalizaciones orientadoras a las que ha llegado como si cada campo encerrase verdades extraordinariamente importantes. Ése es, precisamente, el primer paso de su método, una suerte de fenomenología del conocimiento humano elevada al nivel de generalizaciones orientadoras. Su interés, dicho en otras palabras, consiste en llegar a sintetizar todas las verdades aportadas por los diferentes campos del conocimiento humano. Wilber prosigue luego articulando las distintas verdades en cadenas o redes de conclusiones interrelacionadas, un paso en el que deja de lado el mero eclecticismo en aras de una visión más sistemática y organizada. Así pues, el segundo paso de su método consiste en tomar todas las verdades o generalizaciones orientadoras recogidas durante el primer paso y formularse la siguiente pregunta: ¿Cuál es el sistema que podría incorporar -de manera coherente- el mayor número posible de estas verdades? El sistema presentado por Wilber en Sexo, ecología, espiritualidad (un sistema resumido de manera clara y sencilla en las siguientes páginas) incorpora el mayor número de generalizaciones orientadoras procedentes del mayor número posible de campos del quehacer humano. Es así como la visión de Wilber reconoce, incorpora e integra más verdad que cualquier otro sistema de la historia. No se trata, pues, de determinar qué teórico está en lo cierto y cuál está equivocado porque, en su opinión, todos están básicamente en lo cierto. «Yo no creo», dice Wilber, «que exista una mente humana capaz de cometer un cien por cien de errores. Así pues, en lugar de tratar de determinar qué enfoque es correcto y cuál erróneo, parto de la premisa de que todos son verdaderos pero parciales y, en consecuencia, no pretendo elegir uno y desembarazarme de los demás sino que busco el modo de articular las distintas verdades fragmentarias que nos brinda cada uno de ellos.» El tercer paso del enfoque global de Wilber apunta al desarrollo de un tipo nuevo de teoría crítica. En este sentido, una vez que ha articulado el esquema global que incorpora el mayor

número posible de generalizaciones orientadoras, lo utiliza para criticar la parcialidad de los enfoques más limitados (aunque sin dejar, por ello, de incluir sus verdades esenciales). La crítica de Wilber no se centra, pues, tanto en la verdad o falsedad de un determinado enfoque como en su parcialidad. Esta misma visión integradora, por tanto, nos proporciona una pista para comprender las reacciones tan encontradas que suscita su obra, reacciones que van desde la indignación hasta la afirmación de que es lo más importante que nunca se haya publicado. Lo cierto es que las críticas más furiosas proceden, casi sin excepción, de teóricos que creen que su propio campo o método es el único verdadero. Porque el hecho es que a Wilber no se le suele criticar tanto por malinterpretar o tergiversar los campos del conocimiento de los que habla, como por tener en cuenta cuestiones que un determinado crítico no considera importantes o por acuchillar el buey preferido de ese crítico (sin pretender, con esta metáfora, ofender a los vegetarianos). Así pues, los freudianos nunca han dicho que Wilber no comprendiera a Freud, sino que no debería haber prestado tanta atención al misticismo; los estructuralistas y los postestructuralistas no se quejan de que Wilber malinterprete sus respectivos campos, sino de que los coloque en pie de igualdad junto a otros que, según ellos, carecen de toda importancia, etcétera, etcétera, etcétera. El ataque siempre asume la misma forma: ¡Cómo osa usted decir que mi campo no es el único verdadero! Pero, independientemente de cuál sea el tema, las dificultades, como ya he dicho, son extraordinarias. Cuando, en cierta ocasión, le pregunté lo que opinaba acerca de su obra, Wilber respondió: «Me gusta pensar en ella como una de las filosofías que presenta más visos de credibilidad, como un abrazo genuino entre Oriente y Occidente, entre el Norte y el Sur». Y resulta muy curioso, en este sentido, que Huston Smith (autor de Las religiones del mundo y entrevistado por Bill Moyers para la conocida serie de televisión titulada The Wisdom of Faith) afirmara recientemente que «nadie -ni siquiera Jung- ha hecho tanto como Wilber por abrir la psicología de Occidente a la sabiduría perenne de la que hablan las grandes tradiciones del mundo entero. Do un modo lento pero seguro, cada uno de los libros de Ken Wilber está asentando los cimientos de una psicología auténticamente oriental y occidental». Al mismo tiempo -agrega Ken-, «la gente no debería tomársela demasiado en serio. No son más que generalizaciones orientadoras que dejan suficiente espacio como para que cada cual rellene los huecos como mejor le plazca». Wilber, en suma, no nos está imponiendo una camisa de fuerza conceptual sino todo lo contrario ya que, como él mismo dice, «lo único que espero es demostrar que el Kosmos es mucho más espacioso de lo que usted jamás hubiera sospechado». Pero lo cierto es que no hay espacio, sin embargo, para quienes quieren conservar sus respectivos feudos y reducir el Kosmos a un determinado campo -el suyo, claro está- ignorando, al mismo tiempo, las verdades procedentes del resto de los campos. «No es posible», concluye Wilber, «integrar adecuadamente métodos y campos tan distintos sin mostrar el modo en que encajan entre sí. Ése es el modo correcto, a mi juicio, de articular una auténtica filosofía mundial.» Y Wilber nos muestra exactamente la forma de llevar a cabo ese «ajuste». De otro modo, no estaríamos siendo cuidadosos y no tendríamos totalidades sino meros montones.

Martes, 28 de enero Cita con el dentista. Al parecer, todos los dentistas de Boulder son «holísticos». Quizás no sepan arreglar una caries, pero son buenos para la evolución de su alma y de su Espíritu.

Miércoles, 29 de enero

Estoy empezando a considerar la necesidad de contratar los servicios de un agente literario, algo que nunca he tenido, para la publicación de Ciencia y religión. En la última década he mantenido una relación muy buena con Shambhala Publications, alentada por mi gran amistad con Sam Bercholz. Pero Sam comprende perfectamente que, en esta ocasión, quiera publicar mi libro en una editorial convencional de modo que, con sus bendiciones, voy a asomarme al mundo de las grandes editoriales. ¿Dónde podría encontrar a un agente literario? ¿Es necesario un agente que defienda mis intereses en todo el mundo? ¿Acaso existe algo así como Agents Are Us?

Jueves, 30 de enero Mañana es mi cumpleaños, el cumpleaños de «Ken Wilber», pero no el cumpleaños de mi Rostro Original, del gran No nacido, de la inmensa amplitud que yace en lo más profundo de mi ser, de una Vacuidad que no puede verse mancillada por el tiempo, el océano infinito de la Libertad, la inmensa amplitud de Liberación, el mar lúcido de la Quietud, la intersección infinita en la que yo dejo de ser y lo único que existe es el Espíritu. El gran No nacido jamás cumple años, porque, siendo la Talidad infinitamente resplandeciente de todo lo que es, jamás nació. No existe celebración alguna para ese instante atemporal anterior a la historia y sus mentiras, al tiempo y sus terrores, a la duración y sus esfuerzos. No existe ningún regalo para lo No Creado, la Fuente de todo lo que es, el Océano infinito de Serenidad que engloba la totalidad del Kosmos. No existe ninguna canción para festejar a Siempre Ya, la Libertad infinita y gloriosa que se encuentra más allá del nacimiento y de la muerte. Todo ser sensible puede decir: en esencia, soy atemporal, soy la Totalidad, los surcos de mi rostro son los crujidos del huevo cósmico al resquebrajarse, las supernovas se arremolinan en mi corazón, las galaxias pulsan en mis venas y el resplandor de las estrellas ilumina las neuronas de mi noche. .. ¿Quién festejará este cumpleaños? ¿Quién celebrará la inmensa amplitud que entona su insólita canción en el silencio de la noche?

FEBRERO Todos los budas y todos los seres sensibles no son sino Un Espíritu separado del cual nada existe. Ese Espíritu, que carece de origen, no ha nacido nunca y es indestructible. No es verde ni amarillo y carece de forma y apariencia. No pertenece a la categoría de las cosas que existen ni de las que no existen y tampoco puede ser calificado, en consecuencia, en términos de nuevo o viejo. No es largo ni corto, grande ni pequeño, porque transciende todos los límites, todas las mesuras, todos los nombres y todos los rasgos y está más allá de toda comparación. Basta con despertar al Unico Espíritu. MAESTRO ZEN HUANG PO

Sábado, 1 de febrero He estado trabajando durante toda la mañana y luego he ido a comprar comida. En uno de los ventanales del tendedero ubicado bajo el tejado han anidado dos palomas. Como parecía gustarles el aire caliente que sale de ahí, quité la mampara exterior para que pudieran entrar durante el invierno y hoy he visto que han tenido descendencia y ya son tres. Al igual que los católicos, los pingüinos y las palomas también se emparejan, con la única salvedad de que, en estos últimos dos casos, nunca consiguen la anulación milagrosa de sus matrimonios.

Domingo, 2 de febrero He conseguido un ejemplar del libro de Andrew Harvey The Essential Gay Mystics, un libro del que me alegré de escribir un breve comentario [«Andrew Harvey ha recopilado algunos de los escritos más apasionados y conmovedores de toda la literatura mística y todos los autores incluidos son homosexuales. En este libro, las palabras hablan por sí solas, es decir, que la Divinidad se expresa directamente con palabras que fluyeron de corazones gays, de mentes gays y de amores gays con una elocuencia exquisita y profunda que se dirige a la Divinidad que mora en cada uno de nosotros. El místico no es alguien que ve a Dios como un objeto, sino aquel que se halla inmerso en Él. Harvey ha abierto la cornucopia de la sabiduría mística y nos brinda una sabiduría enternecedora como las lágrimas y ligera como la bruma, pero tan apasionada como el fuego implacable de lo Divino»]. Antes de que Harvey empezara a trabajar en este libro (cuyo comentario sobre el autor advierte, con singular encanto, que «Andrew estudió en Oxford y, a los veintiún años de edad, recibió el galardón académico más importante de Inglaterra que le convirtió en el Fellow of All Soul más joven de toda su historia. Escritor prolífico, es autor de más de diez libros, entre los cuales cabe destacar Journey to Ladakh. También ha colaborado con Sogyal Rinpoche en el best-seller El libro tibetano de la vida y de la muerte.1 Asentado actualmente en París, Harvey es el personaje central de un documental

filmado en 1993 por la BBC y titulado "The Making of a Mystic"». Vino a visitarme con su futuro esposo Eryk y mi amigo Alee Tsoucatos. Preparé pasta y comimos en la terraza contemplando el espectáculo de las llanuras de Denver. 1. El libro tibetano de la vida y de la muerte. Barcelona: Urano, 1994.

Andrew es un romántico que idealiza y aborrece alternativamente al amante perdido, de modo que ha pasado por la fase de adorar a la Madre Meera y por la fase de odiarla, aunque ahora parece felizmente enamorado de Eryk, quien, según dice, le ha enseñado más que nadie sobre el auténtico amor. Parece realmente feliz y le deseo lo mejor.

Martes, 4 de febrero Estoy preocupado por la salud de Huston [Huston Smith]. A veces creo que todavía vivirá diez o veinte años más pero, en otras ocasiones, dudo si llegará al próximo año. Desde la muerte de Treya trato de decirle a la gente lo que siento por ellos antes de que se hayan ido y sea ya demasiado tarde. Treya y yo tuvimos esa extraordinaria oportunidad y soy consciente de lo que ello implica para quienes no disponen de ella. Huston hablaba ya de filosofía perenne mucho antes de que el tema se popularizase. Antes de que las tradiciones multiculturales de sabiduría, de que el legado cultural de las grandes religiones del mundo, de que la unión espiritual y la celebración de la diversidad se pusieran de moda, Huston estaba ya ocupándose de todas esas cosas. Su piel es ahora casi transparente, como un hermoso tejido delicado y translúcido. La última vez que le vi estaba muy débil, pero resplandecía tanto que llegué a sospechar que, en el caso de que la luz se apagara, su cuerpo emanaría una luz muy suave. Mi muy estimado Huston: Estoy muy contento de haber podido visitarte pero todavía me hallo muy impresionado por la respuesta que me has dado -«la ciudadela está desmoronándose»- al interesarme por tu salud. Es precisamente por ello que me he decidido a escribirte. Cuando mi ser se halla saturado de la Vacuidad se asemeja a una especie de conciencia de «doble entrada». Por una parte, todo lo que ocurre -desde lo que consideramos más excelso hasta lo que calificamos como más profano- resplandece con la misma luz de lo Divino hasta el punto de que resulta imposible señalar la menor diferencia. Es un auténtico misterio que, para esta conciencia que todo lo impregna, en la que nada se mueve y goza por igual tanto de la puesta como de la salida del sol y del sufrimiento como de la felicidad, el alma más divina y la más desdichada resplandezcan por igual. En por ello que, cuando estoy en contacto con esta presencia y escucho que la ciudadela de mi querido Huston está desmoronándose, todo está en su sitio, todo está bien, las cosas son sencillamente como son y todo irradia la gloria inagotable que somos. Pero, simultáneamente, del otro lado de la Vacuidad -de la otra «entrada» de la que antes hablaba- todo es, de algún modo, mucho más intenso. La tristeza es más triste, la alegría más alegre, el gozo más placentero y el dolor más doloroso, mis carcajadas son más fuertes y mis lamentos más ruidosos. En la Vacuidad pura todo fenómeno relativo es más intenso porque ha dejado de luchar con lo Divino y sencillamente lo expresa.

Cuando, desde este lado de la doble entrada -en el que el dolor es más desgarrador (porque está Vacío) y la tristeza más angustiosa (porque está Vacía)-, escucho decir que la ciudadela de mi estimado Huston está desmoronándose, me siento embargado por una tristeza que no sé bien cómo expresar. Tú has enseñado muchas cosas a muchas personas, tú nos has recordado (con una voz ciertamente celestial) quiénes somos, tú has prendido una antorcha divina que ha iluminado nuestros rostros y nos has obligado a despertar, tu luz ha iluminado la noche oscura de nuestras desconcertadas e infelices almas, tú se nos has presentado en forma de nuestro ser más profundo para que no olvidáramos. De una manera coherente, sincera, íntegra, brillante, humilde, valiente y respetuosa, tú nos has señalado -y sigues todavía señalándonos- el camino que debemos seguir. Y es por ello que nuestro agradecimiento, respeto y amor por ti trasciende con mucho lo que mis palabras podrán nunca llegar a transmitir. Como ves. me he convertido en un esquizofrénico de lo Divino, alguien cuya mente se halla dividida. Por una parte, me encuentro inmerso en la Vacuidad, que siempre es un gesto maravilloso de la Gran Perfección, pero, al mismo tiempo -y hasta en la misma percepción-, la idea de que tú puedas abandonarnos me resulta angustiosa e intolerable y siento rabia por la extinción de esa luz y grito inútilmente mi impotencia frente a esa afrenta del samsara. Pero eso, precisamente, es el nirvana y no de un modo teórico sino absolutamente práctico, aquí y ahora mismo, la Vacuidad. Y también sé que no tendría que decirte nada al respecto, porque tú ya sabes todo esto. De modo que, del lado que está furioso por el desmoronamiento de la ciudadela, sólo quiero recordarte una vez -desde lo más profundo de mi ser- lo que tú nunca has dejado de recordarnos a todos nosotros... y a mí en particular. Debo decirte que tú siempre has sido una de mis referencias más importantes. Todavía recuerdo aquella memorable carta que escribiera a un joven de veinticinco años felicitándole por la publicación de su primer libro, aún recuerdo el alborozo que sentí cuando me enteré de que aceptaba el compromiso de participar en ReVision (yo le había dicho a Jack Crittenden que no me sentiría a gusto en la revista hasta que Huston participase) y jamás olvidaré su discurso de despedida de Treya, un discurso que me hizo saltar las lágrimas y desarmó toda mi coherencia. Desde este lado sé muy bien lo mal que me siento cuando la ciudadela se desmorona. Debes perdonarme por enterrarte prematuramente y expresarme como si tu muerte fuera ya inminente; Dios quiera que dentro de unas décadas podamos seguir hablando de todo esto, antes de que tus cenizas regresen a la danza cósmica y tu alma retorne al lugar que nunca abandonó. Pero el hecho de que, como tú has dicho, «la ciudadela esté desmoronándose» me entristece tanto que he preferido cometer el error de hablar prematuramente de todas estas cosas. Es muy posible que la historia de Treya me haya tornado más sensible que la mayoría al «estallido de la burbuja», lo esperemos o no. Perdóname, pues, por escribirte una apología [en inglés eulogy], un término cuya etimología (de en. que significa verdadero y logy, que significa historia: la verdadera historia) siempre me ha gustado. Recibe todo mi amor, un fragmento, a fin de cuentas, del que tú has derramado siempre a manos llenas por todos nosotros y nos has invitado a encarnar. Vaya con ésta todo mi amor -que, como tú nos has recordado, es el amor de Dios- a mi mentor, a mi guía y a mi amigo, el hombre cuyo recuerdo nunca me abandonará. Siempre tuyo, Ken

Domingo, 9 de febrero

Antes de comenzar a escribir Sexo, ecología, espiritualidad [SEE], varios profesores del Naropa Institute, de Boulder, me pidieron que me reuniera con ellos y con sus discípulos. Habitualmente, yo declino cualquier invitación a dar conferencias o cursos, lo cual es una pena, porque es algo que me gusta mucho. Pero, en este caso, hemos llegado al acuerdo de invitar a los estudiantes a venir a mi casa -en tres o cuatro grupos de entre treinta y cincuenta cada vez- y hablar el tiempo que quieran en torno a los temas que les interese. Durante mi período de retiro de tres años para escribir SEE cancelé estos seminarios, pero este año me ha parecido adecuado retomarlos. De este modo, si los estudiantes vienen a mi casa, estaré sencillamente hablando con unos amigos y seguiré sin dar ningún tipo de «enseñanza pública». Hoy hemos tenido otro seminario y hemos decidido vernos un par de veces al mes. Alguien sugirió que podríamos grabar en vídeo estos encuentros y tal vez lo hagamos.

Lunes, 10 de febrero La semana pasada llegaron los comentarios sobre Ciencia y religión escritos por personas muy amables que se apiadaron de mí y los envié, junto a una carta más bien jactanciosa, a una serie de agentes literarios que me han recomendado varios amigos y editores. La idea me parece muy interesante, porque se trata de una especie de subasta entre una media docena de agentes y el ganador subastará, a su vez, el libro entre una media docena de editores. Pero la cuestión también tiene su vertiente cómica, porque algunos de los agentes son también representantes de autores de la nueva era cuyo mensaje, hablando en términos generales -aunque aprecie la obra de algunos de ellos-, me parece más prerracional y narcisista que transracional y divino. Suele tratarse de autores que, al percatarse de la ausencia de Dios y de la Diosa en el mundo moderno, han decidido suplantarle (mientras sus agentes se frotan las manos esperando cobrar su correspondiente 15%). Tengo la sensación de que Dios es mucho más que todo eso.

Martes, 11 de febrero UNA ESPIRITUALIDAD QUE TRANSFORMA Hal Blacker, editor de What Is Enlightenment? ha descrito del siguiente modo en su revista el tópico de este artículo: Trataremos ahora de investigar una cuestión muy especial, una cuestión que debe ser estudiada con sumo cuidado, la superficialidad que parece invadir la investigación espiritual y el discurso occidental actual, sobre todo en los Estados Unidos. Resulta lamentable que la transmisión de las tradiciones místicas de Oriente (o de cualquier otro lugar) a nuestro país achate su profundidad, diluya sus exigencias y desperdicie, de ese modo, su revolucionaria capacidad de transformación. Y el modo en que esto ocurre parece ser muy sutil, puesto que las palabras empleadas suelen ser las mismas. Pareciera como si, mediante un curioso malabarismo -que tal vez consista en cambiar el contexto y modificar, en consecuencia, el significado de lo dicho-, el rugido de las grandes enseñanzas se convirtiera en el consolador borboteo de un jacuzzi californiano. Y, si bien es cierto que existen notables excepciones, esa actitud suele acabar con

las implicaciones radicales de las grandes tradiciones de sabiduría. Investiguemos, pues, las causas y consecuencias de esta dilución de la espiritualidad en Occidente.

Quisiera partir de esta afirmación e ir comentando sus puntos esenciales porque todos ellos, en mi opinión, ejemplifican la crisis de la espiritualidad americana.

Traslación versus transformación Son varios los libros (Un Dios sociable, Después del Edén y El ojo del Espíritu, por ejemplo) en los que he tratado de demostrar que la religión cumple dos funciones muy diferentes pero igualmente importantes. Por una parte, la religión se ocupa de dar sentido a la sensación de identidad separada creando o reviviendo mitos, historias, cuentos, narraciones y rituales que, en general, ayudan al yo separado a encontrar sentido -y, en consecuencia, a soportar- a los golpes y dardos de la insultante fortuna. Esta función no suele pretender cambiar el nivel de conciencia de la persona y no apunta, en consecuencia, a ninguna transformación radical. Así pues, no proporciona una liberación del yo separado sino que tan sólo proporciona consuelo al ego, lo fortifica, lo defiende y, a fin de cuentas, lo promueve. En la medida, pues, en que el yo separado crea en los mitos, celebre los rituales, recite las oraciones o acepte los dogmas, se siente «salvado» -ya sea ahora o en algún momento posterior a la muerte- por la gracia de Dios o por el favor de la Diosa. Pero la religión también cumple -aunque de un modo ciertamente minoritario- con la función de promover la transformación y la liberación. Se trata, en este caso, de una función que no fortalece al yo separado sino que lo destruye, y no proporciona, por tanto, consuelo, fortaleza, satisfacción y comodidad sino desolación, vacío, ruptura y revolución. Esta función no apunta, pues, al apuntalamiento convencional de la conciencia sino a su transformación y transmutación profunda. Existen diferentes modos de expresar estas dos grandes funciones de la religión. La primera de ellas -a la que he llamado traslación y que consiste en dar sentido al yoconstituye una especie de movimiento horizontal, mientras que la segunda -a la que he denominado transformación y que apunta a la transcendencia del yo- es una especie de movimiento vertical (más alto o más profundo, dependiendo de la metáfora que utilicemos). La traslación proporciona al yo un nuevo modo de pensar o de sentir sobre la realidad, brindándole una nueva creencia que puede ser holística en lugar de atomística, relacional en lugar de analítica o subraye el perdón en lugar de la venganza. Pero, en cualquiera de estos casos, la traslación enseña al yo a traducir su mundo y su ser en función de una nueva creencia, un nuevo idioma o un nuevo paradigma, una nueva y maravillosa traducción que atenúa y alivia provisionalmente el terror inherente a toda sensación de identidad separada. La transformación, por su parte, cuestiona, desafía, testimonia, socava y, finalmente, desmantela el proceso mismo de la traslación. Con la traslación típica, el yo (o sujeto) dispone de un nuevo modo de pensar sobre el mundo (o sobre los objetos); pero con la transformación el yo mismo es puesto en entredicho, apresado y literalmente sofocado hasta la muerte.

Repitámoslo de otra forma: con la traslación -que es, con mucho, la función prevalente y más difundida de la religión- el yo sigue feliz en su contracción, contento de su esclavitud y satisfecho ante el escandaloso terror que constituye, de hecho, su esencia más profunda. La traslación permite que el yo se adentre somnoliento en el mundo y se lance a la pesadilla de este mundo provisto de una nueva dosis de morfina con el que enfrentarse al samsara. Esta es, de hecho, la situación en la que se halla la humanidad religiosa, la situación, precisamente, que los grandes maestros espirituales -los grandes maestros de la transformación- han puesto en cuestión y, finalmente, han acabado desarticulado. Porque la verdadera transformación no es, en modo alguno, una cuestión de creencias sino que entraña la muerte del creyente; es ajena a todo intento de traducir el mundo de otro modo y se centra, por el contrario, en su transformación. No tiene, pues, nada que ver con el consuelo sino con la búsqueda de un infinito que se halla del otro lado de la muerte. De este modo, el yo no se contenta sino que se desvanece. Ahora bien, aunque yo me incline, obviamente, por la transformación y minimice la importancia de la traslación, el hecho es que, globalmente consideradas, constituyen dos funciones indispensables extraordinariamente importantes. La gran mayoría de los individuos no han nacido iluminados, sino que lo hacen en el pecado, el sufrimiento, las esperanzas, los temores, los deseos y la desolación. Nacen como un yo dispuesto a contraerse, un yo acosado por el hambre, la sed, la tristeza y el miedo y no tardan en aprender formas muy diversas de traducir el mundo, de darle sentido, de darle significado y de protegerse del terror y la tortura que nunca se hallan muy lejos de la felicidad aparente de toda sensación de identidad separada. Y por más que nosotros -por más que usted y yo- deseemos ir más allá de la traslación y queramos emprender una auténtica transformación, la traslación seguirá desempeñando una función absolutamente indispensable. Quienes, por las razones que fuere, tienen dificultades para traducir con la suficiente exactitud, no tardan en caer presas de la neurosis severa o hasta de la psicosis, en cuyo caso, el mundo deja de tener sentido y las fronteras existentes entre el yo y el mundo no se ven trascendidas sino tan sólo desarticuladas. Y eso no tiene nada que ver con el avance y la trascendencia sino con el retroceso y el desastre. Lo que ocurre es que, en algún momento de nuestro proceso de desarrollo, la traslación -por más adecuada o exacta que pueda ser- deja simplemente de servir. En tal caso no existe creencia, paradigma, mito o idea que pueda remediar la irrupción de la angustia. A partir de ese momento, el único camino posible ya no es el de encontrar una nueva creencia para el yo sino el de trascenderlo. Pero el número de individuos que están dispuestos a emprender semejante odisea es siempre ha sido y, probablemente, siempre será- una minoría. Para la inmensa mayoría, por su parte, siempre existirá una nueva creencia religiosa que cumpla con una función consoladora y promueva una nueva traducción horizontal que proporcione algún sentido a este monstruoso mundo. Y la religión siempre ha cumplido -y lo ha hecho ciertamente muy bien- con esta primera función.

Yo también suelo referirme a esta primera función de la religión (la traslación horizontal y la creación de significados para la sensación de identidad separada) porque la religión apunta, fundamentalmente, a la legitimación del yo, buscando refrendar sus creencias, sus paradigmas, sus visiones del mundo y su manera de estar en el mundo. Y esta función legitimadora -por más provisional, relativa, no transformadora o ilusoria que pueda ser- ha sido el cometido más importante de todas las tradiciones religiosas del mundo. La capacidad de una religión para proporcionar sentido, legitimidad y aprobación horizontal al yo y sus creencias ha sido, históricamente, el «aglutinante» social más importante de cualquier cultura. Y no deberíamos jugar a la ligera con el aglutinante que mantiene unidas a las sociedades porque, cuando ese aglutinante se disuelve -cuando se elimina la traslaciónel resultado, como anteriormente señalábamos, no es tanto el avance y la liberación como el retroceso y el caos social. (En breve volveremos sobre este punto.) Y si la religión traslativa proporciona legitimidad, la religión transformadora brinda autenticidad. Para aquellos pocos individuos que, hartos del sufrimiento inherente a toda sensación de identidad separada, no quieren seguir abrazando la visión legítima del mundo, se abre cada vez más claramente el camino de la transformación, un camino que conduce a la autenticidad, a la iluminación y a la liberación. Y más pronto o más tarde (dependiendo de su capacidad de sufrimiento) todo el mundo debe responder a la llamada de la autenticidad, de la transformación y de la liberación que nos invoca desde el lejano horizonte del infinito. La espiritualidad transformadora no pretende sostener o legitimar ninguna visión del mundo, sino proporcionar verdadera autenticidad desarticulando lo que el mundo asume como legítimo. La conciencia legítima se ve confirmada por el consenso general, adoptada por la mentalidad colectiva, abrazada tanto por la cultura como por la contracultura y promovida por el yo separado como el modo de dar sentido a este mundo. Pero la conciencia auténtica no tarda en sacudirse ese yugo y asume, en cambio, una mirada que ve el mismo resplandor infinito en el corazón de todas las almas y respira la atmósfera de una eternidad demasiado sencilla como para creérsela. La espiritualidad transformadora, la espiritualidad auténtica, es, por tanto, revolucionaria. No legitima el mundo sino que rompe con él, no consuela al mundo sino que lo desarticula, y no se ocupa de satisfacer al yo sino de trascenderlo. Y todo esto nos lleva a las siguientes conclusiones.

¿Quién quiere, realmente, transformarse? Existe una creencia muy difundida que afirma que la espiritualidad oriental es auténtica y transformadora y que la occidental -tanto antiguamente como en la «nueva era» de hoy en día- es, en el mejor de los casos, horizontal, traslativa, legítima y tibia. Y, si bien eso encierra alguna verdad, la realidad es -tanto en Oriente como en Occidente- bastante más triste. Porque hay que comenzar diciendo que, aunque Oriente haya producido un mayor número de personas totalmente realizadas, el porcentaje de la población oriental que se

halla realmente comprometida con una espiritualidad auténticamente transformadora es, y siempre ha sido, lamentablemente pequeña. Una vez le pregunté a Katigiri Roshi (con quien tuve mi primer gran descubrimiento, que, afortunadamente, no tenía nada tenía que ver con la regresión) cuántos maestros ch'an y zen habrían existido en el curso de la historia y respondió de inmediato sin el menor asomo de duda: «quizás un millar». En otra ocasión, le pregunté a otro maestro zen cuántos maestros japoneses iluminados profundamente iluminados- habría en la actualidad y replicó: «Menos de una docena». Supongamos ahora que esas respuestas sean aproximadas y hagamos números. Aun cuando supusiéramos que en el curso de la historia sólo ha habido mil millones de chinos (una estimación ciertamente baja), ello significaría que sólo mil entre mil millones habría seguido una espiritualidad auténticamente transformadora, un número (para quienes carecen de calculadora) que supone el 0,000001% de la población. (Y, aun cuando habláramos de un millón en lugar de mil, ello no implicaría más que el 0,001% de la población, un porcentaje semejante al de una gota en un cubo de agua.) Pero eso también significaría que, en el mejor de los casos, el resto de la población estuvo -y sigue estando- inequívocamente implicada en diversos tipos de traslación horizontal, en religiones legítimas, en prácticas mágicas, en creencias míticas, en oraciones egoicas de petición, en rituales mágicos, etcétera, etcétera, etcétera, o, dicho en otras palabras, en modalidades que sólo pretenden dar sentido a la sensación de identidad separada, una función traslativa que constituye, como ya hemos dicho, el principal aglutinante social de todas las culturas -tanto chinas como de cualquier otro lugar- existentes hasta la fecha. Sin tratar, pues, de minimizar las extraordinarias contribuciones realizadas por las tradiciones orientales, el hecho es que la espiritualidad transformadora es, en cualquier momento histórico y en cualquier parte del mundo, algo sumamente raro (y el número de occidentales que la han seguido resulta todavía más deprimente). Porque, aunque el pobre número de occidentales que se hallen implicados en una espiritualidad transformadora resulte ciertamente lamentable, nos deberíamos extraer la errónea conclusión de suponer que, en otro tiempo o en otras culturas, las cosas hayan sido muy distintas. Tal vez, en alguna ocasión, las cosas haya sido, en Occidente, un poco mejores de lo que lo son hoy en día, pero, en última instancia, el hecho sigue siendo el mismo: la espiritualidad auténtica es -en cualquier tiempo y lugar- una rara avis. No olvidemos que la espiritualidad vertical transformadora es una de las joyas más preciosas de la tradición humana y que el rasgo distintivo de las joyas es, precisamente, su escasez. Digamos también, en segundo lugar, que aunque creyéramos que nuestra función más importante es la de articular una espiritualidad auténticamente transformadora, la mayor parte de nuestra actividad debería centrarse en proporcionar modalidades más benignas y útiles de traslación. Dicho en otras palabras, aun cuando nos hallemos comprometidos en la práctica o en la elaboración de una espiritualidad realmente transformadora, deberíamos comenzar tratando de proporcionar a los seres humanos formas de traducción más adecuadas. De modo que, antes de poder fomentar la auténtica transformación, deberíamos comenzar alentando traslaciones más útiles.

Porque el hecho es que, si la traducción es demasiado rápida, demasiado abrupta o demasiado ajena a un individuo (o a una cultura), el resultado no es el avance y la liberación sino el retroceso y el colapso. Veamos ahora un par de breves ejemplos a este respecto. Cuando Chögyam Trungpa Rinpoche, el gran -y ciertamente controvertido- maestro tibetano, llegó a nuestro país, era conocido por responder siempre a la pregunta por el significado del Vajrayana con las palabras: «Sólo existe Ati» o, dicho de otro modo, miremos donde miremos, lo único que existe es la mente iluminada. No tenemos, pues, la menor necesidad de desembarazarnos del ego, del samsara, de maya o de la ilusión, porque nada de eso existe en realidad. Lo único que existe es Ati , lo único que existe es el Espíritu, lo único que existe es Dios, lo único que existe es la Conciencia no dual. Pero, puesto que casi nadie se hallaba en condiciones de comprender lo que Trungpa estaba diciendo -puesto que nadie estaba en condiciones de actualizar la realización radical y auténtica de la verdad-, éste se vio obligado a diseñar un conjunto de prácticas «menores» que pudieran conducir a esta radical y última «no práctica». Para ello introdujo los nueve Yanas como fundamento de la práctica o, dicho en otras palabras, introdujo nueve estadios o niveles de práctica que culminaban en la última «no práctica» de Ati siempre ya. Es cierto que la mayor parte de esas prácticas son meramente traslativas y que sólo algunas de ellas son lo que podríamos denominar prácticas «transformadoras menores», prácticas minitransformadoras que ponen al cuerpo-mente en condiciones de percatarse de que la iluminación ya se ha alcanzado. Estas prácticas traslativas menores salen de la «práctica perfecta» (de la no práctica), de la comprensión radical, instantánea y auténtica de que, desde el comienzo de los tiempos, Ati es lo único que existe. Así pues, aunque la transformación última fuera el objetivo fundamental omnipresente, Trungpa tuvo que introducir prácticas traslativas menores que facilitaran a sus seguidores el reconocimiento de la evidencia de lo que es. Y lo mismo, exactamente, ocurrió con Adi Da, otro influyente -e igualmente polémicoadepto (aunque oriundo, en este caso, de los Estados Unidos). Adi Da comenzó enseñando exclusivamente «el camino de la comprensión», que no es tanto un camino para alcanzar la iluminación como una indagación en los motivos por los cuales uno quiere alcanzar la iluminación. Desde ese punto de vista, el mismo deseo de buscar la iluminación espiritual es, en realidad, un fruto de la avidez del ego que, en consecuencia, obstaculiza la búsqueda. La «práctica perfecta» no consiste, por tanto, en buscar la iluminación sino en investigar los motivos que alientan esa búsqueda. Obviamente, uno busca para escapar del presente -el único lugar, por cierto, en donde puede hallarse la respuesta-, de modo que el mismo hecho de buscar nos condena a no encontrar. No hay ningún momento en el que usted haya dejado de ser Espíritu iluminado y, en consecuencia, el mismo hecho de buscar el Espíritu se convierte, simplemente, en una negación del Espíritu. Porque resulta tan imposible alcanzar el Espíritu como alcanzar sus pies o llegar a sus pulmones. Así fue como Adi Da -y por los mismos motivos que Trungpa- se vio obligado a introducir una serie de prácticas traslativas y transformadoras menores -en siete estadios, en este caso-, que conducían al punto en que uno podía dejar de buscar y permanecer abierto a la verdad siempre ya de su propia condición atemporal y eterna

que se halla completa y plenamente presente en el mismo momento de partida, pero que la búsqueda misma nos lleva a ignorar. Sea lo que fuere lo que uno piense acerca de esos dos adeptos, el hecho sigue siendo el mismo, ya que es muy posible que los suyos fueran los primeros intentos realizados en nuestro país para transmitir la idea de que «Lo único que existe es el Espíritu» y, por tanto, de que la búsqueda del Espíritu es, precisamente, el principal obstáculo para la realización. Y ambos descubrieron que, aunque podamos estar despiertos al Espíritu, a la verdad radical y transformadora de este momento, las prácticas traslativas y transformadoras menores siempre constituyen un requisito previo de la transformación radical y última. También debo decir, en segundo lugar, que, además de ofrecer una auténtica transformación radical, debemos considerar y respetar las muchas y beneficiosas consecuencias de las prácticas traslativas menores, una actitud generosa de la que debe hacer gala cualquier «enfoque integral» a la transformación, cualquier enfoque que incorpore prácticas traslativas y transformadoras menores -que abarcan los aspectos físicos, emocionales, mentales, culturales y colectivos del ser humano- como preparación y expresión de la transformación última en el estado presente siempre ya. De este modo, aunque critiquemos las religiones meramente traslativas (y las formas transformadoras menores), también sabemos que un enfoque integral a la espiritualidad deberá combinar lo mejor de lo horizontal (de lo traslativo) con lo mejor de lo vertical (lo transformador), permitiéndonos centrar nuestros esfuerzos en una visión global, equilibrada y sensata de la condición humana.

Sabiduría y compasión Tal vez alguien pueda preguntarse si no es ésta una visión muy elitista. ¡Pues sí, Dios mío, o eso es, al menos, lo que espero! ¿A quién prefiere ver usted cuando va a una cancha de baloncesto, a mí o a Michael Jordan? ¿A quién quiere escuchar cuando compra la entrada de un concierto, a mí o a Bruce Springsteen? Y, en el caso de que le interese la literatura, ¿a quién preferirá leer, a mí o a Tolstói? ¿Y qué pintura compraría por sesenta y cuatro millones de dólares, una mía o una de Van Gogh? La excelencia -y ello incluye también la excelencia espiritual- es ciertamente elitista... pero se trata de un elitismo al que todo el mundo está invitado. Si escuchamos lo que nos dicen los grandes maestros -desde Padmasambhava hasta santa Teresa de Ávila, Gautama Buda, la princesa Tsogyal, Emerson, Eckhart, Maimónides, Shankara, Sri Ramana Maharshi, Bodhidharma o Garab Dorje- oiremos siempre el mismo mensaje: permita que esa conciencia esté en usted como está en mí, un mensaje que comienza siendo elitista y termina siendo igualitario. En medio, sin embargo, la sabiduría grita desde el fondo de nuestro corazón alentándonos a no olvidar la meta de la transformación radical y última. Es por ello que cualquier espiritualidad integral o auténtica siempre supondrá un grito crítico, intenso (y, de tanto en tanto, polémico) desde el campo transformativo al campo traslativo.

Volviendo a los porcentajes anteriormente mencionados a título meramente ilustrativo, resumamos diciendo que el 0,000001% de la población se halla comprometido con una espiritualidad genuina o auténtica, mientras que el 99,999999% está sencillamente implicado en sistemas de creencias horizontales meramente traslativos que no tienen nada de auténtico y de transformador. Y ello significa que la inmensa mayoría de los «buscadores espirituales» de nuestro país (y de cualquier otro lugar) están interesados en cuestiones bastante poco auténticas. Siempre ha sido así y todavía sigue siéndolo y nuestro país no constituye, en este sentido, ninguna excepción. Pero en la América de hoy en día esto resulta muy inquietante, porque los practicantes espirituales horizontales no suelen tener empacho alguno en afirmar que representan la vanguardia de la transformación espiritual, el «nuevo paradigma» que cambiará el mundo, la «gran transformación» de la que se erigen en portavoces. Pero, en la mayor parte de los casos, no se trata de transformaciones sino de meras traslaciones, puesto que no ofrecen medios eficaces para desarticular el yo (para transformarse), sino tan sólo formas diferentes de pensar en él (meras traslaciones). De hecho, la mayor parte de ellos no nos proporciona una práctica, un conjunto de prácticas, una sadhana, un satsang, un shikantaza o un yoga, sino la simple invitación a leer su libro sobre el nuevo paradigma, lo cual está completamente equivocado y resulta sumamente problemático. La auténtica transformación espiritual tiene el corazón y el alma de las grandes tradiciones de transformación y sigue insistiendo en dos puntos fundamentales: valore y comprométase con las prácticas traslativas menores (de las que normalmente depende el éxito de la empresa), pero no olvide nunca que la mera traducción resulta insuficiente. Todas aquellas personas, por tanto, que hayan experimentado el impacto de la auténtica transformación tienen, en mi opinión, la obligación moral de gritar -ya sea de un modo silencioso y amable, con la voz entrecortada por las lágrimas, con la pasión de la sabiduría airada, con el análisis lento y cuidadoso o con el simple ejemplo públicoporque, en cualquiera de los casos, la autenticidad impone la exigencia y la obligación de acabar con la autocomplacencia y sacudir, con las mejores armas de que uno disponga, el árbol del Espíritu. Usted debe permitir que la realización radical retumbe en sus venas y sacuda a quienes le rodeen. Porque, en el caso de no hacerlo así, usted estará traicionando su propia autenticidad, estará ocultando su verdadero estado. Usted no quiere perturbar a los demás porque no quiere perturbarse a sí mismo y, en tal caso, estará actuando de mala fe y transmitiendo el sabor de un mal infinito. Cualquier realización profunda impone una terrible carga porque quienes ven experimentan simultáneamente la obligación de transmitir lo que han visto; o, dicho de otro modo, uno sólo puede ver si luego se compromete a comunicar lo que ha visto (ése, precisamente, es el significado último del voto del bodhisattva). Y por consiguiente, si usted ha visto, debe transmitir lo que ha visto -ya sea con compasión, con sabiduría airada o con «medios hábiles»- pero, en cualquiera de los casos, deberá transmitir lo que ha visto. Y ésta es una gran carga, una carga muy pesada, porque no deja lugar alguno a la vacilación y el hecho de estar equivocados no supone ninguna excusa. Poco debe importarnos estar en lo cierto o estar equivocados porque, como nos recordó

Kierkegaard, la verdad sólo podrá vencer las resistencias de este mundo cuando expresemos apasionadamente nuestra visión. Poco importa, pues, estar en lo cierto o estar equivocado, porque es la pasión la que alienta nuestro camino. Nuestra obligación es alentar este descubrimiento y expresarlo con toda la pasión y el coraje del que seamos capaces. Y, en este sentido, cada uno debe gritar del modo en que mejor sepa hacerlo. El mundo vulgar ya está gritando y lo hace con tal estridencia que impide poder escuchar las voces auténticas. El mundo materialista está atiborrado de ruidos, tentaciones, ofertas comerciales, llamadas de atención y gritos de bienvenida. No quisiera ser duro (porque debemos respetar todos los compromisos menores) pero estoy seguro que usted ya se ha dado cuenta de que la palabra «alma» es hoy en día la más repetida en los títulos de los libros aunque, en la mayor parte de los casos, no deje de ser más que un sinónimo del yo. Porque, en el frenesí de la traslación, la palabra «alma» no se refiere tanto a lo atemporal como a lo que más ruido hace y «cuidar el alma» ha terminado significando, incomprensiblemente, centrarse en la sensación de identidad separada. Y lo mismo ocurre con el término «espiritual», un término que va de boca en boca, refiriéndose a cualquier sentimiento egoico intenso, y con el término «corazón», que ha terminado significando cualquier sentimiento sincero de contracción sobre uno mismo, lo cual, obviamente, forma parte del mismo juego traslativo disfrazado de otro modo. Pero lo único alarmante en todo ello es que todas esas maniobras traslativas son calificadas de «transformaciones» cuando no son más que meras traducciones. Parece que hay, dicho en otras palabras, una profunda hipocresía en el hecho de tomar cualquier nueva traducción y calificarla de gran transformación. Y el mundo en general -tanto oriental como occidental, tanto del Norte como del Sur- permanece, y siempre ha permanecido, sordo a esta calamidad. ¿Acaso estaba usted pensando en susurrar en voz baja a la oreja del mundo sordo que le rodea? No, amigo mío, usted debe gritar. Grite desde su corazón lo que ha visto y hágalo lo más fuerte que pueda. Grite, pero no lo haga de manera indiscriminada, proceda de manera cuidadosa. Permita el surgimiento en usted de pequeños núcleos de auténtica espiritualidad, centre sus esfuerzos y comience a transformarse. Y deje luego que esos núcleos vayan expandiéndose lenta, cuidadosa y humildemente, ampliando su tolerancia por todas las visiones, aunque abogando inequívocamente por una espiritualidad verdadera, auténtica e integral centrada en la libertad y la liberación. Permita que esos núcleos de transformación vayan persuadiendo amablemente a sus yoes y al mundo, desafiando su legitimidad y sus limitadoras traducciones y proporcione al aletargado mundo que le rodea una oportunidad de despertar. Comprometámonos aquí y ahora mismo -usted y yo- a respirar en el infinito hasta que el mundo acabe reconociéndolo. Deje que la realización radical resplandezca en su rostro, ruja en su corazón y atruene en su cerebro el más sencillo y evidente de los hechos: que, en la inmediatez de su presente, usted encierra, en realidad, toda la gloria y el esplendor, las alegrías y las lágrimas, el frío y la fiebre de la totalidad del mundo. Usted no ve el sol, sino que es el sol; usted no escucha la lluvia, sino que es la lluvia; usted no siente la tierra, sino que es la tierra. Esa mirada simple, clara e inequívoca

acaba con toda traducción y, en ese mismo instante, uno se convierte en el mismo Corazón del Kosmos y aquí, precisamente aquí, muy simple y muy quedamente, todo concluye. Entonces, la maravilla y el remordimiento serán ajenos a usted, el yo y los demás serán ajenos a usted y fuera y dentro carecerán de todo sentido. Y en la conmoción evidente de ese reconocimiento -en el que mi Maestro es mi Yo, ese Yo es el Kosmos y el Kosmos es mi Alma- usted se adentrará lentamente en la niebla de este mundo y lo transformará sin necesidad de hacer absolutamente nada. Entonces -y sólo entonces- inscribirá finalmente la clara, respetuosa y compasiva lápida de un yo que nunca existió: «Lo único que existe es Ati».

Miércoles, 12 de febrero Finalmente he contratado los servicios de Kim Witherspoon (protégé de mi viejo amigo John Brockman), con quien he elegido los siete editores que más nos interesan: Random House, Simon and Schuster, Doubleday, Bantam, Broadway, Riverhead/Putnam y Harper SanFrancisco? Kim les ha enviado hoy el libro a todos ellos. Estamos a la espera de su respuesta.

Viernes, 14 de febrero Buenas noticias. Los siete editores respondieron a Kim antes de cuarenta y ocho horas, diciendo que el libro está «al rojo vivo», aunque tendría que preguntarme lo que eso podría significar en este mundillo. -Ann Godoff, jefa de ediciones de Random House, que es la editorial que más nos interesa, quiere hacer una oferta preventiva. -¿Cuánto ofrece? -No sé, supongo que la propuesta gira en torno al medio millón de dólares. -¡Dios mío! Pero el problema es que también ofrecimos el libro a los demás editores y no me parece bien dejarlos fuera. - A la vista de que sus catorce libros anteriores siguen vendiéndose, parece que todos quieren participar. Podríamos hacer una subasta. Sería una buena idea que viniera a Nueva York. -Hummm. Muy bien. -Pronto. -Hummm. Muy bien. -Hasta la semana que viene.

-Hummm. Muy bien.

Viernes, 21 de febrero (Boulder-Nueva York) A primera hora de la mañana viajo en avión a Nueva York. Me siento muy ambivalente porque si bien, obviamente, quiero que el libro funcione y sea un megabest-séller..., no quiero, en cambio, que la situación me desborde. Ni siquiera sé si he seleccionado la ropa adecuada. Necesito ponerme algo que no despierte las resistencias. Dividiré mi estancia entre la casa de Tony Schwartz y un hotel del centro de la ciudad. Estoy muy contento de volver a ver a Tony y su familia (su esposa Deborah y sus dos adorables hijas adolescentes, Emily y Kate) pero, para la subasta, debo estar metido en tema y, para ello, será mejor alojarme en un hotel del centro de Manhattan. «Abróchense los cinturones, la noche será agitada.»

Domingo, 23 de febrero (Nueva York) Tony y Deborah tienen una casa muy hermosa en Riverdale, un barrio extrañamente elegante del Bronx ubicado justo al norte de Manhattan. Llegué el viernes y he tenido unos días para relajarme antes de la subasta que, por cierto, empieza mañana. La primera noche olvidaron decirme dónde está el termostato y resulta que este invierno hace tanto frío en Nueva York que pasé la mayor parte de la noche tratando de conseguir que sus dos perros se metieran en la cama y disponer así de un poco de calor tipo esquimal. «¡Ven aquí, perrito bueno! ¡Tú puedes hacerlo! ¡Tú puede hacerlo! ¡Muy bien, ven aquí, ven aquí!» Pero los perros parecen haber sido adiestrados (con descargas eléctricas) para no subir a las camas y lo máximo que pude lograr es que uno de ellos se arrimara al borde de la cama mientras sus patas traseras permanecían en el suelo. Mañana comienza todo.

Martes, 25 de febrero (Nueva York) Tony movió algunos hilos y me consiguió alojamiento en el Four Seasons, el único de todo el hemisferio occidental que ha sido diseñado, que yo sepa, por I.M. Pei. Es realmente exquisito. Las reuniones han durado todo el día de ayer y de hoy. Los editores consintieron amablemente en reunirse conmigo en el restaurante del hotel y fueron desfilando sucesivamente desde las diez de la mañana hasta las seis de la tarde para poder estar un par de horas con cada uno de ellos. He pasado dos días en la misma mesa bebiendo zumo del tomate -algo que, por cierto, aborrezco-, tratando de impresionarles, igual que ellos han tratado de impresionarme a mí. Kim y yo no tardamos en darnos cuenta de que el libro había despertado una considerable agitación. Alice Mayhew, gran dama de Simon and Schuster y editora,

entre otros, de Todos los hombres del presidente, manifestó abiertamente su interés. Phyllis Grann, jefa de Putnam y editora de Tom Clancy dijo: «Éste es el primer libro de no ficción que realmente quiero publicar». Estoy sorprendido por todas estas reacciones y no sé bien lo que está ocurriendo. Creo que mi libro ha caído en medio de una serie de corrientes y que simplemente se halla a merced de ellas. Lo primero que me ha dicho Ann Godoff -ella ha sido la última del día de hoy- ha sido: «En toda mi carrera profesional jamás había visto tanto alboroto en torno a un libro de no ficción». «¡Vaya, vaya!» Luego hemos seguido hablando durante una hora o dos. Lo que más me ha gustado de Ann, más aún que su amable comentario, es que cuando le he dicho que no pienso hacer nada para promocionar el libro, ha respondido: «No hay ningún problema», mientras que el resto de los editores se han asustado por mi falta de interés en los aspectos comerciales del contrato. -Mira Ann, tenemos que ver lo que hacen los otros editores pero, por favor, procura que Random House no abandone el juego. -No te preocupes.

Miércoles, 26 de febrero (Nueva York) La subasta ha comenzado esta mañana y casi de inmediato nos hemos encontrado con una especie de catástrofe. Kim ha comenzado leyéndome las distintas ofertas telefónicas que habíamos recibido. En torno a la una del mediodía, las cifras estaban acercándose a los 400.000 dólares. Pero la oferta más elevada de Random House era de 200.000 dólares, lo que significaba que se hallaban definitivamente fuera de juego. La situación me ha sorprendido mucho. ¿Qué está ocurriendo? Lo que no sabíamos era que Harry Evans, jefe de Random House, había visto el libro esa misma mañana -mientras discurría la subasta- y había decidido que más de 200.000 dólares era demasiado para un libro académico. (Y, personalmente, creo que tiene razón.) Y esto me ha obligado a tomar -contando con la aquiescencia de Kim- una decisión difícil, porque me he dado cuenta de que la única editorial que me interesa para este libro es Random House. De modo que, a mitad del proceso, he comunicado mi decisión a Kim y ella ha puesto fin de inmediato a la subasta, sorprendiendo a todo el mundo. Pero el hecho es que estoy muy contento de contar con Random House y con Ann.

Jueves, 27 de febrero (Nueva York) Hoy me he reunido con Ann en su oficina. Ella acaba de colocar The Soul's Code,1 de James Hillman, en el número uno de la lista de best-séllers del Times, algo realmente importante. Y su Medianoche en el jardín del bien y del mal se ha convertido en el bestséller de la década. Ayer tarde le envié flores y hoy estaban en su escritorio. 1. El código del alma. Barcelona: Martínez Roca, 1998.

-Harry no andará muy lejos. Tienes que verle. Y, ciertamente, Harry (pequeño, delgado y activo) no tarda en llegar. Por una curiosa coincidencia, estoy en el mismo despacho con Harry, uno de los editores interesados en la biografía que Tony está escribiendo sobre Eisner, y con Ann, interesada en mi libro. -¡Encantado de conocerte, Ken! ¿Cuál ha sido la última ocasión en que un libro de no ficción ha generado tanto ruido, Ann? -Que yo recuerde, nunca, Harry. -Así es, nunca. Y la verdad es que estamos muy satisfechos. Luego hemos charlado un poco más y Harry ha desaparecido tan deprisa como había llegado. Después, Ann y yo hemos continuado hablando durante una o dos horas -realmente me gusta mucho- y finalmente he regresado al Four Seasons. Su comentario sobre el alboroto que ha despertado el libro me ha provocado una corriente de calor por todo el cuerpo..., pero es muy probable que diga lo mismo a todo el mundo. Hace sólo cinco meses que comencé a escribir Ciencia y religión y ahora, de repente, todo eso parece tan, tan distante.

MARZO Nuestra conciencia vigílica normal no es más que un tipo especial de conciencia que se halla separada de otras modalidades completamente diferentes por la más delgada de las membranas. Podemos pasar toda la vida sin sospechar su existencia, pero basta con aplicar el estímulo adecuado para que comiencen a desplegarse en toda su amplitud... Existe un continuo de conciencia cósmica frente al cual nuestra individualidad levanta barricadas y en el que nuestra mente se zambulle como en un océano o un claustro materno. Ningún relato global del universo en su totalidad puede pretender ser definitivo mientras no preste atención a esas otras modalidades de conciencia. WILLIAM JAMES

Lunes, 3 de marzo (Nueva York-Boulder) Regreso a Boulder en avión, a una vida que, de algún modo, parece lejana. ¿Ha llegado ya realmente el momento de hablar de la posible integración entre la ciencia y la religión o es que simplemente he escrito un libro que interesará provisionalmente a unas pocas personas y se desvanecerá en la nada a la misma velocidad con la que apareció? Pronto lo sabremos, porque la fecha de su publicación se ha fijado para comienzos de 1998.

Martes, 4 de marzo (Boulder) He trabajado durante toda la mañana, luego he ido a comprar comida, he pagado varias facturas y he visto dos películas en vídeo. La primera de ellas, Family Viewing, de Atom Egoyam, me ha parecido, como todas las suyas, realmente brillante. Su Exótica es un film soberbio que espero que no tarde en editarse en vídeo. Luego he visto Amateur, la película que más me ha gustado de Hal Hartley -director también de Simple Men y Truth Unbelievable-, aunque todas las suyas me parecen muy inteligentes y divertidas. Está cayendo una nieve muy ligera que parece bailar con el reflejo de la luz del sol sobre el suelo. Me siento envuelto por una especie de sábana cósmica levemente luminosa.

Miércoles, 5 de marzo Ciencia y religión comienza con un breve resumen de la filosofía perenne, el núcleo común de las grandes tradiciones de sabiduría del mundo que proclaman -cada una a su

modo- la existencia de diferentes niveles o dimensiones de la existencia que van desde la materia hasta el cuerpo vivo, la mente simbólica, el alma sutil y el Espíritu causal y no dual. El hombre moderno no tiene problema alguno en aceptar la existencia de la materia, del cuerpo y de la mente, pero se muestra muy renuente a admitir la existencia del alma y del Espíritu. Exigimos pruebas de la existencia del alma y del Espíritu sin comprender que la auténtica respuesta a esa demanda sólo puede proporcionárnosla la experiencia espiritual directa, una experiencia, por cierto, repetible, reproducible y confirmable. Sobre esto, precisamente, versa Ciencia y religión. [La Figura 1 representa la llamada Gran Cadena, aunque éste resulta un nombre un tanto inadecuado porque, en ella, cada nivel superior trasciende y despliega, al tiempo que incluye o engloba, a sus predecesores. A mi juicio, pues, sería mucho más adecuado hablar del Gran Nido del Ser, porque no se trata tanto de una jerarquía como de una holoarquía, de una serie de esferas anidadas.] Existe una abrumadora evidencia intercultural de que la conciencia y la identidad del ser humano abarca un amplio espectro de conciencia que va desde la materia hasta el cuerpo, la mente, el alma y el Espíritu. Ése parece ser el continuo a través del cual discurre el proceso de desarrollo o de evolución de la conciencia durante el cual nuestra supuesta «identidad» va experimentando una serie de transformaciones. Cuando la conciencia se identifica con el cuerpo vital -cuando estamos identificados con nuestros impulsos, sentimientos y sensaciones corporales inmediatas- nos hallamos en presencia del ego-cuerpo o yocuerpo; cuando nuestra conciencia se identifica con la mente, tenemos el ego (la sensación de identidad conceptual, mental y narrativa que conlleva la posibilidad de asumir y desempeñar roles); cuando se identifica con el nivel sutil, tenemos el alma (una identidad supraindividual que se halla inmersa en un clima que trasciende lo convencional y lo mundano), y cuando evoluciona todavía más y se identifica con la realidad no dual, tenemos el Espíritu, Objetivo a la vez que Fundamento del Gran Nido del Ser.

Figura 1. El Gran Nido del Ser. El Espíritu es, al mismo tiempo, el nivel más elevado (causal) y el Fundamento no dual de todos los niveles. Las pruebas de la existencia de este Gran Espectro se asientan en una experiencia directa que puede confirmar o refutar fácilmente todo aquel que lleve a cabo en su conciencia los experimentos internos adecuados. Estos experimentos -variantes de lo que normalmente se conoce con el nombre de meditación o contemplación- no pueden ser desdeñados con el argumento de que se trata de meras aprehensiones «subjetivas» o «internas» porque, a fin de cuentas, las matemáticas también son «subjetivas» o «interiores» y no por ello las menospreciamos como irreales o absurdas. Después de todo, las ciencias contemplativas han acumulado una extraordinaria cantidad de datos fenomenológicos -experiencias directas- relacionadas con los niveles sutil y causal del alma y del Espíritu, respectivamente. Así pues, en el caso de que uno quiera saber si esos datos son o no reales, lo único que tiene que hacer es llevar a cabo el experimento la contemplación- y ver por sí mismo. Y hay que decir, en este sentido, que la inmensa mayoría de quienes así lo hacen llegan a la conclusión de que, en ese nivel, uno establece contacto directo con su Verdadero Yo, con su Condición Real, con su Rostro Original, que no es otro que el Espíritu.

Jueves, 6 de marzo He pasado casi toda la mañana leyendo (sobre cuestiones relativas al nuevo historicismo, los estudios culturales, la crítica legal y el nuevo paradigma) y, hablando en términos generales, los artículos me parecen muy decepcionantes amén de muy mal

escritos. Me pregunto por qué la mayor parte de los teóricos actuales no saben escribir como lo hacía William James. Cuando le preguntaron a Whitehead: «¿Por qué no escribe con más claridad?», respondió: «¿Y por qué no piensa usted con más claridad?». Muy bien..., ningún problema..., pero tengo la impresión de que ni siquiera les interesa intentarlo. Viernes, 7 de marzo He recibido un paquete postal de Shambhala con las cartas del mes, una cuarta parte de las cuales todavía tienen que ver con Gracia y coraje. En la vida y en la muerte de Treya Killam Wilber. Hasta el momento, habré recibido unas ochocientas cartas al respecto y suelen ser tan conmovedoras que habitualmente las respondo todas.1 Cuando escribí Gracia y coraje creí que esa correspondencia duraría un tiempo pero lo cierto es que, hasta el momento, sigo recibiendo decenas de ellas al mes y he llegado a la conclusión de que eso formará parte de mi vida para siempre... y me parece muy bien. De modo que, una vez al mes, me dedico a poner al día toda esa correspondencia. 1. Se trata de cartas tan desgarradoras que, en un principio, pensé en no incluirlas. Pero el hecho de que se hayan convertido en parte integrante de mi vida me ha llevado a cambiar de opinión, aunque eliminando, en la medida de lo posible, las alabanzas. Comprendo perfectamente el agradecimiento de las personas que me escriben a este respecto, pero son sus historias -que no tanto su gratitud- lo que quiero transmitir al incluirlas en este libro.

Estimado Ken: Mi nombre es... y acabo de leer Gracia y coraje. En febrero me diagnosticaron cáncer de mama y un amigo de Zurich nos envió su libro. Al comienzo creí que me deprimiría pero la curiosidad pudo más que yo y no tardé en emprender su lectura. A veces me resultaba demasiado angustioso y dejaba el libro de lado por un tiempo pero, a pesar de ello, seguí adelante y, a partir de en un determinado momento, no sólo dejó de asustarme sino que comenzó a transformarse en un verdadero apoyo. Valoro mucho su sinceridad al compartir con todos nosotros lo que supone ser una persona de apoyo y también me ha gustado mucho conocer a Treya, que me parece una mujer maravillosa. Creo que este libro me ha enseñado más cosas sobre el amor, la compasión y el perdón que cualquier otro que haya leído jamás. Su libro también me dio la oportunidad de llorar y establecer de nuevo contacto conmigo misma. Gracias. Amor

Estimado señor Wilber: Quiero darle las gracias por su libro Gracia y coraje, que adquirí en las navidades de 1994. poco después la muerte de mi esposa -aquejada de un terrible linfoma no-Hodkin- acaecida en septiembre. Durante más de un año ella permaneció ingresada en un hospital mientras estaba siendo sometida a un tratamiento quimioterapéutico. Mi esposa (que era budista y con la que estuve casado seis maravillosos años) había nacido en Laos y había vivido en Thailandia hasta los treinta años.

Durante todo el tiempo que duró su ordalía yo dejé de trabajar y permanecí día y noche junto a ella en el hospital. Entonces ignoraba la existencia de su libro, pero hoy puedo decirle que sus palabras encierran mucha verdad. Mi esposa murió en ese mismo hospital, porque la enfermedad la mantuvo atada a la cama y, aunque la situación resultara deprimente, nos vimos obligados a pennanecer allí. Me hubiera gustado mucho traerla nuevamente a casa, pero fue imposible. La tarde en que murió se desató una gran tormenta, llovió mucho y vi una gran nube gris flotando sobre su cuerpo y alejándose poco a poco de ella. Al cabo de veinte minutos la tormenta había escampado. Una semana después llevé su cuerpo a Thailandia siguiendo el dictado de una voz interior que me decía que no la incinerara en Alemania sino que la llevara de nuevo a su país. Y eso fue lo que hice. En las últimas semanas habré leído unas seis o siete veces su libro y en cada ocasión mi espíritu aprende algo nuevo. Espero que muchas personas lean sus libros y traten de cambiar sus vidas. Usted ha escrito un gran libro, uno de los más importantes de mi vida, un libro que leeré y releeré una y otra vez. Por ello le estoy tan agradecido. Saludos

Como ustedes pueden comprobar, los relatos (como el de ese hombre llevando de vuelta a Thailandia el cadáver de su esposa) resultan tan conmovedores que hacen saltar las lágrimas. Veamos ahora lo que nos cuenta un joven: Estimado Ken: Acabo de leer Gracia y coraje. En cierto modo, siento que conozco a Treya..., aunque tal vez debiera decir que la siento. Me gustaría compartir con usted la experiencia que tuve al finalizar el libro. Cuando leí los últimos dos capítulos me sentí embargado por el llanto. No sé por qué esperé hasta el final para llorar, pero eso fue lo que ocurrió. En el mismo momento en que di la vuelta a la última página lloré y todo mi cuerpo comenzó a temblar. Entonces pensé: «¿Qué me está ocurriendo?», luego me levanté y di una vuelta por casa, como si el movimiento pudiera proporcionarme alguna comprensión. Caí en la cuenta de lo preciosa que es la vida y experimenté el impulso de subir escaleras arriba para despertar a mis padres y decirles cuánto les amaba. Y aunque algo me detuvo -tal vez mi ego o lo avanzado de la noche-, sé que nunca podré volver a verles como antes. Entonces me senté de nuevo y permanecí en silencio durante unos minutos. No lloraba sino que simplemente permanecí en silencio y me vi embargado por una gran sensación de paz. Estoy muy agradecido a usted, Ken, y también a Treya, por haber compartido conmigo un regalo tan especial. El mensaje del libro, mi mensaje, es la Vida y el Amor. Paz

Estimado Ken: El pasado mes de agosto me diagnosticaron cáncer de mama. Yo he pasado por el quirófano donde he sufrido cirugía segmentaria, disección de los nódulos linfáticos y también he recibido un tratamiento de tres semanas. Estoy continuamente inmersa en el cáncer. Hace varias semanas un amigo me habló de su libro y supe que tenía que leerlo aunque supiera cuál había sido el final y me asustara por ello. «Tal vez», pensé, «Treya padeciera un cáncer más grave que el mío.» Pero ¿para qué negar la evidencia de que sufro el mismo tipo de cáncer terrible que acabó con la vida de Treya? En cualquier caso, debo decirle que, en ocasiones, su libro me ha resultado aterrador mientras que, en otras, ha sido completamente liberador. Cuando leía los escritos y las reflexiones de Treya escuchaba mi propia voz y la de todos aquellos que sé que me quieren. La misma actitud impositiva, la misma actitud «yo sola puedo, muchas gracias». Mis amigos y mi familia se sorprenden de que no me dé cuenta de lo hermosa que soy, de lo mucho que me aman y de lo bien que creen que hago las cosas. Durante muchos años he estado preguntándome por el significado y el objetivo de mi vida. Ahora sólo quiero dejar de considerar la vida como un premio y la muerte como un castigo. Le doy las gracias, le felicito y le bendigo por el valor y la sinceridad que ha puesto en Gracia y coraje. También le mando un cásete que espero le guste. Le deseo lo mejor. Paz

He recibido muchas cartas de mujeres que dicen haberse identificado con Treya, porque sus preocupaciones e intereses eran exactamente los mismos que los de ella. Y también hay quienes quieren contarme su historia (tenga o no que ver con el cáncer) y compartirla conmigo. Estimado señor Wilber: Saludos desde Polonia. Acabo de leer Gracia y coraje y todavía me hallo bajo su influjo. Es un libro que me ha conmocionado. Hacía mucho tiempo que no experimentaba nada parecido. Hace ya muchos años, estuve interesada por el psicoanálisis de Freud, luego la maternidad me impuso una nueva escala de valores. Pero, aunque he estado muy ocupada cuidando de mis hijos y de mi trabajo como maestra, siempre he tratado de percibir la proximidad de los demás. No obstante, mi vida familiar es muy insatisfactoria, me siento muy infeliz y, a veces, me pregunto: «¿Por qué yo?», una pregunta a la que suelo responderme: «¿Y por qué no?» (una respuesta que, por cierto, también he encontrado en su libro). Me gustaría vivir con la plenitud con la que lo hacía Treya, pero me resulta muy difícil; su vida era tan excepcional que parece irreal. A veces creo que no se trata tanto de un libro como de un sueño. He comenzado a buscar mi daemon y creo que mi vida debe cambiar. He tomado algunas notas de sus otros libros y también de los autores y filósofos que usted menciona en ellos. Quisiera, para concluir, decirle que el libro de su esposa, Treya, y suyo ha sido, para mí, lo más hermoso que nunca haya leído acerca del amor y el sacrificio y que me siento muy afortunada por haber tenido la oportunidad de leerlo.

Me complacería mucho que esta carta llegara hasta usted. Reciba, desde Polonia, mis mejores deseos para este verano. Atentamente suya

Estimado señor Wilber: Acabo de leer Gracia y coraje y me he identificado muchísimo con Treya. Ella luchaba por las mismas cosas por las que yo estoy luchando, trataba de encontrar su daemon, exploraba la espiritualidad y la creatividad, el ser versus el hacer, lo masculino versus lo femenino, el exceso de autocrítica, etcétera, los problemas fundamentales, en suma, de mi vida. En la medida en que iba leyéndolo, el libro fue atrapándome hasta el punto de que creo que su recuerdo no me abandonará nunca. La sinceridad que demuestra al hablar con tanta claridad sobre los sentimientos de Treya y de los suyos propios me parece muy valiente y muy profunda. Les admiro por ello y por la franqueza con la que hablan de sus debilidades, ha sido una buena lección para aprender a no ser tan dura conmigo. Gracias por ello. También me ha impresionado la aceptación y la trascendencia del cáncer de Treya y sus implicaciones, un verdadero acicate para mi práctica meditativa. Las palabras que más acudían a mi mente mientras estaba leyendo Gracia y coraje eran «devastador» y «hermoso» y la verdad es que se trata de un libro devastadoramente hermoso. Por ello quiero darle las gracias. Afectuosa y agradecidamente

Estimado Ken: Mi marido y yo acabamos de leer Gracia y coraje, un libro sumamente didáctico sobre el amor y las emociones. En varias ocasiones, tuvimos que dejar de leerlo con el corazón en un puño y los ojos empañados por las lágrimas. Si me lo permite, le diré que jamás había visto expresar el amor de un modo tan genuino. Mi cuñada está siendo sometida a un tratamiento de quimioterapia y su libro nos ayuda a comprender lo que está atravesando. Atentamente

Me han sorprendido las muchas cartas que he recibido de parejas que afirman haber leído el libro en voz alta. Creo que el hecho de haber citado ampliamente los diarios de Treya -y dejar así que ella hablara por sí sola- favorece ese tipo de lectura. Y, aunque ésa no haya sido mi intención, resulta muy alentador pensar que nuestra experiencia pueda servir a otras personas y que la muerte de Treya les ayude a expresarse su amor antes de que sea demasiado tarde. Estimado Ken: Le escribo esta carta, aunque no sé si la recibirá, porque ignoro si lee las cartas que recibe para darle las gracias, desde lo más profundo de mi corazón, por haber escrito Gracia y coraje. Estaba, y todavía estoy -diez días después de haberlo terminado- muy consternado por el valor y amor que ha puesto en su profunda y sincera descripción del tiempo que pasó junto a Treya. ¡Cómo debe añorar su presencia física y cuan paradójico debe resultarle extrañar a alguien con quien se ha estado tan fundido!

Yo también conozco ese tipo de amor. En 1988, un año después de casarnos, a mi mujer se le diagnosticó un tipo especialmente difícil de enfermedad de Lyme. Tardé casi un año en comprender que, en tanto que persona de apoyo, yo también necesitaba ayuda, una ayuda que encontré en un extraordinario terapeuta al que todavía visito regularmente. Cinco años después, mi esposa se ha recuperado de la mayor parte de los síntomas, excepto un dolor de espalda que sigue manteniéndola postrada entre la mitad y las dos terceras partes del tiempo que pasa despierta. Nosotros también nos hemos familiarizado con todos los niveles de expresión de una enfermedad y, por tanto, con todos los posibles niveles de curación. E igualmente nos sentimos enojados con nuestros amigos de la nueva era que no tienen el menor empacho en decir cosas tales como «¿Qué es lo que estarás tratando de evitar con tu dolor de espalda?». Le doy las gracias y mis más fervientes deseos de bendición por haber compartido conmigo y con el mundo su increíble historia de amor. Cuando lo terminé lloré como no lo había hecho en muchos, muchos años, embargado por los sollozos y las lágrimas. Con mi amor y gratitud

Estimado Ken: Le doy las gracias, con el corazón en la mano, por haber vivido su historia de Gracia y coraje con tal sencillez, amor, honestidad y aceptación. Hace sólo unos días que acabo de leerlo y la historia todavía conmueve todo mi ser, aun cuando haya ocurrido hace ya varios años. Esta experiencia ha sido para mí uno de esos extraordinarios eventos místicos que me abre nuevas puertas (¡no exentas, por cierto, de problemas!) y en los que uno va transformándose a lo largo del proceso. Siento una gran afinidad con Treya porque nuestros caminos se han cruzado de muchos y muy diferentes modos, hasta el punto de que estoy segura de que hubiéramos podido mantener una relación muy profunda. ¿Tomaría yo las mismas decisiones? ¿Acaso una enfermedad tan devastadora pondría también de relieve, como en su caso, lo más noble de mi alma? Aunque nunca la conociera en vida, le doy las gracias por presentármela de un modo tan claro. Su lucha y su aceptación final de lo inaceptable que la llevó a afrontar la muerte física con una «ecuanimidad apasionada» (un término que, por cierto, me parece perfecto) mezclados con su humanidad, me han conmovido profundamente. Siento una gran necesidad de modelos femeninos inspiradores, existen demasiados maestros espirituales varones y, en ese sentido, tengo un abismo de comprensión. Le bendigo por haber permitido que Treya hablara con su propia voz y por permitirle relatar su historia con sus propias palabras. También me he sentido muy emocionada y conmovida por su proceso, su lucha y su disposición a servirla y amarla. Su devoción hacia ella, aun durante las veinticuatro horas posteriores a su muerte, me ha desarmado, nunca he visto un amor tan grande. Porque, a pesar de que siempre haya creído en la existencia de ese nivel de profundidad -llamémosle como le llamemos, karma, destino o decisiones inconscientes-, nunca he experimentado lo que ustedes. ¡Pero el hecho de que usted y Treya lo encontraran me parece perfecto! ¡No estoy loca! ¡Ese amor existe! Debe resultar muy extraño permitir que tantas personas desconocidas se asomen a su alma. Sólo quiero que sepa que su libro me ha ayudado mucho. Gracias de todo corazón. Amor

Estimado Ken: El año pasado me diagnosticaron un cáncer de mama con metástasis avanzada. Un amigo me recomendó la lectura de Gracia y coraje pero, cuando le pregunté cómo terminaba y respondió «Ella murió», tuve miedo de leerlo durante mucho tiempo. Hoy mismo he acabado su lectura y quisiera darles las gracias a usted y a Treya desde el fondo de mi corazón. Sé que yo también puedo morir pero, de algún modo, la historia de Treya me ha dado fuerzas y me ha liberado, por vez primera, del miedo. En mi vida he tenido un par de experiencias que, a juzgar por sus descripciones sobre la conciencia superior, califico como satoris. Cuando Treya murió sentí como si yo misma muriese, de modo que ahora ya no tengo motivos para preocuparme. Le doy las gracias de nuevo, muchas, muchísimas gracias. Sé que cuando muera Treya estará conmigo. Atentamente

Yo me siento muy cerca de esas personas y siento que ellas también están cerca de mí. El sufrimiento constituye un recordatorio constante de la condición humana, pero también es una de las formas más elementales de establecer contacto con los demás porque, de uno u otro modo, todos sufrimos. No convendría, pues, olvidar que el sufrimiento no es algo exclusivamente «negativo», sino que también es un vínculo que nos conecta con todos los seres humanos... hasta tal punto que bien podríamos decir que se trata de una auténtica gracia. Estimado Ken: Gracia y coraje ha supuesto un punto y aparte en mi vida. Antes de poder ocuparme de cualquier otra cosa tenía que terminarlo. Cuando leí los primeros capítulos, me senté y lloré desconsoladamente durante un buen rato con una intensidad que resulta difícil de expresar. Me hallaba completamente desbordado por un torrente de emoción bloqueada que se había liberado e inundaba todo mi ser. Usted debe de saber mucho acerca de los sollozos que brotan de las entrañas y sacuden todo nuestro ser. Estaba profundamente emocionado. Gracia y coraje me ha parecido la más hermosa historia de amor que jamás haya leído. Lloré por sus alegrías (una alegría que sólo puedo vislumbrar) y también lloré por su pérdida (un dolor que está más allá de mi imaginación)... y también lloré por las sensaciones de alegría y pérdida que desató en mí. Saltaba literalmente de alegría al saber que es posible experimentar el tipo de relación que usted expresa tan bellamente, el amor sagrado es real y no una mera fantasía, y un hombre de su profundidad y lucidez intelectual es capaz de tal conexión emocional profunda. Supongo que, a causa de mi padre -un hombre inteligente que nunca ha habitado su cuerpo (que se hallaba cortado a nivel del cuello)- siempre he sido muy escéptica a ese respecto. Cuando los sollozos sacudían mi cuerpo sentí, por primera vez en mi vida, la posibilidad de integrar profundamente la mente, el corazón y el cuerpo. Y sufrí porque, si bien he tenido vislumbres fugaces de este tipo de conexión, nunca he llegado a experimentarla con un hombre que estuviera dispuesto o fuera capaz de mantener ese nivel de intensidad. Ese es el deseo más profundo que alienta mi corazón, una expectativa que casi había abandonado por imposible.

Quisiera reiterar que sus palabras me han recordado una Verdad muy profunda y que no tengo que conformarme con menos que esa profundidad que anhelo y ahora sé que es real. Sé que usted es un solitario, pero también espero que algún día podamos encontrarnos. Reciba, con ésta, mi respeto, mi admiración y mi amor. Estimado Ken Wilber: Tengo catorce años y desde que era niña he tenido mucho miedo a morir. Sólo quiero decirle que, desde que leí la historia de Treya, ya no le tengo miedo a la muerte. Atentamente

Los diarios de Treya son realmente extraordinarios. Cuando los leí (un tiempo después de su muerte), me sorprendió que no encerrasen ningún secreto. Es cierto que en ellos se habla de cuestiones muy íntimas, pero no lo es menos que tampoco encierran nada que Treya no hubiera compartido conmigo o con otra persona porque, para ella, no había diferencia alguna entre su yo público y su yo privado. Uno siempre sabía lo que Treya estaba pensando o sintiendo, porque nunca mentía ni ocultaba la verdad y esa integridad era, precisamente, lo que la hacía tan irresistible. Creo que esa honestidad impregna todo el libro y que las personas responden agradecidas ante la sinceridad de su relato sobre la experiencia de vivir -y morir- con una enfermedad tan terrible. Son muchas las personas que me escriben en un intento de darle las gracias a Treya (y eso me parece muy bien) y que, como expresión de su gratitud, dicen cosas buenas sobre mí (lo cual también me parece muy bien). Pero en todo esto hay algo muy divertido, porque Treya estimaba mucho el tiempo que dedicaba a escribir sus diarios (aunque, como luego supe, no encerrasen ningún secreto) y yo había tomado la decisión de no leerlos y destruirlos después de su muerte. No obstante, veinticuatro horas antes de morir -y antes de subirla por última vez escaleras arriba- señaló con el dedo sus diarios diciendo «los necesitarás». Una semana antes me había pedido que escribiera nuestro calvario desde el momento en que se le diagnosticó cáncer de mama diez días después de habernos casado, ya que esperaba, según dijo, que las lecciones que tan duramente habíamos aprendido pudieran servir a alguien, y yo le prometí que así lo haría. De modo que «los necesitarás» significaba que, para cumplir mi promesa, debería recurrir a ellos. Entonces supe que los leería, desde la primera hasta la última página -diez cuadernos en total-, y eso fue precisamente lo que hice con más dificultad, por cierto, de la que puedo ahora transmitir. La última entrada (escrita pocas horas antes de su muerte) comenzaba diciendo: «Exige gracia, sí, y también coraje».

Sábado, 8 de marzo Joyce Nielsen es la autora de Sex and Gender in Society, probablemente el mejor texto sobre feminismo. Es un libro completo, justo, comprehensivo y juicioso. Junto a Janet Chafetz, Carol Gilligan, Martha Nussbaum, etcétera, Nielsen es una de mis escritoras

feministas favoritas. Nunca pensé que enseñara en Boulder, en la Universidad de Colorado. Hoy, al llegar a casa, he encontrado el siguiente mensaje en el contestador: «Si usted es el Ken Wilber que escribió Sexo, ecología, espiritualidad -y estoy segura de que lo es- me gustaría hablar con usted. Yo enseño sociología en la Universidad de Colorado y utilizo su libro como texto para mi seminario de postgraduados. Me pregunto si podríamos hablar. Llámeme, por favor, al teléfono...». De modo que he descolgado el teléfono, he llamado a ese número y he dejado el siguiente mensaje en su contestador: «Si usted es la Joyce Nielsen que escribió Sex and Gender in Society -y estoy seguro de que lo es- debo decirle que soy un auténtico entusiasta de su obra...». Espero su llamada.

Domingo, 9 de marzo La conciencia meditativa -incluido el sueño lúcido- ha tardado casi una semana en regresar. Durante el tiempo que estuve en Nueva York perdí el acceso al testigo puro y también desapareció la permanencia del sujeto en los estados de sueño y de sueño profundo. Con ello quiero decir que dejé de permanecer consciente durante el sueño y el sueño profundo, un estado que, de un modo u otro, me ha acompañado durante los últimos tres o cuatro años. Esta conciencia constante a través de los tres estados -vigilia, sueño y sueño profundotiende a presentarse después de muchos años de meditación, en mi caso unos veinticinco. Sus rasgos distintivos son muy simples: uno es consciente durante el estado de vigilia y, cuando cae en el sueño y empieza a dormir, sigue siendo consciente del sueño, en un estado semejante al sueño lúcido. Pero, en el estado de presencia constante de la conciencia testigo, uno se limita simple e inocentemente a contemplar todo lo que ocurre, sin el menor deseo de transformarlo y manipular los sueños para soñar con orgías sexuales, grandes comilonas, volar por encima de las montañas, etcétera, como ocurre en el caso del sueño lúcido. Se trata de una conciencia sin elección, de una conciencia que se asemeja a un espejo en el que se refleja de manera completa e imparcial todo cuanto emerge. En este caso, uno permanece consciente durante el estado de sueño, contemplándolo sin interferir en él (aunque nada se lo impidiera en el improbable caso de que así lo quisiera).1 Luego, cuando uno entra en el sueño profundo sin sueños, sigue consciente, pero ahora de la inmensidad del vacío puro carente de todo tipo de contenido, aunque bien podríamos decir también que el término «consciente de» no resulta, en este caso, del todo apropiado, porque ahí no existe ningún tipo de dualidad. No es más que conciencia pura, sin cualidades, contenidos, sujetos ni objetos, un inmenso vacío puro que, sin ser «nada», resulta, no obstante incualificable. 1. He denominado a este estado con el nombre de «sueño diáfano» para diferenciarlo del sueño lúcido (aunque en muchas entradas, sin embargo, siga refiriéndome a él con este conocido término) y también hablo del estado de «sueño profundo diáfano», del testigo tácito del estado de sueño profundo sin sueños.

Cuando uno sale del estado de sueño profundo sin sueños, asiste a la emergencia y formación de la mente y del estado de sueño, como si la mente sutil (y, con ella, de los sueños, las imágenes, los símbolos, los conceptos, las visiones, las formas, etcétera)

emergiera del vacío causal. Ese estado de sueño perdura durante un rato y luego (al empezar a despertar) comienza a advertir (en la mente sutil) la emergencia del reino físico (y, con ella, del cuerpo, la cama, la habitación, el universo físico y la naturaleza en general). Dicho en otras palabras, uno da una vuelta completa a la Gran Cadena del Ser -desde el cuerpo ordinario a la mente sutil y, desde ésta, al espíritu causal- en su doble movimiento ascendente (evolutivo) y descendente (involutivo). Todo el mundo atraviesa este ciclo -desde el cuerpo ordinario (vigilia) hasta la mente sutil (sueño) y el vacío causal (sueño profundo) cada veinticuatro horas, pero con la conciencia constante -con la permanencia del testigo- uno es consciente de todos esos cambios de estado, hasta cuando se halla en el estado de sueño sin sueños. Puesto que el ego existe fundamentalmente en el estado ordinario (aunque también perdure de forma vestigial en el nivel sutil), cuando uno se identifica con la conciencia constante -con la conciencia presente en los tres estados- se desarticula la crispación sobre el ego que, como ya hemos dicho, apenas existe en el nivel sutil y se halla completamente ausente en la vacuidad causal (o en el estado de sueño profundo sin sueños, que es un tipo de vacío). En tal caso, uno deja de identificarse con el ego y se identifica con la conciencia pura y sin forma, con la vacuidad inmaculada aespacial, atemporal, carece de forma y de color. Entonces uno ya no se identifica con nada en particular y, al desaparecer el ego y fundirse con la Totalidad, puede abrazarlo absolutamente todo. Y aunque, en tal estado, sea todavía posible acceder al ego vigílico, ha dejado, no obstante, de ser exclusivamente eso. En tal caso, nuestro yo más profundo se funde con todo lo que ocurre instante tras instante y se convierte en la resplandeciente totalidad del Kosmos. Y con ello no quiero decir que uno vea el cielo sino que es el cielo; uno no toca la tierra sino que es la tierra; uno no escucha la lluvia sino que es la lluvia; que uno y el universo, en suma, se han convertido en lo que los místicos denominan «Un Solo Sabor». No estoy hablando en un sentido estrictamente poético, sino que me refiero a una experiencia directa, tan palpable e inmediata como si le arrojaran al rostro un vaso de agua fría. Como dijo cierto gran maestro zen sobre su iluminación: «Cuando escucho el sonido de la campana no hay campana ni yo, sino tan sólo tañido». Y ese tañido no dual es la totalidad del Kosmos en la que sujeto y objeto se funden en Un Solo Sabor y el infinito entrega todos sus secretos. Como nos han recordado investigadores como Aldous Huxley y Huston Smith, el núcleo esencial del consenso universal de las grandes tradiciones de sabiduría del mundo entero es la experiencia de Un Solo Sabor, la «conciencia cósmica», la sensación de unidad con el Fundamento de toda creación. Un Solo Sabor no es una alucinación, ni una fantasía, ni el producto de una mente distorsionada, sino la experiencia directa e inmediata, el legado que nos han transmitido todos los yoguis, santos y sabios que en el mundo ha habido. Se trata de algo muy sencillo, muy evidente, muy claro, muy concreto y muy palpable, algo, en suma, irrefutable.

Lunes, 10 de marzo

Aldous Huxley escribió La filosofía perenne, un libro muy conocido en el que aborda el núcleo universal de las grandes tradiciones de sabiduría del mundo entero, un tema sobre el cual Forgotten Truth, de Huston Smith, sigue siendo la mejor introducción. Yo, por mi parte, escribí un ensayo para el Journal of Humanistic Psychology que comienza así: «Esta visión del mundo, conocida con el nombre de "filosofía perenne" -porque presenta rasgos esencialmente idénticos a través de todas las culturas y de todos los tiempos- no sólo ha configurado el núcleo de las grandes tradiciones de sabiduría del mundo -desde el cristianismo hasta el judaismo, el budismo y el taoísmo-, sino también el pensamiento de algunos de los principales filósofos, científicos y psicólogos tanto orientales como occidentales, tanto del Norte como del Sur. Es una visión -cuyos detalles veremos a continuación- tan abrumadoramente difundida que o bien se trata del mayor error intelectual de toda la historia de la humanidad -un error tan colosal que literalmente hace tambalear la mente- o de la reflexión individual más precisa acerca de la realidad que jamás haya tenido lugar».1 1. Este ensayo ha sido incluido en el capítulo 1 de El ojo del Espíritu.

Pero ¿cuáles son los rasgos distintivos de la filosofía perenne? Dicho en dos palabras, la filosofía perenne es el Gran Nido del Ser que culmina en Un Solo Sabor. Pero con ello no estoy diciendo que tengamos que creer a pies juntillas, como si fuera oro en paño, todo lo que afirme la filosofía perenne. No hace mucho que he escrito un artículo titulado «The Neo-Perennial Philosophy» señalando la necesidad de actualizarla y modernizarla.2 En cualquiera de los casos, sin embargo, la esencia de las grandes tradiciones de sabiduría del mundo constituye el marco de referencia fundamental de todo esfuerzo serio por comprender el Kosmos. 2. Un ensayo que ha sido incluido en el capítulo 2 de El ojo del Espíritu.

Y hay que decir que el núcleo fundamental de las grandes tradiciones de sabiduría se asienta -de modo claro, evidente, inequívoco e incuestionable en la experiencia de Un Solo Sabor.

Martes, 11 de marzo Incuestionable, claro está, en el caso de que practiquemos. Me interesa mucho todo aquello que interrumpe el flujo de lo no dual, lo que perturba o eclipsa la conciencia constante, lo que nos saca de la Totalidad y nos arroja a las garras del yo separado, donde acecha el sufrimiento. Resulta curioso que, en mi caso, baste con un vaso de vino para distorsionarlo (es decir, que la noche en que bebo un vaso de vino, pierdo la conciencia durante el estado de sueño y de sueño profundo). Estoy seguro de que los grandes yoguis pueden beber y seguir, no obstante, conscientes durante los tres estados, pero debo decir que eso no es lo que me ocurre a mí. La tensión, por su parte, no suele interrumpir ese flujo. En Nueva York bebí varios vasos de vino la mayor parte de los días, así que bastaría con eso para dar cuenta de la interrupción del testigo, pero había ido para promocionarme, algo en lo que soy más bien torpe, porque o bien me paso o bien me quedo demasiado corto. De modo que la pérdida del acceso estable al Testigo

podría explicarse simplemente por haber pasado casi toda la semana atrapado en la contracción egoica. Anoche las cosas parecieron volver a su sitio. Al comienzo no había ningún sueño lúcido, sino que simplemente soñé que una mujer y yo estábamos sentados frente a Sri Ramana Maharshi. Sé que con nosotros había mucha más gente, pero no llegué a verlos. La mujer estaba explicando la práctica de la indagación sobre uno mismo, un trabajo en el que uno se pregunta «¿Quién soy yo?», tratando de descubrir el origen mismo de la conciencia y experimentar el Testigo puro y omnipresente. Pero, por alguna razón que se me escapa, la mujer estaba explicándolo mal, ya que lo presentaba como el resultado de un esfuerzo por ser consciente. Entonces miré a Ramana y subrayé que «uno no tiene que hacer el menor esfuerzo, que uno simplemente debe cobrar conciencia de lo que ya es y que esa conciencia -tal y como es- es el Testigo. No existe, por tanto, la necesidad de hacer esfuerzo alguno». Entonces Ramana sonrió y, por un instante, mi mente se fundió con la suya y, en ese mismo instante, entré en el sueño lúcido, un flujo de conciencia y una conciencia constante que ha permanecido conmigo durante varios días y varias noches en un estado que, con sus altibajos, me acompaña desde hace varios años. Se trata de un estado realmente fascinante, de la Vacuidad pura, ilimitada, radiante, libre e inmensa, un estado radicalmente incalificable que se encuentra más allá de la luz y de la beatitud. Ramana denominó Yo-Yo a este testigo profundo (o conciencia constante), porque es consciente del pequeño ego o yo separado. Ken Wilber no es más que una manifestación ordinaria del Yo-Yo, que no es Ken sino la Totalidad. Ken nació y morirá, pero el Yo-Yo nunca entró en la corriente del tiempo. El Yo-Yo es el gran No nacido, el misterioso Inmortal y la totalidad del Kosmos existe como la simple sensación de mi propio Ser. Y ésa es una afirmación que puede hacer cualquier ser sensible del universo mientras existe como el gran Yo-Yo (que nada tiene que ver, por otra parte, con el pequeño yo). (El vedanta subraya el Yo-Yo, mientras que el budismo, por su parte, enfatiza el no yo, pero ambos apuntan a la Vacuidad pura, no dual e incualifícable -sunyata o nirguna-, la esidad o talidad simple, la conciencia pura, natural, espontánea y omnipresente, nuestro verdadero estado ahora mismo, una corriente no dual ininterrumpida que persiste a través de todos los cambios de estado posibles entre la vigilia, el sueño y el sueño sin sueños. En su forma pura, el Testigo se disuelve en lo que observa, la mente-espejo se torna una con los objetos que refleja y la Vacuidad deviene una con la Forma. Así es, como afirman el vedanta y el budismo, la conciencia pura, la conciencia no dual, la conciencia vacía y, en última instancia, incualificable). Cuando el meditador comienza a desarrollar (o, mejor dicho, a darse cuenta) de esta conciencia constante, tiende a caer en una especie de división de la conciencia. Porque, por una parte, uno está desarrollando la capacidad de mantener la ecuanimidad meditativa, la capacidad de testimoniar tanto el dolor como el placer sin replegarse, sin tratar de apresarlos y sin tratar de escapar de ellos. Como dice Chuang Tzu: «La persona perfecta emplea la mente como un espejo: acepta sin aferrarse y recibe sin conservar». En la medida en que la conciencia de la mente en tanto que espejo (la conciencia constante) va fortaleciéndose, el estado de vigilia ordinaria se torna cada vez más «onírico», en el sentido que pierde el poder de agobiarle, agitarle y llevarle a creer que las sensaciones pasajeras son la única realidad. Entonces la vida empieza a asemejarse a

una gran película en la que uno es el Testigo inmóvil que la contempla. Aparece la felicidad y uno la contempla, aparece el gozo y uno lo contempla, aparece el dolor y uno lo contempla y aparece la aflicción y uno no deja de contemplarla. En cualquiera de los casos, uno es el Testigo y no una ola superficial y provisional sujeta al absurdo del ruido y de la furia. Porque, en el centro del ciclón, uno se halla completamente a salvo. Cuando uno comienza a sentirse embargado por una paz profunda procedente de su interior, ya no puede seguir haciendo ruido con la misma convicción. Pero eso no significa que uno no pueda sentir deseo, daño, dolor, alegría, felicidad, sufrimiento o aflicción, lo único que ocurre es que todo eso pierde parte de la convicción que anteriormente poseía. De nuevo es como si se tratara de una película. A veces uno se olvida de que no es más que una película y queda atrapado en lo que está ocurriendo. En tal caso, si se trata de una película de miedo, uno podría llegar a asustarse y si, por el contrario, fuera una película de amor, podría incluso llegar a llorar. Entonces es cuando se acerca un amigo y nos dice: «¡Eh, despierta! ¡Esto no es más que una película! ¡No es la realidad!» y cobramos conciencia de ello. La iluminación consiste, precisamente, en salir de la película de la vida, despertarnos y despabilarnos. Porque uno es, y siempre ha sido -como ocurre en el cine-, el Testigo. Pero cuando nos tomamos la vida demasiado en serio -cuando creemos en la realidad de la película- nos olvidamos de que, en realidad, somos el Testigo puro y libre y acabamos identificándonos con el pequeño yo -con el ego- como si formáramos parte de la película que estamos viendo. Y cuando uno se identifica con alguno de los personajes que aparece en la pantalla, termina asustándose, llorando y sufriendo. La meditación nos permite relajarnos en nuestra butaca y contemplar la película de la vida sin juzgarla, evitarla, aferramos o querer que vaya más aprisa o más despacio. La meditación nos enseña, simplemente, a descansar en la conciencia simple, clara, espontánea, sin esfuerzo y omnipresente y a utilizar nuestra mente como un espejo. En la medida en que uno sigue testimoniando (y relajándose) en la conciencia sin elección de lo que es, esa conciencia empieza a pasar del estado de vigilia al estado de sueño y comenzamos a permanecer conscientes de manera constante (incluso durante el sueño) de que la mente sin elección es un espejo en el que todo se refleja. Será entonces cuando nos daremos cuenta de que el mundo ordinario -el cuerpo físico, el mundo sensoriomotor y el ego que lo integran- comienza a disolverse en el mundo sutil de la imaginería y la visión. Y, cualquiera sea el evento que aparezca, uno permanece consciente. Con la práctica, la conciencia sin elección va extendiéndose desde el estado de sueño con ensueños al estado profundo de sueño sin sueños. Y puesto que «uno» todavía se halla presente (no como ego sino en tanto que Yo-Yo, en tanto que conciencia pura sin objeto), descubrirá la existencia de una identidad mucho más profunda y verdadera. Porque, aun en ausencia de objeto, de sujeto y de todo tipo de contenido (sufrimiento, dolor, placer, deseo, objetivos, esperanzas y miedos), uno sigue siendo todavía tácitamente consciente. En el estado de la conciencia pura y carente de Forma, no aparece nada en absoluto, pero uno todavía es, uno todavía existe en tanto que conciencia pura. No hay ningún cuerpo, no hay ningún ego, no hay ninguna mente y, sin embargo, uno todavía sabe que existe y que no es, obviamente, ninguno de esos estados inferiores. En tal caso, uno es la Identidad pura, la Conciencia pura no dual tan

radicalmente libre, ilimitada e incalificable que, estrictamente hablando, sólo podemos denominar la «Vacuidad», algo que se «experimenta» como una Ausencia o como un inmenso Abismo, otro de los nombres, en suma, de la Libertad infinita.

Jueves, 13 de marzo Acabo de hablar por teléfono con Mike Murphy (nuestras exuberantes conversaciones rara vez duran menos de dos horas). El y su amiga Sylvia Tompkins están elaborando una serie de proyectos, entre los cuales destaca un libro y un CD-ROM centrados en una espiritualidad integral (o armónica), una versión actualizada y modernizada de la filosofía perenne que concuerda con mi propia obra. Sylvia pensó en presentar esta visión integral en CD-ROM y no tardaron en solicitar la colaboración de James Redfield, (autor de Las nueve revelaciones y La décima revelación, libros que han alcanzado un éxito extraordinario -más de quince millones de lectores), cuya colaboración podría contribuir a la difusión de esos proyectos. Parece que tendré que viajar a San Francisco para hablar en el Fetzer Institute, de modo que he concertado una cita con Mike. Mike es una persona realmente sorprendente. No sólo fue el cofundador del Esalen Institute -pionero en el movimiento del potencial humano- sino que, desde entonces, ha seguido en la vanguardia del desarrollo psicológico y espiritual. Acaba de escribir The Kingdom of Shivas Irons, la esperada continuación de su clásico Golf in the Kingdom. No hace mucho que escuché que Clint Eastwood estaba interesado en dirigir y protagonizar, junto a Sean Connery, la versión cinematográfica de este libro. Mike no para ni un momento y espero que este proyecto no arruine la vida de su esposa.

Viernes, 14 de marzo (Boulder-San Francisco) Esta mañana he volado camino de San Francisco. El Fetzer Institute, fundado por John Fetzer, es una de las pocas organizaciones liberales interesadas en respaldar proyectos genuinamente espirituales. En nuestro país, los liberales no se llevan muy bien con Dios, de modo que los conservadores han acabado monopolizando el mercado de lo divino. Y la verdad es que no tengo claro cuál de las dos cosas resulta más desafortunada. El Fetzer Institute es una de las pocas instituciones liberales sin ánimo de lucro que no se asustan por el Espíritu. Ellos, por ejemplo, han patrocinado la serie de PBS de Bill Moyers sobre la salud y la meditación. En la actualidad, el Institute está dirigido por un equipo presidido por Rob Lehman, del que también forma parte, desde hace mucho tiempo, mi vieja amiga Judith Skutch (editora de Un curso de milagros), un personaje que ha resultado clave para la participación de otras buenas personas, como Frances Vaughan, por ejemplo. En la actualidad, el Fetzer Institute se encuentra en proceso de reorganización y es por ello que solicitaron mi participación para hablar con ellos acerca de los posibles caminos a seguir en el futuro. De modo que aquí estoy, a 36.000 pies de altura y a punto de aterrizar. El equipo directivo se reunirá el viernes y el sábado y yo estoy citado los dos días de dos a cinco

de la tarde en un encuentro que asumirá el formato de preguntas y respuestas. Iré directamente del avión a la reunión que comienza dentro de unas pocas horas.

Sábado, 15 de marzo (San Francisco) Había previsto, para presentar un enfoque comprehensivo e integral de la transformación, comenzar bosquejando mis ideas generales tal y como las he resumido, por ejemplo, en Breve historia de todas las cosas, pero, cuando llegué a la sala de conferencias, descubrí que en las paredes había diagramas de ese libro y que todos los presentes parecían estar bastante familiarizados con mi terminología. Entonces he decidido cambiar de estrategia. En el primero de los descansos, me he cruzado con Roger [Walsh] -que es uno de los asesores- en el vestíbulo y me ha susurrado: «No lo compliques mucho». Hoy hay más reuniones y esta tarde me tocará de nuevo a mí. Las preguntas, al igual que mis respuestas -o mis intentos de respuesta-, se centrarán en la naturaleza de una visión realmente integral y comprehensiva u holística y en el mejor modo de implementarla o, dicho en dos palabras, en el mejor modo de difundirla a la cultura y al público en general. Hay muchos modos de explicar el término «integral» u «holístico». El más sencillo consistiría en decir que se trata de un abordaje que aspira a incluir e integrar la materia, el cuerpo, la mente, el alma y el Espíritu, es decir, el Gran Nido del Ser. Y puesto que la física se ocupa de la materia, la biología lo hace del cuerpo vivo, la psicología de la mente, la teología del alma y el misticismo de la experiencia directa del Espíritu, cualquier acercamiento integral a la realidad debería incluir la física, la biología, la psicología, la teología, y el misticismo. [Véase la Figura 1 de este capítulo.] Un buen punto de partida sería el de comenzar definiendo el término «integral». En mis escritos he tratado de presentar un esquema un poco más sofisticado señalando que cada uno de los distintos niveles presenta, al menos, cuatro aspectos o dimensiones importantes. Cada nivel, en este sentido, puede ser considerado tanto desde una perspectiva interna como externa y desde un ángulo tanto individual como colectivo. Su conciencia, por ejemplo, puede ser vista desde el interior, desde el lado subjetivo, desde su propia experiencia inmediata, lo que ahora mismo está experimentando en primera persona en tanto que «yo» (todas las imágenes, impulsos, conceptos y deseos que, en este mismo instante, discurren por su mente). Pero también es posible estudiar la conciencia de un modo objetivo, empírico y científico en tercera persona en tanto que «ello» (en cuyo caso, por ejemplo, diríamos que el cerebro contiene acetilcolina, dopamina, serotonina, etcétera, afirmaciones, todas ellas, que pueden ser descritas en el lenguaje del «ello»). Ahora bien, ambas perspectivas no sólo existen de un modo singular sino también plural, es decir, no sólo «yo» o «ello» sino también «nosotros». Y esta vertiente colectiva también presenta dos facetas, una interior y otra exterior, representadas por los valores culturales internamente compartidos (las distintas modalidades de la moral, las visiones del mundo y los significados culturales, por ejemplo) y por las formas sociales concretas externamente consideradas (como, por ejemplo, las modalidades de producción, la tecnología, la base económica, las instituciones sociales y los sistemas de información), respectivamente.

De modo que cada uno de los niveles de la Gran Cadena presenta una dimensión interna y una dimensión externa que pueden expresarse en formas tanto individuales como colectivas, con lo cual, cada nivel de la existencia presenta cuatro dimensiones (o «cuatro cuadrantes»). [La figura 2 nos proporciona detalles concretos de los cuatro cuadrantes en una terminología que iremos explicando a continuación cuando proceda.] El hecho de que los dos cuadrantes de la mano derecha sean «ello(s)» objetivo(os) nos permite unificarlos en un solo grupo y simplificar las cuatro dimensiones a tres: «Yo», «nosotros» y «ello», o primera persona, segunda persona y tercera persona. [Como también señalamos en la Figura 2.] Existe un modo fácil de recordar estas tres dimensiones diciendo que la Belleza se encuentra en el ojo del espectador, en el «yo» del espectador; que la Bondad se refiere a las acciones morales y éticas que ocurren entre usted y yo, entre «nosotros»; y que la Verdad tiene que ver con los hechos empíricos objetivos o «ellos». De ahí que las tres dimensiones básicas del «yo», del «nosotros» y del «ello» sean también conocidas como la Belleza, la Bondad y la Verdad o, dicho de otro modo, como el arte, la moral y la ciencia. De modo que una visión realmente integral no debería centrarse exclusivamente en la materia, el cuerpo, la mente, el alma y el espíritu, porque cada uno de esos niveles tiene también correlatos en el mundo del arte, de la moral y de la ciencia que también habría, en consecuencia, que incluir. En este sentido, por ejemplo, tendríamos que hablar de la existencia del arte propio del reino material/corporal (naturalismo y realismo), del arte propio del reino mental (surrealista, conceptual y abstracto) y del arte propio del reino del alma y del Espíritu (contemplativo y transformador). Del mismo modo, también tendríamos que hablar de la moral propia del reino sensorial (hedonismo), de la moral propia del reino mental (reciprocidad, rectitud y justicia) y de la moral propia del reino espiritual (amor y compasión universal). Y así sucesivamente.

Figura 2. Los cuatro cuadrantes.

Figura 3. Niveles de la Bondad, la Verdad y la Belleza.

La conjunción, pues, de estas tres dimensiones («yo», «nosotros» y «ello»; o arte, moral y ciencia; o Belleza, Bondad y Verdad) con los grandes niveles de la existencia (materia, cuerpo, mente, alma y Espíritu) nos proporcionaría un enfoque mucho más integral u holístico a la realidad. [Figura 3. Véase también, en este sentido, Ciencia y religión para una comprensión más detallada sobre este punto.] El Fetzer Institute aspira a alentar y promover los abordajes integrales (en el campo de la educación, la medicina, la espiritualidad, la investigación científica, los estudios sobre la conciencia, etcétera). Y puesto que los miembros de su equipo directivo han encontrado que mi esquema de dimensiones y niveles resulta útil para esta discusión, se han interesado en él. Hoy las cosas parecen discurrir mejor porque nadie me ha susurrado al oído sugerencias urgentes de última hora en el pasillo.

Lunes, 17 de marzo (San Francisco)

Hoy me he mudado del Inn Above Tide, en Sausalito, donde el Fetzer nos alojó (creíamos que íbamos a estar en el Inn Below Tide) al Hyatt, en Union Square, en pleno centro de San Francisco. Ahora estoy sentado en el restaurante ubicado en el piso treinta y seis del hotel, contemplando la ciudad más hermosa de los Estados Unidos. A mi izquierda, el Golden Down conecta la vitalidad de la ciudad con el verdor de Marin; a mi derecha, el Bay Bridge se extiende hasta el aburrido Oakland, y frente a mí se halla la isla de Alcatraz, un auténtico monumento a la testosterona. San Francisco me gusta tanto que si pudiera permitírmelo (y si la casa de Boulder no fuera el lugar perfecto para trabajar) no dudaría en vivir aquí. Antes de volver a casa y reemprender la investigación que me queda por hacer para el volumen 2 de la trilogía voy a pasar unos días vagabundeando por la ciudad. Mi viejo amigo Mitch Kapor está en la ciudad, cerca de Campton Place, pero está a punto de marchar a un retiro meditativo de varios días. Ayer le pedí que se quedara para poder presentarle a Frances y Roger, la pareja más especial en mi vida, a quienes conozco desde hace casi un par de décadas y en quienes suelo pensar como si formáramos un trío. Mi vida sería muy pobre sin ellos, compartimos todos nuestros altibajos y también lo que hay entre los altos y los bajos. Desde mi punto de vista, son dos personas ejemplares en todos los sentidos, atentos, despiertos e inteligentes. Los dos han escrito varios libros muy interesantes y les he visto completamente entregados a lo que sólo podría calificar como «servicio desinteresado». Y aunque sé que se mueren de vergüenza cuando digo este tipo de cosas, no puedo menos que mencionarlas. Mitchell y yo nos conocimos en la época en que yo vivía en Lincoln. El había leído El espectro de la conciencia y fue a visitarme un par de veces. Me gustó de inmediato, es muy agudo e inteligente pero, al mismo tiempo, sumamente amable. Él era amigo (a la vez que maestro de meditación) de Jack Crittenden, con quien, en esa época, pusimos en marcha ReVision y que fue el responsable de mi traslado a Boston, donde ambos vivían. Posteriormente, Mitch volvió a la universidad, se licenció en el MIT y fundó Lotus, la empresa de software más exitosa de su tiempo. Más tarde, Mitch vendió Lotus por una suma multimillonaria, fundó la Electronic Frontier Foundation y puso en marcha Kapor Enterprises. Siempre es bueno presentar a los amigos, de modo que Mitch, Frances, Roger y yo hemos pasado la tarde hablando de todo un poco.

Miércoles, 19 de marzo (San Francisco) Esta mañana he alquilado un automóvil y he viajado hasta Muir Beach, a la casa de Sam Keen, una casa que Sam nos alquiló a Treya y a mí y en la que vivimos un tiempo después de casarnos. Pero no había nadie y me he quedado en el porche durante una hora o tal vez dos. Treya todavía está conmigo. La tristeza es casi palpable y se me ha antojado tan integrada en el clima brumoso de la playa que me resultaba casi irrespirable. Dos semanas después de la muerte de Treya, yo todavía me hallaba en el mismo estado de gloria y gracia en el que ella murió. Sólo había una conciencia resplandeciente ajena a todo sujeto y a todo objeto, una conciencia en la que todo emergía tal cual es, es decir, hermoso. No me cabe la menor duda de que, entonces, estábamos juntos. Luego, como de costumbre, regresó la contracción egoica y volví nuevamente a ser Ken.

He estado contemplando la playa mientras las escenas de nuestra vida parecían surgir de las nubes y venir a mi encuentro. De formas muy distintas, todavía pienso en Treya y en mí viviendo en esta casa. Aquí pasamos unos meses antes de que el cáncer nos golpeara, fue el único espacio de nuestra vida común que no se vio contaminado por el cáncer. Y es por ello que aquí es donde la evoco completa y plena, impresionantemente hermosa, con una luminosidad que penetraba en uno y le llegaba hasta el alma susurrando palabras demasiado tiernas como para repetirlas. Aquí bailamos, lloramos, hicimos el amor y reímos, sosteniéndonos mutuamente como en el milagro de la vida. Y desde aquí también comunicamos telefónicamente a nuestra familia y a nuestros amigos esas terribles palabras -«Terry tiene cáncer»- en esa primera y aciaga noche. Hoy en día ya no pienso tanto en ella porque forma parte de mí para siempre. Treya corre por mis venas y late en mi corazón, de modo que no tengo que imaginármela y recordarla. Treya no está lejos y fuera de mí sino que se halla de este lado de mi piel. Treya y yo crecimos juntos... y también morimos juntos. Siempre fuimos las dos caras de la misma persona... y creo que siempre seguiremos siéndolo.

Jueves, 20 de marzo (San Francisco-Boulder) Regreso en avión a Boulder. Ayer cené con Mike Murphy y Sylvia y estuvimos hablando de los centros de Integral Transformative Practice que él y George [Leonard] están poniendo en marcha. Mike consiguió que el Stanford Center for Research in Disease Prevention se interesara por investigar la eficacia de una práctica integral. Creo que se trata de un enfoque muy importante y que contribuirá a diseñar un abordaje completamente nuevo a la transformación psicológica y espiritual que incluya lo mejor de la sabiduría antigua con lo mejor del conocimiento moderno. Y no resulta nada extraño que Murphy se halle, como tantas otras veces, en la vanguardia de este proyecto.

Viernes, 21 de marzo (Boulder) Hoy ha hecho una mañana memorable... Boulder puede ser muy hernioso. He ido de compras, he llenado de nuevo la nevera y he comenzado a poner al día la correspondencia y a escuchar los sesenta y dos mensajes que me aguardaban en el contestador. Luego he acabado de leer The Andy Warhol Diaries1 y ahora sé más cosas sobre la superficialidad. Su obra ha terminado gustándome... y también su arte. Fruto de una de las ramas del árbol de Duchamp, Warhol se ha convertido en el artista por antonomasia del mundo chato. Su obra es la expresión más pura y electrizante de una superficie bajo la cual no hay absolutamente nada. Me desagrada el mundo chato pero me gusta su representación. Warhol es, realmente, el gran precursor de la superficialidad agresiva, virulenta e implacable propia del postmodernismo. «Las superficies, las superficies, las superficies son lo único importante.» 1. Diarios. Barcelona: Anagrama, 1990.

Domingo, 23 de marzo He estado en el porche contemplando la puesta del sol. Pero no había observador alguno sino tan sólo puesta del sol. De la Vacuidad más pura brota la claridad y, por encima de todo, resuena el canto de los pájaros. Unas pocas nubes salpicaban el cielo, pero no había «arriba», «abajo», «encima» o «aquí» alguno, porque tampoco existía «yo» que diera sentido a esas direcciones. De un modo simple, claro, sin esfuerzo y eterno, Eso es, en lo más profundo, lo único que hay. La frase en que Sri Ramana Maharshi señala que «lo que no está presente en el estado de sueño profundo sin sueños no es real» me hizo tomarme mucho más en serio la práctica meditativa. Se trata de una afirmación chocante puesto que, en el estado de sueño profundo sin sueños, no hay absolutamente nada. Y ése es precisamente el asunto porque, en opinión de Ramana, la Realidad Última (o el Espíritu) no puede ser algo que brote en la conciencia y luego aparezca fuera de ella; la Realidad Última debe ser algo que se halle continuamente presente o, dicho de un modo más técnico, algo que, siendo atemporal, se halle completamente presente en cada uno de los puntos del tiempo. Por consiguiente, la Realidad Última también debe hallarse totalmente presente en el estado de sueño profundo sin sueños y viceversa, lo que no esté presente en el estado de sueño profundo sin sueños no puede ser la Realidad Última. Este comentario me inquietó profundamente, porque yo había experimentado varios kensho o satori (vislumbres de Un Solo Sabor), pero todos ellos confinados al estado de vigilia. Es más, la mayor parte de las cosas que me interesaban estaban en el estado de vigilia, un estado que no es permanente sino que viene y va cada veinticuatro horas. Así pues, según los grandes sabios, hay algo en nosotros que ya es consciente, que está literalmente consciente o despierto todo el tiempo y en todos los estados (tanto en el estado de vigilia como en el de sueño y en el de sueño con sueños). Y esa conciencia omnipresente es el Espíritu en nosotros. Esa corriente subyacente de conciencia constante (o conciencia no dual) es un rayo directo e ininterrumpido del Espíritu puro, es nuestro contacto directo con la Diosa, nuestro contacto directo con Dios. Así pues, si queremos realizar nuestra identidad suprema con el Espíritu, debemos establecer contacto con esa corriente de conciencia constante y permanecer con ella a través de todos los cambios de estado -la vigilia, el sueño y el sueño profundo-, lo cual 1) nos despoja de la identificación exclusiva con cualquiera de esos estados (el cuerpo, la mente, el ego y el alma) y 2) nos permite reconocer e identificarnos con lo que es constante o atemporal a través de todos esos estados, es decir, la Conciencia como Tal o, dicho con otras palabras, el Espíritu eterno. Cuando tropecé con esa frase de Ramana, yo llevaba meditando con bastante asiduidad desde hacía unos veinte años. Había estudiado zen con Katagiri y Maezumi; vajrayana con Kalu y Trungpa; dzogchen con Pema Norbu y Chagdud Tulku; además también había estudiado -en ocasiones por encima y, en otras, con más detenimiento- vedanta, meditación trascendental, el shivaísmo de Cachemira, el misticismo cristiano, la Cabala, el enfoque de Adi Da, el sufismo..., una lista más bien larga. Cuando leí el comentario

de Ramana, yo estaba en un retiro intensivo de dzogchen con mi maestro Chagdud Tulku Rinpoche, quien también subraya la importancia de llevar la mente que sólo refleja a los estados de sueño y de sueño profundo. Poco a poco, comencé a tener vislumbres -confirmados por Rimpoche- de esta conciencia no dual constante a través de todos los estados. Pero no fue hasta un año más tarde, durante un retiro muy intenso de meditación que duró once días -en el que la sensación de identidad separada pareció desaparecer por completo de raíz- que pude disfrutar de modo continuo de ese estado. En esos once días no dormí o, dicho de otro modo, permanecí consciente durante once días y once noches, aunque el cuerpo y la mente siguieran atravesando los estados de vigilia, sueño y sueño profundo. Era como si yo permaneciera incólume en medio de todos los cambios, como si no hubiera yo que se moviera, sino que únicamente existiera una conciencia continuamente vacía, la mente resplandeciente que todo lo refleja, el Testigo que es uno con lo atestiguado; era, en suma, como si simplemente hubiera vuelto a lo que soy en lo más íntimo de mi ser. Desde entonces, las cosas han seguido discurriendo más o menos por esos cauces. Esta conciencia no dual constante resulta evidente, porque permite el acceso a un nuevo destino en medio del mundo manifiesto y uno habrá descubierto su propia mente de Buda, su propia Divinidad, su propia Vacuidad infinita, atemporal, aespacial y sin forma, su propio Atman que es uno con Brahman, su Keter, su conciencia crística, su Shekhinah (nombres distintos, todos ellos, para referirse a Un Solo Sabor). Ésa es, inequívocamente, nuestra verdadera identidad -la Vacuidad pura, la Conciencia como Tal pura e incualificable- que nos libera del terror y el tormento que necesariamente aparecen cuando uno se identifica con un pequeño sujeto en un mundo de pequeños objetos. Pero, después de que haber descubierto la identidad sin forma en tanto que mente de Buda, Atman, Espíritu o Deidad pura, uno se adentra de nuevo en los estados inferiores de la mente sutil y del cuerpo ordinario con la conciencia constante no dual omnipresente, reavivándolos con su vitalidad. Uno no permanece simplemente Vacío y sin forma sino que se vacía de la Vacuidad y se derrama en la mente y en el mundo y los crea en el proceso y penetra en todos por igual, pero lo hace de un modo más pleno y concreto en su cuerpo y en su mente concreta (que, en mi caso, se llama Ken Wilber), ese yo inferior que, a partir de entonces, se tornará el vehículo del Espíritu que usted es. Es entonces cuando todas las cosas, incluyendo su cuerpo, su mente, sus sentimientos y sus pensamientos, emergerán en la inmensa Vacuidad que usted es y se liberarán en su misma naturaleza tal y como aparece, porque usted ya no se identifica con ninguno de ellos, sino que les permite salir de la Vacuidad y la Apertura que usted es. Entonces despertará como Libertad esencial y entonará la canción de la resplandeciente liberación, irradiando un infinito demasiado evidente como para verlo y se beberá de un trago el océano del gozo. Entonces se dará cuenta de que la luna forma parte de su cuerpo y saludará al sol como parte de su corazón. Porque Eso, eternamente, es todo lo que hay. Pero en modo alguno podrá decir que haya descubierto esa Libertad ni que la haya alcanzado, porque esa Libertad mora desde siempre en el hogar del Testigo puro. Usted habrá reconocido simplemente el Yo puro y vacío, el Yo-Yo radical, su conciencia natural presente desde el mismo comienzo del comienzo y que había olvidado después de embriagarse y perderse en la película de la vida.

Lunes, 24 de marzo Con el despertar de la conciencia constante, uno se convierte en una especie de esquizofrénico (en el sentido de «persona con la mente escindida») de lo divino, en alguien que puede acceder tanto al Testigo como al ego. En realidad, usted es «una persona completa», pero que parece que esté dividida porque es absolutamente consciente del Testigo o Espíritu constante y también es absolutamente consciente de la película de la vida, de todos los altibajos que experimenta su ego. De modo que usted todavía sentirá dolor, sufrimiento y aflicción, pero habrá dejado ya de estar convencido de su importancia y no será ya la víctima de la vida sino su Testigo. Es más, el hecho de haber perdido el miedo a los sentimientos le permitirá experimentarlos con mayor intensidad, en cuyo caso la película de la vida será más intensa y vibrante, porque habrá dejado de tratar de aferrarse a ella y de evitarla y ya no tratará de amortiguarla o diluirla o, dicho de otro modo, ya no bajará el volumen sino que incluso podrá llorar con más sentimiento y reír con más alegría. La conciencia sin elección no supone que uno deje de sentir, sino que uno se siente tan plena y profunda que puede reírse, llorar y amar hasta el paroxismo. Entonces es cuando la vida sale de la pantalla y usted no se repliega y se contrae sino que se funde plenamente con ella. Si usted está soñando y cree que su sueño es real puede llegar a asustarse mucho. Supongamos que usted está soñando que es un funambulista que se halla suspendido sobre un cable tendido sobre las cataratas del Niágara y es consciente de que, en caso de caer, está condenado a muerte, de modo que camina muy, muy lentamente. Supongamos que, en esas condiciones, comienza a tener un sueño lúcido y se da cuenta de que ése no es más que un sueño. ¿Qué es lo que cree que hará entonces? ¿Acaso ser más precavido? ¡No, porque, en el mismo momento en que uno se da cuenta de que está soñando y de que, por tanto, el sueño no es real, puede permitirse el lujo de jugar y comenzar a dar saltos sobre el cable! Y lo mismo ocurre cuando uno comprende que la vida cotidiana no es más que un sueño, una película, un juego. Porque, en tal caso, no se torna más cauteloso, más tímido o más reservado, sino que empieza a saltar y a dar volteretas, precisamente porque todo es un sueño, porque todo es Vacuidad pura. Cuando uno puede permitírselo, no siente menos, sino que siente más. Cuando uno ya no teme morir, tampoco teme vivir y, en consecuencia, se torna radical y salvaje, intenso y vivido, chocante y tonto y permite que todo discurra. Entonces es cuando la vida asume su intensidad más plena, su luminosidad más vívida y su efervescencia más radical. El dolor es más doloroso, la felicidad más feliz y la alegría más alegre y la tristeza más triste. En la mente que opera como un espejo, en la mente que no se aferra a nada y que tampoco elude nada sino que simplemente atestigua el despliegue de todo ese juego, todo se torna más vivo y, por tanto, puede permitirse el lujo de jugar. ¿Qué podría motivarle si todo lo viera como el sueño de su Yo superior? ¿Qué podría realmente movilizarle en este mundo semionírico? A un nivel profundo, en el sueño todo es diversión, exceptuando el sufrimiento de quienes toman el sueño por la realidad,

porque ver sufrir a alguien no es nada divertido. Y, en ese caso, uno siente el impulso compasivo de despertarles del sueño para liberarles del sufrimiento. Es por ello que la persona despierta sólo piensa en el modo de despertar a los demás y liberarles así del sufrimiento, el tormento, el dolor, el terror y la angustia que provoca el hecho de tomarse en serio el estúpido sueño de la vida. De modo que entonces usted se convierte en un «esquizofrénico de lo divino», en el sentido de que está simultáneamente en contacto con el Testigo puro y con la película del ego. Ese, precisamente, es el significado de la «mente completa», de la mente que sabe que, en realidad, esos dos mundos no son dos. El ego no es más que el sueño del Testigo, la película creada por la plenitud infinita del Testigo por el mero gusto de tener algo que observar. En ese momento es cuando se despliega el juego completo en su conciencia constante. En ese momento, no existe interior ni exterior, dentro ni fuera y el universo no dual de Un Solo Sabor emerge como un gesto espontáneo de su auténtica naturaleza. Usted puede degustar el sol, tragarse la luna y sostener siglos enteros en la palma de su mano. El Yo-Yo puro, la gran Identidad respira el infinito y crea un Kosmos como celebración de su Identidad más profunda, mientras las lágrimas de su Rostro Original se derraman en océanos de compasión. Anoche contemplé el reflejo de la luna en un estanque cristalino... y Eso era todo.

Viernes, 28 de marzo Un pequeño arroyo discurre por detrás de casa y, con oídos silenciosos, escucho el murmullo de su canto, mientras el resplandor del sol arranca destellos esmeraldas de las hojas verdes. En esos momentos, el Espíritu parece expresarse con absoluta claridad. «Yo me convierto en un globo ocular transparente. No soy nada y, en cambio, lo veo todo.» La solidez vencida se disipa en el aire, la consistencia se ablanda en la transparencia más pura y la esencia del mundo -que no su apariencia- se muestra diáfana. Me diluyo en el despliegue de la transparencia que nos abarca a todos, luz en la luz, imágenes en las imágenes que flotan sin esfuerzo alguno en el océano de la serenidad. La naturaleza es la forma externa de Buda, la naturaleza es el cuerpo físico de Cristo. «Tomad y comed todos de Él, porque éste es mi cuerpo. Tomad y bebed todos de Él, porque ésta es mi sangre.» Pobre y querida naturaleza, manifestación palpable de lo Real, impulso del Infinito, espejo de la Eternidad, superficie brillante en el océano del inagotable Espíritu que danza en la luz de lo Divino y se oculta en la noche de la ignorancia. Quienes desconocen lo Atemporal sólo cuentan con la naturaleza, Última Cena de quienes no degustan el sabor del Infinito. Quienes precisan de redención caen en el engaño de creer que la naturaleza es lo único real; pero aquellos conocedores de la liberación saben que la naturaleza es la cáscara resplandeciente en la que mora una verdad más profunda. Ocultos entre los pliegues del Kosmos se hallan la naturaleza, la mente y el Espíritu, el Nirmanakaya, el Sambhogakaya y el Dharmakaya, el mundo

ordinario, el sutil y el causal, una trinidad eterna, una trinidad que nunca se ha perdido y que, en consecuencia, nunca podrá encontrarse. ... excepto hoy, en que todos devenimos luz en la luz, imágenes en las imágenes que flotan sin esfuerzo alguno en el océano de la serenidad.

ABRIL Veamos ahora la naturaleza de este Testigo absoluto porque, cuando lo reconozca, se liberará de las ataduras de la ignorancia y alcanzará la liberación. Existe una Realidad que se sostiene a sí misma y sobre la que se asienta la conciencia de nuestro ego. Esa Realidad es el Testigo de los estados de la conciencia del ego y del cuerpo. Esa Realidad es el Testigo constante en los tres estados de conciencia, la vigilia, el sueño y el sueño sin sueños. Él es su verdadero Yo, la Única Realidad cuyo resplandor impregna la totalidad del universo. Su naturaleza es la conciencia atemporal que conoce todas las cosas y las contempla, desde el ego hasta el cuerpo. Es el Testigo del placer, del dolor y de los objetos sensoriales. Éste es su verdadero Yo, el Ser Supremo, el Antiguo, el Inmutable, el que nunca deja de experimentar la liberación infinita. Ése es el Espíritu. SHANKARA

Miércoles, 2 de abril Descansar en el Testigo sin forma nos proporciona una liberación radical y nos impone una obligación. La liberación nos emancipa de la esclavitud al mundo de los objetos que nacen y mueren y del sufrimiento que acompaña a ese proceso. Pero, en el espacio inmenso de la liberación, uno experimenta también el deber de ayudar a los demás a encontrar su verdadero Yo, su Condición más profunda, la Vacuidad pura, el Espíritu puro, la Divinidad pura. El último secreto metafísico es que no hay nadie a quien salvar, el problema es que ellos no lo saben y esa ignorancia es la que pone en movimiento la implacable rueda del nacimiento, la muerte y el sufrimiento. «La ignorancia», dice Patanjali, «consiste en la identificación del Vidente con los instrumentos de la visión.» En tal caso, en lugar de contemplar el cuerpo nos identificamos con él, en lugar de contemplar el ego nos identificamos con él y en lugar de contemplar el sufrimiento nos identificamos con él. Pero, de ese modo, quedamos inexorablemente a merced de aquello con lo que nos identificamos y nos vemos torturados por todo aquello que no hayamos transcendido. Encadenados de este modo al mástil de la miseria, quedamos a expensas del terror inherente al espacio y al tiempo. Como expresó cierto poeta el mensaje del Buda: Somos nosotros mismos los que nos encadenamos al sufrimiento, nadie nos impone la vida o la muerte, nadie nos obliga a empujar la rueda y a abrazar y besar sus dolorosos radios, su llanta de lágrimas, su nave de nada.

Jueves, 10 de abril Alec Tsoucatos era un viejo amigo de Treya que ha terminado convirtiéndose en un buen amigo mío. Da clases de economía y gestión empresarial en varias universidades y de tanto en cuanto lleva un grupo de estudio de mi obra. No hace mucho vino de visita con su grupo y yo aproveché la ocasión para invitar a unos pocos amigos, entre ellos Kate Olson, productora de la PBS, y Phil Jacobson, uno de los directores del Naropa. En cierto momento comenzamos a hablar de la meditación y de los cambios que puede provocar en las pautas de onda cerebrales. Entonces, un joven e incrédulo estudiante de psiquiatría me pidió «pruebas» y le puse un vídeo en el que estoy meditando conectado a un electroencefalógrafo [EEG]. El vídeo en cuestión evidencia la presencia de ondas alfa, beta, theta y delta en ambos hemisferios. Alfa está asociada a la conciencia despierta y relajada, beta al pensamiento analítico, theta sólo suele producirse en el estado de sueño y, en ocasiones, en estados de intensa creatividad, y delta únicamente aparece en el estado de sueño profundo sin sueños. Así pues, alfa y beta tienen que ver con el reino ordinario, theta con el reino sutil y delta con el reino causal o, dicho de otro modo, alfa y beta están ligados a los estados egoicos, theta a los estados del alma y delta a los estados del Espíritu. Es probable también que delta esté relacionado con el Testigo puro, algo que la mayor parte de las personas sólo experimentan en el estado de sueño profundo sin sueños. El vídeo empieza conectándome a la máquina y, como me encuentro en un estado de vigilia ordinaria, evidencia mucha actividad alfa y beta en ambos hemisferios, aunque también puede apreciarse una gran cantidad de ondas delta en ambos hemisferios (debido, muy probablemente, a la presencia de un Testigo constante y estable). Luego trato de entrar en nirvikalpa samadhi (o cesación mental completa) y, a los cuatro o cinco segundos, todos los registros de la máquina se ponen a cero. Es como si el cerebro hubiera muerto, ya que no hay ondas alfa, beta ni theta y las delta se hallan al máximo. Al cabo de varios minutos comienzo a practicar una técnica de visualizaron de mantrams, la meditación yidam que, en mi opinión, es predominantemente una práctica del nivel sutil y no tarda en presentarse una gran profusión de ondas theta al tiempo que la actividad delta sigue siendo máxima. El hecho de que theta y delta (que normalmente sólo se presentan en el estado de sueño y en el estado de sueño profundo, respectivamente) se hallen presentes en un sujeto despierto parece indicar la presencia simultánea de los estados ordinarios, sutiles y causales (es decir, turiyatita). En cualquiera de los casos, sin embargo, se trata de una atención tensa. De modo que puse el vídeo y nos dedicamos a verlo. Sam dice que, cuando hago eso, le parezco un bocazas, algo que me parece bastante probable. En cualquier caso, no es más que un evento objetivo. Lástima que el sujeto sea yo y no otra persona, porque los resultados son muy impactantes para el espectador medio, captan mucho más su atención que mis libros y resultan muy convincentes, como ha ocurrido también con nuestro futuro psiquiatra. Comencé a grabar estos vídeos -entrando en distintos estados meditativos y registrando el correlato de las pautas de onda electroencefalográfica- como parte de una

investigación integral de los estados y niveles superiores de la conciencia que trataba de correlacionar los que yo llamo cuadrante superior izquierdo (conciencia subjetiva) y cuadrante superior derecho (cerebro objetivo), una investigación que me ha llevado a la conclusión de que los distintos tipos y niveles de la meditación van acompañados de diferentes pautas de onda cerebrales. En el peor de los casos, esta investigación podría servir de punto de partida para una investigación más detallada y controlada. Se trata de una línea de investigación que, en mi opinión y en la de las personas que han visto el vídeo -entre las que se cuentan Roger Walsh, Frances Vaughan, Mike Murphy, Tony Schwartz y Lex Hixon-, se halla en la línea de la apasionante y sofisticada investigación que, desde hace un tiempo, están realizando Charles Alexander y la gente de la MT [Meditación Trascendental]. Después de ver el vídeo, la gente tiende a quedarse muy seria -en el buen sentido del término- porque resulta evidente que la conciencia primordial no es una idea sino el resultado de una práctica realmente transformadora. También hay quienes se desalientan, porque creen que ellos nunca podrán llegar a conseguirlo. No obstante, la mayor parte de las personas se ven animadas a emprender una verdadera disciplina espiritual y seguir la corriente de la conciencia constante a través de los tres estados (vigilia, sueño y sueño profundo) hasta encontrar el resplandor constante del Espíritu que nos habla con términos inequívocos a cada uno de nosotros.

Sábado, 12 de abril Sam vendrá mañana de visita y también he invitado a Reb Zalman Schachter-Shalomi y a su esposa, Eva. Zalman (una persona resplandeciente, hermosa, bendita y santa) es un gran erudito de la Cabala y el misticismo hebreo y actualmente es la punta de lanza del movimiento de renovación judío. Él fue quien «rabinizó» a Michael Lerner, su más adecuado heredero espiritual, a mi juicio, porque ambos tienen el mismo brillo en los ojos. El último libro de Michael, The Politics of Meaning, representa un importante esfuerzo por unir el liberalismo y la espiritualidad (como también lo es su revista Tikkun). Pero cuando Michael pasó por Boulder me dijo lo decepcionado que estaba con el libro, porque tenía que revisarlo para hacerlo más «popular» (está más contento con su anterior Jewish Renewal). La historia de Michael es un cuento con moraleja acerca de lo que los medios de comunicación liberales de este país hacen con todo lo que suene a «espiritual». En la actualidad, estoy trabajando en varios libros que tratan de perfilar mi postura política, a la que yo definiría como postconservadora y postliberal. El liberalismo y el conservadurismo tienen sus ventajas y sus inconvenientes y tenemos que despojarnos de éstas y aprovechar aquéllas. La principal ventaja del liberalismo reside en su énfasis en los derechos humanos individuales y su principal debilidad en su furibundo miedo al Espíritu. No hay que olvidar que el liberalismo moderno nació durante la Ilustración como un movimiento de oposición a la religión mítica (lo cual está muy bien), pero que luego cayó en la falacia pre/trans y acabó arrojando todo lo que sonaba a espiritualidad al cajón de la mitología prerracional, con lo cual desdeñó (o, como diría Ronald Reagan, echó al bebé en el fregadero) también la espiritualidad transracional (lo cual fue ciertamente catastrófico). El liberalismo trató de matar a Dios y trocar el Espíritu transpersonal por el humanismo

egoico. Es por ello que su reivindicación de lo humano resulta tan admirable (hasta el punto de que muchos de mis valores sociales son francamente liberales) como desdeñable su horror a lo divino. Por su parte, una de las ventajas del conservadurismo típico tiene que ver con su confianza en el Espíritu y uno de sus principales inconvenientes es que ese «espíritu» es casi siempre prerracional, mítico, fundamentalista y etnocéntrico. No es de extrañar que los conservadores estén demasiado predispuestos a imponer sus creencias y sus «valores familiares» a todo el mundo, y puesto que tienen a Dios de su lado, se sienten tan seguros que la caza de brujas nunca se halla muy lejos de la agenda conservadora. Lo que nos interesaría sería tomar lo mejor de ambas visiones -los derechos individuales y la orientación espiritual- y buscar el modo de conectar los valores humanistas con el Espíritu transracional, con una espiritualidad que no sea preliberal, reaccionaria y regresiva sino transliberal, evolutiva y progresiva. También es político, en el sentido más amplio del término, el hecho de que su principal motivación -la compasión- se vierta en la acción social. Pero la espiritualidad auténticamente postconservadora y postliberal (la espiritualidad transracional) no debe verse constreñida al mero activismo social, porque mantiene la separación racional entre la Iglesia y el Estado y la exigencia liberal de que el Estado no debe promover ninguna versión particular de la vida. Así pues, quienes quieran «transformar» el mundo obligándonos a abrazar su nuevo paradigma, su dios o diosa preferidos, su versión de Gaia o su mitología favorita no son transracionales sino preliberales, reaccionarios y regresivos, en el peor de los sentidos, y la caza de brujas nunca se halla muy lejos de su programa. La espiritualidad realmente transliberal, por el contrario, debe presentarse como un estímulo cultural, como un contexto que ni obstaculiza ni fuerza la emergencia de la auténtica espiritualidad, sino que la alienta. [Ver la entrada correspondiente al 10 de diciembre para una discusión más detallada sobre este punto.] Éste es el problema sobre el que está trabajando Michael Lerner y yo le respaldo todo lo que puedo. Su organización postuló Sexo, ecología, espiritualidad para su premio de ética pero no lo consiguió y ahora está tratando de conseguirme una columna en Tikkun. No estoy seguro de que pueda hacerme cargo de esa misión pero, en cualquier caso, resulta muy tentador. Michael es amigo de Bill y Hillary y a ella le gustó mucho su «política del significado». Pero, cuando los medios de comunicación liberales se enteraron de eso, no tardaron en hablar de santa Hillary, del «gurú de Hillary», etcétera, lo cual resultó muy duro para Michael y no acabó hasta que... Jean Houston tomó el relevo. Una simple técnica de la visualización, utilizada a diario por miles de terapeutas, la convirtió en la Eleanor Roosevelt, la channeller de Hillary, cuando lo único que practicaba era visualización creativa. El asunto es que todo lo interior resulta tan absoluta y radicalmente ajeno a los medios de comunicación liberales que apenas saben hablar del tema sin reírse o burlarse. Este es el motivo por el cual considero Ciencia y religión como una especie de prueba. Está escrito teniendo expresamente en cuenta los miedos de los liberales y tratando de refrenar lo que ellos deben de ver como otra cabalgada salvaje de Mister Sapo Calvo. El último capítulo subraya la importancia de salvaguardar las ventajas de la Ilustración

liberal y esbozar una visión transliberal, no antiliberal, que fomente la unión entre la Ilustración occidental (o la libertad política) y la iluminación oriental (o la libertad espiritual). Y por «iluminación oriental» me refiero, obviamente, a la auténtica transformación espiritual, tanto oriental como occidental, tanto del Norte como del Sur. El asunto consistiría en utilizar las libertades legales, políticas y civiles del Occidente moderno como trampolín para favorecer la emergencia de la transformación espiritual y de su más hermosa flor, la compasión. Es por ello que considero Ciencia y religión (que concluye con ese mensaje) como una prueba del modo en que los liberales pueden comenzar a aproximarse a una espiritualidad auténticamente transracional.

Domingo, 13 abril Anoche quedé con Marci Walters, una mujer muy hermosa, y fuimos a su restaurante favorito, Mataam Fez, un restaurante marroquí en el que nos sentamos en el suelo, comimos con los dedos y yo traté de no mancharme. Marci es una graduada del Naropa que trabaja con retrasados y ha sido aceptada por el Peace Corps cuando termine la carrera. Practica la meditación, se dedica al levantamiento de pesas, ha participado en una docena de maratones y en seis triathlones de modo que, si me desmando, bastará con que me dé un empujoncito.

Miércoles, 16 de abril Vuelvo a mi horario habitual. Me despierto entre las tres y las cinco de la madrugada, medito durante una o dos horas y luego voy directamente al escritorio, en donde trabajo hasta la una o las dos del mediodía. El tipo de meditación que practico varía, pero la forma básica es «la práctica de la mañana» o «el yoga del último gurú», en donde el último gurú es la auténtica naturaleza de nuestra mente. La práctica consiste en lo siguiente: Al despertar, o al pasar del estado de sueño al de vigilia, contemplar directamente la mente y preguntar «¿Quién soy yo?» a la fuente de la conciencia o, si lo prefiere, uno tiene que contemplar directamente al observador. Al preguntar por el yo, el yo desaparece y se diluye en la resplandeciente Vacuidad y la conciencia descansa en la Libertad absoluta, ilimitada, no nacida, inmortal, inadvertida y desconocida. Es en esa inmensa Vacuidad donde emerge el alma sutil, pero tú no eres eso. Es en ese inmenso Vacío donde emerge el ego ordinario, pero tú no eres eso. Es en ese inmenso Vacío donde emerge el cuerpo, la naturaleza y la materia ordinaria, pero tú no eres eso. Tú eres la esencia resplandeciente anterior a todos los mundos, a la vez que una con ellos, que abraza de un solo vistazo, cuya gracia hace que salga el sol y que la luna refleje su gloria. Y, en la inmensa amplitud del Vacío que es lo único que existe, tú te habrás desvanecido por completo.

Jueves, 17 de abril En ese estado transcendental, delta parece desaparecer y si cuando tú entras en el estado de vigilia sigues en contacto con la mente en tanto que espejo, con el testigo estable, es muy probable que las ondas delta también sigan presentes. Esto parece ser lo

que ocurre en el vídeo pero, en cualquiera de los casos, se trata de un campo de investigación presumiblemente muy fecundo. Cuando uno «sale» del estado causal, del estado sin manifestar -el estado de cesación pura, de sueño profundo sin sueños, de nirvikalpa samadhi, ayn, jnana samadhi o conciencia pura sin objeto, por nombrar sólo unas pocas versiones del tema-, puede percibir directamente la emergencia de los reinos sutiles y mentales y resulta evidente que constituyen una especie de condensación, cristalización o contracción del reino causal. Y con ello quiero decir que el reino sutil se experimenta como un gesto del Espíritu causal, un gesto semejante al de cerrar el puño de su mano. Si tú permaneces atento y sales del estado sutil -del savikalpa samadhi, de las iluminaciones arquetípicas, de los estados de sueño o de visión creativa, por nombrar sólo unos pocos-, tú puedes percibir directamente la emergencia del reino ordinario, el reino del cuerpo físico, de la materia, de la naturaleza y del ego reflexivo que emerge en el mundo sensoriomotor. Y ese reino ordinario se asemeja a un gesto del alma sutil, se experimenta como algo que está haciendo lo sutil. Y el resultado de todo este arco involutivo -en el que el espíritu causal se contrae en el alma sutil y el alma sutil se contrae en el mundo ordinario del ego y de la naturaleza- es que la totalidad del mundo manifiesto constituye un gesto de su conciencia primordial, de su Espíritu, de su Divinidad, de su Rostro Original. Todas y cada una de las cosas del Kosmos son una manifestación de la Gran Perfección, una manifestación del infinito gozo de la Pureza Primordial. El mundo de lo manifestado no es un pecado, pero perderse en él sí lo es. Nosotros creemos que el ego y la naturaleza son las únicas realidades del Kosmos, ése es nuestro pecado y de él se deriva todo nuestro sufrimiento. Nosotros nos perdemos en la película de la vida cotidiana, olvidándonos de que el proyector, la luz y la pantalla no son sino formas diferentes del último Un Solo Sabor, ondas radiantes de la luminosa Vacuidad. En el mismo momento en que uno recupera la capacidad de contemplar establemente lo que ocurre, en el momento en que su mente opera como un espejo y aparece una cierta continuidad entre los diferentes estados (de modo que no siempre pierde la conciencia al pasar de un estado a otro, desde la vigilia al sueño profundo, por ejemplo), resulta evidente que todos los estados y todos los niveles -altos o bajos, sagrados o profanos, superficiales o profundos- son una manifestación de su Espíritu primordial. En consecuencia, todas las situaciones aparentemente «inferiores» que los ortodoxos consideran «pecado» no son distracciones sino celebraciones de la creatividad exuberante, abrumadora y omnipresente del Espíritu. Este es, precisamente, el punto central del tantra, ya que toda «mancha» -el enojo, la envidia, el deseo, la ignorancia o los celos, por ejemplo- lleva oculta en su misma esencia la sabiduría transcendental -la claridad, la igualdad, la apertura y la discriminación. El tantra se basa en la intuición inquebrantable de que lo único que existe es Dios, de que lo único que existe es el Espíritu, de que lo único que existe es la Divinidad, de que lo único que existe es el Tao. Pero no estoy hablando de un modo metafórico sino absolutamente literal. Como dice el Tao Te King: «El Tao del que uno puede desviarse no es el verdadero Tao». Usted no puede desviarse de Él porque Él es lo único que existe y porque cualquier «desvío» que pudiera tomar seguiría

permaneciendo dentro de Él. (Y ése es también, dicho sea de paso, el motivo por el cual los libros que insisten en decirnos que nos hemos desviado de la Divinidad, del Tao o del Camino verdadero están muy equivocados.) Ésta es la experiencia de Un Solo Sabor en la que todos y cada uno de los eventos del Kosmos, superiores e inferiores, sagrados y profanos, tienen el mismo sabor, el mismo aroma, un sabor divino. Todos son gestos de Dios, gestos de nuestra Perfección primordial, manifestaciones de nuestra resplandeciente Vacuidad, ondas de nuestra propia Conciencia no dual. El universo entero cabe en la palma de su mano, usted puede sostener la luna con dos dedos, puede regalar el sol en Navidad y no sucede absolutamente nada.

Viernes, 18 de abril La luz del sol está acabando de derretir los restos de la nieve que están diseminados por doquier y se agrupa bajo los oscuros pinos verdes que hay junto a la casa. Todo emerge en la claridad luminosa de la Vacuidad, en el espacio de la Divinidad, en la expansión incalificable de Ese Espacio que no es otro que su conciencia sin elección instante tras instante. Eso es todo. Y esa situación suspende mi respiración y me obliga a rendirme a mi estado más profundo, en donde me desvanezco por completo en la Belleza. Éste es precisamente el motivo por el cual la Belleza tiene un significado tan profundo. En la conciencia sin elección, en la simplicidad última de Un Solo Sabor, todos los reinos -desde la conciencia causal sin forma hasta la luminosidad sutil, el cuerpo, la mente y la naturaleza ordinaria- asumen un aspecto dolorosamente bello, una auténtica belleza dolorosa. Entonces es cuando la estética, en todos sus dominios (la belleza del cuerpo, de la mente, del alma y del Espíritu) asume también una importancia completamente nueva. Cuando vemos las cosas como expresiones perfectas del Espíritu, todo se torna profunda y hermosamente doloroso. Ayer estuve en un centro comercial durante varias horas, observando el ir y venir de la gente y todo el mundo resplandecía como esmeraldas verdes. Y no percibí tanto el habitual sufrimiento de sus rostros, la tristeza de sus ojos y el pesado movimiento de sus pasos salpicado de tanto en cuanto por alguna que otra voz alegre, como la gloria de las esmeraldas verdes, budas resplandecientes caminando por doquier... y lo mismo ocurría con la basura que se acumulaba en las aceras, con las piedras de la calle y con los gritos de los niños. ¿Quién hubiera podido sospechar que el paraíso se escondía en un centro comercial?

Sábado, 19 de abril Acabo de recibir una carta extraordinaria de Joyce Nielsen [autora de Sex and Gender in Society], seis páginas mecanografiadas a un espacio, muy interesante desde el comienzo hasta el final. La carta versa sobre un capítulo de El ojo del Espíritu titulado «Feminismo integral», un capítulo en el que subrayo la existencia de una buena decena de escuelas feministas diferentes que sólo concuerdan en la existencia de las mujeres y que divergen en todo lo demás, hasta en el significado del feminismo (e incluso de las

mujeres). En ese capítulo utilizo un enfoque «omni-nivel y omni-cuadrante» y trato de demostrar que cada una de esas escuelas se centra en un determinado cuadrante o nivel. En ese sentido, todas tienen cosas importantes, aunque limitadas, que decirnos y el único enfoque interesante sería el de un «feminismo integral» que rescatara las aportaciones de cada escuela despojándolas de sus debilidades. Así pues, cualquier feminismo realmente integral debería incluir los cuatro cuadrantes (intencional, conductual, social y cultural), cada uno de los cuales presentaría niveles preconvencionales, convencionales y transconvencionales, proporcionándonos así un feminismo multidimensional no chato ni de un solo cuadrante ni de un solo nivel. Esto es lo que he tratado de subrayar en El ojo del Espíritu y Joyce afirma estar de acuerdo con ello. Pero también cree -y ésta es la principal diferencia que advierte entre nuestros puntos de vista- que los factores biológicos no explican la estratificación de género y que el hecho de sostener esa visión (como yo hago) puede incluso contribuir a mantener la estratificación que estamos tratando de evitar. No obstante, aunque comprenda su preocupación, estoy en desacuerdo con ese punto. Por otra parte, creo que Joyce exagera la importancia que atribuyo a las diferencias biológicas de género. Porque, si bien esas diferencias (el hecho de que las mujeres den a luz, por ejemplo, un hecho que ha tenido una extraordinaria importancia en la determinación de los roles productivos de los hombres y de las mujeres en las sociedades agrarias, y de que el embarazo no sea, en modo alguno, una construcción social) son importantes, no me llevan, por ello, a concluir que los factores biológicos sean los únicos ni tan sólo los más relevantes. Además de las diferencias biológicas entre los sexos (cuadrante superior derecho), debemos tener en cuenta las fuerzas sociales (cuadrante inferior derecho), las diferencias individuales (cuadrante superior izquierdo) y los valores culturales (cuadrante inferior izquierdo). Yo suelo subrayar que la importancia de los valores culturalmente construidos desempeñan un papel extraordinario en la estratificación de género, pero me niego (como hacen los constructivistas) a reducir el resto de los cuadrantes al cultural, ya que todos son igualmente importantes. Veremos lo que opina Joyce sobre el volumen 2 de la Trilogía del Kosmos (Sexo. Dios y género: La ecología de los hombres y las mujeres). Espero que me ayude (por más difícil que resulte) a no convertirme en un asno.

Lunes, 21 de abril (Denver) Marci y yo hemos pasado el fin de semana en Denver, en el Oxford Hotel, ubicado en un barrio llamado LoDo (Lower Downtown), una abreviatura semejante a la que da nombre al SoHo. Me gusta ese lugar y también me gusta mucho ese anticuado hotel. La vieja estación de la Railroad Union, de ocho pisos de altura y media manzana de largo se encuentra al otro lado de la calle. A la vuelta de la esquina se halla la sucursal local de la librería Tattered Cover a la que varias organizaciones han calificado como la más exquisita del planeta. Mi amigo Dave Query -que fue cocinero en el yate de Malcolm Forbes durante dos años- acaba de abrir el restaurante Jax en la puerta de al lado. Hay decenas de galerías de arte, tiendas, cafés, bares, restaurantes... Realmente es un pequeño SoHo.

En los últimos cinco o seis años me he sentido cada vez más fascinado por la estética y por la belleza, en cualquiera de sus dominios, algo que atribuyo directamente a la conciencia meditativa. Las grandes tradiciones contemplativas no odiaron este mundo sino que se esforzaron en embellecerlo (al tiempo que también desarrollaban la compasión, la claridad y el respeto). Pensemos en los grandes jardines zen, en los exquisitos manuscritos iluminados del misticismo medieval, en la extraordinaria belleza arquitectónica del Taj Mahal y de Angkor Wat. No, los verdaderos místicos no duales no odian este mundo, sino que disfrutan de él. En opinión de santo Tomás, la gracia no deja de lado la naturaleza, sino que se ocupa de perfeccionarla. La belleza física no es más que uno de los modos en los que el Espíritu resplandece a través del mundo sensorimotor. Y para muchas personas -éste fue, al menos, el punto de vista que sostuvo Thomas Mann- la contemplación estética representa su mayor aproximación posible a la Belleza de lo Divino. Ésta es una versión en miniatura, una versión reducida, de la Belleza infinita que resplandece en el Rostro de Dios. Pero, por más minúscula que sea, se trata de una emanación de lo Divino. En este sentido, El banquete de Platón constituye un excelente recordatorio de que el rayo de la belleza física puede permitirnos ascender a la visión de lo Bueno, la Belleza última. En este país, no obstante, tenemos la triste, agresiva, ascendente y puritana idea de que la belleza estética -en la arquitectura, en las personas, en el vestir- constituye una especie de pecado. ¡Qué visión más lamentable! Pero también ocurre todo lo contrario ya que, en este país, hay muchas personas para las cuales la belleza física es todo lo que hay. Esas personas no conocen otras expresiones más elevadas de la belleza y lo ignoran todo sobre la visión mental, sobre la sorprendente belleza de la iluminación arquetípica, sobre la belleza insoportablemente dolorosa y dichosa del alma radiante y sobre la belleza trascendente del infinito sin manifestar. Y es precisamente por ello que rendimos culto a la moda. En este mundo de una profundidad insondable, todo el mundo parece limitarse a aspirar desposar a una estrella del rock o un as del deporte. Es precisamente la estética del LoDo lo que me gusta; es hermoso y, en consecuencia, un recordatorio de la belleza. Marci y yo hemos tenido un hermoso fin de semana: librerías, capuchinos, despreocupación y cuerpos desnudos por la noche. Marci quería comprarse un nuevo maquillaje y fuimos a Dior, donde estuve charlando con la vendedora de Brit John Galliano, que ha asumido la dirección de Dior en lugar de JeanPaul Gaultier. Yo estaba a favor de Jean-Paul, pero ella prefería a John, aunque hay que decir que ella trabaja ahí. Hemos tomado Martinis en el Cruise Bar y enormes ensaladas en Jax; placeres, todos ellos, maravillosos, cuando uno pasa tanto tiempo ante un escritorio.

Martes, 22 de abril (Boulder) Ha llamado Sam y me comenta que, a partir del próximo año, Shambhala publicará mis obras completas. Creo que pretenden sacar todos los volúmenes al mismo tiempo. Éste es el programa provisional, al menos hasta el momento presente: Vol. 1. El espectro de la conciencia y Conciencia sin fronteras.

Vol. 2. El proyecto Atman y Después del Edén. Vol. 3. Un Dios sociable y Los tres ojos del conocimiento. Vol. 4. Psicología integral y diversos artículos (entre los que se cuentan las introducciones a El paradigma holográfico y Cuestiones cuánticas). Vol. 5. Gracia y Coraje. Vol. 6. Sexo, ecología, espiritualidad (volumen 1 de la Trilogía del Kosmos). Vol. 7. Breve historia de todas las cosas y El ojo del Espíritu. Vol. 8. Ciencia y religión [El Matrimonio entre la ciencia y los sentidos] y diversos artículos.

Domingo, 27 de abril Nuevo seminario del Naropa en casa. Estos seminarios suelen durar unas tres o cuatro horas y suelen ajustarse a un formato de preguntas y respuestas. Me gusta escuchar las dudas de los estudiantes, porque me indica los problemas en los que debo centrarme en mis escritos. Además, también evidencian los problemas que tienen con mi obra y me ayudan a clarificarla. En esta ocasión, los estudiantes estaban particularmente interesados en el Testigo. Ahora estamos grabando en vídeo los seminarios. Veamos unos pocos extractos: *** He hablado de la conciencia testigo que persiste a través de la vigilia, el sueño y el sueño profundo. Pero el Testigo está completamente presente en cualquier estado de conciencia, incluyendo el estado de conciencia en el que ustedes se hallan en este mismo instante. De modo que trataré -eso es, al menos, lo que pretendo- de inducirles ese estado recurriendo a lo que se conoce con el nombre de «instrucciones para señalar». Pero no aspiro a que entren en un estado diferente de conciencia, en un estado alterado de conciencia, en un estado no ordinario, sino que, por el contrario, voy a señalar algo que ya está sucediendo, de manera ordinaria y natural, en el estado en el que se encuentran ahora mismo. Comenzaremos cobrando simplemente conciencia del mundo que nos rodea. Contemplen el cielo, relajen su mente y permitan que se funda con el cielo. Observen las nubes que flotan en el cielo y dense cuenta de que eso no les exige el menor esfuerzo. Su conciencia presente, la conciencia en la que esas nubes están flotando, es muy simple, muy sencilla, muy fácil y muy espontánea. Adviertan simplemente que existe una conciencia sin esfuerzo de las nubes. Y lo mismo podríamos decir con respecto a esos árboles, esos pájaros y aquellas piedras. Ustedes pueden observarlos sencillamente sin realizar esfuerzo alguno.

Contemplen ahora las sensaciones que aparecen en su propio cuerpo. Ustedes pueden ser conscientes de cualquier sensación corporal que se presente, tal vez la sensación de presión en la zona en que están sentados, quizás un leve calor en la zona del estómago o una tensión en la nuca. Pero aun cuando la sensación sea de tensión, ustedes pueden ser fácilmente conscientes de ella. Estas sensaciones aparecen en su conciencia presente y esa conciencia es muy sencilla, muy fácil, muy espontánea y no requiere esfuerzo alguno. Ustedes simplemente observan sin realizar esfuerzo. Observen ahora los pensamientos que aparecen en su mente. Tal vez puedan darse cuenta de la aparición espontánea en su conciencia de imágenes, símbolos, conceptos, deseos, esperanzas y miedos. Son pensamientos que emergen, permanecen durante un rato y terminan desapareciendo. Los pensamientos y los sentimientos aparecen en su conciencia presente de un modo muy simple, muy fácil y muy espontáneo. Y ustedes se dedican simplemente a observarlos sin realizar esfuerzo alguno. Dense ahora cuenta de que, si pueden ver el discurrir de las nubes, es porque ustedes no son esas nubes sino el testigo que las contempla. Dense cuenta de que, si pueden experimentar las sensaciones corporales, es porque ustedes no son esas sensaciones sino el testigo que las contempla. Dense también cuenta de que si pueden ver el discurrir de los pensamientos, es porque ustedes no son esos pensamientos sino el testigo que los contempla. De una manera espontánea y natural, todas estas cosas emergen en su conciencia presente sin que tengan que hacer el menor esfuerzo. ¿Quiénes son, pues, ustedes? Ustedes no son ninguno de los objetos que se hallan fuera, ninguna de las sensaciones, ninguno de los pensamientos; ustedes no son ninguna de esas cosas, sino la conciencia sin esfuerzo que las contempla. ¿Quiénes o qué son ustedes? Ahora pregúntense a sí mismos: Yo tengo sentimientos, pero no soy esos sentimientos. ¿Quién soy yo? Yo tengo pensamientos, pero no soy esos pensamientos. ¿Quién soy yo? Yo tengo deseos, pero no soy esos deseos. ¿Quién soy yo? Ahora den un paso atrás hacia la fuente de su conciencia, den un paso hacia el Testigo y descansen en Él. Y repítanse: Yo no soy objetos, ni sensaciones, ni deseos, ni pensamientos. Y aquí es donde la gente suele cometer un gran error, porque creen que, cuando descansen en el Testigo, van a ver o sentir algo muy especial. Pero el asunto es que, en tal caso, uno no ve nada raro porque, si viera algo, eso no sería más que otro objeto, otra sensación, otro sentimiento, otro pensamiento u otra imagen. Pero todos ésos son objetos, todos ellos son lo que usted no es. No, cuando uno descansa en el Testigo -y comprende que no es los objetos, los sentimientos ni los pensamientos- lo único que percibe es una sensación de Libertad, una sensación de Liberación de la identificación con los pequeños objetos finitos, con su pequeño cuerpo, con su pequeña mente y con su pequeño ego, todos los cuales son objetos que pueden verse y, en consecuencia, no pueden ser el verdadero Vidente, el verdadero Yo, el verdadero Testigo, que es lo que ustedes realmente son.

De modo que, en tal caso, ustedes no verán nada en particular. Todo lo que aparezca estará bien. Las nubes flotan en el cielo, las sensaciones se mueven en el cuerpo, los pensamientos discurren por la mente y uno puede contemplar todo eso sin necesidad de hacer el menor de los esfuerzos. Todo eso aparece espontáneamente en su conciencia presente sin realizar esfuerzo alguno. Y esa conciencia testigo no es nada concreto que pueda ver sino una inmensa sensación de Libertad -la Vacuidad pura- en la que emerge el mundo manifiesto. Usted es esa Libertad, esa Apertura, esa Vacuidad y no cualquier cosa que emerja en ella. Descansando en ese Testigo vacío y libre, adviertan ahora que las nubes están apareciendo en el inmenso espacio de su conciencia. Las nubes emergen dentro de ustedes, ustedes pueden degustar las nubes, ustedes son uno con las nubes, que se hallan tan próximas que es como si estuvieran de este lado de su piel. El cielo y su conciencia son uno y todas las cosas que hay en el cielo están flotando en el interior de su conciencia. Y todo eso se halla tan próximo que pueden besar el sol y tragarse las montañas. Según el zen, cuando dentro y fuera dejan de ser dos, cuando sujeto y objeto son no dos, cuando el observador y lo observado se tornan Un Solo Sabor, «uno puede beberse el océano Pacífico de un solo trago» y ésa es la cosa más fácil del mundo. ¿Se dan cuenta de ello?

MAYO Existe un tipo de despertar del trance que he experimentado con cierta frecuencia desde la infancia, especialmente cuando me encuentro a solas. Para ello solía bastar con repetir en voz baja mi nombre dos o tres veces hasta que, súbitamente, mi individualidad parece disolverse y desvanecerse en el ser ilimitado. Y no estoy hablando de un estado confuso, sino del más claro e indiscutible de todos los estados...,un estado que trasciende por completo las palabras, en el que la muerte es una imposibilidad irrisoria y la pérdida de identidad -si es que puede hablarse de tal cosa- no se asemeja en nada a la extinción sino, por el contrario, a la única vida verdadera. ALFRED, LORD TENNYSON

Viernes, 2 de mayo La luz del sol parece danzar con las gotas de lluvia (que, mientras caen parecen hablar entre sí), convirtiéndolas en perlas irisadas que estallan apenas entran en contacto con el suelo. El ojo del Espíritu es el primer libro, desde Transformations of Consciousness [traducido en castellano con el título Psicología integral] en el que he vuelto a ocuparme del campo de la psicología y de la espiritualidad evolutiva, actualizando mi enfoque (y comparándolo con otras últimas contribuciones al respecto). Asimismo me he referido a mi vida espiritual, en un nuevo intento de transmitir el resplandor de la verdad siempre ya. Los distintos capítulos de ese libro se centran en el campo de la filosofía, la antropología, la epistemología, la meditación y el feminismo desde una perspectiva integral, y también incluye un largo ensayo, a mi juicio el más interesante hasta su misma génesis lo es-, en torno al arte y la interpretación artística. Hace ya tiempo que estoy interesado en el campo de la «hermenéutica» (el arte y la ciencia de la interpretación), el modo en que llegamos a descifrar el significado de una afirmación, del sueño de anoche, de las matemáticas, de una obra de arte, de una película o, en suma, de cualquier cosa. ¿Cuál es, por ejemplo, el significado de esta frase? Como ustedes saben, ésa no es una tarea fácil porque existen multitud de factores que afectan a nuestra capacidad de comprender el significado y, en consecuencia, de entender la vida, a Dios, la literatura o incluso a nosotros mismos. Yo había encontrado un modo, o eso al menos me parecía, de unir el significante (la palabra escrita), el significado (su significado interno), la sintaxis (las reglas formales) y la semántica (el trasfondo cultural) en una visión integral del significado y la interpretación simbólica1 que me llevó a extraer ciertas conclusiones concretas sobre el arte y sobre el modo de interpretarlo.

Aproximadamente al mismo tiempo, un coleccionista anónimo sacó a la luz pública varias pinturas inéditas de Andrew Wyeth (un descubrimiento realmente excepcional) y se organizó una gran exposición de su obra, que iba a celebrarse simultáneamente a los juegos olímpicos de Atlanta, para la que me pidieron que escribiera un ensayo (porque, en mi opinión, están hartos de la «teoría» postmoderna al uso, que habla de todo menos de la obra de arte real), algo que me resultó muy interesante.2 De modo que, sin pensármelo dos veces, me dediqué a afrontar ese reto desde un abordaje extraño y novedoso dentro del campo de la teoría del arte. Para ello, comencé presentando una visión general de las principales escuelas de arte y de su interpretación, que incluía la teoría representacional, la intencional-expresionista, la sintomática, la formalista y la de la recepción respuesta. Luego traté de demostrar (utilizando una visión holónica,3 el espectro de la conciencia y el modelo de los cuatro cuadrantes) la posibilidad de unificar esas cuatro escuelas en un modelo que integrase las herramientas interpretativas propias de cada una de ellas. 1. En el capítulo 5 de El ojo del Espíritu esbozo esta teoría integral de la semiótica. 2. «How Shall We See Art», en Andrew Wyeth: American's Painter, de Martha R. Severens, que incluye un ensayo de Ken Wilber (Nueva York: Hudson Hill Press, 1996). Reeditado en los capítulos 4 y 5 de El ojo del Espíritu. 3. Un holón es una totalidad que, al mismo tiempo, forma también parte de otras totalidades: los átomos forman parte de las moléculas, las moléculas forman parte de las células, las células forman parte de los organismos, los organismos forman parte de los ecosistemas, etcétera. Los holones están organizados holoárquicamente, en el sentido de que cada uno de ellos trasciende -a la vez que incluye- a sus predecesores, como los organismos contienen a las células que, a su vez, contienen a las moléculas que, a su vez, contienen a los átomos, pero no viceversa..., de ahí la jerarquía (u holoarquía). La Gran Cadena es también una holoarquía compuesta de holones: el Espíritu trasciende el alma que, a su vez, trasciende -al tiempo que incluye- la mente que, a su vez, trasciende -al tiempo que incluye- el cuerpo, etcétera. En este sentido, cada holón superior engloba y, en este sentido, incluye a sus predecesores. Ésta es la verdadera naturaleza de las totalidades/parte, de los holones y de las holoarquías, nidos cada vez más globales y abarcadores.

Y ésta es la conclusión a la que arribé: la ciencia nos permite acceder a la Verdad objetiva, al «ello» del Espíritu; la moral nos permite acceder a la Bondad, al «nosotros» del Espíritu, y la Belleza -que está en el «ojo» del espectador- nos permite acceder al «yo» del Espíritu. El ensayo en cuestión acaba del siguiente modo: Piense en la persona más hermosa que nunca haya visto. Piense en el momento exacto en que vio sus ojos y, por un instante efímero, quedó prendado de ellos sin poder apartar su mirada. Piense en el momento en que miró y quedó cautivado por una belleza que le transportó fuera del tiempo. Suponga ahora que esa misma belleza resplandece en el interior de todas las cosas que pueblan el universo; suponga que cada roca, cada planta, cada animal, cada nube, cada persona, cada objeto, cada montaña, cada arroyo; suponga que todo, hasta las montañas de basura y los sueños rotos, irradian esa misma belleza. En tal caso, usted quedaría sosegadamente paralizado ante la amorosa belleza de todo cuanto le rodease. Porque cuando uno puede contemplar la inagotable belleza de la obra de arte que es el mundo entero se libera de toda contracción, se libera del tiempo, se libera del temor y descansa finalmente en el ojo del Espíritu. Porque hay que decir que esa belleza que todo lo impregna no es un mero ejercicio de imaginación creativa sino la estructura misma del universo. Esa belleza que rezuma todo es, de hecho, la naturaleza misma del Kosmos en este mismo instante. No se trata, pues, de algo que usted tenga que imaginar porque es la estructura misma de todo lo que puede llegar a percibir. Cuando uno descansa en el ojo del Espíritu la belleza resplandece en todo objeto. Cuando las puertas de la percepción se hallan limpias, el Kosmos entero es el Amado perdido y reencontrado, el rostro original de la belleza primordial, ahora, y también ahora,

interminablemente ahora. Y ante esa deslumbrante belleza usted acabará desvaneciéndose y nunca volverá a saber de sí, excepto en esas noches serenas en las que el viento sopla suavemente sobre las colinas y las montañas susurran quedamente su nombre.

Lunes, 5 de mayo (Denver) Marci y yo nos hemos pasado otro fin de semana en Denver. De nuevo hemos ido al LoDo, a Oxford y nos hemos sumido en la maravilla de la estética. Suelo seguir muy de cerca todas las manifestaciones de la cultura popular (música, literatura, cine, moda, etcétera) porque me gusta y porque me ayuda a comprender el zeitgeist de la época, la estructura cognitiva general que sirve de sustrato y organiza la percepción popular promedio. En este sentido, advierto que la tendencia actual está pasando del racionalismo moderno al aperspectivismo postmoderno, algo que puede advertirse con mucha claridad en el mundo de la moda. Giorgio Armani, por ejemplo, es un modernista puro cuyos diseños -a menudo monocromos- son elegantes, sencillos y distinguidos. Los de Versace y Gaultier, por su parte, son abiertamente postmodernos, provocadores, exuberantes, multiplicativos y plurales, ejemplificando una diversidad que, no obstante, nunca se halla muy lejos de la disgregación. La estructura cognitiva característica de la postmodernidad ha sido calificada como aperpectivista-integral -«aperspectivista» en el sentido de que no privilegia ninguna visión concreta e «integral» porque, a pesar de ello, posee una cierta coherencia que impide su total disgregación-; yo la denomino visión lógica, una visión que se encuentra perfectamente ilustrada por la obra de Frank Gehry, un genio del postmodernismo cuya arquitectura combina milagrosamente en una unidad global -una auténtica «unidad-en-ladiversidad»- formas plurales que se hallan al borde de la disgregación. El problema es que el postmodernismo se ha preocupado tanto por la diversidad que suele olvidar la unidad y abocar a la fragmentación, ahogándose en una profusión de mundos pequeños y aislados. Esta es, precisamente, la forma patológica del aperspectivismo-integral, una patología a la que denomino locura aperspectivista y que se caracteriza por la presencia de todo tipo de diversidades, de fragmentos esquizofrénicos y por la total ausencia de unidad. Hasta el momento, el postmodernismo suele desembocar en esta locura aperspectivista, aguardando la aparición de verdaderos genios -como Gehry, pero en otros campos- que unifiquen los fragmentos, conecten lo inconexo y zurzan los descosidos provocados por el absurdo ejercicio de una diversidad extrema. ¡Al infierno con todo eso! ¡Creo que estoy enamorándome!

Domingo, 11 de mayo (Boulder) Hoy es el día de la Madre y acabo de llamar por teléfono a la mía. Es un encanto pero, según me ha dicho, está enfadada con Tony Schwartz por un comentario que hizo de pasada en un capítulo de What Really Matters acerca del complejo de Edipo y de mi relación con ella, por el que le desea que nadie compre su libro. Pero, dejando eso de

lado, está muy bien para sus setenta años. Desde la última visita que les hice el año pasado -en la que conseguí que se inscribieran en un gimnasio- no han dejado de hacer ejercicio. He recibido un ensayo de Michael Zimmerman -un gran especialista en Heidegger, un hombre admirable, brillante, ingenioso y sincero que, según me han dicho, fue uno de los preferidos del auditorio en el encuentro celebrado en San Francisco en torno a mi obra- titulado «Heidegger and Wilber. On the Limitations of Spiritual Deep Ecology». Como ilustra perfectamente su libro Radical Ecology, Michael es uno de los principales teóricos de la ecología profunda al tiempo que un gran conocedor de las limitaciones de la llamada «ecología espiritual». De su ensayo entresaco la siguiente cita: «En mi opinión, Wilber lleva a cabo un profundo análisis de la modernidad, el retrorromanticismo y la crisis ecológica, llegando a incluir casi todo lo que dice Heidegger acerca del dominio de lo trascendente y dejando simultáneamente de lado el sentimiento antimodernista que le llevó a colaborar con el nacionalsocialismo. Por otra parte, la visión de Wilber incluye también aspectos importantes de las tradiciones espirituales que Heidegger rechazó o adoptó únicamente de manera parcial. La polémica abierta por Wilber al afirmar que los modernistas y los ecologistas han abrazado la visión sistémica materialista del mundo propia de la ciencia moderna le llevan a concluir que no podemos esperar nada bueno de sus bienintencionados esfuerzos por "resacralizar la naturaleza", a menos que redescubran e incluyan también la dimensión transcendente de la naturaleza, la humanidad y lo divino». Pero todo esto, por más cierto que sea, me llena de dudas y me entristece. «Estoy convencido de que Wilber ha hecho una contribución extraordinaria al debate actual acerca de la naturaleza, la humanidad y lo divino. En concreto, Wilber tiene algo importante que decir a los modernistas y a los ecólogos profundos espirituales, en el sentido de que el único modo de superar la crisis ecológica pasa por resolver la crisis de significado creada por la adopción de una ontología materialista unidimensional [es decir, de una visión chata del mundo]. Wilber afirma muy claramente que esta crisis no podrá ser superada por un trascendentalismo que niegue la vida ni por el mero anhelo ultramundano, sino por una ontología multidimensional no dual [es decir, integral] que deje suficiente espacio como para incluir lo que durante tanto tiempo se ha visto excluido. En lugar de seguir permitiendo que los sistemas naturales materiales -la «redde-la-vida»- agote las dimensiones infinitas de lo divino, la auténtica ecología espiritual deberá reivindicar las dimensiones profundas de la realidad. Y Wilber está desempeñando un papel muy importante en el proceso de gestación de una ecología espiritual auténticamente profunda». Y digo que me entristece porque son muy pocas las personas que parecen dispuestas a emprender un trabajo auténticamente integral. Y no estoy hablando sólo de mi obra, sino de la de los muchos autores realmente integrales, como Zimmerman, Roger, Frances, Tony, Jack, Murph. En todo caso, me encuentro pleno en la Vacuidad.

Lunes, 12 de mayo

Sin pensarlo dos veces, Marci y yo hemos decidido tomarnos unos días de vacaciones. Hace muchos años que no tengo verdaderas vacaciones. Me lo pasé muy bien en Manhattan y en San Francisco, pero no dejaron de ser viajes de trabajo y fueron de todo menos relajantes. Y, puesto que ahora no estoy escribiendo nada concreto, sino que estoy inmerso en la literatura de investigación, poco importa que lo postergue durante unos pocos días. Queremos ir a un lugar que cumpla con varios requisitos. Tanto a Marci como a mí nos gusta el sol, la arena y la playa y, puesto que paso la mayor parte del tiempo a solas y alejado de la gente, ahora querría estar en un lugar con mucha gente. A los dos nos gusta la cultura tanto como la naturaleza, de modo que no tendríamos que estar muy lejos de una ciudad. Pero tampoco quiero pasarme el tiempo tumbado al sol ni estar en medio de una muchedumbre tragando humo. ¿De qué sirven unas vacaciones si uno tiene que preocuparse de que no le disparen un tiro ni le atraquen? Por último, Marci y yo nos pasamos la vida estudiando y también queremos -para cambiar de ritmo- algo superficial, rutilante y frivolo. Por todo ello henos aquí, camino de South Beach (Miami).

Domingo, 18 de mayo (South Beach) South Beach es asombroso, un auténtico espectáculo, el compendio de lo que menos querríamos en nuestra vida real. Así pues, es perfecto. Realmente es muy, muy hermoso. La playa de South Beach abarca las veinte manzanas que hay al sur de Miami Beach, una zona que se hallaba muy degradada hasta que, en la última década -y gracias a una inversión multimillonaria y la influencia de la jet set, las agencias de modelos y las estrellas de cine- ha experimentado un desarrollo espectacular. Madonna ha abierto un restaurante en el Delano Hotel; Sly Stallone es el propietario de un discoteca; Michael Caine dirige la Brasserie y la mansión de Versace en Ocean Drive se asemeja a una embajada. También se han restaurado más de dos docenas de hoteles decó pintados en tonos pastel muy vistosos y llenos de neones. Los hoteles están frente al océano que se halla del otro lado de la calle y la playa es de una arena purísima, sin piedras ni conchas que puedan dañar los pies. Por su parte, el océano no tiene el color gris azulado metálico característico del Atlántico, sino que es de un turquesa tan hermoso que basta con mirarlo para ser feliz. El océano es tan deslumbrantemente transparente que parece que sus destellos reflejen la conciencia primordial y aquí, en el borde mismo de la tierra, la mente y el mundo son no dos. Estamos alojados en el Cavalier, el hotel de moda (aunque, dicho sea de paso, también el más tranquilo) de Ocean Drive. En South Beach todo el mundo es gay, modelo o actor o las tres cosas a la vez. Los hoteles alternan con restaurantes encantadores y soberbios, la mayoría de los cuales tienen una terraza en la que puedes sentarte a contemplar el desfile de los cuerpos medio desnudos. Marci, a caballo de los tiempos, se ha hecho un piercing en el ombligo y ahora es miembro ya de pleno derecho de la generación X. Y así vamos, boquiabiertos, de la playa al restaurante y del bar a la boutique. Hemos decidido beber una botella de vino al día, Marci un tinto fuerte y yo un blanco seco muy suave. ¡Adiós Testigo, bienvenido mundo cruel!

Cada día vamos a la playa a eso de las once de la mañana y permanecemos ahí hasta las cuatro de la tarde. Realmente es una de las mejores playas que nunca he visto. Además de ser pura arena -por más que camines y camines nunca tropiezas con una piedra o una concha-, la temperatura del agua es perfecta, en torno a los 27 grados centígrados, de modo que por más tiempo que pases en el agua nunca tienes frío. De hecho, yo paso unas tres horas al día con el agua al cuello, caminando lentamente de un lado para el otro sobre las puntas de los dedos de los pies, mientras Marci -que es una excelente nadadora- va describiendo literalmente círculos en torno a mí. ¿Dónde esconde esta mujer los músculos? Tiene demasiadas curvas para ser tan atlética. ¿Será cierto que las mujeres de triatlón no tienen un ápice de grasa en el cuerpo? Dada nuestra decisión acerca del vino, yo esperaba perder el contacto con el Testigo, y eso fue precisamente lo que ocurrió la primera noche. Pero el hecho de flotar en el agua no sólo me ha devuelto al Testigo, sino que también parece haber propiciado su disolución -al menos en ciertas ocasiones- en Un Solo Sabor. (El Testigo, o la conciencia contemplativa pura, pertenece al nivel causal, un nivel en el que todavía persisten vestigios de la dualidad entre sujeto y objeto y uno contempla ecuánimemente el mundo como un objeto diáfano y levemente resplandeciente. Pero, en la medida en que prosigue el proceso de desarrollo, el Testigo acaba desvaneciéndose en lo que se contempla, el sujeto y el objeto se tornan Un Solo Sabor, la Talidad simple, el estado de no dualidad. Resumiendo, el camino parte del ego, pasa por el alma, sigue con el Testigo puro y concluye en Un Solo Sabor.) De modo que aquí estoy, gratamente sorprendido, inmerso en la sangre de la naturaleza, flotando en Un Solo Sabor que, en este caso, es levemente salado. En este estado no existe el tiempo, aunque el tiempo discurra a través de él. Las nubes flotan en el cielo, los pensamientos flotan en la mente, las olas flotan en el océano y yo soy todo eso. Ya no se trata de que yo contemple eso, porque ahí no existe ningún centro en torno al cual se organice la percepción. Es simplemente que todo va discurriendo, instante tras instante, y que yo soy todo eso. Yo no veo el cielo sino que soy el cielo viéndose a sí mismo, yo no siento el océano sino que soy el océano sintiéndose a sí mismo y tampoco escucho los pájaros sino que soy los pájaros escuchándose a sí mismos. No existe nada fuera de mí y tampoco existe nada dentro de mí -porque no hay ningún yo- y lo único que existe -lo único que siempre ha existidoes Eso. Nada me empuja y nada tira de mí, porque no hay ningún yo. Eso es todo... y siempre ha sido así. Anoche estuvimos bailando y hoy tengo el tobillo lesionado pero, si bien hay dolor, no duele porque no hay yo alguno a quien pueda dolerle. Lo único que hay es dolor, un dolor que aparece como todo lo demás, como los pájaros, como las olas, como las nubes y como los pensamientos. Yo no soy nada de eso sino todo a la vez, Un Solo Sabor. Y no se trata de ningún estado de trance o de reducción de la conciencia (no tiene nada que ver con lo subconsciente y con lo infrarracional) sino, por el contrario, con su intensificación con lo supraconsciente y lo suprarracional. Existe una conciencia tan clara como el cristal de que todo lo que ocurre, instante tras instante, no le está ocurriendo a nadie. Y tampoco estoy hablando de una experiencia extracorporal o de que contemple desde arriba lo que ocurre abajo, porque yo no estoy contemplando absolutamente nada; no estoy por encima ni por debajo de nada, porque lo soy todo. Lo único que existe es simplemente todo Eso... y yo soy Eso.

Y, por encima de todo, Un Solo Sabor es la simplicidad más absoluta. Las experiencias místicas características de los niveles sutil y causal pueden ir acompañadas de una sensación de grandeza, de reverencia numinosa, de luz, de felicidad, de beatitud, de agradecimiento e incluso de lágrimas de alegría. Pero eso no es lo que ocurre en Un Sabor, algo absolutamente simple y extraordinariamente ordinario: exactamente Esto. Y aquí estoy, con el agua al cuello, tres horas al día. No sé cuánto tiempo paso como ego, como Testigo o como Un Solo Sabor. Y poco importa lo desconcertados que nos hallemos, porque Un Solo Sabor siempre transmite la sensación de que uno nunca ha salido de ahí y, por tanto, nunca se tiene la sensación de estar entrando o de estar saliendo en ese estado..., aunque no se trata tanto de un estado como del fundamento mismo de todos los estados. Así es ahora, así ha sido siempre y así seguirá siendo, hasta el mismísimo fin del mundo. Pero en este ahora concreto ha llegado el momento de transportar a este cuerpomente concreto a un restaurante. Además, estoy seguro de que Marci quiere perforarse algo más y nadie -ni ego, ni alma, ni Dios- querría perderse esta ocasión.

Martes, 20 de mayo (South Beach) Para cambiar el ritmo, nos hemos mudado del Cavalier a la Casa Grande. Ambos son fabulosos, el Cavalier es muy coqueto y la Casa Grande es muy elegante, pero ninguno de ellos es un megahotel -como el Hyatt o el Four Seasons- sino que, como tantos otros hoteles de South Beach, son edificios modernistas relativamente pequeños, de unos tres o cuatro pisos y con un encanto muy especial. Hace unos días fuimos de compras a la boutique de Nicole Miller -aunque hay una docena de pequeñas tiendas magníficas en la zona- y tuvimos una charla muy cordial con los vendedores en torno a quién era el diseñador de moda. En mi opinión es Tom Ford, que se ha hecho cargo de la dirección de la antigua casa Gucci y cuya ropa (ligera, sexy y, sobre todo, elegante) está causando sensación (sobre todo tratándose de un norteamericano). A ellos les gusta Galliano y, a Marci, Isaac Mizrahi, porque vimos Unzipped y le pareció encantador («utiliza colores muy, muy divertidos»). Es una pena que Hollywood haya terminado convirtiendo a Armani en un estereotipo, porque todavía no hay nadie como él; es un genio del modernismo, un baluarte que resiste contra viento y marea la avanzadilla más grotesca del postmodernismo de La Croix, Gaultier, Versace, Dolce y Gabbana, aunque me gusten muchos de estos diseños. El postmodernismo todavía aguarda a que aparezca su genio en el mundo de la moda, como ha ocurrido con Gehry en el campo de la arquitectura, aunque Gaultier parece hallarse en primer lugar seguido a corta distancia por Galliano y McQueen. Una gran cena pero ¿por qué no puedo recordar el pescado que hemos comido? ¡Vaya con los efectos del vino! Anoche estuvimos frente a la mansión de Versace y entablamos conversación con una pareja muy interesante, de modo que nos fuimos a cenar juntos y en el curso de la noche... y también, por cierto, por los efectos del vino, cada vez resultaba más claro que la mujer -inteligente y perspicaz aunque un tanto conservadora- quería tatuarse.

De modo que al terminar la cena nos dirigimos al mismo lugar en el que perforaron el ombligo de Marci. Me parece una tienda de todo tipo de mutilaciones corporales que bien pudiera llamarse Mutilations Are Us. Marci no dejaba de animarla a que llevara a cabo su propósito: «¡Oh mira esa gran águila americana!», decía, al tiempo que señalaba una imagen del tamaño de un plato. «¡Mira ese corazón», apostillé yo entonces, que cada vez estaba más nervioso, señalando un pequeño corazón del tamaño de un guisante. Finalmente, ella se decidió por el corazón y, al cabo de un par de minutos, ya estaba hecho. El lunes volvimos nuevamente a la playa pero, en esta ocasión, ni Testigo ni Un Solo Sabor, sino tan sólo un ego levemente preocupado. Pero el agua estaba exquisita y tomamos unos bocadillos y cerveza friéndonos al sol de esta larga playa llena de mujeres en topless. Marci no sólo va sin sujetador, sino que cada vez entra más en el espíritu de South Beach, quiero decir, en la ausencia total de Espíritu, meras superficies brillantes. Cuando esta noche ha decidido perforarse ambos pezones, le he soltado un discurso muy serio sobre la necesidad de ser responsables, pero... ahí vamos de nuevo camino de Mutilations Are Us. Cien dólares -y unas pocas imágenes que no tardaremos en olvidar- después, Marci tiene dos anillos en los pezones que se me antojan dos pequeños sujetatoallas apuntando directamente hacia mí. (Es curioso que cuando les cuento esto a los baby boomers se alarman, se enfadan o hacen un gesto de repugnancia, mientras que cuando se lo digo a un miembro de la generación X responde: «¡Qué bien!».) Mañana tomamos el avión de vuelta. Marci es una excelente compañera de viaje, nunca se enfada, está realmente encantada de la vida y es muy sincera sin asomo alguno de seriedad. Ya en el avión, contemplo alejarse el océano en el que resplandece débilmente la Vacuidad, unas vacaciones de ensueño, literalmente un sueño.

Domingo, 25 de mayo (Boulder) Hemos comenzado otro de los seminarios del Naropa. En esta ocasión, los temas planteados por los estudiantes han sido la compasión versus la «compasión idiota», la falacia pre/trans, la meditación y la neurosis y el enojo de algunos teóricos ante mis intentos de elaborar una visión integral... Veamos algunas citas de este encuentro: ESTUDIANTE: He estado hablando con algunos compañeros acerca de la visión integral y me he dado cuenta de que ellos interpretan mis críticas como una falta de compasión, pero a mí no me parece que eso sea así. KW: Sí, y éste es un tema que suele estar muy confuso a causa de la dificultad para distinguir la compasión de la «compasión idiota» (y debo decir que los términos no son míos sino que ése era el modo en el que Trungpa Rinpoche solía abordar esta cuestión). En este país -y especialmente en los círculos de la denominada nueva era- creemos en una especie de igualitarismo tibio políticamente correcto según el cual no existe ninguna visión que sea mejor que las demás y, en consecuencia, nos vemos obligados a aceptarlas todas por igual en aras de la diversidad. Desde esa perspectiva, el hecho de no emitir ningún juicio es considerado como un signo de compasión, pero de una compasión que, a mi juicio, termina oponiéndose al sentido común.

Y esa actitud, como ustedes comprenderán, resulta contradictoria porque, mientras asume que ninguna visión es mejor que las demás, no deja de insistir en que la suya es la mejor de todas. De modo que esta visión «compasiva» afirma que ninguna visión es mejor que otra... excepto la suya que, supuestamente, es superior en un mundo en el que se supone que no existe nada superior. Se trata, pues, de una jerarquía que niega las jerarquías, de un juicio que niega los juicios, de una visión bienintencionada pero, en el fondo -cómo decirlo- sumamente hipócrita. Y la hipocresía, obviamente, no tiene nada que ver con la verdadera compasión sino con la «compasión idiota» que, por más amable que pueda ser, no deja de ser, en el fondo, sumamente cruel. ¿Acaso le daría un trago a un amigo alcohólico si supiera que, de ese modo, podría matarle? Después de todo, para ser amable usted tendría que darle lo que quisiera, ¿no es cierto? ¿Quién es usted para imponer a los demás su visión de las cosas? ¿Cree usted que sería realmente compasivo darle un trago? ¡De ningún modo! La verdadera compasión debe ser una compasión inteligente, es decir, una compasión que establezca juicios de respeto y cuidado; la verdadera compasión nos dice que ciertas cosas son buenas y que otras no lo son tanto y, en consecuencia, nos lleva a movernos aquello que se halla infundido por la sabiduría y el respeto. Ofrecerle un vaso de whisky a un alcohólico crónico por el simple hecho de que él se lo pide y usted quiere ser «amable» no tiene nada que ver con la verdadera compasión sino con la «compasión idiota». El zen se refiere a esta misma diferencia con los términos «zen abuela» y «zen real». Para despertar del sueño del samsara y acabar de una vez con sus juegos favoritos, el ego debe verse hostigado, en ocasiones, de un modo muy severo, algo que el «zen abuela» no parece estar dispuesto a hacer. El «zen abuela» quiere ser «amable» y le permitirá seguir durmiendo, si lo desea, un rato más, dejar de meditar si no le gusta como discurren las cosas y seguir revolcándose en su yo. Pero el «zen real», por su parte, no tiene el menor empacho en recurrir a un palo muy largo y, en algunos casos, va acompañado de gritos, huesos y egos rotos. La verdadera compasión da coces e insulta y, en ocasiones, es cualquier cosa menos agradable. Y si usted no está dispuesto a soportar este tipo de fuego, haría bien en alejarse de quienes practican la verdadera compasión, porque éstos no dudarán en echarle al fuego y buscarse un sonriente maestro de la nueva era, todo dulzura y luz que rebautice su ego con términos abiertamente espirituales. Lo que la mayor parte de las personas entienden por «compasión» es una mera autocomplacencia egoica, pero resulta que el ego es nuestro peor enemigo y quien se muestre amable con él no estará dando muestras de una gran compasión. Tal vez usted y yo no seamos maestros realizados y quizá no siempre sepamos diferenciar con claridad dónde comienza y dónde termina la «compasión real». Pero, en cualquiera de los casos, deberíamos empezar a tratar de ejercer la «compasión real» en lugar de la «compasión idiota», tendríamos que aprender a establecer distinciones cualitativas, es decir, juicios que implican jerarquías de valores. Y en el caso de que a usted le desagraden las jerarquías no debería olvidar que ésa también es una jerarquía, una jerarquía que coloca a las no jerarquías por encima de las jerarquías. Y eso no me parece mal, sólo que uno tiene que ser lo suficientemente honesto consigo mismo como para llamar a las cosas por su nombre. Está muy bien que a uno le disgusten las jerarquías de valores y quiera evitarlas, pero no hay que olvidar que ésa sigue siendo una jerarquía que ubica a las no jerarquías por encima de las jerarquías, lo cual no deja

de ser una jerarquía, su propia jerarquía. Sea, al menos, sincero y, puesto que no hay modo de escapar de las jerarquías de valores, hágalo, al menos, de forma consciente y abandone la actitud hipócrita de que usted «no emite juicios», el más colosal, por cierto, de los juicios. ESTUDIANTE: ¿Pero acaso la conciencia sin elección no es una conciencia sin juicios? KW: La conciencia sin elección acepta absolutamente todo lo que aparece, tanto los juicios como los no juicios. Como usted ve, la actitud no enjuiciadora es una elección entre dos alternativas opuestas: enjuiciar versus no enjuiciar, de modo que el hecho de «no enjuiciar» no es exactamente lo mismo que la conciencia sin elección. La conciencia sin elección se refiere, en realidad, a lo que los budistas denominan bodhichitta o Vacuidad absoluta, mientras que el hecho de establecer juicios es la bodhichitta relativa o compasión. Esta es la verdadera compasión, no la «compasión idiota», ¡y la compasión real utiliza la sabiduría para establecer juicios! Así pues, ninguna las dos, pues -absoluta o relativa- es una actitud sabia y «no enjuiciadora». Desde una perspectiva Absoluta, descansamos en la Vacuidad de la que emanan ambas actitudes y poco importa que hagamos juicios o que no los hagamos. Desde una perspectiva relativa, establecemos juicios basados en la sabiduría y la compasión, es decir, juicios basados en las distinciones cualitativas, en las jerarquías de valores y en la profundidad. ¡De modo que no haga mucho caso de quienes afirman que ellos no son «jerárquicos» y que «no emiten juicios»! Lo que tenemos que hacer es aprender a establecer distinciones cualitativas conscientes, tenemos que aprender a establecer juicios basados en los grados de profundidad. La «compasión idiota» hace mucho daño y obstaculiza el auténtico desarrollo espiritual. ESTUDIANTE: Esos hipócritas casi se me echan encima por establecer juicios cualitativos... KW: Como usted sabe, existe una gran diferencia entre hacer juicios cualitativos y ser molesto. En este sentido, le recomiendo que comience verificando su actitud y su motivación. No tiene el menor sentido ponerse santurrones. Como ya hemos dicho, existe una «compasión real» y una «compasión idiota». Y es muy fácil quedarse atrapado en este punto, eso, al menos, es lo que me ocurre a mí. Ese sería un juicio ajeno a los llamados «medios hábiles», algo ciertamente molesto. De modo que debería tener mucho cuidado al respecto. ¿Pero estaba usted diciendo, acaso, que le atacaron por defender la importancia de una visión integral? ESTUDIANTE: Así es. KW: Ese es un problema muy especial. Para empezar, hay que tener en cuenta que, en un determinado momento, las personas no pueden expandir su visión mucho más allá de un 5%, de modo que no resulta extraño que, en el caso de que usted pretenda ofrecerles una visión demasiado amplia, se cierren, se enojen o le descalifiquen diciéndole que carece de compasión, que es muy arrogante, etcétera. Y, en el caso de que usted siga insistiendo en este punto, es muy probable que el problema sea realmente suyo. Quizás

su ego esté disfrutando de la situación; eso es, al menos, lo que me ha ocurrido a mí en varias ocasiones y por ese motivo sé perfectamente que no sirve para nada. Porque si lo que realmente quiere es ayudar a alguien no debería cargar la cuchara con más comida de la que la otra persona puede tragar. ¿No le parece? También habría que recordar que los sistemas de creencias no son sólo eso, sino que son el hogar del ego, el asiento de la contracción sobre uno mismo. Hasta una creencia holística, como la creencia en la «red-de-la-vida», por ejemplo, alberga siempre el ego, porque las creencias son meras formas mentales y si lo supramental todavía no ha sido descubierto, las construcciones mentales van acompañadas de un ego muy poderoso. Es por ello que el yo separado experimenta cualquier desafío a un sistema de creencias como una amenaza de muerte que pone en marcha los instintos de supervivencia. Y, en tal caso, lo que está en juego no es sólo la verdad o falsedad de una teoría, sino que se trata de una lucha a vida o muerte. De modo que, siempre que se encuentre en una situación parecida -no sólo en los demás sino también en sí mismo- deberá tener cuidado porque se hallará ante una rata acorralada. ESTUDIANTE: ¿Por qué se halla tan extendida la «compasión idiota»? KW: Por el simple hecho de que no amenaza absolutamente nada. El hecho de que el ego no quiera verse amenazado explica el auge de la «compasión idiota» en los círculos espirituales. Al ego le gusta el «zen abuela», de modo que no dudará en pagar lo que sea por un taller de fin de semana que «potencie» su ego, le diga que usted es Dios o la Diosa, le brinde un nuevo concepto sobre el que pensar al que llamar «espíritu», le conecte con la «red-de-la-vida» o le prometa la unidad última con esa idea mental. De hecho, el enorme mercado de la literatura espiritual de nuestro país gira en torno al hecho de que a los baby boomers [ver nota del traductor en el primer capítulo] les gusta escuchar que su ego es Dios y que la contracción en uno mismo es el Espíritu. Pero, de ese modo, la contracción sobre uno mismo se ve simplemente reetiquetada como «sagrada», con lo que el «zen abuela» acaba sonriendo por doquier. Yo no creo que ninguna de esas visiones esté mal, sea mal intencionado o algo por el estilo, lo único que creo es que están un poco confundidas y que no vendría mal una visión más integral del Kosmos que proporcionase un pequeño atajo a su noble búsqueda. Espero que una visión más integral pueda ayudar a clarificar toda esa confusión. ESTUDIANTE: ¿Por qué resulta tan amenazadora la visión integral? KW: Porque casi siempre exige una ampliación de las creencias superior al 5% y eso es algo que muy poca gente está dispuesta a hacer. ESTUDIANTE: Me sorprendió mucho que se enojaran tanto. KW: Sí, eso es muy lamentable. Yo creía que si uno conseguía demostrar la importancia de tres enfoques diferentes -llamémosles A, B y C, por ejemplo-, todo el mundo quedaría satisfecho, pero lo cierto es que los defensores de A, B y C acaban enojándose porque uno ha demostrado que su campo de interés no es el único. Resulta lamentable que los budistas se quejen apenas escuchen que Freud y Piaget tienen algo importante que decir con respecto a la comprensión de la conciencia y que los ecólogos

comiencen a acusarle de odiar a la naturaleza cuando le oyen defender la importancia de la naturaleza ordinaria, del nivel del alma sutil y del reino del espíritu trascendental. ¡Pero también habría que decir, por último, que algunas personas podrían reaccionar negativamente porque nuestra supuesta visión integral no lo es tanto! Y con ello quiero decir que no tenemos que desdeñar la posibilidad de que quienes creamos en una visión integral estemos equivocados y que las personas sensatas y racionales reaccionen negativamente. No vayamos ahora a creer automáticamente que ellos se sientan amenazados porque nosotros tengamos razón y ellos estén equivocados, porque las cosas bien podrían ocurrir al revés.

Martes, 27 de mayo He estado trabajando durante toda la mañana, leyendo, leyendo y leyendo. Luego he ido con Marci a comprar comida. ¿Acaso la familia que levanta pesos juntos permanece unida?... Yo diría que más bien termina en la unidad de cuidados intensivos.

Miércoles, 28 de mayo Acaba de salir el décimo número de la Noetic Sciencies Review. Hace un tiempo me pidieron una visión resumida y global de la última década de estudios sobre la conciencia, un artículo que ha salido en este número acompañado de las respuestas de Alwyn Scott, Duane Elgin, Jeanne Achterberg, Peter Russell y Will Keepin. Las respuestas son muy interesantes y concienzudas y creo que este número está muy bien, gracias a los esfuerzos realizados por Barbara McNeill, su editora ejecutiva, y por David Johnson, Carol Guion, Christian de Quincey y Keith Thompson, sus editores y directores asociados. La introducción de los editores empieza así: «En un artículo especialmente escrito para el número conmemorativo del décimo aniversario de nuestra revista, Wilber subraya los doce elementos más importantes que debería incluir cualquier enfoque auténticamente integral de la conciencia, el tema más importante de nuestro tiempo». Y eso es, más o menos, lo que he tratado de hacer, subrayar una decena de campos diferentes de estudios sobre la conciencia -la ciencia cognitiva, el introspeccionismo, la neuropsicología, la psicoterapia individual, la psicología social, la psiquiatría clínica, la psicología evolutiva, la medicina psicosomática, los estados no ordinarios de conciencia, las tradiciones orientales y contemplativas, los enfoques cuánticos a la conciencia y la investigación sobre las energías sutiles- que, a mi juicio, debería incluir cualquier visión integral. Pero el asunto es el siguiente: He observado que, como ocurre en tantos otros campos, los investigadores de la conciencia tienden a decantarse, en los comienzos de su carrera, por uno o dos de estos abordajes y a quedar entonces atrapados bajo la autoridad de un mentor, organización o departamento académico concreto. A la naturaleza humana le resulta muy difícil abrazar -y hasta, en ocasiones, hasta reconocer la existencia de los demás enfoques. A partir de ese momento, sólo

se acumula aquella evidencia que apoye la propia visión de las cosas, ignorando, menospreciando y justificando, simultáneamente, el resto. Tal vez convenga recordar que la mente humana es incapaz de producir un ciento por ciento de errores, es decir, que nadie es tan inteligente como para equivocarse en todas las ocasiones. Ello significaría, dicho en otras palabras, que ninguno de los doce abordajes anteriormente mencionados puede estar absolutamente equivocado o, lo que es lo mismo -pero dicho de un modo positivo-, que cada uno de ellos tiene cosas importantes y valiosas que decirnos. Y eso significa, indefectiblemente, que nuestro avance hacia un enfoque auténticamente integral depende precisamente de nuestra capacidad para incluir, sintetizar e integrar esos doce importantes enfoques. Se trata, obviamente, de un reto muy complejo pero también es claro que cualquier otro abordaje no merecería el calificativo de «integral».

Y, tras una larga discusión al respecto, el ensayo concluye diciendo: ¿Cuánto hemos avanzado en nuestro camino hacia la integración? Dejando de lado alguna excepción significativa, en la última década existen doce facciones distintas que reclamaban la propiedad del pastel. En una serie de libros (especialmente en El ojo del Espíritu) he tratado de bosquejar una teoría integral de la conciencia que incluya explícitamente esos doce grandes enfoques. Pero lo realmente importante no es mi versión particular de esa visión integral, sino el diálogo que comienza a entablarse en torno a la posibilidad de una integración, un abordaje que, aunque pueda ser calificado de modos muy diferentes, integre los enfoques «duros» con los enfoques «blandos», las ciencias naturales con las ciencias noéticas, las realidades objetivas con las realidades subjetivas y lo empírico con lo trascendental. Esperemos que, dentro de una década, alguien pueda pergeñar un megabosquejo realmente integral de los estudios sobre la conciencia..., pero antes será necesario que quienes estemos interesados por el holismo, la globalización, la síntesis y la integración comencemos a planteamos estas cuestiones. ¿Es posible una teoría auténticamente integral de la conciencia? Ésa sería la pregunta que me gustaría formularles a todos ustedes y ése sería también el reto ante el que creo que nos hallamos. ¿Cuan grande es nuestro paraguas? ¿Cuan lejos y profunda podemos lanzar nuestra red? ¿Cuántas voces integran el coro de la conciencia? ¿Cuántos rostros de lo Divino sonríen ante nuestro esfuerzo? ¿Cuántos colores, en suma, admitiremos en nuestro particular arco iris? ¿Con qué nos encontramos cuando hacemos una pausa en nuestra investigación, ponemos provisionalmente a descansar nuestras teorías y nos relajamos en el fundamento primordial de nuestra conciencia intrínseca? ¿Dónde está nuestra conciencia cuando el petirrojo canta de gozo al despuntar la mañana? ¿Dónde está la conciencia cuando el resplandor del sol se refleja en la cima de una montaña coronada de nieve? ¿Dónde está la conciencia en el lugar en el que el tiempo se olvida, en el momento eterno que carece de fecha y duración, en el fondo secreto del corazón en el que la eternidad roza el tiempo y el espacio anhela el infinito, cuando el golpeteo de las gotas de lluvia resuena en el tejado del templo, cuando la luz de la luna se refleja en cada gota de rocío para recordarnos lo que usted y yo somos y cuando en el universo entero no hay más que el sonido de una cascada en la llovizna que susurra quedamente su nombre?

Jueves, 29 de mayo

El mundo parece levantarse tranquilo esta mañana, resplandeciendo débilmente en el radiante océano de la transparente Vacuidad. Sólo existe esta luminosidad inmensa, abierta, vacía, clara y desnuda. Todas las preguntas se desvanecen en esta única Respuesta, todas las dudas desaparecen en este único Grito, todas las preocupaciones se develan una ola en el océano de la ecuanimidad. Un Solo Sabor es compatible con todos y cada uno de los mundos, pero, paradójicamente, es más feliz cuando entona una melodía holística. Ese es precisamente el motivo por el cual el objetivo de cualquier abordaje integral a la conciencia debe incluir e integrar todos los niveles y todos los cuadrantes o, dicho en pocas palabras, todos los niveles del Gran Tres del «yo», del «nosotros» y del «ello» o, dicho de otro modo, los relatos acerca de la conciencia escritos en primera, en segunda y en tercera persona. Hoy en día existe una gran batalla entre los relatos introspectivos escritos en primera persona (que subrayan la introspección inmediata de los contenidos de la mente tal y como se despliegan ante nuestra propia conciencia) y los relatos objetivo/científicos escritos en tercera persona (que pretenden traducir la conciencia a las entidades objetivas o «ellos» de los que habla la ciencia empírica). Pero ambos ignoran la importancia de los relatos escritos en segunda persona que pertenecen a los dominios intersubjetivos propios de las estructuras lingüísticas, los contextos morales, la semántica compartida y el sustrato cultural, sin los cuales no es posible ningún «yo» y ningún «ello». Por otro lado, las humanidades y los estudios culturales tratan de reducir toda conciencia subjetiva («yo») y toda conciencia objetiva («ellos») a meras construcciones culturales («nosotros») y se ocupan exclusivamente de subrayar el contexto cultural. Pero aunque esos tres enfoques estén parcialmente equivocados también son parcialmente ciertos y, en consecuencia, todos ellos deben entrar a formar parte de la mesa de la integración. Soy muy consciente de que nadie -exceptuando tal vez a Jürgen Habermas, el hombre actualmente más inteligente, a mi juicio, del planeta- está asumiendo un enfoque integral (que englobe por igual los dominios de la primera, la segunda y la tercera persona). Pero lamentablemente Habermas no deja lugar para los dominios transracionales y transpersonales, de modo que su abordaje, si bien es omnicuadrante, no es omni-nivel. Éste fue el abordaje que bosquejé en El ojo del Espíritu y, más técnicamente, en «An Integral Theory of Consciousness», publicado por el Journal of Consciousness Studies, una revista excepcional que, en tan sólo cuatro años de vida, se ha convertido ya en el foro principal de estas importantes discusiones y en la que participan luminarias como John Searle, Daniel Dennett, Francisco Varela, John Eccles, Roger Penrose, David Chalmers, los Churchlands, etcétera. El título del último número «Taxonomy or Taxidermy?» es muy elocuente a este respecto porque cuestiona si la conciencia debe ser aceptada y categorizada como algo real (taxonomía) o como mera carne muerta (y sólo válida, por tanto, para la mesa del taxidermista).

Sábado, 31 de mayo

Durante la meditación de esta mañana, en lugar de descansar en la conciencia clara, sin elección y omnipresente -una de las «no prácticas» habituales he practicado una vieja visualización tántrica yabyum (técnicamente hablando, anuttaratantra yoga) -y digo «vieja» porque hace un tiempo solía practicarla con cierta frecuencia- que posibilita la transformación de la energía sexual en beatitud resplandeciente y abrazo compasivo. Se trata de una práctica fundamental del nivel sutil (cuyas prácticas se caracterizan por comenzar en el nivel psíquico y conducir al nivel sutil y, en ocasiones, llegar a disolverse en el nivel causal. Y, aunque rara vez alcanzan Un Solo Sabor no dual, o sahaja, son ejemplares para el desarrollo que conduce desde el dominio psíquico hasta el dominio sutil). El núcleo estándar de este tipo de práctica se resume del siguiente modo: «La cognición beatífica de la Vacuidad emerge como compasión». La cosa funciona aproximadamente así. Durante la meditación, usted se visualiza en unión sexual con su consorte. Visualícese a sí mismo y a su consorte como un dios o como una diosa, como un ángel o como un bodhisattva, como un buda o como un santo, el símbolo, a fin de cuentas, que más le resuene como representación de su naturaleza más profunda o más elevada. Pero esa visualización de usted y de su consorte en tanto que divinidades transparentes y resplandecientes haciendo el amor debe ser muy clara y muy intensa. Usted debe hallarse sexualmente excitado y debe acompasar esa excitación con la respiración de modo que, al inspirar, respire Luz por la parte delantera del cuerpo hasta los genitales, asiento de la Vida, y, al expulsarlo, debe respirar Vida por la parte posterior del cuerpo ascendiendo por la columna vertebral hasta llegar a convertirse en Luz en y por encima de la coronilla. (Ésta es simplemente otra versión del proceso involutivo-evolutivo, de lo superior adentrándose en lo inferior y de lo inferior regresando a lo superior formando, de ese modo, un gran círculo de energía descendente y ascendente. En el caso de que esté llevando a cabo la práctica con una pareja real, pueden sincronizar sus respiraciones.) Cualquier placer que se genere en la región genital deberá ser dirigido, en el momento de la espiración, hacia la columna y liberarse en Luz al llegar a la coronilla, usted debe respirar cualquier placer corporal y dirigirlo hacia y por encima de la coronilla, el asiento de la Luz y la Liberación infinita. Luego, al inspirar, debe respirar Luz directamente hacia abajo y hacia el cuerpo, por la parte delantera, hasta la garganta, el pecho, el estómago y la base de los genitales. Ése es el ciclo, derramando Luz celestial hacia la Vida terrenal y retornando luego la Vida a la Luz y fundiendo, de ese modo, a cada nueva respiración Agape con Eros, lo Descendente con lo Ascendente, la Compasión con la Sabiduría. En la medida en que su cuerpomente vaya llenándose de ese flujo circulante de placerbeatitud, usted debe centrarse en cualquier sensación de beatitud que se halle presente y usarla para meditar en la Vacuidad, en el Misterio absoluto de la existencia, en la simple Transparencia del mundo o en Dios como expansión, lo que más interesante le parezca. Una forma sencilla de llevar a cabo esta práctica consiste en descansar como Yo-Yo, como el gran Vidente que no puede ser visto, como el Testigo puro completamente abierto y vacío. Y entonces, descansando como Yo-Yo, permita que la beatitud se expanda en ese espacio vacío y abierto que usted es, dejando que el cielo de su conciencia se llene de la beatitud de la unión divina que usted es. Cuando se halle en el estado de beatitud espaciosa de la Yoidad, más allá de las necesidades y de los deseos, deje que emerja una pequeña y amable ola del siguiente

pensamiento: «Prometo liberar a todos los seres sensibles en este espacio libre y abierto», con lo cual una oleada de compasión emergerá del inmenso océano de la beatitud. Y, al igual que las olas del océano están compuestas de agua, esa compasión está literalmente compuesta de la infinita beatitud vacía, porque la compasión es la beatitud vacía infinita en acción. Así pues, el reconocimiento de la beatitud vacía emana como compasión o, dicho en otras palabras, el reconocimiento y la reconexión de la beatitud con su fundamento divino (el Espíritu o la Vacuidad) expande su gracia liberadora y extática a todos los seres y emerge como compasión al servicio de los demás. Salto de la cama, preparo el desayuno y me pongo a trabajar.

JUNIO ¿Por qué es usted infeliz? Porque 99,9 por ciento de todo lo que piensa y de todo lo que hace es para usted. Y no hay nadie. WEI WU WEI

Domingo, 1 de junio T George Harris y Kate Olson -productora del «Jim Lehrer News Hour» de la PBS y una de las principales artífices de muchos de los programas espirituales que se emiten (como los del padre Thomas Keating, el Dalai Lama, etcétera)- han venido a visitarme. Kate es una persona muy especial -inteligente, atractiva y entregada a la práctica espiritual-, de modo que nos vemos siempre que podemos. T George está tratando de lanzar una revista de ámbito nacional centrada en el tema de la espiritualidad y creo que si alguien puede hacerlo es él. Él fue el responsable del lanzamiento de Psychology Today, que, bajo su dirección, alcanzó cotas realmente extraordinarias. Parecía que todo el mundo la leyera y, para muchos de nosotros, representó un verdadero salvavidas. Y, aunque de eso haga ya unos veinte años, todavía conservo algunos ejemplares. Luego T George pasó a ocuparse de American Health y actualmente está trabajando en Spirituality and Health. Tendrá unos setenta años y, como Huston Smith, constituye un auténtico ejemplo de que la edad no debe intimidarnos. Hemos comido en la terraza contemplando el valle. T George y yo hemos estado hablando del modo de hacer una revista accesible y popular que tenga, sin embargo, una cierta profundidad y sofisticación, una disyuntiva muy frecuente ya que, cuanta mayor es la profundidad del producto, más restringido suele ser su público. Mi pobre contribución se ha limitado a la planificación de la revista, que debería contar, a mi juicio, con muchas secciones sencillas y accesibles, pero también con algunas más avanzadas y más exigentes. ¿Pero cómo llevar eso a la práctica? Por el momento, George está tratando de recaudar fondos y, según comenta, está negociando con Time Warner. Espero que las cosas le salgan bien porque realmente necesitamos un foro nacional en el que debatir el tema de la auténtica espiritualidad. Poco a poco la conversación ha ido centrándose en torno a la falacia pre/trans, un tópico que presenté en El proyecto Atman y posteriormente elaboré en un ensayo titulado «La falacia pre/trans» (incluido en El ojo del Espíritu), según el cual, el hecho de que lo prerracional y lo transracional sean no racionales origina muchas confusiones

que terminan reduciendo los estados espirituales o transracionales a estadios infantiles y prerracionales (reduccionismo) y elevando los estadios infantiles, narcisistas y prerracionales a la gloria transracional (elevacionismo). Tal vez los ejemplos más ilustrativos en este sentido son los que nos brindan Freud -un reduccionista típico que trató de reducir los estados profundos del misticismo no dual al narcisismo primordial y la fusión oceánica infantil (El porvenir de una ilusión)- y Jung, un elevacionista típico que solía elevar los mitos prerracionales a la gloria transcendental. (Un mito [que Moisés separó las aguas del Mar Rojo, que Jesús nació de una virgen, por ejemplo] es una historia que la mayor parte de sus creyentes interpreta de manera literal y concreta. Cuando el mito se utiliza conscientemente de un modo alegórico, simbólico o interpretativo pone en marcha las facultades cognitivas más elevadas, desde la razón a la visión-lógica, que permiten acceder a vislumbres de las dimensiones transpersonales. A menos, pues, que especifique otra cosa, cuando hable del mito estaré refiriéndome a los mitos literal-concretos que normalmente son prerracionales.) Yo creía que las principales amenazas a los estudios realmente espirituales procedían del campo reduccionista, pero lo cierto es que el elevacionismo característico del movimiento de la nueva era es todavía peor. Se trata de personas con intenciones muy buenas y muy nobles que toman algunos estados infantiles y egocéntricos a los que, por ser «no racionales», reetiquetan como «sagrados» o «espirituales» generando, de ese modo, grandes problemas. El proceso real del desarrollo va desde lo prerracional a lo racional y, desde ahí, a lo transracional; de lo subconsciente a la conciencia de uno mismo y, desde ahí, a la supraconciencia; de lo preconvencional a lo convencional y, desde ahí, a lo postconvencional; de lo prepersonal a lo personal y, desde ahí, a lo transpersonal; del id al ego y, desde él, hasta Dios. Pero, bajo el influjo de la falacia pre/trans, lo pre suele elevarse a lo trans, con lo cual, en lugar del necesario proceso de desarrollo y transformación, tiene lugar una regresión abiertamente narcisista. Y mucho me parece que la mayor parte del «renacimiento espiritual» que supuestamente asola este país no tiene tanto que ver con el desarrollo transpersonal como con la regresión prerracional, lo cual resulta muy inquietante porque, de este modo, la actualización de lo prerracional se confunde con la conciencia transracional; los sentimientos e impulsos preverbales se ven elevados a la intuición transverbal; la autocomplacencia premoral se confunde con el Yo transmoral; la naturaleza preconvencional se ve promovida al Espíritu postconvencional y el id prerracional acaba confundiéndose con el Dios transracional. Y éste es el «Espíritu» que suelen vender hoy en día las editoriales. Mucho me temo, pues, que la afirmación de que estamos entrando en «una cultura realmente integral» o que estamos asistiendo a una «renovación espiritual» sea bastante más que dudosa. William Irwin Thompson estimó que menos del 20% de ese supuesto renacimiento «espiritual» era realmente transracional y que un 80% era abiertamente prerracional. Y aunque ésta sea una estimación con la que estoy bastante de acuerdo, creo, sin embargo, que las cosas son bastante peores ya que ¡mi propio análisis al respecto indica que menos del 1 % de la población se halla implicada en una auténtica transracionalidad!1 Los estudios realizados a este respecto evidencian de manera fehaciente que el porcentaje de las personas que alcanza los estadios superiores del desarrollo personal es

inferior al 5%... ¡imagine, pues, cuántos serán los que alcanzan los estadios superiores del desarrollo transpersonal! 1. Ver los capítulos 9 y 10 de El ojo del Espíritu para una discusión más detallada sobre este punto.

En todo caso, ésta es la pesadilla de la que he estado hablando con T George y Kate. ¿Cómo hacer -si la mayor parte de los consumidores del «supermercado espiritual» se sienten atraídos por la magia y por el mito prerracional- para llegar a aquellos pocos que realmente están comprometidos con las verdaderas, laboriosas y exigentes disciplinas transracionales? Y esto resulta un tanto difícil, porque ambos mercados son calificados como «espirituales», cuando lo cierto es que uno es francamente traslativo, mientras que el otro es decididamente transformador. ¿Cómo integrar ambas visiones en la misma revista? Porque lo cierto es que muchas de las personas que están implicadas en una búsqueda prerracional desean también abrirse a auténticos estados transracionales y transpersonales, de modo que es muy importante abrir un espacio que los incluya a los dos. Y T George es muy consciente de este problema, lo cual es muy positivo, pues está dispuesto a enfrentarse a esta dificultad.

Lunes, 2 de junio Amanece y sale un sol anaranjado cuya claridad luminosa y vacía lo llena todo. La mente y el cielo son uno, el sol sale en el inmenso espacio de la conciencia primordial y eso es todo lo que hay. En cierta ocasión, Yasutani Roshi dijo, hablando del satori, que ésa era la más preciosa de las realizaciones, la realización última que todos los grandes filósofos han tratado, sin éxito, de comprender, una pregunta cuya única respuesta profunda reside en el satori o despertar: eso es todo lo que hay.

Martes, 3 de junio ¿Y nosotros nos preocupamos por el estado de arte en el mundo postmoderno? En la revista 5280 leemos lo siguiente: Cuando 60 Minutes publicó un informe sobre el absurdo del arte postmoderno, Morely Safer puso como uno de los ejemplos más ostensibles de lo que ocurre con el arte de hoy en día un cenicero de unos dos metros y medio de lado repleto de colillas de cigarrillos y de puros. Y, a modo de posdata, Safer comentaba que la pieza había sido comprada recientemente por 60.000 dólares por el Denver Art Museum.

¿Y nosotros nos preocupamos por la ética comercial del mundo actual? Veamos, a este respecto, lo que comenta Men's Health: El 86% de los ejecutivos entrevistados en una encuesta reciente afirmaba que la cualidad laboral más valorada en sus subordinados es la fidelidad y la que menos la integridad (a la que sólo ubicaban en primer lugar el 3% de los ejecutivos entrevistados).

Miércoles, 4 de junio

He estado trabajando durante toda la mañana y luego he decidido correr un rato por el patio trasero de casa. Cuando uno corre siendo consciente del Testigo y descansando en el inmenso Vacío, no se mueve sino que es la Tierra la que lo hace. Usted, en tanto que Testigo, permanece inmóvil o, dicho de un modo más concreto, usted no presenta ningún tipo de cualidades, de rasgos, de movimientos o de agitación. Uno es consciente del movimiento y, en consecuencia, no es -en tanto que Testigo- ningún tipo de movimiento. Entonces parece realmente como si uno no se estuviera moviendo -ya que el Testigo es ajeno al movimiento y a la inmovilidad- y lo único que se moviera fuera el suelo. Es como si estuviera sentado en la butaca de un cine y contemplara cómo el espectáculo se desplaza en torno a usted sin necesidad de moverse de su asiento. (Esto resulta relativamente fácil de practicar cuando uno está conduciendo por una autopista. Siéntese, relájese y suponga que el que se está moviendo no es usted sino el paisaje. En ocasiones, basta simplemente con esto para colocarse en la posición del Testigo real, momento en el cual uno descansa, sin el menor movimiento, en la conciencia sin elección contemplando el discurrir del mundo. Porque el centro inmóvil de la conciencia pura es, en realidad, el centro del Kosmos, el ojo o Yo-Yo del ciclón kósmico. Y ese centro inmóvil -único en el mundo e idéntico en todos los seres-, el círculo cuyo centro está en todas partes y cuya circunferencia en ninguna, es también el centro de gravedad de su alma.) Y éste es el motivo por el cual el zen dice: «Un hombre bebe vodka en Nueva York y se emborracha en Los Angeles». Porque el hecho es que es la misma Gran Mente, atemporal y aespacial, la que se halla presente en ambas partes. De modo que el Testigo inmóvil y aespacial contempla el espectáculo de que alguien beba en Nueva York y se emborrache en Los Ángeles. Y éste es también el motivo por el cual la respuesta a la pregunta zen: «¿Cómo ir a Nueva York sin moverse» es: «¡Ya estoy allí!». Al igual que el Testigo, el Yo-Yo no se mueve en el tiempo, sino que es el tiempo el que discurre a través de El. Al igual que las nubes flotan en el cielo, el tiempo flota en el espacio abierto de su conciencia primordial y el Yo-Yo no se ve mancillado por el tiempo, el espacio y sus servidumbres. La eternidad no tiene nada que ver con vivir para siempre en el tiempo -una idea ciertamente aterradora- sino con morar en el instante atemporal anterior al tiempo y a toda su vorágine. Del mismo modo, el infinito no tiene nada que ver con un espacio muy grande sino con una dimensión completamente ajena a toda noción de espacio. En tanto que Testigo, el Yo-Yo es aespacial; en tanto que Testigo, el Yo-Yo es eterno. El Yo-Yo mora en la eternidad y en el infinito, porque el Testigo es ajeno al tiempo y a todo espacio. Ese es el motivo por el cual puedo beber vodka en Nueva York y emborracharme en Los Angeles. Así era como esta mañana, mientras corría, lo único que se movía era el paisaje de la película de mi vida.

Jueves, 5 de junio Como han señalado tantos eruditos -desde Ananda Coomaraswamy hasta Huston Smith-, el núcleo esencial de la filosofía perenne es la Gran Cadena del Ser, el Gran Nido del Ser. Pero ahora resulta evidente que la visión tradicional de la Gran Cadena presenta, al menos, cuatro grandes insuficiencias que debemos superar si queremos

articular una visión realmente integral que resulte aplicable al mundo moderno y postmoderno. La Gran Cadena habla, tradicionalmente, de materia, cuerpo, mente, alma y espíritu [Figura 1], pero son muchas las tradiciones que subdividen al alma en los niveles psíquicos y sutiles y al Espíritu en el nivel causal y el no dual. Una visión expandida del Gran Nido del Ser debería incluir, por tanto, a la materia, el cuerpo, la mente, el alma (psíquica y sutil) y el Espíritu (causal y no dual). Y eso está muy bien, pero los problemas comienzan a presentarse en cuanto caemos en la cuenta de que afirman incluir toda la realidad cuando, de hecho, sólo son aplicables al cuadrante superior izquierdo (el espectro de la conciencia interior). De modo que, como a menudo he tratado de señalar, debemos diferenciar cada uno de los niveles verticales de la Gran Cadena en cuatro dimensiones horizontales (los cuatro cuadrantes). Así pues, además del espectro subjetivo de la conciencia, deberíamos tener también en consideración los correlatos objetivos (el cuadrante superior derecho), el sustrato cultural intersubjetivo (cuadrante inferior izquierdo) y los sistemas sociales colectivos (cuadrante inferior derecho) [ver Figura 1, 2 y 3], De otro modo, la Gran Cadena no podrá superar las acertadas críticas que le lanza la modernidad. Es por ello que las grandes tradiciones rara vez comprendieron que los estados de conciencia (cuadrante superior izquierdo) tienen correlatos en el cerebro orgánico (cuadrante superior derecho), un hecho que ha revolucionado nuestra comprensión de la psicofarmacología, la psiquiatría y los estudios sobre la conciencia. Del mismo modo, las grandes tradiciones siempre se han mostrado muy renuentes a aceptar que la conciencia individual (cuadrante superior izquierdo) se halla muy determinada por el trasfondo impuesto por las visiones culturales del mundo (cuadrante inferior izquierdo) y por las modalidades de producción tecnoeconómica (cuadrante inferior derecho). Y esta situación coloca al Gran Nido en la incómoda situación de verse expuesto a la devastadora crítica de la moderna ciencia biológica, de los marxistas y de los estudios culturales e históricos, entre otros, todos los cuales demostraron que la conciencia no es un noumenon transcendental desencarnado, sino que se halla profundamente incardinado en contextos de hechos objetivos, sustratos culturales y estructuras sociales. Los teóricos de la Gran Cadena no tenían ninguna respuesta plausible a estas acusaciones (a causa, precisamente, de su deficiencia al respecto). Sólo cuando tengamos en cuenta el cuerpo, la mente, el alma y el Espíritu desde la perspectiva de los cuatro cuadrantes (o en el Gran Tres), podremos responder adecuadamente a todas esas objeciones.1 1. Ver Ciencia y religión para una discusión más detallada sobre este punto.

El segundo problema es la necesidad de subdividir el nivel de la mente a la luz de su desarrollo temprano, un punto en el que resultan claves las aportaciones realizadas por la psicología occidental. Por decirlo en pocas palabras, la mente presenta, al menos, cuatro estadios diferentes del desarrollo: mágico (de los dos a los cinco años), mítico (de los seis a los once), racional (de los once en adelante) y aperspectivista integral o visión-lógica (madurez).

Si tuviéramos en cuenta la evidencia proporcionada por las aportaciones orientales y occidentales dispondríamos de un Gran Nido del Ser que incluiría las siguientes diez esferas, cada una de las cuales engloba a su(s) predecesora(s) en un desarrollo que, al mismo tiempo, es envolvente: 1. Sensoriomotor: El cuerpo físico, el nivel material, la fisiosfera. 2. Emocional-sexual: Impulsos biológicos, percepciones, sensaciones, energía vital, élan vital, libido, prana, energía. 3. Mágico: La forma más rudimentaria de la mente («preop» o primeros símbolos y conceptos), en donde el sujeto y el objeto se hallan escasamente diferenciados. Se trata de un nivel caracterizado por el egocentrismo, el artificialismo, el animismo, el antropocentrismo y la magia de la palabra. Y el hecho de que dentro y fuera se hallen pobremente diferenciados implica que los objetos se presenten preñados de intenciones humanas egoicas. Del mismo modo, el ego narcisista cree que puede operar de manera directa y mágica sobre el mundo (los dibujos animados de las mañanas de los sábados en los que los superhéroes pueden mover montañas, volar, fundir el acero y desintegrar a sus enemigos con el único poder de su mirada son un ejemplo claro de la estructura mágica). En resumen, pues, cuando sujeto y objeto no están claramente diferenciados, el ego mágico trata al mundo como una extensión de sí mismo y le imbuye de sus propios rasgos egoicos. Se trata, en suma, de un estadio dominado por el narcisismo y el egocentrismo. 4. Mítico: Nivel intermedio de la mente («conop» o mente concreta regla/rol), en el que el poder mágico se transfiere desde el ego a los llamados dioses y diosas míticas, en cuyo caso, si el ego no puede cambiar milagrosamente el mundo a voluntad, deja que lo hagan los dioses y diosas. En el nivel mágico, el ego puede realizar milagros, mientras que, en el nivel mítico, ese poder se halla concreta y literalmente en manos de un gran Otro (como ocurre, por ejemplo, en el caso de Jehová separando las aguas del Mar Rojo). La magia utiliza el ritual para ejecutar sus poderes milagrosos, mientras que el mito utiliza la plegaria en un esfuerzo por conseguir que el dios o la diosa realicen el milagro por él. El mito, por consiguiente, constituye la primera comprensión de que el ego no puede transformar mágicamente el mundo que le rodea y, en ese sentido, representa una disminución del narcisismo, una disminución del egocentrismo. 5. Racional: Se trata de una función altamente diferenciada de la mente («formop» o formal reflexiva), que trasciende los mitos literal-concretos y trata de satisfacer sus necesidades a través de la evidencia y la comprensión. Ni la magia egocéntrica ni las figuras de los dioses míticos intervendrán milagrosamente en el curso de los eventos kósmicos para satisfacer sus deseos del ego. Si usted quiere algo del Kosmos va a tener que comprenderlo en sus propios términos y siguiendo su propia evidencia. Este nivel supone el nacimiento de una actitud verdaderamente científica, al tiempo que también supone una nueva disminución del narcisismo. 6. Visión-lógica: La función más elevada de la mente ordinaria, una visión sintetizadora que conlleva una modalidad unificada de cognición. La visión-lógica no alcanza la unidad ignorando las diferencias sino englobándolas -es por ello que también se denomina aperspectivista integral- y supone el descubrimiento del pluralismo universal y de la unidad-en-la-diversidad.

7. Psíquico: Comienzo de los dominios transpersonales, supraindividuales y espirituales. Este nivel suele hallarse jalonado por una intensa unión mística con el reino ordinario, el reino de la naturaleza, de Gaia, del Alma del Mundo. Constituye el asiento del misticismo natural. 8. Sutil: El reino sutil no es el hogar de las figuras mitológicas de los dioses y diosas del reino ordinario centradas en el ego, sino experimentadas de un modo directo y vivido y de las Formas ontológicamente reales de su propia Divinidad. Hogar del auténtico misticismo teísta. 9. Causal: El reino causal per se, lo no manifestado sin forma, el nirvikalpa, el nirvana, la Vacuidad pura, el Abismo, ayin. Asiento del Testigo y del misticismo sin forma. 10. No dual: Es, al mismo tiempo, la Meta más elevada de todos los estadios y su Fundamento omnipresente. Unión de la Vacuidad y la Forma, del Espíritu y del Mundo, del nirvana y del samsara, Un Solo Sabor, sahaja, samadhi, turiyatita. Hogar del misticismo no dual o integral. Ésta es una Gran Cadena o un gran espectro de conciencia mucho más completo que se refiere al cuadrante superior izquierdo.1 Y no hay que olvidar que cada uno de esos niveles presenta cuatro dimensiones o cuadrantes, lo cual nos brinda una visión ampliada del Gran Nido que nos permite tener simultáneamente en cuenta lo siguiente: • Dejar de elevar la magia y el mito a lo psíquico y lo sutil, respectivamente. Y hay que decir, en este sentido, que la elevación del narcisismo mágico a la conciencia transcendental constituye, por más bienintencionado que pueda ser, el rasgo distintivo de muchos de los modernos movimientos de la nueva era. • Dejar de confundir las visiones mitológicas con la conciencia transpersonal directa e inmediata. Esta elevación del mito es muy frecuente en la espiritualidad característica de la contracultura. • Dejar de confundir a la indisociación mágica con la visión-lógico holística. Esta elevación de la cognición mágica (que confunde el todo con la parte) al estatus de la visión-lógica (que integra el todo con la parte), es prevalente en el ecoprimitivismo (en la creencia de que las tribus recolectoras integraban el yo, la cultura y la naturaleza cuando lo cierto es que -como han señalado Lenski, Habermas y Gebser- ni siquiera llegaron a diferenciarlos). • Dejar de confundir la biosfera, la bioenergía y el prana (nivel 2) con el Alma del Mundo (nivel 7), uno de los rasgos más distintivos de la ecopsicología, del ecofeminismo y de la ecología profunda (que a menudo va unida a la confusión anterior de la visión mágica con la visión-lógica) que suele abocar a una regresión a la visión hortícola del mundo. 1. Para esta visión simplificada de las cosas no he establecido diferencia alguna entre las estructuras básicas, las estructuras de transición (como las visiones del mundo, por ejemplo) y los fulcros del desarrollo del yo. [Ver, en este sentido, la entrada correspondiente al 16 de noviembre para tener una visión más global sobre este punto y El ojo del

Espíritu para tener una más detallada.] Para nuestro interés actual bastará con este breve resumen. Digamos también, de paso, que los distintos niveles se ven definidos por las estructuras básicas propias de cada nivel (sensoriomotora, cognición regla/rol, reflexivo-formal, visión-lógica, etcétera), cada una de las cuales dispone de su propia visión del mundo (mágica, mítica, racional, existencial, etcétera), términos con los que también suelo referirme a los distintos niveles. En cualquiera de los casos, no hay que confundir las estructuras básicas con las visiones del mundo. [Ver, en este último sentido, la entrada correspondiente al 16 de noviembre.]

Y esos ejemplos podrían multiplicarse casi hasta el infinito. Baste, sin embargo, con decir que una Holoarquía expandida del Ser podría ayudarnos a descubrir la naturaleza regresiva de muchos de estos movimientos. De este modo, la integración de las grandes tradiciones de sabiduría con la psicología occidental nos ayudará a ir hacia adelante, no hacia atrás. Veamos ahora un problema que la psicología occidental puede ayudar a corregir. La imagen tradicional de la Gran Cadena (es decir, cuerpo, mente, psíquico, sutil, causal y no dual) suele tener una visión tan pobre y limitada de los niveles prerracionales del desarrollo que suele reducir el nivel de la «mente» a la facultad lógica o racional y ubicar todo lo que no es racional en los niveles transracionales más elevados. Pero éste es un problema que la psicología evolutiva occidental puede ayudarnos a enmendar. Dicho en otras palabras, la visión tradicional del Gran Nido del Ser (una visión que suelen compartir el cristianismo, el hinduismo, el budismo, el sufismo, el taoísmo, el paganismo, el culto a la Diosa, etcétera) fue -y lamentablemente sigue siendo- muy proclive a todo tipo de falacias pre/trans, porque no tiene forma alguna de diferenciar la magia y el mito de lo psíquico y lo sutil, con lo cual todo acaba calificándose erróneamente como transpersonal y transracional. Y esta desafortunada confusión (saturada, como estaba, de dogmatismo mágico y mítico) ha sido la principal responsable del rechazo de la Ilustración occidental hacia la espiritualidad. Así fue como Occidente se despojó oficialmente del agua del baño de la prerracionalidad perdiendo con ella también, lamentablemente al bebé de la transracionalidad. Veamos ahora la tercera de las insuficiencias que habíamos mencionado anteriormente. El hecho de que los teóricos de la Gran Cadena tradicional tuvieran una comprensión tan limitada de los estadios tempranos, infantiles y prerracionales del desarrollo humano, les impidió también comprender las psicopatologías que suelen derivarse de las lesiones en esos estadios tempranos. Digamos, en este sentido, que la psicosis suele originarse en problemas en los estadios l y 2; que los trastornos borderline y narcisistas suelen derivarse de lesiones en los estadios 2 y 3 y que las psiconeurosis suelen asentarse en dificultades del desarrollo de los estadios 3 y 4.1 1. Ver Psicología integral para una discusión más detallada del espectro completo de las psicopatologías. Ver también la nota 17 -correspondiente a la entrada del 10 de septiembre- para una visión acerca del papel desempeñado por la psicopatología.

La psicología profunda occidental se ha dedicado a recopilar una abrumadora evidencia (de la que la Gran Cadena se halla muy necesitada) acerca de estas patologías y de su etiología. Porque, a falta de una adecuada comprensión de los estados prerracionales inferiores, cada vez que los teóricos de la Gran Cadena se enfrentaban a un caso de locura se veían obligados a interpretarlo como un descenso del Dios transracional, cuando, en la mayor parte de las ocasiones, se trataba sencillamente de un

resurgimiento del id prerracional. Así pues, los pobres locos rara vez están embriagados de Dios, de modo que tratarles como dioses es convertirlos en vacas sagradas y corroborar la sospecha de la modernidad de que todo fenómeno espiritual es una cuestión de locos. ¿Si los idiotas y las vacas están iluminadas, para qué habría que escuchar a Eckhart, Teresa y Rumi? La cuarta insuficiencia de la Gran Cadena tradicional es su inadecuada comprensión del fenómeno de la evolución, una aportación casi exclusiva del Occidente moderno. Pero lo más curioso -como tantos teóricos han señalado- es que la evolución no es más que el despliegue en el tiempo de la Gran Cadena del Ser, una temporalización, en suma, de la visión de Plotino. Bien podríamos decir que, hasta la fecha, la evolución -que comenzó en el Big Bangha desplegado unas tres quintas partes de la Gran Cadena, desde la materia insensible hasta los cuerpos vivos y la mente conceptual (o desde la fisiosfera hasta la biosfera y, desde ésta, hasta la noosfera). Bastaría simplemente con comprender que la Gran Cadena no es algo estático e inmutable que nos viene dado de una vez por todas, sino que evoluciona y se desarrolla a lo largo de grandes períodos de tiempo y que cada uno de los niveles superiores no es tanto la consecuencia de los inferiores sino que emerge a través de ellos. En cualquiera de los casos, lo cierto es que nadie comprende realmente cómo emergen los estadios más elevados, a menos que asumamos que lo hace vía Eros, vía Espíritu-en-acción. La evolución en el dominio cultural es, obviamente, un tópico políticamente incorrecto del que se han ocupado multitud de teóricos, entre los que cabe destacar a Jürgen Habermas, Gerald Heard, Michael Murphy, W.G. Runciman, Sisirkumar Ghose, Alastair Taylor, Gerhard Lenski, Jean Houston, Duane Elgin, Jay Earley, Daniel Dennett, Robert Bellah, Erwin Laszlo, Kishore Gandhi y Jean Gebser, por nombrar sólo a unos pocos. En este sentido, la obra pionera de Jean Gebser -que considera que la evolución de las visiones culturales del mundo va, por usar sus términos, desde lo arcaico hasta la magia y, desde ahí, hasta el mito, la mente y la visión integral- resulta ciertamente paradigmática. ¿No les suena esto a algo familiar? Porque el hecho es que una visión evolutiva y desarrollista de la Gran Cadena favorecería la integración con el Dios del moderno Occidente, es decir, con la evolución.1 Además, esto nos abre las puertas a posibilidades realmente extraordinarias ya que ¿no es probable -si la evolución ha desplegado ya las primeras tres quintas partes de la Gran Cadena- que siga su camino desplegando las dos quintas partes superiores? Porque, en tal caso, el Jardín del Edén no descansará en el pasado sino en el futuro y Dios no estará detrás sino delante. 1. Ver Ciencia y religión para una discusión más detallada acerca de este punto.

Resumiendo, pues, las cuatro insuficiencias de la Gran Cadena del Ser que han dificultado su aceptación por parte de la modernidad son las siguientes: no abarca los cuatro cuadrantes, no tiene en cuenta los estadios tempranos del desarrollo prerracional (con lo cual se condena a caer en todo tipo de falacias pre/trans), interpreta inadecuadamente las patologías tempranas del desarrollo y no suele comprender la evolución. Es muy probable, por tanto, que la superación de estas deficiencias haga

compatible la Gran Holoarquía con los datos que nos proporciona la moderna investigación y nos permita así integrar lo mejor de la antigua sabiduría con lo mejor del conocimiento moderno... Ésta, precisamente, es la esencia del abordaje integral. Llegados a este punto, no puedo sino pensar en Huston Smith, cuyo principal legado es la Gran Cadena, una idea que ha intentado introducir en el mundo moderno. Pero para que la Gran Cadena pueda sobrevivir, tendrá que ser reformulada en términos integrales.

Viernes, 6 de junio Pero, por más útil (y necesario) que pueda llegar a ser, el bosquejo del Gran Nido del Ser [que acabamos de pergeñar en la entrada anterior] en tercera persona -en el lenguaje del «ello»- resulta muy difícil. En breve trataré de escribir algo -con el título de «Anamnesis»- describiendo desde dentro -es decir, en el lenguaje en primera persona propio del «yo»- cada uno de esos niveles. Sábado, 7 de junio He trabajado durante toda la mañana, después he ido a comprar comida y luego he estado levantando pesas durante un rato. Miro hacia el escritorio y descubro a mi amigo, el pequeño zorro, que parece haberse instalado bajo el porche. Hace unos meses descubrí que tiene una novia, ya que un día, mientras estaba trabajando, se presentaron los dos y se quedaron mirándome fijamente desde el otro lado de la ventana. Son adorables, parecen gemelos. Hace tiempo que no le veía y me preguntaba por dónde andaba.

Domingo, 8 de junio Esta mañana, sólo la inmensa Vacuidad. Yo-Yo está solo, solo con el Único, completo en la Totalidad. La plenitud me arrastra fuera de la existencia, el resplandor me ciega a las cosas de este mundo y sólo veo la Libertad infinita, es decir, no veo nada en absoluto. Me esfuerzo en reanimar el alma, Me esfuerzo en reducir la conciencia y entrar en el reino sutil, Me esfuerzo en bajar al ego y al cuerpo y salir de la cama. Pero la Libertad todavía sigue ahí, en plena madrugada y mora hasta en el más pequeño movimiento para manifestar este glorioso Estado.

Jueves, 12 de junio

He tenido una entrevista con Scott Warren, practicante zen, psicólogo transpersonal y discípulo de Michael Mahoney, autor del extraordinario Human Change Process (y literalmente de cientos de otras excepcionales publicaciones). Veamos ahora algunos extractos de la entrevista: SW: ¿Cómo suele ocupar su día? ¿Cuál es su horario típico? KW: Me despierto a eso de las tres o cuatro de la madrugada, luego medito durante una o dos horas y después trabajo unas cinco o seis horas más sin interrupción hasta eso de las dos del mediodía. Luego levanto pesas durante una hora aproximadamente, me ocupo de hacer los recados que tenga pendientes y ceno en torno a las cinco de la tarde. Finalmente voy al cine o veo alguna película en casa, quedo con algunos amigos, pongo al día la correspondencia, leo algo, llamo por teléfono y me acuesto. Y, en el caso de que haya quedado con alguien, solemos pasar la noche juntos. SW: ¿A qué trabajo se refiere cuando dice «trabajo hasta las dos»? KW: Bien, eso depende de si estoy investigando o escribiendo. En el primero de los casos, leo y leo y sigo leyendo. Habitualmente leo entre dos y cuatro libros al día, lo que significa que lo hago muy rápidamente, tomando notas en el caso de que sea necesario. Si un determinado libro me resulta interesante, lo leo más lentamente y paso una semana o más con él, tomando muchas notas. Los libros que me interesan mucho llego a leerlos de tres a cuatro veces. La cosa resulta un tanto diferente cuando estoy escribiendo, ya que entonces trabajo a un ritmo muy intenso y entro en una especie de estado alterado de conciencia que me permite procesar la información a gran velocidad. En tal caso puedo escribir hasta quince horas al día. Pero debo decirle que se trata de un trabajo muy duro, un trabajo físicamente agotador y que por eso también me dedico al levantamiento de pesas. SW: ¿Cuánto tiempo tarda en escribir un libro? KW: Suelo leer centenares de libros al año y poco a poco mi nuevo libro va cobrando forma en mi cabeza, como si lo escribiera mentalmente. Luego basta con sentarme ante el ordenador y en un mes o un par de meses o, en algunas ocasiones, hasta tres, acabo mecanografiándolo. SW: ¿De modo que todos sus libros los ha escrito en unos pocos meses? KW: Sí, excepto Sexo, ecología, espiritualidad, que requirió unos tres años de trabajo realmente muy duro. Pero el tiempo real de escritura también fue bastante corto, unos pocos meses. SW: ¿Por qué dice que fue muy duro? ¿Qué fue lo que ocurrió? KW: El espectro de la conciencia o El proyecto Atman fueron libros muy difíciles de concebir porque en ellos traté de integrar decenas de escuelas psicológicas distintas. Pero esos libros sólo abarcaban el cuadrante superior izquierdo. En SES, por el contrario, traté de unificar decenas de disciplinas procedentes de los cuatro cuadrantes y

se convirtió en una especie de pesadilla que no parecía tener fin. De modo que, durante tres años, me recluí en mí mismo y viví el tipo de vida que suele atribuírseme, es decir, me convertí en un ermitaño. Si dejamos de lado las cuestiones de intendencia general, como la compra de comestibles y similares, durante esos tres años no vi a más de cuatro personas. Resultó ser algo muy parecido al típico retiro budista de tres años. Ha sido la cosa más difícil que nunca he llevado a cabo. SW: ¿No enloqueció? KW: Lo peor ocurrió a los siete meses de haber comenzado el retiro. Entonces me di cuenta de que lo que más añoraba no era tanto el sexo o la conversación, como el contacto corporal, el simple contacto humano. Me moría por tocar a alguien y sufría de lo que comencé a calificar de «hambre de piel». Todo mi cuerpo parecía tener «hambre de piel» y, durante unos tres o cuatro meses, cada vez que terminaba de trabajar y me sentaba, me veía embargado por el llanto durante una media hora. Era algo realmente muy doloroso. ¿Pero qué puede uno hacer en tales casos sino contemplar lo que ocurre? De modo que finalmente acabé desarrollando una especie de ecuanimidad meditativa hacia esa sensación y descubrí que la necesidad parecía desvanecerse, al menos hasta cierto punto. Después de eso, mi meditación experimentó un salto cuántico hacia adelante que me permitió acceder a vislumbres de una conciencia constante, un tipo de conciencia transparente que permanecía incluso durante los estados de sueño y de sueño profundo. Y todos eso ocurrió, en mi opinión, porque no me permití actualizar ese «hambre de piel» sino que, por el contrario, me obligué a ser consciente de él, a traerlo a la conciencia y a observarlo. El «hambre de piel» constituye un tipo muy rudimentario de comprensión, un tipo muy profundo de deseo, de identidad subjetiva, y el hecho de observarlo y convertirlo en un objeto me permitió desidentificarme de él y, hasta cierto punto, trascenderlo, con lo cual mi conciencia se vio liberada del más arcaico de los impulsos biológicos. Pero debo insistir en que, durante un tiempo, se convirtió en un auténtico suplicio. SW: Veamos ahora algunas cuestiones teóricas. Basándose en referencias interculturales de muchos tipos, usted ha dividido el desarrollo transpersonal o espiritual en cuatro ondas o reinos elevados a los que denomina psíquico (centrado en el estado de vigilia cotidiana), sutil (centrado en el estado de sueño sutil), causal (centrado en el estado de sueño profundo ajeno a toda forma) y no dual (que integra a todos los anteriores). Esto también propicia cuatro tipos diferentes de experiencia espiritual, el misticismo natural, el misticismo teísta, el misticismo sin forma y el misticismo no dual. KW: Eso es básicamente correcto. Pero el asunto consiste en traerlos todos a la conciencia para que el estado básico de despertar y la conciencia sin elección acaben impregnando todos los dominios de la vida -la vigilia, el sueño y el sueño profundo-, momento en el que uno es ciertamente merecedor del calificativo de Despierto. SW: La mayor parte de los terapeutas transpersonales y espirituales que conozco trabajan de un modo muy racional, como si lo único que les interesara fuera memorizar su visión de los estadios superiores. Dicho de otro modo, no creen que sea necesario emprender ninguna práctica espiritual, como el zen, el yoga o la oración de centramiento, porque usted ya les ha proporcionado todas las respuestas.

KW: ¿Quiere decir que soy el culpable de su falta de compromiso con una disciplina práctica? ¡Pero si eso es, precisamente, lo más opuesto a mi intención, si lo único que hago es subrayar que uno tiene que emprender una práctica, una instrucción, para ver y comprender por sí mismo los estadios más elevados del desarrollo! ¿No me estará tomando el pelo? SW: No, le hablo muy seriamente. Ellos creen que la única condición necesaria para ser buenos terapeutas transpersonales es memorizar los estadios de los que usted habla. KW: Nada me parece más desacertado. Eso sería lo mismo que decir que yo he cartografiado un buen mapa de la Bahamas y que usted se contenta con pasarse el mes de agosto contemplando ese mapa en lugar de irse realmente de vacaciones a las Bahamas. ¡Eso sería terrible! Uno no puede ser un buen guía de las Bahamas si no ha estado allí. KW: La práctica habitual, en el caso de que exista, consiste en un enfoque centrado en la conciencia sensorial y en el cuerpo. Porque creo que existe una frecuente confusión entre la conciencia corporal y la conciencia espiritual. KW: Sí, ya sé que ése es un error muy común. La conciencia sensorial es muy importante, pero no tiene absolutamente nada que ver con la conciencia espiritual. Digamos, para empezar, que la conciencia no dual o espiritual consiste en «abandonar el cuerpo-mente», es decir, dejar de identificarse exclusivamente con el cuerpomente, con los pensamientos y con los sentimientos. Es cierto que todo ello todavía se halla presente y sigue funcionando perfectamente pero, además de ello, usted debe despertar a una identidad más amplia que abarque toda manifestación, algo que, por cierto, jamás podrán proporcionarle los abordajes exclusivamente centrados en el cuerpo. SW: Según esos terapeutas, el focusing experiencial centrado en el cuerpo acaba conduciendo a la iluminación. KW: ¡Vaya! Es cierto que la meditación suele comenzar centrándose en la conciencia sensorial -seguir la respiración, focalizar la atención en las diversas sensaciones y sentimientos corporales, etcétera-, pero nunca acaba ahí. La conciencia meditativa -la capacidad de observar con ecuanimidad o de prestar una atención pura a todo lo que aparece- dura desde varios minutos hasta varias horas y, en el caso de los retiros intensivos de meditación, permanece durante la mayor parte del día. Cuando uno logra mantener la constancia del Testigo durante la mayor parte del día, esa conciencia contemplativa impregna también el estado de sueño y aparece una especie de sueño lúcido y, desde ahí, prosigue hasta el estado de sueño profundo sin sueños, hasta que uno termina descubriendo turiya, «el cuarto estado» (el Testigo puro que se halla por encima y más allá de los tres estados de vigilia, sueño y sueño profundo) y turiyatita, «más allá del cuarto», es decir, Un Solo Sabor, la conciencia omnipresente, la conciencia constante, el despertar básico o la conciencia sin elección que transciende, al tiempo que incluye, todos los posibles estados y, en consecuencia, no se halla confinada a ninguno de ellos. Y no se trata ahora tanto de un Testigo como de una conciencia No dual que no es otra que el Espíritu. Decir, por tanto, que todo esto puede encontrarse en la conciencia vigílica, experiencial y centrada en la persona es equivocarse de pleno. Y tampoco encontrará usted nada de esa conciencia constante en los libros que versan sobre la ecología profunda, el ecofeminismo, el neopaganismo, el

enfoque junguiano, la «red-de-la-vida», la ecopsicología o los teóricos del nuevo paradigma, lo cual significa que, sea lo que fuere lo que estén haciendo -y debo decir que yo soy un fan de este tipo de obras-, en modo alguno se ocupan de la conciencia constante, de la conciencia en tanto que espejo y del Espíritu omnipresente y no dual. SW: Veamos ahora otra cuestión muy interesante. Otro modo muy habitual de abordar la terapia espiritual consiste en sustentar una especie de visión sistémica, de pensamiento Gaia, de ecopsicología, de teorías que hablan de la «red-de-la-vida», etcétera, con la idea de que usted mejorará cuando llegue a pensar holísticamente porque -y ésta parece ser la idea final- el Espíritu es Gaia o la «red-de-la-vida». KW: Pero, como usted sabe, la «-red-de-la-vida» no es más que un concepto, una idea y la Realidad Última no tiene nada que ver con los pensamientos, sino con el Testigo de esos pensamientos. Investigue en ese Testigo. ¿Quién es consciente de tal o cual concepto, ya se trate de un concepto analítico o de un concepto holístico? ¿Quién, o qué, es consciente, en este mismo instante, de todas esas teorías? La respuesta, como usted sabe, no yace tanto del lado de los objetos del pensamiento como del Testigo. Poco importa, en este sentido, que esos pensamientos sean acertados o estén equivocados, lo que importa es el Yo, el Testigo o, dicho de otro modo, la Vacuidad pura. De este modo, si aparece un concepto analítico, nosotros lo observamos y, si aparece un concepto holístico, nosotros también lo observamos. La Realidad Última no está ligada tanto a los conceptos (acertados o equivocados) como al Testigo. Y eso es algo inalcanzable si uno se limita a quedarse en el nivel de los pensamientos, de los conceptos, de las ideas y de las imágenes. SW: ¿La conciencia pura es la Vacuidad pura? KW: Sí. En realidad, la conciencia radical es incualificable, pero puede ser señalada metafóricamente afirmando que es la Vacuidad pura. No obstante, debo insistir en que la Vacuidad no es un concepto, sino una conciencia inmediata y directa. Ahora mismo usted puede ver varios colores -ese árbol es verde, la tierra es roja y el cielo es azulpero, a pesar de ello, su conciencia es incolora. La córnea de su ojo es transparente porque, si fuera roja, no podría ver el color rojo. Usted puede ver el color rojo porque su córnea «no es roja» sino incolora. Su conciencia puede ver el color porque es incolora, el espacio porque es aespacial y el tiempo porque es atemporal; dicho de otro modo, ver las formas porque carece de forma. Así pues, su conciencia básica inmediata -no los objetos de conciencia, sino la conciencia misma, la conciencia testigo- es incolora, aespacial, atemporal y carente de forma; dicho en otras palabras, es incualificable, es ajena a toda forma, color, espacio y tiempo. Su conciencia, ahora mismo, es la Vacuidad pura, pero una Vacuidad de la que emana el universo entero. El cielo azul existe en su conciencia inmediata, la tierra roja existe en su conciencia inmediata, la forma de ese árbol existe en su conciencia inmediata y el tiempo está fluyendo en su conciencia inmediata. De modo que la totalidad del mundo de la Forma está emergiendo ahora mismo en su conciencia sin forma. Dicho en otras palabras, la Vacuidad y la Forma no son dos sino que, en este mismo instante, son Un Solo Sabor y, en realidad, usted es Eso. La Vacuidad y la Conciencia no son más que dos nombres distintos para referirse a la misma realidad constitutiva de la inmensa Apertura y Libertad en las que ahora mismo

está emergiendo el universo entero, una Vacuidad que recibe el nombre de Espíritu Último y que es su Conciencia primordial ahora mismo. Pero ¿cuál es la apariencia del mundo manifiesto? Yo suelo verlo, como afirma el modelo holístico, como una red de procesos interrelacionados u holones. Pero nosotros corroboramos la verdad de ese modelo -y la verdad del mundo manifiesto- investigando el mundo manifiesto y corroboramos la verdad del Espíritu investigando el Yo-yo interior. Es cierto que son «no dos», pero el único modo de captar esa realidad yace en el Yo-Yo interior, no en el mundo objetivo de la «red-de-la-vida». Si se limita a eso se equivocará y, si lo hace siempre así, se equivocará siempre. SW: ¿Cuál cree usted que debería ser el papel de un terapeuta espiritual? Ya hemos hablado de los que parecen trabajar aprendiéndose de memoria los estadios superiores sin emprender la práctica que podría llevarles a experimentarlos directamente, confundiendo entonces la conciencia espiritual con la conciencia sensorial, la «-red-dela-vida» y las teorías de la ecopsicología. ¿Cómo debería, pues, trabajar un terapeuta auténticamente espiritual? KW: A este respecto, tengo una idea que me parece fantástica [risas], aunque de momento no consigo que nadie se interese seriamente en ella. En el campo de la medicina disponemos de la figura del médico generalista, del llamado médico de cabecera, personas que han estudiado medicina general, pero que no se han especializado en ninguna rama concreta. En consecuencia, son personas que, si bien no están capacitadas para practicar la cirugía cerebral, realizar complejos diagnósticos diferenciales ni llevar a cabo investigación de laboratorio, saben, en cambio, qué especialistas pueden hacerlo y están en condiciones, por tanto, de enviar, en caso necesario, a sus pacientes a esos especialistas. En este sentido, creo que el terapeuta espiritual debería ser una especie de médico general del Espíritu, una persona familiarizada con todos los niveles del espectro de la conciencia: la materia, el cuerpo, la mente (los niveles mágico, mítico, racional y aperspectivista-integral), el alma (niveles psíquico y sutil) y el Espíritu (niveles causal y no dual). También deberían hallarse familiarizados con los distintos tipos de patologías que pueden presentarse en cada uno de esos niveles y con las técnicas generales de trabajo personal y de interpretación psicológica. Serían, por así decirlo, especialistas en tratar a la persona, la sombra y los problemas del ego. Y también deberían hallarse comprometidos con una práctica contemplativa concreta. Pero, en lo fundamental, se trataría de personas adiestradas para descubrir patologías concretas en todo el espectro de conciencia, desde las más bajas hasta las más elevadas y que no tratarían de resolver cualquier problema que se les presentase sino que, en el caso de que no pudieran hacerle frente, enviarían a sus clientes hacia un especialista en zen, vipassana, t'ai chi, vedanta, meditación trascendental, oración de centramiento cristiana, zikr sufi, daven judío, el Diamond Approach, el yoga (en el caso de que se tratara de un problema de los niveles superiores) o el counselling, el levantamiento de pesas, el aeróbic, la dietética, el rolfing, la bioenergética, etcétera (en el caso de que se tratara de otro tipo de problemas). La competencia básica de estos profesionales, pues, debería centrarse en los siguientes puntos: 1) la práctica de la psicoterapia general y de alguna terapia transpersonal con sus clientes; 2) derivar hacia los especialistas adecuados a aquellos pacientes cuya

problemática quedara fuera de su ámbito de competencia y 3) coordinar las diferentes herramientas de transformación utilizadas por el cliente. Un terapeuta no puede abordar por sí mismo todas las terapias. Hay demasiados terapeutas transpersonales y espirituales que creen que pueden y deben hacerlo todo, lo cual resulta muy desafortunado. Y debo decirle que me sorprende que esta idea tenga tan mala acogida.

Viernes, 13 de junio He ido a ver Children of the Revolution porque me gusta mucho cómo trabaja Judy Davis. Ella estaba histérica en Maridos y mujeres de Woody Allen y realmente brillante en su papel de Madame George Sand en Impromptu. Children of the Revolution es una desigual comedia negra que se ubica a mitad de camino entre Strictly Ballroom y Daniel. Pero Davis está realmente maravillosa. Lo que más me gusta del guión es el modo en que expresa que, para miles de millones de personas de todo el mundo, el marxismo-leninismo es una religión fundamentalista. Bien podríamos decir, en este sentido, que ha sido la primera gran religión del mundo moderno, una religión que trató de destronar a Dios y trocarlo por un Dios de la Mano Derecha, el Dios y la Diosa del mundo chato, el materialismo científico, el naturalismo del reino ordinario y el holismo chato. En este sentido, fue el precursor de muchos de los movimientos descendentes y de las religiones chatas del mundo actual, entre los que podemos señalar gran parte de la ecología profunda, del ecofeminismo, de la adoración a Gaia, del neopaganismo y de los revivalismos de la «red-de-la-vida». Y pareciera que, cuanto más chata es una determinada religión, más vehemente es también el fanatismo de sus acólitos.

Sábado, 14 de junio «Mis problemas comienzan ahí donde se entrecruzan los osos más inteligentes con los visitantes más estúpidos.» Steve Thompson, funcionario del Yosemite Park.

Domingo, 15 de junio Random House me ha pedido un título para Ciencia y religión (que, en la medida de lo posible, incluyera los términos «alma», «espíritu» o algo similar). Pensando en la gran cita de Oscar Wilde [«no hay nada que pueda curar los sentidos sino el alma, y nada que pueda curar el alma sino los sentidos»], les presenté varias sugerencias y finalmente han aceptado El matrimonio entre el alma y los sentidos: Una integración entre la ciencia y la religión. Tanto criticar el uso degradatorio de los términos «alma» y «espíritu» para acabar cometiendo el mismo pecado.

Martes, 17 de junio Durante casi veinte años he estado practicado hatha yoga y desde hace unos cinco empecé con el levantamiento de pesas, que se ha revelado muy positivo para escribir,

meditar y mantener en forma el sistema inmunológico, un verdadero legado que ninguna práctica auténticamente integral debería dejar de lado. Tengo cuarenta y ocho años y debo decir que no recuerdo haberme sentido nunca más a gusto en mi cuerpo. Desde mi punto de vista, las cosas así son más fáciles de trascender porque, cuando el cuerpomente se encuentra fuerte y sano -cuando no lo maltrato ni lo desdeño ascéticamente- resulta más fácil abandonarlo, trascenderlo y soltarlo. Quiero decir que, cuando el cuerpomente funciona bien, sin problemas imprevistos que obliguen a la conciencia a ocuparse obsesivamente de él, uno puede «olvidarlo» con más facilidad y caer en el Testigo o incluso en Un Solo Sabor. Obviamente, en los estadios más elevados, el ego y el cuerpo todavía están presentes, todavía siguen ahí, todavía funcionan y todavía cumplen con sus funciones convencionales. De modo que si alguien pronuncia su nombre, usted responderá, porque no ha caído en la indisociación borderline o psicótica y sabe dónde empieza y dónde termina su cuerpo, lo único que ocurre es que su identidad ya no está exclusivamente centrada en esos meros vehículos. Cuando dichos vehículos funcionan bien y no como una rueda chirriante que requiere del engrase de su conciencia, ésta queda libre para adentrarse en los dominios más profundos y más elevados de la existencia. Con ello no quiero decir que esa puerta no esté abierta en cualquier circunstancia, sino tan sólo que un cuerpomente sano adecuado resulta más fácil de abandonar y, en este sentido, favorece el acceso al océano de infinitud que constituye nuestra auténtica morada.

Miércoles, 18 de junio La práctica integral va a ser el «próximo evento importante» del circuito espiritual, pero esa «moda», en mi opinión, afectará tan sólo a ese 1% que se halla seriamente comprometido con la transformación. Hay muchos modos de hablar de una práctica integral. El término «yoga integral» fue utilizado por Aurobindo (y su discípulo Haridas Chaudhuri) para referirse a una práctica que unificara las corrientes ascendentes y descendentes del ser humano y que no sólo incluyera la transformación de la conciencia, sino también del cuerpo. (Resulta lamentable que el California Institute of Integral Practices [el CUS], fundado por Chaudhuri, tenga hoy en día tan poco que ver con una auténtica práctica integral que no pueda recomendarlo a quienes solicitan mi consejo a este respecto.) El libro The Future of the Body, de Mike Murphy, constituye un excelente compendio de una visión integral, como también lo es What Really Matters, de Tony Schwartz y The Life We Are Given, de Murphy y Leonard, un manual introductorio a la práctica integral que recomiendo encarecidamente. Digamos también, por último, que El ojo del Espíritu bosqueja mi propio abordaje integral. Cualquiera podría diseñar su propia práctica integral, un enfoque que ejercitase simultáneamente todos los niveles y dimensiones fundamentales del cuerpomente humano: físico, emocional, mental, social, cultural y espiritual. Veamos ahora algunos ejemplos de todos los cuadrantes y mencionemos también algunas prácticas representativas de cada uno de ellos: CUADRANTE SUPERIOR DERECHO

(individual, objetivo y conductual)

Físico Dieta: Pritikin, Ornish, Atkins; vitaminas, hormonas. Estructural: levantamiento de pesas, aeróbic, caminatas, rolfing, etcétera. Neurológico Farmacológico: medicación, en el caso de que fuera necesaria. Tecnología mente/cerebro: inducción de los estados de conciencia correspondientes a las ondas theta y delta. CUADRANTE SUPERIOR IZQUIERDO

(individual, subjetivo, intencional) Emocional Respiración: t'ai chi, yoga, bioenergética, circulación de prana o energía-sensación, qi gong. Sexo: comunión sexual tántrica, sexualidad autotrascendente encarnada en la totalidad del cuerpo. Mental Terapia: psicoterapia, terapia cognitiva, trabajo con la sombra. Visión: adoptar una filosofía consciente de la vida, visualizaciones, afirmaciones. Espiritual Psíquico (chamán/yogui): chamanismo, misticismo natural, inicio del tantrismo. Sutil (santo): yoga deidad, yidam, oración contemplativa, tantrismo avanzado. Causal (sabio): vipassana, ¿Quién soy yo?, atención pura, testigo. No dual (siddha): dzogchen, mahamudra, shivaísmo, zen, etcétera. CUADRANTE INFERIOR DERECHO

(social, interobjetivo) Sistemas: asumir la propia responsabilidad con respecto a Gaia, la naturaleza, la biosfera y las infraestructuras geopolíticas a todos los niveles. Institucional: ejercer los deberes educativos, políticos y cívicos en todos los niveles, desde la familia hasta la ciudad, el estado, la nación y el mundo. CUADRANTE INFERIOR IZQUIERDO

(cultural, intersubjetivo) Relaciones: con la familia, con los amigos y, en general, con todos los seres sensibles; establecimiento de relaciones como parte del propio desarrollo, descentramiento del yo. Servicio a la comunidad: voluntariado, buscar cobijo a los sin techo, trabajo en hospitales, etcétera. Moral: compromiso con el mundo intersubjetivo de la Bondad ejerciendo la compasión con todos los seres sensibles. La idea básica de cualquier abordaje auténticamente integral está bastante clara: Elija una práctica básica de cada categoría (o de tantas categorías como le resulte prácticamente posible) y practíquelas simultáneamente (emprendiendo, así, una práctica «omni-nivel y omni-cuadrante»). Cuántas más categorías intervengan más eficaz será su

práctica (porque todas ellas forman parte de su propio ser). Practique diligentemente y coordine sus esfuerzos integrales para desplegar los diversos potenciales del cuerpomente, hasta que el cuerpomente acabe desplegándose en la Vacuidad y el viaje mismo acabe convirtiéndose en el recuerdo difuso de algo que nunca ocurrió.

Viernes, 20 de junio Siguen llegando libros escritos por amigos. M. Scott Peck -a quien todo el mundo llama «Scotty»- acaba de mandarme Denial of the Soul. «La verdad es que yo no suelo apuntarme a muchas causas», dice en su carta, «pero estoy muy preocupado por la eutanasia (o suicidio asistido).» En su opinión, el movimiento proeutanasia, que parece tan sensato y racional, suele ocultar un rechazo hacia las lecciones que puede enseñarnos la muerte consciente y el proceso del morir. Scott, al igual que yo, es un entusiasta del movimiento hospice, que trata de eliminar, en la medida de lo posible, el dolor (recurriendo, no obstante, a una medicación que no aturda la mente) para que el individuo pueda afrontar conscientemente la muerte en compañía de su familia y de sus seres queridos, algo que me parece muy adecuado. Michael Crichton me ha mandado un ejemplar de su última novela Airframe, cuya dedicatora reza así: «Aquí tienes algo para leer la próxima vez que viajes en avión». Y es que, después de haber leído su Travels, en donde termina un capítulo diciendo que se sentó en la playa en Hawaii a leer a Wilber, yo le envié una copia de SEE, un mamotreto de ochocientas páginas, con la siguiente dedicatoria: «Para la próxima vez que te sientes en la playa». Pero lo cierto es que para lo único que podría servir ese libro en la playa sería para golpear a los tiburones. En cualquier otro caso, leer SEE en la playa sería tan divertido como... leer Airframe -un libro que habla de las mil y una posibles causas de accidente de aviación- en pleno vuelo. También he recibido una copia de las galeradas de The Kingdom of Shivas Irons, de Mike Murphy, un libro muy divertido. Todavía no puedo creer que Murphy esté colando de rondón tanto misticismo en la sección del golf de las librerías Barnes and Noble de este país, porque lo cierto es que toda y cada una de las páginas de su libro destilan misticismo. John Updike calificó a Golf ín the Kingdom como «un clásico del golf, si es que puede hablarse de tal cosa» y parece que Shivas Irons está siguiendo el mismo camino. Me alegro mucho por él, porque todo esto ayuda a romper la coraza con la que la pragmática América se defiende de los temas trascendentales. También he recibido Awakening the Buddha Within,1 de Surya Das, y me parece muy bueno. Quienes seguíamos su obra estábamos un tanto preocupados por su aparente disgregación, pero parece haber encontrado el camino para hacerla más coherente. 1. El despertar del Buda interior. Madrid: Edaf, 1998.

Hace tiempo que no he visto a Surya. Él, Sharon Salzberg, Mitch Kapor y Adam, el hijo de Mitch, estuvieron cuatro días en mi casa el verano pasado. Tengo mucho respeto por el intento de Surya de traducir el dzogchen tibetano a la cultura americana, algo que interesa tantos a tibetanos como a estadounidenses.

Parece que el libro (promocionado por One Spirit Book Club y Tommy Boy Records y con la colaboración también de Richard Gere y Alan Dershowitz) está teniendo muy buena acogida. Tommy Boy fue fundado por Tom Silverman cuando todavía era un muchacho (de ahí su nombre), aunque ahora debería llamarse Tommy Man. Él y su amiga Pivar (una discípula de meditación de Sam) pasaron, no hace mucho, una tarde en casa y Tom y yo estuvimos levantando pesas. Una de las ramas de Tommy Boy (Upaya) se dedica a la orientación espiritual de un público cada vez más numeroso. Él fue quien llevó a Deepak Chopra a la MTV, el responsable de la edición en casetes de Andrew Weil, etcétera, todo lo cual llevó a que la revista W's le caricaturizara diciendo: «¿Alguien sabe si la nueva espiritualidad de Nueva York y de Hollywood es un don del cielo o una locura divina?». Tom y Susan conocen mi escepticismo sobre la posibilidad de que la «espiritualidad pop» no acabe convirtiéndose en una versión descafeinada pero, bien pensado, merece la pena intentarlo. Además, quién sabe si no puede servir para abrir el apetito de una audiencia cada vez más amplia y hambrienta.

Martes, 24 de junio Existen cuatro o cinco grandes obstáculos a una orientación y una práctica auténticamente integral. Y no estoy hablando ahora de la cultura predominante (compuesta por el liberalismo ateo y por el conservadurismo fundamentalista) que desdeña toda espiritualidad verdadera, sino de las amenazas que provienen desde la misma vanguardia de la comunidad supuestamente espiritual, contracultural y alternativa. El primer obstáculo, en mi opinión, proviene de las visiones exclusivamente traslativas que se centran en las nuevas ideas o los nuevos paradigmas sobre la realidad. Y no estoy negando, con ello, la importancia de algunos de estos conceptos y de algunas de estas ideas con las que, por otra parte, suelo estar de acuerdo. Lo único que quiero subrayar es que el hecho de aprender un nuevo concepto jamás nos permitirá acceder de manera constante a la conciencia no dual porque, para ello, es necesaria una práctica intensa y prolongada. El campo traslativo incluye muchos aspectos de la teoría sistémica, de la ecopsicología, del ecofeminismo, de los teóricos de la «red-de-la-vida», del neopaganismo, de la astrología, de la neoastrología, de la ecología profunda y del culto a la Diosa/Gaia. Y si bien es cierto que existen algunas notabilísimas excepciones, la mayor parte de esos abordajes suelen quedar atrapados en el mundo sensoriomotor ordinario, el mundo chato descendente, y no se centran en transformar la conciencia hasta los dominios sutil, causal y no dual, sino que se limitan a brindar nuevas formas de traducir el mundo. En el mejor de los casos, pues, estos abordajes permiten el acceso al nivel psíquico del misticismo natural y del Alma del Mundo, niveles que, si bien son extraordinarios, no representan más que la puerta de acceso a los dominios transpersonales. Es cierto que, desde su punto de vista, los dominios más elevados niegan y reprimen la tierra, pero no lo es menos que eso sólo resulta aplicable a las patologías propias de los estados superiores. Porque hay que decir que los estados más elevados trascienden e incluyen los inferiores, de modo que el Espíritu no niega la naturaleza sino que la trasciende y la incluye. Es verdad, no obstante, que ciertos caminos espirituales reprimen los dominios inferiores convirtiéndose, así, en el segundo gran obstáculo a cualquier práctica equilibrada o integral. Veamos con más detenimiento este punto.

Durante el gran período axial (que tuvo lugar en torno al siglo VI a.C.), la avanzadilla de la evolución de la humanidad realizó un descubrimiento verdaderamente revolucionario, ya que ciertos sabios pioneros -como Parménides, Krishna, Jesús de Nazaret, Gautama Buda y Lao Tzu, por nombrar sólo a unos pocos- descubrieron la posibilidad de rastrear la conciencia hasta su origen, donde tiene lugar una comunión con el Espíritu (nivel psíquico) y una fusión con el Espíritu (nivel sutil) («Atman es Brahman», «Yo y mi Padre somos Uno», el ego separado se disuelve en Vacuidad y la conciencia encuentra al incalificable Uno). Esta revolución -que condujo desde las Formas más elevadas de la conciencia (nivel sutil) hasta la conciencia Sin Forma (nivel causal)- constituyó un auténtico paso hacia adelante, la mutación de conciencia más importante que había tenido lugar hasta ese punto, una mutación que dio origen a casi todas las grandes tradiciones de sabiduría del mundo que siguen floreciendo hasta hoy en día. (Centrarse, en este punto, en una visión política de género no hace más que confundir las cosas, porque el nivel causal es un estado genéricamente neutro y resulta asequible a ambos sexos. El monopolio de este estado por los varones del período axial fue desafortunado según las normas de hoy en día, pero inevitable según las de entonces. Hay que recordar que la misma estructura de la sociedad agraria recompensa la esfera de los valores masculinos que, hablando en términos generales, se centra en el trabajo fuera de casa, lo cual incluye largos retiros religiosos, en los que tuvieron lugar la mayor parte de esos descubrimientos. Los habitantes de las sociedades industriales y postindustriales, que no necesitamos de este tipo de estratificación de género, podemos comenzar, pues, a equiparar el acceso a esos dominios sin vernos obligados de partida a descalificar a los varones.) El principal problema de estos descubrimientos axiales fue que su comprensible urgencia por entrar en el dominio de lo Sin Forma que se encuentra más allá del mundo de la Forma les llevó a menospreciar ésta. El objetivo era encontrar un nirvana divorciado del samsara, un cielo que no fuera de esta tierra, un reino que no es de este mundo, un Uno que excluye a los Muchos. El paradigma o modelo de estos abordajes axiales fue el nirvikalpa samadhi, ayin, el nirodh o la cesación pura, la absorción pura sin forma. Su meta, dicho en pocas palabras, se centraba en el dominio causal o no manifestado. Se trataba, pues, de un camino puramente ascendente y ultramundano en el que casi todo lo que se identificaba con «este mundo» -como el sexo, el dinero, la naturaleza, la carne y el deseo- acabó convirtiéndose en sinónimo de pecado, ignorancia e ilusión. Y aunque desde cierto punto de vista todo eso encierre mucha verdad (porque si uno sólo persigue las cosas del mundo sensorial jamás descubrirá las realidades más elevadas o más profundas), si uno descarta, niega o reprime este mundo, jamás encontrará lo no dual, el estado radical que comprehende al Uno y a los Muchos, lo ultramundano y lo intramundano, lo ascendente y lo descendente, la Vacuidad y la Forma, el nirvana y el samsara, en tanto que gestos iguales de Un Solo Sabor. El gran período axial comenzó en torno al siglo VI a.C. tanto en Oriente como en Occidente. Todas las religiones avanzadas de ese período estaban dominadas por la renuncia yóguica, por las prácticas meramente ascendentes, por el rechazo de la vida, por el ascetismo, por la mortificación del cuerpo y por el «camino ascendente». Eran,

casi sin excepción alguna, religiones profundamente dualistas que abogaban por un espíritu separado del cuerpo y por un nirvana divorciado del samsara en donde lo informe se hallaba en guerra con el mundo de la forma. Pero, en torno al siglo II a.C., las limitaciones del nirvana causal y dualista eran ya tan patentes que la vanguardia de la conciencia emprendió un gran movimiento que iba a conducir más allá del dominio causal sin manifestar que terminaría trascendiendo -aunque incluyendo- el Abismo causal. El Espíritu, en otras palabras, empezó a reconocer su condición pura no dual, algo que ocurrió de manera muy especial en dos almas extraordinarias: Nagarjuna en Oriente y Plotino en Occidente. Tal vez la formulación más conocida del descubrimiento de lo no dual sea la que nos proporciona El sutra del corazón, que fue el fruto de una revolución puesta en marcha por Nagarjuna y resume del siguiente modo la esencia del budismo Mahayana: «La Forma no es más que Vacuidad y la Vacuidad no es más que Forma». Así pues, el nirvana y el samsara, el Uno y los Muchos, el ascenso y el descenso, la sabiduría y la compasión, el Testigo y lo atestiguado son no-dos o no duales. Pero esta no dualidad no es una idea ni un concepto sino una realización directa, y cuando uno la convierte en un concepto o en una mera creencia, lo único que consigue es el bastonazo del maestro zen. Es precisamente por esta razón que la no dualidad suele ser denominada «no-dos, nouno» (una formulación que trata de asegurarse de que no terminaremos convirtiéndolo todo en un monismo exclusivamente conceptual, como la teoría de la «red-de-la-vida» o cualquier otro tipo de holismo chato). Este paso hacia adelante permitió rescatar del infierno los gestos resplandecientes del Espíritu que habían arrojado allí los caminos meramente ascendentes considerándolos como impurezas, pecados o ilusiones. Como dijera Plotino (pero no como una teoría pensada con el ojo de la mente, sino como algo directamente percibido con el ojo de la contemplación), los Muchos no se hallan separados del Uno, sino que constituyen sus múltiples manifestaciones. De modo que la práctica espiritual no consiste tanto en negar las cosas manifiestas, como en «convertirlo todo en camino». Según el tantra -otra flor del revolucionario jardín de lo no dual-, hasta el peor de los pecados encierra oculto en sus profundidades el resplandor de la sabiduría. En el mismo núcleo del enojo está la lucidez, en medio de la lujuria florece la compasión y en el corazón mismo del miedo descansa la libertad. Y todo eso se apoya en un principio muy sencillo que afirma que lo superior no trasciende lo inferior negándolo sino, por el contrario, incluyéndolo. El Espíritu trasciende pero incluye al alma que, a su vez, trasciende pero incluye la mente que, a su vez, trasciende pero incluye el cuerpo que, a su vez, trasciende pero incluye la materia. Por tanto, el auténtico camino espiritual incluye, transforma, asume y engloba todos los niveles. Esta es, en esencia, la misma Gran Cadena del Ser de la que hablaban las escuelas ascendentes, pero ahora no comprendida como un mapa del camino de huida de la prisión de la carne, sino como la representación del abrazo eterno de toda manifestación con el Espíritu del que dimana. Así comenzó la extraordinaria revolución no dual, una revolución valientemente encabezada por la tradición neoplatónica occidental, pero que se vio rechazada por doquier por una Iglesia que había jurado obediencia al camino ascendente, un camino que seguía tozudamente insistiendo en que «Mi reino no es de este mundo» y en que hay que «dar al César lo que es del César». No obstante, la corriente neoplatónica abrió

un sendero no dual que pudieron seguir durante el primer y el segundo milenio quienes tuvieron ojos para ver y oídos para oír. Cuando se comprendió que el Gran Nido del Ser realmente se desplegaba o se desarrollaba en el tiempo, la tradición neoplatónica alentó la visión idealista de Fichte, Schelling y Hegel (que consideraba el universo como un producto del desarrollo evolutivo del Espíritu, un producto del Espíritu-en-acción), aunque lo único que hoy perdura de esa extraordinaria visión es la teoría científica de la evolución, un vastago real -aunque ciertamente pálido, anémico y enfermizo- de esos padres tan notables. En el caso de Oriente, la revolución no dual dio origen al budismo Mahayana, el Vedanta, el neoconfucianismo, el shivaísmo de Cachemira y el budismo Vajrayana (todos los cuales pueden ser calificados como «tantras»). El gran florecimiento del tantra no dual tuvo lugar fundamentalmente en el período que va desde el siglo VII al XI en India, desde donde se extendió (a partir ya del siglo VI) hasta el Tíbet, China, Corea y Japón. Y cuando se comprendió que la Gran Cadena se desplegaba o evolucionaba, de hecho, en el tiempo, el gran Aurobindo expuso la noción con un genio inigualable. Hoy en día nos hallamos en un momento histórico muy auspicioso en el que esas dos grandes corrientes no duales, en su forma evolutiva e integral, están comenzando a confluir y en el que las corrientes neoplatónicas e idealistas, adecuadamente combinadas con la comprensión científica de la evolución occidental, están comenzando a integrarse con las grandes escuelas no duales y tántricas de Oriente, que también poseen un fuerte tinte evolutivo. Como resultado de todo ello, son muchos los investigadores de todo el mundo que se hallan implicados en este enfoque integral, aportando su compromiso con la psicología profunda, un descubrimiento casi exclusivamente occidental. De este modo, será posible que la excelencia brille en todos los niveles, dimensiones, cuadrantes y dominios de la condición humana y divina. Y aunque este enfoque integral se halle hoy en día en su infancia, está creciendo, no obstante, a gran velocidad. Así pues, si el primer obstáculo a este abordaje integral procede del mundo chato (es decir, de las escuelas meramente descendentes), el segundo, como ya hemos dicho, proviene, precisamente, del otro lado, es decir, de los enfoques meramente ascendentes, cuyos vestigios pueden advertirse todavía en el budismo Theravada, en algunas formas del Vedanta (que descansan en nirvikalpa o jnana samadhi y no prosiguen hasta sahaja) y en muchas formas de asthanga y hatha yoga (que sólo apuntan a la cesación mental). Y no se trata, por decirlo de otro modo, de que esos abordajes están equivocados, sino de que, para que lleguen a ser realmente no duales, deberían complementarse con el camino descendente. El tercer obstáculo procede de lo que suele denominarse «bypass espiritual», según el cual se supone que cuando uno encuentre el Espíritu, la Diosa o su Yo superior, todo lo demás le será dado mágicamente por añadidura, como si, en tal caso, el trabajo, las relaciones, la familia, la comunidad, el dinero, la comida y el sexo dejaran de convertirse en un problema. Lo realmente lamentable es que, normalmente, se tarda unos diez o veinte años en descubrir que ése no es precisamente el caso, y, entonces, ¿en qué ha invertido uno su vida? Si la primera mitad de la vida está descaminada, ¿qué ocurrirá con la segunda?

Por más irónico que pueda parecer, este obstáculo suele presentarse con más frecuencia en las escuelas no duales más elevadas. Un Solo Sabor es una conciencia omnipresente (la mente natural y espontánea en su estado actual, de modo que si usted se torna ahora mismo consciente de esta página, dispone ya del ciento por ciento de esta conciencia última completamente presente). El hecho de que Un Solo Sabor se halle «siempre ya» presente puede permitir que muchas personas accedan (si un maestro realizado se lo señala cuidadosamente) a un vislumbre fugaz pero sumamente poderoso de este estado último. De hecho, son muchas las grandes escuelas no duales, como el dzogchen y el Vedanta, por ejemplo, que disponen de textos enteros consagrados a las llamadas «instrucciones para señalar» [ver entrada correspondiente al 27 de abril para un ejemplo en este sentido]. Pero una vez que el discípulo vislumbra esta conciencia siempre ya, pueden ocurrir varias cosas desafortunadas. Porque, en un sentido muy profundo, esas personas se han visto liberadas de la naturaleza vinculante de los niveles inferiores del cuerpomente. Pero eso no significa que los niveles inferiores hayan dejado de tener sus propias necesidades, por más relativas que éstas puedan ser. Usted puede estar en la conciencia de Un Solo Sabor y tener cáncer, experimentar una crisis matrimonial, perder el trabajo o seguir siendo sencillamente un imbécil. El logro de un estadio más elevado del desarrollo no supone la pérdida de los niveles inferiores (los budas siguen teniendo que comer), ni tampoco significa que uno llegue automáticamente a dominarlos (por más iluminado que se halle no resulta nada fácil correr una milla en cuatro minutos). Es más, de hecho suele significar exactamente lo contrario porque, en tal caso, uno suele descuidar -o hasta ignorar- los niveles inferiores, creyendo que han dejado ya de ser necesarios para su bienestar, cuando, en realidad, constituyen el vehículo del Espíritu y su medio de expresión. Desdeñar, pues, esos vehículos es cometer un «espiritucidio» que desatiende letalmente sus manifestaciones más sagradas. Pero las cosas pueden ir todavía peor. Para atravesar la fase oral del desarrollo psicosexual, usted no tiene que convertirse en un gran chef, del mismo modo que para descubrir lo transverbal usted no tiene que ser un Shakespeare. Dicho en otras palabras, para poder ascender a un estadio superior no es preciso alcanzar el completo dominio de los estadios inferiores, sino tan sólo lograr un determinado grado de competencia. Y ello significa que uno puede alcanzar fases muy elevadas del desarrollo y tener todavía problemas en diversos estadios inferiores. Recordemos, pues, que el simple hecho de conectarse con un estadio superior no resuelve necesariamente los problemas existentes en los niveles inferiores.1 1. Para una discusión más detallada sobre este tópico ver las entradas correspondientes al 16 de noviembre y al 18 de diciembre.

Esta suele ser una de las pesadillas que asolan a las escuelas siempre ya porque, una vez que se logra atisbar claramente Un Solo Sabor, uno puede perder la motivación necesaria para tapar las goteras de su tejado psicológico. Tal vez usted pueda tener una neurosis profunda y dolorosa pero, como ya no se identifica con ella, comienza a descuidarla. Y, aunque haya una cierta verdad en esa actitud, se trata, no obstante, de una flagrante violación del voto del bodhisattva, el voto que le compromete a comunicar Un Solo Sabor a todos los seres sensibles hasta que todos se hayan liberado. En tal caso, usted podría hallarse muy satisfecho sin trabajar una neurosis evidente para todos los

demás, quienes nos veríamos obligados a recordarle la necesidad de evitar a toda costa el estado de Un Solo Sabor. Tal vez usted se halle, por ejemplo, muy feliz en Un Solo Sabor, pero fracase miserablemente en encontrar el modo de transmitirlo a los demás, porque no haya trabajado adecuadamente los vehículos inferiores a través de los cuales debe comunicar su comprensión. Obviamente, resulta muy distinto que su agresividad derive de la sabiduría airada o de una especie de combate dhármico que si se origina en una simple neurosis. Un Solo Sabor lo es todo y, en consecuencia, no tiene nada que ver con nada. Es, por tanto, con su alma, con su mente, con su cuerpo, con sus palabras, con sus acciones y con sus hechos como deberá transmitir su Estado... y mal podrá hacerlo si aquéllos no se encuentran en las mejores condiciones. No se trata, pues, de que las escuelas sahaja o Un Solo Sabor estén equivocadas. Son escuelas que se hallan en el estado más elevado imaginable, pero que deben ser complementadas con una adecuada comprensión de que el desarrollo auténticamente integral exige también el ejercicio de los niveles y de los estadios inferiores (a través de la psicoterapia, la dieta, el ejercicio, las relaciones, la vitalidad, etcétera). Sólo así será posible transmitir Un Solo Sabor a los seres sensibles que permanezcan en los dominios inferiores, ya que los mensajes más sanos se escuchan mucho mejor que los neuróticos. El último gran obstáculo a un enfoque integral reside, en mi opinión, en la epidemia de la nueva era que, mal que le pese, eleva la magia y el mito a los niveles psíquico y sutil, confunde el ego con el Yo, glorifica lo prerracional como transracional, confunde la autocomplacencia preconvencional con la sabiduría postconvencional y se aferra al ego llamándole Dios. Yo les deseo lo mejor pero... ojalá consigan pronto la satisfacción de sus deseos para que no tarden en descubrir lo insatisfactorios que son en realidad. Éstos son, pues, a mi juicio, los principales obstáculos que impiden la emergencia de un enfoque integral no dual: la visión descendente y chata del mundo y sus escuelas meramente traslativas, los caminos exclusivamente ascendentes y su rechazo de este mundo, el bypass espiritual (la supuesta suficiencia de Un Solo Sabor que deja a los necios tal y como los encuentra) y el elevacionismo característico de la nueva era. Y, si a todo esto añadimos la visión prevalente del mundo convencional general -que incluye tanto al ateísmo liberal como al fundamentalismo mítico conservador-, existen una media docena de obstáculos a la autorrealización integral, lo cual significa que el Espíritu todavía no se ha cansado de este Juego Kósmico del escondite, porque parece seguir queriendo ocultarse en los rincones más endiabladamente difíciles.

Jueves, 26 de junio Ram Dass está mejor y existe cierta esperanza de recuperación. La última vez que le vi fue en la fiesta del cincuenta cumpleaños de Roger. Frances y yo habíamos planeado esa fiesta como nuestro presente a Roger -una persona realmente amorosa- por haber cumplido medio siglo de vida y pensamos que lo mejor que podríamos ofrecerle era una reunión que congregase a las personas que le quieren, una reunión que celebramos en el Campton Place, cerca de Union Square, en San Francisco, y a la que asistieron más de cincuenta personas, entre las que se hallaban Huston Smith, Stan y Christina Grof, Jack Kornfield, Jim Fadiman, Miles Vich, Bryan Wittine, John O'Neil, Robert McDermott, Keith Thompson, Philip Moffet, Ram Dass, etcétera.

Ram Dass y yo nos sentamos junto a Roger y Frances y él estaba lleno de vida, lleno de Espíritu. Luego, cuando estaba en Nueva York, Frances envió un fax a casa de Tony en el que decía «Ram Dass ha sufrido un ataque; su cuerpo está casi paralizado, no puede moverse ni hablar». Frances está muy preocupada ya que, durante los últimos años, ella y Roger han estado muy unidos a Ram Dass. Pero ahora parece que ya puede hablar un poco y que, con unos dos años de terapia, podrá recuperarse bastante bien. Rezo por él porque sé por experiencia propia que, no importa cuan fuerte y aparentemente inquebrantable sea su realización espiritual, la vida puede mover completamente el piso que nos sostiene cuando menos lo esperamos, o más dolorosamente, cuando más lo esperamos.

Sábado, 28 de junio (Denver) Ceno en Denver con dos de mis mejores amigos en la zona, Warren Bellows y Willy Kent, y estoy triste porque están a punto de mudarse al condado de Sonoma, justo al norte de San Francisco. Fue Treya quien me presentó a Warren, a quien había conocido en Findhorn. En Gracia v coraje describo a Warren, la única persona ajena al núcleo familiar que estuvo presente en el momento de su muerte. Warren y yo fuimos quienes cuidamos de ella las últimas semanas y fue un auténtico regalo de Dios. Su amante Willy es un médico muy interesante y les quiero mucho a ambos. Warren, que se dedica a la acupuntura, está más orientado espiritualmente y Willy es el científico escéptico y, como yo tengo una gran afinidad con ambos, siempre he disfrutado mucho de su presencia. Jamás he tenido una experiencia homosexual, pero me siento muy cómodo en la cultura gay, probablemente debido a su mayor sensibilidad estética, algo para lo que los varones parecen estar más bien negados. -¿De verdad te entristece el hecho de que se vayan -pregunta Marci. -Claro que sí. ¿Por qué me preguntas eso? -Ya sabes. Creo que deberías poner a cero tus ondas cerebrales y no preocuparte por ello. -La Vacuidad significa preocuparse más, no menos. Estoy muy triste. -Sí, lo sé. Y estoy contenta de que sea así.

Lunes, 30 de junio Vacuidad, pura y exclusiva Vacuidad, con un ligero asomo de beatitud luminosa. Así es como se experimenta lo sutil cuando emerge de lo causal y así ha ocurrido esta madrugada. Cuando el cuerpo ordinario emerge de esa beatitud luminosa y sutil, resulta difícil decir, al comienzo, dónde se hallan exactamente los límites. Uno posee un cuerpo y lo sabe, pero el cuerpo parece la totalidad del universo material. Entonces la habitación va consolidándose lenta, muy lentamente y la conciencia va adaptándose a las convenciones del reino ordinario que dictan que este cuerpo está dentro de esta habitación. Así son las cosas, así es como funciona el proceso involutivo.

Pero la Vacuidad permanece, siempre.

JULIO ¡Mírame! ¡Soy Dios! ¡Date cuenta de que estoy en todas las cosas! ¡Mira! ¡Yo he creado todas las cosas! ¡Mira! ¡Yo nunca aparto, ni apartaré, las manos de mis criaturas! ¡Mira! ¡Yo soy quien lleva todas las cosas hasta su fin, por el mismo Poder, Sabiduría y Amor con que las creé desde el instante sin comienzo! ¿Cómo podría existir algo equivocado? DAMA JULIANA DE NORWICH

Martes, 1 de julio ANAMNESIS O E L PSICOANÁLISIS DE DIOS

1 Tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... tirones, empujones, golpes... 2 Deseo, deseo. Hambre, sed, hambre. Tragar, tragar. Debo tener, debo tener, debo tener. Acercarme, alejarme. Miedo, miedo, miedo, Enojo, rabia, explosión, tragar, atrapar ansiosamente, terror.

3 Veo, oigo y siento. No estoy solo, estoy junto a otros de mi misma sangre y todos somos uno contra los demás. La naturaleza duerme y se despierta con nosotros. A veces estamos muy contentos y otras veces muy asustados ante este poder que nos trasciende. Hay muchas ocasiones en

que nuestro deseo no es lo suficientemente fuerte. La tierra, el aire, el fuego, el agua, no siguen ningún curso, a veces nos ayudan y otras veces se vuelven contra nosotros. La vida es corta y sigue el camino de la sangre sobre la tierra. Aquí también hay otros, unos luminosos y otros oscuros. Los de mi sangre están conmigo y los demás no. La muerte está con nosotros y matamos a los que no son de mi sangre. La familia es de mi misma sangre y está con nosotros. Yo soy el cuarto de mi familia. Dieciocho soles me han traído hasta aquí. Ahora la luna está imponiéndome la muerte. La luna, la serpiente y el agua son uno. Todo está conectado con todo. En la tierra no existe la menor separación. Tocar una cosa es convertirse en esa cosa y comer una cosa es convertirse en esa cosa. Nosotros no tocamos ni comemos las cosas de los demás. La vida está de este lado, del lado de nuestra sangre. La muerte está del otro lado. Nosotros no tocamos al otro ni nos comemos sus cosas. Ahora la luna está imponiéndome la muerte, porque la serpiente, la luna y el agua son uno. Cuando la serpiente me mordió, la luna entró en mí y ahora la muerte está entrando en mí. Éstas son las cosas que me han enseñado los que saben. Mi sangre acabará mezclándose con la tierra y sobrevivirá. 4 Matan al muchacho y a la muchacha, luego los asamos y nos los comemos, porque ellos son de la Madre. La sangre pertenece a la Madre y a Ella se la ofrecemos y nos la devuelve en forma de alimento. Soy Tiamat, de la quinta casa, la que siembra las semillas que nos legaron nuestros mayores en los días anteriores al comienzo del tiempo. Mi sangre es de la Madre, mis huesos son de la Madre, los latidos de mi corazón son las llamadas de la Madre. Mi cuerpo se mezcla con la tierra, que es la Madre. Son pocos los que comprenden a la Madre. Ella es la Vida, su sangre nos da la vida. Es a Ella a quien ofrecemos la sangre del muchacho y de la muchacha que nos hemos comido, de otro modo las semillas no crecerán. Cada cuatro estaciones lunares hacemos un sacrificio a la Madre, quien nos lo devuelve en forma de alimento. Si dejáramos de hacer sacrificios, pereceríamos. Esto fue lo que me dijeron a mí, Tiamat, los mayores que nos legaron las semillas en los días anteriores al comienzo del tiempo. 5 El padre de mi padre desciende del Creador, que no mora aquí sino en el cielo y cuyos designios son inescrutables. Los sacerdotes de nuestras ciudades saben el modo de establecer contacto con nuestro Padre, pero mi familia no les entiende. El padre de mi padre sí lo sabía, porque eran semejantes, pero nosotros nos hemos olvidado. Pero eso no importa porque nuestras vidas están en Sus manos. Hay muchos dioses y diosas pero Él, sin que sepamos cómo, los gobierna a todos.

Los sacerdotes afirman que hubo un tiempo en el que nuestros antepasados se hallaban junto al Creador, pero ocurrió algo terrible. Y es para regresar a ese tiempo anterior al pecado que rezamos dos veces al día. Yo rezaba mucho pero, la última vez que lo hice, mi hermana murió, de modo que debo estar haciendo muy mal las cosas. Mi tío dice que debo rezar todavía más. Estoy entrenándome para ser alfarero, porque soy muy bueno con las manos y veo las cosas que tengo que hacer. Mi hermano era alfarero y mis otros hermanos se dedican a arar la tierra. Una de mis hermanas murió y nadie me ha dicho lo que ocurrió con mi otra hermana. Somos muy afortunados, porque tenemos una casa muy sólida. Y esto es así porque el padre de mi padre desciende del Creador. En la lucha a muerte que acabó con la toma de la ciudad, nuestra familia luchó muy valientemente y por ello tenemos esta casa. El día del sacrificio es el mejor, porque todo procede del Creador y ese día le devolvemos algunos de los dones que nos ofrece. Mi familia sacrifica pájaros muy hermosos que cría para esa ocasión. Existen ciertos rumores sobre lo que ocurre en el templo, pero yo no me los creo. Nosotros sacrificamos pájaros. La sangre del pájaro vuelve a la tierra. La sangre es la que nos da la vida, así que nosotros devolvemos la sangre a la tierra. Comer una cosa es convertirse en esa cosa, de modo que, después de que el sacerdote bendiga el pájaro, nosotros nos lo comemos, porque ahora los dioses moran en él y es comida de los dioses. Así nos fortalecemos y los elementos nos dejan tranquilos. Pero la última vez que recé por mi hermana, ella acabó muriendo, de modo que debo estar haciendo muy mal las cosas. 6 Este mundo tiene un sentido y yo no dejo de luchar contra quienes quieren ocultar la luz de la razón bajo el manto oscuro del engaño -ovnis, astrología, alquimia, viajes astrales, misticismo oriental. ¡Menuda confusión! La mayor parte de estas personas -normalmente bien intencionadas- no parece comprender que están viviendo en un mundo relativamente seguro gracias a la ciencia racional y sus frutos, la medicina, la odontología, la física, la producción, la abundancia económica y la ampliación de la vida de los treinta a los setenta años, con lo cual acaban serrando la misma rama que les sustenta. He sido ingeniero eléctrico durante más de tres décadas porque es algo que funciona, es verificable y mejora las condiciones de la vida humana. Existe un mundo real lleno de verdades reales y requiere mucho trabajo llegar a descubrirlo. Uno no puede pasarse la vida contemplándose el ombligo y esperando que aparezca algo que merezca la pena. La fortaleza de la ciencia depende de su capacidad de actualizarse de continuo, siempre y cuando, claro está, las fuerzas de lo irracional no acaben apoderándose del hospital. Tal vez no debiera enfadarme, pero lo hago. Desde que el año pasado murió mí hijo en accidente de automóvil, las cosas han ido de mal en peor. Pero correr a refugiarme en

algún imaginario Dios ubicado en el cielo no sirve absolutamente para nada. Para bien o para mal, los seres humanos somos los únicos dioses de la existencia, los únicos agentes de la intención racional y de la buena voluntad y nadie más que nosotros podrá salvarnos. Y si bien la Biblia tiene razón en que «la verdad os hará libres», la ciencia es el único camino que puede ayudarnos a descubrir la verdad. ¿Acaso creen que existe alguna otra alternativa? No estoy muy angustiado aunque, de tanto en tanto, tengo dificultades para dormir. Entonces paso la noche despierto en la oscuridad. 7 Cuando comprendí, por vez primera (siendo una niña de catorce años), que todas las cosas están relacionadas con todas las demás, mi vida experimentó una transformación radical. Más tarde supe que eso se llamaba holismo pero, en ese momento, lo único que sabía era que todas las cosas estaban relacionadas con todas las demás. ¡Veinte años, dos maridos, ningún hijo, tres trabajos y un National Book Award después sigo creyendo firmemente lo mismo! Mi libro A Re-Weave the Web constituye un relato detallado de esta visión holística que no sólo se basa en los recientes descubrimientos revolucionarios de la ciencia (que, por cierto, son tantos y tan excitantes, ya que van desde la teoría del caos hasta la física cuántica, las teorías de la complejidad y el abordaje sistémico que llegan incluso a marearme), sino que también se asienta en el holismo de los pueblos indígenas de todo el mundo, que sabían todo esto antes de que la ciencia moderna lo redescubriera. ¡La Gran Diosa ha regresado! ¡Gaia está viva! ¡Todas las cosas están relacionadas con todas las demás! ¿No es maravilloso que la ciencia esté recién comprendiendo la visión holística interrelacionada de la que llevo escribiendo desde hace tanto tiempo? Me consideran una pionera. ¡De modo que, heme aquí, convertida en una especie de heroína! Me han pedido que participe en tal mesa redonda, que escriba para ese otro periódico y que acuda a aquel congreso. ¡Yo! ¡Imagínense! Oh, por cierto, casi olvido decir que no son sólo las creencias indígenas las que afirman todo esto sino que también lo hace el misticismo oriental. Todos dicen lo mismo acerca de la «red-de-la-vida», todas las cosas están relacionadas con todas las demás. No entiendo por qué los practicantes zen insisten en preguntarme si medito. ¿Acaso eso supondría alguna diferencia? ¿Acaso no basta con comprender que todo está relacionado con todo? Unos lo hacen a su manera, que es la meditación, y yo a la mía, que es el pensamiento holístico. Pero entonces replican que ésa no es más que una idea y me piden que les muestre esa unidad. ¡Qué absurdo! La verdad es que, a veces, pueden llegar a ser realmente desagradables. 8 Finalmente hicimos esa excursión a la montaña que tanto deseaba. Estábamos locamente enamorados y no dejábamos de hacer bobadas, como un par de niños, pero

eso era lo que menos importaba. Durante una hora, John había cargado con la mochila sin dejar de bromear diciendo que no entendía por qué tenía que llevar él la comida del CEO* de Digital Data Corporation. Y yo le respondí, en el mismo tono, que ésa era precisamente la función que deben desempeñar los esclavos del amor. Pero, antes de terminar esa frase, desaparecí súbitamente y frente a mí sólo se hallaba el paisaje, John y mi cuerpo..., pero yo no estaba..., quiero decir que no había ningún yo..., vaya, la verdad es que me resulta muy difícil de describir. Yo era una con el paisaje, una con la montaña, una con el cielo; era algo muy gozoso, pero también estaba un tanto asustada, aunque de un modo muy pacífico, como si hubiera vuelto a casa. El lunes siguiente volví a la oficina y no le conté nada a nadie. ¿Quién me hubiera creído en Digital Data Corporation? * Máximo responsable de una empresa que equivale, aproximadamente, a nuestro cargo de director general (N. deI  T.). 

Eso nunca ha vuelto a sucederme. A veces he leído cosas parecidas, cosas a las que se refieren con el nombre de unidad, conciencia cósmica y similares, pero lo cierto es que ninguna de ellas parece ajustarse a lo que me ocurrió a mí. También he oído que hay personas que pueden permanecer de continuo en este estado pero, como no lo he visto, tengo muy serias dudas al respecto, porque creo que, en tal caso, perdería todo el sentido de la orientación. Sin embargo, esa situación se esfumó tan aprisa como vino. Cuanto más pienso en ello, más creo que pudo haberse tratado de algún tipo de ataque. En aquel momento no me lo parecía, pero ahora esa idea no me parece tan descabellada. ¿De qué otra cosa podría, después de todo, tratarse? 9 Hace ya unos días que ocurrió pero fue tan intenso, apasionante y raro que todavía puedo recordarlo como si estuviera sucediendo ahora mismo. Era cerca de la medianoche y yo estaba sentada a solas en casa. Entonces fue cuando tuve la evidencia de que no estaba sola. ¿Conocen esa sensación? Al comienzo me asusté mucho, pero finalmente acopié el valor necesario para inspeccionar toda la casa. Luego regresé y la sensación no tardó en desaparecer. Era como si, de repente, una bola de fuego (porque lo cierto es que no se me ocurre otro modo mejor de describirlo) se hubiera materializado delante de mí. Sé que esto puede parecer una locura, pero les aseguro que nunca antes me había ocurrido nada parecido y debo insistir también en que no soy una persona que sufra alucinaciones. Pero no era algo realmente eléctrico porque, aunque me tomen por loca, les aseguro que eso estaba vivo. Era, cómo decirlo..., era Amor. Era un fuego vivo de Amor y de Luz. Y lo sé tan bien como que ahora estoy sentada aquí. Entonces eso, que se hallaba delante de mí, se colocó sobre mi cabeza, luego detrás, de nuevo delante y otra vez encima de mi cabeza. Y, saben, cuando se colocaba sobre mi cabeza toda mi columna empezaba a vibrar y por ella ascendía una corriente que llegaba a la coronilla. ¡Una verdadera locura! ¿eh? Pero, en cuanto supe que eso era Amor, desapareció, sencillamente desapareció. Y, apenas se marchó, se apagaron todas las luces. Pero yo no me asusté sino que, por el contrario, estaba muy segura, mucho más segura de lo que nunca he estado.

A veces he oído hablar de esa luz que, según dicen, nos espera al final del túnel. La única diferencia es que yo no estaba muerta. Pero sé perfectamente lo que sentí y tengo muy claro que el Amor es algo que se encuentra fuera de mí. Desde que tuve esa experiencia, siento todo mi cuerpo de un modo diferente. Y no sé bien cómo ha ocurrido pero me duele la columna, como si hubiera metido los dedos en un enchufe. Y tampoco sé bien cómo, pero sé que la verdad está fuera de aquí. En todo caso, desde entonces he vuelto a rezar... como una forma de agradecimiento. 10 La naturaleza se retira ante Dios cuando la Luz encuentra su Morada. Eso es lo que pienso cuando entro en esa extraordinaria inmensidad. Entro y asciendo, entro y asciendo y, cuanto más entro, más asciendo hasta dejar de tener cualquier tipo de sensación corporal. De hecho ni siquiera sé dónde está mi cuerpo, si es que acaso sigo teniéndolo. Sólo sé que voy despojándome de capas de una beatitud luminosa, cada una de ellas más suave y, sin embargo, también más fuerte, más luminosa; más brillante y, a la vez, más tenue; más intensa pero, al mismo tiempo, más difícil de ver. Por encima de todo, en este océano de beatitud y de amor estoy pleno. Estoy tan pleno que me resulta imposible concebir siquiera la posibilidad de querer algo, de desear algo o de aferrarme a algo. Y eso es tan infinitamente desbordante que me resulta imposible contener nada más que lo que se halla presente. Estoy más allá de mí mismo, más allá de este mundo, más allá del dolor, más allá del sufrimiento y más allá del yo. Sé que ésta es la morada de Dios y que me hallo en Su Presencia. Es evidente que soy uno con la Presencia, es evidente que soy uno con Dios, es evidente que soy uno con el Espíritu. Nunca más querré nada, porque la inmensidad del infinito desborda de Gracia. Los lindes de esa beatitud de amor están llenos de lágrimas muy tiernas, débiles recordatorios de que lo mucho que he añorado esto, de lo desesperadamente que he anhelado estar saturado hasta los bordes para, finalmente, alcanzar la plenitud y la libertad. Año tras año añorando esto, vida tras vida buscándolo y gritando de dolor por su ausencia. Eso es lo que me recuerdan las lágrimas tiernas que brotan en el borde del infinito. Ahora estoy seguro (porque lo he visto con los ojos de mi verdadera alma) de que todas las cosas dimanan de esta Luz y de este Amor. Y ahora estoy también seguro (porque lo he visto con los ojos de mi verdadera alma) de que todas las cosas acabarán regresando a esa Luz y a ese Amor. Y vuelvo de ahí con un mensaje: La paz sea con vosotros, hermanos y hermanas humanos; la paz sea con vosotros, hermanos y hermanas animales; la paz sea con vosotros, hermanos y hermanas inanimados, porque todo está bien, todo estuvo bien y todo estará bien. Ahora estoy seguro (porque lo he visto con los ojos de mi verdadera alma) de que todos estamos hechos de la misma Luz y del mismo Amor. 11 No sé decir cuánto tiempo fui Luz; tampoco sé cuánto tiempo existió la Forma ni puedo decir cuánto tiempo he sido nada.

Del otro lado de la Luz se halla el Abismo; del otro lado del Amor se halla el Abismo. No sé durante cuánto tiempo. Recuerdo que una vez fui una piedra que experimentaba tirones, empujones y golpes. Entonces vagué por el universo en un abandonado letargo y, a decir verdad, las cosas nunca dejaron de ser divertidas. Recuerdo que una vez fui planta, luego animal y sed y hambre, acercándome y alejándome de las formas de mi propia avidez. Fui de un lado a otro impulsado por el hambre y escapando de la muerte y, a decir verdad, las cosas nunca dejaron de ser divertidas. Luego desperté como ser humano e ingresé en la escuela de mi propio devenir. Primero rendí culto a mi aletargado yo en forma de otro. Así fui acercándome a mi propia piel, la querida naturaleza, ora asombrado, ora temeroso, ora maravillado, ora aterrado, ejecutando todo tipo de rituales en un intento de hacer frente al espanto de mi propio sueño. Pero, a decir verdad, las cosas nunca dejaron de ser divertidas. Recuerdo que, en otra ocasión (ya escasamente dormido) desperté como ser humano que se buscaba en un otro celestial, en mi propia forma en tanto que misterio mítico. Y, para apaciguar el miedo que evocaba mi letargo, sacrifiqué partes de mí mismo. Pero, como usted puede comprender, en el caso de que hubiera despertado, el juego habría concluido ahí mismo. Y, a decir verdad, las cosas nunca dejaron de ser divertidas. No tardé en despertar como ser humano que, esforzándose en ser una luz para sí mismo, comenzó a caminar a tientas el camino hacia la Luz que, en realidad, soy. Luego, en un prodigioso salto hacia adelante, dejé de buscar afuera y desperté a la conciencia de la luz. Después, en otro extraordinario paso hacia adelante, me volví hacia dentro y comencé a experimentar los primeros síntomas de cansancio de todo ese juego, porque ahora me hallaba ya en el camino que habría de conducirme hasta mí mismo. Y, a decir verdad, aunque comenzaba a atisbar el fin del juego, las cosas nunca dejaron de ser divertidas. Cierto día, sentado a solas como mi otredad, me vi como una bola de Luz y Amor y supe que el Gran Despertar se hallaba en mí. En el siguiente paso en la escuela de mi propio devenir entré en Mí como Luz y Amor y permanecí en el infinito. Y esto lo reconocí de inmediato con un susurro que abrazó todo el espacio y un fogonazo de Luz que contenía la totalidad del tiempo. Luego, el Abismo más allá de todos los más allás. Algunos le llaman la Libertad radical, la Liberación infinita, la Liberación última, la gran Redención o el Ser ilimitado. Yo no sabría cómo llamarlo, puesto que ahí no hay yo alguno que sepa, ni de un modo sagrado ni de un modo profano, ya que lo único que permanece (por calificarlo de algún modo) es una ausencia total de forma. No es la beatitud, ni Dios, ni el amor. No es holístico, ni la Diosa, ni está relacionado con nada. No es infinito ni tampoco es eterno. No es ningún concepto, ningún objeto ni tampoco es ningún estado. El Yo-Yo no es la luz, ni el amor, ni el Espíritu. El Yo-Yo no está encadenado, no es libre, ni ignorante, ni está liberado. Lo único que podría decir es que donde no está esa Vacuidad, sólo existe el sufrimiento.

Todo esto es lo que recuerdo del aprendizaje que he hecho hasta ahora. Todo esto me ha enseñado la historia de mi propio descubrimiento. Todo esto es lo que afirmo a la audiencia que me escucha, todo esto es lo que prometo a los demás, las distintas formas que ha ido asumiendo mi propio dormitar. Porque esto es lo que los demás también verán cuando despierten de su otredad, sacudan sus aletargados egos y regresen al corazón de lo que son. No sé decir, exactamente, cuánto tiempo fui Luz, tampoco sé cuánto tiempo existió la Forma ni cuánto tiempo hace que he sido nada. Del otro lado de la Luz, el Abismo; del otro lado del Amor, el Abismo. No sé cuánto tiempo hace. Pero sé que esta Vacuidad se derramará de nuevo y creará un Kosmos que volverá a encarnarse en el mundo de la Forma y nacerá como el hijo de mi Conciencia. 12 El océano de la Vacuidad está rodeado por la beatitud. Cuando el océano de la Vacuidad parpadea de compasión. las iluminaciones sutiles pueblan el espacio de la conciencia y se funden en la conciencia como formas radiantes. Un universo está cobrando forma, está naciendo un universo. Yo-yo exhala sus pautas más sutiles que acaban cristalizando en las formas más densas y originando todo tipo de objetos y procesos que se precipitan en la oscuridad de la noche de la conciencia, emergiendo como un sol glorioso, resplandeciente recordatorio de su fuente. La aletargada Tierra, morada de los hijos del Espíritu. 13 Suena el teléfono y corro a descolgar. -¿Dígame? -Hola, soy Marci. -Hola, preciosa. ¿Qué ocurre? -Creo que deberíamos tomarnos unas vacaciones. -Ya sabes que tengo mucho trabajo.

-Vamos, no pasará nada por dejarlo todo durante unos días. -Muy bien. Nunca habíamos estado en South Beach y nos fuimos de vacaciones. Ahora sí hemos estado y podríamos volver ¿Qué te parece? -¡Sí! Dos semanas después estamos nuevamente en South Beach (Miami). Y zambulléndome y descansando en el océano descubro, en todas partes, vislumbres de Un Solo Sabor. Vacuidad, claridad y respeto son los nombres del momento presente, tal y como emerge en este instante, y en éste y también en éste. Y el aspecto que asume este instante es el del cuerpo del Buda, las manos de Cristo, el rostro de Krishna y los pechos de la Diosa. Sé bien que todo ello está, de algún modo, ligado a una promesa que hice desde lo más profundo de mi alma, no sé bien -ni tampoco importa- cómo, dónde ni cuándo. Así son las cosas para quienes recuerdan el curso que ha seguido su propia conciencia desde el mineral hasta el vegetal y el animal, desde la magia hasta el mito, el dominio mental y el supramental, desde el cuerpo hasta el ego, el alma, la Vacuidad y Un Solo Sabor. Porque, cuando uno regresa a Sí-Mismo, tiene la obligación de transmitir, del mejor modo que sepa, lo que ha visto, lo que recuerda y lo que ha descubierto en la escuela de su propio devenir. Y, a decir verdad, las cosas nunca dejaron de ser divertidas. 14 Marci está nadando. Yo acabo mi Coca-Cola y mi bocadillo. Es mediodía, el cielo está despejado, el océano es azul y las olas van y vienen empapando la arena blanca de la playa.

Miércoles, 2 de julio Leo durante toda la mañana, luego respondo a las llamadas telefónicas urgentes y paso una hora desempaquetando y archivando el envío semanal de libros. Pero, en realidad, quién necesita los libros. Las personas creen que el hecho de despertar significa comprenderlo todo cuando, en realidad, significa todo lo contrario, no comprender nada. Después de todo, se trata de un Misterio insondable, de un absurdo e interminable balbuceo. La iluminación no es la «omnisciencia» (el conocimiento de todo) sino la «a-sciencia» (el no conocimiento), la liberación última de ese calambre que nos mantiene atados al mundo de la forma cuando, en el fondo de nosotros mismos, nos hallamos más allá de toda forma. No habría, pues, que hablar tanto de la nube del saber como de la nube del no-saber, del conocimiento divino como de la ignorancia divina. Porque hay que decir que el Vidente no puede ser visto, el Conocedor no puede ser conocido y el Testigo no puede ser atestiguado. En el fondo de nuestro ser, no somos más que una inmersión en

la ignorancia divina, una inmensa Liberación de todas las cosas conocidas, vistas, oídas y sentidas, una infinita Libertad que se halla del otro lado del conocimiento, la eternidad que se halla del otro lado del tiempo. Pero, en el mundo convencional, en el mundo relativo, el conocimiento es absolutamente necesario y yo me alegro de desempaquetar esos libros y de tratar de comunicarme a través de ellos, debido a ciertos votos y obligaciones que me comprometí a cumplir en este mundo, meros ornamentos, en el fondo, de la conciencia primordial, pautas que se reflejan en el espejo de la Vacuidad. Ken Wilber no es más que una cicatriz en mi rostro Original, y esta mañana resulta tan fácil de sacudir como a un molesto y diminuto insecto, y no tarda en desvanecerse en el espacio infinito que constituye mi auténtica morada. Pero esta inmensidad infinita se mueve a impulsos, entona las canciones de su propia manifestación y celebra danzando su propia creación. De la nada más pura emerge ahora, también ahora y para siempre ahora, este majestuoso mundo, un gesto y un pestañeo del Abismo radiante. De modo que sigo desempaquetando los libros y ocupándome de los asuntos pendientes.

Viernes, 4 de julio Hoy he recibido una copia del Association of Transpersonal Psychology Newsletter, en donde leo lo siguiente: «La American Medical Writers Association de Nueva Inglaterra ha concedido su Award in Excellence in Medical Communication a Textbook of Transpersonal Psychiatry and Psychology (Basic Books, 1996) de los psiquiatras Bruce Scotton, Allan Chinen y John Battista». Un premio merecido porque, a mi juicio, han hecho un trabajo excelente. Hace un tiempo que me pidieron que prologara su libro y me alegré mucho de hacerlo. Pero resultó que, cuando me senté a escribirlo, me pasé y, cincuenta páginas después, había escrito lo que me parecía un artículo muy interesante pero un prólogo demasiado largo. De modo que escribí otro artículo mucho más reducido de unas cuatro páginas y utilicé el ensayo, al que titulé «La visión integral», como introducción a El ojo del Espíritu. Así, todos hemos acabado sacando provecho de mi ineptitud. Que el conservador establishment médico de Nueva Inglaterra haya concedido un premio a un libro sobre psiquiatría espiritual y transpersonal me parece extraordinario, realmente extraordinario. Porque el hecho es que la psiquiatría médica de este país dictamina, mediante un acto político, qué estados de conciencia son «reales» y cuáles son «patológicos», «enfermos» o «ilusorios». Y, por lo que parece, Dios está comenzando a dejar de ser una enfermedad mental.

Sábado, 5 de julio Tal vez convenga decir unas pocas palabras acerca de «Anamnesis». Se trata de un trabajo en el que he pretendido describir cada uno de los principales niveles de la conciencia en primera persona, desde dentro, desde el interior, desde el punto de vista del «yo». La literatura académica nos obliga a hablar en el lenguaje objetivo del «ello»

y, en esta ocasión, he querido hacerlo en el lenguaje del «yo». (Es evidente que una de las razones fundamentales por las cuales los escritores religiosos académicos se aferran al lenguaje objetivo del «ello» es que, de ese modo, se ven liberados de la carga de tener que transformar su conciencia (su yo). ¡Es como si, en lugar de viajar a las Bermudas, se contentasen con leer libros sobre las Bermudas y discutir sobre ellos! Algo realmente muy extraño.) Para referirme a los niveles inferiores, he elaborado una serie de relatos cortos (hasta la sección 9), tratando de describir el aspecto que asume el mundo desde cada uno de ellos. A partir de ese nivel (desde la sección 10 a la 14) las referencias son fenomenológicas, penetrando en los distintos estados y registrando la experiencia desde ahí. Veamos ahora, puesto que normalmente utilizo diez grandes niveles de conciencia, las correlaciones existentes: • La sección 1 se refiere al mundo sensoriomotor (nivel 1), el mundo de la materia y de la física. Sé perfectamente que mi abordaje no es muy imaginativo pero, en cualquier caso, ahí está. • La sección 2 tiene que ver con el mundo pránico o emocional-sexual (nivel 2). Y aunque tampoco sea muy creativo, resulta bastante ilustrativo. • La sección 3 representa el mundo mágico (nivel 3), la cognición mágico animista que equipara los sujetos con los predicados que se le asemejan y las totalidades con las partes, siguiendo las reglas de la condensación y el desplazamiento. En cierto modo, podríamos decir que se trata de una de las más hermosas visiones del mundo. No debemos olvidar, por otra parte, que las leyes de la metáfora (que equipara ítems que comparten una individualidad semejante) y la metonimia (que equipara ítems que comparten una comunalidad semejante) constituyen una de las principales raíces del lenguaje y todavía siguen expresándose en el campo de la poesía. Resulta fácil en advertir que éste es, precisamente, el punto en el que se confunden los románticos. • Las secciones 4 y 5 representan el mundo mítico (nivel 4), al que he dividido en dos partes, la mitología hortícola (sección 4), que suele ser matrifocal, y la mitología agraria (sección 5), casi siempre patrifocal (patriarcal). Históricamente, el cambio de la visión del mundo mágico/recolector previo a la visión del mundo mitológico/hortícola tuvo lugar con el descubrimiento de la agricultura. En las sociedades hortícolas, el cultivo se realiza con un simple palo de cavar o una azada de mano, de modo que los requerimientos físicos son modestos y no impiden la participación de las mujeres embarazadas (de hecho, el 80% de los alimentos de las sociedades hortícolas eran producidos por las mujeres). Consecuentemente, en torno a un tercio de todas las sociedades hortícolas tenían deidades exclusivamente femeninas (la Gran Madre), otro tercio deidades masculinas y femeninas y el último tercio deidades exclusivamente masculinas. (Si exceptuamos a unas pocas sociedades marítimas, las sociedades orientadas hacia la Gran Madre se basaban en una modalidad hortícola de producción.) El descubrimiento de los arados más grandes y pesados tirados por animales que abrió las puertas a una masificación del cultivo exigía, sin embargo, un trabajo físicamente más duro y pesado (en el que las mujeres tenían una tasa significativamente más elevada de abortos, de modo que el hecho de no arar suponía una ventaja evolutiva en el sentido darwiniano del término). En consecuencia, casi toda la producción de alimentos de las

sociedades agrarias era llevada a cabo por varones, por lo cual no es de extrañar que el 90% de ellas tuvieran deidades predominantemente masculinas. El rasgo más notable de las sociedades hortícolas matrifocales tal vez fuera la práctica esporádica de los sacrificios humanos. La Gran Madre Tierra exigía sangre para que las nuevas cosechas prosperasen y, como han documentado eruditos como Joseph Campbell, «la furia del sacrificio» jalonó la aparición de muchas sociedades hortícolas matrifocales en todo el mundo (empezando en torno al 10.000 a.C). Y aunque, en algunos casos, el sacrificio se intensificó en las culturas posteriores, parece cierto que comenzó aquí. Para mi ejemplo, he utilizado un gráfico y bien documentado caso que nos ha proporcionado el mismo Campbell, en el que se sacrifica a un joven y una muchacha mientras están copulando y cuyos cuerpos se ven posteriormente asados y devorados por la comunidad, en un rito sangriento típico de toda religión de la Gran Madre. La aparición de las sociedades agrarias patrifocales se vio, a menudo, jalonada por la interrupción brusca de los sacrificios humanos, cuyos temas, sin embargo, perduraron de un modo meramente simbólico (como ocurre, por ejemplo, en la misa católica: «Tomad y comed todos, porque Éste es mi cuerpo. Tomad y bebed todos, porque Ésta es mi sangre»). Las religiones mítico-patriarcales se consideraban a sí mismas más éticas que las paganas anteriores que rendían culto a la tierra debido, fundamentalmente, a la prohibición de los sacrificios humanos. La psicología junguiana suele confundir el nivel mítico con los dominios transracionales y espirituales. Pero lo cierto es que, por más que posea su propia belleza, no es transracional sino prerracional. Por otra parte, todavía disponemos de la posibilidad de acceder a esos niveles tempranos que, cuando son adecuadamente subsumidos, nos proporcionan una gran vitalidad y riqueza imaginativa. Pero quiero subrayar que ni la mitología hortícola ni la agraria -ni ningún tipo de mitología, en general- puede proporcionarnos una guía transracional y espiritual para el mundo moderno y postmoderno. • La sección 6 representa el mundo racional (nivel 5). El perspectivismo y el pluralismo racional van acompañados de un incremento tan notable de lo bueno, de lo verdadero y de lo bello y conllevan tal aumento de comprensión que no resulta nada extraño que casi inmediatamente fuera calificado con el epíteto de «Ilustración». Pero la racionalidad también suele ir acompañada de hubris y, de vez en cuando, aparece la tragedia y con ella el remordimiento. • La sección 7 representa la visión-lógica, la visión aperspectivista-integral del mundo (nivel 6). En esta historia entré un poco a saco porque traté de reflejar la euforia típica del paradigma de la nueva era que toma las verdades importantes de la visión-lógica y el holismo pero acaba confundiéndolas. Porque hay que insistir en que la teoría sistémica no está descubriendo la misma «red-de-la-vida» que nos brinda la visión mágica del mundo (los teóricos sistémicos, dicho de otro modo, no creen que el volcán esté entrando en erupción porque se haya enfadado personalmente con ellos); el pensamiento holístico no es lo mismo que la contemplación oriental (puesto que aquél es mental, mientras que ésta es supramental), y Gaia no es lo mismo que la Diosa (ya que aquélla es finita, mientras que ésta es infinita). Hablando en términos generales, la protagonista de esta historia está presa de las falacias que tan a menudo impregnan la agenda del

paradigma de la nueva era, un holismo chato (exclusivamente de la Mano Derecha), retrorromántico, puramente descendente y biocéntrico que incurre en numerosas falacias pre/trans. [Yo le llamo el «paradigma 415» porque tuvo su epicentro en el área de la bahía de San Francisco, en instituciones como el CUS. Yo he sido un agudo crítico del «paradigma 415» y muchos de sus acólitos han respondido con vehemencia a mis comentarios. Ver la entrada correspondiente al 25 de septiembre para una crítica más elaborada de esta visión.] En cualquier caso, la visión del mundo correspondiente a este nivel es la visión-lógica y la aperspectivisla integral. • La sección 8 representa un tipo de experiencia propia del nivel psíquico (nivel 7); más concretamente, un ejemplo típico de conciencia cósmica, la sensación fugaz de unidad con todo el reino ordinario. Adviértase que esta experiencia no es permanente y que no implica la presencia de los dominios sutiles o causales superiores o, dicho en otras palabras, que se trata de un caso típico de misticismo natural. Hablando en términos generales, éste es el tipo más elevado de misticismo reconocido por los ecólogos profundos, los ecopsicólogos, los neopaganos, las ecofeministas, los Gaiasofos y los adoradores de la Gran Madre, aunque constituya la más baja de todas las esferas místicas, la esfera del Alma del Mundo o del Yo Econoético. Pero, a pesar de ello, se trata de una dimensión profunda y poderosa de la conciencia, de un vislumbre que puede transformar toda una vida. El tono de la experiencia del nivel psíquico (del misticismo natural) casi siempre es de una reverencia absoluta, una sensación del temor hacia la existencia e insignificancia de los seres humanos, en general, y de uno mismo, en particular. • La sección 9 representa otro tipo de experiencia propia del nivel psíquico (nivel 7) que suele presentarse en el camino del chamán/yogui y que se caracteriza por el despertar de las corrientes psíquicas conocidas con el nombre de kundalini. Estas corrientes empiezan en el cuerpo etérico (el cuerpo emocional-sexual), pero normalmente se tornan conscientes (como ocurre en esta historia) en el nivel psíquico y perduran durante el nivel sutil. El protagonista de nuestro relato experimenta un despertar de kundalini e, incapaz de contenerlo, lo interpreta como algo externo, que sólo muy lentamente va reintegrando en las corrientes de su propio cuerpomente. Este tipo de experiencia psíquica suele representar la puerta de acceso al nivel siguiente, el nivel sutil y, en el kundalini yoga, el practicante sigue el camino de estas corrientes corporales hasta su fuente en el sahasrara, el resplandor luminoso que se encuentra en y más allá de la coronilla (epítome del nivel sutil superior). Habitualmente, el tono de estas experiencias comienza siendo reverencial (cuando la fuerza sagrada se ve externalizada como un Gran Otro) y acaba convirtiéndose en una fuente de fortaleza y poder (cuando la fuerza sagrada se interpreta como una corriente interna del propio cuerpomente). Tradicionalmente se dice que, en este nivel, existe la posibilidad de utilizar inadecuadamente el poder, en una especie de movimiento tipo Darth Vader o Castañeda. • La sección 10 representa una experiencia típica del nivel sutil (nivel 8), propia del camino del santo. En ella, el reino ordinario queda provisionalmente muy atrás, tanto que normalmente ni siquiera se reconoce. En esta experiencia, las corrientes de energía del cuerpomente regresan a su origen en el nivel sutil (y especialmente al sahasrara, la Luz y Beatitud infinitas que se hallan por encima del nivel ordinario, una posición «santa» que a menudo se representa en forma de un halo luminoso en torno a la cabeza

del sujeto que la experimenta). En este tipo de meditación, la sensación siempre se encuentra «en y por encima» del sujeto, pero no en un sentido metafórico sino literal. La Luz y Beatitud infinitamente Superior es directamente experimentada como tal. Se trata de la Forma de la Deidad, de la Estructura más profunda de uno mismo propia del Sambhogakaya, el asiento del misticismo teísta en donde el alma se une a Dios. El tono de estas experiencias es normalmente extático, visionario, apocalíptico, pacífico y profético. • La sección 11 representa el nivel causal (nivel 9) del que habla el camino del sabio. Se trata del hogar (la fuente raíz) del Testigo, de la conciencia sin objeto, de la cesación pura, del nirvana y el nirvikalpa clásico, del ayn, de lo no manifestado, de lo Sin Forma, del gran No Nacido, de la Deidad, del Urgrund, del Dharmakaya y de la Vacuidad pura. El nivel psíquico implica la comunión del alma con Dios, el sutil implica la unión del alma con Dios y el causal implica la identidad entre el alma y Dios en la Divinidad. Es decir, cuando la conciencia asciende al infinito de la Luz sutil y de la Beatitud Superior (que es el reino sutil) «cae», en algún punto, en el Núcleo causal en el que toda sensación de identidad separada acaba finalmente desvaneciéndose en la Vacuidad radical, en nirguna Brahman o en la Divinidad incualificable. (Creo innecesario decir, por otra parte, que no debemos confundir el núcleo causal con el chakra del corazón, que es el centro de energía del amor propio del nivel sutil, ya que aquél es la Vacuidad pura, el bodhicitta absoluto, mientras que éste, por su parte, es la compasión, el bodhicitta relativo; cf. Sri Ramana Maharshi.) En todos los estados místicos inferiores siempre existe la sensación de entrar o salir del estado, la sensación de que se trata de algo diferente (ver la Luz, sentir el Amor, conocer a Dios, encontrar la paz, etcétera). Pero, en algún punto de estas corrientes ascendentes o descendentes que son todas experiencias propias de los niveles ordinario o sutil aparece el Testigo de todo lo que ocurre y uno deja de moverse en busca de experiencias del tipo que fueren. Entonces uno sale de la línea del ascenso y del descenso (que, en sí mismo, es el samsara) y permanece Libre como el Corazón que atestigua. Entonces, en lugar de ir detrás de los objetos sagrados o profanos, altos o bajos, terrenales o celestiales, uno simplemente descansa como mente en la que se reflejan ecuánimemente todos los objetos. Uno ya no sigue ascendiendo a la Luz infinita ni bajando a la Vitalidad inferior, sino que se limita a testimoniar todos y cada uno de los movimientos. Es una salida del Gran Círculo del ascenso (Eros) y del descenso (Agape), y aunque ambos movimientos se vean abrazados por igual por el Testigo, ya no siguen motivando a la conciencia. En tanto que conciencia -en tanto que Testigo vacío- uno es el Motor inmóvil. Los centros de la vida ordinaria-vital (es decir, los chakras inferiores) son, por sí mismos, una condensación de la Luz sutil superior (el chakra más elevado, el sahasrara), que no es más que el reflejo manifiesto de lo No Manifestado resplandeciendo por el poder del Corazón causal, aunque éste, en sí mismo, no sea la Luz (ni cualquier otra cualidad manifiesta). Dicho en otras palabras, todas las corrientes ascendentes y descendentes tienen su última fuente en el Corazón causal que no es ninguna de esas corrientes, razón por la cual el Testigo puede atestiguar con ecuanimidad toda manifestación, al tiempo que permanecer ajeno a todo el despliegue.

(El Testigo, sin embargo, constituye el último vestigio de separación, de yo y de dualidad en forma de crispación y separación entre el Testigo y lo atestiguado, entre lo no manifestado y lo manifestado, entre el nirvana y el samsara, entre la Vacuidad y la forma, una dualidad que sólo termina desvaneciéndose cuando el Testigo causal se disuelve en Un Solo Sabor no dual, en donde la Vacuidad abraza toda Forma, el nirvana y el samsara no son dos y el Testigo se funde con todo lo que atestigua.) Yo elegí, en esta sección, incluir un conjunto de estadios pasados del crecimiento. Del mismo modo que un individuo que vive una experiencia de aproximación a la muerte puede «revivir» su vida entera, en la muerte causal uno también puede «revivir» el despliegue de la historia cósmica, la historia de su Yo más profundo. (Fue una experiencia de este tipo, a la edad de veintisiete años, la que sirvió de base a Después del Edén). Esta «revisión» no tiene lugar en el nivel causal -porque nada existe en él-, sino, más bien, del otro lado de él (entrando o saliendo de él). El tono del nivel causal es pétreo, en el sentido de que es firme e inconmovible, como una gran montaña de lo no manifestado; pero también proporciona una gran sensación de inmensidad, libertad, amplitud, espacio, apertura y liberación. Además -y esto resulta bastante más difícil de transmitir- ninguna de esas «experiencias» parece ser una experiencia. Las experiencias aparecen y desaparecen, pero el Espejo vacío es el inmenso espacio en el que van y vienen todas las experiencias, algo que trasciende con mucho lo experiencial. • La sección 12 representa el descenso del plano causal al sutil o el principio de la involución, de la emanación o de la manifestación. Las secciones 1 a 11 representan la historia del proceso de ascenso o evolución de la conciencia, desde la materia hasta el cuerpo, la mente, el alma y el espíritu causal. Pero una vez que la conciencia retorna a su origen en el Corazón causal, puede emprender conscientemente el proceso descendente o involutivo que conduce desde el Espíritu hasta el alma, la mente, el cuerpo y la materia. Obviamente, esté ciclo se halla continuamente sometido a todo tipo de variaciones y discurre de un modo completamente anidado (hasta el punto de que no estaríamos equivocados si dijéramos que la evolución y la involución tienen lugar en cada respiración y hasta en cada nanosegundo. Lo único que ocurre es que, en el momento del retorno al Corazón causal, todo el ciclo puede advertirse de manera consciente y deliberada, lo cual contribuye a comprender y desarticular su poder fascinante). • Las secciones 12 y 14 representan una versión muy limitada de la historia involutiva desde la perspectiva de este cuerpomente concreto (es decir, de Ken Wilber). La mayor parte de las personas «experimenta» esta transición cada noche cuando pasa del sueño profundo (una versión del nivel causal) al estado de sueño (una versión del nivel sutil), pero no pueden recordarlo. Uno de los objetivos de la meditación consiste en tornar conscientes todas estas transiciones y, de ese modo, tornarse transparente a la Fuente de todo movimiento. • La sección 13 representa la continuación del proceso de descenso que va desde el nivel sutil hasta el nivel ordinario y completa, de ese modo, el círculo completo de la evolución y de la involución (lo que Plotino denominó flujo y reflujo). En el momento en que la conciencia se mantiene constante a través de los tres reinos o estados

principales (causal, sutil y ordinario), en los arcos ascendente y descendente, la Condición Única, el Único Sabor de todos los reinos se torna estremecedora y absolutamente evidente. El tono de Un Solo Sabor -y el camino del siddha- suele ser descrito de dos modos diferentes que pueden generar alguna que otra confusión. El primero es un tono de absoluto tedio, un enorme bostezo ante el mundo. La razón es que, dado que Un Solo Sabor es el sabor de todo lo existente, degustando Un Solo Sabor uno lo degusta absolutamente todo. Estar ahí y ver Eso. Es por ello que en el budismo dzogchen, por ejemplo, suele representar tradicionalmente la figura del adepto como alguien infinitamente aburrido. El segundo es un tono irrespetuoso, como una especie de asno sabio y ciertamente irreverente. Cuando le preguntaron a Bodhidharma acerca de la naturaleza de la realidad, respondió: «Inmensa Vacuidad, nada santo, nada sagrado». Nada, en otras palabras, de lo que no podamos burlarnos. Cuando todas las cosas son vistas como el mismo Espíritu, no cabe espacio alguno para la piedad. La imagen del chamán/yogui del nivel psíquico representa el poder, la del santo del nivel sutil, por su parte, ilustra el resplandor y la paz, la del sabio del nivel causal representa la ecuanimidad imperturbable y la del siddha no dual, por último, se caracteriza por el humor ilimitado. Entonces es cuando uno recupera la sonrisa y la alegría se refleja en todos sus actos. Creo innecesario puntualizar que con ello no estoy diciendo que todo el mundo que posea sentido del humor esté establecido en Un Solo Sabor (porque el humor suele girar en torno al nivel del ego), lo único que digo es que, cuando nada es sagrado, todo puede tomarse muy a la ligera. • Ambos tonos se caracterizan por una implacable ordinariez que no resulta, en suma, nada especial. Eso, precisamente, es todo, nada más (sección 14).

Domingo, 6 de julio Phil Jacobson -cuyo nombre completo es Philip Rubinov Jacobson, un viejo y honorable nombre ruso-judío- acaba de regresar de Viena, en donde ha pasado un mes con Ernst Fuchs, creador de la escuela del realismo fantástico de Viena y heredero artístico de Salvador Dalí. El hecho de que yo haya escrito bastante ampliamente sobre arte y estética ha llevado a artistas de todo el mundo a mandarme dossiers de su obra y solicitar mi ayuda para promocionarles, de modo que, durante un tiempo, estuve pensado en que un buen modo de comenzar era crear una especie de centro de información, de museo moderno del arte transpersonal o espiritual. En nuestra opinión, Phil sería un buen coordinador de este proyecto, pero no sabíamos dónde ubicarlo y cómo ponerlo en marcha. Pero resulta que Fuchs también estuvo pensando en un museo de arte espiritual y, cuando Phil le mencionó nuestra idea, se entusiasmó tanto que inmediatamente compró un edificio. Actualmente, Fuchs está buscando un castillo que pueda servir de taller, mientras que el edificio de Viena alojará los archivos, la administración, etcétera. Dentro de medio año, Phil volverá a Viena para poner en marcha el museo y luego

regresará a los Estados Unidos para hacer lo mismo en nuestro país, dividiendo su tiempo entre Europa y los Estados Unidos. La casa de Viena es un hermoso y espacioso palacio barroco y, según dicen, piensan comprar el castillo de verano de Francisco José. Estoy asombrado. Si la cosa funciona y parece que va a funcionar- podría ser un auténtico regalo para los artistas transpersonales de todo el mundo.1 1. En el momento en que este libro ve la luz, el proyecto del Transpersonal and Spiritual Art Museum sigue adelante. Quienes se hallen interesados en él pueden escribir a Shambhala Publications a la atención de Phil Jacobson.

Martes, 8 de julio La lluvia está formando un gran charco en la terraza. Todo flota en la Vacuidad, en la Transparencia pura, sin que haya nadie para contemplarlo. Si hay un yo, eso es todo lo que aparece en este instante, y en este otro y también en éste. Aquí, donde nunca pasa nada, mis pulmones son el cielo, las montañas mis dientes, las esponjosas nubes mi piel, el trueno el latido de mi corazón en lo atemporal y la lluvia las lágrimas de nuestra condición colectiva.

Miércoles, 9 de julio Hoy han venido a visitarme Sam y su hija Sara. Resulta asombroso ver cómo una niña que conoces desde que era pequeña se convierte súbitamente en una mujer. Ahora tiene dieciocho años y es verdaderamente hermosa. Es una persona muy inteligente, tiene un intelecto muy despierto y perspicaz y quiere graduarse en filosofía. -Sara quiere hablar contigo sobre la universidad que más pudiera interesarle. -Sí -agregó ella-. Estoy pensando en un lugar como el Sarah Lawrence, Brown, Canadá o cualquier otro país. -Lamento decirte que mi generación ha convertido la enseñanza de las humanidades en los Estados Unidos en una trampa muy cenagosa. El clima prevalente al respecto es el postmodernismo extremo que, como sabéis, aboca al nihilismo y el narcisismo o, dicho en otras palabras, a no creer en nada más que en uno mismo. Muchos de los textos actuales de humanidades han sido escritos por baby boomers que tratan de demostrar su superioridad moral condenando todas las obras de arte, ciencia, literatura y filosofía que les precedieron. Es por ello que, con demasiada frecuencia, el ámbito de los estudios culturales ha terminado convirtiéndose en una especie de terapia de autoestima, una forma de auspiciarse a sí mismos a expensas de quienes les precedieron. Sé que éstas son palabras muy duras, pero acabo de recordar un reciente artículo en lingua franca: The Review of Academic Life, escrito por el profesor Frank Lentricchia, en el que habla de la epidemia nihilista y narcisista que hoy arrasa los departamentos literarios y culturales de las universidades de nuestro país y que, en su opinión, parece «emerger de la sensación de que uno es moralmente superior a los escritores de los que uno está hablando», una actitud prosigue- que se convierte en una especie de «pozo negro que los críticos literarios dicen ofrecer para beneficio de la humanidad». Luego

agrega que «el mensaje fundamental es muy hipócrita y suele asumir la siguiente forma: «T.S. Eliot es homófobo y yo no, por consiguiente, yo soy mejor persona que Eliot», algo a lo que habría que responder diciendo: «Pero T.S. Eliot era un auténtico escritor y usted no». Poco debe, pues, extrañarnos que Lentricchia concluya del siguiente modo su estudio acerca del estado actual de las humanidades en los Estados Unidos: «Resulta imposible exagerar la epidemia de inflación heroica que aqueja a la literatura académica y a la crítica literaria de nuestro país». -¿Existe algún aspecto positivo en los movimientos postmodernos? -preguntó Sara. -Obviamente -respondí- Mi crítica sólo es aplicable a las posturas radicales. Porque debo decir que, en mi opinión, el postmodernismo ha formulado tres verdades sumamente importantes: el constructivismo, el contextualismo y el pluralismo. El constructivismo afirma que el mundo que percibimos no nos viene dado sino que es parcialmente construido por nosotros. Muchas -aunque no, obviamente, todas- de las cosas que anteriormente considerábamos como datos universales se han revelado social e históricamente construidas y, en consecuencia, varían de una cultura a otra. El contextualismo, por su parte, sostiene que todo significado depende del contexto. La palabra «corteza», por ejemplo, significa cosas completamente diferentes en la frase «la corteza de un perro» que en la frase «la corteza de un árbol» y el único modo de determinar el verdadero significado depende de la consideración del contexto. Así pues, nosotros no percibimos el mundo sino que lo interpretamos, lo cual justifica la extraordinaria importancia que desempeña la interpretación (también llamada hermenéutica) en nuestra comprensión del mundo. El pluralismo, por último, afirma la existencia de múltiples contextos y que, puesto que los significados y las interpretaciones dependen del contexto, nuestra búsqueda de la comprensión no debería privilegiar ninguno de ellos (una visión que también ha sido denominada aperspectivista-integral, visión-lógica o visión lógica reticular). Éstas son las tres grandes verdades que nos han aportado los diversos movimientos postmodernos, tres verdades, por otra parte, que yo también sostengo, por lo que en este sentido, me declaro abiertamente postmoderno. El problema, como ocurre con cualquier movimiento, es que uno puede tomar estas verdades y sacarlas de quicio, momento en el que se tornan autocontradictorias. Quiero decir que el postmodernismo extremo no se limita a decir que algunas verdades sean socialmente construidas y relativas, sino que todas las verdades lo son y que no existe ningún tipo de verdad universal. Lo curioso es que, al mismo tiempo, ellos reclaman la universalidad de su verdad, eximiéndose de las acusaciones que imputan a los demás, con lo cual revelan el narcisismo implícito en su visión nihilista. -Ya veo -apostilla Sara-. No se trata, pues, de que debamos evitar tanto el postmodernismo como el postmodernismo extremo. -Esa, al menos, es mi opinión. Desgraciadamente, los extremistas monopolizan los departamentos de humanidades de casi todas las universidades de nuestro país. Otro reciente artículo, esta vez escrito por Richard A. Posner en The New Republic, dice lo siguiente: «La izquierda postmoderna se define por su oposición a los valores, las creencias y la cultura de "Occidente" concebidos en términos de supremacía de los varones blancos heterosexuales no discapacitados de origen europeo y sus "imitadores" de Oriente Próximo y Lejano, como los japoneses ("arios honorarios", en opinión de

Hitler) y los judíos. La izquierda postmoderna es multicultural y radical, pero es más, porque el "Occidente" que denigra no es históricamente concreto sino que engloba el liberalismo, el capitalismo, el individualismo, la Ilustración, la lógica, la ciencia, los valores asociados a la tradición judeocristiana, el concepto de valor personal y la posibilidad del conocimiento objetivo». Dicho en otras palabras, una negación nihilista de todo lo que no sean sus propios valores, el nihilismo y el narcisismo. Y su melancólica conclusión es la siguiente: «Las universidades de los Estados Unidos constituyen el último baluarte de la izquierda postmoderna». -¿Dónde, pues, podría conseguir una buena educación en humanidades? -preguntó Sara, notoriamente interesada. -La verdad es que un buen profesor puede convertir casi cualquier universidad en una experiencia que merezca la pena. Y en nuestro país hay muy buenos profesores, de modo que tendrás que considerar atentamente la oferta de que dispones. -He pensado en varias universidades del Canadá, como la de Victoria, por ejemplo. -En último caso, siempre quedarán Cambridge y Oxford -apostilló Sam. -¿Tú qué piensas, Sara? -Este año visitaré Londres, de modo que tendré la ocasión de comprobarlo. -La gran ventaja de un lugar como Oxford o Cambridge es que siempre puedes participar en el diseño y la elaboración de tu propio plan de estudios y convertirlo en una auténtica educación multicultural, estudiando lo mejor de Oriente, de Occidente, del Norte y del Sur, sin quedar atrapada en programas determinados ideológicamente o en las simplezas de postmodernismo extremo. Porque, aunque nuestro país esté moviéndose en esa dirección, las cosas, sin embargo, discurren muy lentamente.

Jueves, 10 de julio Sam está poniendo a punto un proyecto -en el que, por cierto, colaboro -que me parece excepcional. Se trata de una serie de seis documentales de una hora de duración -cada uno de los cuales presenta a una persona que peregrina a un determinado centro religioso (Sri Lanka para el hinduismo, Bodhgaya para el budismo, Groenlandia para los esquimales inuit, Konya para los derviches islámicos, Australia para los aborígenes y Jerusalén para el cristianismo, el judaismo y el islam)- que llevan el título genérico de Pilgrimage. Se trata de una serie que se distribuirá por todo el mundo a través de las diversas televisiones, satélite, cable y circuitos comerciales. Rudy Wulitzer es el guionista y Philip Glass se ha comprometido a componer la música de esta serie que tratará de evitar el «turismo antropológico» característico del National Geographic y buscará, en cambio, una adecuada combinación entre el peregrinaje subjetivo y el peregrinaje objetivo. De este modo, mientras vaya acercándose a su particular santuario, cada uno de los participantes de la serie compartirá con el espectador sus expectativas, sus temores, sus deseos y sus preocupaciones. La serie tratará también de combinar el reportaje fotográfico del lugar

concreto con un relato muy personal de la búsqueda espiritual y, por encima de todo, no presentará a las distintas tradiciones como una reliquia del pasado, sino como una invitación a emprender una auténtica práctica espiritual y, de ese modo, abrir las puertas a un mañana mejor.

Viernes, 11 de julio Hoy hemos celebrado en casa una fiesta para Alex Grey a la que han asistido Marci, Sam, Sara, Tammi, Kate, Phil, Alex y muchos más. Alex es una persona muy notable, no tanto por ser un pintor brillante y muy innovador, sino también porque tiene un corazón de oro y una gran bondad que no refleja tanto debilidad como fortaleza. Además, también posee la curiosa habilidad (extraña, por cierto, en un tiempo como el nuestro, tan dominado por la ironía) de saber aprobar a los demás. Yo sabía que Alex llevaba un tiempo trabajando en un libro de arte, pero me sorprendió publicando otro que iba acompañado de muchas de sus extraordinarias obras de arte. Sam le hizo una oferta para publicar ambos libros a la vez y Alex se quedó tan estupefacto que apenas podía hablar. Me alegro mucho por él. Creo que no tardará en recibir el reconocimiento internacional que se merece. Ojalá todas las fiestas fueran tan divertidas y recompensantes.

Sábado, 12 de julio En el Naropa se va a celebrar un encuentro que tratará del tema de la ecopsicología, una disciplina muy interesante que, entre otras cosas, trata de sanar la disociación existente entre el sujeto conocedor y la naturaleza objetiva conocida; busca el modo de acabar con el antropocentrismo; aspira a proteger el medio ambiente (pero no como un «Otro», sino como parte de nuestro Yo más profundo); considera que la neurosis humana constituye una de las consecuencias de la (evitable) fragmentación entre el organismo y el medio ambiente y, por tanto, busca el modo de curar la mayor parte de nuestras enfermedades sanando la escisión existente entre el ser humano y la naturaleza. Estos son los grandes beneficios de la ecopsicología. Pero lo cierto es que me preocupa que la ecopsicología, en su intento por convertirse en un enfoque verdaderamente holístico, suele caer -como bien señala Michael Zimmerman [ver la entrada correspondiente al día 11 de mayo]- en una visión del mundo chato meramente descendente (u «holismo chato»). Trataré ahora de resumir mis preocupaciones a este respecto (preocupaciones que, dicho sea de paso, también son imputables a casi todas las formas de ecología, como la ecofilosofía profunda, el ecofeminismo, el neopaganismo, la neoastrología y la ecopsicología). 1. En el mejor de los casos, la ecopsicología se ocupa del Alma del Mundo, de Gaia o del Yo Econoético, llamémosle como le llamemos (nivel 7), o, dicho en otras palabras, del misticismo natural propio del dominio ordinario, pero soslaya los misticismos teísta, sin forma e integral propios de los dominios sutil, causal y no dual, respectivamente. (Los budistas que se sientan atraídos por la ecopsicología harían bien en recordar que esta disciplina sólo se ocupa del

Nirmanakaya y no tiene para nada en cuenta el Sambhogakaya, el Dharmakaya y el Svabhavikakaya.) 2. Aun en el caso de que la ecopsicología se ocupe del Alma del Mundo o del Yo Econoético, suele caer en la falacia pre/trans y acabar confundiendo la biosfera (nivel 2) con el Alma del Mundo (nivel 7). En este sentido, no parece entender que el Alma del Mundo transciende la fisiosfera (materia), la biosfera (vida) y la noosfera (mente) y que precisamente por ello puede incluirlas e integrarlas. Se trata, en suma, de un intento que suele reducirlo todo a la biosfera y al que muchos críticos han calificado de ecofascismo. 3. Pero el hecho es que los pocos ecopsicólogos que comprenden la naturaleza real del Alma del Mundo suelen carecer de una tecnología de transformación interior, es decir, de algún tipo de instrucción, modelo o paradigma que les permita transformar su conciencia y ascender al nivel del Alma del Mundo. En este sentido, se convierten en los paladines de un objetivo que carece de camino. Y, a falta de ese camino, cualquier ecopsicología acaba degenerando, aun en el mejor de los casos, en mapas y teorías sistémicas chatas, meros conceptos mentales que carecen del poder de conducir al sujeto hasta el dominio de lo transmental. 4. La estructura mágica de las tribus recolectoras suele confundirse y elevarse al nivel del abrazo holístico de la visión-lógica, alentando, de ese modo, un ecoprimitivismo regresivo que, asociado a la chata teoría de sistemas, se presenta (más frecuentemente de lo debido) como un «nuevo paradigma», lo cual resulta, en el mejor de los casos, ciertamente problemático.

Resumiendo, pues, sólo unos pocos de los abordajes de la llamada ecopsicología parecen comprender la naturaleza del Alma del Mundo o Yo Econoético y son menos todavía los que disponen de una tecnología que nos permita llegar hasta ahí. Es precisamente por ello que casi todos los abordajes ecopsicológicos acaban cayendo en las garras de la falacia pre/trans y confundiendo a la biosfera con el Alma del Mundo. Pero al colapsar, de ese modo, las dimensiones internas de la conciencia, se convierten en un verdadero obstáculo que impide que las personas acometan prácticas realmente transformadoras, al tiempo que alientan la regresión al mundo sensorio-vital, con lo cual acaban convirtiéndose en adalides del mismo mundo descendente y chato responsable del desastre ecológico. Todas estas críticas fueron ya expuestas en una serie de notas a Sexo, ecología, espiritualidad y reiteradas luego en Breve historia de todas las cosas. Lamentablemente, sin embargo, la mayor parte de los ecofilósofos han decidido ignorarlas y lo han hecho apoyándose en dos puntos circunstanciales de SEE que giran en torno a dos citas de Emerson y de Plotino. Resulta que, en una larga cita al primero de ellos, omití el término «naturaleza», que Emerson utiliza, al menos, en tres sentidos diferentes que luego, por otra parte, resultan evidentes (y, aunque incluí la fuente original para que los eruditos pudieran verificarla por sí mismos, debo confesar que hubiera convenido haber sido más explícito). En el caso de Plotino, señalé que, a menos que dijera lo contrario, todas las traducciones procedían de William Inge, pero cometí el error de incluir una traducción de Karl Jaspers -«lo Divino-en-Nosotros acaba desvaneciéndose en lo Divino-en Todo»- sin reseñarlo. El asunto es que, cuando los ecoteóricos hablan hoy en día de SEE no dejan de subrayar el modo en que «distorsioné» a Emerson y a Plotino (una imputación a las que respondí exhaustivamente en las notas finales 1, 2 y 3 del capítulo 11 de las sucesivas ediciones de El ojo del Espíritu). Lo más penoso, sin embargo, es que con ese error terminan ignorando no sólo mi crítica al misticismo natural (y, en consecuencia, a casi

todas las formas actuales de ecopsicología, como la ecología profunda, el ecofeminismo y el neopaganismo), sino también las de Emerson y Plotino. Veamos ahora un resumen, extraído de El ojo del Espíritu, de la interpretación prevalente de la visión de Emerson a este respecto: 1) la naturaleza no es el Espíritu sino un símbolo (o una manifestación) del Espíritu; 2) la conciencia sensorial, en sí misma, no sólo no revela el Espíritu sino que lo oscurece; 3) para develar el Espíritu es necesaria una corriente ascendente (o trascendental); 4) el Espíritu sólo se entiende cuando se trasciende la naturaleza (es decir, en la naturaleza el Espíritu se halla de un modo inmanente y sólo se despliega plenamente cuando la trasciende, o, dicho de otro modo, el Espíritu trasciende, a la vez que incluye, a la naturaleza). Éstos son, en resumen, los puntos que admiten todos los estudiosos de Emerson. Plotino habría estado de acuerdo con todo lo dicho hasta ahora. De modo que olvídense de mi crítica a los ecomovimientos y tengan en cuenta que Emerson y Plotino hubieran acusado a casi todas las formas de ecopsicología, neopaganismo, ecología profunda, ecofeminismo y culto a Gaia, de verdades parciales y, en consecuencia, falsamente holísticas. En este sentido, mis críticas son un mero reflejo de las suyas, aunque los ecofilósofos pretendan soslayarlas con el simple expediente de centrar la atención en mi «distorsión» de esas citas. Y si menciono todo esto es porque una verdadera ecopsicología, en tanto que esfuerzo profundo por comprender el Alma del Mundo, debería profundizar todavía más en su inestimable proyecto espiritual y adentrarse en los dominios sutiles, causales y no duales realmente transpersonales. Pero para ello obviamente debería comenzar renunciando a la identificación con el mundo sensoriomotor ordinario en tanto que única realidad del Kosmos. Existen dominios más profundos, regiones más elevadas, percepciones más amplias -desde el reino ordinario hasta el sutil, el causal y el no dualque aguardan a quienes se adentran en el Alma del Mundo y encuentran el Testigo y, a partir de Él, Un Solo Sabor. Entonces es cuando realmente podría consumarse la gloriosa promesa de las ecofilosofías y descansar en el Único Sabor que, desde el mismo comienzo, ha sido su intuición más admirable.

Martes, 15 de julio Dios mío, esta madrugada han asesinado a Gianni Versace enfrente mismo de su residencia de South Beach. Al principio se presumió que el crimen podría estar relacionado con sus supuestas conexiones con la Mafia, ya que, durante muchos años, se ha rumoreado que se dedicaba al blanqueo de dinero para la organización, aunque finalmente se le ha atribuido a Andrew Cunanan, un asesino en serie gay. Se trata de una gran pérdida para la cultura pop y resulta penoso que haya muerto de un modo tan absurdo. Es cierto que ninguna muerte es feliz, pero muchas se ven, al menos, redimidas por la aceptación del sufrimiento o por un momento de trascendencia o lucidez. Pobre Versace, dos tiros en la cabeza y, de repente, la oscuridad.

Y esto resulta especialmente triste porque Versace, además de ejercer una electrizante influencia en el mundo de la moda, fue uno de los artífices de la renovación de South Beach. Hasta tal punto fue así que, como afirma un comentarista de televisión -una pequeña hipérbole nunca dañó a nadie-, la mansión de Versace se había convertido en «la casa más famosa del paseo más famoso del centro de vacaciones más famoso de todo el mundo». Versace logró así unir el mundo de la moda con el mundo del entretenimiento -el llamado «frock and roll»-, y su pérdida resulta ciertamente lamentable. Pero también debo recordar cuan superficial era y probablemente seguirá siendo la cultura pop, algo que no ocurriría si la estética del reino ordinario se aliase conscientemente con la profundidad sutil o causal, en cuyo caso el despliegue de lo sensorial en el mundo de la forma y de la moda dejaría de ser un sustituto del Espíritu y se convertiría en una expresión de su riqueza. Pero así es la cultura popular, meras gratificaciones sustitutorias, intentos de obtener del cuerpo un placer que sólo puede proporcionar la plenitud del Espíritu, deseos que anhelan el infinito, impulsos ansiosos de Totalidad que sólo encuentran el patético goteo de liberaciones provisionales, un orgasmo aquí, quince minutos de fama allí, una raya de cocaína más allá, y todo ello bien empaquetado por los proveedores de superficies brillantes, uno de los cuales ha sido asesinado brutalmente hoy. Ha sido terrible ver el reportaje televisivo, porque han disparado a Versace en el mismo lugar desde el que Marci y yo contemplábamos su casa, pocos pasos más allá de la verja de hierro, un lugar que ahora se encuentra manchado por un pequeño charco de sangre.

Sábado, 19 de julio Roger y Frances han venido de visita a pasar unos días en su camino a Fetzer, en donde Frances ha organizado una conferencia sobre «Inteligencia Espiritual». Tony vendrá mañana a descomprimirse de Eisner y Aspen, de modo que seremos multitud..., pero espero que lo pasemos muy bien.

Lunes, 21 de julio Roger y Frances acaban de marcharse a Fetzer y Tony y yo nos hemos quedado solos. Durante varios años, Tony ha sido un practicante y un apasionado defensor del Diamond Approach, una técnica de desarrollo psicoespiritual diseñada por Hameed Ali y muy valorada por él. Pero aunque en What Really Matters Tony le concediera una valoración muy elevada, hoy en día, sin embargo, alberga ciertas dudas al respecto. (En la nota 11 del capítulo 11 de El ojo del Espíritu escribí una crítica de trece páginas del Diamond Approach que Tony parece haber terminado asumiendo. Hablando en términos generales, el Approach me parece un paso muy importante hacia adelante en la integración de la psicología y la espiritualidad, pero que incurre en diversas falacias pre/trans.)

Digamos, para resumir, que el Diamond Approach sostiene que, cuando somos niños, todos estamos básicamente en contacto con nuestra Esencia espiritual, pero que el proceso de desarrollo termina reprimiendo o sofocando esa Esencia y nos deja con varios «agujeros» (en forma de tensiones, defensas y síntomas). Las diferentes técnicas psicológicas utilizadas por el Diamond Approach (que hoy en día goza de una popularidad creciente) tratan de unir la psicoterapia y la espiritualidad en un sistema coherente para desarticular esta represión y permitirnos restablecer el contacto con la Esencia perdida y, de ese modo, aportar un conocimiento espiritual a nuestras vidas. -¿Crees que el Diamond Approach incurre en alguna falacia pre/trans? -me pregunta Tony. -Decididamente sí, la de confundir los impulsos preegoicos con la Esencia transegoica por el simple hecho de que ambos son no egoicos. Y no olvides que ésa es, precisamente, la forma típica que asume la falacia pre/trans. -Pero ellos te responderían diciendo que cualquiera que observe el juego de los niños pequeños se dará cuenta de que están muy en contacto con la Alegría Esencial. Son espontáneos, vivos y tan vibrantes que resplandecen de pura alegría. Pero, en la medida en que crecen, van perdiendo el contacto con esa alegría y... -Permíteme sólo un segundo. ¿Te has dado cuenta de que has utilizado el calificativo «puro» para referirte a la «alegría»? ¿Y quién dice que la alegría pura sea lo mismo que el gozo espiritual? Porque el hecho es que esa alegría no es pura ni espiritual sino tan sólo impulsiva, lo cual supone una gran diferencia. -¿Por qué? -Como ya sabes, existe una serie de experimentos que demuestran que, en algún momento del proceso de desarrollo psicológico que va de los cinco a los siete años, el niño atraviesa un momento en el que aprende a asumir el papel de los demás. Si, por ejemplo, tomas una pelota verde por un lado y roja por el otro y la colocas de modo que el niño vea el verde y, a continuación, le preguntas «¿De qué color la ves?», el niño responderá, acertadamente, «verde». Pero si luego le preguntas «¿De qué color la veo yo?», también responderá lo mismo, aunque tú la veas roja. Y eso es así porque a esa edad el niño carece de la capacidad de salir de su punto de vista y no puede asumir la perspectiva de los demás. -Sí , lo sé. La capacidad de asumir el punto de vista de los demás sólo se adquiere a eso de los siete años de edad, sólo entonces podrá dar la respuesta correcta. -Así es. Y eso significa que el niño ha pasado del egocentrismo al sociocentrismo, del mí al nosotros, del narcisismo a la participación social, a poder asumir el papel de los demás y llegar, así, a incluirlos. Y ésta es una extraordinaria transformación de la conciencia a la que se conoce también como el paso de la conciencia preconvencional a la conciencia convencional. Finalmente, en torno a la adolescencia tiene lugar el paso de la conciencia convencional a la conciencia postconvencional, lo cual significa que la conciencia ya no se halla identificada y circunscrita a mi grupo, mi tribu o mi nación, sino que se abre a una conciencia mundicéntrica universal y global en la que todas las personas son tratadas por igual, independientemente de su raza, su sexo, su religión o su

credo. Y, como ya sabes, el mundicentrismo global constituye, según mi sistema, la puerta de acceso a los estados auténticamente espirituales. -Sí. -dijo Tony-. ¿Y cómo se aplica todo esto al Diamond Approach? -Por seguir con su ejemplo, el Diamond Approach confunde la alegría egocéntrica preconvencional y narcisista con la alegría mundicéntrica postconvencional y espiritual; confunde, en suma, lo pre con lo trans. -¿Pero cuál es, exactamente, la diferencia? -insistió Toni. -Ten en cuenta que la alegría no es realmente espiritual hasta que pueda incluir la alegría de los demás. La alegría que permanece exclusivamente circunscrita al propio ego puede ser alegría, pero no tiene absolutamente nada que ver con la alegría espiritual, la esencia de la alegría, ni nada que se le parezca. Se trata de una alegría centrada en uno mismo, una alegría autocentrada y autoglorificadora y, si ésa es tu idea de lo que es el Espíritu, las cosas no creo que vayan muy bien. -¿Qué es lo que debería, pues, ocurrir con la alegría? ¿Acaso desarrollarse hacia formas superiores? -Así es porque, al igual que ocurre con el resto de los rasgos, la alegría crece o se desarrolla desde lo preconvencional hasta lo convencional y, desde ahí, a las formas postconvencionales y espirituales. -¿Qué entiendes por alegría convencional? -La mayor parte de las personas no están realmente contentas hasta que pueden compartir su alegría con alguien, sobre todo alguien a quien quieren, un compañero o un amigo. No se trata, pues, tan sólo de la alegría del «mí» (egocentrismo) sino de la alegría del «nosotros» (sociocentrismo). Uno no está contento si es el único en estarlo, porque quiere que su familia y sus amigos compartan su felicidad y sufre cuando no lo hacen. Porque el hecho es que cuando, en este nivel, la alegría permanece circunscrita a uno puede perfectamente ocultar alguna patología profunda. - ¿Y qué entiendes por alegría postconvencional? -En la medida en que la conciencia va desarrollándose y evolucionando hasta las modalidades mundicéntricas globales, uno ya no puede ser realmente feliz sin la idea, al menos, de expandir esa felicidad y alegría a todos los demás. Entonces es cuando uno se torna idealista en el mejor sentido del término y desea liberar del sufrimiento y extender la felicidad más allá de su familia, sus amigos, su tribu, su religión o su nación (todas ellas preocupaciones sociocéntricas y etnocéntricas) hasta abarcar a todo el mundo, sin consideración de raza, sexo o credo. Al menos hasta cierto punto, uno comprende que no podrá ser profunda y auténticamente feliz mientras alguien, en alguna parte, esté sufriendo. La mera idea del sufrimiento de los demás empieza entonces a inquietarte, de un modo leve al comienzo y luego mucho más intenso, una incomodidad que te impide disfrutar y te impulsa a actualizar tus mejores talentos y recursos en tratar de mejorar la suerte de la humanidad. En este nivel, uno no puede ser realmente feliz hasta que todos los demás puedan compartir su alegría.

-Utilizando tus propios términos -apostilló Toni- eso significaría comenzar a abrirse a las modalidades de felicidad auténticamente espirituales y a buscar el modo de expandirlas a todos los seres sensibles. Algo semejante al voto budista del bodhisattva. -¡Eso es! ¡Y ahí, precisamente, es donde podemos empezar a vislumbrar la Alegría Esencial, la Alegría verdadera que no tiene, por tanto, nada que ver con la alegría egocéntrica y narcisista! El hecho de confundirlas no es más que una pesadilla profundamente narcisista, una parodia que acaba elevando esas modalidades narcisistas a la gloria espiritual. -Muy bien. ¿Pero reconoces que la alegría del niño puede verse reprimida y sofocada? -Efectivamente. Es evidente que el niño puede verse despojado de su alegría pero no olvides que, en cualquiera de los casos, no se trata de una alegría postconvencional sino preconvencional. -Y tú siempre has dicho que, en tal caso, comienzan a aparecer problemas -agregó Toni. -Exactamente. Si tratas de acelerar el proceso de desarrollo de una bellota, acabarás dañándola e impedirás que se convierta en el roble que hubiera podido llegar a ser. Pero lo que, en tal caso, estarás dañando y reprimiendo no será tanto el roble (puesto que éste todavía no ha aparecido, ya que la bellota carece de hojas, ramas, raíces, etcétera) como la bellota. De modo que puedes reprimir o dañar realmente la alegría en cualquiera de sus fases de desarrollo, algo que, muy probablemente, termine dificultando la posterior emergencia de la Alegría Esencial. Pero esa Esencia es un emergente que aparece, no un estadio infantil con el cual volvamos a establecer contacto; es el descenso de Dios, no el ascenso del id. -Estoy de acuerdo -dijo Toni-. Pero los defensores del Diamond Approach argüirían que los datos experienciales demuestran su punto de vista. Porque cuando emprendes el trabajo del Diamond Approach comienzas sintiendo o experimentando cualquier «agujero» que puedas tener, el sentimiento de vacío, de aburrimiento, de inquietud, etcétera. Y cuando relajas tus defensas y simplemente sientes este agujero, no tardas en descubrir la emergencia de una Esencia que «llena» ese agujero con una calidez y sabiduría positiva, lo que demuestra, en su opinión, el restablecimiento del contacto con la Esencia que se vio reprimida durante el proceso de desarrollo. -Pero, en mi opinión, eso no demuestra nada. Ahí ocurren dos cosas muy diferentes que ellos parecen confundir. Cuando tú reprimes un impulso preconvencional -la alegría infantil, pongamos por caso-, esa represión se convierte en una especie de muro que no sólo te aleja de los impulsos inferiores que tratan de ascender sino también de los impulsos superiores que tratan de descender. Dicho en otras palabras, una fuerte represión del id tenderá también a bloquear a Dios sencillamente porque el id y Dios pueden amenazar al ego y una defensa contra uno nos defenderá también del otro. De este modo, la liberación de una represión (que tal vez fue creada contra un impulso inferior cuando sólo tenía dos o tres años de edad) abrirá también las puertas al descenso de los impulsos más elevados que nunca se vieron reprimidos en el pasado y que ahora emergerán por vez primera. La Esencia, pues, no es una regurgitación infantil

sino un emergente. Es cierto que la Esencia posee una dimensión atemporal que provoca la sensación de tratarse de una reconexión, pero se trata de una reconexión con las profundidades del presente eterno, no del dragado en un pasado infantil. El hecho de relajarte y desarticular la represión de los impulsos preconvencionales puede abrirte con más facilidad a las modalidades postconvencionales y espirituales. Pero recuerda que confundirlas constituye un ejemplo clásico de falacia pre/trans.

Martes, 22 de julio -Creo -prosigue Toni, retomando nuestra conversación de ayer- que el Diamond Approach es un camino valioso, pero atrapado en la falacia pre/trans. Y también he empezado a preocuparme por la realidad de su supuesta curación de los traumas infantiles tempranos. Y éste es un problema que, a mi entender, afecta a casi todos los enfoques espirituales sobre el desarrollo. -¿A qué te refieres concretamente? -le pregunté. -Ayer decías que el hecho de relajar las defensas significaba obstaculizar el ascenso del id y el descenso del Espíritu. -Sí. Y también existen otro tipo de defensas contra el Espíritu que deben ser adecuadamente afrontadas. Pero sí, las defensas tempranas contra la interferencia de un impulso tienden también a mantenernos alejados de lo superior, en cuyo caso se torna necesaria la «regresión al servicio de la trascendencia». -Así es, porque el hecho de volver atrás y desarticular esas tempranas defensas permite que el proceso de desarrollo siga su curso. Estoy completamente de acuerdo. El problema es que muy pocos enfoques se remontan tan lejos, o tan eficazmente, como para relajar realmente esas defensas y represiones primitivas. Y, a decir verdad, no creo que el Diamond Approach lo haga. Por su parte, el resto de los enfoques orientados al desarrollo espiritual ni siquiera se ocupan de este problema, de modo que tampoco lo hacen. -Cierto. El único enfoque que se ocupa eficazmente de los traumas tempranos es la escuela de las relaciones objetales, como la de Kernberg, la llamada psicología del yo, el enfoque de Kohut y los abordajes de Masterson, Stone, etcétera. El Diamond Approach utiliza esas fuentes para la comprensión teórica (lo cual es mucho), pero no llega realmente a servirse de ninguna de las poderosas herramientas proporcionadas por esos abordajes (lo cual es, ciertamente, lamentable). -Muy bien. Pero el debilitamiento de las defensas tempranas que se produce es muy efímero. En cierta ocasión, terminé un período de trabajo intensivo del Diamond Approach y, durante dos horas, permanecí en un maravilloso estado de Alegría Esencial. Pero ese estado no tardó en marchitarse. Nunca más se ha repetido. Fue como quitarme el velo durante un rato para luego volver a tener los ojos vendados. El Diamond Approach es bastante poderoso para sacar la venda durante un período corto de tiempo. .. que no tarda, por cierto, en terminar -concluyó Tony.

-Y lo mismo ocurre con casi todos los tipos de desarrollo espiritual que no se ocupan de estos temas ni tratan de entender o desarticular esas defensas y, en consecuencia, no sacan ningún tipo de venda. Y el resultado de todo ello es que, de ese modo, sus cuerpos y sus mentes individuales no pueden convertirse en un adecuado vehículo del Espíritu porque, en tal caso, su ser permanece demasiado a la defensiva, demasiado tenso, demasiado crispado y demasiado encerrado sobre sí como para abrirse a lo Divino. -Según tu sistema -puntualizó Tony- el Diamond Approach tiene fundamentalmente que ver con los niveles 7 y 8, los niveles del alma. -Así lo creo, lo cual, en sí mismo, resulta muy interesante. Y Hameed, al menos, tiene en cuenta el trabajo teórico que se ha llevado a cabo en torno a los niveles 1, 2 y 3, los niveles de las relaciones objetales tempranas y las defensas primitivas. Pero, como estábamos diciendo, el Diamond Approach no parece disponer de las herramientas adecuadas para sanar realmente las lesiones tempranas del proceso de desarrollo de la conciencia. Es por ello que, en mi revisión al respecto, les aliento a tener en cuenta la amplia investigación realizada sobre los niveles tempranos del desarrollo. Luego le expuse mi idea de los terapeutas generalistas espirituales, los terapeutas de amplio espectro que, aun cuando no se hallan adiestrados en todos los tipos de terapia, sí que lo están para diagnosticar problemas procedentes de todos y cada uno de los niveles del espectro de la conciencia, y están, por tanto, en condiciones de enviar a sus clientes a terapeutas, maestros espirituales, analistas, yoguis, psicoterapeutas, etcétera, especialistas en el nivel(es) concreto(s) en el(los) que el cliente tiene problemas. Tony respondió con un «tonismo» típico: -En cierta ocasión, le pregunté a Hameed lo que hacía cuando los estudiantes del Diamond Approach necesitaban psicoterapia y él respondió: «Cuando la necesitan les recomendamos a un terapeuta». «Pero todos la necesitan», respondí. Y lo hacen.»

Miércoles, 23 de julio He recibido un e-mail de Leo Burke procedente de Beijing. Leo está a cargo de la dirección del equipo de Motorola que se ocupa de la formación de unos veinte mil ejecutivos de todo el mundo (en cuyos cursos utilizan Sexo, ecología, espiritualidad). La dirección de empresas es uno de los últimos campos de los que me he ocupado, un interés que Leo despertó en mí cuando, hace dos años, me envió un fax muy interesante en el que analizaba el estado del ámbito de los negocios en el mundo actual. Desde que recibí ese fax, he estado más abierto a la correspondencia que me llega de las personas interesadas en el ámbito empresarial de todo el mundo y espero que ese interés siga creciendo con la publicación del volumen 2, que tiene que ver concretamente con el fundamento tecnoeconómico de la evolución social o, hablando en términos muy generales, con el mundo de los «negocios». Leo escribe que «A estas alturas, mi viaje es interesante. En una reunión celebrada el viernes en el Santa Fe Institute formulé la siguiente pregunta: ¿Qué papel desempeñan las instituciones comerciales, especialmente las corporaciones multinacionales, en la evolución de nuestra especie? ¿Y cuál es el potencial, si es que lo tiene, que encierra el

mundo de los negocios para alentar una visión de la humanidad que integre los niveles espiritual, mental y corporal con los niveles organizativos y sociales? Y, si bien es cierto que no hubo ninguna respuesta, también lo es que el hecho de plantear esas preguntas en el contexto empresarial supone un pequeño paso hacia adelante. Pero cualquier consideración de este tipo resulta limitada si quien pregunta no se halla personalmente comprometido en su propia transformación personal, que, en última instancia, no tiene tanto que ver con el mero cambio superficial como con la auténtica trascendencia». Amén. Martes, 29 de julio Roger se halla inmerso en un debate de orden nacional sobre el tema de la astrología, algo que me parece muy interesante porque hasta el momento yo había sido el único en recibir las andanadas de los defensores del paradigma de la nueva era, una función en la que Roger parece haber tomado el relevo. Los defensores de la nueva era (¡benditos sean!) no parecen comprender que no sólo hay dos grandes bandos en liza, los racionales (de quienes desconfían) y los no racionales (a los que abanderan), sino tres, los prerracionales, los racionales y los transracionales. Y resulta ciertamente lamentable que la inmensa mayoría de los abordajes de la nueva era tiendan a caer en el campo prerracional. Para complicar todavía más las cosas, el bando transracional, en el que incluyo a Roger, tiene más en común con lo racional que con lo prerracional (aunque el objetivo, obviamente, consiste en las tres visiones). De modo que la camarilla de la nueva era está sorprendida, dolida y enojada de que un místico como Roger empiece a criticarles, porque se supone que nosotros, «los místicos no racionales», estamos en el mismo barco, luchando contra los racionales convencionales, tipos abiertamente antiespirituales. Pero la verdad es que los místicos se encuentran expuestos al fuego cruzado procedente del campo de la regresión prerracional y de la racionalidad extrema, tratando de abrir ambos a un enfoque auténticamente transracional. Roger, pues, se ha colocado en plena línea de fuego porque, con su ataque frontal a la astrología, está convirtiéndose en un personaje público. Por el momento, su revisión sistemática de una inmensa cantidad de investigaciones realizadas al respecto le ha llevado a la conclusión de que la mayor parte de los enfoques astrológicos tradicionales no son más que mera palabrería. En este sentido, quiere escribir un libro con el título The Scam of the Century, The Rip-Off of the Ages o algo parecido [pero, en cualquier caso, será un título controvertido]. De modo que la Noetic Sciences Review ha invitado a Roger y a Will Keepin a debatir este tema en sus páginas. Will es un escritor muy inteligente, con un estilo muy locuaz y una presentación muy escrupulosa. Formado como físico y desdeñando originalmente a la astrología como mera cháchara, acabó finalmente creyendo en su validez por los mismos motivos por los que Roger la ataca, es decir, la evidencia. Tan elocuente es Will a este respecto que ha llegado incluso a convencer al periodista de la revista Life que le entrevistó y ha conseguido un reportaje de portada. Éste promete ser un gran debate.

Yo voy recibiendo los artículos en la medida en que van escribiéndose y así es como están las cosas hasta ahora. Roger empezó el primer asalto con un resumen de la investigación realizada hasta la fecha: «La mayor parte de las personas se sorprenderían al saber la gran cantidad de investigación experimental realizada sobre el tema de la astrología. Hasta el momento se habrán realizado más de cien estudios, algunos de los cuales han sido llevados a cabo por astrólogos o en colaboración con ellos. En su conjunto, constituyen un cuerpo de investigación con la calidad y la cantidad suficiente como para permitirnos realizar una estimación equilibrada de la validez de las demandas astrológicas. ¿Y qué es lo que se ha descubierto hasta el momento?, se pregunta Roger. Según él: Los investigadores han estudiado cinco capacidades que, en opinión de los astrólogos, resultan esenciales para legitimar la validez de la astrología. • El primer grupo de estudios se centró en el grado de concordancia existente entre las interpretaciones dadas por distintos astrólogos a la misma carta natal, llegando a la sorprendente conclusión de que casi no existe el menor acuerdo entre ellos. Y éste fue un resultado consistente en todos los estudios analizados, incluidos los realizados por los mismos astrólogos y aquellos otros realizados por los astrólogos en colaboración con los científicos. • Este descubrimiento, por sí solo, neutraliza (hasta llegar casi a invalidar) las demandas de fiabilidad o validez de las lecturas astrológicas. Como concluyó cierto crítico: «El hecho de que ni los mismos astrólogos logren ponerse de acuerdo en el significado de una determinada carta natal reduce al absurdo toda su práctica». • Los sujetos de la lectura astrológica son incapaces de determinar cuál es la lectura de su carta de un conjunto realizado aleatoriamente. Dicho en otras palabras, los sujetos tienden a creer que el perfil de cualquier persona constituye una adecuada descripción de su caso. • Los estudios realizados sobre más de tres mil predicciones astrológicas no se han mostrado mejores que las meras conjeturas o las lecturas realizadas el azar. • Más de treinta estudios han demostrado que las lecturas realizadas por los astrólogos no cuadran ni se correlacionan significativamente con tests de personalidad psicométricamente validados. El mismo fracaso se evidenció en el caso de astrólogos reputados que participaron en el diseño del experimento, lo consideraban como una buena medida de sus habilidades y mostraban una elevada confianza hacia estas últimas. • Los astrólogos suelen afirmar que las lecturas completas de la carta son más exactas que el estudio de ciertos factores individuales. No obstante, la investigación ha descubierto la misma inexactitud en la lectura de toda la carta que en la de ciertos factores individuales.

«Resumiendo, pues», concluye Roger, «los resultados de las investigaciones no apoyan, en modo alguno, la fiabilidad ni la validez de las lecturas astrológicas.» ¡Vaya golpe! Parece que el contrincante se tambalea. De no ser por los extraordinarios estudios realizados por el investigador francés Michel Gauquelin -que, en los años cincuenta, acometió un análisis exhaustivo de varias décadas de duración de los datos estadísticos relacionados con la astrología- podríamos hablar perfectamente de KO. «Para mi sorpresa», señala Roger, «el análisis del trabajo de Gauquelin ha revelado la

existencia de una pequeña pero significativa correlación entre personas sobresalientes en diversos campos y la posición de ciertos planetas en el momento de su nacimiento. En este sentido, por ejemplo, es probable que científicos, periodistas y atletas tuvieran a Saturno, Júpiter y Marte, respectivamente, en el horizonte o en el cénit del cielo en el momento de su nacimiento.» Parece que Roger ha dejado una puerta abierta y Will no la desaprovecha. En su artículo comienza señalando que, hasta el momento, son varias las organizaciones científicas escépticas que han tratado, sin conseguirlo, de refutar el estudio realizado por Gauquelin. Hans Eysenck, el reputado psicólogo estadístico, ha resumido del siguiente modo lo que esto significa: «Emocionalmente, yo hubiera preferido demostrar que los resultados de la investigación de Gauquelin no se mantenían, pero racionalmente me veo en la obligación de aceptarlos... No existe la menor crítica válida de sus diseños, metodología o conclusiones y, en vista de todo ello, no podemos desdeñarlos por el mero hecho de que nos resulten desagradables o porque se hallen en desacuerdo con las leyes de la ciencia de nuestro tiempo... Tal vez haya llegado el momento de afirmar de manera inequívoca que una nueva ciencia está a punto de nacer». ¡Guauuu! ¡El primer asalto parece haber terminado con un gancho de izquierda! Sorprendentemente, Roger emprende el segundo asalto aceptando sin parpadear siquiera los resultados generales de los estudios de Gauquelin porque, en su opinión, todo depende de la interpretación: «Comenzaré diciendo que el estudio de Gauquelin no cuadra con los modelos astrológicos tradicionales». En otras palabras, si esto es verdad, dado que el estudio de Gauquelin es el único que ha demostrado su validez, el hecho de estar de acuerdo con sus hallazgos debería llevarnos a desestimar la mayor parte de la astrología tradicional, pues ésta tiene muy poco apoyo si es que tiene alguno. «En segundo lugar, los descubrimientos realizados por Gauquelin sólo se aplican a personas notables, dicho con otras palabras, quienes no sobresalen -es decir, la inmensa mayoría de nosotros- no muestran ninguna correlación con las posiciones planetarias del momento del nacimiento.» ¡Otro duro golpe para la astrología tradicional! «En tercer lugar, estas correlaciones son sumamente pequeñas, en torno al 0,05, lo cual significa que sólo dan cuenta de una variabilidad inferior al 1%.» Esto significa que, por ejemplo, los atletas sobresalientes tienen sólo un 5% más de probabilidades que los demás de tener a Marte en una determinada posición. Sea cual fuere, pues, el efecto, resulta ciertamente muy débil. En este sentido, Roger concluye que se trata de algo «muy pequeño, demasiado pequeño como para que nos incline a conceder algún crédito a las lecturas o predicciones astrológicas». ¡Final del segundo asalto! Digamos lo que digamos, la astrología tradicional ha recibido una paliza. Al parecer, la mayor parte de las demandas de validez de la astrología tradicional no se sostienen y los únicos estudios serios merecedores de algún respeto son los de Gauquelin. Will y Roger están de acuerdo en que la astrología del signo solar y la de los periódicos está definitivamente fuera de combate pero, en opinión de aquél, existen ciertas demandas de la astrología tradicional que deberían tenerse en cuenta. Pero luego Roger propina un fuerte derechazo: «En su opinión [de Will], los hallazgos de Gauquelin confirman la astrología aplicada occidental tradicional, mientras que, desde mi punto de vista, existen razones suficientes para concluir que sus hallazgos no respaldan en absoluto las demandas concretas de la astrología tradicional. De hecho, dejando de lado unos pocos principios muy generales que usted afirma sustentar (como,

por ejemplo, la importancia del meridiano), el mismo Gauquelin dejó muy claro que sus hallazgos no se ajustan a la astrología tradicional». Y luego Roger extrae una conclusión probablemente muy cierta, al menos hasta este momento: «Resulta absolutamente necesario diferenciar claramente las conclusiones de Gauquelin de la astrología tradicional» porque, si bien existe una cierta evidencia de aquéllas, no hay ninguna de ésta. En cualquier caso, en opinión de Roger, el grado de correlación señalado por Gauquelin es tan, tan débil, que debería desdeñarse, mientras que Will, por su parte, afirma que, por más pequeña que fuere, resulta indiscutible y debe explicarse. Y para ello recurre a algunas de mis ideas. «Las conclusiones [de los estudios de Gauquelin] son incuestionables. Pidiendo prestadas algunas de las ideas de Wilber, la astrología parece señalar la existencia de una inmensa "holoarquía" que no sólo unifica la fisiosfera, la biosfera y la noosfera -como las llama Wilber-, sino que lo hace así en un contexto que "trasciende a la vez que incluye" al sistema de Gaia. Y si damos un paso más allá, descubrimos un más allá más amplio, una holoarquía "kósmica" viva, del que la tierra no es más que uno de los muchos superholones planetarios constitutivos. Los tránsitos astrológicos se corresponden con los efectos de estos superholones celestiales en el sentido de que "limitan la indeterminación" de los holones menores, es decir, modifican las condiciones de probabilidad de los eventos terrestres. De este modo, es muy probable que el proceso no se halle determinado de un modo exclusivamente mecanicista, sino que constituya un proceso unitivo que se despliegue holográfica y simultáneamente en múltiples niveles holónicos que dan origen a las correlaciones temporales observadas». Will utiliza mis términos con una precisión asombrosa que confiere cierta credibilidad a su teoría, aunque yo creo que, sin salir del mismo marco de referencia, existe una explicación más plausible. Porque la duda es si estamos operando con causación ascendente o con causación descendente. Y con ello me pregunto si las débiles influencias astrales observadas se generan en el nivel del Alma del Mundo («superholones celestiales») y luego se imponen sobre los holones menores de los seres humanos individuales (y, en consecuencia, se trata de una «causalidad descendente» o de una «influencia descendente», como afirma Will), o si están operando exclusivamente a un nivel físico una influencia física que ejercen los planetas físicos sobre el cuerpo físico) y, a partir de ahí, tienen una leve «influencia ascendente» en la emergencia de los niveles más elevados, entre los que se incluyen las emociones y la mente. Y debo decir, en este sentido, que son varias las razones por las que yo me decantaría por esta última alternativa. En primer lugar, estas influencias son, como señalan Roger y Will , muy, muy débiles, algo que no suele caracterizar tanto a la influencia descendente (que suele ser muy fuerte, casi causal) como a la influencia ascendente. Cuando, por ejemplo, el holón superior «yo» decide mover el holón inferior brazo, todas las moléculas de éste se ponen en acción hasta terminar provocando el movimiento solicitado. En segundo lugar, existe un fenómeno que parece contradecir las correlaciones astrales descubiertas por Gauquelin, la cesárea o parto inducido. En este sentido, cualquier superholón kósmico que no pueda superar una cesárea no debe serlo tanto.

En tercer lugar, estas correlaciones astrales sólo se presentan en el caso de las personas sobresalientes, algo sumamente revelador, en mi opinión, y que resulta, por cierto, muy difícil de explicar en el caso de que las influencias provinieran del nivel del Alma del Mundo. A fin de cuentas, el Alma del Mundo o superholón kósmico influye poderosamente sobre los holones inferiores, en tal caso, ¿por qué habría de limitarse a las personas sobresalientes, poderosas y famosas? Pero esta correlación, por el contrario, tendría sentido en el caso de que emanara del nivel físico y ejerciera una influencia débil sobre los niveles emocionales y mentales (y, en consecuencia, sobre los rasgos caracteriales) superiores, porque entonces sería de esperar que sólo las más intensas de ellas tuvieran algún efecto observable. Con ello quiero decir que las únicas influencias que pueden superar el efecto amortiguador que necesariamente acompaña a los fenómenos de «causación ascendente» son las más fuertes o, dicho de otro modo, lo inferior tiene que esforzarse mucho para alcanzar o influir sobre lo superior. En el caso de la persona promedio estas influencias son tan tenues que acaban desvaneciéndose. Final del tercer asalto. Me parece que Roger ha dado una paliza a la astrología tradicional. Yo mismo, que me he mantenido agnóstico al respecto durante algún tiempo, encuentro muy claros la mayor parte de sus argumentos. Hasta Will parece admitir que la astrología del signo solar, la astrología de los periódicos y la astrología de los planetas externos ha quedado definitivamente noqueada y, en consecuencia, fuera de combate. Ambos están de acuerdo, sin embargo, en que las correlaciones astrales de Gauquelin son reales pero muy débiles y en que una correlación del 0,05 no da mucho de sí. Pero, como Will y Eysenck han señalado, esta anomalía resulta muy problemática para cualquier visión del mundo que no pueda explicarla. Will y yo creemos que tal vez habría que buscar la explicación en algún tipo de concepción holónica (u holoárquica). Yo solía creer que esta explicación podía provenir del nivel del Alma del Mundo (el superholón del nivel psíquico), pero hoy en día me inclino más a pensar en una influencia del nivel físico -a través del simple efecto de planetas físicos sobre el cuerpo físico del ser humano- vía «causación ascendente» durante el desarrollo, sobre los niveles superiores de la emoción y de la mente (tal vez mediante una interacción del tipo gravitacional/hormonal, geomagnético/neuronal o algo por el estilo). Tal explicación justificaría que sólo las más intensas de estas débiles fuerzas sobrevivieran de forma observable en determinados rasgos caracteriales sobresalientes. Mi signo solar es Acuario, aunque yo estoy tratando de cambiarlo legalmente. Veamos lo que dice mi horóscopo para el día de hoy: «Sospecho que esa hermosa criatura que apenas atisbo a ver está convirtiéndose en un adicto a la beatitud. El ambiente es exuberante y sensual. El aire está saturado de feromonas y de una sensación inequívocamente sagrada. No estaría fuera de lugar aventurar que, mientras siga bajo la influencia de la Lujuria, Acuario está en condiciones de batir todos los récords de Desarrollo Espiritual». ¡Definitivamente, creo a pies juntillas en las lecturas astrológicas de los signos solares!

AGOSTO ¿Qué es el mundo? Un poema eterno en el que brilla y resplandece el espíritu de la Divinidad, en el que chipea y espumea el vino de la sabiduría y todo nos habla en el sonido del amor. HUGO VON HOFMANNSTHAL

En la medida en que el espíritu se torna más consciente es más capaz de transformar los momentos de contemplación en una visión permanente. PIET MONDRIAN

Sábado, 2 de agosto -Hola Ken, soy Frances. -¿Qué tal, Frances? ¿Lo estás pasando bien ahora que Roger está en su mes de retiro meditativo? -Tengo demasiadas cosas que hacer. Hace muy poco que he vuelto de la reunión anual de la Association for Transpersonal Psychology. -¿Te pidieron que te hicieras cargo de la conferencia de clausura? -Sí. Había llegado el día anterior y me encontré con muchos viejos amigos, todo muy positivo y muy nostálgico. ¡Hace ya treinta y dos años del primer congreso! Fue un evento extraordinario que cambió radicalmente mi vida. Estaban Huston Smith y Jim Fadiman, miembros de la tripulación original y también Laura Huxley, a quien me alegré mucho de volver a ver después de todo este tiempo. -¿Bromeas? -Debe de tener unos ochenta años y es muy pequeña, pero permanece muy despierta. Me dijo que le gusta mucho mi obra y yo le respondí cuánto admiro la suya, que me parece realmente muy interesante. -¿Cómo fue la conferencia? -Hablé de creatividad y estuvo bien. -¡Apostaría a que estuvo mejor que bien!

-La creatividad puede ser uno de los modos en que las personas conectan con su propia inteligencia espiritual, de modo que me centré en ese punto. La verdad es que estuvo muy bien. -¿Cómo va el World Forum? El State of the World Forum es una organización muy interesante fundada por James Garrison y Mikhail Gorbachev, en la que han terminado integrándose Desmond Tutu, Elie Wiesel, James Baker, Jehan Sadat y Ted Turner, entre muchos otros. Este año se celebrará en San Francisco entre los días 4 y el 9 de noviembre. A Frances le han pedido que organice las sesiones de «Inteligencia y Evolución», que ella ha dividido en tres partes: «Inteligencia humana y Evolución», «Práctica y Trabajo Interno» y «Legado de Sabiduría». Para las dos primeras ha invitado a un extraordinario plantel de participantes, pero la última -que parece haber congregado a un plantel de ancianos hablando sobre la importancia de la herencia y la tradición- no funciona muy bien. -Todo va bien excepto la parte del «Legado de Sabiduría». Algunos de los participantes, como Ram Dass, están enfermos y otros, como Huston, han tomado la sabia decisión de no acudir. ¡Son demasiado sabios como para aceptar participar en un espectáculo sobre la sabiduría! La verdad es que no sé cómo continuar. Pero estoy seguro de que Frances sabrá sacar las cosas adelante, siempre lo hace.

Domingo, 3 de agosto Las personas suelen hallarse atrapadas por la vida, atrapadas por el universo, porque creen que están dentro del universo y que, en consecuencia, éste puede aplastarles como si de un bicho se tratasen. Pero esa suposición es falsa porque usted no está en el universo, sino que es el universo el que está en usted. La creencia habitual es la siguiente: mi conciencia está en mi cuerpo (fundamentalmente en mi cabeza); mi cuerpo está en esta habitación, y esta habitación está en el espacio que me rodea, el universo mismo. Y, si bien esto es cierto desde la perspectiva del ego, resulta, no obstante, completamente falso desde el punto de vista del Yo. Cuando yo descanso en el Testigo, en el Yo-Yo sin forma, resulta evidente que, en este mismo instante, yo no estoy en mi cuerpo, sino que mi cuerpo está en mi conciencia. Yo soy consciente de mi cuerpo y, por tanto, no soy mi cuerpo. Yo soy el Testigo puro en el que emerge ahora mismo mi cuerpo. Yo no estoy en mi cuerpo, sino que mi cuerpo está en mi conciencia. Yo soy, por consiguiente, conciencia. Cuando descanso en el Testigo, en el Yo-Yo sin forma, resulta evidente que, en este mismo instante, yo no estoy en esta casa, sino que es esta casa la que está en mi conciencia. Yo soy el Testigo puro en el que emerge ahora mismo esta casa. Yo no estoy en esta casa, sino que esta casa está en mi conciencia. Yo soy, por tanto, conciencia.

Cuando miro fuera de esta casa al espacio circundante -tal vez una gran extensión de tierra, una gran apertura al cielo, otras casas, calles y automóviles-, cuando miro, en suma, al universo que me rodea y descanso en el Testigo, en el Yo-Yo sin forma, resulta evidente que, en este mismo instante, yo no estoy en el universo, sino que el universo está dentro de mi conciencia. Yo soy el Testigo puro en el que ahora mismo emerge este universo. Yo no estoy en el universo sino que es el universo el que está en mi conciencia. Yo soy, por consiguiente, conciencia. Es cierto que la materia física de su cuerpo se halla dentro de la materia de la casa y que la materia de la casa se halla dentro de la materia del universo. Pero usted es algo más que materia, usted no es sólo algo físico, usted también es Conciencia y la materia no es más que su cascarón externo. Cuando el ego adopta el punto de vista de la materia queda atrapado en la materia y se ve, por tanto, torturado de continuo por el aspecto físico del dolor. Pero el dolor también emerge en su conciencia y usted puede hallarse en el dolor o, cuando descansa en la inmensidad de la Vacuidad pura que constituye su identidad más profunda, puede darse cuenta de que es el dolor el que se halla en usted, de que es usted el que rodea al dolor, de que usted es más grande que el dolor y de que, en consecuencia, lo trasciende. ¿Qué es, pues, lo que soy? Si me contraigo en el ego, parece que estoy confinado al cuerpo que, a su vez, está confinado en la casa que, a su vez, está confinado en el inmenso universo que la rodea. Pero cuando descanso en el Testigo -la conciencia abierta, inmensa y vacía- resulta evidente que yo no estoy en el cuerpo, sino que el cuerpo está en mí, que yo no estoy en esta casa, sino que la casa está en mí, y que yo no estoy en el universo, sino que el universo está en mí. Todo eso es lo que emerge en el Espacio inmenso, vacío, puro y resplandeciente de la Conciencia primordial, ahora y también ahora y eternamente ahora. Yo soy, por consiguiente. Conciencia.

Lunes, 4 de agosto Mitch acaba de llegar del congreso sobre Inteligencia Espiritual organizado por Frances que acaba de celebrarse en Fetzer. En su opinión, ha sido muy interesante y útil, pero podría haberse beneficiado de una actitud un poco más crítica y escéptica. Frances sabía cómo se sentía Mitch (Kate Olson le llama nuestro glorioso escéptico), de modo que el último día le invitó a expresar en voz alta sus preocupaciones. -¿Cómo fue? -le pregunté por teléfono. -Stan Grof estaba allí y habló de su último libro, El juego cósmico,1 y dijo que le habías ayudado. 1. El juego cósmico. Barcelona: Kairós, 1999.

-La verdad es que muy poco. Él me envió el manuscrito y me pareció que, de hecho, contenía dos libros en lugar de uno, de modo que le recomendé que los publicara por separado. Así lo hizo y SUNY acaba de publicar el primero. Me parece un libro

excepcional, una versión distinta de la Gran Cadena del Ser desarrollada, en esta ocasión, con técnicas modernas. ¿Pero qué pasó el último día con tu escepticismo y todo eso? -Algunos de los asistentes criticamos el tema de los ovnis y hubo quienes se molestaron mucho porque sus creencias fueran puestas en tela de juicio. Alguien dijo: «Cada año hay más de cien mil casos documentados sobre abducciones. ¿Realmente crees que todas esas personas están inventándoselo?». «Obviamente», respondí, «aunque no me parece que el comentario les gustara mucho.» -Me lo puedo imaginar. -Ya sé que, en ocasiones, soy demasiado escéptico, pero tal vez sea para compensar la falta de crítica de otras personas. Y es una auténtica pena, porque el campo de lo transpersonal ya está lo bastante trastornado como para tener que lidiar encima con las abducciones. Lo más curioso es que si no les crees piensan que estás enfermo, que eres antiespiritual o algo por el estilo. Pero el hecho de que diez mil personas afirmen haber sido secuestradas por los ovnis no me parece un argumento muy convincente que digamos. -Estoy completamente de acuerdo -le respondí-. Sólo en el año pasado hubo mil quinientas personas que afirmaron haber visto a Elvis, algo que no nos proporciona, obviamente, la menor evidencia de que Elvis siga vivo. Después de concertar una cita, Mitch y yo nos despedimos. ¡Vaya con las abducciones ovni! Hace un tiempo vi a John Mack entrevistando a varios «abducidos» y me resultó dolorosamente evidente lo que ahí estaba ocurriendo. Todas esas personas habían sido «abducidas» y sometidas a un examen físico completo, en el que, entre otras cosas, les introdujeron una sonda anal y les extrajeron esperma u óvulos. Luego -ya en plena escena primordial, en el mismo núcleo de la alucinaciónesas personas mostraban a sus hijos y a sus hijas, supuestamente gestados por la fertilización de sus espermas u óvulos con los de los alienígenas, dicho en otras palabras, esas personas se atribuían el papel de padres y madres de la nueva raza que poblaría la tierra. ¿No les parece flagrante el narcisismo que se oculta tras ese tipo de afirmaciones? Yo no quisiera ser cruel pero el hecho es que, si esas personas van a ser los padres de la nueva raza, nos encontraremos en un serio problema. Y con ello no estoy poniendo en duda que a las personas que tienen el recuerdo o la experiencia de ser «abducidos» les parezca absolutamente real (de hecho, estoy seguro de que la mayor parte de ellos pasaría con éxito la prueba del detector de mentiras). Pero el hecho de que se trate de una experiencia fenomenológicamente real no significa, en modo alguno, que sea ontológicamente real o que posea la menor realidad objetiva. Porque de un lado se halla el fenómeno (o la experiencia) y del otro el modo de interpretarlo. Y, en este último sentido -como ocurre también con cualquier otro tipo de interpretación-, debemos rastrear toda la evidencia disponible y ubicarla en el contexto más adecuado. Y eso, precisamente, es lo que no hacen quienes creen a pies juntillas en esas experiencias, especialmente, por lo que parece, Mack.

¿Representan, acaso, las experiencias con ovnis las realidades más elevadas? Desde un punto de vista teórico, es posible que algunas de esas experiencias provengan del nivel de conciencia psíquico o sutil (niveles 7 y 8) y que, precisamente, el hecho de que esas personas no se desarrollen y evolucionen hasta esos niveles es lo que les lleva a experimentarlos como «ajenos». De este modo, en lugar de interpretar la experiencia como una manifestación de su naturaleza luminosa más profunda y elevada, esas personas la proyectan como si se tratara de algo ajeno. De modo que, aun cuando eso fuera cierto, esas personas se hallarían presas de una patología disociativa, algo de lo que, a mi juicio, no habría que presumir. El signo delator, como de costumbre, es el narcisismo. El cómico Dennis Miller lo expresó muy claramente del siguiente modo: «Sólo el ser humano es tan narcisista como para creer que una fuerza vital alienígena integrada por un grupo sumamente inteligente, tan despreocupado y absolutamente por encima de todo como para no equipar su nave espacial con ventanas que les permita contemplar la belleza celestial, sería capaz de viajar miles de millones de años luz para acabar enfocando con una linterna, apenas aterrizan, al primer patán con el que se cruzan». ¿Qué es lo que realmente quieren las personas cuando piensan en los ovnis? ¿Qué es lo que buscan cuando piensan en los extraterrestres? Porque, en mi opinión, lo que están buscando es algo que les trascienda, lo que quieren, en suma, es descubrir, en la extraordinaria inmensidad del Kosmos, algo que vaya más allá que sus exiguos egos. Esto es todo lo que tengo que decir al respecto.

Martes, 5 de agosto Eso me saluda esta mañana, sólo Eso, sin más explicaciones, nada más que Eso, el sonido de una sola mano aplaudiendo, el sonido, en suma, de Un Solo Sabor. Lo sutil y causal puede ser abrumadoramente numinoso y santo, pero Un Solo Sabor, por el contrario, resulta de una obviedad pasmosamente simple. Maureen Silos, que acaba de recibir su PhD en UCLA, me ha enviado su tesis doctoral, titulada «Economics Education and the Politics of Knowledge in the Caribbean». El año pasado me comentó que estaba tratando de aplicar mi obra «a los problemas del desarrollo del Tercer Mundo» y empezamos a cartearnos. Entonces, la puse en contacto con varias personas, entre ellas Michael McDermott, que está haciendo algo parecido en Swazilandia. Maureen nació y creció en el Caribe y, en tanto que mujer negra, se halla en una posición muy adecuada para afrontar estos delicados y difíciles problemas. Originalmente, ella había conectado conmigo levemente exasperada por la actitud antievolutiva e implícitamente reaccionaria del comité asesor supuestamente «liberal» y «progresista», una postura muy habitual en el mundo chato postmoderno y sobre todo en sus universidades, en donde la subordinación al igualitarismo tibio -impuesta por la élite intelectual- desalienta, tanto a nivel individual como cultural, el desarrollo de la conciencia interior, lo único, por cierto, que podría contribuir a solventar este tipo de problemas. Maureen aborda estas cuestiones con un enfoque basado en mi obra, pero luego prosigue por su cuenta y llega a conclusiones muy interesantes. Ella empieza señalando

que «dentro del campo de la antropología y los círculos progresistas de las ciencias sociales, la evolución es un tabú [debido a] la reacción de los círculos progresistas occidentales ante el darwinismo social, el colonialismo, el racismo, el Holocausto e ideas similares que clasifican a los seres humanos como esencialmente inferiores o superiores. Y, aunque se trate de una reacción muy comprensible, sus consecuencias resultan desastrosas para la teoría social porque ha terminado generando una gran hostilidad hacia todo lo que suene a evolución cultural». Maureen continúa su argumentación diciendo: «Los estudiosos del Caribe y del Tercer Mundo, en general, deben ser muy conscientes del origen social del rechazo global de la noción de evolución cultural por parte de los teóricos sociales progresistas occidentales, porque esa actitud "aboca a la extraña conclusión de que la evolución opera en el dominio de lo no humano y está ausente en el dominio de lo humano, una conclusión (normalmente bien intencionada), que acaba generando una esquizofrenia en el seno del Kosmos". Mi intención, por tanto, es la de separar los aspectos válidos e inválidos de la noción de evolución cultural, porque ése me parece el único enfoque que nos brinda la posibilidad de comprender la naturaleza del choque entre las distintas visiones del mundo que coexisten en el Caribe e interceder por una dimensión vertical de la cultura y del desarrollo de la conciencia que tenga en cuenta el modelo evolutivo de las tradiciones contemplativas de Oriente y Occidente». Excelente. Luego Maureen prosigue diciendo: «La idea de la evolución de las culturas, de la conciencia y de las visiones del mundo resulta absolutamente necesaria porque sin ella no parece existir alternativa alguna a la idea de que la emergencia de las sociedades industrializadas liberales y democráticas de Occidente constituye la cúspide de la historia de la humanidad, una conclusión que, por otra parte, me parece fundamentalmente inaceptable. ¿Acaso existe alguna otra alternativa mejor?, y ¿cómo podemos pasar de una a otra?». Touché. Contrariamente a lo que afirma la visión chata postmoderna prevalente, el concepto de evolución cultural no sólo no es un concepto eurocéntrico, sino que, además, constituye el único modo de trascender el etnocentrismo oculto en la mayor parte de los círculos «progresistas» de la sociología occidental que desalientan la evolución cultural. Dicho con otras palabras, aunque quieran aliviar la opresión, los anlievolucionistas culturales padecen la misma enfermedad que tan violentamente se aprestan a diagnosticar. Pero es necesario diferenciar las teorías válidas de la evolución cultural de las inválidas y es precisamente aquí donde Maureen recurre a mi trabajo: «Para demostrar la tesis de la evolución cultural, para determinar modalidades de estar en el mundo y modalidades de conocimiento superiores y más elevadas que las que nos brinda el modelo prevalente actual, necesitamos "un conjunto de principios que puedan explicar tanto el avance como la regresión, tanto las buenas como las malas noticias, tanto los altos como los bajos, en suma, del progreso evolutivo que opera tanto en los seres humanos como en el resto del Kosmos". En su libro El ojo del Espíritu, Wilber habla de cinco de estos principios: la dialéctica del progreso, la distinción entre diferenciación y disociación, la distinción entre trascendencia y represión, la distinción entre jerarquía natural y jerarquía patológica y el hecho de que las estructuras más elevadas puedan verse secuestradas por los impulsos inferiores». Maureen continúa luego ofreciéndonos un análisis inteligente y ocasionalmente brillante de las condiciones culturales y del futuro del Caribe. «Este cuatrimestre estoy

enseñando dos materias en UCLA, una que versa sobre "Sociología de la Educación" y la otra sobre "Identidad, Individualidad y Transformación Social en la Diáspora africana", esta última basada en su obra. Aunque mis alumnos suelen quedar muy contentos, también tienen ciertos problemas con el hecho de que usted apenas mencione el islam o la filosofía africana. En este sentido, el énfasis en las religiones orientales les resulta un tanto frustrante...» Muy bien. Deberé, pues, subrayar más explícitamente lo que pienso acerca de las religiones africanas y del islam, en general, y sobre el chamanismo y el sufismo, en particular. En el pasado he tendido a simplificar y centrarme en «lo más avanzado de Occidente» (resumido fundamentalmente por el neoplatonismo) y en «lo mejor de Oriente» (resumido fundamentalmente por el hinduismo y el budismo indio), pero lo cierto es que tal vez merecería la pena explayarme en las múltiples fuentes diferentes de las que he bebido. «Yo me he impuesto la tarea de ubicar al pensamiento africano en el lugar que le corresponde dentro de su esquema, de tal modo que no fortalezca el racismo ni tampoco caiga en el error de alentar una visión romántica del Africa precolonial o, dicho en otras palabras, que vaya más allá de los obstáculos de la represión, por una parte, y de la regresión, por la otra. Ese se ha convertido en uno de los intereses centrales de mi obra. El primer paso público que daré en esta dirección tendrá lugar en una conferencia que pronunciaré titulada "Religión, Espiritualidad y Transformación Social en la Diáspora africana" y estoy un tanto nerviosa al respecto porque trataré de afirmar una identidad afro-americana que se sustente en el antiguo pensamiento egipcio. También pienso abogar por una visión evolutiva de la conciencia y la espiritualidad y por su relación con la transformación social.» Bravo. Me parece un intento muy valiente. «Mi próximo proyecto, patrocinado por una beca postdoctoral del Center for Pacific Rim Studies, de UCLA, consistirá en tratar de replicar la investigación realizada en mi proyecto caribeño en las economías sumergidas del lejano Oriente, en un esfuerzo por teorizar la compleja relación existente entre el contexto cultural (la conciencia) y el progreso económico. Para ello espero visitar, en 1998, Indonesia, Taiwán y Malasia y entrevistar a profesores y alumnos de las facultades de ciencias económicas, políticas y empresariales.» Buena suerte, Maureen Silos.

Miércoles, 6 de agosto Ha muerto William S. Burroughs y su muerte pone fin al triunvirato beat formado por Kerouac, Ginsberg y Burroughs. Ginsberg acabó siendo discípulo de Trungpa Rinpoche y, de tanto en cuanto, solíamos encontrarnos en algunas de las actividades promovidas por el Naropa Institute, cuya nueva biblioteca lleva su nombre. Cada vez que me veía me preguntaba si podía tocarme la calva y, tras responderle afirmativamente, se aprestaba a hacerlo. Lo que me más me gustaba de Allen no era tanto su poesía -de un tono demasiado irreverente, para mi gusto-, como el modo en que la leía, un verdadero gozo. Allen era un torbellino de energía, la beatitud empaquetada y ofrecida generosamente al público.

Pero lo que más me gustaba de los beats no eran tanto sus novelas como su teatro quiero decir, el teatro de su vida-, una representación que ejecutaban con una osadía desacostumbrada incluso para los años sesenta. Sus vidas eran un auténtico e interminable melodrama, una performance en ocasiones muy divertida y, en otras, ciertamente trágica, que comenzó con la muerte accidental de su esposa cuando Burroughs trataba de disparar sobre un vaso colocado sobre su cabeza; pasó por la terrible agonía de un Kerouac consumido por el alcohol y concluyó con el abrazo de Ginsberg a una religión cuyo objetivo central consiste en socavar el ego y que, en caso de ser adecuadamente practicada, acabaría con su misma raison d'être. Fue un verdadero espectáculo que difícilmente volveremos a presenciar. Con la muerte de Timothy Leary -y el ataque que acaba de sufrir Ram Dass- temo que mi generación no tarde ya en comenzar a escuchar los sombríos acordes del tictac de la muerte. Los últimos años he asistido a varias fiestas de celebración del cincuenta cumpleaños de algunos amigos y al comienzo también de la oleada de la muerte. ¿Será ya la hora de comenzar el penoso camino de descenso que acabará conduciéndonos a la puerta de salida (al menos por esta ocasión) de este mundo? ¿Encontraremos finalmente al gran Nonato, el útero de los santos, los sabios y los bodhisattvas o sólo nos encontraremos a nosotros mismos?

Domingo, 10 de agosto A primera hora de la mañana -a eso de las tres de la madrugada- me encuentro en los dominios del reino sutil, a caballo de la frontera que separa el reino causal sin forma del sueño profundo de las formas sutiles propias del estado de sueño. De la oscuridad pura, infinita y sin forma -una vacuidad clara y resplandeciente aunque viva y tácitamente consciente- emerge la forma más sutil, en ocasiones una nube luminosa ondulante y blancoazulada, en otras, un impulso infinito de la más leve beatitud. Resulta extraño comprender que esa beatitud sea, en realidad, un paso descendente. Pero, al mismo tiempo, Eso coexiste con la Vacuidad; es, por así decirlo, la forma que asume la Vacuidad en este momento. Pero, por detrás y durante todo el tiempo, Eso es lo único que existe.

Martes, 12 de agosto Hemos celebrado otro seminario del Naropa. El tema que han planteado en esta ocasión varios alumnos ha sido el marcado antiintelectualismo del que suelen hacer gala la mayor parte de las instituciones supuestamente espirituales y contraculturales de nuestro país. Se trata de un punto de vista que valora lo «experiencial» por encima de lo «intelectual» hasta el punto de que quien se atreve a dar una explicación intelectual sobre algo se arriesga a ser -como dijo cierto estudiante- «crucificado sumariamente». Desde esa perspectiva, se supone que uno no debe ser intelectual, abstracto o conceptual sino experiencial, y que uno no tiene que estar centrado en la cabeza o en la mente sino en el corazón y en el cuerpo. Es como si lo experiencial se asimilara a lo espiritual (algo muy bueno), mientras que lo intelectual fuera egoico, analítico y divisivo (lo más malo de todo).

Pero todo esto, a mi juicio, evidencia una confusión entre lo experiencial y lo espiritual. Veamos algunos extractos de esa conversación: KW: Estábamos hablando de lo experiencial. Y ya sabes que la experiencia no es más que otro nombre para el término conciencia. Cuando yo digo que experimento mi cuerpo, estoy queriendo decir que soy consciente de mi cuerpo. Y del mismo modo que uno puede ser consciente de su cuerpo, también puede ser consciente de su mente, es decir, puede percatarse de los pensamientos, imágenes e ideas que ahora mismo desfilan ante el ojo interior de su mente. Dicho con otras palabras, uno puede experimentar su mente, ser consciente de su mente. Es muy importante poder experimentar la mente de un modo directo, claro e intenso, porque sólo entonces puede liberarse de sus limitaciones y empezar a trascenderla. Cuando tal cosa empieza a ocurrir -habitualmente durante la meditación o contemplación- , uno puede tener experiencias todavía más elevadas, experiencias espirituales, experiencias místicas (llamémoslas satori, kensho, samadhi, unio mystica o como queramos) o, dicho de otro modo, uno puede ser consciente del Espíritu, experimentar el Espíritu de un modo no dual. De manera que uno puede experimentar el cuerpo, la mente y el Espíritu... y todo eso es experiencial. Tal vez ahora nos demos cuenta de que reducir lo experiencial exclusivamente al cuerpo, las sensaciones corporales, los sentimientos, las emociones, los impulsos, etcétera, constituye un grave error. Este es un reduccionismo muy desafortunado que no hace más que negar las realidades experienciales superiores de la mente y del Espíritu, negar y reducir el intelecto, buddhi, la visión mental superior, la imaginería y el mundo de los sueños, la discriminación racional superior, el perspectivismo, la profundidad moral, la conciencia sin forma y los estados contemplativos más elevados. El cuerpo, como usted sabe, es básicamente narcisista y egocéntrico. Las sensaciones corporales no van más allá de su cuerpo, las sensaciones corporales no pueden asumir el papel de los demás -una capacidad, por cierto, mental- y, en consecuencia, la conciencia sensorial no puede entrar en el discurso del respeto, la compasión, la ética y la espiritualidad yo-tú, porque todo ello exige una conciencia cognitiva, mental e intelectual. Dicho en dos palabras, en la medida en que uno «permanece en el cuerpo» y es «antiintelectual», resulta imposible salir de la órbita del narcisismo. De modo que el primer error consiste en «alentar una oposición entre lo experiencial y lo intelectual» que reduce todas las modalidades experienciales a experiencias exclusivamente corporales, la esencia, en suma, del egocentrismo. El segundo error consiste en reducir las experiencias espirituales a experiencias corporales, en la idea de que si uno permanece centrado en el cuerpo, centrado en sus sentimientos, podrá acceder a la espiritualidad, porque aquéllos trascienden la mente. Pero lo cierto es que las sensaciones corporales, los sentimientos y las emociones no son transracionales, sino prerracionales. Cuando uno permanece exclusivamente atado al cuerpo, no está más allá de la mente, sino más acá de ella, no está trascendiendo, sino regresando, de modo que cada vez es más narcisista y egocéntrico y está más centrado en sus propios sentimientos. Y esto, en todo caso, no hace más que dificultar la emergencia de las verdaderas experiencias espirituales, porque la auténtica espiritualidad consiste en «abandonar el cuerpo y la mente», es decir, en dejar de identificarse exclusivamente con

los sentimientos del cuerpo y con los pensamientos de la mente, algo, por cierto, imposible en el caso de que uno «permanezca exclusivamente centrado en el cuerpo». Por tanto, cada vez que se encuentra con alguien que le diga que sea «experiencial» en lugar de «intelectual», puede estar casi completamente seguro de que esa persona está incurriendo en los dos sencillos pero cruciales errores que acabo de señalar. Están oponiendo las experiencias corporales a las de la mente y del Espíritu y afirmando que las únicas reales son aquéllas, reduciendo así las experiencias espirituales a experiencias corporales -¡el más bajo de los dominios!-, dos errores, a mi juicio, sumamente desafortunados. Pero la cosa es todavía más grave porque, aunque podamos hablar con cierta precisión de las experiencias corporales, de las experiencias mentales y de las experiencias espirituales, el hecho es que los estados espirituales más elevados no son ni siquiera experiencias. Las experiencias, por su misma naturaleza, son provisionales, vienen, permanecen durante un tiempo y terminan desapareciendo, pero el Testigo no es ninguna experiencia. El Testigo es consciente de las experiencias, pero no es ninguna experiencia, es la inmensa apertura y libertad en la que emergen y discurren todas las experiencias. Pero el Testigo nunca entra en el discurrir del tiempo -aunque es consciente de él- y tampoco se ve, en consecuencia, afectado por el flujo de las experiencias. De modo que la afirmación de que el Espíritu es experiencial (en tanto que opuesto a intelectual) constituye una completa distorsión del Espíritu, porque el Espíritu no es una experiencia pasajera sino el Testigo sin forma de toda experiencia. Permanecer atrapado en las experiencias es, por tanto, ignorar el Espíritu. DISCÍPULO: Pero el cuerpo contiene importantes «significados sentidos». KW: Evidentemente, y deben ser integrados en la mente y el Espíritu. Pero considerar que la «espiritualidad» está exclusivamente ligada a las sensaciones corporales es una burla. DISCÍPULO: ¿Y por qué es un error tan difundido? KW: Porque todos disponemos ya de esa capacidad corporal. Todos nosotros tenemos, desde niños, acceso a la conciencia corporal; todos podemos experimentar el cuerpo, de modo que usted tiene una alta probabilidad de éxito con «el trabajo centrado en el cuerpo». Pero si usted estuviera dando un taller para «establecer contacto con el nirvikalpa samadhi» -un estado auténticamente espiritual que requiere unos cinco o más años de trabajo-, no le bastaría con un fin de semana. De modo que no resulta tan fácil comercializar los verdaderos dominios transpersonales, ya que eso sólo es posible con los estados alterados que vienen y van y con las experiencias corporales a las que todos tenemos acceso con cierta facilidad. Del mismo modo, si usted es una institución cuya supervivencia depende del dinero de sus alumnos, no va a ganar mucho en el caso de que se especialice en los estados de conciencia sutiles, causales y no duales, porque no puede permitirse el lujo de esperar cinco o diez años para cobrar cuando esas cosas ocurran. Existe una presión oculta pero evidente que lleva a calificar a los estados menores (en ocasiones abiertamente

regresivos) como «espirituales». Tenga en cuenta que con este abordaje tendrá una tasa de éxito de cerca del 100%, porque casi todo el mundo puede experimentar algún tipo de sentimiento, emoción o conciencia corporal, mientras que muy pocos pueden llegar a experimentar el satori. Es por ello que todos nos «sentimos» bien, todos somos «experienciales», todos nos movemos desde el «corazón» y «no desde el sucio intelecto» y, en consecuencia, todos somos «espirituales». Así son las cosas. DISCÍPULO: ¿Pero es que la conciencia corporal carece de toda utilidad? KW: No quisiera haber dado esa impresión. El contacto con el cuerpo desempeña un papel muy importante que tal vez podamos explicar del siguiente modo. En el curso del proceso de desarrollo del ser humano, la conciencia comienza identificándose con el cuerpo, con los dominios vital y sensoriomotor. A los dos o tres años de edad, la mente empieza a aparecer, y en torno a los seis o siete años, la conciencia empieza a identificarse con la visión más amplia que le brinda la mente. El cuerpo sensorial, recordémoslo, es preconvencional y egocéntrico (porque no puede, por ejemplo, asumir el papel de los demás) pero, con la emergencia de la mente, la conciencia se halla ya en condiciones de pasar de la modalidad egocéntrica a la sociocéntrica, es decir, evolucionar desde el yo hasta el nosotros. La mente trasciende e incluye al cuerpo y, en consecuencia, puede ser consciente tanto del «yo» como del «nosotros». Pero si existe algún tipo de patología -y, en este punto, la contribución de Freud resulta ciertamente esencial-, la mente no puede trascender e incluir al cuerpo sino que se ve obligada a reprimirlo, negarlo, alienarlo y disociarlo. Dicho de un modo más concreto, algún concepto, idea o superego mental reprime o niega algún sentimiento, impulso o instinto corporal (a menudo el sexo y la agresividad pero, en otras ocasiones, toda la vitalidad corporal). Y esa represión del cuerpo por parte de la mente origina varios tipos de neurosis, enfermedades emocionales, alienación corporal y un cierto entumecimiento vital. Así pues, una de las primeras cosas que usted debería hacer en terapia -en las llamadas «terapias de descubrimiento»- consiste en relajar la barrera de la represión y permitirse sentir el cuerpo, volver a establecer contacto con sus sentimientos, experimentar sus emociones y tratar de comprender por qué las reprimió. Luego deberá asumir los sentimientos reprimidos y reintegrarlos al ego mental para acabar configurando una imagen más sana y exacta de sí mismo. Y lo que ocurre cuando uno restablece el contacto con el cuerpo y sus sentimientos, cuando uno restablece contacto con sus raíces orgánicas, con su élan vital, es extraordinario, porque entonces se siente lleno de vitalidad. Pero de ahí a concluir que los sentimientos corporales constituyen, de algún modo, una realidad más elevada que el ego mental, media un verdadero abismo. Está muy bien volver a establecer contacto con el cuerpo, pero no porque se trate de una realidad más elevada, sino porque se trata de una realidad inferior que permanece reprimida por otra superior. De modo que nos vemos obligados a retroceder provisionalmente, a regresar -el término «regresión» se refiere simplemente a una vuelta a un nivel inferior de la jerarquía de la conciencia- a las sensaciones corporales que se vieron alienadas por la represión para terminar reintegrando los sentimientos perdidos.

Y el resultado de este proceso de regresión provisional para recuperar lo perdido (la llamada «regresión al servicio del desarrollo») conduce a la integración de la mente y el cuerpo, una unidad superior a la que denomino centauro, en la que la mente humana y el cuerpo animal son uno. Pero ello no debe llevarnos a reducir la integración de la mente y el cuerpo al mero cuerpo, una confusión muy frecuente, por otra parte, en autores como Alexander Lowen, Ida Rolf y Stanley Keleman, que suelen elevar el cuerpo al estado del centauro (al estado de unión entre la mente y el cuerpo), desdeñando simultáneamente los aspectos mentales (como evidencian sus escritos, en los que no suele haber la menor referencia a la ética racional, el perspectivismo, la moral postconvencional, la comprensión mutua, etcétera). Así pues, lo que ellos denominan unión entre el cuerpo y la mente no deja de ser, en realidad, más que un conglomerado de sensaciones corporales -una microfalacia pre/trans que confunde al centauro postconvencional con el cuerpo preconvencional-, una confusión que constituye, por otra parte, el sello distintivo de la mayor parte de las terapias corporales. En cierto modo, la terapia y la meditación suelen comenzar con el cuerpo y con la conciencia del cuerpo, porque la mayor parte de las personas están, de hecho, desconectadas de sus raíces. Pero las terapias eficaces y las técnicas realmente meditativas no permanecen mucho tiempo en el nivel de la conciencia corporal. Las terapias eficaces no tardarán en centrar su atención en la experiencia cognitiva y mental y en tratar de comprender por qué el sujeto se vio obligado reprimir el cuerpo y algunas de sus sensaciones. El avance de la terapia sólo tiene lugar cuando uno deja de representar corporalmente los impulsos alienados y pasa a la comprensión mental. Lo mismo ocurre con la auténtica meditación que, aunque también suele comenzar con la conciencia corporal centrada en la respiración, las sensaciones corporales, etcétera, no tarda en convertirse en una investigación de la experiencia mental y de la misma corriente mental. De este modo, pasa del cuerpo y del mundo sensoriomotor ordinario al mundo mental y sutil. La identidad sólo puede expandirse desde el cuerpomente hasta el Espíritu investigando las contracciones sutiles del flujo de la mente y, especialmente, de esa contracción sutil conocida con el nombre de sensación de identidad separada, en cuyo caso, la identidad personal con el organismo se ve subsumida por una identidad con la Totalidad. De modo que el cuerpo nunca se ve desdeñado, sino que se ve trascendido e incluido por la mente que, a su vez, termina siendo trascendida e incluida por el Espíritu. El cuerpo es el fundamento, la raíz y el punto de partida, pero cuando uno se identifica exclusivamente con él, cierra todo acceso a la mente y al Espíritu. En tal caso, uno quizás pueda alcanzar el Nirmanakaya (el cuerpo de la forma), pero no el Sambhogakaya (reino sutil), el Dharmakaya (Vacío causal) ni el Svabhavikakaya (Talidad no dual). Cuando, por el contrario, uno conecta el cuerpo con esos estadios y dominios superiores, éstos tienden a afectar y terminar transfigurando el propio cuerpo físico..., momento en el cual uno tal vez empiece a brillar en la oscuridad. Pero, en cualquiera de los casos, lo cierto es que asumirá una extraña y persistente belleza y se convertirá en el vehículo transparente del Espíritu primordial que es desde toda la eternidad.

Viernes, 15 de agosto

Richard G. Young, uno de los directores de The Center for Contemplative Christianity y editor de Pathways: A Magazine of Psychological and Spiritual Transformation, escribió una revisión de El ojo del Espíritu para su revista que me resulta muy divertida. Según él: «¿Por qué me gusta tanto este elusivo iconoclasta que no da conferencias, tampoco organiza talleres, rara vez concede entrevistas y permanece tan distante como para desalentar a todo aquel que esté dispueslo a considerarle un maestro espiritual? Estoy sencillamente a la espera de poder culparle de haber concedido una entrevista para Pathways». Acabo de enviar un fax a Pathways...

Sábado, 16 de agosto (Denver) Marci y yo hemos pasado el día en Denver, yendo de un lado a otro, comprando zapatos y disfrutando del mero hecho de existir. Marci es una persona adorable, trabaja a diario con personas evolutivamente disminuidas y he visto lo bien que se relaciona con esas personas tan amorosas y directas, pero tan desconocedoras, al mismo tiempo, de las terribles normas que rigen el mundo civilizado que necesitan vigilancia. Por más que babeen, la cojan, reclamen su atención, lloren o griten, ella nunca les rechaza ni les da la espalda, sino que les apoya y les asegura que todo irá bien, y ellos la creen, le dan la mano y confían en ella por la sencilla razón de que saben que siempre está ahí cuando la necesitan. Ella ha sido aceptada para el Peace Corps y deberá incorporarse el próximo febrero, aunque albergue ciertas dudas al respecto a causa de nuestra relación. Por otra parte, acaba de ser ascendida a jefe de marketing de la organización para la que trabaja, una organización que se encarga de la dirección y gestión de varios centros asistenciales, lo cual supone una inesperada y extraordinaria oportunidad. Y, si bien sigue queriendo llevar a cabo labores de servicio, también necesita un trabajo remunerado que le permita devolver el préstamo que pidió para estudiar. Es probable, pues, que nuestra relación no deba finalizar en febrero..., con lo cual estoy egoístamente encantado. El amor hacia una persona concreta es perfecto cuando sale de la Vacuidad. Porque, aunque todavía sea amor, aunque todavía sea intensamente personal, aunque todavía sea muy concreto, es una ola que emerge del océano del infinito llevando consigo la fuerza y la emoción de todo el mar. La sensación se asemeja al hecho de contemplar una salida del sol en el desierto a primera hora de la mañana: una inmensa llamarada rojoamarillenta que emerge en la inmensidad azul. Cada uno de nosotros es, en el fondo, el cielo infinito del Amor en que emerge la bola de fuego concreta del amor personal. Pero hay que decir que el amor infinito y el amor personal no son excluyentes, sino que éste es una de las olas del océano inmenso que es aquél. El único cambio que advierto cuando me despierto junto a Marci a primera hora de la mañana y comienzo a meditar es la presencia de una beatitud que engloba todo el cuerpo, una beatitud paradójicamente débil a la vez que intensa, que agudiza mi conciencia. Es una energía sexual que se conecta con su fuente en las regiones sutiles del cuerpomente. A menudo medito tocándola levemente, con lo cual se cierra un circuito energético que ella también puede sentir.

Eso es lo que los hombres y las mujeres (y también los homosexuales, tanto masculinos como femeninos) pueden hacer entre sí y ésa es también la afirmación central del Tantra: de un modo muy concreto y visceral, la unión entre el varón y la hembra es la unión entre Eros y Agape, lo Ascendente y lo Descendente, la Vacuidad y la Forma, la sabiduría y la compasión. Y no estoy hablando de un modo teórico sino absolutamente concreto, estoy hablando de la distribución real de las corrientes de prana, la energía corporal. Este es precisamente el motivo por el cual las enseñanzas tántricas más elevadas (anuttaratantrayoga) no hablan de la mera visualización de nuestra pareja en tanto que consorte divino para alcanzar la iluminación final. Para alcanzar la iluminación final, uno debe tomar una pareja real -sexo real- que le permita completar los circuitos que conducen al reconocimiento de la mente iluminada.

Lunes, 18 de agosto (Boulder) Acabo de hablar por teléfono con la profesora Sara Bates que está usando Breve historia de todas las cosas y El ojo del Espíritu como textos para sus clases sobre arte y cultura nativas. Ella enseña en el estado de Florida pero ahora está trabajando como lectora de la Universidad de San Francisco, desde donde me ha llamado. Sara es india cherokee; ella y dos de su amigos -un hopi y un mojave- han formado un grupo de discusión sobre cuestiones relacionadas con los estudios culturales, la religión, el arte y las sociedades nativas, y están utilizando mi obra, según afirma, por su naturaleza intercultural e integral. -¿Qué piensa usted acerca del interés actual por la espiritualidad nativa americana? me ha preguntado. -Creo que la clase media blanca hace cosas muy extrañas con las creencias nativas -le he contestado. -La romantización de las creencias nativas resulta lamentable. Porque esa visión romántica sencillamente no existe. No existe hoy en día y tal vez nunca haya existido, aunque muchos indios hoy parecen creerlo. -Sí, es muy extraño. Son muchos los nativos que parecen estar asumiendo la versión del hombre blanco de la espiritualidad nativa. Estoy muy asombrado por ello. -Yo he tenido la experiencia -señaló Sara- de comulgar directa e inmediatamente con la Luz interior. Se trata de un tipo de experiencia espiritual muy frecuente en mi tradición. A ese respecto, un colega (que, obviamente, pensaba que le respondería positivamente) me preguntó: «Cree usted que hay que ser cherokee para tener esta experiencia», a lo cual, obviamente, respondí: «¡No, por supuesto que no!». Sara está refiriéndose al hecho de que el postmodernismo radical está cayendo en un lamentable esencialismo, ya que hoy en día se supone que uno debe ser mujer para saber algo sobre las mujeres, que uno debe ser indio para decir algo sobre los indios y que uno tiene que ser homosexual para poder hacer cualquier comentario sobre la homosexualidad. Dicho en otras palabras, existe una regresión de lo mundicéntrico a lo etnocéntrico, como si lo único que se valorase fuera la política de la identidad y el

pluralismo extremo, todo lo cual acaba conduciéndonos a una situación en la que cada vez tenemos menos cosas en común. Como dice David Berreby en The Sciences, en esta atmósfera regresiva «los americanos parecen tener un guión estándar a la hora de crear una identidad políticocultural. Uno parte de la convicción de que pertenecer a un grupo le proporciona una experiencia que le une a los demás miembros del grupo (aun cuando no los conozca) a la vez que le aleja de las personas que no pertenecen a él (por más amigos íntimos o parientes que sean). Luego asume que sus esfuerzos, humillaciones y triunfos personales constituyen una versión de las luchas sociales en las que ese grupo se halla inmerso (de modo que lo personal acaba convirtiéndose en lo político). En tercer lugar, comienza a afirmar que los intereses de su grupo están siendo soslayados o masacrados, de modo que hay que pasar a la acción transformando, por ejemplo, la forma en que el grupo es percibido por quienes están fuera de él». Y no es que tal actividad me parezca mala, lo único que ocurre es que, en y por sí misma, constituye una alienación y una fragmentación, una especie de pluralismo patológico que lleva a creer en la posibilidad de que la aceptación de mi grupo depende de la acusación y culpabilización sumaria del grupo cuya aceptación busco. El verdadero pluralismo es siempre un pluralismo universal (un pluralismo aperspectivista-integral): uno debe comenzar con los factores y estructuras profundas que unen a los seres humanos -todos sufrimos y gozamos, todos reímos y lloramos, todos experimentamos placer y dolor, asombro y remordimiento; todos tenemos la capacidad de articular imágenes, símbolos, conceptos y reglas; todos tenemos doscientos ocho huesos, dos ríñones y un corazón y todos estamos abiertos a un Fundamento Divino, pongamos por caso. Luego, sobre ese sustrato común podrán agregarse todas las maravillosas estructuras superficiales, variantes culturalmente construidas, etcétera, que configuran los grupos y los individuos, todos diferentes, todos especiales y todos únicos. Pero si uno empieza con las diferencias y el pluralismo y no tiene en cuenta lo universal y lo integral, sino sólo lo perspectivista, acabará inmerso en un pluralismo patológico, una locura aperspectivista que no hace sino alentar el etnocentrismo, el revivalismo etnocéntrico y, en suma, todo tipo de desastres regresivos. Está muy bien afirmar la importancia de un determinado grupo, pero no lo es tanto definirlo en tanto que «oprimido», porque todos los grupos afirman ser oprimidos y ninguno admite ser opresor. Hasta no hace mucho, los varones blancos eran los malos, pero hoy en día parece que hasta ellos se han contagiado de la enfermedad. Los varones blancos han dejado de ser un grupo al que pueda acusarse de opresión, porque la mayor parte de sus integrantes dice pertenecer a tal o cual grupo oprimido o marginado, el de los drogadictos, el de los minusválidos, el de los alcohólicos, el de los que sufrieron agresiones sexuales siendo niños, el de las víctimas de un padre ausente, el de los abducidos por los alienígenas o el de los convertidos en «objetos de éxito» de las mujeres. Y, claro está, están tan oprimidos que no les queda tiempo para oprimir a nadie. Además, según el esencialismo, uno no puede decir nada sobre los varones blancos a menos que sea un varón blanco. De modo que convendrá ignorar lo que dicen las feministas al respecto y preguntarles a los varones blancos mismos si son opresores. Y su respuesta, obviamente, será que no. Porque parece que seamos una nación compuesta

de grupos brutalmente oprimidos, en los que, no obstante, no hay ningún grupo opresor. Una situación, sin duda, muy curiosa. Y es que mucho me temo que nos hallamos en presencia de una nueva versión del narcisismo. Sean cuales fueren mis problemas, no son míos sino de Otro, que siempre es el Malo. Lo lamentable es que, en tal contexto, los casos de auténtica opresión (los casos en los que una mujer, un homosexual, un negro, un indio o un varón blanco son realmente encarcelados a causa de prejuicios etnocéntricos o grupales, por ejemplo) se ven sofocados por un coro de miles de voces que hablan de opresión para referirse a los desengaños más inevitables y triviales de la vida y pierden toda su relevancia. Pero Sara no se está refiriendo tanto al pluralismo etnocéntrico como al pluralismo universal y a su renovadora creencia en el más allá. -Yo no creo que uno tenga que ser cherokee para acceder a ese tipo de iluminación interior. Yo no creo que estas experiencias internas sean culturalmente construidas. ¿Qué opina usted al respecto? -me preguntó. -En modo alguno. En el mejor de los casos, la construcción cultural no deja de ser uno de los cuatro cuadrantes [el inferior izquierdo]. Lo único que yo trato de hacer es subrayar los rasgos profundos o universales de las experiencias de iluminación interior, por ejemplo que parecen compartir una estructura muy similar dondequiera aparezcan. Es cierto que todas ellas presentan rasgos superficiales que varían en función de la cultura que estemos considerando, de modo que siempre existe algún tipo de construcción cultural, pero en modo alguno en el grado que reclama el postmodernismo radical. -¿Pero esas estructuras superficiales culturales se hallan también presentes en el nivel de la comunión directa con ese ser interior de Luz? -Eso es, hasta cierto punto, lo que me parece. Cuando, por ejemplo, estas experiencias ocurren en la tradición tibetana, el ser interno nunca se asemeja a Jesús de Nazaret. Del mismo modo, cuando esta experiencia le ocurre a un cristiano, el ser interno rara vez tiene cuatro brazos, cosa, por otra parte, bastante frecuente en la versión tibetana (recordemos, por ejemplo, a Chenrezi). -Por lo que veo, hasta en el momento de la experiencia directa, el sustrato cultural está desempeñando algún papel. -Hasta llegar a la cesación completa, pero, como usted dice, no creo que haya que ser un cherokee para tener este tipo de experiencias. El hecho de que esas experiencias se hayan visto parcialmente modeladas por la cultura no significa que sean un mero producto de su cultura o de su sustrato grupal. De este modo, al reducir todas las realidades espirituales a meros símbolos creados por el ser humano, el constructivismo radical distorsiona por completo la experiencia religiosa. ¡Porque no son los seres humanos los que crean al Espíritu, sino el Espíritu el que crea a los seres humanos! Yo creo, por tanto, que esas personas están viendo las cosas al revés. En cualquiera de los casos, sin embargo, me parece muy útil reseñar los rasgos universales o profundos de esas experiencias, así como los rasgos superficiales culturales y las variaciones locales, ya que ambas facetas son muy importantes.

-Esto es, precisamente, lo que estamos tratando de hacer mis amigos y yo. Nosotros queremos explicar nuestras tradiciones, pero también queremos relacionarlas con otras. Y por esos derroteros fue discurriendo nuestra conversación. Sara es muy crítica con la ecopsicología («porque omite las dimensiones interiores»), con la teoría del arte que acaba ignorando el arte («hablan de todo menos de arte»), con el lamentable estado del postmodernismo extremo («que acaba fragmentándolo todo») y con la desvalorización de la estética en favor del lenguaje del «ello» («la antropología por encima del arte»). Ha quedado en mandarme alguno de sus textos sobre teoría estética y alguna muestra de su arte. Me ha gustado mucho la conversación que hemos tenido y estoy muy contento de haberla conocido.

Martes, 19 de agosto Inner Directions está preparando una nueva edición de Talks with Sri Ramana Maharshi, un libro centrado en las principales enseñanzas de este extraordinario maestro, para el que me han pedido un prólogo. Y aunque no creo que podamos decir que Maharshi sea el representante ideal de una visión integral, su autorrealización, -su reconocimiento de la verdad siempre ya del Testigo y su fundamento omnipresente en Un Solo Sabor- fue extraordinaria. En el prólogo he incluido algunas de las «instrucciones para señalar» que recibí en uno de los seminarios del Naropa y que me han parecido apropiadas para esta ocasión. El nombre del Naropa Institute procede del reputado maestro y mahasiddha hindú Naropa (siglo XI), una figura capital de la universidad de Nalanda, uno de los grandes centros de aprendizaje del mundo entero, que llegó a tener más de diez mil alumnos, durante el período que va desde el siglo VIII hasta el siglo XI en India, el mayor florecimiento de la tradición no dual a la que el mundo nunca haya asistido. La visión no dual -en forma de Vedanta, shivaísmo, budismo Mahayana y budismo Vajrayana constituye el regalo más precioso de la India al mundo, un regalo que encontró su expresión más pura, elegante e inteligente en el sencillo sabio de Arunachala. EL SABIO DEL SIGLO

Talks with Sri Ramana Maharshi -el libro que el lector tiene ahora entre sus manos- es uno de los dos o tres que siempre he mencionado cuando me han preguntado: «¿Qué libros llevaría consigo a una isla desierta?». Se trata, en mi opinión, de la voz viva del sabio más importante de este siglo y, presumiblemente, de una de las realizaciones espirituales más elevadas que haya podido presenciar cualquier período histórico. Una de las muchas cosas sorprendentes de estas «charlas» reside en la consistencia del tono, el estilo y la voz. Pero no estoy diciendo, con ello, que se trate de algo estático y rígido, sino que Maharshi se expresa con plena madurez desde la primera hasta la última palabra. Es como si -o, mejor dicho, ése debe de ser precisamente el caso- la realización de Ramana hubiera llegado a él completamente formada -aunque tal vez debieríamos decir completamente sin forma- y, por tanto, no hubiera necesitado un largo desarrollo. Maharshi simplemente habla desde y como el Absoluto, el Yo Superior, la Vacuidad

pura, la Meta y el Fundamento del mundo manifiesto, que no es otro que ese mundo. Haciéndose eco de Shankara, Ramana Maharshi decía: El mundo es ilusorio; Sólo Brahmán es real; Brahmán es el mundo.

Esta realización profunda es lo que separa la iluminación genuina de Maharshi de la multitud de pretendientes actuales al trono, como la ecología profunda, el ecofeminismo, el revivalismo de Gaia, el culto a la Diosa, la ecopsicología, la teoría sistémica o las ideas en torno a «la red-de-lavida», ninguna de las cuales ha comprendido las dos primeras estrofas y, por tanto -y contrariamente a sus pretensiones, tampoco puede comprender la tercera. Y es precisamente por ello que todos los enamorados del mundo manifiesto -desde los capitalistas hasta los socialistas, los polucionistas, los verdes, los egocéntricos y los ecocéntricos- deberían escuchar con suma atención el mensaje de Ramana Maharshi. ¿Qué y dónde está el Yo? ¿Qué tengo yo que ver con Eso? No existe la menor duda de la respuesta que Ramana Maharshi y tantos otros darían a esta pregunta: ¿Quién quiere saber? ¿Quién es, ahora mismo, consciente de esta página? ¿Quién es el Conocedor que conoce el mundo, pero que no puede conocerse a sí mismo? ¿Quién es el Escuchador que escucha el canto de los pájaros pero no puede escucharse a sí mismo? ¿Quién es el Vidente que ve las nubes pero no puede verse a sí mismo? Esta es, precisamente, la indagación sobre uno mismo que Ramana Maharshi regaló al mundo. Yo tengo sentimientos, pero no soy esos sentimientos. ¿Quién soy yo? Yo tengo pensamientos, pero no soy esos pensamientos. ¿Quién soy yo? Yo tengo deseos, pero no soy esos deseos. ¿Quién soy yo? Así es como uno va acercándose gradualmente a la fuente de la conciencia, lo que Ramana llamó el «Yo-Yo» y que es consciente del yo normal o ego. Uno puede dar un paso atrás hacia el Testigo, hacia el Yo-yo y descansar en tanto que Eso. Yo no soy ningún objeto, ningún sentimiento, ningún deseo y ningún pensamiento. Pero en esta indagación sobre uno mismo las personas suelen cometer un error bastante desafortunado porque creen que, cuando descansen en el Yo o Testigo, van a ver o sentir algo realmente asombroso, especial o espiritual. Pero lo cierto es que uno no ve nada especial porque, en el caso de que viera algo, eso no sería más que otro objeto, otro sentimiento, otro pensamiento, otra sensación u otra imagen..., y todos ellos son objetos o, por decirlo de otro modo, son lo que usted no es. Cuando uno descansa en el Testigo y comprende que el yo no es ninguno de los objetos, que no es ninguna de las sensaciones y que no es ninguno de los sentimientos, lo único que advierte es una sensación de Libertad, una sensación de Liberación, la liberación de la terrible constricción que supone la identificación con esos pequeños objetos finitos, con el pequeño cuerpo, con la pequeña mente y con el pequeño ego, todos los cuales son objetos que pueden verse y, en consecuencia, no son el verdadero Vidente, el Yo real, el Testigo puro que usted realmente es.

En tal caso, uno no ve nada en particular y todo lo que aparece está bien. Las nubes flotan en el cielo, las sensaciones flotan en el cuerpo, los pensamientos flotan en la mente y uno puede contemplarlo todo sin necesidad de realizar el menor esfuerzo. Todo emerge espontáneamente en su conciencia presente, sin la necesidad de realizar esfuerzo alguno. Y esta conciencia testigo no es algo concreto que usted pueda ver, es la inmensa sensación de Libertad -o Vacuidad pura- de la que emana la totalidad del mundo manifiesto. Tú eres esa Libertad, esa Apertura, esa Vacuidad y no cualquier cosa pequeña y finita que emerja en ella. Descansa sin realizar esfuerzo alguno en ese Testigo vacío y libre y advierte que las nubes emergen en el inmenso espacio de su conciencia. Las nubes emergen dentro de ti y, en esa misma medida, tú puedes saborear las nubes, tú eres uno con las nubes y tienes con ellas una intimidad que las torna tan próximas como si se hallaran en este lado de tu piel. El cielo y su conciencia se han fundido y todas las cosas que hay en el cielo flotan en su conciencia con tal proximidad que tú puedes besar el sol y tragarte la montaña o, como dice el zen, cuando dentro y fuera han dejado de ser dos, cuando sujeto y objeto son no duales, cuando el observador y lo observado son Un Solo Sabor, uno puede «beberse el océano Pacífico de un solo trago». Así: El mundo es ilusorio significa que usted no es, en modo alguno, ningún objeto, nada de lo que puede verse es, en última instancia, real. Usted es neti, neti, ni esto, ni aquello, y bajo ninguna circunstancia debe usted basar su salvación en lo que es finito, temporal, pasajero, ilusorio, generador de sufrimiento e inductor de agonía. Sólo Brahman es real, el Yo (el incalificable Brahman-Atman) -el Testigo puro, el eterno No nacido, el Vidente sin forma, el Yo-Yo radical, la Vacuidad resplandecientees lo único real. Esa es su condición, su naturaleza, su esencia, su presente y su futuro, su deseo y su destino que siempre está presente en tanto que Presencia pura, el único que es Único. Brahman es el mundo, la Vacuidad y la Forma son no dos. Después de que usted comprenda que el mundo manifiesto es ilusorio y que sólo Brahman es real, puede ver que lo absoluto y lo relativo son no dos o no duales, que el nirvana y el samsara son no dos, que el Vidente y todo lo visto son no dos, que Brahman y el mundo son no dos, el simple sonido del canto de esos pájaros. El mundo entero de la Forma sólo existe en su propia Conciencia Sin Forma Presente. Usted puede beberse el océano Pacífico de un solo trago porque la totalidad del mundo sólo existe literalmente en su Yo puro, el gran Yo-Yo omnipresente. Finalmente -y mucho más importante-, Ramana nos recuerda que el Yo puro -y, en consecuencia, la gran Liberación- no puede ser alcanzado, como tampoco usted puede lograr sus pies o adquirir sus pulmones. Usted ya es consciente del cielo, usted ya escucha los sonidos que le rodean, usted ya contempla el mundo. El cien por cien de la mente iluminada o del Yo puro -no el noventa y nueve sino el cien por cien- se halla ya presente ahora mismo. Como continuamente señalaba Ramana Maharshi, en el caso de que el Yo (o el conocimiento del Yo) fuera algo que apareciese en algún momento en la existencia -si su realización tuviera un comienzo en el tiempo-, no sería más que otro objeto, otro estado pasajero, temporal y finito. No hay que alcanzar el Yo que está

leyendo ahora esta página. No hay que buscar el Yo, porque ese Yo está mirando desde sus ojos ahora mismo. No se trata, por tanto, de lograr el Yo, porque el Yo es el que está leyendo estas palabras. O, dicho más sencillamente, es imposible encontrar aquello que nunca se ha perdido. Y, como diría Ramana, en el caso de que lograra algo -por más positivo que fuera-, eso no tendría nada que ver con el Yo. Si cuando lee las siguientes palabras pronunciadas por el mayor sabio del mundo cree que no entiende el Yo o el Espíritu, descanse en lo que no entiende, porque Ése es el Espíritu, y en el caso de que crea que nunca «alcanzará» el Yo o Espíritu, descanse en lo que no llega a alcanzar, porque Ése también es el Espíritu. Tanto si cree que comprende el Espíritu como si piensa que no lo comprende, Ése es el Espíritu. Proclamemos en voz alta, pues, el mensaje más secreto de Ramana Maharshi: la mente iluminada no es difícil de alcanzar sino imposible de evitar. Según las palabras del estimado Maestro: No hay ni creación ni destrucción, destino ni libre albedrío; camino ni meta alguna. Ésta es la verdad última.

Miércoles, 20 de agosto Me levanto un poco más temprano de lo habitual para poder leer un rato antes de que lleguen Mitch y Freada, su nuevo amor. Habré leído ya unos quinientos libros para el volumen 2 de la trilogía -sobre antropología, ecología, feminismo, postmodernismo, estudios culturales y estudios postcoloniales- y todavía me quedan otros tantos y debo decir que me resulta un trabajo ciertamente pesado. Para más inri, el estilo de todos esos libros suele ser críptico y agobiante y uno puede leer capítulos enteros sin encontrar una sola frase comprensible. En el mejor de los casos, uno puede terminar adormecido, mientras la prosa va arrastrándose lentamente por la página gris, transmitiendo la sensación de que se trata de una «experiencia cercana-a-la-vida».

Jueves, 21 de agosto Freada es un verdadero encanto, atractiva, inteligente, abierta y muy perspicaz. Junto a ella, Mitchell resplandece, lo que me hace muy feliz. Había muchas personas que querían verle, de modo que ayer por la noche organicé una fiesta para él y maté -valga la expresión- varios pájaros de una sola fiesta. Ahora acaban de marcharse. Estoy muy contento de haberles visto y espero que la relación les vaya muy bien. Shiva y Shakti siempre acaban encontrándose ¿Que otra cosa podríamos esperar? Lunes, 25 de agosto Sara Bates ha llamado y ha dejado un mensaje, invitándome a participar en un congreso patrocinado por la San Francisco Art Commission y la Society for the American Indian Studies. Ha sido muy amable al decir: «Usted es la única persona que

he leído en los últimos tiempos que tiene una visión intercultural realmente integral». También me ha mandado alguna muestra de su arte y me parece muy hermoso. Las fotografías muestran grandes mándalas apoyados sobre el suelo -de una superficie de unos quince metros cuadrados- que Sara ha construido con centenares de objetos y materiales naturales y artificiales. Su arte incluye e integra temas modernos (modelos abstractos), postmodernos (multiperspectivistas) y tradicionales (en su caso, los nativos norteamericanos). La nación cherokee está compuesta de siete clanes -el clan de los Osos, el clan del Ciervo, el clan del Dolor Rojo, el clan del Pájaro, el clan de los Trabalenguas, el clan Azul y el Clan de la Patata Silvestre- y Sara pertenece al clan del Lobo, de modo que ése es el tipo de elementos que incluye en su arte. Pero lo que más atractivo me resulta de su trabajo es el modo en que articula elementos representativos de una humanidad global e interconectada, dicho de otro modo, el modo en que rehuye el pluralismo etnocéntrico y se centra en el pluralismo universal. En uno de sus folletos puede leerse lo siguiente: «Muchos artistas se remiten a la historia para relatar su realidad concreta dentro del contexto de la historia del arte en tanto que indio americano, mujer o artista, llegando a describir con grandes dificultades lo que le diferencia de otros individuos [identidad de grupo o pluralismo etnocéntrico]. Bates ha decidido utilizar la historia y la filosofía de su herencia como india americana y, más concretamente, como miembro de la nación cherokee para hablar de nuestras similitudes y describir la interconexión que nos une» [mundicentrismo o pluralismo universal]. Este es un verdadero bálsamo para nuestra fragmentada alma, para la pesadilla de la identidad política, del narcisismo y de la autocompasión. El arte de Sara expresa de manera maravillosa el pluralismo universal al tiempo que lucha contra las tendencias de moda del pluralismo etnocéntrico y de la diversificación extrema.

Viernes, 29 de agosto Existe un soberbio grupo de rock llamado Live, liderado por el cantante Ed Kowalczyk, cuyo CD Throwing Coper -del que ya llevan vendidas más de cinco millones de copias- es uno de mis favoritos. Van a dar un concierto en las proximidades y Ed ha llamado para preguntarme si podían venir a visitarme porque, al parecer, Breve historia de todas las cosas ha significado mucho para él. De modo que hemos quedado para vernos. Ed tiene veintiséis años y es una persona muy inteligente, hermosa y tierna que está empeñada en que su música llegue a reflejar su devoción espiritual. Él y su novia, Erin, me han parecido muy amables y sinceros. Hemos pasado la tarde juntos y le he prometido que seguiría sus pasos hacia una música más espiritual. Marci ha ido a visitar a su familia en Pennsylvania y, cuando se ha enterado, se ha quedado muy contrariada por no haber podido conocerles.

Domingo, 31 de agosto UN BILLETE PARA ATENAS

PATHWAYS: ¿Por qué el Espíritu se molesta en manifestarse, sobre todo teniendo en cuenta que esa manifestación es necesariamente dolorosa y exige el olvido de Su verdadera identidad? ¿Por qué -dicho de otro modo Dios se encarna? KW: ¡Vaya, vaya, ya veo que empezamos con las preguntas sencillas! Empezaré, pues, dándole algunas de las respuestas con las que, a lo largo de los años, se ha intentado responder a esta pregunta y luego le hablaré de mi propia experiencia personal al respecto. Esta misma pregunta se la he hecho a varios maestros espirituales y uno de ellos me dio una respuesta rápida y muy típica: «Porque cenar solo no resulta nada divertido». Supongo que se trata de una especie de impertinencia, pero cuanto más pienso en ello más sentido parece tener. Supongamos, de un modo, por cierto, un tanto blasfemo, que usted y yo somos Tat Tvam Asi, el Espíritu. ¿Para qué deberíamos -si somos Dios Todopoderoso- crear un mundo si, como usted dice, necesariamente debe ser un mundo de separación, confusión y sufrimiento? ¿Por qué usted, en tanto que Uno, debería crear a los Muchos? PATHWAYS: ¿Porque no es nada divertido tener que cenar solo? KW: ¿No cree que, en tal caso, las cosas tendrían cierto sentido? ¿Qué haría usted, si fuera el Uno, el Único y el Infinito, permanecer inmerso en su gloria por toda la eternidad complaciéndose en su propio deleite por los siglos de los siglos? ¿Y luego qué? No es de extrañar que, más pronto o más tarde, usted llegue a la conclusión de que sería divertido -y con ello quiero decir exactamente divertido- pretender que usted no es usted. ¿Qué otra cosa cree que podría, en tal caso, hacer? PATHWAYS: ¿Crear un mundo? KW: ¿No le parece acaso tal cosa posible? Porque entonces la cosa comienza a ponerse interesante. ¿No ha jugado usted, siendo niño, al parchís consigo mismo? ¿Ha hecho usted alguna vez algo parecido? PATHWAYS: Sí, recuerdo haberlo hecho. KW: ¿Y le parece que funciona? PATHWAYS: No exactamente, porque yo siempre sabía de antemano el movimiento que iba a hacer mi «oponente». Como yo era el que desempeñaba ambos papeles, la cosa no tenía la menor «sorpresa». Yo siempre sabía lo que iban a hacer ambos contendientes, de modo que no resultaba muy divertido. Para jugar a ese juego es necesario jugar con «alguien más». KW: Ése es, precisamente, el problema. Usted necesita a «otro». De modo que, en el supuesto caso de que usted fuera el único Ser de toda la existencia y quisiera jugar -a cualquier juego- se vería obligado a asumir el papel del otro y olvidarse, a continuación, de que está desempeñando ambos papeles. De otro modo, como usted mismo dice, la cosa no tendría ninguna gracia. Usted debe pretender que es el otro con tal convicción

que llegue a olvidarse de que está desempeñando ambos papeles porque, en caso contrario, el juego no resultará nada divertido. PATHWAYS: De modo que, si usted quisiera jugar -y creo que ése es precisamente el significado del término utilizado en Oriente para referirse a esta situación, lilah-, deberá comenzar olvidándose de quién es. Amnesia. KW: Eso es lo que a mí me parece y ésa ha sido también la respuesta que han solido dar a esta pregunta los místicos de todas las tradiciones. Si usted fuera el Uno y -por mor de su exuberancia, plenitud y superabundancia- quisiera jugar, regocijarse y divertirse, debería, en primer lugar, crear a los Muchos y olvidar a continuación que usted es esos Muchos porque, de otro modo, el juego no tendría la menor gracia. La creación, o encarnación, es el gran Juego del Uno pretendiendo ser los Muchos para su propio deleite y solaz. PATHWAYS: Pero ese juego no siempre es divertido. KW: Bien, sí y no. El mundo manifiesto es un mundo de opuestos: placer y dolor, arriba y abajo, bueno y malo, sujeto y objeto, luz y sombra. Pero si usted va a jugar el gran Juego cósmico ¿qué sería lo primero que pondría en marcha? ¿De qué otro modo podría hacerlo? Si no hay partes, jugadores, sufrimiento y muchos, usted seguirá siendo el Uno, el Único y el Solitario, en cuyo caso ya sabe que no resulta nada divertido cenar solo. PATHWAYS: De modo que el juego de la creación es el que pone en marcha el mundo del sufrimiento. KW: ¿Acaso le parece que es de otro modo? Porque los místicos parecen estar de acuerdo en que hay un modo de salir del sufrimiento, un modo de liberarse de los opuestos que conlleva la evidencia de que el Espíritu no es bien versus mal, placer versus dolor, luz versus oscuridad, vida versus muerte, totalidad versus parte u holístico versus analítico. El Espíritu es el gran Jugador que pone en marcha el mundo de los opuestos -«Yo, el Señor, he hecho la Luz a partir de lo bueno y de lo malo. Yo, el Señor, he hecho todas estas cosas»-, algo con lo que están de acuerdo los místicos de todo el mundo. El Espíritu no es sólo la mitad buena de los opuestos, sino el fundamento mismo de todos ellos. Nuestra «salvación», por tanto, no consiste en encontrar la mitad buena del dualismo sino en descubrir la Fuente de ambas mitades, porque eso es, precisamente, lo que somos. Nosotros somos las dos mitades del gran Juego de la Vida, porque, en nuestra más profunda intimidad, hemos dado vida a los opuestos para poder jugar a este gran juego cósmico. Ésa, al menos, ha sido la respuesta «teórica» que han dado casi todos los místicos a esa pregunta. Como dicen las Upanishads, la «no dualidad» consiste en «la liberación de los pares», es decir, la liberación de los opuestos, la liberación de la dualidad, hasta llegar a descubrir El Único Sabor del que emanan. Ésa es la liberación que acaba con el sueño imposible y doloroso de malgastar la vida tratando de encontrar un arriba sin abajo, un interior sin exterior, un bien sin mal o un placer sin su inevitable dolor. PATHWAYS: Antes señaló que también iba a dar una respuesta más personal a esta pregunta.

KW: Así es. La primera vez que tuve un atisbo del nirvikalpa samadhi -la absorción meditativa en el Uno sin forma- recuerdo haber tenido el vago sentimiento -ciertamente difuso y sutil- de que no quería estar solo en esa inmensidad. Recuerdo haber sentido, de un modo muy vago pero, al mismo tiempo, muy patente, que quería compartirlo con alguien. ¿Qué puede uno hacer en ese estado de soledad? PATHWAYS: ¿Crear el mundo? KW: A eso, precisamente, me refiero. Y yo sospeché, de un modo ciertamente un tanto torpe, que la salida de la Unidad sin forma y la caída en el mundo de los Muchos suponía sufrir, porque los Muchos siempre nos hieren al tiempo que nos ayudan. ¿Y sabe usted que estaba contento de abandonar la paz del Uno aunque eso supusiera experimentar el dolor de los Muchos? Tal vez esto pueda transmitirle el aroma de lo que han visto los grandes místicos y que mi limitada experiencia parece corroborar: usted es el Uno creando libremente el dolor de los Muchos -el dolor, el placer y la totalidad de los opuestos- porque usted decide deliberadamente no morar en la soledad exquisita del infinito ya que no quiere cenar a solas. PATHWAYS: ¿Y qué ocurre con el dolor implícito en todo ello? KW: Es algo libremente elegido como parte del necesario Juego de la Vida. No es posible tener un mundo manifiesto sin los opuestos del placer y del dolor. Es por ello que, al desembarazarse del dolor -del pecado y del sufrimiento, dukkha-, usted recordará quién es. Este recuerdo, esta remembración, esta anamnesis («Haced esto en conmemoración mía») significa «Haced esto para recordar el Yo que sois», Tat Tvam Asi. Las grandes religiones místicas del mundo son prácticas para acallar el pequeño yo que pretendemos ser -el causante de todo el dolor y el sufrimiento que experimentamosy despertar el Gran Yo que constituye nuestro Fundamento, nuestra Meta y nuestro Destino... «Dejad que la conciencia sea en vosotros como fue en Jesucristo». PATHWAYS: ¿Acaso es ésta una realización del tipo todo o nada? KW: Normalmente no. Lo habitual es que consista en una serie de atisbos de Un Solo Sabor, atisbos del hecho de que usted es uno con toda manifestación, tanto en sus aspectos positivos como en sus aspectos negativos, en el calor como en el frío, en la alegría como en el sufrimiento. Usted es, literalmente, el Kosmos. Y éste es un hecho que usted va descubriendo a través de vislumbres cada vez más claros del infinito, hasta llegar a comprender exactamente cómo comenzó el juego maravilloso y terrible de la vida. Pero, en última instancia, no se trata de un juego esencialmente cruel porque nadie sino usted alienta este Drama, este Lilah, esta Kenosis. PATHWAYS: ¿Y qué hay acerca de la noción de que las experiencias de «Un Solo Sabor» o de «conciencia kósmica» no son más que un subproducto de la meditación y que, en consecuencia, no son «realmente reales»? KW: Eso puede ser dicho de cualquier conocimiento que dependa de un método. La «conciencia kósmica» suele depender del instrumento de meditación como el núcleo de una célula depende del microscopio con el que lo observamos. Pero ¿acaso se le ocurriría decir que el núcleo de la célula no es real y que no es más que un subproducto

del microscopio? ¿Acaso las lunas de Júpiter son irreales por el hecho de depender de un telescopio? Quienes afirman esto se niegan a mirar a través del instrumento de la meditación como la Iglesia se negó a observar a través del telescopio de Galileo y, por tanto, a ver las lunas de Júpiter. Tratemos -con la mejor de nuestras capacidades e impulsados por la caridad o la compasión- de convencerles de que miren una sola vez y vean por sí mismos. No les obligue, simplemente invítelos porque sospecho que, de este modo, podría abrirles un mundo completamente nuevo, el mismo mundo que han visto todos aquellos que se han atrevido a mirar a través del telescopio, del microscopio y de la meditación. PATHWAYS: Podría usted decirnos... KW: ¿Me permite interrumpirle para leerle una de mis citas favoritas de Aldous Huxley? PATHWAYS: Adelante.

KW: Se trata de una cita que procede de su novela Viejo muere el cisne: Me gustan las palabras que suelen estar relacionadas con los hechos. Es precisamente por ello que estoy interesado en la eternidad, la eternidad psicológica. Porque ése es un hecho. -Tal vez lo sea para usted -replicó Jeremy. -Lo es para todos aquellos que decidan cumplir las condiciones bajo las cuales puede experimentarse. -¿Y por qué debería alguien cumplirlas? -¿Por qué debe alguien ir a Atenas para ver el Partenón? Porque la molestia bien merece la pena. Y lo mismo podríamos decir respecto a la eternidad. La experiencia de lo atemporal merece la pena las molestias que supone. -Lo atemporal -apostilló Jeremy con desgana-. Ignoro lo que significan esas palabras. -¿Y por qué debería saberlo? -concluyó el señor Propter- Usted nunca ha comprado un billete para Atenas.

PATHWAYS: ¿Así que la contemplación es el billete para Atenas? KW: ¿No le parece? PATHWAYS: Definitivamente. Me pregunto si podría contarnos algo más sobre su propio billete a Atenas? ¿Podría decirnos algo sobre la historia de su propia experiencia con la meditación? ¿Cuál es la «práctica integral» y qué es lo que puede ofrecer al moderno buscador espiritual? KW: Bien, no sé bien lo que podría decir en un espacio tan limitado en cuanto a mi propia experiencia. Llevo meditando unos veinticinco años y sospecho que mis experiencias no son muy diferentes de las de quienes han recorrido un camino similar. Pero trataré de decir algo sobre «la práctica integral», porque sospecho que ésa bien

pudiera ser la ola del futuro. La idea es bastante sencilla y Tony Schwartz, autor de What Really Matters: Searching for Wisdom in America, lo resumió como el intento de «casar a Freud y el Buda» o, lo que es lo mismo, de integrar las contribuciones procedente de la «psicología de las profundidades» de Occidente con las grandes tradiciones de sabiduría de la «psicología de las alturas», de integrar el id y el Espíritu, la sombra y Dios, la libido y Brahman, el instinto y la Diosa, lo inferior y lo superior, llámele como quiera... Supongo que la idea es clara. PATHWAYS: ¿Como una práctica real? KW: ¿Cómo podríamos -puesto que el Gran Nido del Ser (que va desde la materia hasta el cuerpo, la mente, el alma y el Espíritu)- reconocer, honrar y ejercitar todos los niveles de nuestro ser? ¿No podría, en tal caso, una práctica que comprometiera todos los niveles potenciales de nuestro ser ayudarnos a recordar la Fuente del gran Juego de la Vida, que no es otro que nuestro Yo más profundo? ¿Si el Espíritu es el Fundamento y la Meta de todos los niveles y si, en verdad, somos Espíritu, ¿no podría la activación de todos esos niveles ayudarnos a recordar qué y quién somos realmente? Ésta es la teoría, que acabo de exponer de un modo bastante escueto. La idea, más concretamente, es la siguiente: escoge una práctica (o prácticas) de cada uno de esos niveles y comprométase plenamente con ellas. Tal vez, en el nivel físico, podría incluir el yoga físico, el levantamiento de pesas, el aporte vitamínico, la nutrición, el jogging, etcétera; en el nivel corporal y emocional, podría ejercitar la sexualidad tántrica, las terapias que le ayuden a establecer contacto con las sensaciones (como la bioenergética, el tai chi, etcétera); en el nivel mental, podría tratarse de la terapia cognitiva, la terapia narrativa, la terapia verbal, la terapia psicodinámica, etcétera; en el nivel del alma, podría elegir la meditación contemplativa, el yoga deidad, la contemplación sutil, la oración de centramiento, etcétera, y, en cuanto al nivel del Espíritu, cualquier práctica no dual (como el zen, el dzogchen, el advaita vedanta, el shivaísmo de Cachemira, el misticismo cristiano sin forma, etcétera). Y tengo mis reticencias en dar estos ejemplos porque, como usted sabe, existen miles de prácticas para todos esos niveles y no quisiera dejar de lado a ninguna de ellas. Centrándonos, pues, en la idea global, seleccione una o varias prácticas de cada uno de los niveles -desde la materia hasta el cuerpo, la mente, el alma y el Espíritu- y ejercítelas todas lo mejor que pueda, ya sea de forma individual o colectiva. Entonces no sólo podrá comenzar a sentirse mejor en un nivel mundano, sino que también aumentará la probabilidad de caer espontáneamente en su propio Estado radical que es el Espíritu, su identidad y su impulso más profundo. PATHWAYS: ¿Existe en la actualidad algún maestro que esté impartiendo este tipo de práctica integral? KW: Lamentablemente en este momento no hay muchos maestros que lo hagan. En cierto modo, este tipo de práctica integral constituye una síntesis entre Oriente y Occidente que ha comenzado hace muy poco tiempo. Pero lo cierto es que hay muchos grandes maestros que tratan con uno o más de los muchos niveles de su propio ser y, por tanto, usted tiene simplemente que «buscar, comparar y elegir» a los mejores de cada uno de los niveles. Elija una buena práctica física, siga un adecuado programa alimenticio, comprométase con alguna practica psicoterapéutica (que podría consistir en

algo tan sencillo como apuntar los sueños o integrarse en un grupo de discusión), emprenda una buena práctica meditativa y comprométase en el servicio a la comunidad. No quisiera que esto sonara a algo horriblemente fascista, pero trate de comprometerse con todas sus fuerzas en el despertar. PATHWAYS: ¿Pero existen maestros cuya práctica se aproxime a esta visión integral? KW: Sí. En la actualidad hay unos pocos que subrayan la importancia de un enfoque integral, y si bien son muy preliminares, constituyen un buen punto de partida. Tal vez pudiera leer, en este sentido, The Life We Are Given, de Michael Murphy y George Leonard, What Really Matters, de Tony Schwartz, Trascender el Ego, de Roger Walsh y Frances Vaughan, y mi propio El ojo del Espíritu. Pero la idea, en general, es muy sencilla: la práctica de un solo nivel no iluminará todos; la práctica exclusiva de la meditación no eliminará automáticamente su «basura» psicodinámica. Si usted se dedica exclusivamente a meditar, su trabajo o la relación con su pareja no mejorarán automáticamente. Tampoco piense, por otra parte, que la práctica de la psicoterapia le liberará de la carga del miedo y de la muerte. Hay que dar a Freud lo que es de Freud y al Buda lo que es del Buda y -lo más importante de todohay que entregarse a la Divinidad con todo tu ser. Dios mío, parezco un anuncio de los marines: «Sea usted todo lo que pueda ser». Porque el hecho, en realidad, es que cuantas más dimensiones de su ser se hallen comprometidas en la búsqueda del Juego de la Vida, más probable es que acabe descubriendo el hecho desconcertante de que usted es su Único Autor. Y ésta no es una mera proposición teórica, sino la mejor oportunidad de que disponemos de sacar nuestro propio billete para Atenas.

SEPTIEMBRE Es un gran error pensar que es posible encontrar la verdad universal, el Camino de los cielos y la tierra, la experiencia de lo absoluto y de lo infinito o, dicho en términos espirituales, el Tao, en un supuesto cielo o en un supuesto otro mundo. Ni existe un solo instante en el que abandonemos el Tao porque resulta imposible salir del Tao. AMAKUKI SESSAN

Martes, 2 de septiembre Cuando abandono el cuerpomente, cuando no soy nada que pueda ser encontrado, existe una Vacuidad infinita y una Plenitud radical eternamente luminosa. Cuando Yoyo se despliega en tanto que Kosmos, sin objeto alguno que mancille su pureza primordial, la dualidad oculta avergonzada su rostro y el sufrimiento no recuerda siquiera su nombre. More ahí, donde nunca pasa nada, en la plenitud del infinito, celebrando la beatífica existencia, y viva con un gesto autoliberador, feliz de hallarse nuevamente en casa. En la inmensa apertura de este instante, la gratitud infinita encuentra la simplicidad más absoluta, así es y así ha sido siempre. Sábado, 6 de septiembre La princesa Diana y la madre Teresa han muerto. Las dos mujeres más famosas del mundo han muerto esta misma semana. (Digamos, de paso, que la respuesta del mundo a su muerte ha sido un ejemplo patente de la pirámide del desarrollo, según la cual a mayor profundidad, menor amplitud.) Diana era una persona bondadosa, respetuosa, amable y entregada pero, fundamentalmente, era la hermosa princesa del mundo. Y en nuestro chato y marchito mundo postmoderno, en el que se supone que todo es igual de deprimente, una auténtica princesa constituye la promesa de algo más. A su modo, ella era real y divinamente hermosa, y millones de personas de todo el mundo la amaron profunda y sinceramente porque evocaba su propia belleza interior. Pero también era un reflejo de algo que trascendía su personalidad -a la vez que se expresaba a través de ella-, y el mundo respondió venerándola. Contemplando a sus dos hijos, William y Harry, caminando tras el cortejo fúnebre yo también me sumé al desconsuelo general. La madre Teresa se hallaba mucho más próxima a ese rayo divino y lo expresó de un modo más claro y menos fascinante. No era tanto una persona como una apertura manifiesta, implacable y decidida a la compasión cósmica. Yo las apreciaba a ambas por razones bastante diferentes y he de decir que, ciertamente, el resplandor del mundo era más tenue esta mañana.

Miércoles, 10 de septiembre Kate Olson y T George cenaron anoche con Marci y conmigo. T George es asombroso. Parece mentira que tenga setenta y dos años de edad y esté tan vivo y tan despierto. Es casi imposible lanzar una revista que tenga éxito -nueve de cada diez fracasan-, y T George lo ha hecho ya un par de veces (con Psychology Today y con American Health, que todavía siguen vendiéndose). Estoy convencido de que Spirituality and Health será la tercera, pero las probabilidades son bastante limitadas porque el término «espiritualidad» significa tantas cosas que resulta muy difícil aunar esfuerzos y conseguir personas que se sumen a la causa. La dificultad se ve exacerbada, obviamente, por la falacia pre/trans, porque lo que muchas personas denominan «espiritual» no es tanto la conciencia transracional como el sentimiento prerracional... y éste es el problema acerca del cual hemos estado hablando la mayor parte de la noche. Para aclarar algunos puntos, suelo recurrir a la siguiente figura (véase la Figura 4). El desarrollo y la evolución del ser humano va desde el cuerpo hasta la mente, y desde ésta hasta el alma y el Espíritu, pero no al modo lineal de una escalera sino en forma de ondas anidadas, en las que -en el caso de que todo vaya bien- cada una engloba a su(s) predecesor(as). Lo cierto, sin embargo, es que, en casi todos los casos, el nivel más elevado puede reprimir a los inferiores, de tal modo que en lugar de englobar y abarcar, acaba negando y rechazando, y en lugar de incluir y trascender, termina alienando y reprimiendo.

Figura 4. La espiral curativa. Esto resulta especialmente cierto en lo que respecta a la relación existente entre la mente y el cuerpo. Los primeros años de vida son fundamentalmente sensoriomotores, preverbales y prementales y, en ellos, el yo es básicamente corporal y se halla restringido a las sensaciones y los impulsos orgánicos. En torno al segundo año de edad,

no obstante, empieza a emerger la mente simbólica y conceptual y, hacia los seis o siete, lo hace la mente operacional concreta que, si las cosas funcionan bien, acaba trascendiendo e integrando las sensaciones corporales, los impulsos y los sentimientos anteriores. La mayor parte de las veces, sin embargo -y aquí es donde reside la gran contribución realizada por Freud-, la mente (el ego mental) reprime o niega algunas de las sensaciones corporales anteriores, habitualmente ligadas al sexo o la agresividad. Pero ello no supone, no obstante, la desaparición de las sensaciones reprimidas que, por su parte, reaparecen disfrazadas en forma de síntomas neuróticos.1 1. Convendría subrayar aquí que no estoy negando la importancia de la neuroquímica cerebral y de la neurobiología en la génesis de la psicopatología. A fin de cuentas, cada evento del cuadrante superior izquierdo (psicológico) tiene su correlato en el cuadrante superior derecho (material) y, en este sentido, los cuatro cuadrantes participan de cualquier psicopatología. En esta discusión, sin embargo, nos estamos centrando en los componentes del cuadrante superior izquierdo, la disociación existente entre la mente conceptual y el cuerpo sentido.

De este modo, cuando las personas alcanzan la madurez suelen experimentar algún tipo de disociación entre la mente y el cuerpo que les lleva a desconectarse de sus cuerpos, de sus sentimientos, de su vitalidad orgánica y de su élan vital. Esto tiene dos importantes consecuencias, amortiguar la vida y obstaculizar -e incluso impedir- el desarrollo superior. Así pues, para revitalizar el presente y promover el desarrollo que conduce a los niveles superiores suele ser necesario volver a establecer contacto con el cuerpo, una tarea para la que se han diseñado muchas terapias, algunas de las cuales abordan directamente el cuerpo (como ocurre con la conciencia sensorial, el rolfing, la bioenergética, etcétera), mientras que otras fomentan una especie de regresión a la modalidad de conciencia propia de la infancia temprana. En tal caso, retrocedemos provisionalmente al cuerpo preverbal, volvemos a establecer contacto con él, lo recuperamos y lo reintegramos la mente (en un proceso habitualmente denominado «regresión al servicio del ego»), pero, en cualquiera de los casos, el objetivo último consiste en volver a establecer un contacto pleno tanto con la mente como con el cuerpo. Una vez hemos integrado el cuerpo y la mente resulta mucho más fácil -y también mucho más probable- que el desarrollo vaya más allá del cuerpo y la mente y se adentre en los dominios del alma y del Espíritu, un movimiento -de regresión al servicio del ego y de posterior progresión hacia la trascendencia del ego- que, en la Figura 4, se ve ilustrado por una gran espiral que, para el adulto normal, comienza con un descenso (regresión) y va seguido de un ascenso (trascendencia). En la fase regresiva de esta espiral no es posible, como sostienen los románticos, restablecer el contacto con un Fundamento superior que se haya perdido, sino simplemente con una sensación corporal inferior que se vio reprimida.1 No estamos, pues, reconectando con una conciencia transpersonal que poseíamos cuando niños y luego perdíamos, sino con un impulso prerracional que lamentablemente reprimimos. Esta represión fue dolorosa y nociva, pero sólo puede ser curada restableciendo el contacto con los impulsos y sensaciones corporales alienados (regresión al servicio del ego como preludio de una progresión hacia su trascendencia). 1. Michael Washburn también habla de una espiral del desarrollo, pero se trata de una espiral que no tiene nada que ver con la mía. Ver el capítulo 6 de El ojo del Espíritu para una discusión más detallada sobre este punto.

Pero el problema de la mayor parte de las terapias y de la espiritualidad alternativa es que emprendemos esta espiral curativa y luego -presos de la falacia pre/trans- acabamos estancados en el estadio prerracional, sensorial y corporal; regresamos a los sentimientos, las emociones y las sensaciones corporales -lo cual, por cierto, está muy bien (la primera parte del viaje)-, pero luego nos estancamos ahí y calificamos a ese estado de transracional cuando, de hecho, no tiene nada de tal. Tratando, pues, de ir a lo transracional, acabamos en lo prerracional y -en una especie de pesadilla- lo llamamos liberación. T George y Kate parecían estar de acuerdo con este análisis y Kate comentó: «Estoy de acuerdo, pero no querrás decir con ello que todos los sentimientos son prerracionales o egocéntricos, ¿verdad?». -De ningún modo. Porque existen, por así decirlo, diferentes niveles de sentimiento, diferentes niveles de afecto, que van desde los sentimientos egocéntricos a los sentimientos sociocéntricos, los sentimientos mundicéntricos y los sentimientos espirituales, o, dicho de otro modo, desde el cuerpo hasta la mente, el alma y el Espíritu. -¿Cómo saber, entonces, de cuál se trata? -Si estás tratando de conectar con tus sentimientos, si estás trabajando con la conciencia sensorial, la sensación sentida, el focusing corporal, la terapia somática o la bioenergética, por ejemplo, entonces podemos decir que te hallas en una fase egocéntrica, algo que, en sí mismo, no tiene nada de malo, ya que constituye el fundamento mismo de toda práctica. Pero si te quedas ahí, no habrás hecho más que retroceder a una modalidad rudimentaria de conciencia preconvencional. Es evidente que, al comienzo, te sentirás bien porque habrás renunciado a los rigores de la conciencia sociocéntrica y de la comprensión mutua. En tal caso, estarás simplemente dando vueltas y más vueltas sobre ti misma, «procesando» una y otra vez tus sentimientos y reactivando tus impulsos, lo cual puede estar muy bien durante un tiempo hasta que, como dice Kierkegaard, terminas inevitablemente abocada a la desesperación, porque habrás salido del círculo de compartir que te conecta con lo que está más allá de ti misma. -Ese círculo constituye el próximo estadio -señaló entonces T George. -Eso es lo que yo creo ya que, cuando relacionas tus sentimientos con los sentimientos de los demás, entras en un diálogo que apunta a la comprensión, el respeto y la atención mutua y pasas de los sentimientos egocéntricos a los sentimientos sociocéntricos (del yo al nosotros). Kohlberg dijo que este paso conduce desde el ego centrado en uno mismo hasta la reciprocidad y Gilligan lo denominó el paso del «estadio egoísta» al «estadio del respeto», un paso tan real en el caso de los hombres como en el de las mujeres. En tal caso, tus sentimientos se expanden hasta llegar a generar un círculo de respeto y comprensión mutua que te conecta con los demás. Y, cuando te has expandido desde el yo hasta el grupo, estás tan preocupado por el modo en que se sienten los demás como en el modo en que te sientes tú misma. - Y ¿cuál es el estadio que hay después del grupo? -preguntó Kate.

-Todos los grupos -dijo T George. -Es decir, el estadio mundicéntrico -puntualicé-. El proceso de desarrollo va desde lo egocéntrico a lo sociocéntrico y, desde ahí, a lo mundicéntrico; desde el mí hasta el nosotros y, desde ahí, hasta el todos nosotros, en cuyo caso no estás únicamente interesado en tu tribu, tu nación o tu grupo sino en todos los grupos, en todas las personas de todo el mundo, con independencia de raza, sexo o credo. Y no estoy hablando de una abstracción, sino de algo profundamente sentido como si, por más extraño que pueda parecer, a uno le doliera el mundo. -Conozco muy bien ese sentimiento -replicó Kate-. A veces se presenta mientras hago oración de centramiento. Es como el voto del bodhisattva. -Sí, y yo creo que ése realmente es el siguiente estadio, ya que los sentimientos mundicéntricos dan lugar a los sentimientos verdaderamente espirituales que incluyen a todos los seres sensibles. Pero lo más sorprendente es que podemos llegar a experimentar un profundo sentimiento mundicéntrico o espiritual de respeto o compasión universal. Schopenhauer dijo (y yo estoy de acuerdo con él) que sólo podemos sentir ese sentimiento cuando finalmente todos somos Un Solo Yo. -Pero -puntualizó Marci-, toda esa compasión universal se pierde cuando lo único que uno hace es tratar de establecer contacto con sus sentimientos, quedarse en el cuerpo y procesar las emociones, algo que ocurre a diario en el Naropa Institute. Todo el mundo está tratando de permanecer en sus sentimientos (¡y a eso lo llaman «espiritual»!), con lo cual nadie termina trascendiendo nada. -Muy cierto -apostillé-. Pero lamentablemente se trata de algo que no se halla exclusivamente circunscrito al Naropa. El cuerpismo (un rasgo distintivo del mundo moderno y postmoderno que nos mantiene atados al nivel corporal) es, de hecho, otro término para referirse al mundo chato, a la creencia de que las únicas realidades verdaderas son las sensoriales y empíricas, algo que afecta por igual a la cultura dominante y a la contracultura. Todos sabemos que el materialismo científico es la visión del mundo dominante, pero no deberíamos olvidar que las visiones contraculturales (como la ecopsicología, la ecología profunda, las terapias corporales, el ecofeminismo, la «red-de-la-vida», las religiones de la Gran Madre, la espiritualidad inmanente y la terapia somática, por ejemplo), también comparten la creencia de que la única realidad existente es la que se halla circunscrita al mundo sensoriomotor ordinario. En otras palabras, el cuerpismo subscribe también la visión chata del mundo. Demos, pues, la bienvenida a la visión chata del mundo, al mundo exclusivamente descendente característico del erial moderno y postmoderno. T George y Kate tenían interés en comprender los motivos por los cuales el cuerpismo ha terminado poniéndose tan de moda, y yo les sugerí que ésa era una de las servidumbres de la modernidad.1 Durante más de mil años, Occidente se ha visto dominado por un ideal ascendente según el cual el Reino de Dios no es de este mundo sino ultramundano y transcendente. En el Renacimiento, sin embargo, apareció un movimiento -que culminó en la Ilustración- que rechazó con tanta virulencia el ideal ascendente que, en su intento de despojarse de éste, acabó despojándose también del bebé de la verdad transcendente. Como consecuencia de todo ello, el Occidente

moderno acabó abrazando una visión del mundo exclusivamente descendente -lo ordinario, lo sensoriomotor, el cuerpismo empírico- o, dicho en dos palabras, la visión chata del mundo. 1. Ver Breve historia de todas las cosas para un relato más completo del origen histórico del cuerpismo y del mundo chato. El cuerpismo es simplemente otro término para el reduccionismo sutil, para la creencia de que las únicas entidades reales son las de la Mano Derecha, aquellas que poseen localización simple.

Así pues, por más que los movimientos contraculturales afirmen haber superado el viejo paradigma de la Ilustración, todavía siguen firmemente anclados en él, atrapados en una visión puramente descendente del mundo, con su intenso cuerpismo y holismo chato y abrazando ansiosamente el dominio meramente ordinario, igual que el «viejo paradigma» que tan violentamente condenan. (Recuerdo, a este respecto, The Body Project, de Joan Brumberg, un libro que estudia la relación que las muchachas han sostenido con sus cuerpos durante los últimos dos siglos. Una entrada típica de finales del siglo XVIII dice: «Trabajar en serio. Dignificarme. Interesarme por los demás». Una entrada típica de un diario de hoy en día diría algo así: «Quiero perder peso, comprarme gafas nuevas, maquillaje y ropa». En opinión de Brumberg: «Antes del siglo XX, las muchachas no organizaban su pensamiento en torno a su cuerpo, mientras que hoy en día, por el contrario, lo consideran como la última expresión del ego». Además, Brumberg trata de convertir el cuerpismo en un problema feminista, cuando no es tal cosa, sino otro de los nombres del mundo chato, un impulso regresivo y narcisista de la conciencia que afecta por igual a hombres y a mujeres, como si intentáramos curar la represión del cuerpo con la regresión al cuerpo, -ahora ya no seguimos negando al cuerpo, sino que nos obsesionamos con él- alimentando una visión puramente descendente del mundo, el mundo sensoriomotor.) La idea, obviamente, es la de integrar el movimiento ascendente (del cuerpo a la mente, el alma y el Espíritu) con el movimiento descendente (del Espíritu al alma, la mente y el cuerpo). Por el momento, sin embargo, sólo disponemos de unas pocas religiones transcendentes meramente ascendentes y de una plétora de movimientos cuerpistas y chatos abiertamente descendentes. Todavía aguardamos la aparición de una visión integral y no dual del mundo y, aunque haya muchas personas que estén trabajando en esa dirección, aún nos queda mucho camino por recorrer.

Viernes, 12 de septiembre Acaban de llegar las galeradas de Ciencia y religión, sólo falta hacer unas pocas correcciones y enviarlas. Ya falta poco para terminar. Durante las conversaciones que mantuve con los posibles editores en el Four Season de Nueva York, siempre terminaba diciendo lo mismo, hasta el punto de que he acabado convencido de su verdad: el mundo moderno necesita dos grandes debates, el debate entre la ciencia y la religión y el debate entre la religión y el liberalismo; dicho de otro modo, la espiritualidad debe comenzar pasando por el tamiz de la ciencia moderna (y ése ha sido precisamente uno de los objetivos de Ciencia y religión) y luego debe pasar

por el tamiz del liberalismo (y ése será el tema central de la continuación de Ciencia y religión). El mundo actual está dividido en dos grandes bandos, la ciencia y el liberalismo, por una parte, y la religión y el conservadurismo por la otra. Y la clave para unificar estos dos bandos pasa, en primer lugar, por conseguir que la religión supere la prueba de la ciencia y, en segundo, conseguir que pase la prueba del liberalismo, porque una y otro son profundamente antiespirituales. Y ése es, precisamente, el orden porque, en caso contrario, el liberalismo nunca escuchará a la espiritualidad. Y la antiespiritualidad de la ciencia y del liberalismo está justificada por el hecho de que la mayor parte de lo que históricamente se ha considerado como «espiritualidad» es abiertamente prerracional (ya sea mágico [etnocéntrico] o mítico [dogmático]). A fin de cuentas, el origen del liberalismo está ligado a la lucha contra el despotismo de la mitología perracional -contra la religión tradicional, intolerante y etnocéntrica- y ahí, precisamente, es donde radican sus más nobles verdades (la libertad e igualdad de los individuos ante una colectividad opresiva y muy a menudo hostil). Y ése es también el motivo por el cual el liberalismo se alió con la ciencia racional en la lucha contra la religión fundamentalista, mítica y prerracional (y contra la política conservadora que normalmente la acompañaba). Pero ni la ciencia ni el liberalismo son conscientes de que, además del mito prerracional, existe el despertar transracional. Estrictamente hablando, no deberíamos hablar tanto de dos bandos (el liberalismo contra la visión mitológica) como de tres bandos en liza (la religión mítica, el liberalismo racional y la espiritualidad transracional). En este sentido, el hecho de que el liberalismo mire de soslayo el mito prerracional no implica que deba cerrarse a la conciencia transracional. A fin de cuentas, sus objeciones a las formas míticas no resultan aplicables a la conciencia sin forma y es por ello que, en un mañana no muy lejano, el liberalismo bien podría ir de la mano de la auténtica espiritualidad. Si esto pudiera demostrarse utilizando términos que resultaran aceptables para ambos bandos creo que nos hallaríamos -por primera vez en la historia- ante la posibilidad de una espiritualidad postliberal que aunara las ventajas del conservadurismo y del liberalismo y apuntara hacia una verdadera integración transracional y transpersonal. Creo que Ciencia y religión constituye un buen punto de partida para este primer diálogo y espero que, dentro de unos cinco años, dé paso al segundo (entre la espiritualidad y el liberalismo). Sin estos dos diálogos, toda la cháchara acerca de un supuesto «renacimiento espiritual» de América constituye una auténtica pérdida de tiempo. Si la espiritualidad no puede superar la prueba de la ciencia -y, por tanto, del liberalismo- jamás podrá convertirse en una fuerza significativa del mundo moderno y seguirá relegada a una forma de poder característica de los niveles prerracionales del desarrollo.

Lunes, 15 de septiembre -¿Qué es un pandit? -me preguntó Pritam, que ayer vino con Tammi y Matthew (su ayudante) a cenar a casa. Tammi Simon es la fundadora de Sounds True, uno de los sellos de grabación (ha grabado, entre otros, a Thich Nat Han, Carolyn Myss y el Dalai Lama) más importantes de los Estados Unidos y que está ubicado en Boulder. Pritam

quería hacerme varias preguntas sobre mi obra, y Matthew y Tammi, que están revisando el último libro de Gangiji (una maestra espiritual americana del linaje Vedanta) tenían muchas preguntas que hacerme a este respecto. -Yo no soy un gurú sino un pandit, -comencé diciendo. Y a partir de esa premisa, que habré utilizado centenares de veces, la conversación comenzó a girar en torno a este espinoso tema. En India diferencian el gurú, que tiene discípulos, y el pandit, que no los tiene. Los pandits (a los que en Estados Unidos llamamos «pundits») suelen ser eruditos de una determinada tradición, mientras que los gurús no tienen por qué serlo. -¿Por qué el pandit se niega a tener discípulos o devotos? -Porque, por así decirlo, se trata de una profesión completamente diferente. Para un gurú o maestro, tener un devoto es un asunto muy serio, como el psicoterapeuta que asume tener un cliente. Es algo que no puede hacerse a la ligera, porque supone años, e incluso décadas, de trabajo personal, íntimo e intenso. Los gurús deben luchar, a menudo en público, con el karma o condicionamiento de todos sus discípulos, y ésa es una labor muy seria y exigente. -Que no es propia de los pandits. -Así es. El pandit puede hallarse más o menos iluminado que un determinado gurú pero, en cualquiera de los casos, suele limitarse a la escritura, la enseñanza (por así decirlo, en el ámbito universitario) o a otras cuestiones bastante cotidianas, pero no suelen comprometerse en el trabajo espiritual concreto de las personas. Se trata de una actividad completamente diferente. -¿Cuál es el trabajo del gurú? -preguntó Tammi. -Eso depende del gurú. Pero los buenos gurús comparten un rasgo (distintivo, por otra parte, del gurú yoga) y es que, cuando la compasión del gurú se encuentra con la devoción del discípulo, aquél se come el karma (o condicionamiento) de éste. Eso es, al menos, lo que afirma la tradición. En este sentido, Sri Ramana Maharshi constituye el ejemplo más ilustrativo de gurú, mientras que Plotino, por su parte, puede ser considerado como un ejemplo claro de pandit. Seguramente habréis visto imágenes de Ramana y, aunque no pueda decirse que fuera una persona hermosa, era tan increíblemente radiante que resulta difícil apartar la vista de él. Maharshi irradia la Belleza de lo Divino que no es otra que nuestra propia condición, una condición hacia la que uno se siente naturalmente atraído. El gurú (el auténtico gurú) irradia el atractivo de lo Divino y ayuda a despertar nuestra propia Belleza interior, nuestra esencia espiritual. -¿Y eso no pueden hacerlo también los pandits? -Son muchos los que así lo hacen. Pero también hay que decir que, en el caso del gurú yoga, el vínculo existente entre el gurú y el devoto (un vínculo que, por otra parte, constituye un ingrediente importantísimo en la transformación y despertar de éste) es tan intenso (o incluso más) que el existente entre el terapeuta y su cliente. Y supongo que, en este sentido, también tendrá lugar algún tipo de transferencia sutil, un mecanismo en virtud del cual (según el psicoanálisis freudiano) el cliente transfiere o

proyecta sus relaciones pasadas sobre el analista, cuyo análisis permite que el paciente llegue a comprender y, en consecuencia, a liberarse de la neurosis. »Lo mismo, pero en un nivel superior, parece ocurrir en el caso del gurú yoga, en el que el devoto no sólo proyecta sobre el gurú su sombra sino también su verdadero Yo. En tal caso, el devoto no ve tanto al gurú como a la Realidad Divina. Éste es el motivo por el cual el devoto queda absolutamente fascinado por su gurú y siempre quiere hallarse en su presencia. Es como si se enamorase del Yo Verdadero proyectado en la figura de su gurú. »Y es precisamente esta transferencia la que utiliza el gurú realizado para despertar a sus discípulos a su verdadero Yo, a su propia Divinidad, a su naturaleza búdica, algo que, desde el punto de vista tradicional, puede ocurrir de dos maneras diferentes. Una de ellas consiste en la transmisión real del gurú y la otra tiene que ver con la práctica meditativa del discípulo o devoto. En el primero de los casos (la sumisión al gurú), el devoto se somete a su maestro y esa sumisión irá menguando su ego y permitiendo que aflore su Verdadero Yo; en el segundo (la autoindagación), uno llega a descubrir su verdadero Yo investigando en la fuente del ego. Pero la eficacia del primero de los casos depende de la autenticidad y de la potencia del gurú. -Vayamos paso a paso -dijo Tammi. ¿Quieres decir que, en el primero de los casos, existe algo que se transmite realmente, como una especie de fuerza? -Eso es, según mi experiencia, lo que ocurre. Las personas plenamente iluminadas pueden transmitir (y, de hecho, transmiten) la conciencia iluminada a través del contacto, la mirada, el gesto o hasta la palabra escrita. Y no debemos extrañarnos de esto, porque no estamos hablando de ninguna cosa rara. A fin de cuentas, todos nosotros estamos «transmitiendo» de continuo a los demás nuestro estado de ánimo. Cuando, por ejemplo, estamos deprimidos, tendemos a «contagiar» nuestra depresión a las personas que nos rodean, del mismo modo que cuando estamos contentos, tendemos a irradiar nuestra alegría. Y lo mismo ocurre con los estados superiores. De modo que, en presencia de un yogui del nivel psíquico, uno tiende a sentir poder; en presencia de un santo del nivel sutil, uno tiende a experimentar una gran paz; en presencia de un sabio del nivel causal, uno tiende a experimentar una gran ecuanimidad, y en presencia de un siddha no dual, que suelen ser personas muy normales, uno no deja de reír. -Pero eso es algo que también pueden hacer los pandits. -Todo el mundo puede hacerlo. Todos estamos «transmitiendo» de continuo el nivel de conciencia en que nos hallamos. El rasgo más característico del gurú es el de tomar a una determinada persona como discípulo, como «cliente», y trabajar personalmente con él. Y ya que me lo has preguntado, te diré que eso es algo que no me atrae en absoluto. -¿Quieres decir que eso es algo que puede hacerse en los Estados Unidos? -preguntó Matthew. -Ésa es una buena pregunta. Yo creo que, cuando funciona, el gurú yoga es el más poderoso de todos. Pero en el mundo actual existen dos razones que lo hacen casi imposible. La primera es que el gurú yoga se originó en los tiempos feudales agrarios, una época en la que, si bien no era fácil, cabía, al menos, la posibilidad de someterse al

gurú y entregarle nuestras posesiones, nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra alma, una entrega que, en las modernas sociedades democráticas, constituiría casi un signo alarmante de patología. Y ése es el segundo problema porque, en una cultura igualitaria como la nuestra (en la que se supone que nadie tiene más profundidad que los demás), hasta la misma noción de gurú despierta todo tipo de recelos, porque la idea de que alguien sea mejor que los demás rompe un tabú y resulta profundamente perturbadora. La nuestra es una sociedad de egos acorazados y si amenazas al ego con la sumisión o la transcendencia corres el riesgo de verte fácilmente excomulgado. »Es por todas estas razones que la práctica del gurú yoga en este país no me parece una buena idea. Por otra parte, el gurú yoga es tan intenso que tiene más problemas que... -Espera -dijo Tammi-. ¿Por qué dices eso? -¿Has tratado alguna vez de aprender un idioma extranjero? Eso es algo muy difícil y que requiere mucho tiempo, sobre todo cuando uno quiere aprenderlo bien. Pero me han dicho que ese proceso se ve acelerado en el caso de que uno se enamore de alguien que habla en ese mismo idioma. Y esto parece muy comprensible, ¿no es cierto?, porque el amor constituye un excelente catalizador del aprendizaje. Y lo mismo ocurre con el gurú yoga porque, en tal caso, uno se enamora profunda y desesperadamente de su gurú y ese amor se convierte en un vehículo que acelera el aprendizaje del idioma de su Yo Verdadero. El hecho de que este aprendizaje se vea impulsado por el amor acelera el desarrollo espiritual mucho más que cuando uno sencillamente se sienta a solas en una esquina en su cojín a contar las respiraciones. -Entiendo. Pero eso también deja las puertas abiertas a muchos abusos. -Así es. Y ése es precisamente el punto que ahora iba a comentar, porque la misma fortaleza del gurú yoga lo torna muy proclive al abuso. En este campo, los abusos son legión y casi cada día escuchamos hablar de uno nuevo. En cualquier caso, yo no creo que el gurú yoga (por algunas razones muy buenas y por otras ciertamente patéticas) pueda florecer en nuestro país. -¿Y ése es el motivo por el que no quieres ser un gurú? -¡No, no! Yo no quiero ser un gurú porque no quiero entrar en una relación del tipo terapeuta/cliente. Sea cual fuere mi comprensión, yo tengo que expresarla a través de la palabra escrita y tú deberás juzgar por ti misma si es verdadera o falsa y utilizarla como más te guste. Pero siempre que me siento próximo a algo que se asemeje aun vagamente al camino del gurú, a una transmisión intencional personal, le pongo pronto fin. Y no es que crea que el principio del gurú sea malo sino sencillamente que no tengo el menor karma en ese sentido. Yo no me hallo cualificado para asumir el destino espiritual de las personas ni tengo el menor deseo de interferir en la vida de nadie. Y si uno es un terapeuta o un gurú, tiene que interferir (por poco directivo que sea) en el curso de las vidas de los demás. Yo aplaudo a los buenos terapeutas, a los buenos maestros espirituales y a los buenos gurús (profesiones, todas ellas, absolutamente necesarias y respetables), pero lo cierto es que mi vocación discurre por otros cauces. -¿De modo que nunca tendrás discípulos?

-Tradicionalmente, existe una gradación de implicación creciente con el maestro que va desde el estudiante hasta el discípulo y finaliza en el devoto. Desde esta perspectiva, si estudias cualquiera de mis libros ya eres una estudiante de mi obra, y eso me parece bien porque se trata de un tipo de relación que no me supone ningún problema. Pero el hecho es que no tengo el menor interés en implicarme en la transformación personal de nadie y me parece que nunca tendré discípulos, menos todavía devotos. -Pero hay estudiantes de tu obra. Quiero decir que, de tanto en tanto, impartes seminarios. ¿Seguirás dándolos? -En un seminario puedo dirigirme, digamos, a unas cien personas, mientras que, en el caso de un libro, puedo llegar a unas cien mil. Realmente siento que mi vocación es la de escribir. Por otra parte, siempre he dicho que cuando me retire de la escritura académica, me gustaría dedicarme a enseñar, viajar y escribir malas novelas. Pero quién sabe, a fin de cuentas, qué es lo que haré mañana. Luego se marchan y me quedo a solas con el Único, el simple Misterio de este instante, de éste y también de éste.

Miércoles, 17 de septiembre ¡Maravilloso! Sara [Bates] ha recibido el Creative Arts Award de 1997 concedido por el Foreman Institute. Me alegro mucho por ella. Y ahora las malas noticias porque, en un congreso celebrado en el Hartwick College, Sara se cayó y se rompió la pierna por dos lugares diferentes. «Sin embargo, la fortaleza del Espíritu me permitió crear un círculo de unos cuatro metros de diámetro [el tipo de arte en el que Sara se ha especializado] colgada de una grúa y con la pierna escayolada. Los estudiantes estaban tan sorprendidos como yo. No he tomado ningún analgésico porque temía no poder concentrarme. El trabajo exige cuarenta y ocho horas de una atención muy intensa y creo que es uno de los mándalas más hermosos que nunca haya realizado.» Hoy el Espíritu sopla fuerte.

Jueves, 18 de septiembre He comido con Nancy Levine, una mujer maravillosa, inteligente, hermosa y despierta que, hace unos meses, trabajó en el Naropa, donde se ocupó de la organización del congreso de la revista New Age. Según me ha dicho, ella y sus colaboradores leyeron «A Spirituality That Transform» y quedaron muy impresionados porque «casi todo lo que hacemos en New Age es decididamente traslativo». Pero ambos estamos de acuerdo en que la espiritualidad traslativa, aunque sólo sea introductoria, desempeña un papel muy importante. En mi opinión, uno no debería mentirse con respecto a lo que está haciendo. No hay que hablar de creencias traslativas y presentarlas como si fueran transformativas. Si New Age dijera la verdad sobre lo que está haciendo se convertiría en un decidido movimiento hacia la transformación.

Sábado, 20 de septiembre

Esta madrugada resplandece la Vacuidad y el cuerpomente no es más que una pequeña ola en ese océano infinitamente hermoso. Y el sol, usurpador del trono de la Luz, irradia su luz sobre una Gaia insignificante, una diminuta mancha azulada en un océano infinito de la inagotable serenidad. El gran maestro Yasutani Zen dice: «¡Mira! La totalidad del mundo fenoménico es completamente una. Por consiguiente las nubes, las montañas, las flores, el sonido de un pedo, el hedor de la orina, los terremotos, los truenos y el fuego son expresiones del Yo Original. La recitación de los sutras, la celebración de las ceremonias, las sartas de mentiras, las calumnias, las charlas ociosas, la fealdad y la hermosura, ya están supremamente iluminadas. Todo es su propio Yo Original pleno en sí mismo y sin mácula alguna». Lo único que existe es Un Solo Sabor, lo único que existe es el Gran Yo que engloba por igual «los pedos, el olor de orina, la sarta de mentiras y las calumnias». Por ello, hasta que los ecólogos comprendan que el agujero de ozono, la polución y los residuos tóxicos participan por igual del Yo Original, nunca alcanzarán la conciencia iluminada que es la única que sabe cómo lidiar con estos acuciantes problemas. Al mismo tiempo, la totalidad del mundo podría desvanecerse -como ocurre en el nirvikalpa samadhi- y el Yo Original seguiría siendo pleno y, por tanto, completo; aespacial y, por tanto, infinito; atemporal y, por tanto, eterno. Y no me estoy refiriendo ahora a una versión divulgativa del panteísmo que equipare simplemente el mundo manifiesto con el Espíritu. El mundo manifiesto no es el Espíritu, sino un gesto del Espíritu, del mismo modo que las olas son un gesto del océano. Pero la humedad de cada una de sus olas es idéntica a la humedad del océano; sólo hay Un Solo Sabor en cada una de las olas y ese sabor es el Espíritu mismo. El Espíritu es la humedad de cada una de las olas del universo que incluye -como dijera Yasutani- los pedos, las mentiras y cualquier otra cosa..., hasta el mismísimo agujero de ozono. Nosotros queremos recomponer la capa de ozono no porque esté dañando al Espíritu (o a la Diosa), sino porque nos daña a nosotros. Una ecología realmente espiritual no debería equiparar la biosfera con el Espíritu -una terrible confusión de lo relativo con lo absoluto, de lo finito con lo infinito, de lo temporal con lo eterno (otra versión, en suma, del cuerpismo)- sino que debería considerar la biosfera como una manifestación gloriosa del Espíritu y tratarla con el mismo respeto que se merecen todas las criaturas de Dios, sabiendo, también, que esas creaciones son manifestaciones de nuestro Yo más profundo. Usted no llora la destrucción de la biosfera porque su Dios esté muriendo, sino porque son sus criaturas las que están muriendo.

Domingo, 21 de septiembre Hay algo extraño y sumamente paradójico en Un Solo Sabor, puesto que uno nunca entra realmente en él ni tampoco lo abandona. Un día, más pronto o más tarde, uno acabará descubriendo que, desde hace literalmente quince mil millones de años, conoce a Un Solo Sabor y entonces pondrá fin a la Gran Búsqueda. Entonces se dará cuenta de que cualquier estado en el que pueda entrarse no es Un Solo Sabor.

Vacuidad por toda la eternidad, Plenitud en todo el infinito. Eso, precisamente, es todo. Tan evidente que suele requerir vidas enteras percatarnos de ello, tan inmediato que no puede ser apresado, tan sencillo que no puede ser alcanzado, tan presente que no puede ser logrado. Los budas nunca lo alcanzaron y los seres sensibles jamás lo han perdido. ¿Quién puede creérselo?

Lunes, 22 de septiembre El International Cosmos Prize es un premio anual -al que también se conoce como el «premio Nobel japonés» o, en ocasiones, el «premio Nobel asiático»- concedido por una reputada fundación japonesa (Expo '90). Sus folletos afirman que: «Su objetivo es el de premiar (con un importe económico de 500.000 dólares) a aquellos individuos cuya obra contribuya al desarrollo de una visión global que nos ayude a subrayar la necesidad de comprender nuestro mundo como una entidad interdependiente». Un objetivo ciertamente loable. Como dice su folleto informativo: «La investigación actual y futura necesita comprender la interdependencia existente entre todas las cosas. Las respuestas, sin embargo, no se hallan en los métodos analíticos y divisivos de los que se ha servido la ciencia del pasado, por lo que son necesarios nuevos paradigmas integradores e inclusivos». »La Fundación reconoce la importancia de una visión holística y global y desea alentar a quienes promuevan este enfoque. Por consiguiente, ha decidido recompensar los esfuerzos de aquellos investigadores y científicos de todo el mundo que hayan mostrado su dedicación a este tema, concediéndoles el reconocimiento del que son merecedores. Al hacerlo así, no sólo pretende consolidar los ideales de la Fundación, sino que también quiere promover una nueva oleada de valores y compartir sus frutos con toda la humanidad.» Hoy he recibido una carta suya comunicándome que estaban considerando mi candidatura al Cosmos Prize. Pero antes de hacerlo debería dar algunas conferencias, etcétera, lo cual me parece muy interesante, porque todas las personas que hasta el momento han sido premiadas han sido teóricos de la Mano Derecha, es decir, teóricos sistémicos o ecoteóricos que se han ocupado fundamentalmente del lenguaje en tercera persona del «ello», al tiempo que ignoraban o desdeñaban las dimensiones de la primera y de la segunda persona (del «yo» y del «nosotros»). Dicho en otras palabras, han estado honrando el holismo exterior (el holismo de la Mano Derecha), pero no el holismo interior (el holismo de la Mano Izquierda), el mundo de la conciencia, de la experiencia vivida, de la conciencia, de las iluminaciones interiores y de las revelaciones espirituales. Este intento de reducir lo interior a lo exterior (o la izquierda a la derecha) no es un reduccionismo grueso sino un reduccionismo sutil (ejemplificado por el holismo chato, la teoría de sistemas, la red empírica de la vida, la reducción, en suma, del «yo» y del «nosotros» a «ellos» interrelacionados). Este reduccionismo sutil u holismo chato -la reducción del arte y de la moral a la ciencia- constituye el talante dominante de la modernidad y constituye, pese a todas sus declaraciones de principios, un enfoque de la Mano Derecha sumamente reduccionista y divisivo. Como he dicho con cierta

frecuencia (parafraseando a Karl Krauss), la teoría sistémica se presenta como un remedio, pero no hace más que propagar la misma enfermedad que pretende curarnos. En cualquier caso, no obstante, cualquier reduccionismo sutil (que reduce todos los «yoes» y los «nosotros» a «ellos» interrelacionados) es infinitamente preferible al reduccionismo burdo (que no tiene empacho alguno en reducir todos los «ellos» interrelacionados a «ellos» atomísticos). De modo que la Expo Foundation ha hecho un gran servicio al recompensar los enfoque holísticos, aunque se trate de un holismo meramente exterior. Y creo que el hecho de que estén pensado en mi obra constituye un síntoma de que están comenzando a reconocer que el verdadero holismo debe ser tanto interno como externo (e incluir, por tanto, los cuatro cuadrantes). Tal vez haya llegado ya el momento de un enfoque «omninivel y omnicuadrante» que ponga punto y final al holismo chato que nos aboca a un mundo absurdo que vaga por una red ajena a toda profundidad, toda interioridad, toda alma y todo Espíritu.

Martes, 23 de septiembre LA NUEVA RELIGIÓN CIVIL CENTRADA EN LA PERSONA Recientemente se han publicado un par de encuestas que han provocado un gran revuelo, me refiero a «The Rise of Integral Culture» y «Report on Grassroots Spirituality», de Paul Ray y Robert Forman respectivamente, que pretenden demostrar la existencia de una revolución cultural fundamentalmente centrada en los baby boomers. La conclusión de Paul Ray es que hoy en día está emergiendo una nueva cultura superior transformadora -a la que llama «cultura integral», que gira en torno a lo que él denomina «culturas creativas»- que bien pudiera (a su juicio) convertirse en una de las transformaciones culturales más importantes de los últimos mil años. Pero todas estas afirmaciones no son, a fin de cuentas, muy diferentes de los primeros manifiestos de los baby boomers (La conspiración de Acuario, The Making of a Counter-Culture, El punto crucial y The Greening of America), lo único que las diferencia es el esfuerzo invertido en la recopilación de datos y la metodología sociológica empleada que les lleva, no obstante, a extraer la conclusión provisional de que la esencia de esta revolución es de índole profundamente espiritual. En este sentido, Paul Ray llega a afirmar que el 24% de la población de los Estados Unidos -unos cuarenta y cuatro millones de personas- está comprometida en el movimiento denominado «creatividad cultural». Pero la afirmación de que cuarenta y cuatro millones de baby boomers de clase media y media superior estén experimentando una profunda transformación espiritual resulta manifiestamente falsa. ¿Qué es, pues, lo que está ocurriendo? A mi juicio, nos hallamos ante un fenómeno cultural fascinante que no implica tanto un nuevo tipo de espiritualidad transformadora como la emergencia de una espiritualidad traslativa relativamente nueva. No se trata, pues, de una nueva autenticidad (de un camino para trascender al yo), sino de una nueva legitimidad (de un nuevo modo de dar significado al yo); no se trata, de un nuevo paso hacia adelante en el

desarrollo de la conciencia, sino de un nuevo modo de justificar el estadio en el que uno se encuentra. Tal vez convenga, en este punto, hacer una corta disgresión para recordar que, a finales de los años cincuenta, varios estudiosos serios (como Talcott Parsons, Edward Shils y Robert Bellah, por ejemplo) acuñaron la noción de «religión civil». La idea era que muchos estadounidenses habían transferido la sensación de sacralidad de la religión institucionalizada (religión de la Iglesia) a ciertos aspectos de la sociedad civil. El resultado -una religión civil- tendía a sacralizar ciertas características y eventos de la historia de este país como algo inspirado por Dios. Desde ese punto de vista, la inmigración a América constituía un nuevo Éxodo y los americanos eran el nuevo «pueblo elegido» encargado de transmitir al resto del mundo la nueva revelación espiritual. Pero esta religión civil no abogaba por la transformación sino por la traslación, no trascendía al yo sino que le dotaba de un sentido superior, proporcionando a muchos americanos un significado y legitimando, de ese modo, sus vidas. Significado porque les vinculaba a algo que les trascendía y legitimidad porque sus vidas recibían con ello el espaldarazo de lo sagrado. Y eso es precisamente lo que hace cualquier tipo de espiritualidad traslativa. No olvidemos que la legitimidad es uno de los ingredientes que proporcionan significado cultural y cohesión social a una determinada sociedad. Y lo que subrayaban esos estudiosos era que la religión civil había comenzado a cumplir con algunas de las funciones (cohesión social y expresión emocional) que las Iglesias habían dejado de satisfacer. Así fue como muchas instituciones civiles y seculares acabaron nimbadas de una sensación numinosa ajena ya a las Iglesias, en la idea de que esa sacralidad les confería una misión especial. No obstante, a finales de los sesenta, esta religión secular y civil experimentó una crisis de legitimidad que afectó a muchas otras instituciones americanas. En Un Dios sociable discutí con detenimiento esta crisis de legitimidad y llegué a tres grandes conclusiones. En la medida en que la legitimidad convencional fue fragmentándose, los individuos (y la sociedad en general) dispusieron de: 1) la oportunidad de desarrollarse en una dirección más postconvencional, lo cual implicó, para unos pocos, el acceso a las modalidades auténticamente transpersonales, transracionales y espirituales; 2) el retroceso, para muchos otros, a modalidades preconvencionales y egocéntricas, y 3) la necesidad de encontrar una nueva religión o sistema de creencias civil que sacralizara las traducciones ordinarias del ego separado. Era como si la cultura integral descrita por Ray representase una nueva religión civil. Existe poca evidencia de que la modalidad postconvencional se halle presente en la mayor parte de las personas adscritas a esa «cultura creativa» (caracterizada, por otra parte, por un abierto narcisismo regresivo), porque la mayor parte de estos individuos parecen hallarse en el mismo nivel general de desarrollo que sus padres. Lo que nosotros advertimos, en cambio, es una nueva forma de legitimidad y espiritualidad traslativa que no apunta tanto a la transcendencia del ego separado como a darle sentido, consuelo, aprobación y futuro. Fundamentalmente impulsada por los baby boomers, esta nueva religión -a la que llamaré religión civil centrada en la persona (RCCP)- presenta todos los rasgos de la agenda postestructuralista postmoderna que todavía rige el ámbito académico detentado

por los boomers. Con ello quiero decir que, con muy pocas excepciones, es fundamentalmente antijerárquica, antiinstitucional, antiautoritaria, anticientífica, antirracional y profundamente subjetiva [véase la entrada correspondiente al 22 de noviembre para una discusión más detallada sobre todas estas tendencias], algo que contrasta marcadamente con la vieja religión civil. Sin embargo, al igual que ocurre con la vieja religión civil, los nuevos creyentes ya no encuentran en la Iglesia la necesaria sacralidad (según Forman, «la espiritualidad popular» cree en ABC: Anything But the Church [cualquier cosa menos la Iglesia]). Y al igual que ocurría con la vieja religión civil, suelen considerarse la vanguardia de una nueva visión espiritual (o, en el peor de los casos, de un nuevo paradigma) que, en opinión de muchos, transformará el mundo, sanará el planeta, curará a América, etcétera. Los contenidos concretos de la nueva religión civil centrada en la persona (RCCP) proceden, en mi opinión, de varios campos diferentes. En primer lugar habría que hablar del romanticismo, que enfatiza los sentimientos, desdeña la razón, subraya la conexión emocional con los demás y sacraliza la naturaleza en tanto que algo opuesto a la cultura (hay que decir que, en opinión de Ray, el principal subconjunto de los acólitos del movimiento de la «creatividad cultural» es el de «los verdes»). El segundo habría que buscarlo en las terapias experienciales tan populares en la década de los sesenta (los «creativos culturales» son, en opinión de Ray, los principales consumidores de los talleres experienciales). El tercero radica en la religión de la nueva era (que, según Ray, constituye uno de los ingredientes principales de la «religión de la cultura integral», aunque se trate de un nombre con el que muchos no estarían de acuerdo). El cuarto es el holismo (o, como dice Ray, la afirmación de que «todo es holístico» aunque los detalles concretos de ese supuesto holismo nunca acaben de definirse con claridad, porque eso sería «demasiado controlador», un holismo sin rostro que, en ocasiones, no se halla muy alejado de la chata teoría de sistemas). El quinto es el globalismo o el intento de que sus valores sean compartidos por el resto del mundo. El sexto es el feminismo y la espiritualidad femenina (no hay que olvidar que el 60% de los integrantes del movimiento de la llamada «creatividad cultural» son mujeres). Este énfasis en la espiritualidad femenina resulta muy interesante porque encierra, en mi opinión, la clave para comprender algunos aspectos fundamentales -tanto positivos como negativos- de la religión civil centrada en la persona. Gran parte de la espiritualidad femenina sigue el camino señalado por la investigación realizada por Deborah Tannen y Carol Gilligan al mostrar que las mujeres tienden a enfatizar la comunión, la relación y el respeto, mientras que los varones tienden a subrayar la individualidad, el derecho y la justicia. Las primeras tienden a ser heterárquicas (lo que significa que no privilegian ninguna perspectiva, sino que las consideran a todas por igual), mientras que éstos tienden a ser jerárquicos (es decir, afirman la existencia de un ordenamiento jerárquico de perspectivas de distinta amplitud y profundidad). La espiritualidad de las mujeres ha asumido, por tanto, una postura fuertemente antijerárquica y así es, de hecho, como suele presentarse a voz en grito. Pero lo cierto es que, de este modo, se dejan de lado las verdaderas conclusiones de la investigación realizada por Gilligan, a saber, que el proceso de desarrollo de las mujeres (al igual que el de los hombres) atraviesa tres grandes estadios jerárquicos (el término es suyo), a los que denomina egoísta (egocéntrico o preconvencional), respeto (sociocéntrico o convencional) y respeto universal (mundicéntrico o postconvencional). El desarrollo, pues, de los hombres y de las mujeres atraviesa la misma secuencia

jerárquica, pero los hombres lo hacen subrayando la individualidad, mientras que las mujeres, por su parte, enfatizan la relación. (Convendría también recordar que jerarquía significa, en realidad, holoarquía, porque cada estadio superior transciende al tiempo que incluye -o envuelve a la vez que anida- a sus predecesores en un desarrollo que es, tanto en el caso de los hombres como en el de las mujeres, envolvente.) El hecho de que gran parte de la espiritualidad femenina, de los «creativos culturales» y de la espiritualidad popular nieguen violentamente la existencia de una jerarquía del desarrollo es probablemente una de las principales razones que justifican la poca capacidad transformadora de este tipo de movimientos. Transformación significa crecimiento jerárquico y, si uno comienza negando la holoarquía, carecerá de toda brújula que le indique la dirección a seguir, con lo cual no tendrá modo de encontrar el camino a seguir ni tampoco podrá conseguir autenticidad y transformación y deberá conformarse con la legitimidad y la traslación. Y eso es, precisamente, lo que hace la nueva RCCP, lo cual, muy probablemente, limite su potencial transformador. Como afirma Roger Walsh refiriéndose a movimientos tales como la «cultura integral»: «Estos movimientos suelen ser antijerárquicos, pero lo cierto es que el desarrollo espiritual discurre a través de niveles y que algunas personas se encuentran más desarrolladas que otras. Y si no reconocemos este punto corremos el riesgo de generar problemas tales como la resistencia a realizar distinciones que resultan esenciales, la falta de pensamiento crítico y el pseudoigualitarismo. La cuestión fundamental, por decirlo en pocas palabras, es la siguiente: ¿hasta qué punto la «cultura integral» o la espiritualidad popular está alentando realmente la maduración espiritual y hasta qué punto se centra exclusivamente en lograr que las personas se sientan bien? La mayor parte de lo que actualmente se califica como espiritualidad parece ser un sinónimo de sentimentalismo exacerbado». [Ver entrada correspondiente al 5 de julio para el llamado «paradigma 415», una de las versiones más relevantes de la nueva RCCP.]1 1: Robert Forman es un reputado teórico y un excelente editor y el resultado de su investigación no siempre coincide con las respuestas ofrecidas por sus encuestados. En su excelente The Problem of Pure Consciousness, Forman avanza la hipótesis de que el estado de absorción sin forma (o cesación sin manifestar) es un elemento cuasi universal de la espiritualidad mística profunda, algo con lo que estoy completamente de acuerdo. Tal vez, en el segundo paso de su investigación, podría preguntar a sus encuestados: «¿Ha tenido usted alguna experiencia prolongada de la cesación pura sin forma? En caso afirmativo, descríbala». De este modo, Robert tendría una idea más clara del porcentaje de personas que están accediendo a una espiritualidad profunda y, por substracción, del porcentaje de personas implicadas en una espiritualidad menor meramente traslativa (propia de la RCCP).

A pesar de todo ello, sin embargo, son muchas las cosas buenas que podrían decirse en torno a la religión civil centrada en la persona en tanto que legítima espiritualidad traslativa. De hecho, es la primera religión traslativa que tiene seriamente en cuenta los problemas ecológicos. También engloba muchos grupos anteriormente marginados, como las mujeres, por ejemplo (aunque sigue siendo, sin embargo, una religión fundamentalmente blanca y centrada en la clase media y media superior), y se distingue por un marcado optimismo social. Valora positivamente la educación, el establecimiento de relaciones de vecindad y, muy en particular, el diálogo y la discusión en pequeños grupos (la RCCP valora las pequeñas asociaciones cívicas centradas en la persona, de ahí su nombre, ya que el término «civil» se refiere a aquellas asociaciones existentes entre el nivel de la familia y el nivel del Estado). Y todo esto es, en mi opinión, bastante positivo, al menos en un sentido traslativo. Además, en casi todos los estadios del desarrollo es posible tener una experiencia cumbre -una auténtica

experiencia espiritual, lo cual también incluye a los miembros de la religión civil centrada en la persona, y acceder a un vislumbre provisional de lo Divino-, (aunque lo mismo ocurre con todas las personas y no constituye, en este sentido, un signo privativo de la RCCP). Y todo eso está mezclado con el consumismo, el gusto por el turismo (en especial, por el turismo eco o espiritual), el interés obsesivo por la alimentación y por la participación en los talleres de tipo experiencial. Además, son los innovadores de las boutiques de cerveza y no es improbable encontrar, en su despensa, cinco tipos diferentes de vinagre. Son personas que desdeñan la televisión (lo cual definitivamente me deja fuera de la nueva «cultura integral», aunque siempre he pensado que, si vieran más televisión, serían más conscientes de lo que realmente está ocurriendo y no se atreverían a escribir libros como La conspiración de Acuario o The Greening of America). Así pues, en mi opinión el 24% de la población no se halla implicado en ninguna transformación espiritual profunda. Tal vez lo esté en torno a un 1% de la población ¡un número que aun así supera el millón de personas!-, pero en modo alguno los números que baraja la Conspiración de Acuario o la «cultura integral». Junto a ese 1%, el resto de la población sigue buscando la legitimidad mediante: 1) la religión mítica tradicional (bíblica) cuyo peso en nuestra cultura sigue siendo muy grande; 2) el republicanismo tradicional o el humanismo cívico estrechamente ligado, en nuestro país, a la religión mítico-bíblica; 3) la ciencia secular, la religión de las élites educativas; 4) el liberalismo político, fundamentalmente ligado a la ciencia; 5) los movimientos regresivos de la nueva era, y 6) la religión civil centrada en la persona. Pero, pensemos lo que pensemos al respecto, existen, en los movimientos agrupados bajo el epígrafe de «creatividad cultural», aspectos que me parecen sumamente positivos. En este sentido, tengo que decir que mi generación fue la primera en tomarse en serio, a gran escala, la posibilidad de una liberación espiritual auténticamente transformadora. Mi generación fue la que importó a este país el misticismo oriental de un modo desconocido hasta entonces, mi generación fue la que señaló las raíces místicas del cristianismo y del judaismo (desde los gnósticos hasta Eckhart, Luria y la Cábala) y comenzó a buscar experiencias espirituales inmediatas que fueran más allá del mero dogma. Bien pudiera decirse que el lema distintivo de mi generación ha sido el del «Aquí y Ahora». De algún modo, mi generación abrió un horizonte de posibilidades que supuso, en el mejor y más profundo de los sentidos, una transgresión y subversión de todas las convenciones y abrió las puertas a una libertad inimaginable para las generaciones precedentes. Pero todo eso, lamentablemente, no deja de ser una mera idea. Una cosa es tomar un café, fumar y charlar hablando acerca del zen de esto y el zen de aquello, del Tao de esto y el Tao de lo otro, y otra muy distinta practicar asiduamente el zen para cambiar el mundo y transformar el samsara. Es por ello que mi generación no sólo rompió con los convencionalismos sino que, con la ayuda de la religión civil centrada en la persona, volvió a la plaza del mercado, pero no desde la décima estampa del pastoreo espiritual del boyero sino desde la primera. Y es que mi generación acabó tornándose yuppi y cayó presa del capitalismo o restringió sus impulsos espirituales exclusivamente al reino ordinario, reduciendo a Dios a Gaia. En líneas generales, mi generación renunció al idealismo verdadero (la transcendencia vertical del yo) y acabó asumiendo el romanticismo (la obsesión horizontal por el yo). Y la RCCP nos ayudó a justificarlo

todo y a seguir con el turbio asunto de alentar la obsesión por el ego a través de largos días y solitarias noches. Pero lo que me parece más importante es el hecho de que, de ese 24% de la población que cree en la posibilidad de la trascendencia, existe un 1% que no sólo está ligado a una espiritualidad traslativa o experiencias cumbres ocasionales, sino que se halla realmente comprometida en experiencias meseta y en auténticas prácticas espirituales. Ese 1% de la población -más de un millón de personas- está realmente implicado en una trascendencia cuyo abrazo compasivo es sumamente raro en cualquier cultura. Ése, precisamente, podría ser el mejor regalo de mi generación al mundo. Esta situación, al mismo tiempo, supone un interesante reto educativo: ¿cómo podríamos diferenciar claramente entre las creencias meramente traslativas y las prácticas auténticamente transformadoras? ¿Cómo podríamos contribuir a que ese 1% acabara convirtiéndose en el 5, el 10 o incluso el 20%? Como dice Jack Crittenden, éste es un elitismo, pero un elitismo al que todo el mundo está invitado.

Miércoles, 24 de septiembre Soy un entusiasta de Anselm Kiefer, cuya obra me parece muy interesante. Por una de esas curiosas sincronicidades, hoy he recibido la siguiente carta de Marian Goodman, dueña de la Marian Goodman Gallery, de Nueva York: Regento una galería de arte en la que exponen algunos de los principales artistas contemporáneos. Uno de ellos es el renombrado Anselm Kiefer, que ha realizado exposiciones individuales en los museos más importantes de todo el mundo. Creo poder afirmar, sin temor a equivocarme, que se trata de uno de los principales artistas contemporáneos y, muy probablemente, del principal pintor europeo de su generación. Anselm Kiefer es un alemán nacido en 1945 que ejemplifica perfectamente la lucha por encontrar el sentido tan propia de la generación de la postguerra. El tema de su obra ha ido evolucionando con el paso del tiempo, pasando del cuestionamiento de los orígenes de la catástrofe alemana -a través de la mitología, la historia, etcétera- hasta una reflexión acerca de la capacidad del ser humano para el bien y para el mal. En los últimos años, sin embargo, su trabajo se ha adentrado en derroteros más interiores, más espirituales y transcendentales. A mitad de noviembre inauguraremos una gran exposición sobre su obra y, para ese evento, hemos pensado publicar un libro.

Luego me comenta que Anselm estaría encantado de que escribiera un prólogo para ese libro, cosa que haré con sumo gusto. No recuerdo dónde acabo de leer una revisión de la obra de Anselm. ¿Acaso fue en el maravilloso Has Modernism Failed, de Suzi Gablik, una lúcida crítica del postmodernismo extremo? (Yo también disfruté mucho con su Progress in Art, donde demuestra que el arte se halla inmerso en un proceso de evolución y desarrollo.) Según Gablik: «Aunque la visión ecléctica de los americanos Julián Schnabel y David Salle nunca se combine con el compromiso o el sentido -y , en consecuencia, se asemeje más a un síntoma de la alienación que a su cura- hay otros artistas, como el aleman Anselm

Kiefer, cuya imaginería está comprometida e incluso alienta la disposición a creer de nuevo. Kiefer, en mi opinión, es uno de los pocos artistas que hoy en día se esfuerzan en recuperar la dignidad espiritual del arte y abrir nuestra visión y nuestros ideales a una renovación apocalíptica. Es como si estuviera abriendo la fenestra aeternitatis -la ventana a la eternidad y la clarividencia espiritual- que nuestra sociedad ha mantenido cerrada durante tanto tiempo».

Viernes, 26 de septiembre Roger y Frances han venido a pasar dos días con Marci y conmigo. Frances debe pronunciar una conferencia en el Arizona Center for the Study of Consciousness en representación de la Fetzer Foundation, uno de los patrocinadores del evento. Yo había escrito un largo artículo (para su revista, el Journal of Consciousness Studies) titulado «An integral Theory of Consciousness», en el que subrayaba la necesidad de un enfoque «omni-nivel y omni-cuadrante» y cuya conclusión, dicha en pocas palabras, es que tenemos que encontrar el modo de combinar adecuadamente los abordajes al estudio de la conciencia realizados en primera persona («yo»), en segunda persona («nosotros») y en tercera persona («ello») [lo que podríamos denominar un enfoque 1-2-3]. Pero cuando Roger y Frances y yo revisamos el campo de los estudios sobre la conciencia, nos dimos cuenta de que casi todos se centran en un determinado cuadrante y pugnan por excluir a los demás, lo cual resulta ciertamente deprimente. De modo que Frances ha pensado que bien pudiera titular su conferencia como «The 1-2-3 of Consciousness Studies» para alentar así el desarrollo de una visión más integral. Roger, por su parte, ha tenido la fantástica idea -a la que ha bautizado como 20/20- de que cada cuadrante debería ocupar, al menos, un 20% de las actividades del centro. Las oportunidades son ciertamente pequeñas, pero se trata de una buena idea que tal vez resulte aplicable en otro contexto.

Lunes, 29 de septiembre -No es tanto lo que una persona dice como el nivel de conciencia desde el que lo dice, lo que determina la veracidad de un aserto espiritual - le he comentado al joven profesor de una universidad local con el que he quedado esta tarde para conversar un rato. -¿Qué quiere decir con ello? -me ha preguntado. -Cualquier persona, por ejemplo, puede decir que «todas las cosas son Uno», que «todos los seres sensibles poseen Espíritu», que «todas las cosas forman parte de la "red-de-la-vida"» o que «sujeto y objeto son no dos». La cuestión es si realmente comprende lo que está diciendo. ¿Está esa persona hablando de algún tipo de experiencia o sus afirmaciones no son más que meras palabras? - ¿Y qué ocurriría en el caso de que sólo fueran meras palabras? ¿Es que las palabras no son importantes? -Bien, las realidades espirituales no son meras formulaciones verbales sobre el mundo objetivo, sino que también expresan hechos subjetivos, hechos interiores, y para que

sean ciertas usted debe hallarse directamente en contacto con esos hechos superiores o interiores, de otro modo, por más «adecuadas» que sean, sus palabras serán falsas. Es el estado subjetivo del hablante, que no el contenido objetivo de sus palabras, el que determina la veracidad de un aserto. -Lo comprendo. ¿Podría darme algunos ejemplos? -me ha preguntado, mientras garabateaba furiosamente en su cuaderno, aunque no quedaba claro si tomaba nota de mis comentarios o no hacía más que registrar por escrito sus propios pensamientos. -Muy bien. Alguien, por ejemplo, podría decir: «Todas las cosas son Una», para verificar la veracidad de su aserto, usted tendría que determinar el estado subjetivo de su conciencia (o su nivel de conciencia). Es absolutamente necesario conocer el nivel de conciencia del hablante para comprender lo que realmente quiere decir cuando se refiere a «todas las cosas». ¿Acaso se refiere a que todas las cosas del nivel ordinario son una?, ¿a que todas las cosas del nivel sutil son una?, ¿a que todas las realidades causales son una?, ¿o acaso está refiriéndose a todas las cosas pertenecientes a todos esos niveles? La afirmación «Todas las cosas son Una» tiene muchos y muy distintos significados posibles, significados que no dependen tanto del contenido objetivo de las palabras (que es, por cierto, el mismo en cada uno de los casos) como del nivel subjetivo de conciencia de la persona que las pronuncia, algo que cambia radicalmente su significado. Porque usted podría ser uno con todo en un determinado nivel, pero ¿qué ocurriría en el caso de que existieran niveles superiores y más profundos que usted ignorase? En tal caso, usted no sería uno con todos ellos. ¿No le parece? -Así es. ¿Cómo lo formularía usted? -Existen varias cuestiones a tener en cuenta. La mayor parte de los libros que tratan de la teoría sistémica, de Gaia, de la Gran Madre, de la ecopsicología, del nuevo paradigma, etcétera, se refieren al estado de vigilia ordinaria. Y esto resulta evidente porque nunca mencionan la existencia de fenómenos propios del reino sutil, de los diversos estados meditativos, del samadhi, de las iluminaciones interiores, de los estados extraordinarios del yoga del sueño, de la iluminación arquetípica, etcétera, ni tampoco mencionan los estados más elevados del dominio causal sin forma. Es por ello que sus afirmaciones del «holismo», de la «no dualidad», etcétera, carecen de todo sentido. En el mejor de los casos, se mueven dentro del nivel del misticismo natural en el que la conciencia está limitada a la unión con el estado ordinario de conciencia. Y, aunque eso esté muy bien, lo cierto es que no nos lleva muy lejos, porque se trata de la más superficial de las esferas, de la unidad mística del Gran Nido del Espíritu. -¿Cómo puede saber si su conciencia se extiende más allá del dominio ordinario? -Cuando la conciencia se estabiliza hasta el punto de permanecer durante el estado de sueño (cuando usted penetra en el sueño lúcido, por ejemplo o experimenta los diversos tipos de savikalpa samadhi, meditación con forma), usted dispone de la posibilidad de acceder a un dominio completamente nuevo (a saber, el reino sutil), lo cual se reflejará inequívocamente en su vida, en su escritura, en sus teorías y en su práctica espiritual. En tal caso, usted ya no se limitará a pensar en el dominio sensoriomotor ordinario (su dios dejará de ser «verde») y un extraordinario paisaje interno se abrirá ante el ojo de su mente. Si usted es pintor, por ejemplo, ya no se limitará a los bodegones, los paisajes o los desnudos, sino que podrá comenzar a pintar las escenas sutiles de su interior, como

hace el surrealismo y el realismo fantástico, o los objetos de la meditación interior, como ocurre en el caso de los thangkas tibetanos. Porque debe tener en cuenta que ninguno de esos objetos sutiles puede verse con el ojo de carne. -De modo que cuando alguien que se halla en el nivel sutil dice «Todas las cosas son Una», está refiriéndose a algo muy diferente de lo que dicen los teóricos del nivel ordinario. -Sí, completamente diferente. Normalmente, cuando alguien cuya conciencia se halla circunscrita al dominio ordinario dice «Todas las cosas son Una», está hablando de algo parecido a la teoría de sistemas o la ecopsicología, en el sentido de que todos los fenómenos empíricos constituyen aspectos diferentes del mismo proceso unificado. Pero cuando esa afirmación proviene de alguien cuya conciencia puede acceder al reino sutil, está queriendo decir que todos los sucesos empíricos y todos los fenómenos sutiles son aspectos del mismo proceso unificado; una realización, por cierto, mucho más profunda y amplia que trasciende e incluye el dominio ordinario. -De modo que su conciencia es realmente más intensa. -En cierto sentido sí, porque su conciencia no se desvanece al atravesar el umbral del estado de sueño. El desarrollo y la evolución de su conciencia le permiten permanecer «despierto» aun cuando aparezca el sueño y también pueden entrar en los estados profundos del savikalpa samadhi sin que su conciencia se desvanezca. Y esta «fortaleza» de la conciencia es todavía mayor en el estadio causal, en donde uno alcanza un tipo de «conciencia constante» o de «capacidad de contemplar de manera constante», lo cual significa que usted permanece «despierto» a través de los tres principales estados de conciencia (la vigilia, el sueño y el sueño profundo). De modo que la conciencia es, por así decirlo, cada vez más fuerte, soportando cambios de estado cada vez mayores, algo que se reflejará inequívocamente en su vida, su trabajo, sus teorías, etcétera. Todo ello signos que resultan difíciles de olvidar. -Lo comprendo. De modo que, si usted se halla en el estadio sutil, tiene acceso... -En el estadio sutil, uno puede acceder a las formas propias del misticismo teísta (iluminaciones interiores, nada, shabd, diversos tipos de samadhi o estados meditativos, saguna Brahman [Deidad con Forma] oración del corazón, yoga de sueño, la mayor parte de los reinos del bardo, etcétera). Éste es el reino sutil del misticismo teísta. El hecho de que el alma sutil transcienda a la vez que incluya el dominio sensorimotor ordinario implica que, en el nivel del misticismo teísta, usted también puede acceder al misticismo natural, porque no son exclusivos. Pero los inferiores, los místicos naturales, tienden a pensar que usted está chiflado. - Y en el estadio causal... -Es la morada del misticismo sin forma, de la Vacuidad pura, del Abismo, de lo No Nacido, de ayn, nirodh, del nirvikalpa samadhi, del jnana samadhi, del nirvana clásico o de la cesación. La experiencia (o «no experiencia») de la cesación es inequívoca e indeleble. Y cuando alguien ha llegado a experimentar directamente ese estado y escribe libros espirituales, créame, habla precisamente de eso y sabe perfectamente quiénes hablan de lo mismo.

-Usted también habla de lo no dual. -Así es porque, cuando usted penetra en lo causal sin forma (el hogar del Testigo puro) el mismo Testigo se funde con todo lo que se contempla en los tres estados, algo a lo que el Vedanta denomina sahaja que significa la unión espontánea entre el nirvana (la vacuidad) y el samsara (la forma), los tibetanos lo llaman Un Solo Sabor (porque todas las cosas, en todos los estados, tienen el mismo sabor, el sabor de la Divinidad) y los taoístas tzujan (que significa «lo que emana de sí mismo», lo espontáneamente prefecto). De modo que cuando una persona que se halla en este estadio dice que «Todas las cosas son Una», lo que realmente está queriendo decir es que todas las cosas del reino ordinario, del reino sutil y del reino causal tienen Un Solo y el mismo Sabor, algo, por cierto, muy distinto délo que significa la afirmación de que «Todas las cosas son Una» pronunciada por alguien que sólo haya despertado al reino ordinario. -Entiendo. Es por ello que usted dice -ha comentado, echando un vistazo a sus notasque «es el estado subjetivo del hablante, que no el contenido objetivo de sus palabras, el que determina la veracidad de un aserto». -Efectivamente. -De modo que existe una unidad del nivel psíquico, otra del nivel sutil, otra del nivel causal y otra del nivel no dual. -Básicamente sí. Y ello también incluye la Unidad o Unión transpersonal y transracional. También existen formas primitivas, prerracionales o prepersonales de «unidad» o fusión. Existe la fusión o unidad arcaica o plerromática con el mundo mágico (típica del primer año de vida), el animismo mágico o indisociación entre el sujeto y el objeto emocional, una especie de unidad propia del nivel vital (que suele tener lugar entre los tres y los cuatro años de edad), y también existe el sincretismo mítico o la unidad de las fusiones simbólicas (que ocurre entre los cuatro y los ocho años). Y es evidente, como señala Jean Gebser, que todos nosotros seguimos disponiendo de la posibilidad de acceder a esos distintos tipos de cognición primitiva arcaica, mágica y mítica-, aunque ahora ya se hayan visto anidados por el desarrollo posterior. Y también tenemos las formas racionales de Unidad, como la teoría sistémica, por ejemplo, que son alcanzadas por la razón madura (o visión-lógica). -¿Podría usted resumir este último punto? -Fusión pleromática, animismo mágico, sincretismo mítico, teoría sistémica racional, misticismo psíquico o natural, misticismo sutil o teísta, misticismo causal o sin forma y Un Solo Sabor no dual. -Y todos ellos -ha proseguido- pueden afirmar que «Todas las cosas son Una» y estar, sin embargo, refiriéndose a cosas completamente diferentes. -Así es. -Lo comprendo, lo comprendo -ha dicho, mientras seguía emborronando su libreta.

-Éste es precisamente el asunto -he subrayado-, porque últimamente hay un aluvión de libros que no dejan de afirmar que todas las cosas forman parte de una totalidad unificada, que todos somos hebras de la «red-de-la-vida», que todas las cosas son aspectos distintos del mismo proceso, que el mundo es un sistema orgánico vivo, etcétera, versiones, distintas todas ellas, de la afirmación de que «Todas las cosas son Una». Pero esa afirmación carece, en sí misma, como ya hemos visto, de todo sentido, ya que su veracidad depende por completo del nivel de conciencia de la persona que la formule. »Y esto significa un par de cosas. En primer lugar, cuando usted lea estos libros, trate de juzgar como mejor pueda la profundidad real de los escritos, ya que todo el mundo puede decir que «Todas las cosas son Una». La mayor parte de los libros escritos sobre la «unidad con el mundo» están escritos desde el animismo mágico, el sincretismo mítico o, en el mejor de los casos, la teoría sistémica propia del nivel racional. Trate, pues, de encontrar a un autor que no sólo se dirija a los niveles de conciencia racionales o prerracionales, sino también a los transracionales. En segundo lugar, el autor no sólo debe proporcionarle nuevos modos de traducir el mundo, sino nuevas formas de transformar su conciencia, y en el caso de que no se las diera, debería tenerlo claramente en cuenta. Luego he preparado una taza de té verde y ambos hemos contemplado en silencio cómo la luz iba apagándose mientras el sol se ocultaba detrás de las montañas. Parecía absorto en sus pensamientos, como si llevara un walkman invisible que cantara una canción que sólo él pudiera escuchar. «Gracias», ha dicho finalmente y luego le he acompañado hasta la puerta.

OCTUBRE Y, a pesar de Todo, existe la sensación -supongo que se trata de la Última Convicción mística- de que, más allá del Dolor, más allá de la Muerte y más allá del Horror, el Universo entero está, de algún modo, Completamente Bien (con «ce» mayúscula y con «be» mayúscula). ALDOUS HUXLEY

No hay forma alguna de alcanzar el Yo. Porque, en el caso de que la hubiera, ello significaría que el Yo no está aquí y ahora y que puede ser alcanzado. Pero todo aquello que se logra termina perdiéndose y, en consecuencia, es impermanente. Y lo que no es permanente no merece la pena. Es por ello que digo que no es posible alcanzar el Yo. Usted es el Yo, usted ya es Eso. SRI RAMANA MAHARSHI

Miércoles, 1 de octubre Después de cenar con Marci he pasado un rato en el centro para discapacitados del desarrollo en el que trabaja. Uno de los residentes, Richard, es lo que, en un sentido temporal, se denomina un «retrasado», aunque, llamémosle como le llamemos, se trata de una persona muy perceptiva. El también está enamorado de Marci de modo que, cuando comenzamos a salir juntos, quiso conocer a ese entrometido que estaba saliendo con su chica. Entonces Marci le dijo que yo era un escritor y le mostró algunos de mis libros, y hoy, cuando he llegado, le he encontrado leyendo un ejemplar de Psicología integral. -¿Sabes que puedo entender este libro? Tengo hasta cuarto grado -me ha dicho.

Jueves, 2 de octubre Después de veinticinco años de meditar en la postura del loto ahora suelo hacerlo en la postura yóguica «del cadáver», que consiste en tumbarse de espaldas, con los pies juntos y los brazos ligeramente separados, la misma postura en la que suelo dormir, de modo que normalmente me despierto y empiezo a meditar sin moverme siquiera. -¿Sabes que podría determinar perfectamente el momento en que empiezas a meditar? -me ha dicho Marci esta mañana. -¿Cómo es eso? -le he preguntado.

-Por los leves cambios de respiración que, en ocasiones, llega incluso a detenerse. Y cuando meditas durante toda la noche [es decir, cuando la conciencia se mantiene ininterrumpidamente presente a través de los tres estados], respiras exactamente igual que si durmieses. Me gusta, es como si roncaras. Empiezo a escribir el ensayo para el libro de arte de Anselm. Se titula: «Ver un mundo. El arte y el yo del espectador». Hablando de la postura del cadáver, he de decir que, en algunas de sus últimas pinturas, hay un hombre en primer plano que yace inmóvil sobre su espalda en esa postura representando la muerte del ego, la muerte de la sensación de identidad separada y, en consecuencia, la apertura a lo transpersonal y lo supraconsciente. En mi opinión, el arte supraconsciente es el arte del futuro.

Viernes, 3 de octubre E L DESARROLLO Y LA REGRESIÓN

(Conversación telefónica con un grupo del estudio) PREGUNTA: No entiendo por qué, en aras del holismo integral, critica usted otros puntos de vista. ¿No deberíamos acaso -si todo forma parte de todo- aceptar todos los puntos de vista? ¿El verdadero holismo no tendría que aceptarlo todo, en lugar de criticarlo? KW: Ese es precisamente el meollo de cualquier libro que hable de holismo ¿no es así? En los libros del «nuevo paradigma» -libros que hablan de Gaia, de la teoría sistémica y de la ecología, por ejemplo-, uno puede leer que «todo está relacionado con todo» y que «todos formamos parte igualmente inseparable de la "red-de-la-vida"». ¿Pero opina usted que eso significa que debamos abrazar la visión del mundo que tienen los nazis?, ¿acaso ellos no forman parte también de la totalidad?, ¿significa eso que tenemos que permitir que el Ku Klux Klan forme parte de esa totalidad inseparable?, ¿debemos valorar, en suma, por igual a la madre Teresa que a Jack el Destripador? Y no estoy hablando ahora desde una perspectiva absoluta, según la cual todas las cosas, tal cual son, constituyen manifestaciones perfectas y divinas de la Vacuidad, sino que estoy hablando del mundo relativo, finito y manifiesto al que se supone que se aplica el holismo y las teorías que versan sobre la «red-de-la-vida». ¿Entiende usted cuál es el problema? PREGUNTA: No exactamente. Porque si en el mundo manifiesto todo forma parte igualmente del todo, ¿por qué no deberíamos incluirlo todo? KW: Porque no es cierto que todo forme parte igualmente del todo. Tenga en cuenta que la totalidad es una holoarquía y que una holoarquía es un ordenamiento jerárquico de distintos grados de totalidad en el que algunas cosas son más totales que otras. Los átomos forman parte de las moléculas que, a su vez, forman parte de las células que, a su vez, forman parte de los organismos. Así, por más asombrosa que resulte la totalidad átomo, cualquier molécula es más compleja que ella, porque incluye a esa totalidad más la suya propia. Y lo mismo podríamos decir con respecto a la totalidad molécula que se halla, a su vez, contenida dentro de la totalidad de cualquier célula viva, y así sucesivamente a lo largo de toda la Gran Holoarquía o Gran Nido de la existencia

manifiesta. Es por ello que cada nivel superior contiene más totalidad -es superior a los niveles inferiores-, porque transciende a la vez que incluye a sus predecesores. Y es necesario advertir que esto no ocurre en el sentido contrario. Las moléculas contienen átomos, pero los átomos no contienen moléculas. Cada nivel superior engloba e incluye a sus predecesores, pero no viceversa, lo cual supone que el verdadero holismo implica un ordenamiento de totalidades. El único holismo real es el holismo holoárquico, de otro modo no tendremos totalidades sino meros montones. PREGUNTA: ¿Y dónde encajan, en todo esto, los nazis y el KKK? KW: Es cierto que los nazis y el KKK forman parte de la holoarquía del desarrollo humano, pero representan una versión especialmente patológica de un nivel más bien inferior. Ciertamente, nadie puede negar que «forman parte de la totalidad», pero no debemos olvidar que representan un nivel muy bajo en la jerarquía de «totalidades» y que, en ese sentido, constituye un obstáculo para el desarrollo moral más elevado y profundo del Kosmos. PREGUNTA: Pero si realmente son tan malos, ¿por qué existen?, y, sobre todo, ¿qué papel desempeñan en la holoarquía? KW: Todo el mundo, de hecho, atraviesa alguna versión de estos estadios inferiores que constituyen, por así decirlo, los átomos y las moléculas elementales sobre las que se erigen las células y los organismos superiores del desarrollo moral. Pero los nazis y el KKK ejemplifican el estancamiento del desarrollo en un nivel de totalidad inferior. En la holoarquía moral global, en la secuencia moral del desarrollo -que va desde lo preconvencional y egocéntrico hasta lo convencional y etnocéntrico, desde ahí a lo convencional y mundicéntrico y, finalmente, a lo post-postconvencional y espiritual-, el KKK y los nazis representan un estancamiento del desarrollo en el estadio etnocéntrico según el cual la propia raza, grupo, religión o tribu es superior a todos los demás, por lo que pueden ser maltratados con total impunidad. Es cierto que el KKK y los nazis también forman parte de la «red-de-la-vida», pero no debemos olvidar que se trata de una parte que convendría acotar, porque ocupa un orden de totalidad inferior y, en consecuencia, menos moral. PREGUNTA: De modo que el verdadero holismo es, en realidad, muy crítico. KW: Así es. Y ése es un punto muy importante. El verdadero holismo es holoárquico, es decir, se basa en un ordenamiento jerárquico de totalidades, grados de inclusividad y respeto diferentes. El verdadero holismo implica, por así decirlo, diferentes niveles de amor en ambas direcciones -Eros ascendente y Agape descendente-, pero un amor que no se basa tanto en la «compasión idiota» (que elude todo ordenamiento) como en la auténtica compasión, en el «amor verdadero». Dicho en otras palabras, cualquier holismo verdadero debe incluir de manera explícita algún tipo de teoría crítica. PREGUNTA: Y ése es el motivo por el cual usted está preocupado por el auge de los movimientos regresivos en nuestro país. KW: Así es. Estamos asistiendo a la emergencia de una serie de tendencias que parecen demasiado dispuestas a renunciar a los logros post-postconvencionales,

mundicéntricos y liberales de la Ilustración y regresar a los revivalismos sociocéntricos y etnocéntricos, la política de la identidad, el esencialismo racial, el esencialismo de género, los movimientos que se asientan en «la sangre y la patria», el ecofascismo, la glorificación del tribalismo y la autocompasión (¡por no mencionar la regresión mayor al egocentrismo «narcisista»!). En suma, no sólo estamos asistiendo a una especie de retribalización del mundo -en donde las naciones parecen desintegrarse en distintas líneas racial-tribales-, sino también, y de un modo tal vez más ominoso en nuestro país, a un retorno al ideal del noble salvaje, a la naturaleza y a los revivalismos tribales, alentado, todo ello, por un holismo chato que afirma que «todos por igual formamos parte inseparable del la "red-dela vida"» que, obviamente, no es tanto holista (en tanto que totalidades integradas) como «montonista» (en el sentido de que constituyen un simple amontonamiento desordenado). Así pues, como «todo forma igualmente parte de todo», se niega a establecer grados de profundidad. Y esta desintegración regresiva -que resulta, por cierto, galopante en el ámbito académico- también subyace detrás de la mayor parte del postmodernismo, del multiculturalismo y de la diversidad extrema que aplaude cualquier movimiento cultural como una muestra de la «rica diversidad» de la existencia. Pero, desde esa perspectiva, si queremos diversidad, deberemos tener en cuenta a los nazis, y si queremos multiculturalismo, no habrá que dejar de lado al KKK. PREGUNTA: Y todo ello, a su juicio, se deriva de la negativa a reconocer la existencia de diferentes grados de profundidad. KW: Así es.

PREGUNTA: Pero ¿existe algo valioso en los movimientos multiculturalistas y de la diversidad? KW: Obviamente. Esos movimientos liberales están tratando de expresar el pluralismo universal, una postura no etnocéntrica sino mundicéntrica, lo que ocurre es que, en su comprensible celo, enfatizan el pluralismo y acaban olvidándose de lo universal. Porque el hecho es que sólo será posible abrazar el verdadero pluralismo y rechazar las posturas morales inferiores como el nazismo, por ejemplo, desde una postura auténticamente postconvencional, universal y mundicéntrica. Y eso significa que si queremos ser realmente pluralistas, no debemos cruzarnos de brazos afirmando que la diversidad nos obliga a valorar por igual todas las visiones del mundo, sino que debemos alentar el desarrollo moral que conduce desde el egocentrismo hasta el etnocentrismo y, desde ahí, hasta el mundicentrismo. Cuando el liberalismo y el postmodernismo abrazan una versión radical de la diversidad, están aserrando la rama que los sostiene y destruyendo sus propios cimientos. El liberalismo constituye una postura muy elevada del desarrollo postconvencional que no debería concluir, en un determinado momento, en que todas las posturas son igualmente válidas socavando, de ese modo, sus propios fundamentos. Dicho en otras palabras, el liberalismo actual parece estimular actitudes regresivas que pueden acabar destruyéndolo. Porque su negativa a establecer el juicio moral de que no todas las posturas son iguales y de que lo mundicéntrico es mejor que lo etnocéntrico, y que éste, a su vez, es mejor que lo egocéntrico, termina alentando la retribalización, la

regresión a actitudes inferiores y la exacerbación de las reivindicaciones egocéntricas hiperindividualistas que amenazan con desgarrar el mismo tejido de la sociedad en jirones casi irreconocibles y acabar con el liberalismo. Ésta es la contradicción -una actitud ciertamente suicida- a la que termina abocando el liberalismo y el postmodernismo extremo. Obviamente, simpatizo con muchos de sus objetivos -especialmente el pluralismo universal-, pero soy muy crítico con respecto al modo en que lo hace. PREGUNTA: De modo que, a su juicio, es necesario asumir una verdadera holoarquía, es decir, un ordenamiento jerárquico moral que abogue por el pluralismo universal al tiempo que desaliente las actitudes morales inferiores. KW: Sí. Todo el mundo habla de holismo, de «la red-de-la-vida», de ser más inclusivo, de compasión y de globalización. Pero quienes no se contentan con sustentar una noción nebulosa y chata de la «red-de-la-vida» y de la «diversidad equiparable» y tratan de llevarla a la práctica no tardan en descubrir que el mundo real, en sus cuatro cuadrantes, es holoárquico (una jerarquía anidada) y que presenta un ordenamiento de valores, profundidades y totalidades que le llevarán a ser crítico en el mejor sentido del término. El verdadero holismo reclama una nueva teoría crítica. ESTUDIANTE: ¿Es por ello por lo que usted asume, en ocasiones, una postura tan polémica? KW: No, uno puede ser crítico sin necesidad de ser polémico. Si ocasionalmente soy polémico es por otras razones. ESTUDIANTE: ¿A qué se refiere? KW: Quiero decir que, en este campo, es frecuente encontrar actitudes sumamente equivocadas según las cuales nosotros estamos en posesión de un nuevo paradigma que transformará el mundo, una nueva espiritualidad que salvará el planeta, etcétera. Y todos sabemos lo presuntuoso e hipócrita que esto puede llegar a ser. ¿No les parece esto lamentablemente frecuente? La polémica es una forma muy antigua y honorable, especialmente entre los maestros espirituales, de sacudir el piso y desinflar los globos (sobre todo aquellos que asumen la forma de lo que he denominado «compasión idiota»). De modo que creo que, de tanto en cuanto, me parece conveniente (sobre todo en un campo como éste, que suele tomarse tan en serio) una cierta dosis de polémica.

Domingo, 5 de octubre (Denver) Hoy hemos alcanzado los 30 grados, un auténtico récord para esta época del año, de modo que, después de una larga mañana de trabajo, Marci y yo nos hemos ido a disfrutar del aire acondicionado de los centros comerciales de Denver. La verdad es que me siento un tanto desconectado. Existe una gran diferencia entre mantenerse en el Testigo y la despersonalización. En el primer caso, uno está desidentificado, mientras que, en el segundo, se encuentra sencillamente aislado; en el primero, uno experimenta una ecuanimidad desde la que puede comprometerse apasionadamente con todo lo que aparece, mientras que, en el otro, uno está sencillamente atontado y es incapaz de

interesarse por nada; en el primero, uno lo ve todo con una claridad y luminosidad muy intensa, mientras que, en el último, es como si viera el mundo a través del otro lado del telescopio. Y hoy tengo una extraña mezcla de ambas actitudes y voy oscilando entre una y otra..., aunque el péndulo parece permanecer más tiempo en la indiferencia que en la contemplación. Pero de repente aparece la Vacuidad y permanezco en ella.

Lunes, 6 de octubre (Boulder) Se llama John y está ingresado en uno de los centros de cuya gestión se encarga Marci. John se está muriendo de sida, como recientemente lo hizo su esposa. Sobre la cama una cama pequeña separada de otras cuatro por una delgada cortina que sirve para delimitar el espacio- hay una foto de los dos cuando eran personas sanas y fuertes, dos rostros hermosos y sonrientes. Esta foto es todo lo que le queda de aquella vida. Le han pronosticado unas dos semanas de vida y él lo sabe. -Usted dijo que este lugar me gustaría y yo lo odio -le dice a Marci, que se ocupó de cumplimentar los trámites necesarios para su admisión. Lo lamentable es que ésta sea la mejor de las opciones de que dispone, y eso que, afortunadamente, tropezó con Marci, pero en tiempos así debe de ser difícil recordarlo. ¡Lo odio! ¡Lo odio! ¡Lo odio! ¡Míreme! -dice, levantándose la ropa y mostrando las dos pequeñas y nudosas ramas que ahora ocupan el lugar de sus piernas, como si los huesos estuvieran envueltos con pergamino blanco-. ¡Usted me mintió! ¡Me mintió! ¡Sólo me quedan unas pocas semanas! ¡Míreme! ¡Odio este lugar y odio esta comida! ¡Odio esta comida por encima de todo! ¡No quiero morir así! -John, escúcheme, ¿qué tipo de comida le gusta? Y John se lanza a enumerar la comida que le gusta..., aunque debe tratarse de la comida que le gustaba, porque ahora ya no come casi nada. -Lo que más me gusta son los burritos mexicanos y la Coca-Cola -concluye. Esta mañana Marci se ha levantado temprano para prepararle un burrito y una Coca y llevárselo a su cama, en el diminuto cuarto en el que agoniza.

Martes, 7 de octubre Pienso en John y me doy cuenta, una vez más, de que toda la práctica espiritual es un ensayo -y, en el mejor de los casos, una representación- de la muerte. Como dicen los místicos: «Si mueres antes de morir, cuando mueras no morirás» o, dicho en otras palabras, si ahora mismo mueres a la sensación de identidad separada y descubres tu verdadero Yo (que es la totalidad del Kosmos), la muerte de este cuerpomente concreto no supondrá más que la caída de una hoja del árbol eterno que, en el fondo, eres. La meditación consiste en practicar esa muerte ahora mismo, en este instante y también en éste, descansando en el Testigo atemporal y desidentificándose del ego

finito objetivo y mortal que puede ser visto como objeto. En el Testigo vacío, en el gran No Nacido, no existe muerte alguna, pero no porque usted viva para siempre en el tiempo, porque tal cosa no ocurrirá, sino porque entonces descubre la atemporalidad del instante eterno que nunca penetra en la corriente del tiempo. Cuando usted descansa en lo No Nacido, cuando usted permanece libre en tanto que Testigo vacío, la muerte no supone ningún cambio esencial. Pero eso no significa, obviamente, que la muerte deje de ser algo muy triste.

Miércoles, 8 de octubre Cena con Leo, Paul y Cel en Morton's, en el LoDo. Leo es una persona muy bondadosa, inteligente y amable que trabaja en Motorola, une empresa que, en la actualidad, tiene 67.000 trabajadores en China y es la única que ha entrado en ese país sin haberse visto obligada a asociarse con el gobierno comunista. Leo acaba de llegar de Beijing y Paul y Cel viajarán allí por negocios las tres últimas semanas de noviembre, de modo que se dedicaron a intercambiar impresiones sobre el país. El mundo empresarial se ocupa de la producción y venta de bienes y servicios, productos de la Mano Derecha que, no obstante, son originalmente creados por la conciencia de la Mano Izquierda. Es por ello que, como Leo señaló, su trabajo tiene que ver fundamentalmente con el desarrollo interno de los ejecutivos, que fue lo que originalmente le orientó hacia mi obra. Y también por ello las tres áreas críticas de la aplicación actual de los estudios sobre la conciencia son la educación, la teoría política y el mundo empresarial. Leo se marchó a primera hora de la tarde, porque tenía que volar a las ocho de la tarde y Paul y Cel volvieron a su casa. Luego, Marci y yo -que previamente habíamos reservado una habitación en el Brown Palace- nos sentamos en la Roosevelt Room, pedimos un par de martinis y desaparecimos en una niebla romántica.

Viernes, 10 de octubre (Boulder) Sam acaba de regresar de Francia, donde ha pasado un mes enseñando meditación, y Roger acaba de volver de su retiro meditativo de un mes. Como dice Bob, el hijo de Frances: «para avanzar, Roger se retira».

Domingo, 12 de octubre Marilyn Schlitz está en Boulder y ha venido a cenar con Marci y conmigo y luego hemos estado paseando. Marilyn es muy inteligente y encantadora, participa en varios cuadros directivos, como los de Harvard, Stanford, el National Institute of Health, el Arizona Center for Consciousness Studies, Esalen, IONS, etcétera. Está casada con Keith Thompson y los dos me gustan mucho. Keith y yo hemos hecho un largo camino. Amigo de Mike Murphy, Keith ha escrito y editado varios libros y he de decir que tiene un hermoso estilo, muy erudito y elegante (que, por alguna razón que se me escapa,

resulta muy poco habitual). En la actualidad es uno de los editores del Institute of Noetic Sciences (IONS), del que Marilyn es directora de investigación. En este momento, Marilyn está especialmente interesada en la investigación de la sabiduría de los pueblos indígenas, pero sin el romanticismo que suele acompañar a estos casos (según dice, refiriéndose a cierta tribu: «no debemos olvidar que, a fin de cuentas, son cazadores de cabezas»). Se trata de un abordaje imparcial -que reconoce tanto las ventajas como las miserias- con el que estoy decididamente de acuerdo.

Martes, 14 de octubre Desde la publicación de Sexo, ecología espiritualidad -y, en especial, de Breve historia de todas las cosas- ha aumentado mi interés por campos tan convencionales y ortodoxos como la política, la educación y el mundo empresarial. Y eso, en mi opinión, por varias y muy importantes razones. Las primeras versiones de mi obra (a las que, en El ojo del Espíritu, he calificado como Wilber-1, Wilber-2 y Wilber-3) implican los dominios transpersonales y espirituales. De modo que, si usted quisiera usar esos modelos en el mundo real, debería incluir los niveles transcendentales más elevados, algo, por cierto, muy difícil, por la sencilla razón de que existen muy pocas personas que estén seriamente interesadas en ellos y menos todavía que hayan evolucionado hasta ahí. Es precisamente por ello que su aplicación al mundo de los negocios y de la educación ha sido hasta el momento tan limitada. Pero el modelo Wilber-4 (el modelo de los cuatro cuadrantes, cada uno con su decena aproximada de niveles) es aplicable a la mayor parte de los ámbitos, porque los cuatro cuadrantes cubren una multitud de eventos ordinarios. Su utilidad, dicho de otro modo, no depende de la inclusión (ni de la creencia) en los niveles transpersonales más elevados de cada uno de los cuadrantes. Los cuadrantes son útiles porque nos proporcionan una forma fácil y sencilla de comprender el reduccionismo chato tan prevalente en el mundo moderno y postmoderno. Porque no hay que olvidar que el reduccionismo radical es sencillamente falso, lo cual afectará negativamente (llegando incluso a mutilar) los esfuerzos realizados en cualquiera de los ámbitos, desde el del mundo empresarial hasta el político y el educativo. Es por ello que el modelo de los cuatro cuadrantes le ayudará a no cojear, lo cual redundará en beneficio de todos los ámbitos a los que se aplique, favoreciendo el desarrollo de una política más responsable, de una educación más eficaz y de una visión empresarial económicamente más rentable. Creo que éste es el motivo por el cual este modelo está aplicándose -tanto teórica como prácticamente- a dominios tan diversos. Veamos unos pocos ejemplos: Bill Godfrey, director de la Greenhills School (niveles 6 a 12) en Ann Arbor (Michigan), me envió un amplio resumen de «la aplicación de la teoría de los cuadrantes al diseño curricular y a todo nuestro modelo escolar». Se trata de un documento excepcional en el que expone los objetivos globales y los medios educativos utilizando los cuatro cuadrantes (y sus niveles de desarrollo). En el mismo sentido escribe Ed McManis, de la Denver Academia, una escuela para niños con dificultades de aprendizaje: «Hemos implementado ya muchas de sus ideas en nuestro plan de

estudios». Hasta el momento, habré recibido ya varias decenas de cartas similares de centros educativos repartidos por todo el mundo. Las personas que integran el equipo de Jeb Bush de Florida me han llamado con la intención de discutir estas ideas en el ámbito político (un ejemplo procedente del lado conservador), y Michael Lerner y su organización (Politics of Meaning) las encuentra útiles desde la perspectiva liberal (o postliberal), algo que no ocurrió -y no podía ocurrir- cuando me centraba exclusivamente en «las dimensiones más elevadas de la naturaleza humana». Los cuatro cuadrantes operan también en los dominios inferiores e intermedios, el entorno en el que tiene lugar la mayor parte de la acción en el mundo real. El doctor Kenneth Cox, de la NASA, me ha enviado «A Futurist Perspective for Space», un artículo en el que utiliza este modelo para esbozar las futuras directrices que debería seguir la NASA y la investigación espacial. El informe subraya los veinte principios, la naturaleza de los holones, sus cuatro características, etcétera, y concluye: «La Tierra/Espacio es un holón y la investigación de sus características en tanto que totalidad, al tiempo que parte, posibilita la determinación de las pautas evolutivas». Ya me gustaría ver a la NASA tratando de conseguir fondos del Congreso explicando la naturaleza de los holones. «Lo siento, coronel, pero debemos regresar al planeta tierra». Ron Cacioppe, un hombre de negocios australiano, está escribiendo un manual de gestión empresarial basado en estas ideas y cada vez recibo más cartas procedentes de personas del mundo empresarial e institucional, como Leo Burke (de Motorola). Daryl Paulson (fundador de BioScience Laboratories) también ha escrito un artículo muy interesante sobre el mundo de la gestión empresarial. En su opinión, existen cuatro grandes teorías sobre la gestión empresarial, la teoría X (que se centra en la conducta individual), la Teoría Y (que se centra en la comprensión individual), la Gestión de Sistemas (que subraya la estructura y función de la organización) y la Gestión Cultural (gestión de valores compartidos), que tienen que ver, obviamente, con los cuatro cuadrantes. Esta visión, ampliamente desarrollada y documentada por Daryl, no sólo nos permite integrar los cuatro principales estilos de gestión, sino que también ubica al ámbito empresarial en un «marco de referencia» más amplio que da sentido y substancia a todo su esfuerzo. Y no se trata de una visión meramente teórica sino que tiene aplicaciones muy concretas. Daryl publicó «Developing Effective Topical Antimicrobials» (es decir, sopa antibacteriana) que comienza diciendo: «Puesto que el objetivo es el de introducir productos exitosos en el mercado, los fabricantes deberían desarrollar sus productos desde una perspectiva multidimensional». Muy bien. «El modelo holónico de los cuadrantes afirma que debemos asumir una perspectiva cuádruple que tenga en cuenta lo social, lo cultural, lo personal subjetivo y lo personal objetivo. Veamos con más detalle el modelo de los cuadrantes». Y luego procede a explicar cómo y por qué los cuatro cuadrantes nos brindan una comprensión mucho mejor de las necesidades del mercado y del modo más adecuado de ubicar un determinado producto en el mercado. (Anteriormente, mi obra llegaba a los interesados en el satori, pero ahora parece llegar a los interesados en el campo de la microbiología.) Susan Campbell, que trabajó extensivamente con John Robbins (Diet for a New América), está interesada en la dieta y el bienestar global, sobre todo para los niños. Ella

es la autora de The Healthy School Lunch, un libro muy aclamado, y ahora está trabajando en un segundo libro en el que utiliza los cuatro cuadrantes para diseñar un programa de nutrición aplicable al ámbito nacional. El doctor Thom Gehring (una autoridad mundial en el campo de la educación en las prisiones) y su esposa Carolyn Eggleston están «escribiendo un libro sobre la historia de la educación de los reclusos, describiendo el progreso que se ha hecho en nuestro campo en cada uno de los cuadrantes en cada período histórico». En opinión de Thom: «Cuando parto del intento "omni-nivel, omni-cuadrante", soy realmente incapaz de dar el salto a la parte "omni-nivel" de mi presentación. Estoy buscando el modo de dar el salto desde la comprensión "omni-cuadrante" a una comprensión "omni-nivel" más madura. ¿Le parece una estrategia razonable y operativa?». De hecho, así me lo parece, porque es mucho más fácil comenzar con los cuatro cuadrantes, dado que ellos se aplican a casi todos los ámbitos, y luego moverse a una orientación «omni-nivel», una orientación que incluye los dominios transpersonales superiores. Sea como fuere, hasta el momento habré recibido varios cientos de cartas que parecen constatar la existencia de lo que considero una revolución en marcha contra el reduccionismo chato. Y me alegro de que mi obra sirva de catalizador para alguno de estos abordajes y que su interés fundamental se dirija hacia los enfoques integradores y holísticos, lo cual resulta muy alentador.

Miércoles, 15 de octubre EL DESARROLLO Y LA REGRESIÓN

(Continuación de la conversación telefónica) PREGUNTA: Usted suele decir que cada estadio es adecuado pero que cuanto más elevado es el estadio más adecuado es. ¿Qué es lo que quiere decir con ello? KW: Si usted pretende alcanzar una visión auténticamente holística, deberá disponer también de algún modo de integrar todas las visiones en una imagen holística, pero sin olvidar que no todas tienen la misma importancia. Y, para ello, le resultará absolutamente necesario ordenar jerárquicamente la importancia relativa de las distintas visiones porque, en caso contrario, se verá obligado a colocar a la madre Teresa en pie de igualdad con Jack el Destripador y a invitar a los nazis al banquete multicultural, puesto que «ellos también forman parte del rico tejido de la vida». Y ése es un auténtico problema, ¿no le parece? Y ahí, precisamente, es donde la idea de desarrollo se torna crucial, porque el desarrollo proporciona la clave -o una de las claves- para afrontar este difícil problema. Porque resulta que, en casi todos los tipos de desarrollo que conocemos, los estadios superiores transcienden, a la vez que incluyen, a su(s) predecesor(es), lo cual nos proporciona un ordenamiento natural que tiene en cuenta los distintos grados de inclusión y profundidad. Ya hemos visto el ejemplo que va de los átomos a las moléculas y, desde éstas, a las células y los organismos, un ordenamiento de totalidades cada vez más inclusivas y, en consecuencia, más elevadas. Y este despliegue evolutivo de totalidades y profundidades mayores nos proporciona una clave esencial para comprender el papel que desempeñan las distintas visiones en la imagen mayor, porque

el hecho es que algunas visiones son mejores que otras porque son, sencillamente, más profundas. PREGUNTA: ¿Podría dar algunos ejemplos en el desarrollo humano? KW: Veamos, por ejemplo -ya que estábamos hablando de ello-, lo que ocurre en el caso del desarrollo moral. Los estadios del desarrollo moral de los que habla Kohlberg han demostrado ser aplicables -sin excepción alguna a más de cuarenta culturas (incluyendo el Tercer Mundo). Porque, aunque la conclusión de la investigación realizada por Carol Gilligan señale que las mujeres atraviesan los distintos estadios del desarrollo de Kohlberg «con una voz diferente» (enfatizando la relación en lugar de la individualidad), no cuestiona, sin embargo, la existencia de los tres grandes estadios que conducen de lo preconvencional (que afirma que lo correcto es lo que yo quiero [egocéntrico]) a lo convencional (que dice que lo correcto es lo que quiere el grupo [sociocéntrico]) y, desde ahí, a lo postconvencional (que indica que es lo correcto para todas las personas, con independencia de su raza, sexo o credo [mundicéntrico]). Éste me parece un buen ejemplo. El hecho es que todos comenzamos nuestro desarrollo en el estadio preconvencional y, a partir de ahí, pasamos al estadio convencional y, con suerte, al postconvencional. Es imposible saltar o eludir esos estadios porque cada uno de ellos se construye sobre ciertos rasgos que sólo aparecen en el estadio anterior, a los que se agregan su propios emergentes, del mismo modo, por ejemplo, en que usted debe tener letras antes que palabras, palabras antes que frases y frases antes que párrafos. Nadie ha pasado nunca del estadio de las letras al de las frases saltándose el de las palabras. Y esto no significa que los estadios inferiores estén equivocados, sean estúpidos o estén desencaminados. Porque los estadios preconvencionales representan la cúspide del desarrollo moral característico de las fases más tempranas del desarrollo. Es un estadio en el que uno todavía no puede asumir el papel de los demás, tampoco puede participar en la comprensión mutua, sostiene una visión de mundo mágica y narcisista y, por tanto, una actitud moral egocéntrica y preconvencional. Y el hecho de que representen la mejor de las alternativas en esas condiciones concretas las torna bastante adecuadas, ya que son específicas de una determinada fase y se hallan, por tanto, adaptadas a ella. Pero con la emergencia de la moral convencional, uno aprende a asumir el papel de los demás, uno aprende a ponerse en la piel de otra persona, con lo cual su respuesta moral se expande y profundiza desde el yo hasta el nosotros. Y ésta es una respuesta moral más adecuada, porque tiene en cuenta a los demás. Obviamente su respuesta moral queda entonces anclada a la visión del grupo -motivo por el cual también se denomina conformista-, pero el hecho es que, en este estadio, uno no dispone de otra alternativa mejor. Eso es lo mejor que uno puede hacer con el limitado equipo de que dispone en ese estadio. De modo que se trata de un estadio específico de fase y, en consecuencia, también resulta adecuado a esa fase. Con la emergencia de la moral postconvencional, uno trata de determinar lo que es bueno y justo, no sólo para mi grupo, mi tribu o mi religión, sino para todas las personas, independientemente de su credo, sexo o color. Entonces es cuando su respuesta moral se expande y profundiza de nuevo hasta llegar a englobar a todas las personas en una totalidad mayor y, en consecuencia, todavía más adecuada. Y muchos

de ustedes sabrán que ésta es, desde mi punto de vista, la antesala que conduce a una moral espiritual que incluya a todos los seres sensibles. PREGUNTA: De modo que los distintos estadios son adecuados, pero que los hay más adecuados y otros todavía más adecuados... KW: Así es. Cada estadio es adecuado, pero los estadios subsiguientes lo son todavía más. Y eso es importante porque sólo de ese modo tendremos la posibilidad de integrar las distintas visiones en una imagen mayor, sin llegar, no obstante, a equipararías. PREGUNTA: ¿Y lo mismo ocurre con las visiones del mundo? KW: Eso es, al menos, lo que opino. Como ustedes saben, en distintos escritos he bosquejado varias visiones evolutivamente diferentes del mundo que van desde lo arcaico hasta lo mágico, lo mítico, lo racional, lo existencial, lo psíquico, lo sutil, lo causal y lo no dual. Y, si bien cada una de ellas es importante y adecuada, no hay que olvidar que las superiores son más importantes y más adecuadas que las inferiores. La dificultad se presenta con la regresión porque, en tal caso, uno está volviendo hacia atrás, hacia una visión que tal vez fuera apropiada para un estadio anterior pero que ya ha dejado de serlo. La visión mágica del mundo, por ejemplo, no es una enfermedad ni una locura; es la visión del mundo propia de los cuatro años de edad..., y tener cuatro años, como usted sabe, no es ninguna enfermedad. Es más, incluso para los adultos, la cognición mágica, cuando es asumida, puede desempeñar un papel muy importante en determinadas situaciones. Pero si usted es un adulto integrado en una cultura racional y pluralista y retrocede a la magia exclusivamente egocéntrica, tendrá verdaderos problemas y se verá aquejado de alguna «enfermedad emocional». Para retroceder, las estructuras más elevadas y complejas deberán disgregarse, lo cual puede resultar catastrófico y muy doloroso porque, en tal caso, las placas tectónicas de su psiquismo se separan y uno acaba cayéndose por las grietas. PREGUNTA: Una última pregunta, si no le importa. Usted ha dicho que el liberalismo se basa en un elevado logro evolutivo, la actitud mundicéntrica del pluralismo universal. KW: Sí.

PREGUNTA: ¿Cómo puede el liberalismo alentar esa actitud sin imponer sus creencias sobre los demás? KW: ¿Está usted en la universidad? PREGUNTA: Sí. KW: ¿Y acaso está estudiando teoría política? PREGUNTA: Sí. KW: Eso es lo que me parecía, porque su pregunta se centra muy concretamente en el problema fundamental del liberalismo. Según el liberalismo, el Estado no puede imponer una determinada noción de «buena vida» a los ciudadanos. Los individuos deben ser libres (mientras no transgredan los derechos de los demás) para elegir su

propia religión, sus propias creencias y sus propios caminos hacia la felicidad. El fundamento moral del Estado liberal, dicho en pocas palabras, se asienta en el pluralismo universal postconvencional y sus leyes e instituciones están imbuidas de esos principios mundicéntricos para impedir así la aparición de respuestas egocéntricas y etnocéntricas. Pero en la democracia, las leyes son, en última instancia, elaboradas y sostenidas por las personas, lo cual significa que la misma existencia del Estado liberal depende de que una buena parte de su población haya alcanzado el nivel de desarrollo postconvencional. Sólo desde el nivel postconvencional es posible tolerar la «rica diversidad», porque si únicamente alienta la rica diversidad, acabará socavando la misma necesidad de alcanzar el nivel de desarrollo postconvencional (porque esa perspectiva valora por igual todas las respuestas, incluso las egocéntricas y etnocéntricas, con lo cual acabará con los incentivos sociales que fomentan el desarrollo moral). El dilema es el siguiente: ¿cómo puede el Estado promover -sin imponer- el desarrollo que conduce al nivel postconvencional del pluralismo universal? Porque si el liberalismo no encuentra la respuesta a esta pregunta acabará muriendo y, con él, también lo hará el auténtico multiculturalismo. PREGUNTA: Ésa es, precisamente, mi pregunta. KW: Trataré de darle una respuesta breve. Es cierto que los individuos tienen derecho a «la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad», pero también lo es que el Estado también tiene ciertos derechos, y uno de ellos es el derecho a exigir que sus ciudadanos desarrollen ciertas habilidades básicas que resultan imprescindibles para la cohesión y supervivencia de la sociedad. Ése es precisamente el motivo por el cual otorgamos al Estado el derecho a declarar la guerra, reclutar a los soldados, imponer la vacunación obligatoria contra las enfermedades contagiosas y, muy especialmente, exigir un nivel mínimo de educación obligatoria (exceptuando, claro está, los casos de seria incapacidad). Tradicionalmente, sin embargo, la educación liberal ha sido el modo en que el Estado liberal ha escamoteado la exigencia de que los ciudadanos crecieran y se desarrollasen hasta alcanzar un cierto nivel. Los ciudadanos deben completar un determinado nivel de educación en la expectativa de que, al recibir una educación liberal, están estableciéndose las condiciones que fomentan el desarrollo de una moral liberal o, dicho de otro modo, de un pluralismo universal postconvencional y mundicéntrico. Y ésta no me parece una mala idea. No es posible forzar el crecimiento de las plantas o de las personas, pero sí lo es poner las condiciones que favorezcan el desarrollo (como el agua en el caso de las plantas). El Estado no puede exigir el desarrollo, pero sí las condiciones y eso es lo que tradicionalmente ha pretendido hacer con la educación obligatoria. PREGUNTA: Y es por ello que usted subraya la importancia del proceso educativo. KW: Efectivamente. Y ése es el motivo por el cual el estado de la educación en este país resulta ciertamente preocupante. La educación de hoy en día se halla sometida a

muchas agendas postmodernas radicales, algunas de las cuales evidencian tendencias abiertamente regresivas. Por una parte, los movimientos en pro de la diversidad y el multiculturalismo han contribuido poderosamente a garantizar que el pluralismo universal sea auténticamente pluralista, extendiendo ese criterio hasta llegar a incluir a muchos grupos anteriormente marginados. Esta es simplemente la culminación de la doctrina liberal de la igualdad de oportunidades, independientemente del sexo, color o credo -la culminación del pluralismo universal y mundicéntrico-, y, en ese sentido, soy un ferviente defensor de los movimientos postmodernos, especialmente en el campo de la educación. Pero también es cierto, como estábamos diciendo, que muchos de estos movimientos han llegado, en su celo, a asumir posturas francamente contradictorias. El objetivo de cualquier educación liberal/multicultural es el de proporcionar ciertas habilidades y condiciones básicas dentro de las cuales el desarrollo moral pueda pasar de lo egocéntrico a lo etnocéntrico/sociocéntrico y, desde ahí, a lo mundicéntrico/plural. Pero la agenda de la Nueva Izquierda ha extrapolado las cosas hasta el punto de terminar boicoteando sus más nobles objetivos. Es así como la educación media y superior de nuestro país ha terminado alentando facetas que forman parte del movimiento de la llamada «rica diversidad», como la identidad política etnocéntrica, el esencialismo de género, la identidad racial y la política de la autocompasión. La enseñanza de la historia se ha convertido en una especie de terapia de autoestima en la que no se enseña tanto lo que sucedió, dónde y cuándo, sino lo ignorantes, torpes e inmorales que son todos los demás comparados con nosotros, aunque, de ese modo, los valores de la Ilustración liberal terminan siendo instrumentados para condenar sumariamente toda la historia anterior, incluida la misma Ilustración liberal. Pero las cosas son todavía peor, porque no se trata tan sólo de que la educación aliente la regresión desde lo mundicéntrico hasta lo etnocéntrico, sino que incluso llega, en ocasiones, a alentar la regresión desde lo etnocéntrico a lo egocéntrico. ¡Desembarázese de las sucias diferencias y conceda un aprobado general! No hay nada mejor ni peor en los demás, lo cual también significa que no hay nada mejor ni peor en usted, algo que, como puede suponer, imposibilita todo desarrollo. De ese modo, uno prepara a su hijo para el futuro utilizando el mismo método con el que los mendigos en India adiestran a sus hijos para el trabajo, rompiéndoles las piernas y dándoles, así, la justificación y los medios para mendigar. En la actualidad, pues, el liberalismo -pero esta vez dentro del campo de la educaciónestá persiguiendo objetivos suicidas. Al subrayar la noción chata de una «diversidad equiparable» y negarse a establecer juicios de diferencias de profundidad, la educación liberal está alentando su propia destrucción. PREGUNTA: ¿Y cree usted que esta tendencia acabará corrigiéndose? KW: Bien. Debo decir que el proceso de desarrollo del Kosmos parece hallarse movido por un impulso (Eros) que le lleva a desplegar totalidades más elevadas y más profundas. Los rasgos regresivos -que, a mi juicio, se hallan gobernados por Thanatos (una especie de deseo de muerte)- más pronto o más tarde se desvelan como erróneos. En los últimos años hemos asistido, en este país, a una respuesta negativa, en el buen sentido, contra estas agendas regresivas y a la demanda de la aplicación de las normas educativas. De modo que, hablando en términos generales, soy cautamente optimista.

Y aquí estamos hablando de la educación liberal tradicional en tanto que despliegue de los potenciales más profundos y más elevados de uno mismo, lo cual significa que, además de estimarse y aceptarse uno mismo tal cual es, también es preciso afrontar desafíos y exigencias reales -la sabiduría real y la compasión real- y, en consecuencia, comprometerse a crecer, desarrollarse y evolucionar. Pero no será posible llevar a cabo esta educación primaria, media o superior si, en lugar de apoyarnos en la «compasión real», lo hacemos en la «compasión idiota».

Viernes, 17 de octubre Mike [Murphy] está en plena gira de promoción de su libro The Kingdom of Shivas Irons, lo que le ha llevado a Denver y Boulder, y me ha llamado para que nos veamos. Su libro The Life We Are Given (escrito en colaboración con su amigo John Leonard) esboza la necesidad de emprender una práctica transformadora integral (PTI) y, según me comenta, hasta el momento habrá unos cuarenta grupos de PTI en todo el país, lo cual me parece una buena noticia. Y, como ahora mismo habrá otros tantos grupos que se dedican al estudio de mi obra, hemos hablado de la posibilidad de agruparlos. Cuando Mike se ha marchado, Marci ha dicho: «No sé qué le hará tan fascinante, me parece una persona adorablemente amable». En este mismo instante, Tony está volando hacia Italia porque una fundación de este país ha concedido un premio a What Really Matters. Se trata de un gran evento de los medios de comunicación: Tony pronunciará una conferencia (ha escrito una introducción de unas doce páginas muy interesante acerca de un enfoque integral de la salud y el bienestar, un enfoque que él, por otra parte, suele seguir) y su foto ha salido en todos los periódicos. Luego pasará una semana en Italia, comiendo y bebiendo y -al menos esta semana- sin llevar a la práctica su discurso.

Martes, 21 de octubre VER UN MUNDO: EL ARTE Y EL YO DEL ESPECTADOR

El rasgo distintivo del arte no es tanto el objeto expresado como la profundidad del sujeto que lo expresa. Tal vez, de este modo, podríamos contribuir a que el arte y la crítica del arte pasaran -en un movimiento un tanto desconcertante para la mirada actual- de la ironía a la autenticidad. ¿Acaso podrán, el arte y la crítica del arte, sobrevivir a la inspiración que les proporciona la ironía y la falta de autenticidad? Y, lo más importante de todo, ¿dónde se asentará el arte si finalmente renuncia al ámbito superficial de la ironía? *** Uno de los principios fundamentales de la revolución postmoderna en el campo de la filosofía, de la psicología y de la sociología es que no vivimos en un mundo dado a priori, sino que existen diferentes visiones del mundo, diferentes modos de categorizar, presentar, representar y organizar nuestra experiencia. No existe, pues, un único mundo que sólo podamos representar de un determinado modo sino muchos mundos y muchos

modos de interpretarlos. Es más, las distintas visiones posibles del mundo difieren con mucha frecuencia -de hecho, casi siempre- de época en época y de cultura en cultura. Pero no debemos sacar las cosas de quicio, porque las distintas interpretaciones posibles comparten muchos rasgos comunes que evitan que el mundo se desmorone. Son muchos, de hecho, los eruditos que han descubierto, en el ámbito del lenguaje, de los afectos, de las estructuras cognitivas y de la percepción del color, por citar sólo unos pocos, la existencia de algunos (y muy frecuentemente muchos) rasgos universales organizados de modos tan diversos que nos ofrecen un amplio abanico de visiones del mundo. Pero aunque, desde un punto de vista teórico, exista un número casi infinito de visiones del mundo, la historia del ser humano evidencia la existencia de unas pocas que han ejercido -y siguen ejerciendo- una influencia muy poderosa y significativa. Estas visiones del mundo (que se han visto investigadas por eruditos tales como Jean Gebser, Gerald Heard, Jürgen Habermas, Michael Foucault, Robert Bellah y Peter Berger, entre muchos otros) son las siguientes: sensoriomotora, arcaica, mágica, mítica, mental, existencial, psíquica, sutil, causal y no dual (términos cuyo significado exacto irá clarificándose en la medida en que prosigamos nuestra exposición). Y no se trata tanto de determinar cuál de ellas es correcta y cuál equivocada, porque lo cierto es que todas son adecuadas para el tiempo y el lugar en el que aparecieron, como, por el contrario, de caracterizar, tan minuciosamente como podamos, los rasgos distintivos generales de cada una de ellas, dejando de momento de lado (o «poniendo de momento entre paréntesis») la cuestión acerca de su «realidad», y dedicándonos simplemente a describirlas como si fueran reales. Digamos, para comenzar, que la visión mágico-animista del mundo se caracteriza por una identificación parcial entre el sujeto y el objeto, de modo que los «objetos inanimados» (como las rocas y los ríos, por ejemplo) son percibidos directamente como si estuvieran vivos o como si poseyeran un alma o un espíritu subjetivo. La visión mítica del mundo, por su parte, se caracteriza por una plétora de dioses y diosas, pero no como entidades abstractas, sino en tanto que poderes profundamente sentidos que ejercen una influencia bastante directa sobre los asuntos terrenales. El rasgo fundamental de la visión mental del mundo -de la que la «visión racional del mundo» constituye la subclase más conocida- es la creencia de que el mundo objetivo se encuentra radicalmente separado del mundo objetivo de la naturaleza, de modo que uno de los problemas más apremiantes de esta visión consiste en el modo de volver a conectar esos dos dominios. La visión existencial, por su parte, considera que el universo puede ser contemplado desde perspectivas muy diferentes y que la ausencia de una visión privilegiada obliga al individuo a otorgarle un sentido. La visión sutil del mundo se caracteriza por la percepción de formas sutiles, arquetipos trascendentales y pautas primordiales que habitualmente son experimentadas (y consideradas) como Divinos. La visión causal del mundo se caracteriza por la experiencia directa de un vasto dominio no manifiesto -conocido por nombres tales como Vacío, cesación, el Abismo, lo No Nacido, ayn, Ursprung-, la inmensa Ausencia de Forma de la que emana toda manifestación. Y la visión no dual del mundo, por último, constituye la unión entre la No Forma y la Totalidad del mundo de la Forma.

Estas distintas visiones del mundo (y hay que decir que la lista que hemos enumerado no agota las infinitas visiones posibles del mundo que se hallan sujetas a un proceso de cambio que nos abre de continuo a nuevas posibilidades) nos ofrecen un amplio abanico de modos diferentes de organizar e interpretar la experiencia. Porque el hecho es que, como decía William James, en ausencia de algún tipo de visión del mundo nos hallaríamos perdidos en la floreciente y zumbadora confusión de la experiencia. Todas nuestras percepciones individuales, por decirlo en otras palabras, se hallan insertas en una determinada visión del mundo. Es cierto que, dentro de ellas, disponemos de una gran libertad de acción, pero las visiones del mundo nos constriñen tanto que ni siquiera podemos considerarlas como opciones. Es innecesario decir, por ejemplo, en este sentido, que el hombre actual no se levanta de la cama con la idea de que «ha llegado el momento de ir a matar el oso». Cada visión del mundo impone sus rasgos distintivos a quienes han nacido dentro de ella, hasta el punto de que la mayoría de los individuos no saben -de hecho, ni siquiera sospechan- que sólo pueden percibir aquello que queda dentro del limitado horizonte impuesto por la visión del mundo en que se hallan. De este modo, cada visión del mundo contribuye de un modo colectivo e inconsciente a presentarnos el mundo como si fuera un dato. Al igual que ocurre con los peces, que son inconscientes del agua que les rodea, son muy pocos, de hecho, quienes ponen en cuestión la visión del mundo en que se hallan inmersos. Sin embargo -y en este punto nuestra explicación toma un rumbo decididamente fascinante- los resultados de la investigación realizada al respecto por la psicología individual y por la antropología transcultural demuestran convincentemente que, bajo determinadas circunstancias, el ser humano dispone de la posibilidad de acceder al espectro completo de todas las posibles visiones del mundo. Es como si la estructura de la mente humana dispusiera potencialmente de la posibilidad de acceder a todas estas visiones del mundo -desde la arcaica hasta la mágica, la mental, la sutil y la causal-, prestas a desarrollarse en cuanto se den las condiciones adecuadas, como la semilla aguarda la aparición del agua, la tierra y el sol que propicien su desarrollo. Así, aunque cada una de las épocas se haya visto determinada por una visión concreta del mundo -la de los cazadores-recolectores por la visión mágica, la agraria por la mítica y la industrial por la mental-racional, por ejemplo-, todo el mundo dispone (apenas se den las condiciones adecuadas) de la posibilidad de acceder a esas grandes formas de interpretar la experiencia. Así pues, la respuesta última a la pregunta «¿De qué visiones del mundo disponemos ahora mismo?» parece ser: «De todas ellas». Lo habitual, sin embargo, es que la mayor parte de los individuos que se hallan dentro del ámbito de una cultura y un momento histórico determinado compartan la misma visión del mundo. Y la razón de ello es bastante simple, porque la visión del mundo es, en realidad, el mundo de una persona y perder ese mundo es sufrir un terremoto psíquico equivalente a un 7 de la escala Richter interna, algo que todo el mundo quiere evitar a toda costa. En ocasiones, sin embargo, bajo circunstancias excepcionales..., o en el caso de artistas excepcionales..., se resquebraja el caparazón de nuestras percepciones habituales y accedemos a visiones del mundo más elevadas o más profundas y, a partir de ese momento, el mundo ya no vuelve nunca a ser el mismo.

*** Los artistas expresan visiones del mundo. Los artistas paleolíticos, por ejemplo, representaban el espacio mágico del mundo (solapamiento de objetos, ausencia casi total de perspectiva, símbolos animistas, falta de limitaciones temporales y espaciales, intercambiabilidad entre las totalidades y las partes, etcétera). Los artistas medievales, por su parte, representaban el espacio mítico del mundo (panteones llenos de ángeles, arcángeles, un Dios, el Hijo de ese Dios, la madre de ese Dios, Moisés separando las aguas del mar Rojo, etcétera). Los temas, en este caso, estaban ligados a las infinitas posibilidades que nos propone el espacio mítico, aunque no representadas de un modo simbólico sino en tanto que realidades literales (por el hecho, como ya hemos visto, de que cada visión del mundo se nos aparece como «la verdad»). Con el advenimiento de la modernidad en Occidente (a caballo de la visión mental del mundo y de la separación entre la mente subjetiva y la naturaleza objetiva, asistimos al reemplazo gradual de los temas mitológicos por los temas naturales (realismo, impresionismo, expresionismo subjetivo y expresionismo abstracto, por ejemplo), y, con la emergencia del postmodernismo, esas tendencias se ven extrapoladas más allá del espacio existencial del mundo, en donde las múltiples perspectivas que, en un primer momento, fueron fuente de incesante creatividad, no tardan en convertirse en una pesadilla inmovilizadora cargada de sarcasmo e ironía. Gebser califica de «aperspectivista-integral» la visión existencial del mundo («aperspectivista» porque nos ofrece un amplio abanico de perspectivas, sin privilegiar, en cambio, ninguna de ellas, e «integral» porque, en medio de esa multiplicidad, cabe encontrar un cierto tipo de unidad, coherencia o significado). En la visión mentalracional del mundo (a la que Gebser denominaba «perspectivista») el sujeto tiende a adoptar una interpretación única y fija el mundo, lo cual quedó patente en los cambios que tuvieron lugar en esa época histórica, tanto en la ciencia (Newton) como en la filosofía (Descartes), el retrato (van Eyck) y el perspectivismo (que comenzó en los pintores del Renacimiento, especialmente Brunelleschi, Alberti, Donatello, Leonardo y Giotto). Luego, con el cambio a la visión aperspectivista-integral, el sujeto mismo pasa a formar parte de la escena -la cámara se incorpora en la película, el flujo del pensamiento del autor se incluye en la novela y las operaciones del pintor mismo se muestran sin ambage alguno en el lienzo. Así fue como la visión aperspectivista arrojó al sujeto al mundo de los objetos, convirtiéndolo en un objeto entre muchos otros, perdido en una vorágine de subjetividad de la que resulta imposible escapar. Pero cada visión del mundo también tiene sus propias expresiones patológicas. Dentro del ámbito de la visión racional del mundo, por ejemplo, nos encontramos con el «dualismo cartesiano» (la escisión entre el sujeto y el objeto, el divorcio entre la mente y la naturaleza, etcétera), un dualismo al que, según parece, ha declarado la guerra toda persona pensante de los últimos trescientos años. La patología propia de la visión postmoderna aperspectivista-integral del mundo suele ser conocida con el nombre de «locura aperspectivista», una visión que afirma que ninguna visión del mundo es mejor que las demás. Partiendo del noble empeño de tratar de manera imparcial a todas las posibles perspectivas («pluralismo y rica diversidad»), el postmodernismo suele caer, en sus formas extremas, en la insidiosa creencia de que ninguna perspectiva es mejor que las demás, una confusión que aboca a la parálisis completa de la voluntad, el pensamiento y la acción. Se trata, en suma, de una locura que pretende que ninguna visión es mejor que otra... excepto la suya propia, claro está, que se supone superior en

un mundo en que, según se afirma, nada es superior. Y, lo que resulta todavía más grave, si ninguna visión es mejor que las demás, los nazis y el KKK se hallan en pie de igualdad con, pongamos por caso, los críticos de arte. El término «locura aperspectivista» describe perfectamente mucho de lo que ha sucedido en las dos últimas décadas en el mundo del arte, de la crítica del arte, de la crítica literaria y de los estudios culturales en general. Porque, en el implacable mundo de la locura aperspectivista, la ironía (el hecho de querer decir una cosa y decir otra para no ser pillado en el vergonzoso renuncio de asumir una determinada postura) es uno de los pocos lugares en los que uno puede refugiarse. (Si, supuestamente, ninguna posición es mejor que otra, uno no debe comprometerse, porque la sinceridad es la muerte.) De modo que evita la sinceridad y opta por el sarcasmo; no construyas, deconstruye; no busques profundidad, abraza las superficies; evita el contenido y céntrate en el ruido... Bret Easton Ellis resumió así este panorama: «superficies, superficies, fue lo único que encontraron». No es de extrañar que David Foster Wallace, en un ensayo reciente que levantó un gran revuelo, lamentara la persistencia en el mundo del arte de un «sarcasmo agotador», de una «ironía reflexiva», de un arte «sofisticado y extremadamente superficial». Pero ¿qué es lo que nos queda si renunciamos a la ironía y tratamos de hacer afirmaciones sinceras?, ¿qué significa exactamente renunciar a las superficies y buscar las profundidades?, y, sobre todo, ¿dónde se hallan esas profundidades? Wallace sugiere que, en lugar de «ironía reflexiva», el arte debería ofrecer «comprensiones y guías de valor», un hermoso sentimiento, pero debemos recordar que los valores concretos sólo existen dentro del marco de determinadas visiones del mundo. La visión mítica del mundo, por ejemplo, valoraba el sometimiento a una jerarquía social tan rígida que muy pocos modernos encontrarían atractiva. Además, la visión mítica del mundo valoraba también la dominación masculina y la sumisión femenina, cosa que la mayor parte de los instruidos modernos considera como un fruto de la ignorancia. Todos los valores existen en visiones del mundo concretas y si el sarcasmo representa, en realidad, el agotamiento de la visión existencial del mundo, la única conclusión posible es que, para escapar de la locura aperspectivista y de su persistente insinceridad, vamos a tener que buscar otras visiones del mundo completamente distintas... *** Si el arte del mundo postmoderno y existencial se halla en un callejón sin salida no es porque el arte en sí se haya agotado, sino porque lo que se ha agotado es la visión existencial del mundo. Al igual que la modernidad racional agotó previamente sus formas y dio paso a la postmodernidad aperspectivista, el mundo postmoderno se halla hoy en día postrado en su lecho de muerte y sólo cuenta con la ironía para que le acompañe a la tumba y coloque flores donde nadie va a echarles de menos. La calavera de la postmodernidad sonríe en el horizonte mientras atravesamos la tierra de nadie de dos visiones del mundo, una que agoniza lentamente y la otra que todavía no ha nacido. Pensemos lo que pensemos -y son muchos los libros que se han publicado a este respecto-, lo mejor que podemos decir de la vanguardia es que siempre se halló en la cresta de la ola de las nuevas visiones del mundo. En este sentido, la vanguardia era el

extremo más avanzado, la punta de lanza de una humanidad en evolución, el heraldo de lo nuevo y el anuncio de lo venidero. La vanguardia era la que atisbaba y luego representaba las nuevas formas de ver, las nuevas formas de ser, las nuevas modalidades de conocimiento, las nuevas alturas o las nuevas profundidades del sentimiento y, en todos los casos, las nuevas modalidades de percepción. La vanguardia artística siempre ha cumplido con la función de romper con la antigua visión del mundo y atisbar y representar la visión venidera del mundo. Todos conocemos la historia. El arte de Jacques-Louis David formaba parte de la primera oleada de la modernidad (razón y revolución) que arrasó violentamente con todo vestigio del pasado mítico, aristocrático y jerárquico rococó. Desde el neoclasicismo hasta el expresionismo abstracto, cada nueva oleada ha acabado convirtiéndose, a su debido tiempo, en la norma convencional aceptada, para ver cómo sus formas eran barridas por la siguiente vanguardia. Hasta el postmodernismo y su locura aperspectivista, que había nacido con la intención de deconstruir la vanguardia, depende íntimamente de ésta para tener algo que deconstruir. No es de extrañar, como señala Donald Kuspit en The Cult of The Avant-Garde Artist, que una especie de «neovanguardia» siguiera estrechamente, casi desde sus inicios, los pasos del postmodernismo. A modo de enormes olas rompiendo en la costa, las distintas visiones del mundo se han ido sucediendo unas a otras, y las vanguardias, en el mejor de los casos, han sido los surfistas de estas olas. ¿Qué nuevas olas brotan hoy del océano del alma, ahora que la ola del postmodernismo está llegando a la costa de su propia defunción, augurando el advenimiento de una nueva percepción?, ¿dónde debemos buscar los contenidos de las propuestas artísticas sinceras que se encuentran en condiciones de reemplazar la ironía y la locura aperspectivista?, ¿acaso podemos ponernos de puntillas y otear a través de la bruma para atisbar el difuso perfil del rostro del arte del mañana y, por tanto, del mundo del mañana? *** ¿Qué visiones del mundo portará consigo el arte del mañana? Es evidente que algunos aspectos del paisaje del futuro serán completamente nuevos y originales. Según Whitehead, el rasgo distintivo del universo es el «avance creativo hacia la novedad». Pero también sabemos, por el amplio cuerpo de las investigaciones psicológicas y sociológicas de que disponemos, que la naturaleza no parte de la nada sino que reelabora lo que tiene a mano y le añade el toque final de la novedad y que ciertos rasgos principales de la docena aproximada de visiones del mundo más importantes que anteriormente hemos resumido, son potencialidades de las que ya dispone el organismo humano. Ya hemos señalado algunas de las visiones del mundo que han ido sucediéndose a lo largo de la historia en la medida en que iban agotándose: la arcaica, la mágica, la mítica, la mental-racional (moderna) y la aperspectivista existencial (postmoderna). Es evidente también que la visión postmoderna seguirá ejerciendo su influencia durante varias décadas en el camino que la lleva hacia su lugar de reposo. Por el momento, sin embargo, el grisú de la postmodernidad está acabando con la obra de arte (a modo de un canario en la mina cultural). A diferencia de lo que ocurre con la mentalidad colectiva,

el mundo del arte está buscando la puerta que le permita salir del cul de sac en que le ha metido la visión postmoderna. ¿De qué otros horizontes disponemos hoy en día? De momento, ya hemos señalado tres visiones que los fenomenólogos de las visiones del mundo (es decir, las personas que se ocupan de la investigación y descripción de las visiones del mundo disponibles) califican de transracionales o transpersonales (por contraste con las anteriores visiones del mundo, algunas de las cuales -como la arcaica, mágica y mítica- son prerracionales o prepersonales, mientras que otras -como la mental y la existencial- son racionales o personales): la sutil, la causal y la no dual. De este modo, el ser humano dispone de un amplio espectro de visiones del mundo que van desde lo prerracional a lo racional y, desde ahí, a lo transracional; desde lo subconsciente a lo autoconsciente y, desde ahí, a lo supraconsciente. Suponiendo que haya concluido ya el retroceso de la autorreflexividad sólo se abren ante nosotros dos posibles caminos, hacia atrás (en dirección a la subconsciencia y de vuelta a lo infrarracional) o hacia adelante (en dirección a lo suprarracional). Y esta distinción es importante, porque las visiones del mundo transracionales o transpersonales son lo que podríamos llamar «espirituales» aunque, no obstante, tengan muy poco que ver con las visiones del mundo propias de las religiones tradicionales de las esferas mágica y mítica. Los dominios transracionales no tienen nada que ver con dioses o diosas externos, con oraciones de petición y rituales ni con dogmas o creencias, sino con una atención interior que nos permite sondear las profundidades del psiquismo, con la expansión y clarificación de la conciencia y con la limpieza de las puertas de la percepción. No se trata, en suma, de buscar la vida eterna del ego sino, por el contrario, de llegar a trascenderlo. Cuando se agota lo personal se abren las puertas a lo transpersonal. Ahora mismo no tenemos otro lugar adonde ir. *** Las diferentes visiones del mundo no sólo nos proporcionan valores diferentes, sino también objetos diferentes. Pero los artistas sólo pueden pintar, representar o expresar sus percepciones particulares de los objetos de cualquiera de estos reinos en el caso de que estén realmente despiertos a ellos. El mundo sensoriomotor es familiar a todos nosotros, ya que sus objetos -rocas, pájaros, bodegones, desnudos, paisajes, etcétera- pueden ser vistos con los distintos sentidos. Los artistas han representado esos objetos de todas las formas posibles, desde el realismo más deslumbrante hasta los matices mucho más suaves del impresionismo). La visión mágica del mundo (una visión que, por otra parte, se presenta cada vez que entramos en el sueño) está dominada por los mecanismos de desplazamiento y de condensación, por el mundo onírico y por sus objetos reales tan bien ilustrados por los surrealistas. El mundo mítico, por su parte, está saturado de dioses, diosas, ángeles, elfos, almas desencantadas, figuras amables y crueles, auxiliadoras y malévolas. Y el (artista puede pintar esos objetos, de hecho, así lo han hecho la mayor parte de los artistas del mundo entero, desde el 10000 a.C. hasta el 1500 d.C. La visión mental del mundo, por su parte, está plagada de conceptos, ideas, perspectivismo racional y formas abstractas. En tal caso, los artistas no sólo pueden representar esos contenidos (arte conceptual, arte abstracto), sino que también pueden expresarlos (expresionismo

abstracto). La visión existencial (aperspectivista), entre otras cosas, va acompañada del miedo del sujeto aislado que se ve arrojado a un mundo esencialmente ajeno desprovisto de consuelos míticos y de pretensiones racionales, una visión que han representado de un modo en ocasiones hasta abrumador (como ejemplifica perfectamente El grito, de Edvard Munch) los artistas de todos los medios. Pero la visión aperspectivista del mundo también es, en última instancia, un sujeto mirándose a sí mismo mientras trata de mirar el mundo, en un paso hacia atrás que los artistas han tratado de representar de múltiples maneras, desde la deconstrucción hasta la ironía reflexiva o el desdoblamiento (incluyendo al artista como parte del arte), un juego peligroso que fácilmente puede terminar resultando sofocante. Y los espacios y los mundos transpersonales también tienen sus propios contenidos, temas y percepciones. En última instancia, todos los dominios son transpersonales, en el sentido de que esas realidades incluyen, al tiempo que trascienden, lo personal y lo individual, a modo de corrientes más amplias que van más allá del ego encapsulado en la piel y nos permiten establecer contacto con seres, con el cosmos, con el Espíritu, con pautas y lugares que permanecen ocultos para quienes sólo abrazan las superficies y dan vueltas y más vueltas en tomo a sí mismos. Pero el hecho de que dispongamos de la posibilidad de acceder a los espacios transpersonales del mundo no significa que ese espacio se encuentre ya adecuadamente amueblado. Somos nosotros quienes debemos amueblarlo, construirlo, crearlo, modelarlo, labrarlo, fabricarlo y componerlo, una tarea que normalmente han asumido los artistas, vanguardia en el mejor de los sentidos. Convendría, pues, volver nuestra mirada hacia aquellas inusitadas ocasiones en que una cultura estableció contacto con el dominio transpersonal y lo mostró a través del arte, la arquitectura, la poesía, la pintura, la artesanía y la expresión musical (véase, por ejemplo, en este sentido, la influencia del zen en la estética japonesa). Pero esa mirada hacia atrás sólo puede proporcionamos indicios, porque la casa del mañana sólo puede ser decorada por los artistas del presente. ¿Qué aspecto tendrá el mobiliario de nuestro futuro hogar? Hoy en día nos hallamos de pie, a mitad del camino entre dos mundos, aguardando ese nacimiento. Pero no debemos olvidar que sólo los hombres y las mujeres que se hallen abiertos a lo transpersonal podrán crear, desde la profundidad de sus corazones y de sus espíritus, realidades que nos hablen en términos inequívocamente claros de las visiones del mundo de las que disponemos. Y cuanto más profunda sea la conciencia de los individuos, más mundos podrá sondear. Ese es, en última instancia, el motivo por el cual el rasgo distintivo del arte no reside tanto en el tipo de objeto como en la profundidad del sujeto. Hemos hablado de objetos sensoriales, objetos mágicos, objetos míticos, objetos mentales y objetos aperspectivistas... y también hemos visto cómo todos ellos han terminado agotando su significado. ¿Quiénes se abrirán a profundidades que nos permitan escalar las nuevas cumbres y volver para contamos lo que han visto?, ¿quiénes nos mostrarán los objetos del mundo transpersonal?, ¿quiénes podrán alejarse tanto de sí mismos, de su ego, de sus esperanzas y de sus miedos para servir de cauce a lo transpersonal con una fuerza que sacuda al mundo hasta sus mismos cimientos?, ¿quiénes representarán la realidad que se revela cuando se trasciende el ego y, en la postura del cadáver, uno muere y contempla el mundo de un modo nuevo?, ¿quiénes pintarán el primer amanecer de ese nuevo paisaje?, ¿quiénes nos lo mostrarán?

Sábado, 25 de octubre He aquí varios de los principales grupos de rock de los últimos años: Elástica, Pulp, The Crystal Method, Artificial Joy Club, The Chemical Brothers, No Dubt, Garbage, Fluffy, La Bouche, Lush, Rancid, Texas, Klover, The Muffs, Fastbacks, 60 Ft. Dolls, Belly, One Dove, Dance Hall Crashers, Superdrag, En Vogue, República, Blackhawk, Goo Goo Dolls, The Fugees, NIN, The Goops, Nitzer Ebb, Sleeper, Bluetones, Offspring, De La Soul, Echo Belly, Midnight Oil, The Mavericks, Live, Wallflowers, Sleater-Kinney y London Suede. Marc Jacobs se ha encargado de la dirección de Louis Vuitton. Es realmente sorprendente el número de anglosajones que en la actualidad dirigen empresas europeas de diseño de moda: Galiano está en Dior, McQueen en Givenchy, McCarthy en Chloe, Marc Jacobs en Vuitton, Rebecca Moses en Genny y mi favorito -y el favorito habitualmente de las mujeres- Tom Ford en Gucci. La habitación de Robert Isabell es mi idea de la perfección en decoración interior, una especie de estética minimalista zen hermosamente concebida. Me he enterado de que The Sweet Hereafter, de Atom Egoyan, ganó un premio en Cannes, de modo que parece que finalmente ha triunfado. LA. Confidential, brillantemente dirigida por Curtis Hanson, ha sido la película mejor hecha que he visto este año y es, hasta el momento, mi candidata para el Oscar. Shall We Dance?, por su parte, es la película más conmovedora que he visto en los últimos tiempos. En ella, Koji Yakushu hace un trabajo realmente impresionante. No sé muy bien cuál es el motivo por el que funciona, pero he de decir que pasé llorando la mitad de la película y riendo la otra mitad. La película afroamericana Love jones probablemente sea la más literaria de este año, absolutamente soporífera. La directora polaca Agnieszka Holland ha realizado una obra exquisita, Washington Square, basada en la novela de Henry James (en un mundo que niega la conciencia, un novelista como él parece un contrasentido. ¿Quién fue el que dijo que William James era un novelista disfrazado de psicólogo y Henry James un psicólogo disfrazado de novelista?). Europa, Europa, la anterior película de Agnieszka es una de mis favoritas de todos los tiempos, una película que se mueve en varios niveles muy bien acompasados, (¿No fue, acaso, ése uno de los primeros trabajos de Julie Delphy? ¡Con eso debería bastar!) Grosse Pointe Blank ha sido la película que más me ha divertido. John y la hermana Joan son dos personajes muy creíbles y Minnie está realmente adorable. La música es de Joe Strummer y no resulta sorprendente ver un póster de Clash en la pared de Minnie. Es una película con un guión excelente, en el que Cusack representa el papel de un profesional de éxito que está a punto de acudir a la décima reunión de exalumnos de la escuela secundaria y se halla muy preocupado porque cree que no tendrá nada en común con los asistentes al encuentro y no deja de preguntarse «¿Qué les diré?, ¿cómo te han ido las cosas en este tiempo? Yo he matado al presidente del Paraguay con un tenedor...». Alan Arkin, por su parte, es el terapeuta de Cusack que no quiere presionarle mucho porque teme su agresividad. Su despedida habitual es la siguiente: «¡Que le vaya bien! ¡No mate a nadie!». La reunión discurre perfectamente... hasta el

momento en que tienen que quemar un cuerpo en el incinerador del sótano de la escuela, etcétera, etcétera, etcétera. Junto a Leaving Las Vegas (el zen de la autodestrucción: «cuando bebo, sólo bebo»), Shallow Grave, Trainspotting, Swingers, Bound, Flirting with Disaster, Kicking and Screaming y unas cuantas más, han sido mis últimas diversiones favoritas. Todavía me pregunto por qué le presto atención a todo esto. ¿No es, acaso, todo ello muy poco espiritual? Eso, al menos, es lo que dicen los críticos más sesudos acerca de la televisión. ¡Que los practicantes espirituales se dediquen a lo suyo y no se interesen por nada más! Pero me parece que ése sería un Dios muy pequeño. Todas las formas, sin excepción alguna, son una con la Vacuidad. ¿Por qué, pues, debería mirar por encima del hombro todas esas formas particulares? ¿No son, acaso, también manifestaciones del gozo último del Espíritu chapoteando en las efervescentes aguas de su propia exuberancia?, ¿no son, acaso, olas en la cascada de Un Solo Sabor, aromas de la Divinidad, emanando aquí y allá?, ¿debería, acaso, limitarme a rendir culto a un Dios tan mezquino que sólo se interesara por una parcela muy estricta de la realidad?

Domingo, 26 de octubre Los efectos de los diferentes tipos de música resultan fascinantes. La música rock, qué duda cabe, influye sobre los chakras inferiores (desde el segundo hasta el tercer chakra, el sexo y el poder, respectivamente),1 la música rap suele ser música de supervivencia callejera (primer chakra), el buen jazz (Charlie Parker, Miles y Wynton, por ejemplo) tiene que ver con los chakras tercero y cuarto. 1. Los siete chakras del kundalini yoga constituyen una representación arquetípica de la Gran Cadena compuesta de siete niveles básicos de conciencia, cada uno de los cuales tiene una determinada ubicación corporal (porque cada uno de los componentes conscientes de la Mano Izquierda tiene su correlato corporal objetivo en la Mano Derecha). Los siete chakras van desde el inferior (ubicado en el vientre) a los intermedios (en el pecho/corazón) y, desde ahí, a los superiores (ubicados en la coronilla e incluso más allá de ella).

La música de los grandes compositores románticos (Chopin, Mahler), toda ella emoción del corazón ocasionalmente muy empalagosa, está esencialmente ligada al cuarto chakra. Por su parte, Haydn, Bach, Mozart y el último Beethoven influyen en los chakras quinto y sexto, la música de las esferas. Uno puede sentir el modo en que cada uno de estos tipos de música activa los distintos centros corporales (intestinos, corazón y cabeza). La única música que puedo escuchar cuando estoy escribiendo sobre, pongamos por caso, Plotino, Eckhart o Emerson, es la de Mozart, el último Beethoven o algunas composiciones de Haydn. Pero cuando estoy haciendo un trabajo bibliográfico, las notas a pie de página o algo por el estilo, entonces no escucho más que rock and roll. Cada uno de los siete chakras del kundalini yoga son, sin excepción alguna, formas resplandecientes de Shakti, la energía de la Diosa eternamente abrazada a Shiva, el Testigo puro e informe. Todas las Formas son una con la Vacuidad, porque Shakti y Shiva se hallan eternamente fundidos en un abrazo que no puede verse mancillado por el tiempo, la agitación, la muerte o el destino.

Ésta es, precisamente, la idea que el budismo dzogchen trata de expresar en el thangka de Adi-Buda (el Buda más elevado), Samantabhadra y su consorte, Samantabhadri. Samantabhadra suele representarse como una figura desnuda de color negroazulado que se halla sentada en la postura del loto y en cuyo regazo -y en plena relación sexual- está Samantabhadri, también desnuda, pero de un color blanco y resplandeciente. Samantabhadra representa el Dharmakaya o la Vacuidad última completamente informe (por ello es negro, como el sueño profundo sin sueños). Samantabhadri, por su parte, representa el Rupakaya, el mundo de la Forma, un despliegue luminoso de un blanco resplandeciente. Ambos representan la Vacuidad y la Forma, la Conciencia y la Mente, el Espíritu y el Mundo. Pero el hecho es que están haciendo el amor; son uno en su abrazo extático y se hallan unidos por toda la eternidad por el lazo indestructible del Amor. Cada uno de ellos es, para el otro, Un Solo Sabor. Pero el thangka de Samantabhadra y Samantabhadri (Purusha y Prakriti, Shiva y Shakti, la Vacuidad y la Forma, la Sabiduría y la Compasión, Eros y Agape, el Ascenso y el Descenso) no es un mero símbolo, sino la imagen de una realización directa. Cuando uno se establece en el Yo-Yo y descansa en tanto que Testigo sin forma, se convierte literalmente en Samantabhadra, en el gran No Nacido, en la Divinidad incualificable, en la Gran Vacuidad negra de la liberación infinita de la que instante tras instante emana el universo entero, las nubes atraviesan su conciencia, los árboles crecen en su conciencia y el canto de los pájaros es uno con usted. Porque usted, en tanto que Testigo sin forma (Samantabhadra), es uno y se halla unido sexualmente por toda la eternidad con la totalidad del Mundo de la Forma (Samantabhadri). Usted está haciendo el amor literalmente con la totalidad del mundo. Entonces, el abismo brutal y doloroso que separa sujeto y objeto se desvanece y usted y el mundo se adentran en una unión íntima, sexual, extática, plena de beatitud, libérrimamente resplandeciente, el trueno y el relámpago de Un Solo Sabor. Y siempre ha sido así.

Lunes, 27 de octubre Marci está trabajando duro para acabar la tesis de su master que versa en torno a la gestión interna en el mundo de los negocios. Leo Burke, jefe de formación de Motorola nos visitará el miércoles y Marci está deseando hablar con él. Es bueno tener a un experto cerca que me ayude a no decir bobadas, aunque estoy seguro de que Marci lo hará muy bien.

Viernes, 31 de octubre En el camino que conduce a Un Solo Sabor, las personas suelen incurrir en dos tipos de errores. El primero de ellos se refiere a lo que ocurre cuando uno establece contacto con el Testigo, mientras que el segundo afecta al paso que conduce desde el Testigo a Un Solo Sabor. Veamos. Existe la creencia de que en el momento en que uno establece contacto con el Testigo (con el Yo-Yo) verá algo muy especial. Pero lo cierto es que, en ese momento,

uno no ve nada sino que simplemente contempla todo lo que aparece, porque uno no es algo que pueda verse sino el Vidente puro y vacío. Las luces, la beatitud y las visiones súbitas no son más que objetos y, en consecuencia, no tienen nada que ver con el Testigo, y aunque, finalmente, en Un Solo Sabor uno se convierta en todo lo que ve, no puede comenzar tratando de hacer eso -tratando de ver la Verdad- porque ese mismo intento obstaculizaría su emergencia. Es por ello que tenemos que partir de «neti, neti» («yo no soy esto, yo no soy eso»). De modo que el primer error impide la presencia del Testigo tratando de convertirlo en un objeto que pueda ser apresado, cuando lo cierto es que es el Vidente de todo cuanto aparece y sólo puede ser «experimentado» en tanto que sustrato de Libertad y Liberación de todos los objetos. Descansando en esa Libertad y Vacuidad -en la contemplación ecuánime de todo lo que emerge- se dará cuenta de que el yo separado (o ego) aparece en su conciencia como cualquier otra cosa. Y eso es algo que usted puede sentir del mismo modo que puede sentir sus piernas, una mesa, una piedra o sus propios pies. La contracción sobre uno mismo se experimenta como una tensión interior que, a menudo, se halla localizada detrás de los ojos y se ancla en forma de una leve tensión muscular en todo el cuerpomente. Es una sensación de contracción frente al mundo, una ligera tensión que afecta a la totalidad del cuerpo. Advierta, simplemente, esa tensión. Cuando uno descansa en el Testigo vacío y se percata de esa contracción sobre uno mismo supone erróneamente que, para pasar finalmente desde el Testigo hasta Un Solo Sabor, tiene que desembarazarse de ella (liberarse del ego). Y ése es el segundo error, un error que no hace más que fortalecer la tensión. Nosotros creemos que la contracción sobre uno mismo oculta o eclipsa el Espíritu cuando, de hecho -como ocurre con cualquier Forma del universo-, no es más que otra de sus resplandecientes manifestaciones. Todas las Formas -incluida la forma del egono son más que Vacuidad. Es más, el único que quiere desembarazarse del ego es el propio ego. El Espíritu ama todo lo que emerge tal cual es. El Testigo ama todo lo que emerge tal cual es. El Testigo ama el ego, porque el Testigo es la mente-espejo ecuánime que refleja y abraza con la misma aceptación todo cuanto aparece. Pero el ego decide jugar al juego de desembarazarse de sí mismo porque, mientras tanto, seguirá existiendo (¿quién, sino, está jugando?). Como dijera Chuang Tzu hace ya mucho tiempo: «¿No es acaso el deseo de librarse del ego una manifestación del ego?». El ego no es más que una tensión sutil y usted no puede recurrir a la tensión para librarse de la tensión porque, en tal caso, terminaría con dos tensiones en lugar de una. El ego es una manifestación perfecta de lo Divino y funciona mejor descansando en Libertad que tratando de desembarazarse de él, lo cual, dicho sea de paso, no hace sino aumentar su contracción. ¿Cuál es, entonces, la práctica adecuada? Cuando usted descanse en el Testigo, cuando usted descansa en el Yo-Yo, cuando usted descanse en la Vacuidad, preste atención simplemente a la contracción sobre sí mismo. Descanse en el Testigo y advierta esa contracción porque, para sentir esa contracción, para contemplarla, deberá haberse

desidentificado y, en consecuencia, liberado de ella. Entonces, usted estará mirando desde la posición del Testigo que siempre se halla libre de todos los objetos. De modo que descanse en el Testigo y percátese de la contracción sobre sí mismo, exactamente del mismo modo en que puede sentir la silla en la que se sienta, la tierra o las nubes que flotan en el cielo. Los pensamientos flotan en la mente, las sensaciones flotan en el cuerpo, la contracción sobre sí mismo sobrevuela en su conciencia y usted contempla todo eso de un modo espontáneo y ecuánime. En ese estado simple, cómodo y sin esfuerzo, no está tratando de desembarazarse de la contracción sino sencillamente sintiéndola, y mientras este descansando en el gran Testigo o Vacuidad que es, Un Solo Sabor podrá resplandecer con más facilidad. No hay nada que uno pueda hacer para provocar (o causar) Un Solo Sabor, porque Un Solo Sabor no es el resultado de acciones temporales, siempre está completamente presente y uno nunca se ha alejado un ápice de él. Lo máximo que uno puede hacer, por vía del esfuerzo temporal, es evitar estos dos grandes errores. No trate, pues, de ver al Testigo como un objeto, sino que descanse simplemente en Él en tanto que Vidente, ni trate tampoco de desembarazarse del ego sino que dedíquese, simplemente, a percibirlo. De ese modo, se colocará en el borde del mismo abismo de su Rostro Original. Descanse en el Testigo y dése cuenta de la contracción sobre usted mismo: ese es precisamente el ambito en que Un Solo Sabor puede resplandecer con más intensidad. Pero no lo haga para conseguir esto o aquello, sino de un modo espontáneo durante todo el día y toda la noche, permaneciendo de pie al borde de su más sorprendente reconocimiento. Éstos serían los pasos a dar: Descanse en el Testigo y experimente la contracción en sí mismo, y cuando lo haga, dése cuenta de que el Testigo no es la contracción, sino que es consciente de ella. El Testigo está libre de la contracción... y usted es el Testigo. En tanto que Testigo, usted se halla libre de la contracción en sí mismo. Descanse en esa Libertad, Apertura, Vacuidad y Liberación. Experimente esa contracción y déjela ser, del mismo modo que permite la existencia de cualquier otro tipo de sensación. No trate de librarse de las nubes, los árboles o el ego sino permítales ser mientras permanece relajado en el espacio abierto de Libertad que usted es. En ese espacio de Libertad -y de un modo espontáneo- uno puede advertir que la sensación de Libertad carece de interior y de exterior, de centro y de periferia. Los pensamientos flotan en esta Libertad, el cielo flota en esta Libertad, el mundo emana de esta Libertad y usted es Eso. El cielo es su cabeza, el aire su respiración, la tierra su piel, y todo ello de un modo inmediato e íntimo. Cuando uno descansa en esta Libertad, que es Plenitud infinita, se convierte en la totalidad del mundo. Este es el mundo de Un Solo Sabor, un mundo que no tiene dentro ni fuera, sujeto ni objeto, aquí ni fuera de aquí; un mundo que carece de origen y de final, de objetivos y

de medios, de camino y de meta. Ésta, como dijo Ramana Maharshi, es la verdad ultima. Esto es lo que podría llamarse un «ejercicio capital». Pero no lo haga en lugar de, sino además de, cualquier otra práctica (centramiento, vipassana, oración del corazón, zikr, zazen, yoga, etcétera). Todas estas prácticas tratan de que usted entre en un determinado estado de conciencia, pero Un Solo Sabor no es un estado concreto, es compatible con todos y cada uno de los estados, del mismo modo que la humedad impregna totalmente todas y cada una de las olas del océano. Tal vez una ola pueda ser más grande que otra, pero no por ello está más húmeda. Un Solo Sabor no es una ola concreta sino la humedad del agua, y, por consiguiente, las prácticas concretas (desde la oración hasta el vipassana y el yoga) no podrán ayudarle a entrar en Un Solo Sabor. Todas las prácticas han sido diseñadas para permitirle entrar en una ola concreta -habitualmente una ola muy grande- y eso está muy bien, pero Un Solo Sabor es la humedad que impregna hasta la ola más pequeña, de modo que cualquier ola de conciencia que ahora tenga estará bien. Descanse en esa ola, dése cuenta de la contracción en sí mismo y permanezca Libre. Pero no abandone sus otras prácticas, porque ellas le permitirán, en primer lugar, entrar en olas concretas e importantes de su conciencia (psíquica, sutil y causal), todas las cuales son vehículos importantes para la manifestación plena del Espíritu. En segundo lugar, el hecho de que Un Solo Sabor sea demasiado simple como para creérselo y demasiado fácil de alcanzar a través del esfuerzo supone que la mayor parte de las personas nunca sepan que la ola en la que se hallan ahora mismo ya está mojada, que nunca adviertan la Talidad de su estado presente y que pierdan el tiempo buscando una ola más Grande y Mejor sobre la que cabalgar... Francamente, así son las cosas. Las prácticas típicamente espirituales constituyen una introducción a experiencias cada vez más sutiles y, en este sentido, le ayudarán inadvertidamente a cansarse de toda experiencia. Cuando se canse de saltar de ola en ola permanecerá de pie ante la humedad de la ola en que se encuentre. El Testigo puro no es ninguna experiencia, sino la apertura o claro en la que aparecen y desaparecen todas las experiencias, incluidas las experiencias espirituales, y mientras esté a la caza de experiencias, nunca descansará en el Testigo ni caerá en el océano omnipresente de Un Solo Sabor. Cuando se canse de las experiencias descansará en el Testigo, y es precisamente ahí donde puede advertir la Humedad (Un Solo Sabor). Entonces el viento será su respiración, las estrellas las neuronas de su cerebro, el sol el sabor de la mañana y la tierra el modo en que experimenta su cuerpo. Entonces su corazón se abrirá a la Totalidad, el Kosmos se precipitará en su alma, su Yo emergerá como las innumerables galaxias girando por toda la eternidad. En el mundo no hay más que una sola Plenitud, en la Vacuidad no hay más que un Resplandor que se contempla a sí mismo, grabado en los muros del infinito y presente por toda la eternidad, la única verdad: Esto es todo lo que hay -chasqueando los dedos- nada más.

NOVIEMBRE Los místicos son los portadores de la antorcha que ocasionalmente trae destellos del conocimiento de la realidad al mundo de la ignorancia e ilusión del ser humano. Un mundo sin místicos sería un mundo absolutamente ciego y malsano. Eminencia gris, ALDOUS HUXLEY Domingo, 2 de noviembre Tony ha llegado en avión este mediodía. Marci ha ido a buscarle al aeropuerto y luego ha seguido trabajando en su tesis. Joyce Nielsen también ha pasado a saludarnos (era la primera vez que nos veíamos) y luego Marci se nos ha unido a cenar mi famoso chile vegetariano del que nadie ha repetido.

Martes, 4 de noviembre Charles Skip Alexander acaba de enviarme los resultados de su última investigación en torno al sueño y la meditación, según la cual el sueño de los meditadores avanzados presenta «una actividad theta-alfa simultánea a delta», que corrobora mis pequeños experimentos con el EEG. En este mismo sentido, la actividad electroencefalográfica de quienes afirman permanecer «conscientes» durante el sueño -la llamada «conciencia constante» en los tres estados- evidencia la presencia simultánea de ondas alfa (vigilia), theta (sueño) y delta (sueño profundo). Lo que me resulta más interesante es que este tipo de investigación nos proporciona otro correlato empírico de los estados transcendentales más elevados, lo cual tiene varias aplicaciones inmediatas. En primer lugar, permite que los practicantes monitoricen su proceso de transformación de la conciencia y, en este sentido, los deja menos librados al azar. En segundo lugar, también nos proporciona una herramienta para investigar la eficacia relativa de distintas «prácticas transformadoras». Bastaría, para ello, con diseñar varios grupos de practicantes y asignarles tareas tan diferentes como la lectura de libros del tipo Ecopsychology, El retorno de la Diosa o Usted puede sanar su vida, la práctica de la meditación, los rituales chamánicos, el yoga, la oración contemplativa, etcétera, y cuantificar luego los cambios en las pautas de ondas cerebrales provocados por estas actividades. El principal interés de este tipo de investigación, dicho en otras palabras, reside en el hecho de que no sólo alienta a las personas a pensar de un modo diferente, sino también a emprender una práctica. Hay que tener en cuenta que el hecho de leer (o de pensar) sólo influirá en alfa y en beta (el reino ordinario), mientras que la práctica meditativa profunda le llevará a theta (el reino sutil), delta (el reino causal) y, finalmente, a la

presencia simultánea de los tres estados -la llamada conciencia constante en los tres estados- permitiendo, así, que el Fundamento de todos ellos -el Espíritu no dual- se torne tan incuestionable como un vaso de agua fría arrojado a su Rostro Original. Además, ésta es también una llamada de advertencia para que la espiritualidad traslativa -que domina más del 90% del mercado- se abra a una espiritualidad auténticamente transformadora que revivifique nuestra alma y nos permita conectar directamente con Dios.

Viernes, 7 de noviembre UNITAS MULTIPLEX

He alquilado Nowhere, la última película de la que ha sido calificada -a mi juicio muy acertadamente- la «trilogía del nihilismo» de Gregg Araki (junto a Doom Generation, que todavía era más desoladora y Totally Fucked Up, una película realmente muy extraña). La postmodernidad siempre ha considerado el nihilismo y su primo hermano el escepticismo como ideologías muy valientes y sofisticadas, en suma, muy in. Se supone que el nihilismo refleja con exactitud el relativismo de los valores culturales, la naturaleza socialmente construida de toda realidad, el carácter resbaladizo de todo significado, la deconstrucción de toda referencia moral y la incertidumbre básica inherente a toda creencia, un punto de vista desde el cual la única respuesta «sincera» ante el mundo real es el bostezo. Los nihilistas no dejan de insistir en que no hay nada en que creer. Pero, aunque no acepten ningún sistema de valores, no abracen ninguna visión ni crean en ningún principio... comen, sin embargo, tres veces al dia con tal voracidad que no cabe la menor duda de que, al menos, deben de creer en la comida. Y lo cierto es que también duermen cada noche, con lo cual deben de creer en el descanso. Y buscan agua, cobijo y calor, de modo que también deben también creer en las necesidades fisiológicas. Por último, y no por ello menos importante, la mayor parte de ellos cree abiertamente en el sexo. Así que éstas son sus verdaderas creencias: la comida, el cobijo, las necesidades fisiológicas y el sexo. No se trata, pues, de que carezcan de valores, sino de que comparten el mismo sistema de valores que los conejos, las ratas y las comadrejas. ¡Vaya, pues, con el nihilismo! Finalmente resulta que su postura no sólo es profundamente hipócrita -al afirmar carecer de valores y atrincherarse, no obstante, en los más bajos (compartiendo así el mismo sistema de valores de los crustáceos)-, sino que parece que sus adeptos también se lo pasan en grande atacando los sistemas de creencias de los demás, porque eso es, a fin de cuentas, lo que les gusta hacer a los baby boomers deconstructivistas. Pero lo cierto es que si alguien no hubiera construido, ellos no podrían deconstruir, y, en tal caso, no les quedaría más diversión que permanecer en su madriguera. ¿De verdad resulta eso tan divertido? En los últimos dos o tres años, no obstante, creo advertir una cierta reacción en contra de las distintas manifestaciones del nihilismo postmoderno, es decir, el relativismo, el contextualismo y el constructivismo extremos. Como Jerome Bruner ha señalado, para no perdernos en lo relativo, en lo construido, en lo diverso y en lo diferente, debemos atenernos a una regla que él denomina imitas multiplex, es decir, la necesidad de tener

en cuenta tanto los rasgos locales o superficiales de la existencia humana como sus características universales o profundas. Según Bruner: «Es cierto que los idiomas difieren entre sí, pero no lo es menos que existen universales lingüísticos que permiten a los niños aprender con facilidad cualquier idioma. Es cierto que las culturas difieren, pero no lo es menos que también poseen universales que evidencian la existencia de características mentales generales y, muy probablemente también, de rasgos generales en su proceso de desarrollo. Convendrá, pues, recordar este lema: Unitas multiplex». La validez de unitas multiplex (del pluralismo universal) no sólo resulta esencial en el ámbito de los estudios culturales, en general, sino también en el ámbito de la espiritualidad, en particular. El argumento que habitualmente sustentan los constructivistas -como David Katz, por ejemplo- es que no existe nada universal y, en consecuencia, tampoco puede existir ninguna filosofía perenne, ninguna Realidad transcendente y ningún Espíritu universal, punto y final. (Exceptuando, claro está, su propia afirmación universal..., que les hace caer en la más flagrante de las contradicciones performativas.) He leído innumerables libros para el volumen 2 de la trilogía y he llegado a la conclusión de no hablar de ninguno de ellos porque, de otro modo, este libro se convertiría en una gigantesca reseña bibliográfica. Pero lo que he advertido en muchos de estos libros (que abarcan, por cierto, una buena decena de campos diferentes) es una indiscutible reacción en contra del relativismo y del constructivismo. Los eruditos están comenzando a darse cuenta de que, detrás del relativismo extremo, se oculta el nihilismo y de que, detrás de éste, acecha el narcisismo. El día en que encuentre un buen libro sobre estos temas (y he de decir que, hasta el momento, habré leído una buena decena) decretaré mi propia fiesta nacional personal.

Martes, 11 de noviembre He permanecido consciente durante toda la noche, es decir, he estado atento de una manera espontánea -siendo uno con todo lo que iba apareciendo durante los estados de sueño y de sueño profundo. En ese estado, no existe ningún yo, sino tan sólo una conciencia primordial, una atención pura, una conciencia muy, muy sutil, que no viene ni va sino que, de algún modo, es atemporal, Un Solo Sabor durante el sueño y Un Solo Sabor durante el estado de sueño con sueños. Cuando esto ocurre, la meditación de la mañana no es distinta de la de la noche. En el reino causal (durante el estado de sueño profundo sin formas) no hay más que la conciencia de Un Solo Sabor, una conciencia tácita no dual que se mantiene cuando lo sutil emerge de lo causal (y nos adentramos en el estado de sueño) y cuando lo ordinario emerge de lo sutil (y nos adentramos en el estado de vigilia cotidiana). Por ello, cuando aparece el estado ordinario (en torno a las tres de la madrugada), no existe el menor cambio en la conciencia primordial o en la conciencia constante, sino que simplemente emana de ella una percepción del cuerpo ordinario, de la cama y de la habitación. El reino ordinario, dicho de otro modo, emerge en el ámbito de Un Solo Sabor que soy eternamente y no existe entonces nada a lo que podamos denominar concretamente «meditación», puesto que se trata de algo ya inherente a esa conciencia no dual o conciencia constante muy sutil.

Cuando emerge el dominio de lo ordinario emprendo vanas prácticas meditativas o contemplativas, que siempre comienzan con el gurú yoga último, que consiste en la indagación sobre uno mismo, en la contemplación directa de la naturaleza de la mente (por ejemplo: «¿Quién soy yo? ¿Quién es ese Testigo Vacío puro?» [una práctica que normalmente resulta indistinguible del «ejercicio capital» que he mencionado en la entrada correspondiente al día 31 de octubre]. Cuando me despierto, contemplo o experimento la aparición de la sensación de identidad separada (es decir, siento la ligera tensión de la conciencia que constituye el rasgo distintivo del ego separado» y descanso en la Vacuidad anterior en la que esa contracción se evidencia como un gesto innecesario. En el caso de que este ejercicio se realice bien -es decir, si se hace sin la menor expectativa de logro- la sensación de identidad separada acaba disolviéndose en la Vacuidad pura, en la inmensa Apertura, en la ilimitada Libertad, en el Espacio infinito que es la conciencia constante, atemporal y no dual. Entonces, el ego se diluye en la Vacuidad y retorno al Yo-Yo que eternamente soy. En tal caso Ken Wilber simplemente emerge come un gesto del Yo-Yo que soy y, hasta un determinado nivel que varía considerablemente-, no estoy especialmente identificado con él, ya que Ken Wilber es simplemente uno entre mil millones de vehículos del Espíritu y de su eterna canción. Entre las cuatro y las cinco de la madrugada emprendo la práctica de la meditación y de la contemplación. Se trata de prácticas que nunca dejo de hacer por más que la conciencia constante se halle ya presente, ya que es la forma más clara que conozco de ejercitar y expresar esa Melodía (Cuando le preguntaban a Suzuki Roshi por qué debemos meditar, siempre daba la misma respuesta: Nosotros no meditamos para alcanzar la naturaleza del Buda -que, siendo omnipresente, resulta literalmente inalcanzable-, sino que lo hacemos para expresar la naturaleza del Buda que ya somos.) Yo llevo meditando cerca de treinta años -y debo decir que lo he hecho con decenas de prácticas espirituales distintas-, pero mi práctica actual (que forma parte del ciclo de enseñanzas de Longchen Nyingthig) la recibí de Su Santidad Pema Norbu (Penor) Rinpoche, actual regente de la escuela Nyingma del budismo tibetano. Esta práctica incluye el tigle gyachen y el shi tro (con ejercicios tan sofisticados como el trekchod y el togyal. las dos prácticas principales del budismo dzogchen o Maha-Ati). Debo decir también que mi principal maestro de dzogchen y quien me ha iniciado en muchas de estas prácticas ha sido Chagdud Tulku Rinpoche. Este período de meditación formal concluye con la práctica conocida con el nombre de tonglen, «dar y tomar», que también llevo a cabo varias veces al día (tal vez sea mi práctica más habitual), que consiste básicamente en inspirar el sufrimiento del mundo (aspirándolo, por así decirlo) y exhalar paz y felicidad (emanando toda la serenidad que uno pueda). Se trata de una práctica muy profunda que va socavando lentamente el dualismo existente entre uno y los demás, entre el amigo y el enemigo, entre el sujeto y el objeto, y acaba reconectándonos con nuestra naturaleza primordial, con la Vacuidad pura, con el Espíritu puro. El lector interesado puede encontrar un esbozo general de todas estas prácticas en el libro Gracia y coraje. Y, aunque se trata de prácticas budistas, creo sinceramente que lo mismo podría proporcionarme cualquier otro tipo de prácticas sutiles, causales y no duales procedente de cualquiera de las grandes tradiciones no duales del mundo, tanto orientales como occidentales, tanto del Norte como del Sur. El objetivo de la auténtica contemplación consiste simplemente en acelerar el proceso de crecimiento, desarrollo o

evolución desde las dimensiones subconscientes hasta el ego consciente y, desde ahí, hasta los dominios supraconscientes de nuestro Ser. Hoy en día tenemos abundantes pruebas de que, si bien la meditación no altera ni modifica la secuencia de estadios fundamentales del proceso de desarrollo de la conciencia, sí que los acelera considerablemente.1 La meditación acelera el proceso de desarrollo individual, la meditación estimula el recuerdo y el redescubrimiento del Espíritu que eternamente somos, la meditación intensifica la velocidad del desarrollo de la bellota en roble y del ser humano en Dios. 1. Ver El ojo del Espíritu para una visión más detallada acerca de este punto.

El zikr del sufismo, el shikantaza del zen, el devekut del judaismo, la oración del corazón del hesiquismo cristiano ortodoxo, la búsqueda de la visión del chamanismo, la indagación sobre uno mismo de Ramana Maharshi, el vipassana del Theravada. el chihkuar, del budismo T'ien t'ai, la oración de centramiento, el raja yoga, el jnana yoga, el hatha yoga, el karma yoga y el kundalini yoga son sólo algunas técnicas de la amplísima panoplia de prácticas contemplativas procedente de las grandes tradiciones de sabiduría del mundo entero que apuntan a re-membrar, re-colectar y re-descubrir lo que uno siempre ha sido. Y en esa realización en la que todo estalla en pedazos, uno despierta a un mundo en el que el Kosmos es su alma, las nubes sus pulmones y el sonido de las gotas de la lluvia el latido de su corazón.

Jueves, 13 de noviembre Stuart Davis es un cantante y compositor de veintiséis años de edad famoso en todo el mundo. [Según The Dresdener News (Alemania): «En la vanguardia de los más talentosos compositores de los Estados Unidos, Stuart Davis nos ofrece en su obra una visión profunda y dolorosamente sincera de los componentes sociales y personales de la vida. Un cantante fascinante y una poesía igualmente poderosa».] Pero, además de todo ello, Stuart Davis tiene un gran sentido del humor. En su último CD podemos leer: «A la edad de veintiséis años y con cinco álbumes vendidos en dieciséis países, Stuart Davis ha adquirido una reputación internacional por su valiente uso del lenguaje y por su habilidad para expresar los asuntos más difíciles. Su última obra, Kyd Mystic, se dedica a investigar nada menos que la creación, la evolución de la conciencia y del espíritu y la muerte (y todo ello en doce fragmentos musicales muy pegadizos). ¡Finalmente disponemos de una recopilación que combina el genio lírico con temas tales como la aprehensión directa de Dios, la abducción alienígena y el suicidio! No cabe duda de que Davis ha conseguido condensar al misticismo en el marco de un single de tres minutos». Stuart -que, por cierto, me ha dedicado Kid Mystic- ha venido de visita. Marci nos ha preparado comida china y luego hemos pasado la tarde juntos. Stuart considera que, en este momento, está atravesando una encrucijada vital que le lleva en una dirección cada vez más espiritual y transpersonal (en la actualidad medita dos veces al día y yo le he aconsejado que consolidara esa práctica). Hemos hablado largo y tendido sobre el arte y sobre sus posibilidades -en el mejor de los casos- para evocar las realidades más elevadas. Luego le he mostrado algunas de las obras de Anselm y Alex y se ha quedado

sin palabras. ¿Por qué no podría ser él el primero en transmitir el mensaje transpersonal a través de la música? Luego nos ha obsequiado con una actuación de unos treinta minutos, durante la cual ha cantado canciones muy hermosas y emocionantes (en cierto momento, Marci incluso rompió a llorar). Mañana por la noche actúa en el salón Mars de Boulder y hemos decidido ir a verle.

Viernes, 14 de noviembre Ayer quedamos en ir a la actuación de Stuart, pero hoy Marci ha decidido teñirse el pelo y las cosas han acabado torciéndose. Pero no estoy seguro de que «torcerse» sea el término adecuado para referirme a lo que ha ocurrido porque, según el criterio de cada cual, podría decirse que ha sido «maravilloso» o que ha sido «terrible». Resulta que Marci quería teñirse el pelo de blanco platino, de modo que hemos ido a una peluquería, en donde nos han explicado que, para hacerlo, eran necesarios un par de fuertes agentes químicos, Marci los ha comprado y ha hecho la prueba. ¡Y al cabo de un rato tenía el pelo de un naranja resplandeciente! Hoy he quedado con Ronald McDonald. Hemos decidido no ir a la actuación de Stuart.

Sábado, 15 de noviembre Marci ha llamado a todas las peluquerías locales solicitando una cita urgente. La verdad es que a mí me gusta cómo le ha quedado, pero ella quiere cambiar de inmediato el naranja rabioso por un blanco escandaloso. Finalmente ha acabado encontrando un lugar en el que la atenderán hoy mismo. Por fin se han resuelto las cosas y Marci tiene ya el pelo blanquísimo. He cancelado la cita con Ronald McDonald.

Domingo, 16 de noviembre Acabo de leer el libro Psychotherapy and Spirit, de Brant Cortright, y me ha resultado decepcionante, sobre todo por el modo en que malinterpreta mi obra. Ya sé que, en ocasiones, se me acusa de ser muy susceptible al modo en que algunos autores distorsionan mi obra, pero decidan ustedes mismos: En El ojo del Espíritu divido mi obra en cuatro grandes estadios, Wilber 1, que es fundamentalmente romántico; Wilber-2, centrado en la Gran Cadena del Ser entendida en términos evolutivos (un modelo que presenté por vez primera en El proyecto Atman); Wilber-3, que va mucho más allá y afirma la existencia de numerosas líneas de

desarrollo diferentes que evolucionan de un modo relativamente independiente a través de los distintos niveles de la Gran Cadena (un modelo que comencé a presentar en Psicologia integral y que acabó cobrando forma en Ei ojo del Espíritu), y Wilber-4, que coloca todas esas lineas y niveles en el contexto de los cuatro cuadrantes (el componente psicológico de Wilber-3 y Wilber-4 es esencialmente el mismo, de modo que suelo referirme a mi último modelo psicológico como Wilber-3, sin perder de vista que no es más que el cuadrante superior izquierdo de Wilber-4). Pero, a pesar de ello, Cortright no duda en dirigir sus ataques contra Wilber-2, sin tener en cuenta Wilber-3 (y no digamos ya Wilber-4), lo cual resulta ciertamente desafortunado porque considera anacrónicamente mi postura como un ejemplo de un modelo espectral escalonadamente rígido, según el cual antes de acceder al desarrollo espiritual uno debe completar el desarrollo psicológico. Esta mala interpretación es tan frecuente -e inexacta- que Donald Rothberg ha tratado de salir al paso resumiendo del siguiente modo mi modelo actual (Wilber-3): «El desarrollo no procede de un modo sencillo a través de una serie de estadios que unifican todas las facetas del desarrollo... Como dice Wilber, existen muchas ocasiones en que las [diferentes] líneas del desarrollo no muestran una gran coherencia... En este sentido, por ejemplo, un desarrollo cognitivo superior puede coexistir perfectamente con un nivel interpersonal o moral medio y con un nivel emocional francamente bajo. Y estas disparidades de desarrollo parecen depender de los valores y los estilos culturales generales». Dicho en otras palabras, las distintas líneas de desarrollo discurren de manera relativamente independiente a través de los distintos niveles de la Gran Cadena del Ser, de modo que uno puede hallarse en un nivel elevado del desarrollo en algunas líneas, en un nivel intermedio en otras y en un nivel descaradamente bajo en una tercera. A mi juicio, el problema fundamental del libro de Cortright es que no acierta a comprender el meollo del desarrollo psicológico y espiritual. En El ojo del Espíritu he dejado muy claro que uno puede concebir esas dos facetas -la psicológica y la espiritualcomo líneas separadas del desarrollo, de modo que el desarrollo espiritual pueda tener lugar (como veremos en breve) al mismo tiempo que el desarrollo psicológico. Y, aunque el mismo Cortright reconoce que esto es lo que digo, luego, sin embargo, lo ignora. Su discusión evidencia que no ha llegado a comprender el núcleo central de la cuestión: ¿Cómo podríamos definir el desarrollo espiritual en el caso de que lo consideráramos una línea separada del desarrollo? Porque el asunto es que, en tal caso (en el caso de que considerásemos que el desarrollo espiritual constituye una línea separada del desarrollo -una más entre otras, como la cognitiva, la moral, la motivacíonal, la kinestésica, la afectiva, etcétera-), deberíamos ser capaces de definir la línea espiritual sin recurrir a términos propios de las otras líneas del desarrollo (cognitiva, moral, motivacional, de las necesidades, del compromiso ético, del amor o de la compasión, por ejemplo). Con ello quiero decir que si la «espiritualidad» es una línea separada del desarrollo, deberíamos describirla en sus propios términos, algo que Cortright no consigue hacer de un modo plausible, con lo cual todo su enfoque queda cojo. Yo me inclino a pensar que algunos de los aspectos del desarrollo espiritual (como el afecto superior, el amor transpersonal, la cognición superior o la conciencia transracional, por ejemplo) tienen que ver con los estadios más elevados de las diferentes líneas, mientras que otros (como el respeto y la apertura, por ejemplo) se mueven en líneas separadas. Pero, en cualquiera de los casos, antes de formular grandes

declaraciones acerca del desarrollo «espiritual», uno debería preocuparse por definir las cosas con más detenimiento. Aun cuando nosotros dijéramos, por ejemplo, que los estadios más elevados de las distintas líneas del desarrollo son «espirituales» y que los estadios inferiores son «personales» o «psicológicos» -cosa que, por cierto, hacen muchos transpersonalistas-, mi modelo actual (Wilber-3) nos brinda una visión según la cual existen diferentes líneas desarrollándose de un modo relativamente independiente, de un modo tal que el estadio transpersonal o espiritual de una determinada línea (como la cognitiva, pongamos por caso) puede coexistir simultáneamente con un estadio personal o psicológico de otra línea (como la de la moral, por ejemplo). Desde esta perspectiva, el desarrollo «espiritual» y el desarrollo «psicológico» de las diversas líneas no discurriría tanto a modo de ladrillos secuencialmente apilados (que, según Cortright, es mi punto de vista), como de un modo relativamente paralelo. La idea de que cualquiera de estas líneas debe completarse antes de poder acometer la siguiente me parece tan absurda que ni siquiera Wilber-2 la mantenía. Cortright, en la sección, a mi juicio, más incongruente del libro, afirma que mis «niveles intermedios» del desarrollo -el operacional concreto, el operacional formal y la visión-lógica- y sus patologías asociadas simplemente no existen. Si no entiendo mal, en su opinión todos esos niveles podrían reducirse a uno. Pero la evidencia de la existencia de esos estadios es tan abrumadora que yo no he hecho más que sugerir que, dondequiera que exista un estadio real, hay algo que puede funcionar mal, de ahí la existencia de diferentes niveles de patología que pueden acompañar a los estadios del desarrollo. Pero Cortright parece ignorar toda esa evidencia e inclinarse por una visión políticamente correcta, a mi entender, según la cual la mayor parte de las psicosis se originan por una lesión evolutiva (y/o genética) en los estadios tempranos del desarrollo. Luego finaliza esta sección (que es, con mucho, la más impresentable) corrigiéndome por mi falta de sensibilidad moral, al tiempo que nos recorda manifiestamente su altruismo. Debo decir, por otra parte, que Cortright evidencia un conocimiento insuficiente, y en ocasiones nulo, de las grandes tradiciones de sabiduría; esto le lleva a tergiversar algunas de estas tradiciones, una insuficiencia que empobrece claramente el libro Veamos sólo algunos ejemplos. En opinión de Cortright, mi concepción de los estadios no cuadra con el desarrollo meditativo, porque «la literatura budista está cuajada de casos de personas que acceden directamente a la comprensión de la vacuidad impersonal de lo no dual». Pues bien, lo cierto es que tales casos brillan por su ausencia. Tal vez estuviera pensando, cuando hizo esta afirmación, en los mondos zen en los que, tras un intenso y profundo intercambio con un maestro zen el alumno alcanza el «satori total» Pero como corroborará fácilmente cualquier maestro zen, ese tipo de situaciones sólo acontece después de un promedio de seis años de meditación intensiva que atraviesa por una serie de estadios (véase, sin ir más lejos las diez estampas del pastoreo espiritual del boyero). Igualmente inexactos son los demás ejemplos propuestos por Cortright para tratar de ilustrar su afirmación. «Ramana Maharshi, a quien Wilber muestra como ejemplo de realización no dual, alcanzo directamente la experiencia no dual sin necesidad de "pasar" por los estadios psíquicos o sutiles» Pero el mismo Ramana Maharshi confiesa que su despertar fue una ordalia de tres días en los que atravesó el savikalpa samadhi

(dominio de las formas psíquicas v sutiles) y el nirvikalpa jnana samadhi (dominio causal sin forma) para terminar despertando al sahaja (Un Solo Sabor puro o Talidad no dual). Y mucho me temo que todo el libro adolezca de esa omisión, porque Cortright malinterpreta por igual tanto el modelo de Aurobindo como el del Vajrayana. En opinión de Cortright, Aurobindo es un «modelo de esta tradición» porque según él, no cree en la existencia de un proceso concreto del desarrollo espiritual, obviando así la afirmación explícita de Aurobindo de que «la evolución espiritual obedece a una lógica del desarrollo sucesivo según la cual sólo puede darse un nuevo paso hacia adelante cuando el anterior ha sido adecuadamente conquistado, de modo que, aun cuando ciertas fases menores puedan ser eludidas o dejadas de lado por un ascenso rápido v brusco, la conciencia deberá retroceder para asegurarse de que el sustrato obviado termina anexionándose a la nueva condición; un desarrollo más rápido o más concentrado [algo ciertamente posible] no elude la existencia de pasos ni la necesidad de su conquista» (Aurobindo, La vida divina, II , 26). Según Cortright, el budismo Vajrayana tampoco reconoce estas dimensiones del desarrollo, soslayando así el único estudio profundo realizado sobre este tópico por Daniel P. Brown, que analizó minuciosamente más de una decena de los principales textos de meditación mahamudra para terminar descubriendo que todos, sin excepción alguna, afirman la existencia de un modelo de estadios concretos del desarrollo (estadios que encajan bastante bien con los que en Psicología integral he denominado niveles psíquico, sutil, causal y no dual). Brown y Engler verificaron esta concepción de estadios en la tradición meditativa china y en la tradición vipassana y descubrieron que, en cada uno de los casos, se repetía el mismo modelo, una constatación que Cortright parece haber decidido ignorar alegremente. Cuando llega el momento de resumir el campo de la terapia transpersonal, Cortright descalifica de un plumazo Wilber-2 como «el viejo paradigma» y presenta Wilber-3 como «el nuevo paradigma», al tiempo que sigue caracterizándolo como si se tratara de Wilber-2. La verdad es que no entiendo lo que está queriendo decir. Cortright se refiere al nuevo paradigma en los siguientes términos: «Todo esto apunta a una visión según la cual el desarrollo psicológico y espiritual discurre a través de muchos senderos que, en ocasiones, se entremezclan, interpenetran y solapan, mientras que, en otros casos, permanecen nítidamente separados. A veces el desarrollo es psicológico, otras es espiritual y aun en otras es, simultáneamente, psicológico y espiritual». Pero, como acabo de decir, ése es, precisamente, el modelo Wilber-3. Lo que creo que ha ocurrido es que Cortright escribió la mayor parte de su libro antes de haber leído El ojo del Espíritu y se limitó a presentar unas meras nociones de Wilber-2 (que, como digo, ya había escrito); luego, después de leer El ojo del Espíritu, hizo vanos comentarios de pasada para cubrirse las espaldas (del tipo «no creo que Wilber crea realmente eso pero, a pesar de todo, ataquémosle»). Pero lo cierto es que Wilber-3 identifica una buena decena de líneas del desarrollo separadas, entre las que cabe destacar la cognitiva, la moral, la afectiva, la del amor, la del respeto, la de la atención, la de la identidad, la de las defensas, la interpersonal, la artística y la kinestésica algunas de las cuales son espirituales y algunos de cuyos estadios superiores son espirituales-, lo cual nos permite rastrear los distintos solapamientos del desarrollo, todos ellos organizados y coordinados por el yo.1 Cortright acaba presentando triunfalmente una versión descafeinada del modelo Wilber-3 como el nuevo paradigma revolucionario, pero esa versión no se asienta realmente en la evidencia evolutiva y, por

encima de todo, carece de la sensibilidad necesaria para definir la «espiritualidad» en términos ajenos al resto de las otras líneas del desarrollo. (Igualmente ignora la obra de Jenny Wade, nos ofrece una interpretación muy singular sobre el enfoque de Hameed Ali, etcétera, etcétera, etcétera.) 1. Es muy probable que la teoría prevalente en la ciencia cognitiva actual sea la de los módulos, la idea de que el cerebro/mente está compuesto por numerosos módulos evolutivos independientes, desde el lingüístico hasta el cognitivo y el moral, módulos que se parecen mucho a lo que yo denomino líneas o corrientes relativamente independientes del desarrollo. La principal diferencia es que la teoría de los módulos rechaza de plano la existencia de un yo o unidad trascendental. No obstante, según su propia teoría y sus propios datos, los individuos son capaces de cobrar conciencia de estos módulos y, en consecuencia, llegar incluso a trascenderlos, pero resulta que, según la teoría de la electrodinámica cuántica, cuando uno puede trascender un módulo, es señal de que ya no está en él.

Cortright abraza la Gran Cadena del Ser de Huston Smith, pero rechaza el llamado espectro «monolítico» de la conciencia, sin darse cuenta, al parecer, de que, básicamente se trata de la misma cosa. En este sentido yo he intentado ir un paso más allá y sugerir que, para poder llegar a integrar la sabiduría de Oriente con el conocimiento de Occidente, es necesario reconocer la existencia de lineas (o corrintes) diferentes del desarrollo que se despliegan independientemente a través de los distintos niveles (u olas) de la Gran Cadena. Los cuatro cuadrantes -o, dicho en pocas palabras, el Gran Tres del «yo», el «nosotros» y el «ello»- son algunas de las líneas o corrientes fundamentales, cada una de las cuales se despliega a través de los niveles u olas de la Gran Cadena [ver la Figura 3 en la entrada correspondiente al día 25 de marzo]. Cortright, por su parte, cree que el concepto de «niveles y líneas» complica mucho las cosas y confunde y debilita la Gran Cadena, sin darse cuenta de que, por el contrario, nos ayuda a sintetizar una gran cantidad de información y, en este sentido, no hace más que fortalecerla. Existe un modo muy sencillo de representar Wilber-3 que consiste en integrar los niveles de la Gran Cadena con las distintas líneas evolutivas que discurren a través de esos niveles (o corrientes a través de las olas). Para ello utilizaremos una versión muy simplificada de la Gran Cadena limitada a cuatro niveles (el cuerpo, la mente, el alma y el Espíritu); también utilizaremos sólo cinco lineas (cuando existen casi dos docenas), y consideraremos -para englobar las dos visiones posibles de que disponemos- que la espiritualidad es, al mismo tiempo, tanto el desarrollo superior de cada línea como una linea separada (ver la Figura 5).1 1. Para una consideración más detenida de este modelo ver «Two Patterns of Trascendence», Journal of Humanistic Psychology, 30. núm. 3 (verano de 1990), pp. 113-136.

Dado que la palabra «jerarquia» parece, molestar a muchas personas, esbozaremos también esa jerarquía en los términos en que realmente se manifiesta, es decir, en tanto que holoarquía (ver la Figura 6). Porque, aunque se trate del mismo concepto, algunas personas (yo mismo, por ejemplo, sin ir más lejos) se sienten más a gusto con la imagen de los círculos femeninos, porque ilustran claramente la naturaleza «transcendente al tiempo que inclusiva» del Gran Nido del Ser.

Figura 5. El psicógrafo integral. Este diagrama -al que denomino «psicógrafo integral»- nos permite rastrear el despliegue de las diferentes líneas (o corrientes) del desarrollo a través de los distintos niveles (u olas) del Gran Nido del Ser. Así, uno puede hallarse en un nivel superior, transpersonal o «espiritual» en varias lineas y en un nivel inferior, personal o «psicológico» en otras, de modo que el desarrollo espiritual y psicológico se solapa y la(s) línea(s) espiritual(es) separada(s) pueden ser también relativamente superiores o inferiores. El yo (o sistema del yo) es el que debe gestionar, equilibrar y armonizar todas estas corrientes y olas. Es más, en cualquiera de esas olas (o estadios) pueden presentarse problemas, y el psicógrafo puede servirnos para señalar el lugar en eí que se originan los diferentes tipos de patología. Aunque exista una evidencia masiva (tanto clínica, como fenomenológica y contemplativa) que corrobore que la mayor parte de estas corrientes del desarrollo discurren a través de las olas a modo de estadios, el desarrollo global del yo no lo hace así, porque se trata de una amalgama de todas esas líneas cuyas posibles permutaciones y combinaciones resultan virtualmente infinitas. En este punto, el desarrollo global del individuo no se atiene a ningún tipo de secuencia definida. Finalmente (y como hemos sugerido en el diagrama anidado de la Figura 6), cada dimensión superior transciende, al tiempo que incluye (o anida), las inferiores y el hecho de hallarse en una ola superior no supone necesariamente haber dejado atrás las dimensiones inferiores. Porque hay que insistir una vez más en que éste no es (y nunca ha sido) un modelo escalonado, sino un modelo anidado semejante al modelo explicativo de los átomos, las moléculas, las células y los organismos según el cual cada nivel superior encierra o envuelve a sus predecesores, en un proceso que, como dijera Plotino, es envolvente. Así pues, la presencia de un determinado nivel «superior» no conlleva la anulación de los niveles «inferiores» (recordemos, en este sentido, que las células están compuestas de moléculas y que hasta los budas tienen que comer).

Figura 6. Visión holoárquica del psicógrafo integral. Éste es -dicho en pocas palabras- el modelo Wilber-3. Veamos ahora un último ejemplo que ilustrará el motivo por el cual creo que este modelo mejora el modelo tradicional de la Gran Cadena (o Wilber-2) que, si bien recoge la existencia de los distintos niveles del Ser, no llega, sin embargo, a reflejar el modo en que las diferentes líneas se desarrollan a través de esos niveles y las razones que lo justifican.1 Ya hemos dicho que Huston Smith presenta una versión resumida de la Gran Cadena tradicional en tanto que cuerpo, mente, alma y Espíritu (dominios que él correlaciona con los reinos terrestre, intermedio, celestial e infinito), un modelo relativamente adecuado, pero que no resiste el menor escrutinio y acaba colapsándose bajo el aluvión de datos aportados por la moderna investigación psicológica. 1 Tal vez los estudiosos de mi obra quieran saber que la correlación exacta de Wilber-3 con la Gran Cadena es la siguiente: 1. He ampliado el abanico de la Gran Cadena tradicional que habla de materia, cuerpo, mente, alma y Espíritu a materia (físico), cuerpo (sensación, percepción, impulso y emoción), mente (imagen, símbolo, concepto, regla, formal y visión-lógica), alma (psíquico y sutil) y Espíritu (causal y no dual). Si quisiéramos podríamos subdividirla todavía más, pero basta con lo dicho para poder acomodar los datos que nos brinda la investigación occidental. 2. Lo más importante de todo es subrayar que la Gran Cadena se desarrolla o evoluciona tanto de manera individual (ontogenética) como colectiva (filogenética). Y esto encierra una paradoja, porque el Espíritu es, al mismo tiempo el nivel más elevado de la evolución y el sustrato o esencia de todos los niveles, la Vacuidad pura y sin forma (que no evoluciona) y la totalidad del mundo de la Forma (que sí lo hace). En este sentido, resulta primordial integrar los aspectos trascendentes e inmanentes del Espíritu. La forma del desarrollo (subrayada en El proyecto Atman y los veinte principios que subrayo en Sexo, ecología, espiritualidad) es, por decirlo en dos palabras, la de trascender e incluir. 3. Una vez que emergen, los quince niveles aproximados de desarrollo de la conciencia (a los que también denomino estructuras básicas de la conciencia u ondas básicas de la conciencia) siguen existiendo y operando durante todo el proceso de desarrollo, aunque ahora de un modo subsumido. Cada estructura básica constituye así un sistema de intercambio relacional con los holones que forman parte de su mismo nivel de organización.

4. Cada una de las líneas o corrientes del desarrollo atraviesa las distintas olas o niveles de la conciencia (de esta visión expandida de la Gran Cadena) de un modo relativamente independiente. Es tas líneas son -por nombrar sólo aquellas de las que tenemos evidencia plausible- la cognitiva, la afectiva, la moral, la de la sensación de identidad proximal o «desarrollo del ego» (que no hay que confundir con el desarrollo del yo global, que no sigue secuencia alguna), la de las defensas (la jerarquía estándar de mecanismos de defensa), la interpersonal, la artística, la del respeto, la del amor, la de la modalidad epistémica, la del gozo (nivel de exuberancia de la existencia), la visoespacial, la de la presencia de la muerte, la lógico-matemática, la psicosexual, la de las necesidades del yo, la de las modalidades espaciotemporales, la de las relaciones objétales, la kinestésica. la psíquico profunda, la de los talentos concretos, la de la creatividad, la de la capacidad contemplativa, la del altruismo y la de las visiones del mundo. Gran parte de la investigación (que he resumido en El ojo del Espíritu) concluye que cada una de estas líneas crece y se desarrolla siguiendo una secuencia invariable de estadios universales relativamente independientes, a los que muchos investigadores se refieren con los nombres de preconvencional («precon»), convencional («con») y postconvencional («postcon»), y a la que, en mi opinión, deberíamos agregar (basándonos en la evidencia intercultural) un cuarto gran nivel o estadio, el post-postconvencional («post-postcon»). Aunque exista una evidencia empírica substancial que demuestre que cada línea se desarrolla siguiendo invariablemente esta secuencia de estadios holoárquicos -porque se desarrollan de un modo relativamente independiente-, el crecimiento y el desarrollo global es una cuestión compleja, imbricada y no lineal que no se atiene, en consecuencia, a ningún tipo de secuencia. 5. La secuencia universal e invariable que va de precon a con, postcon y post-postcon no es otra que la Gran Cadena del Ser. La fase precon incluye los niveles sensoriomotor, cuerpo vital y mente ligada al cuerpo; la fase con se refiere a la mente intermedia (hasta la mente-regla/rol y los comienzos de la mente formal; la fase postcon tiene que ver con la mente superior (formal y visión-lógica) y, por último, la fase post-postcon incluye lo transpersonal/espiritual (considerado en tanto que desarrollo superior, algo que no excluye, no obstante, la existencia de líneas espirituales separadas). Éste es, simplemente, otro modo de considerar los niveles u ondas básicas de la conciencia (de la Gran Cadena) a través de las que discurren las distintas líneas. Y debo decir que la razón por la cual los investigadores han descubierto que estas líneas son fundamentalmente invariables se asienta en la constancia de la Gran Cadena del Ser. 6. Ahora bien, esta invariabilidad sólo afecta a sus rasgos profundos. Porque también he señalado que cada uno de estos niveles y líneas presenta rasgos superficiales y rasgos profundos a los que denomino, respectivamente, estructuras superficiales y estructuras profundas (una terminología ciertamente un tanto confusa porque puede llevar al equívoco de confundirla con la de Chomsky). De este modo, los rasgos profundos de cualquier nivel o línea (que son aquellos que la investigación ha descubierto como universales) se ven moldeados por los hábitos locales y culturales que determinan los rasgos superficiales que difieren de cultura en cultura y hasta de persona en persona. 7. El yo (o sistema del yo) es el que se encarga de gestionar el despliegue de las corrientes y de las olas. Entre sus funciones destacan la identificación, la organización, la voluntad, los mecanismos de defensa, el metabolismo y la navegación. 8. En la medida en que el yo va desplegándose a través de las ondas básicas de la conciencia va generando los distintos niveles de identidad del yo (Loevinger), de necesidades (Maslow) y de morales (Gilligan), por mencionar tan sólo las más importantes. Estos estadios del yo (al igual que las necesidades y la moral) son algunas de las líneas de desarrollo más importantes por el simple hecho de que afectan profundamente al individuo. 9. Pero además -y por encima- de todo ello, el yo global debe equilibrar las demás líneas evolutivas que habitualmente se desarrollan de un modo disparejo en un «acto de armonización» que constituye la verdadera clave del drama vital del yo global. 10. En la medida en que el yo va gestionando su desarrollo a través de las distintas ondas básicas, comienza identificándose/fundiéndose con una determinada onda, luego se diferencia de ella, la trasciende y acaba incluyéndola/integrándola en la siguiente onda, en un proceso de tipo 1-2-3 al que también denomino fulcro del desarrollo. 11. En cualquiera de los estadios del desarrollo -en cualquiera de los fulcros del desarrollo- pueden aparecer problemas que den origen a todo tipo de psicopatologías, y es por ello que hay tantos niveles de patología como niveles del desarrollo. En este sentido, yo suelo utilizar una versión de nueve niveles de la Gran Cadena del Ser que, por tanto, va acompañada de otros tantos niveles de patología, aunque ciertamente las cosas no siempre discurren de un modo tan estricto y, en muchas ocasiones, se solapan. 12. Para abordar esos nueve niveles de patología se han desarrollado diferentes terapias orientales y occidentales y cualquier enfoque equilibrado del desarrollo no debería privilegiar una o dos en desmedro de las otras, sino englobar la totalidad del espectro. 13. Veamos ahora una última definición. Ya he señalado que las estructuras básicas u ondas básicas de la conciencia son estructuras permanentes, estructuras que, una vez emergen, perduran (son subsumidas pero siguen funcionando). Pero la mayor parte de las líneas evolutivas están compuestas de estructuras de transición, estructuras provisionales o estructuras apropiadas de fase que no se ven subsumidas sino que son reemplazadas por los estadios subsiguientes del

desarrollo de esa línea. Y ésta es una distinción importante, porque nos permite determinar lo que debe perdurar a lo largo del desarrollo y lo que, por el contrario, debe ser abandonado. Ejemplifiquemos este punto diciendo que, si bien la necesidad de alimento perdura, no ocurre lo mismo con el estadio oral (exceptuando, claro está, los casos de estancamiento del desarrollo y de franca patología). 14. Finalmente, y más importante todavía, hay que decir que la Gran Cadena del Ser se refiere exclusivamente al cuadrante superior izquierdo y que, en consecuencia, debe ser adecuadamente ubicada (junto a los distintos niveles y líneas) en el contexto de los cuatro cuadrantes. Este sistema constituye, en suma, una visión ampliada de la Gran Holoarquía tradicional del Ser tanto en su vertiente ascendente (Eros) como descendente (Agape). Y digo que se trata de una visión ampliada porque se ha visto enriquecida con la diferenciación entre ondas y de corrientes, entre estructuras duraderas y estructuras provisionales, entre estructuras profundas y estructuras superficiales, con una definición precisa de !a forma del desarrollo, del yo y de su patología y de ios cuatro cuadrantes que nos permite, en mi opinión, integrar lo mejor de la sabiduría antigua con lo mejor del conocimiento moderno.

Digamos, para comenzar, que la Gran Cadena tradicional tiende a confundir los distintos niveles de Ser con las distintas sensaciones de identidad asociadas a cada nivel. La mente, por ejemplo, es un nivel de la Gran Cadena, mientras que el ego, por su parte, es el yo generado cuando la conciencia se identifica con ese nivel (es decir, se identifica con la mente). El nivel sutil es un nivel de la Gran Cadena, mientras que el alma es el yo generado cuando la conciencia se identifica con el nivel sutil. El causal/Espíritu es un nivel de la Gran Cadena, mientras que el Yo Verdadero es el «yo» asociado a ese nivel, etcétera. De modo que la sucesión de niveles de la Gran Cadena va desde el cuerpo hasta la mente, el nivel sutil y el nivel causal/Espíritu mientras, que la sucesión de sensaciones de identidad correlativas son las que corresponden al cuerpoego, el ego, el alma y el Yo, respectivamente (por usar la misma versión simplificada). Y aunque yo suela utilizar la terminología tradicional (cuerpo, mente, alma y Espíritu), siempre tengo en cuenta la diferencia existente entre los niveles reales (cuerpo, mente, sutil y causal) y el ego correspondiente a esos niveles (cuerpoego, ego, alma y Yo). Aquí es donde comienza a ser patente la utilidad de algunas de estas distinciones (y también donde resulta más evidente la utilidad del paso de Wilber-2 a Wilber-3). Las tradiciones de sabiduría suelen afirmar que el ser humano disponen de dos grandes sistemas de personalidad, el frontal y el psíquico profundo, por así decirlo. Los teóricos de la Gran Cadena tradicional (y con ellos Wilber-2) simplemente dicen que el frontal es el yo asociado al cuerpo y a la mente, mientras que el psíquico profundo, por su parte, está asociado al alma, lo que supondría, de hecho, una disposición escalonada. Pero lo frontal y lo psíquico profundo parecen mucho más flexibles que todo eso, ya que no se asemejan tanto a niveles diferentes como a líneas separadas del desarrollo que no discurren, por tanto, una encima de la otra sino una junto a la otra. La Figura 7 constituye un ejemplo de este tipo (para la que hemos utilizado un modelo más preciso de seis niveles).1 1. El Vedanta -la mas tradicional de las versiones de la Gran Cadena del Ser- habla de la existencia de cinco niveles: (materia, prana, manomayakosha o mente inferior, vijnanamayakosha o mente superior y anandamayakosha o mente beatífica) que se hallan divididos en tres grandes reinos (el ordinario, el sutil y el causal). La materia es el reino ordinario, la mente beatífica es el reino causal y los tres niveles intermedios (cuerpo/prana, mente inferior y mente superior) corresponden a los dominios sutiles. Y cuando hablo de los tres reinos (ordinario, sutil y causal) estoy refiriéndome, en términos generales, a esa correlación. Pero a veces también utilizo la acepción «lo sutil» para referirme al más elevado de los tres reinos sutiles (anandamayakosha) y recomiendo al lector que utilice el contexto para identificar a cuál estoy refiriéndome en cada caso.

El ser frontal -lo que nosotros entendemos como «ego»- es la personalidad orientada hacia el mundo ordinario, la personalidad orientada hacia el exterior, hacia el mundo sensonmotor. El ser frontal comienza su línea o corriente del desarrollo en el momento

de la concepción, prosigue a través del estadio emocional-sexual (o pránico) y los estadios mentales y acaba desvaneciéndose en el estadio psíquico. El desarrollo frontal representa la evolución del yo (de la sensación de identidad) desde las olas inferiores del desarrollo del Gran Nido del Ser hasta las intermedias. Según las tradiciones, la personalidad frontal se desarrolla en esta vida, mientras que la personalidad psíquica profunda (que constituye, hablando en un sentido muy amplio, lo que nosotros entendemos como «alma») se desarrolla entre vidas. Según dicen también, la personalidad psíquica profunda se halla presente desde el momento de la concepción hasta el período intermedio. En este sentido, las tradiciones también sostienen (y ciertas investigaciones parecen corroborarlo) que esta personalidad psíquica profunda es la que porta los recuerdos prenatales, perinatales y neonatales que no pueden ser vehiculados por la personalidad frontal y por el cerebro ordinario (puesto que todavía no se han desarrollado) y que acaban disolviéndose en el ser psíquico durante los primeros estadios del desarrollo frontal.2 Del mismo modo, los recuerdos de otras vidas -en el caso de que fueran ciertos- también se verían vehiculados por la personalidad psíquica profunda. No obstante, no es necesario creer en la memoria prenatal o las vidas pasadas para reconocer este yo psíquico profundo cuyo rasgo más distintivo no tiene tanto que ver con el acceso a vidas pasadas como con el acceso a la conciencia superior. 2. En este caso, la parte inferior de la línea «psíquico profunda» de la Figura 7 sería también continua. Ver El ojo del Espíritu para una consideración más detenida de este punto.

Aunque la personalidad psíquica profunda se halle presente desde el momento del nacimiento (o fase media del estadio prenatal), desempeña, no obstante, un papel muy modesto hasta el momento en que el desarrollo frontal concluye su necesaria tarea de orientar a la conciencia hacia el reino ordinario. Mucho más tarde, cuando la personalidad frontal empieza a desvanecerse, la personalidad psíquica profunda se torna cada vez más patente. Así pues, la personalidad frontal orienta a la conciencia hacia el reino ordinario, mientras que el yo psíquico más profundo la orienta hacia el reino sutil. Y como ya hemos visto, el yo asociado al reino sutil es el «alma», lo cual explica por qué los términos «yo psíquico profundo» y «alma» suelen ser sinónimos. Pero aunque las raíces del yo psíquico profundo se hallen en el reino sutil, tiene un desarrollo que se remonta a algunas de las fases más tempranas, culmina en el sutil y se desvanece en el causal.

Figura 7. El desarrollo del frontal (o ego), el psíquico profundo (o alma) y el Testigo (o Yo). Tal vez ahora ya podamos comenzar a ver las ventajas que supone no concebir el yo frontal y el yo psíquico profundo como niveles discretos u olas diferentes sino como líneas que se solapan, como corrientes paralelas. Demos ahora un paso más adelante y señalemos la existencia de una «personalidad» mayor que la del Yo asociada al reino causal cuyo origen también se remonta, como en los otros casos, a los estadios más tempranos. Resultaría útil, dicho de otro modo, considerar al Yo como una línea separada o como una comente del desarrollo, aunque su orientación básica sea la causal. El Yo, o Testigo transpersonal, no es -a diferencia de lo que ocurre con el ego o el alma- una «personalidad», puesto que no presenta ninguna característica específica (es la Vacuidad pura, el gran No Nacido), con la salvedad de que todavía es una Vacuidad separada de la Forma, un Testigo divorciado de aquello que contempla. En este sentido, el Yo o Testigo es el asiento de la atención, la raíz de la sensación de identidad separada y el hogar de la dualidad última y más sutil, a saber, la existente entre el Vidente y lo visto. En este sentido, es tanto el Yo más elevado como el obstáculo último en el camino que acaba conduciendo a Un Solo Sabor no dual. Pero el poder del Testigo es eí poder de la liberación de todos los dominios inferiores y se halla presente, aunque de un modo latente, en todos los estadios anteriores. Cada estadio del desarrollo «transciende a la vez que incluye» a su(s) predecesor(es), y este aspecto «transcendente» es, en cada caso, el poder de lo superior para ser consciente de lo inferior (el alma es consciente de la mente que, a su vez, es consciente del cuerpo que, a su vez, es consciente de la materia). Y, en cada uno de los casos, esa «conciencia» es simplemente la forma que asume el Testigo en cada uno de los estadios. Aunque el Testigo se halle presente en cada uno de los estadios en tanto que capacidad de desarrollo trascendental, podríamos decir que se encuentra en casa en el reino causal. Así pues, mientras que el ego orienta a la conciencia hacia el reino ordinario y el alma lo hace hacia el reino sutil, el Yo la orienta hacia el reino causal. Y, aunque todos ellos asienten sus raíces en reinos u olas concretas del Gran Nido deí Ser, también tienen sus

propias líneas o corrientes del desarrollo, de modo que, como señalamos en la Figura 6, suelen solaparse. Y ése es precisamente el motivo por el cual creo que tantos maestros de meditación y terapeutas transpersonales ven en ellos y en sus clientes que el ego, el alma y el Espíritu pueden coexistir y desarrollarse de muchos modos, porque se trata de corrientes relativamente separadas que fluyen a través de las olas del Gran Nido del Ser. Por ello no es de extrañar que, en ocasiones, el desarrollo de estas distintas corrientes sea bastante desigual.1 1. Éste es el motivo por el cual las culturas primitivas presentaban capacidades psíquicas avanzadas pero un pobre desarrollo frontal, y lo que explica también por qué, sean cuales fueren sus méritos y por más que admiremos su sabiduría, no podemos considerarlas como paradigmas de una cultura integral.

Todos conocemos maestros más o menos iluminados (despiertos a lo No Nacido) que, a pesar de ello, tienen «grandes egos», en el sentido de que son personalidades fuertes y poderosas. Pero la presencia del ego no es un problema, todo depende de si la persona también está despierta a las dimensiones más elevadas y más profundas. Como dijo Hubert Benoit, el problema no es tanto la identificación con el ego como la naturaleza exclusiva de esa identificación. Cuando nuestra sensación de identidad se expande más allá del ego y entra en el dominio de la personalidad psíquica profunda, en lo No Nacido y en Un Solo Sabor, el ego simplemente se ve subsumido por una identidad superior. Pero, en el reino ordinario, el ego sigue funcionando y hasta podría intensificarse y tornarse más poderoso por el simple hecho de que ahora está conectado con la totalidad del Kosmos. Muchos de los grandes maestros iluminados tenían un gran ego, una gran personalidad psíquica profunda y un Yo muy grande porque ésos son los tres vehículos funcionales de los dominios ordinario, sutil y causal y los tres se ven muy intensificados en el caso de los grandes despiertos. Ahora bien -y esto es lo que tiende a confundir a muchas personas-, aunque las distintas líneas del desarrollo se solapen sin seguir ningún tipo de secuencia concreta, las líneas o corrientes individuales suelen desplegarse siguiendo una secuencia invariante y universal, es decir, en la medida en que se despliegan en la conciencia, deben navegar los distintos niveles u olas del Gran Nido del Ser en el mismo orden que éste les impone. Existe, por ejemplo, una clara evidencia de que la cognición, la moral, el afecto, las habilidades kinestésicas y las capacidades interpersonales, por nombrar sólo unas pocas, se desarrollan siguiendo distintas olas a las que suele denominarse preconvencional, convencional y postconvencional.1 En otras palabras, las distintas corrientes se ven obligadas a atravesar los niveles del Gran Nido del Ser en el orden determinado por la misma estructura de éste. Y, aunque sean posibles todo tipo de regresiones y saltos provisionales hacia adelante, el hecho fundamental sigue siendo el que subrayara Aurobindo (las corrientes individuales obedecen la ley de un despliegue sucesivo a través de las distintas olas del Gran Nido del Ser). 1. Ver El ojo del Espíritu para una visión resumida de toda esta investigación.

Insistamos, en cualquier caso, una última vez: aunque las distintas líneas del desarrollo (entre las que se cuentan la de la personalidad frontal, la de la personalidad psíquica más profunda y la del Testigo) sigan sus propios estadios, no ocurre lo mismo con el conjunto global de todas ellas. El «yo global» constituye una amalgama de unas dos

docenas de líneas diferentes del desarrollo, lo cual permite que el desarrollo de cada individuo siga un camino muy singular. Lunes, 17 de noviembre El hecho de que el ego, el alma y el Yo se hallen simultáneamente presentes puede ayudarnos a clarificar el significado del concepto «ausencia de identidad del yo», sobre el que, por cierto, existe una gran confusión. Porque cuando se habla de ausencia de identidad del yo, no se está hablando tanto de la ausencia de un ego funcional (ya que, en tal caso, no nos hallaríamos tanto en presencia de un sabio como de un psicótico) como de la ausencia de una identificación exclusiva con él. Una de las muchas razones por las cuales la noción de «ausencia de identidad del ego» genera tantos problemas hay que buscarla en el hecho de que las personas quieren ser «sabios sin ego» para satisfacer sus propias expectativas fantásticas acerca de la «santidad» o la «espiritualidad». Porque, en este sentido, se tiene la curiosa idea de que los sabios no tienen necesidades ni deseos carnales y se pasan la vida sonriendo, como si estuvieran muertos de cuello para abajo. Me parece lamentable que la gente crea que los sabios no tienen problemas con las cosas con las que todo el mundo tiene problemas, como el dinero, la comida, el sexo, como si estuvieran por encima de todo ello, como si sólo fueran cabezas habladoras, como si la religión, en suma, no sirviera tanto para vivir la vida con más plenitud como para evitarla, reprimirla, negarla, escapar de ella y librarnos así de los impulsos e instintos inferiores. En otras palabras, la persona normal y corriente considera que el sabio espiritual es «menos que una persona», alguien que se halla despojado de las desconcertantes, apremiantes, complejas e insistentes fuerzas que mueven a los seres humanos. Queremos que nuestros sabios carezcan de todo aquello que nos asusta, nos confunde, nos atormenta... y también nos moviliza. Esa ausencia que es «menos que personal» es lo que normalmente suele entenderse como «ausencia de identidad del ego». Pero el hecho es que la «ausencia de ego» no supone ser «menos que personal» sino «más que personal», es decir, algo que incluye lo personal -las cualidades que presentan las personas normales- pero también va más allá de ello y se adentra en los dominios transpersonales. ¿Acaso cree alguien que los grandes yoguis, santos y sabios, como Moisés, Cristo y Padmasambhava, por ejemplo, eran pusilánimes? Porque ése no es, en modo alguno, el caso, ya que solían ser personas muy vehementes que no tenían problema alguno en expulsar a los mercaderes del templo o en someter a países enteros. Todos ellos fueron personas que sacudieron el mundo, personas que emprendieron revoluciones sociales que han perdurado durante miles de años. Y no lo hicieron así porque huyeran de las dimensiones físicas, emocionales y mentales de la humanidad y del ego (que es su vehículo), sino porque su compromiso era tan intenso que les llevó a sacudir los cimientos mismos del mundo. Se trataba, pues, de personas que estaban conectadas con el alma (nivel psíquico profundo) y con el Espíritu (el Yo sin forma) -la fuente última de su poder- y expresaron ese poder a través de las dimensiones inferiores que pueden ser escuchadas por todo el mundo obteniendo resultados muy concretos. Todos esos grandes personajes no eran pequeños egos sino, en el mejor sentido del término, grandes egos, precisamente porque el ego (el vehículo funcional del reino

ordinario) existe junto con el alma (el vehículo del reino sutil) y el Yo (el vehículo del reino causal). Todas esas personas, pues, operaron sobre el reino ordinario a través del ego (el único vehículo que puede hacerlo), sólo que no se hallaban identificados con él sino que se mantenían conectados con la fuente kósmica (de otro modo no hubieran pasado de ser meros narcisistas). Los grandes yoguis, santos y sabios no eran, pues, egos pequeños y apocados sino grandes egos conectados al Fundamento y la Meta del Kosmos, a su Yo más elevado, al Atman puro (el Yo-Yo puro) que es uno con Brahman. Cuando esos personajes abrían la boca el mundo temblaba y se postraba ante una manifestación resplandeciente de lo Divino. Es cierto que santa Teresa fue una gran contemplativa, pero no lo es menos que también fue la única mujer con la fortaleza necesaria para reformar una tradición monástica católica (algo que debería darnos mucho que pensar a este respecto). Gautama Buda conmovió la India hasta sus cimientos. Rumi, Plotino, Bodhidharma, la princesa Tsogyal, Lao Tzu, Platón y Bal Shem Tov fueron hombres y mujeres que emprendieron revoluciones en el reino ordinario que han durado centenares -y, en ocasiones, hasta miles- de años, algo que, hasta el momento, no han logrado Marx, Lenin, Locke ni Jefferson. Y si lo hicieron no fue porque estuvieran muertos de cuello para abajo, sino porque eran grandes egos, egos monumentales, egos gloriosos, egos que estaban conectados con su nivel psíquico profundo, egos divinos que estaban conectados directamente con Dios. Así pues, la idea de trascender el ego no significa tanto destruirlo como conectarlo con algo superior. (Como dijo Nagarjuna, en el mundo relativo, atman es real, mientras que, en el mundo absoluto, ni atman ni anatman es real. Así pues, en ninguno de los casos anatta es una descripción adecuada de la realidad),1 porque el pequeño ego no se esfuma sino que sigue operando en tanto que centro funcional de actividad en el reino ordinario. Como señalé anteriormente, quien se desembaraza del ego no se convierte en un sabio sino en un psicótico. 1. Ver el capítulo 14 de Sexo, ecología, espiritualidad para una discusión más detallada sobre este punto.

«Trascender el ego» significa, en realidad, trascender pero incluir al ego en un abrazo más profundo y más elevado que empieza en el alma o nivel psíquico profundo, prosigue en el Testigo o Yo primordial (que asume e incluye los estadios anteriores) y concluye en Un Solo Sabor. Y eso no significa «desembarazarse» del pequeño ego, sino habitarlo plenamente en tanto que vehículo necesario para comunicar verdades más elevadas. El alma y el Espíritu no niegan al cuerpo, las emociones y la mente, sino que los incluyen. Dicho en dos palabras, el ego no es un obstáculo para el Espíritu, sino una de sus más resplandecientes manifestaciones. Todas las formas -incluida la del ego- no son más que Vacuidad. No es necesario librarse del ego sino sencillamente vivirlo con cierta generosidad. Cuando uno se desidentifica con el ego y abraza la totalidad del Kosmos, el ego descubre que el Atman individual es idéntico a Brahman. El gran Yo no es un ego pequeño; por ello, en la medida en que uno está atrapado en el pequeño ego, la muerte y la transcendencia son necesarias. Los narcisistas son personas cuyos egos todavía no son lo suficientemente grandes como para que su abrazo pueda abarcar la totalidad del Kosmos y, en consecuencia, se ven obligados a tratar de suplantarlo.

Pero nosotros no queremos que nuestros sabios tengan grandes egos. por no querer ni siquiera queremos que muestren ningún tipo de dimensión manifiesta. Es por ello que ahí donde vemos a un sabio que presenta rasgos humanos -relativos al dinero, la comida, el sexo o las relaciones, por ejemplo-, nos sentimos incómodos o nos asustamos porque nosotros queremos escapar de la vida. Queremos huir, queremos ascender, queremos escapar, y el sabio que disfruta de la vida, que la apura hasta las heces, que se sube a la cresta de cada ola de vida y la cabalga hasta el final nos molesta, nos inquieta y nos asusta, porque nos recuerda que, en lugar de huir hacia una especie de éter luminoso, nosotros también podríamos comprometernos con la vida a todos los niveles. Nosotros quisiéramos que nuestros sabios carecieran de cuerpos, de egos, de impulsos, de vitalidad, de sexo, de dinero, de relaciones o de vida, porque eso es, precisamente, lo que nos tortura y queremos escapar de ahí. Nosotros no queremos ir a caballo de las olas de la vida sino utilizarlas para escapar de ella; nosotros queremos una espiritualidad evanescente. Pero los sabios integrales, los sabios no duales, los sabios «tántricos», en suma, están aquí para decirnos que las cosas no son así, que para trascender la vida hay que vivirla, que debemos llegar a la liberación a través del compromiso, que tenemos que alcanzar el nirvana en medio del samsara y que el único modo de alcanzar la liberación total consiste en zambullirnos plenamente en la vida. Ellos saben que sólo es posible penetrar en los nueve círculos del cielo adentrándonos conscientes en los nueve círculos del infierno. A esos sabios nada les resulta ajeno porque son plenamente conscientes de que lo único que existe es Un Solo Sabor. Todo consiste en hallarse completamente en casa en el cuerpo y sus deseos, en la mente y sus ideas, en el Espíritu y su luz, y abrazar todas esas dimensiones de un modo pleno, uniforme y simultáneo, puesto que todos ellos son igualmente gestos del Uno y Único Sabor. Morar en la lujuria y contemplar su despliegue, entrar en las ideas y observar su resplandor, verse devorado por el Espíritu y despertar a una gloria que el tiempo olvidó nombrar, una gloria en la que el cuerpo, la mente y el Espíritu se hallan igualmente inmersos en la conciencia omnipresente en la que todo se asienta. En el silencio de la noche se escucha el susurro de la Diosa y en medio del resplandor del día se oye el bramido de Dios. La vida pulsa, la mente imagina, las emociones van y vienen y los pensamientos desfilan ante nuestra mente. ¿Qué es todo esto sino el movimiento incesante de Un Solo Sabor, el despliegue eterno de sus propios gestos, susurrando quedamente a quienes quieran escuchar?, ¿no es, acaso, usted mismo?, ¿no escucha acaso el eco de su Yo cuando suena el fragor del trueno?, ¿no ve acaso su Yo cuando el relámpago centellea en el cielo?, ¿no atisba acaso su propio Yo cuando observa el silencioso paso de las nubes por el cielo?

Martes, 18 de noviembre Como Marci no tiene coche, ha estado conduciendo mi Jeep desde hace varios meses, pero hace unos días lo estacionó junto al Spearly Center, donde trabaja, y nos lo robaron. La policía dijo que podíamos darlo por perdido, de modo que ayer fui a comprar uno nuevo. Sin embargo, esta mañana me han llamado por teléfono y me han dicho que lo

han recuperado. Al parecer, los ladrones estuvieron dando vueltas con él hasta que reventó un neumático y lo abandonaron. Como yo no necesito dos Jeeps, le he regalado el nuevo a Marci que se ha quedado de una pieza. Pero, como siempre ocurre, «esto también pasará». Parafraseando las últimas palabras del Buda: «Todo lo compuesto acabará disgregándose. Trabajad cuidadosamente en vuestra salvación» o, dicho en otras palabras, ¿dónde podemos encontrar al gran No Nacido que, al carecer de forma, nunca pueda perderla?

Miércoles, 19 de noviembre No resulta del todo adecuado describir a Un Solo Sabor como «conciencia» o «conocimiento», porque eso suena demasiado cerebral, demasiado cognitivo. Un Solo Sabor se asemeja mucho más a la simple Sensación de Ser, una sensación que usted ya experimenta ahora mismo, la sensación simple e inmediata de la existencia. Pero hay que decir que Un Solo Sabor es bastante diferente a los demás sentimientos o experiencias, porque la sensación simple de Ser no viene o va, se trata de una sensación que no está en el tiempo sino que el tiempo fluye a través de ella, como una de sus múltiples texturas. La sensación simple de la existencia tampoco es una experiencia, sino la inmensa Apertura por la que discurren todas las experiencias, el Espacio Infinito en el que brotan todas las percepciones, el Espíritu del que emanan todas las formas creadas, permanecen durante un tiempo y terminan desapareciendo. La sensación simple de la existencia es su propio Yo-Yo que sólo aparece cuando su pequeño yo se repliega en la inmensa expansión de la Totalidad del Espacio. Un Solo Sabor es la sensación simple de la existencia. ¿No le parece esto muy evidente? ¿No es usted, acaso, consciente ya de la sensación simple de la existencia? ¿Acaso no puede usted acceder ya al Espíritu, que no es otro que la sensación simple de la existencia? ¿No es cierto que usted ya es consciente ahora mismo de la sensación simple de la existencia? ¿Y ahora? ¿Y también ahora? ¿Y no comprende usted ya que esta sensación es el Espíritu, la Deidad, la Vacuidad? El Espíritu no hace acto de presencia en un determinado momento, el Espíritu es la única constante de su experiencia y no es otra que la simple sensación de Ser, una conciencia muy sutil y constante que, cuando se contempla con sumo cuidado, le lleva a comprender que ha permanecido con usted desde antes del Big Bang, pero no porque usted existiera antes de ese momento, sino porque la simple sensación de la existencia tiene lugar en una dimensión atemporal anterior a la emergencia del tiempo, en este instante, y también en éste y también en este otro. ¿Acaso no experimenta usted ya la simple sensación de la existencia? ¿Quién no está ya iluminado?

Jueves, 20 de noviembre Pero he aquí que los seres humanos parecemos preferir la agitación al Espíritu. No nos contentamos con la sensación simple de ser... sino que queremos ser algo, queremos

sentir algo especial, queremos ser ricos, famosos o importantes. Nosotros no queremos ser testigos ecuánimes del mundo en tanto que Yo-Yo, sino que queremos destacar, conseguir algo y ser alguien; es por ello que nos pasamos la vida categorizando, nombrando y escindiendo la simple sensación de la existencia. En lugar de ser el mundo, queremos ser alguien y entonces nos vemos arrojados de bruces al mundo del sufrimiento, entonces es cuando abandonamos la sensación simple de ser (en donde YoYo soy el mundo) y nos identificamos con un pequeño cuerpo ubicado en un espacio lastimosamente pequeño que queremos que sea superior a todos los demás cuerpos. Poco importa, si permanezco en la sensación simple de la existencia, que un amigo se haya comprado una casa nueva y que yo no lo haya hecho porque, en la sensación simple de Un Solo Sabor, su alegría es la mía. Poco importa que feliciten a un colega (y no a mí) por un trabajo bien hecho porque, en la sensación simple de Un Solo Sabor, su felicidad es la mía. Cuando no hay más que un Yo mirando a través de todos los ojos, la suerte de los demás es también mi propia suerte. ¿Acaso no sufro cuando alguien, en alguna parte del mundo, está sufriendo? ¿Acaso su sufrimiento no es también el sufrimiento de mi Yo más profundo? ¿Acaso no sufro cuando un niño llora de hambre y no me alegro cuando veo la alegría del marido abrazando a su esposa? Traherne lo expresó de una forma muy exacta: Las calles eran mías, el templo era mío y las personas también eran mías. Míos eran los cielos y el sol, la luna y las estrellas; todo el mundo era mío y yo era el único Espectador [el Testigo] que gozaba de él. No existían groseras propiedades, divisiones ni fronteras, pues todas las propiedades y todas las divisiones eran mías; míos eran los tesoros y míos eran también quienes los poseían. Luego me corrompieron con muchas alharacas y me vi obligado a aprender las sucias triquiñuelas de este mundo que ahora desaprendo...

En el sensación simple de la existencia en la que Yo-Yo soy el mundo, no caben los celos ni la envidia; toda felicidad es la mía, toda tristeza es la mía y, en consecuencia, cesa todo sufrimiento. Pero las lágrimas no cesan, ni tampoco lo hace la sonrisa ante la locura que supone la noción de que soy alguien más allá de mi propio despliegue. Cuando uno deja de ser alguien (cuando uno «abandona el cuerpo y la mente»), cuando uno permanece en la sensación simple de la existencia, en la sensación simple de Un Solo Sabor, el Yo-Yo descansa en la Vacuidad y abraza la totalidad del mundo de la Forma. Cuando experimento la existencia, la pura presencia, la Talidad no dual, la Esencia presente, me libero de ser esto o de ser aquello, meras formas del sufrimiento. Cuando descanso sin esfuerzo en la sensación simple y presente de la existencia, todo me viene dado. Uno ya posee la sensación simple de la existencia. ¿Quién, pues, no está ya iluminado?

Viernes, 21 de noviembre Paul acaba de llamar por teléfono desde China. Al parecer, están disfrutando mucho de su viaje y comenta que en Beijing hubo dos cosas que les sorprendieron: el extraordinario grado de polución atmosférica y el hecho de que todo el mundo parece fumar. Según dice, la polución es tan intensa que es muy posible que tal vez utilicen el filtro de los cigarrillos para purificar el aire.

Roger acaba de terminar el borrador de su nuevo libro Seven Practices y su agente literario ha comenzado a buscar un editor. Se trata de un libro que aborda siete prácticas que, a su juicio, son comunes a todas las grandes tradiciones del mundo, una idea muy interesante, aunque me temo que no tendrá una gran acogida porque el público no parece muy dispuesto a practicar. Es como si nos contentáramos con que nos dijeran que somos Dios, la Diosa, que somos uno con eco-Gaia o que leyéramos tal libro, como si nos bastara, dicho en pocas palabras, con traducir las cosas de un modo diferente. ¿Acaso hay alguien que esté dispuesto a emprender una disciplina transformadora que requiera años de laborioso esfuerzo? En cualquier caso, Roger ha realizado el meritorio esfuerzo de escribir un libro para las pocas personas que se toman en serio el despertar y están dispuestas a afrontar los retos que conlleva semejante empresa.

Sábado, 22 de noviembre Ann ha sido nombrada presidente de Random House. -¿Tienes mucho trabajo? -Demasiado. Las cosas han sucedido muy rápidamente..., pero ahora parece que vuelven a encauzarse. Estoy muy contento por ella. El último número de Entertainment Weekly incluía una lista de las cien personas más poderosas del mundo del ocio y sólo aparecían dos editores, Sonny Mehta y Ann Godoff. Las cosas le van muy bien y me alegro mucho por ella.

Domingo, 23 de noviembre Acabo de leer un libro sobre el relativismo, el constructivismo y el postmodernismo extremo (con éste ya serán una buena media docena) y me ha parecido muy interesante, de modo que finalmente creo que decretaré mi propia fiesta nacional personal. Se trata de The Last Word, de Thomas Nagel, un libro en el que el autor afirma que, después de un par de décadas, el reinado de los narcisistas y de los nihilistas (de los relativistas y los constructivistas) parece estar tocando ya a su fin. Es cierto que el postmodernismo ha puesto de relieve verdades muy importantes (verdades que, por mi parte, he asumido y seguiré asumiendo), pero también lo es que su ala radical ha acabado desproporcionando las cosas al negar la validez de cualquier verdad universal, de cualquier realidad transcendental y de cualquier sustrato humano común y que, muy a menudo, lo ha hecho en un tono resentido, tortuoso y mal intencionado. Jürgen Habermas y Karl Otto-Apel ya habían advertido claramente la contradicción performativa en la que incurren el relativismo y el constructivismo extremos al sostener, por ejemplo, que toda realidad está socialmente construida y es, por tanto, relativa. Y lo mismo hicieron, entre muchos otros, John Searle (al demostrar que, para que una realidad socialmente construida funcione, debe descansar en verdades objetivas), Peter Berger (que relativizó la visión relativista, derrotándoles así con sus propias armas) y Charles Taylor (demostrando que la pretensión antijerárquica de los relativistas no deja

de basarse en una jerarquía). En realidad, los baby boomers han sido quienes más en serio se han tomado a estos extremistas que (con su argumento de que todas las realidades son «socialmente construidas») parecían ofrecerles la justificación necesaria para «subvertir» la vieja visión de las cosas y reemplazarla por su «nuevo paradigma». Thomas Nagel es, pues, el último de una larga lista de teóricos que se ha dedicado a demostrar la inexactitud de todas estas nociones. Igual de significativa me parece la revisión del libro de Nagel publicada por McGinn en The New Republic.1 En tanto que baluarte del liberalismo, The New Republic enarbola con demasiada frecuencia la bandera de la diversidad extrema propia del ala radical del constructivismo y del relativismo tan característicos del narcisismo y del nihilismo de la postmodernidad. En este sentido, el hecho de que TNR defienda con tanta vehemencia la postura de Nagel resulta sumamente revelador. 1. Colin McGinn, «Reason the Need», The New Republic, 4 de agosto de 1997.

McGinn comienza su artículo resumiendo la visión de la racionalidad propia del postmodernismo extremo. «Desde este punto de vista, la razón humana es culturalmente relativa (y, en consecuencia, local), se asienta en los hechos variables de la naturaleza y de la historia humana y no deja de ser, en suma, más que una cuestión de "prácticas", "estilos de vida", "marcos de referencia" y "esquemas conceptuales" diferentes. Desde esa perspectiva, no existe ninguna norma de razonamiento que trascienda lo que acepta una época o una sociedad determinada, como tampoco existe justificación objetiva para la creencia de que todo el mundo debe respetar el funcionamiento cognitivo erróneo. Así pues, lo válido es lo que es considerado como tal y no hay que olvidar que personas diferentes ven las cosas de manera distinta. En última instancia, la única justificación posible de las creencias descansa en "lo que está justificado para mí"». [Adviértase el narcisismo y el subjetivismo extremo implícito en esa actitud.] Luego McGinn prosigue diciendo: «Desde ese punto de vista, la objetividad (si es que existe) depende exclusivamente de las relaciones sociales, es una mera cuestión de consenso social y no hay que conceder la existencia de ningún tipo de verdad y de principio al margen del consenso social. En este sentido, las normas de la razón se mueven, a fin de cuentas, como los dictados de la moda». Pero Nagel demuestra de forma rotunda (y McGinn está de acuerdo con él), que todas esas pretensiones son contradictorias. (Digamos, incidentalmente, que ése ha sido también el camino tomado por Habermas y por mí mismo en la introducción a El ojo del Espíritu [que también he tratado en SES y en el capítulo 9 de Ciencia y religión]. Ver la entrada correspondiente al 9 de julio.) Volviendo a McGinn: «Los subjetivistas sostienen que la razón no es más que una manifestación de contingencias locales relativas, que sus conclusiones, en consecuencia, no pueden aplicarse más allá de esos límites y que, cuando se trata de hacerlo, desembocan en afirmaciones vacías de contenido. Hay que decir, además, que ésta es una teoría acerca de la naturaleza de la razón que pretende decirnos lo que es la razón y el lugar que ocupa en el mundo, pero una teoría sobre la razón que se presenta como la verdad, como algo con lo que deberían estar de acuerdo todos los seres racionales. No se presenta, pues, como la verdad de quienes comparten un determinado discurso, sino como una verdad no relativa que explica la verdadera naturaleza de la razón. Y, para ello, los subjetivistas

deben recurrir a principios del razonamiento y a compromisos con la verdad a los que se supone una verdad más que relativa». McGinn llega entonces a la misma inexcusable conclusión a la que arriba Nagel: «De ese modo, sin embargo, los subjetivistas incurren en el mismo error que tan acerbamente cuestionan. El dilema es el siguiente: o bien uno proclama el desmoronamiento del discurso de la razón en tanto que verdad objetiva o bien lo pone como ejemplo de su propia versión oficial de la verdad. Pero, en el primer caso, el subjetivista se contradice al reclamar para su visión de las cosas un estatus que niega a cualquier afirmación y, en el segundo, su afirmación es únicamente válida para él y no tiene la menor legitimidad sobre cualquier otro tipo de creencias. Así pues, en el caso de que su afirmación fuera verdadera, podríamos ignorarla, y lo mismo deberíamos hacer en el caso contrario. No se trata, pues, de nada que debamos tomarnos muy en serio. Así es como el subjetivismo acaba revelando su error más flagrante». McGinn afirma que el argumento de Nagel «es absolutamente concluyente. Nagel aplica su argumento antisubjetivista general a varios dominios, entre los cuales cabe destacar el lenguaje, la lógica, la aritmética y la ética, evidenciando de manera muy convincente, en cada uno de los casos, que el contenido de los juicios implicados no puede ser subjetivamente construido, lo cual demuestra la existencia de razones objetivas que tienen un peso universal». En mi opinión, existen estructuras universales profundas que también presentan rasgos superficiales relativos, un pluralismo universal que algunos califican como unitas multiplex. Desde esta perspectiva, los rasgos profundos son similares en todas partes, mientras que los rasgos superficiales son locales, culturalmente construidos y relativos y suelen diferir entre una y otra cultura. El postmodernismo radical, al desembarazarse de los rasgos profundos y quedarse tan sólo con los superficiales, tiene efectos devastadores sobre la comprensión humana y espiritual que siempre incluye un componente universal y transcendente. «El artículo de Nagel debería inquietar a todos aquellos que se han visto fascinados por el relativismo enfermizo que tanto aqueja a la intelectualidad contemporánea. En este sentido, Richard Rorty recibe una dura crítica por parte de Nagel, y debo decir que, en mi opinión, se la merece.» McGinn sigue diciendo que «el argumento de Nagel no sólo es correcto, sino también perentorio». Y ello es así porque resulta urgente combatir el desenfrenado narcisismo implícito en un relativismo y en un constructivismo que reclaman para sí una consideración que niegan al resto de las visiones y que asientan todas sus verdades en el subjetivismo egocéntrico. La única verdad reconocida es «el mero capricho personal». Desde esta perspectiva enfermiza, dice Nagel, «nada es correcto y todos nosotros estamos limitándonos a expresar nuestros puntos de vista personales o culturales. Y el resultado neto de todo ello ha sido la intensificación de la desidia intelectual tan característica de la cultura contemporánea, la reducción de todo argumento serio a los contenidos más bajos de las humanidades y de las ciencias sociales y el rechazo a tomar en serio los criterios objetivos y a centrarse exclusivamente en las meras preferencias personales». Es así como el narcisismo y la fragmentación han terminado reemplazando a la verdad y la comunicación, y a eso se le ha terminado llamando estudios culturales. McGinn sigue muy de cerca el meollo de la cuestión. «En esta edad de oro del subjetivismo [dominada por el egocentrismo y el narcisismo] The Last Word resulta un

libro sumamente valioso. Yo creo que todas esas tendencias existen y son hoy en día tan prevalentes...» y que los subjetivistas se oponen a las verdades universales «porque chocan con una idea popular y errónea de la libertad», como si las verdades universales «reprimieran nuestro pensamiento y no debiéramos obedecer sus mandatos. Las personas no quieren ser reprimidas, prefieren creer que pueden elegir sus creencias, como hacen con las verduras en el supermercado, quieren poder seguir sus impulsos sin verse gobernados por exigencias impersonales [no digamos ya transpersonales], todo lo cual se experimenta como una violación del derecho inalienable de hacer lo que a uno le dé la gana». Dicho en pocas palabras, las verdades universales ponen freno al narcisismo y reprimen al ego, nos obligan a ir más allá de nuestros deseos subjetivos y a hacer frente a una realidad que nos trasciende. Cada vez resulta más evidente que el constructivismo social extremo constituye el último reducto del subjetivismo y del narcisismo (lo que justifica, en mi opinión, la popularidad que ha despertado entre los miembros de mi generación, tan proclives al ombliguismo). El hecho de no querer que nada vulnere nuestros caprichos egocéntricos («una visión errónea de la libertad») nos lleva a deformar los hechos. A las feministas les desagrada la relativa ventaja que poseen los varones en cuanto a fortaleza física y movilidad, de modo que no dudan en afirmar que esos datos biológicos son meras construcciones culturales. A los integrantes de la nueva era les molestan las limitaciones convencionales, de modo que no tardan en afirman que ésas son meras construcciones culturales. Así es como los ecólogos profundos, las ecofeministas, los retrorrománticos y los defensores del nuevo paradigma recurren al constructivismo social como preludio para negar toda realidad que les incomode y reemplazarla por otras que les gustan más. Son muchos los críticos que han subrayado los rasgos distintivos de los estudios culturales realizados por los baby boomers: constructivismo social (puedo deconstruir lo que me dé la gana), relativismo (no me dejaré reprimir por ninguna verdad universal), equiparación entre la ciencia y la poesía (despojémonos de los hechos objetivos que obstaculizan mi camino), contextualismo extremo (no existe ninguna verdad universal excepto la mía propia), todas las interpretaciones son respuestas del lector (yo soy el único creador de mis propios significados), rechazo de toda metanarrativa y de las grandes imágenes (excepto la mía propia, obviamente, según la cual todas las demás grandes visiones están equivocadas), antirracionalismo (no existe más verdad objetiva que la mía) y antijerarquía (no existe nada superior a mí). ¡Y todo esto resultaría grotesco si no fuera el talante dominante de los estudios culturales académicos de nuestro país y, en cierto modo, también de la RCCP, tan contradictoria, antijerárquica, relativista y subjetivista que resulta muy poco transformadora. [Ver entrada correspondiente al 23 de septiembre.] SUNY Press es el abanderado del postmodernismo extremo en nuestro país, del mismo modo que Blackwell lo es en la Gran Bretaña. Es por ello que resulta sorprendente que su reciente A Dictionary of Cultural and Critical Theory (que uno esperaría preñado de principios postestructuralistas) sea, de hecho, un ataque en toda regla como el de Nagel al constructivismo y al relativismo de la postmodernidad. «De ello se sigue, supuestamente, que toda verdad, tanto en el ámbito de las ciencias naturales como en el de las ciencias humanas, se reduce a la elección de la metáfora adecuada (de la estrategia retórica óptima) que les permita lograr la aquiescencia de quienes se hallen comprometidos en la misma empresa. Es comprensible que los científicos hayan

concluido en la implausibilidad de este relato a la hora de explicar los avances que supone la aplicación de la teoría y de la investigación empírica. De ahí la reciente aparición de visiones causal-realistas o anticonvencionalistas [universales y antisubjetivistas] que ofrecen una mejor comprensión de nuestro conocimiento sobre la evolución del conocimiento. Poco hay que esperar, después de todo, de una filosofía de la ciencia que reduce toda "ciencia" al juego verbal, la retórica, el discurso, los esquemas conceptuales o lo que fuere. La actual emergencia de las ontologías realistas evidencia una auténtica crisis en esta errónea línea de pensamiento.» Yo suelo estar de acuerdo con los ataques al postmodernismo realizados por Habermas, Otto-Apel, Ernst Gellner, Charles Taylor, Nagel y McGinn, entre otros (que no dejan títere con cabeza), pero he tomado un camino ligeramente diferente. Porque, en mi opinión, el postmodernismo encierra algunas verdades muy importantes (aunque parciales) y deberíamos centrar exclusivamente nuestro ataque en las versiones extremas que consideran que el relativismo, el constructivismo y el contextualismo son las únicas verdades de la existencia, en cuyo punto se tornan contradictorias y absurdas. No habría, pues, que olvidar que la agenda postmoderna encierra impulsos muy nobles que convendría salvar ubicándolos en un contexto mayor que delimite sus pretensiones y les ayude a conseguir sus objetivos. Y cuando hablo de las nobles verdades de la agenda postmoderna me estoy refiriendo concretamente a la libertad, la tolerancia, la visión aperspectivista y la emancipación de las convenciones innecesarias o injustas. Porque el postmodernismo liberal ha aceptado siempre las diferencias culturales y las perspectivas diferentes, incluyendo culturas y grupos previamente marginados (como los de las mujeres, las minorías, los homosexuales, etcétera), una postura (denominada pluralismo universal) que constituye un gran logro evolutivo que sólo puede presentarse en el nivel de desarrollo postconvencional. Pero resulta que, en su celo por «transgredir» y «subvertir» los niveles convencionales en pro de la libertad postconvencional, la agenda del postmodernismo liberal extremo acabó abanderando todas las posturas (multiculturalismo extremo), incluyendo muchas que eran abiertamente etnocéntricas y hasta egocéntricas. Y esta visión que valoraba por igual todos los puntos de vista alentó tendencias regresivas y provocó una involución desde el mundicentrismo hasta el etnocentrismo e incluso el egocentrismo, cayendo en una espiral subjetivista y narcisista que acabó impidiendo todo paso hacia adelante. Cuando el pluralismo universal se despoja del lado universal acaba convirtiéndose en un pluralismo meramente narcisista. En mi opinión, nuestro ataque debería centrarse contra ese tipo de pluralismo que acaba con la necesidad de evolucionar hasta los niveles mundicéntricos y postconvencionales, único trampolín posible, por otra parte, a la visión liberal. Porque lo que Habermas, Nagel y tantos otros están señalando (algo con lo que yo, por mi parte, estoy completamente de acuerdo) es que la agenda del liberalismo postmoderno resultará autodestructiva hasta que no reintegremos el componente universal. No deberíamos, pues, olvidarnos de los nobles impulsos ocultos en esa visión ni de la posibilidad de rescatarlos y asumir una postura postmoderna y liberal que realmente sea unitas multiplex, que tenga en cuenta tanto los rasgos universales profundos como los rasgos superficiales locales. Sólo podremos acceder a la empatia y la compasión verdadera cuando el pluralismo universal aliente el paso de lo egocéntrico a lo

sociocéntrico y, desde ahí, a lo mundicéntrico, abriendo al individuo a las dimensiones espirituales universales. La verdadera libertad, la libertad real (el núcleo fundamental, en suma, de los valores liberales) no descansa en los reinos egocéntricos ni etnocéntricos, sino en la vasta expansión de la conciencia mundicéntrica que nos abre a las dimensiones infinitas del Espíritu puro y del Yo primordial, un Yo común a todos los seres sensibles y un dominio en el que la Libertad irradia en todas direcciones. Este es, precisamente, el motivo por el cual debemos despojarnos de las actitudes preliberales y movernos en una dirección resueltamente postliberal. Resulta irónico que el postmodernismo liberal, en busca de la libertad para todos, haya acabado convirtiéndose en un adalid de la esclavitud. Porque hay que decir muy claramente que el egocentrismo y el etnocentrismo no alientan la libertad, ya que el primero nos somete a nuestros impulsos y el segundo nos esclaviza al color de nuestra piel. Únicamente en el espacio expandido de la conciencia mundicéntrica (que coloca a la individualidad madura en el contexto de todos los individuos y se mueve fácilmente en él) podrá comenzar a despuntar la verdadera libertad, una libertad que se abra al Espíritu puro y abrace la Totalidad. Despojemos, pues, al liberalismo de todas esas absurdas contradicciones y permitámosle volver a moverse en la dirección del desarrollo y la evolución progresiva. Son los atolladeros del narcisismo y del relativismo extremo lo que están tratando de limpiar (muy acertadamente, a mi entender) todos esos críticos. No debemos olvidarnos de que, en opinión del postmodernismo extremo, no existe (ni puede existir) nada universal. Pero el Espíritu es algo universal y omniabarcador, es el Fundamento de todas y cada una de las manifestaciones de la existencia. En consecuencia, si (como afirma el postmodernismo extremo) no existe, ni puede existir, nada universal tampoco existe, ni puede existir, nada genuinamente espiritual. Convendrá, pues, mantenerse abiertos a los nobles impulsos ocultos en la visión original del pluralismo universal (de unitas multiplex) y sumarnos al ataque contra quienes se han olvidado de unitas y sólo se centran en multiplex.

Lunes, 24 de noviembre Roger, Frances, Kate y T George se han reunido en San Francisco para asistir al congreso anual de la American Academy of Religión que se celebrará entre los días 22 y 25 de este mes. Roger, en particular, lleva asistiendo a estos congresos desde hace mucho tiempo, pero siempre llega a la conclusión de que esos eruditos están centrados en una espiritualidad meramente traslativa y que sólo se interesan por ella en tanto que objeto de estudio tedioso y distante. De joven, yo era una especie de científico loco que coleccionaba insectos y los colocaba en un tarro vacío de mayonesa en cuyo fondo había depositado varias bolas de algodón impregnadas de tetracloruro de carbono. De ese modo, el insecto -la polilla, la mariposa o lo que fuere- muere sin desfigurarse externamente y uno puede estudiarla objetivamente. Pues bien, la religión académica se me antoja el tarro más idóneo para matar el Espíritu.

Viernes, 28 de noviembre Marci ha preparado una gran comida para el día de Acción de Gracias a la que hemos invitado a Kate. La comida ha sido fabulosa, aunque al comienzo temí que el pavo se quemara de tan grande como era y de tanto tiempo que tenía que permanecer en el horno. Entonces he recordado las instrucciones que daba Gracie Allen para cocinar un pollo: «Siempre quemo todo lo que cocino, pero finalmente he descubierto el modo adecuado de cocinar un pollo. Coloque un gran pollo y un pequeño pollo en un horno caliente y, cuando el pequeño se queme, el grande ya estará hecho».

Sábado, 29 de noviembre Marci me ha llevado a ver Cascanueces. Me siento realmente afortunado de tenerla en mi vida. En un entorno amoroso, el nivel frontal de la personalidad irradia una luz muy intensa, el nivel psíquico profundo resuena con la virtud y el Testigo puede englobarlo todo. Como dice un antiguo proverbio judío: «He sido rico y he sido pobre, y ser rico es mejor». Lo mismo ocurre con el amor.

Domingo, 30 de noviembre Existen cuatro estadios o fases del desarrollo espiritual, la creencia, la fe, la experiencia directa y la adaptación permanente; dicho de otro modo, uno puede creer en el Espíritu, uno puede tener fe en el Espíritu, uno puede experimentar directamente el Espíritu y uno puede devenir Espíritu. 1. La creencia es el primer (y, por consiguiente, el más común) de los estadios del desarrollo espiritual. La creencia requiere imágenes, símbolos y conceptos y, en consecuencia, suele originarse en el nivel mental. Pero el desarrollo de la mente atraviesa distintas fases -mágica, mítica, racional y visión-lógica-, cada una de las cuales sirve de fundamento a un tipo (y a un estadio) de creencia religiosa o espiritual. El estadio de las creencias mágicas (ejemplificado por el vudú y los conjuros mágicos) es egocéntrico y se da tal fusión entre el sujeto y el objeto que aquél cree que la fuerza de su deseo puede llegar a operar sobre el mundo físico y sobre los demás. La creencia mítica, por su parte, suele ser sociocéntrica y etnocéntrica, lo cual significa que diferentes grupos sostienen mitos diferentes habitualmente exclusivos (es decir, si uno cree, por ejemplo, que Jesús es el salvador de la humanidad, no queda lugar alguno para Krishna), y proyecta sus intuiciones espirituales sobre uno o más dioses o diosas físicamente desencarnados que tienen el poder de influir sobre las acciones humanas. La creencia racional, que constituye una decisión racional, no representa a Dios o la Diosa de un modo antropomórfico, sino en tanto que el Fundamento Ultimo del Ser y, en ese sentido, desmitologiza la religión. Se trata de una modalidad que alcanza su cúspide en la creencia visión-lógica y que explica el Fundamento del Ser en tanto que Gran Sistema Holístico, Gaia, la Divinidad, una especie de Eco-Espíritu, la «red-de-la-vida», etcétera, recurriendo a ciencias como la teoría sistémica.

Todas estas creencias mentales suelen ir acompañadas de sentimientos o sensaciones emocionales muy intensas que no necesariamente son experiencias directas de las realidades espirituales supramentales. En ese sentido, se trata de diferentes modalidades de traslación que pueden ser abrazadas sin transformar en lo más mínimo el propio nivel de conciencia. Pero, cuando la traslación comienza a madurar y la emergencia directa de los dominios superiores comienza a presionar al yo, la creencia acaba desembocando en la fe. 2. La fe comienza allí donde la creencia pierde su poder. Porque el hecho es que llega un momento en que todas las creencias mentales -precisamente por el hecho de ser mentales y no supramentales o espirituales- pierden su fuerza, pierden su poder sobre la conciencia y comienzan a palidecer porque, a fin de cuentas (por más que uno crea en el Espíritu como «red-de-la-vida», por ejemplo), uno no deja de sentirse como un ego separado, aislado y lleno de miedos. De poco servirá, en tal caso, esforzarse en seguir creyendo, porque la creencia habrá dejado ya de funcionar. Es entonces cuando va tornándose dolorosamente evidente que, si bien la mera creencia puede proporcionar algún sentido traslativo, no comporta, no obstante, la menor transformación verdadera. (Y las cosas pueden ser todavía peores en el caso de que uno sustente creencias mágicas o míticas, puesto que tales creencias no sólo no son transformadoras, sino que operan como una fuerza regresiva que aleja a la conciencia de los dominios transracionales.) Pero también hay que decir que, detrás de la creencia mental en Gaia o en la «red-dela-vida», suele ocultarse una auténtica intuición de los dominios espirituales y transmentales, es decir, una intuición de la Unidad de la Vida. Pero esa intuición no podría ser plenamente comprendida mientras nuestra conciencia permanezca atrapada en la creencia porque, en última instancia, todas las creencias, tanto las analíticas como las holísticas, son dualistas y sólo cobran sentido en presencia de sus opuestas. De lo que se trata no es tanto de pensar en la Totalidad como de devenir la Totalidad, algo que sólo podrá ocurrir cuando uno deje de aferrarse a creencias sobre la Totalidad. Las creencias no son más que un sustituto del alimento para el alma, calorías espiritualmente vacías que más pronto o más tarde dejarán de fascinarnos y develarán su verdadero rostro. La fe suele ser el paso intermedio que nos permite dar el salto que conduce desde la pérdida de la creencia hasta la experiencia directa. Quizás, por ejemplo, la creencia en la Unidad ya no ofrezca un gran consuelo, pero la persona todavía tiene fe en ella. Cuando las creencias se tornan insostenibles aparecen la fe, la llamada débil pero clara de una realidad superior -el Espíritu, Dios, la Diosa, la Unidad, etcétera- que trasciende la creencia y se encuentra más allá de la mente. La fe constituye la puerta de acceso a la experiencia inmediata de lo supramental y de lo transracional. En ausencia de creencias dogmáticas desaparece la convicción, y a falta todavía de experiencia directa, uno carece de toda certidumbre. La fe es, pues, una tierra de nadie -atestada de preguntas y de ninguna respuesta- que se caracteriza por la determinación (estimulada por una intuición oculta) a encontrar nuestra auténtica morada espiritual en la experiencia directa. 3. La experiencia directa responde a todas las dudas inherentes a la fe. Se trata de un estadio caracterizado por la presencia de dos fases diferentes: las «experiencias cumbre» y las «experiencias meseta».

Las experiencias cumbre suelen ser intensas, breves, espontáneas y sumamente transformadoras. Las verdaderas «experiencias cumbre» nos permiten vislumbrar nuestros potenciales transpersonales y supramentales más elevados. Existen varios tipos de «experiencias cumbre», entre las cuales cabe destacar las experiencias cumbre del nivel psíquico, propias del misticismo natural (el tipo de unidad característico del nivel ordinario), las experiencias cumbre del nivel sutil, propias del misticismo teísta (el tipo de unidad característico del nivel sutil), las experiencias cumbre del nivel causal, que nos permiten atisbar la Vacuidad (la unidad propia del nivel causal) y las experiencias cumbre no duales, que nos abren las puertas a Un Solo Sabor. Resulta evidente, como Roger Walsh ha señalado, que cuanto más elevado es el nivel de la experiencia, más infrecuente es. (Éste es el motivo por el cual la mayor parte de las experiencias de «conciencia cósmica» son las propias del misticismo natural (o unidad del nivel ordinario), el más bajo de los dominios místicos. Desafortunadamente, sin embargo, son muchas las personas que consideran equivocadamente que este nivel es Un Solo Sabor, una confusión que adquiere visos de epidemia entre los teóricos eco). La mayor parte de las personas se hallan, comprensiblemente, en el estadio de la creencia o de la fe (y, ocasionalmente, en el de la magia o del mito). De tanto en tanto, sin embargo, algunos individuos pueden tener una «experiencia cumbre» de un dominio realmente transpersonal que les sacuda muy profundamente (a menudo para mejor aunque también hay que decir que, en ocasiones, para peor). En cualquiera de los casos, sin embargo, ya no se trata de creencias que hayan leído en un libro o de meras habladurías traslativas, sino de una experiencia real de un dominio superior después de la cual el individuo ya no vuelve nunca a ser el mismo. (Digamos, a modo de corta disgresión, que las consecuencias de este tipo de experiencia no siempre son positivas. Porque puede darse perfectamente el caso de que una persona que se halle en el nivel mítico literal-concreto, por ejemplo, tenga una «experiencia cumbre» del nivel sutil que reactive sus mitos concretos y provoque la aparición de un fundamentalismo según el cual su dios mítico particular es el único que puede salvar el mundo, no dudando entonces en sacrificar los cuerpos de quienes se le opongan en aras de la supuesta salvación de su alma. También puede ocurrir, por ejemplo, que alguien que se halle en el nivel visión-lógico, tenga una «experiencia cumbre» del nivel psíquico, en cuyo caso su «nuevo eco-paradigma» se convierte en el único que puede salvar el planeta y tampoco dudará en imponer una suerte de ecofascismo para salvarle. Este tipo de fanatismo religioso (que constituye una confusa mezcolanza de verdades superiores con ilusiones inferiores) resulta casi imposible de desarticular. Es cierto que las «experiencia cumbre» nos permiten acceder provisionalmente a verdades superiores, pero también lo es que esa brevedad puede ir seguida de un retroceso a un nivel inferior y acabar sirviendo de justificación para las más espantosas creencias.) Pero si bien las experiencias cumbre son de breve duración -desde unos pocos minutos hasta unas pocas horas-, las experiencias meseta, por su parte, son más estables y duraderas y tienden a la adaptación permanente. Las «experiencias cumbre» suelen presentarse de manera espontánea pero, para convertir una experiencia cumbre en una «experiencia meseta» -para transformar un breve estado alterado en un rasgo duradero, se requiere una práctica prolongada. Casi todo el mundo, en algún momento de su vida, puede tener una breve «experiencia cumbre» y sé incluso de algunos casos en los que, sin necesidad de años de práctica sostenida, ha terminado convirtiéndose en una

«experiencia meseta». Así pues, la creencia y la fe constituyen las modalidades de orientación espiritual prevalente, mientras que las «experiencias cumbre», por su parte (raras pero auténticas experiencias espirituales), sólo suelen darse en quienes están comprometidos con una práctica espiritual sostenida, intensa, prolongada y profunda. Al igual que decíamos con respecto a las «experiencias cumbre», las «experiencias meseta» pueden darse en los dominios psíquico, sutil, causal y no dual. Veamos un ejemplo, tomado del zen, que abarca estos cuatro dominios. Es frecuente que quienes emprendan la práctica de la meditación zen comiencen contando las respiraciones, de uno a diez y vuelta a empezar. Cuando el sujeto puede hacer eso durante media hora sin perder la cuenta, suele recibir un koan como el de mu, por ejemplo (que, por cierto, fue mi primer koan). Así, en los próximos tres o cuatro años, el sujeto se enfrasca durante varias horas al día en esta práctica, concentrándose de continuo en el sonido mu, al tiempo que se pregunta: «¿Cuál es el significado de mu?» o «¿Quién está concentrándose en mu?». Durante ese estadio, el sujeto suele asistir a sesshins de siete días de práctica muy intensa, en donde practica durante el día y la noche. La primera «experiencia meseta» importante tiene lugar cuando el sujeto pueden mantenerse de manera literalmente ininterrumpida en mu durante la mayor parte de las horas de vigilia, en cuyo caso mu pasa a convertirse en parte de su conciencia, hasta el punto de que bien podría decirse que uno se torna mu o, dicho en otras palabras, que el Testigo se mantiene de manera constante durante el estado de vigilia ordinaria. Entonces es cuando se le dice que, para penetrar realmente en mu, debe trabajar también en ese koan durante el estado de sueño. (Cuando escuché esto por vez primera creí que se trataba de un chiste, de ese tipo de bromas tan característicos de los ritos cuarteleros de iniciación machista, del tipo: «¡Quien quiera formar parte del primer batallón de infantería deberá comerse tres serpientes vivas!». Yo creía que estaban tratando de asustarme, cuando lo cierto es que simplemente estaban tratando de ayudarme.) Tras otros dos o tres años más de práctica, el sujeto logra mantener una concentración sutil en mu durante el estado de sueño, de modo que la conciencia testigo permanece también de manera constante durante el estado del sueño sutil.1 A estas alturas, y en la medida en que el discípulo se aproxima al dominio causal no manifiesto (el nivel de la absorción pura), va acercándose también a esa explosión conocida con el nombre de satori, el descubrimiento del «hielo congelado» de la absorción causal pura en la Gran Liberación de Un Solo Sabor, una experiencia que también comienza como una «experiencia cumbre» que, con la práctica, acaba convirtiéndose en una «experiencia meseta» y finalmente en una adaptación permanente.2 1. El estado de sueño es sólo uno de los muchos tipos de fenómenos propios del reino sutil; el típico estado sutil es savikalpa samadhi, «la absorción no dual en la forma» que nos permite permanecer abiertos al dominio sutil mientras despertamos. Según se dice, el estado de sueño es una subclase del nivel sutil en el que no hay fenómenos materiales ordinarios (sólo imágenes y formas). Es por ello que el hecho de entrar conscientemente en el sueño se ha comparado siempre al savikalpa samadhi, ya que ambos evidencian la presencia simultánea de ondas alfa (despertar) y de ondas beta (sueño). Además, el efecto de la evolución de la conciencia es semejante en ambos casos ya que, en cierto modo, uno objetiva el nivel sutil (viéndolo conscientemente como un objeto mientras despierta) y luego pierde su poder, lo trasciende y comienza a adentrarse en el dominio causal. El nirvikalpa samadhi es el estado típico de la conciencia causal, la cesación pura, sin forma y sin manifestación (un tipo de vacuidad) que nos permite adentramos en el dominio causal mientras estamos despiertos (nirvikalpa madura en jnana samadhi, la ausencia de forma radicalmente pura y, en algunas tradiciones, en nirodh, la extinción de todo tipo de objetos). Del mismo modo que el savikalpa y el sueño diáfano son análogos, el hecho de mantener la conciencia durante el sueño profundo sin sueños y el nirvikalpa son también análogos, porque tanto en uno como en otro, alfa (vigilia) y delta (lo sin forma) se hallan simultáneamente presentes, de modo que uno puede llevar la conciencia hasta el reino de lo sin forma y abrirse a lo no dual. De este modo se trasciende lo causal y el nirvikalpa/jnana (gnosis) da lugar al sahaja, la omnipresencia espontánea de Un Solo Sabor.

Pero este proceso no debe pasar necesariamente por el sueño diáfano ni por el sueño diáfano con sueños, ya que el savikalpa samadhi y el nirvikalpa samadhi pueden ser alcanzados durante el estado de vigilia. Cuando el practicante logra una cierta competencia en el savikalpa, suele presentarse el sueño diáfano, precisamente porque ambos son análogos. Del mismo modo, el dominio del nirvikalpa suele verse acompañado del sueño diáfano y lo mismo suele ocurrir en sentido contrario, es decir, que el hecho de seguir meditando durante el estado de sueño y de sueño profundo constituye una forma muy eficaz de entrar en savikalpa y en nirvikalpa y también favorece la apertura a sahaja. No olvidemos que siempre se ha dicho que el yoga del sueño es uno de los métodos más eficaces para alcanzar una «experiencia meseta» en los dominios sutil y causal que abre la puerta a la adaptación estable (y por tanto a la trascendencia) de esos dominios. 2. Los tres o cuatro estadios diferentes de adaptación que conducen desde el nivel causal/nirvikalpa/nirvana hasta Un Solo Sabor son conocidos con el nombre de estadios postnirvánicos. Existen muchas versiones de estos estadios, pero todas ellas giran en torno a la conciencia constante o el acceso ininterrumpido a la conciencia Testigo en los tres estados (primero en forma de «experiencia meseta» y luego como adaptación estable) que culminan en la desaparición del Testigo en Un Solo Sabor no dual (primero en forma de «experiencia cumbre», después como «experiencia meseta» y finalmente como adaptación estable). Una vez que se ha consolidado de manera estable la adaptación a Un Solo Sabor, se despliegan los estadios postiluminados. Según se dice, estos estadios concluyen en bhava samadhi, la traslación corporal completa de lo humano a lo Divino o, en otras palabras, «la extinción completa de todas las cosas en el dharmadatu» o, dicho de otro modo, el logro de un cuerpo de luz permanente. (Ver El ojo del Espíritu para una discusión más detallada sobre los estadios evolutivos postnirvánicos y postiluminados.) Los estadios postnirvánicos (la esencia del Mahayana y del Vajrayana, que no sólo abrazan lo Sin Forma [el nirvana] sino que lo integran con el mundo de la Forma [el samsara]) siempre han tenido mucho sentido para mí y, basándome en mi propia experiencia, puedo certificar la realidad de la experiencia ininterrumpida de la conciencia constante y de Un Solo Sabor durante veinticuatro o incluso treinta y seis horas (y hasta, en una sola ocasión, durante once días y once noches). En ninguno de estos casos se trató de una adaptación permanente, pero conozco a varios maestros que, en mi opinión, están ahí y la literatura al respecto está llena de ejemplos a este respecto. Y si digo que los estadios postnirvánicos tienen sentido para mí es porque son, después de todo, simples estadios de adaptación de la no dualidad (los estadios de integración entre el nirvana y el samsara, entre el Espíritu y sus manifestaciones, entre la Vacuidad y la Forma). Además, los resultados de las investigaciones electroencefalográficas realizadas en este sentido por Alexander y otros parecen corroborar su existencia. Pero no puedo decir lo mismo de los estadios postiluminados, que ni tienen mucho sentido, ni tampoco he conocido a nadie que plausiblemente se hallara en ellos. Se trata de estadios cuya descripción suele evocar vestigios de la visión mágica del mundo, porque se refieren a cuestiones tales como la transformación del cuerpo en luz, la capacidad de realizar milagros, etcétera, ninguno de los cuales dispone de evidencia creíble y reproducible. La «extinción de todas las cosas en el dharmadatu», por su parte, me parece indistinguible de jnana o nirodh o, dicho de otro modo, una regresión de Un Solo Sabor, no un desarrollo hacia él. Y entiéndase que con ello no estoy afirmando su inexistencia, sino tan sólo que, comparados con los estadios de los que habla la tradición (hasta llegar a los postnirvánicos que anteriormente he bosquejado), existen muchos menos datos sobre los estadios postiluminados, quizás porque son muy raros o tal vez porque realmente no existan.

4. El término adaptación se refiere simplemente el acceso constante y permanente a un determinado nivel de conciencia. La mayor parte de nosotros ya nos hemos adaptado (o, dicho en otros términos, ya hemos evolucionado) a la materia, el cuerpo y la mente (y por ello podemos acceder a esos niveles siempre que queramos). También hay personas que han tenido «experiencias cumbre» de los niveles transpersonales (psíquico, sutil, causal y no dual). Pero la práctica puede permitirnos evolucionar hasta las «experiencias meseta» de esos reinos superiores que, con la práctica, acaban convirtiéndose en adaptaciones permanentes que nos permiten acceder de manera constante a los niveles psíquico (misticismo natural), sutil (misticismo teísta), causal (misticismo sin forma) y no dual (misticismo integral) de un modo tan habitual como hoy en día lo es, para la mayor parte de nosotros, el acceso a la materia, el cuerpo y la mente. Y esto se manifiesta de un modo palpable en la presencia de una conciencia constante (sahaja) que perdura a través de los tres estados de vigilia, sueño (savikalpa samadhi) y sueño sin sueños (nirvikalpa samadhi). Entonces resulta evidente porqué «lo que no está presente en el estado de sueño profundo sin sueños no es real». Lo Real debe hallarse presente en los tres estadios, incluyendo el sueño profundo sin sueños, y la Conciencia

pura es lo único que se halla presente en los tres. Este hecho resulta perfectamente evidente cuando uno descansa en tanto que Conciencia pura, vacía y sin forma y «contempla» la aparición, permanencia y desaparición de los tres estados, mientras permanece como lo Inamovible, lo Inmutable, lo No Nacido, liberado en la Vacuidad pura de la que emana toda Forma y en la Totalidad resplandeciente de Un Solo Sabor. Éstas son algunas de las fases por las que atraviesa el camino de adaptación a los niveles superiores de nuestra naturaleza espiritual: creencia (mágica, mítica, racional y holística); fe (que no es tanto una experiencia directa como una intuición de los dominios superiores); «experiencia cumbre» (de los niveles síquico, sutil, causal y no dual, aunque no en un orden concreto, porque suele tratarse de situaciones muy puntuales); «experiencia meseta» (de los niveles psíquico, sutil, causal y no dual, casi siempre en este orden, porque para alcanzar un determinado estadio suele ser necesario el estadio anterior) y adaptación permanente (a lo sutil, lo causal y lo no dual, también en ese orden y por la misma razón). Concluiremos ahora subrayando varios puntos importantes: • Uno puede hallarse en un nivel relativamente elevado del desarrollo espiritual y permanecer todavía en un nivel relativamente bajo en otras líneas (el nivel psíquico profundo, por ejemplo, puede estar muy avanzado, mientras que el frontal permanece relativamente estancado). Todos conocemos a personas espiritualmente desarrolladas que, no obstante, son bastante inmaduras en el ámbito sexual, en el de la salud física, en la capacidad de establecer relaciones emocionalmente profundas, etcétera. De modo que el acceso constante a Un Solo Sabor no va necesariamente acompañado del desarrollo muscular, ni tampoco le proporcionará un nuevo trabajo, ni una pareja y tampoco le curará de sus neurosis. Los contenidos profundos de la sombra no desaparecen con la meditación y el acceso a los estadios superiores de la práctica espiritual porque, contrariamente a lo que sostiene la creencia popular, la meditación no es una técnica de descubrimiento. Si lo fuera, la mayor parte de lo maestros de meditación no necesitarían psicoterapia, cuando lo cierto es que la necesitan tanto como los demás. La meditación no apunta tanto a develar el material inconsciente reprimido como a posibilitar la emergencia de dominios más elevados, con lo cual los dominios inferiores siguen siéndolo y tal vez se hallen ahora aún más reprimidos. No estaría, pues, de más combinar la práctica espiritual con una buena psicoterapia y lo mismo podríamos decir con respecto al ejercicio del cuerpo físico (incluyendo, por ejemplo, el levantamiento de pesas), el cuerpo pránico (t' ai chi chuan), el trabajo con el grupo o la comunidad, etcétera, etcétera, etcétera. El único modo sano y equilibrado de proceder con el desarrollo superior consiste, obviamente, en emprender una práctica realmente integral. • Esto resulta especialmente importante porque la religión civil centrada en la persona (y el «paradigma 415») está fundamentalmente anclado en el estadio de la creencia holística. Para que la mayor parte de las personas vayan más allá de esas traducciones mentales es necesario emprender una auténtica práctica transformadora y la práctica integral es, muy probablemente, la más eficaz porque no sólo subraya la transformación del yo, sino también del resto de los cuadrantes -en el Gran Tres del «yo», el «nosotros» y el «ello»- prácticas transformadoras del yo, de las relaciones, de la comunidad y de la

naturaleza [ver entrada correspondiente al 18 de junio], no sólo como un cambio en el tipo de creencia sino en el nivel de conciencia. • Aunque yo haya señalado que el acceso a ciertos estadios requiere de cinco o seis años de dura práctica (y a otros todavía superiores un tiempo cinco veces superior) no se preocupe por ser sólo un principiante. Emprenda la práctica, tenga en cuenta que cinco o seis años pasan en un abrir y cerrar de ojos ya que la recompensa bien merece la pena. Si durante ese tiempo, por otra parte, no hace más que escuchar a maestros que le hablan de creencias (ya sean mágicas, míticas, racionales u holísticas) sólo será cinco o seis años mayor. (Las creencias holísticas están muy bien -y son muy adecuadas- en el dominio mental, pero no olvide que la espiritualidad tiene que ver con el dominio transmental y que la traslación mental nunca le ayudará a trascender la mente, y la religión civil centrada en la persona tampoco le librará de sí mismo.) Le recomiendo, pues, que asuma una práctica contemplativa, transpersonal y supramental. Poco importa lo dura que le parezca la práctica, simplemente empiece. Recuerde el viejo chiste: «¿Cómo puede uno comerse un elefante? De bocado en bocado». • El hecho es que, unos pocos bocados después, usted ya habrá logrado considerables beneficios. Tal vez pudiera empezar, por ejemplo, con veinte minutos al día con el tipo de oración de centramiento que enseña el padre Thomas Keating, una práctica cuyos efectos son casi inmediatos (serenidad, apertura, respeto, escucha, etcétera). Practique zikr durante una media hora, vipassana durante cuarenta minutos, ejercicios de yoga dos veces al día, visualización tántrica, oración del corazón o cuenteo de las respiraciones durante quince minutos cada mañana antes de levantarse de la cama. Cualquiera de estos abordajes es adecuado, el asunto es que organice su práctica del modo que más le guste, pero que no tarde en dar los primeros bocados... • Es cierto que tenemos que ser amables con nosotros mismos, pero no lo es menos que también debemos ser firmes. Deje de lado la «compasión idiota», trátese a sí mismo con auténtica compasión y comprométase seriamente con la práctica. • La permanencia en estas prácticas acabará evidenciándole la necesidad de asistir a un retiro intensivo de varios días al año, lo que le permitirá comenzar a convertir las pequeñas «experiencias cumbre» en las «experiencias meseta» iniciales de la práctica. Los años pasarán, pero usted estará madurando e irá trascendiendo de un modo lento pero seguro los aspectos inferiores de sí mismo y abriéndose a los superiores. Entonces llegará un día en el que mirará hacia atrás y se dará cuenta del sueño (porque realmente es un sueño) del que está a punto de despertar. • El asunto es muy sencillo: Si usted está interesado en una espiritualidad auténticamente transformadora busque un maestro espiritual y comprométase con una práctica. Sin práctica jamás pasará de las fases de creencia, fe y «experiencias cumbre» fortuitas, nunca evolucionará a las «experiencias meseta» y mucho menos a la realización permanente. En el mejor de los casos, será un visitante ocasional en el territorio de sus estados superiores, un turista en su verdadero Yo.

DICIEMBRE Esta conciencia presente, luminosa y nítida en la que Forma y Vacuidad no son dos, es la conciencia en la que los tres estados [vigilia, sueño y sueño profundo] se hallan espontáneamente presentes. Practícala día y noche de continuo, hijo de mi corazón, porque la no dualidad es la libertad natural. TSOGDRUK RANGDROL

Martes, 2 de diciembre Marci ha acabado su tesis y lo hemos celebrado alquilando Lonesome Dove («Tu única posible educación consiste en escucharme»), bebemos vino y nos dejamos llevar por la corriente.

Miércoles, 3 de diciembre El Espíritu no es un estado alterado de conciencia (EAC) ni un estado no-ordinario de conciencia (ENOC). Lo único que existe es el Espíritu y dentro de él se despliega el mundo, lo único que existe es Un Solo Sabor y de él emanan todas las diferencias. No existe ninguna alternativa al Espíritu porque el Espíritu es lo único que existe. Un Solo Sabor no va ni viene, está más allá del movimiento y de la inmovilidad, del cambio y de la quietud, de la actividad y del reposo. Mires hacia donde mires lo único que verás es Un Solo Sabor; permite que tu mente se expanda hasta los confines del universo y no encontrarás más que Un Solo Sabor; deja que tu conciencia se ensanche hasta el infinito y lo único que degustarás será Un Solo Sabor. ¿Dónde está, pues, este desconcertante Un Solo Sabor?, ¿quién está leyendo ahora esta página?, ¿quién está contemplando desde esos ojos?, ¿quién está escuchando desde esos oídos?, ¿quién está viendo el mundo ahora mismo? En éste y en éste y también en este instante, el Vidente, el Testigo omnipresente (que es su Yo inmediato) se halla al borde de la revelación no dual. Descansa en tu propio Yo, descansa en el Vidente de esta página, de esta habitación y del mundo; descansa en la inmensa Vacuidad en la que ahora mismo se origina el mundo entero... y ve si el mundo no es idéntico a ese Yo. En el mismo momento en que descanses en el Testigo, advertirás que la sensación del Testigo y la sensación del mundo son una y la misma («Cuando escuché la campanilla, no existía yo ni tampoco campanilla, lo único que existía era el sonido»). En la sensación simple de la existencia, uno deviene el Mundo. ¡Mira! Eso es todo.

Poco importa lo efímera que sea originalmente esa sensación porque, una vez que degustes Un Solo Sabor, brotará, de las profundidades de tu ser, una motivación (denominada compasión) que te acompañará de un modo tan íntimo y continuo como tu respiración. Cuando hayas paladeado Un Solo Sabor y hayas visto el modo en que los problemas fundamentales de la existencia se desvanecen ante el resplandeciente sol de la evidencia, nunca más volverás a ser la misma persona. Entonces querrás, desde lo más profundo de tu ser, que los demás puedan también liberarse de la carga de los ensueños, de la agonía que acompaña a la sensación de identidad separada, de esa tortura llamada tiempo y de esa tragedia llamada espacio. Poco importarán entonces las motivaciones secundarias que acechen tu camino, poco importará que el enojo, la envidia, la vergüenza, la autocompasión, el orgullo y los prejuicios te recuerden a diario lo mucho que te queda todavía por hacer porque, por debajo, por encima y alrededor de todo ello, el latido de la compasión seguirá retumbando, el clima de la atención impregnará todas tus actividades y te verás motivado, en el mejor sentido del término, por la promesa -hecha hace ya tanto tiempo que te olvidaste de ella- de escuchar esa llamada hasta que todas las almas se liberen en el océano del Infinito. La compasión te mantendrá en el camino y te impulsará a trabajar cada vez más duro, hasta que las lágrimas empañen tu visión, hasta que tus manos sangren y entregues tu vida en el empeño. Y recuerda que, desde lo más profundo de su corazón, el Mundo está dándote ya las gracias por ello.

Viernes, 5 de diciembre Lamento la muerte de Leon Forrest (ha muerto de cáncer a los sesenta años de edad), que solía recurrir al estilo denominado «flujo de conciencia» para ahondar en la experiencia afroamericana. Su Divine Days, en el que relata siete u ocho días en el sur de Chicago, me dejó una impresión muy profunda e inquietante. El problema de la esclavitud en nuestro país constituye una auténtica tragedia. Sólo una de las decenas (o, mejor dicho, centenares) de etnias que poblaron nuestro país se vio obligada a hacerlo en contra de su voluntad. Desterrados a la fuerza de su cultura y de un adecuado contexto social de apoyo, los afroamericanos tuvieron que librar una encarnizada lucha para echar raíces y dotarse de un nuevo sentido. Y el grado de autodeterminación y de poder económico que han alcanzado da buena cuenta de su fortaleza. En el mundo artístico, universitario y político, los afroamericanos han hecho contribuciones muy profundas, baste con decir que sólo hay dos formas de arte genuinamente norteamericanas, el jazz y el tap, y que ambas son negras. El problema de la culpa, sin embargo, constituye un callejón sin salida y no hay nadie, en este sentido, que tenga motivos para estar orgulloso. Recordemos que, desde un punto de vista histórico, la trata de esclavos fue practicada muy a menudo por africanos que vendían africanos a los esclavistas blancos. Tengamos en cuenta que la esclavitud se hallaba presente en todas las sociedades preindustriales (cazadoras-recolectoras, ganaderas, hortícolas, marítimas y agrarias). Más del 90% de las sociedades ganaderas y hortícolas, por ejemplo, tenían esclavos. Se trata de un problema que sólo quedó

legalmente erradicado de las naciones industrializadas del planeta en el siglo que va desde 1770 a 1870. La mala fortuna de los Estados Unidos fue la de haber alcanzado la mayoría de edad mientras estaba teniendo lugar la transición desde la estructura míticoagraria (que admitía alegremente la esclavitud) hasta la estructura industrial-racional (que la aborrecía). Me parece lamentable que «el debate racial» se saque de su contexto natural en el proceso de la evolución de la conciencia con fines exclusivamente «electoralistas». Las sociedades previas a la Ilustración no compartían los valores del Occidente liberal, los valores del racionalismo industrial (es decir, la libertad, la igualdad y la fraternidad). Es cierto que hubo alguna que otra sociedad recolectora que se regía por algún tipo de igualitarismo difuso, pero también lo es que en ellas la fuerza física era la que determinaba el predominio de los valores masculinos. Cerca de un tercio de las sociedades hortícolas matrifocales (que estaban, en consecuencia, ligadas a la mitología de la Gran Madre) tuvieron una tasa de esclavitud del 84%, una de las peores de toda la historia. Con el advenimiento de la agricultura fundamentalmente patriarcal el porcentaje de sociedades esclavistas descendió al 54% y tras la industrialización patriarcal y sus valores (la igualdad, la libertad y la fraternidad) esa tasa cayó en picado por vez primera en la historia. Como toda raza y sociedad preindustrial, los blancos eran esclavistas, pero no hay que olvidar que también fueron ellos quienes pusieron en marcha las ideas (la Ilustración) y las estructuras (la industrialización) que, al cabo de un siglo, acabaron erradicando la esclavitud de la faz de la historia. En este sentido, existen dos bandos (a los que me refiero, de manera un tanto aproximada, con los términos de liberal y de conservador) que se hallan atrapados en una visión errónea de las cosas. Los liberales suelen creer que la esclavitud fue algo que los blancos malos hicieron a los negros buenos, sin darse cuenta de que la esclavitud fue moneda de cambio de todas las sociedades preindustriales, quiero decir que fue la misma estructura de esas sociedades la que les obligaba a someter a otros seres humanos. Tal vez nos extrañe que Thomas Jefferson justificase la esclavitud, pero no debemos olvidar que su mentalidad era profundamente agraria. Resulta patético el modo en que los liberales tienden a subirse al cerro de la perspectiva histórica y aplica sin empacho alguno los valores industriales y racionales de hoy en día a las sociedades agrarias de ayer. (Esto es también, dicho sea de paso, lo que más me ha decepcionado de la película Amistad, de Spielberg, una mirada liberal que descontextualiza sin empacho alguno una época profundamente agraria y acaba necesariamente malinterpretando las cosas.) Pero con ello no quiero decir que los conservadores tengan las cosas más claras. A fin de cuentas, el liberalismo moderno nació con la Ilustración y comparte, en consecuencia, con ella los valores racional-industriales (la libertad, la igualdad y la fraternidad). Pero el conservadurismo se remonta mucho más lejos y hunde sus raíces en el sustrato de los valores mítico-agrarios (cívico, jerárquico, aristocrático, etnocéntrico, en la creencia fundamentalista en un Dios patriarcal y en la legalidad de la esclavitud). Y ésa sigue siendo la mentalidad típica de los conservadores de hoy en día, una mentalidad mítico-agraria que les lleva a creer que los negros se lo tenían merecido («a fin de cuentas, fueron más débiles que nosotros»).

Ambos bandos, pues, padecen de la misma enfermedad. Porque el hecho es que ni los blancos son culpables de la esclavitud (que, como ya hemos dicho, se origina en la estructura misma de las sociedades preindustriales), ni los afroamericanos «merecieron» ese trato (como tampoco lo merecieron todos los demás grupos humanos -incluidos los blancos- que en un momento u otro de la historia han tenido que padecer la tortura de la esclavitud). Sólo el advenimiento de la industrialización racional permitió que las máquinas se hicieran cargo del trabajo que unos hombres obligaban a realizar a otros hombres. Pero lo que me resulta más lamentable de la experiencia histórica afroamericana no es tanto la esclavitud como la diáspora. Fueron muchos, después de todo, los casos en los que los esclavos permanecieron insertos en su contexto cultural. Pero verse simultáneamente despojado de la libertad y de la cultura es uno de los peores ultrajes que el ser humano puede soportar. Y ahí es también, a mi juicio, donde se asienta la extraordinaria fortaleza del alma afroamericana. En los barcos de la muerte, los africanos -todavía no podemos hablar de afroamericanos- comenzaron a pulir su alma colectiva y extrajeron de ella un brillo, una belleza, una fortaleza y un valor que la historia ha visto sólo en contadas ocasiones. Y ése es, precisamente, uno de los ingredientes más ricos de la cultura americana. Como dijera Muhammed Ali: «Me alegro de que mi tatarabuelo estuviera preso en ese barco». Llegará el día en que, más allá de la división del color, la mayor parte de los americanos blancos comparta ese mismo sentimiento.

Domingo, 7 de diciembre La transcendencia devuelve el sentido del humor y el Espíritu porta consigo la sonrisa. Son muchos los representantes de movimientos tan positivos como el feminismo, la ecología y los estudios espirituales que carecen de sentido del humor o, dicho en otras palabras, que carecen de la comprensión y de la adecuada distancia con respecto a sí mismos, con respecto a su ego y a su juego de obligar a los demás a acomodarse a su visión de las cosas. En este sentido existen dos alternativas, el humor autotrascendente o los juegos de poder egoicos, y con demasiada frecuencia elegimos la segunda de ellas y nos decantamos por el pensamiento políticamente correcto. Por ello son tantos los reformadores Victorianos que afirman estar defendiendo los derechos civiles y los pensadores mesiánicos del nuevo paradigma que creen a pies juntillas que disponen del remedio adecuado para curar el planeta y salvar el mundo. No debe sorprendernos que Mencken dijera: «El mesianismo es la enfermedad nacional de los estadounidenses, un tercio de los cuales parece consagrado a la misión de mejorar y elevar, aun en contra de sus deseos, a sus conciudadanos». No estaría de más, pues, que hiciéramos lo posible por recuperar la risa.

Lunes, 8 de diciembre Hablando de humor, Marci y yo queremos ir a visitar a Bobbie Louise Hawkins, que trabaja en el Naropa y escribe ensayos, relatos y poesía sumamente divertidos. Y el hecho de ser tan bromista la lleva a no ser tomada muy en serio. Es como si el ego se ataviara con la guirnalda de ajos de la seriedad para alejar a los vampiros de la

transcendencia y la liberación cómica. Bobbie escribió una obra muy divertida sobre el hecho de no tomarse demasiado en serio pero, claro está, no fue tomada muy en serio.

Martes, 9 de diciembre Este sábado Marci tiene la presentación y defensa de su tesis y está cordialmente nerviosa. No puede dormir, de modo que pasa la noche contemplándome meditar y yo soy consciente de que lo hace. Me parece muy dulce... Me ha gustado la película Medianoche en el jardín del bien y del mal. «Este lugar es como Lo que el viento se llevó en mescalina. Todo el mundo está armado y ha bebido más de la cuenta. Nueva York es aburrido. Voy a quedarme aquí un tiempo.» He alquilado Coldblooded, una comedia negra sobre un joven aprendiz de hombre. -¿Nunca has tenido una novia? -No, nunca. Bueno, he estado visitando a la misma prostituta durante algún tiempo. -No, no, eso no cuenta. Finalmente, el protagonista es salvado por una mujer... y por el yoga.

Miércoles, 10 de diciembre LA HISTORIA DEL DIOS PERDIDO Y REENCONTRADO Obra teórica en tres actos y una importante postdata sobre la redención y la liberación política ACTO 1 Escena 1 Ginebra, 1712,1a madre de Jean-Jacques Rousseau muere al darle a luz. Siendo niño, su padre le viola y le golpea brutalmente hasta que, a los diez años de edad, termina abandonándole. A los dieciséis años viaja a Savoya, donde es instruido por madame de Warens. A los treinta años, vive en París y es una de las figuras secundarias del círculo filosófico de Diderot y d'Alembert, editores de la Encyclopédie, baluarte de la Ilustración. Diez años más tarde, abandona a sus amigos -entre los que se cuentan David Hume y Voltaire- y cambia la vida de la ciudad por la del campo, en donde pasa los siguientes veinte años de su vida con Thérése Levasseur, una lavandera analfabeta, con la que tiene cinco niños que acaba abandonando en orfanatos. Isaac Kramnick dice que Rousseau «iba vestido con ropa muy ajada; era indiscreto, brusco, grosero y vulgar». David Hume aseguró que era «absolutamente lunático», Diderot comentó que «este hombre está loco» y Sir Isaiah Berlin le calificó como «el más siniestro y formidable enemigo de la libertad de toda la historia del pensamiento moderno».

Escena 2 El legado de Rousseau es profundo, paradójico y a menudo contradictorio. Él fue el primer gran retrorromántico de los tiempos modernos, el primer ecólogo profundo influyente, el primer gran totalitario y el primer glosador de la absorción narcisista en uno mismo. Pero, al mismo tiempo, fue el primer defensor de una sociedad más democrática, más preocupado por los muchos que por unos pocos, un auténtico paladín de la justicia, el primero en denunciar las desigualdades de la cultura y en oponerla a la naturaleza. Tal vez la más recordada e influyente declaración de Rousseau sea aquella con la que empieza el capítulo 1 de El contrato social: «El hombre nace libre y por doquier se halla encadenado». En este sentido, el pensamiento de Rousseau es bastante complejo, pero la idea general -al menos tal y como llegó a arraigar en el acerbo popular- es la de que las personas nacen buenas, pero esa bondad natural acaba viéndose sofocada por la sociedad. La naturaleza es buena, mientras que la cultura es agobiante; la naturaleza es auténtica, mientras que la sociedad es artificial. La idea -que se ha convertido en el principio fundamental del romanticismo- es que el ser humano nace en una especie de unidad y totalidad natural que se ve fracturada, rota y reprimida por el mundo de la cultura, el discurso y la razón. Y nuestra tarea, por tanto, consiste en recuperar la totalidad y la bondad anterior de un modo «más maduro» o, dicho de otro modo, «a un nivel más elevado».

Escena 3 «"Mañana irán a cazarte", dijeron los gemelos.» Así comienza la escalofriante última parte de El señor de las moscas, la conocida novela de William Golding que versa sobre un grupo de muchachos de entre seis y doce años de edad que terminan atrapados en una isla desierta. Abandonados a su suerte, empieza a aparecer su verdadera naturaleza, en una espiral progresiva que desemboca en la más cruda de las barbaries. Al final de la novela, los muchachos van desnudos, sucios y pintarrajeados..., tratando de dar cazar a los dos únicos que no se han sumado a su evolución «natural» con la intención de asarlos.

Escena 4 La vida de los hombres y de las mujeres que se hallan inmersos en el mundo de la naturaleza es «solitaria, pobre, sucia, brutal... y corta». Con esas cinco famosas palabras -tres de las cuales recuerda casi todo el mundo- resumía Thomas Hobbes su visión (diametralmente opuesta a la romántica) acerca de la naturaleza humana. En opinión de Hobbes, los niños nacen egoístas y es la educación la que va ampliando sus intereses hasta llegar a incluir a los demás y tal vez, en el futuro, a toda la humanidad..., aunque lo cierto es que la mayor parte de las personas no llegan a expandir el círculo de sus intereses más allá de su familia.

Ahí, precisamente, radica, en opinión de Hobbes, la importancia de la sociedad civil. Sólo superando el estado de la naturaleza -gobernada por el principio de la supervivencia- podrán los hombres y mujeres unirse y alcanzar un bien mayor caracterizado por la virtud moral que les permite la coexistencia estable y pacífica. Desde este punto de vista, pues, nacemos infelices, pero podemos unirnos y crecer en la bondad. De otro modo, como decían los gemelos, «mañana irán a cazarte». ACTO 2 Escena 1 Estos dos puntos de vista aparentemente incompatibles -a los que podríamos denominar «recuperar la bondad» y «desarrollar la bondad»- son las visiones más persistentes acerca de la dirección en que discurre el proceso de desarrollo del ser humano: involución o caída desde un estado paradisíaco, por una parte, y necesidad de crecer y desarrollarse desde un bien inferior hasta un bien superior, por la otra. La primera de ellas recurre a la metáfora de la curación, mientras que la segunda, por su parte, utiliza la del crecimiento. Desde la primera de las perspectivas, hubo una vez durante la infancia, en el estado de «noble salvaje» o en el Edén, por ejemplo- en que fuimos plenos, pero esa Totalidad acabó fragmentándose y debemos recomponerla. Dicho de otro modo, la metáfora de la curación implica que la salud se halló una vez presente, pero acabo perdiéndose y debe ser recuperada. Es por ello que, tras la metáfora de la curación, casi siempre se halla implícito, de un modo más o menos patente, un punto de vista romántico. La visión del crecimiento, por su parte, cree en la necesidad de evolucionar hasta alcanzar nuestras capacidades más elevadas. Desde este punto de vista, la bellota no se convierte en roble recuperando algo que poseyó antes sino creciendo. Por ello, tras la metáfora del crecimiento casi siempre se halla implícita una perspectiva evolutiva. La primera escuela suele utilizar la metáfora del descubrimiento, la segunda, por su parte, la de la emergencia. Desde el primer punto de vista, la bondad que precisamos estuvo una vez presente pero acabó sepultada, de modo que lo único que debemos hacer para recuperarla es eliminar los estratos depositados encima por la civilización. Desde el otro punto de vista, en cambio, la bondad nunca estuvo presente y sólo aparecerá cuando evolucionemos a niveles superiores. Resumiendo, pues, según la primera perspectiva, todos nacemos buenos y enfermamos, de modo que, para curarnos a nosotros mismos y para curar al mundo, debemos recuperar esa bondad. Desde el punto de vista evolutivo, por el contrario, nacemos careciendo de la bondad y ésta sólo aparecerá cuando desarrollemos nuestros potenciales más elevados.

Escena 2 El liberalismo político suele asentarse en la visión de la bondad natural, mientras que el conservadurismo, por su parte, suele sustentar una visión evolutiva. En este sentido,

el liberalismo afirma que los niños nacen buenos y que las instituciones sociales deben preocuparse por no desviar esa bondad natural. Desde esta perspectiva, las instituciones sociales suelen ser represivas, dado que sofocan la bondad natural de los niños, y no deberíamos permitir que las convenciones artificiales obstaculicen nuestra bondad innata, porque, en ese caso -en el caso de que las instituciones sociales interfieran en la bondad natural de las personas-, será necesaria una revolución, una subversión, una transgresión que acabe desembarazandonos de las sofocantes limitaciones impuestas por la sociedad sobre la naturaleza y la bondad natural. La visión conservadora, por su parte, afirma que el niño nace egoísta y que las instituciones sociales deben refrenar sus instintos primitivos o, dicho de otro modo, ampliar esa visión tan estrecha de las cosas. Desde esta perspectiva, cuando las instituciones dejan de cumplir con su función, aparece el salvaje. Es cierto que el término «conservador» suele referirse a lo opuesto a «progresivo» pero, en este caso, la visión conservadora afirma la existencia de un proceso de desarrollo que va sólo de la infancia a la madurez (es decir, que la bondad no es innata sino que debe desarrollarse), momento a partir del cual se torna muy conservadora y sostiene que no debemos interferir en las instituciones sociales que tan precariamente mantienen las cosas en su sitio. Para la primera escuela, las instituciones sociales reprimen la bondad natural, en cuyo caso deben abandonarse rápidamente. Desde este punto de vista, dicho abandono no supone ningún tipo de problema porque bajo estas intituciones artificiales nos aguarda la bondad natural. Para la segunda escuela, las instituciones sociales no son «artificiales», sino que constituyen el modo más adecuado de superar el estado sucio, cruel y corto de la naturaleza, y el hecho de desembarazarnos de estas instituciones conlleva el peligro de liberar a la bestia que todos llevamos dentro.

Escena 3 Cada escuela tiene sus representantes paradigmáticos. Para muchos, Rousseau es la figura que promueve la subversión y la rebelión en aras de la bondad natural y de la recuperación de la inocencia. El mejor ejemplo en este sentido nos los proporciona la misma Revolución francesa que, como afirma Simon Schama, «creía en la posibilidad de una revolución moral y política colectiva que permitiera conservar la inocencia de la infancia durante la madurez». Y no estoy hablando en un sentido figurado sino absolutamente literal. El resultado de todo ello fue la implantación del reinado del Terror que no dudó en utilizar la recién inventada guillotina para decapitar a quienes no eran lo suficientemente inocentes y el mundo contempló horrorizado cómo el «noble salvaje» y la supuesta bondad natural tomaban por asalto las calles de París. «Mañana irán a cazarte», dijeron los gemelos. El marxismo liberal radical, por su parte, cree en la existencia de un mundo postproletario en el que volveremos a un supuesto comunismo primitivo. Más de un erudito (Cranston, por ejemplo) ha considerado a Rousseau como el padre de las algaradas estudiantiles de los años sesenta que atacaban indiscriminada y sistemáticamente las instituciones porque «toda institución restringe la libertad natural», sin llegar a percatarse (como suele ocurrir con todos los románticos) de la gran diferencia existente entre el libertinaje preconvencional (que pertenece a la naturaleza y

en el que uno no deja de ser esclavo de sus impulsos) y la libertad postconvencional (que pertenece a la cultura y en la que uno se libera en la profundidad moral). No hace mucho que Ted Kaczynski -también conocido con el nombre de Unabomberimitó la vida de Rousseau a solas en una choza y en plena comunión con la naturaleza, en lucha, como decía su manifiesto, contra las instituciones «restrictivas» a las que oponía «el ideal positivo de la naturaleza». Kirkpatrick Sale, el pequeño Robespierre del Rosseau de Unabomber, decía que: «Si este mensaje [el mensaje de Unabomber] no es escuchado... la sociedad estará abocada a la catástrofe». Joe Klein, en un ensayo titulado «Unabomber and the Left», señala muy acertadamente que éste es el mensaje del liberalismo, un mensaje según el cual la cultura reprime nuestra bondad natural y que, en consecuencia, nos alienta a desembarazarnos de la cultura y abrazar la naturaleza porque, de otro modo... El ecoterrorismo es otra de las versiones de la decena de reinados del terror que se desencadenan cuando los seres humanos se orientan en una dirección preconvencional en busca de su «bondad natural». Si Rousseau es la figura señera de la escuela de la bondad natural, del regreso a la naturaleza, del «noble salvaje» y del derrocamiento de la cultura restrictiva, Nietzsche, por su parte, constituye la figura capital de la escuela del desarrollo y la evolución que acaba conduciendo al superhombre. Nietzsche se opuso a la idea de que bajo las instituciones sociales se escondiera la bondad natural y arremetió contra «aquellos visionarios políticos y sociales que con tanta elocuencia exhortan al derrocamiento revolucionario de todos los órdenes sociales, en la creencia de que de ello se seguirá el alumbramiento de una humanidad más justa. En esos peligrosos sueños se escucha todavía el eco de la quimera de Rousseau, que cree en el milagro de que la bondad de la naturaleza humana ha terminado soterrada y culpa de esa muerte a las instituciones culturales en forma de sociedad, Estado y educación. Lamentablemente, la experiencia histórica nos enseña que cada revolución provoca el resurgimiento de una espantosa violencia que permanecía enterrada». Nietzsche, pues, no creía tanto en la necesidad de buscar un tesoro oculto en el pasado sino en la necesidad de crecer y evolucionar hasta alcanzar nuestros potenciales más elevados. Resulta lamentable, sin embargo, que Nietzsche, al igual que sucediera con Rousseau, se viera instrumentado (en este caso por los nazis) algo que, ajuicio de los historiadores, resulta bastante equivocado, aunque no hay la menor duda de que el nacionalsocialismo abrazó la evolución hacia el superhombre como uno de sus ideales supremos. Dondequiera que nos encontremos ante la alternativa de crecer y desarrollarnos o regresar hasta algún período anterior, es necesario trabajar muy duro para alcanzar un futuro que todavía no se halla presente y no dejarnos simplemente caer hacia el pasado. Es por ello que la agenda de los representantes de la escuela del «desarrollo hacia la bondad» no se caracteriza tanto por la permisividad como por el esfuerzo (todo el mundo está de acuerdo, en este sentido, en que los fascistas lograron que los trenes llegaran a su hora). Así pues, el liberalismo y el conservadurismo extremos abocan, respectivamente, a un comunismo y a un fascismo caracterizados por el terror. Y tal cosa ocurre porque ambas visiones -a las que anteriormente calificábamos de «recuperación de la bondad» y de «crecimiento hacia la bondad»- son medio verdaderas y medio falsas y si sólo se lleva a la práctica la mitad equivocada nos aguarda una auténtica ordalía. El comunismo, al igual que el liberalismo extremo, sacrifica la excelencia al mínimo común denominador,

trunca la cúspide de la pirámide del desarrollo en aras de la base generando una sociedad permisiva que no exige al individuo ningún tipo de desarrollo, en la que todo es aceptado por igual y que, en consecuencia, acaba desembocando en el marchitamiento de la sociedad. El fascismo, por su parte, hace precisamente todo lo contrario, sacrificar a la base de la pirámide del desarrollo para alimentar a la cúspide y no duda, en su camino hacia el superhombre, en enviar a las cámaras de gas a quienes son erróneamente considerados como subhumanos. ACTO 3 Escena 1 Dejando, no obstante, de lado ambos extremos, ambas escuelas poseen también sus propios méritos, que debemos, por tanto, integrar de un modo equilibrado. Hay mucha verdad en la idea del «crecimiento hacia la bondad», porque no todos los bienes son innatos, y también la hay en la idea de la «recuperación de la bondad», porque es cierto que, durante el proceso de desarrollo, se pierden muchos potenciales que luego deben ser recuperados. Y lo mismo podríamos decir con respecto al liberalismo y al conservadurismo, porque ambas visiones poseen verdades que deberíamos rescatar y mentiras que rechazar. Si sólo estuviéramos hablando del arco de la evolución humana -tanto en un sentido filo como ontogenético-, los problemas, al igual que las soluciones, serían bastante sencillas. Pero en el campo de los estudios espirituales también debemos considerar el arco de la involución, con lo cual las cosas se complican un poco más. Comencemos con la evolución y centrémonos, para ello, en la ontogenia, es decir, en el desarrollo del individuo. Como afirma el investigador Larry Nucci: «Desde los años sesenta, los psicólogos evolutivos han llegado a un cierto acuerdo con respecto al proceso a través del cual los niños alcanzan los valores morales y sociales»,1 un consenso que, por otra parte, corrobora la idea del «crecimiento hacia la bondad». 1. Ésta cita procede de un ensayo publicado en la revista The Sciences. Nucci también recurre al el ejemplo de Rousseau versus El señor de las moscas, dos ejemplos que yo ya había utilizado para ilustrar las dos visiones opuestas y que Nucci utiliza de un modo magistral.

Es cierto, por una parte, que los niños llegan al mundo biológicamente preparados para realizar ciertas discriminaciones morales en su interacción social. Al parecer, los niños de dos años ya tienen una cierta noción de lo bueno y de lo malo, una noción basada, fundamentalmente, en sus respuestas emocionales, y hasta los bebés muestran una cierta empatia y remordimiento. Pero todo ello, no obstante, puede verse espectacularmente enriquecido y ampliado en el medida que tiene lugar el proceso de desarrollo cognitivo, social y moral. En ausencia de patología, las capacidades fundamentales del niño son cada vez más -que no menos- globalizadoras. Resumiendo, pues, los niños son lo que Nucci denomina agentes morales emergentes y el debate no debería centrarse tanto en «recapturar la bondad» como en «desarrollar la bondad». La secuencia que va de lo egocéntrico a lo sociocéntrico y, desde ahí, a lo mundicéntrico -pero no a modo de una sucesión rígida de estadios sino de un despliegue

de olas y de capacidades- constituye un buen modo de resumir este desarrollo hacia la bondad. La investigación parece confirmar que los hombres y las mujeres atraviesan la misma jerarquía global, pero que éstas lo hacen subrayando el respeto, mientras que aquéllos, por su parte, enfatizan la justicia. Y las razones que justifican esta diferencia son, de momento, objeto de un interesante debate ya que, en opinión de algunos, se deben a factores biológicos, mientras que, según otros, dependen del condicionamiento cultural. (En mi opinión, existe un fuerte sustrato biológico que posteriormente se ve moldeado por la cultura.) En este sentido, los investigadores contemporáneos, como Nucci y Turiel, están de acuerdo en las conclusiones a las que arribaron pioneros como Piaget y Kohlberg de que los rasgos profundos del desarrollo moral que conduce a la bondad no son relativos sino universales. «Turiel ha descubierto que, a diferencia de las normas que regulan el vestido, la etiqueta y el gusto, los criterios que rigen la justicia son compartidos por niños procedentes de un amplio rango de sustratos culturales, lo cual sugiere que el desarrollo de estos principios morales, incluyendo su diferenciación de las convenciones sociales, es universal». Y, además de todo ello, existen obviamente infinitas variantes locales de contenido, de modo que, una vez más, nos encontramos con el mismo lema unitas multiplex. Así pues, en el desarrollo hacia la bondad volvemos a encontrarnos con rasgos profundos universales y rasgos culturales superficiales y relativos. Es la estrechez del mundo cognitivo e interpersonal del niño el que lo torna, si no tan salvaje como algunos creen, si privado de profundidad moral. Como dice David Berreby, la investigación ha demostrado que «el aprendizaje directo no tiene tanto que ver como suele creerse con el desarrollo del pensamiento racial. Los aspectos substanciales de las cogniciones raciales del niño no parecen derivarse de la cultura de los adultos». Dicho en pocas palabras, es como si los niños nacieran racistas. Y también nacen narcisistas y ajenos a toda capacidad global: carecen de respeto hacia Gaia, carecen de visión de conjunto, carecen de la capacidad de asumir el punto de vista de los demás, carecen del amor y de la compasión verdaderas y se hallan encerrados en el mundo estrecho, rígido y sofocante de sus propias sensaciones. Querido Rousseau, en este sentido, al menos, las cosas no son como pensaba sino todo lo contrario: uno no nace libre y por doquier se halla encadenado, sino que nace encadenado y puede -allí donde se halle- evolucionar hacia la libertad.

Escena 2 Sin embargo, la visión romántica está en lo cierto al afirmar que, en cada uno de los estadios de crecimiento y desarrollo hacia la bondad, las cosas pueden funcionar mal. Quiero decir que, sea cual fuere la bondad que emerge en cualquiera de los estadios, puede verse reprimida y debe ser posteriormente recuperada. (Digamos, de paso, que éste es el motivo por el cual Freud suele ser tildado simultáneamente como racionalista y romántico, algo que parece un tanto contradictorio. Podríamos resumir este punto diciendo que era racionalista en cuanto que creía en un crecimiento hacia la bondad a partir del id natural primordial. Pero si, a lo largo de ese proceso, negamos violentamente el id, lo reprimimos o lo distorsionamos -si nos convertimos, en suma, en pequeños fascistas- nos veremos obligados posteriormente a relajar la represión y experimentar una regresión romántica al servicio del ego que nos permita recuperar los

aspectos perdidos o reprimidos y reintegrarlos a éste, lo cual fomenta, a su vez, el proceso de desarrollo hacia la bondad. Así pues, en el arco evolutivo deberíamos tender a equilibrar el modelo del desarrollo hacia la bondad con el de recobrar la bondad, porque ambos tienen mucho que ofrecer. Hablando en términos prácticos habría que decir que no hay que ser excesivamente permisivos (liberales) con el desarrollo del niño porque Juanito no es, a fin de cuentas, el santo natural que a muchos padres (como Rousseau, por ejemplo) les agrada imaginar. La permisividad extrema sin exigencias ni restricciones de ningún tipo -para que Juanito pueda permanecer en contacto con su bondad natural- acabará sumiéndole en un reinado interior de terror que le impedirá salir de su yo natural, en cuyo caso, no conseguirá asumir las obligaciones impuestas por el desarrollo hacia la bondad, truncará su futuro y abrirá las puertas al Unabomber que se halla oculto en su propio ser. Pero tampoco hay que ser muy autoritarios y tratar de imponerle los «valores de la familia» y de la «construcción del carácter», porque la construcción del carácter es un proceso evolutivo que tiene su propio ritmo interno y externo y tratar de forzarlo sería lo mismo que pretender que una planta crezca más rápido tirando de ella. El resultado del autoritarismo excesivo acabará convirtiendo a Juanito en un fascista interior, reprimiendo aquellos aspectos que no se ajusten a los elevados ideales de su propio yo, perdiendo y reprimiendo capacidades que cercenarán muy seriamente sus posibilidades de desarrollo hacia la bondad.

Escena 3 ¿Pero qué ocurre con la involución? ¿Qué ocurre con la intuición romántica de que no hemos perdido algunos de nuestros potenciales inferiores, sino que hemos perdido, literalmente, la conciencia de nuestra unión con el Espíritu? Porque eso es, al menos, lo que afirma la filosofía perenne. No se trata, por tanto, de una pérdida que ocurrió al comienzo del proceso evolutivo (durante los primeros años de vida), sino al comienzo del proceso involutivo (en el período anterior a nuestro nacimiento). Parece, pues, que las almas románticas que intuyen la pérdida del Espíritu están en lo cierto, sólo que confunden las fechas. En este sentido, la filosofía perenne da tres definiciones diferentes (aunque relacionadas) del momento en que ocurrió esa pérdida, tres definiciones que son, al mismo tiempo, tres visiones distintas de la involución: la pérdida ocurrió antes del Big Bang, la pérdida ocurrió antes de nuestra concepción individual y la pérdida ocurrirá antes de nuestra próxima respiración. Involución significa, dicho brevemente, el movimiento que va de lo superior a lo inferior, desde el Espíritu hasta el alma, la mente, el cuerpo y la materia. Cada uno de los pasos hacia abajo de este proceso torna «inconsciente» el nivel superior (que se ve, por así decirlo, envuelto e incluido en el inferior), de modo que el resultado final es un Big Bang que arroja a la existencia al mundo material, un mundo material desde el cual la evolución procederá en orden inverso, desde la materia hasta el cuerpo, la mente, el alma y el Espíritu, a lo largo de un proceso en el que cada nuevo paso hacia adelante irá desplegando (evolucionará) lo que anteriormente estaba envuelto, no a modo de una sucesión rígida de estadios, sino como un despliegue de posibilidades cada vez más sutiles, en tanto que el despliegue de las olas del Ser en el Kosmos.

La filosofía perenne, especialmente en su forma oriental y occidental temprana, afirma que el ciclo básico de la involución/evolución también se produce con la transmigración del alma individual. Desde esta perspectiva, en el momento de la muerte uno evoluciona -si no lo ha hecho anteriormente- a los niveles más elevados del alma y del Espíritu y, en el caso de que éstos sean reconocidos de manera consciente, se acaba el ciclo de los renacimientos. En caso contrario, comienza el proceso de involución del Espíritu hasta el alma, la mente y el cuerpo, un proceso que concluye en la concepción, en tanto que cuerpo material, en un útero, desde donde empieza de nuevo el proceso de evolución y desarrollo personal que lleva desde el cuerpo hasta la mente, el alma y el Espíritu. Finalmente, también se dice que esta secuencia involutivo/evolutiva representa la misma estructura de la experiencia de este instante (éste es el significado más importante de todos). En cada instante nos vemos expuestos a Un Solo Sabor en toda su pureza, pero no llegamos a reconocerlo, nos contraemos ante el infinito y nos identificamos con nuestro yo separado, adentrándonos así en la corriente del tiempo, el destino, el sufrimiento y la muerte. En cada instante, pues, podemos descansar en el momento atemporal y reconocer Un Solo Sabor anterior al nacimiento y a la muerte, anterior al tiempo y a sus ciclos y poner fin al tormento de la vida y de la muerte, del ser y del no ser, de la existencia y de la no existencia. En cada una de estas tres definiciones de la «pérdida» de la conciencia del Espíritu, la pérdida no tiene lugar al comienzo del proceso evolutivo, cuando el cuerpo está comenzando a ascender o evolucionar hacia el Espíritu, sino que ocurre en la temprana involución, apenas el Espíritu «desciende» al alma. En el momento en que el cuerpo aparece en escena, la pérdida ya ha tenido lugar. De hecho, según la filosofía perenne, los primeros estadios de la evolución son los más alienados, porque están más alejados del reconocimiento consciente del Espíritu. Los románticos consideran que los primeros estadios de la evolución constituyen (tanto desde un punto de vista filogenético como ontogenético) un estadio paradisíaco, un estado de «bondad natural» que se ha perdido y debe, por tanto, ser recuperado. Pero lo único que realmente se pierde es la fusión inconsciente con el mundo material y los dominios corporales, las dimensiones inferiores del Gran Nido del Ser. Estos estadios inferiores de la evolución constituyen una especie de «unidad» o «fusión», pero una fusión con el fundamento, la identidad más superficial que deberá diferenciarse y trascenderse para que tenga lugar el proceso de desarrollo y crecimiento hacia la bondad. Permítasenos, una vez más, subrayar la importancia del modelo romántico (recuperación de la bondad) y del modelo evolutivo (desarrollo hacia la bondad). Los románticos tienen razón: una vez estuvimos con Dios y la Diosa inmersos en el jardín del gozo eterno. Pero ese jardín no se halló en un pasado histórico. Nosotros no perdimos el Espíritu al pasar de la época recolectora a la hortícola o de la hortícola a la agraria, no perdimos el Espíritu en algún momento de la evolución, del tiempo o de la historia. Nosotros «perdimos» el Espíritu en la involución, en el mismo momento en que el Espíritu se adentró en el mundo del tiempo. ¿Y cuándo ocurrió eso? Antes del Big Bang, antes de nuestro nacimiento y, lo que es más importante, antes del instante en el que uno se contrae ahora mismo ante el Infinito. El desarrollo hacia la bondad es, de hecho, una recuperación de la bondad, pero una bondad que no se perdió al comienzo

del proceso evolutivo sino al comienzo del proceso involutivo. Ésta es una perspectiva muy singular que no deberíamos dejar de lado puesto que desde ella es posible integrar ambas visiones. UNA IMPORTANTE POSTDATA

Veamos ahora una serie de paradojas. Ya hemos dicho que el conservador típico de hoy en día suscribe alguna versión del modelo del desarrollo hacia la bondad y que su visión del desarrollo sólo va desde la naturaleza preconvencional hasta la sociedad convencional, y normalmente no se adentra en los dominios mundicéntricos postconvencionales. El conservadurismo típico hunde sus raíces en la época mítico-agraria centrada en valores cívicos, aristocráticos, jerárquicos, militaristas, etnocéntricos, patriarcales y normalmente inmersos en el contexto de un Dios(es) mítico (s) concreto(s). Y, por más triste que los modernos podamos hallar ese tipo de sociedad, apareció en escena hace unos cinco mil años cumpliendo -y bastante bien por cierto- con su función. La emergencia de la era racional-industrial trajo consigo una visión moral postconvencional y mundicéntrica y la nueva visión política propia de la Ilustración liberal que, en muchos sentidos, supuso una decidida ruptura con el pasado mítico y monárquico. Es por ello que la razón luchó contra el mito, la democracia luchó contra la aristocracia, la igualdad luchó contra la jerarquía y la libertad luchó contra la esclavitud. Ésta fue, en el mejor de los casos, la visión de la modernidad cuya implementación práctica acabó convirtiéndose en la agenda política del liberalismo. Pero, como tantos críticos han señalado, la modernidad no siempre sostuvo ideales tan elevados. La modernidad posee un gran desventaja, o tal vez muchas, que podemos resumir con el término «mundo chato». Porque el hecho es que la modernidad acabó aliándose con el materialismo científico y con el industrialismo material, con lo cual todas las holoarquías -incluso las holoarquías positivas, beneficiosas y espirituales (como el Gran Nido del Ser)- acabaron colapsándose en un mundo chato y desvaído exclusivamente compuesto de sistemas de objetos interrelacionados, de «ellos» interrelacionados ajenos a todo «yo» y a todo «nosotros». Eliminada el alma, eliminada la mente y eliminado el Espíritu, sólo quedó en pie un mundo de cuerpos materiales a los que se atribuyó la exclusividad de la realidad (cuerpismo). Y los términos «desencantamiento del mundo», «hombre unidimensional», «universo descualificado», «desacralización del mundo»... fueron sólo algunos de los calificativos críticos que resumieron este lamentable estado de cosas. El liberalismo, en tanto que vástago de la modernidad, quedó atrapado en este colapso y, en consecuencia, en lugar de llegar a una comprensión exacta de sus propios fundamentos interiores (el desarrollo que va desde lo egocéntrico a lo etnocéntrico y, desde ahí, a lo mundicéntrico, una visión del mundo representada por el liberalismo), acabó convirtiéndose en el adalid político del mundo chato. Es por ello que, en lugar del alentar el crecimiento y el desarrollo interior (Mano Izquierda), acabó convirtiéndose en el paladín de lo exterior, de la Mano Derecha, del desarrollo económico como único garante de la libertad. Desde el punto de vista de la visión chata del mundo no existe ningún tipo de interioridad y, puesto que la moral es una realidad interior, al sucumbir al mundo chato moderno, el liberalismo renunció a su intuición moral básica (la libertad

mundicéntrica, una postura desde la cual todo el mundo es tratado justamente, pero a la cual es necesario llegar). Resulta lamentable -aunque probablemente también inevitable- que el liberalismo renunciara a la moral y se contentase con exigir exclusivamente la libertad exterior, material y económica, sin comprender que, en ausencia de libertad interior (una libertad que, por otra parte, sólo se encuentra, como dijera Kant, en la conciencia postconvencional), la libertad externa carece de sentido. El desarrollo de la Mano Izquierda se vio así abandonado y sólo quedó en pie el conocimiento de la Mano Derecha. Y lo mismo ocurrió con las interioridades ya que, una vez negadas, ninguna, consecuentemente, puede ser mejor que otra, lo cual abre la puerta a la permisividad desbocada, la diversidad extrema y el multiculturalismo radical sustentados por la misma bondad natural que cualquier demanda de desarrollo no hace más que adulterar. Así fue como el liberalismo propio de un nivel superior de desarrollo colectivo acabó enfermando de la primera gran patología que aquejó al mundo moderno, la visión chata del mundo. El liberalismo chato fue así la versión enferma de un nivel más elevado de evolución colectiva. Y esta enfermedad permitió que el conservadurismo, cuyos valores mítico-agrarios no se sometieron fácilmente al colapso del mundo moderno, se hiciera cargo de los dominios interiores: de la religión, de los valores, del significado y de la necesidad de un desarrollo interior hacia la bondad. El único problema radica en que sus valores eran mítico-agrarios: la religión era (y sigue siendo) mitológica, el desarrollo hacia la bondad sólo llega a los estadios convencional/sociocéntricos (y lucha activamente por las modalidades mundicéntricas y postconvencionales), los valores son exclusivamente agrarios (aristocráticos, patriarcales, militaristas, a menudo etnocéntricos y bíblicofundamentalistas). Y debo insistir en que casi todos esos valores eran completamente sanos durante la época mítico-agraria, ya que representaban lo más elevado a lo que uno podía aspirar desde esa condición. Éstas son, pues, las dos alternativas políticas de que dispone el mundo actual: un nivel sano inferior (conservador) y un nivel enfermo más elevado (liberal). En mi opinión, sin embargo, la única alternativa sensata de que disponemos se asienta en una conciencia postliberal que rescate lo mejor de la visión conservadora (que incluye la necesidad del «desarrollo hacia la bondad», la importancia de las relaciones holoárquicas y, por consiguiente, del significado [yo, familia, comunidad, nación, mundo y Espíritu]) y que también subraye la igualdad de oportunidades. Pero todos esos valores conservadores deben verse elevados a una conciencia moderna, postconvencional y mundicéntrica. Esto significa, además, que el liberalismo sólo podrá recuperar su visión progresiva y evolutiva cuando renuncie a cualquier vestigio del modelo de «recuperación de una supuesta bondad natural». La ironía es que el liberalismo permisivo (y el postmodernismo extremo) termina volviéndose profundamente reaccionario, porque fracasa en su intento de satisfacer la exigencia de un desarrollo hacia la bondad postconvencional. La única perspectiva desde la que podemos admitir la diversidad y el multiculturalismo es la postconvencional y mundicéntrica, y a menos que el liberalismo

pueda alentar el desarrollo hasta ese estadio, seguirá boicoteando su propia agenda. La «compasión idiota» tan defendida por el liberalismo está acabando con él. Resumiendo, pues, el liberalismo debe asumir su carácter progresivo, pero no sólo en términos exteriores, chatos y económicos, sino también internos, y fomentar el desarrollo que va desde la conciencia egocéntrica hasta la sociocéntrica y, desde ahí, a la mundicéntrica; de lo preconvencional a lo convencional y, desde ahí, a lo postconvencional (e incluso a lo post-postconvencional. Y reitero que no estoy hablando de una agenda que deba verse promovida por el Estado (ya que el estado no debería alentar ninguna versión particular de la buena vida), sino de un clima de aliento en sus escritos teóricos, en el ejemplo de sus líderes y en un proyecto que movilice nuestros corazones, nuestra mente y nuestra alma. En su estado actual, el liberalismo (y su creencia fundamental en la bondad natural y en la diversidad extrema) alienta la regresión (desde la identidad política hasta los revivalismos etnocéntricos y el libertinaje egocéntrico). Y con ello no estoy sugiriendo que los liberales legislen en contra de eso (porque, mientras no dañen a los demás, las personas son libres de hacer lo que quieran), sino que simplemente estoy sugiriendo que deben dejar de alentarlo bajo la falsa idea de la bondad natural y el igualitarismo (que se propone mejor que todas las alternativas, cuando se supone que todas son iguales). Esos dos pilares del liberalismo son indiscutiblemente falsos y deben ser abandonados para que éste pueda proseguir su camino hacia un postliberalismo que realmente aliente el desarrollo hacia la bondad. También creo, por último, que la actitud postconservadora y postliberal puede permitirnos acceder a la conciencia postconvencional o, dicho de otro modo, al Espíritu. El debate, en suma, ha concluido: Uno nace encadenado y puede (en cualquier parte) crecer hacia la libertad hasta llegar finalmente a descubrir su verdadero Rostro Original.

Jueves, 11 de diciembre El ciclo del sueño es fascinante. Cuando el cuerpo entra en el sueño, se adentra en los niveles sutil (la mente y el alma) y causal (el Testigo sin forma) y aparecen las visiones, las imágenes y, ocasionalmente, las iluminaciones arquetípicas tan características del estado onírico. En algún momento, lo sutil también se duerme, la mente y el alma se adentran en el sueño y sólo queda lo sin forma, el sueño profundo sin sueños, el Testigo o Yo primordial puro y ajeno a todo tipo de objetos. Y esta progresión -que va desde lo ordinario hasta lo sutil y lo causal- constituye una versión del arco evolutivo o ascendente. En algún punto del estado de sueño profundo sin sueños, el alma se despierta y emerge de su sueño en lo sin forma y comienza nuevamente el sueño. Y, dado que las limitaciones y restricciones propias del cuerpo ordinario no se hallan presentes en el estado de sueño, la mente sutil y el alma (el nivel psíquico profundo) pueden expresar sus deseos más profundos (pensar o desear una cosa es verla materializarse al instante en el sueño), motivo por el cual, dicho sea de paso, los profetas, los santos y los psicólogos profundos siempre han prestado tanta atención a los sueños, ya que ahí está expresándose un yo profundo. Shankara, Freud y Pepito Grillo están de acuerdo: «Los sueños expresan los deseos de nuestro corazón».

Una vez que concluye el estado de sueño (y hay que decir que, entre el sueño sutil y el sueño causal sin sueños suele haber varios ciclos), el cuerpo ordinario despierta de su letargo mientras la mente sutil va sumergiéndose lentamente. Entonces el cuerpo se despierta, el ego se despierta (ya que el ego ordinario está íntimamente relacionado con el cuerpo ordinario), la personalidad frontal se despierta y la persona recuerda muy poco -si es que recuerda algo- del extraordinario viaje que acaba de realizar. Y este movimiento, que va de lo causal a lo sutil y, desde ahí, a lo ordinario, de lo No Nacido al yo psíquico profundo y, desde ahí, a la personalidad frontal, desde el Yo hasta el alma y finalmente al ego, constituye una versión del arco involutivo o descendente. En condiciones normales, cada uno de los distintos «despertares» que jalonan este arco descendente va acompañado de un olvido, de una anamnesis. En el estado de sueño profundo sin sueños, el individuo vuelve a su Yo puro y sin forma, pero cuando emerge el yo sutil, se olvida del Yo y se identifica con el alma, las imágenes y las visiones extáticas, ya sea perdiéndose en el estado de sueño, ya tomándolo por la realidad. Luego, cuando el ego-cuerpo ordinario despierta de su letargo en el sueño, suele olvidarse de ese estado sutil, a menos que se esfuerce en recordar un sueño concreto que será sólo un fragmento de las maravillas del nivel sutil, se orienta hacia el mundo sensorimotor -el más limitado de todos- y lo toma por la realidad última. Olvidado el Yo causal y olvidada también el alma sutil, sólo queda el mundo ordinario exclusivamente sensorimotor al que termina identificando como la realidad. (Digamos, de paso, que esta secuencia -en la que lo ordinario comienza disolviéndose en lo sutil que, a su vez, se disuelve en lo causal que, en el caso de existir karmas presentes, da lugar a lo ordinario, después de lo cual uno «despierta» para encontrarse atrapado en un mundo ordinario-, es la misma que, según Libro tibetano de los muertos, ocurre en el momento de la muerte [donde lo ordinario se disuelve en lo sutil que, a su vez, se disuelve en lo causal] y en el posterior renacimiento [donde lo causal posibilita la emergencia de lo sutil que, a su vez, da lugar a lo ordinario, en una serie de pasos jalonados, cada uno de ellos, por su correspondiente «olvido».) Por ello se dice que dominar conscientemente el ciclo vigilia-sueño-sueño con sueños es lo mismo que elegir conscientemente el renacimiento, ya que se trata de dos ciclos idénticos del Gran Nido del Ser (que va de lo ordinario a lo sutil y, desde ahí a lo causal y vuelta a empezar de nuevo). Y téngase en cuenta que estamos hablando del ciclo del samsara, del ciclo que pone en marcha la interminable y tortuosa rueda del nacimiento y de la muerte, cuyo dominio constituye una extraordinaria ayuda para alcanzar la última meta, el reconocimiento de Un Solo Sabor, la única posibilidad de salir de ese ciclo y descansar en la Totalidad. Más allá del reino sutil y más allá del reino causal se encuentra la sensación simple de la existencia, la sensación simple de Un Solo Sabor.) La mayor parte de los individuos, pues, han olvidado su estado más elevado, han olvidado su Yo, han olvidado el Uno y Único Sabor. Pero cuando la conciencia se fortalece a través del desarrollo, la meditación o la evolución, comienzan a recordarse anamnesis- las transiciones existentes entre estos tres grandes estados. El Testigo constante permite la primera Liberación real del mundo, porque entonces uno deja de ser su víctima y se convierte en su Testigo. En Un Solo Sabor uno alcanza una Liberación profunda ya que, al ser el mundo, se libera de él. Basta con el más leve vislumbre de Un Solo Sabor para que uno ya nunca vuelva a ser el mismo. A partir de entonces, cada nueva inspiración nos permitirá absorber galaxias enteras y morar en las

estrellas. A partir de ese momento, los soles, las lunas y las supernovas retumbarán en nuestras venas y nuestro corazón comenzará a latir al ritmo del amoroso universo y uno dejará de entrar en el despliegue radiante de su Yo porque hará ya mucho tiempo que habrá desaparecido en la plenitud de la noche.

Viernes, 12 de diciembre Mañana Marci tiene la presentación y defensa de su tesis y luego habrá una fiesta de celebración para los graduados. Comienza la estación de las fiestas. Adiós Testigo, bienvenido mundo cruel.

Sábado, 13 de diciembre Marci ha superado con creces su presentación en la que ha aplicado la jerarquía evolutiva (que incluye la de Maslow) al ámbito de la «gestión interna» del mundo de los negocios o, dicho de otro modo, al modo en que una empresa «puede venderse» a sus empleados ofreciéndoles servicios que posibiliten y alienten sus recursos laborales, lo que redunda en beneficio de dichos empleados al tiempo que aumenta la productividad de la empresa y la hace más atractiva a los ojos de los nuevos empleados, una situación en la que todos ganan. Como espectador imparcial y objetivo, me ha parecido un abordaje inteligente, estimulante, novedoso, indispensable y sumamente interesante. Lo celebramos.

Lunes, 15 de diciembre BELL HOOKS: «Me preocupa mucho que mis alumnas se comporten como si creyeran que sólo son mujeres, que los negros se comporten como si creyeran que sólo son negros y que los blancos se comporten como si creyeran que sólo pueden identificarse con los escritores blancos. Creo que lo peor que podría ocurrimos es alejarnos de la empatia y de la compasión». MAYA ANGELOU: «Estoy completamente de acuerdo. Porque es entonces cuando corremos el peligro de embrutecernos. En mis clases suelo repetir una frase, sin importar gran cosa lo que esté enseñando. Escribo en la pizarra la frase: «Soy un ser humano y nada humano me es ajeno», luego lo escribo en latín, «Homo cum humani nil a me alienum puto» y acabo hablándoles de su autor, Publius Terentius Afer, conocido como Terencio, el esclavo africano de un senador romano que acabó siendo liberado y se convirtió en el dramaturgo más popular de toda Roma. Seis de sus obras y esa frase han llegado hasta nosotros desde el año 154 a.C. Ese hombre, que no nació blanco ni libre, dijo: «Soy un ser humano». Debate en Shambhala Sun, enero de 1998 Ni Hooks ni Angelou (ni tampoco, por cierto, Sara Bates) niegan ni desdeñan las diferencias culturales, sino que tratan de ubicarlas en el contexto universal de nuestra

común humanidad, la conciencia multicéntrica postconvencional, el pluralismo universal, unitas multiplex, un contexto que, como bien dice Bell, puede permitirnos acceder a la empatia y a la compasión. Unitas multiplex es realmente un buen lema de mi obra, una idea que, según parece, se encuentra ya lo suficientemente madura. Después de que la modernidad haya atravesado una época de universalismo rígido y uniforme (que negaba toda diferencia cultural y sólo contemplaba el mundo a través del prisma del varón blanco) y después también de que la postmodernidad haya atravesado una época de diversidad caótica que la llevó a glorificar la fragmentación (negando incluso la existencia de toda verdad universal... a excepción de la suya propia), nos hallamos ya en condiciones de rescatar lo mejor de ambos mundos y asumir el pluralismo universal, unitas multiplex, una nueva visión integral que comienza ya a atisbarse en el horizonte del campo de la psicología, de la filosofía, de la economía y del mundo empresarial. El número de julio de la revista Wired, por ejemplo, presenta una extraordinaria entrevista a Larry Summers, asesor de comercio internacional de Clinton, titulada «The Integrationists versus the Separatists», en donde expone los desastres a los que nos conducen el proteccionismo y el separatismo. El mismo número de la revista incluye también un artículo muy interesante de mis conocidos Peter Schwartz y Peter Leyden, titulado «The Long Boom». Según ellos, las cinco grandes olas tecnológicas que hoy en día están en marcha (los ordenadores personales, las telecomunicaciones, la biotecnología, la nanotecnología y las energías alternativas) tendrán consecuencias muy importantes, entre las que cabe subrayar la presencia de un mundo realmente globalizado en torno al año 2020. Pero este mundo global no negará, contrariamente a lo que afirman sus críticos, las diferencias culturales, sino que las incluirá y abrazará en su seno, será un mundo verdaderamente multicultural e inclusivo, una auténtica unitas multiplex. «Estamos entrando en una época en la que se valorará la diferencia, ya que de cuantas más opciones dispongamos mejor. De ese modo, nuestro ecosistema funcionará mejor y también lo hará nuestro mercado económico, nuestra civilización y nuestras ideas.» Pero eso no podrá ocurrir en un mundo que sólo subraye la diversidad, en un mundo «separatista», sino en un mundo auténticamente integrado. Schwartz y Leiden señalan que el desarrollo que deberá conducirnos a ese mundo integral, aunque parcialmente impulsado por la tecnología, también depende de ciertos valores internos, como la apertura y la tolerancia, sin las cuales la tecnología suele caer en manos de los más abyectos intereses. No todo depende, dicho en otras palabras, de los factores de la Mano Derecha, sino que también se requiere de ciertos factores de la Mano Izquierda (como la conciencia y los valores) para que la tecnología no aliente la alienación y la separación. La apertura y la tolerancia -el pluralismo universal, en sumason valores propios de los niveles del desarrollo postconvencional y mundicéntrico. La conclusión es obvia: si queremos llegar a un mundo global que se limite a las olas tecnológicas exteriores esbozadas por esos autores, sino que también apunte hacia la prosperidad, el desarrollo ecológico sostenible y la tolerancia, la humanidad deberá también comprometerse con las olas interiores del desarrollo que van desde lo egocéntrico hasta lo sociocéntrico y, desde ahí, a lo mundicéntrico, hasta llegar finalmente a la apertura y tolerancia que den cuenta de las diferencias individuales e impidan que la tecnología acabe conduciéndonos al desastre.

En la actualidad, las olas externas del desarrollo están claramente impulsadas por fuerzas irreversibles. ¿Quién pondrá en marcha las fuerzas del desarrollo interior que pueden alejarnos de la catástrofe?

Martes, 16 de diciembre Otra fiesta de Navidad, esta vez para el personal y residentes del Developmental Disabilities Center. Marci y yo hemos estado bailando -si es que puede llamársele asíunas tres horas. Allen estaba de pie en medio de la sala sin mover un solo músculo pero sin dejar tampoco de sonreír en todo el rato, Tavio movía su silla de ruedas en círculos, Sandy iba de un lado para otro a un ritmo que resultaba imposible de seguir y Tom no dejaba de saltar, moviendo los brazos tan aprisa como las hélices de un helicóptero. Habría unos cien residentes y la mitad de ellos estaban bailando a la vez. Tomarse de las manos en círculo y levantar los pies parecía ser el baile preferido del grupo..., siempre que podíamos dirigirnos en la misma dirección. A menudo he hablado de tres tipos distintos de valor: el valor intrínseco (el valor que tienen las cosas en sí mismas), el valor extrínseco (el valor que tienen para los demás) y el valor Sustrato (el valor que tienen todas las cosas en tanto que manifestaciones del Espíritu). El primero de ellos depende del grado de inclusividad y totalidad. En este sentido, por ejemplo, las moléculas poseen más valor intrínseco que los átomos, porque los incluyen en su composición. De este modo, las moléculas, al ser más inclusivas, contienen más ser en su composición y, en consecuencia, poseen también un mayor valor intrínseco. Es por ello que las células poseen más valor intrínseco que las moléculas; los organismos más que las células; etcétera, etcétera, etcétera. Del mismo modo, lo mundicéntrico posee un valor intrínseco superior a lo sociocéntrico que, a su vez, posee mayor valor intrínseco que lo egocéntrico, porque, en cada uno de los casos, aquello tiene más profundidad y más totalidad que esto. Pero decir que una célula posee un valor intrínseco superior a las moléculas no supone afirmar que las moléculas carezcan de todo valor. Se trata, en suma, de una escala móvil que depende del universo que englobe un determinado holón. Así, cuanto más ser incluya un holón, mayor será su valor intrínseco; cuanta mayor profundidad y cuanta mayor totalidad, mayor será el valor intrínseco. En cierto modo, el valor extrínseco es opuesto al valor intrínseco. Los átomos poseen más valor extrínseco que las moléculas, porque son más los holones que dependen para su existencia de los átomos que de las moléculas. No olvidemos que la existencia de las moléculas depende de la existencia de los átomos (pero no viceversa) y, en este sentido, los átomos tienen más valor extrínseco, es decir, más valor para los demás. Resulta bastante fácil de ver que, cuanto más elevado se halle un determinado holón en la Gran Holoarquía del Ser, mayor será su valor intrínseco, y que, cuánto más bajo se encuentre, mayor será su valor extrínseco. Y ambos valores son absolutamente necesarios, porque no pueden existir aisladamente. Sin lo elevado, lo inferior carecería de todo significado, y sin lo inferior, lo más elevado ni siquiera existiría.

El valor intrínseco es el valor que posee una cosa en virtud de ser una totalidad individual (y cuanto mayor la profundidad de la totalidad -o, dicho de otro modo, cuantos más niveles contenga-, mayor será su valor intrínseco o más universo abrazará y englobará). El valor extrínseco, por su parte, es el valor que una cosa tiene en virtud de ser una parte relacionada (y de cuantas más cosas participe, mayor será su valor extrínseco). La individualidad conlleva ciertos derechos (nosotros somos totalidades individuales que poseen derechos individuales, arraigados en la justicia); la relación, por su parte, conlleva obligaciones (porque también estamos inmersos en una red de relaciones, lo cual nos conecta con el respeto). Todas las cosas son totalidades al tiempo que partes (todos los holones, sin excepción alguna, son individualidades que se hallan en relación) y, en consecuencia, todos los holones poseen tanto valor intrínseco como valor extrínseco o, dicho de otro modo, derechos y responsabilidades. Los valores intrínsecos y los valores extrínsecos son valores relativos, mientras que el valor Sustrato, por su parte, es un valor absoluto. El valor Sustrato es el valor que poseen todos y cada uno de los holones en tanto que manifestación radiante del Espíritu, de la Divinidad, de la Vacuidad. En este sentido, todos los holones, superiores o inferiores, poseen el mismo valor Sustrato, es decir, Un Solo Sabor. Los holones pueden tener más o menos valor intrínseco (cuanta mayor profundidad, mayor valor intrínseco), pero todos poseen exactamente el mismo valor Sustrato, porque todos ellos comparten la misma Talidad, la misma Esencia, el rostro del Espíritu expresándose por igual en toda manifestación, Un Solo Sabor en todo su esplendor.1 1. Ver Breve historia de todas las cosas para una discusión más detallada sobre este tópico.

Cuando me encuentro con personas cuyo proceso de desarrollo se ha visto seriamente menoscabado -personas que han visto cercenada su profundidad- me resulta muy fácil darme cuenta de que todos brillamos con la misma luz y todos, en consecuencia, poseemos el mismo valor Sustrato. Ellos me recuerdan que el valor intrínseco y el valor extrínseco emanan de Un Solo Sabor, donde los hijos del Espíritu reflejan por igual el Infinito que son. ¿Quién osaría, pues, negar que anoche pasé tres horas bailando con budas?

Jueves, 18 de diciembre Hace veinte años, cuando el budismo comenzaba a dar sus primeros pasos en este país, a nadie se le ocurría pensar siquiera en la posibilidad de combinar la meditación con la psicoterapia porque, según se decía, el budismo era un «sistema completo» y si uno lo practica adecuadamente, no necesita ninguna terapia. Y el mismo tipo de resistencia han mostrado casi todas las religiones del mundo moderno: cree en Dios y lo demás te será dado por añadidura, reza y sanarás tu psiquismo, el zikr lo cura todo, el yoga resuelve todos los problemas, etcétera, etcétera, etcétera. Desde esta perspectiva, quienes tienen fe o practican adecuadamente una disciplina espiritual no necesitan psicoterapia y viceversa, y, si necesita terapia, es que algo anda mal con su fe. Pero la relación existente entre la espiritualidad y la ciencia, en general, y la espiritualidad y la psicoterapia, en particular, es el problema más apremiante de la espiritualidad en el mundo moderno... y no parece que las religiones actuales estén afrontándolo de la manera adecuada.

Aunque mi práctica real haya sido fundamentalmente budista (y también vedántica), mi obra ha sido contemplada con cierta suspicacia en los círculos budistas, como si pusiera en cuestión la suficiencia de su visión de las cosas, hasta el punto de que muchos budistas se niegan a leer mis escritos y algunos han llegado incluso a presionarme para que me expresara en términos inequívocamente no budistas. Veinte años después, las cosas han cambiado mucho. Casi todos los maestros budistas americanos conocidos han emprendido algún tipo de psicoterapia (aunque lamentablemente muchos de ellos sigan ocultando este hecho a sus discípulos). Pero la mayor parte de ellos admite -al menos en privado- que la meditación no resuelve (y no puede resolver) todos los problemas. Y lo mismo podríamos decir con respecto a la oración, el satsang, el zikr, el yoga, etcétera. Porque la cuestión es que la práctica espiritual y la práctica psicológica constituyen corrientes diferentes de las grandes olas de la conciencia y el hecho de que uno tenga problemas en una de ellas no necesariamente significa que no deba tenerlos en otra. La neurosis, dicho desde otro punto de vista, no es ningún pecado. Cuando, hace un año aproximadamente, Shambhala Sun (una importante revista budista) me propuso una entrevista, yo tenía ciertas resistencias pero, como quiero apoyar las visiones contemplativas integrales, terminé accediendo. La entrevista comenzó con la habitual «¿Cómo puede usted decir que el budismo no es un camino completo?», pero no tardó en orientarse en una dirección más interesante. Y aunque la entrevista se centra fundamentalmente en la práctica budista, me gustaría subrayar que ocurre lo mismo con cualquier otro abordaje espiritual, desde el cristianismo hasta el judaismo, el taoísmo y el islam. Los creyentes de otras religiones pueden aplicar lo que sigue a su propia práctica, porque los problemas que aquí se debaten son cruciales, a mi entender, para entablar un diálogo entre la religión y la terapia.1 1. A continuación presentamos una versión resumida de la entrevista original titulada «Big Map: The Kosmos According to Ken Wilber», que puede leerse completa en el número de septiembre de 1996 de Shambhala Sun.

SHAMBHALA SUN: He leído su visión acerca de la evolución de la conciencia en dos de sus libros más recientes que parecen formar una unidad, Sexo, ecología, espiritualidad (un libro de unas 800 páginas) y Breve historia de todas las cosas (un resumen del anterior escrito para el ser humano normal y corriente). ¿Para quién escribió esos libros? KW: Sí, Breve historia de todas las cosas es un libro mucho más corto y accesible o eso es, al menos, lo que espero. ¿Se refiere usted a los hombres y mujeres normales y corrientes? Bueno, la verdad es que, en mi opinión, quienes leen esta revista ya son un tanto raros, ¿no le parece? Yo escribí el libro para las personas no tan normales, para personas tan locas como para interesarse en el despertar y otras cuestiones similares. Creo que estos libros están dirigidos a aquellas personas que buscan algo así como una visión filosófica global, una aproximación a la conciencia y a la historia que trate de incluir lo mejor de Oriente y lo mejor de Occidente. SHAMBHALA SUN: ¿Y qué es lo que espera conseguir con ello? ¿Qué es lo que puede aportar su filosofía al avance de la conciencia?

KW: La verdad es que no mucho. Cada uno de nosotros debe comprometerse con una disciplina contemplativa real, ya sea el yoga, el zen, el Shambhala Training, la oración contemplativa o lo que fuere, porque es precisamente eso -y no tanto mi charla y mis libros- lo que fomenta el avance de la conciencia. Pero si lo que usted quiere saber es el modo en que su práctica concreta se relaciona con el resto de los abordajes, mis libros le brindan un mapa global que puede ayudarle a ponerse en marcha, eso es todo. Pero nada de ello, obviamente, podrá reemplazar a la práctica. SHAMBHALA SUN: Pero qué sucede, por ejemplo, en el caso de que yo sea una persona que se ha convertido al budismo y no necesita otros sistemas de desarrollo o de transformación. Breve historia de todas las cosas me transmite la sensación de que no estoy haciendo las cosas bien, de que estoy omitiendo algo. Usted ha ubicado el budismo exclusivamente en uno de los cuatro cuadrantes, de modo que debo estar dejando algo de lado. ¿Acaso cuando alcance la iluminación, se tratará -desde su punto de vista- de una iluminación incompleta? KW: Si cuando habla de «iluminación» se refiere usted al reconocimiento inmediato y directo de la Vacuidad, no, no tiene por qué estar dejando nada de lado porque la Vacuidad lo incluye todo y, en consecuencia, resulta imposible dejar nada de lado. Pero no olvide que la tradición habla de la bodhicitta absoluta y de la bodhichitta relativa [o, dicho en otras palabras, de la verdad absoluta y de la verdad relativa]. Es por ello que el reconocimiento directo del absoluto no le lleva a dominar todos los detalles de lo relativo. Usted puede estar iluminado y no ser capaz, pongamos por caso, de explicar los detalles matemáticos de la ecuación de onda de Schrödinger. Mis libros tienen que ver con todos esos detalles relativos, algunos de los cuales no son adecuadamente explicados por el budismo, como tampoco lo son por ninguna de las grandes tradiciones de sabiduría del mundo. Pero, en lo que respecta al reconocimiento directo de la Vacuidad radical y a la iluminación, el budismo me parece un sistema realmente completo. SHAMBHALA SUN: ¿Para qué necesitaría, pues, su historia de la conciencia si ya dispongo de las enseñanzas budistas? KW: La verdad es que no tiene el menor motivo para hacerlo, a menos que le parezca interesante o divertido, en cuyo caso lo hará por el mero gusto de hacerlo pero, que yo sepa, las enseñanzas budistas no hablan de la cocina mexicana, un tema que podría, sin embargo, resultar apasionante para algunas personas. SHAMBHALA SUN: Tal vez pudiéramos abordar las cosas desde otra perspectiva ¿Qué es, a su juicio, lo que el Buda no enseña? KW: Por ejemplo,el modo de conducir un Jeep. SHAMBHALA SUN: Como usted mismo señala en Breve historia de todas las cosas, existen muchas teorías sobre la historia y la evolución espiritual. Hay ocasiones en que su teoría se asemeja a la dialéctica de Hegel, otras veces se parece a Darwin y otras, por último, parece tener que ver con la visión de la mente sustentada por las distintas

visiones orientales. Pero ¿qué es, desde su punto de vista, lo que diferencia su enfoque de todos esos sistemas? KW: Ese es, precisamente, el punto. Por una parte, creo que se parece a todas esas teorías en el sentido de que las tiene en cuenta y trata de sintetizar lo mejor de cada una. Por la otra, sin embargo, creo que eso mismo es también lo que las diferencia, porque yo estoy tratando de integrar todos esos abordajes, algo en lo que no todo el mundo parece estar interesado. SHAMBHALA SUN: Usted no divide el mundo en átomos, elementos o estados psicológicos, sino en unidades a las que denomina holones, una visión muy parecida a los dharmas de los que habla el Abhidharma budista. ¿Cómo ha influido el Abhidharma budista en su teoría? KW: Como usted sabe, yo soy budista practicante desde hace muchos años y, en consecuencia, muchas de mis ideas son budistas o inspiradas en el budismo. Me estoy refiriendo, fundamentalmente, a Nagarjuna y el Madhyamika, a la Vacuidad pura y la Pureza primordial (que constituye la «filosofía central» de mi enfoque), al Dzogchen y el mahamudra y también, obviamente, a los principios del Abhidharma y el análisis de la experiencia en dharmas (que también es bastante similar a las «ocasiones reales» de las que habla Whitehead). Ésas son algunas de las fuentes que originaron mi presentación de los holones. Y también, en este sentido, trato de rescatar lo mejor de cada una de esas tradiciones y sintetizarlas de un modo provechoso. SHAMBHALA SUN: Su visión del mundo es bastante compleja. ¿Qué les diría a aquellos meditadores que opinan que no necesitan ninguna visión histórica global y que lo único que quieren es que les dejen meditar tranquilos? KW: Las alentaría a que siguieran meditando. SHAMBHALA SUN: Usted ha realizado una crítica muy interesante al modernismo y al postmodernismo que parece incluir sus conclusiones y, al mismo tiempo, trascenderlas y ubicarlas en su justo lugar. ¿Podría explicar este punto? KW: SÍ, la idea es que todos los enfoques, teorías y prácticas tienen algo importante que decirnos, pero que ninguno dispone de la verdad completa en todo sus detalles. Desde esta perspectiva, cada enfoque es cierto pero parcial y el asunto consistiría en encontrar el modo más adecuado de articular las distintas verdades parciales. No se trata, pues, de determinar quién está en lo cierto y quién está equivocado, sino el modo de articular las distintas verdades correctas, el modo de integrarlas en una visión espectral semejante al arco iris. Es por ello por lo que admito todas esas posiciones pero también trato de trascenderlas o, como usted dice, de «ubicarlas en su justo lugar». Pero todavía está por ver si eso es o no posible. SHAMBHALA SUN: ¿Por qué utiliza usted la palabra «Kosmos» en lugar de cosmos? KW: El término Kosmos es un antiguo término pitagórico que engloba todas las dimensiones del universo (física, emocional, emocional, mental y espiritual). La palabra cosmos, por su parte, sólo se refiere al universo físico, a la dimensión física. De modo que podríamos decir que el Kosmos incluye a la fisiosfera (o cosmos), la biosfera (o

vida), la noosfera (o mente), todas ellas manifestaciones radiantes e idénticas a la Vacuidad pura. Una de las catástrofes del mundo moderno es la de haber negado la realidad del Kosmos y haberla reducida al cosmos. Desde esta perspectiva, dicho en otras palabras, el mundo moderno y postmoderno considera que la única «realidad» es el «mundo chato» unidireccional y desvaído propio del que nos habla el materialismo científico. Y una de las cosas que trato de hacer en esos dos libros es rehabilitar la credibilidad del concepto de Kosmos. SHAMBHALA SUN: Usted describe el Kosmos como «la pauta que conecta» todos los dominios de existencia. Esto me recuerda a Mind and Nature: A Necesary Unity* de Gregory Bateson. ¿De qué modo han influido en su obra los movimientos de la Nueva Era? * Traducido al castellano como: Espíritu y naturaleza. Buenos Aires: Ed. Amorrortu, 1993.

KW: La verdad es que no mucho. Por otra parte, no soy de los que consideran importante el pensamiento de Bateson. El libro que usted ha mencionado, por ejemplo, es lo que yo llamaría un ejemplo de libro «chato», monológuico y unidimensional escrito en el lenguaje del «ello» y, a decir verdad, no muy bueno. Esa es, francamente, mi opinión. SHAMBHALA SUN: ¿Cree usted que Foucault, Derrida y compañía hablan de las mismas cuestiones de las que, de un modo u otro, ya habían hablado los absolutistas orientales u opina, por el contrario, que el postestructuralismo es algo completamente nuevo? KW: Sinceramente creo que los abordajes postestructuralistas son más novedosos e ingenuos y mucho menos profundos. En última instancia, las grandes tradiciones orientales son técnicas profundas de transformación y de liberación en la Vacuidad radical. Y debe saber que los postestructuralistas no hablan de transformación, sino simplemente de traducción. No niego que sean versiones más o menos interesantes de la verdad relativa, pero no cabe la menor duda de que no tienen nada que ver con un yoga de la verdad absoluta. Es cierto que, dentro del ámbito de la verdad relativa, el postestructuralismo guarda ciertas semejanzas con los aspectos relativos de algunas de las tradiciones orientales, como el no fundacionalismo, la contextualidad de la verdad, la naturaleza deslizante de los significados, la relatividad de los significados, etcétera. Y si bien todas estas similitudes son interesantes e importantes -y trato de tenerlas muy en cuenta-, también son, por otra parte, bastante secundarias con respecto al problema central que es, como usted sabe, moksha, kensho, satori, rigpa, yeshe, shikan-taza, algo de lo cual no hablan, en modo alguno, Foucault, Derrida, Lyotard y compañía. SHAMBHALA SUN: ¿Qué papel ha desempeñado la cosmología del budismo tibetano en el desarrollo de su filosofía? Lo digo porque, a veces, me recuerda algunas visiones apocalípticas de la escuela de Kalachakra.

KW: El Vajrayana, en casi todas sus formas, ha desempeñado un papel muy importante para mí y para mi modo de ver las cosas. El Kalachakra, al igual que el anuttaratantra, es muy profundo y también lo son las enseñanzas de Ati: semde, longde y upadesa. Francamente, debo decirle que siento una gran simpatía por todas esas escuelas. SHAMBHALA SUN: Usted trata de integrar a Freud con el Buda o, en sus propias palabras, la «psicología de las profundidades» con la «psicología de las alturas». ¿Por qué considera esto necesario? ¿Cree acaso que sin esta integración ambos sistemas están incompletos? KW: Bien, yo creo que el Kosmos se halla en estado de evolución y que, en consecuencia, todo está incompleto. Continuamente están apareciendo nuevas verdades, nuevas revelaciones y nuevos budas, ¿no le parece? Freud y el Buda no son más que dos ejemplos de verdades muy importantes que podrían enriquecerse mutuamente. Es cierto que la Vacuidad no depende de ninguna de ellas, pero el mundo manifiesto es un lugar inmenso y en él hay lugar de sobras para esos dos grandes pioneros. Es por ello que creo que el diálogo entre ellos puede resultar beneficioso. SHAMBHALA SUN: Los antiguos sistemas de transformación espiritual omiten gran parte del material que usted incluye en su síntesis ¿Cree usted que son inadecuados para los tiempos modernos? KW: ¿Inadecuados dice? No en cuanto a la verdad absoluta, pero estoy completamente convencido de que sí en lo que respecta a la verdad relativa, y ello simplemente se debe al hecho de que la Vacuidad no deja de manifestarse en formas diferentes ¿No le parece? No podrá encontrar ningún sutra ni ningún tantra que le enseñe las instrucciones necesarias para trabajar con un ordenador. Esos textos no pueden decirle nada sobre el ADN, la anestesia médica o el trasplante de riñón. No conviene olvidar que el Occidente moderno ha realizado contribuciones muy importantes y útiles a nuestra comprensión de la psicología y de la psicoterapia, contribuciones que, por otra parte, no tienen parangón en las antiguas enseñanzas orientales. Pero, en realidad, yo no hablaría tanto de inadecuación como de aprovechar todo aquello de lo que disponemos. Me parece muy interesante que su práctica funcione, excelente, pero también me lo parece que, en el caso de que tuviera problemas, pudiera recurrir a algún tipo de terapia. Y no creo que nadie deba sentirse amenazado por ello. El nuestro es un universo inmenso y en él hay lugar de sobras para Freud y para el Buda. SHAMBHALA SUN: ¿Qué piensa usted -por seguir con el mismo tópico- sobre los tantras internos, como el kundalini yoga, y lo que los budistas hacemos con prana, nadi y bindu [visiones espirituales interiores]? Porque la ciencia no admite este tipo de realidades que, no obstante, ocupan dos de los niveles más elevados de su sistema, el sutil y el causal. Esto resulta un tanto confuso, porque son muchos los practicantes espirituales que no admiten la existencia de esos niveles y que, en consecuencia, nunca emprenden esas prácticas. ¿Acaso le parecen necesarios para el desarrollo espiritual o estoy comprendiéndole mal?

KW: No creo que constituyan un requisito indispensable. Lo único que ocurre es que ese tipo de procesos pueden presentarse -o no- en los dos estadios superiores del desarrollo que usted ha mencionado (el sutil y el causal), dependiendo, entre otras cosas, del tipo de disciplina que usted practique. En un cierto momento de la práctica meditativa, los distintos procesos ordinarios tienden a verse reemplazados por fenómenos sutiles o muy sutiles (que incluyen, en ocasiones, corrientes de energía, prana, bindu, etcétera). En otros casos, no obstante, puede tratarse simplemente de un aumento de la claridad y de la conciencia panorámica. Mi intención ha sido simplemente la de enumerar los diferentes tipos de fenómenos meditativos que pueden presentarse en la medida en que la meditación va desarrollándose desde la conciencia ordinaria hasta la sutil y la muy sutil. Y debo decir que estoy hablando de cuestiones bastante normales en las distintas tradiciones. SHAMBHALA SUN: ¿Por qué parece que algunos practicantes espirituales avanzan en ciertas facetas y sigue siendo, no obstante, verdaderos estúpidos en otras? KW: Bien, una de las cosas que trato de hacer con el modelo del desarrollo de la conciencia es esbozar dos cuestiones diferentes a las que podríamos denominar corrientes y olas. Las corrientes son las diferentes líneas del desarrollo (como el desarrollo cognitivo, el desarrollo emocional, el desarrollo interpersonal, el desarrollo espiritual, por ejemplo), cada una de las cuales atraviesa diferentes estadios u olas. La investigación parece indicar, por una parte, que las distintas corrientes se desarrollan de un modo bastante independiente, es decir, que uno puede hallarse en un estadio muy avanzado en una de ella (como la espiritual, por ejemplo) y «estancado» en otras (como la emocional o la interpersonal, pongamos por caso). Pero también hay que señalar, por otra parte, que aunque esas corrientes se desarrollen de manera independiente, todas ellas atraviesan los mismos estadios u olas del desarrollo, todos ellos, por ejemplo, comienzan en las modalidades preconvencionales, siguen con las convencionales y desembocan en las postconvencionales. De modo que existen muchas corrientes diferentes del desarrollo y todas ellas atraviesan las mismas olas generales o estadios del desarrollo de la conciencia. Es por ello que hay personas que pueden hallarse muy avanzadas en una corriente y seguir siendo unos «verdaderos estúpidos» en otras. (Todo esta investigación está resumida en El ojo del Espíritu: Una visión integral de un mundo que está enloqueciendo poco a poco.) Pero, por volver a su pregunta, debo decir que, en efecto, el desarrollo puede ser bastante desigual. La mayor parte de las grandes tradiciones de sabiduría se centran en la enseñanza de la conciencia y la cognición superior o postconvencional y del afecto superior o postconvencional (el amor y la compasión), pero tienden a descuidar el desarrollo interpersonal y emocional, sobre todo en los dominios convencionales. Todos conocemos meditadores avanzados que son personas más bien desagradables. Ahí, obviamente, es donde la psicoterapia occidental tiene cosas interesantes que decir, aunque suela limitarse al otro extremo y obviar las ondas superiores o transpersonales. Y ése es otro de los motivos por los cuales necesitamos integrar a Freud y al Buda. SHAMBHALA SUN: Cualquier persona que haya practicado seriamente la contemplación estará de acuerdo con usted en que el desarrollo suele ser bastante desigual. Pero hay quienes dicen que las neurosis son verdaderas regresiones, que la

persona que da un paso hacia adelante en el camino de la meditación se ve luego seducida por el samsara y queda atrapada en la neurosis samsárica. Otros, en cambio, dicen que la meditación pone de relieve las neurosis ocultas existentes en el practicante avanzado. ¿Cree usted que hay alguna verdad en todo ello o, por el contrario, su visión al respecto es diferente? KW: Creo que todo lo que usted acaba de mencionar puede ocurrir. Hay personas que realizan verdaderos progresos en la meditación, pero luego terminan abandonándola porque resulta una disciplina muy exigente y, en ese caso, el aumento de sensibilidad provoca el empeoramiento de sus «viejas» neurosis. Y el otro caso también es bastante común, especialmente en los estadios avanzados de la meditación, cuando los complejos profundamente enterrados comienzan a aflorar a la superficie de la conciencia. Los practicantes avanzados pueden ser personas muy exageradas, porque ya han trabajado los problemas más sencillos y sólo les resta el karma más pesado ligado, por ejemplo, a la reencarnación en la que el sujeto asesinó a veinte monjas. Estoy bromeando, claro está, pero ¿entiende usted lo que quiero decir? La práctica avanzada puede hacer emerger problemas muy profundos, lo cual puede resultar muy confuso, porque eso no se parece en nada a un «progreso». Se trata de algo semejante a lo que ocurre con las personas congeladas que, al comienzo, no sienten nada porque ni siquiera creen tener un problema pero, cuando la zona congelada empieza a calentarse, duele terriblemente. Algo parecido ocurre en el caso de la meditación avanzada (una especie de calentamiento rápido), un despertar que suele ser terriblemente doloroso. SHAMBHALA SUN: Y usted tiene algunas ideas sobre los «problemas» que pueden acompañar a la meditación. KW: Así es. La cuestión, como estábamos diciendo, es que el proceso de desarrollo consiste en una serie de corrientes distintas que atraviesan diferentes estadios básicos u ondas del desarrollo de la conciencia, y las grandes tradiciones de sabiduría tienden a centrarse en algunas de estas corrientes -como la cognitiva (conciencia), la espiritual (y moral) y el afecto superior (amor y compasión)-, descuidando, al mismo tiempo, otras como la emocional, la interpersonal, la de las relaciones o las interacciones convencionales. De modo que, en la medida en que el sujeto avanza en algunas de estas corrientes, como la meditativo/cognitiva, pongamos por caso, pueden provocarse «desequilibrios» del desarrollo global porque, en este sentido, el descuido supone una atrofia. El psiquismo se convierte en un gigante rodeado de una docena de pigmeos, cuanto más avanzado se halle el sujeto, mayor será el desequilibrio. Entonces es cuando uno empieza a enrarecerse y le recomiendan que aumente su esfuerzo meditativo, con lo que todo termina rompiéndose por los descosidos como ocurre con un traje barato. ¿No le parece? Por ello tengo tanto interés en articular una práctica integral, una práctica que incluya lo mejor de la sabiduría antigua con lo mejor del conocimiento moderno, y lo contemplativo con lo convencional. Y aunque sepa perfectamente que mis libros no ofrecen una respuesta definitiva a estos problemas, también considero que constituyen un buen punto de partida para entablar un diálogo de buena voluntad.

SHAMBHALA SUN: Anteriormente dijo que los meditadores podrían «seguir meditando», pero ¿realmente cree que basta con eso? KW: Lo cierto es que usted no me preguntó si creía que bastaba con la meditación. Usted me preguntó lo que le respondería a alguien que me dijera «¡Déjeme seguir meditando!», en cuyo caso, efectivamente, respondería: «¡Pues siga meditando!». No tengo el menor deseo de interferir en la vida de nadie. Si usted, en cambio, me hubiera preguntado: «¿Qué otras prácticas considera que podrían utilizar los meditadores para fomentar su proceso de desarrollo?», yo le hubiera respondido más o menos como acabo de hacerlo, es decir, diciéndole que, en mi opinión, el modo adecuado de proceder debería compaginar la visión contemplativa oriental con los enfoques psicodinámicos occidentales. Porque, en el caso de que usted quisiera una visión del mundo más comprehensiva que incluyera verdades absolutas y verdades relativas, podría beneficiarse de los numerosos descubrimientos realizados en este sentido por Occidente. Nadie está obligado a participar de esta visión de las cosas, aunque todos, no obstante, estamos invitados, porque la visión integral, dicho sea de paso, deja manifiestamente patente la parcialidad de cualquier enfoque aislado. En mi opinión, la visión de Shambhala de Chögyam Trungpa constituye un abordaje secular e integral que ubica al Dharma en el contexto de las diversas corrientes culturales en que se halla inmerso. Breve historia de todas las cosas perfila muchas de esas corrientes y sugiere un modo de pensar en el Dharma que las enriquece al tiempo que es enriquecido por ellas. Así de sencillo. SHAMBHALA SUN: Muy bien. Quisiera ahora hacerle unas preguntas más bien técnicas. ¿Le parece bien? KW: Adelante SHAMBHALA SUN: Una de las cosas que más confunden a los practicantes de las tradiciones místicas orientales es el hecho de que, antes de la Ilustración, Occidente tenía una tradición milenaria basada en el cristianismo, una religión profundamente mística. En Sexo, ecología, espiritualidad usted se refiere a este punto diciendo que se trató de un milenio muy prometedor, pero que no cuajó en una disciplina auténticamente transcendente. ¿Por qué dice usted eso? ¿Cómo pudo equivocarse durante tanto tiempo toda una civilización cuando Platón, el Corpus Hermeticum, el neoplatonismo y el cristianismo místico, por ejemplo, hablaban ya con tanta claridad de ello? KW: Suponga que el mismo día en que el Buda alcanzó la iluminación, hubiera sido colgado por ese mismo motivo. Suponga también que aquellos seguidores de Buda que afirmaran haber alcanzado la iluminación, también hubieran sido colgados. ¿No le parece un panorama un tanto desalentador? Porque eso es, precisamente, lo que ocurrió con Jesús de Nazaret. «¿Por qué me apedreáis?», pregunta él en un determinado momento, a lo que la muchedumbre responde: «Porque siendo un hombre afirmas ser Dios». Al Atman individual no se le permite comprender que es uno con Brahman. Entre otras razones muy complejas, la afirmación de que «Yo y mi Padre somos Uno» acabó con la crucifixión de Cristo.

Pero, aunque las razones sean muy complejas, el hecho sigue siendo el mismo ya que, cuando el practicante comienza a acercarse a la realización de que Atman y Brahman son uno, de que nuestra mente es idéntica al Espíritu primordial, ocurren cosas muy graves. Nadie duda de que el neoplatonismo y otras corrientes occidentales encierran enseñanzas muy elevadas, pero hay que recordar que, en aquellos lugares en los que la Iglesia tuvo influencia política -y no hay que olvidar que dominó la escena de Occidente durante más de un milenio-, resultaba muy peligroso caminar por la estrecha senda que une a Atman con Brahman. Juan de la Cruz y su amiga Teresa de Ávila fueron algunos de los que lo hicieron, pero tuvieron que borrar sus huellas tras un lenguaje tan escrupulosamente pío que, en ocasiones, resulta un tanto difícil de comprender. Meister Eckhart también lo hizo y de un modo más osado, pero la Iglesia condenó oficialmente su enseñanza y sus libros terminaron pudriéndose en el infierno. Giordano Bruno fue otro de los seguidores de ese camino y acabó en la hoguera. Así eran las cosas en esa época. SHAMBHALA SUN: Dice usted que las razones son complejas y estoy seguro de que lo son, pero ¿podría, al menos, mencionar algunas? KW: Veamos una que tal vez sea la más interesante. La historia primitiva de la Iglesia estuvo dominada por los pneumáticos, «aquéllos en los que el Espíritu está vivo», personas que tenían una experiencia directa de la espiritualidad, de la conciencia crística («Deja que la conciencia esté en ti como lo estaba en Cristo»). En este sentido, podríamos decir que el Nirmanakaya de cada pneumático realizó el Dharmakaya de Cristo a través del Sambhogakaya del fuego transformador del Espíritu Santo. Lo cierto, en cualquier caso, es que se trataba de personas que experimentaban el Espíritu de un modo muy vivo, muy directo y muy inmediato. Al cabo de varios cientos de años, sin embargo, con la codificación del Canon y el Credo de los Apóstoles, la experiencia real acabó viéndose sustituida por una serie de creencias. Pero los pneumáticos y los profetas no podían ser controlados y la Iglesia fue transformándose lentamente en la ekklesia, la asamblea gobernada por el obispo local, el detentador del «dogma correcto». A partir de entonces, la Iglesia dejó de ser la asamblea de los realizados y se convirtió en la asamblea de los obispos. Esta situación acabó legalizándose con Tertuliano, y con Cipriano la espiritualidad quedó finalmente ligada a la oficina legal de la Iglesia. Entonces fue cuando el sacerdocio pasó de las manos de las personas despiertas a los simples funcionarios. El sacerdote ya no era el santo (sanctus) que había despertado y alcanzado la iluminación, sino alguien designado por la burocracia oficial. Del mismo modo, la «salvación» ya no dependía del hecho de despertar, sino de comulgar con los sacramentos legales. Como dijo Cipriano: «Quien no tiene a la Iglesia como Madre no puede tener a Dios como Padre». Y esto complicó muchísimo las cosas porque, a partir de ese momento, los únicos gestores de la salvación pasaron a ser los burócratas. Y fueron ellos precisamente los que acabaron prohibiendo que cualquiera pudiera tornarse uno con Dios. ¡Se acabó esa historia de la Unidad! SHAMBHALA SUN: ¿Y eso por qué ocurrió?

KW: Simple y llanamente a causa del poder político. Porque, como usted sabe, la experiencia mística tiene la mala costumbre de no necesitar obispos ni intermediarios de ningún tipo. Como usted ve, el motivo es el mismo, a fin de cuentas, por el que las grandes empresas petrolíferas no parecen estar muy a gusto con la energía solar. En tal caso, quien osara afirmar que estaba directamente conectado con Dios, no sólo era culpable de haber vulnerado las leyes de la Iglesia y de haber incurrido en una herejía religiosa (un pecado por el que su alma podría condenarse eternamente), sino también de traición política (un delito que podía ser castigado con el descuartizamiento). Por todas estas razones el summum bonum del despertar espiritual (la identidad suprema entre Atman y Brahman o entre la mente ordinaria y el Espíritu) acabó convirtiéndose oficialmente en uno de los tabúes de Occidente durante unos mil años. Es cierto que todas las corrientes mencionadas por usted, desde el neoplatonismo hasta el hermetismo, han seguido presentes, pero no lo es menos que han sido muy marginadas. Es por ello que Occidente ha producido tantos místicos del nivel sutil (Sambhogakaya), que afirmaban la posibilidad de la unión entre el alma y Dios, tan pocos del nivel causal (Dharmakaya) y menos todavía del nivel no dual (Svabhavikakaya), que no sólo hablaran de la unión sino de la identidad suprema entre el alma y Dios en la Divinidad pura, pues esa afirmación bien podía costarles la vida. SHAMBHALA SUN: ¿Cuál es, en su opinión, la relación existente entre el concepto de «reminiscencia» según Platón y la iluminación? Desde que leí el Menon he pensado que eran idénticos, pero lo cierto es que no lo tengo muy claro. KW: Sí, yo creo que existe una relación muy estrecha entre ambas cuestiones. Si suponemos que cada ser sensible posee ya la mente del Buda y si estamos de acuerdo en que la iluminación no consiste tanto en alcanzar esa mente como en reconocerla, deberíamos afirmar que la iluminación se basa en el reconocimiento de la mente de Buda o en el recuerdo de la Vacuidad pura. Dicho en otras palabras, resulta tan imposible alcanzar la naturaleza de Buda como alcanzar nuestros pies. Lo único que nosotros podemos hacer es mirar hacia abajo y darnos cuenta -o mejor dicho, recordar- que ya tenemos pies, para lo cual, en ocasiones, resulta de gran utilidad que alguien nos los señale. En este sentido, los maestros zen están muy dispuestos a ayudarnos ya que, cuando alguien dice «Yo no tengo ningún pie», el maestro no dudará en pisarle e increparle diciéndole: «De modo que no tenías pies ¿eh?». El «ejercicio capital» no apunta hacia algo de lo que carecemos y debamos conseguir, sino que señala hacia algo que se halla total y completamente presente ahora mismo, pero de lo que tal vez nos hayamos olvidado. La acepción más básica de la iluminación se refiere a este simple recuerdo, reconocimiento o percepción que nos lleva a advertir que nuestra conciencia simple, clara y omnipresente, tal cual es, es ya la Pureza primordial. En ese sentido, el despertar no es más que un simple recuerdo. SHAMBHALA SUN: ¿Y usted cree que Platón estaba realmente implicado en ese tipo de reconocimiento?

KW: Por supuesto que sí. Y ello resulta evidente en los maestros neoplatónicos que le sucedieron. Además, no hay que olvidar que las manzanas rara vez caen lejos del manzano. El mismo Platón afirma que una vez fuimos plenos, pero que la amnesis, un «error del recuerdo», nos hizo perder esa totalidad. Y la «recomposición» sólo será posible cuando recordemos quiénes somos realmente. En este sentido, Platón es muy concreto cuando dice, por ejemplo: «No es algo que puede expresarse con palabras como otras ramas de aprendizaje; sólo después de una larga pertenencia a una comunidad [contemplativa] podrá la verdad resplandecer sobre el alma, como la chispa que hace prender la llama»... La iluminación súbita. Luego agrega (y esto es muy importante): «No es posible, ni nunca lo será, escribir un tratado a este respecto». SHAMBHALA SUN: Porque es sencillamente inefable. KW: Eso es lo que yo opino. Se trata de «una transmisión especial que va más allá de las escrituras, no depende en absoluto de las palabras y apunta directamente hacia la mente para ver nuestra propia naturaleza y reconocer la budeidad». Debemos ser muy cuidadosos con las comparaciones, pero creo honestamente que almas del calibre de Parménides, Platón y Plotino recordaron quiénes eran. Se trata, efectivamente, de una experiencia que se asemeja muchísimo al recuerdo, como cuando uno mira al espejo y exclama: «¡Oh!». Como Filosofía dijo a Boecio en su infortunio: «Has olvidado quién eres». SHAMBHALA SUN: Quisiera formularle una última pregunta en torno a la relación existente entre la verdad relativa y la verdad última. Según usted, las enseñanzas del Buda son completamente adecuadas para la realización de la Verdad Última, pero sus manifestaciones relativas cambian de continuo porque «la Vacuidad asume numerosas formas». Pero eso es precisamente lo que afirman las enseñanzas budistas, eso es lo que los tantras del Ati denominan rigpa, algo idéntico a vipashyana o prajña. ¿Está usted de acuerdo con la existencia de esa única inteligencia? ¿Se trata de la misma inteligencia que comprende el cálculo, que descubre las leyes de la física cuántica y que utilizan los microbiólogos para cartografiar el mapa del genoma humano? KW: ¿Por qué pregunta eso? SHAMBHALA SUN: Se supone que no existe más que una sola inteligencia, pero los descubrimientos científicos y filosóficos de Occidente ilustran verdades relativas que no fueron descubiertas en Oriente, que, por su parte, parece haberse especializado en el redescubrimiento de la Vacuidad. ¿Existe o no una única inteligencia?, dicho de otro modo, ¿por qué no descubrió el rigpa el cálculo, la física cuántica o el ADN humano? KW: Porque no existe una única inteligencia; no, al menos, en ese sentido. Recuerde que el Madhyamika -que nos habla de la doctrina de las Dos Verdades- se refiere a dos modalidades de conocimiento, samvritti (que se ocupa de las verdades de la ciencia y la filosofía) y paramartha (que se centra en el reconocimiento de la Vacuidad pura). Cualquier manifestación relativa es iluminada o activada por rigpa, la única inteligencia de todo el universo. Pero dentro del espacio absoluto de la Vacuidad/rigpa, emergen todo tipo de verdades relativas, de objetos relativos y de conocimientos relativos. Rigpa no elige esto sobre aquello ni se decanta por algo en particular, porque nada se halla fuera de él.

SHAMBHALA SUN: ¿Y cómo resumiría usted todo esto? KW: Existe una sola inteligencia que resplandece de modos muy diversos. Como dijeron los místicos cristianos, todos disponemos de un ojo de la carne, de un ojo de la mente y de un ojo de la contemplación, todos los cuales dependen de rigpa, la única inteligencia, la Gran Mente. Pero cada una de esas modalidades tiene su propio ámbito de aplicación, sus propias verdades y sus propios conocimientos y, lo que es más importante, el hecho de dominar un ojo no necesariamente significa dominar los demás. Como ya he dicho, se trata de aspectos relativamente independientes. SHAMBHALA SUN: De modo que el ojo de la contemplación se ocupa de la verdad absoluta o Vacuidad, mientras que el ojo de la mente y el ojo de la carne se centran en las verdades relativas y en las realidades convencionales. KW: Sí, ése me parece un resumen muy adecuado de estas cuestiones tan complejas. La metáfora tradicionalmente utilizada para explicar estas cuestiones es el océano y sus olas, una analogía un tanto monótona, pero sumamente fructífera. Desde este punto de vista, la humedad del agua es la Talidad (o Espíritu) y todas las olas poseen el mismo grado de humedad. Una ola no está más húmeda que las demás, de modo que, cuando descubra la humedad de cualquier ola, habré descubierto la humedad de todas ellas. Cuando reconozca directamente, aquí y ahora, la Talidad o Vacuidad -la humedad, por así decirlo, de mi propio ser-, habré descubierto la verdad última de todas las olas. La Vacuidad no es una ola muy grande que se halle separada de las olas pequeñas, sino la humedad que se halla igualmente presente en todas las olas, altas o bajas, grandes o pequeñas, sagradas o profanas. Y es por ello que la Vacuidad no puede ser utilizada para elegir una ola sobre las demás. La iluminación no consiste en elegir una ola muy grande, sino en darse cuenta de la humedad que se halla presente en cualquiera de las olas que ya soy. Entonces es cuando me libero radicalmente de la identificación con esta pequeña ola llamada yo, porque yo soy fundamentalmente uno con todas las demás olas y ninguna humedad me es ajena. Yo soy literalmente Un Solo Sabor con todo el océano y con todas sus olas. Y ese sabor es la humedad, la Talidad, la Vacuidad, la transparencia absoluta de la Gran Perfección. Pero no olvide que nunca podrá conocer todos los detalles relativos a todas las olas, su altura, su peso, su número, etcétera. Eso es algo que deberá ir descubriendo ola tras ola. No existe -ni nunca podrá existir- ningún Sutra de la humedad. Como he dicho, basta con la contemplación para alcanzar la verdad última, porque la contemplación le mostrará la humedad de todas las olas, la esencia radical de todos los fenómenos, la Vacuidad que alienta en el Corazón del Kosmos, la pureza primordial que es su conciencia intrínseca en este mismo momento, y en éste y también en éste. Pero la meditación no pretende -ni nunca podrá- proporcionarle todos los detalles de todas las olas que continuamente emergen en el despliegue incesante de la Vacuidad y de la luminosidad espontánea. Como usted dice, la meditación no le enseñará automáticamente el cálculo, el mapa del genoma humano ni la física cuántica. Y el hecho de que históricamente no lo haya hecho debería darnos que pensar a este respecto.

SHAMBHALA SUN: Tengo una pregunta en torno a la Gran Cadena del Ser ya que se me antoja que la Gran Cadena podría estar directamente relacionada con lo que usted está diciendo acerca de la manifestación y de la verdad relativa. KW: Sí, se trata de nociones muy similares. Dicho en otras palabras, todos los grandes teóricos de la Gran Cadena, desde Yogachara y el Vedanta en Oriente hasta el neoplatonismo y la Cábala en Occidente, sostienen que la Vacuidad (o el «Uno», es decir, lo no dual) se manifiesta a través de una serie de dimensiones, niveles, koshas, vijnanas u «ondas» que configuran un espectro de ser y de conciencia. El espectro de los niveles es la verdad manifiesta o relativa, y la inmensa amplitud de la que emanan es la Vacuidad o la verdad absoluta. Finalmente lo absoluto y lo relativo son «no dos», porque la Vacuidad no es una cosa separada de las demás sino la talidad de todas las cosas, la humedad de todas las olas. Y rigpa es el destello, el reconocimiento de la esencia no dual, la simplicidad de su conciencia, clara, presente y ordinaria, la apertura o claro de la que emana el universo, sólo Eso. Obviamente, no estoy hablando ahora de un mero concepto abstracto. Un Solo Sabor es el reconocimiento simple, directo y claro en el que resulta absolutamente evidente que usted no ve el cielo, sino que es el cielo que usted no toca la tierra, sino que usted es la tierra; que el viento no sopla sobre usted sino que sopla dentro de usted. En Un Solo Sabor, usted puede beberse el océano Pacífico de un solo trago y devorar el universo entero. Las supernovas nacen y mueren dentro de su corazón y las galaxias se arremolinan por toda la eternidad en donde usted pensó que se hallaba su cabeza, y todo es tan simple como el canto del petirrojo en una madrugada transparente y cristalina. SHAMBHALA SUN: Diferentes formas de la Vacuidad, diferentes olas de la Gran Perfección. KW: Sí, en el mundo relativo continuamente están apareciendo nuevas verdades; verdades que emergen en la Vacuidad, en esa apertura resplandeciente que es su conciencia en este mismo instante. Y lo que emerge en la inmensa amplitud de su conciencia primordial ahora mismo (el cálculo, la física, la alfarería o el proceso de fabricación de la manteca de yak), dependerá de mil variables relativas que emergen en la simple, clara, omnipresente y transparente conciencia o humedad de su Ser, gestos de la Gran Perfección o Vacuidad que no pueden equipararse individualmente con la Vacuidad. De modo que, dentro de esa «única inteligencia» o «Gran Mente» emergen multitud de mentes pequeñas o inteligencias locales -la Gran Cadena del Ser-, y esas verdades relativas, como las nubes en el cielo y las olas en el océano, tienen una cita con su karma relativo en donde encontrarán su propio destino. Occidente y Oriente tienen sus propias verdades relativas. Y creo que el hecho de que Oriente disponga de una comprensión más clara de la verdad absoluta explica el hecho de que la hoguera no aguardase a quienes osaban emprender ese camino. Mi opinión, en suma, es que la adecuada combinación de las verdades relativas proporcionadas por Oriente y Occidente en el contexto primordial de la Vacuidad, puede proporcionarnos un abordaje muy sensato a la condición humana.

Domingo, 21 de diciembre Continúa el debate en torno a la astrología. Ivan Kelly me ha enviado una copia de su artículo «Modern Astrology: A Critique» y debo decir que me parece demoledor. A finales de julio habíamos dejado a la astrología colgando peligrosamente de la cuerda que le tendiera Gauquelin. Will Keepin trató también de centrarse en la evidencia anecdótica recogida por Tamas y Grof, pero Roger señaló que esos estudios son «incontrolados» (han sido realizados sin grupo de control), no «ciegos» (es decir, los experimentadores suelen conocer la identidad de los sujetos), retrospectivos (han sido evaluados después de los hechos) y carecen de fiabilidad (ya que los procedimientos de medida utilizados no han sido adecuadamente verificados). Así pues, hasta que no se apliquen los controles requeridos por Roger, el estudio de Grof y Tamas seguirá siendo meramente anecdótico. La investigación realizada por Gauquelin es la única que aporta datos que deben ser explicados. Fue para tratar de explicar esta evidencia que sugerí una teoría. Contrariamente a la interpretación de Will de que los efectos astrales podrían emanar del Alma del Mundo (el nivel psíquico) y, vía causalidad descendente, afectar a la mente (o a los rasgos caracteriales) del individuo, mi opinión sugería que podrían emanar del nivel físico (geomagnético o gravitatorio) y, vía causalidad ascendente, llegar a tener un efecto pequeño pero discernible (vía hormonal o neuronal) sobre la mente (o los rasgos caracteriales) del individuo. Y todavía sigo manteniendo esa hipótesis, pero sólo en el caso de que los datos de Gauquelin sigan demostrando su validez. En caso contrario convendría dar por zanjada esta cuestión, ya que las evidencias inexistentes no requieren de ninguna hipótesis explicativa. El artículo de Kelly comenta que P. Seymour «ha tratado de explicar los hallazgos realizados por Gauquelin proponiendo la existencia de un mecanismo [semejante al propuesto por mí] basado en... la respuesta de nuestras redes neuronales a las fluctuaciones en el campo geomagnético de la tierra que, a su vez, interactúa con los campos gravitatorios de los planetas». Pero por más plausibles que puedan ser estas hipótesis, los datos no parecen apoyarlos, y peor aún, siguen descansando en la improbable fiabilidad de la base de datos original de Gauquelin que dista mucho de ser inexpugnable y está sometida al asedio, entre otros, del matemático holandés Nienhuys, que acaba de presentar un reto que parece amenazar sus mismos fundamentos. Yo sigo sustentando la hipótesis geomagnética presentada anteriormente pero debo decir que, por el momento, la astrología no parece ser más que una mera creencia. A mi entender, las personas que se interesan por la astrología están buscando, en realidad, un vínculo que les conecte con el cosmos, pero las cosas funcionarían mejor si trataran de conectarse con el Kosmos. Es decir, en lugar de buscar el modo de determinar la relación existente entre sus egos personales y la dimensión ordinaria de los planetas físicos, deberían permitir que su conciencia se elevase a los dominios transpersonales. No basta, pues, con buscar sólo una conexión horizontal con los planetas físicos, sino que es necesario establecer una conexión vertical con el alma y el

Espíritu, con lo sutil y lo causal, con lo último y lo no dual. El impulso espiritual que se esconde en la astrología y se desvía hacia el cosmos debe ser orientado hacia el Kosmos, hacia ese Abrazo que sostiene a los planetas en la palma de su mano y enhebra las galaxias a su paso. El secreto de esta conexión tan largamente anhelada no se asienta tanto en la relación que existe entre el psiquismo y el cosmos, como en la que hay entre el psiquismo y el Kosmos.

Jueves, 25 de diciembre Marci y yo hemos pasado el día solos maravillosamente.

Lunes, 29 de diciembre El año está a punto de terminar o, como dice la tradición, está muriendo. Como afirman de manera casi unánime los místicos, la muerte encierra el secreto de la vida o, dicho de otro modo, de la vida eterna. En este sentido, el sentir de los místicos de todo el mundo está resumido en la frase de Meister Eckhart cuando dice: «Nadie conoce mejor a Dios que aquellos que están completamente muertos», o, en palabras de Ramana Maharshi: «Cuando deje de existir sabrá dónde descansa su verdadera gloria», o el Zenrin: «Mientras vivas, hazlo como una persona muerta, completamente muerta». Pero ellos no están refiriéndose literalmente a la muerte física, sino a la muerte de la sensación de identidad separada, algo que cualquiera puede «verificar» teniendo en cuenta los siguientes puntos: 1. Existe un conocido koan zen que dice: «Muéstrame tu Rostro Original, el rostro que tenías antes del nacimiento de tus padres». Y no se trata de una pregunta con truco o de una cuestión meramente simbólica, sino de una pregunta muy sencilla que tiene una respuesta también muy sencilla. Porque su Rostro Original es el Testigo puro y sin forma anterior al mundo manifiesto. El Testigo puro es eterno (en el sentido de que es anterior al tiempo) y, en consecuencia, está igualmente presente en todos los puntos del tiempo. Ése es el Yo que usted tenía antes de que sus padres nacieran, el Yo que usted tenía antes del Big Bang, el Yo que usted tendrá después que su cuerpo y el universo entero acaben disolviéndose. Y cuando digo que ese Yo existía antes de que lo hicieran sus padres y antes del Big Bang estoy queriendo decir que existe antes del tiempo, eso es todo. Quien descansa ahora mismo en el Testigo puro establece contacto directo con el Yo que tenía antes de que sus padres nacieran. Su Rostro Original es el Yo verdadero de este instante, y de éste y también de éste. Para «imaginar» lo que usted era antes de que sus padres nacieran debe abandonar la identidad con su cuerpo y con su ego. Es así como puede descubrir algo que realmente le trascienda, el Testigo puro, vacío, sin forma y eterno, el Yo primordial. Cuando descanse en el Testigo eterno («yo no soy esto, yo no soy eso»), usted morirá a la sensación de identidad separada y descubrirá su Rostro Original, el rostro que tenía antes de que sus padres nacieran, el rostro que tenía antes del Big Bang, el rostro que

tenía antes del nacimiento del tiempo. Entonces es cuando descubrirá el gran No Nacido, simplemente Esto. 2. Imagine ahora cómo será el mundo cien años después de que usted haya fallecido. No se trata de que imagine los detalles concretos, sino que tan sólo debe tratar de comprender cómo será el mundo un siglo después de que usted se haya ido. Imagine el mundo sin usted. Muchas cosas habrán cambiado y usted se encontrará con personas diferentes, tecnologías diferentes, automóviles diferentes, aviones diferentes, etcétera, pero existe una cosa que nunca cambia, la Vacuidad, Un Solo Sabor, el Espíritu. Eso es algo que usted puede degustar ahora mismo. Uno y el mismo Testigo sin forma mirará desde todos los ojos, escuchará con todas las orejas, palpará con todas las manos..., el mismo Testigo sin forma que, en este mismo instante, es su Yo primordial, el mismo Un Solo Sabor que usted es ahora mismo, el Espíritu radiante que usted es en este mismo instante. ¿Acaso era usted alguien diferente hace mil años?, ¿acaso será usted alguien diferente dentro de mil años?, ¿quién es este Único Yo que desde siempre constituye nuestro ser más profundo?, ¿debe usted creer las mentiras del tiempo?, ¿debe creer la locura de que el Único Espíritu no existe?, ¿puede mostrarme ahora mismo su Rostro Original, cuyo Único Sabor impregna la totalidad del mundo? Escuche lo que dice el premio Nobel de física Erwin Schrödinger, el cofundador de la mecánica cuántica. Y ¿cómo podría convencerle de que no está hablando de un modo metafórico sino absolutamente literal? La conciencia es un singular del cual el plural es desconocido. No es posible que esta unidad de conocimiento, sentimiento y elección a la que usted llama yo haya saltado al ser procedente de la nada en un determinado momento, no hace mucho tiempo; este conocimiento, sentimiento y elección, por el contrario, son esencialmente eterna, inimitable y numéricamente uno en todas las personas, por no decir en todos los seres sensibles. Las condiciones para su existencia son casi tan viejas como las piedras. Durante miles de años los hombres se han esforzado, han sufrido y han engendrado y las mujeres han parido con dolor. Hace cien años [de ahí la prueba], otro hombre se sentaba en este punto y, como usted, miraba fijamente con temor y anhelo en su corazón la luz agonizante de los glaciares. Como usted había sido engendrado por un hombre y nacido de una mujer y sentía el mismo dolor y la misma breve alegría que usted. ¿Era realmente alguien más? ¿No es acaso usted mismo?

¿Acaso hay algo que no sea su Yo primordial?, ¿no es usted la humanidad entera?, ¿no intersecta usted con todas las cosas humanas, porque usted es su único Testigo?, ¿no ama, por tanto, al mundo, a todas las personas y al Kosmos, porque usted es su único Yo?, ¿no llora, acaso, cuando una persona sufre?, ¿no llora cuando ve a un niño hambriento y grita cuando un alma es torturada? Usted sabe perfectamente que sufre cuando los demás sufren. ¡Esto es algo que usted ya sabe! ¿Acaso existe algo más?, ¿acaso existe algo ajeno a su Yo primordial?1 1. Esta cita no incluye las elipsis. Ver Cuestiones cuánticas para las citas completas.

3. Cuando imagine cómo era usted hace mil años o cómo será dentro de mil años y abandone su identificación con el cuerpo y con el ego descubrirá Eso que le trasciende, es decir, el Yo o Testigo puro, sin forma y eterno del Mundo entero. Y esto es algo que ocurre (no de un modo imaginario sino literal) cuando, cada veinticuatro horas, nos despojamos de nuestra identidad egoica. Todas las noches, en el sueño profundo sin sueños, cada uno de nosotros se zambulle en el dominio de lo sin forma, en el dominio de la conciencia pura sin objeto, en el dominio del Yo atemporal. Es por ello que Ramana Maharshi dijo: «Lo que no está presente en el sueño profundo sin sueños no es real». Lo Real debe hallarse presente en los tres estados, incluyendo el sueño profundo sin sueños. Y lo único que está presente en los tres estados es el Yo sin forma o la Conciencia pura. Cada noche usted muere a la sensación de identidad separada, muere al ego y se sumerge en el océano del infinito que es su Rostro Original. Estos tres casos -el Yo que usted era antes de que nacieran sus padres, el Yo que será dentro de cien años y el Yo que es en el sueño profundo sin sueños- apuntan hacia una y la misma cosa, el Testigo eterno qué le trasciende, la Vacuidad pura que es una con todas las Formas, el Yo primordial que abraza la Totalidad en Un Solo Sabor. Y Eso nunca ha cambiado, nunca cambia y nunca cambiará, porque nunca entra en la corriente del tiempo que todo lo mancha de lágrimas y de terror. El último «test espiritual», pues, tiene que ver con la relación que cada uno de nosotros tiene con la muerte... porque los tres casos mencionados, en el fondo, son ejemplos de la muerte. De modo que si quiere conocer la «verdad última» de lo que está ocurriendo ahora mismo, sométase a cualquiera de esas pruebas. ¿Practica la astrología?, ¿le interesa correr con los lobos?, ¿se dedica a cuidar el Alma?, ¿se ocupa de la curación de su niño interno?, ¿le interesa recordar sus últimas reencarnaciones?, ¿utiliza la dieta como una forma de limpieza espiritual?, ¿rinde culto a Gaia? Porque, en cualquiera de los casos, debe saber que si no está presente en el sueño profundo, hace cien años, antes del nacimiento de sus padres, en el sueño profundo sin sueños o dentro de cien años, no es real. Por más interesantes que resulten todas esas prácticas relativas y creencias traslativas, nunca debe olvidar que son secundarias con respecto al gran No nacido, su Rostro Original, el Rostro del Espíritu en todas sus formas, las formas de su ser y de su devenir, ahora y siempre, ahora y para siempre, siempre y ya. «¿Existe realmente algo más? ¿No es acaso usted mismo?»

Miércoles, 31 de diciembre (Denver) Marci y yo hemos pasado la noche de Año Nuevo en nuestro escondite local favorito, el Oxford Hotel en el distrito LoDo, de Denver. Cena en Jax's, bebidas en el Cruise Bar, un abrazo a medianoche y nos despedimos del año viejo con un beso.

Jueves, 1 de enero (Boulder)

Hace un año estaba preguntándome qué hacer con Ciencia y religión. Este ha sido un año muy movido. Dentro de un par de semanas tengo que viajar a Manhattan para entrevistarme con varios comentaristas del libro en un encuentro organizado por Ann. En el mes de marzo realizaré una gira (pequeña pero inaudita para mí) por seis ciudades para promocionar el libro. Seguiré enamorado de Marci, una de las mujeres más hermosas y estimables que nunca haya conocido. Las Obras completas ya se habrán editado y me hallaré inmerso en las lecturas para el volumen 2 de la trilogía. Faltarán nueve meses para mi cincuenta cumpleaños. Y nada de eso, obviamente, está presente en el sueño profundo sin sueños, ni dentro de mil años, ni antes del nacimiento de mis padres, ni en el reino sin forma, donde sólo resplandece el Yo-Yo, donde la Esencia llena el mundo atemporal. Nada de eso, en otras palabras, eclipsa la Vacuidad pura que es lo único Real, baña gozosamente mi ser y dispara mi mente hasta los cielos. Pero todo eso también es un gesto compasivo de mi Yo, el Yo sin mácula ni limitación alguna de todos y cada uno de los seres, el Yo de todo lo que realmente es y de todo lo que realmente será. Una y otra vez siempre ya. En la simple sensación de la existencia nacen y mueren mundos que viven, danzan, cantan durante un rato y terminan disipándose en el olvido, en Un Solo Sabor, donde nunca pasa nada. Aparecerán y desaparecerán miles de formas, surgirán y se desvanecerán millones de mundos, mil millones de almas amarán, reirán, languidecerán y morirán y Un Solo Sabor los abrazará a todos. Y Yo-Yo siempre estará (como siempre ha estado) ahí, contemplando el milagroso nacimiento y muerte de miles de mundos, ahora y siempre, ahora y siempre, ahora y siempre... Y de nuevo podré sentarme a contemplar la puesta del sol a través de la llovizna que ahora mismo está cayendo quedamente.

BIBLIOGRAFÍA DE KEN WILBER 1977 The spectrum of consciousness. Wheaton: Quest. [Versión en castellano: El espectro de la conciencia. Barcelona: Kairós, 1990] 1979 No boundary. Los Angeles: Center Press. [Versión en castellano: La conciencia sin fronteras. Barcelona: Kairós, 1985] 1980 The Atman project. Wheaton: Quest. [Versión en castellano: El proyecto Atman. Barcelona: Kairós, 1989] 1981 Up from Eden. Nueva York: Doubleday/Anchor. [Versión en castellano: Después del Edén. Barcelona: Kairós, 1995] 1982 A sociable God. Nueva York: McGraw-Hill. [Versión en castellano: Un Dios sociable. Barcelona: Kairós, 1988] 1982 Eye to eye. Nueva York: Doubleday/Anchor. [Versión en castellano: Los tres ojos del conocimiento. La búsqueda de un nuevo paradigma. Barcelona: Kairós, 1991] 1982 (editor) The holographic paradigm. Boston: Shambhala. [Versión en castellano: El paradigma holográfico. Barcelona: Kairós, 1987] 1984 (Editor) Quantum questions. Boston: Shambhala. [Versión en castellano: Cuestiones cuánticas. Barcelona: Kairós, 1987] 1986 (Con J. Engler y D. Brown) Transformations of consciousness. Boston: Shambhala. [La versión castellana sólo incluye los artículos de K. Wilber: Psicología integral. Barcelona: Kairós, 1994] 1987 (Editor junto a B. Ecker y A. Dick ) Spiritual choices. Nueva York: Paragon House Publishers. 1991 (Con Treya Killam) Grace and grit. Boston: Shambhala. [Versión en castellano: Gracia y coraje. Madrid: Gaia Ediciones, 1995.] 1995 Sex, ecology, spirituality. Boston: Shambhala. [Versión en castellano: Sexo, ecología, espiritualidad. 2 tomos, Madrid: Gaia Ediciones, 1996-1997.] 1996 A brief history of everything. Boston: Shambhala. [Versión en castellano: Breve historia de todas las cosas. Barcelona: Kairós, 1997.] 1997 The eye of spirit. Boston: Shambhala. [Versión en castellano: El ojo del espíritu. Barcelona: Kairós, 1998.]

1998 The marriage of sense and soul. Nueva York: Random House. [Versión en castellano: Ciencia y religión. El matrimonio entre el alma y los sentidos. Barcelona: Kairós, 1999.] 1999 One taste. The journals of Ken Wilber. Boston: Shambala. [Versión en castellano: Diario. Barcelona: Kairós, 2000.]

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