John Broadus Watson - Conductismo

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John Broadus Watson (Greenville, nació el día 9 de enero de 1878 en la Ciudad de Nueva York, y falleció el 25 de septiembre de 1958) fue un psicólogo estadounidense fundador del Conductismo.1 Fue uno de los psicólogos estadounidenses más importantes del siglo XX, conocido por haber fundado la Escuela Psicológica Conductista, que inauguró en 1913 con la publicación de su artículo «La Psicología tal como la ve el Conductista». Es célebre la frase, que él mismo admitió como exageración, en la que sostiene que tomando una docena de niños cualquiera, y aplicando técnicas de modificación de conducta, podría conseguir cualquier tipo de persona que deseara: Dame una centena de niños sanos, bien formados, para que los eduque, y yo me comprometo a elegir uno de ellos al azar y adiestrarlo para que se convierta en un especialista de cualquier tipo que yo pueda escoger — médico, abogado, artista, hombre de negocios e incluso mendigo o ladrón— prescindiendo de su talento, inclinaciones, tendencias, aptitudes, vocaciones y raza de sus antepasados. Es conocido también por su controvertido experimento con el Pequeño Albert realizado junto a Rosalie Rayner, su asistente personal. John Broadus Watson nació en Greenville (Carolina del Sur) el 9 de enero de 1878 y murió en Nueva York el 25 de septiembre de 1958 a los 80 Años. Se graduó en la Universidad de Chicago en 1903. Su disertación “Animal education: an experimental study on the psychical development of the white rat, correlated with the growth of its nervous system”, es el primer documento moderno científico acerca del comportamiento de la rata blanca. En el documento, Watson describe la relación entre la mielinización cerebral y la capacidad de aprendizaje en ratas a lo largo de su desarrollo biológico. Watson permaneció en la Universidad Johns Hopkins varios años realizando investigaciones acerca de la relación entre inputs sensoriales y aprendizaje y comportamiento de las aves. En octubre de 1920 Watson fue invitado a abandonar su cátedra en la Universidad Johns Hopkins debido a los rumores que corrían acerca de la relación que mantenía con su asistente Rosalie Rayner (la cual sería su

colaboradora en el famoso experimento acerca del condicionamiento del miedo con el pequeño Albert), pasando a trabajar posteriormente como psicólogo para la empresa Thompson(hecho por el cual fue ampliamente criticado por sus colegas de la época). Conductismo[editar] No obstante, Watson desarrolló el conductismo, que hoy en día constituye una de las principales corrientes psicológicas, y que se emplea en muchas terapias con un alto grado de efectividad. En 1913 Watson publica el que, a menudo, ha sido considerado su trabajo más importante, el artículo: “La psicología desde el punto de vista conductista” y que dará punto de partida al conductismo. En él Watson describe las líneas generales de la que será su nueva filosofía. El conductismo pone el énfasis sobre la conducta observable (tanto humana como animal), que considera que ha de ser el objeto de estudio de la Psicología, y las relaciones entre estímulo y respuesta, más que en el estado mental interno de la gente (aunque Watson nunca negó la existencia de cualquier del mundo privado o íntimo). En su opinión, el análisis de la conducta y las relaciones era el único método objetivo para conseguir la penetración en las acciones humanas y extrapolar el método propio de las Ciencias Naturales (el método científico) a la Psicología. El pequeño Albert[editar] Artículo principal: Pequeño Albert Watson pasó a la historia de la Psicología por los experimentos realizados junto a Rosalie Rayner para demostrar sus teorías acerca del condicionamiento de la reacción de miedo en un niño de nueve meses de edad y que ha pasado a la historia con la denominación de Pequeño Albert. En él Watson pretendía demostrar cómo los principios del condicionamiento clásico, que por esos años acababan de ser planteados por Iván Pávlov, podían aplicarse en la reacción de miedo de un niño ante una rata blanca. El pequeño Albert fue escogido como sujeto de experimentación por su gran estabilidad emocional en el hospital donde estaba internado. Mediante el experimento, Watson pretendía demostrar cómo podía condicionar la reacción de miedo de Albert hacia una rata blanca, que inicialmente no provocaba en el niño ninguna reacción aversiva, cómo podría generalizar esta

conducta a otros estímulos similares y, por último, cómo eliminar esta conducta. Según describen Watson y Rayner (1920), los objetivos que perseguían con su experimento eran dar respuesta a las siguientes preguntas:   

¿Puede condicionarse a un niño para que tema a un animal que aparece simultáneamente con un ruido fuerte? ¿Se transferirá tal miedo a otros animales u objetos inanimados? ¿Cuánto persistirá tal miedo?

El procedimiento seguido fue el siguiente: Se seleccionó a un niño sano de nueve meses, Albert, para el experimento. Se le examinó para determinar si existía en él un miedo previo a los objetos que se le iban a presentar (animales con pelo), examen que fue negativo. Sí se identificó un miedo a los sonidos fuertes (como golpear una lámina metálica con un martillo fuertemente). El experimento dio comienzo cuando Albert tenía 11 meses y tres días. Consistía en presentar al niño una rata blanca al tiempo que un ruido fuerte (que se lograba golpeando una barra metálica detrás de la cabeza del niño). Después de varios ensayos, el niño sollozó ante la presencia de la rata y posteriormente generalizó su respuesta a otros estímulos: un perro, lana, un abrigo de piel, etc. El experimento no pudo llegar a término, no alcanzándose la fase de descondicionamiento, debido a que Albert fue sacado de la unidad hospitalaria en que se encontraba antes de su conclusión.

En 1920 John B. Watson, padre del conductismo, realizó el experimento llamado "Little Albert" o "Pequeño Albert", repudiado años después por su falta de ética y moralidad. Esta idea surgió de la mente de John Broadus Watson, reconocido padre de la rama conductista de la psicología, que desde 1913 había comenzado a probar en animales sus tesis. Estas bebían directamente del los estudios de Iván Pavlov, fisiólogo ruso que ganó el Nobel en 1904 por sus estudios sobre el sistema digestivo, pero que también sentó precedentes sobre la psicología. Pavlov describió por primera vez el sistema de aprendizaje asociativo que hoy conocemos como Condicionamiento Clásico, que basa el comportamiento de los animales (y Watson quiso probar con el pequeño Albert que también de las personas) en una secuencia estímulo-respuesta. Quien tenga un perro podrá hoy probar los mismos experimentos que realizó Pavlov. El científico ruso se dio cuenta de que sus perros salivaban cada vez que les presentaba un plato de comida, y fue introduciendo en cada toma el sonido de una campana. Al final, con solo escuchar la campana, y pese a la ausencia de comida, los perros salivaban. Había conseguido detectar un comportamiento y trasladarlo a un estímulo distinto. Watson extrapoló de manera radical el condicionamiento clásico a sus ideas sobre cómo funcionaba la respuesta emocional de los seres humanos. Creía que en psicología -como dejó primera constancia en este artículo de 1913- lo único viable en estudios científicos eran las "conductas aprendidas observables". Atacó las doctrinas sobre los rasgos heredados y los instintos como causa de un comportamiento y en su lugar habló del poder ilimitado del condicionamiento y del entorno para modelar cómo actuamos. En resumidas cuentas, partió de la idea de que el ser humano era un lienzo en blanco sobre el que sus experiencias condicionaban todo. Y sus tesis en parte siguen vigentes, aunque dejando serias dudas no solo sobre su ética sino también sobre su método para seleccionar al individuo con el que probar todo esto. Un bebé que para más inri habría sufrido durante sus primeros meses de vida una infancia muy poco saludable.

Seleccionando al pequeño Albert Watson llevaba unos años como investigador interno en la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore, cuando en 1920 comenzó con el experimento de Little Albert. Su objetivo era probar en un bebé de escasa edad y lo menos condicionado posible cómo el ser humano podía adquirir miedos por entornos condicionados, después trasladar estos miedos a otros estímulos, y por último intentar corregirlos. Lo malo, es que nunca logró revocar los efectos de aquellos miedos que inoculó al bebé. La idea de provocar miedo al bebé no era cruel en sí misma, aunque sí científicamente perturbadora. En su opinión, los niños recién nacidos solo presentan tres sentimientos reconocibles: el miedo, condicionado por los ruidos fuertes y la falta de sustentación (por ejemplo, cuando un bebé pasa de brazos y no nota apoyo), el amor, condicionado por las caricias, y la cólera, cuando se le impedía realizar movimientos. Simplemente el miedo era el más fácil de condicionar y probar de los tres. El investigador y su ayudante Rosalie Rayner, quien acabaría firmando el artículo que muestra sus conclusiones junto con Watson, encontraron a Albert en el orfanato para niños inválidos Harriet Lane Home, según cuentan ellos mismos en su exposición. Su madre trabajaba como nodriza allí, dando de mamar a otros niños, mientras el pequeño Albert se criaba en ese entorno hospitalario y en cierto modo frío, ideal para que fuera ese lienzo en blanco que necesitaban. "Nadie lo había visto nunca en estado de miedo o cólera. El niño apenas había llorado desde que nació", relatan Watson y Rayner en su estudio, publicado a finales de 1920. Así pues, a la edad de 8 meses y 26 días, probaron su primera toma de contacto. Expusieron a Albert a una fogata y a varios animales, y el niño no tenía miedo a nada. Solo lloró en esa primera vez cuando Watson golpeaba fuertemente una barra metálica, cumpliendo con el patrón que había marcado de que los lactantes tienen un rechazo innato a los ruidos bruscos.

Dos meses después, el experimento comenzó. La idea era ver si podían influir a Albert para que temiera a distintos estímulos. El primero de ellos fue una rata blanca de laboratorio. Al presentársela a Albert, el niño quiso alcanzarla. La tocó, hizo varios ademanes de acercarse más a ella, y en ese momento Watson hizo sonar la barra metálica. El niño se echó para atrás alterado. Lo volvieron a intentar una vez más, el niño extendió su mano para tocar la rata, y la barra volvió a sonar. El niño en ese momento comenzó a llorar. Ya se había cumplido el primer condicionante. "Para no perturbar al niño seriamente, postergamos el resto de pruebas una semana", escribió Watson en una de las pocas muestras de empatía que deja ver en el texto. El problema es que después se sucedieron tres jornadas aún más duras para el bebé con solo cinco días de lapso entre ellas. En la segunda jornada, Watson realizó siete intentos para que el niño llorara al presentarle la rata y hacer sonar la barra metálica. En el octavo, solo con la presencia de la rata y sin sonido, el niño empezó a llorar sin más. El propio investigador lo contaba así: 



Intento número 7: Estimulación conjunta con rata y sonido. El niño comenzó a moverse violentamente y lloró, pero no se cayó. Intento número 8: Rata sola. En el instante en que se le mostró a la rata, el bebé comenzó a llorar. Casi instantáneamente, giró bruscamente hacia la izquierda, cayó sobre el lado izquierdo, se puso a cuatro patas y comenzó a arrastrarse tan rápido que fue atrapado con dificultad antes de llegar al borde de la mesa. La reacción fue tan convincente como habíamos representado teóricamente. En total, se dieron siete estimulaciones conjuntas para provocar la reacción completa. No es improbable que, si el sonido hubiera sido mayor, el número de estimulaciones conjuntas se hubiera reducido sustancialmente", John B. Watson (1920).

El niño acabó con fobias a los perros, a los conejos, y hasta a Santa Claus

El experimento siguió con dos jornadas más cuando Albert contaba con 11 meses y una última cuando tenía 1 años y 21 días. En ella Watson comprobó el segundo de sus puntos de partida: el mecanismo conductual que había hecho que el bebé temiera a la rata a la que al principio no tenía miedo era también transferible a otros estímulos. Para ello cambiaron a la rata por un conejo, un perro, o un abrigo de piel. Todos elementos peludos que el niño pudiera asemejar con el tacto de la rata. En todos ellos Albert acabó llorando, sin necesidad del ruido, aunque sí que se introdujo en alguna ocasión un nuevo refuerzo presentando de nuevo a la rata junto con el sonido metálico. El único momento de paz del bebé durante el experimento era cuando, para aislar los resultados ante distintos estímulos, le dejaban jugar con bloques de cubos. En ese momento Albert dejaba de llorar y se ponía a jugar sin más. Pero en la última prueba, cuando Albert ya contaba con un año de edad, se introdujo un objeto aún más desconcertante. Una máscara de Santa Claus. Y Albert también lloró sin más. "Estímulo con Máscara de Santa Claus: Retirada, gorgoteo, luego la intenta abofetear sin llegar a tocarla. Cuando su mano fue forzada a tocarla, él gimió y lloró. Su mano fue forzada a tocar la máscara dos veces más. Él gimió y lloró en ambas pruebas. Finalmente lloró ante el mero estímulo visual de la máscara", recogía Watson. ¿Qué fue del pequeño Albert? El experimento más importante fue el único inconcluso: quitarle sus miedos Por desgracia, el último tramo del experimento quedó inconcluso. Y era el más importante: intentar deshacer todos los miedos que el bebé había adquirido durante este tiempo. Según relatan Watson y Rayner, cuando intentaron comenzar esta fase el pequeño Albert había sido adoptado por una familia de otra ciudad. Ellos dos, el investigador y su ayudante, fueron despedidos a los pocos meses de la Universidad en parte por los problemas éticos que generó el

experimento y también por salir a la luz pública que entre ellos mantenían una relación sentimental, algo prohibido entre compañeros en la institución. Sobre la identidad del pequeño Albert se han dado varias búsquedas, de las que dos de ellas son las más probables. La más reciente data de 2014 y es la que a día de hoy se da con más posibilidades de ser cierta. Los investigadores Russ Powell y Nancy Digdon repasaron el censo y documentación de la época y concluyeron que Albert era William Barger, un hombre que falleció en el año 2007 y cuya madre biológica trabajó en el orfanato del que sacaron al pequeño. Barger, según testimonios de sus familiares, había tenido siempre una fobia especial a los perros y otros animales peludos. La segunda hipótesis que se maneja es anterior y en cierto modo quedó relegada con la de Barger, pero de ser cierta aún dejaría en peor lugar a Watson. Esta otra búsqueda de Albert fue realizada por los psicólogos Hall P. Beck y Sharman Levinson en 2009 y publicada en la American Psychological Association. En ella se concluye que Albert murió a los seis años de edad tras por culpa de padecer hidrocefalia. Este hecho, añadido a la posibilidad de que fuera congénita, se traduce en una crítica al trabajo de Watson que muchos psicólogos contemporáneos mantienen no solo porque se usara a un niño para sus experimentos, sino porque seguramente sus características como un niño sano no eran tales y que su capacidad para apenas mostrar miedo y lloros durante sus primeros meses de vida -esas que hicieron a Albert tan "idóneo" para el experimento- pudieran estar provocadas por un daño neurológico debido a su enfermedad, tal y como describió y criticó la Asociación de Psicología Americana años más tarde.