Interlocking Stars

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Mel L.R

Dedicatoria:

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Para mi mejor amiga, Fabi. Fabi, sin vos, yo jamás habría tenido la iniciativa de escribir este libro. Te adoro, Minorin.

Prólogo Fecha: 15 de Noviembre 1993

—¡Felicidades! Es una hermosa niña —dijo el doctor, con una gran sonrisa en su rostro mientras cargaba a la bebé de grandes ojos verdes. —Gracias —dijo la madre, cansada por el parto. No es muy fácil tener una niña estando totalmente sola, sin su marido que la acompañe. — ¿Ya sabe qué nombre le pondrá? —El hombre revisó los papeles del parto de Madeleine. —Sí, se llamara Aprilynne. —No podía apartar los ojos de su hermoso bebé. Aún no creía que fuese su hija, era tan preciosa. —Aprilynne, perfecto. “Curioso nombre… Aprilynne.” El doctor hizo una mueca había escuchado… No me gusta”

“Nunca lo

La mamá la observó. Tenía ojos verdes, iguales a los de su padre… No podía dejar de preguntarse ¿cómo era posible que sintiera tanto amor por una cosita tan pequeña que acaba de conocer? No lo sabía, y no le importaba, lo único que quería era saber que su hija estaba a salvo. Luego volvió a la realidad, y captó las palabras del doctor sobre la cicatriz de su bebé, pero ella ni siquiera tenía que observarla, debido a que ya sabía que era. Una estrella estaba formada en la muñeca de su hermosa chica; era obvio, estaba preparada para esto, mas, no pudo evitar sentir una gran desilusión ya que estaba un poco esperanzada de que tal vez su amada no tendría la señal. Podría saltarse una generación, o algo por el estilo, pero no. Tal como le había dicho su esposo, su hija era una de las elegidas.

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—Me alegro. Ahora debo informarle que su hija tiene una pequeña cicatriz, me parece… —la miró por unos segundos—. Sí, sin duda. Es una marca en su muñeca, en la parte interior de ella, mire —dijo acercándose y entregándole a la niña.

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—Lo sé, siempre he sabido que quería ponerle a mi hija así —dijo ella alegre con la barbilla altamente inclinada, un gesto que muchos podrían tomar como arrogancia, sin embargo, para ella era orgullo.

—Ahh ya ve; bueno, supongo que es una extraña forma de hacerla más única. ¿No lo cree, doctor? —preguntó, tratando de ser lo más discreta posible. Sólo podía pensar en una cosa: el collar, en su casa, en la mesita de noche. Ese collar tan lindo que era para su hija. Un collar que la identificaría, como si fuera un perro con dueño. Odiaba esa idea, pero ¿qué debía hacer ella?, no podía intervenir. Según su difunto esposo “era el destino”. Su bebé no podría escapar de eso, ese era su tonto camino. Por lo menos sólo tendría que usar el collar hasta los 17 años. —Sí, tiene toda la razón. Y me parece curioso, pero la marca tiene forma de estrella.

—Mi pequeña, te cuidaré más que cualquier cosa en este mundo. Lo prometo Sí, pues, ella tendría que pasar muchísimo por su hija, pero lo haría con todo gusto. No le importaba lo que tuviese que hacer, su chica sería la mejor alquimista del mundo si era necesario. Y así, cayendo en un sueño extraño y mundano, la madre se fue quedando dormida con la niña que tanto amaba en brazos.

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—Sí, supongo —se encogió de hombros. Sonriéndole con dulzura, fue saliendo de la habitación—. Bueno señora, la dejo con su hermosa hija. Hasta luego. —Y así cerró la puerta, dejando a madre e hija solas para poder analizarse bien la una a la otra.

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— ¿En serio? —Miró a su hija unos segundos—. No me lo parece. Más bien sólo veo una cicatriz —Trató de ocultar el temblor de su voz. Nadie lo podía saber, absolutamente nadie. Su hija tendría que saber todo sobre los alquimistas y no podría convivir con ellos hasta que tuviese 17 años. La sola idea de tener que dejarla sola a esa edad era aterradora, sin embargo, no podía hacer nada para que no pasara. Cómo le ayudaría si su esposo estuviera con ella…

Capítulo 1 La vida de Aprilynne Skye nunca fue normal. Siempre tenía que recibir clases en el colegio, y además, para rematar, recibir clases con su madre. Y no, no eran tutorías o clases de estudio… ¡Oh, no! Eran clases de otro tema totalmente diferente, con el cual ella tuvo que crecer, aprendiendo y viviendo con ello. ¿A qué niño normal le hacían eso? A ninguno. Pero ahí estaba el problema, a ningún niño normal se lo harían, pero ella no era normal, era especial. Era una de las “elegidas” Aunque para Aprilynne ser alquimista tenía sus ventajas. Como por ejemplo, siendo alquimista a sus 17 años tenía que ir a vivir sola a Seattle para profundizar sus estudios.

Mientras Aprilynne pensaba en lo excitante que iba a ser vivir sola, la sacó de sus pensamientos el sonido de la canción “That’s What You Get” de Paramore. Aprilynne tarareó la canción, pero el taxista la vio con cara exasperada. “Que muchacha más extraña, primero pasa viendo como bobita hacia la ventana y luego oye su celular y ni siquiera contesta. Rara…” pensó el taxista.

Cuando April observó la cara del taxista y siguió su mirada, se dio cuenta de que era su celular el que está sonando. Miró la pantalla. Scarlet. Su mejor amiga —Hola Scar…

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Sus ventajas eran variadas, ya que ella podía leer los pensamientos de los demás. Bueno… según su madre todos los alquimistas pueden y ¿quién no quiere poder leer los pensamientos de otros? Aunque, si se ponía a sincerarse, no era tan bueno como parecía. Si no lo controlabas bien, los pensamientos de todos se revolverían en tu cabeza y acabarías teniendo una jaqueca terrible, pero como ella creció desarrollando esa habilidad, podía leerle la mente sólo a las personas que quería.

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A muchos adolescentes no los dejarían vivir solos es una ciudad totalmente alejada a su lugar natal. Pero de nuevo, April no era normal.

—¡Hola, nena! ¿Cómo estuvo el viaje? ¿Cansado, no? Claro que lo fue… ¡Imagínate estar en un avión 2 horas! Claro… no es que yo sepa mucho de eso, porque nunca he viajado en avión. ¡Oh por Dios! ¡Cómo te envidio! Podrás vivir sola. Tienes tanta suerte de que tu madre te deje, la mía ni en un millón de años lo haría sabes y…— dijo Scarlet. Su amiga estaba preocupada por April. Vivir sola no era algo que muchos pudieran controlar a esa edad. —Sí Scarlet, el viaje fue cansado y… ¿A ti que te pasa? Estás hablando más que una lora embarrada de caca. Pareces muy nerviosa ¿Está todo bien? —le dijo ella, tratando de quitarle peso al asunto. Cuando el taxista oyó la expresión de “una lora embarrada de caca” no pudo evitar reírse a carcajadas. Sin duda esa chica era rara. April escuchó al señor reírse y no entendió el por qué.

Aprilynne y Scarlet habían sido mejores amigas desde el tercer grado de escuela; conocían cada uno de sus secretos, se contaban de todo, pasaban las noches hablando por teléfono sobre chicos guapos o revistas sin sentido y, sin duda eran de las amigas que mantenían su celular prendido en la noche por si alguna la llamaba a la medianoche para consolarla. —Scarlet, tranquila… Puede que no nos veamos pero seguiremos hablando ¿no? Te contaré todo por correo electrónico, y cualquier cosa que tenga que hacer para hablar contigo, además… ¡Deja esa idea de que me voy a conseguir un novio aquí en Seattle! Ya te dije que a la Academia a la que voy es de puras chicas y recuerda todas son ya sabes que… —le dijo, cautelosa. No quería que ese viejo se enterara del pequeño secreto… Aunque nadie podía saberlo. La razón por la cual se lo contó a Scarlet fue porque era su mejor amiga y no le guardaba secretos.

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—Oh disculpa, no me di cuenta de que estaba hablando tanto. No, no estoy nerviosa, tan sólo me siento sola sabiendo que no te veré por mucho tiempo. Pero… ¡saca algo bueno de esto! Búscate un novio bien sexy y de paso tráeme al hermano. Ni se te ocurra quedarte con los dos pícara.

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“Que taxista más raro; primero, ni siquiera me dirige la palabra y segundo, pasa viéndome por el retrovisor. Hay cada pervertido hoy en día”

Según su madre, los últimos alquimistas masculinos habían sido su esposo, su padre —en otras palabras—, junto con su grupo de amigos de los cuales se supone que están dando clases en la Academia. —Sí, pero esa no es excusa. Tienes que recordar que no sólo vas a estar en la academia, podrás salir por ahí y coquetear con el que se te antoje. Ya sabes que ganas no te hacen falta ¿eh? —April no tenía que verla para saber que estaba moviendo las cejas de arriba abajo. Scarlet suspiró—. Eres tan suertuda Sí… suertuda… Una cosa que ella no quería hacer era ir a la Academia. Sólo iban a ver piedras preciosas y la historia de la piedra filosofal y bla… bla… bla. —A ver Scar, ambas sabemos que es imposible que yo vaya a coquetear con un chico, sabes que nunca he coqueteado y soy muy mala en ello. Y si bien, tratara de hacerlo, probablemente sería un fracaso.—Se pasó su celular a la otra mano—. Ahora tengo que colgar. En unos minutos estaré llegando al pueblo y no puedo llegar conversando contigo. Adiós Scar.

—Claramente quiero al chico, April… ¡No, espera! Lo pensé mejor, quiero a un hermano sexy con un llavero en mano, pero que sólo traiga el llavero puesto ¿eh? Si es que me entiendes —Soltó una carcajada—. Adiós, besos. Ella le sonrió a su celular, Dios, su amiga estaba mal. Después de unos segundos miró por la ventana, por lo que logró ver que el lugar era hermoso. En el camino había visto millones de árboles y flores. Suspiró. Los bosques le encantaban; ojalá pudiera venir pronto a leer un libro ahí. —Señorita, pronto llegaremos —dijo el taxista —Oh, está bien gracias —Buscó dinero en su cartera. No quería darle propina a ese señor ya que no le daba buena espina, sin embargo, las leyes de cortesía le hacían hacerlo por obligación.

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—Yo también, ahora decídete: ¿o es el hermano de un sexy, o un llavero? —Scarlet sonrió desde su lado de la línea.

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—Bueno está bien, pero acuérdate de traerme algo lindo ¿eh? Cuídate, te quiero.

Llegaron a unos portones gigantes, del tamaño de un pino alto y grande; eran de color negro, adornados con flores alrededor de él y tenía un gran candado. Del otro lado del portón salió un señor canoso, arrugado y regordete que tenía barba blanca. A April le hacía recordar a Albus Dumbledore, por lo que le daba confianza. Los portones se abrieron y entraron por la única carretera que había. El taxista condujo como por unos 15 minutos. En la carretera no había ni un alma, ni siquiera había un poco de vegetación como en el camino anterior. Estaba totalmente desierto. En ese momento April se empezó a angustiar, pensando que, tal vez el pueblo donde se dirigían era de mala muerte. ¿Dónde se había metido? En el momento que le iba a preguntar al taxista cuánto les faltaba, dobló en una esquina y lo vio.

Miró hacia su izquierda y analizó unos edificios grandes, como de cinco pisos. Se lograban ver algunas casas en el lado derecho, a pesar de que esas se veían diminutas al lado de esos rascacielos. El señor bajó una cuesta para llegar al parque. April volvió la cabeza para ver la carretera vacía y le sacó la lengua en un arrebato infantil. Ya ni se veía rastro de la carretera… Pareciera como si se hubiese hecho polvo. El taxista dobló a la izquierda, y aparcó en la acera. —Ya llegamos señorita —le dio una gran sonrisa. April le sonrió de vuelta de forma cohibida. — ¿Es aquí? ¿Esos edificios son apartamentos? —preguntó sorprendida. Ella se imaginaba los apartamentos… diferentes. —Si señorita, está es la dirección que usted me dio —respondió, un poco más serio.

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Alrededor del parque logró ver algunos comercios como una gran cafetería, una librería, tiendas de ropa vintage, tiendas de ropa normal, unos pocos restaurantes y algunas cosas más.

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Observó un hermoso parque con una gran fuente en el centro. Árboles gigantes y rosas en todo lugar que mirara. Se podían ver unas bancas para sentarse y las zonas verdes eran perfectas para un pequeño picnic. Era el parque más bonito que había visto en su vida.

—Oh… bueno gracias —Le dio la propina y salió del carro. El señor la ayudó a bajar las maletas y se despidió moviendo la mano. Ella hizo ademán de hacerlo, pero no lo logró. Entró con sus maletas pesadas a los apartamentos. La recepción era amplia, con un escritorio pegado a la pared en donde se encontraba una muchacha de cabello corto, pelirroja y llena de pecas. Aunque olía a limpio, el lugar era un poco desordenado. Y por lo que se podía ver, sólo había unas escaleras, no existía ascensor… ¡Maldita sea!—pensó April— No quiero cargar mis maletas subiendo escaleras. Se acercó a la recepcionista —¡Hola! Disculpe, pero… alquilé un apartamento aquí, en este edificio, y no sé si tiene que darme una llave o algo por el estilo… —le dijo, tímidamente —Oh, sí claro. Dime tu nombre —Era joven… seguro que tenía como 20 años.

—¡Ah sí, aquí estas! A ver… Tu habitación es la 516 en el piso 5 —Le dio una gran sonrisa—. Aquí está tu llave. —Maldición —murmuró entre dientes. Le había tocado el último piso. Iba a morir. — ¿Disculpa? —Nada, nada. Oye… una pregunta —señaló hacia las escaleras— ¿no hay ascensor verdad? —No disculpa, sólo escaleras. —Ah… —frunció el ceño—. Bueno, gracias. Adiós Recogió sus pesadas maletas y, mientras caminaba, maldijo al creador de esos apartamentos. ¿A qué clase de persona tan inhumana se le ocurre hacer unos apartamentos sin ascensor? Cuando llegó al comienzo de las escaleras no pudo evitar pensar:

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La chica asintió mientras ella esperaba que la muchacha buscara en su computadora.

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—Mi nombre es Aprilynne Skye

Si sobrevivo espero poder decirle a mi mamá que la amo, porque…

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¡Aquí me llegó la hora!

Capítulo 2 Cuando Aprilynne llegó a su habitación estaba sudando más que Homero Simpson corriendo en una maratón. Su maleta pesaba una tonelada, y subir las escaleras era una cosa… Pero subirlas con un yunque en mano era otra totalmente diferente. Casi no podía respirar; había sido mala elección ponerse un suéter grande y caliente con semejantes mounstros. —¡Bendito sea Dios! ¡Llegué, llegué! —gritó. Sólo podía pensar en la canción Halellujiah de Bon Jovi; había logrado sobrevivir. —¡Cállate! Estamos tratando de dormir aquí—dijo una voz cercana. —¡Son las tres de la tarde! —rodó sus ojos con irritación—¡Deberías darme las gracias por ser tu despertador! Se oyó un gruñido cercano y no hubo más acción.

Consistía en una mini cocina con un microondas, estufa, lavadero y una pequeña mesita para comer —suponía ella que era para eso — con dos sillas alrededor. También había una pequeña salita con un sillón para dos personas y un televisor en mal estado. El piso estaba tapizado en un verde oscuro y sólo la cocina tenía losas de cuadritos negros y blancos. En la parte de la sala, April logró localizar dos puertas, las que supuso eran del baño y su habitación. Ella dejó la maleta en la sala y fue a la puerta derecha, puso la mano en el picaporte y la abrió, viendo que era el baño. Era pequeño, pero no diminuto. Estaba el inodoro que se veía en orden, a la izquierda, al fondo en el centro, una bañera con ducha —lo mejor

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Y vaya sorpresa, cuando observó un pequeño apartamento muy… pintoresco. Esa fue la única palabra que se le ocurrió.

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April metió la llave de su habitación en la cerradura de la puerta, le dio una vuelta hacia la izquierda y entró…

de dos mundos—, y el lavamanos en una mesita. El piso era de baldosas azul marino y las paredes eran de un color beige. El baño no esta tan mal pensó April. Luego fue a su habitación, la puerta de la izquierda. Al entrar se encontró con una cama Queen viendo hacia la puerta, al lado de la cama, en los dos lados, tenía unas mesitas de noche con unas lámparas pequeñas y blancas. En la mesita de la derecha se lograba ver un teléfono gris en forma horizontal. Al lado derecho de la cama había una gran ventana con unas cortinas ajadas y un mini balcón al abrirlas. Después de la ventana había otra puerta deslizante que de seguro era el armario.

April juraba que ese aparato tenía algo contra ella, pero aun así la “amaba”. Cuando iba a empezar a desempacar, sonó el timbre de la Pantera Rosa en su celular. Cogió su celular sin ver a la pantalla. —Hola mamá. — ¡Hola April! ¿Cómo te fue en el viaje? ¿Estás muy cansada? ¿Ya almorzaste? Mira que ya van a ser las 3:00 y si no has almorzado vas a terminar desmayándote del hambre —le informó su madre, Madeleine. April sonrió. —Muy bien mamá, gracias. No estoy cansada; sí, ya almorcé en el aeropuerto y deja de hablar tan seguido, me vas a provocar una jaqueca —Hizo una mueca; su madre se preocupaba mucho por ella, pero a veces resultaba ser un poco sobreprotectora. —Perdona. Oye amor… tienes que ir a la sede a las 3:30 y también…

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—Por lo menos mi habitación sí está decente — dijo April, mientras empezaba a ver cómo iba a decorarla. Había traído todo tipo de cosas como cortinas, edredones, su reloj preferido para colgar en la pared, su cuaderno de frases, todos sus libros —que eran como mil —, su reloj para escritorio, pisa papeles y su queridísima y a la vez odiada laptop.

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Y por último había un escritorio en la parte izquierda de la cama, con un estante para libros.

—¿Cómo que tengo que ir a las 3:30? Me dijiste que tenía que ir hasta mañana y… —No me interrumpas, señorita. Tienes que ir, ¡vas o vas! ¡¿Me oíste?! — April se encogió ante el grito. Dios, si no la había oído estaba sorda—¡Si no vas, iré yo misma a Seattle y te jalaré de las orejas! —Está bien, está bien. No hay necesidad de que recurras a la violencia mamá. Iré ahora mismo… ¡Ah, casi se me olvida decírtelo! —Ella sonreía mientras decía eso. — ¿Ahora qué? — dijo enfadada. —Te amo mami —Ahogó una carcajada. —Yo también mi amor y… Espera… Tú no dices esas cosas de la nada ¿por qué me lo estás diciendo? —Su tono meloso pasó a ser enfadado— ¿Qué hiciste Aprilynne Skye? —Nada… —dijo, aparentando inocencia—, lo que pasa es que hace unos minutos estuve a punto de morirme por unas estúpidas escaleras y un yunque… Entonces quería decírtelo —sonrió—. Adiós

Necesitaba cambiarse si iba a ir a la Sede… Cogió su maleta y la abrió para ver qué se pondría. Como ella estaba en el aeropuerto, sólo se puso unos jeans y una sudadera gigante, sin embargo, si iba a conocer a las mejores alquimistas del mundo debía de verse decente. La maleta de April, en realidad, estaba llena de ropa vintage. Le encantaba, aunque era vieja era preciosa y tenía unos toques especiales que hacían que le encantase. En Wisconsin —que era su estado natal—, había pocas tiendas de ropa vintage, así que ella esperaba que allí pudiese conseguir alguna que otra buena prenda. Se puso una blusa de color beige, la cual era ceñida al cuerpo, aunque las mangas eran sueltas. Tomó un jeans tubo y unas converse All Star negras. Después de unos segundos, se vio al espejo que había en su habitación. Se arregló su cabello, que era lacio pero que en las puntas se formaban rizos. Se colocó brillo labial, se arregló las pestañas con rímel y sus ojos verdes con delineador negro. Sombra de ojos rosado

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Ella colgó dejando a su madre con la angustia.

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—¿Cómo qué a punto de morir? ¡Aprilynne! ¿Qué hicis…?

pálido que se notaba muy poco. Se empolvó su nariz —cual típica señora de época—, y se dijo que estaba lista. Cerró la puerta de su apartamento y se dirigió a su mayor temor… Las escaleras.

Después de unos quince minutos. April estaba embobada con la fachada de la Sede. Era una gran casa victoriana con una puerta gigante y ventanales hermosos. El lugar era de color negro y tenía unas rejas alrededor del edificio, además, estaba rodeado de unos jardines preciosos y bien cuidados con rosas, margaritas y dientes de león. Llegó a la puerta y observó que tenía un mini objeto colgante en la puerta en forma de U. Decidida, lo agarró y tocó debido a que —al parecer—, no había timbre…

—Buenas tardes. Disculpe, busco a la señora Magdalena Sprote — respondió April. —Y ¿para qué la ocupa? Sí, bueno, no es como si esa pregunta fuese la más educada del mundo. Un poco impertinente... —Asuntos para entrar a la Academia, señor —Dios, se sentía como un militar hablando con él. —Oh… Ya veo —le dio una mirada aburrida— ¿Marca? April frunció el ceño. —¿Marca? Un toyota —ella le vio con cara enfadada— ¡Ni que fuera carro!

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—Buenas tardes, muchachita ¿Qué desea? —preguntó con voz ronca. Su mirada no denotaba nada de expresión, sólo algo que le decía que no la veía muy… normal que digamos.

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Cuando se abrió, apareció un señor alto, delgado y viejo. Ella pensó que era el mayordomo… O algo que se le pareciera.

—No, señorita insolente —El tono de su voz decía que se estaba exasperando—. Me refiero a su marca de nacimiento —Ah… —su rostro se sonrojó—. Perdone. Se levantó la manga y le enseñó la marca en forma de estrella en su muñeca. —Muy bien… —él le revisó de cerca. Cuando estuvo seguro de que estaba bien, asintió—. Puede pasar, muchachita —Gracias — dijo April mientras lo veía a la cara… ¡Era más serio que un burro en lancha! Finalmente entró y volvió a quedarse atónita. Al entrar se lograba ver un espacio en donde se encontraban unas escaleras gigantes que se partían en dos lados: izquierdo y derecho. En el techo se apreciaba un gran candelabro —muy elegante—, con puras piedras preciosas y… en el suelo, una alfombra negra que dirigía hacia los peldaños.

—Bienvenida Aprilynne, estábamos esperándote querida —dijo la mujer con una sonrisa de comercial en su rostro. Era realmente hermosa. —Oh muchas gracias. Disculpe que me haya atrasado, lo que pasa es que en el camino había un perro gigante que medía como dos metros y empezó a seguirme… ¡Estaba muerta del miedo! Pensé que me iba a comer, porque aunque parezca mentira, tenía una bocota del tamaño de un yeti y… —hablaba rápidamente, de pronto muy torpe. La mujer la hacía poner sus nervios de punta, pero dejó de hablar inmediatamente al ver su expresión. —Está bien, querida. No te preocupes — le dijo mientras bajaba las escaleras y se dirigía hacia ella.

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April estaba tan sorprendida con la belleza del lugar, que ni siquiera se dio cuenta de que en las escalerillas, se posaba una señora de unos 50 años de edad, que aparentaba tener 30. Delgada, alta, con piernas larguísimas y cabello color negro azabache, recogido en un moño recatado.

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Le pareció gracioso ver que, debajo de las escaleras, había dos grandes puertas que decían “SÓLO PERSONAL AUTORIZADO.”

La señora no le parecía de fiar, así que decidió leerle los pensamientos. Se concentró unos segundos en su cara, luego en su cabeza… Hasta que juraba que podía verlos y oírlos. —Pobre niña, debe estar tan asustada. —pudo sentir como meneaba su cabeza mentalmente—. A ver Magda, mantente firme. Vaya… No era tan mala después de todo. La frase “no juzgues a un libro por su portada” era realmente cierta en algunos casos. —A ver… yo soy la directora de la Academia, niña —le tendió la mano con elegancia—. Por el día de hoy, sólo quería conocerte. A partir de mañana vendrás a las 8:00 am para un recorrido en las instalaciones y, luego te explicaremos las misiones que tendrás que hacer con tu compañero de trabajo. — ¿Compañero? —April le vio con cara confundida— Disculpe, pero yo tenía entendido que sólo somos mujeres. —¡Oh no, querida! Todas somos mujeres, excepto él y otros más. C es una excepción —La directora sonrió de oreja a oreja. — ¿Así se llama? ¿C? —preguntó ella, extrañada.

—¿Ah? ¡Ah, sí un momento! April dime una cosa, ¿cuál es tu especialidad? —Mi especialidad es leer mentes, directora. — ¿¡Leer mentes!? Vaya, vaya… —le dio una mirada escrutadora—. Eres una de las pocas que tiene esa habilidad. Entonces harás las misiones del tipo 1. Al fin podremos empezar. — ¿Misiones? ¿Cuáles? —Disculpa, cariño, me tengo que ir. ¡Mañana te explico! Adiós —Y se fue corriendo en sus tacones de punta de 10 centímetros. La directora era muy… peculiar. ¿Cómo es que corría con esos tucos de tacón? Lo hacía con toda gracia y elegancia. April meneó la cabeza, podía controlar los tacones, pero no de ese calibre. —Me vendría bien un café, me parece que vi un Starbucks en la plaza por mis apartamentos. Iré ahí, necesito mi dosis de cafeína— se dijo a sí

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—¡Directora! Necesitamos que venga con nosotras en este instante, por favor — le dijo una muchacha que apareció de la nada.

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—¡Claro que no! Le decimos así de cariño. Él se llama…

misma. En realidad, el café era su adicción. Siempre tenía que tomar un poco. Se dio la vuelta, se despidió educadamente malhumorado y se dirigió a su destino. Café.

del

mayordomo

15 minutos después… —Buenas tardes, quiero un capuchino por favor —le dijo April al dependiente. —Sí, en un momento está. El chico que la atendía era regordete, con frenillos y muchísimas pecas. Además era de cabello castaño. Se le veía serio, enojado en otras palabras.

Con su dosis necesaria, se dirigió a la puerta, sin embargo, cuando iba a abrirla, la abrieron antes que ella, haciendo que el café se regara en el piso y hasta en sus zapatos. — ¿Qué demoni… — dijo April hasta que los vio. Vio unos preciosos ojos grises con destellos azules, para después ver un cuerpo para morirse; delgado pero musculoso y unos brazos torneados maravillosos. Alto, piernas largas y un cabello negro con un corte corto, pero perfecto. Tenía una quijada totalmente marcada y sus bíceps… Oh por Dios, ¿qué eran esos brazos tan magníficos? Sus ojos se engancharon hasta que el muchacho reaccionó. —Perdona, preciosa ¿estás bien? —le preguntó él. —Um… sí, sí… tartamudeando?

gra…gracias



dijo

April.

¿Por

qué

estaba

La primera palabra que se le vino al muchacho a la mente fue: chica nueva. Y una chica bastante linda…

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—Um… Gracias —Le extrañó la actitud del muchacho, pareciera que le quería tirar el café encima.

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—Tenga —le entregó la bebida rudamente. Dios, odiaba su trabajo. Podría estar jugando videojuegos en ese mismo momento o hablando con sus amigos del nuevo anime que había salido, pero no… ¡Tenía que trabajar para pagar la bendita renta! Qué fatiga…

—Me alegra, disculpa, no vi por dónde venía —le sonrió encantadoramente—. Soy Caleb y ¿tú, linda? —La revisó de arriba hacia abajo. Ella no era linda, era preciosa. Sus ojos eran de un verde matador y no quería comenzar a hablar sobre su rostro… Por la forma en que April tardó en contestarle, él no pudo evitar pensar que era tímida… Tímida, una presa fácil. Sonrió arrogantemente en sus adentros. —Me llamo Aprilynne y… —ella le dio una mirada enfadada— ¡Hey! Mi cara está aquí, no abajo —colocó sus manos en su cintura. Había leído sus pensamientos y no le gustó nada lo que oyó. ¿Chica tímida? ¿Presa fácil? ¡Ya vería cómo no era presa fácil! —Oh, yo… —la vio aturdido. Ninguna chica le hablaba de esa manera—, estaba viendo tu ropa. Espero disculpes mi descuido. Si me dejas, te compró otro café. Dudó. ¿Se dejaría comprar por un tipo que parecía más arrogante que el mismísimo Luis Miguel? O sea, no es como si quisiera hacerse del rogar, pero… Ella quería café y él se lo había desbaratado completamente.

Mientras se dirigían al mostrador de nuevo, April se fijó que ya no estaba el muchacho amargado. Ahora se encontraba una chica muy linda de ojos azules y cabello rubio. Caleb la revisó de arriba hacia abajo. —Hola, hermosa. ¿Me das un capuchino y un café latte? —Él le guiño un ojo a la chica. —Claro, enseguida, guapo— dijo ella, sonriendo de oreja a oreja. Dios, ¿estaba meneando las caderas? Tonta. Seguramente estaba desesperada. Y él… bueno, él era un idiota. Aunque no podía negar que era realmente lindo… Había algo en su mirada que la hacía querer darle un beso de la nada… Además, no es como si la otra chica fuese tan bella. Seguramente le había dicho hermosa por compromiso… Sí, lo había hecho sólo por eso. De por sí, ¿no veía su nariz? Era un tanto estrecha y… Oh Dios, estaba siendo una criticona. ¿Por qué? ¿Celos? ¡¿Estaba sintiendo celos?! Pero, ¿qué le pasaba? Se estaba volviendo loca. Era un chico que acababa de conocer y ya sentía celos.

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—Está bien.

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Asintió lentamente.

Quiso bufar… Nah, debía estar volviéndose loca. Ella rodó sus ojos ante sus pensamientos. Que alguien la ayudara porque así no estaba comenzando muy bien en Seattle. Caleb la había observado justamente cuando rodaba sus ojos, por lo que él frunció el ceño. ¿Qué había con esa chica? ¡Ni siquiera le hablaba o le prestaba atención! —Aquí tienes, lindo — dijo la muchacha entregándole el café y casi tirándole a April el capuchino. Él observó a la chica con una sonrisa radiante, sin embargo, no le había gustado mucho como trato a… A… ¡Dios! ¿Cómo se llamaba? Era un nombre con A… Pero demasiado largo. ¿Abril? No… No… ¡Algo parecido! Era… ¡April, Aprilynne! Eso… —Gracias, linda —la chica le devolvió la sonrisa y se despidió coquetamente con su mano. April volvió a rodar los ojos. Volteándose con elegancia, lo vio a los ojos.

—Eso, Caleb, perdona. —le dio una sonrisa fingida—. Bueno, adiós —Y tomando un sorbo de café, se dirigió a la puerta. Viéndola irse, él sintió curiosidad. No pudo resistirse y siendo un poco malvado le leyó la mente. Justamente April se estaba diciendo lo idiota que era él y lo arrogante que le había parecido. ¡Pff! Se creía lo mejor del mundo. Qué asco… Aunque, no podía mentirse tanto a sí misma; él era apuesto y esa actitud de chico malo que se traía… Dios, le había gustado. Caleb hizo una mueca. ¿Le creía arrogante? ¿Él, arrogante? ¡Por favor, si era de lo más modesto y…! No, sí era arrogante. Lo aceptaba, sin embargo, era una de sus mejores ventajas y a ella le gustaba. Una sonrisa felinamente atrevida se extendió por todo su rostro.

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—Es Caleb —le corrigió, extrañado. Ninguna chica se había olvidado de su nombre… Aunque no podía quejarse, él se había olvidado del suyo, pero… ¡Su nombre no era complicado! Era corto. Caleb, ¿qué le costaba recordarlo?

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—Am… Muchas gracias… —fingió pensar unos segundos para acordarse de su nombre y hacer como si hasta en ese momento lo recordara— Carlos.

Abrió la puerta, mientras le daba una última mirada a la joven de ojos azules… Ella… Ella se le hacía conocida. Trató de hacer memoria pero no la recordó de ninguna parte así que se fue no sin antes pensar que…

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Aprilynne caería a sus pies.

Capítulo 3 Cuando Aprilynne llegó a la puerta de su habitación estaba tan furiosa que ni siquiera se dio cuenta de que había subido las escaleras sin jadear o sudar como hacia unas cuantas horas. Abrió la puerta de su habitación y la cerró de un portazo tan fuerte que hizo temblar todo el apartamento. Ella se sentó en el sillón de la sala y sólo lograba hacerse más y más preguntas… ¿Qué se creía ese chico? Pensaba que ella era una presa fácil. ¡PRESA! Ni que él fuera gato y ella ratona. Era un arrogante, engreído, aunque sin duda muy guapo… Sí, bastante guapo… Y esos bíceps que… ¡Ay, vamos! ¿Qué le pasaba? ¡No! ¿En qué pensaba? Era un imbécil al que esperaba no tener que toparse en su vida nunca más.

Puso un edredón rosa pálido con pequeños detalles en los bordes, luego puso las cortinas que iban a juego con el edredón. Sacó su reloj de escritorio y de pared. Colocó el reloj en el escritorio y colgó el otro en la pared por que afortunadamente había clavado un tornillo en ella. Tomó su odiada laptop y la puso en el escritorio para después tomar su perfume, joyero, caja de maquillaje, esmalte de uñas y un espejo. Sin embargo, al sacarlos, se dio cuenta de que no tenía dónde ponerlos, así que trajo la mesa de la cocina. ¿Para qué la necesitaba allí? Comería en el sillón y listo. Colocó la mesita al lado de la ventana —así tendría una buena vista mientras se maquillaba—, y se trajo una silla de la cocina, la cual colocó en frente de ella y se alejó para contemplar mejor cómo se veía. —Perfecto, pero… necesita algo más —Echó un vistazo a su alrededor y lo encontró; un pequeño mantelito en forma circular que quedaba perfecto en su mesa. Poniéndolo suavemente, sonrió.

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April fue hacia su habitación, sacó su maleta y empezó a acomodar su cuarto.

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Para calmarse un poco, hizo lo que mejor sabía hacer cuando intentaba relajarse… Leer un buen libro en su cama.

—Ahora sí, listo. Colocó todas sus cosas y dejó lo mejor para el final. Sus libros. Sacó los 47 libros que tenía y los acomodó en el estante al lado de su escritorio, según el autor. Ella estaba feliz y, cada vez que pasaba de libro, tocaba las portadas con cariño, sonriéndoles tal cual hijos de sus propias entrañas. Estaba tentada a oler las hojas de todos ellos, pero prefería acomodarlos primero y luego, tal vez, más tarde lo haría. Cuando terminó se dedicó a buscar sus libros nuevos; tenía tres y no sabía con cual empezar —aunque claro, no importaba con cuál lo haría, leería los tres de todos modos.

O un libro paranormal, de título Hush Hush sobre Ángeles Caídos. Era otro en el que la portada la llamaba muchísimo. El chico que salía en la portada era totalmente sexy, por no decir que salía sin camisa… Se sonrojó, si muchas de las personas con las que hablaba supieran de las cosas que pensaba en cuanto a libros, se quedarían sorprendidos. Se quedó viendo los libros uno por uno y suspiró. No tenía ganas de leerse un clásico ni nada paranormal, hoy estaba romántica y quería leer Anna and the french kiss. Cogió su libro con sumo cuidado y se dirigió a su cama. Se acostó en ella, sin embargo la sintió primero. Era suave, cómoda, perfecta para una noche de noviembre en la cual se dedicaría a leer. Observó la hora. Eran las 6:00 de la noche y se metió en su libro.

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A la vez podía leer algo más novedoso llamado Anna and the french kiss que le llamaba mucho la atención. La portada era preciosa y ¿la Torre Eiffel de fondo? Sí, la mataba. Por no mencionar el brazo del chico que toma el de la chica, todo en la portada le decía “¡Léeme de una buena vez!” Estaba tentada a hacerle caso.

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Podría ser un clásico llamado Orgullo y Prejuicio. Le habían hablado millonadas de él, sobre cómo Mister Darcy era alguien extremadamente sexy y perfectamente hermoso. La verdad era que le gustaba mucho la época en la que se desarrollaba el libro, sin embargo, no estaba segura de si quería leer algo tan… ¿serio? No encontraba palabras, pero no quería leerlo aún.

Cuando ella leía se sumergía en un mundo donde sólo existían los protagonistas y ella, nada más, nadie más existía… sólo ellos. April leyó y leyó, sintió la introducción con todo su ser, se metió en París y en los hermosos alrededores de él; se sintió en teatros hermosos y perfectos, al igual que el protagonista Éttiene St. Clair… hasta que notó que sus ojos se cerraban. Vio la hora; eran las 10:00 de la noche. dejado por más de la mitad y se fue a historia de Éttiene y Anna. Ni siquiera muchacho que la había enfurecido tanto, no lo volvería a ver en toda su vida.

Cerró su libro el cual había dormir pensando sólo en la se acordó de aquel apuesto ya que estaba segura de que

Lo que Aprilynne no sabía era que el próximo día esa suposición sería un total y completo… Fracaso.

A la mañana siguiente…

Las 7:31 de la mañana… ¡Qué temprano era! Aunque… Espera… ¿A qué hora tenía que ir a la Academia? April empezó a espabilarse y recordó… ¡Recordó que tenía que estar a las 8:00 en punto en la Academia! —¡Mierda, mierda, mierda…! —dijo April mientras se levantaba corriendo de su cama. Abrió el clóset y cogió lo primero que vio, ropa interior, un vestido, zapatos y…Y… ¡Y ya no tenía tiempo! Corrió hacia al baño con la velocidad de la luz, cerró la puerta del baño y prendió la ducha. Se recogió el pelo en una coleta, se quitó la ropa del día anterior y se metió a la ducha. Pero… ¡Sorpresa! El agua estaba helada. —¿Cómo controlo este trasto? —se dijo April, enojada.

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Lo primero que hizo fue estirarse en su propia cama, no quería despertarse aún. Luego fue abriendo los ojos lentamente, hasta que los abrió del todo. Movió su cabeza de un lado a otro hasta que su mirada chocó con la del reloj del escritorio.

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Eran las 7:30 de la mañana cuando April se despertó.

Empezó a tocar los botones de la ducha al azar… —Muy fría, muy fría, muy fría… — Apretó un botón rojo. April dio un grito que oyeron hasta los vecinos. —¡Muy caliente, muy caliente, muy caliente!—Trató de controlar la temperatura del agua… Misión imposible. —¡Me llevan todos los diablos! —frunció el ceño con enojo— ¡Ah no importa, ya me bañé, no me voy a seguir bañando en este infierno! Salió de la ducha, se deshizo de la coleta y se secó con el paño más cercano. Se puso un vestido floreado con un volado muy coqueto, además de llevar unos zapatos vintage de tacón muy elegante. Salió corriendo hacia su cuarto para maquillarse, entró, y se dirigió a la mesa- tocador que hizo para su maquillaje.

April bajó sus enemigas mortales de dos en dos, mientras maldijo haberse puesto tacones. Sí, sin duda no tenía la habilidad de la directora. Cuando llegó a la recepción, llegó jadeando y cansada pero no se podía detener, debía coger un taxi lo antes posible. —Hola Aprily… —comenzó la recepcionista. —Hola y adiós —dijo April mientras corría hacia la puerta. Salió a la acera y localizó un taxi que estaba a punto de irse. —¡Espere, señor! ¡Espere!—gritó mientras alcanzaba al taxi. El taxista se detuvo y la dejó pasar. Él la observó unos segundos y quiso sonreír. Era una linda muchacha. —¿A dónde la llevo señorita? — preguntó el taxista.

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Pero antes se miró en el espejo, revisó que todo estuviese bien y ahora sí, corrió hasta la puerta del apartamento.

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Se puso una sombra de ojos rojo pálido, lápiz labial rosado, con un brillo encima, y luego una base de polvos. Se cepilló su cabello y salió soplada hacia la puerta.

—Calle 22, Apple Street. April miró su reloj y vio la hora. 7:50 —Apresúrese por favor.

10 Minutos Después: April llegó a la puerta de la Sede, tocó cuatro veces y esperó a que alguien la atendiera. Finalmente, dignándose a parecer, el mayordomo se asomó por la puerta y alzó sus cejas sardónicamente, viéndola con gracia. —Hola señorita Aprilynne, es un placer informarle que usted está llegando… —Sí, sí, ya lo sé. Tarde, es un minuto. Cuidado se muere por mi tardanza Jaime — dijo April mientras entraba a la Sede. —Pues he de informarle que no me llamo Jaime, señorita, me llamo Alfonso para su información.

Debido al calor del momento, April no había notado a la directora en el centro de la sala, sonriéndole. —Hola Aprilynne, me alegra que hayas llegado —le dijo con una sonrisa en su cara. —Hola directora, disculpe que haya llegado tarde es que… Ella alzó una mano, deteniéndola. —Tranquila querida, son sólo cinco minutos —Oh… —le sonrió tímidamente—. Bueno, está bien, gracias Asintiendo, comenzó a caminar. April la siguió. —Ahora, empecemos con la explicación para ponerte al día. —sus manos se empezaron a mover con elegancia—. Como sabrás querida, cada alquimista tiene sus propias habilidades, estas habilidades conllevan a que dividamos a los alquimistas por secciones. Como por ejemplo tú eres una de las pocas que puede leer mentes, las personas

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—Perdone Alfonso, para la próxima lo tendré en cuenta.

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Claro, como si a ella le importara justamente en ese momento.

que leen mentes están en el sector número 1, ustedes se encargan de hacer investigaciones sobre la localización de la piedra filosofal. Su cabeza se hizo una bola. Eh… ¿devuelva el casete por favor? —Espere un momento, ¿Cómo lo sabremos? ¿No se supone que la piedra puede estar en cualquier lugar? —Pues claro, ni que fueran adivinos… —Pues, según las investigaciones que hemos estado haciendo en los últimos veinte años se encuentra aquí, en este viejo pueblecillo de Seattle —suspiró—, por eso la Sede se ubica aquí, para que puedan investigar sobre ella. Además, necesitamos que mañana tú y tu pareja de trabajo vayan a investigar a una señora llamada Rosa, al parecer ella sabe algo de la piedra, pero he ido tantas veces a interrogarla que ya ni siquiera me cree y no me quiere dar ningún tipo de información. Por eso los mandaré a ustedes, los de nivel superior a hacer la investigación. Dios, estaba empezando y ya tenía trabajos por montones.

April se volteó para ver con una sonrisa en el rostro, la cual se desvaneció cuando vio a la persona que creía que no volvería a ver jamás… Caleb. —Hola directora —dijo Caleb, saludándola con una inclinación de cabeza. Volteándose con delicadeza, vio que April estaba allí y levantó las cejas con un gesto sorprendido pero a la vez aburrido, como si ya supiera que iba a estar ahí. Sí, cómo no. Aunque claro, no perdió la oportunidad de revisarla de arriba hacia abajo. —Hola Aprilynne —dijo él con una sonrisa.

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—Bueno verás, el segundo nivel es el de los alquimistas que pueden detectar mentiras a la hora de hablar, resultan ser muy útiles en algunas otras investigaciones, y el tercer nivel es el de los alquimistas que pueden mover objetos con su mente, si bien son muy útiles, no nos sirven tanto en las investigaciones, son más útiles en el trabajo con las piedras, y tu compañero debería estar ya aquí… —observó a los lados con curiosidad… ¿Por qué todos debían presentarse tar…?—¡Oh, mira! Acá viene, justo a tiempo.

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—Claro… —pensó unos segundos—. Dos preguntas más. La primera: ¿Cuáles son los niveles inferiores? Y la segunda: ¿Dónde está mi compañero?

—Hola Carlos —Puso una sonrisa forzada. Él suspiró, exasperado. ¿Cómo es que no se acordaba de su bendito nombre? —Es Caleb. C-A-L-E-B. Caleb —dijo enfadado. Le obsequió una sonrisa sardónica. —Oh, perdóname Caleb, ¿Pero cómo quieres que recuerde tu nombre si te conocí apenas ayer? No es mi culpa que te hayas interesado tanto en mí, para que te hayas aprendido mi nombre… El cual, es realmente largo… Jum… —su mirada sólo denotaba diversión. Ja-ja. Toma eso chico arrogante. Lo único que se le vino a la mente a Caleb fue: Touché. —Sí, bueno, disculpa —alzó sus cejas con arrogancia—. Tan sólo no pienso que sea de caballeros olvidarse del nombre de una hermosa dama como tú. Imagínate qué problema sería tener esta apariencia y ser poco caballeroso, no lograría ser el hombre perfecto

Rodó sus ojos ante el guiño. Dios, qué insoportable. —Caleb, no sabía que se conocían —dijo la directora, finalmente entrando en escena—. Bueno… como ya se conocen, será más fácil que tú le des un recorrido por la casa ¿no? Él iba a responderle, sin embargo, ella no le dio tiempo. —¡Yo creo que sí! Los dejo solos. Hasta luego —Y dicho esto, la directora salió corriendo de la habitación. Ambos se quedaron viendo, tratando de ver qué hacer. No tardaron mucho, pues Caleb terminó encogiéndose de hombros y la dirigió hacia una de las puertas de la Academia. Mientras caminaban a la entrada, él volteó a ver hacia atrás y notó que ella iba, obviamente, detrás de él. Meneó su cabeza. —Primero las damas —Su brazo se movió, invitándola a pasar primero.

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—Ya lo logré querida —dijo, guiñándole un ojo.

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—¿Y cuándo lo vas a lograr? —La directora movía su cabeza mientras miraba a Caleb y a April. Luego a Caleb y otra vez a April, sólo le hacían falta unas palomitas y sería una película perfecta.

—Oh… Gracias —dijo sorprendida, no pensaba que Caleb fuera de ese tipo de chicos —por no decir que parecía un maldito arrogante… ¿Eso no lo había dicho mucho ya? Finalmente, lograron entrar a la puerta izquierda, esa que decía “Sólo personal autorizado” Abriéndola sigilosamente, entraron ya del todo, encontrándose con un pasillo largo lleno de puertas… Demasiadas, en realidad. —¿Por qué hay tantas puertas? —preguntó April. Él las observó como si nunca las hubiera visto y se encogió de hombros. —Mira, las puertas de la izquierda son los laboratorios de las piedras preciosas. Ya sabes, donde los del sector 3 trabajan y todo eso… Son realmente útiles. Ahora, las puertas de la derecha ya son otra cosa —se acercó a una de ellas—. Son los salones en donde se educa a los alquimistas jóvenes que viven por aquí y necesitan saber todo sobre alquimismo. Sabes que necesitamos toda la educación posible. Ella asintió. Por primera vez se dignó a verlo completamente a los ojos.

—Oh… yo también me eduqué en casa, pero fue mi madre—le dijo con una sonrisa. La primera sonrisa sincera desde que lo conoció. Él la vio un poco anonadado, sin embargo, siguió casi sin inmutarse. —Bueno, esta es la primera clase de alquimistas. En este salón se les enseña a los novatos —dijo mientras abría la puerta. Dentro del salón, se encontraban un montón de muchachas jóvenes, de entre 13 y 14 años. Cuando Caleb entró todas suspiraron y el profesor, enojado, se volteó para ver al muchacho que estaba causando conmoción en su clase. —Hola Caleb —dijeron todas al unísono. —Hola lindas —les guiñó un ojo. Dios, iban a desmayarse—, disculpe profesor pero venía para presentarle a la nueva ingresante April se asomó tímidamente por la puerta. —Hola profesor —su mano se movió con timidez. Era demasiada gente en ese lugar y sentía dardos de millones de las chicas en su cara.

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—¿Yo? —la miró divertido—. No, mi abuela me educó como buena abuelita.

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—Y… ¿tú estudiaste aquí?

—Hola querida —se acercó para estrechar su mano—. Me llamo Charles Wexford. Disculpa que no podamos hablar más, pero como tú podrás notar, tu queridísimo amigo está interrumpiendo a mis alumnas… Las jóvenes le dieron una mirada furiosa. Él hizo una mueca. —¡Es decir! Mi clase. No mis alumnas, qué va. Un pan de Dios son. Ella sonrió. —Oh… Está bien. Ya noté todo eso. —April rodó los ojos—¡Fue un gusto conocerlo! —A los segundos de decir eso, vio a Caleb quien la estaba viendo fijamente. No pudo evitar sonrojarse. —Bueno profesor, nos vamos —No quitaba sus ojos de ella, simplemente no podía y no sabía por qué. Es que… tenía algo, algo en la forma en que rodaba los ojos… Dios, ¿qué estaba viendo? Ni podía decir qué era. — ¡Gracias! —el profesor se sintió triunfante. Al fin se iba.

Qué horror. Ambos salieron del aula, mientras que ella se volteó a verlo con el ceño fruncido. —¿Qué fue eso? ¿Tienes a todas las chicas a tus pies? —Pues al parecer sí… Es algo de hace bastante… —su mirada se tornó pícara— ¿Por qué? ¿Celosa? — ¿Celosa? ¿Yo? ¿De ti? —le regaló una sonrisa sarcástica—. Sólo en tus sueños —Pues esto debe ser un sueño porque estás celosa —Su sonrisa cada vez se hacía más grande. —No lo creo —vio a los lados, nerviosa… Mejor cambiaba de tema—. Ahora ¿No tienes que enseñarme otras clases? Él dudó. —Sí, ven —se dirigió hacia otra puerta.

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—¡Adiós, Caleb! —dijeron al unísono…

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—Hasta luego chicas —dijo Caleb quitando la mirada de April y centrándose en las muchachas.

Cuando la abrió, sólo se encontró a un profesor dentro del aula, a diferencia de la otra que estaba a punto de reventar. El señor que estaba en la clase era alto, delgado y bien parecido. Con unos ojos azules y cabello rubio; nada comparado con el otro profesor que era bajo, gordito, calvo y feo… Bueno, feo no tanto. Tenía su encanto, ese tipo de hombres que los ves y dices “tiene una familia que adora”, pero… Ok, sí era feo. Acercándose con seguridad, apoyó una mano en el hombro del muchacho. —Hola Ronald —Ronald le sonrió. Su sonrisa era realmente blanca—, te vengo a presentar a la nueva alumna, Aprilynne Skye Caleb empujó a April suavemente dentro del aula, pues, tímidamente, se había quedado en el umbral de la puerta. Se acercó a él, cohibida.

—El placer es mío, April —sus ojos se toparon— ¿Sabes…? Yo era amigo de tu padre… Casi mejor amigo. Ella le observó anonadada. —¿Cómo sabe que soy su hija? Él le dio una mirada llena de cariño. —Tus ojos son iguales a los de él April sonrió con orgullo. Amaba que le dijeran eso, simplemente lo amaba. —Gracias. Asintió levemente. —Con gusto, cualquier cosa que necesites me dices. Ahora, me tendrás que disculpar pero me tengo que ir… —miró a Caleb con diversión. Le guiñó un ojo— Y cuídate de este muchacho, es realmente… pícaro.

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Él la observó detenidamente, casi con curiosidad genuina; la chica era realmente parecida, muchísimo en realidad. Con una gran sonrisa de recibimiento, se acercó a ella para levantar su mano y besar sus nudillos.

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—Hola profesor, —sonrió un poco—. Es un placer conocerle.

Caleb le dio una mirada ofendida, aunque era fingida. —Gracias, ya lo noté —Soltó una risita tímida. Le volvió a guiñar el ojo. —Yo sé que lo hiciste —dijo mientras recogía sus últimas cosas y daba apretón al hombro de April—. Ahora sí ¡hasta después! —y sin decir más, el profesor se fue del salón. Ella siguió con la mirada a aquel hombre. Su cabello rubio mostró un pequeño destello antes de desaparecer del todo. Frunció el ceño. Algo no la dejaba pensar tranquila sobre él… ¿Acaso había dicho que fue el “casi” mejor amigo de su papá? ¿Casi mejor amigo? ¿Cómo es eso? —Listo, ahora falta el otro profesor, pero hoy no imparte clases debido a que hoy es martes y él no trabaja estos días —le dijo Caleb, sacándola totalmente de sus pensamientos. Lo observó aturdida unos segundos, tratando de captar sus palabras… Tic. Toc. Tic.Toc.

A veces era de razonamiento lento. — No, ¿cómo crees? —meneó su cabeza— Faltan los laboratorios. Ven. Se acercó a ella y la tomó de la mano, pues así no se atrasarían mucho más. Sorprendida por el gesto, frunció un poco el ceño. ¿Estaba cuerdo? Acababan de conocerse —bueno, un día— y ya la tomaba de la mano… Descarado. Tenía que sacar la mano, dar señal de que no le gustaba lo que hacía, sin embargo, y a pesar de sus pensamientos, su cuerpo no le hacía caso, pues nunca quitó su mano de la de él. Estaba tan perdida. Saliendo de la sala, Caleb los dirigió a una puerta de las de la izquierda y, abriéndola en un dos por tres, entraron en ella, abriéndoles paso a un gran laboratorio lleno de tubos de ensayo, pociones, piedras… Gemas, diamantes y… ¿Eso de ahí era un rubí? ¡Y un diamante en serio! Vaya… April quiso suspirar. En serio era un laboratorio de alquimia; ojalá pudiese trabajar un poco allí, aunque lo dudaba bastante.

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—¿Entonces ya termino el recorrido? —preguntó, finalmente captando lo que él le había dicho.

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¡Ah!

Además de todo lo que ya había visto, se fijó en que también había una pizarra grande y ocho mesas alargadas en dos filas, cada una con cuatro sillas. —Este es el laboratorio —le dijo, haciendo un ademán alrededor de todo el lugar—. Y la verdad, todos los demás son iguales, mira. La guió a las otras habitaciones. Cuando llegaron a la puerta continua, la abrió y la dejó pasar primero. —Es igual que el otro ¿lo ves? Y de hecho, tenía razón, era idéntico al anterior, con la diferencia de que la pizarra era de color azul. —Sí, tienes la razón —le dijo ella, viendo detenidamente la habitación. Idéntica. —Yo siempre la tengo. Le guiñó un ojo pícaramente y ella rodó los ojos. Sonriendo, salió de la sala para llevársela de nuevo a la recepción.

Lo vio con aturdimiento, pero… —Pero, ¿la misión no es hasta mañana? — preguntó. Meneó su cabeza. —No, es hoy. Cambié la fecha. — ¿Por qué? Se encogió de hombros. —Quiero pasar un día contigo. Ella se sonrojó un poco, sin embargo, no se lo tragó del todo. —Mentiroso, dime la verdad. La miró a los ojos y decían pura sinceridad.

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—Ahora tenemos que esperar a la directora para que nos asigne la misión…

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Finalmente llegaron al lugar y seguía sin soltarle la mano.

—Es la verdad, quiero conocerte April. Quiero que pasemos un día juntos, tú y yo. Tenemos que conocernos mejor, ¡seremos compañeros de trabajo, de ahora en adelante! —Pero… todos los días vamos a estar juntos ¿no? —no podía creer lo que oía. —Tal vez, pero hoy es especial. Hoy es tu primer día en la academia, por lo que tenemos que celebrarlo. Sonrió con espontaneidad. Ella sólo fruncía el ceño. —Pero… —Nada de peros, lo pasaremos juntos y punto. —Su mandíbula se apretó, haciendo que ella notara que hablaba en serio. Era punto. Suspirando, April se encogió de hombros. —Está bien. Si tú lo dices… —Ese chico quería estar con ella… A solas…

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Oh-oh.

Capítulo 4 If I, If I, have been unkind I hope you just let it go by… If I, If I, have been untrue I hope you know it was never to you… -Leonard Cohen.

Pero no del todo, debido a que tenía una muy buena vista de su cuerpo desde el punto en donde se encontraba. Él iba vestido con una camisa negra pero ajustada, con unos pantalones vaqueros y converse All Star del mismo color que su camisa. Sin duda iba al gimnasio ya que tenía unos bíceps grandes y tonificados, sus hombros eran grandes, pero perfectos y su espalda se veía fuerte y segura. Y, bueno… si tenían que hablar de su trasero… —Tienes una buena vista de mi trasero allí ¿no? —preguntó Caleb divertido. Seguía sin verla. —Claro que no… —respondió, sonrojándose por completo. La había pillado. —Oh por favor —sonrió desde donde estaba—. No intentes mentir, he estado leyendo tus pensamientos todo el camino. Piensas cada cosa…

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April iba detrás de Caleb debido a que él andaba muy rápido, no se detenía ni un segundo para verificar si April iba detrás de él, y eso, le molestaba. Era raro, pues hacía tan sólo unas horas era todo un caballero y la dejaba pasar frente a él y demás… Por eso le molestaba tanto a ella…

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Habían pasado bastantes horas desde que Caleb le había enseñado a April la Academia —bueno, una parte de ella — y ahora que ya tenían las instrucciones de la directora, se dirigían hacia la casa de la señora Rosa. Las instrucciones habían sido claras. Al llegar a la casa, debían decir que Caleb era el nieto de una amiga de la señora, y April, su compañera de trabajo, pues venían a hacer un extraclase para el colegio y debían encuestarla.

— ¡¿Que estás haciendo qué?! —April estaba tan furiosa, que rápidamente alcanzó a Caleb y lo encaro—. No lo hiciste… Él sonrió. —Oh, vaya que sí… Eres un tanto pícara, ¿eh? Quien te mira… Tienes cara de santita, sin embargo, esos pensamientos te traicionan —su sonrisa se ampliaba todavía más—. Dime, ¿quién es ese Éttiene St. Claire? Suena a un nombre horrible, pero tú te lo comías en tu mente… Juro que podía oírte suspirar… Ella se sonrojó. Ese maldito… —Y oí que es francés… ¡Y pareciera que te gusta que sea bajito, el chico! Entonces, ¿te gustan enanos? Estaba a punto de explotar. Se sentía expuesta… Se sentía casi violada. —Y… ¿qué era lo otro en que estabas pensando? Dios, eran demasiadas cosas… Pero todas del mismo tema, ¿qué es? ¿No puedes parar de pensar en el chiquitillo ese?

—No vuelvas a meterte en mis pensamientos ¿me oíste? Son privados. En donde se supone que nadie puede meterse. Ahora no es mi maldito problema que seas tan arrogante que no puedas soportar que alguien no te ponga atención. Yo no soy como esas niñas estúpidas que suspiran por ti. ¡Oh no! Yo no soy así. Si quieres conquistarme tendrás que luchar por ello porque como veras, no lo estás logrando. ¿Por qué no lo estás logrando? Porque eres un estúpido arrogante que tiene un problema de ego y que no puede soportar que una muchachita nueva no le preste un jodido minuto de atención —April tomo aire y siguió — Y ¿sabes una cosa? No es tu culpa que seas así. Es culpa de las personas que te han conocido y no han podido ponerte en tu lugar, pero ¿sabes qué? Esa persona ya llegó y soy yo, así que no me voy a disculpar por lo que acabo de decir porque todo es verdad. Y simplemente, no lo vuelvas a hacer. A ti no te importa lo que hago o lo que pienso. April miró a Caleb a los ojos y se dio cuenta de que había acortado la distancia entre ellos, dejando tan sólo unos centímetros de distancia. Su cara era hermosa, tenía unas facciones rígidas pero a la vez atractivas, con unos labios carnosos y ojos grises con destellos azules.

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Se plantó firmemente delante de él.

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Era el colmo. Ahora ella no estaba sonrojada de vergüenza sino de la cólera.

Era lo más atractivo que había visto en su vida, sin embargo, la rabia la embargaba de una manera tan gigantesca, que casi no le dio importancia. Aunque él sí se dio cuenta y la tomó por la cintura. — ¿Sabes algo? Te ves jodidamente sexy cuando te enojas —dijo Caleb mientras acortaba los pocos centímetros que estaban entre ellos para besarla, pero ella no se dejó. ¿Qué se creía? ¡Ni que fuera un Dios! Debía mantenerse firme e hizo lo primero que se le vino a la mente. Le pegó una cachetada que resonó en toda la calle.

April, por su parte, iba caminando en la acera; sus tacones re piqueaban en el asfalto, sonaban rápidos y furiosos que describía exactamente como se sentía. Idiota, ¿quién se cree? No llevan ni un día de conocerse y por poco la besa. Estuvo bien lo que hizo, defenderse. Sin duda le gustó pero… No podía dejar de pensar en que ella también deseaba ese beso, deseaba sentir los labios rosados de él contra los de ella. Y no podía negar que los dedos de él en su cintura la hicieron sentir que se quemaba viva. Fue un sentimiento cálido y hermoso, el cual April se negaba a aceptar, pero sabía claramente lo que era… Pero seguramente no, él era un estúpido y la rabia la había llevado a sentir cosas que eran completamente absurdas.

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Caleb se tocaba la mejilla en donde lo había golpeado. Lo había dejado sorprendido, enojado y emocionado. Ninguna chica le había golpeado en su vida, y ninguna persona le había dicho las cosas que April le acababa de decir. Pero, ella sólo logró que él la deseara más. Deseaba un beso de esos labios dulces y carnosos que había estado a punto de probar. Quería tomarla de la mano, abrazarla por la cintura. Hace un minuto, al tenerla tan cerca, lo único que deseaba hacer era besarla, besarla hasta que el mundo se acabara, pero ella no se dejó… Y él no entendía por qué rayos estaba pensando en esas cosas… ¡Le acababa de pegar! Aunque… sí, había sido un poco imbécil con ella, sin embargo, ya lo había hecho.

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— ¡Eres un idiota, ni siquiera me estabas escuchando! ¿Qué te crees? No llevamos ni 24 horas de conocernos y ya me agarras por la cintura. ¡No vuelvas a hacerlo! Estúpido, ¡no soy como esas chiquillas que te saludan al unísono! Imbécil —Y sin decir más, April se fue caminando lo más rápido posible hacia su destino, dejando esta vez a Caleb plantado en la calle.

En todo el camino consiguiente, ella caminaba adelante, mientras que él se quedaba atrás. Ninguno dijo nada. Caleb estaba anonadado y April furiosa y avergonzada. Doblaron en una esquina y llegaron a una casa vieja, pequeña y descuidada. Según lo que parecía que había estado en buen estado, se podría decir que era una casa de color rojo vino, con pequeños detalles en los bordes de las paredes y en las ventanas pequeñas matitas. Para entrar, había una reja blanca de madera gastada que estaba a punto de caerse. April abrió la puertita de la reja y Caleb la siguió. Ella tocó la puerta de la casa, sin verlo a la cara. No podía mirarlo, tan sólo… no podía. La culpa estaba comenzando a carcomerla, pero él se lo había merecido… ¡Es que nadie se metía con sus libros! Unos minutos después salió una viejita de cabello canoso, bajita y regordeta que olía a galletas recién hechas. Sin duda era una abuelita de esas que cuando las ves sólo quieres abrazarlas.

— ¿A mí? ¿Por qué? ¿Qué tengo? —pregunto Caleb extrañándose. ¿Lo había picado un mosquito en el rostro o algo? —Tu cara, querido, tienes una mejilla completamente roja, ¿los asaltaron al venir? —su cara demarcaba preocupación genuina—. Aquí hay cada maleantón. Claro yo me las arreglo porque cuando se me acercan les doy con mi sombrilla, pero usted querido… April, que había estado callada en todo momento, se volvió para ver la cara de Caleb e inmediatamente se sintió fatal. Su mejilla derecha estaba totalmente golpeada, con un manotazo rojo en él. Automáticamente —y para su gran sorpresa— llevó su mano a la mejilla golpeada de Caleb y la acarició con su pulgar, lamentando haberle golpeado tan duro, ¡estaba caliente! ¡El golpe seguía caliente! Dios… Él, sorprendido por el gesto, tomó la mano de April y la apoyó más en su mejilla, le gustaba el calor de su mano contra su piel. Se sentía feliz con ese gesto y no pudo evitar sonreír…

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—Dios Santo niño. ¿Qué te pasó? —Preguntó la señora Rosa con cara asustada.

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—Buenas tardes señora, nosotros somos los estudiantes que venimos a hacerle unas…

Dios, algo andaba mal. La señora Rosa carraspeó y April reaccionó quitando su mano de la mejilla de Caleb, sonrojándose debido a que no pudo evitar imaginarse cómo se vio esa escena… ¡Se suponía que estaba enfadada y ahora andaba tocándole la cara! Rosa los miró divertida, meneando la cabeza feliz. —Bueno… pasen, pasen, no se queden ahí. —Gracias, es muy amable —dijo April, aún avergonzada. Ambos pasaron dentro de la casa. Caleb iba con una sonrisa de oreja a oreja que no se podía quitar —A veces ni él se entendía a sí mismo—, y April… ella iba como un tomate.

Y así, los dejó completamente solos. April se sentó en el sillón para dos personas y Caleb se sentó al lado de ella. Inmediatamente, se volteó hacia él y lo vio a los ojos. Esos ojos matadores, que para su sorpresa la miraban con cariño… O tal vez su mente le estaba jugando trucos. —Caleb, disculpa yo… Yo no quería golpearte tan duro. En serio que no, discúlpame yo no quería ser tan agresiva. Pero no me arrepiento por lo que te dije porque es verdad, y tú no debiste leer mis pensamientos… Y fuiste muy estúpido… pero no quise golpearte de esa manera, perdona. Lo lamento…— dijo ella mientras bajaba la vista hacia el suelo. No podía verlo a la cara… le daba muchísima pena. Caleb meneó la cabeza. Se suponía que quien debía disculparse era él, no ella. Tomó su mano, y con la otra, le levantó la barbilla para verla a los ojos.

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—Siéntense, por favor —dijo, haciendo ademanes hacia la silla—. Si me disculpan, voy a traer unos bocadillos.

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La casa de la señora Rosa era pequeña, acogedora, estaba apenas para sentirse a gusto. Cuando ellos entraron, lo primero que vieron fue una salita, con un sillón para dos personas y tres sillones individuales para sentarse en ellos, estaban colocados en un semicírculo debido a que en el centro se encontraba una mesita de cristal, con unas tacitas de porcelana preciosas. Las paredes eran de un color beige y el suelo de una cerámica blanca. Era hermosa.

—April, yo… —Listo, estoy preparada para las preguntas — dijo Rosa mientras dejaba ricos pastelitos en la mesa. Los observó con una sonrisa, sin darse cuenta de que había interrumpido algo. —Adelante. Casi a regañadientes, él apartó la mirada de la de April para centrarse en Rosa. Am… ¿por dónde empezaba? ¡Ah, sí! —Bueno señora, iré al grano con todo esto… ¿En qué trabajaba usted cuando era más joven?— preguntó cautelosamente. Ella sonrió. —Ah, bueno hijo, yo trabajaba como enfermera en un hospital en Washington D.C, en ese entonces tenía 23 años y trabajar como enfermera era mi vida.

—Oh, sencillo querida, me enamoré de un muchacho muy apuesto — soltó una risita tímida—. Se llamaba Robert, era tan cariñoso y amable, siempre me trataba como una reina, por lo que caí rendida a sus pies; él me prometió muchísimas cosas… dinero, oro y yo por enamorada caí y me casé con él… —suspiró con anhelo. —¿Y dónde está él, señora? ¿Ya murió? —preguntó Caleb mientras que April le enviaba una mirada asesina. Él se la devolvió sin entender y ella le dijo prácticamente, “insensible”. —Oh, no te preocupes querida, no me molesta que me haya preguntado eso —dijo ella, al notar la mirada asesina de April. Luego, se volvió a centrar en Caleb—. No, él no murió. Yo me divorcié de él Ambos se mostraron sorprendidos.

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—¿Y qué pasó después? ¿Por qué se fue de Washington, señora? — preguntó April, nerviosa. Caleb la seguía tomando de la mano, como hace tan sólo unas horas y de nuevo ella no la apartaba… Y debía hacerlo.

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Caleb tomó nota en una libreta que traía.

—Oh… y ¿Por qué, señora? —preguntó April. Normalmente las señoras de esa edad que había conocido, o eran viudas, o estaban felizmente casadas. —Oh, fácil, él estaba obsesionada con una piedra que encontró y… — la señora se detuvo en seco, había hablado demasiado. — ¿Una piedra de qué señora? —preguntó él, sagaz. La había atrapado. —Oh… de nada, olvida lo que dije, hijo. —La señora miró su reloj — ¡Pero qué tarde es! Ya son las 4:00 de la tarde queridos, disculpen, pero deben irse —Rápidamente, se levantó y se dirigió hacia la puerta, casi echándolos. —Pero… —empezó April, sin embargo, Caleb la detuvo. —Está bien señora, tiene toda la razón, pero si no le molesta, necesitamos volver en estos días debido a que la investigación es muy larga —le sonrió encantadoramente—. Espero que nos lo permita. Aunque dudó, terminó asintiendo.

—Sí, mucho, pero no es de extrañarse, casi suelta algo importante, desgraciadamente se dio cuenta de que estaba hablando demás — dijo Caleb apretando más la mano de April, que hasta ahora no quería soltar. Al sentir esto, ella se percató de que aún tenían las manos entrelazadas, por lo que trató de soltarse, pero el agarre de él era más fuerte de lo que pensaba. Volteándose hacia ella, la vio a los ojos. —Escucha April, sé que me he comportado como un idiota arrogante contigo, pero es que no entiendo por qué eres tan arisca conmigo — soltó un suspiro—. Sé que es mi culpa, que desde ayer fui un estúpido y que te di la impresión equivocada, pero no puedo evitar ser arrogante, es mi habilidad y además estoy seguro que te atrae ¿no? Le guiñó un ojo. Ella puso sus ojos en blanco, divertida. —Te prometo que trataré de no ser muy pesado contigo para que no tengas que volver a golpearme… Porque la verdad tienes mano dura…

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—Se puso muy nerviosa ¿no te parece? —preguntó April mientras caminaban de regreso a la Academia.

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—Claro, claro, los espero mañana. Adiós —y sin nada más que decir los echó literalmente a patadas.

—se tocó la mejilla, que aún le dolía… Hablaba realmente en serio—. Y no tienes que disculparte, sé que me lo merecí un poco… Ella le dio una mirada sardónica. —Está bien, mucho. April suspiró. —Está bien, espero no tener que volver a pegarte, en serio que no quería hacerlo, pero no me dejaste elección — hizo una pausa y prosiguió —. Y sí, fuiste un estúpido y espero que cumplas tu promesa. Caleb se acercó más a ella y de nuevo estaban a escasos centímetros cuando… Sonó “That’s What You Get” de Paramore. Ella quiso gruñir, pero luego se sintió afortunada… No sabía qué podría haber pasado ahí. —Hola Scar…

—Scarlet… —Y ¿sabes una cosa? Leí en una revista, que las que son unas perras, son así porque en realidad… —Scarlet… —En realidad en la otra vida eran unas perras, pero de verdad de carne y hueso y además… —¡Scarlet! ¡Si te callaras, podría responderte!—la reprendió, desesperada. Su amiga hablaba demasiado de vez en cuando. —Oh… perdona, ya sabes que hablo hasta por el trasero cuando estoy hablando contigo Sonrió. —Tranquila Scar. Pues, en realidad no he conocido a ninguna chica de la Academia porque he estado ocupada haciendo misiones en las que… —

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April suspiró.

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—¡Hola cariño, la niña de mis ojos, mi hermanita querida! ¿Cómo estás en este segundo día como muchacha independiente? ¿Qué tal la Academia? Apuesto a que las chicas son unas perras ¿no? —hubo una pausa donde Scarlet gruñó—. No les hagas caso y…

—¿Con quién hablas? curiosidad saber.

—preguntó

Caleb.

Le

daba

muchísima

April le dio una mirada furibunda. Por favor, que Scarlet no lo haya escuchado, que Scarlet no lo haya escuchado, que Scarlet no lo haya… — ¿Quién te está hablando, April? ¡¿Esa fue la voz de un hombre?! ¡No llevas ni 3 días en ese lugar y ya conseguiste novio! ¿Cómo se llama? ¿Es sexy? Tiene voz sexy… ¡Pregúntale si tiene un hermano sexy! ¡Pregúntale April! —Scarlet casi daba saltos en su habitación. —Scarlet no se lo voy a preguntar… — ¿Preguntarme qué? —dijo Caleb. —Nada, nada —Ella se puso nerviosa. —April, si no lo haces voy a hacerlo yo… —el silencio invadió la línea, por lo que lo tomó como un sí— ¡Hey tú!¡Sí, el sexy que está con mi mejor amiga! ¿Tienes hermanos sexys? ¿Cómo te llamas? ¡Ah y lo más importante! ¿Tu hermano tiene llaveros?

— ¡Hey, te oí! ¡No le hagas caso y responde! —hubo una pequeña pausa— ¡Ah! Y una pregunta más… ¿Desde cuándo son novios? ¿¡Fue amor a primera vista!?¡Quiero detalles! Caleb se sonrojó por eso último… Amor a primera vista… Jum… —Dile que me llamo Caleb, sí, tengo un hermano y dile que, si no le importa que sea menor, todo perfecto. Después… Am… sí, mi hermano tiene llaveros ¿para qué los quiere? También podrías decirle que no somos novios, sin embargo, estoy comenzando a luchar por ello—le guiño un ojo a April. Ella se sonrojó por eso.

Estupidina: Medicamento que algunas enfermeras dan a los bebés para que al crecer se hagan más estúpidos. 1

PD: Ese medicamento NO existe, fue inventado por la autora osea… YO xD

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—Disculpa, es que ella está mal de la cabeza. Cuando era pequeña su mamá la dejó caer en el suelo y se dio muy duro, desde ese día está loca de remate; pobrecita no le hagas caso, tiene litros de estupidina 1 en la cabeza… —Caleb sólo rió más ante esa descripción.

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Caleb se empezó a reír a carcajadas mientras que April se sonrojaba de sobremanera. Algún día la iba a matar. Algún día…

Qué imbécil. —Scarlet él dice que… —Sí, ya lo oí. ¡Ay April! Ya conseguiste novio… Eres una pícara. ¡Hey, guapote, April te puede explicar lo del llavero! Y, ¡suerte con conquistarla! Mira que la chica tiene sus cositas… —Scarlet rió. —Gracias, ya lo noté —él la vio con una sonrisa—. Pero me gustan los desafíos. Sonrojada… Todavía más. —¡Uy April! Te conseguiste a un príncipe y ¿sabes qué? Voy a colgar antes de que me mates vía telefónica. ¡Adiós, te amo! —¡Scarlet! ¡Ni se te ocurra col…!—Y colgó. April le dirigió una mirada asesina a su celular y lo guardó en su bolso, la iba a matar… Dios, la iba a matar pedacito por pedacito y luego... Miró hacia arriba para descubrir un par de ojos mirándola divertido. —Linda amiga ¿Scarlet? ¿No?

—Lo note, aunque tú estás igual que ella ¿verdad? —Él sonrió de oreja a oreja— Y dime ¿Por qué me pregunto eso del llavero? —dijo mientras paseaban por la acera. Buena pregunta… —Una fantasía suya… —Cambió de tema rápidamente—. Bueno y ¿cómo es tu hermano? ¿Es… sexy, como dijo Scar? —Oh sí, es lo más sexy que hayas visto. Más sexy que yo… —su tono denotaba diversión—. Mira, es rubio, ojos verdes y delgado pero alto para su edad. —¿En serio? —sonaba bastante guapo… Más si él decía que era más guapo que él… Con lo arrogante que era— ¿Qué edad tiene? —Cinco —Caleb hacía su mayor esfuerzo para no reírse. —¿Cinco? Me tienes que estar jodiendo.

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—Sí, disculpa, es que ya no tiene tornillos que le mantengan la cabeza —Caleb se rió ante eso.

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Ella gruñó.

La cara de April no tenía precio. —No, te lo juro. Tiene cinco April lo miró a los ojos y vio que no le estaba mintiendo, su hermanito tenía cinco años. Ella no pudo evitar reírse a carcajadas. —Scarlet me va a matar cuando se entere. —Espero que no… — dijo Caleb con una sonrisa atrevida en su cara. April se sonrojó de nuevo como por la ¿Qué? Milésima vez en el día. Pero se dio cuenta que acababan de pasar la Academia y se dirigían en la dirección de su apartamento. —Um… Caleb acabamos de pasar la Academia. —Ya lo sé. Su cara era más confusa aún. ¿Entonces…? — ¿A dónde vamos?

—Ayer, cuando saliste de la cafetería furiosa, te seguí y vi donde vivías. La mente de April gritó: ¡Acoso! — ¿Y lo hiciste por qué…? —Porque quería saber a dónde te dirigías —se encogió de hombros— ¿Algún problema? Ella sonrió. —No, ninguno y, ¿quién dijo que te iba a dejar pasar a mi apartamento? — preguntó divertida. —Nadie, yo sé que me dejarás pasar, porque estas muy arrepentida de haberme pegado —dijo Caleb poniendo una cara triste en su rostro. Touché, pensó April. Con un suspiro medianamente resignado, asintió. —Está bien… vamos.

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— ¿Cómo sabes que vivo en un apartamento? Y lo peor de todo ¿Cómo sabes que se encuentra en esta dirección?

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— A tu apartamento —su tono era el tipo que te decía algo como… “¡Duh!”

—Ah y otra cosa… Como estas tan arrepentida me darás un beso ¿ok? —le dijo eso con una seriedad tan verdadera que hasta April se lo creyó por completo. Ella se encogió de hombros. —Está bien. —Sí, sí, ya lo sé… —hizo un gesto sorprendido— ¿Qué? ¿Sí me lo vas a dar? —Sí, ¿por qué no? ¿Porque hace unos minutos lo quería ahorcar? —No, por nada. Rápidamente y sin perder tiempo, April acercó sus labios al rostro de Caleb y cuando estaban a pocos centímetros… Le dio un sonoro beso en la mejilla. —Ahí esta —dijo, satisfecha por su maniobra. — ¡Hiciste trampa!

—Está bien… Pero no creas que te salvas de esta —le dijo mientras tomaba a April por la mano y la guiaba hacia su apartamento. — ¿Por qué haces eso? —Porque me gusta tomarte de la mano. ¿Qué, te molesta? —No, no para nada — dijo ella feliz. Le encantaba la sensación de sus dedos entrelazados, se sentía protegida y cálida… Ya ni se acordaba de lo enfadada que había estado… Y eso que ella era un poco rencorosa, jum… Y sin ninguna demora se dirigieron a su último destino del día.

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Él iba a protestar, sin embargo, entendió el truco.

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—No, yo te di un beso, pero tú no especificaste dónde.

Capítulo 5 Cuando April y Caleb llegaron finalmente a la habitación 516, los dos estaban jadeando y cansados. A Caleb se le había ocurrido retarla en una carrera para ver quién llegaba primero al quinto piso, pero no se le había ocurrido que los escalones eran tamaño camioneta, y segundo…. April era muy rápida. Al final él logró ganarle por segundos, sin embargo, esos segundos valieron la pena —según su criterio. —Ahora sí —dijo Caleb jadeando aún—. Me debes un beso en los labios, y está vez sí especifiqué —Tosió un poco debido al cansancio. April gruñó. —Sí, sí lo sé… —se acercó hasta él— ven, terminemos con esto… Sin embargo, él se alejó.

Ella no quería el beso de postre, sino de cena. —Está bi…bien —No pudo evitar sonrojarse— no discutiré mucho. Sin siquiera darle tiempo de responder, se dirigió hacia su apartamento. —Sígueme, es por aquí… Cuando iba a meter la pequeña llave en la cerradura, se escuchó a lo lejos una puerta abrirse y de ella salir un señor gordo, alto, y con una barriga que tenía el tamaño del Monte Everest. Se veía sudoroso y asqueroso, aunque muy peligroso. Al verlo, April sólo quería entrar en la habitación. Ese hombre no le daba buena espina, y ¿si era un violador? ¿Un acosador? ¿Qué haría ella? —Hey tú —dijo el barrigón señalándola — ¿Yo? —dijo April asustada mientras se apuntaba con un dedo.

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Su sonrisa se tornó pícara. April hizo una mueca.

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—Oh no, ahora no. —le dio una sonrisa prepotente—. Éstas son las reglas: primero, yo te daré el beso, no tú. Y segundo, lo haré cuando yo quiera, sin previo aviso, cuando menos lo esperes, no podrás golpearme ni echarte para atrás

Dios, la iba a matar, seguro que la iba a encerrar en un cuarto, luego la iba a violar y por último, después de saciar su sed, la mataría y todo después de que Caleb se fuera. El hombre se acercó todavía más. —Sí, tú. — ¿Quién es? —preguntó Caleb con la mandíbula apretada. Había notado que ella estaba muy tensa y eso no le gustaba para nada. ¿Quién era él? —No…No lo sé —contestó con profundo temor. La iba a matar, la iba a matar, la iba a matar… — ¿Qué se le ofrece? —preguntó Caleb colocándose enfrente de April. Ella lo observó, atontada. ¿Pero qué hacía?

— ¿Y qué si fue ella? ¿Tiene algún problema señor? —preguntó Caleb extrañado. —No, quería darle las gracias —dijo el señor sonriendo. ¿Eh? Eso no era lo que la mente exagerada de April esperaba. — ¿Las gracias? —preguntaron al unísono. —Sí, si no fuera por esta muchachita, yo hubiese llegado tarde a mi cita del lunes y no habría conseguido el trabajo que tanto necesitaba — Se acercó a April rápidamente y a ella no le dio tiempo siquiera de temer. La abrazó con tanta euforia que la levantó del suelo, provocando que ella gritara sorprendida—. Muchísimas gracias. Ella no pudo evitar hacer una mueca debido al olor. Ese señor olía a pescado podrido, y además estaba pegajoso. Asqueroso… El señor no la bajaba por lo que carraspeó, un poco molesto.

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—Sí, fui yo —contestó mecánicamente. Pronto, entendió lo que había dicho y quiso darse con la frente. ¡Vaya mierda! Ahora sí que la iba a asesinar.

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—Quería preguntarle a tu linda amiguita si fue ella la que me gritó el lunes en mitad de mi sueño reparador… — el señor barrigón se pasó una mano por el pelo.

—Sí, sí. Ya puede bajarla —Caleb apretó los dientes, conteniéndose de pegarle un puñetazo en la cara. El hombre miró su cara, la cual estaba roja y con la mandíbula apretada. Rió para sus adentros. Los jóvenes de hoy cada día eran más celosos… O eso pensaba él. Fingiendo inocencia, sonrió con amabilidad. —Oh, perdona —La bajó del abrazo—. No quería molestar a tu novio. —Él… —Sí, disculpa aceptada; ahora con tal de que no vuelva a abrazarla de esa manera, estamos bien ¿de acuerdo? —El hombre lo observó divertido, mientras que Caleb no perdía tiempo y tomaba a April de la cintura. La tomó por sorpresa y frunció el ceño, medio curiosa y molesta… ¿Pero qué estaba haciendo? ¿Decir que era su novio? Em… no estaban en la misma página. Sin embargo y a pesar de todos sus pensamientos y de jurar que le molestaba que se hubiese puesto así, se acurrucó contra él pues se sentía protegida y segura; le daba pena pensarlo, pero no quería apartarse mucho.

Cualquiera diría que vivía engañado. Cuando estuvieron totalmente solos ninguno se apartó de aquel abrazo tan dulce y deseado por los dos. Ella estaba contra el pecho de él, mientras apoyaba su cabeza en su hombro, y él la abrazaba por la cintura mientras respiraba el suave olor de sus cabellos. Olía a miel, lo que no era común, normalmente las chicas huelen a vainilla o galletas, pero April no. Ella olía diferente, porque para él, ella era diferente. April abrió los ojos repentinamente y se acordó de lo que estaba haciendo en ese momento. Lo estaba abrazando, estaba apoyando su cabeza en su hombro, como si fueran una pareja. Ella no entendía por qué no quería apartarse, apenas llevaban un día con 3 horas de conocerse y ya se habían agarrado de las manos, abrazado de una forma muy romántica y estuvieron a punto de besarse. ¿Cómo podía haber creado una relación tan cariñosa en menos de un día? No era posible…¿o sí?

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Bajó tranquilamente las escaleras, pero él no entendía nada… O sea, ¿qué le pasaba a ese muchachito? ¡Vaya idiota! Ni que él fuera un violador. ¿No había visto su rostro? Jamás podría hacerlo, él era todo un adonis…

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—Tranquilo muchachito… disculpen las molestias —dijo el señor.

Poco a poco, ella se fue separando para mirarlo a esos ojos desgarradores, que ahora la miraban con ¿amor? ¿Eso era? ¿La estaba mirando con amor? ¿O era cariño? ¿Dulzura? ¿Acaso ella lo estaría viendo de la misma forma? A juzgar por la sonrisa de satisfacción que cruzó por la cara de Caleb. Sí. Ella también lo miraba de manera especial… —Entremos… — dijo April mientras volvía a colocar la pequeña llavecilla en la cerradura, abriendo así la puerta del apartamento. Tenía que echarse un poco de agua, estaba extremadamente roja. Dejó que Caleb pasará primero para que pudiera contemplar su pequeño, horrible, pero acogedor apartamento. Después de unos segundos, entró y cerró la puerta tras ella. —Es muy… acogedor —dijo Caleb con todos sus esfuerzos guardados. Era horrible, pero no le diría eso. —Puedes decir que es horrible, no tienes que mentir —le dijo, esbozando una pequeña sonrisa. Aliviado—.

Ambos se pusieron a reír. —Ven, vamos a mi habitación. Es más bonita que esto… —Señaló la sala con desprecio. — ¿Me estas invitando a que pase a tu habitación? —Caleb alzó las cejas divertido y una sonrisa pícara cruzó por su rostro. Ella no entendió del todo lo que le decía… ¿Qué tenía de malo ir a su habitación y…? Oh… finalmente su mente hizo “Cachín” y le cayó la peseta. —Idiota, sabes que no me refería a eso… —Se sonrojó todavía más mientras que él reía. —Sí, lo sé, sólo jugaba contigo, vamos — Hizo ademán de ir a la habitación, pero April se le adelanto y abrió la puerta, fijándose si no había dejado ropa interior que dejaba rastros de su mañana apresurada y su pelea con la ducha. No. Todo estaba en orden. —Adelante —dijo mientras se hacía un lado para que él pasara.

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tranquilamente.

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—Está bien… Es horrible —suspiró Hombre, se siente excelente decirlo.

Cuando Caleb entró se sorprendió por completo. Él esperaba el cuarto típico de una adolescente, con posters de Justin Bieber (que para su criterio era gay, no entendía como a las niñas les gustaba, pero gustos son gustos), y un cuarto de color rosa con muchísimos peluches; maquillaje por montones, etc. Pero no, April tenía un estante lleno de libros, sin posters o peluches en ningún lado, una laptop, relojes y para su sorpresa en las paredes había frases de autores famosos y no famosos, todas pegadas en un orden perfecto y armonizado que hacía ver la habitación única y ordenada. La cama estaba arreglada y el tocador con maquillaje y las botellas de perfume ordenadas de mayor a menor. Era una habitación realmente… inesperada. Pero muy bella. —Y, ¿qué te parece? —preguntó, ansiosa. Él se había quedado como estúpido viendo la habitación. —Es… realmente hermosa, April —dio una vuelta para mirarla a la cara—. Es única, nunca había visto una habitación de una adolescente sin posters o peluches. Examinó un poco más el cuarto. —Sin duda te gusta leer, ¿o me equivoco?

—¿En serio? —su mirada estaba llena de sorpresa— ¿Me estas jodiendo? —No, es verdad, ten —le entregó su bolso—. Revisa mi bolso y encontrarás lo que te digo… Caleb lo abrió y sacó un pequeño libro rosado, con una hermosa portada. —“Mujercitas”… un clásico ¿no? —le dijo, sonriendo. —Sí, es realmente hermoso. —Nunca había salido con una chica que leyera… April rodó los ojos. —No estamos saliendo…

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—Me encanta leer— empezó un poco cohibida—. Leo desde pequeña, sin leer no sé qué haría, la verdad siempre llevo un libro nuevo en el bolso para leer si estoy aburrida…

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Sonrió.

—No, pero pronto lo estaremos —dijo, guiñándole un ojo mientras se dirigía al estante con libros. Ella meneó la cabeza, Dios… vaya chico. Empezó a revisarlos, sacando uno que otro. Caleb estaba sorprendido. April tenía libros que iban desde clásicos como Orgullo y Prejuicio hasta juveniles como Predestinados; tenía de historia y política como La historia de los Kennedy y El Código de Da Vinci. —Impresionante —dijo mientras se volteaba para salir de su trance. Dio un grito al ver que April estaba casi en su hombro. Ella saltó hacia atrás. —¿Qué mierdas asustado.

estabas

haciendo

ahí,

April?

—preguntó,

aún

—Perdona… estaba viendo cuáles libros revisabas — Se avergonzó al instante. A veces era muy curiosa—¿Tú lees? Caleb meneó la cabeza levemente, casi diciendo más o menos… — Un poco, más de historia y política.

Ella se rió. —¡No! —siguió riendo un poco, pero logró controlarlo— Me refiero a que sí, cuando lees no piensas en nada más, sólo en la historia… Se sentó al borde de la cama. —Oh… nunca lo he visto de esa forma. En realidad, nunca me he fijado en eso— él se sentó a su lado— ¿Cómo es fundirte? —Bueno… Es como que te metes en otro mundo ¿Me entiendes? — Al ver la cara de Caleb supo que no entendió. — Mira, cuando leo, no presto atención a lo que hay a mí alrededor. Sólo presto atención a la historia, sobre cómo se desarrolla la trama y los personajes, sobre el amor que puede haber en ello. Al hacer esto, estoy en mi propio mundo debido a que prácticamente no estoy prestando atención a nada, sólo a mi libro. Y ¿sabes por qué me fundo en la historia? Porque la disfruto, porque se ocupa gran parte de la imaginación a la hora de leer. Necesitas imaginarte cada escena y cada personaje para entender bien

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—¿Que si me fundo? —él la vio extrañado— ¿Como fundirme como un queso derretido?

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—Ya veo… y —dudó un poco antes de preguntarle— ¿te fundes en la historia?

la historia y que te enamore —suspiró—. Puedes darte cuenta de que te sientes así si el libro te hace sentirte furioso, triste, feliz o simplemente te hace llorar, eso significa que el libro se unió a ti como si fuera tu propia vida. Si no sientes eso al leer es o que no te gusta la historia o que tan sólo no te gusta leer. Porque para mí leer es eso y mucho más. Es desestresante, es mi forma de distraerme y no pensar en nada. Los libros son una parte de mí. Y puedes pensar que estoy loca. O que soy una friki2 pero es la verdad. Tragó fuertemente, nerviosa. —Nunca se lo he dicho a nadie. Sólo a mi mejor amiga y en cierta parte me da pena decírtelo, sin embargo, todo lo que dije es lo que siento cuando leo. Ella le regaló una pequeña sonrisa, realmente cohibida. —Vaya… —estaba un poco atónito—Se nota que amas leer. Es hermoso que tengas tanta afición por ello y me alegra que te hayas abierto a mí de esa forma. Aunque la verdad nunca me he sentido así al leer la historia de Hitler. —Se rieron los dos — supongo que es más fácil sentirse así cuando lees una historia romántica ¿no?

Meneó su cabeza mentalmente, ¿qué le estaba pasando hoy? — ¡Claro! Tengo millones de ellos.—dijo, mientras se levantaba felizmente y revisaba en su estante. No sabía cuál decirle que leyera… Había tantos. Volteándose con una sonrisa en la cara, lo vio y… Y supo que debía darle a elegir. 2

Friki: ¡Persona adicta a algo o alguien!

PD: Eso no es inventado por mí. Sí existe :D

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—Bueno… pues si me prestas un libro romántico lo leeré y te diré si me fundí en mi propio mundo ¿te parece? —De pronto, comenzó a sentir una oleada de cariño. Por alguna extraña razón quería ver a April leer, quería consolarla cuando llorara por algún libro. Quería abrazarla cuando ella estuviera sentada leyendo un libro en su propio mundo, para sacarla de él un rato y que se centrara sólo en él. Quería saberlo todo de ella. Quería observarla haciendo todo eso y más…

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Asintió energéticamente

—¿Sabes qué? Elige tú —Se apartó para que él eligiera algún libro. Jamás prestaría un libro, pero Caleb era especial. Él la había escuchado sin reírse y después de eso la había mirado de una forma inexplicablemente hermosa. Caleb, sorprendido por el gesto, se levantó y comenzó a buscar de entre los libros. Buscó un libro que le atrajera y no fuera muy… femenino para su gusto. Al cabo de unos minutos encontró un libro que le llamo la atención. “Química Perfecta”. Lo abrió y vio que la autora relataba el libro en una forma variable entre los dos protagonistas por lo que podría ver la versión del hombre… ¿Por qué no? Parecía interesante. —Me llevo este. ¿Me lo recomiendas? —su sonrisa se tornó tímida. Los ojos de April se abrieron con alegría y satisfacción. —Claro que sí, esa es mi autora favorita. La historia trata de un muchacho mexicano que se llama Alex, entonces él conoce a una muchacha que… —¡No me digas! Prefiero llevarme la sorpresa, April.

—Dos cosas que quiero decirte. La primera es que no te creo loca por leer libros, porque sé que estás pensando eso… Y no me veas con esa cara, esta vez no leí tus pensamientos. —ella rodó sus ojos—La segunda… Él sonrió. —Eres encantadora — y dicho esto Caleb le plantó un gran beso en la mejilla que duró más de lo normal. Sus mejillas ardieron como el fuego en la hoguera, aunque April disfrutó cada segundo en que los labios de él estuvieron en su mejilla. A pesar de la pena que le daba que él fuera así de… cariñoso, sonrió de oreja a oreja. Estaba feliz, él no la creía rara y la veía encantadora. —Me tengo que ir, miel de abeja — dijo Caleb con una sonrisa divertida. — ¿Miel de abeja? —se mostró confusa—¿Por qué me dijiste así?

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Caleb la tomó de la barbilla, haciendo que April clavara sus ojos en los de él.

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—Ah, disculpa… yo me emocioné mucho con ese libro —bajó la mirada, apenada. Estaba demasiado torpe ese día.

—Porque eres dulce como la miel y hueles a miel — Caleb sonrió con suficiencia, había logrado que April se volviera a sonrojar. — Ahora, ¿me acompañas a la puerta? —Sí…sí, claro. Los dos se dirigieron a la puerta del apartamento y cuando Caleb iba a salir de él, April lo detuvo. —Una cosa… por favor no rayes el libro, odio que los rayen. Tráelo sin ningún rayón ¿está bien? Él le sonrió. —De acuerdo, nos vemos mañana —volteándose con elegancia, le plantó un beso en la mejilla y se fue rápidamente. April quedó sola en su cuarto saltando de la felicidad. Ningún chico la había tratado así en su vida, él era tan lindo y amable, cariñoso sin duda. Pero era un estúpido y arrogante, aunque… le encantaba que fuera así, sólo la atraía más… Pero era un idiota.

Eran las 8:00, así que podría leer un rato antes de caer dormida. Cogió el libro que había dejado a medio palo, se acostó en su cama y empezó a leer Anna and the French Kiss y se “fundió” en su hermoso mundo lleno de parisinos y Anna con Étienne St. Claire…

A las 10:30 April terminó su hermoso libro. Había sido hermoso, realmente hermoso. Para ella, fue un final espectacular, perfecto y maravilloso. No tenía casi palabras para decirlo. Se levantó de la cama y se dirigió a su laptop. La encendió y buscó información sobre la autora. Era una manía de ella hacer esto, siempre quedaba con un pequeño vacío después de terminar un libro. En la página oficial de la autora, decía que ya había sacado la novela compañera llamada Lola and the Boy next door. Buscó un archivo pdf y se lo descargó, feliz de la vida.

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Para que no le pasara lo mismo del día anterior, activó la alarma de su reloj para las 6:30.

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April se fue a su habitación, se puso unos pantalones de pijama y una blusa…

Después de unos segundos, se fue a la cama y trató de dormir, pero sólo podía pensar en una cosa o más bien… en una persona. Caleb. ¿Le gustaba él? O sea… era guapo y todo, pero había sido un estúpido total con ella esa tarde… Sin embargo, pasó de ser así a tener un cambio radical ¿Es que acaso le gustaba de verdad? ¿Cómo era posible estar enamorada después de un día de conocerse? Imposible ¿no? No lo sabía y cayó dormida con esa duda en sus pensamientos.

A las 6:30 de la mañana… Sonó por todo lo alto la canción You Lost Me de Cristina Aguilera. April pegó un pequeño salto y le dirigió una sucia mirada a su despertador. Empezó a golpearle repetidas veces hasta que el aparato se calló.

Estaba lloviendo a cántaros, las nubes grises y parecía un día ¿triste? Sí, esa era la palabra, triste. Hizo una mueca, ¡amaba los días así! ¡Pero para dormirse y acurrucarse en su camita! No para levantarse a las 6:30 de la mañana y bañarse con una ducha del demonio… Suspirando, se dirigió a su armario, cogió un paño y se fue a la endemoniada ducha… Cuando llegó, se quitó el pijama, lo coloco en el mueble del lavamanos y se metió a la ducha… —Ahora sí… de esta no te salvas trasto ¿me oíste? — Cualquiera que la oyera, diría que estaba chiflada. April encendió la ducha, y empezó a juguetear con los botoncitos. El agua salía o muy fría o muy caliente, pero nunca le salía tibia. Parecía que la ducha se reía de ella; lo único que le faltaba era que cobrara vida y le tirara un balde de agua fría.

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April se levantó de la cama con toda la paciencia del mundo. Se dirigió a las cortinas de su habitación y las abrió de par en par esperando ver un día resplandeciente, lleno de sol y alegría, sin embargo, al abrirlas, vio todo lo contrario.

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Nota para ella… La próxima vez, bajaría el volumen del bendito reloj de Hello Kitty.

—Si no funcionas, juro que llamo al fontanero… —su sonrisa se tornó maliciosa—Y sé que no te gusta que toquen tus tubitos ¿no es así? — Como si la ducha pudiera entender, el agua pasó de helada a una temperatura ambiente, perfecta para ella. —Buena chica… —le dijo, mientras acariciaba el tubo de la ducha… Okay… Ni que la ducha fuera caballo, ahora sí estaba segura de que se había chiflado. Finalmente, se duchó feliz y despreocupada, hasta se puso a cantar So What? De Pink. Cuando decidió que era tiempo de salir, se salió de la ducha, cogió el paño, se secó el cabello y luego se dirigió a su cuarto. Abrió las puertas del clóset y empezó a elegir. ¿Qué se podría hoy? Buscó entre mil vestidos y blusas de tirante, hasta que encontró una blusa de cuello de tortuga ceñida al cuerpo color negro, unos pantalones tubo blancos y unos botines de cuero muy lindos.

Cuando terminó con esto vio la hora… 7:15. Le daba tiempo para ir a la cafetería y desayunar algo, así que cogió una sombrilla cualquiera y se dirigió a las infernales escaleras que tanto odiaba… Cuando April terminó de bajar, se dirigió a la recepcionista. —Buenos días Camila — dijo April sonriente. La muchacha de la recepción era la misma que había estado el primer día que llegó. Ya se habían hablado un poco —casi nada—, sin embargo, habían entablado una gran amistad en pocos días. —Buenos días April, ¿cómo la pasaste ayer con tu novio? — Camila sonrió de una manera pícara pero dulce. —No es mi novio… es un compañero de la Academia, ni siquiera llevamos 3 días de conocernos… — se sonrojó. Dios, ¿por qué se sonrojaba tanto? —Ya… ¿y por qué te sonrojas? —su cara era divertida.

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Después, sacó su secadora y plancha para el pelo y empezó a secárselo.

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Se sentó en su “tocador” y empezó a maquillarse, usando una sombra de ojos gris con un rubor rosado pálido, se pintó los labios de rosa pastel y se pasó brillo. Se puso un poco de rímel y delineador, aunque sus pestañas eran tan largas que ni siquiera ocupaban… Modestia aparte, claro.

—Yo… yo… no me sonrojé. —Ya, acéptalo… O es tu novio, o te gusta April rodó los ojos. — ¿Cómo es posible que me guste si sólo llevamos dos días de conocernos? —No lo sé — se encogió de hombros —Cosas del amor ¿no? —No lo creo… —la mirada que le dirigió fue de pura incredulidad. — Bueno me tengo que ir, besos Cami —Te mando otros, Ap. Cuando April salió de los apartamentos ya no llovía, estaba haciendo un poco de Sol, por lo que guardó su sombrilla en su gran bolso. Caminó como por 5 minutos hasta que llegó a la cafetería.

—Sí, claro; en seguida — dijo muy alegre y amable. La observó confundida… Seguramente no la había reconocido. Después de unos minutos la muchacha bonita volvió y le dio su orden. —Aquí tienes son… $8,50 —Gracias —April tomó la orden y se dirigió una mesa, pero antes de que pudiera empezar a caminar, la muchacha la tomó por el brazo. —Dime una cosa, ¿tú eras la chica que venía con ese muchacho no? — le preguntó con una sonrisa en el rostro. —Esa soy yo, sí. —Ah… ya veo y ¿son novios? —ella le guiñó un ojo. Dios, ¿qué le pasaba a la gente esa mañana? Agh… —Sí, soy la novia —soltó… ¿Eh? Eso no era lo que quería decir…

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—Hola, me puede dar un capuchino y un Beagle por favor —le dijo a la muchacha rubia que estaba vuelta de espaldas. Cuando se volteó no pudo evitar abrir la boca de la sorpresa, ya que era la misma chica con la que Caleb había coqueteado y era la misma que la había tratado como basura.

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Al entrar la invadió el olor del café y la vainilla; tenía tanta hambre que se comería hasta un caballo si con eso se la quitaba.

La ducha le había hecho mal, eso era. —Ah, conque suertuda ¿no? — le regaló una pequeña sonrisa —. Me pareció agradable. Un gusto mi nombre es Airin — le tendió la mano. April la vio confusa… —Oh… un gusto Airin, soy April —No entendía nada… —Un gusto, April. Estaba tentada a darse una vuelta e irse, así no tendría que lidiar mucho más con su mentira, sin embargo, las ganas le ganaron y abrió su boca. —Oye, no te ofendas con mi pregunta pero… ¿Te querías ligar a Ca… mi novio? Ella sonrió con inocencia.

— ¿Él me quería dar celos? —preguntó distraídamente. —Sí, o bueno, eso me pareció… ¿Estoy equivocada? ¿Acaso ella no había visto que Caleb le tiró el café encima? —No, tienes toda la razón, fue un gusto hablar contigo Airin. Nos vemos después —Hasta luego April — dijo Airin con una sonrisa en su rostro. Se despidió de ella, un poco ida en sus pensamientos y se dirigió a una mesa para poder empezar a engullir su Beagle en paz —el cual le sabía a gloria. Después de terminar, ella se encaminó hacia la puerta muy segura de sí misma, pero al salir… Estaba lloviendo como cuando abrió sus cortinas, sólo que peor. April hizo una mueca. Se iba a empapar. Cogió su sombrilla, la abrió y empezó a caminar, buscando un taxi que la llevara. Pero nada…

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De todo lo que Airin le acababa de decir, apenas si oyó la mitad.

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— ¿Yo? No, como crees. Ya tengo novio, sin embargo, me gusta seguirles el juego… Es divertido hacer el papel de “soy una perra y quiero robarte a tu chico” Además, pensé que te estaba molestando con darte celos o algo así… Cuando los vi, me parecieron una linda pareja, por eso pregunto ahora.

Tendría que caminar y llegaría chorreando agua por partes que ella ni siquiera sabía que podían chorrear. Y como había dicho, efectivamente, llegó a la Academia calada hasta los huesos. Tocó débilmente la puerta y al minuto salió Alfonso. —Hola señorita Aprilyn… — Alfonso la vio detenidamente y sonrió satisfactoriamente — Veo que esta empapada ¿no? —No vieras, es que me bañe con ropa puesta. ¡Obviamente me empapé! No había taxis y… —se estremeció del frío— ¿me podría dejar pasar? —Oh sí claro… — Alfonso se apartó para dejarla pasar. Cuando April entró, no pudo evitar notar que Caleb estaba ahí y se veía jodidamente sexy. Llevaba un abrigo que parecía muy caliente, con unos pantalones negros y converse gris. Se veía perfecto. Como si Caleb notará que April lo estaba viendo, se volteó y la miro boquiabierto. — ¡April! ¡Estás empapada! ¿Qué te paso? — dijo corriendo hacia ella.

Se volvió a estremecer. ¡Que frío hacía! —Te viniste caminando ¡Estás loca! ¡Te vas a enfermar! Si me hubieras llamado yo te hubiera traído —El problema es que no tengo tu número Caleb… —le dijo con una pequeña sonrisa divertida. —Pues, ahora te lo doy… ¡Ten! — Sin dudarlo, se quitó el abrigo, quedándose con una camisa gris, que hacía resaltar sus abdominales. —No, Caleb. Te vas a congelar — Ella retrocedió un paso para no tomar el suéter pero él dio otro paso, entregándoselo. —No me importa, además yo no tengo frío —Agarró la chaqueta y sin dejarla protestar, se la colocó a April en segundos. Ella sonrió dulcemente. —Gra…

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—Yo…yo… me fui con la sombrilla a buscar un taxi, pe…pero no había así que…

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Vaya, era la noticia del día que estuviese empapada.

— ¡Ay mi Dios! ¡Pero que di-vi-no que sos! Todo un amor, como siempre, Calebcito… — dijo una voz lejana. April se asomó por el hombro de Caleb, creyendo que iba a ver otra estúpida chica muerta por él. Pero fue todo lo contrario… Era un chico, con peinado tipo a lo Justin Bieber, pantalones tubo y una camisa pegada al cuerpo color morado, además de llevar un suéter turquesa…. El muchachito empezó a acercarse hacia Caleb dando saltitos mientras que él gruñía una maldición. —Oye C, ¿Por qué no me tratas así, cariñito? —dijo, mientras movía a Caleb de un lado a otro. —Te dije… que no me dijeras cariñito… —le reprendió Caleb furioso. —Ay… pícaro entonces, ¿cómo quieres que te diga? —hizo como si estuviese pensando demasiado —Ya sé, mi pichoncito de fuego, o si no mi Darth Vader… —su voz se tornó seductora lo que hizo que Caleb se estremeciera y April tuviera que ahogar una risita.

—Te quitas por las buenas o te quito yo por las malas… — dijo Caleb volteándose con una mirada oscura en su rostro. —¡Uy! Entonces… ¡Quítame tú! Si con eso me tocas, guapo —le dijo, guiñándole un ojo. April no pudo más y soltó la risa, mientras que Caleb apretaba la mandíbula y le pegaba un puñetazo en la cara. —Listo. Ahí está. Te toque ¿Feliz? —Caminó hacia el centro de la sala para esperar a la directora. Cuando April vio la cara del pobre chico le ayudó a levantarse y lo miró con gracia. —Soy April, encantada —le tendió la mano amablemente—Y ¿tú cómo te llamas?

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—Sí, pero sin traje es sexy. ¡Como mi Caleb! — dijo tirándose encima del susodicho.

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—¿Por qué Darth Vader? ¿No se supone que Darth es feo? — le preguntó ella, divertida.

—Yo me llamo Gabriel, pero me puedes decir Gabri o Gabe, linda — Cuando Gabe hablaba hacía gestos con las manos y movía la cabeza con cierta gracia y elegancia. A ella sólo le hacía más risa que la normal. —Bueno Gabe, conque enamorado de Caleb ¿no? —Dios, es que míralo, ¿acaso no está para comérselo? Es el sueño de todo gay. Y ven, acércate — hizo ademán con la mano para que ella lo hiciera—. Ese pedacito de pan que vez ahí, es mío, no te metas… Ella frunció el ceño. —Y ¿qué pasa si me meto? —Nada, sólo que… tendrás competencia — dijo dándole un guiño. Iba a morir de la risa. Él le hacía muchísima gracia. —Bueno… está bien —dicho esto April se fue al lado de Caleb a esperar a la directora. —Lindo amigo, ¿tu novio? —le preguntó realmente divertida.

—Mmm… ya lo noté. —Sí, disculpa que hayas tenido que ver eso… —Por mí bien, me hizo reír —Su sonrisa era pícara. —Pero no tanto como yo, ¿o sí? — Y de pícara pasó a sonrojarse mientras que Caleb ponía la sonrisa pícara en su cara, cambiando de papeles con ella. —Oh, ¡buenos días chicos! Es un gusto que ya estén todos aquí y… — La directora pasó la mirada entre April y Caleb. ¿Por qué ella estaba mojada? Y… ¿por qué usaba su chaqueta? Los miró realmente extrañada, pero terminó encogiéndose de hombros. Seguramente eran cosas de muchachos. —Buenos días directora —dijeron los tres al unísono. —Bueno chicos, Caleb me dio el informe de su investigación con la señora Rosa, y por lo que veo… No nos dio mucha información, pero

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—No, mi amante — April se quedó atónita con su respuesta y Caleb sonrió satisfactoriamente—. Ya quisiera él, no, no es nada mío, es sólo un estúpido estorbo que me acosa…

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Él le dio una mirada sardónica.

casi se le escapa algo. Por lo que haremos lo siguiente. Gabe irá con ustedes hoy a la investigación, para detectar si la señora miente, él es del sector número 2 por lo que puede detectar mentiras, podrán presionarla, no podrá mentir y tendrá que ayudarnos — dijo la directora con cara firme. Estaba segura de que funcionaría. —Sí, directora — dijeron como soldaditos en un ejército. —Está bien, espero que ya se conozcan todos y pues… vayan, vayan — hizo ademán con la mano para que se fueran y se volteó hacia las escaleras. —Oh… y recuerden, tengan mucho cuidado —y sin decir más, se fue. Gabe fue dando saltitos hacia la puerta, y al ver que estaba lloviendo puso cara de angustia. —Cariñito, ¿nos llevas en tu auto, no es así? — preguntó Gabe moviendo las pestañas. —A April sí, a ti te dejo botado —su mandíbula se apretó.

— ¿Qué pasa, April? — preguntó extrañado. —Gracias… Su cara era confusa. — ¿Por qué? —Por prestarme tu abrigo cuando estaba como un pollito mojado — dijo April sonriendo. Caleb se rió por lo que dijo ella, pero su sonrisa se desvaneció cuando ella le dio un beso en la mejilla. —Te la devolveré pronto ¿sí? —Ah… um… Si quieres quédatela — Caleb sonrió, aunque por dentro se maldecía por tartamudear — Si con eso me das otro beso, estaré feliz — su sonrisa se convirtió en una sonrisa atrevida y arrogante. —Ya quisieras… — dijo April tratando de no reírse. —Vamos miel de abeja.

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Caleb empezó a dirigirse hacia la puerta, pero ella lo tomó por el brazo y lo detuvo.

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—Ay… pero qué gracioso eres —le dijo mientras salía por otra puerta, la cual April no había notado nunca.

— ¿Ahora me vas a decir así siempre?

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—Nah, sólo por ahora.— dijo mientras tomaba su mano y entrelazaba los dedos con los de ella. Amaba esa calidez de sus dedos juntos. Se sentía feliz con ella. Se sentía completo… Y se sentía asustado como la mierda porque nunca se había sentido así… Jamás.

Capítulo 6

— ¿Este es tu carro? —preguntó April sorprendida. Cuando Gabe dijo que Caleb tenía carro ella pensó que sería un carro último modelo pero… se equivocó. A sus ojos tenía un carro marca Toyota Celica 2000. —Sí, hermoso ¿no? — preguntó Caleb emocionado. Se sentía realmente orgulloso de su carro. —Um… claro, lo tienes muy bien cuidado… Sin embargo, April estaba un poco confundida. Siempre había pensado que Caleb era un “chico de plata”, algo adinerado… O por lo menos eso aparentaban sus ropas. —Sí, lo sé —hinchó el pecho— vamos, suban.

—Ay, pero, cariño, ¿no me abres la puerta? —No. — ¿Por qué a April sí y a mí no? — preguntó Gabe haciendo pucheros. Odiaba el favoritismo. —Porque April es mujer y tú eres hombre, por lo que no te tengo que abrir ninguna puerta. Ahora ¡suéltame! —Uy Caleb, eres tan malo conmigo —Gabe lo soltó, pero se paró de puntillas y se acercó a su oído —Y eso me encanta. ¡Miau! Se estremeció. —Dios, eres escalofriante Gabe — Caleb abrió la puerta de su carro, se sentó en el asiento de cuero, y se amarró el cinturón. En unos segundos, Gabe entró en el carro, con una sonrisa radiante en su rostro. Caleb rodó los ojos y April rió.

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—Gabe, tú vas atrás —Se dirigió a la puerta del conductor, pero Gabe lo detuvo. Lo abrazó por detrás, acariciando su pecho. Él se estremeció y trató de soltarse de su agarre.

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Caleb abrió la puerta delantera para ella e hizo un ademán con la mano para dejarla pasar. Ella encantada, entró en el carro y se acomodó en el suave sillón de cuero.

— ¿Por qué ríes? — preguntó Caleb curioso. —Porque te ves adorable enojado — Él empezó a sonrojarse. Oh Dios, se estaba sonrojando… ¿En serio? ¿Qué le pasaba? ¡¿Estaba loco?! ¡Él nunca se sonrojaba! —Mientes. —No miente, cariño — dijo Gabe, metiendo la cuchara. — ¿Ves? El detector de mentiras lo confirmó — dijo April guiñándole un ojo. —Sí, sí —rodó sus ojos, nervioso— Vamos. — Caleb colocó la llave en el auto, movió las marchas y empezó a conducir hacia la casa de la señora Rosa. Pasaron unos minutos en silencio. Nadie se atrevía a hablar. El ambiente estaba tenso, incómodo. Todos estaban pensando algo diferente.

Ya por último, Gabe iba totalmente concentrado en Caleb. Y es que… ¡sólo había que mirarlo! ¡Se veía malditamente sexy desde ahí! Gabe se mordió su labio inferior… Grr... Caleb estaba harto de tanto silencio y tomó la mano de April por encima de las marchas. Ella dudó un poco antes de hacerlo, sin embargo, entrelazo los dedos con los de él y sonrió. ¡Perfecto, ella no estaba enojada! Suspiró aliviado y con una sonrisa en su rostro siguió conduciendo. — ¿Ustedes son novios? —preguntó Gabe triste y sorprendido —Claro que... —Sí —Él atrajo la mano de ella hacia su boca, y besó sus nudillos. Ella se sonrojó inmediatamente, y estaba a punto de negarlo, sin embargo,

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Caleb, por su parte, iba un poco —por no decir bastante—, nervioso. No entendía por qué ella iba tan callada, ¿acaso había dicho algo malo? O… o le había molestado el carro…. ¡Dios, jamás iba a entender a las mujeres!

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April estaba segura de que era un hermoso auto, viejo pero hermoso. Seguramente se lo habrían comprado sus padres… O tal vez no… Ella se encogió de hombros mentalmente. Después se lo preguntaría.

se resignó. El muchacho era realmente testarudo, pero mantuvo a Caleb feliz. — ¿En serio? —Gabe lo analizó con cuidado— Puedo percibir cierto ápice de mentira en tu voz, pero suenas tan convencido, terroncito… Lo escrutó unos segundos y sintió las vibraciones del cuerpo de Caleb… ¿Acaso decía la verdad? No podía ser. A esa chiquilla no la había visto en su vida, ¿cómo se iba a aparecer y enamorar así de rápido de ella? Nah… No podía ser… — ¡Ja! Estabas mintiendo. Logré localizarlo ¡Sigues disponible! — Él empezó a balancearse en su asiento. April frunció el ceño. ¡Dios, ni que él fuera gay! ¡Caleb se veía realmente heterosexual, no como para que un rubiecillo quisiera ligárselo! —Sí, pero no por mucho tiempo —soltó, en un ataque de celos. Segundos después, analizó lo que había dicho… Ups… Mierda.

Él apretó la mano de ella, y se prometió hacerle pagar la apuesta del día anterior. —A mí me huele a competencia. Y yo voy a hacer que la competencia desaparezca querida… Duerme con un ojo abierto ¿eh? — dijo Gabe señalando a April. — ¿Nunca te ha dicho tu mamá que es malo señalar, Gabe? —April se volvió hacia el asiento de atrás —Nunca señales, lindo —Le guiñó un ojo. —Te perdono esa falta de respeto, sólo porque me dijiste lindo, cariño —le dijo, rodando los ojos. Ella se rió y devolvió la vista hacia el parabrisas. Sonó el timbre de la canción Breakin the Habit de Linkin Park. April empezó a tararear la canción, mientras que Caleb contestaba

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—Na…nada. Olvida lo que dije —Pero era obvio que ninguno lo olvidaría. Ella quería estar con él ¿no? Se lo acababa de confirmar. Toda inseguridad que tuviese antes, quedó atrás, volviendo a ser el Caleb confiado y arrogante que era.

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— ¿Qué? — dijeron al unísono. Caleb, rebozaba de felicidad y Gabe, de furia y decepción.

sorprendido. ¿Ella realmente escuchaba Linkin Park? ¡Dios, era perfecta! —Sí ¿hola? — Caleb volteó la cabeza hacia April y pronunció por lo bajo La directora. Ella asintió y volteó la mirada hacia la ventana — ¿Cómo? ¿Por qué tenemos que ir? Gabe tocó a April en el hombro. —¿Quién es?—articuló Gabe. —La directora… Gabe se llevó una mano a la boca, haciendo un gesto sorprendido. —Sí, pero ¿cómo sabremos quién es? — Él suspiro — Está bien, está bien. Apenas tenga el reporte se lo llevo. Adiós. — Y colgó. — ¿Qué pasa? — preguntaron al unísono.

—¿Lo están siguiendo? —pensó unos segundos—Pero, ¿para qué tenemos que investigar a su esposa? ¿No sería más fácil interrogarlo a él? ¿Se supone que él tiene la piedra? — preguntó April. — ¡Ay sí! Yo sinceramente no entiendo a estos alquimistas. Si yo tuviera que decidir preferiría no serlo. Primero la marca parece tatuaje ¡Ugh! Los tatuajes de estrellas están ¡out! —Gabe hizo un ademán con la mano hacia la ventana — Y segundo, se hacen una embolia cerebral para conseguir esa maldita piedra. Son unos amargados… April bufó. —Cálmense un poco, yo les explico —Caleb tomó un suspiro—. Lo estamos siguiendo para seguirle los pasos, necesitamos ver qué materiales compra, guantes, talco, piedras como la cal, sábila, cosas que se necesitan para experimentar con la piedra. No podemos investigarlo a él, debido a que nos puede identificar. Sabe si somos alquimistas o no. Tiene un sensor o algo. Aún no logramos saber qué es. E investigamos a su esposa, debido a que ella nos puede dar más información que él. Con Gabe a nuestro lado, podemos saber si ella

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—Vamos a seguir al señor Robertt, ex esposo de la señora Rosa. ¿Por qué? Porque al parecer está comprando cosas “extrañas”

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Caleb pego un frenazo en seco, haciendo que todos en el carro se tambalearan como gelatina. Dio una vuelta y se dirigió hacia el Mall del pequeño pueblo.

miente o no, pero la entrevista la vamos a dejar para mañana porque a la directora se le ocurrió que ahora mismo quiere investigar a Robert. —Él tomó un respiro y se relajó. — Y Gabe, si se hacen una embolia cerebral no es tu maldito problema. Además, ¿por qué te importa la marca? Ni siquiera está a la vista en ti. Le dio una risa sardónica. — ¿Eso crees? Mi marca está en mi tobillo, cada vez que quiero ir a la playa, creen que tengo un tatuaje. ¡Es degradador! — Gabe alzó las manos y de un momento a otro las bajo — Hablando de marcas ¿Tú la tienes en el cuello no? —Sí. ¿Hasta ahora lo notas? Se encogió de hombros. —En realidad, sí. Haces buen trabajo cubriéndola.

—No, nunca la había notado… Si la hubiese notado en la cafetería el día que te conocí, hubiese sabido que eras alquimista. Pero no lo noté… Supongo que tú tampoco lo notaste ¿no? —No, ahora que lo pienso… ¿Dónde tienes la tuya? — Caleb empezó a revisar a April de arriba hacia abajo. —En la muñeca, mira —Se alzó la manga para que Caleb pudiera ver mejor. —Ya veo… —la analizó unos segundos, con cautela. Eran realmente interesantes—Oh, ya llegamos… Gabe vio hacia la ventana con anhelo. — ¡Ojala fuéramos de compras! Bueno, por lo menos vamos a ser como unos espías, sigilosos y cuidadosos ¡Miau! — dijo mientras se desabrochaba el cinturón y esperaba a que Caleb aparcara. —Gabe, ¿me harías un favor?

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—¿Nunca la habías visto? — preguntó, aturdido.

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— ¿La tienes en el cuello? — preguntó April mientras se acercaba a él y le revisaba el cuello. Efectivamente, la marca estaba ahí. Una estrella dentro de un gran círculo con una C grabada en ella. Justo como el collar que April llevaba puesto. Ella buscó una cadena como la que ella usaba y la encontró. Era igual que la de ella. Sólo que la de él era con una C.

—Por ti cariño, lo que sea. — ¿Mantendrías tu maldita boca cerrada? April rió, mientras que Caleb se aparcaba y se apeaba del coche. Corrió para abrirle la puerta y ella fascinada por su caballerosidad se bajó del carro y le tomó de la mano. Cuando estaban entrelazando los dedos, Gabe se metió en el camino de los dos, haciendo que se separaran bruscamente. —¿Nos vamos? — preguntó, colocando una mirada inocente en sus grandes ojos azules. —Sí, vamos —gruñó Caleb mientras metía las manos en los bolsillos, algo le decía que Gabe iba a hacer su día imposible. El centro comercial era pequeño en comparación con un ejemplar de Washington DC; era un edificio de un piso, color salmón, lleno de escaparates con ropa, zapatos y tiendas de juguetes. En el techo del lugar había una gran cúpula roja y, en los bordes del techo decía Centro Comercial De Seattle.

—¿Cómo se supone que vamos a encontrar a ese señor con tanta gente?—preguntó April incómoda, estaba atrapada entre un señor flacucho y una muchacha con unas siliconas gigantes… ¡Wow! Eran muy grandes… Parecía que las habían inflado con 8 globos. Se estremeció. Traumante. —Tranquila, yo ya lo he seguido antes. Vamos — Caleb y Gabe fueron adelante, mientras que April se quedaba atascada con Ms. Pechos y flacuchín. No podía moverse, la tenían atrapada. Como si Caleb se diera cuenta de lo que ella pensaba, se dio la vuelta y abrió los ojos como platos al ver a la muchacha que atrapaba a April. Ella extendió la mano para que Caleb la sacara de ahí, pero no llegó hasta él. Él se movió en un camino entre la gente, dio una movida hacia

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Cuando entraron, comprobaron que a pesar de que el local era pequeño, estaba lleno hasta la coronilla. La gente se movía de tienda en tienda, los lugares estaban llenos hasta reventar y casi no se podía transitar en los estrechos pasillos.

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El trío de “amigos” entró por las dos puertas de cristal grandes que se deslizaban con sensores, recibiéndolos en el lugar.

la izquierda, luego la derecha, y unos segundos después April sintió unas grandes manos en su cintura, agarrándola fuertemente. —¿Estás bien? — susurró la irreconocible voz de Caleb a su oído. Ella se estremeció, su aliento en su oído se sentía cálido y fascinante. April sólo logro asentir, mientras Caleb la llevaba hacia el centro del centro comercial, donde se encontraba Gabe, esperándolos. —¿Estás bien, pichoncito? — preguntó, con mirada preocupada. —Sí, gracias —respondió April con una sonrisa. —Le decía a Caleb —Gabe le lanzó una fría mirada. ¿Por qué rayos la odiaba? Ah… claro… Desde que soltó que Caleb no iba a estar soltero durante mucho tiempo. Tonta de ella. Tonta de ella.

—Ah claro... —sus ojos mostraron compresión, sin embargo, se tornaron en una confusión gigantesca—Espera, ¿cómo putas tienes mi número? —Contactos, cariño —dio una risa pícara—. Bueno, me voy a ir antes de que me mates, besitos — y sin decir más, se fue corriendo hacia la tienda de comestibles. —Ese maldito gay —murmuró Caleb entre dientes mientras dirigía a April entre la multitud. —¿Por qué lo desprecias tanto? Él sólo quiere tu atención, no seas tan grosero —dijo ella, mientras buscaba a un señor canoso… no sería difícil. ¡Ja! Sólo un señor canoso, había como mil abuelos por allí. —Ya sé que sólo quiere mi atención, pero es traumante que me “ame” —hizo unas comillas al decir la palabra. —Sí, pero no seas tan brusco ¿sí? Dale una oportunidad. Tal vez puedan ser amigos…

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—Ay cariño, ¿cómo crees? Yo ya tengo tu número —Gabe le guiñó un ojo.

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—Tendré que acompañar a April, si va sola se puede perder —Caleb guió su mirada hacia Gabe — Gabe, tú ve hacia la izquierda por la tienda de comestibles y nosotros iremos por las tiendas de ropa; sé sigiloso. Tú también sabes quién es, si lo encuentras, llama a mi celular. Ven y te doy el número.

—Pero, ya lo somos… Gabe es mi amigo, pero nuestra relación se ha hecho incomoda desde que me confesó que era gay, y que estaba enamorado de mí… — Él acercó a April un poco más hacia su lado. Parpadeó varias veces, ¿ya eran amigos? — ¿Qué? ¿Desde cuándo se conocen? Pensé que Gabe era una fan o algo por el estilo… Él meneó su cabeza. —No, Gabe y yo nos conocemos desde hace 2 años, cuando él entro a la Academia, él tenía 14 y yo 16; hace un año me lo confesó. Desde ahí no he podido ser igual con él. Y como habrás notado, él tampoco es como un amigo en realidad, parece como si fuera un acosador —Caleb se estremeció y siguió buscando a Robert por los escaparates—. Mis amigos dicen que no debo prestarle mucha atención, pero no logró hacerlo. Tan sólo me incomoda. Ella asintió, comprendiendo.

—Sí, aunque tengo entendido que tú y Gabe son los únicos alquimistas masculinos ¿no? —Se agachó un poco para ver si encontraba su objetivo. Él se volteó a verla con cara confusa. —¿Quién te ha dicho eso? —La directora, ¿por qué? —Oh… eso lo explica. No hagas mucho caso a lo que dice la directora, es muy olvidadiza, nunca se acuerda de los demás alquimistas masculinos… ¿Ah? —Oh… Entonces, ¿tus amigos son alquimistas? —Sí, los tres son alquimistas. Mira mi mejor amigo es Raúl, nos conocemos desde que entré a la Academia para hacer investigaciones, él puede detectar mentiras, igual que Gabe. Y luego están Joseph y

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—¿A qué te refieres? ¿Si son alquimistas? — Caleb iba cauteloso en los pasillos, llevando a April de un lado a otro, escondiéndose en ascensores y detrás de plantas, para que no los encontraran.

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—Ya veo, bueno… tendrás que seguir viviendo con ello —April le dio una sonrisa alentadora y él le dio un apretón en la mano, como agradecimiento—. Y tus demás amigos ¿cómo son?

Jeremy. Son gemelos, ellos son del sector 3. Trabajan en el laboratorio y… —¿Y cómo es que no los he visto en estos 3 días en la Academia?

—Ah, eso es porque Raúl tuvo una pequeña crisis familiar, por lo que tuvo una semana libre. Y Joseph y Jeremy tomaron vacaciones y se fueron a disfrutar en Puerto Rico. Se supone que hoy vuelven a la Academia. Si los encuentro te los presento, ¿te parece? —Claro, además yo ya te presenté a Scarlet. Es lo menos que puedes hacer —le dijo, divertida. En realidad ella no le había presentado a Scarlet, ella se había presentado sola. —Cierto — dijo Caleb sonriendo. Su sonrisa se desvaneció al captar algo en una tienda —April… ahí esta Robert. Date vuelta cuidadosamente y vigila, yo llamaré a Gabe.

—Está bien, Caleb, tenemos que alejarnos. Ese señor nos está sintiendo desde aquí. —¿Qué? ¿Cómo lo sabes? —Leí sus pensamientos, está alarmado, y ahora está revisando en todos los rincones del lugar; si nos ve, estamos perdidos. —Oh claro, buena idea, pero tenemos que seguirlo. No podemos perderlo de vista, esperemos aquí a Gabe y cuando llegue, lo seguimos— Él llevo a April detrás de un ascensor, que estaba en perfecta localización para lograr espiar a Robert. —Está bien. Sólo espero que no se vaya… Después de unos minutos, lograron ver a Gabe, dando saltitos por el lugar, hasta llegar a ellos. —¡Hola! Volví, ¿me extrañaron?

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—Sí Gabe, ya lo encontramos ven — Él frunció el ceño y colgó —Dijo que viene para acá

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—Está bien —April se dio la vuelta para encontrarse a un señor de piel negra, grande, rapado y con un bigote canoso. Medía como 1.90 y sin duda la intimidaba. Llevaba ocho bolsas del supermercado, aunque no parecía que llevase comida, más bien, según lo que podía ver, llevaba lubricantes, savia, piedras… Cosas poco usuales.

—Sí, sí, agáchate, idiota, que te puede ver — dijo Caleb jalando a Gabe hasta el suelo. —¡Uy! Eres tan grosero —Empezó a hacer berrinche en medio del lugar. —Chicos, Robert se está moviendo, vamos — dijo April. Jaló la mano de él para que la acompañara, y así lo hizo. Gabe fue detrás de ellos. Robert se dirigía hacia la salida. Estaba lleno de personas, por lo que resultaba difícil seguirle el rastro. Aunque no era tan difícil seguir a un hombre tan alto como las torres gemelas. —¡Se está yendo! Qué bien, este lugar sólo me trae sudor y chicos asquerosos — dijo Gabe, estremeciéndose. —Sí, vamos Cuando finalmente lograron salir, lograron localizar a montándose en un carro Land Rover, extremadamente grande.

Robert,

Claro, carro grande, hombre grande…

—No, mira, ahí está —dijo April señalando al carro. —Perfecto, vamos. Caleb puso las marchas, y pisó el acelerador. April se sostuvo del asiento y Gabe del cinturón. El Land Rover salió del estacionamiento hacia la autopista, y el Celica lo siguió cuidadosamente, desde una distancia calculada. El carro iba en silencio, todos estaban atentos adonde se dirigía el carro, a la derecha, a la izquierda, ¿iba a parar? Nadie lo sabía, y eso los mataba. El Land Rover se detuvo al lado de un callejón oscuro, Robert salió de él y se dirigió a ese oscuro lugar. —Alguien tiene que bajarse —Caleb se desabrochó el cinturón—. Iré yo, quédense aquí, tengo que verificar si vive por aquí.

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—¿Dónde está? —Caleb buscó con la mirada el Land Rover—. Mierda, lo perdimos

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Se dirigieron al Celica 2000, montándose rápidamente para poder seguir al señor a su casa. Tenían que averiguar qué tenía en esas bolsas.

—Yo iré, corazón — dijo Gabe mientras se desabrochaba el cinturón y miraba a Caleb —No Gabe, iré yo, parece muy peligroso. Además, no sé qué hay ahí. —Yo iré, quiero ir, ¿está bien? Abre el carro —Caleb suspiró, y abrió el seguro del carro—. Ten cuidado, Gabe —Tranquilo, no me pasará nada —Se bajó del auto y se dirigió cauteloso al callejón oscuro. —Caleb, ese lugar no me parece confiable —Ella tomó su mano—. Siento un mal presentimiento Él apretó su mano. —Todo estará bien, April. No te preocupes. Ella suspiró. —Está bien… —Él beso su mejilla, la cual estaba más pálida y fría que nunca. —Dios, April, estás helada.

—De que le hagan algo a… —Se oyó el sonido de una pistola cerca, seguido de un grito agudo, y luego un golpe en seco. —¡GABE! — Gritó April, apeándose del carro. Caleb a su vez, salió del carro, y corrió hacia aquel callejón. Ella iba detrás de él, asustada y temerosa. —Quédate aquí April. —Ten cuidado, Caleb, por favor. —Lo tendré. Caleb se dirigió con cautela hacia el lugar. Era un gran callejón… Ancho, lleno de basura y hasta olía mal. Él arrugó la cara. Dios, parecía una de esas películas donde vas y te patean hasta los huevos… Okay, tal vez eso sería lo primero que le patearían a él. Sus ojos se entornaron, realmente no lograba ver nada… Buscó a Gabe en la oscuridad, pero no lo encontraba. ¿Acaso lo habían secuestrado? Justo lo que le faltaba, en serio… Mierda.

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—¿Pánico de qué?

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—Es por el pánico que tengo.

En algún lugar cercano, se oyó un gemido. Él volteó su cabeza. —Gabe, ¿dónde estás? —A…aquí. —se escuchó casi inaudiblemente. Al final del callejón se encontraba Gabe tirado, sangrando del brazo derecho. Chorros de sangre salían de él. Sin duda la bala lo había herido. Caleb lo cargó en sus brazos y se dirigió al coche. April lo estaba esperando al final del callejón. Cuando visualizó dos sombras se sintió aliviada, hasta que vio el bulto que Caleb traía en brazos… Su respiración se quedó atascada y abrió los ojos como platos, llevándose una mano a la boca. No pudo evitar comenzar a llorar, pues la imagen era un poco impactante, debía admitirlo. —Tranquila, April. Va a estar bien. Ayúdame, abre la puerta trasera —S…sí.

—No, hay que llevarlo a la Academia. Ahí tenemos hospital. Créeme, lo curarán muchísimo mejor que en un hospital de aquí… Él encendió el carro y condujo a máxima velocidad, tomando la mano de ella para calmarse un poco… Aunque ella no iba tan tranquila, pues iba viendo hacia atrás a cada cuatro segundos… —Caleb… Él la vio de reojo. Algo andaba mal. —¿Qué pasa, April? —Nos están siguiendo… Su mandíbula se apretó. —Mierda…

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—Hay que llevarlo al hospital, Caleb.

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Ella se acercó al carro, abrió la puerta trasera y ayudó a Caleb a meter el cuerpo mal herido de Gabe. Después se dirigió al asiento delantero y espero a que Caleb entrara. Después de unos segundos él entró, pálido como un fantasma.

Capítulo 7

Caleb aceleró a más no poder hasta la intersección para conectar con la calle de la Academia; tenía que despistar a sus seguidores, no podía dejar que vieran hacia donde se dirigían. Ese era su propósito, averiguar la localización de la Academia, no se lo permitiría, jamás. Dobló hacia la derecha, siguió recto, hizo chirriar las llantas de su carro… podría decirse que el Celica iba a terminar destrozado para cuando lograran llegar.

—Caleb, por favor, desacelera un poco, nos vas a matar a los tres— dijo April, temblando por el miedo. —¿Qué quieres que haga? ¿Prefieres morir en un accidente de carro, o a manos de esos idiotas con metralleta? Cálmate, pronto llegaremos. Sólo déjamelo a mí ¿está bien?— Respondió él enojado. Ella se sentía molesta y dolida por cómo le acababa de hablar. —Perdón…— dijo, rodando los ojos. Él la vio de reojo y suspiró. Genial, ya la había cagado. Ella se volvió en dirección a Gabe para ver cómo se encontraba. Estaba recostado en el asiento, en posición fetal, haciendo muecas de dolor por su sangriento brazo. —Gabe, cariño ¿estás bien?

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De un pronto a otro, empezó a llover a cántaros, las gotas caían salvajemente en el parabrisas, y esto causaba que Caleb no lograra ver bien en su camino, tenía que meterse en algún lugar donde pudieran despistar a esos matones.

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April por su parte, iba aterrorizada. Caleb estaba conduciendo como un caballo al volante. Iba como a 120 km/h, daba vueltas en todo lado, y el carro negro de atrás aceleraba cada vez más. Para su desgracia, ella podía oír los pensamientos de los conductores. No sabía por qué, nunca había podido escuchar pensamientos desde tan lejos, pero este día era diferente, escuchaba todo de sus enemigos. Según lo que ella había podido oír, los 3 hombres traían metralletas, los iban a seguir hasta el lugar donde se dirigían y al llegar los matarían. Ella estaba pálida de tan sólo pensar que una bala alcanzara su corazón, o lo que es peor, el de Caleb.

— ¿Que si estoy bien? ¿Cómo putas crees que estoy? Me acaban volar un balazo en el brazo, la bala está dentro de mí, y ¡ah! Seguro que pronto muero…— gritó Gabe, mientras se encorvaba por el dolor. —Perdona, sólo me preocupo, estarás bien pronto, lo prometo. April se volteó en su asiento y tuvo que parpadear varias veces para retener las lágrimas que desafiaban aparecer en sus ojos. Una lágrima solitaria logró salir de su cautiverio, haciendo que ella rezara para que no se dieran cuenta de que lloraba. Sin embargo sus rezos no funcionaron. Caleb, siempre atento, miró la gran lágrima que cayó por su bello rostro y sólo pudo desear quitarle esa gran gota de agua de su cara. Caleb dobló en una esquina. Dos cuadras más y podría perder de vista a sus seguidores.

—Maldita sea—murmuró. Las balas estaban quebrando vidrios, machacando el carro, y asustándolos cada vez más. De repente, Caleb frenó, y se quedó parqueado en la acera. El coche de sus enemigos aparcó y los matones se bajaron hacia su dirección. —Caleb, ¿qué haces?—preguntó, aterrorizada. Según lo que ella sabía, si te perseguían la idea era correr… NO dejar que te atrapen. Él apretó las manos contra el volante. —Esto… Volvió a pulsar las marchas, y arrancó. Los hombres se quedaron atrás, montándose en el carro para seguirlos de nuevo. Ahora por lo menos tenían ventaja. Caleb dio una vuelta en una calle, y aparcó en una pequeña cueva, perfecta para el carro, oscura, donde no se veía ni un alma. April se volteó y no localizo el coche, los habían perdido.

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Una bala rozó la mejilla de él, pero no logró golpearle.

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Pasaron unos minutos en silencio, donde tan sólo se lograba escuchar el sonido de las llantas de los autos al acelerar. Cuando estaban a una cuadra de poder entrar al escondite, las personas del coche empezaron a tirar balazos en dirección al carro. April se agachó, y se abrazó a sí misma con el suéter de Caleb, mientras que él seguía conduciendo lo más rápido posible para lograr llegar a salvo.

Cuando se acomodó en su asiento se dio cuenta de que estaba llorando las lágrimas que había estado conteniendo, habían salido libres de ese horrible lugar donde se encontraban. Sintió una cálida mano en su mejilla y el pulgar de esta, quitándole las lágrimas. Caleb se había puesto de medio lado, y ahora contemplaba a una April triste, con lágrimas que brotaban de sus ojos sin cesar. —Linda, todo va a estar bien, lo prometo. Sé que esto te ha aterrorizado, pero tenemos que salir del carro y llevar a Gabe a la Academia, cada vez se está desangrando más, y si sigue así, no tendrá suficiente sangre en su cuerpo… —S-sí, pero ¿co-cómo vamos a llevarlo hasta la Academia? Y ¿si nos ven? Nos matan —sollozó. —April, estamos en la Academia. Este escondite es para emergencias; en la esquina hay una puerta que nos dirige a la recepción, no corremos riesgo aquí, todo va a estar bien— Caleb quitó la mano de la mejilla y la llevó hasta su antebrazo, lo apretó y ella reaccionó.

—Entonces, ¿esos hombres trataron de matarnos sólo porque pensaron que teníamos la maldita piedra? —Sí, exacto. —Pero qué hijos de…—Se oyó un gemido en la parte de atrás. Era de Gabe. —Tenemos que llevarlo, vamos— dijo Caleb apeándose del carro, y corriendo para abrirle la puerta a April. Irónico… Hasta en una situación terrorista era caballeroso. Abrieron la puerta trasera del coche, y con sumo cuidado sacaron a Gabe, llevándolo en brazos como a un niño pequeño con su madre.

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—Esos hombres son los Renewed. Son personas que como nosotros, buscan la piedra, pero no tienen ningún indicio de dónde está, además de que no son alquimistas. No tienen poderes, y no son elegidos, pero están obsesionados por el oro y la vida eterna. Por lo que nos siguen a donde quiera que vayamos. Cada vez que perciben que andamos tras de algo nos persiguen. Robert es uno de ellos. Pero hace años que no nos seguían, y ahora que la señora Rosa dijo que su esposo tenía la piedra, pensamos que tal vez esa era la razón por la cual no nos seguían ahora. Que la habían encontrado, pero no, al parecer todo lo teníamos mal.

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—Pero, Caleb ¿quiénes eran esos hombres? ¿Por qué nos perseguían? ¿Robert los mandó?

Caleb los dirigió a una gran puerta escondida en la oscuridad, giró el picaporte y entraron a la ya familiar recepción.

April vio cómo Caleb abría la puerta que decía EMERGENCIAS, entrando en ella, para luego cerrarla detrás de él, dejándola sin permiso de poder ver lo que sucedía. Cansada de los acontecimientos, se fue a sentar en el gran sillón de cuero que se veía tan cómodo como una cama. Ya sentada en él, empezó a golpear el sillón con la mano; estaba desesperada por saber qué le pasaría a Gabe. ¿Habría sido grave? April le echó una ojeada a su reloj para saber que apenas eran las 5:00 de la tarde… Estaba inquieta, temerosa, traumada y ansiosa… ¿Qué iba a hacer mientras esperaba? Y en eso… Se acordó. Traía el libro de “Mujercitas” en su bolso. Con absoluta felicidad abrió su bolso, para encontrar el pequeño libro a la mitad de su querida autora.

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—Quédate aquí, tengo que llevar a Gabe a emergencias. Siéntate en un sillón. No tardo— y sin decir más, él le arrebato de las manos a Gabe, para llevarlo a la sala que le esperaba.

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—Ven, es por aquí. — Él los dirigió a la otra puerta que había visto April el primer día que entró a la Academia. La misma que decía SÓLO PERSONAL AUTORIZADO, pero esa estaba localizada hacia la izquierda. Al entrar, a sus ojos pudo ver un pasillo más grande y ancho que el de las aulas. Además de que en este se encontraban grandes sillones de cuero para dos personas en la esquina, se lograba ver una máquina de café con unas pequeñas tacitas, además de otra máquina, pero esta con galletas y golosinas, como una pequeña sala de espera, sólo que VIP. Y al otro lado del pasillo, había 5 grandes puertas, sólo que a diferencia de las otras tenían unos grandes rótulos. La primera puerta decía LABORATORIO, la segunda y la tercera tenían por nombre EMERGENCIAS, la cuarta INYECCIONES Y SUPLEMENTOS y la última FORENSE. April tragó hondo al ver el nombre de la última puerta. ¿Los alquimistas morían de una forma tan cruel como para tener forenses…? Tragó fuerte. No debería extrañarle a esas alturas.

April se acurrucó en el gran sillón y enzarzó su pequeña aventura hacia la tierra de los libros, esperando que todo estuviera bien. Al otro lado del pasillo… Caleb estaba ubicado al lado de la cama en donde tenían a Gabe acostado. La sala de emergencias lo deprimía; era azul pálido, con 8 camillas y cortinas que las dividían para tener “más privacidad”, tenía pocas ventanas y sólo dos puertas, la puerta para entrar y salir y otra gran puerta doble que Caleb suponía que era de operaciones. La doctora del lugar estaba revisando el brazo de Gabe, observando qué tan grave era la herida. La bala parecía estar en lo más profundo de su brazo, pues sin duda habría que operar.

Él pasó sus dedos por su cabello. —Todo fue bien en el centro; no nos seguían y estábamos seguros, pero al perseguir a Robert en el carro nos tenía una emboscada, lastimaron a Gabe y empezaron a seguirnos, trataron de matarnos pero no tuvieron la oportunidad. Disculpe por el desliz, pero no es nuestra culpa lo que ha pasado. —Fue su culpa, tuvieron que ser más cuidadosos. Gabe puede morir por esa herida, si la operación no sale bien…Ni siquiera puedo pensar en ello. Está bien que la nueva alumna Aprilynne no haya sabido muy bien las cosas, pero tú Caleb, tú más que nadie tenías que saber. Llevas muchos años en la Academia para no tener claras las reglas sobre una persecución. —La directora podría echar humo por los oídos de la furia que le corroía, se sentía frustrada y preocupada. ¿Qué creían en esos días? ¿Qué una directora estaba pintada? ¡Dios! A veces podían llegar a ser realmente desconsiderados.

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—¿Qué rayos pasó? La misión se fue a la basura, todo salió mal. ¿Cómo es posible? —el tono de su voz denotaba enojo. —Me aclaras todo esto ya, Caleb. ¡Mira a las alturas que estamos y tú me sales con fallos en las misiones! ¡Lo último que me faltaba muchacho! —En lugar de su trato dulce y amable, estaba una directora enojada y brusca, firme en todo lo que decía.

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De pronto la puerta se abrió y Caleb alzó la mirada pensando que era April, pero no, era la directora. Con una falda ceñida que le llegaba hasta las rodillas, y una blusa blanca de botones, su cabello recogido en un recatado moño y sus cejas fruncidas en preocupación seguía viéndose refinada y poderosa. Se acercó hasta él y lo hizo apartarse de la camilla.

—Disculpe, no seguí las reglas, estaba muy nervioso y yo… lo siento, no volverá a pasar nunca, se lo prometo —Bajó la mirada avergonzado y al hacer esto fijó sus ojos en el brazo de la directora. Tenía unas manchas amarillas en él, ¿manchas amarillas? ¿Estaría enferma? La directora se percató de lo que observaba Caleb y quitó el brazo. —Está bien, así lo espero, ahora, si me disculpas me tengo que ir. Espero que todo salga bien. Hasta luego—Dio una vuelta para salir por la puerta pero antes se volteó y lo miro con cierta burla y desdén —Ah, por cierto. Aprilynne está en el sillón de espera leyendo, no la dejes mucho tiempo sola, parece… asustada. Él asintió. —Gracias, así lo hare— Aunque Caleb no sabía cuánto tiempo iba a estar en ese lugar. Se fue a sentar en la silla donde había estado antes y esperó por lo que la doctora dijera. Cuando Gabe sintió que Caleb se sentaba, le agarro la mano lo más fuerte posible, él hizo ademán de quitarla, pero no pudo. El estado en el que se encontraba su amigo era en cierta parte su culpa.

—No se complicará ¿verdad?—preguntó Gabe asustado. En su vida lo habían operado. —Esperamos que no, sabes que tenemos los mejores doctores del pueblo—dijo colocando una sonrisa tierna en su rostro. —Sí, pero ese es el problema. Del pueblo. De este pueblucho de mala muerte—Gabe estaba orinándose del susto, tan sólo la idea de que podría morir lo aterrorizaba. —Sí Gabe, pero van a hacer todo lo posible, así que cállate o escucha, además—Caleb vio su reloj, eran las 5:15, había dejado a April 15 minutos sola, tenía que ir—me tengo que ir, Gabe. —¡NO! Por favor no te vayas, me estoy cagando del susto, no te vayas cariñito por favooooooooor—Él revoloteó sus pestañas, y abrió los ojos como platos—¿Sí?

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—Bueno…—comenzó—La bala penetró muy profundo, está entre un músculo y un tendón, y ese músculo se lastimó. Tendremos que operar y sacarle la bala. Se supone que la operación no será de muy larga duración, pero no lo sabemos aún. Si la cosa se complica…

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La doctora fijó sus ojos en la puerta, asegurándose de que no apareciera nadie más para poder decirle el diagnóstico al muchacho.

—Es que me…—Caleb observó su cara—Ugh está bien, pero por poco tiempo, que en serio tengo que irme… —Perfecto—dijo poniendo una sonrisa pícara en su rostro. Gabe 2 April 1.

April seguía acurrucada en el sillón y al darse cuenta, ya había terminado el libro. Se fijó en su reloj, marcaba las 6:30. ¡Vaya! Ya había pasado más de una hora… ¿Acaso estarían bien? Ella cerró su libro y cuando se iba a levantar, se abrió la puerta, en esta apareció un pálido Caleb, cansado, con una pequeña sonrisa de tristeza. Se acercó y se sentó en el sillón de cuero junto a ella. — ¿Cómo está? ¿Está bien? ¿No le pasó nada? ¿Qué le van a hacer?

—Gracias—murmuró. Él denotó confusión. Se había perdido un poco… — ¿Por qué? —Por salvarnos hace rato, por ayudar a Gabe, por prestarme tu abrigo—aunque ya te lo había dicho—, gracias… por todo— terminó ella dándole un beso en la mejilla. Él la acercó más hacia su pecho—si es que se podía— y le besó la sien. Tal vez podría quedarse así y no desinflar un poco su orgullo, sin embargo, tenía que hacer lo que debía hacer. Casi suspirando, lo soltó. —Perdona que te haya gritado… Ahora la que estaba perdida era ella. — ¿Qué? ¿Cuándo? —En el carro, cuando te dije que te calmaras…

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—Él esta… mejor. Tienen que operarle el brazo, la bala llegó hasta lo más hondo de su músculo y tienen que arreglarlo. Perdona que tardará tanto, pero Gabe empezó a decir que no quería que me fuese, y que me quedará con él, me sentía fatal así que me quede y…—No pudo terminar la explicación, April se acurrucó contra él, abrazándolo por la cintura y colocando la cabeza de ella en su pecho.

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Suspiró.

—Oh… eso. No es nada, venías estresado, yo lo hubiese hecho también. —Bueno, por lo menos no me pegaste una cachetada— Se rieron los dos, ella le dio un pequeño golpe en el estómago y él se lo devolvió en la cabeza. —Tonto. —Gracias. —Con gusto, fue un placer—April sonrió— Y ¿a qué hora es la operación? —A las 7:00 en…—Caleb se fijó en su reloj— 23 minutos exactos. —Pobre Gabe, debe estar aterrorizado… —Mmm… sí, más o menos, cuando me fui estaba gritando: ¡Caleb, no me dejes en este lugar de mala muerte! Así que supongo que sí, está asustado—Él sonrió tristemente—April, debes estar cansada. Vamos, te llevo a tu apartamento. Frunció el ceño con enfado.

—Nada, me voy a quedar aquí hasta que se termine la operación y punto. —Pero… la operación va a terminar tarde, como hasta las 10 de la noche, mínimo. — ¿Y? —Que… —miró su rostro decidido y rodó sus ojos—. Nada, está bien, quédate. April sonrió con suficiencia mientras que sentía la mano caliente de él sobre su mejilla. —Estás helada, ¿quieres café? —Um…—En realidad no quería separarse de su pecho—No, gracias. —Bueno, como tú digas. —Por cierto, vi pasar a la directora y entrar a la enfermería. ¿Qué te dijo?

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—Pero…

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— ¿A quién crees que llevas? A mí no.

—Nada, lo normal. Una reprimenda por no seguir las reglas… —¿Te regañó? Pero… Seguimos las reglas, perseguimos a Robert, hicimos todo lo que teníamos que hacer… —Sí, pero yo me salté las otras reglas, es complicado… —No deberías sentirte mal. Hiciste lo que pudiste y listo, no le hagas caso… —Está bien, te haré caso… —Lo sé—April hundió su cabeza en la ropa de él, y olió su aroma, era un olor dulce pero delicioso a la vez, era como el olor de un bosque, pero un poco más suave y rico. La reconfortaba como él con ella. Pasaron varios minutos así, en el silencio de ese gran pasillo. Con tan sólo los pequeños ruidos de las máquinas de la enfermería. La puerta principal que llevaba a la recepción se abrió, dejando pasar a un muchacho alto, moreno, de cabello negro, ojos marrón chocolate y musculoso, pero no tanto como Caleb. Parecía aturdido, buscando algo con la mirada. Cuando posó sus ojos en ellos, levantó las cejas con atrevimiento y admiración.

—No creo que esta hermosa muchacha sea una novata. ¿O me equivoco? —No, en nada—Caleb movió a April de su pecho y se levantó, tomando su mano, para que se parara al igual que él. —April, él es mi mejor amigo Raúl, amigo, ella es April, mi novia—Raúl tomó su mano y le besó los nudillos. —Encantado, guapa— dijo guiñando un ojo. —Estúpido, quítale las manos de encima— dijo Caleb apartando a Raúl de su chica. —Igualmente. Pero no soy su novia—reprimió mientras le echaba una ojeada a Caleb. —Sí, sí… detalles, pronto lo será—le mencionó con una sonrisa arrogante en su rostro.

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—Síp, eso te pasa por dejarme aquí solo, entre todas esas chicas novatas…— dijo Caleb sin ni siquiera alzar la mirada. ¿Para qué? Ya sabía quién era.

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— ¿Me voy una semana y te consigues novia?—preguntó el muchacho.

— ¿Hace cuánto lo conoces, preciosa? —3 días… — ¿3 días? Eso es un récord… Todas las chicas caen en uno sólo — Caleb y Raúl se rieron, dándose un amistoso abrazo. —¿Y el par de idiotas? ¿Dónde están?— preguntó Caleb. —No lo sé, no los he visto… Hombre, dame un respiro; acabo de llegar. Esos dos son como una bomba atómica doble, te acercas a ellos y explotan en idioteces. Él rió. —¿Crees que me importa? —Tal vez…¿Y qué hacen este lugar tan deprimente? Ah, por cierto, te ves terrible. Rodó sus ojos. —Gracias, ¿será porque le dieron un balazo a Gabe?

— ¡Mierda! ¿Y está bien? —Raúl tomo un profundo respiro—. Perfecto, me voy una semana y pasa de todo. —Mmm… en —Caleb se fijó en su reloj— 10 minutos lo van a operar… —10 minutos… y ¿se van a quedar hasta que termine la operación?— preguntó, muy pálido. —Sí, esta muchachita que ves acá no se quiere ir a la casa, así que no puedo hacer nada… — ¿Conque nada? —él le regaló una sonrisa amable—. Vaya, vaya, lo tienes bien controlado, este chico es más terco que una mula. —Gracias, lo tengo a mis pies— dijo April guiñándole un ojo mientras que entrelazaba el brazo de Caleb con el suyo. Él por su parte sonrió y Raúl rió. —Ya veo que sí, me agradas mucho, pero me tengo que ir, la cama de mi apartamento me está esperando con ansias. Dale mis saludos al gay—dijo Raúl dándole un afectuoso apretón de manos a Caleb y un

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—Sí, ese mismo—pero respondió April, no Caleb.

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— ¡¿Qué?! ¿A Gabe? ¿Al gaysito Gabe? ¿Acosador Gabe?— preguntó Raúl horrorizado.

beso en la mejilla a April— Me voy antes de que tu novio me mate, adiós. —Y sin decir más, se fue corriendo hacia la recepción. —Maldito suertudo— terminó Caleb. April rió. Raúl era muy divertido, además de atrevido, la trató como si la conociera de años… Pero Caleb era igual así que no era muy extraño que digamos… —¿Quieres un café?—preguntó ella con una gran sonrisa en su rostro. Era lindo verla reír después de que estuviese tan seria. —Sí, pero yo lo traigo. —No, yo te lo ofrecí, yo lo traigo, sólo siéntate y listo— April se dirigió a la máquina de café mientras que Caleb se sentaba en el sillón y se ponía cómodo. Ella cogió una taza, y puso a funcionar la máquina de café. Le puso dos bolsitas de azúcar y una de crema. Por alguna razón estaba segura de que le gustaría. Le dio la taza de café y se sentó a su lado, dejando que él enrollara su brazo alrededor de sus hombros para que ella apoyara su cabeza en él. Caleb tomo un sorbo mientras que April lo veía ansiosa.

—Claro… Bueno, sólo nos quedará esperar. —¿Ya habrán empezado con la operación? —No lo sé, la doctora me dijo que cuando… La puerta de EMERGENCIAS se abrió y dejó pasar a una señora de entre los 30 y 35 años con una gabacha blanca y guantes, cabello pelirrojo y ojos negro azabache. —Chicos, vamos a empezar la operación. Al parecer va a durar más de lo que esperábamos, ha habido unas complicaciones con el tipo de sangre de Gabe, no se extrañen si tardamos mucho. Deberían irse a casa…—advirtió con voz cansada, Gabe daba mucho trabajo. —Nos quedaremos aquí, gracias—dijo Caleb un poco alarmado. ¿Estaría bien? —Está bien —la doctora suspiró—Deséenos suerte

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—No lo sabía —Se encogió de hombros—. Sólo lo supuse.

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—Está riquísimo, ¿cómo sabías que me gustaba de esa forma?

—Suerte —dijo April en una voz casi inaudible. La doctora salió de la habitación y se quedaron asustados y pensativos. —April… —¿S-sí? —Todo estará bien, créeme—le reconfortó. Le dio un beso en la coronilla y eso la tranquilizó. —Lo sé.

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Y así se quedaron esperando por el aterrador resultado que esperaban no tener que oír…

Capítulo 8

You talk to me as if from a distance And I replay with impressions chosen… From another time --Brian Eno.

La operación estaba muy complicada, ya eran las 11:00 de la noche, y no habían logrado terminar con el brazo de este paciente tan extraño. La bala estaba enredada entre el tendón del músculo, haciendo muy difícil sacar la gran bala, de lo que, suponían ellos, había sido de una metralleta. Si hacían un movimiento en falso, podían dejar a Gabe sin posibilidad de mover el brazo y la mano derecha. Estaban sudando; perder a una persona era una cosa, pero perder a un alquimista era lo peor que les podía ocurrir, no querían esas consecuencias… Sin duda no las querían, tenían que salvar a este muchacho. —Pásame las pinzas con el bisturí, sostén el tendón B.4 y corta el pellejo cerca del R.9 —indicó la doctora a uno de sus asistentes. Con las pinzas en mano, trató de sacar la bala. Esta, impulsada por la herramienta, salió un poco a la superficie. El objeto estaba resbaladizo, y cada vez que las pinzas lo tocaban se deslizaba de ellas, haciéndole el trabajo más difícil.

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La noche era fría, como el pasillo en donde se encontraban. Pareciera que el mundo entero se había enterado de la operación de Gabe, debido a que, el silencio emanaba en todo el pueblo. Nadie hablaba, nadie hacia ruido, todo el mundo dormía, tranquilos en sus acogedoras casas, a excepción de los doctores en la sala de operaciones.

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April estaba acurrucada en un fuerte y suave pecho, con un inconfundible olor que la adormilaba y enamoraba. Caleb por su parte estaba dormido en los cabellos con el suave aroma que tanto le encantaba, miel, muchísima miel. La pareja se encontraba en un profundo sueño, en el gran sillón de la enfermería. Y, ¿cómo no se iban a dormir, si habían pasado cuatro horas esperando por una noticia que no llegaba?

—Mary, mete la mano ahí. Sí, perfecto— dijo mientras movía un poco más la bala. Con un pequeño empujón, esta logró salir del tendón como si fuese impulsada con un cohete. Todos en la sala suspiraron aliviados, por lo menos ya no había bala, ahora sólo tendrían que sanar el tendón y estarían listos. Empezaron a sanar el músculo lastimado, pero, había un problema…. ¿Por qué estaba tan inflamado?

Caleb abrió los ojos mientras se acostumbraba a la luz de la sala, aturdido, bajó su mirada para ver la hermosa cabellera de April debajo de él. ¿Qué hora era?

Dos minutos después sonó por todo lo alto la canción “Don’t stop ´til you get enough” de Michael Jackson. Con un salto, ella se despertó. Trató de estabilizarse un poco y miró hacia su alrededor, para luego ver el rostro de Caleb, divertido por su reacción. Instintivamente, ella se llevó la mano al bolsillo y sacó su celular para contestar a —¿quién más?— Scarlet… —Perdona, es Scar— dijo alejándose para contestarle a su mejor amiga. —Tranquila—contestó él mientras se relajaba en el sillón. —Hola, Scar, ¿Cómo es…? —¡Aprilynne Skye! ¿Se puede saber dónde estás a estas horas de la noche señorita? No trates de negar que no estás en tu apartamento, porque sé que no lo estás, te llamé allí y no contestaste. ¿Qué estás haciendo? ¿Estás de contrabando? O lo que es peor…—Scarlet hizo una pausa dramática, y se llevó una mano al pecho al otro lado del teléfono— ¿ESTÁS EN UNA FIESTA CON ESE SEXY DE AYER Y NO ME LLEVASTE? ¡Oh Dios! ¡Desfalleceré, esa es la peor desacatación del

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Era muy tarde, demasiado tarde para su gusto. Mañana tenían que venir a la Academia temprano, y desvelarse no era una opción, pero no podía levantar a April, se veía tan cómoda, y no iba a ser tan ingrato. Decidió quedarse en la misma posición mientras esperaba que pronto saliera alguien con noticias.

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Se fijó cuidadosamente en su reloj para no despertarla. 11:30 de la noche.

reglamento de mejores amigas para toda la vida, niña! Me decepcionas, linda. Yo que pensaba que… —¡Scarlet! ¿Pero qué te pasa estos días?, hablas más que un bebé después de aprender a hablar. No estoy en ninguna fiesta, y obviamente te hubiese llevado. Además, ¿a ti qué? ¿Ahora eres mi mamá? ¿Para qué llamaste al apartamento? Es más, ¿para qué estas llamando? Ayer te mandé un correo… —Sí, sí. Ya sé que me enviaste el correo, y ya lo respondí, pero recuerda que cumples años el domingo, mi pequeña ragazza. Y eso no se planea por correo, ¿qué vas a hacer el domingo? ¿Cómo lo vas a celebrar? Vas a estar sola ¡SIN MI! Sé que lo pasarás fatal… Si quieres contrato a unos chicos para que lleguen en la noche a tu apartamento y…

—Sí, debo llamar a mamá. Mañana sin falta la llamaré. tiempo con la Universidad, Scarlet. Pasarás varios años de ellas. —April se volvió para mirar a Caleb. Estaba concentrado en la puerta de Emergencias, como si pudiese doctora con una sola mirada.

Tómate tu tu vida en totalmente atraer a la

—Sí, sí, sí, no te pongas regañona. Oye, aún no me has respondido qué haces fuera de tu apartamento, y tampoco si estás con…—Pero April ya no la escuchaba, tan sólo darle una mirada a Caleb y ya no podía oír lo que había a su alrededor. Estaba muy pálido, se le veía demacrado, y tenía una pequeña cicatriz en la mejilla que lo hacía ver tremendamente sexy, pero claro… ¿Cuándo no? Como si él sintiera que lo estaban contemplando, giró su cabeza, para encontrarse con la mirada de ella. Por su rostro cruzó una sonrisa arrogante, consciente de que ella no podía quitarle los ojos de encima y, de que además, había dejado a Scarlet hablando sola.

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—Más te vale decirme, señorita. Acá, todo bien. Aún estoy debatiéndome entre la Universidad de Washington o Lincon. Aún no lo sé… ¡Por cierto! Ayer hablé con tu madre, dice que no la has llamado en estos días. Deberías llamarla, se le ve muy triste sin ti.

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—¡NO SCARLET! ¡Ni se te ocurra hacer una cosa así! Ni siquiera me acordaba de que cumplía años el domingo, no sé qué haré para ese día, seguro tendré que venir a la Academia… No lo sé, luego te diré, cuando averigüe bien. ¿Cómo van las cosas por allá? ¿Ya decidiste a que Universidad irás?— preguntó April, tratando de cambiar el tema. Si bien, amaba a su amiga, ella era sin duda una de las chicas más locas que había conocido en su vida.

—¡HEY! ¡TIERRA LLAMANDO A APRIL! ¿Estás con él no? Seguro que en este momento no me hablas porque te quedaste mirándolo como bruta…—Scarlet esperó a que April contestara, y al ver que no lo hacía, usó su última táctica— ¡LIBROS! — ¿Libros? ¿Cuáles?— preguntó ella sorprendida. ¿Qué había dicho Scar? Ahh sí… ¿Le había dicho bruta? —Ningunos, tonta. Es que no contestabas. Ahora responde: ¿Tenía razón no? —Sí, sí. Tenías razón, me quedé embobada. ¿Qué comes que adivinas?

—No, Scar. En eso te equivocas hasta la médula. Un amigo de la Academia está herido y estamos esperando los resultados de su operación. Lo lastimaron en la misión y tenemos que aguardar. —Oh ¿Herido? ¿Misión? ¿No iban a visitar sólo a una viejita? Y ese amigo tuyo ¿es sexy? —Scar… Quítate esa idea de la cabeza que es gay.— Se oyó un pequeño grito al otro lado de la línea— Esa era la misión inicial, pero cambiaron de idea y casi nos matan a balazos. —¡Mierda, April! ¿¡A balazos!? Ten cuidado, que si te matan me quedo sin genio. Sin la mitad de mi sandía. Sin la mitad de mi chocolatito de menta. —Sí, sí Scar. Lo sé. Ahora tengo que colgar, que hemos hablado como media hora… eres una lora ¿lo sabías? Mi cuenta me va a llegar a 100.000 dólares este mes.

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April no pudo evitar soltarse a carcajadas, al igual que para su curiosidad, lo hizo Caleb. ¿Estaba escuchando todo?

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—¿Yo? Sólo Dios sabrá que es lo que me dan. Creo que me quiere envenenar, pero al parecer sólo me está dando súper poderes para conocerte como la palma de mi mano. Ahora, ¿qué haces con él? Mira que si eres una pichonzuela. Me imagino la escena. Los dos; solos, en una cena romántica, bajo la luz de la luna, y con unas cuantas velas. Entonces se ríen, y él se acerca a tu rostro para besarte. ¡ESE BESO TAN ESPERADO! Y cuando sus labios se van a rozar… ¡Suena el teléfono! Y ¿Quién será la hermosa chica que llama? Pues nada más y nada menos que… Redoble de tambores, por favor—Scarlet hizo una muy buena imitación de tambores— ¡SCARLET! ¡La mejor amiga del mundo enterooo!

—Bah, qué delicada ¿eh? Pero está bien, hablamos luego. Disfruta con ese novio tuyo. Luego me cuentas detalles. Adiós, te amo. Que no te piquen los mosquitos. Que sueñes con los angelitos. O sea, yo. Espero que Johnny Deep aparezca en tu habitación en la noche y se cumplan todos tus deseos. Chao, chao. Un besote muñeca. —Yo también, Scar. Sueña conmigo, como siempre lo haces. Espero que Leonardo di Caprio versión Titanic, se aparezca en tu habitación y te hunda en el océano con él. Bye, bye. Te mando otro. —¡Estúpida! Ya me estás mandando a matar. —Te mando a matar con el amor de tu vida, ¿qué más quieres? —Cierto… Bueno, adiós. —Y colgaron. April se quedó admirando su celular. Sin duda su amiga era la mejor de todo este mundo. ¿Cuántas personas podían hablar con esa facilidad, la una con la otra? No muchas. Se volteó para ver a un Caleb con una cara muy, pero muy divertida. —¿Oíste toda la conversación?—preguntó ella, mientras se sentaba a su lado.

—Umm… yo…—Se pasó una mano por el cabello.—Por cierto. Los fines de semana no tienes clases. Además no sabía que cumplías años el domingo. —Oh eso… Sí. Gracias. Pasaron unos segundos en silencio y entonces él habló. —¿Quieres salir conmigo el domingo? Lo miró sorprendida. —¿Como en una cita? —Sí, eso mismo. A menos que tengas más planes con… no lo sé, ¿tu novio? —¡No! No tengo novio. Me encantaría salir—dijo April demasiado rápido para su desgracia. ¿Había sonado desesperada?

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—Y eso, ¿por qué es?

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—Síp. —Contestó él relajado.

— ¡Perfecto! El domingo será. — dijo Caleb, con una sonrisa radiante, sin embargo maliciosa. El plan perfecto, sin duda. —Y… ¿A dónde iremos?— preguntó curiosamente. Él le guiñó un ojo. —Sorpresa. —Bueno… Sólo espero que sea buena… —Claro que sí, ¿cuándo te he fallado? —A ver…— Pero antes de que pudiera responder, se abrió la puerta que tanto habían esperado, saliendo de ella, la misma doctora de antes con cara exhausta y sudor que le salía de la frente. Ambos se levantaron expectantes por la respuesta. Ella les hizo un gesto para que se sentaran y sólo escucharan. —Hola chicos…

— ¿Es todo? ¿No hay algo más que no haya dicho?—preguntó ella perspicaz. —Bueno… —la vió vacilante—.Cuando sacamos la bala, el músculo estaba muy lastimado. Tuvimos que sanar, mas, hay un problema. En este momento su brazo no responde a su cuerpo. Puede que sea temporal o permanente, con el tiempo lo sabremos. No se preocupen, creo que estará bien. El cuerpo está recibiendo adecuadamente la sangre que le transferimos, por lo que pensamos que estará bien para mañana. —¿Podemos entrar a visitarlo?—dijo Caleb, relajándose un poco. Estaba totalmente tenso por la noticia. —Será mejor que lo hagan mañana. Está agotado. En este momento está durmiendo, será mejor que no se despierte.

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—Él está bien. La operación ha sido un éxito… Pero hemos tenido unas complicaciones y pues hemos tardado más de lo pensado. La bala estaba tan metida en su brazo por lo que fue muy difícil sacarla, pero lo logramos.

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— ¿Cómo está? ¿Salió todo bien? ¿Qué paso?— preguntó April ansiosa. No tenía un buen presentimiento. Sentía que algo no venía bien…

—Está bien. Vendremos a verlo mañana por la mañana. —dijo ella, decepcionada. Esperaba poder verlo en ese momento, no después. —Bueno, disculpen pero me debo ir. Ha sido un día cansado ¿no? Hasta después—dijo la doctora mientras desaparecía por la puerta. April y Caleb se quedaron unos minutos en silencio, procesando la información que les acababan de dar. Estaba bien… Eso era lo que importaba —Vamos, guapa. Te llevó a tu apartamento. —Sí, gracias— dijo ella mientras se levantaba del asiento. Estaba agotada, se iba a dormir en el suelo si no se iba rápido. Él se levantó a su vez y la agarró de la cintura para llevarla consigo. Ella posó la cabeza en su hombro y se dejó llevar. Pasaron la puerta para ir a la recepción y Caleb paró en seco.

¿Acaso todos los alquimistas eran como súper modelos o qué? —¿Caleb qué pasa?— le preguntó, curiosa. —Ellos son mis otros dos mejores amigos, Jeremy y Joseph. Vamos y te los presento. — dijo él mientras la encaminaba hacia ellos. Cuando estuvieron a la vista de los muchachos, los dos alzaron las cejas de forma provocativa, con una sonrisa pícara formándose por su rostro. La misma reacción de Raúl. —Pero mira, mira quién apareció—dijo uno de ellos. Tenía acento inglés. Sonaba tan lindo… —Y con novia. ¿No tendrás una amiga igual de sexy que tú, preciosa?— preguntó el otro. Los dos tenían acento. Se podría derretir ahí mismo —Ya ya, serán imbéciles. April él es Jeremy —Le dio un pequeño golpe en el hombro al chico de la izquierda, quién se lo devolvió amistosamente—. Y este, es Joseph—dijo mientras lo golpeaba en la

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No entendió hasta que posó sus ojos en dos muchachos casi idénticos. ¿Gemelos? Obviamente. Pero sin duda los gemelos más sexys que se pudo haber imaginado. Cabello mediano, colocho, pelirrojos, ojos felinos azules, y unos labios para morirse. Con un cuerpo totalmente tonificado, de pies a cabeza.

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¿Qué pasaba? ¿Por qué se había detenido?

cabeza, sólo que muy duro. Extremadamente duro. Él se lo devolvió sin inmutarse. —Un gusto, hermosa—dijeron los dos al unísono. —El gusto es mío. Caleb ya me había hablado de ustedes— dijo ella con una gran sonrisa en su rostro. —Aw, ¿ya le habías hablado de nosotros, amorcito?—preguntó Joseph divertido. —¿Ves? Te dije que siempre pensaba en nosotros. Es que es un amor completo— dijo Jeremy juguetonamente. —¿Yo? Pero si siempre lo soy. No es mi culpa que ustedes sean un asco completo— dijo Caleb aguantando la risa. —Vale, ya se pasó. Pégale. —dijo Joseph fingiendo estar enojado. —No, no podemos hacerlo enfrente de la novia. Sería una falta de respeto. —No soy su novia…—replicó ella.

—Ya, te creemos —anunció, dándole una mirada que decía todo lo contrario— ¿Qué hacen aquí tan tarde? Ah, cierto. Nos dijeron hace poco. Gabe, ¿no? —Sí, acaba de salir de la operación… Mañana lo visitaremos. ¿Y ustedes qué hacen a esta hora aquí? —¿Recuerdas que tenemos clases en la noche, tonto?—le dijo Joseph mientras hacia una cara de duuh. —Ah… cierto. Bueno April y yo ya nos vamos, es muy tarde. Adiós.—les dijo mientras estrechaba su mano con la de ellos. —Claaaro… Que se diviertan en esta noche ¿eh? Me imagino la diversión— dijo Joseph mientras sonreía de forma atrevida. April se sonrojó al máximo y Caleb rió. —Sí, sí. Vale, por lo menos yo no me tengo que conformar con mi gemelo ¿No? Degenerado. —Caleb llevó a April hacia la puerta.

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—Pronto lo será— Típico. Esto se había vuelto una tradición ¿no?

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¿Cuántas veces lo había dicho? ¿Como cuarenta mil veces? Para que Caleb viniera y dijera…

—¡Eres un maldito!— le gritó Jeremy. —¡Gracias! Pero eso no es noticia nueva— le respondió Caleb cerrando la puerta. El Celica estaba aparcado en la acera, lleno de agujeros y con los vidrios rotos. ¿Cómo había llegado hasta allí? Y lo mejor de todo: ¿Cómo había sobrevivido? —¿Quién lo trajo hasta aquí?— pregunto ella sorprendida. —Alfonso, supongo—le dijo mientras la dirigía al asiento del copiloto y le abría la puerta. —Gracias— April sonrió radiante. Le encantaba que fuera tan caballero. En segundos él apareció a su lado. —¿Lista? —¿Contigo? Siempre…

—Dime. —¿Crees que Gabe se mejore? Quiero decir… ¿que pueda mover su mano? —Eso espero, creo que mejorará. No te preocupes, April. Estará bien— le prometió, dándole una mirada tranquilizadora. —Eso quiero… Confío en ti… —Es lo que te conviene. Ella rió tímidamente y se acomodó en el asiento. Los próximos minutos pasaron tranquilos, en un silencio cómodo entre ambos. No se sentían cohibidos ni nada, tan sólo estaban agotados de tanta charla. Llegaron a los ya familiares apartamentos, en donde él aparcó el coche y abrió la puerta para April. Ella salió de esta y se fue junto con Caleb a la puerta principal.

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—Caleb…

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—Me encanta—Él sonrió. Encendió el carro y puso las marchas. Como costumbre tomó su mano y empezó a manejar.

La recepción estaba vacía. Camila obviamente ya se había marchado, y por lo que lograba ver no había remplazo. Subieron las escaleras, cansados los dos, y al llegar a la habitación, April buscó en su cartera para encontrar su llave. —¿Quieres pasar?— preguntó ella animada, mas cansada. —No, no. Es muy tarde April. Tal vez otro día— dijo él, guiñándole un ojo. —Pero… Caleb, ¿te quieres quedar a dormir? Puedes dormir en el sillón si quieres. Es muy tarde, y mira que los Renewed andan sueltos. Imagínate si te hacen algo… Sería horrible. Mejor quédate, ¿si?— April puso su mejor cara de cachorrito arrepentido y él divertido, meneó la cabeza. —April, no me pasará nada. Tranquila, yo iré a mi casa y en cuanto llegue te llamaré. ¿Te parece? —No… ¡Tu carro está todo agujerado! No puedes irte así…

—Vale. Dame tu número. —dijo Caleb, conmovido. Nadie nunca se había preocupado así por él. Ni su mamá o papá. Tal vez lo hicieron cuando era niño, pero sin duda no lo hacían desde hace mucho. Se intercambiaron sus números telefónicos y ella suspiró. —Bueno… Adiós. Te llamaré en —miró su reloj— 5 minutos. Eso te debe llevar bajar las escaleras. —Me parece bien. Nos vemos mañana —y para sorpresa de ella, la abrazó. No fue un abrazo normal, fue muy cariñoso, casi desesperado. Ella puso sus brazos en su cuello y lo abrazo al igual que él lo hacía. Le dio un beso la cabeza y se separó de él. Caleb, más radiante que el mismísimo sol, se fue hacia las escaleras. April, por su parte, entró en el apartamento, se dirigió a su cuarto y se puso un pijama de fresas y caramelos. Ya preparada se fue a fijar en la ventana para ver si él ya se estaba montando. No lograba ver bien, así que salió al balcón.

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—Pero… ¡Ya sé! ¿Qué tal si hablamos por teléfono hasta que llegues a tu apartamento…? Así sabré que estás a salvo. ¿Sí?

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—No pasará nada, lo prometo… Y tendré que mandar a mi carro al mecánico.

La fría brisa de la noche le llegó a su cuerpo, haciendo que todo su ser temblara. La luna brillaba como nunca antes lo había hecho, se veía deslumbrante y tan hermosa; una noche perfecta para una tragedia como la que había ocurrido. Observó hacia abajo y vio que Caleb entraba en el carro. Se apresuró a cerrar el balcón y entrar para llamarlo desde el celular. Bip… Bip… Bip… —Sí, buenas. Está hablando con el Hospital Seattle Rush. ¿Qué podemos hacer por usted?— dijo una voz masculina grave. Pero era sin duda, la de Caleb. —Muy gracioso. Por lo menos sé que eres tú… —No entiendo, ¿quién habla? —Marilyn Monroe desde su tumba. Deja de hacerte el gracioso. ¿Va todo bien? —Sí, Marilyn. Va todo bien— dijo aguantando una carcajada que no logró contener. Se rió por todo lo alto.

—Sí, sí. Lo que sea. —April, gracias… —¿Por qué? —Por preocuparte por mí. —Tú haces lo mismo. Es lo menos que puedo hacer. —Sí, pero no es igual. —Sí lo es. —April se dio un vistazo a sí misma— Por cierto, tengo que devolverte tu suéter… —Puedes quedártelo. No me importa. —Pero es tuyo y… —No, no quédatelo. —Te lo llevaré mañana. —le dijo, decidida. —No lo aceptaré…

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—Eso es bueno. Es excelente. —dijo él arrogantemente.

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—Sin duda va bien. Sigues igual que siempre…

—Sí lo harás. —No lo haré. —Sí. —No. —Sí. —No. —No. —¿Ves cómo dijiste que no?— dijo Caleb divertido. —¡Se suponía que…! —¿Qué diría que sí? Es un truco muy viejo, April. —Tonto. —Gracias.

—Ya llegué. ¿Ves? Sano y salvo. —Me alegro mucho, Caleb. Que duermas bien. Que no te piquen los mosquitos. Que sueñes lindo. Que no te jale los pies el coco. Cuídate, un beso. Te…— Paró en seco antes de decir la palabra no pronunciable. Caleb rió. —Lo mismo digo April. Lo mismo digo…—y colgó. No sabía si se habría dado cuenta de su desliz y si ese “lo mismo digo” habría sido una indirecta, sin embargo, quitó esa idea de su cabeza. Era imposible… Cansada de tanto acontecimiento, se fue a su cómoda cama. Feliz de estar enamorada porque, ¿para qué negarlo? Lo estaba. Ella estaba enamorada.

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Los próximos minutos estuvieron en silencio, pero ambos al otro lado de la línea. Era un silencio agradable, donde sólo podían oír sus respiraciones, pero los reconfortaba. Se sentían complementados y sabían que de alguna manera, el otro estaba allí.

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—Fue un gusto. —le dijo, molesta. Él se rió.

Capítulo 9

April se levantó sobresaltada por la música proveniente de algún lugar cercano a su oído. Alguna música demasiado alta. Mucho. ¿Pero qué era? No lograba identificarla, estaba demasiado adormilada. Echó una mirada a su reloj. 6:28 de la mañana. El despertador estaba a punto de sonar, entonces, ¿qué era lo que se escuchaba tanto? Esperó unos segundos y logró averiguar de qué se trataba. Avril Lavigne estaba cantando a todo volumen “Hot”. Espera… ese era el tono de Caleb, ¿no? Irradiando nada más que felicidad, tomó su celular y leyó el mensaje que acababa de recibir. Hola guapa. ¿Cómo estás? Espero que bien.

Un abrazo, Caleb. PD: Pienso cobrarme la apuesta del martes, sólo aviso… April soltó el grito más grande de todo el universo. Si los vecinos no lo habían oído, estaban sordos. Empezó a correr por toda la casa, dando saltitos de niña de 8 años. ¡Oh Dios, la iba a besar, la iba a besar! Interrumpiendo su alegría, se oyeron unos pequeños golpes en la puerta.

¬¬: carita que se pone en un celular o en la computadora a la hora de mandar un mensaje o chat. 3

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Te aviso que la directora nos tiene preparado un castigo por haber fallado la misión. Emocionante ¿no? Por lo que me haces pasar tú, señorita. Esos castigos son lo peor que puede pasarte en la Academia ¿Por qué? Dos palabras: Aburrición total. Ni siquiera podremos visitar a Gabe antes… Pero vale la pena si estás conmigo, ¿lo sabes no? No puedo creer que me hagas escribir un mensaje como este… ¿Te das cuenta de lo estúpidamente cursi que he sonado? Puaj, me doy asco a mí mismo… ¬¬ 3

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¿Te he dicho que eres hermosa? No creo que lo suficiente.

—April, ¿estás bien? ¿Qué pasó? ¿Por qué gritas? —preguntó Camila al otro lado de la puerta. Al no oír respuesta, comenzó a desesperarse— April…. ¿¡Hay un violador ahí dentro!? ¿¡Qué hago!? ¿¡Qué hago!? April quiso echarse a reír. ¿Se había oído su grito desde la recepción? —No, Cami. Estoy bien. Estoy más que bien. ¡Gracias!—respondió eufórica. Se dirigió a su cuarto como Caperucita roja, yendo a la casa de su Abuela. Cogió su celular y empezó a teclear, a todo dar. ¡Hola Caleb! Estoy muy bien ¿y tú? ¿Castigo? Pero exageran muchísimo, no hemos hecho nada malo… ¿O sí? ¿Sabes que ser cursi es bueno? Por lo menos para mí… Si a ti no te gusta, pues… am… ¿Ya es tarde? Te mando un beso, April(:

El agua, extrañamente, salió tibia, a una temperatura totalmente cómoda y perfecta. Eso debía ser una señal de que el día será perfecto ¿no? O bueno, puede que de tanto amenazar a su ducha, la haya amansado… Tomó el shampoo y se lo paso por el cabello, alejándose unos minutos del chorro para poder enjabonarse. Estaba tan relajada y alegre. Nada podría sacarla de la felicidad que tenía en ese momento. Volvió a entrar al agua para quitarse los residuos de jabón y shampoo, permitiéndose oler mejor que nunca. Sólo que una duda le asaltaba, ella no iba a saber cuándo la besaría, así que… ¿Sería robado el beso? Eso esperaba ella. No quería que se lo pidiera como un niño tímido… Comenzó a reírse sola. ¿En qué estaba pensando? ¿Caleb? ¿Tímido? Era como decir que su madre canta bien, y sinceramente… la pobre cantaba horrible.

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Dejó su celular en la mesita de noche, y se fue a bañar, no sin antes coger un paño para secarse. Ya dentro en el baño, se quitó su linda pijama y se metió a ese trasto del demonio.

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PD: ¿Será que podrás? O ¿te acobardarás a último momento?

Fresca como una lechuga, April salió del baño, ya con el paño alrededor de ella, cubriéndola de cuerpo entero. Se fijó en su celular para ver si tenía alguna respuesta. Ninguna. Perfecto. Era el típico chico que manda mensajes y no los responde. Odiaba eso, pero nada le quitaría su dicha, nada ni nadie. Se fue a su clóset y busco lo más coqueto posible. ¿Qué podría ser? Buscó y buscó de entre vestidos y blusas, zapatos y más zapatos. Nada. Hasta que encontró algo perfecto para la ocasión… Un vestido de verano, con voladillos al final, color salmón, y hermosos brocados en él. Usó unos tacones rojos para combinar y se secó y lació su cabello. A la hora de maquillarse, usó una sombra ligera de ojos, muy pálida y brillo de labios. Nada más. Quería verse lo más natural posible hoy. Se vio al espejo para darse los últimos retoques y se volteó para ver la hora. 7:45. Había durado un poco más de lo normal, pero valía la pena; hoy era especial.

Localizó a un taxista enfrente de ella y lo paró con la mano, se montó en ese moribundo y destartalado carro rojo, que la llevaría a su próximo destino… Aburrimiento y diversión total. Qué ironía ¿no? 10 minutos después… April había logrado llegar 5 minutos antes… ¡Eso era un gran logro! Orgullosa de poder entrar a la Academia caminando en lugar de corriendo como se había vuelto la costumbre, llamó a la puerta para encontrarse con la cara de un sorprendido Jaime… es decir, Alfonso. —Señorita Aprilynne, llega maravillosamente antes. Es un milagro. ¿Será que hoy también lloverán perros y gatos?—preguntó astutamente.

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Al llegar a la recepción, corrió hacia las puertas del edificio y se fue en busca de un taxi. No había desayunado nada, tendría que esperarse hasta el almuerzo.

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Agarró su celular, echándolo en el bolso habitual y salió corriendo por la puerta, dirigiéndose hacia las infernales escaleras que ya casi no se le dificultaban bajar, pero seguían siendo un dolor de cabeza.

—Sí, mire…—April carraspeó para tomar una voz profesional— Hoy se pronostica una lluvia de gatos por la tarde, para que en la noche caigan unos cuantos perros. Cuando pare de llover, los gatos y perros se pelearán por saber: ¿Cuál será la próxima lluvia? ¿Caramelos y chicles? ¿Sus propias necesidades intestinales? Tal vez. Así que si va a salir, coja una sombrilla y cúbrase de la extraña lluvia proveniente —terminó ella guiñándole un ojo. Él le rodó los ojos. —Muy graciosa, señorita Aprilynne. Es usted una pequeña insolente. Ella rió. Le encantaba molestarlo. —Gracias, Alfonso. Ahora, ¿me dejarías pasar?

—Bienvenida, Aprilynne. —Empezó, en tono tajante— Me imagino que sabrás del castigo correspondiente de hoy. ¿No es así? —Sí, tengo claro que tenemos un castigo, pero no estoy al corriente de qué se trata…— le respondió sin inmutarse. Si ella creía que le imponía miedo, estaba muy equivocada. —Oh… claro. Bueno, el castigo es simple, es uno de los más leves. Lo único que tendrán que hacer es ir, en este momento, a clases con los muchachos de 16 años. En esta, tendrán que oír de nuevo cada una de las reglas sobre persecuciones. Además de apuntarlas todas en una hoja. Van a convivir con todas las muchachas de la clase, porque en su mayoría son mujeres y luego a las 12:00 podrán salir a almorzar. Después tendrán que hacer un trabajo en el laboratorio y… —¿Y? —preguntó, curiosa. —¡Ah! Se les está prohibido visitar a Gabe hoy. Por su descuido y estupideces, no podrán verlo.

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Cuando April entró a la ya familiar recepción, estaba esperando encontrarse con un alegre y sonriente Caleb. Pero no. Ni siquiera había rastro de él, sólo estaba la directora, esperándola para darle su castigo, viéndose siempre tan elegante y correcta. Sólo que, en lugar de estar con una sonrisa en su rostro como siempre lo había hecho, estaba seria, muy seria.

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—Sí, sí —masculló él, enojado. Se hizo a un lado de la puerta para dejarla pasar.

April abrió sus ojos con enfado. ¡No podía hacer eso! No habían hecho nada malo… —Pero… —Pero nada, fueron tontos y dóciles. ¿Cómo van a entrar a un callejón oscuro en media persecución? Se lo merecen. —La directora tomó un respiro y prosiguió— Ahora si me disculpas, me debo retirar. Que pases un lindo día, querida. —Y sin nada más que decir, subió las escaleras y desapareció de la vista de April. Mmm… Era una perra completa… Aturdida por el gran castigo que le acababan de imponer, ella se fue hacia la gran puerta en donde se encontraban las clases. Al llegar al ya conocido pasillo, se preocupó… ¿Cuál de todas las puertas era la clase indicada? Intentó con el maríndedodopingüé y apuntó a la última puerta.

—Ho-hola. Soy Aprilynne, vine aquí pa-para la clase de castigo… —Hola Aprilynne. Soy el profesor Darwin, sí esta es la clase, pasa, pasa. Te estábamos esperando —dijo el profesor, macabramente. Mierda, aparte de tener aspecto, tiene voz malévola… —Gracias…— April entró al gran salón que estaba ocupado por un montón de muchachas de 16 años. Todas reunidas, suspirando, y viendo a una persona en específico. Sólo que esta persona ni siquiera las estaba mirando, estaba observando distraídamente por la ventana, aparentemente aburrido, pero de pronto se volteó y vio a alguien en especial: April. Y, claramente, la persona era Caleb. La miraba con ojos anhelantes, pero a la vez aburrido, haciéndole un ademán para que se sentara en la silla próxima. Ella, encantada de ser

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Herman Monster: Personaje de la vieja serie de televisión. Los Monsters.

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Cuando la puerta se abrió, salió de ella un hombre sombrío, tenía ojeras y era narizón, además de que era alto y delgado. Parecía un tipo como Herman Monster4 y sinceramente daba miedo.

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Caminó muy segura de sí misma y dio unos pequeños toques para que la dejaran entrar.

el centro de atención para él, corrió hacia el puesto tan deseado por otras. Al sentarse en el pupitre se oyeron unos gruñidos provenientes de atrás; todas las chicas la miraban con odio y envidia, pero a ella no le importaba, la única persona que era especial la veía rebosante de alegría. —Buenos días, Ap. ¿Lista para la tortura? —¿Estarás tú? —Pues, no creo ir a otro lado —respondió, confuso. —Entonces, sí. Estoy más que lista. —dijo mientras le dirigía una gran sonrisa.

Se escucharon unos cuantos “awwwn” de las alumnas. —El tema de hoy es Persecuciones y sus reglas— dijo mientras lo escribía en la gran pizarra.—Estas reglas no se les deben olvidar NUNCA y siempre deben tenerlas en cuenta, por eso me harán el favor de irlas apuntando en una hoja o en donde sea que las deseen tener, todas están en la pizarra. No me importa. Sólo apúntenlas. Caleb le dio una mirada cómplice a April y esta rió por lo bajo. Ambos sacaron una pequeña libreta y comenzaron a escribir la millonada de reglas que había. En total eran 50 reglas. Una tortura para la mano y la mente. Pero, ¿qué podían hacer?, sólo apuntarlas y listo. A veces, April recordaba unas reglas más que otras y lograba entender por qué la directora decía que las habían desacatado. Una decía: Nunca dejar solo a un compañero. Ok, esa era una de las no cumplidas. Otra: Jamás dejarse ver por el enemigo. Equis, también lo habían hecho.

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—Buenos días, alumnos. Como ya habrán notado, el día de hoy tenemos dos compañeros nuevos. Caleb y Aprilynne. —los señaló con una mirada de desdén—Les aviso que están sólo por el día de hoy debido al castigo impuesto por la directora, así que no se encariñen mucho por favor.

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Él le dio una sonrisa de medio lado y volvió a centrar su atención en la genial ventana.

La tercera… Ir a por lo menos 100 metros de distancia. Estaba segura de que no lo habían logrado… Y muchísimas más en donde, efectivamente, habían sido un desastre. Las próximas 3 horas, el profesor había hablado de cómo los alquimistas podían llegar a ser irresponsables y de que los Renewed eran muy sigilosos y bla bla bla… Y entonces, de pronto, Darwin dejó de hablar y observó fijamente a una chica sentada a lo lejos, en una esquina del aula. —Señorita Romero, si usted sigue pensando que soy un maldito aburrido que sólo habla mierda, se puede ir por donde vino. Nadie la detiene—dijo el profesor, sorprendiendo a la chiquilla que estaba casi dormida. Asustada por la reprimenda meneó la cabeza. —N-No, perdone profesor… Alzó su ceja sardónicamente y asintió imperceptiblemente.

De vez en cuando, él le tomaba la mano a April y jugaba con sus uñas, ya que por alguna razón le resultaban interesantes. Eran tan cuadradas y largas que eran impresionantes; nunca había visto uñas así, pero le gustaban. Toda ella le gustaba. Ella a veces empezaba a dibujar cosas en la libreta, corazones y tonterías. Se sentía como si hubiese regresado a su época en tercer grado… Tercer grado. Donde conoció a Scarlet. Esa niña testaruda y arrogante, con unos ojos impresionantemente grandes y color índigo, cabello pelirrojo y liso como una lija. Aún recordaba cómo se habían conocido. Sonrió de tan sólo pensarlo. A April siempre le había gustado escribir y leer, pero cuando era pequeña le gustaba más leer que escribir. Era callada y apartada, y normalmente en los recreos, tan sólo se sentaba en un rincón a leer. Un día una niña llamada Betty, se sentó a su lado y le preguntó:

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Qué bien, puede leer mentes, ahora ni siquiera puedo maldecirlo en mis pensamientos… se dijo April a sí misma. Su estómago gruñía con fervor, no había comido nada, aunque… podría comerse a Caleb si fuera posible.

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—Perfecto, entonces, ¿por dónde iba? —pensó unos segundos—. Ah… cierto. En el año 1950 los alquimistas se encontraron con…

“¿Qué lees?” Ella sorprendida porque alguien le hablara le respondió emocionada: “Mujercitas. Es la primera vez que lo leo, y me está encantando. ¿Tú lees?” La niña con grandes rizos rubios se rió de ella y se fue con unos cuantos niños a correr el chisme de que Aprilynne Skye era una rara que leía. April se sintió realmente mal. Peor que nunca en su vida, y se cohibió más de lo que ya era, leía a escondidas y trataba de mantenerse alejada de las burlas y apodos de los niños que la llamaban: El Monstruo Come libros.

¿De qué se trataba el proyecto? Libros, y nada más que libros. Cuando abrió el gran cartel y lo colgó en la pared, los niños empezaron a abuchearla y a bostezar, pero April no se inmutó. —Buenos días, compañeros y compañeras —comenzó, pero los niños no dejaban que continuara. Rara decían algunos… Come libros, otros… Mejor no digas nada… Al borde de las lágrimas ella hizo su último intento pero fue inútil, hasta que antes de irse, una niña al fondo de la clase se levantó y dijo: “Son una bola de malditos. ¿Sabían? Todos abucheándola y gritándole, cuando muchos de ustedes tienen unos hábitos que en serio son grotescos. Esta niña lo único que hace es leer y ustedes van ahí, todos idiotas haciéndole burlas y yo no sé qué más cosas. Son unos cobardes,

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El día de la exposición llegó, y ella iba más preparada que nunca, con cartel, e información para darle a sus detestables compañeros. Cuando la llamaron para exponer, April se dirigió con la cabeza en alto para dar su excelente trabajo, merecedor de una A.

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Hasta que un día, segura de sí misma, y tras horas de pensar en lo que podía hacer para un proyecto de Inglés, enfrente de toda la clase, se decidió. Ella podía ser rara, y podía ser que le gustara leer. Pero raro es sólo un sinónimo de único y ella diría eso si se burlaban de ella. Ese sería su mantra para toda su vida.

y además de todo son unos inútiles porque ese trabajo es merecedor de un 100 y sinceramente les diré que todos los que habitan esta clase son unos E-S-T-Ú-P-I-D-O-S con todo el sentido de la palabra. Y… y profesora no me vea con esa cara, que usted no hizo nada para detenerlos. ¿Sabe que esto es bullying? Yo podría decirle a la directora que…” “Está bien, entendí, entendí. April tienes un 10 querida, puedes ir a sentarte y todos en la clase están castigados, incluida tú Scarlet. Una niña de tu edad no debería usar tantas malas palabras en una sola oración. Dios Santo…” Lo único que hizo Scarlet fue encogerse de hombros y sentarse en su pupitre, pero después de eso, April le dio las gracias y empezaron a formar una hermosa amistad, en la que April siempre era la recatada y Scarlet pues… la zafada, pero ambas se amaban con todo su corazón, se defendían de cualquiera que se metiera en su camino y obviamente, nadie se metía en él, debido a que desde ese día, toda la clase le tenía miedo a Scarlet. Todos excepto April. —April… Wuju, ¿hay alguien ahí? —dijo Caleb pasándole la mano por enfrente de la cara para que reaccionara.

Lo observó un poco fuera de lugar… ¿En qué había pensado? Ahhh, sí… —En sobre cómo conocí a Scar… —Oh… —sonrió—, entonces fue un buen recuerdo, ¿no? Le tendió una mano para levantarse. Ella la tomó y se levantó de su asiento. —Sin duda lo era. Los dos juntos, tomados de la mano, se dirigieron hacia el jardín de la Academia. El estómago de April resonó con todas sus fuerzas. —Alguien tiene hambre— le dijo él, sonriendo. —Sí, es que no desayuné. ¿Se puede saber a dónde vamos? Me voy a morir de hambre… —Serás impaciente. Ya casi llegamos.

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—Que ya es hora del almuerzo. ¿En qué pensabas?

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— ¿Qué pasó? —preguntó ella, aturdida.

Frunció el ceño. —Bueno, bueno… Después de unos cuantos minutos, April se encontró con una manta en el jardín, llena de un montón de comida, sándwiches, refrescos y, si no estaba viendo mal, puré de papas. La boca se le hacía agua de tan sólo mirar ese festín. — ¿Preparaste todo esto? —preguntó, sorprendida. —Sí, todo yo. Algo me decía que no venías desayunada hoy —hizo una mueca, viéndola con preocupación. —Pues, tenías toda la razón. Vamos —Y lo jaló para ir a lo que saciaría su hambre. Se sentaron en la hermosa manta de cuadros, y empezaron a comer, gustosos de la compañía del uno al otro.

—Pero, no entiendo por qué se enfureció tanto. No fueron tantas reglas… —April, ni tú ni yo nos creemos eso. ¿Viste cuántas reglas nos saltamos?—Asintió apenada. —21 reglas en total, ¿no es así? —Exacto, no entiendo cómo la directora nos puso un castigo tan leve… —Si me lo preguntas, eso sí fue una tortura. ¿Acaso no oíste a ese profesor? No entendí ni la mitad de sus explicaciones, era tan horrible. —No lo sé, ni siquiera me fijé en lo que hablaba. — ¿En ningún momento? ¿En qué tanto pensabas? —En ti —respondió él, mientras que una sonrisa pícara cruzaba por su rostro. Ella por su parte se sonrojó. —Muy gracioso. Ahora, ¿a dónde vamos?

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—Tal vez… No lo sé—Se encogió de hombros— La directora es muy estricta en sus castigos, así que puede que no.

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— ¿Crees que podamos visitar a Gabe hoy? Ya sabes… después de que cumplamos el castigo —preguntó ella, después de estar más llena que un pavo.

—Es la…—Caleb se fijó en su reloj— 1:30 de la tarde, así que vamos hacia el laboratorio. —Perfecto —Ambos se levantaron de un tirón del ya comido picnic y recogieron todo el desastre que habían dejado. Caleb se dirigió hacia una esquina y botó todo excepto el mantel de cuadros, para luego volver con April. Cuando él se estaba acercando, ella se fue hacia donde se encontraba para agradecerle el almuerzo. Al llegar hasta él, ya la esperaba con una gran sonrisa. —Gra…— pero algo la detuvo. Una muchacha de ojos color miel y cabello color negro, se acercó hasta Caleb y lo tomó del brazo. —Hola, guapo. ¿Cómo te ha ido? —preguntó la chica desconocida. Él se volteó desconcertado y abrió los ojos como platos. —Hola, Linda. ¿Muy bien y a ti? ¿Linda? ¿Guapo? ¿Acaso ella no estaba ahí? Ah… maldito, todos son iguales.

—Ya… oye esta es… —Sabes, estaba pensando. ¿Qué tal si vamos por un refresco en este momento? ¿Te parece? —dijo ella, interrumpiéndolo por completo. —Me encantaría, pero es que… April ya no iba a escuchar nada más. Un momento estás con el chico más dulce del mundo y de un pronto a otro, se vuelve un gilipollas completo. Será idiota. Si quería irse con esa perra, pues por ella bien, haría el castigo sola y punto. No le importaba nada, nadita de nada, nanays5… Comenzó a caminar, convenciéndose de que no era nada, pero… ¿Entonces por qué le picaban los ojos? ¿Por qué las lágrimas amenazaban con salir despotricadamente de su cautiverio? De seguro estaban picando cebolla en algún lugar cerca…

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nanays: es una forma de la autora (yo xD) de decir: nada de nada.

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Él hizo una mueca.

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—Mejor ahora que te veo.

Entró corriendo en la recepción y se dirigió hacia los laboratorios, se adentró en el primero que vio y se quedó allí, sin saber qué hacer. Tonta. Tonta. Tonta. No debería haberme ido así, necesito indicaciones… Mierda. De repente, la puerta del lugar se abrió de un sólo portazo y entró un acalorado Caleb. La buscó con la mirada y al encontrarla, la furia corroyó por sus ojos. — ¿Por qué putas te fuiste así? —preguntó él, mientras se acercaba a ella. — ¿Para qué quedarme? No iba a estar viendo cómo coqueteas con esa arrastrada. Su mandíbula se apretó. — ¡Yo no estaba coqueteando! Ella rodó sus ojos.

—April… Frunció el ceño. —¿Qué? Le regaló una sonrisa sardónica. —Primero que nada ella se llama Linda, ¿bien? —esperó a que ella reaccionara, pero ni se inmutó—, y segundo, no podía ser maleducado ¿sabes? —Claro, porque la verdad es que la chica te encanta —le dijo mientras se volvía para darle la espalda. —¡Que no me gusta, Aprilynne!—gritó él, desesperado. Se acercó hasta ella y la volteó por la cintura. —A mí me gusta otra… —susurró contra su oído. Ella le entrecerró los ojos. Él suspiró.

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Él se pasó las manos por el rostro.

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—Oh, claro que no. Es por eso que le dijiste linda. ¡Ah! y además no le quitaste su brazo del tuyo, ¿no es así?

— ¿Sabes que me estas mostrando que estás celosa, verdad? —Sí, y me importa muy poco—le respondió sin inmutarse. De pronto, empezó a sonar de Dios sabe dónde “L-O-V-E” de Nat King Cole —En todo caso el que debería estar enojado, sería yo. — ¿Tú? A ver, ¿qué te hice para que lo estés? —respondió furiosa y confusa, ni siquiera se estaba dando cuenta de la poca distancia entre ellos. —No me has pagado la deuda, y eso es muy malo April —le dijo acercándose cada vez más… — ¿Deuda? ¿De qué demonios me estás hablando? —Estaba demasiado enojada como para acordarse. —Y llegó la hora de saldarla, deudora.

La puerta se abrió y en ella entraron los gemelos, ambos con una gran sonrisa. — ¿Quién quiere aprender de…?—ambos se callaron al momento. La escena que estaban viendo era increíble, su mejor amigo besándose con una de las chicas más guapas que habían conocido.

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— ¿Qué pu…— pero no le dio tiempo de seguir, porque Caleb unió sus labios con los de ella, mientras la abrazaba por la cintura. Ella se mostró sorprendida y forcejeó contra él, sin embargo, su agarre era tan fuerte que no pudo y comenzó a sentir sus labios moverse y… no pudo evitar devolverle el beso con ternura. Sus labios se movían armoniosamente, como si siempre lo hubiesen hecho así. El beso comenzó suave y tierno, pero después Caleb lo avivó besándola con más pasión, a lo que ella respondió igual. Era como si estuvieran buscando una pieza de rompecabezas durante mucho tiempo y esta al fin encontrara su lugar para encajar. Ella le pasaba las manos por el cabello y prácticamente estaba jadeando. Su lengua rozó la boca de ella, para que la dejara pasar, y ella gustosa lo hizo. Empezaron a formar un baile lento, donde disfrutaban el sabor de cada uno. Ella le subió las piernas a la cintura y él la cargo hasta una mesa del laboratorio, para seguir con ese delicioso beso.

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Ella lo miró como si estuviera loco.

— ¿Qué pasó? ¿Por qué se quedaron callados? Hey déjenme pasar. Dios, mier…— Raúl logró ver por la puerta y se quedó boquiabierto— …da Ninguno de los dos se había dado cuenta de que alguien había entrado en el laboratorio, estaban fundidos en su propio mundo. — ¿Pero qué es esto? Ni siquiera se han dado cuenta de que entramos —dijo Raúl sorprendido, era inaudito. — ¡Mierda! Si yo besara así, mi novia estaría derritiéndose por mí…— masculló Joseph. —Ni siquiera tienes novia y tú jamás besarías así, en todo caso yo beso mejor que ellos dos. A ver, ¿quién quiere probar? —preguntó Jeremy. —Eres un gay de mierda Josh… —Raúl rodó sus ojos y entonces sus ojos se encontraron de nuevo con la escena. Hizo una mueca— ¡Pero ya! ¡Que paren! ¡WUJU! ¡TIERRA LLAMANDO A PAREJA DE TÓRTOLOS! —Así jamás se darán cuenta, estúpido. Sólo separándolos. —¡Sí, separémoslos!

Pero antes de que pudieran hacer nada, April oyó un ruido. Estaba tan metida en sus labios que se movían tan perfectamente con los de Caleb, que no se había dado cuenta de que alguien los estaba viendo. Se separó suavemente de él y se fijó en la puerta. Y allí estaban, el grupo de pervertidos, viéndolo todo. — ¿Qué pasa, princesa? ¿Por qué te separas? —le preguntó él mientras le acariciaba el cuello con la nariz. Ella se retorció contra su toque. Le hacía cosquillas. —Sí, princesa, ¿por qué lo haces? Sigan, sigan —dijo Jeremy, aguantándose la risa. Caleb se volteó bruscamente y observó a sus “amigos” con los ojos irradiando nada más que furia. —Ustedes son unos hijos de… —Antes de que empieces a insultarnos, tengo que llevarte con la directora, tortolito —le dijo Raúl, morado por estar aguantando la risa.

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—Sí—respondieron los gemelos al unísono.

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—No irán a ser tan desgraciados ustedes dos…

— ¿Qué quiere ahora? —masculló él, enojado. —Yo que sé, vamos, vamos. Joseph y Jeremy se encargaran de April…. — ¿Sabes cómo sonó eso no? —le preguntó Caleb. Raúl rió ante sus palabras. —Sí, sí vamos. Él suspiró y se volteó a ver a April. —Disculpa, Ap. Te llamo más tarde, suerte —y antes de irse le dio un pequeño beso en los labios. April siguió con la mirada a Caleb mientras se dirigía hacia la salida y sonrió. Ese había sido el mejor beso del mundo. Luego posó sus ojos en los gemelos, que la miraban divertidos. — ¿Qué posibilidades hay de que nos beses de la forma en que lo hiciste con él? —le preguntó Joseph. Ella se sonrojó pero no se inmutó. —Nulas.

Los observó curiosa. — ¿Cuál? —La de las rocas, ¿cuál más? Pero antes ponte eso —Ambos le tendieron unos goggles y guantes. — ¿Y son para…? —Para que no te quemes, inflames, insoles, arrugues, o tengas alguna enfermedad en la piel a la hora de utilizar nuestros queridos experimentos. April tragó fuertemente. —Perfecto —respondió, nerviosa. Ahora sí me llegó la hora.

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—Me lo temía —Jeremy le guiñó un ojo—Bueno, ¿lista para la acción?

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Ambos suspiraron.

Capítulo 10

Raúl miraba divertido y expectante a Caleb. Apenas habían salido del laboratorio y él ya estaba medio embobado, sonriendo como bruto… ¡Si por poco choca con la puerta de la recepción! Lo que podía hacer una chica… —Entonces… ¿Qué tal estuvo el postre? —le preguntó Raúl, con una sonrisa pícara en su rostro. Caleb reaccionó y volteó a verlo, quitando todo rastro de felicidad en su cara, para luego, colocar la típica sonrisa arrogante. —Fue el mejor postre de la vida, lástima que tú no puedas probarlo…— le respondió él, cauteloso. Si bien, Raúl era su mejor amigo, él sabía que podía conquistar a April en un dos por tres. Caleb era arrogante, pero él, muy a su pesar, era dulce, lo que lo dejaba en desventaja. —¿Estás seguro de que no puedo?

—Bueno, bueno. ¿Qué quiere la directora? —En realidad no lo sé. La vi en la recepción y me dijo que te llamara, te quiere en su oficina ya. Caleb le dio una mirada aturdida. — ¿En su oficina? ¿Desde cuándo nos deja entrar a su oficina? —Desde que está bien chiflada. ¿No lo has notado? Tiene manchas amarillas en los brazos y piernas. — ¿Piernas? —Frunció el ceño—Yo sólo vi sus manchas en los brazos, no me acuerdo haberle visto nada en las piernas… —Sí, a mí también me pareció antes, pero ahora que la vi más de cerca, tenía muchas manchas…—Lo miró fijamente— ¿Crees que esté enferma? Él se encogió de hombros.

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Raúl se rió mientras meneaba la cabeza.

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—Síp. Mucho.

—Pues, si lo está, no creo que haya problema contratando a un buen doctor. Todos sabemos que esa mujer está podrida en plata, hombre. Raúl le regaló una sonrisa sardónica. —Cierto. De dónde sacará tanto ¿no? Es raro… La Academia es gratis, siempre lo ha sido. Nunca logro entender de dónde saca tanto, ¿sabes? —Yo menos. —Él se encogió de hombros— Tal vez esté haciendo algún tipo de contrabando o vende drogas, no lo sé. El punto es que, no nos tiene que importar. Es su vida no la nuestra. —Sí, sí. De tanto hablar, no se habían dado cuenta de que ya estaban subiendo las escaleras que llevaban a la oficina de la directora.

Al entrar, se sorprendieron del gran lugar que tenían frente a sus ojos. La oficina no era normal, era gigante. El piso era de cerámica marrón con hermosos diseños, además de que en el centro se encontraba un gran escritorio con una silla al lado de la directora y otras dos en los bordes. El techo era alto y parecía llegar hasta el cielo si pudiese, además de tener miles de estantes llenos de libros y adornos. Al lado izquierdo en la pared, se encontraban 3 puertas, una dirigía hacia el cuarto de la directora, otra a la cocina y la última, no se sabía de qué era. ¿Por qué tenía tanto ahí? Simple, la directora vivía en la Academia. —Bienvenido Caleb. Gracias por traerlo, Raúl. —dijo la directora mientras se dirigía hacia donde estaban parados. —Un gusto, directora. —Ven, Caleb, siéntate. Necesitamos hablar de algo muy importante — Lo llevó a una de las sillas y lo sentó en ella. Se volteó bruscamente hacia Raúl—. Querido, ya te puedes ir. Él la observó aturdido.

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Tomando valor, Caleb tocó la perilla de la puerta y se adentró en el lugar. Raúl lo siguió, ambos con la cabeza en alto.

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Cuando llegaron a la puerta de la oficina, ambos se sintieron intimidados. ¿Cómo sería la oficina? Nunca habían entrado, sin embargo, daba miedo. La puerta era de un mármol oscuro, con una pequeña ventana en el centro, pero esta estaba tapada por una mini cortina.

—Sí, claro. Hasta luego —Y sin nada más que decir, se retiró de la habitación, curioso por la conversación y temeroso, porque algo le decía que no era nada bueno. —Um, disculpe la indiscreción, pero ¿qué es lo que desea? —preguntó, cauteloso. Nada le daba buena espina. —Algo muy simple, querido. La última vez… —Antes de que pudiera seguir hablando, empezó a sonar una canción muy fuerte. ¿De dónde provenía? Del celular de Caleb. Al oír ese sonido, instintivamente se llevó la mano al bolsillo y lo sacó para ver si era quien realmente creía que era. Alejandro… Su hermano. Mierda. —Disculpa, Caleb. Pero, ¿no sabes que es de mala educación sacar tu celular cuando estás hablando con alguien más? —pregunto ella, visiblemente molesta.

—Pero, no puede. Eso es… —Nada, dámelo. A regañadientes, le dio su celular, casi llorando por tener que dárselo. ¿Qué querría su hermano? Nunca lo llamaba a menos de que… tuviera problemas con su padre. Necesitaba saber que pasaba, no podía esperar, pero no tenía su amada posesión. Y… Oh, maldita sea. Había quedado de llamar a April ¿No? Trago hasta lo más hondo… Alguien se iba a enojar, y mucho. En ese mismo momento… en el laboratorio —Entonces, ¿quedó claro? —preguntó Joseph, divertido. —No, a ver, ¿tengo que partir un rubí a la mitad? —preguntó April, sorprendida. Los gemelos le habían dicho que, las piedras preciosas, en el caso de los alquimistas, se utilizaban para hacer armas como dagas,

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—No me importa quien sea. Dame tu celular, lo confiscaré hasta el domingo, ven a recogerlo en la mañana. —Tendió una mano para que le diera el celular.

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—Perdone, es que me está escribiendo…

cuchillos, hasta metralletas hechas de jade. Y ahora ella, tenía que crear una daga de rubí… Estaban locos. —Sí, mira. Coges esta motosierra —dijo Jeremy, mientras cogía el bicho de arma— Y partes la piedra, después, coges un cuchillo pequeño y empiezas a darle forma, y por último le ponemos el mango y ya. —E-está bien. ¿Ustedes hacen esto todos los días? —Sí —respondieron al unísono. —Y, ¿no les da miedo cortarse un dedo o algo? —Oh, claro que no. Nosotros no corremos ninguno de esos riesgos, debido a que usamos la telequinesis. En cambio tú… —Joseph movió su cabeza, divertido. —¿Yo sí me puedo cortar un dedo? —Eso y más.

Se dirigió hacia la mesa del lugar, donde se encontraba la preciosa roca y se fue acercando cautelosamente para romperla. Los gemelos estaban alerta por si tenían que intervenir, pero medio embobados a la vez, debido a que no podían quitar la vista del trasero de April. Pervertidos, habría dicho ella. Al fin, el pedazo de metal, alcanzó la dura coraza de la joya, haciendo que se fuese agrietando en el puro centro de está misma. Penetró hasta el núcleo, y al llegar a él, se partió en dos perfectos y hermosos pedazos color rojo carmín, brillando como ninguna otra joya podía brillar, haciendo que April quedará boquiabierta por su hermosura y los gemelos, porque había logrado hacerlo. —M-muy bien, April. Ahora, coge el cuchillo que está al lado de los pedazos y empieza a cortarlo hasta que llegue a ser afilada y mortal —le

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Decidida de no dejarse humillar, se puso los goggles y los guantes, para luego usar con gran valentía la motosierra. La encendió y la monstruosidad empezó a cimbrar como en un terremoto, pero no le importó, estaba decidida a hacerlo perfectamente bien.

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—Gracias, es bueno saberlo…—murmuró April. Ambos gemelos rieron, y se acomodaron en algunos asientos del escritorio, para ver a April trabajar. Eso iba a ser divertido.

indicó Jeremy, asustado. Esa chica podría matarlos con una motosierra sin duda. April asintió y tomó el cuchillo, que era gigante y empezó a afilar y afilar. Duró aproximadamente 45 minutos afilando, pero al final, quedo tan pero tan puntiaguda, que con ella mataría a cualquier persona que se metiera en su camino. — ¿Así está bien? —preguntó, inocentemente. —P-p-perfecto —le dijo Joseph—. Ahora sólo déjame colocar la pieza de abajo. —Claro. Ella esperó a que alguno se levantara, pero nada de eso pasó, de repente, la gran joya que estaba en sus manos empezó a flotar, para luego encontrar un pedazo de cuero negro, que encajaba perfectamente con esta. Lo ajustaron un poco y ¡Voilá! A sus ojos, tenía un arma realmente asesina.

—Um… ¿Por qué hicieron eso? —preguntó, más roja que un tomate. Dos muchachos más guapos que Brad Pitt le habían dado un beso en ambas mejillas, y hace poco uno más atractivo que ellos dos, le había dado su primer beso de verdad… era demasiado. Oficialmente, estaba en el paraíso. —Has hecho un excelente trabajo—empezó Jeremy —De los mejores que he visto —continuó Joseph. —Nunca había visto a un Rubí brillar así… —Es impresionante. —Sin duda se la merece, ¿no es así, Joseph? —Totalmente de acuerdo contigo, Jeremy. —¿A qué se refieren?—preguntó, curiosa. —Te vamos a regalar esta daga, debido a que hiciste un trabajo excelente. Felicidades, mantendrá a los Renewed alejados, nunca te separes de ella.

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Cuando llegaron, Joseph le dio un beso en la mejilla izquierda y Jeremy en la derecha, al mismo tiempo.

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Ambos se levantaron de sus sillas, caminando en la dirección de ella.

—Oh, muchas gracias. Me aseguraré de ello. Ambos asintieron. —De nada, ahora ya te puedes retirar. Has cumplido el castigo de hoy, y no tienes más misiones hasta el lunes. —¿Ya? Pero si apenas son las…—se fijó en el reloj de la pared— 3:04 pm. —Sí. ¿Y? No querrás quedarte aquí, ¿o sí? —le preguntó Joseph. —No claro que no… es sólo que… —A menos de que quieras quedarte, para… ya sabes… —Jeremy le regaló una sonrisa pícara—, besarnos apasionadamente. Como con tu novio, ¿no es así? Se sonrojó todavía más. —No te preocupes… Podemos hacer un trío, no nos molesta. —Ugh, asquerosos. Adiós —y se largó de ahí, dejándolos con la palabra en la boca.

—Sin duda, más vale que ese idiota no la deje ir, que de esas no hay muchas. —Cierto… Muy cierto —le respondió. April salió hacia la recepción y buscó a Caleb con la mirada. No lo encontró. ¿Se habría ido? O tal vez, la reunión sólo estaba durando demasiado; además, él le había dicho que la llamaría y ahí aclararía todo. Ella no estaba muy segura de dónde quedaba su relación con él después de ese beso, pero seguro Caleb se lo aclararía pronto… Calmándose a sí misma, se dirigió hacia la salida, pero antes de poder llegar allí, la puerta se abrió y por ella entró Raúl, visiblemente agitado. —Hola Raúl, ¿Estás bien? Parece que hubieses corrido mucho —dijo April, mientras se acercaba hacia él. —Sí, sí. Es que tuve que venirme corriendo porque la directora me llamó, diciendo que tenía una misión ahora mismo, así que debo irme

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—Creo que sí… —Jeremy meneó su cabeza— Increíble ¿No?

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—¿Acaba de rechazarnos? —preguntó Joseph, incrédulo.

antes de que me pegue con un látigo por no llegar a tiempo—dijo apresuradamente. —Oh… Ya veo, bueno yo ya me iba. Hasta luego. Suerte con la perr… es decir la directora… Él le dio una mirada de querer preguntarle qué iba a decir con “perr”, sólo que no tenía tiempo. —Gracias, nos vemos después. —Sí claro. Oye Raúl, ¿no sabes si Caleb ya salió de la reunión? —Según lo que sé, sigue en ella. Cuando la directora me llamó, escuche que alguien estaba discutiendo, así que estoy casi seguro de que era Caleb. —Ah, claro. Bueno gracias, chao —April abrió la gran puerta y se despidió de Alfonso, para irse caminando a su apartamento.

De pronto, se acordó de la cita del domingo y empezó a ponerse nerviosa… ¿Qué iba a usar? No tenía nada que ponerse para una cita formal. Bueno, si es que era formal… Pero no importaba, quería verse hermosa, más que nunca en su vida ¿Qué podría comprar? Y lo más importante: ¿Dónde? Escaneó todo a su alrededor, buscando una tienda decente en la que comprar un precioso vestido. Al fin, localizó una tienda que le llamó la atención. Love & Vintage parecía tener ropa adecuada, además de ser vintage, ¿qué mejor que eso? Caminó aproximadamente dos minutos y logró llegar al lugar rosado pálido, que había acaparado su vista. Abrió gentilmente la puerta y una pequeña campanilla sonó tras ella. Dos muchachas de tal vez unos 23 años alzaron la vista y siguieron hablando, como si April no hubiese entrado.

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Finalmente había logrado llegar al ya conocido parque, que estaba frente a su apartamento. Se encontraba agotada, caminar 8 cuadras era demasiado para una chica que usaba tacones y sólo deseaba poder sentarse en su cómoda cama.

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20 minutos después…

Mejor así, no le gustaba que la persiguieran en las tiendas para ver qué se compraba. Era estresante. Aparte de la mala atención, el lugar pintaba a ser muy bueno. Las paredes de un color igual al de la fachada de afuera, y tapizado en una alfombra roja oscuro, con muchísimos estantes, llenos de ropa y vestidos. Hasta zapatos había. Era el paraíso para ella. Comenzó a buscar ropa y ropa, pero no encontraba nada que le llamara la atención. Hasta que lo vio: un hermoso vestido chiffon, azul oscuro, con hermosos volados abajo. Era perfecto para la ocasión y estaba segura que tenía unos zapatos que calzaban perfectamente con esa prenda Se fue al probador y se puso el vestido. Calzaba con cada curva de su cuerpo y no podía evitar pensar que, sí no se derretía con ese vestido, no sabía qué más lo haría. Después de estar totalmente de acuerdo con su elección, April fue al mostrador, pagó por su vestido y se fue más que contenta.

—Muy, muy, muy bieeeeeen. ¿Y tú, querida amiga? —le preguntó con voz canturrina. Una de dos, o estaba borracha o había pasado algo mágico. —Creo que bien, pero no tanto como tú. Ahora, ¿qué paso? —¿A qué te refieres?— le preguntó inocentemente. —Sabes a lo que me refiero. Detalles, ya. —Ven, acércate —hizo ademán con las manos para que lo hiciera y ella lo hizo— Caleb me dio mi primer beso. —¡Oh Dios! ¿El sexy del otro día? —¿Quién más si no? —¡Ah! Qué alegría. Les deseo lo mejor

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—Hola April, ¿cómo te encuentras? —le preguntó, curiosa. April tenía una sonrisa de tonta, por lo que podía notar que estaba a mil leguas de distancia.

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Después de caminar 5 minutos, llegó a la recepción, donde Camila la esperaba con una gran sonrisa en su rostro.

—Gracias Cami, yo me tengo que ir. Chao. —dijo April, mientras se dirigía a las escaleras. Las malditas escaleras. Ojalá que se derritan y se conviertan en ascensor. —¡Adiós! —le replicó ella, antes de que se fuera por los escalones. April subió y subió y subió, hasta que llegó a su habitación. Sus pies no aguantaban, caminar y subir escaleras con tacones, NO era apto para chicas… Alcanzó la perilla de la puerta y la giró lentamente, la cerró tras de ella y se dirigió directo a su habitación, quitándose los tacones y tirándose en la cama… Sólo quería dormir y dormir y dormir. Nada más, nadie tenía que interrumpirla, además eran las 6:00… ¿6:00? ¿Cuánto tiempo estuvo en esa tienda? Siempre perdía la noción del tiempo. Tomó un profundo respiro y se acomodó en su cama. Ya no tenía tanto sueño… Debería llamar a su madre, sí, mejor así, la había dejado sola y sabía que la esperaba la mejor regañada del siglo.

—¿Hola? —preguntó su madre. —Mamá, hola. Soy yo, April. ¿Cómo estas? Perdona que no te haya llamado antes, es que estuve tan ocupada con las misiones que… — ¡APRIL! Oh hija, estaba tan preocupada por ti. ¿Cómo te encuentras? ¿Estás cómoda? ¿Te has lastimado? Cuéntame por favor… —le replicó ella preocupada. Tener a su hija tan lejos, era lo peor del mundo. —Me encuentro muy bien, mamá. Gracias. Ya sabes, no ha pasado mucho… —Sólo que hace unas horas un chico me besó y… yum.— Lo normal. —Ah… — ¿Cómo que ah…? ¿Qué pasa mamá? —Oh nada… Es que esperaba que me contaras algo sobre cierto muchacho… —la curiosidad marcó su voz. Ella iba a matar a Scarlet. ¡Será chismosa! ¡Le había contado a su madre!

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Al tercer bip, contestó una voz llena de felicidad.

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Cogió su celular, se fijó si tenía alguna llamada perdida de Caleb, lo que no pasó y, desilusionada, llamó a su madre.

Vaya, qué buena amiga… —Ah…Claro… Scarlet te dijo, ¿no es así? El silencio embargó la otra línea. —Um… sí, algo así… —Ella esperó… Su mamá iba a explotar en preguntas como en… 3… 2… 1… —Y bueno ¿Qué tal? ¿Cómo se llama? ¿Es apuesto? ¿Lindo? Dime, quiero saber… ¿Ya son novios? Casi quiso reírse ahí mismo. —Dios, mamá. Eres peor que Scar —Pero April tenía una sonrisa en su cara. Obviamente le contaría tarde o temprano— No somos novios… Bueno algo así, no estoy segura ¿Sabes? Es muy lindo, pero tan arrogante. Pero a la vez tierno. Ah y después; hoy discutimos y luego llega y me besa en el laboratorio ¿Lo puedes creer? Ah y también… — April se detuvo en seco. ¿Le acababa de decir que se habían besado? Ups…

Su madre rió al otro lado de la línea. —Sí, sí. Entiendo. ¿Y qué vas a hacer para tu cumpleaños, cariño? —Um… Ya sabes —La había pillado—Caleb me invitó a salir así que, voy a pasarlo con él… —¿Caleb? ¿Es el mismo chico que te besó hoy? No, es el otro que me besó, porque resulta que ahora ando con miles de chicos a la vez y soy una cualquiera… —Sí, mamá. —Tiene nombre sexy. Debe ser sexy. Sus ojos se agrandaron en indignación. —¡MAMÁ!

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—Um, estuvo muy bien mamá. Me incomoda un poco explicártelo, ¿sabes?

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— ¿Te besó? ¿Hoy? Oh… ¡pero qué bien! ¿Cómo fue el beso? Dime — respondió, más que eufórica. April hizo una mueca de dolor.

—Perdona, perdona. Se me salió —rió por lo bajo—. Bueno, cariño, me tengo que ir. Te mando un beso, linda. —Adiós, mamá. Te amo. —Y yo a ti hija. Y yo a ti…—le dijo nostálgica—. Adiós Y colgó April se quedó observando su celular, su mamá sin duda la extrañaba tanto como ella lo hacía. Hace apenas 4 o 5 días que no la veía, pero Dios, cómo la añoraba. En segundos, todo rastro de sueño que tuviese antes, se le había quitado. No quería dormir, quería leer, lo que es más, quería relajarse, oír música, y leer. Sí, eso era lo que iba a hacer. Se dirigió a su cómoda y sacó de ella unos hermosos audífonos rosados, los desenredo y tomó su celular, para luego acomodarse en su cama y poner la música a todo volumen. Tomó el libro Prom & Predjuice y empezó a leer, con The Civil Wars cantando a su oído.

Cuando sus ojos no aguantaron más se fijó en la hora, en su reloj. 11:13 de la noche. Tomó su celular, ansiosa, para ver si Caleb le había escrito o llamado. Pero nada… No había mandado nada. ¿Eso qué significaba? ¿Aquel beso no había sido nada? ¿Sólo jugaba con ella? ¿No la quería? ¿La había enamorado para luego dejarla caer? No, no puede ser… Se convenció a sí misma de que la llamaría mañana o le mandaría un hermoso mensaje. Estaba segura, sí. Con ese pensamiento en su cabeza, se rindió bajo el peso de sus ojos… Creyendo que el día de mañana sería un buen día.

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No podía despegarse de su libro, cada letra, cada capítulo que avanzaba se hacía más adictivo, haciéndola querer leer más y más.

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La historia era hermosa, la enamoraba y las canciones que escuchaba, ayudaban a la lectura haciéndola más romántica de lo que era ya.

Lo que April no sabía es que el sábado iba a ser todo menos bueno… En realidad iba a ser, técnicamente…

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Todo lo contrario.

Capítulo 11

April se despertó cerca de las 9:00 de la mañana. El despertador no había sonado —gracias a Dios— y ella había podido dormir lo suficiente como para resistir un día y toda una noche en vela. Con gran alegría matutina, se dirigió hacia su celular y revisó si tenía algún mensaje de cierta persona que le encantaba, pero nada. Comenzó a preocuparse, ¿por qué no le llamaba como había dicho? ¿Acaso estaba usando ese viejo truco de “No me llames, yo te llamaré”? ¿La estaba rechazando, indirectamente? Alejó esas ideas de su mente, tal vez, si ella lo llamaba él respondería y aclararían todo. Después de ese beso, no tenía claro si estaban saliendo o si eran novios, o si tan sólo no eran nada. Marcó su número de celular y esperó por su respuesta.

Seguro que sí. Era sábado. No pasaba nada. Caleb la llamaría pronto, estaba segura. Pero… ¿Y si no la llamaba? ¿Qué haría? Okay… tal vez no debería estresarse por eso… Por una llamada no pasaría nada. ¡No es como si fuese el fin del mundo! Suspiró. Sí, no era el fin del mundo si no la llamaba, sin embargo, se sentiría rechazada si no lo hacía. Haría lo más sensato. Esperaría hasta las 12:00 del mediodía para que la llame y si no lo hacía… Bueno, puede que llore un poco. Okay, como una fuente. Se dirigió hacia su cuarto de baño, se quitó la ropa del día anterior y metió todo su cuerpo en la ducha. Dejó que el agua pasara por su cuerpo, relajando sus músculos, y permitiéndose recordar el día anterior…

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Nada. No contestaba. ¿Sería demasiado temprano para él? ¿Estaría dormido?

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Bip… Bip… Bip…Biiiiiiiiiiip.

Las clases… El picnic… La estúpida Linda… Y el beso. ¡Dios, su beso! Sus labios, su cabello… Nada hubiese podido salir mejor, pero ¿podría salir peor en este día? Sí, definitivamente. Salió de la ducha y se secó con su habitual paño, dirigiéndose a su cuarto para ponerse algo cómodo, no creía ir a ningún lado en especial así que… ¿Por qué no? Sacó unos jeans tubo y una blusa ceñida al cuerpo, sin mangas y de color beige, pero se fijó por la ventana y se dio cuenta de que era un día oscuro y seguro pronto llovería. Miró alrededor de la habitación y localizó lo que quería encontrar.

Sólo quería desayunar, estaba muriendo de hambre y no había nada en su refrigerador… aunque no era su culpa. Primero, el cacharro ese no enfriaba y segundo, había estado tan ocupada que no le daba ni tiempo para ir al supermercado. Cogió su bolso, junto con su celular y abrió la puerta, se fijó atrás, viendo si no había dejado nada y bajó las famosas y malditas escaleras. Cuando iba bajando el piso 3, estaba jadeando. Vaya condición física tenía… Se suponía que ya debería estar acostumbrada y mira cómo estaba… Al alcanzar la recepción, trató de localizar a Camila pero ella no se encontraba cerca, así que se fue directo al Starbucks. 5 minutos después… April entró a la acogedora cafetería, dejando que la invadiera el olor a café y canela, los sonidos de las cafeteras al prepararlo, cerrando los

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Con timidez, se puso la chaqueta que aún conservaba su delicioso olor, para luego dirigirse al espejo, hacerse un moño y ponerse una sombra de ojos rosado claro, con un simple brillo de labios. No tenía ganas de maquillarse o arreglarse mucho.

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El suéter de Caleb.

ojos para poder colocar una falsa sonrisa en su rostro. Se encontraba enferma, enferma por amor… Algún día, un hombre llamado Platón dijo: El amor es una grave enfermedad mental. Maldita sea, pero tenía razón. Con la gran máscara en su rostro se dirigió hacia el mostrador para pedir su desayuno. Vio que la persona que atendía la caja era rubia y estaba vuelta de espaldas. Una pequeña sonrisa cruzó por su rostro. Airin. —Buenas, me puedes dar un café latte y un sándwich de la casa. —Disculpa estoy en mi descanso, pídeselo a…— Antes de poder terminar Airin se volteó y observó el rostro de April. Sonrió de oreja a oreja. — ¿Decías? —Le contestó, divertida. — ¡April! Espera, ya te lo traigo, pagas y nos sentamos en una mesa a hablar. ¿Qué tal?

—Aquí tienes. Son 10.50 —le dijo entregándole su pedido. — ¿No me haces descuento? Lo pensó unos segundos. —Nop, jamás —Le dio una gran sonrisa. — Jum…—dijo April, mientras le entregaba el dinero y se dirigía hacia una mesa vacía. Airin la siguió y se sentaron juntas, una comiendo y la otra tomando sorbos de su bebida. —Y dime, ¿cómo vas con Caleb? —Le preguntó Airin curiosa, mientras meneaba las cejas de arriba para abajo. April la vio con mirada triste y puso una gran sonrisa en su rostro, algo que no combinaba con lo que decían sus hermosos ojos. —Muy bien… Gracias —dijo casi inaudiblemente. — ¡Oh! ¿Hizo algo malo? ¿Qué hizo? —Le tomó la mano para consolarla.

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Después de unos minutos, apareció Airin con dos tazas de café en la mano y un gran sándwich en la otra. Medio malabarista sin duda.

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—Me parece perfecto.

—Nada, en serio… Ese era el problema. No había hecho nada. — ¿Es por eso que llevas esa cosa puesta? —Airin hizo una mueca. — ¿Qué cosa? —Esa cosa. — ¿Cuál cosa? —La cosa que andas puesta. —Sí… ¿Pero cuál de todas? —La que estas usando… — ¿Pero cuál? — ¡Esa! — ¿Qué? Pero dime, ¿cuál? —Pues esa…

—Ah… —observó la chaqueta y se sonrojó—. Sí, pero me lo puse porque tenía frío… Aunque sabía que la verdad se lo había puesto porque era de él. —Déjame adivinar: ¿Es de él no? Am… ¿pregunta capciosa? —Sí… —Dime, ¿qué te hizo para que estés tan apachurrada? April soltó una pequeña risita. — ¿Por qué te ríes? —Apachurrada. Airin le dio una mirada confundida.

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—El suéter… —dijo mientras señalaba su ropa y se encogía en el asiento como niña de 5 años regañada por comerse todas las galletas.

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— ¡Airin, que me digas CUÁL! —gritó exasperada.

— ¿Qué tiene? —Nunca la había escuchado… —Pues en Texas lo decimos muchísimo. — ¿Por eso tienes ese acento raro? — ¿Tanto se nota? —Sí —le dijo mientras sacaba una gran sonrisa, Airin la hacía sentirse mejor. Aunque rodaba los ojos muy de vez en cuando. —Bueno, ya que te distraes. ¿Qué paso? —Es que, el miércoles él y yo hicimos una carrera en las escaleras de mi apartamento y… April siguió contándole toda la historia a su nueva amiga, le contó sobre la apuesta, el picnic, el laboratorio, absolutamente todo, pero lo hizo con mucho cuidado, tratando de no revelar nada sobre alquimistas. —Entonces… ¿Estás triste porque él no te ha llamado y piensas que no te llamará? —le preguntó perspicazmente.

—Sí, lo sé. —Sabes, yo hace poco, como 3 meses, tuve un novio maravilloso, yo lo amaba con todo mi corazón, siempre era tan caballeroso y no sabes lo dulce que era, y su cuerpo… —sus ojos se tornaron soñadores—era perfecto. Cabello negro, ojos chocolate y musculoso como nadie… Esa descripción… Suena a alguien, pero… ¿A quién? —Una noche, le dije que lo amaba y él me respondió que él también. Pasamos la mejor semana de nuestras vidas y de pronto… Terminó conmigo, me dijo que no me quería volver a ver y que mejor me olvidará de él, porque era peligroso para mí. ¿Te imaginas peligroso? Era como un oso de peluche, eso era imposible. April la observó y vio que tenía lágrimas en sus ojos. —Dime, ¿lo sigues amando no?

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—Mmm… —la miró dubitativa—. Tal vez un poco, no es como si no te quisiera si no te llama… Pero eso es cosa de cada persona.

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—Sí… Yo… ¿Exagero?

Cuando dijo esas palabras: “Amar”, se le hizo un nudo en la garganta y Airin se desató a llorar. —Sí, m-muchísi-mo —dijo entre sollozos—No puedo tener una relación duradera porque me acuerdo de él y ni siquiera puedo ver a mi pareja a los ojos. ¿Recuerdas que había dicho que tenía un novio? Pues terminamos porque me cansé de él. ¡Me cansé! Es estúpido y ahora no sé qué hacer. —Dime una cosa… ¿Cuál era su nombre? — ¿Para qué quieres saber? —Sólo dime. Casi suspirando, pronunció su nombre. —Se llama Raúl. Ella no mostró ni el más mínimo de sorpresa. Lo sabía. Cuando Airin había dicho que era un chico de cabello negro y musculoso lo pudo presentir…

—Oye Ari, me tengo que ir. ¿Me darías tu número de celular? —Sí, claro. Se intercambiaron números de celular y se despidieron como dos amigas de toda la vida, cuando apenas llevaban 2 días de conocerse o hablar. April sabía qué hacer, investigaría por qué Raúl dejo a esa muchachita tan dulce. Además, tenía que ir a visitar a Gabe, así que le quedaba de camino. Buscó un taxi pero no lo encontró, así que se fue caminando hacia su próximo destino… La Academia.

20 minutos después… April se encontraba en la recepción de la Academia, acababa de dejar a Alfonso con la palabra en la boca, como era su costumbre y tenía que

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¿Verdad?

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Mmm… sería malo si a alguien se le ocurriera hacer algo al respecto…

ver a Gabe. Ya extrañaba a ese pequeño amanerado acosador. Además no sabía qué tal se encontraba… Analizó las puertas y se acordó que la de la izquierda era la enfermería, tomó la perilla y la volteó, dejándola pasar para adentrarse en el pasillo donde Caleb y ella habían esperado ansiosos por el resultado. Se dirigió a la tercera puerta del lugar y entró para ver a un Gabe refunfuñado, con ceño fruncido y brazos en jarras. Cuando April cerró la puerta, él volteó la cabeza y la vio. Su ceño se deshizo para remplazarlo por una gran sonrisa. — ¡APRIL! Cariño, pensé que no vendrías ¿¡Por qué no habías venido!? Te olvidaste de mí, ¿no? —le preguntó Gabe, haciéndole una mueca infantil. Se le veía muy demacrado, pálido y su brazo derecho estaba totalmente inmóvil, su cabello estaba alborotado y tenía ojeras en los ojos. Sin duda la estaba pasando mal. —Perdona, Gabe. Es que la directora nos puso un castigo a Caleb y a mí y…

—Sí. Su mirada se tornó aturdida. —¿Cómo? —Caleb vino anoche y me lo dijo… — ¿Caleb? ¿Ayer? Pero se suponía que no te podíamos ver hasta hoy. —Sí, pero la directora lo dejó y como tú ya te habías ido, vino solo. — ¿Y no se le ocurrió llamarme? —preguntó furiosa. —No, yo le dije pero dijo que no podía. — ¿¡Qué no podía!? —dijo ella, con los ojos llorosos. Sentía una punzada de traición en su corazón. Era un maldito, igual que todos los hombres. Cogió una silla y se sentó para no caerse. —Um… sí. —le dio una mirada perspicaz— ¿April, cariño estas bien? ¡No, no estoy malditamente bien!

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—¿Ya lo sabes?

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—No digas más, ya lo sé.

—Sí, claro. —Mientes. —No lo hago. —Sí, lo haces. Recuerda mi poder… Rodó sus ojos. —Bueno, no importa ¿Cómo te encuentras? ¿Qué dijeron los doctores? —le preguntó con falsa inocencia. —Nada, que tal vez me quede sin brazo si no me recupero. Lo normal… — ¿¡Lo normal!? Gabe, eso no es normal. —Sí lo es si pasas escuchando a los doctores diciéndolo todo el bendito día. Ella rió un poco. —Lindo, ya verás que te recuperas. Sólo coopera con los doctores.

—Adiós, llorona enamorada —April se volteó rápidamente para mandarle una mirada asesina y seguir por su camino. Cerró sigilosamente la puerta y se dirigió hacia la recepción. En cuanto estuvo allí se fijó en que nadie estuviese cerca y… se echó a llorar. Las lágrimas brotaban de sus ojos. Esos ojos verde esmeralda que ya no podían aguantar, pero era triste verla. Sus sollozos no eran como los de cualquiera. Eran silenciosos, nadie podría notar que estaba llorando si no la veían. No hay nada más triste que ver llorar a una persona silenciosamente. En la soledad. Sin consuelo o alguien más. De pronto una puerta cercana se abrió, dejando entrar pesados pasos en el lugar. April se limpió los ojos, paró de llorar y se concentró en el diseño del barandal de los escalones. Eran tres estrellas entrelazadas, separadas

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—Adiós Gabe —le dijo April mientras le daba un beso en la mejilla. Gabe sonrió.

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—Sí, sí —terminó con una mueca de disgusto. En ese momento, la doctora del otro día entró por la puerta, avisando que debería irse ya.

por unos pocos centímetros. Nunca lo había notado, parecía como si fuese un escudo. ¿Qué sería? — ¡Hey April! ¿Qué haces? —No tuvo que voltearse para saber que era Raúl. Su voz lo decía todo. —Hola Raúl. Estaba viendo este dibujo. — ¿Te refieres al escudo? —Le preguntó, mientras se acercaba al barandal y lo contemplaba desde su mismo ángulo. —¿La Academia tiene escudo? —Estaba totalmente confundida, no sabía nada de eso. Se volteó para verlo y él la miraba con curiosidad. —Claro que sí. —¿Y por qué son estrellas? — ¿No sabes la historia? — ¿Cuál? —La de los alquimistas, sobre cómo nos creamos.

Él rió. —Sí claro. Si quieres nos sentamos en el piso porque es larga. —Perfecto. Ambos se sentaron en el frío piso de cerámica, preparándose para la historia. —A ver… ¿Cómo se supone que empiezo esto? —se preguntó él, mientras miraba hacia el techo. —Comenzándolo…. Él sonrió sardónicamente. —Muy graciosa… Am… —pensó unos segundos más y lo consiguió—. Verás, hace mucho tiempo, en el año 1754 existió un señor llamado Nicholas Remouv, él vivía en una zona, de la que dicen, era de Estados Unidos, pero ahora se llama de alguna forma diferente. Cuando Nicholas tenía 5 años, él veía hacia las estrellas y sacaba preguntas:

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—Oh, no… Nunca me la han contado… —lo observó con una mirada de niña pequeña— ¿Lo harías tú?

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Am… ¿no?

¿Por qué eran tantas? ¿Por qué se mantienen allí, vigilando? Nunca podía responderse a sí mismo. Fue creciendo, estudió y se especializó en algo que muchos no estudiaban. Astrología. Cogía un telescopio y apuntaba con él hacia las estrellas —Raúl hizo ademán de un telescopio—. Pasó años estudiándolas. Y al fin, logró llegar a una rara, pero gran conclusión. Las estrellas tienen 3 grandes poderes. Telequinesis: mueven los objetos en las casas cuando no las vemos. ¿Has visto que a veces vemos manchas negras y nos volteamos para ver que era y al final no hay nada?—April asintió con la cabeza —Eso lo hacen las estrellas.

Ella asintió. No dudaba que lo hubiese logrado. —Exacto, pero Nicholas tenía dos obsesiones: las estrellas y… —rodó sus ojos—, la piedra filosofal. Siempre buscó la vida eterna y quería encontrarla, costara lo que costara, y sí, antes de que me lo preguntes, desde ese año existía la piedra. Es más vieja que cualquier cosa en este mundo, pero han sido pocos los que la han encontrado. Al darse cuenta del arduo trabajo que sería encontrarla, él pudo ver que si no la hallaba tenía que dejar herederos en el mundo… Así que al haber entrenado tanto su mente, sus hijos saldrían iguales a él… Pero era raro que fuese tan fácil, pues todos creemos que Nicholas no era como una persona normal, él tenía algo que lo hacía así… —Claro, sería muy raro que sus hijos salieran entrenados así como si nada —respondió April, sonriendo. Era una historia realmente buena. Raúl asintió. —Cierto… La cosa es que buscó esposa, a una que amara de verdad y la encontró y después de 3 meses de casados, quedó embarazada. Cuando su esposa tuvo al bebé, resultó que no era uno, si no 4. Cuatrillizos.

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—Su segundo poder, era que sabían detectar mentiras. Si mentías ellas lo sabrían y te reprenderían en algún momento con ello, haciendo que algún objeto se te perdiera… Un poco espeluznante y sin embargo, malditamente cierto. Y el tercero, y más grande poder, era leer pensamientos. Según Remouv, las estrellas pueden leer nuestros pensamientos. ¿Y qué es lo que hacen? Ellas nos castigan si pensamos algo mal, o queremos hacer alguna locura. Son nuestra pequeña conciencia. Como un pequeño Pepe grillo. Estaba tan obsesionado con ellas que se entrenó él mismo, para ser igual que las estrellas y hasta se hizo una marca en la sien, de una gran estrella encerrada en un círculo —le dio una mirada divertida —¿Tú crees que lo logró?

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Raúl sonrió.

¿Qué mejor que eso? Pero Nicholas no entendía por qué eran cuatro, cuando los poderes sólo podrían estar en uno solo. Esperó a que crecieran para averiguar cuál era el afortunado, pero resultó que los poderes se habían dividido y cada uno de los hijos tenía uno. Sophie Remouv tenía el poder de leer pensamientos, era la mayor, por lo cual era la más fuerte. Failer Remouv podía detectar mentiras y era el hermano del medio, por lo que era el segundo más fuerte. Y el menos fuerte, era David Remouv que sólo podía mover cosas con la mente. —Pero, ¿no eran cuatro hermanos? ¿Qué paso con el otro?

Raúl suspiró. —Jared fundó los Renewed y por eso existen… Nicholas sólo tuvo un error en sus planes: haber educado a su cuarto hijo igual a los demás, pues tanto como nosotros, los Renewed saben casi todos nuestros conocimientos. April asintió lentamente, tragando toda la información. Era una leyenda que sin duda su madre no sabría y que si lo hiciera, probablemente se atacaría a llorar. Con curiosidad, ella observó a Raúl.

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“Sin embargo… como era de esperarse, su último hijo no resistió que sus hermanos tuvieran más que él, así que empezó a odiar a su padre y a la vez sus hermanos. Sabiendo que el mayor anhelo de Nicholas era la piedra, se escapó y prometió volver y matar a su propio padre. Después de años, cuando ya era viejo y pronto podría morir, encontró la piedra. Al fin, después de tanto encontró su anhelo, pero no la usó… Nicholas sabía que su hijo vendría por la piedra y a la vez por él, así que la escondió en alguna parte de su ciudad natal. Cuando su Jared, lleno de odio vino por él, le preguntó dónde estaba y al no decirle, lo mató, dejando a sus hijos a cargo de encontrar la famosa piedra…

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—Espera, ya iba a llegar a eso — le dijo sonriendo. —El último hermano se llamaba Jared Remouv, quien era el menor de todos los hermanos y para su desdicha no tenía ningún poder, sin embargo, su padre no se rindió, ya que amaba a sus hijos por igual, así que si iba a educar a los que tenía poderes, tendría que hacerlo con los cuatro. Además de hacerles a cada uno una estrella igual a la de su marca, pero en diferentes partes del cuerpo. A Jared, lo puso a trabajar con piedras preciosas, haciéndolo crear hermosos instrumentos, era como un artesano de hermosas joyas, pero no podía dejar que lo hiciera él solo, así que enseño a todos sus hijos por igual…

—Entonces, ¿nuestra marca nos la hicieron? Meneó la cabeza. — ¡No! Nacimos con ella. Por generaciones se hicieron la marca ellos mismos, pero tanto fue, que ahora nacemos con ellas. —Oh… —pensó durante unos segundos—, y entonces, ¿yo soy descendiente de Shophie? —Sí, tú y Caleb lo son. —Nunca había oído de este cuento —le dijo ella, revolviéndose nerviosa. Quería preguntarle algo y no sabía si se estaba adentrando a aguas peligrosas… — ¡No es un cuento April! Es una leyenda. —Sí, sí, perdona… —lo observó indecisa. ¿Le decía o no? ¿Cambiaba de tema? Am… ¡Bah, qué más da! —Oye Raúl, ¿tienes novia? — ¿¡Qué!? —la miró sorprendido. ¿A dónde quería llegar?

— ¿Ah sí? ¿Dime que pasó? —Umm… —La examinó un momento, curioso, pero se decidió a contarle— Yo salía con esta chica… Airin… —al pronunciar su nombre, cerró los ojos, como si tan sólo pensarlo le causara dolor—. Bueno, salimos por 9 meses… Yo en realidad la amaba, ¿sabes? Y no es fácil amar a alguien cuando tienes este… don de poder detectar mentiras… Pero lo raro es que ella nunca me mintió, por eso me encantaba. Una noche me dijo que me amaba y supe que era verdad, además yo también lo hacía, pero tuve que terminar con ella… April frunció el ceño. — ¿Por qué? Él hizo una mueca, suspirando. —Porque, esa misma semana, íbamos en la moto y los Renewed nos atacaron, casi chocando con nosotros a propósito y no pude soportar la idea de pensar que tal vez, la pudiesen matar… ella no se dio cuenta,

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—Bueno, no… Acabo de salir de una relación muy dura, así que no… — su mirada se tornó perspicaz— ¿Por qué lo preguntas?

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—Sí, lo que oíste.

pero yo sí. Así que al otro día le dije que no la quería ver más y que termináramos —finalizó él, con mirada triste. April tenía un nudo en la garganta, su amiga estaba sufriendo porque creía que no la amaban y la verdad, los dos lo hacían. —Pudiste haberla protegido tú… Él rió sin humor. —April, no lo entiendes… Cuando sales con una persona normal es realmente jodido —sus ojos color chocolate penetraron en los suyos—. Ellos no pueden saber de nada, no pueden saber de la alquimia, de los Renewed. Absolutamente nada y ellos se dan cuenta; saben cuándo una persona es indefensa y lo toman contra ti, haciéndote renunciar. — ¡Ay Raúl! Lo siento muchísimo… —No es nada, tranquila. Ella asintió, pero se sintió realmente mal. Ambos la pasaban mal y ni se enteraban.

Él la miró pensativo, no sabiendo qué hacer… Aún estaba realmente dolido por su situación, pero tal vez conocer a alguien o salir con ella le haría mejor. Terminó asintiendo. —Bueno, tal vez podría tratar. — ¿En serio? —le preguntó, con falsa esperanza. Había caído en su trampa. —Sí, creo que sí. — ¡Perfecto! Le diré hoy, luego te aviso. —Bueno. —April se acordó de que tenía que ver la hora… — ¿Qué hora es Raúl? —Son las 12:15

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—Es que verás, tengo una amiga que quiere conocer a un chico, ¿sabes? Y pues pensé en ti… Pero no importa, tranquilo.

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Pero ahora tenía que ocuparse en enmendar eso.

Llevó su mano a su bolso y buscó desesperadamente el celular, revisó la pantalla y nada… Caleb la había engañado. Sus ojos empezaron a ponerse llorosos y ella supo que tenía que irse. — ¿Estás bien, April? —S-sí. Me debo ir. Hasta luego Raúl, gracias —Le dio un beso en la mejilla y salió a trompicones de la Academia. Sólo quería correr y correr, él la había usado como un trapo sucio, de eso estaba segura. No exageraba, era verdad. Y había gastado su dinero en ese hermoso vestido, cuando lo más probable era que ya no habría cita. Era un estúpido, un arrogante, un idiota y no lo quería ver más… Pero en el fondo lo amaba… ¡Estúpida! Y sin nada más que dolor, se dirigió a su apartamento, tal vez alquilaría una película romántica, llamaría a Scarlet y lloraría hasta caer dormida…

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Lo que ella no sabía, es lo que iba a averiguar próximamente…

Capítulo 12

“Please, Please tell me you know I've got to let you go I can't help falling Out of love with you”

--Falling, The Civil Wars.

Caleb estaba dando vueltas de un lado a otro en la enfermería, donde Gabe yacía acostado en la cama, divertido, observándolo. — ¿Podrías dejar de moverte? Me mareas —reprendió; parecía un trompo. — ¡Me importa poco si te mareo o si te vomitas encima de mí! Estoy harto, voy a su apartamento.

—Todas nuestras cadenas y collares tienen GPS, y lo sabes. Su cara se tornó a la exasperación. —Entonces le pido a Jeremy que me la quite. —Si lo haces, estás renunciando al alquimismo. —¡Mierda, Gabe! Arruinas todos mis planes —le gritó él desde el otro lado de la habitación. Estaba aturdido, cansado y molesto. Su hermano estaba teniendo problemas con su padre otra vez, su maldito padre borracho. Y si no se calmaba, su hermano tendría que venir a vivir con él. Hace años, su abuela se quedó con la custodia de sus nietos, pero Marcos seguía buscándolos sin parar. —No es mi culpa que la directora te prohibiera buscarla, terroncito. —Cállate… Caleb se sentó en la silla continua a la de Gabe y posó sus manos entre su rostro. ¿Qué iba a hacer?

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—Sí, pero me voy a pie.

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—Ya sabes que no puedes, divino. Tu carro tiene chips.

******************************************************************************** **************** — ¿¡Sólo lloras por eso!? — Preguntó Scarlet al otro lado del teléfono. Cuando April iba en la calle, se fue a un lugar de Alquiler para Películas y se llevó “Titanic”. Una película lo suficientemente romántica y trágica como para llenar las Cataratas del Niágara con sus lágrimas; luego de eso se había dirigido directo hacia su apartamento, subiendo furiosamente las escaleras para llegar, tirar la puerta de un portazo y llamar a Scarlet. — ¿Te parece poco? —le preguntó ella, entre sollozos. No parecía que Scarlet la fuera a consolar… Más bien, todo lo contrario…. —Dime una maldita cosa April… ¿Desde cuándo te pones tan maricona por un chico? —Se oía furia en su voz. — ¡Scarlet!

—Sí, tú. No sabes lo que él está haciendo ahora, puede ser que tuviese una crisis familiar, o tan sólo es tan malditamente arrogante que no quiere llamarte. El punto es, que poniéndote así, me decepcionas. ¡Eres una muchacha fuerte, April! No una estúpida que llora porque no la llamaron… ¡Dios! ¿Acaso no sabes que no se llora por idioteces? Cuando llores de esa forma, piensa en los niños que en este momento, están perdiendo a un padre o muriéndose de hambre, y deja de pensar sólo en ti. —April se quedó boquiabierta, aturdida, dolida pero sobre todo sorprendida. Había sido una idiota al ponerse así, y más al llamar a Scarlet. Su amiga había tenido una vida dura debido a que a los 5 años sus padres murieron en un accidente de carro, en donde ella iba en el asiento trasero, dejándola sola en un orfanato para que su madre la adoptara. Sabía que su mejor amiga lloraba todas las noches por la muerte de sus padres, sintiéndose culpable por haber sobrevivido y ellos no. La única que se podía sentir culpable ahora era ella… —Tienes razón, Scar. Perdóname, fui una tonta al ponerme así… Lo siento tanto, no quería enojarte de esa manera, prometo que no volveré a ponerme así por un chico en la vida, a menos que me traicione.

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— ¿Egoísta, yo?

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—No, lo digo en serio. Mira, te diré una cosa. Estás subestimando a ese galán. ¿No te llamó? Perfecto, haz fiesta, no muestres tu desilusión, disfruta la vida, además estás siendo extremadamente egoísta

—Así me gusta. —Suspiró— Disculpa haber sido tan dura, pero ya sabes que sólo las amigas de verdad se dicen las cosas a la cara, y eso es lo que hice yo. Además yo no me guardo nada. April se dirigió hacia su computadora con el DVD de la película en mano y el celular en la otra. —Lo sé, Scar. Lo sé perfectamente, gracias. —De nada. — ¿Sabes que te quiero? — ¿Ese no es el nombre de un libro? —Sí, autor: Blue Jeans. — ¡Lo sabía! Siempre usas palabras de tu libro, te hace parecer superdotada. — ¿Gracias? —Sí, dame las gracias.

—Esas palabras son muy fuertes para usar, señorita. —Sí, ya se. ¿Qué más da? Hagamos esto, si ese chico no te dirige la palabra, nos vamos a las Vegas, nos casamos y listo. Vivimos felices para siempre. — ¿Me estas proponiendo matrimonio? —Sí, mira y lo hago formalmente. Me estoy poniendo de rodillas — Scarlet carraspeó —Aprilynne Skye, amor de mis amores, mi Emma Watson. Desde el primer día en que te vi con esa pequeña trenza francesa en tercer grado, caí perdidamente enamorada de ti. ¿Te casarías conmigo? Ella hizo un silencio sepulcral, jugando con Scarlet y entonces, lo soltó… — ¡Sí, acepto! —Las dos se rieron hasta no poder más y de pronto April ya no se sentía tan deprimida. —No juguemos con esto, Scar. Pareciera que fuésemos del otro equipo.

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—No, no sé si me quieres porque yo no te quiero, tonta. —April tragó hondo, odiaba sus bromitas. —Yo te amo.

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—Vale, ya pero no me respondiste…

—Yo no sé a quién le dices del otro equipo, porque yo sin duda, no lo soy… —No me tienes que convencer, desde lo que pasó con Stephan… — ¡Oh, Dios! Eres insoportable, me voy antes de que empieces con tus desparramadas. — ¡Espera! — ¿Qué? —Um… A la hora de llorar, ya sabes… ¿Me es permitido llorar por un libro? —Considerando las trágicas historias de amor, sí, lo es. —Gracias… —Ugh, me voy antes de que no puedas colgar. —Adiós, odiosa. —Hasta después, rara.

Colocó la película en su computadora para poder verla, debido a que el televisor en su apartamento era un trasto. Pasaron unos segundos y su portátil aceptó el disco, haciendo que la película empezara sin ningún detenimiento. April se acomodó en su cama y se metió en su amada historia de Jack y Rose; era muy larga pero valía la pena, siempre lloraba con esa película y aunque Scarlet le había dicho que no lo hiciera, lo necesitaba. Después de dos horas y media de amor y llorar se levantó de su cama y se vio al espejo. Se veía horrorosa. Terrible, fatal Parecía un payaso al cual le había echado agua encima. Tenía que arreglarse, iba a salir y pasearía por el hermoso parque al cual no había podido ver exactamente bien.

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Sin duda tenía la mejor amiga del mundo, pero era una cabeza dura.

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Y ambas colgaron.

Se dirigió a su caja de maquillaje y sacó todo lo necesario. Se pasó una toalla para desmaquillar y sólo se puso un poco de brillo y sombra de ojos. Nada más, no era necesario verse demasiado arreglada si no iba a ver a nadie. Se puso un reloj y vio la hora. 4:37 pm. Podría ir a una heladería y luego comprarse unos cuantos libros, y para terminar, irse a un hermoso bosque a leer. Era el plan perfecto. Salió corriendo de su apartamento y cerró la puerta. Bajó las escaleras que, aunque en la mañana le había costado bajarlas ya no lo hacía. Eso es raro… Debo tener un trastorno en los pies. Llegó a la recepción y buscó a Camila, que se encontraba con un millón de papeles encima. Se le cayó uno y trató de cogerlo pero se le cayeron todos los demás.

—Aquí tienes, torpe —le dijo ella, sonriendo. Camila puso los ojos en blanco. —En este lugar me explotan, ¿No ves qué cantidad de tarea? Es una tortura. Son unos negreros —le respondió ella, resoplando. April se rió hasta no poder más y Camila la vio con curiosidad. —¿Qué? —¡Negreros! —le dio una mirada curiosa—. ¿Qué eso, Cami? —¿No sabes lo que es? —Pues… ¡No! —Es que… —se sonrojó —como hay gente que antes maltrataba a los negros por el racismo se les dice negreros y yo digo que ellos están siendo conmigo… Ya sabes…

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Se dirigió hacia ella y la ayudó, ordenándolos lo mejor que pudo y colocándolos en el escritorio.

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April rió, era un poco torpe sin duda.

—Negreros —dijo ella, conteniendo la risa. Primero Airin y luego Camila, estaban locas. —Ya, ya. ¿No ibas a alguna parte? April alzó su ceja en señal de desafío. — ¿Me estás echando? —Sí. —Qué sincera… —Lo sé —le respondió, sonriendo. Rodó sus ojos. —Bueno, pues sí, iré a la heladería y luego compraré unos cuantos libros. Nada más. —Me alegro, ve… no te quiero atrasar. —Sólo lo dices para deshacerte de mí.

April caminó unas cuantas calles, debido a que estaba segura de haber visto una heladería en algún lugar por allí. Cuando iba pasando por un viejo edificio abandonado, el corazón le dio un vuelco. El Land Rover estaba aparcado allí, en ese lugar. ¿Estaría Robert en el edificio? ¿Qué estaría haciendo allí? Tal vez… Podría investigar un poco ¿No? Con mucha cautela, se dirigió hasta una pequeña ventana del edificio; estaba llena de polvo y un poco rota, por lo que casi no se veía nada, pero tal vez, podría oír algo. Antes de que se pudiera concentrar, un gato pasó por sus pies y se asustó. Odiaba los gatos, no importaba los lindos ojitos que tuvieran, los odiaba. Se sacudió el gato como un saco de papás y se sentó en el suelo para oír mejor. Nada…

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—Que pesada eres, adiós. — Y sin dejarla responder, se largó de allí.

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—Otra vez, estas en lo correcto — y le tendió una mano para que se fuera.

Se asomó un poco en la ventana, para ver si no había nadie, pues es un edificio abandonado, pero había movimiento y se moría por oír que pasaba. De un pronto a otro, su conciencia “Pepe Grillo” le recordó una frase. “La curiosidad mató al gato”. Pues, seguro ella era gata porque la iban a matar pronto. Oyó unos pequeños murmullos pero nada paranormal. ¡Deberían hablar más fuerte! Y como si la hubiesen oído, se oyó todo. —Sabes que él tiene la piedra, es obvio —dijo una voz masculina, grave. Como no sabía su nombre lo identifico como Curiosidad 1. —¿Cómo lo sabes? No estamos seguros, no podemos irnos hasta Virginia para averiguarlo. Perderíamos demasiado tiempo, estúpido — respondió una voz conocida. Muy conocida… ¿Quién era? Era… Era…

¡DARWIN! ¡El profesor Darwin! ¡Los estaba traicionando! Pensó unos segundos… Era algo obvio, tenía un aire oscuro. —¿Estúpido yo? —el sarcasmo se escuchó en Curiosidad 1— Ambos sabemos que Robert tuvo la piedra algunos meses, no la pudo perder tan fácilmente. Su hijo o su esposa deben de tenerla. —Ex esposa —dijo al que identificó como el traidor. —Lo que sea, ya sabemos que Rosa no lo tiene… Se hizo un pequeño silencio. — ¿Lo saben? ¿Cómo? —La visitamos ayer en la tarde —April se estremeció, podía sentir una sonrisa malvadamente felina en el rostro del otro—. Digamos que está lo suficientemente advertida de no hacer nada que nos perjudique. —Bien… Bien. Entonces, ¿vamos hasta su hijo?

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Pero, mierda no se acordaba de su nombre…

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Estaba en la punta de su lengua…

—Mi hijo no tiene nada que ver con esto, idiotas. Déjenlo en paz. Tiene esposa y no posee tiempo para estar con ustedes, traidores. —dijo Robert. Entonces… ¿él estaba con o en contra de ellos? Todos quedaron en silencio, por lo que April sospechó que se habían quedado pasmados. —Disculpa, jefe. Pero sabes que necesitamos la piedra. Ya. Su mejor época es esta, el siglo 21. —¡Me importa un rábano! Ustedes saben que… —se interrumpió bruscamente. April se sintió temerosa, algo no estaba bien. — ¿Qué decía? — ¡Cállate! Aquí hay alguien más —dijo Robert. No podía ser ella. ¿Cómo la había visto? —¿Alguien más? Pero si sólo estamos nosotros… April decidió leer los pensamientos de Robert.

Alquimistas. Una alquimista… Se sintió acorralada, tenía que salir de allí, rápido. De puntillas empezó a dirigirse a la acera y cuando estuvo fuera del perímetro se puso en posición para correr. —Vaya, vaya… Pero miren que tengo aquí… ¡Una linda alquimista, principiante sin duda! —habló Robert a unos centímetros de su espalda. Ella tragó. Estaba muerta… April echó a correr, sus tacones repiqueteaban en el asfalto furiosamente, a toda velocidad. No podía correr más rápido debido a lo que usaba, pero sabía que tenía que huir. Truenos sonaron en el cielo y empezó a llover a cántaros. Uno de sus tacones se rompió y la hizo desbalancearse.

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Sólo pensaba una cosa…

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Se concentró todo lo que pudo y lo logró.

Movió un poco los pies y ambos zapatos cayeron, dejando a sus pies libres de cualquier obstáculo y haciendo que sintiera la lluvia bajo estos mismos. Atrás de ella se oyeron miles de pasos, por lo menos así parecía… Y tan pronto como dobló en una esquina, oyó disparos. Miles de balas se arremolinaban sobre ella… Corrió más rápido y sintió algo rozar su brazo, pero no tenía tiempo de detenerse. Muchos pensamientos pasaban en su cabeza. ¡Un profesor era un traidor! ¡La piedra estaba en Virginia! ¡Tenía que decirlo en la Academia! ¿Por qué Robert tenía que ser tan malditamente ágil? Y lo más estúpido de todo: ¡Acababa de perder un par de zapatos!

De pronto se acordó de que traía la daga de Rubí en el bolso y la sacó hábilmente con una mano. Tan pronto como estuvo en su mano izquierda —debido a que la derecha la tomaba su enemigo— clavó su pequeña creación en el brazo que la sostenía y él soltó un grito de dolor. Su agarre se debilitó y ella vio su oportunidad mientras guardaba su daga en el bolso. Corrió un poco más y luchó por seguir, su aliento fallaba y su mente estaba dando vueltas sin parar. Al fin, localizó la heladería que tanto había buscado y la maldijo con todo su corazón; si no la hubiese buscado jamás habría tenido que verse encasillada en este embrollo. Cuando alcanzó la puerta, alguien la tomó por el brazo y su cabello se erizó. La iban a matar. La iban a matar. La iban a matar… Oh por Dios, era demasiado joven, pero… pero…

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Se volteó y vio a un furioso Robert, viéndola a los ojos tan fríamente que sabía que la iba a matar.

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Cruzó un paso peatonal y algo agarró su brazo fuertemente.

Pero para su alivio, al voltearse sólo vio al profesor Ronald, quien la analizaba curioso y cauteloso. Él traía una sombrilla y un traje de trabajo. — ¿Estás bien, April? Te veo muy agitada… Venías corriendo, ¿no? —le preguntó, con suma preocupación y ella se sintió a desfallecer. Se aferró a su pecho y empezó a llorar como loca. Al diablo Scarlet, eso merecía gastar lágrimas tanto como ella quisiera. Él se sintió torpe y le acarició un poco la espalda, esperando a que se calmara para que le explicara. La condujo a la heladería y la sentó en una silla, despegándola de su pecho. — ¿Quieres un helado? —S-sí, por favor —le contestó, temblorosa. — ¿De qué? —la observó unos segundos—. Adivino, ¿Chocolate?

Se acordó de lo ocurrido y pensó un poco más. ¿Cómo había logrado sacar la daga con una mano? Eso no era posible, ni siquiera recordaba meter la mano en el bolso. Se rascó la cabeza, todo era muy confuso. Cuando colocó sus pies en la cerámica, dio un pequeño respingo, estaba extremadamente fría, y hasta ahora supo que no tenía sus zapatos… ¡Debía parecer una vagabunda! Toda mojada y sin zapatos. Finalmente Ronald llegó y le entregó un gran cono de chocolate. Ella le sonrió y se sintió como una pequeña niña, siendo consolada por su padre. La idea la llenó de pesar, nunca sabría qué era eso… Empezó a saborear el helado, y supo que era lo mejor que había probado en su vida.

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¿Qué acababa de hacer? ¿Se había acurrucado con un profesor que le doblaba la edad? Estaba loca, ya no tenía remedio.

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Sólo logró asentir con la cabeza y él se dirigió al mostrador.

—Dime, April. ¿Qué pasó —le preguntó, probando su helado de menta. Ella tomó un largo suspiro y empezó a contarle todo lo que había visto y oído, la voz de Darwin, Virginia, todo. Él la miraba con absoluta sorpresa y su expresión pasó a ser aterrorizada. —Así que pensé que debería decirle a la directora y así… —¡No! No debes decirle nada a Magdalena. —le reprendió él, cuando había terminado su helado. —¿Pero por qué no? —La directora no se encuentra muy bien que digamos… —hizo una mueca—Últimamente ha estado un poco enferma y es mejor mantenerla alejada de esto, querida. —Entonces, ¿qué debo hacer? —le preguntó, perspicaz.

—Caleb y tú, sí. Él es tú compañero, por lo que tendrán que ir juntos… —Pero yo… —Nada, tenemos que irnos ya, está empezando a anochecer. Y así era, observó April. Se sintió horrorizada… ¿Cómo iba a viajar con Caleb, si todo salía mal? Salieron hacia la puerta y se fijó en que ya no estaba lloviendo… April rebuscó en su bolso y sacó unos cuantos dólares. —Tenga, esto es por el helado —le dijo, tendiéndole el dinero. Él rió fuertemente. —Nada de eso, April. Invito yo, y nada de peros por favor. —Está bien, gracias —le respondió, cohibida. —De nada, querida. Me debo ir, ¿crees que podrás llegar sana y salva a tu casa?

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— ¿Ustedes? Te refieres a…

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—Deben ir a Virginia, antes que ellos lleguen… Prepararé un transporte y una excusa para la directora, así que ustedes irán y resolverán esto. Me aseguraré de encontrar la dirección del hijo de Robert y confirmaremos esto de una vez por todas.

—Sí, creo que sí —le respondió, insegura. La verdad preferiría que él la acompañara. —Está bien, ¡te veré el lunes! —y sin nada más, se fue alejando. April lo observó y el pánico la atravesó, ¿qué pasaba si la encontraban? Nada… No pasaría nada… Más asustada que nunca, se fue a su apartamento, analizando todo lo sucedido.

30 minutos después. April se colocó el pijama y se sintió un poco sola… Ese apartamento ahora le parecía gigante. Revisó su celular de nuevo. Ninguna llamada, ningún mensaje.

No lo entendía… Y después de todo lo que le había pasado hoy… Pero se iba a tranquilizar, mañana sería un día mejor. ¡Era su cumpleaños! Algo bueno tenía que haber… Con ese gran pensamiento ella se quedó profundamente dormida. Pero la pobre de April ignoraba dos cosas… La primera: Ese cumpleaños suyo, iba a ser mejor de lo que pensaba. Y la segunda, que no estaba tan sola. Alguien, la miraba en ese mismo instante por la ventana. Y no era nadie bueno…

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Y su cumpleaños iba a ser el más triste de cualquiera que hubiese tenido antes. Era una lástima, debido a que iba a cumplir 18… ¿Por qué no la había llamado? O… ¿Visitado? ¿Qué había hecho mal?

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Ahora estaba segura de algo, su cita ya no era cita.

Capítulo 13

11:59 de la noche… Dos ojos, unos profundos ojos azules se asomaban por la ventana del apartamento. Ojos iguales a la noche que le hacía compañía, oscuros, cautelosos y llenos de advertencia. La piedad no estaba en ellos, y en cuanto pudiera, el ataque sería su mejor arma. April dormía tranquilamente en su cama, descansando de los sucesos que le habían ocurrido, hace tan sólo unas horas. Estaba agotada, se podía ver a leguas, pero tal vez con un poco más de descanso, su agotamiento acabaría. Claro, sólo si no era despertada por nada como…

— ¡Feliz, feliz SÍ cumpleaños! ¿A mí? ¡A tú! ¡Feliz, feliz SÍ cumpleaños! ¿Para mí? ¡Para tú! ¡Que los pases muy felices! Y ahora ¡sóplale a la luz! ¡Feliz, feliz SÍ cumpleaños a tú! ¡Aww! ¿Acaso no canté hermoso, April? Yo sé que sí. ¡Mi hermosa hermanita, que la pases taaan bien en este domingo, con ese sexy de tu novio! Sé que no será igual sin mí, pero aún así. ¡Gracias por aguantarme! ¡Por ser mi mejor amiga, por quererme, por todo! ¿Sabes cuaaaaanto te quiero? ¿No? Si quieres te lo digo. Te quiero, te quiero, te quiero… —Scar… —…te quiero, te quiero, te quiero —Scar… —¡¡Te quiero, te quiero, te quiero, TE QUIERO!! — ¡Scarlet! — ¿Sí? —preguntó, con voz inocente.

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— ¿Qué? —respondió, furiosa, preguntándose quién la llamaba a esas horas.

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Su celular, que empezó a sonar a todo volumen. Se despertó, alarmada y volteó a ver a sus alrededores, localizó el sonido y con mirada cansada, contesto sin ver quién era.

—Respóndeme una pequeña cosa… —le dijo, con voz enojada pero somnolienta— ¿Me llamaste a las 12 de la noche sólo para desearme feliz cumpleaños? —Claro que no… April suspiró, restregando sus ojos. — ¿Para qué más? —También te llamé para decirte que te quiero y cantarte la canción de Alicia en el País de las Maravillas. ¿Acaso no me oíste? Ella quiso darse contra una pared. La iba a matar. — ¡Claro que te oí! ¿Cómo no lo haría si me despertaste? —No lo sé, en fin. ¡Feliz Cumpleaños! April tomó un profundo suspiro y se relajó… Era Scarlet, de todos modos. —Gracias, cariño. Te quiero mucho.

— ¿A esta hora? Abuelita que te has hecho. ¡Es temprano! Antes te dormías a la 1:00 de la mañana ¿Recuerdas? Y lo recordaba, se quedaba hablando con ella por celular hasta esas horas de la noche. —Sí, pero todo cambia cuando tienes que ir a una Academia, de puros y estrictos alquimistas. —Lo que sea —Logró sentir como su amiga rodaba los ojos— ¿Qué tal si hablamos hasta que nos quedemos dormidas? —Me parece perfecto —le dijo, sonriendo. Hablaron de puras locuras unos cuantos minutos, pero una cosa en April le decía que algo iba mal. No con su amiga, sino con alguna cosa que la rodeaba. No estaba sola, la estaban observando. Se sentía analizada, escrutada con dureza. Se estremeció ligeramente, y los vellos de su nuca se erizaron.

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—Como sea, ya no me podré dormir. Y… ¿Qué haces despierta a esta hora?

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—Lo sé, es imposible no hacerlo.

—Scar… — ¿Sí, pequeña lombriz? —No estoy sola —le murmuró, temblorosa. —¿Cómo que no estás sola? ¿Con quién entonces? Tragó fuertemente. —Aquí hay alguien más… Un silencio sepulcral se hizo al otro lado de la línea, tanto que April temió que algo anduviese mal con Scarlet. O quizá sólo estaba pensando racionalmente la situación y… —No me digas que ya te lo llevaste a la cama… ¿¡Cuándo pensabas decirme que no eres virgen, señorita!? Te dije que ese chico vendría a por ti, nuevamente, era sólo cuestión de esperar, sólo que no pensé que llegaran a tener s… —Scarlet, cállate y escucha. Nada de eso está pasando, alguien me está vigilando. Lo presiento.

— ¡Scarlet! ¡Cierra ese pico de lora que tienes! Voy a revisar, colgaré y te llamaré en minutos. —Bueno, pero no tardes —terminó con una voz temblorosa. April encendió la luz de su lámpara y registró la habitación. No había señal de vida. Fue hacia su pequeño balcón, pero no abrió las puertas, sólo se fijó por el cristal. Extrañamente para ella estaba empañado. ¿Por qué? Sintió un miedo atemorizante, ¿la estaban espiando? Sin embargo, luego se dio cuenta de que ella había sido la que empañó el ventanal.

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— ¡Por el amor de Dios! ¡Llama al 911, April! ¡Te van a matar en tu cumpleaños! Llama ya… Por favor, no quiero que mueras —dijo, con auténtico terror— ¿Cuál era el número del 911? ¡AH! ¡LO OLVIDÉ! ¡VAS A MORIR POR MÍ, NO ME LO PERDONARÉ!

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Otro silencio. Por favor, que no le saliera con otra salida loca.

Un poco más calmada, se cobijó en la cama y llamo a Scarlet una última vez. —Scar, tranquila, no era nada. —Le dijo, cuando contestó. — ¿En serio? Oh, qué bien. Me estaba cagando del susto. Una risa salió de sus labios. —Yo también, pero será mejor que cuelgue, linda. Un beso, hablamos luego. — ¡Adiós! Pásala bien con ese sexy. Ella rodó sus ojos. —Ya te dije que no vendrá. —Como digas. Y le colgó antes de que pudiera protestar.

Nada se oía en la habitación más que sus pequeños respiros, algunos pajarillos que cantaban en la oscuridad de la noche y el viento, soplando al oído de enamorados en camas en otros lugares. Sólo se escuchaba la naturaleza de este mundo. Se escuchaba el silencio. Un silencio amenazador. Los ojos volvieron a cobrar vida en la ventana de aquel balcón, abiertos como platos sólo para vigilar mejor. Tenía que hacerlo en ese momento, antes de que la niñita volviera a despertar. Extrajo su pequeña llave maestra y abrió fácilmente la puerta de cristal. Entró y sintió un pequeño calor, comparado con el frío de la noche. Su gran cuerpo se movió con sigilo y sus pasos eran amenazadores y gráciles. Elegancia estaba clavada en su frente, pero más que todo, daba miedo. Miedo, porque su rostro no decía nada más que eso.

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Tanto se lo dijo, que se durmió nuevamente.

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April se acurrucó un poco más entre las sábanas y miró con desconfianza a las ventanas; debería cerrar la cortina, pero le daba pereza levantarse. Apagó la luz y se trató de convencer a sí misma de que todo iba bien. Nadie la espiaba, nadie le haría daño…

Se acercó a esa muchacha, tan dócil y frágil, bañada por la luz de la luna, haciendo ver sus pequeños rizos hermosos. Un pequeño movimiento con la mano hacia su cuello, y esos rizos morirían al instante. La revisó de pies a cabeza, y localizó su objetivo. El collar. Movió sus manos a la pequeña cerradura de la cadena de plata, pero antes de poder tocarla, sintió un jalón. Algo le prohibía tocar su preciado tesoro. Recordó tener que usar la telequinesis, aunque ese era su último recurso. Clavó sus ojos sagaces en la pequeña estrella del collar, y empezó a mecer sus pensamientos a su única meta. Empezó a levitar, pero no se separaba del cuello de la preciosa muchacha. Trató un poco más, sus brazos hicieron ademán de ayudar.

Con el mismo sigilo se devolvió al balcón, observando una última vez a su pobre víctima. Sería suya, él estaba seguro. Sin más que pensar, los ojos azules que vigilaron toda la noche el sueño de April, desaparecieron en la oscuridad del pequeño pueblo. Después de muchas horas… April tomó su celular, que ahora sonaba con el tono de su madre. — ¿Mamá? — ¡April, cariño! Feliz cumpleaños, corazón. Te extraño tanto, no sabes cuánto, hoy cuando me levanté pensé en el día que te tuve ¿Sabes? Tan pequeña y unas pestañas tan largas como las piernas de una supermodelo. Mi hermosa niña, ya tienes 18 años… ¡Oh Dios, 18 años! ¡Eso me hace más vieja! Ojalá estuvieses conmigo, amor. —Lo sé, mamá, también te extraño. Te amo mucho. —Yo también, preciosa —Un nudo atravesaba su garganta—. Cuando vuelvas para la Navidad, te daré tu regalo, cariño.

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Cerró sus ojos. Más fuerza. Más poder. Podía hacerlo… O no. No estaba preparado. Debía ser eso, que estúpido había sido. Tenía que entrenarse, lo lograría. Esa rareza sería suya.

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Y nada. ¿Qué pasaba?

—Sí, mamá. Me lo has dicho como mil veces. —Oh… no me acordaba —Un ruido se oyó al otro lado del teléfono—. Amor, tengo que colgar. — ¿Estás con alguien, mamá? —Mmm….Sí, nadie en especial. —suspiró— En fin, adiós querida, pásalo genial. —Gracias mamá, hasta luego. Y colgaron. Ella se sentó a un lado en su cama y miró su reloj, 12:30. Ni rastro de Caleb. Qué idiota había sido, se la había puesto poco difícil, se había mostrado como una chica de lo más fácil para él y por eso no la buscaba más. No era su culpa, no tenía experiencia con nada de eso.

La idea no era ponérselo siquiera, pero al verlo allí, tendido, sucumbió a la tentación. Le quedaba de perlas. El azul marino hacía que sus verdes ojos resaltaran y el diseño hacía que sus curvas se vieran hermosas, con esos tacones tan lindos del mismo color, nadie podría resistírsele. Se veía espléndida y la entristeció saber que nadie la podría observar. Fue hasta su balcón y observó la hermosa vista que este daba. Las montañas estaban a lo lejos, adornando el paisaje del cielo azul con ese sol resplandeciente. Bajó la vista y observó unos cuantos niños que caminaban por el parque, tomados de la mano con su madre. Algunas parejas paseaban por allí, de lo más acarameladas y sintió una punzada de celos. ¿Por qué no le podía pasar así, como a esos tórtolos? Su vista cayó hacia la calle para no ver esa pequeña tortura. Estaba vacía y sin carros, que era de costumbre, con tan sólo unos cuantos taxis aparcados en la acera.

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Se levantó y se dirigió hacia su espejo, mirando su vestido una última vez, antes de quitárselo.

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Recordó esa misma noche, cuando se fue a dormir. Sus sueños habían sido realmente raros, pero no lograba recordar cómo habían sido. Suponía que estaba más loca de lo pensado.

Vislumbró una motocicleta entrando por una pequeña calle y a un chico grande, con un súper casco. El muchacho aparcó en la acera de los apartamentos y sintió curiosidad. ¿Quién era? Focalizó un poco para ver mejor y se quedó pasmada. Era Caleb. Tan apuesto como siempre, con una camisa negra que remarcaba sus bíceps y unos jeans desgastados. Su cabello estaba bien peinado y se le veía maravillosamente atractivo. ¿Por qué venía hasta ahora? Caleb alzó la vista hacia su ventana y le sonrió desde lo bajo, haciéndole señas para que bajara. Iba a salir corriendo para hacerlo cuando recordó lo que le había hecho. Esperó demasiado para comunicarse con ella, así que ella lo haría esperar también. No sería fácil si se quería disculpar, nada de eso. Haría el intento de ser una chica difícil.

Se dio una mirada al espejo y se sintió hermosa. Muchísimo y así lo era. Agarró su bolso, echó su celular y salió corriendo para llegar a las escaleras. Las bajó calmada, con paciencia y con una gran sonrisa en su cara. Llegó a la recepción pero no visualizó a Cami, así que salió en busca de su amado. Al salir a la luz del Sol, no pudo evitar soltar el aire contenido; se veía tan guapo que no podía soportarlo, con su aspecto relajado pero duro y sus converse All Star de siempre. Iba a sonreír pero recordó su promesa. Él se quedó boquiabierto al verla llegar. Traía un vestido azul que caía ligeramente sobre sus muslos, haciéndolos lucir largos y perfectos. Su pequeña boca estaba pintada en un rojo carmesí que le hizo querer

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Tomó su rímel y delineador, con el rizador de pestañas, haciéndolas ver más largas de lo que ya eran. Cogió los polvos y los pasó por su rostro, dejándolo con un toque bronceado, tomó el lápiz labial color rojo y lo pasó por sus labios, haciendo que se vieran tentadores y rellenos y le agregó un poco de brillo. Por último, usó la sombra de ojos de un color azulado, haciendo que sus ojos parecieran fieros y gatunos.

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Se dirigió hacia su tocador, donde decidió maquillarse con toda la paciencia del mundo.

quitárselo de encima, no porque no le gustara, sino porque se lo quería quitar a besos. Pero sabía que debía de estar enojada. La vio acercarse haciéndole sufrir.

lentamente,

contoneándose

tentadoramente

y

Se separó de la moto, y sonrió. — ¿Conque llegando tarde no? —Por lo menos yo no llego 2 días tarde —le respondió, ceñuda. La fiesta empezaba. —No fue mi intención April, la directora me quitó mi celular. En su rostro vio que la había sorprendido, obviamente no se lo esperaba, luego pareció aliviada y de nuevo enojada. —Pero eso no quita que no me hayas venido a visitar. —No podía, le pusieron GPS a mi carro, y me prohibieron visitarte. Sus ojos se abrieron como platos.

—Entonces te lo quitas. —Renunciando al alquimismo… April frunció el ceño, pero en sus ojos pasó un atisbo de diversión. —¿Y cómo es que has logrado venir hasta aquí hoy? —Simple, fui a la casa de Raúl, tomé “prestada” su moto, y quité algunos GPS que incrustaron también en mis zapatos, Jeremy me ayudo a parar el chip de mi collar y luego pasé a recoger mi celular, para después venir en moto y recogerte —le dio una sonrisa ladeada. April se relajó pero seguía en guardia. — ¿Y por qué se supone que no podías verme? —La directora me dijo que las relaciones entre alquimistas y alquimistas eran prohibidas en la Academia. De seguir con ella, nos daría una sanción que no es nada bonita.

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—Nuestro collar tiene GPS, April. ¿Acaso no lo sabes? —le preguntó, divertido. Sus facciones mostraban todo, menos cólera.

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— ¿GPS? Pero… podrías haber venido a pie.

April estaba perpleja, todo lo que había exagerado para nada. —Oh… Caleb se acercó un poco más a ella, tomándola por la cintura y sonriendo. —Feliz Cumpleaños, April. Rozó sus labios con los de ella, tentándola, pero ella no cayó, lo separó ligeramente, y una sonrisa cruzó por sus labios. Él se quedó atónito, y supo que April se había enojado realmente. —No soy tan fácil como parezco, Caleb. — ¿Fácil? Tú eres todo menos fácil —le dijo, ceñudo. —Me alegra que lo pienses, pero si en serio quieres estar conmigo, te costará caro. — ¿Acaso no te dije que no fue mi culpa? —Ajá… —le dijo ella, llena de diversión.

La miró unos segundos, y rió, pero era una risa amarga. Esto era un desafío. —Está bien. Móntate —le dijo, señalando la moto. Ella miró al objeto con miedo y disgusto, pero se subió lo mejor que pudo con su vestido. Se dijo a sí misma, que no le daría el gusto de abrazarlo en la moto, por lo que se agarraría de atrás. Ya en la moto, él hizo sonar los motores. — ¿Lista? —le preguntó. —Siempre Caleb arrancó la moto suavemente y April logró sostenerse de la parte trasera de la moto, él se volteó hacia ella y alzó las ceja en señal de sorpresa, para después hacer que la moto diera un gran salto, asustándola y haciendo que se tuviera que agarrar de él. Pasó sus manos, insegura por su cintura, y lo abrazó muerta de miedo.

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—Pudiste haberlo hecho mejor, cariño.

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— ¿Entonces?

—Lo hiciste a propósito —masculló ella. —Qué bien me conoces, cariño —le respondió, pícaro. Sus travesuras apenas empezaban. Media hora después… April se encontraba apoyada en la espalda de Caleb, apreciando el hermoso paraíso ante sus ojos. No sabía hacia dónde la llevaba, pero sin duda era un lugar precioso. Árboles rondaban hacia cualquier lugar que mirara, y el cielo era tan azul que tenía que tomar grandes bocanadas de aire, para darse cuenta de que era verdad. En uno de los tramos logró ver varios lagos, pero Caleb no se detenía en ninguno. ¿A dónde la llevaba? —Caleb… ¿Dónde estamos? —le preguntó, embobada. —Te he traído a un pequeño pueblo de Seattle, alejado del nuestro. Se llama Little Sky.

A April se le hizo un nudo en la garganta. Se había acordado de ella. No sabía qué decir, así que sólo se apretó más contra él y murmuró: —Gracias, Caleb. —De nada, Ap. Siguieron unos cuantos minutos más en la carretera hasta que vio esa gran maravilla. Un edificio gigante, más grande que las Torres Gemelas, con ventanales hermosos y puertas de un tamaño sorprendente, hecho a base de madera, roble podría decirse, y el porche contenía unas escaleras tremendas. Eso debía ser el cielo. April tomó aire y Caleb rió, había sido una buena decisión. Aparcó en la acera de la gran biblioteca y se bajó de la moto, agarrándola por la cintura y ayudándola a bajar. Cuando puso los pies en el suelo, él la soltó y la tomó de la mano.

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—Aunque no lo parezca, este pequeño pueblo de Estados Unidos, tiene los mejores libros de todo el país. Desde libros viejos hasta los más actuales, y recordando tu fascinación por ellos, decidí venir aquí.

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—Y me trajiste aquí… ¿Por qué?

— ¿Lista? April sólo logró asentir con la cabeza y se dirigieron a la majestuosidad de ese gran lugar. Subieron las grandes escaleras de madera, y Caleb le abrió la puerta a April para que pasara. Sonrió y entró. Se quedó pasmada con la vista. Miles de estantes estaban en fila, estantes hechos de madera pura con millones de libros en ellos, categorizados por romance, terror, drama, de todo. Un pequeño escritorio donde estaba sentada una viejita, con una computadora y miles de mesas, para sentarse a leer. Caleb la empujó para que avanzara y así lo hizo. Salió casi corriendo hacia los estantes al reaccionar. Encontró varias secciones, pero buscó en romance, vio ejemplares de los mejores y más buscados. Pero ella buscaba su sueño de niña.

Cuando se iba a dar por vencida, se fue hasta Aventura No-Ficción, una sección que nunca había identificado, vio algunos libros y busco por la letra L, hasta que lo encontró. El libro “The Little House on the Praire” De Laura Wilder Ingalls. ¡Al fin! ¡Lo había conseguido! Dio un pequeño grito e inmediatamente apareció la viejecita de la recepción, callándola con la mirada. Rodó los ojos y lo contempló. Era una reliquia. Desde pequeña, había clamado por ese libro, la serie que daban en un viejo canal de televisión sobre una pequeña niña que contaba su historia en su granja la llenaba de anhelo, y ahora podía saber cómo había sido todo en realidad. Lo único que tenía que ver era el precio…

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Busco en ficción y no ficción, pasó por miles de libres, toco sus portadas, las admiro y casi lloró con sus hermosos diseños, viejos pero perfectos.

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Se fue a Historia, pero tampoco estaba el famoso libro. ¿Dónde se encontraba? ¿Lo tendrían?

—¿QUÉ?—Susurró, en un pequeño grito de disgusto. El libro era demasiado caro, no se lo podía permitir, de todos los libros de la historia, ese era el más costoso que se había encontrado. Se sintió extremadamente triste y guardó el libro de nuevo en su lugar. — ¿No lo vas a llevar? —le preguntó Caleb, detrás de ella. ¿Cómo había llegado hasta allí? —No… Es demasiado caro. —le dijo, volteándose a verlo. Mala idea, debido a que estaba a pocos centímetros de su rostro. —Déjame ver —le susurró, acercándose más. Tomo el libro y vio el precio. Sonrió un poco y la miró, feliz. —Te lo compro como regalo de cumpleaños, ¿qué dices? April abrió los ojos como platos. — ¿Estás loco? ¿Ya viste el precio?

—April… La expresión de tu cara al ver este libro vale más que cualquier otra cosa. Ella se sonrojó muchísimo, pero siguió con su idea. —Aun así, Caleb. No, es demasiado caro. —No para mí. No tengo problemas con el dinero, cariño. —Pero… —Nada, lo llevaré y punto. Cogió el libro, y le acarició la mejilla. La guió hasta la recepcionista, quien los vio con una mirada pícara. — ¿Lo alquilará o comprará? —les preguntó la pequeña viejecita, delgada como un palo pero astuta como un zorro. —Lo compro. — ¿Tarjeta o efectivo?

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— ¡No, Caleb! Es demasiado, déjalo.

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—Sí, ¿y?

—Efectivo —Caleb le pasó un fajo de billetes y April los vio, atontada. No mentía cuando decía que tenía dinero. La señora contó el dinero, les dio una sonrisa de oreja a oreja y dijo: —Es todo suyo. April sintió que esas palabras tenían doble sentido, pero lo dejó pasar. Salieron de la maravillosa biblioteca y cuando estaban cerca de la moto, él le entregó su amado libro. —Lo vuelvo a decir, feliz cumpleaños, April Ella tomó el libro y sonrió más feliz que nunca, luego lo vio a los ojos. Esos ojos grises, con destellos azules que la hacían sentirse en las nubes.

Cuando se separaron, ella se apoyó en su pecho e inhaló su olor. Pino y menta. —Gracias, Caleb. Muchas gracias, no sabes cuánto significa para mí — le susurró, con un nudo en la garganta. Era una llorona, pero no lo podía evitar, una lágrima paso por su mejilla. Él la apartó para verle a los ojos, y le limpió el agua salada que salía de esas joyas esmeraldas Sonrió. —Con tal de verte sonreír, haría eso y mucho más, April. —Ella lo miró y lo besó de nuevo, tomando el rostro de él entre sus manos, saboreando sus labios y separándose al final. —Algún día te lo recompensaré.

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Le lanzó los brazos al cuello y le plantó un beso en la boca. Él se sorprendió pero la tomó de la cintura, haciendo que ella quedara con los pies en el aire; empezó a mover sus labios a un ritmo suave y lento. April comenzó a acariciarle el cabello —amaba que hiciera eso—, para luego dar paso a sus lenguas, jugando una con la otra al gato y el ratón. La estrechó más contra él y ella suspiró; era lo que había esperado tras esos días, y sabía que se lo merecía. Tal vez lo haría sufrir un poco más, pero por ahora, un beso no hacía mal a nadie.

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Al diablo con hacerse la difícil.

—Ya veremos —le dijo, sonriendo— Ahora, ¿vamos? — ¿A dónde? —A la sorpresa, ¡duh!

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La llenó la curiosidad y lo siguió hasta la moto, más alegre de lo que pudo haber estado en su vida.

Capítulo 14

April tenía los pies metidos en un hermoso lago rodeado de grandes árboles y pinos. Caleb estaba a su lado, en la misma posición que ella, oyendo los sonidos de los pájaros cantando melodías armoniosas. La había traído a ese precioso bosque, escondido de toda la humanidad que pudiese existir en esos momentos. Tenía flores de millones de colores, además de que el agua del lago era totalmente cristalina. Se sentía la paz y la alegría en el lugar. April volteó a ver el rostro de Caleb e inmediatamente se sonrojó, se avergonzaba de la actitud que había tenido a la hora de ver esa maravilla. Había empezado a dar saltos como una niña pequeña y correr en todo el lugar, haciendo que Caleb tuviese que atraparla.

—April… —le dijo Caleb, con los ojos cerrados. —¿Sí? —le contestó, sonriendo. —¿Ya me vas a perdonar? —Nop. —Mierda… ¿Qué se supone que debo hacer? —dijo, mientras abría los ojos y la observaba. —Tú sabrás —sonrió pícaramente, y movió sus pies en el agua. Después de unos minutos en silencio, April recordó lo que le había pasado el día anterior, y supo que debía advertirle a Caleb que tendrían que ir a Virginia mañana por la mañana. —Mmm… Caleb… —¿Hmm? —Tengo algo que contarte… —le dijo, nerviosa.

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La tortura podría durar un poco más, llevaba muy poco con ella. Por lo menos dos horas, le faltaba un poquito más.

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Esa no había sido su idea, pero se logró zafar de su agarre en dos segundos. Aún quería hacérselo difícil. Quería oírlo decir que eran novios, y nada más que eso.

— ¿De qué? —De Robert… —Caleb abrió los ojos inmediatamente y la vio con cara aturdida. —¿Qué pasó? —un poco de enojo comenzó a mostrarse en sus facciones. —Verás… Es que ayer por la tarde decidí salir a comer un helado a la heladería que está por la calle de mi apartamento... Pero en realidad no la conocía, entonces me arriesgué y busqué por ella, pero tuve un pequeño percance y me perdí. Cuando fui pasando por un edificio abandonado vi el carro de Robert, y me dije: “¿Qué estará haciendo allí?” Y bueno... Me entró la curiosidad y fui a investigar...

Él la miró confuso y procesó lo que acababa de oír... — ¿Qué tipo de información es esa? —Que el hijo de Robert tiene la piedra filosofal, que vive en Virginia y que debemos ir allí y quitársela antes de que los Renewed lleguen y lo torturen. ¡Ah! Y que el profesor Darwin es un traidor. — ¿Y todo eso pasó ayer? —Sí. — ¡¿Y hasta ahora me lo dices?! Su mirada se tornó aturdida. —Caleb... acabamos de encontrarnos.

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—Entonces... —prosiguió, ignorándolo— Cuando me acerqué a oír lo que decían, conseguí información bastante interesante, pero no alcancé a oír nada más porque me vieron, bueno, más bien, me olieron y tuve que salir corriendo. Después se me quebró el tacón y perdí mi par de zapatos, luego Robert me alcanzó pero le clavé la daga de Rubí que me regalaron Joseph y Jeremy y logré llegar a la heladería, en donde encontré al profesor Ronald, quien me consoló. Poco después, me compró un helado e hicimos un plan con la información que recolecté. —le dio una pequeña sonrisa inocente—Entonces, resumiendo: mañana tenemos que ir a Virginia a las 8:00 de la mañana sin que la directora lo sepa

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— ¿Por qué me suena a que esto que me dirás será una mierda?— interrumpió con una mueca.

— ¡¿Acabamos!? ¡Hace como 3 horas que nos encontramos y me lo dices hasta ahora! ¿Qué esperabas eh? ¿Decírmelo mañana? ¿O siquiera me ibas a decir, y luego me dejarían en la Academia, sin saber nada? —Su cara se había tornado roja y tenía el ceño fruncido con enojo. Se levantó rápidamente y empezó a caminar de un lado a otro. — ¡No es mi culpa! ¡Tú fuiste el que no se presentó en todo el fin de semana! — dijo ella, levantándose a su vez. — ¡Ya te dije que no es mi culpa! ¡Deja de enojarte por algo que ni siquiera tuve intención de hacer, maldita sea! Ella frunció el ceño. — ¡Pudiste haberte esforzado y yo no hubiese tenido que pasar el fin de semana como una investigadora, en peligro de muerte! Caleb se detuvo en seco, y volteó a verla trastornado. — ¡Traté, traté lo mejor que pude! ¡También pudiste haber venido tú y buscarme!

— ¿¡Qué es sobre mí!? ¡Según lo que entendí, esto es sobre Robert, NO sobre mí! ¡Has estado la mayor parte del día enojada y hosca conmigo, cuando sólo trato de hacer las cosas perfectas! — ¡¿Y cómo quieres que no esté enojada, si no sabía ni dónde estabas, o si te había pasado algo, eh?! — ¡Como si no pudiera cuidarme! ¿Acaso no sabes que tengo mis propias fuentes para estar seguro? —se acercó más a ella, mirándola a los ojos. Ojos llenos de furia, igual que los de él. — ¡Claro que lo sé! ¡Ni que fuera estúpida! Pero dime, ¿acaso esas “armas tuyas” servirían contra metralletas y bazucas? ¿Ah? ¡Dime! ¡No lo creo, verdad! — ¡Claro que servirían! Si las uso adecuadamente… —Su ira comenzó a disolverse al empezar a pensar claramente. April había estado

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— ¿Cómo lo hubiese hecho, eh? ¡No sabía dónde estabas! ¡Deja de volver las cosas contra mí, cuando esto se trata sobre ti! —le dijo mientras lo alcanzaba y le metía el dedo en el pecho, acusándolo vilmente.

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April sintió una punzada de culpabilidad, pero no daría su brazo a torcer.

preocupada, por eso se comportaba así. Estaba preocupada porque no sabía qué podría haberle pasado… Y él estaba siendo un idiota. —Además… ¡Podrían tener veneno y ponerlo en tu comida! ¡O matarte mientras duermes! ¿Yo que sé? ¡Y tú sólo te preocupas por hacerle caso a la bruja esa de la directora! Y también… —se fue deteniendo poco a poco al ver la expresión de Caleb. Antes estaba llena de enfado, ahora la veía suavemente. Era un pensamiento tonto, pero sólo se pudo preguntar si estaba borracho. Acunó su rostro entre sus manos y le acarició la mejilla con el pulgar. Ella quería moverse, zafarse, hacer algo… Sabía que no debía ceder tan fácil. Pero algo en su toque, ese toque tan familiar, no la dejó. Se dejó llevar, quedándose quieta como una estatua. Él le sonrió cariñosamente y llevó sus labios a los de ella. La besó tiernamente, con la misma suavidad de una pluma. Sus labios se fundieron en algo que ninguno de ellos sabía cómo nombrar, y ese enojo que antes se había presentado ya ni siquiera existía. Sólo estaban ellos en ese bosque tan majestuoso, con los únicos testigos que podría haber: los árboles junto con pequeños pajarillos.

—Sí, lo fuiste —respondió, sonriendo. — ¿No se supone que deberías decir “No, no, yo también lo fui, perdóname tú a mí”? Empezó a menear la cabeza, pero se detuvo en seco. —Está bien, fui estúpida y exageré todo. Perdona… Caleb le dedicó una sonrisa enorme y volvió a posar sus labios sobre los de ella, para después sentarse bajo la sombra de un gran árbol y colocarla en su regazo. —Ahora, dime, ¿cómo es eso de que Darwin es un traidor? Ella lo vio confusa y luego se acordó de lo que habían estado discutiendo. —Ah… sí, como lo oyes. Ayer, cuando estaba escuchando la conversación oí su voz. —sus ojos se abrieron un poco—Era irreconocible y estaba de parte de ellos. Por eso el profesor Ronald dice

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—Perdona, fui un idiota y ni siquiera sé porque actué así… —le dijo, aún con sus manos en la cara de ella.

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Finalmente se separaron y ella lo vio con una pregunta en su mirada.

que debemos cuidarnos, que será mejor ir a Virginia y llegar antes que ellos. —Qué curioso… —dijo, pensativo. — ¿Curioso? —Sí, es que en realidad Darwin me daba buena espina. — ¿Buena espina? ¿¡Le viste la cara!? ¡Parece Herman Monster! Caleb la observó y se echó a reír. Herman Monster… qué ocurrencias. —Vale, vale. Ahora, dime, ¿a dónde es que vamos? —Virginia… A él le dio un vuelco el corazón. Virginia… su hermano vivía allí. Tal vez podría… — ¿Y en dónde nos hospedaremos cuando lleguemos? —preguntó, cautelosamente. —No lo sé… Ronald no me lo dijo.

Él sonrió maliciosamente. —A mi casa — ¿A tu casa? —April lo vio extrañada. ¿Caleb vivía en Virginia? —Síp… —¿No crees que seríamos de mucha carga para tus padres? —No lo creo, considerando que mi madre murió hace años y mi padre es un alcohólico, el cual tiene una restricción de no acercarse a sus hijos por lo menos a no más de 2.00 metros de distancia. Ella abrió los ojos como platos y se tapó la boca con las manos. —Yo… yo lo siento muchísimo… no sabía que… —La silenció con un pequeño beso en la mejilla y ella se sonrojó con vergüenza. —Shh… Tranquila. —se encogió de hombros—No es nada, supongo que debí habértelo contado. En fin, mi hermano que es dos años menor que

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— ¡¿Ah sí?! ¿Dónde?

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—Sabes, creo que yo tengo un lugar a donde ir.

yo vive con mi abuela, y está teniendo problemas con mi padre. Supongo que será una buena forma de verlo y cuidar de mi Nana. A April se le conmovió el corazón al oír a Caleb llamar a su abuela “Nana”, sonaba tan cariñoso. El sobrenombre perfecto para una abuelita, lástima que ella nunca hubiese tenido una. —Pero, aun así. Seré una carga para tu abuelita, Caleb. Me parece que será mejor que tú te quedes con ella, mientras yo voy a un hotel o algo por el estilo… Él frunció el ceño y la miró como si estuviese zafada de la cabeza. —En tus sueños. Te vienes conmigo sí o sí. —Pero… —No, April. Nos vamos a ir con mi abuela, ella estará encantada de conocerte. —Pero no me conoce y… —Sí te conoce.

— ¿Le hablaste de mí? —Un poco… —El sonrojo se hizo más potente y ella no resistió a darle un pequeño beso en la boca. —Entonces, iré encantada. Caleb sonrió con alivio y sorpresa a la vez. — ¿¡En serio!? —Sí… ¿Por qué tan sorprendido? —No, nada. Ella quería preguntarle qué era, pero no lo hizo, sólo se acurrucó más contra su pecho y apretó sus brazos entrelazados contra el cuello de él. Caleb hacía pequeños círculos con sus dedos en su cintura, y mantuvo apoyada su barbilla en la coronilla de ella. Pasaron unos minutos así y

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—Bueno, no en persona, pero sí por oídos… —Un leve sonrojo subió a su rostro. April lo observó y sonrió. Le había hablado de ella a su abuela.

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—Claro que no —le dijo, extrañada.

él remplazaba su barbilla por sus labios para darle besos en su cabeza, creyendo que April se había dormido. Pero no estaba ni una pizca de dormida, tenía los ojos cerrados, pero tenía conciencia de lo que él le hacía. —Caleb… —El sonido de su voz lo asustó pero no se inmutó. — ¿Si? —Ella levantó un poco la cabeza para verle a los ojos. —Me podrías aclarar algo… Asintió. —Claro, dime. Ella tragó duramente.

—Bueno… —empezó a levantarse, pero Caleb la sostuvo contra él, indicándole que esperara. Cuando finalmente encontró lo que buscaba, sonrió satisfactoriamente y la vio a los ojos. —Sabes April, el día que me prestaste el libro de “Química Perfecta”, busqué en internet una buena reseña de él para hacerme una idea de lo que me esperaba, y en mi búsqueda encontré un artículo que realmente me gustó y me convenció. ¿Sabes lo que decía? Ella meneó la cabeza. —Te lo diré… —tomando el celular en manos, carraspeó con su garganta, dándole un efecto emocionante—Sal con una chica que lee. Sal con una chica que gasta su dinero en libros en lugar de ropa. Ella tiene problemas con el espacio de su armario porque tiene demasiados libros. Sal con una chica que tiene una lista de libros por leer, que ha tenido una tarjeta de la biblioteca desde que tenía doce años. Encuentra una chica que lee. Tú sabrás que lo hace porque siempre tiene un libro sin leer en su bolso. Ella es quien mira

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Caleb empezó a rebuscar entre su bolsillo y sacó su celular, en donde empezó a teclear algo como loco. April lo observó dolida, pensando que la estaba rechazando.

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—Tú y yo… ¿somos novios? —La pregunta le tomó desprevenido por lo que casi se le cae la boca al suelo de lo absurda que era. Al ver su expresión, prosiguió—Es que en realidad no me ha quedado claro, no sé si eres de esos chicos a los que les gusta tener “amigas con derechos”, pero a mí no. Así que si quieres tener algo conmigo será real. Tú decides, novios o nada…

amorosamente sobre las estanterías de la librería, la que grita en silencio cuando encuentra el libro deseado. ¿Ves a esa chica rara oleando las páginas de un libro en una tienda de segunda mano? Ese es el lector. Ellos nunca pueden resistirse a oler las páginas, sobre todo cuando son de un color amarillo —April escuchaba encantada, riéndose de las cosas que decía el relato, todas eran ciertas, ella hacía eso y más. —Ella es la chica que lee mientras espera en la cafetería. —él alzó sus cejas, de manera divertida, viéndola—Si le echas un vistazo a su taza, la crema no láctea está flotando en la superficie porque ella está absorta en la lectura. Perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate. Ella puede darte una mirada, como la mayoría de las chicas que leen, no le gusta ser interrumpida. Pregúntale si le gusta el libro. —Cómprale otra taza de café. Hazle saber lo que realmente piensas de Murakami. Ve si ella siguió a través del primer capítulo de Compañerismo. Entiende que si ella dice que comprendió a James Joyce Ulysses sólo lo dijo para sonar inteligente. Pregúntale si le gusta Alice o si a ella le gustaría ser Alice… Para que sepas, Ap, en esa parte no entendí demasiado que digamos…

—Miéntele. —sus ojos se clavaron en los de ella, diciéndole que le parecía un poco raro mentirle— Si ella entiende la sintaxis, entenderá tu necesidad de mentir. Detrás de esas palabras hay otras cosas: la motivación, el valor, el matiz, el diálogo. No será el fin del mundo. “Fállale. Porque una chica que lee sabe que el fracaso siempre conduce al clímax. Porque chicas que entienden esas cosas saben que todo llegará a su fin. Que siempre se puede escribir una secuela. Que puedes comenzar una y otra vez y seguirás siendo el héroe. Que la vida está destinada a tener un villano o dos.” Ella suspiró, sintiendo su pecho cálido.

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—Es fácil salir con una chica que lee. Dale libros para su cumpleaños, para Navidad y para sus aniversarios. Dale el regalo de las palabras, en la poesía, en una canción. Dale Neruda, Pound, Sexton, Cummings. Hazle saber que tú sabes que esas palabras son amor. Entiende que ella sabe la diferencia entre los libros y la realidad, pero por Dios, ella va a tratar de hacer de su vida un poco como su libro favorito. Nunca será tu culpa si lo hace. Ella tiene que darle una oportunidad de alguna manera.

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Ella rió con diversión y un poco de lágrimas de felicidad.

—¿Por qué tener miedo de todo lo que no son? Las chicas que leen entienden que la gente, como los personajes, se desarrolla. Excepto en la serie de Crepúsculo. Si encuentras a una chica que lee, mantenla cerca. Cuando la encuentres a las 2 AM sosteniendo un libro contra su pecho y llorando, hazle una taza de té y abrázala. Puedes perderla por un par de horas, pero ella siempre volverá a ti. Ella habla como si los personajes en el libro fueran reales, porque por un tiempo, lo son. “Le propondrás matrimonio en un globo de aire caliente. O durante un concierto de rock. O muy casualmente la próxima vez que ella esté enferma. A través de Skype.”

Al terminar de leer, Caleb volteó a ver a April, quien estaba con un millón de lágrimas en su mejilla. Era el artículo más hermoso que habría podido oír en años. Él lo sabía y sonrió. —Cuando terminé de leer esto, me hizo muchísima gracia imaginarte haciendo todas esas cosas y averiguar que realmente podrías, y me dije. ¿Qué pasaría si consigo ser novio de una chica que lee? April dio una medio risa entre sollozo y le miro con tal ternura que hubiese podido derretir al Polo Norte con Santa incluido. Le había dedicado algo realmente hermoso. —Ahora la pregunta es… ¿Me dejará la chica que lee, ser su novio? Ella abrió los ojos como platos y asintió un millón de veces para que le entendiera, él le dio su más grande sonrisa y la besó con amor, más de lo que un corazón podría aguantar. April le pasó las manos por el cabello y se sostuvo de él para evitar caerse ya que sus rodillas le fallaban, estaba demasiado conmovida como para hablar. Siguieron así, sentados, besándose como si no

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“Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una chica que te pueda dar la vida más colorida imaginable. Si sólo le puedes dar monotonía, horas de añejo y propuestas a medias, entonces estás mejor solo. Si deseas el mundo y más allá del mismo, sal con una chica que lee.”

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—Sonreirás tan fuerte que te preguntarás por qué tu corazón aún no ha explotado y desangrado sobre tu pecho. —él sonrió— Escribirás la historia de sus vidas, tendrán hijos con nombres extraños e incluso gustos extraños. Ella los introducirá Al gato en el sombrero y Aslan, tal vez en el mismo día. Recorrerán los inviernos de la vejez juntos y ella recitará Keats en voz baja mientras tú sacudes la nieve de tus botas.

hubiese ningún mañana, disfrutando de la naturaleza que los rodeaba a ellos, sólo ellos. Cuando se separaron, ella se acurrucó más contra él y cerró sus ojos. —Es lo más hermoso que me hayan dicho nunca. Gracias Caleb. Él rió por lo bajo, sintiéndose dichoso de que todo estuviera arreglado entre ellos. Ahora la cosa era arreglar todo en la Academia. — ¿Sabes qué hora es? —le preguntó ella. Caleb volteó a ver a su reloj y se sorprendió al ver la hora. —Las 5:00 de la tarde… Creo que deberíamos ir a cenar, conozco un lugar realmente bueno de por aquí. ¿Qué te parece? —Me parece perfecto —le respondió, feliz. Había logrado su objetivo, ya no tenía que ser hosca. ¡Era la novia de Caleb! ¡Ja! ¡Púdrete Gabe!

15 minutos después… Caleb aparcó la motocicleta en la acera y apagó el motor de esta. April bajó de ella en un salto y él le tomo la mano para entrar al restaurante Outback. Según lo que había entendido, era el favorito de April. Al ver el lugar, sonrió triunfalmente. Se había acordado de que era su favorito. Al entrar, la recibió el rico olor de papas fritas y carne cocinándose. Siempre le había encantado la decoración de esos restaurantes. Carteles de canguros en todas partes, artículos de Africa y señales que decían ¡Cuidado con los canguros! Además de tener unas advertencias sobre sabrá Dios qué. Era el mejor restaurante del mundo y la comida, maravillosa. Una muchacha de ojos cafés, regordeta y cabello negro largo los recibió con una gran sonrisa y sin mediar palabra con ellos, los llevó a una mesa.

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Él la levanto suavemente del césped y pasó un brazo por su cintura para llevarla a la moto. Nadie la apartaría de su lado, primero sobre su cadáver.

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Ella tomó su pequeño bolso del zacate y lo sacudió poco a poco.

La mesa era de madera caoba y los sillones eran suficientemente grandes como para 2 personas de cada lado, por lo que Caleb señaló el sillón para que April pasará primero y luego él. Ya sentados, llegó un hombre grande y alto, de un metro noventa por lo menos, que los veía serio y aburrido. —Buenas tardes, mi nombre es Mike. Aquí están sus menús, ¿qué desean para tomar? —les preguntó, con una falsa sonrisa en su rostro. April y Caleb intercambiaron miradas y sonrieron. —Dos coca colas por favor —le dijo Caleb. Mike asintió, sacó una libreta, lo apuntó y salió rápidamente de la mesa.

Las dejó en la mesa y los observó mientras levantaba una ceja. — ¿Qué van a comer? ¿Alguna entrada? —Mmm… no lo sé. Elige tú April, eres la experta —le dijo Caleb, pasando un brazo por su hombro. —Tráiganos unas Ausie Fries —le dijo ella, sonriendo. —Enseguida —les respondió, aburrido. Cuando se fue, Caleb se relajó un poco más y abarcó el tema que no le había quedado claro. —April, ¿no sabes si vamos a ser sólo tú y yo en el viaje, o habrá más personas? Ella no había pensado en ello. —No lo sé… Creo que somos nosotros dos nada más. —No lo creo…

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—La que huele riquísimo eres tú —dijo, mientras metía su cabeza en el hueco del cuello de ella. Ella se revolvió cuando sintió su aliento caliente contra su frío cuello, pero se dejó hacer y le acarició el cabello cariñosamente. Él empezó a darle besos en el cuello y ella se derritió con la sensación. Sin embargo, luego llegó Mike a arruinar el momento, trayéndoles las bebidas.

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—Me encanta este lugar, tiene un olor riquísimo, ¿no te parece? —le dijo April, viéndolo a los ojos.

— ¿Por qué no? —le respondió, curiosa de que lo dijera tan seguro. —Porque sería imposible que sólo mandaran a dos alquimistas de nivel uno, ocupamos a uno de cada nivel. Créeme, no son tan tontos como para enviarnos solos… —Eso es cierto… —pensó unos segundos—¿Pero quiénes serían? —Ni idea… Será decisión de Ronald. Lo que te advierto es que, no iremos solos. Eso tenlo por seguro. April asintió y se acomodó en el hombro de Caleb. Él la acurrucó y empezaron a hablar de cosas simples, tratando de no concentrarse mucho en lo que podría significar ese viaje que harían.

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Un viaje crucial para los alquimistas…

Capítulo 15

Caleb y April se encontraban en el restaurante, terminando de comer sus Ausie Fries, las cuales estaban deliciosas. Caleb podía dar gemidos de placer por la delicia de las papas con queso derretido y salsa ranch. No sabía cómo había vivido sin comer alguna vez esas cosas. Ella era demasiado suertuda, seguro había pasado comiéndolas toda su vida. —¿Cómo es que nunca había probado estos manjares, huh? —Le preguntó mientras terminaba de tragar un poco de refresco. Ella sonrió divertida al ver su rostro, pareciera que no hubiese comido en años. —No lo sé, en realidad no entiendo cómo has vivido sin probarlas. Son las mejores papas del mundo. —Sin duda. Son mejores que las de McDonalds April gimió. Él la volteó a ver, confundido y ella hizo una mueca de dolor.

Caleb empezó a reírse a carcajadas, tanto así que casi se atraganta con una papa. Tragó un poco de refresco para calmarse, y sonrió. —Perdona, no pensé que fuera un insulto. —Ella volteó los ojos, tratando de ser seria, pero no pudo. Sonrió. —Está bien, sólo que la próxima, dejaré de hablarte —Cariño, si no te puedes si quiera resistir a mis encantos, ¿Cómo quieres dejar de hablarme? Ilógico... —April volteó los ojos, pero seguía riéndose. Él se acomodó en su asiento, y pasó un brazo por su cintura, descansando la cabeza en su hombro. —Nunca me había sentido tan lleno en mi vida... —Las papas tienen ese efecto. —Hizo un sonido raro, mitad gemido y suspiró. — Queda una, ¿no la quieres?

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—¡Las papas de McDonalds jamás serán iguales a estas! ¡Estás como drogado si piensas que son siquiera parecidas!

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—¿Qué hice?

Caleb observo la última papita, llena de queso derretido, caliente y con salsa ranch esperándolo... Se abstuvo a decir que sí y simplemente meneó la cabeza. —Toda tuya. Ella le dio una mirada suspicaz, y lo analizó. —¿Qué? —le preguntó, incómodo. —Quieres la papa, ¿no? —Él meneó la cabeza con convicción, pero ella lo conocía demasiado como para que la engañara. —Hagamos un trato, la mitad es tuya y la otra es mía. —Él comenzó a negar otra vez con la cabeza, pero ella lo detuvo. —Sí, lo haremos así. —No, no April, en serio. No la quiero, cométela tú, realmente yo no...— Lo interrumpió metiéndole la mitad de la papa en la boca. Casi se atraganta, pero cuando pudo disfrutar, hizo una cara de delirio. —Sabía que querías... —Terminó de tragar, y frunció el ceño.

Ella masticó lentamente, y cuando tragó, se rió. —Gracias por la papa. —Gracias a ti, por compartirla —le dio un suave beso en los labios, y ella sintió que se derretía. Si tan sólo sus vidas fueran más fáciles... A los pocos minutos llegó Mike, y levantó una ceja, sin decir nada. Ellos esperaron a que hablara para pedir la orden, y él dio un bufido con desdén. — ¿Qué desean para comer? April lo miró desde abajo, y se sintió totalmente enana, hasta creía que Caleb se debía sentir igual, y eso que él medía por lo menos 1.80. — ¿Qué me recomiendas, Ap? —Oh, lo mismo que yo pediré. Una hamburguesa doble con queso, tocineta y aros de cebolla. Sin papas, porque ya comimos. —El rostro de

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—Te toca. —April no entendió del todo, hasta que él levanto la otra mitad de la papa y la obligó a comérsela.

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—¿Qué? —preguntó esta vez, ella.

Mike no mostró mucha sorpresa, aunque se pudo notar que estaba algo aturdido por la respuesta. —¿Realmente pedirá eso, señorita? —Ella alzó las dos cejas, en signo de curiosidad y Caleb respondió por ella: —A que soy un suertudo, ¿no? —Mike asintió levemente con indiferencia—Eso que ella dijo para los dos. ¡Ah! Y podría traernos dos coca colas más, por favor. —Claro... Cuando lo vieron alejarse del todo, los dos se rieron y empezaron a hablar para entretenerse mientras esperaban la comida. Nombraban cosas simples, divertidas. Tan sólo disfrutaban de la compañía del uno al otro. Recordaron un poco a Gabe y ella se dio cuenta de que le hacía falta oír sus palabras afeminadas.

—Oh, no, no. Todo lo contrario, ya lo han dejado. Lo que le molesta es tener que vivir en la Academia... — ¿Él vive en la Academia? —Um... sí ¿Por qué crees que siempre llega más temprano que el propio gallo? Ella abrió la boca sorprendida, pensando en que debía de ser aburrido vivir allí, hablando sólo con alquimistas chillonas... De pronto sintió una sensación horrorosa. —¿Desde hace cuánto vive en la Academia? —Creo que desde que tenía como 7 años. Lo que pasa es que empezó a formarse cuando tenía 14, por eso lo conocí a esa edad. April se puso a pensar lo que debía de ser crecer rodeado de mujeres, a toda hora. Al levantarse, al ducharse, al hacer la tarea, al recibir clases, a la hora de comer... Siempre con chicas. Cada segundo de su día,

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— ¿Los doctores no dejan que se vaya aún? —le preguntó, con un poco de lástima.

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—Bueno, yo sí he conversado con él los últimos días, lo que pasa es que ha estado un poco... Traumado, eso es todo. Sigue igual que siempre, créeme, pero le resulta un poco molesto no poder ir a su propia casa.

algunas seguramente quejándose por su periodo, otras hablando de chicos, y hasta muchas teniendo besuqueos con sus novios. Que horrible debió y debe de ser para él. Y en eso, entendió el porqué. El por qué Gabe era gay. Gabe estaba tan harto de las mujeres, que decidió apartarse de ellas en todo lo que estuviera a su alcance. Pobre chico el cual por mujeres pasó rodeado. La compasión que sentía debía de mostrarse en su rostro, porque Caleb le tocó la mano. —No te preocupes, linda. No creo que sea algo nuevo para él. —No, no lo es. Pero, ¿por qué piensas que es gay? Es obvio que vivir con sólo chicas debió de ser cansado para él, por eso decidió estar con hombres...

Lo vieron irse con grandes zancadas y miraron su comida. Se veía deliciosa y sus estómagos gruñeron con tan sólo olerla. Caleb cogió su plato, contemplándolo, luego volteó a ver a April y le guiñó un ojo. —Provecho. —Igual para ti— Le dijo, sonriendo tímidamente. La hamburguesa era de un tamaño impresionante, él no creía que April fuese capaz de comerse ese monstro con pan y carne, pero después de unos segundos ella ya había pegado 3 mordiscos gigantes, creando pequeños suspiros de placer por lo que deleitaba. Se encogió de hombros al verla tan feliz y empezó a devorar la suya sin ninguna vergüenza… Sin duda era riquísima. Y el ambiente del lugar sólo ayudaba a que sintiera que “el monstruo” pareciera interminable. De pronto le vinieron imágenes realmente entrañables. April con él en todo momento y sonrió… Era un día que no querría olvidar. 20 minutos después…

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De pronto, Mike colocó la comida en la mesa y murmuró algo que sonó como “provecho” antes de irse.

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Él se puso a pensar en lo que decía, y ambos se quedaron callados, pensando en la información que acababan de recibir. Si Gale era gay por eso, entonces por qué...

—Aquí tienen la cuenta —dijo Mike, con su tono desganado. Caleb empezó a firmar, mientras que ella veía al gran hombre curiosa. Él sintió sus ojos y le envió una pequeña mirada. — ¿Qué? —Su tono era de reproche, pero a la vez diversión. —¿Podría preguntarle algo, con todo el respeto? —Asintió casi imperceptiblemente— ¿No le molesta ser indiferente todo el tiempo, señor? Ella esperaba que reaccionara, que le diera una mirada asesina… ¡Algo con lo que mover sus facciones! Sólo que nada de eso ocurrió, el único cambio que capto fue el movimiento de las comisuras de sus labios casi imperceptiblemente. —Ser indiferente me es indiferente, señorita —Y sin nada más que decir, se llevó la cuenta, dejando a April totalmente divertida.

Ella le frunció el ceño, haciendo esa pequeña trompita que él tanto adoraba. —Te ligas a una chica y te vas a la mierda, encanto. —Trató de contener la risa, pero no pudo y sus carcajadas resonaron en todo el restaurante, haciendo que mesas vecinas lo vieran curiosos. —Vámonos de aquí, preciosa. Su cara se suavizo y él la tomó de la mano, guiándola hasta la salida del restaurante. Antes de irse, agarró su bolso —no podía dejarlo— y lo siguió. Ella logró ver de soslayo a Mike y cuando lo localizó lo llamo con un “Hey tú” y cuando volteó a ver, le gritó “¡Nos veremos a la próxima, grandote!”, él le guiñó el ojo y siguió con lo demás. Caleb al ver todo, gruñó algo intangible y arrastró a April hasta la motocicleta, pasando por las puertas de mármol y dejando atrás el olor de comida recién salida del horno. Finalmente llegaron, se puso su casco y le pasó el otro a April, sentándose sin siquiera esperar que le dijera algo, mientras que la veía con cara exasperada; ella no se inmutó, y le sacó la lengua en un acto

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—Me gusta esa frase. Creo que la usaré si intento ligarme a alguna chica… —Su voz se había tornado arrogante, pero muy divertida sin duda.

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Caleb la miró desde su ángulo y meneó la cabeza, casi sin creer que le hubiese preguntado algo así a ese tipo.

infantil, para luego colocarse su casco y sentarse detrás de él. Se aferró a él como si fuese a morirse si se soltaba y le susurró: —Me encanta que te pongas celoso… —Puso su barbilla en su hombro, y ladeó la cabeza para que quedara justamente en dirección a la de él. Caleb rodó los ojos en un acto de desdén y arrancó el motor, haciendo que todo el pavimento vibrara con el movimiento de esta… Lo único que pudo pensar April fue: “Se ve tan rudo”. Ya al salir del estacionamiento, se colocaron en la carretera y empezaron su trayecto hasta el apartamento de April. La noche estaba realmente estrellada, con una luna que hacía querer tomarle una foto, para conservar el momento. Ella hizo el ademán de sacar su celular para tomarle una foto, pero recordó que no lo tenía en el bolsillo, sino en el bolso, y la diminuta cosa iba en el regazo de Caleb. Se encogió de hombros y se dedicó a observar el paisaje, guardando cada momento en su mente. Ojalá yo tuviera memoria fotográfica… Podría guardar cada imagen como una pequeña camarita…

Desvió su mirada hasta las estrellas que se mostraban en la oscuridad del paseo, y se preguntó: ¿Qué habría hecho pensar a Remouv en estrellas? ¿Por qué las estrellas? Sabía la leyenda de pies a cabeza, pero… ¿Por qué? ¿Cómo se le ocurrió esta teoría? ¿Acaso no tenían ningún fundamento? ¿Serían ideas de un viejo loco que…? No, no podía estar sin fundamentos. Él era astrónomo, sabía sobre esas cosas. Suspiró… Era tan complicado eso de las leyendas y demás… Como la leyenda de las almas alquimistas… Qué complicada era, si pudiese entenderla un poco más, podría saber si…

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Caleb sintió cómo su respiración se hacía más suave, y posó sus ojos en ella, para ver si realmente se había dormido. En efecto, lo hacía. Sonrió inconscientemente y empezó a analizar las cosas que tenía por delante… Si bien, era realmente dulce con April, tenía asuntos que hacer en los cuales podía ser todo menos dulce… rudo, mantener su pose contra el enemigo. Ella sabía todo, pero él estaba seguro de que algo andaba mal, no con ella, no con él… Sino con algo, alguna cosa le estaba molestando… Su mente no paraba de dar vueltas, pensando en por qué divagaba sobre las cosas. Si tan sólo supiera, ¿qué era?

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Mientras avanzaban en la noche, se sintió pesada, sus ojos se fueron cerrando y su cabeza empezó a dar vueltas… Qué raro… ¿Por qué…? Sin poder terminar su pregunta, finalmente se quedó dormida en el hombro de él.

Una luz vino hasta sus ojos y los entrecerró, ¿pero qué…? Un camión gigante se avecinaba contra ellos, viniéndose en el carril equivocado. Caleb giró hacia su izquierda y se colocó contravía, en donde venían más carros aún. Paseó entre los carros con un miedo que lo helaba hasta los huesos, pero con suma agilidad. Los carros le pitaban y otros le gritaban cosas vulgares, como “¡Animal, vas contravía!” o “Idiota, fíjate por dónde vas”, a lo que él respondía simplemente con el dedo corazón, prácticamente insinuando “¡Muéranse!”. Finalmente encontró un espacio y se metió en la calle donde tenía que ir. Miró detrás de su hombro, seguro de que se habría despertado, pero curiosamente seguía dormida… Nota para mí: Tiene un sueño realmente profundo.

Algo no iba bien. Su mente se lo decía, pero comenzó a sentir como si su corazón le hablara, primero en un pequeño murmulló, para después hablar fuertemente y terminar gritándole: “El peligro se avecina”. Su pulso se volvió frenético, sus manos sudaban y sus ojos se dilataron por el olor de algo que conocía poco, pero bien. El miedo. Aceleró sin pensárselo dos veces, y se fijó en su reloj. La hora decía que eran las 9:00 de la noche, y se sorprendió al ver lo mucho que habían tardado en el restaurante… Se había sentido como si fuesen minutos. Les faltaba poco para llegar al pueblo, y un poco más para llegar al apartamento de April… Tenía que dejarla a ella, luego se haría cargo de lo demás. Le pareció ver una sombra, y algo azul entre unos edificios, pero sus ojos no le permitían ver más. Un pequeño destello azul volvió a

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Los árboles se movían, los animales nocturnos hacían sonidos raros y hacían parecer todo extremadamente macabro. Se sintió vigilado, se sintió perseguido, pero al ver en su retrovisor no vio nada. Dobló en una esquina, para ver si algo salía de detrás pero no pasó nada, lo único que vio eran nuevos edificios en su camino. Su corazón empezó a latir fuertemente contra su pecho.

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En todo el revoltijo entre las calles no se había dado cuenta de que estaba realmente tenso, mientras que April se sentía relajada en contra de él. Se obligó a hacer lo mismo y seguir por el camino, tratando de calmar esa sensación horrible que tenía en el pecho.

aparecer, como un gato entre los arbustos. Un gato en la noche que sólo sus ojos dejaba entrever. Su abdomen se tensó cuando April se movió un poco entre él, haciéndole acordarse de tener sumo cuidado. Algo horrible lo golpeó de repente. ¿Y si no venía por él? ¿Y si venía por April? ¿Qué querría de ella? Él no traía ningún tipo de arma, no traía nada con lo que defenderse. Su vida corría peligro, podía sentirlo. La vida de ella estaba en un riesgo terrible y no la perdería por nada en el mundo. Su deber como compañero era protegerla de cualquier enemigo, ya fuese perderse él entre lo no deseado. Las calles estaban totalmente vacías y maldecía por lo bajo, pues si hubiese alguien más en las calles, todo sería menos… raro. Estarían más seguros de no sufrir un ataque, pero por alguna razón sentía como si no les fuesen a hacer nada por ahora… Esperarían el momento adecuado.

Se estremeció en pensar que ese alguien podía ser April y soltó un suspiro cuando vio que habían llegado a los portones del pueblo. Pitó con la moto para que le abrieran… El viejito de siempre fue con toda la paciencia del mundo a abrir, y la desesperación se apoderó de él. Empezó a pitar como loco, indicándole que se apresurará. El señor lo vio con cara exhausta y le abrió las puertas tranquilamente… Caleb tenía ganas de darle una patada en la cara, pero en lugar de eso siguió su camino con una velocidad impresionante. El camino que siempre se le había hecho rápido, se tornó interminable y horrible. No ayudaba que no hubiese nadie o nada con qué protegerse, por lo menos en la calle los edificios lo ayudaban. Sintió cómo April se movía en sus sueños, sabía que ella no se enteraba de nada y por él, mejor. No quería verla histérica, o lo que es peor aún, tirándose hacia atrás para ver quién era la persona que los perseguía.

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En su vista periférica vio otro destello de azul y supo que no era ningún gato. Eran los ojos de una persona… Los ojos llenos de necesidad, deseo, desesperación de algo… ¿O alguien?

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El miedo era abrumador, ¿qué podía hacer? No tenía nada… No tenía absolutamente nada.

La creía capaz de todo. Se apresuró más, y llegó a la dichosa rampa que bajaba hasta el pequeño parque rodeado por edificios. El pueblo parecía algo fantasma, como si nadie viviese allí. Pareciera que todos se acostaban demasiado temprano en ese lugar... Las tiendas ya estaban cerradas, y todas las luces se encontraban apagadas. Fijándose en los edificios, rápidamente localizó el de April y se dirigió a él. La motocicleta se quedaría sin gas, de eso no cabía duda, pero le importaba muy poco. Rodeó el parque para darse la seguridad de que aún lo seguían y después, al llegar al edificio, aparcó en la acera y se obligó a sí mismo a parecer tranquilo. No entendía para qué lo hacía, seguro que su enemigo ya se había dado cuenta de que él sabía todo, pero prefería que April no notara nada. Con toda la paciencia que pudo reunir, apagó el motor, se bajó de su transporte y se acercó sigilosamente a April.

—¿April? ¿Linda? —La sacudió levemente—Ya llegamos, levántate. — Ella no hizo nada de lo que él le pedía, y empezó a preocuparse. Se acercó un poco más, colocó una mano en su cintura y puso sus labios en los oídos de ella. —Despierta, preciosa… —Sin embargo no funcionó. Ese sueño en el que se encontraba acabaría hasta mucho después… En la mañana, tal vez. —Malditos sean… —murmuró entre dientes, enojado consigo mismo por no haberse dado cuenta. En algún momento en que él se fue al baño en el restaurante, trajeron dos bebidas para ellos, y April la había tomado sin poner en dudas su procedencia… El problema es que seguramente habían colocado un somnífero allí. La duda era, ¿quién lo había hecho? El mesero parecía sospechoso… pero no, no podría. No tenía ningún rastro de ser enemigo de ellos.

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¿Su sueño no podía ser tan pesado, o sí?

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—April… —Le susurró—Ya llegamos a tu casa, Ap. Despierta… —Pero ella no lo hacía, sus ojos no respondían al llamado de su voz.

Un movimiento a su derecha lo hizo reaccionar y sin pensárselo dos veces, tomó a April entre sus brazos y dejó la motocicleta parqueada. Era realmente suertudo, pues al ser ella delgada, no le daba ningún problema con cargarla. Abrió las puertas del edificio rápidamente y salió pitando hacia las escaleras. La recepcionista, una pelirroja, alta lo vio extrañada y asustada. —¡Eh, tú! ¿Dónde llevas a mi amiga? realmente aturdida.

¿Qué le paso? —le preguntó,

—¡Tengo que irme, lo siento! ¡Te explicará en la mañana! —Y sin decir más, subió las escaleras de dos en dos. En el trayecto se las arregló para darse contra un escalón y maldijo por lo bajo. ¿Quién había sido el inteligente que no había puesto un ascensor? Y además… ¡cinco pisos los cuales tenía que subir!

—¿Qué haces con ella, chico? —le preguntó, perspicaz. —Se desmayó. Persecución. Cuidado. Hombre… ¡Déjeme pasar de una puta vez! —Y sin dejarle responder, pasó junto al señor. Al llegar a la puerta, se acordó de las llaves… ¿Dónde las habría puesto? Y entonces recordó que tenía el bolso de April. Con una mano logró buscar en él y encontrar un par de llaves desgastadas. Las cogió con frenesí, apurado hasta la médula y la abrió. Al entrar, cerró la puerta otra vez con llave y siguió su camino hasta el cuarto de April. Cuando llegó, los miles de libros le dieron la bienvenida, pero no se pudo detener a contemplar. Dejó caer el bolso en el piso sin ningún cuidado, y poco después la llevó hasta la cama.

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El hombre lo analizó y luego vio a April y sus ojos se convirtieron en pequeñas y minúsculas ruedas.

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Cuando finalmente llegó al final de las escaleras, chocó contra una panza realmente sudada, y al ver hacia arriba, observo con aire irritado al vecino de April, cuyo nombre no recordaba…

Se tomó su tiempo en acostarla, le distendió las sábanas, acomodó los almohadones y le quitó sus tacones. Vio sus uñas de los pies, arregladas con un color igual al de su vestido y sonrió. Era tan hermosa. La arropó lo más que pudo y se permitió contemplarla por unos pequeños segundos. Sus pestañas llegaban a ser de un rubio perfecto, y su pequeña nariz se veía tan respingona como siempre. Como quisiera saber que estaría bien… Oyó un ruido en la ventana y salió de su ensueño. Rápidamente apagó la luz y cerró la puerta de la habitación, para hacerle creer que se había ido. Sigilosamente, como un gato, se dirigió hasta el balcón y abrió las cortinas un poco, sólo para ver si había alguien. Para su dicha, algo negro se encontraba escalando en el barandal, de espaldas a él. No lo había visto aún, y él podría atacarlo por detrás.

Cuando el atacante se volvió y lo vio, sus ojos se sorprendieron inconfundiblemente, pero luego cambió su mirada a algo divertido. Caleb lo analizó, y se lamentó de que el hombre estuviera todo cubierto. Llevaba un traje totalmente negro, que lo cubría desde los pies hasta la cabeza, sólo dejando al descubierto su boca, nariz y ojos. Caleb alzó una ceja y vio al vacío, haciendo todo su esfuerzo por no saltarle encima. —Linda noche como para violar a una jovencita, ¿no? —le preguntó con toda su rabia contenida. Se alegró de que su voz hubiese salido relajada. El oponente frunció los labios y le sonrió… —Bastante, sí… Pero lo que quiero de tu noviecita no es violarla, aunque me encantaría, si pudiese… —Caleb apretó los puños por dos razones. Su voz estaba modificada y no soportaba que hablaran así de ella—. Lo que vengo a buscar, es más valioso que ella.

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Cuando logró salir, el viento frío de la noche lo atacó desprevenido, se estremeció ligeramente, pero siguió con su postura relajada contra la ventana. Ahora no sentía miedo, sentía rabia. Furia.

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Le llevó toda su tolerancia no abrir la puerta de un portazo, pero finalmente logró hacerlo sin que se diera cuenta. Él seguía de espaldas a Caleb.

Su corazón explotó y su puño voló hasta la cara del otro; sin embargo, aunque pegó un buen puñetazo, se defendió bastante bien, pegándole uno igual en el estómago. Quería retorcerse del dolor, pero se obligó a seguir. Con su rodilla le dio en las costillas, para luego agarrarlo de un brazo y torcérselo hasta la espalda. El enemigo chilló de dolor, pero con un movimiento rápido, volcó a Caleb de espaldas. Sintió cómo toda su respiración desaparecía, pero tomó una gran bocanada de aire y prosiguió. Logró mover su mano hasta sus rodillas haciéndolo desbalancearse y así ayudándose a sí mismo a levantarse. Cuando logró lo que quería, lo acorraló en la barandilla y le dio un rodillazo en su parte más dolorosa.

El hombre sonrió —o eso parecía—, y cerró los ojos. —Porque si lo haces, muchos más vendrán por ella. No sólo uno, sino 4 o hasta 5, y la matarán sin que puedas hacer algo. Piénsalo, no podrás matarme, no lo lograrás. Además… Soy como un gato, tengo 7 vidas y de ellas me quedan 5. Me tiras y no me pasará nada. Caleb apretó los dientes y agarró el cuello de su camisa hasta tenerlo frente a frente. —Escúchame, hijo de puta. Vuelves a perseguir a April y te las ves conmigo, estaré preparado. Siquiera te acercas y hasta allí llegó tu vida. No quiero que la vuelvas a acosar, y la próxima vez que digas que ella vale más que alguna cosa te haré trizas. —Sus ojos habían tomado un peligro extraño—. Veamos si es real eso de las 7 vidas… Sin decir más, lo levantó sobre la baranda y lo tiró sin piedad por el espacio libre. Logró ver que el hombre levantaba una ceja, divertido, pero no se inmutó. Cuando llegó al suelo, estaba intacto. Rápidamente se fue corriendo hacia su próximo destino, el cual Caleb se moría por averiguar

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—Dime una sola razón, para no tirarte por esta barandilla. —le dijo, lleno de coraje.

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Él se iba a arrodillar del dolor, pero Caleb no lo dejó. Lo mantuvo firme contra él y lo miró a los ojos. Esos ojos azules que, no cabía duda, había visto en el camino.

Pero no podía… Sabía que debía cuidar de April por la noche… No la dejaría sola. Se aproximó al balcón y abrió la pequeña puerta, en donde entró al aire caliente del cuarto. Le echó cerrojo a la ventana y se acercó a la cama de April, para ver cómo se encontraba. Estaba plácidamente dormida, con su pecho bajando y subiendo mientras respiraba. La ternura le ganó y le dio un pequeño beso en su mejilla, lo que la hizo moverse hacia su lado, aceptando el beso. Él sonrió y buscó un lugar donde dormir… Aunque le tentaba meterse en la cama con ella, sin duda. Pero no lo haría… Luego se enojaba con él, o algo. No… Localizó la silla del “tocador” de April y se sentó allí, a observarla…

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Esta sería una noche realmente larga…

Capítulo 16

I won’t give up on us… Even if the sky gets rough… I’m giving you all my love, ‘Cause God knows we worth it… --I won’t Give Up. Jason Mraz.

De pronto se dio una palmada contra la cabeza. Me han drogado, qué estúpida… Vio la hora y abrió los ojos como platos. A las 6:00 tenía que estar en la Academia para el viaje de ese día… Por lo menos se había despertado con anticipación. En un movimiento grácil, volteó su cabeza hacia su izquierda y vio un bulto en la silla del tocador. Casi grita del susto, pero se calmó pensando que podría ser alguien malvado. Sin saber qué hacer, cogió un almohadón y lo agarró como si su vida dependiera de ello. Se acercó poco a poco a la silla y cuando finalmente llegó, se puso a darle con la almohada al bulto negro que ella veía. — ¡Toma, desgraciado! ¡Ni se te ocurra tocarme, maldito! —dijo mientras le golpeaba con todas sus fuerzas. El bulto comenzó a moverse y trató de bloquear los almohadazos pero no podía, ella era muy persistente.

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Comenzó a buscar frenéticamente a su alrededor, analizando algún indicio de recuerdo de la noche pasada… Sólo recordaba haber estado en la motocicleta con Caleb, para que luego sus ojos se le cerraran y amaneciera en su habitación.

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April abrió un poco los ojos mientras se desperezaba a las 5:00 de la mañana. Empezó a estirarse en su cama y cuando se despertó por completo, pegó un salto que hizo que se diera contra la madera de la cabecera. ¿Por qué estaba en su apartamento? ¿Cómo había llegado allí? Y, ¿por qué tenía su ropa de ayer?

— ¿Cómo entraste, eh? ¡Maldito seas, no te muevas! ¡Llamaré a la policía! —De pronto oyó una risa cálida y su corazón se llenó de ella. Suavemente, dejó de pegar para ver detrás de su arma y localizó a un Caleb riéndose sin parar. Se llevó una mano a la boca y dejó el almohadón tirado. — ¿¡Caleb!? ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Qué paso? —Se arrodilló junto a la silla y le tocó el rostro. Estaba cansado, eso era obvio. Él le sonrió y se encogió de hombros. —Podría decirse que te estoy cuidando, princesa. —Ella frunció el ceño y él le dio un pequeño beso en los labios. —¿Qué paso anoche? No me acuerdo de mucho después de haberme dormido… ¡Me han drogado, Caleb! ¡Y yo ni siquiera me he dado cue…! —la interrumpió poniéndole un dedo en los labios y meneó la cabeza.

Al llegar al marco de la puerta le dio una última mirada y él le alzo una ceja escépticamente. — ¿Qué ves? ¿Crees que te robaré o algo? —le dijo él, divertido. —Para nada… —le respondió contenta, mientras entraba al baño. Hizo la misma rutina de todos los días, adiós ropa, adiós todo… Abrió la ducha —la cual ya lograba contralar como una profesional—, y se metió en el agua caliente que ocupaba para despertarse del todo… Tan sólo pensar en Caleb durmiendo en su silla le daba pena. El pobre había dormido… ¡Sentado! ¿Acaso no le dolería la espalda? O el trasero… Ella estaría mueriéndose del dolor, pero seguro resistía más que ella. Ya terminando, tomó su paño y se secó. Considerando que iban a hacer un viaje ese día, había traído una blusa ligera con unos jeans de mezclilla, y sus converse favoritas. Se vio al espejo y le hizo una mueca a la persona que la veía sin maquillaje… Encontraba realmente raro estar sin una gota de él, pero no se le veía mal. Cogió su secadora, se secó el pelo lo más que pudo y se hizo una coleta alta, para que le aguantara todo el día.

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—Después de que me bañe, te bañas tú. Usa la misma ropa, qué más da… —Él asintió y ella se dirigió a su armario, donde sacó el vestuario que usaría junto con su ropa interior.

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—Ve a bañarte, recuerda que a las 6:00 tenemos que estar en la Academia. Yo me quedaré aquí mientras tanto —Ella asintió con la cabeza y se paró poco a poco del suelo. —Cuando termines, te contaré lo sucedido.

Salió del baño y al entrar al cuarto, estaba preparada para ver cualquier cosa menos lo que le apareció… Un Caleb dormido en su cama, acurrucado con una almohada y su mejilla izquierda aplastada contra el colchón. Parecía un niño realmente pequeño, algo así como un ángel. Se veía adorable, tanto así que no tenía ganas de despertarlo. Sonrió para sí misma y vio la hora. 5:20… Le daría 10 minutos para dejarlo dormir, tal vez podría bajar y comprar comida decente, considerando que no tenía nada en su cocina. ¿Acaso no había una mini tienda abajo? Nunca le había prestado atención, aunque estaba segura de que sí. Con el más mínimo cuidado, salió de la habitación, dejando a Caleb en los brazos de Morfeo y llevándose consigo dinero para comprar alimentos nutritivos… O no tanto.

Otra desventaja de ir a la tienda… Debería hacer una lista. Dejó las cosas en el mueble de la cocina y oyó un pequeño ruido, como un susurro, algo un poco lejos, pero no tanto. Se acercó al cuarto y no vio a Caleb dormido. ¿Dónde estaba? Cuando aguzó el oído, pudo oír que el chorro de agua estaba abierto. ¿Ya se estaba bañando? Oh… Eso fue rápido, no durmió demasiado. Poniendo manos a la obra, desempacó todo lo que había traído —vaya, era demasiado—, y se dedicó a hacer el desayuno, el cual consistía en un omelette de tomate con queso, salchichas y un jugo de naranja. El omelette era su especialidad, por lo que esperaba que le encantase. Puso la sartén en la estufa y empezó a cocinar. Colocó el huevo, pico el tomate, queso… Todo iba a la perfección. Se concentró tanto, que ni se fijaba en su alrededor. Escuchó que ya no se oía el murmullo del agua, y se volteó. Aún no había salido, le quedaba tiempo.

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April llegó cargada con 3 bolsas llenas de comida y frituras. Algunas cosas eran saludables… Otras, no tanto; no había podido resistirse al ver todas las gomitas, chocolates y helados, simplemente se los llevó, segura de que después se arrepentiría de haberlos comprado.

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15 minutos después…

Tomó la sal, y le echó un poco, mientras calentaba las salchichas. Tomó un gran respiro, olía delicioso. Dio una vuelta, para lavarse un poco las manos que estaban llenas de aceite y oyó que la puerta del baño se abrió. Pensando que Caleb se había vestido ya, observó hasta que la puerta se abriera para darle un “¡El desayuno ya casi está listo!” Se quedó sin aliento cuando lo vio allí, de lo más relajado con su cabello mojado, medio peinado, usando tan sólo unos vaqueros y lo demás descubierto, mostrando unos cuadritos perfectos… ¡Vaya! ¿Acaso eran 6? Sus ojos se abrieron hasta no poder más, y casi babea enfrente de él. ¿Qué se sentiría si pudiese tocarlos…? —Mmm… huele delicioso aquí. —le dijo, sacándola de su hechizo. Le miró a los ojos y vio diversión en ellos. Sabía el efecto que tenía en ella. — ¿Qué hay para desayunar, hermosa? Se sonrojó por su indiscreción y apartó la mirada.

Empezó a besarla en el cuello y ella se sonrojó desde el pecho hasta las orejas, no por el cumplido —bueno, eso tenía algo que ver—, sino porque sentía sus duros cuadros contra ella, y eso la hacía querer sentirlos… —Sabes… —le susurró— Me dan ganas de desayunar algo mucho mejor… ¿No te apetece? Vaya si le apetecía… Se volteó para encararlo y encontró sus labios a tan pocos centímetros… Amaba esos labios. Con una leve inclinación, se encontró con ellos y empezaron unos besos apasionados y hambrientos; ella pasaba sus manos por sus abdominales, sin poder evitar tocarlos. Era demasiada tentación. Los sintió duros y perfectamente moldeados, casi suspira en medio beso. Subió sus manos hasta su cuello y siguió disfrutando. Él mientras tanto, hacía suaves caricias en su espalda y cintura, prácticamente volviéndola loca. Sabía que se le olvidaba algo… Pero el beso la dejaba en otro mundo. Le tocaba su cabello y él su rostro. Sus manos bajaban y subían, sus

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—Suena riquísimo, tengo tanta hambre… —De pronto, sintió sus manos en su cintura, rodeándola. Se estremeció —Aunque veo algo mucho más rico que eso, en este momento…

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—Omelettes con tomate, salchichas y jugo de naranja… —Se volteó para terminar sus obras de arte, aunque realmente sólo quería quitar su mirada. Se veía tan sexy…

labios se unían y se separaban. Todo era un cruce de algo. Hasta que abrió los ojos y vio la hora… ¡Maldita sea! ¡Las 5:50! Se separó bruscamente de él y miró el reloj asustada, pensando que había visto mal. ¿¡Tanto había durado el beso!? ¡Oh, no! ¿Acaso siempre tenía que llegar tarde a la Academia? Aturdido por la separación tan repentina, Caleb la vio confuso. — ¿Qué te pasa? — ¡La hora! ¡Ya son las 5:50 y hay que estar en la Academia a las 6:00 en punto! ¡No podemos llegar tarde! Bueno… Por lo menos no yo, siempre llego tarde y…—Él posó un dedo en sus dedos para callarla y la miró serio. —Princesa, ¿acaso no sabes que podemos llegar veinte minutos tarde en caso de emergencia? Ella le dio una mirada severa y gruñó.

Alarmada, volteó su mirada hacia la sartén y vio su desayuno a un punto perfecto, aunque pasándose a lo quemado. No queriendo que lo hiciera, los quitó rápidamente con la espátula y los puso en dos platos aparte. Luego cogió las salchichas y las posó al lado de la comida. Suspiró resignada. —Ten —dijo, entregándole un plato—, vamos a comer a mi habitación. Coge un jugo de naranja. —Vale—respondió obedientemente, haciendo lo que le había pedido. Ella hizo lo mismo por igual y lo siguió hasta su cuarto. Cuando llegó se sentó en la cama y esperó a que él lo hiciera… Pero no lo hizo, más bien se veía incómodo. —Vamos, siéntate —dijo mientras palmeaba un lugar a su lado. —Gracias —respondió casi tímidamente, sentándose a su vez. Ella sonrió, le ponía nervioso.

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—Bueno—Lanzó una mirada por encima de su hombro—, si sigues cocinando esos omelettes, pronto tendremos un gran problema…

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— ¿Acaso ves alguna emergencia aquí?

—Vale, tenemos que comer rápido, ¿sí? —le dijo ella, viendo la hora—No podemos llegar muy tarde, no sé cuántas veces he llegado impuntual. Realmente creo que me desterrarán. —No seas tonta, no pueden… —partió un pedazo de omelette y se lo comió… Sabía a gloria— ¡Oh y ayer un idiota de mierda trató de violarte! ¡Por eso me quedé aquí en la noche! April casi escupe la comida cuando oyó lo que le decía. —¿¡Que venía a qué!?—le dijo, aterrorizada. Al ver su cara, tuvo compasión y dijo la verdad. —Vale, no venía a violarte… Nos venía siguiendo desde el restaurante, te drogó y esperó a que yo te dejara para hacerte algo, pero me quedé, así que le inserté unos buenos puñetazos, eso es todo… Ella lo vio incrédula y empezó a preocuparse. —Pero… ¿Qué quería de mí? ¿Qué…? ¿Yo…? —Meneó la cabeza—No entiendo nada…

De pronto, se sintió desprotegida… —¿Tú estás bien? ¿No te pasó nada? ¿Te golpeó? —Bah, un poco. Nada del otro mundo —Frunció el ceño, pero no insistió más, tenían que irse rápido. En unos minutos, April se había tragado el desayuno y se levantó de la cama. —¡Vamos, ya es tarde! ¡Ya son las 6:00! ¡Tenemos 10 minutos para llegar! Caleb la vio desde donde estaba sentado. Le sonrió perezosamente y por fin hizo lo mismo que ella. Llevó los dos platos al lavabo y regresó por ella. —Vamos… —le dijo mientras le tomaba la mano. La guió hasta llegar a la puerta, donde la abrió para que pasara y luego paso él.

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—Yo menos, aunque parecía gato. —April sonrió. Qué ocurrencias se le venían a la cabeza.

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Caleb se metió otro pedazo de omelette.

April se decía a sí misma que para cuando volvieran tendría que limpiar todo, y además, ver qué había dejado mal hecho… ¿Había traído su celular? Sí, sí lo había hecho. Suspiró. Si no lo traía, Scarlet la mataría… ¡Scarlet! Se fijó en su celular y lo revisó… ¡¿12 llamadas perdidas!? ¿Pero qué rayos? Caleb la observaba curioso mientras bajaban las escaleras. —¿Qué pasa? —¡Tengo 12 llamadas perdidas de Scar! ¡Me matará! —Lo observó unos segundos—¿Me dejarías…? —Sí, claro. Adelante. —Gracias.

—¿Sí? —contestó una Scarlet realmente calmada. —¡No me vengas con un ¿sí?! ¿Qué paso? ¿Por qué me llamaste tanto? —¡Aprilynne Skye! ¡Te mataré! ¿Se puede saber dónde has estado todo el santo día, señorita? ¿Ah? ¿¡Qué hiciste?! ¡Te drogaste! ¡Oh no me digas que fuiste a un night club a ahogar tus penas! ¡Eso no es bueno, Ap! ¿Qué pasa si alguien trata de violarte? ¡Imagina lo que podría…! — Hasta ese punto April dejó de escucharla… ¿Acaso tenía un chip o algo? “Te drogaste” Bueno, casi… La drogaron. ¿Y violarla? Algo así… la acosaron. —¡Scar! ¡Cállate por lo que más quieras! Cada vez que hablamos tengo que callarte. Algún día te quedarás muda y ese día disfrutare… —¡Serás bruta, tú! ¿Muda? ¡Vaya amiga! A ver, quiero detalles. ¿Por qué mierdas desapareciste? —Será que algún día hablarás como una señorita… —Eso es como preguntarme si algún día dejarás de ser una romántica empedernida.

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¿Había pasado algo? ¿Su mamá estaba bien? ¿Por qué llamarla tan seguido? ¡Oh, Dios! ¡Esto no le podía estar pasando a ella!

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Rápidamente marcó el número de su mejor amiga, que se lo sabía de memoria y espero a que respondiera…

—Ya, ya… Calla. —Sólo callaré hasta que cuentes… April se volteó a ver a Caleb, quien estaba muerto de la risa… ¿Por qué Scarlet tenía que hablar tan alto? —Amm… Lo diré en código… Él, río, cumpleaños, regalo, —¡Oh maldita sea! ¿Dónde había dejado el libro!?—, locuras… Cena, persecución, acosador, golpes, él, cama, dormir… Esperó unos segundos, rezando para que Scarlet entendiera mientras salían del edificio y Caleb llamaba a un Taxi. —¿¡Que Caleb te llevó a un río, donde celebraron el cumpleaños, te dio un regalo, luego una cena, y para después alguien los persiguiera, te acosara y él lo golpeara y tuviera sexo contigo!? ¡OH! ¡¿Has perdido ya la virginidad!? April se llevó una mano a la frente… Había entendido todo hasta lo último. Que necedad tenía con que perdiera su virginidad… —Lo último fue lo único que malpensaste…

—¡No, Scarlet! ¡Oh, por todos los cielos! ¡Eres imposible! ¡No me hizo nada, no hicimos nada! —Oh… —¿Por qué rayos sonaba triste?—Qué lástima… Y yo que quería detalles. April oyó como Caleb le daba direcciones al taxi y se fijó en el reloj… Les quedaban 8 minutos. —Scar, tengo que irme, ¿vale? Te llamo mañana. Adiós. —Eres jodidamente pesada… Por eso te amo. ¡Adiós! —Antes de que April pudiese devolverle el cumplido, colgó, dejándola sola en la pena que le traían las conversaciones de su amiga… ¿Qué haría sin esas habladurías? Volteó su cabeza hacia Caleb, quien la veía muerto de la risa. Ella sonrió. —¿Qué? ¿Avergonzado de que mi mejor amiga sea una pervertida?—Él le sonrió pícaramente.

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Él no resistió y se echó a reír mientras se montaban al taxi.

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— ¿Te violó, entonces?

—Encantado de saber que la chica me da su apoyo para tenerte como mía… —Los ojos de ella se abrieron como dos bolas y se sonrojó de pies a cabeza. ¿Por qué rayos tenía que ser tan… directo? 6 minutos después… —¡April, casi haces que el taxista nos mate en el camino! —le dijo él, quien iba siendo jalado de la mano debido a ella. Llegaron a la puerta de la Academia y él la detuvo. —¡Espera, Ap! ¡Hay que entrar por detrás, es una misión secreta, no una misión como todos los días! —Ella frunció el ceño, pero se dejó guiar por él para no tener contratiempos.

—Se dice que hace muchos años, algún alquimista tonto e inexperto encontró la piedra filosofal en Dios sabe dónde y al tenerla en sus manos, creyó que podría tener vida eterna. Por su egoísmo y frialdad, se dirigió a este mismo bosque, creyendo que no sería visto y empezó el tratamiento con la quinta esencia. Usó las sustancias necesarias… Mercurio, azufre filosofal, puso a arder el fuego en el huevo de cristal contra la luz, creyendo que lograría convertir una simple roca en oro. —Pero, no pudo… ¿No es así? —le dijo April, entendiendo las cosas.—Se supone que su preparación dura muchísimo, la esencia debe pasar por diferentes colores todos los días hasta llegar al gas rojo. Debes tener un límite de 20 años para tener vida eterna, y uno de 5 para sacar oro. ¿O me equivoco? —En efecto, sí. —le respondió él, mientras bajaban unas grandes escaleras—Sin embargo, el pobre hombre no sabía nada de ello e hizo todo el experimento. A la hora de llegar a colocar la sustancia prometida en el huevo de cristal… Todo explotó… Se dice que su cara quedó destrozada y murió a los minutos, mientras que este pequeño pedazo de

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—¿Qué le sucedió a este lugar? —le preguntó April, mientras él rodeaba un árbol y apretaba un botón en ese. Ella vio con curiosidad cómo se abría una puerta del tronco… Impresionante.

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Caleb la llevo por una parte que nunca había visto del gran edificio. Estaba oscuro, un poco destruido, algunas mesas se caían de lo viejas que estaban y las sillas se encontraban en un estado terrible. Los árboles estaban sin hojas y las flores marchitas. De tan sólo verlo, le dio un escalofrío.

tierra quedó machacado y arraigado. —April asintió y sintió pena por el pobre chico… Si tan sólo hubiese tenido más cuidado. Después de unos segundos de bajar y bajar escaleras, donde todo estaba oscuro, ella se desesperó. ¿Cuándo iban a llegar…? Sintió un apretón en la mano y trató de verlo en la oscuridad, aunque sólo logró vislumbrar un pequeño ápice de su sonrisa. No sabía que la Academia tuviese tantos lugares secretos… Parecía como si fuese relativamente pequeña, aunque ya veía que no. Finalmente vio la luz al final del túnel… Es decir, al final del pasadizo y estrechó los ojos para acostumbrarse a la luz. Caleb la sacó rápidamente y llegaron a una pequeña sala, en donde todo era de madera. Escritorios, sillas, sillones, lámparas, todo, absolutamente todo era de madera. Las alfombras combinaban con su color y había un gran recuadro con la foto de un árbol en él… Irónico, ¿no?

—¡Hola, chicos! —saludó April y vio a Ronald—Y… profesor. Todos le sonrieron y se acercaron para saludarla. Raúl le tomo la mano y besó sus nudillos, Jeremy le dio un cálido beso en la mejilla izquierda y Joseph en la derecha, mientras que Gabe le dio una gran sonrisa y la abrazó con todas sus fuerzas, cuidando de su brazo enyesado. —¡Gabe! —le dijo ella, contenta de ver que ya podía estar fuera. —¡Tu brazo! ¡Ya estas mejor! ¿O no? —Sí, divina, ya estoy mucho mejor… Tanto así que vengo con todo para Caleb —Le guiñó un ojo y él se estremeció, apartando su mirada enfadada. Sus amigos lo observaron y se carcajearon al mismo tiempo. —¡Será celoso! Ya se enojó… —dijo Raúl, dándole una palmada en la espalda. —Ustedes son demasiado cariñosos… —respondió él, enfurruñado. —En realidad lo hacemos para ver tu reacción, chiquitín… —Jeremy le dio un codazo en las costillas. Él volteó sus ojos.

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—Buenos días —dijo cortésmente, Caleb. Todos asintieron con la cabeza, en señal de saludo.

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Cuando logró ver bien del todo, detectó que todos estaban allí reunidos. Gabe, Raúl, Joseph, Jeremy y por último Ronald… ¿Qué hacían ellos aquí?

—Disculpe profesor, pero… ¿Qué hacen todos aquí? —preguntó April, inocentemente. El grupo de muchachos la vio, maliciosos. —Oh, eso es simple, querida —le respondió, sonriendo—. Ellos son el grupo que los acompañará en la misión… ¿Por qué? Porque ustedes son dos alquimistas de nivel uno, así que necesitan dos de cada nivel. Gabe y Raúl son de nivel dos, mientras que Jeremy y Joseph son de nivel tres. —Pero Gabe tiene su brazo dañado… ¿No es peligroso? —Según los doctores, ya puede hacer muchas actividades, así que no creo que haya mucho problema, señorita. No te preocupes. Ella asintió y observó a Caleb, quien tenía una expresión inescrutable. Paseó de nuevo su mirada por el lugar y vio 6 pequeñas maletas en la estancia. ¿Y eso es…? —Oh, veo que has notado las maletas. —le dijo Ronald, sonriente—Nos tomamos la molestia de recoger sus prendas de sus apartamentos. Como saben, tenemos una copia de las llaves de ellos, así que…

—En efecto, sí… —¡Con razón hoy no encontraba mis pantalones rosados…! —dijo Gabe, quien vio con disgusto sus vaqueros morados y camisa blanca. —Ya decía yo que me faltaban zapatos en mi armario… —repuso Jeremy, un poco anonadado. —Sí, yo noté que tenía un poco menos de ropa… —comentó April, molesta de que hubiesen entrado a su querido apartamento sin su permiso. Eso no debería ser así. Todos esperaron a que Caleb hiciera un comentario, pero no hizo ninguno. ¿Cómo lo haría? Había pasado la noche en donde April y no sabía qué le faltaba y qué no... —Bueno… —empezó Caleb, tratando de cubrirse de las miradas interrogatorias de los demás— ¿No tenemos que irnos ya? —Oh, sí claro… —se acercó a él y les dio las llaves de un auto—Estas son las llaves del Toyota Highlander, ¿vale? Debes cuidarlo muchísimo,

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—¿Allí hay ropa mía? —preguntó Raúl, sorprendido.

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April abrió los ojos de golpe, al igual que todos los demás… ¿Desde cuándo tenían ese derecho?

recuerda que es de la academia. ¿Recuerdas dónde queda el aparcamiento? Asintió, decidido. —Perfecto. Ten las direcciones de los hoteles en los que se van a hospedar. El viaje a Virginia dura 3 días, sin contratiempos, ¿vale? Así que lo necesitan. Todo está pagado, no se preocupen. Incluye comida, etc. —Le dio varios panfletos y se puso totalmente serio— No hagan ninguna estupidez y por favor, sean discretos. —Sí, señor —le respondieron todos al unísono. —Muy bien… Buena suerte, muchachos. —Sin más que decir, los guió hasta una pequeña puerta al lado del pasadizo por donde habían venido April y Caleb, apretando un botón. Al abrirse, entraron en una pequeña caja plateada que tenía varios botones sin coherencia alguna.

Caleb los aniquilaba con la mirada, por lo que ellos sólo se reían más. Cuando las puertas se abrieron, todos salieron a un estacionamiento oscuro y de asfalto. Puro asfalto. Buscaron con la mirada el carro de marca, creyendo que estaría lleno, cuando sólo había un carro aparcado. El Toyota Highlander. Miraron boquiabiertos el gran carro, todo nuevo y reluciente. Era de un color plateado, su placa estaba recién comprada, sus llantas negras como la noche y sin ningún raspado. Salieron corriendo hacia el carro, contemplándolo, tocándolo como si fuese algo fuera de lo normal. Caleb abrió el carro y todos entraron, disfrutando el olor a carro nuevo. Los asientos eran de un cuero blanco, todo el carro por dentro era beige y luminoso. Tenía la más alta tecnología, con una pantalla a la mitad

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Él por su parte, se colocó al lado de April y pasó una mano por su cintura, besando su coronilla. Ella apoyó la cabeza en su pecho, un poco cansada por tanto embrollo. Todos los veían curiosos, alzando cejas y pegándose codazos, divertidos por la escena cariñosa.

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Al entrar, las puertas se cerraron y Caleb apretó 7 botones en un orden especial, haciendo que algo los elevara y fuesen correctamente. Ella vio a todos a su alrededor, esperando que estuvieran igual de sorprendidos que ella por tal combinación, pero en lugar de eso, lo veían aburridos.

del volante para saber lo que viene delante de ti. Otra pantalla en la radio para ver las estaciones de radio y lo mejor de todo… ¡Un contenedor para refrescos! Caleb se puso al volante, mientras que Gabe se peleaba con April por ir adelante, con él. Los demás se colocaron en el asiento de atrás, en el cual cabían 4 personas. —Gabe, yo voy a ir adelante. Es lo más justo, soy la mujer… —¿Y? Mi sueño era ser mujer, pero Dios no me ayudó. Eso se parece ¡Vamos!—April sonrió. —No. —le dijo decididamente. —Sí —No. —Sí. —No… —Sí

—Pero… —¡Pero nada, súbete que perdemos tiempo! Gabe se subió a regañadientes, mientras que April se montó al asiento triunfalmente, con una gran sonrisa. Se giró para ver a Caleb. Él la igualó. —Esa es mi chica —le dijo, guiñándole un ojo y tomándola de la mano. Se relajó, iba a ser un buen viaje. Cuando por fin salieron a la luz del sol y se dirigieron a la calle principal, April se fijó en algunas cosas del carro. Tenía un compartimiento abajo, muy curioso. Lo tocó… De pronto, salió un cuchillo gigante de él y jadeó. Fue sacándolo poco a poco y lo contempló… Tenía un filo, impresionante. —¿¡Pero de dónde sacaste eso!? —le dijo Caleb, asustado.

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—¡Oh, vamos ustedes dos! ¡Gabe, no seas tan jodidamente gay y deja que la señorita disfrute de la compañía de su novio! ¡Vamos, vamos! —le gritó Joseph, desde el carro.

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—¡Que no!

—Estaba allí… —Él frunció el ceño y se encogió de hombros. Tal vez les ayudaría en algún momento. Cuando ya iban a algunos metros de la Academia, April visualizó una sombra negra cerca del carro y entonces vio a Darwin, quien les hacía señas para que regresaran. Caleb lo vio y gruñó… —Maldita sea, nos ha visto— Como no le hacían caso, sacó un revólver de Dios sabe dónde y empezó a apuntar. Todos voltearon a ver y abrieron los ojos, con pánico. —¡Hasta aquí llegamos todos! ¡Fue un gusto conocerlos, nos vemos en el infierno! —les dijo Joseph, quien se veía divertido. April estaba tan asustada que hizo lo primero que se le ocurrió, cogió el cuchillo y abrió la ventana, apuntando con él hacia Darwin. —¿¡April, pero qué mierda estás haciendo!? —le preguntó Caleb, exaltado.

—¡Acelera! —gritó Gabe. Caleb se giró para ver a Darwin y vio el golpe, luego miró a April con ojos muy abiertos y sonrió… Estaba loca. Aceleró hasta más no poder y empezaron el recorrido aceleradamente, algo que no querían. Después de unos segundos, se oyó un motor tras ellos. Raúl volteó a ver y frunció el ceño. —Perfecto, ahora nos persiguen… —¿Por qué rayos nos tienen que perseguir a nosotros, Ap? ¿Tienes un imán para eso? —le preguntó Caleb, divertido por la situación, pero un poco temeroso. —Si tengo un imán, que me lo quiten de una buena vez… —Le acarició suavemente la mano— ¡Ahora acelera si no quieres morir en el intento! Él se encogió de hombros y pisó el acelerador, empezando con la nueva aventura porvenir.

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Sin pensárselo dos veces, le tiró el cuchillo al hombre quien estaba a punto de mandar un balazo. El arma lo rozó en la mejilla, dejándole una fea cicatriz. Empezó a sangrar y sangrar y ella se relajó, eso les daría tiempo para escapar.

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—¡Te diré lo que está haciendo, está salvando nuestros culos, déjala! — le respondió Jeremy, feliz.

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Capítulo 17

April siempre se había preguntado cómo se sentiría estar en el lugar de esas caricaturas de televisión, cuando se les levantaba la piel de la velocidad que tenía o que habían tomado los mismos personajes… Su curiosidad había sido saciada y se sentía como si fuera a vomitar todos sus intestinos, cerebro incluido. El carro con Caleb al volante era un peligro andante… Normalmente el chico conducía bien, pero… ¡Rayos y centellas! Si lo ponían bajo presión, conducía como un caballo. Se saltaba los altos, no daba paso a los peatones, y lo peor de todo ello… ¡Casi atropella a un perro en el camino! No le dio ni tiempo de pensar… Tenía miedo de que algún policía los detuviera y les hiciera una multa de un millón de dólares.

—¡Maldita sea, Caleb! ¡Es a la derecha, no a la izquierda! —gritó Joseph, agarrándose al reposabrazos como si su vida dependiera de ello. —¿¡Cuál izquierda!? ¡Está viendo al puto cielo! —le reprendió Raúl, quien no tenía de dónde agarrarse. —¡Oh Dios, hasta acá llegó mi hora! ¡Caleb, te juro que si mueres antes que yo, te daré un maldito beso, aunque sea lo último que haga en mi vida de gay! —Caleb volteó a ver con repugnancia a Gabe, pero él estaba concentrado en cerrar los ojos y respirar lentamente. Antes de que alguien pudiese decir algo más, dio un levantamiento brusco en la calle, debido a un hueco en el asfalto. Asaltado, Caleb registró en su retrovisor y observó cómo Darwin sonreía macabramente. Sin pensárselo dos veces, se desvió fuera de la carretera. El pedazo de

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No podían dar marcha atrás, sólo les quedaba escapar y tratar de no morir, estar en paz y mantener la calma en el carro… Claro, eso era imposible, pensó April, si tenías a 4 hombres gritándose estupideces y groserías del infierno.

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Pero claro, tenían una excusa viable. Estaban siendo perseguidos por un siniestro alquimista que tenía parte de su cara rasgada por el gran cuchillo que le había lanzado. A pesar de todo, no se arrepentía de haberlo hecho, pero estaba llegando a sentirse culpable, ya que podría ser que está persecución, sí fuese su culpa.

tierra en el que se había metido, estaba lleno de piedras, lo que sólo asustó más a los demás. —¡Me lleva la madre santa que me trajo, Caleb! ¡Me llevará a mí y te llevaré conmigo! ¡Aunque sea lo último que haga! —Púdrete, Jeremy… —¡Espera! —Joseph observó a su hermano gemelo con curiosidad—, si mamá viene por ti. ¿Por mí quien viene? —¿Papá? —¿En serio? ¿Crees que papá llegará al cielo, siquiera? —Negó con su cabeza—¿Entonces? Mejor que venga la abuela por mí… —La abuela fumaba droga, idiota. —Entonces… ¿Qué tal Tía Dorothy? —¿No paso 3 años en Alcatraz hasta su muerte?

April escuchaba cada insulto, pero la hacían sonreír. No por sus groserías, sino porque desde que habían entrado en el pedazo de tierra con piedras, sus voces sonaban realmente graciosas, como si se fuesen a quebrar o algo. Caleb la analizó, tratando de ver si no estaba tan alterada como él, pero para su alivio, parecía todo lo contrario. Iba sonriendo al asiento trasero, meneando su cabeza con diversión. Por lo menos alguien mantenía la calma… Estaba realmente estresado, no sabía cuántas horas habían pasado desde que la persecución había empezado. ¿No se suponía que una persecución era rápida y sangrienta? O tal vez había leído mucho de ese libro que April le había prestado. Pronto recordó que el hotel en el que tenían estadía tenía una ruta específica. Desesperado, comenzó a buscarlo, pero con todos gritándole y él tratando de conducir le fue imposible. Lo bueno era que ya habían logrado perder el rastro de Darwin, debido a que ya no se veía ni por el retrovisor… Claro, no podía confiarse.

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—¡Ustedes dos! ¡Dejen de discutir quien va a recoger sus culos en la muerte y cállense de una vez! —les gritó Caleb, furioso. Si no hacían silencio, jamás lograría salir de esta situación sin salir herido.

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—Mierda…

April lo observó curiosa y le tocó en el hombro. —¿Qué necesitas? —Él la vio agradecido. —Necesito que busques el mapa que nos dieron y me digas cuál es la ruta que hay que tomar para llegar al hotel en el que tenemos que hospedarnos. Obediente, April empezó a buscar el objeto perdido. Rebuscó entre su bolso, debido a que estaba segura de que lo había metido allí, pero con tanta cosa le tomaría una eternidad. Rápidamente vacío su bolso, encontrando el mapa sin problemas. —¡Aquí está! —Caleb le sonrió agradecido. —Dime, ¿dónde se supone que debemos estar en este momento? —Te diré en donde deberíamos estar —interrumpió Joseph—, deberíamos estar en el infierno después de todos esos MacGyver que hiciste, maldito.

—Perdón, April… —le dijeron los dos, apenados. Ella les mando su mirada más aterradora. —¡Oh vamos, Ap! ¡No te enojes conmigo! Soy realmente encantador, el más lindo de los gemelos, es imposible enfadarse conmigo. —Aunque ella seguía con una mirada irreprochable, Joseph se acercó desde atrás y le plantó un beso en la mejilla. —¿Sí? —dijo ese sí tan lento y alargadamente que sonaba adorable. Vaya suerte la suya. Le sonrió y asintió. Feliz con su respuesta, Joseph volvió a su asiento, como un niño pequeño con su dulce gigante. De pronto, ella oyó un pequeño suspiro. Volteó a ver a Caleb y podría jurar que quería pegarle a alguien. —¿Y bien? —le dijo, bruscamente.

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—¡Dejen de insultarse de una buena vez! ¡Y no usen tantas groserías a la hora de hablar! Parecen niños pequeños que acaban de aprender qué significan. —Los vio a ambos con el ceño fruncido. Tanto insulto la tenía aturdida. ¿Cuántas malas palabras se habían dicho en los últimos 5 minutos? ¿Cómo 80 o algo así?

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—¡Intenta conducir el auto en media persecución, idiota! Si sigues pensando lo mismo, hablamos.

—Am… —analizó los trazos del mapa y apuntó con su dedo—, se supone que deberíamos estar al otro lado de la carretera, por ende, nos hemos desviado un poco… Pero, creo que si te metes en la calle número 50, que está cerca de aquí, podemos salir bien. Él asintió y siguió manejando. El asfalto seguía lleno de piedra, pero no podían hacer nada ante eso, con tal de perder al enemigo, estarían bien. El silencio se hizo tenso en el carro, cuando antes no dejaban de insultarse ahora parecían temerosos y tímidos. Como si ellos fueran tímidos… ¡Ja! Sí, claro.

Se estremeció, ese chico le daba un poco de miedo… Cuando volteó a verlo a él, a su chico, se sorprendió por su expresión concentrada y presionada. El pobre debía de sentir todo el peso encima. Suspiró. No podía hacer nada más que esperar. Justo cuando pensaba que ya estaban seguros, el carro fue bajando la velocidad… Primero un poco, luego más, y más… Llegó al punto en que dejó de funcionar. —¿Pero qué…? —Caleb se bajó rápidamente del carro y seguidamente, le pegó un puñetazo. Entró de nuevo al volante. —Se nos estallaron las dos llantas traseras… Todos jadearon con sorpresa… Claro, era demasiada suerte haber sido baleados y no tener ningún daño. Si hubiese sido una sola llanta, no hubiese sido tan malo, podrían reemplazarla, pero con dos…

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¿Acaso podía ser peor? De pronto, se arrepintió de haber dicho esa frase. Siempre que alguien decía una cosa así en las películas, pasaba algo mucho más terrible. Esperando por alguna tragedia, cerró los ojos apretadamente. Después de 2 minutos, los abrió. Registró el carro, pero todo parecía normal. Raúl iba viendo hacia la ventana, Joseph y Jeremy se iban haciendo manitas —o puñetazos—, y Gabe miraba a Caleb como si quisiera comérselo.

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April se sintió incómoda, podía sentir cómo Caleb se enfurecía cada vez más, cómo su cuerpo se iba poniendo más rígido, cómo sentía la presión en sus hombros. Pronto sus ojos se oscurecieron, con pensamientos enfadados y testarudos. Ella suspiró en su mente. Todo estaba empezando como un desastre total, cuando debería ser algo que los llevaría al descubrimiento de una maravilla.

Estaban jodidos. —Y ahora… ¿Qué hacemos? —preguntó Gabe, asustado. —Tendremos que caminar… —le dijo April. —¿¡Caminar!? ¿¡En serio!? Estás loca, chica… Nos quedan como 2 horas de viaje para el primer hotel y en carro duramos 3 días… ¡3 días para llegar a Virginia! ¿Cómo quieres que caminemos en medio de la nada, sin saber a dónde ir? —Gabe, no exageres… No estamos en medio de la nada, estoy segura de que la carretera está cerca de aquí, sólo tenemos que caminar un poco y buscar ayuda. Tal vez alguien tenga otra llanta y podamos arreglárnoslas. —No quiero caminar… No traje zapatos para eso. —Prácticamente, le hizo un puchero. Ella le hizo uno igual. —No seas tan delicado, Gabe.

—Pero… —Nada de peros. Ahora, saquemos ropa y tal vez comida pues no sabemos cuánto duraremos, ¿Vale? Todos asintieron, sintiéndose calmados de saber que tenían a Raúl. Ese chico tenía una tolerancia infinita. Caleb se bajó del carro y con suma cortesía, se apresuró para abrirle la puerta a April. Ella le sonrió y tomó su mano, la cual apretó, pero dejó ir rápidamente para ir a sacar las cosas del maletero. Suspirando, se dirigió con ellos y sacó unos jeans y una blusa suelta para llevar, más unas frituras que había traído. Y claro, no podían faltarle 2 botellas de agua. Nunca se sabe si puedes llegar a deshidratarte. —Entonces, ¿listos? —dijo Jeremy, haciendo poses de enérgico. —Esperen… ¿Vamos a dejar el carro aquí?

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—Ya, cálmense. Gabe, caminarás, te guste o no. Ap, deja de pelearle a este chico, que lo hace sólo para enfadarte.

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—No seas tan delicado, Gabe—le repitió él, en tono de reproche. Justo cuando le iba a contestar, Raúl intervino.

—¿Qué quieres hacer? ¿Llevarlo cargando en mis hombros? Porque claro, ahora soy Hulk. —le dijo Gabe, enfadado. —Gabe… Dime algo, ¿Andas con la regla o algo por el estilo? —Joseph le pegó un puñetazo en el hombro, él le hizo una mueca. —Ojalá… —¡Hey! Por si no recuerdan, hay una mujer aquí y ese comentario fue un poco machista… —les recordó April, ofendida. Todos se voltearon a mirarla, con cara avergonzada. —Perdona, April… —Justo cuando dijeron todo al unísono, llegó Caleb, quien los vio aturdido. —¿Ahora qué hicieron? —preguntó, acercándose a ella.

El camino estaba lleno de pedazos de vidrio, por alguna extraña razón, además de tener muchísimas rocas y piedras, de las cuales algunas estaban llenas de polvo y demás cosas. El pequeño lugar parecía más un desierto que otra cosa. Sólo unos minutos caminando, y ya se estaban muriendo del calor. —¿Crees que tengamos que caminar demasiado? —le preguntó ella, preocupada. Él la observo y sonrió confiadamente. —Si lo tenemos que hacer, lo haremos y si no, pues… Mejor para nosotros. No te preocupes, los alquimistas tenemos buena resistencia. —April asintió levemente y agachó la cabeza, viendo a sus pies para entretenerse con algo. Caleb alcanzó su mano y alzó su barbilla. —Camina viendo hacia el frente, nunca sabes lo que puedes encontrar. —Apretó su mano suavemente y le besó la mejilla. Ella sonrió y se acurrucó a su lado, no dejando nada de espacio entre ellos. Él la hacía feliz, de eso no quedaba duda. —¡Ay tórtolos enamorados! ¡Tan acaramelados, que parecen dos pequeños helados! —cantó Jeremy desde atrás.

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Debían de ser como las 3:00 de la tarde, pues habían conducido ya 2 horas… Sólo esperaban poder recordar el rumbo por el que se habían venido. No podían perder ese carro, la Academia los asesinaría.

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—Nada que no pueda controlar, guapo. Vamos —Obedeciendo, todos empezaron a caminar por un rumbo desconocido. Lo peor de todo, hacía un calor infernal y si acaso, tenían suficiente agua para sobrevivir.

—¡Hey, eso rimó, hermano! —le felicitó Joseph, contentó. —¿Oh, en serio? Oh… ¡Sí, es verdad! —Se rió frugalmente—, por fin me ha salido una buena rima… ¡Hace meses que no hacía una! —¿Hace meses? —intervino Raúl, curioso. —Sí, es que desde pequeño he podido hacer rimas pequeñas o grandes. Soy como un Neruda del nuevo siglo, pero más joven. ¿A que sí, Joseph? —¡Sí, es cierto! Cuando éramos unos enanos, le compuso un poema a mamá y la hizo llorar… —Se quedó pensativo unos segundos y luego frunció el ceño.—Ahora que lo pienso, por tu culpa, mi corazón de papel maché quedó como una mierda al lado de tu poema. Se encogió de hombros. —No es mi culpa que no hayas podido obtener el don de mi poetizo interior. —¿Poetizo? ¿Siquiera existe esa palabra? —le preguntó Raúl.

Todos la observaron con la boca abierta. Los gemelos alzaron las dos cejas, en signo de sorpresa, Gabe analizaba la situación serio y Raúl sonrió con respeto. Caleb sólo tenía una mirada de orgullo en su rostro, más una que decía algo como “En sus caras” —Amigo—susurró Raúl—, te acaban de decir imbécil de una forma educada. —Vaya que sí, deberías sentirte avergonzado. —¿Avergonzado? —los vio con cara confundida. Luego volteó a verla— Más bien enamorado. Ap, cásate conmigo. Todos rieron, excepto Caleb. Esos chicos lo iban a volver rojo de los celos. Justo cuando iba a gritarle una grosería, April intervino. —Lo siento, muchacho. Este corazón ya tiene dueño —dijo mientras palmeaba el pecho de Caleb, justo en ese pequeño espacio. Sonrió y le

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—No es verdad —intervino April, viendo hacia atrás.—, el masculino de poetiza es poeta. Aunque poetizo sería algo parecido a poetizar, sólo que poetizo no existe en ningún contexto. Poetizar, en cambio, es embellecer una cosa con carácter poético.

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—¡Claro que sí! Es el masculino de poetiza.

dio un beso en los labios, corto, pero tierno y cariñoso. Él sonrió como si le hubiesen dado la luna y la abrazó, sintiéndose triunfante. —Me acaban de rechazar de una forma épica, hombre. —dijo, entre risas. Gabe, quién había estado observando todo, siguió caminando. Su forma de caminar había cambiado. Ya no se veía afeminado, más bien cabizbajo. Su rostro, reflejaba nada más que seriedad. Una máscara para sus emociones. Nadie pareció percatarse, mas Joseph sí lo hizo. Frunció el ceño, tratando de ver qué pasaba, pero no pudo hacer nada, no era tiempo para ello. Todos siguieron el camino, algunas veces tomando agua para no deshidratarse, y en otras, sentándose en una piedra para poder descansar de vez en cuando o tan sólo no cansarse demasiado. Caleb se volteaba para revisar que todos estaban bien, pero así lo parecían. En algún momento del gran viaje, se quedaron sin agua y sin mucho con lo que cubrirse contra el sol, el cual, aunque estaba bajando, seguía realmente fuerte. —Me va a dar cáncer de piel… —jadeó Gabe, enojado.

Todos siguieron callados en el camino. Ya pasadas dos horas, el calor había disminuido, pero afectado lo suficiente sus cabezas. Estaban agotados, con sus cerebros calientes y sin encontrar ningún rumbo. En algún punto del lugar, llegaron finalmente a la carretera, pero no había mucho movimiento. Justo cuando necesitaban que pasaran carros, no lo hacían. Lo único bueno, es que había un gran bosque en los alrededores, por lo que les traía un poco más de frescura, pero a pesar de todo, seguían con un poco de malhumor. Aunque se habían quedado callados por un rato, habían comenzado de nuevo a hablar y hablar. Jeremy y Joseph discutían de bandas como “Radiohead” o “The Beatles”, mientras que April le hablaba a Raúl de vez en cuando, bromeando de alguna tontería. Gabe se metía de vez en cuando, pero no con muchas ganas y con toda esta combinación Caleb estaba a punto de explotar. ¿Por qué April tonteaba con Raúl? Tal vez era el calor o todo lo demás, pero estaba harto, malhumorado y cansado de todo ese juego. No sabía

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—Si no gastan saliva, no se deshidratarán… —les advirtió Caleb.

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—Sí, claro. No eres el único… —le reprendió Jeremy.

cuántas veces le había coqueteado su mejor amigo a April y para rematar, Gabe no le quitaba los ojos de encima. Se sentía incómodo y, simplemente furioso. Una gota más y estaría a punto de rebasar el vaso. Lo peor de todo era, que en algún momento, su mente empezó a jugarle bromas. Le decía, prácticamente acusaba, a April de estar perdidos en medio de la nada. Porque… ¿Acaso los hubiesen seguido si ella no hubiese tirado ese cuchillo? ¿Tal vez ahora estarían en la comodidad del carro, con aire acondicionado y llegando a un hotel cómodo y estable? Sí, todo le hacía pensar que así era… Tenía que contenerse, no la iba a cagar en este momento… —Estoy cansado… ¡Tendremos que dormir en el bosque! —dijo Raúl, entusiasmado. Su vida de Scout le había ayudado a vivir acorde con la naturaleza.

Todos se miraron entre sí, a Caleb ya no le importaba si dormían o no, sólo le importaba llegar a su casa, con su hermano y su abuela, cuidarlos para que se encontraran bien… Asintieron, decidiéndose en un acuerdo mutuo. —¡Perfecto, síganme! —gritó, extasiado. La multitud siguió a Raúl, mientras se adentraba en el bosque. En algún punto del recorrido, April se perdió de Caleb, debido a que se quedó hablando con Raúl, lo que sólo lo hizo arder todavía más en celos. Durante unos minutos, todo era pura piedra y césped, junto grandes árboles y matorrales, hasta que al fin, Raúl se detuvo en un gran lugar que estaba apartado casi de todos los árboles y demás. Perfecto para una fogata. —¡Acá estaremos bien! Ahora, sólo hay que separarnos. —Revisó a todos con cautela. Luego, sonrió malicioso—, Gabe y Joseph, ustedes se quedarán aquí revisando el lugar. Jeremy, ve a buscar leña. Caleb, April ustedes vayan y busquen algún tipo de comida. Yo iré a buscar algún

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—¡Oh vamos, no es nada! Es muy fácil, podemos usar nuestra ropa como cobijo o algo así. Mañana por la mañana conseguiremos a alguien que nos ayude, además, ya va a anochecer y en la madrugada, habrá más movimiento de carros. Todo es cuestión de armar una fogata, ¿qué dicen?

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—¿¡En el bosque!? Ni drogado… —le respondió Gabe.

lago, tal vez encuentre agua o algo así. ¡Oh y dejen señales en el camino para poder volver! Sin esperar respuesta alguna, Raúl se fue por un lado del bosque, adentrándose todavía más en él. El extraño grupo de alquimistas observaron el terreno y luego a cada uno, encogiéndose de hombros hicieron lo mismo. Caleb tomó de la mano a April, pero él estaba tenso y mucho, por lo que ella pudo notarlo. Sintió cómo su enojo se centraba en ella. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos de todos los demás, Caleb empezó a crear una marca en algún tronco. —¿Qué haces? —le preguntó ella, mientras él hacía una. —Dejando señas… —respondió, fríamente. De pronto, April se sintió aprisionada. ¿Estaba enojado? ¿Por qué razón? ¿Qué había hecho mal? —Lindo, ¿qué te pasa? —Inmediatamente, se puso rígido.

—No es nada, en serio… —Te pasa algo, dime. ¿Estás tenso? —No, Ap… —¿O estresado? —Ap, no. Ya enserio, para. —Si quieres puedo darte un masaje… —¡No quiero un maldito masaje! —Ella le vio sorprendida por su respuesta—, ¿¡Sabes lo que quiero!? April asintió con su cabeza. —¡Quiero y desearía que no hubieses tirado ese cuchillo! ¡Quiero que dejes de tontear con Raúl cuando estoy malditamente cerca! ¡Quiero, que te controles un poco con ese chico! ¡Eso es lo que quiero y eso es lo que me pasa, April!

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—¡No me digas que nada!

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—Nada…

Sus palabras cayeron sobre ella como mil flechas. Entendía que estuviera celoso, vale, ella se había sentido culpable al hablarle más a Raúl que a él, pero le caía realmente bien el chico. Mas el cuchillo… —¿¡Me estás culpando!? —le preguntó, con un pequeño hilo de voz. —No, bueno, sí… Yo… —La vio exasperado—, si no hubieses tirado esa cosa, tal vez no nos estarían persiguiendo, ¿sabes? Y, por eso ahora lo hacen. Sus ojos empezaron a lagrimear. —¡No es mi culpa! Lo hice por nuestro bien… —¿Por nuestro bien o por la tentación de usar el arma? —Eso era lo último, lo que más le había llegado. Con una respiración, puso sus manos firmes sobre sus caderas.

¿Qué acababa de hacer? Y April se preguntaba al mismo tiempo, ¿qué acababa de decir? No le importaba, estaba furiosa. ¿Cómo se atrevía a desconfiar de ella? ¿De tratarla como la culpable de todo? Vale, se había sentido así, pero jamás pensó que la culparía de eso… ¿Cómo se atrevía? Y justo cuando pensaba que era diferente de los otros hombres. Desgraciado, todos son iguales… Y si todos eran iguales, ¿por qué no dejaba de llorar? Las lágrimas caían con fuerza bajo sus mejillas. Se sentía agotada, mojada, asquerosa. Triste y enfadada. Qué buena combinación, si lo juntas con el bosque, haces el mejor día del mundo… Ni pensar que hace unas horas se estaban besuqueando en la cocina de su apartamento…

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Con un giro y un pequeño movimiento de su cabello, April se perdió en el bosque, dejando a Caleb solo y devastado.

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—¿Te digo algo? ¡Púdrete! Si vas a estar llenándote de celos y echándome la culpa de algo que no intenté hacer, vete al infierno. Sí, estoy usando malas palabras, ¿Y qué? ¡Me has hartado! Y para tu información, gran genio, nos hubieran perseguido SIN o CON cuchillo, porque Darwin ya nos había visto.

Meneando su cabeza con fuerza, alejó ese pensamiento. Estaba molesta y resentida, no era la hora para ponerse a pensar en ello. Sus pasos eran zancadas, casi dejando grandes huellas en la tierra, no sabía dónde se dirigía pero ya había anochecido y se dio cuenta de que… No había dejado marcas. ¿Cómo rayos iba a volver? Presa del pánico, empezó a correr y a correr… Hasta que oyó un suave ruido, como un riachuelo o algo por el estilo. Sigilosamente, se fue acercando, hasta que vio un hermoso lago a la luz de la luna, parecía de película, el lago totalmente negro con una luna al fondo, llena y grande. Ella suspiró entre lágrimas, se podría hacer una escena romántica allí.

Finalmente, llegó hacia él y se sentó suavemente, tratando de cubrir su cara para que no viera las lágrimas que caían sobre ella… Lamentablemente, él sí las localizó. Con una pequeña sonrisa, la observó unos segundos. Luego, frunció el ceño. —¿Qué hizo ese imbécil? —preguntó, sonando fastidiado, pero más que todo compasivo. Ella le agradeció eso. Se sentó en el suelo a su lado. Suspiró. —Me dijo que estar aquí es mi culpa, que tú y yo estamos coqueteando y para peores, frente a sus narices. Además, dijo que había tirado el cuchillo por tentación a tomar un arma… Es tan tonto, pero en cierta parte, no le culpo por decir eso… Yo me había sentido así todo el viaje, sólo que… No esperaba que él me lo dijera. Raúl dio una risa entrecortada mientras volteaba sus ojos.

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Como si hubiese sentido su mirada, él la vio, sorprendiéndose un poco, sin embargo le hizo señas para que se acercara. Aunque vaciló, ella lo hizo, sólo para probarse un punto. Hablar con los mejores amigos de tu novio no es ningún problema.

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Aún agitada, se fue acercando a la orilla. Podría pensar tranquila allí, tal vez sólo un poco… Justo cuando se iba a sentar, se sorprendió de ver que no estaba sola, sino que Raúl la acompañaba a unos cuantos centímetros de donde ella se encontraba. Él estaba viendo hacia el agua, pareciera que algo así como pescando y a la vez, cantando.

—¿Y tú crees que ahora está enfadado? ¿O que lo hizo a propósito? — April asintió levemente. —Creo que… Lo pensó desde un principio, pero tan sólo no quería decirme… Él es igual que todos. Míranos, sólo llevamos 2 días de ser novios y ya andamos peleando de celos y demás —Se llevó una mano a la cara—, es tan frustrante. Raúl vio al lago unos segundos, más que segundos, minutos y April pensó que ya no le respondería… —Sabes… —dijo, para su sorpresa—, Caleb es un testarudo, un necio, un egocéntrico cuando quiere y un estúpido, pero eso es lo que lo hace Caleb. Ella le miró aturdida. —No te sigo…

—Oh, no te preocupes. Es cosa de alquimistas. Tú también debes sentir las vibraciones, ¿No? —¿Eh? —le preguntó April, confundida. ¿De qué rayos hablaba? —Ya sabes, las vibraciones… —Al observar su rostro confundido, se dio cuenta de que no sabía muchas cosas—, verás, voy a darte un ejemplo. Cuando estábamos en el carro y Caleb se encontraba conduciendo, ¿no sentiste la presión y el enfado que él tenía? Asintió sin siquiera dudarlo. Vaya que lo había hecho. —Bueno, eso es cosa de nosotros, los alquimistas. Nuestras emociones nos ganan en muchos sentidos, tanto así, que hacemos que las personas de nuestra misma especie, sientan lo mismo que nosotros, mas nosotros comprendemos que no somos quienes estamos sintiéndonos así, sino la persona en concreto. Ahora, tú desprendes vibraciones tristes y traicioneras, no hacía mucha falta para darme cuenta…

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—¿Cómo sabes todo lo que yo estoy sintiendo? —le preguntó, exaltada. Cada palabra que él había dicho era cierta, pero era imposible que leyera sus pensamientos. ¿Comprendía tan bien a las mujeres?

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—Es que, estás enfadada en este momento con él, piensas que lo ha hecho todo para herirte y hacerte sentir mal, no entiendes cómo es posible que tengan este tipo de discusiones en menos de dos días, será que no te ama tanto como tú a él, pero estás tan equivocada.

—Eso quiere decir… ¿Qué siempre lo sientes? Él negó con la cabeza. —No, sólo cuando tus emociones se desbordan demasiado, estaba seguro de que Caleb explotaría en cualquier momento… Y tú fuiste la que estaba más cerca para eso. —Pero, él estaba enojado conmigo, estoy segura… No fui su almohada de frustración, más bien, estaba frustrado conmigo. Raúl la analizó algunos segundos y le frunció el ceño. —No seas ilusa, April. Sabes que no es así, él no es así… Ese chico está jodidamente enamorado de ti y en menos de una semana…. Mira, Ap, Caleb se puede enojar de mil maneras en un día, pero siempre, siempre, pedirá disculpas. Nunca dura mucho enojado, menos contigo. —¿Menos conmigo? —Él asintió—. Eso no lo sabes… Raúl suspiró cansado.

—Pero… —No, nada de peros, Ap. Dime una cosa, ¿no puedes permanecer mucho tiempo enfadada con él, verdad? Ella le vio asustada, pero asintió. —Cuando le pegaste una cachetada —por cierto, bien merecida—, a los minutos, te encontrabas arrepentida y ya le estabas haciendo manitas. Sólo con 2 días de conocerse, ¿crees que eso es siquiera normal? No es que seas una chica fácil, es que no es tu culpa. —¿Có-cómo sabes eso? —le preguntó, más confundida que nunca. Raúl sabía demasiado. —¿Crees que llamarme “mejor amigo” es sólo un título? ¡Hombre, ustedes las mujeres se cuentan todo! ¿Por qué los hombres no? Él me lo contó, yo sé de lo que hablo. —Es que, cuando dices todo eso suena tan fácil…

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Nunca, te lo advierto y estoy seguro de que tú tampoco. ¿No entiendes que son almas alquimistas? Ustedes están destinados a ser. Mira, ¿cuánto apostamos a que volvemos al campamento y te pide disculpas?

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—Sí, lo sé. Mira, él en la vida se había sentido como se siente por ti.

—Mira, cuando lleguemos él te pedirá disculpas, tenlo por seguro. Ya quiero ver la cara de miseria que tendrá, lo traes loco y él a ti también. ¿Para qué enojarse el uno al otro? No durará mucho esa pelea, sólo digo. Y si lo hace, pues… Nosotros te ayudaremos. —¿Quiénes? ¿Joseph, Jeremy y Gabe? —él asintió—, ustedes me han tomado gran respeto, ¿no? —Pues claro, eres un encanto. Pero, eso tampoco es una coincidencia, Ap. Lo que pasa es que tuvimos conexión inmediata contigo, nada de qué preocuparse. Es algo que se da cuando eres la elegida. Aunque ella quería preguntarle a qué se refería, se contuvo. —Raúl... —¿Sí? —Eres genial. —Lo sé, nena, siempre lo he sido… —dicho esto, le guiñó un ojo.

—¡April! —¿Qué? —¿¡Acaso no sabes que no debes darle un beso a alguien mientras está pescando!? Ya perdí nuestra cena… Ella se rió y se apoyó en sus codos. —¿Puedo quedarme un rato? No quiero volver aún… —Como tú desees, linda. Un poco más feliz, April se quedó allí, observando tan sólo cómo Raúl cazaba y silbaba. Sintió un gran deseo de tener a Caleb con ella en ese momento, pero se contuvo. Hablaría con él cuando llegara… Sí, eso haría, pero ahora, descansaría un poco más.

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Justo en ese momento, Raúl estaba cazando su primer pez. Sentía que era grande, lo sabía, iba a conseguirlo… Y justo viene y le da un beso, haciendo que se desconcentrara y lo perdiera… Se volteó, enfadado y sonrojado.

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Ella le sonrió con tranquilidad, la había hecho sentir mucho mejor consigo misma. Tomando la iniciativa, le dio un beso en la mejilla y lo abrazó.

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Capítulo 18

—2 horas… ¿Podrías explicarme cómo es posible que esos tres aún estén sin aparecer, después de 2 horas? —le preguntó Gabe a Joseph. Ambos se sentían realmente enfadados y preocupados por los demás. Hacía ya bastante tiempo que Caleb y los otros habían desaparecido y sólo Jeremy se había dignado a venir y traer un poco de leña y, con eso, hicieron una gran fogata, pero claro, ¿de qué les servía el fuego si no tenían qué comer? Además, él había decidido ir a por más… Idiota.

Joseph se sentó en el tronco que tenían como silla al lado de Gabe y lo miró. —¿Por qué lo haces? —le preguntó, ceñudo. —¿Hacer qué? —Esto —le dijo señalándolo de pies a cabeza—, actuar como si fueras gay. Ambos sabemos que no lo eres… —Claro que lo soy. —No me mientas, Gabe. Todos lo sabemos, las leyes de la alquimia lo hacen imposible. Sabes que las almas alquimistas son un hombre y una mujer, no un hombre con otro hombre. No está en nuestros genes ser gays. —Pues yo soy la diferencia. Mi alma alquimista es Caleb, yo lo sé. —Gabe… —le dio una mirada preocupada—, sabes que el alma alquimista de Caleb es April. Es algo obvio, sé que lo pudiste captar

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Gabe puso una cara de terror y Joseph se rió, era tan ingenuo… Aunque en las últimas horas había estado más extraño de lo normal, parecía como si fuese heterosexual y no un gay como siempre. No había utilizado la palabra “divino” o “guapo” y ni siquiera estaba usando una voz afeminada, más bien, casi le da un paro cardíaco cuando oyó salir de él una voz fuerte y varonil. Se había acostumbrado demasiado a su voz fingida.

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—Apuesto a que C y Ap se fueron a revolcar por allí y Raúl se ahogó en el río… O bueno, espero que se haya ahogado —le dio una sonrisa maliciosa—, tal vez resbaló por la orilla y ahora está cayendo en un abismo…

desde que la conocimos, su aura es como la de él. Tú lo que tienes es admiración por Caleb, lo sabes. —Tú no sabes nada, Joseph. —Entonces, ¿por qué finges tener una voz afeminada? Y, ¿por qué finges que te contoneas al caminar? ¿Por qué rayos finges que no pelas los ojos cada vez que ves los pechos de una mujer? —lo señalo con un dedo—, y ni te atrevas a contradecirme, que te he visto. Gabe le dio una risa seca y sonrió. —Curiosidad de homosexuales, no es mucho… Todos los gays somos así, créeme, si veo esos pechos, es porque deseo tener unos… —No te mientas a ti mismo, Gabe. Si todos los gays del mundo fuesen así, sería algo terrorífico. Tú te basas en los estereotipos de algunos hombres que se comportan de esa forma, pero hay muchísimos más que son perfectamente masculinos y son del otro equipo. Y lo de los pechos… No te pases, hombre. Que hasta me dio un escalofrío.

—Yo… —lo miró con ojos intangibles y después de unos segundos, dejó caer sus hombros—, está bien. Ya lo sabes, qué más da. —Eso es… Y, dime, ¿por qué dices que eres así? —Un trauma infantil, no es mucho. —¿Trauma? —Gabe asintió—. Cuéntamelo. Él suspiró y puso sus codos en sus piernas. —Como ya sabes, soy huérfano y debido a ello, crecí en las habitaciones de la Academia, rodeado de bellas mujeres y algunas niñas de por allí, que tenían mi misma desdicha. Desde pequeño, sabía todo sobre ellas, cómo tratarlas, qué necesitaban, qué no debía decirles. Absolutamente todo. Y lo bueno, es que las chicas me trataban muy bien, siempre lo hacían… Supongo que les daba lástima que fuese el único hombre en el lugar. —Entiendo…

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—Amigo, eres realmente testarudo. No eres gay, acéptalo, hasta Caleb lo sabe…—se quedó mirando al vacío unos segundos y luego, lo miró de nuevo—. Bueno, Caleb es tan despistado que tal vez ni se haya enterado aún, pero es cuestión de analizarlo, Gabe.

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—No me miento, sé de lo que hablo…

—No, no lo haces. Ese no fue el problema. Joseph parpadeó, confuso. —¿Entonces…? —Una de las rectoras del lugar, llamada Andrea siempre me miraba con ojos inquisidores, me observaba de manera extraña y malvada —Se encogió de hombros—, mas nunca pensé que me fuese a hacer algún mal. —Pero lo hizo…

—Gabe… —¿Sabes qué fue lo peor? —Él negó con su cabeza—. Lo hizo días, meses, años y yo no tenía el valor para decir nada. Mi corazón se encogía del daño que podría hacerme, y me fui convirtiendo en alguien tímido y reservado, cuando antes era explosivo y conquistador. Cuando tenía 11 años, por alguna extraña y milagrosa razón, la despidieron, acabando con mi martirio… Mas, me prometí nunca confiar en una mujer, jamás… Y heme aquí. El rostro de Joseph se había tornado en algo como culpa y dolor, su cuerpo se encogía de la desdicha que le causaba haber oído a Gabe hablar de esa manera. Nunca habría pensado que tenía un trauma de ese tamaño. —Gabe, hermano… Jamás pensé que… Lo detuvo con una mano.

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“Recuerdo haber llegado a la puerta del baño, cuando sentí que alguien me jalaba del brazo. Sus manos eran frías, como las de una militar. Me llevó a un rincón oscuro, su cuarto supuse y, me… empezó a tocar, si se puede decir. Me quitó la ropa y, hacía todo lo que quería conmigo. Lloraba, grité hasta más no poder, pero ella me lastimaba y me decía “Cállate, huerfanito”. Me sumía en el dolor, las sensaciones que pasaban por mi cuerpo, todo eso, fue algo que me dejó mal por el resto de mis días…

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—Exacto… Una noche, cuando tenía 7 u 8 años, me levanté para ir al baño, con cuidado y esperando no despertar a nadie. En mi camino, encontré a la señorita Andrea, con su gran cuerpo robusto, caminando por los pasillos. Al verla, no sospeché mucho, supuse que estaba dando su vuelta por las noches… Sin embargo, estaba realmente equivocado.

—No te conté para que me compadezcas, sino para que entiendas. Tal vez no sea gay, pero tengo esta pequeña esperanza de que si actúo como tal, logre serlo. —Gabe… —¿Jum? Sin pensárselo dos veces, Joseph lo abrazó, tirándosele encima. —Siento lo que te ha pasado, pero… Te admiro. Gabe se rió y le dio unas pequeñas palmadas. —Ya, vale, está bien. Pero dame espacio… —Separándose de él, le dio una sonrisa—, una cosa más. Por favor, no le digas de esto a nadie, déjame seguir actuando así… Por lo menos, hasta encontrar a mi elegida. Joseph asintió. Segundos después, escucharon unos pasos en el césped, seguidos por dos figuras en la oscuridad. April y Raúl, quienes traían 8 pescados realmente grandes.

Inmediatamente, sus mejillas se tornaron de un rojo carmín. —¿Qué estás insinuando? —¿Yo? Nada… —Mira Joseph, no te metas en esto… —Ap, tranquilízate —le dijo Raúl, colocando una mano en su hombro—, está siendo protector, eso es todo. Recuerda que Caleb es como nuestro hermano. Ella asintió y se relajó. —Perdona, Joseph. —No pasa nada, Ap. Mientras Raúl dejaba la comida al lado de la fogata y se ponía a asarlos, el corazón de April empezó a dar múltiples saltos mortales al no ver a

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—Pensé que estaba contigo, preciosa —le dijo Joseph, alzando una ceja inquisitivamente al ver a Raúl a su lado—, aunque al parecer, conseguiste otro tipo de compañía.

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—¿No ha llegado Caleb? —preguntó April, cuando los visualizó. Todos negaron con la cabeza y en su rostro se vio angustia.

Caleb allí. ¿Se habría perdido? ¿No habría encontrado el camino? ¿Por qué rayos lo había dejado solo? Estaba al borde de las lágrimas, ¿y si lo había atacado un oso? ¿Y si se lo había comido? ¿¡Siquiera habían osos en ese lugar!? Comenzó a caminar de un lado a otro, agarrándose las manos, soltándolas a ratos, sintiéndose peor que nunca. —Mmm… ¿Discutieron, no es verdad, divina? —le preguntó Gabe, con su voz afeminada nuevamente. —Sí… —Genial. —le replicó, con cara de desprecio. Ella le vio dolida. Vaya apoyo.

Lo que hizo fue pegarle fuertemente en el brazo. Él la vio totalmente desconcertado. —¡Idiota! —Caleb se agarró el hombro con dolor— ¿Sabes cuánto tiempo hemos pasado buscándote Raúl y yo? ¡1 hora completa! ¿Dónde estabas? —¿Qué dónde estaba? ¡Buscándote! ¿Dónde más iba a estar, recogiendo florecitas por allí? De un momento a otro, su cara era de culpabilidad. —Perdona, no tenía que irme así, yo… —alzó su cabeza para verlo a los ojos y recordó su enojo anterior— ¡Espera! ¡Yo no soy la que me tengo que disculpar, grandísimo genio! Si me fui, tenía mis razones. —Las tenías, pero no debías irte así. —Me voy cuando quiera, Caleb.

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—Hablando del rey de Roma, mira el que se asoma… —dijo Gabe, con un asentimiento de cabeza. Inmediatamente, April volteó su mirada hacia el obscuro bosque y al observarlo, se abalanzó contra él en segundos. Casi no la ve pasar… Él abrió sus brazos para abrazarla pero…

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Pasaron muchos minutos más, hasta que se oyeron unos cuantos pasos en la tierra, continuamente apareció Caleb, quien tenía cara arraigada y cansada. Traía unas pocas bayas y veía de un lado a otro frenéticamente, buscando algo que al parecer no podía visualizar, hasta que la vio allí, caminando de una esquina a otra.

—Ap, yo… —Antes de seguir, analizó a su alrededor y se dio cuenta de que todos miraban la escena con atención, aunque al voltear quitaron la mirada. Rodó los ojos. —¿No podemos hablar en privado? Aunque le frunció el ceño, asintió. —Ya venimos chicos. —les dijo Caleb a los demás. —¡Usen protección! ¡No queremos embarazos adolescentes, por favor! — gritó Joseph. Caleb lo vio con ojos asesinos y Joseph se mató de la risa, al igual que los demás. April iba seria, aunque sonrojada por el comentario que acababa de escuchar. No caería, se decía, no caería tan fácil. Él debía disculparse y seguro le iba a discutir hasta que se murieran en el bosque, así que haría su mayor esfuerzo. Síp, así tenía que ser. Cuando ya se habían internado lo suficientemente lejos de los pervertidos de la fogata, April se volteó y lo vio a los ojos.

—Perdón. —dijo, casi en un susurro. —¿Ah? ¿Qué dijiste? —le preguntó, desconcertada. —Perdón por decirte que coqueteabas con Raúl, perdona por culparte de algo en lo cual no tienes la culpa, disculpa por ser un celoso de mierda y perdóname por descargar toda mi furia y estrés en ti cuando lo único que querías hacer era tranquilizarme —Tomó aire y lo dejó salir— . En fin… Perdóname. Instantáneamente se le ablandó el corazón, justo cuando pensaba que él era igual que los demás… —¿Y por qué hiciste todo eso? —Bueno, es simple. —Comenzó a caminar de un lado a otro, moviendo sus manos a la hora de hablar—. No me gusta verte con otro que no sea yo, no me gusta estar en esta situación tan molesta y los besos que he recibido hasta este momento en el día son mínimos y debes saber que si alguien pudiera describir el paraíso, tus deliciosos besos serían este mismo. Además, soy medio bipolar a ratos y necesito que entiendas, Ap.

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Caleb suspiró y por unos segundos, no dijo nada, tan sólo la observó… Justo cuando pensaba que se quedaría así, reaccionó.

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—A ver, empieza. —Colocó sus brazos en jarras y se preparó.

—¿Entender qué? —preguntó con un nudo en la garganta. Él se detuvo en seco y la miró intensamente. —Que esto que nosotros sentimos no es atracción de un día a otro o “amor a primera vista”, lo que nosotros tenemos va más allá de eso. Si tengo celos no es que no te quiera o no confíe en ti, sino porque… Vaciló unos segundos antes de hablar. —¿Porque qué? —Porque te quiero, Ap. Bueno, no te quiero, te amo. Yo… —Se pasó una mano por el rostro—, sé que es demasiado temprano para decir algo así, pero yo me siento de esta manera y estoy seguro de que te sientes igual. No me puedes decir que no. Es medio imposible. —Puede ser imposible, porque yo no te amo como tú me amas a mí, Caleb. —El corazón de Caleb se sintió a desgarrar, todo su mundo se vino abajo en 2 segundos. ¿Cómo era eso posible? Estaba seguro de que ella era la indicada, ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? —Pero… Ap, yo…

— Estoy realmente segura de que yo te amo más. Él suspiro, todo su cuerpo relajándose. La sonrisa que lo invadió parecía de idiota, pero no le importó. Sin perder tiempo, April se tiró encima de él y pasándole sus brazos por el cuello, le plantó un gran beso en los labios. La agarró de la cintura, pero antes de que pudiera devolvérselo, ella se separó un poco. —Y que sepas, que sí te he perdonado, por si no ha quedado claro. Le mordió el lóbulo de su oreja, mientras que April se reía. —Me traes loco, hermosa… —le susurró. Y la besó, su mundo desvaneciéndose con ella. Sus besos eran largos, apasionados, más de lo que habían sido nunca, parecían casi desesperados. Jurarían que hasta se veían cosas demás pasando por esos besos… Ella siempre le tocaba el pelo, le encantaba sentirlo rasposo contra su palma y él disfrutaba de cada caricia que ella le daba como si fuese la última que iba a recibir. Tenía sus manos por todos

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—¡April, pero cómo me dices esto! ¡Sé que es apresurado y no debí haberlo dicho así, sin embargo sé que…! —Puso un dedo en sus labios.

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—No, Caleb. No.

lados, su cintura, su espalda… Todo iba tomando más furor, tanto que el ambiente empezó a hacerse más pesado… —Es tan tierno… —susurró Joseph en la oscuridad. —Adorables, pero vaya que son empalagosos… —le replicó Jeremy, quien había sido la mente macabra responsable de que todos —excepto Raúl—, estuviesen viendo eso. Él se había quedado cocinando la comida, pero ellos no perdían tiempo. —Amigo, sonaré realmente pervertido, pero sus besos me calientan… —No te culpo, a mí me pasa igual. —Eso es porque ustedes dos son gemelos y de tal palo tal astilla… —les regañó Gabe a ambos. Ellos sonrieron. —Bueno, mira quién habla… —Los dos vieron hacia los pantalones de Gabe, bueno, específicamente al gran bulto que sobresalía y él se sonrojó. —Ustedes no pueden decir mucho. —les dijo Gabe e instintivamente, voltearon sus cabezas hacia abajo por igual y se miraron.

—¿Oíste algo? —dijo, quitándose unos centímetros y buscando a su alrededor. —Me pareció oír voces… —Sí, a mí también. Sigilosamente, ambos empezaron a rebuscar por allí, preparándose para sacar un arma o lo que fuera para tener con que defenderse… Claro, usarían ramas, porque no tenían nada a mano. El trío detrás de los arbustos ni se daba por enterado, discutían sobre algo realmente estúpido y por ello, no se dieron cuenta cuando Caleb se había acercado por detrás, mientras que jalaba de los pelos a Jeremy, levantándolo poco a poco. —¡Mira, Ap! No sabía que aquí vivían algunos zorrillos… —April se volteó a ver qué pasaba y abrió los ojos como platos cuando vio aquella escena. Fue acercándose y entre más cerca estaba, más fuerte reía. —Auch, auch… ¡Eso duele, eso duele! —gritó Jeremy, sorprendido.

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Mientras todos hablaban, Caleb se fue separando suavemente de April.

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—Mierda —dijeron al unísono.

—¡Claro que duele! Esa es la idea… ¡Gabe, Joseph levanten sus traseros de ahí y díganme qué rayos están haciendo acá! Los dos menearon la cabeza, sin querer levantarse. —Créeme amigo, no quieres eso. —Vaya que lo quiero ¡Arriba! —Se observaron y siguieron negando con su cabeza. —Chicos, lo mejor es hacerlo, miren al pobre Jeremy, Caleb le va a arrancar el pelo… —les advirtió April. Analizó al pobre chico y puso una mano en su hombro—. Caleb, suéltalo ya, en serio... A regañadientes, lo fue soltando, mientras que Jeremy hacía muecas del dolor. —Maldito… —gruñó él. —Ahora, chicos. Háganlo. —No —dijeron al unísono. —Vamos… —La voz de Caleb se fue haciendo cada vez más grave.

—Am… Caleb, creo que no es la mejor idea —dijo April, acercándose con cuidado. Él la vio confuso y negó con su cabeza. —Sí es buena idea. ¡Háganlo ya! Finalmente, casi gruñendo, Joseph y Gabe se levantaron, avergonzados. Caleb los registró con desprecio de arriba hacia abajo… Hasta que llegó al gran bulto en sus pantalones y entrecerró sus ojos. Los miró fijamente. —Díganme que no creo que es lo que creo… —les dijo lentamente, casi susurrándolo. —Am… No es lo que crees que es —mintió Gabe. Él le vio furioso. —¡Ni que fuera estúpido! ¡Obviamente es lo que yo creo que es! Son unos pervertidos de mierda, eso es lo que son… ¡Espiarnos aquí para calentarse! Vaya idiotas. —No fue a propósito, sólo veníamos a curiosear, no sabíamos que se iban a poner tan… —Jeremy alzó las cejas sugestivamente—, intensos.

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—Si no lo hacen, haré lo mismo que con el otro cabrón.

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—Que no.

April volteó los ojos. —Caleb, no importa, no te pongas así… —Pero… —Nada, sólo… Déjalo así. —Vale. —murmuró, enfadado. Todos se voltearon a ver, dejando salir el aire que estaban conteniendo, sabían que él los podía apalear por algo como aquello. April los había salvado por el pellejo. Ya tranquilos, empezaron a marchar de vuelta a su refugio. Caleb tomó la mano de April y los demás caminaban por delante, pasando ramas y golpeándose con algunas de ellas. Los arbustos picaban y ya se veía la gran luna menguante que se asomaba en las estrellas. Animales nocturnos aparecían y hacían sus raros, aunque hermosos ruidos en el ambiente.

—¡Comida! —gritó Joseph en un tono realmente raro. Tal vez era hambre… Síp, debía ser eso. Cada uno agarro un pedazo y empezó a mordisquearlo y disfrutarlo, casi podían tener un comiorgasmo allí mismo… —Ustedes sí que son bebés… El cuerpo humano puede aguantar, por lo menos, 6 días sin agua y 4 sin comer. 6 horas no deberían ser nada para ustedes —les reprendió Raúl. —Pues, disculpa por ser adolescentes normales y comer frituras como cada 2 horas. ¿Crees que mi metabolismo no es rápido? ¡Hombre, paso trabajando con químicos y hasta me hacen sudar! Jeremy me comprende… ¿Verdad, hermano? —Totalmente de acuerdo —dijo, mientras trataba de tragarse un gran pedazo de pescado.

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Raúl se encontraba de lo más tranquilo, cocinando todo y dejando lo que ya estaba preparado en un tronco aparte. Ya sólo le quedaba 1 pescado sin cocinar y todos se tiraron a los alimentos como desaforados.

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Finalmente, lograron ver el humo de la gran chimenea que construyeron hace poco y aspiraron profundamente. Olía a pescado recién cocinado y con lo muertos de hambre que estaban, se sentía como la gloria.

—Ellos tienen un punto. Yo he tenido que hacer cada misión… Créeme, terminas sudando en partes que jamás habías pensado que podrían sudar. —intervino Caleb, metiéndose un gran bocado en la boca. Raúl vio con esperanza a April. —Dime que no me vas a decir que tienes metabolismo rápido también. —Disculpa, querido, pero sí lo tengo… —Claro que lo tiene, ¿no ves su figura? —Caleb le sonrió pícaramente y ella se sonrojó. La hacía sentirse la mujer más bella del mundo. —Ugh, que asco… Aquí vienen —Gabe les vio con disgusto— ¡Búsquense una cama! April, quien acababa de tomar un poco de su comida, casi se atraganta con el comentario, volviéndose más roja de lo que ya había estado. Todos se fueron encima de ella, para asegurarse de que no muriese.

—Hablo en serio… La vieron desafiantemente y después de Empezaron a reír otra vez. Nunca lo harían.

ocho

segundos

así…

—¿Conque no me harán caso? —Sin darles tiempo de pensar, April les dio un golpe a cada uno en el brazo. Fuerte. Realmente fuerte. —¡Joder! ¿Por qué fue eso? —le gritó Raúl, enojado. —¡Por burlarse de mí! —No nos estábamos burlando, estábamos divirtiéndonos entre amigos… —le reprochó Gabe, acariciando su brazo derecho. Justo le había golpeado en el malo. —Ap, cariño, ¡me golpeaste jodidamente fuerte! ¿No podías tener más compasión por tu novio? —No… Considerando que aún tengo un poco de rencor contigo por lo de hace un rato, así que… —él la vio con dolor fingido.

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Se empezaron a oír murmullos como “No lo creo” y “Sólo tú te lo tragas”, pero ella les frunció el ceño y se levantó.

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—Recuérdenme una cosa… ¿Sí? —Todos asintieron—. La próxima vez que me ofrezcan irme en una misión con todos ustedes, háganme decir que no, ¿vale?

—¡Oh amigo! ¡Me hubiese encantado ver cómo la cagaste! —intervino Jeremy, sonriendo. —Ya somos dos —dijo Joseph. —Qué raro, los gemelos… —Raúl volteó sus ojos. Caleb le sonrió y se acercó a ella, terminando con su pescado. La tomó por la cintura. —Te aseguro que me perdonarás si duermes conmigo esta noche. —¡Caleb! —gritó ella, asombrada— ¿Estás hablando en serio? —No seas malpensada, no te estoy pidiendo que tengas sexo conmigo… —lo pensó unos segundos y le dio una mirada pícara—, aunque si quisieras tenerlo sería maravilloso. —¡Hey, tienen público, tórtolos!

—April, dile que se calle. Me está traumando de una manera realmente grotesca —le rogó Gabe. —Admítelo, te estás calentando. —¡Caleb! —Bueno… —dijo Gabe, con una mirada culpable. —¡Gabe! —¡Hey, no es su culpa! —¡¡Jeremy!! —Ap, no los culpes. Caleb tiene un punto… —dijo Raúl, encogiéndose de hombros. —¡Ay, Dios ustedes son unos pervertidos! —les reprobó ella, enfadada. Todos se echaron a reír. —No es que sean pervertidos, princesa, es que tú eres muy ingenua —le susurró Caleb, al oído mientras que ella se ponía más roja aún—.

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Todos los vieron asqueados.

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—Prometemos no hacer mucho ruido —les guiñó un ojo, pero luego volteó a ver a April preocupado—. Aunque… No prometo nada, considerando que Ap podría no cumplir esa promesa… Dime, princesa, ¿quieres una rama o algo para morder?

Entonces, ¿dormirás conmigo no? ¡Hombre, ni siquiera te preguntaré! Lo harás. Ella asintió. —Sí, lo haré… Pero nada de tratar de meterme mano, es sólo dormir. Con un suspiro resignado, Caleb asintió. —Está bien… —Y hablando de dormir… ¿Dónde rayos dormiremos? —les preguntó Jeremy. —En la tierra, ¿no? —dijo Gabe, haciendo una cara de asco. —Pues sí, pueden usar sus ropas como almohada, las que trajeron de repuesto. Créanme, les servirá. April se encogió de hombros. —No le veo el problema, hagámoslo.

—Yo lo siento perfecto —declaró April, quien se encontraba acostada en el pecho de Caleb. Él tenía un brazo alrededor de sus hombros y ella tenía su cabeza metida en su pecho, oliendo su esencia. —Pues claro que está perfecto para ti, Caleb es tu almohada y tú eres su cobija. Son tan empalagosos ustedes dos… —se quejó Gabe. —Meh, el gay está celoso… —anunció Jeremy. —Idiota… —¡Tú lo serás! —¡Ya cállense, chicos! —les dijo Raúl, frunciendo el ceño. Todos se callaron. —Así me gusta… —bromeó Caleb, mientras se acurrucaba un poco más a April. Ella le sonrió tiernamente y le dio un pequeño beso, para después observar las grandes estrellas en el cielo.

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—Se ve mejor de lejos… —se quejó Joseph, mientras se acostaba.

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Todos empezaron a tomar lo que traían y lo esparcieron en el suelo. Después de unos minutos, tenían un tipo de cama de ropa que parecía muy confortable, aunque claro, no lo era.

—¿Crees que las estrellas en serio nos controlan? —le preguntó, soñadora. —Tal vez… Nunca se sabe, el alquimismo es algo realmente increíble. Ya sabes, es como un tipo de magia, pero a la vez no lo es. Es… es algo nuevo, innovador. —Totalmente de acuerdo—susurró, haciendo pequeños círculos en su pecho—. A veces, imagino la magia de las brujitas, ya sabes, como en las películas y demás y… Es un poco parecido a la alquimia, sólo que hay una gran diferencia. —¿Y cuál es? —Creo que la alquimia es un poco más creíble… Más cierta, menos soñadora o extravagante, pero sigue teniendo su encanto… La alquimia, según mi punto de vista, es hermosa. —¿Te digo algo más hermoso que la alquimia? —le preguntó, de pronto muy cerca de su oído. —¿Qué?

Claro, el público de alquimistas no disfrutaba tanto como ellos…

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April se volteó un poco para encararlo y sólo pudo hacer lo que tanto amaba. Besarlo como si no hubiese un mañana…

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—Tú…

Capítulo 19

—Fue fácil, ¿no? —dijo, sentada en su gran silla. El lugar estaba oscuro, sin embargo, la luz de la luna menguante iluminaba un poco la estancia. La mujer cruzó sus piernas y sonrió maliciosamente. Observó al apuesto hombre de ojos azules, que estaba a unos centímetros de ella y movió su cabellera. Él era todo un encanto. —Realmente sencillo… La chica es, ¿cómo lo explico? —Pensó algunos segundos antes de responder—. Muy inocente. —¿Inocente? —Ella dio un suspiro burlón —No parecía serlo cuando la vi… —Las apariencias engañan, ¿recuerdas, querida?

—¿Crees que interferirán en nuestros planes? Después de todo, están realmente cerca… —dijo, mientras pasaba una mano atrevidamente por su pierna descubierta… Vaya, pensó, la falda le luce muy bien. —No, no lo harán. Recuerda que ellos se encargarán de matarlos. Después de todo, son jóvenes… Unos jóvenes muy curiosos para mi gusto y, ahora que nos encontramos a tan sólo días de conseguir lo que queremos, no lo permitiré. —Mmm… —pasó su nariz por su cuello, delicadamente. Ella se retorció contra él—. Tienes toda la razón, pronto estarán muertos, así que… Es pan comido. —Pues claro, a menos de que esos estúpidos no sepan hacer su trabajo, estamos perfectamente seguros. —le dio un pequeño beso en los labios—. Además, si ellos no lo logran, nosotros nos encargamos de ensuciarnos las manos. —Me parece… No son los primeros y, no serán los últimos. —Exacto… ¿Sabes algo?

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Él asintió y caminó unos segundos, pensativo. De un momento a otro, se volteó y la miró con ojos escrutadores. Le sonrió pícaramente y guiñó su ojo, para después acercarse, alzarla y sentarse en la silla… Ella en su regazo.

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—Si eso dices…

—¿Qué? —preguntó él, mientras besaba su cuello. —Amo que te pongas con esa actitud de… malote. Él le sonrió. —Es que lo soy, amor. Y tú, eres igual que yo. Sin más que decir, la besó ávidamente, llevándola a ver ángeles en el cielo. Sus manos estaban por todos lados y ella, encantada, se dejaba llevar. No se preocuparon por nada, pues estaban seguros de que todo saldría bien. Absolutamente todo. Mientras tanto, a kilómetros de allí… —¿Dónde rayos se han metido? —preguntó Darwin, enfadado. Llevaban casi todo el día buscando a ese grupo de muchachos alquimistas y nada que aparecían. Al principio, había parecido muy fácil. Los perseguían, estallaban sus llantas y listo. Estarían en sus manos, pero no. Tenían que meterse por medio desierto y ponerse a buscar…

Aunque tal vez le ayudaría a bajar un poco de peso… —Cállate, puede que funcione. —esperó unos segundos, como si fuesen a aparecer por arte de magia, pero nada. Dio un suspiro agotado. —Tengo sueño, ¿sabes? Cuando tienes hijos de 7 y 9 años, nos acostamos normalmente a las 9:00 pm. No a las 11:00 de la noche, como ciertas personas solteronas de por acá… —hizo un ademán con su cabeza hacia él. —Ya lo sé, sin embargo, estamos cerca. Ya encontramos el carro de la Academia, no deben andar muy lejos. —Eso significa que hoy no voy a dormir, ¿verdad? —preguntó Charles, triste. —Exacto, pero… ¡Hey! Finalmente llegaremos al objetivo final. —le guiñó un ojo—.Todo irá bien, ¿sí? No te preocupes. Estoy seguro de que llegaremos…

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—Darwin… ¿Sabes que aunque te preguntes eso mil veces, no aparecerán, verdad?—le preguntó Charles. El profesor se encontraba cansado hasta la médula. No sabía que perseguir a unos chiquillos sería tan difícil, además, había venido con el propósito de zafarse del trabajo, no de sudar como cerdo.

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A veces la vida era tan complicada.

—¿Y qué pasa si no lo hacemos? —Eres un pesimista, Charles… Sólo hay que seguir caminando, deben de estar por allí. Además, sus dos llantas están estalladas, les costará encontrar ayuda. Él rodó los ojos. —Lo que sea. Y sin más que decir, se fueron caminando con el cielo estrellado encima de ellos. Estaban seguros de que llegarían hasta ellos, en algún lugar debían de estar. De por sí, era por su bien. Estarían mejor así. Él lo sabía… Si tan sólo supiesen qué tan cerca estaban. A la mañana siguiente…

—Ap, princesa. Vamos…. —Dios… Esa voz le gustaba. Era sexy, pero dulce. Casi podía derretirse, sin embargo, derretirse no la haría despertar, ¿o sí? —Si no te levantas, empezare a meterte mano. —Ahora se escuchaba pícara. Que hermosos eran sus sueños… —Tú lo pediste… —De pronto, sintió algo demasiado real acariciando su pierna. Como si se hubiese despertado una alarma en su interior, abrió los ojos como platos. —¿Pero qué…? —April se sintió rodeada por dos brazos torneados. Volteándose rápidamente, buscó ¿qué era lo que pasaba? Mas, paró de hacerlo cuando recordó que estaba durmiendo con Caleb. Se recostó de nuevo en su brazo y suspiró. —Vaya susto me has pegado… —le reprochó ella. Él apretó su abrazo mientras sonreía.

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—Ap, despierta —susurró una voz. Frunció el ceño. ¿Qué hacía escuchando cosas en sus lindos sueños? Nadie debería de molestarla, después de todo, eran sus pequeñas fantasías. Debían de ser como ella quisiera.

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Labios… Algo caliente… ¿o eran besos? ¡No, lengüetazos! Esperen… Parecía una combinación. April sonrió en sueños. Qué real se sentía todo; Caleb besándole el cuello y el rostro, mientras ella dormía en sus brazos. Ojalá fuera real. Juraría que hasta podía sentir su respiración.

—Pues, como no despertabas, no me quedaba de otra. —Vale, pero estaba durmiendo tan bien. —Claro, soñabas conmigo, ¿a que sí, linda? —Claro que no… —aunque su sonrojo la delató. Él sonrió con satisfacción. —Lo sabía —April rodó sus ojos y se giró para verle el rostro. Él le dio una media sonrisa y no pudo evitar sorprenderse de ver que hasta después de dormir era de lo más guapo. Su cabello estaba un poco despeinado y le había crecido un poco de barba, pero eso lo hacía verse todavía mejor. Además, su sonrisa seguía igual que siempre, blanca como las nubes. Los hombres eran suertudos, pues las mujeres siempre que se levantan parecen espantapájaros… Y sólo con ese pensamiento, April se alarmó por completo. —¡Oh, por Dios! ¡No me veas! ¡Debo de verme fatal! —le reprendió mientras escondía su cara en su pecho. Caleb se rió.

—April… —Caleb la vio confundido—, primero que todo, el “Coco” no existe y segundo, te ves hermosa. Ella rodó sus ojos. —Por favor, lo dices sólo porque soy tu novia. Además, el Coco sí existe. —No lo hace… —Claro que sí, yo lo he visto. Y ahora, deja de discutir conmigo a estas horas de la mañana… Él sonrió tiernamente y la separó de su brazo para verle la cara de una buena vez. April empezó a forcejar, pero finalmente logró despegarla y verle a los ojos. —Hermosa, ¿ves? —No pudo evitar sonrojarse—, y ahora señorita complejos, levántate, que los chicos han conseguido a alguien que nos ayudará. En este momento deben de estar colocando las llantas. —¿En serio? ¡Qué bien! ¡Me alisto en segundos! —Rápidamente, se levantó de un salto y empezó a caminar de un lugar a otro. Ahora que lo

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—¡De mi rostro! ¿Acaso no sabes que cuando una mujer se levanta en las mañanas es peor que el coco en persona?

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—Ap, ¿de qué hablas?

pensaba, ¿con qué se alistaría, si la ropa que habían traído la estaban usando de almohadas? —¿Acabas de darte cuenta de que no puedes cambiarte, no es así, payasa? —dijo una voz demasiado afeminada. Gabe. April lo buscó con la mirada por todos lados, hasta que lo vio, sentado en un tronco de la noche anterior. Él alzó una ceja, divertido. —¿Qué pasa, pichoncito? ¿Es que no te has visto en un espejo? Tu pelo está todo alborotado y el maquillaje hasta se te corrió. —Claro que… —De pronto, cayó en la cuenta de que Caleb seguramente había mentido. Debía de verse fatal — ¡Ya vuelvo! Y sin decir más, se fue corriendo entre las ramas del bosque. Caleb lo vio con el ceño fruncido. —¿Qué? —preguntó Gabe, inocentemente. —¿Era necesario decirle eso?

—Bah, eso lo dices tú, que estas hasta las cachas por ella, pero yo que soy consciente y tengo ojos, veo que se ve fatal. A cualquiera le pasa. — Caleb rodó los ojos. —No se veía “fatal” y si quieres saber qué es verse así, mírate en un espejo, porque la madrugada te viene mal —le guiñó un ojo, juguetonamente. —Ja-ja. Sé que sólo lo haces por molestar… —Aunque no pudo evitar tocarse el rostro, en busca de alguna imperfección en su cara. Caleb se carcajeó por el gesto y Gabe le sacó la lengua. —Eres un hijo de… —¡Ya volví! —gritó April, mientras se acercaba corriendo felizmente. —…La chingada —terminó Gabe torpemente debido a su llegada. Sabía que si decía alguna palabrota lo regañaría en todo el camino y no quería eso. —¿Chingada? ¿Qué es eso? —Los vio confundida— ¿De qué hablaban?

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—Gabe… —le advirtió él—, Ap se veía preciosa tal y como estaba. Déjala en paz.

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—¡Pues claro, era la verdad!

—Oh, Gabe sólo me decía cómo yo era un… —¡Palabras mexicanas! ¡Le estaba enseñando palabras mexicanas a Caleb! —Oh… claro. —dijo ella, confundida—. En fin, ¿nos vamos yendo ya? Los dos asintieron, obedientemente. Caleb recogió las últimas cosas que aún quedaban del campamento improvisado y tomó a April de la mano. Gabe por su parte, se les adelantó y comenzó a caminar con sus pantalones rosas como si fuera una pasarela. En algún momento de todo el recorrido, él se volteó, los vio a ambos con desdén y les sacó la lengua en un arrebato infantil. La pareja le hizo un gesto un poco inapropiado para su gusto.

—¡Woa! ¿Todo eso pasó mientras yo dormía? —Ajam… Aunque yo también estaba dormido, no te preocupes. Pero… ¿Te han dicho que tienes el sueño pesado? —Um… —April pensó unos segundos antes de responder. Realmente, su madre decía que roncaba, pero no le preguntaría eso a él—. Mi mamá dice algo como eso… —Pues tiene razón, por lo menos no roncas. —ella le vio fascinada, pensando que había adivinado lo que pensaba, mas al ver su cara divertida supo que le había leído los pensamientos. —¡Caleb! —le pegó fuertemente en el brazo—. ¿Cuántas veces te he dicho que no leas mis pensamientos?

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—Sí, en efecto —afirmó Caleb—. Lo que pasa es que, a las 5:00 de la mañana Joseph no podía dormir porque decía que le faltaba “el calor de su propia cama” y Jeremy, como gemelo leal dijo prácticamente lo mismo. Raúl se despertó porque los oyó a ellos dos hablando y les pidió educadamente que se callaran y a educadamente me refiero a “Cierren la maldita boca de una buena vez”. Yo, por mi parte, me desperté cuando oí el gran insulto y pedí saber qué pasaba, me lo contaron y como a los 5 minutos decidieron buscar ayuda. Me volví a dormir y casi que a las 7:00 llegaron, diciendo que habían conseguido a alguien.

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—¿Los demás ya están allá? —preguntó April, curiosa. Suponía que debía de ser así, debido a que no había visto a Raúl o a los gemelos en la mañana.

—Como dos… Además, ¡eso dolió! —le reprochó mientras se frotaba la parte afectada, tratando de alivianar el dolor —. Eres una agresora, Ap. Te demandaré, en serio. Ella se rio fuertemente. —Eres demasiado dramático, cariño. —Claro, ahora me dices cariño, pero hace unos segundos me estabas pegando con todas las ganas del infierno. —¡Esas palabras, Caleb! —¡Ves! Eres medio bipolar, Ap… —él le dio una mirada divertida—. Ahorita me vuelves a pegar y después me das un beso de recompensa. —¡Mira quién habla! El bipolar aquí, eres tú. —Bah, los dos somos así y punto. —Ella le hizo un pequeño puchero y él la besó, haciendo que sonriera. —Te dije que eres una bipolar. —April se rió.

Raúl estaba colocado al lado del carro, colocando una llanta ya inflada y Jeremy se encontraba ayudándolo. Joseph, por su parte, estaba agradeciéndole a una pareja de viejitos que le sonreían abiertamente. April pronto notó que había otro carro parqueado al lado del de ellos y supuso que era el de la pareja. Los tres vieron cómo Joseph se despedía de los señores y cómo ellos se iban con algo en las manos. Cuando llegaron hasta ellos, el gemelo les sonrió. —¡Ya tenemos todo listo! —gritó, entusiasmado. Su cara se había tornado en una bola de felicidad. —Vaya, alguien amaneció optimista. —le dijo April, sonriente. Él la observó y le plantó un beso en la mejilla. —¿Crees que el optimismo servirá para que me des un beso?

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Y así, siguieron caminando por el bosque hasta lograr salir a la carretera. De ahí, dieron la vuelta y se encaminaron por el desierto que habían pasado hace tan sólo un día. Comenzaron a caminar con el calor aumentando y sin siquiera un poco de agua que tomar, aunque finalmente, con un poco de paciencia, llegaron al carro con los demás.

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—Cállate.

—No lo creo, amiguito. —él suspiró triste y ella le dio una palmada en la espalda, reconfortándolo. Caleb rodó los ojos. —¿Están listos por allá? —les preguntó a Raúl y Jeremy. —¡Sí, todo listo! —le respondieron al unísono. —Bueno, entonces vamos —intervino Gabe, pasando a todos por alto. Fue el primero en subirse al auto y acomodarse al lado de la ventana. —Buchón ese. Cogió el mejor lugar —se quejó Jeremy, frunciendo el ceño. —¿De qué te quejas? Mientras no vayas en el centro, no te irá tan mal —Caleb le guiñó un ojo—, además, el centro tiene mejor vista. —Lo que sea —le respondió él, mientras se metía detrás de Gabe al coche.

April y Caleb observaron divertidos cómo Joseph se iba dando saltos por todo el recorrido. Riendo, se dirigieron hasta el carro y, como todos los demás, entraron en él. —¿Listos, chicos? —les preguntó, Caleb. —¡Sí, capitán estamos listos! —le respondió Jeremy, divertido. Caleb rodó los ojos. —Si piensas que voy a seguir el diálogo de la canción de Bob Esponja, no lo haré. Jeremy le lanzó una mirada acusatoria. —Te odio. —Y yo a ti, chiquitín. —Todos en el auto rieron y Caleb se encargó de encender el carro y comenzar de nuevo por la carretera. Claramente, tardarían en salir de ese mini desierto, pero de que lo harían, lo harían.

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—Dios, todos aquí son tan dramáticos…. —Joseph se quedó analizando la situación unos segundos. —¡Esperen! ¡Esos idiotas no se dieron cuenta de que me acaban de dar la oportunidad de ir en la ventana! ¡Ja! ¡Estúpidos!

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Raúl los observó a todos, como no sabiendo qué hacer, así que se encogió de hombros, flexionó sus brazos y se adentró al auto como todos los demás.

Pasaron unos minutos en silencio total, hasta que Jeremy rompió con todo y empezó a cantar como borracho la canción principal de “Bob Esponja”. Todos gimieron con horror. —¡Vive en una piña debajo del mar! ¡Bob esponja! Caleb le lanzó una mirada a April y ella sonrió, divertida. Él tomó su mano y besó sus nudillos, manejando y manteniendo sus dedos entrelazados. —Dios, realmente dan asco —se quejó Gabe, moviéndose incómodo en su asiento. —Own… ¿Quién está celoso? —le molestó Joseph, mientras le daba un pequeño golpe en el hombro. Él hizo una mueca. —Malditas almas alquimistas… —murmuró, enojado. —¿Almas alquimistas? —preguntó April, mientras se volteaba a curiosear.

Ella abrió los ojos como platos y se sonrojó. ¿Cómo sabían eso? Caleb sonrió ante su inocencia y le acarició la mano. Tal vez se le había olvidado contarle ese pequeño detalle… —¿No la conoces? ¿La lógica de ello? —intervino Raúl, ignorando los alaridos que daba Jeremy mientras cantaba. Ella negó con la cabeza. —Mi madre no era alquimista, sólo sabía lo básico —se encogió de hombros—. Es por eso que no sé muchas cosas que se consideran “básicas”, así que… ¿Podrían explicarme? —Claro, mira… Se supone que… —empezó Caleb. —¡Espera! ¡Yo le cuento! ¡Soy mucho mejor que tú en eso! —le advirtió Raúl. —Pero… —¡Nada, nada! Ya lo hago yo…

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—¡El mejor amigo que podrías desear!

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—Sí, ya sabes. La razón por la que ustedes se enamoraron en menos de un segundo…

—Lo que sea… —dijo, rodando los ojos. April le sonrió tiernamente. —¡Booob esponja! ¡Booob esponja! ¡Booob esponja! —Mira, April… Ya sabes que los alquimistas no somos normales. Nuestras habilidades, inteligencia y demás, son superiores a la de un simple humano, pero no sólo nuestra mente es diferente… Sino también nuestro corazón y alma. En otras palabras, nuestra forma de amar. —la atravesó con sus ojos, para ver si ella le seguía. Casi hipnotizada, asintió. —A la hora de amar a alguien, no somos cuerdos. Al primer tacto con el alquimista deseado, quedarás enamorado para toda la vida, al igual que el otro involucrado… —abrió la boca para preguntar algo, pero Raúl la cortó—. Y antes de que lo preguntes. No, el chico no se enamora contra su voluntad, todo lo contrario, al enamorarse lo hacen el uno al otro, mutuamente, en el mismo momento en que se vieron y/o tocaron. —Pero, no entiendo… —replicó ella—. En nuestra mayoría somos mujeres… ¿Cómo hacen ellas para encontrar pareja? Y, ¿ellos también?

—Veras April, el amor en nuestro caso va conforme nuestros niveles. El primer nivel, es el de ustedes, los que casi no se encuentran. Normalmente, se enamoran de alquimistas —si es que encuentran—. Los de segundo y tercer nivel, como nosotros, tenemos varios casos. —¿Como cuáles? —¡La pizza de Don Cangrejo es la mejor pizza para ti y para MÍ! —Dios santo. Hagan que se calle… —dijo Raúl, en tono lastimero. —Digamos… Si un chico alquimista se enamora de una muggle y ella es la elegida, por ende, se enamorarán el uno del otro. En cambio, si un chico alquimista se enamora de otra alquimista de nivel 2 ó 3, podrían quererse, mas no amarse para siempre, como lo harían con el de su mismo nivel… —April escuchaba absorbida. —Sin embargo, en el caso de una chica —prosiguió—, sería muy diferente. ¿Por qué? Si ella se enamora de un muchacho normal, no necesariamente el chico tiene que ser el “elegido”, puede que él se enamore, pero no tanto como ella…

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Raúl le pegó un puñetazo, sin embargo, no se inmutó.

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—¡Déjame y contesto yo, porque tú haces que me quiera dormir! —le dijo Gabe.

—Pero, ¿cómo saben quién es él o la elegida? —Les preguntó ella. —Tuku tuku tuku PIZZA tuku tuku wichu wichu PIZZA. —Amm… —Gabe dudó antes de decirlo— Te explicaré con un ejemplo, ¿vale? April asintió. —Caleb y tú están locamente enamorados el uno del otro, ¿no? —Ella se sonrojó mientras que Caleb reía y asentía—. Tranquila, April, no contestes, se te nota en la cara… En fin, ese amor que se tienen el uno al otro no se va a ir, nunca. Pasarán enamorados el uno del otro durante el resto de sus patéticas vidas y, hasta después de sus muertes. Ustedes tuvieron la suerte de encontrar a lo que llaman “almas gemelas”

—Ustedes, pequeños tórtolos, se aman de esa manera tan alocada por eso. Cuando pelean, se reconcilian en segundos. Si se pierden, se buscan como desaforados. Y todo eso no es por esas chaladas del amor a primera vista, no. Más bien, amor a nueva vida. Las almas se reencuentran y se vuelven a querer con locura. Sin embargo, esto sólo les pasa a los alquimistas, no a los humanos. He ahí la razón por la que lo llaman “almas alquimistas”. —Y… ¿los chicos y las chicas que no son alquimistas, pero son los “elegidos”? —¡Soy un cacahuate! ¡Tú eres cacahuate! —Ellos fueron alquimistas en otras vidas, Ap —intervino Joseph, que hasta ahora no había hablado. —Oh… —ella trató de analizar todo—. ¿Y se supone que yo debería darme cuenta de quién es mi elegido? —¡No! Eso lo notan los demás, ustedes no lo pueden saber… Sólo los que logran ver el aura de la pareja. Normalmente, la tienen

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Ella jadeó sorprendida.

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“Y, créeme, no es algo sencillo. Estas almas no se crean a partir de una sola vida, en realidad, empezaron hace mucho tiempo, en otras totalmente diferentes. No hagas esa cara, April. Sí, Caleb y tú han estado juntos vidas pasadas. Se han enamorado, casado, vivido y hasta tenido hijos, luego mueren y al renacer sus almas se amaron tanto que se vuelven a encontrar.

prácticamente idéntica. —Gabe asintió, dando a entender que Joseph tenía razón. April se volteó a ver a Caleb, conmovida. —¿Eso significa que estabas enamorado de mí desde la primera vez que me viste? —Desde que derramé la primera gota de café —le dijo, guiñándole un ojo. Ella sonrió tiernamente y lo alcanzó para darle un dulce beso. Él le tomó la cara entre las manos, acariciándola en medio beso. Gabe hizo una mueca de dolor y gimió del asco. Joseph hizo un típico “awwwn”, mientras que… —¡Omopelesipelepapalaljamalapepelesipelebob! ¡Soy un cacahuate! — terminó Jeremy, con un gran desafine. Rápidamente la pareja se separó y lo analizaron con confusión. Aunque Caleb tuvo que concentrarse de nuevo en la carretera. —¡Cállate de una puta vez, Jeremy! —le gritó Raúl, desesperado.

—Dios, la de burro no… —pidió Caleb. —Todo menos la de burro… —le siguió Gabe. —¿Qué tiene la canción de burro? —preguntó April, divertida. —Ahora lo verás, Ap… —le dijo Raúl, agarrándose la cabeza y frotando sus sienes. —Uno, dos, tres… —gritó Jeremy, entusiasmado. —¡Trote relincho, trote, relincho! ¡Trote, trote, trote relincho! ¡AU! ¡Somos sexys! Todos en el carro gimieron con desgracia, a excepción de April que empezó a reírse como loca. Lo irónico era que… Dios, ellos no tenían idea de lo cierto que acababan de decir. Y con más canciones de películas, siguieron conduciendo por la carretera, muchos rogando porque pronto esos dos se durmieran o tan sólo se quedaran sin voz…

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—¿Por qué no? ¡Cantemos la de Burro!

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—¡Jamás! Joseph, apóyame hermano. Canta conmigo —Jeremy observó a su gemelo con suplica. Él se encogió de hombros.

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Capítulo 20

When you think the night has seen your mind… That inside, you’re twisted and unkind. Let me stand to show that you’re blind Please put down your hands ‘cause I see you… I’ll be your mirror. --Lou Reed.

—¡Te dije que debíamos de llevarnos el carro…! —reprendió Charles a Darwin. Habían vuelto al lugar donde se había encontrado el carro de los demás y ahora ya no estaba. Justo lo que necesitaban.

—Claro, porque tu gran panza la cargará, ¿no es así? —Charles le vio ofendido. ¿Por qué tenía que sacar a flote el tema de su gran estómago? Sabía lo mucho que le molestaba haber engordado después de su casamiento. No era su culpa que él mantuviera una figura de muchachito. Él vio su dolor y pronto se arrepintió. —Hombre, sabes que era jugando. No te pongas así. —Claro, para ti es fácil decirlo cuando tienes el mismo cuerpo que cuando teníamos 18. —Eso es sólo porque voy al gimnasio la mayoría de los días… —Se encogió de hombros—. Además, no me extrañaría que si yo me casara, engordaría en cuestión de semanas. Charles sonrió. Vaya que tenía razón. —Estarías más gordo que yo… Darwin se rió.

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—Pudimos haberlo cargado… —Darwin le envío una mirada burlona.

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—¿Y cómo querías que nos lo lleváramos? ¡Las dos llantas estaban desinfladas, imbécil!

—Mucho más gordo que tú, tampoco es que estés como una ballena. Y, bueno… —le dirigió una mirada escrutadora—, si quieres bajar un poco de peso… Ven conmigo al gimnasio y listo. —No puedo… Alison no me dejaría. —No tienes que ir después del trabajo. Yo voy a la hora del almuerzo. Charles le dirigió una mirada incrédula. ¿No almorzar? ¿Acaso estaba loco? ¡A él le daba hambre y mucha! Esa era su hora favorita. —Am… —Vale, vale. Podemos ir a otra hora… —Le dio una mirada agradecida. —Gracias, Darwin… Darwin le dedicó una sonrisa y palmeó su hombro. —Bien, ahora… Dejemos la charla emotiva y sigamos con nuestro trabajo. —Se giró para ver hacia el cielo—. Deben de ser como las 10:00 de la mañana, no están muy lejos.

—Cierto… —Charles le sonrió—, entonces ¿qué hacemos aquí parados? Ve por el auto y vayamos a nuestro destino. —Esa es la actitud —le dijo mientras se dirigía a por el coche. Su compañero lo vio irse y suspiró. ¿Qué haría sin sus amigos hoy en día? 1 hora después, a miles de kilómetros de allí. —¡Tengo hambre! —se quejó Jeremy. Ya llevaban más de 4 horas en el carro desde que habían salido de aquel sitio y aún no habían comido nada. Caleb llevaba conduciendo sin descanso y podrían morir en cualquier segundo si de ellos dependiera. —¡Ya somos dos! —le apoyó Joseph—. ¡Moriré si no me dan de comer! —Pues ya somos tres, entonces… —les reclamó Gabe— ¿Acaso no saben que el desayuno es la comida más importante del día? Es lo que nos da nutrientes para seguir y ustedes nos están torturando sin nada que darnos.

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—No estamos seguros —observó la carretera de arena—, además, mira el suelo. Hay rastros de rueda en él, se fueron hace poco.

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—Pero, seguramente salieron hace mucho…

Caleb rodó los ojos. Él también tenía hambre, pero según lo que pensaba —y casi predecía—, seguían siendo perseguidos. Tal vez no estaban cerca, sin embargo, si aminoraban el paso podrían alcanzarlos… Aunque al parecer, su estómago no quería cooperar. Ya varios gruñidos se habían escapado de él, como los de los otros. Observó de reojo a April, quien estaba ligeramente acostada en su asiento, viendo hacia la ventana. Sus ojos se mantenían fijos en el paisaje, como si pudiera ver más que unos simples pinos y arbustos de por allí. Él suspiró. Todos estaban agotados y un buen desayuno no les haría mal… Además, el carro se estaba quedando sin gasolina. —Está bien, gente. ¿Qué les parece esto? Busquemos un lugar para echar gasolina, seguramente habrá un restaurant o algo y desayunamos allí, ¿qué tal?

Raúl se encontraba profundamente dormido y podría decirse que se parecía a un ángel cuando dormitaba. Todo lo contrario a lo que él era. Su cabeza estaba casi cayendo en el hombro de Joseph —aunque él aún no se había dado cuenta— y sus brazos estaban colocados en sus regazos. Síp, sin duda parecía un chico bueno. Un celular comenzó a sonar, sacando a Caleb de sus pensamientos. Todos comenzaron a ver cuál celular era el que sonaba, aunque claro, era el de April. Rápidamente, ella tomó el teléfono y contestó. —Hola mamá… —dijo, sabiendo perfectamente que era el tono de su madre. —¡April! ¡Linda, hola! ¿Dónde has estado, señorita? He estado llamando a tu apartamento desde ayer y nada que contestas. ¿Cómo te ha ido con la Academia? ¿Ya hiciste nuevos amigos? ¿Tal vez un chico guapo por allí…? O quién sabe…

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Caleb se volteó a ver el asiento de atrás, debido a que no había escuchado a Raúl decir nada por prácticamente una hora. Cuando lo vio, casi quiso carcajearse.

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Se oyó un coro de “Sí” y “¡Al fin!” por la mayoría del carro. April le sonrió. Finalmente comerían, ella estaba igual que los demás, tenía muchísima hambre.

—¡Mamá! Sí, perdona es que… —¿Cuántas veces te he dicho que no me interrumpas, Aprilynne? Dios, parece que no te he educado, ¿eh? —Perdona mamá… —April rodó los ojos. ¿Por qué tenía que llamarla justo en ese momento? —Bueno, ¿no vas a responder? —Todos en el carro rieron, divertidos por la actitud de Madeleine. Claro, ella no se rió. —Sí, mami… Lo que pasa es que estoy en una misión de la Academia, ¿vale? Por eso no estoy en el apartamento. Además, el celular pronto se me quedará sin batería… No te asustes, mamá, estoy bien. —Awn… Yo quiero una mamá así… —se quejó Jeremy. —Tenemos una mamá así, tonto… —le dijo Joseph, mientras lo golpeaba en la cabeza. —Cierto…

Todos empezaron a decir “Hola, señora” y “¿Cómo se encuentra en esta hermosa mañana?” April rodó sus ojos. —¿Ellos? ¿Hombres? —Pensó unos segundos— ¡Oh! ¿Ahí está tu novio? O bueno, casi novio. No lo recuerdo… ¿Cómo se llamaba? Cal… Ca… ¡Carlos! No, espera… ¡Caleb! Ese era… Sabía que tenía nombre sexy. —¡Mamá! —Caleb no aguantó y se rió por todo lo alto, al igual que los demás. —¿Ese fue? ¿El que se está riendo? ¡Oh, April, déjame hablar con él! —¿Estás loca? No, no. Luego te lo presentaré, en otra ocasión… ¡No por celular! —Hizo una pausa para fijarse en la ventana. Parecía que en minutos llegarían a la gasolinera—. Mamá, ya me tengo que ir, ¿está bien? Su madre suspiró. —Bueno, amor. Cuídate, besos linda… ¡Y que no se atrevan a meterte mano esos muchachitos!

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—Oh… Ellos son mis compañeros en la misión…

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—¿Qué son esas voces que se escuchan a tu alrededor, April? —le preguntó su madre, suspicaz.

April rió. —No te preocupes, ma. Ellos saben que no deben hacerlo o se llevarán un golpe—los demás gritaron “sí” y “¡es verdad!” —Cuídate, te amo. —¡Awn! —gritó Gabe. —Yo también, cariño. Adiós… —Y colgó. April se volteó hacia atrás y observó a todos con furia… Aunque su enfado se disipó al ver que Raúl se encontraba realmente dormido. —¿Cómo es que no se ha despertado con todo este ruido? —preguntó ella, volviéndose de nuevo hacia delante. —Tiene un sueño pesado, más pesado que el tuyo, Ap. Créeme —le respondió Caleb. Luego le dio una mirada pícara— ¿Y cómo es eso que me presentarás luego con tu madre?

—Oh, perdón. Yo… —Caleb se llevó su mano a sus labios. —Conoceré a tu madre encantado, Ap. Sólo bromeaba… Ella respiró con alivio. —Me asustaste… —Ese era el punto, ¿a que sí, C? —intervino Joseph, divertido. —Pues claro que ese era el punto. Mírala, está toda roja —bromeó Jeremy. Caleb volteó a verlos, divertido. —Hace mucho que no me llamaban C… —¡Eso es cierto! Es culpa de Ap, como sólo te dice “Caleb” o “guapo” se nos olvida… —Jeremy sonrió—. Y al parecer logré que Ap se pusiera más roja. Ella ocultó su rostro. —No es verdad…

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—¡Dios, April! ¡Para, para! Estas hablando rapidísimo, me vas a causar jaqueca… —Gabe se frotó las sienes, como si lo estuviese dañando.

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—Um… yo… —empezó a sonrojarse—, no es como si tuviera que presentarte. Si no quieres conocerla está bien, en serio. Fue algo que se me salió, ya sabes… Cosas que le dices a tu madre porque no sabes qué decir y además, no tienes que hacerlo. No como que tuvieras que… No, no. No es necesario, fue que se me salió, en serio, yo…

—Sí que lo es —le dijo Gabe. —Cállense… Caleb dobló en una esquina en la carretera y finalmente llegaron a la gasolinera que tanto buscaban. Como él había pensado, había un restaurant casi al lado, junto con una tienda. El coche entero suspiró aliviado. —¡Finalmente comeremos! —gritaron los gemelos al unísono. —Que alguien despierte a Raúl, por favor… —pidió Caleb mientras aparcaba en un lugar en el asfalto. —Hey, Raúl… —Joseph le tocó el hombro suavemente— Despierta… —Así no… —le dijo Caleb. —Así. Y le pegó fuertemente en el brazo… Demasiado fuerte. Inmediatamente, Raúl abrió los ojos y frunció el ceño. —¿Ya llegamos? —preguntó, adormilado. —No, vamos a desayunar, bello durmiente.

—Síp… —Bueno... De por sí tengo hambre… —se quedó viendo su brazo unos segundos— ¿Me pegaste? —¡Claro que te pegó! ¿No te duele? —le preguntó Gabe, asustado. Le había dado durísimo. —Meh, no tanto… —Es la única forma de despertarlo. Lo aprendí hace años. —dijo, mientras se apeaba del carro. En segundos, ya estaba abriéndole la puerta a April. —Todo un encanto, ¿eh? —le dijo ella, juguetona. Ambos se dirigieron al restaurant. —¡Claro, espérenos! —se quejó Joseph. En cuestión de un minuto ya todos estaban yendo detrás de la pareja. Al entrar, casi ni se fijaron en la apariencia del lugar, aunque claro, estaba un poco deteriorado. Las paredes eran de un color gris gastado y sus baldosas se encontraban

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—¿A las 11:45 de la mañana?

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Se fijó en la hora.

totalmente encubiertas de moho. Las ventanas eran escasas y si acaso entraba la luz por ellas. Las mesas estaban sucias, sin arreglar y el mini bar que tenían para atender estaba en un estado fatal, sin embargo, poco les importó al grupo de alquimistas, quienes inmediatamente se sentaron esperando los menús. Según dice el dicho… “Cuando no hay lomo, de todo como” —¡Mesera! —gritó Gabe. April lo vio con el ceño fruncido. —No grites, Gabe. Sé un poco educado… —Él rodó los ojos. —Sí, mamá. Todos rieron, hasta April… Segundos después, una señorita joven, de unos 25 años, con cabello rosado y ojos verdes se acercó sonriente.

—Preciosa, me comeré todo lo que me des… —le dijo, dándole una revisada de arriba hacia abajo—, eso sí, nada con pimienta… Le hace mal a mi estómago. Joseph frunció el ceño. —Y vaya mal… La mesera hizo una mueca, sin embargo, le sonrió coquetamente a Jeremy. Él era guapo, no era de extrañar. Caleb meneó la cabeza divertido y sonrió. —Yo quiero una especialidad del día, Ángela. Y… —revisó el menú unos segundos—, ¿qué tal un jugo de naranja? Creo que sería perfecto. Ella le sonrió. —¡Enseguida! Bueno… si nadie más quiere la especialidad, les daré su tiempo para revisar el menú. ¡Sólo llámenme!

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La mesa entera observó a Ángela con diversión. La chica tenía un gran entusiasmo para trabajar en un lugar tan maltrecho como ese, y ese pelo que se traía tan extravagante sólo la hacía más interesante. Jeremy le guiñó un ojo.

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—¡Muy buenos días! ¡Me llamo Ángela y seré su mesera esta hermosa mañana! —Dijo, mientras repartía a cada uno los menús—. ¡Nuestros desayunos son deliciosos! Además, hoy tenemos como especialidad del día unos huevos rancheros con salchicha y tocino, acompañados de un tazón rico de avena y un buen Beagle.

—¡Oh, seguro lo haré! Pero… ¿Qué tal si me das tu número primero? — Jeremy le dio una mirada pícara y ella rodó los ojos, acostumbrada. Ser mesera tenía raras ventajas y muchas desventajas. Sin ponerle ni un ápice más de atención, se volteó y meneó sus caderas al ritmo de sus tacones. Él la miro todo su camino hacia la cocina, embobado. —Un ángel… Simplemente un ángel. —A ver, angelito. Mira el menú, pide algo de comer y luego coqueteas, ¿sí? —le dijo April, sonriente. Él asintió fervientemente. —Dios, Jeremy, no te enamores ahora… Ya me basta con esos dos, tú serías la gota que colme el vaso —rogó Raúl, quien no había hablado desde que salió del carro. Aún se encontraba medio dormido. —A veces, eres tan amargado… —le respondió, haciendo un puchero. Él le dio una mirada penetrante. —Te lo advierto…

Casi llora. ¿Por qué no se podían quedar queditos? —Está bien, ya. Chicos, fíjense en la comida para pedir algo pronto. Según dice el menú, dejan de servir los desayunos a las 12:00 y ya son las 11:55, así que… ¡Apúrense! —les reprochó April. Los 4 chicos aceptaron a regañadientes, mientras que Caleb aprovechaba y pasaba un brazo por su cintura. Se acercó un poco. —Pareces su madre —le dijo, divertido. —Pues al parecer voy a tener que tomar ese papel, ya que no paran de hacer locuras. Después de todo, no hables mucho, que hace poco te tenían de los pelos. Se encogió de hombros. —Eso pasa casi que todo el tiempo. Muchísimas horas después…

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—Eso no va a pasar —intervino Gabe—, si Joseph es un coqueto empedernido tú le ganas como… al triple. Despídete de la paz, Raúl.

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—Vale, vale. Dejaré de coquetear…

La noche era espesa, las estrellas no se asomaban y el viento soplaba con seguridad y ritmo, a una melodía que sólo su alrededor comprendía. Los carros ya habían parado de transitar y sólo unos pocos se encontraban aún en la carretera. Los animales nocturnos salieron hace rato y cuidaban la noche con sus grandes ojos, revisando todo en el entorno, haciendo sonidos preciosos que advertían que ellos estaban ahí. Cuidando de sus compañeros… Asegurándose de que todo iba bien. Las casas familiares, ya dormidas se encontraban y las luces casi no se mostraban. Sólo las de la calle, que debían iluminar el rumbo de los forasteros que manejaban a horas tan pesadas en la noche… Forasteros alquimistas, como el coche donde iban todos.

—Eres un exagerado, acabo de conocerla. Eso no significa que me haya enamorado de ella… —Aunque él sabía que podía estar mintiendo. —Claro… —le dijo lentamente. —Caleb, vamos. No te duermas, levanta esos ojos —intervino April, con voz cansada. Sacudió su brazo, tratando de desperezarlo, pero ya él no podía. Había conducido más de 11 horas seguidas, descontando los descansos que habían hecho para cenar y comprar cafés; si seguían así, no tendría fuerzas para el día siguiente. Él abrió los ojos y se fijó en su alrededor, cayendo en la cuenta de que estaba conduciendo. La vio con ternura. —Gracias, pero necesito otro café… —Ella le sonrió. —No, tanta cafeína te matará. ¿No quieres que cambiemos campos, así duermes un poco? Él negó con su cabeza.

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—Sigo odiándote, ¿sabes? —le reprochó Raúl a Jeremy. Después de todo, consiguió el número de la hermosa mesera por sobre las súplicas que le había hecho Raúl.

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Caleb seguía al volante, casi que durmiéndose y April preocupada, lo observaba, cuidando que no cayera en los brazos de Morfeo. Gabe hacía rato que se había dormido y Joseph se le estaba uniendo, aunque Raúl y Jeremy seguían realmente despiertos. Ambos durmieron la mayoría del camino y, aparte, les habían comprado un café de Starbucks, por lo que estaban bastante eléctricos. April estaba casi igual que Caleb, sus ojos cerrándose sin su permiso. Estaba agotada.

—No, no. Puedo aguantar. Raúl y Jeremy escuchaban la conversación desde atrás. Se voltearon a ver, cómplices. —¡Hey, C! Yo puedo conducir, traigo la licencia conmigo y dormí como… 8 horas seguidas, hombre. —Raúl hizo un ademán con sus manos— Aparca en ese lugar y cambiamos espacios. —Sí, sí. Yo puedo acompañarlo. Dormí casi igual que él. —Pero… —Caleb… —April lo vio, cansada—, ya llevamos mucho tiempo despiertos y ha sido un día largo. Hazles caso. Él suspiró. —Está bien. Gracias chicos… —se giró a mirarlos, agradecido. Ellos le sonrieron.

Caleb aparcó en la acera más cercana y rápidamente se bajó, llevándose a April consigo. —Gracias chicos… —Ya, ya. Vayan a dormir. —les reprendió Jeremy mientras se montaba al asiento del copiloto. Ya dentro del carro, ella se acomodó en Caleb, colocando su cabeza en su pecho —la mejor almohada del mundo—, y abrazándolo con cariño; casi suspira de la comodidad en la que pronto se encontró. Caleb la abrazó por igual y se colocó muy feliz en ella, seguro de que dormiría bastante bien si no pasaba nada en toda la noche…. O si los ronquidos de Gabe no lo despertaban, pero confiaba en que April lo haría dormir bien.

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Tal vez no tendrían que sufrir tanto si hubiesen parado en el hotel que tenían como predestinado, sin embargo, arriesgarse a quedarse allí era mucho. Llevaban mucho retraso hacia Virgina y estaban convencidos de que, si no se detenían, llegarían muchísimo antes que Darwin y Charles.

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—De nada.

Raúl y Jeremy dejaron que la pareja tomara un descanso profundo para poder hablar tranquilos, mientras arrancaban el auto; en cuestión de segundos ya estaban como querían. —Jeremy... —¿Sí? —¿Qué piensas de la piedra filosofal? —preguntó Raúl, de pronto muy serio. Jeremy apoyó su cabeza contra la ventana, observando cómo las primeras gotas de lluvia empezaban a caer. —¿De la piedra, eh? —Él asintió—, diría que… Es realmente útil y podría decirse que “ayuda a la humanidad”… —¿Pero?

—Sabes —le susurró Jeremy, cuidadoso—, no creo que exista una sola piedra. —Y, ¿quién sí? —Él rodó los ojos—. Es una idiotez lo que ponen en los libros. ¿Has buscado en google? ¿Wikipedia? ¡Dios, hasta en Harry Potter mencionan a Nicholas Flamel, hombre! La piedra filosofal no es única, hay miles de réplicas en el mundo. —Pero sólo una real, Raúl. Lo sabes. —¿Realmente lo sé? ¿Estás seguro de que sólo es UNA? ¿Estás siquiera seguro de que en realidad es una piedra? ¡Dios, no sabemos si existe! ¿Es que acaso este viaje nos va a llevar a algo o seguiremos como todos los alquimistas del mundo que han fracasado? ¿Acaso no te has puesto a analizar por qué rayos seríamos capaces de encontrar la piedra, nosotros, 6 muchachillos inexpertos? ¿Por qué? —Raúl… —Hablo en serio, amigo —lo vio con cara seria—. Estoy cansado de pensar en cosas así, cuando antes no lo hacía. La verdad, a veces la

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—Es lo mismo que me ha estado rondando por la cabeza… —Se encogió de hombros—. Hablan tanto de ella, de cómo ayudará a las personas y que el que la encuentre será afortunado, sin embargo, el ambicioso pierde en este juego. Quien se obsesiona, según lo que yo pienso, puede perder la cordura… O hasta convertirse en oro.

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—Pero —prosiguió él—, pienso que puede llegar a ser realmente peligrosa para quien no sabe usarla.

alquimia es una mierda. Que reglas para el amor, que reglas para vivir, que reglas para todo. Estoy harto. —Hey… ¡Calma! Respira… —Jeremy hizo ademanes con las manos para respirar—, ¿A qué viene todo esto? ¿Es por Airin, eh? Él le frunció el ceño, enfadado. —No, por mi mascota preferida, ¡claro que es por Airin! ¿Sería fácil para ti dejarla ir, decirle que no la amas cuando sí lo haces y ver su rostro dolido hasta la médula? ¿Estar casi seguro de que ella era mi elegida y haber tenido que dejarla ir? Y vaya que no lo sabía. Tenía en claro que Airin era su elegida, él mismo lo vio cuando Raúl los presentó y recordaba haberlo visto más feliz que nunca… Recordó sentirse afortunado de ser el único que pudiera conocer a su novia, sin embargo, más tarde, estaba como una mierda al darse cuenta de lo sucedido.

Raúl calló, fijándose seriamente en la carretera, como si fuera la cosa más importante del mundo. Jeremy se preocupó por él. Siempre era el sensato del grupo, el que pensaba en todo, quien daba consuelo a cualquiera en cualquier situación… Era casi su psicólogo y por ello, podría jurar que él sabría manejar sus propios temas… Aunque claro, no era así. Se dio cuenta de que una persona que maneja todo no siempre puede con sus propios asuntos y…Dios, cómo le sorprendió. Justo cuando creyó que ya no hablaría más en todo el camino, Raúl abrió la boca. —Perdón… Yo… —puso su cara entre las manos—, no sé qué me pasa últimamente. No me hagas mucho caso, Jer. Tan sólo… déjalo así. Él asintió, sin querer decir nada más. Ambos sabían que él no lo dejaría así, estaría viéndolo más de cerca, revisando que estuviese bien.

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—Yo… —lo vio afligido—, sé que es difícil para ti. No puedo decirte que siento lo mismo, porque sabes que no lo hago. No te entiendo, pero sí sé que debes calmarte un poco. Pensar en esas cosas con las que estás te hacen mal… En serio. Tan sólo, tranquilízate. Estamos aquí por una razón, todo pasa por algo… No te pongas así.

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Obviamente la tristeza lo invadió.

Porque sin duda, esas preguntas que Raúl se hacía no eran sólo de él… Sino también de muchos alquimistas en ese carro.

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Incluido él.

Capítulo 21

Primera señal: “Bienvenidos a Virginia” April suspiró junto a todo el grupo en el automóvil. Finalmente, después de tantas horas sentados en el carro y con dolores de trasero interminables, habían llegado a su destino sin ser asesinados y/o fusilados por alquimistas chiflados o no tan locos del coco… Aunque si lo pensaba bien, aún no habían llegado… Faltaban algunos kilómetros para llegar a la casa de Caleb, sin embargo, dudaban mucho que algo les fuese a pasar en un recorrido tan corto…

Suspiró risueño, era lindo volver. Mientras tanto, en la parte trasera del carro, Gabe miraba distraído por la ventana de su asiento. Jamás habría pensado que viajaría tan lejos de su hogar —si es que a la Academia se le podía llamar un hogar—, junto con sus mejores amigos. Ni en sus más preciados sueños pensó que algún día saldría de las cuatro paredes de su odiado cuarto, en Seattle. Y es que vivir en aquel lugar no era lo que se dice “muy color de rosa”, más bien, se había ido cansando de toda la monotonía que traía ese bendito establecimiento. Sin embargo, la última semana que había pasado, fue una de las mejores de su vida. Aunque su brazo terminara machacado, eso sólo significó acción y diversión, además de conocer a una chica que le caía bastante bien… Podía decir que no la soportaba, pero ella sabía que él la quería y él lo sabía por igual… Sí, sin duda estaba en una de las mejores etapas de su vida. Y muy afortunado era Gabe, ya que Raúl no estaba tan bien como él.

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Caleb comenzó a observar el recorrido con anhelo; recordaba los días que había pasado por esos parques de principio de carretera o ese cielo azul que a veces sólo podía ver en Virginia… Los pájaros cantaban casi todo el año y cuando la nieve caía, no había cosa más blanca que cuando nevaba en ese lugar. Para él, esa era su infancia y parte de su adolescencia. ¿Dónde fue la primera vez que se cayó de su bicicleta? ¿Y ese día cuando le dijeron que leer mentes no era tan raro? ¿Recordaba aquella vez, cuando le había dado su primer beso a la chica del vecindario? Todo eso era allí. Su hogar. Su familia. Su todo…

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Podría decirse que la suerte estaba con ellos.

Su estado se había transformado abruptamente. Pasó de estar un día feliz y sonriente a encontrarse susceptible y con muchas ganas de dormir. El chico tomó aire, triste de nuevo. No sabía por qué se ponía así… Sabía que había tomado la decisión correcta al dejar a Airin por su seguridad, pero algunas veces, las dudas lo embargaban, ¿estaba en lo correcto? ¿Dejarla fue la mejor opción? ¿Estaría más feliz si siguieran juntos? Eso es obvio, claro que lo estaría, sin embargo, esperaba que ella pudiera olvidarlo de la forma en la que él no lo estaba haciendo. Y es que un día como ese, no era fácil mantenerse alegre… Su aniversario… Parecía tonto que se pusiera así por eso, pero si hubiesen seguido juntos, ya llevarían 1 año como pareja; a veces creía que el destino le odiaba, pues no le quería dar ni una cosa de las pocas que le pedía.

Si el grupo de alquimistas se pusiera a analizar la situación de cada uno de ellos, se darían cuenta de que sus vidas no habían sido muy fáciles que digamos. Podría hasta asegurarse que los alquimistas no eran muy suertudos en cuestiones familiares, algo de lo que ellos no se habían dado cuenta… Dicen que, por ser tan ambiciosos y dedicados en su trabajo, pierden el interés por su familia, dejándolos de lado. Muchos dicen que una relación alquimista-alquimista no funciona tanto como una humano-alquimista, debido a que las personas normales no tienen el problema que ellos tienen. La ambición de encontrar algo de lo que ni siquiera están seguros de si encontraran en toda su vida.

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Joseph y Jeremy iban felices de la vida, disfrutando del paisaje y el montón de zona verde que se podía ver en Virginia. Nadie pensaría que esos dos jóvenes de sonrisas radiantes traerían una infancia un poco trágica. Su padre los había abandonado cuando tenían 2 años —según él, su trabajo como alquimista y los niños era demasiado—, y al año volvió, pidiéndole perdón a su esposa, cuando lo que hizo fue empezar a tomar y pegarle… La agresión fue tanta, que el día en que llegó a ver a su amada en el hospital, se suicidó frente a Joseph, sin que nadie se diera cuenta. Él claramente no lo recordaba, sin embargo, tenía la extraña cosa de que no recordaba nada de los 6 años para atrás. Se podría decir que era un trauma que no le dejaba recordar. Jeremy, por su parte, no vio nada parecido, pero ambos sufrieron por igual, al tener que ayudar a su madre siempre que pudiese. Para ellos, ella era su mundo.

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Cosas que al parecer, a los gemelos sí les estaba dando.

Mas no es imposible esta relación, se sabe que muchos han salido adelante sin ningún percance, pero eso es sólo si tienen las almas alquimistas. Y es que había que tener mucha suerte para eso. April miró por su ventana, de repente, algo distante. Los recuerdos de su madre comenzaron a embargarla como una ola llena a un barco. Se acordaba de la forma en que la tomaba en sus brazos y le daba vueltas en el aire, o cuando se enojaba, cómo movía su nariz de una forma tan graciosa que pronto April reiría y su madre con ella. Sí, no había tenido a un padre, pero su madre había hecho el papel de los dos, aunque no podía negar que muchas veces preguntó por su papá, por ese hombre que muchos de sus compañeros tenían y ella no. Hasta llegó a recordar aquel diálogo tan desgarrador para su madre… —Mamá, ¿es verdad que yo soy huer… huerf…? —la niña frunció el ceño con esfuerzo, tratando de decir la palabra correctamente. — ¡Huérfana! Su madre la observó, anonadada.

—¡Eso no es verdad! —le dijo su madre, de pronto roja de la ira. ¿Cómo se atrevía una chiquilla de 5 años a venir y decirle a su hija que, primero, era huérfana y segundo, no tenía amigos? ¡Vaya estupidez! ¡Ni que no tener un padre fuese la peste!— Amor, no creas nada de lo que ella te diga. —Pero… es que… La verdad yo no tengo amigas, ma… Y si ella dice que yo no las tengo por ser huer… huer… ¡Bueno, ya sabes, eso! Debe ser verdad… Los ojos de Madeleine se humedecieron. Pronto, estaba arrodillada, frente a frente con su pequeña. —Aprilynne, quiero que entiendas algo. Nunca, nunca, pienses que por no tener un padre eres inferior a alguien más. No eres una huérfana; ser huérfana, cariño, es no tener padres del todo y tú me tienes a mí. ¿Es que acaso no ves que estamos bien nosotras dos, solitas? Además, no es como si tu padre me hubiese abandonado —las lágrimas

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—Alison dijo que yo no tenía amigos porque yo era huérfana… —April bajó la mirada, triste. Era pequeña aún para ser tratada con aquella crueldad, tan sólo a los 5 años no debería ser así, pero su realidad era esa.

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—¿Huérfana? ¿Quién te dijo eso?

empezaron a brotar de sus ojos—, él me amaba, me trataba con cariño, yo era su princesa y él era mi príncipe azul. Cuando se enteró de que estaba embarazada, tendrías que haberlo visto… Sus ojos se tornaron soñadores. —Se lo dije un sábado, en el parque… Me tomó en brazos y me daba vueltas y miles de vueltas, él te amaba mucho antes de siquiera conocerte. Jamás quiso irse, pero tuvo que hacerlo… Y yo sé que en alguna parte, allá… —dijo, señalando hacia el cielo azul—, él te está viendo y sólo puede pensar: “Mi hija es la chica más hermosa del mundo” Y si él te está viendo, si él te conoce, ¿cómo no vas a tener un padre? Jamás será así, debes saberlo… Te amo, Ap. Y terminada su gran charla la abrazó con un amor inmenso, llorando en silencio por su amado a quien tanto extrañaba y por su hija, que era todo lo que ella tenía. April no entendió mucho aquel día, sin embargo, ahora que recordaba aquel fragmento de su infancia, algunas lágrimas salieron escurridizas.

Ella rió, secándose las pocas lágrimas que tenía. —No, Gabe, tranquilo. Sólo eran recuerdos… —le dio una sonrisa tranquilizadora. Él se encogió de hombros. —No es como si me importara mucho, linda. April rodó los ojos. —Puedes llegar a ser tan estúpido a veces. Nadie en el carro prestó mucha atención a la discusión, iban metidos en sus propios pensamientos. Caleb atravesó un pequeño puente, algo deteriorado y dobló cerca de un parque muy grande y lleno de niños. Él sonrió, estaban cerca. —¡Qué dolor de trasero! —se quejó Joseph, frunciendo el ceño. Ya no aguantaba ni un segundo más estar sentado.

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—Ap… ¿Estás bien? —le preguntó Gabe, quien venía viéndola desde el asiento trasero—. No me digas que ya te dio nostalgia tu apartamentucho en Seattle.

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Cómo quería ella a su madre, la mujer que siempre sería su mejor amiga.

—De trasero, de piernas… ¡Creo que hasta se me durmió la nalga derecha! Estar en un carro tanto tiempo es el infierno. —complementó su gemelo, cansado. Ya quería levantarse de una buena vez. Además, no le haría mal una cama cómoda en la que dormir. Ya llevaban 2 días sin dormir decentemente y él se estaba cayendo del sueño. —Paciencia, chicos. No falta casi nada —les reprendió Raúl, tocándose las sienes, estaba un poco susceptible. —¿Cómo sabes que no falta casi nada? —le preguntó April. —Meh, he venido varias veces a la casa de Caleb. Ya sabes, navidad, vacaciones… Él no puede vivir sin mí. Caleb rodó los ojos. —Claro, lo dice el que me rogó que lo dejara venir a mi casa para Navidad. Raúl se sonrojó levemente y volteó sus ojos marrones. —Idiota…

Su hogar. April tuvo que acostumbrar su vista para poder ver bien del todo. La casa que se aproximaba —y estaba casi segura, era la que estaban buscando—, era realmente grande… Y vieja. No vieja en el sentido de deteriorada, sino vieja en su estructura y fachada. Eran de esas casas que ahora cuesta ver, con una entrada de graditas pequeñas y la puerta con un protector contra mosquitos para que no molestasen. Había un carro aparcado en la acera y April se preguntó si la señora conduciría… Normalmente no se imaginaba a una abuelita conduciendo, pero todo podía pasar. El lugar era de un color amarillo claro, con grandes ventanales y de dos pisos, tenía pequeños detalles en las ventanas y ella logró notar que en la parte de afuera había unas lindas mecedoras de mármol. Todo eso en un lugar apartado de la civilización. Daba la sensación de que estaban lejos de Virginia y su ciudad, podían estar tranquilos allí.

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Tras tanta charla, todos se callaron, sabiendo que ese viaje tan agotador finalmente terminaría. Pareciera que había pasado toda una eternidad desde que comenzaron aquella travesía y eso que sólo habían pasado 2 ó 3 días y ahora se encontraban allí, manejando en dirección a la curva para entrar a la casa de Caleb.

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Ella rió entre dientes. Eran los mejores amigos, eso no se dudaba.

Se volteó unos segundos, para ver la cara de su novio y lo que vio fue puro orgullo y felicidad. La sonrisa que Caleb llevaba en su rostro era incomparable. Linda, resplandeciente, orgullosa, amorosa… Tantas cosas, pero por sobre todo, llena de recuerdos. Él sólo lograba pensar en las veces que se había caído en aquel pedazo de tierra o cómo su Nana lo había tenido que perseguir en la casa porque no quería bañarse, ya que era extremadamente terco. O los problemas que había dado cuando su madre se puso mal, sólo para llamar la atención de la misma… Recordaba cada palabra de su sabia abuela, cómo le había dicho que “dejara de ser un niño malcriado y tonto, no era un buen ejemplo para su hermano y además, sólo lograba hacerse ver horrible como persona” Su abuela no era una de las personas más sutiles en este mundo, sin embargo, esa vez le dio la lección de su vida. Le enseñó a ser fuerte, a dar el todo por el todo, a esforzarse como un niño aprendiendo a hablar. A ser un ejemplo a seguir, a ser lo que se dice, un buen muchacho. Caleb meneó la cabeza, alejando un poco de recuerdos de hacía años, para aparcar en el pasto recién cortado de su casa. Su hermosa casa.

—¿¡Por qué me ven todos a mí!? No soy un marica… —Como sea —continuó Caleb—, les pido que le tengan paciencia y la traten bien. No es un vejestorio pero tampoco está en sus mejores años, así que con cuidado. ¡Ah y una última cosa! Mi hermano debe estar allí y está en la edad del huevo… Ya saben, adolescencia y todo eso, no se ofendan si les dice algo demasiado estúpido, siéntanse con toda la confianza de devolverle el golpe, así lo pueden poner en su lugar… —¡Afirmativo, señor! —gritó Jeremy, desesperado—. ¿Ya me puedo bajar? Caleb asintió. —¡El último que llegue es un huevo podrido! —dijo saliendo de primero del carro. Joseph le siguió, con Gabe pisándoles los talones. Raúl se

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—Chicos, antes de que se bajen, debo advertirles algo. Mi abuela no es la típica abuela que hace galletas cada hora y les sonríe con simpatía a todos… Si no le gusta algo de ustedes, se los dirá y punto… Se los digo, debido a que sé que en este carro hay cierta gente que es demasiado sensible… —todos voltearon a ver a Gabe, quien los miro con ojos molestos.

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Antes de decirle a todos que se bajaran, él se volteó y los vio a los ojos.

encogió de hombros, con una pequeña sonrisa en la cara y se fue con el grupo de locos, corriendo por igual. La pareja fue la última de salir del carro y él aprovechó para abrirle la puerta a April y tomar su mano, mientras caminaban hacia su próximo destino. Pronto, Caleb notó que las manos de ella estaban de lo más sudorosas y frías. La miró extrañado. —¿Estas nerviosa por algo, Ap? —Le dio una mirada preocupada. —¿Yo? Qué va… Ideas tuyas, ¿por qué lo dices? —Primero, tus manos están frías y sudadas, segundo, cuando dijiste lo anterior viste para otro lado, cosa que no haces mucho. Ella se sonrojó. —Bueno, un poco nerviosa, tal vez… Le dio una sonrisa reconfortante.

—Sí, puede incluso hasta coquetearte… —alzó las cejas de arriba hacia abajo, haciéndola reír. —Pensé que tenía 5 años, eso fue lo que me habías dicho hace días. Él comenzó a recordar y meneó su cabeza. —Lo hice porque quería que le dijeras eso a tu amiga, para escuchar su reacción, sin embargo, creo que nunca le dijiste. Él tiene 16, está en esa edad de “Si me caes mal, arruinaré tu vida social por Facebook, escribiendo que tienes pelos en las manos y enviándote indirectas en mis estados” April se carcajeó. Scarlet hacía eso aún y con tan sólo oírlo se partió de la risa. —Sé lo que es eso, Scar lo hace cuando se enoja con alguien. —Ya ves… —él se encogió de hombros—, a lo que me refiero es que está un poco difícil últimamente y mi papá no ayuda. Deben tenerle paciencia y… ¡Oh, mierda! ¿Qué está haciendo Jeremy? ¡Jeremy, no

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—¿Por tu hermano?

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—No deberías sentirte así, mi abuela te va a adorar. Por el que deberías preocuparte es por mi hermano…

toques esa escopeta! ¿Acaso no sabes que si no tienes cuidado se puede disparar sola, idiota? Jeremy giró su mirada hacia Caleb, con la escopeta en mano. Le sonrió como un tonto y meneó el arma de un lado hacia otro, esperando a que abrieran la puerta. Cuando vio que él se separaba de April y venía corriendo a por él, se preocupó… No iba a hacerle nada, ¿o sí? Él… ¡Oh, no, sí que le iba a hacer algo! Con un rápido movimiento, Jeremy saltó del porche de la casa y comenzó a correr en la zona verde, tratando de no ser alcanzado por Caleb… —¡Tengo un arma, C! —¡Y por eso te persigo! ¡Suéltala, imbécil! Jeremy comenzó a gritar como loco, abriendo los ojos exageradamente y tratando de ocultar su sonrisa por cómo se debía ver aquello. —¡Je… —Empezó a oír su nombre más cerca—, re…. ¿Dónde estaba Caleb? Ya no lo sentía…

Todos los demás veían la escena divertidos, hasta que las balas se dispararon, dándose cuenta de que Caleb no jugaba… Y de que Jeremy era un estúpido. —Espero que ese jovencito me pague esas 3 balas… Costaron una fortuna, desgraciado… —April dio un respingo al oír una voz melodiosamente suave y a la vez, firme. Cuando se volteó, estaba segura de que se iba a encontrar con la persona a la que más le había temido en los últimos días. La abuela de Caleb. Tragó duro, observando con respeto a aquella mujer. Su cabello era de un plateado brillante, corto hasta los hombros y tenía unos ojos grises con rasgos felinos que la hizo pensar en Caleb y cómo había sacado sus ojos… Pero no su mirada. Tenía una forma de observar precavida, sin vergüenza, firme y lista para criticar, con toques de sabiduría en ella… Y una dureza que sólo la hizo sentirse más incómoda.

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Y lo derribó, derribando también al arma y haciendo que saliera como una flecha en el aire, disparando 3 balas consecutivas.

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—¡MY!

—¡Oh… es un gusto conocerla, señora! ¡Yo soy April, la novia de su nieto! Acabamos de llegar, hace unos segundos. Perdone el alboroto, es que ellos no se controlan y Jeremy es como una cabra cuando quiere, además de que… —Dios, estaba delirando. Se calló inmediatamente, asustada. La señora le dio una mirada sardónica. —Pues claro que eres la novia de mi nieto, ¿sino, quién más? Sólo faltaría que me dijera que se hizo gay y que no era novia, más bien novio. —Rodó los ojos—. O lo que es peor, un travesti, que Dios no lo quiera. April le dio una sonrisa tímida, un poco forzada.

—¡Y ustedes, muchachitos! —Gabe, Raúl y Joseph separaron sus miradas de los demás, extrañados—¡Sí, ustedes! ¿Acaso no saben lo que es “presentarse” ante alguien? ¡Vengan acá y díganme sus nombres! Y Raúl, por el amor a tu santa madre, ven y dame un abrazo, muchacho. Raúl obedeció inmediatamente, sonriendo como un niño pequeño. Le dio un abrazo de oso tan reconfortante, que April tuvo que reprimir una sonrisa. Separándose de Raúl, vio a los demás con severidad. —Um… yo me llamo Gabe, señora. —comenzó él, tímidamente. Su voz se tornó a una masculina, sin rastro de feminidad—. Es un placer conocerla finalmente. —¿Finalmente? Qué lindo, aunque ese señora me hizo sentir vieja… Ahora tú, el guapo de ojos lindos. Joseph, para sorpresa de April, se sonrojó.

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April se sobresaltó por el uso de malas palabras, pero no pudo evitar reír ante la descripción de la chica por Eva.

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—¿Qué iba a decir? ¡Oh, claro! No me he presentado. Es un gusto, cariño. Mi nombre es Eva, pero me puedes decir Eva. Ni se te ocurra llamarme “abue” o “suegrita”. No soporto eso, Dios… Una vez, Caleb trajo a esta chica, ¿sabes? Y lo primero que me dijo fue “¡Ay, señora! ¡Es un gusto conocerla! Creo que nos llevaremos de maravilla. Pronto le diré suegrita” —Hizo una mueca de asco—, como imaginarás, la señorita “suegrita” no acabo siendo ni una mascota en esta casa, porque Caleb se deshizo de ella en cuanto pudo. Suegrita, qué niña más estúpida.

—Mi nombre es Joseph, señora. Encantado de conocerla y muchas gracias por dejarnos quedar en su casa… Am… debería advertirle de una vez que el chico que su nieto estaba persiguiendo es mi gemelo, para que trate de distinguirnos bien. Eva le sonrió con ternura. —Dios mío, eres todo un terrón de azúcar, ¿eh? —Se acercó hasta él y agarró su mejilla fuertemente mientras decía—: Ese acento que tienes hace que te quiera comer, ternurita. Él se puso rojo, de nuevo. —Gracias, señora. Ella se separó de él, frunciendo el ceño.

Al terminar aquel diálogo, Caleb y Jeremy llegaron finalmente, los dos llenos de barro y zacate. Caleb traía el arma, obviamente y Jeremy, tenía cara de “hice una travesura y no me arrepiento”. Tirando la cosa esa en un rincón seguro, él se volteó para abrazar a su abuela. —Nana… Es tan bueno verte de nuevo —le dijo, en medio abrazo. Ella sonrió, feliz. —Y es muy bueno verte a ti también, chiquillo. Ya extrañaba ese viejo olor a pinos y menta que tienes tú ahí escondido. —Se acercó un poco a su oído—. Tu hermano está adentro, leyendo una cosa rara ahí. Estoy preocupada, desde que tu padre apareció, ha estado como un condenado rabioso. Caleb asintió, casi imperceptiblemente. —Pronto hablaré con él, Nana.

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Ambos asintieron mientras que Raúl reía y April se sonrojaba por el cumplido.

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—¿Qué es esta manía de ustedes muchachos, por llamarme señora? ¿Qué es, que me ven de 80 años? ¿Tantas arrugas tengo? —se tocó la cara, disgustada—. Me hacen sentir vieja, dejen de llamarme así. Ya le dije a la chica guapa de acá, que me dijera Eva, lo mismo va para ustedes.

—Lo sé —Y con esas palabras, se separó de él y observó con ojos escrutadores a Jeremy—. Y tú debes ser el gemelo del apuesto jovencito con acento inglés, ¿me equivoco? Él asintió. —Así es, es un gusto, madame. —le dijo, dando una pequeña inclinación de cabeza—. Mi nombre es Jeremy. Eva sonrió, divertida. —Al fin alguien que no me dice señora. Sin embargo, eso no te quita el castigo, chico. Esas balas que gastaste allá —comenzó, señalando a la zona verde—, eran de una calidad excepcional. Más vale que me las pagues, ¿eh? Jeremy se sonrojó con vergüenza —Sí, lo prometo. Sonrió, satisfecha. —Muy bien, ya que nos hemos presentado, ¿qué tal si entramos?

Dios, había extrañado todo eso. —¡Alex, ven a saludar a las visitas! —gritó Eva en cuanto estuvieron cómodos. A los pocos segundos, un muchacho con cabello negro desordenado, alto, delgado, con un poco de músculos y ojos verdes bajó por la escalera, haciendo una mueca de cansancio. A April se le atascó la respiración al verlo. Su rostro… Era igual al de Caleb, un poco más joven. Bueno, pues, nadie negaría que son hermanos.

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Caleb se sintió a gusto, rememorando la madera del suelo, las paredes adornadas de millones de fotos de su madre y ellos, juntos. O las alfombras con las que adornaba su abuela el piso de la sala, haciéndola acogedora. Las escaleras que rechinaban, la cocina de un color verde musgo que Eva siempre había odiado, pero que había conservado por su marido, quien amaba el color. O las encimeras de esta misma, que estaban gastadas pero hechas a mano por su amado difunto. Las habitaciones, que eran extremadamente estrechas por haber millones de ellas. Tenían 7 en total.

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Todos concordaron, siguiendo a Eva dentro de la vieja casa.

El chico analizó la habitación, deteniéndose un poco en April, sonriéndole descaradamente, para pasar al último de la fila. Caleb. Y sus ojos se abrieron de una manera tan cómica, que ella podría haber reído. Rápidamente, Alex corrió hasta su hermano y le dio un abrazo de un pequeño de 5 años que no veía a sus papas hacía horas. Caleb rió con orgullo y lo apretó tanto que ella creyó que lo ahogaría, pero el chico sólo reía con él. Era una escena realmente linda. —¡Finalmente te dignas en aparecer, grandísimo tonto! —le gritó Alex, con alegría contenida. Hacía tanto que no lo veía. —Hey, intenta estar a 3 días de casa y verás cómo no te apetece mucho manejar tanto.

Alex sonrió con una facilidad, que los hizo sentir a todos bien. —Es un gusto. Disculpa mi sonrisa coqueta, April. No sabía que eras su novia… April se puso un poco roja. —No pasa nada. Ella no entendía por qué Caleb había dicho que estaba “en la edad del huevo”, se veía muy bien… En un momento distraído, April observó a su lado, un estante con cosas alargadas y raras… Después de unos segundos, analizó lo que eran. Armas. Pistolas. Metralletas… 5 de ellas, todas juntas. Abrió los ojos por completo.

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—Alex… —comenzó Caleb, para presentarlo—. Ellos son las personas de las que tanto te he hablado. A Raúl ya lo conoces. Este de acá —dijo, señalando a Gabe—. Se llama Gabe, y el que está a su lado, es Jeremy. El que es igual a Jeremy, es Joseph y… Lo mejor para el final —le guiñó un ojo a April—, ella es April, mi novia y que ni se te ocurra coquetearle, infeliz. Ya vi la sonrisa que le diste. Todos, él es mi hermano, Alejandro, pero pueden decirle Alex.

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Giró los ojos, divertido.

—Vaya, vaya… Alguien se ha dado cuenta de la colección de la abuela —dijo Alex, divertido por su expresión Caleb se volteó, confundido, al igual que todos los demás, hasta que canalizaron que lo que veía eran las armas de Eva. —¡Oh, eso! —Eva rió un poco—, es mi orgullo. Si alguien trata de entrar en mi casa, se llevará un buen balazo. —Vaya… —fue lo único que logró articular. —Bueno… ¿Qué tal si les muestro sus habitaciones? Después empezaré con la cena. Todos en la sala asintieron, siguiendo a la señora por la casa… Perdonen, quise decir, Eva.

Recordó con un escalofrío, cómo Alex se había molestado de un pronto a otro, con sus hormonas volando, mostrándose finalmente. —Nana… ¿Cómo ha estado papá? ¿No sabes si lo han estado vigilando como siempre? —preguntó Caleb, un poco triste, mientras terminaba una costilla. —¿A quién le importa, Caleb? —intervino Alex, de pronto muy enojado—. Ese viejo es un maldito hijo de puta y la abuela ha estado preocupada por él como si fuese su hijo, cuando no es nada más que un simple borracho. Caleb le vio, anonadado, luego enfadado. —Ese maldito hijo de puta borracho es nuestro padre y su madre, fue nuestra abuela —que en paz descanse—, así que deja de insultar a tu propia familia y madura un poco, Alejandro.

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April se acostó en la cama, de pronto, agotada. Se sentía como un globo a punto de explotar. Si bien, la abuela de Caleb no era como ninguna abuelita que ella hubiese conocido, sí tenía la manía de cocinar por montones. Les había dado ensalada, costillas BBQ, papas fritas, arroz, frijoles y de postre, pastel de manzana. La comida estaba deliciosa, pero lo malo fue no dejó que nadie dejara ni una borona. Ella casi rió cuando vio la expresión de Gabe, al oír que Eva le decía que tenía que comerse hasta el último bocado de aquel pastel. Aunque no todo había sido color de rosas en la cena.

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Horas después, en un estrecho cuarto con cama matrimonial…

Él le dio una mirada helada. —Ojalá no fuese nuestro padre. —Pues si no fuese nuestro padre, no existiríamos o seríamos como somos. Tal vez la abuela no sería la abuela que tenemos y nuestra vida, no sería como lo afortunada que es. Así que no digas tantas estupideces juntas, que harás una vergüenza de ti mismo. —¿Vienes a darme un sermón, cuando estás lejos menos de 1 año? ¡Hombre, denle un premio al muchacho! Caleb apretó la mandíbula y April tomó su mano para calmarlo, algo que él agradeció. —Discúlpate con la abuela por tus palabras, Alejandro. Alex frunció el ceño, cegado por la rabia. Se levantó rápidamente de la mesa, haciendo chirriar el suelo y puso una mirada obstinada en su rostro, la misma que April había visto tantas veces en Caleb.

La mesa entera quedó en silencio, mientras April miraba preocupada la cara de angustia de Eva. —Disculpe, Eva… —intervino April, rezando para decir algo bien—, ¿cuál es la receta de estas costillas? Son las mejores que he probado en mi vida. Tomándola desprevenida, tuvo que parpadear varias veces, antes de responder y darle una sonrisa agradecida. —La receta es secreta, pero si sigues con nosotros… Y podría decirse que en cierta forma, salvó la noche. April suspiró, dándose cuenta de la delicada situación familiar en la cual se estaba viendo envuelta y además, con todo ese lío, la visita que tendrían que hacer mañana por la tarde, al hijo de Robert. Sería un día duro. Acomodándose en la cama, ella dio miles de vueltas, tratando de conciliar sueño, sin embargo, se sentía fuera de lugar. Tenía miedo,

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Y dándose sólo una vuelta para darle una mirada de odio a Caleb, corrió hacia su cuarto y se oyó un portazo de un tamaño inmenso.

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—Discúlpame, abuela, por decir lo que pienso de mi imbécil padre. Ahora, si me disculpas, me voy a mi habitación.

más bien terror. Se sentía vigilada, no estaba sola. Sofocada, no podía respirar. ¿No estaba haciendo demasiado calor? ¿Por qué las estrellas no brillaban hoy? Trató de contar ovejitas, mas no pudo. La sensación de ser vigilada la corroía y quería irse, no estar ahí más… ¿Será que dormir tanto con Caleb la había afectado? No podía hacerse una quejica con tanta facilidad, había dormido toda su vida sola, pocas veces con su mamá… Pero la sensación no se iba. Trató de pensar en lo bueno que sería encontrar la piedra, llevar el descubrimiento finalmente a la luz. Tocó su collar, que la hacía sentir viva, alquimista, pero nada sirvió… Pronto, se decidió y dio una vuelta, bajándose rápidamente de la cama y yendo sigilosamente hasta la puerta. Tal vez Caleb seguiría despierto, podría hablar con él de lo sucedido en la cena, consolarlo un poco… Debía estar preocupado.

Alzó la vista para tratar de ver con qué había tropezado. Hasta que vio unos ojos azules, terroríficamente grandes y supo que no era un qué con lo que había chocado. Sino con un quién.

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El pasillo estaba totalmente oscuro, y tuvo que quedarse unos segundos allí para acostumbrarse, hasta que logró calmarse y seguir. Se fue agarrando de las paredes para no tropezar y se sintió como un espía en busca de su tesoro. Y de pronto, chocó con algo. Duro. Piel. ¿Una camisa?

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Con gentileza, abrió la puerta para no hacerla chirriar —cosa que había descubierto, pasaba mucho—, y salió del cuarto.

Capítulo 22

—¡Jamás llegaremos a este paso! —gritó Charles, exasperado. Ya eran las 11:00 de la noche y estaban como a medio camino de Virginia. ¿Acaso no tenían que seguirle el paso a los jóvenes aquellos? ¡Y miren por dónde iban apenas! Ni siquiera habían cruzado la interestatal. Además, estaba exhausto, llevaba días sin ver a su esposa y sus hijos ya le hacían falta, la cama en donde dormía todas las noches lo llamaba como si fuese un diablo y —tenía que admitirlo—, ¡extrañaba la deliciosa comida que le preparaba su mujer a la cena! Por no decir también sus horas de diversión con ella, en la noche.

—Me quiero ir… —Charles estaba a punto de hacer un puchero—. ¿Es que acaso no podemos pedir una avioneta para que nos lleve a Seattle de nuevo? Darwin le dio una mirada enfadada, ¿qué quería que él hiciera? ¿Magia? ¡La alquimia no los teletransportaría de un lado a otro! Y no es como si pudiera hacer aparecer una “avioneta”, como decía Charles. A veces desearía ser rico para no tener que preocuparse por esas incomodidades y es que, vaya que desearía tener un jet privado… De pronto, un bombillo se encendió en su cabeza. —¡Dios, Charles! ¡Lo tengo, ya sé que hacer! ¡Eres un jodido genio! —Se acercó y le dio un beso en la pura coronilla. Él hizo una mueca de asco y luego divertida, ¿qué le pasaba a su amigo? —¿Genio? Oh, bueno, mi mamá siempre dijo que mi cabeza era más grande que la de otros niños… —Pensó unos segundos—, aunque si lo ves bien, eso no es del todo bueno. Prácticamente me dijo cabezón.

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—¡No me culpes a mí! Los adolescentes esos son unos escurridizos, piensas que están cerca y de pronto, nos llevan kilómetros —se quejó Darwin, igual de cansado. Puede que él no tuviera una familia a la cual cuidar o una cama a la cual extrañar, sin embargo, la comodidad de su apartamento nadie se la quitaba y pasar tanto rato en un carro era horrible, ¡ya su cuerpo no daba más! ¡Quería irse de una buena vez! ¡Lo que hacían los jóvenes últimamente, todo era culpa de ellos!

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Una sonrisa maliciosa cruzó por su rostro, pero la quitó rápidamente. ¡Se suponía que estaba enfadado!

Darwin rodó sus ojos. —¡No estoy hablando de eso, tonto! Me refiero a lo de la avioneta. ¡Hombre, tenemos prácticamente un helicóptero a nuestra disposición! ¡Sólo hay que encargarla en la Academia! —Pero… ¿Qué pasa si la directora se entera? —preguntó no muy convencido; podían meterse en graves problemas. —¿Y qué? ¡Para cuando el helicóptero llegue, no podrá hacernos nada! Además, esto es una misión… Charles vaciló ante su decisión. No creía que fuese muy bueno arriesgarse a tanto, además, llamarían mucho la atención, sin embargo, estaba tan cansado y quería terminar tanto con la misión que terminó asintiendo con su gran cabeza. —Qué más da… Darwin sonrió, satisfecho. —¡No te arrepentirás!

Caleb estaba acostado en la cama de su viejo cuarto, lleno de posters de bandas ochenteras y películas viejas, su televisor seguía ahí, con la gran característica de que nunca funcionó y sus libros del colegio se encontraban en una esquina, llenos de polvo. Él los miró con orgullo, odiaba estudiar, se le hacía aburrido y no se concentraba del todo bien, aunque sus notas del colegio eran realmente buenas, pero saber que ya no tendría que tocarles más, lo puso feliz. Claro, pronto vendrían los de la universidad, así que… Se oyó un grito ensordecedor, alto como un pitido de carro en una presa a las cinco de la tarde, aterrado como si de una película de terror se tratara y desgarrador para el corazón de Caleb, quien pudo distinguir inmediatamente de quién provenía el grito… De April. Apresurado y con el corazón por los oídos, corrió hasta su puerta y salió de allí, haciendo ademán de bajar las escaleras hasta que logró ver que ella no estaba abajo, sino a unos pocos centímetros de él, atrapada entre un gran bulto grande y la pared. Sus pies respondían antes de lo

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En ese mismo instante, a muchos kilómetros de allí…

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Sí, bueno, eso esperaba él…

que él podría pensar y, yendo furioso, se encontró con la espalda de aquella persona de la cual ni él tenía conocimiento. Las luces comenzaron a encenderse, los pasos empezaron a sonar y él pudo ver mejor la escena que lo avecinaba. Un hombre un poco más alto que él, tenía una mano pegada a la boca de April, haciéndola callarse y además, quedarse casi sin respiración, trataba de arrancarle algo, mas él no logró ver bien qué era debido a que inmediatamente lo empujó por la espalda y lo atrajo hasta su cuerpo, tirándolo en el piso. El joven abrió los ojos, paralizado por unos segundos e inmediatamente lo reconoció. Era el mismo chico al que le había advertido no volver a acosar a April, esos ojos azules que asomaban en la oscuridad se lo decían todo, era él. Él no podría olvidar nunca la tonalidad intensa de ese azul, proveniente del desgraciado. Caleb sintió algo que muy pocas veces había llegado a sentir.

—¡Caleb! —él levanto la vista por unos segundos, deteniendo su acción—, ¡Ten muchacho! ¡Úsala como tu abuela te ha enseñado! Y sin nada más que decir, lanzó la metralleta hacia su nieto quien con gran habilidad, la tomó sin ninguna dificultad. El problema fue que en esos pequeños segundos, el chico de ojos azules había logrado escaparse y ahora se encontraba huyendo de las piernas de Caleb. —¡Atrápenlo! —gritó él, corriendo detrás de su enemigo. Por acto reflejo, todos los que se encontraban allí —Jeremy, Joseph, Gabe y Alex—, se tiraron encima del acosador —quien iba bajando las

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Con todas las fuerzas provenientes de él, comenzó a golpearlo de una manera increíble. Un puñetazo en la quijada, otro en el estómago, más en su cara, llegó a romperle la nariz, sin embargo, el otro sólo trataba de escapar, sin defenderse de aquellos fuertes golpes, dando tan sólo unas pequeñas patadas que Caleb sabía, dejarían moretones. April comenzó a gritar, aterrada por la escena que estaba viendo. Sangre salpicaba el piso, gemidos se oían en toda la casa, el dolor casi la atacaba tanto como lo que estaba viendo. En su estado de shock, lo único que pudo hacer fue rezar a que alguien ayudara a Caleb y, como si por arte de magia sus plegarias hubiesen sido escuchadas, Eva llegó con una metralleta en mano y todos los demás atrás suyo.

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Odio.

escaleras—, el problema fue que al hacerlo al mismo tiempo, terminaron chocando y cayéndose por el barandal. —Qué muchachos más idiotas… —dijo Eva, meneando su cabeza con desaprobación. Sin esperar mucha ayuda, Caleb corrió a la velocidad de la luz por las escaleras, llegando a la puerta abierta y persiguiéndole por casi toda la zona verde de la casa, tratando de darle algún buen balazo que por lo menos lo detuviera. En uno de sus tantos intentos, la bala dio justamente en la pierna del hombre, quien dio un grito, maldiciendo, pero sin detenerse. Finalmente, todos en la casa lo vieron irse en una motocicleta negra como la noche, dejando rastros de sangre en su recorrido. Caleb maldijo por lo bajo y volvió al porche de su casa, donde todos los esperaban con orgullo y ansiedad.

Alex lo fulminó con la mirada. —Claro, cosas de NUESTRA casa… —Jeremy se encogió de hombros. —¿¡Creen que haría tanto alboroto por un simple ladrón!? ¡Eso es trabajo de la abuela, no mío! —dijo Caleb, furioso—. ¡Ese maldito que vieron escapar, es un jodido acosador que ha irrumpido en el apartamento de April quién sabe cuántas veces y para rematar, la persigue hasta Virginia! ¿Les parece poco que quisiera balearlo? Todos en el porche —incluida Eva—, lo observaron sorprendidos. ¿Era cierto lo que decía? —¿E-en serio, Ap? —le preguntó Joseph, con preocupación en sus ojos. Ella no podía responder, estaba temblando como una culebra. Su tez había bajado de color y estaba a punto de desmayarse. Rápidamente, Caleb la tomó en sus brazos y la abrazó con todas las fuerzas que le quedaban, besando su coronilla.

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—Dios, ¿no crees que te pasaste con el pobre tipo? Sólo se gana la vida robando cosas… —dijo Jeremy, tratando de sonar divertido en una situación como esa.

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—¿Pero qué fue eso? —preguntó Gabe, anonadado. ¿Tanto embrollo por un ladrón?

—Todo va a estar bien, princesa. No pasó nada, nada, nada… —Esas palabras fueron suficientes para encender el grifo de lágrimas que había estado conteniendo. April comenzó a llorar descontroladamente, cubriendo su boca con sus manos y sacudiéndose sin parar. Él sólo sentía sus lágrimas bañar su pecho y casi podía ver cómo el nudo en su garganta quería salir. Todos en el porche se sintieron incómodos y a la vez preocupados. Debían entrar a la casa, por lo menos, no fuera a ser que se enfermaran. Delicadamente, Eva los llevó a todos hacia la sala, donde Caleb seguía sosteniéndola como si se fuese a morir en cualquier momento. April comenzó a calmarse, tomando respiraciones profundas y secándose las lágrimas de sus mejillas, aunque no las sintió por ningún lado. Cayó en la cuenta de que seguramente la camiseta de Caleb se las había tragado, hasta que se fijó en un pequeño detalle… Él estaba sin camisa.

—Creo que ya estoy un poco mejor… —dijo, con voz quebrada. Gabe se encogió de hombros. —Claro, cualquiera estaría mejor si se estuviera consolando en el pecho de este muchacho, eh… —la miró pícaramente y ella hizo ademán de apartarse bruscamente, sin embargo, él no la dejó. —¿Dónde está Raúl? —preguntó Joseph, tratando de cambiar de tema. No se veía por ahí. —Está durmiendo, obviamente… —respondió Caleb. —¿¡Durmiendo!? —Jeremy abrió los ojos como platos—. ¿¡Me vas a decir que no se despertó con esta balacera!? Él se encogió de hombros como pudo. —Tiene el sueño peor que el de un oso invernando. Todos rieron un poco y Eva miró a April con preocupación.

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Ella suspiró y se separó poco a poco, sonriéndole temblorosamente a todos

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Se sintió sonrojar, mas no se apartó debido a que se sentía débil y cansada. Vaya suerte tenía; las cosas que le pasaban…

—¿Quieres un poco de chocolate caliente, querida? Te haría bien para dormirte de nuevo… —Miró a todos los demás con desdén— ¿Y ustedes qué? ¿No se van a dormir ya? ¡Vamos, vamos! ¡Fuchi, fuchi! Alex la vio con un enojo de nieto, casi refunfuñando. —No me hagas esa cara, señorito. ¡Ya va siendo hora de dormir! ¡No es mi culpa que tú te quedes vagando con la mente la mitad de la noche! Apretó la mandíbula y parecía que iba a decir algo, pero se contuvo. Haciéndole caso a Eva, los demás se fueron cabizbajos a sus habitaciones. —¿Y bien, cariño? —Yo… —April meneó la cabeza—, no gracias. No creo que pueda dormir bien de todos modos… Asintió con la cabeza, comprendiendo.

—Sí, Nana… —Se acercó a ella y le dio un sonoro beso en la mejilla—, buenas noches. —Buenas noches a los dos… —dijo, mientras se dirigía su cuarto. Antes de entrar, les dio una mirada acusatoria—. Y cuidado con lo que hacen… En cualquier caso, usen protección. Caleb abrió los ojos, anonadado. —¡Abuela! —¿¡Qué!? —fingió malpiensan todo…

inocencia—.

Es

que

los

muchachos

de

hoy

—Sí, sí. Ve, ve… —y sin dar ninguna advertencia más, entró a su santuario. Bajó la vista hacia April, quien escondía la cabeza en su pecho. —¿Ap? —ella no levantaba la vista—. Hey, mírame… Meneó la cabeza.

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Él sonrió avergonzado.

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—Bueno, si es así, es mejor que vayan a acostarse por lo menos. — observó a Caleb de arriba hacia abajo—. Y ponte una camisa muchacho, ¿o acaso quieres que a tu novia le dé un ataque de sonrojo agudo?

—Vamos… —poco a poco fue subiendo su barbilla hasta que estuvo a la altura para poder observarla. Casi ríe a carcajadas, debido a que ella estaba más roja de lo que cualquier ser humano viviente podría estar. Al verlo a los ojos, se sonrojó todavía más. —Yo… Tu abuela… Ella… Él rió por lo bajo. —Mi abuela no es como ninguna abuela normal. Es una pervertida y lo sabe. No hagas mucho caso de lo que dice. —la miró unos segundos y sonrió—. Ahora vamos a dormir. Asintiendo con la cabeza, comenzó a caminar, mas sus piernas le temblaban como gelatina. La observó preocupado. —¿Estás bien? —Sí…

Pronto, Caleb se encontraba al comienzo de las escaleras y se dirigió a su cuarto sin siquiera preguntarle a April dónde quería dormir. —Ca-caleb… —¿Jum? —Mi cuarto es del otro lado… Él le dio una sonrisa irónica. —Lo sé. —¡Pero, Eva va a pensar que hicimos cosas que no deberían ser hechas por nosotros y…! —la calló con un pequeño y tierno beso. —Dije que ya lo sé —ella quiso protestar, sin embargo, en el fondo, le encantaba lo que estaba haciendo. Sin hacerse mucho de rogar, dejó que él la llevara a su cuarto y la acostara en la cama como una princesa, dándole el lugar de la derecha —el cual al parecer, había

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—Eres más testaruda que una cabra. —Y sin dejarla protestar, la cargó en sus brazos como si fuera una pluma. Casi grita, pero recordó lo que dijo Eva y se quedó callada, no fuera a ser que pensara que le estaban haciendo algo malo.

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Pero no lo estaba. Sus piernas batallaban con ella, no hacían caso a lo que les mandaba. Caleb rodó los ojos.

comenzado a ser su lugar habitual—, y metiéndola bajo las sábanas, para evitar que tuviera frío. En unos segundos, Caleb ya estaba a su lado, metiéndose debajo de las cobijas sin ninguna advertencia y abrazándola por la cintura, sin dejarla ir. April podía sentir la respiración de él en su cuello y se llegó a marear de lo surreal que parecía aquello. No hacía mucho estaba en un estado de shock total y, ¿ahora se encontraba con su novio de pocos días en la misma cama? Sí, eso sin duda era surreal. Parecía ejemplo de uno de sus amados libros. Casi se atraganta cuando logró sentir algo caliente contra su espalda. El pecho desnudo de Caleb. Eso no era nada bueno para su salud. —¿No te dijo tu abuela que te pusieras una camisa? —preguntó, con voz ronca. Él se rió.

—Sí, bueno, no es como si planeara irme… —Su abrazo se apretó un poco más. —Lo sé… —respondió, con una voz realmente dulce. De pronto, no tenían nada más que decirse. El silencio invadió el cuarto, dejándolos a los dos pensar en lo sucedido. Caleb no podía parar de preguntarse, ¿qué hubiese pasado si April no hubiese gritado? ¿Si ella tan sólo hubiese sido acallada por aquel hombre, sin que nadie más se enterara? ¿Qué cosas tan horribles le habría hecho? ¿Qué tanto habría sufrido? Dios, lo que le hubiera hecho… Tantas preguntas sin ninguna respuesta concreta. Sin embargo, él dio las gracias infinitas a Dios —si es que había uno—, de que no tuviera las respuestas a esas incógnitas. Sabía que estaría perdido si las tuviera y ahora, teniendo a April en sus brazos, todo lo que pudo hacer fue apretarla más contra él, acariciar su pelo como podía y oler el suave aroma que desprendían sus cabellos, su cuello, su piel. Esa piel tan suave que estaba llegando a sentir muy seguido. Ese cuello que amaba besar. Ese cabello que le encantaba oler. Y es que, ni él mismo se podía

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Casi juró que su corazón se derretía un poco más.

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—Sí, bueno, no siempre le hago caso… —le dio un pequeño beso en el cuello—. Además, no pienso dejarte sola ahora que estás conmigo.

creer que estuviese tan enamorado de una persona. Ni mucho menos de alguien a quien casi podría decirse acababa de conocer. Recordaba lo que había pensado aquel primer día. El día en que la conoció. Lo hacía como si hubiese sido ayer. Él había dicho “Niña de mami” “Se queja por todo, pero vaya que es linda” “Presa fácil”. Dio una risa sardónica, estaba seguro de que ella había escuchado ese último pensamiento, pero claro, ¿qué iba a estar sabiendo él de que era alquimista? Ni en sus más remotos sueños. Pensó que no la volvería a ver, y si lo hacía, sería una relación libre y sin tapujos. Sí, claro. Ahora ni él se lo creía. Y viendo a April así, bajo la luz de la luna, en su cama, entre sus brazos, todo lo que pudo hacer fue suspirar. Se sentía como si fuese suya, como si nadie se la pudiese quitar. Lo que sentía, era que la protegía y hombre, él sabía que lo hacía. Dios, se quería quedar así para todo el resto de su vida. Y…

Volteando a April suavemente, la rodó hasta que estuvo cara a cara con ella. La vio a los ojos y puso su frente junto con la de ella. —Te amo —susurró, sus palabras lo único que se escuchaba. Ella dio un pequeño suspiro. —Yo también te amo —Y sí, esas palabras lo hacían querer gritar a los 4 vientos, mas lo que hizo fue besarla lentamente, rozando sus labios primero, para luego juntarlos y moverlos con el ritmo de su corazón. Después de unos minutos, él se separó y ella se acomodó en su pecho. Segundos después, sintió cómo su respiración comenzó a tranquilizarse hasta caer dormida y al verla así, tan frágil y delicada todo lo que pudo pensar fue… Creo que he cambiado radicalmente el significado de ser empalagoso… A la mañana siguiente… El sol brillaba con fuerza, mientras se proponía a amenazar al mundo con sus fuertes extractos de rayos ultravioleta. Quería lucirse hoy,

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Estuvo tentado a encogerse de hombros, sin embargo, lo hizo mentalmente. El amor lo hacía empalagoso.

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Joder, ¿desde cuándo soy tan empalagoso?

parecía decir, ya que cualquiera que saliese sin protección solar podría tener un grave caso de cáncer de piel —y eso sin exagerar. Raúl comenzó a restregar sus ojos, cansado. ¿Es que acaso no podía brillar un poco menos el sol? Quería seguir durmiendo. Pronto se fijó en la hora, las 9:00 de la mañana. Sí, bueno, al final no se había levantado tan temprano como él creía. Se fue estirando de a pocos, hasta que por fin se consideró lo suficientemente estirado como para poder salir de la cama. Cuando llegó a la puerta, se detuvo de golpe. Él no tenía camisa. Casi se da una cachetada, ¿cómo se le había ocurrido siquiera salir así? Recordaba la primera y última vez que le había pasado con Eva. Casi lo balea cuando lo vio salir así. Él nunca entendió el por qué no podía salir así, pero la cosa es que nunca lo volvió a hacer. Ni Caleb mismo lo hacía. Poniéndose la primera camiseta que encontró de su maleta, se acordó de que había escuchado la voz de Caleb en la noche. ¿Lo había soñado? No, sonó muy real. Hasta podía jurar que le había oído maldecir…

Y él estaba en la sala. El centro del apartamento… ¡Donde todo se podía oír! Había sido el colmo, sin embargo, pronto encontró sus cosas y ya ni se preocupó de nuevo, de por sí, no es como si no pudiese despertar, cualquier persona que le diera un fuerte golpe en su brazo le despertaría y listo, problema resuelto. Aunque seguía sin saber por qué lo tenía tan pesado. Con toda esa embolia cerebral en su cabeza, Raúl ya había llegado hasta la cocina, donde todos lo observaban con caras divertidas y radiantes.

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Eso era lo malo de tener el sueño tan pesado. Una vez, le pasó que se encontraba en su departamento, tomando una pequeña siesta a las siete de la noche —cosa que, en lugar de ser siesta, terminó siendo su hora de dormir—, y al despertar, le habían robado casi todas las cosas de su habitación…

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O tal vez su mente sólo le jugaba trucos.

—¡Buenos días! —dijeron todos al unísono. Jeremy frunció el ceño, a él se le había ocurrido decir “Buenos días” primero, los demás le habían copiado. Raúl se tocó su cabello lacio con desdén. —¿Por qué todos están bañados desde tan temprano? —Su voz ligeramente ronca. Le dio un beso en la mejilla a Eva—. Buenos días. Ella sonrió. —Buenos días, dormilón. Gabe le dio una mirada pícara. —¿Y a mí qué? ¿No me das beso? Él rió y le tiró un beso en el aire. Eva vio a Gabe escrutadoramente. —Tú, muchacho, eres medio raro… —chasqueó su lengua—, ¿eres gay o medio amanerado?

—¡Ah! ¡Yo me voy a buscar a Ap, ha durado bastante ya en bañarse! — dijo él, interrumpiéndole y saliendo de la cocina como si le hubiese puesto fuego en el trasero. Gabe suspiró. —Bah, aún no le contaré. La idea es que esté él, no sólo nosotros… — Eva alzó su ceja con descaro, pero se encogió de hombros mientras le servía un poco de café a Raúl. Los muchachos de ahora eran realmente raros. —¿Y Alex? —preguntó Joseph, viendo a su alrededor. Realmente no le preocupaba el chico, sino el desayuno que se encontraba al frente de él, lleno de tocino y una deliciosa dona. —Oh, él… —Ella le echó una mirada a su reloj—, debería estar bajando en segundos. El colegio comienza a las 9:30 y si no se apresura él ya iría tarde… ¡Y no puede llegar tarde, sería su quinta vez!

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—En realidad, es una larga historia… Verá, su nieto aquí presente…

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Caleb, quien había visto la escena con diversión desde que comenzó, se atragantó con sus Froot Loops. Gabe le sonrió encantadoramente.

Frunciendo el ceño, tomó todo el aire posible que pudiese caber en sus pulmones y… —¡¡¡¡Alejandro!!!! —gritó a todo estribor. En cuestión de milisegundos, Alex apareció en la cocina con una mueca de dolor. —Perdón, perdón, perdón, perdón… —le dijo mientras cogía un pedazo de tocino y le daba un beso en la frente—,¡nos vemos más tarde, mundo! ¡Adiós! —Adiós, cariño… —¡Oh, Nana! —¿Sí? —Deséame suerte… —¿Suerte? —lo vio con extrañeza—¿Y eso por qué…? —Digamos que tengo examen de Historia y no estudié lo que se dice demasiado… —observando cómo la cara de abuela se oscurecía, Alex corrió hasta la puerta— ¡Te amo!

Todos en la mesa rieron. —Y, ya que el chico casi no comió… —Joseph analizó el plato con lujuria—, ¿cree que me pueda comer eso? Ella le dio una gran sonrisa al chico. ¿Cómo le iba a decir que no a ese muchacho? ¡Hasta su sonrisa era tremendamente tierna! —Yo creo que sí, corazón. Sonriendo tal cual niño pequeño en navidad, él agarró el plato lleno de tocino y lo olió con esmero. Sí, sería un buen día. Hasta que Jeremy le metiera mano y le cogiera un pedacito de su preciado pedazo de salchicha. —¡Eh! —se quejó, enojado. —¿Qué? ¡Comparte con tu hermano! —Le sacó la lengua, en un acto infantil.

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—¡Estos jóvenes de hoy en día! ¿Quién los entiende? ¡Que Dios se apiade de mí, que realmente lo haga!

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Ella se volteó, furiosa con su nieto.

—¡Bah! —le dijo, mientras cercaba su plato con sus brazos y no dejaba que nadie le tocara. Esos tocinos eran suyos. —¿Por qué esos chicos tardan tanto? —rezongó Eva, exasperada. Sabía que ya pronto tendrían que irse y April no había desayunado casi nada. No era bueno hacer investigaciones sin comer bien, ¡menos en el desayuno, la comida más importante del día! —Seguramente se están besu… —¡Gabe! —Raúl lo vio con una reprimenda en sus ojos—. Lengua suelta, lengua maldita. Él rodó sus ojos azules. —Lo que sea… Como si los hubieran llamado, April y Caleb aparecieron en el marco de la puerta. April se encontraba en un simple vestido de tirantes con diseño floral, realmente hermoso y ella se veía preciosa.

—¿Cómo seguiste, cariño? —le preguntó, angustiada. —Un poco mejor, gracias —le regaló una sonrisa tranquilizadora que no llegó hasta sus ojos. Paseó su mirada por toda la habitación, hasta posar sus ojos en Raúl. —¿Cómo es que no te despertaste? —le preguntó, anonadada. Se le veía de lo más despierto. Sin duda había dormido bien. —¿Con qué? Ella le dio una mirada acusatoria a Caleb. —¿No le contaste nada? Él silbó despistado. —Digamos que el hambre me ganó. April meneó su cabeza, divertida.

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Eva le dio una mirada preocupada.

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Sin embargo, su rostro no concordaba con los colores alegres de sus prendas.

—Anda, ya le digo yo… —dijo, mientras se sentaba en una silla y esperaba a que Eva le sirviera desayuno. Y así, todos escucharon atentos lo que había pasado la noche anterior, aunque la mayoría ya lo habían vivido, pero no les importaba. Volverlo a escuchar era tan emocionante y aterrador como lo había sido el día anterior. Y vaya que había sido emocionante. Una hora después… —¿¡Están listos chicos!? —gritó Joseph a todo lo alto para que los demás fueran bajando ya. —¡Sí, Capitán estamos listos! —respondió Jeremy, enérgico. —No empieces, hermano… —Yo… —lo miro con reproche—, está bien.

—Sí, Nana… —Y no se pasen de idiotas. Él sonrió. —No prometo nada. Ella se encogió de hombros, para luego darle un beso en la mejilla. —¡Descubran lo que tengan que descubrir! —Así será… —respondió Raúl, sonriéndole. Caleb cerró la ventana del conductor y comenzó a conducir tensamente. Todos en el auto iban nerviosos. No sabían ni qué iban a decirle al hijo de Robert, ¿cómo los dejaría pasar? ¿Así como así? Ni ellos se lo creían. Deberían tener un plan, mas no lo tenían y es que no estaban seguros de nada, ¿acaso él tendría las respuestas? ¿Realmente los ayudaría en la búsqueda que tanto estaban haciendo? ¿Es que acaso estaban siquiera cerca? Porque, realmente lo parecía, pero sus esperanzas

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—Ten cuidado, querido…

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Después de unos minutos, todos ya estaban montándose al carro con Caleb al volante. Eva vino hasta la puerta del conductor y observó a su nieto a través de la ventana abierta.

podían ser quebradas en cualquier momento y eso, exactamente eso, era lo que más los espantaba. ¿Qué pasaría si todo fuese una trampa? ¿Si nada hubiese sido real? No querían ni pensar en eso, les daba un terror inmundo a todos, sin embargo, sabían que, así como podía ser algo malo, podría ser bueno también. Conforme el camino avanzaba, las dudas aumentaban. La tensión se incrementaba. Todo era absolutamente surreal. Algunos querían hasta escapar, no querían seguir allí, pero cogieron valor y se quisieron pegar a sí mismos. Todo ese viaje no había sido en vano y ellos lo sabían, así tenía que ser. Finalmente, oyeron el repiquetear de las llantas del carro en una acera y ahí, vieron la casa que marcaría su investigación. La casa del hijo de Robert.

Armándose de valor, todos salieron del carro con la frente en alto y sacando pecho. Caleb los detuvo antes de que dieran un paso más. —Antes que nada, debemos saber qué diremos, ¿la verdad? ¿Una excusa? ¿Qué? Todos se miraron entre sí, tratando de buscar una respuesta. —Yo creo que lo mejor sería decir la verdad. —intervino Raúl, con orgullo. —Yo también lo creo —concordó Caleb. Analizó a todo el grupo, en busca de afirmación— ¿Qué dicen? Asintieron. —Bien… —tomando un gran respiro, sonrió—. Allá vamos Y sin más que decir, se dirigieron hasta la gran puerta de madera, tocando el timbre al llegar.

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Se veía como un lugar de familia y ellos sólo lograron sentirse fuera de lugar.

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Era un hogar grande, muy moderno. El color era beige y las ventanas eran realmente grandes. April supuso que en la parte de atrás habría un jardín trasero y, que la casa era bastante gigantesca. Tenía unos toques antiguos, que le daban un aire chic y gran zona verde alrededor.

En cuestión de segundos, un muchacho negro, alto y rapado los vio en toda su altura. Los observó con cordialidad, hasta que su mirada se tornó oscura. —No me digan que ustedes son… —se acercó de poco a poco, viéndolos con rudeza—, ¡Dios! ¿Más de ustedes? ¡Ya les dije, no la tengo! ¡No tengo la piedra! ¡No sé ni por qué andan detrás de mí, cuando yo ya se la di a la persona correcta! ¡Joder! El grupo de alquimistas lo miraron, anonadados. ¿Él había tenido la piedra en sus manos y la había regalado? —Nosotros no… —Sí, sí. No querían molestar, ¿pues adivinen qué? Todos los Renewed molestan. Ya ni sé por qué se preocupan por mí, cuando deberían andar detrás de esa vieja loca importante. —Pero, señor… Tratamos de decirle que…

—Pues, ¿cuál más? —les dijo con desdén y furia a la vez—. La directora chiflada de esa Academia de alquimistas, no sé cuánto ha pasado ya desde que se la di… Y así, casi todo ese grupo de alquimistas, se sintió a desmayar. Eso no era lo que esperaban.

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—¿Cuál mujer? —preguntó Caleb, molesto. Tanta cosa que dice el hombre y ellos ni siquiera son Renewed.

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—Yo ya no sé ni para que la buscan si es obvio que esa mujer la va a usar… ¡Es inútil! Es idiota…

Capítulo 23

Hay varias formas de desmayarse en esta vida, sin embargo, se cree que las dos más populares son las siguientes: exageradamente dramática o… una real. Como ustedes podrán suponer, la real siempre es la mejor. Tiene sus ventajas, ¿saben? Digamos, si te desmayas realmente, caes sin ningún temor y además, te llevas la atención de los demás, ¿qué mejor que eso? Además de conseguir lo que quieres sin darte cuenta de ello; obviamente hay desventajas, como que te sientes mal y se te baja la presión y, por supuesto, el dolor de cabeza que causa después de despertar de tu pequeño y momentáneo “coma cerebral”. ¿Saben qué tipo de personas puede llegar a tener alguno de esos dos tipos de desmayos?

Sí, bueno, no es como si ellos lo estuvieran observando con pura dulzura y amor repentino, pues todos se sentían igual que él: asustados, sorprendidos, enojados y hasta frustrados. Claro, la diferencia era que ellos no estaban siendo invadidos por unos jóvenes rufianes —como los estaba llamando Guillermo en su mente—, de los que nunca había oído hablar. ¡Ah y si querían rematar las cosas, uno de ellos tenía pinta de ser gay! Su vida no podía ser mejor. —Disculpe, señor… —comenzó Caleb para aligerar la situación. Sabía que no era nada bueno empezar de la forma en que comenzaron, con Gabe desmayándose en media entrada y con Guillermo sintiéndose obligado a hacerlo entrar en su casa, para no causar ningún embrollo… Era mejor retroceder un poco.

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El grupo de alquimistas tardó en asimilar la situación y es que, ¿cómo querían que no les costara hacerlo, si era su directora de la que les estaban hablando? ¿La señora en la que muchos de ellos habían confiado años de alquimismo? ¿En la que, Gabe, por ejemplo, había llegado a sentir como si fuese su segunda madre? Era algo duro de tragar y esa es la razón por la cual Gabe se encontraba desmayado en un sillón de la casa del hijo de Robert, mientras que los demás trataban de acoplarse a la gran sala del hombre que los miraba con hostilidad y desagrado.

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Alguien como… Gabe.

—Guillermo —dijo el hombre negro que los recibió. Quería echarlos de su casa, pero su esposa estaba ahí y como era tan amable y sociable los había hecho pasar y hasta les estaba ofreciendo té. La amaba por ser una gran ama de casa, pero en ese momento, deseaba ahorcarla. No literalmente, claro. —Guillermo… —Caleb se acomodó un poco en su asiento; estaba realmente nervioso—. Sé que esto es algo inesperado y que ya debe estar harto de este tema, sin embargo, tenemos unas cuantas cosas que explicarle. Él se encogió de hombros, cruzando sus brazos en forma protectora. De un momento a otro, ya estaba sentado al lado del pie de Gabe, esperando por una explicación creíble. —Adelante.

—¡Gabe! —gritó Raúl, exasperado. Esto no iba nada bien. —¿Qué? Sabes que es la verdad. Una vez uno de ellos acorraló a Caroline, ¿la recuerdas? ¡Casi la viola! Y no bromeo. —su semblante era serio—Además, somos mucho más nobles y no jugamos sucio. ¿Ve a mi amigo ahí desmayado? Guillermo alzó una ceja escépticamente, diciéndole con la mirada que era obvio que ya lo había visto. Él mismo lo había cargado hasta el sillón. —Sí, bueno, ellos son los culpables de que tenga el brazo hecho mierda, ¡casi lo matan! Y, ¡a ella! —dijo, señalando a April. Ella escondió el rostro en el hombro de Caleb, con pena. Dios, lo iba a matar cuando terminara. —¡Uno de ellos la acosa! ¡La persigue todas las noches! ¡La mira con lujuria y deseo sin que nadie se dé cuenta hasta que Caleb viene y le pega unos cuantos puñetazos en los huev…!

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—Primero que nada, no somos Renewed —intervino Jeremy con un tono que daba a entender que era un idiota—, somos alquimistas. A-l-q-u-im-i-s-t-a-s, ¿entiende? Es realmente diferente a un Renewed. Primero, nosotros somos mucho más sexys que esos viejos pedófilos, ¿sabe?

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Caleb abrió la boca para hablar, pero cuando oyó una voz hablar, se dio cuenta de que no era la suya.

—¡Jeremy, cállate de una jodida vez y NO digas más! —le riñó Caleb, realmente enfadado. ¿Por qué sus amigos no podían ser normales? Cuando los conoció, lo parecían. —Lo que mi estúpido gemelo quería decir es que para nosotros es un poco ofensivo que nos haya confundido justamente con nuestros enemigos, quienes nos han lastimado y hasta encrucijado por muchos años —dijo Joseph con una sonrisa tranquilizadora y encantadora que muy pocos lograban tener. Tenía ese poder de encantar tanto a hombres como a mujeres y Guillermo era el vivo ejemplo, quien se relajó un poco más al ver la sonrisa del chico. Sí, sin duda tenía un don y se enorgullecía de ello. —La situación no es sólo esa, —dijo Raúl, calmadamente— sino que también vinimos hasta aquí, pues estábamos seguros de que usted, señor, tenía la piedra filosofal… Guillermo asintió quedamente.

Guillermo suspiró. —Yo era joven, deben entenderlo… Tenía 15 años y todo esto pasó hace 18… —comenzó a explicar, casi disgustadamente. Pareciera que el recuerdo lo atormentaba—. Yo estaba sentado en la calle, mirando la gente pasar, pues estaba castigado gracias a mi hermosa madre. No entendía el por qué o cómo había acabado allí, pero la cosa es que ya estaba en ese lugar, viendo todo lo que sucedía a mi alrededor. El ambiente era tranquilo, no mucha gente hablaba y yo aproveché esos momentos para pensar y reflexionar, hasta que oí unos cuantos balazos y jadeos irreconocibles. Un poco de sangre se esparcía a través de la calle y mis ojos se abrieron considerablemente, pues ya podrán imaginarse la sorpresa de un muchacho de 15 años, quien con costos había visto la sangre de su rodilla al caerse de su bicicleta. Colocó sus manos entre sus rodillas, agachando su cabeza. Pronto, sintió la mano de alguien en su hombro y no tenía ni siquiera que alzar la vista para saber que su esposa estaba escuchando la historia de nuevo, acompañándole en aquel enredo que había estado pasando sus últimos años.

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—Pero, ¿por qué regalarla? ¿Darla? ¿Venderla? —preguntó April con exasperación. Ya no encontraba el sentido a nada.

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—La tenía, ya se los dije.

—Yo estaba paralizado, no sabía qué hacer y me quedé analizando la sangre que recorría el asfalto, siguiendo su recorrido hasta llegar a un hombre acostado boca arriba, el cual jadeaba por aire. Me acerqué como cualquier pequeñajo curioso y a centímetros de él, algo me detuvo. Fue un destello, algo rojo que no era sangre, parecido a un hermoso rubí mezclado con la sangre del pobre hombre, quien se encontraba llamándome y diciendo “muchacho, ven acá” Sin pensarlo, fui hasta él, para encontrar una mirada llena de amor, un amor que no iba dirigido a mí, sino a alguien más y no pude evitar pensar que si ese hombre moría allí, la persona para la cual ese amor estuviese dirigido se sentiría realmente desdichada por saber que no volvería a observar unos ojos que la miraran tan amorosamente como los de ese señor… Una pequeña lágrima bajó por su mejilla. —Recuerdo sus ojos, son ojos que me atormentan casi todas las noches. Unos ojos verdes, tan verdes casi como los tuyos, chica —dijo, señalando a April, quien escuchaba la historia con un nudo en la garganta. Todo se le hacía demasiado conocido—. Ahora que lo pienso… son iguales a los tuyos.

Más lágrimas cayeron de sus ojos. —“¿Quiénes son ellas? ¿Cómo las conoceré?” le pregunté. Él me miró a los ojos de una manera tan indescriptible que casi me hizo llorar allí mismo “El amor de mi vida. Eso son ellas, el amor de mi vida entera… Sabrás quienes son, tú lo sabrás…” y sin dejarme nada más, se fue. Murió y todo frente a mis ojos… —meneó la cabeza tristemente—. Me dio rabia que no me dijera un nombre específico o algo, pues yo sabía que nunca lograría estar seguro de a quién tenía que decirle estas palabras, lo sabía perfectamente. Su mirada subió rápidamente a los ojos verdes y fijos de April, quien dejaba correr sus lágrimas sin pena ni temor.

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—Sus palabras fueron claras como el agua, rápidas como si temiera que no alcanzara el tiempo. Me dijo “muchacho, llévate esa piedra. Llévatela y haz que esté segura, que sea mejor para todos. Los alquimistas… ellos sabrán qué hacer. Tan sólo no se la des a ella, ella no debe… tan sólo no debe tenerlo” Su aliento se agotaba, nunca se va de mi mente la forma en que sus ojos se tornaron acuosos y su mirada pasó de ser amorosa a triste y llena de nostalgia “Si las llegas a conocer” me dijo “si algún día llegas a verlas, diles que las amo y que jamás quise dejarlas así… Jamás lo quise hacer”.

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Una sonrisa corta cruzó por sus labios.

—Sé que puedo morir en paz ahora, porque por lo menos, di el mensaje a la persona correcta. April le sonrió temblorosamente, sabiendo que era de su padre de quien hablaba. Había oído miles de veces esa misma historia, de cómo su papá querido había muerto bajo manos de unos maleantes que le querían robar dinero, apuñalándolo en su estómago y haciéndole morir. La cosa es que, no era dinero lo que buscaban, sino la piedra y al parecer, no habían sido maleantes, sino Renewed. La furia que la embargó fue indescriptible, sin embargo, supo disimularla un poco.

Gabe abrió un ojo disimuladamente para que nadie lo viera. Quería observar la cara de Guillermo, pues todo le parecía jodidamente surreal; cuando vio su rostro, el cual estaba tornado en una mueca de dolor, volvió a cerrar su ojo tranquilamente, volviendo a hacerse pasar por “desmayado”. Realmente nunca se había desmayado de verdad, lo único que había hecho fue dejarse caer de espaldas en el suelo, para poder entrar en la casa. Cuando vio que no había forma de que ese hombre les explicara más, dejó que su cuerpo se dejara llevar y se llevó el peor golpe de cabeza de la vida, sin embargo, le habían creído y eso que hasta había puesto una mano en su cabeza con gran exageración. Qué tontos habían sido. Lo bueno es que, su pequeño truco les había servido a todos hasta el momento y por eso quería sacar el pecho como un padre orgulloso de su hijo. Sabía que había hecho bien y por sobretodo, estaba casi seguro de

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—En fin, tomé la piedra con mucho cuidado y le quité el poco de sangre que tenía, mientras que a los pocos segundos salí corriendo de allí, pues alguien venía a llevarse a ese señor tan extraño… Mis pies me llevaron inconscientemente a mi casa, donde mi madre me esperaba con ceño fruncido y mi padre leía el periódico tranquilamente. Inmediatamente y sin pensarlo, le di la piedra a mi padre y le expliqué la situación, saltándome algunos diálogos para guardármelos para mí mismo. Él la observó sin mucha curiosidad, sin embargo, en unos segundos, sus ojos se abrieron de tal manera que nadie me creería si se los demostrara. Me tomó en brazos y me abrazó fuertemente, sonriendo como loco y gritando “¡La hemos encontrado, por fin, la hemos encontrado!” Y yo no puedo describir la forma en que mi corazón latía, ya que yo sabía que esa piedra no debía ser para él.

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Todos se miraron extrañados entre sí pues no entendían de quién hablaba Guillermo, mas sin embargo, él no los dejó pensar mucho.

que todos sus amigos se habían dado cuenta de que su desmayo había sido un verdadero fraude. Todos menos Guillermo y su esposa, que se lo habían tragado completito. —Llamó a sus socios, les explicaba con gran excitación cómo su gran hijo había encontrado el gran objetivo de sus vidas… la piedra filosofal. Yo no sabía nada de ella ni entendía de qué hablaba él, hasta que se decidió y me contó todo. Los Renewed, su trabajo, los alquimistas, todo. Yo estaba tan sorprendido que me quedé en shock. Mi padre al notar mi silencio, lo tomó como si lo aprobara y sonrió, diciéndome que algún día sería como ellos… Y eso era algo que yo no quería.

—Claramente no fue así —intervino su esposa, una mujer morena de cabellos rizados y color chocolate, quien les sonrió con amabilidad. Fue la mejor amiga de la niñez de Guillermo y sabía cada detalle de la historia, pues prácticamente la había vivido con él—, llegaban a visitarlo. Su padre —mi suegro—, se enojó con él de sobremanera y los Renewed siempre lo molestan, alegando que él tiene la piedra y que los ha engañado a todos, pero eso lo hacen sólo porque él nunca les dice lo que hizo en verdad. Dárselo a la señora esa… —Pero, si usted se lo dio a la directora, nada tiene lógica, entonces… — dijo April, confusa. —¿A qué te refieres? —le preguntó Guillermo, preocupado.

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—Hice lo que el hombre de ojos verdes me dijo, ir hacia los alquimistas. —su cabeza se alzó hasta el techo como si tratara de recordar—. Llegué y un señor alargado y con porte elegante me atendió con una mirada llena de desdén… Alonso, creo que se llamaba, no recuerdo ya. Me dejó entrar, aunque no de mucha gana y al hacerlo, me quedé maravillado con la estructura y la decoración de la hermosa Academia. Justo en ese momento, una mujer de moño alto, muy hermosa y cabello negro me sonrió curiosamente, preguntándome qué hacía allí. Yo, con un poco de timidez, le pregunté quién era, pues no sabía si podía ayudarme… Ella me dijo que era la directora y sólo con eso, me hizo soltar todo. Hablaba y hablaba, yo no paraba de hablar. Le conté absolutamente todo, desde cómo había llegado allí, hasta la razón de ello. Después, le entregué la piedra y su cara… Ustedes tuvieron que haber visto su rostro, su gesto de ambición, de casi locura infinita. Juro que me iba a dar un beso, sin embargo, me fui corriendo, no queriendo saber nada más de ese tema.

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—¿Y qué hizo, entonces? —preguntó Caleb, ensimismado con toda la historia.

—Mire, el propósito de la alquimia, de la Academia, es encontrar la piedra, así que… Si ya la encontraron, ¿por qué no decirnos nada? ¿Por qué no anunciarlo a los 4 vientos? Todo sería mejor, ¿no lo cree? —Aish, es obvio. La directora es una bruja y la quiere para ella sola, no hay mucho que explicar —intervino Gabe, quien ya no soportaba quedarse callado. Todo se le hacía de lo más simple. La directora era una perra egoísta y se lo llevaba todo para ella. Todos en la habitación lo vieron con ceño fruncido, pues se suponía que se encontraba “gravemente inconsciente”, sin embargo, su atención se dirigió más a lo que el chico había dicho.

Y era que se tenían que ir de allí, inmediatamente. Como si lo hubiesen pensado todo al mismo tiempo, se levantaron en un mini-segundo. Se voltearon a ver entre sí, divertidos, y luego pusieron toda su atención en Guillermo. —Le agradecemos muchísimo todo lo que nos contó y explicó, Guillermo. —dijo April con toda cordialidad. Después de haber oído lo que había dicho de su padre no podía sentir menos que cariño por ese desconocido. —Ha sido todo un placer, señorita —le respondió él, tomando su mano y besando sus nudillos con galantería. Ella sonrió. —Prometemos mantenerle al tanto de todo —prometió con firmeza. Él le devolvió la sonrisa. —Estoy seguro de que así será. —Muy bien, si no hay nada más que hacer o explicar, es mejor irnos de una vez… Tenemos un camino largo que recorrer —dijo Raúl,

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De pronto, todos se sintieron realmente estúpidos. ¿Cómo habían sido tan ciegos? Siempre yendo detrás de los “malos” cuando realmente la que tenía lo que necesitaban era ella. La directora. Estaba en sus narices, justo al frente de ellos y nunca lograron captar nada, ni un rastro de maldad o un poco de indiscreción. Nada. Y tal vez todos los profesores estaban con ella. ¿Era por eso que Darwin y Charles los perseguían? ¿Porque sabían que se darían cuenta? ¿Es que acaso todo era un complot o algo así? Porque estaba claro que a los alumnos de la Academia no les decían absolutamente nada, pero ahora que lo sabían, tenían algo en claro.

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Realmente calzaba.

gentilmente. Todos asintieron y Guillermo, captando la indirecta, los llevó hasta la puerta junto con su esposa. Abriéndola, Stephanie —la esposa de Guillermo—, les sonrió a todos y apoyó su cabeza en el hombro de su esposo. —Realmente les deseo mucha suerte. —¡Gracias! —gritaron todos al unísono mientras salían de la casa para llevarse de bruces con el sol enardecedor del día. Tuvieron que entrecerrar los ojos para no quedarse ciegos, ¡vaya que brillaba hoy! Se dirigieron en fila hasta el auto, sin embargo, se detuvieron cuando oyeron…

El perro parecía burlarse de él. Daba vueltas a su alrededor y casi le sonreía con sorna. Jeremy le sacó la lengua y todos por fin se rieron a carcajadas. —Idiotas… —murmuró Jeremy, enfadado con ellos por reírse. —¿De dónde rayos salió ese perro? —preguntó Joseph entre risas. No podía contenerse. —¿Y me lo preguntas a mí, que fui el orinado? Malditos perros que caen del bendito cielo… Hablando de cielo… Algo se oía en él. Había como un chirrido, más bien, algo más suave, un sonidito molesto, que se volvía cada vez más ruidoso. El grupo de alquimistas miró hacia el cielo, donde se venía acercando una mancha negra. —¿Qué rayos es eso? —preguntó Caleb. —¿Será un ave? —dijo Raúl, bromeando un poco. —¿¡Acaso no es un avión!?

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—¿Sabes que estos son mis pantalones favoritos? ¡Seguramente sí lo haces, porque te orinaste justamente hoy, en ellos! ¿No podrías haberte orinado en… no lo sé, los que andaban ayer? ¡Dios, esos eran andrajosos y horrendos! Pero no… Tuviste que orinarte en mis jodidos pantalones favoritos.

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—¡Perro de mierda! —le gritó Jeremy a un perro, indignado. Un lindo canino con pelaje sedoso y de color beige le dio una mirada inocente, sacando su lengua con diversión incrustada. Era de raza Golden y Jeremy le miro con un disgusto indescriptible.

—¡No, Caleb! ¡Es Superman! —terminó Raúl, volviendo a reírse como loco, igual que Caleb. April rodó sus ojos, casi como todos los demás. La cosa es que no era ningún Superman o un ave. Más bien, estuvieron más cerca de acertar con “el avión” pues lo que se avecinaba era un helicóptero. Pronto, estaba tan cerca de ellos que ya tocaba suelo. Fruncieron el ceño, extrañados, hasta que le perro los distrajo. Sintieron como algo los jalaba hasta el piso, haciéndolos caer en el asfalto de una forma brusca y casi dejándolos sin aire. Pronto, fueron jalados hasta el helicóptero y no podían ver bien quiénes los llevaban hasta tal lugar tan raro… Pero claro, eran Darwin y Charles. April quería gritar para que los ayudaran, Gabe quería desmayarse otra vez, Raúl y Caleb deseaban pegarles unos buenos puñetazos y bueno… Jeremy y Joseph sólo querían bajarse porque les daban pánico las alturas.

Ese perro se la tenía jurada. Pronto, April recuperó el aire y pudo comenzar a gritar, mas Darwin se ocupó de callarla y mantenerla tranquila. —¡Shh! ¡No hagan ruido! ¡No somos malos! —les juró Charles, exasperado. Ya estaba cansado de tanto drama— ¡Miren, si quieren podemos soltarlos! Y con una señal, Darwin comenzó a soltar a todos uno por uno. De alguna extraña y mundana forma, el perro los había enroscado a todos en una cuerda, haciéndolos caer y trayéndoselos consigo. Como seguía repitiendo Jeremy, maldito perro. Ya sueltitos y coleando, Caleb atrajo a April consigo y no la soltó, pues no le daban confianza esos tipos. —A ver, no les haremos nada malo, es en serio —les dijo Darwin, muy seguro de ello.

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Jeremy giró su cabeza para ver cómo cerraban la puerta del bicho gigante que era su transporte y además, observó con terror, cómo el adorable perro estaba casi a su lado, viéndolo con una mirada que para él sólo decía: Te gané, estúpido.

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Todo era una mierda para ellos.

—¿En serio? Y entonces, explíquenme, ¿por qué nos persiguieron, balearon, etc, etc? —Caleb los observó con el ceño fruncido. —¡Porque necesitábamos que volvieran! ¡Pero ustedes muchachos testarudos no quisieron hacernos caso y decidieron irse por su propia cuenta! —Charles estaba casi haciéndoles un puchero. La mayoría quería reír. —¡Yo lo oí a usted hablando con Robert! ¡Usted es malo y está con la directora! —acusó April a Darwin. Él abrió los ojos, sorprendido. —¿¡Saben lo de la directora!? Rodó los ojos. —Acabamos de enterarnos… ¡Pero no lo has negado, sabes que estás del lado de ellos! ¡Ambos lo están y ustedes se hacían pasar por “somos amigos de tu padre” para pasar desapercibidos! Agh… —Pero, ¿qué dices, muchacha? Nada de eso es como ustedes creen… — Darwin frunció el ceño. —Entonces, ¿cómo es?

—Verán… —comenzó Darwin, muy centrado—. Hace años, Charles y yo hemos venido siguiendo los pasos de la directora… Ella siempre ha sido muy buena con nosotros, sin embargo, tu padre, querida, no le tenía muy buena espina… Antes de morir, nos había advertido sobre ella, que le mantuviéramos cuidado, que no la dejáramos acercarse mucho y así fue. Por años, la hemos visto, seguido, de todo… Hasta que por fin, la hemos alcanzado. Todo es un pequeño embrollo, pero se desenreda cuando se analiza bien. —Pues… analízalo por nosotros porque yo no doy ni una —se quejó Joseph, que ya se sentía mareado. —Es fácil, la directora tiene la piedra, ¿vale? La piedra requiere 20 años de tratamiento, 15 o un poco más si se trata día a día. La directora la ha conseguido y hoy, justamente hoy, el sol y la luna se juntaran, creando un eclipse... Pero no cualquier eclipse, el eclipse tendrá estrellas y ese es el problema. No es un eclipse normal, es un eclipse alquimista. En él, la piedra será por fin formada y tendrá el poder que todos esperamos. El de la vida eterna…

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Inmediatamente, April se calló.

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—Si me dejaras hablar, podría explicarte…

—¿Y el de convertir objetos en oro? —¡Ah, ese es diferente! —Intervino Charles— Ese se trata en un mínimo de 10 años, y esa es la razón por la cual la directora está podrida en dinero… Sin embargo, tiene una desventaja que creemos que ella no sabe, es la de… —¡Ah, jodido perro, ni se te ocurra volverte a orinar en mí! ¿Qué me ves, cara de orinal? —Jeremy se quejó, viendo al perro con odio. Todos rodaron sus ojos.

—Suéltelo. —Muy bien… Am… Sabes que Ronald era amigo de tu padre, ¿no es así? Ella asintió lentamente. —Él está involucrado con Magdalena desde hace mucho… Creemos que desde antes que tu padre muriera, así que… Podría ser que él, por avaricia y porque estamos casi seguros que tu padre había conseguido la piedra, ayudó a que lo mataran. Silencio… todo se silenció de un pronto a otro, casi dejando que los latidos de su corazón se escucharan. Un nudo se formó en la garganta de April, haciéndola querer gritar. Sintió enfado, odio, se sintió traicionada, se sintió… desolada, porque ella sabía que si eso no hubiese pasado, tendría a su amado padre, a su adorado y querido padre con ella.

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Ella tomó aire, no sabía tampoco si lo tomaría muy bien. Pronto, sintió como el agarre de Caleb se apretaba más y sintió que podía afrontar cualquier cosa.

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—Volviendo al tema, April. La directora tiene la piedra y creemos que la trata en su oficina, junto con Ronald. Y sí, no me hagas esa cara de sorprendida, él los envió aquí a propósito, él sabía que tú habías escuchado mi conversación con Robert y te mandó hasta aquí, cosa de la que nos dimos cuenta hasta tarde —se encogió de hombros—, por lo menos no fue muy tarde. Y quiero dejar en claro que si hablé con Robert fue porque estaba investigando a la directora; hace años que me he infiltrado con ellos, pues creemos que se han unido… ¡Oh y claro, el detalle más importante, ella tiene un romance con Ronald! No sabemos hace cuánto… Nos tememos algo un poco peor, que no sabemos si te va a sentar muy bien…

Y eso nadie lo cambiaría. Caleb le dio un beso en la coronilla, pues sentía cada movimiento de April, cada tendón enfureciéndose, cada parte de su mandíbula apretándose, cada nervio de su cuerpo encontrando una forma de hacerle sentir como ella se sentía. Con odio. No podía entenderlo, ¿cómo una persona podía ser capaz de traicionar a alguien así? ¿De una manera tan horrible y atroz? ¿Llegando al punto de asesinarla? ¿¡Y todo por una piedra, por una jodida cosa que no sabían si siquiera llegaría a funcionar!? ¿¡Todo para que su padre perdiera la vida!? Para que sufriera algo que él no tuvo que haber sufrido. Lo podía imaginar, podía imaginar la escena entera… Como Ronald llegaba y le hablaba de lo más normal, su padre confiando en él y bromeando, cuando de pronto, le decía la verdad y Ronald aprovechaba para hacer lo que tanto deseaba.

¿Por qué hacer algo así? ¿A alguien como su padre, bueno, humilde, amoroso, con una familia? Con su familia. Con su madre. Con ella. ¿Por qué, por qué, por qué? No tenía respuestas a nada y se sentía debilitar, quería irse de allí, escapar, no volver a ver a ese maldito nunca más, sin embargo, sus pensamientos fueron interrumpidos por su celular, que de alguna extraña forma funcionaba en el helicóptero. Ya sabía quién era. —Hola Scar, no puedo… —¡April! ¿Dónde rayos te has metido, corazón de melón mío? ¡¿No me has hablado en… qué!? ¿¡Dos o tres días!? ¡Pareciera que no dormiste conmigo el lunes en la noche! Con lo bien que la pasamos… Las fresas, el chocolate… ¡Gritaste y todo! Y ahora ni te dignas a llamarme… April rió un poco. Scarlet siempre la hacía reír.

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Se imaginaba que su padre había querido correr, pero en algún momento lo alcanzó y su vida hasta ahí llegó.

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Matarlo hasta que quedara desangrado.

—Scar, prometo llamarte en cuanto antes, en serio… Estoy un poco ocupada. —Oh… ¿ocupada? —inmediatamente captó lo que le decía—. Mmm… alquimistas, ¿eh? Son necios. Ya te dejo, no quiero interrumpir con tu ardua labor de coquetear con un sexy chiquillo y sus hermanos y primos y… ya sabes. Ahora logró hacerla carcajear. —Si no te callas, no te llevaré al hermano con el llavero… —¡Entonces sí tiene hermano! —Sí, Scar… —Bien, puedo morir en paz. Ya, ya, vete. Me quitas de mi tiempo… April sonrió todavía más. —Está bien, linda. Te amo, adiós. —By-bye…

Y sintió todas las miradas sobre ellas, burlonas. Mierda, había dejado el altavoz prendido… Los observó tímidamente y se encogió de hombros. —Ella es la luz de mi día. Caleb le dio un tierno beso en la mejilla. —Y me alegro por eso, no sabes cuánto. Aunque había tratado de contenerse, una lágrima rodó por su rostro, pues había aguardado su salida desde hacía rato… April no tenía nada claro con respecto a su padre, sin embargo, había algo de lo que estaba realmente segura. Cobraría la vida de su papá, costara lo que costara.

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April suspiró con nostalgia. Realmente la extrañaba y…

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Y colgaron.

Capítulo 24

And there was a beautiful view… But nobody could see, Cause everyone in the island was saying… “Look at me!” “Look at me!”

El que ocurre en plena luz del día… Pero no es como cualquier eclipse que nosotros los humanos conozcamos. Este es de una forma diferente, donde, el Sol logra alinearse con la luna y hacen que todo se vuelva oscuro… ¡Ah, pero el detalle no es ese! El detalle es que el mundo no se oscurece, sino que habrá algo que lo iluminara de a pocos… Las estrellas. He ahí la explicación de por qué le han llamado “eclipse alquimista”. Las estrellas hacen su aparición, dándoles una señal a los alquimistas para que sepan que el mundo está listo. El universo está listo para que hagan lo que ha de merecer de la piedra filosofal y ese es el gran problema de toda esta situación. No hay fuerza posible que detenga lo que tiene que ocurrir si logran hacerlo, no hay nada que pueda detener lo que tiene que pasar con esa piedra, si es que ha sido tratada correctamente y eso es lo que más les da pánico a ese grupo de jóvenes y dos adultos… Que la piedra sí ha sido tratada correctamente.

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Eclipse… ¿Por qué sería que muchas de las cosas en el universo siempre se relacionan con eclipses? ¿En cosas científicas y todo eso? ¿Es porque todo se alinea? ¿O porque el universo tiene una extraña forma de conspiración contra nosotros para que sólo puedan ocurrir cosas interesantes durante uno de ellos? Porque, si el mundo se acabara mañana, seguramente habría un eclipse y esa sería la señal de que se acaba el mundo… Y es raro que tenga que ser así, porque los eclipses siempre se meten de alguna forma en todo, ya sean solares, lunares… Siempre se meten de alguna forma, sin embargo, en este caso el indicado es el eclipse solar.

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--Laurie Anderson.

Todo sería diferente si la directora hubiese sido una principiante que no lograba manejar los detalles de la materia alquimística, si ella no tuviese ayuda alguna y pudiese equivocarse de una forma realmente estúpida como para lograr que todo se vaya al caño, sería diferente si ella hubiese sido descubierta hace un poco más de tiempo, para impedir el crecimiento de la famosa piedra… Pero no era así. Ella había sido sigilosa, amable con todo el que se le acercara y justo cuando estuvo a punto de ser aniquilada, aniquiló al que venía a ser su asesino. Todo parecía estar ayudándole con sus planes, todo calzaba perfectamente en sus teorías, pues para ella, todo iba a pasar ese día. Ese mediodía, todo iba a ocurrir. Porque aunque muchos pensaran que era estúpido que todo pasa por un tonto eclipse, eso iba a ocurrir. Todo por el eclipse. Un tanto cliché, ¿no?

Ahí comenzaba todo lo improvisado. Nadie en el helicóptero podía parar de preguntarse, ¿qué harían cuando entraran allí? ¿Dirían una frase típica de superhéroes o acaso entrarían en acción inmediatamente? ¿Cómo es que no sabían si los matarían de un solo tiro? ¿Cómo es que no sabían si Charles y Darwin les estaban tendiendo una emboscada? ¿Una trampa? Sin embargo, ya no podían preocuparse por eso, ya estaban en el helicóptero, ya casi llegaban… Ya estaban ahí. ¿Cuánto les faltaba? ¿5 ó 10 minutos para llegar? ¿Cuánto tiempo tenían? Era demasiado poco… Ya eran las 11:30 y todo sucedería a las

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Si a April le hubiesen dicho que todo ocurriría ese día, ella se habría preparado más, habría hecho más cosas o habría creado un plan con todos los demás, sin embargo, con lo rápido que estaban pasando las cosas, algo le decía que tendrían que improvisar. ¡Y vaya si tendrían que hacerlo! La única cosa que tenían en claro es que debían llegar a la Academia, entrar, hacer caso omiso a Alonso y después subir las escaleras a más no poder para entrar a la oficina de la directora e irrumpir en su gran laboratorio y ahí…

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Pero con todo lo inventado hoy en día, nada puede no serlo.

12:00. 12:00 del mediodía… ¿Por qué no les habían avisado antes? ¡Todo era demasiado rápido para ellos! ¡Jamás lo lograrían de esa forma! Los nervios los carcomían, todo su ser les decía que corrieran, pero su parte alquimista sólo les informaba: quédense, deben hacerlo. Y todos pensaban lo mismo en el mismo minuto: A veces, ser un fiel alquimista los jodía hasta las más profundas entrañas. Las manos de Gabe sudaban hasta más no poder y las limpiaba sin parar en sus pantalones… ¿Qué iban a hacer? —¿Creen que estemos preparados? —preguntó con temor. Casi no podía hablar, la garganta la sentía más seca que el desierto mismo. Todos se voltearon a ver entre sí, preocupados. Hasta el perro “Mr. Pippi” vio a Gabe con nerviosismo… O tal vez era sólo porque tenía ganas de orinar a Jeremy de nuevo.

—Pero es que todos los demás están apenas formándose… —dijo Raúl con suspicacia. —Am… —Darwin volteó a ver a Charles—, sí, pero ustedes son de los mejores. —¡Claro que lo son! ¡Hasta Mr. Pippi está de acuerdo! —¿Por qué rayos le pusieron Mr. Pippi? —preguntó Jeremy mientras observaba al perro con odio. Él parecía sonreírle diabólicamente con su lengua hacia fuera. —Oh, es por la misma razón por la que te orinó a ti. Le encanta orinarse en las personas… —Charles le guiñó un ojo y él gimió. Ojalá ese perro no se le acercara mucho en los próximos días. —Nunca lo había visto… —dijo Caleb, curioso. Jamás se había enterado de que en la Academia hubiesen perros. —Sí, bueno, ellos sólo ayudan en casos realmente especiales y como el helicóptero es de la Academia…

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—¡Claro que lo están! ¡Por eso los hemos elegido! —dijo Darwin con un optimismo realmente convincente—, ustedes son los indicados. Han demostrado ser de los alquimistas más fuertes en la Academia…

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—Sí, sí lo estamos, Gabe —respondió Caleb con firmeza, haciendo que todos sacaran el largo suspiro contenido.

—¿Es de la Academia? —preguntó Joseph, asombrado. —Sí, lo pedimos secretamente, aunque la directora seguramente se enteró ya, pero eso no importa, porque… —Estamos llegando a nuestro destino, señor Darwin —dijo el piloto al mando. Darwin asintió. —Muchas gracias. —los miró a todos con aprobación—. Muy bien, chicos… Ya estamos aquí. Ustedes pueden y nosotros sabemos que sí. No se distraigan mucho y… Tengan. Acercándose a cada uno de ellos, les dio una pistola que lucía en un estado realmente bueno, pero que podría pasar desapercibida por cualquiera. —No queremos recurrir a ningún acto de violencia, pero hay que ser realistas, la ocuparán… Charles asintió.

Todos asintieron. En eso, el transporte comenzó a hacer ese sonido raro que siempre hacían los helicópteros y todos empezaron a moverse como gelatinas. Descendieron y descendieron… Más y más… Todo se iba viendo más claro hasta que finalmente tocaron el asfalto, dando un gran retumbo en todos sus cuerpos. Charles se encargó de abrir la puerta y les sonrió afablemente. —Nos veremos más tarde. Uno por uno, bajaron con nerviosismo. El Sol los aturdió un poco, sin embargo, se lograron ubicar perfectamente cuando estuvieron bien puestos en su lugar. Se encontraban enfrente de la Academia, con toda su altura imponiéndose sobre ellos; se sintieron intimidados, mas no se inmutaron porque ellos tenían una misión y estaban seguros de que la harían a como pudiesen hacerla.

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—Nosotros intentaremos llegar con ustedes cuando hayamos parqueado el helicóptero, aunque creemos que para entonces todo habrá pasado… Son ya las 11:35 y saben cómo es esto…

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—Vaya que sí…

Como si estuviesen sincronizados, se movieron al mismo tiempo con elegancia y audacia, entrando en fila por la cerca y llegando al porche donde la gran puerta los esperaba para ser tocada. April tocó con fervor. —Ap… —comenzó a decir Jeremy. —Yo me encargaré de distraer a Alfonso —dijo de repente. Ella tenía una linda relación con el grandísimo mayordomo y se las podría arreglar. —Pero… tenemos que ir todos juntos —replicó Caleb, con el ceño fruncido. —Am… April… —Jeremy los veía con estrés incrustado —Pero no sabemos qué tanto sabe y si él se lo propone, nos quitará tiempo. Ustedes sigan… —¡April! —gritó en un susurro. —¡¿Qué?! —le respondió, enfadada.

Sonrieron con malicia. —No le hagas mucho caso, Jeremy… Pronto se irá. —Sí, claro. No eres tú a la que anda meando a cada rato… —Sólo fue una vez —dijo mientras rodaba sus ojos. —¡Y quién sabe cuántas más, mira qué…! De pronto, la puerta se abrió lentamente y ella les guiñó un ojo. —Ya saben qué hacer. Jeremy dio un grito de exasperación, sin embargo, puso una máscara de seriedad en su rostro cuando Alfonso se dejó mostrar ante ellos con sus grandes ojeras y su altura larguirucha. Abrió un poco los ojos, sin embargo, no se dejó inmutar.

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Todos se voltearon a ver a Jeremy, que era el último de la fila. En efecto, Mr Pippi lo había seguido todo el camino hasta la entrada. Alguien se había conseguido un nuevo amante…

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—Este perro de mierda me siguió hasta aquí…

—Discúlpenme jóvenes, pero me temo que si lo que buscan es entrar, están en el lugar equivocado, no se puede… —¡Jaime, hace tanto que no nos veíamos! —replicó April e hizo una señal a los demás para que pasaran con rapidez. Como si de una bala se tratara, todos se adentraron a la Academia corriendo. —¡No, esperen! ¡Muchachos, no pueden pasar… está prohibido! Y… ¿eso es un perro? April rió por lo bajo. —Jaime, dígame una cosa… ¿Cuántos años tiene? Se le ve muy viejo para estar trabajando… ¿Unos 80, 70 años? Él la vio con irritación. —Si usted fuese una señorita educada sabría que no se le pregunta a un joven adulto como yo, su edad… —¡Ah, entonces tiene más de los que le calculé! ¿100 años? ¿¡O es usted tal vez un vampiro!?

April alzó una ceja sardónicamente. Él la vio con vergüenza. —Vaya, vaya… Alguien aquí es fan de Stephanie Meyer. —Yo… yo… —se acomodó su chaqueta para aparentar delicadeza—. ¡Por lo menos yo me leí los 4 libros y no soy como esas niñitas que ven la película! Ella le sonrió con picardía. —Entonces debe saber el final del cuarto libro… —¡P-por supuesto! —su respuesta no era muy convincente. —Oh… entonces debe saber que… ¡Jacob se muere en Amanecer! Alfonso dio un grito típico de una fan de la saga y casi se cae en medio lugar. —¡Y ahora… yo me tengo que ir! ¡Si me disculpa…! —y sin decirle nada más lo empujó con “cariño” y salió corriendo hacia la recepción, buscando a los demás y preocupándose un poco por Alfonso, pues

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—Sería ilógico que fuese yo un vampiro, pues se supone que guardan su juventud, así no envejecen…

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Él rodó los ojos.

estaba segura que lo había tirado en los jardines sin querer —además de que ella no sabía si Jacob moría; no había leído los libros, sólo visto las películas así que le estaba mintiendo gravemente—. Casi dándole un susto de infarto, alguien le tocó el hombro. Gracias a Dios era Caleb. —¡Dios, qué susto me has pegado! —le dijo con el corazón en mano. Él le sonrió. —Perdona, pero tenemos que irnos rápido al laboratorio de Magdalena. Buscó con la mirada alrededor de Caleb. —¿Y los demás?

—Son como niños. —Díselo al que ha pasado años con ellos… Ella rió. —Vamos, estamos perdiendo mucho tiempo aquí… —Verdad… Y sin decirse más, salieron corriendo en dirección a las escaleras. En cuestión de segundos ya jadeaban por aire, pues eran bastantes, sin embargo, ellos continuaban hasta más no poder. Finalmente, se encontraron cara a cara con la puerta de la directora; esa que tenía una placa dorada con su nombre. Esa que marcaría sus destinos. Entrando sin ningún percance —pues se encontraba medio abierta—, se situaron al frente del escritorio y buscaron con la mirada el “supuesto” laboratorio personal que tenía Magdalena.

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April rodó sus ojos con molestia.

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—Am… cuando entramos, Raúl y Gabe vieron que alguien se llevaba a un montón de muchachas a los jardines de atrás… Parecían ser todas las de la Academia, así que fueron a investigar y Jeremy se enfadó con el perro porque lo volvió a orinar y Joseph se fue detrás de él, reclamándole que no era tiempo de hacer uno de sus berrinches y… Bla, bla, bla… Por lo que me dejaron prácticamente solo.

No era algo muy difícil de encontrar, ya que había sólo dos puertas: una estaba abierta de par en par y la otra estaba cerrada con un gas amarillento saliendo de ella. Sí, vaya dilema. Sin pensárselo dos veces, ambos se fueron hasta la puerta con humo amarillo y trataron de abrirla. Curiosamente estaba abierta. ¿Quién en su sano juicio dejaba la puerta abierta cuando se suponía que estaban haciendo un plan súper secreto y raro? Sí, los tontos.

La sustancia de la piedra filosofal. Era más que todo un mini laboratorio, pero no por eso dejaba de serlo. Con todas las sustancias que conlleva y sus tubos de ensayo, era algo de lo más completo. April y Caleb observaron con curiosidad a dónde veía tanto Ronald, pero no lograban ver mucho pues las patas de la mesa no los dejaban ver nada… Hasta que alguien se movió y dio a la luz justo lo que jamás hubiesen planeado ver. Tres muchachas se encontraban tiradas en el suelo, con las cabezas apoyadas en la pared y sus manos entre su vientre. Una de ellas tenía una gran hendidura hecha por un filoso cuchillo en su pierna; otra la

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Magdalena estaba con su moño desmarañado en frente de un gran — por no decir gigantesco—, balde, lleno de una sustancia roja que cambiaba de color a amarillenta. Sonreía con satisfacción y algo parecido a la lujuria. Ronald se encontraba a su lado, vertiendo algo parecido a sangre y mirando repetidas veces a la esquina de la sala. Muchos podrían preguntarse por qué era una sustancia si se supone que la piedra filosofal es una “piedra”. Pues bueno, la piedra comienza como eso, pero a la hora de tratarse se convierte en líquido, un líquido espeso cambiante cada día. Pasa de un color azul a café y de café a rosa y amarillo… Así va año tras año y por eso, no se ocupa de una piedra para el experimento, sino de una sustancia.

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Aunque la escena con la que se encontraron no era en absoluto de tontos.

tenía justo en su pecho y la última parecía tener una herida en la espalda. Podría parecer que sólo las habían querido asesinar, pero había algo que hacía que nada fuese un “normal asesinato”. Porque las heridas estaban hechas justo en la cicatriz alquimista, quebrantándolas, partiéndolas a la mitad, como diciendo “aquí ya no queda nada”. La pareja se estremeció; las tres chicas estaban muertas, de eso no había duda. Como si apenas se enteraran de que habían entrado, Magdalena y Ronald se voltearon a ver a los chicos y sonrieron con malicia. —Vaya, vaya… Finalmente llegan. ¿No les parece que se tardaron demasiado? —preguntó la directora con suspicacia. April y Caleb se voltearon a ver con una preocupación inmediata. Los estaban esperando. —La verdad, creo que llegaron en la hora justa… —intervino Ronald con una gran sonrisa, dándole una larga mirada a Caleb hasta verlo fijamente a los ojos.

Se sentía tan estúpido. Él le dijo a April que se fueran a Virginia. Él persiguió a April aquella noche. Él la había seguido hasta Virginia. Todo, absolutamente todo, él. —Maldito hijo de puta… —dijo Caleb entre dientes. April le dio una mirada confusa. —¿Eh? —Vaya, alguien se dio cuenta de que ya nos habíamos visto frente a frente… ¿No es así, Caleb? —Ronald se movió hasta quedar detrás de una mesa. Movió su cabeza a un lado, invitándolo a venir por él. Caleb vio que cojeaba y supo que el balazo le había ayudado por lo menos en algo. —¿A qué se refiere? —preguntó ella confusa.

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Caleb se atragantó con su propio aliento. Esos ojos. Esa mirada gatuna… ¿Cómo nunca lo había reconocido? Era él. Ese maldito acosador… El que buscaba a April con insistencia y ardua labor. Él, él, él. Él había estado siempre detrás de ella y él nunca supo darse cuenta.

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Ojos color azul zafiro.

—Él es el que vino a por ti anoche y el que te siguió hasta tu apartamento el otro día… —No te olvides de hace una semana, cuando la visité alrededor de las 12:00 pm en su casa… Niña, déjame decirte que tu seguridad no es muy buena. Inmediatamente, April se sintió con el corazón en la mano. ¿Había sido visitada tan fácilmente por alguien a quien medianamente conocía? Dios, le daba escalofríos. —Deja de hablar como si todo hubiese sido pan comido, Ronald —le reprimió la directora—, después de todo tuviste que viajar en el helicóptero para tratar de robarle ayer y no lo lograste. Él la observó con furia. —Te dije que este pequeñajo intervino. —Y yo te dije que vendrían a nosotros, ¿no es así? —sonrió con cariño impregnado—. Ustedes han sido unos muchachos realmente escurridizos… Más tú, jovencita.

Caleb apretó la mandíbula. —Dos semanas me ha tomado alejarlos de mí y lo logré. Pero han sido 18 años lo que me ha tomado controlar la piedra y lo he logrado también, ¿acaso eso no les dice algo? ¿No les da alguna pista? Porque a nosotros sí. El universo está de nuestro lado, lindos. Él nos está ayudando… La piedra es nuestra, será nuestra, nos funcionará como nunca y nos dará lo que siempre hemos deseado. —Oro y vida eterna —dijo Ronald con orgullo. Magdalena asintió. —Aunque no me puedo quejar, el oro nos ha llegado fácilmente. La piedra es realmente buena dándonos eso, aunque sólo sea un pedazo el que tenemos en nuestras manos…

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—No sabes cómo me sentí cuando te vi cruzar esa puerta. Tus ojos… Los mismos ojos de tu padre —hizo una mueca de repugnancia—. Supe que tendría problemas… Debo decir que no fue mi mejor plan haberte puesto con Caleb, porque, querido… Tenía grandes planes para ti. Me habrías ayudado de una manera gigante, sin embargo, no me hiciste caso y te tuviste que enamorar de esta chiquilla idiota.

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April le dio una mirada llena de odio.

—¿Un pedazo? —preguntaron al unísono. —Ajá… —ella los miró con enojo—, ¿qué creen? ¿Qué la piedra es tan fácil de conseguir? ¡Por favor, la piedra está dividida, hasta ustedes deberían saberlo! ¿Y quieren saber quién tiene la parte para dar vida eterna?

April tenía los ojos llenos de lágrimas, más de rabia que de todo lo demás. —¿P-por qué tenía que hacerlo, eh? ¿Matar a toda esta gente? —Para llegar a la piedra, chiquilla tonta. ¿Ves a esas alquimistas? Son de los 3 niveles. Porque yo necesito su sangre para la sustancia; mi idea no era matarlas, pero como no se paraban de mover y oponían resistencia, tuvimos que cortarlas en la cicatriz y como tú sabes, si las cortamos allí, las matamos. April tragó fuertemente. —No debieron… —Pero lo hicimos —intervino Ronald —todo para nuestro bien. Créeme, seremos ricos y jóvenes después de esto. Nada mejor que lo que está por venir… Y, ¿sabes qué es lo mejor? Que ya casi es la hora. Sin embargo, necesito tu collar. Sin pensárselo dos veces, Caleb sacó la pistola que guardaba en su pantalón y apuntó a Ronald en un dos por tres. Él era rápido, por lo

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—Tú, corazón. —dijo, apuntando a April—. Ese collar. Esa estrella. ¡Tú lo tienes! ¡Tu maldito padre colocó un pedazo de la piedra en ti, idiota chiquilla! ¡Él sabía que yo iba detrás de él! ¡Hizo el collar antes, todo antes! ¡Tú eres la maldita elegida y por eso, hemos de quitarte el collar! Por eso te ha seguido Ronald todo este tiempo; por eso tratamos de que los Renewed te pegaran un balazo, por eso ocurrieron todas esas persecuciones… ¿No lo ves? ¡Somos aliados! ¡Los Renewed y nosotros los somos! ¡Y ustedes tenían que venir e intervenir! ¡Ese gay, metiéndose en mi camino y haciendo que lo balearan! ¡Te juro que tuve la tentación de ponerle un suero en su medicamento para que se muriera, pero no lo hice! Y esa bebida… ¡La de aquel restaurant! ¡Le iba a poner veneno, pero Ronald se equivocó y le puso una cosa rara para dormir! Pero si no hubiese sido por eso, ¡estarías muerta al igual que esas estúpidas chicas muertas allí! —terminó, señalando al grupo de jovencitas muertas en la esquina.

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Ambos se quedaron callados.

que se movió en cuestión de segundos y él trató de apuntarle de nuevo, pero cuando se dio cuenta él estaba delante de April, justo en frente de ella, agarrándola por el cuello. Caleb no se inmutó y volvió a apuntar pues sabía que no le daría a April, sino a Ronald. Hasta que vio que la directora tenía una pistola mejor que la suya. —Le disparas a él y la chica muere. —dijo con un cariño realmente falso. Él la vio con preocupación pero siguió apuntando, Magdalena también. Caleb sólo podía preguntarse dónde estaban los demás, ¿es que acaso se los había tragado la tierra? ¿Acaso no veían que ya casi era hora? ¡Eran las 11:59, ya estaba ahí! ¡Necesitaba de la ayuda de todos ellos!

—4… Se oyeron un montón de pasos en dirección al laboratorio. —3… El gran grupo de alquimistas irrumpió en la sala, viendo una escena realmente macabra. April tirada en el suelo y Caleb mirándola con ojos llenos de lágrimas, la directora con un collar que les parecía muy parecido al de alguno de ellos y Ronald con una sonrisa felina. Darwin y Charles querían correr, gritar para que no sucediera pero era demasiado tarde para lograrlo. La habitación ya estaba casi a oscuras. —2… Como si todo fuese en cámara lenta, la sustancia comenzó a tornarse de un color todavía más rojo y echaba espuma por todos lados. —¡1…!

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El cielo empezó a oscurecerse, el eclipse ya estaba allí. Con nerviosismo, Ronald le quitó el collar a April en un dos por tres, haciendo que cayera al suelo con un golpe sordo. Caleb corrió hasta ella, quien se sentía desfallecer; en cuestión de segundos, le tendió el collar a la directora y ella lo tomó con una sonrisa llena de satisfacción… Mientras se fijaba en su reloj, vio que ya sólo faltaban 5 segundos para su gran acto. Lo que los haría terminar con todos esos años de trabajo y fingimientos. Finalmente, estaban ahí.

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Pero algo estaba contra él porque no aparecieron como él hubiese deseado que lo hicieran.

Finalmente, Magdalena echó el collar con la piedra dentro del balde y todo en la habitación hizo boom. El eclipse se había completado del todo. Las estrellas aparecieron sin tardarse ni un poco y un color amarillento y rojizo se extendió por toda la habitación, haciendo que tuviesen que cerrar los ojos. Tiraba un polvo extraño, del color del polvillo de hadas y la espuma se esparcía por toda la habitación. Magdalena no contenía su excitación y Ronald no se lo creía, estaba pasando realmente. Estaban siendo bañados en la piedra, estaban siendo prácticamente bañados en lo imposible. En oro y en vida eterna. El eclipse duró poco, pues a los pocos segundos la habitación se fue aclarando hasta que todo era de día nuevamente. Ronald no se contuvo y besó a Magdalena con todo su amor contenido y ella, emocionada le devolvió el beso con todas sus ganas posibles. —¡Lo logramos! —¡Noo! —dijeron todos al unísono. Ellos les sonrieron con malicia.

Y así fue. De pronto, las piernas de la directora se comenzaron a endurecer. Sus pies se estaban tornando dorados, sin embargo, ella aún no lo notaba. Jeremy abrió los ojos como platos y Raúl hizo una mueca de horror, pues no encontraba lógica a lo que estaba pasando. Pero Darwin y Charles sí. Ellos sabían que si el procedimiento de la piedra filosofal no se hacía con cuidado y con la debida protección, tendrías una pequeña enfermedad creciente conforme pasaban los años. La enfermedad dorada. En ella, si la piedra lograba tratarse, al final del procedimiento completo te convertirías en oro… Y así era. Magdalena estaba hecha oro, pues ya tenía dorado hasta el vientre. Ronald la observaba asombrado, sin embargo, no mostraba una sorpresa genuina, pues él sabía lo que le pasaría… Una de las razones

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Todo parecía ir bien, tenían la piedra y hasta se sentían más jóvenes. Lo único que necesitaban era que comenzara a aparecer el oro…

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—Oh, sí…

por las que se había quedado con una mujer tan tediosa y mandona era por eso. Porque no tendría que compartir su fortuna. —¿Qué… pero qué me está pasando? —preguntó con horror. —Te conviertes en oro —le respondió él con una sonrisa. —Pero…. Pero… ¡No es posible! ¡Esto es imposible, yo…! —lo vio con tristeza—, ¿tú sabías de esto? —Desde hace 15 años, cuando vi tus manchas, querida… Una lágrima pasó por una de sus mejillas. —¿Cómo pudiste? —dijo mientras el oro llegaba a su cuello. La había traicionado de una manera horrible…y ella que daría todo por él.

que fue sellada por el oro Ronald, el tipo que la había hombre del cual se había porque él no la amaba. No

Con una última lágrima de sus ojos, el oro llegó hasta ellos y entonces, ella ya no veía, no oía, no hablaba… No podía hacer nada. Su cabello se endureció y todo en ella quedó inmóvil. Sin vida. Y hablando de vida… No todo era color de rosa para Ronald, quien celebraba su victoria con felicidad… Era tanta su alegría que no estaba notando las arrugas que se formaban en su rostro. De 40 años, pasó a tener 70… Y 90… ¡Oh miren, su cabello ahora estaba lleno de canas! Y su corazón estaba dejando de latir poco a poco. Pronto, él se sintió extraño y al bajar su mirada hasta sus manos, se vio con un temor indescriptible, al saber lo que le estaba pasando. Se estaba haciendo viejo… eternamente viejo. Cuando finalmente sus ojos se cerraron y él cayó en el piso con un tranquilo paro cardíaco su cuerpo estaba más decrepito que el de alguien de 202 años… Porque ahora, él los tenía.

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Un sollozo se escuchó de su boca, hasta deslizante. Sus ojos nunca dejaron de ver a engañado como nadie había logrado. Ese enamorado y no le había servido de nada, como ella creía.

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—Te aguanté años de años. Maté a uno de mis mejores amigos… Me hiciste pasar por cosas que ya me hartaron… No lo sé, supongo que verte ir al infierno será lindo.

Todos en la habitación lo vieron con horror, pues ese era uno de los efectos de los que Darwin les había querido decir. Si la piedra filosofal es mal empleada, puede ocurrir una de dos: O te haces oro. O te mueres por vejez infinita. La cosa es que, como ambos habían sido bañados por la sustancia, no les había dado una de las dos opciones, sino que les habían dado una opción a cada uno. Y vaya que hermosas muertes habían tenido. Ya asegurados de que estaban muertos, todos en la habitación vitorearon felices, pues habían ganado… Hasta que vieron a April y a Caleb en el suelo.

Ella debería estar muriendo no él. Si a ella le quitaban el collar, renunciaba al alquimismo, no Caleb. Si a ella le pasaba eso, ella debía morir no él. Verán, el collar de un alquimista no sólo significa alquimia sino la vida del alquimista. Entonces, si alguien decide quitárselo renuncia a la alquimia, renunciando a su vida también. Y eso debía estarle pasando a April. Pero le sucedía a Caleb. —No entiendo… ¡Yo debería estar así, no él! —sus gritos eran cada vez más desesperados. El grupo de jóvenes se avecinó sobre ella, tratando de captar la situación hasta que Darwin vio el cuello de Caleb. Ese no era su collar. —April… Dime una cosa… Lo que tiene Caleb en el cuello no es una cadena, ¿no es así? ¿Es un collar? —los ojos de April se abrieron de

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—Caleb, amor… ¡Dios, qué te pasa! ¡Reacciona, por favor! —gritaba desesperada. De alguna extraña forma, cuando le habían quitado el collar, se había sentido expuesta, pero no le pasó mucho… Fue cuando Caleb se acostó en el suelo que comenzó a preocuparse. Pareciera que le estaba fallando algo en el cuerpo, pero ella no entendía qué le pasaba.

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Curiosamente, en todo ese tiempo ocurrido, la situación se invirtió. Caleb ahora estaba acostado en la madera, casi sin respiración mientras April lo miraba con ojos llorosos y un corazón destrozado.

manera sobrehumana y comenzó a buscar en Caleb la señal de que tenía su cadena y no un collar… Pues una cadena es de hombre y un collar es de mujer. Pero no era así. Caleb tenía colgada un collar con una estrella que tenía una “A” grabada. Había intercambiado. Los sollozos de April se hicieron más fuertes, hasta casi llenar toda la Academia, ¿cómo había hecho eso? ¡No era posible! —¿Cómo lo hizo? No… no lo entiendo… —Es que… —Charles movió sus manos con preocupación—. Si ustedes son almas alquimistas pueden intercambiar collares en la situación más extrema… No sé cuándo las habrá cambiado este muchacho… Ella casi cae a morir allí. La noche pasada habían dormido juntos. Ella se había dormido primero… Ahí lo había hecho. ¿Acaso él sospechaba que su collar tenía algo especial?

Comenzó a menear su cabeza con desesperación. Eso no le podía estar pasando a ella, no a ella. —Caleb… Amor, responde… Vamos, ¡vamos! ¡No me puedes hacer esto! Con suma delicadeza, sus ojos se fueron abriendo poco a poco. Cuando la vio, sonrió. —Estás bien. Sus lágrimas caían en su pecho. —¡Pero tú no! ¿Qué hiciste? —Salvarte… Prefiero que vivas tú. Raúl te cuidará, no te irá mal, princesa. Él te cuidará como nunca nadie lo ha hecho… Gemía y gemía. ¿Cómo era que le estaba pasando eso? —Caleb, no hables así… No mueras, no, no puedes…

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—No… Era su cadena en primer lugar, el efecto ahora cae sobre él no sobre ti. Por eso la piedra no funcionó, no había ninguna piedra filosofal en ella.

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—¡Pero la cadena estaba en mi cuello, debería hacer efecto en mí!

—Ap… Yo… —¡No lo digas! ¡No vas a morir! ¡No puedes hacerlo! Yo te amo, ¿no lo entiendes? No me puedes dejar así… —tomó sus manos entre las suyas—. Se supone que estamos destinados a ser… ¡Tenemos que estar juntos para siempre, Caleb! Nos enamoramos en menos de una semana, ¿no crees que eso debería valer? ¿Cuántos pueden decir eso? ¡Se suponía que nos casaríamos, que tendríamos hijos juntos y moriríamos de viejos! ¡Yo he soñado con eso todas las noches! No puedes hacerme esto… Más lágrimas caían sin parar. —Tú no p-puedes. —Ap… Princesa, vas a estar bien. —¡No, no lo voy a estar! —Sí, lo estarás… —volteó a ver a todos con amor—. Tienes a un grupo de idiotas para cuidarte. Ella sólo lloró más.

—Cuídame desde aquí, mi príncipe. Eres mi príncipe, ¿sabes? Vamos… —Te amo, Ap… Sabes que siempre lo haré. —No hables así… Tú… La mirada que le dio se lo dijo todo, debía callar. —April, ambos sabemos que hasta aquí llegué. Ya no hay marcha atrás… —le dio una mirada triste, pero amorosa—. Creo que esta es una forma de demostrar que soy realmente egoísta, ¿sabes? Porque prefiero morir a vivir sin ti… Prefiero que tú vivas y me superes a tener que superarte yo, porque sabes que para mí sería imposible… Sin embargo, no puedo decir que me arrepiento de mi decisión porque eso sería una mentira gigantesca. La respiración comenzó a fallarle. —Ap, sólo quiero que sepas unas últimas cosas antes de irme… —besó levemente su mano—. Tu sonrisa es la sonrisa más hermosa del mundo y cada mañana, cada minuto en el que aparece me haces sentirme el

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Sorbió con su nariz.

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—Y a mí, un ángel que te cuidará desde el cielo.

hombre más afortunado del mundo. ¿Tu forma de acurrucarte en mi cuello a la hora de despertar? Eso me mata porque lo único que quiero hacer es comerte a besos. Y cuando te enojas… —rió un poco—. Dios, te juro que no hay cosa más sexy que eso, lo supe desde nuestra primera pelea… Pero lo más importante, princesa… El aire cada vez era menos en sus pulmones. La observó una última vez y sonrió. —Es que te amo… —terminó de decir mientras sus palabras se desvanecían y sus manos caían…

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Como su corazón, que acababa de dejar de latir.

Capítulo 25

—Caleb... —April tocó su rostro, desesperación se hizo más grande.

tratando

de

despertarlo.

Su

—¡Caleb, no! ¡Por favor, despierta! ¡No, no! ¡No puedes dejarme, Caleb! ¡CALEB! —sus gritos eran ensordecedores; pronto se tiró encima del cuerpo inerte del muchacho quien ahora veía a la nada con sus ojos en blanco.

Jeremy y Joseph estaban prácticamente igual. Ambos tuvieron que voltearse para no ver aquella escena, pues se sentían destrozados. Jeremy lloraba sin parar y Joseph tenía un nudo enorme en la garganta, pero no quería llorar aún. Aún no debía hacerlo… Aunque su cuerpo no estaba de acuerdo con él, pues pronto las lágrimas se avecinaron contra la corriente. ¡Hasta el pobre perro Mr. Pippy tenía agua salada en sus ojos! Y ni decir de Alfonso, quien había llegado para reñirlos a todos y se había encontrado con la cosa más triste y dramática de su larga vida. Darwin y Charles veían todo pero de una forma diferente. Intercambian miradas dubitativas, sin saber qué hacer exactamente. Con cuidado, Darwin se acercó hasta April y la apartó un poco, sin embargo, ella no se movía de su lugar. —April, deja que le cierre los ojos…

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Gabe no podía creer lo que estaba viendo, pues para él Caleb era algo así como “su modelo a seguir”, sí, él sabía que no estaba enamorado pero lo quería como a un hermano mayor y verlo en ese estado… Dios, lo mataba, mas aunque hubiese querido que fuese diferente, sólo una gotita de agua salió de su ojo derecho.

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Los sollozos llenaron la sala por completo. Las lágrimas corroían por los rostros de todos, sin embargo de una manera diferente. Raúl miraba con ojos realmente abiertos a su mejor amigo, ahora muerto. Las lágrimas bajaban por sus mejillas en silencio mientras su cuerpo se movía en convulsiones y tragaba fuertemente. No podía dejar de preguntarse qué les diría a Eva y Alex… ¡Dios, cómo reaccionaría Alex! El corazón se le partió todavía más, más de lo que se le partía al ver a April aferrarse al Caleb que ya no vivía.

—¡No, no quiero! ¡No me moveré de su lado! —lo vio con ojos enrojecidos—. Ustedes son los culpables. ¡Debieron haber hecho algo! ¡No tardarse tanto! ¡Darle algo para que no muriera! ¡Pero no, lo dejaron morir frente a mis ojos y frente a los ojos de los demás! ¡Lárguense de aquí! ¡Ahora! Ambos tragaron fuertemente, no es como si se sintiesen como las mejores personas del mundo. Sabían que las posibilidades de que eso terminara del todo bien eran pocas, pero jamás creyeron que terminarían con una tragedia así. Dándole un codazo, Charles alzó sus cejas, insinuándole a Darwin que hiciera lo que debían hacer… ¡Era lo mejor! Sin embargo, él no quería, movía su cabeza de un lado a otro sin parar. —No puedes ser así de egoísta… —No sabes si funcionará… —¡No importa! ¡Mira a la pobre chica! ¡Se va a morir del disgusto! Tenemos que ayudarla…

—Charles… —¡Esto es amor verdadero, chico! ¡No podemos dejarlos así! —todos en la habitación los veían extrañados, hasta April movió un poco la mirada para ver qué estaba pasando, pero se volteó de nuevo al recordar a su Caleb, ahí, muerto. Al ver que todas las miradas caían sobre él, hizo un gesto con su mano, prácticamente dándole permiso para que hiciera lo que debía. En un segundo, Charles ya estaba al lado de April con su barriga colgando. Él le sonrió con cariño y le colgó la cadena en el cuello. —Linda, apártate un poco. Esto ayudará… —ella le dio una mirada llena de fiereza. Parecía una madre protegiendo a su cría. —No. —Sólo un poco… Abrazó más fuerte a su chico.

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—No lo sé… —pero no había terminado de pronunciar sus palabras cuando Charles ya se encontraba al otro lado de la habitación, tomando el collar un poco quemado de Caleb y llevándoselo consigo.

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Darwin frunció el ceño.

—No sé lo que es eso, si no me dice… Cansándose de la situación, Charles la empujó levemente, haciendo que se desequilibrara y pudiese sacar de su bolsillo una sustancia amarilla, para verter un poco en la boca de Caleb. Pronto April estaba casi encima de él de nuevo, observándolo con odio. —¿Qué hizo? Él hizo caso omiso a sus palabras. —Traga chico, traga… Pero Caleb seguía sin moverse. Se fijó en el cuello de April que aún tenía la cadena del muchacho y volteó a verlo a él, fijándose que no se le saliera nada de la sustancia. Pero nada pasaba.

—Pero… ¿en qué le servirá? ¿Lo devolverá a la vida? —Con suerte, sí… La cosa es que si el collar sirve para aceptarte en la alquimia y si te lo quitas mueres, debería servir para devolverte a la vida… Hemos investigado eso hace bastantes años, sin embargo, no es nada seguro —suspiró al ver el rostro de sufrimiento de Raúl. Le dio una palmada en la espalda—. No quiero dar falsas esperanzas. Él asintió levemente, sintiéndose como en un torbellino de emociones. —Entonces… ¿Pueden revivirlo? —preguntó April esperanzada. Su cara se estaba tornando en una paz increíble. —No te aseguramos nada chica… —Caleb… Chico, despierta… ¡Vamos! —dijo Charles, moviéndolo. Nada… April se volteó al cuerpo inerte de Caleb y le dio una larga mirada. Tenía que vivir de nuevo. Ella sabía que podía, tan sólo… un poco más y lo lograría.

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—Le dio la sustancia que se usa a la hora de crear un collar alquimístico. Ese líquido sirve para que se “inicien” en la alquimia, pues el colgante se inyecta de ella y al contactar con el cuerpo hace que todo se coaccione… Sólo que no sabemos si va a servir.

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—¿Qué fue lo que hizo con Caleb? —le preguntó Raúl a Darwin, aún con lágrimas en sus ojos. Lo mataba ver a su mejor amigo así.

—Caleb, vamos… —le dijo mientras tomaba su mano entre las de ella y la besaba. Una lágrima cayó en sus nudillos y sólo pudo rezarle a Dios para que le dejara con vida, para que lo dejara con ella. Todos en la habitación tenían la vista puesta nuevamente en ellos, esperando a que algo hiciera efecto, en que ayudara de alguna manera. No podía morir; él era su chico, el “jefe” de la manada. Siempre los guiaba, los mangoneaba, los trataba como si fuese el padre de todos ellos y por eso lo amaban, no podía irse de esa manera tan mundana. Unos segundos después, la mano que April sostenía pareció moverse. Ella se sobresaltó, pero la miró con una curiosidad inimaginable. Después de unos momentos más, todos sus dedos se movieron y el brazo lo hizo también. Se arriesgó a voltear a ver sus ojos, esos ojos grises que tanto amaba y ahí estaba. Esa mirada felina que él tenía, esas largas y hermosas pestañas comenzaron a parpadear y finalmente, Caleb fue tratando de incorporarse, sentándose poco a poco.

—Dios, ¿estoy en el cielo? —preguntó él, aún aturdido. Ella rió entre lágrimas de felicidad y le dio otro gran beso en la boca. —Te amo, te amo, te amo, grandísimo idiota —se colgó a su cuello mientras dejaba que toda su felicidad saliera de sus poros. —Hermoso, ahora soy un idiota… Ella sólo lo abrazó más. Pronto, sintió el peso de mil mastodontes, pero sólo eran Raúl, Gabe, Jeremy, Joseph y Mr. Pippi, que se habían tirado encima de la pareja. No podían creerlo, realmente había vuelto de la muerte… Dios, sonaba tan surreal. Caleb rió con alegría aunque aún no entendía bien qué había pasado. Recordaba haber muerto, dormir como… 5 minutos y luego despertar, sin embargo, él sabía que no había dormido, sino que se había muerto…

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—¡Caleb, Caleb, Caleb, estás vivo! —decía entre besos. Pasó a besarle las mejillas y los párpados, las orejas, el cuello, ¡hasta la nariz! No se cansaba de hacerlo.

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Todos en la sala gritaron con locura y alegría y ya venían a tirársele encima pero April se les adelantó y se tiró a sus labios, besándolo con euforia una y otra vez.

Recordaba hasta todo lo que le dijo a April y sentía aún el miedo que le dio saber que iba a morir. Observó a su alrededor, buscando algo que le dijera cómo había llegado a “vivir” de nuevo y entonces, vio que Darwin, Charles y Alfonso lo veían con una gran sonrisa incrustada en sus rostros…. Y… ¿qué hacía Alfonso ahí, llorando? Cuando finalmente todos se quitaron de encima, lo ayudaron a levantarse y aunque sentía como sus piernas podrían comenzar a fallarle, no lo hicieron. Volteó a ver toda la sala, viendo a Magdalena hecha oro y un esqueleto en el sue… ¿¡Ese era Ronald!? Oh por todos los santos… ¡Qué asco! Era un esqueleto completo… Hizo una mueca de asco, pero luego sonrió malvadamente. —Ese hijo de puta se debe estar pudriendo en el infierno —dijo con todas sus ganas. No entendieron muy bien por qué lo decía hasta que todos siguieron su mirada y observaron que veía a Ronald con un odio gigantesco.

—Sé que usted fue el que me salvó. Tan sólo lo sé, mil gracias… —luego observó a Darwin— y a usted también. —De nada, muchacho —le respondió—. Aunque debemos hacer unos cuantos funerales… Aunque no nos guste y suene horrible, esas chicas merecen una muerte digna. Tragaron fuertemente, la vida de 3 estudiantes se había destrozado por la ambición de unos pocos. —También tengo que dar varios anuncios… Y tendremos que comenzar con la nueva búsqueda de la piedra… El laboratorio entero volteó su mirada hacia él. ¿Hacer qué? —¿¡Perdón? —dijeron al unísono. Él los vio confuso.

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Caleb se dedicó a ver a sus mejores amigos con una gran sonrisa. Pensó que los iba a perder, que no los volvería a ver jamás, pero estaban ahí. En un arrebato de alegría, los abrazó uno por uno y hasta les dio un beso en la mejilla. Al perro casi lo besa, pero no lo hizo y no pudo evitar negar que le dio un beso en la coronilla a Charles.

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Muchos rieron.

—¡Oh por favor! ¿Creen que eso era la piedra completa? Magdalena tenía un pedazo, April otro, pero faltan por lo menos 2 pedazos más para tenerla completa. Todos gimieron con desgracia impregnada. —¿Y quién será el nuevo director? Él se encogió de hombros. —El jefe superior dirá… —¿¡Hay jefe superior!? —preguntó Jeremy con exasperación, ¿qué tanto no sabían? —¡Pero por supuesto! ¿Qué creían, que Magdalena controlaba todo? ¡Ni que fuera la mujer maravilla! Tenemos un panel de control en París. Medio mundo se vio entre sí, si no sabían esos pequeños detalles, ¿qué más no sabían?

—¿Ellos qué? —Magdalena dijo que éramos aliados con ellos. Darwin meneó su cabeza con desaprobación. —Te equivocas, ellos eran aliados, no nosotros. Seguirán atacando como siempre. Sí, genial. Y ellos que pensaban que todo había acabado. Saliendo uno por uno de la habitación, sólo quedaron finalmente Caleb y April y él la vio con una mirada de lo más enamorada. Sosteniéndola de la cintura, la acercó hasta quedar casi besándose y le susurró… —Volvería a dar mi vida por ti. Ella le dio una mirada reprobatoria. —Hazlo de nuevo y te asesino yo de alguna manera. Él rió gravemente y ella tomó un gran respiro.

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—¡Espere! —dijo Caleb. Algo no le quedaba claro aún —¿Y los Renewed?

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—Muy bien, chicos… Ha sido una excelente misión —dijo con gran optimismo—. Pero tenemos que seguir trabajando a partir de la otra semana. ¡Navidad se acerca! ¡Pronto tendrán vacaciones! Pero por ahora… ¡a correr!

Finalmente estaban juntos, tranquilos… Y sí, podría ser que hubiesen pasado muchas cosas, que aún pasarían otro montón más, sin embargo, ella sabía que ellos ya habían cumplido su parte. Observando a su novio sólo se pudo sentir la mujer más afortunada del mundo y le agradeció a Dios por habérselo traído de nuevo. Abrazándolo por la cintura, se fueron caminando fuera del laboratorio, no queriendo ver hacia atrás porque sabían que tendrían más de eso. De pronto, April recordó que debería llamar a su mamá y que tendría que ir a celebrar con todos los chicos; además, tenía que llamar a Scarlet para actualizarla con las cosas nuevas que estaban pasando… Y hacer unas cuantas llamadas a una muchachita rubia a la cual le debía una cita… Sin embargo, ella sabía que no se preocuparía por eso aún, ahora, lo único que le preocupaba era tener a Caleb a su lado, besarlo con todas sus ganas y nunca dejarlo ir. Porque él era su estrella. Él era la estrella que ella siempre ocupó para ser la mejor alquimista en el mundo como su padre habría querido…

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Él era su estrella entrelazada.

Epílogo

1 mes y 1 semana después Acababa de hacerlo. Oh por todos los grandísimos santos, acababan de hacerlo… ¡Y un día después de navidad! April tuvo que tomar una larga respiración para creérselo. Había hecho lo que jamás pensó que le diría a Scarlet como un sí. Acababa de hacerlo. Sus manos temblaban, su cuerpo estaba en reacción, parecía un volcán. Realmente se había entregado completamente a Caleb y Dios, se sentía como la mujer más hermosa del mundo.

Sólo pudo sonreír, ¡Dios, él la amaba con todo su corazón! Hablando de corazones… Podía sentir el corazón de April palpitar a toda pastilla y él se rió. —¿De qué te ríes? —De que estás pensando en cómo le contarás a Scarlet más tarde sobre todo esto. Ella se sonrojó. —Cállate. Él rió todavía más y se acurrucó contra ella. No era culpa de April que su madre y su mejor amiga hubiesen venido por navidad a Seattle. Se estaban hospedando en un hotel cercano a su apartamento y justo la noche anterior, Scarlet le había anunciado que se vendría a estudiar a Seattle… ¡Con ella!

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Y en el buen sentido.

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Caleb la atrajo más a sus brazos, abrazándola con ternura y besando su coronilla. Él tampoco podía creer que habían hecho eso, justamente eso, pero se sentía como la mierda.

No podía explicar la alegría que le daba por dentro, por no decir que había visto cierta química entre Jeremy y ella. Cierta no, más bien, habían saltado chispas entre ellos… Literal. Lo que había pasado era que el árbol de navidad de su cuarto —sí, habían celebrado navidad en su apartamento porque al parecer, Raúl y Caleb ahora vivían juntos y “estaba demasiado sucio” y los gemelos vivían igual, por lo que era la misma situación y Gabe… bueno, ya sabemos qué pasa con Gabe—, había echado chispitas cuando se conocieron porque una bola se cayó y… he ahí los resultados. La cosa es que ella veía algo venir. Además, se sentía de lo más contenta porque finalmente había presentado a Caleb con su madre y también había conocido a Eva y Alex —quienes vinieron por navidad.

En conclusión, había sido una gran fiesta, sin embargo, con toda buena gran fiesta se trae la mugre y suciedad…—por no decir que Mr. Pippi hizo su aparición porque vive con Charles—. Por lo que Caleb se había quedado como buen novio, ayudándola a limpiar la casa… Y miren en lo que terminaron. Sí, se habían dejado llevar por la “pasión” pero no era culpa de ninguno de ellos. ¡Tenían 18 años, por todos los santos, tenían la edad! Además, ella se sentía preparada y Caleb la había tratado como toda una princesa. Y es que lo era. Viéndolo con amor, recordó cómo casi lo había perdido y se sintió a morir. Él le dio una mirada acusatoria. —Deja de pensar en eso, April. —Deja de leer mis pensamientos, tonto. Él juntó su nariz con la de ella.

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Se estremeció, fue horrible.

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Claramente su apartamento estaba a reventar, por no decir que el vecino barrigón se les unió y Camila pasó un rato a traer queque de navidad. También Charles pasó a dejar pavo y Darwin se quedó y hasta podría decirse que ligó un poco con su madre.

—Ya pasó, yo estoy aquí y nadie nos quitará eso. Ella suspiró. —Lo sé, pero no puedo explicarte cómo me sentí… Sentí que todo mi mundo se venía abajo, no podía creerlo… Y ese discurso que diste no ayudó mucho. Él le sonrió. —Lo sé, sin embargo, puedes jurar que eso no pasará de nuevo… —le guiñó un ojo—. Además, con todo lo que se avecina, nos la pasaremos realmente bien… Aunque, creo que nuestro protagonismo acaba aquí, ¿tú no lo crees? Ella le sonrió. —Estoy totalmente de acuerdo… Y si miras la hora —dijo mientras miraba su reloj de Hello Kitty—. Creo que en este momento debe estar pasando… mi plan secreto. Caleb le frunció el ceño.

Y así, April se fue quedando dormida en los brazos de su amado, mientras pensaba en lo que estaba pasando justo en ese momento. Sí, la iban a matar.

A esa misma hora, en otro lugar cerca de allí. La nieve comenzaba a caer delicadamente del cielo; la tarde estaba empezando a ponerse gris y las calles se llenaban de nieve, hermosa y blanca en forma de bolitas que empapaban con su frío ardor a los caminantes —o peatones—, de Seattle; porque aunque la nieve es preciosa tiene sus desventajas. Alguien que sabía perfectamente de ellas era el chico de ojos chocolate que caminaba por la acera; sus guantes no le resguardaban mucho del frío —por no decir casi nada— y su bufanda no le tapaba muy bien su moreno cuello… ¡Juraba que podía ver su aliento! Y el frío lo embargaba hasta los huesos. Él amaba la

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—Valdrá la pena, lindo. Lo valdrá.

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—Dios, te van a matar.

navidad y su clima, sin embargo, en ese momento sólo deseaba llegar a la cafetería, donde su “cita lo esperaba” Se estremeció. Le daba un extraño sentimiento el pensar en su cita a ciegas pues no sabía cómo rayos lo habían convencido de ello… Se sentía tan raro… Parecía algo como… ¿culpa? No, eso no debía ser, había pasado ya demasiado tiempo, una pequeña cita no le haría mal. Frotó sus manos con fervor… ¡Dios, hacía frío! No pudo evitar arroparse más con su abrigo favorito, aunque no sirvió de nada… Seguía haciendo un maldito hielo en el aire. Quiso gritar de alegría cuando finalmente llegó a Starbucks y entró en el acogedor lugar, haciendo sonar la campanilla y pasando por el muérdago que estaba colgado. Sonrió, todo el local estaba lleno de decoración roja y verde; era de sus épocas favoritas —por no decir que era la favorita.

Ambos jadearon con sorpresa. —¿¡Raúl!? —¿¡Airin!? —¿¡Tú qué estás haciendo aquí!? —dijeron al unísono. Ninguno de ellos entendía nada, pero había algo de lo que estaban completamente seguros… Matarían a April en cuanto la vieran, pedacito por pedacito.

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Casi al final del local, en una esquina vio unos rizos rubios cubiertos por algo del color que buscaba y supo que era ella. Tomando aire sonoramente, caminó hasta la mesa y se reacomodó su abrigo para dar una buena impresión pues sus nervios lo carcomían; tocando su hombro levemente, la hermosa muchacha se volteó y observó fijamente en sus ojos.

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Metiendo sus manos en sus bolsillos, analizó tímidamente la sala, buscando por una boina color lila con la cual le habían dicho, podría localizar a la chica.

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Fin 

Agradecimientos…

Quiero agradecerle a Dios porque él me ayudó más que nadie a lograr esto… Sé que lo hizo, con sus noches de inspiración y madrugadas de levantarme a escribir por un sueño raro y que terminó siendo un capítulo. A mis papás… que no saben nada de esto aunque no lo sepan, me ayudaron de muchas maneras… Tal vez con su amor espontáneo y todo eso, porque me ayudaron a ser la romántica empedernida que soy. Y claro… ¡ellos me apoyan con mis libros! En fin, le doy gracias a todos ustedes. A mis lectores próximos y los que me leen, como he dicho miles de veces, sin ustedes no sería nada. Porque me pasé con todo esto y lo hice mega largo XD! Muchas gracias, no me cansaré de decirlo. Oh y para despedirme sólo me queda decir… ¡Vean las estrellas todas las noches! Ellas los están viendo aunque ustedes no lo crean… Ellas son especiales. Besos y apapachos, Mel(:

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Antes que nada le quiero dar las gracias a mi mejor amiga, Fabi… Sin vos, yo jamás habría comenzado a escribir este libro; lo leíste de principio a fin y por eso, gracias. También le agradezco enormemente a las chicas del foro, que tal vez comenzaron a leerme y luego tuvieron que dejarlo o las que comenzaron cuando ya iba terminando y a las personas que me leían en mi blog, chicas, gracias, sin ustedes mi libro no sería nada. A Ediciones Frutilla, claramente, les agradezco de corazón por haberme aceptado en su maravillosa Editorial cuando seguramente no tenía mucho potencial, son las mejores (y por la hermosa portada y sinopsis :3). A Lia… mujer, sin vos, no sé qué habría hecho (ya te lo he dicho como 1000 veces pero no importa), vos estuviste desde el principio hasta el final, sos la mejor. A Carmen (¡te adoro!)… Jaja, ¡chica! Vos no leías mi libro y aun así decías que será un éxito… Espero que sea así. Cami… vos sos una de las más fieles y mi loquita, gracias corazón. Airin… vos siempre me apoyaste con esos mensajes mega largos, y además me inspiras en el personaje, ya sabes cómo es todo esto. A todos aquellos que me dieron apoyo, que me inspiraron a hacer todo esto, a los que siempre me han leído y decían que continuara. Gracias, sin ustedes yo no sería nada.

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Oh por todos los Bob esponjas existentes en este mundo u.u ¡TERMINÉ! Aoehfoerefhworfgh… ¡Necesito un buen pellizco para despertarme de este sueño que no logro descifrar! Antes que nada tengo que decir que… Apenas termine le escribí a mi “sweetie” “AH! AH! SHITE!” obviamente entendió de qué le hablaba. Luego le mandé un correo a mi mejor amiga diciéndole que la amaba… (la euforia del momento) y luego le escribí a Lia (la correctora más mejorsísima del mundo (¿?)) algo parecido… La cosa es que, me estoy yendo por las ramas.

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Melissa Loria Rojas, también llamada Mel, tiene 14 años. Vive con sus padres en Costa Rica, su lugar de nacimiento. En medio de toda su locura, sus frases estrambóticas y su increíble imaginación, Mel es una excelente escritora, quien se presento a nosotras con su primer y único escrito, “Interlooking Stars”. Cuando no está pensando en cómo conquistar al mundo, ni escribiendo capítulos nuevos, adora jugar al tenis, bailar, cantar en la ducha, leer y es directora de la revista que comenzara a publicarse semanalmente por el foro “Sweet obsession”, la cual pueden leer haciendo click AQUÍ. Comenzó a escribir por lectora empedernida y sostiene que desde un principio, cada vez que leía algo, su sueño era “poder escribir así”, y si sigue como viene, lo lograra seguramente! Admite que ha mejorado desde un principio y que constantemente se compara con sus inicios y se lleva cada vez más grandes sorpresas. “cuando avanzo, me gusta mas y mas... aunque he mejorado por los consejos de las fruti-chicas, eso sí les tengo que dar crédito, son maravillosas!”

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SOBRE LA AUTORA

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