Inteligencia Emocional y Kabala

Inteligencia Emocional y Kabalá Introducción Querido lector, Antes que nada me gustaría explicarte lo que es la intelige

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Inteligencia Emocional y Kabalá Introducción Querido lector, Antes que nada me gustaría explicarte lo que es la inteligencia emocional, qué fue lo que me inspiró a escribir este libro y el por qué estoy seguro de que será de gran utilidad para ti y para cualquiera que lo lea. Empezaré por explicar qué es la inteligencia emocional y para entenderla, antes debemos hablar de la teoría de Gardner sobre las inteligencias múltiples. En 1983, el profesor de educación y psicología de la Universidad de Harvard y director del “Proyecto Zero”[1], Howard Gardner, presentó su libro Frames of Mind: The Theory of Multiple Intelligences. En este libro Gardner propone que no existe un sólo tipo de inteligencia. La inteligencia no es una cualidad que haga posible dominar todas las destrezas y habilidades de resolución de problemas, sino que está localizada en diferentes áreas del cerebro interconectadas entre sí. Estas áreas pueden también trabajar en forma individual, teniendo la propiedad de desarrollarse ampliamente si se encuentran un ambiente que ofrezca las condiciones necesarias para ello. Al definir lo anterior, Gardner afirma que la inteligencia académica -o sea la obtención de títulos y méritos educativos-, no es la única herramienta que define la inteligencia de una persona. Es por ello que podemos encontrar personas que a pesar de ser destacados académicos, tienen problemas para relacionarse o para manejar otros aspectos de su vida. Para Gardner y su equipo, una persona como Albert Einstein no es más inteligente que otra como Pablo Picasso, ni Michael Jordan es más sabio que Octavio Paz. Tampoco Plácido Domingo es más que Sigmund Freud, sino que cada uno de ellos cuentan con inteligencias diferentes. Gardner señala que existen siete inteligencias:

1. Inteligencia lingüística-verbal: Relacionada con el uso claro y sensible del lenguaje oral y escrito. 2. Inteligencia lógica-matemática: Es la habilidad del razonamiento complejo y la resolución de problemas numéricos, así como la facilidad para pensar, siguiendo reglas de la lógica. 3. Inteligencia física-cinestésica: Esta inteligencia facilita usar el cuerpo para expresar ideas y sentimientos. Incluye el dominio de habilidades físicas como la velocidad, la coordinación, el equilibrio o la flexibilidad. 4. Inteligencia espacial: Es la habilidad de percibir el mundo y poder crear imágenes mentales a partir de la experiencia visual. Esta inteligencia incluye la capacidad de repesentar gráficamente ideas y relacionar colores, líneas y formas. 5. Inteligencia musical: Habilidad de utilizar y responder a los diferentes elementos musicales como ritmo, timbre y tono. 6.

Inteligenca interpersonal: Tiene que ver con la habilidad para comprender a las personas, sus relaciones e interactuar con ellas.

7. Inteligencia intrapersonal: Habilidad de comprenderse a sí mismo y utilizar este conocimiento para desenvolverse de manera efectiva en la vida. Aunque estas siete son las inteligencias más destacables, en estudios posteriores Garder señala que hay otras inteligencias como la naturalista, la espiritualista, la existencial, la digital y otras más. Ahora que conocemos la teoría de Gardner y comprendemos que existen diferentes inteligencias, abordaremos el tema de la inteligencia emocional. Inteligencia, del latín intelligentĭa, es la capacidad para escoger las mejores opciones en la búsqueda de una solución. Emocional, por otra parte, es

aquello perteneciente o relativo a la emoción. El psicólogo estadounidense, Daniel Goleman, fue uno de los personajes que popularizaron el concepto de inteligencia emocional, haciendo referencia a la capacidad para reconocer los sentimientos propios y ajenos. Es así que una persona con inteligencia emocional, destacará por su hábil manejo de los sentimientos. La inteligencia emocional se relaciona con el AUTOCONTROL. Es decir, con la capacidad de dominarse a sí mismo, y controlar sentimientos y emociones. Los elementos básicos que integran la inteligencia emocional son los siguientes: 1. Autoconciencia: Tener conocimiento de nuestras propias debilidades y fortalezas, ser honestos y rigurosos con nosotros mismos, además de conocer nuestros límites. 2. Autocontrol: Capacidad de controlar las emociones e impulsos. A través del autocontrol, elegimos cómo sentirnos y cómo reaccionar ante cualquier evento. 3. Motivación: Voluntad para crear un entorno en el que nuestros objetivos y metas se puedan cumplir. 4. Empatía: Capacidad de identificar y entender los deseos, necesidades y puntos de vista de quienes nos rodean. Es reconocer los sentimientos de los demás. 5. Habilidades sociales: Conductas necesarias para interactuar y relacionarse con los demás de forma efectiva y mutuamente satisfactoria. Es trabajar en equipo y siempre sumar puntos positivos. De acuerdo con Goleman, una persona con inteligencia emocional se valora a sí misma y se comporta con autocontrol e integridad, lo que generalmente suele llevarla a ser digna de confianza. Las personas con esta inteligencia

demuestran iniciativa, además de ser optimistas e innovadoras, encontrando la forma de adaptarse al cambio y obtener de este, las mejores oportunidades. Por el contrario, aquellos que no ponen en práctica la inteligencia emocional, demuestran una actitud de apatía e impulsividad. Además, suelen ser personas inseguras y temerosas, lo cual a menudo se traduce en irritabilidad y falta de motivación. Hace más de 14 años doy clases de Torá[2] y enseño sobre diversas leyes y costumbres del judaismo que Dios, en su sagrada Torá, nos pide que llevemos a la práctica. Entre los preceptos de Dios, hay algunos que son concretos y prácticos, como los relativos a la alimentación[3], la colocación de una Mezuzá[4], de los Tefilín, de guardar el día de Shabat[5], ayudar a los demás, etc. No obstante, existen una serie de preceptos y mandatos que no dependen de la realización de una acción específica, sino que se cumplen mediante las emociones. Existen así los preceptos de estar alegre[6], amar a Dios[7], amar al prójimo[8], no odiar[9], no guardar rencor[10], no codiciar[11], no ser presumido[12], no enojarse[13], no tener miedo[14], etc. La cosa es que cuando hablamos de leyes concretas, como la realización de algo o su abstinencia, mis alumnos por lo general entienden que se trata de preceptos de Dios que deben de tratar de llevar a la práctica. No obstante, cuando se trata de sentimientos, muchas veces piensan que lo que se les está pidiendo es algo imposible, algo que no depende de ellos, pues creen que no son capaces de gobernar sobre sus sentimientos y sus emociones. Afirman que ¡ellos no mandan sobre su corazón! Por lo general, mis estudiantes creen que las emociones son el reflejo de lo que pasa en el exterior. Así, si algo malo les pasa van a estar tristes; si algo bueno les sucede, estarán contentos; si alguien les atrae y se porta bien con ellos, lo van a querer; pero si simplemente una persona no les cae bien o es fría con ellos, entonces seguramente no podrán amarla. Si Dios les manda abundancia, una vida holgada y llena de bendiciones, entonces lo van a amar, pero ¿qué pasa si no es así?

Si alguien les hace un daño, posiblemente no se venguen de él, pero no guardarle rencor, ¡eso es otra cosa! Si el otro tiene algo que uno no, ¡se siente envidia! Es algo natural, una reacción involuntaria. Si una situación se sale de control o pasa algo que no va de acuerdo al plan, nos enojamos. Esto es una reacción y en ocasiones pensamos que no se puede controlar, pero la Torá nos dice que sí podemos, con el argumento de que si no las pudieramos controlar, entonces Dios no nos pediría que lo hiciéramos. ¡Nosotros tenemos el control de nuestras emociones! Sólo hay que encontrar la mejor manera de hacerlo, lo cual constituye un gran desafío que necesita de una de las más importantes inteligencias: la emocional. A diferencia del resto de las inteligencias de Gardner, la inteligencia emocional debe ser usada de manera paralela con cualquiera de las demás inteligencias, pues podrás ser un excelente matemático, músico, atleta, o artista, pero si no sabes dominar tus emociones, entonces tu vida entera estará destinada a ser una vida de fracaso. ¿De qué sirve ser excelente en algo, si eres enojón y “explotas” por cada cosa? ¡Nadie te va a soportar! ¿De qué sirve ser el mejor en tu profesión, si no sabes controlar tus estados de ánimo y te la pasas deprimido? Así no se puede llegar muy lejos, a pesar de tener todos los dones. Es por eso que todos necesitamos de la inteligencia emocional. Un artista tal vez no necesita ser buen matemático, ni un deportista necesita ser experto en literatura, pero todos sin excepción y sin importar a qué nos dediquemos o para qué seamos buenos, necesitamos tener una maestría y hasta un doctorado en inteligencia emocional, ya que de lo contrario ninguna otra cosa que hagamos servirá. La inteligencia emocional no es algo nuevo. Es una sabiduría que se ha aplicado durante todos los tiempos y en el judaísmo entra dentro de la categoría de TIKÚN HAMIDÓT ‫תיקון המידות‬, que se traduce comúnmente como perfeccionamiento de carácter, aunque abarca mucho más que eso. En el judaísmo existen muchísimos libros que hablan sobre este tema, algunos de manera directa y algunos otros, a pesar de hablar de otras

temáticas, están llenos de este tipo de enseñanzas. La Mishná 15]‫]משנה‬, el Talmud 16]‫]תלמוד‬, los Midrashím 17]‫]מדרשים‬, el libro del Zohar 18]‫ ]זוהר‬y otros más, gastan mucha tinta hablando sobre la inteligencia emocional. El Ramak, Rabí Moshé Kordobero, kabalista del siglo XVI y maestro del Arizal, dedicó su libro “Tomer Deborá” a hablar acerca del alma. Explica que el alma de las personas fue creada a imagen y semejanza de Dios y por lo tanto debemos controlar nuestras emociones y procurar imitar las conductas de Dios. Entre los 13 atributos de Dios que él enumera, se destacan la tolerancia, la piedad, el autocontrol, la solidaridad y la empatía. Rab. Jaím Vital, alumno principal del Arizal, compara cada una de las emociones de la persona con los cuatro elementos (fuego, agua, aire y tierra). Él argumenta que cada uno de estos elementos están en el alma de la persona y que así como cada uno tiene su parte buena y su parte mala, así también debemos aprender a controlar las emociones negativas y a potencializar las positivas. El Rab. dice que del fuego surgen la presunción y sus ramificaciones: el enojo, la impaciencia, la irritabilidad, la búsqueda de dominio y el odio. Como contraparte, surge también la humildad. Del agua surgen las ganas, los deseos y el placer. Sus ramificaciones son la envidia y la insatisfacción por el deseo jamás saciado. En la contraparte, surge el conformismo. Del aire surge la palabra. Sus ramificaciones son la adulación, la mentira, el Lashon Hará[19] y los aires de grandeza. La contraparte aquí es el silencio. De la tierra nace la tristeza y su ramificación es la flojera. En contraparte, se encuentra la alegría. El Gaón de Vilna[20], en su libro “Eben Shelemá”, dice que todo el servicio a Dios depende de la inteligencia emocional y que las emociones son como las vestimentas de las Mitzvot 21]‫ ]מצוות‬y la Torá. Dijo también que todos los

pecados encuentran su raíz en una emoción. Él argumenta que el ser humano fue creado con la finalidad de controlar sus emociones y que si no lo hace, ¿entonces para qué quiere la vida? El Gaón de Vilna se focaliza en las tres emociones centrales de la persona que la llevan al pecado. Estas son el enojo, el deseo y la presunción. Él dice que cada una de estas emociones se expresa de manera interior y exterior. Por ejemplo, existe el deseo interior de querer el dinero y las posesiones materiales, pero también hay un deseo exterior que se manifiesta al querer satisfacer al cuerpo y llenarlo de placeres como la comida, la bebida y otros placeres físicos. El Gaón explica que la persona debe reflexionar sobre sus emociones y ponerlas constantemente sobre la balanza para educarse a sí mismo y llevar sus sentimientos negativos hasta el otro extremo. El presumido por ejemplo, debe comportarse con humildad y modestia extrema, para sacar de su persona el sentimiento negativo y cambiar así su naturaleza arrogante. Para el Gaón, el camino para dominar las emociones no es el de afligirse a sí mismo ni contenerse hasta explotar. Aquello que puede ayudar a la persona a controlar sus emociones es aprender a manejarlas mediante el estudio de la Torá. De este modo, el enojo puede canalizarse de manera positiva, estudiando Halajá (leyes judías) a profundidad, y discutiendo las opiniones y los argumentos de la misma. El deseo y el antojo, bien pueden saciarse mediante el estudio de la Hagadá (historias fantásticas del Talmud y de los Midrashím con profundos mensajes). El Gaón aconseja no pelear en contra de la propia naturaleza y no suprimir las emociones, sino encaminarlas hacia algo positivo. Si a una persona le emociona la sangre o la violencia, entonces que se convierta en Shojet[22], en Mohel[23], en doctor, o en un policía, antes de que su emoción lo lleve a convertirse en un delincuente o un asesino. Dice también el Gaón que la persona debe buscar la manera de controlar sus emociones negativas y a aquel que no lo hace por flojera, de nada le va a servir todo lo que se proponga. Esto se compara a una persona que pone una venda sobre la piel, cuando la hemorragia es interna. Es seguro que no se

curará. Hay tres diferentes opiniones con respecto a si se considera una Mitzvá (precepto divino) trabajar sobre las emociones: la de Rab. Jaim Vital, la de Rabenu Bejayé y la del Rambam. Las opiniones son las siguientes: Rab. Jaim Vital[24] dice que el control de las emociones y la inteligencia emocional es fundamental para el cumplimiento de las Mitzvot y es la base sobre la cual se sostiene la persona. Si la base está chueca, la construcción no se puede mantener. No obstante, este Rab. no considera el control de las emociones como una Mitzvá por sí misma, sino como un prerrequisito para poder adquirir las Mitzvot. Esto es similar a la frase del Tána Debé Eliyahu que dice: “Las buenas cualidades están antes que la Torá”[25]. Por otro lado, Rabenu Bejaye[26], en la introducción de su maravilloso libro “Jobat Halebabot”, dice que las Mitzvot se dividen en dos partes: los deberes que se cumplen con las acciones y el movimiento del cuerpo, y las Mitzvot que se cumplen sólo con el corazón, es decir mediante el simple control de nuestras emociones, usando la inteligencia emocional. El Rambam[27] dice que todas las Mitzvot de la Torá son de hecho, un vehículo para llevar a la persona a una armonía emocional, como si fueran el transporte para conseguir la inteligencia emocional y tener el control absoluto de nuestras emociones. Más adelante, el Rambam menciona que cada defecto en las emociones y en el carácter de la persona, crea una barrera que la separa de Dios. Él dice que todos los profetas, aunque tenían un grado muy alto de inteligencia emocional, sufrían de algúna pequeña falta de control en alguna de sus emociones, lo cual les provocaba no tener una visión completamente clara y transparente de la divinidad en sus profecías. Lo anterior sucedió con todos los profetas a excepción de Moshé (Moises), pues Moshé fue el único ser humano sobre la faz de la tiera que sí logró dominar por completo sus emociones y alcanzar el nivel de control emocional más alto que cualquier otro ser humano pudo llegar a alcanzar, por lo cual pudo hablar con Dios cara a cara, sin barreras y sin interferencia alguna. El Rambam[28] también afirma que quien no controla sus emociones, padece

de una enfermedad espiritual y debe dirigirse a un rabino (según el Rambam, el rabino es el doctor del alma) para que lo cure, enseñándole inteligencia emocional. En conclusión, para Rab. Jaim Vital se necesita de la inteligencia emocional para poder cumplir con las Mitzvot. Según Rabenu Bejaye, el hecho de controlar las emociones es ya una Mitzvá, mientras que para el Rambam, todas las Mitzvot que realizamos, las hacemos con la intención de aprender a controlar nuestras emociones y perfeccionarlas. Ahora bien, más allá de definir si el control de las emociones es una Mitzvá o no, estos tres personajes hablan sobre la inteligencia emocional como una parte vital del judaísmo. Por ello, según el judaísmo, no podemos pasar por la vida sin buscar estrategias y métodos para dominar esta destreza y volvernos expertos en ella, de acuerdo con nuestras capacidades. Ahora que queda claro lo que es para mí la inteligencia emocional, me gustaría explicar aquello que me inspiró a escribir este libro y el por qué estoy seguro de que será de gran utilidad para ti y para cualquiera que lo lea. En realidad aquello que me inspiró a escribir este libro fue mi indomable deseo personal por adquirir mayor inteligencia emocional, por poder identificar y controlar cada una de mis emociones de acuerdo a la razón, y al mismo tiempo a mi parte lógica y pensante. Para así hacer a un lado aquellas barreras que me desconectan de Dios y de su luz y ser propicio de recibir Sus bendiciones. Estoy seguro por estudios y comprobaciones que he leído al respecto, y porque es algo que se puede ver en la práctica de manera clara y transparente, que las personas con mayor inteligencia emocional alcanzan niveles de éxito más altos en todas las facetas de su vida. Ya sea en los negocios, en el trabajo, con sus jefes o maestros, en la familia o con los amigos, son más queridos por la gente y mucho más respetados, son mejores líderes y más influyentes. La inteligencia emocional es algo en lo que todos deberíamos trabajar pues es una parte esencial en la vida de cada ser humano. Es por eso que consideré

trascendente escribir este libro y compartir estos descubrimientos con ustedes. Es esta razón, la que me hace estar seguro de que será de gran utilidad para todo aquel que lo lea, sin importar a qué se dedica, cuál es su profesión o cuáles son sus fortalezas, su nivel espiritual, cultural, religioso, su género, etc. Este libro es para cualquiera y sus enseñanzas son, en su mayoría, verdades y valores universales que cualquiera podría llegar a comprender. Estoy seguro querido lector, que al igual que yo, vas a disfrutar mucho estas enseñanzas y te vas a enriquecer con ellas bastante. Si es así, te pido también que las transmitas a tus seres queridos y a todo aquel al que consideres que le puede llegar a servir, pues no existe casi nada mejor y más útil que se pueda regalar, que la luz de la sabiduría, la cual enriquece al que la recibe sin empobrecer al que la da. En este libro se encuentran poderosas llaves para abrir las puertas de las bendiciones, es por eso que no me queda más que aconsejarte que las tomes y desearte que puedas hacer un buen uso de ellas. Deseo que abras las puertas indicadas para atraer hacia ti y hacia la gente de tu alrededor, las mejores y más puras bendiciones.

Yosef Zonana

¿Qué es la Kabalá? “Todo campo de conocimiento —sea ciencia, agricultura, medicina o quiromancia— puede aprenderse en la Torá” (Rambán, Introducción a Comentario sobre la Torá). Comúnmente las personas confunden la Kabalá con magia, hechicería o algo parecido pero, ¿qué es en verdad la Kabalá? La palabra Kabalá ‫ קבלה‬significa recepción, pues la Kabalá es la interpretación más profunda y mística de la Torá, la cual fue transmitida

verbalmente, generación tras generación, de maestro a alumno. Esta sabiduría oculta de la Torá llamada Kabalá, en principio no se transmitió de manera generalizada a todo el pueblo de Israel sino sólo para unos cuantos elegidos en cada generación, que hubieron adquirido un excelente control sobre sus emociones, perfeccionamiento de sus acciones, carácter, realización de Mitzvot y un vasto conocimiento de la Torá, pues fue dicho: “El secreto de Dios es para aquellos que le temen” (Tehilím 25:14). Lo anterior quiere decir que sólo aquellos que realmente demuestran devoción por el Eterno, deben ser introducidos en esta parte de la Torá. La Kabalá es el estudio de: La inspiración Divina y la profecía. Las formas de aproximarse a Dios y de apegarse a Él; la unicidad de Dios, el acceso a la Providencia y la hanagá[29]. Cómo un ser humano perfecciona los mundos mediante la realización de mitzvot. La Kabalá tiene dos aspectos principales que se denominan: Maasé Bereshit ("La Creación") y Maasé Merkavá ("El Carro Divino"). Maasé Bereshit describe a todos los mundos, superiores e inferiores. Explica cómo fueron creados, cómo son dirigidos, y cómo pueden ser corregidos y llevados hasta la cima de la perfección. Del mismo modo revela el misterio de la unicidad de Dios, así como el significado secreto de la Torá y sus leyes. Maasé Merkavá enseña los diversos métodos con los cuales una persona puede santificarse y elevarse hasta que logra adquirir la visión profética. Estos métodos incluyen la oración y la realización de mitzvot con concentración e intenciones especiales (kavanot ‫)כוונת‬, la purificación de su cuerpo y la rectificación de las raíces del alma de la persona, hasta que se vuelve adecuada para servir como vehículo ("carro") para la Shejiná (la Presencia Divina). Los 4 niveles de interpretación de la Torá Oral son: Peshat: El sentido literal de los versículos.

Remez: Los significados más profundos descubiertos por medio de los valores numéricos de las letras, acrónimos y otros. Derash: La exégesis homilética (exposición de los versículos bíblicos). Sod: La interpretación Kabalística. Este libro fue titulado “Inteligencia Emocional y Kabalá”, ya que habla sobre el control de las emociones, pero también incluye profundas explicaciones sobre la Torá, que van desde el Peshat, hasta el Sod. En la presente obra, se incluyen explicaciones que nos ayudan a entender mejor las emociones del ser humano y la importancia de su adecuado manejo. La palabra Kabalá también significa paralelismo, pues nos enseña que este mundo material tiene un paralelo espiritual y todo lo físico tiene su igual en el mundo espiritual. Tenemos cuerpo y su paralelo es el alma, y detrás de cada célula hay una energía invisible que le da vida y movimiento. Cada emoción tiene un origen y está vinculada a una o más razones psicológicas, espirituales o metafísicas. La Torá nos dice que las emociones no son el reflejo de aquello que nos sucede. De hecho, lo que sucede es más bien el reflejo de nuestras acciones y emociones. En este libro intenté fusionar importantes descubrimientos modernos de la psicología y el desarrollo humano con las tradicionales pero, trascendentales enseñanzas de la sagrada Torá, lo cual se entrelaza perfectamente creando un maravilloso paralelismo. Espero que lo disfrutes mucho y te sea de gran utilidad para poner en sintonía tus emociones, para que logres armonizar la frecuencia de tu cuerpo con tu alma.

La ciencia de las emociones ¿Con qué parte de tu cerebro y de tu alma tomas tus decisiones?

¡Domina tus emociones y dominarás tu vida! ¡Domina tu vida y dominarás el mundo! En su libro best seller “Inteligencia Emocional”, Daniel Goleman nos habla acerca de la manera en la que nuestra mente funciona y lo importante que resulta en la vida tener control sobre nuestras emociones, para conseguir una vida exitosa en todos los sentidos. Él nos dice que, en las empresas, las personas son contratadas por su capacidad intelectual y experiencia comercial, y despedidas por su falta de inteligencia emocional. Diversos estudios han revelado que el coeficiente intelectual de la persona representa solamente un 20% de los factores determinantes del éxito. El otro 80% depende de la clase social, la suerte y sobre todo de la inteligencia emocional. Esto es, la capacidad de auto motivarse, tener perseverancia y resistir a pesar de todo, controlar los impulsos, tener empatía, etcétera. De estos temas nos habla la Torá y en ellos se centran gran parte de las mitzvot (preceptos divinos). En su libro, Goleman nos habla sobre dos tipos de inteligencia: la inteligencia cognitiva[30] y la inteligencia emocional. La inteligencia cognitiva constituye la capa neuronal que recubre los lóbulos prefrontal y frontal. Los lóbulos prefrontales nos permiten dirigir nuestra conducta hacia un fin determinado. Sus funciones comprenden la atención, planificación, secuenciación y reorientación sobre nuestros actos. Es decir que estos lóbulos se encargan de las funciones ejecutivas, convirtiéndose en los directores de orquesta del cuerpo. Por otro lado, los lóbulos frontales están implicados en los componentes motivacionales y conductuales. Por eso, si se produce un daño en esta área, puede suceder que a pesar de que el sujeto mantenga una apariencia normal al no existir déficits motrices de habla, memoria o razonamiento, se presente un importante déficit en las capacidades sociales y conductuales[31]. Este conjunto de lóbulos, conforman el neocórtex, que es la región cerebral que nos diferencia de los animales. Es allí donde reposa todo lo humano: el

pensamiento, la reflexión sobre los sentimientos, la comprensión de símbolos, el arte, la cultura, la capacidad de poder hablar, etc. Gracias al neocórtex tenemos la oportunidad de ver a futuro, planificar a largo plazo y desarrollar otras estrategias afines. Existe una tercera parte en el cerebro llamada tallo encefálico, que controla las funciones primarias como la respiración, el ritmo cardiaco, aspectos básicos de la localización del sonido, digestión de alimentos, circulación de la sangre y todas las funciones necesarias para que el cuerpo esté vivo. Esta sección del cerebro controla todos los músculos involuntarios del cuerpo, la tos, el estornudo, el hipo, el vómito, etc. En resumen, tenemos 3 partes en el cerebro: 1. El lóbulo frontal – La parte emocional, motivacional, conductual, etc. 2. El lóbulo prefrontal – Las funciones ejecutivas o técnicas. 3. El tallo encefálico – Las funciones primarias e involuntarias, sobre las cuales no tenemos control de manera consciente. En el lenguaje de la Kabalá, estas partes se llaman Nefesh ‫נפש‬, Ruaj ‫ רוח‬y Neshamá 32]‫]נשמה‬. El Nefesh ‫נפש‬, es la parte más básica de nuestra alma, que está asociada con el tallo encefálico. Son las funciones primarias que el cuerpo realiza de manera involuntaria y sobre las cuales no se tiene control alguno. Cuando la persona dice: ¡tengo hambre! ¡tengo sed! ¡tengo sueño!, no lo está diciendo su cuerpo, ya que este es sólo un pedazo de carne, sangre o huesos. En esos momentos está hablando su Nefesh ‫נפש‬, la parte espiritual que representa el tallo encefálico. El Ruaj ‫רוח‬, es el alma que controla. Como el director de una orquesta, es la que nos da la facultad de hablar[33], la que se encarga de las funciones ejecutivas y técnicas. El Ruaj ‫ רוח‬nos hace diferentes al resto de los seres vivos. Los pericos también hablan, pero no tienen la inteligencia suficiente como para crear frases con sentido propio que expresen pensamientos o

sentimientos. Los seres humanos sí lo podemos hacer gracias al Ruaj ‫ רוח‬que Dios nos dio. La Neshamá ‫נשמה‬, es la parte más elevada, la que se conecta con las emociones y con lo espiritual. Representa al lóbulo frontal, el órgano más sublime del ser humano. Sobre esta parte del cerebro es justamente sobre la cual colocamos el Tefilín 34]‫ ]תפילין‬con la finalidad de estar conectados con Dios. Goleman dice que la primera región cerebral por la que pasan las señales sensoriales procedentes de los ojos o de los oídos es el tálamo. El tálamo manda la información al neocórtex, en donde la información es ponderada mediante diferentes niveles de circuitos cerebrales, para tener una noción completa de lo que ocurre y finalmente emitir una respuesta adaptada a la situación. Posteriormente envía las señales al sistema límbico para que produzca e irradie las respuestas hormonales al resto del cuerpo. A diferencia de los animales que toman decisiones de manera involuntaria, analizando la información solamente mediante el tallo encefálico (el Nefesh ‫ )נפש‬, el ser humano tiene la capacidad de tomar la decisión de cómo reaccionar, basándose en las decisiones tomadas por el neocórtex, que involucra la parte frontal y prefrontal del cerebro (a lo que en el lenguaje de la Kabalá se les conoce como Ruaj ‫ רוח‬y Nesahmá ‫)נשמה‬. Es así que puede decidir conscientemente el camino que quiere tomar y no de manera instintiva, automática e involuntaria. La decisión se toma después de haber consultado al Ruaj ‫ רוח‬y a la Neshamá ‫נשמה‬, y no solamente al Nefesh 35] ‫]נפש‬. Generalmente los seres humanos tenemos ventaja sobre los animales, porque podemos controlar de manera consciente las decisiones que tomamos y tomar medidas con base en nuestro análisis y libre elección. Sin embargo Joseph LeDoux[36], en uno de sus estudios sobre las emociones, descubrió que junto a la larga vía neuronal que va al córtex, existe una pequeña estructura neuronal que comunica directamente el tálamo con la amígdala. Esta vía secundaria y más corta, que constituye una suerte de atajo, permite que la amígdala reciba algunas señales directamente de los sentidos y dispare una secreción hormonal que determina nuestro comportamiento, incluso antes de que esas

señales hayan sido registradas por el neocórtex. Esto implica que existen ocasiones en las cuales reaccionamos y actuamos de manera instintiva y sin pensarlo, sin haber decidido de manera consciente y sin consultar con nuestra parte humana. Hay ocasiones en las cuales la amígdala no le pregunta a nuestro “cerebro humano” qué decisión tomar y da una respuesta automática basada en recuerdos emocionales que guarda almacenados, sin analizar la situación en toda su complejidad. Los seres humanos tenemos la capacidad de controlar nuestras emociones y la manera en la que vamos a reaccionar ante cualquier situación, pero para eso debemos tener control sobre la información que entra en nuestra mente a través de nuestros sentidos y canalizarla hacia nuestro “cerebro humano”, pues si dejamos que esta información sea secuestrada por el “cerebro animal”, dejándolo tomar las decisiones, podríamos llegar a comportarnos de una manera desproporcional e indeseable y hacer cosas terribles de las cuales podamos arrepentirnos. Sólo cuando la amígdala está interrelacionada con el neocórtex, es cuando podemos tomar control de nuestras emociones e impulsos. Es entonces que podemos, como dijo Aristóteles: “Enfadarnos con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto." Es decir, allí es cuando podemos tener control sobre las decisiones que tomamos y medir nuestras reacciones con exactitud. Es por lo anterior que todo ser humano, para tener inteligencia emocional y tomar decisiones correctas y acertadas en la vida, debe detenerse a pensar un momento con la cabeza fría antes de aventurarse a actuar. A esta acción se le llama autocontrol. El autocontrol es el arte de contenerse, el dominio de uno mismo, que sólo se puede lograr usando nuestro “cerebro pensante” para controlar los arrebatos emocionales. El autocontrol es una base fundamental para la vida emocional y espiritual. Es un tema central en nuestra cultura y esencial para cumplir con las leyes de la Torá, por lo cual, los libros de filosofía y ética judía están llenos de enseñanzas sobre este tema. Pero no sólo en el judaísmo es así de importante el autocontrol; también en la rama psicológica, profesionales de la

envergadura de D.W. Winnicot han definido el autocontrol como el más fundamental de los recursos psicológicos. Diversos estudios revelan que esta habilidad se puede aprender y desarrollar, especialmente en los años de la infancia en que el cerebro está en perpetua adaptación. En la religión judía, se aprende el autocontrol casi desde la cuna. Constantemente me preguntan y comentan: ¿por qué la religión judía es tan complicada? ¿por qué hay tantas reglas y tantas leyes? Que esto no se puede… que esto sí se puede… La religión nos atrapa y aparentemente no nos da libertad. Está llena de bardas y de límites. Hay comidas que no se pueden comer[37], lugares a los que no se puede asistir[38], personas a las que no se les puede tocar[39], ropas que no puedes vestir[40], conversaciones y palabras que no se pueden pronunciar o escuchar[41], cosas que no se pueden ver[42], etc. Además hay muchas cosas que como creyente tienes que hacer, algunas de ellas son difíciles e incluso involucran sentimientos, pensamientos y emociones, como por ejemplo, el estar alegre cuando hay que estar alegre y el estar triste cuando hay que estar triste. Amar, cuando hay que amar y odiar cuando hay que odiar, etc. La Torá nos obliga a hacer y sentir todo esto. ¿Por qué? La respuesta a esta interrogante es muy amplia y profunda, pero un beneficio entendible y concreto que se obtiene con todas estas restricciones, limitantes y bardas, es sin duda el autocontrol. Uno de los últimos pasos de la Hagadá de Pesaj[43] es recitar el rezo de Halel[44]. Esto se debe por una parte, a que en Pesaj[45] celebramos la liberación de la esclavitud de Egipto y en el Halel se dice: “Alaben a Dios los esclavos de Dios”. Lo anterior resalta que no salimos de Egipto para ser esclavos de nuestras pasiones, impulsos o deseos, sino para ser solamente esclavos de Dios[46]. Cuando la persona se esclaviza a los preceptos de Dios, aprende a dominar sus impulsos y es realmente libre. Por eso, el único que es realmente libre, es el esclavo de Dios. Como dijo Rab. Yehoshua ben Leví: “No existe persona libre, sino aquella que se ocupa en la Torá” (Tratado de Abot 6:2). Esto

implica que aquel que está ocupado en cumplir con las leyes de Dios y estudiar la Torá con entrega y dedicación, desarrolla la fortaleza suficiente como para gobernar sus impulsos y dominar sus pasiones liberándose de todas aquellas cosas que nos esclavizan. Dominar nuestras pasiones nos da libertad y reinado. Hay una historia con respecto a un rey joven que vio a una persona que parecía ser un gran sabio. Todo indicaba que se trataba de un intelectual. El rey se interesó en esa persona y le preguntó: ¿Quién eres? A lo que el hombre respondió con mucha seguridad: “¡Yo soy el rey!”. El rey se enfureció: “¿Cómo se atreve? ¡El rey soy yo! ¿Qué clase de respuesta es esta?”, se dijo para sus adentros, pero le tuvo un poco de paciencia, pues pensó que tal vez era rey en algún otro lugar. “En esta ciudad yo soy el rey, pero seguramente usted es rey en algún otro lugar ¿Sobre qué pueblo usted gobierna?” El hombre respondió: “¡Yo soy rey de aquel que usted es esclavo!” “Esto sí que es una falta de respeto”, dijo el rey, pero dio la oportunidad de que el hombre se explicara. Fue entonces que éste dijo: “Señor rey, por favor no se enfade conmigo, lo único que quería hacerle saber es que yo gobierno sobre mis deseos y mis impulsos. Yo soy el rey porque tengo autocontrol, pero usted, señor rey, es esclavo de sus deseos y de sus impulsos, hace lo que se le antoja y no aquello que es bueno para usted o para su pueblo. Usted es un rey joven e inteligente y aún le queda mucho tiempo para reinar, es por eso que quisiera enseñarle la clave para ser un buen gobernante. Ese secreto no radica en mandar sobre las personas o imponer sobre sus ejércitos. El secreto está en gobernarse a sí mismo y no ser esclavo de sus impulsos, de sus pasiones o de sus deseos”. En el libro “El Kuzarí”, de Rabí Yehudá Haleví[47], se dice que el rey de Kuzar le pidió al rabino explicarle a qué tipo de persona el judaísmo ve como un ser espiritual y santo. Es decir, aquel hombre que ha llegado a la integridad y a la perfección en el ámbito religioso.

El rabino le respondió: “Esa persona a la que usted describe, es un hombre que gobierna bien su país, que a cada uno de sus habitantes les proporciona el alimento necesario, no más y no menos. Con todos es considerado y justo, no le quita nada a nadie y no le da nada a nadie a menos de que sea necesario y correcto. Por lo tanto, él encuentra a cada uno en su lugar, a la hora que lo necesita, dispuestos a cumplir con sus órdenes. Todos hacen lo que él indica con rapidez y cautela.” El rey Kuzar pensó que el rabino no había entendido su pregunta y le dijo: “Yo pregunté sobre un ser espiritual, sobre alguien sagrado, no sobre un dirigente”. “Lo sé” –dijo el rabino-. “Yo no le estoy hablando de un dirigente, lo que le quiero decir es que un ser espiritual es para nosotros aquella persona que sabe dominar sobre sí mismo; sabe entregar a su cuerpo la comida adecuada que necesita, ni más ni menos; sabe exactamente cuándo debe descansar y cuándo debe estar levantado; sabe cuándo hacer algo por los demás y cuándo trabajar para sí mismo. Este ser sabe qué debe de hacer y qué no; sabe controlar sus sentimientos y pensamientos; sabe cuándo enojarse; sabe cómo hacerlo y con quién. Sabe cuándo estar triste y cuándo estar contento; sabe cuándo es momento de pensar y cuándo es momento de actuar. En pocas palabras, un ser espiritual es un gobernante; es aquel que gobierna sobre sus impulsos, pasiones y deseos, y toma el control de su vida”. Esto fue lo que dijo el rey Salomón: “Es mejor aquel que controla su enojo que un fuerte guerrero y es mejor aquel que conquista sus impulsos, que el que conquista una ciudad”(Mishlé, Proverbios 15:32). En conclusión, todo depende del autocontrol. Quien tiene autocontrol, se convertirá en una persona exitosa en todas las facetas de su vida, tanto en el terreno laboral, como en el social, emocional, espiritual, etc. “Domínate a ti mismo y dominarás al mundo”. A continuación, mencionaré algunas emociones que deben ser controladas y dominadas por nuestro cerebro pensante, para poder alcanzar el éxito en la vida. Además, trataré de ofrecer valiosas herramientas para lograr su

dominio. Las emociones a controlar que se abordan en este libro son las siguientes: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.

El enojo La envidia La tristeza El entusiasmo La empatía La fatiga El miedo La confianza en Dios y en uno mismo

Se hablará también de la forma en que las adicciones afectan a nuestra inteligencia emocional, sus catastróficas consecuencias y algunas ideas para aprender a dominarlas.

El enojo Una historia popular habla de un niño que se enojaba con gran facilidad. Su padre le regaló una caja de clavos y le dijo que cada vez que perdiera el control, debía clavar un clavo en la pared de su recámara. Para el primer día, el niño había clavado 29 clavos. Durante las próximas semanas, comenzó a controlar poco a poco su rabia y la cantidad de clavos disminuyó diariamente. Esta terapia sin duda le había ayudado a mejorar su carácter y practicar el autocontrol, por lo que con el pasar de los días, descubrió que era más fácil controlar su temperamento que clavar los clavos en la pared. Finalmente, llegó el día en que el niño no perdió los estribos. Le contó a su padre sobre esto y su padre le sugirió que por cada día que se pudiera controlar, sacara un clavo. Los días transcurrieron y el niño finalmente pudo sacar hasta el último clavo

de aquella pared. Le contó a su padre, quien al ver la pared le dijo: “Has hecho bien, hijo mío, pero mira los huecos. Esta pared nunca volverá a ser la misma”. Probablemente todos conocemos la famosa frase popular: “El que se enoja pierde”. El Jafetz Jaím[48], en su libro “Mishná Berurá” (156:1), menciona que debemos alejarnos lo más posible del enojo, pues este atrae muchos daños graves. Rab. Itzjak Zilberschtein, en su libro “Vehaaréb Ná” (tomo 1. Parashat Reé), cuenta una historia con respecto a un hombre muy enojón que conducía un camión de cemento. Era conocido en su barrio por ponerse como loco cuando alguien se estacionaba en su lugar. Toda la colonia estaba advertida de no tocar su zona de estacionamiento y no estorbarle, pues era sabido que reaccionaba de una manera bastante violenta. En una ocasión, este hombre llegó muy cansado y tarde por la noche de su trabajo, y cuando estaba a punto de estacionarse, notó que había un coche nuevo recién sacado de la agencia estacionado en su lugar. El hombre se enfureció tanto, que para darle una lección al que osó ocupar su lugar, puso su camión de cemento junto al coche nuevo y vació todo su contenido sobre el auto hasta taparlo por completo. “¡Ahora todos aprenderán a no estacionarse en mi lugar!” –se dijo para sus adentros. Había enterrado el coche debajo de una gruesa capa de concreto. Orgulloso de su hazaña entró a su casa. Se sorprendió al ver que todas las luces se encontraban apagadas, y de pronto ¡sorpresa! toda su familia y amigos estaban escondidos en su hogar para sorprenderlo con una fiesta sorpresa de cumpleaños. Todos le cantaron, cortaron un pedazo de pastel y hasta hicieron un brindis. Al final, le dieron el gran regalo: se trataba de las llaves de un coche nuevo que con mucho esfuerzo habían comprado para él. Por supuesto, era precisamente el que había encontrado estacionado en su “sagrado” lugar de estacionamiento. El enojo provoca destrucción, es por eso que debemos aprender a controlarlo y a manejarlo de la mejor manera.

Cuando la persona se enoja, tiene una lucha entre sus dos cerebros. El enojo apaga el cerebro pensante y activa el cerebro animal, haciéndonos actuar de manera instintiva y no racional. El Ramban[49] en su famosísima epístola, le habla a su hijo con respecto a las consecuencias catastróficas del enojo y entre otras cosas le dice: “Aquel que se enoja es poseído y controlado por toda clase de purgatorios”. Lo que quiere decir el Ramban, es que el fuego del infierno arde en el interior de la persona que se enfada y que es controlada por ese fuego que consume su capacidad de pensar y razonar. Se podría decir que durante el momento de enfado, se queman las neuronas en su cerebro pensante y la persona es controlada por los “demonios”. Es por eso que en momentos de enojo, puede llegar a hacer cosas terribles[50]. El gran kabalista Rab. Itzjak Luria, mejor conocido como el Arizal HaKadosh, dijo que cuando la persona se enoja, es poseída por un alma que no es la suya. Esto lo explica considerando que bajo los efectos del enojo, la persona no puede controlar su manera de actuar (Reshit Jojmá, Ruaj HaKodesh, pág. 10b). Dolf Zillmann, Psicólogo de la Universidad de Alabama, dijo lo siguiente: “el detonante universal del enfado radica en la sensación de hallarse amenazado. Por su naturaleza invasiva, el enfado suele percibirse como una emoción incontrolable y esto ha fomentado la falsa creencia de que la mejor forma de combatirlo consiste en expresarlo abiertamente, en una suerte de catarsis liberadora. Sin embargo, se ha descubierto que esto no ayuda. De hecho, la Psicóloga Diane Tice ha encontrado que expresar abiertamente el enfado constituye una de las peores maneras de tratar de aplacarlo, porque los arrebatos de ira incrementan la excitación emocional del cerebro y hacen que te sientas más irritado. En otras palabras, se desconecta más el cerebro pensante” Dijo el rey Salomón: “Las palabras de los sabios son escuchadas con suavidad y no como los gritos de los gobernantes sobre los tontos” (Kohelet, Eclesiastés, 9:17). Esto quiere decir que cuando un sabio (un hombre que domina sus impulsos) reacciona ante un problema y una situación irritante, lo

hace con control y por lo tanto, en lugar de expresar abiertamente su enfado y frustración, habla con suavidad. Volviendo al tema del autocontrol, si la persona no domina su enojo y lo expresa abiertamente, estará actuando literalmente como un animal, pues quien está tomando el control de la situación es su cerebro animal, la parte más básica de su alma. Así, seguramente la persona se arrepentirá después por haber actuado de esa manera y no haber dominado su ira. El enojo puede llevarnos a romper cosas, o a “romper caras”, como decimos por aquí. Puede llevarnos a pelear con las personas a las que amamos y romper su corazón; a decir cosas que no deberíamos; a faltar al respeto a aquellas personas a las que admiramos; o a ponernos en ridículo frente a la gente. El enojo puede hacernos perder dinero, negocios, amigos, seres queridos y familiares. Puede hacer perder hogares; el amor y el respeto de los hijos; la libertad y hasta la propia vida. Cuando una persona se enoja, literalmente libera el animal que hay dentro suyo y eso puede ser bastante peligroso para todos, principalmente para uno mismo. Diane Tice afirma que una de las maneras de mitigar el enojo, es hacer consciencia de los pensamientos que desencadenaron la primer descarga de enojo, pues muchas veces, una pequeña información adicional sobre esa situación original, puede restarle toda su fuerza al enfado. Otro método de controlar la situación, dice Tice, es alejarse de los estímulos que recuerdan el enojo y cambiar el foco de atención, pues así se pone fin a esa cadena de pensamientos irritantes y se reduce la excitación fisiológica[51]. Los sabios del Talmud nos enseñan que todo aquel que se enoja, es como si estuviese cometiendo un acto de idolatría[52], y la pregunta que salta a la vista es: ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? ¡Esta comparación parece un poco exagerada! No obstante, debemos saber que no es así. Idolatría significa atribuir poder a cualquier otra cosa que no es Dios. Dios es la causa de todas las causas y todo lo que nos pasa o nos deja de pasar es porque Dios así lo determinó. Nadie tiene la fuerza de dañarnos o beneficiarnos a menos de que Dios así lo haya

dispuesto. Si es así, entonces podemos entender que enojarse es como cometer una acto de idolatría, pues quien se enoja no está aceptando que todo lo que le está sucediendo proviene de Dios y es para bien. Si la persona reconociera que incluso aquella cosa “mala” que le pasó, sucedió gracias a que Dios así lo dispuso, entonces entendería que lo sucedido de algún modo es para bien, pues todo lo que manda Dios -todo sin excepción-, lo manda para nuestro bien. Uno de los métodos más efectivos para controlar el enojo es tener fe; la fe completa y absoluta de que Dios lo maneja todo y que aquel que nos insultó, golpeó o robó; o aquella situación difícil que se nos presente, llega a nuestra vida solamente después de haber sido decretada por Dios y no por un error, ni por azares del destino. Aquella persona que nos hizo ese daño no es más que solamente un mensajero de Dios. Por lo tanto, debemos hacer conciencia en este sentido y analizar aquello que nos sucedió mediante nuestro “cerebro divino y pensante” para llegar a la conclusión de que nada de lo malo que nos hayan hecho amerita perder el control y enfadarnos, pues detrás de todo lo que nos pasa está la mano de Dios. Lo anterior se compara a aquel perro que cuando es golpeado con un palo, se enfada contra el palo y lo muerde, en lugar de reconocer que quien lo golpeó no fue el palo, sino su amo. El palo sólo fue el arma que su amo utilizó para darle una lección o dirigirlo por el camino correcto. Dios es la causa de todas las causas y debemos confiar en que Él está detrás de cada uno de los golpes que recibimos y que el medio por el cual nos llegan o la persona que nos da el golpe, no es mas que el palo, la herramienta utilizada por nuestro amo para darnos una lección[53]. ¡Todo lo que nos pasa está dirigido por Dios y todo lo que Dios nos manda es para bien! Es por eso que debemos tomar de cada situación un aprendizaje y ver cada problema como una oportunidad y no convertirlo en un motivo de frustración o enojo[54].

La envidia La envidia puede tener muchos orígenes, pero lo más destacado de este sentimiento negativo hacia los demás, es la misma persona y su forma de ver las cosas en la vida. Generalmente, esta emoción surge debido a que se padecen frustraciones personales, baja autoestima, o a la dificultad de poder conseguir objetivos que se han planteado en la vida. Cuando otras personas del entorno tienen una mejor condición de vida y esta situación no es aceptada, es allí cuando surge este sentimiento. La inseguridad es otro de los factores que hace que se genere este estado de resentimiento. De hecho, la envidia deriva de la inseguridad. El envidioso se comporta como un insatisfecho que, a menudo no se da cuenta de que lo es. Las personas con esta característica sienten rencor contra aquellos que poseen algo, ya sea dinero, belleza, felicidad, amor, o características similares que él desea pero no puede o no quiere desarrollar. Es así que en lugar de realizar sus propios deseos, el envidioso simplemente odia y se llena de sentimientos negativos contra las personas que le recuerdan su privación. El psiquiatra y psicoterapeuta, Dr. Saúl F. Salischiker, en uno de sus trabajos define el Perfil Psicológico del Envidioso[55]. A continuación, algunas de las características más importantes que él menciona: • Son propensos a padecer estrés, debido a su idea competitiva de la vida. • Padecen ansiedad por no lograr sus objetivos. • Tienen miedo a perder lo que envidiaron y lograron con mucho esfuerzo. • Utilizan las bromas para herir. • Algunos de los envidiosos son también celosos, debido a la necesidad que sienten por poseer. • Si la envidia es grave, pueden incluso sentir necesidad por apropiarse de lo ajeno. • En los envidiosos graves aumenta el maltrato a la pareja, violaciones

o agresiones. • El envidioso moderado siente desprecio por sí mismo. Sin embargo, el envidioso grave desprecia a los demás. • Todos los envidiosos graves y muchos moderados, son ateos por rencor. • La envidia conduce al complejo de culpa e inferioridad. • La traición es propia de los envidiosos. • El envidioso que es consciente de que tiene ese defecto, procura que los demás no se den cuenta, por eso teme y odia la verdad. El judaísmo también habla sobre la envidia, por lo que mencionaré algunas citas importantes con respecto a este tema: “La envidia puede considerarse como una enfermedad seria y peligrosa” (Orjot Jaím del Rosh, 113). “La envidia proviene de la insensatez y de la falta de comprensión” (Mesilát Yesharím, Cap. 11). Como dice el Talmud: “Ninguna persona podrá tocar aquello que está destinado a otro” (Talmud Babli tratado de Yomá 38b). El enemigo más grande de la persona, es ella misma, dijo Rab. Eliyahu Desler: “Cuando una persona experimenta el padecimiento de la envidia, será él o ella misma quien se cause daño” (Mijtab MeEliyahu Vol. 3, Pág. 314). La envidia causa dañinas reacciones fisiológicas. Una persona envidiosa siempre se sentirá triste y desdichada, y no podrá estudiar Torá o rezar correctamente y con concentración, dado que su mente estará constantemente ocupada con otros pensamientos. Tampoco podrá disfrutar de los alimentos que coma. Cuando alguien tiene envidia de lo que posee otra persona, llena su mente con preocupaciones, sufrimientos y desdicha, mientras que la persona a la que se envidia se está divirtiendo (Reshit Jojmá, Shaar HaAnavá, Cap. 7). “La envidia destruye la paz espiritual y la felicidad. La vida de una persona envidiosa está llena de padecimientos y resentimiento. El envidioso nunca será feliz con lo que tiene” (Rab. Michel Barenbaum: Sijot Musar, pág. 16).

Rab. Jaím Vital dijo: “Nuestras vidas son tan fugaces y breves, que no vale la pena desperdiciar nuestro tiempo sintiendo envidia” (Shaaré Kedushá 1:5). “Disfruta de lo que tienes y nunca tendrás que envidiar a los demás” (Or Yaél, vol. 2, pág. 7). Rab. Shimshon Rafaél Hirsh dijo lo siguiente: “En general, no se puede juzgar la verdadera magnitud de la fortuna de una persona, guiándose por las apariencias externas. Lo poco que una persona virtuosa tenga, ha de ser mucho mejor que la ruidosa abundancia de la cual se deleitan muchos malvivientes. Las modestas posesiones de un hombre recto lo harán mucho más feliz, que las cuantiosas fortunas de muchos malhechores, acerca de las cuales se hace tanto alboroto en el mundo” (Explicación sobre los salmos 37:16). En el libro “Jojmá Umusar” se dice que desde cierta distancia, podría parecer que existe gente hedonista, que vive una existencia dedicada completamente al placer. Esto resulta ser sin embargo una falsa imagen. Todo el bien de este mundo tiene mucha tristeza que lo acompaña y no existe nadie que disfrute de un completo placer. Existe un dicho popular que expresa lo siguiente: “Cuando alguien se ríe, los demás se dan cuenta de ello, pero cuando alguien llora nadie lo ve”. Aún la mayor buena suerte tiene importantes aspectos negativos. Los sabios expresaron este concepto de manera concisa en la frase: “Aquel que incrementa su riqueza, incrementará sus preocupaciones” (Tratado de Abot 2:8). Otro dicho popular expresa lo siguiente: “La gente no sabe de quién son los zapatos que lo están oprimiendo”. Es decir que los zapatos de una persona podrán parecerles bonitos a los extraños, pero la persona que los usa sólo sentirá el dolor que le produzcan aquellos que lastimen sus pies (Jojmá Umusar, Vol.2, Pág. 348). En mi libro “El Mal de ojo en la Torá”, donde hablo sobre el amuleto Jámsa que se manifiesta mediante una mano extendida, expliqué que el Jámsa es como una mano abierta, como una señal de alto y es con este símbolo que queremos decir a las personas que pongan un alto a su mirada y dejen de poner sus ojos en aquello que no les pertenece.

Es sabido que en la palma de la mano está escrito todo acerca de la persona, lo bueno y lo malo. De este modo, mostrar la palma de la mano es como decir a aquel que nos tiene envidia, que debería ver el mapa completo de nuestra vida y no solamente lo bueno que tenemos. En ocasiones sentimos envidia por las cosas buenas que el otro posee, o por lo bueno que le sucede. Esto se debe a que solamente queremos tener lo que nos conviene de la vida del otro. No obstante, no vemos el esquema completo, sino sólo la parte bonita. Si viéramos el cuadro entero, nos daríamos cuenta de que no tenemos por qué envidiar al otro. ¿A cuántas personas envidiamos porque vemos que tienen mucho dinero? Lo que no vemos es que lo necesitan para curar sus múltiples enfermedades y problemas. ¿Qué haríamos si nos dijeran que para tener el dinero que esas personas poseen, debemos aceptar también sus enfermedades y problemas? Es casi seguro que preferiríamos quedarnos como estamos. En ocasiones envidiamos el auto de nuestro prójimo, pero si alguien nos lo diera, con la condición de ir a trabajar todos los días al lugar lejano en que aquel labora, entonces preferiríamos no tener coche y quedarnos con un empleo cerca de nuestra casa. Envidiamos los lentes de oro que usa alguno y nos preguntamos: “¿Por qué él tiene esos lentes tan bonitos y yo no?”, pero cuando vemos la graduación tan alta que usa, diremos que es mejor no tener esos bonitos anteojos ni esa visión tan defectuosa. Lo que nos ayuda a no sentir envidia de los demás, es ver los dos lados de la moneda, el panorama completo. Es por eso que el símbolo del Jámsa es una mano con un dedo largo en el centro y a los lados cuatro dedos paralelos. Es decir, los dedos de la derecha son iguales a los de la izquierda (en la Kabalá, la parte derecha simboliza lo positivo y la izquierda lo negativo). Esta mano con dos pulgares quiere enseñarnos que en la vida todo está equilibrado y quien tiene más cosas buenas, también tiene, de manera paralela, más asuntos que resolver, más problemas o más responsabilidades.

También nos enseña, que nada es gratis y lo que hay de positivo, lo hay de negativo. Si quieres lo que el otro tiene, recíbelo completo. Si envidias lo bueno que el otro tiene y te preguntas: “¿Por qué él tiene y yo no?”, entonces ve también las cosas negativas y los problemas que lo abruman. En ese momento dirás: “¡Qué bueno que él lo tiene y no yo!”. Ver la mano completa es un fuerte antídoto contra la envidia y el mal de ojo. Ese es otro motivo por el cual usamos este amuleto llamado Jámsa (El mal de ojo en la Torá, pág. 149). Una persona pobre podría envidiar a alguien que es rico. Este concepto en cierta medida está basado en un error. Con mucha frecuencia los sufrimientos y placeres del pobre habrán de equipararse con los de la persona adinerada. El mayor provecho que extraemos de algo, es cuando lo obtenemos por primera vez, pero luego de un breve lapso, llegamos a acostumbrarnos. Eventualmente, la persona rica no obtendrá mayor deleite de sus comidas sofisticadas, que el indigente con sus comidas frugales. El provecho que un necesitado obtiene de una pequeña cantidad de dinero ganado, se equipara casi al placer que experimenta una persona opulenta al recibir una mayor suma de dinero. Así también, el dolor que experimente un potentado al echar de menos algo que desea fervientemente, ha de ser casi tan grande como el pesar de un necesitado a quien le falte un bien de carácter más indispensable (Jayé Olám, vol. 1, cap. 6). La persona que siente envidia, revela síntomas claros de padecer un vacío que trata de llenar a expensas del prójimo, como si su compañero fuera responsable de su falta de satisfacción. Por otro lado, la persona que se siente contenta con lo que tiene y siempre vive satisfecha con cualquier cosa que posea, manifiesta su estado de saciedad y bondad. Por tanto, no deja que le afecte de ningún modo la cualidad negativa de la envidia. Un codicioso y un envidioso iban juntos por el camino. Se los encontró un rey, que les dijo: “Que uno de ustedes pida algo y le será concedido, pero a su compañero le será entregado el doble”. El envidioso no quiso ser el primero en hacer la petición, pues sentía miedo de que su compañero fuera a recibir el doble; mientras que el codicioso sentía ambición de conseguir el doble. Al

final, el codicioso presionó al envidioso para que él hiciera la petición primero; entonces pidió que le sacaran a él un ojo, con tal de que a su compañero le sacaran los dos. ¡Cuántos males acarrea la envidia! La serpiente de antaño sintió envidia de Adán y dio origen a la muerte en el mundo. Su sentencia fue: “Sobre tu vientre andarás y polvo comerás” (Bereshit 3:14). Fijémonos también en lo que pasó con Caín[56], Koraj[57], Bilaam[58], Doeg[59], Ajitofel[60], Guejazí[61], Adoniá[62], Abshalom[63] y Uziyahu[64]; todos ellos desearon lo que no era de ellos y no nada más se quedaron sin conseguir lo que deseaban, sino que perdieron también lo que poseían (Talmúd Babli tratado de Sotá 9b). Cuando hablo sobre aquellos que lo perdieron todo por envidiosos, siempre viene a mi mente el caso de Yerobam ben Nebat. Él podía haber sido el rey más importante de la historia del pueblo de Israel, pero dejó de serlo sólo por envidia. En el libro de Melajím, se habla acerca de un hombre de la tribu de Efraím que fue escogido por Dios para reinar sobre Israel. Este hombre llamado Yerobam, hijo de Nebat, fue invadido por su orgullo, su ambición y su envidia. Con tal de no perder su poder frente a Rejabam, el rey de Yehudá, permitiendo que el pueblo subiera a Jerusalem por la fiesta para servir y honrar a Dios, construyó dos becerros de oro y le dijo al pueblo: “¡Este es el dios de Israel, el que los sacó de la tierra de Egipto!” Uno de ellos lo colocó en Bet Él, y el otro en Dan (ver Melajím, Reyes, A 12:26-30). Yerobam, pasó de ser el rey elegido por Dios para reinar sobre Israel, a convertirse en un idólatra despreciable y repugnante ante los ojos de Dios. Yerobam fue una persona que lo perdió literalmente todo, en este mundo y en el mundo venidero, ¡por el orgullo, el deseo y la envidia! El Talmud (tratado de Sanedrín 101b), cuenta que la Torá de Yerobam era como la Torá de Shelomó y que después de haber construido las dos estatuas de oro, se le presentó Dios y lo tomó de sus ropas diciéndole que regresara al buen camino. Si accedía a hacer eso, pasearían por el Gan Eden (paraíso)

Dios, él y el rey David. El envidioso de Yerobam preguntó: “¿quién irá adelante en el Gan Eden? ¿David o yo?” Al decir esto fue descarado, Dios ya le había dicho el orden, le dijo claramente que él estaría frente a David, pero después de haber escuchado esta falta de respeto y “tolerar” esta actitud retadora, Dios respondió: “¡David irá a la cabeza!”. A causa de la envidia y el orgullo, Yerobam contestó: “Si es así, entonces, ¡yo paso!”- Rechazó la oportunidad que Dios le dio, por envidioso, presumido y por pretender tener más de lo que le correspondía. Yerobam pudo haber sido el rey más importante y querido de la historia del pueblo judío, pero en lugar de eso es considerado por el Talmud uno de los tres reyes que no tienen derecho a disfrutar del mundo venidero, y que además perdió su reinado en este mundo, pues Dios se encargó de acabar con la casa de Yerobam y borrar a sus descendientes de la faz de la tierra. Esta es una fuerte lección de vida, que nos enseña hasta qué grado la envidia puede apoderarse del ser humano y sacar a la persona de este mundo y del otro también. La envidia es destructiva, es un veneno que mata a sus víctimas, principalmente a quien la porta. ¿Cuántas personas caemos en el mismo error de Yerobam y de todos aquellos que se dejaron arrastrar por la envidia? ¿Cuántos de nosotros perdemos nuestras vidas enteras dejándonos llevar por este fuerte sentimiento? ¡Aprendamos a dominar nuestras mentes y a sacar de nuestras emociones este fulminante veneno que nos consume por dentro y no nos deja tomar decisiones correctas! La envidia nubla nuestra visión, esta emoción controla nuestra mente y nos hace cometer errores y tomar malas decisiones. Cuando la mente está cegada por la envidia, es controlada por nuestros más bajos instintos animales, sacando lo peor de cada uno. Si quieres ser exitoso en la vida, en todo lo que hagas aprende a controlar este sentimiento. Deja de ver los logros de los demás y tratar de imitarlos. En lugar de eso, pon atención a tus fortalezas, concéntrate en ellas y da lo mejor de ti, pues el éxito está en cada uno y no depende de los parámetros que marca la sociedad. Esto se puede aprender de una Mishná en el tratado de Abot: “Ben Zomá dijo: ¿Quién es sabio? El que aprende de todos. ¿Quién es fuerte? El que controla sus impulsos. ¿Quién es rico? El que está feliz con lo que tiene. ¿Quién es respetable? Aquel que respeta a los demás” (Tratado de

Abot 4:1). La persona por lo general piensa que el sabio es aquel que sabe más que otros; el fuerte el que les gana a los demás en una pelea; el rico es aquel que tiene más dinero que el resto de la sociedad; y el respetado es aquel al que la gente respeta. La Mishná nos enseña que la sabiduría no se mide comparándonos con el conocimiento de otras personas; la fuerza tampoco se mide con base en la fuerza de otros; tampoco el dinero y ni siquiera el honor. ¡La vida no es una competencia! Cada uno debe disfrutar y aprovechar lo suyo sin compararse con lo que otros tienen, pues a fin de cuentas lo que otros tengan o dejen de tener no nos hace mejores o peores. No te haces más sabio sólo porque los demás sean tontos. No eres más fuerte sólo porque los demás sean débiles. No te hace más rico el hecho de que otros sean pobres; ni te haces más respetable sólo porque otros sean menos respetables que tú. “No estarás perdiendo nada cuando a otra persona le vaya bien, Ninguna persona podrá tocar aquello que está destinado a otro” (Talmud Babli tratado de Yomá 38b). Rab. Zelig Pliskin, en su libro “Las puertas de la felicidad” (pág. 428), cuenta una historia con Rab. Moshé Mordejai Heshel, a quien se le acercó un muchacho para que lo orientara con respecto a los negocios. El Rab., quien en ese momento se dedicaba a los negocios, sacó su lista completa de clientes y contactos, y le entregó a este muchacho una copia. El joven le preguntó: “¿A cuál de ellos me puedo dirigir?” y el Rab. le contestó: “A cualquiera de ellos, a todos ellos, si tuvieras tiempo”. “¿A todos ellos? ¡Yo no quiero arrebatarle el negocio!” – dijo el muchacho. Rab. Moshé se rió y le dijo: “Nuestro sustento está en manos del Todopoderoso y Él tiene bastante para ambos, así que no debes preocuparte por ello”. Los sentimientos de envidia están basados en ilusiones, nada pierde la persona si el otro gana. ¡Nadie puede tocar aquello que esta destinado para uno! Rab. Pliskin cuenta otra anécdota con un propietario de un almacén que se

dirigió a Rabí Meir de Parmishlan y se lamentó de que alguien había puesto un comercio del mismo ramo cerca del suyo, con lo cual su medio de vida estaba en peligro. El Rab le dijo: “¿Has notado alguna vez que cuando un caballo trata de beber en un estanque, siempre hunde su casco con fuerza en el agua? Ello se debe a que cuando el caballo baja su cabeza para beber, ve su imagen reflejada, e imagina que otro caballo está tratando de beber al mismo tiempo y, temiendo que no haya suficiente agua para él, trata de espantarlo. En realidad, está asustado de su propio reflejo y por otro lado, hay suficiente agua para muchos otros caballos. Lo único que gana con esta actitud es revolver las aguas y ensuciarlas de tierra. Del mismo modo tú, dijo el rabino, temes también a un enemigo imaginario. El Todopoderoso es quien nos provee de sustento, y no tienes necesidad de preocuparte acerca de lo que ganen otros”. La envidia es, por mucho, más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual y no deja que quien la padece esté llena nunca. Dijeron nuestros Sabios que son tres los sentimientos que sacan a la persona del mundo: “La envidia, el deseo y la búsqueda de honores” (Tratado de Abot 4:28). Cualquiera de estos sentimientos impiden que la persona sea feliz, no dejan que pueda disfrutar del mundo y hacen que, por ende, se considere muerta. Quien alberga en su corazón estos sentimientos, desvía su atención de los bellos regalos que posee, de todo el bienestar que el Eterno le ha otorgado, y no los disfruta porque quiere lo que no tiene, envidiando lo que al otro le dieron y esperando que las demás personas le den un honor que no le corresponde. Esta clase de personas pierden todo. Se salen de su mundo, pretendiendo entrar en uno de fantasía, en uno irreal en el que ellos tienen todos los beneficios de los demás, pero ninguna de sus responsabilidades, angustias, problemas, dolencias, etc. El envidioso es egoísta y ególatra, pero sobre todo es ingenuo: en su mente quiere tenerlo todo, pero no se da cuenta de que al hacer el intento de arrebatar lo que no le pertenece y perseguir aquello que no es para él, lo único que está haciendo es alejarse más de su propia felicidad. Al correr detrás de todo esto, se está alejando de sí mismo, de su parte espiritual. Y por si fuera poco, por ende, se aleja también de Dios.

Como resultado de todo esto, el hecho de correr tras lo que no nos corresponde, es como perseguir a nuestra propia sombra. ¡Jamás la vamos a alcanzar!, pero por correr tras de ella, nos desviaremos de nuestro objetivo; terminamos cansados y agotados, y perdemos el tiempo. Llegará un momento en que por tanto perseguirla, se hará ya muy tarde: el sol se meterá y la sombra desaparecerá. “La envidia nos lleva a la competencia injustificada, la cual puede causar mucho dolor e innecesarios sufrimientos. Puede con frecuencia conducir a muchas enfermedades serias, causadas por estrés, que hasta podrían producir una muerte prematura” (Mijtab MeEliyahu, vol. 1, pág. 34). ¡No se puede ser feliz y envidioso al mismo tiempo! Y es que la envidia ciega a la persona y le imposibilita pensar con claridad; apaga nuestro cerebro pensante y nos desconecta de él. La envidia hace que veamos las cosas desde una perspectiva nublada y egoísta, es por eso que si quieres tener éxito en la vida, debes aprender a dominarla, a controlar esta intensa emoción que según el rey Salomón es tan pesada e intensa como el más profundo de los purgatorios (Shir HaShirím 8:6). La tristeza La tristeza apaga nuestro cerebro pensante, pues a nuestro cerebro le falta energía para procesar la información y tomar decisiones. Cuando la persona está contenta, el cuerpo está erguido, los brazos abiertos, las manos abiertas, la cabeza en alto, los ojos bien abiertos, los oídos atentos, los sentidos agudizados y la boca pinta una sonrisa que quiere tocar el cielo. No obstante, cuando la persona está triste, está jorobada, no tiene fuerza para sostenerse en pie, los brazos caídos, las manos cerradas, la cabeza gacha, los párpados le pesan, los oídos están distraídos y la atención ausente; los sentidos están dormidos y su boca pinta una “cara larga” que quiere tocar el piso. La fuente de energía que levanta a nuestro cuerpo es nuestro estado de ánimo. Una actitud sana puede levantar a un cuerpo enfermo, pero una actitud

enferma puede derribar a un cuerpo sano. Hay personas de edad muy avanzada y con muchas enfermedades, que casi no comen y su cuerpo es muy débil, pero están de aquí para allá por la vida, haciendo bromas y en mucho movimiento. Pero también me ha tocado ver personas jóvenes, sanas y fuertes, incluso hasta personas con cuerpos musculosos que cargan pesas, que por alguna depresión o algo similar, ahora no pueden levantar siquiera su propio cuerpo para salir de la cama. Son como esos muñecos inflables gigantescos que se levantan gracias a un ventilador que los llena de aire. Cuando el ventilador es potente y les provee bastante aire, están llenos y erguidos, pero cuando a este ventilador le falta potencia, el muñeco está desinflado y caído. Igual pasa con las personas. Cuando estamos animados, motivados y alegres, todo en nosotros funciona bien; estamos levantados y bien despiertos. Sin embargo, cuando ese ventilador está apagado y nos sentimos tristes, entonces la tristeza pesa sobre nosotros y nos tira abajo, succiona toda nuestra energía, nuestras ganas de vivir, y por lo tanto no nos deja pensar. Se desconecta nuestro cerebro pensante y nos desconectamos de Dios, que es la fuente de energía. La Torá en la Parashá de Kí Tabó, habla de 98 maldiciones que llegarán a la vida de una persona, por no llevar una buena vida y desviarse del camino de Dios. Estas maldiciones son atraídas debido a una sola razón: “Por no haber trabajado a Dios con alegría y buen corazón, teniéndolo todo” (Devarím 28:47). Esto nos enseña claramente que cuando la persona está triste y deprimida, lo único que atrae a su vida son maldiciones. ¿Cómo podemos combatir la tristeza? Daniel Goleman dice que la tristeza puede ser positiva. En el duelo por ejemplo, puede ayudar a una recomposición emocional, pero cuando se vuelve crónica, puede erosionar la salud mental y llevar hasta el suicidio. Para curar la tristeza crónica, dice Goleman, se deben modificar las pautas que la rigen y conducir al paciente a identificar, cuestionar y relativizar los pensamientos que se esconden en el núcleo de la obsesión y distraerlo con

alguna actividad física como el aerobic, por ejemplo. Por otro lado, la psicóloga e investigadora, Diane Tice menciona con respecto a la tristeza, que las personas solemos utilizar recursos poco efectivos para alejarnos de ésta. Un ejemplo es el aislamiento. Tice afirma que ha comprobado que el aislamiento sólo contribuye a aumentar la sensación de soledad y desamparo. Para ella, la tristeza es un estado de ánimo que lleva a la gente a utilizar múltiples recursos para librarse de él. Esto quiere decir que uno de los motivos centrales de la tristeza es la desconexión: el sentirse o estar aislado de las personas. Es por eso que para evitar este estado emocional, es importante la amistad y el compañerismo[65]. “Un hombre a su compañero debe ayudar y a su hermano reforzará mediante sus palabras” (Ishayahu, Isaias, 41:6). La palabra es una de las maneras más efectivas que utilizamos los seres humanos para estar conectados. Es así que una sola palabra puede animar y sacar a las personas de la tristeza, pero también puede hundir a alguien en ella. Por eso en el judaísmo existe un precepto de Bikur Jolím, que consiste en visitar a los enfermos para darles ánimo y sacarlos de su tristeza, que regularmente va de la mano con la enfermedad. También existe el precepto de visitar a los deudos para consolarlos por su pérdida y mostrarles nuestro apoyo; para hacerles saber que no están solos, ayudándoles así a superar su dolor más rápido y salir de su tristeza. En ambos casos si la persona no puede asistir personalmente por alguna razón de fuerza mayor, sería prudente hablarles por teléfono y al menos conectarnos con ellos mediante las palabras. Estos son tan sólo dos de los muchísimos preceptos de la Torá que nos hablan sobre estar unidos con la finalidad de superar la tristeza y el dolor, o de generar alegría. Uno de los preceptos más repetidos en la Torá es el de ayudar a los necesitados, y una de las mejores maneras de hacerlo es brindándoles nuestro apoyo y haciéndoles sentir que son importantes para nosotros[66].

El entusiasmo De acuerdo a Daniel Goleman, “La capacidad de pensar, planificar, concentrarse, solventar problemas, tomar decisiones y muchas otras actitudes cognitivas indispensables en la vida, pueden verse entorpecidas o favorecidas por nuestras emociones. El entusiasmo determina los logros que la persona podrá alcanzar en la vida”. (Daniel Goleman, Inteligencia Emocional, Editorial Kairós). Si comparamos a dos personas con capacidades innatas equivalentes, una exitosa y la otra no, nos daremos cuenta de que la diferencia entre ambos es el entusiasmo para seguir adelante. Existe un estudio interesante realizado en niños de cuatro años de edad. Consistió en colocar un dulce delante de cada uno, indicándoles que podían comerlo, pero si no lo hacían y esperaban veinte minutos, les darían dos dulces en total por este logro. Como era de esperarse, algunos de ellos no resistieron y se comieron el caramelo inmediatamente, pero hubo algunos que demostraron autocontrol y pudieron aguantar, siendo compensados con otro dulce. Lo más sorprendente es que se siguió la trayectoria de estos niños y doce años después, se demostró que aquellos que podían tener autocontrol en aras de un beneficio mayor eran más competentes socialmente, más emprendedores y más capaces de afrontar las situaciones de la vida. Daniel Goleman afirma que: “La ansiedad constituye un predicador casi inequívoco del fracaso”. En su libro se menciona que 126 estudios diferentes en los que participaron más de 36,000 personas, han ratificado que cuanto más proclive a angustiarse es una persona, menor es su rendimiento académico. Es evidente que cuando las personas no cuenten con la habilidad de controlar la ansiedad y la preocupación, estas actitudes pueden llevar directo al fracaso. Por otra parte, cualidades como el optimismo, entusiasmo y la habilidad de pensar de forma positiva -siempre y cuando no se trate de un fantasear irreal e

ingenuo-, impiden caer en la apatía, la desesperación o la depresión frente a las adversidades. El profesor Martin Seligman, de la Universidad de Pensilvania, afirma que la diferencia entre el optimista y el pesimista radica en que el optimista ubica las causas de sus fracasos en algo que puede cambiarse y se puede llegar a combatir en el futuro. El pesimista por otra parte, sólo se echa la culpa de sus desgracias y las atribuye a alguna característica personal imposible de modificar. Seligman realizó un estudio sobre las ventas y descubrió que los vendedores optimistas lograban vender hasta un 37% más que el resto de los vendedores y que además las tasas de abandono de los pesimistas doblaban a las de los optimistas.

La empatía Ponerse en la piel de los demás. Cuando a Abraham Lincoln le hablaban duramente de la gente del sur de los Estados Unidos, él respondía: No los critiques; son tal como seríamos nosotros en circunstancias similares. Una de las principales características de este importante personaje, que lo hizo llegar tan alto y convertirse en uno de los líderes más influyentes del mundo, fue su empatía, su capacidad de ponerse en la piel de los demás. Debemos saber que lo más cercano y querido por la persona es su propia estima, como lo describe el Talmud: “La persona es cercana a sí misma” (Tratado de Sanedrín 9b). Es por ello que difícilmente puede ver sus propios errores o defectos. Se quiere tanto, que el amor lo ciega. Como nos lo enseña el rey Salomón: “Todos los pecados son tapados por el amor” (Mishé, Proverbios, 10:12). Dale Carnegie en su libro “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas”, nos habla acerca de esta idea y dice en nombre de John Dewey, que el impulso más profundo de la naturaleza humana es el deseo de ser importante.

En este mismo libro, Carnegie cita a Alfred Lunt, uno de los actores más destacados de su época, quien dijo: “Nada hay que yo necesite tanto como alimento para mi propia estima…” “…los manicomios están llenos de sujetos que han encontrado en la locura, la importancia que en la cordura les ha sido negada. Así, algunas personas tienen tanta sed de importancia, que llegan a la demencia”. Este concepto es impresionante y no puede pasar desapercibido. Si queremos tener empatía, debemos saber que el motor que mueve a las personas a actuar es el ego, y para poder entender a alguien debemos de saber que esa persona piensa antes que nada en sí misma y ve el mundo desde el foco llamado YO. Es por eso que a las personas les cuesta mucho trabajo ver sus propios errores. De acuerdo también con Carnegie, Lewis Lawes, quien fuera alcalde de la famosa cárcel de Sing Sing, en Nueva York, afirmó que pocos de los criminales que hay en Sing Sing se consideran hombres malos. Así mismo, “Dos pistolas Crowley”, uno de los más peligrosos criminales que tuvo Nueva York, dijo refiriéndose a sí mismo: “Tengo bajo la ropa un corazón fatigado, un corazón bueno: un corazón que a nadie haría daño”. Estas son las palabras de un asesino cruel y sanguinario al que no le temblaba la mano para matar a quien fuera. Incluso Al Capone, quien fue el enemigo público número uno, el más siniestro de los jefes de bandas criminales de Chicago, no se culpaba de nada. Se consideraba a sí mismo un gran benefactor. Estas son sus propias palabras: “He pasado los mejores años de mi vida dando a los demás placeres ligeros, ayudándoles a pasar buenos ratos, y todo lo que recibo son insultos, la existencia de un hombre perseguido”. “Todos los defectos la persona ve, excepto sus propios defectos” (Mishná tratado de Negaím 2:5) Siendo así, surge entonces la importancia de prestar atención, antes que nada, a las emociones y sentimientos de la otra persona y procurar entenderlos y ponernos en su lugar; tratar de quererlos y congeniar, pues sólo de ese modo seremos capaces de acceder a ellos y ganarnos su confianza. Quien domina

este arte y lo domina con sinceridad, tiene en sus manos una de las llaves más necesarias para acceder a la mente y al corazón de otra persona e influenciarla de algún modo, pero quien no tiene empatía, provoca que la otra persona se bloquee completamente y no se conecte con él en absoluto, por lo que seguramente rechazará su mensaje o su propuesta, por más atractiva que esta sea. La empatía se puede medir incluso en bebés de nueve meses de edad que rompen a llorar cuando ven a otro niño caerse, o niños que ofrecen su peluche a otro niño que está llorando. Incluso se ha demostrado que desde los primeros días de vida, los bebés se muestran afectados cuando oyen el llanto de otro niño. La falta de empatía suele ser un rasgo distintivo de las personas que cometen los crímenes y delitos más terribles. Es una huella que identifica a violadores, psicópatas, pederastas, rateros, asesinos, etcétera. La incapacidad de estas personas para percibir el sufrimiento de la gente, es la que les origina el valor para cometer aquellos delitos. La capacidad para entender lo que otros sienten es fundamental en la vida y afecta un espectro muy amplio de actividades, que van desde las ventas, hasta la dirección de empresas y la educación de los hijos. No se puede tener una vida sana y exitosa si no se tiene la capacidad de ser empáticos y entender a los demás. Más del 90% de los mensajes que damos y recibimos, son de naturaleza no verbal. Estos mensajes se manifiestan en aspectos más sutiles como la inflexión de la voz, las expresiones faciales, los movimientos del cuerpo, los gestos en general, entre otras cosas. Es por ello que es de vital importancia saber leer estas señales con la finalidad de entender a los demás. En la Torá hay una frase que reza: “Y amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Vaikrá, Levitico, 19:18). En el Talmud (tratado de Shabat 31), dijo Hilel que la esencia de la Torá se puede resumir simplemente en la palabra “empatía”, en amar al otro como te amas a ti mismo. Es decir, en tratar de entender al otro y ponerte en su lugar para hacerlo sentir como te gustaría que te hagan sentir a ti y no hacerlo sentir como no te gustaría que te hagan sentir.

Debemos respetar a los demás, quererlos y procurar su bienestar, de la misma forma en que nos gustaría ser queridos, estar bien y ser respetados. Esto se deriva del precepto de amar a Dios, pues cada ser humano lleva en su interior una parte de Dios, tal como está escrito: “Y creó Dios Todopoderoso al hombre a su imagen” (Bereshit, Génesis, 1:27). Es por eso que el versículo de la Torá que dice: “Y amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Vaikrá, Levitico, 19:18) termina con la frase “Yo soy Dios”. ¿Cuál es la relación entre el comienzo del versículo y su final? El motivo por el que debemos amar a nuestros semejantes es el motivo por el cual nos debemos amar a nosotros mismos, ya que dentro de nosotros y dentro de cada ser humano hay una parte de Dios. Para ilustrar esta idea hay numerosas anécdotas de grandes personajes que demostraron amar a la humanidad y procurar su bienestar, pero más que hablar de grandes cosas que cambiaron al mundo, mencionaré una pequeña acción que leí sobre el creador del movimiento de ética y valores judíos llamado Tnuát Hamusar. Este hombre se llamaba Rab. Israel de Salanter[67] y en una ocasión subió a un tren. Después de que las puertas se cerraran y justo cuando el tren estaba por avanzar, se percató de que uno de sus guantes se le había caído afuera del vagón. El rabino se quitó el otro guante y lo lanzó por la ventana. El hombre que lo acompañaba le preguntó: ¿Qué es lo que hizo? y el rabino respondió: “Un guante a mí no me sirve y tampoco a la persona que lo encuentre tirado allá afuera. Es por eso que si no puedo recuperar el otro guante, espero que el que lo encuentre tenga el par y los disfrute”. Esto es empatía, ponerte en el lugar de la otra persona y pensar en ella. ¿Cómo te sentirías tú si estuvieras en el lugar del otro? Cuando encuentras un guante te sientes un perdedor, porque te falta uno para completar el par, pero cuando encuentras los dos, entonces te sientes bien por aquello que encontraste y puedes disfrutarlo. Esta regla aplica también a los sentimientos de la otra persona. Antes de decir o hacer algo, debemos ponernos en el lugar de la otra persona y pensar en cómo ese sujeto podría sentirse con ese comentario o acción. Le preguntaron al Jazón Ish[68]: ¿Cuál es el éxito espiritual más grande que la

persona puede alcanzar en la vida? Su respuesta fue muy clara: “Llegar al final de la vida sin haber herido los sentimientos de nadie”. Para esto se necesita una gran empatía, se necesita “ponerse en la piel de los demás”. Quien puede hacerlo, tiene una muy poderosa llave para entrar en el corazón de la gente. Se cuenta que durante la segunda guerra mundial, el ejército alemán había llegado a Marruecos y se hicieron presentes los soldados nazis en la casa del Pashá[69] de la ciudad de Bundib. Cuando lo estaban llevando prisionero, pasó por ahí Rabí Israel Abujatzira, uno de los rabinos más importantes de Marruecos. El Pashá pidió hablar unos segundos a solas con él y los nazis le concedieron su pedido. En esta conversación, sucedió lo siguiente: -¡Rabí! ¿Tiene usted hijos? -Sí, tengo un hijo único. Se llama Meir (posteriormente fue el Gran Rab conocido como el “Baba Meir”). -¡Quiero que en este momento bendiga a su hijo! Rab. Israel accedió, y procedió a bendecir emocionadamente a su hijo, sin saber lo que se proponía el Pashá. Cuando acabó de bendecirlo, el Pashá le dijo al Rab.: -¡Ahora quiero que me bendiga a mí, para que me salve de las garras de estos salvajes! Rabí Israel Abujatzira mencionó el nombre del Pashá y le dio su Bendición, luego de lo cual se lo llevaron a comparecer frente a un tribunal militar. Pasaron sólo dos días y el Pashá ya estaba otra vez en su casa, lo cual era extraño, pues por lo general los que eran llevados prisioneros por los nazis tardaban mucho tiempo en regresar, si es que regresaban. A su regreso, el Pashá pasó por la casa del Rab. y le dijo: -No tengo dudas de que me he salvado gracias a su bendición y ahora no es momento de abundar en palabras. Tome una carta mía y cuando termine toda esta situación, venga a verme a mi palacio en la ciudad de Fez. La guerra terminó y Rab. Israel Abujatzira se hizo presente en el palacio del Pashá, en Fez. Se pusieron a platicar de un tema y de otro, luego Rab. quiso

dilucidar el interrogante: -¿Por qué ese día que lo estaban llevando preso, usted me pidió que bendijera a mi hijo y luego a usted? -Porque quería que me diera una bendición con la misma emoción que se la daría a su propio hijo. Quería que se pusiera en mi lugar y me diera una bendición a la altura de lo que me estaba sucediendo en esos momentos. -Yo le debo la vida, dijo el Pashá. Quiero darle una cantidad de dinero, para recompensarlo. Dicho esto, el Pashá sacó de sus ropas una bolsa que contenía piedras preciosas y monedas de oro. -No, no. -exclamó el Rab.-. Yo no quiero algo para mí solo. Quiero algo para todo mi pueblo. -¿Quiere una suma de dinero que alcance para toda su gente? –preguntó el Pashá. -No. Me refiero a algo mucho más importante: Quisiera que cuando mi pueblo se encuentre en apuros, su gobierno nos apoye y nos proteja – respondió el Rab. -¡Cuente con ello! – le aseguró el Pashá. Así fue. En los últimos tiempos, cuando casi todos los países árabes se convirtieron en adversarios del pueblo de Israel, quedó paradójicamente el reino de Marruecos como nuestro aliado; tanto en el trato a los judíos residentes en ese país, como en las decisiones políticas internacionales a favor de Israel. Todo gracias a la bendición que le otorgó Rabí Israel Abujatzira al Pashá. De esta historia yo me llevé un mensaje muy importante, y es que debemos de ponernos en el lugar de otras personas y quererlas así como nos queremos a nosotros mismos. Debemos bendecir a los demás como si la bendición fuera para nuestros hijos o para nosotros.

La fatiga La fatiga es una fuerte sensación de debilidad, agotamiento, cansancio, desánimo o falta de energía.

Es una realidad que cuando estamos cansados, nuestra cabeza no funciona al 100%. La fatiga puede hacer que tomemos decisiones equivocadas y que por ahorrar energía para pensar, las decisiones no sean tomadas por nuestro cerebro humano, sino por nuestro cerebro primitivo. Estudios recientes revelan que la fatiga mental provoca ciertos efectos negativos y nos hace mucho más susceptibles a equivocarnos y a dejarnos llevar por nuestras pasiones o instintos. A continuación mencionaré algunos puntos específicos en los cuales nos afecta la fatiga mental y algunos consejos prácticos para evitarla. De antemano debemos saber que existen tres tipos de fatiga: 1. Fatiga física: Se manifiesta cuando nos sentimos cansados, débiles y pesados. Cuando simplemente necesitamos descansar. 2. Fatiga psicológica: Esta fatiga ocurre cuando no estamos motivados para hacer absolutamente nada y se manifiesta con sentimiento de tristeza o la falta de motivación por hacer las cosas. 3. Fatiga mental: Ocurre cuando no nos podemos concentrar y nos es muy difícil mantenernos enfocados en una tarea. Esta fatiga se presenta cuando tenemos la mente en blanco y no podemos pensar. La fatiga genera mucha hambre y en ocasiones insomnio, ya que cuando estamos fatigados, aumenta la producción de la hormona grelina. Además, la fatiga origina problemas cognitivos que dificultan poner la atención suficiente a las tareas que realizamos, por lo que cuando se está fatigado es muy probable no recordar dónde se dejaron las cosas. La fatiga nos hace más lentos pues debilita nuestras funciones motoras. Así lo indica el profesor Clete A. Kushida del Centro Universitario de Stanford. Un estudio de la Universidad de Victoria en Australia, señala que los pacientes de fatiga experimentan mayores niveles de interrupción del sueño que los pacientes con esclerosis múltiple. Los síntomas anteriormente descritos son inquietantes, pero quizás una de las

peores consecuencias de la fatiga, es que también nos hace perder el control de nuestras emociones. De acuerdo con un estudio realizado por el profesor Matthew Walker, los cerebros fatigados son 60% más susceptibles a responder ante imágenes negativas y perturbadoras. Él explica que debido a la fatiga, las personas pierden la capacidad de poner sus emociones en contexto y controlarlas. Para evitar la fatiga se recomienda dormir entre siete y ocho horas diarias, hacer ejercicio físico y mental, alimentarse de manera saludable, procurar no trabajar en exceso y hacerlo en un ambiente agradable. Es importante respirar de manera adecuada y profunda, procurando de esa manera oxigenar la sangre constantemente. Sobre todo, se recomienda tener una buena actitud hacia la vida y ser optimistas, ya que cuando somos pesimistas generamos pesadez y contaminamos nuestra mente, lo cual puede llegar a ocasionar fuertes bajones de ánimo y una gran fatiga. En conclusión, la fatiga es muy peligrosa, por lo que debemos tratar de evitarla para no equivocarnos y no pecar, tomando malas decisiones. La Torá nos ofrece una enseñanza muy importante con respecto a evitar los pecados y evitar cometer errores a causa de la fatiga. La Torá nos habla acerca de un hombre llamado Koraj, que era el primo de Moshé Rabenu. Koraj se rebeló ante Moshé diciendo que este era un farsante y que había puesto como sacerdote (Kohen Gadol) a Aharón su hermano, sólo por su parentesco y no porque Dios lo dijera. Koraj reunió a 250 hombres y juntos retaron a Moshé públicamente. Moshé le pidió a Koraj que volviera al día siguiente para hacer una prueba y comprobar que efectivamente Dios estaba con él y que realmente Aharón su hermano merecía el puesto porque así Dios lo dispuso. La pregunta es: ¿Por qué Moshé le pidió que regresara al día siguiente? ¿Por qué Moshé no le comprobó inmediatamente que toda la rebelión que estaba haciendo constituía un gran error? ¿Por qué esperar un día más? Su honor y el honor de Dios estaban en juego. Koraj estaba creando una gran revolución

y había que detenerla inmediatamente. Moshé sabía que una de las cosas que fomentan la irritabilidad, la envidia, el enojo y todas las actitudes negativas, es la fatiga. Moshé era consciente de que cuando alguien está fatigado, es propenso a decir o hacer cosas de las cuales se puede llegar a arrepentir y que no hubiera hecho estando descansado y tranquilo, con la mente lúcida. La rebelión de Koraj se dio, según Rashí (Bamidbar 16:5), precisamente al atardecer. Según el Or HaJaím HaKadosh, la intención de Moshé al pedirles que regresaran al día siguiente era que durmieran y estuvieran descansados para recuperar su energía y reponerse del agotamiento y la fatiga. De este modo podrían pensar en lo que hacían, es decir, con el cerebro pensante y no con el cerebro animal. Sin embargo, dice Rashí (ídem versículo 19) que Koraj y su séquito no durmieron toda la noche, ya que estuvieron toda la noche burlándose de Moshé. A la mañana siguiente, acercaron un incienso y fueron todos tragados por la tierra (ver Bamidbar, Números, capítulos 16 y 17). Se deduce de todo esto que si Koraj y su congregación se hubieran ido a dormir esa noche y se hubieran recuperado de su fatiga, habrían llegado a diferentes conclusiones a la mañana siguiente y habrían desistido de su rebelión contra Moshé. Seguramente habrían sido más respetuosos y la historia habría sido muy diferente. Dice el Imré Emet en nombre del Zohar HaKadosh, que la reclamación de Koraj era válida y que él merecía en realidad un puesto paralelo al de Aharón, el hermano de Moshé. De hecho, estaba planeado por Dios que así como existió en el pueblo de Israel un Kohen Gadol que fue Aharón HaKohen, tenía que haber existido un Leví Gadol que debió haber sido Koraj. Sin embargo, Koraj lo perdió todo y fue tragado por la tierra solamente por la manera en la que pidió las cosas, y por la rebeldía y la osadía con las que actuó. Seguramente, actuó así porque estaba bajo los terribles efectos de la fatiga, que no son menos negativos que los del alcohol u otras sustancias. Si tan sólo

Koraj se hubiera ido a dormir esa noche y hubiera “consultado con su almohada” lo que estaba haciendo, se hubiera convertido en un Leví Gadol, salvando su vida, la de su esposa y la de las familias de aquellos 250 hombres que estaban con él. Ahora sí, después de saber todo esto acerca de la fatiga, me gustaría terminar diciendo una sabia frase del “Chavo del ocho”. La frase es muy simple: “¡Hay que evitar la fatiga!”. No obstante, hay ocasiones que ameritan hacer un esfuerzo y aguantar el sueño o desmañanarse, como en la época de Selijot[70] o en las desveladas de Shabuot u Hoshaná Rabá. Sin embargo, debemos estar conscientes de nuestro estado de fatiga y no tomar decisiones importantes bajo sus efectos. En el judaísmo existe la obligación de descansar durante un día entero cada semana y no realizar ningún trabajo de creación (Melajá). Esto con la finalidad, entre otras cosas, de renovar nuestro espíritu y no enfermar de fatiga. Dijo el rey David: “Días fueron creados, pero Él (Dios) tiene uno de ellos como especial” (Tehilím, Salmos, 130:9). ¿Cuál es ese día especial que tiene Dios? Dice el Taná Debé Eliyahu (Seder Eliyahu Rabá Cap. 1), que ese día especial es el día de Shabat, pues durante la semana la persona trabaja y literalmente hace la guerra contra toda clase de enemigos, pero el día de Shabat, se renueva por completo porque descansa.

La confianza Para poder dominar nuestras emociones y tener autocontrol, es muy importante trabajar en el concepto de la confianza, que se divide en dos. La primera es la confianza en Dios y la segunda, la confianza en uno mismo. Primero que nada me gustaría explicar por qué confiar en Dios es importante para tener autocontrol y dominar nuestras emociones. Cuando uno se siente seguro y sabe que todo lo que pasa es para bien y que nadie puede dañarlo a menos que Dios así lo disponga, entonces podrá estar en control y no perder la cabeza a cada momento. Quien confía en Dios sabe

que todo puede pasar y que hay alguien que está moviendo todo desde arriba, que jamás lo va a abandonar. Quien no confía en Dios (no importa si es rico o pobre, si tiene salud o no), jamás estará completamente tranquilo y libre de preocupación, ya que en el interior siempre le cabrá la duda de que tal vez en algún momento algo malo puede sucederle y ser despojado de todas las bendiciones que posee. Hoy en día, en una era en la que grandes imperios industriales se desmoronan de la noche a la mañana[71], en una era en la cual todo puede pasar en un abrir y cerrar de ojos, es difícil sentirse seguros. El dinero es traicionero y así como puede llegar de repente, así también se puede ir, y lo mismo con la salud y todo lo demás. Sin embargo aquel que en Dios confía puede dormir tranquilo durante las noches, ya que Él es más grande que cualquier situación que se nos pueda presentar. Es Dios quien maneja cada una de las cosas que en el mundo suceden. Dios no tiene limitaciones y puede ver lo bueno más allá de aquello que ante nuestros ojos parece malo. Es por eso que confiar en Él resulta un requisito indispensable en la vida y sobre todo en el manejo de nuestras emociones. La única forma de alcanzar un estado emocional perfectamente equilibrado y no perder la cabeza por cada cosa que nos sucede, es confiando en que hay alguien que lo maneja todo desde “arriba”; que nos quiere y busca nuestro bienestar[72]. El segundo tipo de confianza es confiar en uno mismo. Esto no representa arrogancia o egocentrismo, si lo enfocamos de la manera positiva. La arrogancia y el egocentrismo se basan en hacer de lado a Dios y atribuirse todos los poderes, mientras que por otro lado la confianza en uno mismo está estrechamente relacionada con la confianza en Dios, ya que si nos mandó a este mundo es porque confía en que tenemos la capacidad de hacer de este, un lugar mejor. Si Dios confía en nosotros, ¿por qué entonces no deberíamos de confiar en nosotros mismos? Todos deberíamos de confiar en que si Dios nos dio una misión, es porque tenemos la capacidad de realizarla. Es por eso que no debemos detenernos en la vida a causa de nuestra baja estima, ni por la devaluación de nuestras

virtudes. No debemos tener miedo, debemos confiar en nosotros mismos, actuar y confiar en que a fin de cuentas los resultados no son producto de nuestras acciones, sino de la bendición de Dios. Dijo Rab. Jaim Shmuelevich que el éxito no es la consecuencia del esfuerzo, sino que cuando Dios ve que nos esforzamos, interviene y nos manda el éxito (Sijot Musar 5731 Maamar 20). No importa lo que hagas o a qué te dediques, te aseguro que si confías en ti y en Dios, tu éxito será exponencialmente mayor que si no lo haces. El Talmud en el tratado de Sanedrín (37a) dice que Dios creó a un solo hombre al principio de la creación, para demostrarnos que crear todo el mundo vale la pena para un solo ser humano. Por lo tanto, cada uno debe sentirse valioso e importante y decirse a sí mismo: “El mundo fue creado para mí”. Cada ser humano es importante ante los ojos de Dios; es exclusivo y especial, como dice el Talmud: “Así como los rostros de cada uno son diferentes, así también sus pensamientos lo son” (tratado de Berajot 58b). Dios se preocupó por crear a todos los seres humanos diferentes con la finalidad de que cada uno supiera que es exclusivo y especial. Aquello que tú puedes aportar al mundo, nadie más lo puede dar.

El miedo Hay un cierto tipo de serpiente en América, que es un conocido enemigo de algunas especies de aves. El ave vuela por el aire, deteniéndose para descansar en la copa de un árbol y la serpiente, al ver al ave en la cercanía, se desliza sobre su vientre hacia el árbol y abre su amplia boca, amenazando con furia devorar al ave. Cuando ésta mira a la serpiente, la reconoce como un enemigo; es invadida por el espanto, sus sentidos se paralizan y cae dentro de la boca de la serpiente. Así es el miedo; es la falta de seguridad, de confianza en ti mismo y sobre todo en Dios. El miedo es uno de los enemigos más poderosos y peligrosos de la persona; es la carretera directa al fracaso. Es por eso que debemos

alejarnos de él y tener presente lo que nos enseñó Rab. Najman de Breslev: “Todo el mundo es un puente angosto por el que debemos transitar para llegar al mundo venidero y lo principal para no caerse de él, es jamás tener miedo” (Likuté Moharán, Tanina 48). El miedo te hace caer del puente o a la boca de la serpiente. Dijo Iyób, Job: “Porque de lo que miedo sentía me ha venido, y lo que temía me ha llegado” (Iyób, Job. 3:25). La realidad es que el motivo por el cual a Iyób le sucedió lo malo es porque lo temió. La persona de alguna manera atrae las cosas malas por medio de sus miedos y aquello que teme, casi siempre termina materializándose. Cuando alguien pone una tabla sobre el piso para caminar sobre ella y no ensuciarse los pies con la tierra, puede pasar sobre ella tranquilamente una y otra vez rápidamente y sin caerse, pero cuando esa misma tabla la levanta y la coloca a una altura considerable, es muy probable que trate de hacerlo mucho más despacio y con cuidado. A pesar de ello es mucho más probable que se caiga. ¿Cuál es la diferencia? En ambos casos la tabla es la misma, pero sin duda alguna la diferencia radica en el miedo, pues cuando la tabla está en suelo, se siente seguridad. No obstante, cuando está en lo alto, se siente miedo, y el miedo de caer, paradójicamente es aquello que hace caer. La persona que tiene miedo a la pobreza, por ejemplo, es probable que esté atrayendo a su vida la pobreza. En el libro “Arbé Najal” (Parashá Vayetzé), fue dicho que el miedo es como un imán, que atrae todo aquello que la persona teme. En el libro de “Shemot” (Éxodo, cap. 2.), cuenta la Torá que Moshé al crecer vio a un hombre egipcio golpeando a un esclavo hebreo. Moshé terminó matando a ese egipcio y tapando su cuerpo bajo la tierra[73]. Después de haber hecho esto y pensar que nadie lo había visto, se encontró con dos esclavos que se estaban golpeando uno al otro. Moshé intervino y les dijo que no se pelearan. Fue entonces cuando uno de los dos le dijo: “¿Quién te ha puesto como príncipe y juez sobre nosotros? ¿Acaso nos has de matar así como mataste al egipcio?” Entonces temió Moshé que este chisme llegara a oídos del faraón y lo mataran por eso. Posteriormente, dice la Torá que el faraón efectivamente se enteró de aquel suceso y buscó a Moshé para matarlo, por lo

que tuvo que huir de Egipto y se fue a refugiar en la tierra de Midyán. Sobre este pasaje bíblico dijo el Midrash Lekaj Tob: “El motivo por el cual este suceso llegó a oídos del faraón, fue porque Moshé temió que el chisme llegara a sus oídos y que este lo quisiera matar. Si Moshé no hubiese tenido miedo, su miedo no se hubiese materializado y el faraón jamás se hubiera enterado de lo sucedido. Resulta que los miedos generan realidades y terminan materializándose. El miedo es el resultado de la falta de confianza. Es así como el profeta reprocha al pueblo de Israel y les dice: “Has olvidado al Eterno, tu hacedor que expandió los cielos, y puso la tierra, y temes constantemente todo el día” (Ishayá, Isaias. 51:13). El profeta nos enseña que el motivo por el cual llega el miedo, es por haber olvidado al Eterno, por olvidar que hay alguien que nos cuida y nos protege constantemente. Es por eso que para lograr un equilibrio perfecto de nuestras emociones, es recomendable alejarse de los miedos y para hacerlo, debemos reforzar nuestra fe y confianza. El miedo no te deja avanzar en la vida y llegar lejos, es como cuando compras un coche nuevo último modelo, el coche más veloz del mercado, te subes en él, aceleras a fondo y el coche apenas avanza muy despacio, entonces te das cuenta que tiene puesto el freno de mano, lo quitas y ahora si empieza la diversión, el coche responde y alcanza altas velocidades. Lo mismo pasa en la vida, cada ser humano tiene un potencial inimaginable, nuestra mente es muy poderosa porque está conectada con el cielo, pero muchas veces no podemos avanzar, no podemos salir adelante, las cosas no salen como queremos y todo eso muchas veces es porque tenemos puesto el freno de mano, tenemos miedo y el miedo es una de las cosas que más nos atoran en la vida, es como un ancla en el barco que no lo deja moverse de lugar, es por eso que debemos aprender a quitárnoslo y a adquirir mucha seguridad. Confiar en Dios a pesar de considerarse un pecador[74]

Confiar en Dios es sin duda uno de los más poderosos métodos para enfrentar cualquier situación y reto en la vida. La confianza en Dios nos puede ayudar a salir adelante emocionalmente y nos da fuerza y seguridad para afrontar todo lo que venga. No obstante, existe un motivo por el cual nuestra confianza en Dios no es tan efectiva e incluso se convierte en algo que lejos de hacernos más seguros, nos crea mucha incertidumbre e inseguridad y en lugar de alentarnos nos desmotiva. Esto se debe a una estrategia del Yetzer Hará (instinto del mal), que juega con nuestra mente y canaliza nuestra confianza en Dios hacia una idea equivocada y torcida. Cuando un creyente tiene fe y confía en que Dios le va a ayudar, es muy común que su Yetzer Hará lo quiera confundir y le haga pensar que en realidad Dios sí tiene la fuerza para ayudarlo y sacarlo de sus problemas, que Dios es Todopoderoso y Omnipotente. El Yetzer Hará detona en la persona la falsa virtud de la humildad y le dice: “¿Quién eres tú como para que Dios te ayude? Dios es fuerte y poderoso, pero tú eres un pecador, un gran pecador y estás lleno de faltas y de fechorías que has cometido en contra de tu creador. ¿Por qué Dios debería de estar contigo y salvarte? ¿Por qué Dios debería de ayudarte a que tengas éxito en aquello que estás por hacer? Él puede hacerlo y lo haría contigo, sólo si lo merecieras, pero… como no lo mereces… entonces no esperes que Dios esté contigo.” Esta es una técnica muy común usada por el Yetzer Hará, que nos hace no confiar en Dios por sentirnos alejados de él. Nos hace pensar que si no somos buenos o tenemos pecados, entonces Dios ya no va a estar de nuestro lado y no nos va a ayudar. Es por eso que cuando tenemos un problema o una situación difícil, a pesar de ser personas de fe, no nos refugiamos en Dios. Esta es una falta de confianza que tienen incluso los hombres más creyentes, pues el argumento del Yetzer Hará es bastante lógico, pero debemos saber que pensar así es una gravísima equivocación, pues Dios no nos pone esas condiciones, Él está con nosotros a pesar de que no somos perfectos, a pesar de que no lo hayamos obedecido, o de que nos hayamos portado mal y

estemos llenos de pecados. Eso no nos impide ser protegidos y escuchados por nuestro Creador; por nuestro Padre que está en el Cielo. Dijo el rey David: “Dios está cerca de todo aquel que le llama, de todo aquel que le llama con sinceridad” (Tehilím, Salmos, 145:18). No está escrito que Dios está cerca de aquel que es bueno, o del que no tiene pecados, sino que está cerca de todo aquel que le llama y confía en Él con sinceridad, sin importar que esta persona esté llena de pecados. Debemos sentir seguridad en Dios y confiar en que Él nos va a ayudar a pesar de nuestro nivel espiritual y a pesar de que no estemos limpios de pecados. Esto se aprende de la Torá cuando nos dice Dios: “Cuando digas en tu corazón: son muchos mis enemigos, ¿cómo voy a conquistarlos? ¡No debes temerles! Debes recordar aquello que hizo el Eterno al faraón y a todo Egipto… No tengas miedo porque Dios está contigo.” (Debarím, Deuteronomio, 7:17-23). ¿Por qué Dios nos dice que confiemos en él y que no tengamos miedo y pone como referencia los milagros que hizo cuando nos defendió de los egipcios? ¿Por qué precisamente debemos recordar que nos defendió de ellos? El pueblo de Israel tuvo muchos otros enemigos en el transcurso de la historia y también Dios nos defendió de ellos ¿Qué tiene en particular este suceso? La respuesta es que el pueblo de Israel cuando salió de Egipto estaba lleno de pecados. No tenían ni un sólo mérito para ser salvados, habían caído en el nivel número 49 de impureza[75] y a pesar de todo Dios los salvó, no porque fueron buenos y no pecaron sino porque confiaron en Él[76]. En el rezo de la Amidá decimos: “Porque tú (Dios), escuchas los rezos de toda boca”. No está escrito allí que Dios escucha los rezos de los justos, de los piadosos o de las personas que están limpias de pecado y son íntegras, sino que Dios escucha los rezos de todos, sin importar su nivel espiritual, y sin depender de quién sea el que está rezando. Todo aquel que confía en Dios es escuchado. Dijo el Jafetz Jaím en nombre del Gaón de Vilna: “La confianza en Dios no depende de los méritos de la persona, pues a pesar de que no sea meritoria, si su confianza en Dios es fuerte, esa confianza lo protegerá y Dios hará con él

favor”. Como está escrito: “He aquí que la vista del Eterno está sobre los que le temen y sobre los que anhelan su bondad” (Tehilím, Salmos 33:18-20). No fue dicho que los ojos de Dios están puestos en quienes lo merecen, sino en quienes esperan (anhelan) su favor. Es posible que estas personas ni siquiera sean del grupo de los temerosos de Dios (devotos que cumplen las reglas de la Torá), sino sólo personas que confían en Dios y esperan su favor[77]. Rabenu Bejaye, en su libro “Jobat Halebabot” (Shaar HaBitajón, cap. 2, Razón número 7 para confiar en Dios), dice que vale la pena confiar en Dios pues ayuda a aquel que confía en Él, tenga o no méritos y sea o no merecedor. Esta idea se ve reflejada también en el siguiente versículo: “La salvación de los justos vendrá del Eterno… el Eterno los ayudará y los librará de los malvados, y los salvará porque se han refugiado en Él” (Tehilím, Salmos 37:39-40). No está escrito que los salvará porque lo merecen y tienen muchos méritos, sino porque se han refugiado en Él. Dios no condiciona a la persona diciendo que la salvará sólo si es meritoria, pero hay algo que impide ser salvado y es el rebelarse abiertamente ante Dios. La persona será salvada por Dios y puede esperar milagros y todo lo bueno de parte suya, siempre y cuando no se rebele ante Él. Esta idea la vemos claramente en el episodio de Moshé con los espías que mandó a la tierra de Israel. Después de que habían regresado de la tierra y estaban por dar su informe negativo, Yehoshua Bin Nún le dijo a los espías: “¡Sólo contra Dios no se rebelen!” (Bamidbar, Números, 14:9). Yehoshua sabía que mientras no se rebelaran contra Dios, serían dignos de recibir todo lo bueno a pesar de sus múltiples pecados. Dijo el Jafetz Jaím que la confianza en Dios es una bendición segura y si la persona refuerza su seguridad y confianza en Él, seguramente llegará la bendición a su hogar. Espero que podamos quitarnos de la cabeza esa idea torcida que nos han implantado, de que Dios sólo te escucha cuando eres bueno y estás limpio de pecado. Dios escucha a todo ser humano que se dirige a Él con sinceridad, sin importar cuántos pecados esa persona haya cometido. Es por eso que debemos aprender a dominar a nuestro Yetzer Hará y a tener una fuerte

confianza en Dios, sabiendo que Dios no tiene limitaciones y ni siquiera tener pecados se convierte en una limitación para que nos pueda ayudar. Hagamos de Dios nuestro refugio y eso nos ayudará a salir adelante ante cualquier situación que se nos presente.

Las adicciones No se puede ser exitoso en la vida siendo preso de una adicción. Se puede tener amigos, dinero, familia, fama y otras cuantas cosas, pero todo esto está sujeto de un delgado hilo que se puede romper en cualquier momento a causa de la falta de control de alguna adicción. La adicción es el fuego que consume cualquier bendición. Ser adicto significa literalmente ser esclavo y estar dominado. La adicción es la afición desmesurada a algo; es el hábito de conductas peligrosas o de consumo de determinados productos (en especial drogas), y del que no se puede prescindir o resulta muy difícil hacerlo por razones de dependencia más que nada psicológicas, pero también incluso fisiológicas. Las adicciones son el peor de los venenos. Cuando se es picado por un animal venenoso o se ingiere algún veneno, la sustancia quema a la persona por dentro y la puede llegar a matar; sin embargo, las adicciones matan a la persona poco a poco, pero lo peor de todo es que no solamente queman su cuerpo, por lo regular queman también su alma, su esencia y su dignidad. El veneno que produce la adicción es tan letal, que se extiende incluso hasta destruir a la gente de su alrededor. Lo que he explicado no son exageraciones, sino realidades concretas. En el capítulo que habla sobre la empatía, dijimos en nombre de John Dewey, que el impulso más profundo de la naturaleza humana es el deseo de ser importante. El ego está en el centro de la persona y es aquello que la mueve para hacer cualquier cosa. Todos queremos ser importantes. Nuestra dignidad lo es todo, es por eso que muchas personas prefieren morir antes que perder la dignidad o simplemente buscan ser recordados con decoro, como es el caso del harakiri entre los samuráis, un suicidio que se realizaba de manera

voluntaria con la finalidad de conservar el honor. Se podría decir en otras palabras que “quitarle a alguien su honor y hacerlo pasar vergüenza es equivalente a matarlo, o algo peor que eso”. De hecho, estas son exactamente las palabras del Talmud: “El que avergüenza a su compañero en público es como si lo matara” (Talmud Bablí tratado de Babá Metziá 58a). Aunque una persona haya tomado algún veneno, no por eso perdería la dignidad, simplemente enfermaría y moriría, pero el adicto para conseguir saciar su adicción, está dispuesto a rebajarse y humillarse; a “matar” su dignidad con tal de conseguir saciar su deseo. Un adicto muchas veces está dispuesto a pecar en contra de su religión y “quemar” su alma con tal de conseguir lo que quiere. Está dispuesto a robar y a cometer cualquier pecado o atrocidad, pasando cualquier vergüenza con tal de conseguir lo que su mente le pide. La adicción se apodera de la persona y la domina. Si el individuo no tiene la fuerza necesaria para resistir, puede llegar incluso a “quemar” a su familia y a sus seres queridos; puede llegar a robarle dinero a sus propios padres[78], usar el dinero de la renta, de la colegiatura de sus hijos o de la manutención de su familia en su vicio o hasta muchas otras cosas peores. Una adicción es una enfermedad, tal vez la peor de todas. Las adicciones controlan nuestra mente y literalmente la secuestran, siendo muy, pero muy difícil rescatarla. Por lo tanto, es de suma importancia ser precavidos y de entrada no caer en ninguna adicción.

El alcohol y otras sustancias Antes de abordar este tema, me gustaría dejar en claro que quienes consumen sustancias comúnmente lo hacen para acallar el dolor; lo hacen porque no tienen otros recursos para manejar sus emociones, sus sentimientos de miedo, inseguridad, ansiedad, abandono, enojo, tristeza etc. Las adicciones surgen regularmente por un vacío emocional muy profundo[79]. A continuación,

quiero hablar un poco acerca de lo que pasa cuando se está bajo los efectos de algunas sustancias; de cómo estas sustancias pueden apagar nuestro cerebro pensante, y cuáles son los efectos y las consecuencias que esto implica a corto o a largo plazo.

El alcohol El alcohol afecta a la química cerebral, al alterar los niveles de neurotransmisores. Los neurotransmisores son químicos que transmiten las señales que controlan los procesos de pensamiento, comportamientos y emociones. Son excitatorios (estimulan la actividad cerebral), o inhibitorios (disminuyen la actividad cerebral). El alcohol aumenta los efectos del neurotransmisor GABA en el cerebro, el cual provoca movimientos lentos y dificultad para hablar. A la vez, inhibe el neurotransmisor excitatorio glutamato, el cual incrementa la dopamina, neurotransmisor que crea la sensación de placer al beber. El National Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism en Estados Unidos, recomienda límites de hasta dos bebidas alcohólicas por día para hombres y una para mujeres. La medida que describe oscila alrededor de una cerveza de 340ml. Cuando se bebe más de esta medida se puede llegar a tener graves efectos perjudiciales para la salud, la vida social y laboral, y una fuerte dependencia al alcohol. Es común que entre los bebedores compitan para ver quién tolera más el alcohol, pues mantienen la falsa creencia de que “es más fuerte el que más alcohol aguanta”, pero esto constituye un terrible error ya que la cantidad de alcohol ingerido por un adicto es progresivamente mayor con el paso del tiempo. El doctor Michael Dunlap dice que el alcohol causa “tolerancia”, por lo que un alcohólico debido a su mala función hepática, tiene que tomar más para embriagarse que una persona sana. Esto no significa que el alcohol le haga menos daño y que por eso lo aguanta más, sino todo lo contrario. ¿Cómo puedes saber si tienes problemas con el alcohol?

Algunas señales que te pueden ayudar a identificar que estás teniendo problemas con el alcohol y debes pedir ayuda son: 1. Cuando te sientes triste o desanimado y para mejorar tu estado recurres a la bebida. 2. Cuando tienes que beber para sentirte normal o bien. 3. Cuando bebes solo o en secreto. 4. Cuando te sientes ansioso por no haber tomado alcohol. 5. Cuando sufres de paranoias. 6. Cuando discutes o tienes comportamientos problemáticos regularmente después de haber bebido alcohol. 7. Evitas las aficiones o actividades que antes disfrutabas y ahora sólo deseas participar en actividades que impliquen beber. Como la frase que está de moda entre los alcohólicos: “Si en la fiesta no hay chupe ¿a qué voy?” 8. Cuando no puedes controlar cuánto o cuándo bebes. 9. Cuando comúnmente después de tomar llegas a un estado de ebriedad en el que sientes nauseas, mareos, sudoración, temblores alucinaciones, convulsiones o vómitos. Estos son algunos de los efectos negativos del alcohol[80]: Es importante entender que el cerebro mantiene un equilibrio de sustancias químicas, que se altera debido al alcohol. Por lo tanto, esta inestabilidad en los químicos del cerebro puede llegar a afectar fuertemente nuestro comportamiento, pensamientos, sentimientos y hasta nuestras emociones. Es normal que al ingerir un poco de alcohol la mayoría de las personas nos sintamos bien, menos ansiosos, más sociables, con mayor confianza en nosotros mismos y mucho más relajados y libres. Sin embargo, cuando bebemos demasiado, el cerebro comienza a quedar afectado y las sensaciones de placer se pueden convertir en sensaciones de ansiedad, agresividad, tristeza e incluso hasta depresión. La serotonina es el neurotransmisor que regula el estado de ánimo, es por eso

que beber demasiado aumenta la posibilidad de desarrollar síntomas depresivos, pues el exceso de alcohol hace descender los niveles de serotonina en el cerebro. Además, es muy común que a causa del alcohol, la persona llegue a tener consecuencias negativas en sus relaciones profesionales, sociales y sentimentales, lo que hace que la depresión sea aún mayor y el individuo entre en un círculo vicioso difícil de romper. Cuando se bebe demasiado, las conexiones cerebrales pueden verse afectadas y provocar que se actúe de manera impulsiva, haciendo cosas que no se hubieran realizado en situaciones normales. Además, el consumo excesivo de alcohol impide que se creen células nuevas en el cerebro y no sólo se afecta la neurogénesis, sino que además es sabido que durante una borrachera se puede reducir el número de neuronas del cerebro en un millón. La psicosis es una enfermedad mental muy delicada que provoca alucinaciones, paranoias e ilusiones. Esta enfermedad puede también ser provocada por un alto nivel de adicción al alcohol. El alcohol causa daños en el hipocampo que es el área cerebral que interviene en el almacenamiento de memoria. No sólo grandes cantidades de alcohol pueden dañar el hipocampo, sino que incluso una pequeña cantidad de alcohol puede hacer que se olvide lo que se hacía mientras se bebía, pero si se bebe con frecuencia se puede llegar a dañar el cerebro y sufrir pérdida de memoria permanente. Cuando se consumen grandes cantidades de alcohol en la adolescencia, se le impide al cerebro desarrollarse de manera adecuada y existe un déficit en la recuperación de la información verbal y no verbal, y en el funcionamiento visual-espacial. Un adolescente que bebe alcohol está mucho más predispuesto a desarrollar deficiencias cognitivas, como dificultades de aprendizaje y de memoria. Por si fuera poco, a causa de la falta de vitamina B (tiamina), en el 80% de

los alcohólicos se desarrolla la enfermedad denominada como “el síndrome de Wernicke-Korsakoff”. Los síntomas de este síndrome son: confusión, movimientos oculares anormales, pérdida de coordinación muscular, síndrome de abstinencia, confabulación, alucinaciones, pérdida de la actividad mental, incapacidad para formar nuevos recuerdos y pérdida de memoria. Cuando la persona deja de beber repentinamente, puede sufrir dolor de cabeza, agitación, temblores graves, nauseas, vómitos, gran sudoración, somnolencia, calambres e incluso alucinaciones. A esto se le llama “delirium tremens” o síndrome de la abstinencia del alcohol. Este síntoma se debe a que el cerebro de la persona alcohólica se ha habituado a una sobre-estimulación por parte del sistema adrenérgico, resultando una excitabilidad autonómica y agitación psicomotriz, en otras palabras, contracciones musculares involuntarias. En conclusión, el alcohol lejos de ayudarnos a desarrollar nuestro cerebro humano, nos ayuda a deshacerlo, disolverlo y desaparecerlo. Es por eso que debemos tener mucho control sobre este tema y pensar muy bien las cosas antes de tomar, pues ya después de las primeras copas, es el alcohol quien nos domina y nuestro cerebro animal el que toma las decisiones. Hay una fábula muy interesante sobre las propiedades del vino, que nos puede hacer entender mejor esta idea: Dice el Midrash que cuando Noé estaba por plantar su viñedo después de salir del arca, se acercó a él Satán: -¿Qué es lo que siembras? –preguntó Satán. -Un viñedo –respondió Noaj. -¿Y para qué sirve? -Da frutos dulces con los cuales se puede hacer el vino y el vino alegra los corazones. –afirmó Noaj. -¿Te gustaría que nos asociemos en la plantación del vino? –le preguntó Satán. - Seguro, ¿por qué no?Entonces Satán llevó un borrego, lo degolló como sacrificio y con su sangre regó el viñedo. Posteriormente tomó un león, lo degolló como sacrificio y

con su sangre regó el viñedo. Después llevó un mono, lo degolló como sacrificio y con su sangre regó el viñedo. Finalmente, fue por un cerdo, lo degolló como sacrificio y con su sangre regó el viñedo. De ahí en adelante, el vino tiene la propiedad de que aquel que toma una copa, se comporta como un cordero: está tranquilo, relajado y actúa con humildad. El que toma dos copas es como un león; se siente fuerte y poderoso, el ego se le dispara. Aquel que toma tres copas se comporta como un mono de circo: canta, baila, hace payasadas, saca de su boca palabras sin sentido y no sabe lo que hace. Al final, cuando llega a la cuarta copa la persona que la consume se parece a un cerdo tirado en el piso, revolcándose en su propio vómito (Midrash Tanjumá Noaj 13). El alcohol es agradable y placentero cuando se consume en cierta medida, pero como está escrito en las bebidas alcohólicas: “El abuso de este producto es nocivo para la salud”. Tomar en exceso puede hacer llegar a la persona a comportarse como un cerdo. No se puede culpar a una persona por haber cometido alguna locura estando en estado de ebriedad, ya que no estaba consciente de lo que estaba haciendo. El motivo por el que se le sanciona, es por no haber sido responsable antes de tomar, cuando aún su cerebro humano estaba encendido. Cuenta una historia, que había un hombre que se encontraba en total estado de ebriedad y mientras caminaba por las calles de la ciudad, se topó con el gobernador de la ciudad, quién montaba sobre un caballo. - ¿En cuánto me vendes tu caballo?- preguntó el borracho al gobernante. -Dos mil monedas de oro. El hombre, que se hallaba bajo el efecto del vino respondió: -Está bien, yo lo compraré en esa suma. Ahora iré a mi casa a traer el dinero. El gobernante fue a donde tenía que ir y el otro fue a su casa. Al segundo día, cuando el individuo fue a su negocio, el gobernante mandó por él y cuando lo

trajeron, el personaje no estaba ebrio. -Ayer adquiriste mi caballo en dos mil monedas de oro. He aquí el caballo. Ahora dame mi dinero y llévate al animal.-solicitó el gobernante. -Ayer, cuando adquirí el caballo, no estaba solo, sino que iba conmigo uno que hacía las veces de intermediario entre tú y yo. Era él quien hablaba esas cosas relativas a la compra del animal, por eso, espérame a que vaya en busca y traiga al intermediario. Será él quien dé respuesta a tus palabras.- afirmó el hombre. -¿Quién es ese intermediario? Yo te vi que ibas solo y no había nadie contigo. -Señor mío, el intermediario era la bebida que tomé y era ella quien hablaba esas cosas, ya que si no fuera por ella, jamás yo hubiera podido emitir palabras semejantes, por lo tanto aguárdame hasta que vaya a mi casa, beba diez vasos de vino, y tornaré a ti, entonces podrás escuchar de mi parte palabras apropiadas, dignas de ser respondidas a ti. Se rio el gobernante y lo despidió en paz.

Las drogas Según la Organización mundial de la Salud (OMS), droga es la sustancia que, introducida en el organismo por cualquier vía de administración, produce algún modo de alteración del funcionamiento natural del sistema nervioso central del individuo y además es susceptible de crear dependencia.[81] Una droga se diferencia de un fármaco, porque suele ser auto administrada. Cuando consumen una droga por primera vez, las personas pueden percibir los que parecen ser efectos positivos. También pueden creer que son capaces de controlar su consumo. Sin embargo, las drogas pueden apoderarse rápidamente de la vida de una persona. Con el tiempo, si el consumo de drogas continúa, otras actividades placenteras se vuelven menos agradables y estas sustancias se vuelven necesarias para que el consumidor se sienta “normal”. Luego es posible que busquen y consuman drogas compulsivamente, a pesar de que estas les causen tremendos problemas a ellos y a sus seres queridos. Algunos pueden

comenzar a sentir la necesidad de tomar dosis más altas o más frecuentes, incluso en las primeras etapas del consumo. Estos son los signos reveladores de una adicción. Los efectos que provocan las drogas son diferentes sobre nuestro sistema nervioso, según el tipo que se consuma. Unas son excitantes y otras depresoras; unas aceleran nuestro funcionamiento mental, con el riesgo de aumentar los errores, y otras lo lentifican o lo distorsionan; otras producen alucinaciones o cambios en la percepción de la realidad. El consumo de drogas tiene consecuencias en el funcionamiento normal de nuestro sistema nervioso y provoca una serie de efectos que alteran nuestras capacidades: modifican la manera de pensar, de funcionar, de relacionarse con los demás y de enfrentarse a los desafíos de la realidad. En definitiva, nos hacen menos protagonistas de nuestra vida. Las consecuencias del consumo de drogas también pueden ser observadas en animales. Cuando una araña es expuesta a vapores que contienen LSD, su capacidad para construir la tela se altera de manera considerable. El resultado es una tela de mala calidad que no podrá cumplir sus funciones de atrapar insectos. Si esto pasa con la arañas, ¡imaginen lo que sucede con los seres humanos! Adicción al juego La adicción al juego, también llamada ludopatía, es un desorden adictivo que se define por la conducta descontrolada con respecto a los juegos de azar. El ludópata suele invertir gran parte de su tiempo, energía y dinero en el juego. Cada vez, esta mala inversión suele ir en aumento, ya que la persona genera una dependencia a esta actividad y de manera gradual va necesitando de estímulos más fuertes para sentirse bien por lo que las apuestas van en aumento. Es realmente difícil para un ludópata aceptar que tiene una enfermedad. Continuamente se refugia en la fantasía de obtener grandes cantidades de dinero gracias al juego y así salir de todos sus problemas. Esta manera de pensar los motiva a seguir jugando y a fomentar un círculo vicioso del cual

será muy difícil salir, sobre todo sin ayuda externa. Conozco personas que a causa de esta enfermedad lograron perder a su familia, su fortuna, su salud física y emocional, y ganarse muchos problemas psicológicos que son difíciles de imaginar. El juego excesivo regularmente lleva a la persona a fuertes problemas que desbordan en depresión, angustia y hasta el suicidio. Algunos de los síntomas de esta terrible adicción incluyen la irritabilidad y la impulsividad y comprometen a la persona a tener que humillarse y pedir dinero prestado con la casi segura promesa de que, digan lo que digan, a fin de cuentas, no van a poder pagar. En ocasiones esta enfermedad puede llevar a la persona a tener que robar para saciar su deseo de apostar, y es muy común que sientan también una baja autoestima y gran frustración a causa de las pérdidas que el juego les genera. Las apuestas aparentan ser un camino fácil para enriquecerse, sin embargo es el peor negocio que la persona puede hacer, ya que la probabilidad de ganar es mucho menor que invirtiendo en casi cualquier otra cosa. Basta con ir a Las Vegas y darnos cuenta de todo el dinero que los casinos ganan. Ese dinero es producto de las apuestas que las personas perdieron. Como dice la frase popular: “la casa siempre gana”. Y es que incluso aquellos que ganan en una o dos apuestas, a fin de cuentas terminan dejando allí todo el dinero que ganaron y más. Los casinos conocen muy bien su trabajo. Saben a la perfección cómo funciona la mente humana y cómo manipularla para que tarde o temprano la persona deje mucho dinero allí. Ellos saben que deben poner alcohol porque este hace sentir a la persona muy segura de sí misma y pensará que indudablemente va a ganar. Los casinos atrapan con mujeres bonitas y hacen sentir al visitante como si tuviera una energía especial y la suerte estuviera completamente de su lado. En un casino se preocupan por todos los detalles, por la cantidad y el tipo de luz que ponen e incluso por que el clima y al aire sean completamente agradables para que las personas no se quieran ir de allí. Hasta se encargan de oxigenar el casino para que la gente tenga más energía y no se tengan que

retirar a dormir hasta dejar allí todo su dinero. Por lo general, en los casinos evitan poner relojes con la finalidad de que la gente no se dé cuenta de la cantidad de tiempo que ha permanecido en el lugar. Los casinos no tienen ventanas o puertas que den a la calle y siempre mantienen la misma iluminación para que de ese modo las personas no se den cuenta que está oscureciendo o amaneciendo. Ellos te quieren allí todo el tiempo, hasta que el dinero se te acabe por completo, es por eso que utilizan un compendio maravilloso de luces y sonido que inconscientemente te dicen que vas a ganar y que debes estar todo el tiempo alerta. Estimulan tus sentidos de una manera muy profesional. El ambiente, los sonidos de monedas, campanas, sirenas, etcétera, te hacen creer que todo el tiempo hay gente ganando y ganando, cuando en realidad casi toda la gente en ese momento, al igual que tú, seguramente, está perdiendo. Sin importar que existan perdedores, la máquina hará un estruendo eufórico y festivo, las luces van a parpadear y a bailar, se van a oír aplausos y gritos de felicidad para callar la voz amarga y silenciosa del corazón de la persona que perdió. La ubicación de los baños, del lugar en donde se cambian las fichas, de las máquinas tragamonedas y de todo sin excepción, tiene una razón estratégica. Los casinos son gigantes laberintos diseñados como trampas para atrapar a las personas. Las máquinas y mesas de juego crean obstáculos para hacerle a la persona más difícil salir de allí. Las camareras paseándose por el casino, vestidas de manera provocativa, ofreciendo bebidas gratis y sonriendo a cada cliente a modo de conquista, también son una estrategia. El alcohol además de la seguridad que le hace sentir al apostador, hace que su cerebro sea más lento y merme la capacidad de tomar decisiones correctas a la hora de jugar. Esto además vuelve a la persona más liberal con su dinero y le hace perder el valor, el cuidado y la consciencia de que los recursos se le pueden terminar rápidamente. Los casinos constantemente te van a hacer sentir la adrenalina de “casi

ganar”. Todas las apuestas están diseñadas para mantenerte al límite y hacerte sentir como si estuvieras a punto de ganar, o incluso te dan a ganar pequeñas sumas para que sientas el sabor de la victoria y a largo plazo termines perdiendo mucho más. Los jugadores comúnmente sobreestiman sus posibilidades de ganar, principalmente cuando se sienten cerca de la victoria. Si tienes la “buena suerte” de ser un apostador importante, un verdadero ganador, entonces serás tratado como un rey, recibirás ofertas de las que no podrás negarte, regalos extravagantes para que te quedes con ellos más tiempo y para que apuestes aún más. Ellos no llevan prisa, a fin de cuentas “la casa siempre gana” y tarde o temprano van a recuperar su dinero. Siempre habrá gente que gane grandes fortunas, pero esto es sólo para que el resto sienta envidia y empiece a trabajar su imaginación pensando que será el siguiente afortunado. Si confías en Dios abstente de apostar Aquella persona que confía en Dios deberá abstenerse por completo de vender su alma al diablo del juego, pues este demonio no se conforma con destruir solamente al jugador sino que también afecta a su familia y a todos los deja “en la calle”. Tanto la esposa como los hijos arderán por dentro al ver como toda la fortuna de la familia se va “por la coladera”, en lugar de llegar a sus manos. Según la ley judía, aquella persona que gana su dinero por medio de las apuestas, es como si lo estuviese ganando robando[82] y por lo tanto ese dinero no es de bendición. Por eso, muchas veces la persona gana fuertes cantidades de dinero mediante las apuestas, pero a fin de cuentas termina no disfrutando de aquel dinero. Tan fácil como vino se terminó yendo, pues ese dinero se considera dinero sucio y todo lo que llega de manera sucia sólo trae problemas y preocupaciones. Lleva consigo maldición y no bendición; la maldición de todos aquellos que perdieron. Aquel que apuesta, está disfrutando a costa del sufrimiento ajeno, pues para que él gane, otro tendrá que perder. En un negocio todos ganan, uno gana un producto o servicio y el otro gana dinero, pero en las apuestas no es así. En

las apuestas uno gana y otro pierde. Es por eso que el judaísmo considera las apuestas como una especie de robo, pues le quitas su dinero y no le das nada a cambio más que el sufrimiento de haber perdido y el sufrimiento de la familia a la que les dejó de llevar dinero por dejártelo a ti. Rab. Shalom Arush en su libro “En el jardín de la fe”, dice que el dinero es dado a la persona mayormente por el mérito de su familia. Es decir, aunque uno no lo merezca, Dios le puede mandar mucho dinero sólo por el mérito de su familia. Esto significa que si este hombre que no merece el dinero no tuviera esposa o hijos, entonces no le llegaría a las manos el dinero que actualmente le está llegando. Resulta entonces que ese dinero, por derecho, le pertenece a su familia y cuando el apuesta literalmente está usando un dinero ajeno para apostar y si lo pierde, estará literalmente robándole a su propia familia el dinero que Dios les mandó por conducto suyo, pues Dios se lo mandó para invertirlo de manera inteligente y no para desperdiciarlo en el juego. La fe en las apuestas Muchas personas usan el argumento de la fe para apostar, pues creen que Dios los va a ayudar, y cuando pierden, voltean al cielo y culpan a Dios por no haberles ayudado. Esto constituye un grave error de percepción, y una grave confusión con respecto a la fe, pues si en realidad confías en Dios entonces tendrás la fe de que Dios te va a mandar el dinero de manera honesta y limpia, mediante tu trabajo y no mediante el juego. Está escrito[83] que Dios, con base en el esfuerzo, la actitud, los méritos y muchas cosas más, determina cuánto dinero le va a mandar a la persona y cuánto dinero la persona va a perder. Resulta que si la persona apuesta y gana, es porque ese dinero ya lo había destinado Dios para él y de todas formas le iba a llegar desde algún otro lugar. Pero si pierde, es posible que, a causa de su falta de fe, esté perdiendo aún más de lo que le estaba destinado a perder. Adicción al celular Tal vez muchos piensen que el uso excesivo del celular es algo

completamente normal, sin embargo hoy en día el celular se ha convertido literalmente en una adicción. Un estudio realizado por la empresa Digital Lab, indica que el 82.5% de las mujeres y el 69.8% de los hombres sufren algunos síntomas de estrés y ansiedad por esta causa. Los síntomas de dependencia de los teléfonos inteligentes son muy parecidos a los que se tienen por una droga. Las personas en verdad sienten que no pueden vivir sin el celular y esto les ocasiona mucha frustración, estrés, ansiedad, mal humor, etcétera. Una de las causas que nos hacen ser adictos a esta clase de aparatos es la necesidad de seguridad y aceptación, pues mediante estos aparatos creamos redes de aparentes amigos y podemos proyectar una imagen virtual de nosotros que, lejos de mostrar lo que somos en realidad, muestra aquello que deseamos ser y no podemos alcanzar en la realidad. Llegar a un grado de adicción total es cuando mostramos un comportamiento obsesivo que afecta nuestro entorno personal, laboral y afectivo. Un adicto es capaz de dejarlo todo a cambio de obtener el objeto de su adicción: su celular en este caso. La fijación al celular y la poca capacidad de desprenderse de él ya tiene nombre propio, se llama nomofobia y esa es sólo una de las psicopatologías que surgieron a causa del mal uso que se le da a estos aparatos y a las redes sociales. A pesar de que la OMS no reconoce hasta ahora la adicción a internet en los sistemas de clasificación de enfermedades mentales, cada vez hay más personas que buscan tratamiento psicológico porque tienen la percepción de perder el control ante su teléfono y se sienten "dependientes" del aparato. Entre los síntomas más comunes para reconocer a un adicto al celular está la ansiedad, pues el sistema psíquico permanece alerta a cualquier llamada o mensaje de manera permanente y no nos permite estar relajados. Expertos afirman que el uso del celular y las nuevas tecnologías pueden afectar la concentración, la atención y la memoria al momento de estudiar.

Según un estudio elaborado por Oracle Marketing Cloud, cada persona consulta su celular en promedio 150 veces al día. Existe también un miedo a perderse de algo (fear of missing out), que consiste en la necesidad casi compulsiva, de entrar continuamente en páginas como Facebook o Instagram para seguir con atención la vida de los demás. Grandes expertos en el tema como lo son Andrew Przybylski y su equipo de investigación de la Universidad de Essex, afirman que este síntoma se da mucho más en las personas con mayores necesidades sociales insatisfechas. En este sentido, un estudio publicado en el Journal of Social and Clinical Psychology concluyó que, después de salir de la red social, el estado anímico de la persona es depresivo y mientras más tiempo pasa conectada a Facebook, más se acentúa este estado. ¿Cómo se puede evitar? De acuerdo al subdirector académico de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, Manuel Armayones, son los usuarios de las redes sociales los que tienen su control. Armayones afirma: "Somos nosotros los que compartimos nuestra vida personal. Por lo tanto, dejando de hacerlo se acabaría el problema”. Nomofobia (La fobia a no tener el móvil a la mano) La nomofobia se manifiesta en dos variantes: la fobia a no tener el móvil cerca y el miedo a que se acabe la batería o a no tener señal antes de llegar a casa. Una de las soluciones para evitar este trastorno es, de acuerdo a Manuel Armayones, exponerse a situaciones en que no se lleve el móvil encima. "En esos momentos la persona se da cuenta de que no es imprescindible y que el mundo continúa girando pese a que no está conectada", aclara el especialista. Otra vía es apagar el móvil por la noche. Vibración fantasma También conocida como llamada fantasma, es la sensación de que el móvil vibra o suena cuando en realidad no lo hace. Esta hipervigilancia continua

puede generar ansiedad o desgaste emocional. Para evitarlo, la persona debe tener claro que con las veces que utiliza el móvil a lo largo del día, es difícil perderse algún aviso. Saltar de web en web Significa pasar de un contenido a otro con los hipervínculos para encontrar la mejor información, la mejor oferta o el mejor producto. Esto produce una insatisfacción crónica porque la persona se pasa la vida buscando siempre algo mejor. "Esa actitud puede llevar a una situación de ansiedad y saturación mental y acabar con la sensación de que perdimos miserablemente el tiempo", aseguró el especialista. La estrategia para evitar esto es controlar el tiempo que se dedica a buscar información y anotar lo que se encuentra en una libreta para ser conscientes de si avanza o no la recogida de información. "Cuando se logra un volumen importante de información se tiene que parar la investigación", recomienda Armayones. Otra vía para superar esta costumbre es descargar y guardar los documentos más interesantes en la computadora, desconectar internet y leer las webs descargadas.

Adicción vs conexión

Hace un par de meses vi un estudio muy interesante sobre las adicciones, hecho por el periodista Johan Hari[84]. Allí se hablaba sobre aquello que nos convierte en adictos y sobre las medidas que deben tomarse con respecto a las adicciones. Johan afirma que el motivo por el cual las personas se hacen adictas a alguna droga, no necesariamente está relacionada con la sustancia misma, pues no son los productos los que nos atrapan para hacernos dependientes, sino más bien, son los ganchos emocionales aquellos que nos atrapan a ellas. La prueba más grande de ello, dice Hari, es que en la actualidad existe una sustancia llamada diamorfina que es básicamente una especie de heroína incluso más pura que aquella que venden en las calles, porque no está rebajada y tampoco diluida con otras sustancias.

La diamorfina en la actualidad es recetada por médicos en fuertes dosis y por varios días con la finalidad de curar a las personas e inhibir sus graves malestares y dolencias. A pesar de todo, estas personas que se vieron sometidas a esta droga durante tantos días y en tan altas cantidades, no se volvieron adictas. Esto se debe, dice Hari, a que no es la sustancia activa de las drogas la que causa las adicciones, sino que se trata de una causa emocional que conduce a la persona a refugiarse en estos productos y posteriormente hacerse dependiente de ellos. La manera tradicional de probar que eran los componentes químicos de las drogas aquello que causaba la adicción era encerrando a ratas o monos en una jaula durante varios días y poniendo en la celda dos recipientes con agua, uno con agua limpia y el otro con agua contaminada con alguna droga de las más adictivas, como la cocaína o la heroína. Los estudios demostraban que en 9 de cada 10 experimentos las ratas escogían beber del agua que contenía la droga, se volvían adictas y terminaban muriendo de una sobredosis. El profesor en psicología de Vancouver Bruce Alexander, se dijo a sí mismo: si yo estuviera en el lugar de la rata, solo y encerrado, seguramente ¡haría lo mismo! Escogería también el agua contaminada, pues a fin de cuentas mi vida ya no tendría ningún sentido y lo único que querría sería morir. Escogería la droga para así morir más rápido. ¿Por qué no hacer un experimento diferente? ¿Por qué no encerarlas en un lugar más agradable? Fue entonces que creó Rata Park, una jaula para ratas con una especie de parque de diversiones incluido, un lugar en el cual las ratas podían moverse con amplitud y libertad y hacer todo aquello que les gusta hacer. Tendrían allí compañía de otras ratas, los mejores quesos, un pequeño jacuzzi, y se les pondrían también las dos aguas. ¿Qué escogerían entonces? Los resultados fueron increíbles. Las ratas dentro de Rata Park, dejaron de escoger el agua contaminada y ni una sola rata murió por sobredosis. El experimento fue tan sorprendente que incluso el profesor Bruece, quiso llevarlo todavía más allá y metió en Rata Park a ratas que ya habían estado en aislamiento por 57 días y que ya eran completamente adictas al agua

contaminada de droga. Lo que sucedió fue impresionante, y es que de nuevo las ratas adictas empezaron a mostrar tics de abstinencia y pronto detuvieron su elevado consumo y volvieron a tener una vida normal libre de las drogas. Rata Park y la buena vida que tenían allí las salvó. Esto nos lleva a la clara conclusión de que las adicciones surgen a causa de un vacío emocional que quiere ser llenado, pero cuando las personas son fuertes emocionalmente, viven una vida buena y con buenas relaciones, no tienen por qué refugiarse en las adicciones. Muchas personas posiblemente pensarán que es viable que este tipo de estudio sea efectivo con ratas y animales, pero no con seres humanos debido a que somos mucho más complejos. Es por eso que se hizo también un estudio similar con seres humanos, este estudio se llama “la guerra de Vietnam”. Durante esta guerra, según la revista Time, los soldados estadounidenses consumían heroína de una manera tan común como el chicle. Según un estudio publicado en Archives of General Psychiarty (Archivos de Psiquiatría General) Alrededor del 20% de ellos eran adictos. Como era de esperarse, muchas personas estaban aterrorizadas, pues creían que un enorme número de adictos iba a volver a su casa al terminar la guerra, pero, para sorpresa de todos, según el mismo estudio, cerca del 95% de los soldados adictos, simplemente dejaron la droga, casi todos sin asistir a un grupo de adictos y sin necesidad de tomar algún tipo de rehabilitación. ¿Por qué la dejaron? ¡Muy fácil! Porque salieron de la jaula en la que se encontraban en Vietnam y regresaron a sus casas: un equivalente de Rata Park para seres humanos. Johan, en nombre del profesor Peter Cohen, dice que los seres humanos tenemos una necesidad muy profunda de vincularnos y crear conexiones. Así es como obtenemos nuestra satisfacción. Si no podemos conectarnos con otras personas, entonces conectaremos con cualquier cosa que encontremos: el sonido de una ruleta girando, el pinchazo de una jeringuilla, etcétera. Johan cita el libro de Richard DeGrandpre, “The Cult of Pharmatcology” (El culto de la farmacología). En este habla acerca de los famosos parches de nicotina que aparecieron a principios de la década de los 90, los cuales

estaban diseñados para sustituir los ganchos químicos del tabaco y así ayudar a las personas a liberarse de aquella adicción. Sin embargo, a pesar del gran optimismo que había en ese sentido, sólo el 17.7% de los fumadores fueron capaces de dejar de fumar utilizando aquellos parches. Eso se debe a que la causa de las adicciones no son los ganchos químicos, sino que aquello que en realidad nos atrapa a aquellos productos, actividades, o lo que fuera, son ganchos emocionales. La única manera de liberarse de las adicciones es trabajando en nuestras emociones y llenando nuestro espíritu de alegría y emociones positivas, conectándonos con la gente y con todo aquello que nos hace bien, pues a algo nos tenemos que conectar y si no es a la vida y a lo bueno, al estudio, deporte, trabajo, a algún servicio social, o a lo espiritual, entonces estaremos vacíos por dentro y nos veremos en la necesidad de conectar con emociones negativas, con productos, sustancias, personas o cosas que nos hacen daño y nos destruyen. Esto es lo que está implícito en la Torá cuando nos dice que Dios ha puesto delante nuestro la vida y lo bueno, la muerte y lo malo, la bendición y la maldición y termina diciendo: “Y escogerás la vida” (Devarím, Deuteronomio, 30:19). Dios en ese versículo nos dice que en su mundo creó cosas buenas y cosas malas, y que nos puso en él para luchar y buscar la manera de conectarnos con lo bueno, conectarnos con la vida, pues esa es la única manera de ser libres y vivir desconectado de la muerte, del veneno que provocan las malas conexiones. Ojalá que Dios nos ayude a vivir una larga y buena vida, una vida de buenas conexiones y mucho placer, alegría y satisfacción. Una vida emocionalmente equilibrada e iluminada. Y que muy pronto nos mande la llegada del Mashiaj Tzidkenu Bimherá BeYamenu, Amén.

[1]

El “Proyecto Zero” fue diseñado para investigar los procesos de aprendizaje en niños, adultos y organizaciones. [2] La Torá ‫ תורה‬es un pergamino sagrado que contiene el texto de la ley y el patrimonio sagrado del pueblo de Israel, la Torá constituye el fundamento del judaísmo. [3] En el judaísmo existen diferentes reglas referentes a la alimentación, basada en las leyes de la Torá, a esta dieta ritual se le llama Kashrut ‫כשרות‬, comúnmente conocida como la dieta Kosher. [4] Una Mezuzá ‫ מזוזה‬es un pergamino en el cual están escritos algunos versículos de la Torá, este pergamino se enrolla y se guarda dentro de una pequeña cajita que posteriormente se coloca en el marco derecho de los pórticos de las casas judías. [5] Shabat ‫ שבת‬es el día séptimo de la semana que para los judíos constituye un día sagrado que debe ser celebrado mediante la abstención de cualquier trabajo y una serie de rituales sagrados que incluyen encendido de velas, brindis, banquetes, rezos, etc. Celebrar el Shabat es un precepto de la Torá escrito en distintos lugares de la misma, uno de ellos es en los diez mandamientos. [6] Debarím, Deuteronomio 16:14. [7] Debarím, Deuteronomio 6:5. [8] Vaikrá, Levitico 19:18. [9] Vaikrá, Levitico 19:17. [10] Vaikrá, Levitico 19:7. [11] Shemot, Éxodo 20:19 y Debarím, Deuteronomio 5:17. [12] Mishlé, Proverbios16:5 y 29:22. [13] Mishlé, Proverbios 16:32 y 29:22. [14] Debarím, Deuteronomio 2:1 y 31:6. Y Tehilím, Salmos 91:5. [15] La Mishná es un compendio de libros que recoge analiza y consolida la tradición oral judía desarrollada durante siglos y constituye la base de la ley judía oral. [16] El Talmud es una colección muy importante de libros que recoge las principales discusiones rabínicas sobre las leyes, costumbres, tradiciones, fábulas, dichos, leyendas, historias y muchas cosas más sobre el judaísmo. El Talmud explica, cuestiona, discute y complementa las palabras de la Torá y hasta la fecha es uno de los libros más fundamentales de análisis entre los judíos. [17] Los Midrashím son libros que explican la Torá y los textos bíblico. Los Midrashím utilizan comúnmente elementos actuales para ejemplificar de modo comprensible los textos antiguos. [18] El Zohar es, junto con el Sefer HaYetzirá, el libro central de la Kabalá y constituye una de las más profundas y místicas explicaciones de la Torá. [19] El término hebreo Lashon Hara (‫" ;הרע לשון‬lengua diabólica"), refiere al acto de hablar despectivamente de otra persona y constituye un pecado dentro de la Ley judía. [20] Rab. Elijah ben Shlomó Zalmán Kremer (Vilna, 23 de abril de 1720 - Vilna, 9 de octubre de 1797). [21] Las Mitzvot son los mandamientos de Dios que se extraen de la Torá [22] Shojet es un matarife que, siguiendo las leyes de la Torá, efectúa la matanza ritual de los animales según la tradición judía, llamada shejitá. [23] Mohel es el cirujano que realiza la circuncisión de acuerdo con la Torá. [24] Shaaré Kedushá Parte 1, Shaar 2. [25] Tana Debé Eliyahu, Capítulo 1. [26] Bahya ben Asher o Bahya ben Asher ben Halawa también llamado Rabbeinu Bejaye, nació a

mitad del siglo XIII en Zaragoza y murió en 1340. [27] Shemoná Perakím, capítulo 5. [28] Rambam Mishné Torá, Halajot Deót 2:1. [29] Hanagá significa conducción y se refiere al conocimiento de cómo reacciona Dios a nuestras acciones en este mundo por medio de Sus Atributos de Bondad (jésed), Justicia Estricta (Din) y Misericordia (Rajamim). [30] De acuerdo a Resing y Drenth, la inteligencia cognitiva es el conjunto de habilidades intelectuales necesarias para obtener conocimientos y utilizarlos de forma correcta, con el fin de resolver problemas que tengan un objetivo y una meta bien descritos (Resing y Drent, 2007). [31]

El famoso caso de Phineas Gage en 1848 describe un ejemplo de esta situación. Phineas Gage era un obrero de ferrocarriles que debido a un accidente, fue atravesado con una barra de metal, desde el cráneo, hasta la cara. A pesar del tremendo accidente, él siguió consciente y dos meses después fue dado de alta. Sus funciones ejecutivas se mantuvieron y él parecía una persona normal, pero la realidad es que después de ese accidente nunca volvió a ser el mismo: su carácter cambió, se volvió irascible, voluble, agresivo, sin capacidad para permanecer en las tareas, etc. Todo debido a los daños en el lóbulo frontal. Este caso es muy conocido entre la comunidad médica y el cráneo de Phineas Gage, así como la barra que lo atravesó, hoy en día se encuentran en el museo de medicina en Harvard. [32]

Ver el libro Nefesh HaJaím 1:15. Sobre las partes del alma y su categoría.

[33]

En el capitulo de la Torá donde se habla sobre la partición del mar, uno de los versículos dice: “UbeRuaj Apejá Neermú Maím” (Shemot 15:8). Con el Ruaj las aguas tuvieron la capacidad de discernir. Esto significa que Dios les dio a las aguas inteligencia y por eso supieron hacia dónde moverse para dejar pasar al pueblo de Israel y hundir a los egipcios. Además, las aguas pudieron discernir entre aquellos egipcios que eran más o menos crueles y a cada uno hundirlo como se merecía. A los más crueles, de a poco como la paja y a los menos crueles como el plomo, para que se ahogaran directamente y no sufrieran tanto. [34]

Los Tefilín son pequeñas cajitas de cuero que contienen textos bíblicos y que se atan al brazo y a la cabeza, mediante unas correas de cuero. En español se conocen como filacterias. [35]

Para ilustrar esta idea me gustaría contar la siguiente historia: Hace aproximadamente 800 años vivió un gran genio llamado Rabí Moshé, hijo de Maimón, mejor conocido como Maimónides. Además de ser un gran médico y un reconocido filósofo, era una importante figura en el palacio del sultán Saladino (Salah Al-dín Yusúf, Damasco, 1193). En una ocasión, en el palacio se suscitó una discusión entre él y otros importantes ministros, quienes argumentaban que a un animal es posible llegar a educarlo y hacerle adquirir buenos modales. Maimónides por su parte, argumentaba que un animal no tiene la capacidad de controlar sus impulsos, por lo que jamás conseguirá ser educado, si acaso amaestrado, pero nunca controlará sus instintos, pues no goza del intelecto que le permita superar su instinto animal. Al paso de unos meses los ministros se dieron a la tarea de educar a una docena de gatos con el fin de comprobar su teoría al monarca. Para la presentación del proyecto se hizo en el palacio un gran banquete en el que desfilaron doce gatos vestidos como meseros. Cada uno llevaba en una de sus patas una charola con bocadillos y bebidas. Los animales repartían delicadamente los alimentos y reverenciaban agachándose en señal de agradecimiento cuando les regresaban los vasos sucios. Maimónides no se notaba nada sorprendido con la educación de los gatos y esperó a que la fiesta siguiera un poco más para que los ministros disfrutaran un rato más su victoria.

Los ministros se sentían por fin victoriosos y retaron al Rabino para que dijera algo al respecto. El sabio les preguntó si estaban preparados para descubrir que estaban equivocados y ellos en tono de burla respondieron que sí, pensando que habían dejado en ridículo al rabino. Maimónides metió su mano a la bolsa de su abrigo y sacó de allí una caja típica de la época, en la cual se guardaba generalmente el tabaco para inhalar y estornudar. Los ministros pensaron que lo necesitaba para no desmayarse o algo parecido, pero al abrir la cajita, un pequeño ratón salió corriendo de ella y comenzó a correr por todo el salón. Cuando los finos y “educados” gatos vieron al ratón, tiraron las charolas dejando de lado los modales y la buena educación, y trataron de atraparlo, causando un verdadero caos en el elegante banquete. Un animal no puede ser educado o amaestrado, pues no tiene las capacidades para lograrlo, pero un ser humano, sí. [36]

Neurocientífico del Center for Neural Science ,de la Universidad de Nueva York. En el judaísmo existe la dieta Kosher, que es muy estricta y está basada en las leyes de la Torá. Kosher significa “apto” para el cuerpo y para el alma. [38] La Torá prohíbe asistir a lugares faltos de recato o a lugares en los que se practique la idolatría. [39] Por distintas causas, que no es el momento de explicar, la Torá prohíbe que un hombre, por ejemplo, toque a la mujer del prójimo o incluso a su propia mujer cuando ésta se encuentra en su periodo de Nidá (menstruación). [40] La Torá prohíbe vestir ropas con Shaatnez, es decir tejidas con una mezcla de hilos de lana y de lino. También prohíbe a las mujeres vestir de manera provocativa para llamar la atención de los hombres que no sean su marido. [41] La Torá prohíbe pronunciar maldiciones o decir groserías, así como también engañar o mentir. También está prohibido hablar mal de los demás o escuchar chismes. [42] En el judaísmo se prohíbe ver cosas obscenas y toda clase de cosas abominables que ensucien tu alma. [43] La Hagadá de Pesaj es el libro que se lee durante la noche del Seder de Pesaj (La noche del 15 del mes judío llamado Nisan), en el que se explica cómo seguir el orden tradicional de los 15 pasos de la noche de Pesaj, para experimentar y conmemorar la salida de Egipto. [44] El rezo de Halel escrito por el rey David, es un rezo lleno de cánticos y alabanzas a Dios como agradecimiento por algún favor especial que hace por nosotros. El rezo de Halel es básicamente un extracto del libro de los Salmos en los capítulos 113-118. [45] Pesaj es la festividad judía en la cual se celebra la liberación de Egipto. [46] Es importante aclarar que, de acuerdo con la filosofía judía, Dios no necesita que realicemos o nos abstengamos de realizar alguna cosa y que todo lo que el nos pide que hagamos es solamente para nuestro propio beneficio. Es por eso que cuando en los textos judíos se habla sobre ser esclavos de Dios y cumplir con su voluntad, esto va más allá de la subyugación de un gran Emperador o rey, que lo único que pretende es levantar su ego y lo único que busca es su propio beneficio. Ser esclavo de Dios es una expresión que denota la confianza tan grande que tenemos en Él y que por lo tanto estamos dispuestos a hacer todo lo que Él nos pida, ya que estamos seguros de que todo aquello que nos está pidiendo es para nuestro propio beneficio a largo o corto plazo. [47] Maamar 3, Ot 2-5. [48] Rab. Israel Meir HaCohen Kegan (1839 al 1933) fue un Rabino Europeo que escribió importantes libros sobre la ley judía titulados Mishná Berurá y algunos otros sobre ética y valores, fue apodado el Jafetz Jaím o “Amante de la vida” por su libro de leyes sobre Lashon Hará, que habla sobre cuidar nuestras palabras y no hablar mal de los demás. Este nombre está inspirado en el versículo de los Salmos donde se dice: “Quien es el hombre que ama la vida (Jafetz Jaím)… es aquella persona que [37]

cuida su lengua del mal y sus labios del engaño” (Salmos 34:13-15). [49] Moshé ben Nahmán, llamado Nahmánides (Gerona, Corona de Aragón 1194 – Israel, 1270), fue un rabino catalán. Conocido en el judaísmo con el acrónimo Ramban (de Rabbi Moshe ben Nahman) y citado en los documentos cristianos como Bonastruc ça Porta, fue la mayor autoridad rabínica de su época. [50] En los escritos sagrados de Kabalá se habla de que aquel que se enoja puede llegar a perder el brillo original de su alma, que se enciende mediante su gran esfuerzo y buenas acciones. Además, el enojo le puede hacer perder a la persona incluso la oportunidad de conocer a su pareja ideal, como lo describe Rab. Jaím Vital en nombre del Arizal Hakadosh, a través de su libro Shaar HaGuilgulím (Akdamá 5). [51] Tice aconseja ver una película, leer un libro, dar un paseo, o hacer ejercicio para bajar la excitación y tener control sobre su enfado. Nuestros sabios nos dicen: “Si te atrapó ese desgraciado (el deseo de pecar y enojarte), jálalo a la casa de estudios (llévalo a estudiar Torá, ética y valores)” (Talmud Babli tratado de Kidushín 30b y Suká 52b). El estudio de Torá es el mejor antídoto para reducir el enojo y aumentar el dominio de la mente racional sobre la animal. [52] Talmud Bablí tratado de Shabat 105b. [53] Es muy importante aclarar que nadie en este mundo nos quiere más de lo que Dios quiere a cada uno de los seres humanos, ni nuestros padres, ni siquiera nosotros mismos. Además, nadie sabe qué es lo bueno para nosotros, mejor que Dios. Por lo tanto, cuando nos pone en una situación difícil o nos da un “golpe”, no lo hace por odio o para castigarnos, lo hace porque sabe que ese golpe nos va a hacer mejores personas, reflexionar, cambiar de actitud, salir de nuestra zona de confort y nos va a hacer entender mejor a nuestros compañeros, para ponernos en su lugar. [54] En lo personal, cuando estoy por perder el control y enojarme, me funciona muy bien el repetirme a mí mismo varias veces la frase “Gam Zu LeTobá”, que significa: “Todo es para bien, porque todo viene de Dios”. [55] Salischiker, Saúl (n.d.). Psicología de la Envidia. Recuperado de http://alexpsicoclinica.blogspot.mx/2014/10/psicologica-de-la-envidia.html [56]

Cain mató a Ebel su hermano por envidia. Ver, Bereshit, Génesis, cap. 4. Koraj se rebeló contra Moshé porque envidiaba el puesto de Aharón. Terminó siendo tragado por la tierra. Ver Bamidbar, Números, 16:17. [58] Su historia se encuentra en el libro de Bamidbar en la Perashá de Balak y su muerte en el libro de Yeoshua, Josué, 13:22, aunque es necesario ver los comentarios, sobre todo del Zohar, para entender que se trataba de una persona muy envidiosa y que por eso era tuerto. Ver también Talmud Babli tratado de Sanedrín 106b. [59] Doeg fue quien provocó la muerte de los 85 sacerdotes de la cuidad de Nob y de los habitantes de la ciudad, hombres, mujeres y niños. Su historia aparece en el libro de Shemuel, Samuel, A. cap. 21 y 22. [60] La historia de Ajitofel se encuentra en el libro de Shemuel, Samuel, B. Según el Radak, el motivo por el cual Ajitofel se unió a la rebelión de Abshalom contra David fue por la envidia que le tenía a este último.. [61] Melajím, Reyes, B, cap. 2-5. Por envidia, Guejazí no dejaba a los alumnos potenciales de Elishá acercársele. [62] La historia de Adoniyá se encuentra al principio del libro de Melajím, Reyes, A. Adoniyá era hijo del rey David y hermano de Shelomó, pero su envidia y búsqueda de poder lo llevaron a perderlo todo, incluso la vida. [63] Abshalom era hijo del rey David pero hizo una rebelión muy fuerte contra su propio padre, al grado [57]

que David tuvo que escapar de su propio palacio y Abshalom aprovechó para violar públicamente a sus concubinas (Shemuel, Samuel, B). [64] El Midrash Tanjumá (96:13-15), habla sobre la envidia de Uziyahu y lo compara con Koraj. Su historia aparece en el libro de Melajím, Reyes, B. [65] Un estudio sobre la felicidad hecho por la universidad de Harvard durante 75 años reveló que las personas con mejores relaciones humanas tienen una mejor vida y una vida más larga y saludable. El estudio está disponible en youtube en el siguiente enlace; https://www.youtube.com/watch?v=q7zAkwAOYg. “Qué es lo que nos mantiene felices y saludables” por Robert Waldinger. [66]

Dice el Talmud: “Dijo Rabí Itzjak: Todo aquel que entrega una ayuda monetaria a su compañero es bendecido por Dios con 6 bendiciones , pero aquel que le ayuda diciéndole bonitas palabras, es bendecido por Dios con 11 bendiciones” (Talmud Babli tratado de Babá Batrá 9a). [67] Rabi Yisrael ben Ze'ev Wolf Lipkin (1809-1883), conocido como Rab. Israel Salanter por ser originario de Žagarė, una pequeña ciudad al norte de Lituania, Žagarė en hebreo se pronuncia Salanter. [68] Rabí Abraham Yeshayá Karelitz (1878-1953) es conocido en el judaísmo por su seudónimo Jazón Ish. [69] Cargo jerárquico árabe. [70] Selijot es un rezo especial para confesar los pecados y despertar la misericordia divina que se hace por la madrugada. [71] Estas son sólo algunas empresas líderes a nivel mundial que desaparecieron en los últimos años y nos hacen reflexionar que en las finanzas y en los mercados todo puede pasar: Kodak, General Motors, Panamerican Airlines, Concorde, Remington, BlockBuster, Viceroy, Sony Ericsson, MSN Messenger, Lehman Brothers, Olivetti. [72] Cuando hablo de confiar en Dios no me refiero a que no debamos esforzarnos para conseguir lo que queremos o lo que necesitamos pues fue Dios quien dijo que debíamos hacerlo. Como está escrito: “Con el sudor de tu frente comerás pan” (Bereshit, Génesis, 3:19). Esto fue interpretado con respecto a todas nuestras necesidades y no sólo al pan. No obstante es de vital importancia usar la confianza en Dios con respecto a aquellos asuntos que están fuera de nuestro control. Esto implica que si después de haber hecho lo correcto y lo necesario las cosas no salieron como tu querías, debes aceptar que se trata de la voluntad divina y que seguramente dentro del aparente fracaso se esconde algo bueno, por lo cual no debes desmotivarte ni desesperarte y mucho menos enojarte, frustrarte o caer en una depresión, sino confiar en Dios y tratar de entender que no te hizo fracasar porque te odia sino porque te quiere y de algún modo quiere sacarte de tu zona de confort para que crezcas aún más. [73] Dice el Midrash Rabá (Shemot 1:33) que el motivo por el cual el egipcio estaba golpeando al esclavo es porque este entró a casa del esclavo por la noche mientras el esclavo trabajaba y se hizo pasar por él. En la oscuridad la esposa pensó que se trataba de su marido y tuvieron relaciones. Cuando el esclavo se dio cuenta de esto le reclamó al egipcio, quien se enfureció y lo empezó a golpear hasta matarlo. Moshé intervino y defendió al esclavo viéndose obligado a matar al egipcio. El Zohar HaKadosh (Shemot 209) dice que Moshé tenía una energía espiritual muy poderosa y que lo mató solamente con la vista, posiblemente al verlo con mucha furia le provocó un accidente (este concepto del poder espiritual de la vista lo abordo con amplitud en mi libro “El mal de ojo en la Torá”). [74] De antemano quiero dejar en claro que según el judaísmo nadie puede saber quién es bueno y quién es malo en realidad, pues eso depende de muchos factores y el único capaz de juzgar a las personas y conocer la profundidad de sus acciones, sentimientos y pensamientos es Dios (al respecto de esta idea recomiendo ver el Rambam en Mishné Torá, leyes referentes a la Teshubá 3:4 y sus explicaciones). [75] Esto está escrito en los Midrashím Pirké DeRabí Eliezer 49. Vaikrá Rabá 35:5. La expresión 49 grados de impureza denota que estaban llenos de pecados y que si hubieran bajado un nivel más

hubieran caído en el nivel más bajo de suciedad espiritual que es el nivel número 50. [76] El Midrash sobre el cap. 22 del libro de Tehilím dice que el mérito por el cual el pueblo de Israel fue rescatado de la esclavitud fue la confianza en Dios, pues estaban en ese momento llenos de pecados. [77] Palabras del Jafetz Jaím escritas en un folleto llamado “Nefutzot Israel”. cap. 4. Este folleto se encuentra al final de su libro “Shem Olám”. [78]

Cuando viví en Israel, estudié un par de meses en una escuela llamada Amal Ashdod (http://amalashdod.co.il), en la cual había un programa especial para ciertos alumnos, que consistía en estar unos cuantos meses en la base militar del puerto de Ashdod, haciendo servicio social y preparándose para entrar al ejército. Yo fui de aquellos que tomaron ese programa y recuerdo bien a un soldado con el que regularmente me tocaba hacer guardias. Él era adicto a las drogas y constantemente me ofrecía de sus productos e incluso varias veces me los regaló con la esperanza de que me convirtiera yo también en un adicto y terminara comprándole drogas. ¡Eso por suerte y, con la ayuda de Dios, jamás pasó! No obstante, en una ocasión mientras estábamos en una de las torres de vigilancia que se encontraba a la orilla del mar, él sintió mucha culpa y me platicó varias cosas horribles que llegó a hacer para conseguir su droga en momentos de desesperación. Entre ellas, llegó a poner muchos calmantes en la taza de café de su padre para que este quedara dormido y él pudiera robarle dinero de su cartera. Tuvo que venir una ambulancia por su padre y casi le cuesta la vida, sin embargo eso no fue suficiente para hacerlo dejar esa vida y buscar ayuda para su problema de adicción. [79] Es importante tomar en cuenta que tanto las investigaciones de Goleman, como las de otros teóricos de la Psicología, establecen que el área emocional se puede trabajar y con ello mejorar y educar, mientras que el área intelectual (C.I) es poco maleable. Esto implica que con inteligencia emocional se puede ayudar a un adicto a salir de su problema más allá de la teoría y la lógica. [80] Parte de la información sobre los síntomas del alcohol fueron extraídos de: http://www.lifeder.com/efectos-alcohol-en-el-cerebro/ [81]

¿Qué son las drogas? (n.d.). Recuperado de http://www.infodrogas.org/drogas/que-son-las-drogas? showall=1 [82]

Aunque no todas las apuestas, según el judaísmo, se consideran robo, de igual manera escribí así de manera generalizada, no obstante, recomiendo que cada uno consulte con su rabino las leyes referentes a las apuestas con la finalidad de no cometer la prohibición de robar. [83]

Este estudio está basado en las ideas del Talmud en el tratado de Betzá 16A y en el tratado de Rosh Hashaná 17B. [84] Everything you think you know about addiction is wrong | Johann Hari TEDtalksDirector - https://www.youtube.com/watch?v=PY9DcIMGxMs