Huyendo Del Egoismo

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SINOPSIS

Los seres humanos, de por sí, nacemos ciegos y morimos ciegos, y este aparente progreso que existe en la actualidad nos ha enceguecido más aun. Esa ceguera colectiva es una de las principales razones por la que somos egoístas. Soy de los que creen que, un día, el egoísmo se extinguirá de la tierra, y yo estoy contribuyendo con mi granito de arena para hacer realidad este gran sueño. Por eso escribí este libro, para que los lectores abran los ojos, ya que es muy difícil despertar sin un estímulo. En este libro revelo verdades que son incomodas de escuchar; pero un amigo verdadero les dirá siempre la verdad, aunque la verdad duela un poco. Además, soy de las personas que han tenido el don de ver más allá de lo aparente, y es mi deber compartir ese don con aquellos que tienen sed de la verdad.

Título: Huyendo del egoísmo Autor: Joselito Montero Portada: Joselito Montero

I

l tiempo avanza constantemente hacia el infinito. A veces sentimos que avanza muy rápido; otras veces, muy lento; pero es sólo un juego de nuestras mentes que, al parecer, lo hace con la intención de minimizar nuestros goces y prolongar nuestras penas. En el universo todo se mueve en círculo, y en un circulo, cada final es un comienzo. La misma naturaleza nos dice que en el universo no existe diferencia alguna entre principio y fin: todo termina y comienza a cada instante, aparentemente, sin ningún sentido. El universo se infla aceleradamente, pero aun así, sus galaxias no pueden escapar de él; las estrellas tampoco pueden escapar de sus galaxias, ni los planetas de sus estrellas...

E

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El universo está condenado a repetir lo mismos movimientos eternamente, y como nosotros somos parte del universo, también estamos condenados a las mismas leyes que rigen la materia densa: estamos atrapados, repitiendo lo mismos movimientos. Sin embargo, habemos personas que nos hemos revelado a las leyes del universo. Habemos personas que hemos buscado el modo de escapar de ese ciclo. Existe algo dentro de mí que me impulsa a no obedecer esas misteriosas leyes cíclicas, y ese algo, al parecer, no pertenece a este universo o a esta dimensión tridimensional. Cuando el universo me dice que haga o deje de hacer algo, simplemente, yo me niego a obedecer. En vano trata de sobornarme con riquezas materiales y placeres. El espíritu que anima mi cuerpo físico anhela algo que este universo o este mundo jamás podrá darme: mi verdadera libertad. Además, mi cuerpo se ha cansado de placeres efímeros y migajas. Necesito escapar de este ciclo o entrar a un ciclo más grande; un ciclo semejante al ciclos de las estrellas que giran alrededor del centro de sus galaxias. Esa es una de las muchas razones por la que estoy en esta montaña, en medio de este 6

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exuberante bosque, acampando bajo este gigantesco árbol. Mis piernas están desechas de lo mucho que tuve que caminar cuesta arriba para llegar hasta aquí, y mi cuerpo está muy adolorido…; pero mi alma está feliz, ya que se encuentra lo más lejos posible de seres humanos algunos. De vez en cuando mi alma se entristece, tan sólo de pensar que en tres o cuatro días tendré que decender de esta montaña y regresar a la bulliciosa ciudad, al mismo afán de siempre. Trataré de consumir pocos alimentos, para prolongar mi permanencia en este lugar. No crean que estoy en un paraíso o algo por el estilo. Pues no. Es muy cierto que en este lugar reina la alegría: desde que llegué a esta montaña no he dejado de escuchar el alegre canto de la multitud de aves que pueblan este bosque, y el canto de los miles de insectos y anfibios que cantan dentro de sus madrigueras; y quien canta es porque está feliz. Para todos estos animales, este lugar sí es el paraíso, pero para un ser humano, este monte es muy peligroso y muy incomodo. Estoy rodeado de agradable melodías y de bellos árboles, pero también estoy rodeado de molestosos insectos, de plantas espinosas y de unos cuantos despeñaderos que parecen no 7

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tener fin; y para colmo, los lugareños que viven en el valle que está al pie de esta montaña dicen que aquí existe una fiera salvaje que devora a todo aquel que se adentra mucho en este bosque, pues muchos de los que subieron, jamás volvieron a bajar. Pero a pesar de todos los peligros que me rodean y de la incomodidad, me siente feliz de estar aquí. De todo modo, los humanos son más venenosos que las viudas negras; más feroces que la peor fiera salvaje que pueda existir en este bosque y más molestosos que los mosquitos que me succionan la sangre. Creo que si por cosa del destino resbalo y caigo por uno de los despeñaderos que me rodean, o si me pica un insecto venenoso, nadie encontrará mi cuerpo, y por una razón que aun desconozco, eso me llena de alegría. Tengo la ligera sospecha de que muchas de las personas que han subido a esta montaña no volvieron a bajar porque tuvieron miedo de volver a lo mismo de siempre; lo digo porque cada vez que pienso en regresar a la supuesta civilización, me invade una extraña tristeza y un extrañó miedo. Seguramente ellos sintieron este mismo miedo y prefirieron morir aquí que regresar a lo mismo. En verdad, este lugar es muy peligroso, pero me agrada; incluso, si un día decido dormir 8

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eternamente, vendré justamente aquí debajo de este árbol y abandono para siempre este vehiculo temporal llamado cuerpo físico. Como dije antes, esta montaña debe ser algo así como una especie de paraíso para esta multitud de aves que vuelan de rama en rama mientras cantan. Aquí todo es alegría y paz. Las únicas aves que están un poco tristes son dos águilas que, desde que llegué, no han dejado de lanzar chillidos mientras vuelan en círculo alrededor de mi campamento. Al parecer, ellas me ven como un intruso. Si tan sólo ellas supieran que yo no soy su enemigo. Sé que soy un humano, una especie extremadamente egoísta y destructora: ¡si tan sólo pudiera hacerles saber que yo soy diferente a esos malagradecidos seres, que han talado los alrededores de esta bella montaña; esta montaña que les regala el agua que toman para calmar sus sed y con la que riegan sus cultivos en el valle! En esta montaña, la muerte esta por ahí, cerca de mi, observándome, esperando que yo me descuide para echarme el guante. Cuando la brisa cesa, los mosquitos aprovechan, para succionarme la sangre: los fatales mosquitos parecen seres humanos en miniatura. No puedo negar que a veces me 9

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siento incomodo, pero yo no vine a esta montaña a buscar comodidad para mi cuerpo, sino paz para mi alma: vine a nutrir mi espíritu para que se fortalezca. Las horas avanzan más rápido de lo normal. En este mismo instante, las espesas nieblas han cubierto por completo esta pequeña meseta y han tiñendo de blanco todo el bosque. Estas misteriosas nieblas me traen recuerdos de mi infancia, cuando por culpa de ellas me desorientaba en medio de los maizales: tendré mucha precaución… De vez en cuando quiere invadirme un absurdo miedo, pero cuando esto sucede, logro engañar mi mente haciéndole creer que soy una especie de guerrero invencible, y de ese modo mi miedo se disipa rápidamente: ¡en verdad, creo que todo es mental! En pocas horas el sol se ocultará y el bosque se oscurecerá por completo. Sé que cuando las nieblas se combinen con la oscuridad de la noche, esta montaña se volverá tan negra que no podré ver ni los dedos de mis manos, pero yo no le temo a la oscuridad extrema, al contrario, estoy ansioso de que anochezca rápido para hacer una fogata y observar el brazo visible de la Vía Láctea, siempre y cuando las

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nieblas me lo permitan; alo mejor, desde aquí se deben ver millones de estrellas. Como dije, en tres días, más o menos, tendré que descender y retornar a la bulliciosa ciudad. En la ciudad, tendré que volver a lo mismo de siempre: Tendré que volver a ver a decenas de niños mendigando en los semáforos de las distintas calles de Santo Domingo. Tendré que volver a ver en las calles a cientos de conductores malhumorados, lanzándoles todas clases de graserías a sus prójimos. Tendré que volver a ver por toda parte a cientos de personas estresadas; a personas con rostros tristes y sonrisas fingidas. Tendré que volver a ver a cientos de personas presumidas y arrogantes. Tendré que volver a ver a personas soñando con dinero fácil. Tendré que volver a ver a personas soñando con alcanzar un don de Dios que ya hemos perdido por completo: la felicidad. Tendré que ver todas esas cosas que afligen mucho mi alma. Pero me llevaré conmigo esta bella experiencia y la esperanza de volver el próximo verano, para volver a escuchar el canto de las aves; para volver a observar los millones de estrellas que adornan el firmamento; para volver a ver las nubes besando los viejos árboles que

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pueblan este espeso bosque; para volver a ser libre… Mi cuerpo está adolorido, pero mi espíritu está en armonía. Vine de la ciudad con mi alma desecha y mi cuerpo descansado, y aquí se han cambiado los papeles: siento que ya no soy el mismo. Lo que hago parece una locura, pero no lo es; para mí, locura es dejar de alimentarse bien para guardar dinero. Locura es vivir con miedo y despreciar el presente por un futuro que quizás nunca llegará. Locura es creerse superior a otros seres humanos, por tener un estatus social alto o un color diferente en su piel. Incluso, hay personas que están tan locas que creen que vivirán eternamente aquí en la tierra. Existen personas que tienen tanto dinero que no lo gastarían ni en quinientos años de vida ociosa, para que vean lo locos que están muchos humanos. Lo que hago no es una locura; esto lo haría cualquier cordero huyendo de los lobos. En verdad, estoy huyendo de un mundo egoísta; un mundo que desprecia a todo aquellos que no quieren o no pueden producir riquezas materiales por equis razones. Huyo de un mundo que desprecia a los que por desgracia han nacido débiles. Huyo de un mundo ciego e 12

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inconciente. Un mundo en el que tienes que correr para que un acaparador no llegue primero al pastel y te deje sin nada. Un mundo en el que te multan por ser caritativo. Un mundo donde los lideres cristianos andan en lujosos autos y viven en lujosas mansiones. Un mundo en el cual, los ateos tienen más moral que los crédulos. En pocas palabras, huyo de la locura colectiva, mejor conocida como egoísmo. A veces me incomodo cuando mis familiares me aconsejan que vaya a la universidad a terminar mi carrera de ingeniería, y hasta tú que estas leyendo estas líneas me aconsejarías lo mismo. Te diré algo: si eres de clase baja, ni todo el dinero del mundo será suficiente para recuperar el esfuerzo que tú harás, o has hecho para obtener tu título universitario, si es que en verdad no vas a ir a la universidad a ocupar un asiento, como lo hacían mis compañeros de estudio. Con esto no te estoy diciendo que dejes la universidad o que no ingrese, en caso de que todavía no haya ingresado; al contrario, has un gran esfuerzo por hacerte profesional, porque si no te haces profesional, la sociedad te desechará como un trapo viejo. Yo me pregunto: ¿a qué vamos a las universidades?: ¿Vamos a las universidades para aprender o para obtener un título y un 13

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anillo?; ¿vamos a las universidades, para ayudar a las personas con nuestros conocimientos adquiridos o para ayudarnos a nosotros mismo, o peor aun, para aprender a esclavizar a los más débiles?; ¿vamos a las universidades, para hacer de este mundo un mundo mejor o para destruirlo y contaminarlo? La repuesta a estas interrogantes es la siguiente: los humanos vamos a las universidades, en las mayorías de los casos, a buscar un título, no aprender; vamos a las universidades, para ayudarnos a nosotros mismo sin importar que nuestro bienestar signifique la desgracia de nuestros prójimos; vamos a las universidades, para aprender a obtener dinero fácil y rápido, aunque eso implique la destrucción y la contaminación de la tierra. ¿No me creen? Observen la otra cara del mundo y me creerán. Es cierto que en el mundo existen hermosas ciudades y lugares paradisíacos como Hawai y Republica Dominicana, pero la otra cara del mundo da pánico verla. Hasta ahora, ningún profesional ha hecho algo para eliminar el hambre, ni la contaminación, ni la deforestación, ni las injusticias, ni nada de los males que nos afectan; y aquellos que han querido hacer algo bueno por el mundo, los han

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asesinado o los han tachado de locos, o de charlatánes. Yo no necesito de universidad para aprender, y aprender es lo único que me interesa. A mí no me interesa obtener un pedazo de papel, ni colocar un anillo en mi dedo índice para exhibirlo con orgullo. Pues no. La universidad no me enseñará a liberarme de esta prisión o este infierno llamado tierra, que es mi principal anhelo; pero a mis familiares no les interesan esas cosas. Lo que ellos quieren es que yo me convierta en una maquina de hacer dinero; ellos quieren que yo obtenga un pedazo de papel que diga: Ingeniero Joselito Montero; ya que ese pedazo de papel me otorgará poderes para sentarme en un cómodo sillón, en una lujosa oficina, y cobrar muchos billetes sin esforzarme mucho, como lo hacían mis jefes. Pero esa no es mi naturaleza: soy un ser muy evolucionado para cobrar mucho sin trabajar; y no crean que con este dicho estoy elevando mi ego; simplemente, no encuentro otro modo de describirme. Además, desde pequeño me acostumbré a escuchar la sutil voz de mi conciencia; esa voz que nos reprocha cuando hacemos algo malo; la misma voz que me dijo que las abejas que viven en un viejo roble hueco, que vi cuando venía hacia esta montaña, nunca han ido a 15

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universidades, y están mejor organizadas que nosotros los humanos, que somos los que supuestamente estamos más evolucionados de todos los animales. En verdad, no quiero vivir con el trabajo de otros. Soy de un mundo más elevado que la tierra; un mundo que, quizás, está en mi mente o en otra dimensión; un mundo que lo he forjado yo, o quizás me lo han dibujado seres de otros mundo con algún fin; pero sé que ese mundo existe, y que vale la pena luchar por alcanzarlo. No soy de este extraño mundo; en este mundo, los dioses usan el método de la aniquilación para reducir la población de la tierra, y el método del azote para disciplinar a su creación. En mi mundos, los dioses elevan el grado de conciencia de cada ser vivo y así terminan con cualquier conflicto. Sospecho que los Dioses que supuestamente nos crearon son tan mortales como nosotros. Sospecho que alguien ha tomado el lugar del verdadero Dios y nos está manipulando como se manipulan las marionetas. No me creo mejor que nadie, pero sé que soy diferente a los egoístas y a los que les arrebatan el pan a otros para almacenarlo. Soy diferente a esos que no son felices, ni dejan que los demás lo sean. Yo jamás viviría en un palacio, si veo a 16

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mis prójimos viviendo en una choza, ¿sabes por que? Porque mi conciencia está muy expandida. Yo sé que todos somos uno y si les hago daño a mis hermanos, me lo estoy haciendo a mi mismo; yo sé que si maltrato a mis hermanos, mi alma recibirá muchos porrazos, en caso de que mi cuerpo no los reciba en esta vida. El mal seguirá siendo mal aunque todo el mundo lo practique; por lo tanto, aunque casi todos los seres humanos sean egoístas, yo no lo seré. Aunque vivir del engaño sea una práctica común entre los seres humanos, yo no la pondré en práctica, porque aunque no soy religioso, tengo moral. Sé que este modo de pensar quizás me arrastrará a la pobreza extrema, pero yo no le temo a la pobreza; los que temen a la pobreza son aquellos que tienen exceso de necesidades y deseos, y yo he reducido mis necesidades y deseos al mínimo. Como podrán imaginar yo soy uno de las personas que más trabajan en este mundo; pero no lo hago para hacerme rico; al contrario, si no tuviera necesidades básicas, trabajaría totalmente gratis, como trabajan los árboles frutales, que se las ingenian sacando minerales del suelo y absorbiendo energía radiante para elaborar sus deliciosos frutos. Mi poca ambición les causa molestias a muchos de mis familiares, 17

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que sólo piensan en dinero; incluso, ellos me ven como un bueno para nada. En verdad, yo no los culpo por ser como son; ellos creen que el mundo está como está, porque así lo hizo Dios. Yo sé perfectamente que Dios no invento el capitalismo, ni el comunismo, ni mucho menos el papel moneda: esas cosas son creaciones del egoísmo humano, pero mis familiares ignoran todo esto. Un día le dije a uno de mis hermanos que para el mundo, el no era una persona, sino un consumista; le dije que ese miedo que el siente a que un día lo despidan de su trabajo, es producto de este sistema creado por personas egoístas, que no les importa el sufrimiento de los demás. ¿Sabes que me dijo mi hermano? Me dijo que yo me estaba volviendo loco. Mi hermano se parece mucho a los fanáticos religiosos que andan por ahí con una bocinita en la mano anunciando la segunda venida de cristo y, sin embargo, nunca han leído el sermón de la montaña, y si lo han leído, sólo le han pasado la vista, ya que no he visto el primero de ellos que ha puesto en practica las enseñanzas que contiene este poema. Tanto mi hermano como los fanáticos religiosos están manipulados, ya que sólo hacen lo que les dicen y creen todo lo 18

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que les cuentan. A los religiosos les dicen sus líderes: -con sólo creer en Jesús, ya serán salvo; y a mi hermano le dice el sistema: -si te esfuerzas lo suficiente, prosperarás. Hasta yo creía en todas esas cosas, hasta que un día investigué y descubrí la verdad. Dios inventó la lluvia, el aire que respiramos, y la luz que nos alumbra. Observen que la lluvia cae sobre todos, todos respiramos el mismo aire y a todos nos alumbra el mismo sol, sin importar si somos fuertes o débiles, ricos o pobres, negros o blancos, etc. Si el hombre esta hecho a imagen y semejanza de Dios, ¿por qué no se comporta como un Dios?; ¿Por qué las riquezas de la tierra están en manos de unos cuantos, en vez de estar al alcance de todos? Es lógicos que aquellos que han acaparado las riquezas de la tierra no vienen del creador; no vienen de ese que hace brillar su sol sobre todos: seguramente esta es la razón por la que muchos de ellos no creen en Dios, y aquellos que creen, se aprenden de memoria unos cuantos versículos bíblicos que han interpretado a su manera para justificar sus riquezas. Lo que esos ignorantes no saben es que un cristiano verdadero no puede ser rico mientras haya gentes pobres en el mundo.

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En verdad, soy como el gran inventor Nicolás Tesla, que le regaló grandes cosas a este malagradecido mundo. Gracias a Tesla, hoy en día tenemos energía eléctrica en nuestras casas, radio y televisores a control remoto; sin embargo, este gran genio murió en extrema pobreza y totalmente abandonado. Soy como el matemático ruso: Gregori Perelman, que rechazó un millón de dólares como premio por haber resuelto un problema matemático extremadamente complejo. Soy como Juan Bosch, que fue presidente de la republica, y uno de los más grandes escritores de America Latina y no tenía donde recostar la cabeza. Bosch tenía todo para ser millonario, y no lo fue; ¿saben por qué? Porque su sueño era eliminar la pobreza extrema en que vivían muchos campesinos de Republica Dominicana, pero no pudo realizar su sueño, ya que desde el principio supo que para poder ayudar a los pobres, tenía que inclinarse más hacia la izquierda que hacia la derecha, y los poderosos del norte, junto a la iglesia, le quitaron el poder. En verdad, gentes como Tesla, Perelman y Bosch son las que Jesús necesita para el reino de los cielos; gentes libres del yugo material; gentes que jamás les quitarán el pan a sus

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prójimo para almacenarlo, o para echarlo a la basura. La inteligencia de un ser humano se debería medir por la capacidad que posee una persona para desapegarse de las cosas materiales. Al fin y al cabo, quien se aferra mucho a lo material tiene grande riesgo de perder lo más valioso del ser humano, que es el alma. En la actualidad, un título académico me valdría más que todos los conocimientos que poseo. Así funcionan las cosas en este inconciente mundo, pero el mundo está cambiando, y las conciencias de muchos humanos se están expandiendo. Este modo de vivir se está arruinando: el -ayudémonos unos con otros- pronto sustituirá -el sálvese quien pueda-. En poco tiempo, los habitantes de muchos países desarrollados anhelarán vivir en un país tercermundista. Un día le tocará al norte emigrar hacia el sur en busca de trabajo: ojalas y esas personas no contagien a los países del sur con la dureza de sus corazones. En la actualidad, los países del norte dependen de la energía eléctrica y de la fuerza electromotriz, principalmente, y cuando no haya petróleo suficiente en el mundo, muchos de los habitantes de esos países tendrán que 21

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abandonar sus lujosas ciudades y viajar a los países que han conservado sus recursos naturales. Los seres humanos tendrán que aprender a vivir como los hermanos que son o, simplemente, desaparecer. El egoísmo y el engaño son moda que pronto pasarán, y si la humanidad se aferra a ese extrañó modo de vivir: ¡pobre de la tierra! Cuando el petróleo se esté agotando, los humanos tendrán que elegir entre comerse unos con otros o unirse para poder enfrentar los problemas que la escasez de este preciado líquido desatará. Vivimos en un mundo en el cual, los malos ganan y los buenos pierden; un mundo en el cual se ocultan verdades y se engaña a la multitud con falsas esperanzas, con aparente progreso y falsas historias, incluyendo, la historia de la misma humanidad; pero en este mundo hasta los polos de la tierra un día se invertirán. Se está acercando el día en que los buenos ganarán y los malos perderán. Ya no será necesario ver una película o una telenovela para ver a los buenos ganar: esto sucederá en la vida real. A este mundo no le quedará de otra que ceder el poder a los buenos y revelar las verdades que los egoístas nos han ocultado por mucho tiempo. 22

II

No es que no me guste la ciudad, al contrario, me encanta; por algo vivo allá. Soy uno de los millones de campesinos que han tenido que emigrar a las ciudades en busca de una mejor calidad de vida, y soy de los pocos que regresaran, pues la ciudad es muy adictiva. Es bueno querer un refresco y sólo llamar para que nos lo lleven nuestras casas; tener hambre y ordenar una pizza, y en poco tiempo, disfrutar de ella; ir al supermercado y adquirir todos los productos que necesitamos, al contrario de esta montaña en la que me encuentro, que sólo hay nueces y frutillas silvestres para comer. Es bueno tener Internet, electricidad, bañarse sin tener que ir algún arrollo a buscar el agua. Es bueno ir al cine y disfrutar de una buena película,

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comer helados, leer libros digitales, y tener cientos de cosas más que sólo la ciudad puede ofrecer. En pocas palabras, la ciudad es buena para el cuerpo físico, pero cuando el ser humano se vuelve sensible y expande su conciencia, puede ver y sentir cosas que están más allá del entendimiento. Cuando el ser humano descubre que la paz es más valiosa que todas las comodidades del mundo, la busca donde quiera que ésta se encuentre, y en mi caso, la encontré en ésta montaña. El sistema que domina el mundo, ha hecho del hombre una maquina, y de las mujer una mercancía. Yo no he podido adaptarme a ese sistema; un sistema creado por el egoísmo humano. No soporto el egoísmo. No soporto ver como los humanos maltratan a sus prójimos más débiles para vivir cómodo. Creo que viviríamos mejor si los humanos nos ayudáramos mutuamente como los hermanos que somos, pero los demonios que llevamos dentro no nos lo permitirán; a esos demonios no les gusta la paz ni la caridad. Los humanos somos esclavos de esos demonios invisibles, que nos posesionan y nos mueven como piezas de ajedrez en el tablero de la vida. Ellos se divierten al ver como nos destruimos unos con otros. 24

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La humanidad ya no tiene remedio; sólo un ser extremadamente poderoso podrá hacer que abramos los ojos: rezaré para que este libro llegue a las manos de todo aquellos que, al igual que yo, huyen de esa horrible enfermedad llamada egoísmo. Sé que el mundo cambiará, pero lo hará porque no habrá otra salida; pero nuestros egos seguirán escondido, esperando una oportunidad para salir de nuestros interiores. No sé si el infierno es una creación de Dios, o es un invento del hombre. Si el infierno es un invento del hombre, creó que aquel que lo inventó no era cruel y despiadado; simplemente, aquel hombre observó que el ser humano es muy difícil de hacerlo recapacitar. Por eso se inventó el peor castigo que existe en el universo para ver si de ese modo, el hombre recapacitaba y comprendiera que todos somos uno; aunque, personalmente, creo que aquel que inventó el infierno, exageró; creo que ninguna culpa, por grande sea, merece un castigo como arder eternamente en un lago de fuego. Muchos dirán que soy un loco, o que soy un cobarde por no enfrentarme a los problemas del mundo. Si estoy loco, no lo sé; si tener la conciencia expandida es estar loco, entonces, me declaro loco de remate; y en cuanto a ser un 25

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cobarde, no lo soy; ¿saben por qué lo creo así? porque para vivir en un monte como este, hay que tener dos cocos en medio de las piernas. Como dije al principio, en esta montaña, un simple resbalón podría significar la muerte, pero yo no tengo miedo de morir: la vida continúa después de la muerte y si morir voluntariamente no hubiera sido un pecado, hace mucho tiempo que ya me hubiera escapado de este horrible mundo. Prefiero morir que tener que sobrevivir con el sufrimiento de mis hermanos, que son todos aquellos que este entupido sistema ha excluido. En verdad, nos han hecho creer que en la actualidad las cosas han cambiado, pero vivimos igual que en la edad media o quizás peor: ¡que asco! La ciudad es buena; pero, además del egoísmo de sus habitantes, tiene otras cosas que no me gustan, como por ejemplo: el mal olor, los entaponamientos de tránsitos, los insultos, los abusos de la policía, la corrupción, los asaltantes, ver niños en la calle mendigando, ver personas desamparadas, los barrios marginados y ver personas que se creen dioses y diosas, sabiendo yo de lo que estamos hechos los seres humanos; sabiendo yo las enfermedades que padecemos y las pasiones que nos dominan. Claro, cualquier ser humano 26

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que sea capaz de dominar sus pasiones, se puede autoproclamar un dios, de lo contrario, es un esclavo, aunque lo proclamen emperador del mundo: se lo dice uno que ha probado la verdadera libertad. Se lo dice uno que ha sacado el alma de su cuerpo y ha viajado a los mundos superiores. En mi caso, cada vez que yo veía a una persona durmiendo en las aceras, mi alma se afligía mucho, y cada vez que yo veía un niño en la calle limpiando parabrisas de autos, y lustrando zapatos, mi alma lloraba y se deprimía, y lo peor de todo es que yo no podía hacer nada por esas personas que, al igual que las personas que pasaban por la calle en sus lujosos autos, son hijas de Dios. Pero más se afligía mi alma cuando veía a personas pidiendo dinero, fingiendo tener enfermedades. A veces me pregunto: ¿En qué dios creerán las personas que viven del engaño?; ¿en que dios creerán aquellos que maltratan a sus hermanos para obtener beneficios económicos?; ¿en que dios creerán los que toman el diezmo de las iglesias para comprarse lujosos autos y lujosas mansiones?; ¿en qué dios creerán aquellos que secuestran niños para despojarlos de sus órganos vitales?

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¿Qué es lo que hace que un ser humano se comporte de ese modo? Los leones y los lobos matan para comer, pero esa es su naturaleza; lo que me cuesta entender es: ¡por qué un humano hace esas cosas; un humano que no tiene garras en sus dedos, ni colmillos en su boca! Dicen que cuando un león tiene la panza llena, se vuelve manso y no ataca a ningún animal, pero los humanos, mientras más tienen más quieren: somos lo peor del reino animal, y quien sabe si hasta del mismo universo. En la ciudad, cuando yo les presto dinero a otras personas, a veces tengo que rogar para que me paguen, en vez de esas personas pagarme y darme las gracias por yo haberlos sacado del apuro en que estaban. Yo les resuelvo los problemas a otros; mas nadie me ayuda cuando estoy hasta el cuello de problemas; y créanme, si yo hubiera sido un millonario, resolver el problema de los demás no hubiera sido ningún problema para mí; pero lamentablemente, yo soy un pobre más en la ciudad. A mí, hasta los cristianos, que deberían ser un ejemplo para el mundo, me han quedado mal.

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En la ciudad se hacen otras cosas horribles, tan horribles, que no las escribo porque me dan asco. Los seres humanos podemos vivir como hermanos, incluso, fuimos creados para eso, pero el egoísmo no nos deja vivir de ese modo. Desde niño todos soñamos con ser el mejor, en vez de soñar con amar incondicionalmente a nuestros prójimos. Confieso que hasta yo soñaba con ser el mejor, y ahora me avergüenzo de sólo recordarlo. Pero yo no me culpo, pues yo estaba ciego, como están las mayorías de los humanos. Estoy huyendo del egoísmo, pero no es porque le temo a esa energía invisible, sino porque estoy cansado de vivir en el lodo. Mi intención no es quedarme a vivir en esta montaña, pero me siento como un ave que acaba de escapar de una jaula. Además, quería saber que se siente al vivir en extrema soledad, pero me equivoqué, ya que en verdad no estoy solo: estoy acompañado de esta multitud de aves que han alegrado mi alma con sus bellos cantos. Quería saber que sentimos cuando perdemos la comodidad del cuerpo y buscamos la comodidad del alma. Quería saber cual sufrimiento era más grande, ver como la

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humanidad se destruye así misma o experimentar la angustia de estar solo. La verdad, creí que iba a morir de soledad en este lugar, pero sucedió lo contrario: los viejos árboles y las aves me han brindado su compañía, su alegría y su paz. Estos árboles y estas aves me han enseñado como debo vivir desde hoy en adelante. Los universitarios deberían venir a este bosque para que vean como viven estas aves: aquí ninguno de estos animales sufre de hambre ni tormentos ¿saben por que? Porque las aves y los insectos no almacenan, ni acaparan. Creo que la razón por la que las aves y los insectos volaron primero que nosotros los humanos, es porque están más evolucionadas que nosotros. Si digo que estoy solo en esta montaña, soy un mentiroso: estoy rodeado de vida en abundancia. Además, esta noche, después de contemplar las radiantes estrellas, entraré en trance e iré al mundo espiritual a conversar con seres que no me van a engañar; iré a un mundo donde no hay niños desamparados y donde se aman unos a otros. Iré a un lugar donde no existe la tristeza, sólo alegría infinita y bellezas jamás imaginada. En realidad no estoy solo; la verdadera soledad la sentía en la ciudad, ya que aunque estaba rodeado de gente, nunca 30

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encontraba a alguien para conversar. Los únicos temas que les interesaban a la juventud eran: sexo, drogas y alcohol; como si la vida se redujera a esas simples cosas. A mi no me gustaban mucho esos temas; me gustaba más saber quienes somos y a que venimos a esta tierra; quería saber cual era el sentido de la vida, pero a los jóvenes, al parecer, no les interesan esos temas. La verdad, no sé cual era el afán de los jóvenes, de querer contar sus hazañas: no le veía la moraleja a ninguna de sus historias. Yo estaba seguro que aquellas historias eran para agrandar sus egos. Por ejemplo, los temas más frecuente en mis amigos eran los siguientes: Yo me he follado muchas chicas; yo he vencido a varios hombres a la trompada; yo soy el mejor en mi clase; esa yerba que me fumé estaba buenísima; ayer alteré los precios de los productos y me busque un dinerito extra; nadie me gana tomando cervezas, entre otros temas. No sé que pensarían mis ex-amigos de mí, si yo les dijera que he rechazado muchas chicas guapas. No sé que pensarían de mí si yo les dijera que yo no fumo mariguana porque necesito mis neuronas: de seguro dirían que estoy loco de remate. En verdad, ya me lo han dicho por menos de ahí. Pero los que están 31

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locos son ellos, ya que esa yerba les ha destruido su personalidad. Las mayorías de ellos andan por ahí delirando creyendo que cada cosa que se imaginan son reales. -A las mujeres se toman y se dejan; ellas sólo sirven para hacerles el amor, -me decían mis amigos. Claro que las mujeres me han hecho cosas horribles, pero yo no soy Dios para juzgarlas. Además, yo no soy dueño ni de mi propio cuerpo para pretender ser dueño de una mujer. Yo sueño con vivir en un mundo mejor que este: sueño con la verdadera libertad. Si en uno de mis viajes a esta montaña me ataca una enfermedad o si me pica un insecto venenoso, simplemente, me acuesto boca arriba y me hecho a morir; aunque creo que en este sagrado lugar donde estoy no llegarán las enfermedades, y hasta las viudas negras que he visto parecen inofensivas. Soy un incansable buscador de la verdad, y aunque sé que la verdad es difícil de encontrar, creo que vale la pena buscarla. Yo estoy seguro que si todos los humanos fueran como yo, quizás en el mundo no hubiera grandes barcos, ni trenes, ni televisores, ni computadoras, ni aviones, ni nada de esas cosas. Pero la tierra fuera el paraíso jamás 32

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soñado: la capa de ozono estuviera intacta; el planeta estuviera repleto de árboles y aves; no existieran las guerras, ni las divisiones territoriales, ni el racismo, ni el hambre, etc. Si todos fueran como yo, el amor hubiera reinado en toda la tierra, y todos formaríamos una familia de hermanos. Sé que en la actualidad muchos humanos estamos viviendo cómodos, físicamente, pero en el futuro, nuestros hijos pagarán nuestros goces. Me siento feliz en esta montaña y aunque la incomodidad me cause dolor, yo no soy de los que huyen del dolor y persiguen el placer; sé que tanto el dolor como el placer son uno solo y que es inútil tratar se dividirlos; creo que es mejor permanecer en equilibrio. Yo sé buscar compañía en medio de la soledad, así como la soledad me ha invadido en medio de la multitud. Aunque ustedes no lo crean, en este mismo inatente, en Nueva York hay miles de personas que se sienten más solas que yo que estoy en medio de este impenetrable bosque, pero se necesita ver mas allá de lo que los ojos físicos pueden ver para poder comprender todo esto. No he cometido ningún delito, ni tengo grandes deudas, ni me he vuelto loco; tampoco soy un deportista de montañas; simplemente 33

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estoy aquí porque no pude adaptarme al extraño comportamiento humano. Los humano, además del egoísmo, padecen de un extraño miedo; un miedo que los hace comportarse igual que un animal común y corriente. ¿Por qué esa lucha por la sobrevivencia, si casi todos los habitantes de la tierra saben que esta tierra no es el mejor de los mundos posibles? La verdad, no pude adaptarme a ese y otros extraños comportamientos de la humanidad. No sé vivir con miedo, y el miedo de los demás me produce malestar. Creo que los humanos no somos dignos del perdón de Dios. Ojalas y pronto se nos abran los ojos, y dejemos de ser marioneta de fuerzas que nuestros ojos no pueden ver.

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III

¡Lucha por lo que quieres! y !nunca te rindas!: son dos de las frases que más abundan en las redes sociales. Esto indica que los humanos hemos hecho de esta tierra un campo de batalla. Todos queremos pelear por lo que necesitamos para vivir, o mejor dicho, por lo que nos pertenece y que otros nos han arrebatado. Nunca te rindas, significa, ve a donde los acaparadores y has todo lo que esté a tu alcance para que te devuelvan lo que es tuyo, porque tu también eres hijo de la tierra y mereces disfrutar de sus frutos. Si has conseguido lo que te has propuesto, no fueron los acaparadores que te han devuelto lo que te pertenece, ellos simplemente te dijeron

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que vayas y les quite lo tuyo a los ignorantes; y tú, simplemente, lo hiciste. El párrafo anterior es una alegoría, pero en realidad, las cosas funcionan de ese modo: la riqueza de uno es la pobreza de otros, incluyendo el planeta con todos sus seres vivos. Todos luchan, y muy pocos saben por qué lo hacen. Creo que los acaparadores tampoco saben el daño que le han causado al mundo. Yo me pregunto: ¿sabrán los acaparadores que ellos son los culpables de los que mueren de hambre, de frío, de la delincuencia, de esa feroz lucha que llevamos a diario y de las mayorías de los males que padece el mundo en la actualidad? Creo que ellos no lo saben; ellos sólo son seres humanos con miedo a las dificultades que el futuro pueda traerles, pero ese miedo los destruye a ellos y destruye a los inocentes. Con razón decía Tomas Hobbes que el hombre es un lobo para el hombre. Justamente en este momento me llega a la mente el día que condenaron a muerte al terrorista Norteamericano Timothy McVeigh, por haber volado un edificio federal en la ciudad de Oklahoma (EEUU), en 1995, en el cual murieron 168 personas. McVeigh fue condenado a muerte, por este hecho. Sin embargo, muchos 36

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acaparadores y avaros son indirectamente culpables de miles de muertes, victimas de guerras injustas incitadas por ellos o victima del hambre que, por la dureza de sus corazones, padece la humanidad; pero a los acaparadores y a los avaros, nadie los condena: así de injusto es el mundo. Quizás, los mismos que Condenaron a McVeigh a muerte, son, indirectamente los culpables de que este joven volara el edificio, pero sólo pocos vemos la verdad. El cuerpo humano es una maquina perfecta, pero desgraciadamente no vino con garantía y eso, al parecer, los acaparadores no lo saben. Nuestra estadía en la tierra es incierta: así como un ser humano puede durar cien años de vida, también puede morir a pocas horas de haber nacido. La muerte vive asechándonos desde el mismo inatente en que caemos en el vientre de nuestras madres, pero los acaparadores, al parecer ignoran algo tan obvio como eso. Muchas personas sacrifican su juventud, sus amigos, sus familiares, su salud y todo lo que se le atraviese en su camino; todo por andar acaparando dinero o cualquier cosa que tenga algún valor monetario. Estas personas, a veces llegan a tener grandes fortunas; sin embargo suelen alimentarse y vestirse peor que cualquier pobre, y cuando quieren abrir los ojos, ya no hay 37

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tiempo: cuando quieren comer y vestirse como Dios manda, ya no tienen apetito ni juventud, todo eso, si la muerte no lo sorprende en pleno afán de vida. Esto es sólo un ejemplo que doy para que vean lo ciego que está el mundo. Morir debe ser muy doloroso para una persona de esta índole. Este y otros comportamientos humanos son tipos de locuras que padece el mundo; locura que hasta los psiquiatras padecen. El egoísmo y la avaricia son terribles enfermedades que padecen las mayorías de las personas que dominan este mundo. Incluso, esas son dos de las enfermedades que nos impulsan a desear el poder ansiosamente. Una de las posibles curas para estas horribles enfermedades es saber a ciencia cierta que existe la vida después de la muerte, y que estamos de paso por éste mundo. Sé que los seres humanos ignoran muchas cosas, como por ejemplo, ignoran lo poderosa que son sus mentes. Un mal uso de la mente puede resultar desastroso: Si tú crees que al morir iras a un paraíso, tu mente te llevará a ese paraíso; si crees que no existe la vida después de la muerte, posiblemente, tu conciencia se desvanecerá en la nada o se quedarás vagando aquí en este horroroso mundo llamado tierra. Si en la tierra te pasa la vida engañando, tu mente 38

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te llevará a un mundo de engaño. Cada día forjamos el mundo en el que quizás viviremos por toda la eternidad. Y créeme, aquellos mundo no son fantasía. Son misterios que guarda este infinito universo. Quizás, nuestra permanencia en este mundo material es producto de un deseo que tuvimos cuando habitábamos en otra dimensión, y ese deseo nos arrastró a este mundo denso, o quizás estamos saldando alguna deuda: observa que todas las cosas que hacemos, voluntariamente, primero pasan por nuestras mentes. Observa que en este mundo todos lo vemos de diferentes maneras: todo depende de lo expandida que esté la conciencia de cada uno de nosotros: Para las mayorías de las personas, la tierra es simplemente un planeta que orbita alrededor del sol. Sin embargo, para otras personas, la tierra es algo más que eso. Para muchos, la tierra es una gigantesca universidad; para otros, una prisión; para otros, una especie de infierno; y para las personas menos evolucionadas, un paraíso… Aquellos que aseguran que la tierra es una gigantesca universidad, creen que los seres humanos llegamos a este mundo para aprender 39

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a vivir en las limitaciones, para que al retornar al paraíso podamos valorar las cosas buenas que Dios creó para nosotros. Aquellos que creen que la tierra es una prisión, son personas que han tenido experiencias fuera del cuerpo, o han tenido experiencias cercanas a la muerte, principalmente. Son aquellas personas que han probado la verdadera libertad, la han comparado con la falsa libertad de la tierra y han llegado a la conclusión de que estamos prisioneros, incluso, ellos creen que nuestras almas también están prisioneras en nuestros cuerpos físicos. Además, la tierra está aislada de todo: es la prisión perfecta, ya que sólo muertos escaparemos de ella; aunque lamentablemente existen personas que ni muertos lograrán escapar de ésta horrible prisión, especialmente, los materialistas y los acaparadores; ya que fuera del cuerpo, los deseos son difíciles de controlar. Aquellos que creen que la tierra es un infierno, son aquellas personas que, además de expandir sus conciencias, han hecho todo lo necesario para ser feliz y no lo han logrado. Son aquellos que con mucho esfuerzo y dedicación lograron sus objetivos, y de nada les ha valido tantos sacrificios. Son aquellas personas que han tenido instante de felicidad, pero 40

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desgraciadamente, aquel que expande su conciencia sabe perfectamente que los seres vivos no fuimos creados para ser feliz tan sólo un instante, sino permanentemente. En verdad, ellos tienen sus razones al creer que la tierra es un infierno: aquí en la tierra, cuando no se nos muere un familiar, nos duele alguna parte de nuestros cuerpos, sin mencionar las preocupaciones, el estrés, el miedo, la ansiedad, las decepciones, las infidelidades, las injusticias, las depresiones y muchas otras cosas más que nos atormentan a diario. Aquellos que creen que la tierra es un paraíso, son aquellas personas insensibles, egoístas y psicópatas; son aquellos que tienen sus conciencias reducidas al mínimo: básicamente, ellos creen que ésta vida lo es todo. Son aquellos que no sienten tristeza cuando se les muere un familiar o un amigo. Son aquellos que buscan el modo de vivir del más débil; y cuando se sienten tristes, se las ingenian para escapar de la realidad usando cualquier sustancia, como drogas, alcohol o antidepresivos. Las mayorías de estas personas hacen fraudes en sus trabajos, en las escuelas y en las universidades: estas personas se las ingenian para evadir cualquier carga pesada o cualquier responsabilidad, y en sus trabajos, ellos sólo 41

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trabajan cuando sus superiores los están supervisando. Aunque no lo crean, las mayorías de los políticos, los militares de alto rango, los grandes empresarios y casi todos los líderes religiosos pertenecen a este grupo de personas. Según mi propio juicio, creo que en verdad, la tierra es una prisión o una especie de infierno; creo que los humanos estamos pagando algún delito cometido en un mundo muy superior a este mundo cruel llamado tierra. ¿Saben por que lo creo?, porque es lo que mis ojos han visto aquí en la tierra. He visto como algunos insectos devoran a otros insectos sin ninguna piedad; he visto como las serpientes se tragan a sus victimas; he visto como algunos animales se comen a sus propios hijos; he visto imágenes horrorosas por la Internet, y he visto muchas otras cosas más que han destrozado mi pobre alma. También he notado que los psicópatas son las personas que dominan este mundo en que vivimos: si eso no es el infierno, que me diga alguien que es. Además, he tenido la oportunidad de ver otros mundos cuando me desprendo de este vehiculo temporal llamado cuerpo físico y navego por el universo astral. En aquellos mundos astrales, no existe el cansancio, ni la sed, ni el hambre, ni los malos olores, ni la maldad, ni el dolor, ni la envidia, ni la 42

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vanidad, ni el trabajo forzado, ni la atracción gravitatoria, ni nada de las porquerías de este mundo. En verdad, creo que la tierra es una especie de infierno; o mejor dicho, un purgatorio. Claro, esto sólo lo saben aquellos que han expandido sus conciencias más allá de los cinco sentidos. Lo bueno es que los humanos podemos hacer de éste mundo un gran paraíso: todo está en nuestras manos.

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IV

En verdad, desde muy corta edad he sentido una gran atracción por las montañas; incluso, un día llegué a pensar que aquellos elevados lugares los habían construido los Ángeles, por orden de Dios. Cuando yo era niño me pasaba horas mirando los picos de los montes; soñaba con ir muy a menudo a visitar aquellos elevados lugares por tres cosas: quería saber que había detrás de aquellos lugares, quería sentir que estaba cerca de Dios y quería tocar las nubes que se posaban sobre los cerros. Cuando crecí, descubrí que detrás de las montañas existía lo mismo que existía de frente: gentes egoístas; descubrí que aquel cielo que se veía rosar los altos cerros, era una ilusión visual, y que las nubes que cubrían

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los árboles eran simplemente nieblas, las mismas nieblas que de vez en cuando bajaban al pequeño valle donde yo vivía y me despintaban en medio de los maizales; lo supe el primer día que subí a la montaña junto a mi padre y otros agricultores. En la montaña todo era igual que en el valle, con la excepción de que por una razón que aun desconozco, me sentí muy feliz, mientras viví allí. Recuerdo que en la tarde, cuando salíamos de trabajar de la plantación, yo me desaparecía y me iba a caminar montaña a dentro, ya que me atraía mucho el canto de las aves. Además, me fascinaba precipitar enormes piedras desde los altos cerros, y cuando comenzaba anochecer regresaba con un poco de leña para fingir que buscaba leña. Pero las cosas fueron cambiando. Un día me fui a vivir a la ciudad y perdí el amor por las montañas. Me adapté a la comodidad, y a dormir hasta con aire acondicionado; aunque a veces me decía a mi mismo: ¡caramba, cuanta energía consumismo los seres humano, tan sólo por pasar una noche cómodos! Un día tuve un extraño viaje, comúnmente llamado: viaje astral, ese día sentí la verdadera libertad y contemple la verdadera belleza. Ese día me recordé de la montaña, ya que en mi 46

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viaje pude ver el modo en que viven los habitantes de aquel mundo: aquellos seres viven en contacto con su entorno, como si formaran parte de él. Después de aquella experiencia comencé a sentir nuevamente una inexplicable atracción por los lugares altos; recuerdo que uno de los trabajos más placenteros que he realizado fue sembrar árboles en una colina que está ubicada en la parte sur de la cordillera central de mi país. Me sentí feliz al subir a la cúspide de un cerro altísimo, muy parecido a la gran pirámide de Egipto, pero mucho más alto. Pasaron los años, y mi conciencia se expandía cada día más. Con el tiempo fui notando un extraño comportamiento en los seres humano y me fue invadiendo un misterioso deseo de querer huir de ellos, pero era imposible, ya que a donde quiera que yo fuera, encontraría gente. Un día se me ocurrió la idea de ir a vivir a la montaña aunque sea por un corto tiempo. Primero fui a explorar los lugares vírgenes, pero el primer día no avancé ni diez metros dentro de aquel tupido bosque. -Esta es mi oportunidad -me dije a mi mismo. En mis numerosos viajes a la montaña, busqué y rebusqué, hasta que encontré un pasadizo y así pude penetrar este lugar donde me encuentro.

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El ser humano busca ansiosamente la felicidad, y yo soy feliz aquí en esta montaña. No sé que me pasa. No sé si esto es una obsesión; en verdad, no lo sé; lo único que sé es que si no fuera por el egoísmo humano, quizás yo no estuviera aquí. Detecto ese horrible mal que padece la humanidad, y como no conozco la cura para el egoísmo, simplemente, me alejé de los humanos aunque sea por unos cuantos días; y seguiré acampando en ésta montaña hasta que me llegue la hora de partir a un mundo mejor que este. Cuando este a punto de morir, desearé con todas mis fuerzas estar en un lugar verde, repleto de aves y de manantiales de agua cristalina; no desearé jamás estar con seres humanos, sino que deseare convertirme en una ave gigante para planear por encima del bosque, como lo hacen aquellas águilas. Desde el mismo instante que yo abandone mi cuerpo físico, renunciaré a ser un humanos. Bueno, ya dejaré de escribir; en verdad, me duele un poco la cabeza de tanto pensar en los problemas de la humanidad, mejor iré a buscar un poco de leña para hacer una fogata, ojalas y las nieblas no cubran el bosque mientras este buscando leña, pues no quiero despintarme en este espeso bosque o caerme por uno de los 48

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despeñaderos. Después de traer la leña, trataré de descansar para reponer un poco mis energías. Traer esta libreta y este lápiz a esta montaña fue una excelente idea, ya que pude escribir mis pensamientos, pero prometo no escribir más; editaré esto que acabo de escribir y lo publicaré, pero ya no escribiré más; ni siquiera escribiré mis experiencias en esta montaña. Incluso, creo que no pensaré mucho mientras permanezca en este bosque. Disfrutaré del canto de las aves, y del vuelo acrobático de las águilas cuando se precipiten sobre los hurones que salen del bosque a la parte clara. Desde ahora en adelante, disfrutaré hasta del canto de los grillos. Que Dios les bendiga

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