Hoy No Aguantamos Nada

Hoy no aguantamos nada Habitamos en un mundo tan cambiante que muchos de los aspectos de la vida resultan extremadamente

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Hoy no aguantamos nada Habitamos en un mundo tan cambiante que muchos de los aspectos de la vida resultan extremadamente nuevos. Y no estoy hablando sólo de la técnica, que, por supuesto, nos está proporcionando toda suerte de innovaciones espectaculares, sino de los componamientos básicos, de la visión profunda de la existencia. A punto de pisar el segundo milenio, los humanos estamos abandonando por primera vez algunas de nuestras costumbres y creencias más antiguas. Por ejemplo, el lugar social que ocupa hoy la mujer no ha tenido parangón en el pasado. Muy pocas otras épocas históricas han debido de pasar por mutaciones tan vertiginosas y radicales. Pues bien, dentro de estas alteraciones fundamentales en nuestro modo de ser y de mirar, creo que hay que incluir el don de la austeridad y el estoicismo. Me explico: hombres y mujeres supieron desde siempre que la vida era un lugar bastante inhóspito. Parirás con dolor y ganarás el pan con el sudor de tu frente, dicen los textos cristianos, preparándote para el sufrimiento y la melancolía de la existencia; y todas las religiones intentan entender y aliviar el dolor básico de los seres humanos durante su travesía en la Tierra. Un dolor que hasta ayer mismo fue siempre considerado como inevitable. Porque hasta ayer mismo, y para la práctica totalidad de los humanos, comer todos los días era dificil, hallar un cobijo frente a las inclemencias era difícil, no ser sometido a la violencia era dificil. La realidad era tan descamada y dura que la felicidad empezaba donde se acababa el sufrimiento. Es decir, el solo hecho de poder acostarse con la tripa llena era motivo suficiente para sentirse satisfecho. Más de media Humanidad sigue viviendo todavía en esas terribles condiciones, pero los demás, y somos muchísimos millones, nos hemos escapado de la penuria extrema y hemos empezado a mirar el mundo de otro modo. Tengo la impresión de que el estoicismo como forma de aguantar la realidad llegó, más o menos intacto hasta la generación de los que hoy son abuelos, los hombres y las mujeres de 65 años para arriba; y que todos los demás nos hemos ido perdiendo en la vida muelle de la sociedad del bienestar y en la obsesión por el placer que hoy padecemos. Rosa Montero (El País Semanal, 1999)