Homero. Odisea

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Homero. Odisea

Alesso INTRODUCCIÓN

Confluyen en todo héroe lo histórico y lo simbólico. Su destino es, por sobre todas las cosas, vencerse a sí mismo. Debe tener la aptitud precisa para triunfar sobre el caos y la fuerza anímica para resistir la atracción de las tinieblas. El viajero apartado de su hogar durante largos años, que debe sortear numerosas aventuras para volver a radicarse –al final y para siempre– en su tierra natal, donde reestablecerá el orden devastado en razón de su ausencia, es el argumento predilecto de las leyendas mediterráneas pre-griegas. Se ha señalado con frecuencia que Odisea está constituida por sucesivos núcleos temáticos provenientes de relatos de marinos que circulaban en el segundo milenio, en la época del poderío marítimo de Creta. Nóstos (viaje de regreso) es el nombre que designaba a cada uno de estos cantos. Odiseo se destacaba por su habilidad para tramar ardides frente a un orden social homogéneo, en el cual la fuerza constituía el imperativo dominante. La filiación de este nóstos con un posible desarrollo literario directo de previas y embrionarias historias de marinos anónimos la ubica, junto con Ilíada, en el inicio exacto de la literatura occidental. Sin embargo, Odisea es mucho más compleja, desde el punto de vista de construcción del espacio. Los veinticuatro extensos cantos que componen Odisea se pueden dividir en dos partes: los doce primeros transcurren antes del regreso del héroe a su tierra; los doce últimos, después del retorno a Ítaca. Los cuatro cantos iniciales constituyen lo que se denomina la “Telemaquía”, el protagonista es el hijo del héroe, Telémaco. El esquema sucinto de Odisea no ofrece sino un atisbo de la complejidad de la estructura de caja china, mediante la cual la posibilidad de una historia dentro de otra puede ser infinita si atendemos al carácter siempre alusivo de los mitos. ¿Quién escribió Odisea? ANÁLISIS DE LA OBRA 1. El héroe como ordenador del mundo El héroe avanza por el mundo e imprime su huella en el espacio que transita. Las referencias a los límites que se podían superar, tras amenazantes peligros, son constantes. Más allá de esas fronteras estaban los "otros". Sin embargo, en ocasiones, esa "otredad" se manifiesta como posible hogar del héroe, si es que Odiseo estuviera dispuesto a aceptar las condiciones que siempre termina rechazando, en pro de su propio espacio idealizado en Ítaca. 1

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El itinerario del singular explorador que cohabita y se marcha, que llega y abandona, hacen de Odisea uno de los mejores ejemplos literarios de que identidad y alteridad son construcciones que se confirman en su carácter relacional y fortalecen las características de la singularidad y la diferencia. La singularidad reclama siempre un exterior con el cual confrontar, la diferencia es una cualidad especular necesaria para ratificar la individualidad que distinga del otro y nos dé un nombre propio. a. Yo soy Nadie Si no se tiene nombre, no se obtiene una identidad personal, imprescindible para individualizarse, para ser singular y diferenciarse en una experiencia que siempre implica una manera de ver el mundo y un modo de sentirse en él. El universo que presenta Odiseo a los oídos atentos de los feacios que lo rodean en el palacio de Alcínoo sonaría ilimitado, inimaginable, si no fuese porque el astuto viajero le otorga un orden y ubica cada acción en una dimensión perceptible para el auditorio. La idea de espacio para un navegante que enfrenta los mares se expresa en días. El número de días y noches –reales o simbólicos– traza la noción de desplazamiento en el especio, marca el cambio de un lugar a otro para llegar a un fin, a un punto, a una meta. En el célebre episodio de los cíclopes del Canto 9, varias veces Polifemo inquiere por los nombres de los extraños visitantes que se le han metido a la cueva. Odiseo contesta vaguedades y hasta mentiras. Al día siguiente, por la tarde, el monstruo vuelve a preguntar y Odiseo, después de ofrecerle por tres veces el rojo vino que obnubila la mente, contesta: “Nadie es mi nombre y Nadie me llaman mi madre y mi padre y todos mis compañeros”. El juego con el cambio de nombres para confundir al interlocutor es típico en los cuentos populares. La afirmación de Odiseo de que se llama “Nadie” es funcional para el desenlace del episodio en la cueva del cíclope. Cuando están suficientemente lejos para hacerse oír sin posibilidades de ser alcanzados, el héroe grita: “Cíclope, si alguno de los hombres mortales te pregunta por la vergonzosa ceguera de tu ojo, debes decir que Odiseo te ha dejado ciego, el hijo de Laertes que tiene su casa en Ítaca”. El héroe ha recobrado su identidad y ha entrado, con este acto, a la tradición occidental como vencedor de uno de los seres más grotescos de la historia de la literatura. 2

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b. Viaje al país de los muertos Los confines del mundo en Odisea están marcados por Océano. Más allá de los límites del mundo está el Hades. Odiseo debe navegar atravesando el río Océano para llegar al Hades, donde, por boca del adivino ciego Tiresias, sabrá cómo volver a Ítaca. Siempre ha existido en el imaginario colectivo la idea de una cantidad de agua que aísla el más allá de nuestro propio mundo. Ha permanecido en la historia de la cultura la creencia de que hay que “atravesar” algo para pasar al mundo de los muertos. Los sacrificios, en la épica homérica, expresan la renuncia a un volumen importante de los recursos alimentarios, los más preciados y valiosos para la comunidad. Las potencias divinas, gracias a estas ofrendas, responderán –se supone– con benevolencia y prosperidad para el héroe y su grupo. La comida sacrificial se realiza en todos los casos para inaugurar o concluir una actividad en la que se busca el favor de los dioses, no para lavar culpas o pedir perdón por errores o imprudencias del pasado. Existen dos términos para designar el viaje a los infiernos: katábasis y nékuia. El primero implica el concepto de “descenso”. En el contexto de los mitos, siempre el descenso a los mundos inferiores es un episodio puntual, que se suscita por varias razones, en especial, una razón soteriológica: encontrar a quien prediga el camino de la salvación o el regreso al oikos patriarcal. Los descensos no están nunca exentos de un contenido ideológico o filosófico, siempre se presentan teñidos de una concepción determinada acerca de la vida de ultratumba. Es frecuente el descenso por el impulso vehemente de saber qué pasa con el amado ausente. A Odiseo lo empujaba el anhelo de conocer qué sucedía en la casa con su esposa legítima, Penélope. El término que corresponde a este viaje de Odiseo al Hades es nékuia y no katábasis. No hay en realidad un descenso al inframundo ni hay tampoco una posterior salida, es decir una anábasis o resurrección. Tiene la misma raíz de nékus, forma antigua de nekrós, es decir, “muerto”. Se produce en el Canto 11 el encuentro con los espectros de los grandes héroes. Con Agamenón, cuya historia siempre juega a manera de espejo invertido con la historia de 3

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nuestro héroe; con Áyax y con Aquiles mismo, quien había tenido oportunidad de elegir en vida una existencia corta y gloriosa, en lugar de una larga y monótona. A pesar de esta opción paradigmática, Aquiles le confiesa a Odiseo en el Hades que es preferible estar vivo, aun como siervo asalariado de un campesino pobre, que ser rey en el país de los muertos. Este episodio parece constituir una negación de esa aspiración de gloria imperecedera, cuya obtención constituye el objetivo más alto del héroe. El ser humano no se resigna a morir, imagina mundos donde los seres ilustres y queridos siguen existiendo en un universo que pueda describirse con cierta precisión, dé sentido a la realidad cotidiana y hasta resuelva algunos problemas de la conducta humana. 2. Un mundo de dioses La característica de que los dioses homéricos son antropomórficos, puede explicarse en el sentido que representan las fantasías y deseos humanos hechos realidad. En Odisea, los inmortales están presentados bajo una doble dimensión. Son personajes de la crónica, tienen densidad cultural, aportan un conjunto de información sobre un sistema de vida. La sociedad que conforman los olímpicos invita al estudio histórico y a la etnografía. Son los portadores de las cualidades que el hombre homérico quisiera detentar para convertirse en un ser superior. Son los verdaderos portadores de una areté y timé. Son quienes garantizan el orden decretado por el destino y castigan su transgresión. A partir de Homero o mucho antes aún, los dioses no son seres impersonales que protegen una cada o una ciudad. Muy a menudo son protectores o antagonistas de héroes individuales, e influyen en muchas de sus proezas. a. Atenea o la acción efectiva Atenea tiene el poder de otorgar la inmortalidad mediante el don de la ambrosía. Las divinidades como Atenea realizan a menudo cambios súbitos que interrumpen la rutina de la vida de los mortales. Si bien Atenea es una diosa guerrera, no le agrada la guerra; prefiere no entrar en combate y arreglar, en lo posible, los conflictos de manera pacífica. Es más, no tiene armas propias, se las pide prestadas a su padre Zeus cuando las necesita.

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La aparición de Atenea metamorfoseada, que se oculta luego súbitamente a la vista, es una escena frecuente que marca un cambio rotundo en la acción. Esquema:  Atenea transformada en mortal  Diálogo  Desaparición súbita  Cumplimiento de un deseo que acelera la acción. En las relaciones con los hombres, las divinidades revelan una extensa gama de aptitudes, tanto emocionales como intelectuales: voluntad (boulé), corazón (thýmos) e inteligencia (noús). También son consustanciales a su naturaleza divina las actividades propias de la subjetividad; dependen del thýmos tanto como los mortales. Características esenciales de la diosa:  Virgen belicosa.  Patrocinadora de la inteligencia.  Epónima benefactora de la ciudad de Atenas.  Protectora de guerreros ilustres: la protección de la diosa consiste en la articulación, constante y repetida, de espacios de pertenencia para su protegido. Los lugares por donde circula Odiseo no son entidades concretas sino representaciones, con flujos, entramados, influencias e intercambios sociales, en las que el héroe puede insertarse con el nivel o estatus que le procura la diosa, activamente. Esos lugares no son espacios ligados a fronteras y límites singulares, dijos y estáticos, sino la intersección compleja de procesos y relaciones. Son situaciones que se producen en razón de que la identidad literaria de los lugares el poeta la construye mediante relaciones de interdependencia con otros lugares. b. Poseidón o las fuerza antagónicas

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De pie, despierto día y noche, pero sin fatiga, Odiseo avanza por los mares mirando el firmamento y teniendo cuidado de que la constelación de la Osa que siempre a mano izquierda. En esta escena, Odiseo es un verdadero áristos. El término areté, propiedad de los héroes, connota excelencia, pero también capacidad para sobresalir. Los personajes de la epopeya homérica no se resignan a emprender su cometido solo con eficacia, sus expectativas van mucho más allá: se trata de acometer lo imposible. La sociedad homérica entiende la vida como combate, la areté aparece planteada como una cuestión de supervivencia. La lucha del héroe no cesa nunca, siempre hay un oponente con el cual debe medir sus fuerzas. A Odiseo le ha tocado uno particularmente feroz: Poseidón. Si bien este dios participa en la guerra de Troya a favor de los aqueos, dedica todos sus esfuerzos en Odisea en perseguir al protagonista. El motivo explícito es el agravio casi mortal a su hijo Polifemo, las razones profundas son que Odiseo necesita un contendiente. El héroe debe ser juzgado por sus acciones y las acciones deben ser juzgadas por los resultados. Poseidón, regresa del país de los etíopes y ve a Odiseo de lejos navegando por el Pontos. Se enciende de enojo el dios de los mares… (Canto 5, vv. 286-90) El héroe encarna, respecto de su comunidad, los ideales compartidos por todos. El héroe se desplaza sobre la línea ambigua que le confiere al mismo tiempo la entidad de representante de las expectativas colectivas y la individualidad necesaria para obtener prestigio, propio e inalienable. Cuando está a punto de perderse, porque las fuerzas de su antagonista son demasiado poderosas, aparece la divinidad salvadora: Ino Leucotea. c. Divinidades marinas proféticas Mucho antes de que Poseidón se hubiera transformado en soberano indiscutido del mundo marino, existían otras divinidades en el mediterráneo, ancianos del mar que tenían el donde de la profecía. Nereo, padre de las Nereidas es descripto por Hesíodo como un anciano ajeno a toda maldad. Con él vivía Proteo, a quien también se le reconoce el título de “anciano de los mares”. Forco, que personifica la espuma de las olas, es hermano de Nereo, y también Taumas, que simboliza el reflejo de los rayos del sol en las aguas y el arco iris que sale después de las tormentas. Las dotes proféticas de Nereo y Proteo no se revelaban más que bajo coacción. Esta resistencia del adivino es un rasgo habitual en muchos relatos procedentes de las más diversas 6

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tradiciones. El conocimiento del fututo presupone necesariamente su preexistencia. Pasado, presente y futuro están fijados por el hado. El destino había determinado que no solo Odiseo, sino también otros héroes de Troya, cumplieran su nóstos. Los mitos ofrecen, en múltiples circunstancias históricas, una mediación entre extremos. Si bien expresan los valores sobre los que se edifica una sociedad, reflejan también los conflictos que habitan en su seno, sin plantear nunca una solución unívoca. Por esa misma razón tienden a mantenerse en el tiempo, sujetos a reinterpretaciones infinitas de la que resulta una rica gama de respuestas para los problemas de la humanidad. 3. El regreso del héroe El viaje de Odiseo puede entenderse como el itinerario humano por excelencia. Decenas de encrucijadas que el hombre puede tener que enfrentar en su vida son superadas por el héroe. El lector se identifica con el personaje en la medida en que siente la expectativa de que cada uno de nosotros debe ser un individuo excepcional. Hay que tener la suficiente astucia para sortear obstáculos con ingenio y, muchas veces, no ser demasiado escrupuloso respecto de los medios que se deben utilizar. El héroe atraviesa en la barca feacia un umbral ambiguo entre dos mundos, las fronteras entre la vida y la muerte, lo humano y lo divino. Este último recorrido evoca las particularidades de un ritual fúnebre. Las escenas de anagnórisis (reconocimiento) son reflejo de la atmósfera de incertidumbre y frustración que domina en esta segunda parte de la epopeya. Los episodios de reconocimiento forman parte de las escenas típicas de la épica (y siglos más tarde de la tragedia) y siguen un patrón, que varía en sus detalles según la jerarquía del acontecimiento o la importancia del interlocutor de Odiseo. Las escenas de reconocimiento suelen constituirse a manera de diálogo, donde uno de los personajes se resiste a dejarse persuadir sobre la identidad del héroe. No obstante, la anagnórisis típica es el reconocimiento por señales. La última y definitiva anagnórisis es el reconocimiento de Odiseo por Penélope.

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a. La última cena de los pretendientes Se trata de una sociedad donde el botín de guerra constituía la base de la riqueza. Las verdaderas diferencias de fortuna que sostenían el sistema aristocrático estaban basadas en la adquisición de bienes mediante la rapiña. El patrimonio y por lo tanto la honra (timé) de un hombre consistían en haber arrebatado a sus congéneres las riquezas, y nunca en el comercio. Ser “comerciante” era el peor insulto que se podía inferir a un hombre de bien. El hombre en Odisea está inmerso en una lucha por la existencia donde la desconfianza y la mentira son armas legítimas y, a la vez, el saqueo es un medio lícito de enriquecimiento, alabado y enaltecido. En Odisea coexisten tres categorías de grupos humanos, distintos pero entremezclados, cada uno con sus demandas específicas: clase, parentesco y oíkos. Las expectativas de cada uno entran a veces en colisión con las del otro grupo, lo cual ocasiona conflictos y produce tensiones y enfrentamientos. Las relaciones de parentesco no alcanzan a la sucesión dinástica. b. El varón idealizado El héroe de Odisea ha avanzado por un contexto de adversidad, rodeado por diversos factores. La lucha con los agentes externos no ha sido fácil, pero ha resultado posible. Su mujer lo ha llorado durante veinte años. Pero es quizás más fácil llorar al marido ausente, idealizado, soporte simbólico del hogar patriarcal, que enfrentarse con un hombre avejentado y extenuado por los trajines de dos décadas de una azarosa travesía. c. Las clases serviles Es verdad que Ilíada y Odisea se insertan en el marco de referencia de un mundo aristocrático-heroico, que toma como modelo las estructuras de poder de la soberanía micénica. En Odisea, sin embargo, debido a que el núcleo temático central es el nóstos de un hombre alejado durante veinte años de su hogar, prescinde de motivos sobrenaturales, contiene relatos populares y módulos narrativos representativos de la vida y costumbres cotidianas. Aún así, la figura de Odiseo como héroe, la de su esposa Penélope y las de otros personajes de la nobleza, han sido analizados por una tradición crítica que plantea un aspecto parcial en cuando solo los representantes de la clase social dominante influyen en la dinámica del relato.

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Los hombres y mujeres de Odisea pertenecientes a las clases serviles generan estructuras del relato que son soporte y marco del accionar de su señor. Pero no solo eso, sino que vemos, en muchos casos, que el texto articula una nueva tipología de personajes. La tamíe dentro de la estructura del oikos es una dmoé. En el texto de Odisea, los términos amphípolos y dmoé comparten una connotación similar: se traducen indistintamente como “sirvienta” o “esclava”. Sin embargo, hay una diferencia. Amphípolos deriva de un verbo que significa literalmente “andar alrededor”, “cuidar o proteger a alguien”. Son mujeres adjudicadas al servicio especial y particular de un miembro de la familia, especialmente la señora de la casa. El término dmoé, en cambio, aparece asociado a “cautiva”. De este modo se designa a las mujeres privadas de su libertad en Ilíada. Euriclea es una dmoé con funciones jerarquizadas. El episodio de la anagnórisis o reconocimiento del héroe. Euriclea va a tener un rol protagónico. El episodio del reconocimiento del héroe presenta gran abundancia y superposición de elementos simbólicos. La anciana encarna la edad primera, la identidad ancestral del héroe y su kléos, su fama imperecedera, celosamente custodiada y ahora reinserta en la legitimidad de su propio cosmos. Los pares de opuestos Euriclea-Melanto y Eumeo-Melantio representan la dupla luzoscuridad, lo positivo y negativo, en un juego simbólico donde no existen claroscuros: la bondad y fidelidad de los siervos de la casa patriarcal se miden con una vara que no acepta tonos intermedios. Los vagabundos no pertenecen al oíkos, carecen de un vínculo con una casa que les signifique protección. Los mendigos, en cambio, una vez que se ganan su lugar en el palacio, mantienen su condición, siempre que no haya otro que se le dispute. d. El adivino Teoclímeno La adivinación en Grecia (mantiké techné) es una disciplina respetada, que comporta todo un sistema complejo de capacidades y prácticas, lo cual exige una profunda preparación para ejercerla.

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El componente religioso se mezcla con el mágico; el hombre trata de controlar todas las fuerzas que lo rodean para conocer su destino –individual o colectivo– y debe observar minuciosamente las señales que le ofrecen los dioses a través de la naturaleza para poder interpretar el mundo en el que vive, sus leyes, y actuar en consecuencia. Eros y thánatos, el orden se constituye nuevamente a partir del desorden. El amor no existe sin la experiencia de la muerte. La ley y el deseo se funden en un abrazo recíproco. Odiseo ha despertado de las leyes del deseo cuando se levanta del lecho nupcial, después de la primera de sus últimas noches con Penélope. Eros se ha desvanecido entre los suaves velos de una muerte doméstica. 4. Los personajes femeninos Durante siete años, Calipso retiene a Odiseo y le promete a menudo hacerlo inmortal y librarlo de la vejez por siempre jamás. Bastaría una sola palabra de Odiseo para que la inmortalidad caiga como lluvia benéfica sobre su cuerpo. Sin embargo, sentado en una roca frente al piélago que lo separa de su patria, el héroe no hace más que llorar. La figura de Penélope ha permanecido en la historia de la literatura como un estereotipo de la fidelidad femenina. Es así que, en el inconsciente colectivo, Penélope queda condenada a llorar y esperar a un marido que no sabe si algún día volverá. a. La fidelidad de Penélope Si bien la figura estereotipada de Penélope sigue tejiendo su tela a través de los siglos, la leyenda había construido otras versiones donde la mujer que espera durante veinte años a Odiseo no permaneció tan castamente célibe como la vulgata homérica pretende. El discurso de otros personajes contradice de alguna manera esta imagen de fidelidad sin fisuras:  Telémaco (Canto 1, vv. 215-6)  Antínoo (Canto 2, vv. 91-2)  Néstor (Canto 3, vv. 211-3) 10

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 Odiseo (Canto 11, vv. 174-79) A pesar de esta diversidad de discursos, prevalece la imagen de Penélope tejiendo indefinidamente su eterna tela. b. Los brebajes de Circe Circe polyphármakos, la de muchos brebajes, se desdobla en dos líneas mitográficas, la del nóstos de Odiseo, en el que actúa como una de las diosas iniciáticas que conduce o guía al héroe a su hogar. Y las llamadas ktíseis sagas, leyendas de fundación o exploración, en las que la mujer está en franca relación mimética con el paisaje como lugar de purificación o de muerte. Odiseo encarna la figura del viajero que se planta ante el mundo y explica ese otro mundo más allá de los márgenes. Circe es una divinidad profética, la que determina los caminos que debe seguir el héroe para volver a su patria. La seductora Circe sabe también cómo puede escapar el héroe de otras seducciones. Conoce todas las variantes de la sugestión y el atractivo femeninos, los ardides del halago que evocan el pasado y dicen conocer los vericuetos de un futuro que se rehúsa y retarda el goce de la paz del hogar. Las harpías, las esfinges y las sirenas son divinidades aladas de rostro femenino. Todas ellas desean con vehemencia unirse a un mortal: quieren que se acerque, anhelan copular con él, y con igual ardor, desgarrar su carne y devorarlo. c. El canto de las sirenas Todas las representaciones de los espíritus del agua son ambivalente: fuente de vida pero también de muerte. Las sirenas de Homero tienen cuerpo de ave, peno no son divinidades del aire porque no pueden volar. Están condenadas a permanecer sentadas en medio de una pradera florida, rodeadas de un enorme montón de huesos de hombres putrefactos cuya piel se va consumiendo por el sol.

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Seductoras pero vírgenes. Tentadoras pero reprimidas. No fue difícil que la literatura y el arte les adjudicaran la malicia sagaz y cautivante del eterno femenino. Conectadas también al cosmos de la creación y la armonía, son la antítesis de las musas, mujeres afables, creadoras de vida que, acordes con la medida de lo humano, cuentan con la aprobación de los hombres y conducen al éxito. d. Las soledades de Calipso La ninfa calipso vive en un lugar paradisíaco. La envidia de los dioses se hace sentir con fuerza aniquiladora cuando algún mortal osa parecerse a ellos, o ser exitoso y feliz en un grado más alto que el permitido por la precaria condición humana. Los celos de los dioses son mencionados por Penélope hacia el final de Odisea cuando se arroja a los brazos de su esposo (Canto 23, vv. 211-2). Y también lo había dicho Menelao cuando Telémaco lo visitó en Esparta (Canto 4, vv. 181-2). Pero la envidia a la que alude Calipso, desesperada por el mensaje de Hermes, se refiere a la animosidad que suscita en un dios olímpico la posibilidad de que una diosa goce de los placeres del amor con un mortal. La isla Ogigia —“muy vieja” o “antiquísima”— constituye una especia de limbo más allá de la vida y de la muerte, un lugar donde es posible escapar de las molestias de la senectud, pero también de los gratificantes avatares de la existencia. Para el griego no tiene sentido una vida que lo expulse de la memoria humana, una existencia en la que ya no pueda ser ejemplo para los suyos ni objeto de envidia para los adversarios. CONCLUSIÓN En Odisea, los inmortales irrumpen de continuo en la vida de los seres humanos. Los relatos tradicionales griegos se entrelazan en una variada complejidad narrativa, en la que conviven los olímpicos con los héroes y los hombres comunes.

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La diosa tutelar del relato en su conjunto es Atenea. El matrimonio (la diosa Hera) y el cuidado de la casa (Atenea) están alejados del amor como pasión (Afrodita). Hay en estas construcciones simbólicas una valoración de las organizaciones sociales “avanzadas”. No sabemos, hasta hoy si los dioses que luchan y sufren con los hombres en Ilíada y Odisea tienen las mismas características de aquéllos que conformaban el panteón en la época en que realmente se produjo la guerra de Troya. Los creadores de una “teología” griega tal como hoy la conocemos, los que sistematizaron las creencias, son poetas inspirados y no sacerdotes. El particular amor por su libertad de los hombres griegos permitió la inexistencia de un dogma sancionado por un sistema eclesiástico. Creó un mundo religioso complejo y abigarrado, acorde a las necesidades de comunidades y clanes que actuaban de modo tangencial y coordinado a la vez con la religión oficial. La gran mayoría de los ciudadanos se sentían vinculados a divinidades y ritos, cuya característica más notoria era fortalecer la solidaridad grupal. El banquete ritual supone siempre un sacrificio, sea de un animal o de productos agrícolas. La comida comunitaria no es solo el medio de organizar el reparto de excedentes y de socializar la riqueza, sino también la oportunidad de desarrollar un acto religioso de especial importancia. El animal sacrificado sella el pacto con los dioses, a quienes se ofrece una parte en forma de ofrenda. Los hombres apelan a la voluntad divina, y celebran una comunión en la que participa la naturaleza y las potencias celestiales para crear un lazo imaginario que conjugue todos los elementos que construyen el orden cósmico. El héroe posee su individualidad como cualidad absoluta. No queda otro camino que definirlo en su singularidad, que viene dada en el marco de los otros actores de la epopeya. El héroe labra su destino a través de la hazaña y trasciende la muerte a través de la memoria.

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