Historia Del Feminismo.

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CURSO VIRTUAL GÉNERO Y MASCULINIDADES

“Formando Facilitadores/as del Trabajo con Hombres en la Prevención de las Violencias de Género” Convocado por el Grupo GIMEM y la Asoc. Civil “Pablo Besson”

Tema1: Teoría y Práctica Feminista Profesor: Lic. Raydel Romero Cabo

La complejidad del mundo contemporáneo tiene en una de sus realidades el profundo impacto del pensamiento y la acción de las mujeres junto a sus organizaciones sociales. Agnes Heller señalaba que de todos los movimientos sociales del siglo XX, el feminista era el único que había dejado huella en las estructuras sociales, ya sea en el espacio público o privado, pues era irrefutable que la nueva presencia de las mujeres, había transformado la reproducción social. 1 Cuando registramos esta realidad a veces perdemos conciencia sobre el camino abierto desde el punto de vista académico y social en busca de relaciones más equitativas. Los cambios demográficos, los procesos de globalización, los avances tecnológicos y comunicativos, el quiebre de los límites en la división del trabajo y la relación privado/público son aristas de una realidad que vamos incorporando con mayor asombro y falta de herramientas para interpelarlo. Entre los tantos "ismos" del siglo veinte, siglo motivador de grandes esperanzas y que defraudó tantas ilusiones, el feminismo nunca prometió la felicidad de los seres humanos ni su objetivo fue la conquista del poder. Se proponía, en cambio, subvertir la separación sexista del mundo, cambiando la imaginación de los sexos, mudando imaginarios. Para millones de mujeres ha sido una conmoción intransferible desde la propia biografía y circunstancia, y para la humanidad, la más grande contribución colectiva de las mujeres. Removió conciencias, replanteó individualidades y revolucionó, sobre todo en ellas, una manera de estar en el mundo. Como un río que se sumerge y 1

Heller Agnes Existencialismo, alienación, postmodernismo: los movimientos culturales como vehículo de cambio en la configuración de la vida cotidiana .En Políticas de la posmodernidad. Ensayos de crítica cultural. Pení nsula Barcelona 1989.

continúa su curso subterráneo, para luego reemerger con más fuerza, el feminismo tuvo su última y potente aparición hace tres décadas. En los años 70s, primero en Europa y Norteamérica, luego en América Latina, mujeres feministas iniciaron este largo viaje, dando lugar a una cultura feminista que hoy se expresa en múltiples formas y en múltiples espacios. Ya no sólo en singular sino en plural, universal, por primera vez en la historia. La construcción y la defensa de los derechos de las mujeres han implicado una crítica transformadora al contexto más amplio de los derechos humanos. Uno de los trabajos centrales del siglo XX que cuestiona el universal como categoría monolítica y excluyente de gran parte de la población humana es El Segundo Sexo. Su autora Simone de Beauvoir, analiza la forma en que la mujer es definida por el varón en relación a él y no en sí misma como un ser autónomo. La humanidad, sostiene Beauvoir, es masculina. En sus palabras: “La mujer se determina y se diferencia con relación al hombre [=varón], y no éste con relación a ella, la mujer es lo in esencial frente a lo esencial. Él es el Sujeto, él es lo Absoluto, ella lo Otro.” (De Beauvoir. 2005:18) Esta Humanidad masculina, este Sujeto universal del cual las mujeres son excluidas, expresa una falacia conocida con el nombre de pars pro toto. Esto ocurre cuando una parte se hace pasar por el todo. Se habla en nombre de toda la humanidad al mismo tiempo que se deja fuera de dicho concepto a la mitad de los seres humanos que realmente la conforman. Este tipo de señalamientos, en el marco del reclamo de derechos, ya habían sido formulados por pensadoras como Olimpia De Gouges en “La Declaración de los Derechos de la mujer y de la Ciudadana” (1791) o en la “Vindicación de los derechos de la Mujer” de Mary Wollstonecraft (1792). Breve entrada al pensamiento y acción más importante del siglo pasado. Todo feminismo tiene como característica común a otros el vindicar la mejora de la posición de las mujeres y de lo femenino, su rehabilitación y reconocimiento expreso para la salida de la relegación y el silencio, a través de la consecución de la individualidad para cada una. El carácter sexista y etnocéntrico del universal ha sido y viene siendo una de los debates centrales en la revisión de los derechos humanos. ¿Está vivo el pensamiento y acción feminista? Cuando todo se desarma, cuando se pierde la fe en las viejas certezas porque ninguna se cumplió, y una economía del terror avanza como un descabellado temblor de tierra, cuando se multiplican las tecnologías a una velocidad impensable hace apenas una década, para las mayorías que quedan fuera de ellas y fuera del mercado de trabajo, la resistencia parece haber recibido un cross en la mandíbula.

No hay resistencia: hay una pluralidad de resistencias, de invenciones veloces y fugaces que a veces cuesta percibir y más aún catalogar. La alegría es una de ellas, la explosión violenta de una fiesta que no pretende perdurar, la creación de un estilo personal, en el propio cuerpo, en los vínculos, en los objetivos que se producen, en el despliegue inventivo de las economías de sobrevivencia que se saben para hoy, para esta semana, para seis meses, rápido, no más. Podría ser parte del itinerario de nuevas preguntas del recorrido que hoy hacemos Cristalizado, normativizado, en este horizonte el feminismo histórico parece el jurasic park. Pero no la impronta que lo generó : Deseo y malestar, alguna noción difusa de felicidad posible, alcanzable, de vive como quieras mientras no sea a costo de otro. ¿QUÉ ES EL FEMINISMO? Feminismos y derechos humanos ¿Podríamos decir que es un movimiento, una doctrina social, una pasión, una ideología, una forma de estar, sentir, pensar, actuar? Lo que sí es cierto es que el feminismo -todo feminismo- es impertinente, insurgente y subversivo y así lo ha sido en todo tiempo y lugar, pues efectúa una crítica radical de la organización patriarcal y propone alternativas, cuestión que no es fácil de digerir por el sistema, pues es éste el más universal e institucionalizado de cuantos se conocen. El sistema patriarcal está instalado profundamente en las costumbres, en las relaciones, en los lenguajes, en la cultura, en las leyes y normas. Y con esta afirmación nos referimos a todos los países del mundo. La única diferencia viene dada por el grado de intensidad que tiene respecto a las reformas y cambios desde las tradiciones hacia los derechos, desde el autoritarismo hacia la democracia. Por eso siempre es impertinente. Porque no cuadra con la pertinencia patriarcal de preponderancia de lo masculino sobre lo femenino, materializado en el dominio de la mayoría de los hombres sobre la mayoría de las mujeres. También es insurgente, porque surge y crece curiosamente en el seno del propio patriarcado que lo aplasta, aunque con enormes esfuerzos y una llamativa lentitud y es subversivo porque vuelve del revés la lógica de la jerarquía y dicotomía entre varones y mujeres. Se dice que el feminismo hoy no tiene buena prensa ni buena acogida, pero eso no es un fenómeno nuevo. Siempre fue así y mucho peor.

Quizás ahora tenemos la suerte de asistir a una fase en la que se dedican algunos recursos públicos para su extensión y divulgación y en la que muchas voces feministas ya pueden hacerse oír. Pero es curioso constatar que levanta más ampollas que cualquier otra teoría libertaria ¿Quizás porque afecta a la vida de todas las personas, sin distinción de edad, clase, raza, cultura o religión? El Feminismo es eso: teoría emancipatoria y prácticas de Equidad; pensamiento y política para mejorar la posición de las mujeres en el mundo y lograr para ellas estatuto de ser por sí mismas. Recogiendo las palabras de Victoria Sau, en el Vol. I de su “Diccionario ideológico feminista”, …”el feminismo es un movimiento social y político que se inicia formalmente a finales del siglo XVIII y que supone la toma de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano, de la opresión, dominación y explotación de que han sido y son objeto por parte del colectivo de varones en el seno del patriarcado bajo sus distintas fases históricas de modelo de producción, lo cual las mueve a la acción para la liberación de su sexo con todas las transformaciones de la sociedad que aquélla requiera”… La palabra “Feminismo” la utilizó por primera vez Charles Fourier, a principios del siglo XIX, pero no hizo con ello sino acuñar un tipo de tendencias que venían existiendo, sobre todo alrededor de las ideas revolucionarias, libertarias, comunitaristas y emancipadoras. El Feminismo tiene una larga historia. Casi en todas las épocas y culturas descubrimos a algunas mujeres que vindicaron, lucharon y lograron o no el estatuto de ser para ellas mismas y para otras. Muchas de ellas han desaparecido de la historia oficial, pero, gracias a un buen número de investigaciones recientes vamos sabiendo cada vez más de estas pioneras aisladas y no nombradas. La mayoría de ellas trabajó a la sombra de algún varón ilustrado e ilustre y fueron plagiadas, silenciadas o incluso castigadas por sus posiciones exigentes con la justicia distributiva. Pero como tal, como feminismo, es decir, como movimiento y corriente organizada pública y políticamente, podemos datarlo en los comienzos de la Modernidad, coincidiendo con la Ilustración y las revoluciones contra los Antiguos regímenes estamentales de señorío y servidumbre, en torno al siglo XVIII. No olvidemos que el lema principal, los tres principios “revolucionarios” -en su día- son la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, principios que aún no rigen en multitud de sociedades del mundo actual. Es lógico que bajo los principios de Igualdad y de Libertad, algunas mujeres imaginaran la inclusión y la reivindicaran como tal, como principio “fraternal” de

Justicia y Equidad, en donde deseaban encontrarse como seres humanos. Pero la fraternidad era el único principio no incluyente, se refería sólo a los varones dominantes. Es el principio androcéntrico por excelencia de esta tríada y es precisamente el que ha impedido en primer lugar y ralentizado en lo sucesivo el acceso de las mujeres en su conjunto a los beneficios de los derechos de ciudadanía como “individuas libres e iguales”, primer artículo de la primera Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, en 1789, que era sólo para hombres, y no para todos. El acceso al sufragio para los varones no propietarios y colonizados se obtuvo en el siglo siguiente. Este es el punto de arranque del movimiento vindicativo feminista como tal : la exclusión de los derechos de ciudadanía, en razón de la pertenencia al sexo femenino únicamente, no de la raza, la edad o la clase social, que habían sido los puntos de exclusión para los varones. Aún tenemos rasgos de exclusión en todo el mundo por el simple hecho de ser mujeres, por eso el movimiento feminista dura y perdura, porque las barreras y prejuicios de género aún no se han eliminado en su totalidad. En ningún lugar los varones sufren discriminaciones por el hecho de ser del sexo masculino, sino por su pertenencia a otras categorías humanas, como son la raza, el color, el aspecto, la discapacidad, el origen, las creencias, la clase social o económica, etc. Los varones dominantes han conceptualizado el mundo, lo han hecho tomando como norma humana la pertenencia al sexo masculino y como desviación la pertenencia al sexo femenino. Esta injusticia persiste en la actualidad y en todos los países del mundo, pero en distinto grado y con muy diversa intensidad. El feminismo no ha podido acabar aún con la desigualdad de trato, de condiciones y de oportunidades respecto a las mujeres, aunque sí ha conseguido que muchas disfruten de ciertas cotas de libertad y de igualdad de derechos como por ejemplo la elección de estado civil o el derecho a la educación- respecto a sus antepasadas vivas o muertas, que ni siquiera pudieron pensarse ni vivir como personas-individuas libres e iguales. Todos estos puntos negros de la humanidad respecto a las mujeres, y algún otro producto de la misoginia cultural, como es ser objetos de violencia, servidumbre, prostitución y abuso sexual en todo el mundo y desde niñas, constituyen también los elementos de base de la vindicación feminista de todos los tiempos.

HISTORIA Y GEOGRAFÍA DEL FEMINISMO Este recorrido esta travesado por las restricciones comunes hacia lo femenino, hacia las diferencias Como ejemplo voy a dar uno bastante significativo: cuando se dice que después de la caída del Antiguo Régimen la burguesía accede al poder, al conocimiento y a las profesiones liberales no se nos habla de las mujeres de la burguesía sino de los hombres, pues ni ellas ni ninguna otra pudieron acceder al voto, a la educación superior ni a ciertas profesiones hasta bien entrado el siglo XX. Por tanto, una verdadera historia del feminismo, tendría que contenerse en una revisión de la otra historia: la oficial, impregnada de ausencias y exclusiones, que nos impide saber qué hicieron ellas: pobres, ricas, listas, torpes, creadoras, inventoras, artistas, pensadoras, artesanas, políticas o escritoras. A la mayoría sólo las conocemos, a veces y superficialmente, a través de sus relaciones de parentesco. Pero no podemos dejar de referirnos a algunos momentos clave de las vindicaciones y de sus protagonistas. Recomendamos leer las biografías de las mujeres que voy a nombrar y consultar los textos recomendados en la bibliografía. En los buscadores de Internet tenemos una mina de datos. Espero despertar bastante motivación nombrándolas. Esa es una de las ventajas de abordar el conocimiento de cualquier material con enfoque de género, pues este método descubre la mitad oculta y suele despertar, al menos, interés por el nuevo conocimiento que viene a completar el que teníamos de forma sesgada. Una precursora. En los albores del Renacimiento, a caballo entre Francia e Italia, surge la escritora profesional Christine de Pizan, feminista en todas sus propuestas y manifestaciones literarias. Ella es una de las pocas no enterradas en el silencio y de ella conservamos múltiples escritos. En “Le livre de la cité des dames” (1405), usando el método de pregunta-respuesta y el de la alegoría, va contestando a las misóginas opiniones que en momento se habían lanzado desde “Le Roman de la Rose” de Jean de Meung, oponiendo a las atrocidades y las culpas de los males del mundo que se atribuían a las mujeres, la virtud ética, la entereza y la amplitud de miras de muchas mujeres de la Antigüedad. Ella es la primera que realiza una verdadera genealogía feminista, rescatando muchas obras y hazañas femeninas olvidadas o denostadas. Pizan colabora y calienta la polémica conocida como “La querelle des femmes”, que permanecerá en el candelero público hasta bien entrado el siglo XIX y donde

se destacan actitudes opuestas: misóginas y pro feministas, tanto por parte de pensadoras como de varones filósofos o moralistas. Dicha querella se basa fundamentalmente en argumentaciones que sostienen la naturaleza excelente o perversa de las mujeres. Pioneras revolucionarias En las acciones llevadas a cabo durante la Revolución Francesa, se destacaron muchas mujeres, organizadas o no, en torno a la reclamación de derechos gremiales, económicos y políticos. No deberíamos nunca olvidar a Théroigne de Méricourt, Mme. Roland, Claire Lacombe, Lucile Desmoulins y Olympe de Gouges. Esta última nos ha dejado múltiples escritos y el más relevante fue la “Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana”, que redacta como propuesta inclusiva de las mujeres en los derechos de ciudadanía y hace llegar sin éxito a la Asamblea Nacional. A estas mujeres les habían precedido en el pensamiento algunas otras, como Marie Le Jars de Gournay, Mlle. de Scudéry o Émilie du Châtelet, pensadoras autónomas y defensoras públicas de los derechos de la mujer. Liberales ilustradas En 1791 se publica en Inglaterra la “Vindicación de los derechos de la Mujer” de Mary Wollstonecraft, como lógica y contundente reacción a las teorías educativas de Rousseau respecto a las mujeres, que las declaraba sometidas a la voluntad del hombre nuevo, libre e igual, sujeto emergente surgido de las nuevas ideas, que necesitaba de esa sumisión de la mujer para poder desarrollar su Libertad y su Igualdad. Mary lanza su proclama aun plegándose a algunas ideas tradicionales, pero definitivamente supone un hito en la historia de la justicia distributiva respecto a las mujeres. Para su época fue una desadaptada y llamada “hiena con faldas”. Socialistas Al pertenecer a organizaciones que declaraban la Igualdad, las desigualdades de clase y la lucha por la justicia distributiva como bases incontestables de sus programas, contaban con la oposición frontal o velada de sus dirigentes masculinos, ya que éstos siempre tendían a imponer la lucha de clases por encima de cualquier otra lucha y a considerar al feminismo como una cuestión burguesa, que no tenía sentido en la ideología socialista liberadora de las clases oprimidas. Las mujeres, según esta mentalidad, dejarían de estar sometidas, cuando triunfara la revolución social. Las socialistas feministas, como Clara Zetkin, a quien debemos la conmemoración del 8 de marzo, Alessandra Kollontai o Flora Tristánen el Perú, sufrieron de incomprensión aguda en sus propias organizaciones y tuvieron que enfrentarse no sólo a los patronos sino a mujeres de sus propios partidos y

sindicatos resistentes al discurso de liberación femenina y, por supuesto, a sus propios dirigentes, que se escandalizaban y las llamaban al orden cuando sabían de algún mitin en el que se estuviera tratando de los temas familiares, de matrimonio, contracepción o aborto. Por todo ello fueron a veces tachadas de contrarrevolucionarias, pues estas cuestiones “personales” no resultaban interesantes ni pertinentes para las luchas obreras. Hoy en día han conseguido cotas importantes de presencia e incluso de influencia en sus partidos y sindicatos, pero aún son miradas con recelo cuando ponen en las agendas públicas acciones compensatorias de desigualdad de género o vindican cuestiones feministas, y son frecuentemente tachadas de interesadas, puntillosas, redundantes o radicales injustas que pretenden cambiar las tornas. LA 1ª OLA: Las sufragistas La historia del Sufragismo femenino se ha divulgado en cierto modo, pues de ella se han hecho hasta algunas series de T.V. y películas (“Ángeles de hierro”, es la última que conozco) y se han escrito bastantes libros. Incluso en algunos libros de texto actuales se nombra como movimiento importante, pero sin explicar bien su origen y desarrollo, sus causas y sus consecuencias. Recordemos aquí sucintamente los dos movimientos sufragistas más significativos, que se produjeron en el mundo sajón, a un lado y a otro del Atlántico: en EEUU y en Inglaterra. En el resto del mundo, el slogan internacional “Votes for women” tuvo una enorme repercusión. Curiosamente los primeros países que concedieron el voto a las mujeres fueron Nueva Zelanda y Australia, en la segunda mitad del siglo XIX. Y hoy en día existen aún países que restringen este derecho a las mujeres. Los movimientos sufragistas de EEUU y de Inglaterra tuvieron una buena repercusión pública. La “Declaración de Sentimientos”, suscrita en Séneca Falls, en 1848, promovida por Elisabeth C. Stanton y Susan B. Anthony, entre otras, lanza el punto de partida de las sucesivas organizaciones de mujeres, vindicadoras de los derechos de Igualdad en todo el territorio de EEUU. En el territorio de USA no se consiguió el voto para todas las mujeres hasta 1920. Las Pankhurst lideraron en Inglaterra todo tipo de acciones subversivas para escandalizar a la opinión pública y con ello dar a conocer sus peticiones y exigencias. Fueron denostadas y castigadas y al fin no obtuvieron la recompensa debida. Las británicas obtuvieron el derecho al voto deslindado de las luchas sufragistas, como premio de “compensación” a las mujeres por los servicios prestados en la retaguardia durante la Primera Guerra Mundial. En España el movimiento sufragista no tuvo apenas repercusión y nos da la impresión de que fue un logro solitario de Clara Campoamor en las Cortes de la 2ª República, el 1 de octubre de 1931.

Así fue, en efecto. Campoamor desarrolló un brillantísimo discurso de defensa del sufragio femenino, que logró inclinar la mayoría a su favor. Pero lo pagó con la soledad, las acusaciones de vehemencia, las burlas, el final de su carrera política y finalmente el exilio y el olvido. Ella y Victoria Kent habían sido elegidas sin ser electoras. Pero previamente se habían producido algunos movimientos en este sentido, en los que participaron también otras feministas y mujeres intelectuales destacadas, como María Espinosa de los Monteros, María de Maeztu, María Lejárraga e incluso Victoria Kent (que votó en contra la propuesta de Clara Campoamor en las Cortes) y Margarita Nelken, ligadas a la Asociación Nacional de Mujeres Españolas y al Lyceum Club. La 2ª OLA: Filósofas, liberales y radicales Los movimientos sufragistas tuvieron sus frutos. Un buen número de mujeres comenzaron a incorporarse a los Estudios superiores y a las profesiones, a los deportes, a los sindicatos, al arte y a la literatura, a la ciencia y a los partidos políticos. Gran parte de los años entreguerras fueron fuente de progreso en los derechos y de nacimiento de la llamada “mujer moderna”. Pero, llegados los tiempos de los fascismos y la postguerra, se produjo una recesión, y el renacimiento del clásico ideal de feminidad, (el ángel del hogar victoriano), que volvió a condicionar en extremo la vida de muchas mujeres, cuyas madres ya habían podido disfrutar de más libertades y de más Igualdad. En el contexto de la 2ª postguerra mundial, surge en EEUU un potente movimiento de pensadoras feministas, como Betty Friedan y Kate Millet, que con sus obras “La mística de la feminidad” (1963) y “Política sexual” (1969), respectivamente, denuncian y explican en clave crítica la situación de malestar que padecía una nueva generación de madres esposas felices con su destino y con su rol y a las que no faltaba de nada. A esta paradójica situación le llamó Friedan “El malestar o el problema sin nombre” y Millet la nombró por primera vez como “patriarcado”, sistema de relaciones de poder desigual entre los sexos que a las mujeres las despoja incluso de su propio nombre (apellido), que, curiosamente, en origen es el de su padre para acabar siendo el de su marido. También las despojaba de sus conocimientos, de sus propiedades, de su libertad de elección, para convertirlas en bellos objetos de deseo, de consumo, funcionales o de prestigio para sus prestigiosos maridos, sometiéndolas las más de las veces a situaciones de violencia psicológica o física, como le ocurrió a la propia B. Friedan. Friedan empieza a escribir y a actuar motivada por su propio enfado, rabia y profundo disgusto por su relación de subordinación y de maltrato con su propio esposo, que duró muchos años. Obviamente, en este análisis se refería a las mujeres estadounidenses de clase media y media-alta, cuyos maridos desempeñaban cargos y puestos

importantes en la escala social y económica, pero que no tenían ni siquiera el derecho a disponer de los bienes de la familia. En relación con este tema también puedo recomendar una película interesante, si se sabe leer en el contexto en que se produjo la historia, que era precisamente éste que acabo de describir. La película es “La sonrisa de Mona Lisa”, donde también se trata de la creación y funcionamiento de las Universidades femeninas de EEUU. Ya había una generación de mujeres suficientemente preparadas –como se dice hoy- para que sus conocimientos fueran ahogados en un ambiente cerrado y tradicional, donde todos sus comportamientos estaban prescritos de antemano. Otra de las Feministas de la época es Shulamith Firestone, que con su obra “La dialéctica de la sexualidad” (1970), pone el dedo en la llaga explicando que todas relaciones de dominación tienen su origen en el desigual poder entre los sexos en la organización familiar. Ella desarrolla ampliamente el slogan del 68 “Lo personal es político” y es considerada como la inspiradora de muchas de las acciones tildadas de radicales en aquel momento, cuando las mujeres del movimiento feminista tomaban la calle para demostrar que era también suya, así como sus cuerpos. Las obras que acabo de citar tuvieron repercusión importante, dando lugar a la creación de diversas organizaciones feministas en EEUU. Hablo de los años 60 y 70 del siglo pasado. Entonces se empezó a vindicar, desde corrientes radicales o liberales, el ejercicio efectivo y sin trabas de los derechos individuales, como eran los laborales, educativos, económicos, políticos, sexuales y reproductivos. También se empieza a exigir la puesta en valor de los trabajos gratuitos realizados por mujeres, sobre todo por las madres esposas en su conjunto, aunque tuvieran también algún tipo de trabajo asalariado o remunerado externo al hogar. De esa época data el llamado “Women´s Lib.” (movimiento de Liberación de la Mujer), que se distinguió por sus protestas callejeras y llamativas, sobre el derecho a la disposición del propio cuerpo, a la diversidad del mismo y a la elección sexual y reproductiva. Ahí continúa el germen de la agenda feminista del siglo XXI, junto con las reivindicaciones laborales llevadas a cabo por las sindicalistas organizadas, pues, aunque se han conseguido y consolidado en estos aspectos avances importantes, aún queda mucho por hacer para poder hablar de Equidad de género y no sólo de Igualdad en el acceso nominal a los derechos de ciudadanía que los varones con poder se otorgaron a ellos mismos, por el mero hecho de serlo y antes los extendieron a otros sin poder que a las mujeres de su misma clase y condición.

Buenos ejemplos de esta afirmación los tenemos en el pacto por el “salario familiar”, que retiró a las obreras de las fábricas para que se pudieran dedicar a su hombres y a sus criaturas (siguiendo el modelo de la burguesía) y en la propuesta de ampliación de voto, que alcanzó antes a los varones no privilegiados, negros y campesinos, que a las propias mujeres de las clases privilegiadas. Volviendo al contexto de la 2ª postguerra mundial, no podemos dejar de citar a Simone de Beauvoir, ya la mencionamos, filósofa existencialista francesa, que se atreve a analizar la sociedad patriarcal, desde una posición de privilegio intelectual que le había velado su pertenencia al “Segundo sexo”, dado que su vida social, amorosa e intelectual se daba entre un grupo de élite cultural que la había considerado como uno más. Beauvoir nos descubre por primera vez el concepto de sexo y género, por separado, con su famosa frase “no se nace mujer, se llega a serlo”, explicando con ello que el rol, las funciones e incluso las capacidades y habilidades adjudicadas a las mujeres como naturales, “no venían de serie”, como dice en la actualidad Amelia Valcárcel. El término “género” lo aplicará por primera vez con este sentido la lingüista norteamericana Gayle Rubin, en 1975. Pero Beauvoir, sin declararse específicamente feminista y sin pertenecer a ninguna organización reivindicativa, lanza a través de su libro “El Segundo sexo” una especie de Biblia moderna del Feminismo, que supone una ocasión para una toma internacional de conciencia al respecto. Puesto que se adquieren todos los conocimientos, actitudes, habilidades, destrezas y valores necesarios para llegar a ser mujer, se podría llegar a serlo de otra manera, a través de otra educación. De esta idea arranca el tema de una educación y una socialización para las chicas que las haga dueñas de su destino y conocedoras del mundo en el que viven y que despliegue ante ellas toda una amplia gama de posibilidades de elección, que las aleje de una vida preescrita por el matrimonio como única opción vital. Otra de las aportaciones que Simone de Beauvoir hace, y que será desarrollada y ampliada posteriormente por muchas pensadoras feministas, es la idea de lo femenino y la mujer como “lo otro”. Esta idea clave se ha seguido conceptualizando como jerarquía y dicotomía entre lo masculino y lo femenino, y posteriormente dará lugar al término “androcentrismo”, imprescindible hoy en día para explicar muchas de las situaciones enquistadas en la desigualdad y que persisten en mayor o menor medida, como por ejemplo el lenguaje y la narración histórica o periodística. El hombre y lo masculino es “lo uno”, es decir, lo universal de la humanidad o del grupo humano y la mujer y lo femenino, es “lo otro”, lo específico de las mujeres, desvalorizado, silenciado u omitido. Con este filón argumental se están desarrollando multitud de trabajos e investigaciones al respecto. También tiene una gran influencia en las propuestas políticas de paridad. Simone de Beauvoir, sin pretenderlo, escribe la agenda del feminismo para el presente y para el futuro. Aún no hemos

logrado y por ello continuamos reivindicando la representación equilibrada, el lenguaje no sexista y la reforma de los currícula académicos para que contengan a “las unas” en igualdad con “los unos”, en equivalencia cuantitativa y cualitativa. Beauvoir inicia también la idea de la “sororidad”, descubriéndose en el género mujer, devaluado y subordinado, aunque ella misma no hubiera sido devaluada ni subordinada en su propia vida. Más tarde el feminismo va a desarrollar el discurso y la práctica de la sororidad, para poder establecer entre mujeres alianzas estables o esporádicas que permitan avanzar colectivamente. La 3ª OLA: Vindicadoras: “lo personal es político” A consecuencia de los movimientos sociales nacidos del 68 y desarrollados en los 70, tanto en Europa como en varios países de América, se retoma la conciencia política feminista, por parte de mujeres ligadas a movimientos estudiantiles de izquierdas. En esta lucha se divulgaron varios slogans como “la imaginación al poder” y “lo personal es político”, pero éste último es el que ha tenido mayor resonancia en el trabajo feminista de los últimos cuarenta años. Durante la década de 1970 y siguientes, muchas feministas criadas a los pechos de las vindicaciones estudiantiles, codo con codo con sus compañeros varones, comenzaron sus andaduras profesionales e institucionales, como era de esperar, y también sus biografías relacionales y familiares, sintiendo que la imaginación innovadora en la política, llevada a cabo por muchos de sus compañeros de vida, apartaba todo lo relacionado con la nueva calidad de vida que la idea de “lo personal es político” había enunciado, como esperanza de cambio. Como ya hemos apuntado, en los 70 se vindica también el cuerpo y la sexualidad como propios: la orientación sexual, el aborto, la contracepción, la salud mental y física. Las feministas queman sujetadores, realizan abortos y provocan a los medios para que hablen de ello. Inventan slogans como “Nosotras parimos, nosotras decidimos”, para exigir la capacidad de decisión sobre embarazos y maternidad. También se crean multitud de colectivos de autoayuda y autoconocimiento corporal, como el Colectivo de mujeres de Boston, que publica por entonces un libro emblemático titulado “Nuestros cuerpos, nuestras vidas”, que sirvió a multitud de mujeres para la toma de conciencia sobre su cuerpo sexual y sexuado y la búsqueda del placer. Fue un método de trabajo muy extendido en grupos feministas de todo el mundo, llamado de autoconciencia colectiva. Este tipo de intervenciones también hoy forma parte del modelo de trabajo de algunos compañeros que trabajan con hombres, como el Colectivo Hombres y Masculinidades coordinado por Javier Omar Ruiz y Carlos Iván Garcia en Colombia, de la Escuela Metodológica de Masculinidades Equinoccio de El Salvador coordinado por Larry Madrigal y Walberto Tejedor, y el desarrollo pionero de Patrick Welsh con centro en Cantera de Nicaragua pero con puntos referenciales en toda América .

Las diversas manifestaciones provocaban en público y deseaban con ello aparecer como noticia y que se hablara de ello, crear conciencia, engrosar las filas de las insurgentes. En varias de estas acciones, contra los concursos de señoritas del año, se quemaron sujetadores y se tiraban maquillajes y tacones altos por tierra, se reclamaba la noche, se autoinculpaban de haber abortado y de ser adúlteras, como en España, para mostrar a las claras, la ilegitimitdad de sistemas legales, jurídicos y de convenciones sociales, que se habían hecho sin contar en absoluto con las mujeres y con su capacidad de elección, sino muy al contrario. Igual que las sufragistas habían hecho en su tiempo. Y recibieron a cambio parecido trato: la descalificación global, la ridiculización, el desprestigio. Esta opinión se mantiene hasta nuestros días y se acuñó recurriendo a términos y calificativos como amargadas, feas, lesbianas marimachos, resentidas, vengadoras y sobre todo radicales. Esta fama negativa la perciben también las jóvenes actuales que comentan en muchas de mis sesiones de trabajo que el feminismo ahora está mal visto. La condición de impertinente, insurgente y subversivo y siempre radical (pues va a las raíces del patriarcado, para cercenarlas y que no siga creciendo), y por eso no sienta bien a las mentes “bienpensantes”, entendidas éstas como las más convencionales y conservadoras desde el punto de vista patriarcal, que no siempre coincide con el conservadurismo de la derecha política y con el progresismo de la izquierda. Desde estas posiciones de reacción y resistencia se desarrolla cualquier tipo de estrategia para que el feminismo no progrese adecuadamente y al ritmo esperado. Feminismo Institucional De los 70 también datamos el comienzo de las Políticas de Igualdad, de la eliminación de toda forma de discriminación, la reforma de las leyes que de forma expresa o velada contenían desigualdad de trato de las mujeres. Me refiero a gran parte de países del mundo democrático. En el año 1975 tiene lugar en México el comienzo del decenio para la mujer de Naciones Unidas con la proclamación del Año Internacional de la Mujer. En 1980, en Copenhague, se desarrolla otra Conferencia Mundial, donde no se ve aún muy clara la posición de multitud de gobiernos frente al compromiso de Igualdad y reformas legales. En 1985 tiene lugar en Nairobi la Primera Conferencia Internacional sobre la mujer, en la que el Foro de ONGs. marca una gran influencia sobre el gubernamental y así se logra sacar adelante la “Convención sobre la Eliminación de toda forma de discriminación contra la mujer”, conocida como

CEDAW, suscrita por un número importante de países del mundo, que se comprometían con ello a las reformas necesarias para que no se diera, al menos formalmente, la discriminación por razón de sexo y/o de género. Aún no se ha logrado, incluso se ha retrocedido. Desde entonces se sucedieron cada 5 años y en diversos países, otras conferencias mundiales relacionadas con la situación de las mujeres respecto a los derechos y a las costumbres. La última, realizada en Beijing (China), el año 1995, marca un hito importante respecto a los derechos humanos. El slogan “Los derechos de las mujeres son derechos humanos”, indica que los sexuales y reproductivos no se contienen en la Declaración de Derechos Humanos de 1948 de la ONU y que falta mucho por hacer, respecto a la Igualdad y la Equidad de género en casi todos los países del mundo. En esta conferencia se declaró también la violación de guerra como crimen contra la humanidad, por primera vez en la historia, pero los países fundamentalistas y confesionales, capitaneados por el Vaticano, se negaron a suscribir estas propuestas. La marcha 2000 de las mujeres en New York, tuvo poca repercusión en los medios, al haber sido convocada por Internet, como Foro no Gubernamental, pero tuvo un éxito enorme de convocatoria. En 2005 no se convocó de nuevo conferencia mundial, quizás por el temor de las ONGs y de la propia ONU de no conseguir un avance sino un retroceso, dada la orientación actual de muchos gobiernos del mundo respecto a las mujeres y a sus derechos efectivos. En estos treinta años, en los países democráticos del ámbito occidental sobre todo, los más importantes avances se han producido en el terreno del cambio vital de las mujeres en su conjunto, respecto a su capacidad de elección respecto de sus antepasadas: elección de estudios, empleo, relaciones amistosas, amorosas y sexuales, reproducción y capacidad de movimiento externo. Este cambio espectacular altera sin duda el proyecto vital de la otra mitad, la de los varones que, ajenos en su mayoría a estos cambios, a las vindicaciones de Igualdad y a las luchas feministas, se ven afectados por ello: si una mitad cambia, la otra mitad queda descolocada de su posición anterior. Las voces, influencias y presiones de los 70 han tenido múltiples consecuencias: en el pensamiento y en las prácticas políticas. Desde entonces se han ido generalizando y ampliando los servicios de planificación familiar, con la generalización de la contracepción y la despenalización -aunque relativa- del aborto, las acciones positivas compensatorias de desigualdad en el empleo sobre todo, la proliferación de los estudios y las investigaciones de género y sobre la situación de las mujeres en particular, los organismos de Igualdad, los proyectos específicos de acción positiva, la reforma de los códigos y la promulgación de nuevas leyes a favor

de la paridad, de la Igualdad, contra la violencia de género y las medidas y servicios de conciliación de la vida familiar y laboral. Esta descripción responde a los efectos que los movimientos feministas de los 70 han ido teniendo en los países democráticos, en mayor o menor medida. Responde a las consecuencias que las presiones en forma de demandas organizadas por asociaciones o Consejos consultivos, lobbies o luchas más directas han ido consiguiendo. También responde a la presencia e influencia que muchas profesionales surgidas del movimiento estudiantil de aquellos años han tenido y siguen teniendo en las instituciones democráticas, pero tenemos aún muchos temas pendientes, que podríamos también denominar como situados a mitad de camino, como a medio hacer. Esta multiplicidad de acciones también ha traído una multiplicidad de orientaciones feministas. Para bien y para mal, el feminismo es actualmente plural, producto de su propia madurez y por otra parte acusa la disgregación ideológica propia de lo que llamamos postmodernidad. La madurez del movimiento feminista ha hecho posible su avance y pluralización. Por eso es más conveniente ahora hablar de feminismos. La 3ª OLA: ONGistas, Profesionales, Sindicalistas y Académicas. Derivado del pensamiento divergente actual y de la crisis sobre la validez universal de una única razón, las bases ilustradas en las que el feminismo se había sustentado históricamente, van cediendo terreno a otras corrientes o haciendo posible que se realice una miscelánea ideológica. Ya no se puede hablar de pensamiento único en Feminismo. La disgregación ideológica feminista, enriquecedora por un lado y desconcertante por otra, tiene ahora diversos nombres: ciberfeminismo, ecofeminismo, queer, nómada, postcolonial, pensamiento de la diferencia sexual, feminismo de la Igualdad. Tampoco podemos pensar que todas las feministas actuales están en los mismos espacios de trabajo y de influencia. La dispersión hace que estemos en todas partes, en número reducido, pero en muchos lugares, con mucha intensidad en el trabajo y con cotas de influencia variables. En Instituciones públicas, en Asociaciones, en Profesiones, en Sindicatos y en el ámbito académico. Algunas jóvenes y algunos varones que se inician en el feminismo se extrañan de tantas propuestas divergentes y lamentan la multiplicidad de actitudes y posiciones que observan dentro del mismo. Como unas y otros heredamos formas autoritarias del patriarcado, donde acogernos para transitar por caminos seguros, también las deseamos para transitar por caminos ciertos, rectos y sin dobleces por las nuevas formas de feminismo. Pero está bien que no las encontremos trazadas y selladas, inamovibles. Esto demuestra que el feminismo está vivo y se mueve en múltiples direcciones, que es necesario, explorador, inventor, creativo y que ha madurado lo suficiente para mantener discrepancias.

Estas controversias son a veces dolorosas y aparentan restar eficacia a los objetivos feministas. Pero van a hacer posible la interpelación, la miscelánea y la síntesis entre distintas posiciones. Lo más adecuado, a mi entender, es que nos situemos en la postura que más nos encaje. Creo sinceramente, que el feminismo necesita muchas voces y muchas energías desplegadas. Bienvenidas sean todas ellas. Voces femeninas El "movimiento" adquiere hoy la forma de una "red". Un trabajo de formación tan importante como el de la relación secular entre los sexos es a largo plazo: debe hacer tretas con el tiempo y someterse a metamorfosis. No obedece a un modelo preestablecido sino se inventa en la coyuntura y la confrontación de las opiniones y de las opciones. Conoce períodos de latencia y períodos de efervescencia, en acciones variables dependiendo de las culturas y los países, aún si la experiencia de unas instruye la de las otras. La "revolución" de las mujeres no corresponde a la imagen de tabla rasa ni de reconstrucción a partir de cero. Hace tretas con lo dado. Feminizar al mundo significa astillar la concepción binaria de la mirada, sin perder de vista las especifidades, en el pensar y en el accionar requeridos en cada momento, iniciar el arduo aprendizaje de sentir lo ajeno como propio cada vez que la injusticia se incrusta o se cierne, porque no hay propio y ajeno, esta es una figura construida por la voz del amo, por la vara que intenta controlar la viviente diversidad en estado de constante transformación. Todas íbamos a ser ancianas indecentes y a bailar la conga hasta el final, porque ya no estábamos condenadas a reproducir sino que habíamos abierto las autopistas para crear, para correr el riesgo veloz y hacernos cargo sin descartar las rutas secundarias, y hacer piquete si fuera necesario. ¿Cómo?, ¿Con qué estrategias?: con las viejas y siempre nuevas estrategias personales que de inmediato, ¿o antes?, se transliteran, se contaminan, se transforman en colectivas y se deshacen para ser asumidas nuevamente como experiencias subjetivas únicas y que hacen del arte y del accionar político una trama viva, atractiva, sin tufillo de drácula que arrastra su féretro con un puñado de tierra natal. Ser mejores historiadoras, es decir, reinventar constantemente lo sucedido, y dejar ir, dejándonos, al mismo tiempo ir. ¿Cómo? con deleite por el cambio, por su incertidumbre, su descentralización. No más terreno seguro, tranquilidad en la plusvalía acumulada. Un festivo asalto a lo desconocido que exige atención y precisión. Poner el cuerpo y poner el fuego de hogueras en la ruta, creer en lo que fuimos y creer en las que vienen, en las que vendrán con su mochila cargada de acierto y error como las nuestras: -¡Mirá la vieja!; - ¡Mirá la pendeja! Mutuas señales de transmisión.

Diana Bellesi. Escritora y poetiza argentina.

El feminismo que, a partir de nuestra experiencia personal, no se traduce en palabras originales, capaces de dar un sentido de libertad a nuestro ser mujeres/hombres, corre el riesgo de ser traducido según la lógica y los intereses de los poderes dominantes. Seguir hablando de feminismo, pero hablar de él en un lenguaje más libre y desprejuiciado, de manera que llegue a ser un elemento esencial en el tránsito actual de civilización. Sólo así las más jóvenes, haciendo suya la herencia feminista, podrán aportar lo nuevo, en el sentido crítico, de enriquecimiento o de apertura hacia prospectivas inéditas. De otra manera, sus nuevos aportes no serán más que repetición: redescubrirán lo que había sido ya descubierto, recorrerán el camino ya hecho, inventarán lo que ya había sido inventado. "Hay mucha prevaricación masculina en la historia humana, que parece una historia sólo de hombres; pero hay también una parte tal vez no pequeña de resistencia femenina a la significación de la diferencia, como una oposición a despegarse simbólicamente de sí, "partir de sí" también en el sentido del partir". El texto termina con la propuesta de intentar, con los hombres, la apuesta de una relación: "nuestra apuesta será la de entrar en relación política también con hombres, cuya virilidad se exprese fuera de la competencia por el poder y la primacía, intérpretes de un sentido libre de la diferencia masculina". Librería de Mujeres de Milán, La cultura patas arriba. Selección de la Revista Sottosopra con el final de patriarcado 1973-1996. Madrid: Horas y HORAS, El feminismo, hoy en día como siempre, trata de dar su expresión teórica a un proceso de cambio social que tiene implicaciones en todos los niveles de la existencia humana: en el nivel económico, en el político, en el orden cultural y en el de las organizaciones simbólicas.

En el feminismo de la diferencia trabajamos en conjugar la diferencia femenina con la libertad, separándola de un poder en el cual aprendimos a conocer la marca inimitable de la sexualidad masculina. El feminismo de la igualdad, en cambio, se obstina en medir la temperatura de las vidas femeninas con el termómetro del poder: hay pocas mujeres en los parlamentos, en las cúpulas de gobierno, en los consejos de administración, en los periódicos y noticieros televisivos, por lo tanto, las mujeres perdieron, y para vencer es necesario reivindicar que sean más, que el poder de los parlamentos, de los gobiernos, de los consejos de administración y de los medios de comunicación nos abran los brazos. Esta letanía se equivoca, cuatro veces, en la lectura de las mujeres y en la lectura del poder. Porque no sabe leer el poco poder femenino como distancia de las mujeres de sus ritos obsesivos y de sus costos en términos de libertad. Porque denuncia la misoginia del poder pero sigue suplicando que nos abra las puertas. Porque no ve cuanta capacidad de transformación del mundo las mujeres ponen en movimiento sin necesidad de tener grandes poderes, además del hecho que los grandes poderes están cada día más autorreferente

y siempre menos capaces de reformar el mundo. Por último, porque sigue creyendo en la promesa de igualdad universal (en este caso, la igualdad de poder entre hombres y mujeres) del proyecto político de la modernidad, ahí donde el pensamiento de la diferencia ha demostrado ampliamente que es una promesa falaz de partida. La igualdad es un concepto de la historia masculina que no contempla a las mujeres o las considera sólo como anexión y asimilación; por lo tanto, la promesa paritaria está incompleta y permanecerá incompleta por la simple razón que no puede cumplirse.

Por ello, el sentido de democratizar la cultura desde una perspectiva de género supone el desafío de estar atentas a los sistemas de prestigio y valores, a las Estructuras simbólicas y psíquicas que se van resignificando, reproduciendo o cambiando en relación a las representaciones de lo femenino y masculino. Sobre todo, en nuestras sociedades barrocas que se globalizan a medias, que se mundializan sin preguntarse por la validez de los procesos y que en muchos casos aún no logran una plena democratización. En ese sentido, pienso que los feminismos latinoamericanos tienen un campo de impugnación especial desde las diversas corrientes que lo sustentan, como el de los grupos étnicos, generacionales, sexuales, populares, de derechos humanos, etc., generalmente des-centrados del poder y portadores, por ello, de un discurso cultural renovador y de prácticas sociales nuevas. Visualizo así un tiempo en donde la pluralidad de redes y de posiciones feministas en América Latina y el Caribe constituyan un movimiento de múltiples caras que apunte a la democratización de la cultura, en el sentido antiguo mistraliano y en el nuevo (barroco y globalizado), con espacios políticos en donde el "centro esté en todas partes", en donde las diferencias "aparezcan" (en el sentido de Arendt)(4) y sean respetadas; oponiéndose así a la estratificación geológica, a la roca ciega, que ha sido el pilar del desarrollo del siglo que se va. El falso dilema de "igualdad frente a diferencia" se derrumba desde el momento en que no tenemos una entidad homogénea "mujer" enfrentada a otra entidad homogénea "varón", sino una multiplicidad de relaciones sociales en la cual la diferencia sexual está construida siempre de muy diversos modos y adopta formas específicas. Aprendimos que las diferencias no son algo negativo y que es necesario reconocer la multiplicidad de elementos que constituyen las identidades, así como su contingencia y su interdependencia. El reconocimiento de las diferencias conlleva la ruptura con viejos esencialismos que añoran un pasado ilusorio y suponen que despojar al feminismo de sus certezas y garantías es hacerle perder su sentido. En realidad, el feminismo siempre ha estado fragmentado. La unidad que existía se basaba en la ceguera de clase o etnia. Las únicas certezas eran nuestra indignación y nuestra rebeldía frente a la opresión, y la fe -aunque no siempre explícita- en el progreso, la revolución y la supresión de las clases

La institucionalidad feminista contiene "las dos caras de Jano": por un lado, estas instituciones se auto-reconocen feministas, y mucho de sus intervenciones impulsan propuestas feministas desde diferentes perspectivas. Ha permitido mayor visibilidad, ha supuesto mayor profesionalización, mayor efectividad en cierto tipo de intervenciones y cierto tipo de conocimientos, mayor capacidad de interacción con lo político público, especialmente en relación al Estado, conquistando leyes, políticas de afirmación positiva e institucionalidad estatal orientada a las mujeres. Por otro lado, esta institucionalización ha generado también relaciones de poder y hegemonías y ha sido impactada por las dinámicas de los cambios actuales: en muchos casos, se ha sustentado en un creciente debilitamiento de las articulaciones feministas con otros actores sociales, en un creciente distanciamiento de los movimientos de mujeres, también en desarticulación y debilitamiento, en la visibilización de las feministas no como expresión de una fuerza social diversa y plural sino como especialistas, contribuyendo a generalizar un discurso de género que, sin buscarlo, oscureció el conflicto y por lo tanto el contenido políticamente subversivo de las relaciones entre los géneros.

No existe "un" movimiento feminista en América Latina hoy en día (de hecho, diría que nunca existió), mucho menos sólo dos "vertientes" o tendencias -una supuestamente "institucionalizada" y la otra auto-proclamada "autónoma"como se ha afirmado con tanta frecuencia en los últimos tiempos en la región. Hoy se perfilan múltiples feminismos, en cada uno de los cuales se manifiestan una amplia gama de expresiones organizativas, prácticas y tendencias políticas, formas de intervención en lo cultural, lo público, lo político, estrategias para superar la discriminación y opresión sexual, étnica-racial, de clase, etc. Desde principios de los 80 en los Estados Unidos y con más vigor y visibilidad en la América Latina a partir de los 90, los propios feminismos se han diversificado dramáticamente, aumentando exponencialmente el alcance político-cultural de las ideas y principios que inspiraron los feminismos de los años 60 y 70. Pero la expansión o dispersión socio-cultural feminista no ha necesariamente diluido el potencial transformador de "nuestras" ideas "fundacionales", como algunas mantienen. Al contrario, muchos elementos claves de los varios idearios feministas del comienzo de esta segunda ola han sido revigorizados al ser apropiados, reformulados, resignificados y re-desplegados por la más diversas "categorías" de mujeres, quienes han continuamente forjado nuevas expresiones feministas en las Américas -como es el caso de los feminismos de "women of color" en los Estados Unidos y los feminismos "populares" y negros en Latinoamérica. Al umbral del nuevo milenio, tendríamos que reconocer que, como sugiere Jane Manesbridge para el caso de los Estados Unidos, el llamado "movimiento feminista... no es ni una agregación de miembros individuales sino un discurso. Es un conjunto de aspiraciones y entendimientos cambiantes y disputados que proveen metas conscientes, soporte cognoscitivo, y apoyo emocional para la evolución de la identidad política de cada individuo" (1995). La multiplicidad de

expresiones organizativas feministas han sido vitales para la invención, sustentación y circulación de los discursos, las metas transformacionales, y los principios ético-políticos que son constitutivos de los que llamamos "el movimiento", aun cuando éstos son continuamente disputados y resignificados por las diversas mujeres que hoy se identifican como feministas. Algunos conceptos Empoderamiento El proceso por el que las personas, las organizaciones o los grupos carentes de poder toman conciencia de las dinámicas del poder que operan en su contexto vital, desarrollan las habilidades y la capacidad necesarias para lograr un control razonable sobre sus vidas, ejercitan ese control sin infringir los derechos de otros y apoyan el empoderamiento de otros en la comunidad. Mc Whirter, 1991. «Yo, que he nacido mujer, me puse a examinar mi carácter y mi conducta y también la de otra muchas mujeres que he tenido ocasión de frecuentar (…) Me propuse decidir, en conciencia, si el testimonio reunido por tantos varones ilustres podía estar equivocado. Pero, por más que intentaba volver sobre ello (…) no podía entender ni admitir como bien fundado el juicio de los hombres sobre la naturaleza y la conducta de las mujeres». Christine de Pisan: La Ciudad de las Damas.

«El principio que regula las relaciones actuales entre los sexos, la subordinación legal de un sexo al otro es injusto en sí mismo y es actualmente uno de los principales obstáculos para el progreso de la humanidad». J. Stuart Mill y H. Taylor: La sujeción de la mujer PATRIARCADO «Es un orden social genérico de poder, basado en un modo de dominación cuyo paradigma es el hombre. Este orden asegura la supremacía de los hombres y de lo masculino sobre la interiorización previa de las mujeres y de lo femenino. Es asimismo un orden de dominio de unos hombres sobre otros y de enajenación entre las mujeres». Marcela Lagarde: Género y feminismo, Desarrollo humano y democracia. FEMINISMO RADICAL Considera que es necesaria la transformación del espacio privado, pues no basta con ganar espacio en lo público, ya sea trabajo, educación, derechos civiles. Con el lema «lo personal es político», se quiere señalar que existe una dimensión política en la vida personal. El feminismo radical revolucionó la teoría política al analizar las relaciones de poder que estructuran la familia y a sexualidad. FEMINISMO DE LA IGUALDAD

«Tenemos derecho a exigir la igualdad cuando la desigualdad nos interioriza y tenemos el derecho de reivindicar las diferencias cuando la igualdad nos descaracteriza, nos oculta o nos desconoce” Declaración Redes Feministas de América Latina y el Caribe. CEPAL, Mexico 2004. MITOS SOBRE EL FEMINISMO QUE SE CAEN POR SU PROPIO PESO Las feministas luchan contra los hombres Todas las feministas son lesbianas Las feministas son unas amargadas El feminismo es lo mismo que el machismo sólo que al revés Las feministas no son «femeninas» Sólo las mujeres pueden ser feministas El feminismo está bien, menos cuando es radical