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Historia. Libro II (Euterpe) COLECCIÓN CLÁSICOS DYKINSON HERÓDOTO Serie: Textos Director de la colección ALFONSO S

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Historia. Libro II (Euterpe)

COLECCIÓN CLÁSICOS DYKINSON

HERÓDOTO

Serie: Textos

Director de la colección

ALFONSO SILVÁN RODRÍGUEZ

Historia. Libro II (Euterpe) Edición bilingüe, introducción y notas de

JOSÉ M. FLORISTÁN

Madrid 2011

ÍNDICE © José M. Floristán, 2011 Editorial DYKINSON, S. L. - Meléndez Valdés, 61- 28015 Madrid Teléfonos (+34) 91 544 28 46 - (+34) 91 544 28 69 e-mail: [email protected] http://www.dykinson.es http//www.dykinson.com Consejo editorial: véase www.dykinson.com/quienessomos ISBN: 978-84-949Depósito Legal: M.-00000-2010 Preimpresión e Impresión: SAFEKAT, S. L. Belmonte de Tajo, 55 - 3.º A - 28019 Madrid

Todos los derechos reservados. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Los griegos en Egipto . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Los viajes de Heródoto . . . . . . . . . . . . . . . 3. Fuentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. Ideología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5. Cronología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Medidas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Sinopsis de la historia del Antiguo Egipto . . . . . .

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Advertencias a la presente edición . . . . . . . . . . . .

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Lecturas discrepantes de la ed. de Hude . . . . . . .

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Signos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Sinopsis del libro II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Texto bilingüe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Notas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 264

INTRODUCCIÓN

1. Los griegos en Egipto. No hay evidencias concluyentes de la presencia cretense en Egipto hasta el Imperio Nuevo. Tras el colapso de la civilización minoica (c. 1400), los micénicos continuaron y ampliaron los contactos comerciales con Egipto, como demuestran los hallazgos arqueológicos. Más allá de los contactos comerciales, algunos estudiosos han postulado la presencia en Egipto, en época tan temprana como la 18ª dinastía, de mercenarios griegos que habrían ayudado a los faraones en la lucha contra los hicsos, pero las evidencias son débiles. Parece que los griegos formaron parte de dos oleadas de invasores de Egipto conocidos bajo el nombre genérico de «pueblos del mar», que tuvieron lugar c. 1200 y 1175 a.C. En la primera encontramos entre los aliados de los libios a los Aḳawasa (Aḫḫiyawa en los textos hititas), que han sido identificados con los Ἀχαιοί, nombre con el que Homero designa a todos los griegos. En la segunda aparece un pueblo llamado Danu, que se ha identificado con los Δαναοί, otro étnico genérico para los griegos en Homero, si bien en este caso la identificación es más dudosa. En los siglos oscuros (XI-IX) y en el periodo orientalizante las relaciones entre Egipto y Grecia no fueron directas, sino indirectas a través de fenicios y sirios, y más en una di-

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rección occidental que oriental. En dos pasajes de la Odisea (14.245 y ss., 17.424 y ss.) se menciona un viaje pirático de Ulises a Egipto, que reflejaría más la situación de la época oscura que de la micénica. El crecimiento de la población, que obligó a la búsqueda de recursos, y el incremento del bienestar material, que despertó el deseo de una vida más refinada, fueron los dos factores decisivos que a partir del s. VII impulsaron el establecimiento de griegos en Egipto. Los primeros testimonios son del reinado de Psamético I (664-610 a.C.), al que mercenarios griegos y carios pusieron en el trono (2.152.3 y ss.). Una fuente asiria, el cilindro Rassam, afirma que Giges de Lidia (cfr. 1.7 y ss.) envió ayuda a Psamético en su lucha contra el rey asirio Asurbanipal. Heródoto nada dice de ello, simplemente habla de piratas carios y griegos llegados al país por casualidad (152.3 y ss.), quizás porque está reproduciendo la versión de los sacerdotes egipcios, que habrían manipulado los hechos para silenciar a sus enemigos asirios y engrandecer el papel de Psamético desde una perspectiva nacionalista. Tras los servicios prestados, el faraón concedió a los mercenarios unos campamentos (Στρατόπεδα, cfr. 2.154) para asentarse, con la intención de que le sirvieran de contrapeso a la clase social de los «guerreros» (μάχιμοι), que eran mayoritariamente de origen libio y durante siglos habían sido un factor de inestabilidad interna. La pérdida de protagonismo, como es lógico, disgustó a los guerreros, que en número de 240.000 abandonaron a Psamético y se establecieron en Nubia (los «desertores», cfr. 2.30). Desde entonces los mercenarios griegos fueron empleados por los faraones en momentos de necesidad, en especial en las operaciones de Neco II en Siria-Palestina en 609-605 (2.158-9) y en la campaña contra Nubia de Psamético II en 593 (2.161). En el reinado de Apries los mercenarios

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perdieron su posición de privilegio por un levantamiento de los «guerreros» encabezados por Amasis (2.162-3, 169.1-3). Con todo, este faraón los siguió empleando y en su política helenófila concedió a los comerciantes griegos que llegaban al país la ciudad de Náucratis para que se establecieran en ella. Junto con los mercenarios, en el reinado de Psamético I se establecieron en Egipto los primeros comerciantes griegos. Diodoro (1.66.8; 67.9) y Estrabón (17.1.18) nos dan noticia de ello. El centro más importante de su actividad fue Náucratis. Se ha discutido la fecha del establecimiento griego en la ciudad. Los hallazgos arqueológicos apuntan a las últimas décadas del s. VII (c. 620 a.C.), pero las fuentes literarias lo adelantan hasta mediados del s. VII. Es posible que en esta última fecha los milesios ya tuvieran una factoría comercial, cuyo desarrollo aún habría tardado unas décadas en producirse (cfr. n. 178). Cuando Amasis se hizo con el poder en solitario (c. 567 a.C.), como su llegada al trono se había producido apoyado por las fuerzas egipcias y contra los mercenarios que habían apoyado a Apries, tomó medidas que restringieron el comercio de Náucratis (cfr. cap. 178), que Heródoto, a la luz de su posterior helenofilia, interpreta como ventajas. Otro punto importante son las supuestas visitas que diversos filósofos y poetas griegos cursaron al valle del Nilo. Diodoro (1.96-98) menciona varios nombres: Orfeo, Melampo, Homero, Licurgo, Solón, Pitágoras, Demócrito o Platón. Dejando de lado figuras legendarias cuya historicidad es controvertida, como Orfeo o Melampo, en el resto de los casos la leyenda correspondiente nació de la observación de los parecidos, siquiera superficiales, en distintos campos de la cultura, y la aplicación a ellos del axioma post hoc ergo propter hoc (cfr. infra).

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Por otra parte, el gusto griego por la ordenación y sistematización llevaba a postular el préstamo de fenómenos culturales de otros pueblos a los que se tenía por más antiguos, préstamo que se producía a través de la visita de un personaje destacado. En el lib. II Heródoto menciona dos préstamos culturales destacados, el de la «ley contra la holganza» de Solón (2.177), y el de la costumbre de no enterrarse con vestidos de lana de órficos y pitagóricos (2.81) y de la doctrina de la metempsicosis (2.123). En el primer caso hay una serie de impedimentos cronológicos que hacen imposible la versión de Heródoto (cfr. n. 177 y n. 1.29 para la estancia de Solón en Lidia). En el segundo, no parece probable la importación de un tabú sin la adaptación del complejo ideológico que lo motiva –el rechazo órfico-pitagórico de todos los productos de animales (cfr. KR 225 y ss.)–. Por lo que respecta a las doctrinas de la palingenesia y metempsicosis, su necesaria base filosófica es el concepto dualista, típicamente griego, de la persona, integrada por cuerpo (materia) y alma (espíritu). Esta concepción es ajena al pensamiento antropológico egipcio, que no concibe una inmortalidad del alma separada del cuerpo (de ahí su conservación por las técnicas de embalsamamiento). 2. Los viajes de Heródoto Sólo hay un dato seguro para fijar la cronología de la visita de Egipto por Heródoto: en 3.12.4 dice haber visto los cráneos de los persas muertos en la batalla de Papremis (459 a.C.) durante la revuelta de Ínaro, que se convierte así en el terminus post quem. Si tenemos en cuenta que los años de la revuelta (461-455) no ofrecerían la seguridad ni tranquilidad necesarias para un espíritu inves-

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tigador como el de Heródoto, parece lógico fechar el viaje después de su conclusión. Ahora bien, en los años siguientes Amirteo continuó la lucha contra los persas y no fue hasta la paz de Calias (449/8) cuando los persas recuperaron el control de la costa del Delta, por lo que parece lógico rebajar hasta esta fecha la visita de Heródoto. Empleando un sistema de referencias cruzadas entre las menciones de cada sitio que encontramos en la Historia, Powell postuló la existencia de dos visitas, una antes de la revuelta, otra posterior. Otros estudiosos, sin embargo, no creen que la revuelta fuera óbice para el viaje de Heródoto. El establecimiento del terminus ante quem del viaje es más difícil, las únicas referencias disponibles son las de composición general de la obra. La estrecha relación entre 3.118-9 y los vv. 904 y ss. de la Antígona de Sófocles (442/1 a.C.) suponen que para esta fecha al menos parte de la obra era conocida. Igualmente, algunos pasajes de los Acarnienses de Aristófanes (425 a.C.) recuerdan otros de la Historia. Finalmente, en Aves 1124-1138 (414 a.C.) hay una parodia de la Historia, lo que implicaría un conocimiento generalizado de la misma por parte del público. Por otro lado, en la Historia faltan alusiones incontrovertibles a hechos posteriores a 430 a.C. De todo ello puede inferirse que Heródoto quizás muriera poco después de esta última fecha, pero que si no fue así, al menos permaneció inactivo historiográficamente. Ello supondría que la visita sería anterior al 430 a.C., sin que pueda precisarse más. Jacoby, basándose en su hipótesis de la evolución del concepto historiográfico de Heródoto (de geógrafo-logógrafo, al modo de Hecateo, a historiador de las Guerras Médicas), puso el punto de inflexión en su estancia en Atenas a finales de la década de 440: el viaje a Egipto del Heródoto logógrafo

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sería anterior, mientras que el concepto nuevo de obra histórica global habría surgido de su estancia en Atenas. Otros autores, por el contrario, aceptan que pudo tener desde el principio una idea general del relato que quería componer y que a partir de ahí fue redactando borradores sobre las distintas regiones y hechos históricos, con la ayuda de tratados históricos anteriores a él, si los había, o con su propia investigación en el caso de no existir. Así, aun aceptando la hipótesis de Jacoby de la evolución intelectual de Heródoto, no se puede descartar que el logos egipcio fuera redactado con posterioridad a su estancia en Atenas. Quizás la participación de Heródoto en la fundación de Turios en 444/3 podría ser un buen terminus ante quem para su viaje a Egipto, si no fuera porque el mismo Jacoby puso en duda dicha participación, que se habría convertido en leyenda a partir del étnico Θούριος que tienen algunos manuscritos por el de Ἁλικαρνησσεύς. Por lo que hace a la estancia de Heródoto en Egipto, sabemos que estuvo en determinados lugares porque lo dice explícitamente, mientras que de otros podemos inferirlo por la información que da de ellos. Estuvo personalmente, en el Bajo Egipto, en Pelusio (3.12.1), Bubastis (137.5 y ss.), Buto (75, 155-6), Sais (28.1, 131.3, 170.2), Papremis (12.4), Heliópolis (3.1) y Menfis (2.5, 3.1, 99 y ss.), y en el Alto, en Meris (5.1, 10.1, 150.2), el Laberinto (148.1), Quemis (91), Tebas (3.1, 55, 143) y Elefantina (29.1). Los lugares del Bajo Egipto que visitó y de los que habla superan a los del Alto Egipto, lo que concuerda con la mayor importancia que tenía el Delta en época de Heródoto. Algunos comentaristas han puesto en entredicho su presencia en el Alto Egipto por las inexactitudes y omisiones en que incurre. Sin embargo, las constantes referencias a sus fuentes y las continuas acla-

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raciones sobre el carácter de su obra dan la impresión de honestidad intelectual, que hace difícil poner en duda la palabra del historiador cuando afirma que ha estado allí. En definitiva, más allá de las pequeñas dudas, puede suponerse que Heródoto llegaría a Egipto, como era habitual, a través del Delta, cuyas bocas Canóbica y Pelusia conoce y describe mejor que las otras; que remontó al río hasta Elefantina, y que en el trayecto de ida o vuelta visitó el Laberinto, el lago Meris y Menfis, ciudad esta última en la que se detuvo bastante tiempo. 3. Fuentes Suele distinguirse en la obra de Heródoto entre fuentes explícitas e implícitas. Las primeras las crea el propio historiador mediante su ἱστορίη (‘investigación’), mientras que las segundas, fundamentalmente literarias, constituyen el trasfondo de su formación intelectual. Están integradas por autores anteriores, que Heródoto no incorpora acríticamente a su obra, sino verificando, modificando y asumiendo su información, aunque sin mencionarlos explícitamente. Ἱστορίη es el término clave del quehacer historiográfico de Heródoto. Aparece ya en el proemio de su obra (ἱστορίης ἀπόδεξις ἥδε). Es de naturaleza fundamentalmente oral, al menos en el lib. II, si bien en el proemio se le puede dar un sentido más amplio, no sólo oral. Centrándonos en el lib. II, la primera mitad (caps. 1-98) está basada en la ὄψις, γνώμη y ἱστορίη, mientras que la segunda descansa principalmente en la ἀκοή, en los relatos (λόγοι) de los propios egipcios para la historia antigua del país (99-141), pero también de otros pueblos –entre ellos, los griegos– para la dinastía saíta (cfr. 147.1,

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154.4). La ὄψις es la fuente principal en la descripción de la geografía de Egipto, de las costumbres, de los monumentos, etc. La vista no siempre garantiza la veracidad de los datos que da: así ocurre, por ejemplo, cuando relata la migración y la reproducción de la tilapia nilótica, en cuya descripción comete varios errores (cfr. n. 93). Por lo que respecta a la γνώμη (‘opinión’), es decir, el juicio producto de la reflexión, Heródoto suele marcar su uso con los verba iudicandi (δοκέω y semejantes). Le sirve para polemizar con los jonios, en especial, con Hecateo. La opinión es importante como fuente en la primera parte del lib. II, por un motivo evidente: a partir del cap. 99, cuando comienza el relato de la historia de Egipto, maneja tradición autóctona, cuya veracidad es difícil de evaluar. Aun así, no faltan pasajes en los que la emplea, e.g. en 103.1 (opinión sobre los límites septentrionales de la expedición de Sesostris, basada en la presencia de estelas), 109.3 (origen de la geometría en la parcelación del campo egipcio) o 120 (Heródoto corrobora el relato egipcio de Helena). En tercer lugar, el término ἱστορίη y derivados aparecen en diversos pasajes para designar la investigación oral (19.3, 29.1, 34.1, 44.5, 113.1, 119.3). Finalmente, está la ἀκοή, el oído, fuente principal de información a partir del cap. 99: las informaciones de los egipcios, pero también de otros pueblos (libios, colcos, griegos). Entre los primeros, las fuentes más citadas son los sacerdotes. La información que proporcionan a Heródoto cubre campos diversos: religión (4.2, 73), verificación de la tradición griega (3.1, 54-55), cultura (4.1, 4.2), geografía (4.3, 10.1, 13.1, 19.1, 28), noticias históricas (4.3, 99.2-4, 100-141, 143, 144). Centrándonos en éstas, el lib. II es un verdadero manual de la historia de Egipto, que recorre todos sus periodos: dinastías de los dioses (144-5), periodo tinita (Menes: 4,

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99), Imperio Antiguo (faraones constructores de las pirámides: 124-134), el Imperio Medio (Sesostris II: 102110; Meris: 13.1, 101.1), el Imperio Nuevo (Rampsinito II: 121-122), el dominio nubio (Sábaco: 137). Junto a la precisión de muchos pasajes, no puede negarse que, en ocasiones, la presentación de los hechos es desconcertante, la cronología, no siempre lineal (e.g. los constructores de pirámides están desplazados, cfr. infra), Sesostris no realizó conquistas tan extensas como da a entender Heródoto, los elementos legendarios abundan en el relato de algunos faraones (Menes: 99; Nitocris: 100.2-4; Sesostris: 107.2, 109, etc.), hay materiales de origen griego incluidos en el relato histórico (historia de Proteo: 112-120), la descripción del interior de la Gran Pirámide es inexacta (127), algunos faraones son inidentificables (e.g. Ferón: 111), etc. Estas imprecisiones llevaron a algunos investigadores a plantearse la fiabilidad de los sacerdotes egipcios como fuente de información. Algunos sugirieron que serían de bajo nivel, cicerones. Otros, en cambio, creen que esta valoración nace de una idea errada de la información que se les supone: el sacerdote medio no tendría necesariamente un conocimiento profundo de la historia de su pueblo, tan sólo de los elementos propios de su oficio (palabras de los dioses, rituales del templo, etc.) Por otra parte, dado el concepto egipcio de historia, que pone el acento en los principios generales más que en los hechos particulares, no es de extrañar que éstos, en ocasiones, no respondan con exactitud a la realidad. El curso de la historia es visto desde la perspectiva religiosa egipcia como una lucha constante entre el Orden y el Caos, entre Horus y Seth. Cada faraón, como encarnación de Horus que era, estaba destinado a proseguir esta lucha interminable, su acceso al trono personificaba el triunfo de Horus frente a las fuer-

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zas del Caos, la resurrección de Osiris, el padre muerto. No hay que extrañarse, por ello, de que en un marco ideológico de esta naturaleza los hechos y personajes concretos de la historia revistieran un interés menor frente al significado teológico conjunto del reinado de cada faraón. En este sentido, los hechos históricos que los documentos egipcios registran son, en su mayoría, de naturaleza religiosa –construcción de templos, erección de estatuas de dioses, celebración de festivales, ofrendas a los dioses, etc.– Incluso acontecimientos civiles, políticos o militares son vistos bajo el prisma religioso mencionado de la lucha entre el Caos y el Orden, cuyo garante es el faraón. De ahí que las fuentes egipcias no ofrecieran, en conjunto, una base adecuada para el tipo de historia que Heródoto quería escribir. Por otra parte, además de los registros de los hechos pasados, los sacerdotes dispondrían de tradiciones orales ricas en leyendas, así como de información conservada en textos literarios de diversa clase. Pongamos un ejemplo: el relato que hace Heródoto del reinado de Sesostris (102-110) es una amalgama de hechos históricos de la 12ª dinastía y posteriores, de motivos populares, de la imagen del faraón ideal y de elementos de origen griego (cfr. n. 102); igualmente, en el relato de Anisis (caps. 137-140) se entremezclan elementos históricos y otros legendarios (cfr. n. 137); finalmente, en el relato de Rampsinito (121-122), junto a elementos históricos se ha incluido el cuento de su tesoro, que es un tema popular, así como el motivo del juego entre el faraón y Deméter en el Hades, con paralelos en otros textos. Por otro lado, entre las informaciones históricas que Heródoto afirma haber recibido de los sacerdotes egipcios, algunas tienen indudable sabor griego. Esto no invalida lo que Heródoto dice de su origen, pues hay que pensar que en la época del historiador

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la presencia griega en el país había sido ya lo suficientemente prolongada como para que elementos de su folclor (e.g. la leyenda de Proteo) se hubieran integrado en los relatos populares egipcios y hubieran sido asumidos como autóctonos. Un buen ejemplo de esta amalgama de materiales históricos a disposición de los sacerdotes – anales históricos, literatura, tradiciones y leyendas egipcias y griegas– es el caso de Manetón, un alto sacerdote de Heliópolis en tiempo de Ptolomeo II, que escribió una historia de Egipto de la que sólo conservamos fragmentos. En resumen, la información que Heródoto recibió de los sacerdotes egipcios no es de naturaleza puramente histórica, sino que, además de su tamiz ideológico, contiene elementos de otras procedencias, en especial de la leyenda y tradiciones egipcias, pero también griegas. Con los sacerdotes, Heródoto menciona otras fuentes egipcias: los «egipcios» o «relatos egipcios» (15.2, 19.3, 28.1, 43.2, 104.2, 127.1, 142.1, 147.1), a veces identificables con los mismos sacerdotes, a veces con hombres de leyes, a veces con ambos; los quemitas (91.3), el «intérprete» (125.6); los «egipcios encargados de la custodia del Laberinto» (148.5); los «habitantes del lugar» (150.1). Por lo que hace a las fuentes orales no egipcias, menciona a libios (28.1), colcos (104.1) y griegos (28.1; 32.1: cireneos; 53.3, 55.3: dodoneos). Entre sus informantes griegos habría, sin duda, mercaderes y mercenarios, pero también hay que contar con griegos residentes en Egipto integrados en el mundo egipcio (μιξέλληνες). Los griegos probablemente proporcionarían a Heródoto una gran cantidad de noticias variadas (geografía, botánica, etnografía, historia, religión, etc.) Con todo, su información tenía dos graves inconvenientes: su desconocimiento, en general, de la lengua egipcia, y la tendencia a valorar y juz-

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gar los hechos bajo el prisma griego. Finalmente, en el empleo que Heródoto hace de sus fuentes orales hay que considerar el problema de los errores e imprecisiones. En una cultura mayoritariamente oral, como lo es aún la de su tiempo, en la que el empleo de la escritura está extendiéndose, pero es aún minoritario, hemos de pensar que Heródoto confiaría muchas de las informaciones a su memoria, y que sólo tiempo después, sin que podamos precisar cuánto, las pondría por escrito, lo que podría estar en el origen de muchas imprecisiones o errores que comete. Por otro lado están las llamadas «fuentes implícitas», entre las que se incluye la larga tradición oral y escrita que los griegos tenían sobre Egipto. Algunas de estas fuentes, como Homero o, en menor medida, Hesíodo, pueden haberle influido de manera inconsciente. En los poemas homéricos encontramos, relacionados con Egipto, elementos que sin duda se remontan a época micénica, pero también otros más recientes, reflejo de la reanudación de los contactos tras la Edad Oscura, a partir del s. VIII. Entre los escritores posteriores, autores de descripciones geográficas, etnográficas e históricas de diversos pueblos con los que el desarrollo del comercio puso a los griegos en contacto (περίπλοι, περιηγήσεις), destacan principalmente Anaximandro y Hecateo de Mileto. La influencia del primero en Heródoto es probablemente indirecta, a través del segundo, y se limita sobre todo a las materias geográficas, a las que llegó como resultado de su interés por las especulaciones cosmológicas. Por lo que hace a Hecateo, se ha discutido su relación con Heródoto. Es evidente que éste empleó su obra, de forma especial en el logos egipcio. Fuentes antiguas así lo afirman explícitamente. Además, algunos fragmentos conservados de Hecateo muestran una gran similitud con

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pasajes de Heródoto, lo que aboga por esta relación. Con todo, no hay que sobrevalorar la influencia. Salvo en los casos en que media una afirmación explícita o en los que el contenido de un fragmento de Hecateo coincide claramente con un pasaje de Heródoto, es difícil establecer más allá de toda duda razonable la dependencia de uno del otro. Parece lógico pensar que ambos, en su visita a Egipto, se sorprendieran ante los mismos fenómenos – crecida del Nilo, costumbres rituales, religiosas, etc.–, y trataran estos asuntos de manera semejante, pero independiente. Probablemente Heródoto había leído a Hecateo antes de viajar a Egipto y conocía las líneas generales de lo que le esperaba, pero sus descripciones y explicaciones, donde es posible la comparación, van más allá que el relato de Hecateo, lo que supone una independencia de valoración y juicio. Un punto especial de la relación entre ellos es el pretendido racionalismo de Hecateo que Heródoto habría hecho suyo. Así lo creyeron algunos especialistas, entre ellos, Jacoby. En efecto, en algunos de los fragmentos conservados de Hecateo son visibles este espíritu de racionalismo y desmitificación de la leyenda (1, 26, 27), pero no faltan otros en los que acepta la explicación propia del mito sin ninguna crítica (302, 305, 327, 328). En conjunto, el aspecto global de su obra que se deduce de los fragmentos conservados es el de una abigarrada amalgama de elementos racionales y fantásticos, característica de la transición entre el pensamiento mítico y el lógico. Parece, pues, poco probable que los elementos racionales del logos egipcio sean de Hecateo, antes bien, más de uno hay que atribuirlo al propio Heródoto. Por ejemplo, ambos autores coinciden en afirmar que Egito, en concreto, el Delta, es territorio ganado al mar y don del Nilo, pero la serie de pruebas que Heródoto aduce es suya, si no totalmente, en su mayoría, y consti-

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tuye una buena muestra de discurso racional y lógico (cfr. n. 5 y ss.). Otro ejemplo: la deficiente descripción que Heródoto hace del hipopótamo (cap. 71) deriva de Hecateo, mientras que la precisa descripción del cocodrilo (cap. 68) parece suya propia, tan sólo el relato de su caza sería de Hecateo (cfr. n. 70). En definitiva, la herencia de Hecateo en la Historia no estaría tanto en informaciones y datos concretos, como en el desarrollo y sistematización de los estudios genealógicos y de la tradición geográfica y etnográfica de origen jonio. 4. Ideología A la hora de hacer su investigación por los medios señalados y de presentar los resultados de la misma, se observan en Heródoto diversos condicionamientos ideológicos que determinan la selección y presentación de los materiales. Los más destacados son: A.- El gusto por lo maravilloso (τὰ θώματα, τὸ θωμάσιον). Los elementos maravillosos del logos egipcio se pueden clasificar en varios apartados: a) Los fenómenos naturales y costumbres contrarias a las griegas: el caudal del Nilo (19.3), el régimen de lluvias (13-14), costumbres de la vida diaria (3435), etc. b) La magnitud de los fenómenos, edificios o hazañas: el Laberinto y el lago Meris (148-150), el templo de Atenea en Sais (175), las proporciones del territorio de Egipto (6.2-3) y del río Nilo (10), las hazañas de Sesostris en Asia, Europa y Etiopía (102-103, 110), las riquezas de Rampsinito (121, α-ζ).

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c) Los fenómenos extraordinarios (παράδοξα) sin paralelo en el mundo griego, como la circuncisión de egipcios y colcos (104), la reverencia que los egipcios muestran por los animales sagrados (65 y ss.), el embalsamamiento de los muertos (86-89), etc. Lo maravilloso y sorprendente domina el lib. II. Ya en 35.1 Heródoto afirma explícitamente que va a alargar su relato sobre Egipto porque «encierra innúmeras maravillas y ofrece obras que superan lo imaginable en comparación con cualquier territorio». Esto no significa, con todo, que descuide las semejanzas, como cuando habla de los festivales en honor de Dioniso (48.2) o del respeto por los mayores que comparten egipcios y espartanos (80.1). B.- Axioma post hoc ergo propter hoc. En la comparación de usos y costumbres de griegos y egipcios Heródoto recurre con frecuencia a este principio. La semejanza de prácticas implica identidad, y la identidad, préstamo. Si en conjunto la civilización egipcia es más antigua, sería la griega, por posterior, la que habría tomado de aquélla el uso o práctica semejante. Esta manera de pensar, que confunde secuencia temporal con causalidad, se pone claramente de manifiesto en el cap. 58, cuando habla de fiestas, procesiones y ofrendas: las de los egipcios tienen un origen inmemorial, mientras que las de los griegos son de reciente institución, de lo que se deduce que éstos las tomaron de aquéllos. La falacia que es la exclusión de la posibilidad de desarrollos paralelos independientes está presente en diversos pasajes, como el del origen egipcio de la geometría (109), de la metempsicosis (123), de la ley contra la holganza (177), etc., pero quizás el ejemplo más representativo es el del origen de la religión griega (cap. 50 y ss.). Apli-

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cando este principio, Heródoto concede un origen egipcio a los dioses griegos con prototipo en el panteón egipcio, y a los que no, un origen pelásgico (obscura per obscuriora), salvo a Posidón, al que le da origen libio. Habrían sido Homero y Hesíodo quienes habrían conformado el panteón griego con estos materiales de procedencias diversas (53.2). C.- Esquematización. Hay en el pensamiento griego una tendencia evidente a la sistematización y esquematización. En él son principios básicos las oposiciones duales (luz / oscuridad, derecha / izquierda, etc.), la reducción de la pluralidad a un principio único y la idea de un desarrollo lineal. En campos distintos de la cosmología y la física, como el de la etnografía, esta manera de pensar se concreta en la búsqueda del πρῶτος εὑρετής, el precursor o iniciador de una institución o costumbre. Todo ello se concreta en un sistema de pensamiento caracterizado por la antítesis y simetría, en el que hay un primer origen único del que se deriva una multiplicidad de fenómenos en secuencia lineal. Este sistema de pensamiento podía incurrir en la simplificación, imponiendo a fenómenos complejos esquemas uniformes que en ocasiones desatendían los hechos que no se ajustaban a ellos. Ejemplos de esta excesiva esquematización encontramos en diversos pasajes del lib. II. Por ejemplo, en los caps. 35-36, cuando se confrontan las costumbres griegas y egipcias, la comparación se basa en oposiciones antitéticas, sin dejar lugar para posiciones intermedias. Del mismo modo, en los caps. 86-89 Heródoto nos ofrece un panorama esquematizado del proceso de embalsamamiento, que reduce a tres tipos por el precio, dando la impresión de un sistema cerrado idéntico en todo Egipto. Igualmente, en la descripción del Laberinto (148) ofrece una imagen simétrica (seis pórticos orientados al norte,

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seis al sur; mil quinientas estancias subterráneas y otras tantas aéreas), fruto de su gusto por la sistematización, que las excavaciones han revelado como imposible. D.- Curiosidad. Heródoto comparte con los griegos en general su curiosidad, su interés por el detalle. Esto se manifiesta en descripciones como la de la técnica egipcia de construcción de barcos (96) o los detalles de la construcción de la Gran Pirámide. E.- Egiptofilia. Plutarco (857A) acusó a Heródoto de «barbarofilia». Es evidente que Heródoto admiraba la civilización egipcia, lo que le lleva a formular encendidos elogios de ésta y, en cocasiones, a hacer comentarios despectivos de la suya propia. Así, en el capítulo 10 pondera el tamaño del Nilo, sin comparación posible en el mundo griego. En ocasiones (25.5, 45.1, 118.1) desprecia las afirmaciones de los griegos, que califica de vanas e infundadas. Está convencido, así mismo, de la superioridad moral egipcia frente a sus compatriotas (80: comportamiento con los mayores; 119: crítica de Menelao y alabanza de Proteo). En fin, su egiptofilia alcanza incluso a los monumentos: los templos de Ártemis en Éfeso y de Hera en Samos, con ser espléndidos, no pueden compararse con el Laberinto (148). F.- Argumentación. En la presentación de los hechos Heródoto emplea diversos tipos de argumentos. He aquí los más importantes: a) Inductivos: pruebas de que Egipto es territorio ganado al mar (5, 7, 10, 12-13), refutación de la crecida del Nilo por el deshielo (22), hipótesis propia sobre este fenómeno (24-27), demostración del origen egipcio de los colcos por sus características físicas, la semejanza de costumbres y la lengua

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(104). Las conclusiones obtenidas por razonamiento inductivo no necesariamente son ciertas, porque las premisas de las que parte son en ocasiones falsas. En cualquier caso, el problema de verdad o falsedad de las conclusiones está en las premisas, no en el razonamiento. b) Verosimilitud (τὸ εἰκός). La argumentación por verosimilitud es de gran importancia en la oratoria judicial y política desde la segunda mitad del s. V, y Heródoto no fue ajeno a ella. Así, en 22 rechaza la hipótesis del deshielo como causa de la crecida del Nilo mediante varios argumentos de probabilidad. En 56, al hablar de la fundación del oráculo de Dodona, establece la verosimilitud de que quien había servido como sacerdotisa en Tebas hiciera lo mismo en su nuevo emplazamiento. En 120, como argumento para corroborar el viaje de Helena a Egipto y no a Troya, sostiene la improbabilidad de que, incluso si hubiera sido el propio Príamo quien conviviera con ella, no la hubiera devuelto al ver el cúmulo de desgracias que se abatían sobre su pueblo. c) Experiencia. En diversos pasajes Heródoto rechaza explícitamente lo que va contra las leyes de la experiencia: que Heracles hubiera dado muerte a varios miles de personas (45), la tradición de las palomas parlantes de Dodona (57), la isla flotante de Quemis (156). d) Pruebas arqueológicas: estelas como prueba de la expedición de Sesostris (103, 106), los espetones de Rodopis conservados en Delfos como indicio de su capacidad económica (135).

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e) Analogía: entre el Nilo y otros ríos de Asia Menor (10); refutación de la hipótesis de los vientos etesios por lo que ocurre con otros ríos (20). f) Reducción al absurdo (15). g) Petitio principii (21, 23). h) Argumentos sacados de relatos tradicionales: la tradición de los antecedentes egipcios de Anfitrión y Alcmena le sirven de argumento para afirmar que Heracles fue un antiguo dios egipcio (43); la leyenda de Helena y Proteo le sirve como prueba de que el templo de Afrodita Extranjera en Menfis estaba dedicado a Helena (112). i) Argumentos cronológicos: Rodopis no puede ser la constructora de la 3ª pirámide de Giza por imposibilidad cronológica (134). 5. Cronología Heródoto emplea en la Historia un sistema de datación elaborado por él, que aplica de forma consistente. Con anterioridad había habido una larga tradición de investigación cronológica en forma de listas genealógicas. El deseo de contar con un antepasado común cuyas proezas realzaran a la descendencia estaba presente en todas las familias y linajes. Ahora bien, ello había dado origen a incoherencias, y ya antes de Heródoto había habido intentos de buscar un sistema coherente y consistente. Según Strassburger, el marco cronológico general de la Historia está formado con los siguientes elementos: a) La lista de los reyes de Media-Persia, completada para el periodo anterior con la de los reyes de Lidia e ilustrada en paralelo con los faraones egipcios. Sería la espina dorsal de la Historia.

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b) Los sincronismos entre personas y hechos históricos, abundantes en toda la obra. Serían las costillas del esqueleto. c) El arcontado de Calíades (480/79 a.C.), que marca el límite final. Durante él tuvieron lugar las batallas navales de Salamina e Hímera, que garantizaron la libertad de los griegos en el Mediterráneo oriental y occidental frente a los poderes emergentes persa y cartaginés. Con los dos primeros elementos Heródoto estableció un marco cronológico de referencia en las dimensiones diacrónica (listas de reyes) y sincrónica (coincidencia de personajes y acontecimientos). La ausencia de término final en los siete primeros libros (el arcontado de Calíades no es mencionado hasta 8.51.5) deja abierto ese marco. Si Heródoto hubiera querido que la fecha de 480/79 fuera una referencia clara en su obra, probablemente no habría dejado su mención para lugar tan avanzado, lo que significa que Heródoto pensaba que con los numerosos sincronismos que hay a lo largo de la obra el lector ya podía orientarse cronológicamente a través de la memoria personal, familiar o de su linaje, sin necesidad de esa referencia final. Por lo que hace a la cronología de Egipto, Heródoto divide la exposición de los hechos en dos periodos de duración desigual: por un lado, el reinado de los dioses (144-5: Pan, Heracles, Dioniso [Osiris], Tifón y Horus; como fechas absolutas, sitúa a Heracles 17.000 años antes de Amasis, y a Dioniso, 15.000; cfr. nn. 144-5); por otro, el reinado de los hombres. Dentro de éstos distingue dos periodos, desde Menes hasta Setón (99-143) y desde la dodecarquia hasta Amasis (147-182) y su sucesor, que tan sólo reinó seis meses (3.14):

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a) En el primer periodo, tras Menes menciona el reinado de otros 330 faraones que no hicieron nada destacable, salvo el ultimo, Meris (101). Luego vienen los reinados de once faraones más, que Heródoto describe con más o menos detalle (Sesostris, Ferón, Proteo, Rampsinito, Quéops, Quefrén, Micerino, Asiquis, Anisis, Sábaco y Setón, caps. 102-141). En conjunto suman 342 faraones que, teniendo en cuenta que dos de ellos fueron rivales y reinaron simultáneamente (Anisis y Sábaco), se corresponden con las 341 generaciones de las que habla en la digresión cronológica posterior (142). Sorprende la ubicación en esta secuencia de los faraones constructores de pirámides después de Sesostris, figura legendaria fechable en el periodo previo a la guerra de Troya, y de Proteo, al que hay que situar en tiempo de la expedición contra Troya. Se han dado diversas explicaciones a este notable error cronológico. La más verosímil es que Heródoto, que había escuchado a los sacerdotes que los 330 faraones comprendidos entre Menes y Meris no habían hecho nada digno de recuerdo, pensara que no podía situar en este periodo a los constructores de las pirámides, cuyas realizaciones eran bien visibles, y por ello los desplazara a época posterior. En ésta, Sesostris y Proteo tenían una fecha marcada en torno a la guerra de Troya, mientras que Anisis y Sábaco estaban situados cronológicamente en el periodo de dominio nubio (cfr. n. 137), por lo que no le quedaba más remedio que situarlos, junto con Rampsinito y Asiquis, entre ambos grupos de faraones, cuando en la realidad los constructores de pirámides pertenecen a la 4ª dinastía (c. 2613-2494 a.C.)

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b) El segundo periodo corresponde al reinado de la 26ª dinastía (saíta). Para ella las fuentes de información de Heródoto, además de egipcias, son también griegas, así como la propia experiencia. En este terreno nuestros conocimientos son más firmes, y combinando los datos de la Historia con otras fuentes egipcias podemos adjudicar a los distintos faraones una cronología absoluta precisa (cfr. nn. 147-182). En resumen, la Historia en general y el logos egipcio en particular tienen un marco cronológico coherente, en el que se van introduciendo los diversos personajes y hechos en una doble dimensión diacrónica y sincrónica. Esto no significa que no haya incongruencias y fallos de detalle. En la elaboración de este marco hay mucha reflexión por parte de Heródoto, pero no se le puede atribuir a él todo el trabajo, ya que buena parte de la labor la habían realizado ya sus predecesores, que habían querido poner orden en los numerosos materiales genealógicos existentes. Probablemente es en la cronología de Egipto donde la contribución personal de Heródoto es mayor, en un intento por reconciliar las contradicciones existentes entre la cronología egipcia y la griega tradicional. El descubrimiento de la antigüedad de la memoria histórica de los egipcios, muy superior a la de los griegos (77.1), sin duda impulsó a Heródoto a dedicar mucha atención a la cronología en el lib. II, con resultados bastante precisos, salvo el caso mencionado de los constructores de pirámides.

MEDIDAS

A. Longitud. Las unidades de longitud en la Grecia antigua estaban relacionadas con distintas partes del cuerpo humano (dedo, palmo, pie, codo, etc.) La unidad básica era el pie, cuya equivalencia puede calcularse por los estadios conservados, por la medida de edificios y por la correspondencia con el pie romano (296 mm). En época histórica se documentan varias longitudes para el pie, básicamente el pie corto, de tamaño semejante al romano (294-296 mm), y el largo (326-328 mm). Existían también el pie olímpico (320 mm), el pergameno (330 mm) y el egineta (333 mm). No sabemos cuál empleó H. en su Historia. A falta de alguna indicación, en las equivalencias he tomado como base el pie olímpico, por lo que el lector deberá tener en cuenta que éstas serían c. 7% menores si hiciéramos el cálculo con el pie corto (294 mm). Por lo demás, los valores de otras unidades respecto del pie son: Un pie = 16 dedos (tomando como base el pie olímpico, un dedo = 20 mm). Una mano (παλαστή, la anchura de los cuatro dedos índice-meñique juntos) = 4 dedos, ¼ de pie. Un palmo (σπιθαμή, distancia entre los extremos del pulgar y meñique con la mano extendida) = 12 dedos, ¾ del pie.

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Un codo corto (πυγμή, distancia entre el codo y los primeros nudillos) = 18 dedos. El codo corto en Homero y Heródoto (πυγών) equivale a 20 dedos. Un codo normal (πῆχυς) = 24 dedos, 1,5 pies. Una braza (ὀργυιή) = 6 pies. Un pletro = 100 pies. Un estadio = 600 pies. Una parasanga (medida persa) = 30 estadios. Un esqueno (medida egipcia) = 60 estadios. B. Capacidad. Se dividen en dos grupos, las de áridos y las de líquidos. La medida básica en ambos es la escudilla (κοτύλη), que equivalía a seis tazas (κύαθοι). Su capacidad oscilaba entre los 0,21 y 0,33 l, siendo 0,24 y 0,27 los valores habituales. A partir de ahí, las unidades superiores eran, para áridos, el cuartillo (χοῖνιξ = 4 escudillas, c. 1,1 l), el modio (ἑκτεύς = 8 cuartillos, c. 8,75 l) y la fanega (μέδιμνος = 6 modios, c. 52 l), y para líquidos, el hemicongio (ἡμίχους = 6 escudillas, c. 1,6 l), el congio (χοῦς = 12 escudillas, c. 3,2 l) y la metreta (μετρητής = 12 congios, c. 39 l). C. Peso. En Grecia coexistieron diversos sistemas de pesos. Los principales fueron el egineta y el euboico. Este último fue introducido en el Ática por Solón, y con el paso del tiempo acabó relegando al primero. La unidad menor era el óbolo (0,72 g en el sistema ático-euboico, 1,05 g en el egineta); seis óbolos hacían una dracma (4,31 / 6,30 g), cien dracmas, una mina (431 / 630 g), y sesenta minas, un talento (25,86 / 37,8 kg). En las equivalencias de las notas empleo siempre el sistema ático-euboico. Las unidades monetarias homónimas equivalían al peso correspondiente en plata.

SINOPSIS DE LA HISTORIA DEL ANTIGUO EGIPTO1

1. Periodo arcaico o proto-dinástico: Dinastía I c. 3100-2890 a.C. Dinastía II c. 2890-2686 a.C. 2. Imperio Antiguo Dinastía III Dinastía IV Dinastía V Dinastía VI

c. 2686-2613 a.C. c. 2613-2494 a.C. c. 2494-2345 a.C. c. 2345-2181 a.C.

3. Primer periodo intermedio Dinastías VII-mitad de la XI c. 2181-2040 a.C. 4. Imperio Medio Dinastía XI Dinastía XII

c. 2040-1991 a.C. c. 1991-1786 a.C.

5. Segundo periodo intermedio Dinastías XIII-XVII

c. 1786-1570 a.C.

1 Fuentes: Cambridge Ancient History, I,2; II,1-2, Cambridge 19713, 1973-53; K. KITCHEN, The Third Intermediate Period, Warminster 1973; A. B. LLOYD, «The Late Period», en: B. TRIGGER ET AL., Ancient Egypt: a Social History, Cambridge 1983, p. 281.

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6. Imperio Nuevo Dinastía XVIII Dinastía XIX Dinastía XX

c. 1570-1320 a.C. c. 1320-1200 a.C. c. 1200-1069 a.C.

7. Tercer periodo intermedio Dinastía XXI Dinastía XXII (libia) Dinastía XXIII (tanaíta) Dinastía XXIV (saíta) Dinastía XXV (nubia) 8. Periodo tardío Dinastía XXVI (saíta) Dinastía XXVII (persa) Dinastía XXVIII (saíta) Dinastía XXIX (mendesia) Dinastía XXX (sebenita) Dinastía XXXI (persa)

664-525 a.C. 525-404 a.C. 404-400 a.C. c. 399-379 a.C. c. 379-342 a.C. 341-332 a.C.

9. Periodo helenístico

332-30 a.C.

10. Periodo romano y bizantino

c. 1069-945 a.C. c. 945-715 a.C. c. 818-715 a.C. c. 727-715 a.C. c. 728-656 a.C.

30 a.C.-641 d.C.

ADVERTENCIAS A LA PRESENTE EDICIÓN

El texto griego reproduce el de C. Hude, Herodoti Historiae, I-II, Oxford Classical Texts, 1908, 19272, con las variantes que recojo a continuación. El comentario que acompaña al texto y traducción se basa en esencia en el de Alan B. Lloyd, Herodotus, Book II, 3 vols., Leiden: Brill, 1975-1988, con aportaciones del de W. W. How-J. Wells (1912) y D. Asheri-A. Llloyd-A. Corcella (2007), de los que he extractado lo que considero más interesante desde el punto de vista de los estudiosos del helenismo y del público en general. Por la naturaleza de la presente colección, el texto griego no está acompañado de un aparato crítico, aunque sí he señalado las adiciones y eliminaciones que han introducido los editores modernos.

LECTURAS DISCREPANTES DE LA ED. DE HUDE

5.1 τοιοῦτο: τοιοῦτον Hude. 8.1 πρὸς μεσαμβρίην τε καὶ νότον: πρὸς μεσαμβρίης τε καὶ νότου Hude. 8.3 ἡμερέων τεσσέρων: ἡμερέων τεσσέρων Hude cum Dietsch. 11.1 θαλάσσης: [θαλάσσης] Hude. 11.3 τὸν δὲ Ἀράβιον τὸν ἔρχομαι λέξων codd.: τὸν δὲ [Ἀράβιον τὸν ἔρχομαι λέξων] Hude cum Schweighausero. 13.3 πυθόμενοι: πυνθανόμενοι Hude. 14.2 οἱ ἄλλοι: ὧλλοι Hude. 19.1 πλέον: πλεῦν Hude. 19.3 τὰ λελεγμένα: [τὰ λελεγμένα] Hude. 20.3 κατὰ τὰ αὐτὰ: κατὰ ταὐτὰ Hude. 27 ἀπὸ τοῦ Νείλου del. Hude. 30.4 δείξαντα: δέξαντα Hude. 31 ἡλίου: [ἡλίου] Hude. 36.1 ξυρεῦνται: ξυρῶνται Hude. 37.2 ξυρεῦνται: ξυρῶνται Hude. 43.1 τόνδε τὸν λόγον: τόνδε [τὸν] λόγον. 52.2 περὶ τῶν οὐνομάτων: περὶ [τῶν] οὐνομάτων Hude. 64.1 ἀνιστάμενοι: [ἀνιστάμενοι] Hude.

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68.3 κατὰ λόγον τοῦ σώματος: [κατὰ λόγον τοῦ σώματος] Hude. 93 ἐκπλώουσι, ἀναπλώουσι, ἐκπλώοντες, ἀναπλώοντες, καταπλώουσι: ἐκπλέουσι, ἀναπλέουσι, ἐκπλέοντες, ἀναπλέοντες, καταπλέουσι Hude. 97.2 ἀναπλώοντι: ἀναπλέοντι Hude. 99.2 τὸν Μῖνα πρῶτον: Μῖνα τὸν πρῶτον Hude. 107.1 ἑωυτοῦ: αὐτοῦ Hude. 114.3 ἐστι: ἐστι Hude; ὅ τι κοτὲ: τί κοτε. 116.2 κατά περ ἐποίησε: κατὰ παρεποίησε Hude. 120.2 οἱ ἄλλοι προσήκοντες: οἱ ἄλλοι προσήκοντες Hude. 121.α.3 ἐπελθόντας: ἐλθόντας Hude. 121.γ.2 κομιεῖ: κομιῇ Hude cum Merzdorf. 122.3 ἑωυτῶν: αὐτῶν Hude. ἱρὸν: [ἱρὸν] Hude. 123.1 παρὰ πάντα τὸν λόγον: παρὰ πάντα [τὸν] λόγον Hude. 131.1 τόνδε τὸν λόγον: τόνδε [τὸν] λόγον Hude. 135.5 ὅδε ὁ λόγος: ὅδε [ὁ] λόγος Hude. 151.2 τε βασιλέες: [τε] βασιλέες Hude. 151.3 ἐν φρενὶ: [ἐν] φρενὶ Hude. 152.3 ἐς τὸ χρηστήριον τῆς Λητοῦς: [ἐς τὸ χρηστήριον τῆς Λητοῦς] Hude. 158.4 στάδιοι χίλιοι: στάδιοι χίλιοι Hude ex Bekk. Anecd. 418 et aliis. 160.1 τοῦτον δὴ τὸν Ψάμμιν: τοῦτον [δὴ] τὸν Ψάμμιν Hude. 165 ἐγένοντο: γενοίατο Hude. 166 ἐγένοντο: γενοίατο Hude. 167.1 ὁρέων: ὁρῶν Hude.

Introducción 169.3 173.2 175.5 181

39

τέως: ἕως Hude. ἄμεινον σὺ ἂν ἤκουες: σὺ ἄμεινον ἤκουες Hude. ἐνθυμιστὸν: ἐνθυμητὸν Hude. μιχθῇ, ἐμίχθη: μειχθῇ, ἐμείχθη Hude.

SIGNOS

< > texto suplido por conjetura, ausente de los manuscritos. [ ] texto eliminado por los editores modernos, presente en los manuscritos.

SINOPSIS DEL LIBRO II

1-4

5-34

Introducción al logos egipcio 1 Cambises ataca Egipto. 2 Antigüedad de los egipcios. 3 Lugares de la investigación de Heródoto: Menfis, Tebas y Heliópolis. 4 Hallazgos más importantes de los egipcios: el calendario, el culto y los nombres de los dioses. Geografía de Egipto 5-9 Límites y dimensiones de Egipto, por la costa y hacia el interior. 10-18 Naturaleza aluvial de Egipto (10). Hipótesis del golfo mediterráneo paralelo al Mar Rojo (11). Pruebas: fósiles, depósitos salinos, aspecto de la tierra, crecida del Nilo (12-14). Refutación de la opinión de los jonios sobre la extensión de Egipto (15-16). Definición que da Heródoto (17), reforzada por un oráculo de Amón (18). 19-27 La crecida del Nilo (19). Hipótesis sobre su origen y refutación: vientos etesios (20), río Océano (21, 23) y deshielo (22). Hipótesis de Heródoto: el curso del Sol por su elipse en verano (24-27). 28-34 Las fuentes del Nilo. Hipótesis de las fuentes abisales (28). El curso conocido desde Elefantina hacia Nubia (29-31). Viaje de los nasamo-

42

35-98

José M. Floristán nes hacia el sur de Libia (32). Disposición paralela del Nilo e Istro (33-34). Etnografía de Egipto 35-37 Costumbres egipcias contrarias o diferentes de las griegas. 38-48 Usos relativos a los sacrificios . 38-42 Los bueyes de Épafo, el proceso de sacrificio, trato dado a las vacas, otros animales sacrificiales. 43-45 Breve logos parentético sobre Heracles. 46-48 Relación entre diversos animales y determinados dioses. 49-53 Especulaciones teológicas sobre el origen de los nombres y rituales del panteón griego. Egipcios y pelasgos, principales fuentes del mismo. Homero y Hesíodo, sistematizadores de la teogonía griega. 54-57 El origen del santuario de Dodona: versión de los sacerdotes egipcios (54), de las profetisas de Dodona (55) y racionalización del mito (5657). 58-64 Fiestas religiosas en el Antiguo Egipto: Bubastis (60), Busiris (61), Sais (62), Heliópolis, Buto y Papremis (63). Observancias seguidas para el acceso a los santuarios (64). 65-76 Culto tributado a los animales (65) y descripción de los más involucrados en la vida de los egipcios: gatos (66-67), cocodrilos (68-70), hipopótamos (71), nutrias, lepidotos, anguilas y gansos (72), ave fénix (73), serpiente con cuernos (74), serpientes aladas (75), ibis (76). 77-84 Otras costumbres de los egipcios: salud, higiene y alimentación (77), el banquete y el canto (78-79), cortesía (80), vestimenta (81), hemeromancia y mántica (82-83), medicina (84).

Introducción 85-90

99-182

43

Los egipcios y la muerte: trenos (85), sistemas de embalsamamiento (86-88), el embalsamamiento de las mujeres principales (89), apoteosis de determinados difuntos (90). 91-98 Otras costumbres de los egipcios: competición deportiva en Quemis en honor de Perseo (91), costumbres específicas del Bajo Egipto (92), la reproducción de los peces del Nilo (93), el aceite de ricino (94), defensa frente a los mosquitos (95), fabricación de barcos y navegación (96-98). Historia política del Antiguo Egipto 99-146 Reyes de las primeras 25 dinastías (c. 3100-c. 664 a.C.) 99 Menes, primer faraón. 100 Nitocris, única mujer que reinó en Egipto. 101 Meris (Amenemhet III, c. 1842-1797 a.C.) 102-110 Leyenda de Sesostris: campañas por el Mar Rojo y Asia (102-103); digresión sobre el origen egipcio de los colcos y pruebas de ello (104-105); las estelas de Sesostris en Palestina y Jonia (106), regreso a Egipto (107); excavación de los canales de Egipto (108) y parcelación del territorio (109); ofrenda en el santuario de Hefesto (110). 111 Ferón y la anécdota de su ceguera por impiedad. 112-120 Proteo y la leyenda de la llegada a Egipto de Paris y Helena: el recinto sagrado de Proteo en Menfis y el templo de Afrodita Extranjera (112); llegada de Alejandro y Helena a Egipto y decisión de Proteo, según el relato de los sacerdotes egipcios (113-115); crítica

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José M. Floristán de pasajes homéricos sobre la llegada de Paris a Fenicia y Egipto (116-117); opinión de los sacerdotes egipcios sobre la guerra de Troya y la llegada de Menelao a Egipto para recuperar a Helena (118-119); opinión de Heródoto sobre la presencia de Helena en Troya (120). 121-123 Reinado de Rampsinito: leyenda de sus fabulosos tesoros y novela del ladrón astuto (121, α-ζ); catábasis de Rampsinito y fiesta de conmemoración (122); digresión sobre las creencias egipcias de ultratumba (123). 124-135 Los faraones constructores de pirámides (4ª dinastía, c. 2613-2494 a.C.) 124-126 Quéops y la Gran Pirámide. 127-128 Quefrén y la segunda pirámide. 129-135 Micerino y la tercera pirámide: carácter piadoso y justo del faraón (129); muerte de su hija y enterramiento en la figura de una vaca, variante sobre su muerte, procesión de la vaca (130-132); oráculo sobre la muerte temprana de Micerino y reacción de éste (133); su pirámide, atribuida por algunos a Rodopis (134); leyenda de la cortesana Rodopis (135). 136 Asiquis (22ª dinastía). 137-140 Anisis: invasión nubia y reinado de Sábaco (137); descripción del santuario de Bubastis (138); retirada nubia (139); vuelta de Asiquis al poder (140).

Introducción 141

45

Reinado de Setón: ataque de Senaquerib, rey de Asiria. 142-146 Digresión cronológica sobre la historia de Egipto, desde Menes hasta Setón: generaciones, años, presencia de dioses en Egipto, fenómenos extraordinarios (142); episodio de Hecateo en Tebas (143); discusión sobre la presencia de los últimos dioses entre los egipcios y los griegos (144-146). 147-182 Historia de la 26ª dinastía (saíta, 664-c. 529 a.C.) 147-157 Reinado de Psamético I (664-610 a.C.): dodecarquia (147); digresión sobre el laberinto de Hawara (148) y lago Meris (149-150); cumplimiento del oráculo que había profetizado el reinado de uno solo (151); llegada al poder de Psamético (152); sus construcciones en Menfis (153); primeros establecimientos griegos en Egipto (154); digresión sobre Buto y sus santuarios (155-156); asedio de Azoto (157). 158-159 Reinado de Neco II (610-595 a.C.): excavación del canal hacia el Mar Rojo (158), expediciones militares (159). 160 Reinado de Psamis (Psamético II, 595589 a.C.) 161-171 Reinado de Apries (589-570 a.C.) 161 Reinado como faraón en solitario. 162-163 Lucha de Apries y Amasis por el poder. 164-168 Digresión sobre las castas sociales en Egipto (164); la

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José M. Floristán casta social de los guerreros: hermotibies (165) y calasiries (166); paralelos de esta institución en otros sitios (167); privilegios de los guerreros (168). 169 Resultado de la lucha entre Apries y Amasis: derrota y muerte del primero. 170-171 Digresión sobre las tumbas reales, santuario de Atenea y misterios de Sais. 172-182 Reinado de Amasis en solitario. 172-174 Logoi sobre la sabiduría y el carácter de Amasis. 175-176 Sus monumentos: propileos, colosos, cámara monolítica en Sais, colosos de Menfis y Sais, santuario de Menfis. 177 Prosperidad del reino y visita de Solón. 178-182 Helenofilia de Amasis: cesión de Náucratis y del santuario Helenio (178-179); ayuda para la reconstrucción del templo de Delfos (180); matrimonio con una griega de Cirene (181); ofrendas en templos de Cirene, Lindo y Samos (182).

Ἱστορίης βʹ (Εὐτέρπη) Historia. Libro II (Euterpe)