Hegel y Los Siete Planetas

Hegel y los Siete Planetas Bertrand Beaumont (*) Traducción : Pablo Rojas Líbano Mi razón para rastrear esta historia e

Views 248 Downloads 2 File size 95KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

Hegel y los Siete Planetas Bertrand Beaumont (*) Traducción : Pablo Rojas Líbano

Mi razón para rastrear esta historia es que nadie en este país parece conocerla realmente. Por otra parte, creo yo, contiene material que puede ser de interés para los historiadores y los filósofos de la ciencia, y para todos aquellos interesados en la naturaleza y en la naturaleza humana. El lector deberá entender que los detalles biográficos mencionados son meramente una forma de introducir el tema a tratar. Una de las primeras frases que oí que McTaggart dijo fue “Yo soy Hegeliano”. En un libro posterior, acerca de la Lógica de Hegel, él manifestaba la opinión de que Hegel se había acercado más a la verdadera naturaleza de la realidad que cualquier otro filósofo, ya fuera antes o después que él. Hoy en día, todos los jóvenes ingeniosos, en su primer año, nada disfrutan más que una historia que se burla, de alguna forma, de sus mayores, especialmente de aquellos que tienen alguna reputación. Aquí va una: “Él es Hegeliano: ¿por qué? Porque ese es el hombre que aportó la prueba apriorística de que sólo había, y que sólo podía haber, siete planetas”. Y algunas versiones añaden una cosa sorprendente: “Y, en ese mismo año, el octavo (o quizás un octavo) planeta fue descubierto”. Como no sabía nada de ese entonces, acepté la historia, y como uno de los aspirantes a ingenioso, la fui contando por ahí. Más tarde en mi vida, habiendo descubierto que ese mismo Hegel había escrito un volumen de setecientas páginas acerca de la filosofía de la naturaleza, y no sabiendo de otro filósofo que hubiese ido así de lejos en su esfuerzo de integrar al filósofo y al naturalista, decidí investigar el asunto de los planetas. Encontré mucho de extraño y de maravilloso, por aquí y por allá encontré buen material empírico, incluso acerca de los planetas, pero nada que se acercara a la prueba apriorística que andaba buscando. No había nada que siquiera pudiese ser malentendido o mal interpretado como dicha prueba. Sin embargo, encontré una referencia a una muy temprana “Disertación acerca de las órbitas de los planetas”, con un agregado que decía que Hegel había dejado de sostener las opiniones que ahí expresaba. Y como la disertación estaba en latín no pude seguir investigando. Pero otras personas siguieron cabeceándose con el asunto. Neurath, de Viena, in Erkenntnis alrededor de 1930, repite la historia de la prueba apriorística y del descubrimiento contemporáneo de un octavo planeta. Y Sarton, en un libro muy reciente, derrama su sarcasmo sobre el hecho de que, aparentemente, Hegel creía firmemente en la prueba en cuestión. En el intertanto, yo había leído la traducción alemana de Lasson de la disertación. La traducción es bastante libre, y el trabajo en si no da una muy buena impresión de los estándares universitarios alemanes del 1800. Intentaré exponer al lector el contexto histórico que permita situar correctamente el punto en cuestión. Los Pitagóricos habían descubierto la relación entre las matemáticas y las escalas 1

musicales. Kepler y otros modernos estaban muy interesados en esas armonías. Newton nos dio sus siete colores, que más tarde fueron correlacionados con la longitud de onda de la luz. Y había, asimismo, intervalos entre las órbitas planetarias; seguramente debía haber alguna clase de plan en todo esto, alguna simple ley o leyes, en la búsqueda de las cuales nosotros debíamos “pensar los pensamientos de Dios después que Él”. Por mucho tiempo todos los esfuerzos fueron infructuosos; hasta que, en 1772, apareció un rayo de luz, la Ley de Bode. Estudiando los no muy precisos datos de que se disponía en la época, Bode descubrió una regla que encajaba perfecto.. Si llamamos “a” a la distancia promedio entre Mercurio y el Sol, y a la de Venus “a + b”, y tenemos que a = 4, y que b = 3; entonces, para los planetas conocidos en 1772 tenemos : Ley de Bode

Mercurio Venus Tierra Marte Júpiter Saturno

a

4

a+b

7 a + 2b a + 4b [a + 8b] a + 16b 52 a + 32b

10 16

Distancias Reales T = 10 -------------------------------------------------3.87 7.23 10.00 15.24 52.03

100

95.39

Notemos que las “b” son 20: 21: 22: [23]: 24: 25. Notemos, además, el hueco que queda para “a + 8b” es el causante de todos los problemas. No puede ser que Dios haya dejado un hueco así en su esplendorosa creación. Ahora, si pensamos un paso más allá tendremos que: Ley de Bode Urano (1781)

a + 64b

196

Distancias Reales ----------------------------------------------191.90

A pesar de que Urano fue descubierto después de la Ley de Bode, de todas formas se apega aproximadamente a ella. Por lo tanto, cuando Hegel se comenzó a ocupar del problema había ocho términos, pero solamente siete planetas. Pero había en esa época algunos aprioristas que no estaban satisfechos con esto. Ellos (no Hegel) decían: “Debe haber un octavo planeta; no octavo contando desde el Sol hacia fuera, sino entre Marte y Júpiter (quinto en el orden). Admitimos que no es visible con los instrumentos que tenemos actualmente y que no ejerce perturbaciones gravitacionales. ¡Pero tiene que estar ahí!”. Completemos el esquema histórico. Dos planetas han sido descubiertos desde la muerte de Hegel; y precisamente a causa de las perturbaciones gravitacionales que ejercen (lo último

2

es válido para Neptuno, 1846, no así para Plutón, 1930). Con eso completamos nuestra tabla: Ley de Bode

Distancias Reales --------------------------------------------------

Neptuno Plutón

a + 128b a + 256b 772

388

300.70 394.60

Notemos que el octavo planeta fue descubierto quince años después de la muerte de Hegel, así que no puede ser aquél al que se refiere la historia. Por otra parte, ni siquiera por aproximación la Ley de Bode sirve en este caso. Pero retornemos ahora a Hegel en 1801 y olvidemos Neptuno y Plutón. Algunos lectores estarán sorprendidos al haberse enterado de que Hegel no estaba del lado de los aprioristas. Él aceptó la existencia de Urano basado en la evidencia empírica al respecto. Y hay razones para creer que él habría aceptado, incluso con cierto regocijo, la existencia de Neptuno, como trataré de mostrar más adelante. Sin embargo, Hegel decidió rebatir a los aprioristas en su propio juego. Existe una serie apriorística mucho más simple en el Timeo de Platón, que proviene de los pitagóricos. 1, 2, 3, 22, 32, 23, 33, etc. 1, 2, 3, 4, 9, 8, 27, etc. (Esta serie no requiere estar limitada a siete términos). Ahora, Hegel sustituye el 16 por el 8 e inventa así una serie de siete términos que aproximadamente (o, al menos, eso es lo que él trata de mostrar) encajaba con los siete planetas conocidos. Y la excelente conclusión que saca de esto es: “No hay necesidad de preocuparse por el octavo (o quinto) planeta faltante”. Ahora, ¿qué es lo que pasó en ese mismo año de 1801? Porque, como ya vimos, no pudo ser el descubrimiento del octavo planeta. Sin embargo, algo fue descubierto ese año, en el Año Nuevo; un pequeño pedazo de roca llamado Ceres, en el hueco entre Marte y Júpiter, “a + 8b”. Este y muchos fragmentos similares que se descubrieron fueron llamados de diversas formas: “asteroides”, “planetoides”, o incluso “planetas menores”. Pero no son contados entre los planetas. Sin embargo, Hegel aceptó que los asteroides “cerraban” el hueco y (para él) el debate al respecto. Notemos que “a + 8b” = 28. Humboldt, en su Cosmos, señala que la distancia real es de 27.68. Sólo queda referirnos brevemente a lo que Hegel dijo acerca de los planetas en sus lecciones sobre filosofía de la naturaleza. Él habla de (1) una serie interna de 4: Mercurio, Venus, Tierra, Marte; (2) los asteroides Ceres, Palas, Juno, Vesta, también 4, al parecer los únicos que Hegel conocía; (3) una serie externa, Júpiter, Saturno, Urano (y…?). Pienso que a Hegel

3

le hubiese agradado saber de la existencia de Neptuno porque podría haber completado así su tercera serie de 4. Grupos de 12 no son para nada infrecuentes, incluso en la Lógica. El tres, no el siete, es el número de Hegel; y muchas veces, en el ámbito de la naturaleza, el número es cuatro. Era a Newton, el monstruo de Hegel, a quien le gustaba el siete. Mientras que 12 puede ser armado por 3 cuatros o 4 tres, el 7 tiene que tener un 3 y un 4, y esto nos da sólo dos términos. A Hegel no le habría gustado una sola fila de 7, como el espectro cromático. Incluso los cinco sentidos fueron “trializados” por él: (1) Tacto, (2) Olfato y Gusto, (3) Vista y Oído. Resumiendo: Si Hegel hubiese tenido alguna debilidad especial por el número 7, podría fácilmente haberse desentendido de la existencia de Ceres y el resto de los asteroides argumentando que no eran verdaderos planetas. En vez de eso, él aceptó inmediatamente la evidencia empírica de que había algo en el hueco entre Marte y Júpiter, y más tarde hizo una lista de 11, incluyendo 4 planetoides. Si esta es la historia correcta, Hegel no estaba tratando de probar nada a priori o algo parecido. Él estaba simplemente impugnando la aseveración apriorística de que tenía que haber 8 planetas, aseveración hecha antes de que hubiese algún tipo de evidencia empírica. Si, como es posible, esta no es la historia correcta, espero que alguien me corrija. (*) En “The Hegel Myths and Legends”, editado por Jon Stewart, Northwestern University Press, Evanton, Illinois, USA, 1996, pág. 285 - 88 Original : Bertrand Beaumont, “Hegel and the Seven Planets”, Mind 63 (1954), 246 - 48

4