Guia de Pesca Surfcasting

En definición el "surfcasting" es una modalidad de pesca en el mar que se basa en lanzar a largas distancias desde la co

Views 152 Downloads 3 File size 729KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

En definición el "surfcasting" es una modalidad de pesca en el mar que se basa en lanzar a largas distancias desde la costa anzuelos con carnadas o cebos naturales unidos mediante una línea de pesca y con la ayuda de un plomo o plomada. Este tipo de pesca es ampliamente practicada por los pescadores deportivos de orilla ya que para ello no es necesario una embarcación y basta conseguir una buen punto pesquero en la orilla de la playa y poseer los equipos, que por sus precios asequibles están al alcance de muchas personas. También puede ser practicada desde acantilados y rompientes, o su variante desde malecones y muelles. Para esto son empleadas cañas muy potentes y largas con carretes generalmente del tipo de tambor fijo que nos permiten realizar largos lanzados así como otros equipos complementarios detallados a continuación. Las cañas La cañas actualmente empleadas para este tipo de pesca suelen ser fabricadas de fibra de carbono por su resistencia y poco peso. Años atrás estas cañas eras construidas con fibra de vidrio, las cuales eran excelentes pero en algunos casos muy pesadas para todo un día de pesca. Los aros, anillas o guías, deberán ser de materiales ligeros y resistentes a la corrosión como oxido de aluminio o materiales cerámicos. Estas cañas están diseñadas para lanzar con las dos manos y existen varios tipos dependiendo de su tamaño, construcción, sitio de pesca y especie a pescar. De acuerdo a su construcción estas cañas pueden ser de tramos desmontables o telescópicas y sus medidas oscilan entre 3,50 y 4,20 metros.

Algunas cañas de tramos enchufables. Las primeras pueden estar compuestas hasta por tres piezas de hasta 1,40 metros de largo, cada una que se unen entre si mediante enchufes a presión. Aunque su desventaja radica en la dificultad para su transporte por su tamaño, tienen una excelente acción de pesca no igualada por las telescópicas. La ventaja fundamental de las cañas de tipo telescópicas está en su versatilidad y fácil transporte. Dependiendo del sitio donde pescamos dependerá directamente el tamaño y acción de la caña a utilizar. Si pescamos desde la orilla de la playa son aconsejables el uso de cañas largas y potentes, de unos 3,80 a 4,20 metros de largo con una acción de 8 a 10, capaces de lanzar plomadas de hasta 250 gramos a más de 100 metros de distancia para lograr así superar la línea de rompiente. Si pescamos desde acantilados o rompientes las cañas pudiesen ser algo mas cortas para facilitar la maniobra del lance desde nuestro punto de pesca entre las salientes de las piedras.

Cañas telescópicas. Los carretes Los carretes generalmente utilizados para la pesca de orilla son los del tipo de tambor fijo que son sencillos de operar, poseen un sistema anti-retroceso y un freno regulable que generalmente está situado en la parte superior de la bobina o tambor, aunque en algunos modelos recientes el mando del freno esta situado en la parte posterior del cuerpo del carrete.

Carretes de tambor fijo. Para el lanzado se deberá liberar manualmente el brazo recuperador, el cual tan pronto empecemos a cobrar línea volverá automáticamente a su posición de recuperación. Estos son los carretes mas indicados para lanzar a grandes distancias con líneas de resistencia de hasta 30 libras. Las capacidades de estos carretes

están comprendidas entre 200 metros de nylon de 0,40 mm hasta unos 300 metros de 0,60 mm. No se descarta el uso de los robustos carretes de tambor giratorio para esta modalidad de pesca, sobre todo para obtener lances precisos y cortos así como para la pesca de grandes piezas que requieren mucha capacidad de líneas resistentes.

La línea de pesca Generalmente se fabrica de monofilamento de nailon, y de acuerdo al tipo de pesca y la especie a pescar su diámetro varía de entre 0,25 mm a 0,60 mm, con resistencias de 6 lb a 40 lb. Algunos tipos de líneas diseñadas para la pesca en el mar.

Es aconsejable utilizar líneas de excelente calidad ya que la relación existente entre su diámetro y resistencia es fundamental para los lances. Una línea delgada de alta resistencia irá mas lejos con menos esfuerzo que una de inferior calidad con diámetro mayor pero con la misma resistencia. También por experiencia sabemos que las líneas mas delgadas pescan más que las gruesas, ya que estas ultimas crean suspicacia en los peces. Otro factor que se deberá tomar en cuenta es que a mayor diámetro de nailon se incrementara el arrastre de la línea tanto por la acción de las corrientes como de los vientos, también el tipo de fondo donde pescamos influye en el grosor de la línea a seleccionar, ya que fondos del tipo rocoso nos obligan a utilizar un nailon de mayor diámetro tomando en cuenta el riesgo de enganche.

Relación genérica diámetro/resistencia para líneas de monofilamento de nailon.

Para una mayor comprensión de la relación existente entre la resistencia de la línea y el diámetro se puede consultar la tabla de conversión resistencia/diámetro de una línea de alta calidad. Los anzuelos Para esta modalidad de pesca, y según la especie que se piensa capturar, su tamaño varía generalmente entre el # 6 y el # 5/0, y sus modelos o formas son diversos, desde los convencionales de púa simple con punta recta, pasando por los resistentes de punta curva para grandes piezas, hasta llegar a aquellos sofisticados que poseen doble púa para especies muy peleonas y con boca frágil. En cuanto al tamaño del anzuelo depende de su numeración, a un numero mayor el anzuelo será menor hasta llegar a 1, después se le añadirá un cero a la numeración, ejemplo 3/0, 4/0, etc, donde un numero índice mayor indicara mayor tamaño del anzuelo. Para una mejor comprensión de lo anterior se anexa una ilustración con diferentes tamaños de anzuelos y su numeración.

Las plomadas Estas suelen estar diseñadas de diferentes formas dependiendo del uso que le daremos así como de las condiciones del mar, fondo..., y con pesos que van desde los 90 gramos hasta los 250 gramos o más. Sus formas más comunes son de pera, redondas o triangulares. Las dos primeras se emplean generalmente para la pesca en orillas de playas con fondo de arena donde necesitamos lanzar a grandes distancias. Las de formas triangulares o en forma de satélite con ganchos son empleadas

Dos tipos de plomo habituales en el "surfcasting".

cuando pescamos también en fondos de arena, pero con mucha corriente, mala mar o fuerte brisa. Para fondos rocosos son utilizadas unas plomadas planas que facilitan el desenganche en caso de un percance con las piedras del fondo. El porta cañas Es un accesorio opcional muy útil, sobre todo cuando pescamos en playas con orilla de arena para colocar la caña. Suele estar fabricado de un grueso ángulo de aluminio o acero inoxidable, éste se clava verticalmente en la arena y posee una cavidad para el mango de la caña. Nos ayudara mucho cuando cambiamos o colocamos las carnadas después de una recogida, cuando esperamos el pique de un pez o simplemente cuando queremos comer o tomar algo. En la siguiente entrega seguiremos conversando de esta modalidad, esta vez de las carnadas o cebos utilizados, de cómo armaremos los aparejos para las diferentes especies a pescar, algunos trucos, y de cómo podemos identificar las especies que obtendremos en determinado lugar simplemente observando el tipo de orilla, fondo, claridad del agua, etc.

La modalidad de pesca bautizada con el término anglosajón de surf casting, cuya traducción literal vendría a ser algo así como pesca a la rompiente, asimismo conocida, entre otros muchos más apelativos, como pesca al lanzado pesado o pesca al lance de fondo, resulta ser, sin duda alguna, la más practicada por ese nutrido colectivo de pescadores que conforman y dan carta de naturaleza a la pesca deportiva desde costa. Basta observar cualquier rincón de nuestras costas, cualquier playa, promontorio, roquedo o espigón, con esos enjambres de cañas dibujadas en el horizonte, y que fijadas en el suelo, altivas y desafiantes, esperan pacientes el ansiado momento de denunciar la picada en forma de nervioso cabeceo, para caer en la cuenta de hasta qué punto esta disciplina deportiva cuenta con pronunciamiento y raigambre tan acusados que la hacen prevalecer, en lo que a número de adeptos se refiere, a cualquier otra de las numerosas modalidades de pesca deportiva desde costa que se practican a lo largo y ancho de todo el litoral español. Un escenario adecuado para la práctica del surf casting: una escollera portuaria. La acumulación de cañas prueba la popularidad de la técnica.

La causa y motivo de contar con tal predicamento, con tal grado de aceptación, habrá que buscarla, entiendo yo, en una cualidad, virtud más bien diría, que juega en claro favor de la misma: su proverbial polivalencia. En efecto, no existe ningún otro tipo de modalidad de pesca deportiva desde costa que permita, al tiempo, que el pescador pueda escrutar tan amplio territorio o zona de pesca como el que ésta le propicia, pues el hecho de que el cebo pueda ser ubicado a voluntad del que maneja la caña, desde la misma línea de costa hasta más de un centenar de metros separado de aquélla abre todo un mundo de posibilidades que le son negadas al resto de modalidades condenadas a un campo de acción mucho más reducido. Sin embargo, y como no podía ser de otro modo, también este sistema de pesca cuenta con ciertas servidumbres, entre las que cabe destacar la imposibilidad de aprovecharse de los beneficios que aporta el cebado o macizado del lugar de pesca, sobre todo cuando ésta se practica, como viene siendo lo habitual, a distancias tan alejadas de la orilla que resulta vano, por lo inútil, realizar tal acción.

¿Mejor cuanto más lejos? Pero, cuidado, que nadie se lleve a engaño, pues es fácil caer en el tópico, en la falsa creencia, de que cuanto más alejado se sitúe el cebo de la línea de costa, es decir: cuanto mayor profundidad se alcance en la ubicación de éste; mayores posibilidades existirán de conseguir presas, y de mayor talla. En absoluto esto es así, y conviene advertirlo en favor de los atribulados pescadores noveles que, guiados por esta errónea aseveración, se obsesionan y empecinan, una y otra vez, con un único objetivo alcanzar mediante el potente lance los lugares más distanciados posibles a la línea de costa como una panacea, única y exclusiva, para Una buena dorada, una de las piezas más buscadas por los pescadores de las costas marítimas españolas.

obtener unos buenos resultados en la acción de pesca. Bien lo saben los veteranos pescadores que practican esta modalidad que la cosa no resulta tan fácil, o dicho de otro modo, que un

potente lanzado no implica necesariamente una mayor posibilidad de picada, muy al contrario puede ocurrir, y de hecho ocurre a menudo, que una mejor selección y presentación de las carnadas y de los bajos de línea empleados, acompañada de un conocimiento de la orografía submarina de la zona de pesca, de la interpretación del estado de la mar y de las corrientes y mareas que la puedan afectar en un momento dado, suplen la mediocridad del lance propiciando unas mayores posibilidades de picada.

El síndrome de la distancia Tan de Perogrullo resulta esta afirmación que, en caso contrario, en el supuesto que se diera por buena la regla que a más potente lance, a mayor fondo conseguido, mayores capturas, bastaría con disponer de una embarcación que nos transportara a esos fondos apetecidos para conseguir pesqueras de escándalo, y ello, también lo saben bien los pescadores de embarcación, no es así ni mucho menos, llegándose a la paradoja de ver en ocasiones que, mientras el pescador de costa lucha y se esfuerza para alcanzar esas distancias "mágicas" de la playa de arena, allá por los 150 y más metros. El pescador de embarcación se acerca hasta los fondos someros, hasta casi rozar la quilla de su embarcación con el fondo de arena, en la creencia contraria de que las presas se encuentran más próximas a la orilla, pareciendo, pues, como si los términos se encontraran invertidos, como si se hubiera desvirtuado la esencia de cada una de las modalidades de pesca: el pescador de costa emulando en sus afanes al pescador de embarcación, y éste tratando de imitar al de costa en sus quehaceres.

cada especie, su fondo Existe, es evidente, una distancia, digamos mínima, en relación a la pesca desde costa, que para que ésta resulte verdaderamente efectiva habrá que superar, pues qué duda cabe que no todas las especies se aventuran a visitar fondos tan extremadamente someros como los que se pueden encontrar a apenas unas decenas de metros de la misma orilla de la playa. Ahora bien, una vez superada dicha barrera, en mi modesta opinión, no hay que desdeñar ningún tipo de posibilidad con respecto a la posible ubicación de las potenciales presas, ya que, insisto, no necesariamente la mayor marca de la sonda resulta ser el marco ideal para muchas especies en sus expediciones de caza o migraciones en busca de alimento. La

Aguardar pacientemente la picada ocupa la mayor parte del tiempo del pescador de surf casting.

existencia de un roquedo sumergido o de un algar a escasa distancia de la orilla de la playa, por ejemplo, se convierten en lugar de encuentro de especies en busca de pequeños invertebrados con los que saciar su apetito y a la vez centro de atracción para sus especies depredadoras, augurando así mayores posibilidades de captura que no otro lugar más alejado de la costa, con mayor fondo, pero convertido en un desierto de arena sin ningún atractivo especial para la mayoría de las especies que pueblan estos ambientes marinos próximos a la costa. Un buen ejemplo lo constituyen especies tan populares como son el sargo común y la mojarra, moradores por excelencia del fondo pétreo, somero o no, y que, en consecuencia, nunca habrá que buscarlas en el fondo arenoso, por mucha distancia de la orilla, por mucha profundidad, en que éste se sitúe.

De ahí que anteriormente se citara la importancia, la enorme importancia, que supone conocer, siquiera a grandes rasgos, la orografía submarina que dibuja la zona de pesca elegida, circunstancia ésta que resulta fácil de comprobar en aquellas zonas litorales sometidas a la acción de las mareas de cierta entidad y harto complicado y de mucha más difícil lectura en los lugares donde faltan aquéllas, caso del mar Mediterráneo, o, en fin, en donde, en virtud de los pronunciados fondos existentes no se cuenta con la suficiente incidencia visual a esos efectos. Las corrientes De alguna forma también relacionado con la acción de las mareas, encontramos otra fenómeno de vital importancia para el desarrollo de esta modalidad de pesca como son las corrientes marinas imperantes en la zona, y que en virtud de su intensidad, y al margen de que habrá que preverlas con respecto al aparejo a utilizar para minimizar su consabida acción de arrastre, pueden actuar como fenómeno capaz de alterar las costumbres de no pocas especies, hasta el extremo de hacer que algunas de ellas muestren una total inactividad al no darse las condiciones naturales y que le son propias para su actividad Una buena técnica de lanzado es necesaria para alcanzar las distancias que a veces, no siempre, pide el surf casting.

diaria, y todo lo contrario, augurar una inusitada acción cazadora en relación a las especies depredadoras que ven en este marco de corrientes intensas, quizá con las aguas tomadas en virtud del arrastre de partículas del fondo que las mismas propician, el momento idóneo para, camufladas junto

al roquedo o el algar, acechar a sus potenciales víctimas.

No hay que olvidar, por otro lado, que la acción de las mareas y las corrientes marinas, en virtud de los desplazamientos de grandes masas de agua que provocan, actúan como movimientos de arrastre de todo tipo de materias orgánicas susceptibles de servir de alimento para muchas especies, y que dichas materias tienden a acumularse, formando verdaderos depósitos de sedimentos de diferente entidad, en los accidentes orográficos que van encontrando en su camino, convirtiéndose así en otro motivo de visita del roquedo sumergido y de toda clase de anfractuosidades que pueda presentar el relieve submarino por parte de especies en busca de fácil pitanza. La dorada y la herrera, por ejemplo, son dos de las especies que gustan de merodear por esas zonas de sedimento en donde las posibilidades de encontrar alimento se multiplican, sin perjuicio, por otro lado, de que estas dos especies en concreto sean también visitantes asiduas del fondo arenoso llano y estéril. Para todos los escenarios Advierta el amable lector, que hasta el momento se ha venido hablando supuestamente de la pesca al surf casting desde una playa de arena, es decir, desde un punto de pesca con unos fondos habitualmente muy someros, y si resulta válida para este escenario la advertencia de que el binomio: mayor profundidad igual a mayor pesca, no necesariamente es admisible, con más razón se podría trasladar a otros ambientes de pesca tan diferentes de la playa de arena como son los roquedos naturales, acantilados, espigones y escolleras portuarias, o dicho de otro modo, a todos aquellos posibles escenarios en los que al mismo pie del puesto de pesca se dan ya unos fondos de cierta entidad.

Pescando desde la playa de arena o incluso también desde la de cantos rodados, de perfil bajo, se puede aducir la necesidad, como se ha dicho, de tener que salvar una barrera a causa de la reducida sonda que los fondos inmediatos a donde se sitúa el pescador presentan, cosa que, evidentemente, no ocurre cuando la acción de pesca se desarrolla desde estos promontorios citados, generalmente, y a excepción quizá de algunos roquedos naturales y espigones playeros de poca entidad, con acceso directo ya de por sí a masas de agua con sondas de diverso valor, pero totalmente aptas para constituirse en el lugar de visita y estadía de un buen número de especies que despiertan el interés del pescador deportivo.

No siempre pican las grandes doradas: a menudo no queda otro remedio que conformarse con las humildes mojarras.

Los peces del roquedo Será, pues, pescando desde estos puntos, y con más razón si cabe, cuando convendrá desterrar de una vez por todas el consabido tópico del lance potente como única garantía de picada, ya que, salvo otras circunstancias ajenas o indirectamente relacionadas con la pesca en sí, en principio, la dorada, la lubina, la herrera, y ya no digamos el sargo, la mojarra, la salpa y la oblada, por citar unos ejemplos, disponiendo, insisto, de la profundidad de agua necesaria como dispondrán en estos enclaves, más que buscar fondos alejados de cualquier manifestación en forma de roquedo submarino, tenderán a aproximarse a él, y si éste no existiera, al propio puesto de pesca o a sus inmediaciones, roquedo sumergido al fin, por cuanto que es justamente en estos lugares donde se favorecen dos aspectos tan consustanciales a estas especies como son la alimentación, en virtud de las materias orgánicas en forma de pequeños invertebrados y sedimentos orgánicos que allí se dan cita, y la posibilidad de encontrar cobijo y refugio seguro ante el imprevisto y fulminante ataque de cualquier depredador. Y hablando de depredadores, será éste un buen ejemplo de demostración de hasta qué punto la profundidad de agua cobra una importancia marginal en estos escenarios utilizando esta modalidad de pesca, pues es de todos conocido que las anjovas, los palometones, las serviolas, e incluso las lubinas y otros depredores que se aventuran en sus razias o batidas de caza por estas aguas, antes que priorizar el calado de las mismas anteponen la única circunstancia que en verdad es la impulsora de tal actitud: la existencia de presas potenciales, sea cual fuere el fondo o profundidad de agua a la que se encuentren éstas, es decir, que lo mismo pueden aceptar la carnada reposando en el fondo situado justo al pie del acantilado que a cien metros de él, y por ende, la posibilidad de picada será la misma en ambas ubicaciones, lo que a la postre significa que se puede prescindir perfectamente de la obligatoriedad del lanzado potente, o mejor aún, diversificar los "riesgos" de picada, es decir, utilizar, como viene siendo habitual, dos cañas para la acción de pesca: una de ellas con su cebo situado a una distancia próxima o relativamente próxima al puesto de pesca y la restante a una mayor distancia,

consiguiéndose así escrutar una mayor zona de pesca. Ese es el quid de la cuestión, como bien saben todos los buenos aficionados a esta modalidad. Lograr, por medio de la distinta ubicación de ambos cebos, dar con el lugar exacto en donde se encuentra el cardumen de peces y, en consecuencia, donde las picadas se producen con mayor asiduidad, y entonces sí, haciendo caso omiso de la profundidad de agua o distancia en que este punto se encuentre, ubicar ambos cebos continuamente en dicho lugar buscando el conseguir la mayor rentabilidad posible a la acción de pesca. El pescador y sus circunstancias Anteriormente se ha hecho referencia a unas circunstancias ajenas o indirectamente relacionadas con la acción de pesca en sí, pero que sin embargo pueden, en un momento determinado, modificar sustancialmente lo dicho hasta el momento. Se me ocurre, por ejemplo, el hecho de que el pescador, conocedor del fondo existente, de la acción de las corrientes y mareas, y, en fin, provisto de un buen equipo de pesca y de los cebos adecuados al momento y las especies que se pretenden capturar, de pronto se encuentra de bruces con una draga en plena acción de dragado en el radio de acción de su caña, o con que se ha producido esta operación recientemente. También pienso en el momento de la entrada de las barcas de pesca profesionales que vuelven de faenar y que también pasan en su deambular por un punto dentro del radio de acción de la caña en cuestión, o, en fin, con que recientemente se han instalado unas canalizaciones submarinas justo en el lugar de pesca habitual y del mismo modo a tiro de caña. En principio, estas circunstancias no dejan de constituirse en un inconveniente, pues qué duda cabe que el atribulado pescador ve modificado sustancialmente el medio por él tan bien conocido. Sin embargo, el aficionado curtido en estas lides puede sacar buen beneficio de las mismas, a poco que tenga en cuenta que el lugar donde la draga deposita las materias extraídas al mar se convierte en un verdadero vivero de especies atraídas por toda suerte de gusanos, moluscos, etc., que acompañan a la materia pétrea, fango o arena arrancada por aquélla del fondo marino.

Un saliente rocoso es un buen lugar para intentar la pesca de los grandes depredadores de aguas abiertas.

Asimismo, una vez finalizada la operación de dragado, el fondo pétreo que se dibuja actúa, por los motivos aludidos y por los restos de materia orgánica que en él queda depositada, como polo de atracción para no pocas especies. Algo similar ocurrirá con las supuestas tuberías o canalizaciones, que si es cierto se convertirán en un lugar donde fácilmente podrán quedar trabados los anzuelos, no lo es menos que el pescador que asuma este riesgo contará con un marco idóneo para capturar un buen número de especies que verán en ellas las mismas ventajas que le proporciona el roquedo sumergido. La entrada a puerto de las barcas profesionales de pesca genera siempre cierto "trastorno" al pescador, pues, al margen del movimiento de aguas que éstas producen suele ser frecuente que junto con ellas, o mejor dicho detrás de ellas, viajen distintas clases de especies depredadoras persiguiendo los restos de pescado de desecho que por la borda van arrojando sus tripulantes. Y digo que genera cierto trastorno, por cuanto que el que ansía la captura de depredadores ve en esta irrupción de navíos el momento idóneo para que se produzcan las picadas, y por el contrario, el que pretende la captura de otras especies no depredadoras teme que la súbita aparición de anjovas o palometones haga huir despavoridas a doradas y herreras, amén del peligro que supone el perder el aparejo si una de esas embarcaciones se cruza con la línea de la caña.

La importancia que reviste la perfecta ejecución del lanzado en esta modalidad de pesca, tanto por lo que concierne al hecho de poder ubicar el cebo en el lugar exacto donde confiamos se van a producir las picadas, como el dotar a dicha sesión de lance de la suficiente potencia para alcanzar el pretendido objetivo, implican que el equipo de pesca a utilizar, además de resultar aquilatado a las características propias de cada pescador, deberá ser tan ligero, cómodo y manejable como sea posible, convirtiéndose, de algún modo, en un apéndice de la propia masa física del pescador, en una articulación o extensión mecánica perfectamente sincronizada con éste en lo que respecta a movimientos y prestaciones. De nada sirve un espléndido equipo de pesca de surf casting, cuando entre el mismo y el pescador que va a utilizarlo no existe esa química, esa íntima comunión o simbiosis que permite la total soltura y, comodidad del que maneja la caña en virtud del perfecto acople que se da entre dicho equipo y las características físicas del pescador en cuestión. De lo que se desprende que no existe para la práctica del surf casting una medida ideal o estándar en cuanto a longitud de caña, dureza y demás prestaciones de ésta, muy al contrario, debe ser el propio pescador el que, insisto, en atención a sus propias peculiaridades y, cómo no, por supuesto también en función de la entidad de las presas que se pretendan capturar, el que se decida finalmente por tal o cual caña, sin perjuicio de que la misma. como viene siendo habitual, vendrá a oscilar entre los, más menos, 4'5 metros de longitud.

Líneas especificas Si las características del carrete v, en mayor medida si cabe, las de la caña, cobran singular importancia en lo que a esta modalidad de pesca se refiere, qué decir de la línea a utilizar. toda pez que, como ya se apuntó, el diámetro de la misma, que es como decir la entidad de las presas que se pretenden capturar, condicionará a los dos anteriores. Así, por ejemplo, si para pescar, en las condiciones adecuadas se entiende. el palometón o la anjova crecida, se precisará de un diámetro de línea mínimo de 0,50 milímetros o de 0,55 milímetros, respectivamente, sin embargo, para la pesca de la dorada pequeña y de la herrera. por citar otros dos ejemplos de especies de menor

Los entrantes rocosos donde rompen las olas, con fondos mixtos de arena y roca, son lugares ideales para peces como el sargo o la lubina.

entidad en cuanto a peso y potencia de nado, el diámetro mínimo de monofilamento se podrá reducir hasta prácticamente los 0,14 milímetros e incluso, ya únicamente para la herrera, los 0,11 ó 0,10 milímetros, siempre y cuando exista una necesidad perentoria de ubicar el cebo a una notable distancia de la orilla, o sea, cuando se precise del concurso de un potente lance. Esa enorme diferencia de diámetros requeridos para ambas situaciones, amén de la diferente capacidad de línea que se precisará para hacer frente al palometón, con tamaños que pueden superar en ocasiones los 30 kilos de peso, por un lado, y a la "humilde" herrera, por el otro, hacen que más que hablar de una supuesta caña y carrete válidos para sendos cometidos haya que hablar de cañas y carretes distintos y especializados cada uno de ellos en los cometidos para los que han sido concebidos y diseñados.

La caña de surf casting Resulta evidente. que una caña destinada para a pesca de la herrera. por ejemplo no será válida para intentar la captura de palometones, corvinas, serviolas o anjovas crecidas, y viceversa. En el primer caso primará sobre todo su extrema sensibilidad y adecuado nervio como sinónimos de capacidad de lanzar y de transmitir al que maneja la caña aspectos que, sin embargo, se convertirán poco menos que en marginales para el segundo caso, en el que prevalecerá 1a potencia, entendida como una capacidad de respuesta en un momento dado, sobre los demás aspectos o prestaciones que puedan venir asociadas a la misma. El carrete Del mismo modo que no puede hablarse de una caña ideal, de un estándar en este tipo de aparejo, tampoco se puede pretender, en lo que a carretes concierne, hallar la perfección, o mejor dicho, el carrete perfecto, el que todo lo abarca, para esta modalidad de pesca, pues, como ocurriera con el caso anterior, la entidad de las presas a capturar condicionará en gran medida el diámetro de la línea a utilizar y con él las características en cuanto a tamaño y capacidad del carrete más apropiado. Ni siquiera el hecho de disponer de varias bobinas, cargadas con nailon de distinto diámetro cada una de ellas, será suficiente para atender tal circunstancia, ya que las necesidades que plantea la pesca de los grandes depredadores son tan diametralmente opuestas a las que exige la pesca de otras especies de mucha menor entidad que, por lo general y si se pretende pescar en las condiciones adecuadas, ni el más versátil de los carretes puede hacer frente a tal número de exigencias.

En la elección del carrete jugará un papel destacado, más que las características físicas del pescador, las propias preferencias personales en relación a aspectos tan fundamentales como puedan ser su ligereza con respecto al peso; su ratio, es decir, la capacidad de cobrar o recoger línea por cada vuelta de manivela; la suavidad en la acción de recogida de línea, auspiciada por la calidad de los engranajes internos y los rodamientos a bolas de que disponga; su tamaño, versatilidad y accesorios que incorpore, y muy especialmente el número de bobinas intercambiables con las que se comercializa; el diseño ergonómico, los materiales de construcción y los acabados exteriores garantizando una buena estanqueidad y resistencia a la corrosión; y, cómo no, el sistema de frenado y su accionamiento y graduación. Característica ya común a un buen número de carretes es la posibilidad de eliminar el molesto balanceo lateral que se produce durante la acción de recoger línea, y que obliga al pescador, entre otras cosas, a realizar un mayor esfuerzo durante la misma. Una aguja o guía hilos provisto de rodamiento siempre ayudará a suavizar la ya mencionada acción de recuperar línea, y un mecanismo de rápida y total liberación del freno en un momento determinado ayudará a solventar situaciones comprometidas, como aquélla en la que la presa, situada ya a poca distancia del pescador, de pronto se revuelve con fuerza poniendo en peligro la integridad física del bajo de línea. Una dorada en el salabre. Las doradas, por la dura batalla que presenta y por la calidad de su carne, son tal vez la presa cumbre de la pesca al surf casting.

Accesorios imprescindibles Esta especialización, lejos de limitarse a cañas, carretes y líneas, afecta también, como no podía ser de otro modo, a unos elementos de tanta importancia como puedan ser los plomos y, sobre todo, los bajos de línea. Los primeros, generalmente con diseños aerodinámicos al objeto de ofrecer la menor resistencia posible al aire durante su trayectoria, se comercializan adoptando muy distintas formas y acabados: desde los clásicos en forma de pera, a los planos, pasando por los redondos, ovalados, fusiformes y un largo etcétera. En principio, la forma que finalmente adopte el plomo cobra importancia, más que por el hecho en sí de ofrecer la menor resistencia posible al aire, por la capacidad de rendir los efectos deseados con respecto a la naturaleza del fondo donde quedará depositado, o dicho de otro modo, evitar que el aparejo sea arrastrado a capricho de la corriente y, en la medida de lo posible, también que el plomo en cuestión quede enrocado o trabado en el fondo.

Así, por ejemplo, el plomo adecuado para un fondo de arena o fango será diferente al que resulta idóneo para un fondo de piedra, del mismo modo que jugará un papel preponderante en la elección del tamaño y del peso del plomo finalmente a utilizar el estado que presenten las aguas en cuanto a oleaje, corrientes y mareas, como asimismo las características de la caña en sí y el grosor de la línea de la que se va a hacer uso. Los plomos planos, hoy en franca decadencia, siempre se han mostrado muy adecuados para los fondos de arena o fangosos. Para la playa de canto. rodados o fondos de guijarros Las lombrices marinas, de diversas especies, son el cebo por excelencia para este tipo de pesca.

nada como el plomo redondo. Para fondos de piedra suelen resultar muy adecuados los que imitan la forma de pera y, sobre todo, los redondos en forma alargada provistos de un tubo de plástico en su parte superior y que

actúa como verdadero mecanismo que evita que éste quede trabado entre las oquedades y recovecos submarinos. El plomo provisto de garras será apto para fondos pétreos sometidos a intensas corrientes submarinas en los que quedará trabado, como si de un ancla se tratara, hasta que, en virtud de la fuerza de arrastre ejercida por la presión de la caña que maneja el pescador, las garras metálicas se abrirán liberándolo de dichas masas pétreas.

Por otro lado, resulta evidente también que en función del grosor de la línea con que se equipe el carrete, así como de las características

propias de la caña en cuanto a dureza, nervio y flexibilidad, e incluso también del tamaño o forma del cebo que se vaya a utilizar, el plomo requerido, o mejor sería decir el peso del plomo requerido, variará sustancialmente. En líneas generales se podría fijar el siguiente paralelismo: a mayor grosor de línea mayor peso de plomo para alcanzar una misma distancia, de igual modo que a mayor dureza de la caña también mayor peso de plomo en el mismo sentido, y así también, a mayor volumen de cebo mayor peso de plomo. De lo que se desprende que la práctica de la pesca de surf casting o lanzado de fondo enfocada a la captura de la serviola, por poner un ejemplo, sujeta a la utilización de unos diámetros mínimos de monofilamento de 0'60 milímetros, y en la que cobran protagonismo cebos tales como una lisa viva, caballa, alacha o varias sardinas ensartadas a la vez, es decir, carnadas que fácilmente pueden arrojar un peso superior a los 250 gramos, requerirá de un planteamiento y de unos aparejos sensiblemente diferentes, muy especialmente por lo que respecta a los plomos, que los utilizados, por poner otro ejemplo, para la pesca al surf casting de la herrera, aquí limitados a unos pesos, tamaños y grosores mucho más reducidos.

El equilibrio es la clave En general, puede afirmarse que existe un consenso por parte de

todos los pescadores con respecto a lo dicho anteriormente, esto es, que cañas, carretes, plomos y líneas, dejando al margen marcas, modelos, formas, precios y diseños, están sujetos a ciertas servidumbres y a una clara especialización en virtud de las presas que se pretenden capturar. Sin embargo, tal consenso se volatiliza cuando uno se adentra en el conocimiento del mundo de los bajos de línea destinados a la pesca del surf casting; y digo "mundo" porque, efectivamente, así se puede definir el entorno que rodea a este elemento tan característico de esta modalidad de pesca. Bajos. En la variedad esta el gusto No creo que exista, exceptuando quizá la pesca al volantín desde embarcación, otra modalidad que cuente con tal variedad de bajos de línea susceptibles de ser utilizados y que de hecho son empleados con mayor o menor fortuna y predicamento a lo largo de todas nuestras costas. La primera discrepancia comienza con el hecho en sí de situar el plomo: unos, acérrimos partidarios de colocar el plomo al final de la línea madre y situar el bajo de línea a continuación de éste por medio del clásico quitavueltas, otros, por el contrario, no se cansan de alabar las excelencias de un montaje propiamente de volantín, es decir, colocar el plomo al final de la línea y sobre él el bajo o los bajos de línea.

Los primeros alegan, entre otras ventajas, que este tipo de montaje propicia en mayor medida que el cebo descanse en el suelo de forma más natural; los segundos ven en su sistema predilecto un seguro para evitar enredos del bajo de línea con la línea madre, amén de que resulta mucho más sencillo el disponer de varios bajos a la vez. No falta, para complicar más el tema si cabe, el que adopta una fórmula mixta haciendo suyas las dos posibilidades: un bajo sujeto al quitavueltas con que remata el plomo en su parte inferior y otro bajo situado en la parte superior del plomo, ¿alguien da

Una alternativa más barata a la lombriz, y también muy efectiva aunque más difícil de manejar: los mejillones.

más? Pues sí, otra variedad sería, tomando el primer ejemplo, colocar un nuevo bajo sobre el propio bajo, es decir, convertir al bajo de línea en línea madre a partir del plomo, así como, ya en la segunda opción citada, dotar al bajo situado más próximo al plomo de una mayor longitud, de modo y manera que el cebo que éste porta descanse sobradamente sobre el suelo.

En fin, existen casi tantas variedades de montar los bajos de línea de surf casting como imaginación tenga el propio pescador, aunque, a mi modesto entender, más que echarle imaginación a los montajes, más que buscar la vistosidad, por no decir la complejidad, en ocasiones totalmente injustificada, lo que en realidad debe interesar al pescador es que el bajo en cuestión resulte realmente eficaz, ése es verdaderamente el quid de la cuestión, pues de nada sirven filigranas y florituras si a la postre el bajo se muestra totalmente ineficaz o inadecuado para las condiciones de mar imperantes en el momento y el relieve y naturaleza que dibujan los fondos submarinos de la zona de pesca, sin olvidar la propia idiosincrasia de las especies a las que va destinado, o sea, intentar pescar con un bajo, barroco él, cargado con tropecientos mil anzuelos, en una situación de corriente intensa invitando a hacer acto de presencia a los continuos enredos en la línea madre, sea cual fuere el sistema de ubicación de bajos y plomo finalmente elegido, cuando no a que sean varias las presas que tomen el cebo a la vez (cosa más que frecuente) y que la línea madre rompa debido a la excesiva presión que ejercen las mismas o, en fin, que se multipliquen las posibilidades de que alguno de los anzuelos quede trabado en el fondo, todo ello por no citar lo ya tantas veces comentado: que una presentación lo más natural posible de nuestro aparejo, reduciéndolo, en la medida de lo posible, a su más mínima expresión, siempre ayudará a conseguir mayor número de picadas, sobre todo de aquellas especies o ejemplares más astutos y desconfiados; pues, ni que decir tiene, que una lubina, por poner un ejemplo, no es únicamente que no hará caso, sino que además huirá despavorida ante la visión de un "aparejo de pesca" que más que aparejo se antoja algo parecido a un árbol de Navidad, cargado todo él de bajos de línea y adornado con un buen puñado de bolitas de los más variados colores.

Alguna herrera despistada y otros tipos de peces de menor entidad puede que entren al quite, pero intentar pescar una lubina, una dorada crecida, una sama o un astuto sargo utilizando dicho método resulta totalmente pueril, incluso si se echa mano de los cebos más sugerentes. Cebos Y hablando de cebos, y teniendo siempre en cuenta las particularidades propias de cada zona de nuestro extenso litoral, sí se podrían establecer unos estándares en cuanto a su idoneidad y eficacia. En primer lugar habrá que dejar de lado el viejo tópico de que el pez siempre prefiere aquellos cebos que son propios del hábitat o entorno en el que se halla en un momento determinado, tan fácil de rebatir como resulta el observar a las herreras, sargos y mojarras deleitándose con los pequeños caracoles de tierra que son ofrecidos por los pescadores, y que evidentemente, por ser terrestres, nunca han tenido ocasión de conocer en su medio natural; la patata hervida que tanto gusta a la salpa y a la boga; el pan que devoran con fruición los mújoles, las obladas y las herreras; o, por citar otro ejemplo: el hecho de que gusanos provenientes de otros países muy alejados de nuestra geografía (coreanos, cordelle importado de Chile, etc) y que evidentemente nunca han sido vistos por las especies que tenemos a tiro de caña en nuestras costas, gusanos como digo foráneos, se constituyan en excelentes cebos para no pocas especies autóctonas.

Cuestión de presupuesto En segundo lugar, bueno será advertir que el mejor cebo para una determinada especie y momento no necesariamente resulta ser el que se vende más caro, cosa que menudo tiende a considerarse poco menos que como dogma de fe por parte de algunos pescadores. Es cierto que determinados cebos de los considerados como caros, caso de la tita o la lombriz de arena, por ejemplo, suelen ofrecer unos excelentes resultados con la mayoría de las especies no depredadoras con excepción de la lubina, sin embargo, existen también otros cebos, mucho más modestos desde el punto de vista pecuniario, como puedan ser el cangrejo ermitaño, diversos caracoles Una buena pareja de anjovas. Unos peces que exigen aparejos capaces de soportar sus violentas acometidas, y sus fuertes y cortantes mandíbulas.

de mar e incluso los propios mejillones y la más que popular sardina, por citar también unos ejemplos de ellos, que en determinadas circunstancias, periodos del año y enclaves pueden

incluso llegar a superar el rendimiento de aquéllos en lo que a aceptación se refiere.

Así, pues, resulta aconsejable que el pescador, lejos de dejarse

guiar por un afán puramente mercantilista, en lo que a elección de cebos se refiere, analice en profundidad el medio al que se va a enfrentar, qué tipo de presa pretende capturar, en qué periodo del año se encuentra, cuál es la fisonomía submarina del punto de pesca elegido, qué tipo de mareas y corrientes inciden en dicho lugar y hasta qué punto la intensidad de las mismas pueden hacer variar la primitiva estrategia planeada... Sólo tras este concienzudo análisis logrará alcanzar unas conclusiones válidas al objeto de orientarle en la búsqueda del cebo más apropiado, ya que a poco que se aplique al mismo caerá en la cuenta de que resulta absurdo encarnar una tita con destino a la dorada con un mar tan embravecido que a buen seguro las habrá hecho huir muchas millas mar adentro; o tentar a la herrera con la exquisita lombriz en un lugar tan poblado de pequeñas bogas que harán prácticamente imposible que el cebo llegue a tocar el fondo sin ser devorado antes por ellas; o que junto a las barcas amarradas en el puerto suelen buscar las doradas los cangrejos ermitaños que éstas arrojan por la borda tras las labores de limpieza de los artes de pesca, convirtiéndose en un lugar ideal para probar suerte con este tipo de carnadas; o que con la marea entrante y fuertes corrientes es el mejor momento para probar suerte con la codiciada lubina, la que gusta también de saborear las exquisiteces de la sugerente lombriz pero que, en esas circunstancias, no sabrá ni podrá resistirse a un apetitoso bocado en forma de boga o lisa de tamaño adecuado; o que, en fin, con unas aguas quietas y cristalinas, el astuto y huidizo sargo desconfiará de cualquier tipo de cebo que no sea un inquieto gusano descansando en la arena invitándole a la fácil pitanza, o la aromática sardina que convenientemente salada expande sus inconfundibles y atrayentes efluvios por todo el entorno submarino.

El mundo de la pesca deportiva en el mar está rodeado de

sueños y mitos, es un crisol en el que unen realidad y fantasía, una rara mezcla de recuerdos y anhelos, de historias pasadas y ficciones futuras. Ya lo comenté al hablar de la corvina y su halo legendario, y nuevamente quiero reiterarlo hoy en estas páginas dedicadas a la pesca a fondo sobre los roquedos, pues no hay pescador de mar que no haya fantaseado en más de una ocasión con encontrar ese pesquero aislado y casi virgen, ese pequeño paraíso particular que tantas veces dibujó en su memoria, al que se llega un buen día, por casualidad, y cuya localización se convierte desde entonces en secreto celosamente guardado y custodiado. Cuántas veces, contemplando la mar desde la costa, paseando por la playa en las largas tardes veraniegas, habremos escrutado el horizonte con una idea fija rondando nuestras mentes: "Debe haber buenos sitios aún por descubrir, ¡con lo grande que es la mar!", y sin embargo las más de la veces la reflexión suele quedar ahí, pues estamos apegados a nuestros hábitos, también en esto de la pesca, y en nuestra próxima singladura nos dirigiremos a la zona de siempre, en busca de una seguridad que no es necesariamente sinónimo de éxito. Los pulpos, ademas de buenos guisos, son un buen cebo para muchas especies.

Otro de los lugares comunes que con frecuencia maneja el pescador de mar es el antiquísimo tópico del "antes y ahora", esa frase que siempre

dedicamos al compañero neófito en una mala jornada de pesca: ¡¡Si tú hubieses visto este sitio hace unos años!! Exclamación que responde tanto a la constatación de una realidad indiscutible: cada vez hay menos pesca, como al sano ejercicio que nos lleva a eliminar de nuestra memoria los malos momentos y a recrear por contra los recuerdos agradables, tal vez no como fueron, sino como nosotros queremos imaginarlos. Seguramente el lector que, guiado por el título, ojee ahora este artículo se preguntará por qué traigo a colación estas pequeñas reflexiones si el tema propuesto es la pesca a fondo sobre bajo rocoso, así que no voy a demorarme en la respuesta: muy diferente es el ayer de esta pesca de su práctica en la actualidad, como también se ha vuelto un poco más utópica la búsqueda de aquel roquedo virgen y lejano frecuentado sólo por algún que otro buen conocedor de las aguas costeras. Desde hace algunas temporadas ha venido generalizándose en las embarcaciones tanto deportivas como profesionales el uso de sistemas de navegación por satélite (GPS), sondas tridimensionales, y otros "adelantos" técnicos que han dejado sin utilidad parte de los viejos saberes del pescador costero, del mismo modo que la invención del vapor provocó la extinción de la gran navegación a vela, o la generalización de las fibras sintéticas condenó al recuerdo a las tradicionales embarcaciones de madera. Como consecuencia de esta proliferación de aparatos, útiles sin duda, la mayor parte de los pescadores del litoral no tienen idea de dónde pescan si no es a través de las coordenadas de su GPS, pues hace ya algunos años que se olvidaron de mirar a tierra en busca de las marcas, o abandonaron la costumbre de balizar los puntos en que habían obtenido capturas.

De ahí que conocer los buenos sitios para la pesca a fondo, con ser indispensable, se haga cada vez una labor más accesible, en ocasiones un

secreto a voces. Basta con que una tripulación consiga buenas capturas para que a los pocos días no haya un sólo pescador en todo el puerto deportivo que no sepa, chispa más o menos, las coordenadas casi exactas en que se obtuvieron, con la consiguiente aglomeración de embarcaciones en un mismo punto, las disputas más o menos amistosas y la excesiva presión pesquera a la que se ve sometida una determinada zona pues, como es más que lógico, no tardarán en llegar las redes y artes profesionales. De este modo, ya no importan los días de niebla o poca visibilidad; tampoco la hora del amanecer o del ocaso, pues es el "cacharrito" el que desarrolla parte de la labor antes reservada al patrón. En definitiva: menos días de descanso para los caladeros y un granito de arena más que añadir a la sobre-explotación de nuestros mares; y es que los avances del progreso tienen siempre su pequeña o gran contrapartida. Los GPS y las sondas han convertido la pesca en algo tal vez demasiado técnico. Al menos parece todo más fácil, aunque no se pesca más ahora que antaño.

Por ello, no nos ocuparemos hoy de la búsqueda y localización de los buenos enclaves para practicar la pesca sobre roca, sino más bien de algunas técnicas y estrategias, tratadas de manera general, que son útiles en la pesca fondeados, y en concreto de aquellos detalles que pueden proporcionarnos éxito con algunas de las grandes piezas que frecuentan los bajos rocosos de nuestras costas.

Preparativos y cebos

Todo aficionado a la práctica de la pesca deportiva desde embarcación habrá asistido en diversas ocasiones a la ya vieja disputa que suelen mantener aquellos que son partidarios del curricán frente a los que prefieren decantarse por la pesca a fondo. Esta última cuenta sin duda alguna con un arraigo mucho mayor en nuestro país, aunque es innegable que la pesca con artificiales va ganando adeptos de forma progresiva e imparable. No voy a ser yo quien tercie en esta controversia, entre otras cosas porque mi afición por el curricán me haría hablar sin demasiada objetividad de este asunto. De cualquier modo nos dediquemos a un tipo u otro de pesca es preciso tener claro que la improvisación es pocas veces compañera del éxito, norma ésta que se convierte en exigencia mucho mayor a la hora de preparar seriamente una pesca a fondo, en la que entran en juego un número considerable de factores que conviene cuidar con mimo antes de hacernos a la mar.

Un pez que también frecuenta los fondos de roca es la perseguida hurta. El primero de ellos no es otro que la selección de las especies que pretendemos capturar, pues en fondos de roca, en torno a los 25 o 35 metros de profundidad, encontraremos una fauna submarina lo suficientemente variada como para plantearnos técnicas y equipos muy diferentes en función de las piezas buscadas. Quien haya oído hablar de la presencia de grandes dentones, doradas o corvinas en una determinada zona y se presente allí con los enseres que

habitualmente utiliza en la pesca de la breca o la mojarra, hace mejor en ahorrarse el viaje y buscar otro enclave más propicio para la pesca de especies de tamaño medio. Quiero decir con esto que en la pesca a fondo requiere de preparativos adecuados a las especies buscadas, se capturen o no, requisito que hace imprescindible varias horas de dedicación en las jornadas previas a la salida al mar. Si comenzamos refiriéndonos a las cañas y carretes conviene pensar en dos equipos por pescador, uno de ellos dedicado a la pesca de especies menores, otro dispuesto para tentar las grandes piezas que deambulan por entre los accidentes del roquedal. Las cañas han de quedar perfectamente preparadas antes de salir de puerto, pues de lo contrario no haremos más que acumular enredos e incomodidades en las reducidas dimensiones de la embarcación. Idéntica labor de disposición previa ha de seguirse con los aparejos, de los que nos ocuparemos brevemente algo más adelante. Sin embargo, el gran preparativo extra de la pesca a fondo frente al curricán no es otro que la búsqueda y selección de los cebos que han de emplearse durante la jornada. Se impone la visita al mercado para hacernos de una buena provisión de sardinas, choco, calamar, al margen de otras posibles carnadas, como las populares "gusanas" y "albiñocas", pagadas de día en día a precios cada vez más elevados.

En la elección de los cebos cabe siempre una gran variedad, por lo que a continuación incluimos un sencillo cuadro que recoge algunas de las carnadas recomendadas para las piezas de buen tamaño. Especies Dentón

Cebos Frescos · Pequenos chocos y calamares enteros. · Chocos y calamares en tiras. · Navaja.

Cebos Vivos · Mojarra y caballa vivas.

Corvina · Choco entero. · Sardina .

· Caballa viva.

Dorada

· Navajas, concha fina. · Grandes gusanos, tita.

Congrio · Sardina, rejos de pulpo. · Pequeños peces.

· Mojarra viva. · Caballa viva.

Como vemos, hemos dividido los cebos en frescos y vivos. Entre estos últimos, algunos se adquieren fácilmente en mercados y comercios especializados; otros, como las caballas o las mojarritas, habrán de procurarse sobre el terreno. Con los cebos en nuestro poder es el momento de prepararlos y almacenarlos cuidadosamente en una neverita, para evitar que mueran o entren en descomposición por efecto del calor, pues sobre todo los anélidos ("gusanas" y similares) y moluscos son sumamente delicados, y muy sensibles a los cambios bruscos de temperatura. La acción de pesca. El fondeo Amanece una jornada más y el sol va despertando los colores y las formas sobre un mar tranquilo, suavemente rizado por la brisa de tierra. Con la embarcación de camino al pesquero, los tripulantes, en silencio, ejercitan la imaginación y dibujan en sus mentes lo que ha de ser un nuevo día de pesca: ¡qué lento se pasa el tiempo cuando estamos ansiosos por vernos ya con la caña en la mano, metidos en faena!

Por fin sobre el punto elegido, la primera operación del día es la del fondeo, momento crucial del que puede depender el desarrollo de toda la jornada. Como norma general es preciso disponer de una cantidad suficiente de cabo que nos permita afirmar fuertemente la embarcación en el punto elegido. Para un fondo de unos 25 metros se precisan al menos 60 metros de estacha, con el fin de que el cabo forme un ángulo agudo con el fondo, pues de lo contrario la acción del viento sobre la embarcación puede hacernos perder el punto de anclaje, que en ocasiones se consigue con no pocos esfuerzos. A la hora de largar el rezón el patrón deberá calcular el margen de error que supone fondear con esta longitud de cabo, pues el ancla puede quedar en la zona elegida y la embarcación a unos veinte metros o más a favor de la dirección del viento, tal vez lo suficiente para no lanzar nuestros aparejos en el punto ideal. En determinadas jornadas, a causa de la existencia de mar de fondo o fuertes corrientes, resulta casi imposible hacer llegar el ancla a su destino. Para solventar este problema son muy útiles un par de plomos de un kilo de esos que se usan para bucear. Basta con anudarlos fuertemente al ancla y ésta buscará el fondo sin mayores problemas. En estos días, el peso de los plomos que empleemos en nuestros aparejos habrá de aumentarse considerablemente o de lo contrario pescaremos entre dos aguas, acumulando líos y enredos a cada instante. Una precaución más cuando se fondea sobre roca es la de amarrar el rezón por la parte de las uñas, practicando luego un nudo que asegure el cabo a la argolla del ancla mediante un cordel ligero. Si el rezón se niega a salir, basta con tirar fuertemente de él hasta que se rompa el cordel y el hierro invierta su posición zafándose de las rocas. Amarrar directamente por la argolla puede hacernos pasar un mal rato intentando desprender el ancla de entre las firmes piedras del roquedo.

Con la embarcación fondeada sobre el pesquero es el momento de preparar el "angüado", una bolsa de red en la que hemos introducido varios kilos de sardinas algo pasaditas, trituradas y mezcladas con arena. Una vez plomada, esta red se deja a media agua, con el fin de atraer a las caballas que han de servirnos después como cebo vivo. ¡Ya estamos listos para largar las líneas!

Anzuelar invertebrados, como la "tita" de la fotografía, parece que nos da menos pena que anzuelar peces. Disposición de las cañas: la espera Por fin comienza la verdadera acción de pesca. El primer paso es preparar dos cañas ligeras equipadas con aparejos finos de varios anzuelos y plomo terminal, estilo rosario, cebadas con trocitos de "gusana", choco o calamar con el fin de hacernos con las preciadísimas caballas. Estos aparejos se dejan descansar a media agua, aproximadamente a la misma profundidad en que hemos dispuesto la red con las sardinas. Poco a poco irán llegando las primeras caballas, que han de conservarse vivas mediante un oxigenador o simplemente en un gran balde al que iremos cambiando el agua cada poco tiempo. Si no aparecen las curiosas caballas conviene dejar caer estos aparejos ligeros hasta el fondo. Obtendremos así pequeñas mojarritas o raspallones que, aunque menos efectivos, también dan buenos resultados, especialmente con el dentón y el congrio. Con la provisión de cebo vivo asegurada (basta con ocho o diez ejemplares) cada pescador cala sus dos cañas; una para especies de tamaño medio: brecas, sargos, vidriadas, chopas...; la otra destinada a las especies mayores: grandes doradas, dentones, congrios y corvinas.

Ambos tipos de aparejos se montan con plomo terminal, el de las cañas ligeras con varios anzuelos, el de cebo vivo con un sólo anzuelo y equipado de una varilla que impida que el pececillo con su nado continuo enrede la línea al final del aparejo. El anzuelado del cebo vivo se realiza con cuidado, justo detrás de la aleta dorsal, cuidando de no dañar el pececillo que ha de mantenerse con vida al final del aparejo. Algunos pescadores acostumbran a recortar con unas tijeritas algunos flecos de la aleta caudal de las caballas con el fin de reducir un poco su movilidad e incitar así al predador, que como es sabido muestra preferencia por las presas débiles o heridas. Comprendo que estas operaciones puedan dañar la sensibilidad de más de un aficionado, aunque no veo por qué ha de censurarse la pesca con caballitas o mojarras vivas y no la operación de ensartar una "gusana", una "tita" o una almeja igualmente vivas, pues se trata de un hecho moralmente idéntico. Con las líneas caladas, llega ahora el momento de la espera, la hora de la conversación, acompasada por el rumor del mar y sólo interrumpida por alguna que otra picada en las cañas pequeñas. Allí están las otras, las del cebo vivo, suavemente arqueadas y mudas ¡Una hora en el pesquero y sólo hay una chopa y un par de vidriadas que llevarse a la boca! - Toma una cervecita. - Prueba este queso que Paco ha traído del pueblo. - ¿Nos cambiamos de sitio?... Y de repente, la puntera de la caña roja se arquea buscando el fondo y un homigueo nervioso se apodera de nosotros tres. El afortunado toma la caña en sus manos y regula el freno; nosotros recogemos el resto de las líneas para evitar un enredo que daría al traste con la pieza.

-Es un dentón -sus cabezazos y huidas verticales son inconfundibles. -¡Trabájalo bien, despacio, que es bueno! Y al cabo de unos largos minutos está allí a flor de agua con sus vivísimos colores destellando al sol de la mañana. ¡Sacadera y a bordo! Un bonito dentón de cinco kilos que ha dado buena cuenta de la caballita que le teníamos preparada. En las anfractuosidades del roquedo tiene su morada el congrio.

Continúa la jornada y nos divertimos con la entrada de otras piezas menores. Ahora probamos con las navajas vivas, colocadas enteras, con cáscara, y sujetas al anzuelo solo por una pequeña gomilla elástica. Es el cebo ideal para las grandes doradas que armadas de su poderosa dentadura no encuentran problema alguno en triturar las frágiles valvas de la navaja: ¡que pena que estos hermosos y combativos ejemplares sean cada día más escasos! Con el declinar del día, un congrio de buen tamaño entra a la mojarrita viva. Al aflorar a la superficie nos invade cierta desilusión, pues más de uno pensaba ya en un nuevo dentón que hiciera compañía al ya cobrado. En resumen una hermosa jornada. Y sin embargo, como bien sabe el lector, otros días la cosa es bien distinta y uno se vuelve a puerto mirando las carnadas, intactas, allí en el fondo de su neverita y piensa de repente en lo buenos que estarían esos chocos frititos o a la plancha, y piensa en la paliza que nos ha dado el mar y en ese madrugón de esta mañana y en lo que queda antes de llegar de nuevo a casa.

Cada vez que se presenta la ocasión, cientos de pescadores deportivos se acercan a las costas de toda España con la ilusión de disfrutar de las abundantes posibilidades que ofrece la práctica de la pesca de mar en nuestras aguas; sobre todo en verano, cuando se dispara la venta de embarcaciones, cañas, carretes y todo tipo de artículos de pesca: estamos en plena temporada y las largas columnas de pescadores se alinean en aquellos enclaves, cada vez más escasos, que han escapado a las inevitables hordas del bronceador y la tumbona. Entre las distintas opciones que se nos presentan en la pesca de mar, querría dedicar unas líneas a la pesca con artificiales, cada vez más extendida, aunque aún minoritaria, en nuestras costas. Rara vez el pescador neófito se atreve con señuelos, tal vez por las dificultades técnicas que puedan plantearle o quizá sólo a causa de la desconfianza que le ofrece colocar un pececillo o una cucharilla ondulante al final de su línea: "¿ Cómo va a picar algo en este trocito de madera?", se repite, y mientras, paga su habitual cajita de gusanos, pensando en el precio astronómico de esos tres artificiales que acaba de llevarse su compañero de mostrador, sin saber que bien cuidados y con algo de suerte pueden durarle casi media vida. Una cajita con algunos señuelos apropiados para la pesca de especies de pequeño tamaño, especialmente útiles para el costeo en meses veraniegos.

Tal vez por el carácter aún minoritario de la pesca con artificiales, no es nuestra intención la de presentar aquí unas páginas absolutamente novedosas, para "consumados expertos", si es que los hay en este imprevisible mundo de la pesca, sino más bien la de ofrecer una pequeña guía para aquéllos que decidan asomarse por vez primera al colorista y variado campo de los señuelos artificiales para pescar en el mar. Señuelos y especies: rompiendo algunos prejuicios En diversas ocasiones he leído preciosas colaboraciones dedicadas a la pesca de fondo y en general a distintas técnicas en las que se emplea el cebo natural, en las que se hablaba con cierta ironía acerca de los cebos artificiales, casi señalando que en determinadas zonas de nuestra geografía los peces no se dejaban engañar por tales ingenios, tal vez por ser las especies de allí especialmente astutas y sólo aficionadas a un puñado de cebos tradicionales. Sin ánimo de entablar controversia y como la divergencia es sana quiero señalar que en esta actitud no hay más que un prejuicio establecido sin más y que en efecto son más las especies que podemos capturar con señuelos artificiales que aquéllas que tradicionalmente se reconocen como peces de presa. Sin entrar en el terreno de la pesca a mosca, en el que me declaro especialmente ignorante, podemos señalar casi una quincena de especies capturables con cebos artificiales en nuestras costas. Entre las habituales: anchova, lubina, palometa blanca, caballa, jurel, baila, dentón, bonito; menos frecuentes: el pargo, la corvina, el ballesta, la llampuga y la serviola. Esto sin contar las especies de altura, aguja imperial y atún rojo, o las capturas de suerte como el serrano o el mismísimo sargo. Aún recuerdo cómo hace unos quince años muchos pescadores de nuestra zona nos miraban con poca simpatía y mucha incredulidad al revelarles que tal o cual pesca de lubinas se había hecho al curricán o que aquel precioso dentón que contemplaban había entrado a un artificial de 14 cm.

Hoy son muy pocas las embarcaciones de pesca deportiva en las costas de Huelva que no cuentan entre sus aparejos con al menos un puñadito de señuelos, que en muchos casos se convierte en un verdadero arsenal de artificiales. Surtido básico para la caballa, el jurel y la palometa. Las opciones de montaje son variadas y es posible combinar la acción de señuelos de distinto tipo en el mismo aparejo. Una buena opción consiste en sustituir el plomito terminal del rosario por un pez de plomo de 16 ó 25 gramos. Sin embargo, como bien sabe el lector el uso de un tipo u otro de señuelo está asociado a distintas situaciones de pesca y el pececillo que hoy funcionó tan bien, pasado mañana puede irse a la caja sin una sola picada, pues han cambiado las condiciones ambientales o simplemente las especies presentes son otras distintas a las de ayer. Estos cambios, frecuentes todo el año, son especialmente repentinos en los meses estivales, en los que es habitual encontrar bancos de especies migratorias que por este tiempo se acercan a nuestras costas. Si el pescador es aficionado al uso de artificiales, deberá adaptarse ahora a las nuevas circunstancias que le ofrece la mar. De las más frecuentes y de aquellos señuelos más útiles y extendidos nos ocuparemos a continuación, siempre como orientación general, que en esto de la pesca resulta conveniente huir de las leyes de carácter universal.

Tres situaciones de pesca: 1.- Caballas, jureles y palometas: pequeñas piezas comiendo en superficie Tres horas de curricán sin una sola picada pueden hacerse muy largas. Media mañana en la playa mirando las inmóviles punteras de las cajas acaban por lo menos con la mitad del buen talante de todo pescador. Y sin embargo, muchas veces ahí mismo, delante de nuestras narices está la posibilidad de pasar de la inactividad al entretenimiento, con sólo mirar un poco al mar y abandonar nuestra obstinación inicial que nos ha hecho dedicar buena parte de la jornada a la captura de una especie determinada y sólo una. De nada vale nuestra intención cuando lubinas y doradas pasan delante de nuestros cebos sin inmutarse, mientras que a unos pocos metros, quizá muy cerca de nuestra zona de siempre un grupo de charranes hace continuos picados sobre la superficie para salir acto seguido con un boqueroncito en el pico. Todo pescador se integra, al menos durante unos momentos, en un ecosistema en el que ocupa, se quiera o no, el lugar de depredador. La observación de la actividad natural que tiene lugar en el medio en el que desarrollamos nuestra actividad es imprescindible para adaptarse a las nuevas circunstancias.

Artificiales de plomo Jensen de 40 y 25 gramos. Se fabrican en distintos colores y son ideales para la pesca vertical sobre fondos rocosos. Salvo en días de aguas muy tomadas, conviene usar colores naturales.

En los meses estivales es muy frecuente esta situación que describimos, pues los bancos de pescado azul suelen acercarse lo bastante a nuestras costas como para decidirnos a intentar su captura, siempre entretenida y viva. Los indicios que muestran la presencia de estas piezas en superficie son de sobra conocidos: aves marinas lanzándose, especialmente los pequeños y ágiles charranes, pececillos-presa saltando sobre la superficie y las turbulencias que originan los depredadores al atacar casi a flor de agua. Las piezas que podemos encontrar en estos cardúmenes son esencialmente caballas y estorninos, jureles y palometas. En determinadas zonas pueden aparecer también las bailas y las anchovas de mediano tamaño. Veamos ahora algunos señuelos y técnicas para su captura. Señuelos y técnicas Los artificiales que suelen emplearse en estas situaciones son esencialmente de cuatro tipos diferentes: - Peces de plomo, de un peso entre 20 y 25 gr. Los más difundidos son los de la casa noruega Jensen. - Pequeños peces artificiales de superficie (5-9 cm). No importa que sean modelos diseñados para la pesca en agua dulce, que de hecho son los que se muestran más útiles con las piezas de pequeño tamaño.

- Cucharillas plateadas ondulantes, de un peso en torno a los 16 gr. - Angulones de silicona rojos o blancos. Estos señuelos se emplean tanto de costa como desde embarcación. Peces artificiales rematados en colores vistosos, casi chillones. Por lo general su uso se limita a jornadas de aguas oscuras y a las horas de escasa luminosidad. Como vemos, el óxido ha comenzado a atacar las anillas y poteras de algunos de ellos, que han de ser reemplazadas de inmediato. Desde la orilla conviene usar peces de plomo, más adecuados por su peso y diseño para el lanzado, sin necesidad de utilizar ningún otro lastre suplementario. Para ello es preciso emplear un monofilamento de poco grosor, 0.24, y una caña ligera de unos tres metros y medio. Conviene lanzar a aquellos puntos en que hemos detectado actividad y recoger con la caña alta a base de cambios constantes en la velocidad de recuperación de la línea. Si queremos emplear señuelos de poco peso podemos ayudarnos de los buldós, esferas de plástico que se llenan de agua a la mitad, colocando el señuelo (pez artificial o silicona) 1,50 m. por detrás del buldó. Además de éstas, las opciones de montaje son muy diversas: rosario plomado, rosario y pez de plomo, buldó y pez artificial...

Desde embarcación la técnica más efectiva es el curricán ligero a corta distancia de la embarcación (25 m.), con el fin de aprovechar las turbulencias del motor, que suelen atraer la atención de estas presas. Pueden emplearse indistintamente los peces artificiales en madera, los de plomo y las cucharas ondulantes, pues son todos señuelos bastante versátiles. No obstante, si tuviese que hacer una elección, con carácter general, me decantaría por los peces en madera para caballas y estorninos, los de plomo para la baila y las cucharas ondulantes para el jurel y la palometa blanca. 2.- La pesca en vertical sobre fondos rocosos Hay jornadas en las que el curricán proporciona escasos resultados y sin embargo tenemos la certeza de que hay pescado en nuestra zona de pesca, bien porque hemos hecho una buena pescata pocos días antes, bien porque observamos inconfundibles signos de actividad en las aguas sin que éste se vea correspondida por las consiguientes picadas. Las causas de esta aparente falta de pesca pueden ser de distinto origen y son sin duda bastante difíciles de precisar. Lo cierto es que por una razón u otra el pescado no muestra interés alguno por los señuelos que arrastran nuestras líneas, sea cual sea el color y modelo que le ofrezcamos. Muchas veces sucede esto en la pesca de la esquiva lubina, incluso en jornadas que empezaron muy bien y de repente se torcieron sin razón aparente. Y sin embargo, la pesca sigue ahí, concentrada sobre el fondo rocoso, a muy poca distancia de las cuevas y recovecos que le proporcionan refugio: es el momento de probar con unos lances verticales que nos permitan acercar los señuelos a las mismas barbas de las piezas que ahora permanecen inactivas. Señuelos y técnicas En este tipo de pesca se utiliza un equipo muy similar al empleado tradicionalmente para especies de agua dulce, como el black-bass: cañas cortas y flexibles, carretes ligeros y eso sí, un monofilamento un poco más grueso, en torno al 0,30 mm, que permite soltar los enroques sin perder demasiadas muestras.

Los días nublados y de aguas oscuras, tal vez tras varias jornadas de temporal, suelen exigir el empleo de señuelos de colores vivos. Sobre estas líneas, un buen ejemplar de lubina cobrado en una gris mañana de marzo. Empleamos un artificial de profundidad verdecaballa-oro de 11 cm. Para iniciar la acción de pesca es preciso situarse justo sobre el roquedo en el que tenemos la certeza o al menos la sospecha de que suele refugiarse el pescado. Con el motor apagado y en silencio comenzaremos a probar con distintos tipos de lances, de los más superficiales a los absolutamente verticales, dejando caer el señuelo a fondo y accionando la caña a base de golpes secos de muñeca. Para ello se emplean peces de plomo (recomiendo los de la casa Jensen y el modelo Pirken) de tres pesos distintos: 16, 25 y 40g, en función del tipo de presas que persigamos. Esta técnica da excelentes resultados con la baila y la lubina, sobre todo en los meses invernales. Ahora en verano también puede practicarse con éxito, con la variedad añadida que proporcionan los jureles o chicharros y las combativas anchovas, que siempre regalan una espectacular lucha, especialmente deportiva con estos equipos ligeros.

3.- Al curricán tras anchovas y lubinas Para la pesca de anchovas y lubinas a la cacea suelen emplearse peces artificiales de una longitud que oscila entre los 7 y los 14 cm. La descomunal oferta de pececillos que pueden encontrarse en cualquier comercio bien surtido hace imprescindible que el pescador que pretenda iniciarse en esta técnica conozca bien sus prestaciones y características, si no quiere hacer una mala elección y de paso un desembolso extra sin rendimiento alguno. Surtido de señuelos flotantes de 11 y 14 cm. Los elegidos son algunos de mis favoritos para la pesca de la anchova y la lubina.

La mayoría de las marcas dedicadas a la fabricación y distribución de peces artificiales trabaja fundamentalmente con dos tipos de modelos: flotantes o de superficie (floating) y ahogados o de profundidad (sinking). También las tablas de colores suelen coincidir con bastante frecuencia: negro-plata, orofluorescente, azul-caballa, verde-caballa y cabeza roja-cuerpo plateado... La elección de la marca corresponde por tanto al pescador y aunque no quiero decantarme abiertamente por ninguna en concreto, si daré una serie de recomendaciones generales: - Un buen pez artificial para la pesca en el mar ha de tener una acción viva, de movimientos rápidos, continuos y uniformes; debe navegar sin ladeos laterales y ha de estar milimétricamente equilibrado. - Los señuelos de madera dura y armados con anzuelos de acero inoxidable son los más duraderos y fiables. Si se adquieren modelos de agua dulce conviene sustituir inmediatamente poteras y anillas por otras hechas en material anticorrosión.

- Más vale desconfiar de las "gangas"; la mayoría no sirven para nada, salvo para quitarle las poteras y hacernos un llavero. - Conocer bien una determinada gama de señuelos posibilita comprar sin errores, sabiendo siempre lo que buscamos, lo que permite ahorrar tiempo y dinero. Con estas premisas estamos listos para componer nuestra caja de artificiales con un surtido suficientemente versátil para afrontar distintas circunstancias de pesca, pues cada especie tiene sus muestras preferidas y cada artificial se muestra más rentable en determinadas condiciones ambientales. Señuelos flotantes Los señuelos flotantes o de superficie están fabricados en una madera más blanda que aquella que se emplea para hacer los de profundidad. También suelen diferenciarse de éstos últimos en el tamaño, forma y material de la pala que les confiere la acción de nado, pues la de los flotantes suele ser corta, menos inclinada y de plástico, frente a la de los de profundidad, generalmente más larga, con más ángulo de profundización y fabricada en metal. Para elegir los colores es preciso tener en cuenta el grado de transparencia de las aguas: a menor claridad tienden a emplearse colores más vistosos. Las cuatro libreas más eficaces son la de color caballa, azul o verdosa, la negra y plateada y la oro-fluorescente, especialmente rentable en los momentos previos al atardecer y en días oscuros o de aguas tomadas. Los señuelos flotantes son en general más efectivos con la anchova que con la lubina, más aficionada a las muestras de profundidad que a las de superficie. También en los tamaños existen algunas diferencias de gusto, pues el róbalo suele preferir por lo general artificiales más pequeños, en torno a los 7-9 cm. Con estas medidas no suelen fabricarse modelos flotantes para el mar, pues los tamaños clásicos más extendidos entre los artificiales de superficie son 11 y 14 cm.

Un señuelo flotante de estas dimensiones suele profundizar unos dos metros con cien metros de línea del 0.30 largada, lo que los convierte en ideales para pescar en aguas de poco calado, especialmente con la marea baja, cuando el riesgo de enroque es mucho mayor. Señuelo limpio y repasado con paciencia. Con anillas y poteras nuevas volverá a estar en óptimas condiciones para la pesca.

Señuelos de profundidad Los modelos ahogados o de profundidad están fabricados con una madera más dura que los hunde al depositarlos en las aguas. La longitud y el material de composición de la pala, metálica en la mayoría de los modelos, completan su capacidad de profundización. Suelen utilizarse en cuatro tamaños distintos: 7, 9, 11 y 14 cm. Su disposición para hundirse hasta los seis o siete metros, en aquellos modelos de mayor medida y peso, sin necesidad de plomo adicional alguno, los convierte en indispensables en aquellos momentos y días en que el pescado no come en superficie y es preciso buscar aguas más profundas para conseguir picadas. La dificultad esencial en su manejo radica en que, como hemos dicho, no flotan sobre la superficie, por lo que si detenemos la embarcación para recoger una de las cajas o realizar cualquier otra operación es preciso recogerlos rápidamente, para evitar que lleguen hasta el fondo y queden enganchados en las rocas.

Cuidado y mantenimiento de los señuelos Para terminar estas notas dedicadas a los señuelos y artificiales para el mar me gustaría hacer referencia a las normas básicas de cuidado y limpieza, pues si se siguen con regularidad garantizan una larga vida a nuestros artificiales y les permiten conservar la eficacia y fiabilidad que tenían recién comprados. Almacene sus muestras en una buena caja hermética que le permita mantener un orden razonable de colocación y ordene los señuelos cada vez que termine una jornada de pesca. Cada cierto tiempo hay que revisar el estado de anillas y poteras, sustituyendo inmediatamente aquéllas que muestren signos de oxidación. Una potera oxidada ofrece aún ciertas posibilidades de aguantar la entrada de una pieza; las anillas, más endebles, se deshacen fácilmente en cuanto son atacadas por los óxidos. De vez en cuando conviene lavar las muestras con agua dulce y pasarles un estropajo finito para eliminar restos de suciedad y realzar así el brillo y tono de sus colores que con frecuencia suelen quedar mates por efecto de la sal. Los pececillos artificiales despliegan una verdadera explosión de formas y colores.

Siguiendo estas recomendaciones se alarga considerablemente la vida de un artificial.

En cualquier modalidad de pesca, sea cual sea, el lanzado se convierte en una de los principales aspectos a tener en cuenta por el que la practica, que debe dominarlo para poder depositar el aparejo o el señuelo allí donde cree que es el lugar o zona de actuación idónea. El término inglés surfcasting se podría traducir como lanzado sobre las olas. En español comúnmente se conoce como lance desde costa, a fondo, pesado..., y otros términos según sea el sitio donde se practique esta modalidad de pesca. Lanzar sobre las olas es, en este estilo, una característica básica: hay que sacar, cuanto más mejor, la mayor cantidad de línea posible. Sin embargo hay veces en las que no hace falta alcanzar distancias míticas para obtener un día memorable de pesca. Algunos peces se pueden capturar a escasos metros de donde se ha plantado la caña. Sobra decir que cada uno tiene su sistema propio de pesca, y a cada cual le toca descubrir cuál es el suyo. Esto necesita tiempo y experiencia, propia y ajena, en estas lides. No obstante, y para seguir evolucionando, nunca está de más probar y aprender algo nuevo. En este sentido los nuevos métodos de pesca relacionados con el surfcasting, y más en concreto las nuevas modalidades y técnicas que se pueden aplicar a los lanzados, me llevan a publicar mi modesta opinión personal en este artículo.

En una caña de lanzado pesado, o de surfcasting, podemos encontrar una leyenda parecida a ésta. Las primeras inscripciones indican el número de tramos (tres, enchufables) y la longitud. La última indica la acción (B, que significa acción media) y la potencia (para lanzar entre 200 y 300 gramos). El equipo No quisiera pasar por alto, antes de entrar en la materia más propia de las técnicas de lanzado, el comentar de forma somera (que este tema daría para otro articulo) algo sobre el equipo empleado en esta modalidad de pesca: cañas, anillas, carretes e hilos, los cuales, y gracias a las nuevas tecnologías empleadas y aplicadas en su construcción, son en gran parte responsables de los logros que se puedan obtener en el tema que nos ocupa. Cañas Básicamente y según su acción, se dividen en parabólicas, o lentas, y con acción de punta, o rápidas. Las primeras doblan la caña en su tramo medio, siendo relativamente lentas al ejecutar el lanzado y no alcanzando muy largas distancias. En las segundas la caña se dobla cerca de la puntera, con lo que se obtiene una mayor velocidad en el lanzado y por lo tanto una mayor distancia obtenida tras el mismo.

Llegados a este punto, cabría hacer una observación: una caña lanzadora no es necesariamente una caña pescadora, y viceversa. Una caña extremadamente rígida en su punta nos permitirá la utilización de plomos mayores que otras más blandas en el mismo tramo, y por lo tanto se obtendrán mayores distancias de lanzamiento, si bien con este tipo de cañas durante la acción de pesca el numero de peces clavados y llevados hasta la mano será inferior que con otras un poco menos rígidas (hay un dicho entre los pescadores que dice que es la caña la que tiene que clavar al pez). Su construcción suele ser en compuestos de fibra de carbono, ahora incluso con refuerzos de titanio. Este tipo de materiales las hace más robustas y potentes, a la vez que más ligeras. También, en algunos modelos, se incorpora una malla de Kevlar, que las dota de solidez.. Suelen tener una longitud de entre 4,25 y 4,50 metros. Su potencia más usual oscila entre 100 y 300 gramos. Para concluir, y en consonancia con lo antedicho, una buena caña para la práctica de la pesca al "lanzado sobre las olas" (que no para las competiciones de lanzado) debe guardar un equilibrio entre una caña "lanzadora" (muy rápida) y "pescadora" (más lenta). Anillas Hay que tener en cuenta de que son éstas las que soportan el paso del hilo o sedal. El rozamiento entre ambos elementos se traduce en menos metros de hilo sacado de la bobina, a la vez que en un más rápido deterioro del sedal, y de las anillas. Por consiguiente, conviene de que el anillado de la caña esté realizado en un material muy duro y con un bajo coeficiente de rozamiento, como puede ser el carburo de silicio (SIC). Carrete Existen en el mercado dos tipos de carretes: los llamados de bobina fija, y los de bobina giratoria, también llamados multiplicadores (lo que no tiene ningún sentido, pues multiplicadores lo son todos).

Los carretes destinados a la pesca en la modalidad de surfcasting deben permitir almacenar al menos 200 metros de hilo de 0,40 mm de diámetro. Su construcción debe ser sólida y con tratamiento anticorrosivo (por aquello de la salinidad del mar). Con respecto a la bobina, si es cónica (en los carretes de bobina fija) mejor. Estos tipos de bobinas permiten una mejor salida del sedal. Aunque también interviene de una manera especial el llenado de la misma, esto es: el hilo deberá de estar enrasado con el borde superior de la misma, lo que junto con un buen diseño de la bobina facilitará una mejor salida de la línea y en consecuencia permitirá alcanzar mayores distancias de lanzado. En lo concerniente al carrete del tipo de bobina giratoria, su mayor problema es la regulación del freno centrífugo, y el uso del pulgar, para evitar que la inercia de la bobina provoque un "nido" en la línea. Hasta adquirir algo de experiencia en su manejo este tipo de problemas son bastante frecuentes. Línea En lo referente al sedal a emplear, una cosa es evidente, y es que a menor diámetro del hilo empleado mayor distancia de lanzamiento se obtiene, pues tanto el peso como el rozamiento son mayores. Insisto (a costa de pecar de reiterativo): no se debe olvidar que estamos tratando de una modalidad de pesca, en la que "meter hilo", cuanto más mejor, es una de sus principales características. El lanzado Dicho lo anterior pasemos a ver los distintos lanzados que con más asiduidad se emplean en esta modalidad pesquera. Para ello he seleccionado tres tipos de lances que a mi juicio son los más practicados: tradicional, catalana, media luna o ground cast, y pendular. Hay más, y como antes dije cada pescador tiene su sistema, pero estos que aquí se exponen son los más extendidos, unos más que otros, por lo que he podido observar tanto en concursos de lanzado como en jornadas de pesca.

También cabría matizar algo, y es que no hay que engañarse: manejar una caña de 4,25 o 4,50 metros, y lanzar un paternoster de 2 o 3 anzuelos con sus respectivas carnadas a 150 metros desde la orilla, requiere fuerza, habilidad y experiencia. Un detalle muy a tener en cuenta es la parada de la caña tras el lanzado: ésta debe ser en seco, para que toda la energía se transmita al plomo, y lo más alta posible, para que la parábola que describa el plomo en su trayectoria sea amplia y en consecuencia la distancia recorrida sea mayor. Lógicamente la parada coincide con la suelta del hilo (por cierto, la caña no tiene que sonar durante la ejecución del lanzado si se ejecuta correctamente: caña silbadora, poco lanzadora). Por último, hablar de pasada de un importante detalle al que no se le presta mucha atención. Me refiero al drop, caída, o distancia del plomo hasta la punta de la caña, siendo éste uno de los métodos o factores que más influyen a la hora de cargar la caña al máximo, permitiendo, si está bien elegido, utilizar pesos más reducidos, controlar mejor la dirección del lanzado, y reducir el esfuerzo necesario para ganar más metros. Lanzado tradicional No tiene nada que explicar. Básicamente, consiste en llevar la caña en un plano vertical por encima de la cabeza (above cast) con el plomo pendiendo de la puntera de la caña. Su ejecución es siempre encarando al objetivo, es decir: el lanzador se coloca mirando al mar y luego, con un movimiento de arriba abajo, lanza. Dada su simplicidad es el adecuado para los que comienzan a iniciarse en esta modalidad de pesca, o bien para aquellos escenarios (escolleras, espigones, cantiles...) donde puede ser complicado efectuar el movimiento amplio que exigen otros tipos de lanzado.

Con el lanzado tradicional no hay que esperar grandes logros en cuanto a distancias se refiere.

Preparando y ejecutando un lanzado vertical tradicional. Catalana, media luna o ground cast Existen muchos más nombres que denominan este tipo de lanzamiento. Los más conocidos son los citados. Ground cast se podría traducir por "lanzado desde tierra", pues es del suelo de donde parte el plomo para la ejecución de este lanzado. Su virtud es que la caña se carga mucho más que en el lanzado tradicional, lo que se traduce en más distancia obtenida. Para describir este tipo de lance me apoyaré en el método que yo utilizo, que advierto que no es la forma más ortodoxa de ejecutarlo, aunque las diferencias son pocas (básicamente se diferencia en la posición del plomo y puntera), pero he llegado a lograr más distancia de esta forma que con la tradicional en este estilo y es la que mejor se adapta a mis necesidades. Para empezar hay que imaginarse que estamos dentro de un reloj. Lo que yo hago es colocarme de costado al mar situando la punta de la caña a las dos en punto y el plomo entre las cuatro y las cinco, casi formando un ángulo de 45º entre plomo y puntera (el más puro estilo dice que el hilo se extienda como una prolongación de la caña).

La pierna derecha esta adelantada un paso y sobre ella recae el peso del cuerpo, el talón de la caña se sitúa más o menos, a la altura del pecho, mientras que la puntera está más abajo, a unos pocos palmos del suelo. La mano que sujeta el hilo (la derecha si somos diestros) está baja y extendida hacia atrás. Este conjunto (posición de caña, plomo y cuerpo), hace que la caña ya esté en tensión antes de empezar la rotación del cuerpo, lo cual hace que cuando empezamos a girar (la pierna izquierda es entonces la que soporta el peso del cuerpo) la caña se cargue más cuando el plomo empieza a volar a nuestras espaldas. Cuando encaro el mar es cuando la mano que sujeta el talón de la caña tira hacia el pecho, al tiempo que la mano que sujeta el hilo la extiendo lo más arriba posible, deteniendo el movimiento como a las doce o a la una en punto de ese reloj imaginario. Esto hace que el plomo salga disparado bien algo (cuanto más mejor) en una parábola ascendente y que obtengamos una gran distancia de lanzado.

La serie de dibujos muestra la ejecución de un lanzado de media luna, o "ground cast". Pendular Si el tipo de lance anteriormente descrito se sale un poco de lo habitual, el pendular se puede definir como un estilo de difícil ejecución. Esto es debido a que en este tipo de lanzamiento se carga tanto la caña y es tal aceleración que se le imprime al plomo, que lo más normal, para el principiante, es que la caña domine al lanzador, y no al revés, lo que genera errores en la dirección del los lanzados y en su altura. Básicamente consiste en hacer oscilar al plomo en el aire, primero hacia detrás y luego hacia delante, en un movimiento parecido al de un péndulo. Se parte de una posición parecida a la del ground cast, solo que ahora el tronco del lanzador estará de espaldas al objetivo, es decir mirando en dirección contraria a la que luego tendrá el lanzado.

Partiendo de tal posición se comienza a balancear la caña tal como se ha descrito anteriormente (de atrás para delante y viceversa), para que cuando el plomo alcance su punto más alto en estas series de vaivenes comencemos a girar el cuerpo (la caña continuará aun por detrás del lanzador). A continuación cambiamos la dirección del plomo cargando la caña en un movimiento giratorio parecido al del ground cast, para finalmente quedar mirando hacia al mar, momento éste de finalizar el lanzado con una sucesión de movimientos encadenados: primero tiramos de la mano que sujeta el talón de la caña, de abajo arriba, y después traemos nuevamente el talón de la caña hacia nuestro pecho, culminando entonces el lanzamiento, que se deberá de efectuar por el lateral del lanzador. Aquí quiero apuntar algo sobre la seguridad, tanto la propia, como la de los que están a nuestro lado. No se debe de olvidar, de que hay un plomo de más de 100 gramos "volando" sobre nuestras cabezas, en el caso del pendular, con lo que esto puede conllevar para la integridad física del lanzador y quienes le rodean. Conviene, al iniciarse en este tipo de lanzados, el pendular en especial, practicarlos sustituyendo el plomo, por algo más blando y de menor consistencia, como por ejemplo un bullrag (una especie de "huevo" de silicona, especial para obtener más distancia con señuelos artificiales de pequeño tamaño) o una pelota de tenis en la que inyectamos agua y preparamos para fijarla como plomo. Tampoco se debe de olvidar un problema frecuente en esas playas "valladas" por las innumerables cañas plantadas en ellas. Es recomendable no utilizar los lanzados más evolucionados hasta que no tengamos bastante destreza, de lo contrario nos pasaremos toda la jornada desenredando nuestro hilo de las líneas de los que comparten con nosotros la jornada de pesca, y si bien es de humanos el equivocarse la paciencia de los demás suele, tarde o temprano, terminar por acabarse.

Dicho lo anterior, convendría practicar estos lanzados en esos días en los que, por las inclemencias del tiempo, mala mar..., no están como para dedicarlos a pasar una jornada de pesca, buscando en esos días los lugares menos poblados, donde se tenga la seguridad de no generar ningún tipo de percance.

La serie de dibujos muestra la ejecución de un lanzado pendular. Solo falta decir, a modo de colofón, una pequeña pero interesante apreciación: no busquemos batir marcas desde el principio, ejecutemos los lanzados con suavidad, con movimientos que se encadenen en una fluida sucesión, hasta depurar y conseguir una técnica que nos lleve a lanzar de una forma mecánica y al tiempo natural por nuestra parte.

Para ello no hay mejor aliado que el tiempo y la perseverancia. No hay que amilanarse por los fallos que al principio podamos cometer (cosa que por otro lado, es lógica y normal), sino más bien todo lo contrario: seguir "machacando", hasta convertirnos en experimentados lanzadores, en pesca o en competición. Con todo y con ello, de vez en cuando y por muy diestro que se sea lanzando, hay veces en que es mejor olvidarse del último efectuado, recoger y volver a lanzar nuevamente pasa por ser la mejor y única opción a tan desastroso lanzado. Ánimos y a practicar.