GUERRA_CIVIL_PERUANA_DE_1884-1885

GUERRA CIVIL PERUANA DE 1884-1885 La Guerra Civil Peruana de 1884-1885, conocida también como la Revolución de 1884-1885

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GUERRA CIVIL PERUANA DE 1884-1885 La Guerra Civil Peruana de 1884-1885, conocida también como la Revolución de 1884-1885, la Guerra Civil entre Cáceres e Iglesias o Campaña Constitucional, fue un conflicto armado que enfrentó a los caudillos militares peruanos Miguel Iglesias Pino y Andrés Avelino Cáceres, tras el fin de la Guerra del Pacífico. Andrés Avelino Cáceres se opuso rotundamente al Tratado de Ancón 20 de octubre de 1883 que cedía en favor de Chile el departamento de Tarapacá a perpetuidad, y las provincias de Tacna y Arica hasta la realización de un plebiscito. También se negó a reconocer el gobierno del general Miguel Iglesias, considerándolo traidor a la patria y sumiso a los intereses chilenos. Sin embargo, sus mal armadas milicias eran insuficientes para continuar la guerra contra los chilenos que a mediados de 1884 aún ocupaban algunas regiones del país. Por ello, el 6 de junio de 1884 lanzó un manifiesto reconociendo la validez del Tratado de Ancón, pero anunciando que se mantenía en armas contra Miguel Iglesias. Rivalidad entre Cáceres e Iglesias La rivalidad entre Cáceres e Iglesias se inició en plena guerra con Chile. Ambos eran militares distinguidos. Iglesias había luchado en la heroica defensa del Morro Solar campaña de Lima y había sido artífice del triunfo en San Pablo, en Cajamarca. Mientras que Cáceres había sido vencedor en Tarapacá y era el caudillo de la resistencia peruana de la Breña o la Sierra. Iglesias, apoyado por los chilenos, ocupó la presidencia del Perú en 1883 y firmó con el Gobierno de Chile el Tratado de Ancón, que puso fin a la guerra acordando la cesión perpetua de parte del Perú a Chile de la provincia de Tarapacá, así como la ocupación chilena de Tacna y Arica por diez años, al cabo de los cuales un plebiscito decidiría el destino final de ambas. Cáceres, aunque derrotado por los chilenos en Huamachuco, aceptó el tratado como un hecho consumado pero no así el gobierno impuesto por Chile, manteniendo en alto la bandera de la resistencia en la sierra central, hasta que

los chilenos retornaron a su patria. Los partidarios de Cáceres se llamaban los “rojos” y los de Iglesias los “azules” por el color del kepí militar. También eran conocidos como caceristas e iglesistas, respectivamente. Tras un primer ataque frustrado a Lima, Cáceres reorganizó sus fuerzas en la sierra y mediante una hábil maniobra militar conocida como la “huaripampeada”, engañó a las fuerzas de Iglesias atrayéndolas hacia las vecindades de Jauja y dejándolas allí aisladas, mientras él y sus fuerzas marchaban a la capital, que cayó en su poder tras una breve lucha. Iglesias renunció al poder, que quedó en manos del Consejo de Ministros, el cual convocó a elecciones, en las que triunfó Cáceres. Primer ataque cacerista a Lima Tras ser proclamado presidente ante el retiro de Montero del país, en su condición de vicepresidente del mismo, Cáceres organizó su gabinete ministerial y cuartel general en Huancayo. En una primera campaña de la guerra civil, Cáceres y 800 de sus breñeros atacaron Lima, el 27 de agosto de 1884, donde sus tropas lograron apoderarse de las torres de la Catedral, de los portales de la Plaza de Armas y de las torres de las iglesias de San Agustín, San Pedro y La Merced. Pero al no contar con suficientes fuerzas y elementos bélicos para hacer frente a las bien pertrechadas tropas iglesistas, fueron rechazados por la división del coronel José Rosas Gil fuerte de 2.000 soldados. En el combate fue muerto entre otros el capitán José Miguel Pérez, quien había acompañado a Cáceres durante toda la campaña de la breña. Cáceres atribuyó su derrota la llegada de fuerzas superiores iglesistas y la inactividad del pueblo de Lima frente a su causa al tiempo que Iglesias elogiaba al mismo en su proclama después de la batalla diciendo ¡pueblo de Lima ya sabéis como se os defiende; ya sé cómo os defendéis!” Mientras que en la ciudad norteña de Trujillo, ocupada por fuerzas caceristas al mando del capitán de navío Gregorio Miro Quesada, sufrió el ataque de las fuerzas iglesistas muy superiores. Miro Quesada resultó herido y murió poco después en el hospital militar de Lima. Decidido a acabar con los rebeldes, Miguel Iglesias ordenó una gran ofensiva al mando del coronel Gregorio Relayze. Utilizando el Ferrocarril Central las tropas del gobierno llegaron a Chicla, de donde marcharon a La Oroya y Jauja. Aquí, la retaguardia del ejército cacerista presentó batalla y se batió en retirada. Los iglesistas creyéndose victoriosos llegaron hasta Huancayo. Pero Cáceres y el grueso de su ejército estaban en Huaripampa y destruyeron los puentes que comunicaban Huancayo con La Oroya, dejando encerradas a las fuerzas de Relayze en el valle del Mantaro. Esto le

permitió a Cáceres llegar a Chicla y tomar el Ferrocarril Central, mediante el cual llegó rápidamente a Lima. La renuncia de Miguel Iglesias Sorprendido por la llegada de Andrés Avelino Cáceres, Miguel Iglesias intentó resistir en el centro de la capital, pero fue inútil. Después de tres días de combates, el 1 de diciembre de 1885 Iglesias ofreció dimitir para cederle el mando a un Consejo de Gobierno que debía tener representantes de ambos mandos. Cáceres aceptó e Iglesias renunció el día 3 y se asiló en un buque italiano anclado en el Callao. El Consejo de Gobierno, encabezado por Antonio Arenas, convocó a elecciones presidenciales y legislativas, resultando vencedores Cáceres y su Partido Constitucional. En Lima se comentaba ya la derrota de Cáceres, cuando de pronto éste apareció en las puertas de la ciudad, el 28 de noviembre de 1885. Esta vez la población se entusiasmó y le dio masivo apoyo. Los combates empezaron por la zona de San Bartolomé y se extendieron por las calles durante los días 29 y 30. Los caceristas ingresaron por las portadas de las Maravillas y Barbones, y tomaron el puente Balta. Tras una corta lucha y contando con el apoyo de un grupo de jóvenes entusiastas, se apoderaron de las iglesias de San Francisco y San Pedro. Las fuerzas de Iglesias se replegaron a Palacio de Gobierno, que fue cercado por los caceristas. Viendo que el descontento hacia su gobierno era generalizado y que era inútil oponer más resistencia, Iglesias renunció al poder el 3 de diciembre de 1885 y partió al exilio. La revolución de Cáceres había triunfado. Consecuencias de la guerra El Consejo de Ministros se hizo cargo del Poder Ejecutivo. Estaba presidido por Antonio Arenas Relaciones Exteriores, y lo conformaban: José Eusebio Sánchez (Gobierno); monseñor Manuel Tovar y Chamorro (Justicia); el general Manuel Velarde Seoane Guerra y Pedro Correa y Santiago Hacienda. A los tres días este Consejo ordenó la realización de elecciones populares. La postulación de Cáceres a la presidencia fue hecha por su partido, el Constitucional, tras el que se ocultó el Partido Civil. Y es que la oligarquía, al no poder tomar directamente el poder, tuvo que secundar a un caudillo militar para conquistarlo. La candidatura de Cáceres no tuvo rivales; solo el Partido Demócrata de Nicolás de Piérola formó la oposición, aunque sin lanzar candidatos. La elección de Cáceres fue pues inevitable. Cáceres asumió el mando el 3 de junio de 1886. Su mandato de cuatro años, según la Constitución de 1860) significó la liquidación de la situación caótica originada por la

guerra y a la vez el restablecimiento de la paz interna. Fue entonces cuando se sentaron las bases de la Reconstrucción Nacional. GUERRA CIVIL ENTRE CÁCERES Y PIÉROLA La guerra civil peruana de 1894-1895, conocida también como la revolución civil de 1894-1895, tuvo su origen en el alzamiento popular y civil contra el segundo gobierno del general Andrés A. Cáceres, que fue encabezado por el caudillo civil Nicolás de Piérola. La causa inmediata de esta revolución fue la cuestionada elección de Cáceres en 1894, realizada fuera del marco constitucional, pero

la

causa fundamental fue la necesidad de acabar con la hegemonía del Partido Constitucional o cacerista en el poder desde 1886, y con el auge del militarismo en el escenario político el llamado Segundo Militarismo, o militarismo después de la derrota con Chile. Los revolucionarios o insurrectos fueron conocidos como coalicionistas, pues los partidos opositores a Cáceres que fomentaron el alzamiento se habían unido en una autodenominada Coalición Nacional. También se les denominó pierolistas. Las filas coalicionistas o pierolistas estaban conformadas por montoneros o guerrilleros, que surgieron en diversas provincias del país, así como por voluntarios; mientras que el gobierno de Cáceres contó con el respaldo del ejército regular concentrado en Lima. El conflicto culminó con la entrada de los montoneros en Lima y la abdicación de Cáceres, luego de sangrientos enfrentamientos en las calles de la ciudad. Esta guerra marcó el fin de una época en la historia republicana peruana y el inicio de otra, conocida como la República Aristocrática. Antecedente Retrato del general Andrés Avelino Cáceres. Héroe de la resistencia peruana durante la Guerra del Guano y del Salitre, y presidente del Perú (1886-1990 y 1894-1895). Obra del pintor Nicolás Palas, año 1894.

Tras la desastrosa Guerra del Pacífico, se inició en el Perú la llamada Reconstrucción Nacional. En el orden político se produjo la aparición del Segundo Militarismo, o militarismo después de la derrota, con los generales Miguel Iglesias y Andrés Avelino Cáceres, que se disputaron el poder. Iglesias ocupó el poder en 1883 y firmó la paz con Chile ese mismo año, pero enfrentó la revolución encabezada por Cáceres, que triunfó en 1885. Esta fue la primera guerra civil peruana después de la derrota con Chile. Se instauró un gobierno provisorio, encabezado por el Consejo de Ministros, que convocó a elecciones en las que triunfó Cáceres al frente de su partido, el Constitucional. Su gobierno culminó en 1890, pero su influencia en el poder se mantuvo en los años siguientes, pues su sucesor, el coronel Remigio Morales Bermúdez, pertenecía a las filas de su partido. Finalizando ya el periodo de Morales Bermúdez, Cáceres preparó su reelección, contando con el apoyo visible del gobierno. Pero entonces falleció súbitamente Morales Bermúdez, el 1 de abril de 1894, y no obstante corresponderle constitucionalmente el mandato a Pedro Alejandrino del Solar en su calidad de primer vicepresidente, asumió el segundo vicepresidente, coronel Justiniano Borgoño, acérrimo cacerista, eliminándose así cualquier escollo que pudiera interponerse en la vuelta del general Cáceres a la presidencia del Perú. Transgrediendo la Constitución, el gobierno de Borgoño disolvió el Congreso y convocó a elecciones con la única candidatura de Cáceres, quien como era de esperar triunfó e inauguró su segundo gobierno, el 10 de agosto de 1894. Este gobierno carecía de legitimidad y popularidad, por lo que estalló el descontento popular. La coalición nacional Por entonces, la oposición al gobierno cacerista la representaban dos grupos políticos: • La Unión Cívica que era una alianza entre los partidarios de Mariano Nicolás Valcárcel, disidente del cacerismo, y el Partido Civil, el ya para entonces tradicional partido que fuera fundado en 1871 • El Partido Demócrata, fundado en 1882 por Nicolás de Piérola, famoso líder civil que había sido apresado en 1890 por el gobierno de Morales Bermúdez, pero que logró fugar hacia Chile. El 30 de marzo de 1894, en vísperas del fallecimiento de Morales Bermúdez, se firmó un pacto de coalición entre cívicos y demócratas "en defensa de la libertad electoral y de la libertad de sufragio". Se formó así la Coalición Nacional, que agrupaba nada menos que a civilistas y demócratas. A continuación empezaron a surgir espontáneamente en todas las provincias del Perú

partidas de guerrilleros revolucionarios o montoneros, iniciándose así la rebelión civil contra el segundo gobierno del general Cáceres. Entre los más destacados montoneros estaban los hermanos Oswaldo, Augusto, Edmundo y Teodoro Seminario, en Piura; el hacendado Augusto Durand, en Huánuco; el coronel Felipe Santiago Oré, entre otros. De Puerto Caballas, Piérola pasó a Chincha, donde el 4 de noviembre de 1894 lanzó un Manifiesto a la Nación, asumiendo el cargo de Delegado Nacional. Sostuvo que la sublevación era indispensable para restablecer el imperio del orden y la ley, tan brutalmente atropellado, y para devolver al Perú su soberanía desconocida y su dignidad ultrajada. De Chincha, Piérola pasó a Cañete, donde se le reunieron las montoneras. Luego pasó a Huarochirí, iniciando así la campaña sobre Lima. Entretanto, los departamentos del norte y del centro se sumaron a la revolución. El 26 de enero de 1895 Arequipa cayó en poder de los revolucionarios que actuaban en el sur, quienes capturaron la Prefectura, la cárcel, las torres del templo y otros lugares. Todo el sur peruano quedó así bajo control de la Coalición, si bien en Arequipa tomó el control Amador del Solar, Solo faltaba capturar Lima, pero el avance sobre esta demoró un poco más. Mientras tanto, los coalicionistas fueron formando el llamado Ejército Nacional, cuyo jefe de estado mayor era el militar alemán Pauli. Muchos voluntarios se enrolaron en dicho ejército. Desde enero de 1895 Lima vivió en constante incertidumbre, pues se temía de un momento a otro el ataque de Piérola. Cáceres disponía de 4.000 hombres bien armados, y los coalicionistas sólo tenían 3.000. En la tarde del 16 de marzo de 1895 Piérola dispuso el ataque a la capital. Su ejército se dividió en tres cuerpos para atacar simultáneamente Lima por el Norte, Centro y Sur. En la madrugada del domingo 17 de marzo empezó el ataque y Piérola, a caballo y al frente de sus huestes, entró por la Portada de Cocharcas, memorable suceso histórico que ha sido inmortalizado por el pincel de Lepiani. Las fuerzas de Cáceres retrocedieron hasta el Palacio de Gobierno, combatiendo con denuedo. Piérola estableció su Cuartel General en la Plazuela del Teatro Segura, a cuatro cuadras de la Plaza de Armas. La lucha entre coalicionistas y caceristas fue muy sangrienta. Al amanecer del 19 de marzo, más de 1.000 cadáveres yacían insepultos en las calles y no menos de 2.000 heridos en los hospitales. El fuerte calor veraniego empezó a descomponer los cadáveres, lo que amenazaba con desatar una epidemia. Se reunió entonces el cuerpo diplomático y bajo la presidencia del nuncio apostólico, monseñor José Macchi, se consiguió una tregua de 24 horas

entre los combatientes para sepultar a los muertos y atender a los heridos. Técnicamente hablando, las fuerzas montoneras de Piérola no habían conseguido la victoria, pues el ejército de Cáceres permanecía prácticamente intacto; sin embargo el ambiente público era a favor de los revolucionarios y así lo entendieron los caceristas. Prorrogado el armisticio, se firmó un acuerdo entre Luis Felipe Villarán representante de Cáceres y Enrique Bustamante y Salazar representante de Piérola, bajo la mediación del Cuerpo Diplomático, acordándose el establecimiento de una Junta de Gobierno presidida por el civilista Manuel Candamo, y con dos representantes de Cáceres y dos de Piérola. La misión de esta Junta sería convocar a elecciones, mientras que los dos ejércitos se retiraban de la capital. El general Cáceres, luego de renunciar al gobierno, partió rumbo al extranjero. Piérola había triunfado. El 8 de abril de 1895 Pedro Alejandrino del Solar reconoció a la Junta de Gobierno y renunció al derecho que algunos le atribuían para asumir la presidencia, en su calidad de primer vicepresidente del gobierno de Morales Bermúdez. El 14 de abril la Junta de Gobierno convocó a elecciones presidenciales. La Coalición Nacional, manteniendo la alianza, lanzó la candidatura de Piérola, quien sin contendor resultó electo con abrumadora mayoría. Hasta entonces, las elecciones se hacían por el sistema indirecto de los Colegios Electorales: de los 4.310 electores, 4.150 votaron por Piérola. Nicolás de Piérola fue ungido como Presidente de la República el 8 de septiembre de 1895. Hizo una gestión notable, Bibliografía a. Basadre Grohmann, Jorge: Historia de la República del Perú. 1822 - 1933, Octava Edición, corregida y aumentada. Tomo 8. Editada por el Diario "La República" b. Guerra, Margarita: Historia General del Perú. La República Aristocrática. Tomo XI. Primera Edición. Editor Carlos Milla Batres. Lima, Perú, 1984. c. Basadre Grohmann, Jorge (1998). Historia de la República del Perú. 1822 - 1933, Octava Edición, corregida y aumentada. Tomo 9. Santiago de Chile: Diario "La República". d. Chirinos Soto, Enrique (1985). Historia de la República (1821-1930). Tomo I. Lima: AFA Editores Importadores S.A e. Guerra, Margarita (1984). Historia General del Perú. La República Aristocrática. Tomo XI.

f. Orrego, Juan Luis (2000). La República Oligárquica (1850-1950). En Historia del Perú. Lima: Lexus Editores. ISBN 9972-625-35-4