GRUPO 09-COMPETENCIA MORAL INTELECTUAL Y FISICA.doc

INTRODUCCIÓN Todo ser humano inmerso en una sociedad que avanza vertiginosamente de acuerdo a los cambios socioculturale

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INTRODUCCIÓN Todo ser humano inmerso en una sociedad que avanza vertiginosamente de acuerdo a los cambios socioculturales y a los avances tecnológicos producidos por las exigencias del mercado neoliberal, tiende a desarrollar un conjunto de complejas estructuras de comportamientos socioafectivos y habilidades cognoscitivas, psicológicas, sensoriales e incluso motoras que permiten llevar a cabo adecuadamente un papel, una función, una actividad o una tarea. Estas estructuras cobran el nombre de competencias, las cuales mediante procesos sistemáticos de aprendizajes posibilitan, en el marco del campo elegido, adecuados abordajes de sus problemáticas específicas, y el manejo idóneo de procedimientos y métodos para operar eficazmente ante los requerimientos que se planteen. Sin embargo, resulta significativo que uno de los mayores retos planteados a la educación en la sociedad de la información y la tecnología, provenga de la necesidad de trascender lo puramente informativo y técnico para comprometerse con la formación de personas competentes en su forma de ser, vivir y convivir. Por ende, se hace necesaria una formación en valores éticos cuyas acciones hagan posible un mejor reconocimiento social y profesional, sobre todo del profesorado, quienes tienen la misión de recrear a la sociedad mediante la enseñanza de conocimientos, valores y habilidades psicomotoras a los niños y jóvenes del país. Así, el presente trabajo busca determinar y explicar las competencias no solo morales sino intelectuales y físicas que debe tener todo profesional docente a través de la reflexión de la ética, la cual nos induce a concebir a estos tres tipos de competencias como deberes morales. Esto permitirá a nosotros, futuros docentes, renovar nuestro perfil docente, el cual requiere de una elevada autoestima y de un mayor grado de concientización sobre la responsabilidad moral inherente al correcto desempeño de la profesión.

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PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA Actualmente, observamos en el medio profesional, y sobre todo educacional, los principales problemas morales que acaecen a los profesores, no solamente aquellos relacionados al ámbito económico y político, sino también los referidos al campo social y profesional. Estos problemas se evidencian en las relaciones sociales que tiene el profesor con los distintos agentes que intervienen en el sistema educativo: alumnos, colegas, autoridades e inclusive con los mismos padres de familia. Así, podemos dar cuenta de sobornos, abuso de autoridad, maltrato psicológico, marginación, trato diferenciado y hasta acoso sexual hacia los alumnos; marginación por ser de otra especialidad o universidad, envidia por llegar mejor a los alumnos, rivalidad, falta de diálogo hacia los colegas de la misma o distinta especialidad; pérdida del sentido del proyecto, desconfianza y falta de respeto a la autoridad; y falta de diálogo, sentimiento de superioridad y sobornos hacia los padres de familia. Lo antedicho nos lleva a preguntarnos ¿Por qué surgen estos conflictos? Su respuesta obedece a un comportamiento profesional producto de la costumbre a las estructuras inmorales en el centro de labores, costumbre que hace perder la capacidad de observación y de críticas, necesarias para cualquier cambio. Asimismo, este problema se agudiza aún más con la tendencia a tecnificar la educación, la cual conlleva intereses personales, sectoriales, elitistas y burocráticos, que serían incompatibles con los ideales democráticos de solidaridad, autonomía y difusión del saber (Burbules & Desmore, 1992). Todo esto promueve una disociación entre desarrollo integral de la personalidad y las competencias para el trabajo en los educadores. Ante esta problemática nos urge preguntarnos ¿Qué debemos hacer para evitar esta degeneración del profesional docente? Desde nuestra posición la abordamos desde el enfoque de la ética como disciplina racional y filosófica que

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estudia la relación de ser con el deber ser moral, esto con el propósito de desarrollar una mente más flexible y atenta al mundo en que se vive como a la acción que se realiza; y sobre todo a desempeñar profesionalmente una serie de capacidades (pensamiento sistémico, solidaridad, justicia, capacidad de resolver problemas, capacidad de trabajo en equipo, etc.), que no se forman espontáneamente, ni a través de la mera adquisición de información y conocimientos. Por ello, nuestro trabajo consiste en indagar acerca de la formación profesional a fin determinar: ¿Cuáles son las competencias físicas, morales e intelectuales que debe tener todo profesional de la educación desde el enfoque de la ética? Incluimos las competencias físicas e intelectuales, ya que nos demostrarán a lo largo del presente trabajo que la formación profesional del educador - al igual que la Educación Inicial, Primaria y Secundariaexige dominar un conjunto de conocimientos actualizados y fortalezas físicas y psicológicas, que se han de poner en práctica según principios éticos en respuesta a una necesidad personal y social de primer orden, como es la educación. La metodología que emplearemos será la argumentación, primero por medio del diagnóstico más cercano del desempeño laboral del docente con relación al déficit de competencias que han adquirido y que ponen en práctica; y segundo por medio de la sustentación interdisciplinar de la ética, psicología y la pedagogía para a partir de ello formular una propuesta de las competencias físicas, morales e intelectuales, no solo para un ejercicio docente ideal, sino también para un correcto papel como ciudadanos y como personas. Esta es la pretensión de esta investigación.

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CAPÍTULO I

DIAGNÓSTICO DEL DESEMPEÑO PROFESIONAL DOCENTE

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1. ARGUMENTACIÓN Desde inicios de este año y como producto de nuestras prácticas preprofesionales, hemos estado involucrados muy de cerca y fuimos testigos de la manera como se desempeñan los docentes contratados con relación a los alumnos, colegas y autoridades de os centros educativos. En este quehacer hemos interactuado con ellos, pudiendo constatar muchas de sus mayores debilidades – por no decir graves-, las cuales forman parte de las grandes problemáticas de las instituciones educativas. Con ayuda del PEI de uno de nuestros centros de prácticas, la I.E. S.P.M. Nro 81007 “Modelo” de la ciudad de Trujillo, constatamos los siguientes problemas que acaecen al personal docente y que para efecto de nuestro estudio las mostramos en una matriz teniendo como criterios de análisis las competencias intelectuales y morales: COMPETENCIAS

DIMENSIONES Científica

Competencia intelectual

Didáctica

INDICADORES 

Poco manejo de TICs.



Desinterés



capacitarse. Propuesta

pedagógica

desligada de la práctica. 



Inadecuada metodología pedagógica

de

los

docentes. Deficiente

práctica

de

todos

los

valores Competencia

por

de

agentes educativos.

Responsabilidad 

Indiferentes por el logro de competencias de las

Moral Alteridad



alumnas. Resistencia al cambio de los agentes educativos. Página | 5

Competencia

Honestidad



Poca vocación de trabajar



en equipo. Docentes no identificados

con su labor.  Priorización de objetivos

moral Justicia

personales antes que los institucionales.

Estos datos nos advierten, de modo preocupante, una disolución entre el aspecto moral e intelectuales de nuestros actuales profesores, quienes evidencian una irresponsabilidad en cuanto a sus deberes como personas y sobre todo como agentes del proceso educativo. Se había advertido anteriormente que las causas de esta problemática provienen de las estructuras inmorales en los centros de trabajo; sin embargo, no debemos olvidar que estamos inmersos en un mundo neoliberal cuyas políticas de privatización de la educación pública y la reducción de la responsabilidad del Estado como garante del derecho a la educación, han provocado la mercantilización de los objetos de la cultura y en particular del conocimiento científico y técnico de acuerdo a los intereses de los sectores empresariales; dando lugar a los valores emergentes del utilitarismo, lucro y el individualismo exacerbados. En tal sentido, el abordaje sobre esta problemática está profundamente ligado al marco de un modelo económico neoliberal, el cual regula la cultura de las instituciones de formación docente, trabajo docente y desarrollo curricular. Según la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe de la UNESCO (Tomado de Jorge J. Cardelli y Miguel A. Duhalde; 2011: 05), nos dice que “si bien el neoliberalismo plantea la superación -en el campo educativo- del modelo tradicional para convertirlo en un subsistema

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eficiente, lo cual permitirá modificar, por consecuencia y de modo automático, la realidad educativa, ganando en calidad y eficiencia; estas propuestas de reforma neoliberal, dejan afuera cuestiones básicas como el desarrollo moral y físico del docente, desvinculándolo del tremendo auge que le da a su desarrollo intelectual”. En efecto, las políticas educativas pensadas desde una perspectiva economicista, que utilizan básica y exclusivamente la lógica insumo-producto para analizar las condiciones del puesto de trabajo docente y resolver los conflictos que se suscitan en esta dimensión, promueven la fragmentación entre las propias instituciones de formación pedagógica, evitando la construcción de una sólida identidad y autenticidad del profesorado. Más aún, con una organización curricular caracterizada por una estructura relativamente invariante donde tampoco se considera la relación de las instituciones de formación profesional con la realidad sociocultural circundante, hoy en día tenemos una formación docente cuyo objetivo predominante es el énfasis por la transmisión de información que liga aprendizajes con asimilación pasiva. La visión de esta formación es estrecha e instrumental, pues se encamina hacia la preparación del educador como técnico y operador, y no como un sujeto social que comprende cómo desempeñarse en su campo y contexto de trabajo y es, a la vez, capaz de identificar y resolver aquellos problemas que surgen en estos (Emilio García; 2010). En este sentido, para nosotros es criticable la intención de tecnificar la educación, ya que ésta se desentiende de las condiciones reales y las particularidades de cada contexto donde se desempeñan los educadores. Se produce así una disociación entre el saber hacer, pensar y sentir del deber ser, no solo social sino moral. Ahora es entendible el porqué de una actual administración escolar montada para no permitir la creación del colectivo docente que impulsa el

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trabajo aislado, fragmentario y en soledad, impidiendo todo proceso de reflexión que permita construir propuestas alternativas conjuntas con relación a la propia práctica, cuando “hoy en día prima la razón instrumental, dando lugar a un individualismo egocéntrico cuya razón estriba en centrar la realización del individuo, convirtiendo sus lazos personales en algo puramente instrumental; otorgando cada vez más importancia a la razón instrumental; y empujando hacia un atomismo social, descuidando las exigencias social y morales” (Lázaro Arroyo; 2013: 110). Estas afirmaciones se ven corroboradas en el siguiente cuadro del antropólogo Geert Hofstede, quien hace un estudio en 40 países con tendencia a ser individualista, y entre ellos ubica al Perú:

Asimismo, en una encuesta realizada a profesores de la Universidad Ricardo Palma por el catedrático Oswaldo Orna Sánchez (2006: 135), nos presenta datos interesantes sobre la actual formación del docente:

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¿CUÁL CREE QUE ES LA FUNCIÓN PRINCIPAL DEL DOCENTE UNIVERSITARIO? Función principal

Número de casos

Porcentaje

Formar

30

17.7

53

31.2

40

23.5

22

12.9

Otro

15

8.8

No responde

10

5.9

Total

170

100. 0

especialistas Transmitir conocimientos Formar especialidades Mejorar la calidad educ.

GRÁFICO 2

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¿CUÁL CREE QUE ES LA FUNCIÓN PRINCIPAL DEL DOCENTE UNIVERSITARIO?

Oswaldo Orna Sánchez (2006: 135) Este cuadro revela de algún modo lo dicho anteriormente, pero en este caso se usan datos más fidedignos para tener una mejor percepción de la realidad: de los encuestados, el 30% de los profesores universitarios creen que su principal función es trasmitir conocimientos frente a un 24% que considera que dicha función radica en formar personalidades. Hemos tomado este cuadro del profesor Oswaldo Orna Sánchez con el propósito de demostrar que algunos centros de formación profesional tienen objetivos basados primordialmente en la transición de conocimientos, en las competencias intelectuales más que en la formación integral de los mismos. Si se quiere hacer una reivindicación de la profesionalidad por parte de los profesores no puede quedar limitada a las competencias intelectuales de la función docente, sino que se ha de plantear un desarrollo de competencias más Página | 10

amplio, la cual propicie espacios de reflexión, de crítica sobre las funciones de la educación, modelo de sociedad y proyecto de hombre, procesos de formación, condiciones laborales y variables del proceso enseñanza– aprendizaje, teniendo como objetivo el profesor investigador su práctica profesional (Emilio García; 2010). Por ello creemos necesario fomentar el desarrollo de competencias morales que vayan de la mano con las competencias intelectuales, y sobre todo, con las competencias físicas que muy pocos han abordado y que al parecer no se dan cuenta que estos son casi tan valiosos como las competencias del ámbito intelectual e inclusive moral. Todo esto debe provenir de políticas educativas para una formación integral del profesional docente. El profesor Oswaldo Orna Sánchez (2006: 126) nos da la razón cuando esboza en el siguiente cuadro de su encuesta los siguientes datos:

¿EN QUÉ DEBERÍAN SUSTENTARSE LAS POLÍTICAS EDUACTIVAS EN EL PAÍS? Sustento de polít.

Número de casos

Porcentaje

118

69.4

La economía

10

5.9

En el trabajo

32

18.8

No responden

10

5.9

TOTAL

170

100.0

educativas Los valores morales

GRÁFICO 3

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¿EN QUÉ DEBERÍAN SUSTENTARSE LAS POLITICAS EDUACTIVAS EN EL PAÍS?

Oswaldo Orna Sánchez (2006: 126) Según estas estadísticas, el 69% de los encuestados consideran importante a los valores morales como sustento de las políticas educativas en el Perú, eso sin menoscabar a la economía y el trabajo que son actividades fundamentales las cuales están íntimamente relacionadas con la formación profesional. Cabe recalcar que en situaciones de crisis social, política, institucional, etc., se acusa de su origen a la falta de valores éticos y morales en la vida práctica. Por ello, en situaciones de crisis moral nacional como mundial, se debe recurrir como tabla de salvación a la moral y a la ética en el quehacer de los hombres. Así, pues, las competencias morales, intelectuales y físicas que han de desarrollar los profesores en estas situaciones adversas deben ir de la mano con la educación, la cual requiere de una base de conocimientos rigurosos y estrategias eficaces a fin de saber qué es lo que debemos pensar y cómo actuar ante las situaciones relevantes a lo largo de la vida; asimismo, “esta formación

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de las competencias requiere del aprendizaje de criterios razonables y susceptibles de crítica, ser sensible a las exigencias cambiantes de los contextos y desarrollar el pensamiento reflexivo, crítico y creativo” (Jorge J. Cardelli, Miguel A. Duhalde; 2011: 09). En otras palabras, las competencias morales, intelectuales y físicas que todo profesional – en este caso- docente requieren estar interrelacionadas como gran reto para nuestro tiempo sobre la base de una educación ético – moral cuyos pilares sean: aprender a conocer, aprender a querer y sentir, aprender a hacer, aprender a convivir, y sobre todo, a aprender a ser. Esta necesidad se ve reforzada en el siguiente cuadro elaborado por el profesor Oswaldo Orna Sánchez (2006: 128):

¿CONSIDERA QUE DOTANDO AL DOCENTE DE UNA FORMACIÓN ÉTICA MEJORARÍA SU CALIDAD EDUCATIVA? ¿Mejoraría?

Número de casos

Porcentaje

Mucho Poco Nada Total

115 40 15 170

67.7 23.5 8.8 100.0

GRÁFICO 4 ¿CONSIDERA QUE DOTANDO AL DOCENTE DE UNA FORMACIÓN ÉTICA MEJORARÍA SU CALIDAD EDUCATIVA?

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Oswaldo Orna Sánchez (2006: 128) En suma, una formación de las competencias físicas, morales e intelectuales deben estar interrelacionados entre sí, y enraizadas en la acción educativa misma. Como tal, las universidades necesitan tomar conciencia de la gran responsabilidad frente a la formación de los futuros profesionales, los cuales prestarán servicios a la sociedad en general. No olvidemos que los cambios conceptuales del mundo y en particular de la formación profesional se ha visto alterada e impulsada por la teoría neoliberal y sus procesos de modernización y globalización, provocando un debilitamiento de la conducta moral y ética de las personas, así como la actual crisis de valores que padecemos. Por ello es imprescindible una formación profesional de estas tres competencias desde el enfoque de la ética como disciplina filosófica del ser y del deber ser moral. Si están presentes estos tres elementos, entonces podemos decir que realizamos nuestra actividad por amor ya que para ser un buen profesor hace falta algo más que cualidades pedagógicas, hace falta cierta ejemplaridad de vida, el establecimiento de los fundamentos intelectuales de la vida moral y el desarrollo del sentido de aquellas realidades que son espirituales por naturaleza, como la verdad y la belleza. Todo esto no hace

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más que resaltar la ética del educador, cuya virtud consiste en la acción atenta y comprometida con la finalidad de educar cuyo trabajo profesional presta una importante contribución a la configuración de la identidad del que lo ejerce.

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CAPÍTULO II

MARCO TEÓRICO PARA EL DESARROLLO DE LAS COMPETENCIAS FÍSICAS, MORALES E INTELECTUALES DEL PROFESIONAL DOCENTE.

1. ÉTICA 1.1. Definición:

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Etimológicamente proviene del latín Ethos que significa modo de ser o de pensar de una persona. “Ello refiere al carácter y a los principios que los individuos adquieren en el transcurso de sus vidas en sociedad” (Walter B. Taboada; 2006: 18). En la actualidad, ética es concebida como aquella disciplina filosófica que reflexiona acerca del “ser” y “debe ser”, es decir, de cómo han de conducirse las personas en su comportamiento y en sus actividades respecto a las demás personas, y en relación con la naturaleza que es el escenario en que se desenvuelve la vida social (Félix Gómez; 2001). En este sentido, la ética es explicación de lo que es o debe ser, y no una simple descripción. No le corresponde emitir juicios de valor acerca de la práctica moral de los individuos de otras sociedades o de otras épocas, pero si tiene que explicar la razón de ser de esa diversidad y de los cambios de moral que se dan a través del tiempo. Así, se infiere en primera instancia que la ética estudia una forma de conducta humana que los hombres consideran valiosa y, además, obligatoria y debida, dando razón de su aspecto real, efectivo del comportamiento de los hombres. No olvidemos que por su naturaleza y el campo de la actividad humana en que actúa, la ética cumple un rol social de primer orden, puesto que de seguir sus principios garantiza una relación de recíproco beneficio entre los individuos en cualquier vertiente de la organización social; mientras que la ignorancia o la corrupción de sus postulados se revierte en perjuicios de incalculables consecuencias para la vida en sociedad (Sánchez Vázquez; 1969).

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Para efectos de nuestro estudio recogemos algunas de las principales funciones sociales que cumple la ética propuestas por Félix Gómez (2011; 118) a fin de tener una idea más cabal del valor de la ética en la sociedad: 1. Induce a las personas a tener a tener conciencia de que si bien tienen derechos, también han de cumplir determinados deberes que son exigencias de la necesaria convivencia social. 2. Identifica los límites de la moral, en todos los actos de vida social en que intervienen las personas. 3. Fundamenta racionalmente la esencia, el origen y el papel de la moral en la sociedad, al tiempo que determina sus características, tanto fundamentales como aquellas de carácter secundario o complementario. 4.

Establece los valores y principios que han de normar de convivencia humana, haciendo énfasis en aquellos de naturaleza positiva y universal, al tiempo que advierte en torno a la ausencia, la pérdida o la inversión de valores que tantos perjuicios pueden ocasionar socialmente.

5. Orienta y educa a las personas para que se prevengan de los daños que pueden recibir u ocasionarle a los demás en caso de no ajustarse a los valores a los valores positivos que se establecen en la misma dinámica social; y al poco tiempo para que puedan disfrutar de los beneficios que pueden derivarse de la adopción de comportamientos y actitudes éticamente aceptables. 6. En tanto que teoría general, la ética toma en consideración todas las variantes y modalidades de la moral que se establecen en cada momento histórico determinado, así como en las distintas condiciones

territoriales,

políticas,

económicas,

sociales

y

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culturales; al tiempo que reconoce los diversos factores, valores e intereses que intervienen en el surgimiento de las normas de comportamiento vigentes en cada circunstancia específica, sin dejar de lado la elaboración de principios de carácter universal que han de cumplirse en todo momento. A partir de estos alcances, podemos decir que la ética enfatiza su estudio filosófico en la acción y la conducta humana en plena convivencia social, considerada en su conformidad o disconformidad con la recta razón (razón que se dirige a la verdad). Asimismo, concebimos a la recta razón como el medio a través del cual se descubre la moralidad. Para ello necesitamos servirnos de la inteligencia, la cual advierte lo adecuado o inadecuado de una acción en orden al verdadero bien de la naturaleza humana. Si la inteligencia alcanza esa comprensión sin error, se le denomina recta razón. 2. COMPETENCIA PROFESIONAL 2.1. Definición: Según Aquiles Menéndez (1974), es el conjunto de aprendizajes que los seres humanos desarrollan y necesitan ser organizados para definir con claridad las intenciones educativas de la propuesta curricular. Según esto, las competencias derivan de un currículo, entendido éste como la síntesis de las intenciones educacionales y el planteamiento de alternativas para su logro. Si bien el término competencia puede ser entendido como capacidad para desempeñar una labor (en este caso se dice que el individuo es competente), Aquiles Menéndez (1974) sostiene que la competencia debe significar en la conciencia de todo profesional un compromiso personal y una colaboración dinámica y permanente de todo su ser, en toda su

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dimensión física y espiritual, con una tendencia conjunta hacia el bien común. Por ello, para garantizar esa colaboración, propone tres campos en los cuales debe concretizarse la competencia profesional: competencia intelectual, competencia moral y competencia física. 2.2. Competencias profesionales basadas en ejes curriculares: Virgilio Gutiérrez Mercedes (1999) concibe a los ejes curriculares como aquellos principios que traducen la intencionalidad del proceso educativo y orientan el desarrollo de las competencias vinculando los propósitos del proceso educativo con demandas sociales en determinada situación histórica. Así, podemos deducir que las competencias que se quieren desarrollar en las instituciones de formación profesional deben estar parametradas por determinados principios o paradigmas demandadas por la actual sociedad. Virgilio Gutiérrez Mercedes (1999: 145) recoge los tres ejes que rigen nuestra formación: 2.2.1. Identidad personal y cultural: Se encarga de que la persona tenga una percepción clara de quién es y qué rol desempeña en el conjunto de las relaciones sociales de su comunidad, enfatizando su sentido de pertenencia a una familia, comunidad y país y, por lo tanto, su identificación con valores propios, en una actitud de adhesión y compromiso. Este eje comprende los siguientes aspectos:  Pluriculturalidad e interculturalidad.  Unidad nacional en la diversidad.  Autoestima.

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Estos aspectos están vinculados entre sí y suponen asumir como punto de partida la conciencia de la pluriculturalidad; es decir, de la coexistencia de diversos grupos socioculturales tanto en el interior como en el exterior del país. En este marco cobra especial importancia la interculturalidad. Ella promueve la relación equitativa entre grupos socioculturales diferentes. Asimismo, a nivel interno, “la interculturalidad debe conducir tanto al desarrollo de cada una de las culturas involucradas, cuanto al fortalecimiento de la unidad nacional, respetando la diversidad de estas” (Virgilio Gutiérrez; 1999: 147). En este sentido, la autoestima se manifiesta por la valoración de sí mismo como persona que comparte códigos culturales con la sociedad de la cual es miembro. 2.2.2. Conciencia democrática y ciudadana: Ésta se encarga de orientar el pensar y actuar del educando hacia la construcción de una sociedad democrática donde cada miembro es sujeto de derechos y obligaciones tomando conciencia de que deben establecerse limites consensuales con la finalidad de asegurar la convivencia y su gobernabilidad. Comprende los siguientes aspectos:  Principios democráticos.  Instrumentos democráticos.  Derechos humanos.  Construcción de la paz.  Derechos y obligaciones del ciudadano.

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Así, pues, el ser humano debe conocer y respetar sus derechos fundamentales en forma solidaria y tolerante, dispuesto a la participación, diálogo, negociación, concertación, cooperación y abierta al pluralismo, de modo que pueda contribuir a la construcción de consensos y a resolver conflictos por la vía pacífica. “Esto debe interiorizar y practicar normas y valores básicos

de

convivencia

social

como:

respeto,

cortesía,

responsabilidad, honestidad, entre otros” (Virgilio Gutiérrez; 1999: 148). 2.2.3. Cultura de innovación productiva y desarrollo sostenible: Este es el eje encargado de producir transformaciones o cambios en las diversas manifestaciones del quehacer humano como consecuencia de la comprensión de un fenómeno o propiedad y la conciencia de necesidad de crear, perfeccionar y superar en función de las demandas de la realidad presente, sin comprometer recursos y posibilidades de calidad de vida de las futuras generaciones. Esto comprende los siguientes aspectos:  Gestión productiva, financiera y ambiental.  Tecnologías alternativas.  Nuevas formas de producción y desarrollo económico sostenible.  Creatividad, arte, ciencia y tecnología. De acuerdo a lo antedicho, podemos concebir a las competencias profesionales

como una macrohabilidad que integra los contenidos

conceptuales (saber), procedimientos (saber hacer) y actitudinales (ser), exigidos por determinados ejes curriculares, los cuales se ponen de Página | 22

manifiesto cuando las personas responden a demandas sociales en función de sus aprendizajes que van asimilando con pleno compromiso y autonomía de decisión. 3. MORAL 3.1. Definición: Según Adolfo Sánchez Vázquez (1969), moral es un sistema de normas, principios y valores, de acuerdo con el cual se regulan las relaciones mutuas entre los individuos, o entre ellos y la comunidad de tal manera que dichas normas, que tienen un carácter histórico y social, se acaten libre y conscientemente, por una convicción íntima, y no de un modo mecánico, exterior e impersonal. Cada individuo, al comportarse moralmente, se sujeta a determinados principios, valores o normas morales que valen de acuerdo con el tipo de relación social dominante. Al individuo en cuanto tal no le es dado inventar los principios o normas ni modificarlos de acuerdo con una exigencia propiamente personal. Se encuentra con lo normativo como algo ya establecido y aceptado por determinado medio social, sin que tenga la posibilidad de crear nuevas normas a las que pudiera sujetar su conducta al margen de las ya establecidas, ni tampoco modificar las existentes (Gustavo Escobar; 2000). De este modo, la función social de la moral estriba en regular las relaciones entre los hombres (entre los individuos y entre el individuo y la comunidad) para contribuir así a mantener y asegurar determinado orden social, aunque la moral cambie históricamente. La existencia de este este tipo peculiar de regulación de la conducta humana significa no solo que la sociedad no se contenta con una aceptación externa, formal o forzosa de ciertos principios, normas o valores – aceptación externa que el derecho

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se encarga de asegurar -, sino que aspira asimismo a que esta aceptación se asegure también en la esfera íntima o privada de la conciencia individual, en la que el derecho y la fuerza no pueden operar decisivamente.

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CAPÍTULO III

COMPETENCIAS FÍSICAS DEL PROFESIONAL DOCENTE DESDE LA ÓPTICA DE LA ÉTICA

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1.

COMPETENCIA FÍSICA 1.1. Definición: Aquiles Menéndez en su libro Ética Profesional (1974) define a esta competencia como el conjunto de recursos personales físicos, biológicos y mentales que los profesionales deben desarrollar para hacer más fácil y eficiente el ejercicio de su profesión. De acuerdo a ello, esta competencia tiene como fuente principal a la mente lúcida y la voluntad enérgica, ambas condicionadas a una amplia serie de factores psicosomáticos. Según Aquiles Menéndez (1974: 98), “la competencia física en la formación de los profesionales ha sido por muchos años subvalorada por los mismos grupos intelectuales y profesionales, puesto que ignoraban las leyes de la higiene intelectual, nerviosa y organiza”. Así, podemos inferir que el énfasis principal se ha puesto siempre en la competencia intelectual y, si la valoración de la competencia moral ha sido extremadamente escasa, en lo que respecta a la competencia física ha sido casi nula. Pero es innegable la necesidad que un profesional disfrute de buenas condiciones físicas y de salud mental ya que muchas veces los profesionales fracasan en sus respectivas profesiones por ser físicamente incapaces, o por no tener la aptitud necesaria para llevar sus labores profesionales a un feliz término. Este tipo de competencia en un profesional, lo mismo que en cualquier hombre, busca entablar una armonía entre los elementos psicosomáticos con la inteligencia y la voluntad. Esto hace necesario que nos interesemos por la salud corporal, no por un interés estético o sentimental, sino por desarrollar una unidad solida substancial entre cuerpo y alma (Aquiles Menéndez; 1974). Asimismo, se requiere de una higiene mental, el cual comporte un conjunto de disposiciones y medios

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normales capaces de preservar y desarrollar el propio trabajo y gozar del mismo. Veamos a continuación más de estos requerimientos: 2. HIGIENE CORPORAL EN EL PROFESIONAL 2.1. Definición: Según Comité Nacional de Salud Mental del MINSA (2005),

es el

conjunto de conocimientos y técnicas que aplican los individuos para el control de los factores que ejercen o pueden ejercer efectos nocivos sobre su salud. Esto requiere de una: limpieza, aseo de lugares o personas, hábitos que favorecen la salud y un reconocimiento, evaluación y control de aquellos factores y tensiones ambientales que surgen en el lugar de trabajo y que pueden provocar enfermedades, quebrantos de salud, quebrantos de bienestar, incomodidad e ineficacia de los trabajadores y los ciudadanos. Así, pues, esto nos lleva a pensar que el principio de la buena higiene en un profesionista debe radicar en evitar la exposición de su cuerpo a ciertas sustancias nocivas para él. Esto implica tener una cultura de salud, no solo en el aseo y pulcritud de su apariencia, sino también el uso básico de algunas herramientas indispensables para la salubridad tales como el uso de guantes, overoles y botas, así como de equipos para detectar exceso de contaminación, desgaste, roturas, desgarros o agujeros. Los profesionales docentes en esto casos deben limpiar, descontaminar o reemplazar los equipos de protección con frecuencia para asegurar que no recolecten ni absorban sustancias irritantes. Ernesto Zierer en su Pedagogía del buen ejemplo (2003) nos habla que todo profesor debe practicar lo que predica, esto con el fin de que trascienda la educación formal para ir a las situaciones cotidianas donde se pone en práctica sus más ansiadas virtudes. Si esto lo trasladamos a este tipo de competencia, podemos obtener que actos tan básicos -como el lavado de manos y el cuidado de la piel- puedan ser dignos de emular por los alumnos, siempre y cuando aquel que lo practique tenga la suficiente autoestima para Página | 27

valorarse e inculcar a los demás. De lograrse esto estaríamos previniendo muchas enfermedades sin la necesidad de que haya una ley que ejerza coerción en el aseo de manera periódica. 3. SALUD MENTAL EN EL PROFESIONAL 3.1. Definición: Según Comité Nacional de Salud Mental del MINSA (2005), es el conjunto de actividades que permiten a una persona estar en equilibrio con su entorno sociocultural. Estas acciones intentan prevenir el surgimiento de comportamientos que no se adapten al funcionamiento social y garantizar el ajuste psicológico imprescindible para que el sujeto goce de buena salud mental. De acuerdo a ello, es necesario que se establezcan hábitos que podemos realizar de manera periódica y frecuente para conseguir una salud lo más óptima posible. Así, podemos recoger algunos de los hábitos más significativos que propone el Comité Nacional de Salud Mental del MINSA en su Plan nacional de salud mental a efectos de nuestro estudio:  Valoración positiva de uno mismo, a fin que reforcemos tanto nuestra autoestima como nuestro propia imagen y es que no sólo debemos valorar lo bueno que tienen el resto de personas sino también nosotros mismos.  Gestión de nuestras emociones, esto a fin de que todas y cada una de las emociones que nos asaltan, tanto en el lado positivo como en el negativo, sean encauzadas e interpretarlas para nuestro bien.

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 Recuerdos positivos, para ello se hace necesario marcharnos del pasado para recordar momentos buenos y positivos, y no otros que nos hicieron daño o que nos causaron frustración. No debemos olvidar que la salud mental de un profesional se refleja en su comportamiento cotidiano y está vinculada a la capacidad para manejar sus temores y angustias, controlar la ansiedad, enfrentar las dificultades y aliviar las tensiones. Todas las personas deberían poder llevar adelante una vida independiente sin que las relaciones interpersonales afecten su poder de decisión y resolución. Así, la higiene mental debe ser cuidada a través de hábitos positivos que le permitan mantener el equilibrio interno. La valoración positiva de los rasgos propios y ajenos, la catarsis emocional y el fortalecimiento de la autoestima son algunas de las cuestiones que cualquier persona debe trabajar para proteger su higiene mental y para evitar desequilibrios psicológicos que le impidan desenvolverse con normalidad. En pocas palabras, la competencia física sería la exigencia de una Salud mental. Ésta, determinará la práctica de una higiene catalogada como el conjunto de medios normales capaces de preservar y desarrollar la salud mental normal. La salud mental, es lógicamente relacionada e impresionada por la global salud física del organismo. Según el criterio del Dr. H. Duchéne (citado por Aquiles Menéndez; 1974: 100), las principales características de la salud mental normal serían:  La adaptación al medio social, es decir, lo que se debe entender es el equilibrio y la posibilidad de engranar profesionalmente en el medio social; entendido esta posibilidad como participación en los grupos culturales y recreativos, colaboración en las iniciativas compatibles con la profesión.

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 La aceptación de la sexualidad, la aceptación de la sexualidad debe ser interpretada como la integración consciente de la vida humana con esa facultad maravillosa que ha sido otorgada para el bien de la especie, mediante la perfección del individuo.  La aptitud para dicha, es decir, no se debe confundir “la aptitud para la dicha” con el hecho de ser dichosos; especialmente cuando vivimos en una época de conflictos que predominan como marco de los problemas profesionales, afectivos y sociales de la vida cotidiana. 4. COMPETENCIAS FÍSICAS DEL PROFESIONAL DOCENTE Según Valentín Martínez Pérez en su artículo Salud física y mental del profesorado (2013), la problemática de la dinámica del cambio social, y cómo ésta afecta a las instituciones escolares, influye de manera determinante en el sistema educativo y, por lo tanto, repercute en el trabajo de los profesores, originando estrés y por ende problemas en su salud física y mental. De acuerdo a ello, algunos de estos factores inciden directamente sobre el desempeño del profesor en su clase generándole tensiones asociadas a sentimientos y emociones que constituyen el origen empírico del malestar docente. Asimismo, resulta difícil describir las diversas reacciones del profesorado ante el cambio social al que se ve enfrentado, tanto en el aspecto personal como en el ejercicio de la profesión. Así, se utiliza la palabra malestar como término inclusivo que reuniría los sentimientos de los profesores ante una serie de situaciones imprevistas en el desarrollo de su trabajo. Es menester nuestro reconocer que los profesionales de la educación se enfrentan, en la actualidad, a numerosas y variables circunstancias que no les permiten realizar bien su trabajo, afrontando, además, una crítica generalizada en una sociedad que, al no analizar dichas circunstancias, atribuye a los profesores la responsabilidad de las fallas del sistema de enseñanza. Así, la Página | 30

expresión malestar docente resume al conjunto de reacciones de los profesores como un grupo profesional desconcertado por el cambio social. Si bien, la relación con los alumnos es uno de los aspectos potencialmente más gratificantes de la profesión de ser docente, lo cierto es que en un número significativo de casos esta comunicación está presidida por la tensión, ya sea por indisciplina de los escolares, debido a que el docente carece de habilidades sociales. Por otra parte, Valentín Martínez Pérez (2013) nos señala que la actividad educativa está saturada de responsabilidades. Es frecuente que el profesor se mantenga hipervigilante durante varias horas al día y que asuma funciones policiales y parentales que le abocan al agotamiento profesional. La sobrecarga de tareas unida a las frustraciones, insatisfacciones y a la falta de entendimiento con otros miembros de la comunidad educativa (colegas, padres y alumnos) puede desencadenar en los profesores alteraciones como: fatiga, descenso de la concentración y del rendimiento, ansiedad, insomnio, trastornos digestivos, etc. asimismo, en ocasiones la presión ocupacional golpea al profesor con tanta fuerza que desequilibra su organismo y consume su energía. Este desgaste nos lleva a pensar en el síndrome de agotamiento profesional, el cual se manifiesta en el cansancio psicofísico y en el abatimiento. Los profesores que padecen este problema pueden experimentar cambios a nivel cognitivo (dificultad para mantener la atención, ideas de que son atacados por compañeros o alumnos, etc.), en el plano emocional (tristeza profunda e irritabilidad) y en la conducta (consumo de tóxicos, abandono del trabajo, etc.).

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En un estudio realizado por el Instituto Nacional de Salud Mental (2006), nos muestra con objetividad los niveles de trastornos que padecen las personas de acuerdo a cada aspecto de su vida diaria. Si bien no menciona a los docentes, el siguiente cuadro nos puede dar aproximaciones a nuestro trabajo: Según este cuadro, en cuanto a cuidado personal (higiene personal)

observamos que un 13.4. % de los encuestados tiene problemas para mantener regularmente el aseo de su cuerpo y un 19.2 % tiene dificultades o limitaciones para desempeñar eficientemente sus ocupaciones. Asimismo, un escalofriante 51.2 % dice tener cualquier discapacidad para planificar, organizar y ejecutar sus actividades (salud mental). Si estos datos los corroboramos en los centros educativos a través de nuestra interacción con los docentes y de acuerdo a nuestra experiencia como practicantes de educación, podemos constatar los serios problemas a nivel físico y mental que demanda la profesión. Si queremos encontrar la génesis de esta problemática, necesitamos plantearnos cuáles vendrían a ser los factores Página | 32

que merman el desempeño de los profesores- la gran mayoría con 15 años de labor. Conversando con ellos, la gran mayoría coincide en señalar los siguientes:  Inquietud e incertidumbre ante el futuro legislativo.- El cambiante marco normativo que en materia educativa se ha producido en los últimos años genera desasosiego en un considerable sector del profesorado, al tiempo que supone un sobre esfuerzo por la adopción de nuevas estrategias de adaptación. En este punto invocamos los principios de libertad y responsabilidad que han de guiar la labor educadora. Es menester que el profesor asuma sus propias decisiones. El respeto a la ley debe armonizarse con propuestas e iniciativas autónomas basadas en fundamentos psicopedagógicos sólidos.  Merma del prestigio social.- De un tiempo a esta parte la imagen del profesorado se ha ido devaluando. Por un lado, algunas informaciones periodísticas han ofrecido un enfoque conflictivo de los educadores. Por otro, se han debilitado las relaciones entre padres y profesores, hasta el punto de que a veces parece que están enfrentados. Quizá se han depositado demasiadas

expectativas

en

la

escuela

olvidando

la

responsabilidad y el impacto formativo de otras instituciones y se culpa del “fracaso educativo” al profesorado.  Las conductas antisociales de algunos alumnos.- Hay casos en los que la situación se vuelve insostenible y algunos profesores que son objeto de desafíos, amenazas y aun agresiones temen ir al centro.  El sistema de promoción y la remuneración no son del agrado de todos. A esto hay que añadir que algunos docentes Página | 33

trabajan con contratos precarios y carecen de la mínima estabilidad laboral.  Formación psicopedagógica insuficiente.- La preparación del profesorado ha de trascender la mera instrucción para convertirse en un proceso humanizador integral, en el que se armonice la ciencia con la ética, el dominio técnico con la capacidad de relación interpersonal. Teniendo presente estos factores, no debemos olvidar que el impacto de las situaciones y condiciones laborales depende en amplia cuantía de la personalidad de cada docente. Valentín Martínez Pérez (2013) bien lo analiza al argumentar que los profesionales más propensos a padecer trastornos psíquicos son los que presentan inclinación a competir, alto nivel de aspiraciones, inseguridad, sentimientos de culpa y baja autoestima. Así, pues, podemos inferir que los profesores que sufren estrés o depresión pueden ignorar su problema, incluso puede ocurrir que una exploración demasiado centrada en el plano corporal no descubra la verdadera dolencia. El siguiente cuadro suministrado por el Instituto Nacional de Salud Mental (2006) corrobora lo que estamos sustentando:

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Instituto Nacional de Salud Mental (2006) Según esta tabla, y sin menoscabar las áreas de estrés por terrorismo y delincuencia, observamos altos índices de estrés tanto en mujeres como en hombres adultos en cuanto a las áreas de trabajo, dinero y salud. Esto nos da una idea objetiva de los problemas físicos y psicológicos que deben estar padeciendo los docentes. Debemos reconocer que la actividad educativa se realiza a través de la relación humana, que comporta a un tiempo enriquecimiento personal y compromiso emocional. Es innegable que el trato con el educando puede reportar muchas alegrías, pero igualmente cierto es que la comunicación con el alumno conduce a veces a la frustración y la ansiedad. Hay profesores que incluso se ponen un escudo para protegerse y que se suele traducir en rigidez e inhibición, otros enferman ante los conflictos interpersonales y las múltiples responsabilidades. Aunque no se llegue a la quiebra total de la salud mental, lo Página | 35

que sí se observa en un significativo número de profesores es una acumulación de malestar que lleva a vivir la actividad educativa como una tarea de tonalidad gris, despojada de sus radicales placenteros. La vida profesional, convertida en mera vía de subsistencia, pierde su sentido y, en consecuencia, disminuye la calidad de la educación. Habiendo reconocido la escasa preocupación por desarrollar la competencia física, en el siguiente cuadro proponemos algunas exigencias de acuerdo a nuestra experiencia en las prácticas preprofesionales, así como de algunos aportes de Valentín Martínez Pérez (2013). Desde aquí exhortamos a que se ponga en práctica tanto en la vida académica como profesional, siempre bajo la lupa de la ética como deber ser moral del docente:

MATRIZ Nro 01

COMPETENCIAS FÍSICAS DEL PROFESIONAL DOCENTE RECURSOS

MANIFESTACIONES

PERSONALES 1. El profesor debe cuidar su presentación, ya que él es quien otorga el ejemplo. 2. El profesor debe alimentarse adecuadamente, así Página | 36

como practicar la actividad física, la relajación muscular para tener la energía y motivación necesaria durante el desarrollo de la clase. 3. El profesor debe captar el interés en el estudio por La higiene física

parte del alumno

mediante

el uso dinámico de

técnicas. 4. El profesor debe prevenir las enfermedades, ya que deterioran su salud. 5. El profesor debe descansar lo necesario para que durante el desarrollo de su clase se encuentre con la energía necesaria para hacer llegar los conocimientos planificados a sus estudiantes en el desarrollo de la clase. 1. El profesor debe de gozar de una autoestima alta, ya que el orientador y el ejemplo para la formación de los estudiantes. 2. El profesor debe programar y aprovechar los períodos vacacionales en la utilización saludable del tiempo libre diario y de los fines de semana. 3. El profesor debe intercambiar experiencias y opiniones con los colegas, ya que la comunicación y las relaciones personales presididas por la cordialidad Salud mental

neutralizan los aspectos negativos del trabajo. El aislamiento a que a veces propende el profesor no hace sino acrecentar los problemas. 4. El profesor tiene que tener predisposición para enfrentar los diferentes retos de aprendizaje de sus alumnos. Página | 37

5. El profesor tiene que adaptarse a los diferentes cambios curriculares para el mejoramiento del aprendizaje, lo cual se logrará con una preparación constante. 6. El profesor debe ejercer la profesión por vocación, de tal manera que refleje el gusto por ella. 7. El profesor debe poner una nota de creatividad en lo que realiza, ya que la actividad educativa es susceptible de innovación y no se debe limitar a repetir curso tras curso los mismos contenidos.

De acuerdo a lo manifestado, No debemos olvidar el rol que cumple el centro educativo en su conjunto. El clima institucional de confianza, seguridad, respeto y valoración es una de las mejores vacunas contra el malestar, así como uno de los principales impulsores del crecimiento individual y colectivo. El apoyo de la organización, tanto en el plano del reconocimiento profesional como en el de las retribuciones, constituye un objetivo perentorio para garantizar la adaptación laboral y el equilibrio personal de los docentes.

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CAPÍTULO IV

COMPETENCIAS MORALES DEL PROFESIONAL DOCENTE DESDE LA ÓPTICA DE LA ÉTICA

1. COMPETENCIA MORAL Página | 40

1.1 Definición: Según Aquiles Menéndez (1974), es el conjunto de virtudes morales que los profesionales desarrollan íntegramente con sus contenidos conceptuales (saber) y procedimentales (saber hacer), los cuales responden a demandas sociales en función de sus aprendizajes que van asimilando con pleno compromiso y autonomía de decisión. En este sentido, esta competencia en un profesional, lo mismo que en cualquier hombre, no puede limitarse al orden de sus conocimientos, es indispensable que la inteligencia ponga en juego a la voluntad para que la actividad profesional ofrezca todas las garantías que requiere el bien común y la dignidad profesional. Cabe recalcar que la eficiencia técnica y científica sin virtud se convierte en un virus destructivo de la sociedad. Asimismo, “ la competencia moral no solo implica una existencia de virtudes morales en el profesionista, sino también una urgente necesidad de relación y servicio a las clases populares y humildes, ya que la actividad profesional no puede limitarse al individuo que las emite, sino que deben terminar en otro que las recibe” (Menéndez ; 1974: 85). En estos casos, las personas en condición de extrema pobreza deben ser los más beneficiados por el hecho de no haber asimilado los avances de la técnica, ni haber mejorado su pobre nivel de vida. 1.2. Definición de virtud: Según Alejandro G. Vigo (1999), virtud es la disposición constante del alma que nos incita a obrar bien y evitar el mal, producto del ejercicio de los hábitos buenos, los cuales se van adquiriendo con la práctica. Para ello, el hombre requiere poseer potencias o facultades que le permiten realizar ciertas cosas u operar de determinadas maneras, llamadas potencias activas. En efecto, estas facultades o potencias adquieren cierta estabilidad cuando se han puesto los medios para desarrollarlas. Mediante su ejercicio, una potencia o facultad va adquiriendo cierta estabilidad en el sujeto, permitiéndole realizarla cada vez con menos dificultad o de manera más fácil. Asimismo, una Página | 41

vez que la potencia se ha estabilizado y al sujeto no le resulta trabajosa o requiere de un esfuerzo muy reducido para llevarla a cabo -en comparación al que necesitaba en un principio-, se habla de hábito. Para Aristóteles, a diferencia de otros seres, el ser humano posee potencias racionales, los cuales son por definición multidireccionales o, si se quiere, bidireccionales, es decir, pueden apuntar en una dirección o en la contraria. Esto implica que el hombre por naturaleza puede desenvolverse de distintas maneras que no necesariamente tiene que ser las correctas (Ángel Rodríguez; 2000). Para ello necesita de los hábitos buenos para desarrollar virtudes morales capaces de guiarlo por el camino correcto. Así, podemos inferir que si la perfección última del hombre consiste en realizar las obras por las que se ordena a su fin último, las virtudes hacen al hombre bueno precisamente porque, al ser disposiciones firmes para el buen obrar y provenir de un hábito operativo estable, le permiten obrar de manera más acorde a ese fin. De este modo, una persona generosa, por ejemplo, realizará un sacrificio con más facilidad y más perfección que otra que carece de esa virtud. No olvidemos que las virtudes disminuyen o se pierden mediante la realización de actos contrarios a ellas, de modo que, en la potencia, se origina un nuevo hábito, llamado ahora vicio, que anula la virtud opuesta. Desde luego, dos formas contrarias (intemperancia y templanza; injusticia y justicia; etc.) no pueden coexistir en el mismo sujeto al mismo tiempo y en el mismo sentido. (Alejandro G. Vigo; 1999).

2. VIRTUDES PROFESIONALES De acuerdo a lo señalado anteriormente, ahora compete hablar de las virtudes en el campo de la ética profesional. Menigno Hidalgo Matos en su libro Los valores en la educación (2009: 82) nos habla que la educación ética es una buena Página | 42

herramienta a la hora de formar a las personas. En esto se apoya de los dos grandes sistemas éticos: los que se fundan en el concepto de felicidad y los que se fundan en el concepto del deber. Casi todas las posiciones morales más conocidas se encuentran dentro de la ética teleológica. Ellas fundamentan el valor de las normas éticas y el valor de los actos morales por referencia a un valor que constituye el fin último de la vida práctica. La discrepancia viene a la hora de determinar en qué consiste ese fin. Así, el utilitarismo, que identifica el fin último de la vida práctica con el máximo bienestar para el mayor número de personas; el hedonismo, que coloca como fin último al placer; y el eudaimonismo o ética de la felicidad, que sostienen que el fin último es el incremento de la propia vida (Alejandro G. Vigo; 1999). En este caso, la educación ética se encargará de difundir este último tipo de bien basándose en que todo ser humano por naturaleza busca su bienestar y para ello propondrá los medios necesarios para que la persona llegue a realizarla. Es decir, una educación ética teleológica puede considerarse un sinónimo de ética eudaimonística. De otro lado, Oswaldo Orna Sánchez (2006) nos dice que una ética deontológica resuelve los problemas que podrían aparecer en la fundamentación tanto de los valores morales como de la adquisición de virtudes de un profesional, ya que convierte los deberes de su profesión en motivos, según su importancia social. Ello nos permite afirmar que la formación de virtudes tales como la honestidad, justicia y responsabilidad son el resultado de la obligación de la conciencia referente al ejercicio de una profesión, la cual, y es preciso resaltar, no es independiente de las materias que se desarrollan en el currículo de formación profesional. Estas virtudes que todo profesional debe desarrollar son: 2.1. La prudencia: Según Ángel Rodríguez (2000), es la primera y más importante virtud cardinal, puesto que las otras dependen de ella. La prudencia -que no significa cautela- es la capacidad de ver las cosas correctamente, de apreciar la realidad Página | 43

en su adecuada dimensión. Implica el recto juicio de las circunstancias del caso para saber qué hacer, aplicando la norma general que regula la materia a ese caso en particular. Así, a esta virtud también se le suele denominar objetividad. Aristóteles es quien estudia esta virtud en el marco de un tratamiento más amplio de las virtudes intelectuales, tratando a la prudencia (phrónesis) en unión estrecha con otra virtud intelectual, la llamada téchne o técnica, que abarca tanto las bellas artes como los oficios técnicos en general (Rodríguez; 2000). Así, pues, la prudencia y la técnica coinciden en ser virtudes intelectuales referidas al ámbito de los objetos contingentes, ya que ambas buscan modificar el mundo. “Si estas virtudes se desplegaran solamente en el ámbito de lo necesario, en aquello que no puede ser de otra manera, obviamente no tendrían ningún ámbito de despliegue, porque el obrar no puede modificar lo que no puede ser de otra manera” (Adolfo Vázquez; 1969: 98). En cambio, el ámbito de lo contingente, de un mundo que incluye los objetos y las cosas que pueden ser de otra manera, se relaciona con el comportamiento práctico en general y técnico en particular (Vigo; 1999). Es decir, estas dos virtudes, la prudencia y la técnica, regulan el tipo de comportamiento del hombre a través del cual se accede y se modifica el ámbito de lo que puede ser de otra manera. Por eso, en un mundo donde todo fuera necesario, donde todo estuviera inevitablemente determinado, no habría ningún espacio ni para la prudencia ni para la técnica. El contacto objetivo y desprejuiciado con la realidad resulta, de este modo, vital, particularmente si recordamos que la prudencia es una virtud moral -aunque, por sus características, es también intelectual- y que, por lo mismo, se encuentra dentro de la actividad práctica. Como la razón práctica tiene interés por saber qué debe hacerse y/o cómo debe actuarse, una correcta apreciación de las circunstancias resulta imprescindible (Fagothey; 37). Un buen ejemplo aplicado a la ética profesional la encontramos en el derecho con respecto a los jueces. Ante un caso puntual -un robo- sabe Página | 44

perfectamente qué normas legales aplicar una vez que se han comprobado los hechos. Pero resulta claro que no podrá emplear la norma general de manera directa; antes bien, entrará a ponderar todas las circunstancias particulares de la especie para así adaptar esa norma general al caso concreto y obtener una sentencia lo más justa posible. 2.2. La justicia: Es la virtud moral por excelencia cuyo ideal se caracteriza por la igualdad de las personas, de cada cual según su capacidad y sus necesidades (Obando & Solis; 2004: 250). Asimismo, se considera justo a todo acto que permite al hombre desarrollar íntegramente las capacidades propias a su personalidad, sin perjuicio de los demás, y que a la vez considera injusto cualquier acto que anula o restringe los derechos esenciales de hombre. Cuando se habla de justicia, no se hace simplemente de la virtud con relación al propio sujeto que la posee, sino en cuanto es ejercida por referencia a otros, concretamente, a aquellos con quienes el agente se relaciona de diversos modos en su vida práctica, al prójimo en el sentido amplio (Vigo; 1999). Esta dirección es la que enfatiza la noción de justicia, la referencia a los otros, a aquellos con los que el agente tiene que ver de manera directa o indirecta de diversos modos a través de su praxis. Aristóteles la denomina la virtud completa, porque es propia del individuo inserto en el marco social, que para Aristóteles y para toda la tradición clásica es el único marco donde el individuo puede llegar al pleno despliegue de sus potencialidades (Rodríguez; 2000). En este sentido, la virtud total entendida en términos de justicia está intrínsecamente vinculada con este componente de la sociabilidad como marca distintiva de la esencia del hombre. En realidad, todo tratamiento de la justicia está inserto, por su propia naturaleza, en el contexto de lo que hoy se suele llamar la ética social, es decir, no en la ética individual, ni siquiera en la ética familiar, por así decir, la ética de las pequeñas unidades humanas, sino en la ética de la sociedad en su conjunto. Página | 45

Si bien en el marco de la ética de la virtud, la justicia - al igual que todas las demás virtudes- está pensada no en primera instancia como característica de totalidades, sino como una característica de individuos, es menester recalcar que incluye a la vez una referencia a lo social, porque es una disposición habitual que afecta o compromete esencialmente el comportamiento en sociedad y que, por lo tanto, guarda una relación esencial con la sociabilidad como marca distintiva del ente que es el ser humano. Si lo mencionado anteriormente es llevado al plano de la ética profesional, encontramos que el deber de justicia se contrae desde el momento en que se recibe el título profesional, el cual se convierte en un contrato no solo entre el profesional y el Poder Público y la Universidad, sino también con la sociedad a la cual va a servir (Aquiles Menéndez; 1974). Esto se debe a que la Universidad, lejos de ser un producto de la actividad individual, es el resultado de la sapiencia que la sociedad entera ha acumulado a través de los siglos. Y es la misma sociedad, la que a costa de muchos sacrificios, acoge a los jóvenes y les proporciona los medios para auxiliarlos. Es por ello que al destacar la importancia social de la justicia la estamos conectando de algún modo con el fáctum, es decir, con el hecho de la sociabilidad humana (Vigo; 1999). Asimismo, no solamente la justicia tiene que ver con la sociabilidad, también la generosidad, la valentía, la templanza, etc. que de una u otra manera tienen una relación más o menos próxima al factor de sociabilidad. En suma, la justicia es por definición una virtud que se despliega en el trato con los otros, y esto vale tanto para la justicia tomada en general como también para la justicia como virtud profesional. 2.3. La templanza: Es la virtud moral que modera la atracción de los placeres sensibles o deseos y procura un equilibrio en el uso de los bienes. De esta manera, asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad (Rodríguez; 2000). Cabe recalcar que esta virtud no Página | 46

anula dichos vicios, sino que orienta y regula los apetitos sensibles, y la manera de satisfacerlos. Así, por ejemplo, no suprime el deseo de comer, pero regula cómo y en qué cantidades hacerlo, de modo que no se sobrepase los límites razonables. La templanza, también llamada moderación, está referida al tipo de respuesta que la persona debe producir frente a los placeres sensibles y a los deseos vinculados con ellos, llamados también apetitivos. Estos deseos están relacionados con las funciones fisiológicas, tales como los de alimento, bebida y la satisfacción del impulso sexual (Vigo; 1999). Aquiles Menéndez en su libro Ética profesional (1974: 90) nos lo recuerda cuando menciona que “la naturaleza humana se manifiesta en el espíritu de las personas normales como una debilidad”. Esto de algún modo nos advierte que la vida está llena de tentaciones capaces de hacer caer al individuo que no acepte la disciplina y la austeridad de la cultura. Si esto lo trasladamos al ámbito de lo moral, inferimos que la repetición del acto inmoral genera un hábito; y el hábito inmoral a un vicio. Ahora bien, el mismo Aquiles Menéndez (1974) nos advierte de tres vicios muy recurrentes, esta vez, en el ámbito de la ética profesional: la primera es el juego, el cual arraiga en el profesional sin escrúpulos ni formación moral las siguientes consecuencias:  La conciencia llega a creer o aceptar que es lícito y aun honorable enriquecerse rápidamente “sin trabajar”.  Cuando el profesional juzga que su título es la exención, una dispensa o una inmunidad del peligro.  Cuando se considera frustrado o fracasado, y su comprensible amargura le impulsa, más o menos inconscientemente, a una revancha o la venganza compensadora.

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No olvidemos aquí que la pasión del juego suele iniciarse como cualquier otra pasión, vale decir, como un pasatiempo que se cree inofensivo. Así, se comienza haciendo apuestas insignificantes cuyas ganancias enardecen al hombre y la pérdida los exaspera, lo cual al final terminan por aniquilar totalmente al profesional. De este modo, un mundo capitalista del consumismo termina por robarle a la sociedad un profesional. Un segundo vicio recurrente que nos advierte Aquiles Menéndez (1974) es el alcoholismo, cuyas consecuencias son fáciles de deducir en la salud, economía, trabajo y familia del profesional. Es menester aclarar que ser alcohólico es muy distinto a ser ebrio, pues este último pierde en mayor o menor escala el control de su personalidad; y el primero solo está familiarizado con la ingestión habitual de bebidas alcohólicas nocivas. Sin embargo, consideramos que ambos no son permisibles en un profesional, puesto que alteran progresivamente la personalidad, lo cual ha llevado incluso a la renuncia de la dignidad. Es por esta razón que Menéndez nos recomienda “desterrar el alcohol sistemáticamente de cualquier ambiente académico o profesional, y se deba combatir vigorosamente su uso entre la juventud universitaria, que lo juzga imprescindible en celebraciones y novatadas” (Menéndez; 1974: 92). El tercer vicio más recurrente es la lujuria. Aquiles Menéndez (1974) hace un llamado a las universidades a fin de que inculquen en los futuros profesionales la obligación de estar informados seriamente de los mínimos elementos de una sexología científica, puesto que un profesional lujurioso se convierte en un foco de perversión que contamina todo a su alrededor, llegando a desacreditar la profesión y a envilecerla por la desconfianza y la burla colectiva. Ante estos vicios deformadores de la actividad profesional, la moderación en cuanto virtud constituye el término medio entre dos extremos igualmente viciosos. Así, por el lado del exceso, el vicio se llama intemperancia o desenfreno, y por el lado del defecto insensibilidad. Dicho de otro modo, frente al apetito del gozo sensible en sus tres formas, existe la posibilidad del más, del Página | 48

menos y del justo medio. La moderación es el justo medio, y constituye lo mejor. Es por ello que Aristóteles nos habla del moderado como aquel que no solo se abstiene, sino que siente repugnancia frente al tipo de placer que busca lo inmoderado o desenfrenado, y a la forma en que lo busca (Vigo; 1999). Teniendo en cuenta que todos comemos y bebemos, y que muchos satisfacen deseos sexuales, la diferencia entre el moderado y el desenfrenado radica en el cómo, cuándo, dónde y qué medida satisface dichos impulsos o deseos. Así, pues, para Aristóteles y también para nosotros, el moderado encuentra gozo en aquellas cosas que son sanas y adecuadas, y que corresponden a los estándares de la moderación. Dichos estándares no son una lista abstracta a la que todos debemos ajustarnos por igual, sino que dependen de cada uno y de otros múltiples factores. Así, por ejemplo, la alimentación adecuada para un atleta no es la misma que para una persona de vida sedentaria; aunque para ambos hay una medida adecuada y el deber de moderación. 2.4. La Fortaleza: Es la virtud moral que asegura, en las dificultades, la firmeza y constancia en la búsqueda y práctica del bien. Es la actitud de superar los obstáculos, de obrar pese a las dificultades. La esencia de esta virtud no consiste en no tener miedo, sino actuar a pesar de él. Ser fuerte no es ser impávido o presumido, pues eso significaría o no conocer la realidad o poseer un desorden en el amor (Vigo; 1999). En el ámbito profesional, el hombre profesional fuerte es consciente del mal, no es un ingenuo ni iluso. Lo ve, lo capta, lo siente pasionalmente. Pero ni ama la muerte ni desprecia la vida (Menéndez; 1974). Tal como se dijo antes, la esencia de la fortaleza no es no sentir miedo, sino impedir que el miedo fuerce a hacer el mal o a dejar de hacer el bien. Su esencia no es desconocer el miedo, sino hacer el bien. Se debe temer lo temido, pero hay que conseguir el bien con miedo, con esfuerzo, con dolor y con resistencia. Página | 49

Aristóteles en su obra Ética a Nicómaco nos ilustra en su tratamiento de la valentía cinco formas y entre ellas una es el coraje cívico. Sócrates fue un ejemplo de coraje cívico, un ejemplo que Aristóteles conocía muy bien, ya que frente a una decisión injusta prefirió afrontar la muerte y no renunciar a ciertos estándares que consideraba propios de la virtud (Rodríguez; 2000). Es por ello que Aristóteles lo consideró como un ejemplo paradigmático, sin duda, pero por su horizonte cultural, Aristóteles ponía como modelo de la valentía el coraje bélico. Si bien, en su tratamiento de la valentía, Aristóteles centra la discusión en el ámbito bélico, hoy en pleno siglo XXI se reclama de los sujetos otras formas de valentía, como por ejemplo el coraje cívico que permite la resistencia civil cuando la autoridad pretende imponer medidas aberrantes. Ante esta realidad – sobre todo peruana - del trato con medidas arbitrarias de las autoridades, es necesario formar en conciencia cívica. Pero, como quiera que sea, independientemente de esta diferencia de acentuación, no cabe duda que la valentía o fortaleza en este sentido amplio sea una virtud básica que los sujetos tienen que cultivar igual que antes. Los peligros con los cuales una persona se ve confrontada hoy también involucran eventualmente la propia muerte, pero a través de situaciones distintas del campo bélico. Tan solo recordemos que en el siglo anterior, muchos murieron o perdieron la libertad por decir su opinión libremente. Así, pues, valiente es quien tiene la conciencia de sentir miedo razonable cuando las cosas no ofrecen otra opción. Ejemplo de ello lo encontramos en aquellos que ejercen la profesión de policías, jueces e incluso los soldados que defienden la soberanía de su nación. En todo caso, el componente situacional de la ética de la virtud es lo suficientemente amplio como para dar lugar a estas flexibilidades. La respuesta virtuosa es siempre una respuesta adecuada a un tipo determinado de situación. Por eso es importante para la educación moral identificar ese tipo de situaciones con las que el sujeto se ve habitualmente Página | 50

confrontado, para identificar también el tipo de respuesta adecuada respecto de ese tipo de situación. 3. COMPETENCIAS MORALES DEL PROFESIONAL DOCENTE Después de analizar todo lo que abarca la competencia moral en un profesional, ahora nos compete determinar cuáles serían esas competencias, esta vez en el campo de la educación, específicamente en el docente. Para ello necesitamos recordar que “la educación constituye un rol importante en el proceso de integración a la comunidad a la que todo individuo forma parte, lo cual requiere de un agente que enseñe a los demás lo imprescindible para lograr un desempeño óptimo y adecuado a las necesidades propias de dicho grupo”. (Hidalgo Matos; 2009: 77) Este ejercicio social requiere de un mínimo de instrucción formal que es suministrada y adquirida en los procesos educativos, y en éstos no puede ignorarse el aspecto moral, bajo el entendido de que el comportamiento de cada uno afecta a los demás y viceversa. Aquí es donde entra a tallar la ética cuando adopta determinadas características de acuerdo con la naturaleza del campo social en que se desempeña cada persona, de manera que hay más exigencias éticas en unos casos que otros (Félix Gómez; 2001). Así, podemos decir que la ética cobra mucha fuerza al reconocer en la educación su laboral social. Ésta radica en el hecho de que entre las profesiones, la pedagogía es una de las que mayores exigencias éticas y morales han de cumplir, porque el maestro constituye un guía, un modelo e incluso un guardián de la sociedad por cuanto es el encargado de formar a los ciudadanos y ciudadanas a fin de que estén preparados para afrontar los retos que se derivan de la vida social, y además para que puedan adoptar actitudes y comportamientos ajustados a las expectativas de la comunidad humana en que habrán de convivir. Asimismo, la ética pedagógica cumple un papel trascendental en esta profesión al ocuparse del estudio de los hechos morales e inmorales que aparecen en la actividad magisterial, y de establecer los principios y normas que habrán de orientar la relación de cada maestro con sus colegas, con sus alumnos, con la comunidad y con la institución a Página | 51

la que ofrece sus servicios profesionales (Emilio García; 2010). De este modo, la competencia moral en el marco de una ética en la educación debe enfatizar los derechos, deberes, obligaciones y responsabilidades de las personas en cuanto parte de un conglomerado que le da razón de ser, le protege y capacita para desenvolverse individual, social y sobre todo profesionalmente. Ahora bien, cuando nos referimos estrictamente a las competencias morales del docente, debemos tener presente, como se dijo antes, el desarrollo de virtudes. Según Oswaldo Orna Sánchez (2004), la aplicación del desarrollo de las virtudes morales – entendidas estas como la búsqueda de la excelencia, de la vida humana y de sus actividades- en la educación, tendremos como resultado el desarrollo perfecto de la acción educativa, la cual se da en el momento en que estemos totalmente involucrados en ella. Esto implica que resaltemos a la vocación de educar como requisito primordial de toda acción virtuosa. Si uno ama lo que hace es porque se ha entregado plenamente a la realización de la finalidad de la actividad, entonces buscará los medios necesarios para despertar la motivación, para dar aquello que considera importante de enseñar, tendrá la capacidad de dialogar y aprender continuamente. Así, la competencia moral del educador no significa que él tenga que cumplir con ciertos preceptos externos al acto mismo de educar, no significa que aparte de realizar su tarea educativa deba cumplir con otros deberes; esta competencia moral en el educador consiste fundamentalmente en el buen cumplimiento de la acción comprometida, teniendo en el horizonte su finalidad personal, cuya realización implica el encuentro con seres humanos con toda su historia personal, compleja y valiosa (Emilio García; 2010). Siguiendo con lo señalado anteriormente, la virtud se aprende en el ejercicio constante, el cual no puede ser mecánico sino que tiene que estar acompañada del cultivo de la atención a lo que se hace, a uno mismo, a los alumnos y al mundo en que vivimos (Vigo; 1999). Esta atención permitirá el desarrollo de la sensibilidad, de mirar al otro y mirarse a sí mismo sin juicio, sin condenación. Es así como en un aula de clases no es un ambiente donde hay juegos de poder donde el maestro debe Página | 52

mantener el poder sobre los demás que se supone que no deben tenerlo y deben ser pasivos. Esta forma de interpretar el espacio del aula es perjudicial para los fines de la educación. Ello se torna en un obstáculo cuando se han interiorizado en la mente de los educadores. “Observarse a sí mismo de modo que nos puede permitir mirar las acciones como síntomas que pueden expresar algo (aburrimiento, problemas personales, sentimientos negativos, etc.) es esa atención la que nos puede crear una mente flexible, la cual nos puede hacer más creativos, y sobre todo más éticos en nuestras respuestas”. (Hidalgo Matos; 2009: 70) Vale la pena resaltar nuevamente que la competencia moral de un docente debe involucrar el total compromiso, siempre y cuando sea consciente de su verdadera vocación. Ello involucra un respeto a sus semejantes, con bondad y moralidad a fin de que exista un clima de confianza en las relaciones humanas y laborales, sobre todo en la formación de las nuevas generaciones. Siguiendo esta misma línea proponemos las siguientes competencias morales del profesional docente de acuerdo con los estudios hechos por Virgilio Gutiérrez Mercedes (1999):

MATRIZ Nro. 02 COMPETENCIAS MORALES DEL PROFESIONAL DOCENTE VIRTUDES CARDINALES

MANIFESTACIONES 1. Todo profesor debe reconocer la necesidad de prepararse intelectualmente cada vez más, ya que en su entorno ocurren cambios científicos, tecnológicos, económicos, sociales y culturales que alteran radicalmente las demandas al sistema educativo y a su función profesional 2. Cuando un profesor quiere amonestar a un alumno, debe

Prudencia Página | 53

hacerlo franca y lealmente, sin invocar razones de defectos físicos, inteligencia, raza o nacionalidad. 3. El profesor debe estar en contacto con todos los alumnos para evitar que se formen grupos dispuestos a seguirlos y que parezcan como beneficiarios. 4. El profesor debe evitar a cualquier precio mentir a sus alumnos o inventar “argumentos” para causar mejor impresión y que sus opiniones sean aceptadas. Nada acredita más al profesor que la verdad para que el alumno pueda mirarse en el espejo de la veracidad. 5. El profesor debe evitar que siempre prevalezca su opinión. Él está llamado a encaminar al alumno para que haga uso de la razón, porque todas sus exigencias deben estar acompañadas de justificaciones y explicaciones lógicas, permitiendo el debate acerca de las mismas antes de establecerlas de manera definitiva. 1. El profesor debe cultivar una actitud de justicia y trato equitativo en la atención y consideración de los alumnos, respetando sus diferencias individuales de inteligencia, timidez, temperamento, formación, inspiraciones, etc. Nada desalienta más a los alumnos que la comprobación de que el profesor tiene sus preferidos. Justicia 2. Todo profesor debe reconocer las virtudes y méritos de sus alumnos y colegas; además, debe aceptar la verdad aunque no sea grata y conveniente. 3. El profesor debe garantizar el cumplimiento de las normas Página | 54

establecidas institucionalmente. No debe vacilar al momento de imponer las sanciones necesarias y en otorgar los reconocimientos debidos. 1. El profesor debe desterrar, o bien, dominar en sí mismo los instintos depravados a fin de proteger y prolongar el candor de sus alumnos(as) y para difundir en los que han sido tiznados por el vicio el viril propósito de corregirse de los hábitos que la conciencia correcta condena. 2. El profesor no debe mostrarse vulgar relatando el último chiste, o repitiendo continuamente los dichos o refranes en boga, salvo en el instante oportuno. Tampoco debe utilizar Templanza

palabras frases de doble sentido y que den lugar a juicios maliciosos por parte de los alumnos, y si esto sucediera no debe dejarse ganar por la malicia, tomando la palabra en su sentido más puro con modestia y firmeza. 3. El profesor debe creer en la educación y su especialidad, irradiando la convicción y el calor necesarios para educar. De lo contrario, resulta en sí mismo una contradicción, convirtiendo la profesión en una mera actividad para ganarse la vida. Si esto ocurre, lo mejor será cambiar de profesión. 1. El

profesor

debe

amar

sus

alumnos,

soportando

pacientemente los defectos inherentes a sus años, pasando de lado muchas faltas sin consecuencia con la finalidad de esperar el efecto de un castigo o advertencia. 2. El profesor debe tener firmeza a la hora de tomar decisiones y asumir con valor las responsabilidades. Si bien se debe obrar con bondad, ésta no debe mermar ya sea por temor de enfrentarse con voluntades rebeldes, por esquivar las Página | 55

Fortaleza

dificultades o por propensión a la inercia o tranquilidad. 3. El profesor debe saber cuándo ceder, pero nunca sacrificando los principios. 4. Los profesores deben fomentar la integración de los alumnos por mas indóciles que sean a los grupos de estudios; asimismo, deben procurar la unidad en los estudiantes, defendiéndolos ante cualquier circunstancia. 5. Los profesores no deben vacilar ante los fracasos y desilusiones, ni mucho menos se desmoralizarse ante la incapacidad de afrontar con expectativas tanto en la vida profesional como en la personal. Todo lo contrario, en la educación, el carácter es factor esencial del éxito, el cual se logra mediante el trabajo, el buen humor, el sacrificio y el ejercicio de la dignidad.

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CAPÍTULO IV

COMPETENCIAS INTELECTUALES DEL PROFESIONAL DOCENTE DESDE LA ÓPTICA DE LA ÉTICA

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1. COMPETENCIA INTELECTUAL 1.1.

Definición: Según Aquiles Menéndez (1974), es la posesión absoluta de la ciencia y la sabiduría que todo profesional debe tener. Así, cuando hablamos de ciencia, nos referimos a las ciencias positivas o naturales, que constituyen el elemento mayoritario y prevalente (aunque no precisamente fundamental) de la educación científica y tecnológica. En tanto, al hablar de sabiduría entendemos (además de la riqueza espiritual que es producto de una auténtica cultura), las otras formas del saber humano que son el elemento esencial de la educación humanística, y que no se basan sobre criterios estrictamente cuantitativos (cantidad) ni sobre métodos formales o matemáticos. En estos casos, es necesario precisar que dicha posesión no es posible, pues la dinámica misma del conocimiento hace que éste se incremente constantemente Tanto la educación científica y tecnológica, como la educación humanística, deben poseer una dosis suficiente de valor informativo y formativo, si se quiere respetar las leyes de la naturaleza intelectual. A ello añadimos el contenido de la ciencia, la que consideraremos como informativo, entonces nos planteamos la siguiente pregunta: ¿Por ello la ciencia no tiene valor formativo? El contenido de las humanidades es intencionalmente formativo ¿Hay que decir que carecen de valor informativo? Con humildad y modestia del caso, demostrando sinceridad y firmeza debemos responder:  Las dosis de formación e información que asimila el estudiante, (y posteriormente el profesional, aunque no lo parezca, depende fundamentalmente de la jerarquía de sus maestros. Página | 58

 No se puede entender cómo alguna enseñanza puede tener un valor formativo, y por lo tanto educativo, sin tener un alto y preciso valor informativo.  Es falso y gratuito afirmar que la ciencia no tiene valor formativo. Por consiguiente, tomaremos la siguiente frase: “Las matemáticas constituyen una óptima palestra para el perfeccionamiento y desarrollo de las facultades lógicas” (Oshini; 1969:125). Aquella frase última nos dice que las matemáticas deben repetirse de las otras ciencias, que proporcionan a las universidades la oportunidad de cumplir con una de sus máximas responsabilidades. Entrenar a los alumnos en la claridad conceptual, en la univocidad de expresiones, en la deducción rigurosa y en el sereno reconocimiento de las realidades objetivas. En suma, la ciencia puede proporcionar nobilísimas satisfacciones espirituales, muy afines a la contemplación artística; satisfacciones que no es lícito escamotear a la avidez intelectual del adolescente y del joven. También, en la inmensa mayoría de los casos, la educación humanística prepara al alumno, casi exclusivamente, para la valoración estética de la obra literaria. Creemos que hay que ser un poco presumidos o imaginativos para afirmar que los alumnos reciben de alguna noción eficaz que les eduque para la apreciación de la obra de arte figurativa o arquitectónica, y mucho menos, musical. Al mismo tiempo que la ciencia influye en la claridad mental y en el rigor intelectual del joven, también puede proporcionarle el “amor a la naturaleza”, que consideraron siempre los clásicos como índice de sabiduría. Si se investigara el desprecio de la naturaleza y la ignorancia ecológica de nuestra patria, no llevaría la peor parte la educación tecnológica y científica.

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No olvidemos que la Universidad y la sociedad juzgan que la ciencia es un prerrequisito indispensable en cualquier profesión. Es natural que la universidad trate de evitar la fría acumulación de conocimientos en sus alumnos, y tienda a crear en ellos un espíritu científico. Pero cabe indicar que no son sinónimos vocación profesional y vocación científica. La vocación profesional, si bien debe ejercerse con la más alta entonación

científica,

se

dispersa

constantemente

por

exigencias

deontológicas, sociales y humanísticas, ya que el profesional sirve directamente al bien común, y está en contacto inmediato con la realidad social. (Fernández Muñoz; 2005) De otro lado, la vocación científica, de hecho, segrega al profesional del contacto inmediato con el fenómeno social y sólo indirectamente le relaciona con el bien común, dedicándolo a la observación experimental, paciente, serena y penosa de las ciencias del espíritu. (Fernández Muñoz; 710). Esto nos permite aseverar que las competencias intelectuales en todo profesional, por lo tanto supone:  La suficiente idoneidad y preparación en las materias propias de la profesión, cualquiera que sea su índole; idoneidad y preparación que siempre se supone cualificada y juzgada por la Universidad, en el juego normal de su autonomía.  El suficiente interés real y permanente de profesional por las ciencias que especifican su profesión; que se traduce en estudio constante, y consciente de que el diploma oficial supone pero no confiere ninguna ciencia. Así también, debemos resaltar que en las competencias intelectuales influyen ciertos factores externos como:

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 En cuanto a la formación, los factores externos de capital eficiencia son los maestros, la familia y los amigos que constituyen el ambiente escolar y/o universitario.  En cuanto a la información, normalmente el factor externo de mayor importancia es el libro y la revista profesional o universitaria de seria solvencia científica o humanística. 2. COMPETENCIAS INTELECTUALES DEL PROFESIONAL DOCENTE Lo dicho anteriormente, aplicado esta vez al campo de la educación, permite identificar a los docentes como expertos habilitados para guiar el aprendizaje de los alumnos conforme a determinadas reglas metódicas de reconocida solvencia. Este papel ha ido incorporando algunas funciones que desbordan la docencia clásica, como las relacionadas con la tutoría, la gestión didáctica y la innovación. “Su identidad se define por una tarea de claro matriz tecnológica según lo cual el profesor sería un ingeniero de la instrucción”. (Escolano Benito, 1996: 44). Es por esto que la ciencia necesita de cultura; y es necesario formar a los futuros profesionales, dotándolos de competencias humanistas. Con respecto a este tema de las competencias intelectuales, Darmis Girón Vaillant y de su colega Dalvis Serrano Biset (2011), señalan que la formación profesional humanística debe incluir conceptos, sentimientos, valores, habilidades, tradiciones, valoraciones y sentido de pertenencia por parte

del

profesional

docente,

generados

didácticamente

por

las

potencialidades que los contenidos de la enseñanza de las Humanidades, y la ontología de sus ciencias propician para la educación humana desde lo didáctico-cultural basado en la comprensión humanística de textos. Asimismo, manifiesta la relación dialéctica entre lo cognitivo humanístico y lo axiológico, en el desarrollo de las cualidades humanas, sentimientos y motivos, con reconocimiento de la influencia de las tradiciones comunitarias, familiares y las experiencias y vivencias personales, en la fomentación de Página | 61

una cultura humanista que sustenta la formación de orientaciones críticovalorativas que regulan el comportamiento social e identidad profesional didáctico-pedagógica general, con acentuación en la humanística, revelado desde la asunción de la utilidad de la virtud y el compromiso con el mejoramiento humano y la vida futura. No

obstante,

la

formación

profesional

pedagógica

es

una

manifestación de aprendizaje significativo y desarrollador, ya que el sujeto cognoscente durante la actividad cognoscitiva humanística contextualizada se apropia del sistema de conocimientos humanísticos en sus concepciones de integración, especialización (en el contenido de las Humanidades) e integración – especialización (en la interconexión recíproca del texto martiano con el contenido de las Humanidades); además, desarrolla habilidades intelectuales (lectura crítica, análisis textual, explicación, argumentación, descripción,

comparación, dramatización,

síntesis, valoración,

caracterización,

narración,

ejemplificación,)

y

sus

interrelaciones a partir de la comprensión textual - que le permiten transitar a los niveles superiores de asimilación y desempeño cognitivo que conjuntamente con las habilidades profesionales los provee de estrategias y estilos de enseñanza aprendizaje desarrolladores. (Girón y Serrano; 2011) Así, debemos tener siempre presente que los futuros docentes requieren estar preparados tanto en el plano intelectual como el didáctico. No basta con dominar teorías, la didáctica es fundamental al momento de llegar al alumno. Solo así nuestra misión estaría completa y estaríamos dando un paso adelante a la modernización de la educación. Ricardo Fernández Muñoz (2005) nos da razón de ello al presentarnos el siguiente cuadro donde presenta algunas cualidades que debe tener el actual docente con relación al modelo tradicional:

Modelo tradicional o clásico 1.- El profesor como instructor.

Modelo actual 1.- El profesor como mediador. Página | 62

2.- Se pone el énfasis en la 2.- Se pone el énfasis en el enseñanza.

aprendizaje.

3.- Profesor aislado.

3.- El profesor colabora con el

4.- Suele aplicar los recursos sin equipo docente. diseñarlos. 5.-

4.- Diseña y gestiona sus propios

Didáctica

exposición

y

basada con

en

la recursos.

carácter 5.-

unidireccional.

Didáctica

investigación

basada y

con

en

la

carácter

6.- Sólo la verdad y el acierto bidireccional. proporcionan aprendizaje.

6.- Utiliza el error como fuente de

7.- Restringe la autonomía del aprendizaje. alumno.

7.-

Fomenta

la

autonomía

del

8.- El uso de nuevas tecnologías alumno. está

al

margen

programación.

de

la 8.- El uso de nuevas tecnologías está integrado

en

el

currículum.

El

profesor tiene competencias básicas en TIC.

Fernández Muñoz (2005: 75) Para efecto de nuestro estudio, proponemos la siguiente matriz, la cual contiene algunas de las competencias intelectuales que debe tener todo docente vistas desde nuestro enfoque ético: MATRIZ Nro. 03 COMPETENCIAS INTELECTUALES DEL PROFESIONAL DOCENTE DIMENSIONES

MANIFESTACIONES 1. El profesor necesita conocer la

psicología

pedagógica, base indispensable del conocimiento de Página | 63

las facultades del alma y de los medios para desenvolverlas. 2. El profesor necesita conocer pedagogía general, a fin de aprender, practicar y enjuiciar los grandes principios de la enseñanza y de la educación.

CIENTÍFICA

3. El profesor necesita tener una metodología de enseñanza, según su especialidad. 4. El profesor debe proporcionar información y gestionar el desarrollo de las clases manteniendo orden (informar a los alumnos de las fuentes de información, los objetivos, contenidos, metodología y evaluación de la asignatura que han sido previamente contrastados). 5. Todo profesor necesita conocer la historia de la pedagogía a fin de conocer y juzgar las doctrinas de la educación. 1. El profesor necesita conocer al joven, juzgar su conducta en la clase y en el recreo, de sus palabras, actos

y

compostura;

para

apreciar

sus

conocimientos y aptitudes, a fin de diseñar currículos adecuados a sus necesidades.

HUMANISTA

2. El profesor debe diseñar estrategias de enseñanza y aprendizaje (preparar estrategias didácticas que incluyan actividades motivadoras, significativas, colaborativas, globalizadoras y aplicativas y que Página | 64

consideren la utilización de Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación). 3. Todo profesor necesita conocerse a sí mismo, a usar constantemente la reflexión a fin de evitar actos inconsiderados, ya que da el hábito de observar las cosas en todos sus aspectos, no dejándose alucinar por las apariencias.

En suma, la competencia intelectual de la mano junto con el plano científico y humanista ya que ambos pilares debe ser reflejado por el docente, éste debe ser el prototipo de Maestro, tanto en lo cognoscitivo y como persona (espíritu), o sea, lograr un alumno dechado de valores y conocimientos, teniendo como meta principal el estudiante integral.

CONCLUSIONES 1. Actualmente, observamos en el medio profesional, y sobre todo educacional, los principales problemas morales que acaecen a los profesores, no solamente aquellos relacionados al ámbito económico y político, sino también a los referidos al campo social y profesional. 2. El deficiente comportamiento profesional es producto de la costumbre a las estructuras inmorales en el centro de labores, así como de la tendencia a tecnificar la educación, la cual conlleva intereses personales, sectoriales elitistas y burocráticos, que serían incompatibles con los ideales democráticos de solidaridad, autonomía y difusión del saber. 3. Si se quiere hacer una reivindicación de la profesionalidad por parte de los profesores no puede quedar limitada a las competencias intelectuales de la función

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docente, sino que se ha de plantear un desarrollo de competencias más amplio, la cual propicie espacios de reflexión, de crítica sobre las funciones de la educación. 4. Las competencias morales, intelectuales y físicas de todo profesional docente requieren estar interrelacionadas como gran reto para nuestro tiempo sobre la base de una educación ético – moral cuyos pilares sean: aprender a conocer, aprender a querer y sentir, aprender a hacer, aprender a convivir, y sobre todo, a aprender a ser. 5. La ética en este estudio cumple la función de orientar y educar a los profesionales para que prevengan de los daños que pueden recibir u ocasionarle a los demás, en caso de no ajustarse a los valores positivos que se establecen en la misma dinámica social. 6. La competencia profesional es el conjunto de aprendizajes que los seres humanos desarrollan y necesitan ser organizados para definir con claridad las intenciones educativas de la propuesta curricular. Según esto, las competencias derivan de un currículo, entendido este como la síntesis de las intenciones educacionales y el planteamiento de alternativas para su logro. 7. La competencias física viene a estar dada por la salud corporal, no por un interés estético o sentimental, sino por desarrollar una unidad solida substancial entre cuerpo y alma, así como de una higiene mental, la cual comporte un conjunto de disposiciones y medios normales capaces de preservar y desarrollar el propio trabajo y gozar del mismo que los profesionales deben desarrollar para hacer más fácil y eficiente el ejercicio de su profesión. 8. Los profesionales de la educación se enfrentan, en la actualidad, a numerosas y variables circunstancias, las cuales les hacen experimentar cambios a nivel cognitivo (dificultad para mantener la atención, ideas de que son atacados por compañeros o alumnos, etc.), en el plano emocional (tristeza profunda e irritabilidad) y en la conducta (consumo de tóxicos, abandono del trabajo, etc.). 9. Recomendamos en el marco de las competencias físicas de todo profesor a alimentarse adecuadamente, así como practicar la actividad física, la relajación Página | 66

muscular para tener la energía y motivación necesaria durante el desarrollo de la clase. Esto debe ir de la mano con gozar de una autoestima alta ya que todo maestro es orientador y ejemplo para la formación de los estudiantes. 10. Las competencias morales es el conjunto de virtudes morales que los profesionales deben desarrollar íntegramente con sus contenidos conceptuales (saber) y procedimentales (saber hacer), los cuales responden a las demandas sociales en función de sus aprendizajes que van asimilando con pleno compromiso y autonomía de decisión. 11. La formación de virtudes tales como la prudencia, templanza, honestidad, fortaleza, justicia y responsabilidad son el resultado de la obligación de la conciencia referente al ejercicio de una profesión, la cual, y es preciso resaltar, no es independiente de las materias que se desarrollan en el currículo de formación profesional. 12. Recomendamos en el marco de las competencias morales de todo docente trabajar con verdadera vocación, a reconocer la necesidad de prepararse intelectualmente cada vez más, articulando una actitud de justicia y trato equitativo en la atención y consideración de los alumnos, respetando sus diferencias individuales de inteligencia, timidez, temperamento; y soportando pacientemente los defectos inherentes a sus años, pasando de lado muchas faltas sin consecuencia con la finalidad de esperar el efecto de un castigo o advertencia. 13. La competencia intelectual del profesional docente debe tener una base humanística y pedagógica que dé cuenta de la relación entre el conocimiento de los sujetos inmersos en el proceso, acerca de la comprensión del texto y el potencial epistemológico de las disciplinas humanísticas. 14. Tanto la educación científica y tecnológica, como la educación humanística deben poseer una dosis suficiente de valor informativo y formativo, si se quiere respetar las leyes de la naturaleza intelectual. 15. Recomendamos en el marco de las competencias intelectuales de todo profesor, el acrecentar su valor personal, conocer la psicología pedagógica, pedagogía general, Página | 67

a tener una metodología de enseñanza, según su especialidad, a diseñar estrategias de enseñanza y aprendizaje, y sobre todo conocerse a sí mismo, a usar constantemente la reflexión a fin de evitar actos inconsiderados, ya que da el hábito de observar las cosas en todos sus aspectos, no dejándose alucinar por las apariencias.

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