Gerardo Primero - Criticas Al Psicoanalisis

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Algunas críticas al psicoanálisis. Gerardo Primero El psicoanálisis se ha vuelto en la Argentina parte del sentido común popular de muchas personas, y quienes dejaron de cuestionar sus supuestos lo consideran una verdad obvia y evidente. Creo que no sólo esa credulidad (a menudo dogmática) está injustificada, sino que es altamente perjudicial para los psicólogos, para los pacientes, y para la psicología como disciplina. Las críticas al psicoanálisis se pueden clasificar en varios grupos. Mencionaré primero a las epistemológicas, empíricas y pragmáticas. Seguiré con las del constructivismo social y posturas afines. Luego, las críticas a la concepción cartesiana de la mente, y allí hablaré acerca de homúnculos, pseudoexplicaciones con disposiciones, objetos internos, el inconsciente, razones y causas, y las instancias psíquicas. Por último, algunas ideas sobre por qué el psicoanálisis es, según Wittgenstein, una mitología poderosa.

1.1. Epistemológicas (Popper, Grünbaum) Según Popper, la teoría es infalsable porque cualquier evento es interpretado como confirmatorio. En muchos casos, frente a un evento que parece refutar una hipótesis, se reinterpreta esta última para poder sostenerla (por ejemplo, cuando Freud busca traumas sexuales infantiles para explicar la neurosis y el paciente los niega sostiene que fueron reprimidos, y cuando es evidente que el suceso nunca ocurrió lo considera una fantasía inconsciente, ejecutando dos veces el artilugio de huir hacia lo infalsable para seguir sosteniendo su hipótesis). Por otro lado, si no se investiga fuera de la sesión buscando criterios intersubjetivos de evaluación de los resultados, hay pocas garantías de fiabilidad de las evidencias clínicas debido a los efectos de la sugestión, los sesgos de observación, la ausencia de control de variables extrañas, el sesgo confirmatorio, etc. Eso como mínimo debería hacernos cuestionar la confianza ciega en el psicoanálisis frente a las hipótesis rivales, y buscar una contrastación más rigurosa de las hipótesis. La posibilidad del psicoanálisis de explicar todo, que resulta atractiva para muchos de sus seguidores, deja de serlo si se piensa que una teoría es más útil cuanto más se arriesga a fallar. Una teoría capaz de amoldar todo es mas bien un marco conceptual, cosmovisión

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u ontología, que uno puede elegir adoptar o no. Según Popper, el psicoanálisis es infalsable y no es ciencia, según Grünbaum es infalsable en la situación analítica (la relación es circular porque la situación analítica sólo permite confirmaciones de la teoría, y está viciada por la sugestión), pero podría ponerse a prueba apropiadamente (fuera de la sesión), según Wittgenstein el psicoanálisis es el tipo de especulación previa a la formación de hipótesis científicas, como lo es el animismo en biología. La postura de Freud es anti-empirista debido a su sesgo a buscar confirmaciones y reinterpretar la evidencia contraria en modo favorable (por ejemplo llamar resistencia a los casos en los que la terapia no avanza o el paciente no acepta las interpretaciones). Freud inaugura el rechazo a los disidentes y un método de teorización que se guía por criterios más literarios que empíricos. Su construcción teórica tiene una apariencia sólida, desde un punto de vista conceptual (coherencia lógica) y literario (es agradable de leer, persuasivo). Para algunos (como Klimovsky) esa coherencia lógica y literaria es suficiente para aceptar la teoría, pero hay otros criterios más importantes, en los cuales la teoría resulta problemática: criterios pragmáticos (la ineficacia para tratar los problemas), empíricos (la falta de contrastación experimental y de diálogo con otras teorías y disciplinas) e incluso éticos (los prejuicios esencialistas y etnocéntricos, el mito de la neutralidad). La riqueza literaria y retórica en la descripción de casos seguramente resulta persuasiva para los seguidores y el público en general, pero de ningún modo puede reemplazar a la investigación empírica como criterio indispensable, más aún cuando lo que está en juego son las decisiones y acciones respecto a la salud mental de las personas. La postura de rechazo a la investigación empírica bajo el argumento de oponerse a establecer leyes (en nombre de la particularidad del caso) es contradictoria: el psicoanálisis también acepta leyes universales (no podría evitarlo) pero no las pone a prueba. La supuesta neutralidad es imposible, y la teoría es acrítica respecto a sus propias leyes (edipo, castración, tópicas, teorías sexuales, deseos inconscientes).

1.2. Empíricas. Cuando se intentó poner a prueba experimentalmente partes de la teoría, las hipótesis no recibieron apoyo empírico. La ausencia de evidencia experimental favorable es admitida tanto por partidarios como por opositores (Eysenck, Kline, Fisher y Greenberg, Kihlstrom), y estos resultados se interpretan como un reclamo de mayor investigación en

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el mejor de los casos, y en el peor como señal de que sería mejor investigar hipótesis rivales más plausibles y dejar a la teoría como un recurso heurístico. Los intentos de contrastación empírica pueden llevar a un considerable alejamiento respecto de las teorías originales, cosa que es para muchos intolerable. Hay quienes para evitarlo rechazan los métodos de contrastación utilizados en otras disciplinas de conducta (Lacan es tal vez el caso extremo) y transforman a la disciplina en una especie de dogma, cerrado al cambio y a la investigación, aislado del resto de la psicología, cuya tarea fundamental es preservar la fidelidad a los textos fundadores. La palabra de Freud fue al psicoanálisis lo que la palabra de Dios al catolicismo o lo que la palabra de Aristóteles a la filosofía medieval del siglo XII. Así fue como el criterio de autoridad ("lo dijo Freud") fue antepuesto al desarrollo de investigaciones y tratamientos más eficaces.

1.3. Pragmáticas (eficacia clínica) En la investigación sobre eficacia clínica, realizada usualmente comparando grupos de tratamiento con distribución aleatoria (randomized control trials), los resultados muestran que existen factores inespecíficos benéficos (contacto afectivo, escucha empática, experiencia del terapeuta, etc.) comunes a distintas psicoterapias (cognitivas, conductuales, sistémicas, psicoanalíticas, gestálticas, y diversas versiones de integración entre ellas), mientras que para las conductas más resistentes al cambio se evaluaron terapias más eficaces que el tratamiento placebo (¨terapias empíricamente validadas¨) que en su mayoría son cognitivo-conductuales (Beck para casos de depresión, Barlow para casos de ansiedad, Linehan para casos borderline, etc.). Para conocer más detalles de esta investigación, remitirse a Chambless. Obviamente, ningún tratamiento está completamente validado. El criterio para evaluar un tratamiento como bien establecido consiste en que hayan al menos dos experimentos de comparación entre grupos que demuestren eficacia superior al placebo o a otro tratamiento, o eficacia equivalente a un tratamiento ya establecido experimentalmente. Los experimentos deben tener un manual de tratamiento (para que diferentes terapeutas coincidan en la teoría y técnica que aplican), deben especificar criterios y sus resultados deben ser demostrados en al menos dos estudios separados. Con criterios menos rigurosos se establecen los tratamientos probablemente eficaces. El tratamiento más cercano al psicoanálisis que ha demostrado empíricamente su eficacia es la terapia interpersonal de Klerman, pero a la vez difiere bastante del psicoanálisis ortodoxo

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freudiano (utiliza las teorías de Sullivan sobre las relaciones interpersonales y aportes propios de Klerman). Desde un punto de vista pragmático y empírico, el psicoanálisis no ha mostrado ser eficaz en el tratamiento de diversos problemas (ver Eysenck), mientras que otras terapias han mostrado resultados consistentes (ver Chambless sobre tratamientos empíricamente validados). Sin evidencias favorables, un tratamiento puede no superar al placebo, y puede incluso ser perjudicial (iatrogenia). Por otro lado, la afirmación usual de que sin psicoanálisis sólo hay cambio de síntoma resulta insostenible: los seguimientos de terapias cognitivo-conductuales muestran ausencia de recaída, y los casos psicoanalíticos carecen de seguimiento y en ocasiones (por ejemplo los de Freud) es claro que distan de poder ser considerados exitosos (Dora seguía más histérica que nunca cuando en los años 20 consulta al psicoanalista Felix Deutsch, el Hombre de los Lobos siguió con síntomas y tuvo otros tratamientos hasta terminar sus días en el hospicio con diagnóstico de psicosis paranoica, del resto el Hombre de las Ratas murió al poco tiempo, Schreber no fue un tratamiento sino una interpretación de sus memorias, Juanito es tal vez el más exitoso pero menos sorprendente pues es un caso simple y no es rara la remisión espontánea de un temor infantil). En los casos de Freud, lo que fascina al público es su exposición literaria y su compleja especulación, y no el haber logrado resultados terapéuticos. Hay que reconocer la diferencia entre la complejidad teórica, la riqueza literaria y la eficacia pragmática. Que una teoría nos fascine y que nos guste leerla no significa que sea correcta o eficaz (ver más abajo acerca de las posibles razones de esa seducción). Hay varios puntos importantes respecto a la investigación en psicoterapia, que suele subdividirse en investigación sobre resultados (qué se logra con la psicoterapia tomada como un proceso completo, y si esos logros se mantienen en el tiempo) y sobre procesos (qué cambios ocurren en el transcurso de la psicoterapia, en cada sesión o en cada intervención). Señalaré algunos: 1. Es cierto que es discutible qué se considera eficaz, pero precisamente aquí se apunta a la necesidad es discutirlo, tanto en el terreno teórico como en el empírico. Los objetivos pueden ser variados, desde cambios en conductas problemáticas puntuales hasta cambios globales en la personalidad que impliquen mayor bienestar definido de diversas maneras (es falso que el psicoanálisis busca cambios más profundos en la personalidad y que otras terapias buscan ¨sólo

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remover el síntoma¨). Si lo que se busca es una elección terapéutica guiada por razones y no por prejuicios ciegos a la evidencia existente, es necesario clarificar los resultados deseables y verificar si se concretan o no. 2. Es cierto que en una terapia no sólo intervienen las variables del tipo de teoría o técnicas terapéuticas, pues hay otras variables importantes que influyen en los resultados, tales como las características del terapeuta, del paciente y de la relación entre ambos. La influencia de estas variables explica que los terapeutas y pacientes puedan obtener resultados positivos, más allá de cuál sea el modelo teórico aplicado. Un modelo más eficaz permite mejorar los logros y evitar los fracasos (casos más difíciles, elecciones inadecuadas del terapeuta). Para ello es preciso conocer reglas eficaces que guíen la terapia, y sólo puede lograrse mediante la investigación y el diálogo entre teorías. 3. En consecuencia, la investigación no sólo debe buscar modelos de intervención eficaces, sino explicitar la influencia de otras variables (personalidad del paciente y del terapeuta, variables de la relación terapéutica). Una teoría es más eficaz si permite manipular factores relevantes que sus teorías rivales no logran especificar, predecir ni controlar. Los modelos de tratamiento empíricamente validados se están volviendo cada vez más sensibles a esas variables, y actualmente hacen hincapié en los rasgos particulares de cada individuo, a la vez que en las características generalizables de cada tipo de conducta o de trastorno. 4. Una elección racional (del estudiante que elige su formación, del terapeuta que se capacita, del paciente que busca terapia adecuada a sus objetivos) requiere un conocimiento empírico y teórico que la guíe. Por desgracia, a menudo no es el caso, y esas elecciones se basan en preferencias personales, tendencias de la moda, supuestos ampliamente difundidos pero sin evidencia real, información sesgada, o simple ignorancia de las posibilidades existentes. 5. Otra elección usual en los terapeutas es el eclecticismo teórico o técnico. El problema es en ese caso cuáles son los criterios para la elección de los elementos teóricos y técnicos, y por desgracia estos criterios vuelven a ser irracionales (preferencias personales o sociales). Si se busca que la elección sea racional, es preciso generar el diálogo entre teorías rivales y tomar en cuenta los resultados de la investigación empírica, lo opuesto a la postura que adopta la vertiente ortodoxa del psicoanálisis, aislada de las teorías psicológicas actuales y contraria a la puesta a prueba de sus postulados.

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Tanto las corrientes cognitivas como las conductuales, a pesar de sus diferencias, coinciden en el esfuerzo por contrastar sus resultados y realizar seguimientos, lo cual permitió validar, descartar o mejorar sus técnicas. Esa situación obligó a algunos seguidores del psicoanálisis a comprometerse en la investigación experimental, pero a la vez eso implica aceptar el riesgo de modificar la teoría en función de los resultados, algo que muchos no están dispuestos a enfrentar. Este es el dilema actual que enfrenta el psicoanálisis, el cual llevó a la escisión de un grupo dispuesto a la investigación y el cambio, y otro que se repliega en un conservadurismo teórico. Por dar sólo un ejemplo de este conservadurismo dogmático, cito a Lacan: Ningún progreso se ha podido hacer, por pequeño que sea, cada vez que ha sido desatendido uno de los términos de Freud. Se anula el diálogo con otros abordajes (incluso antes de comprenderlos), se transforma la teoría en dogma, se dejan de cuestionar sus supuestos básicos, y se frena la posibilidad de comprender, controlar y predecir los temas de la psicología. Se pueden rescatar algunas ideas del psicoanálisis como heurísticos para generar nuevas teorías y ponerlas a prueba empíricamente, como la idea de transferencia y las investigaciones sobre relaciones interpersonales, pero a la vez eso implica abandonar el conservadurismo y el temor a distanciarse de las propuestas freudianas originales (hecho que resulta esperable en una disciplina que se modifica en base a la investigación). Esa línea alternativa, más abierta a la investigación y al diálogo con hipótesis rivales se puede encontrar reseñada en Bergin (Handbook of Psychotherapy and Behavior Change) y en los autores de distintas corrientes que recibieron influencias del psicoanálisis y buscaron contrastar sus propias hipótesis, como Klerman, Snyder, Safran y Kohlenberg. En los tratamientos cognitivo-conductuales se plantea un trabajo colaborativo con el paciente, evitando culpar a la víctima por sus problemas, se propone una búsqueda conjunta de objetivos (que difieren según el caso), teniendo en cuenta la dialéctica entre aceptación y cambio. Se busca comprender las relaciones de las conductas (incluyendo eventos privados, ver luego) con sus antecedentes (conductas respondientes, reaccionan ante un estímulo gatillador innato o aprendido), sus consecuencias (conductas operantes, acciones para obtener objetivos, en base a la historia previa de aprendizaje), y las conductas gobernadas verbalmente (reglas que describen contingencias sociales o naturales, creencias y valores, patrones cognitivos con los cuales se interpretan y

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explican las situaciones), en relación a un contexto social (aspecto en el que también se tiene en cuenta la dialéctica entre aceptación y cambio entre el individuo y su entorno). Para planificar las intervenciones, se toman en cuenta las teorías del aprendizaje respondiente, operante, social (Bandura: modelado, refuerzo y castigo social), cognitivo (esquemas emocionales, pensamientos automáticos, distorsiones cognitivas, conducta gobernada por reglas) y las investigaciones previas acerca de tratamientos eficaces para cada tipo de problema (terapias empíricamente validadas).

2.1. Constructivistas (teoría del aprendizaje social de Bandura, constructivismo social). La teoría psicoanalítica sostiene que algunos procesos psíquicos ocurren de cierta forma debido a un determinante biológico fijo (y no relativo a la cultura o contexto social), y justifica ciertas ideologías y valores en base a un supuesto origen biológico. Sostiene esa postura sobre los roles de género explicados como esencias (la mujer tiene un superyo débil debido al edipo y a la diferencia anatómica de los sexos), sobre la homosexualidad (aunque se postula una bisexualidad latente universal, se considera a la homosexualidad una detención en el desarrollo libidinal, mientras que a partir del Informe Kinsey se difunde una concepción relativista social), con las estructuras psicopatológicas y enfermedades mentales (tanto las que describe Freud como las que propone el DSM, ver las críticas de Szasz sobre la relatividad cultural del concepto), etc. Estas críticas enfatizan la relatividad cultural de estos valores, por ejemplo la homosexualidad era aceptada en Grecia, los roles sexuales se explican más por el aprendizaje social (Bandura) que por las diferencias anatómicas sexuales, etc. Por otro lado, la idea de neutralidad es una negación de la responsabilidad del terapeuta en cuanto a los valores en los cuales inevitablemente basa su práctica. El psicoanálisis no es ¨neutral¨, nace ya con rasgos de distintas ideologías: sexista (hay esencias o naturalezas de cada género), liberal-hobbesiana (¨el hombre es naturalmente egoísta, el psicoanálisis no sirve para los incultos), médica (el poder del analista para interpretar, las metáforas de síntoma, patología subyacente, resistencia), universalista (estos mecanismos son iguales en toda cultura), etc. El objetivo no debería ser la neutralidad, que es por otro lado imposible, sino una ética responsable, la conciencia de los propios valores, el respeto a los valores del otro y la capacidad de cuestionar los puntos de vista propios y ajenos. El problema de la falsa neutralidad es que sostiene una distribución de poderes en base a una ficción

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reificada (el inconsciente). (Ver Wittgenstein: la razón de ser del inconsciente es permitirle al analista hacer interpretaciones). Muchas concepciones del psicoanálisis son esencialistas y etnocéntricas: ignoran el contexto sociocultural del problema e imponen en forma acrítica la visión de una clase social y una cosmovisión teórica. Por ejemplo, las estructuras psíquicas se plantean como esencias estigmatizantes, estáticas, con connotaciones morales (a menudo se considera perversión a las minorías sexuales, psicosis a los excluidos sociales, se culpabiliza a la víctima refiriendo a supuestos deseos inconscientes, etc.). Otro ejemplo son las teorías sobre la identidad y orientación sexuales, que Freud explica en base a las diferencias anatómicas de los sexos, ignorando las contingencias socioculturales. Esta visión resulta normalizadora, naturalista, esencialista y reaccionaria (concibe un escaso margen de variación), y fue criticada por muchos autores (constructivistas, antropólogos, feministas, queer theory, etc.). La alternativa a esa postura, consiste en utilizar las teorías generales del aprendizaje individual y social (Skinner, Bandura, Guerin), y en ese marco comprender la particularidad de cada historia individual y cada contexto sociocultural.

3. Filosofía de la mente: Principalmente las críticas se dirigen a la concepción cartesiana de la mente (Wittgenstein, Ryle), y se puede extender a gran parte (pero no la totalidad) de la psicología cognitiva. Se le critica: postular objetos internos, usar pseudoexplicaciones por disposiciones, describir homúnculos, confundir razones y causas.

3.1. Concepción cartesiana El psicoanálisis acepta la concepción cartesiana de la mente (lo que Ryle llama la leyenda de los dos mundos y el mito del fantasma en la máquina): una mente compuesta por objetos mentales (creencias, deseos, etc.), observados y procesados por homúnculos. Como ejemplo cito a Freud: Asimilamos el sistema del Inconsciente con una gran antecámara en la cual forcejean las mociones psíquicas de los seres vivos. Junto a esta antecámara hay otra habitación más estrecha, como una especie de salón en el cual se hospeda también la conciencia. Pero en el umbral de la puerta que separa estas dos habitaciones vela un guardián que inspecciona cada una de las mociones psíquicas, ejerce la censura sobre ellas y les impide entrar al salón si no le gustan. Puedo asegurar que la concepción de los dos locales, con el guardián que permanece en el umbral que hay entre las dos habitaciones y la conciencia como un espectador colocado en el extremo de la segunda habitación, proporciona una muy buena aproximación del estado real de las cosas.

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3.2. Homúnculos. La idea de personas dentro de la persona (homúnculos: subsistemas con cualidades idénticas que la persona) es parte de la concepción cartesiana. La explicación homuncular no hace más que retroceder un paso: el homúnculo tiene las características de la persona, por lo cual no la explica. (Esta crítica es aplicable a parte del cognitivismo). Claramente plantea una regresión al infinito: si se explica que la persona percibe remitiendo a una conciencia-espectador interno, para explicar cómo percibe ese espectador la remitiremos a otro espectador aún más interno. De estas paradojas que se originan en una metáfora errónea se entiende por qué el psicoanálisis se consideró una psicología profunda: siempre lleva a remitirse a algo aún más abajo o más atrás (por ejemplo los mitos de origen de la cultura, de la neurosis o de la vivencia de placer originaria). Sólo tiene sentido hablar de consciente o inconsciente respecto a la persona como totalidad, y no de un homúnculo respecto a objetos mentales en un depósito. Cuando se habla de esa manera el sentido es metafórico y refiere a la conducta: qué sentido más que metafórico y disposicional (actúa como si lo sintiera) podría tener hablar de dolor inconsciente?

3.3. Pseudoexplicaciones y disposiciones La explicación que remite a una disposición es pseudoexplicación, por ejemplo ¨el opio duerme porque es dormitivo¨ (dormitivo significa que hace dormir), la explicación es circular. Eso ocurre con los términos disposicionales como superyo fuerte o débil, catexis libidinal en tal objeto, tipos de personalidad, etc. Son descripciones de conductas y disposiciones de conducta. Su uso es válido en sentido descriptivo, pero no explicativo. Para explicarlos es necesario remitir a un evento que lo influencie y pueda considerarse variable independiente: el contexto de la conducta, los antecedentes y consecuentes, la historia de aprendizaje, las disposiciones genéticas. Si no se retrocede más allá de la atribución de estados mentales, no sólo no se explica la conducta sino que se comete el error de ¨culpar a la víctima¨: focalizarse en atribuir la conducta a un rasgo estable de carácter, en lugar de explicarlo por la historia y generar capacidades alternativas. Este error de la pseudoexplicación también ocurre en otras teorías, por ejemplo cuando se considera que un rasgo de personalidad, un trastorno mental o un coeficiente de inteligencia explica alguna conducta. Todos esos conceptos son válidos y pueden ser útiles, siempre que se los trate como descripciones de disposiciones

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conductuales. Otro campo en donde existe este peligro es el de los tests psicométricos y proyectivos: no hay que olvidar que detectan la probabilidad de ciertas conductas, y no una esencia, que su grado de correlación con otras conductas debe ponerse a prueba también y no darla por hecho (por ejemplo entre dibujar ciertos ojos y las conductas paranoicas), y que en ningún caso es explicativo (siempre refieren a probabilidades de conducta).

3.4. Objetos internos Wittgenstein plantea que vemos los estados mentales en lo que la otra persona hace (no especulamos sobre sus supuestos mundos inmateriales: reconocemos lo que siente, y lo tratamos en consecuencia). No soy de la opinión de que tiene un alma (no dudo: tal vez tiene, tal vez no), sino que mi actitud hacia él es hacia un alma (es decir no lo trato como a una cosa, ni se me ocurre hacerlo). No hay objetos mentales, el error surge por pensar que los términos psicológicos funcionan igual que los términos físicos, que si una mesa es una cosa, una emoción o la conciencia también son cosas. Wittgenstein dice que no son cosas, pero tampoco son una nada, son usos o construcciones del lenguaje, y el lenguaje no siempre es referencial y no siempre describir significa lo mismo. Algunas de las palabras psicológicas son disposicionales, así ser inteligente no es algo interno y oculto, es una capacidad de hacer cosas de la manera que se considera adecuada, y la conciencia no es un lugar interno, sino la capacidad de responder de cierta manera a ciertos estímulos. Esto lo explica Ryle: decir que un vaso es rompible es decir que dadas ciertas condiciones se rompería, y no es algo que podamos observar ahora, sino sólo en esas condiciones (ser rompible es una propiedad disposicional). Esto que resulta claro en ese ejemplo se suele olvidar cuando usamos términos psicológicos y los pensamos como cosas en la cabeza pero ocultas a la observación. Como dice Kantor, dentro de la cabeza sólo hay tejido nervioso, la mente (ideas, representaciones, etc.) está en la conducta y no en la cabeza. Otras palabras psicológicas refieren a conductas que pueden no ser observables por otras personas (Skinner las denomina ¨eventos privados¨): diálogo interno, imaginación, emoción, percepción propio e interoceptiva, atención sensorial. Algunas de ellas son en parte observables y en parte no (emoción, atención). En el caso del diálogo interno, las conductas son inicialmente observables e interpersonales y la persona aprende luego a ocultarlas y dirigirlas a sí mismo, pero no hay una diferencia esencial de su función. Son

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conductas que se aprenden en un contexto social (Vygotski, Bandura, Skinner). Existen varios conceptos relacionados con la concepción cartesiana de la mente, que llevan a confusión y requieren análisis: interno-externo, público-privado, manifiestoencubierto, físico-mental, observable-no observable. Acerca de la distinción interno-externo: toda conducta es en realidad ¨interna¨ al organismo, lo externo es su efecto. Si hablamos de la facilidad de observar efectos no es una oposición dual sino una gradación. Como señala Kantor, lo oculto de un acto no debería inducir a pensar en él como una cosa mental, porque nada podría estar más escondido de la observación que el acto de la digestión. Dice Ryle que, como solemos pensar en silencio, muchos piensan que ese silencio es la esencia definitoria del pensamiento y que a veces lo hacemos público, pero el silencio no es esencial sino un artificio a menudo conveniente para ocultar lo que inicialmente es público. Dice Vygotski que el niño aprende las conductas primero a nivel social y luego a nivel individual, primero entre personas y luego consigo mismo (intrapsíquico), y las funciones superiores se originan como relaciones interpersonales. Mediante distinción de términos psicológicos la comunidad lingüística clasifica formas particulares de interacción de una persona consigo misma y con otras. Privado a veces refiere a lo característico, singular, propio, específico de alguien. En este sentido es tan privado mi pensamiento como mi manera de tocar el piano (conducta observable o no por otros), y no debería provocar mayor sorpresa el hecho de que alguien responde a sus estímulos privados que pensar que ¨Francia no puede tener la historia de Inglaterra¨. Público a veces refiere a algo consensuado y convencional. En ese sentido, toda descripción lingüística, aún no observable como hablarse a sí mismo en silencio, es un evento público. La conducta se puede definir como un evento del organismo (algo que puede ocurrir o no, y puede determinarse de alguna manera su ocurrencia, a diferencia de los términos que no aluden a acontecimientos singulares) que tiene relaciones funcionales, que puede entenderse como respuesta (reactiva en relación al antecedente, conducta respondiente) y/o como acción (activa en relación a los efectos, conducta operante). El efecto puede operar cambios sobre el objeto de estímulo y sobre el propio organismo. La conducta

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puede ser o no observable para otros, también son conducta los pensamientos o emociones. Los estímulos con los cuales se relaciona la conducta pueden estar presentes en lo inmediato o no (en cuyo caso la relación es implícita, a través de un estímulo presente que lo sustituye y con el cual se aprendió una relación). Aunque no haya objetos mentales, sí es cierto que los enunciados mentales difieren de los físicos y que existe cierta ambigüedad respecto a la atribución de algunos estados mentales, pero a través de las reglas que impone cada contexto cultural y cada aprendizaje individual para usar cada término psicológico (por ejemplo, hasta qué punto lo que una persona llamaría ¨amor¨ coincide con lo que otra persona de la misma u otra comunidad llamaría ¨amor¨?). Este es un terreno válido para una construcción conjunta de significados, del cual pueden hacer uso a su modo las distintas escuelas de psicoterapia.

3.5. El inconsciente El inconsciente como agente interno homuncular es seductor por su aire animista, pero no explica (tiene las mismas características de la persona). Los eventos privados son válidos dentro de una explicación, pero también hay que explicarlos. En la psicología empírica se usa el término como adjetivo, no como entidad: se llama inconscientes a las conductas que no reciben atención, y en el caso de causas inconscientes es más claro decir desconocidas (que evita imaginarlas en un supuesto depósito oculto). Aunque la psicología empírica acepta que existen muchos procesos no conscientes, rechaza la concepción del inconsciente como un reservorio que contiene motivos, deseos, preferencias, etc. Loftus y Klinger lo llaman ¨inconsciente tonto¨, porque los procesos parecen ser automáticos y poco complejos, a diferencia del inconsciente agencial y complejo. La idea de inconsciente tiene una historia previa a Freud en autores que plantean la percepción no consciente (Leibniz, Herbart, Helmholtz, Nietzche). En sucesivas investigaciones (Bruner, Erdelyi, Kihlstrom, Greenwald) se estudió la percepción no consciente. Los resultados fueron: 1. Si bien hay pruebas de reacciones no conscientes, estas no parecen exceder cierto nivel de complejidad (son actos simples e inflexibles), 2. Se explican mejor como sesgos de respuesta, en términos de selectividad y filtros, que no implican un procesamiento de información complejo e intencional (censura, defensa, represión, etc.), 3. No hay apoyo para el bagaje conceptual que acompaña la idea

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psicoanalítica de inconsciente (como un agente, homuncular, isomorfo al yo, capaz de decidir). Los procesos no conscientes parecen ser poco complejos e inflexibles (de tipo automático), y no un sistema intencional isomorfo al yo pero no consciente (concepción que, además de no recibir apoyo empírico, ya de por sí es homuncular). Greenwald plantea la metáfora de los filtros de email, que descartan mensajes por rasgos superficiales sin precisar ¨entender¨ el mensaje o la razón por la cual es amenazador o indeseado. Lo mismo ocurre con la percepción selectiva (que explica fenómenos como el autoengaño, la defensa perceptual o la negación). Esto evita también la paradoja (si uno lo interpreta como una instancia que engaña a otra) de saber algo y no saberlo a la vez (¨un saber no sabido¨).

3.6. Las razones no son causas (Wittgenstein). La afirmación de que las razones no son causas plantea que la relación es más compleja que una igualdad (ver conducta gobernada por reglas), y que las metodologías de investigación empírica y construcción de significados son distintas. (Una línea hermenéutica más radical propone con este argumento evitar la investigación experimental que es requisito de las ciencias empíricas, pero no es esa nuestra propuesta, sino más bien investigar empíricamente la relación entre las conductas de dar razones y las conductas que esas razones refieren). La concepción de un "deseo inconsciente" ya recibe críticas de Wittgenstein (las intenciones no conscientes son ficciones especulativas atribuidas por el analista, interpretar no es descubrir sino persuadir, lo cual es peligroso si se confia en una supuesta ¨neutralidad¨). El mecanismo de asociación libre genera nuevas relaciones de significado y la interpretación también, en una proliferación exponencial, pero no necesariamente los significados existían previamente ni son la causa del pensamiento o conducta original. Dice Wittgenstein que usando el mismo mecanismo podría encontrar razones para la ubicación de los objetos esparcidos sobre una mesa, y sin embargo no encontraría la causa de esa ubicación. El principio que garantizaba la verdad de la interpretación era su efecto, pero como distintas intervenciones son efectivas ese criterio no es válido (Grunbaum). La aceptación de esa razón hallada es un asunto de persuasión más que de hipótesis causal. Para sostener una hipótesis causal se busca una regularidad en la que un evento sigue a otro y se generaliza como hipótesis si ocurre A, ocurre B, pero para sostener una razón de una conducta no

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hace falta ningún número de casos, sino la sincera confesión de que hice la acción B por la razón A, por eso sostener una razón no es sostener una hipótesis. Las razones explican lo que la acción significa para el agente, la relación entre razón y acción es gramatical, no empírica, es lo que hace inteligible la acción. El psicoanálisis se basa en la estrategia de ampliar la explicación intencional (propia de la psicología del sentido común, y que remite a creencias y deseos) a motivos no reconocidos por el agente (razones inconscientes), y luego teoriza sobre esos motivos con una teoría basada en las metáforas de la metafísica cartesiana y de la hidráulica. Esta estrategia hace inteligibles acciones antes no explicadas, y resulta bastante facil de aceptar por su parecido con la psicología del sentido común. La confusión entre razones y causas la explica Bouveresse: Freud trata la razón de una acción como una causa cuando supone que puede conjeturarse científicamente y confirmarse por la aquiescencia del sujeto que reconoce que tiene esa razón, y trata la causa como una razón cuando supone que las causas que buscan pueden conocerse de esa forma, que no tiene nada que ver con la forma en que la ciencia verifica sus hipótesis causales. Freud toma el consentimiento del paciente como confirmación de la explicación causal, y el disenso como indicador de una hipótesis desacertada o como resistencia del paciente. Esta confusión genera el círculo autoconfirmatorio en la sesión. En este sentido, el psicoanálisis propone una extensión de nuestra psicología ordinaria (atribuir intención inconsciente), pero no una genuina explicación de la acción humana, que sería causal y remitiría al contexto y la historia del sujeto. Una persona puede tener una razón para la acción, realizar la acción, y aún así que esa razón no sea su razón para la acción. Una buena razón para A puede no ser la causa de A. La conducta de dar razones se suma a la de actuar de diferentes maneras, no necesariamente causales. El caso más cercano al causal es la conducta gobernada por reglas. La concepción cartesiana propone a la mente como una cámara interior, amueblada de ideas que podemos describir como describimos el mundo externo. Lo que aparece en la cámara es inmediato e indudable, lo externo es inferido y sujeto a duda. Freud adapta esta concepción al lenguaje de su época, con fluidos, fuerzas y cantidades de energía. Wittgenstein critica esta concepción: no hay acceso privilegiado, porque se precisan de criterios externos para hablar de procesos internos, y el vínculo no es causal sino gramatical. Pero hay un privilegio gramatical: mi expresión sincera de términos psicológicos (yo creo, siento, deseo), si el contexto de conductas es apropiado, es el criterio para que otros me atribuyan el estado psicológico. No es que tengo conocimiento privilegiado, sino que si el contexto es adecuado y sé usar las palabras de sensación por

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ejemplo, no puedo estar equivocado (se aceptará lo que yo diga, tesis de incorregibilidad). No ocurre igual con emociones y actitudes: puedo equivocarme, confundirme o autoengañarme (no hace falta imaginarlo como dos personas dentro de mí, una engañando a la otra, simplemente insisto en pasar por alto lo que para otros es obvio, es un sesgo atencional más que un engaño). La concepción de motivos inconscientes desafía el privilegio gramatical, porque ocurrió un quiebre en la racionalidad (digo que quiero algo y hago lo opuesto). Pero en tal caso, no es necesario esencializar un objeto inconsciente, pulsión, representación o fantasía: basta con señalar una disposición estable para actuar que es contraria a los deseos que se manifiestan. Por ejemplo, a quien dice desear una pareja y suele boicotear sus relaciones, se le atribuye un deseo de evitar la intimidad, o temor a la pareja, aún si no lo reconoce. Sería un patrón de conductas consistente, aunque desconocido, y esta idea es similar a la de esquema no consciente. Los mecanismos de defensa son hábitos de pensamiento y acción. Así como no es necesario hablar de un dolor inconsciente porque su único sentido es tiende a comportarse como si sintiera dolor, no es necesario hablar de deseo inconsciente ni de represión: se identifican los patrones de conducta y la inatención selectiva a ese patrón. En síntesis, la conducta humana tiene muchísimas causas e influencias que la persona desconoce, incluso sus propias conductas pueden ser desconocidas para la persona si no aprendió a reaccionar de cierta forma ante ellas. Pero esas causas desconocidas no son psíquicas en el sentido (cartesiano) en que lo plantea el psicoanálisis, y no hay que buscarlas en un lugar oculto e interno (profundo) sino en la conducta, la emoción y el pensamiento, investigando sus regularidades, capacidades y dificultades. El reconocimiento del patrón de conducta no es una mera aceptación verbal sino más bien una transformación en la conducta global, una reducción del autoengaño, una intención consciente de cambiar ese patrón que implícitamente reconoce su existencia. No estaremos más seguros de encontrar la razón verdadera, pero es posible construir nuevas razones para explicar las cosas y nuevas conductas alternativas a las que generan malestar. No se propone la negación a atribuir estados psicológicos (envidia, celos, miedo, creencias y deseos, etc.) para explicar la conducta, sino el análisis del uso de los términos psicológicos (Wittgenstein, Ryle, Skinner). Los términos psicológicos son ambiguos y engañosos, y se usan de distintas maneras. Si atribuyo deseo infiriendo a partir de la acción (sé que tiene hambre porque está comiendo, sé que tiene bronca

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porque grita), el uso es disposicional, no refiere a algo fuera de la acción que la cause sino que califica a la acción (come con hambre, grita con bronca), y sobre todo no explica la conducta (la explicación es circular si no remite a un evento que se defina con independencia del efecto). Pero también puedo llamar deseo a la conducta de imaginar algo como gratificante (me imagino tomando sol en el Caribe), a la percepción de un evento privado (sensación de hambre) o a la conducta verbal de expresar un deseo (decir me tomaría un helado, puede ser una conducta respondiente u operante), en tal caso el deseo puede ser causa o no según sus relaciones con otras conductas, a la vez que debe explicarse (no es causa iniciadora) por otra causa previa (la situación, la historia de la persona). Lo mismo pasa con la creencia: en algunos casos se usa como metáfora (actúa como si creyera que...), como disposición (creer en algo no implica que se esté pensando en eso, Wittgenstein dice: creí que esta silla me sostendría, es decir nunca pensé que se rompería), o para calificar una acción, mientras que otras veces refiere a una conducta de expresión verbal o de imaginación. En todo caso, a partir del término psicológico habrá que encontrar el sentido con el cual se usa y las relaciones funcionales pertinentes. En cuanto al uso para calificar la acción, una acción puede describirse desde distintos niveles según la inclusión de sus efectos (por ejemplo apretó el gatillo y la bala lo mató, lo mató disparando con un arma) como parte de la intención, pero aún siendo posible puede no ser cierta (voy a la puerta y voy al norte, pero no es cierto que intento ir al norte y sí que intento ir a la puerta). Puedo tener la razón para hacer algo y hacerlo, y aún así no hacerlo por esa razón. Que una razón sea causa es un caso particular de muchos posibles, y hay que investigarlo. El psicoanálisis propone a veces una visión omni-intencionalista y racionalista del hombre. No hay negligencia (provocar un efecto sin intención pero con descuido), no hay error (intentar algo y no lograrlo), no hay consecuencias no intencionales de la acción, todo se subsume en intenciones inconscientes. Se podría resumir como la falacia ¨si la acción tiene como efecto P, tiene la intención de P (lo acepte o no el agente)¨.

3.7. La idea de las instancias del aparato psíquico. Ya hablamos del error de considerar el psiquismo, la mente o la conciencia como un lugar o una cosa. Es también un error el negar su existencia, negarse a atribuir términos psicológicos. Como dice Wittgenstein, la mente no es un algo, pero tampoco es una nada. Se entiende mejor cuando ampliamos nuestras categorías sobre las palabras, y nos damos cuenta de que no siempre las palabras refieren a cosas. A veces refieren a propiedades de otras cosas, o a cambios, de los que se puede decir que están ocurriendo

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o no en determinado momento. La conducta es un caso así. Pero en otros casos no referimos a un evento ocurrente o no, sino a una capacidad de ocurrir. Puedo decir que alguien sabe inglés, incluso si está durmiendo o está hablando español, y me refiero a que tiene una capacidad, no a un evento actual. La conciencia no es un lugar sino una capacidad. Ni siquiera es algo que ocurre en el cerebro o en una de sus partes, como si hubiera que ubicarla en algún lado, aunque es cierto que el cerebro es necesario para la capacidad de conciencia. En vez de ubicarla en el espacio (lo que implicaría que es un lugar o cosa), al considerarla una propiedad se ve que es predicable de una persona u organismo como todo (no de su cerebro), y es una propiedad relacional (implica ser capaz de ciertas conductas respecto a ciertas situaciones, por ejemplo de describir si me preguntan o de reaccionar si me gritan) y disposicional (implica ser capaz si ocurren ciertas condiciones, y no necesariamente en el momento en que se predica). Una vez aclarado el tema de la mente como capacidad en vez de como lugar, a qué se refieren las instancias o provincias psíquicas? Se pueden clasificar las capacidades de acuerdo a algún criterio. Así se suelen distinguir capacidades sensoriales, motoras, volitivas, afectivas, cognoscitivas, mnémicas, etc. La clasificación será de utilidad o no según el caso. La distinción Yo-Ello-Superyo marca sobre todo la tensión entre deseos egoístas y exigencias sociales. La distinción es válida como una más, pero conlleva el riesgo de tomar las instancias como homúnculos, pensar que se explica cuando sólo se describe (sólo se da un nombre nuevo: un superyo débil no explica la escasa culpa, pues esto último es el criterio que define un superyo débil), pensar que existen en forma estable (sólo se puede distinguir las instancias cuando las conductas tienen contingencias de reforzamiento contradictorias). Esta ficción cómoda lleva a que dejemos de observar y explicar efectivamente. La explicación de las instancias cae con frecuencia en posiciones esencialistas (por ejemplo al explicar las diferencias entre los géneros por la resolución del complejo edípico). Para dar un ejemplo del esencialismo de género y negación de lo social, cito a Dolto: El Yo de las mujeres es en la mayoría de las ocasiones de las ocasiones más débil que el de los hombres. Su superyo es rudimentario (salvo en los casos de neurosis). Es porque no tiene superyo -porque lo tiene menos- por lo que la mujer aparece llena de gracia, es decir, de presencia. Obsérvese como el niño, que no tiene superyo, está también lleno de gracia . El desarrollo de la conducta moral se explica mejor teniendo en cuenta las normas del contexto social (Bandura) y los procesos de aprendizaje (refuerzo y castigo, modelado, autocontrol, reglas verbales).

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3.8. Una mitología poderosa. Dice Wittgenstein que el psicoanálisis es una mitología poderosa, de la cual es dificil desembarazarse. Señala que, a pesar de que según Freud sería muy dificil que la gente acepte su teoría, fue más bien al revés: la teoría sedujo casi de inmediato y se volvió parte del sentido común popular. Lo que hay que explicar no es la resistencia sino la seducción que ejerció el psicoanálisis en el siglo 20. Wittgenstein se pregunta las razones de esta seducción. Por un lado señala que es una ampliación del sentido común (ver razones y causas), por otro es similar a muchos mitos que se encuentran ampliamente esparcidos en la cultura. Uno es el mito de la intencionalidad oculta en el que se basan las explicaciones animistas, el misticismo religioso o las teorías conspirativas tipo Expedientes X: algo oculto nos domina y dirige todo lo aparentemente irracional o azaroso, la realidad es un texto a descifrar para hallar esas razones secretas, hay una verdad oculta y revelarla nos liberará de su dominio. Otros son los clásicos mitos de la concepción cartesiana (los homúnculos, el aparato psíquico como lugar, la oposición entre el alma agencial y los mecanismos deterministas tipo máquina, etc.). Van Rillaer agrega otras razones, algunas de ellas especulan en relación al contexto histórico en que surge el psicoanálisis. 1) Freud habló de sexualidad en una época de mucha represión sexual, y por este factor su teoría adquirió popularidad rápidamente. 2) Es una teoría con aspecto científico que permite explicar cualquier fenómeno, no importa cuan complejo sea, lo cual es muy atractivo para adoptar como ideología (pero muy distinto de una teoría rigurosa). 3) Posee rasgos similares a la religión (fe en lo invisible, apelación a la autoridad y las escrituras, ritos de iniciación, ortodoxias y herejías), ocupa el lugar de una religión laica en un período histórico de crisis de las religiones. 4) No menos importante es el tono literario de Freud: su libro sobre los sueños, dice Van Rillaer, es tan apasionante como Los cuentos de las mil y una noches, y se presenta como el Abrete sésamo de la maravillosa caverna simulada en los repliegues del alma. 5) Por último, ciertamente no todo en la teoría es falso, pero los datos más válidos (por ej. las trampas del amor propio, la importancia del lenguaje, la relevancia de los vínculos humanos) no son específicamente freudianos, sino que se encuentran ampliamente esparcidos en otras teorías psicológicas y filosóficas (alguien lo resumió diciendo que en Freud lo original no es cierto, y lo cierto no es original), lo cual hace innecesario aceptar indiscriminadamente el todo (los temas antes cuestionados) a fin de rescatar las ideas válidas.

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