Franco de Ricardo de La Cierva

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RICARDO DE LA CIERVA Después de la venganza, la mentira, La calumnia y la incompetencia FRANCO LA HISTORIA Victoria contra el comunismo hasta siete años después de su muerte (Santiago Carr illo). - Mantener a España en el Occidente libre (G. Fernández de la Mora). - Salvar una sociedad (Franco a don Juan). - Salvar a la Iglesia en la Cruzada (Pablo VI al embajador Garrigues). - Evitar la entrada en la guerra mundial (Scalfaro, Qu aroni). - Transformar una nación, modernización de la economía y la sociedad. Crear un a gran clase media (objetivo y logro básico). - Restaurar la Monarquía para reconcil iación ( El Rey tiene que venir como pacificador , 1937). - Erradicar el analfabetismo y decuplicar la educación. - Acabar con el paro. - Terminar con el hambre histórica . -Salvar a sesenta mil judíos de la muerte. - Prefiero a Franco (Negrín a Azaña en 1938 , ante las presiones separatistas, Memorias de Azaña IV, p. 701). - Toda Cataluña des eaba ya a Franco (Informe al general V. Rojo en 1939). - Las tres Provincias Vasc ongadas en cabeza de la economía y la renta. EDITORIAL FÉNIX SERIE MÁXIMA Índice Págs. Prólogo: La memoria histórica sobre Franco en el año 2000 CAPÍTULO 1. - UNA INFANCIA ENTRE DOS SIGLOS TRÁGICOS. 1892-1907 Una familia noble por los cuatro costados Los padres y la familia íntima de Franco La circunstancia infantil y adolescente de Franco; entre dos siglos trágicos de Es paña La articulación mundial del poder capitalista Las instituciones que condicionaron la vida de Franco La circunstancia galaica El hondo impacto del Desastre en la vida de Franco CAPÍTULO 2. - LA ACADEMIA DE TOLEDO Y EL DESTINO A ÁFRICA. 1907-1912 El ingreso en la Academia de Infantería La formación militar de Franco en Toledo La reanudación de la guerra de África CAPÍTULO 3. - LAS PRIMERAS CAMPAÑAS DE FRANCO EN ÁFRICA HASTA SU HERIDA MORTAL. 1912-1 916 El bautismo de fuego en el frente exterior de Melilla El teniente Franco en las campañas de Tetuán La guerra de Marruecos ante la Gran Guerra europea Una herida mortal ante las columnas de Hércules CAPÍTULO 4. - INTERMEDIO PENINSULAR EN OVIEDO: LA REVOLUCIÓN DE 1917. 1917-1920 La revolución soviética y la revolución española de 1917 Las tres convulsiones españolas de 1917 La auténtica intervención del comandante Franco en los sucesos de 1917 La única mujer de su vida El encuentro con Millán Astray en Valdemoro La creación del Tercio de Extranjeros CAPÍTULO 5. - FRANCO EN LA LEGIÓN: LA CAMPAÑA DE MELILLA. 1920-1922 Franco en la organización del Tercio Las operaciones de Xauen El Desastre de Annual y sus consecuencias

La Legión en la reconquista de Melilla CAPÍTULO 6. - FRANCO JEFE DE LA LEGIÓN: SUS GRANDES CAMPAÑAS, TIFARUIN, XAUEN Y ALHUCE MAS. 1923-1926 Jefatura de la Legión y regreso a África La Dictadura y su aceptación general La boda en Oviedo Franco rechaza a Abd el Krim en la línea exterior de Melilla El incidente de Ben Tieb Franco en la retirada de Xauen Franco en el desembarco de Alhucemas El general Franco Franco observa el final de África desde su mando en Madrid CAPÍTULO 7. - FRANCO Y LA ACADEMIA GENERAL MILITAR: DESDE LA DICTADURA A LA AGONÍA M ONÁRQUICA 1927-1931 Los problemas militares de la Dictadura Franco en Zaragoza: la Academia General Militar Franco valora la Dictadura desde Zaragoza Franco ante el final de la Dictadura La deserción de los monárquicos liberales Franco despliega a la Academia contra los rebeldes de Jaca Franco ante la proclamación de la segunda República CAPÍTULO 8. - FRANCO Y LA REPUBLICA: CHOQUE, COLABORACIÓN, CHOQUE. 1931-1936 Manuel Azaña suprime la Academia General Militar Franco no interviene en el pronunciamiento de Sanjurjo Franco en Mallorca el año de Hitler Franco ante la nueva situación de centro-derecha Franco contra la Revolución de Octubre Jefe de Estado Mayor Central de la República Franco ante las elecciones del Frente Popular Franco en la gran conspiración de 1936 La señal: el asesinato de José Calvo Sotelo El esperpento póstumo del propagandista feroz CAPÍTULO 9. - LA VICTORIA DE FRANCO EN LA GUERRA CIVIL. 1936-1939 Las fuentes para el estudio de la guerra civil Las fuerzas en presencia La sublevación de Franco en Canarias La contrafigura de Franco en el Alzamiento Las decisiones estratégicas de las primeras semanas La desaparición del general Sanjurjo El problema de la intervención extranjera Franco en la guerra de columnas: la columna Madrid La elección de Franco a la jefatura suprema El fracaso frontal y lateral de Franco sobre Madrid La triple campaña y la victoria estratégica de Franco en el Norte y en su propia retaguardia Teruel y las grandes maniobras de Levante La batalla del Ebro y el final de la guerra civil La guerra civil en la memoria y el archivo de Franco CAPÍTULO 10: FRANCO PRESERVA A ESPAÑA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL. 1939-1945 El desfile de la Victoria La reconstrucción de la España destrozada Los cuatro pilares del régimen La gran sorpresa: el pacto germano-soviético El tercer pilar España ante la guerra civil de Europa

La doble baza de Franco para evitar la entrada de España en la guerra Alemania, dueña de Europa continental La tentación que no se consumo Hitler quiere la cesión de Gran Canaria La entrevista de Hendaya: los nuevos testimonios Hitler archiva la operación Félix El ultimátum final sobre Gibraltar Caudillo, nunca se le perdonará su victoria Las Reivindicaciones de España La gran crisis de mayo de 1941 El acuerdo con el Vaticano en 1941 Rusia es culpable Los primeros brotes de la oposición organizada Cambio de signo estratégico en 1941/1942 La División Azul entra en fuego España ante la guerra del Pacífico La segunda fase de la conspiración monárquica Hitler describe a la División Azul Un significativo viaje a Barcelona Franco cambia el rumbo en junio de 1942 Franco ante la Masonería universal y los judíos de Europa La solución final y las listas de Franco La caída de Ramón Serrano Suñer La carta de Roosevelt a Franco El gran testigo vuelve de la Historia Don Juan de Borbón y la ofensiva monárquica La invasión de Italia y la caída de Mussolini Cruce de telegramas con don Juan y escrito de los generales Los peores momentos de la guerra y la ruptura de Franco y don Juan I El final de la crisis, el nombramiento de Gil Robles y el homenaje a España de Win ston Churchill Invasión aliada de Europa, invasión comunista de España El manifiesto de Lausana en la órbita de Yalta España (no) pierde la segunda guerra mundial La Iglesia salva a Franco en 1945 CAPÍTULO 11: EL CERCO INTERNACIONAL Y LA SEGUNDA VICTORIA. 1945-1955 Don Juan llega a Estoril: Churchill habla en Missouri España responde en la calle a la condena de la ONU La estrategia americana prefiere a Franco y margina a la oposición Las intrigas de Philip Bonsal Nacimiento y consolidación del Opus Dei La guerra fría y la misión Carrero a Estoril El manifiesto de Estoril contra el proyecto de ley de Sucesión La modificación de la ley sucesoria en las Cortes La apoteosis de Evita El referéndum de julio La conjura de los tres titanes y el vital documento Keenan-Marshall La entrevista del Azor y el fin de la conspiración monárquica La retractación de la ONU y el comienzo de la prosperidad CAPÍTULO 12. - LA PLENITUD EN LA VIDA DE FRANCO: LA TRANSFORMACIÓN DE ESPAÑA Y LA SUCESIÓN MONÁRQUICA. 1956-1969 La rebelión de la Universidad La forzada independencia de Marruecos La crisis de febrero de 1957 El Plan de Estabilización fue mucho más El abrazo de Franco y Eisenhower

Un accidente de caza: el secreto de la salud de Franco La boda real en Atenas El contubernio de Munich Los XXV años de paz La Ley de prensa y la Ley Orgánica Los resultados del desarrollo La concertación del pacto dinástico Segundo apunte sobre la transformación de España La sucesión como cumbre histórica en la vida de Franco CAPÍTULO 13. - LA LARGA AGONÍA Y LA PROLONGADA MUERTE DE FRANCO. 1969-1975 El escándalo MATESA y sus consecuencias 1970: Franco ante el proceso de Burgos 1971: La Asamblea Conjunta El acoso del Pardo a la Zarzuela en 1972 Presidencia y asesinato del almirante Carrero El año regresivo e incierto, 1974 Amago mortal de Franco, traspaso de poderes y golpe de Estado de Franco El salvaje crimen de la calle del Correo El último año: tortura y entereza La primavera de Fraga El gobierno secreto de la transición La trágica muerte de Fernando Herrero Tejedor Una evocación de Cánovas en plena tormenta El último verano La ofensiva terrorista y la pretensión de impedir al Estado su defensa legítima El odio comunista contra Franco y el Príncipe Una peligrosa decisión del Príncipe La última manifestación El contexto estratégico para la agonía personal de Franco Un consejo de ministros vigilado por monitor Franco recurre a su hija para su despedida José Solís viaja a Marruecos La transmisión de poderes Una operación desesperada Los acuerdos de Madrid La hibernación El testamento EPÍLOGO: EL LEGADO DE FRANCO Prólogo LA MEMORIA HISTÓRICA SOBRE FRANCO EN EL AÑO 2000 Este libro no es, en mi intención, un libro para la polémica sino para la Histori a. Lo escribo profesionalmente como historiador, no como apología sino como fruto del análisis histórico. Pero no pretendo tampoco escribirlo de forma intemporal, des de fuera de mi tiempo. Nací en 1926, el año en que Franco fue ascendido a general po r méritos de guerra y guardo con todo respeto y afecto rasgos de memoria personal e histórica sobre mi tiempo desde 1929 en atisbo, desde 1931 de forma ordenada y c oherente. Oí hablar en mi familia del general Franco desde mi infancia y le conocí p ersonalmente a él, a su esposa y a su hija en Salamanca, a fines de noviembre de 193 6, a poco de cumplir los diez años. Luego he hablado varias veces con doña Carmen Po lo de Franco y con la duquesa de Franco. He visto personalmente a Franco muchas veces y le he tratado con cierta intensidad entre los años 1969 y 1974, con vistas a mi primer ensayo biográfico sobre su figura y su tiempo. He conocido y tratado a numerosos testigos primarios y secundarios de Franco y de su época. Esto signifi ca que no hablo solamente de oídas sino desde el conocimiento personal y directo d el personaje y su circunstancia.

He interpretado como un deber personal escribir este libro sobre Franco en el año 2000, por un motivo semejante al que me impulsó, desde 1966, a escribir sobre l a República y la guerra civil española. Me interesé cada vez más profundamente, desde la infancia, por la historia de lo que estábamos viviendo y mi biblioteca sobre la g uerra civil, que hoy es muy copiosa, se inició durante el primer año del conflicto, en San Sebastián, con dos libros: el que dedicó el padre Risco a la gesta del Alcázar de Toledo y el que escribió, en cuatro tomitos, el cronista portugués Mauricio de Ol iveira sobre la tragedia española en el mar. Andando los años fui leyendo cuanto caía en mis manos sobre la guerra de España. Hasta que en 1961 apareció, con resonancia m undial, el famoso libro de Hugh Thomas acompañado por otros tres que, como él, me im presionaron profundamente: el de Burnett Bolloten que en su primera versión se tit uló The Grand Camouflage, el gran engaño; el de monseñor Antonio Montero sobre la pers ecución religiosa en España; y algo más tarde, en 1965, el del hispanista Gabriel Jac son que trataba conjuntamente la República y la guerra civil como un bloque históric o inseparable. Me convencieron plenamente los libros de Bolloten sobre el verdade ro papel de los comunistas en la guerra civil y el de don Antonio Montero. Recono cí un serio intento de objetividad en el libro de Hugh Thomas, que luego fue mejor ando mucho en sucesivas ediciones; pero aquélla no era la guerra civil que yo había vivido. Acepté como una importante tesis la de Jac son sobre el tratamiento conjun to de la República y la guerra civil; pero me pareció sencillamente falsa la imagen típicamente izquierdista que ofrecía sobre todo el período. Simultáneamente se produjero n dos hechos que cambiaron mi vida. Accedí por oposición al Ministerio de Información y Turismo donde se me relegó, con escasas funciones, a un despacho repleto de libr os sobre la guerra civil; tenía poco que hacer y me los leí todos. Y en un consejo d e ministros del año últimamente citado, 1965, el de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella, presentó con alarma el libro de Jac son y preguntó si había algún especialis ta que pudiera contestarle. El ministro de Información, Manuel Fraga Iribarne, dij o que sí existía y dio mi nombre. Así empecé a escribir de Historia, para lo que creí muy conveniente, por motivos de credibilidad, ganar, por oposición, las cátedras de Hist oria de Instituto y luego de Universidad. Mi interés por la figura de Franco surgió de motivos semejantes. En 1971, cuando aún faltaban cuatro años para la muerte de Franco, habían aparecido ya varias biografías estimables sobre su trayectoria; las británicas de George Hills y Brian Crozier, las francesas de Claude Martín y el socialista Max Gallo, la alemana de Helmut Günth er Dahms. Inmerso ya en varios proyectos históricos se me ocurrió de pronto que si l a vida de Franco interesaba a respetables autores extranjeros de varias tendenci as, ¿no sería conveniente que algún historiador español lo intentase también, después de alg unos libros muy anteriores e inevitablemente desfasados? Es decir, que nadie me sugirió escribir sobre Franco; fue exclusivamente idea y responsabilidad mía. Hoy, en el año 2000, sucede exactamente lo mismo. En la misma portada de este l ibro lo explico. Recientemente se han publicado biografías breves, pero dignas de consideración, tanto en España (Juan Pablo Fusi) como fuera de España (Stanley G. Payn e, Bartolomé Bennasar). Pero por desgracia abundan más y han alcanzado mucha mayor r esonancia libros agresivos, no sobre Franco sino contra Franco que con toda sinc eridad me parecen escritos desde un profundo sentimiento de venganza, sea ésta de origen comunista (Vázquez Montalbán, Francisco Umbral) o de origen más o menos monárquic o-juanista (José Luis de Vilallonga, Luis María Anson) y por supuesto desde posicion es próximas al contexto de la Internacional Socialista (Paul Preston, Santos Juliá) que como he demostrado más de una vez coincide con lo que entendemos normalmente c omo Masonería. Han aparecido también, recientemente, algunos libros-bomba contra Fra nco, como el póstumo del líder mundial de la propaganda antifranquista y más que frust rado historiador Herbert Rutledge Southworth, El lavado de cerebro de Francisco Franco. Estos intentos biográficos, directos o indirectos, totales o parciales, se combinan con una auténtica oleada de escritos en forma de libro o de artículo para los medios de comunicación, que con alarmante frecuencia parecen provenir de la me ntira, la calumnia, la ignorancia o la incompetencia acerca de la figura de Fran co y su circunstancia. En posiciones antifranquistas que creo históricamente infun

dadas y superficiales se han distinguido historiadores como don Javier Tusell y por supuesto toda la escuela histórica creada en España desde los años sesenta por el historiador don Manuel Tuñón de Lara, de patente origen y ejecutoria comunista, atem perada por un cierto ropaje liberal. Claro que este tipo de expresión contra Franco, que no sobre Franco, no es única. El profesor Luis Suárez Fernández, como es bien sabido, ha escrito en ocho tomos pa ra la Fundación Francisco Franco una obra magna sobre Franco y su tiempo que me pa rece imprescindible, así como los cuatro tomos que ha publicado en la misma Fundac ión sobre documentos inéditos de Franco y los dos que han aparecido con su firma en la acreditada editorial Actas: Franco, crónica de su tiempo. En medio del ruido y la furia provocados por la antibiografía de Paul Preston tuvimos la satisfacción de compulsarla con los excelentes trabajos del profesor Stanley G. Payne y el ilust re escritor Ángel Palomino, Caudillo. Me han interesado también otras obras como la del coronel don Carlos de Meer. Sin embargo, los alardes del antifranquismo visceral consiguen, por desgracia , mayor resonancia en los desorientados medios de comunicación españoles y extranjer os frente a los trabajos que no se ciñen a lo políticamente correcto, definido por u n Gran Hermano eficaz aunque imbécil. Faltaba la guinda: ese libro escrito por un militar español, historiador y profesor de Historia militar, el coronel don Carlos Blanco Escolá, en que se trata de demostrar, como reza su título, La incompetencia militar de Franco. Menos mal que tuve el honor de editar recientemente, con much o más éxito, el excelente libro de otro gran militar y también profesor en altos centr os militares, el general don Rafael Casas de la Vega, Franco, militar (Ed. Fénix) Al cumplirse los veinticinco años de la muerte de Franco, el 20 de noviembre de este año, son de esperar publicaciones de todo género y me temo que las antibiografía s agresivas no hayan agotado aún su reserva de falsedades, calumnias, ignorancias y venganzas. Por eso me he decidido a escribir este libro. Insisto en que sin afanes polémicos aunque naturalmente sin ignorar la polémica. De muchos libros visceralmente antifranquistas y por lo tanto antihistóricos he da do ya buena cuenta recientemente en una obra de esta misma Editorial, El 18 de j ulio no fue un golpe militar fascista, no existía la legalidad republicana, a propós ito de un imperdonable desliz de la anterior Comisión de Asuntos Exteriores del Co ngreso, que por fortuna no se repetirá en los próximos cuatro años por haber variado s ustancialmente la composición de la Cámara. No volveré en este libro sobre esas polémica s que creo sustanciadas. Me referiré, no faltaba más, al libro del coronel Blanco Es colá, que es muy reciente, si bien le guardaré la misma consideración que él dedica a mi anterior biografía de Franco, por más que prescinda de un plumazo del resto de mis obras. Sólo le diré, por el momento, que de esas obras que él desprecia existen 160 títu los en la Biblioteca Nacional de Madrid y más de noventa en la Library of Congress de Washington como acabo de comprobar en Internet. Y creo sinceramente que el l ibro del coronel Blanco Escolá queda irremisiblemente calificado por la selección y la posición de su inefable prologuista, el conocido periodista don Miguel Ángel Agui lar. No es ésta mi primera biografía de Franco, sino la última y, por mi parte, definiti va. La primera apareció en 1973, (Editora Nacional) en vida de Franco. La segunda en 1981, (Ed. Planeta) mucho más amplia, cuando volví a mi actividad de historiador después de una breve pero intensa actuación en la vida pública democrática española. Poco después la propia Editorial Planeta publicaba mi tercera biografía, más abreviada, en 1985. Luego preparé una cuarta biografía que se publicó por entregas semanales en el d iario ABC, pero que hube de repudiar porque al llegar a los capítulos referentes a las relaciones entre Franco y don Juan ese diario manipuló contra mi voluntad los textos que yo enviaba; por tanto, esa biografía no la reconozco como mía. Apuntes b iográficos breves se han insertado en otros de mis libros. Pero ésta no es una reedición ni una adaptación. Es una biografía histórica enteramente nueva, que va a ceñirse a los problemas históricos fundamentales planteados por la

vida de Franco y su circunstancia. Muchas veces desde fuentes nuevas, en algunos casos descubiertas por mí. Insisto que sin ánimo polémico aunque, por supuesto, con e l mismo espíritu crítico que siempre me ha impulsado. Al presentarle mi primera vers ión biográfica en 1973 pronostiqué a Franco que cuando él faltase se levantaría contra él un a marea negra de fango histórico, que yo tenía decidido contrarrestar con mis escrit os ciñéndome al análisis histórico. Este libro es un nuevo y definitivo cumplimiento de ese compromiso. Cuando otras posiciones contrarias serían seguramente más convenient es y remuneradoras. Pero no he utilizado jamás a la Historia como traición y no lo h aré mientras viva. En un primer esquema pensé titular a este libro Las doce victorias de Franco. V oy a enumerarlas todas pero prefiero un título más escueto, bien centrado, además, en la marea negra que se retrasó más de lo esperado, pero que ha terminado por irrumpir de forma aparentemente incontenible. Sólo aparentemente porque con ese tipo de ma reas no se construye la auténtica Historia en que yo creo. Dejo para el final la motivación más profunda de todas cuantas me han impulsado a escribir este libro. Como español y sobre todo como historiador español yo no puedo aceptar que a Franco se le considere por algunos, según ha dicho un político vasco alienado, como un criminal de guerra ni como un secuaz servil de Adolfo Hitler n i como el gobernante español más nefasto de la Historia. Tampoco puedo tolerar sin u na fundada y documentada protesta que los cuarenta años de Franco se consideren, t omando la frase de los liberales exaltados que enjuiciaban a don Fernando VII; c omo los mal llamados años ni siquiera, como hoy parecen coincidir muchos, denomina rles simplistamente la dictadura de Franco. No voy a adelantar aquí las que serán co nclusiones de este estudio histórico en el que pretendo que la verdad resplandezca sobre el desnudo fundamento de los hechos comprobados. Por supuesto que no voy a exaltar a Franco como un demócrata, según intentaron los comunistas con Josif Stal in, cuyo régimen se denominó oficialmente La gran democracia socialista. Pero pese a la propaganda histórica dictada por la falsedad, la mentira y la venganza persist ente no voy a avergonzarme aquí por haber vivido en la época de Franco ni voy a pedi r perdón por ello. Soy uno de los millones de españoles que recibieron con todo resp eto el testamento de Franco y siguieron la dirección que en él se nos marcaba. Estoy completamente convencido de que al entregar a su hija ese testamento Franco lo había pensado y escrito con una sinceridad absoluta, totalmente conforme con lo qu e había sido la verdad de su vida. Seguí, por tanto, con millones de españoles el camino que nos proponía ese testamen to y trabajé en la medida de mis fuerzas para que España lograse el régimen democrático que por vez primera en su historia era ya posible, y al que nos convocaba quien sucedió a Franco a título de Rey. Jamás he aceptado la tesis de quienes han acusado al Rey de perjuro por indicar ese camino del que Franco era perfectamente conscien te, sobre lo que existen pruebas históricas. Luego han ocurrido muchas cosas que y a no pertenecen a la biografía de Franco sino a la historia, aún no escrita, de la l lamada transición. Creo estar muy seguro de lo que Franco fue y también de lo que Franco no fue. Y voy a exponerlo, con toda claridad y sencillez, en este libro. Hace casi veinte años que abandoné prácticamente la actividad política, por lo que at ribuir intenciones políticas a este libro me parece cansino y anacrónico. He desempeña do puestos de cierta importancia en la España democrática y participé en la elaboración constitucional. Actué lealmente con Franco y su régimen pero seguí, como tantos españole s, el testamento de Franco que nos animaba a secundar la alta política del Rey. Es te libro no es hagiográfico sino histórico, aunque por supuesto no participa de la a ctual moda de abominación unilateral contra Franco y su época. Este libro se escribe desde una posición personal de centro-derecha, no de extrema derecha entre otros motivos porque Franco no fue nunca de extrema derecha. No tengo sobre el franqui smo, por supuesto, las mismas ideas que farfulla el todavía presidente del PNV don Javier Arzalluz, ni las ideas enquistadas en el inmovilismo histórico de los enemi

gos profesionales de Franco. Estoy seguro de que muchos lectores lo van a compre nder así. En resolución, ratifico una vez más mi acatamiento a la Constitución de 1978 que mo destamente contribuí a redactar; seis de mis enmiendas personales están incluidas en su texto. No escribo desde la nostalgia; porque ya antes de la muerte de Franco dije y escribí varias veces que el franquismo, más que un sistema, era una época y qu e sería imposible su continuación después de Franco y, además, Franco lo sabía perfectamen te, como demuestran los testimonios de su interlocutor atlántico el general Vernon Walters y del propio Rey de España. Me asombra y me repele el descarriado ejemplo de una parte de la derecha española, la que he llamado derecha de Edipo, como la de una parte de la Iglesia española y de los medios de comunicación liberales o cons ervadores que abominan ritualmente de Franco. No voy a ocultar, como no oculté en vida de Franco, serias críticas sobre Franco y su régimen. Pero tampoco soy adicto a la historia-ficción que se nos quiere imponer. Escudo de armas de Francisco Franco Bahamonde, trazado sobre datos revisados en estos cuatro carteles: Franco (superior izquierda), Bahamonde (superior derec ha). Salgado-Araujo (inferior izquierda) y Pardo de Andrade (inferior derecha). Los motivos fundamentales de este último pasarían luego a la heráldica del jefe del Estado español y a la simbología nacional y del nuevo Ejército. ***Capítulo 1: Una infancia entre dos siglos trágicos (El Ferrol, 1892-1907) UNA FAMILIA NOBLE POR LOS CUATRO COSTADOS Francisco Franco Bahamonde nació en la ciudad naval-militar del Ferrol a las ce ro horas treinta minutos del 4 de diciembre de 1892. Su infancia y adolescencia transcurrieron en su ciudad natal, los primeros quince años de su vida hasta que s alió de allí para iniciar su carrera militar en la Academia de Infantería de Toledo. E n aquel año 1892 se celebraba el Cuarto Centenario del Descubrimiento de América; un siglo después, cuando España vivía los años desenfrenados y corruptos de la larga noche socialista, no se conmemoró oficialmente el Quinto Centenario del Descubrimiento porque oficialmente no hubo tal Descubrimiento sino un acontecimiento extraño deno minado Encuentro, no se sabe entre quiénes; y por supuesto se echó encima todo el si lencio y la basura posibles sobre el primer centenario del nacimiento de Franco, cuya figura se había proscrito al frente de los escalafones militares, donde ante s había brillado. Por tanto, ni centenario del Descubrimiento (ni menos de la Evan gelización, vivíamos en una España secularizada) ni centenario de Franco. Absurdos que parecían normales en esa España oficial, empeñada en despreciar cuanto ignoraba. El nacimiento tuvo lugar en una casa de la calle de María (hoy Frutos Saavedra 136) y el niño sería bautizado el día 17 en la parroquia castrense de San Francisco co n los nombres de Francisco (por su abuelo paterno) Paulino (por su tío y padrino) Hermenegildo (por su tía y madrina) y Teódulo (santo del día). Sus apellidos fueron Fr anco Bahamonde Salgado-Araujo y Pardo de Lama . Este 1 En las partidas de nacimiento y bautismo figura el apellido Pardo . Franco ind icó al autor en 1971 que el apellido completo es Pardo de Lama . Ver Luis Alfonso Vid al y de Bamola Genealogía de la Familia Franco Madrid, Editora Nacional, 1975, p. 42. Más datos en mi Franco de 1982, 1, 8, 28 último apellido había sido Lama-Andrade, luego reducido a Pardo de Andrade . El Andr ade era el apellido más noble de la genealogía y Franco le prefirió para su seudónimo Ja ime de Andrade con el que registró su relato Raza en la Sociedad de Autores. En la genealogía de Franco, que reproduzco en la ilustración de este capítulo y él ac eptó, y en el excelente estudio citado del genealogista Vidal de Barnola (miembro de la familia de Franco) puede comprobarse que aquel niño nacido en 1892 era de sa ngre hidalga por los cuatro costados. La hidalguía equivale en España a la nobleza m enor no titulada, muy extendida en la sociedad española y muy especialmente en las

regiones del Norte peninsular (Galicia, Asturias, Cantabria, Vascongadas, Navar ra, norte de Aragón y de Cataluña) donde la tradición familiar reconoce un origen entr e los llamados cristianos viejos y descendientes de los reconquistadores y pobla dores que bajaron hacia el sur, al expulsar a los islámicos, a partir del siglo VI II. Por supuesto que existen aun hoy numerosas familias de tradición hidalga fuera de esas regiones del Norte pero en éstas la hidalguía era casi consubstancial en bu ena parte de su población, aun la dedicada a trabajos humildes; por ejemplo vascos , cántabros y asturianos se consideraban casi automáticamente miembros de la nobleza menor. Franco comunicó al autor de este libro un documento familiar antiguo en qu e se señalaba el origen alto-medieval de los Franco en el reino de los francos his tóricos, nada menos, dos de los cuales se unieron a don Pelayo en el siglo VIII pe ro se trataba de una acariciada leyenda familiar, no de una prueba. Sí está demostra do en cambio que la ascendencia paterna de Franco proviene de la bahía gaditana (P uerto Real, Puerto de Santa María) con una tradición indefectible de servicio a la M arina y a la Administración naval por lo menos desde principios del siglo XVII; el más antiguo antecesor conocido de Franco es, en aquella época, don Juan Franco de R eyna y el primer Franco de esta familia se estableció en El Ferrol en 1730. Una tr adición parecida de administración naval se transmitió de padres a hijos en la familia materna de Franco, los Bahamonde (que al nacer Franco aún se escribía sin h interca lada y a veces con V). Para el servicio de la Marina y de la administración naval se requería por estrictos reglamentos de pureza de sangre un certificado de noblez a, que todos los antecesores de Franco, paternos y maternos, poseían. Esta condición , documentalmente demostrada, excluye una extraña obsesión de algunos biógrafos de Fra nco que le atribuyen un remoto origen judío. Como en tantas otras ocasiones de est e libro me bastaría ahora descartar sin más esa pretensión, por absoluta falta de prue bas; nunca una mentira repetida muchas veces puede convertirse en una verdad, pe se a los métodos del doctor Goebbels. Pero en este caso poseo, además, una prueba ne gativa que considero importante. Al regresar de un encuentro de historiadores or ganizado por la Universidad de Wisconsin en 1972 tuve la suerte de sentarme dura nte las largas horas de avión junto al eminente investigador y académico don Julio C aro Baroja a quien expresamente consulté sobre el presunto origen judío de Franco. M e respondió inmediata y tajantemente que no; que nunca podía deducirse en España ese o rigen por un apellido que algunos judíos habían llevado. El apellido Franco signific aba la pertenencia a una calle o villa franca, a una profesión u oficio libre, a u n origen remoto en Francia pero no necesariamente, ni mucho menos, a una ascende ncia judía. Por otra parte el eminente genealogista don Alfonso de Figueroa, duque de Tovar me dijo hace tiempo en la Gran Peña de Madrid: Franco hubiera podido cruz arse calatravo de haberlo pedido. Poseía todos los apellidos nobles necesarios, y más . Francisco Franco no pertenecía, por tanto, como se ha dicho absurdamente, a la c lase media-baja sino a la nobleza menor, que ostentaron y probaron todos los ante cesores varones y, por tanto, también femeninos, de su familia paterna y materna. Casi todos ellos fueron, además, longevos. Varios alcanzaron el grado equivalente al generalato en la administración naval-militar, empezando por su propio padre, d on Nicolás. LOS PADRES Y LA FAMILIA ÍNTIMA DE FRANCO Franco mostró muchísimo interés por mi difícil intento biográfico de 1971-1972 sobre el que no me impuso censura ni siquiera inserción alguna. Se limitaba a recibir el o riginal de cada capítulo, lo leía y repasaba con atención y cuando algo le extrañaba sub rayaba la frase y me pedía aclaración o prueba, aunque a veces me añadía un testimonio d irecto personal, sin imposición alguna. Además de mis encuentros personales el inter mediario para este proceso, que evidentemente enriquecía mis originales, era un pa riente suyo, el almirante Enrique Amador Franco, hijo de un oficial de la Legión m uerto en la guerra de África. Conservo esos originales subrayados y esas notas com o un valioso testimonio. Ya he indicado una primera observación sobre su propia ge nealogía, que él mismo había estudiado por su cuenta muy ampliamente; le encantó el libr o de su pariente el genealogista Vidal de Barnola así como el árbol genealógico que re

produzco en la primera ilustración de este libro. Pues bien, al hacerme yo eco de algunas críticas bastante duras al comportamiento familiar de su padre, del que ha sta la muerte de éste se mostró muy distanciado, no corrigió nada pero se limitó a comen tar: Sí, pero nunca le privaron de la patria potestad . Es decir, que reconocía lo inad ecuado de ese comportamiento pero sugería que se había exagerado la nota; que en térmi nos técnicos su padre no vivía con la familia en Ferrol cuando los hijos ya creciero n, pero que tampoco era verdad que la separación fuese absoluta, equivalente al ab andono. El padre y la madre de Franco ejercieron una influencia determinante en su in fancia y adolescencia, como por lo demás sucede en todas las familias. La influenc ia, en el caso paterno, fue contradictoria; positiva en algunos aspectos, negati va en otros. El tema era tan delicado, como comprenderá el lector, que me pareció co nveniente una consulta directa al propio Franco, a propósito de la opinión, muy crític a, que sobre su padre había vertido uno de sus biógrafos ingleses, George Hills, por lo demás muy respetuoso siempre con la figura de su personaje. Hills acusaba a do n Nicolás de calavera y de haber abandonado a su familia. Franco me pidió, de forma excepcional, que no incluyera esas dos descripciones. No le gusta decía a través del a lmirante Amador Franco que se diga así. En la forma que está dicho no es cierto. Me d ice el Caudillo que su padre, en tanto sus hijos fueron jóvenes, se ocupó totalmente de su educación y de sus estudios y su vida matrimonial fue normal. . Luego añadió la f rase ya citada sobre que no le privaron de la patria potestad. La separación del h ogar no ocurrió, según el testimonio del propio Franco, hasta el año 1907, cuando ya t odos los varones habían comenzado su formación profesional fuera del hogar, Don Nico lás Franco era un excéntrico, lo que su hijo, con motivo de la consulta anterior, in terpretaba como un rebelde, expresión que en labios de Franco casi nunca tenía senti do negativo. Nicolás Franco y Salgado-Araujo nació en 1865, ingresó en la Marina a los dieciocho años dentro de la escala de la administración naval, como varios de sus a ntecesores, y pasó a la reserva en 1924, tras cincuenta años de servicio activo y co n la graduación equivalente al generalato. Considero como fuentes directas e inmediatas muy importantes los dos libros d edicados a Franco por su pariente, futuro ayudante y secretario militar el tenie nte general Francisco Franco Salgado-Araujo, familiarmente conocido como Pacón . Los dos libros se titulan Mis conversaciones privadas con Franco y Mi vida junto a F ranco . En el segundo (p. 14 s) dice Franco Salgado, como se le solía llamar, y que por cierto no era primo, según se afirma siempre, sino tío de Franco: Nuestra tía Pilar (la madre de Franco, en realidad prima del testigo) era una verdadera madre par a nosotros. Sus consejos y enseñanzas y su arraigada religiosidad fueron de gran v alor en nuestra educación. No fue lo feliz que merecía ser por todos los conceptos, ni en su matrimonio ni tampoco con sus hijos, ya que para una madre tenerlos cas i siempre en peligro, como le ocurría con Paco y Ramón... Mi tutor (se refiere a Nic olás Franco padre, a quien encomendó sus hijos el padre de los Franco Salgado en 190 0 al morir) era un hombre de mucha inteligencia, pero excéntrico, como ocurre much as veces con personas de ese tipo. Tenía una gran personalidad propia que le invit aba a hacer lo que le parecía sin preocuparse del qué dirán. De carácter severísimo y muy austero, no gozaba de muchas simpatías entre sus compañeros. Con sus hijos fue siemp re excesivamente exigente y severo . A continuación confirma lo que hemos indicado s obre la preocupación constante de don Nicolás por los estudios de sus hijos y la com unicación continua que con ellos mantenía. El 24 de mayo de 1890 don Nicolás Franco y Salgado-Araujo, contador de navío a lo s treinta y cuatro años de edad (lo que demostraba una excelente carrera) se casab a en la iglesia ferrolana de San Francisco con una señorita de excelente familia y bastante más joven que él, doña Pilar Baamonde y Pardo de Andrade, hija de un intende nte general de la Armada, don Ladislao Baamonde Ortega de Castro-Montenegro, cas ado con doña María del Carmen Pardo de Andrade. Los abuelos paternos y los maternos de Franco habían nacido en El Ferrol y en la genealogía de las dos familias aparecen varios apellidos de rancio abolengo. Entre 1891 y 1898 el matrimonio Franco-Bah amonde tuvo cinco hijos: Nicolás (1 de julio de 1891) futuro marino e ingeniero na

val, futuro político y embajador y hombre de negocios en el régimen de su hermano, a quien divertían sus hazañas mundanas; Francisco, nuestro personaje; Pilar, bautizad a el 27 de febrero de 1894 la hermana extrovertida, simpática y parlanchina, admir adora de sus hermanos; Ramón (2 de febrero de 1896) el rebelde, aviador y héroe del Plus Ultra, anarquista y diputado republicano en 1931, tras participar en la con spiración militar contra la Monarquía, sumado luego al bando de su hermano en la gue rra civil, durante la cual murió en servicio de guerra; y María de la Paz, nacida en 1898 y muerta cuatro años más tarde. Todos los hermanos Franco Bahamonde, sin excep Barcelona, Planeta, 1976 y 1977, respectivamente. ción, fueron de carácter abierto, extrovertido y muy sociable. Esta descripción, co rroborada directamente por mí en los casos de Nicolás y Pilar, también se aplicó a Franc isco hasta su choque personal con la República en abril de 1931, como me aseguraro n testigos inmediatos que le conocieron antes y después de esa fecha, como su sobr ino el almirante Amador Franco, su pariente el almirante Jesús Fontán Lobé y su amigo hasta 1939, don Pedro Sainz Rodríguez. Aquel choque cambió el carácter de Franco, que se hizo receloso, reservado y desconfiado. En lo que también coinciden todos los testigos inmediatos y fiables es en la de scripción de doña Pilar Bahamonde y la influencia, beneficiosa y profunda, que ejerc ió sobre su hijo Francisco, que la adoraba. Era el tipo clásico y afortunadamente mu y frecuente incluso hoy de mujer española tradicional, hondamente religiosa sin be aterías pero con práctica muy consciente de la religión, callada pero simpática, muy her mosa en su juventud, capaz de perdonar a su esposo sus excentricidades y sus vel eidades, alma de la familia, consagrada al bien y la educación de sus hijos. Acudía cada tarde al rezo del rosario y participaba en una escuela nocturna para hijos de obreros. Nunca manifestó una queja por el posterior comportamiento de su esposo , que vivía amancebado en Madrid. Nadie influyó más que ella en la formación religiosa y moral de su hijo Francisco, que mientras vivió en El Ferrol la acompañaba con frecu encia en sus devociones y paseos. LA CIRCUNSTANCIA INFANTIL Y ADOLESCENTE DE FRANCO ENTRE DOS SIGLOS TRÁGICOS DE ESPAÑA No tengo la menor intención de insertar la infancia y adolescencia de Franco en El Ferrol dentro de un pretencioso ensayo sobre la circunstancia española de ese período; citaré únicamente los rasgos que más pudieron influir en su vivencia y en su fo rmación. El siglo XIX, pese a los desaforados optimismos de algunos historiadores de liberalismo exacerbado, había sido un siglo trágico; el siglo XX viviría España la ma yor tragedia de su historia desde la llamada pérdida de España a principios del siglo VIII, con la invasión islámica; me estoy refiriendo naturalmente a la guerra civil d e 1936-1939. La infancia y adolescencia de Franco se enmarca, por tanto, entre d os siglos trágicos. Hasta 1892 España había sufrido cuatro guerras civiles (la guerra de la Independencia fue también una guerra civil entre españoles); había sufrido la am putación de su horizonte americano, tres crueles guerras dinásticas, cuatro reinados caóticos (Carlos IV, Femando VII, Isabel II y Amadeo I de Saboya) una Primera República que no había s ido solamente caótica sino el mismo caos y la caída violenta desde el rango de las p rimeras potencias mundiales (que había ostentado hasta 1805) a la condición de poten cia marginal de tercer orden, atrasada en todos los aspectos de la vida pública, n acional e internacional. Esta trayectoria suicida pareció cambiar desde fines del año 1874, cuando advino, gracias a la magia de un gran estadista liberal-conservad or, Antonio Cánovas del Castillo, (en combinación con un joven Rey excelente, don Al fonso XII) el régimen de la Primera Restauración, que teóricamente continuaba en 1892, el año natal de Franco; desde 1875 se había cancelado la última guerra civil dinástica y España había entrado en un período de regeneración nacional, apertura política y progres o económico pero por desgracia el joven Rey murió por sus excesos personales y su en fermedad tísica en 1875 y la Reina Regente doña María Cristina de Austria, admirable p or tantos conceptos, hubo de enfrentarse con un período cada vez más enconado de luc has sociales internas y creciente peligro de agresión estratégica exterior por parte del reciente imperialismo de los Estados Unidos, que ambicionaban apoderase de

los restos de nuestro imperio en Cuba, Puerto Rico y las islas Filipinas y Maria nas. La economía española y el atraso social y cultural se iban enderezando lentamen te pero el régimen liberal que estableció la Constitución de 1876 no fue nunca democráti co, por la discordancia evidente entre las que llamaría José Ortega y Gasset en 1914 la España vital y la España oficial . En España eran demasiado tenues las clases medias y el analfabetismo afectaba a una porción intolerable de la sociedad. En el marco de la Primera Restauración pudo España, seguramente, desarrollarse al compás de Europa en los aspectos político, económico y social pero ese proceso de regeneración, presen tido y proclamado por núcleos intelectuales y una parte ilustrada de la clase políti ca, fue brutalmente truncado por la agresión imperialista exterior a fines del sig lo XIX, lo mismo que la agresión revolucionaria y napoleónica exterior de 1808 tras e l hundimiento de nuestra Escuadra y nuestro horizonte americano en Trafalgar, el año 1805 habían sumido a España en su trágico siglo XIX. El Desastre militar y nacional de 1898 marcó de forma decisiva, como vamos a comprobar, el alma infantil de Franc isco Franco, que entonces pasaba de la infancia a la adolescencia. Si sus años de infancia se habían desarrollado en una España que caminaba indefectiblemente al Desa stre de 1898, su adolescencia, a partir de ese año terrible, se desenvolvió entre lo s intentos de regeneración nacional que siguieron al Desastre y que naufragaron en una España aislada e invertebrada, mientras surgían o se enconaban problemas gravísim os que afectarían también directamente a la juventud y la madurez de Franco. La población de España en 1892 era muy inferior a la mitad de la actual y ascendía a unos dieciséis millones y medio de personas. La mortalidad infantil equivalía al d oble de la europea. Desde el advenimiento de la Restauración España empezó a regenerar se económicamente pero a un ritmo insuficiente que precisamente en 1892 se traducía en una recesión. Más de la mitad de la población española era analfabeta, un 56 por cien to. Más de la mitad de la población era rural; vivía en el campo y de la agricultura, que precisamente entonces entraba en aguda crisis por la invasión de un parásito de las vides, la filoxera, que arruinó la producción y exportación de vino, el renglón más im portante de las exportaciones. La industria no alcanzaba ni de lejos el nivel eu ropeo aunque había empezado un intenso desarrollo en Vizcaya y lo confirmaba en la producción textil de Cataluña. La renta por habitante en la España de 1892, calculada en pesetas de 1970, no alcanzaba las 15.000 por año, magnitud de partida muy inte resante para establecer comparaciones serias sobre el desarrollo económico y socia l de España a lo largo de los últimos años del siglo XIX y todo el siglo XX; porque du rante el reinado de don Alfonso XIII esa renta por habitante fue ascendiendo muy lentamente, al absorber apenas el incremento de la población hasta unas veinte mi l pesetas por habitante y año en 1931, comienzo de la segunda República; después se es tancó en la República y se despeñó en la guerra civil hasta quedar en unas 17.000 peseta s equivalentes para luego emprender un ascenso primero firme, luego vertiginoso, durante el régimen de Franco, como tendremos ocasión de comprobar . La deficiente estructura económica, social y cultural que define la circunstanc ia natal, infantil y adolescente de Franco era prueba palpable de un dramático pro ceso de decadencia desde fines del siglo XVIII, cuando con el reinado de Carlos III España figuraba en el plano de las grandes potencias mundiales por la amplitud de su imperio, la capacidad de su economía y el empuje de su cultura ilustrada, h asta fines del siglo XIX, en que esa decadencia histórica se despeñó en tres Desastres tan colosales que suelen escribirse a veces con mayúscula: el de 1898 (guerra de Ultramar) el de 1921 (catástrofe de Annual) y el de 1936 (guerra civil tras el fra caso de la República). El divorcio entre la España vital y la España real, la situación de angustia y penuria en que vivía una gran parte de la población española y el ejempl o de los movimientos obreros internacionales que habían surgido en Europa durante la segunda mitad del siglo XIX, con importantes ecos en España, fueron las causas de una tensión social insufrible y creciente que reventó en la segunda Repú1 Estadística s en mi Francisco Franco, de 1972-1973, coleccionable España 80 años, p. 1. blica y en la guerra civil. Esos movimientos obreros fueron principalmente tr es, que agruparon a partes significativas del que llamó uno de sus promotores, Ans elmo Lorenzo, El proletariado militante. El primero fue el movimiento anarquista y anarcosindicalista, promovido por la Primera Internacional (fundada, con el c oncurso de Carlos Marx en Londres y en 1864) que pronto se sacudió la impronta mar

xista, participó en la anárquica Comuna de Peris en 1871 (de carácter predominantement e anarquista y masónico) y se dividió en dos corrientes muy interpenetradas: el anar quismo violento y sanguinario que buscaba el poder social y político mediante la d estrucción de burguesía, aristocracia y sus instrumentos, pues como tales considerab an a la propiedad privada, la Iglesia, el Derecho y las fuerzas armadas; y el si ndicalismo menos extremista pero igualmente voluntarista y agresivo, que trataba de vertebrar a la clase obrera en sindicatos únicos muy infiltrados por la corrie nte anarquista. Este movimiento anarquista o libertario llegó a extinguirse práctica mente en Europa a lo largo de la primera década del siglo XX; pero se mantuvo puja nte en España, por el mucho mayor retraso relativo de la clase obrera en lo social y en lo cultural, y se articuló en el más numeroso de los sindicatos españoles, la Co nfederación Nacional del Trabajo CNT, cuyos mandos tomaron, contra los moderados, los grupos anarquistas violentos e implacables que en los años veinte del siglo XX se articularon en la Federación Anarquista Ibérica o FM. Pero los anarcosindicalist as no consiguieron el dominio exclusivo de la clase obrera. Se les opusieron pre cisamente los seguidores de Carlos Marx, que crearon poco después de la muerte del profeta revolucionario (ocurrida en 1883) la Segunda Internacional, evolucionad a luego hasta su forma actual de Internacional Socialista y muy relacionada, com o había sucedido en el caso de la Primera, con lo que llamamos Masonería y luego det allaremos. La Segunda Internacional era marxista pura y dura, autoritaria frente a los libertarios de la Primera Internacional, pero casi tan radical como ellos; preconizaba la lucha de clases, la dictadura del proletariado y toda la panoplia revolucionaria del marxismo. La Segunda Internacional inició muy pronto una evolu ción desde la exacerbación revolucionaria al reformismo que la condujo a una coopera ción con los sectores liberales y radicales, mientras centraba su principal objeti vo en evitar la guerra mundial (que ya se preveía desde principios del siglo XX) e ntre naciones europeas enfrentadas por sus intereses imperialistas y económicos; l a Segunda Internacional consideraba atinadamente ese enfrentamiento como el choq ue entre las burguesías nacionales y volcó toda su influencia en evitar esa guerra m ediante una actitud pacifista de todo el proletariado mundial. Como es notorio f racasó en ese empeño y los partidos socialistas de cada país se unieron a los respecti vos gobiernos burgueses en las llamadas uniones sagradas de matiz nacionalista y b elicista. Ante ese fracaso la Revolución comunista triunfante en Rusia por obra de Lenin en 1917 proclamó: La Segunda Internacional ha muerto. Viva la Tercera Intern acional . En efecto, la Segunda Internacional había fracasado en su principal empeño, la pa z mundial, y llevó una vida lánguida e ineficaz hasta que la estrategia de los Estad os Unidos tras la guerra mundial segunda (1939-1945) la resucitó con el nombre de Internacional Socialista, mucho más moderada que la versión anterior, compatible con la confesión religiosa y con la estructura capitalista de la sociedad, pero sin r enegar de sus orígenes marxistas. Es la Internacional Socialista de hoy, cada vez más identificada con la Masonería universal. La estrategia norteamericana articuló la nueva Internacional Socialista como un valladar de izquierdas contra la expansión mundial de la URSS, principal vencedora en la segunda guerra mundial, sobre todo para Europa y Asia. Dos años después de su victoria de 1917 en la Revolución bolchevi que Lenin creó la Internacional Comunista o Tercera Internacional, con el propósito de suplantar a la Segunda y asumir la dirección mundial de las agrupaciones política s proletarias. La Internacional Comunista fue siempre un instrumento dócil de la p olítica exterior soviética con claro objetivo de conseguir la hegemonía mundial. Disue lta oficialmente en 1943, para no asustar a los aliados capitalistas de la URSS, la Internacional Comunista pervivió con diversas apariencias hasta el hundimiento de la URSS en 1989-199 1 y desde entonces sus fuerzas dominantes trataron de in filtrarse en la Internacional Socialista para formar una Casa común de la izquierda como la definió el último presidente de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov. Así continúa. LA ARTICULACIÓN MUNDIAL DEL PODER CAPITALISTA La trayectoria de Francisco Franco se vio profundamente afectada por esta art iculación del poder revolucionario desde la segunda mitad del siglo XIX y a lo lar

go de todo el siglo XX. Nadie negará esta tesis. Pero se conoce mucho menos otra a rticulación de poder mundial, la del mundo capitalista, en relación con el proceso q ue ha conducido a la hegemonía mundial única de una gran potencia, los Estados Unido s de América. El punto de partida puede resultar sorprendente. Durante el reinado de Carlos III España intervino a favor de los nacientes Estados Unidos contra Inglaterra en la guerra de la independencia norteamericana. Los primeros presidentes de los E stados Unidos soñaban en una frontera compartida con España que era nada menos que e l río Mississippi, al Este para la nueva gran nación y al oste, hasta el Pacífico, par a España, que ya estaba allí desde siglos antes. Muy poco después España entraba en su d esintegrador proceso de decadencia y a fines del siglo XIX trataba de salir de s u estado de postración como potencia de tercer orden mientras los Estados Unidos s e habían convertido, sin que Europa se enterase, en la primera potencia mundial. L a guerra de agresión contra España en el Caribe y en el Pacífico, durante el año 1898, f ue una de las primeras manifestaciones de la superioridad estratégica y del imperi alismo norteamericano, que tras la victoria aliada en las dos guerras mundiales del siglo XX convirtió a los Estados Unidos en potencia hegemónica, arrinconando par a ello al Imperio británico en descomposición, hasta que el mundo libre, bajo el lid erazgo indiscutible de los Estados Unidos, provocó el hundimiento del marxismo-len inismo y del poder soviético, que había competido con el norteamericano. En mi reciente libro Los signos del Anticristo he publicado una primera aprox imación a la articulación del poder capitalista mundial en nuestro tiempo. Esa artic ulación se denomina hoy mundialismo o bien globalización y afirma esa hegemonía mundia l única de los Estados Unidos, pero no sólo ejercida directamente sino a través de una s instituciones de poder mundial que se llaman Consejo de Relaciones Exteriores, Comisión de Bilderberg y Comisión Trilateral, que se van creando y configurando, mu y relacionadas entre sí, a lo largo del siglo XX. Esas tres instituciones son de d emostrada fundación masónica y representan uno de los dos frentes del mundialismo, m ientras que la Internacional Socialista resucitada por la estrategia norteameric ana en los años cincuenta del siglo XX y muy vinculada a la Masonería por práctica ide ntificación, equivale a un segundo frente muy implicado con el primero. He rechaza do siempre el demasiado famoso libro Los protocolos de los sabios de Sión, amañado a principios de siglo por la policía secreta de la Rusia zarista en pugna con las p rimeras manifestaciones de la Revolución bolchevique, pero el carácter apócrifo de ese libro no puede ocultar la realidad del auge del poder judío mundial, identificado también a lo largo del siglo XX con el movimiento sionista y claramente presente en las citadas instituciones mundialistas. Adelantemos que el general Franco, que jamás se comportó como un antisemita, cono cía profundamente, mucho más de lo que sus adversarios profesionales conceden, la Hi storia de España en el contexto de la Historia Universal. Y a la hipótesis mundialis ta que acabo de resumir solía referirse confusamente con dos términos: plutocracia ( etimológicamente, poder del capital) y conspiración judeomasónica. He investigado a fo ndo la entraña de esas dos ideas de Franco y estoy convencido de que aunque su for mulación es simplificadora e inadecuada tiene mucho que ver con la articulación del mundo capitalista contemporáneo en los dos frentes que acabo de resumir y que anal izo con más detalle en mi citado libro. Franco no fue nunca enemigo del mundo occi dental ni de la libertad de mercado y hasta la guerra civil se comportó siempre co mo un militar liberal-conservador, ya lo comprobaremos. Insisto en que no era an tisemita e incluso salvó a miles de judíos que trataban de escapar a la persecución na zi. Estos son hechos históricos comprobados pero en la mente de Franco eran compat ibles con esa visión, firme y confusa, sobre las articulaciones del poder capitali sta en el siglo XX que acabo de esbozar. Desde el principio de esta nueva biogra fía de Franco me parece fundamental resaltarlo. LAS INSTITUCIONES QUE CONDICIONARON LA VIDA DE FRANCO Pese a que el continuado desastre del siglo XIX había afectado seriamente a la Corona, la institución monárquica se mantenía muy firme a fines del siglo. Seguramente

el fracaso disgregador de la Primera República en 1873 había tenido mucho que ver c on ello, lo mismo que la regeneración política liberal que había florecido, aunque fue ra insuficientemente, con la primera Restauración. Ante la crisis del sistema de p artidos que era evidente en la última década del siglo XIX dos instituciones podían co nsiderarse como columnas de la nación española: la Iglesia y el Ejército. La Iglesia s e había recuperado de los traumas que la infligió el liberalismo radical y anticleri cal durante el régimen de 1868 a 1874; su influencia era dominante en los ámbitos ru rales y en grandes sectores urbanos; se habían fundado congregaciones religiosas n uevas, por lo general dedicadas a la enseñanza, sin excluir, ni mucho menos, a las clases humildes; los obispos resaltaban por su dedicación y tanto el clero secula r como el regular se afanaban en la cura de almas, en la enseñanza y en las obras de caridad. La práctica religiosa era muy mayoritaria y podía decirse sin la menor d uda que España era católica. Algunas órdenes religiosas, sobre todo la Compañía de Jesús, pa rticipaban intensa y selectivamente en el movimiento cultural de regeneración que alentaban grupos ilustrados de intelectuales a partir de los años sesenta. La Igle sia española se empezaba ya a preocupar seriamente por la situación y elevación de la clase obrera, aunque el catolicismo español distaba, por desgracia, de mostrar una preocupación social dominante. Al desencadenarse, en la década final del siglo, un movimiento de migración desde la miseria de grandes regiones agrícolas (Andalucía, Ext remadura, Castilla la Nueva) hacia centros donde se necesitaba mano de obra para la industria en expansión (Cataluña, franja cantábrica) las masas proletarias desarra igadas se sentían abandonadas por la Iglesia en los suburbios de las poblaciones g randes y llenaban ese vacío con las promesas que les brindaban las incipientes org anizaciones revolucionarias, es decir, los anarquistas y los socialistas. Estos grupos se mostraban rabiosamente anticlericales, lo mismo que las corrientes del liberalismo radical que se arrastraban a lo largo del siglo XIX y sólo en parte s e habían integrado en el marco político de la Restauración. La conjunción de estos dos f rentes del anticlericalismo, el obrero y el liberal-radical, impulsaron en la últi ma década del siglo XIX y en las cuatro primeras del XX unas oleadas de anticleric alismo virulento que llegó a degenerar, atizada por una propaganda tenaz, en verda deras mareas de odio a la Iglesia, identificándola, erróneamente, con las clases más a ltas y poderosas de la sociedad. Insisto en que esa tesis, base de la propaganda anticlerical, era completamente falsa; la Iglesia española estaba profundamente c onectada con las capas populares y con los marginados de la sociedad española. La relación de Francisco Franco con la Iglesia católica fue, durante todos los períodos d e su vida, sincera y honda, lo que se debió principalmente a la influencia de su m adre y de su educación primaria. Esta religiosidad de Franco se ha puesto en duda muchas veces por desconocimiento de los hechos. Toda su vida, aun en plena Repúbli ca, se mostró como católico creyente y practicante, incluso durante la etapa del Fre nte Popular en 1936. Perteneció a la Adoración Nocturna y, sin alardes de beatería, se comportó siempre como católico. A partir de 1936 sería la propia Iglesia Católica quien se identificara con él. La segunda institución fundamental de la sociedad y del Estado a fines del sigl o XIX era el conjunto de las Fuerzas Armadas, integradas entonces por el Ejercit o, la Armada y la Guardia Civil. Esta, fundada antes de mediar el siglo XIX, vivía inmersa en la realidad social española, estaba incondicionalmente con los Gobiern os y desempeñaba una función esencial y reconocida en el mantenimiento del orden públi co. El Ejército mantenía aún una irresistible tradición de pronunciamiento, es decir, de intervención política que se debía, como había afirmado Jaime Balmes no a su deseo de i ntervenir sino a la manifiesta debilidad de las instituciones políticas del Estado , como los propios partidos políticos que con mucha frecuencia buscaban un brazo f uerte un general que les mantuviese en el poder o desalojase de él a sus enemigos, e n vista del viciado sistema liberal que no imponía a los gobiernos a través de una p articipación electoral seria y digna, sino por la arbitrariedad de la Corona o los designios de los propios partidos. La misma Restauración de 1874, que brotó realmen te de un amplísimo movimiento de opinión contra el desgobierno vigente desde 1868, n ecesitó, en la mente de algunos militares influyentes, el pronunciamiento militar de Sagunto para imponerse, aunque Canovas del Castillo, que suscitó ese movimiento de opinión y lo encauzó, se mostró contrario al golpe militar. La primera República de

1873 había fenecido a principios de enero de 1874 por un pronunciamiento militar, a las órdenes del general Pavía, que por vez primera no representaba a una facción mil itar sino a todo el Ejército, aunque de forma negativa; porque ni él ni el Ejército qu isieron tomar el poder. Cánovas pactó luego con los generales la abstención política del Ejército a cambio de que los Gobiernos no intervinieran en la política militar. Aun así la España de la primera Restauración vivió bajo la amenaza de los pronunciamientos, que se concretaron varias veces en pequeñas intentonas del sector militar republi cano. La amenaza se mantuvo y luego se incrementó tras el Desastre de 1898, con dr amáticas consecuencias para el siglo XX. Las Fuerzas Armadas padecían una hipertrofia en sus grados superiores y un atra so considerable en su armamento y adiestramiento a finales del siglo XIX. Pese a ello el rendimiento de la institución militar a lo largo de ese siglo resulta tod o menos despreciable. La guerra de la Independencia contó como factor esencial con la contribución de las guerrillas populares, pero fue ganada, a fin de cuentas, p or el ejército regular español ayudado por sus aliados británicos. La batalla de Bailén, primera derrota de los napoleónicos en España, fue una notable victoria preparada p or el Estado Mayor del general Castaños y dirigida impecablemente por éste de poder a poder. La defensa de Cádiz, plaza vital para mantener el esfuerzo de guerra en l a España invadida, fue lograda por la Marina sutil española que cortó el paso al enemi go. La pérdida de América estuvo fatalmente condicionada por el desastre de Trafalga r en 1805 (tras las brillantes victorias de la Marina española bajo el reinado de Carlos III) y tanto militar como socialmente ofreció un altísimo ejemplo histórico que apenas se conoce ni hasta hoy se ha valorado en España; pese a que terminó con la e xtinción de la soberanía española en el continente americano, en el que surgieron vein te nuevas naciones de nuestra estirpe. Las guerras carlistas del siglo XIX despl egaron innumerables gestos de valor y acierto militar pero por desgracia tales g estos se derrocharon en una terrible lucha entre españoles. Las llamadas despectiv amente aventuras militares exteriores durante el reinado de Isabel II (anexión de Sa nto Domingo, expediciones a México y a Indochina, guerra del Pacífico) incluyeron re sonantes victorias navales y militares y demostraron el nuevo auge de la Marina y la competencia del Ejército. Lo mismo sucedió en el mismo reinado con la guerra de Marruecos (1859) provocada por un incidente fronterizo, popularísima en toda España y rematada en una señalada victoria con la conquista de Tetuán y el tratado de paz con Marruecos. Luego, en 1893, otro incidente en las proximidades de la ciudad d e Melilla causó un conflicto localizado que, no sin sensibles pérdidas, se saldó con o tra victoria militar española. Sin embargo, el Desastre ultramarino de 1898, que f ue militar y político igualmente, cubrió con su sombra negra a toda la historia del siglo XIX y alcanzó gravísimas consecuencias en las primeras décadas del siglo XX. No hay que subrayar la vinculación personal de Franco con las fuerzas armadas: la Mar ina fue su vocación y el Ejército toda su vida. La oleada anticlerical que se manifestó en España desde las quemas de conventos d e 1834 y fue característica del liberalismo radical, estuvo alentada en los siglos XIX y XX por una sociedad secreta que se conoce con el nombre genérico de Masonería y afectó muy profundamente a la vida de Francisco Franco. He propuesto varias vec es en otros libros una síntesis histórica de la Masonería española; la última vez en Los s ignos del Anticristo (Editorial Fénix 1999) . Creada en tiempos, todavía no aclarado s, de la Ilustración española en el siglo XVIII, la Masonería se identificó en el siglo XIX con el liberalismo radical para abrirse paso además durante el siglo XX en el socialismo. Los regímenes y partidos liberal-radicales de los siglos XIX y XX han llevado siempre la impronta masónica. Y la clave de la masonería, desde su refundación moderna a principios del siglo XVIII en Inglaterra hasta la actualidad ha sido la hostilidad y la oposición a la Iglesia católica en el campo de la influencia soci al. Las tormentas anticlericales que se recrudecieron en la última década del siglo XIX y las primeras del XX reconocen un impulso claramente masónico, lo mismo que l a actuación del liberalismo radical español en sintonía con el auge del imperio británic o en el siglo XIX y del imperio americano en el siglo XX. La Masonería ha intentad o enmascarar en vano su flagrante colaboración con la ruina del Imperio español en A mérica en el primer cuarto del siglo XIX y con el desastre de Ultramar en 1898. La

primera logia masónica española de la que se tiene noticia bien documentada se fundó dentro de la Marina de guerra a principios del siglo XIX. A lo largo de ese sigl o la Masonería se infiltró profundamente en el Ejército hasta suscitar en su oficialid ad un movimiento antimasónico, la Orden Militar Española. Los dos movimientos provoc aron serias divisiones en el seno de la familia militar durante los siglos XIX y XX hasta la guerra civil de 1936. Desde el final de la guerra de la Independencia la mayoría de la oficialidad de las fuerzas armadas estaba adscrita al liberalismo, radical o moderado, sobre t odo cuando los oficiales adictos al absolutismo y al Antiguo Régimen trataron de s umarse a la causa carlista. El liberalismo, muy templado ya por los militares mo derados, se hizo aún más conservador entre los militares tras el fracaso total de la Revolución liberal-radical y masónica de 1868; quedó tras 1874 una minoría militar repu blicana y generalmente masónica pero la mayoría de la oficialidad respondía a la descr ipción de liberal-conservadora. Francisco Franco pertenecía a este sector mayoritari o. Insisto en que Franco fue testigo del auge masónico en las fuerzas armadas, con oció mucho mejor de lo que se cree la historia masónica en relación con España y se enfr entó duramente con la secta, a la que sus adeptos llaman orden, durante toda su vi da miliar y política. La Masonería fue, por tanto, un factor muy importante en la división interna de l as Fuerzas Armadas y esta división alcanzó consecuencias aterradoras en la política y en la vida española de los siglos XIX y XX, hasta convertirse en un hecho decisivo para el planteamiento y desarrollo de la guerra civil de 1936. LA CIRCUNSTANCIA GALAICA Durante la infancia y la adolescencia de Franco su región natal, Galicia, vivía d e espaldas a España sobre todo por lo insuficiente y precario de sus comunicaciones y abierta a la emigración de sus hijos al resto de España y sobre todo a América español a. Una vez reconocida por España la independencia de las nuevas naciones de América las regiones españolas con menor capacidad de creación de trabajo y, por tanto, con mayor excedente de población Galicia, Andalucía, Canarias enviaron una intensa corrien te migratoria a las posesiones españolas del Caribe y a las naciones hispánicas del continente, y la cota máxima de esa emigración en todo el siglo XIX se alcanzó precisa mente en Galicia en el año natal de Franco, 1892; doce habitantes de cada millar. Desde entonces hasta hoy Galicia ha dado a la alta política española muchos de sus más ilustres hijos pero hasta los tiempos más recientes esos políticos gallegos no se e sforzaron demasiado en sacar a Galicia de su atraso secular. Hoy podemos llegar a Vigo en cinco horas de automóvil pero la comunicación principal de Galicia con el centro de España a fines del siglo XIX, el ferrocarril, adolecía de una intolerable lentitud e insuficiencia. Galicia tenía en 1892 grandes posibilidades de desarroll o agrícola e industrial capaces de absorber sus excedentes de población pero la agri cultura estaba agarrotada por el minifundio y la industria apenas empezaba a des puntar. Y dentro de Galicia la ciudad de El Ferrol, capital de uno de los tres d epartamentos marítimos en que se divide la costa española, mantenía su población estanca da desde dos siglos antes. Su principal activo era un puerto extraordinario, abr igado de todos los vientos y con aguas profundas para la navegación moderna. Esto significa que su condición principal era la de base naval, con astilleros y arsena les de primer orden; significa también que esta vinculación a la Marina de guerra al canzaba consecuencias muy favorables en épocas de auge naval y muy desfavorables c uando decaía la Marina, como inevitablemente sucedió tras el Desastre de Ultramar en 1898. En 1892 la población de El Ferrol apenas alcanzaba los veinte mil habitante s. En esta región atrasada y en esta ciudad estancada se desarrolló la infancia de F rancisco Franco. Sus biógrafos hostiles disertan profusamente sobre esa infancia qu e creen desgraciada y sobre el carácter retraído del niño, que atribuyen a una voz atipl ada que le ponía en ridículo ante los demás de su edad. La voz atiplada de Francisco y su carácter gallego son prácticamente los únicos datos a que pueden reducirse esas dis

ertaciones. Evidentemente que el niño era gallego y por los cuatro costados; pero ya hemos indicado que ello no significaba ni mucho menos, hasta 1931, aislamient o personal ni retraimiento. Uno de sus primeros antibiógrafos, Luis Ramírez , seudónimo d e un escritor extremadamente hostil, Luciano Rincón, expresa una gran verdad cuand o pretende menospreciar a Franco con esta frase: No era más que un niño cualquiera . La manía de la voz atiplada, que no era sino una voz infantil aguda, como tantas otra s, nunca provocó complejos a Franco ni extrañeza en los demás niños o mayores. Hoy dispo nemos de una explicación a esta circunstancia en el original estudio del doctor Ju lio González Iglesias, Los dientes de Franco, donde cita un testimonio del princip al dentista de Franco, el doctor José Iveas, a quien dijo su paciente muchos años de spués: A mi me nacieron los dientes en Ferrol, las muelas del juicio en la Academia de Toledo y empecé a perder dientes en África . Franco nació sin dientes, y la mayor af ección que padeció a lo largo de toda su vida, hasta las vísperas de su muerte, fue pr ecisamente dentaria, lo que hasta el citado autor nadie había advertido. Establece el doctor Iglesias que Franco respiraba mal por la nariz a causa de un tabi1 Lui s Ramírez : Francisco Franco, historia de un mesianismo, Paris, Ruedo Ibérico, 1940, p . 40 que nasal algo torcido y un paladar estrecho. De ahí la configuración de su voz q ue como concluye el citado especialista fue advertida por el propio Franco, que llegó a dominarla en lo esencial: Ha vencido la tenacidad, el esfuerzo, la firmeza y el espíritu, él solo ha conseguido superarse. No ha hecho falta el concurso de nin gún psiquiatra ni de ningún endocrinólogo . Aun admitiendo lo que no consta en parte algun a que la crueldad habitual de otros niños y otros adolescentes ridiculizasen en algún momento su dicción, tal dificultad quedó plenamente superada en la Academia de Tole do y no causó problema alguno de Franco ni en su relación social que fue muy intensa n i en su capacidad de mando, que ha sido unánimemente reconocida. Franco recibió el sacramento de la confirmación en la misma iglesia donde había sid o bautizado. Luego ingresó en un colegio católico de enseñanza primaria, el del Sagrad o Corazón, dirigido por un sacerdote, don Manuel Vázquez Leal y después por un profeso r seglar, don Manuel Comellas Coimbra. No conozco testimonio directo alguno de c arácter negativo sobre la infancia de Franco. En cambio existen varios muy positiv os. Un antiguo asistente de don Nicolás Franco, don José Ramón Rito, gallego de Becerr eá, acompañaba muchas veces a Francisco y su hermano Ramón al colegio del Sagrado Cora zón y refiere que Paquito se imponía al resto de sus amigos por su firmeza de carácter y por el incipiente sentido de justicia que denotaban algunos de sus actos2. Hi zo su primera comunión durante su estancia en el mismo colegio, en el que cursó tamb ién el ingreso y el primer año de bachillerato. A los doce años se trasladó al colegio f errolano de Nuestra Señora del Carmen, donde se preparaba el ingreso a las academi as del Ejército y la Marina, dirigido por el capitán de corbeta don Saturnino Suanze s y Carpegna, padre del futuro ministro de Franco y creador del INI. El colegio del capitán de corbeta Suanzes gozaba de gran crédito y conseguía el ingreso de casi t odos sus alumnos; allí también se preparó el pariente de Franco, Francisco Franco Salg ado, que al contar sus experiencias junto a Franco a lo largo de toda la vida nu nca tuvo pelos en la lengua y señala: Franco era el más joven de los alumnos de dicho colegio preparatorio, sólo contaba doce años. Se defendía muy bien en matemáticas y sob re todo en problemas. En la parte teórica, ayudado de su gran memoria, tampoco tenía dificultades. Por ello hacía un buen papel sin matarse a estudiar. Empezaba ya a acostumbrarse a tratar con muchachos de más edad que él, como hizo casi siempre y el lo le agradaba mucho . Uno de los condiscípulos 1 Madrid, Fénix, 1996, p. 25 y siguientes. 2 Ver mi Franco de 1982, Ed. Planeta, 1, p. 30-32 y amigos de Franco era Juan Fontán, lejano pariente suyo, a cuyo hermano Jesús Fo ntán, futuro ayudante de Franco, encargó éste la custodia de los archivos sobre la Mas onería reunidos en Salamanca; Franco Salgado añade que el interés de Franco por la Mas onería data precisamente de su época en la academia preparatoria del capitán de corbet a Suanzes . Para el ingreso en las Academias militares se requería la aprobación de va rias asignaturas del bachillerato, de las que Franco acudía, con sus compañeros, a e xaminarse por libre en el Instituto de La Coruña.

Varios testimonios reflejan la convivencia estrecha de Franco y sus hermanos con sus parientes próximos, los hermanos Franco Salgado y sus primos hermanos, los La Puente Bahamonde, hijos de una hermana de doña Pilar y de un capitán de corbeta. Juntos organizaban los juegos habituales de su edad, desde la pelota hasta los rudimentos de la navegación a vela y los juegos de piratas en balsas que botaban e n alguna playa próxima. El propio Franco, en su relato de claros trazos autobiográfic os con destino a la película Raza explicaba sus juegos infantiles con esos pariente s y amigos, que al escuchar a los mayores las noticias sobre las guerras ultrama rinas de España al acercarse el Desastre reproducían los combates en trincheras y ba lsas, divididos en dos bandos; los españoles y los enemigos a los que llamaban mamb ises, insurrectos y masones Las guerras de Ultramar y el desastre en que terminar on se inscribieron, por tanto, con singular viveza en los recuerdos infantiles d e Francisco Franco2. EL HONDO IMPACTO DEL DESASTRE EN LA VIDA DE FRANCO La guerra de Ultramar entre los Estados Unidos y España está hoy históricamente acl arada en sus aspectos esenciales, aunque algunos escritores y periodistas parece n no haberse enterado. En vísperas del Desastre las fuerzas militares y navales es pañolas tanto en Cuba como en Puerto Rico y Filipinas habían derrotado, total o virt ualmente, a los insurrectos que promovían la independencia de aquellas islas, cons ideradas por España no como colonias sino como provincias de Ultramar e integrante s del territorio nacional. Una parte decisiva de la opinión Franco Salgado, op. cit. Mi vida... p. 16. 21~T~ J. de Andrade Raza. Anecdotario para el guión Ode una película. Madrid, Edi ciones Numancia, 1942. en todas ellas respaldaba la posición de España. Pero esta posición chocó frontal-men te con los intereses estratégicos de los Estados Unidos, guiados entonces por el r esonante libro del marino Alfred Mahan El poder naval en la Historia que a fines del siglo imperialista por excelencia, el XIX, marcaba a los Estados Unidos el camino acelerado hacia su configuración como potencia naval con el fin de asegurar sus crecientes comunicaciones comerciales con todo el mundo. De acuerdo con esa directriz estratégica, a la que se unieron con fuerza ensordecedora los intereses económicos y políticos de los Estados Unidos en el Caribe y en Extremo Oriente y la prensa amarilla o sensacionalista de enormes tiradas, que se erigió en portavoz d e esos intereses, los Estados Unidos habían construido una gran escuadra de guerra , modernísima en blindaje y artillería, que podría barrer sin dificultad alguna a la M arina de guerra española, como acreditan varios importantes estudios de historia n aval. Las islas Filipinas y sobre todo las islas españolas del Caribe caían, sin más q ue mirar al mapa, dentro del ámbito estratégico norteamericano y resultarían de casi i mposible defensa en caso de conflicto. Sin embargo durante la Primera Restauración , una vez pacificado el país tras la última de las guerras carlistas, los Gobiernos intentaron dotar a España de una fuerza naval importante, lo cual ya había ocurrido en la época de Isabel II aunque en la última década del siglo los navíos españoles de guer ra, varios de ellos de construcción moderna, no podían competir ni de lejos, en blin daje y artillería, con las unidades de la escuadra norteamericana, que se distribu yeron en dos grandes formaciones; una fondeada en la base británica de Hong Kong y destinada a las Filipinas, otra en los puertos del Atlántico contra Cuba. La prensa sensacionalista o amarilla de los Estados Unidos (cadenas Pulitzer y Hearst, el ciudadano Kane de la famosa película de Orson Welles) había contribuido ya a resucitar por estímulo exterior la insurrección cubana contra España y sólo espera ba un pretexto para incitar a la opinión pública, al presidente MacKinley y al Congr eso para declarar la guerra de agresión a España. El pretexto fue, el 15 de febrero de 1898, la voladura del crucero protegido Maine fondeado en el puerto de La Hab ana con la excusa de proteger los intereses norteamericanos en la isla. Una publ icación reciente de la misma Marina norteamericana, debida al prestigioso almirant e Hyman Ric over, creador de los submarinos nucleares, ha demostrado de forma pa

lmaria que la explosión del navío no fue obra de un torpedo, como declararon oficial mente los Estados Unidos, sino resultado de una combustión interna de la que fue r esponsable la desidia de su comandante Sigsbee. Pero en 1898 esa explosión provocó l a guerra, o mejor el chispazo para la guerra. El 20 de abril los Estados Unidos dirigieron un humillante ultimátum a España para que abandonase Cuba al que la Reina Regente doña Maria Cristina respondió negativamente con toda dignidad. A poco las d os Cámaras del Congreso declararon la guerra a España aduciendo falsedades evidentes en esa declaración. La escuadra americana del Pacífico, a las órdenes del comodoro De wey, penetró en la bahía de Manila, hundió como en un ejercicio de tiro a los barcos d e guerra españoles, algunos de madera, y aca116 a las baterías de costa que opusiero n una enconada y desigual resistencia. Al desembarco americano se unieron los in surrectos filipinos (que habían firmado con España un acuerdo de paz en 1897) y la c apital del archipiélago hubo de rendirse poco después. La escuadra española del Atlántic o, muy superior en blindaje y artillería a la de Filipinas, pero aun así muy insufic iente, consiguió eludir el bloqueo de la escuadra americana y refugiarse en el pue rto de Santiago de Cuba, lo que no fue pequeña hazaña; pero allí quedó embotellada, y el almirante enemigo Sampson la consideró presa segura. España había acumulado en Cuba un importante ejército de unos doscientos mil hombre s, aunque las enfermedades tropicales habían hecho estragos en sus filas. La mayor parte de esas fuerzas estaban destinadas a la defensa de La Habana y no rebasab an los 1700 los encargados de defender la plaza de Santiago de Cuba, en cuyo pue rto se había refugiado la escuadra de Cervera. Contra la ciudad y sobre todo contr a la escuadra los Estados Unidos enviaron a Santiago un cuerpo de ejercito abrum adoramente superior, más de quince mil hombres perfectamente pertrechados. La resi stencia de los soldados españoles en las defensas exteriores de Santiago de Cuba El Caney y las colinas de San Juan fue de extremo valor y eficacia en el combate co ntra las tropas de los Estados Unidos el 1 de julio. Tanto que el general Shafte r, jefe del cuerpo expedicionario, propuso al presidente y al almirante de la fl ota la retirada ante las terribles pérdidas sufridas a causa de la enconada defens a española. Muchos años más tarde el general Franco, que había estudiado detenidamente la guerr a de Cuba y Filipinas, se asombraba de que el grueso del ejército español no intenta se una marcha desde La Habana para socorrer a los sitiados de Santiago. Sospecho samente los norteamericanos dejaron intacto el cable submarino que comunicaba a La Habana con España, por el que el gobierno liberal, presidido por el conspicuo m asón don Práxedes Mateo Sagasta, comunicó al capitán general de La Habana, Blanco, la or den de que la escuadra del almirante Cervera saliese de su refugio para evitar l a captura. Así se hizo y el 4 de julio, fiesta nacional de los Estados Unidos, los barcos de Cervera salieron uno a uno, conscientes de que iban al sacrificio por salvar el honor de la nación. Todos fueron hundidos o quedaron varados al intenta r lo imposible. Santiago de Cuba se rindió y España pidió la paz, que le fue concedida a precio de perder las islas de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Marianas. El imp acto en toda España, que alucinada por lo que entonces mismo se llamó una prensa infa me fue demoledor; el país, como sentenció el gran político Francisco Silvela, quedó sin p ulso y sumido en una desmoralización absoluta. El más duro impacto de toda España lo recibió la ciudad naval-militar de El Ferrol, que lloró a muchas víctimas navales del Desastre. El enfrentamiento entre las fuerz as armadas y la clase política, que se hacían mutuamente responsables del Desastre s e gestó y se enconó inmediatamente. El horizonte español de Ultramar, como se decía ento nces, se volvió a hundir y la desaparición de lo que había sido nuestro Imperio en Améri ca y Extremo Oriente abrumó a la opinión española y a todo el pueblo español. El intenso esfuerzo regeneracionista de la Restauración y la Regencia quedó, por el momento, e n suspenso, aunque no es fácil que una nación como España sufra de abatimiento absolut o y permanente y muy pronto surgieron nuevos brotes de regeneración tanto en al ámbi to cultural (los titanes de la llamada generación del 98 como Baroja, Azorín, Ramiro de Maeztu, Ramón del Valle Inclán, Antonio Machado y sus epígonos Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset y en al ámbito político (Francisco Silvela, Camilo García Polavieja

, Antonio Maura, José Canalejas) mientras la Regencia de María Cristina trataba de d ar paso en 1902 a una nueva Monarquía encabezada por un Rey de dieciséis años, don Alf onso XIII. Pero en El Ferrol el alma de la ciudad parecía entrar en eclipse. La Ma rina, señalada por todos como símbolo del Desastre (en realidad había sido su víctima pr incipal) vio que un real decreto de 28 de marzo de 1901 suprimía los ingresos en l a Escuela Naval, en vista de la pérdida de barcos ocurrida en el Desastre. Año y med io más tarde se anuló la medida; pero pronto se cerró finalmente en 1906 la Escuela Na val Flotante, sita en la fragata Princesa de Asturias en Ferrol desde 1903, y no se reabrió en Cádiz hasta 1912. Nicolás Franco Bahamonde pudo incorporarse a la Marin a hasta convertirse en ingeniero naval militar, pero su hermano Francisco, cuand o terminaba su preparación premilitar en 1907, se encontró con la Escuela Naval clau surada. Entonces, con toda decisión, optó por el ingreso en la Academia de Infantería, según el mismo confesó después contra la voluntad de mi padre . El Desastre de 1898 marcó para siempre a Francisco Franco. Como demuestra hasta el recuerdo novelado de sus juegos infantiles, atribuyó siempre las principales r esponsabilidades a la Masonería, en lo que sin duda no le faltaba razón; el historia dor militar Carlos Martínez de Campos atestigua los increíbles fallos en la munición d e la artillería naval española durante el conflicto y todo el ámbito liberal-conservad or atribuyó a la secta masónica gran parte de la culpa del Desastre, aunque no sea, añadamos hoy, la única culpable. Pero es que, además, el Desastre, que convulsionó a tod a la vida pública española, provocó también un recrudecimiento del nacionalismo separati sta centrífugo en Cataluña y en el País Vasco. El nacionalismo catalán había surgido en la segunda mitad del siglo XIX entre la burguesía de Cataluña, que con el Desastre vio perderse los mercados para sus productos textiles en Ultramar; el nacionalismo vasco, que hunde sus raíces en la supresión de los Fueros como represalia de Madrid tras la última guerra carlista, se exacerbó al contacto de su fundador, don Sabino A rana, con el nacionalismo catalán durante su estancia para estudios en Barcelona. Arana llegó hasta el extremo de enviar un telegrama al presidente de los Estados U nidos por su victoria en la guerra contra España. Las Fuerzas Armadas se mostraron excepcionalmente sensibles a esta progresión de los nacionalismos separatistas (p orque su horizonte era claramente separatista, como se demostró andando las décadas) y Franco reaccionó con suma energía y dureza ante el peligro de desintegración que es as tendencias representaban. Las Fuerzas Armadas, que habían sufrido más que nadie l os traumas del Desastre, se identificaron cada vez más con la unidad de España y no fue un gobierno conservador, sino liberal, el que hizo aprobar en 1906 la famosa Ley de Jurisdicciones que atribuía a la jurisdicción militar los delitos contra la P atria y el Ejército . Así se sentaban las bases de una peligrosísima división y enfrentami ento entre lo que se llamaron, a lo largo del siglo XX, poder civil y poder mili tar. El aspirante naval Nicolás Franco Bahamonde junto a su hermano Francisco, cadet e en Toledo, en 1908. La primera imagen de Franco militar, con sable y ros. Capítulo 2: La Academia de Toledo y el destino a África EL INGRESO EN LA ACADEMIA DE INFANTERÍA A primeros de junio de 1907 Francisco Franco, todavía con catorce años de edad, v iaja a Toledo para presentarse al examen de ingreso en la Academia de Infantería, instalada en el Alcázar desde que unos años antes se hubiera cancelado la primera époc a de la Academia General Militar, centro de formación común para los aspirantes a to das las Armas y Cuerpos del Ejército. Le acompañaba otro joven ferrolano amigo suyo, Camilo Alonso Vega, cuyo destino se uniría al de Franco. El examen de ingreso se celebró a fines de junio. Los aspirantes a ingreso en aquella convocatoria eran un os mil quinientos de toda España y Franco se examinó en una de las últimas sesiones, l a número 31, con el número 1354 de la lista. El número final de aprobados fue de 352. Su amigo Alonso Vega aprobó a la primera con Franco, cuyo número de orden según la cal ificación fue el 251, que no debe valorarse sólo en relación con los primeros de esa l ista sino en comparación con el número total de aspirantes, de los que la gran mayoría resultaron excluidos, entre ellos su pariente Francisco Franco Salgado-Araujo, quien hubo de esperar a la siguiente convocatoria por fallar en el dibujo, en el

que Franco descollaba, lo mismo que en matemáticas. El ilustre cronista de la ciu dad, Luis Moreno Nieto, informa que la filiación de los aprobados y comienzo del c urso tuvo lugar el 20 de agosto, con estreno de un nuevo modelo de uniforme cuell o y bocamangas de paño encarnado y las hombreras doradas; se sustituyó la gorra tere siana por la inglesa de paño azul con vivos encarnados y emblema y corona real dor ados. Para diario y polainas tenían los alumnos el traje gris de estambre formado por la polaca y pantalón breac , llevando para campamento y marchas el ros de corc ho con fondo de hule gris y las polainas de cuero avellana con calzado de igual color . Los veteranos entregan a los novatos los sables reglamentarios y los aspir antes se someten a una dura instrucción durante mes y medio hasta que el 13 de oct ubre juran bandera en el patio del Alcázar, junto a la estatua erguida de Carlos V . Todos responden con firmeza al juramento que les propone el capellán de la Acade mia, tras la arenga del coronel director, San Pedro Cea: ¿Juráis a Dios y prometéis al Rey seguir constantemente sus banderas, defenderlas hasta verter la última gota de vuestra sangre y no abandonar al que os estuviere mandando en función de guerra o preparación para ella? A continuación la que ya es XIV promoción de Infantería marcha en fila de uno en uno para besar, descubiertos, la bandera de España y el acto se ci erra con el desfile de los caballeros alumnos. La mayoría porta el fusil reglament ario que habían utilizado durante la instrucción. Algunos, aunque no sólo Franco, como él mismo puntualizó muchos años después, disponían, por su menor estatura y fortaleza, de un mosquetón, bastante más pequeño . LA FORMACIÓN MILITAR DE FRANCO EN TOLEDO Es lamentable costumbre de los antibiógrafos de Franco, poseídos de antimilitaris mo ritual, abominar de la enseñanza y formación que recibió Franco en Toledo lo mismo que en su momento abominarán de la organización y dirección, por el mismo Franco, de l a Academia General Militar de Zaragoza entre 1927 y 1931. Acierta mucho más un mil itar profesional, el artillero británico George Hills, cuando analiza objetivament e la enseñanza militar impartida en uno y otro centro. Por designio certero de Can ovas del Castillo los Reyes de la primera Restauración se vincularon profesionalme nte a las Fuerzas Armadas. Cánovas quiso presentar a don Alfonso XII como un Rey m ilitar y de hecho participó, no sin graves riesgos, en la última guerra carlista jun to a las fuerzas de vanguardia. La Reina Regente, satisfecha con los resultados de ese ejemplo, se preocupó de la formación militar de su hijo don Alfonso XIII, que contó con militares ilustrados entre sus profesores y convivió con una promoción de I nfantería en la Academia de Toledo, todavía no instalada en el Alcázar por reparacione s tras un grave incendio. El joven Rey, que había comenzado su reinado efectivo en 1902 y se había casado con la princesa de Gran Bretaña e Irlanda doña Victoria Eugeni a de Battenberg en 1906, volvió frecuentemente a Toledo para visitar a los caballe ros alumnos y participar en sus actos solemnes y maniobras militares. Alfonso XI II se sentía un Rey militar, consideraba como compañeros a los militares y se mantuv o durante toda su vida en estrecho contacto con el Ejército, cuyas campañas africana s siguió con apasionado interés y serio Para todo lo que se refiere a la relación de toda una vida entre Franco y la ciu dad de Toledo ver Luis Moreno Nieto, Franco y Toledo, Toledo, Servicios Cultural es de la Diputación, 1972. conocimiento. George Hills apunta que a la vez que Franco ingresaba en la Aca demia de Toledo el futuro mariscal Bernard Law Montgomeiy, futuro héroe de la segu nda guerra mundial y acreditado historiador del arte de la guerra, entraba en la Academia militar de Sandhurst, donde había cursado por algún tiempo el rey don Alfo nso XII después de recibir una intensa formación premilitar en el colegio Theresianu m de Viena. Los excelentes resultados de esta identificación regia con las Fuerzas Armadas animaron a don Alfonso XIII a que sus dos sucesivos herederos, don Alfo nso y don Juan de Borbón, cursaran estudios militares, que se frustraron por la en fermedad incurable del primero y llevaron al segundo a conseguir su ingreso en l a Marina española y luego a continuar su formación naval militar en la Marina británic a. Posteriormente don Juan y Franco convinieron en que el hijo de don Juan, el p ríncipe don Juan Carlos de Borbón, se formase militarmente todavía más a fondo, y el act

ual Rey de España siguió el mismo ejemplo con su hijo el actual Príncipe de Asturias d on Felipe. La idea de Cánovas ha cuajado, por tanto, en una constante de la Corona española durante los tres últimos reinados. La enseñanza y formación militar que recibían los alumnos de la Academia de Infante ría de Toledo era excelente en los planos teórico y práctico. El profesorado y los ori entadores de los estudios atendían preferentemente, como ejemplo, a los éxitos del e jército alemán en la guerra de 1870, último conflicto europeo. En el Reglamento provis ional para la instrucción táctica de las tropas de Infantería, publicado precisamente por la Academia de Toledo durante la estancia de Franco, se exaltaba, naturalmen te, la primacía de esta Arma para las operaciones militares. Naturalmente que a fi nes de la primera década del siglo XX no podían incorporarse aún a los estudios milita res las nuevas orientaciones para el empleo de unidades terrestres motorizadas y blindadas Pero las Fuerzas Armadas del reinado de Alfonso XIII demostraron sobr adamente que estaban al día en cuanto a innovaciones en armamento y táctica. Las mis mas lanchas de desembarco tipo K que habían fracasado en Gallipoli durante la Gran Guerra triunfaron para España en Alhucemas. El Ejército español de África fue el primer o del mundo en utilizar, para acciones de guerra, los carros de combate y la novís ima Arma aérea. No es verdad que la enseñanza militar en la Academia de Toledo estuv iera atrasada en teoría y sobre todo en práctica. Consta que, durante la estancia de Franco como alumno, la biblioteca de la Academia experimentó un incremento notabl e con tal aceptación que hubo de ampliarse el horario de consulta. En el mismo perío do se mejoraron los gabinetes de armas, topográfico, de física y telegrafía y se insta ló el fotográfico. Menudearon los viajes de estudio al extranjero por parte de los p rofesores. El tercer director de la Academia en la época de Franco como alumno, co ronel José Villalba Riquelme, instaló dos juegos de guerra para las pequeñas unidades y para el manejo de una división. Las prácticas de marcha y ejercicios tácticos eran c ontinuos. Los resultados confirman lo excelente de la formación militar toledana; cuando los alumnos de la Academia de Toledo alcanzaron los grados militares supe riores supieron terminar con la guerra de África que se arrastraba de manera crónica y aparentemente insoluble desde 1893 y se recrudeció virulentamente en 1909. Grac ias a la preparación de su oficialidad el Ejército español, muy bien combinado con la Marina, consiguió terminar victoriosamente en 1927 la interminable guerra de Marru ecos, lo que no sucedió con otros ejércitos europeos en sus campañas africanas, como e n el caso de Francia ante la insurrección argelina. Por cierto que gracias al impu so del gobierno Maura de 1907 se articuló un plan naval que devolvió su poder y su p restigio a la Armada española, dotada de unidades modernas construidas preferentem ente en los astilleros españoles. Un rasgo muy importante de la enseñanza militar en la Academia de Toledo era la insistencia en los valores morales y patrióticos tan propios de la tradición militar española. Por significativa coincidencia seria prec isamente la defensa del Alcázar de Toledo contra fuerzas diez veces superiores en la guerra civil de 1936 la prueba suprema de que esos altos valores morales habían florecido con nuevo vigor entre las fuerzas armadas de España . La vocación militar de Franco se afianzó con carácter definitivo durante sus tres c ursos en la Academia de Infantería. Entró en ella como un adolescente y salió como un hombre, pese a su juventud. Empezaba a ser verdad lo que me comunicó en 1972: Siemp re tuve responsabilidades muy superiores a mi edad . La vida en la Academia, bajo una estricta disciplina, resultaba tan dura que setenta de los 382 admitidos fue ron abandonando el centro. La talla que dio al ser registrado como aspirante era baja: 1,645 metros. Fue víctima de las tradicionales novatadas que le afectaron v ivamente porque las consideraba crueles y absurdas hasta el punto que durante su vida, y señaladamente al dirigir la Academia General Militar en Zaragoza, se empeñó e n erradicarlas. Es sintomático que la primera consistió en que le escondieron sus li bros bajo la cama. Sus asignaturas favoritas, además del dibujo, eran la topografía y la historia política y militar, universal y sobre todo de España. El odio a las no vatadas se justifica porque una de ellas, muy arriesgada, provocó la muerte de uno de los alumnos. Precisamente al día siguiente de tan triste suceso se Para la vida y los estudios de Franco en la Academia de Toledo es importante l

a consulta al citado libro de L. Moreno Nieto y a la biografía de George Hills Fra nco, Madrid, San Martín, 1968. interpretó por primera vez el Himno de la Infantería (1908) debido a uno de los c ompañeros de promoción de Franco, el futuro maestro Fernando Díaz Giles. Es cierto que los profesores de la Academia de Infantería no solían analizar lo que hubiera sido conveniente la guerra de Ultramar contra los Estrados Unidos; que durante más de u na década era tema candente y muy enconado en España: pero consta que fueron llamado s a la Academia expertos e instructores militares japoneses para comunicar las i ncidencias de la guerra ruso-japonesa (más reciente aún que la de Ultramar) y no sólo estudiarlas sino aplicarlas en un supuesto táctico al que asistió el propio Rey don Alfonso XIII en marzo de 1908. En mayo de 1909 el joven Rey de España mandó personal mente la fuerza atacante, compuesta por un regimiento que tras una larga marcha nocturna desde su desembarco en la estación de Algodor se presentó por sorpresa ante el campamento de los Alijares, situado en las proximidades de Toledo frente por frente al Alcázar y defendido con éxito por la Academia desplegada como un regimien to. En la siguiente visita del Rey a la Academia para entregar los despachos a l os nuevos oficiales de la promoción anterior a Franco, ese mismo año, uno de ellos e ra el infante don Alfonso de Orleáns, que luego pasaría a Aviación (integrada hasta la República en el Ejército de Tierra) y primo del Rey, que se distinguiría al mando de la Brigada Aérea Hispana durante la guerra civil de 1936. Los jóvenes militares que iniciaban sus carreras en la primera década del siglo X X sentían, casi sin excepción, un profundo resentimiento contra los políticos a quiene s atribuían las responsabilidades del Desastre de 1898 y en ese sentido se interes aban vivamente por la evolución de la política, por las repercusiones que desde ella podrían afectar a las Fuerzas Armadas. Estaban encantados con la Ley de Jurisdicc iones promulgada en 1906 por un gobierno liberal, por la que se afectaban a la j urisdicción militar los delitos contra la Patria es decir, contra la bandera y la u nidad de España y contra las propias fuerzas armadas. No eran políticos aunque simpat izaban con la tradición liberal del Ejército cristalizada a lo largo del siglo XIX y se sentían más a gusto con gobiernos liberal-conservadores que con los liberal-radi cales aunque desde la incorporación de varios generales prestigiosos de la Restaur ación al partido liberal-progresista de Sagasta, el liberalismo radical tenía un gra n número de adeptos en el Ejército y también en la Marina. Aceptaban el pacto de Cánovas con los generales que favorecieron a la Restauración y daban por terminada la era de los pronunciamientos pero bajo ningún pretexto se mostraban dispuestos a conse ntir en un desmembramiento dex la Patria por los separatismos ni en agravios, ex teriores o interiores, a la bandera que habían jurado. Eran, por lo general, monárqu icos aunque algunos se inclinaban al republicanismo, que tenía detrás una importante , aunque minoritaria, tradición militar. Se interesaban por la política social como demuestra el libro publicado en 1907 por un capitán de ideas liberal-conservadoras , don Joaquín Fanjul Goñi, que colaboraría durante la República, como Franco, con el gob ierno católico de centro-derecha. El libro se titulaba Misión social del Ejército y en él expresaba su convicción, compartida por muchos militares, de que el Ejército no de bería ser nunca un instrumento del capital sino mantener su identificación con el pu eblo, del que en gran parte procedía. Durante los años 1907 y 1908 el nuevo líder libe ral-conservador, don Antonio Maura Montaner, dirigió un gobierno de singular capac idad y eficacia, que desarrolló una importante labor regeneracionista, aseguró el or den público y trató de frenar los brotes separatistas con una inteligente política aut onómica, mientras desplegaba una interesante política social que sintonizaba con las tesis de Fanjul. Este gobierno largo aprobó e inició el plan de reconstrucción naval qu e ya hemos citado y obtuvo la aceptación general de las Fuerzas Armadas por su equ ilibrada concepción democrática y sentido de la autoridad que consiguió también el apoyo de lo que Maura llamaba ciudadanía . Franco habló al autor de este libro en 1972 con m uy alta estima sobre este gobierno, que, sin embargo, desde el verano de 1909 su frió un acoso implacable de los liberales y las izquierdas coligadas con motivo de su decidida actitud ante el brote revolucionario de julio, denominado Semana Trág ica de Barcelona. LA REANUDACIÓN DE LA GUERRA DE ÁFRICA

El Ejército español había conseguido la pacificación de las cabilas próximas a la plaza de soberanía de Melilla (española antes que Navarra y antes que existiera el reino de Marruecos) después de los chispazos fronterizos que habían estallado en 1893. En 1909 el reino de Marruecos estaba regido por un Rey (llamado muchas veces Sultán e n aquella época) cuya autoridad no reconocían muchas veces las arriscadas cabilas (t ribus con circunscripción territorial) situadas al norte del reino, en las regione s del Rif (al oriente) Gomara y Yebala (en el centro-norte) y sobre la costa atlán tica. A primeros de julio de 1909 se habían producido cerca de Melilla graves inci dentes fronterizos entre las cabilas vecinas y fuerzas españolas encargadas de pro teger las comunicaciones de Melilla con las minas del Rif, que se iban a explota r en la comarca montuosa situada al sur de la ciudad española, sobre cuyas riqueza s minerales corrían toda suerte de informaciones sin excluir las leyendas disparat adas. La Compañía Española de Minas del Rif se había creado en 1908. Al margen de la aut oridad del Sultán un caudillo local, El Roghi, se imponía en la zona y había concedido autorizaciones de explotación minera a una compañía española y otra francesa. El norte de Marruecos, situado al sur del Estrecho de Gibraltar, era una zona estratégica m uy sensible por su posición geográfica y por la posible explotación de esas minas que realmente eran importantes, sobre todo de hierro. En aquella época de exacerbado i mperialismo, las potencias europeas consideraban la posibilidad de intervenir ec onómica e incluso militarmente en Marruecos, como harían bien pronto; entre ellas Es paña, por vecindad geográfica, Francia, por la proximidad de sus territorios de Arge lia, Inglaterra, porque la región cerraba el estrecho de Gibraltar y el Imperio al emán, que había llegado tarde al reparto de África y quería completar su presencia en es e continente. Todo este conjunto, muy complicado, de intereses económicos y estratég icos debe tenerse en cuenta para comprender el contexto exterior en que se desen volvía el norte de África desde principios de siglo hasta el fin de la segunda guerr a mundial, cuando el factor estratégico varió radicalmente. Los sucesivos gobiernos españoles desde principios de siglo miraban con crecien te aprensión que esos problemas norteafricanos podrían refluir sobre España, porque te mían nada menos que un nuevo Desastre que por desgracia al fin se produjo en 1921. Por eso el gobierno Maura ordenó al gobernador militar de Melilla, general Marina , que se opusiera por la fuerza a los desmanes citados, los cuales degeneraron p ronto en un alzamiento general -contra España y al margen de la autoridad del Sultán de las cabilas vecinas a Melilla, una vez desaparecido el mando del Roghi sobre la región minera. El general Marina pidió al gobierno el envío de veinte mil hombres p ara sofocar la rebelión y asegurar las concesiones mineras españolas. El gobierno Ma ura se mostró muy sensible a esa petición: la ciudad de Melilla jamás había sido tomada por enemigo alguno en cuatro siglos. El ministro de la Guerra, general Linares, el defensor de Santiago de Cuba en la guerra de 1898, ordenó la inmediata moviliza ción de reservistas en Madrid, Campo de Gibraltar y Cataluña, donde las unidades de intervención rápida. Tipo brigada, se encontraban mejor preparadas. En los dos prime ros acantonamientos no se registraron problemas; pero sí surgieron con fuerza en B arcelona, con intensa oposición al embarque de los reservistas (que con frecuencia eran hombres casados) que se incorporaron a esas unidades; y se organizaron en el puerto graves protestas e incidentes, con la participación, luego demostrada, d e agitadores revolucionarios pertenecientes a los grupos anarquistas y los parti dos republica no-radical y socialista. El capitán general de Cataluña, Santiago, tuv o que rechazar algunas veces sable en mano las violentas manifestaciones, coread as por plañideras que nada tenían que ver frecuentemente con los expedicionarios. Esta fecha de julio 1909 alcanza suma importancia en la historia de España y es clave para la trayectoria de Franco, que entonces terminaba su segundo curso en la Academia de Infantería de Toledo. Se iniciaba la última fase de la guerra de Esp aña en el norte de África, tras las dos fases anteriores de 1859 y 1893; la definiti va, que se mantendría viva, sangrienta y costosísima hasta su final feliz en 1927. P ara Francisco Franco la guerra de África significó, de pronto, aquello que más estimab a en la vida: su carrera militar. Y como consecuencia de la guerra de África estal ló también la Semana Trágica de Barcelona.

El general Marina, que ya había efectuado una operación positiva el 9 de julio, u na vez recibidos por mar los primeros refuerzos, desencadenó la contraofensiva con tra las cabilas rebeldes el 25 de julio de 1909. Su objetivo era tomar el monte Gurugú, que se yergue como una amenaza permanente sobre la ciudad de Melilla. Dos días después la brigada del general Pintos sufrió graves pérdidas frente al enemigo en e l barranco del Lobo, con muerte de su jefe, varios oficiales y muchos soldados. La brigada logró retirarse con orden pero aun así aquella primera derrota, grave per o muy exagerada, alarmó al gobierno y a la opinión española. El general Marina, ascend ido a teniente general, reorganizó su frente, distribuyó los cuantiosos refuerzos qu e el gobierno Maura le había enviado y reanudó con éxito notable su contraofensiva el 20 de septiembre. Aseguró el flanco derecho del frente y consiguió en el centro que la columna mandada por el coronel Miguel Primo de Rivera ocupase las crestas del Gurugú el 29 de septiembre. La campaña continuó hasta el 25 de noviembre de 1909 cuan do se logró la sumisión de las dos principales cabilas rebeldes, las de Beni Bu Ifru r (donde estaban las minas del Rif) y la de Beni Sidel. La ocupación de la zona de influencia de Melilla resultaba incompleta pero las cabilas se habían sometido, l a bandera española ondeaba en el Gurugú y la explotación y transporte del mineral qued aban aseguradas. Por el flanco derecho las tropas españolas controlaban las tarrez as situadas sobre la orilla derecha del río Kert, que discurre (cuando lleva agua) de sur a norte; en las proximidades de Melilla se había tomado la población de Nado r, sobre la Mar Chica y se había protegido la línea del ferrocarril minero con la oc upación de Zeluán (ver nuestra figura). Sin embargo, en los comentarios de los milit ares españoles esta primera campaña de Melilla, con resultar satisfactoria, no parecía suficiente. Hubiera sido necesario, según explicó el propio Franco muchos años después, asegurar mejor ya entonces el dom inio del foso natural para la defensa eficaz de Melilla, el curso del río Kert. Lo s militares españoles y por supuesto los cadetes de la Academia de Infantería adivin aron fácilmente que a la vista de las circunstancias de Marruecos y la situación est ratégica serían necesarias en un próximo futuro otras campañas. No se equivocaban. Pero cuando el teniente general Marina conseguía su objetivo primordial, el gob ierno de Antonio Maura había sido arrojado del poder como consecuencia de la Seman a Trágica de Barcelona. El período revolucionario se extendió entre el 25 y el 30 de j ulio de ese año 1909. Formaban el comité revolucionario representantes del republica nismo radical cuyo jefe (ausente) era el demagogo Alejandro Lerroux, que poco an tes había animado a los que llamaba sus jóvenes bárbaros a toda clase de desmanes, ent re ellos alzar el velo de las novicias para perpetuar la especie ; los socialistas y los anarquistas, que pronto fundarían la más importante central sindical española, l a Confederación Nacional del Trabajo CNT. Entre éstos había destacado por su adoctrina miento violento y su capacidad de agitación un maestro perteneciente a la Masonería, Francisco Ferrer Guardia, que ya había sido cómplice en el atentado de su correligi onario Mateo Morral que ensangrentó con su bomba en la calle Mayor de Madrid en 19 06 el cortejo nupcial de don Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia. Ante la graveda d de la revuelta de Barcelona, donde la furia revolucionaria principal se dirigió contra la Iglesia y sus templos, el gobierno ordenó al capitán general la declaración del estado de guerra, que bastó para que la fuerza militar acabase con la rebelión. Los delitos relacionados con ella cayeron, por tanto, según la ley, bajo jurisdicc ión militar, que juzgó y condenó a muerte a cinco de los encausados entre los cuales e l más famoso fue Francisco Ferrer, fundador de la Escuela Moderna que no era tal e scuela sino un nido de anarquismo violento. La historiadora norteamericana Joan Connelly Ullmann, en un estudio sobre la Semana Trágica importante, pero muy compr ensivo con la revuelta, concluye que los sacerdotes y religiosos muertos fueron cuatro pero no menciona ni las bajas militares ni las civiles provocadas por la rebelión, que se concentró significativamente en las iglesias, residencias y prefere ntemente obras católicas de asistencia y educación que fueron incendiadas y llegaron a ochenta . El gobierno decidió no interferir en la actuación de la justicia militar y tras el consejo de guerra Ferrer y sus compañeros revolucionarios fueron fusilad os. No se presentó protesta alguna en Cataluña, aterrada por la explosión

J. C. Ullmann, La Semana Trágica. Barcelona, Ariel, 1972. revolucionaria. El profesor Miguel de Unamuno resumió el sentir de la opinión públi ca española al calificar a Ferrer como mezcla de tonto, loco y criminal cobarde y cr iticar acerbamente la terrible campaña que desencadenaron contra el gobierno de Es paña todos los malnacidos de Europa , se refería a todas las izquierdas revolucionarias y a toda la Masonería europea. El ruido y la furia resultaron tan ensordecedores que el joven rey Alfonso XIII, aconsejado por otras Cortes de Europa señaladamente la británica, tan vinculada a la Masonería, se asustó, cedió a la oleada de fango y ace ptó de Antonio Maura en octubre de 1909, una dimisión que el prócer liberal-conservado r nunca le había presentado. Maura quedó hundido por dentro y ya nuca se recuperó de a quella rotura del muelle real según su propia expresión. El Rey otorgó su confianza al p artido liberal, enemigo de Maura y concretamente a don Segismundo Moret, conocid o político miembro de la Masonería. Los dos grandes sucesos de 1909, la campaña de Mel illa y la crisis política por la Semana Trágica, afectaron vivísimamente a Francisco F ranco, que acababa de iniciar su tercer curso en la Academia de Toledo. Un compe tente militar profesional, el coronel José Villalba Riquelme, miembro de una impor tante dinastía castrense, fue director de la Academia de Toledo en este tercer cur so de Franco, después de haber desempeñado la jefatura de estudios en el primero. El coronel Villalba incrementó para este curso los ejercicios prácticos; los supuestos tácticos se organizaban diariamente y los alumnos de tercer curso actuaban en ell os con mando de fuerzas. En este tercer curso, especialmente duro, tuvo lugar la visita a la Academia del rey don Alfonso XIII en compañía del rey de Portugal don M anuel II. La marcha final del curso tuvo lugar en abril hasta El Escorial. Los 3 12 segundos tenientes de la XIV promoción de Infantería recibieron sus despachos en el patio del Alcázar después de la misa celebrada por el cardenal Aguirre, primado d e España. Franco no alcanzó un número muy lucido; el 251 de su promoción. Noventa y seis de sus compañeros encontrarían la muerte en la guerra de África y en la guerra civil española. Entre los compañeros de promoción de Franco que con él ingresaron aquel día en l a oficialidad del Ejército figuran su futuro ministro y capitán general Camilo Alons o Vega; José Asensio Torrado, importante general de la República en la guerra civil, asesor del primer ministro socialista Largo Caballero; el comandante de la Guar dia Civil Lisardo Doval, encargado por Franco de la represión en Asturias tras la revolución de octubre de 1934; el futuro jefe de la División Azul, Emilio Esteban In fantes; el futuro ayudante del general Mola, Fernández Cordón; uno de los primeros s ublevados de Melilla el 17 de julio de 1936, Darío Gazapo; Tomás Peire, diputado mil itar republicano y hombre de confianza de Juan March; los generales de la guerra civil en el bando de Franco Sáenz de Buruaga, Heli Rolando de Tella, Juan Yagüe Bla nco. En su cuadro de honor de 1950 la XIV promoción contaba con cuatro Laureadas y doce Medallas militares. Muchos miembros de la promoción, entre ellos Franco habían seguido el ejemplo de su coronel director y solicitaron un destino en África, don de volvían a recrudecerse las hostilidades. Pero de momento Franco recibió su primer destino en el regimiento de Zamora número 8, de guarnición en su ciudad natal del F errol. El 22 de agosto de 1910 se incorporó a su puesto en el cuartel de los Dolor es. Varios de sus compañeros de promoción habían caído ya en África durante el año 1911. El exdirector de la Academia de Toledo coronel José Villalba Riquelme había obtenido un importante destino en Melilla ese año, la jefatura del regimiento África 68, encarg ado de encuadrar y adiestrar a las nuevas unidades de Regulares Indígenas creadas por un brillante jefe de Caballería, el comandante Dámaso Berenguer Fusté. Varios de l os anteriores alumnos del coronel Villalba le escribieron para que les consiguie ra un destino en Melilla entre ellos Franco, su pariente Franco Salgado (de la s iguiente promoción de Infantería) y su amigo Camilo Alonso Vega. El coronel Villalba reclamó a los tres a principios de 1912, cuando otros cinco compañeros de promoción d e Franco habían muerto también en las operaciones del Kert. La orden les llegó a princ ipios de febrero de 1912; se les destina a Melilla en situación de excedentes, es decir, en espera de cubrir las bajas de oficial que se produjesen en el Regimien to África 68. El 14 de febrero Franco se despide de su madre y embarca con sus dos amigos en el mercante Paulina, que bajo un temporal les deja en La Coruña tras se is horas de travesía. Salen por tren hacia Madrid y trasbordan para Málaga. El 17 de febrero se presentan en la capitanía general de Melilla donde pronto les comunica n su destino inmediato; Franco y Alonso Vega al regimiento del coronel Villalba,

Franco Salgado al de Melilla número 59. El momento es trascendental en la vida de Franco. En África iba a comenzar, cua ndo acababa de cumplir diecinueve años, su carrera militar. Y esa carrera sería toda su vida.

Pero debemos esbozar la situación de las fuerzas españolas en África que encuentra el segundo teniente Francisco Franco cuando se incorpora a ellas en 1912. Tras e l fracaso del gobierno Moret, don Alfonso encarga la formación de un nuevo gobiern o liberal a un político ilustrado y eminente: don José Canalejas, que, por ser liber al, se siente obligado a proponer a las Cortes y forzar la aprobación (marzo de 19 10) de la famosa Ley del Candado, por la que los liberales, cuya bandera política principal era el anticlericalismo, pretendían restringir la intensa expansión de las órdenes y congregaciones religiosas en España. No era la primera vez, ni sería la últim a, que los liberales españoles atentaban flagrante-mente contra una de las liberta des más importantes, la de asociación y, además, la de enseñanza. La ley del Candado no funcionó hasta que la resucitó, muy empeorada, la segunda República; pero enconó las rel aciones del liberalismo radical español con la Iglesia católica, que por entonces cr eó contra ella una agrupación que alcanzaría gran importancia: la Asociación Católica Naci onal de Propagandistas, inspirada por el jesuita Ángel Ayala y dirigida por el jov en abogado del Estado don Ángel Herrera Oria, creador de instituciones católicas y f uturo cardenal de la Iglesia. Esta Asociación ha sido una de las dos grandes plata formas católicas para la vida pública creadas en el siglo XX (la otra es el Opus Dei ) y alcanzó una gran importancia durante la República, durante el régimen de Franco y para la transición a la democracia actual. Pero Canalejas no se quedó en la ley del Candado. Era sincero católico, con oratorio en su propia casa; planteó con acierto t odos los grandes problemas de España en un segundo gran bienio regeneracionista tr as el de Antonio Maura. Por desgracia su firme actitud contra una huelga ferrovi aria salvaje le acarreó el odio de los anarquistas que segaron su vida el 12 de no viembre de 1912, ante el escaparate de la librería de San Martín en la Puerta del So l. Él lo era todo en aquellos momentos dice un gran historiador . Todo desapareció con él . Entre ese todo figuraba el encauzamiento de la acción de España en África. Hoy, tra s el vuelco descolonizador que se produjo al término de la segunda guerra mundial, resulta muy fácil pontificar sobre los inconvenientes de que España se embarcase en una guerra colonial a fines de la primera década del siglo XX, cuando precisament e llegaban al paroxismo las ambiciones imperialistas, a las que se acababan de i ncorporar en 1898 los Estados Unidos a costa de España. Como potencia europea, aun que no de primer orden, y según la mentalidad de la época, España poseía indudables inte reses estratégicos en Marruecos y si ella no se encargaba de establecer un protect orado al otro lado del Estrecho, donde existían desde siglos antes dos plazas de s oberanía española, otras potencias, como estuvieron a punto de hacer Francia y Alema nia, se hubieran instalado allí sin duda, lo que ningún gobierno español de la época podía tolerar. El interés de España por ampliar su presencia en el norte de África se susci tó desde principios de siglo y se trazaron con Francia varios bosquejos para el re parto del territorio de Marruecos -donde reinaba algo semejante a la anarquía que p oco a poco fueron reduciendo la zona prevista para España, que al principio compre ndía buena parte del río Sebú con la ciudad de Fez. En la conferencia de Algeciras (en ero-marzo de 1906) se confirmó la entente cordiale entre Francia e Inglaterra y se esbozó de nuevo el reparto de influencias en Marruecos entre Francia (la región del sur, mucho más extensa y fértil) y España (la zona norte, el Rif, inhóspita y bravía). Tr as la primera campaña de Melilla concluida por el general Marina en 1909 Canalejas inicia una activa política militar en la prevista zona de influencia española y enc omienda al Ejército la ampliación de las zonas de seguridad de Ceuta (la plaza de so beranía frente al Estrecho) y Alcazarquivir (sobre la vertiente atlántica). Canaleja s había acompañado a los Reyes en su visita a la zona pacificada de Melilla. Allí conf irma a un relevante oficial adicto a su partido liberal, don Dámaso Berenguer, el mando de la nueva fuerza de Regulares indígenas. Por encargo de Canalejas un desta cado miembro del partido liberal, don Manuel García Prieto, negocia el tratado his pano-marroquí firmado en Paris el 12 de febrero de 1911 que le vale el título de mar

qués de Alhucemas y establece los límites de los protectorados de España y Francia sob re el reino norteafricano, con clara ventaja para Francia. Canalejas se anticipa al intento expansionista francés que trataba de asegurarse la comunicación del vall e del Sebú, eje de su protectorado, con la ciudad de Tánger desplazando así al protect orado español de la zona del Atlántico. Para evitarlo Canalejas ordena a la Marina u n desembarco en Larache que tiene lugar con éxito los días 8 y 9 de junio de 1911. D esigna jefe militar del nuevo territorio del protectorado a otro jefe de Caballe ría perteneciente a la misma promoción que Berenguer, el teniente coronel Manuel Fer nández Silvestre, que establece firmemente el dominio de España en esa zona gracias a su colaboración con el pintoresco bajá de Arcila, El Raisuni, protagonista de unas tormentosas relaciones con España durante la época siguiente, en la que actuó como el jefe marroquí más conocido del Protectorado, una vez eliminado el Roghi al comenzar la campaña española de Melilla en 1909. Impresionado por el alarde militar de España en el desembarco de Larache, el Imperio alemán se llama a la parte y envía a aquella costa al cañonero Panther para realizar una demostración frente al puerto vecino de Agadir. Con ello Alemania manifestaba sus intereses estratégicos en el norte de Áfr ica y acrecentaba la ya notable tensión internacional sobre la zona. Para rebajar esa tensión, que se considera como uno de los antecedentes estratégicos de la primer a guerra mundial, Francia accede a la ampliación de las colonias alemanas en África ecuatorial pero es España quien paga las consecuencias al reducirse su zona del pr otectorado de Marruecos al territorio cuya franja marítima corre desde el río Lucus al Muluya más una franja estéril al sur del río Draa. El 1 de octubre de 1910 el general Marina fue relevado al frente de la Capita nía General de Melilla por el general José García Aldave quien comprobó inmediatamente q ue la línea de cobertura de la ciudad española y las minas del Rif resultaba insufic iente para una defensa eficaz. El 24 de agosto de 1911 una agresión irregular sorp rendió a un destacamento militar topográfico español que trabajaba en Ras Medua, el su roeste de Melilla. Como respuesta, el general García Aldave preparó una nueva campaña para asegurar la pacificación del territorio, la denominada campaña del Kert. Esta e ra, a grandes rasgos, la situación militar de España en África cuando apenas se había in iciado la ocupación militar del territorio del protectorado asignado a España por lo s tratados internacionales. A la agresión contra la brigada topográfica siguió un períod o de alarmante excitación de las cabilas movido con toda probabilidad por los refer idos intereses estratégicos contrapuestos por lo que el general García Aldave decidió s ustituir la hasta entonces penetración pacífica en la zona por una campaña militar a l a que se incorporaría, una semana después de su llegada a Melilla, el segundo tenien te Francisco Franco. La bara a de Franco como personaje de comic: una anécdota de su vida como tenie nte de Regulares recogida por Editorial Rollán en 1963. La vida de Franco en sus mapas fundamentales; primer mapa, el territorio del protectorado español en Marruecos durante la estancia de Franco en África. El recorrido del avión de Franco de Londres a Tetuán en julio de 1936. Las dos zonas de la guerra civil después del Alzamiento de 1936. Capítulo 3: Las primeras campañas de Franco como oficial en África hasta su herida mortal 1912-1916 EL BAUTISMO DE FUEGO EN EL FRENTE EXTERIOR DE MELILLA Dividiremos, por claridad metodológica, la carrera militar de Franco, centrada en África, en tres capítulos. Dedicamos este primero a sus campañas como oficial desde 1912 hasta 1916 (segundo teniente, teniente y capitán) hasta su herida mortal en El Biutz y en 1916. El capítulo siguiente enmarcará su breve intermedio peninsular e ntre 1917 y 1920. El tercer capítulo (quinto de esta obra) reconstruye las actuaci ones y campañas africanas de Franco como jefe (comandante a coronel) entre 1920 y 1926, cuando fue ascendido a general y destinado a la Península. Esta distinción ent re las campañas de Franco como oficial y aquellas en las que actuó como jefe me pare

ce fundamental, por los motivos que explicaré en su momento. Así puede enjuiciarse c on mayor claridad el comportamiento militar de Franco durante la guerra de África, y lo que realmente puede exigirse del, desde la Historia, en cuanto a méritos y r endimientos estrictamente militares. Para completar cuanto hemos indicado ya sobre la situación militar en torno a M elilla en febrero de 1912 debemos añadir que la agresión contra el destacamento topo gráfico había marcado el comienzo de una hostilidad peligrosa dirigida por el cherif y caíd de la cabila de Beni bu Ifrur donde se enclavaban las minas del Rif y por l a que discurría el tramo final del ferrocarril minero a Melilla llamado Mohamed el Mizzian, cuya actitud soliviantó a su cabila y a las próximas con grave amenaza para las minas y para la propia seguridad de la plaza española de Melilla. Animado por el gobierno Canalejas, el general García Aldave pide nuevos refuerzos, entre los que llegan dos jefes muy distinguidos: el coronel Miguel Primo de Rivera, vetera no de África, y el comandante José Sanjurjo Sacanell que iniciaba pronto una carrera fulgurante en la zona del Protectorado que así empezaba a establecerse mediante l a ocupación militar, ya que la penetración pacífica había resultado imposible. Ahora, en el otoño-invierno de 1911, la harca irregular, pero muy aguerrida del Mizzian ata có constantemente a toda la línea española desde las terrazas del Kert hasta su centro en Zeluán. El regimiento África 68, con los Regulares a vanguardia, llevó el peso de la defensa en Ras Media, base de la posición española sobre la orilla derecha del Ke rt, y la artillería de la Escuadra española intervino con eficacia en los combates. Para sus nuevas operaciones en enero de 1912 el general García Aldave contaba y a con un nuevo jefe de Estado Mayor muy prestigioso, el general Francisco Gómez Jo rdana. En la zona central del frente defensivo y sobre la misma línea del ferrocar ril las fuerzas españolas ocuparon y fortificaron el zoco de Monte Arruit, desde d onde se abren al sur los llanos del Garet, escenario de la inmediata campaña contr a el Mizzian. El regimiento África 68 acampaba entonces en Tifasor, sobre las terr azas de la orilla derecha del Kert, en el extremo derecho de la línea defensiva es pañola. El 24 de febrero de 1912 el segundo teniente Francisco Franco se incorpora a ese campamento donde vivaquea durante la noche La táctica militar española en la guerra de África no se aprendía fácilmente en los lib ros; venía impuesta por la naturaleza y comportamiento del enemigo. Los combatient es del Rif eran irregulares pero dotados de un alto valor personal, certeros en el tiro, muy bien dotados para la infiltración y la guerrilla. El ejército español pos eía una notable tradición guerrillera desde la guerra de Sucesión a principios del sig lo XVIII y la guerra de la Independencia a principios del XIX. En esta fase de l a guerra de África la línea española se establecía mediante posiciones avanzadas o bloca os, no de forma continua, lo que facilitaba las penetraciones del enemigo. Hasta después de la retirada de Xauen en 1924 no se adoptó la norma de mantener un frente continuo y no ceder un palmo de terreno ocupado. Naturalmente que a Francisco F ranco, como oficial y como jefe que, además, siempre actuó en unidades de combate y nunca en el Estado Mayor, no cabía exigirle capacidad estratégica ni cualidades de o rganización táctica general que rebasaran el ámbito propio del mando de unidades. A mediados de marzo de 1912 Francia está ya iniciando la ocupación y control mili tar de su zona de protectorado en Maruecos, con posibilidad, según consideraban el gobierno y el mando militar español, de rebasar los límites de la zona adjudicada a España. El 19 de marzo la harca del Mizzian, muy reforzada y pertrechada, según se creía en Melilla, por los intereses mineros competidores de España, desencadena un d uro ataque en el sector central de la línea defensiva española defendido por las fue rzas del general Navarro. Para el segundo teniente Franco esa fecha reviste un c arácter muy especial. Al frente de una sección integrada en una pequeña columna interv iene en un reconocimiento a vanguardia sobre la orilla derecha del Kert. La colu mna debe sostener un fuego nutrido contra una agrupación irregular del enemigo. La acción carece de importancia y nadie la reseña públicamente. Pero para Franco constit uye un recuerdo imborrable; es su bautismo de fuego.

El 23 de marzo el general García Aldave pone en marcha el plan diseñado por el ge neral Jordana para rematar la campaña. Dispone de seis columnas, con once mil homb res, dos mil trescientos caballos, veinte cañones y dieciséis ametralladoras. El obj etivo era destruir la harca del Mizzian pero no se logró; la resistencia enemiga r esultó enconadísima y los irregulares rifeños se concentraban sobre un punto para reti rarse después a quebradas o barrancos que conocían como la palma de la mano. Las baj as españolas, muy cuantiosas, provocaron una dura reacción de la prensa contraria a la guerra, que se permitía dar lecciones al Ejército y pronosticar que el dominio mi litar de la prevista zona española sería imposible. Los gobiernos, sobre todo los li berales, solían mostrarse muy sensibles a este tipo de comentarios y el general Al dave recibió la orden de suspender su empeño ofensivo. Así se hizo mientras la harca e nemiga cantaba victoria. El regimiento África 68, en el que Franco mandaba una sección, había participado en las frustradas operaciones ahora canceladas y regresó luego a su acantonamiento e n Ras Medua, donde mantiene su actividad frente a un enemigo que recrudece sus a gresiones. A mediados de mayo el gobierno vuelve de su acuerdo y autoriza de nue vo al general García Aldave a reemprender su ofensiva contra la harca enemiga. El 30 de marzo el sultán Muley Hafid se había visto obligado a legalizar el protectorad o francés, regido pronto por un residente de gran prestigio, el general Lyautey. E spaña deseaba negociar un acuerdo semejante desde una posición de fuerza y para ello emprenden de nuevo la marcha contra el enemigo las columnas de Melilla, el 11 d e mayo. El 14 de ese mes, bajo la dirección personal de García Aldave, las columnas se empeñan en una batalla de envergadura contra la harca del Mizzian. Es la primer a vez que los Regulares de Melilla participan en una operación importante y lo hac en a satisfacción del mando. Varias figuras militares que alcanzarían importancia en el futuro intervienen en esta acción. El teniente coronel Berenguer dirige la acc ión de los Regulares, cuyo mando directo ostenta, para sus tres escuadrones de cab allería, el comandante Miguel Cabanellas Ferrer; una de sus secciones está a las órden es del teniente Núñez de Prado. Dirige las compañías de Regulares de a pie el comandante José Sanjurjo Sacanell y entre sus oficiales combate el teniente Emilio Mola Vida l. El regimiento África 68 forma dentro de la columna del general Navarro y cumple su misión de apoyar a los Regulares. El teniente Samaniego carga con su sección de caballería indígena contra el grueso de la harca enemiga incluso cuando ha recibido un balazo en la cabeza. El capitán Fernández Pérez se hace con el mando de la fuerza q ue ha perdido a dos oficiales y uno de sus hombres consigue terminar con la vida del jefe enemigo, que resulta ser el temido Mohamed El Mizzian. Con su desapari ción la harca se desbanda, termina la batalla y la campaña y salvo algunos encuentro s menores reinará la paz en la nueva línea alcanzada por las tropas de Melilla hasta que acabe la primera guerra mundial. El escenario de los combates se va a trasl adar a otras zonas del Protectorado. Mientras tanto el 13 de junio de 1912 el se gundo teniente Francisco Franco recibe el primero y único de sus ascensos por anti güedad, al grado de teniente, con el que continúa adscrito a su regimiento África 68. Cuando comprendió que en la nueva comandancia general de Melilla le esperaban poca s oportunidades de acción pidió y obtuvo el traslado a la zona central del protector ado. EL TENIENTE FRANCO EN LAS CAMPAÑAS DE TETUÁN Poco después de terminarse la pacificación de la zona de influencia española en tor no a Melilla se producía la trágica desaparición del jefe del gobierno liberal y regen eracionista, José Canalejas, el 12 de noviembre de 1912. El mejor historiador españo l que estudia esta época, profesor Jesús Pabón, concluye con acierto indudable al resu mir los meses siguientes: Estos meses, muchas veces historiados como una sucesión d e días sin importancia, constituyen, a mi ver, una hora histórica de la máxima signifi cación... porque en torno al primer gobierno Romanones... se liquida la Restauración : Este gravísimo suceso ocurre por la El contexto histórico en que se enmarca la guerra de África está magistralmente expu esto por J. Pabón en Cambó, Barcelona, Alpha, 1952. Para las campañas de Marruecos es

recomendable C. Martínez de Campos España bélica, siglo XX. Marruecos Madrid, Aguilar, 1972. desintegración de los dos grandes partidos, liberal y conservador, en diversas familias desunidas sin jefatura reconocida por todas ellas. La crisis de la Rest auración desembocaría fatalmente en la dictadura del general Primo de Rivera en sept iembre de 1923. Esto no significa desdeñar los indudables méritos del conde de Roman ones en su primer gobierno, que dura hasta octubre de 1913; la creación de la dire cción general de Seguridad, el acercamiento de don Alfonso XIII al mundo de la cul tura, la conclusión el 27 de noviembre de 1912 del acuerdo definitivo con Francia sobre la delimitación de las zonas de protectorado en Marruecos. El Reino Unido ap rueba esta presencia-recortada de España para que no fuera Francia la única potencia dominante en el Magreb, del que quedaba excluida Alemania. Pero esta fijación defi nitiva de las zonas del protectorado exigía que España, como empezaba a hacer Franci a, asegurase su control sobre la suya, mediante la penetración pacífica si era posib le y en caso contrario, más que probable, a través de la ocupación militar. Se trataba de intereses estratégicos mucho más que simplemente económicos; en aquella época y en t al contexto España, con su gran tradición africana, tenía que hacer lo que hizo, aunqu e desde cómodos observatorios del siglo XXI se intente proponer una historia-ficción más o menos amañada. El 15 de abril de 1913 el teniente Francisco Franco recibe la orden de incorp orarse, como había solicitado, a las fuerzas de Regulares indígenas de Melilla. A lo s pocos días toma el mando de una sección de estas tropas en el campamento de Sebt y empieza a aprender la convivencia, no siempre fácil, con estos soldados valerosos , pero de idiosincrasia tan diferente a los españoles de la Península, si bien no po cos de ellos eran de nacionalidad española. El 19 de febrero anterior el gobernado r de Ceuta, general Felipe Alfau, consigue un objetivo muy esperanzador; ocupa c on sus fuerzas, pero pacíficamente, la ciudad de Tetuán, que sería la capital del prot ectorado español. El Ejército de doña Isabel II al mando del general O Donnell, había conq uistado esta ciudad tras una campaña admirable en la que se habían distinguido los v oluntarios del País Vasco y de Cataluña, pero Inglaterra no había permitido la permane ncia de España en ella, que ahora toleraba. El 2 de abril el general Alfau era nom brado primer alto comisario de España con sede en Tetuán, donde el 20 del mismo mes recibió solemnemente al nuevo jalifa representante del Sultán en la zona, Muley el Meh dí, designado a propuesta de España por el nuevo sultán Yusuf, hermano del anterior Mu ley Hafid que se había visto obligado a renunciar por su aceptación forzosa del prot ectorado de Francia y España. El nombramiento de jalifa sentó muy mal al hasta enton ces aliado de España, abreviadamente llamado El Raisuni, bajá de Arcila y señor de Ben i Arós, trapisondista insigne que controlaba las cabilas en torno a Tetuán y a Ceuta con lo que se veían bajo permanente amenaza las comunicaciones entre ellas y con Tánger, Larache y la zona francesa. La penetración económica del Imperio alemán era inte nsa en aquellos años precedentes a la Gran Guerra tanto en el norte de África como e n Oriente Medio y el Raisuni incrementó su ya cuantiosa fortuna con el oro alemán, l o que le permitió crear serias dificultades a España en torno a esas comunicaciones. En consecuencia la Alta Comisaría de España en la zona norte de Marruecos se vio ob ligada a organizar varias campañas para salvaguardar las comunicaciones de Tetuán, c uya fase más virulenta tuvo lugar entre los años 1913 y 1915, pero que después continu aron de forma intermitente hasta la insurrección general del Rif durante los años ve inte. Dentro de la política general española para la penetración en la zona de protectora do, el teniente coronel Manuel Fernández Silvestre, comandante en jefe del sector occidental y atlántico Larache-Alcazarquivir, afianza allí el dominio español y trata de ampliarlo tierra adentro, por lo que ya en 1913, ascendido a coronel, choca i nevitablemente con su antiguo aliado El Raisuni, cada vez mas entregado al servi cio de los intereses alemanes. Los dos celebraron una tormentosa entrevista de l a que salieron decididos a luchar a muerte; allí pronunció el Raisuni su famosa inve ctiva a su rival sobre el mar y el viento; Tú eres el viento que todo lo agita, yo soy el mar que se alza con él pero permanece siempre en su sitio . Ni uno ni otro po dían sospechar entonces que terminarían trágicamente a manos de un mismo enemigo en es

cenarios diferentes. El Raisuni desencadena la insurrección de las cabilas situada s entre Ceuta, Tetuán y Larache lo que obliga a los españoles a realizar un extraord inario esfuerzo de guerra y mantener en el norte de África más de ochenta mil hombre s con gastos que superaban con trescientos millones de pesetas la tercera parte del presupuesto nacional. El coronel Fernández Silvestre conseguía remontar poco a p oco la cuenca del río Lucus con lo que obligaba al Raisuni a retirarse sobre la zo na montañosa del interior, donde sería muy difícil perseguirle. Entre esta zona occide ntal y la central, situada entre Tetuán y Ceuta, no existía comunicación posible como no fuera por mar. Sin embargo, el alto comisario, general Alfau, creía más urgente a segurar las comunicaciones de Tetuán con Tánger, ya virtualmente internacionalizada, y Ceuta. La primera debía hacerse a través del escabroso puerto de montaña dominado p or el Fonda de Am Yedida (posada de la Fuente Nueva) para llegar a la cual era necesario tomar la posición clave de Laucien, como había conseguido el general O Donne ll durante la guerra de África de 1859. La comunicación con Ceuta debía asegurarse por el curso del río Martín, desde cuya desembocadura discurría junto al mar la carretera que conducía a Ceuta por Los Castillejos. Esta era la ruta seguida por las fuerza s del general Prim durante aquella guerra africana del siglo XIX. La táctica española consistía en el establecimiento de posiciones aisladas los famos os blocaos que marcaban los puntos mejor defendibles junto a los caminos y se enl azaban por columnas de aprovisionamiento. Un sistema costoso pero acreditado, qu e ya había utilizado Inglaterra en su guerra surafricana contra los boers y ahora empleaba también Francia para penetrar en los sectores más difíciles de su protectorad o. El 11 de junio de 1913 dos columnas españolas convergían con éxito y se apoderaban de la posición clave de Laucien, camino del Fonda y de Tánger, a las órdenes del coro nel José García Moreno y el general Miguel Primo de Rivera. El ya general Dámaso Beren guer, más moderno que Silvestre y rival suyo en las campañas africanas y en el favor del Rey, llama a sus Regulares de Melilla en previsión de las duras campañas que ya se habían iniciado. Con ellos llega el teniente Francisco Franco, que embarca par a Ceuta el 17 de junio y se incorpora con su sección al campamento de Laucien el día 21. Su tabor de Regulares-unidad tipo batallón actúa en varias columnas con centros en Laucien y Tetuán. La actividad de los Regulares se hace cada vez más intensa y se adaptan cada vez mejor al tipo de guerra irregular que el enemigo plantea. Sin embargo, la acción más importante de la guerra en la primera quincena de julio tiene un escenario diferente; el día 7 un harca del Raisuni, que no perdonaba a Silvest re su rechazo, ataca de frente y por sorpresa la ciudad de Alcazarquivir, centro del sector occidental del protectorado. La sorpresa está próxima a alcanzar el éxito cuando la harca se ve frenada y derrotada por una carga suicida de setenta y tre s jinetes españoles a las órdenes de un alto y arrojado comandante de tumultuosa his toria: don Gonzalo Queipo de Llano. Venía desde las filas de tropa: un año antes del nacimiento de Franco era educando de trompeta precisamente en El Ferrol y luego obtuvo dos ascensos por méritos de guerra en Cuba. Los personajes que años más tarde serán claves en la vida de Franco multiplican su presencia en las campañas de África. Poco después de la hazaña de Queipo el creador de la Aviación militar española, general Vives, llega a Tetuán donde instala la primera base aérea española en Sania Ramel, aeród romo que sería vital para la trayectoria posterior de Franco. El Servicio de Aeronáu tica del Ejército se había creado por decreto de 28 de enero de aquel mismo año; el 18 de octubre el capitán Alfredo Kindelán Duanuy recibe orden de formar la primera esc uadrilla de apoyo al ejército de África y el 2 de noviembre despega el teniente Alon so, miembro de esa escuadrilla, para realizar el primer servicio de guerra de un a unidad aérea en la historia de España y del mundo. El primer bombardeo de esa hist oria, con bombas arrojadas a mano desde el avión, tiene lugar el 8 de noviembre so bre posiciones enemigas en el sector de Laucien. El teniente Franco participaba en continuas acciones de guerra precisamente e n ese sector desde su llegada. El 13 de agosto se encontraba en Tetuán, donde unos días antes el gobierno había llamado al general Alfau para sustituirle por el anter ior jefe de la campaña de Melilla, general Marina, como Alto Comisario y general e n jefe; A la llegada de refuerzos Marina consigue reorganizar la campaña con 22.00 0 hombres a sus órdenes. El 27 de septiembre Franco participó con su sección de Regula

res en los durísimos combates que se riñeron en torno a la llamada posición Izarduy, e n honor del jefe que la tomó y quedó después tendido en tierra de nadie. Los Regulares hicieron cuestión de honor recuperar su cadáver lo que consiguieron. Ello valió la pr imera mención expresa al teniente Francisco Franco en un parte del mando superior. Pero el Raisuni incrementaba su agresividad, incitado por sus patrocinadores ge rmánicos, desde que el presidente de Francia, Poincaré, se entrevistaba en términos ex tremadamente cordiales con el rey Alfonso XIII en Madrid entre los días 7 y 8 de o ctubre. Cuatro días después el general Marina inauguraba el ferrocarril estratégico de Tetuán a la desembocadura del Río Martín. El teniente Franco continúa hasta fin de año su s servicios en primera línea, sin preocuparse por los avatares de la alta política e spañola, evidentemente condicionada por la situación internacional que cada vez se c omplicaba más. El 25 de octubre de 1913 caía el gobierno liberal del conde de Romano nes y todo el mundo esperaba que el Rey llamase a don Antonio Maura. No fue así. D esde algún tiempo antes se había configurado en el partido liberal-conservador de Ma ura una disidencia encabezada por otro notable político, don Eduardo Dato Iradier, denominada de los idóneos porque, ante la incompatibilidad reiterada de los liber ales y las izquierdas contra Maura, ellos se consideraban, de acuerdo con el Rey , como idóneos para turnar con el partido liberal. Dato era un político dotado de gr an sentido, que combinaba su condición de palatino con la de abogado de grandes em presas y también con un profundo y demostrado sentido social. Sin embargo, su abie rta disidencia enconó todavía más la crisis interna de los partidos y del propio régimen . En cuanto a su política africana Dato aprobó el plan general de incursiones trazado por Marina sobre las mismas pautas de Alfau, y que consistía básicamente en mantener abiertas las comunicaciones de Tetuán con Ceuta y con Tánger e incluso, cuando se p udiera, con Larache, mientras la zona de Melilla se mantenía en paz. Así se entró en el nuevo año 1914, que contemplaría la preparación y el estallido de lo que hoy llamamos Primera Guerra Mundial y entonces se conoció como Gran Guerra. L as consecuencias para el mundo y también para España resultarían más decisivas que lo qu e nadie entonces podía prever. Para el teniente Franco el primer día importante de e se nuevo año fue el 1 de febrero, cuando dos columnas, al mando de los generales B erenguer y Torres, bajo la órdenes del general Aguilera, salen de Tetuán para rechaz ar a una fuerza enemiga que se había aproximado peligrosamente a la ciudad. Se pro duce un encarnizado combate en Beni Salem, considerado por el general Breneguer, jefe de la columna en que marchaba el teniente Franco, como la consagración defin itiva de los Regulares. El comandante Sanjurjo recibe la Laureada por su heroico comportamiento en este encuentro y al ascender por méritos de guerra a teniente c oronel su carrera sale del estancamiento de muchos años hasta apuntar a las cumbre s. El capitán Emilio Mola había participado en esta acción a las órdenes directas de San jurjo. El general Dámaso Berenguer se fijó expresamente en la actuación del teniente F ranco y le propuso para el ascenso a capitán, que se le concedió un año más tarde pero c on antigüedad del 1 de febrero de 1913, fecha de la acción de Beni Salem. LA GUERRA DE MARRUECOS ANTE LA GRAN GUERRA EUROPEA Durante los meses siguientes la actuación del teniente Franco con su sección de R egulares consistió en una monótona y peligrosa sucesión de marchas y misiones diversas de aprovisionamiento y enlace entre las diversas posiciones que jalonaban la co municación desde Tetuán a Laucien y Río Martín. Sólo llegaban a Tetuán ecos lejanos de la ac tividad política española pero se seguían con interés y alarma las cada vez más graves not icias sobre el próximo enfrentamiento de las naciones europeas que, pese a los pre visibles horrores de una guerra general, gozaba de un apoyo en la opinión pública de los países que iban a dirimir con las armas sus diferencias económicas y estratégicas . Menos resonancia tuvo en el modesto escenario de la pequeña guerra que España sost enía en África la conferencia pronunciada en el teatro de la Comedia de Madrid por e l joven profesor de filosofía don José Ortega y Gasset con el título Vieja y nueva polít ica donde se apuntaba el abismo creciente entre la España vital y la España oficial . D e allí surgió la Liga de Educación política española, que agrupaba a nombres luego famosos como Américo Castro, Salvador de Madariaga, Manuel Azaña, Ramón Pérez de Ayala y Fernan do de los Ríos. Sin embargo, Ortega, que preconizaba la regeneración de España a través de la acción cultural y la autentificación de la política, se mantenía en línea monárquica p

or una razón convincente: Somos monárquicos porque España lo es . Un observador inmediato , el historiador Melchor Fernández Almagro, comentará escéptico: El designio paró en metáfora y como quedó sin llenar el perfil de los propósitos...la gente no llegó a saber el modo de lograr la España vertebrada y en pie que postuló Ort ega en colaboración con muchachos de claro porvenir La guerra de Marruecos parece sumirse en una extraña inactividad cuando el 28 d e junio cae asesinado en Sarajevo el archiduque de Austria Francisco Fernando co n su esposa, abatidos por el activista serbio Prncip. La chispa balcánica prende l a Gran Guerra, que habían hecho inevitable las tensiones del imperialismo económico y político de Inglaterra enfrentado al de Alemania, la exacerbación nacionalista de los pueblos europeos y la ineficacia de la Segunda Internacional socialista, cuy o propósito fundamental era evitar que los trabajadores de Europa se enzarzasen un os contra otros encuadrados por sus propios gobiernos burgueses. Pero los social istas se alinearon en todas partes menos en el Imperio ruso, excepción que no suele subrayarse con sus gobiernos belicistas y las movilizaciones generales anunciaba n la inminencia de la guerra general entre los Imperios centrales europeos Aleman ia y Austria contra las naciones occidentales, Francia e Inglaterra, a las que se unió el Imperio zarista de Rusia. A primeros de agosto de 1914 la que primero fue guerra europea y luego Primera Guerra mundial estaba en marcha. Italia entró en l a alianza occidental, como Japón, tradicional enemigo de Rusia. Turquía intervino co mo aliada del Imperio alemán. Los Estados Unidos simpatizaban generalmente con los aliados pero de momento quedaron al margen de la guerra por sus intensas presio nes internas de signo aislacionista. España, aislada también internacionalmente según venía ocurriendo desde principios del siglo XIX, quedó al margen de la Gran Guerra q ue proyectó su sombra sobre la pequeña guerra de España en el norte de África. Los suces ivos gobiernos españoles mantuvieron lúcidamente una neutralidad muy beneficiosa par a la nación y exigieron a los altos mandos del protectorado que se limitasen a peq ueñas operaciones militares defensivas que no provocasen conexión alguna con la guer ra general de Europa. En cuanto a la opinión pública española se dividió en dos bandos e nfrentados con singular encono. La familia real estaba naturalmente dividida ent re el Rey y su esposa inglesa, favorables a los aliados, y la Reina María Cristina de Austria, partidaria de los Imperios centrales pero la resultante fue una exq uisita neutralidad que patrocinó iniciativas humanitarias y benéficas a favor de los heridos, prisioneros y necesitados de uno y otro bando, como fue expresamente r econocido por todo el mundo dentro y fuera de España. El partido liberal en pleno, más los republicanos y socialistas se mostraban como aliadófilos, lo mismo que un s ector importante del partido conservador como Juan de la Cierva y Peñafiel; otros conservadores se inclinaban a favor de Alemania, como el partido carlista y los tradicionalistas cuyo verbo era el tribuno don Juan Vázquez de Mella. El problema principal para la zona española del protectorado de Marruecos, e in cluso para la francesa, se encontraba en la ciudad internacionalizada de Tánger, p róxima al Estrecho de Gibraltar y convertida en auténtico nido de espías alemanes, sus aliados turcos, sus enemigos franco-británicos a lo largo de la Gran Guerra. El obj etivo principal de los alemanes consistía en indisponer contra España y contra Franc ia a las cabilas de la región occidental de uno y otro protectorado, lo que realzó n aturalmente el poder del Raisuni dedicado a favorecer los intereses germánicos. Un grupo comercial y capitalista alemán, dirigido por los hemanos Mannesmann, se había permitido pedir negociaciones con el gobierno español en nombre del Raisuni para conseguir la retirada de España a sus plazas de soberanía mientras ellos convertían al protectorado español en una especie de protectorado económico alemán. El gobierno Dat o rechazó airadamente tales pretensiones pero tomó buena nota de ellas, que le hicie ron comprender muchas de las dificultades sufridas por España a manos de la acción d el Raisuni en la zona occidental del protectorado. En medio de toda esta sucesión de intrigas secretas y acciones de agitación el teniente Francisco Franco recibe e l ascenso efectivo a capitán el 15 de marzo de 1915 tras nuevas intervenciones ace rtadas en misiones dentro de la columna Berenguer. Sólo tiene que esperar una sema na para que se le asigne un nuevo destino en Tetuán: el mando de la tercera compañía d el tercer tábor perteneciente al grupo de Regulares de Melilla número 1. En la zona

occidental del protectorado la campaña parece haberse convertido en una guerra par ticular entre el Raisuni y el comandante general español, general Manuel Fernández S ilvestre. Como éste no hace caso de las instrucciones del alto comisario Marina, q ue deseaba llegar a un acuerdo con el rebelde líder marroquí para asegurar la pacifi cación de la zona central, Silvestre es destituido de su mando aunque el Rey, para suavizar esta decisión, le llama a Madrid como ayudante suyo. Marina deja también l a Alta Comisaría para la que se nombra al general Gómez Jordana, quien intentará pacta r con el Raisuni, convertido así en árbitro de la zona central y occidental española. Las gestiones de Jordana tienen éxito y después de una visita del alto comisario esp añol al residente francés Lyautey en la zona fran francesa el nuevo jefe del sector occidental español, general Villalba, se entr evista con el Raisuni y le convierte nuevamente en aliado de España. Con ello cesa (aunque no para siempre) el enconamiento de las cabilas hasta entonces agitadas por el rebelde y las tropas españolas pueden establecer nuevos jalones en su camp aña para la protección de las comunicaciones internas del protectorado. El 29 de nov iembre de 1915 el tábor donde se encuadra la compañía de Franco pasa a integrarse, con el numero 2, en el segundo grupo de Regulares de Melilla. La junta de oficiales del tábor designa a Franco como cajero de campaña. Comenzaba con ello la experienci a administrativa de Franco en África. Poco después, el 8 de diciembre de 1915 cae el gobierno idóneo de Dato ante la dura obstrucción de la izquierda y le sustituye el al iadófilo conde de Romanones en su segunda etapa de gobierno. En España la neutralida d ante la Gran Guerra ha reportado beneficios muy considerables en la fabricación y comercio de suministros a los beligerantes; pero el incremento de los salarios y la bonanza económica provocan una considerable inflación que eleva el precio de l os artículos de primera necesidad y afecta cada vez con mayor intensidad a las cla ses más humildes y a la clase media, entre ella a los funcionarios civiles y milit ares. Son las primeras manifestaciones de la llamada crisis de las subsistencias q ue alcanzará graves efectos a partir de entonces hasta el estallido de 1917. Las r eformas planteadas por el ministro de la Guerra general Echagüe a fines de 1915 so n también causa de serias controversias en el interior del Ejercito mientras una b reve estadística publicada por entonces expresa mejor que cualquier comentario el riesgo que sufrían los oficiales destinados en África: de los primeros 42 jefes y of iciales encuadrados como voluntarios en las Fuerzas Regulares indígenas de Melilla en los años 1911 y 1912 sólo quedan siete ilesos a fines de 1915, es decir, la sext a parte. Uno de ellos es el capitán Francisco Franco. UNA HERIDA MORTAL ANTE LAS COLUMNAS DE HÉRCULES Una vez conseguido el acuerdo con el Raisuni, que resistió satisfactoriamente l as pruebas a que le sometió el mando español, el general Jordana decidió asegurar el d ominio de los caminos de Tetuán a Tánger y de Tánger a Larache, para completar la cobe rtura de las comunicaciones de la capital del protectorado. Planteó con este objet ivo la campaña del año 1916, un año en que para la Gran Guerra tiene un nombre: la ter rible batalla de Verdun. El Ejército imperial alemán, frenado tras su inicial avance fulgurante en la campaña del Mame, decidió superar la forzada inactividad impuesta por la guerra de trincheras y concentró frente a la plaza de Verdun al mayor conju nto artillero de la Historia hasta entonces, dos mil piezas que desde el 21 de f ebrero de 1916 vomitaron un infierno de fuego contra la ciudad que desde unos días después fue defendida con una inverosímil pero eficacísima línea de fortificaciones por el general Philippe Pétain. La ciudad resistió y en el mes de octubre el Ejército fra ncés recuperó la iniciativa y la batalla terminó con el año, a costa de medio millón de ba jas aliadas y trescientas cincuenta mil alemanas. Desde entonces el prestigio de l Ejército francés creció ante los observadores del Ejército español y entre el estamento intelectual, que ya era mayoritariamente aliadófilo. A la sombra lejana de Verdun, España y Francia procuraron reforzar su posición en sus respectivos protectorados d e Marruecos durante aquel año 1916. La actitud favorable del Raisuni se comprueba cuando a mediados de abril la c omandancia de Larache consigue reabrir la carretera desde esa ciudad a Tánger, obs taculizada por algunas bandas irregulares subvencionadas por los agentes alemane

s. El alto comisario y general en jefe, Jordana, ordena al general Villalba la o cupación de una serie de posiciones que dominan los accesos a la ciudad internacio nal; el objetivo se cumple el 1 de mayo. Entonces Jordana prepara con su Estado Mayor una operación de mayor envergadura contra la cabila rebelde de Anyera, que h abita en el vértice superior de la zona española desde las afueras de Ceuta hasta la playa de El Ksar Seghir (Alcazarseguer) por la costa. Estos belicosos cabileños, que ya opusieron furiosamente a la dominación romana, vivían en una región encrespada de barrancas y lomas de altura desigual (llamadas cudias) desde la que se domina ban tanto el camino de Ceuta a Río Martín y Tetuán como el de Ceuta a Tánger. El mando e spañol ordenó la ocupación total del territorio adverso, cuyo principal núcleo defensivo se alzaba entre los poblados de El Biutz y Am Yir, separados por dos lomas, una de ellas conocida como Loma de las Trincheras, bien defendida. Este núcleo está sit uado hacia el centro del entrante norte de África que da al Estrecho y separa, por tanto, el Atlántico del Mediterráneo. Desde él pueden dominarse los dos caminos de Ce uta a Tánger y a Tetuán. Estuve en este sector durante una detenida visita al antiguo protectorado esp añol de Marruecos en 1971. A media altura en la Loma de las Trincheras se alzaba u n pequeño monolito en el lugar exacto donde Franco cayó mortalmente herido. Desde es e punto, en días muy claros como el que yo disfruté allí, se puede comprender lo que l os antiguos querían significar con su denominación de Columnas de Hércules a los dos a ltos promontorios que se alzan en la orilla sur el Monte de Muza, Yebel Musa y en la española, el monte de Tári , Gibraltar. Asegurado el dominio de los accesos a Tánge r, el mando español dispuso la ofensiva contra este reducto de Anyera. El 12 de ma yo de 1916 el Raisuni acampó en el Fonda de Am Yedida, punto más elevado del camino Tetuán-Tánger, seguido por una fuerza española al mando del coronel Barrera que cruza por primera vez por aquel camino de principio a fin. En la campaña europea simultán ea el ejército austriaco desciende por el Isonzo y amenaza con aniquilar al italia no mientras el ejército de Rusia avanza sobre los Imperios centrales cuya fuerza c onjunta se pone al mando del general Hindenburg, que le derrotará por completo. En el modesto, pero para España vital escenario del Fonda la columna de Larache (ge neral Villalba) enlaza con las de Tetuán y Ceuta, al mando del general Miláns del Bo sch. Son tres mil hombres que desfilan ante el Alto Comisario Jordana y su nuevo aliado el Raisuni, cuyo concurso facilita en gran medida las operaciones. La of ensiva principal contra la cabila de Anyera se desarrolla durante el mes siguien te. Las fuerzas de Larache, a las órdenes del ya general Barrera, avanzan desde la s posiciones recientemente conquistadas en torno a Tánger. Una división de la escuad ra apoya junto al entrante de Alcázarseguer las operaciones de tierra. El 27 de ju nio el tábor de Regulares al mando del comandante Muñoz Güi, en el que figuraba la ter cera compañía mandada por el capitán Franco, sale de Tetuán hacia Ceuta y dos días después, acantonado desde las cinco de la mañana en Cudia Federico, se dispone a entrar en fuego dentro de la columna del coronel Génova. La operación contra el reducto princi pal de Anyera está dirigida por el general Miláns del Bosch y la columna Génova, que e s la del centro, está flanqueada a la derecha por la del general Martínez Anido y a la izquierda por la del general Sánchez Manjón. El conjunto español suma algo menos de los efectivos de una división, con 9.500 hombres de ellos 2.000 de Caballería. La v anguardia de Caballería intenta tomar por asalto la Loma de las Trincheras pero no lo consigue. Entonces entra en acción la primera compañía del tábor de Regulares a las ór denes del comandante Muñoz Güi; el capitán Palacios, jefe de la compañía cae gravemente he rido y el comandante jefe del tábor muerto. El jefe accidental del tábor ordena el a vance a la tercera compañía dirigida por Franco que se lanza al ataque al frente de sus hombres hasta que cae con una gravísima herida en el abdomen. Uno de los Regul ares, de complexión hercúlea, carga con el capitán y le saca del fuego. Poco después se le puede trasladar al campamento de Cudia Federico. El resto de la tercera compañía, junto con el batallón de Barbastro que combatía al lado de ella, consiguen coronar la Loma de las Trincheras mientras otras fuerzas dominan también la contigua de Am Yir. Caído el núcleo defensivo principal los españoles toman los dos poblados situado s monte abajo El Bituz y Am Yir con lo que el objetivo queda conseguido. En mis intentos biográficos anteriores he relatado este combate apoyándome en la descripción del escritor y diplomático don Salvador García de Pruneda, que es, además, u

n fiel cronista de varios acontecimientos históricos y por quien supe, tras hablar largo y tendido con él, que para esta descripción se había documentado cabalmente. Así lo creí entonces y lo sigo creyendo; pero he preferido apoyarme en la reconstrucción de dos ilustres militares e historiadores, el general Casas de la Vega y el gene ral Martínez de Campos para descalificar con más sobria energía el relato que estimo sen cillamente sórdido de otro militar historiador, el coronel Blanco Escolá. Pocas veces he visto en mi vida una reconstrucción de un hecho de armas escrito con tanto enc ono y con tan negativa parcialidad. El coronel Blanco Escolá, en un libro en que d emuestra su incompetencia como historiador, culmina con el relato de la acción de El Biutz una serie de consideraciones flojísimas sobre la primera fase de las camp añas de Franco en África, las que corresponden a su época de oficial. Pensé que lo mejor sería ni mencionarle; pero lo hago por la difusión, aunque escasa, que ha alcanzado su libro entre algunos lectores y algunos comentaristas que tienen aún menos idea que él sobre la guerra de África. El contexto africano de España en aquella época que n os describe el coronel Blanco Escolá parece referirse a una guerra de otro planeta . No veo en sus páginas el menor estudio militar, ni el trasfondo económico, ni el a nálisis táctico ni mucho menos la verdadera trama estratégica de este conflicto. Se em peña en señalar la condición de africanistas a los oficiales que habían marchado volunta rios a la guerra de África cuando faltaban muchos años para que se les aplicase tal término, ya después de la crisis de las Juntas de Defensa. Se atreve a referirse a F ranco durante su época de oficial durante la que se jugó la vida muchas veces y estuv o a punto de perderla en 1916 con el grosero y zafio título Un arribista en su salsa por lo que pienso que si yo perteneciera a la familia de Franco interpondría contr a el osado una demanda judicial. La exposición que hace sobre la acción de El Biutz no tiene pies ni cabeza. Cuando un testimonio en favor del heroísmo de Franco tan i mportante como el que emitió el propio jefe accidental del tábor no le conviene, lo n iega sin más o lo atribuye a favoritismo y corrupción . La exposición de Blanco Escolá me p arece un atentado a la realidad de España, del Ejército y del propio Franco. Para premiar el comportamiento militar de Franco en la Loma de las Trincheras la autoridad competente le propuso para la Laureada de San Fernando, máxima conde coración militar española. Es verdad que en el juicio contradictorio para la concesión algunos prestigiosos militares depusieron en contra de Franco y que se le denegó; pero en la negativa se incluía un expreso reconocimiento de su valor y su brillan tez en la acción. Sin embargo, el coronel Blanco Escolá, al enjuiciar el propio test imonio de Franco se atreve incuso a acusarle de falsedad en documento oficial, e s decir, de un delito. Y omite toda mención a importantísimos testimonios favorables a la Laureada de Franco, como el del propio jefe de las operaciones de aquella jornada, general Miláns del Bosch, el jefe de la columna en la que operaba, corone l Génova y otros militares que depusieron en favor del joven capitán. No comprendo cóm o un historiador militar puede incurrir en este comportamiento. No comprendo cómo, al relatar la vida militar de Franco en Melilla como oficial, dedique un espaci o excesivo al informarnos sobre un presunto fracaso amoroso del joven teniente, que fue rechazado por una señorita que allí vivía. Lo hemos sabido muchísimos años después, sin que conozcamos los motivos de la revelación; tal vez la señorita en cuestión se se ntía molesta por haber dejado escapar al que a la larga no sería mal partido. Pero e n todo caso no sé qué rayos tiene que ver el asunto con un estudio sobre el comporta miento militar de Franco. En resolución, estos capítulos del corone Blanco Escolá sobr e los comienzos de la vida y de la carrera militar de Franco me parecen no solam ente vacíos sino sórdidos. Lo lamento. El hecho de que la compañía de Regulares mandada por Franco tuviera en el combate del Biutz el máximo número de bajas de todas las un idades de ese tipo que participaron en la batalla (cincuenta y ocho compañías) es de cir, 56 bajas de 113 hombres requeriría, por parte de todos los que nos referimos a este hecho, un respeto elemental. No ha sido así, por desgracia. Ya en el plano de la seriedad debo indicar que muchos años más tarde el propio Fr anco dio testimonio de cómo fue sacado del campo de batalla, tras caer herido, por el soldado de Regulares. Que aun mortalmente herido se preocupó de entregar la ca rtera con las pagas de sus hombres, que llevaba consigo, al oficial de Regulares más antiguo que estaba por allí. Que el capitán médico del batallón de Cazadores de Barba

stro, doctor Mallou, fue el primero que practicó a Franco una cura de urgencia en Cudia Federico, con lo que probablemente le salvó la vida. Que, sin embargo, por s u estado no pudo sufrir el traslado al hospital Doc er en Ceuta hasta un mes des pués, donde pudieron visitarle sus padres Nicolás y Pilar quienes al principio habían temido perderle. Que todavía en el puesto de socorro la herida de Franco parecía tan grave que pidió confesión al capellán castrense padre Carlos Quirós Rodríguez. Y que el 3 de agosto salió de Ceuta para El Ferrol con dos meses de licencia por herido grav e, licencia luego prolongada hasta que en 1 de noviembre se reincorpora a su tábor en Tetuán. El último día de febrero de 1917, otro año trascendental en la historia del mundo y en la de España, el capitán Francisco Franco asciende por méritos de guerra y con la a ntigüedad del combate del Biutz a comandante. No existe vacante para esa graduación e n Regulares y con fecha 2 de marzo se le destina a la Península, al regimiento del Príncipe número 3, de guarnición en Oviedo. Terminaba así la primera fase de la carrera militar de Franco en África, la que siguió como oficial1. ¡ Para el combate del Biutz y todo este período africano de Franco he tenido pres ente el excelente estudio del general R. Casas de la Vega Franco militar Madrid, Fénix, 1995, así como el citado estudio del general C. Martínez de Campos España bélica, Marruecos. Muchas fuentes se detallan en mi Francisco Franco de 1982, vol. 1. El libro del coronel Carlos Blanco Escolá La incompetencia militar de Franco está edit ado por Alianza Editorial, Madrid 2000. El comandante Franco y su novia Carmen Polo Martínez Valdés en Oviedo, 1917, a po co de conocerse. Capítulo 4: Intermedio peninsular en Oviedo: la Revolución de 1917 (1917-1920) LA REVOLUCIÓN SOVIÉTICA Y LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA DE 1917 El 4 de marzo de 1917 el recién ascendido comandante Franco se despide de los R egulares en Tetuán y se dirige a Ceuta para viajar por mar a Algeciras y luego por tren a Madrid. Allí sufre un nuevo reconocimiento en el Hospital Militar y los médi cos le exigen otro mes de reposo antes de incorporarse a su destino en Oviedo. P or entonces un suceso en la lejana capital del Imperio ruso conmovió al mundo. El 8 de marzo según el calendario occidental había estallado en San Petersburgo la que según el calendario ortodoxo se conoce como la Revolución de Febrero, y los historia dores marxistas etiquetarán como fase burguesa previa a la auténtica Revolución bolche vique de Octubre. Hoy hemos adquirido, sin más méritos que vivir en nuestro tiempo, la perspectiva suficiente para calificar ese proceso revolucionario como una catás trofe impulsada por un grupo de intelectuales revolucionarios alucinados cuya fi gura descollante era Vladimir Ilich Lenin, que articuló políticamente los efectos de la Revolución de febrero para formar una coalición revolucionaria -el Soviet, conju nción de soldados y obreros para que se aliase con los políticos burgueses y liberale s avanzados de la Duma o Parlamento ruso con el fin de conquistar el poder. Este grupo burgués y liberal, pronto dirigido por Kerens i, estaba penetrado por la Ma sonería, como hemos sabido mucho después por los mismos investigadores rusos, y se m ostró incapaz de oponerse al empuje arrollador de la Revolución bolchevique cuando K erens i trataba de sustituir a la autocracia zarista por un régimen democrático de c orte occidental1. Una formidable marea de propaganda marxista-leninista, cuyos e stragos son todavía muy visibles en los libros de Historia, nos ha presentado a Le nin como uno de los héroes de la Humanidad cuando su verdadero lugar está en su ¡ He estudiado con perspectiva actual el desarrollo de la Revolución en Rusia en mi libro Las puertas del infierno, publicado por Fénix en 1995. condición de máximo criminal de la Historia, si bien superado por su sucesor Stal in, y como el intelectual revolucionario que sumió a la Humanidad en un abismo de crímenes, desviaciones y atrasos de los que en gran parte todavía es víctima nuestro t iempo y por supuesto la gran nación que le sirvió de escenario para su aventura trágic a. Pero a lo largo de 1917 y los años siguientes las noticias sobre la Revolución ru sa, sobrepuestas a las que marcaban en final de la Gran Guerra, se difundían más o m enos distorsionadas por todo el mundo y concitaban una creciente movilización de l

as clases trabajadoras junto a un miedo invencible entre las clases más elevadas. El triunfo bolchevique se fue preparando entre febrero y octubre de 1917 y se co nsumó por fin en la llamada Revolución de Octubre (nuestro noviembre) de ese mismo año , cuando Lenin impuso la dictadura soviética en Rusia, forzó una paz humillante de R usia frente a los Imperios centrales y acabó por consolidar el régimen comunista en la inmensa nación euroasiática. La nueva doctrina nació con carácter expansivo hacia la conquista revolucionaria de todo el mundo, como se demostró en la creación de la Ter cera Internacional comunita en 1919, con expresa invitación a que el proletariado y sus organizaciones se transformaran en partidos comunistas de ámbito nacional pa ra seguir las férreas directrices de la Internacional comunista. El comandante Fra nco prestó atención muy viva a la Revolución soviética, contra cuyas consecuencias iba a luchar durante toda su vida, incluso, como veremos, después de su muerte. Por otr a parte estos años 1917 a 1919 en que se configura con toda su carga de peligro mu ndial la Revolución soviética son también los años en que el comandante Franco entra en contacto directo con la realidad social española en un campo tan sensible como el de las cuencas mineras asturianas. Durante esos años la vida política y social española vive una profunda crisis, que afecta también incluso profesionalmente al propio Franco. Para España esos años fueron también revolucionarios, si se quiere en tono menor y local, pero de suma importa ncia en el ámbito nacional. La crisis política que se venía manifestando desde 1913, c omo hemos visto, adquiría en 1917 caracteres de peligrosa crisis social provocada por las consecuencias de la Gran Guerra. Ya veíamos cómo la neutralidad española, estr ictamente tutelada por los gobiernos de la época y por el mismo Palacio Real había a carreado notables beneficios a la economía española. Los productos agrícolas, los indu striales y los mineros se vendían a precios muy remuneradores a los beligerantes a unque por desgracia esos rendimientos se invirtieron más en la especulación que en e l saneamiento nacional y en la inversión. Esto provocó, además, un tirón inflacionario q ue afectó a los salarios de las clases trabajadoras y a los ingresos de las clases medias, entre las que figuraban los funcionarios del Estado y los militares. El hecho se conoció como crisis de las subsistencias y se agravó cuando a lo largo de 1917 empezó a preverse el final de la guerra mundial sobre todo desde que los Esta dos Unidos entraron activamente en el conflicto y enviaron a Francia un cuerpo e xpedicionario. Los Estados Unidos eran ya la primera potencia mundial y su parti cipación, respaldada por la poderosa industria americana, resultó decisiva para dese quilibrar la balanza estratégica a favor del bando aliado. Las previsiones sobre l a retracción de la demanda de productos españoles venían ya afectando a las modestas e conomías familiares desde principios se 1917 y se agudizaban cada vez más a lo largo de ese año y los siguientes. Desde octubre de 1917 el impacto y la esperanza irra cional que generó, sobre todo entre los obreros organizados, la Revolución soviética c omplicaron y agudizaron la crisis social española a la que el sistema político no da ba respuesta visible. El divorcio de las que José Ortega y Gasset había definido con tanto acierto como España vital y España oficial resultaba cada vez más alarmante. Así el proceso critico y revolucionario español de 1917 se desencadenó en tres fases inm ediatamente sucesivas; la militar, la parlamentaria y la obrera. Tuvo el acierto de detectarlo en aquel mismo año un observador intelectual que después actuó al servi cio del comunismo y luego, al palpar la realidad del comunismo en España, se volvió ferviente anticomunista. Se llamaba Luis Araquistáin. Reproduzco ese diagnóstico por que tiene el mérito singular de haber sido públicamente formulado dentro de aquel mi smo año 19171: Unos días después del mitin de las izquierdas (que había tenido lugar el 27 de mayo de 1917, n. del A.) estalló el incendio de la cuestión militar, como si necesitase a l cabo de tantos meses de acción oculta un viento fuerte para salir a la superfici e. El mitin de las izquierdas fue también el soplo que produjo la llama del manifi esto del 1 de junio. La agitación militar originó la agitación de las izquierdas parla mentarias. El 19 de julio de la Asamblea de Parlamentarios de Barcelona fue hijo del 1 de junio de las Juntas de Defensa militares. El pensamiento político buscab a el enlace con el brazo armado en un común anhelo de renovación. A su vez la Asambl ea de Barcelona fue el impulso que de un modo directo e inmediato contribuyó a pon

er en pie a la clase obrera. Silos militares fueron el brazo armado de la renova ción y los parlamentarios de izquierdas el pensamiento crítico y reconstituyente, lo s obreros organizados querían ser las piernas del movimiento. De este modo se comp letaba el cuerpo de la nueva política. Así se hizo 1 L. Araquistáin: Entre la guerra y la revolución, Madrid, 1917. carne la idea de la huelga general, nacida allá en el mes de marzo. Como se ve, no era ningún fenómeno caído imprevisiblemente de la luna sino un momento más en un lar go y profundo proceso acelerado por causa de la guerra de 1914, aunque sus orígene s había que buscarlos mucho más lejos, tal vez en el desastre colonial de 1898 . Por lo tanto la revolución española, o renovación como la designa Araquistáin, tuvo lug ar entre la primavera y el verano de 1917 en tres fases sucesivas: militar, parlamentaria y obrera. Desde las tres se intentaron conexiones con las demás. Pero por su propia debilidad y falta de horizonte y rumbo las tres dese mbocaron en el fracaso de una amarga frustración. LAS TRES CONVULSIONES ESPAÑOLAS DE 1917 El movimiento militar conocido como las Juntas de Defensa fue el primero en man ifestarse dentro de la crisis general española de 1917 y respondía a dos orígenes: el socio-económico y el profesional. El origen económico correspondía a la repercusión sobr e los jefes y oficiales del Ejercito de la llamada crisis de las subsistencias; es decir, las crecientes dificultades provocadas por unos sueldos prácticamente co ngelados ante la fuerte subida de los precios con motivo de la repercusión de la g uerra mundial en España. El movimiento de las Juntas de Defensa afectó directamente al comandante Franco, que precisamente el 31 de mayo de 1917 se incorporaba a su destino en el regimiento del Príncipe, de guarnición en Oviedo, para desempeñar el ma ndo del tercer batallón. Los historiadores antifranquistas insisten obsesivamente en la deficiente formación cultural y profesional de Franco, frente a todas las pr uebas que abundan en contrario. Por ejemplo, según reza su hoja de servicios, el c ometido que se le atribuyó en Oviedo además de su mando de batallón: la función de inspe ctor de las academias regimentales y profesor de la encargada de formar a los of iciales de complemento, entre los que figuraban frecuentemente hombres de carrer a. El comandante Franco se aloja en el hotel París. El movimiento militar había tomado forma a lo largo del año 1916, para organizar la protesta de la Infantería contra una disposición del ministerio de la Guerra por la que se establecían unas pruebas físicas que comprobasen la aptitud de mando de ge nerales, jefes y oficiales, quienes las consideraban vejatorias por permitirse e n ellas la presencia del público y porque en ellas se ponía en duda la capacidad mil itar de los examinandos. Como esta imprudencia del ministerio se combinaba con l a insatisfacción general del cuerpo de oficiales ante sus condiciones de vida cada vez más difíciles las Juntas de Defensa, con participación de todas las Armas y Cuerp os, se extendieron en 1916 y primeros meses de 1917 a todas las guarniciones. En un interesantísimo testimonio publicado durante la República el general Emilio Mola , profundo conocedor de la realidad militar, estima que el capitán general de Barc elona, general Alfau, dispuso las pruebas de aptitud de forma vejatoria, mientra s la prensa barcelonesa de izquierdas emprendía una campaña de ataques contra el Ejérc ito y especialmente contra los jefes y oficiales que habían servido en Marruecos. Al subir al poder el gobierno liberal de García Prieto a mediados de abril de 1917 el ministro de la Guerra, general Aguilera, ordenó al capitán general de Barcelona que disolviese sin más a la Junta del Arma de Infantería que, con aquiescencia del g eneral Alfau se había formado en Barcelona bajo la presidencia del coronel Beito Már quez, jefe del regimiento Vergara de guarnición allí. Durante el año anterior, y con p ermiso del capitán general, el coronel había recorrido muchas guarniciones para prom over la creación de Juntas de Defensa. Pero ante las tajantes instrucciones del nu evo ministro de la Guerra el capitán general convocó a su despacho al coronel Márquez y sus compañeros de Junta en la mañana del 26 de mayo y les ordenó que en un plazo de veinticuatro horas las Juntas de Defensa quedaran disueltas en toda España. La Jun

ta de Barcelona, replicó al capitán general con su tajante negativa en otro ultimátum, en que daba al Gobierno un plazo de doce horas para atender a sus reivindicacio nes. El capitán general considera tal actitud como rebelión y mete en la prisión milit ar de Montjuich a la Junta en pleno, con el coronel Márquez al frente. Las Juntas de toda España secundan a sus compañeros de Barcelona y el movimiento adquiere tal g ravedad que el Rey don Alfonso XIII, como jefe supremo del Ejército, interviene en la crisis y ordena al gobierno la destitución del capitán general de Barcelona, sus tituido por otro veterano de África, el general Marina, cuya primera decisión consis te en poner en libertad a la Junta encarcelada. Es, evidentemente, una claudicac ión del Estado ante la imposición de las Juntas y durante cierto tiempo el coronel Már quez, victorioso, se considera por mucha gente como el árbitro de España. Uno de sus aduladores se atreve a proponerle que ciña la corona, nada menos. Naturalmente qu e el gobierno liberal de García Prieto cae inmediatamente y el Rey designa para su stituirle a un gobierno conservador idóneo bajo la presidencia de Eduardo Dato quien , de acuerdo con el Rey, pacta inmediatamente con las Juntas de Defensa. La debi lidad del poder político ha cedido de nuevo ante lo que Balmes llamaba en el siglo XIX la preponderancia militar . Al movimiento militar sigue inmediatamente la Asamblea de Parlamentarios. En ella van a reunirse en Barcelona, es decir, fuera de la sede institucional de la s Cortes, un grupo selecto de diputados y senadores no sólo de izquierdas, como de cía Araquistáin, sino de centro-derecha catalanista y liberal, izquierda republicana y socialista, que intentaban abrir un proceso constituyente, democratizar al régi men (sin pronunciarse abiertamente contra la Monarquía) y romper el ya maltrecho t urno de los dos grandes partidos liberal y conservador. Los protagonistas fueron el dirigente de la Lliga catalanista don Francisco Cambó, el líder del partido repu blicano radical don Alejandro Lerroux, el creador y jefe del Partido reformista don Melquíades Álvarez, notable político asturiano que se mantenía en posiciones de cent ro-derecha, y el líder socialista don Pablo Iglesias. Los promotores de la Asamble a trataron de tender puentes a las Juntas militares de Defensa, que no cuajaron. El gobierno prohibió la reunión, que pese a todo se celebraba en Barcelona cuando e l gobernador civil, don Leopoldo Matos, la disolvió sin violencia tras dar unos go lpecitos en la espalda al presidente de los reunidos, señor Rodés. El proyecto, que luego trató de resucitar en Madrid, no alcanzó mayores consecuencias. La Asamblea de parlamentarios y menos aún las Juntas de Defensa no era un movimie nto revolucionario y no intentó establecer conexión alguna con el tercer movimiento de 1917, la huelga general de las organizaciones obreras, que como señala Araquistái n se preparaba desde meses antes. Las dos grandes centrales sindicales la UGT soc ialista y la CNT anarcosindicalista trataban de combinar fuerzas para esa huelga que debía tener carácter revolucionario. La UGT socialista llevó la iniciativa y desig nó un comité de huelga formado por el profesor Julián Besteiro, el activita obrero Fra ncisco Largo Caballero, el futuro comunista Daniel Anguiano y el experto en políti ca municipal Andrés Saborit. Este comité fijó la fecha para la huelga revolucionaria: el 13 de agosto de 1917. La huelga resultó un fracaso en toda España, con una excepción: Asturias. Escarment ado por el recuerdo de la Semana Trágica en Barcelona el gobierno ordenó que se decl arase allí el estado de guerra por lo que las fuerzas militares salieron a la call e para reprimir enérgicamente el intento, en lo que se distinguió Análisis del general Mola en El pasado, Azaña y el porvenir Obras completas, Valla dolid, Santarén, 1940, p. 997 s. precisamente el regimiento que mandaba el coronel Benito Márquez. Hubo agitacio nes en Yecla, en Bilbao con un joven coordinador llamado Indalecio Prieto y Madrid , con centro en la glorieta de los Cuatro Caminos. El resultado, escaso para los organizadores, fue sangriento: 93 muertos, de ellos 37 en Barcelona, 14 en Madr id, 24 en Bilbao. Pero el gobierno logró la detención inmediata del comité de huelga, que dejó de ser un problema nacional aunque se mantuvo precisamente en Asturias

LA AUTENTICA INTERVENCIÓN DEL COMANDANTE FRANCO EN LOS SUCESOS DE 1917 Los antibiógrafos de Franco suelen entrar en trance histérico cuando comentan su actuación en los sucesos de 1917. Como en tantas ocasiones me limitaré a describir l os hechos desde las fuentes existentes y desecharé las mentiras por simple falta d e prueba alguna. Pero el más contumaz de los antibiógrafos, que por desgracia es un militar, el coronel Blanco Escolá, en su capítulo 2, cuando precisamente trata del d estino de Franco en Oviedo, se ensaña contra la que cree incultura crónica del joven comandante pero no dice una palabra ni sobre la actuación del joven comandante en las cuencas mineras, ni sobre el contexto histórico mundial y español de 1917, ni s obre la relación de Franco con las Juntas de Defensa y con la huelga general astur iana de ese año; y deja entender la falsedad de que Franco nunca tuvo mando de fue rzas en aquel destino ni por supuesto menciona la experiencia social, muy intens a, que debió a aquel destino. Eso sí, manifiesta su desprecio por las actividades de enseñanza que Franco desempeñó en el regimiento del Príncipe, además de sus mandos. Una a ctitud de acrisolada inclinación cultural en el antibiógrafo. Por razones obvias Franco no tuvo intervención alguna en el movimiento político d e los parlamentarios renovadores y luego nunca se refirió a él en el resto de su vid a. Inicialmente sí que dio su nombre a la Junta de Infantería que se formó en su regim iento por motivos profesionales y luego fue elegido para formar parte de la corr espondiente Comisión Mixta, autorizada por el gobierno, pero en cuanto advirtió ya vu elto a África el rumbo que tomaban las Juntas de Defensa al manifestarse decididame nte en contra de los intereses profesionales legítimos de los oficiales destinados en África no sólo se dio de baja en las Juntas sino que se opuso abiertamente a ell as. La controversia principal, sin embargo, se suscita al describir la participa ción de Franco en su destino de Oviedo ante la huelga revolucionaria que se declaró en Asturias. La controversia carece de fundamento alguno ante la claridad de los hechos. Vamos a verlo. En la Asturias de 1917 existían algunos brotes anarcosindicalistas de la CNT pe ro la organización obrera principal era la socialista UGT, con dos sindicatos rele vantes: el Sindicato de Obreros Mineros de Asturias, SOMA, creado en Mieres en e l año 1910 por el líder obrero Manuel Llaneza Zapico y el Sindicato Ferroviario cuyo jefe era Teodomiro Menéndez. Hablé largamente con éste cuando regresó a España después de l a guerra civil y pude comprender algo que ya conocía por la Historia: el sindicali smo socialista asturiano no era de carácter anárquico ni salvaje sino moderno, civil izado, dispuesto a la negociación cuando los patronos no se cerraban en banda. Los socialistas asturianos habían colaborado a principios de siglo en un admirable pl an de extensión universitaria y cultural para trabajadores con profesores de la Un iversidad de Oviedo y mantenían buenas relaciones con políticos moderados como Melquía des Álvarez. Sin embargo, al incorporarse a la huelga revolucionaria convocada por fin para el verano de 1917 lo hicieron con todas sus consecuencias y persistier on en su actitud de protesta tras el fracaso de la huelga en el resto de España. L o mismo sucedería en octubre de 1934. Desde el comienzo de la huelga y de acuerdo con el gobierno el comandante mil itar de Asturias, general Ricardo Burguete, de clara filiación liberal, declaró el e stado de guerra, ordenó reforzar con destacamentos militares a los puestos de la G uardia Civil enclavados en las cuencas mineras y se hizo famoso cuando en un ban do manifestó que los rebeldes serían cazados como alimañas . El comandante Francisco Fran co emprendió la marcha desde Oviedo con una pequeña columna de unos cien hombres en la que figuraban una compañía del Regimiento del Rey y una sección de ametralladoras d el regimiento del Príncipe. El destino era un lugar conocido como Falla de los Lob os y la columna se fue incrementando con los efectivos de tres puestos de la Gua rdia Civil hasta contar con unos ciento cincuenta hombres. Pero en todo el traye cto de la columna no se registró acción alguna de carácter represivo, contra lo que af irma algún antibiógrafo adicto a la historia-ficción y por ello el comandante Franco d evolvió sus guardias civiles a los puestos de procedencia y estaba de vuelta en Ov iedo el 29 de agosto. Tres días antes de que estallase en la provincia la fase más v

iolenta de la huelga, en cuya represión, por tanto, no participó. El profesor de la Universidad de Oviedo David Ruiz, afecto a las izquierdas y especialista en la h istoria social asturiana, señala, en efecto, que esa nueva fase no se declaró hasta el 1 de septiembre de 1917, cuando fracasaron las negociaciones entre los sindic atos y la organización patronal que se mostró intransigente al declarar un cierre pa tronal cuando los sindicatos se negaron a aceptar una reducción de salarios. El ge neral Burguete instaló entonces su cuartel general en la Fábrica de Mieres y desde a llí dirigió la represión, en la que el líder socialista Andrés Saborit, cuando se refirió a ella en sus intervenciones parlamentarias de 1918, no citó a una sola victima mort al en las filas obreras, pero añadió un rasgo que nos interesa: el general Burguete ordenó el arresto del coronel jefe del regimiento del Príncipe por sus opiniones ace rca de la huelga y la represión . En las obras de este investigador y de este testig o no se cita una sola vez el nombre de Franco en relación con la represión de 1917. Ya en 1920, poco antes de finalizar su período de destino en Oviedo, se recrudece la agitación sindical en la cuenca minera de Asturias y el comandante Franco recib e la misión de acudir por segunda vez a ella como comandante militar de Sama de La ngreo, al frente de una compañía del primer batallón de su regimiento. Allí permaneció has ta el 30 de mayo sin que tampoco ahora se registraran incidentes dignos de mención . Los antibiógrafos de Franco se niegan sistemáticamente a reconocer la verdad que cr eo profunda porque conozco al personaje y su circunstancia de una revelación pública de Franco ante un público de mineros y otros trabajadores asturianos el 19 de mayo de 1946 durante uno de sus viajes a Asturias. Franco atribuye a sus contactos c on la realidad de la cuenca minera asturiana en 1917 la aparición de su sentido so cial íntimo, que ya no le abandonó en toda su vida. Recuerda su marcha hasta la Fall a de los Lobos, con una orden de operaciones en la que se recomendaba batir a lo s obreros como alimañas; alusión evidente al bando del general Burguete. Telegrafié al mando recuerda poniendo en su conocimiento que allí no ocurría nada . Recuerda su reacción interior ante las graves injusticias que sufrían los obreros: LEs que no eran igua les que mis soldados?. El espíritu se rebelaba . Y se refiere a su experiencia poste rior en 1920: Otras veces volví a la zona minera nuevamente; iba a depurar denuncia s y a actuar como juez y entonces conocí a fondo la zona minera y sus casas y la v ida de aquellos hombres, y el abandono triste en que un país tenía a sus clases trab ajadoras 2. David Ruiz Asturias contemporánea, Madrid, Siglo XXI, 1975, p. 43. A. Saborit, A sturias y sus hombres, Toulouse, 1954 p. 165 a 171. 2lexto completo del testimonio de Franco en mi Francisco Franco de 1982,1., p. 141 s. Quienes se obstinan en negar a Franco todo su cultura, su capacidad militar, s us dotes de análisis social niegan igualmente el hondo sentido social que nació en su interior durante su experiencia asturiana. Lamento que algunos escriban la Hist oria con renglones tan retorcidos o con vacíos tan lamentables. Por supuesto casi siempre estos antibiógrafos tratan también de tergiversar el que para Franco fue el episodio fundamental de su estancia en Asturias: su encuentro con Carmen Polo Ma rtínez Valdés. LA ÚNICA MUJER DE SU VIDA En estos tiempos de promiscuidad y cambio de parejas seguramente resultará choc ante que el comandante Franco permaneciera durante toda su vida perfectamente fi el a la mujer que conoció en Asturias y con la que casó después de dos interrupciones cuando su deber militar le llamó de nuevo a la guerra de África. Pero no me interesa ahora la victoria de la permisividad sobre el sentido tradicional de la familia , que es una de las tragedias del siglo XX, sino el hecho de que Franco, cuya su erte se había presentado ya como una característica biográfica, la reconoció una vez más e n ese encuentro asturiano con la mujer de su vida y precisamente en el año 1917. Ya he subrayado varias veces que Franco no era ni un tímido ni menos un retraído en sus relaciones sociales durante toda su carrera militar, hasta que le cambió es ta condición por su choque con la República en 1931. Puede que a esa novia frustrada

(no sé a quién se refiere la frustración) que un antibiógrafo describe casi morbosament e en Melilla el joven Franco le resultase aburrido pero no sería ese el efecto que causaba entre la buena sociedad e incluso la opinión pública de Oviedo, cuando su f igura llegó a rodearse de una auténtica popularidad. Franco, además, cultivaba la vida social en Asturias, como lo había hecho en África durante sus breves y espaciados día s de permiso. Alcanzaba ya una cierta fama por su comportamiento militar en África , que había acelerado más que notablemente su carrera y se relacionaba con la aristo cracia asturiana por ejemplo los marqueses de la Rodriga y de la Vega de Anzo hast a conseguir el ingreso en el Real Automóvil Club de Oviedo y participar en los act os del Círculo Mercantil. Desde 1919 trabó amistad con un recién llegado catedrático de Literatura en la Universidad de Oviedo, el profesor Pedro Sainz Rodríguez, dotado de un sexto sentido para detectar y cultivar a los personajes más influyentes de s u entorno; precisamente éste es el calificativo que utiliza don Pedro, cuando ya e ra un ferviente enemigo de Franco, para justificar que por las cenas que organiz aba el marqués de la Rodriga pasaban todos los personajes que venían a la ciudad. Esa era la razón de la invitación a Franco cada vez que iba . Uno de sus antibiógrafos repr ocha a Franco esta dedicación a la vida social que, según afirma arbitrariamente, no le dejaba tiempo para leer, peregrina acusación si las hay . Por cierto que en su t estimonio don Pedro indica que hablaba en Oviedo con Franco casi exclusivamente sobre la guerra de África, porque era el asunto que Franco dominaba completamente. No lo cree así algún antibiógrafo que trata inútilmente de retorcer la idea de Pedro Sa inz Rodríguez sobre Franco. En esas conversaciones Franco se quejaba de la resistencia que la familia de Carmen Polo ponía a su boda con él. Y era verdad. En las curiosas e ilustrativas dec laraciones que, ya casados, hicieron a una difundida revista ilustrada, Carmen y Franco recordaban que se conocieron en una romería cerca de Oviedo durante el ver ano de 1917. Ella, una joven de 17 años dotada de singular distinción y belleza, est aba en vacaciones de verano (estudiaba en el colegio de las Salesas) y reconoce que me fue muy simpático y que ese encuentro se convirtió para los dos en un auténtico f lechazo. El comandante tenía veinticuatro años y desde ese momento trató de organizar un asedio en regla, pronto correspondido por la interesada pero rechazado insist entemente por su familia, especialmente por su padre, don Felipe Polo Flores, cu ya principal objeción no era una diferencia de condición social, que no existía, sino el riesgo de que su hija, casi una niña, se comprometiese con un militar cuya voca ción africana suponía un riesgo para su vida semejante decía al de un torero. Es Sainz R odríguez quien recuerda la objeción taurómaca, que le confiaba, muy dolido, el propio Franco; desde entonces han cambiado mucho las cosas en España y hoy un torero impo rtante resulta uno de los mejores partidos hasta para las jovencitas de más alta c una. Pero Franco no cejaba. El comandantín como se le conocía entre las chicas casader as de la ciudad, empezó a presentase, nada más comenzar el curso, en la misa de las siete y media de la mañana que se celebraba en el colegio de Carmen, con lo que se ganó la alianza de las monjas. La familia PoloMartínez Valdés no era exactamente aris tocrática pero sí pertenecía a la clase más distinguida de Oviedo. El antibiógrafo más encon ado contra la presunta incultura de Franco no atribuye, creo, la menor veracidad al testimonio de su propia esposa no mucho después de su boda cuando preguntada p or el barón de Mora en la entrevis Pedro Sainz Rodríguez: Testimonio y recuerdos Barcelona, Planeta, 1978. ta que acabo de citar sobre cuales eran los mayores defectos que encontraba e n su esposo respondió: Que le gusta demasiado África y estudia unos libros que no com prendo . Creo conocer bien a Franco y a su esposa y sé que no mentía ella cuando descr ibía la afición de Franco por los libros de interés profesional militar, aunque no excl usivamente y que tampoco mentía Franco cuando en la misma entrevista afirmó que su au tor preferido era don Ramón del Valle Inclán . En 1928 el ya general Franco gozaba de una ancha celebridad por su carrera en África pero ni él ni su esposa tenían la menor necesidad de mentir sobre sus aficiones. EL ENCUENTRO CON MILLÁN ASTRAY EN VALDEMORO Sofocada la huelga revolucionaria del verano de 1917

sin que la agitación sindic

al quedase eliminada, ni mucho menos el movimiento renovador de la Asamblea de Pa rlamentarios quedó desactivado a la vuelta del verano cuando su figura más represent ativa, el líder catalanista don Francisco Cambó, no quiso entrar en un gobierno pero ofreció al nuevo gobierno de concentración liberal-conservadora que por fin logró for mar el Rey dos de sus mejores hombres de la Lliga como ministros. Presidía el nuev o gobierno un político liberal bien dotado para la negociación y el compromiso, don Manuel García Prieto, marqués de Alhucemas y su hombre fuerte era el conservador Jua n de la Cierva y Peñafiel, muy bien visto en los medios militares por su energía y s u comprensión de los problemas castrenses. En aquel momento histórico los movimiento s obreros españoles y todos los demás observadores analizaban con interés creciente el e stallido de la Revolución soviética de Octubre (principios de noviembre según el calen dario occidental) que suscitó en las organizaciones del proletariado un instintivo reflejo de aproximación y en el resto del conjunto político-social un auténtico acces o de miedo. Durante decenios, desde el último tercio del siglo XIX, los medios lib erales y conservadores, así como un sector importante de las clases medias, habían e xpresado de muchas formas su temor al comunismo pero era ahora, en Octubre de 19 17, cuando aparecía el verdadero comunismo que triunfaba en la revolución rusa e inm ediatamente mostraría su carácter ejemplar y expansivo para conseguir la revolución mu ndial y la aniquilación de su enemigo histórico, el capitalismo burgués. El ejemplo so viético y el aborto de la huelga del verano anterior desencadenaron en España una se rie de agitaciones que se hicie Entrevista del barón de Mora en Estampa, mayo de 192 8. ron notar en el campo andaluz y sobre todo en una verdadera guerra social pla nteada en Barcelona entre los sindicatos revolucionarios de la CNT y la organiza ción patronal, decidida a hacer la guerra por su cuenta. Sin embargo, el problema que más preocupaba al Rey y a los gobiernos era la preponderancia militar , el nuevo protagonismo de los militares manifestado en el movimiento de las Juntas de Defe nsa. De octubre de 1917 a fin de enero de 1918 el comandante Franco desempeña en s u regimiento de Oviedo el cargo de mayor, equivalente al de jefe de administración para todo el regimiento. El general Casas de la Vega, que conoce con detalle la estructura y la actividad del Ejército, atribuye notable importancia a este cargo cuyo desempeño era muy conveniente para los jefes que así podían incluir la actividad administrativa en su experiencia militar. Tras este intermedio Franco vuelve al mando de tropa como segundo jefe del primer batallón. El nuevo ministro de la Guerra, que lo deja bien claro en sus memorias, actuó c on decisión ante el problema que planteaban las Juntas de Defensa. Cortó sin contemp laciones el brote de juntas entre suboficiales y clases de tropa y trató de desact ivar las desviaciones de las Juntas de Defensa transformándolas en comisiones ases oras e informativas, que después adquirieron carácter de comisiones mixtas porque en ellas tenían representación las diversas armas y cuerpos. El comandante Franco fue elegido por sus compañeros para formar parte de la comisión mixta que se formó en Astu rias y ya en 1919 fue designado por el mando como oficial mayor de ella. Sin embargo, el contexto histórico del período 1916-1918 estaba configurado por l a inclinación cada vez más patente de la Gran Guerra hacia la victoria final de los aliados occidentales. En el año de la herida mortal de Franco la batalla de Verdun , ganada por el ejército francés, señalaba ya en esa dirección, seguida por la iniciativ a aliada en la batalla del Somme, donde intervinieron por vez primera los carros de combate. En el Oriente Medio la gesta del coronel Lawrence conseguía alinear a los árabes, hasta entonces sometidos al Imperio turco, a favor de los aliados, qu e flanqueados por ellos avanzaron desde sus bases en Egipto hacia Palestina y Si ria. Sin embargo, el factor más decisivo fue la intervención abierta de los Estados Unidos a quienes la agresión submarina del Imperio alemán hizo superar la voluntad a islacionista y declarar la guerra a Alemania el 2 de abril de 1917. Alemania no estaba vencida pero la intervención norteamericana suponía inevitablemente la victor ia final de los aliados que se produciría en 1918. El 8 de enero el presidente Woo drow Wilson propuso sus célebres Catorce Puntos para el establecimiento de la paz en Europa. Terminada con éxito completo su campaña contra Rusia el Ejército alemán pudo lanzar sucesivamente sus cuatro ofensivas en el frente occidental pero el frente

aliado se mostró capaz de resistir y desde mediados de julio el mariscal Foch, co n el ejército francés y los cuerpos expedicionarios británico y norteamericano, dirigió de forma muy eficaz la contraofensiva general que reconquistó todo el territorio f rancés. La vigorosa operación de los aliados sobre los Balcanes afectó gravemente al f rente austriaco y la ofensiva anglo-árabe del general Allenby, facilitada por la i ntervención del coronel Lawrence, culminó en la conquista de Damasco tras dominar to da Palestina. Los ejércitos de los Imperios centrales se sintieron peligrosamente amenazados desde sus retaguardias por los brotes revolucionarios comunistas que se produjeron a imitación de la revolución soviética y este hecho provocó el desmoronami ento de los frentes ante el empuje de los aliados. El 11 de noviembre de 1918 te rminaba la primera guerra mundial. En los medios militares españoles la victoria a liada se atribuyó en gran medida a la capacidad del ejército francés, que se convirtió e n el nuevo modelo a seguir. Mientras tanto en España caía el 21 de marzo de 1918 el gobierno García Prieto y do n Alfonso XIII, cada vez más abrumado por las dificultades y la evidente incapacid ad de la vida política consiguió tras ímprobos esfuerzos la formación del que se llamó Gob ierno nacional presidido por don Antonio Maura, que tras años de alejamiento del p oder desde la crisis de 1909 volvía a presidir un gobierno formado por casi todos los jefes de fila de los grupos liberales y conservadores. España entera recibió con fervorosa expectación casi mesiánica la formación de este gobierno, al que su propio presidente denominó en la intimidad como una monserga Maura tuvo razón y las grandes esperanzas puestas en ese gobierno no cuajaron. El comandante Franco participó, entre el 28 de septiembre de 1918 y el 16 de no viembre, en un curso de perfeccionamiento de tiro destinado a jefes del Ejército q ue se celebró en el acuartelamiento de Valdemoro, próximo a Madrid. Para este curso algunos jefes distinguidos fueron designados interventores, entre ellos Franco y un comandante antiguo, don José Millán Astray, que ya entonces acariciaba el proyec to de crear en el Ejército español una nueva fuerza selecta de choque inspirada en l a Legión francesa. Hablaron de ese proyecto durante el curso y al terminarlo Franc o fue encargado de recopilar en un informe las diversas memorias redactadas por los participantes. Realizó el encargo durante una semana que pasó en Madrid y regresó a su destino en Oviedo. LA CREACIÓN DEL TERCIO DE EXTRANJEROS Ya hemos dicho que una vez conseguido por España el dominio de los caminos de T etuán en la campaña de 1916 la pequeña guerra de África entró en una especie de hibernación, como los gobiernos deseaban. Pero una vez privado de las subvenciones alemanas el Raisuni trató de compensarlas con una serie de chantajes a España, bien asentado en sus reductos de Yebala, en la zona centro-sur del protectorado. Por ello el a lto comisario, general Jordana, llegó a hartarse y estaba precisamente el 18 de no viembre de 1918 redactando un informe al gobierno donde proponía una acción enérgica c ontra el veleidoso personaje cuando falleció repentinamente sobre su mesa de traba jo. Por sus méritos y por recomendación de don Alfonso XIII fue designado para suced erle el general Dámaso Berenguer el 2 de febrero de 1919. El nuevo alto comisario, que desempeña también el cargo de general en jefe de todas las fuerzas españolas en Áfr ica, propone en Madrid al Rey y al gobierno un plan para la ocupación total del pr otectorado que implica la eliminación del Raisuni como árbitro de la zona centro-occ idental mediante dos campañas: una para la ocupación total de la cabila de Anyera, o tra para afirmar el dominio de España para toda la región de Yebala, desde Tetuán hast a el límite con la zona francesa. Una tercera gran campaña tendría como escenario el R if, donde las fuerzas españolas de Melilla deberían converger con las de Ceuta y Tet uán sobre la bahía de Alhucemas. Para resumir los tres objetivos en tres puntos geog ráficos, las tres campañas terminarían con la toma definitiva de Alcazarseguer, el pue rto de Anyera; Xauen, la ciudad misteriosa del centro-sur, próxima ya a la zona fr ancesa; y Axdir, centro de la cabila de Beni Urriaguel frente a la bahía de Alhuce mas. El primer objetivo se fijó para la campaña de 1919; el segundo para la de 1920; el tercero para la de 1921. Berenguer era un general en jefe muy competente y p erfecto conocedor de la situación en el protectorado. Su plan era viable y se apli

có con toda energía a realizarlo. El primer objetivo se consiguió inmediatamente. El 21 de marzo de 1919 varias c olumnas españolas convergentes, con apoyo naval, ocupan sin graves dificultades el poblado y la ensenada de Alcazatseguer, por donde entraba casi todo el tráfico de armas destinado a las cabilas insumisas del interior. Como era de esperar el Ra isuni llevó muy mal la iniciativa militar española y sus harcas empezaron a hostigar a los destacamentos que enlazaban a las distintas columnas, lo que consiguió fácilm ente por su ocupación del Fonda de Am Yedida, clave de todas las comunicaciones d e Tetuán con Tánger y Larache. El general Berenguer acepta el reto del Raisuni y cue nta para ello con el concurso de un experimentado jefe, el teniente coronel Albe rto Castro Girona, que combina con suma habilidad la táctica militar con la capaci dad de negociación y penetración política en las diversas cabilas del territorio. Así se muestra un digno y eficaz rival del propio Raisuni en la pacificación del macizo central de Beni Hosmar, al sur de Tetuán. Caído en el otoño de 1918 el gobierno nacional de Maura, don Alfonso XIII se most raba cada vez más harto del juego político y tuvo que resignarse también al fracaso y la rápida sucesión de los gobiernos siguientes, liberales, conservadores o concentra dos. La España vital se mostraba cada vez más alejada de la España oficial y en vista de que las Juntas de Defensa intervenían cada vez más en este desconcierto algunas v oces empezaban a sugerir una peligrosa tesis que al fin fue formulada nada menos que por don Antonio Maura, la primera figura política de toda la época: Que gobierne n los que no dejan gobernar . Así el 14 de abril de 1919 cayó el gobierno liberal del conde de Romanones, que había fracasado también ante la desquiciada situación social d e Barcelona, donde desde febrero a abril la huelga salvaje de la Canadiense había co ndicionado la vida de la ciudad. Los dirigentes sindicalistas de Barcelona, Ángel Pestaña y Salvador Seguí, pertenecían al ala moderada del movimiento, apoyados por los políticos catalanistas de izquierda Francisco Layret y Luis Companys. La guerra s ocial ensangrentaba las calles de Barcelona y casi nada conseguía para apaciguarla un nuevo gobierno de don Antonio Maura reducido, según su expresión, al papel de bom bero de la Monarquía . No contento con su pertenencia al partido liberal un general prestigioso, don Francisco Aguilera, lo abandonó para emprender un camino que cond ujese a una dictadura militar; en vista de que el sistema constitucional resulta ba cada vez más ineficaz; no pocos españoles, dentro y fuera de las fuerzas armadas, empezaban a acariciar el proyecto de dictadura que sólo podría ser ejercida por el Ejército. El propio Rey don Alfonso XIII cedía ante semejante tentación. El 30 de mayo de 1919 el gobierno de Maura acompañó al Rey en un acto religioso s olemne, la consagración de España al Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles, próximo a Madrid, acto que levantó tremendas protestas en el mundo liberal y en las izquierd as. Desde su relativamente tranquila vida de guarnición el comandante Franco sigue con puntual atención las destacadas intervenciones de varios militares españoles en las operaciones contra el Raisuni, entre ellos Sanjurjo. El 15 de junio de 1919 cae el gobierno de Antonio Maura y le sucede, entre la general indiferencia, ot ro presidido por el conservador moderado don Joaquín Sánchez de Toca. El general en jefe, Dámaso Berenguer, combina la actuación de los más destacados jefes de columna gen erales Silvestre, Vallejo, Barrera y Navarro- además del teniente coronel Castro G irona. Con ellos recupera a viva fuerza la posición clave del Fonda el 5 de octub re con lo que queda libre el camino para completar el acoso contra el Raisuni en las montañas de Yebala. Dos días después el recién ascendido teniente coronel José Millán Astray sale de Melill a en comisión de servicio para estudiar los acuartelamientos y la organización de la Legión Extranjera francesa en Argelia. El agravamiento de la guerra social en Bar celona y las nuevas imposiciones abusivas de las Juntas de Defensa, que actúan ya casi abiertamente como un sindicato militar de intervención política, fuerzan la caída del gobierno Sánchez de Toca a quien sucedió don Manuel Allendesalazar con un gabin ete de concentración monárquica . El teniente coronel Millán Astray lucha bravamente por la aprobación de su proyecto de Legión Extranjera española entre los vaivenes de tanto

s cambios de gobierno, que impiden una política coherente en todos los aspectos, i ncluido el militar. Vistos desde nuestra ya lejana perspectiva, los protagonistas de la tragedia inminente de 1921 se van acercando a sus puestos. El 11 de febrero de 1920 el ge neral Fernández Silvestre deja la comandancia general de Ceuta para encargarse de la de Melilla, desde la que participará en la que Berenguer cree la fase definitiv a de su proyecto pacificador. Cuando el comandante Franco regresa a Oviedo después de su segunda misión en la cuenca minera como comandante militar en Sama de Langr eo el político conservador don Eduardo Dato accede a la jefatura del que será su últim o gobierno. El 6 de junio y debido a su cargo en la comisión militar mixta de Ovie do el comandante Franco tiene que viajar a Madrid para presenciar, como represen tante de las guarniciones asturianas, la jura de bandera del príncipe de Asturias don Alfonso, afectado ya irreversiblemente por la hemofilia. Durante sus dos sem anas de estancia en la capital Franco queda comprometido con Milán Astray para inc orporarse a la organización del Tercio de Extranjeros cuando el ministro de la Gue rra apruebe por fin su creación. Ya ha regresado a Oviedo cuando unos días más tarde e l alto comisario Berenguer emprende la segunda fase de su plan, con objetivo en la ciudad interior de Xauen. Las operaciones se desarrollan en dos intentos simu ltáneos de penetración; uno desde Tetuán a través del macizo de Beni Hosmar con las colu mnas Castro Girona, Saliquet y Orgaz, otro por la cuenca alta del río Lucus en la comandancia de Larache. Dos oficiales de Regulares se distinguen, junto a otros muchos, en esta campaña: el capitán Agustín Muñoz Grandes y el teniente José Varela Iglesias, quien tras un co mbate de vanguardia a la bayoneta gana la primera de sus Laureadas. Por su parte el general Fernández Silvestre atraviesa en la comandancia de Melilla el foso del Kert y establece su base de partida sobre Alhucemas con la toma de Taferisit y Bu Hafora. Para la campaña de pacificación que se prevé extraordinariamente dura, el mando de Áf rica apoya ante el gobierno la creación de la Legión como nueva fuerza de choque que pueda combinarse con los ya experimentados Regulares. Encargado Millán Astray por real orden de organizar la fuerza, la constitución formal se realiza mediante las disposiciones del 2 y el 4 de septiembre de 1929. Aunque muchos la conocerán como la Legión el nombre oficial de la unidad es Tercio de Extranjeros, conforme a la gr an tradición militar española de los Tercios Viejos que dominaron las campañas europea s en el siglo XVI y se mantuvieron vigentes hasta la reorganización de tipo regime ntal impuesta por la nueva dinastía borbónica al comenzar el siglo XVIII. Al princip io el Tercio estaba compuesto por tres banderas, unidades tipo batallón, autónomas y móviles; cada bandera estaba formada por dos compañías de fusiles y una de ametrallad oras, además de servicios completos de zapadores, minadores y cuerpo de tren. Al t erminar el verano el comandante Franco conoce en Asturias dos noticias decisivas para su vida. Por fin el padre de su novia accede, en vista de la decisión de Car men, a su boda con Franco; pero una orden comunicada del 27 de septiembre destin a a Franco al Tercio de Extranjeros con base provisional en Ceuta. Millán Astray l e urge la incorporación inmediata. Y como le cantarán en coplas sus primeros legiona rios, el comandante Franco aplazó su boda por primera vez para acudir a la llamada de África y de la Legión. El comandante Franco con su recién estrenado uniforme del Tercio al que dirigió e n la campaña para la reconquista de Melilla después del desastre de Annual en 1921. Capítulo 5: Franco en la Legión: la campaña de Melilla 1920-1922 FRANCO EN LA ORGANIZACIÓN DEL TERCIO Los banderines de enganche para el Tercio que se establecen en varias ciudade s con éxito superior al esperado en aquella época de profunda crisis social. El teni ente coronel Millán Astray ha llegado a Ceuta a primeros de octubre del año fundacio nal, 1920, para recibirles. ¡Qué extraordinaria figura la de don José Millán Astray Terr

eros, militar original, idealista y excéntrico, a quien tuve el honor de conocer e n Madrid, poco después de la guerra civil! Ofrecía, desde luego, algunos aspectos po co comunes pero no merece la insultante descripción que le dedica el coronel Blanc o Escolá, que trata de ridiculizarle un tanto obsesivamente en uno de los capítulos más desafortunados, si cabe, de su antibiografía contra Franco militar. Me parece es pecialmente bochornosa la descripción peyorativa de sus heridas de guerra, que había recibido en acción de combate o junto a la línea de fuego y que merecen todo menos el sarcasmo. Atribuirle, además, la responsabilidad principal en la gestación de la mitología de Franco durante la guerra civil demuestra muy poca idea sobre la auténti ca fabricación de tal mitología, como en su momento veremos. Lo que ya resulta casi divertido si cabe hablar así en medio del bochorno que tal libro provoca es que desp ués de poner verde al fundador de la Legión el coronel Blanco, muy a su pesar, tiene que reconocer que Millán aprovechó bien su experiencia en el contacto con la Legión F rancesa, que su invento funcionó y que el teniente coronel poseía dotes de mando y de convicción para sus legionarios. Podía haberse quedado en ese reconocimiento, que r esponde a la verdad. José Millán Astray Terreros había nacido en 1879. Fue destinado como oficial a la c ampaña de Filipinas en 1896. Luego actuó como profesor y en 1912 obtuvo un destino e n África, donde en 1914 fue ascendido a comandante por méritos de guerra. Poseía dotes sobresalientes para la comunicación y la propaganda, además de valor acreditado. Su idealismo era muy sincero y por eso supo comunicarlo a sus legionarios. Por su estancia en Extremo Oriente conoció el código de honor de los samuráis, japoneses, el Bushido, que trató de adaptar a los soldados del Tercio. Es muy fácil, y muy injusto , ridiculizarle a estas alturas por su culto a la muerte pero el soldado de una fuerza de choque ha de convivir con la muerte y las canciones que él inspiró para el Tercio el himno de la Legión y la canción Nadie en el Tercio sabía no pueden escucharse hoy, con toda la historia legionaria delante, sin sobrecogimiento; la segunda po see, además, un alto valor musical y poético. Millán Astray estaba en 1920 creando una fuerza de choque para una guerra implacable contra un enemigo de altas cualidad es militares, no un noviciado de ursulinas. Sus voluntarios procedían de las capas marginadas de aquella sociedad en crisis, muchos reclutas provenían de la guerra social que rugía en Barcelona. Eran aventureros, fracasados en la vida familiar o en el trabajo, personas que buscaban desesperadamente un ideal, un horizonte en que redimirse. Me parece absurdo y ridículo despreciarles, y muy necesario compren derles. Millán Astray supo hacerlo. Les ofreció un ideal, dar su vida por España, una nación cargada de gloria. Les presentó la lucha, el combate y la muerte como una red ención. Nunca les consideró como unos vulgares mercenarios, descripción que parece men tira cómo un coronel del Ejército puede aplicarla también a los oficiales seleccionado s para el Tercio, donde muchos sabían que iban a encontrar la muerte. (El insulto se ha repetido hasta la saciedad; olvidando por ejemplo que los legionarios, los mercenarios de Franco en la guerra civil, ganaban exactamente tres veces menos qu e los milicianos rojos, cuya retribución era de diez pesetas diarias). Creo que ha perjudicado mucho a Millán Astray su famoso grito de Viva la muerte ante don Miguel de Unamuno en el acto del 12 de octubre de 1936 en Salamanca. Era un grito de g uerra, poco apto para un acto académico, desde luego. Pero como grito de guerra en una guerra a muerte es algo que puede y debe comprenderse. En intención de Millán A stray se trataba de una confesión patriótica, de un ofrecimiento de la vida, no de u n atentado contra la vida, aunque esta vida, en muchos casos, hubiera sido hasta entonces despreciable. En fin, no me importa que en estas líneas se me note mi co ndición de Legionario de honor, que considero un honor muy alto, ni me olvidaré nunc a de la arenga que tuve el honor de dirigir en 1980 a la Legión formada en Fuertev entura en que les animé a defender nuestra Constitución, que es la forma actual de l uchar por España. Desde este momento disponemos de un importantísimo documento autobiográfico del c omandante Franco, el Diario de una bandera que se publicó en 1922 y relata la expe riencia de Franco en la creación, adiestramiento y primera campaña de la Primera Ban dera del Tercio, que él mandó. La aparición de este libro fue recibida en España y en el Ejército de África con general estima, sin que se produjese, entre las fuentes que conozco, una sola crítica peyorativa ni al fondo, ni a la forma (que es sumamente

correcta y atractiva) ni por supuesto a la verdad del relato. Ensañarse a estas al turas con ese importante testimonio de Franco sólo puede nacer del encono y de la obsesión, que cada vez me parece más inexplicable1. El comandante Franco llegó justo a tiempo a su nuevo destino en Ceuta. El 10 de octubre de 1920 cruzaba el Estrecho a bordo del barco de la Transmediterránea Man uel Fernández Silvestre (lo que cambian los héroes, hace unos días vi en el muelle de Denia el barco de la misma compañía Manuel Azaña) y pudo advertir que lo habían tomado t ambién en Algeciras los doscientos primeros voluntarios de la Legión, que habían llega do la noche anterior tras un viaje en tren. Franco destaca en sus memorias este primer contacto con aquella agrupación de marginados a quienes debería convertir inm ediatamente en eficaz fuerza de choque pero, como le había sucedido en su experien cia de las cuencas mineras, reconoce que aquellos desechos de la sociedad (la ma yor parte eran españoles) procedían del corazón del pueblo español, que él había aprendido y a a respetar. Cuando bajaron a tierra africana de España los voluntarios se encont raron con un alto y delgado teniente coronel de ojos iluminados que les ordenó for mar como pudieron y empezó su breve saludo con una palabra que muchos de ellos no habían oído nunca referida a sus personas: ~Caballeros! . En el prólogo a la primera edición del Diario de una bandera Millán Astray explica por qué ofreció a Franco el primer puesto en el Tercio después del propio fundador. De seo advertir que estas palabras se publicaron en 1922, cuando Franco era todavía u n comandante que no alcanzaba, ni de lejos, la fama mucho más extendida que pronto iba a conseguir a mando de los legionarios. Decía así el jefe del Tercio: 1 F. Franco: Diario de una bendera Madrid, Pueyo, 1922. Otra edición (con próogo de Manuel Aznar) en Madrid, Afrodidio Aguado, 1956. El comandante Franco es conocido en España y en el mundo entero por sus propios méritos y las características que ha de reunir todo buen militar que son: valor, inteligencia, espíritu militar, entusiasmo, amor al trabajo, espíritu de s acrificio y vida virtuosa, las reúne por completo el comandante Franco . En 1922 Mil lán Astray nada tenía que esperar de Franco. Escribía desde su propia experiencia y co nocimiento personal. Exageraba un poco al afirmar que el joven comandante era ya conocido en el mundo entero, si bien tales palabras se publicaron después de la i ntervención de Franco en la campaña de Melilla, que dio amplia resonancia a su figur a. Naturalmente que al referir la actuación de Franco al frente de la Primera Band era del Tercio voy e tener delante sus propios recuerdos. Que al publicarse uno o do años después, cuando vivían innumerables testigos, no suscitaron una sola palabra de protesta o desmentido. Llegados a su pnmer acuartelamiento en la ciudad, los primeros legionarios fu eron filándose, sin que para ello se les exigiera documento alguno. Cada uno será lo que quiera, nada importa mi vida anterior rezaría su himno. Daban algunos nombres p eregrinos: Rodrigo Díaz de Vivar, Pedro Calderón de la Barca. En las ausencias oblig adas del teniente coronel Milán Astray para activar el reclutamiento en los bander ines de enganche y otros asuntos, Franco asume el mando de toda la Legión naciente , aunque su destino durante los próximos meses será la jefatura de la Primera Bander a. Franco empieza sus trabajos de instrucción inmediatamente, la misma tarde de la llegada de los primeros voluntarios, en la posición A a tres ilómetros de Ceuta. Allí se entera, con explicable envidia, el 14 de octubre, que las tres columnas organ izadas por el general Berenguer han conseguido el gran objetivo fijado para la s egunda fase del plan pacificador, la conquista de Xauen, gracias a la suprema ha bilidad del teniente coronel Castro Girona, quien con una reducida escolta se ha adelantado a las puertas de la ciudad y ha podido convencer a sus habitantes qu e se entreguen pacíficamente a las columnas españolas. Pero Franco se concentra en s u obligación y el 24 de octubre conduce a la Primera Bandera, ya uniformada, al nu evo campamento del Tercio, situado en la vecina localidad de Dar Riffien, donde aún seguían las edificaciones que luego se construyeron bajo la dirección de Franco cu ando la visité en 1971. Un general británico pasa revista por primera vez a la Prime ra Bandera y expresa su asombro por el grado de instrucción que Franco ha consegui

do en dos semanas. El 31 de octubre las tres primeras banderas del Tercio juran la bandera de España. Franco asume, además de la instrucción, la administración del Tercio. Encarga a su amigo Camilo Alonso Vega, que le ha acompañado a la Legión, el montaje de una granja ganadera que suministra un interesante complemento de alimentación y consigue una rentabilidad más que conveniente dados los cuantiosos gastos de la guerra african a. Muchos años después, el 30 de noviembre de 1946, Franco se refiere a su experienc ia en el Tercio ante un congreso de trabajadores: Yo, que viví intensamente la vida de la verdad, que nunca aparece más clara que en los campos de batalla, fui voluntario a mandar unos hombres marcados, señalados y estigmatizados por la sociedad, aquellas cabezas duras que de Barcelona y tanto s puntos de España venían a nuestra Legión, nosotros los convertimos en los mejores so ldados para la patria, en camaradas formidables, y aquellos hombres, ayer al mar gen de la sociedad, dieron con su vigor prez y gloria al glorioso Tercio de españo les que constituyendo el nervio de nuestra Legión Extranjera demostraron la verdad y el valor de aquel impulso . Dos días después de la jura de bandera en el Tarajal la Primera Bandera del Terci o recibe órdenes de marchar a un campamento de fuerzas indígenas situado junto a la desembocadura del Uad Lau, a 85 ilómetros al sur de Ceuta . Franco dirige la marc ha al frente de sus hombres, a través del Rincón del Medi , cruzando las afueras de Tetuán. Releva a los Regulares en el campamento de Uad Lau, donde los primeros leg ionarios continuarán su instrucción, que inevitablemente resulta durísima. Franco y su s legionarios pasan seis meses en aquel campamento avanzado, desde el que con ci erta frecuencia deben hacer alguna descubierta frente a movimientos sospechosos. Pronto la segunda bandera se reúne con la primera y Franco se ve obligado, por el ementales motivos de supervivencia de la Legión, a aplicar una estricta disciplina . El mismo lo explica en las conversacioes con su secretario militar: En las dos banderas que estaban en Uad Lau al organizarse la Legión hubo muchos casos de indisciplina y de deserción; la gente se escapaba en botes y desertaba, h abía que poner fin a tal estado de cosas y escribí entonces al teniente coronel Millán Astray pidiéndole que autorizase la aplicación de la pena de muerte a los legioinar ios que, frente al enemigo, cometieran delitos de gravedad. Milán me contestó que ha bía consultado a las autoridades y que de ninguna manera podía autorizar la aplicación de dicha pena sin las garantías que marca el Código de Justicia Militar. Le manifes té que salía de Uad Lau para reunirme con él. A los pocos días de esto me doy cuenta de que un legionario se negaba a que le sirviesen el plato con la comida. El oficia l, que era el hoy coronel laureado 1 Arriba, 1 de diciembre de 1946. señor Montero, dijo al legionario que la comida había que servírsela; pero que si n o quería comérsela que no lo hiciera. Se sirvió la comida al legionario y éste arrojó el p lato con su contenido a este oficial. Me di cuenta de esto y ordené tocar a formar , comprobando la veracidad de lo ocurrido por las declaraciones de los testigos. Entonces ordené que un pelotón de legionarios fusilase al compañero rebelde y desfiló l a Legión delante del cadáver. A continuación informé de lo ocurrido al teniente coronel Millán, diciéndole que lo había hecho bajo mi responsabilidad y pensando en la existen cia de la Legión, que necesitaba aplicar un castigo ejemplar para restablecer la d isciplina. Millán lo aprobó y en lo sucesivo no hubo ningún acto de indisciplina . Esta dramática escena debe encuadrarse en su contexto. El comandante Franco est aba formando una fuerza de choque a partir de un conjunto de hombres marginados y anárquicos. El mando le apremiaba para que terminase cuanto antes la preparación. La clave interna de la Legión era una disciplina férrea. El campamento se hallaba mu y cerca del enemigo y en permanente estado de alerta dentro de una guerra. Franc o vio con toda claridad que sin un acto de energía convincente la unidad legionari a se le iba de las manos. Tomó su decisión y la comunicó inmediatamente al mando, asum iendo la responsabilidad. El mando no tomó medida alguna en su contra sino que apr

obó el procedimiento. Calificar este acto como el comienzo de una etapa de terror es ignorar la realidad de sus circunstancias. Aunque se llenen páginas con retórica ba rata para ensuciar ochenta años después la decisión de Franco en 1920. Mientras tanto para atajar la guerra social en Barcelona el gobierno designa gobernador civil con plenos poderes a un militar distinguido por su energía y deci sión, el general Severiano Martínez Anido y jefe superior de policía en Barcelona al g eneral de la Guardia Civil Arlegui. El nuevo equipo actúa inmediatamente con el em pleo de la fuerza pública, el concurso de los Sindicatos Libres de base católica y e l aplauso de todas las gentes de orden de Barcelona, según el testimonio de Franci sco Cambó. A un grave precio, como el asesinato del exdiputado Francisco Layret el 20 de noviembre de 1920 y el confinamiento en Mallorca de Salvador Seguí y Luis C ompanys. Contra las medidas de autoridad los llamados Sindicatos Unicos de la CN T endurecen su resistencia, articulados por la estructura grupista así llamada porqu e se basa en grupos anarquistas de acción directa y salvaje. Como un reflejo de la guerra social de Barcelona en Madrid un grupo anarco-comunista, formado por 1 F. Franco Salgado Mi vida..., op. cit., p. 184s. Pedro Matéu, Ramón Casanellas y Leopoldo Nicolau acribillan desde una moto con si decar al jefe del gobierno Eduardo Dato en la plaza de la Independencia de Madri d. Tras Cánovas y Canalejas es el tercer jefe de gobierno de la Restauración que cae víctima de un crimen anarquista, cuando estaba a punto de conseguir con Maura una reconciliación conservadora. El 12 de marzo de 1921 un gobierno de concentración co nservadora bajo la presidencia de don Manuel Allendesalazar sustituye al desapar ecido Dato. Creo que no se valora lo suficiente este hecho gravísimo: la regenerac ión política española en el siglo XX se hace imposible ante la pérdida de los estadistas más valiosos a manos de los revolucionarios sin ley. Me parece clarísimo que esos c riminales no actuaban aisladamente ni sólo por su cuenta. En África el alto comisario, general Berenguer, aprueba una vez más los planes de l comandante general de Melilla, general Fernández Silvestre, que avanza escalonad amente entre las barrancas próximas a la costa con dirección a la bahía de Alhucemas y el 15 de enero de 1921 ocupa la importante posición de Annual. Por su parte las o rganizaciones obreras españolas han considerado seriamente el ofrecimiento que les hace la Internacional Comunista, la Tercera Internacional creada por Lenin en 1 919 y envían emisarios a Rusia para informarse sobre el terreno de las posibilidad es de adhesión. Por parte de la CNT Andrés Nin recomienda la adhesión pero su compañero Án gel Pestaña, que viaja también a Rusia, la descarta y convence a la organización para que no se confirme su anterior propósito de adhesión. Pestaña reprocha a Lenin, valero samente, la discordancia entre los ideales comunistas y la vida que llevan los d irigentes de la Internacional. El comportamiento del emisario socialista, profes or Fernando de los Rios, es semejante. En su conversación con Lenin le pregunta cómo se puede conciliar el internacionalismo comunista con la libertad. Y recibe del dictador soviético la respuesta famosa: Libertad, ¿para qué? El PSOE convoca un congres o extraordinario para decidir sobre la adhesión en vista del informe de Fernando d e los Ríos. La plana mayor del partido Iglesias, Besteiro, Largo Caballero, Prieto, Saborit, el propio De los Rios obtienen casi nueve mil votos contra la adhesión so cialista a la Internacional, aunque los partidarios de la adhesión consiguen algo más de seis mil. Con este motivo el PSOE sufre una escisión y con una parte de los p artidarios de la adhesión a la Comintern se crea el Partido Comunista de España en e se año 1921. El PCE, sometido a una tutela servil por los delegados soviéticos, care cerá de todo influjo social y político hasta 1934 . 1 Recientemente Antonio Elorza y Marta Bizcarrondo han estudiado las relacion es de la Internacional Comunista con el PCE en un importante trabajo, Queridos c amaradas, Barcelona, Planeta, Franco prestaría suma atención al desarrollo del movimiento comunista pero no con sta que lo hiciese en África sino cuando, ya ascendido a general, recibió importante s destinos en la Península. Por el momento se concentra en el adiestramiento de su s legionarios de Uad Lau, y en abril de 1921 tanto él como el mando consideran que

la primera bandera está preparada para entrar en acción. La primera bandera del Ter cio, con el comandante Franco al frente, se incorpora el 17 de abril de 1921 a l a columna del coronel Castro Girona, que por la mañana de ese día desembarca en Uad Lau y recibe el homenaje de muchos moros notables de Gomara, la región situada al sur de Yebala por donde discurre el río Lau, que la columna se dispone a remontar para abrir al camino de la costa a Xauen. LAS OPERACIONES DE XAUEN Al frente de sus hombres el comandante Franco va a abandonar el campamento de Uad Lau. El haber diario de la tropa, incluido el plus por servicio en África, se había fijado en cuatro pesetas con diez céntimos, una cantidad considerable para el año 1920. Las primas de enganche eran de 500 pesetas para tres años, 700 para cinco ; la primera cantidad equivalía al sueldo mensual de un ingeniero joven. Por idea de Franco los primeros legionarios se tocaban con unos vistosos chambergos que s uscitaron no pocas chanzas en las demás unidades de África; y la primera bandera del Tercio salía a actuar en operaciones con su nuevo guión, diseñado por Franco e inspir ado en su escudo familiar, los jabalíes mordiendo el roble de Borgoña sobre fondo ne gro. De mayor importancia fue la decisión que Franco había tomado durante su estanci a en Uad Lau, cuando se publicó la protesta del teniente coronel González Carrasco c ontra las Juntas de Defensa. Este sindicato político-militar había caído en manos de l os burócratas militares que preferían la vida de guarnición o destinos peninsulares al peligroso voluntariado en África, pero simultáneamente se oponían a la política de asce nsos por méritos de guerra y recompensas que la oficialidad voluntaria en África juz gaba como un estímulo justo e imprescindible. Las Juntas pretendían ahora confinar p ara siempre en África a los jefes y oficiales que servían allí, para cerrarles el paso 1999. La absoluta dependencia soviética del comunismo español queda corroborada d e forma definitiva. a solicitar destinos en la Península cuando les conviniese. Trescientos jefes y oficiales de la Legión y de los Regulares entre otros Mola y Franco se adhirieron a la protesta de González Carrasco y se dieron inmediatamente de baja en las Juntas de Defensa. Con ello se creaba una nueva y peligrosa división en el Ejército, entre los que después se llamaron africanistas y los que pronto se designaron como junt eros, sí bien creo que las dos denominaciones, si no me equivoco, se deben a la re flexión de algunos hispanistas más bien que a expresiones nacidas en el seno de la f amilia militar. Desde aquel momento Franco se mostró adversario implacable de las Juntas de Defensa . La columna del coronel Castro Girona estaba compuesta por los tábores de Regula res de Tetuán y Ceuta, la mehal-la jerifiana, tropas de Cazadores y la primera ban dera legionaria. La columna consigue la ocupación de sus dos primeros objetivos, T arga y Tiguisas. Desde el 30 de abril la primera bandera reanuda el avance junto a las demás fuerzas remontando el valle del Lau con las que toman Coba Darsa . Al frente de sus hombres el coronel Castro Girona se presenta ante Xauen donde, ba jo el mando del teniente coronel Millán Astray se reúnen por vez primera las tres ba nderas del Tercio; la segunda y tercera han llegado dentro de la columna de Lara che, que se une a la de Uad Lau dentro del plan previsto. La Legión ha tenido, pue s, su bautismo de fuego y ha respondido como de ella se esperaba. Conseguida la comunicación de Xauen con Uad Lau y Larache, las columnas de la z ona centro-sur al mando directo del general Berenguer se disponen a eliminar el nido montañoso del rebelde Raisuni en Tazarut, situada al sur de los montes de Yeb ala y a unos treinta ilómetros al nordeste de Xauen. Mientras tanto en la línea ext erior de la comandancia de Melilla y en el sector próximo a la costa, el general F ernández Silvestre proseguía su avance escalonado entre Annual en el interior (tomad a el 15 de enero) y Sidi Dris en la costa, que ocupó el 15 de marzo. Silvestre cre e bien asegurada su línea de avance y viaja a la Península en mayo de 1921 donde con ferenció con el Rey y fue recibido como un héroe en la Academia de su arma, la Cabal lería, en Valladolid. Nunca se ha demostrado que el experimentado general recibier

a impulsos para que avanzase imprudentemente, aunque se han supuesto sin base al guna todo género de maquinaciones. Silvestre contaba 1 Cfr. E. Mola, Obras completas, op. cit. págs 998, 1018. en su Estado Mayor con un competente teniente coronel jefe de operaciones, do n Fidel Dávila Arrondo, partidario de la penetración pacífica en el territorio asignad o a la Comandancia de Melilla. En 1920 Dávila aconsejaba a su comandante general: Ahora ni un paso más, mi general: tenemos que consolidar y colonizar . Por desgrac ia Dávila, contra cuyo consejo Silvestre había ocupado Annual, regresó a España en julio de 1921 .En resumen, el teniente coronel Dávila proponía a Silvestre un método semeja nte al que utilizaba en la zona central el coronel Castro Girona y que tan excel entes resultados había producido en las operaciones de Berenguer sobre Xauen .

Mientras el comandante Franco aguarda en Xauen la orden de reanudación de las o peraciones sobre Tazarut escribe un artículo titulado El mérito en campaña y lo envía a la revista profesional Memorial de Infantería que, controlada por las Juntas de De fensa, decide no publicarlo. En él Franco calificaba los planes de las Juntas como proyectos ideológicos , no simplemente militares. Por entonces el 23 de mayo de 1921 en un banquete que le ofrecen los olivareros de Córdoba el rey don Alfonso XIII d eja traslucir imprudentemente su pensamiento íntimo y promete trabajar por el prog reso de España dentro o fuera de la Constitución . El ministro de jornada, Juan de la C ierva, entrega a la prensa una versión del discurso en que se omite ese desliz per o no puede evitar que las auténticas palabras del Rey se filtren a la opinión. Unos días después, el 1 de junio, el general Silvestre ordena la ocupación de un punto avan zado y elevado sobre una cresta en la cabila de Tensaman, a cinco ilómetros al su roeste de Annual y muy cerca ya de la costa. En la posición se emplaza una batería y se encargan de la defensa algunos soldados españoles junto a un tabor de Regulare s. Silvestre, que ha vuelto a Melilla, tiene que regresar urgentemente cuando le llega la noticia de que la posición de Abarrán se ha perdido, el tábor de Regulares h a desertado, los defensores españoles han muerto y los cañones han caído en poder del enemigo cuyo jefe es un marroquí de la cabila de Beni Urnaguel, llamado Abd el Kri m el Jatabi, que se había distinguido al servicio de España en Melilla, había obtenido una condecoración y luego había asumido una actitud rebelde por motivos de supuesta s ofensas inferidas a su familia. La moral de Fernández Silvestre sufrió grave quebr anto por haber sido el primer general que perdía cañones en África. Aun así defendió con ef cacia durante una larga batalla la posición costera de Sidi Dris, atacada por el m ismo enemigo. El profesor Jesús Pabón, con su maestría habitual, capta bien la importa ncia del episodio: Abarrán 1 Testimonio que creo fidedigno de don Valentín Dávila Jalón, hijo del entonces tenie nte coronel Dávila, en entrevista personal con el autor el 2 de julio de 1973. lo había cambiado todo . En un estudio militar que compuso después de la guerra civ il, titulado ABC de la batalla defensiva el ya general Franco se refiere al asun to: La posición de Abarrán es uno de los casos más típicos en este orden. Hombres valiosos y tropas aguerridas que supieron morir en sus puestos fueron vencidos con toda facilidad ante el primer azar favorable para los atacantes. La posición de Abarrán e ncerraba todos los defectos que tratamos de corregir. La concentración de elemento s entremezclados de infantería y artillería en un pequeño espacio, circundado de un pa rapeto débil en terreno accidentado con ángulos muertos colocó a los defensores en las peores condiciones, desde el punto de vista de las características psicológicas par a la defensa ante los efectos morales de las bombas de mano y fuegos del enemigo . El error de Abarrán tuvo funestas consecuencias para la suerte del territorio . Cuando Abd el Krim se retira de Sidi Dris los generales Berenguer y Silvestre se entrevistan frente al poblado a bordo del crucero Princesa de Asturias . Sil vestre convence al general en jefe que pese al contratiempo de Abarrán la situación no es alarmante por lo que Berenguer vuelve al sector central para emprender las operaciones de Yebala contra el Raisuni. A partir del 12 de junio Franco, con l

a primera bandera del Tercio, a la que luego se agregan las otras dos, marcha en el centro de la columna dirigida por el general Sanjurjo en la zona del zoco el Arbaa, una elevación sobre el camino de Xauen a Tetuán. En su frente sobre Tensaman , Silvestre ocupa una nueva posición cerca de Annual, en dirección a la perdida Mont e Abarrán; la de Igueriben. Berenguer y Silvestre pretenden, o así lo parece, conseg uir sus dos grandes objetivos Tazarut y Alhucemas antes de terminar el mes de juli o. Luego se generó un rumor persistente sobre cierto telegrama enviado por don Alf onso XIII a Silvestre emplazándole a tomar ese objetivo para el día de Santiago. Nun ca se han encontrado rastros de telegrama semejante pero media España lo creyó a pie s juntillas, según la intención de los enemigos del Rey para culpar después al Rey del desastre. Sin la menor prueba. En su nuevo campamento de Robba el Gozal Franco espera la orden de avanzar so bre Tazarut. Nunca llegó esa orden sino otra muy distinta. En la madrugada del 22 de julio Millán Astray llama al comandante Franco que se despierta bruscamente, se viste con celeridad y escucha la orden del jefe de la Legión, que pide una bander a F. Franco: ABC de la batalla defensiva Madrid, imp. Del Servicio Geográfico del Ejército, 1944. para acudir urgentemente hacia el Fonda . En el sorteo corresponde la misión a la primera, que parte inmediatamente con Franco. Nadie, ni quien había dado la ord en, sabía nada. Lo que había sucedido era nada menos que el Desastre de Annual. EL DESASTRE DE ANNUAL Y SUS CONSECUENCIAS El 18 de julio de ese año 1921 las fuerzas de Abd el Krim atacan con tanta furi a al convoy de aprovisionamiento enviado desde Annual a Igueriben que no puede l legar a su objetivo. El 17 pueden llegar los suministros, pero no regresar el co nvoy. Los días sucesivos no llega una gota de agua a Igueriben, ni siquiera cuando el valeroso general dirige personalmente el socorro, por lo que ordena el repli egue a los defensores de la posición. Sólo 25 de ellos consiguen llegar vivos al cam pamento de Annual, donde cunde la desmoralización por el gravísimo percance. El enem igo, que opera con la precisión de un ejército regular y probablemente con instructo res alemanes, bombardea el campamento español con artillería que en parte había sido e spañola. Pasada la media noche, ya es 22 de julio, en un consejo de guerra se deci de la retirada sobre Monte Arruit y ya de día otra reunión de jefes y oficiales rati fica esa decisión. El general Silvestre ha perdido la confianza de sus hombres y a unque su trágico fin sigue siendo un misterio parece muy probable que al anunciars e el ataque del enemigo, distribuido en tres columnas, Fernández Silvestre salió a c uerpo limpio para buscar la muerte y la encontró. Los efectivos de Abd el Krim, qu e procedían en gran parte de su aguerrida cabila de Beni Urriaguel, eran de infant ería y caballería pero no rebasaban los dos mil hombres. La fuerza española según Leguin eche sería de unos cuatro mil, pero el mismo autor cifra en unos tres mil los supe rvivientes que llegaron a Monte Arruit o a Melilla; por lo que deduzco que los d efensores de Annual pasarían tal vez de ocho mil. El frente español de Annual contab a con diecisiete posiciones y se perdieron todas. Ante la desaparición de su jefe y la escasez de bastimentos y municiones los soldados fueron presa del pánico, lo que ha sucedido en la Historia muchas veces; y para ceñirnos a los tiempos moderno s se han visto ejemplos semejantes desde la derrota británica de Yor town en Norte américa a la del mismo país en Jartum dentro ya del siglo XX. La retirada de la división española fue espantosa. Abundaron los actos de heroísmo pero el camino hasta la posición de Monte Arruit quedó sembrado de cadáveres. La revis ta profesional La Correspondencia Militar cifra los muertos de esa retirada en n ueve mil hombres. El periodista Manuel Leguineche, que ha estudiado seriamente l a campaña de Annual, cree probable la cifra de más de trece mil, que se citó en el Con greso de los Diputados. Las diversas cargas del regimiento de Caballeria Alcántara , a las ordenes del teniente coronel Fernando Primo de Rivera, que había llegado d e Melilla para cubrir la retirada, se lanzaron contra el enemigo pero la última hu

bo de realizarse al paso ante el agotamiento de jinetes y caballos; murió el ochen ta por ciento de los efectivos del regimiento. En Monte Arruit el general Navarr o, que había acudido con una corta columna de socorro desde Melilla, recoge a much os supervivientes y trata de resistir, pero en aquel terrible sol africano tiene que rendirse el 9 de agosto. El enemigo incumple las condiciones de capitulación y asesina a la mayoría de los defensores. Ya han caído los poblados intermedios de Z eluán y Nador. Los hombres de Abd el Krim coronan las crestas del Gurugú y sólo quedan mil ochocientos hombres desmoralizados para la defensa de Melilla. El general Martínez de Campos, a quien se debe, seguramente, la mejor descripción del Desastre afirma que sólo en Monte Arruit se recuperaron, después de la reconqui sta, tres mil cadáveres españoles. La cifra total próxima a los diez mil muertos parec e más que probable . Las consecuencias inmediatas del desastre de Annual, además de la s gravísimas pérdidas humanas que afectaron profundamente a España entera, fueron la c aída en poder del enemigo de todo el territorio correspondiente a la Comandancia d e Melilla y el gravísimo peligro que sufrió la ciudad española. Las cabilas del Rif se alzaron contra España y todo el protectorado se vio surcado por aires de rebelión. LA LEGIÓN EN LA RECONQUISTA DE MELILLA El general Berenguer, alto comisario y general en jefe, fue inmediatamente ac usado por muchas voces como máximo responsable del Desastre. Muchos años después Franc o lo creía así; en cambio el futuro general Dávila estaba seguro de que no. Por supues to que las izquierdas, parlamentarias o no, dirigidas de forma vibrante por el s ocialista Indalecio Prieto, tiraron inmediatamente por elevación contra don Alfons o XIII declarándole responsable supremo de la catástrofe. Cayó inmediatamente el gobie rno Allendesalazar y el Rey designó de nuevo a don Carlos M. de Campos: España bélica..., op. cit.; Manuel Leguineche, Annual, Madrid , Alfaguara, 1996. Antonio Maura como presidente del Consejo, al frente de su segundo Gobierno n acional, quien a su vez designó a Juan de la Cierva y Peñafiel como ministro de la G uerra. Tanto el nuevo gobierno como el alto comisario se dispusieron sin perder un segundo a asegurar la defensa de Melilla y a reconquistar todo el territorio perdido en el Desastre. El general Berenguer suspendió inmediatamente las operaciones de la zona centra l contra Tazarut lo que salvó por el momento al Raisuni de la amenaza que se cernía sobre él. El general Berenguer se ha presentado en Melilla amenazada en la noche d el 23 de julio. Con la primera bandera del Tercio el comandante Franco ha recorr ido desde su posición avanzada hasta el Fonda y de allí a Tetuán, cien ilómetros en día y medio. Siguen llegando a Melilla soldados heridos, medio desnudos y destrozado s que han sobrevivido al Desastre cuando arriba al puerto el vapor Ciudad de Cádiz con la primera bandera del Tercio, el comandante Franco y el general José Sanjurj o, que ha sido designado como jefe de la columna de socorro. En su diario de cam paña y ante la situación moral de Melilla Franco anota: Todas las fantasías serían pocas . El general Sanjurjo y el teniente coronel Millán Astray, que también viene con la ex pedición, eran personajes pintiparados para levantar el ánimo de la ciudad. Sanjurjo desciende por la pasarela del barco vestido con su célebre pijama a rayas y monta en un automóvil para salir de Melilla y hablar con los jefes indecisos de las inm ediaciones. Millán Astray dirige por las esquinas de la ciudad numerosas arengas a las gentes que se agolpan para escucharle. Y Franco, al frente de la primera ba ndera, desfila por las calles cantando La Madelon . Era exactamente lo que había que hacer. Como la población ha recibido con hostilidad a los Regulares que manda Gonzál ez Tablas, Sanjurjo ordena que desfilen junto a los legionarios en columna de a ocho. Al terminar el alarde las dos tropas de choque marchan a Lavaderos para fo rmar una primera línea de defensa ante la ciudad. Los legionarios protestan ruidos amente cuando el mando no les permite volar desde sus posiciones avanzadas en so corro de Nador, cuya guarnición cae frente a Abd el Krim ante sus ojos pero Bereng uer y Sanjurjo no permiten aventuras y preparan una reconquista escalonada y seg

ura. El ministro de la Guerra Juan de la Cierva, conocido por su eficacia a lo l argo de toda su carrera política, viajó a Melilla (Franco todavía le recordaba cuando hablé con él en 1971) y además de inspeccionar las defensas de la ciudad consiguió reuni r en poco tiempo un ejército de 160.000 hombres bien equipados la mayor fuerza que se había visto en Marruecos para emprender la reconquista del territorio. Adquirió lo s carros de la primera unidad blindada que entró en combate dentro del Ejército, com pró también las gabarras autónomas de desembarco que habían fracasado con los ingleses e n Gallípoli pero que pensaba utilizar con mejor fortuna en el desembarco de Alhuce mas. Y para atajar el clamor de la izquierda antimonárquica y antimilitarista cont ra la Corona una de sus primeras disposiciones fue confirmar como alto comisario y general en jefe al general Berenguer. En sustitución del desaparecido Silvestre fue designado otro prestigioso general de Caballería, don José Cavalcanti de Alburq uerque. El 8 de septiembre la primera Bandera del Tercio marcha en vanguardia de la columna Sanjurjo, que consigue en Casabona la primera victoria contra Abd el Krim. En vista de la eficacia demostrada por el Tercio se forman en el campamen to de Dar Riffien dos nuevas banderas, la cuarta y la quinta. Los corresponsales del diario monárquico ABC y del diario liberal El Sol comunican continuas noticia s sobre la eficaz actividad del Tercio y del comandante Franco. Al término de las campañas de Marruecos en 1928 la Legión se había convertido en una pequeña división táctica con ocho banderas. El 17 de septiembre el comandante Franco, que sigue en vangua rdia frente a Nador, debe hacerse cargo de la tercera bandera además de la suya po rque el teniente coronel Millán Astray ha caído nuevamente herido. Con los Regulares del teniente coronel González Tablas combate muy cerca de la legión el segundo jefe de las fuerzas indígenas, comandante Emilio Mola. Para el autor de este libro est a campaña reviste una especial emoción; mi padre Ricardo de la Cierva Codorníu, alférez de complemente de Caballería, entró en Nador con la columna Cabanellas. La Legión perm anece en Nador como campamento avanzado y el 8 de octubre flanquea desde el sur a las columnas de Melilla que coronan de nuevo las crestas del Gurugú tras apodera rse del nido del viejo Mizzian, el poblado de Segangan. (La maniobra de Franco e s decisiva para la recuperación del temible monte). El 23 de octubre las dos bande ras de Franco, como siempre en vanguardia de la columna Sanjurjo, colaboran en l a reconquista de Zeluán que consigue la brigada del general Miguel Cabanellas Ferr er. Los legionarios ayudan a los soldados de Cabanellas a enterrar los cadáveres i nsepultos de numerosos soldados españoles que son presa de buitres y alimañas. Desde allí, junto con numerosos oficiales de África, Franco se adhiere a la durísima carta en que el general Cabanellas dirige a las Juntas de Defensa, a quienes culpa de la deficiente política militar que había provocado el Desastre. La carta, escrita tr as haber dado sepultura a quinientos soldados españoles, causa una impresión profundís ima en toda España. Pero aunque la opinión pública española veía generalmente con buenos o jos las operaciones militares de reconquista toda la prensa parecía un hervidero e n torno a la exigencia de responsabilidades. A los dos días de la reconquista de M onte Arruit, el 27 de octubre de 1921, el diputado socialista Indalecio Prieto i mplicó por vez primera a don Alfonso XIII a quien odiaba desde la infancia, según con fesaría más tarde en las responsabilidades del Desastre. En los escasos días que le que daron de vida tras la catástrofe el mismo gobierno del Desastre había designado al l aureado general don Juan Picasso González como instructor de un famoso expediente que lleva su nombre, para depurar esas responsabilidades. Pero las fuerzas de Me lilla obligan a las de Abd el Krim a principios de noviembre a repasar el foso d el Kert. Desde la posición de Tifasor, donde había tomado contacto por vez primera c on la guerra de África en 1912, el comandante Franco al frente de sus dos banderas maniobró por sorpresa en marcha nocturna y se apoderó del macizo de Uixan. Su nombr e aparece en numerosas citaciones de la campaña. Los corresponsales y observadores de la prensa española y extranjera hablan continuamente de Franco y sus legionari os. Entre los más entusiastas figuran Gregorio Corrochano de ABC, Manuel Aznar, pr imer director de El Sol y, quién lo dijera, Indalecio Prieto para El Liberal de Bi lbao. Muchos años después, en la primavera trágica de 1936, Prieto lo recordará expresam ente en su resonante discurso de Cuenca, poco antes de la guerra civil, cuando h abla de Franco en la campaña de Melilla: Es la fórmula suprema del valor, hombre sere no en la lucha . Parece mentira como algunos antibiógrafos de hoy menosprecian esta fama de Franco, ganada a pulso a fuerza de aciertos al mando de los legionarios.

El 21 de noviembre la Legión ocupa Ras Mediua y el 10 de enero de 1922, cuando en tra en el que va a ser su nuevo campamento avanzado en Dar Drius, Franco no pued e evitar un comentario que me repitió con mucha fuerza en 1971: Aquí es donde hubo qu e detener a Abd el Krim tras la retirada de Annual . La entrada en Dar Drius supon e prácticamente la recuperación de la línea de partida de Silvestre en su campaña de 192 0, es decir la reconquista del territorio perdido en el Desastre. No había llegado aún el momento de seguir el avance hacia Alhucemas, que Franco ya consideraba, co mo demuestra su libro de 1922, como el objetivo principal de España en África. Franc o estaba tan convencido de que el desembarco en Alhucemas supondría el virtual fin de la guerra en Marruecos que, según mi impresión, llegó a persuadirse que era idea s uya. Pero no es verdad. La idea provenía de varios informes del Estado Mayor y era compartida por muchos militares en África. Tanto que el gobierno Maura, en su reu nión celebrada en Pizarra ese mismo año 1922, la aprobó aunque no pudo realizarla porq ue las disensiones internas de ese gobierno forzaron su caída y el abandono del pl an sobre Alhucemas. Después, en 1924, el general Primo de Rivera lo reconsideró y al año siguiente lo realizó. Pero estamos aún en 1922, cuando la polémica sobre las responsabilidades ruge en las instituciones y la opinión pública española. Generales veteranos de África participa n en los debates que se organizan en el Senado sobre el asunto: entre ellos los generales Marina y Alfau. Otro miliitar con gran experiencia africana, avalada p or una Laureada, don Miguel Primo de Rivera, había sugerido abandonar el protector ado en 1917, para evitar tantos gastos y pérdidas humanas, por lo que fue destitui do de su cargo como gobernador militar de Cádiz. Ahora, en diciembre de 1921, sien do ya capitán general de Madrid, reiteró su tesis abandonista apoyándose en la prueba del Desastre de Annual por lo que sufrió una nueva destitución. Pero Primo de Rivera tenía demasiado prestigio para quedar privado de mando y poco después el gobierno l e designó capitán general de Barcelona, donde supo congraciarse no sólo con la guarnic ión sino con las que entonces se llamaban fuerzas vivas de Cataluña. A fines de 1921 a nte el éxito de su campaña para la reconquista del territorio el general Sanjurjo fu e nombrado comandante general de Melilla. Mientras tanto Franco mantiene a sus d os banderas de la Legión en el campamento avanzado de Dar Drius desde el que dirig e varias descubiertas y tanteos frente al enemigo. En una de ellas, reflejada po r el corresponsal de ABC Gregorio Corrochano en su crónica del 31, el general Sanj urjo, que está presente, dice a Franco cuando regresa al campamento: No va a ir ust ed al hospital del tiro de un moro, sino de una pedrada que le voy a dar yo cuan do vaya a caballo en las guerrillas . Este tipo de anécdotas que reflejan testimonios recogidos en primera línea cimentan la fama del comandante Franco, aunque como es natural producen el consiguiente pavor en su novia Carmen Polo cuando puede leer las en Oviedo. La fama de Franco se justifica en dos datos comprobados: primero, su valor personal y eficaz en el mando táctico de sus fuerzas, que son dos bander as del Tercio; segundo, el extremo cuidado que siempre pone para ahorrar vidas d e sus hombres en las operaciones. Que estas cualidades, comprobadas continuament e en la campaña de Melilla, reconocidas por el mando en sus menciones y por la pre nsa en sus crónicas, puedan provocar ochenta años después, sin motivo ni prueba alguna , el desprecio de algún antibiógrafo es un misterio que seguramente carece de explic ación racional. Encauzada la campaña de Melilla el general Berenguer ordena a su jefe más valioso , el general Castro Girona, que reanude las operaciones contra Tazarut en la zon a centro-sur para desalojar al Raisuni de la región. El viejo rebelde sueña con repe tir en su territorio la hazaña de Abd el Krim en Annual pero no lo conseguirá nunca. A principios de 1922 las fuerzas de Castro Girona inician sus movimientos y el 12 de mayo consiguen la ocupación de Tazarut. Sanjurjo, nombrado jefe de a comanda ncia de Larache, colabora con el general Marzo, comandante general de Ceuta y el general Castro Girona en estas operaciones que cuestan la vida al laureado jefe de los Regulares, teniente coronel González Tablas. Tazarut cae en poder del Ejérci to y el Raisuni consigue escapar; aunque pronto los vaivenes de la política española buscan de nuevo un pacto con el rebelde vencido. Por entonces se había desintegra do ya el segundo gobierno nacional de Maura, por las irreductibles diferencias e

ntre sus ministros, el 7 de marzo de 1922; es el final de la vida política del gra n estadista desaprovechado. A partir de entonces la vida política española se debate entre la incompetencia y la desorientación. Los gobiernos se suceden sin rumbo y la guerra de África se resiente vivamente por ello. El primero de esos gobiernos, dirigido por el político liberal-conservador don José Sánchez Guerra, famoso por sus ar ranques destituye del gobierno civil de Barcelona al general Martínez Anido, disuel ve por decreto (sobre el papel) a las Juntas de Defensa y, con mayor gravedad, d ecide el 18 de julio de 1922 dar estado parlamentario al expediente Picasso sobr e las responsabilidades del Desastre. Unos días antes, el 10 de julio, el Consejo Supremo de Guerra y Marina, presidido por el general Aguilera, acuerda el proces amiento del general Berenguer, a quien Sánchez Guerra sustituye como alto comisari o por el general Ricardo Burguete, el mismo que había dictado en 1917 el bando con tra los revolucionarios de Asturias calificándoles como alimañas y que después había pedid o, sin ser aceptado, el ingreso en el Partido Socialista. Burguete intenta la pa cificación del protectorado desde una posición de fuerza y ordena varias importantes rectificaciones a vanguardia en la línea avanzada de la comandancia de Melilla. E l general Burguete trataba de repetir, con mejor dispositivo táctico, la ofensiva de Silvestre sobre Alhucemas pero Sánchez Guerra le ordenó que la operación se realice por vía pacífica, no por la fuerza militar. Pero el 5 de diciembre de 1922 cayó el go bierno conservador de Sánchez Guerra, a quien reemplazó el gobierno liberal de don M anuel García Prieto, quien designó por vez primera un alto comisario civil para regi r el Protectorado. Fue nombrado para ello un político liberal, don Miguel Villanue va, con grave disgusto del ejército de África; pero no se designó un general en jefe p ara todo el territorio. Ello comportaba una completa falta de coordinación. El comandante Franco sigue naturalmente con el máximo interés estas evoluciones d esorientadas de la política general española, sobre todo en relación con el norte de Áfr ica, pero se concentra en su vida profesional, que le depara a fines de junio de 1922 una satisfacción importante: una orden general de la Alta Comisaría por la que se le concede la Medalla Militar individual primera condecoración después de la Laur eada por la perseverante labor desarrollada durante la campaña de Melilla al frente de las dos banderas del Tercio, siempre en primera línea . Poco después la recompensa se extiende, de forma colectiva, a toda la Legión que había participado en esa campaña . Perfectamente adiestrada en Riffien la cuarta bandera del Tercio se incorpora al campamento de Dar Drius. A fines de octubre, al frente de la primera bandera, Franco colabora en la toma de Tafersit y Bu Hafora. El 28 de octubre Franco con sigue con sus hombres desalojar a las fuerzas de Abd el Krim de la posición de Tiz zi Azza donde el comandante consigue evitar los errores de Abarrán asegurando el s uministro de agua con la construcción de pozos y disponiendo las fortificaciones a decuadas. Los continuos ataques de Abd el Krim contra Tizzi Azza se estrellan du rante los tres años siguientes; es la posición que más aparece en las noticias de África . Por la oposición de las Juntas de Defensa, que siguen actuando en la clandestini dad, el teniente coronel Millán Astray sufre el 13 de noviembre de 1922 la destitu ción como jefe del Tercio y causa baja en sus filas, quedando como disponible forz oso en Madrid. El impulsivo militar pide la baja en el Ejército y publica un manif iesto a la nación nada menos en que se niega a seguir en una institución gobernada por dos poderes, uno legal y otro ilegal. Los amigos de Millán consiguen convencerle de que retire su solicitud de baja pero no pueden ahogar su resentimiento contra las Juntas, que muchos oficiales de África comparten. Franco, que ya estaba propu esto para el ascenso a teniente coronel, espera fundadamente sustituir al Millán A stray como jefe del Tercio pero el ascenso se retrasa por motivos oscuros y se d esigna para el mando de la Legión a un teniente coronel de valor reconocido, don R afael de Valenzuela, caballero de Santiago. Franco, en plena frustración, pide inm ediatamente el traslado a un puesto en la Península y envía desde África al comenzar e l año 1923 un telegrama durísimo a la autoridad competente en nombre de toda la ofic ialidad del Tercio en que expresa la solidaridad de todos respecto a Millán Astray y repudia la actuación subrepticia de las Juntas de Defensa, cuya disolución efecti va reclama. El general Casas de la Vega, en su admirable estudio sobre la reconquista del

territorio de Melilla, analiza con precisión las actuaciones del comandante Fran1 La campaña de Melilla en 192 1-1922 está admirablemente descrita por C. Martínez de C ampos en su citada obra España bélica, siglo XX, Marruecos, p. 228s. Es esencial el libro de Franco, ya citado, Diario de una bandera publicado en 1922. Para el tra sfondo político deben consultarse las obras de Juan de la Cierva y Peñafiel, Notas d e mi vida, Madrid, Reus, 1955 y J. Pabón, Cambó , ya citado, tomo 11-1 p. 344. Cfr.e l interesante libro de Francisco Gómez Jordana La tramoya de nuestra actuación en Ma ruecos, Madrid, Editora nacional, 1976. El telegrama de Franco contra las Juntas consta en la Historia de la Cruzada española vol 1 p. 121 que contó con el testimon io directo de Franco y de Millán Astray. Sigue siendo fundamental el Franco milita r, ya citado, del general Casas de la Vega, cuyo relato de esta campaña de Melilla me parece sencillamente perfecto. co en las operaciones. Y demuestra, prueba tras prueba, que esas actuaciones fueron relevantes, tanto en el ataque frontal, cuando era preciso, como en la ma niobra que tantas veces emprendió al frente de sus dos bandera de la Legión. A una d e estas maniobras atribuye el general Casas la caída del Gurugó en manos del Ejército español. La orden por la que se le concede la Medalla Militar individual y la que decide poco después, ya en 1923, su ascenso a teniente coronel, reconocen de maner a oficial y expresa esos méritos militares de la acción de Franco en la campaña. Poner en duda esos méritos, en cuyo elogio coincidieron entonces todas las instancias y todos los observadores, me parece encono y temeridad, si no simple ignorancia v oluntaria, que es la peor de todas por los oscuros motivos que puede ocultar. La boda del teniente coronel Franco y Carmina Polo en Oviedo, entre dos grand es campañas africanas. Capítulo 6: Franco jefe de la Legión: sus grandes campañas de Tifaruín, Xauen y Alhuc emas JEFATURA DE LA LEGION Y REGRESO A ÁFRICA El árbitro intelectual de España, profesor José Ortega y Gasset, publicaba por foll etones en el diario liberal El Sol, durante el año 1920, el más famoso de sus ensayo s políticos, España invertebrada, que se editó luego en forma de libro en 1921 y causó u na impresión demoledora en todo el país. Ortega señala que el defecto fundamental de l a historia y la realidad española es el de los particularismos; y cita entre ellos el particularismo separatista, el particularismo clasista y el particularismo m ilitar. En su ensayo Ortega denuncia la insolidarídad de las clases como fermento p ara la revolución y la posibilidad de las dictaduras, pero también la crisis de las d emocracias. En el Ejército agradó el rechazo de Ortega a los separatismos y su recon ocimiento de que la unidad de España fue la clave de su grandeza; pero no gustó la i nterpretación del Ejército como puño cerrado contra la nación ni la ausencia de un análisi s sobre la división interna del Ejercito como grave causa de tantos males. Las dis putas políticas degeneraban en escándalos parlamentarios mientras las izquierdas arr eciaban en la exigencia de las responsabilidades hasta lo más alto. El comandante Franco consideró que ante la desorientación de los gobiernos no le quedaba mucho que hacer en África y aceptó el destino que le devolvía a su querido reg imiento de Oviedo. Permanece las primeras semanas del año 1923 en África, donde el 1 1 de enero el nuevo comandante general de Melilla le impone en el campamento de Dar Drius, ante las tres banderas de la Legión ya al mando de su nuevo jefe, el te niente coronel Valenzuela, su Medalla miliar individual. El día 17 emprende su reg reso a la Península. El 23 y 24 de enero el empresario vasco Horacio Echevarrieta, cuyo agente es el socialista Indalecio Prieto, consigue que Abd el Krim devuelv a, a cambio de un sustancioso rescate, al general Navarro y los demás prisioneros de Annual y Monte Arruit que había ret enido en su feudo de Axdir desde su captura en el Desastre. El mismo día 23 es la fecha del real decreto por el que don Alfonso XIII concede al comandante Franco una excepcional distinción: el nombramiento de gentilhombre de cámara con ejercicio y servidumbre. Franco siempre fue monárquico aunque nunca palatino ni cortesano; l

a distinción revela que el Rey participaba del aprecio general que envolvía al joven jefe tras su campaña de Melilla. A su paso por Madrid sus ya numerosos amigos y a dmiradores le ofrecen un banquete de homenaje, tras el cual un periodista muy af ecto, Juan Ferragut, publica una interesante entrevista con el ya famoso jefe a quien llama abiertamente joven héroe de la campaña marroquí . Insiste en que Franco deja la guerra como Sanjurjo y como Millán Astray por los manejos de una burocracia estér il. Por primera vez se le incluye en un conjunto selecto: los mejores, los caudil los, los que cuando el pánico de la derrota vergonzosa supieron ser fuertes, héroes y españoles . Franco explica al periodista que ha dejado África porque ahora no se hace más que vegetar . Y define las dos épocas del militar: Yo creo que el militar tiene do s épocas, una la de la guerra y otra la del estudio. Yo ya he hecho la primera y a hora quiero estudiar. La guerra era antes más sencilla: se resolvía con un poco de c orazón. Pero hoy se ha hecho más complicada, es quizá la ciencia más dificil de todas . Re conoce que no puede quejarse de su carrera militar, a sus treinta años; Recuerda v arios hechos de armas en los que ha participado; el de Casabona, donde se consag ró el Tercio; el de su despedida, cuando abrazó a sus hombres. No lleva puesta más que la Medalla Militar recientemente concedida. Y cambia de tema: Ahora voy a Oviedo a casarme . No era esta revista ilustrada el único medio que se hacía eco de la fama militar de Franco entonces. El Debate, órgano de la Asociación de Propagandistas y uno de los primeros diarios españoles, conocido por su objetivid ad, afirmaba el 26 de enero de 1923 que la carrera militar de Franco, aun siendo brillante, resultaba demasiado lenta; en otros tiempos el jefe de la Legión duran te la campaña de Melilla no sería un simple comandante sino general en jefe. Franco pasa unos días en El Ferrol y se incorpora a su destino en Oviedo el 31 de enero. Su hermano mayor Nicolás pide oficialmente la mano de Carmina Polo a sus padres. 1 Nuevo Mundo, nçu,ero 1514, con foto de Franco en portada junto a otros geneal es y jefes distinguidos en África. La entrevista se reprodujo en La Nueva España de Oviedo el 14 de octubre de 1973. Por lo visto los antibiógrafos de Franco creen fatuo su propósito de dedicar al e studio buena parte de su nueva época militar. Yo prefiero creer al testimonio dire cto de Franco que se publicó en 1923 y me fue confirmado personalmente en 1971. Ha bía hecho acopio de libros de Historia, publicaciones sobre experiencias militares de la Gran Guerra y por supuesto informaciones sobre la guerra de África y la polít ica militar que aparecían en la prensa y en revistas profesionales. Por el momento el nuevo alto comisario civil, don Luis Silvela, encargaba al hábil general Castr o Girona negociar con el Raisuni en la región central del protectorado y con Abd e l Krim en la oriental. Pero Abd el Krim, respaldado por la gloria de Annual, se acababa de declarar Emir del Rif y ambicionaba crear allí una república independient e. Sintonizaba indudablemente con las fuerzas nacientes del panarabismo, suscita das por la creación de nuevos reinos árabes después de la victoria aliada en 1918. Org anizó un gobierno y creó una estructura administrativa y un ejército regular. Pero Cas tro Girona aconseja al alto comisario que se refuerce la autoridad del jalifa de Tetuán como delegado del sultán en la zona española, lo que equivale a una plena desa utorización de las pretensiones de Abd el Krim, quien durante ese año 1923 y el sigu iente va a desencadenar durísimas campañas con la esperanza de provocar un segundo D esastre. En vista de que el geñeral Castro Girona no ha contado con él para sus nego ciaciones dimite irrevocablemente el ministro de la Guerra don Niceto Alcalá Zamor a, ilustre letrado y ya célebre orador que inicia desde entonces una evolución que l e llevará ocho años más tarde nada menos que a la presidencia de la República tras haber sido dos veces ministro de la Corona. Ha sido nombrado comandante general de Me lilla el general Severiano Martínez Anido, cuyo proyecto militar pretende resucita r la conquista de Alhucemas, que el gobierno desaprueba; el general Sanjurjo, qu e también se ha sentido obligado a dejar la guerra de África, pasa a desempeñar la cap itanía general de Zaragoza. Pero Abd el Krim, por la razón indicada, trata de conseg uir una nueva gran derrota española y monta en la primavera y verano de 1923 dos o peraciones sucesivas en la zona oriental, una contra la posición de Tizzi Azza, ot ra contra la de Tifaruirn. El ataque en tromba del rebelde contra Tizzi Azza tie ne lugar en el mes de junio. El Tercio logra el 5 de junio su propósito de socorre r a la posición cercada pero a costa de una gravísima pérdida: la de su jefe, el tenie

nte coronel Valenzuela, que cae muerto al frente de sus banderas. Don Alfonso XI II le concederá con toda justicia el marquesado de Valenzuela Tahuarda pero es urg entísimo cubrir su vacante como jefe de la Legión. La opinión es unánime; el puesto ha d e ser para el comandante Franco, que por ello es ascendido a teniente coronel co n antigüedad de 31 de enero y con la misma fecha de 8 de junio se le nombra nuevo jefe del Tercio de Extranjeros con orden de incorporarse inmediatamente. Es el p rimer ascenso por meritos de guerra que se concede después del Desastre. Sus conso cios en el Automóvil Club de Oviedo le ofrecen un homenaje y el diario La Voz de A sturias le publica una nueva entrevista en su número del 10 de junio. El periodist a vuelve a llamarle Caudillo, ahora con mayúscula. Recorre Franco brevemente su ca rrera militar; rehuye todo halago y se lamenta de que por la nueva llamada de la Patria se vea obligado a aplazar su boda por segunda vez. En efecto, sale para Madrid el 12 de junio y en su breve paso por la capital asiste a un homenaje que le brindan numerosos amigos, militares, políticos, escritores, científicos, artista s.... entre ellos el famoso cura político gallego Basilio Alvarez, quien, para esp anto de Franco pide, como gallego, que si Franco muere en combate, sea enterrado en Santiago junto al sepulcro del Apóstol, lo mismo que su predecesor, Valenzuela , acaba de recibir sepultura en el templo del Pilar. Ante el abucheo el orador s e defiende: hablar de la muerte de un legionario no debía provocar tales reaccione s. Pero Franco prepara su nueva campaña con detalladas instrucciones que recibe en Madrid, llega a Ceuta el 18 de junio y toma inmediatamente el mando del Tercio. Que ya cuenta con seis banderas, dotadas con una compañía de fusileros más que las or iginarias. Sabe perfectamentre que el enemigo que le espera tiene un nombre conc reto y temible: Abd el Krim, el Emir del Rif. En este momento, cuando acude a hacerse cargo de las banderas desplegadas en la zona central y sobre el frente exterior de Melilla, me parece necesario recod ar dos testimonios de esa misma época sobre Franco. Uno ya lo he insinuado: el del líder socialista Indalecio Prieto en 1936, pero referido a la campaña de Franco en Melilla como comandante. Otro, que se refiere exactamente el instante en que Fra nco llega de nuevo a la guerra en 1923 se debe al novelista -cronista, mejor repu blicano Arturo Barea, que estaba allí y en un momento cumbre de su trilogía célebre, L aforja de un rebelde, dice: Yo sé habla un personaje cuántos oficiales del Tercio se han ganado un tiro en la nu ca en un ataque. Hay muchos que quisieran pegarle un tiro por la espalda a Franc o, pero ninguno de ellos tiene el coraje de hacerlo. Les da miedo que pueda volv er la cabeza precisamente cuando están tomándole puntería. Franco se pone a la cabeza y bueno, es alguien que tiene riñones, hay que admiti rlo. Yo le he visto marchar a la cabeza de todos, completamente derecho, cuando ninguno de nosotros nos atrevíamos a despegar los morros del suelo, de e spesas que pasaban las balas. Yo he visto a asesinos ponerse lívidos sólo porque Franco les ha mirado una vez de reojo. ~Pasa algo en Melilla, no, mi comandante? Sí. Parece que los moros han rodeado Tizzi Azza y silo toman va a haber un segun do Annual. Se organizó una enorme columna de socorro y se rompió el cerco de Tizzi A zza, pero durante el ataque el nuevo comandante del Tercio, el teniente coronel Valenzuela, fue muerto. Ahora Franco es el nuevo jefe de la Legión. Pero todavía no le han hecho teniente coronel

le repliqué.

Le harán ahora. Aunque no quiera Millán Astray. ¿A quien otro van a poner ahí? De todo s los oficiales que hay, no hay uno que coja el sitio, aunque se lo ofrezcan en

una bandeja. Les da miedo. Hay muchos más testimonios. Pero creo que los dos citados, correspondientes a e nemigos declarados de Franco, alcanzan un valor especial. A fines de junio de 1923 Franco, desde Tetuán, inspecciona a las banderas del T ercio en la zona central del Protectorado, la sexta en el zobo el Jemis de Beni Arós, la quinta en el zoco el Arbaa de Beni Hassan Utiliza para sus desplazamiento s rápidos una avioneta. El 1 de julio un guardacostas le lleva a su antiguo campam ento de Uad Lau, donde toma el mando de la tercera bandera e interviene en vario s combates dentro del sector de Cobba Darsa hasta el día 9. De vuelta en Tetuán le a lcanza una real orden del día 2 en la que se le concede la preceptiva licencia par a contraer matrimonio. El 13 de julio toma un hidro en la base de Ceuta con rumb o a Melilla. En la zona oriental inspecciona a la primera bandera, la suya, en e l campamento de Dar Quebdani, el 16 a la cuarta en Tafersit y permanece en la co mandancia de Melilla hasta el 14 de agosto, cuando también por 1 A. Barea: La ruta, (segunda parte de Laforja de un rebelde). Buenos Aires, Losada, 1958. vía aérea regresa a Ceuta. Como resultado de esta inspección teórica y práctica redacta tres normas de organización y actuación publicadas de forma reservada por la Legión e n ese mismo año. Las Prevenciones a las banderas y las Instrucciones generales con stituyen un auténtico autorretrato de su autor. Hay en ellas una expresión de tan al to valor humano como militar: Muertos o heridos, todos deben volver . Por su parte Abd el Krim, fracasado su tenaz y repetido ataque contra Tizzi Azza, reúne los efe ctivos rifeños más poderosos que nunca se vieron en África, una división de nueve mil ho mbres con infantería, arillería y caballería, contra la posición de Tifaruin. La batalla se desencadena bajo el sol de agosto. Pero el recuerdo de Annual que estimula a l Emir del Rif le impulsa a cometer dos errores graves. Primero monta su ofensiv a al alcance de las piezas de la Escuadra española, que se emplea a fondo; segundo , subestima al enemigo al que cree fácil presa del pánico bajo el espantoso calor de la estación. La Escuadra bate con eficacia creciente las concentraciones y campam entos rifeños, acosados también por una fuerza aérea considerable para la época y formad a por treinta y seis aviones de varios tipos. El capitán Boy, observador de aeropl ano, deja caer un mensaje sobre la defensa, cuyos efectivos son diez veces infer iores a los del ataque: y les conforta con el anuncio de que el teniente coronel Franco viene ya en su socorro. Desde Ceuta, donde acaba de llegar, vuelve Franco inmediatamente el 19 de ago sto en el mismo hidroavión y toma un avión ligero que le deja en la pista construida junto al campamento avanzado de Dar Quebdani al día siguiente. Toma el mando de l as banderas primera y segunda, las más veteranas del Tercio, y el día 22 marcha a va nguardia de la columna de socorro a las órdenes del general Fernández Pérez hasta Sidi Messaud. Avanza hacia el norte para socorrer a Tifaruin, junto a una fuerza de Regulares. El ataque frontal tropieza con una resistencia extrema y Franco decid e maniobrar por la derecha mientras los Regulares resisten. La maniobra amenaza por el flanco y por la espalda a los sitiadores que se repliegan para evitar el copo. Los primeros Regulares de la vanguardia libertadora tienen abierto en cami no a la posición en la que son recibidos con entusiasmo indescriptible el mismo día 22 de agosto; el comandante Beorlegui, que les manda, se ha molestado en llegar con una sandía que abre y ofrece a los hasta hace un momento acosados por los rifeño s. La Infantería de Marina acaba de desconcertar al enemigo mediante un desembarco en Afrau. El apoyo aéreo ha resultado de suma importancia. El ministro de la Guer ra anima al alto comisario civil y al mando de Melilla para que aproveche el éxito defensivo con un avance sobre Alhucemas pero don Luis Silvela, para quien la pe netración militar va contra sus principios, dimite cuando en Barcelona y en Madrid se preparan gravísimos proyectos político-militares. Franco ha contribuido al éxito d e Tifaruin con una actuación sobresaliente y permanecerá al frente de sus banderas h asta el siguiente 6 de octubre. Pero cuando una tarde de septiembre regresa al c ampamento avanzado tras dirigir una marcha demostrativa por el sector un oficial

le sale al encuentro con la inesperada noticia de que acaba de proclamarse en E spaña la dictadura militar. LA DICTADURA Y SU ACEPTACION GENERAL El capitán general de Cataluña, don Miguel Primo de Rivera, había proclamado la dic tadura militar en Barcelona el 13 de septiembre de 1923, movido por la situación a larmante de los principales problemas de España, que los gobiernos constitucionale s de la Monarquía no acertaban a resolver. El gobierno había perdido el control del orden publico, había seguido en la guerra de África una sucesión de vaivenes contradic torios, no acertaba a encauzar el movimiento político-militar de las Juntas de Def ensa, se desentendía de los problemas económicos y sociales. El primer intelectual d el momento, Ortega, había definido a España con una sola palabra: invertebrada y ter minaba uno de sus artículos más famosos con una invitación a la dictadura: Que venga Hérc ules a limpiar los establos de Augias . La opinión española no estaba fuerte en mitolo gía pero todo el mundo entendió que Ortega postulaba que se entregase el poder a los militares en vista del desconcierto de la política. El mismo Rey había sentido la t entación de intervenir directamente en la política, con aquel famoso propósito, expres ado poco antes en Córdoba, de que manejaría la situación dentro o fuera de la Constituc ión . La preponderancia militar expresada sordamente, sin objetivos claros y concretos a parecía ante muchas gentes como el único remedio posible, hasta el punto que don Ant onio Maura, primer político de la época, no ocultaba su diagnóstico: Que gobiernen los que no dejan gobernar . Como también había insinuado Ortega, el democratismo , es decir e l sentido profundo de la democracia, no había arraigado en España y además se encontra ba en crisis en otras partes; el año anterior la Marcha sobre Roma había entregado e n Italia el poder a Benito Mussolini, fundador del fascismo, que un año después pare cía contribuir a que las cosas marchasen mejor en aquel país tras un evidente fracas o democrático. El profesor Seco Serrano ha estudiado con precisión el enfrentamiento histórico d e poder civil y poder militar en la España contemporánea y al analizar el advenimien to de la dictadura de 1923 muestra con claridad la tesis de que don Alfonso XIII no estaba informado de los preparativos para el golpe militar de 1923 ni menos colaboró en ellos pero que, al encontrarse con el hecho consumado de la proclamación de Barcelona lo aceptó y dio el poder al general pronunciado . Creo que esa tesis s igue siendo válida. El deterioro de la situación general española era evidente. El 10 de marzo de 1923, en la recrudecida guerra social de Barcelona, había caído asesinad o el líder sindical moderado Salvador Seguí y poco después uno de los más sanguinarios g rupos anarquistas catalanes el de Durruti abatía al cardenal Soldevila, arzobispo de Zaragoza. Un grave suceso ocurrió ese mismo verano en Madrid y parecía todo un síntom a. Con motivo de las discusiones en el Senado para conceder el suplicatorio prev io al procesamiento del general Berenguer, miembro de la Alta Cámara, el senador y expresidente del Consejo señor Sánchez de Toca recibió una carta en términos sumamente duros que le escribía el general Francisco Aguilera, a quien la opinión pública señalaba entonces como aspirante a la dictadura militar. Sánchez de Toca leyó la carta ante el Senado y el general recibió numerosas adhesiones que iban desde la guarnición de Madrid a la socialista Casa del Pueblo. Al día siguiente los dos contendientes se dirigieron al Senado con ostentoso acompañamiento de amigos militares el general y c iviles el político. El general Aguilera entra en el despacho del presidente de la A lta Cámara, conde de Romanones, donde topa con Sánchez Guerra, de quien por lo demás e ra buen amigo. Los dos se enzarzan en una discusión sobre poder militar y poder ci vil que degenera en una comparación entre la epidermis de los civiles y los milita res. Famoso por sus arranques, Sánchez Guerra pasa a vías de hecho y propina una son ora bofetada al general, a quien deja fuera de combate. Tras el correspondiente tumulto las pretensiones del general Aguilera a dictador militar quedan cancelad as y ahora es el capitán general de Barcelona quien mueve su candidatura, que obti ene inmediatamente el respaldo de los generales con mando en la guarnición de Madr id, todo ello, naturalmente, bajo el más estricto secreto. El duque de Maura, hijo mayor de don Antonio, resume con acierto la situación: Enfrentados lo que se llama ba el poder civil y el Ejército casi unánime... . El gobierno García Prieto sufre serias tensiones internas a propósito de la política que debe seguirse en África. Ahora prec

isamente es el 1 C. Seco Serrano: Militarismo y civilismo en la España contemporánea, Madrid, In stituto de Estudios Económicos, 1984 p. 303s. momento en que don Alfonso XIII consulta a don Antonio Maura sobre la solución de tomar personalmente el poder, apoyándose en la Junta de Defensa del reino, form ada por los expresidentes del Consejo. Maura se lo desaconseja, pero deja abiert a su ya conocida propuesta de que gobiernen los que no dejan gobernar . Durante la pausa veraniega el capitán general de Barcelona viaja a Madrid, se asegura la cola boración del capitán general de Zaragoza, Sanjurjo, que es el general con mayor pres tigio en el Ejército y se concierta con los cuatro generales que están al mando de l as principales unidades en Madrid, mientras otros dos, el capitán general Muñoz Cobo y el ministro de la Guerra, Aizpuru, aprueban la solución sin denunciarla. En la madrugada del 13 de septiembre don Alfonso XIII está en su residencia de verano, e l palacio de Miramar en San Sebastián, donde le acompaña don Santiago Alba, como min istro de Jornada. El Rey decide volver inmediatamente a Madrid, donde el gobiern o no puede ofrecerle solución alguna; el ministro Alba, aludido dura e injustament e en el manifiesto de Primo de Rivera, se pone a salvo en Francia y jamás le perdo nará a don Alfonso su condescendencia con la dictadura. Al llegar a Madrid el Rey, una vez consultado el jefe del gobierno, reúne inmediatamente indicios suficiente s como para saber que todas las Fuerzas Armadas secundan el gesto del capitán gene ral de Barcelona; entonces le llama y le confirma. El golpe militar ha triunfado de manera incruenta, entre una expectación enorme y casi siempre favorable, sin q ue se manifieste en contra oposición alguna. La gran coartada de Primo de Rivera d urante todo su régimen será ésta: Vuestra Majestad sancionó este hecho . Era verdad. Si se examinan seriamente las circunstancias, don Alfonso XIII no tenía otro remedio. El descrédito del gobierno, del sistema y de la clase política en general parecía a brumador. Ni una sola voz se alzó para defenderles. Sería inútil acumular aquí los testi monios. Me contentaré con tres.. El diario liberal El Sol, inspirado por don José Or tega y Gasset, se mostraba muy satisfecho en estas palabras: Apoyamos leal y resueltamente a esta situación, primero, porque era la única posib le y segundo, porque empieza a cumplir nuestro programa. No encontramos lícito que se les apremie con plazos perentorios, porque su misión no es tan breve ni tan fáci l. Y no podemos desconfiar del general Primo de Rivera.... . Pero el propio Ortega y Gasset fue todavía más explícito: Si el movimiento militar ha querido identificarse con la opinión pública y ser plenamente popular, justo es decir que lo ha conseguido por entero. Calcúlese la gratitud que la gran masa nacional sentiría ante esos magnán imos generales que generosamente, desinteresadamente, han realizado la aspiración semisecular de veinte millones de españoles, sin que a ellos les cueste esfuerzo a lguno . El político y jurista don Manuel Azaña, hasta entonces miembro del partido ref ormista y candidato frustrado en dos elecciones generales, sería andando el tiempo enemigo jurado de la Dictadura pero a raíz de su proclamación reconocía que una parte del país le apoya (a Primo de Rivera) y otra mucho mayor espera de él pasivamente gr andes cosas; nada menos que la felicidad de la nación... La razón es que el país no po día más, y estando paralítico, siendo incapaz de moverse por sí mismo, espera que los mi litares realicen el prodigio de la salvación nacional. La expulsión del personal gob ernante y de los partidos ha parecido muy bien. Gobernaban por la corrupción y la camaradería; ninguna ley se aplicaba, ninguna institución funcionaba a derechas; se encumbraban las clientelas familiares, el país estaba presidido por la impotencia y la imbecilidad. Bien barridos están, se dice la gente. Y los partidos, por su co nducta anterior, se han hecho acreedores al desprecio general . Hasta el Partido S ocialista, que al principio fue la excepción y se opuso, sin alborotos, al nuevo rég imen, entró muy pronto por el aro y sus personajes más representativos no sólo aceptar on a ese régimen sino, como en el caso de Largo Caballero, colaboraron con él . El general Primo de Rivera designó un Directorio militar de urgencia sustituido pronto por otro, formado por generales de brigada encargados cada uno de un dep artamento pero sin título de ministros. El propio Primo de Rivera actuaba de jefe del gobierno y secretario de despacho universal, como signo de que concentraba e

n su persona todos los poderes del Estado. Suspendió, sin suprimirla, la Constituc ión de 1876 vigente y las garantías constitucionales. El general Aizpuru, que desde el anterior ministerio de la Guerra había contemporizado con el golpe, fue designa do Alto Comisario en Tetuán. Se encarga al general Martínez Anido la subsecretaría de Gobernación y a su colaborador, general Arlegui, la dirección general de Seguridad. Quedan disueltos el Congreso y el Senado. Quedan suprimidos los partidos políticos pero se tolera al socialista, que antes de acabar el mes de septiembre inicia s u colaboración con la Dictadura, aunque mantenga un núcleo irreductible; Indaecio Pr ieto es el principal adversario, pero sin manifestaciones públicas. Las Fuerzas Ar madas no solamente ocupan el poder central sino que penetran, a través de delegado s militares, en el poder provincial y municipal. Las Fuerzas Armadas aceptaron c on práctica unanimidad la 1 Conjunto de opiniones sobre la llegada de la Dictadura en mi Franco de 1981 ,1, p. 218s. Con indicación de fuentes para cada caso. Dictadura, que sin embargo tuvo mucho más de poder personal que de poder milita r . Primo de Rivera dijo mucho después Franco dijo que gobernaba en nombre del Ejército pero la verdad es que jamás contó con el Ejército para ello . Luego aparecería una oposic ión militar contra Primo de Rivera pero al principio no. Las Juntas de Defensa est aban satisfechas porque el Dictador había nombrado al coronel Nouvilas, principal dirigente de las Juntas, como secretario del Directorio; y además no tardó mucho en manifestar su proyecto abandonista para el Norte de África, como las Juntas deseab an. Los militares de África tampoco se opusieron al principio; el principal de ell os, general Sanjurjo, había apoyado sin vacilar al pronunciamiento de Barcelona. L uego, en 1924, surgiría y de forma aguda la crisis entre el Dictador y los oficial es de África, que después se solucionó cuando él varió de estrategia. Pero insisto en que el descrédito del régimen de partidos había alcanzado tal fuerza que la actitud favora ble hacia el advenimiento de la Dictadura era, mientras la nación esperaba sus act uaciones, práticamente unánime. LA BODA EN OVIEDO Tras el fracaso de Abd el Krim frenre a Tizzi Azza y Tifaruin las líneas española s en África se mantienen en relativa calma y no se prevén graves sorpresas del enemi go. Franco aprovecha esta calma y solicita permiso para su boda, que al fin se v a a poder celebrar al tercer intento. A mediados de octubre de 1923 ha llegado a Madrid, donde tiene solicitada una audiencia con el Rey. Muchos años después recuer da vivamente su conversación con don Alfonso, en sus revelaciones del 2 de marzo d e 1963.

Don Alfonso XIII fue un gran rey, de los mejores que hemos tenido y no fue res ponsable de la dictadura de Primo de Rivera. En aquella época la dictadura la pedía el pueblo español, que fue su mayor entusiasta. Si no se hubiera sublevado Primo d e Rivera, lo hubiera hecho el general Aguilera que estaba dispuesto a ello y tenía condiciones bastante inferiores al marqués de Estella. Recuerdo la entrevista que tuve con don Alfonso con motivo de mi boda. El Rey me confió todo lo que había hech o para comprobar que Primo de Rivera tenía detrás al Ejército y contaba con la opinión n acional. En Barcelona, Zaragoza y Madrid estaban las guarniciones completamente al lado del dictador. Aquí contaba con el general Nouvilas, le dije a Su Majestad que representaba a las Juntas militares de defensa. ~,Tú crees me dice el Rey que el Ejército de África estaba en contra del general Primo de Rivera? Le dije que no era entusiasta de la dictadura y que por patriotismo no se había opuesto una vez Su Majestad había entregado el poder al dictador. El Ejército de Áfric a estaba seguro de que la influencia del espíritu juntero, aún no desvanecido, había d e hacer mella en el ánimo del dictador, en contra del sentir de la oficialidad de Marruecos, decidida a que se ocupase toda la zona del protectorado y se terminas e de una vez con la pérdida de vidas en una campaña lenta y con objetivos muy limita dos.

Tras valorar el cansancio político de la dictadura, Franco continúa: Había una realidad que no debían olvidar el Rey y sus asesores, que era la respons abilidad que tenía Berenguer en la derrota de Annual como general en jefe del Ejérci to de África y por eso el general Silvestre, subordinado suyo, en condiciones espe ciales, pero que no le excluían de responde ante el gobierno de todas las operacio nes poco meditadas que el ejército de Silvestre venía realizando. Por tanto, ante la opinión popular, recaía responsabilidad sobre Berenguer por la derrota de Annual, a unque militarmente su conducta fuese irreprochable. Esta opinión pública no se hubie ra debido olvidar en momentos tan difíciles para la Corona como eran los finales d el gobierno de Primo de Rivera. En otra cita Franco refleja el recelo del Ejército de África frente al advenimien to del dictador: Primo de Rivera dice el 23 de agosto de 1955 como otros generales, no sentía el pr oblema de Marruecos, y por ello miraba con recelo a los compañeros que allí se disti nguían, alcanzaban prestigio y tenían buena carrera. El año anterior, 31 de diciembre de 1954, Franco refiere los datos esenciales d e las dos entrevistas que mantuvo con el Rey en ese año 1923, antes y después de su boda: Su Majestad me dijo: ese problema de Marruecos no tiene solución y por ello esto y muy preocupado . Y entonces Franco le respondió: Yo no opino lo mismo y estoy convencido de que la solución existe; es lo mismo q ue si hubiera un foco rebelde en la provincia de Badajoz y dijera el gobierno qu e no había que tocar el tema, pues carecemos de medios para resolverlo. En Marruec os tenemos de nuestra parte a casi todas las cabilas menos la de Beni Urriaguel. Si nos apoderamos de ésta mediante un desembarco en Alhucemas, lo que está de acuer do con nuestros medios y posibilidades, el problema quedaría resuelto . Según el testimonio de Franco el Rey quedó impresionado por la convicción del jefe de la Legión y le pidió que hablase con Primo de Rivera sobre el problema. Así lo hizo Franco pero sin éxito; el dictador estaba decidido a una estrategia muy diferente , de signo abandonista. Por ello Franco decidió aplazar toda gestión sobre África hast a después de su boda, que se celebró por fin en la iglesia de San Juan el Real el 22 de octubre de 1923. Franco tenía treinta años y la novia veintitrés. Al cumplirse sus bodas de oro los dos tuvieron una discusión sobre la fecha exacta de su boda, que tuve el honor de resolver con una fotografía de la lápida que la conmemora. El enla ce fue un acontecimiento en Oviedo y noticia en toda España. Las fotografías del mom ento muestran a los dos radiantes y aclamados por el público a la salida del templ o. Fueron padrinos los Reyes de España, don Alfonso y doña Victoria Eugenia, por la condición de gentilhombre de cámara que el novio ostentaba les representaron el gene ral Antonio Losada, gobernador militar de Asturias y la tía de Carmina, doña María Pil ar Martínez Valdés. La novia vestía de crespón blanco con cola forrada de tisú, con velo y una diadema de azahar. Franco vestía el uniforme de la Legión, con la Medalla milit ar, la cruz del mérito militar, la placa de María Cristina y la llave de gentilhombr e, que le fue ofrecida por suscripción popular en Oviedo. La revista de Madrid Mun do Gráfico titula la noticia: La boda de un caudillo heroico.

En la entrevista que no mucho después hace al matrimonio el barón de Mora Franco confiesa su dedicación, aunque esporádica, a la pintura y su esposa registra su inte rés continuo por los estudios profesionales y por la literatura; le gusta el teatr o de Benavente y las novelas de Pedro Antonio de Alarcón aunque su autor preferido es don Ramón María del Valle Inclán. ¿Por qué algún antibiógrafo se empeña a estas alturas e oner en duda recuerdos familiares tan sencillos? Quizás por el mismo motivo que, d espués de advertirnos que no tiene intención de poner en duda los méritos militares de Franco en la campaña de Melilla intenta vanamente demolerlos y arremete contra el

universal prestigio que esa campaña valió a Franco dentro y fuera del Ejército, como si hubiera sido fruto de una conspiración. Un comandante del Ejército no tuvo, ni en tonces ni nunca, medios para organizar una campaña así, algo que debe incluirse en l as antologías del disparate. Lo primero que se notó en toda España como efecto de la Dictadura fue el restable cimiento prácticamente absoluto del orden público. Primo de Rivera había iniciado su g obierno con la aceptación de todo el Ejército y la aquiescencia de la opinión. El 12 d e noviembre los presidentes del suspendido Congreso, don Melquíades Alvarez y del suspendido Senado, conde de Romanones, acudieron a Palacio para pedir al Rey que habiendo transcurrido tres meses de la proclamación dictatorial debería restablecer se la normalidad constitucional. Con la esperada unanimidad la prensa puso a los dos en ridículo. España estaba en paz, el Ejército estaba en paz y hasta la guerra de África atravesaba por un período tranquilo. Franco y su esposa pasaron una breve lu na de miel en la finca familiar de la Piniella y cuando termina su mes de permis o viaja a Madrid para acudir con ella a una audiencia que había concedido el Rey a l matrimonio, que se celebra el 26 de noviembre, cuando el Rey ha regresado de s u viaje a Italia acompañado por Primo de Rivera donde se le escapa una confesión discu tible, hablando del dictador: Este es mi Mussolini . Se equivocaba don Alfonso. El régimen y la personalidad del general jerezano nada tenían que ver con el fascismo n i con Benito Mussolini. Franco, acompañado de su esposa, sale el 30 de noviembre p ara Ceuta donde vuelve a tomar el mando de la Legión. Le esperan, para el año siguie nte, pruebas de singular dureza . FRANCO RECHAZA A ABD EL KRIM EN LA LINEA EXTERIOR DE MELILLA El propio Franco se encargó de poner título al captítulo de su biogafía correspondien re a un año clave, 1924, al titular los recuerdos que me comunicó en 1972 de esta fo rma: Mi rebeldía frente a Primo de Rivera . La rebeldía se originó en 1 Testimonios de Franco sobre la dictadura en Franco Salgado, Mis conversacio nes.... p. 377, 136, 62. Documentos sobre la boda de Oviedo en mi Franco de 1981 ,1, p. 197s. los criterios, completamente dispares, entre el dictador y muchos oficiales d e África, de los que Franco, en un momento dado, se hizo personalmente portavoz. E l testimonio del propio Franco es directo e indudable. Al empezar el año 1924 el general Primo de Rivera, llevado de su temperamento i ntuitivo e impulsivo, cometía ya sus primeros errores graves, que alternaban con l a sucesión de sus aciertos. Primo de Rivera actuaba con suma imprudencia cuando, p ara mantener un contacto directo con la opinión pública, daba cuenta de sus decision es, aun cuando no estuvieran suficientemente meditadas, por medio de notas ofici osas que enviaba a la prensa y formaron, a la larga, su autorretrato político. Alg unas veces sus actuaciones, explicables por su espontaneidad, sonaban como intro misiones indebidas en campos que debían ser respetados y trataban de explicar algu nas decisiones que saltaban de lo personal a lo general, en forma de auténticas ag resiones institucionales de las que apareció pronto un primer ejemplo, el asunto d e La Caoba. Era ésta una damisela de vida alegre, conocida por su relación con algún f amoso general; la cual se metió en cierto lío que le valió la detención ordenada por un juez. El dictador envió una nota al juez y cuando el presidente del Tribunal Supre mo intervino a favor del juez fue inmediatamente destituido. Protestaron dos per sonajes famosos, el diputado Rodrigo Soriano y el vicerrector de la Universidad de Salamanca don Miguel de Unamuno, a quienes el dictador envió inmediatamente a u n destierro en la isla de Fuerteventura. Por el momento este tipo de decisiones no suscitaban protestas generalizadas pero causaban la desazón previa a tales prot estas, que no tardarían en llegar. Consultado por sus fieles, el prócer liberal-cons ervador don Antonio Maura les manifestó un juicio muy negativo sobre la dictadura, a la que consideraba como identificada con las Juntas militares de Defensa. Rea lmente no era así pero la impresión de Maura se justificaba cuando desde finales del año 1923 Primo de Rivera empezó a comunicar algunas notas en las que se traslucía un

propósito abandonista en su política africana, lo que animó vivamente al Emir del Rif Abd el Krim quien había constituido ya una estructura de Estado, una instancia de gobierno y sobre todo un poderoso y bien armado ejército de ochenta mil hombres co n que buscaba expresamente no sólo un segundo desastre español sino el mayor desastr e colonial de la Historia a costa de España. Para conseguir un respaldo articulado de la opinión pública favorable que seguía siendo muy importante el general Primo de Ri vera hizo público su propósito de constituir un gran movimiento no quiso llamarle par tido que se llamaría la Unión Patriótica. Descartó enérgicamente su inicial apoyo al catala nismo moderado que había recibido con esperanza su pronunciamiento de septiembre a nterior y suprimió todas las diputaciones provinciales excepto la del País Vasco y N avarra. Cuando corrió la noticia de que el Rey pensaba dirigir personalmente el pr oblema de África con la Junta de Defensa del Reino suprimió la Junta de Defensa. El 23 de junio de 1924 el Consejo Supremo de Guerra y Marina, presidido por e l capitán general don Valeriano Weyler, dictó sentencia en el proceso por las respon sabilidades de Annual; absolvió al general Navarro pero separó del servicio es decir, hizo perder la carrera al general Dámaso Berenguer. Primo de Rivera había tratado de evitar este fallo con algunos nombramientos en el Consejo pero no fue suficient e. Pronto el Rey le sugirió un indulto, del que se benefició Berenguer, a quien asce ndió a teniente general. El rey, muy amigo de Berenguer, le nombró jefe de su Cuarto Militar y accedió a la petición pública de Primo de Rivera, que solicitó para él el conda do de Xauen pese a lo cual Berenguer mantuvo una hostilidad permanente contra el dictador, y se convirtió en una especie de jefe de la oposición palatina liberal co ntra Primo de Rivera, seguido por no pocos aristócratas y personalidades de la alt a finanza, a quienes disgustaban los proyectos de reforma económica que el dictado r preparaba. Pero cuando se acercaba el verano de 1924 llegaron al gobierno info rmaciones sobre la renovada agresividad de Abd el Krim y sobre la inquietud que sentía cada vez más ostensiblemente la oficialidad del Ejército de África ante los proye ctos abandonistas que dejaba filtrar el dictador. En vista de ello don Miguel Pr imo de Rivera, con su valor característico, decidió coger al toro por los cuernos y presentarse en el territorio del Protectorado, lo que hizo a primeros del mes de julio. Desde enero de 1924 el jefe de la Legión, teniente coronel Franco, inspeccionó lo s acuartelamientos situados en la zona central del protectorado desde Ceura y el 30 de ese mes embarca para Melilla con su esposa, que participa desde muy pront o en la vida social de la alta oficialidad con residencia en la ciudad. Todo el mes de febrero lo pasa Franco en el campamento avanzado de la Legión en BenTieb, a unos quince ilómetros al norte de Dar Dius y Tafersit, donde la Legión ha instalad o una excelente base para penetrar, cuando el mando lo dispusiera, en el territo rio enemigo camino de Alhucemas. Allí Franco toma el mando de las cuatro primeras banderas del Tercio y a fin de mes inspecciona de nuevo el sector de Tizzi Azza, nuevamente amenazado, como todo el frente, por el ejército de Abd el Krim. Bajo e l mando de Franco la tercera bandera del Tercio corta dos intentos de asedio a T izzi Azza dirigidos personalmente por el Emir del Rif. Franco permanece nuevamen te en Ben Tieb durante casi todo el mes de abril, desde donde sale para frenar u na nueva amenaza de Abd el Krim sobre la posición española de Sidi Messaud, que se e strella contra la Legión después de una enconada batalla de tres días. Al comenzar el mes de junio y en vista de sus fracasos ante la línea exterior d e Melilla el emir del Rif concentra sus esfuerzos políticos y militares en la zona central, donde observa con acierto que la defensa de la ciudad interior de Xaue n depende de una larga línea de pequeñas posiciones españolas, nada menos que cuatroci entas, a las que considera como muy probablemente incapaces ante la ofensiva de un ejército numeroso como el suyo. Hace que la acción política preceda a la militar co n éxito inmediato: al empezar junio las cabilas de Beni Said, Beni Hosmar y Beni H assan le rinden sumisión. Destaca a las zonas de Yebala y Gomara como delegados su yos a su propio hermano Mohamed y a su lugarteniente Jeriro, que ocupan importan tes puestos en la nueva jerarquía rifeña. Ante este gravísimo peligro Franco recibe la orden de trasladarse a Ceuta, lo que hace el 4 de junio; Durante todo el mes op

era con la Legión por la costa entre Río Martín y Uad Lau, su antiguo campamento, a la s órdenes del ya general Serrano Orive quien el 12 de julio le comunica que el pre sidente del Directorio acaba de llegar a Marruecos y reclama la urgente presenci a de Franco. EL INCIDENTE DE BEN TIEB Para oponerse abiertamente a la política abandonista de los anteriores gobierno s constitucionales y después a la de Primo de Rivera, un grupo de jefes del ejército de África los generales Queipo de Llano y Cabanellas, el teniente coronel Franco cr earon en el verano de 1923 un interesante órgano profesional, la Revista de Tropas coloniales de la que Franco fue miembro del consejo de redacción, colaborador y l uego director. En esa revista Franco publicó 29 artículos firmados y algunos editori ales. En el número de abril de 1924 Franco dio a conocer allí el quizá más famoso de sus artículos, significativamente titulado Pasividad e inacción con una forma vibrante y una tesis clara: la política de pacificación resulta inútil si antes no son reducido s militarmente los focos rebeldes. El dictador y el Rey leyeron el artículo de Fra nco, como todo el Ejército de África. El sábado 1 de julio de 1972 Franco leyó detenidamente los capítulos 5 al 10 del bo rrador de mi primera biografía, en que se trataban los hechos de 1924. El tema le interesó extraordinariamente y dictó bastantes notas de puntualización, basadas en hec hos concretos. Cuando yo calificaba los hechos como gravísimo incidente político puso una cruz señal de atención pero aceptó esa calificación. Citaba yo a Arturo Barea y a Rafa el García Serrano que coinciden en que los legionarios, para la comida que ofrecie ron a Primo de Rivera en Ben Tieb, le sirvieron varios platos pero todos confecc ionados con huevos. Réplica de Franco: No hubo tal menú a base de huevos . Negó Franco otras difundidas versiones del suces o y entonces dejó a un lado las notas y dictó, de arriba abajo su versión personal de los sucesos. Dos autores famosos la han aceptado, aunque de forma diversa. El céle bre periodista y académico Luis María Anson me ha dicho muchas veces que se trata de uno de los momentos más importantes de la historia de España en este siglo. El igua lmente célebre escritor comunista Manuel Vázquez Montalbán estimó tanto esta versión perso nal de Franco que la incluyó íntegramente en su libro Autobiografía del general Franco , pero sin la mínima atención de citarme como fuente. He aquí la versión íntegra de Franco : En el año 1924 el general Primo de Rivera, que a mi pregunta sobre el desembarco en Alhucemas había contestado que los tiros no iban por ahí y que posiblemente había hecho unas manifestaciones abandonistas, dio orden o instrucciones al alto comis ario sobre un repliegue de posiciones en toda la zona. De ello tuve noticia por un oficial de Estado Mayor que había intervenido, lo que dio motivo a una conversa ción mía con el alto comisario: solamente que esa orden o pensamiento se hiciese pub lico conduciría a un alzamiento en toda la zona contra nosotros y la gravedad de l a situación que crearía a todo el ejército de operaciones que se comprometería en un seg undo Annual. Le dije al alto comisario (general Aizpuru, n. del A.) que pensase que ante un a orden tal y ante el convencimiento de que su cumplimiento produjese un desastr e pensase en su incumplimiento. El alto comisario me respondió que él había llegado a donde había llegado porque en toda su vida militar solamente había aprendido a obede cer (Franco añadió luego: se me echó a llorar, n. del A.). Esta conversación dio lugar a que en la visita del día de Reyes a la comandancia general de Ceuta, el comandant e general, Montero, nos pidiese que empeñásemos nuestra palabra de honor de cumplir las órdenes del gobierno, fuesen las que fuesen. Empezando a continuación a interrog ar a los jefes de Cuerpo de mayor a menor antigüedad. Todos fueron prometiendo la obediencia hasta llegar a mí, que contesté que era norma de toda mi conducta la de o bedecer a mis superiores pero por la calidad de la pregunta fuesen las que fuesen las órdenes de los superiores me atenía a la respuesta de las Ordenanzas de que en l os casos de duda haría lo que me dictase mi honor, que el Código de Justicia Militar asimismo me amparaba en el caso de que se ordenase una rendición que castigan los

códigos. Entonces todos los jefes cambiaron de opinión para manifestar que estaban conformes con mi exposición e incluso el auditor de la región apostilló Y el que se su mase a una rebelión por otro planteada yo me encargaría de meterle en la cárcel con lo cual se disolvió enseguida la región, pretendiendo el general restarle importancia a la pregunta. El alto comisario lo comunicó al gobierno lo que dio lugar al viaje de Primo de Rivera a Marruecos . El viaje del dictador se retrasó hasta el mes de julio como hemos dicho y nada más llegar a Ceuta se trasladó al sector amenazado de Uad Lau y revistó cerca de la po sición recién liberada de Cobba Darsa a las fuerzas de la columna Serrano, entre las que figuraba Franco al frente de la quinta bandera del Tercio. Reclama Primo de Rivera la presencia continua de Franco en su séquito. El dictador designa al gene ral Castro Girona como asesor del alto comisario y se embarca para Melilla acomp añado, entre otros jefes militares, por los tenientes coroneles Franco, jefe de la Legión, y Luis Pareja joven jefe del grupo de Regulares de Lara-che, que había segui do una brillante carrera semejante a la de Franco. Los dos se habían comprometido secretamente poco antes a que si el dictador persistía en la retirada general desp ués de su visita, pedirían el traslado a la Península. El 5 de julio de ese año 1954 Fra nco enviaba a Pareja una carta en la que persistía en su compromiso, pero pide cau tela para que ese traslado no ponga en peligro más grave la situación militar de Esp aña en África. El 19 de julio, a bordo del crucero Reina Victoria Primo de Rivera, con los t enientes coroneles Franco y Pareja entre sus acompañantes, realiza su travesía de Ce uta a Melilla. Al día siguiente, 20 de julio, Franco (con Pareja) le acompaña en su inspección al campamento legionario de primera línea en Ben Tieb, donde el dictador pasa revista a tres banderas del Tercio, la segunda, tercera y cuarta, y a los táb ores del grupo de Regulares de Melilla. Los oficiales de la Legión y Regulares adm iran el valor de Primo de Rivera, que sin la menor vacilación se ha presentado en el mismo núcleo adversario de su política abandonista. Acepta después el banquete que le ofrece el teniente coronel Franco en el acuartelamiento de la Legión. El comand ante general de Melilla, Sanjurjo, que está perfectamente informado de lo que pien san el dictador y los oficiales de la Legión y los Regulares que se sientan con él a la mesa, ocupa su lugar a la derecha de don Miguel. Casi medio siglo después Fran co recordaba con suma viveza lo sucedido: La verdad es que Sanjurjo y Aizpuru se inhibieron. El almuerzo en Ben Tieb fue por orden de Sanjurjo, quien me ordenó también en él: Franco, ofrezca usted la comida . Esta tenía lugar en un barracón que era dormitorio de la tropa y que se había prepar ado al efecto. Las paredes estaban llenas de inscripciones tomadas del credo de la Legión y las mandé quitar en la revista que pasé oportunamente, pero quedó una, más difíc il de quitar, que estaba sobre una ventana que se refería al espíritu de fiera y cie ga acometividad de la Legión. Este letrero que quedó le sirvió a Primo de Rivera después para decir en sus palabras que él lo cambiaría por otro que aludiese a la disciplin a como virtud fundamental. En mis palabras de ofrecimiento de la comida le dije que estas comidas se cara cterizaban siempre por una especial alegría y un ambiente de sana camaradería; pero que suponía que no se le había escapado que en esta ocasión no sucedía así porque pesaba s obre la oficialidad el temor de que se llevasen a cabo los planes de abandono. Q ue si estábamos allí no era por nuestro capricho sino porque así lo habían ordenado los planes del gobierno y los de nuestros superiores. Y que lo mismo que cuando el g eneral (Primo de Rivera) mandaba la brigada de cazadores escuchaba a sus oficial es y les tranquilizaba, yo esperaba que el contacto con las inquietudes de todos los generales,jefes y oficiales tuviera la reacción que siempre había tenido y que los tranquilizaría también. Y que en esa idea sólo podía condensar mis pensamientos en u n grito de ¡Viva España! ¡Viva España! ¡Viva España! que continuaron hasta que se quedaron r oncos .

Primo de Rivera agradeció las palabras amables dando las gracias por la confianz a que le merecía y que aquel letrero que había allí lo cambiaría por otro que aludiese a la férrea disciplina . En el martillo de la mesa había unos coroneles y tenientes coro neles del séquito de Primo de Rivera y cuando estaba diciendo eso, uno de ellos, a nte el silencio sepulcral, dijo con voz fuerte ¡bien, muy bien! Y Varela, que esta ba enfrente, lo agarró a través de la mesa y chilló: ¡Mal, muy mal! Diciendo entonces Pr imo de Rivera: ¡Ese señor, que se calle! Acabó entonces el discurso y al sentarse no h ubo ni un solo aplauso. Se levantó entonces violentamente, volcando un poco el café, y nos dijo: Para eso no debiera usted haberme invitado. A lo que contesté: Yo no le he invitado a usted, a mí me lo ha ordenado el comanda nte general. Si no es agradable para usted, menos lo es para mi. A pesar de todo he de considerar que es una oficialidad (iba a decir buena pe ro rectificó) mala. Mi general, yo la he recibido buena. Si la oficialidad ahora es mala, la he h echo mala yo. Al salir el general les dije a los oficiales que podían dormir tranquilos por el incidente, pues yo lo había provocado y yo respondía de él. Poco después me citó Primo de Rivera en la comandancia general a la una de la noche, pues iba al teatro después de cenar. Cuando yo estaba esperando en el antedespacho entró con el general Aizp uru quien con evidente pelotilla al general me dijo: Lo que ha hecho usted con e l general no tiene nombre a lo que le contesté: Lo que no tiene nombre es que me d iga usted eso. Primo de Rivera intervino entonces diciéndome: No se preocupe usted . Ha hecho usted bien. Pasé inmediatamente al despacho donde tuve una conversación c on él de dos horas, en la que hablé yo casi todo el tiempo. Poco después, o días después, invitó Primo de Rivera a los oficiales a un acto y dijo que en la visita a Marruec os había aprendido muchas cosas. Que no se haría nada sin consultar a los mandos car acterizados . El propio Franco, al ser preguntado tras dictar este testimonio si Primo de R ivera le había guardado algún resentimiento por el banquete legionario respondió: No, e ra un caballero . Por lo que después sucedió parece claro que Primo de Rivera y Franco se entendieron durante su larga conversación. El dictador se comprometió a defender la línea exterior de Melilla, que había demostrado sobradamente su capacidad de res istencia ante los embates rifeños, pero persistió en ordenar la retirada de Xauen po rque las largas líneas defensivas intermitentes que garantizaban los accesos a la ciudad interior le parecían indefendibles ante un ejército numeroso, bien armado y b ien dirigido como ya era el de Abd el Krim. Los dos interlocutores consiguieron, pues, sus objetivos tras su accidentado encuentro. Quien quedó frustrado fue el t eniente coronel Pareja, que regresó a la zona central y tomó de nuevo el mando de su Grupo de Regulares de Larache, encargado de defender la importante posición de Da r Acoba, un cerro desde el que se dominaban los accesos a Xauen, a Uad Lau y el camino de Tetuán. Pareja pidió destino a la Península y cuando le fue concedido en ago sto entregó su mando en Dar Acoba al teniente coronel Emilio Mola Vidal. Franco, t ras su satisfactorio contacto con Primo de Rivera, dejó en la estacada a su compañer o. El jefe de la Legión actuaba por primera vez no sólo como militar sino como polític o. FRANCO EN LA RETIRADA DE XAUEN El general Primo de Rivera regresó a Madrid a fines de julio. Como la situación e n la comandancia de Melilla parecía estabilizada, las banderas de la Legión segunda, tercera y cuarta siguen a su jefe hasta la región central, donde se esperan grave s acontecimientos. En efecto, las Intervenciones Militares, que continuaban con

eficacia la diftcil labor de la Policía Indígena desmantelada por el desastre de Ann ual, comunicaban al alto comisario informaciones cada vez más alarmantes sobre una inminente ofensiva de Abd el Krim con el fin de aislar a la ciudad de Xauen. A mediados de agosto, desde Madrid, el general Primo de Rivera informaba al país que tanto en la zona española como en la francesa se advertían síntomas de un levantamien to general de las cabilas. Era verdad; en sus sueños de grandeza Abd el Krim empez aba a hostilizar a las posiciones más difícilmente defendibles tanto de España como de Francia. A mediados de agosto el general Primo de Rivera tiene ya a punto un pl an de retirada escalonada para el abandono de Xauen y el establecimiento de una fuerte línea defensiva la llamada línea Primo de Rivera al sur de Tetuán, que pueda prese var la defensa de las comunicaciones entre la capital del protectorado, la ciuda d internacional de Tánger, la plaza de soberanía de Ceuta y la comandancia general d e Larache. Militarmente la decisión de Primo de Rivera era adecuada y factible. Se lograría con pleno éxito, aunque algunos historiadores poco amigos de estudiar los mapas correspondientes lo siguen poniendo en duda. Más aún la retirada de Xauen alca nzó una consecuencia que seguramente el intuitivo Primo de Rivera anticipó: el jefe rifeño se estrellaría contra el territorio del protectorado francés y al año siguiente s u poder quedaría definitivamente quebrantado por España. La retirada española comprendería en realidad tres repliegues: desde la línea del U ad Lau, desde las montañas de Beni Arós y sobre todo desde Xauen. El objetivo de las tres era abandonar la Gomara y el sur de Yebala, prescindir de la línea intermite nte de los cuatrocientos blocaos y concentrar toda la defensa en la línea continua que se iniciaba al sur de Tetuán en la posición fuerte de Ben Karrich. La clave de toda la operación era mantener en todo momento la iniciativa militar española, sin q ue los previsibles embates del enemigo envalentonado convirtiesen la retirada or denada en una desbandada como la de Annual. Este objetivo se consiguió plenamente. La primera fase de la retirada se inicia el 18 de agosto de 1924 en el sector del Lau. La vanguardia de la columna del general Serrano está a cargo del tenient e coronel Franco. Un error del teniente de la Legión Fermín Galán, que dirige una patr ulla de exploradores y anuncia equivocadamente la presencia de un manantial, está a punto de provocar un gravísimo contratiempo pero Franco y Mola que pasa unos días e n el Estado Mayor del jefe de la columna le defienden y le evitan el procesamient o. Los delegados de Abd el K.rim en Yebala y Gomara deciden realizar un esfuerzo supremo en el sector del Lau y el 25 de agosto el teniente coronel Mola recibe el mando de la fuerza que guarnece la posición más importante de la zona, Dar Acoba, con unos novecientos hombres entre los que destacan dos tabores de Regulares de Larache. El 30 de agosto Franco, que sigue en vanguardia de la columna que remo nta el valle del Lau, sufre una experiencia terrible; no puede socorrer a la pos ición aislada de Solano sobre el cauce del río y ha de retirase ante el peligro de e nvolvimiento por una fuerza enemiga. Esa guarnición, como la de Tazza, caen en pod er del enemigo a principios de septiembre. Ante las graves noticias de la retira da el general Primo de Rivera sale para Marruecos el 5 de septiembre acompañado po r varios generales del Directorio. Justo desde ese día el teniente coronel Franco se encuentra en Tetuán al frente de la Legión; ha encomendado el mando de la vanguar dia del Lau al comandante Agustín Muñoz Grandes,jefe de la harca de Larache, que con sigue el embarque a bordo de la Escuadra de varias guarniciones costeras sin aba ndonar su misión pese a caer herido. Cuando Franco acampa en Ben Karrich con las b anderas legionarias segunda, tercera y cuarta los delegados de Abd el Krim, una vez lograda la sumisión de la cabila de Beni Hosmar y sus vecinas al Emir del Rif, se atreven a intentar una sorpresa sobre la misma capital del Protectorado a la que acaba de llegar Primo de Rivera. Franco, con esa fuerza legionaria, forma l a vanguardia de la columna dirigida por el general Queipo de Llano que opera en el sector de Laucien para mantener abierto el camino del Fonda . Ante la serieda d de la ofensiva rifeña el presidente del Directorio asume personalmente el mando en jefe de las fuerzas de África para hacer frente a su propia responsabilidad en el establecimiento de la línea defensiva que lleva su nombre. Desde Tetuán el genera l en jefe elogia ante la opinión española la victoria defensiva del teniente coronel Mola que en Dar Acoba ha derrotado al hermano de Abd el Krim que atacaba la pos

ición. Unos días después Primo de Rivera, con información de primera mano, destituye ful minantemente de su mando al general Queipo de Llano y le envía fuera del territori o. El propio afectado explica lo sucedido en un libro publicado en 1930: Este (Franco) con mayor decisión, después de expresarme el disgusto que reinaba en trre la oficialidad, me habló sin ambages, diciéndome que se habían reunido los jefes de las fuerzas de choque y los de algunos batallones de soldados peninsulares qu e se hallaban en Tetuán, acordando encerrar en el Acho al general Primo de Rivera y a los generales del Directorio que se encontraban en aquella zona y que con ob jeto de que hubiese un jefe de superior categoría que unificase el movimiento, iba a rogarme que aceptase la jefatura de todos para ejecutar el plan convenido. Añadía que tenía una bandera dispuesta y que iría a detener a los generales en el momento que lo ordenase 1. Queipo fecha sus conversaciones con Franco y otros jefes en el día 21 de septiembre de 1924. Cuando en 1972 Franco revisó detenidamente mi borrador para este capítulo marcó este pasaje con dos signos de atención pero no formuló comenta rio alguno, es decir no quiso desmentir a Queipo. La conversación fue tal vez autént ica pero seguramente en otra fecha y tal vez no pasara de un estallido de mal hu mor y no se concretase en un plan factible. Primo de Rivera supo que Queipo esta ba implicado como figura principal y le destituyó pero no quiso tomar represalias contra los jóvenes jefes que hablaron con él por lo delicado de las circunstancias f rente al enemigo próximo. Queipo se había mostrado muy adicto a la Dictadura con mot ivo de su proclamación. Pronto regresó a Marruecos donde tras varios incidentes perd ió definitivamente el mando, protestó ante el Rey y recibió otros dos meses de arresto . Desde entonces se enemistó con el Rey y con el dictador. Por otra parte en la fe cha señalada por Queipo para su conversación subversiva con los jefes descontentos F ranco se hallaba en plena operación contra el enemigo que ocupaba el Gorgues. Con este dato la presunta conversación no parece suficientemente probada. En efecto, Franco había salido de Tetuán el 18 de septiembre con las banderas cua rta y quinta de la Legión en la columna Castro Girona; prosiguió los combates el día 1 9 y en la madrugada del 20 volvió a Tetuán para conducir al frente a las banderas pr imera y tercera. Estas operaciones tenían como objetivo dominar G. Queipo de Llano: El general Queipo de Llano perseguido por la Dictadura Ma drid 1930. el macizo del Gorgues, desde donde algunas piezas rifeñas bombardeaban la ciuda d de Tetuán. El 23 de septiembre el objetivo se había logrado y en estos combates ga nó la Laureada el capitán de Regulares Heli Rolando de Tella Campos, en vanguardia d e una columna que mandaba el teniente coronel José Miaja Menant, muy distinguido e n toda esta campaña. Esa misma jornada Franco inicia la marcha sobre Xauen para pr eparar desde allí la retirada sobre la línea Primo de Rivera, a vanguardia de la col umna Castro Girona. El propio general Primo de Rivera dirige personalmente la salida de las tres columnas encargadas de abrir el camino de Tetuán a Xauen. El general Julián Serrano manda la columna de la derecha, el general Castro Girona la de la izquierda, con tra la que pretende ensañarse el grueso del ejército enemigo desde las montañas que fl anquean el camino a Xauen, y por el centro una pequeña columna del coronel Ovilo, jefe de Intervenciones, enlaza el avance de las dos principales. Primo de Rivera ordena que salga una columna de la comandancia de Larache, a las órdenes del coro nel González Carrasco, para confluir con las de Tetuán en el zoco el Arbaa, una posi ción intermedia en la margen derecha del camino Tetuán-Xauen que es el eje de la mar cha. Esta columna de Larache no consigue la confluencia porque un enemigo muy fu erte se lo impide. Franco dirige la vanguardia de la columna Castro Girona con l as banderas del Tercio primera y tercera. Las dos columnas llegan a la vez al zo co el Arbaa pero entonces se adelanta la de Serrano que consigue socorrer a lo d efensores asediados en dos posiciones, la de Xeruta y la de Dar Acoba. El castig o que la fuerza española inflige al enemigo es severísimo. Mola deja el mando de Dar Acoba, posición vital para asegurar el regreso de Xauen, al teniente coronel Miaj a. Franco siente otra nueva y grave frustración cuando no puede socorrer a la guar

nición del blocar de Abada. Entonces la columna del general Serrano se adelanta de nuevo y es la primera que consigue entrar en Xauen el 30 de septiembre, donde s e le reúne el 2 de octubre la columna Castro Girona con las banderas de Franco en vanguardia. Cuatro días después de la entada de Franco en Xauen, el teniente coronel Mola se reunía para comer con Primo de Rivera en Tetuán. El general en jefe subrayó s u oposición a la táctica de las posiciones aisladas y dispersas utilizada hasta ento nces y abogó abiertamente por su tesis abandonista. Gibraltar para España resumía y lo de más abajo para quien lo quisiera . Pronto el viraje de la guerra de África le convenc ería de lo contrario; pero hasta ese momento pensaba así. Franco, por su parte, en u na de sus conversaciones con Primo de Rivera le había convencido para que recompen sase a Millán Astray, en aquellos momentos marginado en un mando de provincias, co n el ascenso a coronel. El dictador así lo hizo. La marcha de las columnas de Tetuán sobre Xauen había constituido un éxito. Ahora q uedaba lo peor, el retorno a Tetuán por el mismo camino, batido por un enemigo imp lacable que se dejaría matar antes que abandonar una presa que creía segura. La reti rada de Xauen es uno de los hechos de armas más importantes y positivos de toda la guerra de África pero ha sido envuelta, inexplicablemente, en un torbellino de me ntiras que la equiparan nada menos que con el desastre de Annual. No hubo tal si no todo lo contrario; y muy pronto se comprobaría el resultado. La retirada de Xauen, a la que no me arrepiento de haber llamado alguna vez la retirada de los diez mil en la guerra de Marruecos tuvo lugar después de siete sem anas angustiosas entre el 30 de septiembre y el 17 de noviembre, durante las cua les el ejército de operaciones, concentrado y semicercado en Xauen, fue reuniendo en la plaza a un centenar de puestos dispersos por los caminos defendidos hasta entonces por la imposible línea de blocaos. En medio de la arriesgada operación el g eneral Primo de Rivera asumió, además de su cargo de general en jefe, el de alto com isario para que quedase más claro aún que asumía toda la responsabilidad en la retirad a. El general Francisco Gómez Jordana y Souza, autor del plan para las operaciones , actúa como jefe de Estado Mayor. Durante el mes de octubre prácticamente todas las pequeñas posiciones en el secto r de Beni Arós habían podido replegarse sobre la comandancia de Larache y todas las de la costa de Gomara se habían reembarcado junto a Uad Lau. Sólo quedaba el núcleo pr incipal, ya concentrado en Xauen a principios de noviembre. Desde un aeródromo de fortuna, junto a Xauen, Franco pudo volar a Ceuta donde permaneció cinco días junto a su esposa; muchos vieron en este breve permiso el presagio de una despedida de finitiva. Aprovechó el viaje para pedir al general Primo de Rivera el máximo apoyo aér eo a la gran retirada que se iba a iniciar a su regreso. El 10 de noviembre, por el mismo medio, Franco ha vuelto a Xauen y ordena la fabricación de numerosos muñec os uniformados con el ya famoso verde del Tercio. Con este ardid elemental conse guiría ganar unas horas vitales. El 15 de noviembre de 1924 la vanguardia española sale de Xauen para iniciar la retirada. El enemigo, armado hasta los dientes, la espera y hostigará durante todo el camino a la larga columna contra la que se lanzan las harcas que h abían vencido en Annual, los numerosos voluntarios de todo Marruecos que seguían la bandera del Emir del Rif, encuadrados por las tropas regulares de Beni Urriaguel y cubiertos por una potente artillería. La distancia que ha de recorrer la column a se extiende a través de setenta ilómetros por un camino muy difícil, prácticamente un barranco cuya margen derecha está formada por el escarpado macizo de Beni Hosmar y la izquierda, más suave, por una sucesión de lomas capaces de ocultar entre sus re pliegues cualquier sorpresa del enemigo. El mando español ordena que la fuerza reg rese con la misma disposición de su marcha a Xauen, las dos columnas del general S errano ahora por la izquierda y Castro Girona, ahora a la derecha, pero en muchos trayectos marchan las dos prácticamente fundidas. Con una modificación sustancial. E l general Castro Girona, gran conocedor del terreno y sus cabilas, marcha ahora a vanguardia mientras el teniente coronel Franco, con sus cinco banderas de la L egión, ocupa la retaguardia mediante sus unidades coordinadas y escalonadas. No es

taría de más recordar que en las grandes retiradas de la Historia de la de Roncesvall es a la del ejército de José Bonaparte en Vitoria el lugar más expuesto y comprometido es precisamente la retaguardia, contra la que suelen dirigirse los más virulentos ataques del enemigo, sobre todo cuando éste ataca animado por una alta moral de vi ctoria. He recorrido muy despacio el camino de Xauen a Tetuán y creo haber sentido en mi interior, ante los partes escuetos de aquella operación, toda la angustia d e la retirada de Xauen. Franco permanece todo el día 15 de noviembre en Xauen y al saberlo el ejército de l Rif trata de cortarle el contacto con el resto de la columna. Franco ordena sa lir a sus banderas en la madrugada del 17 pero el enemigo, engañado por los muñecos, piensa que aún siguen dentro los legionarios. La escena de la Legión a retaguardia de la columna ha pasado, por relato de testigos directos, a la literatura univer sal en esta descripción de un enemigo de Franco, Arturo Barea: Ahora escucha cuenta el aún aterrado sargento Córcoles yo no puedo tragar a esos ful anos del Tercio. El que no ha matado a su padre o ha hecho algo peor está para que le encierren en un manicomio. Pero la verdad es que sin ellos el resto de nosot ros no hubiéramos salido vivos, y el tal Franco está más loco que todos ellos juntos. Lo he visto en el maldito barranco más fresco que una lechuga dando gritos: ¡Agacha la cabeza, idiota! ¡Dos hombres detrás de aquella piedra, a la derecha!. Levantaba l a nariz un soldado y le tumbaban patas arriba; un oficial se acercó a él y le mandar on a hacerle compañía. Pues bien, Franco salió sin un rasguño; a mí me gustaba más verle que las balas . En la primera jornada Franco ha conseguido llegar a tiempo para vivaquear fre nte a Dar Acoba; el 18 de noviembre sale con sus hombres del viejo blocao donde Emilio Mola, ante el acoso enemigo, había pensado en suicidarse dos meses antes y tras los combates agotadores del día pernocta en la posición-etapa ~ siguiente, Xeruta. Allí, durante un combate cuerpo a cuerpo que dura horas, m uere el amigo y jefe de Franco, general Serrano Orive, junto al jefe del Grupo d e Regulares, coronel Temprano. Castro Girona toma el mando de las dos columnas y las unifica. Al atardecer del 19 la fuerza acampa en el zoco el Arbaa, a media altura sobre la orilla izquierda del barranco donde aun hoy pude ver las huellas de la antigua posición española. Aquel es el lugar elegido por el hermano de Abd el Krim para aniquilar a la columna española pero los defensores han aprendido la le cción de Annual y ni por un momento cunde el pánico. Franco, que pese a un fracaso a nterior mantiene su creencia en la eficacia de los carros blindados, ha perdido los tres que acompañan a su retaguardia cuyas tripulaciones, catorce hombres, resi sten más allá del límite durante tres días. El 10 de diciembre, en vista de que la colum na de Larache no puede llegar, Castro Girona aprovecha la nutrida presencia de l a aviación de Tetuán que hostiga a las fuerzas enemigas y ordena la salida de la col umna en dirección a Taranes. El jefe de exploradores de la Legión, teniente Fermín Galán , se enfrenta a una fuerza enemiga superior con éxito y trata de promover la conce sión de la Laureada pero es Franco quien se opone; en 1972 me comunicó el motivo: Había cumplido las instrucciones exactamente al revés . Las ocasiones para el ejército rifeño habían quedado atrás, definitivamente. El 12 de diciembre las banderas que forman l a retaguardia evacuan ordenadamente Taranes y al día siguiente el ejército de Xauen penetra en las líneas de Ben Karrich. La retirada había terminado con éxito más que nota ble, aunque las fuerzas llegasen exhaustas. Las escenas del camino de Xauen a Te tuán habían inspirado al liberal Emilio Mola páginas de acendrado fervor religioso y n o es de extrañar que Franco, una vez más incólume, atribuyese la preservación de su vida a determinada protección de lo alto. Su esposa Carmen, con la que fue inmediatame nte a reunirse en Ceuta, estaba completamente segura de ello. Años más tarde, en 192 8, le llegó la más que merecida recompensa por su actuación al frente de la retaguardi a de la gran retirada; su segunda medalla Militar individual. Pero por 1 Arturo Barea, La ruta, op. cit. entonces las noticias más graves de la Península registraban la sorda formación de una creciente oposición contra Primo de Rivera en dos frentes; el militar, con los

generales Queipo de Llano y López Ochoa; el intelectual, con la hostilidad implac able de Miguel de Unamuno, nuevamente desterrado, y del escritor valenciano Vice nte Blasco Ibáñez que tiraba ya por elevación en su escrito Por España y contra el rey. Una extraña concentración de mentiras atribuye a la retirada de Xauen casi las mi smas pérdidas en hombres y material que la desbandada de Annual. Es absoluta y rel ativamente falso. La mayor parte del ejército de Xauen logró salvarse. Las pérdidas de la retirada de Xauen no rebasan seguramente la novena o décima parte de las que h emos atribuido al desastre de Annual. En ningún momento se produjo un brote de pánic o ni se rompió el ritmo de la retirada. El objetivo táctico de Primo de Rivera, el e stablecimiento de una línea continua y sólida contra el Emir del Rif, se había logrado punto por punto. Inmediatamente se comprobarían las consecuencias estratégicas extr emadamente favorables para España que se iban a derivar de ese éxito . Para cerrar est e epígrafe sólo me queda expresar mi extrañeza porque el antibiógrafo militar de Franco, coronel Blanco Escolá, apenas menciona el incidente de Ben-Tieb ni la actuación de Franco en la retirada de Xauen. Son dos omisiones sorprendentes. En cuanto a los datos reales sobre bajas españolas en la retirada de Xauen el úni co análisis serio que conozco se debe a una tesis del doctor Shannon Fleming, cons ultada y citada por el profesor Stanley G. Payne en su importante libro Ejército y sociedad en la España liberal2 1500 muertos, 500 desaparecidos, y unos 6.000 heri dos. Cifras elevadísimas, pero enormemente inferiores a las que hemos registrado p ara el desastre de Annual. 1 La retirada de Xauen está magistralmente expuesta en las obras citadas del ge neral Martinez de Campos España bélica y el general Casas de la Vega Franco militar. Hay datos importantes en el estudio de Emilio Mola sobre Dar Acoba contenido en sus citadas Obras, p. 40s. 2Madridi\J(al 1977, p. 298. Debo citar también al desigual ,pero imprescindib le libro de David S. Woolman Rebels in the Rif, London Univ. Press, 1968, que ap orta datos interesantes pero no valora suficientemente las fuentes militares y c iviles españolas. FRANCO EN EL DESEMBARCO DE ALHUCEMAS La levantisca cabila de Anyera, aislada del territorio rebelde constituido en la zona central del protectorado, se había sumado también a la causa de Abd el Krim . Los cabileños se habían apoderado del puerto de Alcázarseguer y el mando español decid ió enviar dos columnas para someterles. El teniente coronel Franco mandaba la colu mna enviada desde Ceuta y el general Saro la que salió de Tetuán. Para Franco resultó muy emocionante volver al campo de batalla donde había sufrido su grave herida de 1916 . Esta vez no tuvo problema alguno cuando fijó la línea defensiva española en el sector de Am Yir, inmediato a aquella Loma de las Trincheras muy cerca de la cua l estableció su campamento. Para la recuperación de Alcazarseguer el mando español dec idió preparar una operación anfibia, encomendada también al teniente coronel Franco, q ue reconoció la costa a principios de enero de 1925 a bordo de los cañoneros Almiran te Bonzfaz y Canalejas. La fecha para el desembarco quedó fijada para el 14 de ene ro. En esa madrugada zarpa de Ceuta el convoy de desembarco, formado por un cañoner o, un guardacostas y tres remolcadores que cuando llegan cerca de la playa de Al cazaseguer sueltan a los seis lanchones tipo K que había comprado el gobierno españo l en 1921. Eran barcazas semiautónomas dotadas de un motor potente para breves rec orridos y capaces de transportar trescientos hombres con todo su equipo. Ahora s e agolpaban en ellas dos banderas de la Legión, un grupo de Regulares, una batería d e montaña y los correspondientes servicios. Pero se levantó una marejada creciente q ue impidió la operación y el convoy regresó con algunos apuros a puerto. La operación qu eda aplazada hasta que el tiempo mejo-rase pero entretanto Franco recibe un nuev o ascenso por méritos de guerra el 7 de febrero (con antigüedad de un año antes) por l a actuación del jefe de la Legión en la anterior campaña de Melilla durante el año 1923, con expresa mención de su comportamiento en los enconados combates en torno a Tif

aruin. El ascenso no se refiere aún a la actuación de Franco durante las operaciones para la retirada de Xauen, que serán objeto de otra propuesta. En aquel momento l os ascensos se concedían por el gobierno previo juicio contradictorio. En este cas o declararon a favor de Franco varios generales y jefes de prestigio entre ellos dos tenientes coroneles que lucharían contra él en la guerra civil: don José Miaja y don Sebastián Pozas Perea. Simultáneamente, se eleva la categoría en el mando de la Le gión para que el ya coronel Franco pueda seguir desempeñándolo. Ya con su nueva gradua ción Franco establece nuevos puntos defensivos en la línea exterior de Ceuta y entre el 20 y 23 de enero gira una visita de inspección al territorio de a comandancia de Larache. Por entonces el general Primo de Rivera regresa a Madrid una vez log rado con éxito su primer objetivo en Marruecos, la retirada de Xauen. El segundo intento de desembarco en Alcázarseguer cuaja por fin a partir de la una de la madrugada del 30 de marzo de 1925. La operación se realiza al mando del general Federico de Sousa Regoyos y el coronel Franco manda la vanguardia. Poco antes del desembarco mantiene una conversación a bordo del guardacostas Arcila con un joven marino, el alférez de navío Luis Carrero Blanco, que ya había intervenido en la guerra de África en 1921 a bordo del acorazado Alfonso XIII durante las operac iones para la reconquista del territorio de Melilla. Yo no era nadie pero Franco era ya una figura famosa , recordaba Carrero ante el autor de este libro . El oficia l de Marina ofreció al coronel de la Legión unas sopas de ajo como desayuno. Franco le explicó su negativa; desde su herida de 1916 y antes nunca entraba en combate c on alimento en el cuerpo, y a esta costumbre atribuía haber salvado la vida en 191 6. La columna de desembarco constaba de unos tres batallones; formaban la vangua rdia dos banderas de la Legión y un grupo de Regulares de Ceuta. Esta vez el desem barco se desarrolla sin problema alguno. Lograda la sorpresa, la vanguardia de F ranco, al frente de la columna, salta a la playa y cuando ya menudea el fuego en emigo consigue ocupar las lomas costeras. Franco se queda todo el día en el poblad o, dirige la construcción de las fortificaciones en la cabeza de puente y regresa a Ceuta a bordo del cañonero Canalejas. El desembarco de Alcazarseguer no tiene so lamente un interés táctico local; Franco sabe que el general en jefe que continúa siend o el propio presidente del Directorio lo ha concebido como un ensayo general para otra operación semejante aunque de mucha mayor importancia, el desembarco en Alhu cemas. El viraje de Primo de Rivera que él mismo se encargó de explicar nada menos qu e en la Revista de Tropas coloniales había sido espectacular; ahora mismo comprende remos los motivos. Franco era entonces director de la publicación, en la que, por cierto, en el número correspondiente a marzo de 1935 le dedica un artículo lleno de elogios el ex ministro de la Monarquía don Antonio Goicoechea, en el que dice de F ranco: El soldado audaz se ha convertido en un caudillo . 1 Conversación con el almirante Carrero, 8 de octubre de 1971. Mientras Franco intentaba primero y conseguía después el desembarco en Alcazarseg uer un personaje legendario del protectorado español terminaba de mala manera a ma nos de Abd el Krim. Hablamos del Raisuni, a quien los gobiernos españoles (incluid o el de Primo de Rivera) habían devuelto su palacio de Arcila y su fortaleza de Ta zarut para mantener sus favores. Pero ante el auge imparable de Abd el Krim el v iejo Raisuni resultaba nada más que un anacronismo. Su agitada trayectoria iba a d espeñarse con un acto final de lealtad, inspirado por los celos que sentía ante el a scenso del jefe rifeño. Y se atrevió a declararse nada menos que amigo de España, con lo que Abd el Krim decidió apresarle y dejarle fuera de juego. El 23 de enero de 1 925 un batallón de los regulares de Beni Urriaguel con el apoyo de dos mil volunta rios de Gomara y sin que otros dos mil de Yebala se decidan a impedirlo, asalta, al mando de Ahmed Jeriro, antiguo lugarteniente del Raisuni que ya es fiel cola borador del Emir del Rif, el refugio de Tazarut donde capturan al veterano guerr ero y político y se lo llevan preso a Uad Lau, de ahí le trasladan en una lancha a m otor capturada a los españoles hasta la costa de Bocoya, desde la que le conducen al interior del territorio rifeño. Allí murió poco después, el 19 de abril del mismo año, por enfermedad según sus captores, cuyos métodos expeditivos contra sus enemigos son

, sin embargo, bien conocidos. En el plan de Primo de Rivera para el abandono de Xauen y por tanto de la reg ión fronteriza con el protectorado francés se insinuaba ya una posibilidad muy conve niente: que el Emir del Rif, impotente contra las nuevas líneas defensivas españolas en torno a Tetuán, Melilla y Larache, habría de enfrentarse probablemente con los f ranceses . El general Jordana, autor de ese plan, actuaba como jefe de Estado Mayo r de Primo de Rivera para las operaciones de África y por tanto cabe suponer que e l dictador albergase la misma esperanza. Hasta ese momento las relaciones de Fra ncia y España con respecto a Marruecos eran nulas, debido a la prepotencia frances a que, tras la victoria del mariscal Foch en 1918, menospreciaba al Ejército español , especialmente al de Marruecos y prácticamente no colaboraba con él. El residente g eneral de Francia en su zona, Lyautey, era uno de los portavoces de tal menospre cio y desde el propio gobierno de París se había anticipado que Abd el Krim no se at revería a un enfrentamiento con Francia. Por eso la sorpresa fue universal cuando se cumplieron las previsiones de Jordana y el emir del Rif atacó con 1 El plan Jordana en su importante libro La tramoya de nuestra actuación en Mar ruecos, Madrid, Editora Nacional, 1976, p. 72s. furia, desde mediados de abril de 1925, las posiciones francesas en el valle del Uarga, con captura de numerosas provisiones y aniquilación de varios puestos d efensivos. Francia mantenía en su zona de Marruecos una poderosa fuerza militar co n cerca de setenta mil hombres bien armados pero había juzgado suficientes para de fender el sector ahora atacado una cadena de blocaos semejante a la que los españo les acababan de eliminar en torno a los caminos de Xauen. Con su victoria Abd el Krim amenazaba ya a las ciudades situadas en el próspero valle del Sebu, sobre to do, por el momento, la de Taza y Fez. Se supo que dirigentes comunistas francese s habían visitado la zona francesa de Marruecos y ya entonces se conocía la doctrina de Lenin a favor de las rebeliones coloniales contra las metrópolis capitalistas. En sus confesiones Abd el Krim señala los objetivos de su ofensiva: Yo necesitaba llanuras fértiles como las del valle del Sebú, ya próximas a recoger sus cosechas. Ebri o por sus victorias contra España la auténtica de Annual y la ficticia de Xauen Abd el Krim soñaba con asumir en Fez el sultanato de todo Marruecos y sus numerosos part idarios en la zona francesa le animaban a ello. El ataque de cinco harcas rifeñas se desencadenó el 9 de abril de 1925 contra dos objetivos bien definidos: la cabil a de Beni Zerual, favorable a los españoles y la cadena de puestos franceses que d efendían el valle del Uarga. Los dos objetivos se cumplen; Abd el Krim domina la c abila adversa y ocupa las posiciones de Francia. Los generales Chambrun y Hoech defienden la línea de Fez a Taza y el residente francés convence al sultán legítimo Mule y Yusuf para que celebre en Fez la fiesta islámica del Cordero, con lo que se aseg ura la fidelidad de las cabilas más importantes. El ministro francés Briand vuelve d e su anterior desprecio, llama al embajador de España Quiñones de León y le transmite una petición al Directorio para entablar conversaciones militares con España. El 5 d e junio la fortaleza de Biban, la más importante de la línea Lyautey sucumbe ante el e mpuje de Abd el Krim pese a la defensa heroica de la Legión francesa . El balance de la victoria rifeña en el mes de junio es sobrecogedor; de 66 puestos avanzados a lo largo de la frontera 43 están en manos de Abd el Krim, que se ha apoderado de 51 cañones, 200 ametralladoras, 5000 fusiles, 35 morteros y millones de cartuchos . El número de muertos y desaparecidos del ejército francés supera los tres mil, más cen tenares de prisioneros. Francia destituye al residente Lyautey y nombra para sus tituirle, con todo el poder político y militar en la zona, al héroe de Verdun, maris cal Philippe Pétain. Abd el Krim se ha convertido en un problema que sólo puede solucionarse con la franca y abierta cooperación de Francia y España. Inicia las conversaciones el ex mi nistro Malvy que visita en Madrid al general Primo de Rivera. Su interlocutor técn ico en España es el general Francisco Gómez Jordana, en conversaciones celebradas en Madrid durante los meses de junio y julio de ese mismo año 1925. A sus órdenes se n ombra una delegación española formada por el diplomático Aguirre de Cárcer, el secretari o de embajada Sangróniz, y varios técnicos militares y navales. Preside la delegación

francesa el embajador en Madrid, conde Peretti della Roca, que cuenta con varios asesores. La serie de acuerdos abarca todos los problemas de la cooperación, que es completa. Esa serie se cierra el 25 de julio y entre ellos se incluye una coo peración militar y naval con varios objetivos en torno a la frontera común y sobre t odo en el gran proyecto para efectuar, por el ejército español pero con la colaborac ión de las dos Marinas de guerra, el desembarco en Alhucemas que se cree decisivo. En el citado libro del general Jordana se detallan y documentan estos acuerdos, sobre los que algunos expertos, sin conocerlos, se han permitido expresar algun as dudas. La conclusión está clara: el ataque de Abd el Krim a Francia, suscitado po r la retirada española de Xauen, provoca un vuelco en el anterior abandonismo del dictador, que ahora compromete a España en la ocupación total del territorio de su z ona, el mismo objetivo que Francia en la suya. Todo va a cambiar inmediatamente. A fines de julio el mariscal Pétain, tras rec onocer detenidamente el territorio, recibe el mando en jefe del ejército francés, al que pide y obtiene reforzar con cien mil hombres. A mediados del mismo mes la a menaza de Abd el Krim contra el valle del Sebú puede considerarse conjurada, tras algunos encuentros en los que se distinguen jefes jóvenes como el coronel Giraud. El Estado Mayor de Primo de Rivera, dirigido por el general Despujol y con parti cipación de los coroneles Fanjul, Goded y el capitán de fragata Carlos Boado, junto a los más jóvenes Antonio Aranda y Antonio Barroso, elabora un plan de desembarco co n todo detalle. Primo de Rivera les comunica personalmente sus estudios sobre de sembarcos, especialmente el fracasado de Gallípoli durante la primera guerra mundi al. A mediados de agosto el mariscal Pétain ha situado en línea a cien batallones de infantería y el día 10 ya se había logrado la conjunción de los ejércitos de Francia y Es paña en el territorio de Larache, sin problema alguno. El día 20 Abd el Krim trata d e silenciar a la artillería española del peñón de Alhucemas con un feroz bombardeo de ci ncuenta piezas, pero una vez caído el comandante de la plaza le sustituye el capitán Joaquín Planell, que logra resistir a costa de graves heridas y ganará por ello la La ureada. Primo de Rivera ordena que se aceleren los planes y preparativos para el desembarco, que correrá a cargo de dos brigadas, a las órdenes conjuntas del genera l Sanjurjo; la de Ceuta al mando del general Saro y la de Melilla a las del gene ral Fernández Pérez. La escuadra española se pone a punto en la base de Cartagena y to da la aviación disponible se concentra en los aeródromos de Melilla. El general Prim o de Rivera y el mariscal Pétain se entrevistan extensamente por tres veces, una e n Ceuta, otra en Tetuán y la tercera en Algeciras el 21 de agosto. Desde Algeciras el dictador anuncia un importante cambio político en su régimen; la constitución de u n nuevo gobierno que llama de hombres civiles sin excluir a varios militares cuya la bor tendrá que ser cultural, económica y social. El general Jordana nos revela el gr avísimo contenido de una reunión del Directorio todavía el militar presidida por el Rey, donde don Alfonso XIII, convencido tal vez por alguno de los generales del gobi erno, intentó convencerles sobre la posibilidad de cancelar a última hora el proyect o de desembarco en Alhucemas. El general Jordana, asistente a la reunión, cree que de no haberlo evitado la censura de prensa esa oposición regia al desembarco hubi era suscitado un movimiento de opinión arrollador que sin duda hubiera dado al tra ste con la operación. Primo de Rivera se jugaba todo a la carta de Alhucemas y con siguió que el Directorio aprobase el compromiso que acababa de confirmar con el ma riscal Pétain. El 28 de agosto el ejército francés lanza una ofensiva en el valle del Uarga sin progresos importantes. Al día siguiente Abd el Krim, que conoce a grandes rasgos e l proyecto de desembarco español, celebra un consejo de guerra en Xauen en el que comunica su decisión de asumir directamente en mando en el frente marítimo de Alhuce mas mientras su hermano y Jeriro lanzan una ofensiva contra Tetuán. El último día de a gosto Primo de Rivera publica en la Revista de Tropas coloniales el artículo firma do que ya anticipamos en el que denuncia una participación comunista en la rebelión rifeña y un cambio total de rumbo en la estrategia española. Justifica su viraje: en asuntos de interés patrio no hay que dejarse guiar por el amor propio y negarse a las rectificaciones . En la mañana de ese día 31 de agosto Primo de Rivera llega a Alg eciras en el expreso de Madrid. Al día siguiente, 1 de septiembre, se celebra en A

lgeciras un consejo de guerra hispanofrancés sobre la ejecución del desembarco. Junt o a Primo de Rivera asisten el jefe de la Escuadra, vicealmirante Yolif; el cont raalmirante jefe de las fuerzas navales de Marruecos, Guerra; el general Despujo l, jefe del Estado Mayor; el general Sanjurjo,jefe de la división de desembarco; y el general Saro, jefe de la brigada de Ceuta. Encabeza la delegación francesa el almirante Hallier, jefe del destacamento naval que va a cooperar con la escuadra española. Los franceses aprueban la precisión de los preparativos españoles pero se s uscita un debate sobre la probabilidad de que, ante los estudios y previsiones m eteorológicas, el desembarco, previsto para fines de la primera decena de septiemb re, puede obstaculizarse con el fuerte viento de levante, que perjudicaría graveme nte a la operación. Si se permite una experiencia personal de modesto navegante, e n esa zona del Mediterráneo occidental debo recordar resultaría peligroso por su ine stabilidad el mes de agosto; pero septiembre suele resultar bonancible por lo ge neral. Primo de Rivera carecía sin duda de tal experien/cia pero zanjó el debate con dos palabras: No soplará . Acto seguido termina la reunión, embarca en el crucero Extr emadura que le lleva a Ceuta donde firma dos proclamas, una para las fuerzas esp añolas y otra para los rebeldes a quienes exige la entrega en tres días. Desde Ceuta volará muy pronto a Melilla, para inspeccionar los preparativos de la columna que allí se forma. Pese a la censura la prensa española anuncia con notoria imprudencia la coopera ción militar y naval franco-española. El día 2 el gobierno francés confirma definitivame nte al mariscal Pétain como general en jefe de la zona francesa y ruega a Lyautey que no regrese a ella. El 3 la ofensiva de los adjuntos de Abd el Krim contra la s posiciones españolas alzadas al sur de Tetuán responde a la pro-dama de entrega di fundida sobre territorio enemigo por la aviación española. Primo de Rivera ordena a las guarniciones de Tetuán que resistan con sus propios medios y se niega, por el momento, a distraer fuerzas de las destinadas al desembarco. En un comunicado su mamente objetivo el presidente del Directorio comunica oficiosamente a la nación q ue España se dispone a acometer una empresa de la máxima importancia, contra un enem igo perfectamente armado con sesenta mil fusiles, centenares de armas automáticas y una potente masa artillera. La Legión va a intervenir en vanguardia de las dos columnas ya preparadas para el desembarco. La de Ceuta embarcará con las banderas legionarias sexta y séptima; a l atardecer del 5 de septiembre en uno de los mercantes de la Trasmediterránea a l os que subieron los efectivos de la brigada Saro. Poco después el rey don Alfonso XIII tomaba el tren en San Sebastián para esperar noticias de la operación en el Pal acio de Oriente. Cada una de las brigadas de desembarco contaba con unos nueve m il hombres. La de Ceuta, a las órdenes del general Leopoldo Saro, dividía sus efecti vos en dos; el grueso, con el coronel Martín, Franco al frente de la vanguardia. L a columna del general Fernández Pérez, que zarpará de Melilla, lleva al coronel Manuel Goded en la vanguardia y al coronel Vera con el grueso. Para formar su vanguard ia Franco ha dispuesto diez carros de combate, las banderas sexta y séptima del Te rcio al mando directo del teniente coronel Juan Limers Muguiro, la mehal-la de L arache (comandante Villalba) y la harca rifeña del primo y rival de Abd el Krim, S olimán el Jatabi, cuyo jefe europeo era el comandante Agustín Muñoz Grandes. Completaban la vanguar dia de Franco el batallón peninsular de África número 3, una batería de montaña y servicio s auxiliares. El contraalmirante Guerra, a bordo del crucero insignia Reina Victoria ordena zarpar a los barcos que transportan y custodian a la columna de Ceuta el 5 de s eptiembre a la hora que Franco recuda exactamente : las nueve y dieciocho minuto s de la noche. Con luces de situación, tope y alcance ostensiblemente encendidas, ponen rumbo a Río Martín los cruceros Reina Victoria y Extremadura, tres cañoneros tip o Cánovas, otros tres tipo Recalde, once guardacostas de la serie Uad, seis torped eros de designación numeral y siete guardapescas; en el centro del convoy avanzan con relativa lentitud las tres flotillas mercantes requisados por el gobierno pa ra la operación, trece en total. Las 25 barcazas de desembarco tipo K son arrastra

das por cuatro remolcadores de guerra y algunos barcos más. Completan la columna n aval dos aljibes de la Armada. Pronto deben trasbordar Franco y parte de sus hom bres del mercante averiado Segarra al buque de la Trasmediterránea Jaime II que na vega como reserva. Cuando la escuadra de Marruecos llega a las proximidades de Río Martín se le une la escuadra de instrucción, al mando del jefe de la Flota española, vicealmirante Yolif, con los acorazados Alfonso XIII y Jaime 1, los cruceros Ménde z Núñez y Blas de Lezo, los destructores Alsedo y Velasco. El Alfonso XIII es el nue vo navío insignia, en el que ha embarcado el general Primo de Rivera. La escuadra española mostraba el notabilísimo progreso que había logrado tras el Desastre de 1898 gracias al plan naval del gobierno Maura. En el puerto de Melilla la escuadra fr ancesa de apoyo, que había llegado de Tolón, aguardaba el momento de salir al encuen tro de la española. Frente a la desembocadura del Lau la Escuadra destaca a alguna s gabarras de desembarco con el fin de desorientar al enemigo, pero pronto vuelv en a la formación que prosigue la marcha hacia su verdadero objetivo cerca de Alhu cemas. Son las cuatro de la tarde cuando se reanuda esa marcha. En ese mismo día, domingo 6 de septiembre, la columna de Melilla zarpaba bajo l a protección de la escuadra francesa del almirante Hallier hacia la cita frente a Alhucemas. Desde su buque insignia, el acorazado Paris el almirante dirigía a sus dos cruceros Metz, Strasbourg dos torpederos, dos monitores, diversos barcos menor es y un remolcador que portaba un globo cautivo para observación. Las fuerzas de d esembarco exclusivamente españolas nevegaban a bordo de otras tres flotillas mercant es con un total de doce barcos, más un aljibe. La Legión de Melilla formaba parte de la vanguardia del coronel Goded, con las banderas segunda y tercera, ésta al mand o del comandante Francisco García Escámez. A las cinco de la tarde la escuadra franc esa de escolta efectúa un bombardeo diversivo sobre las posiciones de Sidi Dris, p erdidas en el desastre de Annual y Abd el Krim, alarmado, ordena concentrar trop as en Axdir, pero sin abandonar la defensa de la bahía y las playas de Alhucemas, donde esperaba casi con seguridad el desembarco. En la noche del 6 al 7 de septi embre, ahora con toda las luces apagadas, los dos convoyes españoles se aproximan lentamente al gran objetivo, iluminado por las hogueras enemigas sobre las costa s de Bocoya y de Beni Urnaguel. Así llega la noche decisiva, la del 7 de septiembr e, cuando los mandos de las dos columnas abrieron los pliegos que contenían una mi nuciosa descripción de objetivos para cada unidad. La bahía de Alhucemas está cerrada a poniente por una península escarpada con dos entrantes, a poniente la Punta de l os Frailes y a levante el Morro Nuevo. Al sur de éste se alza el Morro Viejo (ver figura) y a un tercio del perímetro de la costa, que se tiende en semicírculo, está, m uy cerca de la playa, el Peñón español de Alhucemas que ha resistido los bombardeos te rribles de la artillería rifeña. Frente al Peñón se alza el poblado de Axdir, junto al q ue tiene su casa el jefe rebelde Abd el Krim. La bahía queda cerrada a levante por el promontorio de Cabo Quilates, ya en la cabila de Tensaman. El plan primitivo consistía en desembarcar sobre las dos playas separadas por l e península del Morro Nuevo, la columna de Ceuta en las playas de Poniente y la de Melilla en Cala Bonita y Cala Quemado, ya dentro de la bahía. Pero a primera hora de la mañana del 7 la falúa rápida de la Arrendataria, que actuaba de aviso, comunica el aplazamiento de la operación; las dos escuadras se habían entremezclado y no se había conseguido la posición coordinada que exigía el plan. Lo que sucedió desde entonce s está perfectamente explicado por el propio Franco en su Diario de Alhucemas, que no fue publicado hasta mucho después en los años setenta una vez corregido por el p ropio Franco. Ante el aplazamiento decidido por el mando en la mañana del 7 de septiembre las gabarras de desembarco quedan amarradas a sus respectivos remolcadores con la t ropa dentro de ellas. El mando dispone un ataque de diversión contra las posicione s enemigas de Cabo Quilates pero Abd el Krim, que tiene frente al Morro Nuevo al conjunto de los transportes y las barcazas, no se deja engañar. Los aviadores esp añoles, concentrados en las inmediaciones de Melilla, efectúan algunos vuelos de rec onocimiento pero su empeño principal es prepararse para la gran operación del día sigu iente. A las órdenes del general Soriano, jefe de los servicios de Aeronáutica del E

jército, figuran dos escuadras aéreas (tenientes coroneles Bayo y Kindelán) que integr aban a cinco grupos (comandantes Joaquín González Gallarza, Molero, Sandino e infant e don Alfonso de Orleáns) A bordo de un grupo de hidros participarán en el combate l os capitanes Ramón Franco y Ortiz, entre otros. La fuerza de desembarco había recibido la orden de reembarcar en sus transporte s para evitar el forzado encierro en las gabarras. Desde el anochecer del día 7 un a brisa de Levante anuncia dificultades si aumenta al día siguiente. No es un temp oral, pero se levanta una marejadilla molesta. A las once de la noche del 7 la v anguardia del coronel Franco embarca en las lanchas tipo K para lanzarse a la co sta con la madrugada. La columna del general Fernández Pérez recibe una nueva orden de aplazamiento ante las graves noticias que recibe la Flota sobre la ofensiva r ifeña contra la línea exterior de Tetuán. Por tanto será la columna Saro la única que empr en-da el desembarco a la mañana siguiente, con el agravante de que la marejada par ece aumentar durante toda la noche. Alguna de las lanchas tipo K, rotos los cabo s de amarre, se han alejado, dispersas, hasta varias millas de la costa. Alguien sugiere un nuevo aplazamiento pero el general en jefe, Primo de Rivera, se nieg a enérgicamente. He prometido al mariscal Pétain que desembarcaría hoy y voy a hacerlo . Desciende entonces por una escala al torpedero número 22, donde el general Sanjurj o trata aún de hacerse cargo de la dispersión provocada por la marejada. Entonces ap arece en primer plano una figura importante que muchos olvidan: el capitán de frag ata Carlos Boado, jefe de estado mayor y simultáneamente de la vanguardia naval co njunta, que conoce como la palma de la mano aquel litoral y aquellos fondos no s uficientemente reflejados entonces (ni del todo ahora, como pude comprobar en mi recorrido por aquella costa en 1971, cuando el sonar nos indicó una aguja muy pel igrosa a media milla de la costa de Alhucemas y sin marcar en las cartas), va re ctificando uno a uno la posición de los mercantes y las barcazas. La escuadra fran cesa se sitúa junto al límite de alcance de los cañones rifeños e incluso llegan a atrav esarlo a la bahía, con el acorazado Paris cubierto por sus dos cruceros se acerca valerosamente al litoral y enfila al peñón español con el Yebel Seddun mientras prepar a sus demoledoras piezas pesadas contra las baterías de Abd el Krim. La flota de g uerra española se sitúa a barlovento de la francesa a unas tres millas de distancia entre extremos y alineada sobre las tres playas occidentales al suroeste de la P unta de los Frailes, que se denominan de los Frailes, la Cebadilla e Ixdain. Rem olcadores, guardacostas y algún mercante se colocan a popa de los navíos de guerra, con una o dos gabarras tipo K cargadas ya de tropa y amarradas de proa. A las se is y media de la mañana, a punto ya de aparecer el sol tras los crestones de Cabo Quilates, la radio del Alfonso XIII conecta con la del acorazado francés y desde l os dos puentes se da la orden de iniciar inmediatamente la preparación artillera. Nunca se había visto en el norte de África nada semejante. Todo da sensación de catacli smo telegrafta el corresponsal de ABC Gregorio Corrochano. Mientras, Primo de Riv era, Sanjurjo y dos docenas de agregados militares y navales ven saltar por los aires toneladas de i~oca y a veces cañones enemigos acallados. El objetivo de la f lota combinada es acallar las veinte baterías que el instructor alemán Joseph Klemms ha emplazado para evitar el desembarco. El acorazado francés bombardeó Axdir y Ame ran; los cruceros operaron sobre Cabo Quilates y Sidi Dris. La artillería naval es pañola hizo fuego sobre Morro Nuevo y las playas de la Cebadilla hasta quince minu tos antes del desembarco. A las ocho y media de la mañana el general Soriano, a bordo de su globo de la A erostación de Guadalajara prendido del Alfonso XIII ordenó a sus setenta y seis avio nes (entre ellos una escuadrilla francesa) que cooperen con el bombardeo de la E scuadra combinada. En pocos minutos cumplen la orden y atacan en oleadas sucesiv as durante la jornada, con serios efectos materiales y morales en el enemigo, qu e sin embargo consigue contra ellos algunos impactos que obligan a amarar al cap itán Franco y al teniente Rubio. La aviación toma también unas fotografías aéreas realment e impresionantes sobre el desembarco. A bordo de su K-1 el coronel Francisco Franco siente una viva impaciencia has ta que al fin logran reunirse los mercantes y barcazas dispersos, a eso de las o

nce de la mañana. Primo de Rivera ha resultado al fin profeta; ha cesado la brisa y el mar está en completa calma que facilitará la operación. Los treinta y dos barcos de guerra españoles, los dieciocho franceses, las treinta y dos piezas del Peñón compl etan la tremenda preparación artillera mientras las escuadrillas aéreas ametrallan l as posiciones enemigas y dejan caer sus bombas que en algunos casos llegan a una magnitud desusada para la época, cien ilos. A las once y media en punto los remo lcadores y guardacostas arrastran a la primera línea de barcazas cuyos patrones po nen en marcha los viejos motores de Gallípoli que arrancan con un ruido espantoso. Pero cumplen ahora la misión que no lograron frente a las playas turcas en la gue rra mundial. Los barcos de guerra españoles ponen avante lenta y centran sus fuego s sobre la línea de costa de la que expulsan a todo enemigo visible. Al conocer la s noticias de Alhucemas el mariscal Pétain ha desencadenado una dura ofensiva cont ra las fuerzas rifeñas en el sector del Uarga. Las once gabarras tipo K que forman la primera línea de desembarco avanzan autóno mas bien pilotadas por los alféreces de navío que las mandan. El capitán de fragata Bo ado señala ahora con banderas los lugares más indicados para el desembarco. Y comuni ca al coronel Franco que la abrupta pendiente de las playas no va a permitir de momento el desembarco de los carros blindados que Franco traía; se logrará algo más ta rde. Pero Franco ordena el toque de asalto y de las tres primeras barcazas salta n al mar con las armas en alto la 24 compañía de la segunda bandera de la Legión, los rifeños amigos de la harca Solimán-Muñoz Grandes. Los soldados indígenas de la mehal-la de Larache, los zapadores de la agrupación mandada por el teniente coronel García de la Herrán. Avanzan sobre el extremo oriental de la playa de Ixdain buscando la pr otección de los riscos que la separan de la Cebadilla. El primer soldado español sal ta a la arena a las doce en punto de la mañana del 8 de septiembre de 1925. Minuto s después llegan, a bordo de la segunda oleada de lanchones, el jefe de la harca M uñoz Grandes y el jefe de la vanguardia coronel Franco. En su Diario de Alhucemas Franco registra que la suelta de las barcazas negra s tipo K se realizó a unos mil metros de la playa. Cuando las lanchas tocan fondo dejan caer las rampas de bajada pero la fuerza debe recorrer aún cincuenta metros hasta la arena. Los legionarios avanzan por la izquierda y acometen las estribac iones de la Punta de los Frailes. La vanguardia, en la que combaten juntos legio narios y harqueños, se apodera de una casamata que alberga un cañón y dos ametrallador as. Los zapadores detectan los campos de minas enterradas por el enemigo y las d esactivan. La fuerza corona los acantilados. A la llegada de la segunda línea de d esembarco la mehal-la y la séptima bandera el Tercio trepan por el sector izquierd o y se apoderan de las fortificaciones y la batería enemiga en la Punta de los Fra iles y el Morro Nuevo. A las tres de la tarde queda ocupado este primer objetivo . Por el ala derecha trepan los Regulares acompañados por los zapadores que cavan trincheras escalonadas para jalonar el avance. Al anochecer la cabeza de puente está firmemente establecida, con las ametralladoras y morteros emplazados para evi tar cualquier sorpresa nocturna. Mientras tanto la línea Primo de Rivera que defiende Tetuán resiste los continuos ataques rifeños, que se concentran sobre la posición de Cudia Tahar. Sólo quedan vivo s 34 hombres de la defensa, de ellos 22 heridos; la guarnición solo constaba de do scientos soldados y oficiales. Ante la gravedad de la situación en Tetuán Primo de R ivera ordena que el teniente coronel Amado Balmes que aguardaba en Alhucemas la orden de desembarco con la Legión de Melilla, navegue rumbo a Ceuta para incorpora rse a la defensa de Tetuán. El propio Primo de Rivera se dirige a la capital del P rotectorado ante lo insistente de la amenaza. La columna Sousa, con su vanguardi a al mando del coronel de Intervenciones de la comandancia, Luis Orgaz Yoldi, se encarga de socorrer a la posición asediada. El mensaje del general en jefe es car acterístico: Vuestros mandos son excelentes pero yo voy a llevaros la suerte . La lle va. En 13 de septiembre en la batalla de las Laureadas la columna Sousa consigue r eabrir el camino a Ben Karrich y liberar a la posición de Cudia Tahar, que casi en traba en agonía. La posición y por tanto las defensas exteriores de Tetuán han resisti do; la pérdida de la capital del protectorado hubiera anulado la victoria inicial en Alhucemas.

Cuando el general en jefe regresa a su puesto de mando ante la cabeza de puen te, toda la columna Saro y buena parte de la de Melilla a las órdenes del general Fernández Pérez han ensanchado el abrupto terreno ganado al enemigo y han construido fortificaciones suficientes para emprender el nuevo avance. Por fin aparece el temido temporal de Levante, que hubiera imposibilitado el desembarco, y algunos barcos sufren serias averías al colisionar en medio de la fuerte marejada. Los man dos españoles de Larache, general Riquelme y de la línea exterior de Melilla, corone l Ángel Dolla, cooperan con las fuerzas francesas próximas según lo acordado en la con ferencia de Madrid. Casi todos los observadores de entonces y los historiadores de hoy coinciden en la valoración positiva, a veces entusiasta, sobre el éxito del d esembarco en el entrante que cierra por Poniente la bahía de Alhucemas. El especia lista en la guerra del Rif, Woolman, le llama desembarco épico y el escritor británico Coles informa que Alhucemas se ha convertido en un clásico de la historia militar. Fue estudiado muy de cerca por el general Eisenhower y sus expertos americanos y británicos ante los desembarcos de Normandía . El mismo Woolman, que no es un entusi asta de España en su importante monografía sobre la guerra del Rif, concluye que en Alhucemas Franco se superó a sí mismo y en la única concesión al triunfalismo que se le escapa en su libro, acumula sobre el joven coronel elogios y hasta exageraciones que lindan con la leyenda. El diagnóstico del propio Franco fue más breve y más objet ivo: Alhucemas había representado el principio del fin . En cambio el autor hipercríti co de Franco, coronel Blanco Escolá, no dedica una sola línea a analizar la actuación del jefe de la vanguardia de Alhucemas, omisión compensada por el 1 Para el desembarco de Alhucemas ver C. Martínez de Campos, op. cit. p. 299s. Woolman Rebels in the Rif p. 164s. R. Casas de la Vega, Franco militar, p. 252s. Y mi Franco de 1982, 1, p. 253s. excelente estudio del general Rafael Casas de la Vega sobre la génesis y desarr ollo del desembarco. Cuyo efecto internacional más importante es, sin duda, que an te la participación y el testimonio de los mandos militares franceses, el prestigi o del Ejército y la Marina de España creció ante toda Europa hasta una altura nunca al canzada desde mediados del siglo XIX. EL GENERAL FRANCO Al mediodía del 8 de septiembre, establecida ya la cabeza de puente por la vang uardia a las órdenes de Franco, se incorpora el grueso de la columna de Ceuta al m ando del coronel Martín y la reserva de la columna Saro con el teniente coronel Ca mpins. El coronel Manuel Goded, que muy pronto va a desembarcar al mando de la v anguardia de Melilla y cuyo estudio es admirable por su precisión y espfritu crfti co, elogia la línea lograda por Franco tras los combates de la primera jornada: Una línea admirablemente elegida que acredita la visión táctica del coronel Franco . La cab eza de puente puede defenderse bien por las posiciones instaladas en las alturas que corren paralelas a la línea de las playas. Desde las estribaciones del monte Malmusi a la punta de Morro Nuevo, donde los legionarios de la séptima bandera del Tercio disparan las dos piezas recién capturadas contra los regulares de Beni Urr iaguel. Durante los primeros quince días el terreno donde se agolpan los efectivos de la división Sanjurjo no pasaba de los seis ilómetros cuadrados, y todos los sum inistros dependían del apoyo naval, pues en el recinto no existía un solo manantial. Abd el Krim, herido en el corazón de su territorio, redobló los ataques para arroja r al mar a la división Sanjurjo, que se pegaba al terreno con eficacia absoluta. A primera hora de la mañana del día 11 desembarcaba la harca de José Enrique Varela, co mo punta de vanguardia de la columna de Melilla cuya primera oleada dirigía el cor onel Manuel Goded, La columna de Melilla se va situando a la izquierda del dispo sitivo español, con el proyecto de avanzar después por la línea de la costa, mientras la columna de Ceuta, tras la vanguardia del coronel Franco, trataría de forzar el camino hacia el interior. El Emir del Rif vestía hábito de duelo desde que se recono ció incapaz de impedir el desembarco y tanteó la resistencia de la columna de Melill a durante la misma noche de su llegada a la cabeza de puente pero fracasó una vez más, aunque el coronel Goded, rodeado de enemigos, tuyo que defenderse serenamente

pistola en mano. Desde aquella misma noche el mariscal Pétain rompía por fin las de fensas rifeñas en el valle del Uarga, obligaba al enemigo a repasar el río y le expu lsaba del territorio francés. El general Primo de Rivera desembarcaba el 21 de sep tiembre en la cabeza de puente y discutía con el general Sanjurjo y los demás jefes de brigada y agrupaciones el plan para ampliar la cabeza de puente y avanzar sob re el núcleo de la zona enemiga. De acuerdo con las órdenes de Primo de Rivera concretadas por Sanjurjo, y una v ez completados los suministros al cesar el temporal de levante el 22 de septiemb re, al día siguiente las harcas de Muñoz Grandes y Varela rompen el frente enemigo y abren camino a las vanguardias dirigidas por los coroneles Franco y Goded. La p reparación de la artillería naval y la cooperación de cincuenta aviones abruma a los r ifeños y hace saltar sus fortificaciones. Aun así la resistencia enemiga es tenacísima . En el sector de Franco, al interior de la línea, el Tercio toma por asalto las r ampas del monte Malmusi, cuyas cimas se conocen como los cuernos de Xauen . Las fue rzas del coronel Goded, por la costa, han avanzado diez ilómetros con lo que reba san al Morro Viejo e incluyen en la cabeza de puente dos excelentes fondeaderos, Cala Bonita y Cala Quemado. La brillante maniobra del coronel Goded ha tomado u na meseta arenosa que se extiende sobre la costa escarpada donde se alza un camp amento que al año siguiente se convertirá en una población de cal y canto, Villa Sanju rjo, hoy Al-Hoceima. La actuación de las dos vanguardias había ensanchado notablemen te la cabeza de puente que ya se convertía en base de partida. El general Primo de Rivera vuelve a desembarcar el día 28 y aprueba los planes de Sanjurjo para el te rcer asalto español en la cabeza de puente recién ampliada; sobre el objetivo marcad o por tres alturas, el monte de las Palomas al interior, el monte Cónico en el cen tro y el monte Buyibar hacia la costa. Al pie de estas alturas discurre el foso del río (seco) Isly, que marca el límite entre las cabilas de Beni Urriaguel y Bocoy a, con lo que prácticamente queda dominada la bahía de Alhucemas. La vanguardia de F ranco corona con serias dificultades, por lo abrupto del terreno, el monte de la s Palomas; la de Goded domina el Cónico y el Buyibar. El coronel Franco permanecerá en la nueva posición avanzada hasta noviembre y no puede sospechar que acaba de li brar su último combate en la guerra de África. El coronel Goded, en cambio, particip ará de forma extraordinariamente distinguida en las campañas finales. En las faldas del monte Buyibar las tropas españolas han encontrado por fin numerosos manantiale s que alejan el fantasma de la sed sobre la guarnición de la cabeza de puente. Ani mado por su éxito del día 30, el coronel Goded recaba la autorización de Sanjurjo para completarlo con una audaz incursión a vanguardia: el 1 de octubre desciende al va lle del Isly y toma por asalto el monte sagrado de la cabila, el Ame ran. Al día s iguiente se apodera de otra posición elevada, la Rocosa, desde donde ordena una ra zzia sobre Axdir, la capital de Abd el Krim, que con la noticia entrará en una pro funda depresión. La definitiva consolidación de la cabeza de puente de Alhucemas se interpreta p or el general Primo de Rivera como la victoria definitiva en la guerra de África y un sector optimista de la prensa, encabezado por ABC, abundó en la idea. El coron el Goded no estaba de acuerdo; se necesitarían duras campañas para la pacificación, au nque el plazo sería breve; el objetivo final se lograría en 1927. Franco pensaba alg o parecido: Alhucemas no había sido el fin pero sí el principio del fin. Lo mismo pe nsaba Sanjurjo a quien Primo de Rivera ascendió a teniente general, designó como com isario superior de España en África y general en jefe el 13 de octubre. La responsabilidad y el éxito de Alhucemas deben atribuirse a don Miguel Primo de Rivera sin la menor duda. Que al reintegrarse a su puesto como jefe el gobier no aceptase la concesión de su segunda Laureada de San Fernando, a propuesta del D irectorio y con la firma del Rey, refrendada por el presidente en funciones, alm irante Magaz, no se discutió entonces ni se le debe regatear hoy. La combinación de mandos que decidió Primo de Rivera de acuerdo con Sanjurjo era, sin duda, la más ade cuada: el general Castro Girona para la comandancia general de Melilla, el gener al Federico Berenguer para la de Ceuta y varios jefes experimentados para mandar las unidades que llevarían a cabo la pacificación. Desde el punto de vista político e

l dictador, a quien se conoció en aquella época como Generalísimo ganó un crédito interior y exterior prácticamente ilimitado, que aprovechó para continuar su proyecto de regene ración de España.

El 17 de noviembre el coronel Franco deja por diez días su puesto de mando en e l frente de Axdir para disfrutar de un breve permiso en Ceuta junto a su esposa. Regresa para ponerse al frente de toda la columna de la derecha pero de momento el alto mando español no ha decidido emprender aún las campañas de pacificación y el día 5 de diciembre Franco se despide de su mando y de la guerra de África en una mañana excepcionalmente tranquila. Se dirige a Ceuta en espera de destino. El 3 de febr ero, ya del año 1926, se le concede el ascenso a general de brigada por méritos de g uerra, contraídos en la campaña entre el 1 de agosto de 1924 y el 1 de octubre de 19 25; es decir por su actuación al frente de la retaguardia en la retirada de Xauen y al frente de la vanguardia en el desembarco de Alhucemas. La noticia recoge nu merosas adhesiones y ni una sola discrepancia; era toda la carrera de Franco en Áf rica la que se premiaba al convertirle en el general más joven de Europa, una circ unstancia que algún comentarista cicatero trata de desdibujar con extraños ejemplos más o menos bananeros, no sé en qué país perdido. Algún antibiógrafo pretende sugerir extraña conclusiones de que el general Franco no participase en las campañas finales de Áfr ica, pero ya era hora de que le llegase la segunda etapa que él había pronosticado; Pr imo de Rivera le reservaba, además, para importantes proyectos militares. Por supuesto que la fama de Francisco Franco había subido muy alto cuando fue a scendido a general pero en 1926 el Franco más famoso no era él sino su hermano Ramón, que después de su valeroso comportamiento en el desembarco de Alhucemas llegaba un día después del ascenso de su hermano, el 4 de febrero de 1926, a Río de Janeiro tras saltar el Atlántico a bordo de su hidroavión Plus Ultra con sus compañeros Julio Ruiz de Alda y el mecánico Rada. La resonancia del vuelo fue enorme, comparable a las actuales hazañas de los astronautas. Desde entonces la trayectoria de los dos herm anos siguió rumbos bien diferentes; Francisco Franco colaboró lealmente con la Dicta dura y la Monarquía, Ramón se despeñó en una sucesión de excentricidades y rebeldías, manife stó un comportamiento anárquico y si bien no intervino en las conspiraciones miltare s contra el dictador sí que se unió a partir de 1929 a otros jóvenes militares rebelde s de signo anarquista Alejandro Sancho, Fermín Galán que habían creado un movimiento sub versivo, la Acción Militar Republicana. Según testimonio de su hermana Pilar ingresó e n la Masonería, una institución que Franco aborrecía cordialmete desde la infancia. 1925 fue el gran año de Alhucemas pero la tendencia a la arbitrariedad que tant o perjudicaba a las excelentes iniciativas de Primo de Rivera suscitó los primeros brotes de disconformidad política en el seno del Ejército. El día de Reyes, fiesta de la Pascua militar, se reunieron en el Café Nacional de la Puerta del Sol, todo me nos un lugar discreto, unos trescientos jefes y oficiales para aplaudir las crític as abiertamente subversivas del general Eduardo López Ochoa y el coronel Segundo G arcía. El 4 de abril Primo de Rivera firma el manifiesto que da estado oficial a s u movimiento político, la Unión Patriótica, que nunca cuajó como proyecto político serio a unque trataba de reunir a los miembros de lo que Maura había llamado ciudadanía . El at eneísta y jurista Manuel Azaña, decidido ya a oponerse a la dictadura, creó en ese año s u grupo Acción Política, que luego se llamaría Acción Republicana y se integraría al año sig uiente en la Alianza Republicana junto a los dos partidos republicanos clásicos, e l federal, residuo de la Primera Republica y el radical, dirigido por Alejandro Lerroux. El 15 de mayo un grupo de estudiantes disconformes se enfrenta violenta mente con el dictador en la escalera de la Escuela de Ingenieros Agrónomos; su por tavoz es un joven mallorquín llamado Antonio María Sbert y mantendrá con energía redobla da su oposición al régimen. Pero todos estos signos de protesta quedan aventados con el éxito de Alhucemas; tras él Primo de Rivera decide que puede hacerlo todo y por el momento parece tener razón. La primera medida importante que toma tiene fecha d el 2 de diciembre de ese año 1925, la constitución de su anunciado gobierno de hombre s civiles . El dictador advierte que su gobierno

no será de derechas ni de izquierdas, sino

de procedimiento y que pretende sustituir la dictadura militar por otra civil y ec onómica . Será un gobierno de la Unión Patriótica Los ministros militares serán tres; el vi residente y titular de Gobernación, general Martínez Anido; el de la Guerra, duque d e Tetuán; el de Marina, almirante Honorio Cornejo. El nuevo equipo civil, formado por técnicos de prestigio, estaba constituido por don José de Yanguas Messía, catedrátic o de Derecho Intenacional, en Estado; el fiscal del Supremo Galo Ponte en Justic ia; el catedrático de Valladolid Eduardo Callejo en Instrucción Pública; el antiguo co laborador de Cambó y experto en corporativismo Eduardo Aunós en Trabajo; el ingenier o Rafael de Benjumea, conde de Guadalhorce en Obras Públicas; y el exmaurista José C alvo Sotelo, abogado del Estado y brillante director general de Administración Loc al en Hacienda. El nuevo Gobierno dice proponerse el mantenimiento de la Constit ución intangible aunque suspendida; considerará esenciales la disciplina y el orden ; fom entará la legislación favorable a los obreros, pero también su rendimiento; cree conta r con el apoyo del país, salvo media docena de miles de pescadores en río revuelto y f ija su propósito de proceder a una reforma de las Fuerzas Armadas. Por el momento Primo de Rivera no habla de promover reformas institucionales e incluso constitu cionales que den estabilidad a su régimen; ni manifiesta el menor propósito de legal izar a los partidos políticos y convocar elecciones. El régimen liberal había sido, pa ra él y para numerosos españoles, la causa que motivó necesariamente la dictadura; aho ra intentaría remediar directamente los problemas de España de los que dos ya estaba n virtualmente resueltos; el orden público completamente recuperado y la guerra de Áfr ica, definitivamente encauzada tras la victoria de Alhucemas. FRANCO OBSERVA EL FINAL DE AFRICA DESDE SU MANDO EN MADRID El análisis de la Dictadura resulta esencial en una biografía de Franco, porque F ranco la vivió muy de cerca, la analizó a fondo y extrajo de ella lecciones históricas positivas y negativas que aplicó conscientemente a su propio régimen Destinado a un importante mando militar en la guarnición de Madrid, alquiló con s u esposa un piso en el paseo de la Castellana número 28 a partir de los primeros m eses de 1926. Franco ha sido nombrado general jefe de la Primera Brigada, que co nsta de dos regimientos cargados de historia: el Inmemorial del Rey y el de León. Nombra ayudante a su amigo del Regimiento del Príncipe, comandante Sueiro y cuando ascendió le sustituyó con su pariente Francisco Franco Salgado-Araujo. Su dedicación principal consistía en la puesta a punto y la coordinación de sus dos regimientos. S in embargo el destino es tranquilo en comparación con los mandos que acaba de dese mpeñar en África y le deja mucho tiempo para el estudio la que él mismo había llamado segu nda etapa de toda carrera militar y para la vida de relación social. Se inscribe com o socio en la Gran Peña, frecuentada por numerosos militares, aristócratas, profesio nales, políticos y miembros de las clases dirigentes. Entre sus contertulios en la Peña recuerda Franco Salgado a Saro, Millán Astray, Varela, Federico Berenguer, Org az y Mola, Valcázar, Yagüe, Monasterio, Fernández Martos, Sáenz de Aranaz y Vicente Rojo . Adquirió con su esposa una seria aficion por el cine, que conservó toda su vida. E ntre sus amigos civiles destacaba el político y hombre de letras Natalio Rivas, un a de las personas mejor informadas y relacionadas de Madrid, por sugerencia del cual Franco y su esposa participaron nada menos que como actores en una película p rivada. El papel atribuido a Franco no le resultó muy difícil: un militar que regres aba a Madrid después de una larga estancia en la guerra de África. Contra lo que se ha repetido sin prueba alguna el general Franco, muy adicto a don Alfonso XIII, nunca fue un militar palatino. Como gentilhombre de cámara no estaba obligado a pr estar servicio permanente en Palacio, aunque alguna vez visitaba al Rey. Estaba en las mejores relaciones con Primo de Rivera pero tomaba buena nota de los avat ares, buenos y malos, de su régimen. Desde su observatorio de Madrid se interesaba por los progresos de la Internacional Comunista, sobre la que procuraba recabar información fidedigna y por supuesto prestaba atención continua al desarrollo de la s últimas campañas africanas. Durante el invierno de 1925-1926 los ejércitos francés y español consolidaban sus p osiciones para la campaña de la primavera siguiente; la cabeza de puente de Alhuce mas, la línea del Uarga y la región del alto Kert. La columna del coronel Dolla enla za en este tercer sector con la agrupación francesa de divisiones de Taza en el Se

bt de Am Amar, donde el general Sanjurjo se entrevista con el mariscal Pétain el 1 6 de octubre de 1925. Abd el Krim, expulsado de Axdir, instala su cuartel genera l en Targuist y se lanza a descabelladas aventuras políticas por medio de sus emis arios en Europa. Uno de ellos, el aventurero británico Gordon Canning, lleva a Fra ncia una propuesta de pacificación que Francia y España rechazan. Para las campañas españolas es fundamental el ascenso del coronel Goded simultaneo al de Franco y su nombramiento como jefe del Estado Mayor general del ejército de operaciones. Castro Girona, jefe del Cuerpo de Ejército de Axdir y comandante gene ral de Melilla está de acuerdo con Godad y Sanjurjo en imponer una estrategia comp letamente nueva; nada de líneas de blocaos, nada de operaciones diurnas con retira da nocturna sino utilización preferente de las fuerzas de choque Legión y Regulares , e stablecimiento de líneas y frentes continuos y permanentes, avances de grandes uni dades con propósito de maniobra envolvente, utilización de masas artilleras desde un a reserva general para el sector y exigencia implacable de la entrega de un fusi l por cada hombre que se rindiera. ¿Es posible que alguien pueda imaginar que Fran co, en permanente contacto con sus amigos de África cuando venían de permiso a Madri d no tomase nota de todas estas innovaciones, que de hecho aplicaría él muchas veces en la guerra de España? El 6 de febrero de 1926 el mariscal Pétain y el general Primo de Rivera vuelven a conferenciar en Madrid y establecen un nuevo convenio de cooperación militar y política. Poco después los generales Sanjurjo y Boichut concretan en Uazan, en prese ncia del propio mariscal, los detalles para la ruptura del frente que tiene luga r a partir del 4 de marzo desde la triple base que se ha apuntado. El 4 de marzo una agrupación de columnas al mando del general Federico Berenguer (columnas de l os coroneles Millán Astray y Orgaz, y de los tenientes coroneles Alvarez Coque y Sáe nz de Buruaga, con once baterías) rodean desde la cabeza de puente de Axdir el Yeb el.bu-Zeitung para silenciar la artillería enemiga que desde allí les hostigaba. Abd el Krim provoca la conferencia de Uxda para desunir a los aliados francoespañoles ; asisten el 27 de abril tres ministros rifeños con el general Simón y el diplomático Lópe z Oliván. Pero Abd el Krim hace fracasar el encuentro con sus numerosas exigencias y entonces se le intima un plazo de siete días el 1 de mayo, para deponer las arm as. El 8 de mayo el ejército español inicia su campaña más brillante de Marruecos. Sanjur jo dirige la ofensiva en convergencia desde Axdir y desde el alto Kert sobre el valle del Ne or para ocupar el territorio de Beni Urriaguel y aislarle de las ca bilas próximas. Las columnas de la cabeza de puente rompen el campo atrincherado d ispuesto por el rebelde en la gran batalla de la Loma de los Morabos mientras lo s carros de combate y la caballería del comandante José Monasterio dejan atrás, a la i zquierda del frente, a todo el conjunto de las playas de Alhucemas. Fuerzas indíge nas forman la vanguardia principal. Una feroz batalla que dura cuatro días termina para siempre con el poder militar de Beni Urriaguel y la columna del coronel Em ilio Mola Vidal llega al río Ne or el 11 de mayo. Las sombras del Desastre de 1921 se alejan cuando el 17 de mayo el cuerpo de ejército de Axdir remonta el curso de l Ne or y establece enlace óptico con la columna González Carrasco que ha roto el fr ente exterior de la comandancia de Melilla en el alto Kert en combinación con la t ercera división francesa. A su vez el coronel Pozas avanza desde Afrau, extremo ma rítimo de la línea de Melilla y ocupa el fatídico cerro de Annual el 18 de mayo. El día siguiente el mariscal Pétain ordena una ofensiva general para la ruptura completa de los frentes del sur y sus dos agrupaciones divisionarias avanzan desde sus ba ses en Fez y Taza como un rodillo sobre el límite de las dos zonas, donde enlazan con las fuerzas españolas. Al apoderarse del territorio que Abd el Krim había procla mado como enclave de riquísimas minas las tropas de Francia y España pueden comproba r que sólo se trata de pedregales estériles. El 20 de mayo la columna de Caballeria Ponte enlaza en el Ne or medio con la de González Carrasco con lo que las tropas f rancoespañolas establecen ya una línea única del frente. La resistencia enemiga ha ces ado por completo en toda la zona que fue escenario del desastre de 1921 y el gen eral Sanjurjo rubrica la gran victoria el 22 de mayo con un viaje en automóvil des

de Axdir a Melilla por territorio sometido. Si en 1921 todo el mundo se preguntaba por el paradero del jefe militar español , tras este desastre rifeño de 1926 todo el mundo preguntaba por el paradero de Ab d el Krim, vencido en su terreno más favorable. El 18 de junio uno de sus secretar ios se entregó a los españoles para revelarles que el Emir del Rif se había confiado a l Xerif Sido Hamid el Uazan en la alcazaba de Snada. Los aviadores españoles compr ueban que el gran vencido del Rif se encuentra allí y mantiene conversaciones para su entrega con dos oficiales franceses enviados por el general Corap. Las tropas francesas habían conquistado Targuist, el cuartel general de Abd el Krim, que devolvía a los franceses catorce oficiales y unos ciento cinc uenta soldados y civiles prisioneros; junto a ciento cinco soldados españoles, dos mujeres y cuatro niños después de asesinar salvajemente a los oficiales. El 27 de m ayo de 1926 una larga caravana de doscientos setenta mulos entra en Targuist. Ab d el Krim, su familia y sus tesoros se entregan a la clemencia de Francia. El co ronel español Patxot protesta indignado cuando el general francés Corap propone reci bir al rebelde con honores militares. Abd el Krim acepta su derrota con fatalism o y elegancia. Los franceses le conducen a Taza, luego a Fez y a Rabat, para emb arcarle en Casablanca hacia Marsella. España reclama su extradición sin conseguirla, pero Francia decide confinar al rebelde en la isla de la Reunión, donde permanece rá con su familia hasta 1947. El 31 de mayo de ese año, cuando había conseguido que Fr ancia le asignase una nueva residencia en la Costa Azul, se escabulló durante la e scala en Port Said y consiguió refugio político en Egipto, donde se alojaría en la Cas a de Marruecos recién fundada por Franco para albergar a estudiantes oriundos del protectorado español. Abd el Krim no regresó a su patria. Murió en El Cairo, el 5 de f ebrero de 1963, después de haber conseguido la protección del rey Faru y del presid ente Gamal Abdel Nasser. En 1971 vi que la calle principal de la antigua Villa S anjurjo lleva su nombre. Con la entrega de Abd el Krim desaparecía en 1926 el caudillo de la rebelión rifeña contra España y Francia. La paz se había instaurado en el antiguo y atormentado ter ritorio de la comandancia de Melilla, prolongado ahora hacia Poniente. Quedaban aún focos de rebelión en la región central, los montes de Yebala, alentados por el ant iguo lugarteniente del Emir vencido, Ahmed el Jeriro, que fra-casó por completo en una intentona contra Río Martín para tomar de revés a Tetuán. Entre los días 16 y 19 de m ayo de 1926 las columnas de Sanz de Larín y de Prats desbarataron el golpe de mano con el apoyo de la Escuadra y se desvaneció toda amenaza sobre la capital del Pro tectorado. El 29 de ese mes, con autorización de Primo de Rivera, Sanjurjo y Goded deciden continuar la progresión española en el Rif central. Las columnas de Ponte, Balmes, Castillo y Mola arrollan toda resistencia y los últimos guerreros de Beni Urriague l se estrellan contra la columna González Carrasco. Jefes rifeños y moros notables s e van entregando a las columnas y a las autoridades españolas, que despliegan una eficacísima labor de captación sobre todo a través del Cuerpo de Intervenciones. Las c olumnas de Mola, Carrasco y Dolla relevan a las fuerzas francesas que han cooper ado tan eficazmente con las de Sanjurjo. Ante el gran visir del protectorado esp añol las nuevas autoridades marroquíes de Beni Urnaguel se someten al Jalifa y a Esp aña en un sacrificio solemne que se celebra el 10 de junio. En el nuevo clima de c ompenetración el teniente general Sanjurjo encuadra a una harca de Beni Urriaguel en el cuerpo de ejército de Axdir, al mando del teniente coronel López Bravo pero co n sólo dos oficiales y suboficial españoles; nunca se registró en la nueva unidad una defección. Así terminaba la campaña del Rif central, con sólo 126 muertos y 752 heridos españoles. Sanjurjo fue ennoblecido por el Rey con el marquesado del Rif y el gene ral Saro con el condado de la Playa de Ixdain. Se rumoreaba que el general en je fe Primo de Rivera iba a convertirse en Príncipe de Alhucemas o duque de Axdir per o rechazó cualquier distinción nobiliaria. La campaña de 1926 resultó, por tanto, decisiva pero para la pacificación completa de la zona española quedaban dos focos rebeldes; uno en el corazón montañoso de Yebala

y otro en las montañas del Rif que lindaban con la zona francesa, en las regiones de Serhaya y Ketama. Su reducción comenzó en el mismo verano de 1926 y se remató con la campaña final de 1927. Sanjurjo y Goded encomendaron a un comandante de alto se ntido militar y político, Oswaldo Fernando de la Caridad Capaz, el famoso recorrid o de Gomara, una de las operaciones más arriesgadas de la guerra de África. Capaz de ja la línea avanzada de Axdir-Melilla el 14 de junio de 1926 y se dirige por la co sta aún insumisa en dirección a la desembocadura del Lau. Le acompaña una harca exclus ivamente indígena y le flaquea desde la mar el cañonero Dato. Consigue, prácticamente sin disparar un tiro, la sumisión de las cabilas del Lau y recupera la ciudad de X auen el 10 de agosto. Allí le encuentra, al día siguiente, la columna Asensio Torrad o, que operaba desde el camino de Larache a las órdenes del coronel Castelló y entra en la antigua ciudad misteriosa poco antes del general Sanjurjo, que ha recorri do a la inversa el camino de la retirada de 1924 al frente de una división que no necesita combatir. El general Castro Girona ordenó en septiembre de 1926 la convergencia en el Lla no Amarillo de Ketama, de las columnas Pozas (desde Targuist) Orgaz (de Interven ciones) y Capaz, que avanza desde Xauen asesorado por uno de los generales de Ab d el Krim. El 23 de septiembre Sanjurjo y Goded, sin más escolta que un destacamen to del Tercio, recorren en automóvil y en zigzag 452 ilómetros con etapas en Tetuán, Uad Lau, Tiguisas, Ketama y Targuist y llegan el 1 de octubre a Melilla después de haber conferenciado amistosamente con los jefes de las cabilas del trayecto. En noviembre las tropas de Tetuán, apoyadas por la harca de Beni Urriaguel, atacaban a la cabila de Beni Ider, donde el día 3 perecen sus mejores guerreros en torno a Ahmed Jeriro, el antiguo lugarteniente del Raisuni que se pasó al Emir del Rif. E l viaje de Sanjurjo impresionó vivamente al general Franco que envió un artículo a la Revista de Tropas coloniales en que elogia sinceramente los resultados de las últi mas campañas en Marruecos que le confirman en su antigua convicción de que una acción militar decidida abriría paso a la pacificación completa. Insiste en la necesidad de l desarme total de la población y en la urgencia de acometer la colonización, basándol a en las aficiones de los habitantes a la agricultura y la ganadería; recomienda l a agricultura de riego y la ganadería de granja, para lo que ofrece la muy positiv a experiencia de la Legión en sus acuartelamientos de Riffien, Lau y Xauen. El artíc ulo demuestra la atención con que Franco sigue desde Madrid el desarrollo de las c ampañas africanas y que se preocupa de que España inicie cuanto antes la labor colon izadora que se esperaba de ella cuando se le confió la actuación protectora. Al comenzar el año 1927 sólo quedaba un foco rebelde de importancia: el de Beni A rós en el corazón de las montañas de Yebala. Pero antes tuvo Sanjurjo que sofocar un r ebrote violento en las regiones fronterizas de Ketama y Senhaya, al sur del Rif central, donde un destacamento español había sido aniquilado en una emboscada de rif eños insumisos. Para evitar cualquier propagación de la rebeldía local Sanjurjo dispus o que convergieran en el Llano Amarillo de Ketama varias columnas desde la zona oriental y la central del Protectorado, que cumplieron su misión con rapidez y efi cacia. Sanjurjo quería extirpar definitivamente el origen de esta revuelta; acumuló nada menos que catorce mil hombres para conseguirlo. Entonces concentró su esfuerz o principal sobre el foco de Beni Arós. El 3 de junio de 1927 se inicia la última campaña de la guerra de África. Al primer empuje los españoles y la harca amiga de Beni Urriaguel entran a la vez en el ant iguo reducto del Raisuni, Tazarut. El 17 la harca corona las alturas de Yebel Al am. Durante la noche, muy clara, del 9 aliO de julio de 1927 siete columnas españo las las de Mola, Souza, Capaz, Martínez Monje, Asensio Torrado, Canís y la harca de Lóp ez Bravo- convergen cautelosamente sobre las hogueras que marcan los límites del últ imo campamento rebelde en Yebel Tana. A la madrugada siguiente, cuando se ven ro deados, los últimos rebeldes del Marruecos español se entregan a los jefes de las co lumnas. Dos generales y seis coroneles españoles saludan emocionadamente cuando se iza la bandera de España en el mástil del último campamento enemigo. Al día siguiente e l general Sanjurjo dicta su última orden general: Ha terminado la guerra de África.

Durante su destino en Madrid Franco hizo con su esposa dos viajes a Oviedo en el año 1926. Recibe allí el homenaje de sus numerosos amigos, concede algunas entre vistas a la prensa, que le llama insistentemente caudillo y sobre todo acompaña a su esposa cuando el 14 de septiembre de ese año nace en la casa de los Polo, calle Uría 44, su única hija, María del Carmen Ramona Felipa María de la Cruz Franco Polo, qu e fue bautizada en San Juan el Real cuatro días después; actuaron como padrinos los hermanos de Carmen Polo, Felipe y Ramona. El diario Región daba la noticia en su núm ero del 16 de septiembre. La recién nacida se identificaría con la vida y la obra de su padre, con tanta lealtad como discreción. Cuando se escriben estas líneas es duq uesa de Franco, título concedido por el rey don Juan Carlos 1. Además de los homenajes de Asturias Franco recibe otros a su regreso de África. S us compañeros de la XIV promoción de Infantería le ofrecen uno en el Alcázar de Toledo d onde le entregan un sable y un pergamino en que también se le llama caudillo, diez años antes de 1936. Los gallegos residentes en La Habana le habían regalado el fajín de general y en El Ferrol recibió también el homenaje de sus paisanos junto a su abu elo el general intendente don Ladislao Bahamonde. El 5 de octubre de 1927 los reyes don Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia con los generales Primo de Rivera, Sanjurjo, Castro Girona, Jordana, Berenguer (Dámaso y Federico) y Saro presidieron en el campamento legionario de Dar Rif-fien, en las inmediaciones de Ceuta, una solemnísíma ceremonia militar en que les acompañaban l os generales Millán Astray y Franco en la tribuna. Cinco banderas de la Legión prese ntaban armas cuando el Rey impuso la Laureada al general Sanjurjo, marqués del Rif , cuando se leía el decreto por el que se nombraba a Millán Astray coronel honorario y perpetuo del Tercio y cuando la Reina Victoria Eugenia entregaba una bandera bordada por ella misma y sus damas al sucesor de Millán y de Franco al mando del T ercio, coronel Eugenio Sanz de Larín. Al día siguiente se celebra un nuevo acto en T etuán y el 7, aniversario de la victoria de Lepanto, los Reyes y los generales con templan la bahía de Alhucemas desde el altiplano costero donde ya se alzan las pri meras casas de Villa Sanjurjo. Al día siguiente don Alfonso XIII recuerda y formul a una oración por el general Fernández Silvestre en el camino que cruza junto al cer ro de Annual. El 9 de octubre culmina en Melilla el viaje de los Reyes que marca el término oficial de la guerra de África, el logro de la empresa española de ocupación y pacificación . Sobre la valoración del comportamiento de Franco durante la guerra de África creo que no caben dudas racionales desde el punto de vista histórico. Más que acumular d isquisiciones generales sobre esa valoración he preferido relatar los hechos, aduc ir los principales testimonios y centrar bien la trayectoria de Franco en sus co ntextos reales. Entre los generales, jefes y oficiales de África pueden contarse m uchos con méritos sobresalientes. Pero me parece muy claro que la de Franco fue la primera carrera militar que había tenido lugar en el territorio de nuestro protec torado. Había combatido allí desde 1912 hasta 1926, con una interrupción después de su g rave herida de 1916 hasta 1920, cuando fue destinado al Tercio de Extranjeros y con unos meses de ausencia para celebrar su boda. Había contribuido de forma decis iva a la creación de una fuerza de choque de primera clase, la Legión, puesta a punt o en un período increíblemente breve. Participó de forma destacadísima en la campaña para la reconquista del territorio de Melilla en 1921 y asumió el mando del Tercio entr e 1923 y 1926. En ese período se había distinguido en las operaciones para la defens a de la línea exterior de Melilla en 1923, en el mando de la retaguardia durante l a durísima retirada de Xauen y en el mando de la vanguardia que desembarcó en Alhuce mas y aseguró la primera defensa de la cabeza de puente y su ensanchamiento. En to das estas campañas había participado como oficial y jefe, por lo que cabía exigirle un sentido táctico que demostró de forma relevante incluso en la dirección de pequeñas man iobras como la del sur del Gurugú y la del socorro a Tifaruin, además de su acertadísi ma dirección a retaguardia de la columna encargada de efectuar el repliegue desde Xauen. No parece justo exigir a un simple jefe capacidad estratégica, propia del a lto mando, pero la demostró también por su oposición frontal al abandono de la línea ext erior de Melilla (que era perfectamente defendible, como demostró por sí mismo en la

campaña de 1923) y en su convicción sobre la necesidad del desembarco en Alhucemas (comunicada fehacientemente desde 1924 al propio general en jefe) . Su capacidad de organización la demostró sin posible duda en la creación del Tercio de Extranjeros a partir de una masa de reclutas indisciplinados y 1 El diario de Franco sobre Alhucemas se reproduce en la Revista de Historia militar 40 (1976) 231s. Para Alhucemas y las etapas finales de la guerra de África son esenciales el libro ya citado de Carlos Martínez Campos, el del general Casas de la Vega el del general Goded, Marruecos, las etapas de la pacificación, Madrid , 1929 y la también citada obra del general Jordana. En mi libro Franco de 1982 (P laneta, vol.1) puede ampliar el lector datos y fuentes. Es importante también la c itada obra de Woolman Rebels in the Rif. anárquicos. Su sentido de la logística brilló igualmente en la Legión y en su concept o, explicado en varios de sus escritos que hemos citado, sobre el aseguramiento de los suministros a las posiciones para evitar catástrofes como la de Abarrán. Clar o que no mandó unidades tipo división porque sólo ejerció en África mando de coronel pero la Legión en la etapa final de ese mando operó a sus órdenes en momentos importantes c omo una pequeña brigada selectísima. Negar a Franco preparación militar moderna porque estuvo ausente de las campañas finales de 1926/1927, como hace el coronel Blanco Escolá, es simple arbitrariedad; varios de los jefes de columna en África que sí inter vinieron en esas campañas aceptaron sin la menor vacilación el mando supremo militar de Franco en la guerra civil precisamente porque reconocían una superioridad mili ar que para prácticamente todo el Ejército de entonces era evidente y que, como vere mos, se revalidó en la guerra civil con el argumento supremo que puede exhibir un general en jefe, la victoria contra un enemigo nada despreciable. Por supuesto q ue además, desde el punto de vista personal, me molesta especialmente que varias c onsideraciones que incluí en mis anteriores biografías de Franco, y que en ésta confir mo, sean utilizadas para demostrar las tesis exactamente contrarias a las que yo entonces defendía y ahora defiendo. En la historia de la dialéctica a ese procedimi ento se le denomina simplemente sofisma. Quedan otras dos cualidades militares que son emanación de la personalidad. El valor de Franco, que para su máximo enemigo posterior llegaba a la fórmula suprema u suerte, que nunca ha sido atributo despreciable en un gran soldado.

y s

Franco en el desembarco de Alhucemas; el hecho de armas que le valió su ascenso a general. Capítulo 7: Franco y la Academia General Militar: desde la Dictadura a la agonía monárquica 1927-1931 LOS PROBLEMAS MILITARES DE LA DICTADURA La Dictadura de Primo de Rivera era, teóricamente, un régimen militar. El Directo rio estaba formado por militares representantes de cada región más uno de la Marina. Primo de Rivera buscaba así integrar a las Fuerzas Armadas en su régimen pero paradój icamente la principal oposición a su régimen vino de las Fuerzas Armadas cuya presión terminó con él. Porque el carácter del dictador se impuso al carácter militar de la dict adura a la que la opinión pública veía cada vez más como régimen personal mientras las fue rzas armadas trataban de despegarse y al final de inhibirse de cualquier respons abilidad con el régimen. Algo semejante sucedió con el Rey, al que Primo de Rivera p retendía implicar en la Dictadura; pero don Alfonso se rodeó expresamente de militar es poco afectos a Primo de Rivera, que conspiraban contra él en colaboración con nob les y personajes palatinos contrarios a las reformas del dictador. Por otra part e la oposición más o menos organizada contra Primo de Rivera en el seno del Ejército n o se debía a un acendrado sentido democrático por parte de los conspiradores (aunque ya entonces se buscó esta explicación que hoy se repite sin prueba alguna) sino al descontento que bastantes militares sentían por las medidas y las reformas de Prim o de Rivera.

Ya vimos que en 1925, antes del desembarco en Alhucemas, se había producido una especie de mitin militar en el Café Nacional de Madrid, es decir de forma bien po co discreta, donde llevaron la voz cantante el general Eduardo López Ochoa y el co ronel laureado Segundo García. Pero el triunfo y la gloria de Alhucemas acalló toda protesta militar o política y la oposición militar contra el régimen aplazó sus conspira ciones hasta el año siguiente, 1926. Entonces rebrotó con fuerza y ya no cesó hasta qu e logró terminar con la dictadura.

Primo de Rivera había justificado la sustitución de la dictadura puramente milita r por el que llamó gobierno de hombres civiles precisamente porque con éste sería más fact ible la reforma militar que deseaba. La reforma, necesaria a la virtual terminac ión de la guerra de África, debía consistir en la reducción y amortización de plantillas; en el Anuario Militar de 1927 figuran 219 generales y 19900 jefes y oficiales en activo, además de 5000 de la reserva. Junto a esta reducción de personal, cuyos exc edentes podrían, en la idea de Primo de Rivera, integrarse en empleos civiles y en los cuerpos de funcionarios (con el fin adicional de disciplinar a éstos) la refo rma consistía en suprimir el dualismo que existía entre los llamados cuerpos patentad os Artillería, Ingenieros y los de Infantería y Caballería. Los primeros no admitían el as enso por méritos de guerra y se estructuraban en escalas cerradas; los segundos pr eferían el sistema de ascensos por elección y méritos y sus escalas eran abiertas. La equiparación de Armas y Cuerpos se había intentado ya en las reformas militares del siglo XIX pero sin demasiado éxito. Primo de Rivera empezó por suprimir el acreditad o Cuerpo de Estado Mayor al que sustituyó por un conjunto de diplomados de Estado M ayor procedentes de las diversas Armas y Cuerpos pero su medida más polémica consistió en el decreto de 9 de junio de 1926 por el que los Cuerpos patentados quedaban l ibres de su juramento a favor de la escala cerrada y se equiparaban a la Infante ría y la Caballería en el sistema de ascensos. El malestar que ya se notaba en el Ejér cito desde el año anterior aumentaba a ojos vistas y el 24 de junio tiene lugar el primero de los pronunciamientos que registra la Dictadura, que ha pasado a la H istoria como la sanjuanada por la festividad del día. Como en los pronunciamientos c lásicos se contaba con el concurso de políticos civiles y con la acción subversiva de varias unidades militares. El grito también clásico de los pronunciamientos tomó la form a de un manifiesto leído en el Casino Militar en la Gran Vía de Madrid que firmaban do s generales prestigiosos, el capitán general Weyler y el general Francisco Aguiler a. Los regimientos que constituían la Primera Brigada a las órdenes de Franco no par ticiparon para nada en el proyectado golpe, pero tampoco lo hicieron otras unida des comprometidas. Los conspiradores habían tratado en vano sublevar a la guarnición de Valencia. Primo de Rivera reacciona con energía, arresta simbólicamente a los ge nerales que encabezaban el movimiento y lleva a Consejo de Guerra a otros cons piradores más decididos, como el coronel Segundo García y el antiguo teniente de la Legión Fermín Galán, luego trasladado a la prisión militar de Montjuich. A las person alidades civiles y militares más notorias el dictador aplicó un fuerte castigo en fo rma de onerosas multas, entre ellos al conde de Romanones. Poco después el dictado r confirmó por decreto el fin de la escala cerrada y luego fijó el porcentaje de asc ensos por elección, sin distinciones entre Armas y Cuerpos. El ex ministro de la Monarquía don Niceto Alcalá Zamora refiere objetivamente en sus memorias las diversas fases conspiratorias contra Primo de Rivera, ante quie n tramaban venganza algunos políticos liberales y conservadores a los que el régimen militar había arrojado de la vida pública. Desde 1926 el resentimiento que ellos co nvertían en actividad conspiratoria no atentaba sólo contra el dictador sino contra el propio Rey que le había entregado el poder. La práctica unanimidad o al menos el silencio con que había sido recibida la Dictadura en 1923 se cuarteaba cuando se i ban extinguiendo los ecos del triunfo de Alhucemas aunque la campañas finales de l a guerra de África no podían marchar mejor. Precisamente Franco cree que la peor ing ratitud que sufrió Primo de Rivera fue que no se le reconociese el indudable mérito de haber acabado con la pesadilla africana, pero es que en España la pasión política e nmascara casi siempre los grandes méritos de quienes la sirven, como había sucedido con don Antonio Maura que había fallecido en 1925 a pocos días de distancia del fund ador del socialismo español Pablo Iglesias.

La segunda fase de la conspiración adopta también el formato de pronunciamiento c lásico, con una cabeza política y un general al frente. El político es el ex ministro don Miguel Villanueva, que lanza el movimiento constitucionalista, es decir que por la implicación de la Corona en la Dictadura es necesaria la convocatoria de un as Cortes Constituyentes en las que se decida, ante todo, la forma de gobierno e ntre Monarquía y República. Es importante señalar fue otra idea básica de Franco desde en tonces que la República no advino por el empuje de los republicanos, que era mínimo, sino por la deserción de un importante grupo de monárquicos liberales que implicaban al Rey en el régimen dictatorial. Para este segundo pronunciamiento sus promotore s constitucionalistas pensaron en una figura militar de gran prestigio, el gener al Castro Girona, que desempeñaba la capitanía general de Valencia y nunca definió de manera clara su participación. El joven general Goded, tan distinguido en el Estad o Mayor de las últimas campañas de África, era la segunda figura militar en que pensab an los conspiradores. Independientemente de este proyecto un teniente coronel de Ingenieros, don Francisco Maciá, intentaba desde el sur de Francia una marcha subversiva sobre Cataluña que fue desbaratad a por las autoridades francesas. Este quijotesco militar convertido en político se transformó desde entonces en un ídolo para el republicanismo catalán. A primeros de septiembre de 1926, cuando se iban a cumplir los tres años de la Dictadura, el propio Rey intentó despegarse de ella mediante un nombramiento inequív oco; el teniente general Dámaso Berenguer, conde de Xauen, que tampoco sentía gratit ud alguna hacia el dictador que le había propuesto para ese título, era designado je fe del Cuarto Militar del Rey. Acrisolado liberal, Berenguer se convirtió inmediat amente en el centro del descontento de bastantes militares y de bastantes person alidades palatinas de la política y las finanzas contra el dictador y sus reformas . Pronto se pudo advertir que el Rey le reservaba como posible salida para la Di ctadura, como en efecto sucedió. Franco criticó acerbamente desde entonces este nomb ramiento y la actitud opositora de Berenguer, que era un secreto a voces. Pero d e momento parecía más grave el resentimiento del Cuerpo de Artillería contra la reform a militar que le afectaba. Alguien recordó que fue un conflicto artillero el que t erminó con el reinado de don Amadeo de Saboya en 1873. El problema se agravó cuando por decreto del 5 de septiembre de ese año 1926 el Cuerpo de Artillería queda suspenso y privado del uso del uniforme. Ant e la reacción silenciosa pero hostil de los artilleros Primo de Rivera declara el estado de guerra y hace venir al rey a Madrid desde San Sebastián. Ordena entonces que fuerzas de Infantería y Caballería ocupen los acuartelamientos de la Artillería. Luego se decretó una amnistía general para cerrar el problema pero muchas heridas no se cerraron. La conspiración constitucionalista de Villanueva consigue en 1928 la incorporac ión de un político liberal-conservador de gran prestigio: don José Sánchez Guerra, que e ra nada menos que jefe del antiguo partido de Cánovas y Antonio Maura y ahora se c onvierte en principal cabeza visible de la oposición a la Dictadura, con expreso r econocimiento de la responsabilidad del Rey por haberla aceptado. Esta conspirac ión, pese a su aparente fracaso, será la decisiva para terminar con el régimen militar . A ella se incorporan políticos liberales importantes como don Niceto Alcalá Zamora , y militares de prestigio como el general Francisco Aguilera aunque el núcleo mil itar del pronunciamiento será el del general Castro Girona y el joven general Manu el Goded. Otros conspiradores militares eran el general Queipo de Llano, destina do a sublevar la guarnición de Murcia, el general López Ochoa, que debía desempeñar ese mismo papel en Barcelona y el general Miguel Cabanellas, en Madrid. El pronunciamiento, nuev amente concebido según el esquema clásico, se fijo para el 29 de enero de 1929. El j efe político de la conspiración, don José Sánchez Guerra, desembarcaría en Valencia el 28 por la noche para dar el grito en colaboración con el general Castro Girona, que s ería la señal para la sublevación de las unidades comprometidas. Participaban en el in tento elementos anarcosindicalistas de Barcelona, en estrecho contacto con algun os jóvenes militares como Alejandro Sancho, Fermín Galán y el héroe del Plus Ultra, coma

ndante Ramón Franco Bahamonde.

Pero falló por completo la prevista coordinación. Sánchez Guerra desembarcó en el pue rto de Valencia con todo un día de retraso, en la noche del 29 de enero. El comité d e Madrid había aplazado las órdenes pero olvidó comunicarlo a la guarnición de Ciudad Re al, donde se pronunció el regimiento de artillería ligera pronto reducido por la pre sencia de la aviación y la marcha de una columna de Madrid dirigida por los genera les Sanjurjo y Orgaz. Sánchez Guerra fracasa por completo en Valencia; Castro Giro na no le secunda y el político se niega a huir y se constituye preso voluntariamen te. El gobierno destituye y arresta a Castro Gírona. Ramón Franco no coopera con la sublevación sino con el gobierno y se encarga de transportar a Sanjurjo hasta Vale ncia por vía aérea. El resto de las unidades comprometidas no se mueven. Cuando Prim o de Rivera comprueba que el pronunciamiento está sofocado disuelve el 19 de febre ro el Cuerpo de Artillería. Desde el día 6 de ese mes, por el fallecimiento de la re ina madre doña María Cristina, Alfonso XIII, abrumado ya por el azote de la hemofili a en sus hijos y el fracaso de su matrimonio, se sume en una depresión irresistibl e que le acompañara hasta el abrupto final de su reinado. El diagnóstico del general Emilio Mola es, como casi siempre, muy certero: En Valencia la calidad de las pe rsonas comprometidas y los demás indicios que el suceso patentizó, cualquiera que fu ese el juicio que políticamente mereciera la aventura, revelaban a las claras una descomposición interna del Ejército que, no atajada a tiempo, habría de adquirir temer osas proporciones de incurable gangrena nacional . Diagnóstico y además profecía. La div isión interna, la descomposición del Ejército demostrada ya en 1929 acarrearía a España nad menos que la República y la guerra civil no como causa única pero sí principal y dete rminante. FRANCO EN ZARAGOZA: LA ACADEMIA GENERAL MILITAR La Sección de Instrucción en el Ministerio de la Guerra había estudiado ya desde años antes un proyecto para el restablecimiento de la Academia General Militar que h abía funcionado en Toledo a fines del siglo XIX. Primo de Rivera consideró que la Ac ademia General podría ser una pieza clave dentro de su reforma militar porque el c entro reuniría en los primeros años de su formación castrense a los aspirantes y cadet es que luego se dirigirían a las academias especiales de las Armas y Cuerpos de su preferencia, con lo cual se establecerían entre todos ellos lazos de amistad, com pañerismo y formación básica común que contribuirían sin duda a cimentar esa unidad milita r tan comprometida a finales de la Dictadura. El 19 de febrero de 1927 Primo de Rivera hizo públicar en su periódico adicto, La Nación, la primicia que anunciaba la c reación de la Academia General Militar en Zaragoza. La noticia tuvo una acogida en tusiasta en la noble ciudad aragonesa, donde fue celebrada con satisfacción genera l. El 23 de ese mes el decreto de creación aparece en la Gaceta. Inmediatamente Pr imo de Rivera ofreció a Franco el diftcil puesto de director de la nueva institución , que había de crearse de la nada. Franco trató de recomendar para ese destino a su amigo el general José Millán Astray pero Primo de Rivera le respondió que, con todo re speto para el fundador del Tercio, su candidato y el de Alfonso XIII para dirigir la Academia era él. Franco aceptó, fue designado miembro de la comisión preparatoria e l 14 de marzo sin perjuicio de su destino al frente de la Primera Brigada y desde el 17 de agosto dedicó prácticamente todo su tiempo a la preparación de la Academia. D espués de una visita a los campamentos de la Legión en África, el 1 de diciembre de 19 27, realizó su primer viaje de trabajo a Zaragoza donde trató con el alcalde, don Mi guel Allué Salvador, sobre los terrenos destinados al proyecto un ancho terreno con más de quinientas hectáreas en el campo de San Gregorio, a la salida de la carreter a de Huesca y otras formas de cooperación. El Diario Oficial del 18 de diciembre pu blica las primeras plantillas orgánicas y el plan de estudios. Se exigen para el i ngreso los cuatro primeros cursos del bachillerato y un duro examen de aptitud fís ica, más dos grupos de Ciencias y Letras. Casi un millar de jóvenes de toda España ini ciaron inmediatamente su preparación para las pruebas que se fijaban para el sigui ente mes de julio. A la vista de su experiencia militar, sus conocimientos profesionales y su cu ltura más que notable, pese a algunos detractores obstinados, los mismos resultado

s demostraron que Franco estaba perfectamente preparado para el puesto de direct or de la Academia General Militar. Se encargó personalmente de la selección del prof esorado, setenta y nueve militares en total, primeros y segundos profesores, en los que valoraba sobre todo su experiencia en campaña y en el mando de fuerzas. Tr einta y cuatro procedían de Infantería, de ellos once de la Legión. Subdirector y jefe de estudios sería el coronel Campins, que había participado en Alhucemas y estaba m uy acreditado por su cultura militar y su capacidad de organización. Figuraban en la plantilla los tenientes coroneles Sueiro, Monasterio y Esteban Infantes, los comandantes Franco Salgado y Alonso Vega, los capitanes Ángel Losada, Bartolomé Barb a, Ramón Gotarredona y Manuel Vicario. La dedicación exigida por Franco a su cuadro de profesores era absoluta, si bien consiguió para ellos una digna gratificación con lo que los emolumentos del profesorado variaban entre unas seiscientas y unas m il quinientas pesetas mensuales, cantidad muy aceptable para la época. Un real dec reto del 4 de enero de 1928 nombró al general Franco director de la Academia Gener al Militar; se establecería en Zaragoza a comienzos del mes siguiente. Las obras d e la Academia se realizaron según los planos de dos ingenieros militares, supervis ados con sumo interés por Franco, lo mismo que la construcción del edificio y sus de pendencias. Franco volvió a Zaragoza el 4 de febrero de 1928 y recibió del mando de la plaza, como sede provisional, el cuartel del Carmen, hasta entonces atribuido al noveno regimiento de Artillería. Para su residencia ocupa, con su esposa y su hija, un piso en el nuevo barrio que rodea al templo de Santa Engracia. Allí les a compañarán los hermanos de Carmen, Zita y Felipe Polo. Desde allí viaja el director de la Academia a dos centros extranjeros de enseñanza militar famosos en todo el mun do: la Escuela Militar de Saint-Cyr, a la salida de Versalles y la escuela alema na de Infantería en Dresde. Según su biógrafo militar británico George Hills Franco qued a muy impresionado por la doctrina francesa sobre cooperación de armas y concentra ción de fuegos y por la disciplina férrea y el culto a la tradición militar de los ale manes. Salirse a estas alturas con que Franco infundió a la enseñanza militar de la Academia General el espíritu y los métodos del Ejército español en el siglo XVIII es un disparate anacrónico que además olvida el aborrecimiento-injusto, por lo demás que Fran co experimentaba por el siglo XVIII en España. Tenía el concepto sobre la guerra mod erna que cabía exigir en un militar de su tiempo; había participado en la campaña de A lhucemas que se desarrolló en cooperación con el Ejército y la Marina francesa y el te stimonio unánime de sus compañeros y subordinados militares, con muchos de los cuale s he podido hablar a fondo sobre el caso, confirma que Franco estaba perfectamen te al día sobre los conocimientos militares de la época, como demostró en la dirección m ilitar de la guerra civil española, pese a la obstinación de algún antibiógrafo que se empeña en una falsa y obsesiva reiteración de su incompetencia, ochenta años después de los hechos y sin el menor fundamento histórico ni militar sal vo un odio despectivo e inexplicable. En julio de 1928 se realizan los exámenes de ingreso en la Academia de Zaragoza . De 715 candidatos presentados logran aprobar 215. Franco cierra el paso a todo favoritismo aunque concede, como era tradición militar, algunas plazas de gracia en favor de hijos de militares muertos en combate. Los edificios de San Gregorio han sufrido algún retraso pero el 3 de octubre se incorporan a la Academia los al umnos de la primera promoción, que empieza inmediatamente sus duras jornadas de es tudio, instrucción y prácticas. Todos reciben un Decálogo del cadete firmado por el ge neral director que refleja exactamente el espíritu militar del propio Franco y en parte se inspira en el credo legionario. La inauguración oficial de la Academia tu vo lugar el 5 de octubre, en presencia del general Primo de Rivera acompañado por los ministros de la Gobernación y el encargado de Guerra. Pasan revista a los cade tes formados en la avenida que da al Ebro tras el templo del Pilar y luego entra n todos los alumnos en el templo, donde son presentados individualmente a la Vir gen. Las enseñanzas de la Academia General Militar se impartían a lo largo de dos curs os comunes para todas las Armas y Cuerpos del Ejercito. Se relegan los libros de texto y se sustituyen por una cuidada documentación basada en los reglamentos y o

rientada por un sistema de guiones revisados por la junta de profesores y que ex igían una dedicación personal y activa a cada profesor. Se trataba de exponer el con tenido de las asignaturas en forma de textos vivos que no siempre imperaban en la rutina de la enseñanza universitaria española de aquella época, demasiado teórica en muc hos casos. Los estudios teóricos así revitalizados se completaban con una intensa ed ucación física y una continua dedicación preferente a las prácticas de la vida militar e n instrucción y en campaña, todo ello en medio de un ambiente de disciplina férrea muy exigente y en una dedicación permanente del director y sus profesores a infundir en los alumnos un espíritu militar profundo, basado en el patriotismo y la tradición militar española. Los antibiógrafos ignoran una prueba suprema de la eficacia logra da por Franco en la formación militar de sus alumnos de la Academia General Milita r en los tres cursos en que la dirigió. Se trata del comportamiento comparado de l a actitud de esos alumnos durante la guerra civil de 1936 a 1939. Los estudios d el general Ramón Salas Larrazábal han demostrado que la proporción de los generales, j efes y oficiales que se mantuvieron a favor del Frente Popular en la guerra civi l no baja del treinta por ciento y en el caso de los generales supera con mucho el cincuenta por ciento; de los 24 generales con mando de división o asimilados que había en servicio activo antes del 18 de julio sólo se sublevaron cuatro contra el F rente Popular y la proporción no se invierte hasta que llegamos a los oficiales y suboficiales. Pero la excepción ofrecida por los alumnos de Franco en Zaragoza es notabilísima. De los 728 cadetes ingresados en las tres promociones de la Academia General en la etapa de Franco sobrevivían 700 el 18 de julio. Al terminar la guer ra civil fueron depurados, con pérdida de carrera, 34, de los que cuatro habían sido fusilados en zona nacional. En zona republicana fueron fusilados 84 y murieron en combate a las órdenes de su antiguo director 134. Es decir que el porcentaje de los alumnos de Franco en Zaragoza que se alinearon en vida y muerte con su anti guo director es del 95 por ciento. De ellos hubo cuatro laureados y diez ascendi dos por méritos de guerra. Este ejemplo comprobado vale más que un capítulo entero de disquisiciones sobre el asunto. La muerte de la Reina madre doña María Cristina el 6 de febrero de 1929 mspiró a Fr anco una orden general muy emotiva; la Reina había bordado la bandera de la Academ ia General en su primera etapa, como se conmemora en el pedestal que Franco mandó alzar en la de Zaragoza con un busto de doña María Cristina. En su alocución inaugural para el segundo curso Franco se felicitaba porque la Academia había sido el prime r centro militar de todo el mundo en eliminar las estúpidas y peligrosas novatadas que tanto le habían afectado durante sus años en la Academia de Toledo. Durante est e segundo curso Franco perfeccionó el sistema de tutorías e insistió en la que sería car acterística esencial de la Academia, en torno a la teoría y la práctica de la maniobra realizada en cooperación de Armas y Cuerpos con utilización de tácticas tradicionales y modernas. Las enfermedades venéreas, según informaba Franco a Primo de Rivera, se guían ausentes de los cuadros habituales en la Academia. Este segundo curso se pud o desarrollar en las instalaciones de la Academia General completamente ultimada s. Franco ha conseguido el tendido de una línea de tranvías a Zaragoza y presta con frecuencia el magnífico campo de deportes a entidades civiles; no quería que los cad etes vivieran aislados de la ciudad ni de la Universidad y lo consiguió plenamente . Durante la estancia de Franco en Zaragoza el general Primo de Rivera le había r egalado una suscripción a una interesante publicación informativa dirigida por un fu turo consejero federal suizo, el Bulletin de l Entente Internationale contre la II I Internationale, publicación anticomunista documentada sobre el expansionismo sov iético de ámbito mundial. Otro de los destinatarios de la suscripción, el general Emilio Mola, criticó algunas exageraciones que veía en ella y se procuró una inform ación muy precisa sobre la situación de los movimientos comunista y socialista en Es paña y en el mundo. Franco siguió colaborando desde Zaragoza en la Revista de Tropas Coloniales y por necesidad evidente de su puesto como director de la Academia G eneral Militar completó su formación general, cultural y militar como me comunicó pers onalmente y se demuestra en la interesante entrevista que el matrimonio Franco c

oncedió en Zaragoza al barón de Mora, publicada en la revista Estampa y que no merec e el ignorante desprecio de algunos comentaristas. El matrimonio Franco vivió en Zaragoza tres años felices, los últimos años tranquilos de su vida, que después de aquella etapa se vería colmada de preocupaciones y sobre saltos crecientes. Por eso guardaron siempre un recuerdo muy positivo y amable s obre aquel período. El general Franco era una figura militar muy respetada y queri da en la ciudad, que le prodigaba sus atenciones. La estricta y noble alta socie dad de Zaragoza recibió encantada a Franco y su esposa, que gozaron de la amistad de las primeras familias, como los Guillén y los Urzáiz. La bella Zita Polo, hermana de Carmen, conoció allí a un joven abogado del Estado, Ramón Serrano Suñer, excepcional mente brillante, que sería su esposo e influiría de forma decisiva en la orientación p olítica de Franco durante la guerra civil, aunque con el tiempo, tras su abrupto c ese en 1942, se fue convirtiendo en uno de los principales y más apasionados testi gos contra Franco. Doña Leonor Sala de Urzaiz, donante de las torres del Pilar, re cibía habitualmente en su casa al matrimonio Franco. Otro amigo íntimo era el interv entor de Hacienda don Leopoldo Ondé. Franco participaba varios domingos en cacerías con galgos organizadas por sus amigos. Por entonces conoció Franco a José Antonio Pr imo de Rivera, hijo del dictador, con quien fue testigo de la boda de Ramón Serran o Suñer y Zita Polo. Franco Salgado, que almorzaba con Serrano Suñer casi a diario, recuerda que el joven abogado del Estado era muy poco partidario de la Monarquía e incluso se jactaba de ser descendiente de uno de los presidentes de la Primera República, don Estanislao Figueras, casado con una hermana mayor de su abuela. El 8 de mayo de 1929 la barriada popular del Arrabal dedica al general Franco la primera calle que llevó su nombre en toda España; la placa correspondiente se de scubrió en presencia de todo el vecindario y a los acordes de la Marcha Real. Dura nte sus cacerías en los Monegros Franco comentaba varias veces la desolación de aque l páramo que con los regadíos adecuados y factibles podría convertirse en un vergel; u na vez más demostraba su reflejo regeneracionista. Paseaba con su mujer al anochecer por los alrededores de su casa y cenaba muchas noch es en La Maravilla. Asistía frecuentemente con doña Carmen y con su ayudante Franco Salgado a la fila tercera del teatro Principal durante las temporadas de abono, y siguió cultivando su afición por el cine. Fuera de la Academia y de los actos ofic iales solía vestir de paisano. No faltaba casi ningún sábado a la Salve del Pilar y al frente de sus alumnos ingresó en la recién establecida Congregación de Caballeros. Du rante el segundo curso de la Academia General el matrimonio y su hija se traslad aron al espléndido pabellón del director, completado después del magnifico despacho of icial del primer piso. Muchos años después Franco seguía encargando sus fotografías ofic iales a Jalón Ángel en la calle Alfonso y su calzado en la calle de San Gil. En abri l de 1928 expresaba así sus prioridades en una entrevista que leyó todo Zaragoza: Me he dedicado a él (mi cargo como director de la Academia General Militar) con toda el alma. Los futuros oficiales recibirán primeramente una intensa educación de virtudes ciudadanas y un fuerte entrenamiento deportivo que les robustecerá moral y físicamente; luego les inculcaremos profesionalmente un alto sentimiento militar . En el patio central de la Academia quiero colocar un altar de la Virgen del Pi lar para que desde su primera juventud aprendan a amarla y a forjar en ella la f e que habrá de conducirles constantemente a la victoria . FRANCO VALORA LA DICTADURA DESDE ZARAGOZA Los generales Franco y Mola eran amigos desde los tiempos de África, mantuviero n esa amistad cuando en 1930, caída la Dictadura, el general Berenguer designó a Mol a como director general de Seguridad, puesto en el que continuó hasta la caída de la Monarquía, colaboraron después con el ministro de la Guerra en el gobierno de centr o-derecha durante el año 1935, participaron al año siguiente en la conspiración y el a lzamiento militar contra la Republica y estuvieron compenetrados durante el prim er año de la guerra civil hasta la muerte de Mola en junio de 1937. Mola era menos afecto al régimen de Primo de Rivera y más próximo a Berenguer que Franco. Pero cuand

o en 1936 ya implicados en la sublevación militar los dos pensaron de forma indepe ndiente en el régimen que debería instaurarse con el Alzamiento coincidieron plename nte. He demostrado en varios libros, publicados entre 1969 y 2000, que Mola esta blecía en sus instrucciones de la época conspiratoria la creación de un directorio mil itar, es decir el retorno a una dictadu ra inspirada en la de Primo de Rivera. Por su parte Franco, en una de sus pri meras entrevistas de la guerra civil, concedida al director del diario lisboeta O Seculo habló de la constitución de un nuevo régimen como dictadura, regida por un Dir ectorio auxiliado por elementos técnicos y no políticos en la administración . Cuando Fr anco trató de organizar el llamado Nuevo Estado no hizo exactamente eso, pero la i dea inicial de Franco y de Mola era idéntica; restablecer la dictadura según el mode lo de Primo de Rivera. No hay que echar las campanas al vuelo; creo haber demost rado también que las mentes políticas más sensatas de la República, ante el desgobierno del Frente Popular en 1936, proponían una dictadura republicana y el propio Mola s e hizo eco de esta idea en sus instrucciones. Luego Franco consideró a la dictadur a de Primo de Rivera como una primera etapa del proyecto que él pretendía desarrolla r políticamente en 1937. Y cuando designó a principios de 1938 a su primer gobierno formal en Burgos escogió como ministros a algunos colaboradores directos de Primo de Rivera, como veremos. Sin embargo, como fruto de sus reflexiones sobre el terreno durante la dictad ura, Franco no pretendió nunca una valoración sólo positiva, una imitación del régimen del marqués de Estella. Su valoración definitiva sobre la dictadura la primera dictadura , dijo Madariaga después era mixta entre factores positivos y negativos. Pedro Sain z Rodríguez nos ofrece un claro testimonio de ello. Nos dice que muchas veces Fran co le dijo que en España no ha habido más que seis años de buen gobierno , los años de Prim o de Rivera. Pero don Miguel continuaba cometió el error de decir, cuando subió al pode r, que sólo iba a estar una temporada hasta arreglar las cosas. Esto es una equivo cación. Si se toma el mando no decía nunca el poder hay que recibirlo como si fuese pa ra toda la vida . Otro de los defectos graves que Franco señalaba en su antecesor er a que cuando reaccionaba ante quienes se le enfrentaban publicaba notas en la pre nsa en las que se ofendía a colectivos dignísimos y que tatos enemigos le creaban . Franco tenía razón en subrayar los logros y aspectos positivos de Primo de Rivera y su régimen. El más importante fue, sin duda, la definitiva resolución del problema de Marruecos, que había gravitado sobre España desde la última década de siglo XIX y había costado ríos de dinero y sobre todo de sangre. En segundo lugar arrancó de cuajo, a las primeras de cambio, otro problema crónico, el desorden público que causaba tamb ién pérdida de vidas y quebranto a la convivencia social y económica. En tercer lugar durante los años de la dictadura existió por primera vez en España una auténtica política económica; de signo claramente regeneracionista, que ha sido magistralmente estudiada y expuesta por el profesor Velarde y se conc retó en grandes realizaciones que convencieron a todo el mundo, como la red de car reteras nacionales, que permitieron el desarrollo del turismo moderno en España; l a creación de las Confederaciones Hidrográficas, para la extensión sustancial de los r egadíos y el incremento de la producción de energía; el fomento de la producción industr ial, que alcanzó resultados desconocidos, debidos en parte a la acertada política de fomento y la mejora de las infraestructuras. Primo de Rivera colaboró con el sind icalismo socialista y se preocupo por la mejora de la política social, mientras ce rraba el paso a la anarquía sindical de la CNT, que al verse fuera de la ley se re organizó peligrosamente en 1927 cayendo en manos de los grupos anarquistas concent rados en la Federación Anarquista Ibérica FM. Las reformas económicas que proyectó Primo de Rivera alarmaron injustificadamente a la aristocracia terrateniente y financ iera que por algunos de sus elementos más cualificados trató de indisponerle con la Corona y lo consiguió, un fenómeno importante que Franco advirtió perfectamente. Fomen tó la dictadura todos los niveles de la enseñanza pública; trató de ampliar la libertad de enseñanza mediante el reconocimiento de los centros universitarios de la Iglesi a, lo que le valió en el estamento intelectual y las agrupaciones estudiantiles de izquierdas una hostilidad tan implacable como injusta. Trató seriamente de instit ucionalizar su régimen pero de forma muy indecisa e insuficiente; su creación de la

Unión Patriótica resultó un completo fracaso y su Asamblea Consultiva carecía de la más el emental libertad de actuación y debate. Como ya hemos visto su fracaso más insólito fu e la división que, muy a su pesar, sembró entre las Fuerzas Armadas como director de un régimen que se decía militar. Contó con colaboradores de primera magnitud para su política regeneracionista; co mo el conde de Guadalhorce en el ministerio de Obras Públicas y José Calvo Sotelo en el de Hacienda. Al crear éste la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos (CAMP SA) para romper la dependencia absoluta en que se hallaba la distribución petrolífer a respecto de las grandes multinacionales del sector éstas reaccionaron contra la Dictadura y contra la Monarquía, de lo que era muy consciente el propio Rey don Al fonso XIII. El final de la Dictadura se vio muy desfavorablemente condicionado p or la gran crisis económica mundial de 1929, que si bien no afectó a España, por el re lativo atraso de su economía, como a otras naciones desarrolladas, sí repercutió muy n egativamente en la retirada de capitales extranjeros y baja de la cotización de la peseta, que alarmó obsesivamente a los hacendistas de la Dictadura y fue causa de terminante de su caída, aunque no tan decisiva como la conspiración militar que se e staba fraguando ya ace leradamente cuando el Rey se adelantó a fines de enero de 1930 a exigir su dimi sión a Primo de Rivera. Sin embargo no conviene desdeñar el factor humano que en la vida política española siempre ha sido esencial. Alfonso XIII había jugado la carta de la dictadura militar en 1923 porque estaba casi absolutamente harto de la inefi cacia de los políticos. Al principio le fue bien pero los fallos políticos de la dic tadura fueron minado el terreno del régimen y el ánimo del dictador, acosado por una grave diabetes crónica que tuvo mucho que ver con la depresión final en que estaba sumido. Por otra parte ya hemos indicado que desde la muerte de su madre en 1929 y como efecto de su desventurada vida familiar don Alfonso XIII era víctima de un a depresión diferente pero no menos abrumadora. Cada vez veo más claro que esta dobl e depresión acabó con la Dictadura primero y con la Monarquía después. En los libros, que estimo de la mayor importancia histórica, del general Franco Salgado existen numerosos testimonios del propio Franco con diagnósticos sobre la dictadura de Primo de Rivera que creo generalmente muy acertados, desde sus obs ervaciones en Zaragoza y en sus viajes a Madrid y coinciden aproximadamente con el resumen histórico que acabo de proponer. Por supuesto que Franco, durante su mando de la Primera Brigada en Madrid y d urante su trienio a cargo de la Academia General Militar se abstuvo de toda part icipación política directa. Fue leal en todo momento al Rey, a Primo de Rivera y en 1930 al general Berenguer. Hay, sin embargo, un vital testimonio del propio Fran co sobre su actividad de estudio en aquellos años, que figura en el archivo de Fra nco y que él pergeñó dentro de una serie de apuntes para unas Memorias que no llegó a es cribir nunca, pero que dejó entrever parcialmente en sus conversaciones con su sec retario militar Franco Salgado y durante el período de rehabilitación a que le somet ió durante su enfermedad final el doctor Pozuelo. Reproduciré aquí los principales fra gmentos de esos apuntes, cada uno en su momento. El que se refiere al período 1926 -1930 tiene muchísimo interés y dice así: Desde que se me hizo general a los treinta y tres años se me colocó en vías de grave s responsabilidades para el futuro. Papel de los capitanes generales en la vida política española, pese a un deseo muy extendido de permanecer apartados de banderías. El fracaso del sistema político arrastraba a situaciones constantes de crisis de autoridad que exigían la intervención del Ejército; lo que los polftícos intentaban evit ar atrayendo a su partido a los espadones, trayectoria del siglo XIX. Pese a la repulsa que en lo político se presentaba por la degeneración del sistema de partidos, estaba por mi edad y prestigio llamado a trascendentales servicios a l a nación por lo que procuré prepararme analizando la Historia política contemporánea, es tudiando la evolución de los intereses políticos, el Derecho y la Economía política y di scurriendo sobre los problemas nacionales. Este estudio me llevaba a rebelarme a nte los mitos políticos que no resistían un profundo análisis, pero que en pereza ment

al eran aceptados por los más. Ante el fenómeno de la crisis de nuestra moneda en ti empos de Calvo Sotelo y las tonterías que las declaraciones gubernamentales y los comentarios de prensa registraban, se alzaban en mí argumentos evidentemente claro s, contrarios a aquellas explicaciones; la curiosidad me llevó a asesorarme de ter ceros amigos a los que presenté mis discrepancias de fondo. Y mi sorpresa fue gran de cuando reforzaron mis argumentos: en España carecíamos de conocimientos y los que había estaban alejados de la política y sojuzgados por los conceptos estrechos con miras recaudatorias del Ministerio de Hacienda 1. Esta revelación de Franco es tan sincera como probatoria. ¿Creerá alguien de verdad que miente cuando redacta unos apuntes para sus memorias, sin pensar en la publ icación futura de estas notas? El testimonio escrito de Franco coincide con otros y con los testimonios orales de quienes le conocieron. Se sabía llamado a altos de stinos y procuraba prepararse para ellos, aunque de momento no podía concretarlos. FRANCO ANTE EL FINAL DE LA DICTADURA A fines de 1929 muchos presentían el próximo final de la Dictadura; tanto el Rey como Primo de Rivera y sus propios ministros habían perdido la fe en el sistema, p or los motivos que se han indicado; la baja en la cotización de la peseta, el acos o a que sometían al Rey los políticos liberales palatinos y varios aristócratas relaci onados con los medios bancarios, la presión de las multinacionales y la protesta d e los intelectuales y de los estudiantes. El 5 de diciembre el dictador había ofre cido a sus ministros una cena en Lhardy en la que les anunció en un rapto de humor negro: Tenemos que prepararnos a bien morir . En enero de 1930 ante una nueva baja de la peseta el ministro de hacienda Calvo Sotelo dimite con grave descrédito del gobierno. Sin embargo el mayor peligro inmediato para el régimen era Archivo de la Fundación Francisco Franco (AFF) leg. 30, fol. 49. la conspiración político militar como recuerda en sus memorias don Niceto Alcalá Za mora; los constitucionalistas de Villanueva coordinaban sus esfuerzos con la con jura militar dirigida por el general Goded, de la que tuvo noticia puntual el Re y por medio del infante don Carlos, capitán general de Sevilla (Goded era entonces gobernador militar de Cádiz). El general Mola describe el proyecto como un pronun ciamiento clásico que ya había entrado en fase irreversible. Como Primo de Rivera tuvo noticia aproximada de lo que se le venía encima reacc ionó con pérdida de nervios mediante una consulta a los capitanes generales preguntánd oles que como habían respaldado la instauración de la dictadura la seguían ahora respa ldando. Primo de Rivera, sin advertir la gravedad de este paso, lo empeoró todavía más comunicando a la prensa esta consulta. Casi todo el mundo pensó que esto era el f inal. El joven abogado del Estado destinado en la Presidencia del gobierno, don José Larraz, futuro ministro de Franco, me contó que él se encagó en la Presidencia del Gobierno, sita entonces en el palacete de Castellana 3, de recibir las respuesta s de los capitanes generales a la consulta, que llegaron el 26 de enero de 1930. Casi todas eran frías y virtualmente negativas, excepto dos, las de los generales Sanjurjo, director general de la Guardia Civil, y Marzo. El 28 de enero despach aba el Rey con el ministro conde de los Andes cuando entró Primo de Rivera con el vicepresidente del gobierno, general Martínez Anido, y presentó su dimisión que fue ac eptada inmediatamente. Inmediatamente don Alfonso encargó formar gobierno al gener al Dámaso Berenguer, conde de Xauen y jefe de su Casa militar. Primo de Rivera tan teó la posibilidad de retomar el poder y al comprobar que semejante propósito era de todo punto imposible salió el 12 de febrero voluntariamente con destino a París. El sentimiento de su fracaso político y los progresos de su enfermedad diabética le tr ajeron pronto la muerte el 17 de marzo, en absoluta soledad. Sus restos regresar on a España donde fueron oficial y solemnemente despedidos. Pero ante su desaparic ión la marea negra que ya se abatía sobre él se desvió con enorme fuerza contra el Rey, a quien se acusaba públicamente como cómplice de la dictadura, sin que nadie acertar a a defenderle de forma adecuada.

En Zaragoza Franco aceptó con toda normalidad el cambio de situación. El nuevo je fe del gobierno conocía bien a Franco, que había servido en África a sus órdenes y estab a muy de acuerdo con la Academia General Militar y con el acierto de su director al crearla y dirigirla. Franco sintió vivamente la caída de la dictadura y sobre to do la ingratitud con que muchos intentaban hacer leña del árbo caído. El 28 de enero d e 1943 en el isabelino Castillo de la Mota, ante Pilar Primo de Rivera, hija de don Miguel, Franco le dedicó un breve epitafio en que resumía su pensamiento sobre el régimen de 1923: Es necesario que todos se convenzan de que los pueblos no pueden vivir sin política. Nosotros tenemos un doloroso ejemlo de que sin ella un estado no puede sostenerse: los años venturosos del glorioso general Primo de Rivera, de buena administración, seis años ejemplares de victorias marroquíes, de paz y progreso y al final vino el castillo demolido y otra vez el abismo de donde se había salido . LA DESERCION DE LOS MONARQUICOS LIBERALES. La designación del general Dámaso Berenguer para desempeñar la jefatura del gobiern o al terminar la Dictadura de Primo de Rivera no gustó mucho a Franco quien sin em bargo acató la decisión regia y prosiguió sus actividades en la dirección de la Academia General Militar, sin sospechar que el siguiente curso, 1930-1931, sería el último d el centro en la segunda etapa que él dirigió. El general Berenguer era un militar in teligente y liberal, muy grato a don Alfonso XIII, que, de acuerdo con el Rey, o rientó su gobierno con un error fundamental resumido brillantemente por el profeso r Pabón: para corregir el efecto de la Dictadura, es decir la suspensión del régimen c onstitucional de partidos, mediante una política de soluciones ante todos los prob lemas de España, se empeñó en volver a la causa de la Dictadura, que había consistido en el fracaso absoluto de tal sistema. Berenguer pretendió la vuelta a la normalidad s in recordar hasta dónde se había despeñado esa normalidad cuando el Rey quiso aplicarl e los métodos de un cirujano de hierro, que había predicho Joaquín Costa muchos años ant es. Sin embargo no restableció más que teóricamente la vigencia de la Constitución; gobe rnó por decreto, sin reabrir las Cortes ni convocar elecciones hasta que pretendió h acerlo 1 El testimonio de Sainz Rodríguez en su libro Testimonio y recuerdos, Bacelona , Planeta, 1978, p. 14. Fundamental el testimonio del general Mola en el capítulo Las instituciones militares bajo la Dictadura de su citado libro El pasado, Azaña y el porvenir, p. 1024ss. El testimonio de Alcalá Zamora en sus Memorias, Barcelon a, Planeta, 1977. El Bosquejo histórico de la Dictadura de Gabriel Maura, publicad o en 1930, es la fotografía en negativo de aquel período. Mayor interés tienen los dos libros tan ciados de Franco Salgado, Mi vida junto a Franco y Mis conversacione s privadas con Franco. Sobre la Academia General Militar la obra de referencia s e debe al coronel Julio Ferrer Sequeira, La Academia General Militar, apuntes pa ra su historia, Barcelona, Plaza y Janés, 1985. El coronel Blanco Escolá, en su cita da biografía militar de Franco y en su libro La Academia General Militar de Zarago za Barcelona, Labor, 1989, es parcial y tendencioso. Muy interesante, en cambio, el análisis sobre el comportamiento posterior de los alumnos de Franco, debido a J. Busquets, El militar de carrera en España, Barcelona, Ariel, 1971. Ampliación de datos y fuentes en mi Franco de Planeta en 1982, vol II, p. lss. un año después, cuando evidentemente era demasiado tarde tal vez porque presentía, con razón, que una convocatoria inmediata de elecciones podría echarlo todo a rodar. Por otra parte su línea política consistió en dos puntos; primero, apaciguar el encre spamiento que había provocado el régimen militar y personal sin enconar sus problema s; segundo, aplicar una política de signo liberal, evitando en lo posible la inter vención del Estado en la economía y la sociedad, abandonando la política al libre jueg o de los partidos. Fracasó por completo en uno y otro propósito. No pacificó al país, po rque la repulsa de la dictadura se convirtió casi inmediatamente en repulsa contra la Monarquía por parte de un sector decisivo de los monárquicos liberales enemigos de la dictadura; y su política de gobierno se desenvolvió en realidad como una falta de política. Como además no restableció la famosa normalidad su régimen por decreto rec ibió de la opinión pública un nombre certero, la Dictablanda.

El 4 de abril de 1963 Franco expresó reservadamente una opinión muy clara sobre e l cambio de Primo de Rivera a Berenguer: Don Miguel fue agotándose poco a poco y no tuvo decisión para organizar la continuación del régimen con objetivos firmes y decid idos, sin pensar jamás en volver al punto de partida; nunca me pareció bien que el d ictador fuera combatido por un general que era íntimo del Rey. Esta opinión política n o se hubiera debido olvidar en momentos tan diftciles para la Corona como eran l os finales del gobierno de Primo de Rivera. Esto sirvió de propaganda para los ene migos de la Monarquía achacando al Rey el desastre de Annual y la protección de Bere nguer quien, repito, no tenía prestigio político como para que se le concediera el p oder y liquidara la gran obra que realizó Primo de Rivera, en la que destaca la te rminación de la guerra en Marruecos . Franco confiesa también un motivo de resentimien to personal contra Berenguer, que resulta discutible pero no menos interesante e n la práctica. Berenguer le había prometido el ascenso a general de división, con lo q ue tal vez le hubiera nombrado subsecretario de Guerra, En ese destino decía Franco t al vez los acontecimientos políticos hubieran tomado otro rumbo y hubiese variado la suerte de la Monarquía. De subsecretario de Guerra se puede intervenir muy efic azmente en apoyo de la legalidad monárquica verificada por el pueblo español en las elecciones de abril con arreglo a la teoría democrática un hombre, un voto . Berenguer designó a un gobierno compuesto por monárquicos liberales, algunos afec tos al partido liberal, otros al conservador; pero la característica principal de ese gobierno es que podía definirse esencialmente como palatino y bancario, es decir como seleccionado entre los críticos de la aristocracia y las finanzas co ntra la Dictadura que todavía no se habían atrevido a dar el paso hacia la República. Mi abuelo Juan de la Cierva, que conocía de forma muy directa el ambiente político d el momento, y lo vivía con enorme intensidad, lo describe así: Se propuso para la car tera de Hacienda al señor Garnica, liberal (del Banco Español de Crédito) y se debe su poner que tal iniciativa partió de Cambó y Maura (éste último del mismo Banco) tal vez p or haberse negado antes el marqués de Cortina (también de ese Banco) muy considerado , como Garnica, por el Rey. No aceptó Garnica y entonces propusieron al señor Argüelle s, también amigo del Rey (y consejero del repetido Banco) amigo político de Bugallal y lograron que aceptara; pero ya entonces hubo que contar con Wais para Economía (ligado con el afortunado Banco) . El general Berenguer trató por todos los medios de romper la identificación de la Dictadura con las Fuerzas Armadas. Difícil tarea, porque el régimen abandonado había sido, sin duda, personal, pero también militar. La reacción de las Fuerzas Armadas a nte la huella de esa identificación consistió en un sentimiento muy profundo de abst encionismo político; el sector militar que había conspirado contra la Dictadura se d edicó ahora a hacerlo contra la Monarquía mientras la gran mayoría del Ejército y la Mar ina decidió, sin proclamarlo, abstenerse ante cualquier acontecimiento político de l a importancia que fuese. Esto explica el hecho de que las Fuerzas Armadas no mov iesen un dedo a favor del Rey cuando don Alfonso decidió abandonar el trono. Beren guer nombró al coordinador de la conspiración militar contra la Dictadura, general G oded, como subsecretario del Ejército, cartera que se atribuyó el propio jefe del go bierno. Franco se sintió dolido, porque era rival de Goded y porque, como acabamos de ver, ambicionaba ese puesto que creía vital en los momentos críticos que sin dud a se avecinaban. Es muy importante señalar que ésta fue la primera tentación de Franco para intervenir en la alta política gubernamental, aunque fracasó y se limitó a segui r la línea estrictamente profesional. Para la dirección general de Seguridad el gene ral Berenguer nombró a un veterano de África, el general Emilio Mola, que se acredit aría durante la República como intelectual destacado con la publicación de libros test imóniales del más alto interés, en los que además demuestra su capacidad para conseguir información sobre movimientos políticos subversivos en las fuerzas armadas, en el ca mpo republicano y entre las organizaciones obreras. La conspiración republicana pr incipal, que se concretó después de la sucesión de deserciones que protagonizaron los monárquicos liberales en el primer semestre de 1930, acabaría cuajando en el pacto d e San Sebastián, durante el mes de agosto de 1930. A este pacto político y civil se

sumaron las dos alas de la conspiración militar; la Agrupación Republicana Militar AMR formada por oficiales jóvenes entre los que destacaban el comandante Ramón Franco , el capitán Alejandro Sancho y el capitán Fermín Galán y la que llama Alcalá Zamora Acción iudadana Militar, formada por generales adversarios de la Dictadura como Queipo de Llano, Lopez Ochoa, Miguel Cabanellas, Lasheras, Fernández Villabrille, Riquelm e y Núñez de Prado. El general Mola tenía completamente bajo observación a la agrupación d e jóvenes oficiales sobre todo a Ramón Franco, a quien hizo seguir paso a paso. Otro frente que había actuado contra Primo de Rivera, el de los estudiantes, profesore s universitarios e intelectuales, fue tratado por el gobierno Berenguer con táctic as de concesiones y apaciguamiento, a través de los ministros de Instrucción Pública d uque de Alba y don Elías Tormo. Su terapéutica, muy bien intencionada, no resultó y es e complejo frente cultural se convirtió a no tardar mucho en tenaz foco de subvers ión contra la Monarquía, sobre todo después del verano de 1930. Sin embargo el mayor quebranto que sufrió la Monarquía y personalmente el Rey desde las primeras semanas del gobierno Berenguer no procedía de las conspiraciones y m ovimientos republicanos que eran minoritarios y poco influyentes en la opinión públic a y en el pueblo español sino del grupo de monárquicos liberales de los dos partidos clásicos de la Restauración que se habían sentido desahuciados por la Dictadura y ahor a pretendían tomarse cumplida venganza contra la Monarquía y contra el Rey, a quien identificaban absolutamente con Primo de Rivera y su régimen, lo cual era falso e injusto, pero actuó como un dogma político del momento. Esta deserción de los liberale s monárquicos fue la clave para la destrucción final de la Monarquía, que el Rey, some tido a un fuego graneado de injurias, calumnias y propaganda adversa, trató desesp eradamente de impedir mediante la reconstrucción de los partidos dinásticos de la Re stauración con líderes nuevos: Santiago Alba para el partido liberal y Francisco Cam bó para el conservador, que tomaría la forma de Centro Constitucional, al que se sumó el duque de Maura. La idea era excelente y los líderes muy capaces. Pero Santiago Alba desistió por resentimiento, al no perdonar al Rey que hubiera dado paso a la Dictadura que persiguió injustamente al político; y Cambó sufrió un gravísimo peligro de cán cer que luego no se confirmó pero le apartó de la lucha política en los meses decisivo s. Los viejos partidos, divididos y vaciados de contenido, no podían sostener a la institución monárquica, que se desfondó ante el empuje disidente de los propios monár quicos liberales. Las deserciones monárquicas se sucedieron a partir del mes de febrero de 1930. Se declararon contra el Rey, y en casi todos los casos a favor de la República: don Miguel Maura Gamazo, hijo de don Antonio Maura; el jefe del partido conservador don José Sánchez Guerra; el dos veces exministro de la Corona do n Niceto Alcalá Zamora, promotor de una Republica de talante conservador; don Melq uíades Alvarez, creador del Partido Reformista; y el también ex ministro de la Coron a don Ángel Ossorio y Gallardo, que se definió como monárquico sin rey. Naturalmente q ue si los monárquicos abrían tan descaradamente el paso a la República, los republican os y los socialistas se les unieron en la misma tarea destructora, como hicieron Marcelino Domingo e Indalecio Prieto. FRANCO DESPLIEGA A LA ACADEMIA CONTRA LOS REBELDES DE JACA Berenguer, por convicción propia y a sabiendas de que el Rey miraba con sumo ap recio a Franco y a la Academia Militar de Zaragoza, se mostro muy conforme con e l general director mientras estuvo al frente del gobierno. El general Mola infor mó a Franco de las andanzas conspiratorias en que andaba metido su hermano Ramón y e l general escribió cartas afectuosas y enérgicas a su hemano díscolo para apartarle de l mal camino, a las que Ramón contestó con descaro y dogmatismo que aun a estas altu ras dejan perplejo al lector. La Academia General Militar continuó su vida en 1930 y primeros meses de 1931 con plena normalidad y con diversos actos de confrater nización entre los alumnos y los universitarios de Zaragoza, por expreso designio de Franco. El 5 de junio de 1930 don Alfonso XIII, acompañado por el general Beren guer, acudió a Zaragoza para presidir la entrega de despachos a los alumnos que te rminaban sus estudios en la Academia, en compañía de los generales Navarro, nuevo je fe del Cuarto Militar del Rey y Millán Astray; con este motivo se dio el nombre de plaza del Rey a la plaza de Armas enmarcada por los edificios de la Academia, e

n la que se celebró el solemne acto. El Rey y el jefe del gobierno asisten a un ba nquete que les ofrece Franco, con aistecia de los alumnos y de representantes de la Universidad de Zaragoza. A la salida los alumnos tomaron en volandas el auto móvil del Rey y así le llevaron un buen trecho. Don Alfonso invitó a Franco y a toda l a Academia para almorzar en Madrid al domingo siguiente. Con este motivo impuso personalmente al general Franco la segunda medalla Militar que había ganado por su actuación en la retirada de Xauen y en el desembarco de Alhucemas, sus dos actuaciones más importantes durante sus años de África. Durante aquel verano, el 17 de agosto de 1930 se concierta entre los políticos conservadores republicanos el Pacto de San Sebastán, un compromiso para la República en que intervienen los monárquicos liberales don Niceto Alcalá Zamora y don Miguel Maura los republicanos de toda la vida (Alejandro Lerroux) los nuevos republicano s (Manuel Azaña) los catalanistas (Carrasco Formiguera) y los socialistas, represe ntados por Indalecio Prieto, por el momento a título personal. El efecto principal del pacto, que se comprometió a tratar el asunto de la autonomia de Cataluña tras e l triunfo de la República, fue la creación, sobre la base de los asistentes, de un C omité Revolucionario que se convirtió, en la tarde del 14 de abril de 1931, nada men os que en Gobierno Provisional de la República. El Comité inició sus actuaciones en un marco de pronunciamiento clásico; divulgó un Manifiesto altisonante a los españoles c ompuesto por don Alejandro Lerroux y coordinó la actuación de dos conspiraciones mil itares preexistentes, una a cargo de los generales Queipo de Llano, López Ochoa y los antes citados, otra de los jóvenes oficiales anarquistas entre ellos Ramón Franc o, Alejandro Sancho y Fermín Galán. El 8 de octubre Franco recibió oficialmente en la Academia General Militar al P ríncipe de Asturias don Alfonso, que mostraba señales evidentes de la gravísima enferm edad hemofílica con la que se enfrentaba de forma muy valerosa y decidida. El 26 d e octubre saludó en la Academia al ministro francés de la Guerra André Maginot, que co mo los militares que le acompañaban pródigó sus elogios a la institución dirigida por Fr anco, cicateramente rebajados por algún antibiografo recalcitrante. El ministro fr ancés invitó al general Franco a un curso para altos mandos que se organizó en la Acad emia de Saint-Cyr, al que Franco asistió desde principios de noviembre. A mediados de ese mes se producen disturbios en Madrid por el hundimiento de un edficio en construcción en la calle de Alonso Cano y en plena agitación don José Ortega y Gasset , que había derramado sus elogios iniciales a la Dictadura y a la Dictablanda ahor a asesta un golpe mortal al gobierno Berenguer y a la Monarquía con su celebérrimo a rtículo-bomba El error Berenguer, que termina con la famosa invocación: Españoles, el E stado no existe. Reconstruidlo. Delenda est Monarchia~ . La catoniana recomendación final se repite en otros artículos del filósofo, cuya obra de análisis político posee cu alidades destructivas mucho más que constructivas, aunque sus idólatras le sigan con siderando en conjunto, falsamente, como espejo de liberales. Durante la invecti va orteguiana Franco está en la Academia militar francesa de la que regresa el 4 de diciembre, fecha en la que cumple treinta y ocho años. Unos días antes Ramón Fran co escribe una salvaje carta al general Berenguer y se fuga de Prisiones Militar es. La carta es tan detonante que muchos años después Franco la creía apócrifa pero pude convencerle sobre su autenticidad. Por su parte el compañero de conspiración de Ramón , capitán Fermín Galán, publicaba a fines de 1930 un libro de teoría anarquista desafora da, Nueva creación, que será base de su propaganda revolucionaria en la guarnición de Jaca, donde está destinado desde que salió de la prisión militar. A partir del 15 de mayo de 1930 el capitán Fermín Galán se incorpora a su destino e n la guarnición de Jaca, el regimiento de Galicia en el cuartel de la Victoria. La ciudad episcopal del Prinneo oscense era monárquica, católica y conservadora con un a exigua minoría de izquierdas entre la población. Galán era un joven oficial de extra ordinario magnetismo revolucionario y despliega una ardorosa propaganda entre la oficialidad joven de la guarnición e incluso entre las clases de tropa. El Comité R evolucionario de Madrid fija la fecha para el pronunciamiento militar de los dos grupos afines los generales y los oficiales para el 15 de diciembre de 1930. Pero

le llegan noticias alarmantes de que el capitán Galán desea pronunciarse cuanto ant es y por eso le envía varios mensajeros para refrenarle. El último y más importane es el político gallego don Santiago Casares Quiroga, que se presenta en Jaca al anoch ecer del 11 de diciembre con la intención de hablar con el capitán al día siguiente. P ero a primera hora de esa mañana Casares se despierta con los primeros tiros de la revuelta que Galán ha adelantado. Con su tropa adicta proclama la República en Jaca , donde un republicano local añade una franja morada a la bandera de España y la iza en el balcón del Ayuntamiento. Galán fija un bando por el que se condena a muerte s in formación de causa a cuantos en toda España se opongan a su pronunciamiento. La n oticia se propaga como el rayo y causa el previsible estupor. Ninguna otra guarn ición secunda el gesto del oficial exlegionario y anarquista que encierra a los je fes de la guarnición de Jaca, se apodera de la ciudad no sin causar algunas víctimas mortales y embarca a su tropa de quinientos soldados, con varios oficiales y su boficiales, en una caravana de camiones que se dirige, a marcha lentísima, hacia l a ciudad de Huesca donde piensan repetir la misma proclamación. La columna se encu entra en la carretera con el general gobernador militar de Huesca, Lasheras, a q uien hacen frente y causan una herida mortal. Toman por la tarde el pueblo de Ay erbe, desvalijan comercios para aprovisionarse y organizan en la plaza un festej o republicano pese al frío intensí simo que acaba con la fiesta. De madrugada Fermín Galán despierta a sus hombres p ara continuar hacia la conquista de Huesca. Aquella tarde del 12 de diciembre Franco sabe las confusas noticias de Jaca p or una llamada de Capitanía General. Sin dudarlo un momento decide oponerse con la s armas al intento de su antiguo oficial legionario, a quien conoce demasiado bi en. A las seis de la tarrde, cuando los alumnos de la Academia General regresaba n de prácticas en orden abierto, el general director ordena a los mandos que armen a todas las unidades con munición real y ordenó la salida de todos los alumnos, enc uadrados en dos compañías de fusiles, una de ametralladoras, una batería y los servici os. Tomaron posiciones sobre la carretera de Huesca y la cortaron, una vez que e l escuadrón de Caballería se adelantó al trote largo para ocupar, como vanguardia, pos iciones en el próximo pueblo de Zuera. Allí se le unió, tras llegar en camiones, la se gunda compañía. Los cadetes pasaron toda aquella noche a campo abierto hasta que rec ibieron, a la mañana siguiente, orden de volver a la Academia General. Y es que la marcha de Galan sobre Huesca había fracasado por completo. La colum na de Jaca, molida y aterida tras los sucesos del dia y la noche anterior, salió d e Ayerbe y de pronto encontró una infranqueable resistencia antes de llegar a la e rmita de la Virgen de Cillas, dos ilómetros antes de Huesca. Una columna de fuerz as leales a la Monarquía, al mando del general, muy distinguido en África, don Ángel D olla, había tomado posiciones en una loma que domina la carretera. Fermín Galán anunció a sus tropas que los soldados de Huesca no dispararían contra sus hermanos pero le desmintieron las granadas rompedoras que empezaron a caer sobre los invasores. La tropa de Jaca, falta de sueño y comida, se desbandó a las primeras de cambio y lo s oficiales, con Fermín Galán a la cabeza, fueron capturados poco después. El gobierno se decidió por el escarmiento inmediato. El 14 de diciembre por la mañana se reunió en Huesca un consejo de guerra -del que no formaba parte el general Franco, contra lo que repiten varios antibiógrafos desorientados que condenó a muert e a los responsables del pronunciamiento, capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández. El gobierno comunicó el enterado pero decidió no advertir al Rey sobre su decisión. La sentencia se cumplió a las tres de esa misma tarde en el campo viejo de Fornillos, junto a los Polvorines Nuevos. El capitán García Hernández, católico practicante, pidió y obtuvo los auxilios espirituales. Fermín Galán no. Los dos fueron enterrados en el cementerio de Huesca, luego destrozado y profanado por la guerra. Cuando muchos años después visité las tumbas había flores frescas sobre la de Fermín Galán, en el suelo. La causa republi cana tenía ya sus dos mártires, a los que una vez proclamada la República se les conce dió la Cruz Laureada de San Fernando. La viuda de García Hernández reclamó la pensión corr espondiente que alguna autoridad militar le había negado. Franco, ya jefe del Esta

do, criticó esa medida y ordenó que, una vez comprobada la legalidad de la concesión, se restableciese el pago de esa pensión. Por el momento el fracaso y el castigo de los rebeldes de Jaca desfondó a los p romotores de la conspiración militar republicana importante, que ni siquiera llegó a actuar el 15 de diciembre en las guarniciones y sólo produjo un chispazo en Madri d. El general Queipo de Llano, el comandante Ramón Franco y otros comprometidos se presentaron en el aeródromo militar de Cuatro Vientos y con enorme sorpresa de va rios jefes y oficiales anunciaron que se sublevaban. Ramón Franco salió en un avión pa ra bombaredear el Palacio Real de Madrid pero al ver la Plaza de Oriente llena d e niños que jugaban en ella desistió de su propósito, muy decepcionado, además, por no o bservar la menor huella de la huelga general revolucionaria que se habían comprome tido a desencadenar los socialistas. El héroe del Plus Ultra regresó al aeródromo y co n sus escasos compañeros de pronunciamiento subió a un avion con el que huyeron a Po rtugal. El gobierno se limitó a denunciarles por robo de ese avión. Luego se reunier on con otros exiliados en una pensión de París desde donde observaban los acontecimi entos de España. En Madrid el general Mola ordenó la detención de los miembros del Com ité Revolucionario que no lograron esconderse y fueron encerrados en la cárcel Model o. Manuel Azaña sí que se escondió, como Lerroux, Marceíno Domingo y Martínez Barrio, mien tras que Indalecio Prieto conseguía escapar a Francia La reacción general fue muy adversa al pronunciamiento de Jaca y Cuatro Vientos pero el gobierno no supo aprovecharla y con el nuevo año 1931 se reanudó el crecien te deterioro de la Monarquía. El general Mola, que poseía una excelente información so bre el estado de ánimo de los militares, visitó a Franco en la Academia General y no s dejó un testimonio significativo: El ambiente de la oficialidad era francamente h ostil al régimen. Unicamente la Academia General Militar permanecía al margen, compl etamente, del apasionamiento político . Por su parte el general Dámaso Berenguer, en t estimonio escrito en 1935, reconoce que entre la mayoría de las Fuerzas Armadas el ambiente era de apoliticismo y abstención. Era cierto; pero tampoco faltaba razón a Mola para detectar que la oficialidad era muchas veces favorable a la Republica , sin que por ello pensa ra sumarse a pronunciamiento alguno que provocara el cambio de régimen. Y es qu e nadie, ni en las Fuerzas Armadas ni fuera de ellas, pensaba seriamente en 1930 y en los primeros meses de 1931 en un cambio de régimen porque, como vamos a ver, tal cambio jamás se planteó en una consulta electoral. Los constitucionalistas post ulaban insistentemente ese planteamiento en unas elecciones generales, que nunca se convocaron antes del 12 de abril y menos en esa fecha. FRANCO ANTE LA PROCLAMACIÓN DE LA SEGUNDA REPUBLICA El 20 de enero de 1931 el general Berenguer, jefe del gobierno, declaraba ofi ciosamente que el republicanismo no era pecado. Pero al día siguiente, santo del R ey, Mayordomía tuvo que habilitar a las puertas de Palacio centenares de pliegos p ara que personas de toda condición pudieran estampar su firma de felicitación en muc ha mayor cantidad que en ocasiones anteriores. La sucesión de acontecimientos políti cos que hemos resumido no deben dar al lector la falsa impresión de que el pueblo español podría pensar que la Monarquía se hallaba en peligro; tal presentimiento no es tuvo nunca en el ambiente en ninguna región de España. Sí que impresionó vivamente a la opinión pública española que se interesaba por la política (y que no debe confundirse co n la opinión popular, en un país en el que sólo leía la prensa una escasa minoría) el mani fiesto publicado en El Sol por tres destacados intelectuales, el profesor José Ort ega y Gasset, el escritor Ramón Pérez de Ayala y el doctor Gregorio Marañón como lanzami ento de una Agrupación al Servicio de la República . El gran inspirador, Ortega, remata ba así su largo camino desde el elogio incondicional a Primo de Rivera en 1923, el elogio satisfecho a Berenguer cuando sucedió a Primo de Rivera, su invectiva cont ra Berenguer y contra la Monarquía que aún estaba caliente y el paso abierto que dab a ahora, con sus colegas, para proponer la República. En el manifiesto se convocab a a todos los españoles de oficio intelectual es decir escritores, profesionales y a

rtistas, en vista de que el Estado monárquico se desfonda por dentro y debe ser su stituido por una República como vía media entre el fascismo y el bolchevismo . No se tr ata por tanto de proponer formalmente una democracia profunda sino un talismán par a la reconstrucción del Estado, un proyecto mucho más negativo que positivo y concre to. Pero no cabe negar la influencia demoledora del Manifiesto entre esa opinión púb lica ilustrada, que era la única a la que atendían la Corona y la clase política. La o pinión popular no era atendida por nadie, por eso nadie convocó elecciones para que el pueblo decidiese un eventual cambio de régimen. El general Berenguer manifestó su propósito de celebrar un proceso electoral de f orma escalonada; primero elecciones municipales, luego provinciales y por fin ge nerales. Pensaba que las dos primeras tenían carácter administrativo; la elección de l os concejales en los Ayuntamientos y de los miembros de las Diputaciones provinc iales. Estaba seguro de que el resultado sería favorable a los concejales y diputa dos provinciales monárquicos y que entonces se abordarían las elecciones generales e n las que podría dirimirse con ventaja monárquica la opción entre Monarquía y República. P ero los partidos políticos van anunciando uno a uno su intención en no participar en ese proceso. El golpe de gracia le sobreviene a Berenguer cuando los dos líderes principales de su propio partido, el liberal, que era uno de los dos grandes par tidos dinásticos, el conde de Romanones y el marqués de Alhucemas, declaran el 13 de febrero de 1931 que tampoco van a participar en el proceso electoral propuesto por el jefe del gobierno. A Berenguer no le queda más remedio que dimitir. Los fir mantes de esa nota liberal no advirtieron que habían lanzado contra la Monarquía un torpedo de consecuencias definitivas. Con esa nota y la consiguiente dimisión de B erenguer la Monarquía quedaba a la deriva y en peligro inmediato de hundimiento. El Rey lo imaginaba pero se mantuvo abnegadamente en su puesto y llamó a consul ta a los principales jefes de partido con vistas a formar un nuevo gobierno. Com o es natural convocó a don José Sánchez Guerra, jefe de ese Partido Liberal Conservado r que a las órdenes de Cánovas había sido el artífice de la Restauración. Lo malo es que d on José había pronunciado en la primavera del año anterior aquel famoso discurso en qu e declaraba su propósito de no servir más a señores que en gusanos se convierten. Y pa ra cumplir con el encargo del Rey no tuvo más ocurrencia que acudir a la Cárcel Mode lo, donde estaban aún encerrados los miembros del Comité Revolucionario, es decir lo s líderes republicanos, para ofrecerles carteras ministeriales en su gabinete. Cua ndo se repusieron de su estupefacción comprendieron que la Monarquía estaba perdida y rechazaron airados el ofrecimiento. La Monarquía, con semejante propuesta, había p erdido lo que le quedaba de dignidad. Otras consultas, como la de don Melquíades A lvarez, se resolvieron con el consejo al Rey de que se marchara cuanto antes. En aquellos momentos de desconcierto casi absoluto mi abuelo Juan de la Cierv a y Peñafiel reunió en su casa a varios políticos leales al Rey, se puso en contacto c on Palacio y convenció a don Alfonso de que no estaba todo perdido. Consigue así que el Rey forme un gobierno de tinte espectral, bajo la presidencia del almirante don Juan Bautista Aznar, honrado marino sin experiencia política, que distribuye l as carteras entre varios ministros con escasa ilusión; mantiene al general Berengu er en Guerra, designa al conde de Romanones para Estado, a Juan de la Cierva en Fomento, y a otros grandes nombres como el hacendista Ventosa, el duque de Maura , el marqués de Alhucemas y el conde de Bugallal. Este gobierno agónico mantiene el propósito de elecciones escalonadas que había propuesto el general Berenguer y fija la fecha de las municipales para el 12 de abril de 1931, a las que deberían seguir las provinciales en mayo y las generales (anunciadas sin carácter constituyente, aunque todo el mundo imaginaba que lo serían) en junio. A nadie se le ocurrió imagin ar que las elecciones de abril tuviesen algo que ver con el cambio de régimen. Por que nada tenían que ver. Cuando en 1979 un gobierno de UCD convocó elecciones munici pales las izquierdas vencieron en la mayoría de las capitales de provincia y nadie imaginó que con ello la Monarquía quedase deslegitimada. En 1931 ni en la convocato ria de las elecciones de abril, ni en la propaganda electoral ni en las proclama s de los partidos se hizo la menor mención al cambio de régimen; sólo se trataba de de signar concejales para todos los ayuntamientos de España.

En este ambiente se celebró en Jaca el segundo consejo de guerra por el pronunc iamiento revolucionario del 12 de diciembre del año anterior, contra 63 encausados , capitanes, suboficiales y clases de tropa. El consejo de guerra se desarrolló en tre los días 13 y 16 de marzo de 1931 en la admirable fortaleza construida en lo a lto de la ciudad por Felipe II y en esta ocasión el general Franco, que poseía prest igio en el Ejército por su conocimiento de la legislación militar, actuó como vocal. La justicia militar afirmó Franco no ha sido nunca un fuero; ha sido una necesidad que los delitos militares, de esencia puramente militar y cometidos por militares, fuesen juzgados por personal preparado militarmente para esa misión. Por eso se le s exige una mínima categoría militar en los códigos, que representa un encanecimiento en el servicio de las armas y al mismo tiempo haber vivido e interpretado centen ares de veces la esencia de nuestros códigos y reglamentos . El auditor don José Casad o García, que actuó de ponente en los dos consejos de guerra, ha escrito sobre la in tervención de Franco en el segundo consejo: Cuando el general Franco, con quien no había cruzado la palabra hasta aquellos día s, expuso su opinión autorizadísima, que fue compartida por los demás miembros del tri bunal, de una manera verdaderamente magistral y tan maravillosa como sólo podía hace rlo hombre de su talento, de su cultura, de sus conocimientos militares. ¡Qué alegría la mía ir en tan buena compañía! El auditor Casado publicó el libro donde se incluyen est os testimonios durante la República, no en la época de Franco; y nos informa de que el segundo consejo condenó a muerte al capitán Sediles y pronunció cinco condenas a pr isión perpetua y varias menores, además de seis absoluciones. Antes de iniciarse est e segundo consejo el gobierno Aznar había anunciado el indulto en caso de necesida d. Así se hizo. Este consejo de guerra sirvió como pretexto para un recrudecimiento de los albo rotos universitarios contra la Monarquía, que se iniciaron el 18 de marzo de 1931 y desembocaron en el violento motín de la Facultad de Medicina de San Carlos, en M adrid, el día 26. El general Mola pudo demostrar la presencia de agitadores profes ionales entre los estudiantes y las algaradas sintonizaron con otro consejo de g uerra mucho más penoso, celebrado en las Salesas desde el 20 de marzo bajo la pres idencia del general Ricardo Burguete, contra los miembros del Comité Revolucionari o detenidos después del pronunciamiento del 15 de diciembre anterior. El general M ola acusó en sus posteriores escritos a este tribunal militar de cobardía y falta de decoro. Los miembros del comité revolucionario salen virtualmente absueltos, con enorme descrédito de la Monarquía incapaz de defenderse con la ley en la mano. El pr esidente del tribunal, general Burguete, se extralimita en sus funciones al conv ocar una rueda de prensa en la que exige Cortes verdaderas y manifiesta que el Ejérc ito está arrepentido de la Dictadura. Con esto se llega a las elecciones municipales. El 5 de abril se celebra el p rimer acto: la proclamación de candidaturas según el artículo 27 de la Ley Electoral, en los pueblos donde no se hubiera presentado más que una lista. El resultado es u n aplastante triunfo de las candidaturas monárquicas: 14.018 frente a 1.832 republ icanas. En esa misma fecha don Jorge Guillén Urzaiz y su esposa reúnen en Zaragoza a un grupo de amigos entre los que figura el matrimonio Franco y todos muestran s u creciente preocupación ante el deterioro de la situación política. La única esperanza cen a Franco es usted, mi general . Es la primera vez que un grupo respetable de es pañoles piden a Franco que salve a España. Franco me diría en 1972 que recibió muchas ve ces esta petición entre 1931 y 1936 pero éste es el primer testimonio comprobado de que dispongo sobre el caso. A partir de aquel momento el general Franco se mantiene alerta en Zaragoza e intensifica sus co ntactos con personas seguras de Madrid para mantenerse bien informado sobre la e volución de los acontecimientos. Me consta personalmente que Franco estaba convenc ido de dos cosas: que las elecciones municipales nada tenían que ver con el cambio de régimen y que los monárquicos podrían muy bien ganarlas y de hecho las ganaron. Un a y otra tesis figuran de forma expresa en sus testimonios posteriores. El segundo y decisivo acto de las elecciones municipales se desarrolló el domin

di

go 12 de abril de 1931. Consta que muchos monárquicos, por creer segura la victori a o por simple dejadez irresponsable, se abstuvieron de votar en Madrid y en otr as ciudades. En un libro reciente, El 18 de julio no fue un golpe militar fascis ta he analizado a fondo las elecciones del 12 de abril . Por lo pronto ni la Monar quía ni la República, que se instauró por sorpresa dos días después, publicaron jamás oficia lmente el resultado de las elecciones municipales. Los únicos datos de que se disp one son los muy incompletos que adelantó la prensa a raíz de los sucesos (sobre todo los días 13 y 14 de abril de 1931) y el dato oficioso, aparecido no en un boletín e lectoral del gobierno sino muchos meses después en el Anuario del Instituto nacion al de Estadística, sin publicidad especial y como sospecha el profesor Miguel Arto la, primero que yo sepa en citar esos resultados, con posible alteración por parte de las inspiraciones republicanas. Pues bien, aun con estas circunstancias extr añas el resultado de las elecciones resulta favorable a la Monarquía en cuanto al núme ro de concejales elegidos. ¿Por qué entonces todo el mundo, desde la misma noche del 12 de abril, pareció inte rpretar los resultados electorales como favorables a la República? Lo más curioso, e indignante, es que no fueron los republicanos, sino los propios monárquicos liber ales el duque de Maura, el conde de Romanones quienes facilitaron el gran argument o a los republicanos, convencidos de que habían perdido. Los monárquicos liberales a dvirtieron que, si bien los resultados (como los anticipados por la prensa los día s 13 y 14 de abril) eran, en cuanto a número de concejales, favorables a la Monarq uía, incluso muy favorables según el principio democrático un hombre un voto; es decir que los votantes monárquicos habían superado de forma absoluta a los republicanos e n el conjunto de España. Pero en cambio en las capitales de provincia habían vencido los republicanos excepto en doce de ellas; y entre 1 Madridejos, Fénix, 1999. las ciudades que tendrían ayuntamientos republicanos en virtud de las eleccione s figuraban las más importantes es decir Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla y Bi lbao. Los monárquicos liberales creyeron que esto equivalía a una victoria de la Repúb lica y un rechazo al Rey, lo cual era absolutamente falso y antidemocrático; para ellos los votos de las poblaciones menores y los pueblos del campo carecían de val or porque estaban arrancados por el caciquismo monárquico, mientras que los pueblo s de las ciudades eran los únicos que poseían valor democrático y por tanto el Rey se tenía que marchar. El absurdo de esa interpretación es manifiesto por muchos motivos . Si los votos de las poblaciones menores y los del campo no valían, ¿por qué no se an uncio así antes de las elecciones?. ¿Por qué se les dejó votar? La única verdad es que los monárquicos liberales no creían en la Monarquía, se desfondaron y comunicaron su prof unda depresión al Rey y a los republicanos, que captaron al vuelo el desconcierto de sus enemigos e hicieron suyo el falaz argumento que convertía unas simples elec ciones municipales, ganadas además por los monárquicos, en un plebiscito formal sobr e el cambio de régimen. Sin embargo además de ese desánimo coincidió en el mismo sentido un tremendo argume nto personal. Tanto el general Dámaso Berenguer, ministro y jefe del Ejército, como el general Sanjurjo, director general de la Guardia Civil, interpretaron inmedia tamente el resultado electoral lo mismo que los monárquicos liberales. Y al día sigu iente, 13 de abril uno y otro comunicaron a las fuerzas a sus órdenes que era nece sario acatar la voluntad nacional. Con este termino de Rousseau declararon al Ejér cito y a la Guadia Civil que la República había vencido y era necesario acatarla com o el nuevo régimen de España. Franco, lo acabamos de ver, no pensaba de esta forma p ero se sintió arrastrado por esta decisión firme de Berenguer y de Sanjurjo, con los cuales se identificaba como militar. Sanjurjo llegó a presentarse el mismo 13 de abril ante los miembros del comité revolucionario y se puso a sus órdenes reconociéndo les como gobierno de la República. En la Academia General Militar Franco recibió al acabar la mañana del 13 de abril el telegrama que Berenguer había dirigido a los capitanes generales dándoles cuenta de su interpretación y su decisión. En esa misma mañana el jefe del gobierno, almiran

te Aznar, preguntó a los periodistas qué se podía pensar de un país que se había acostado monárq~uico y se levantaba republicano; la frasecita acabó de hundir a la Monarquía cu ando se propagó como la pólvora por toda España. Según el testimonio de Franco Salgado, la jornada del 13 y la del 14 de abril se vivieron en la Academia General Milita r con plena normalidad; sólo algu nos profesores y alumnos, una minoría exigua, manifestaron su satisfacción por el presunto triunfo de la Republica. Millán Astray había hablado con Sanjurjo y dijo a Franco por teléfono el día 14 que la opinión de Sanjurjo era tajante a favor de la in mediata marcha de don Alfonso XIII. El 15 de abril Franco dirigió a los cadetes un a orden del día en que se reconocía la proclamación de la República y se exigía a todos, s egún les comunicó también verbalmente a los alumnos formados, entera disciplina y acat amiento al poder constituido. Izó la nueva bandera tricolor cuando el nuevo capitán general, Gómez Morato, se lo ordenó por escrito. El 14 de abril de 1931 el rey don Alfonso XIII se entregó por completo al desánim o de sus consejeros y ministros liberales Romanones, el duque de Maura y a espalda s de los demás ministros autorizó a los liberales a que pactasen con los republicano s el abandono del poder, sin concertar siquiera con ellos la transmisión de podere s en una ceremonia simbólica. A las cinco de la tarde los miembros del Comité Revolu cionario, convertidos en gobierno provisional de la República, entraban en el Mini sterio de la Gobernación (hoy sede de la Comunidad de Madrid) en la Puerta del Sol aclamados por la muchedumbre que les respaldó hasta entrada la noche. Casi a la m isma hora se reunía en Palacio, ya fuera del tiempo, el último consejo de ministros de la Monarquía, donde el Rey reveló que la entrega estaba pactada. Sólo dos ministros , mi abuelo Juan de la Cierva y el conde de Bugallal, se mostraron disconformes y animaron a don Alfonso a que resistiera; él no tenía poderes para entregar la Coro na, que pertenecía a su dinastía y abandonarla en tales circunstancias equivalía a una renuncia por sí y para toda su estirpe. El Rey se mostró firme en su decisión y a eso de las nueve de la noche salió de Palacio por la puerta del Campo del Moro al vol ante de su automóvil y con otro de escolta condujo toda la noche hasta que a la maña na siguiente embarcó en el crucero Príncipe Alfonso que le condujo de Cartagena a Ma rsella, donde al desembarcar recibió la última bandera bicolor que había ondeado en Es paña y preguntó si ya le habían llamado desde Madrid. Durante el viaje envió un radiogra ma a las Fuerzas Armadas en el que les agradece su lealtad, quizás con una punta d e humor negro, porque como diría después José Antonio Primo de Rivera no se había levant ado para defenderle ni un piquete de alabarderos. Como ya hemos indicado, Franco habló bien durante toda su vida sobre don Alfons o XIII, al que consideraba un gran Rey, uno de los mejores que hemos tenido . Criti có sin embargo muchos aspectos políticos y económicos de la Monarquía. Justificó el abando no de Alfonso XIII el 14 de abril, cuando ya Berenguer y Sanjurjo habían negado toda posibilidad de intervención a favor del R ey al Ejército y a la Guardia Civil. Opinaba con claridad que las elecciones del 1 2 de abril de 1931 se habían interpretado de forma ilegal como un plebiscito que n adie convocó; y pensaba que si bien el 14 de abril era ya tarde para todo, en camb io el día 12, cuando se supo que los resultados electorales eran claramente favora bles a la Monarquía según el principio democrático, hubiera sido posible una intervenc ión enérgica para salvarla. Pero Franco siempre se consideró monárqico y si bien acató a l a República como prácticamente todo el Ejército y la Marina nunca desmintió su carácter mo nárquico y su lealtad a la Casa de Borbón, de la que escogió al príncipe a quien hizo Re y, como en su momento veremos. Franco, que admiraba al general Sanjurjo como militar, le critica muy severam ente por su actuación en la agonía monárquica. Afirma que Natalio Rivas, muy amigo suy o, sorprendió un día a Sanjurjo, antes de las elecciones de 1931, en tratos con Lerr oux, miembro del Comité Revolucionario. Creía Franco que Berenguer se alarmó en exceso durante la jornada del 12 de abril y le parecía absurdo, con todos los capitanes generales a su lado y leales al Rey. La mayoría de la oficialidad dice Franco- era l eal al Rey, salvo unos cuantos ambiciosos e inmorales. Los artilleros estaban ba stante resentidos con el monarca, pero no hubiera hecho nada para traer la Repúbli

ca . El resentimiento de Sanjurjo contra el Rey se debía, según Franco, a la forma con que despidió a Primo de Rivera. En otros momentos Franco piensa que el resentimie nto de Sanjurjo derivaba de que don Alfonso no le había otorgado la grandeza de Es paña al concederle el marquesado del Rif. Pero insiste en que el 12 de abril se ha bía demostrado que la mayoría del pueblo español no rechazaba a la Monarquía y basándose e n esa realidad cierta Berenguer y Sanjurjo hubieran podido declarar el estado de guerra y salvar así a la Corona . Ampliacón de fuentes en mi Franco de 1982, vol II p. 31 a 76. En el primer volum en de La Historia se confiesa (Barcelona, Planeta, 1976) reproduzco en texto y g ráficos numerosos ejemplos de los ataques contra Alfonso XIII en 1930/1931. Para e l final de la Dictadura y la Monarquía me parece esencial el testimonio de don Nic eto Alcalá Zamora en sus Memorias , Barcelona, Planeta, 1976, desde la p. 376 y de la citada obra de Mola El pasado, Azaña y el porvenir. Juan de la Cierva ofrece u n testimonio directo en Notas de mi vida, op. cit. El mejor dictamen histórico es el del prof. Jesús Pabón en su Cambó, op. cit. Imprescindibles las dos obras citdas de F. Franco Salgado para los juicios de Franco sobre Primo de Rivera, Berenguer, Alfonso XIII y Sanjurjo. El testimonio de D. Berenguer en su libro De la Dictadu ra a la Repüblica, Madrid, Plus Ultra, 1946. Creo que fui el primer historiador qu e investigó a fondo sobre el terreno la rebelión de Jaca en Historia y Vida 33(1970) lOss. Interesante el testimonio de Miguel Maura Así cayoó Alfonso XIII Barceloa, Ari el, 1976. El consejo de guerra de Jaca en J. Casado Por qué condené a los capitanes Galán y García Hernández, Madrid, V. Suárez, 1935. El gesto de Franco que le enfrentó con la República: su arenga de despedida a la Academia Militar en 1931. Capítulo 8: Franco y la República: choque, colaboración, choque 1931-1936 MANUEL AZAÑA SUPRIME LA ACADEMIA GENERAL MILITAR Las relaciones del general Franco con la República fueron complejas porque la R epública también lo fue. El período 1931-1936 tuvo tres fases muy bien diferenciadas. Primera, la fase provisional y constituyente hasta diciembre de 1931, seguida co n toda continuidad por el bienio Azaña hasta la caída del personaje en septiembre de 1933; en esta fase de izquierdas el general Franco chocó con la República, aunque l uego convivió con Azaña que trató de congraciarse con él. La segunda fase republicana fu e el bienio de centro-derecha entre septiembre de 1933 y diciembre de 1935; sus dos figuras importantes fueron don Alejandro Lerroux y don José María Gil Robles que valoraban muy positivamente a Franco y el general colaboró intensamente con los d os. La tercera fase republicana corre entre mediados de diciembre de 1935 hasta el 18 de julio de 1936; tras el breve desconcierto centrista se realizan las ele cciones de febrero de 1936 en las que triunfa el Frente Popular que destituye al general Franco como jefe del Estado Mayor Central y trata de relegarle en la Co mandancia General de Canarias, desde la que Franco, opuesto al Frente Popular de sde el primer momento, se incorpora a la conspiración militar contra el régimen degr adado y por lo tanto vuelve a chocar contra la República, ahora con carácter definit ivo, como se manifestó a partir de su sublevación en Las Palmas el 18 de julio de 19 36. Sin embargo, como ya hemos visto, la actitud inicial del general Franco ante la República fue de acatamiento, la misma que observó la inmensa mayoría de las Fuerza s Armadas. El choque inicial de Franco con la República tuvo, además, un carácter pers onal; fue un choque contra Manuel Azaña, ministro de la Guerra y pronto consagrado como la primera figura política de la República. Como revelación y luego encarnación de la República. He estudiado este choque personal con toda la docum entación disponible en un libro muy reciente . No fue un choque violento por parte d e ninguno de los dos. Azaña suele ser implacable, insultante y grosero con muchos personajes que asoman en sus memorias, tanto enemigos como aparentemente amigos.

A Franco le respeta siempre. Con discrepancia, pero con mucho miramiento. Franc o le correspondía con la misma moneda. En 1973 me dijo taxativamente: Azaña era el más inteligente de todos ellos . El profesor Luis Suárez ha reproducido del Archivo de Franco, dentro de los apu ntes que Franco redactó para unas memorias que no pudo escribir, un capítulo de sumo interés que resume lo que pensaba de la República:

La República (disolución de la Academia). Hay que reconocer la ilusión con que grand es sectores de la nación española recibieron a la República, que nadie esperaba y que fue consecuencia directa de los desaciertos políticos de los partidos políticos monárq uicos durante los últimos años. Luego explica el desarraigo de la institución monárquica y el descrédito en que cayó la República. El crédito de la República se desvaneció en muy po os días. La quema de iglesias y conventos, la persecución de las creencias religiosa s, la trituración del Ejército, la entrega a la Masonería, el desorden social, la anar quía en el campo, la persistencia de las leyes de excepción empujaron a la defensa a los distintos sectores de la sociedad 2. El conjunto de causas enumeradas por Franco para explicar el descrédito de la R epública corresponde a la realidad, como iremos viendo en este libro. Hay una de e llas que merece un comentano en este momento: la influencia de la Masonería. La acción masónica, visible en España desde el siglo XVIII, no fue una causa determ inante de la segunda Republica española, ni creo que nadie lo haya afirmado. Pero en cambio lo que dice Franco sobre la entrega de la República a las consignas masóni cas está hoy demostrado seria y documentalmente. Veamos ante todo cómo lo concreta F ranco en el mismo lugar que acabamos de citar: 1 El 18 de julio noftie un golpe militar fascista, Fénix, 1999 2 Archivo de Franco en L. Suárez, Franco, el general de la Monarquía, la República y la guerra civil, Madrid, Actas, 1999 p. 174. En el orden espiritual, la caída de la Monarquía iba a tener una trascendencia gra nde al caer el país en manos de una mayoría en que la gran mayoría de representantes p ertenecía a la Masonería que en España encarna al ateísmo y el espíritu anticatólico y perse guidor de las instituciones de la Iglesia. Pronto se vio la entrada de un Parlam ento de mayoría republicana en que bastante más de la mitad de los diputados pertene cían a las logias y obedecían sus consignas anticatólicas y perseguidoras de la fe. Es to estimuló las conciencias más católicas españolas una inclinación de los votos de muchos católicos hacia los separatistas con el fin de salvarse del cataclismo espiritual que amenazaba a la nación . Afortunadamente contamos hoy con el definitivo estudio de la profesora D. Gómez Molleda que confirma el poderío político de la Masonería durante la segunda República . E n este magnífico estudio se nos facilita la relación de 151 diputados masones en las Cortes Constituyentes, cifra que confirma lo apuntado por Franco, así como la uni dad con que siguieron las instrucciones anticlericales y anticatólicas de las logi as. La persecución religiosa fue una de las dos grandes agresiones institucionales de la República que causaron su ruina y provocaron la guerra civil2. La otra agre sión institucional se dirigió contra las Fuerzas Armadas. Azaña, ministro de la Guerra y árbitro constitucional de la persecución religiosa, fue el gran responsable de la s dos agresiones que resultaron mortales para la República. En la misma tarde y noche del 14 de abril don Niceto Alcalás Zamora, elegido po r sus compañeros de conspiración como presidente del gobierno provisional de la Repúbl ica, sincero católico e insigne jurista, dictó como si se lo supiera todo de memoria un Estatuto jurídico del nuevo régimen y una serie de decretos que le estructuraban para iniciar su camino. En estas primeras orientaciones se incluía ya, con poco d

isimulo, una grave amenaza para las instituciones en que se había apoyado la nefan da Monarquía, que eran precisamente la Iglesia y el Ejército, pese a que las dos aca taban ya al nuevo régimen sin la menor actitud contraria a la República. El gran testigo sobre la agresión de Azaña a las Fuerzas Arruadas fue el general Emilio Mola cuyos análisis, meditados y publicados durante la República, no encontra ron entonces oposición importante (hecho que suele omitirse y conservan 1 La Masonería en la crsis española del siglo XX. Madrid, Taurus, 1986. 2 Ver la obra magistral de Antonio Montero: La persecución religiosa en España. M adrid, BAC, 1961, que por fortuna acaba de reeditarse. hoy prácticamente toda su validez. Para asumir el Ministerio de la Guerra en el gobierno provisional de la República Manuel Azaña sólo podía aducir un libro que escrib ió en 1918 y apenas se vendió, titulado Estudios sobre política militar francesa en qu e podía leerse una propuesta clara: la inevitable supresión del ejército permanente es una ganancia absoluta, un bien puro, sin mezcla de mal alguno. En España es todavía más: abolir el sistema militar vigente es una cuestión de vida o muerte... Realiza a demás el Ejército, por la misión que se le ha dado en España, una obra de corrupción polític a . Como Azaña identificaba la corrupción política con la tendencia del Ejército a interve nir en política mediante el pronunciamiento, debería recordar que el último ejemplo de esa lamentable costumbre (debida generalmente a los políticos más que a los militar es) lo dieron él y los demás miembros del Comité Revolucionario al organizar los pronu nciamientos de 1930 que tan gravemente perjudicaron a la Monarquía; y que la propi a República había llegado por el pronunciamiento de los generales Berenguer y Sanjur jo en sus instrucciones del 13 de abril de 1931. Azaña, fuera de estas reflexiones lejanas en torno a la política miliar francesa, carecía de toda formación teórica y práctica sobre la realidad de las fuerzas arruadas españolas. Difícilmente puede reformarse lo que se desconoce por entero. Esta falta de conocimientos militares ha sido criticada, con toda razón, no sólo por el general Mola sino también por el profesor Payne . Para colmo Azaña, a lo largo de su diario p olítico, acumula tal cantidad de insultos y menosprecios sobre los militares que s u cita resultaría aquí desbordante2. Manuel Azaña, por impulso de los nostálgicos de la República, los enemigos de Franc o y la inspiración masónica (se inició en la Masonería, según reconoce en sus diarios, en 1932) ha sido ensalzado desde la muerte de Franco por una tenaz campaña hagiográfica que tiene pocos parangones en la Historia. Es la reacción contra las exageracione s contrarias que se prodigaron en su contra desde la época republicana y la guerra civil, donde el calificativo habitual era el de monstruo. Bien, pues ni monstru o ni excelso demócrata sin mancha. Azaña era sin duda muy inteligente, como reconocía Franco; pertenecía a uno de los cuerpos jurídicos más prestigiosos del Estado, era hom bre de extensa cultura, aunque incom1 E. Mola en sus citadas Obras completas, p. 1069s; S.G. Payne en: Ejército y sociedad en la España liberal, Madrid, A al, 1977, p. 379s. 2 M. Azaña: Memorias políticas y de guerra, México, Oasis, vol. IV de sus Obras com pletas. pleta (no sabía una palabra de ciencias) orador incisivo y convincente, escrito r eximio con estilo que aún sigue vigente y se ha mostrado capaz de seducir a don José María Aznar y otros jóvenes políticos del Partido Popular que no tienen la menor id ea de quién era y qué hizo realmente don Manuel Azaña, cosa que el abuelo del señor Azna r conocía perfectamente. Estaba sin embargo afectado por dos defectos gravísimos: un a soberbia infinita, que le llevaba a despreciar a cuantos le rodeaban (sus memo rias son una antología del desprecio) y una incomunicación casi absoluta, que se ens imismaba cada noche ante sus diarios pero que raras veces conectaba con la reali dad. Era de origen liberal, conservador y católico; nunca renegó de su fe, a la que volvió sinceramente durante su destierro en Francia, de lo que existen pruebas feh

acientes burdamente ignoradas pr sus idólatras masones . Por su influencia decisiva en la persecución contra la Iglesia y la agresión institucional al Ejército durante la República fue, seguramente, uno de los grandes responsables de la guerra civil. Tanto Franco como Mola como la mayoría de los militares españoles de la República e staban completamente convencidos de que Azaña se había comprometido públicamente a la trituración del Ejército. El texto de Azaña en 1918 que acabo de transcribir no utiliz a ese término pero expresa lo mismo. Y en un discurso pronunciado en Valencia a raíz del 14 de abril utilizó, según él mismo reconoce, el término trituración, en sentido equívo co, que luego interpretó él mismo fuera de la aplicación militar, refiriéndole a los obs táculos de la administración caciquil2. Y en otro discurso pronunciado en las Cortes habla de destrozar los presupuestos militares3. Azaña no se limitó a explicar sus reformas militares. Se jactó de ellas con suma im prudencia. Buscando esta eficacia, señores diputados, ha sido necesario reducir las unidades del Ejército español de una manera cruel, radical, a menos de la mitad. Ha bía veintiún mil oficiales en las plantillas; han quedado ocho mil, en números redondo s. Había dieciséis divisiones; han quedado ocho. Había ocho o diez capitanías generales; no ha quedado ninguna. Había dieciséis tenientes generales; no ha quedado ninguno, es decir han quedado cuatro o cinco que permanecen en la carrera hasta que la ca tegoría se extinga. Había cincuenta y tantos gene1 Ver las pruebas en mi ensayo La c onversión de Manuel Azaña en Misterios de la Historia II, Barcelona, Planeta, 1992, p. 3llss. 2Azaña Obras completas cit., II, p. 38. Ibid. II p. 91. rales de división; han quedado veintiuno. Había ciento y pico generales de brigad a; han quedado cuarenta y tantos . Pero este triunfalismo parlamentario se vuelve mucho más agresivo cuando Azaña ex pone su éxito contra el Ejército en un banquete de su partido. Acción Republicana, el 17 de julio de 1931: ¡ Qué obra, amigos y correligionarios! Parece que hemos desafiad o y vencido la tentación satánica, que hemos destruido el templo y lo hemos reedific ado en tres días 2. Destrozar, destruir, con referencia inequívoca a las Fuerzas Armad as, que eran el objeto de su reforma y de su competencia al pronunciarse estos d iscursos. ¿Hay alguna diferencia con triturar , palabra que Azaña había utilizado por ent onces, y que todo el Ejército interpretó como referida a él, sin que nadie lo desminti ese entonces, cuando las críticas y protestas militares se publicaron durante la R epública? Tanto Franco, como Mola, como una gran parte del Ejército, afirmaron entonces y después que la reforma militar era necesaria. El general Ramón Salas, en el mejor a nálisis publicado hasta hoy sobre las reformas militares de Azaña, expresa la misma opinión3. Las reformas eran necesarias: el encono y la agresividad contra una inst itución del Estado como era el Ejército eran reprobables. Por motivos que entonces no se conocieron (al publicar don Miguel Maura sus m emorias se supo que había sido por inspiración suya) el gobierno de la República pensó i nmediatamente en nombrar al general Franco para la Alta Comisaría de España en Marru ecos. Nadie se lo comunicó a Franco, que vio con enorme sorpresa la noticia, con s u foto, en el ABC del 18 de abril. Con esa misma fecha envió al director del periódi co, marqués de Luca de Tena, un desmentido en los siguientes términos: Mi distinguido amigo: Habiendo aparecido en el periódico de su digna dirección un retrato mío con la expresión de haber sido designado para ocupar la Alta Comisaría de España en Marrueco s, mucho le agradecería rectifique tan errónea noticia, porque ni el Gobierno provis ional ha podido pensar en ello ni yo había de aceptar ningún puesto renunciable que pudiera por alguien interpretarse como complacencia mía anterior con el régimen inst aurado o como consecuencia de haber podido tener la menor tibieza y reserva en e l cumplimiento de

1 Ibid. II,p. 90. 2Azaña, Obras completas, II, p. 20. Salas, R. Historia del Ejército Popular de la República, Madrid, Editora Nacional , 1975. mis deberes o en la lealtad que debía y guardé a quienes hasta ayer encarnaron la representación de la nación en el régimen monárquico. Por otra parte es mi firme propósit o respetar y acatar, como hasta hoy, la soberanía nacional y es mi anhelo que ésta s e exprese por sus adecuados cauces jurídicos. . Que yo sepa Franco expresa con esta carta y este desmentido el único acto público de lealtad que se dirigió a don Alfonso XIII cuando todo el mundo le había abandonado. Azaña nombró alto comisario al general Sanjurjo, sin que por ello dejase su cargo como director general de la Guardia C ivil en que fue confirmado por la República. Poco después el gobierno designó a un alt o comisario civil como habían hecho los gobiernos liberales de la Monarquía antes de l desembarco en Alhucemas. Lo que indignaba a Franco, a Mola y a numerosos militares no eran las reforma s de Azaña sino, como hemos dicho, la actitud agresiva y despectiva del ministro a l pro-ponerlas y sobre todo la arbitrariedad y partidismo a que fueron sometidos los asuntos militares, en especial destinos y ascensos, por la actuación del que Azaña denominaba Gabinete militar y Mola, lo mismo que los enemigos de Azaña, Gabine te negro. Seleccionó para él a varios militares que se consideraban seguros para la República, más o menos afines a las antiguas Juntas de Defensa, cuya influencia cole aba todavía, y enemigos natos de los militares de África. Los generales que habían ser vido a las dos dictaduras como calificó la República a los gobiernos de Primo de River a y Berenguer por ejemplo el propio Berenguer y el exdirector general de Segurida d Emilio Mola fueron detenidos y represaliados; Mola, por ejemplo, perdió su carrer a (hasta la amnistía de 1934) y tuvo que sobrevivir con sus libros, que alcanzaron cierta difusión, e incluso fabricando maquetas de barcos, era excelente escritor y muy habilidoso. Mientras tanto Azaña, entre una enorme expectación, dictaba sus de cretos de reforma militar, la primera que acometió la República dentro del mismo mes de abril. Luego, cuando funcionaron las Cortes, estos decretos fueron convalida dos como leyes y se conocen todavía entre los militares veteranos como las leyes de Azaña . El resultado de estas grandes reformas, completadas después con numerosas dis posiciones, fue la supresión de las capitanías generales y la reducción del cuerpo de oficiales a menos de la mitad, como hemos oído resumir al propio Azaña. El primero d e los decretos de abril, publicado el día 23, exigía, lo cual parecía natural una promes a individual firmada y luego ratificada en público por la que los militares de car rera, para seguir en el Ejército o la Marina, debían sustituir su antiguo juramento de fidelidad al Rey por el compromiso de lealtad a la República. Se negaron a ello solamente algo menos de treinta militares, entre ellos el infante don Alfonso d e Orleáns y otros pero la inmensa mayoría de los generales,jefes y oficiales, acepta ron for mular la promesa de lealtad a la República, entre ellos el propio Franco, que a consejó a muchos de sus compañeros y a sus alumnos de Zaragoza que hicieran lo mismo , porque el Ejército les necesitaba y el servicio se hacía a España, no a un determina do régimen. El segundo decreto, publicado el 25, resultó mucho más traumático en el seno de la gran familia militar. El gobierno concedía el plazo de un mes para que los militares que lo deseasen pasaran a la situación de supernumerarios, con derecho a l uso del uniforme, disfrute del sueldo íntegro y posibilidad de seguir ascendiend o por antigüedad, pero quedándose fuera de las escalas activas del Ejército y con plen a compatibilidad para desempeñar otros trabajos remunerados mientras conservaban s u retribución como militares. Quienes no solicitaran esta situación y prefirieran qu edarse se veían expuestos a perderlo todo si el número de solicitudes no resultaba s uficiente a juicio del gobierno. Más de la mitad de los militares solicitaron la b aja en la actividad pero no precisamente los desafectos a la Republíca sino también muchos afectos; de forma parecida se dividieron los que prefirieron quedarse. El resultado fue engañoso; porque si bien el presupuesto militar se redujo más o menos a la mitad en el capítulo de personal, se incrementó en la misma proporción el de cla

ses pasivas. Claro que el bajar de categoría las capitanías generales, reducidas al rango de divisiones orgánicas, y suprimirse la mitad de las divisiones tácticas la r educción del presupuesto del Ejército fue muy considerable. Estos cortes traumáticos n o afectaron prácticamente a la Marina; la República continuó y amplió el plan de constru cciones navales de forma que en 1936 la Escuadra española había logrado una clara im portancia defensiva para la época, en vista de la complicada situación internacional . Otras dos reformas de Azaña afectaron personal y directamente a Franco y provoca ron un auténtico choque con la República recién instaurada. El 18 de mayo un decreto anula los ascensos por elección concedidos antes del 1 4 de abril de 1931; se exceptúan de momento los generales, que conservaban su grad o pero bajaban los puestos correspondientes en el escalafón. La República sabía que la s fricciones de la Dictadura con algunos generales habían nutrido las conspiracion es contra aquel régimen y no quería indisponerse con algunos generales afectos, como el propio Goded, que había ascendido por elección. Franco repetía que esta disposición de la República, aun preservando su graduación, le había hecho descender del primero a l último en la escalilla de generales de brigada, lo que sin duda dificultaría que p udiese culminar su carrera mediante el ascenso a general de división, máximo que que daría después de las reformas. El coronel Blanco Escolá asegura, en esta ocasión con arg umentos fiables, que Franco no descendió al último puesto sino al 15, lo cual, por s upuesto, supuso para él un atentado a su carrera por parte de Azaña; como para Franco el supremo objetivo hasta el momento había sido esa carrera no es difícil comprender su resentimiento co ntra el ministro y contra la República. Pero mucho más grave y decisivo fue el sigui ente golpe de Azaña, aconsejado por su gabinete negro: la supresión de la Academia G eneral Militar. Azaña, en su citado libro de 1918, había descalificado a las Academias militares españolas en términos muy duros. No era difícil pronosticar que uno de sus primeros ob jetivos iba a ser la Academia General Militar, que en la actual etapa era, además, una creación de la Dictadura, y caía dentro de la política general de la República sobr e destrucción de cualquier huella de la Dictadura. Así sucedió. El 26 de junio se anul aba la convocatoria para el próximo ingreso en la Academia General Militar, con lo que se infería un grave perjuicio al millar de alumnos que se habían preparado para ese ingreso. Esta disposición presagiaba ya la supresión de la Academia general, qu e se publicó en la prensa del 1 de julio, como Franco pudo comprobar en la prensa de Zaragoza que le llegó al campamento base de Canfranc, donde dirigía los ejercicio s de los alumnos. Un decreto del día anterior disolvía el Centro, por dos motivos fúti les: la nulidad del decreto dictatorial y lo desproporcionado de la Academia Genera l . La prensa de Zaragoza, incluido el diario liberal Heraldo de Aragón criticaba co n dureza la disposición de Azaña. En virtud del decreto el general director y los pr ofesores pasarían a fines de julio a la situación de disponibles forzosos, lo que si gnificaba en la práctica ver reducidos a la mitad sus emolumentos. La supresión de l a Academia General se interpretó como una venganza de Azaña contra la Dictadura y co ntra Franco, que se había atrevido a recordar su lealtad monárquica al desmentir la noticia de su nombramiento como alto comisario pero, sin descartar el factor per sonal creo que esa supresión respondía más a una cuestión de principio, el antimilitaris mo congénito del ministro de la Guerra. Franco devoró silenciosamente su frustración, decidió terminar normalmente las maniobras pirenaicas de la Academia y fijó la fecha del 14 de julio para la última entrega de despachos y su despedida a los alumnos. En ese día sucedieron además otras cosas. Se publicaba el nuevo decreto de Azaña en q ue se equiparaban las escalas de oficiales procedentes de las Academias con los que habían ascendido desde clases de tropa. En la jornada que se dedica en Francia a conmemorar la toma de la Bastilla, inicio teórico de la Revolución francesa de 17 89, escogida por el gobierno republicano deliberadamente, se inauguraban las pri meras Cortes de la República, nacidas de las elecciones generales celebradas en ju nio anterior. El hundimiento de la Monarquía había provocado el retraimiento general de los monárquicos; sólo figuraba en las nuevas Cortes un di putado declaradamente monárquico, que fue el conde de Romanones, más una cincuentena de diputados católicos de diversas tendencias, entre las que destacaba la minoría v

asco-navarra formada por la alianza de tradicionalistas y nacionalistas vascos. La mayoría absoluta estaba integrada por la coalición republicano-socialista, con 16 0 republicanos y 120 socialistas. Como reconoció en su momento el entonces jefe de l gobierno provisional de la República aquellas Cortes no representaban ni de lejo s a la realidad política española y habían surgido del vacío monárquico mucho más que de la realidad republicana. Con estas cifras, si recordamos que de esos diputados repu blicanos y socialistas 151 pertenecían a la Masonería se comprueba la veracidad de l o que Franco afirmaría sobre la mayoría masónica dentro del bloque dominante en las Co rtes Constituyentes de la República. Pero para Franco, los profesores y los alumnos de Zaragoza, la fecha del 14 d e julio se marcaría en sus vidas como el acto final de la Academia General Militar . Franco meditó a fondo sus palabras de clausura, que merecen la reproducción: Caballeros cadetes: Quisiera celebrar este acto de despedida con la solemnidad de años anteriores, en que a los acordes del himno nacional sacásemos por última vez nuestra bandera y, como ayer, besárais sus ricos tafetanes, recorriendo vuestros c uerpos el escalofrío de la emoción, turbándose vuestros ojos al conjuro de las glorias por ella encarnadas, pero la falta de bandera oficial limita nuestra fiesta en estos sentidos momentos en que, al hacerse eco de nuestra despedida, recibáis en l ección de moral militar mis últimos consejos. Apunta luego una de sus típicas imágenes barrocas para disimular su nostalgia el es plendoroso sol (de la Academia) se acerca ya al ocaso ofrece a España la satisfacción por los éxitos conseguidos, pasa revista a los métodos innovados y a los vicios dest errados y proclama, ante la amargura de la ocasión, la necesidad de la disciplina: ~Disciplina! Nunca bien definida y comprendida. ¡Disciplina! Que no encierra mérit o cuando la condición del mando nos es grata y llevadera. ¡Disciplina! Que reviste s u verdadero valor cuando el pensamiento aconseja lo contrario de lo que se nos m anda, cuando el corazón pugna por levantarse en íntima rebeldía o cuando la arbitrarie dad o el error van unidos a la acción del mando. Esta es la dis ciplina que os inculcamos. Esta es la disciplina que practicamos. Este es el ejemplo que os ofrecemos . Invoca después el servicio a la patria como suprema norma de conducta militar y exhorta a los cadetes al cuto del compañerismo, sólo subordinado al concepto del ho nor que no es exclusivo de un regimiento, arma o cuerpo, que es patrimonio del Ejérc ito para concluir No puedo deciros, como antes, que aquí dejáis vuestro solar, pues hoy desaparece, pero sí puedo aseguraros que, repartidos por España, lo lleváis en vuestros corazones y que en vuestra acción futura ponemos nuestras esperanzas e ilusiones que, cuando al correr de los años blanqueen vuestras sienes y vuestra competencia profesional os haga maestros, habréis de apreciar lo grande y elevado de nuestra actuación, ent onces vuestro recuerdo y sereno juicio ha de ser nuestra más preciada recompensa. Sintamos hoy, al despedirnos, la satisfacción del deber cumplido y unamos nuestros sentimientos y anhelos por la grandeza de la patria, gritando juntos: ¡ Viva España ! . Termina el acto, Franco ofrece un vino de honor y un almuerzo final a profeso res y alumnos tras el que todos le acompañan a su pabellón. Al día siguiente el Noticiero, diario católico de Zaragoza, comenta el discurso d e Franco con admiración pero el diario republicano Heraldo de Madrid critica acerb amente al general y a su discurso. Manuel Azaña no quiere comentarlo ante los peri odistas pero en la noche del 16 de julio anota en su diario: Alocución del general Franco a los cadetes de la Academia General con motivo de la conclusión del curso. Completamente desafecto al gobierno, reticentes ataques al mando, caso de desti tución inmediata si no cesara hoy en el mando. Le paso la alocución al asesor para q

ue vea si hay materia punible. Me entrega un informe escrito diciendo que (no) s e puede proceder en forma judicial, que cabe gubernativamente corregirlo 2. En la edición citada, seguramente por errata, se omite el no que he añadido entre paréntesis. El propio Franco me dijo en 1971 que faltaba ese no~~. De hecho el discurso no su scitó acción judicial alguna sino una simple reprensión privada que se incluyó en la hoj a de servicios de Franco. Sin embargo Azaña vuelve varias veces en sus memorias 1 Revista de Historia militar, 40(1976)335s. 2Azaña, Obras, IV, p. 33. sobre Franco. La figura del genera le obsesionaba. El 20 de julio Azaña recibe a Sanjurjo y hablan de Franco, a quien Sanjurjo defiende; además de la alocución sobr e la que Sanjurjo dice haberle escrito Azaña reconoce que Franco está molesto por los ascensos (es decir por su descenso en el escalafón). El 22 de julio Azaña anota que ha firmado la reprensión para el general Franco: Por orden manuscrita del 22 de julio de 1931, dirigida al general jefe de la ~ a división orgánica, se le manifiesta, para conocimiento del general a que se contra e esta hoja de servicios, el desagrado producido por la alocución pronunciada el día 14 del mismo mes con motivo de la despedida de los cadetes, en cuya alocución se formaron juicios y consideraciones que, aunque de forma encubierta y al amparo d e motivos sentimentales, envuelven una censura para determinadas medidas del gob ierno y revelan poco respeto a la disciplina, y que en lo sucesivo se abstenga d e manifestaciones semejantes y atempere su conducta a las elementales exigencias de la disciplina, de que se ha hecho caso omiso en la repetida alocución, debiend o hacerse constar esta orden ministerial en la documentación personal del interesa do para que surta los debidos y oportunos efectos . Azaña se equivocaba al calificar de indisciplina un discurso pronunciado en exaltación, precisamente, de la discip lina. Era verdad que Franco manifestaba sus sentimientos íntimos, pero también los r efrenaba por su sentido de la disciplina. En todo caso era la primera notación neg ativa en su larga hoja de servicios personales a la Patria y Franco, cuando tuvo poder para ello, no ordenó suprimirla en esa hoja de servicios; consideró su alocuc ión y la reprensión gubernamental de Azaña como algo muy positivo para él. Azaña, desde entonces, sospechaba de Franco a la menor ocasión. Ante rumores sobr e movimientos militares comenta para sí mismo: Franco es el más temible . Franco es el úni co temible . El exdirector de la Academia General, una vez que se ha quedado solo en ella, supervisa las obras ya contratadas de un frontón para los cadetes, y a fi n de julio hace entrega del centro y se dirige a Oviedo en calidad de disponible forzoso. Está completamente seguro de que se ha cometido contra él una terrible inj usticia, por su rebaja en el escalafón, el recorte grave de sus haberes y la supre sión de la Academia General. El disgusto es tan vivo que, como ya hemos indicado, cambia su propio carácter, que deja de ser expansivo y se vuelve reservado y retraíd o. El 14 de agosto viaja a Madrid y acude a consultar con el subsecretario del M inisterio sobre su destino. El subsecretario le aconseja que pida audiencia al m inistro para presentarse, como era reglamentario. Así es como el 21 de agosto de 1 931 Franco y Azaña se encuentran cara a cara, por segunda vez; Azaña recuerda que Franco se había presentado brevemente ante él a poc o de proclamarse la República. FRANCO NO INTERVIENE EN EL PRONUNCIAMIENTO DE SANJURJO Azaña registra con sumo interés la entrevista. Dice que recibió muy bien a Franco c on evidentes deseos de congraciarse con él. Repite, sin acritud, su disconformidad con la alocución de la Academia, que Franco intenta explicarle. Le aconsejo que no se deje traer y llevar por sus amigos y admiradores , lo que supone por parte de Azaña un reconocimiento de las amplias relaciones de Franco en el Ejército y en la s ociedad. Defiende a la Academia General. Azaña le deja entender que podría contar en el futuro con sus servicios y Franco le reprocha que el gobierno le ha puesto v igilancia de vista; Azaña ordenará que se la quiten. Azaña recordó a Franco el mal ejemp lo de su hermano y la entrevista terminó cordialmente. Cuando Franco estaba en el

Ministerio de la Guerra para esta presentación, vio allí al general Goded y al coron el Varela, que estaban con Sanjurjo. Habló brevemente con los tres (a quienes se a grega Millán Astray) y al despedirse se quedó un rato a solas con Sanjurjo, que le i nvita a un almuerzo con Varela. Franco atribuye a los dos generales Sanjurjo y Go ded una conspiración contra la República en fecha tan temprana; con toda probabilidad ese almuerzo se celebró el 21 de agosto (o en fecha inmediata). Los generales est aban disconformes con la política que seguía el gobierno contra el Ejército y contra l a Iglesia. Le contesté reveló mucho después Franco- que no se contara conmigo para ningu na clase de sublevación militar porque la República se había implantado por la renunci a y la marcha del Rey al verse éste falto del apoyo de la Guardia Civil y del Ejérci to, además de la defección de las fuerzas políticas monárquicas . Sanjurjo respetaba la po sición de Franco pero señalaba el grave peligro que representaba la actuación del gobi erno y en especial la de Azaña. Y recuerda Franco que siempre que venía a Madrid en aquella época corrían rumores sobre su participación en algún complot contra la República, pero jamás estuvo en su ánimo sublevarse hasta que la República cayó en peligro real de entregarse al comunismo en julio de 1936 . Estas importantes revelaciones de Franco corresponden a su conversación con Fra nco Salgado el 27 de marzo de 1967; Franco Salgado señala una fecha de 1 Ver M.Azaña, Obras IV, p. 35, 39,46,83. F. Franco Salgado, Mis conversaciones ..., op. cit., p. 451,499. diciembre de 1931 que creo errónea, porque no consta visita alguna de Franco en Madrid en torno a esa fecha. Por las circunstancias del testimonio, éste se refie re sin duda a la fecha de la presentación de Franco al ministro de la Guerra, el c ontacto con Sanjurjo es, por tanto, de agosto de 1931 y sorprende que los genera les citados ya estuvieran tramando contactos conspiratorios en fecha tan tempran a pero es que la indignación general por la actitud de la República y especialmente de Azaña ante el Ejército y la Iglesia provocaba ya graves repulsas fuera del campo republicano. Ya hemos señalado los aspectos agresivos de la reforma militar. No me nos clara era la actuación de la República contra la Iglesia católica, que había acatado expresamente al nuevo régimen, hasta el punto que el propio Nuncio, monseñor Federi co Tedeschini, conservó su puesto en Madrid porque había mantenido conversaciones mu y satisfactorias con los miembros católicos del comité revolucionario, hecho sabido por el que algunos políticos monárquicos le acusaron después de haber conspirado contr a la Monarquía. Pese a todo ello la República asumió desde los primero momentos una ac titud hostil contra la Iglesia católica. Las diversas medidas en este sentido se c oncretaron en dos hechos patentes. Primero la política sectaria emprendida por la dirección general de enseñanza primaria a cargo del socialista y masón Rodolfo Llopis, que expresó una consigna clara, inspirada expresamente en los métodos de la Unión Sov iética: Hay que apoderarse del alma de los niños . Y segundo la célebre quema de convento s en Madrid, que estalló con pretextos absurdos el 11 de mayo, antes de un mes de República, cuando grupos radicales prendieron fuego a una docena de iglesias, cole gios y conventos en Madrid, que se reprodujeron inmediatamente en otros puntos d e España, con pérdida de edificios y valiosas obras de arte y cultura. Reunido el go bierno provisional se abstuvo de intervenir con eficacia, responsabilidad que un o de sus miembros, Miguel Maura, atribuye personalmente a Manuel Azaña y su famosa frase: Todos los conventos de España no valen la uña de un republicano . Los incendios de mayo marcaron ya la implacable hostilidad de la República contra la Iglesia; l a persecución religiosa a que la Iglesia respondería inmediatamente con el espíritu de cruzada. A lo largo del verano y el otoño de 1931 las Cortes Constituyentes debatieron e l proyecto de Constitución, que sería aprobado en diciembre de ese mismo año. Durante la discusión Manuel Azaña se reveló como el político fundamental del nuevo régimen, sobre todo por imponer su arbitraje en dos asuntos primordiales: el artículo sobre la libertad de cultos y el que admitía la creación de regiones au tónomas, entre las que Cataluña sería la primera en obtener su Estatuto. El artículo con tra la Iglesia católica porque eso fue se concibió de forma agresiva. La República incluía en el texto constitucional la prohibición de una orden religiosa,

la Compañía de Jesús, por el absurdo pretexto de que sus miembros están sometidos por v oto especial a una autoridad extranjera, es decir la Santa Sede. La disposición co nstitucional sobre la Iglesia respondía al espfritu secularizador de la Masonería y provocó la dimisión del presidente del gobierno Alcalá Zamora y el ministro Miguel Mau ra, pero don Niceto no tuvo empacho alguno en aceptar en diciembre, con esa Cons titución, la presidencia de la República. Pocos años después publicaría el más duro alegato contra esa misma Constitución, a la que acusaba, sobre todo, de no ser representat iva. Tenía toda la razón. No se había pensado para todos los españoles sino expresamente contra una gran masa de españoles, por lo menos la mitad de la nación. Era una Cons titución para los republicanos, no para los ciudadanos. Estaba condenada a muerte y se convirtió en una auténtica llamada a la guerra civil. En julio de 1931, casi sin publicidad, los grupos anarquistas de la FAI tomar on el control del más numeroso sindicato español, la CNT y se consideraron enteramen te ajenos a la República, contra la que desencadenaron inmediatamente una oleada d e huelgas y disturbios que se convirtió entre 1931 y 1936 en el cáncer de la República . Al asumir la presidencia don Niceto Alcalá Zamora el 10 de diciembre de 1931 enc argó la formación del primer gobierno constitucional a don Manuel Azaña, quien excluyó d e él al partido más numeroso entre los republicanos, el partido radical de don Aleja ndro Lerroux, que asumía comportamientos de centro-derecha en lo económico y social y contaba con muchos partidarios entre las Fuerzas Armadas. A fines de 1931 la g uerra del anarquismo contra la Republica provocó graves disturbios en la localidad extremeña de Castilblanco, en el que grupos de campesinos anárquicos, aunque de mil itancia socialista, asesinaron y mutilaron a los guardias civiles que intentaban reprimir un motín. Pocos días después los guardias civiles de Arnedo, una industriosa villa de la Rioja, mataban en una represión semejante a algunos revoltosos amotin ados. El general Sanjurjo, director general de la Guardia Civil, se había permitid o expresar unas sinceras manifestaciones contra el salvajismo de los amotinados por lo que Azaña le destituyó y le trasladó a la dirección general de Carabineros. Así se hizo necesaria una combinación de mandos militares en la que Azaña designó a Franco pa ra un destino que le era especialmente grato; el gobierno militar de La Coruña, qu e llevaba anejo el mando de la 15 brigada de Infantería. Con ello Azaña evitó, además, q ue por la prolongación de su situación de disponible Franco pasara definitivamente a la reserva. Estaba clara con este destino la voluntad de Azaña de congraciarse co n Franco, ya manifestada en la entrevista que los dos mantuvieron el pasado mes de agosto. El 21 de febrero el diario La Voz de Galicia saludaba así al nuevo destino de Franco: Un caudillo d el Tercio. Como era su costumbre Franco se dedica inmediatamente a poner a punto los dos regimientos que formaban su brigada, el número 8 de guarnición en La Coruña y el número 12, con un batallón en Lugo y otro en Orense. El 5 de marzo de 1932, en el mayor de los secretos que sólo ha sido desvelado p or su propia confesión, el presidente del gobierno don Manuel Azaña ingresa en la Ma sonería dentro de la logia sita en la calle de Príncipe 12, de Madrid, perteneciente al Gran Oriente de España. La referencia facilitada por el propio Azaña consta en e l tomo IV de sus obras, bajo la fecha indicada. Azaña muestra su disgusto por los ridículos rituales de su iniciación y dice que sintió tentaciones de irse. Pero no se fue. Quería contrarrestar el influjo político de su rival, el masón Lerroux, pero lo i mportante es que desde aquel momento se identificaba expresamente con el permane nte ideal secularizador de la Masonería, que es la principal característica de la se cta desde el siglo XVIII al XXI. Sin embargo en el momento y el período de su inic iación nadie, fuera de los estrictos cfrculos masónicos, supo la noticia. Si el general Sanjurjo ya había iniciado su conspiración contra la República y especialmente contra Azaña en agosto de 1931, nada tiene de extraño que, tras su fulminante destitución por Azaña por los sucesos de Castilblanco y Ame-do tratase de concretar y articular más ese proyecto. Y eso que Azaña no trataba con mucha compre nsión las insurrecciones anarquistas: cuando en enero de 1932 conoció la rebelión de l a FAI en el valle del Llobregat ordenó al jefe de la división orgánica de Cataluña, gene ral Batet, que entre la llegada de las fuerzas y el fin de la revuelta no transc

urriesen más de quince minutos. Ahora sabemos que para su pronunciamiento el gener al Sanjurjo quería contar con Franco; se entrevistó con él dos veces en 1932, antes de dar el grito en Sevilla. El primer encuentro, rigurosamente secreto, tuvo lugar en marzo de 1932 con m otivo de una visita de Franco a Madrid para elegir caballo según le permitían los regl amentos. El testimonio proviene de don Pedro Sainz Rodríguez, que fue precisamente quien urdió el encuentro. El general, acompañado por su pariente Franco Salgado, qu e había vuelto a ser su ayudante para el destino en La Coruña, se alojaba en el hote l Alfonso XIII de la Gran Vía. Desde que Azaña, además de ministro de la Guerra, era j efe del gobierno, los mandos militares que venían a Madrid no se tenían que presenta r personalmente, les bastaba con firmar en el ministerio. El original despacho que utilizaba Sanjurjo para su conspiración er a un antepalco en el teatro de la Comedia, cuyas cortinas se cerraban para evita r miradas indiscretas. No disponemos aún de un estudio completo sobre el pronuncia miento de Sanjurjo pero conocemos con bastante aproximación los motivos. Sanjurjo recibía numerosas presiones militares para que se pronunciase contra Azaña, por la p olítica antimílitar y anticatólica del presidente del gobierno. En la primavera de 193 2 el Congreso estaba preparando dos leyes que sembraban la alarma entre los elem entos militares y conservadores: la reforma agraria y el Estatuto de Cataluña, som etidas a una intensa campaña de propaganda adversa dentro y fuera del Parlamento. Por otra parte las derechas, pese a su escasa entidad parlamentaria de entonces, se estaban reorganizando activamente en dos agrupaciones: la de los católicos, qu e desembocaría en la Confederación Española de Derechas Autónomas, la CEDA; y la de los monárquicos, menos numerosa pero muy influyente por la calidad de sus miembros, qu e se unirían en el partido llamado de Renovación Española. Algunos jefes y oficiales t rataban ya de suscitar adhesiones para un movimiento subversivo en el Ejército, qu e se concretaría pronto en la Unión Militar Española o UME. La conspiración de Sanjurjo incluía expresamente al Partido Radical de don Alejandro Lerroux, excluido arbitra riamente por Azaña pese a que poseía el máximo número de diputados entre los grupos repu blicanos; y a una incipiente coordinación en varias guarniciones, encomendada al t eniente coronel Valentín Galarza, destinado en el ministerio de la Guerra y muy co nocedor del personal militar. Sanjurjo concitaba numerosas adhesiones personales en el Ejército y en la Guardia Civil, a la que había defendido con motivo de las re cientes agresiones sufridas por el Cuerpo. Sanjurjo pidió al profesor Sainz Rodríguez en el antepalco de la Comedia que le g estionase una entrevista con Franco. El profesor citó al general en el café Baviera de la calle de Acalá, cruzaron al Círculo de Bellas Artes y a través del edificio sali eron a una calle particular donde el marqués de Seijas esperaba al volante de un a utomóvil. Llevaron a Franco al restaurante Camorra en la Cuesta de las Perdices, d onde tuvo lugar la entrevista con Sanjurjo en un reservado, y en presencia del p rofesor. Sanjurjo dijo a Franco que era necesario cambiar la dirección de la Repúbli ca como se cambia la gerencia de una sociedad que no funciona . Franco no prometió na da: No le prometo a usted sumarme a ese movimiento, veré lo que puedo hacer según las circunstancias. Lo que sí le prometo desde hoy y le doy mi palabra de honor es qu e si el gobierno organiza una expedición represiva yo no colaboraré y haré lo posible para que no vaya nadie . Sainz Rodríguez añade que luego tuvo que defender muchas veces a Franco ante las críticas de quie nes le acusaban de no haber colaborado en el golpe de Sanjurjo; porque no le había prometido tal colaboración . Lo que tampoco hizo Franco fue denunciar al gobierno el proyecto de Sanjurjo; ello era impensable dada la compenetración entre los dos desde los tiempos de Áfric a. Franco continuó su tranquila vida de guarnición en La Coruña y se indignó, como casi todo el Ejército, por las imprudentes declaraciones del ministro radical-socialist a Alvaro de Albornoz en sentido abiertamente antimilitarista. Poco después, el 27 de junio, se produce un grave incidente militar en el campamento de Carabanchel. Tropas de la guarnición de Madrid habían marchado esa mañana hacia los acuartelamient os de Carabanchel para celebrar con los cadetes de las diversas Academias milita

res el final de unos ejercicios. Al término del banquete de clausura el jefe del E stado Mayor Central, general Goded, dio un Viva España y nada más que equivalía a omitir un viva a la Republica. Con ese pretexto el teniente coronel Mangada, ferviente republicano, se quitó la guerrera y la pisoteó. Azaña, presionado por sus correligion arios, destituyó a los tres generales implicados, Caballero, el jefe de la División, Villegas, y Goded. Esto da alientos a la conspiración de Sanjurjo, a quien se apr oximan republicanos moderados como Lerroux y Melquiades Alvarez. En circunstanci as tan críticas Lerroux tiene la ocurrencia de pronunciar en Zaragoza un discurso muy beligerante en el que asegura que, cuando llegue al gobierno, restauraría la A cademia General Militar con el general Franco a la cabeza. Azaña registra el suces o con indignación, estupor y temor. Llega a confesar en su diario haber sufrido un a pesadilla que le dejó varias horas sin dormir, en la que creía tener delante a Fra nco y la Academia General Militar2. El 13 de julio de 1932 la prensa gallega informa sobre la llegada del general Sanjurjo, a quien su cargo de director general de Carabineros permitía completa m ovilidad, a La Coruña. Almuerza con Franco, que esa misma noche interviene en una concurrido tertulia organizada por Sanjurjo en un café de la ciudad. No tenemos la menor referencia sobre una posible conversación reservada de Sanjurjo con Franco, que resultaría inevitable pero en todo caso Franco siguió sin comprometerse. El mar qués del Rif mantenía muchas adhesiones en el Ejérciyo y en la Guardia Civil pero su c onspiración 1 P. Sainz Rodríguez, Testimonio... op. cit. p. 376ss. 2 M. Azaña, Memorias, en O bras IV, entrada del 12 de julio de 1932 p. 434.Cons piración de Sanjurjo en N. Alcalá Zamora, Memorias, p. 228s. no estaba organizada, ni bien ni mal. Algunos militares Franco no le habían prome tido su concurso, y pensaba que los políticos republicanos moderados se sumarían a s u intentona en caso de triunfo; contaba también con la adhesión de elementos monárquic os que conspiraban desordenadamente. Sin embargo se lanzó a la aventura el 10 de a gosto de 1932 con preparación insuficiente y conexiones mal aseguradas. Sanjurjo confiaba en su éxito en Sevilla y en Madrid. Quiso confirmarlo persona lmente en Sevilla, donde se pronunció a las cuatro de la madrugada de ese día. La ad hesión de la Guardia Civil de Sevilla fue unánime y decisiva; se le sumaron, tras ci ertas vacilaciones, las fuerzas militares de la guarnición y numerosos elementos c iviles. Manuel Azaña, en el Ministerio de la Guerra junto a la Cibeles, poseía buena información revelada por la amante de uno de los capitanes comprometidos y había en cargado al director general de Seguridad, Arturo Menéndez, que concentrase efectiv os de la Guardia Civil y la Guardia de Asalto policía armada de ámbito urbano creada por la República en la plaza de la Cibeles, después de ordenár el refuerzo de la guardi a en el ministerio de la Guerra. Algunas unidades comprometidas el cuartel de la Remonta en Madrid y algunas fuerzas en Alcalá de Henares no salieron o retrocediero n a poco de salir. La fuerza subversiva principal que actuó en Madrid estaba forma da casi exclusivamente por militares retirados y contrarios a las leyes de Azaña q ue, en su mayoría de paisano, confluyeron sobre el paseo de Recoletos desde alguna s calles adyacentes, intentaron tomar el edificio de Correos y se entregaron cua ndo la Guardia Civil se lo intimó. El pronunciamiento podía darse por fracasado en M adrid a las nueve de la mañana. Sanjurjo era dueño de Sevilla pero al comprobar que su intentona fracasaba en el resto de España trató de refugiarse en Portugal y acabó p or ser detenido en Huelva. Siempre se ha dicho que se entregó a la Guardia Civil p ero el testimonio fehaciente de don Francisco Alcalde Gómez, que ha investigado en los archivos de la Policía en Huelva demuestra que Sanjurjo fue detenido en un co ntrol de carretera montado frente a la venta La Horida a las cinco y media de la madrugada siguiente al pronunciamiento. Al entrar y salir, detenido, del gobier no civil, sufrió dos violenta agresiones por parte de elementos extremistas (Carta al autor, 18 de junio 1997).

Manuel Azaña, que relata los hechos del diez de agosto con tono triunfalista, e staba sumamente preocupado por la posible actitud de Franco a favor de Sanjurjo. Llamó al jefe de la división orgánica de Galicia para comprobarlo y se llevó una grata sorpresa cuando le contestó personalmente Franco, que se encargaba del mando en au sencia del jefe de la división y manifestó a Azaña que no había novedad alguna en Galicia. La prensa de izquierdas de Madrid acusó al día siguiente a Franco de hab er participado en el pronunciamiento pero el rumor fue desmentido inmediatamente como falso. Azaña pensó que había vencido definitivamente en su confrontación con el Ejér cito y por eso durante la primavera de 1936 su actitud y la de los gobiernos que le obedecían fue enteramente pasiva. El general Sanjurjo compareció ante un consejo de guerra que le condenó a muerte pero el presidente de la Republica le concedió el indulto a propuesta del propio Azaña, que lo explicó con unas nobles palabras: Algui en tiene que empezar en este país a no fusilar. Empezaré yo . Por información directa de Franco pude saber que cuando Franco visitó a Sanjurjo antes del consejo de guerra el marqués del Rif le pidió que le defendiese. No puedo hacerlo fue la dura respuesta de Franco. Usted, al haber fracasado, se ha ganado el de recho a morir . Para Franco un militar que se subleva no tiene más camino que la vic toria para evitar la muerte. Aplicaría conscientemente esa doctrina al sublevarse en Canarias el 18 de julio de 1936; y al negarse con fuerza a hacerlo antes, en 193 1/1932, en 1934 y en 1935, como en su momento veremos. Las consecuencias del pronunciamiento del 10 de agosto de 1932 fueron fulmina ntes, pero la República y Azaña aplicaron su victoria a dar, en buena parte, palos d e ciego. Sanjurjo, indultado, fue enviado como preso común al penal del Dueso, en Santoña, donde por su campechanía se ganó a los demás reclusos mientras que los enemigos de Azaña y de la Republica aprovecharon esa reclusión para presentar al marqués del R if, artífice principal de la victoria de España en África, como un perseguido por la R epública y poco a poco se decidieron a que, en una futura conspiración mejor organiz ada, el general Sanjurjo sería jefe indiscutible, como en efecto sucedió. La venganz a política de la República fue acelerar las hasta entonces atascadas deliberaciones sobre las dos leyes tan controvertidas, la de Reforma Agraria y la del Estatuto de Cataluña, que resultaron aprobadas sin obstáculos el 9 de septiembre de 1932. Muc has personas, sobre todo de la derecha monárquica, sufrieron injusta prisión por hab er participado en la revuelta, aunque no lo habían hecho, como sucedió al padre del autor de este libro. El castigo principal recayó sobre la alta nobleza terratenien te, que perdió sus latifundios por confiscación sin que tampoco se demostrase su int ervención en la sanjurjada . Fue disuelto el Tercio de la Guardia Civil de 1 Testimonios de Azaña sobre el 10 de agosto en las Memorias íntimas de Azaña edita das por J. Arrarás en 1939 y confirmadas al editarse completas en 1998, una vez devuelto al Estado por la duquesa de Franco el cuademo original sustraído a Cipriano Rivas Cherif durante la guerra cuvul. Los datos sobre la conspiración militar monárquica en JA. Ansaldo, ¿Para qué?. Buenos Ai res, ed, vasca E ín, 1951. Sevilla. Quedaron degradadas las direcciones generales de la Guardia Civil y Carabineros, rebajadas a Inspecciones generales. Azaña giró una visita presidencial a Galicia el 17 de septiembre y como es natural el general Franco formó parte del conjunto de autoridades que le recibieron y acompañaron en los actos oficiales, si bien, con su esposa, excusó su asistencia a los actos sociales. En un discurso pr onunciado intencionadamente en presencia de Franco, Manuel Azaña recordó la firmeza absoluta de la Republica y la insensatez de quienes tratasen de alzarse contra e lla. El Estatuto de Cataluña satisfizo a los catalanistas de la época, pero su grado d e autonomía era muy inferior al que actualmente rige en Cataluña. La Ley para la Ref orma Agraria resultó un fracaso palmario; la superficie reformada apenas rebasó las ci en mil hectáreas y los asentamientos del primer bienio republicano apenas afectaro n a cuatro mil familias. Ni don Niceto Alcalá Zamora ni don Manuel Azaña tenían un ápice

de revolucionarios. FRANCO EN MALLORCA EL AÑO DE HITLER El fracaso del pronunciamiento del diez de agosto de 1932 consolidó aparentemen te a la República y especialmente a Manuel Azaña, que se consideraba el gran vencedo r. Pero también sirvió de acicate para la reorganización del centro-derecha en España, c arente de una representación parlamentaria correspondiente a su entidad política rea l. Excluido torpemente por Azaña del poder, el Partido Radical de Alejandro Lerrou x, que era el más importante entre los republicanos, se constituyó como fuerza de ce ntro, dispuesta a una alianza con el nuevo partido de la derecha católica, fomenta do discretamente por la Iglesia y dirigido por el joven catedrático y diputado por Salamanca, don José María Gil Ribles, que se reveló muy pronto como un gran parlament ario y un organizador de eficacia sobresaliente. A fines de 1932 surgió con vigor el movimiento de la nueva derecha monárquica, en torno a la revista política Acción Es pañola cuya figura principal era Ramiro de Maeztu, un escritor cultísimo de la gener ación del 98, que se había relacionado profundamente en Londres con la Sociedad Fabi ana pero después evolucionó a las ideas conservadoras y había colaborado con la que ll amaba Monarquía militar de Primo de Rivera. Acción Española era el frente cultural de la nueva derecha monárquica, que se agrupó al comenzar el año 1933 en un frente político, el partido Renovación Española e inspiraba a un frente militar, la Unión Militar Española (UME) a la que se adhirió un cierto número de jefes y oficiale s monárquicos de todas las guarniciones . Los tres frentes coincidían en su carácter de conspiratorios contra la República. Su influencia fue muy superior al número de sus componentes. El teniente coronel Valentín Galarza pertenecía a la UME y efectuaba el enlace entre los jefes y oficiales adscritos a ella con los generales adversos a la República. La aparición formal de Renovación Española se retrasó hasta principios del año 1933, casi a la vez que la CEDA, el gran partido de la derecha católica integra do por la alianza de Acción Popular (el partido de Gil Robles desde 1931) y la Der echa regional Valenciana, cuyo dirigente era Luis Lucia. La CEDA acataba a la Re pública pero Gil Robles y casi todos sus miembros eran monárquicos. Nada tenían que ve r con los partidos de la antigua Monarquía, sepultados entre las ruinas del régimen fenecido. Contaban con el primer periódico de España, El Debate. Su inspirador era e l presidente de la Asociación de Propagandistas don Ángel Herrera Oria, hombre del V aticano en España que se movía en estrecho contacto con la Nunciatura. En realidad l a CEDA era el gran partido católico, vertebrado por la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, que mostraba un carácter más posibilista que la intransigente Renov ación Española cuyo diario insignia era el ABC de los Luca de Tena. Manuel Azaña, que se creía asentado en el Olimpo de la política desde el 10 de agos to de 1932, sufrió una gradual y estrepitosa caída a lo largo de 1933. No se olvide que a fines de enero de ese año subía al poder como canciller de Alemania Adolfo Hit ler, con el apoyo del partido católico Zentrum dirigido por Franz von Papen y la d evoción incondicional de su propio partido nacional-socialista, que arrastraba a u na buena parte de la juventud alemana y de numerosos alemanes afectos al naciona lismo germánico tradicional. Hitler se declaraba discípulo de Benito Mussolini por l o que debe considerarse abiertamente como fascista; era un idólatra del Estado en la línea de la derecha hegeliana (aunque Mussolini conocía mejor a Hegel) y estaba p oseído por una convicción mesiánica y totalitaria que había expresado en su libro de la década anterior Mein Kampf cuyas tres ideas-fuerza, como se decía entonces son, prim ero la supremacía absoluta del pueblo alemán como supremo exponente de la raza aria, es decir el racismo absoluto; segunda, el espacio vital de la Gran Alemania, qu e debería unificar a todos los territorios de Europa habitados por germanos, 1 Esta vinculación de los tres movimientos monárquicos se prueba por el testimoni o directo de un miembro de Acción Española, José Gutiérrez Rayé, en su librito Antonio Goi coechea, Madrid,s.d.(1962) Gráficas Yagüe. empezando por la Marca Oriental (Austria), luego los Sudetes de Checoslovaqui a y las demás minofias germánicas de la Europa oriental; y tercero la extinción de los judíos, pueblo maldito que con su monopolio de las finanzas y de las profesiones

liberales ahogaba le evolución imparable del gran pueblo alemán. El nacionalismo exa cerbado, el expansionismo territorial y el antisemitismo, claves del credo de Hi tler, era sin embargo compartidos por grandes sectores de la sociedad alemana de sde principios del siglo XIX, con raíces en épocas anteriores. Precisamente en 1933 Mi lucha de Hitler apareció en cuidada traducción y edición española y fue lectura oblig ada entre todos cuantos se interesaban por la política europea. Me consta de dos d e esos lectores: mi abuelo Juan de la Cierva y el general Franco cuando estaba e n Mallorca. Atribuir a cualquiera de los dos inclinaciones hitlerianas es un abs urdo sarcasmo. De mi abuelo no lo ha dicho nadie; de Franco se ha repetido mucho pero quien más ha insistido ha sido mi amigo Luis María Anson, fascinado por Paul P reston y absolutamente equivocado como él. Ni una sola característica de Hitler comp ete a Franco, no caben dos personalidades políticas más dispares. El año de Hitler empezó muy mal para Manuel Azaña, cuyo reformismo político fue devor ado en ese año (como en el siguiente y en el de 1936) por el terrorismo revolucion ario convertido ya, según hemos adelantado, en cáncer de la República. El 8 de enero d e 1933 explotó el cinturón industrial de Barcelona y los días 16 y 17 del mismo mes un clan anarquista campesino inició la tragedia de Casas Viejas, un pueblo gaditano donde los amotinados intentaron acabar con la casa cuartel de la Guardia Civil y ante las terminantes órdenes del gobierno los guardias civiles y una sección de la Guardia de Asalto reprimieron con extrema dureza la intentona pero no fue sufici ente. Los rebeldes se habían refugiado en la choza de su líder, apodado el Seisdedos y habían capturado a un guardia de Asalto que se había ofrecido como mediador. Llegó un contingente mayor de fuerzas del orden armadas con ametralladoras y bombas de m ano y al ver que los anarquistas no se rendían acabaron con ellos en dos fases; in cendiando la choza y fusilando a los doce que salieron de ella. Toda España se conmovió por la represión y la tragedia. El jefe de la fuerza confir mó, en declaraciones públicas, que la orden de tiros a la barriga había venido del propi o Azaña. El hecho inspiró un libro terrible al gran escritor republicano Ramón J. Send er Viaje a la aldea del crimen. El dirigente del Partido Radical y gran maestre del Gran Oriente de España, don Diego Martínez Barrio, denunció en las Cortes al gobie rno Azaña como el del fango, la sangre y las lágri mas. Azaña, políticamente responsable aunque no bien informado por sus propias fu erzas del orden, cometió el 2 de febrero uno de sus peores errores parlamentarios al afirmar taxativamente. En Casas Viejas sucedió lo que tenía que suceder . Desde aque l momento estaba políticamente condenado y las derechas habían encontrado por fin un filón para destruirle. Lo hicieron a conciencia.

El 28 de enero de 1933, en medio del tole tole sobre Casas Viajas, Azaña prosig ue su reforma militar con su decreto sobre congelados . Esta disposición concreta y c onsuma la que ya hemos citado entre las primeras medidas de 1931; ahora es cuand o se produce la fatídica corrida de escalas que lleva a Franco del puesto 1 en la escalilla de los generales de brigada al puesto 15 lo cual significaba que, de c ontinuar la política militar de la República en el mismo sentido, la carrera militar de Franco había terminado. Esa política varió de sentido; pero en enero de 1933, pese a Casas Viejas, nadie podía preverlo. El efecto de esa disposición fue tan demoledo r en la mente de Franco que confesó años después a su biógrafo Joaquín Arrarás: Expone a sus timos sus inquietudes y les dice su propósito de retirarse del Ejército para hacerse político . Cuando Franco leyó esto en mis apuntes de 1972 hizo un gesto incrédulo pero cuando le mostré la fuente aceptó esa versión; había experimentado su primera tentación po lítica. Por otra parte y utilizando los entresijos de sus propias disposiciones el ministro de la Guerra distribuyó casi todos los ascensos importantes de la época en tre jefes y generales que le eran afectos, con lo que sembró nuevas y peligrosas d ivisiones en la cumbre del Ejército; casi todos los ascendidos combatieron en 1936 contra Franco en el Ejército del Frente Popular. Manuel Azaña, sin embargo, no sola mente no trata de vejar a Franco sino que a mediados de febrero de 1933 le trasl ada a un puesto mucho más importante y en plaza de superior categoría: la comandanci a general de Baleares, que habitualmente debía desempeñarse por un general de división . Hasta ese momento se encargaba de ella un general de división absolutamente fiel

a la República, Núñez de Prado. Cuando termina su destino en la Coruña Franco envía a la revista militar África, la única de ese género que sobrevive a las reformas de Azaña, el último de sus artículos firmados, con el título Ruud bale , en el que demuestra palpa blemente que mantiene una excelente información sobre los asuntos internos del pro tectorado español y advierte el peligro de insurrecciones indígenas alentadas por re cientes brotes de nacionalismo e islamismo exacerbado, que pueden resultar pelig rosos ante el insuficiente encuadramiento y armamento de las unidades militares españolas en la zona, que expone con todo detalle. El 18 de febrero el periódico de Palma de Mallor ca La Almudaina anuncia el nombramiento de Franco para la Comandancia General de Baleares, junto a una biografía en la que destaca su temprano amor al estudio Fr anco hace su presentación ante el presidente del gobierno obligada ante la categoría del puesto que va a desempeñar y esa noche Azaña anota que el general está muy molesto por la corrida de escalas, aunque no han hablado de ello. Manuel Azaña y el presidente de la República Niceto Alcalá Zamora estaban entonces muy preocupados por la defensa de las Baleares frente a posibles proyectos expan sionistas de la Italia fascista en el Mediterráneo occidental. Las islas, de una i mportancia estratégica evidente, estaban mal fortificadas y artilladas. El nombram iento de Franco se debe a que Azaña tiene suma confianza en la competencia del nue vo comandante general para esa misión. Muy pronto dará muestras precisas de ella. Ha sta su antibiógrafo Luis Ramírez reconoce que Franco se consagra plenamente a su traba jo en las islas, las recorre infatigablemente, traza constantemente esquemas y p lanos de defensa. Le queda tiempo para la lectura de trabajos y libros sobre act ualidad política; entre los más famosos de 1932 y 1933 figuran dos libros de Ernesto Giménez Caballero, un escritor especializado en las vanguardias desde mediados de los años veinte y fascinado después por la experiencia fascista de Mussolini en Ita lia, sobre la que disertó en Genio de España y en La nueva catolicidad, donde se pro pone a Franco como futuro conductor . Este singular personaje, soñador y comprensivo , se había entusiasmado también con Manuel Azaña que no le hizo el menor caso; Franco le apreciaba y no se olvidó de él. Precisamente en sus afanes por procurarse documen tación de primera mano sobre defensa de costas Franco pidió al agregado militar en P arís, teniente coronel Ungría, que le enviase documentación y bibliografía reciente sobr e el problema. Ungría consultó con dos de sus amigos entonces residentes en París, el teniente coronel Antonio Barroso (que ampliaba estudios en la Ecole de Guerre) y el joven teniente de navío Luis Carrero Blanco, que estaba en comisión de servicio en el mismo centro. Barroso y Carrero investigan en el prestigioso centro superi or de las fuerzas armadas francesas y el teniente de navío, al comprobar que sólo ex isten fuentes dispersas, se dedica a estudiar a fondo el problema y envía a Franco , a través del agregado militar, un estudio sumamente completo y documentado cuya copia me enseñó el ya almirante Carrero junto con una carta de Franco encabezada así: M i querido amigo y compañero . 1 E. Giménez Caballero Memorias de un dictador Barcelona, Planeta, 1979 p. 89. Franco, como sabemos, había conocido a Carrero Blanco en 1925 pero no se acorda ba. En cambio con motivo de este contacto de 1933 no olvidaría nunca a sus tres co laboradores de París, con quienes volvería a entrar en contacto, para altos destinos , durante la guerra civil . Franco recordaba mucho después que Azaña le había impuesto en Mallorca sucesivament e a dos jefes de Estado Mayor pertenecientes a la Masonería; los tenientes coronel es Redondo y Garrido de Oro. El primero era teósofo, pese a lo cual acompañaba a Fra nco todos los domingos a misa2. Franco Salgado acompañaba también a Franco como ayud ante en Mallorca y recuerda la profunda impresión que produjo al general el discur so pronunciado por José Antonio Primo de Rivera en el teatro de la Comedia de Madr id el 29 de octubre de 1933. El hijo de don Miguel Primo de Rivera habló ese día den tro de la campaña para las elecciones de noviembre en la que figuraba dentro de un a candidatura de las derechas en Cádiz. El declive de Azaña se acentuaba después de la tragedia de Casas Viejas pero el j

efe del gobierno se aferraba a su mayoría parlamentaria y se negaba a escuchar el clamor creciente de la opinión pública pese a lo cual sigue manteniendo entre sus ad oradores la fama de demócrata que se obstinan en reconocerle. Para anular el prime r acto de las elecciones de abril de 1931, en los pueblos donde sólo se había presen tado una candidatura en virtud de la ley electoral (con aplastante mayoría monárquic a, como recuerda el lector) Azaña dispuso la repetición de esas elecciones el 22 de abril de 1933, ahora con listas enfrentadas. Fue un nuevo desastre para la Repúbli ca; el gobierno obtuvo cinco mil concejales y la oposición de centro-derecha le do bló con diez mil. En un nuevo gesto antidemócrata, Azaña interpretó esa derrota insultan do a los pueblos donde había perdido como burgos podridos , aplicando muy mal, por ci erto, el término electoral británico de los roten boroughs que se refería a los distri tos que, despoblados, seguían enviando candidatos ficticios al Parlamento. Azaña, po r tanto demostraba en este triste episodio que era un antidemócrata, además de una d e dos cosas; o su incultura política o su mendacidad. Cada vez más fuera de sí Azaña sig ue viendo conspiraciones por todas partes y destituye de sus puestos a los gener ales, Queipo de Llano y Miguel Cabanellas mientras residencia en Canarias al gen eral Goded. Está cimentando, sin saberlo, la gran conspiración de los generales repu blicanos y monárquicos en 1936. Testimonio del almirante Carrero al autor el 8 de octubre de 1971. 2 Franco Salgado, Mis conversaciones...op. cit. p. 152. El 19 de mayo de 1933 lleva a consejo de ministros, con su informe favorable, las primeras recomendaciones de Franco sobre defensa de las Baleares. En junio sufre el primer contraataque importante de la Iglesia que condena sus medidas se cularizadoras y su ley persecutoria de Confesiones y Congregaciones religiosas, de cuño masónico puro, que arranca a la Iglesia de la enseñanza, contra los derechos f undamentales de asociación y libertad de enseñanza, un nuevo desprecio a la democrac ia. El 2 de junio la declaración colectiva de los obispos españoles denuncia el laici smo agresivo del régimen y al día siguiente, confirmándoles, el Papa Pío XI en su encíclica Dilectissima nobis condena las leyes nefastas de la República contra la Iglesia. Nad ie conoce entonces las dos entrevistas absolutamente secretas que el jefe de la CEDA José María Gil Robes mantiene en París con el Rey exiliado don Alfonso XIII, a qu ien pide amparo contra los ataques de los monárquicos a la derecha católica. En vista de la agonía política de Manuel Azaña, visible para todo el mundo menos pa ra él en la primavera y verano de 1933, los socialistas, socios de los republicano s en la conjunción gobernante, piensan sobre el mejor sistema para salirse de ella y evitar que Azaña les arrastre en su caída. Para ello el Partido Socialista experi menta una crisis que le lleva inexorablemente hacia la extrema izquierda, alenta do por sus propias Juventudes que durante unas intensas reuniones en la Escuela de Verano que han establecido en Torrelodones descalifican a su líder moderado Jul ián Besteiro y exaltan a la figura demagógica de Francisco Largo Caballero, ministro de Trabajo en el gobierno Azaña y cada vez más inclinado a un bandazo revolucionari o al que le empujaban sus propias Juventudes Socialistas y el insignificante par tido comunista, impulsado férreamente desde Moscú. Largo Caballero es aclamado en es a Escuela de Verano como el Lenin español y lo peor es que se lo cree. Los sociali stas tratarían de escapar a la conjunción con los republicanos entregándose frenéticamen te a una revolución extremista contra la República de la que saldrá muy fortalecido el partido comunista. El 3 de septiembre Manuel Azaña había sufrido otra tremenda derrota política. En la s elecciones para vocalías en el Tribunal de Garantías Constitucionales los candidat os del centro-derecha vencen estrepitosamente a los gubernamentales. Esta vez el presidente de la República no tiene más remedio que intervenir y el 8 de septiembre fuerza la dimisión de Manuel Azaña que termina así su bienio. Le sustituye don Alejan dro Lerroux, su máximo enemigo dentro de la República. Este gobierno solamente dura un mes por la división de los republicanos en el Congreso y debe ceder su puesto a su correligionario Diego Martínez Barrio, encargado por Alcalá Zamora de formar un gobierno cuya única misión ha de ser la convocatoria de elecciones genera les, que habrían de celebrarse en doble vuelta, el 19 de noviembre y el 3 de dicie

mbre de 1933. La República de Azaña había promulgado una nueva ley electoral que por v ez primera concedía en España el voto a las mujeres y para evitar la fragmentación de grupos parlamentarios otorgaba una amplia prima a las mayorías de votos en cada ci rcunscripción. Los anarquistas de la CNT, que numéricamente constituían la mayor fuerz a de las izquierdas, se consideraban enemigos de la República y decidieron abstene rse. La Conjunción republicano-socialista se había deshecho y las izquierdas acudier on desunidas a las urnas. El resultado fue una victoria aplastante de las derech as. La CEDA católica, muy favorecida por el voto femenino se convirtió en el primer partido de las Cortes con 115 diputados. Los radicales de Lerroux obtienen 79 y los agrarios monárquicos 29. La hecatombe de la izquierda se cifra en los 56 diput ados socialistas, la escasez de los escaños republicanos (el partido de Azaña sólo con sigue 5) y los excelentes resultados obtenidos por la derecha catalanista (la Ll iga) y la derecha monárquica, Renovación Española, con 15 diputados. Sin embargo todas las derechas unidas (CEDA, agrarios, Lliga, Renovación, PNV) no alcanzan la mayoría absoluta. Para conseguirla José María Gil Robles, a quien Orteg a llama justamente joven atleta victorioso se ve obligado a concertar un pacto de legislatura con los radicales de Alejandro Lerroux, lo que suscita una indignación desmesurada de la derecha monárquica que llama a esa coalición moderada contubernio de católicos y masones . Eso era una gran injusticia. Muchos diputados radicales era n, en efecto, masones, pero políticamente estaban dispuestos a comportarse de form a moderada y no sectaria, incluso cuando Gil Robles decidió desactivar la legislac ión de Azaña contra la Iglesia. La derecha monárquica no quiso ver que la coalición de G il Robles con los agrarios y Lerroux ofrecía la posibilidad de un bloque de centro -derecha capaz de estabilizar a la República, curar las heridas del bienio anterio r y gobernar con paz y eficacia. Fue menos explicable que Gil Robles, pese a con tar con el partido más numeroso de la Cámara, no quiso ni asumir la presidencia del gobierno ni siquiera participar, de momento, en el gobierno con algunos ministro s. Lo explica claramente en sus memorias, que son un testimonio fundamental: No m e atreví . Había acatado a la República pero los republicanos no se lo creían; y ni siquie ra él mismo se atrevió a hacer uso de su derecho constitucional a gobernar, para no irritar a sus enemigos. La derecha española suele actuar así muchas veces, acompleja da ante sus adversarios. Aun así Gil Robles fue el árbitro del nuevo gobierno presid ido por Alejendro Lerroux, con ministros radicales y de la derecha agraria. Empezaba el bienio de centro-der echa . FRANCO ANTE LA NUEVA SITUACIÓN DE CENTRO-DERECHA Franco se identificó, sin militancia política, con la nueva situación de centro-der echa. Conocía perfectamente la adscripción masónica de Lerroux, Martínez Barrio y el par tido radical casi en bloque pero le constaba la evolución que los lerrouxistas y s u jefe habían experimentado desde su época de jóvenes bárbaros a principios de siglo has ta su posición moderada, centrista y tolerante de los años treinta. Como católico sinc ero se identificaba todavía más con la nueva derecha católica, en la que militaban ami gos suyos como el profesor Jesús Pabón. Conocía a Lerroux desde los tiempos de África y a Gil Robles desde que se lo presentaron sus amigos asturianos, los marqueses de la Vega de Anzo, durante un almuerzo en la casa que poseían en Madrid al final de la calle de Serrano, en la primavera de 1932 con motivo de una visita de Franco a Madrid. En aquel encuentro, recuerda Gil Robles, Franco descalificó al proyecto de Sanjurjo porque carecía de toda posibilidad de éxito. El 12 de septiembre de 193 3 ABC de Madrid publicaba que Franco acababa de llegar de Mallorca para visitar a Lerroux, ya jefe del gobierno tras la caída de Azaña, que le ofrecía nada menos que la cartera de Guerra, aunque Franco la rechazó; la noticia era veraz y por eso Fra nco no la desmintió como hizo con su falso nombramiento de 1931. Lo que entonces e speraba Franco de la nueva situación política era la reanudación de su carrera militar y lo consiguió cumplidamente. Franco quedó muy impresionado por el discurso de José Antonio Primo de Rivera el 29 de octubre de 1933; o bien lo escuchó por la cadena de Unión Radio o bien, con más

seguridad, lo leyó cuando fue publicado en la revista Acción Española, a la que estaba suscrito. No fue exactamente el acto fundacional de Falange Española, -algo poste rior pero sí la clave de toda la doctrina falangista, Para la caída de Azaña y el bienio 1933-1935 es fundamental el documentado testimo nio de Gil Robles No fue posible la paz , Barcelona, Ariel, 1969, leído y anotado cuidadosamente por Franco; la Historia de la segunda República española de J. Arrarás ; Madrid, Editora Nacional, 1956 vol 1; las citadas Obras completas de M. Azaña y las Memorias de N. Alcalá Zamora, los dos libros de Franco Salgado y mi libro de 1 969 Historia de la guerra civil española, antecedentes (Madrid, ed. San Martín). En mi Franco de 1982 vol. II puede el lector ampliar fuentes. que no era una mímesis hitleriana ni siquiera mussoliniana sino una forma de fa scismo esto no lo dudaba entonces nadie atemperada por la sincera convicción católica de José Antonio. Lo más importante del discurso era el lanzamiento de un gran antipar tido un movimiento seguramente inspirado en la Unión Patriótica de la Dictadura, con el que España pudiera superar su triple y gravísima crisis: la de los partidos políticos , la de los separatismos centrífugos y la lucha de clases que proponían los partidos marxistas de inspiración internacional, es decir socialistas y comunistas, todo e llo expresado en un estilo nuevo, vibrante y de alta calidad literaria. Luego ev olucionó José Antonio Primo de Rivera hacia la gran idea de una izquierda nacional, no sometida a inspiración de las internacionales revolucionarias pero sí dedicada a conseguir una auténtica revolución interna en España. Esa síntesis triple de los grandes males de la patria fue la que impresionó tanto a Franco que desde entonces se inc orporó a sus convicciones políticas personales, aunque no comulgaría con la idea de iz quierda nacional porque era un hombre de centro-derecha sin rechazar las convicc iones liberales tan extendidas en el Ejército. En 1934 el general Franco seguía al frente de la comandancia general de Baleare s, pero muy atento a la evolución de la política española y la europea. La consolidación y los éxitos evidentes de Hitler en Alemania y de Mussolini en Italia se consider aban como un grave peligro para la Unión Soviética, que procuraba un acercamiento de fensivo a las democracias occidentales de Europa y simultáneamente, por medio de l a Internacional Comunista, fomentaba la política de Frente Uníco como alianza de tod as las fuerzas del proletariado bajo la dirección de los partidos comunistas nacio nales. El 16 de mayo de 1934, según facsímil que reproduzco en mi Franco de 1982 . Fra nco solicitó, en carta escrita en francés con membrete de su cargo militar en Balear es, una suscripción al boletín de la Entente Internationale contre la III Internatio nale, que ya había conocido cuando el general Primo de Rivera le suscribió lo mismo que a otros militares de prestigio. El 23 de enero de 1934 el jefe del gobierno, Lerroux, nombra ministro de la G uerra al notario extremeño don Diego Hidalgo, que sustituía en ese puesto a don Dieg o Martínez Barrio, que dimitió por descontento con la alianza de centro-derecha para fundar pronto un nuevo partido abiertamente de izquierdas, aliado con el radica lsocialista, denominado Unión Republicana. Diego Hidalgo, formado por los jesuitas Barcelona, Planeta, tomo 2, p. 131. pero republicano y masón, era un político sincero, honorable y moderado, que se p ropuso ante todo curar las heridas sufridas por el Ejército con las reformas y las agresiones de Azaña. El nuevo ministro no conocía personalmente al general Franco y a principios de febrero de 1934 le concede permiso para revisar en Madrid su vi eja herida de 1916, que se le había resentido. Franco y su esposa coinciden en Mad rid con doña Pilar Bahamonde de Franco, que se disponía a emprender un viaje de pere grinación a Roma. El general se presenta al ministro de la Guerra, que queda visib lemente impresionado por la conversación en la que además de los asuntos militares d el archipiélago salen a relucir las nuevas andanzas del comandante Ramón Franco, que se había atribuido el cargo de agregado aéreo en Washington cuando solamente se hal laba en América en comisión de servicio para estudiar las innovaciones en la aviación militar. Pero desgraciadamente la madre de Franco no puede viajar a Roma porque después de una afección menor fallece inesperadamente en Madrid el 28 de febrero de

1934. En una esquela publicada con motivo del primer aniversario no figura el no mbre de su esposo don Nicolás, pero sí el de sus cuatro hijos. Para Francisco Franco la desaparición de su madre constituyó un golpe durísimo; toda su vida se había sentido íntimamente vinculado a ella. Al mes siguiente, marzo, el ministro Diego Hidalgo, al producirse una vacante en la escalilla de los generales de división, asciende sin la menor duda a ese em pleo al comandante general de Baleares. Como tras las reformas de Azaña habían queda do abolidos los grados de teniente y capitán general, el de general de división equi valía a la cumbre de la carrera de las armas y Franco quedó agradecido para siempre al ministro que le había ascendido, hasta el punto que, después de la guerra civil, atendió las peticiones de indulto que le formuló don Diego. El cual llevó a las Cortes otro de sus grandes proyectos, una ley de amnistía general que se aplicaba a todo s los militares represaliados por Manuel Azaña. Al salir el general Sanjurjo del c astillo de Santa Catalina en Cádiz, a donde había sido trasladado desde Santoña, la gu ardia le presentó armas. Emprendió entonces viaje a Estoril, donde viviría retirado ha sta que tres años después aceptó la designación como jefe supremo del alzamiento que pre paraban los militares comprometidos contra el Frente Popular. La ley fue aprobad a gracias a la mayoría de centro-derecha el 20 de abril de 1934 en las Cortes. El general Mola, que había obtenido poco antes un éxito notable con su durísimo libro El pasado, Azaña y el porvenir, recuperó su carrera militar. Como represalia por habers e visto obligado a sancionar la ley de amnistía el presidente Alcalá Zamora exigió la dimisión de don Alejandro Lerroux al que sustituyó al frente del gobierno un político radical valenciano, don Ricardo Samper, a todas luces inadecuado para resistir a la tormenta que ya se planteaba por do s frentes, los socialistas lanzados a su proyecto revolucionario y los catalanis tas de izquierda instalados en la Generalidad que se enfrentaban al gobierno centr al por cuestiones de competencias legislativas y se disponían también a radicalizar su autonomía. Beneficiado por la ley de amnistía el ex ministro de la Dictadura don José Calvo Sotelo regresó de su exilio de París, donde se había relacionado con medios franceses de extrema derecha que el 6 de febrero anterior habían chocado violentamente con l os comunistas en pleno centro de París. Algo semejante y simultáneo había ocurrido en Viena y el eco de estos combates, agravado por la persecución implacable de Hitler contra socialistas y comunistas, repercutió en las filas socialitas y comunistas de España en forma de miedo irreprimible a sufrir una persecución semejante por part e de la derecha católica, a la que consideraban falsamente como fascista. No puede negarse que en aquella primavera de 1934 la derecha católica sentía fuertes tirones totalitarios en sus filas, sobre todo en sus sectores juveniles, pero José María Gi l Robles se empeñaba abierta y sinceramente en mantener a la CEDA dentro de las pa utas democráticas sin atentar ni conspirar contra la República. El general Franco se guía con creciente preocupación las noticias políticas de España y de Europa y había capta do perfectamente el peligro de expansión comunista que impulsaba la política exterio r de la Unión Soviética y de su agencia subversiva mundial que era la Internacional Comunista. Sin embargo en aquella primavera la preocupación principal de Franco er a de carácter profesional. Había intervenido muy activamente en la preparación de unas maniobras navales entre la costa mediterránea de España y las Baleares, que se cele braron a partir de la madrugada del 9 de junio entre las escuadra roja y la azul . Fr anco asistió a los simulacros en el puente de mando del acorazado Jaime 1 junto al presidente de la República don Niceto Alcalá Zamora y el ministro de la Guerra don Diego Hidalgo. Las maniobras pusieron de manifiesto la potencia de la Escuadra e spañola, dotada de cruceros y destructores modernísimos, y la mejora sustancial en l as fortificaciones y artillado de costas que Franco había logrado en su demarcación insular. El 11 terminaron las maniobras en una gran revista naval celebrada en a guas de Cabo Blanco pero el ministro desembarcó en Palma y visitó detenidamente algu nas partes de la isla acompañado por Franco. En sus Memorias, don Niceto reconoce la excelente información que le había remitido Franco sobre proyectos ofensivos ital ianos; uno contra las Baleares y otro para apoderarse de Ceuta y dominar así el Es trecho.

El ministro Diego Hidalgo publicó dentro del mismo año 1934 un interesante libro, en el que incluye un testimonio del más alto valor sobre la competencia militar d e Franco, negada ahora arbitraria y burdamente por su antibiógafo militar, que nat uralmente, aunque lo cita, no analiza ese testimonio : Conocí a este general en Madrid en el mes de febrero. Le traté por vez primera en mi viaje a Baleares y en aquellos cuatro días pude convencerme de que su fama era justa. Entregado totalmente a su carrera, posee en alto grado todas las virtudes militares y sus actividades y capacidad de trabajo, su clara inteligencia, su c omprensión y su cultura, están puestas siempre al servicio de las armas. De sus virtudes, la más alta es la ponderación al examinar, analizar, inquirir y d esarrollar los problemas, pero ponderación que no le impide ser minucioso en el de talle exacto en el servicio, concreto en la observación, duro en la Ordenanza, exi gente a la vez que comprensivo, tranquilo y decidido. Es uno de los pocos hombres de cuantos conozco que no divaga jamás. Las conversaciones sostenidas con él sobre temas militares, durante mi estancia en aquellas islas, me revelaron, además, sus extraordinarios conocimientos. Franco, en el silencio de su despacho, lleva muchos años, los años de paz, consagr ado a documentarse. El estudio ha dado sus frutos y hoy bien puede afirmarse que no hay secretos para este militar en el arte de la guerra, elevado a ciencia po r el ingenio de los hombres. No es el narrador más o menos elocuente, sino el expo sitor de problemas que hace pasar de la teoría y de la tesis genérica a la práctica y el caso concreto, analizando con frialdad los postulados de la ciencia guerrera desde el punto de vista del armamento y estudiando con calor cuanto afecta al so ldado, a su moral y a su espíritu. Con este juicio se explica fácilmente que, a la v ista de unas maniobras militares, quise yo tener cerca de mí a un comentarista tan singularmente capacitado para el asesoramiento. Y no sé, ni me importa, si faltan do al protocolo invité a Franco a que me acompañase a las maniobras militares en los montes de León . No es el testimonio de un hagiógrafo ni de un desconocedor de los problemas mil itares. Es el reconocimiento del propio ministro de la Guerra, que acababa de co nocer a Franco, que pertenecía a la Masonería, que comprobó personalmente los conocimi entos y la maestría militar de Franco en un año tan conflictivo como el de 1 Diego Hidalgo Por qué fui lanzado del Ministerio de la Guerra Madrid, EspasaCalpe, 1934. 1934. El 11 de septiembre la Guardia Civil descubre en San Esteban de Pravia a un barco contrabandista, el Turquesa, cuando trata de desembarcar un enorme al ijo de armas con destino a la revolución que habían proyectado los socialistas. El p ropio exministro Indalecio Prieto, coordinador de la intentona, consigue escapar pero la noticia causa una honda impresión en toda España. Durante la última decena de l mes de septiembre el presidente de la Republica y el ministro de la Guerra pre siden unas importantes maniobras militares en los montes de León inmediatos a Astu rias, con una fuerza de 23.000 hombres. El general Franco está presente como aseso r del ministro de la Guerra y cuando regresan a Madrid Franco le pide permiso pa ra viajar a Asturias por asuntos particulares. No realiza el viaje, por el agrav amiento de la situación política; pero a requerimiento del ministro permanece unos día s en Madrid donde le sorprenden los gravísimos sucesos revolucionarios de Octubre. FRANCO CONTRA LA REVOLUCION DE OCTUBRE El antibiógrafo militar de Franco al que me acabo de referir, coronel Blanco Es colá, se atreve, a estas alturas, amparándose en la autoridad de presuntos historiad ores como Colodny y Preston, a considerar como verificada en gran medida una de la s mayores enormidades que se han escrito sobre la historia de España en el siglo X

X; que en la Revolución de Octubre de 1934, de la cual es responsable principal el Partido Socialista, con la cooperación de comunistas, anarcosindicalistas, comuni stas disidentes y catalanistas de izquierda, las fuerzas reaccionarias hispanas, con Gil Robles a la cabeza, provocaron, o permitieron que estallase, la revolución asturiana para proceder, en un momento especialmente favorable, al aplastamient o del movimiento obrero . Y esto después de los numerosos y fundados estudios que se han publicado sobre el problema de Octubre, desde los del derechista Arrarás y el socialista Ramos Oliveira, el magistral de Madariaga... hasta los muy recientes como el de Ángel Palomino, el ateneísta Pío Moa y mi propio análisis sobre el 18 de juli o. Este disparate basta para descalificar en bloque el libro del coronel Blanco Escolá, que por supuesto ni intenta probar tan absurda y peregrina tesis. El conju nto de fuentes que acabo de citar proceden de 1 C. Blanco Escolá, La incompetencia..., op. cit., p. 182. J. Arrarás, Historia d e la segunda República, op. cit., vol. 2. A. Ramos Oliveira, Historia de España, Méxic o, s.d. vol III. 5. de Madariaga, España, Buenos Aires, Sudamericana, 1962. Ángel Pa lomino, 1934, la guerra civil empezó en Asturias, Barcelona, Planeta, 1998. Pío Moa, Los orígenes de la guerra civil española, Madrid, Encuentro, 1999. R. de la Cierva, El 18 de julio no fue un golpe militar fascista, Madridejos, Fénix, 1999. todos los sectores del pensamiento histórico y me parecen irrefutables. En el c itado libro de Pío Mola y el mío sobre el 18 de julio se aporta un conjunto document al sobre la evidente responsabilidad de los socialistas en la preparación de la re volución general y asturiana y por mi parte creo haber publicado un elenco de docu mentos que implican definitivamente ante la Historia a socialistas y comunistas en la gestación de ese pronunciamiento. Cabría añadir más fuentes, como la esencial de J . Simeón Vidarte (entonces secretario general del PSOE en funciones El bienio negr o y la insurrección de Asturias, también definitiva . El 24 de septiembre de 1934 José Antonio Primo de Rivera escribe una carta al g eneral Franco con desbordamiento de clarividencia y certera profecía sobre la Revo lución inminente. Se trata de una de las predicciones más atinadas y asombrosas de l a España contemporánea; con expresa mención del alzamiento socialista y la intentona s eparatista en Cataluña. El hecho de que José Antonio acudiese exclusivamente a Franc o después de tropezar en la indiferencia de un ministro del gobierno al que quiso c omunicar sus previsiones es suficientemente expresivo para demostrar la estatura que había adquirido ya Franco en el campo anti-revolucionario2. Al comenzar el mes de octubre de 1934 José María Gil Robles, de pleno acuerdo con el derecho a interve nir en el gobierno que le concede la Constitución, como líder del partido más votado y del grupo parlamentario más numeroso, niega la confianza al débil gobierno Samper q ue, naturalmente tiene que dimitir. Le sustituye, de acuerdo con Gil Robles y co n la mayoría absoluta que mantiene su coalición con los radicales, el jefe de este p artido republicano don Alejandro Lerroux. Gil Robles pudo haber reclamado la jef atura de ese gobierno y el presidente de la República hubiera tenido la obligación d e designarle pero no quiso ni siquiera ser ministro, rango que reservó a tres miem bros de la CEDA con impecables credenciales republicanas y democráticas. Esta deci sión se conoció el día 4 de octubre. A la mañana siguiente todos los partidos republican os (menos el radical) interpretaron la decisión presidencial, correcta y democrática , como una declaración de guerra y en notas casi idénticas publicadas en toda la pre nsa se salieron abiertamente del marco constitucional, es decir cometieron un de lito de lesa democracia. Gil Robles había ganado casi un año antes las elecciones de noviembre de 1933 y mostraba continuamente acatamiento al régimen. Negar a su par tido la posibilidad de participar en el gobierno era un acto 1 Barcelona, Grijalbo, 1978. 2 José Antonio Primo de Rivera, Obras, Madrid, 1974, p. 297s. anticonstitucional y antidemocrático, es decir, revolucionario. A las cero hora s de ese día 5 de octubre una enorme traca revolucionaria marcaba el comienzo de l a rebelión minera de los socialistas y sus aliados revolucionarios en Asturias. En esa misma jornada del 5 estalla la huelga general en Barcelona, se producen los primeros disturbios graves en Asturias y se advierten preparativos revolucionar

ios en toda España. El ministro de la Guerra llama al general Franco, al que confi rma como asesor y le sitúa en un despacho del Estado Mayor Central en el ministeri o de la Guerra con plenos poderes para dictar medidas contra la rebelión. Parece m uy probable que Franco se instalara en ese despacho desde la tarde del 5 de octu bre, cuando los revolucionarios asturianos han tomado ya varios cuarteles de la Guardia Civil en las cuencas mineras y han perpetrado sus primeros crímenes. El 6 de octubre, bajo la dirección del diputado socialista asturiano Ramón González Peña, el ejército minero de Asturias, con unos treinta mil hombres en buena parte ya bien armados, se apodera de la fábrica de armas de Trubia con veintinueve piezas d e artillería y munición abundante. El que también se llamó a sí mismo en aquellas jornadas ejército rojo fracasa en su intento de tomar Oviedo donde la escasa guarnición de un millar de hombres decide resistir hasta el fin. El ministro Hidalgo envía al gener al republicano y masón Eduardo López Ochoa a León para hacerse cargo de una columna co ntra los mineros. La situación se vuelve aún más crítica en Barcelona, donde Manuel Azaña, que ha llegado unos días antes para asistir al entierro de su ministro Josep Carn er, intenta inútilmente disuadir a Luis Companys de su proyecto revolucionario sep aratista. A las ocho de la tarde desde el balcón de la Generalidad en la plaza de San Jaime el presidente Luis Companys califica la formación, perfectamente democráti ca, del nuevo gobierno como un acto de las fuerzas monarquizantes y fascistas , rom pe toda relación con las instituciones falseadas y proclama el Estado catalán de la Repúb lica federal española ~ con manifiesta violación de la Constitución vigente. Envía además un requerimiento al general de Cataluña don Domingo Batet para que se ponga a sus órdene s con el fin de servir a la República Federal que acabo de proclamar . El general res ponde con la inmediata declaración del estado de guerra, de acuerdo con el gobiern o de Madrid, y con el envío de una pequeña columna a la que ordena reprimir a los re beldes. Rodeado de un corto equipo de colaboradores fieles, el general Franco, posesio nado del mando efectivo en frase del ministro Hidalgo, va actuando desde la noche del 5 y la mañana del 6 según la información que recibe. Suspende a los mandos sospechosos, como el comandante Pastor, jefe de Aeronáutica, a quien sus tituye por el general Goded que se ha presentado en el ministerio; y destituye a su primo hermano izquierdista, comandante Ricardo dela Puente Bahamonde, como j efe de la base aérea de León. Ordena al jefe superior de las fuerzas militares de Ma rruecos el envío urgente de una bandera de la Legión a Barcelona, otra a Valencia, d os más con un tábor de Regulares de Ceuta a Asturias. Ante Franco y Goded el ministr o Hidalgo encarga al general Eduardo López Ochoa el mando de una pequeña fuerza expe dicionaria a Asturias; el general se pone en camino a la una de la tarde del día 6 y a la mañana siguiente alcanza a su pequeña columna un batallón incompleto de Lugo el que realizará la hazaña de penetrar, contra fuerzas enemigas mucho mayores, en O viedo sitiada por el ejército rojo. Aquella noche del 6 de octubre mientras los po rtavoces de la Generalidad sitiada por el Ejército enloquecen a la ciudad con toda suerte de proclamas delirantes, la columna enviada por Batet consigue a cañonazos la rendición del gobierno rebelde de Cataluña, cuyos miembros pasan inmediatamente a la cárcel menos uno que huye por las alcantarillas. Se dicta en Barcelona orden de busca y captura contra Manuel Azaña, que sigue escondido. La huelga general rev olucionaria fracasa en casi toda España incluso en Madrid, donde Franco encarga el mantenimiento del orden público a patrullas militares al mando de oficiales de co mplemento, que las transportan en sus coches particulares. El crucero Libertad a rriba al puerto del Musel con un batallón del Ferrol enviado por Franco El 8 de octubre el general López Ochoa finge una penetración hacia Oviedo pero ma niobra con habilidad hasta Avilés, donde pernocta con su reducida tropa. En Ceuta han embarcado las tropas de África al mando del teniente coronel López Bravo, que se permite unos comentarios pacifistas castigados por Franco que ordena al comanda nte del crucero que le desembarque cuando lleguen a Galicia. El día 9 el líder socia lista Ramón González Peña se enfanga en una escena lamentable; por orden suya los mine ros dinamitan y desvalijan las arcas del Banco de España en Oviedo. Manuel Azaña es, por fin capturado en Barcelona; nadie duda de su complicidad en la rebelión catal

con

ana. Desde Avilés el general López Ochoa emprende su marcha sobre Oviedo, mientras e l coronel Domingo Moriones asegura el dominio de Gijón para la República. El 10 de o ctubre la rebelión asturiana, una vez sofocados los demás intentos eftmeros en vario s puntos de España, se queda completamente aislada. Para el mando directo de las f uerzas de África enviadas a Asturias Franco saca de su retiro en San Leonardo a su compañero de promoción teniente coronel Juan Yagüe a quien transporta un autogiro de los construidos por Juan de la Cierva Codorníu hasta la playa de Gijón. El general López Ochua penetra en los arrabales de Ovied o mientras González Peña lanza un ataque desesperado contra la ciudad y, al atardece r, dos banderas del Tercio y un tábor de Regulares desembarcan en el Musel y se po nen a las órdenes del teniente coronel Yagüe. Franco se preocupa muy especialmente d e preparar socorros de víveres para la ciudad sitiada y envía ganado de carne y lech e desde Galicia a Gijón. El general López Ochoa libera Oviedo con su pequeña columna e l 11 de octubre cuando las tropas de África se aproximan. Al día siguiente el llamad o por sí mismo ejército rojo inicia la retirada, o mejor la desbandada en todos los frentes. El coronel Antonio Aranda, que ya había ensayado esa maniobra en el recie nte simulacro de operaciones sobre Asturias cierra todos los accesos al Principa do desde las montañas de León y se prepara para descender desde los puertos. El 13 d e octubre la columna Solchaga, procedente de Santander, penetra profundamente en territorio asturiano Un grupo de conjurados monárquicos espera en casa de Sainz R odríguez la señal para trasladar al general Sanjurjo hasta Oviedo por avión y emprende r desde allí un nuevo pronunciamiento pero Franco se encarga de disuadirles. El 18 de octubre el general López Ochoa pacta con el líder minero socialista Belarmino To más las condiciones de la pacificación y con ello termina la revolución asturiana. En esa misma jornada los generales Fanjul y Goded sondean a Gil Robles por medio de l notario y político Cándido Casanueva sobre la posibilidad de un golpe de estado de la derecha con el apoyo del Ejército. Ese mismo día vuelven a llamar al intermediar io para comunicarle que el proyecto se cancela, por orden de Franco. Es la segun da conspiración político-militar que se propone a Franco desde el 14 de abril, y su segundo rechazo. Por orden del ministro de la Guerra Diego Hidalgo el general Franco continúa en Madrid hasta el mes de febrero para dirigir las operaciones de apaciguamiento y represión de la intentona revolucionaria. Durante ese trágico mes de octubre funcio nó en el hotel Formentor de Mallorca una ruleta científica , es decir tramposa, inventa da por dos judíos austriacos, Srauss y Peri; el artefacto ha pasado al lenguaje de la nueva picaresca española con el nombre de estraperlo que combina los apellidos d e los dos estafadores. Para defenderse cuando estalló el escándalo al año siguiente al egaron que el general Franco había dado su autorización, lo que fue desmentido por F ranco en carta del 28 de octubre al diario La Nación; y muy fácilmente porque como s abemos desde el mes de septiembre de 1934 Franco estaba en Madrid ocupado por as untos de mucha mayor importancia. El 24 de octubre Franco acompañó al ministro de la Guerra y a otros dos miembros del gobierno a una visita a Oviedo, donde departe cordialmente con el general López Ochoa. Yo no tengo aquí papel -declaró Franco a la prensa lo contrario sería malo para esto, para la nación y para mí, he v enido acompañando al ministro y con él me marcharé . En Madrid se había creado el Bloque N acional para ofrecer un puesto de dirección política a José Calvo Sotelo, en vista de que el partido monárquico Renovación Española estaba ya a cargo de otro exministro de la Monarquía, Antonio Goicoechea. Con Renovación y el grupo de enlace TYRE (Tradicio nalistas y Renovación Española) Sainz Rodríguez creó el Bloque Nacional, desde cuya jefa tura Calvo Sotelo lanzó un ataque inconsiderado contra el ministro de la Guerra Di ego Hidalgo, que se vio obligado a dimitir; en su citado libro se queja de que s us enemigos de la derecha monárquica exaltaban al general Franco mientras rechazab an al ministro que le nombró. En este ataque Calvo Sotelo formuló por vez primera su concepción del Ejército no sólo como brazo armado de la patria, que era idea de Gil Rob les, sino como columna vertebral que se convirtió en clave doctrinal para el alzamie nto del 18 de julio de 1936. El jefe del gobierno, Lerroux, se hace cargo de la cartera de Guerra y mantiene en Madrid a Franco. Después de la Revolución de Octubre el panorama político español ha cambiado dramáticam

ente. Manuel Azaña está preso en Barcelona mientras las derechas en bloque le acusan de complicidad de la rebelión de la Generalidad. Lo creían firmemente pero se equiv ocaban y su persistencia en la acusación contribuyó a la rehabilitación política de Azaña e incluso a la reunión de las izquierdas dispersas en lo que pronto seria proyecto de Frente Popular. Los auténticos iniciadores de ese proyecto no fueron los comun istas, como ellos mismos alardearon, sino Prieto, exiliado en París y Azaña, en la c orrespondencia reservada que empezaron a cruzarse desde las semanas finales de 1 934; esta fue la siembra de la nueva Conjunción republicano-socialista que desembo caría en el Frente Popular a lo largo de 1935. El líder socialista Francisco Largo C aballero y el de las Juventudes Socialistas Santiago Carrillo fueron a parar a l a cárcel por su evidente culpabilidad en la revolución de Octubre y allí experimentaro n una intensa atracción por parte de los comunistas, que les captaron, al primero para la táctica del Frente Unico del proletariado, al segundo para que abandonase al PSOE y entregase las Juventudes al comunismo. Avergonzados los socialistas po rque en el Octubre asturiano habían actuado como rebeldes contra la República y como ladrones de bancos e incendiarios de monumentos venerables, entregaron la dudos a gloria de la Revolución a los propagandistas del comunismo, entre los que pronto destacó una enérgica mujer de Bilbao con enorme capacidad para la demagogia revoluc ionaria y atractivo para las masas, Dolores Ibárruiri, la Pasionaria; los comunistas empe zaron a despegar con fuerza en el campo político español y se atribuyeron toda la gl oria revolucionaria de Octubre que avergonzaba a los socialistas. El gobierno de la Generalidad de izquierdas estaba también en la cárcel pero el gobierno de centro -derecha no abolió las instituciones catalanas, simplemente las intervino mediante delegación gubernativa. Franco había situado al frente de la represión gubernamental en Asturias a un compañero suyo de promoción, el comandante de la Guardia Civil Lisa rdo Doval, que utilizó con habilidad y dureza métodos policíacos para depurar responsa bilidades y descubrir depósitos de armas. Como había manejado todos los resortes del Estado para dominar al brote revolucionario, Franco sacó algunas lecciones muy cl aras de la experiencia. Primera, que los revolucionarios habían perdido porque tod as las Fuerzas Armadas Ejército, Marina, Guardia Civil, Asalto, Aviación habían actuado unidas, con algunas excepciones aisladas alarmantes pero no decisivas. Segunda, que un pronunciamiento político-militar como el propuesto a Gil Robles por los gen erales Fanjul y Goded seguía pareciendo inviable. Tercero que el impulso principal para la movilización revolucionaría del proletariado español estaba pasando del socia lismo mayoritario al comunismo minoritario y esta tendencia iba claramente en au mento. De hecho, entre los militares que actuaron en los sucesos revolucionarios de octubre 1934 figuraron unidos en favor del Gobierno de la República Franco y G oded, pero también Moríones en Gijón y Batet en Barcelona; los dos primeros se enfrent aron con los dos segundos en la guerra civil. Por esta práctica unanimidad militar fracasó la revolución de Octubre, como había fracasado el pronunciamiento de Sanjurjo en 1932; por quebrarse esa unanimidad fue posible la guerra civil. Un factor qu e no existía en 1932, el auge imparable del comunismo en España, sería en último término l o que determinó que Franco se sumara a la conspiración militar de 1936, aun cuando l e constaba que la división de las Fuerzas Armadas ante tal proyecto sería necesariam ente profunda . 1 Además de las obras ya citadas son importantes para la Revolución de Octubre el libro de Stanley G. Payne La revolucion española, Barcelona, Ariel, 1972; el amplio capítulo sobre Oc tubre en mi libro de 1969 Historia de la guerra civil española, antecedentres; las conversaciones de los generales con la CEDA en Gil Robles, op. cit., p. 147. JEFE DE ESTADO MAYOR CENTRAL DE LA REPUBLICA En los apuntes que Franco fue tomando como trama de una futura autobiografía, y que han sido transmitidos por el profesor Luis Suárez, existen unas interesantes reflexiones suyas sobre la Revolución de Octubre. Franco estaba encima de los hech os pero evidentemente carecía de perspectiva y por eso cometió algunas equivocacione

s graves en su evaluación. Da por hecho que Manuel Azaña actuó en combinación con la Gen eralidad rebelde; regatea todo mérito al general Batet, y atribuye a jefes decidid os la causa de la derrota de la Generalidad, que se debe realmente a la actitud y las órdenes de Batet; crítica como lenta la heroica y habilísima penetración de López Oc hoa en Asturias y la achaca a vacilaciones masónicas. Nada de eso parece verdadero desde nuestra perspectiva, claro que ahora contamos con testimonios que Franco no podía conocer entonces . En cambio me parecen llenas de interés y ajustadas a la ve rdad las notas de Franco sobre su compenetración con el Ministro de la Guerra y su propia energía en asumir el mando superior de las operaciones contra la Revolución. En el ambiente político y social español se notaba más cada semana, una vez repuest a la nación del trauma revolucionario, el problema de la liquidación de Octubre. Ade lantemos que tal problema nunca tuvo solución: la República no fue capaz de acometer ni menos conseguir la liquidación de Octubre. No hubo liquidación represiva porque los condenados a muerte y ejecutados por el gravísimo delito de rebelión sólo fueron u nos cuantos culpables de tercera fila en Asturias y ninguno en Cataluña; los respo nsables principales escaparon o se libraron del máximo castigo, de forma que al pr imer cambio político obtuvieron la libertad con gloria. Tampoco hubo liquidación par lamentaria; no se celebró en el Congreso debate alguno sobre la Revolución. Mientras tanto quince mil detenidos por los sucesos abarrotaban al principio las cárceles y sólo una parte mínima fueron llevados a juicio. Por supuesto Manuel Azaña fue absuel to por falta de pruebas con razón, había sido imprudente pero no cómplice y se ganó un eno rme éxito editonal y político con su acerado libro que se publicó en la primavera de 1 935, Mi rebelión en Barcelona. Pero esos quince mil presos por los hechos revoluci onanos eran, casi en todos los casos, simples proletarios sin importancia política , pertenecientes a todos los movimientos obreros, que suscitaron en el conjunto de las 1 Cfr. Luis Suárez Franco, el general de la Monarquía.... vol 1 p. 233s. izquierdas un clamor a favor a la amnistía que se convirtió en un arrollador torr ente de propaganda a favor del Frente Popular. La Revolución de Octubre no se liqu idó, por tanto, durante lo que restaba de República; su liquidación fue la guerra civi l, porque hoy la vemos claramente como el antecedente inmediato e irreversible d e la guerra civil de 1936. Alejandro Lerroux se mantuvo al frente del gobierno que había vencido a la Revo lución e incrementó su aproximación a las fuerzas armadas que le habían respaldado en Oc tubre. Franco no regresó a las Baleares de forma continuada; permaneció en Madrid co mo asesor del ministro y cuando éste cesó en noviembre por la arremetida de Calvo So telo, Lerroux pidió a Franco que le asesorase a él hasta que el 15 de febrero se pub licó el decreto de Guerra por el que se nombraba al general de división Francisco Fr anco jefe superior de las Fuerzas Militares de Marruecos. Con esa misma fecha un valeroso diputado de la CEDA, el señor Cano López, acusó en plenas Cortes a la Masone ría de haberse infiltrado en el Ejército y facilitó una verídica lista de generales maso nes, entre ellos Cabanehas, Gómez Morato, Molero, López Ochoa, Riquelme, Villa Abnih le, Castehló, Llano Encomienda, Martínez Cabrera, Martínez Monje y Romerales; todos el los menos Cabanehlas y López Ochoa permanecieron fieles al Frente Popular desde el primer momento de la guerra civil. Franco salió para su nuevo e importante destin o el 5 de marzo, saludado por ABC de Madrid como joven caudillo . El termino, luego famoso, no fue, desde luego, invención de Franco. Cuando tomó el tren en la estación de Atocha fue despedido por numerosos militares y civiles, entre ellos varios ge nerales importantes. Franco pensaba que la jefatura de las fuerzas españolas en África, a las que como recuerda el lector había dedicado poco antes un intencionado artículo de revista, c onstituía el destino militar más importante en aquellos momentos. Fue recibido por e llas con entusiasmo, se aplicó inmediatamente a su adiestramiento y puesta a punto , porque las encontró bastante descuidadas y muchos años más tarde, en 1964, recordaba : Yo jamás di un viva a la República, ni aun en los tiempos en que fui jefe del ejércit o de España en África nombrado por el gobierno republicano de Lerroux, siempre me ne

gué a dar ese viva que no sentía . Y algún tiempo después añadió otro significativo recuerdo ersonal: Tú recordarás que cuando fui destinado a las fuerzas militares de Marruecos como jefe en la época republicana, la iglesia a que iba a misa los domingos y fest ivos se llenaba de jefes y oficiales del Ejército, lo que no ocurría en la época de mi antecesor Gómez Morato. Son debilidades que tienen los que se arrastran ante quien tiene el mando . Franco trabajó con el Ejército de África durante un tiempo que le pareció demasiado b reve, no llegó a tres meses; porque a principios de mayo de 1935 José María Gil Robles , con fácil acuerdo de Lerroux e indignación anticonstitucional del presidente de la República forzó la entrada de cinco ministros de la CEDA en el gobierno Lerroux, si tuándose a sí mismo en el puesto que consideraba clave, el ministerio de la Guerra. Y como pensaba aplicar toda su capacidad política y de trabajo que eran muy altas a la reorganización a fondo del Ejército, llamó al general Franco para nombrarle jefe de l organismo clave para la coordinación militar, el Estado Mayor Central. El decret o se publicó el 17 de mayo de ese mismo año 1935. Con ello el general Franco coronab a su carrera y llegaba al puesto más importante de toda su vida militar antes de l a guerra civil. El comentario que incluye Franco en sus Apuntes editados por Lui s Suárez me parece, en sus dos partes, de extraordinaria importancia: Cuando me encontraba más entusiasmado, visitando el territorio y organizando las fuerzas del territorio, un cambio en la política llevó al Ministerio del Ejército al señor Gil Robles, que me requirió para desempeñar la jefatura del Estado Mayor Central . Constituía el ejército de Marruecos el mando militar más importante del territorio ( español) por el número de sus fuerzas y la responsabilidad del extenso territorio (d e Marruecos) aunque la responsabilidad de su situación política correspondía al Alto C omisario, señor Rico Avello, un perfecto caballero, desconocedor de sus problemas pero con un buen deseo de acierto que no era poco entre aquellos primates republ icanos. Era una buena persona, hombre oscuro hasta entonces, que por esos mister ios que engendra la revolución se vio encumbrado, sin responsabilidades anteriores , a los primeros puestos de la nación; fue ministro de Gobernación y alto comisario. En mi breve estancia me entendí con él perfectamente, era educado y considerado y a tendía las observaciones que se le hacían. General jefe de Estado Mayor, preparación de los mandos y de los depósitos en parq ues. Mola general de las tropas de Marruecos. Yo entendía que el cargo de jefe de Estado Mayor de un Ejército encierra tal importancia y responsabilidad que creía deb er desempeñarlo con un carácter más estable que el que ofrecía la 1 Franco Salgado, Mis conversaciones..., op. cit., p. 425 y 474. día habrían de ser los peones de la cruzada de liberación y se redistribuyeron las armas en forma que pudiesen responder a una emergencia . La combinación de este importante texto de Franco con el correspondiente capítulo de Gil Robles en sus memorias nos permiten asegurar hoy que Franco fue, por sus conocimientos técnicos de primer orden, el impulsor de la política militar del mini stro, con quien trabajó en identidad de miras y perfecta coordinación. Gil Robles sa bía escuchar y también sabía dónde buscar su mejor asesoramiento. Apenas nombrado minist ro convocó un amplio consejo de guerra en el Ministerio que se celebró el 11 de mayo al que asistieron, sin acepción de matices políticos, todos los jefes de división orgán ica, coordinados por el recién nombrado subsecretario, general Fanjul y el general Goded, designado jefe de una de las tres inspecciones generales y director gene ral de Aeronáutica. Franco intervino ampliamente en esa reunión y Gil Robles se deci dió a nombrarle jefe del Estado Mayor Central. El mismo ministro concreta el motiv o: Si me decidí a nombrarle jefe del Estado Mayor Central fue porque la voz casi unán ime del Ejército le designaba como jefe indiscutible . Tomó posesión el 20 de mayo y pus o inmediatamente manos a la obra. Los elogios que dedica Gil Robles a Franco equ ivalen al reconocimiento, por Franco, de la gran labor del ministro2.

Las separaciones de mandos y pases a disponibilidad que decidieron el ministr o y Franco se realizaron a ha mayor conveniencia del Ejército y con estricto senti do de justicia pero inevitablemente ahondaron las diferencias entre los altos je fes militares que había sembrado ya Azaña con su política discriminatoria. El general Mola fue designado jefe superior de las Fuerzas Militares de Marruecos, el coron el Varela ascendido a general. Franco, por su parte, trató de marginar a quienes c onsideraba como herederos o rescoldos de las Juntas de Defensa. Trató de atraerse, sin demasiado éxito, a los militares más favorables a la República, como José Asensio T orrado. Creó un Consejo Superior de Guerra y trató inútilmente de restablecer su proye cto favorito, la Academia General Militar pero el encrespamiento político no lo pe rmitió. En el consejo de guerra imcialmente convocado por Gil Robles quedó de manifi esto que las reformas de Azaña habían quebrantado moralmente a las Fuerzas Armadas p ero no habían mejorado en absoluto su equipamiento, hasta el punto que en caso de conflicto el Ejército español sólo hubiera tenido municiones para dos días 1 L. Suárez, Franco, el general..., op. cit., p. 255s. 2J~ M. Gil Robles No fue posible..., op. cit., p. 235n. de combates. Franco presentó a Gil Robes un proyecto de rearme ante el agravami ento de la situacón internacional en el Mediterréneo, a través de un plan de varias an ualidades muy ambicioso. A propuesta de Goded, Franco entregó al ministro un plan para la construcción de cuatrocientos aviones modernos que España necesitaba ante lo s progresos de las aviaciones militares en Francia, Italia y Alemania. Pero la terrible resaca de Octubre lo envenenaba todo. Por primera vez en la historia de España las masas salían a la calle y, como había profetizado José Ortega y G asset, se convertían en protagonistas de la política. Gil Robles y Azaña reunían muchedu mbres nunca vistas, a veces próximas al medio millón de personas, en mítines políticos q ue ya presagiaban la guerra civil. En esos famosos Discursos en campo abierto Ma nuel Azaña postulaba lo que llamaba la recuperación de la República y ante sus fieles enloquecidos proponía el gran programa para la reunificación de la izquierda, que a mediados del año 1935 se resumía en dos palabras ominosas: el Frente Popular, diseñado por la conjunción de los diversos partidos republicanos y los diversos partidos o breros, con la evocación de Octubre como telón de fondo y la amnistía para los presos de Octubre como grito de guerra. Era inútil que el gobierno de centro-derecha inte ntase y muchas veces consiguiese realizaciones de una excelente administración; Es paña, que ya eran las dos Españas, sólo vivía para la política de enfrentamiento cada vez más total. El 21 de julio Franco, junto a Gil Robles, dirigió unas amplias maniobras en el concejo de Riosa con el objetivo, nada disimulado, de recuperar Asturias si se perdía el dominio del puerto de Pajares. Casi nadie supo entonces que unos día s más tarde, el 25 de julio, se reunía en Moscú el importantísimo VII Congreso de la Int ernacional Comunista, donde los soviéticos exigieron a sus partidos comunistas satél ites el establecimiento del frente proletario unido bajo la dirección de los comun istas y la infiltración del movimiento obrero unificado en la trama política de los partidos burgueses, el llamado Bloque Popular . En España ya estaba inventado el F rente Popular completamente al margen de los comunistas pero desde el Congreso d e Moscú al que Franco presta intensa atención en sus Apuntes , los comunistas españoles t rataron desesperadamente de cumplir la consigna del búlgaro Dimitrov, que consider aba al frente proletario bajo dirección comunista como caballo de Troya para dominar desde dentro a las nuevas coaliciones de partidos proletarios y partidos de la pequeña burguesía. Pese a la resistencia de los miembros más clarividentes del Frente Republicano y el Frente Popular español, cuando Largo Caballero salió de la cárcel a f ines de 1935 favoreció el ingreso de los comunistas en el gran proyecto de la unid ad izquierdista, que los comunistas trataron de controlar a través del control del partido socialista que ejercían po r medio de Francisco Largo Caballero, el Lenín español. Esto ocurriría a principios de 1936, el año fatídico de las elecciones finales y la guerra civil. No se pudo lograr, aunque se intentó clarividentemente, la creación de un frente unido del centro-derecha que pudiera oponerse con garantías a la marea roja y voci ferante del Frente Popular. Esto sucedió por dos motivos principales. Primero, el

Partido Radical, unido a la CEDA en coalición de gobierno, se vio implicado durant e el segundo semestre de 1935 en varios escándalos de corrupción, casi ridículos ante los ejemplos que hemos conocido en España desde 1982 a 1996, pero que entonces con movieron a la estructura de partidos e hicieron saltar por los aires a la mayoría del centro-derecha: el straperlo, denunciado por sus propios promotores y enviad o al Parlamento en un gesto irresponsable por el Presidente de la República; y la denuncia Nombela, por la que este funcionario de Colonias, militar laureado, rev elaba corrupciones graves en torno a una línea de transportes con Guinea. El Parti do Radical se hundió y segunda causa del desastre político el presidente de la República trató de llenar su vacío con un artilugio centrista, encomendado al ex ministro masón de la Monarquía don Manuel Por-tela Valladares, que trató de dirigir las elecciones de febrero de 1936 con métodos de viejo pucherazo y favoreció con ello la victoria del Frente Popular. La tormenta de los escándalos apartó a don Alejandro Lerroux de la jefatura del g obierno (su hijo adoptivo estaba acusado de recibir un reloj que valía unas cinco mil pesetas, inocente Repubhica) por lo que asumió su puesto el eminente hacendist a don Joaquín Chapaprieta, que trató de sacar a España de su grave crisis económicas med iante una dura política de restricciones que colocó frente a su gobierno a una buena parte de los funcionarios con lo que el Presidente de la República decidió poner en práctica su ensoñación centrista. El 11 de diciembre José María Gil Robles, jefe del prin cipal partido de la Cámara y del grupo parlamentario más numeroso, exigió por fin al p residente de la República que le diese el poder pero don Niceto se negó. Franco atri buye esta negativa al compromiso del Presidente con las izquierdas. No lo creo. Gil Robles demuestra cumplidamente que el Presidente de la Repubhica, que había ac ariciado el proyecto de aglutinar a los católicos españoles dentro de la Repubhica, se vio desplazado por el joven jefe de la CEDA que era el jefe político indiscutib le de los católicos españoles. Por lo tanto se moría de frustración y de celos políticos a nte él, por lo que decidió, una vez más, cerrarle el camino. Cuando Gil Robles volvió al ministerio de la Guerra para recoger sus papeles, e l subsecretario, general Fanjul, le propone abiertamente que encabezase políticame nte un golpe de Estado contra la arbitraria negativa del Presidente. Gil Robles, antes de tomar una decisión, pide a Fanjul que consulte con Franco y que al día sig uiente le lleve la respuesta de Franco. Los generales Goded y Varela habían estado presentes en la propuesta de Fanjul a Gil Robles, a la que se sumo José Calvo Sot elo en nombre del Bloque Nacional. Con ansiedad enorme recuerda Gil Robles aguardé el resultado de las conversaciones mantenidas aquella noche por los generales Franco, Fanjul, Varela y Goded. En u n principio no hubo entre ellos absoluta unanimidad de criterio. Al fin, la reso lución fue unánime. El general Franco les convenció de que no podía ni debía contarse con el Ejercito en aquellos momentos para dar un golpe de Estado. Así me lo comunicaro n a primera hora de la mañana siguiente los generales Fanjul y Varela . Por tercera v ez Sanjurjo en 1932, la crisis de los indultos en 1934, ahora Fanjul y Gil Robles Franco tiene que decidir negativamente ante un proyecto de golpe de Estado milit ar. El final del bienio de centro-derecha estaba consumado. Quedaba la confusa épo ca centrista, prólogo del Frente Popular. Franco seguía, por el momento, en la jefat ura del Estado mayor Central. Ante este desarrollo de los hechos en 1935 cobra un inmenso valor el testimon io de Franco, hasta hace muy poco desconocido, sobre la creación de una segunda se cción el Deuxiéme Bureau, los servicios secretos dentro de la habitual sección de inform ación durante su mando en el Estado Mayor Central. He aquí el testimonio: La Repubhica, que había llegado sin la menor resistencia de las Fuerzas Armadas, que acataron y reconocieron al nuevo régimen, fue enseguida el blanco del sectari smo de sus hombres políticos estimulados por las pasiones y recuerdos de una docen a de militares apartados del Ejército por su incapacidad o sus vicios. Los fracaso s que los intentos revolucionarios habían cosechado en los últimos años crearon sin du da un complejo de odio y de rencor contra los organismos que guardaban y defendían

al Estado. Su expresión más elocuente la tuvo en aquella frase de haber triturado al Ejército de que se jactaba en su vesania el Sr. Azaña. ¡Desdichado! ¡Como si pudiese exi stir un Estado sin Ejércitos que lo guarden! 1 Gil Robles, No fue posible..., op.cit.p. 364s. Las instituciones armadas, poniendo a contribución su disciplina, sufrieron en silencio en las guarniciones, segura de que había de imponerse la razón y el orden y que la incapacidad y crisis de los compañeros militares republicanos habían de labr ar su propia ruina. Como pronto ocurrio... La indisciphina del Ejército, la Legión, Justino Mateo, la anarquía... . No se nos ocultaba a los que habíamos llorado sobre la Historia las desgracias p atrias a lo que iba a conducirnos una República que llegaba a hombros de los resen tidos, de los que habían buscado en las logias la acogida para sus rencores. La pr imera República en España fue la de la anarquía de los cantonales, de la insubordinación en los cuarteles, la del ~que baile! . El pueblo ansiaba una revolución que le redim iese, e iba a encontrase con una farsa. La calidad de los Ejércitos la reflejan su s cuerpos de oficiales, su patriotismo, su caballerosidad y su espíritu de servici o, (que) rechazan las intrigas y las ambiciones bastardas. Existían aún una unidad y comprensión en el Ejército sin necesidad de concertarse. Los superiores en condicio nes normales centran esta unidad y confianza, pero en momentos como los de la Re pública en que los mandos elegidos por la República polarizaban el descontento y la desconfianza, la oficialidad de los Ejércitos se sentía descabezada ante la pendient e por la que la nación se despeñaba y buscaba en la unión la prevención ante lo que pudi era ser irreparable. Así surgió la Unión Militar Española formada por núcleos sanos de todas las guarniciones que bajo la dirección natural de los Jefes más prestigiosos mantenían su contacto ent re las guarniciones, manteniendo el buen espíritu de la oficialidad y formando un núcleo que cohibía el desenfreno de los tarados. Cuando fui designado para el Estado Mayor Central recibí de las principales guarniciones testimonios de fe y de confi anza. El coronel Galarza en Madrid mantenía el enlace con todas las regiones y me tenía al tanto de un estado de alerta. Esto me permitió mirar con alguna confianza e l porvenir y saber que si algún día la vida de la nación peligraba, habría quienes sabrían defenderla. La liME, movimiento espontáneo de unión del Ejército. Su alma y enlace central, el c oronel Galarza. Necesidad de dar unidad y cabeza al cuerpo de oficiales ante el peligro de la patria. Marchaba al compás de la desesperación de España, como reflejo d e la sociedad. Se nutría de jefes y oficiales más competentes. La revolución de Asturi as y Cataluña y lo que pudo pasar abrió los ojos a la oficialidad de los peligros qu e amenazaban. Necesidad de tomar contacto con el movimiento y evitar su desnaturalización y que cayese en malas manos y se desorientase. La consigna qu e di a ese movimiento era solamente patriótica, mantener la unidad de fe y el patr iotismo del Ejército seguro que si llegaba la hora de peligro para la patria no le s faltaría el Jefe pero lo que no se podía era inutilizar al Ejército y sus posibilida des futuras con conspiraciones de vía estrecha ni pronunciamientos militares tipo siglo pasado, que una revolución necesita estar justificada y ser respaldada por e l pueblo. Que debíamos desear que la República superase sus dificultades... Salvemos a la nación y con ella a la República, pero ésta desconfiaba de nosotros. En ella no cabían las personas dignas. . Mi intervención desde el Ministerio de la Guerra en sofocar la insurrección de oct ubre de 1934 había trascendido a la opinión pública española y con más razón entre los eleme ntos revolucionarios comunistas, considerándome como obstáculo para sus proyectos. L a consecuencia natural eran sus proyectos para eliminarme. No había transcurrido m ucho tiempo cuando un viejo compañero que desempeñaba funciones en la Dirección Genera l de Seguridad me visitó para prevenirme que según informes que obraban en la Direcc ión General de Seguridad se había recibido una consigna comunista para eliminarme y que mi nombre figuraba entre otros varios en que figuraban Calvo Sotelo y otros

jefes políticos de la derecha española. Se extrañó de que no se me hubiese prevenido ofi cialmente. La noticia no me sorprendió pues desde la pendiente en que se deslizaba la Repubhica constituía parte del proceso revolucionario y ya vivía en lo posible p revenido. Al tomar posesión del Estado Mayor creamos en la segunda sección de los Es tados Mayores la segunda sección de información anticomunista y contraespionaje. Los paisanos echaban cables al Ejército pretendiendo tomar contacto con los jefe s y oficiales más distinguidos. Durante esos años de República fueron varias las veces que compañeros simplistas se acercaron a mí con ánimo de estimularme a poner coto a l a marcha que la nación llevaba. Mi respuesta fue siempre la misma: el papel del Ejér cito es guardar su unidad y su disciplina sirviendo lealmente y sin reservas al Estado, que si el Ejército sabe mantenerse así no ocurrirá nada irreparable... Si la R epública no es realizable ella misma demostrará que es ínviable, si alguien precipita antes de tiempo su caída culpará a quienes lo hagan de su fracaso. El pueblo español e s el que ha de convencerse. Nuestro deseo debe ser que la Repubhica triunfe y ll egue a hacer la felicidad del pueblo, sirviéndola sin reservas y si desgraciadamen te no puede ser, que no sea por nosotros. Acuerdo en la Dirección General de Seguridad de tener a nuestro servicio una doc ena de agentes complementarios, tenerles al tanto de lo que pudiera interesarles y si descubrían algo, ponerse a trabajar en contacto con la Dirección de Seguridad. Por ellos tuve conocimiento de determinada comida en que se trataba de comprome ter a un distinguido jefe militar. Había sido espiado por un camarero al servicio de la policía que brindó a nuestro servicio, del que era doble agente, callarlo si c onvenía al bien de España. Una llamada discreta de atención a aquel jefe para que no s e dejase envolver bastó para que fuera prudente. En otra ocasión por boca del ministro de la Gobernación se supo que un abogado, P. R., también de la unión de oficiales, era confidente del señor ministro de la Gobernac ión, Portela Valladares, al que vendía por dinero sus confidencias, parte verdades p ero la mayor parte inventada. Triunfante el Movimiento pretendía especular con sus movimientos conspiratorios . Estos apuntes de Franco con destino autobiográfico son del máximo interés para este período. Son notas escritas a vuelapluma, para que sirvan de trama y pro-memoria, no destinadas a la publicación cuidada. Pero revelan algunas cosas importantísimas, por ejemplo la conexión de Franco con la UME, el movimiento de coordinación y resis tencia militar que había nacido en la estela del Diez de Agosto de 1932, con fuert e influjo monárquico y bajo la coordinación del teniente coronel Valentín Galarza Mora nte (a quien Franco llama coronel antes de tiempo) que ya actuó para el pronunciam iento de Sanjurjo con su sobrenombre de El técnico . Las redes de la UME, vitales par a el alzamiento de julio de 1936, se habían puesto a disposición de Franco en 1935 y el jefe del Estado Mayor Central se sentía capacitado para darles consignas, aunq ue por el momento fueran genéricas. Ante estos textos no cabe duda de que Franco u tilizaba la red de la UME para esa segunda sección especial que creó dentro del Esta do Mayor Central. Sin embargo no cabe deducir de estos apuntes que Franco conspi rara contra la Repubhica en 1935. Todo lo contrario, hacía todo lo posible para qu e la Repubhica no se hundiera en los movimientos de la izquierda que ya configur aba al Frente Popular. Y como acabamos de ver se negó expresamente al golpe de Est ado que proponían otros generales ante las desesperadas protestas de Gil Robles cu ando se vio excluido del poder por el presidente de la República. 1 Apuntes de Franco en L. Suárez, Franco, general de la Monarquía..., op. cit. 1, p. 255-260. FRANCO ANTE LAS ELECCIONES DEL FRENTE POPULAR En octubre de invitación de un e Madariaga, que o en Instrucción rieto Bances, un

1935 el jefe del Estado Mayor Central, general Franco, aceptó la famoso embajador y ex ministro del centro-derecha, don Salvador d deseaba conocerle a instancias del que había sido su subsecretari Pública durante su breve paso por ese ministerio en 1933, don Ramón P asturiano ilustrado y muy amigo de Franco. Madariaga cuenta con

su habitual intención y gracejo este encuentro de tres hora que tuvo lugar durant e un almuerzo en el Hotel Nacional de Madrid. Madariaga, uno de los grandes inte lectuales y escritores del siglo XX en España, ha pasado a la Historia como una es pecie de oráculo de la democracia liberal. Poco antes había publicado en la Editoria l Aguilar de Madrid (que reeditó el libro en los años setenta) una reflexión sobre la democracia con el título Anarquía o jerarquía del que tras el almuerzo envió un ejemplar al general Franco. Don Salvador, que ha sido siempre uno de mis autores predile ctos y a quien hice lo imposible por traer definitivamente del exilio en 1974, m aquihla con su arte incomparable la esencia de ese libro, en que se descahifica prácticamente del todo a la democracia liberal y se la sustituye por una propuesta de democracia orgánica, donde la representación de un hombre, un voto, se sustituía p or la correspondiente a las instituciones naturales de la sociedad, como el muni cipio. El sufragio universal directo es peligroso sobre todo para los países de raíz l atina, tesis que encontró el pleno acuerdo de Franco. Introduzco aquí ese interesant e encuentro antes de relatar la intervención de Franco en las elecciones de febrer o de 1936, que nos incitarán a una reflexión sobre la democracia falseada, tema cent ral del libro de Madariaga . Quien reflejó así su impresión de Franco: Me llamó la atención por su inteligencia concr eta y exacta, más que original y deslumbrante, así como por su tendencia natural a p ensar en términos de espíritu público, sin ostentación alguna de hacerlo . De hecho el lib ro de Madariaga, leído y anotado intensamente por Franco, contribuyó a que fraguara la ideología política del general durante el año más importante de su vida, que empezaría pocas semanas después de este encuentro, el año 1936. Hundida a mediados de diciembre de 1935 la coalición del centro-derecha, el pre sidente de la República designó jefe del gobierno a un político débil que care1 5. de Ma dariaga, Memorias, Madrid, Espasa Calpe 1974 p. 531s. cía de fuerza parlamentaria; don Manuel Portela Valladares, ex ministro liberal de la Monarquía y acreditado masón, con el encargo de crear desde el Poder un nuevo partido de centro con pretensiones mayoritarias o por lo menos decisivas. Para ello el señor Portela designó gobernadores civiles a quienes ordenó convertirse en muñid ores electorales, como en los buenos tiempos del caciquismo de épocas anteriores. Este gobierno se desintegraba por sus incoherencias internas y su evidente falta de representatividad por lo que el Presidente ratificó de nuevo el encargo a don Manuel Portela pero ahora le entregó, con fecha 7 de enero de 1936, el decreto de disolución de Cortes. Las elecciones deberían celebrarse el 16 de febrero en primera vuelta y el domingo siguiente, 23, en segunda. El mismo gobierno debería presidir las dos vueltas antes de entregar el poder al partido o coalición que resultara v encedor. En mi libro de 1999 El 18 de julio no fue un golpe militar fascista he analiz ado con perspectiva histórica, no con pasión política, la campaña, el proceso y las cons ecuencias de estas elecciones vitales. La más encrespada campaña electoral hasta ent onces conocida en España se desató ante la convocatoria. El partido radical, que con stituía una auténtica fuerza de centro, se desintegraba a ojos vistas por las acusac iones de escándalo que le afectaban; y el centro ficticio que el señor Portela trata ba de improvisar había nacido muerto, como todo el mundo veía menos él. España se config uraba en dos grandes bloques de opinión, las dos Españas, las derechas frente a las izquierdas. Unos y otros gastaron sumas ingentes en propaganda electoral, que pa ra las izquierdas se centró en la amnistía y para las derechas en dos puntos: el lem a A por los trescientos (diputados) de la CEDA y la finalidad política negativa: Cont ra la Revolución y sus cómplices . Es decir que la Revolución de Octubre de 1934, sin li quidar, iba a ser el eje de las elecciones de febrero. La clave de las elecciones sería también doble. Primero, los anarcosindicalistas, primera fuerza laboral de España, que con su abstención masiva en noviembre de 1933 habían decidido la victoria exagerada de las derechas, ahora estaban decididos a votar al Frente Popular aunque sus organizaciones no se habían integrado oficialme nte en él, como harían ya dentro de la guerra civil, en noviembre de 1936; en segund

o lugar, las izquierdas consiguieron acudir unidas a las elecciones, las derecha s no lo lograron con carácter general aunque sí concertaron algunos acuerdos locales . El pacto para el Frente Popular se firmó por fin el 15 de enero de 1936 y Gil Ro bles tiene toda la razón cuando le califica de acta de desacuerdos ; el propio pacto expresaba las notorias divergencias ente los partidos republicanos , más mod erados y los partidos obreros abiertamente revolucionarios. Entre los partidos obr eros figuraba expresamente el partido comunista, contra la opinión de muchos repub licanos, alguno de los cuales se negó a firmar el pacto. La campaña electoral resultó de una virulencia extrema y líderes destacados de uno y otro bando afirmaron pública mente que sólo acatarían el resultado electoral en caso de victoria. Así lo expresaron de forma tajante, por la derecha, el líder del Bloque Nacional José Calvo Sotelo y el jefe de Falange Española José Amtonio Primo de Rivera. Así se hartaron de repetir, por el Frente Popular, el líder indiscutible de los socialistas, Francisco Largo C aballero, y los comunistas en bloque. No así José María Gil Robles, cuya prudencia con trastó con la imprudencia prepotente de Manuel Azaña que era el político más importante del Frente Popular. El pacto de las izquierdas no se concertaba solamente para l as elecciones sino también para la formación de un gobierno que lo desarrohlara. Ese gobierno estaría formado exclusivamente por republicanos, con los partidos obrero s como impulsores de la transformación revolucionaria. Para los españoles que tuvier an una idea sobre las revoluciones soviéticas de 1917 que los comunistas tenían expre samente como ejemplo- las elecciones españolas de febrero de 1936 eran el equivale nte de la Revolución de Febrero en Rusia; el Octubre soviético de 1917, ya prefigura do en el Octubre español de 1934, seria consecuencia natural de la victoria presen tida. Como demuestra el profesor L. Suárez, Franco confiaba en que no se produjera la victoria del Frente Popular, pero interpretaba también que una victoria así sería una victoria comunista; había recibido las conclusiones principales del VII Congreso de la Internacional Comunista y manifestó por entonces esa interpretación, que era c orrecta . Las elecciones -escribió después Franco- iban a ser un nuevo salto en el vacío. El ambiente de pasiones en que iban a efectuarse, y los compromisos, contuberni os y venta de la Patria para lograr el poder que contraían los hombres de partido con separatistas, anarquistas y revolucionarios no presagiaban nada bueno. Cada elección constituía el conato de una nueva revolución. Las elecciones iban a tener lug ar en el ambiente más torpe y desagradable; las fuerzas de derechas levantaban la bandera conservadora y antirrevolucionaria, las izquierdas organizaban en el Fre nte Popular la revolución. Por mucho que fuera el optimismo de de las derechas la situación no podía ser más grave. Un triunfo siempre posible del Frente Popular consti tuiría la iniciación de un proceso revolucionario. Ojo, lo del comunismo . En cam1 L. Suárez, Franco, general de la Moinarquía... op. cit. p. 268s. bio no estoy de acuerdo con la afirmación de Franco sobre la financiación de las elecciones; la derecha católica dispuso de más dinero que el Frente Popular para inu ndar a España con una propaganda que, tal vez por sus excesos, resulto contraprodu cente, como creyó José Antonio Primo de Rivera, cuyos análisis políticos sobre esta época suelen ser sumamente certeros. Las elecciones de febrero de 1936 fueron la guerra civil misma sentencia, ahora con plena razón, el historiador socialista Antonio Ramos Oliveira . En este clima s e celebró, por mediación de Serrano Suñer, una entrevista de José Antonio Primo de River a con Franco. El jefe de la Falange, que poco antes había decidido en una reunión de su Junta Política celebrada en el parador de Gredos que la paz resultaba imposibl e y era necesario adelantarse a la revolución con la insurrección, propuso a Franco un golpe de Estado del que surgiera un Gobierno nacional con el propio Franco en Defensa, Mola en Gobernación ,Serrano Súñer en Justicia y otros técnicos prestigiosos d e la derecha. La comunicación entre los dos interlocutores no se estableció, Franco se negó a ese proyecto y José Antonio quedó muy decepcionado2. La Falange tuvo que con currir aislada a las elecciones de febrero porque la derecha se negó a concederle el alto número de escaños que su jefe solicitaba, presionado por sus compañeros. José An tonio hubiera logrado fácilmente uno o dos.

Creo que la intervención de Franco en los acontecimientos a partir del domingo 16 de febrero está descrita por él mismo con precisión y objetividad. El coronel Blanc o Escolá, tan obstinado como casi siempre, dice que los Apuntes de Franco estaban destinados para uso de hagiógrafos lo cual no es sino una maldad infundada; no los entregó a nadie que yo sepa y tal vez por eso olvida analizarlos, aunque son esenci ales incluso cuando se equivocan. Ahora no sucede eso. Por testimonio de Franco Salgado sabemos que Franco activó sus contactos con la UME vía Gahlarza por si neces itara utilizar la amplia red conspiratoria. Y escribe lo siguiente sobre los suc esos del domingo 16: La primera medida que consideraba necesaria era la del mantenimiento del orden y del poder público que cortase que los elementos revolucionarios se aprovechasen de la depresión y vacilaciones de las autoridades gubernativas en evidente crisis y dar tiempo a que verificados los escrutinios se formase un gobierno responsa1 A. Ramos Oliveira, Historia..., op. cit., II, p. 241. 2 R. Serrano Suñer, Memorias, Barcelona, Planeta, 1977 p. 56. ble con autoridad. Para ello consideraba que lo más conveniente era la declarac ión del estado de guerra en las principales capitales y que en esta crisis de las autoridades civiles fuese la militar la que garantizase el orden. Me trasladé a mi despacho donde empezaban a llegar las primeras noticias de los conatos y de alg aradas y manifestaciones de los barrios. La guardia de un cuartel acusaba tirote os en las proximidades. En la casa de socorro de su distrito habían curado varios heridos. Una manifestación que llevaba a hombros a un guardia civil con el puño cerr ado caminaba hacia el ministerio de la Guerra gritando: ¡A Gobernación, a Gobernación! Desde primeras horas de la madrugada venía tomando mis precauciones. Era esencia l que las fuerzas de orden público bajo mando de jefes militares estuviesen preven idas para lo peor. ¿Lo estarían? Tenía motivos para dudarlo. La elección que la Republic a hacía no podía ser más desdichada; hombres serviles sin escrúpulos, de escasa o nula p ersonalidad, fáciles para sus intrigas y violencias. De aquellos jefes apenas trat aba al teniente coronel que mandaba los Guardias de Asalto a la sazón, pero tenía so bre él gran influencia un acreditado abogado perteneciente al Cuerpo Jurídico Milita r que había sido cónsul en Tetuán en mi juventud, con ambición política, que era tío de un e xcelente compañero con el que me unía estrecha amistad. A este último comisioné que llev ase al ánimo de su tío la necesidad de que aconsejase al jefe de los guardias, dado lo grave a que podía llegarse, que se pusiese en contacto con el jefe del Estado M ayor del Ejército. Con el Director de la Guardia Civil (general Sebastián Pozas, n. del A.) tenía una vieja relación a través de mi carrera y aunque su conducta acomodada y servil me ofrecía reservas, le otorgaba pese a ello un espíritu militar de soldad o consciente de sus deberes. El mando que ejercía sobre todas las fuerzas de la Gu ardia Civil, la más numerosa en calidad y de legendario buen espíritu la hacían más tras cendental en aquellos momentos. Fue por tanto al primero que me dirigí. Le llamé al teléfono y le transmití mi inquietud por lo que pudiese ocurrir, la urgencia de que tuviese tomadas previsiones ante cualquier golpe de sorpresa y la conveniencia d e que mantuviese un intenso enlace en los momentos críticos que esperaba, en evita ción de que pudiesen ser rebasados por los acontecimientos. Le pregunté si había tomad o medidas de prevención escuchándole con asombro que no las creía necesarias. Y al not ificarle las algaradas y manifestaciones que marchaban hacia Gobernación, me respo ndió con inconsciencia que no creo: ¡ alegría republicana!. Hice (como) que no me apercibía de su inconsciencia y le re iteré la necesidad, pese a su optimismo, de que él, como director de la Guardia Civi l y yo, como jefe de E.M. del Ejército, estuviésemos en contacto. Había fallado el hom bre que yo buscaba, había que buscar más arriba quien le mandase e influyese . Visité al ministro (general Molero) en sus habitaciones particulares, que se enc ontraba completamente ajeno a la inquietud y responsabilidad de los momentos que vivíamos. Le transmití mis inquietudes y su responsabilidad como miembro del gobier no y ministro del Ejército si no se tomaban las previsiones obligadas en estos cas os, que lo mismo que la Monarquía fue rebasada podía serlo la República por el comunis mo. Se defendía de mis apremios con la responsabilidad del jefe del gobierno del q ue él era un subordinado. Yo le repliqué que como ministro de la Guerra y Jefe del E

jército en aquellos momentos, le correspondía tomar las medidas preventivas en evita ción de una catástrofe. Le recordé el optimismo de Kerens i y su gobierno y cómo la falt a de previsión trajo el comunismo ruso; encarecí su responsabilidad ante los compañero s en calidad de militar y ante su resistencia, le recordé sus años avanzados y la su erte que podían correr los suyos, su esposa y su pequeña hija, que yo era joven y lu charía contra el comunismo hasta morir, pero cuál sería la suerte de los débiles. Esto p areció conmoverle y me preguntó que era lo que yo creía que tenía que hacer. Provocar un a reunión urgentísima del consejo de ministros o de él con el presidente del gobierno y en ella tomar la decisión de declarar el estado de guerra para asegurar el trasp aso pacífico de poderes y garantizar el orden; le redacté un guión para su conversación telefónica con el presidente y ante mí tuvo lugar esa conversación y se decidió la reunión del consejo para las diez de la mañana . La combinación de los Apuntes de Franco y las memorias de Gil Robles nos permit e fijar con mucha aproximación los sucesos de aquellas jornadas electorales. A las tres y cuarto de la madrugada, ya del 17 de febrero, el jefe de la CEDA, que ha recibido noticias directas y alarmantes sobre los desmanes del Frente Popular e n numerosas provincias, solicita por teléfono audiencia al jefe del gobierno, Port ela Valladares, que desempeñaba también la cartera de Gobernación y ya estaba acostado . Sin embargo le recibe media hora después y le exige que se enfrente enérgicamente con su responsabilidad. Portela sabe ya que su proyecto de centro artificial se ha venido abajo y no reacciona. Así Franco, que se ha retirado a su domicilio tras sus gestiones con los generales Pozas y Molero, recibe un aviso a las siete de la mañana de parte de Gil Robles, que le comunica su fracasada gestión con Portela. Franco evoca, en sus recuerdos de aquella noche, la semejanza con la del 12 de a bril de 1931; ahora, en 1936 el jefe de la Guardia Civil, Pozas, se inhibía, como en 1931 hizo Sanjurjo en el mismo cargo. Al conocer por el recado de Gil Robles la depresión del jefe del gobier L. Suárez, Franco, el general..., op. cit., p. 277s. no, Franco decide intensificar sus actuaciones. Busca un contacto seguro con Portela, que es un amigo común, don Natalio Rivas, íntimo del matrimonio Franco y mi embro del proyecto centrista que Portela patrocinaba. Franco llegó a su despacho d el Ministerio a primerísima hora de la mañana del 17. Poco después se presentó, a la lla mada de Franco, don Natalio Rivas que salió inmediatamente para gestionar la visit a de Franco a Portela. Pero Franco, seguro de que podría convencerle, llamó a sus am igos, los generales Goded y Rodríguez del Barrio; Goded había asegurado a Franco que contaba con varias unidades militares de la región y del Barrio era inspector gen eral con jurisdicción en ella. Franco se encargó personalmente de establecer contact o con varios mandos en provincias que creía seguros. Los dos generales volvieron, recuerda Franco, con la cabeza baja . Sus contactos fallaban; todos ellos exigían que les viniese la orden de arriba, y que se declarase por el gobierno el estado de guerra. Franco intentó convencer de nuevo al general Pozas por medio del yerno de l director de la Guardia Civil con quien mantenía estrecha amistad y le prometió int entarlo. En esto, sobre las once de la mañana, llegó al Estado Mayor Central don Natalio R ivas con una cita de Portela para que Franco le visitase a las doce. En la reunión del consejo de ministros recuerda Franco el informe de Rivas que había provocado el ministro de la Guerra por consejo mío, éste leyó una nota clara que yo le había preparad o sobre la situación y la necesidad urgente de obrar. La cuestión era tan clara que el Consejo decidió la declaración inmediata del estado de guerra como a mí me lo confi rmó el propio ministro por teléfono. No habían pasado cinco minutos cuando la orden qu e en previsión tenía preparada fue transmitida a las distintas regiones, adelantándose lo yo por teléfono directamente a Asturias y Barcelona como regiones más delicadas. Pero no había transcurrido una hora cuando, enterado el Presidente de la República a l pasarle a la firma el decreto, se negó a firmarlo y ordenaron desde la Subsecret aría quedase sin efecto la orden y se diese un bando rectificándolo donde se hubiese declarado . Este texto de Franco es esencial, porque aclara definitivamente lo sucedido c on el estado de guerra. Sigue entonces contando su entrevista con Portela:

Cuando a las doce llegué al despacho del presidente del gobierno (que estaba a c inco minutos en coche del de Franco, n. del A.) me recibió amablemente agradeciéndom e que hubiese acudido a su llamada. Pretendió justificarse por su fracaso en las e lecciones, quería prestar un servicio a la nación y se encontró con este resultado. Qu e comprendía que la situación era gravísima, que él era republicano, había servido lealmente a la Monarquía y que si él hubiese estado en el gobierno de la Mon arquía el año 1931 no hubiera dejado pasar la República como hombre responsable y de g obierno, pues una España monárquica o republicana era una España, pero que una España co munista no era una España sino su destrucción. En este momento yo le interrumpí para decirle: Así es, efectivamente, y por ello Vd . no puede dejar paso al comunismo. De otra manera contraería Vd. la más grave respo nsabilidad ante la Historia, sería Vd. maldecido por las generaciones si consiente que el comunismo se apodere del poder. El Frente Popular es obra comunista para desencadenar la revolución desde el poder, a él serán arrastrados todos. . Lo sé, lo sé, po r eso vacilo. No. Vd no puede vacilar. Es necesario decidirse. Pues yo vacilo porque estoy viejo. Cuando el Sr. Presidente me empujaba no vac ilaba aunque él lo creyese, pero era antes. Vacilo, ¿qué puedo hacer yo a los setenta años? Si solo tuviese cincuenta y seis... Yo tengo cuarenta y tres para ayudarle . Aquí se interrumpen las notas autobiográficas de Franco, que no consiguió convencer al jefe del gobierno . Cuando Gil Robles había salido esa misma madrugada de Gobernación se encontró con e l diputado de Izquierda Republicana Enrique Ramos que probablemente venia de par te de Azaña para negociar la entrega del poder. Por la misma fuente sabemos que Po rtela, el 18 de febrero, llamó a Martínez Barrio para notificarle su decisión irrevoca ble de dimitir. Ante los datos combinados de Gil Robles y Franco no puedo evitar el subrayado de estos nombres decisivos Por-tela, Pozas, Martínez Barrio, Azaña que f orman una apenas disimulada trama masónica para la entrega del poder al Frente Pop ular. Como en la Rusia de febrero de 1917, otros nombres, un proceso semejante. El miércoles 19 de febrero don Manuel Portela Valladares presenta formalmente s u dimisión al Presidente de la República que se la acepta y encarga a don Manuel Azaña , como gran vencedor de las elecciones y jefe del Frente Popuar, la formación del nuevo gobierno. Este es un primer argumento para declarar, ante la Historia, no válidas aque1 L. Suárez, Franco, el general..., 1, 279s. llas elecciones. Azaña recibe el poder cuando ya se han consumado innumerables desmanes en la primera vuelta; Gil Robles los cataloga puntualmente. Y cuando el proceso electoral está sin terminar; falta la segunda vuelta, que tendría que celeb rarse al domingo siguiente. Con el Frente Popular en el poder los desmanes y los atentados electorales se multiplicaron. Gil Robes, cuya exposición es muy moderad a y objetiva, estima que sumando todos los pucherazos cometidos por las turbas, y agravados después por la Comisión de Actas, el Frente Popular no hubiera alcanzado la mayoría absoluta. Una seria comisión de juristas y políticos demostró la misma concl usión en 1939 con pruebas palpables, como detallo en mi libro citado sobre el 18 d e julio. La elección de 1931 por la que se proclamó la República y la de febrero de 19 36 que entregó el poder al Frente Popular son igualmente ilegales, ilegítimas, falsa s e inválidas. FRANCO EN LA GRAN CONSPIRACION DE 1936 Pese a la amplitud y la intensidad de sus gestiones en torno a la jornada ele ctoral de febrero Franco no consiguió sus propósitos y el Frente Popular, desde el g

obierno que había ocupado ilegalmente, convirtió la mayoría relativa que había obtenido en la primera vuelta en mayoría absoluta y aplastante. Es importante notar que par a la manipulación de los resultados en la Comisión de Actas del Congreso, el Frente Popular contó con un aliado que no pertenecía a la coalición de izquierdas; el Partido Nacionalista Vasco, que sí había participado en la coalición de las derechas durante las anteriores Cortes Constituyentes y que ahora se sintió inexorablemente atraído a la colaboración con el Frente Popular porque con éste veía más factible la realización de sus proyectos autonómicos. Esta colaboración, iniciada a raíz de las elecciones de fe brero de 1936, se prolongó después, de forma antinatural, durante la guerra civil. E l distanciamiento del PNV respecto de las derechas nacionales era un hecho que s e agudizó a fines de 1935 con motivo de los duros ataques de Calvo Sotelo, jefe de l Bloque Nacional, al separatismo vasco. Con Manuel Azaña en la jefatura del gobierno y el general Masquelet, fiel azañist a, en el ministerio de la Guerra, el cese de Franco como jefe del Estado Mayor C entral y el de Mola como jefe de las Fuerzas Militares de Marruecos, así como el d e los demás generales hostiles al jefe del Frente Popular se produjo inmediatament e. El 21 de febrero Franco asistió a la toma de posesión del general Masquelet como ministro de la Guerra y al día siguiente cesó en el Estado Mayor Central y fue desti nado es decir alejado a la Comandancia general de Canarias. El general Goded recibió idéntico puesto en Baleares. El general Mola pasaba a Pamplona como comandante militar. Manuel Azaña estaba abrumado por las preocupaciones que l e proporcionaba el mismo Frente Popular cuya jefatura ostentaba sólo nominalmente y no demostró frente a las Fuerzas Armadas la agresividad del primer bienio. Franc o se despidió protocolariamente del Presidente de la República y del jefe del gobier no. Don Niceto Alcalá Zamora, que no podía ver a Franco, le aseguró que en España no ven dría el comunismo a lo que Franco contestó con naturalidad que donde estuviera él no h abría comunismo. Con Manuel Azaña la entrevista fue muy breve y ninguno de los inter locutores ha dejado constancia de su contenido. Por el ayudante y luego secretar io militar de Franco sabemos que Azaña aludió significativamente al fracaso del Diez de Agosto, cuyos errores, por supuesto, Franco, si llegaba el momento, estaba d ispuesto a no cometer. Además de las visitas protocolarias Franco mantuvo en Madrid varias conversacio nes exploratorias y preparatorias sobre la posibilidad de un movimiento militar en el caso, previsible, de que el Frente Popular, bajo inspiración comunista, asum iese una actitud revolucionaria. ¿Podría preverse racionalmente este peligro en marz o de 1936?. ¿Se preparó realmente una revolución de signo marxista en la España del Fren te Popular?. Franco y los generales y militares que se comprometieron en el Alza miento de julio estaban completamente convencidos de ello. Por el contrario una fuerte y nutrida corriente histórica identificada con la República y con el Frente P opular en paz y en guerra cree que no; y los ecos de esa corriente histórica han l legado hasta la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso democrático de 1999 que se atrevió a dictaminar, con el voto en contra del Partido Popular, el 14 de septi embre de 1999 que El 18 de julio fue un golpe militar fascista contra la legalid ad republicana. Estas palabras subrayadas se convirtieron antes de dos meses en el título de mi libro dedicado a analizar una tesis histórica que estimo falsa por l os cuatro costados, en la que además niego el supuesto; esa legalidad republicana no existía el 18 de julio de 1936. No existía ni por asomo . 1 Las fuentes para seguir la trayectoria de Franco entre febrero y julio de 1 936 son las siguientes: los libros ya citados de Franco Salgado Mi vida.., y Mis conversaciones... Mi estudio sobre la gran conspiración en Historia de la guerra civil española, antecedentes, Madrid, San Martín, 1969, con documentación esencial con servada en el Servicio Histórico Militar. Mi biografía de Franco (1982) vol. II p. 1 86s. Luis Suárez, Franco, el general..., op. cit., p. 285s. Y la bibliografía conten ida en estas fuentes, a las que cabe añadir las importantes memorias de Gil Robles . El abanderado del antifranquismo militante, un curioso bibliotecario american o llamado Herbert Rutledge Southworth, recientemente desaparecido, se ha pasado

la vida proclamando la luminosa tesis de que la cruz de la cruzada de Franco era la cruz gamada, uno de los más atroces disparates jamás escritos sobre la guerra ci vil española. Achaca habitualmente Southworth a los promotores del Alzamiento de 1 936 que se sublevaron contra un proyecto inexistente de revolución por parte del F rente Popular, basándose en que unos documentos secretos muy difundidos en la prim avera de 1936 con planes para esa revolución fueron publicados íntegramente y con ello desautorizados por el diario caballerista Claridad. Esta publicación e s cierta y en ninguno de mis libros he considerado auténticos esos documentos, cer teramente desactivados ante la Historia por el diario socialista antes del 18 de julio. Pero Southworth se encerró en su propia argumentación y se hartó de dar palos al maniqueo sin advertir dos hechos fundamentales; primero, que no sólo existía en 1 936 un proyecto, sino una realidad revolucionaria; segundo, que de ese proyecto y esa realidad revolucionaria existen, entre 1934 y 1936 ambos inclusive, numero sísimas pruebas auténticas fuera de esos documentos falsificados y trucados. En mi l ibro de 1999 que acabo de citar enumero los más importantes de esos documentos, qu e anulan toda posibilidad de legalidad republicana el 18 de julio de 1936 y just ifican históricamente al 18 de julio como movimiento cívico-militar (así le calificaro n los obispos en su Carta Colectiva el 1 de julio de 1937) por parte no sólo de un sector de las Fuerzas Armadas que nada tenía de fascista sino también de lo que den ominó José María Gil Robles en pleno Parlamento en abril de 1936 Media España (que) no s e resigna a morir. Si el pobre Soutthworth se resignaba a ignorar y a mentir eso fue asunto suyo. La Historia va por otra parte. En resolución, que la marcha desb ocada del Frente Popualr no sólo respondía a un clarísimo proyecto revolucionario formu lado ya antes de Octubre de 1934 y reiterado en el propio Pacto del Frente Popul ar firmado el 15 de enero de 1936 y difundido por toda España sino que además era rea lmente una revolución en marcha, que no necesitaba de nuevos proyectos para tomar el poder porque había tomado el poder, y encima fraudulentamente, en las ilegales elecciones del 16 de febrero de 1936 y sucesos consiguientes. Si algún lector nece sita compulsar una por una las pruebas le ruego que acuda a mi citado libro cuya s conclusiones, por cierto, nadie, que yo sepa, se ha atrevido a discutir desde la actual izquierda española ni europea. El testimonio del entonces ayudante de Franco, luego secretario militar, Fran co Salgado, me parece de suma importancia para este período. Todavía en Madrid después de su cese en el Estado Mayor Central, Franco ordenó a su pariente la preparación de las claves para la comunicación secreta desde Canarias con dos enl aces principales: el teniente coronel Juan Yagüe, próximo a la Falange y jefe de la Legión en Ceuta, incondicional de Franco; y el teniente coronel Valentín Galarza, el Técnico destinado en el ministerio de la Guerra, coordinador principal de la Unión Mi litar Española y que inmediatamente empezó a ejercer la misma función entre las dos pr incipales organizaciones conspiratorias; la Junta Nacional de la UME y la Junta de Generales que había empezado a funcionar en el mes de enero de 1936. La documen tación del Servicio Histórico Militar apunta al general Goded como principal animado r e impulsor de la conspiración hasta su marcha a la comandancia general de Balear es, en combinación con el general Rodríguez del Barrio, jefe de la primera Inspección General del Ejército con sede en Madrid. Sin descartar la actividad de Goded, que creo probada, conviene recordar ahora la vinculación de Franco con la UME y con el coordinador de la UME Valentín Galarza, que ya conocemos por testimonio del propi o Franco referido al año 1935. La Junta de Generales ya se había reunido alguna vez con anterioridad pero su r eunión fundamental tuvo lugar el 8 de marzo de 1936, víspera de la salida de Franco para Canarias, en casa del miembro de la CEDA y agente de Bolsa don José Delgado y Hernández de Tejada, sita en la calle del general Arrando 19, un barrio aristocráti co de Madrid; la calle se llamó luego General Goded y ahora ha recuperado su nombr e de entonces. Asistieron a la reunión los generales Franco, Mola (en tránsito desde África a Pamplona) Orgaz, Villegas, Fanjul, Varela, Saliquet, Rodríguez del Barrio, Kindelán y González Carrasco, que nos ha facilitado la minuta. Asistió también en funci ones de secretario el teniente coronel Galarza, según testimonio del propio Franco . La minuta redactada por González Carrasco y publicada por vez primera en mi cita

do libro de 1969 (que el profesor Suárez no parece haber consultado, cosa rara en historiador tan minucioso) es la siguiente: 1. - Organización y preparación de un movimiento militar que evite la ruina y la d esmembración de la patria 2. - El movimiento sólo se desencadenará en el caso de que las circunstancias lo hiciesen absolutamente necesario (tesis de Franco, varias veces repetida desde 1 932 a 1936, n. del A.) 3. -. Por iniciativa de Mola y decisión de Franco se decide que el movimiento f uese exclusivamente por España, sin ninguna etiqueta determinada. Después del triunfo se trataría de problemas como el de la estructura del régimen, símbolos etcét era. 4. - En la reunión se decide la formación de una Junta (en realidad se decidió la c onsolidación, n. del A.) constituida en principio por los generales comprometidos residentes en Madrid, Orgaz, Fanjul, Rodríguez del Barrio, Saliquet, García de la He rán, Kindelán, González Carrasco y Varela. Se admite la jefatura ya implícita de Sanjurjo, lo que supondría un nuevo lazo de unión con la UME. La representación de Sanjurjo no recae sobre Varela (como indica Gil Robles, n.del A.) sino sobre el inspector de la primera región, Rodríguez del Barrio, suplente de Goded (que ya estaba en Mallor ca) para la preparación del alzamiento. En los testimonios posteriores de Franco se citan, además, tres temas important es: el motivo de la sublevación sería la disolución, total o parcial, de la Guardia Ci vil o de las Fuerzas Armadas; y la imposición de Mola de mantener el régimen republi cano y la bandera, que se advierte en las reticencias de la minuta proporcionada por González Carrasco. Mola preparaba ya el enlace con generales republicanos, co mo Cabanellas y Queipo y conocía que muchos oficiales jóvenes preferían mantener la Re pública. Se asignaron, además, los territorios de cada general para el alzamiento: M ola la Sexta región (Burgos) ; Saliquel para Cataluña y Goded para Valencia. Gil Rob les da testimonio de la síntesis ofrecida finalmente por Franco en la reunión: Que ca da cual declare el estado de guerra en su jurisdicción y se apodere del mando. Des pués ya veremos cómo nos ponemos en relación . El compromiso de Franco queda bien claro; si bien no creía aún llegado el momento, hasta que el Frente Popular revelase en la práctica su previsible comportamiento. Aunque en la reunión se habló sobre la estrate gia del Alzamiento, no se decidió con carácter firme si la operación sería centrípeta (sub levación periférica, convergencia de columnas sobre Madrid) o centrífuga; pronunciamie nto y toma del poder en Madrid, extensión a toda España. El propósito estaba claro y la coordinación, esbozada. Pero la táctica concreta no se decidió, ni mucho menos. La Junta de Generales preparó al menos dos proyectos con cretos que fueron abortados. El teniente coronel Galarza sí mantuvo una constante actividad de enlace, que no excluía a algunos líderes políticos, como José Calvo Sotelo y José María Gil Robles. Pero Galarza, excelente coordinador, era sólo un teniente cor onel; el Alzamiento necesitaba tener al frente, como jefe ejecutivo, a un genera l y una vez fracasada la Junta de Generales de Madrid, vigilada muy de cerca por el gobierno del Frente Popular, la propia Junta pidió al general Mola que asumiese, en nombre de Sanjurjo, la dirección ejecutiva del movimiento. Esto sucedía a fines de abril de 1936 y desde algo después Mola act uó con el nombre clave de El Director. Sobre la participación personal del general Franco en los preparativos del Alza miento se han acumulado todo género de leyendas, generalmente inspiradas por la ig norancia. A nuestro propósito conviene superponer tres líneas de hechos; primera, la actuación del propio Franco en Canarias; segunda, el despeñamiento del Frente Popul ar en el caos revolucionario; tercera, la relación específica de Franco con los núcleo s de la conspiración que eran Madrid (Galarza) Pamplona (Mola) y las fuerzas milit ares de África (Yagüe). De esta forma creo que todo puede quedar muy claro.

Franco sale de Madrid hacia Cádiz el lunes 9 de marzo de 1936, con su esposa y su hija. Por la tarde embarca con su familia y su ayudante en el vapor Dómine que le conduce a Las Palmas, donde arriba, tras una travesía agitada por el mal tiempo , a las siete y media de la tarde del miércoles 11. Antes de desembarcar Franco co ncede una entrevista al diario Hoy en la que sólo comunica generalidades sin compr ometerse más que a su trabajo como militar. Pasó dos noches y un día en Las Palmas, do nde recibió a los jefes y oficiales de la guarnición y a la mañana del día 13 volvió a emb arcarse con destino a Santa Cruz de Tenerife. Allí encontró signos hostiles en la re cepción, tras una campaña de la prensa de izquierdas contra él. Al día siguiente, 14 de marzo, Franco empieza a organizar su trabajo en la Comandancia General, mientras su amigo Emilio Mola llega a Pamplona y confía a su ayudante, Emiliano Fernández Co rdón, que muchos años después me confió su interesantísimo y escueto diario: No le faltaba a Navarra más que mí destino aquí . Y en Madrid, por fútiles pretextos, el gobierno ordena detener y meter en la cárcel al jefe de Falange, José Antonio Primo de Rivera, que y a no recuperaría la libertad más que con la muerte el 20 de noviembre del mismo año. C on el jefe de Falange fueron detenidos otros dirigentes; el gobierno del Frente Popular creía que el peligro principal contra la República provenía de Falange, hasta entonces de escasos efectivos pero que después de las elecciones recibió numerosas a dhesiones entre la juventud política y militar española, especialmente dentro de la oficialidad del Ejército de África. Franco resume así su período de mando en Canarias: Pr isionero en Canarias. Proyectos para liberar1 Diario del teniente coronel E. Fer nández Cordón, archivo del autor. me . La sensación de prisionero debió de ser muy intensa porque Franco se la comunicó en esos mismos términos a su primer biógrafo Joaquín Arrarás. Durante mi detenido viaje de 1971 pude conseguir numerosos testimonios sobre la vida de Franco en las isla s. La alusión de Franco sobre su carácter de prisionero del Frente Popular se debía a la vigilancia continua a que le sometían las autoridades gubernativas y los grupos p olíticos adversos; los intentos de liberarle fueron, sin duda, los proyectos políticos de algunos amigos para presentarle como candidato a unas elecciones parciales c omplementarias, que debían celebrarse en Cuenca después de los pucherazos electorale s del Frente Popular. Para contrarrestar esa vigilancia enemiga los oficiales de la guarnición organizaron, sin decírselo a Franco, patrullas de protección y contravi gilancia que él llegó a advertir y que le acompañaban discretamente cuando acudía, con f recuencia, al campo de golf de Tacoronte y en todos sus desplazamientos por Tene rife y las demás islas. La guardia de la Comandancia general hubo de poner en fuga a unos extremistas que intentaron un asalto nocturno. Franco acudía a misa de onc e todos los domingos a la iglesia del Pilar con su esposa e hija y para ello tenía que pasar, a pie, delante de la logia masónica más importante de Santa Cruz; la Mas onería era muy fuerte en Canarias lo que constituía un factor añadido de inquietud. Fr anco paseaba algunas veces por el puerto y conversaba con los obreros sobre sus problemas. En el citado libro sobre el 18 de julio trato de pasar revista a los aconteci mientos de aquella primavera trágica, a los que Franco prestaba desde Canarias una atención cada vez más preocupada. El 5 de abril puede comprobar Largo Caballero cómo sus juventudes socialistas se han pasado virtualmente en bloque a la obediencia comunista por impulso de su joven líder Santiago Carrillo. Dos días después, el 7 de a bril, el Frente Popular aplica su peligroso método para ir eliminando a los modera dos de la República y su primera víctima fue precisamente el Presidente de la Repúblic a, don Niceto Alcalá Zamora, destituido arbitraria e ilegalmente por ese mismo Fre nte Popular que gracias a él había llegado al poder por la convocatoria anticipada d e las elecciones generales. El 15 de abril la guerra civil manifestada en las el ecciones, ya presente en la calle desde la campaña electoral, prende en el Congres o durante la sesión de ese día que Gil Robles deja marcado para la Historia en una i ntervención decisiva: Una masa considerable de opinión, que es por lo menos la mitad de la nación, no se resigna implacablemente a morir, os lo aseguro. Si no puede de fenderse por un camino se 1 L. Suárez Franco, general de la Monarquía..., p. 287.

defenderá por otro. Frente a la violencia que desde allí (el banco azul del gobie rno y los escaños comunistas) se propugna surgirá la violencia por otro lado y el po der público tendrá el triste papel de mero espectador en una contienda ciudadana en la que se va a arruinar material y espiritualmente la nación . Una contienda ciudadana. Es decir, la guerra civil anunciada como respuesta a la violencia revolucionaria del Frente Popular el 15 de abril, es decir tres me ses antes del 18 de julio. Los partidarios actuales de la República y el Frente Po pular se obstinan en proclamar que Gil Robles exageraba, cuando no atribuyen a l as derechas la provocación para la guerra civil. Les hemos presentado todas las pr uebas, todos los documentos. Se cierran en banda, viendo no ven y oyendo no oyen . El 20 de abril de 1936 fracasa en toda la línea el pronunciamiento organizado p ara esa fecha por la Junta de Generales que operaba en Madrid. No se movió una sol a unidad pero el gobierno se enteró lo suficiente como para encerrar al general Va rela en el castillo gaditano de Santa Catalina y confinar al general Orgaz en Ca narias, donde se puso inmediatamente en contacto con Franco. Ese mismo día 20, con toda probabilidad, Ramón Serrano Suñer se presentó ante Gil Robles (Serrano era miemb ro de la CEDA y vicepresidente de su minoría parlamentaria) con un mensaje de Fran co en que solícita su inclusión en la candidatura de la CEDA para las elecciones par ciales a celebrar en Cuenca. El 23 de abril el diario Ya de Madrid, vinculado a la CEDA, lo confirma. Pero Gil Robles y el miembro de Acción Española Eugenio Vegas nos informan de que José Antonio Primo de Rivera, desde la cárcel, se opone a este p royecto de Franco y por encargo de José Antonio, Serrano Suñer viaja a Tenerife para disuadir a Franco, que cancela su proyecto, al que se referirá el líder socialista Indalecio Prieto en su célebre discurso del 1 de mayo en Cuenca, entre elogios y a dvertencias al propio Franco2. El fracaso del pronunciamiento mal preparado para el 20 de abril por la Junta de Generales colapsa por el momento la marcha de la gran conspiración. Además de la s bajas ya citadas el gobierno fuerza la retirada del general Rodríguez del Barrio , que actuaba como jefe de la Junta, y poco después le cesa. En vista de ello los generales que permanecen en ella envían a Pamplona al general González Carrasco para encargar a Mola de la preparación del alzamiento. Mola pidió

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1 J, M. Gil Robles, No fue posible..., op. cit., p. 682. 2 El intento político de Franco está documentado en mi Franco de 1982, II, p. 194

garantías al emisario que a poco volvió a Pamplona con una carta de la Junta por la que se nombraba a Mola Jefe de Estado Mayor del general Sanjurjo, que se mant iene nominalmente como jefe de la conspiración. Ha quedado por el momento en Madri d como jefe de la Junta el general Villegas, que fracasa en un nuevo proyecto de pronunciamiento hacia mediados de mes, lo cual decide ya sin dilaciones a Mola a tomar el mando de la conspiración. Ante los documentos que se conservan en el Se rvicio Histórico Militar y que transcribí y publiqué por vez primera en 1969 creo que esta decisión de Mola se tomó precisamente a mediados de mayo. Más o menos en esa fech a empieza a difundirse por medio de la red establecida por Mola y Valentín Galarza la primera Instrucción para el movimiento, la Instrucción reservada número 1, sin fec ha ni firma. Se han publicado numerosas dudas sobre la decisión de Franco y sus dilaciones p ara sumarse a los proyectos de Mola. Me parece justo que ante todo oigamos la op inión del propio Franco, comunicada a Franco Salgado el 27 de abril de 1968: Yo siempre fui partidario del movimiento militar, pues comprendía que había llegad o la hora de salvar a España del caos en que se hallaba con los socialistas y toda s las fuerzas de izquierda, que unidos marchaban decididamente a proclamar una d ictadura del proletariado, como sin reserva alguna proclamaba Largo Caballero en

sus mítines y en la prensa, sobre todo en el Parlamento. Lo que yo siempre temí fue que, por falta de una acción conjunta de la mayoría del Ejercito, se repitiera lo d el 10 de agosto. Observaba que el ministro del Ejército, Casares Quiroga, iba desm antelando las fuerzas del Ejército que hacían frente a los elementos marxistas que l o provocaban con sus agresiones. Unas veces encarcelaba a jefes y oficiales, deján dolos además sin destino, otras cambiaba de guarnición a los regimientos, mandándolos a poblaciones alejadas de las grandes capitales, como sucedió con los de Caballería de Alcalá. Es decir que mi consigna fue el principio estratégico de acción conjunta y sorpresa; sin eso, como todos los militares sabíamos, era muy difícil vencer. Me dab a cuenta de que el movimiento militar iba a ser reprimido con la mayor energía y p or eso rechazaba la opinión, muy extendida, como afirmaba el general Orgaz, y que tú también oíste cuando 1 Transcribo los documentos de Mola del legajo Fernández Cordón conservado en el SHM. La designación de Mola por la Junta procede de González Carrasco, SHM, AGL, L. 273, C. 18 A.4. lo dijo en Tenerife: que iba a ser una perita en dulce y si yo no me decidía se la iba a comer otro. También procuré en aquella época preparatoria extender mi pensamiento de que el mili tar que se subleva contra un Gobierno constituido no tiene derecho al perdón o ind ulto y que por ello debe luchar hasta el último extremo. La rendición de Sanjurjo en Sevilla prueba todo esto pues si bien el gobierno de la República le indultó, tuvo que sufrir condena en el penal de Santoña y llevar el infamante uniforme de un vul gar presidiario, alternando con ellos . Este testimonio de Franco me parece fundamental y completamente verídico. Estab a comprometido con el Alzamiento; pero temía y retrasaba la decisión final porque co nocía perfectamente que el Ejército estaba dividido y que el proyecto Mola-Galarza o frecía numerosos huecos. Sin embargo, aunque no fijaba aún la fecha, el compromiso e ra firme y seguro. Eso sí, necesitaba una prueba suprema para entrar en acción y esa prueba fue el asesinato de Calvo Sotelo pero este magnicidio no se había producid o aún cuando Franco había accedido a que se le enviase a Las Palmas un potente avión d esde Londres con el que pudiera trasladarse a Tetuán para tomar el mando del Ejércit o de África. El compromiso de Franco, prudente y cauto, era firme desde la reunión del 8 de marzo en Madrid y se reafirmaba aún más por los diversos contactos que mantenía con lo s centros vitales de la conspiración. Por el testimonio del ayudante de Mola, Fernán dez Cordón, ya citado, sabemos que Franco mantenía contacto diario y cifrado con Mol a a través de Valentín Galarza. Participó en la elaboración y crítica de las instrucciones de Mola con tres cartas sólo en el mes de julio, como ya reveló Joaquín Arrarás. Recibió las visitas del comandante Bartolomé Barba, uno de los jefes de la UME (Franco Sal gado) en una de las cuales le transmitió la adhesión del general Goded que se ofrecía a intervenir a medio cuerpo de caballo de Franco, reconociendo así su jefatura. Gala rza recibió de Franco, según Gil Robles y el estudio inédito del Alzamiento que pude c onsultar en el Servicio Histórico Militar, no menos de treinta cartas. Los mensaje s cifrados de Franco se transmitían por medio del doctor Gabarda, director de la c línica Costa, próxima a la Comandancia General. El propio Galarza viajó a Tenerife par a establecer contacto personal con Franco, según informa Serrano Suñer. Franco Salga do, como ayudante de Franco en Canarias, participó intensamente en las comu1 F. Fr anco Salgado, Mis conversaciones..., op. cit., p. 526s. nicaciones de la conspiración; según su testimonio recibía y enviaba los mensajes p rocedentes o destinados a Galarza, Yagüe y Varela con frecuencia diaria . En el mes de junio de 1936 la trama de la gran conspiración se anudaba cada vez más firmemente en las expertas manos del general Mola, mientras la situación revolu cionaria del Frente Popular alcanzaba nuevos máximos. El 10 de mayo anterior el Fr ente Popular catapultó al jefe del gobierno, Manuel Azaña, a la Presidencia de la Re pública, quitándoselo de encima como jefe del gobierno, donde les resultaba más incómodo

; fue la segunda gran eliminación de un moderado. La elección se celebró en el Palacio de Cristal del Retiro, en Madrid, y durante un descanso se produjo un choque vi olento y simbólico en los jardines; el caballerista Luis Araquistain, entonces hom bre de Moscú y director del diario extremista Claridad se enfrentó con el director d el diario moderado El Socialista, como una muestra viva de la guerra civil que y a alentaba entre esas dos facciones del socialismo. Poco después vino una confirma ción de ese grave conflicto, que para un observador tan imparcial como Madariaga c onstituyó un nuevo presagio para la guerra civil general. Manuel Azaña, ya president e, quiso encargar la formación de un gobierno de Frente Popular al socialista mode rado Indalecio Prieto, arrepentido ya de su enorme equivocación al fomentar en 193 4 la Revolución de Octubre. Una situación Azaña-Prieto hubiera conjurado seguramente e l peligro cada vez más inminente de guerra civil. Pero la minoría parlamentaria del PSOE, controlada por Largo Caballero, que a su vez estaba condicionado por los c omunistas, bloqueó ese proyecto y Azaña nombró jefe del gobierno (y ministro de la Gue rra) a un político apasionado y débil, el gallego Santiago Casares Quiroga, completa mente inepto para manejar la gravísima situación que ya vivía España. El señor Casares, po r su intemperancia en las Cortes, no calmó el peligro de guerra civil sino que lo reavivó. Ya en el mes de junio el Frente Popular ordenó el traslado de José Antonio Primo de Rivera a la que seria su última morada, la cárcel de Alicante, desde la que trató d e poner en pie de guerra a una Falange cuyas filas crecían desmesuradamente en aqu ellos meses y cuyos activistas chocaban sangrientamente en la calle con las juve ntudes socialistas y comunistas. Al día siguiente de la elección de Manuel Azaña como Presidente de la República la es cuadra española, al mando del almirante Salas, arribaba a las Canarias 1 Franco Salgado, Mi vida..., p. l44s. para realizar unos ejercicios. Franco recibió en Tenerife a una de las dos divi siones que formaban la Escuadra y durante una recepción que ofreció al almirante jun to a sus jefes y oficiales se produjeron algunos incidentes cuando el gobernador civil trató de dar un viva a la República, apenas contestado por nadie. Por aquella época Franco pudo escribir el prólogo a la Geografía militar del comandante José Díaz de Villegas, en el que anuncia el riesgo de guerra revolucionaria, la más peligrosa d e todas. Y demuestra, frente a alguno de sus antibiógrafos, su propia preparación pe rsonal en víspera de momentos tan críticos. Todavía no se habían borrado en el mes de ju nio las numerosas pintadas contra Franco que el Frente Popular de Tenerife había p rodigado por las paredes de la ciudad de Santa Cruz. Algunas iban ilustradas en rojo con el emblema de la hoz y el martillo, que para Franco resultaría muy difícil olvidar. El 16 de junio se recrudece la guerra civil ya declarada en las Cortes con la sesión más ominosa que hasta el momento había presenciado el hemiciclo. Intervienen l os líderes de la derecha católica, José María Gil Robles, y de la derecha monárquica, José C alvo Sotelo. Como el Frente Popular vivía en permanente estado de alarma, que incl uía una férrea censura a la prensa de derechas, no podía llegar a los españoles otra not icia sobre los desmanes del Frente Popular que la formulada en las Cortes por es os líderes, porque las intervenciones parlamentarias no estaban sometidas a censur a alguna. De aquí que uno y otro demostraran con hechos comprobables y listas pavo rosas los asesinatos, rapiñas, asaltos e incendios de iglesias y otras gravísimas vi olaciones de la convivencia por culpa exclusiva del Frente Popular. José Calvo Sot elo, explicando muy bien lo que pretendía decir se declaró fascista en cuanto enemig o de la anarquía económica y política, no como adscrito a ese credo político. En vez de apaciguar los ánimos, el jefe del gobierno Casares Quiroga echó más leña al fuego declar ando a su gobierno beligerante contra media España. La estrella comunista Dolores Ibárruri arremetió con su habitual estilo amenazador contra Calvo Sotelo. Creo since ramente que en aquella sesión nació en las mentes de la izquierda española el signific ado torcido e insultante del término fascista aplicado a todos los españoles que no se confiesan de izquierdas. Todavía siguen así.

Toda España comentaba al día siguiente aquel episodio de la guerra civil en las C ortes y entre esa toda España estaba el general Francisco Franco a quien los mando s, oficiales y nótese bien suboficiales de la guarnición de Tenerife con representacion es militares de las demás islas ofrecían un banquete de adhesión en medio de los pinare s del monte de la Esperanza, desde los que se contempla la vista incom parable de La Laguna, Santa Cruz de Tenerife y el Atlántico al fondo. No hay br indis ni discursos; sólo una compenetración sin digresiones políticas, en torno a quie n todos veían como el jefe indiscutible para un porvenir inmediato e incierto. Al día siguiente don Miguel Maura inicia en El Sol una serie de artículos en que, para atajar y dominar la anarquía del Frente Popular, propone la instauración de una dict adura republicana, idea que el general Mola asume inmediatamente, junto con otro s muchos militares. El día 20 Mola amplía el esquema militar del Alzamiento a la int ervención de la Armada y el paso del Estrecho por las fuerzas de Marruecos, las más selectas y preparadas del Ejército. Los líderes de la derecha Goicoechea, Serrano Suñer envían mensajes a Franco urgiéndole a que se ponga al frente del movimiento que se p repara. Pero Franco decide intentar la última posibildad de paz, se recluye en su despacho el 23 de junio y escribe al jefe del gobierno y ministro de la Guerra u na carta en que trata de detener la catástrofe. Cuando yo preparaba la primera ver sión de esta biografía en 1972 Franco pidió que le leyeran despacio aquella carta suya ; acto seguido no hizo el menor comentario. Creo fundamental reproducir la carta , publicada por vez primera en 1937 y nunca contestada ni desmentida: Respetado ministro: Es tan grave el estado de inquietud que en el ánimo de la of icialidad parecen producir las últimas medidas militares, que contraería una grave r esponsabilidad y faltaría a la lealtad debida si no le hiciese presente mis impres iones sobre el momento castrense y los peligros que para la disciplina del Ejércit o tienen la falta de interior satisfacción y el estado de inquietud moral y materi al que se percibe, sin palmaria exteriorización, en los Cuerpos de oficiales y sub oficiales. Las recientes disposiciones que reintegran al Ejército a los jefes y of iciales sentenciados en Cataluña y la más moderna de destinos antes de antigüedad y ho y dejados al arbitrio ministerial, que desde el movimiento militar de junio del 17 no se habían alterado, así como los recientes relevos, han despertado la inquietu d de la gran mayoría del Ejército. Las noticias de los incidentes de Alcalá de Henares , con sus antecedentes de provocaciones y agresiones por parte de elementos extr emistas, concatenados con el cambio de guarniciones, que produce, sin duda, un s entimiento de disgusto, desgraciada y torpemente exteriorizado, en momentos de o fuscación que, interpretado en forma de delito colectivo tuvo gravísimas consecuenci as para los jefes y oficiales que en tales hechos participaron, ocasionando dolo r y sentimiento en la colectividad militar. Todo esto, excelentísimo señor, pone apa rentemente de manifiesto la información deficiente que acaso en este aspecto debe llegar a V.E. o el desconocimiento que los elementos colaboradores militares pue den tener de los problemas íntimos y morales de la colectividad militar. No desearía que esta carta pudiese menoscabar el buen nombre que poseen quienes en el orden militar le informen o aconsejen, q ue pueden pecar por ignorancia; pero sí me permito asegurar, con la responsabilida d de mi empleo y la seriedad de mi historia, que las disposiciones publicadas pe rmiten apreciar que los informes que las motivaron se apartan de la realidad y s on algunas veces contrarias a los intereses patrios, presentando a Ejercito bajo vuestra vista con unas características y vicios alejados de la realidad. Han sido realmente apartados de los mandos y destinos jefes en su mayoría de historia bril lante y de elevado concepto en el Ejército, otorgándose sus puestos, así como aquellos de más distinción y confianza, a quienes en general están calificados por el noventa por ciento de sus compañeros como más pobres en virtudes. No sienten ni son más leales a las instituciones quienes se acercan a adularles y a cobrar la cuenta de serv iles colaboraciones, pues los mismos se destacaron en los años pasados con Dictadu ra y Monarquía. Faltan a la verdad quienes os presentan al Ejército como desafecto a la República, le engañan quienes simulan complots a la medida de sus turbias pasion es; prestan un desdichado servicio a la Patria quienes disfrazan la inquietud, d ignidad y patriotismo de la oficialidad haciéndoles aparecer como símbolos de conspi

ración y desafecto. De la falta de ecuanimidad y justicia de los poderes públicos en la administración del Ejército en 1917 surgieron las Juntas Militares de Defensa. H oy puede decirse virtualmente en un plano anímico, que las Juntas Militares están he chas. Los escritos que clandestinamente aparecen con las iniciales UME y UMR son síntomas fehacientes de su existencia y heraldo de futuras luchas civiles si no s e atiende a evitarlo, cosa que considero fácil, con medidas de consideración, ecuani midad y justicia. Aquel movimiento de indisciplina colectivo de 1917 motivado en gran parte por el favoritismo y arbitrariedades en la cuestión de destinos, fue p roducido en condiciones semejantes, aunque en peor grado, que las que hoy se sie nten en los Cuerpos del Ejército. No le oculto a V.E. el peligro que encierra este estado de conciencia colectivo en los momentos presentes, en que se unen las in quietudes profesionales con aquellas otras de todo buen español ante los graves pr oblemas de la Patria. Apartados muchos militares de la Península, no dejan de llegar hasta aquí noticias , por distintos conductos, que acusan que este estado que aquí se aprecia existe i gualmente, tal vez en mayor grado, en las guarniciones peninsulares e incluso en tre todas las fuerzas militares (y) de orden publico. Conociendo la disciplina a cuyo estudio me he dedicado muchos años, puedo asegur arle que es tal el espíritu de justicia que impera en los cuadros militares, que c ualquier medida de violencia no justificada produce efectos contraprodu centes en la masa general de las colectividades, al sentirse a merced de actu aciones anónimas y de calumniosas delaciones. Considero un deber hacerle llegar a su conocimiento lo que creo una gravedad t an grande para la disciplina militar que V.E. puede fácilmente comprobar si person almente se informa de aquellos generales y jefes de Cuerpo que, exentos de pasio nes políticas, viven en contacto y se preocupan de los problemas mínimos y del senti r de sus subordinados. Muy afectuosamente le saluda su affmo. y subordinado Francisco Franco . Creo sinceramente que Franco no pretendía con esta carta desorientar al ministr o de la Guerra sino frenar in extremís su política partidista mediante un aviso tan serio. Es muy significativa la mención de las nuevas Juntas de Defensa, la UME y l a UMR. Pienso que es un intento desesperado de ofrecer a Casares Quiroga sus pos ibles servicios en el remedio de los males que inquietan al Ejército. Sin embargo no descarto la explicación que Franco, veladamente, ofreció a su primer biógrafo sobre los motivos de esta carta; por la que pretendía frenar la destrucción de la trama c onspiratoria que el ministro estaba consiguiendo con sus medidas. En todo caso F ranco no ha querido ofrecer más explicaciones después de leer en 1972 y por supuesto aceptar la paternidad de su carta. Al día siguiente, 24 de junio, el general Mola envía sus Directivas para Marruecos en que confirma, para su destinatario el tenie nte coronel Yagüe la incorporación de un prestigioso general , es decir Franco. Pese a q ue Mola en su plan de convergencia sobre Madrid fijaba el cumplimiento de los ob jetivos en setenta y dos horas, Franco, en Canarias, no lo veía tan claro. Más aún, in dicó a varios interlocutores que el alzamiento sería muy difícil, muy sangriento y de larga duración. Algunos insensatos atribuyen a Franco la prolongación voluntaria de la guerra civil. Ese no fue su propósito sino su predicción; los que convirtieron el pronunciamiento en guerra civil no fueron Franco y los suyos sino sus enemigos al decidir una resistencia a muerte. Parece mentira cómo pueden olvídarse algunos he chos tan elementales . 1 Franco Salgado, Mi vida... op. cit. p. 139. LA SEÑAL: EL ASESINATO DE JOSE CALVO SOTELO El ayudante Franco Salgado y el teniente coronel Peral, uno de los jefes comp

rometidos en Canarias con el alzamiento, refuerzan la guardia de la Comandancia al empezar el mes de julio, así como las patrullas militares de escolta a Franco, sobre el que se cierne una amenaza palpable. Ahora es cuando Franco revela a los jefes más seguros de Canarias los proyectos inminentes de alzamiento militar y la necesidad de que ellos lo ejecuten en las islas mientras él vuela a Tetuán para pon erse al frente del Ejército de África. Los jefes y oficiales que se comprometieron c on Franco en Canarias no le fallaron ni en un solo caso, incluso los dos a quien es el gobierno había encargado que vigilasen al general, uno de ellos masón. Un test igo Arrarás y un historiador eminente Payne coinciden en señalar los primeros días de jul o como fecha para el definitivo compromiso de Franco para intervenir en el alzam iento al frente del Ejército de África. Puede que convenga adelantar un par de seman as la fecha de ese compromiso; porque la directiva de Mola en la que anuncia la llegada de Franco a Marruecos lleva fecha del 24 de junio y el general de Pamplo na no lo hubiera asegurado sin previa certeza. El 5 de julio el director de ABC, marqués de Luca de Tena, llama a Luis Bolín, corresponsal del periódico en Londres, y le encarga que gestione la adquisición de un hidro con gran radio de acción. Bolín co nsulta el encargo con Juan de la Cierva Codorníu, el inventor del autogiro, reside nte en Londres y poseedor de muchos contactos con los medios aeronáuticos ingleses , que le muestra la imposibilidad de adquirir hidros así en Europa pero le aconsej a la compra o alquiler de un excelente avión De Havilland Dragon en la Olley Air S ervice, una empresa que él conoce; se trata de un avión biplano de siete plazas con dos motores Gipsy Wright. Para disimular el objetivo del viaje, que era transpor tar a Franco de Canarias a Tetuán, el escritor británico Douglas Jerrold, amigo de B olín y Cierva, propone fingir una excursión turística del mayor Hugo Pollard a quien a compañarían su hija Diana y una joven amiga, Dorothy Watson, que acompañarían a Pollard y Botín. José María Gil Robles y el multimillonario Juan March intervinieron en el fle tamiento del Dragon, que despegó el 11 de julio del aeródromo de Croydon con el expe rto capitán W.H. Bebb a los mandos. Es importante notar que Franco había dado su con formidad a este viaje y que el avión partió de Londres dos días antes del asesinato de José Calvo Sotelo. Franco, por tanto, estaba ya decidido antes de ese trágico hecho . El Dragon aterrizó en Burdeos donde el marqués de Luca de Tena concretó las instrucc iones del viaje. En Burdeos se agregó un nuevo pasajero, el marqués del Mérito, cosech ero de fama universal y enlace con el Ejército de África. El avión, tras un intento fallido, logró aterrizar en el aeródromo portugués de Espin ho y tomó de nuevo tierra en Casablanca el 12 de julio. Ese día los principales conspiradores del Alzamiento dentro del Ejército de África habían intercambiado consignas al final de unas maniobras celebradas en el Llano A marillo de Ketama, al sur del Rif y al borde de un hermoso bosque de pinos y ced ros enormes. A los postres muchos oficiales se obstinaron en pedir café una y otra vez pero los mandos republicanos no advirtieron que se trataba de una consigna: CAFE, Camaradas, Arriba Falange Española. Esa misma tarde las negociaciones del g eneral Mola con los representantes de carlismo en Navarra se estancaban; los car listas no admitían más lema que Dios, Patria Rey ni más bandera que la bicolor, que ha sta 1931 había sido la de España. A primera hora de aquella noche el teniente de Asa lto José Castillo, instructor militar de las Milicias Antifascistas Obreras y Camp esinas MAOC, de encuadramiento y obediencia comunista, salía con su joven esposa es taban recién casados de su casa en la cale madrileña de Augusto Figueroa, casi esquin a a la de Fuencarral, cuando como un eslabón más en la trágica cadena de atentados que desde meses antes ensangrentaba a España fue abatido por un grupo armado de Falan ge que nunca fue detenido. La capilla ardiente se mstaló en el cuartel de Pontejos , aledaño al ministerio de la Gobernación en la Puerta del Sol, donde los compañeros y jefes de Castillo en la Guardia de Asalto, entre los que destacaba por su indign ación el comandante Ricardo Burilo a los que se unen otros correligionarios como el capitán de la Guardia Civil Condes, el pistolero comunista Cuenca y varios miembr os de la escolta socialista de Indalecio Prieto, La Motorizada incendian la noche c on clamores de venganza contra los más destacados líderes de la derecha, entre los q ue señalan como principales objetivos a José María Gil Robles y José Calvo Sotelo. Iba a ser la noche de los cuchillos largos para el Frente Popular decidido a todo.

Lo sucedido aquella noche ha sido fijado ya para la Historia con testimonios, estudios e investigaciones definitivas, entre las que destacan la Causa General , el Dictamen de Burgos en 1939, los libros de Carlos Fernández y lan Gibson. No e s ésta la ocasión de detallar aquellos acontecimientos sino de recordar la reacción de Franco y de toda España ante la terrible noticia . Resumamos sencillamente que, dec idida en el cuartel de Pontejos la represalia, la fuerza pública atacante se divid ió en dos cuadri1 Ampliación de fuentes en mi Franco de 1982,11 p. 219. Lo esencial en mi libro El 18 de julio..., op. cit. p. 495s, con indicación de fuentes. llas; una se dirigió a casa de Gil Robles para asesinarle, y al no encontrarle le buscaron en su despacho de Acción Popular en que tampoco estaba; entonces se un ieron a la otra cuadrilla, que al mando del capitán Condes, que se identificó como t al, irrumpieron ilegalmente en casa del diputado y jefe del Bloque Nacional en l a calle de Velázquez, le arrancaron de su familia, le metieron a viva fuerza en la camioneta oficial de Asalto que les transportaba y a poca distancia le asesinar on con un tiro en la nuca, tras lo cual arrojaron su cadáver a la entrada del ceme nterio del Este. Los partidarios del Frente Popular, entre ellos el pobre Southw orth, se empeñan en que Calvo Sotelo fue merecidamente ejecutado porque ya era un re belde en potencia; y que su asesinato equivale al de Castillo por los falangista s. Con todo respeto por el teniente asesinado, la importancia humana de los dos atentados era la misma; pero la significación política muy diferente. Castillo era u n instructor de activistas, prácticamente desconocido en España; Calvo Sotelo era un exministro, hacendista eminente, diputado del que se violó la inmunidad por fuerz as uniformadas del orden público; que había sido varias veces amenazado de muerte po r el Frente Popular en plenas Cortes y que era jefe de la oposición monárquica en el Parlamento y, junto a Gil Robles, líder político de la derecha española. El asesinato de Castillo fue un odioso crimen político; el de Calvo Sotelo un espantoso crimen de Estado. El líder socialista Indalecio Prieto vio a Condés unas horas después en la sede del PSOE y le predijo que por ese atentado estallaría de forma inmediata la guerra ci vil. Todo el mundo lo vio del mismo modo. El Frente Popular había tocado fondo y n uevamente era un fondo de sangre, lágrimas y barro como el de Casas Viejas en 1934 . Mis informantes de Canarias durante mi larga estancia de 1971 me insistieron en que durante la noche del 12 o del 13 de juilio varios individuos trataron de escalar los muros de la Comandancia General para atentar contra la vida de Franc o pero fueron ahuyentados a tiro limpio por la guardia doblada. En todo caso Fra nco quedó verdaderamente conmocionado por la noticia, que conoció por la radio en la misma mañana del 13 de julio, como toda España. Algunos excolaboradores, a veces mu y altos e íntimos, de Franco, que luego se convirtieron en enemigos, han declarado que Franco no se decidió a sumarse al Alzamiento hasta conocer la noticia del mag nicidio. No es verdad; ya estaba completamente decidido desde mediados o fines d e junio anterior si bien la trágica noticia le lanzó ya con toda urgencia a la suble vación. El testimonio inmediato de Franco Salgado es para mí clarísimo y definitivo: Al mediodía del 13 de julio con gran indignación mi primo (sic) afirmó que ya no se podía esperar más y que perdía por completo la esp eranza de que el gobierno cambiase de conducta al realizar este crimen de Estado , asesinando alevosamente a un diputado de la nación valiéndose de la fuerza de orde n público a su servicio. La decisión de Franco era definitiva e irrenunciable. Yo no lo dudé un momento y puedo afirmar que sentí deseos de que cuanto antes se alzase c ontra el gobierno del Frente Popular mucho mejor, pues nos estábamos exponiendo a que los comunistas nos ganaran la mano y, con ello, se llevasen de ventaja la in iciativa. Este horrendo crimen había de unir a todos los elementos de orden y just ificaba por completo la iniciación del movimiento militar . Aquella misma tarde del 1 3 el ayudante compra los billetes para que Carmen Franco y Carmen Polo embarquen el 19 de julio en el vapor alemán Waldi que saldría del Puerto de la Luz, en Gran C anaria, rumbo a El Havre. La suerte está echada, dice Franco Salgado. No cabía espera r mas

El 14 de julio Franco se encierra muy temprano en su despacho de la Comandanc ia y escribe el borrador de un Manifiesto que desemboca en el bando para declara r el estado de guerra en Canarias. Entrega el texto esa misma mañana al teniente c oronel González Peral, que se encargó de imprimir los documentos y tenerlos preparad os hasta que el propio comandante general diese orden para su proclamación. Ese mi smo día, en Madrid, se produce un grave malentendido. Los conspiradores de Madrid no saben dónde está el avión enviado desde Londres a Franco (que seguía en Casablanca) y tampoco conocen nada sobre la fecha en que Franco va a volar a Tetuán para poners e al frente del ejército de Marruecos. Franco, en Santa Cruz, sabe que le van a en viar un avión pero no sabe dónde está el avión. El profesor Luis Suárez cita un testimonio muy interesante de la señorita Elena Medina, fiel enlace del general Mola y colab oradora, en El Debate de Francisco Herrera Oria, hermano del futuro cardenal, y que actuaba como una especie de adelantado de la CEDA para la cooperación con los conspiradores militares e incluso en calidad de tal había intervenido en el envío de l Dragon. He discrepado del profesor Suárez en algún problema de método para la utiliz ación de archivos pero siempre he admirado todos sus libros y muy especialmente el más reciente sobre la vida de Franco en su época. Ahora debo expresar una seria dis crepancia de fechas en relación con ese testimonio. Suárez dice que el avión de Londre s llegaba a Gando el mismo día 14 a las 2,40 de la tarde (op. cit., p. 315). Pero Lu is Bolín, pasajero del avión e intermediario en su flete, llevaba un detallado diari o del viaje que reprodujo en su libro Spain, the vital 1 Franco Salgado, Mi vida..., op. cit., p. 150. years . Pues bien, en ese detallado diario de vuelo nos informa de que el avión, llegado a Casablanca el 12 de julio de 1936 a las 19,45, se quedó allí hasta el día 15 a las 07,55, momento en que despegó para el aeródromo español de Cabo Juby en la cost a africana, donde aterrizó a las 11,50; y volvió a despegar desde Cabo Juby ese mism o día (que no es el 14 sino el 15) para llegar a las Palmas a las 14,40; insisto q ue fue el día 15 y no el 14. Por otra parte el mensaje que Elena Medina recibió en M adrid el 14 de julio no pudo ser escrito por Sangróniz, que llegó a Santa Cruz de Te nerife el 16 de julio a la vez que el mayor Pollard; y casi con toda seguridad h izo el viaje a Canarias en barco, por lo que no podía estar en Madrid el 14 de jul io. Estoy seguro de que Elena Medina recibió el mensaje para Mola el 14, pero no d e mano de Sangróniz. El caso es, como dice con exactitud Luis Suárez, que Elena Medi na salió para Pamplona con un mensaje de Madrid en que se le informaba que no cons taba información alguna sobre Franco ni su avión. Mola pidió a la gentil mensajera que se dirigiera a Ceuta para comunicar al teniente coronel Yagüe el inicio de la sub levación en las plazas de soberanía y en el protectorado, aun sin saber nada de Fran co; a no ser que, al llegar a Madrid, Elena tuviera noticia de que Franco había en viado por fin el mensaje que esperaba el general Kindelán. El 15 de julio Indalecio Prieto, con su característica intuición, publicaba en su periódico, El Liberal de Bilbao, un ominoso artículo sobre La guerra civil que vive España . Esa misma mañana volvió a vivirla en la última sesión de las Cortes, celebrada por la Diputación Permanente sobre el magnicidio de Calvo Sotelo. Aun hoy resulta emoc ionante repasar aquellos discursos de Gil Robles y el líder del Bloque Nacional co nde de Vallellano, que virtualmente declaraban ya la guerra al Frente Popular, a quellas torpes réplicas de la izquierda cerril, aquellos intentos agónicos para evit ar la catástrofe inevitable. Ese día Franco tampoco pudo comunicar nada sobre su avión porque nada sabía de él, au nque ya había llegado al aeródrmo de Gando en Las Palmas, donde las autoridades lo d etuvieron hasta aclarar su origen y destino. Todo se iba a aclarar al día siguient e, 16 de julio, día del Carmen, santo de la esposa y la hija de Franco. Por fin, a las siete y media de la mañana, el buen mayor Pollard se presenta ante el doctor Gabarda y le comunica la consigna de que el avión de Franco está en Gando: Galicia sa luda a Francia . Gabarda hace como que no comprende pero avisa a Franco, que a pri mera hora de la mañana ha recibido al diplomático José Antonio de San1 London, Cassell , 1967, p. 50.

gróniz, marqués de Desio y enviado de los monárquicos de la Península y del general O rgaz; Sangróniz había llegado a Santa Cruz en el mismo correfllo que Pollard desde L as Palmas. Franco discute con Sangróniz el mejor método de llegar cuanto antes a Gra n Canaria para tomar el avión, ya que entonces Tenerife no disponía de un aeródromo ad ecuado. La solución, si bien trágica, se conoció a primera hora de la tarde. El comand ante militar de Las Palmas, general Amado Balmes, que por cierto estaba comprome tido para el Alzamiento, había sufrido un accidente mortal de tiro Se han difundid o versiones simplemente ignorantes sobre la muerte de Balmes. Un expediente cons ervado en el Servicio Histórico Militar lo aclara todo . Balmes era un notable tirad or, que sin embargo tenía la peligrosa costumbre de cargar su arma con el cañón apoyad o en el estómago. Sus últimas palabras fueron: Esta maldita costumbre mía... Ay, mi hij a! Al conocer la triste noticia, Franco llama por teléfono al subsecretario de Gue rra, general Cruz Boullosa, para comentársela y pedirle permiso verbal para viajar a Las Palmas con el fin de presidir el entierro. El subsecretario se lo concede inmediatamente y a las diez menos cuarto de la noche Franco embarca en el vapor Viera y Clavijo con su esposa e hija, su ayudante y su amigo el comandante jurídi co Lorenzo Martínez Fuset. Le acompañan además cuatro oficiales de su escolta militar. Durante su viaje nocturno Franco no puede saber que en aquellos momentos el ter cer tábor del Grupo de Regulares Indígenas numero 5, (comandante Joaquín Ríos Capapé) aler tado por el jefe designado para el alzamiento en el sector (coronel Juan Bautist a Sánchez González) salía en silencio para pernoctar en la alcazaba de Snada y caer al día siguiente sobre Villa Sanjurjo. Era la primera unidad sublevada, aunque secre tamente, del Ejército español. Cuando supo este hecho, apoyado en documentación del Se rvicio Histórico Militar, Franco mostró en 1972 su extrañeza pero no puso objeción algun a a su publicación cuando le mostré los documentos. Ese día 16 de julio Elena Medina, en Madrid, conoce la llegada del mensaje de Franco, que hace llegar a Mola y a Y agüe. Franco desembarcó en el Puerto de la Luz con el alba del 17 de julio de 1936. E n ese día la guarnición de Melilla se iba a sublevar en nombre suyo. Empezaba la gue rra civil española, el capítulo más dramático en la vida de Francisco Franco. 1 Cfr. mi Franco de 1982,11, p. 216 Los datos sobre la muerte de Balmes coinc iden con los publicados en el diario Hoy de Las Palmas 17 de julio de 1936, p. 1 y 8. EL ESPERPENTO POSTUMO DEL PROPAGANDISTA FEROZ No comentaré las conclusiones del coronel Blanco Escolá sobre la intervención de Fr anco en la gran conspiración de 1936 porque no he advertido en ellas nada nuevo e interesante. En cambio, cuando ya cerraba este capítulo, me llega el libro póstumo d e Herbert Rutledge Southwort, El lavado de cerebro de Francisco Franco que, tras muchos años de silencio impotente, escribió, por lo visto, este lobo feroz de la pro paganda antifranquista a instancias del profesor Paul Preston, que le prologa y nos informa de que el autor entregó el original pocos días antes de su muerte en 199 9. El libro aparece entre algunos anuncios previos que habían sembrado la expectac ión en los círculos especializados. El libro es un bodrio pseudohistórico, un amasijo de fichas bibliográficas y prejuicios marxistas-leninistas, como todos los del aut or; pero es además un parto de los montes, como dijo el clásico antiguo, del que nac ió ridiculus mus o un esperpento, como diría el clásico moderno. Un producto, en fin, que no pertenece a la literatura sino a la cerámica, por su habitual y evidente co ndición de ladrillo. Por su asombrado prologuista sabemos que Southworth fue minero, bibliotecario del Congreso, propagandista furibundo y, pese a su condición política de proletario , aficionado a la buena vida y habitante de caserones ajados y decadentes en Fra ncia. Sabemos que fracasó en un gran negocio, la introducción de patatas fritas ondu ladas en el país de las frites sencillas y que cuando salió heroicamente a la calle para apoyar a los estudiantes revolucionarios en 1968 Qo sería en 1868?) la policía

le baldó de una soberana paliza, que le produjo la natural depresión. Hace tiempo qu e albergo el propósito de sepultarle en sus propias inepcias pero esperaba que est e libro tan anunciado mereciera la pena. Después de subrayarlo no sé. Resulta que me convierte en una especie de héroe del anticomunismo, lo cual supone para mí un alto honor que merece agradecimiento. Me nombra patrón de la derecha española en el camp o de la Historia, ojalá fuera verdad. Dice que la modesta sección de estudios sobre la guerra de España que creé en el Ministerio de Información en 1963 (con su habitual precisión él le llama Ministerio de Cultura) poseía medios fabulosos, pero ignora que todos mis libros, excepto los dos primeros por los que no cobré un duro, salieron al público a través de editoriales privadas, sin un céntimo de subvención y financiados exclusivamente por su éxito editorial. 1 Barcelona, Crítica, 2000. Pero vamos al libro. Yo esperaba que incluyese una retractación de los disparat es que escribió su autor sobre el bombardeo de Guernica, del que se ha muerto sin enterarse y sin encontrar el documento que ha estado buscando toda su vida, la o rden de destruir la ciudad vasca y sus símbolos firmada por Franco, lo cual era hi stóricamente imposible porque los símbolos quedaron intactos tras el bombardeo y Fra nco jamás firmó tal orden a la Legión Cóndor ni a la aviación italiana. También esperaba que pidiese perdón por las enormidades que dejó escritas contra la defensa del Alcázar de Toledo, ahora que se han descubierto y publicado las cartas del coronel Moscardó a su esposa durante el asedio, pero a Southworth se le paró el reloj en 1963, no t iene ni idea de esas cartas y cuando critica (o incluso elogia) algunos se mis l ibros no pasa de los publicados hasta 1970, con leves excepciones, y desde enton ces ya ha llovido sobre mis imprentas. Yo esperaba que nos aclarase por fin cómo e n Anti~falan ge, un libro de turbia historia, confunde al ilustre colaborador de la Institución Libre de Enseñanza, don Manuel B. Cossío, con el ilustre pintor falang ista Pancho Cossío. Yo esperaba que pidiera perdón por haber dicho que la cruz de la Cruzada de Franco era la cruz gamada pero lo vuelve a repetir en este bodrio fi nal. El libro tiene dos partes. La primera es un absurdo centón sobre los documentos secretos de la primavera de 1936, que demostraban la existencia de un complot com unista contra el Gobierno. Pero en mi primer libro de Historia, en 1968, y él lo s abía, yo había negado validez alguna a esos documentos y además facilité el nombre del e scritor que hizo la eficaz falsificación, el insigne novelista y madrileñista Tomás Bo rrás, que me lo reveló personalmente. Muy a su pesar Southworth tiene que confesar q ue probablemente yo tengo razón, pero pasa por alto mi tesis, expresada en 1968 y ratificada en mi libro de 1999 El 18 de julio no fue un golpe militar fascista s obre los documentos auténticos del golpe marxista.leninista contra la República; el doble golpe, el de 1934 que ha documentado insuperablemente Pío Moa y el de 1936, qu e no necesitaba proyecto alguno porque era una realidad en marcha; pero que además tuvo varios proyectos documentados, como el propio Pacto del Frente Popular fir mado el 15 de enero de 1936. Este sofista nacido, por lo visto, en O lahoma y cr iado en Arizona se obstina en zurrar al maniqueo (aunque no sabe qué es eso del ma niqueo) al negar la existencia de un proyecto comunista contra el Gobierno del F rente Popular; jamás se me ha ocurrido afirmar la existencia de tal proyecto, porq ue el Frente Popular no iba a atentar contra el Frente Popular sino contra todo lo que no era Frente Popular, es decir, lo mismo sólo que completamente al revés. En mis libros citados he aducido documentos irrefutables y nada secretos, por que muchos de ellos se publicaron, como gravísimas amenazas, en la prensa de la époc a o se profirieron en las Cortes de 1936, como ha demostrado Gil Robles sin duda posible. Mientras incurre en estos flagrantes desenfoques, Southworth acumula los disp arates comprobables en la primera parte de su libro póstumo. Dice en la p. 33 que la conspiración de 1936 fue la primera que montó la derecha para derribar un gobierno elegido democráticamente . Pues no, la primera fue en 193 1/1932; y esos gobiernos e l de 1931 y el de 1936 no fueron elegidos democráticamente sino en virtud de dos el ecciones falseadas, las de abril de 1931 y las de febrero de 1936, como he demos

trado en mi citado libro sobre el 18 de julio. Dice disparates sobre la Carta Co lectiva episcopal de 1937 (página 53) desconoce su origen y mientras reconoce que e n la Carta Colectiva no se habla de documento alguno cita contradictoriamente la inclusión en ella de los famosos documentos. Cree que Manuel Aznar había labrado su r eputación con sus artículos periodísticos durante la guerra civil (p. 73) pero resulta que el gran periodista se hizo famoso ya en 1917 cuando asumió la dirección del per iódico más influyente de la época, El Sol. Dice Southworth que el famoso libro de Boll oten es el único texto que refuta los documentos publicado en España en vida del Caud illo p. 100). Pero en mi libro de 1967 Los documentos de la primevera trágica yo ref uto esos documentos secretos como Southworth reconoce, y el libro fue publicado en España ocho años antes de la muerte del Caudillo. Yo cito a Madariaga, casi siempre con admiración; Southworth insulta copiosamente a Madariaga y niega a ese grandísim o español hasta su carácter de español (p. 119). Descubre su verdadera filiación marxist a-leninista cuando define a la guerra civil española en la p. 184: La guerra civil española fue en esencia una guerra de clases . Pues no. En el bando de Franco combat ieron de corazón, no por coacción, los requetés de Navarra, los campesinos y pescadore s de Galicia, los pequeños agricultores de Castilla, los voluntarios de las bander as de Falange; muchos pertenecían a las clases menos favorecidas. Muchos combatier on simplemente por su condición de católicos, el pueblo del Movimiento como lo definió G il Robles. No he intentado más que un florilegio, más penoso que divertido, de esta primera parte, verdaderamente infausta, del libro de Southworth. Creo que ya va bien servido. La segunda parte, que asume el mismo título del libro El lavado de cerebro de Fr ancisco Franco es igualmente pésima, con el agravante de que resulta todavía más aburri da. El lavado de cerebro es el que experimenta Franco desde que en 1928 recibió de Primo de Rivera una suscripción al Boletín de la Entente Internacional c ontra la Tercera Internacional, que Franco renovó a su costa en 1934 y 1935. El la vado de cerebro se produjo porque Franco, según Southworth, aceptó sin crítica ni mati z alguna las informaciones anticomunistas de ese Boletím y las convirtió en ideología falsa porque para Southworth, que es marxista-leninista (siempre he sospechado q ue al menos de corazón fuera comunista, aunque nunca, que yo sepa, lo confesó) todo anticomunismo es falso. Yo sospecho que el silencio terrible de Sputhworth duran te la etapa final de su vida, hasta que Preston le sacó de él para animarle a escrib ir este bodrio, se debió sobre todo a la caída del Muro de Berlín, cuyos cascotes le c ayeron encima para sepultarle vivo, como sucedió con los comunistas de casi toda E uropa (que se cambiaron el traje y la etiqueta) menos los españoles; así fenecieron, aunque traten de colear, los arriscados teólogos de la liberación, bajo los mismos cascotes, aunque algunos de ellos traten de sobrevivir bajo las banderas, igualm ente rojas aunque más desvaídas, de la Internacional Socialista. La tesis de Southworth consiste en que Franco se tragaba los Boletines de la Entente Internacional Anticomunista (como se llamó hacia 1934) y de ahí obtenía toda s u información sobre la Internacional Comunista y sus satélites. Por lo visto Southwo rth pensaba que Franco no conocía el periódico comunista Mundo Obrero ni el diario s ocialista procomunista Claridad ni los innumerables libros y folletos revolucion arios y comunistas que inundaban a España durante la República; por lo visto ignoró si empre Southworth que una de las características de Franco fue siempre hacerse con una información directa y fehaciente del enemigo. En la primera parte de este libro casi no he podido extraer informaciones his tóricamente útiles. En esta segunda parte sí; porque me entero de que la Entente Inter nacional Anticomunista se fundó en Suiza hacia 1924, y Southworth indica dónde puede n encontrarse algunas colecciones, todas incompletas, de sus Boletines y documen tos, así como unas memorias manuscritas de uno de sus fundadores. Por supuesto que trata de desacreditar a la entidad, identificando su anticomunismo con su presu nta inclinación al fascismo; sin advertir que todos los fascistas eran anticomunis tas pero que no todos los anticomunistas eran fascistas. Me temo que Southworth no tuviera tiempo para leer el excelente estudio de Antonio Elorza y Marta Bizca rrondo Queridos camaradas pese a que se publicó varios meses antes de su muerte y q

ue según Preston había trabajado en su original hasta días antes de su fin. 1 Barcelona, Planeta, 1999. Porque allí hubiera podido comprobar, de fuente nada sospechosa, que la interve nción de la Internacional Comunista en España fue mucho más temprana, intensa y persis tente de lo que habíamos sospechado los que a mucha honra nos consideramos como an ticomunistas en España. El lema de la Entente, tal como lo transcribe Southworth, era patria, familia, religión y propiedad privada (p. 225) que curiosamente coincide con el lema de Acción Popular, el partido católico de Gil Robles. El punto que más in teresa a Southworth es la información que Franco recibió del VII Congreso de la Inte rnacional Comunista, celebrado en Moscú en el verano de 1935. (p. 241). Southworth no cita las que considero como las dos obras fundamentales sobre el VII Congres o y su aplicación en España: la colección documental de Jane Degras, que es de 1963 y el libro de Elorza-Bizcarrondo al que me acabo de referir . Con estos textos funda mentales delante, resulta que la información manifestada por Franco sobre el VII C ongreso es muy superior a la que le atribuye Southworth. Y el estudio Queridos c amaradas confirma, a mi modo de ver, la exposición de Burnett Bolloten sobre el VI I Congreso, la cual en su versión definitiva de 1989 Southworth cita pero no conoc e; estaba ese año demasiado ocupado en sacudirse los cascotes del Muro. Su misma sín tesis sobre el proyecto de Dimitrov en Moscú, que vincula a España a un Frente (Popul ar) Unido (p. 243) adolece de dos vicios gravísimos; la confusión de Bloque Popular c on Frente Popular; y la confusión de Frente Unido (que básicamente se centraba en el partido único del proletariado con predominio comunista) y Frente Popular que era u na alianza de los partidos comunistas y burgueses antifascistas. En definitiva, identificar el lavado de cerebro de Franco con las informaciones de la Entente Int ernacional Anticomunista es una reducción inadmisible, que ignora los mismos testi monios de Franco que hemos transcrito sobre la tensión revolucionaria del Frente P opular antes y después de las elecciones de febrero de 1936 (p. 257). Pero existe una prueba viva y comprobable de que en sus últimos años el pobre Sou thworth estaba gagá. La entrega de su manuscrito sobre el famoso lavado de cerebro se produjo, según Preston, muy poco antes de su muerte en 1999. Pues bien en ese manuscrito, y en el libro en que se ha convertido, no existe la menor huella de los documentos del archivo de Franco sobre el VII Congreso, que publicó el profeso r Luis Suárez en su importante serie documental Documentos inéditos para la historia del Generalísimo Franco, Madrid, Azor, 1992, p. lis. En 1992, es decir siete años a ntes de la muerte de Southworth, que no se enteró de

Degras, J. The Communist International Documents, Oxford Univ. Press, 1963. esa publicación, ni menciona una sola vez esa serie esencial. Pues bien, en la página citada y las siguientes tuvo Southworth a su disposición, durante siete años, l a correspondencia de Franco con la Entente suiza en 1934 y 1935 y además el que Suár ez publica como informe principal de la Entente sobre el VII Congreso, con infor mación muy amplia y fidedigna sobre asistentes y contenidos. La Entente los envió a Franco dentro de su serie Documentation y Suárez fecha el envío en enero-febrero de 193 6, con lo que las dudas de Southworth sobre la veracidad y cronología de la inform ación recibida por Franco carecen de sentido. En el documento, que es un resumen a uténtico, Dimitrov llama al Frente único ampliado Frente común antifascista que será el Bl que y el Frente Popular-pero resalta que el auténtico objetivo de los comunistas s erá siempre el gobierno de los soviets en la dictadura del proletariado . Este es el se ntido del Frente único del proletariado que es el objetivo fijado por el VII Congres o. La Entente afirma que los informes detallados del VII Congreso se han publica do y enviado por su sección Correspondance internationale pero Suárez no los publica, aunque evidentemente Franco los recibió. Pero incluso en este informe publicado ha y una mención expresa al frente popular en su sentido auténtico, es decir la alianza a ntifascista con los partidos de la burguesía. Creo que la publicación de este vital documento, que escapó a Southworth, demuestra que la información de Franco sobre el proyecto comunista internacional era perfectamente correcta y que esta publicación

invalida, sin más, el fementido libro del propagandista de O lahoma. En fin, acabaré la triste reseña de este doble ladrillo con un chiste malo que no se debe a mí. Southworth dice en la p. 260 que cuando Franco supo las primeras no ticias sobre las elecciones del 16 de febrero se puso a correr de un lado para ot ro como una gallina decapitada . No sé si será un modismo de O lahoma pero no me expli co cómo una gallina decapitada puede correr de un lado para otro. Como atribuye la leyenda a San Iñigo, por algo era Southworth un experto en hagiografía. He aquí una de las fotografías oficiales de Franco más difundidas durante la guerra . Fue tomada en Salamanca por Jalón Ángel en enero de 1937. precisamente cuando las divisiones de Franco trataban de envolver Madrid por los bosques del noroeste, e n medio de la batalla de la niebla. Jalón Ángel, su fotógrafo de Zaragoza, tomó a Franco esta fotografía en 1937 y en Salam anca, una de las fotos oficiales más difundidas durante la guerra civil. Capítulo 9: La Victoria de Franco en la guerra civil 1936-1939 LAS FUENTES PARA EL ESTUDIO DE LA GUERRA CIVIL El conflicto interior más grave de toda nuestra historia no comenzó abruptamente uno, o tres días de julio de 1936 sino que se venía gestando prácticamente, como hemos visto, desde los mismos comienzos de la Segunda República. No siempre se ha segui do este camino; es más, existe una cierta tendencia, incluso plasmada en actuacion es parlamentarias, a tratar la guerra civil como iniciada abruptamente, sin orig en ni causa previa, por una decisión exclusivamente militar, y encima ilegal y fas cista, manifestada entre los días 17 y 19 de julio de 1936. Tal planteamiento me p arece, sin más detalles, antihistórico, como creo haber demostrado en los anteriores capítulos. Podría abordar este capítulo exclusivamente mediante un frío despliegue temático. Pre fiero, por consideración a mis lectores, utilizar un método más sugestivo: presentar l a sucesión cronológica de los hechos y aprovechar los jalones ineludibles del relato para insertar en ellos los problemas principales del conjunto. No pretendo en e ste capítulo exponer una historia breve sobre la guerra civil de 1936 sino trazar en ese contexto un capítulo esencial en la vida de Franco. Antepongo sin embargo l a siguiente enumeración de fuentes que considero esenciales: 1. Sobre las concepciones de la época acerca del arte militar propongo, como más ilustrativas, las obras siguientes: la Historia del arte de la guerra del marisc al B. L. Montgomery que no trata más que indirectamente de la guerra civil española, áre a específica en que puede suplirse con otros trabajos británicos, 1 Madrid, Aguilar, 1969. como los del capitán Liddell Hart y la excelente biografia de Franco por el coro nel George Hills (Madrid, San Martín, 1968) o españoles, entre los que destaca Franc o militar del general R. Casas de la Vega (Madrid, Fénix, 1997) así como Ayer, del g eneral Carlos Martínez de Campos (Madrid, Instituto de Est. Políticos, 1970). Por el bando republicano destacan los trabajos del general Rojo, el general Cordón y los tenientes coroneles Líster y Tagüeña, además del capitán Escofet y el coronel Guamer; ent re sus adversarios selecciono a los generales Aranda y García Valiño. Datos bibliográf icos en mi Historia esencial de la guerra civil española, Madrid, Fénix, 1996, obra en que puede ampliar datos el lector. 2. Sobre la profunda división que se ahondó dentro de las fuerzas armadas y de or den público ampliando graves fisuras que se remontaban al reinado de Alfonso XIII e incluso al siglo XIX veo la obra fundamental de R. Salas Historia del Ejército P opular de la Repüblica (Madrid, Editora Nacional, 1973) y la ya citada de Carlos S

eco Serrano Militarismo y civilismo en la España Cóntemporánea.

3. Para el estudio histórico del Alzamiento Nacional, hasta ahora muy imperfect amente tratado, me consta la existencia de un estudio original, ya terminado, de l coronel José Manuel Martínez Bande, cuya publicación sería del más alto interés científico. La bibliografta sobre los antecedentes inmediatos de la guerra civil se ha enriq uecido recientemente con el primer tomo de Pío Moa Los orígenes de la guerra civil ( Eds. Encuentro, 1999) cuyo segundo volumen se espera con creciente interés. 4. Ya dentro del período estricto de la guerra civil seguiré en este capítulo la su cesión histórica que he propuesto en mi Historia esencial de la guerra civil española, Ya está completa, a falta del citado libro sobre el Alzamiento, la espléndida serie de monografías de historia militar debida al coronel José Manuel Martínez Bande y edi tadas por San Martín. Redoblo aquí la cita de la obra monumental de R. Salas Larrazába l Historia del Ejército Popular de la República en 4 vols. Del mismo autor son Los d atos exactos de la guerra civil (Madrid, Drácena, 1980) y Pérdidas de la Guerra (Bar celona, Planeta, 1977). Su hermano el general Jesús Salas, que compuso con él una ex celente Historia General de la guerra de España (Madrid, Rialp, 1996) y ahora subs ume y amplía sus impres1 Capt. Liddell Hafl Britain and Spain, London, Liberal Pub l. Dept., 1938; The other side of the hill, London, Cassell, 1948. cindibles investigaciones, iniciadas en obras anteriores y agotadas, en un tr abajo monumental, Guerra Aérea 1 936-1 939 (Madrid, Instituto de Historia y Cultur a Aeronáutica, dos vols a partir de 1998, obra todavía incompleta pero ya definitiva en lo publicado). Contábamos ya con un estudio de primer orden sobre la guerra ci vil en el mar, el de Ricardo Cerezo Armada Española siglo XX (4 vols., Madrid, Pon iente, desde 1983) cuando nos han abrumado los cinco magistrales tomos de los al mirantes Femando y Salvador Moreno de Alborán y de Reyne La guerra silenciosa y si lenciada (Madrid, Gráficas Lormo, 1998). Sigo teniendo delante para este capítulo el excelente volumen de la última biografía de Franco y su época escrita por el prof. Lu is Suárez y tantas veces citada. Acerca del período final del conflicto he publicado en 1999 el libro La Victori a y el caos, (ed. Fénix) refundición muy ampliada (a doble de texto y contenido) del libro de 1989 1939, Agonía y Victoria. 5. - La que antecede no es más que una mínima selección, aunque la creo esencial, d e los principales libros necesarios para el estudio de la guerra civil española en orden a una biografía de Franco. Naturalmente que la documentación de las dos fuerz as militares enfrentadas se conserva íntegra en los archivos del Servicio Histórico Militar. La documentación extranjera sobre los aspectos militares y político-militar es del conflicto está en gran parte publicada o al menos investigada con garantías g eneralmente, aunque no siempre aceptables. En el aspecto político el libro decisiv o para la zona republicana es el de Bunett Bolloten La guerra civil española, revo lución y contrarrevolución en su edición final de Alianza Ed., 1989. LAS FUERZAS EN PRESENCIA El durante tantos años denominado Alzamiento nacional de julio de 1936 (un nomb re que se tomaba de un fenómeno semejante al iniciarse la guerra de la Independenc ia en mayo de 1808, y fue consagrado luego por la historiografía española) no fue pr opiamente un pronunciamiento clásico (no posee las notas necesarias para ello) ni un movimiento exclusivamente militar sino un acto de iniciativa militar emprendi do por una parte de las Fuerzas Armadas, secundadas en muchas ocasiones por las de Orden Público y prácticamente en todos los casos apoyadas por la adhesión efectiva de elementos civiles que en algunos puntos como Navarra o Valladolid llegó a ser determinante. En su carta colectiva de 19 37 los obispos españoles denominaron a este hecho movimiento cívico-militar con precis o sentido de los hechos reales. El Alzamiento se verificó sobre las pautas de las Instrucciones enviadas por el general Mola a los principales nudos de la conspir ación y respondía a los siguientes caracteres:

a) No era un movimiento contra la República sino contra el que se consideraba ( y era) desgobiemo del Frente Popular. No era, desde luego, un movimiento monárquic o. b) Se trataba de una insurrección reclamada por amplísimos sectores de la Nación es pañola. Nadie engañaba a nadie. En plenas Cortes del Frente Popular, durante la sesión del 15 de abril de 1936, José María Gil Robles, como vimos, se arriesgó a una profecía trágica que resultó cierta. Una masa considerable de opinión dijo que es por lo menos la mitad de la nación, no se resigna implacablemente a morir, os lo aseguro. Si no pu ede defenderse por un camino, se defenderá por otro. Frente a la violencia que des de allí se propugne, (la izquierda y el banco azul, n. del A.) surgirá la violencia por otro lado y el poder público tendrá el triste papel de mero espectador de una co ntienda ciudadana en que se va a arruinar, moral y materialmente, la nación . c) La cooperación ciudadana a la insurrección militar se articulaba a veces bajo siglas políticas pero consistía fundamentalmente en una reacción cívica, la prevista por Gil Robles. No era en todo caso una reacción fascista. Suponiendo que F.E. de las JONS fuese un movimiento fascista, lo cual no es unívocamente cierto, sus efectiv os anteriores al Alzamiento no rebasaban las cinco mil personas susceptibles de organizarse en grupos de choque. Denominar fascista al conjunto de lo que pronto s ería el bando nacional equivale al error de denominar comunista al conjunto de lo qu e pronto sería el bando republicano. Uno y otro error persisten hasta hoy. d) El asesinato del líder de la oposición monárquica, don José Calvo Sotelo, en la ma drugada del 13 de julio por fuerzas uniformadas del Gobiemo en combinación con mie mbros de las milicias del Frente Popular fue el desencadenante del Movimiento cívi co-militar con carácter absolutamente irreversible. e) El esquema de gobierno propuesto por las Instrucciones del general Mola re spondía a dos inspiraciones: el Directorio Militar inicial de Primo de Rivera y la dictadura republicana planteada unas semanas antes en El Sol por Miguel Maura uti lizando la pluma de don Manuel Aznar. f) El acto inicial del Alzamiento consistía en que la autoridad militar de cada circunscripción, o en su defecto el mando que la suplantase, proclamara el estado de guerra en su jurisdicción. Cuando la autoridad militar máxima estaba comprometid a o quedaba neutralizada, el Alzamiento no suscitó problemas graves: caso de Melil la el 17 de julio por la tarde y demás plazas de soberanía o de protectorado esa mis ma noche; en el caso de Canarias (general Franco) Sevilla (general Queipo de Lla no) y Cádiz (general López Pinto) el día 18, seguidos esa noche por el mando y la guar nición de Burgos y por el general Saliquet en Valladolid. El tercer día decisivo es el 19 de julio, cuando los sublevados pierden sus posibilidades de dominar Madri d y Barcelona que caen en poder del Frente Popular al día siguiente, seguidas por Castilla la Nueva, Cataluña y tras pocos días, la región de Valencia. La carencia de j efatura militar clara y la división de las fuerzas militares y de Orden Público darán el triunfo al gobierno que cuenta desde los primeros momentos con el concurso de las fuerzas sindicales, muy motivadas y apresuradamente armadas. La única División Orgánica que se declara por los rebeldes con su jefe al frente es la Quinta, con c abecera en Zaragoza. Galicia y Oviedo declaran el estado de guerra; las ciudades andaluzas se dividen y toda la región se convierte en un mosaico que parece inext ricable; Murcia y Cartagena quedan con el Frente Popular, que se hace con la may or parte de la importante escuadra española de guerra; Extremadura se divide entre Cáceres por la sublevación y Badajoz por el Frente Popular. El éxito o fracaso de la sublevación, según los casos, dejó a España dividida en cuatro zonas, dos para cada bando; la zona centro-Este, con las ciudades más importantes , los recursos financieros y la mayor parte de la población más la agricultura inten siva y la zona cantábrica con su capacidad industrial, minera y ganadera. Las dos subzonas correspondientes al bando rebelde eran la del Norte, con Galicia, Casti lla y León, y la franja aragonesa al Oeste de la línea marcada por las tres capitale

s; más la provincia de Cáceres; y la del Sur, muy confusa y estratégicamente casi inde finible, con la cabeza de puente formada por la franja SevillaCádiz y las restante s plazas sublevadas en precaria condición. La zona nacional apenas comprendía un tercio de la población y de la riqueza nacional, estaba form ada por zonas agrícolas y carecía de recursos industriales y financieros. El archipiél ago canario fue dominado pronto por los rebeldes, como el balear, excepto la imp ortante isla de Menorca. La baza militar más importante de los sublevados era la z ona del Protectorado del Norte de África junto con las plazas de soberanía, donde ac ampaba el Ejército de África, equivalente a dos grandes unidades muy bien armadas y entrenadas. El gobierno del Frente Popular cometió desde los mismos comienzos de la guerra dos errores que sólo cabe calificar como mortales: el primero de orden orgánico mili tar y el segundo de orden moral. En efecto, considerando equivocadamente que tod as las fuerzas armadas se habían sublevado, cuando no eran realmente más que una min oría, licenció de facto a todos los soldados de reemplazo y puso bajo sospecha a tod o el estamento militar. Esto causó un daño irreparable a la moral de los militares q ue no habían pensado en sublevarse y que por ello se consideraron ajenos al esfuer zo de guerra de la República. Según las fuentes que resumo en mi citada Historia ese ncial de la guerra civil (básicamente R. Salas y R. Cerezo) la distribución final de efectivos de fuerzas armadas y de Orden Público al fijarse las dos zonas en guerr a a principios de agosto de 1936 es la siguiente: Ejército territorial 117.385 hombres, Fzas. Orden Público 67.300 55% del gobierno 45% rebeldes Ejército de África 47.127 100% rebeldes Total general 257.105 45,3% del gobierno 51,8% rebeldes La importante ventaja del Ejército de África a favor de los rebeldes se contrarre staba por la gravísima inferioridad del bando nacional en cuanto a unidades navale s. Gracias al motín organizado en las dotaciones desde la emisora central de la Ar mada en Chamartín el Frente Popular quedó dueño de 46 barcos de guerra frente a 19 de sus enemigos. La desproporción se hacía angustiosa para los rebeldes sobre todo en l as zonas donde la superioridad enemiga pudo y debió ejercerse de forma decisiva: l a zona del Estrecho en primer lugar. Cada zona contaba con un viejo acorazado, l a superioridad del Gobierno era aplastante en cruceros (tres contra prácticamente uno) y destructores muy modernos y eficaces (14 contra 1) además de submarinos (12 contra 0). Esta superioridad naval se acrecentaba con la superioridad aérea del g obierno: 425 aviones frente a 115 de los sublevados. He indicado que el segundo error decisivo del gobierno del Frente Popular al comenzar la guerra civil, concretamente el 11 de agosto de 1936, fue declarar a la Iglesia católica por decreto fuera de la ley, acusarla de colaboración con los en emigos de la República y de hecho desatar en toda la zona bajo su mando una persec ución contra la Iglesia Católica que desde el mismo 18 de julio ya estaba en pleno v igor y que supera en número de víctimas, crueldad y ensañamiento a cuantas se conocen en la Historia, sin excluir la Revolución soviética, la francesa y las persecuciones romanas. Perecen por odio a la fe trece obispos, ocho mil sacerdotes, religioso s y monjas, más decenas de miles de católicos por el hecho de serlo. Los dos centena res de mártires canonizados ya en diez casos y beatificados por el actual Papa Jua n Pablo II representan la prueba personal del hecho que consideramos como Cruzad a, pero que no surgió en modo alguno como una agresión por parte de la Iglesia sino como una respuesta de supervivencia ante la persecución de lo que habían llamado el Episcopado español el laicismo agresivo de la segunda República . Nada supone contra el perdón y la reconciliación que muchas familias españolas deseamos desde el mismo cont exto de los años treinta el hecho de que nos consideremos hijos de esos mártires que en innumerables casos murieron con el perdón en los labios y el recuerdo de sus f amilias en el corazón . Pero la torpe e implacable hostilidad declarada oficialmente por el gobierno de la segunda República contra la Iglesia católica alcanzó inmediatamente un efecto mo ral decisivo para el contexto de la guerra: entregó a los rebeldes la superioridad

moral, imprescindible para la victoria. En su importantísimo discurso a toda la n ación, emitido por la cadena de Unión Radio el 8 de agosto de 1936 y publicado en El Socialista del día 9 el líder socialista Indalecio Prieto, que sin cargo expreso ej ercía entonces con suma eficacia la coordinación general para el esfuerzo de resiste ncia de la República, afirmaba que una guerra sólo se gana con superioridad de medio s y que esa superioridad estaba volcada absolutamente a favor de la República en d os planos esenciales; los recursos industriales y las disponibilidades financier as. Podía haber añadido otros elementos de superioridad militar: los contingentes de la Aviación y la Marina, el mucho mayor número de generales y jefes superiores que permanecían fieles al gobierno; de los 24 generales con mando de división o asimilad os, sólo cuatro se sublevaron, como estableció, primero con sor1 Las obras capitales para la persecución religiosa son Antonio Montero, Historia de la persecución relig iosa en España (Madrid, BAC, 1961, reeditrada en 1999) Ángel David Martín Rubio Paz, p iedad, perdón... y verdad (Madridejos, Fénix, 1997 y R. Cácel Ortí La gran persecución, Ba rcelona, Planeta, 2000. presa y luego con aceptación general, Ramón Salas Larrazábal. Pero le faltaban a Pr ieto dos consideraciones decisivas que él conocía, pero se negó a revelar en aquellos momentos críticos. El Gobierno podía situar a generales al frente de sus columnas mi entras las columnas rebeldes avanzaban al mando de tenientes coroneles; pero se sublevaron contra el Frente Popular el ochenta por ciento de los capitanes y ten ientes, es decir casi toda la juventud militar, seguidos por un porcentaje semej ante de suboficiales, tan próximos al pueblo, lo que justificaba una vez más la expr esión de Gil Robles el pueblo del Movimiento y desmentía el ajado mito de la sublevación del Ejército contra el pueblo que ni siquiera utilizan hoy los historiadores afecto s al Frente Popular pero ví reflejada con enorme sorpresa en una información de una cadena de TV afecta al actual Gobierno. Por otra parte el indudable entusiasmo d e los milicianos del Frente Popular carecía de impulsos unitarios y de consignas a jenas a las falsedades de la propaganda como aquella famosa Madrid será la tumba de l fascismo cuando apenas había fascistas entre sus atacantes en noviembre de 1936. En cambio la identificación de la causa rebelde con la expresa bendición de la Igles ia católica dotaba a esa causa de una fuerza moral inmensa, preternatural, frente a la que el enemigo no era capaz de enfrentar nada remotamente semejante. La fue rza más inspirada y motivada de cuantas componían el Alzamiento, los voluntarios car listas, alumbraron la más bella de todas las consignas de guerra: Ante Dios nunca s erás un héroe anónimo . Hay que haber vivido, aunque sea en la infancia, aquel ambiente para comprenderlo; cualquier intento de expresarlo se motejará absurdamente como l irismo de propaganda. En la zona republicana no existía un factor moral semejante. Las consignas exhalaban un claro tufo soviético: Contra el fascismo y la guerra , al go aplicable entonces a Centroeuropa pero escasamente a España donde el fascismo a penas movía a nadie y la guerra no se aborrecía, se vivía. Las consignas rojas eran pr eferentemente negativas: No pasarán , Resistir es vencer . En la zona nacional se quería l legar cuanto antes a Madrid y a Valencia; en la republicana nadie soñaba jamás con a lcanzar León o Galicia. El Alcázar de Toledo no fue liberado principalmente por moti vos estratégicos sino porque era la acumulación de fuerza moral más importante de España ante el mundo. El factor moral primó durante toda la guerra en zona nacional fren te a las consideraciones tácticas, ésta es una realidad demasiado olvidada en muchas historias. En el mismo sentido la institución de los capellanes militares, vigent e en el Ejército español desde hacía cinco siglos y restaurada espontáneamente desde las primeras marchas de la zona nacional, prolongaba incluso sacramentalmente el es píritu de Cruzada. La institución, de apariencia paralela en el Ejército popular, los comisarios de unidad y de gran unidad, era de inspiración comunista y resultó mucho menos eficaz por el carácter partidista y proselitista de esos oficiales. Para completar el balance inicial de fuerzas y recursos disponibles en cada b ando al principio de la guerra civil debemos añadir una consideración sobre las mili cias voluntarias y el armamento a favor de cada uno. El estudio más completo sobre las milicias nacionales se debe al general Rafael Casas de la Vega . Por su parte el general Salas en Los datos exactos de la gue

rra civil ofrece datos coincidentes. Para el estudio de la movilización carlista e n la guerra civil contamos hoy con el estudio de Juan Carlos Peñas El carlismo, la República y la guerra civil (Madrid, Actas, 1996) que ha nacido como imprescindib le. De un documento del mando de Milicias correspondiente a febrero de 1939 R. C asas ha tomado los datos finales definitivos. La fuerza total de la Milicia Naci onal asciende a 99.243 hombres. 98 banderas (unidades tipo batallón) de Falange en cuadraban a 77.608 hombres; 31 Tercios a 23.768. Contando a las unidades de mili cias de segunda línea la cifra total de voluntarios rebasa, según Casas, los ciento cincuenta mil. Entre las milicias de combate el número de muertos se aproximó al 20% , el de heridos al 85%, que son porcentajes altísimos Sin embargo las estadísticas de encuadramiento pueden resultar muy engañosas. Según la mejor tradición del Ejército español tanto las unidades tipo Regimiento como las g randes Unidades tipo Cuerpo de Ejercito actuaban simultáneamente en campaña y en act ividades de reclutamiento. Así hubo regimiento del frente nacional que desde su ce ntro de recluta en Sevilla envió al frente a seis unidades del mismo tipo que su m atriz es decir seis regimientos. La comparación con los datos de movilización en la zona republicana son esclarecedores. Según datos del propio R. Salas la movilización forzosa en zona republicana superó con mucho a la de la zona nacional; 1.750.000 hombres en el primer caso, 1.200.000 en el segundo. Pero muchos de los voluntari os de la zona nacional que trataban de encuadrarse en unidades de milicias de he cho se incorporaban directamente al Ejército. Al final de la guerra, según datos del Servicio Histórico militar, los efectivos totales del Ejército nacional rebasaban l os 1.200.000 hombres mientras que los republicanos que se rindieron en la zona c entro-sur 1 R. Casas de la Vega Las milicias nacionales Madrid, Editora Nacional, 1977 p. 189s. llegaban a unos 800.000; todo el Grupo de Ejércitos de la Región Oriental había cru zado la frontera francesa. Por tanto el voluntariado efectivo de la zona naciona l superó sin duda el medio millón de hombres, unas cuatro veces más que el voluntariad o del Frente Popular, para el que suele ofrecerse la cifra de 150.000 milicianos . ¿Cuál de los dos ejércitos merecía realmente el calificativo de Ejército popular? Seguiré atribuyéndoselo sin embargo al nuevo Ejército del Frente Popular, articulad o efectiva y brillantemente desde principios de septiembre de 1936 por el Estado Mayor de Francisco Largo Caballero, con Diego Martínez Barrio y el general Fernan do Martínez Monje como jefes político y militar. En el equipo creador y realizador f ormaron parte el general Asensio Torrado, el teniente coronel Vicente Rojo, el c omandante Segismundo Casado y el capitán Martín Blázquez. No regatearé méritos a este supr emo esfuerzo de organización que convirtió poco a poco las inútiles bandas de milician os en un Ejército bien mandado y bien encuadrado en las más de doscientas Brigadas M ixtas, de las que cinco totalmente y dos tardía y parcialmente fueron brigadas Int ernacionales. El Ejército Popular se reunió y adiestró en la base de Albacete y su constelación de dependencias; en parte hubo de constituirse en el propio frente de Madrid, en el del Norte y en la retaguardia levantina y catalana. La idea, de inspiración en la tradición militar española, no en la soviética como se repitió, consistía en la creación de unidades autónomas semejantes a una brigada o pequeña división, con cuatro batallones de fusiles, uno de ametralladoras, un grupo artillero, y todos los servicios in cluidos los automóviles. Algunos grupos políticos como los anarcosindicalistas retra saron su transformación en brigadas mixtas; otros como los contingentes del Norte no recibieron instrucción suficiente. Pero cuando el Ejército Popular inició sus grand es maniobras con la batalla de la Granja a fines de mayo de 1937 un nuevo ejército surgía ante las divisiones del general Franco con posibilidades serias de desbord arlas. Sin embargo el victorioso estreno del nuevo esquema se inauguró en la batal la defensiva de Madrid donde once nuevas brigadas mixtas, entre ellas dos Intern acionales (una eficaz, la XI, otra desastrosa, la XII) consiguieron lo que parec ió un milagro: impedir que el hasta entonces victorioso Ejército de África se apoderas

e de la simbólica capital de España, Madrid. LA SUBLEVACIÓN DE FRANCO EN CANARIAS Esta panorámica sobre el Alzamiento y las fuerzas en presencia era absolutament e necesaria para fijar el contexto de nuestra biografía pero me temo que entre tan ta polvareda perdimos a don Francisco. Vamos a ver por tanto, lo que hizo Franco durante el Alzamiento y por tanto cómo se sublevó en Canarias. Habíamos dejado a Franco en Las Palmas donde se alojó en el hotel Madrid, cuyos pr opietarios me enseñaron durante mi visita en 1971 recuerdos suyos junto con su espo sa y su hija. Al amanecer del 17 de julio el importante colaborador de Mola Félix B. Maíz, que además es un excelente cronista, dejaba en la PTT de Bayona tres mensaj es en clave del Director para el general Sanjurjo en Estoril, el general Franco en Santa Cruz de Tenerife (no sabía que ya estaba en Las Palmas) y el coronel Seguí, que de acuerdo con el teniente coronel Yagüe se había encargado de coordinar el Alz amiento en Melilla. Franco se dirigió ante todo a la Comandancia militar donde est aba instalada la capilla ardiente del general Balmes, preside luego a las once e l entierro junto con el gobernador civil del Frente Popular señor Boix y Roig y el confinado general Orgaz que va también de uniforme. Asistieron al entierro veinte mil personas. Rezado un responso en la vecina iglesia de San Telmo muchos asist entes desfilaron ante Franco que saludaba militarmente. Entonces se instaló en la Comandancia donde recibió por la tarde la visita del cónsul británico muy indignado po r la retención del Dragon en el aeródromo de Gando. Franco le prometió arreglar el asu nto cuando recibiera el informe jurídico pertinente y para desorientar a la vigila ncia hostil dio tranquilamente con su esposa un paseo en coche por la ciudad y s us alrededores. A la misma hora -sin que Franco tuviera la menor idea se adelanta ba el comienzo de la guerra civil española en el edificio de la Comisión de Límites de África, junto a la alcazaba de Melilla la Vieja. Eran las cuatro y veinte minutos de la tarde del 17 de julio de 1936 cuando una patrulla de Asalto enviada por l as autoridades que algo sospechan se presenta en el pequeño edificio melillense do nde estaban reunidos los principales conspiradores militares del alzamiento. El teniente de la Legión Julio de la Torre salta por la ventana baja a la habitación in terior donde a su impulso los reunidos pronto reforzados por una patrulla del Ter cio que acude a la carrera se enfrentan a los guardias, que con su jefe se suman a los ya declarados rebeldes, quienes se apoderan en breve tiempo de la delegación del Gobierno y la Comandancia general. Sin embargo al recluir al delegado del g obierno, señor Fernández y Gil de Terradillos, en su despacho, los sublevados se olvidaron de desconectar el telégrafo Hughes desde el cual el delegado informó directamente al gobierno de la s ituación en la plaza, con lo que se redujo mucho el efecto sorpresa. Ya anochecido el coronel Solans, que ha tomado el mando en Melilla, se lo comunica al general Franco a quien cree en Tenerife mientras el teniente coronel Yagüe, jefe del alza miento en Ceuta, se apodera de esta ciudad sin seria resistencia. La noche del 1 7 al 18 de julio era la señalada por el general Mola para el alzamiento en Marruec os y así se efectúa también en Tetuán donde los tenientes coroneles Asensio Cabanillas, Beigbeder y Eduardo Sáenz de Buruaga se apoderan del mando. Todas las autoridades superiores del Protectorado están detenidas. En Santa Cruz de Tenerife el general Franco, que aún no sabe nada, se retira a dormir en su hotel sobre las diez de la noche. En sus primeras jornadas la guerra civil española es, ante todo, una guerra de información. Por el momento la gana el gobierno que, gracias a las comunicaciones del delegado en Melilla comprende que el Ejército de África se ha sublevado y a eso de las doce de la noche el subsecretario de Comunicaciones informa telefónicamente al gobernador civil de Las Palmas sobre el movimiento monárquico que acababa de est allar. Una o dos horas después el coronel González Peral, que ha recibido en Santa C ruz de Tenerife el comunicado del coronel Solans a Franco, se lo transmite, segu ramente por telégrafo, al comandante general en las Palmas, donde los funcionarios de comunicaciones lo denuncian al gobernador civil. El mensaje de Peral llega a Franco por el director de Radio Tenerife que era también director de la Telefónica

en la isla. El caso es que antes de las cuatro de la madrugada Martínez Fuset y Fr anco Salgado despiertan a Franco con la noticia de Melilla. Franco sale inmediat amente para la Comandancia con sus colaboradores y el general Orgaz. Un grupo de l Frente Popular preparaba para esa noche un atentado contra Franco, según me refi rió en 1971 uno de sus miembros, aún superviviente. Valiéndose de su información el gobierno transmite señales de alerta desde la misma tarde del 17 de julio a todos los puntos de España donde sospecha peligro de subl evación. El general Pozas, inspector general de la Guardia Civil, advirtió de la sit uación a las fuerzas de orden público de Las Palmas que se inhibieron porque no se a trevieron a enfrentarse al Ejército. La información más importante se emitió esa noche d el 17 al 18 desde el centro de comunicaciones de la Marina en el pinar de Chamar tín, que disponía de una potente emisora de la que se hizo cargo un suboficial de co municaciones de la Armada, el masón Benjamín Balboa, que dio la señal de peligro a todos los radiotelegrafistas de los barcos, por l o general adictos al Frente Popular. Suele decirse que Balboa había captado el rad io de Franco del que ahora hablaremos pero no hacía falta; insisto en que el gobie rno conocía la sublevación desde media tarde del 17 de julio y con toda probabilidad comunicó la noticia a un hombre tan seguro como Balboa. Hacia las cuatro y cuarto de la madrugada Franco se instalaba en el despacho de la Comandancia con sus colaboradores. Se pone en contacto con los enlaces del Alzamiento en la guarnición de Las Palmas y el general Orgaz se encarga de que la s fuerzas ocupen los edificios y objetivos previstos. Los militares retirados se presentaron, recibieron armamento y se incorporaron a la operación. Antes de las seis de la mañana piquetes de soldados al mando de un oficial procedían a la declara ción del bando del estado de guerra, junto con el llamado Manifiesto de Las Palmas; en Tenerife se encargó de la misma tarea el coronel González Peral gracias al texto que Franco le había confiado. A las seis y diez Franco envió, vía Tenerife, la respue sta al comunicado del coronel Solans: Comandante general Canarias a general jefe circunscripción oriental (Melilla). Gloria al heroico Ejército de África, España sobre t odo. Recibid el saludo entusiasta de estas guarniciones que se unen a vosotros y demás compañeros Península en estos momentos históricos. Fe ciega en el triunfo. Viva E spaña con honor. General Franco .Viva España con honor: las mismas palabras del gener al Prim desde Cádiz en 1868: Viva España con honra . A las siete y diez Franco, actuando como auténtico jefe del Alzamiento para tod a España, envía el radiograma siguiente a todos los mandos superiores de las Fuerzas Armadas: El general comandante militar de las islas Canarias al General jefe de la primera, segunda, tercera, cuarta, quinta, sexta, séptima y octava división orgánic a en Madrid, Sevilla, Valencia, Barcelona, Zaragoza, Burgos, Valladolid, La Coruña , al comandante militar de Baleares, al general jefe División Caballería en Madrid, al jefe de la circunscripción de Ceuta y Larache, al jefe de las Fuerzas Militares de Marruecos, a los almirantes jefes de las Bases navales de Ferrol, Cádiz y Cart agena: En radiograma de esta fecha digo al general jefe circunscripción oriental de África lo siguiente (copia del mensaje ya transcrito) para conocimiento de V.E. . Inmediatamente después Franco se ocupa de la difusión inmediata del llamado Manif iesto de Las Palmas, el mismo redactado por él en Tenerife, y firmado a las cinco de la mañana del 18 de julio, por medio de la imprenta y la comunicación a los diarios y emisoras de Las Palmas y Santa Cruz. Es un texto fundament al para explicar los motivos de Franco para sublevarse y su pensamiento en aquel los momentos. Luego se corrigieron algunas expresiones. Transcribo ahora la vers ión publicada en el diario Hoy sin corrección ni modificación alguna salvo erratas cla ras. Españoles: a cuantos sentís el santo amor a España, a los que en las filas del Ejércit o y la Armada habéis hecho profesión de fe en el servicio de la Patria, a los que ju rasteis defenderla de sus enemigos hasta perder la vida, la nación os llama a su d efensa.

La situación que pasa es cada día más crftica. La anarquía reina en la mayoría de sus ca mpos y de sus pueblos; autoridades de nombramiento gubernativo presiden, cuando no fomentan, las revueltas A tiros de pistolas y ametralladoras se dirimen las d iferencias entre los bandos de ciudadanos que alevosa y traidoramente se asesina n sin que los poderes públicos impongan la paz y la justicia. Huelgas revolucionarias de todo tipo paralizan la vida de la nación arruinada y destruyendo sus fuentes naturales de riqueza y creando una situación de hambre que lanzará a la desesperación a los hombres trabajadores. Los monumentos y tesoros artísticos son objeto de los más enconados ataques de las hordas revolucionarias obedeciendo a las órdenes que reciben de las directivas ex tranjeras, que cuentan con la complicidad o negligencia de gobiernos monteriles. Los más graves delitos se cometen en las ciudades y en los campos, mientras las fuerzas de orden público permanecen acuarteladas, corroídas por la desesperación que p rovoca una obediencia ciega a gobiernos que intentan deshonrarlas. El Ejército, la Marina y los institutos armados son blanco de los soeces y calumniosos ataques precisamente por aquellos que deben velar por sus prestigios. Los estados de excepción y alarma sólo sirven para amordazar al pueblo para que Es paña ignore lo que sucede fuera de las puertas de sus villas y ciudades, así como pa ra encarcelar a los pretendidos adversarios políticos. La Constitución por todos suspendida y vulnerada sufre un eclipse total; ni igua ldad ante la ley, ni libertad aherrojada por la tiranía, ni fraternidad cuando el odio y el crimen han sustituido al mutuo respeto; ni unidad de la Patria, amenaz ada por el desgarramiento territorial más que por el regionalismo que los propios poderes fomentan; ni integridad y defensa de nuestras fronteras cuando en el cor azón de España se escuchaban las emisoras extranjeras que predican la destrucción y el reparto de nuestro suelo. La Magistratura española, que la Constitución garantiza, igualmente sufre persecuc iones que la enervan o mediatizan y recibe los más duros ataques a su independenci a. Pactos electorales, hechos a costa de la integridad de la propia Patria, unido s a los asaltos a los gobiernos civiles y cajas fuertes para falsear las actas, formaron la máscara de la legalidad que nos preside. Nada contuvo la apetencia de poder, destitución ilegal del moderador (el Preside nte de la República, n.del A.) glorificación de la revolución de Asturias y de la sepa ración catalana; una y otra que quebrantando la Constitución en nombre del pueblo, e ra el código fundamental de nuestras instituciones. Al espíritu revolucionario en co nciencia de las masas engañadas y explotadas por los agentes soviéticos que ocultan la sangrienta realidad de aquel régimen que sacrificó para su existencia 25 millones de personas, según en la malicia y negligencia de autoridades de todo signo que a mparadas en un poder claudicante carecen de autoridad y prestigio para imponer e l orden y el imperio de la libertad y de la justicia. ~,Es que se puede consentir un día más el espectáculo vergonzoso que damos al mundo? ¿Es que podemos abandonar a España a los enemigos de la Patria, con un proceder cob arde y traidor, entregando las industrias y la existencia? Eso no, que lo hagan los traidores pero no lo haremos quienes juramos defenderla. Justicia, igualdad ante la ley os ofrecemos. Paz y amor entre los españoles. Lib ertad y fraternidad exenta de libertinaje y tiranía. Trabajo para todos. Justicia social llevada a cabo sin antojos ni violencias. Y una equitativa y progresiva d istribución de la riqueza sin destruir ni poner en peligro la economía española. Pero frente a eso una guerra sin cuartel a los explotadores de la política, a lo s engañadores del obrero honrado, a los extranjeros y los extranjerizantes que dir ecta o solapadamente intentan destruir a España. En estos momentos es España entera la que se levanta pidiendo paz, fraternidad y justicia; en todas las regiones el Ejército y la Marina y fuerzas de orden público se lanzan a defender la Patria. La energía en el mantenimiento del orden estará en p roporción a la magnitud de las resistencias que se ofrezcan. Nuestro impulso no se termina por la defensa de los intereses bastardos ni por el deseo de retroceder en el camino de la historia, porque las instituciones, s ean cuales fueren, deben garantizar un mínimo de convivencia entre los ciudadanos que no obstante las ilusiones puestas por tantos españoles se han visto defraudada

s, pese a la transigencia y comprensión de todos los organismos nacionales, con un a respuesta anárquica y la realidad es imponderable. Como la pureza de nuestras instituciones nos impide el yugular aquellas conqui stas que representan una base en el mejoramiento político y social y el espíritu de odio y venganza no tiene albergue en nuestros pechos, del forzoso naufragio que sufran algunos ensayos legislativos sabremos salvar cuanto sea compatible con la paz interior de España y su anhelada grandeza, haciendo reales en nuestra Patria por primera vez y en este orden, la trilogía Fraternidad, Libertad e Igualdad. Españoles: ¡Viva España! ¡Viva el honrado pueblo español y malditos los que en lugar de cumplir sus deberes traicionen a España! El 18 de julio por la mañana se difundieron dos manifiestos de Franco. El de La s Palmas, que acabo de transcribir; y el de Melilla, que se publicó esa misma mañana en El Telegrama del R~f y fue comunicado por el teniente coronel Yagüe. Probablem ente se trata de un texto más breve y vibrante enviado por Franco previamente desde Canarias, porque estoy seguro de que Yagüe no se atrevería a atribuírselo a Franco, co n la firma del general, sin previo conocimiento de Franco. Las ideas son las mis mas, con predominio de los postulados sociales y de la exigencia de orden y auto ridad. En el manifiesto de las Palmas hay una velada alusión a no volver atrás en la historia es decir, que no se trata de un alzamiento monárquico. En el de Melilla se dice con más claridad: Se trata de restablecer el imperio del orden dentro de la R epública que era idea muy arraigada en Franco y en Mola. A primera hora de la mañana se proclamó, pues, en Las Palmas y en Santa Cruz de T enerife el estado de guerra, con banda de cornetas y tambores. En Las Palmas el Frente Popular se echó a la calle y sobre las ocho de la mañana formaba tres manifes taciones. Una, reducida, ante la Comandancia militar. Otra, de unas mil personas , aclamaba al gobernador civil en su sede. Una tercera, numerosa, venía del Puerto de la Luz para sumarse a las dos primeras. Pero la guardia de la Comandancia y los destacamentos del Ejército dispuestos por Orgaz repelen a los manifestantes y restablecen el orden. Franco ordena sacar de la cárcel a los falangistas que estab an encerrados y que se forme una milicia armada con ellos y voluntarios de derec has que se presentan. La afluencia era tan numerosa que Franco tuvo que salir al balcón para corresponder a sus vítores. A las diez y veinte se recibe en la Comandancia un radio alentador: Tetuán 18 a las diez. Urgentísimo. Coronel Sáenz de Buruaga, jefe del Ejército de África, a general Franco. Dueños absolutos de todas las plazas de Marruecos agradecemos de corazón el entusiasta saludo anhelando pronto llegada para ponernos sus órdenes. Puede tomar tierra en Tetuán o en Larache sin consecuencias. Convien e avise salida y esperamos noticias. ¡Viva España! Franco tiene el camino libre para tomar el mando del Ejército de África que se le asignaba en las instrucciones de Mola. La situación en Canarias parece suficiente mente asegurada y Franco la deja en manos del general Orgaz que consumará con efic acia el Alzamiento en todas las islas. No había pasado aun hora y media desde que recibió el telegrama de Tetuán cuando Franco, tras dar sus últimas órdenes, sube a un au tomóvil que, con escolta armada en los estribos, le conduce hasta el inmediato mue lle de Las Palmas. Allí embarcó en un bote de remos que le llevó a un remolcador civil mandado por un alférez de navío que le trasladó hasta cerca de Gando donde el capitán B ebb, que había estado a primera hora de la mañana en la Comandancia, tenía todo prepar ado. Franco desembarcó y tomó otro coche que le dejó junto al avión, custodiado por una patrulla del Ejército. Eran las dos de la tarde. Se despidió de Martínez Fuset, a quie n encomendó la custodia de su esposa e hija. Le acompañaba su ayudante Franco Salgad o y un aviador experto en vuelos sobre Marruecos, el teniente Villalobos. Franco viajaba de paisano, con el bigote afeitado y el pasaporte de Sangróniz con la fot o cambiada. El Dragon despegó de Gando a las dos y diez de la tarde del 18 de juli o rumbo a Agadir, en el Marruecos francés. Mientras Franco volaba el inspector gen eral de Carabineros, general Gonzalo Queipo de Llano, daba la gran sorpresa del Alzamiento apoderándose de Sevilla; sólo Sevilla y Cádiz son las ciudades de la Penínsul

a que se incorporan al Alzamiento el mismo 18 de julio. A las cinco de la tarde el Dragon toma tierra en Agadir, donde permanece dos horas, con tiempo para leer una noticia sorprendente en un diario francés de Marruecos; el general Franco vol aba a Marrucos para sofocar la rebelión del Ejército de África. Empezaba, en torno a l a naciente guerra civil española, la guerra paralela de las mentiras, que hoy perd ura con enorme fuerza. A las nueve y cuarto de la noche el corresponsal Luis Bolín observa la llegada del Dragon, del que desciende Franco. Todos cenan en el mismo aeródromo unos bocad illos con cerveza. Franco Salgado quiere seguir; Bolín y Bebb se oponen ante los r iesgos que entonces suponía un vuelo nocturno. Confirma la demora el marqués del Mérit o, que llama desde Tánger para comunicar que debe suprimirse la escala prevista en la ciudad internacional por riesgo de atentado y en cambio recomienda el vuelo directo a Sania Ramel, el aeródromo de Tetuán. Deciden entonces dormir unas horas en un hotel de las afueras de Casablanca donde Luis Bolín, acreditado periodista, ob tiene la exclusiva de su vida; pasar la noche del 18 de julio en la misma habitación que el general Franco. El general, poseído por la preocupación, tardó mucho en dormirse. Bolín le recuerda como poseído por el amor a España . Es muy i mportante que en esa noche del 18 de julio Franco nos ofrece una nueva prueba de su profundo sentido social: Quería mejorar la suerte del trabajador, la situación de las clases medias . La mejora, la redención y sobre todo la expansión decisiva de las clases medías serían, en la conciencia de Franco, como confesó muchos años después, la ci fra de su régimen. El general no abrigaba la ilusión de un posible triunfo rápido sobr e las huestes del Frente Popular. Los factores en contra eran muchos. Considerab a perdidas para nuestra causa todas las poblaciones importantes entre ellas Madri d, Barcelona, Valencia y Bilbao donde temía la acción de las masas armadas por el gob ierno y la actuación de jefes y oficiales hostiles; mientras que en la Marina la m arinería y clases podrían alzarse contra los jefes y oficiales. Pese a ello Franco e xpresó su seguridad absoluta en la victoria, tras una guerra larga y durísima. Así suc edió . Aquella noche la esposa y la hija de Franco, escoltadas por Fuset, habían dormi do en el guardacostas Arcila desde donde a la mañana siguiente se dirigieron al va por alemán Waldi rumbo a Francia. Don Juan de Borbón había llamado por teléfono desde Ca nnes al aviador Juan Antonio Ansaldo para preguntarle dónde tenía que presentarse pa ra apoyar el Alzamiento en España. Había caído irremisiblemente el inepto y provocador jefe del gobierno Casares Quiroga y le había sucedido don Diego Martínez Barrio, qu e fracasó en algunas llamadas de urgencia a varios generales entre ellos Mola para impedir que se extendiera la rebelión. Por el contrario Mol a preparó el Alzamiento en su región de Burgos, en todo el norte de España y sobre tod o en Navarra, donde el sacrificio de Calvo Sotelo había anulado todas las reticenc ias carlistas y miles de requetés se aprestaban a combatir en lo que para ellos er a una auténtica cruzada. En Pamplona, Valladolid, Burgos y Zaragoza el alzamiento parecía inminente y seguro; como en Palma de Mallorca; en las grandes ciudades que Franco predijo a Bolín sucedía lo contrario, es decir lo que predijo Franco. Cuando Luis Bolín apagó la luz Franco calló pero apenas pudo dormir un rato. Se lev antó con sus compañeros de vuelo a las cuatro de la mañana, ya era domingo 19 de julio , tomaron un breve desayuno y se dirigieron al aeródromo, donde el jefe, ganado po r Bolín, les aconseja la partida inmediata ante la actitud sospechosa de 1 Estimo fundamental el testimonio de Luis Bolín, a quien conocí muy bien. Lo exp resó en su citada obra Spain, the vital years, p. 62s. de la edición española. algunos aduaneros. Despegan y a las seis de la mañana el Dragon cruza la fronte ra de los protectorados francés y español. Franco se viste de uniforme. A esa hora M ola ha declarado el estado de guerra y observa cómo columnas nutridas de requetés co nfluyen en la Plaza del Castillo. La oficialidad joven de Zaragoza, Valladolid y Burgos asegura la victoria del Alzamiento en sus cabeceras de región. A las siete de la mañana el Dragon describe varios círculos sobre el aeródromo de Sania Ramel, ca da vez más bajos. Franco reconoce a Sáenz de Buruaga: Es el Rubito . Y aterrizan sin no

vedad. Franco se dirige al barracón del aeródromo y pide noticias y mapas. LA CONTRAFIGURA DE FRANCO EN EL ALZAMIENTO No quiero convertir esta nueva versión de mi biografía de Franco en una polémica co ntra los enemigos históricos de Franco. Ya me referí cumplidamente a esta polémica en mi libro de 1999 El 18 de julio no fue un golpe militar fascista donde, a juzgar por el interés de los lectores, que han agotado en pocos meses la primera edición, van bien servidos los señores Preston, Tusell y otros redomados antifranquistas. N o voy ahora a reiterar las argumentaciones que en ese libro esgrimí contra ellos p ero debo referirme ahora a los autores y obras publicadas desde mi libro anterio r a la aparición del actual. Estos libros son dos. Primero, El lavado de cerebro de Francisco Franco, al q ue me he referido en el capítulo anterior porque su decepcionante contenido se ati ene exclusivamente a la actuación de Franco antes de la guerra civil: El problema de Southworth es que dominó la técnica de vender libros (los libros de su propia bib lioteca, no los escritos por él, que apenas se han leído) pero nunca tuvo la menor i dea sobre la historia de España, porque cuando se aventuraba en ella se estrellaba sin excepciones contra una realidad que desconocía. Por eso ya no volveré sobre él ah ora. En cambio sí lo haré sobre el segundo libro y su autor, el coronel Blanco Escolá, que ha publicado después de mi libro anterior el suyo, La incompetencia militar d e Franco, a cuyos capítulos sobre la adolescencia de Franco, la guerra de África , l a Dictadura y la República ya me he referido copiosamente en las páginas anteriores. Sin embargo tengo la impresión de que el coronel Blanco Escolá tiene por principal objetivo de su libro la demolición histórica de Franco como caudillo militar en la g uerra civil. El libro a que me refiero ha recibido con extraña unanimidad tremendo s varapalos de todos los campos, desde la extrema derecha a la extrema izquierda . Por mi parte, aunque sostengo tesis radicalmente disconformes con las del coro nel, no incurriré en el desprecio que otros muestran por su carrera y su obra. Aunque n o sea más que para agradecer, con esta muestra elemental de respeto, las atencione s que personalmente me prodiga en su libro, a veces muy elogiosas. Es que además s e trata de un jefe del Ejército, perteneciente según creo a la promoción del Rey don J uan Carlos en la Academia General Militar y si bien gran parte de su carrera ha transcunido en establecimientos militares ajenos a la Historia se trata de un mi litar español, licenciado en Historia y profesor en centros y Academias militares. Adelanto lo que ya supone el lector después de los comentarios, duros y disconfor mes, que he acumulado sobre los capítulos de África en el libro del coronel Blanco E scolá; que la tesis fundamental de su libro, que coincide con su título, La incompet encia militar de Franco carece de base histórica y me parece radicalmente equivoca da. La simple exposición que acabo de hacer sobre el comportamiento de Franco duran te la conspiración militar entre las elecciones de febrero y el alzamiento de juli o de 1936 refuta por la misma fuerza de los hechos probados la línea agresiva y pa rcialísima del coronel Blanco Escolá. Veamos algunos detalles. La documentación del Se rvicio Histórico Militar demuestra que la reunión decisiva de la Junta de Generales fue el 8 de marzo, no el 10 o el 12, porque Franco se había ido de Madrid el día 9 ( p. 196 de La incompetencia). El suplente de Goded no fue Fanjul sino Rodríguez del Barrio (p. 197). Calificar al gobierno del Frente Popular como democracia plena ( p. 198) es sencillamente falso y atenta a la inteligencia de un lector informado ; aquello no era democracia sino caos, según estableció definitivamente don Manuel A zaña en La Velada en Benicarló, libro cuya atenta lectura recomiendo al coronel. Los terribles catálogos de desmanes que comunicaron Gil Robles y Calvo Sotelo a las C ortes del Frente Popular no son catastrofistas (p. 202) sino reflejos exactos de u na catástrofe. Sobra el de en el apellido del general López Ochoa (p.2O9). Blanco Es colá insiste en que Franco se retrasó por injustificable temor en su llegada a Tetuán el 19 de julio, y que esa llegada se produjo dos días después de la sublevación en Áfric a (p, 213s.). No es verdad. He dejado bien claro que Franco salió para tomar su av

ión en Gando a la media hora de recibir el telegrama de Tetuán; no hubo tal retraso sino una elemental prudencia para emprender un viaje por territorio extranjero ( y hostil, dado que en Francia gobernaba también el Frente Popular) y Franco tuvo s umo cuidado en evitar audacias como la del general Núñez de Prado o el general Gómez M orato, capturados por los rebeldes por volar sin precauciones en aquellas jornad as inciertas. Y la captura del aeródromo de Tetuán sucedió sólo veinticuatro horas antes de la llegada de Franco. Yerra el coronel Blanco cuando acepta la afir mación de Ansaldo: Franco no se sublevó al frente de las islas Canarias (p. 217) po rque cuando salió de Canarias tenía ya virtualmente dominadas las dos islas principa les, al frente de las cuales se sublevó de manera formal y expresa, comunicada ade más a toda España. Se arma el coronel Blanco un lío tremendo con el prestigio de Franc o en la p. 221. Le molesta el prestigio de Franco que en la misma página atribuye a la prensa de derechas (en ocasiones anteriores había atribuido el prestigio a la propaganda personal del propio Franco) y al gran discurso de Indalecio Prieto e l 1 de mayo de 1936 en Cuenca, pero no me suena que Prieto fuese un escritor en la prensa de derechas, como sucede con los socialistas de ahora. Compara con elo gio al general Queipo y su actuación en Sevilla con la de Franco en Canarias y Áfric a; (p. 221) son dos escenarios completamente diferentes, Queipo carecía de mando e n Sevilla (fuera de los carabineros) y Franco se sublevó al frente de su comandanc ia general, nada tiene que ver una situación con otra. Atribuye a imprudencia de F ranco la difusión de su radiograma a todos los mandos militares en la madrugada de l 18 de julio, pero el gobierno conocía la sublevación por las comunicaciones de Mel illa y las conversaciones de Martínez Barrio y como no se había proclamado aún un jefe supremo de la rebelión Franco se creyó obligado, con toda razón, a echar sobre la bal anza todo su prestigio (Gil Robles le había considerado en 1935, recuerde el lecto r, como jefe indiscutible según la opinión unánime del Ejercito para arrastrar, sin du da, a muchos indecisos). Ya después de aterrizar Franco en Tetuán su antibiógrafo militar se empeña, casi diría que se ensaña, en desacreditarle por sus primeras decisiones. Pero vamos a observa r primeramente lo que sucedió, con lo que será mucho más fácil descartar lo que no suced ió . LAS DECISIONES ESTRATEGICAS DE LAS PRIMERAS SEMANAS Preocupados por los variadísimos avatares del Alzamiento y la Revolución, los his toriadores han omitido demasiadas veces las decisiones de carácter estratégico que t uvieron lugar en las dos zonas al principio de la guerra civil. 1 Para las fuentes sobre la sublevación de Franco en Canarias, algunas tomadas directamente por mí en 1971, ver mi Franco de 1982, II, p. 218s. La primera emanó del general Franco, que aterrizó en el aeródromo de Tetuán a primera hora de la mañana de 19 de julio, despachó a su compañero de viaje Luis Bolín para esta blecer contacto con el general Sanjurjo en Portugal y, obtenida su aprobación, par tir después rumbo a Inglaterra, Alemania e Italia para conseguir la compra urgente de aviones y material . Franco evaluaba correctamente en Tetuán la situación general e stratégica: tenía a sus órdenes un cuerpo de ejército poderoso capaz de decidir cualquie r situación en la Península; tendría que cruzar con esas tropas selectas el Estrecho l o que no sería posible con la presencia de importantes unidades de la Escuadra del Frente Popular en Málaga y sobre todo en Tánger y Gibraltar que pretendían utilizar c omo bases, con éxito en el primer puerto aunque negativa del segundo. Franco no re nunció nunca al transporte naval, que se había iniciado con éxito gracias a un destruc tor adicto pero al perderlo concibió la idea de un puente aéreo que se puso en movim iento al día siguiente con aviones exclusivamente españoles. El paso del Ejército de Áfr ica a través del Estrecho ha sido estudiado por el entonces capitán de navío Cerezo en el aspecto naval y por el general Jesús Salas en el aéreo. El paso naval se inició el mismo 19 de julio y el aéreo el día 20. Salas nos dice que durante el mes de julio pasaron por mar mil hombres y por aire algo más de dos mil. Estas primeras aportac iones aeronavales consiguieron que Queipo mantuviese sus bases esenciales de Sev

illa y Cadiz. Del 29 de julio al 9 de agosto el puente es, en cuanto a aviones, hispanoalemán pero en este breve período la Marina, con apoyo aéreo hispano-italiano c onsigue pasar el 5 de agosto el justamente denominado Convoy de la Victoria, que rompió el maleficio del aislamiento africano de los nacionales y permitió que Franc o pudiera organizar simultáneamente, con Queipo, la rectificación de los frentes and aluces y el socorro a las capitales aisladas de Córdoba y Granada; el apoyo a los sectores más comprometidos de toda España; y la operación más famosa del Ejército de África, la Marcha sobre Madrid. La presencia de los cruceros nacionales del Ferrol en e l Estrecho una vez puestos a punto en septiembre de 1936 aseguró el dominio del Es trecho y el transporte por mar y aire a la Península de cerca de noventa mil hombr es no solo del Protectorado sino de otros territorios del Mahgreb, que constituy eron seguramente el contingente voluntario más importante recibido en el Ejército na cional desde fuera del territorio estrictamente español. Debe anotarse como segund a iniciativa estratégica de Franco en los primeros días ese envío de destacamentos del Ejército de África a sectores necesitados de tropas de choque: los frentes más compro metidos del general Mola, las operaciones de Queipo de Llano para crear un frent e continuo en Andalucía. La tercera iniciativa estratégica del primer verano es también importantísima y fue planeada por el gobierno del Frente Popular desde los primeros momentos de la g uerra civil: consistía en aprovechar la superioridad abrumadora de la Escuadra rep ublicana para dominar las islas de Mallorca, Ibiza y Formentera donde había triunf ado el Alzamiento. El general Franco, que no poseía aún mando directo sobre el archi piélago, advirtió inmediatamente el peligro, alertó desde Tetuán y desde Sevilla a las a utoridades militares, destituyó a algunas a distancia y reanimó la resistencia de la guarnición y la mayoría de la población de Mallorca ante la intentona enemiga, que lo gró establecer una cabeza de puente después de conquistar fácilmente las islas de Ibiz a y Formentera. La invasión republicana terminó de mala manera a principios de septi embre de 1936 y pronto se reconquistaron también las islas Pitiusas. Las consecuen cias de esta reconquista sobre el curso restante de la guerra civil, al converti rse Palma de Mallorca en base fundamental del bloqueo aeronaval sobre la costa e nemiga, resultaron incalculables. A continuación voy a puntualizar algunas de las más importantes actuaciones de Fr anco en el período inicial de la guerra que acabo de resumir. Y primeramente trans cribiré los propios Apuntes de Franco transmitidos por el profesor Suárez, y que no se escribieron, como repite obsesivamente el cornel Blanco Escolá, para uso y guía d e futuros hagiógrafos sino como guiones para que el propio Franco dictara algún día o escribiera sus memorias, lo que no haré me dijo en 1971 porque mucha gente quedaría mal . Toma de contacto con italianos y alemanes. Ofrecimiento del agente italiano y de la HISMA (el súbito). Cartas a Hitler y recado de Mussolini.dándome cuenta del ca mbio de situación. No ha habido el menor compromiso. (Tengo) necesidad de aclarar cuáles fueron nuestras relaciones con Alemania e Italia (y la) falsedad de que ant es del Movimiento y en su preparación hubiese habido ninguna clase de relaciones e ntre los directores del Movimiento Nacional y esas dos naciones. La única relación l a establecí yo desde Marruecos al dar noticia del cambio de situación ocurrido en Ma rruecos al Residente general francés y esperando establecer las buenas relaciones de vecindad al gobernador de Gibraltar con motivo de la presentación de los destru ctores rojos que habían asesinado a sus oficiales y que se refugiaban en sus aguas , y a Mussolini e Hitler dándoles cuanta del cambio operado, de nuestros propósitos anticomunistas y la petición de facilitarnos la venta de diecisiete aviones de com bate para evitar que cayese el Occidente en el comunismo. Hemos de recordar que el avión que me trajo de Canarias a Marrue cos fue un avión inglés alquilado (Dragon) en Inglaterra y los dos piloto y mecá 1 nico, ingleses. Ya entonces preveíamos lo que iba a pasar con el comunismo En este guión Franco deja bien claro que para adquirir el armamento preciso ant e la previsible duración de la guerra civil y ante todo, para organizar el transpo rte aéreo a través del Estrecho e impedir la actuación de los barcos enemigos, estaba

dispuesto a acudir a cualquier fuente de ayuda o suministros; por eso insiste en sus contactos con ingleses y franceses mientras expone sus necesidades a aleman es e italianos. Las gestiones con el representante italiano a que se refiere aquí Franco han sido documentadas hace poco por Paul Preston con quien por una vez es toy de acuerdo2. El propio Franco nos revela que desde los primeros momentos de la guerra civi l actuaba en él una ferviente convicción anticomunista. Esto ya lo sabíamos por el capít ulo anterior, pero debo subrayar ahora que en esa convicción Franco tenía toda la ra zón. Así se demuestra en un libro nada sospechoso, compuesto sobre los datos de los archivos soviéticos por A. Elorza y M. Bizcarrondo, al que ya me he referido antes . En ese libro los autores nos comunican numerosos datos sobre las consignas que la Internacional Comunista impartía a su satélite español el PCE sobre estrategia polít ica a partir del VII Congreso de la Comintern. Esta es la conclusión clave: Las dos caras de Jano del viraje formulado por Dimitrov tendrían plena aplicación al caso español. En la parte frontal del escenario, el Frente Popular, que hace de l PCE el paladín de la defensa de la democracia republicana. Pero esta actuación no se encuentra aislada, y no sólo porque el aparato del partido desarrolle su política de acuerdo con los hábitos previamente adquiridos en el período de clase contra clas e sino porque conlleva necesariamente la búsqueda del monopolio en la dirección de la política obrera, unificando en beneficio propio sus organizaciones. Era un doble juego que llevaba a maximizar las ganancias del PCE asociado a la democracia, al lado de otras fuerzas como el PSOE, pero que al mismo tiempo forzaba a estas últi mas a dar por bueno el proceso de su propia desaparición progresiva, siendo absorb idas por el partido-vanguardia. La generosidad del primer objetivo tenía como cont rapartida la voracidad del segundo . Es decir, que mientras el PCE, introducido L. Suárez, Franco, el general..., op. cit., p. 332s. 2 P. Preston en La Repüblica asediada, Peninsula, 1999, p. 49s. como caballo de Troya en el Frente Popular, colaboraba en él aparentemente con las fuerzas democráticas de la República, pretendía a la vez conseguir el Frente Unico del proletariado que se apoderase de todo el poder de la clase obrera y dominas e de esa forma el Frente Popular. Resulta muy reconfortante que el pensamiento d e Franco en 1936 coincidiera plenamente con lo que de verdad pretendían los comuni stas soviéticos y por lo tanto los españoles . El libro que acabo de citar, debido a d os autores serios, pero de izquierdas, coincide plenamente con las tesis de Burn ett Bolloten sobre la aplicación del VII Congreso de la Internacional Comunista a España. Y choca abiertamente con las tesis de Southworth acerca de la desinformación de Franco sobre el comunismo español y la Comintern. No es Franco quien tenía el ce rebro lavado sino su pertinaz adversario de Oldahoma. LA DESAPARICION DEL GENERAL SANJURJO El general don José Sanjurjo Sacanell, jefe supremo del Alzamiento por unanimid ad de los dos grandes círculos de la conspiración, la Junta de Generales y la UME, n o era discutido por ninguno de los generales que se alzaron. Mola había aceptado l a coordinación del alzamiento en calidad de Jefe de Estado Mayor del general Sanju rjo. Cuando Franco envió a Luis Bolín para gestionar en el extranjero la compra de a rmas que le había encargado le ordenó que primero recabase en Estoril la autorización de Sanjurjo, cosa que cumplió el emisario en la misma mañana del 19 de julio, como d emuestra el documento firmado por Franco y por Sanjurjo que Bolín nos ha transmiti do en su citado libro. Los carlistas aceptaban a Sanjurjo, que era de estirpe ca rlista. Para el resto de las derechas españolas, singularmente los dirigentes del Bloque Nacional que esperaban ansiosos su llegada el 20 de julio en el aeródromo b urgalés de Gamonal Sanjurjo no era solamente el jefe sino el ídolo. Sanjurjo se había comprometido a encabezar en España una restauración monárquica en la persona de don Al fonso XIII y con toda seguridad hubiera cumplido su compromiso pese a las retice ncias de Mola, Queipo y Cabanellas sobre una nueva Restauración, porque la autorid ad de Sanjurjo era indiscutible. Pero el marqués del Rif no llegó nunca a Burgos.

Ese día 20 de julio un aviador expertísimo, el teniente coronel Juan Antonio Ansa ldo, recogió a Sanjurjo en un aeródromo de fortuna de la Marinha, alineado 1 Queridos camaradas, op. cit.,m p. 250. con la Boca do Inferno junto a Cascais en Portugal, para trasladarse a Gamion al. La avioneta Puss Moth con la que el aviador monárquico había corrido innumerable s aventuras se vio forzada, dadas las lamentables condiciones de la pista, a sal tar en una salida de pera, según la expresión del aviador Vila San Juan, con tan mal a suerte que sin apurar el rodaje y comiéndose el campo la hélice de madera tropezó co n un canto por lo que la avioneta pegó el hachazo y se incendió. Ansaldo pudo salvar se a duras penas pero Sanjurjo pereció atado a su asiento. El marqués de Quintanar, miembro destacado de Acción Española, puso después la mano sobre el ataúd del marqués del Rif y no pudo reprimir una exclamación en la que muchos pensaban: El general Sanjur jo ha muerto. ¡Viva el general Franco! Aquel mismo día el general Franco inventó un eficacísimo método para el transporte de tropas, el puente aéreo desde el aeródromo de Tetuán en Sania Ramel al de Tablada en Sevilla, ya controlado por Queipo de Llano. La víspera, durante sus dos visitas de Tetuán a Ceuta, Franco había intentado organizar un convoy naval pero no fue posibl e porque frente a las poderosas unidades de la Flota republicana, fondeadas en Tán ger para patrullar por el Estrecho, los tres pequeños barcos rebeldes el cañonero Dato, el torpedero número 19 y el guardacostas Uad Kert nada tenían que hacer. El coronel Blanco Escolá se enfada muchísimo con Franco por haber inventado e l puente aéreo inmediatamente después de acusarle de falta de imaginación y otras lind ezas pero la Historia es así y que el invento fuera forzado por una necesidad acuc iante; es el origen común de muchos inventos en la Historia. Al coronel, que no ca rece de imaginación, se le ocurre comparar en plan burlesco a Franco con Epaminond as, pero que yo sepa el insigne general tebano nunca requirió los servicios de Ica ro para su logística. Durante los primeros nueve días el puente aéreo fue exclusivamen te español, iniciado el 20 de julio con seis estupendos aviones Fo er que hiciero n dos vuelos cada uno y permitieron a Queipo de Llano pasear a ochenta legionari os por Sevilla como si fueran un par de banderas, gracias a la radio. El Dornier del teniente de navío Ruiz de la Puente trasladó en ese mismo día en dos viajes a vei nticinco Regulares que sembraron el terror con su presencia entre los diez mil m ilicianos de Sevilla, parece broma. Al desaparecer el general Sanjurjo su jefe de Estado Mayor para el Alzamiento , general Mola, se presenta en Burgos al día siguiente y, a sugerencia del grupo m onárquico del Bloque Nacional que ve esfumarse el proyecto de Restauración, crea un organismo colegiado de gobierno, la Junta de Defensa Nacional, bajo la presidenc ia de un general republicano y masón, don Miguel Cabanellas Ferrer, y como míem bros un grupo de generales al que pronto se añadirán otros, entre ellos Franco, y dos coroneles prestigiosos. Mola es el alma de la Junta de Defensa, que por el momento llena el vacío de poder pero no puede suplir a un mando militar único cuya n ecesidad se hace sentir cada vez más. Por el momento el general Mola actúa como jefe en toda la zona Norte de los sublevados, es decir la dominada por las divisione s orgánicas de Burgos, Zaragoza y Valladolid, a la que pronto se incorporan Galici a y Oviedo, pero de la que queda fuera la franja cantábrica entre Asturias y Guipúzc oa. El general Queipo de Llano es jefe indiscutible de la region Sur, la parte s ublevada de Andalucía y el general Franco, además de Marruecos y Canarias, ostenta u n poder autónomo gracias a su indiscutida jefatura del Ejército de África, que poco a poco consigue trasladar a la Península por aire y por mar. Este es un triunvirato militar donde el coronel Blanco Escolá se obstina en encontrar roces y celos de po der entre sus tres vértices, con lo que demuestra su incapacidad de comprender el extraordinario fenómeno de la unidad moral que desde los primeros momentos aglutin a a la zona nacional naciente e inspira a esos tres jefes, sobre todo a Franco-M ola y a Franco-Queipo un profundo sentido de la cooperación y la coordinación, sin q ue por ello la Junta de Defensa, por simple sentido de la realidad y el propio M ola, que nunca ambicionó el poder personal, dejen de pensar, ya desde las primeras

semanas, en el mando militar único, cada vez más urgente. Sin tener en cuenta como factor clave ese profundo sentido moral la moral de victoria que muy pronto se com bina con el sentimiento religioso, incluso para muchos que hasta entonces no se habían visto poseídos por él no se puede comprender una palabra sobre la guerra civil e spañola, que a fin de cuentas se ganó y se perdió por la sobreabundancia o la carencia, respectivamente de ese sentido de moral patriótica y fervor religioso. Esa es la c lave principal y ninguna otra. Sobre el poder que controlaba a la Junta de Defensa recibí en 1973 un testimoni o esencial, firmado por don Valentín Dávila Jalón, marqués de Dávila e hijo del general, e n este sentido: Ya iniciado el Alzamiento y designada la Junta de Defensa Nacional todos sus v ocales integraron sus respectivos votos en la persona de Dávila, por lo que era el único vocal que en sí, en su persona, integraba la Junta, a cuyo efecto designó asesorías varias-con personas de relieve y cultas en las respectivas materias y gobernó la E spaña nacional, ya que el general Cabanellas, como presidente, se limitaba a recib ir a los visitantes y a firmar los decretos que Dávila sometía a su firma, actuando el coronel Montaner como secretario en mero trá mite de secretaría. Cuando en Burgos estaba el general Mola, Dávila cambiaba con él impresiones y los tres generales Cabanellas, Mola y Dávila decidían los asuntos conce rnientes a las operaciones. A mediados de agosto se incoporó a la Junta como vocal el general Gil Yuste, que supuso para Dávila una eficaz ayuda. Los demás generales v ocales no intervinieron en los asuntos de la Junta, por tener su cometido específic o en los frentes, solamente habrían de asistir a la reunión de Salamanca. Y cundo Fr anco fue a Burgos, las conversaciones que tuvieron fueron esencialmente sobre la s operaciones desarrolladas y a desarrollar, medios de acción, reemplazos, ayudas y posibles medios del exterior. Esto se lo podrá confirmar a usted el propio Gener alísimo y añadir lo que estime oportuno . Es importane señalar que los tres generales era n reconocidos africanistas y que tanto Dávila como Mola estaban personalmente muy vinculados a Franco y carecían de ambición personal. La Junta de Defensa Nacional, creada días antes, se constituye oficialmente por su propio decreto del 24 de julio. Su primer acto consiste en una declaración-pro grama en que define al Alzamiento como reacción ante la anarquía y el desgobierno a i mpulsos del marxismo disgregador. Basta: frente al marxismo, España . Promete el man tenimiento de la justicia social y proclama la identidad entre Ejercito y pueblo . La Junta de Defensa reconoce la existencia de dos ejércitos de operaciones; el d el Norte, bajo el mando del general Mola y el de África y sur de España al mando de Fr anco. Queipo actuaba ya como jefe del ejército en Andalucía pero la Junta no le reco noce esa función oficialmente hasta el 28 de agosto. Utilizando la emisora de la Guardia Civil en Tetuán Franco ofrece ya ante la op inión española los motivos fundamentales de su pensamiento en aquellos días decisivos. No se trata de un movimiento militar o de clase, se trata de la vida de España . El 23 de julio el ABC de Sevilla inserta la proclama anterior junto a otra en la qu e por primera vez Franco utiliza el término cruzada en sentido patriótico, aunque el motivo religioso aparece inmediatamente; si bien tampoco quiere enfrentarse Fra nco a la Republica al proclamar a su movimiento nacional, español y republicano . Fra nco alude expresamente a lo que es un eje de su pensamiento social: nuestra sufr ida clase media. En su alocución por la emisora de Tetuán el 24 de julio comunica su primera mención de carácter religioso: Con nosotros va el bienestar y la paz de España , la familia, la religión, la patria . La 1 Carta del marqués de Dávila al autor, 2 de junio de 1973. mención religiosa le salta ante las primeras noticias sobre el sacrificio de sa cerdotes y religiosos en la zona enemiga. Sin embargo Franco no asumirá el sentido religioso de su cruzada hasta que lo haga oficialmente la Iglesia española a part ir del mes de agosto de 1936. En la proclama radiada el 25 de julio identifica a l Movimiento como lucha a muerte contra el comunismo soviético contraponiéndolo a la

civilización cristiana . Pero mientras comunica por radio y prensa sus ideas acerca del Alzamiento y se consagra en cuerpo y alma, desde Tetuán, a acelerar el traslad o del Ejército de África a la Península, firma el 1 de agosto en la capital del Protec torado su primera orden como jefe del Ejército de África y Sur de España la iniciación al día siguiente, en Sevilla, de la marcha sobre Madrid con Zafra y Mérida como primero s objetivos, es decir el salto del valle del Guadalquivir al del Guadiana para l uego pasar al valle del Tajo. EL PROBLEMA DE LA INTERVENCION EXTRANJERA. Las dos Españas en guerra civil acudieron inmediatamente al extranjero para la adquisición de las armas y ayudas militares que precisaban urgentemente. La preten sión obsesiva de un prestigioso jefe y tratadista militar, el general Vicente Rojo , tan atinado en otros juicios importantes, fue que el general Franco ganó la guer ra civil por la abrumadora superioridad de los medios que le facilitaron sus ali ados del Eje, frente a una República que contó con ayudas muy inferiores. Ni que dec ir tiene que el coronel Blanco Escolá se suma a esta opinión, con tan escaso fundame nto como Rojo. El general Ramón Salas Larrazábal ha convencido de manera clara y suf iciente a la opinión internacional de que las cosas sucedieron exactamente al revés. Recientemente un especialista en armamento, Howson, ha tratado de volver enérgica mente a la tesis de Rojo en su libro de 1997 Arms for Spain resumido en el aún más r eciente libro colectivo dirigido por Paul Preston La República asediada (Barcelona , Península, 1999). La tesis de Howson resulta estimulante pero también sofística y ar tificiosa al lado de trabajos aún más recientes como la definitiva obra del general Jesús Salas sobre la guerra aérea, ya citada. Ya vimos que el balance inicial de fuerzas militares una vez finalizada la fa se de Alzamiento resultaba muy favorable al gobierno del Frente Popular, tanto e n armamento pesado y ligero, con sus municiones y fábricas, como en Marina y Aviac ión. El factor militar más importante que favorecía a los rebeldes, es decir el ejército de África, estaba aislado al otro lado del Estrecho y la pérdida de esa gr an ventaja fue mérito de los rebeldes y fracaso irresponsable de la República. Debo añadir ante todo que conseguir la superioridad militar en cualquier aspecto es un mérito de quien la logra, no una acusación; por tanto si la tesis de Rojo-Howson sob re la superioridad de los nacionales en suministros exteriores es cierta debe co nsiderarse como un gran mérito sobre todo teniendo en cuenta que los medios financ ieros estaban casi íntegramente en poder de sus enemigos. Pero es que además esa tes is no es cierta. Durante todo el año 1936, las aportaciones extranjeras fueron equ ivalentes en calidad de armamento ligero y pesado a favor de cada bando, y muy s uperiores en calidad a favor del Frente Popular. Las aportaciones en cuanto a vo luntarios experimentados en el mismo período deben considerarse enormemente superi ores a favor de la República. La cantidad de aportaciones puede comprobarse en el libro de R. Salas Los datos exactos de la guerra civil y la calidad se puede veri ficar en los catálogos documentados de los especialistas. Para los carros, por eje mplo, véase Fred Vos, Vehículos blindados (Madrid, San Martín, con valioso apéndice sobr e los carros en España) donde se comparan los carros ligeros alemanes Krupp-lA de 5 toneladas (negrillos) armados sólo con ametralladoras y las tanquetas Fiat L 3/3 5; de 3 toneladas unos y otros utilizados al final de la marcha sobre Madrid y q ue se borraban ante los carros semipesados soviéticos de infantería tipo T 26 B, de 10 toneladas armados de cañón. Las dotaciones soviéticas de los carros T 26 B nunca ll egaron a utilizarlos en buena conexión con la infantería. Los nacionales mejoraron m ucho su parque blindado sobre todo, como anota intencionadamente Usatorre en el libro de Vos, gracias a los carros soviéticos capturados y después reparados y mejor ados en las Maestranzas, que fueron utilizados luego en grandes maniobras como l as de Aragón en 1938 como punta de flecha para la apertura de grandes bolsas, segu idos por fuertes unidades de infantería motorizada. Esta fue una innovación táctica de l Cuartel General del Generalísimo que repercutió después en la segunda guerra mundial . Con los aviones sucedió algo parecido Howson se empeña en reducir el número de avio

nes soviéticos apoyándose en el dudoso testimonio del aviador republicano Lacalle pe ro no destruye las cifras de los hermanos Salas Larrazábal, confirmadas hoy en el úl timo libro de Jesús Salas. La aportación de cazas y bombarderos a favor de cada uno de los bandos hasta septiembre fue equivalente; en torno a la batalla de Madrid los envíos alemanes e italianos se vieron claramente superados por los 1 Madrid, Drácena, 1980. soviéticos en cantidad y calidad; el equilibrio se alteró ya a favor de los nacio nales en la primavera-verano de 1937 desde la batalla de la Granja, la de Brunet e y la desaparición de la aviación republicana en el Norte. Durante todo este período, sobre todo ya en 1937, intervino un factor que no se valora estadísticamente pero que se deduce de un atento estudio de los partes de operaciones; la calidad de los pilotos nacionales, sobre todo los españoles, remontó claramente la muy estimabl e de los pilotos soviéticos y esta diferencia continuaría hasta la intervención de la Escuadrilla Azul en la campaña de Rusia, un tema absurdamente tabú que se hace cada vez más necesario seguir estudiando con todo interés, al menos para quienes no ident ificamos a la URSS de Stalin con la gran democracia soviética de la propaganda roja en el Madrid de la guerra civil. Según el libro de referencia de R. Salas los avio nes de procedencia soviética que combatieron en la guerra civil española fueron 1117 , más 364 no soviéticos frente a 656 italianos y 593 alemanes. Es decir 1253 para la zona nacional y 1473 para la republicana. En cuanto a calidad, los aviones soviét icos de 1936 desbordaban por completo a los del enemigo. Nada podía resistir, por techo y velocidad, a un Mosca , el caza compacto que los nacionales llamaban Rata . Lu ego, desde principios de 1937, la aviación alemana de caza (Messerschidt Bf-109) y bombardeo (Hein el 111) superó en calidad a los homólogos enemigos, hasta el final de la guerra. La superioridad inicial del Frente Popular en cuanto a aportaciones extranjer as de infantería fue también abrumadora. El 15 de octubre de 1937 empezaban a formar se en Albacete las primeras unidades de las Brigadas Internacionales, que llegar on a disponer en línea, a partir de su entrada en fuego para la batalla de Madrid en noviembre, de unos 35.000 hombres en su momento de máxima presencia. Su rendimi ento fue alto, equivalente al de las primeras brigadas mixtas españolas como se ha dicho y sus fallos, a veces, muy notables, como en las batallas de La Granja y Brunete. Las primeras unidades italianas de infantería no llegaron a España hasta pa sados dos meses de la venida de los Internacionales y no entraron en fuego hasta la campaña de Málaga a fines de enero de 1937. Su número en línea y en rotación fue semej ante al de las legiones de la Internacional Comunista. Los efectivos alemanes y soviéticos fueron también equivalentes en número y misiones. Unos 7.000 hombres en cad a bando, dedicados a la instrucción militar, a las unidades de artillería moderna, a las dotaciones de carros y de aviones. El único desequilibrio palmario que se reg istró en la guerra de España fue a favor de Franco (insisto, personalmente de Franco ) procedía, paradójicamente, de los Estados Unidos y consistió en el aprovisionamiento de petróleo sin restricciones y además a crédito, método hasta entonces inédito. El sumi nistro de petróleo a la España nacional triplicó al de la España republicana, que venía del Mar Negro y se convirtió en factor decisivo para la victoria. La movilidad de la Escuadra nacional, decisivamente superior a la republicana, la actividad de la triple aviación de Franco (Legión Cóndor, Aviación legionaria y Brigada Aérea Hispana) y la mucho mayor actividad motorizada y de carros en la zona nacional se debe a esa generosa aportación de las multinacionales del petróleo con la complicidad del g obierno de Washington, lo que contiene no pocos misterios que he tratado de expl icar en un artículo para la revista Hacienda Pública española . FRANCO EN LA GUERRA DE COLUMNAS: LA COLUMNA MADRID Una vez fijadas de forma elemental las zonas de dominio según el resultado del Alzamiento, cada una de las capitales o regiones más claramente decididas a favor de cada bando se convirtió en centro emisor de columnas que en una y otra zona era n mixtas de fuerzas militares, orden público y voluntarios, que expandían el dominio de su cabecera hasta tropezar con la resistencia estable del enemigo y formar l

os que serían frentes de combate. La columna principal fue la formada por el conti ngente mayor de las fuerzas de África, que se denominó desde fecha tan temprana como el 2 de agosto columna Madrid a su salida de Sevilla, desde donde coadyuvó además, en su marcha sobre Mérida, a convertir el mosaico andaluz en zona cívico-militar estab le a las órdenes del general Queipo quien por su parte, apoyado con unidades afric anas, locales y voluntarias, aseguró el enlace permanente con las capitales aislad as de Córdoba y Granada, además de reducir, con gran esfuerzo, la gran bolsa enemiga de Huelva. La columna Madrid, dividida en tres líneas de avance, saltó del valle de l Guadalquivir al del Guadiana donde logró la vital conquista de Mérida el 11 de ago sto. El coronel Blanco Escolá discute la decisión de Franco de avanzar sobre Madrid vía Mérida y valle del Tajo, en vez de tomar la ruta directa por Despeñaperros para segu ir a través de la Mancha. Rebate a este propósito a los que llama hagiógrafos de Franc o, que son escritores civiles en todos los casos. Yo prefiero oponerle la opinión de ilustres escritores militares. El general Casas de la Vega no alberga la meno r duda sobre la conveniencia de la decisión de Franco para lo que le basta mirar a l mapa. En efecto, al coronel Blanco Escolá se le olvida algo que 1 46(1977)llSs. me parece elemental: desde Sevilla a Mérida hay doscientos ilómetros de terreno sin obstáculos, y sin más enemigo importante que la guarnición de Badajoz; desde Sevil la directamente a Madrid la distancia es tres veces superior, casi toda ella por territorio enemigo y bajo el radio de acción de las fuerzas enemigas de Madrid, c omo ya había demostrado el general Miaja con su operación contra los sublevados de A lbacete y lo demostraría nuevamente, aunque esta vez sin éxito, contra los sublevado s de Córdoba. En la orden de Franco a la columna Madrid se señalaba expresamente el enlace de la Andalucía ocupada con las avanzadas de la zona nacional al sur de Cácer es, una distancia mucho menor y menos expuesta. El enlace con la zona nacional d el norte era vital para Mola, necesitado de municiones angustiosamente. Este cami no resume el general Casas a través de Badajoz, Cáceres y Toledo, era el mejor itinera rio militar de avance desde Sevilla a Madrid . Mientras tanto Barcelona, donde el presidente de la Generalidad señor Companys intentaba inútilmente imponer su autoridad a los variopintos Comités del anarcosindi calismo, organizó varias columnas milicianas, siempre con participación y bajo mando militar, con el objetivo de apoderarse de las tres capitales aragonesas declara das por el Alzamiento: Huesca, Zaragoza y Teruel. La superioridad de los invasor es, que llegaron hasta muy escasa distancia de las tres, era absoluta. Pero la lín ea de las tres capitales no se quebró hasta que fue superada desde dentro en 1938. Franco cooperó con el envío de destacamentos africanos y Mola con los incomparables Tercios de requetés, que desde el primer momento se acreditaron como fuerzas de c hoque a nivel semejante al del Tercio; lo mismo demostraron varias banderas de F alange. La decisiva participación popular en la defensa de Huesca es un hecho de a rmas singular, comparable al de Oviedo, que no ha alcanzado la debida resonancia por oscuras razones que espero explicar alguna vez. Teruel fue defendida por un contingente de fuerzas de orden público y voluntamos civiles que se mantuvieron c ontra todo pronóstico. En Zaragoza el comandante Galera Paniagua formó una eficacísima reserva móvil que logró asegurar más de mil ilómetros de dificultoso frente. Valladolid fue un centro de columnas mixtas de militares, fuerzas de orden públ ico y falangistas que cerraron a las colmunas de Madrid el Alto del León, evitaron todo desbordamiento del ejército minero de Asturias hacia el sur y fijaron 1 R. Casas de la Vega, Franco militar op. cit. p. 345s. los frentes del Norte y el enlace con Galicia. En esta región la reducción de los centros enemigos de resistencia fue larga y penosa pero una vez dominada la sit uación Galicia se convirtió en uno de los principales centros de reclutamiento para el cuerpo de ejército que llevó su nombre. Aun así y como parece natural, el centro de columnas más importante de toda la zona nacional fue Navarra, donde se realizó con

increíble eficacia la conexión entre el comandante militar y jefe virtual del Alzami ento en todo el Norte, general Mola, de ejecutoria liberal, con los Tercios de r equetés que afluyeron a la plaza pamplonesa del Castillo desde la madrugada del 19 de julio. Mola formó en primer lugar columnas mixtas de fuerzas militares y volun tarios carlistas, las pronto famosas brigadas de Navarra, que avanzaron sobre Gu ipúzcoa y aislaron el 13 de septiembre, con la toma de San Sebastián y antes la de I rún, a la zona republicana del Norte respecto de Francia. Mola atendió además a la def ensa de la vasta línea aragonesa, estableció en Burgos, como sabemos, un organismo s upremo de mando y administración denominado Junta de Defensa Nacional, encomendó al general Franco la dirección de los contactos exteriores para la adquisición de armam ento y aisló a las provincias vascongadas de fachada marítima mientras se preparaba para conquistarlas. La franja republicana del Norte, de Guipúzcoa a Asturias, operó con criterio cant onal e incluso con pretensiones soberanas, no sólo en Euz adi, que trató de crear su propio ejército y su propia marina con el resultado que puede esperarse, sino tam bién en Asturias, donde se creó un Consejo Soberano con anexión de las porciones ocupa das al Norte de León. Pero en vista de la decisión resistente del coronel Antonio Ar anda en Oviedo, el llamado Ejército minero se concentró por tercera vez en el siglo XX en la conquista de la ciudad burguesa, con superioridad de medios más que absol uta, que se estrelló hasta que las columnas de Galicia forzaron un precario pasill o hasta la cumbre del Naranco y las calles de la ciudad. La República concentró sobr e Oviedo más efectivos que los dedicados a la defensa de Madrid y el general Franc o envió para la defensa contingentes considerables del Ejercito de África. El centro de columnas más importante de la zona republicana fue, naturalmente, Madrid, en la que sin embargo se escondían numerosos partidarios del enemigo que l uego, pese a los intentos de aplastamiento por el terror, generaron toda una red de la Quinta Columna. Al principio no fue así. Lo que salió de Madrid fue un abigar rado conjunto de columnas, con predominio de los milicianos de partido y sindica to sobre las fuerzas regulares, que consiguió asomarse a los puertos de la Sierra donde toparon con el enemigo, tomaron antes las ciuda des de Alcalá de Henares y Guadalajara y se resistieron indolentemente a la mil itarización hasta que el enemigo llegó en noviembre a las puertas de la capital. Ant es fuerzas de Madrid, junto con las de Murcia, habían reconquistado la ciudad de A lbacete, animada por el general Franco con entusiastas radiogramas de África; la a ctividad valenciana en la formación de columnas fue relativamente inoperante, una de ellas intervino en la toma de Ibiza y otras se estrellaron contra el Ejército d e África cerca de Guadalupe y contra los escasísimos defensores de Teruel, que recha zaron también a una columna catalana. Pero como ya hemos adelantado la columna más importante de aquel primer verano fue la columna Madrid, que a las órdenes del general Franco había tomado Mérida el 11 de agosto, conseguía con ello el importantísimo enlace con las fuerzas nacionales de Cáceres al norte y se revolvió rápidamente contra Badajoz para dejar cerrada al sur l a bolsa de Extremadura-Huelva que se reduciría inevitablemente mientras las bander as y tábores del Ejército de África, con su eficaz esquema de columnas pero con efecti vos de dos pequeñas divisiones, saltaba al valle del Tajo donde el 3 de septiembre , tras una meditada maniobra, tomaba la ciudad de Talavera de la Reina. El coronel Blanco Escolá reprocha a Franco, a quien cree dedicado a su propio p rovecho político para lo que retrasaba voluntariamente su avance, que se revolvier a contra Badajoz en vez de continuar de Mérida a Madrid. Quisiera decir de una vez por todas que esa acusación contra Franco, tan prodigada por sus antibiógrafos civi les, no debería ser repetida por su antibiógrafo militar. Sencillamente porque no ex iste prueba alguna de ella, como tampoco de tantas acusaciones gratuitas o legen darias contra Franco. Segundo, porque si bien el coronel Blanco Escolá menosprecia los efectivos militares del Frente Popular en Badajoz se equivoca una vez más. El coronel Blanco reconoce que no sabe qué fuerzas defendían Badajoz, al parecer dice de escasa entidad . No tan escasa. Los generales Ramón y Jesús Salas han demostrado que el

coronel Pugdendola, un jefe veterano y experto por lo demás, tenía a su mando ocho mil hombres, efectivos equivalentes en número a las columnas de África y que supiero n ofrecer en la muralla de la ciudad una tremenda resistencia2. Por supuesto que el antibiógrafo militar se traga entera la leyenda roja sobre la represión de Badaj oz, sobre la que hablaremos, por más que la considero, a estas alturas, com1 La in competencia..., op. cit., p. 247. 2 R. y J. Salas Historia general de la guerra de España, Madrid, Rialp, 1986, p . 88. pletamente destruida. En resumen, que la conquista de Badajoz era completamen te necesaria después del enlace con la zona Norte. No se podía dejar aquella fuerza enemiga intacta junto a la frontera de Portugal. La repercusión de la toma de Talavera fue enorme en todo el mundo: de Talavera a Madrid hay una distancia mucho menor que la ya recorrida desde Sevilla, y disc urría por una carretera llana y casi recta, sin obstáculos naturales. Según lo previst o las columnas africanas avanzaron rápidamente por ella hasta que, tras apoderarse de las fortificaciones de Maqueda, tuvieron que elegir entre dos caminos que na cen de allí en ángulo recto: Madrid y Toledo. Naturalmente que el antibiógrafo militar de Franco descalífica a Franco por haber tomado la decisión de Toledo. Este es el p unto capital en el libro del antibiógafo militar, que dedica al asunto varias página s con citas de Clausewitz y recomienda a Franco, en el reino de los futuribles, que en vez de virar a Toledo para liberar el Alcázar, lanzase al ejército de África po r la brecha que habían abierto las columnas de Mola hacia San Martín de Valdeiglesia s y envolviera con ello a Madrid por el oeste, tras provocar el derrumbamiento d el frente enemigo en la Sierra del Guadarrama. Válgame Dios, después de Epaminondas en el valle del Guadiana ahora nos pone por ejemplo la maniobra que sin duda hub iera ejecutado Alejandro Magno junto a los toros de Guisando. Comprendo que Blan co Escolá reproche a Franco falta de imaginación. La del antibiógrafo es desbordante. Y sus invectivas a los hagiógrafos parecen dictadas, para seguir con el precedente clásico, por Sófocles más que por los héroes de Homero. Creo que la arbitraria reconstrucción de futuribles que nos ofrece el coronel B lanco Escolá cae por su base ante una observación clave de la que él se ríe en los mismo s párrafos en que arremete contra un deletéreo dios que exigía el sacrificio, la sangre de miles de ciudadanos . Me divierte mucho más el antibiógrafo militar de Franco cuand o imagina a las falanges macedónicas atravesando el Alberche que cuando se permite , para descalificar la decisión de Franco, incurrir en algo semejante a la blasfem ia. Pero estoy seguro de que su principal error al oponerse a la decisión de Franc o es que nunca tiene en cuenta, al disertar sobre la guerra civil española, lo que antes hemos definido como factor moral. En la comunicación que Franco dirige a Mo la el 11 de agosto, cuando acaba de lograrse el enlace con la zona Norte tras la zona de Mérida, le revela que hasta ese momento ignoraba que se mantenía la resiste ncia del Alcázar. 1 La incompetencia.... op. cit. p. 260. Pero el 20 de agosto Mola pregunta a Franco cuál es su plan para el avance sobr e Madrid. La respuesta de Franco lleva fecha del día siguiente, 21 de agosto y señal a las fases de avance. La tercera es clarísima: Maqueda-Toledo . El coronel Blanco Es colá niega que el objetivo de Franco sea liberar el Alcázar. La autoridad estratégica que aduce el antibiógrafo militar es nada menos que Paul Preston, el supremo antib iógrafo civil. Pero en su incomparable estudio militar La marcha sobre Madrid el c oronel Martínez Bande confirma algo por lo demás obvio: Maqueda-Toledo significa ir de Maqueda a Toledo, liberar el Alcázar. El argumento capital de Blanco Escolá para negar la evidencia de un documento tan claro e importante es que Alejandro Magno hubiera tomado la dirección contraria desde Maqueda, es decir la San Martín de Vald eiglesias. Parecería cómico si no resultara tan lamentable . Franco había conocido la defensa del Alcázar de Toledo y su repercusión mundial el día en que sus tropas tomaron Mérida tras cortar con sumo riesgo del comandante Alar cón de la Lastra las cargas explosivas colocadas por el enemigo en el famoso puent

e romano. Franco realmente no sintió en Maqueda la menor duda: el factor moral sie mpre primó para él ante cualquier consideración material o puramente militar. Toledo e ra para todo el mundo el símbolo del espíritu que impulsaba a la España nacional y el genera Varela tomó el camino de Toledo. Cruzó rápidamente el vado del río Guadarrama y e l 27 de septiembre una vanguardia de los africanos liberó el Alcázar, que acababa de resistir el impacto de dos enormes minas. El desvío de Toledo no fue lo que impid ió la toma de Madrid, ya se encaminaban a la capital amenazada los carros y los av iones soviéticos y se aprestaban a defenderla las primeras Brigadas mixtas del Ejérc ito popular. El retraso no repercutió en el fracaso ante Madrid y en cambio plantó u no de los jalones, de orden moral, más importantes de la victoria. En efecto, aunque al coronel Blanco Escolá no le importe nada, la resistencia h eroica del Alcázar de Toledo contra fuerzas diez veces superiores se estaba convir tiendo, a lo largo del mes de agosto de 1936, en una noticia mundial continua y creciente. En mi proyectado libro sobre el Acázar, un proyecto que me debo a mí mism o por varios motivos, figurará un capítulo sobre esta oleada de interés mundial acerca de la fortaleza de Carlos V y su lucha desigual, sobre la que informaba ante to do la benemérita Radio Club Portuguesa. La defensa del Alcázar contribuyó a la posición unánime de los católicos norteamericanos ante el presidente M. Martínez Bande, La marcha sobre Madrid , San Martín, 1982 p. 152. Roosevelt, que cedió a sus exigencias de mantener el embargo de armas tan perju dicial para el Frente Popular y era noticia permanente en todos los grandes diar ios del mundo. A mis nueve años, encerrado en la Legación de Noruega de Madrid (hoy hotel NH en la calle Abascal) ví pasar por esa calle a tres o cuatro manifestacion es del Frente Popular para celebrar la toma del Alcázar, que aquella misma noche d esmentía el general Queipo de Llano en sus inimitables charlas. El Alcázar se convir tió en un altísimo símbolo de valor y de victoria para toda la zona nacional y el gene ral Franco, que no era sólo un político como cree su antibiógrafo militar (y político) p ero poseía un alto sentido político que pronto demostraría, no podía mostrarse insensibl e a ese hecho. Franco tenía muy presente su terrible frustración en África cuando no p udo saltar en socorro de Nador en la campaña de 1921, cuando liberó al puesto de Tif aruin en 1923, cuando consiguió a veces y otras no socorrer a las guarniciones esp añolas en la línea del Lau y la retirada de Xauen. El coronel Blanco Escolá cree que e l honor histórico del Ejército y la supuesta palabra empeñada por Franco a los defensores del Alcázar no son más que monsergas pero algunos seguimos valorando con calificación a ltísima ese honor histórico y esa palabra (que no es supuesta sino confirmada en el mismo diario del coronel Moscardó, que no parece haber leído el coronel Blanco) y pe nsamos que la decisión de Franco en socorro del Alcázar era obligada y fue un aciert o enorme, decisivo para la guerra civil. LA ELECCION DE FRANCO A LA JEFATURA SUPREMA Los meses siguientes, de octubre de 1936 a marzo de 1937, vienen marcados en la historia militar de la guerra civil por los terribles forcejeos en torno a Ma drid. Y ya desde septiembre se preparan con dos esenciales acontecimientos polític os provocados, como siempre sucedió en España, por los sucesos militares; el cambio de mando en una y otra zona. La peligrosa caída de Talavera el 3 de septiembre de 1936 derribó al ineficaz gobierno republicano del doctor Giral y le sustituyó por un equipo de Frente Popular dirigido enérgicamente por el líder indiscutible del secto r obrero del Frente Popular, don Francisco Largo Caballero, cuya primera preocup ación fue crear un eficiente Estado Mayor profesional para la gestación de un nuevo Ejército, el que se llamó Ejército Voluntario y luego Ejército Popular de la República, al que ya nos hemos referido. Por otra parte la prolongación de la guerra civil y la complejidad de las operaciones militares, la dirección de la guerra económica y de las relaciones internacionales aconsejaban designar un mando militar único para toda la zona nacional, sin que nadie pensa ra en otro que el joven general Franco, al que además otros generales de gran infl uencia, como Mola, Dávila y los monárquicos Kindelán y Orgaz pretendían designar para la jefatura total del pueblo y sus Ejércitos como Franco diría más tarde (Orgaz y Kindelán q

uerían una designación temporal restringida a lo que durase la guerra). He leído y esc uchado a Franco más de una vez y carezco de motivos para dudar de su palabra: que nunca pretendió el mando único total pero que si no se le ofrecía rechazaría el mando mi litar exclusivo. Esta fue, como su confesión católica de la que algunos dudan sin pr uebas, una de las convicciones más firmes de su vida. Creo haber fijado en 1972 las circunstancias seguras de la elección de Franco, sin haber obtenido siempre el reconocimiento elemental por ello . El problema se h abía planteado, de forma tentativa, en varias reuniones de la Junta de Defensa Nac ional pero se propuso perentoriamente en la celebrada en Salamanca el 21 de sept iembre. El mando militar estaba claro; para el total se notaban vacilaciones, qu e provenían sobre todo de Cabanellas. Una semana más tarde, en la reunión de la finca salmantina de San Fernando, se planteó la cuestión de manera primordial. Descartando la frondosa fantasmagoría sobre la fórmula de plenos poderes que finalmente se impu so hoy sabemos que durante los debates de la mañana se reprodujeron las dudas y te nsiones del día 21, y durante la pausa para el almuerzo los generales Mola y Dávila comunicaron fehacientemente a los demás la decisión inquebrantable de Franco; o todo s los poderes o ningún mando. Se impuso el oro más puro del patriotismo recuerda Kinde lán y se aceptó la condición de Franco, a quien todo el mundo atribuía la liberación del A lcázar de Toledo al atardecer del día anterior. El general Cabanellas cumplió su palab ra y al día siguiente, 29 de septiembre, firmó el decreto de plenos poderes en el qu e la expresión jefe del gobierno del Estado significaba simplemente jefe del Estado, y así se utilizó desde los días siguientes. Generalísimo de los Ejércitos, Franco sustituyó a la Junta de Defensa por una Junta Técnica del Estado para dirigir el conjunto de la Administración, encargó al general Mola el mando del Ejército del Norte, que formaba un amplio arco desde la Sierra d e Gredos al valle del Jarama y suprimida la peligrosa concentración enemiga en torn o al Alcázar ordenó la inmediata reanudación de la Marcha sobre 1 Para le elección de Franco en relación con el Alcázar ver mi Franco de1982, II, p . 284s. Madrid y el reforzamiento de la marcha sobre Oviedo como primeras medidas. El arco se fue reduciendo sobre Madrid y las fuerzas atacantes recibieron un fuert e impulso moral cuando el cerco de Oviedo fue levantado por las columnas de Gali cia el 17 de octubre. Once días más tarde el jefe del Gobierno, Largo Caballero en u n esfuerzo supremo para resucitar la alicaída moral de los defensores de Madrid, r evela audazmente que el Ejército de la República dispone ya de poderosos aviones y c arros soviéticos para aplastar al fascismo ; lo que nunca explicó es por que denominaba fascista a un Ejército de África donde casi nadie, si es que alguien, profesaba ese credo político que se aplicó desde entonces a toda la zona nacional desde la enemig a; que por el contrario denominaba ya universalmente a sus enemigos rojos lo que e llos aceptaron de forma expresa en sus órganos de prensa y radio, muchas veces. Ho y casi nadie llama ya rojos a los rojos, cuyos herederos mantienen el calificati vo absurdo de fascistas para sus enemigos sin discriminación. El 29 de octubre los carros soviéticos de la Agrupación Krivoshein, los modernos aviones de apoyo tipo Natacha y Rasante además de la artillería pesada de campaña a la s órdenes del coronel Vorónov, futuro mariscal de la Unión Soviética, cubren el animoso contraataque de la Primera Brigada Mixta del Ejército Popular que abre brecha en l as líneas africanas entre Seseña y Esquivias. El ataque fracasó por la desconexión entre la infantería del comandante de milicias Enrique Líster y los carros soviéticos, tres de los cuales quedaron inmovilizados por los jinetes de Monasterio mediante el sistema rudimentario de la botella de gasolina conectada a una bomba de mano, qu e después adquirió el injusto nombre de cóctel Molótov . Fallido el contraataque las fuerza s africanas recuperaron sus posiciones para seguir el avance por el flanco derec ho mientras llegaban al cuartel general de Varela jefe del sector, varios prisio neros soviéticos y un intérprete ruso que seguramente salió de las filas de la Legión. L os informes urgentísimos de esa noche sugirieron a Franco que Madrid estaba defend ida por un ejército soviético y trainta y cinco años más tarde, cuando pude hablar con él

sobre el asunto, había corregido mucho esa creencia pero no la había abandonado del todo. Le impresión de aquella noche tuvo que ser tremenda. EL FRACASO FRONTAL Y LATERAL DE FRANCO SOBRE MADRID La huida en masa de las columnas milicianas que retrocedían frente al avance de l arco ofensivo impulsado por Mola sobre el Manzanares se compensaba con las pri meras brigadas mixtas que iban alineándose en las posiciones defensivas de Madr id. El 4 de noviembre, cuando los modernos cazas soviéticos van dominando cada vez con más firmeza el cielo de Madrid, las columnas de Varela toman posiciones para el asalto a la capital, sobre un sector con un radio de diez ilómetros desde el c entro de la ciudad. La situación de la defensa parece angustiosa cuando Largo Caba llero consigue ampliar el Frente Popular y da entrada en el gobierno a cuatro mi nistros anarcosindicalistas. El 6 de noviembre Varela, de acuerdo con Mola y Fra nco, da su orden de operaciones para efectuar el asalto frontal a la ciudad por el flanco izquierdo de los atacantes, la Casa de Campo, con el objetivo de penet rar el día 7 por la Ciudad Universitaria y el Parque del Oeste hasta la plaza de E spaña, tras rebasar el Manzanares. Los efectivos de Varela, evaluados por Martínez B ande, constan sólo de quince mil hombres sobre todo la Legión y Regulares, con otros tantos de apoyo en segunda línea. Frente a ellos iban formando apresuradamente fu erzas muy superiores: cuarenta mil hombres, entre los que destacaban los diez mi l de las primeras brigadas mixtas. El mismo día 6 el gobierno huye torpemente de M adrid entre escenas bochornosas durante la escapada, y deja la capital encomenda da a la autoridad delegada pero absoluta de una Junta de Defensa con representan tes de todo el Frente Popular y el mando militar supremo encomendado al general José Miaja Menant, de respetada experiencia en África, quien designa al comandante V icente Rojo como jefe de Estado Mayor de la Defensa. Las Brigadas Mixtas van inc rementando aceleradamente sus efectivos y las fuerzas de cobertura, al mando del general Pozas, duplican a las de primera línea. La Junta de Defensa inicia sus ac tividades en la noche del 6 al 7 de noviembre. He demostrado en mi libro Carrill o miente de 1995 (ed. Fénix) que este joven consejero de Orden Público es el respons able principal de las sacas de presos efectuadas desde esa misma mañana del 7, (au nque se habían iniciado dos días antes) cuyo objetivo claro, inspirado por los soviéti cos, era privar de cuadros militares y civiles al Ejército Nacional que parecía a pu nto de liberarles. Carrillo sólo ha podido contestar con falsos efugios a los docu mentos y testimonios que en ese libro creí necesario acumular contra él, sin mengua del perdón, al servicio de la Historia que él ha intentado desviar inútilmente. El asalto frontal se desencadena el 7 de noviembre. El comandante Rojo tiene la suerte de que la víspera le había llegado la orden enemiga de operaciones encontr ada sobre el cadáver de un oficial y pudo disponer adecuadamente los mejores efect ivos de la defensa de Madrid que frenaron el asalto enemigo en el Puente de los Franceses y en la Casa de Campo, con participación exclusiva de las primeras briga das mixtas españolas. La primera brigada Internacional, la XI, participó eficazmente en el sector derecho desde el anochecer del día siguiente y poco después la segunda, la XII, chaqueteó en un contraataque al Cerro de los Ángeles. La contención del enemi go en el frente de Madrid se debió exclusivamente, en sus momentos más peligrosos, a las brigadas mixtas españolas, como demuestra el ya general Rojo. Desde entonces los dos ejércitos rivalizaron en valor y los africanos consiguieron establecer una cuña casi suicida desde el Manzanares hasta el Hospital Clínico en los altos de la Ciudad Universitaria, pero no lograrían dar un solo paso más allí en toda la guerra. M adrid se había salvado (gracias a combatientes españoles que sólo eran de Madrid en míni mo porcentaje) y el general Franco detuvo el asalto el 15 de noviembre. Fue una indudable victoria defensiva del nuevo Ejército Popular. No podemos extendernos tanto en el resto de los combates en torno a Madrid. E l Ejército Nacional intentó primero el desbordamiento de las defensas exteriores de la ciudad por el sector de la carretera de la Coruña pero fue nuevamente frenado e n el mes de enero de 1937, pese a que las trágicas noticias sobre las purgas de St

alin en Rusia afectaron gravemente a la moral de los combatientes Internacionale s, que seguían en reducida minoría. En febrero de ese año la División Reforzada de Madri d desbordó en el flanco opuesto, el derecho, las defensas del Ejército Popular en el sector del Jarama y trató de llegar a Arganda y Alcalá de Henares para cortar la únic a vía de comunicación que unía a Madrid con su retaguardia en Valencia. Pero el genera l Miaja, que había ampliado su mando hasta ese sector, logró frenar nuevamente, ahor a a las tropas del general Orgaz, que fijaron allí el frente hasta el final de la guerra. Como entre fines de enero y la primera semana de febrero el general Quei po había conseguido una notable victoria al ensayar un gran contingente de tropas italianas, junto a dos fuertes agrupaciones españolas, en la conquista del salient e enemigo de Málaga, Franco encomendó a los italianos del CTV, con una división regula r del Regio Essercito y tres de voluntarios fascistas aquí si es apropiado el apela tivo, seis meses después del 18 de julio y aplicable sólo a un seis por ciento de lo s efectivos del Ejército Nacional la ruptura del frente de Madrid por la línea Torija -Guadalajara Alcalá, con el apoyo autónomo de un importante contingente aéreo italiano y una magnífica artillería de la misma procedencia. El 8 de marzo de 1937 las cuatro divisiones italianas, bajo su imponente cobe rtura artillera y aérea, lanzan su ofensiva a través de la meseta de la Alcarria, qu e se extiende entre los valles del Henares y el Tajuña con la carretera de Aragón co mo eje principal de marcha, hasta la línea marcada por las cuestas de Torija y el hondo de Brihuega. Se rompió el frente republicano, relativamente débil, y los italiano s avanzaron con efectividad espectacular hasta acercarse a Torija y apoderarse d e Brihuega. La acción fue brillante pero demasiado fácil. El mando del CTV no contab a ni con la implacable ventisca del Guadarrama, ni con los aguaceros que convertía n en lodazales todo el campo de batalla fuera de las carreteras ni sobre todo co n la reacción fulminante del Ejército Popular, que a las órdenes de Miaja trasladó sufic ientes Brigadas mixtas del Jarama y de Madrid, pudo operar desde aeródromos con bu enas pistas e incorporó a una potente agrupación artillera soviética y a la brigada de carros semipesados ahora al mando del general Pavlov. Los camisas negras italia nos quedaron atrapados en la hoya de Brihuega, como los ingleses de lord Stanhop e en la guerra de Sucesión a principios del siglo XVIII y se impuso la retirada ge neral que sólo efectuó con pleno orden la división regular italiana Littorio . Fue otra g ran victoria defensiva del Ejército Popular pero de ninguna manera el vergonzoso d esastre italiano que cantó para todo el mundo la propaganda enemiga. Las agencias de noticias vibraron con la presencia de divisiones italianas en la guerra de Es paña sin mencionar que desde cinco meses antes combatían, hasta esa misma batalla, c inco pequeñas divisiones de recluta y obediencia soviética denominadas Brigadas Inte rnacionales. El choque entre fascistas del CTV y antifascistas de la XII Brigada Internacional comunista fue muy aireado por la propaganda republicana, que no e xplicó las pérdidas italianas, mínimas en prisioneros y material ni menos que tenitori almente se registró una victoria del CTV, cuyas líneas finales quedaron bastantes i lómetros a vanguardia de las iniciales. Pero habían fracasado definitivamente las ma niobras en torno a Madrid y el general Franco decidió acertadamente seguir el cons ejo de sus dos principales estrategas, generales Kindelán y Juan Vigón, para traslad ar toda su fuerza de maniobra al frente Norte. El coronel Blanco Escolá considera a la campaña de Madrid (asalto frontal de novi embre de 1936, maniobras por la izquierda y luego por la derecha del frente cent ral desde diciembre de 1936 a marzo de 1937) como un fracaso militar de Franco y tiene razón; el Ejército nacional no fue vencido en esa campaña, ni menos destruido, pero tampoco consiguió su principal objetivo que era precisamente la caída de Madrid . Para explicar este fracaso (siempre lo he considerado así, incluso en mis libros publicados en vida de Franco) el coronel Blanco Escolá no analiza desde el punto de vista militar las operaciones, ni menciona el motivo principal de la indudabl e victoria defensiva del Ejército Popular, sino que su método principal consiste en descalificar e insultar a Franco con talante de propaganda mucho más que de tratad ista militar. Sobre las batallas de diciembre 1936 y enero 1937 en el ala izquie rda del fren

te (según la posición del atacante) y las batallas del Jarama y de Guadalajara en el ala derecha apenas escribe unos breves y cansinos párrafos, sin abordar seriam ente el problema. En conjunto su estudio sobre Madrid, campaña a la que considera como prueba suprema es realmente decepcionante, no he extraído de su desarrollo ni u na sola ficha, cosa que casi nunca me sucede con libro alguno por malo que sea. Conclusión: el libro del coronel Blanco Escolá no es un estudio militar sobre Fra nco, como parece pretender el autor, sino un arrebato de propaganda pseudohistóric a contra Franco. Creo que lo puedo dejar perfectamente en claro y voy a hacerlo brevemente no sin dedicarle para este capítulo un agradecido elogio; en este caso no menciona ni a Epaminondas ni a Alejandro aunque sí, en una comparación especialme nte absurda, a Napoleón y a Hitler. Propaganda pura y dura, de principio a fin. Blanco Escolá no menciona para nada al libro fundamental sobre este período y este episodio, la Historia del Ejército P opular de la República del general Ramón Salas Larrazábal, mi maestro y amigo, que tuv e el honor de editar cuando fui director de la Editora Nacional en 1973, para lo que hube de convencer razonadamente a Franco, que por informes cuya frente pref iero olvidar se oponía a esa edición; luego me la agradeció. Es verdad que el coronel Blanco cita a este libro en su bibliografía, pero ni una sola vez en el texto. El coronel Blanco Escolá escribe su capítulo sobre la campaña de Madrid como si no existi era el libro de Ramon Salas, con lo que su capítulo está edificado sobre la arena. C ita en cambio y dice seguir al historiador británico Michael Alert. ¿Quiere el coron el Blanco que yo le explique lo que hizo Alpert, a punto ya de publicar su libro , cuando llegaron a sus manos los cuatro tomos de Ramón Salas?. Eso sí que es, por p arte de Blanco Escolá, cerrarse en banda. Por cierto que el coronel antifranquista cita libros pero no archivos; es evidente que no ha trabajado, como los hermano s Salas y Martínez Bande (al que tampoco hace caso alguno) sobre los archivos de l a guerra civil. En cambio sí que cita a Javier Tusell, lo que no le ha servido de mucho porque Tusell le ha puesto verde, cuando se escriben estas líneas, en El País por lo que el agraviado coronel le reprocha haber consultado demasiados archivos y le llama, no sé por qué, archivero. Y lo peor es que la cita que hace de Tusell se basa en un grave error de Tusell; cundo dice que en la elección definitiva de Franco en Salam anca no estaba presente Mola, que fue el artífice principal de ella (Blanco E., p. 266). Dice, de acuerdo con Tusell, que al otorgar el poder a Franco, los militar es habían pensado en una magistratura temporal . Pero Franco no aceptaba en esas con diciones, como ya he dicho, y ellos se plegaron a la exigencia de Franco: No quiero el poder pero lo tendré todo, o nada. Las demás precisiones que hace Blanco Escolá sobre el significado de Jefe del gobierno del Estado son leyendas o monsergas, según los cas os. El propio Franco lo reconoció al tomar posesión el 1 de octubre: Me tengo que enc argar de todos los poderes . Y sobre la fundamental alocución de Franco ese mismo día por Radio Castilla Blanco Escolá ni mención. Luego diserta fuera de contexto sobre e l apoyo de la Iglesia española a Franco, que reconoce y critica; pero se olvida (p Z7O) de que el apoyo fue de la Iglesia universal y que la Carta Colectiva de 193 7, pese a algunos errores de perspectiva, respondía básicamente a una realidad históri ca incontrovertible, como creo haber probado varias veces en mis libros, pero el coronel Blanco Escolá, al elogiar mi biografía de Franco, lo que le agradezco, añade que prefiere no mencionar el resto de mis libros y así le va. Por cierto que la po r él llamada Primera Asamblea Conjunta de Obispos-sacerdotes (p. 277) no fue sólo la p rimera sino la única, en vista de su catastrófico y manipuladísimo resultado. Naturalm ente que acepta el falsísimo término nacional-catolicismo aunque no sabe que lo inventó un amigo mío, teólogo notable, que ya está de vuelta de todas esas monsergas, término qu e utiliza el coronel Blanco. Lo de fascismo frailuno es la primera vez que lo oigo en mi vida. El colmo del despropósito lo alcanza en coronel Blanco Escolá cuando se pone a es tablecer un paralelismo entre Hitler y Franco, nada menos (p.273s.) sin advertir

que no caben dos personalidades más dispares ni mas opuestas, pese a que mi amigo Luis María Anson piensa lo mismo que el coronel criticado. Es verdad que la presu nta costumbre de Franco cuando suspendía sus planes de operaciones ante una ofensi va enemiga por sorpresa (p. 275) puede ser contrario en teoría al arte de la guerr a. Pero Franco no lo hizo siempre. No lo hizo ante Santander por la ofensiva de Rojo en Aragón; no lo hizo en Cataluña por la sorpresa enemiga en Extremadura. Lo hi zo en Teruel porque perder una ciudad en una guerra civil no es como perderla en una guerra entre extranjeros. Lo hizo en Santander ante el intento de Rojo en B runete porque la maniobra de los Cuerpos del Ejército Popular amenazaba con envolv er desde que llegaran a Navalcarnero todo el frete avanzado de Franco sobre Madr id. O sea que a veces lo hizo y a veces no lo hizo, pero cuando lo hizo tuvo tod a la razón. El coronel Blanco Escolá no demuestra conocer ni la guerra civil española en el mar ni en el aire. Dice que los destructores rojos eliminados a fines de sep tiembre de 1937 por los cruceros del Ferrol eran los únicos barcos de la Armada que allí operaban (p. 276). Pues bien, fue eliminado el Ferrándiz pero no el Gravina; y sólo operaban ellos en aquel momento porque todos los demás estaban muertos de miedo y de incompetenci a, encerrados inútilmente en Cartagena. Impenitente, Blanco Escolá vuelve a echar la culpa del fracaso ante Madrid al d esvío de Franco a Toledo. (p. 276). Pero en la página siguiente dice que Mola empiez a su avance hacia Madrid a primeros de octubre ; como Toledo cayó a fines de septiemb re el retraso no fue tan decisivo. Blanco Escolá fecha hacia el 19 de octubre la d ecisión soviética de participar en la guerra civil española pero cuatro días antes ya es taban afluyendo los primeros voluntarios comunistas a la base de Albacete, lo qu e suponía por lo meno dos meses desde la decisión soviética. El análisis de las Brigadas internacionales, a las que he dedicado un libro de esos a los que el coronel Bl anco Escolá prefiere no mencionar, es lamentable; nunca nos dice que esas Brigadas se inscribían en el nuevo Ejército Voluntario o Popular formado por orden de Largo Caballero en la base de Albacete. Acepta el coronel sin dudarlo todas las critic as alemanas a Franco, que muchas veces resultaron infundadas, como cuando a fine s de 1938 los alemanes creían que la guerra civil duraría años, y estaba para terminar . (p. 286). Se arma un lío con los aviones alemanes, que no fueron 200 a la vez (p . 267) ya que el contrato de la Legión Cóndor estipulaba que se mantendrían cien avion es en vuelo, cosa que a veces, como en el verano de 1938, no se cumplió. El defecto más grave del que Blanco Escolá se hace responsable por no conocer el libro de Ramón Salas se produce en los extensos párrafos en que con sonido de trompe tas de propaganda presenta la defensa de Madrid como una gesta popular de reacción ciudadana. Debería saber que con todos los voluntarios de Madrid que se ofreciero n en Madrid apenas pudo Rojo organizar un batallón, pero Blanco Escolá está traspasado por la propaganda comunista de la época, que pervive en los epígonos comunistas de la Historia. El coronel dedica otro capítulo a la silenciada derrota del invicto . Yo nunca la he silenciado al comentar el evidente fracaso de Franco ante Madrid. En cambio e l coronel Blanco se atreve a parangonar la victoria republicana en Madrid con ot ras dos: la batalla de Bailén en 1808 y la de Valmy en 1792, que permitió la consoli dación revolucionaria en Francia. No hay un solo rasgo común ente las tres batallas; difícilmente se pueden encontrar tres más dispares. Los soldados mercenarios de Franc o no cobraban más de cuatro pesetas; los heroicos defensores populares de la Repúbli ca cobraban diez, pero el coronel Blanco Escolá no les llama mercenarios, naturalm ente. (p. 307). El coronel Blanco Escolá alterna las invectivas contra Fran co con los elogios incondicionales al entonces teniente coronel Rojo; pero no dice una palabra sobre lo que sucedió durante la visita de Rojo al Alcázar de Toled o, ni menos sobre los rendidos elogios que Rojo tributa a Franco sobre su conduc ción de la guerra civil al final de su importante libro Alerta los pueblos, escrit o poco después de terminar la guerra civil. Sobre Paracuellos del Jarama (p. 317) el coronel Blanco Escolá no sabe mucho; tampoco debe de haber leído mi libro Carrill o miente, seguramente porque es también uno de esos que prefiere no mencionar. Que

no lo mencione pero que lo lea, tal vez aprenda algo. El derroche de medios y la abrumadora superioridad con la que contaba (Franco) a primeros de noviembre (p, 327) son puro espejismo. Franco no derrochaba jamás me dios; es una de sus grandes características militares que su antibiógrafo militar nu nca le reconoce. Y para entonces ya había en Madrid, o camino de Madrid, algunas B rigadas Mixtas que serían capaces de terminar con esa superioridad anterior de Fra nco; ya estaban en Madrid los carros, aviones y artillería soviética que alcanzaron fulminantemente la superioridad sobre sus fuerzas homólogas del ataque. La cronolo gía rigurosa juega a veces malas pasadas a los historiadores con objetivo principa l en la propaganda. LA TRIPE CAMPAÑA Y LA VICTORIA ESTRATEGICA DE FRANCO EN EL NORTE Y EN SU PROPIA RETAGUARDIA Se olvida generalmente que durante los meses de febrero y marzo de 1937 el Ejér cito republicano del Norte, con abrumadora superioridad de efectivos terrestres, lanzó y mantuvo una ofensiva a vida y muerte para apoderarse por fin de la aún semi cercada plaza de Oviedo. Bajo la dirección del laureado general Aranda y el envío de potentes refuerzos por Franco-que así demostró una vez más su sentido estratégico la ciu dad y el pasillo que la unía con Galicia resistieron el nuevo asalto del Ejército mi nero en el siglo XX y las brigadas mixtas que lo flanqueaban, por lo que Franco pudo dedicarse a concentrar su masa de maniobra sobre Vizcaya, primera campaña par a reducir la franja cantábrica. El 31 de marzo de 1937 las cuatro primeras brigada s de Navarra, que ya operaban como pequeñas divisiones, flanqueadas en la costa po r la pequeña división hispanoitaliana del general Sandro Piazzoni, enfrentaban sus c asi 28.000 soldados contra los 36.000 del Cuerpo de Ejército Vasco, que combatiero n con semejante valor y eficacia y además fueron inmediatamente reforzados por las mejores unidades del Ejército republicano del Norte, que contaba fuera de Vizcaya con 150.000 hombre s perfectamente armados aunque menos motivados. La superioridad terrestre corres pondía, pues, al Frente Popular y las fuerzas del PNV, inferiores, sin embargo, en fuerza aérea y sobre todo en la combinación de una importantísima artillería con los av iones alemanes, italianos y españoles, que fue la clave de la victoria. Saltó el fre nte vizcaíno en pedazos y avanzaron las unidades navarras hasta tomar posiciones p ara el segundo impulso, que se dirigiría contra el Cinturón de Hierro de Bilbao. En tan críticas circunstancias militares se produjo el único disturbio político important e de toda la zona nacional durante la guerra, el escándalo de una parte de la jera rquía de Falange Española de las JONS en Salamanca. El movimiento de unificación política en la zona nacional estaba en el ambiente, se palpaba en los medios dirigentes de la pequeña política de partidos y fue hábilment e alentado entre bastidores desde el mismo Cuartel General del Generalísimo, al qu e había llegado en febrero de 1937, aterrado por la tragedia de su familia en Madr id, el cuñado de Franco, dirigente de la CEDA, abogado del Estado y político de suma habilidad Ramón Serrano Suñer. En conversaciones frecuentes con Franco se identificó muy pronto con el ideal político del Caudillo: acabar con la diversidad de partidos que creía estéril, crear una estructura simp lificada cuyo único fin consistiera en intensificar el esfuerzo de guerra mediante un sistema autoritario, al mando directo del propio Franco, que asumiese lo mej or de la dos fuerzas políticas dominantes en la España Nacional, la Falange del desa parecido José Antonio, que había crecido desmesuradamente y el Requeté de la Tradición c arlista, muy vigoroso en Navarra pero también en otros puntos como por ejemplo, au nque muchos lo ignoren aún, en el campo de Cataluña, en Sevilla, en varias regiones del Norte y en el movimiento articulado de resistencia dentro del Madrid enemigo , la Quinta Columna Las otras dos fuerzas políticas que cooperaban al Movimiento, es decir los monárq uicos de Renovación Española y la CEDA católica, cuyo jefe Gil Robles, vetado absurdam ente por Falange, la definiría ya en nuestro tiempo como el pueblo del Movimiento veía

n con buenos ojos la Unificación porque permitiría a sus dirigentes (no a Gil Robles ) una participación política que les cerraban requetés y falangistas. El pueblo de la zona nacional, volcado en el esfuerzo y la moral de guerra, favorecía al movimient o unificador. La presencia activa de carlistas, monárquicos alfonsinos y cedistas quitaría hier ro al minoritario sector fascista de Falange, al que Serrano Suñer pensaba imponer el sentido católico del Movimiento y el sentido jurídico de su propia convicción y fo rmación. Aquel Movimiento unificado no estaba destinado a convertirse, sin más, en u n sistema fascista. El motivo inmediato de la Unificación fue una reyerta personalista y callejera, con dos muertos, que reventó en la misma Salamanca, bajo la atenta vigilancia del Cuartel General, en abril de 1937, a propósito de la disputada elección de un honra do jefe falangista de Cantabria, Manuel Hedilla, como sucesor de José Antonio en c alidad de Jefe Nacional de Falange. Franco ordenó el inmediato descabezamiento de la algarada, encarceló a varios responsables, impuso el decreto de unificación el 19 de abril de 1937, formó varios consejos de guerra y poco a poco fue liberando a l os condenados por ellos. Y no hubo más. El efecto inmediato fue que el esfuerzo de guerra quedó libre de obstáculos interiores y pudo concentrarse en la victoria, com o reconoce el general Rojo entre las causas del triunfo de Franco. Entre los días 20 y 30 de abril de 1937 el general Mola ejecutó la segunda fase d e su ofensiva sobre Vizcaya. El objetivo eran las históricas ciudades de Durango y Guernica, dominadas una vez tomado el sistema defensivo exterior de Vizcaya. La siguiente fase de la ofensiva no se reanudaría hasta el 6 de mayo pero mientras t anto una gigantesca bomba de propaganda, cuyos efectos continúan todavía hoy, sigue enturbiando la realidad histórica: el bombardeo alemán de Guernica que tuvo lugar el 26 de abril de 1937. Este es un estudio biográfico sobre Franco y no un análisis sobre propaganda, por lo que me limitaré a recomendar a mis oyentes que repasen la última revisión del gene ral Jesús Salas Larrazábal en Guerra aérea (1999) sobre el caso Guernica. Fue, sin la menor duda, un bombardeo de la Legión Cóndor sin conocimiento específico del cuartel G eneral del Generalísimo, sin orden expresa de Franco y Mola. Aviones italianos coo peraron de forma secundaria en el suceso. No existió la menor intención simbólica cont ra las tradiciones vascas; la Casa de Juntas y el Arbol, bien patentes, quedaron intactos. Guernica era un evidente objetivo militar por sus acuartelamientos, s us fábricas de guerra y su puente necesario para la retirada de parte de las fuerz as enemigas. El número de muertos, en torno a un centenar, se decuplicó por la propa ganda que calla ante la comparación inevitable con Dresde y Hiroshima. Lo demás es s implemente mitología, urdida por un corresponsal británico, el despliegue de propaganda del gobierno de Euz adi y el mitólo go oficioso del antifranquismo, el ya fenecido Herbert R. Soutuhworth. Todo ello nada tiene que ver con la Historia. El 3 de mayo, a las dos semanas de que Franco resolviera de un plumazo su peq ueño problema político de Salamanca, sin que casi nadie se enterase ni en la zona na cional ni en los frentes, estallaba en Barcelona toda una pequeña guerra civil pro movida por los comunistas contra los anarcosindicalistas, contra las milicias de l POUM condenadas a la extinción personalmente por el odio de Stalin y en definiti va contra el jefe del gobierno Largo Caballero, a quien no podían dominar ni somet er y a quien deseaban sustituir por el prosoviético socialista doctor Juan Negrín, r esponsable directo como ministro de Hacienda de la enajenación a la URSS del oro d el Banco de España. Testimonios definitivos de la propia zona republicana aclaran el asunto, que terminó con la victoria de Stalin y los comunistas, la defenestración de Largo Caballero, la exaltación de Negrín a la jefatura del gobierno y la persecu ción implacable contra el POUM por la vesania de Stalin y sus esbirros españoles. Un testigo admirable es George Orwell, voluntario en el POUM que nos ha contado su s alucinantes recuerdos en Homenaje a Cataluña. Allí, bajo peligro de muerte inmedia ta, reconoció al Gran Hermano y se convirtió al más ferviente anticomunismo. El dictam

en definitivo es el de mi amigo y maestro Burnett Bolloten en La revolución española (Alianza ed. 1989) la obra más importante jamás escrita sobre la zona republicana, a la que los comunistas de hoy mordisquean inútilmente. Le pequeña guerra civil de B arcelona agonizaba el 6 de mayo, cuando el general Mola hacía saltar por los aires las defensas del Cinturón de Hierro de Bilbao mediante una conjunción de la artille ría navarra y la Legión Condor que superó en intensidad a cuanto se había visto hasta en tonces en la guerra civil. Los comunistas y Negrín premiaron al gran líder socialista Indalecio Prieto con e l Ministerio de Defensa Nacional en el gobierno que sustituyó al de Largo Caballer o. Prieto se había dejado querer porque despreciaba a su compañero Largo pero inmedi atamente trató de luchar sin el menor éxito contra el creciente predominio comunista en el Ejército Popular. Para justificar, sin embargo, su merecida fama de ejecuti vo eficaz, decidió, de acuerdo con el pronto general Vicente Rojo, a quien nombró je fe del Estado Mayor Central, emprender una serie de maniobras en los vastos fren tes de la zona Centro-Nordeste-Sur con el fin de impedir la sucesiva caída de las capitales del Norte, sobre todo Bilbao, por la que siempre había sido diputado y d onde sabía que se jugaba la suerte de la guerra civil. Para ello reforzó las Escuela s Populares de Guerra a imitación de las que en el bando enemigo alimentaban las promociones de oficiales provisionales, trató de limpiar de comunistas el Comisari ado (sin el menor éxito) remató la militarización de las milicias y endureció la justici a militar gracias a un implacable Servicio de Información Militar, el SIM. La primera de las grandes ofensivas desencadenadas por la nueva estrategia Pr ieto-Rojo para salvar al Norte fue la que estuvo a punto de abrir una brecha pel igrosísima en el débil dispositivo nacional de defensa en torno a La Granja y Segovi a a fines de mayo y primeros de julio de 1937. La batalla de La Granja puso de m anifiesto la superioridad orgánica del Ejército Popular, que ya contaba con division es e incluso Cuerpos de Ejército cuando el enemigo no había superado aún el escalón brig ada. Prieto y sus generales consiguieron, dicho sea como mérito, una superioridad aplastante en el sector de Navacerrada-Valsaín, donde acumularon los efectivos de dos divisiones, una de ellas Internacional, con artillería que triplicaba a la ene miga y una aviación de caza, con mando soviético, de 150 aviones contra los cuarenta que pudo reunir el enemigo. Increíblemente el general Varela, tomado completament e por sorpresa, pudo reforzar su desnutrida línea con unidades de reservistas, her idos, enfermos y escopeteros locales, que con las breves fuerzas del sector cont uvo al enemigo en Cabeza Grande, desde donde se dominaba Segovia, y en el bosque de Valsaín e incluso el Real Sitio de La Granja. Esta batalla fue la única importan te a la que no asistió Ernest Hemingway ; quizá por ello en su obra de pura ficción Po r quien doblan las campanas cualquier parecido con la realidad es simple coincid encia. Leo que se ha constituido en Segovia, a estas alturas, una comisión para es tudiar la batalla de Segovia según el texto de Hemingway; pueden ahorrarse el trab ajo, no encontrarán nada. Franco acudió a la brecha de Segovia el 1 de junio, donde mantuvo una agria dis cusión con Mola como jefe supremo del sector. Al día siguiente la presencia del grup o de caza a las órdenes de Joaquín García Morato impidió el cruce del Guadarrama por la aviación enemiga; los soviéticos quisieron luego explicar lo inexplicable con la exc usa de que por esos días esperaban el relevo y no deseaban arriesgarse. Al volver a Burgos tras su entrevista segoviana con Franco la avioneta de Mola capotó en La Brújula y el Director del Alzamiento desapareció. Franco le sustituyó en el Ejército del Norte por el general Dávila y no distrajo reservas importantes de Vizcaya. Los ba tallones del PNV impidieron cualquier destrucción en el complejo industrial de la ría y el 19 de junio las brigadas de Navarra entraban sin resistencia en Bilbao. D esde ese día Prieto y Azaña supieron que la guerra estaba perdida. El 1 de julio de 1937, a raíz de la trascendental victoria nacional en Vizcaya, el Episcopado español publicó su resonante Carta Colectiva a los obispos y católicos de todo el mundo, sobre el significado profundo de la guerra civil española. Dos e rrores gravísimos se deslizan inevitablemente en los comentarios habituales, espec

ialmente hoy; me opondré a ellos con la rotunda y fácilmente comprobable afirmación de que en la Carta Colectiva no se habla de Cruzada; y sí se habla expresamente de p erdonar al enemigo que había ejecutado contra la Iglesia la más sangrienta persecución de la Historia. Yo no tengo la culpa de que fervorosos ateos de hoy y una aberr ante Asamblea Conjunta mediatizada hayan perdido por completo, en años posteriores , el sentido de la Historia para sumirse en la ucronía. Creo que la Carta Colectiv a de 1937 mantiene hoy su vigencia, acierta en sus definiciones de «movimiento cívic o-militar y de combate universal contra el comunismo y no me avergonzaré jamás de senti rme en plena comunión con la Iglesia de los Mártires. Que el documento muestre algun os errores de perspectiva no invalida ni su verdad suprema ni su decisiva influe ncia. El 5 de julio de 1937 el Ejército del Norte iniciaba sus operaciones para la se gunda campaña de la zona cantábrica, ahora sobre la provincia de Santander. El panor ama político interior era completamente diferente. Los combatientes vascos habían se guido las directrices del PNV en Vizcaya y lucharon generalmente con denuedo y e ficacia. La provincia de Santander poseía una tradición de centro-derecha, se inclinó al Frente Popular por indecisión de los coordinadores del Alzamiento y tras la gra ve derrota en Vizcaya no daba señales del menor espíritu combativo. Sin embargo esta vez funcionó mucho mejor el dispositivo estratégico de Prieto-Rojo y cuando el enem igo se disponía a invadir la provincia cántabra hubo de frenar en seco para atender a un peligrosísimo ataque general al oeste de Madrid, a través de las vaguadas de Br unete en dos direcciones: una hacia Navalcarnero y otra hacia Boadilla del Monte . De triunfar este intento la denominada batalla de Brunete podría caer, como he an ticipado, todo el frente nacional en torno a Madrid con incalculables consecuenc ias para el futuro inmediato de la guerra civil. El Ejército Popular concentró contr a una línea casi desguarnecida y confiada a pequeñas posiciones intermitentes nada m enos que a tres Cuerpos de Ejército; el V, de mayoría y motivación comunista a las órden es del teniente coronel de milicias Juan Modesto, en dirección a Brunete y Navalca rnero como el Cuerpo XVIII (teniente coronel Jurado); mientras el Cuerpo de Ejérci to de Vallecas (teniente coronel Romero, el defensor del Puente de los Franceses ) rompería el frente nacional del Manzanares en dirección a los otros dos. Miaja y R ojo contaban con 125.000 honbres, en nueve divisiones, 100 carros, 30 blindados, más de 250 piezas y 300 aviones. Los efectivos del frente nacional apenas llegaban a siete mil hombres dispersos, con la 13 división del general Barrón como reserva general de l Cen1ro. La aviación y la artillería estaban concentradas para la ofensiva sobre Sa ntander, que fue inmediatamente aplazada por orden de Franco. Altos dignatarios de la República afluían al cuartel general de Miaja situado en la histórica finca del Canto del Pico, en Torrelodones, para presenciar, con los intelectuales del Cons ejo de la Cultura de organización soviética, la presentida victoria en Brunete. A primeras horas de la noche del 5 de julio las dos divisiones comunistas, la 11 de Líster y la 26 del Campesino inician con gran éxito su infiltración nocturna. Lís ter envuelve y toma el pueblo de Brunete pero cuando prosigue hacia Navalcamero las escasas reservas locales no le permiten pasar de Sevilla la Nueva, mientras el Campesino, que ha logrado llegar inadvertido ante Qujorna, no puede con la ex igua guarnición de un destacamento africano reforzado por voluntarios falangistas del pueblo y dos centurias de Castilla. Las resistencias decisivas, imprevistas e increíbles, serán la clave del fracaso de Miaja. Franco, desde el frente de Santan der, recibe informaciones precisas sobre el peligro de la ruptura en Brunete. En vía desde Extremadura a la 150 división que se une a la 13 del general Barrón. Traslad a con urgencia a un destacamento de la Legión Cóndor. Estas reservas urgentes consig uen congelar el avance enemigo en la jornada del 7 de julio. Pero Franco, no qui ere asumir riesgos y transporta al frente de Brunete a dos divisiones de Navarra , la cuarta y la quinta, en la mitad de tiempo que había calculado su rival el cor onel Rojo. La ofensiva enemiga está contenida pero Franco, una vez fijado el frent e y alejado el peligro, se empeña en romper las líneas enemigas para intentar un nue vo envolvimiento a Madrid por el Noroeste. El forcejeo bajo un calor y una sed i nsufribles es espantoso durante dos semanas, con un intolerable número de bajas en

el Ejército Popular, dentro del cual la XIII Brigada Internacional llega a la des erción y ha de ser diezmada. Pero las fuerzas de Miaja resisten al fin el empuje d e Varela. El 25 de julio termina la batalla de la sed, con treinta mil bajas en el Ejército Popular y veinte mil en el nacional. Las líneas ya no se moverán hasta el fin de la guerra. Solventado el peligrosísimo problema del Centro, el Ejército del Norte reinicia l a ofensiva sobre Cantabria el 14 de agosto. El equilibrio numérico en fuerzas de i nfantería se reduce al mínimo ante la falta de moral en la resistencia y por la supe rioridad atacante en artillería y aviación. Los batallones del PNV se niega a combat ir fuera de su tierra, de acuerdo con sus privilegios ancestrales, lo que facili ta la penetración de las tres agrupaciones nacionales que maniobran en coordi nación perfecta por valles y cordadas y se apoderan de la ciudad de Santander e l 26 de agosto. Dos días antes el coronel Rojo ha conseguido lanzar de nuevo a su Ejército de Maniobra contra las defensas exteriores del frente aragonés pero esta ve z Franco advierte al mando local que no distraerá una sola unidad del Norte para c ontener la ofensiva enemiga. Los comunistas se habían impuesto política y militarmen te gracias al apoyo que les prestaba el gobierno Negrín, que disolvió el variopinto Consejo anarquista de Aragón poco antes de la ofensiva y desmanteló a las divisiones del POUM que no habían logrado el envolvimiento de Huesca. El Ejército Popular volcó a trece divisiones en la ofensiva sobre Zaragoza, 150.000 hombres a las órdenes de l general Pozas, entre ellos los que integraban las cinco Brigadas internacional es que actuaban juntas en el mismo frente por primera vez. Los defensores de Zar agoza recibieron como refuerzo las divisiones 13 y 150 que habían resuelto la situ ación en Brunete y varios destacamentos aéreos. El avance del Ejército Popular parecía i rresistible pero nuevamente las resistencias decisivas entre las que destacaron la s de Quinto, Codo y sobre todo Belchite, pudieron frenarlo contra toda previsión. Acudieron las escasas, pero selectas reservas del Centro y la penetración enemiga, tras un sensible avance, fue detenida en tres jornadas. Los dos mil defensores de Belchite aguantaron hasta sucumbir el empuje de dos divisiones enemigas en pr oporción de uno contra diez y resultaron los vencedores morales de la batalla. Las resistencias decisivas constituyeron la encarnación de la superioridad moral de su bando para las batallas en campo abierto. En el Norte republicano sólo quedaba ya la reducción de Asturias, considerada sie mpre bastión del Frente Popular, donde había asumido no sólo el poder sino la soberanía el llamado Consejo Soberano de Asturias y León, que destituyó por sí y ante sí al mando supremo del Ejército del Norte, general Gámir, y le sustituyó por el coronel Prada de filiación comunista. El ejército Popular de Asturias contaba con tres cuerpos de ejérc ito, nueve divisiones con más de ochenta mil hombres muy motivados y aguerridos, a poyados por doscientas piezas. Esta considerable fuerza artillera nada podía hacer frente a la del Ejército nacional del Norte, que casi la triplicaba. La aviación as turiana resultaba insignificante frente a la enemiga y una masa de trescientos m il refugiados de las demás provincias ya perdidas dificultaba extraordinariamente suministros y movimientos. La ofensiva final se desencadenó a primeros de septiembre. Franco, que conocía pr ofundamente la región, combinó el avance del Sexto Cuerpo, a las órdenes del general Solchaga que mandaba seis brigadas de Navarra y dos de Castilla d esde la región oriental con el VIII Cuerpo, dirigido por el defensor de Oviedo, ge neral Aranda, que evolucionó por el enrevesado frente montañoso interior del Princip ado. El Ejército nacional del Norte, al mando del general Dávila, rebasaba los cient o diez mil hombres apoyados por una artillería y aviación irresistibles. El Cuerpo d e Solchaga avanzó por las tres carreteras casi paralelas del este al oeste y las f uerzas de Aranda descendieron de los puertos montañosos hasta el llano y la costa. La maniobra se realizó en tres fases sincronizadas frente a la esperada resistenc ia de una fuerza enemiga que se defendió como de ella se suponía. Poco pudieron hace r. El 21 de octubre las fuerzas ocultas de la Quinta Columna se apoderaron de Gi jón de donde sólo pudo huir una mínima parte de los refugiados. Los vencedores entraro n en la ciudad por la tarde. La guerra en el Norte había terminado.

La victoria sobre la franja cantábrica resultó trascendental desde el punto de vi sta estratégico. Los nacionales incorporaron un territorio valiosísimo por su poder industrial y minero, su ganadería y sus recursos humanos que pusieron a su disposi ción, tras el imprescindible reciclaje, doscientos mil combatientes para las próxima s operaciones. Los dirigentes de la Republica sabían que todo estaba ya perdido. Sól o resistía el jefe del gobierno, Juan Negrín, apoyado por los comunistas. Sin embarg o el coronel Rojo tenía preparadas todavía dos sorpresas importantes al enemigo. Cuando me dispongo a comentar las opiniones del coronel Blanco Escolá sobre la campaña del Norte el diario El País se hace eco de una divertida polémica entre el cor onel y don Javier Tusell, por la dura crítica que éste hace del libro tantas veces c itado sobre la incompetencia militar de Franco. Creo que ya he dicho que el coro nel llama a Tusell archivero y, con manifiesta desproporción, el historiador acusa a l señor Blanco de paranoia y a su libro de ni bueno ni malo sino intrascendente. Y o no creo que sea un libro intrascendente, sino profundamente equivocado; pero e l hecho de que por vez primera un militar español escriba en España un libro contra Franco merece la debida atención. Parece que el libro fue presentado a un cierto p remio que no consiguió y que el señor Tusell estaba en el jurado. En fin, son chisme s que alegran un poco la aridez de la crftica pero que no deben excluir la crítica . Las tediosas reflexiones del coronel Blanco Escolá sobre la campaña del Norte no merecen, por supuesto, premio de ninguna clase. Algunas de ellas, sin embargo, s on verdaderas; como el hecho de que trasladar el esfuerzo principal de guerra al Norte fue un gran acierto de Franco, aunque Blanco lo atribuye exclusivamente a los asesores de Franco; para eso están los asesores, que fueron Kindelán y Vigón, s in intervención de los extranjeros. El segundo acierto es que nos dice que en la c ampaña del Norte y sus correspondientes maniobras en el Centro aparecen por primer a vez en la guerra civil española los métodos de la guerra moderna, aunque Blanco Es colá sugiere que Franco no se enteraba; es muy curioso que ordenara detalladamente aquello de lo que no se enteraba. Y el hecho de que Franco decidiera operar sob re el Norte en vista de las dificultades que encontraba ante Madrid es un legítimo recurso estratégico, que se convirtió en un acierto decisivo; y no implica que Fran co saliera huyendo del frente de Madrid, donde mantuvo todas sus posiciones hasta que decidiera volver a reemprender allí sus operaciones. (p. 362). Blanco Escolá nos describe, para la campaña del Norte, a un Franco instalado en su corte de Salamanca, rodeado de familiares y de aduladores (p. 367). El Cuartel G eneral del Generlísimo en Salamanca no tuvo que ver con una corte ; no sé si el coronel Blanco conoce, como yo, el palacio episcopal junto a las catedrales de la ciuda d. Era a la vez la austera residencia de Franco y su familia, que no se entromet ió nunca en las operaciones militares. Es falso y ridículo que el Cuartel General no interviniera para nada en las operaciones del Norte; como el coronel Blanco Esc olá no es asiduo visitante de archivos no ha podido comprobar su error en los lega jos correspondientes del Servicio Histórico Militar, pero al menos podría haber cons ultado las estupendas monografías del coronel Martínez Bande, elaboradas junto a eso s documentos. Franco no se sentía dice demasiado atraído por las actividades militares ( p. 357) frase que, con esos legajos delante, me parece el colmo de la aberración. Es verdad que Franco se ocupó durante algunas jornadas del mes de abril en allanar los obstáculos políticos que aparecían en su retaguardia y podrían entorpecer su esfuer zo de guerra; pero eso favoreció sus actividades militares, no las anuló. A partir d e la p. 371 el coronel Blanco Escolá se hunde en la mitología de Guernica y en toda su desaforada propaganda, sin molestarse en leer las investigaciones definitivas del general Jesús Salas sobre el caso; Salas ha publicado la lista de los muertos de Guernica, diez veces menor en número a lo que se obstina en repetir sin prueba alguna Blanco Escolá. Nuestro no premiado coronel no se digna analizar la dirección de Franco en la c ontraofensiva de Brunete, que no presenció desde su corte de Salamanca sino desde

su cuartel general de primera línea en Villa del Prado; vea por favor la monografía de Martínez Bande. Y en una desafortunadísima comparación entre Franco y Rojo (p. 384) olvida el pequeño detalle de que su admirado general Roj o perdió la guerra y su denostado general Franco la ganó, por los motivos que explic a noblemente el general Rojo en su libro citado. Es sumamente divertido que Blan co Escolá nos sugiere que en la primavera de 1937 se habían producido en la zona rep ublicana importantes novedades (p. 378) pero se olvida de registrar, entre ellas, la victoria comunista en la pequeña guerra civil de Barcelona que acarreó la caída del jefe del gobierno, Largo Caballero y el advenimiento del Gobierno Negrín de tende ncia prosoviética declarada y comprobada. Por supuesto este vacío lamentable no le d eja tiempo para evaluar la campaña de Franco en Asturias ni la incalculable victor ia estratégica obtenida por Franco con su triunfo en el Norte, que le daba ya virt ualmente la victoria final. En cambio se pierde en unas consideraciones teóricas s obre estrategia en la antigua Grecia, válganos Dios, que nada tienen que ver con l a guerra civil española que en septiembre de 1937 Azaña y Prieto ya daban por perdid a. En su capítulo Se gana Teruel, se pierde Madrid el coronel Blanco Escolá podría hab er escrito con mucha mayor objetividad; Se gana Terual, se gana la guerra. Porqu e militarmente así sucedió. Resulta patético que nos recuerde que no parece que el Caud illo hubiera abandonado su lamentable tendencia a prescindir de los planes traza dos ante cualquier maniobra diversiva efectuada por el adversario (p. 399) precis amente al tratar del epidosio de Belchite y la ofensiva aragonesa de Rojo, que e s un caso patente de que Franco no cedió a la tentación enemiga y consumó, sin distrae r fuerzas apreciables, su maniobra dobre Cantabria, de verdad no entiendo este d esliz. TERUEL Y LAS GRANDES MANIOBRAS DE LEVANTE Liquidada la zona cantábrica del Frente Popular, cuya reorganización fue tan difíci l como rápida y eficaz, el Cuartel General del Genealísimo pensó inmediatamente en apl icar su nueva e indiscutible superioridad en todos los órdenes para repetir, ahora con mucho menores posibilidades enemigas, la batalla de Guadalajara y forzar la caída de Madrid para luego desbordarse desde la capital hacia Levante y acabar la guerra. Pero el coronel Rojo adivinó este proyecto y se adelantó a él a mediados de d iciembre de 1937, entre un tiempo infernal de nieve y frío, con una excelente mani obra sobre el saliente enemigo de Teruel, donde con setenta y siete mil hombres contra una débil defensa que apenas rebasaba los tres mil cercó a la ciudad que cayó en poder del Ejército Popular el 8 de enero de 1938. Tres días antes había nacido en Roma, sin que en ninguna de las dos Españas enzarzada s a muerte se conociera la noticia, el hijo de los infantes Juan y María cuyo nomb re fue Juan Carlos de Borbón y Borbón. Franco, que siempre daba primacía al factor moral, no podía consentir que por pri mera vez desde julio de 1936 la España nacional perdiera una capital de provincia, con una victoria que el enemigo jaleó a los cuatro vientos y causó por vez primera honda consternación en la retaguardia nacional. Le defensa de Teruel al mando del coronel Rey &Harcourt había ido más allá de lo heroico y mientras alentó la esperanza Fr anco se comprometió públicamente a liberar la ciudad cercada. Cuando la defensa fue anegada el Caudillo reaccionó con suma injusticia contra el jefe defensor, que fue fusilado por sus enemigos al final de la guerra junto al obispo de Teruel y su vicario general, hoy beatificados por el actual Papa. Pero a mediados de diciemb re, al conocer las graves noticias de Teruel, Franco renunció de nuevo a Madrid y cambió todo su dispositivo para socorrer a la ciudad helada y sitiada. Formó con uni dades tipo División los Cuerpos de Ejército de Castilla (general Varela) y Galicia ( general Aranda) y concentró para la contraofensiva a toda la aviación y artillería dis ponibles. Estuvo a punto de liberar a la guarnición en el fin de año pero el porcent aje de congelamientos entre sus tropas se lo impidió. Entonces, sin resignarse un momento a la perdida de Teruel, organizó fríamente una maniobra de altos vuelos para recuperarla.

Todo el Ejército del Norte participó en ella. Tras una ruptura artillera y aérea qu e superó con mucho los alardes frente al Cinturón de Hierro (quinientas piezas y tod a la Legión Cóndor) quiso y logró dar un golpe político de altura, para reanimar el ánimo de su decaída zona y formó en Burgos, el 30 de enero de 1938, su primer gobierno for mal, con inclusión de las Fuerzas Armadas y todas las fuerzas políticas que habían coa dyuvado al Movimiento. En el valle del Alfambra, que corre de sur a norte hasta Teruel, el enemigo completamente descuidado no podía imaginar lo que se le venía enc ima. El ya general Vicente Rojo y el ministro de Defensa Prieto seguían meciéndose e n su gran victoria, ajenos al verdadero curso de la guerra. Como siempre, Franco planeó personal y cuidadosamente los pasos de la contraofensiva, una vez lograda la ruptura total de las principales defensas del frente enemigo. El 5 de febrero , tras un bombardeo devastador con 145 baterías, la mayor masa artillera utilizada desde la batalla de Verdun, el Cuerpo de Ejército marroqui, a las órdenes del gener al Yagüe, con todos los banderines del antiguo Ejército de África, penetró en el valle del alto Alfambra mientras el Cuerp o de Galicia entraba en el valle bajo desde la base conquistada tras el anterior ataque artillero. A continuación la quinta división del Cuerpo de Navarra entra en fuego, precedida por los tres mil jinetes del general Monasterio, que arrollan a una desprevenida división anarquista en la primera y única carga montada importante que tuvo lugar en la guerra de España. Así cerraba la Caballería española su amplio cic lo histórico abierto en los albores de la Edad Media. El resultado no se hace espe rar. El 22 de febrero el general Aranda entra en la ciudad mártir de Teruel, donde sus tropas han aniquilado virtualmente a la 26 División del Campesino, que huye a duras penas por el cauce del Turia. El mando republicano, las cancillerías extranjeras y la prensa mundial imaginab an al Ejército del Norte agotado tras la compleja maniobra del Alfambra y se lleva ron la gran sorpresa cuando el Cuartel General del Generalísimo ordenó una nueva rup tura del frente, la mayor y más decisiva de toda la guerra. Por desgracia la breve dad de esta síntesis no nos permite largos capítulos sobre la guerra naval y la guer ra aérea, una carencia que pueden suplir nuestros oyentes con los excelentes traba jos especializados sobre una y otra que ya hemos citado. Pero sí hemos de indicar precisamente en este momento que las previsiones estratégicas de Franco en agosto de 1936 sobre la importancia vital de la isla de Mallorca para el conjunto de la s operaciones se verificaron cumplidamente cuando, a partir de septiembre de 193 6, los dos excelentes cruceros del Ferrol, Canarias y Almirante Cervera, con bas e principal en Mallorca, se hicieron virtualmente dueños del Mediterráneo litoral, e fecuaron bombardeos por sorpresa que minaron la moral del enemigo y redujeron de forma decisiva mediante la acción de bloqueo los suministros a los puertos del Fr ente Popular, con repercusiones traumáticas para el esfuerzo de guerra republicano . La capacidad militar de los cruceros ferrolanos se incrementó con la entrada en servicio del Baleares, gemelo del Canarias y de eficacia semejante. El almirante Francisco Moreno Fernández ejercía le jefatura del Bloqueo desde su cuartel general en Palma de Mallorca y a su esfuerzo y clarividencia, en combinación no siempre fác il con el jefe del Estado Mayor de la Armada, almirante Juan Cervera, se debe en buena parte el logro de la victoria final.

Que corresponde también por su parte al jefe del Aire , título oficial del general K indelán, acreditado por su visión estratégica y su capacidad de organización, el cual, a cabada la maniobra sobre el Alfambra, comunicó certeramente a Franco numerosas obs ervaciones aéreas sobre la desorganización en que había quedado, tras la ofensiva y la contraofensiva de Teruel, el Ejército Popular en Aragón. En aquella primavera de 1938 la situación internacional se agravaba por mom entos. En exacto cumplimiento de las previsiones de Mein Kampf y de acuerdo con el extendido sentimiento pangermánico de Austria, Adolfo Hitler ordenó la anexión de l a que llamaba Marca Oriental entre el 11 y el 12 de marzo de 1938. Vuelve entonc es al poder en Francia el socialista León Blum, que medita sobre una posible inter vención del Ejército francés en Cataluña a favor de la República española. El generalísimo Ga elin se pone a la cabeza de los intervencionistas franceses. Franco, dispuesto a

dar seguridades a británicos y franceses sobre la neutralidad española en caso de u na probable guerra europea (propósito que manifestó, en efecto, formalmente el 7 de abril) preparó en tiempo sorprendentemente breve, a los trescientos mil hombres de l Ejército del Norte para la definitiva ruptura del frente aragonés y no cedió al abat imiento cuando el 6 de marzo, en vísperas de su ofensiva, la poderosa escuadra ene miga a las órdenes del almirante Luis González Ubieta se decidió por fin a abandonar s u inexplicable encierro en Cartagena y se encontró a dos mil metros, a primera hor a de la madrugada, y a 75 millas de Cabo de Palos, con la línea de los cruceros na cionales que custodiaban un importante convoy desde Mallorca al norte de África. V arias salvas de torpedos y artillería consiguen el hundimiento del Baleares cuya c onstrucción y accesorios aún no estaban rematados. La pérdida es gravísima pero los cruc eros restantes consiguen llevar el convoy a buen puerto, la escuadra republicana volvió a recluirse en Cartagena y la nacional, tras las debidas reorganizaciones, recuperó el vital dominio de las costas enemigas. Tres días más tarde, el 9 de marzo, los siete cuerpos del Ejército del Norte, con 2 6 divisiones, 750 piezas y 500 aviones se lanzan sobre el anchísimo frente enemigo por oleadas graduales. Sobre el papel el general Vicente Rojo puede oponer efec tivos semejantes en tierra, aunque inferiores en artillería (600 piezas) y en avia ción, 350 unidades. Los nueve cuerpos del Ejército Popular se agrupan ya en la unida d superior, Ejército, con los del Este (Pozas) el de Maniobra (Modesto) y el de Le vante (Hernández Saravia). Ahora es cuando se advierte la superioridad del factor moral en el ejército atacante, el efecto desequilibrador provocado por la decisiva victoria en el Norte y la reciente maniobra de Teruel. El primer objetivo gener al del ataque consiste en lograr la ruptura al sur del Ebro, con los cuerpos de ejército Marroqui, la Agrupación Valiño el CTV y el Cuerpo de Galicia. Franco sitúa su c uartel general Terminus en el lugar quijotesco de Pedrola y Dávila en Daroca. El f rente enemigo salta por la preparación artillera y aérea, las unidades del Ejército Popular huyen en riada, dos agrupaciones de carros nacionales segu idas por infantería motorizada ensayan con éxito la táctica de las bolsas. Se reconqui sta la ruina admirable de Belchite, se dispersan sin rumbo las brigadas internac ionales. Los diálogos telegráficos entre el general Rojo, que asume el mando en jefe , y el ministro de Defensa Prieto resultan aun hoy patéticos cuando se repasan en nuestros archivos. El ministro describe amargamente la demencia de nuestras tropa s . El 14 de marzo se alcanza la línea del río Guadalope. Caen las ciudades de Caspe y Alcañiz. No existe al sur del Ebro un ejército enemigo organizado. El transporte de prisioneros a los campos de retaguardia se convierte en la tarea más complicada. El 15 de marzo Terminus ordena a los cuerpos del Sur alcanzar el mar y desenc adena la ofensiva al norte del Ebro. Llegan al Cuartel General del Generalísimo no ticias sobre importantes brotes de resistencia pro-nacional en la retaguardia en emiga, tanto en el Maestrazgo, al sur del Ebro, como en el Solsonés y varias comar cas de Lérida. Las órdenes de Terminus se cumplen puntualmente. Entre los días 22 y 25 de marzo el cuerpo de Navarra destruye las fortificaciones enemigas en torno a Huesca y l a ciudad queda liberada definitivamente del agobiante asedio enemigo. A la vez, el cuerpo de ejército Marroquí cruza el Ebro sobre pontones y toma de revés al frente enemigo. Cae la ciudad de Fraga el 26 de marzo y al día siguiente Massalcorreig, e l primer pueblo de Cataluña. El 29 Rojo comunica la desaparición del frente al norte del Ebro, como había sucedido al sur. El 4 de abril el cuerpo Marroquí ocupa la ciu dad de Lérida, mientras el de Navarra se apodera de los valles pirenaicos hasta el de Arán. El Cuartel General del Generalísimo transmite una severa instrucción, hoy ol vidada por muchos, en la que se exige el respeto a la lengua y el modo de ser de los catalanes.

Dos días antes de la caída de Lérida los cuerpos de ejército al sur del río, que sólo habí n necesitado una semana para reagruparse después de su ofensiva de ruptura, empren den como se les había ordenado el camino al mar y el 2 de abril, tras destrozar a los restos de las brigadas internacionales, se apoderan de Gandesa, clave del gr

an recodo del Ebro. Se entabla, sin perder la coordinación, una auténtica carrera de cuerpos de ejército para llegar al Mediterráneo. Lo consigue el 15 de abril la cuar ta división de Navarra, que corta en dos la zona republicana en Vinaroz. Una seman a antes, como adelantábamos, Franco garantizaba a Ingla terra y Francia la neutralidad de la España nacional y por el momento frenaba a l cuerpo Marroquí que se empeñaba en avanzar sobre Cataluña. El título que el coronel Blanco Escolá antepone a la gran ofensiva de Franco desp ués de reconquistar Teruel me parece de historia-ficción: Una ofensiva inexplicable (p. 423). ¿Cómo es posible llamar inexplicable a la operación más brillante realizada po r Franco en toda la guerra civil, con la que partió en dos a la zona enemiga, aniq uiló a las brigadas internacionales y a buena parte del ejército enemigo? ¿Cómo puede mo strar el coronel Blanco tanta obstinación, al no darse cuenta de que la maniobra d el cuerpo Marroquí para cruzar el Ebro de sur a norte fue una maravilla, al no adv ertir que los avances de Franco en flecha con utilización de carros e infantería mot orizada para conseguir la creación de grandes bolsas son la demostración de unas con diciones tácticas admirables, que anticiparon las de Alemania en el frente ruso en 1941? ¿Cómo puede obstinbarse en que Franco no pensó detenidamente el plan de esta gr an campaña, sino que la improvisó a la africana, cuando tiene a su disposición la copi osísima documentación del Cuartel General del Generalísimo reflejada además en las defin itivas monografías de Martínez Bande y en el insuperable estudio de Ramón Salas, al qu e se refiere una sola vez con injusto menosprecio y absoluta ignorancia? Como es un portavoz de propaganda histórica mucho más que un serio historiador militar el c oronel Blanco Escolá no pude evitar caer en la tentación de reprochar a Franco que n o permitiese al cuerpo de ejército Marroquí lanzarse desde Lérida a la conquista de Ba rcelona, aunque exista documentación segura para explicar que ante la situación inte rnacional Franco prefirió en aquel momento no provocar a Francia y operar, por el momento, al sur del Ebro. Creo que este capítulo es el más inexplicable e inadmisibl e de todo el libro del coronel Blanco, qué le vamos a hacer. En cuanto a sus insuf icientísima exposición de la guerra civil en el campo económico ya la comentaré en su mo mento. Perdón pero no tiene ni idea. LA BATALLA DEL EBRO Y EL FINAL DE LA GUERRA CIVIL El desastre militar del Ejército Popular en la primavera de 1938 le parece inex plicable al coronel Blanco Escolá, pero en el mundo real agudizó el pesimismo congénit o del ministro de Defensa, Indalecio Prieto, defenestrado el 6 de abril por las presiones comunistas sobre el doctor Negrín. Prieto ha revelado la estrategia comu nista de poder total en la zona en un descarnado informe que presentó al PSOE ante s de terminar el año 1939 y constituye la más dura acta de acusación contra los soviéti cos y los comunistas españoles. El propio Negrín asume la cartera de Defensa pero no puede impedir una nueva ruptura del frente, ahora en dirección a Valencia. No quis e avanzar sobre Cataluña en abril de 1938 -dijo Franco al autor de este libro porqu e temía con fuertes motivos la intervención militar de Francia . (Los motivos están docu mentalmente comprobados). Por la costa, defendida por sierras perpendiculares al litoral y por el interior enrevesado y montañoso los cuerpos de Galicia, Castilla y el Maestrazgo avanzan lentamente, consiguen la conquista de Castellón pero qued an frenados en seco cuando el general Rojo desencadena su última ofensiva del Ejérci to Popular, el 25 de julio, sobre el recodo del Ebro y sus dos flancos. La sorpresa resultó completa, logró su objetivo estratégico al salvar, por el momen to, a Valencia y consiguió situar en fuertes posiciones a los dos cuerpos del Ejérci to del Ebro, que puede considerarse ya como un poderoso ejército comunista, en su mando superior (coronel Modesto) en sus mandos de cuerpo (tenientes coroneles Líst er y Tagüeña) en sus mandos de división, brigada, comisariado y oficialidad muy select a. Una victoria en el Ebro sería la apoteosis militar del comunismo en España, tesis que hoy los comunistas rechazan contra toda evidencia y que justifica la consta nte afirmación de Franco y de la Carta Colectiva del Episcopado en ese exacto sent ido. Al norte se alineaba el Ejército del Este, encargado de la defensa occidental

de Cataluña. El propio coronel Modesto ha explicado con precisión y brillantez su ofensiva d el Ebro. Omite, sin embargo, que tras el indudable éxito inicial el mando nacional consiguió fijar el avance con las reservas locales, por lo que todos los generale s de Franco le exigieron, en términos enérgicos, que maniobrase directamente sobre B arcelona desde Lérida y sus cabezas de puente contiguas. Franco se negó porque -decía tengo encerrado a lo mejor del ejército rojo y voy a aniquilarlo . Esto fue, e n efecto, lo que sucedió, pero a costa de un espantoso número de bajas propias. El p ropio Franco, en 1972, insistía ante el autor de este libro que el motivo de su de cisión era la situación internacional, poco antes de que a fines de septiembre se co nvocara la conferencia de Munich entre Hitler, Mussolini y las democracias occid entales, de la que la Unión Soviética y la España republicana esperaban el fin del apa ciguamiento y la guerra mundial. En resolución, al término de la batalla del Ebro qu edó prácticamente destruido lo mejor del ejército enemigo, como se comprobaría en la inm ediata campaña de Cataluña. La batalla del Ebro fue, para Franco, una costosísima vict oria táctica y una definitiva victoria estratégica. La previsión belicista de Stalin y del doctor Negrín no resultó al ceder Francia e Inglaterra a las exigencias de Italia y Alemania en Munich. Hoy sabemos que en a quel momento Stalin decidió la aproximación a Hitler y el abandono de la República esp añola, pero también sabemos, por la cuidada investigación de los profesores Elorza y B izcarrondo, que el dictador rojo jugaba a dos barajas con la República: porque a l a vez ordenó a su satélite comunista español el mantenimiento hasta el final de una lu cha numantina. La batalla del Ebro, un infierno de sangre y metralla, se prolongó hasta el 15 de noviembre, cuando el ejército comunista logró repasar a duras penas e l río junto al que habían luchado Julio César, los generales napoleónicos y los ejércitos carlistas. Franco había logrado su victoria de aniquilamiento con efectivos muy re ducidos de sus aliados alemanes, molestos cuando averiguaron su compromiso de ne utralidad. Ni en Alemania ni en Italia se creía ya en un inmediato final de la gue rra civil española. El período, complejísimo, que discurre entre el final de la batalla del Ebro y el final de la guerra civil estaba prácticamente sin estudiar cuando decidí dedicarle dos libros, Agonía y Victoria en 1989 y, con doble documentación y contenido, La Vic toria y el caos en 1999. Conseguí documentar los complicados episodios de la guerr a secreta, las negociaciones de la Quinta Columna en Madrid y Valencia con los m andos militares de la Republica y con políticos rebosantes de sentido común y altrui smo, como el profesor Besteiro, sucesor de Pablo Iglesias en el socialismo, y el coronel Casado, jefe del ejército del Centro. La obra es tan reciente que no inte ntaré aquí un resumen. Citaré en cambio el admirable y ejemplar libro del general Vice nte Rojo, Alerta los pueblos, su primera obra de posguerra, donde describe puntu almente la campaña de Cataluña, obra maestra de Franco, así como las causas militares, políticas y morales que debían explicar el triunfo final de su antiguo amigo y gran enemigo. No quiero ni considerar la absurda especie de que Franco pretendió durante toda la guerra retrasar sus progresos militares para concentrarse en la represión. Eso es algo peor que un error, una simple estupidez. Lo mismo que concederle a Fran co, como hace un historiador británico, capacidad para el mando de un batallón, cuan do creó sobre la marcha un sistema de divisiones en la campaña del Norte, mandó con no table dominio cuerpos de ejército desde el Alfambra a la campaña catalana, superó por completo al enemigo en capacidad logística, visión estratégica y maestría táctica pero sob re todo en aprovechamiento y comunicación del factor más decisivo de la guerra civil , la superioridad en moral de victoria, en voluntad de vencer. Creo que esta conclusión se deduce con toda clarida d de la concatenación de datos y hechos que acabo de exponer. Era de esperar que el final del libro del coronel Blanco Escolá fuese tan medio cre como el conjunto de sus capítulos anteriores. Pero ni siquiera ante esos capítul os me esperaba tan tremenda decepción en este final. Lo que intenta Blanco Escolá ha

sta el último momento es el insulto: La prosaica batalla de un mediocre . La batalla prosaica es la del Ebro, a la que se han dedicado muchos epftetos, pero no éste. A unque el capítulo se inicia con un acierto: el reconocimiento de que el ejército del Ebro era una gran fuerza comunista (pA.63) que de haber permanecido en la zona central hubiera sin duda cooperado al holocausto numantino que exigía Stalin a sus adictos españoles después de abandonarles a su suerte. A Blanco Escolá le fascina la propaganda; pero en su último arrebato contra la propaganda de Franco se olvida de l equipo principal e institucionalizado de esa propaganda, en el que desde enero de 1939 apenas figuraban los nombres que él aduce sino el Ministerio del Interior , Prensa y Propaganda, del que se encargaba Ramón Serrano Suñer con un conjunto de c olaboradores de primer orden, a quienes se debe la creación del mito del Caudillo. (p. 463). El antibiógrafo militar, en su reconstrucción de la batalla del Ebro, no aporta nada nuevo ni original después de los excelentes estudios del teniente coro nel Modesto, por parte roja y el coronel Martínez Bande, por parte nacional. Blanc o Escolá apenas ha citado a Ramón Salas durante todo su libro pero ahora lo hace con fruición cuando ve que Salas critica duramente a Franco por motivos militares y q uizá también por la amargura que le produjo la pérdida de uno de sus hermanos en la gr an batalla prosaica. Adicto al principio de autoridad se remonta hasta el famoso tratadista chino Sun Tzu para explicar su visión sobre la batalla del Ebro; es un a pena que no recuerde los comentarios de Julio César sobre los combates que mantu vo con los pompeyanos muy cerca. Y ahora viene la sorpresa: el libro termina en barrena, en un salto al vacío. Porque la batalla del Ebro terminó el 15 de noviembre de 1938. Y desde entonces al final de la guerra, el 1 de abril de 1939, transcurrieron cuatro meses y med io, en los que no ocurrió acontecimiento militar alguno que merezca la atención del coronel Blanco Escolá. Pues bien, ocurrieron primero, la campaña de Cataluña, durante la cual Franco manejó con soltura no simples patrullas o pequeñas columnas, sino cue rpos de ejército en complicadas maniobras de ruptura, envolvimiento, persecución y c ruce de direcciones, por lo que no pocos observadores creen que se trata de la obra maestra militar de Franco; pues bien, ni una palabra nos dice Blanco Escolá sobre ella. Segundo, el intento desesperado de la Republica para parar el avance nacional con la ofensiva final sobre Extremadu ra, ante la cual Franco apenas desvió fuerzas de su campaña catalana, que no fue int errumpida en ningún momento. Tercero, la preparación y desarrollo de lo que Franco d enominó Ofensiva General, que le llevó a la victoria. Cuarta, la atención y participac ión directísima de Franco en la guerra secreta que llevó a cabo la Quinta Columna desd e 1938 hasta el final del conflicto, con episodios de sumo interés y trascendebcia . Y quinto la actitud de Franco ante el pronunciamiento militar de Madrid y Cart agena los días 4 y 5 de marzo de 1939, con la consiguiente guerra civil en Madrid entre las unidades comunistas numantinas y el Consejo de Defensa. Todo este conj unto de sucesos, que puede ampliarse a muchos más, han sido objeto de mi libro La Victoria y el caos de 1999 que es uno de esos a quienes el coronel Blanco Escolá p refiere no mencionar, pues ya ve la cantidad de cosas interesantes que se ha per dido. Pero no lo hace. Pasa directamente desde los elogios rendidos al general Rojo , derrotado en la batalla del Ebro, a la concesión de la Laureada a Franco el 19 d e mayo de 1939, previo ofrecimiento del Rey don Alfonso XIII y por un procedimie nto semejante al que se arbitró para concedérsela al general Primo de Rivera por su gran victoria de Alhucemas. Como conclusión de estos comentarios sobre la guerra c ivil creo estar seguro de que Franco se mereció sobradamente esa Laureada. Aunque el coronel Blanco Escolá no se mereciera el premio que ansiaba para su curioso lib ro. Me han quedado por exponer dos graves asuntos, que dejo conscientemente para más adelante en esta biografta y que el coronel Blanco Escolá realmente no menciona. Primero, la represión en las dos zonas de la guerra civil, que trataré al hablar so bre la represión en la época de Franco, con carácter general. Segundo, la dirección por Franco de la guerra económica, que en mi opinión fue uno de sus méritos más relevantes y

en la que demostró una capacidad más que sobrada. Por si el lector en general y el coronel Blanco Escolá en particular muestran interés sobre este tema acudiré a una aut oridad actual y reconocida por todos los especialistas: el libro de un gran expe rto en finanzas, don José Ángel Sánchez Asiain, Economía yfinanzas en la guerra civil es pañola 1 936-1 939, editado en 1999 por la Real Academia de la Historia a la que p ertenece el ilustre autor. Las pruebas y conclusiones son tan favorables a Franc o como cabria esperar de la maestría y competencia del autor. También sería muy conveniente que el coronel Blanco Escolá repasara el magnífico libr o de su compañero y superior de Arma, el general de Caballería Rafael Casas de la Ve ga Franco militar para evaluar más correctamente la batalla del Ebro; así advertiría s u error al criticar a Franco por un retraso intolerable en su reacción, cuando esa reacción se produjo a las doce horas del ataque, con un telegrama al general Yagüe para que resistiera en la línea exacta en la que se contuvo al enemigo (R. Casas, op. cit., p. 450). Y por supuesto el general Casas de la Vega no se olvida de la campaña de Cataluña sino que la trata magistralmente, como todo el final de la guer ra civil que se le ha evaporado al coronel Blanco Escolá. LA GUERRA CIVIL EN LA MEMORIA Y EL ARCHIVO DE FRANCO El lector que desee ampliar la información sobre la trayectoria de Franco en la guerra civil española puede hacerlo en mi libro, citado en el epígrafe de fuentes a l comienzo de este capítulo, Historia esencial de la guerra civil española, Editoria l Fénix 1996, que me propongo reeditar en edición revisada en este mismo año 2000. Y p or supuesto en los tomos 2 y 3 de mi Franco de 1982. Pero además de esa información general y específica deseo hacerme eco de la información reservada en relación con el propio Franco que se encuentra en su Archivo, hoy por fortuna accesible a los in vestigadores, y que en su parte fundamental ha sido transcrita y publicada por e l profesor Luis Suárez en dos de sus obras que venimos citando. La mayor parte de la primera, Documentos inéditos para la historia del Generalísi mo Franco, vol. 1 (Madrid, Azor, 1992) que ya he citado con motivo del extemporáne o libro póstumo de Herbert R. Southworth, se refiere, entre sus páginas 71 a 376, a diversos asuntos durante la guerra civil. No los citaré de manera extensa, pero sí d ebo indicar los que me parecen más importantes. Con fecha 6 de agosto un documento fidedigno revela la lista de hermanos masones que luchan a favor del Frente Pop ular en Madrid, entre ellos el general Riquelme, el general por la voluntad popul ar Julio Mangada, el coronel de artillería Rodrigo Gil (responsable de la toma del cuartel de la Montaña) el teniente coronel Pedro Sánchez Plaza, inspector general de las fuerzas de Asalto, el comandante Ricardo Burillo, del cuartel de Pontejos, el capitán Urbano Orad de la Torre, y muchísimos otros. Es un documento interno de l a Masonería. En ese volumen se contienen documentos sobre el proceso de José Antonio Primo d e Rivera, documentos sobre el proceso de la lucha por el poder en Falange durant e el año 1937, notas manuscritas de Franco sobre la ofensiva en el frente de Canta bria (p. 104, que por cierto invalidan una de las acusaciones gratuitas del coro nel Blanco Escolá) . Se transcribe la carta de José María Gil Robles el 22 de enero de 1937 al director de The Universe en defensa de la total legitimidad del Alzamie nto, negando el carácter fascista de éste, declarando ilegales las elecciones del Fr ente Popular y enteramente legítima la insurrección militar y el movimiento de resis tencia contra ese gobierno ilegal. (p. 104s.) Son importantes las informaciones del almirante Magaz en Roma sobre conversaciones con el Vaticano sobre el proble ma vasco y el reconocimiento de la Santa Sede (p. 110) Hay cartas importantes del embajador Quiñónes de León, del duque de Alba, un estudi o interesantísimo sobre la represión en la zona norte que en su momento utilizaré, un informe del más alto interés enviado por Kindelán sobre la campaña de Teruel, otro del e x ministro Santiago Alba que el 12 de enero de 1938 informa al teniente coronel Ungría sobre sus actividades de contrapropaganda a favor de Franco en Francia, div ersas cartas del general Queipo de Llano escritas con gran afecto y espontaneida d, nuevos informes del general Kindelán sobre situación estratégica, el primer informe

(6 de noviembre de 1938) sobre negociación posible con el coronel Casado para la rendición de la zona Centro (p. 206), informe de Kindelán sobre la campaña de Cataluña, informe (de altísimo interés) de la embajada de España en Berlín sobre la tremenda decep ción de Hitler ante la declaración de neutralidad formulada por Franco (noviembre de 1938), informe sobre creación y objetivos de la agencia EFE (p. 239), informacion es detalladas sobre la descomposición de la zona roja, informe (revelador) del Gra n Oriente Español a la Asociación Masónica Internacional sobre el final de la guerra e n España (20 de marzo de 1939). Se trata de un documento de suma importancia para comprender la acción secreta de la masonería dentro de la España nacional y contra el general Franco. Creo que este conjunto documental ayala la tesis que siempre hemos sustentado sobre la excelente capacidad de información que desde los tiempos de África al fina l de su vida demostró Francisco Franco. Sin embargo la segunda fuente de observaciones internas de Franco sobre la gu erra civil alcanza todavía mayor interés. Franco escribe para sí mismo, no con destino a sus hagiógrafos como aventura sin prueba alguna el coronel Blanco Escolá, sino como guión para unas venideras Memorias que por fin nunca redactó, si he de creer en las palabras que me dirigió personalmente al final de su vida. Pero en estos guiones, conservados en su archivo, aparecen matices de suma importanc ia de los que creo mi deber no privar al lector. El primer guión se refiere a los comienzos de la guerra y dice así: La Junta de Bu rgos con Cabanellas y Mola. Propuesta de Mola de retroceder al Duero, enérgica neg ativa. El problema político: lo pensado ante la realidad, la cruzada y las aportac iones políticas. Falange y requetés, el pueblo todo, republicanos, monárquicos e indif erentes, patriotas y católicos. No fue una clase social determinada, sino de todas clases, desde el aristócrata hasta el más humilde campesino u obrero. Había que comba tir y explicar al pueblo por qué se combatía. Desde el primer momento el concepto de que se combatía por Dios y por España se presentó tan claro, pero hacía falta más, el con cretar la orientación futura, el definir las características del Régimen futuro, recog er de los sectores que se incorporaban al Movimiento lo que era factor común y anh elo de los más, un hondo sentir católico y social y abolir para siempre las causas d e nuestra decadencia, partidos políticos en pugna, masonería y comunismo. Inferioridad de armamentos. A la adquisición de armamentos con cuentagotas. Alem ania. Escándalo del tetracrilato de plomo. Preocupación primordial fue la dotación y m unicionamiento de nuestro Ejército, objetivos y armas. Milagros en el armamento. C arecíamos de municiones. La guerra se hace larga, hay que poner el tiempo a nuestr o favor: la economía, la moneda, la industria, los efectivos, la retaguardia. Obje tivos militares, compaginarlos con los económicos. Caracterizar las operaciones. D eformación de las monedas, movilización de la industria, importaciones complementari as. Exigencias alemanas: 50% divisas, y 50% mercancías a pagar (poca capacidad de pago). Italia más generosa. El ángel de la guarda con nosotros. Ayuda escandalosa de Dios: el Silvia, el Mar Negro etc. Nuestro esfuerzo en la mar, armamento de buques, cruceros auxiliares , bous, utilización de la noche. Presas. Táctica de silencio. La empresa de Suiza exp edición canaria . La situación en España. Mi viaje a Burgos a la Junta. Relevo de Alvare z Arenas y Gil Yuste. Pérdida de Caspe. Paso de municiones y un tábor a Mola por tie rra Portugal y por mar a Vigo 1. L. Suárez, Franco, el general..., op. cit., p. 358. En este denso primer guión Franco subraya la clave moral del Alzamiento, la cla ve de su estrategia combinación de operaciones militares y dirección económica la captur a providencial de presas con la carga de municiones y pertrechos que precisament e hacían falta, el paso secreto de unidades africanas y suministros militares a tr avés de Portugal incluso antes del enlace del 11 de agosto en Mérida, la convicción de Franco sobre que la guerra civil no fue ni de lejos una guerra de clases, contr

a la obstinación de ajados intérpretes marxistas como Southworth y su escuela... cad a línea de este guión vale su peso en oro. Los demás apuntes de Franco sobre la guerra civil no carecen de interés pero no ofrecen rasgos tan significativos y tan desco nocidos como este primero. Hitler y Franco en Hendaya, octubre de 1940: El testimonio del barón de las Tor res, recientemente revelado, es el único totalmente fiable, el único testigo que est uvo en la conversación y dominaba los dos idiomas. Capítulo 10 Franco preserva a España de la Segunda Guerra Mundial 1939-1945 EL DESFILE DE LA VICTORIA El mismo 1 de abril de 1939 en que terminaba la guerra civil se iniciaba un p eríodo de paz, limitado, por desgracia a sólo cinco meses. Franco y su cuñado Serrano Suñer coincidían entonces en este postulado: más que nada, España necesitaba la paz. Una guerra en Europa podría refluir negativamente sobre España e incluso arrastrar a Es paña; pero lo que era seguro es que cortaría muchos caminos que España necesitaba dese speradamente para su reconstrucción. El doctor Juan Negrín, muy bien informado por s us amigos soviéticos, había querido resistir hasta el fin porque sólo necesitaba seis meses, en marzo de 1939, para que la guerra civil española conectase con la segund a guerra mundial. Sólo se equivocaba en un mes; entre una y otra guerra sólo mediaro n cinco. Esta paz precaria de cinco meses se inscribe, por tanto, como prólogo, en el es tudio de la segunda guerra mundial y su relación con España. Para este estudio dispo nemos hoy de tres libros de Historia, uno magnífico, documentado y convincente, ot ro pésimo y tendencioso, el tercero ni sí ni no sino todo lo contrario. Hay cientos de libros y cientos de miles de documentos más pero esos tres son en este momento, para un lector español, los más conocidos y sintomáticos. El primero se titula Franco : España, Franco y la segunda guerra mundial y se debe al profesor Luis Suárez como segundo volumen de su prevista hexalogía sobre Franco y su tiempo . El segundo, al q ue he llamado con suma benevolencia pésimo y tendencioso, se debe al profesor Paul Preston, se titula simplemente Franco en su versión inicial inglesa (la que cito en mis notas) y por desgracia ha ejercido, gra1 Madrid, Actas, 1999. cias al papanatismo e ignorancia de ciertos medios, incluso de derechas, un i nflujo pernicioso como muchos verán cuando se haga la luz . El tercero, aún más ambiguo e insuficiente que mi remoquete, se debe al profesor Javier Tusell y se titula F ranco, España y la segunda guerra mundial2. He criticado extensa y detalladamente los libros de Preston y Tusell en mi reciente libro El 18 de julio no fue un gol pe militar fascista3 .El de Luis Suárez me parece el mejor de cuantos ha publicado sobre la España del siglo XX y mentiría al lector si le ocultara mi convicción de que se trata de una maravilla. Por supuesto que en mi biografía de Franco editada por Planeta en 1982, tomos cuarto y quinto, me refiero a los problemas históricos de este capítulo; mantengo aquí muchas tesis, he ampliado y matizado otras a la luz de nuevas fuentes y nuevas reflexiones. Como ya he hecho en los capítulos anteriores sigo mostrando en éste mi admiración y sintonía con el libro del general Casas de la V ega Franco militar, tantas veces citado ya. Franco, cuya salud se mantuvo en excelente estado durante toda la guerra, no pudo resistir las tremendas tensiones de su fmal y se pasó en la cama, aquejado de una fuerte gripe, el día de la Victoria y los siguientes. Estaba en Burgos, en el palacio de la Isla que la Diputación y el Ayuntamiento compraron a su propietaria , la condesa de Muguiro; se resistió a entrar en Madrid durante varios meses, salv o el paréntesis del desfile de la Victoria. El mismo 1 de abril, por la tarde, rec ibió del Papa Pío XII, recientemente elegido, este telegrama: Levantamos nuestro cora zón al Señor, agradecemos sinceramente con Vuestra Excelencia deseada victoria católic a España, hacemos votos porque este queridísimo país, alcanzada la paz, emprenda con n uevo vigor sus antiguas cristianas tradiciones que tan grande la hicieron. Con e stos sentimientos efusivamente enviamos a Vuestra Excelencia y a todo el noble p

ueblo español nuestra apostólica bendición. Pius PP. XII . Franco respondió a vuelta de co rreo: Inmensa emoción me ha producido paternal telegrama de Vuestra Santidad con mo tivo victoria total de nuestras armas, que en heroica Cruzada han luchado contra enemigos de la religión, la patria y la civilización cristiana. El pueblo español, qu e tanto ha sufrido, eleva también con Su Santidad su corazón al Señor que le dispensa su gracia y le pide protección para su gran obra del porvenir y conmigo expresa a Vuestra Santidad inmensa gratitud por sus amorosas frases y por su apostólica bend ición que ha recibido con religioso fervor y con la mayor devoción hacia Vuestra bea titud. Francisco Franco, Jefe del Estado español . 1 Londres, Harper y Collins, 1993. 2 Madrid, Temas de hoy, 1995. Madridejos, Fénix, 1999. Los telegramas del Rey don Alfonso XIII y su hijo don Juan de Borbón fueron tam bién muy expresivos, como sus respectivas contestaciones. El 2 de abril por iniciativa de Ramón Serrano Suñer el Tercer Año Triunfal se susti tuye por el Año de la Victoria. Por primera vez no se radia esa noche el parte ofi cial de guerra, sustituido por una advertencia dictada por Franco: Españoles, alert a. España sigue en pie de guerra contra todo enemigo del interior y del exterior, perpetuamente leal a sus caídos . Franco era perfectamente consciente de que los ene migos derrotados en la guerra de España, y ante todo el comunismo, seguían siendo de masiado poderosos como para despreciarles y tenía razón; estamos asistiendo en nuest ros días a la presión constante de esos enemigos para cambiar la Historia ya que no fueron capaces de cambiar el resultado de la guerra. Acaba de llegar a mi mesa d e trabajo, cuando escribo estas líneas en la primavera del año 2000, un nuevo libro de Paul Prestopn sobre la guerra civil española que es un entramado de las mismas obs esiones vengativas contra las que advertía Franco el 2 de abril de 1939; basta, pa ra desenmascarar a este libro, observar en su elenco bibliográfico las dos tendenc ias en que divide las fuentes, fascinantes cuando coinciden con sus prejuicios, apasionadas cuando tratan seriamente de aproximarse a la verdad. No es verdad qu e Franco tratara de perpetuar la guerra civil; lo que pretendía era señalar que los enemigos derrotados en España no se resignarían jamás a su derrota, como ha sucedido. El Jueves Santo, 6 de abril, se celebra en toda España, con singular fervor, la visita a los monumentos eucarísticos, prohibida en la que ya había dejado de ser zo na republicana. Al día siguiente una fuerza italiana de desembarco inicia la invas ión de Albania y en breve tiempo conquista el territorio, del que será proclamado re y Víctor Manuel III de Italia, emperador de Etiopía; pero el Reino Unido no reaccion a contra la nueva decisión expansiva de la Italia fascista. Sin embargo se adviert e un peligroso aumento de la tensión internacional en el Mediterráneo, por lo que re sulta especialmente conveniente para España que el 10 de abril, gracias a los acue rdos recientemente firmados con Francia, el almirante Salvador Moreno traiga de vuelta a Cartagena, desde su internamiento en la base tunecina de Bizerta, los b arcos de la Flota republicana refugiados allí tras abandonar la base naval de la R epública el pasado 5 de marzo. El 7 de abril, después de persistentes forcejeos de l a diplomacia alemana, España hace pública su adhesión al pacto anti omintern según la deno minación ofi1 Barcelona, Plaza y Janés, 2000. cial, que nada tenía que ver con una alianza anticomunista, ni una conjunción mil itar ni política con Alemania, Italia y Japón, sobre todo cuando desde nuestra actua l perspectiva sabemos que ya entonces se estaban dando los primeros pasos secretís imos para la antinatural aproximación de la Rusia soviética a la Alemania nazi. Franco retrasa su entrada en Madrid pero desde mediados de mes sale de Burgos para emprender una serie de intensos contactos personales con varias regiones e spañolas en todo o en parte liberadas recientemente del poder enemigo. Franco, que nunca fue un orador brillante, estaba convencido de que su presencia ante grand es auditorios hacía brotar una profunda comunicación y hasta el final de su vida se

mostró muy partidario de tales encuentros. Estaba el 16 de abril en Sevilla cuando tuvo noticia del mensaje del Papa Pío XII que ratificaba y ampliaba su telegrama de felicitación por la victoria. Con inmenso gozo decía el Papa nos dirigimos a vosotro s, hijos queridísimos de la católica España, para expresar nuestra paternal congratula ción por la paz y la victoria con que Dios se ha dignado coronar el heroísmo cristia no de vuestra fe y vuestra caridad El Papa atribuye la victoria a la eficacia de la bendición de su predecesor Pío XI, que cuando advirtió-todavía en 1936- lo que realme nte se estaba jugando en España bendijo a los católicos españoles en su lucha abierta contra el Frente Popular. Algo después el primado de España, cardenal Gomá, comentaba en la prensa española: La alocución pontificia a los españoles es, ante todo, una rotun da afirmación de la solidaridad de la Santa Sede con la España nacional . Latían, bajo e stas fervorosas muestras de adhesión mutua, serios problemas políticos entre la España nacional y la Santa Sede, como veremos; pero la sinceridad de Roma era absoluta , porque la Iglesia era consciente de que el Alzamiento y la Victoria la habían sa lvado de la aniquilación que se perpetró contra ella en la España vencida. Desde Sevil la Franco prosigue su viaje de contacto popular a Cádiz, donde embarca en el Canar ias que le lleva a Málaga, luego a Córdoba tras detenerse en las ruinas del santuari o de la Virgen de la Cabeza, defendido heroicamente por la Guardia Civil de Jaén, al mando del capitán Cortés, desde el principio de la guerra hasta el 1 de mayo de 1 937 contra fuerzas enormemente superiores. Saluda a los ciento quince defensores que allí reposaban, con este comentario: Esto lo culmina todo . La visita surte efec tos de suma importancia. Franco estaba muy afectado desde que conoció los detalles de la actuación contra el Alzamiento de la Guardia Civil de Madrid y de Barcelona , con efectos decisivos; y había pensado seriamente en disolver al benemérito Cuerpo . Uno de los colaboradores íntimos de Franco, el almirante Fontán, me reveló que había v isto personalmente sobre la mesa del Caudillo el decreto de disolución. No lo firmó por las oportunas gestiones de su gran amigo el general Camilo Alonso Vega, por el recuerdo de la actuación heroica de la Guardia C ivil en el Alcázar de Toledo y en el cerco de Oviedo, entre otros puntos y sobre t odo por esta visita al Santuario de Sierra Morena, que terminó de decidirle a cons ervar un Instituto que había sobrevivido a todos los regímenes desde su creación a med iados del siglo XIX. El 1 de mayo de 1939, fiesta internacional del proletariado, la Comintern dif unde un comunicado que revela ya el extraño viraje de Stalin en su política exterior . El comité ejecutivo de la Internacional Comunista culpa a los socialistas y a la burguesía europea del desastre español, aunque pronostica la inminente caída de Franc o, una predicción que durante los treinta y seis años siguientes harían invariablement e los enemigos de Franco, al que los soviéticos llaman sátrapa italiano . El manifiesto cifra en un millón doscientas mil personas las fuerzas vivas de la Comintern fuer a de la URSS y reconoce que el mayor incremento de los partidos comunistas en lo s últimos diez años se ha registrado en China, Francia y España. El ataque soviético a l as democracias occidentales muestra que algo está cambiando profundamente en las d irectrices de la política exterior soviética . Franco emprende el 3 de mayo su segundo gran viaje de la paz, ahora a la antigua capital enemiga, Valencia, que le reci be con un entusiasmo desbordante cuando preside, en esa jornada el desfile del E jército de Levante. El exembajador de la Republica en Londres, don Ramón Pérez de Ayal a, tuvo ocasión de presenciar este desfile de Valencia en un noticiario internacio nal. Le causó una impresión enorme. En carta a su amigo Gregorio Marañón, dice que nuestr os soldaditos están a la altura de los mejores del mundo y añade: Franco gana mucho en el cine sobre las fotografías. Tiene una sonrisa módica que en la fotografía parece e stereotipada y en el cine es humana y propiciatoria. ¡Lástima que no se dé esa modicid ad en su abdomen y que se dé demasiadamente en su alzada! Verdad que Napoleón era así. Queipo, magnífico, saludando con majestuosa displicencia, como los emperadores ro manos, los califas y Lagartijo 2. Franco estaba ya en Valencia cuando la embajada alemana le comunica que el mariscal Goering, jefe de la Aviación alemana y segundo personaje del régimen nazi, que navega por el Mediterráneo, desea presenciar junto al Caudillo el desfile de la Victoria si Franco le invita. La invitación no se pro dujo. Franco debía mucho a Alemania pero no quería en aquellos momentos una vinculac ión tan manifiesta de cara al futuro

1 The Communist International Documents, ed.. Jane Degras, vol III, Oxford Un iv. Press, 1965, p. 434s. 2 Marino Gómez Santos, Vida de Marañón, p. 371. inmediato. Las gestiones alemanas son abrumadoras pero Franco sólo accede a una entrevista con el mariscal en el antiguo cuartel general de Pedrola, junto al E bro. El mariscal se niega indignado. La Internacional Comunista acababa de llamar a Franco sátrapa de Mussolini y la p ropaganda de la República desde que el doctor Negrín asumió el poder en 1937 se concen tró en la independencia de España mientras el régimen de Franco, según Negrín, estaba disp uesto a entregar pedazos de España a sus aliados del Eje. Este disparate ya no lo repite ahora la propaganda enemiga de Franco, pese a que es legítima heredera de l a difundida por el doctor Negrín, pero desde 1937 esos presuntos proyectos de Fran co se difundían con todo lujo de medios por todo el mundo, con el fin de convertir la causa de la República en una segunda Guerra de la Independencia, precisamente cuando la República estaba cada día más condicionada por su dependencia de la Unión Soviét ica. Pero muy pocas semanas después de terminar la guerra civil Franco se encargó de desmentir con hechos palpables esas exageraciones. El 12 de mayo la aviación naci onal privada recientemente de su héroe Joaquín García Morato en un trágico accidente la Le gión Cóndor y la Aviación legionaria italiana celebran en Barajas una revista aérea de d espedida antes que los aviadores aliados regresen a su patria, como el resto de las fuerzas extranjeras que habían participado en el esfuerzo nacional de guerra, en el plazo marcado por Franco, el mes de mayo, sin que pese a la grave situación internacional se produjese ante esta decisión reticencia ni incidente alguno. El desfile de la Victoria, después de sus ediciones previas en Barcelona, Sevil la y Valencia, como homenaje a los Ejércitos del Norte, del Sur y de Levante, se c elebra con carácter general en Madrid el 19 de mayo de 1939. Por orden de Ramón Serr ano Suñer el acontecimiento se presenta como la entrada oficial de Franco en Madrid aunque antes y después mantenía su residencia oficial en Burgos. El autor de este li bro, entonces de doce años, había vuelto a Madrid unos días antes desde San Sebastián y nunca olvidará el entusiasmo de aquel medio millón de madrileños ante al paso de las g randes unidades que habían ganado la guerra. Juan de Orduña compuso un vibrante docu mental cinematográfico sobre el fondo de la Marcha Triunfal de Rubén Darío que sigue s iendo el testimonio más importante sobre un desfile cuyo recuerdo histórico cobra ho y un valor terrible cuando acabamos de comprobar que el Ejército español del año 2000, sucesor sin solución de continuidad de aquel Ejército de la Victoria que después nunc a fue vencido, ha sufrido una doble humillación intolerable en Barcelona; el disgusto ag resivo del ultranacionalismo catalán por la celebración allí del Día de las Fuerzas Arma das y el escamoteo del desfile por el gobierno de don José María Aznar, que prohibió d arlo por televisión donde fue sustituido por la exhibición de un acreditado cantante de Puerto Rico. Pero una aberración semejante no pertenece a la biografía de Franco sino a la todavía mal contada historia de la transición no se sabe de qué a qué. Inmediatamente antes de que comenzara el desfile el bilaureado general Varela impuso a Franco la Gran Cruz Laureada de San Fernando, que le había concedido el gobierno, con la firma de su ministro de Defensa y su vicepresidente, al hacerse eco de tres iniciativas: la del rey don Alfoso XIII, en su condición de antiguo G ran Maestre de las Ordenes Militares, en carta que reproduce Franco Salgado; el Ayuntamiento de Madrid, en acuerdo que elevó al gobierno y el Capítulo de la Orden d e San Fernando, integrado por todos los caballeros laureados bajo la presidencia del propio Varela. Extraños adversarios como el coronel Blanco Escolá critican acer bamente esta concesión; pero ni uno solo de los ciento veinte mil hombres que desf ilaron en formación cerrada delante de Franco el 19 de mayo tenía la menor duda sobr e la justicia de la condecoración. Abría marcha el jefe del Ejército del Centro, general Saliquet, y el primer cuerp o que desfiló fue el CTV con el general Gámbara y cinco generales italianos al frent

e. Siguieron las unidades seleccionadas entre todos los cuerpos de ejército que ha bían intervenido en la guerra junto con representaciones de la Marina, las fuerzas de orden público, las milicias nacionales, la Legión Cóndor y quinientos aguerridos riatos , los voluntarios de Portugal. La Aviación dio varias pasadas.

vi

Al término del desfile el general Saliquet ofreció al Caudillo y los principales mandos un vino de honor en el palacio del Banco de España. Franco brindó así ante sus compañeros: Nosotros tenemos ahora que cerrar la frivolidad de un siglo. Que dester rar hasta los últimos vestigios del espíritu de la Enciclopedia. Hablo de revolución s in que me asuste la palabra . Tenía razón en su rechazo a la Enciclopedia pero no en i dentificarla, como siempre hizo, con el siglo XVIII de España al que consideraba e quivocadamente como una época de decadencia, cuando lo fue de plenitud. Al día sigui ente el cardenal Gomá rindió a Franco el homenaje de la Iglesia española, indiscutible mente salvada por él, al recibirle en la escalinata de la iglesia de Santa Bárbara. Era el gran día de los símbolos: ante los coros de Silos, el Cristo de Lepanto y el pendón de las Navas de Tolosa Franc o ofreció su espada de la Victoria al cardenal, que ordenó conservarla en el tesoro de la catedral toledana. Después de la celebración de la Victoria llegó la hora de las despedidas. El 22 de mayo Franco despidió en el aeródromo de León a los aliados alemanes de la Legión Cóndor, q ue embarcaron poco después en Vigo rumbo a su patria, acompañados por varios general es españoles El 31 de mayo se celebra en el puerto de Cádiz la despedida a los volun tarios italianos del CTV. Flanquearán su viaje Ramón Serrano Suñer, otro grupo de gene rales españoles y una nutrida representación de españoles que habían formado parte de la s unidades mixtas de Flechas. Los generales Dávila y Millán Astray despidieron el 5 de junio en Salamanca a los voluntarios portugueses. El principal motivo de la p ropaganda del doctor Negrín quedaba borrado por la realidad. La acogida a las dos misiones militares españolas que acompañaron a los voluntari os en su regreso a Alemania e Italia fue muy cordial, especialmente en Italia, d onde Ramón Serrano Suñer subraya, ante el conde Ciano y Benito Mussolini, que España d esea ante todo la paz pero que no se olvidaría de sus aliados en la guerra civil. Como al final de la guerra Franco había derogado las disposiciones de la República q ue declaró a don Alfonso XIII reo de alta traición y privado de la seguridad jurídica, se había difundido bastante la especie de que Franco pensaba proceder a una resta uración monárquica, en la que entonces sólo meditaba para un futuro lejano; en todo ca so Mussolini la desaconsejó a Serrano Suñer, por la experiencia de sus crecientes di ficultades con la Monarquía italiana. El 11 de junio el Papa Pío XII bendijo en el V aticano a los tres mil combatientes españoles del CTV que habían acompañado a los volu ntarios italianos. Recibió a Serrano Suñer quien le expuso el problema del Patronato para la designación de obispos, principal escollo para el restablecimiento del Co ncordato que deseaba Franco, como luego veremos con más detalle. Quiso visitar Ser rano Suñer al rey exiliado don Alfonso XIII que le dio audiencia en el Gran Hotel; el ministro español le saludó brazo en alto y la entrevista resultó protocolaria, fría y un tanto tensa. LA RECONSTRUCCION DE LA ESPAÑA DESTROZADA La España de la Victoria estaba destrozada por la guerra civil. Durante los años de guerra la acertadísima dirección de la economía, a la que se había consagrado Franco con tanto interés como a las operaciones, se tradujo en una evidente prosperidad p ara toda la zona nacional hasta la batalla del Ebro; pero ya desde la formación de su primer gobierno a fines de enero de 1938 Franco encargó a sus colaboradores un a atención muy especial a preparar la integración de la que aún era zona enemiga, que pese a su inicial superioridad abrumadora en recursos de agricultura intensiva, industria, ganadería y sobre todo reservas de oro para garantizar cualquier financ iación exterior había dilapidado esas reservas en la compra de armamentos, de la que fue víctima de una enorme esta-fa por parte de la Unión Soviética que exigió el previo depósito de la mayor parte de esas reservas de oro, un latrocinio abusivo que ha s ido enmascarado por interesados estudios muy poco fiables, si hemos de creer a a

lguien que vivió muy de cerca el episodio, Indalecio Prieto . La desastrosa administ ración de la zona republicana, consecuencia de su caos político, dejó a sus habitantes al borde de la inanición hasta el punto que en Madrid morían, al final de la guerra , muchas personas de hambre. La ocupación del Norte en 1937 no agregó nuevos problem as de subsistencia, porque se trataba de una región rica en todos los sectores de la producción, que se incorporó inmediatamente al esfuerzo nacional de guerra. La oc upación de Cataluña en 1939 acarreó graves problemas pero fue sobre todo la incorporac ión de la zona Centro-Sur exhausta la que obligó a la España nacional a acometer un es fuerzo dramático, impedido desde septiembre de 1939 por la guerra mundial y por la catastrófica sequía que afecto gravemente durante un largo ciclo de años a la producc ión agrícola española, desprovista además de los abonos necesarios durante una década. Las pérdidas materiales ocasionadas por la guerra habían sido enormes. Las redes de car reteras y ferrocarriles se encontraban en situación deplorable. La riqueza naciona l, que había llegado a su cifra máxima al final de la Dictadura en 1930, se había esta ncado en la República y se había hundido hasta la situación de 1914 a consecuencia de la guerra civil; tardaría doce años en recuperarse, aunque gracias al esfuerzo enorm e de la Administración, de los trabajadores y sobre todo, Los estudios a que me refiero se deben al profesor Ángel Viñas, que chocan con las justas acusaciones de Prieto en Convulsiones de España, México, Oasis, 1966. La pri ncipal objeción contra los trabajos de Viñas es que la URSS fijó arbitrariamente el pr ecio de sus suministros, sin discusión ni apelación posible. Las conclusiones de Viñas se han aceptado dogmáticamente. de la iniciativa de los pequeños y mayores empresarios (dato seguro que nunca s e reconoce) no tardó cincuenta años de trabajos forzados en restablecerse, como había previsto Manuel Azaña en su discurso de 1938, sino solamente algo más de una década, h asta 1950/1951. Franco creó, para enfrentarse a este problema, un organismo cuyo n ombre lo expresaba todo, la Dirección General de Regiones Devastadas, que se puso inmediatamente a la tarea con entusiasmo y eficacia muy superior a sus medios. S egún sus estadísticas era necesario reconstruir unos doscientos centros de población ( además de los destrozos en grandes ciudades, como Madrid y Barcelona) , un cuarto de millón de viviendas, doscientas cincuenta mil toneladas de flota mercante, alre dedor de la mitad del material móvil ferroviario y del parque automóvil y prácticament e toda la ganadería de la que dejaba de ser zona republicana, junto a gran parte d e los bosques talados para obtener madera como combustible. Innumerables instala ciones industriales y agrícolas estaban fuera de juego en 1939 para reintegrarse a una economía moderna. Además de la destrucción, el endeudamiento exterior provocado por la guerra gravi taba sobre el marasmo económico que acompañó a la Victoria. Naturalmente la España nacio nal no se hizo cargo de la deuda de guerra del Frente Popular, que en su mayor p arte y con creces se había cobrado por adelantado en la URSS. Es verdad que andand o el tiempo el doctor Juan Negrín, en un gesto patriótico innegable, ordenó que se dev olviese a Franco el recibo por la entrega del oro en 1936, que para mí, como no me puedo imaginar el gesto como sarcasmo, es una prueba clara de que España debería di sponer de una parte sustancial de esas reservas no gastadas. España pagó puntualment e su deuda de guerra con Alemania e Italia. Alemania presentó una factura de tresc ientos millones de reichsmar s de una aportación total equivalente a unos quinient os. El total de la deuda fue saldada con las exportaciones de minerales estratégic os a Alemania durante la segunda guerra mundial. La deuda con Italia ascendía a un os cinco mil millones de liras y su liquidación fue generosamente establecida por el gobierno italiano en veinticinco anualidades sin cláusula oro, con lo que los g obiernos beneficiarios fueron principalmente los democráticos de 1945 y posteriore s. El competentísimo ministro de Hacienda nombrado por Franco en 1939, don José Larr az, tras un forcejeo con Serrano Suñer, consiguió publicar un impecable informe sobr e los gastos de la guerra civil y la liquidación pendiente de la deuda exterior el 4 de agosto de 1940, aunque hubo de hacerlo en la sección de anuncios del Boletín O ficial del Estado; se trata del documento base para cualquier consideración sobre la econo mía de la guerra y la posguerra, aunque pocos historiadores lo han reconocido a

sí, seguramente por simple ignorancia. Si las pérdidas materiales y financieras eran gravísimas, lo más sensible, naturalm ente, eran las pérdidas humanas provocadas por la guerra. Hizo fortuna la cifra su puesta en 1937 por los obispos españoles, un millón de muertos, que luego sirvió de títu lo a la famosa y admirable novela de José Maria Gironella, pero por fortuna las in vestigaciones de Ramón Salas Larrazábal han reducido esa cifra trágica hasta la tercera parte aproximadamente, lo cual no borra la tragedia pero en cierto sentido miti ga su desmesura. Recientemente el sacerdote pacense don Ángel David Martín Rubio ha publicado varios estudios sobre los muertos de la guerra civil, en los que criti ca fundadamente las exageraciones partidistas de otros autores y confirma, con d eterminadas correcciones de método, las cifras ofrecidas en el estudio de Ramón Sala s. Entre los libros que han alcanzado, pese a sus gravísimos defectos, mayor reson ancia recientemente destaca el dirigido por el profesor Santos Juliá Víctimas de la guerra civil2 que en mi sincera opinión debe descartarse por su evidente partidism o cuando no abierto sectarismo en varios casos comprobables. Sin embargo lo más grrave del libro dirigido por Juliá no son sus errores y desen foques sino la tesis fundamental que subyace a su investigación y que consiste (p. 26) para decirlo sin rodeos, que las ejecuciones en zona nacional son injustifi cables y dictadas por un afán de exterminio; mientras que las producidas en zona r epublicana corresponden, en gran medida, a las provocadas por un vacío de poder, l a desaparición del Estado y los arrebatos populares que, aun reprobables, son en c ierto sentido justificables. Esta absurda y falsísima distinción llega, en algunos m omentos del libro, a situaciones sencillamente intolerables y por desgracia se h a extendido mucho entre los autores favorables al Frente Popular. El general Raf ael Casas de la Vega ha propuesto y realizado el método que me parece definitivo p ara evaluar el número de víctimas de nuestra guerra, que consiste en investigar y fa cilitar sus nombres. Lo ha conseguido en uno de los puntos más difíciles, la represión roja en Madrid, para la que asigna no sólo la cifra, sino la lista de unas 8.500 víctimas3. 1 Pérdidas de la guerra, Barcelona, Planeta, 1977. 2 Madrid, Temas de Hoy, 1999. Madridejos, Fénix, 1994. Para Ramón Salas Larrazábal los militares y combatientes muertos en campaña fueron 59.500 (pérdidas nacionales) y 60.500 las pérdidas gubernamentales. Los combatientes extranjeros muertos en campaña fueron 12.000 (pérdidas nacionales) y 11.500 (pérdidas gubernamentales, cuyo mayor contingente se dio en las Brigadas internacionales) . Los civiles muertos en acción de guerra no represiva (bombardeos aéreos y artiller os) fueron unos 4000 en zona nacional y unos 11.000 en zona republicana. Creo qu e ante la minuciosa investigación de R. Salas, las cifras por estos tres conceptos referentes a víctimas en campaña o por acción de guerra serán difíciles de modificar; y a lcanzan un total de 66.500 como pérdidas nacionales y 83.000 como pérdidas gubername ntales. Quedan como sujetas a mayor controversia posible las cifras debidas a la repr esión, sobre las que cabe avanzar todavía mucho más en el aspecto institucional, sobre el que se han publicado exageraciones y vacíos que no pocas veces rozan con el ab surdo y el partidismo. En la zona nacional no existió el mando único hasta el 1 de o ctubre de 1936, aunque la Junta de Defensa Nacional se creó el 24 de julio, pero s in efectividad general ante los mandos militares de cada región e incluso cada sec tor. Desde el 1 de octubre el general Franco asumió gradualmente todos los poderes y centralizó la aplicación de la justicia militar en los territorios que se ocupaba n gracias a la Auditoría de Guerra del Ejército de Ocupación. En zona republicana teóric amente no desapareció el Estado, representado por el gobierno de la República, en to

da la contienda; pero de hecho la autoridad de ese Estado fue cuestionada desde el mismo 18 de julio por las diversas autoridades autonómicas y mediante el poder de hecho que ejercían las organizaciones políticas y sindicales del Frente Popular, que durante un tiempo variable disponían de sus propios aparatos y sistemas repres ivos. La llegada al gobierno de Francisco Largo Caballero el 4 de septiembre de 1936, la creación de la Junta Delegada de Defensa de Madrid el 6 de noviembre de e se año y sobre todo la sustitución de Largo Caballero por el doctor Juan Negrín en may o de 1937 centralizaron el poder represivo y la administración de justicia en la a utoridad del gobierno como nunca se había logrado antes. En la zona nacional la re presión se encomendó desde el principio, por la declaración del estado de guerra, a la autoridad militar, aunque algunas unidades y mandos de milicias se tomaron en b astantes casos la justicia por su mano. En zona republicana el gobierno trató muy pronto de que el Frente Popular (no simplemente el pueblo) participase en la jus ticia y la represión mediante la creación de los llamados Tribunales Populares que e n muchos casos funcionaron con arbitrariedad casi absoluta. Estos enunciados, so bre los que se han realizado investigaciones todavía dispersas, muestran lo mucho que todavía resta por investigar en este campo. Esto supuesto, y sin atrevernos ni de lejos a fijar valoraciones diversas ant e el hecho trágico de las muertes por represión, las cifras que ofrece Ramón Salas par a el período estricto de la guerra civil son 72.500 como pérdidas nacionales en zona republicana y 35.500 como pérdidas republicanas en zona nacional. Hay que tener e n cuenta que la justicia y la represión de los nacionales actuaron, entre la guerr a y la posguerra, sobre las cincuenta provincias españolas mientras que el territo rio del Frente Popular, con excepciones poco significativas, se fue reduciendo p aulatinamente desde la fijación de los frentes y las zonas a primero de agosto de 1936. Por tanto hay que añadir un nuevo renglón de víctimas; las que se produjeron por la justicia militar desde el final de la guerra civil, que son evaluadas por Ra món Salas, por cierto con actitud muy crítica, en unas 23.000. En su ejemplar investigación el historiador especialista Ángel David Martín Rubio e leva un tanto, por consideraciones metodológicas, las cifras ofrecidas por Ramón Sal as tanto para la guerra civil estricta como para la posguerra. La represión nacion al, al ejercerse sobre todas las provincias de España y durante mucho más tiempo que la republicana, arroja cifras superiores a las de ésta. En mi citado libro El 18 de julio no fue un golpe militar fascista he publica do una amplia y detallada crítica sobre el libro dirigido por Santos Juliá, con obje ciones muy concretas que creo difícilmente rebatibles, en virtud de las cuales cre o que ese libro sólo puede convencer no a los que buscan sinceramente la verdad si no a los que pretenden hacerse con nueva munición para su partidismo y los que lo leen ya previamente convencidos de la bondad de sus más que discutibles tesis. Las exageraciones sobre los casos de Guernica y Badajoz las considero ya como defin itivamente desenmascaradas. Pero para cerrar provisionalmente este grave problem a, en el que creo que poseemos unas importantes e imprescindibles bases de parti da y perspectivas fiables en los citados libros de los generales Salas y Casas y en la investigación de don Ángel David Martm Rubio, quisiera apuntar los datos sigu ientes, que creo seguros e ilustrativos: 1. Si la cifra de Ramón Salas para las víctimas del terror rojo está próxima a la ver dad, como creo muy probable (72.500 víctimas), la cifra de eclesiásticos trece obispo s, 4.185 sacerdotes, 2.365 religiosos, 283 monjas obtenida en la ejemplar y rigur osa investigación de monseñor Antonio Montero en su citado libro La perse cución religiosa en España, con un total de casi siete mil víctimas-cifra que segur amente será ampliada en investigaciones futuras, y que con toda probabilidad habrá d e elevarse a veinte o treinta mil por lo menos si incluimos en el total a los ca tólicos que fueron asesinados por serlo nos haría ver que con la cifra de mínimos garan tizada por la investigación de monseñor Montero el número de mártires eclesiásticos equiva le al diez por ciento de todas las víctimas en zona roja, mientras que si aceptamo

s esa cifra probabilísima de al menos treinta mil católicos sacrificados por serlo, resultará que casi la mitad de las víctimas nacionales en zona roja sufrieron un autén tico martirio. Remito de nuevo al lector al libro magistral de don Vicente Cárcel Ortí, riguroso especialista en esta materia La gran persecución, España 1931-1939 para que pueda comprobar que la persecución española contra la Iglesia ha sido la más sangr ienta de toda la Historia universal desde los tiempos de Cristo hasta hoy, sin e xcluir las persecuciones de Roma, del Islam, de la Revolución francesa y la Revolu ción soviética. Pío XI y Pío XII creyeron que los mártires de la cruzada fueron verdaderos mártires. Luego Juan XXIII y Pablo VI, sin duda por motivos políticos o información i nsuficiente, congelaron los procesos de beatificación, que ha reabierto providenci almente Juan Pablo II quien hasta ahora ha canonizado ya a diez santos mártires de esa persecución y ha beatificado, cuando se escriben estas líneas, a 229 según cifras del doctor Cárcel. 2. El profesor Luis Suárez Fernández, en su magna obra ya citada España, Franco y l a segunda guerra mundial2 acepta como base de partida las investigaciones de Ramón Salas y propone una serie de consideraciones sobre las víctimas de la guerra civi l que son un modelo de ponderación, pocas veces, por desgracia, imitado sobre todo por los partidarios de la venganza y no de la reconciliación. Nos confirma que po r iniciativa personal de Franco se reunieron y depositaron unas listas de víctimas en zona roja que fueron conservadas en el Santuario Nacional de la Gran Promesa en Valladolid. Poseo una copia, que estimo como documento valiosísimo, de esa inm ensa relación nominal, cuyo total asciende a 119.960 nombres. He podido comprobar que entre esos nombres hay algunos que figuraron en listas de presos y aun de co ndenados a muerte por el Frente Popular, como mi amigo Cayetano Luca de Tena y a lguno de sus hermanos, que no perecieron sino que cuando iban a morir fueron mil agrosamente salvados. Pero creo también que estos casos, cuyo número desconozco, fue ron excepcionales y que 1 Barcelona, Planeta, 2000. 2 página 42s. por ello convendría efectuar una revisión profunda de ese conjunto . Sin embargo ha y en estas listas datos muy positivos que avalan la seriedad de su conjunto. La cifra para los caídos en Madrid es intermedia entre las que ofrecen los generales Casas de la Vega y Ramón Salas, una y otra muy fiables. La cifra para muertos ecle siásticos es de magnitud semejante a la que propuso don Antonio Montero. Mi impres ión personal es que una vez realizada esa revisión que creo precisa la cifra total d e víctimas de esa relación no bajará de los 110.000, lo que convierte las cifras de Ra món Salas sobre este punto en relación de mínimos. En las distribuciones que se han pu blicado en fuentes solventes sobre el origen de esas víctimas figuran 2.125 miembr os de la Adoración Nocturna, 283 de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, 319 funcionarios de Correos, 797 ferroviarios, 533 maestros nacionales, 180 per iodistas2. 3. Las exageraciones partidistas y en algunos casos injustas y reprobables qu e ofrece el libro dirigido por Santos Juliá, que más bien parece escrito para la ven ganza que para la reconciliación, se pone de manifiesto en algunos casos hirientes . En uno de los puntos más importantes, la provincia de Madrid, el libro dirigido por Juliá sólo se limita a reproducir la cifra dada por R. Casas para la represión rep ublicana (8815 muertos) mientras que para la represión ordenada por los nacionales en la posguerra sólo aducen 2.663 pese a que las exageraciones habituales multipl ican ese dato; y la cifra del general Casas tiene el mérito de que no procede de u na estimación sino de una lista con nombres y apellidos. 4. Las pérdidas humanas de España por el exilio (en gran parte en Cataluña y en la zona centro-sur de 1939) han sido fijadas con al por Jesús Rubio, una vez regresados a España la mayor parte de febrero de 1939 por la frontera catalana, en un total de 162.000 llos 100.000 antiguos combatientes y 40.000 civiles refugiados en en la URSS y 8.000 en México~.

tras las derrotas su maestría habitu quienes huyeron en personas, de e Francia, 6.000

5. No es procedente imputar a la responsabilidad de Franco las víctimas produci das por represión nacional hasta que tomó posesión como jefe del Estado el 1 de abril de 1936, salvo en los casos, tan exagerados como en el de Badajoz, que se regist raron durante el avance del Ejecito de África. Para los casos posteriores L. Suárez (ed.) Documentos inéditos..., op. cit., 1, p. 289. 2 Estos datos en L. Suárez, op. cit. p. 44, La emigración de la guerra civil, Madrid, San Martín, 1977, vol 1, p. 206. nos consta que Franco cortó, a instancias del cardenal Gomá, los fusilamientos de sacerdotes en el País Vasco, de los que se habían dado 16 casos; pero no debe olvid arse que se han publicado las listas de los sacerdotes y religiosos asesinados p or el Frente Popular en las Provincias Vascongadas mientras dominó en parte de ell as, y que esos datos triplican a la cifra que acabamos de ofrecer . 6. Luis Suárez apunta con exactitud que Franco no firmó una sola sentencia de mue rte; no era ése su cometido. Y cuando se le proponía la concesión del enterado para las sentencias de muerte decididas por los consejos de guerra, ejerció el derecho al in dulto por encima del cincuenta por ciento de las sentencias pronunciadas 2. 7. Se repiten hasta la saciedad infundios carentes de todo fundamento sobre c omentarios o actuaciones personales de Franco en relación con la justicia militar o las actividades represivas. No las refutaré porque esa falta de fundamento es su ficiente para rechazarlas. Por otra parte las cifras facilitadas por la Dirección General de Prisiones, que son fiables, desmontan por sí mismas numerosas exageraci ones muy persistentes. El 1 de enero de 1940 se alcanzó una especie de máximo entre el conjunto de los presos (por consecuencia de la guerra o comunes) que llegaba a 240.000; esto supone que la gran mayoría de quienes habían integrado el Ejército Pop ular en la zona centro-sur estaban ya en libertad e incluso, en muchos casos, no habían sido privados de ella. Para mitigar los efectos de la pena de prisión y rein sertar a los presos en la sociedad Franco ordenó establecer el plan para la Redenc ión de Penas por el Trabajo, basándose en los estudios de un eminente jesuita, el pa dre Julián Pereda, que había intervenido en las conversaciones con los dirigentes na cionalistas durante la guerra civil. Conocí al padre Pereda cuando era rector del colegio de San Ignacio en San Sebastián y nuca olvidaré su carácter firme y afable. El sistema de redención, que era voluntario y no un sustituto de trabajos forzados, respondía a principios católicos de equidad y humanitarismo y proporcionaba a los pe nados, además de un sensible acortamiento de su pena, una ayuda muy necesaria para sus familias. Pero además, como señala el profesor Suárez, el 24 de enero de 1940 se crearon comisiones especiales para la revisión de todos los procesos abiertos por los tribunales militares. El 4 de junio de 1940 se dio un decreto de indulto par a los condenados a penas de seis años o menores. El 1 He reproducido esa lista en mi libro Misterios de la Historia Barcelona, Pl aneta, 1990, p. 231s. 2 L. Suárez, op. cit. p. 45. 1 de abril de 1941 se amplió el indulto a las penas hasta de doce años, con los q ue obtuvieron la libertad cuarenta mil presos. Sucesivamente prosiguió la ampliación escalonada del indulto para penas superiores, hasta el 17 de diciembre de 1943 cuando el indulto se extendió a los condenados a 20 años y un día. Las comisiones espe ciales que hemos citado otorgaron la libertad a 48.705 presos. De esta forma a f ines de 1943 el conjunto de la población penal se había reducido a cifras menores qu e las existentes el 18 de julio de 1936. La información reunida por la Dirección Gen eral de Prisiones el 1 de enero de 1946 ofrecía la cifra de 32.380 presos, incluid os los que habían sido capturados en las actividades subversivas de las llamadas g uerrillas, que se incrementaron a partir de 1943 al calor de las perspectivas de victoria aliada y derrota del Eje. 8. Lo que sí es completamente cierto es que Franco, al terminar la guerra civil

, se negó rotundamente a conceder una amnistía general al modo de las dictadas en el siglo XIX cuando terminaban las luchas civiles de la época. (Todavía existe en Madr id, junto a la plaza de Isabel II, una pequeña calle de la amnistía ). Franco pensaba q ue la guerra civil española había sido un combate de dimensión universal y pretendió un severo escarmiento a los miembros de organizaciones que consideraba culpables. A esta postura de rigidez contribuyó sin duda el clamor de justicia, que no excluía l a venganza, de muchas familias que habían perdido a los suyos por la represión del F rente Popular. Ramón Serrano Suñer ha dado un testimonio sincero y esencial para com prender lo que sucedió al término de la guerra cuando se sus-citó ese clamor de justic ia. Sesenta años después se ven las cosas de otro modo, con los criterios del siglo XXI. Pero quienes vivimos aquella época sabemos que muchas personas, muchas famili as, volvíamos a la antigua zona roja con la esperanza de encontrar aún vivos a los n uestros, pese a tantas informaciones o suposiciones en contrario. Saber con cert eza que habían muerto fue como verles morir por segunda vez. Aun así conozco muchas familias, empezando por la mía, que rechazaron todo espíritu de venganza. Mi madre, en concreto, llegó a saber con seguridad quién había sido el delator de mi padre, que en virtud de esa denuncia había sido asesinado en Paracuellos el 7 de noviembre de 1936. Jamás dijo a nadie el nombre de esa persona, que vivió en España muchos años sin que nadie le molestase, y me consta que el nuestro no fue un caso único, ni mucho menos. (Yo ahora conozco ese nombre; el delator ha muerto hace años). Por eso me i mpresionó tan vivamente la revelación del gran escritor y amigo mío Ángel María de Lera, q ue luego ratificó en su libro Las ültimas banderas. Me decía que al terminar la guerra civil los miles de detenidos del Frente Popular encerrados en las cárceles, sobre todo en las de Madrid, llegaron a convencerse de un rumor según el cual Franco anunciaría, en la mañana del desfile de la Victoria, la amnistía general por todo lo sucedido durante el conflicto. Ignoro el origen del rumor pero es seguro que se difundió por todas partes. Cuando llegó la fecha del desfile y no ocurrió nada, muchos de aquellos pri sioneros se sumieron en la desesperación. Y creo que Lera acertaba al decirme: Si e n aquel momento Franco concede esa amnistía, nos hubiera ganado para siempre a tod os . Franco consideró seriamente el problema y tomó la decisión contraria, aunque atempe rada por los sucesivos indultos que hemos referido. Y que culminaron en el año 196 9, cuando se cumplían los treinta años del final de la guerra y Franco preparaba la sucesión del Príncipe don Juan Carlos; entonces fue cuando promulgó la absoluta amnistía por todos los delitos cometidos en toda España a consecuencia de la guerra civil. Este, como el escalonamiento de indultos, es un hecho que se suele desconocer e incluso negar. LOS CUATRO PILARES DEL REGIMEN La tenaz y casi siempre infundada propaganda antifranquista, mantenida por lo s trabajos monográficos debidos a historiadores de secta, de partido o de carril, ha n intentado presentarnos una falsísima imagen de la España que empezaba a levantarse desde el día siguiente a la Victoria. Ramón Serrano Suñer, que luego evolucionó a una a ctitud cada vez más crftica con Franco, daba en el primero y más importante de sus l ibros un testimonio que estimo muy fidedigno sobre la conversión de la moral de vi ctoria que ganó la guerra civil en moral de reconstrucción y de trabajo: Dos legados nos dejaba la política roja en la zona ocupada por sus ejércitos: uno, positivo, el entusiasmo, la confianza, el estado de incondicional adhesión del pu eblo liberado de su angustiosa pesadilla, propicio a cualquier operación de ingeni o político como jamás estuvo pueblo alguno. A quien haya contemplado la entrada de l as tropas nacionales en las grandes ciudades españolas no puede caber duda del autén tico significado que tenía para el pueblo la palabra liberación. Tres años de terror, de escasez, de desorden, proporcionaban a la empresa nacional el plebiscito de a dhesión más unánime e incondicional que jamás se haya conocido, y en las manifestaciones de entusiasmo se mezclaban hermanados los antiguos derechistas con los antiguos republicanos. Sólo la parte más organizada de las masas marxistas concretamente los comunistas podía presumirse que quedaban en aquella hora reservados y hosti les con la conciencia de la derrota. En cambio, lo que en aquella zona era pu

eblo español auténtico no se sentía derrotado, sino por el contrario rescatado, libera do de una opresión feroz e insoportable. Así fue ésta es la gran verdad en aquellas inol vidables horas colmadas de posibilidades y esperanzas. Repito, con la objetivida d con que escribo, que ello fue ante todo un legado que nos hiciera la política ro ja. Negativamente fue ella quien hizo esta inmensa obra de proselitismo que la E spaña nacional por sí sola no habría podido hacer jamas. Para articular a la Nueva España, como entonces se la llamaba, Franco contó, ante todo, con su inmenso prestigio de vencedor y con un régimen asentado sobre cuatro pilares: el Gobierno, el Movimiento, la Iglesia y las Fuerzas Armadas. Estos cu atro pilares,junto a esa adhesión universal del pueblo que acaba de explicar Serra no Suñer y confirmaría Ridruejo en su libro hostil Escrito en España en 1962, se mantu vieron desde entonces hasta la muerte de Franco; el primero y el cuarto de forma inconmovible, el segundo y el tercero el Movimiento y la Iglesia en situación cuart eada e incluso crítica, pero todavía en pie hasta que, en cuanto a virtualidad polític a del régimen, se desmoronaron a la muerte de Franco. Pero conviene examinarlos más de cerca. La clave que se cerraba sobre esos cuatro pilares era, naturalmente, el propi o Franco, la persona y la figura del Caudillo. El 1 de abril de 1939 había ganado una guerra civil que él concibió siempre como choque internacional entre lo que repr esentaban las dos Españas enfrentadas. Estaba convencido de su victoria en algo qu e, para resumirlo con dos palabras, había sido una Cruzada anticomunista. Estos do s términos de su convicción eran, sencillamente, verdaderos, aunque en el año 2000 no están de moda. La cruzada lucha para salvar la tradición y la esencia cristiana de Es paña era una realidad avalada por el testimonio de los miles de mártires y reconocida expresamente por la Iglesia de Pío XI y Pío XII, la Iglesia de la Carta Colectiva d e 1937 y de la proyección y respuesta universal a ese documento. El carácter anticom unista estaba igualmente claro; la Unión Soviética había sido el apoyo principal de la zona enemiga y había exigido, a cambio, el control comunista del Ejército popular y del propio gobierno, como reconocieron los propios militares republicanos suble vados contra ese hecho a principios de marzo de 1939 en Madrid y en Cartagena; c omo demuestra de forma inequívoca ese monumento de Historia auténtica que constituye el libro de Burnett Bolloten La guerra civil española, revolución 1 R. Serrano Suñer, Entre Hendaya y Gibraltar, Barcelona, Nauta, 1973, p. 151. y contrarrevolución , inútilmente mordisqueado por los historiadores procomunistas de hoy, como el señor Aróstegui y compañía. Junto con ese carácter fundamental, Franco pre tendía articular a su régimen lejos de la experiencia liberal-parlamentaria de la Re stauración y de la República, que había terminado por despeñarse en el caos del Frente P opular y en el predominio comunista que se había revelado en la actuación del gobier no Negrín, en la defenestración del gran socialista Indalecio Prieto, en la composic ión y estructura comunista del Ejército del Ebro y en la presencia, hasta el final, de un gran equipo de asesores soviéticos en España. Además, como hace notar acertadame nte el profesor Suárez, en el mundo de los años treinta había surgido cada vez con may or fuerza frente al totalitarismo comunista de la URSS y la evidente decadencia de las democracias occidentales, el nuevo totalitarismo anticomunista de Alemani a e Italia, que se extendía en fórmulas más o menos afines por otros países de Europa y de Iberoamérica. Este esquema resultaría vencido y arruinado en la segunda guerra mu ndial y se resquebrajaría desde 1943, pero en 1939 era inevitable que Franco, que jamás fue fascista, tuviese en cuenta a este totalitarismo anticomunista para orie ntarse ante las realidades mundiales, sobre todo cuando Alemania e Italia le había n ayudado de forma decisiva para ganar la guerra civil. Pero la orientación profunda de Franco en 1939 se comprenderá mejor si analizamos seriamente los pilares sobre los que Franco quiso construir su régimen, que ya er a único para toda España. En primer lugar, el Gobierno, representado en el Consejo de Ministros. El Gob ierno nacional se había creado en Burgos a fines de enero de 1938 y había sido utili

zado por Franco para dos fines principales: ganar la guerra y preparar la paz. H abía cumplido perfectamente con esos dos cometidos y ahora, en pleno mes de agosto de 1939 el día 10 Franco designa un Gobierno nuevo, que se distingue, según Serrano S uñer, por su tendencia a la unidad falangista . Creo que esta apreciación no es cierta. En todos sus gobiernos, desde el primero al último, Franco quiso reflejar al conj unto de las tendencias políticas que se habían integrado en su régimen desde el Alzami ento; todos los gobiernos mostraron ese pluralismo de lo que se llamó las familias del Régimen . Junto con estas tendencias políticas plurales figuró en todos los gobierno s de Franco una clara presencia militar. En el gobierno del 10 de agosto de 1939 se renuevan todos los ministros menos dos: Ramón Serrano Suñer, que continúa como min istro de la Gobernación, prensa y propaganda; y 1 Madrid, Alianza ed., 1989. Alfonso Peña Boeuf, ministro de Obras Públicas, competente técnico y reconocido monár quico. Ministro de Asuntos Exteriores fue el coronel Juan Beigbeder Atienza, afr icanista relevante que había desempeñado el Alto Comísariado en Tetuán , siempre muy res petado por la población marroquí; Cultísímo y conocedor de la situación internacional, afe cto solo superficialmente a Falange, atento sólo a los intereses de España, pasó de un a actitud inicial germanófila a la inclinación a favor de los aliados. Franco interp retó novelescamente este cambio, que atribuía a algunas bellas espías capaces de seduc irle por encargo de la embajada británica; pero en todo caso el propio Franco reco noce que la situación económica personal de Beigbeder fue siempre muy precaria . Como los demás ministros militares Beigbeder no era afecto a Serrano Suñer y actuó fielment e a las órdenes de Franco, que siempre quiso controlar las tendencias básicas de la política exterior española. Para este segundo gobierno Franco suprimió la Vicepresidencia, como subrayando que desempeñaría más intensa y directamente la presidencia (lo que sucedió hasta 1973) y desdobló en tres ministerios militares Ejército, Marina y Aire al anterior de Defensa . De Ejército se encargó el general José Enrique Varela, de convicciones monárquicas y t radicionalistas, reforzadas por su matrimonio con doña Casilda Ampuero, de noble f amilia; enemigo máximo de Serrano Suñer y ajeno a Falange, como el nuevo ministro de Marina, el laureado almirante Salvador Moreno, que había sido segundo del almiran te Juan Cervera en el Estado Mayor de la Armada, y que mostraba predilección por u n joven capitán de fragata, Luis Carrero Blanco, jefe de Estado Mayor en la división de cruceros y actualmente jefe de Operaciones en la Armada. Para sorpresa de Ca rrero, Franco le nombró consejero nacional del Movimiento en ese mismo año 1939, com o señalándole para un futuro más alto. El candidato natural para el primer ministerio del Aire parecía ser el general Alfredo Kindelán, jefe del Aire durante la guerra, fie l monárquico de don Alfonso XIII y uno de los grandes creadores de la Aviación español a. Pero Franco no le nombró para el gobierno sino que le destinó a la Capitanía genera l de Baleares, donde el notable estratega de la guerra civil se mostraría muy proc live al bando aliado y entraría en el estado mayor de la conspiración monárquica contr a Franco en años venideros. Ni que decir tiene que siempre fue opuesto a la Falang e y a Serrano Suñer. No así el ministro del Aire, general Yagüe, falangista de hondo s entido social. La tendencia a la unidad falangista de que nos habla Serrano tiene, pues, demasiadas excepciones. Tampoco pertenecía a ella el nuevo ministro de Just icia, Detalles sobre este gobierno de 1939 en mi Franco de 1982, tomo IV, p. 180s. don Esteban Bilbao Eguía, de raigambre carlista y tradicionalista, colaborador de Primo de Rivera y también de Franco en cuanto llegó a la España nacional en virtud de canje desde Bilbao. Como tampoco el ministro de Industria, Alarcón de Lastra, m onárquico que no tenía vinculaciones con Falange; fue jefe de Artillería en la guerra civil, a quien se debe la salvación del puente romano de Mérida por haber desactivad o a tiempo las minas dispuestas por el enemigo, había solucionado eficazmente como gobernador civil los problemas de alimentación del Madrid liberado y además, por su excelente formación técnica a nadie extrañó su nombramiento para Industria, un minister io clave en la tarea de reconstrucción. En el ministerio de Educación nacional cesó el 27 de abril (y no el día 9 como él cree recordar) por acuerdo con Franco dice él desde

el día de su nombramiento en 1938, don Pedro Sainz Rodríguez, personaje singular si los ha habido en la España del siglo XX, había sido un excelente ministro, creador d el estupendo plan 38 para el bachillerato de tendencia humanística y del Instituto de España que englobaba al conjunto de las Academias y fomentó la más alta labor cult ural durante el último año de la guerra. Yo hablé mucho con don Pedro al final de su v ida y nunca me convenció sobre los motivos de su cese, que en mi opinión fueron real mente dos. Primero y más grave, un cierto contacto conspiratorio en Sevilla del qu e Franco tuvo noticia entre el todavía ministro y el general Queipo de Llano; don Pedro era un conspirador congénito y un monárquico convencido como demostró al crear d urante la República el Bloque Nacional del que propuso a José Calvo Sotelo como jefe . Ahora sus conversaciones con Queipo trataban de atraer al general para la caus a de una nueva Restauración, que Franco haría pero con muchas menos prisas. Serrano Suñer, que había recomendado en 1938 el nombramiento de Sainz Rodríguez, ahora se había alejado de él por ese mismo motivo y además el ministro, que era solterón y notorio mu jeriego, fue sorprendido por doña Carmen Polo de Franco en persona cuando al pasar por cierta casa de mala nota vio frente a ella el coche del imprudente ministro de Educación, fácil de reconocer por la escasez de automóviles importantes en el Burg os de la época. Mi amigo el doctor José Artigas me ha transmitido un testimonio segu ro de Vicente Gállego sobre la enorme sorpresa que causó a don Pedro Sainz su destit ución; al principio pensó que era una broma. En fin que don Pedro, por esos dos moti vos más o menos trascendentales, tuvo que cesar antes que el resto del gobierno de 1938. Su sucesor, don José Ibáñez Martín, catedrático de Instituto y miembro de la Asocia ción Católica Nacional de Propagandistas, casado con la condesa de Marín, no era falan gista más que de fachada y demostró su eficacia con la creación del Consejo Superior d e Investigaciones Científicas, una obra de alta investigación y cultura universitari a en la que, como en la Universidad, el nuevo ministro facilitó el avance del Opus Dei, la nueva institución católica de la que pronto hablaremos. Si en la designación ministerial de Yagüe para el Aire (dond e poco pudo hacer por las dificultades económicas para poner al día la fuerza aérea de la guerra civil) el decepcionado fue Kindelán, en el nombramiento de don José Ibáñez Ma rtín para Educación el aspirante frustrado fue un historiador insigne, don Jesús Pabón, amigo de Franco desde los tiempos de la Academia General en Zaragoza y muy efica z jefe de Prensa Extranjera en Burgos durante la guerra, donde reunió una espléndida biblioteca que yo tuve la suerte de poder utilizar desde 1963. Franco apreciaba a Pabón pero no acabó de conectar con él y prefirió a Ibáñez Martín. El ministro de Hacienda José Larraz, era un brillantísimo abogado del Estado, miembro también de los Propagan distas, muy distinguido en la política forestal de la CEDA durante la República y en las actividades de economía y Hacienda dentro de la Junta Técnica del Estado en Bur gos. Nada tenía que ver con Falange ni con Serrano Suñer. Su labor al frente de una Hacienda que partía de bajo cero fue elogiada por todos los que conocen bien la époc a. Se preocupó por ofrecer a la nación las cuentas auténticas de la guerra civil, como hemos visto; organizó con maestría la unificación monetaria de las dos zonas y el des bloqueo de las cuentas secuestradas por el Frente Popular durante la guerra; y r econstruyó de las ruinas un nuevo sistema financiero y fiscal para el conjunto de España. Cuando trató de integrar y controlar el presupuesto de Falange se enfrentó cas i abiertamente con Serrano Suñer. El nuevo ministro de Agricultura y Trabajo, fue Joaquín Benjumea, monárquico sevillano, ingeniero que había demostrado su capacidad en la Dirección General de Regiones Devastadas. No se ve, por tanto, en parte alguna la unidad falangista de que nos habla Serr ano Suñer para este gobierno. Ni siquiera parece clara en los tres ministros sin c artera que ostentaban importantes cargos en el Movimiento. El ministro secretari o general, Agustín Muñoz Grandes, jefe de la harca que desembarcó formando parte de la vanguardia de Alhucemas y luego distinguido en la guerra civil donde llegó a mand ar un cuerpo de Ejército era ante todo un militar de origen modesto y heroica hoja de servicios que creó la Guardia de Asalto durante la República pero fue encarcelad o por el Frente Popular hasta que huyó y pudo pasarse. Su fuerte sentido social le hacía conectar con Falange pero nunca se mostró partidista. Rafael Sánchez Mazas era, por encima de todo, un gran periodista y un más que notable escritor, liberado ca si a punto de ejecución al final de la guerra de España y falangista convencido, por

motivos más estéticos que políticos. Pedro Gamero del Castillo, ministro sin haber cu mplido treinta años, era letrado del Consejo de Estado, miembro moderado de Falange que había intervenido en los intentos de liberar a José Antonio. Gobernad or civil de Sevilla chocó con Queipo y obtuvo una plaza de voluntario en la Marina , donde conocio al capitán de fragata Luis Carrero Blanco, sobre cuyas cualidades llamó la atención a Franco desde que fue nombrado ministro. La reestructuración general del Estado y el Movimiento que culminó el 10 de agost o de 1939 con el nombramiento de este gobierno se había iniciado una semana antes, el 4 de agosto, con la promulgación de los nuevos estatutos del Movimiento, nombr e que Franco iba ya prefiriendo claramente al de Falange, aunque al principio si gnificaban inevitablemente lo mismo. Ya desde los años sesenta Franco nunca decía Fal ange sino Movimiento hasta el final. Cuando en 1973 Pío Cabanillas Gallas, que signif icaba lo más opuesto a un falangista, acudió al palacio del Pardo para presentar a F ranco a su equipo de directores generales, del que yo formaba parte, Franco nos exhortó a trabajar intensamente por el Movimiento lo que provocó algunos cruces de mir adas de extrañeza. Esta lenta transición desde la Falange concreta al Movimiento abs tracto ha sido descrita desde dentro por un testigo fidedigno, don Manuel Valdés L arrañaga . Por esa nueva reglamentación se creaba la Presidencia de la Junta Política de FET y de las JONS, se describen como órganos fundamentales del Partido la Milicia Nac ional y el Consejo Nacional; se establece la delegación nacional de excombatientes y se confirma la posición preeminente del Caudillo como jefe nacional de FET y de las JONS responsable ante Dios y ante la Historia . La Junta Política se concebía como el máximo órgano del Partido y para su presidencia se nombró a Ramón Serrano Suñer, con R afael Sánchez Mazas como vicepresidente. Fue nombrado secretario general de FET el general Agustín Muñoz Grandes y vicesecretario general Pedro Gamero del Castillo; l os dos, junto con el presidente y vicepresidente de la Junta Política, tenían la con dición de ministros del gobierno. El nombramiento de Serrano Suñer para la presidencia de la Junta Política parecía a puntar al establecimiento de una nueva diarquía en el régimen; Franco y su cuñado. Per o nunca fue así. Franco podía delegar sectores de poder, pero no compartir el poder. La Junta Política nunca fue un órgano de poder ni siquiera en la FET. Apenas se reu nió y nunca tomó decisiones importantes. No se debe olvidar que Serrano Suñer, amigo d e José Antonio, era miembro de la CEDA, no de Falange; De la Falange al Movimiento, Madrid, Azor, 1994. no sentía el ideal falangista que José Antonio cifraba en una izquierda nacional. La Milicia nacional, que parecía concebirse como una organización paramilitar de la FET tampoco se organizó como tal. El Consejo nacional nuca fue una cámara con funci ones representativas ni menos legislativas, sino casi exclusivamente un vivero d e altos cargos que se reunía con gran solemnidad prácticamente vacía. El conjunto de l a FET actuó también como una preselección de cargos intermedios (gobernadores civiles, directores generales) pero nunca como un poder paralelo. Precisamente la aspira ción de quienes querían convertir a la FET en un partido fascista consistía en estruct urarla como un poder y una administración paralela a la del Estado; a este esquema correspondían las diversas delegaciones nacionales, casi todas ellas con el nombr e de un ministerio. De funcionar este esquema, la Falange hubiera sido un partid o fascista pleno y el régimen de Franco un régimen fascista. Pero la Falange no func ionó así nunca desde 1939. El poder político y administrativo radicaba en los Minister ios, nunca en las delegaciones nacionales, excepto en dos que carecían de contrapa rtida ministerial; la de Sindicatos, estructurados en sentido vertical (con plan os paralelos de patronos, técnicos y obreros) y la Sección Femenina, dirigida de pri ncipio a fin por Pilar Primo de Rivera. Los Sindicatos del régimen funcionaron al servicio de la producción y de las clases obreras y medias mucho mejor de lo que s uele creerse. La Sección Femenina ha obtenido, fuera de aproximaciones sectarias, un reconocimiento general por su labor asistencial, social, educativa y cultural , que en muchos aspectos puede considerarse de primera magnitud y muy favorable

y beneficiosa para las clases más humildes. En la reorganización de las administraciones central y militar, de fecha 8 de a gosto, se creaba en la Presidencia del Gobierno un organismo de coordinación, el A lto Estado Mayor, para evitar que cada uno de los ministerios militares marchase por su lado sin conexión con los demás. También se restablece la Junta de Defensa nac ional, vigente en la Monarquía y suprimida por la Republica, pero sin presencia de civiles en ella. Con esto hemos descrito ya someramente tres de los pilares del Régimen, es deci r el Gobierno, las Fuerzas Armadas y el Movimiento. Las Fuerzas Armadas estaban profundamente implicadas en el régimen, pero no gobernaban; constituían un pilar ese ncial del régimen pero no interferían en el ejercicio del poder, que competía exclusiv amente a Franco, quien lo ejercía generalmente a través de sus ministros. El régimen d e Franco nunca fue un Directorio militar al estilo de Primo de Rivera, que tampo co había compartido el poder con los generales de ese Directorio como demuestra su condición de ministro universal y único que despacha ba personalmente con el Rey. Dentro de cada Departamento cada ministro de Franco ejercía un poder enorme, sin que Franco se entrometiera generalmente en los detal les de su gestión. Eso sí, las disposiciones con rango de decreto se despachaban con el Caudillo por cada uno de sus ministros El general Casas de la Vega nos ha ofrecido un estudio de suma importancia ac erca de la organización y encuadramiento de las Fuerzas Armadas españolas en 1939, u na vez acabada la guerra civil . El Ejército de la Victoria, que había llegado a conta r, por todos conceptos, con efectivos de 1.200.000 hombres los más altos de toda nu estra Historia se había reducido hasta unos 450.000 a fines de 1939, pero con posib ilidad de aumento inmediato hasta 600.000 si las circunstancias internacionales lo reclamaban. La Marina, una vez reunificada la escuadra nacional y la flota re publicana, había sufrido graves pérdidas durante la guerra civil pero seguía mantenien do una fuerza muy considerable en cruceros y destructores todavía relativamente mo dernos. La Aviación contaba con los numerosos aviones supervivientes de los recibi dos por una y otra zona durante la guerra, entre los que podían utilizarse a pleno rendimiento más de 150 cazas y más de 100 bombarderos que en 1939 eran todavía de alt a calidad, y contaban con un plantel de pilotos realmente extraordinario, como s e demostraría en la actuación de la Escuadrilla Azul en el frente soviético a partir d e 1941. La masa artillera, el municionamiento y los servicios estaban perfectame nte a punto. Medio millón de hombres bajo las armas era fuerza suficiente para la defensa del territorio si durante la guerra mundial inminente España hubiera sido atacada por alguno de los beligerantes y éste sería un argumento disuasorio real que actuó con eficacia comprobada. Poco antes de la reorganización del Estado en agosto de 1939 se restablecieron las Regiones militares tradicionales, dotadas cada un a con un Cuerpo de Ejército a dos o tres divisiones, según los casos. Los regimiento s de Infantería eran 73, los de Caballería catorce más diez grupos, los de Artillería 48 , los de Ingenieros 18. El Ejército de la Victoria poseía una lealtad del Caudillo y una moral de combate sin fisuras, que ni siquiera se agrietó cuando a partir de 1943 surgieron importa ntes diferencias de orden político, ante la evolución de la guerra mundial, entre un sector que ni siquiera fue mayoritario de generales, sin que esas diferencias s e tradujesen en ningún tipo de pronunciamiento y sin que contaminasen al 1 Franco, militar op. cit. p. 526s. conjunto de las Fuerzas Armadas, que se mantuvieron unidas firmemente mientra s Franco vivió y durante los primeros años de la transición posteriores a 1975. El gen eral Casas de la Vega remata su estudio orgánico sobre las Fuerzas Arma-das de 193 9 mediante un esquema táctico de su despliegue con vistas a una defensa del territ orio ante ataques exteriores posibles durante la guerra mundial. LA GRAN SORPRESA. EL PACTO GERMANO-SO VIETICO

Seguramente el pacto entre la URSS de Stalin y la Alemania de Hitler en agost o de 1939 ha sido la gran sorpresa del siglo XX; hasta momentos antes no había, ap arentemente, posiciones más antagónicas que las del comunismo y el nazismo. Hoy sabe mos que a partir de la conferencia de Munich en el otoño de 1938 Stalin generó una i rreversible desconfianza en la capacidad de las democracias occidentales para fr enar a Hitler y a partir de entonces inició una cautelosa aproximación a Hitler con el supremo y maquiavélico fin de enfrentar unas con otras a las naciones de Occide nte, las totalitarias y las democráticas, a beneficio final del expansionismo revo lucionario de la URSS. El 19 de agosto de 1939 se firmó el acuerdo comercial de la URSS con Alemania y no con la nutrida delegación británica que lo estaba negociando . Pero solo es el prólogo. El ministro de Exteriores alemán von Ribbentrop sella en Moscú el 23 de agosto el pacto de no agresión entre el III Reich y la Unión Soviética, c on un protocolo secreto en que las dos potencias establecían sus zonas de influenc ia en el Báltico, Polonia y el centro-este de Europa. En ese momento Stalin brinda cínicamente por Hitler ante el ministro alemán. Al día siguiente el diario oficioso A rriba, al que he seguido día tras día entre 1939 y 1975, porque es una fuente impres cindible, titulaba, en nombre de Franco y de toda España: La sorpresa, la tremenda sorpresa . Sin embargo la primera reacción oficial española, que naturalmente revela u n fondo de absoluta disconformidad, se retrasa hasta el 29 de agosto; el nuevo c onvenio es meramente táctico y para nada se refiere a lo ideológico. Franco no se ha bía fiado nunca totalmente de Hitler pero a partir de este momento su desconfianza se hizo decisiva. El embajador Dossinague, en un libro admirable, sugiere que e l pacto fue el empujón que daba Stalin a Hitler para que se precipitara en el comba te del que Europa tendría que salir destruida . El almirante Carrero denominó en 1964 a l acuerdo Hitler-Stalin pacto con el diablo y Franco estaba convencido de que J.M. Doussinague, España tenía razón, Madrid, Espasa-Calpe, 1949 p. 22. se trataba de una trampa soviética. Serrano Suñer coincide en los símiles diabólicos y casi todas las mentes más lúcidas de España lo comprendieron así porque en España se sabía por dramática experiencia lo que era el comunismo soviético. La noticia cayó especial mente como una bomba entre los vencidos de la guerra española; en las cárceles, los presos comunistas fueron acorralados y hostigados por los que durante la guerra civil habían sido anticomunistas, como muchos socialistas, anarquistas y republica nos que recordaban el comportamiento de los comunistas en marzo de 1939 y en tod a la guerra. EL TERCER PILAR Por orden de enumeración la Iglesia católica fue el tercer pilar del régimen de Fra nco desde antes de la llegada de Franco a la jefatura del Estado el 1 de octubre de 1936 hasta la agonía política de Franco después de 1969, una agonía que precedió a su agonía física de 1974/1975. En efecto, más de una vez me he mostrado convencido de que fue la Iglesia postconciliar la que en sus diversos sectores regionales y Confer encia Episcopal planteó antes que nadie la auténtica transición desde el régimen de Franc o a la democracia, como en su momento comprobaremos. Pero en 1936 no sucedía así, ni muchísimo menos. La Iglesia, junto a las Fuerzas Ar madas era, por orden de importancia, el primer pilar del Régimen. No debe olvidars e que la CEDA, el partido católico de Gil Robles, había podido ser designada por el propio Gil Robles como el pueblo del Movimiento ; que prácticamente todas las víctimas de la represión enemiga eran católicos, la décima parte eclesiásticos y seguramente la mitad de todas esas víctimas merecen el calificativo de mártires (sin las alevosas e intolerables comillas con que suele enmarcarles el diario El País) porque muriero n precisamente por su condición de católicos. Cuando Franco entregaba al cardenal pr imado la espada de la Victoria tras el desfile de la Victoria en mayo de 1939 no hacía más que ratificar un pacto histórico sellado con sangre martirial a partir del mismo día 18 de julio de 1936. Debería ser de lectura obligatoria para todos los esp añoles deseosos de cultivar una memoria histórica auténtica la lectura del importantísim o trabajo que monseñor José Guerra Campos insertó en el Boletín Oficial de su diócesis de

Cuenca porque carecía de otro medio de expresión de mayor alcance titulado La Iglesia y Francisco Franco. Voy a intentar lo posible, ante esta evocación, para conseguir que ésta y otras obras históricas fundamentales del que fue desde el Concilio Vatic ano II el primer obispo-secretario de la Conferencia Episcopal española obtengan la difusión históri ca que merecen para el gran público y el servicio de la propia Historia. Ya hemos visto cómo las declaraciones y bendiciones pontificias (Pío XI y Pío XII) o episcopales, sobre todo la Carta Colectiva de 1 de julio de 1937, habían marcado con absoluta claridad la identificación de la Iglesia sometida en la zona roja a l a persecución más implacable desde los tiempos de Cristo al siglo XX con la causa nac ional. La razón fundamental es que el Alzamiento nacional y Franco, que lo encabezó desde el 1 de octubre de 1936, habían salvado a la Iglesia de España de la completa aniquilación a la que la había condenado la zona enemiga. Todavía Pablo VI un Papa que pasa, no sin razón, por antifranquista, aunque había organizado en abril de 1939 por orden de Pío XII el Tedeum de la Victoria reconocía en los años sesenta, al despedir a l embajador Antonio Garrigues, que Franco había salvado a la Iglesia con la Cruzada . Pero no debe creerse que las relaciones entre la España de Franco y la Iglesia de Roma, es decir la Santa Sede, discurrieron sólo por un camino de rosas desde el r econocimiento de la España nacional por el Vaticano en 1938. El profesor Luis Suárez ha estudiado con todo detenimiento esas relaciones, con utilización de los docume ntos del archivo de Franco y de las importantes, aunque algo sesgadas investigac iones del doctor Antonio Marquina Barrio. Voy a seguirle en los párrafos próximos.. Una de las razones fundamentales por las que el régimen de Franco no fue un régim en fascista, como sugirió una desorientada comisión de las Cortes democráticas españolas nada menos que ayer, en 1999, es que con motivo de la firme oposición de la Igles ia a ciertas sugerencias fascistas desde 1937 a 1939 Franco dio sin vacilar la r azón a la Iglesia y se la quitó a algunos colaboradores suyos que se deslizaban haci a posiciones fascistas. El 14 de marzo de 1937 Pío XI, con la especial colaboración del cardenal Pacelli, dirigió la carta al Episcopado alemán Mit brennender Sorge (Con ardiente preocupación ) en la que protestaba por la opresión de la Iglesia católica en el régimen nacionalso cialista y condenaba los postulados racistas y la absoluta supremacía del Estado q ue defendía ese régimen . La encíclica de Pío XI fue inmediatamente seguida (19 de marzo) por la de rango universal, Divini Redemptoris contra el comunismo ateo, con expr esas menciones a la acción del comunismo en Rusia, México y Doctrina pontificia, documentos políticos, Madrid, BAC, 1958, vol II, p.&15s. España. La Iglesia española era entonces victima del comunismo, pero no experimen taba las persecuciones y peligros que sufría la de Alemania por el régimen nacionalsocialista sino por el contrario, el Alzamiento nacional y el régimen del general Franco habían conseguido salvarla en España de la persecución enemiga. Como por otra p arte la España nacional recibía en la primavera de 1937 el apogeo de la ayuda de Ale mania Franco hizo lo posible para que la Mit brennender Sorge no se difundiese e n España, aunque llegó a publicarse en alguna diócesis española. Cuando ya terminaba la guerra civil, con fecha 5 de febrero de 1939, el carde nal primado don Isidro Gomá ordenó la publicación de su carta Catolicismo y Patria, al armado por la inminente firma de un convenio cultural con Alemania en el que se deslizaban peligrosos conceptos contra la Iglesia católica, dictados por la tenden cia neopagana del nazismo . El cardenal visitó al ministro de Educación Sainz Rodrígue z, a Serrano Suñer y al propio Franco para expresarles su preocupación. Franco le ga rantizó que nunca permitiría un ataque a la Iglesia católica en un documento oficial d el Estado y cumplió su palabra; el convenio cultural no se ratificó. Para remachar l as cosas el cardenal publicó esa carta pastoral, que equivalía a la aplicación en España de los principios expuestos por Pío XI en la Mit brenneder Sorge . En esta pastoral el cardenal Gomá ratificó la condición de cruzada que tenía la guerra civil, defendió el personalismo cristiano frente al predominio absolutista del Estado que pretendía l

a doctrina nacional-socialista. Insisto en que Franco dio la razón a Gomá y con ello cortó las peligrosas desviaciones fascistas que amenazaban a la España de la Victor ia. En los territorios donde triunfó el Alzamiento y al ensancharse la zona naciona l durante el curso de la guerra civil la Iglesia católica dejó de verse perseguida, recuperó sus templos y sus bienes, reanudó sin trabas el culto y la actividad apostóli ca. La profunda reforma del bachillerato emprendida por el ministro Sainz Rodrígue z se hizo de pleno acuerdo con la Iglesia. Franco canceló la legislación republicana sobre el divorcio, devolvió sus bienes a la Compañía de Jesús, despojada y expulsada po r la República, lo que le valió la Carta de Hermandad que le concedió el general de lo s jesuitas, el aristócrata polaco Vladimir Ledchows i, que fue siempre un gran val edor de la España nacional ante la Santa Sede. En la primavera de 1938 la Santa Se de reconoció por fin oficialmente a la España nacional y designó como primer Nuncio a monseñor Gaetano Cicognani, mientras el ex ministro de la 1 L. Suárez España, Franco..., op. cit., p. 23. Monarquía e internacionalista don José de Yanguas Messía, era nombrado primer embaj ador ante el Vaticano. La propuesta principal que llevaba Yanguas era el reconoc imiento por la Santa Sede de la vigencia del Concordato de 1851, cancelado por l a República, en el que se contenía, para el nombramiento de los obispos, el derecho de presentación por parte de la Corona, reliquia del antiguo Patronato regio conce dido por la Santa Sede a los Reyes Católicos. Franco se consideró siempre sucesor de la legitimidad monárquica, que en su momento pensaba restaurar y de hecho restauró y reclamaba el derecho de presentación como palanca esencial de su gobierno. La Sa nta Sede de 1938 y 1939 se negó en redondo. Desde agosto de 1938 el gobierno de Fr anco reclamaba la vigencia del Concordato. El profesor Luis Suárez ha expuesto est e problema con notable precisión . El 20 de enero de 1939 el gobierno español derogó la Ley de Confesiones y Congreg aciones religiosas dada por Azaña en 1933, la más hostil de la República contra la Igl esia, que lo celebró; pero mostró su disgusto por la firma del acuerdo cultural con Alemania, que, como sabemos, no se llegó a ratificar por la valerosa actitud del c ardenal Gomá. El Vaticano aceptó virtualmente la incompatibilidad del cardenal de Ta rragona, Vidal y Barraquer que no había firmado la Carta Colectiva de 1937 con el go bierno de Franco; el cardenal no regresó nunca a su sede, al contrario que el card enal Segura, proscrito por la Republica en 1931, que volvió a España aunque no a su antigua sede primada de Toledo, sino a la de Sevilla, donde no tardaría en convert irse en problema permanente para Franco, que lo sobrellevó con ejemplar paciencia y respeto hasta que la Santa Sede destituyó a Segura por sus santas exageraciones. El profesor Suárez inserta en este momento un justísimo inciso sobre la Sección Fem enina de Falange, dirigida por Pilar Primo de Rivera, que operó siempre de acuerdo con sus asesores eclesiásticos entre los que destacaba el historiador benedictino fray Justo Pérez de Urbel. Cuando en 1942 los nacional-socialitas propusieron en Viena la unión de las juventudes europeas bajo el signo nazi, la Sección Femenina se opuso al racismo y se negó a suscribir las disposiciones contra los judíos. Ya sabemos que poco después de ser elegido Papa el cardenal Pacelli, Pío XII, el 2 de marzo de 1939, felicitó a Franco y a la España nacional, calurosamente, por la Victoria y recibió con afecto a la misión político-militar española en Roma pero L. Suárez, España, Franco..., op. cit., II, p. 52s. mantuvo con firmeza la posición de Pío XI que era la suya contra el restablecimient o del concordato en España. Pío XII criticó con sumo recelo la integración obligatoria d e todas las asociaciones de estudiantes en el Sindicato Español Universitaro de Fa lange, el SEU, que destruía a los Estudiantes Católicos, muy influyentes durante la República, así como la eliminación de los sindicatos católicos, de gran raigambre sobre todo en Castilla, absorbidos por la Organización Sindical del régimen. Para contrarr estar el endurecimiento de posiciones que se notaba en el Vaticano, el gobierno

español restableció el 23 de octubre de 1939 el presupuesto de Culto y Clero que la República había abolido; pero la Santa Sede no cedió en su negativa al Concordato, que por el momento entró en vía muerta. Estas negociaciones y fricciones no deben empañar, ante la visión histórica, que el pacto de Cruzada entre el régimen de Franco y la Iglesia católica se mantenía con plena vigencia. Los cronistas negros de nuestro tiempo tratan por todos los medios de demonizar al que llaman nacional-catolicismo, un concepto que no se tiene en pi e ante las protestas, por ejemplo, que oponía eficazmente el cardenal Gomá a las des viaciones fascistas del régimen, muy localizadas en un sector de Falange que con e l tiempo se convertiría al neoliberalismo. Es verdad que la Iglesia mostraba crite rios que rozaban lo tiránico en la moralidad pública y se entrometía indebidamente en la censura de prensa, libros y actividades artísticas. Pero eso no era todo. Las a sociaciones católicas se restablecían por todas partes. La juventud española se entreg aba al trabajo, para ganar el tiempo perdido en la guerra civil. Las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa nutrían seminarios y noviciados con entrega y fervor jamás vistos en España y ese sacrificio de miles y miles de jóvenes de ambos se xos es un hecho inmenso que no se puede menospreciar. Luego muchas de esas vocac iones se frustraron y abandonaron, cuando una parte sustancial de la Iglesia catól ica dejó de creer en sí misma, pero faltaban veinte o treinta años para que variase ta n dramáticamente el escenario. Cientos de sacerdotes y religiosos españoles se apunt aban a la reconquista espiritual de América. En la Iglesia de la Victoria había, por supuesto, errores y exageraciones. Pero también una enorme autenticidad, en virtu d de la cual muchos jóvenes consagraban sus vidas y este sacrificio merece todo me nos desprecio. ESPAÑA ANTE LA GUERRA CIVIL DE EUROPA Otro de los persistentes fantasmas que los cronistas negros han esgrimido con tra la España de Franco como prueba fascista es el de la autarquía, como si el régi men de la Victoria se hubiera empeñado en abastecerse a sí mismo de todos los bie nes materiales sin dependencias exteriores. Por supuesto que tal situación hubiera sido muy deseable pero Franco había estudiado seriamente los problemas económicos d e España, había dirigido con suma competencia y eficacia la economía de guerra y sabía p erfectamente en 1939, así como a lo largo de toda la guerra mundial, que España no p odía emprender y realizar su ímprobo esfuerzo de reconstrucción y modernización sin una sustancial ayuda exterior, sin un intenso intercambio de importaciones y exporta ciones con el exterior y sin limitar este intercambio a las potencias que habían a yudado a España durante la guerra civil; no se olvide, además, que una de esas poten cias habían sido los Estados Unidos con sus vitales envíos de carburantes desde el m ismo mes de julio de 1936 y en condiciones muy favorables para España. Si el comer cio y la financiación exterior tuvo que restringirse durante la segunda guerra mun dial no fue por deseos ni teorías autárquicas de Franco sino porque ante las circuns tancias y la evolución de la guerra no quedó otro remedio. Pero el comportamiento de l gobierno español durante el breve intervalo de paz entre abril y septiembre de 1 939 no dejaba lugar a dudas. Con las cifras referidas a pesetas oro de 1939, la balanza comercial española no se presentaba desfavorable. Las exportaciones a Gran Bretaña en ese período ascendieron a 61 millones de pesetas frente a 18 millones la s importaciones. Las relativas a Alemania fueron 59 y 44, para Estados Unidos 26 y 49, con claro predominio de las importaciones. Es decir que España había exportad o a estos tres países por valor de 145 millones frente a 111 millones de importaci ones. Por otra parte la primera ayuda financiera exterior que recibió España en 1939 fue un crédito de los Estados Unidos para la adquisición de balas de algodón que perm itió restablecer el funcionamiento de la industria textil catalana. Estos intercam bios demuestran con toda claridad que la tendencia de la España de la Victoria no era autárquica sino que buscaba la reanudación del comercio exterior español sin exclu siones . Apenas repuesta de la dramática sorpresa provocada por el pacto germano-soviético la España del 1 de septiembre de 1939 pensaba febrilmente en acelerar los trabajo

s de la reconstrucción y de la paz. Se publicaba, como consecuencia del Fuero del Trabajo (promulgado en 1938) un proyecto de ley para ayudas a la vejez, y se pre paraban por los Ministerios de Marina y Aire ambiciosos programas de modernización ; el programa naval comprendía la construcción de cuatro acoraza Sáncho González seudónimo cioso del Ministerio de Asuntos Exteriores, España neutral, Madrid, 1947 p. 77s. Ver mi Franco de 1982, vol. IV p. 178 n. 25. dos a través de un sistema de financiación semejante al que Franco propuso a Gil Robles cuando era jefe del Estado Mayor central en 1935; mientras el general Yagüe estudiaba con sus expertos un plan de renovación de la flota aérea con la adquisición de tres mil aviones. El servicio nacional de Prensa, dependiente de Serrano Suñer , contraatacaba a la nueva pastoral del cardenal Gomá Lecciones de la guerra y deb eres de la paz, atreviéndose a prohibirla, lo que motivó una acerba crítica del carden al a la censura del gobierno; una vez más Franco apoyó a la Iglesia y ordenó que no se pusiera traba alguna a la difusión ese mismo 1 de septiembre de la pastoral antitot alitaria del Primado, que se publicó en esa misma fecha en el boletín oficial de la archidiócesis. Pero la nueva tensión de la Iglesia y el Estado junto con los fantástic os proyectos de modernización militar se ahogaron en la nueva y mucho más terrible n oticia de esa jornada: a las cuatro horas cuarenta y cinco minutos de la madruga da de ese 1 de septiembre de 1939 y en cumplimiento de la orden dada por Hitler para la operación Caso Blanco el poderoso ejército alemán cruzaba la frontera polaca d e Silesia tras una sucesión de provocaciones a las que nadie prestó el menor crédito. El Ejército alemán gozaba de una inmensa fama en España, por la actuación de la Legión Cóndo r durante la guerra civil; pero el inequívoco carácter católico de Polonia atempera mu chos entusiasmos germanófilos, sobre todo cuando llega la noticia de que, con su a levosía congénita, la Unión Soviética ordena dos semanas después al Ejército Rojo la invasión de Polonia por el Este en virtud del protocolo secreto contenido en el pacto ger mano-soviético de unos días antes. Es muy importante señalar que, con su declaración de neutralidad comunicada al embajador de Alemania von Stohrer por el ministro de A suntos Exteriores Beigbeder el mismo día 1 de septiembre, Franco se atiene al comp romiso que había formulado ante Francia e Inglaterra poco antes de la crisis de Mu nich. Para que no haya dudas, el ministro español anuncia al embajador alemán la sus pensión indefinida de la ratificación del tratado cultural hispano-alemán. Es importan te subrayar que esta eficaz declaración española de neutralidad ante la guerra europ ea se formula dos días antes de la declaración de guerra a Alemania notificada el 3 de septiembre por Francia e Inglaterra . Que la víctima de Hitler fuera la católica Po lonia impulsó a Franco a su fulminante declaración de neutralidad, que alegró sobreman era a Pío XII. En la mañana del 3 de septiembre Franco envió un telegrama a Mussolini con la aspiración de que se localizara el conflicto europeo. Un mes más tarde, ante el fracaso de su gestión mediadora, el propio Franco decla1 Declaración de neutralid ad en U.S. Department of State, Documents on German Foreign Policy, 1949, VII, 502, documento 524. ró a Manuel Aznar en la prensa española: Sí, es cierto que me dirigí a las potencias d emocráticas para sugerirles la necesidad de que se hiciese lo necesario a fin de e vitar la desaparición de Polonia. A esto me movían mi deber como caudillo de un pueb lo católico y mi interés por la suerte de Europa . No fue posible. España carecia de ent idad como potencia mediadora y el 3 de septiembre a las once de la mañana Inglater ra declara la guerra a Alemania y Francia la sigue a las cinco de la tarde. Al día siguiente Franco publica en la prensa española su llamamiento desesperado por la paz en Europa: Con la autoridad que me da el haber sufrido durante tres años el pes o de una guerra para la liberación de nuestra patria, me dirijo a las naciones en cuyas manos se encuentra el desencadenamiento de una catástrofe sin antecedentes e n la Historia para que eviten a los pueblos los dolores y tragedias que a los es pañoles alcanzaron . El mismo día 4 de septiembre ordena, por decreto, la más estricta ne utralidad a los súbditos españoles . La Italia de Mussolini elegía una situación más comprom etida: la no beligerancia ; Portugal se sitúa exactamente como España. El todavía ministr o de Asuntos Exteriores de Francia, Georges Bonnet, escribiría en 1947: Hacia fines de agosto de 1939 el señor Lequerica, (embajador entonces en París) reafirmó la neutr alidad española en caso de guerra europea. Unos días más tarde se proclamó oficialmente. El gobierno de Madrid la observó completamente durante los años 1939-1940. Las fábric

as españolas produjeron armas y aviones para nosotros. El Marruecos francés pudo dej arse enteramente indefenso sin el menor peligro, y los hombres, con su material, fueron enviados al combate, donde se les necesitaba de forma acuciante. El juni o de 1940 no había más que un regimiento francés en Marruecos y en Argelia . En Inglater ra se creyó en la neutralidad española sobre todo desde que el 19 de junio de 1939 e l general Aranda había comunicado al Daily Express la inquebrantable resolución español a de no intervenir en un posible conflicto europeo . El 5 de septiembre Franco rea firmaba la misma posición frente a Alemania; y enviaba, por medio del agregado nav al, una carta en la que declara la total interrupción de los suministros a submari nos alemanes que hasta entonces se había permitido en los puertos españoles . Al leer esta información Franco comentó: Nosotros nunca hicimos esos suministros; simplemente se hizo la vista gorda como indicando que los submarinos consiguieron ayuda en a lta mar, fuera de los puertos. El 6 de septiembre el secretario de Estado 1 Intentos de mediación y declaración de neutralidad en Sancho González, España neutr al op. cit. p. 88 y F. Diaz Plaja La posguerra española en sus documentos Barcelon a, Plaza y Janés, 1970., p. 25. El testimonio de Bonnet en C.H. Hayes, The United States and Spain, N. Yor , Sheed and Ward, 1951, p. 151s. La interrupción del sumi nistro a submarinos en Ch. Burdic , El avituallamiento de los submarinos alemane s en España 1939-1 942, resumido por L. Papeleux en Le Soir, enero de 1972. norteamericano, Cordell Hull, se adhiere a la propuesta española de paz en esta nota al embajador de España: El gobierno de los Estados Unidos comparte en absolut o la opinión de que la extensión del conflicto actual causaría sufrimientos indecibles a las poblaciones de otros países. Por eso el gobierno de Estados Unidos acoge la iniciativa del jefe del Estado español y por su parte está dispuesto a emplear toda su influencia como lo hizo en el pasado para el restablecimiento y mantenimient o de la paz entre las naciones . Por su parte Francia dio toda clase de facilidade s para el tránsito de los tesoros del Museo del Prado que volvieron sin daño alguno de Ginebra a través de la Europa en guerra. En Madrid se publica, con éxito muy sign ificativo, un importante empréstito de la paz, en obligaciones del Tesoro al 3 por ciento por valor de dos mil millones de pesetas para la reconstrucción de España. F ranco decide nuevos nombramientos para su esquema de renovación política: el populis ta de Falange, Gerardo Salvador Merino, es el delegado nacional de Sindicatos y uno de los oradores del discurso de la Comedia, el jurista Alfonso García Valdecas as, acepta la dirección del Instituto de Estudios Políticos, un organismo de investi gación y reflexión que actuó a gran altura, casi nunca reconocida. El 12 de septiembre Franco designa a los miembros del nuevo Consejo nacional de FET. El primer nomb re es el de Pilar Primo de Rivera, el segundo Ramón Serrano Suñer, el tercero el gen eral Muñoz Grandes. Figuran por vez primera en el Consejo el político bilbaíno José María de Areilza y el capitán de fragata Luis Carrero Blanco. Cesa el general Queipo de Llano, recientemente sustituido en la capitanía general de Sevilla por el general Saliquet; y accede el general laureado Antonio Aranda. Se registra un predominio de falangistas de la primera hora (más de veinte) unos ocho neofalangistas, como Serrano Suñer y tres distinguidos miembros de su equipo cultural, Pedro Laín Entralg o, Antonio Tovar y Dionisio Ridruejo; se mantiene elevada la proporción de militar es y aparecen varios nombres monárquicos, además de Carrero y Areilza, como el direc tor de ABC, marqués de Luca de Tena, que había saludado a la Victoria en Madrid desd e su periódico recuperado del latrocinio republicano con una serie de resonantes p ortadas. El numero de monárquicos declarados en el nuevo Consejo resultaba sorpren dente; más de veinte, mientras los de origen carlistas apenas rebasaban la media d ocena. En la inauguración del Consejo nacional, que se celebró con pompa en el monas terio burgalés de las Huelgas el 26 de septiembre, Franco aludió veladamente a las d ificultades con la Iglesia por el restablecimiento del derecho de presentación de obispos y sugirió que esta fórmula tradicional había conseguido la armonía de los dos po deres en el pasado y mantenía su validez para el futuro. Franco se había referido, s in carácter peyorativo, a su llamamiento a las democracias a favor de la paz pero la ideología oficial del régimen estaba muy lejos de la democracia liberal. Lo reafirmaba el joven y bri llante historiador José Antonio Maravall Casesnoves en el artículo Consideración históri ca de la guerra española publicado en Arriba el 16 de septiembre: Hay algo en la cr

isis europea de hoy que puede afirmarse gracias a la cruzada española: cualquiera que sea el resultado militar (de la guerra europea), la retirada histórica de la d emocracia como forma política y la generalización del régimen de estados nacionales ba sados en la autoridad y en la relación personal de servicio . Así pensaban la gran may oría de los miembros del Consejo nacional, sin excluir a los monárquicos, así pensaba Franco; los portavoces de tal convicción en 1939 acometerían luego tras la victoria aijada, una difícil operación de transformismo político que debe considerarse como un hecho real, sin fáciles menosprecios; porque en 1939 no había demócratas en la España ve ncedora ni en la España vencida y quien entonces lo fuere que tire, desde una memo ria auténtica, la primera piedra. Tras la solemne y relativamente vacía sesión del Consejo nacional (que no hizo prác ticamente nada durante su vigencia) Franco visitó Oviedo, con extraña ausencia del g eneral Aranda, donde recibió la trágica noticia de que el Ejército Rojo había invadido p or la espalda a Polonia, ya derrotada por los alemanes. Al día siguiente de su vis ita a Gijón, el 19 de septiembre, Polonia capitula ante sus dos invasores, que se reparten su territorio mártir. El 21 de septiembre el profesor Javier Conde, uno d e los intelectuales políticos más destacados de España, empieza la publicación por entre gas de su trabajo La idea nacional-sindicalista de la nación. Cuando termina el ve rano de 1939 aparecen en la prensa y en las declaraciones oficiales una, durísima, del general Muñoz Grandes, secretario general de la FET contra las primeras manifes taciones de una serie, que será continua, de escándalos comerciales e intentos de ac aparamiento de artículos de primera necesidad; la prensa resucita para designar al nuevo fenómeno el viejo nombre republicano del estraperlo, aquella ruleta trampos a de unos aventureros austriacos que desde 1934 desencadenó un tornado político capa z de acabar con la situación de centro-derecha. El 12 de octubre, fiesta nacional que entonces se llamaba Día de la Raza, -en la acepción menos racista del mundo, por que se fundaba en el hecho general del mestizaje de España en América Franco creaba s u Casa Civil, para cuya jefatura designó a don Julio Muñoz Aguilar, monárquico tradici onalista; y se refirió por vez primera públicamente a la Cruzada con el nombre más genér ico de guerra civil. El 17 de octubre se despide emocionadamente de la ciudad de Burgos, la capital de la España nacional, donde deja como recuerdo los planos de la última fase de las operaciones en la guerra de España. Poco después creará también su Casa Militar, al frente la cual pone a su pariente y fiel colab orador, el ya coronel Francisco Franco Salgado. El día 18 se dirige a Madrid, dond e ha decidido fijar su residencia en el palacio del Pardo, muy cerca de la Quint a que fuera mansión del príncipe de Asturias don Alfonso y del presidente de la Repúbl ica Manuel Azaña. Pero las obras de acondicionamiento no han terminado aun y mient ras tanto Franco se instala en el palacio de Viñuelas, junto a la carretera de Col menar, de donde sale el 20 de octubre para recibir en la estación de Atocha los re stos de su antiguo jefe de Alhucemas, el general Sanjurjo, que vienen de Portuga l camino de Pamplona, reclamados por Navarra. Con la ley del divorcio recienteme nte derogada y la de haberes al clero que se decide en el primer consejo de mini stros celebrado junto a Madrid, el 21 de octubre, la prensa oficiosa interpreta que se ha restablecido el concordato de 1851 pero la Santa Sede satisfecha por l as nuevas disposiciones españolas, se mantiene inconmovible en negar el privilegio de presentación de obispos. Como factor clave de la reconstrucción española las unive rsidades de toda España abren sus puertas a fines de octubre después de mantenerlas cerradas durante toda la guerra civil. De cara al invierno la amenaza del estrap erlo aumenta hasta tal punto que Franco hace expresamente uso de sus prerrogativ as y promulga una ley con establecimiento hasta de pena de muerte por tales acti vidades especulativas . Nunca abandonó a Franco su fe en la misión histórica que le había tocado servir. Por ello ordenó el 11 de noviembre que toda la documentación sobre los dos bandos de la guerra civil se recopile y archive en el Servicio Histórico Militar, con el nombre de Archivo de la Guerra de Liberación, con lo que prestó un incalculable servicio a la Historia. El nuevo equipo designado por el director del Instituto de Estudio s Políticos Alfonso García Valdecasas dice más que cualquier argumento sobre la catego ría intelectual y cultural del Instituto, que algunos críticos desviados se atreven

a incluir en lo que llaman el erial para referirse a la cultura en la España de la p osguerra; esos nombres son nada menos que Ramón Carande, Antón Riestra, Javier Martíne z de Bedoya, Melchor Fernández Almagro, Manuel Torres López, Antonio de Luna, Fernan do Castiella, Joaquín Garrigues y Díaz Cañabate. 1 Las informaciones de prensa las tomo, salvo indicación en contrario, del diar io oficioso Arriba. El respaldo USA a la tesis de Franco sobre la paz mundial en Sancho González, op. cit. p. 89.Sobre la salvación del tesoro artístico español ver José Lino Vaamonde, Salvamento y protección del tesoro artístico español, Caracas, 1973. El estudio del profesor Javier Conde se ha reproducido en Escritos yfragmentos polít icos, Madrid, I.E. P. 1974 Sobre el estraperlo cfr. las duras páginas de D. Ridrue jo en Casi unas memorias Barcelona, Planeta, 1976, p. 273s. Franco alterna los logros en la reconstrucción con las evocaciones históricas más p rofundas. El 18 de noviembre se ponen de nuevo en funcionamiento los Altos Horno s de Sagunto y dos días más tarde, en el tercer aniversario del fusilamiento de José A ntonio Primo de Rivera, se inicia la lenta procesión fúnebre que traslada, a hombros de sus fieles, los restos del fundador de Falange desde Alicante a su tumba en el monasterio de San Lorenzo del Escorial. Franco había tomado personalmente esa d ecisión, de acuerdo con los hermanos de José Antonio. La comitiva fue recibida en to das partes con sumo respeto, aunque no faltaron los inevitables comentarios e in cluso comparaciones con el entierro de don Felipe el Hermoso. Pero la mayoría de l os españoles no pensaba así . Eran tiempos heroicos, con todos los recuerdos de la g uerra en plena vigencia, y muchos se mostraban conformes con la invocación de un f uturo disidente, Dionisio Ridruejo, cuando decía el 30 de noviembre ante la llegad a de los restos a San Lorenzo: Qué maldición de siglos ofenderá la memoria de quienes n o sepamos defender con la vida y la muerte esta fresca esperanza . Franco utiliza palabras de José Antonio para despedirle en su eterno descanso. Ahora, más de sesent a años después, la figura histórica de José Antonio Primo de Rivera se mantiene viva y l lena de misterio para una España que en su gran mayoría le desconoce, pero le sigue adivinando frente a todos los olvidos. Se han acumulado toda suerte de falsedade s sobre presuntos obstáculos puestos por Franco en 1936 para la liberación de José Ant onio Primo de Rivera; ni me molestaré en rebatirlas. Pese a ocasionales desacuerdo s sobre política concreta Franco estimó siempre con profundidad el ejemplo del hijo del general de Alhucemas y en 1939 intuía de forma oscura, pero cierta, una identi dad entre los destinos de José Antonio y de él mismo. Hoy reposan juntos frente al m ismo altar de la basflica del Valle de los Caídos. Pero nostalgias aparte reaparecía n en España a fines de 1939 los grandes espectáculos de masas, la Liga de fútbol y las competiciones ciclistas, una y otras con nuevos rasgos patrióticos: el Atlético de Madrid se llamaba Atlético Aviación y la primera prueba ciclista importante era el Gran premio de las Regiones Liberadas , en el que reapareció brillantemente el gran equi po republicano de los últimos Tours de Francia. En el mundillo de los círculos bien i nformados se contaban y no acababan las desventuras del espléndido escritor y demas iado audaz diplomático Agustín de Foxá, trasladado fulminantemente desde la cálida Roma a la helada Finlandia cuando Mussolini supo de sus comentarios sobre los amores del Duce con Claretta Petacci. Pero Finlandia, el país nórdico que tantas simpatías su scitó siempre en España, se convertía en noticia mucho más trágica cuando se supo que el 3 0 de noviembre de 1939, amparada en las cláusulas secretas del pacto germano-soviéti co, la URSS bombardeaba su capital, Helsin i pero las divisiones soviéticas se estrellaban, contra todo pronostico, en la heroica defensa que supo oponerles el mariscal Mannerheim. Nadie lo supo entonces pero la guerra mundial estuvo a punto de cambiar de signo; los aliados occidentales se esforzaron inútilmente en c onseguir permiso de Suecia para apoyar a Finlandia y el ejército francés de Siria, a l mando del general Weygand, se preparó para atacar por el sur al coloso soviético. La germanofilia que era mayoritaria en España aunque se vio muy comprometida por l a agresión a Polonia ahora se convirtió en protesta general contra la URSS agresora de Finlandia. Stalin había dejado de ser, aparente y provisionalmente, el enemigo de Alemania pero siempre fue el gran enemigo de España, hasta su muerte. Los diari os de Madrid Arriba y El Alcázar, inequívocamente favorables al régimen de Franco, dir igieron una dura campaña contra la agresión soviética. Al frente del consejo de minist ros el propio Franco se sumó a la protesta el 8 de diciembre:

ante la bárbara invasión de Finlandia por Rusia, España muestra su honda simpatía haci a los finlandeses . El marqués de Luca de Tena, director de ABC, acepta la Embajada de España en Chile, donde fue mal recibido por los partidarios del Frente Popular. Pero en Madrid los miembros de la Real Academia Española eligen director a José María Pemán, a quien Franco quiso honrar personalmente en su toma de posesión. España sigue apasionadamente las incidencias de la guerra mundial, que el 18 de diciembre of rece uno de sus más dramáticos episodios: el hundimiento del acorazado de bolsillo ale mán Admiral Graf Spee ante la escuadra británica, pero por decisión de su comandante, cuando se ve obligado a abandonar su refugio de Montevideo. En plena Navidad y p ara celebrar el 60 aniversario del mayor asesino de la Historia, Josif Stalin, l a Internacional Comunista le dedica este abyecto elogio: Al jefe, maestro y amigo del pueblo trabajador del mundo, a ti, querido camarada Stalin, gran jefe, saga z maestro y amigo supremamente querido del pueblo trabajador del mundo entero, e l Comité Ejecutivo de la Internacional dirige sus ardientes saludos bolcheviques, con motivo de tu sexagésimo aniversario . En su mensaje de fin de año Franco celebra s u nueva aproximación a la Iglesia, una vez que el cardenal Gomá ha renunciado ya a l a protesta ante la absorción de los Estudiantes Católicos por el sindicato universit ario falangista, y el jefe de aquellos, Joaquín Ruiz-Giménez y Cortés, acepta su propi a integración, de acuerdo con la Iglesia, en la alta política del régimen, a la que se rvirá eficazmente. Franco se refirió crípticamente a las primeras manifestaciones de o posición monárquica al régimen, que alterna sus tertulias frívolas con los lugares de crápu la y trata de desengañarla al repudiar el sistema bicéfalo que esterilizó la obra y faci litó la caída del general Primo de Rivera es decir la dualidad entre el Rey y el Dict ador. Manifiesta su deseo de liquidar las consecuencias penales de la guerra per o no al estilo liberal, con monstruosas y suicidas amnistías pero excusa a las masas arrastradas por la propaganda de sus dirigentes. Apunta luego lo que deberá ser el resurgimiento naci onal por sectores, sin ocultar la esperanza de encontrar oro en que tan rica fue la España antigua. Pero no perdía el sentido de la realidad: y difería con pretextos administrativos las reclamaciones para el suministro a submarinos que le solicit aba la embajada alemana . Las relaciones de España en el contexto estratégico de la segunda guerra mundial se ajustan, en esta biografía, al luminoso estudio del profesor norteamericano Ray mond Proctor Agonía de un neutral2, La versión inglesa de este libro me impresionó tan to que decidí ordenar su traducción española la cual a su vez cautivó por completo a Fra nco, quien dijo a su autor cuando le visitó poco después en mi presencia: Es el libro más importante que se haya escrito nunca sobre el problema . Es también muy valioso e l ensayo del profesor C.R.Halstead Un africain méconnu, le colonel Juan Beigbeder en Revue d~ Histoire de la 2éme guerra mondiale, 83(julio 197 1)36s. Proctor, que en su condición de antiguo militar ha tenido acceso a la más importante documentación no rteamericana demuestra la tesis de que a fines de 1939 Franco no sentía el menor d eseo de vincular el destino de España a las potencias del Eje. Franco deseaba mant ener a España fuera del conflicto mundial porque era consciente de la vulnerabilid ad de España ante un posible ataque aliado a sus principales comunicaciones con Al emania después de la derrota de Francia: los dos extremos del Pirineo, sin contar con el especial peligro para las Baleares y las Canarias. Por otra parte el pueb lo español estaba harto de guerra después de la guerra civil. En este contexto se si túa el intento de Beigbeder, alentado por Franco, para crear un bloque de neutrale s capaces de evitar la extensión del conflicto. En su testimonio indicado el embaj ador Hayes coincide con la opinión de Proctor y Halstead, que me parecen infinitam ente mejor fundadas y documentadas que el obsesivo belicismo atribuido gratuitam ente por Paul Preston a Franco. 1 Para las desveturas de Agustín de Foxá y la reacción española a favor de Finlandia cfr. el libro de un agudo testigo antifranquista (excolaborador de Serrano Suñer) Ramón Garriga, La España de Franco, Puebla (Méx.) Cajica, 1970, p. 103s. Los valiosos recuerdos de Juan Ignacio Luca de Tena en Mis amigos muertos, Barcelona, Planeta , 1971 p. 31. El detonante elogio a Stalin en J. Degras, The Commuist Internatio nal..., op. cit., p. 460s. Los acontecimientos de la segunda guerra mundial los

tomo de H. Hüber y A. Müller. El Tercer Reich dos vols. Barcelona, Plaza y Janés, 1967 . 2 Madrid, Editora Nacinal, 1972. LA DOBLE BAZA DE FRANCO PARA EVITAR LA ENTRADA DE ESPAÑA EN LA GUERRA Ante la victoria inesperada y aplastante de la Alemania de Hitler sobre los a liados occidentales de Europa Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Francia y. no se olvide , el Reino Unido, que había enviado para la defensa de Francia un poderoso Cuerpo Expedicionario, como en 1914 es humana e históricamente comprensible que Franco sin tiera una tentación, que llamaré inevitable y suprema, de participar en la guerra mu ndial en contra de Inglaterra y Francia, a quien Franco consideraba como enemigo s históricos porque lo eran, y por lo tanto a favor de Italia y Alemania, que nunc a habían sido enemigos de España en la Historia sino todo lo contrario, profundament e vinculadas a las mejores épocas de España, por ejemplo bajo Carlos 1 de España, V de Alemania, Rey de gran parte de Italia. La suprema tentación no se refería a una rec onquista del Imperio español en América, en la que Franco nunca pensó. Pero sí en una im portante ampliación del protectorado y el dominio español en el norte de África, a cos ta de Francia. España poseía en África dos plazas de soberanía, Ceuta y Melilla y había do minado en el siglo XVI otras desde Orán hasta Túnez y Trípoli. El carácter africanista d e Franco y su ministro de Asuntos Exteriores Juan Beigbeder pudo contribuir a qu e los dos sintiesen esa suprema tentación que parecía inevitable. La tesis de los hi storiadores antifranquistas es que Franco no entró en la guerra europea en 1940 po rque Alemania no quiso, es decir que Alemania rechazó a España. Ante la documentación disponible, que es exhaustiva, creo que esa tesis no se puede sostener. Admito q ue existió la tentación, ya he indicado los motivos. Pero una tentación no se conviert e en hecho hasta que se toma una decisión y esa decisión Franco y Beigbeder no la to maron jamás, porque Franco poseía un alto sentido estratégico del que hizo gala en aqu ellos meses difíciles. He llegado a esta conclusión ante los documentos y los testim onios que voy a exponer, no porque me haya empeñado en retorcer esos datos para ac omodarlos a una tesis preconcebida, como creo que hacen Preston y compañía no digo q ue por mala voluntad sino por sus propias convicciones ideológicas internas. Ante la creciente posibilidad de que la guerra europea se aproximase a sus fr onteras España diseñaba, en su manifiesta debilidad, una estrategia capaz de evitar su entrada en la guerra bajo cualquier supuesto y a la vez intentaba mantener, c on dificultades cada vez mayores, el ritmo de su reconstrucción y su modernización. En plena crudeza del primer invierno de guerra exterior, el consejo de ministros apro baba, en el mes de enero de 1940, dos leyes importantes; la de unidad y estru cturación sindical y la de colonización agrícola, que se presenta ambiciosamente como principio de una reforma agraria pero que de hecho conseguirá en el tiempo logros de suma importancia. Ante las insistentes presiones alemanas el 30 de enero se r ealiza con éxito el primer aprovisionamiento consentido de un submarino alemán, el U -25 cerca de la costa española por un mercante alemán, el Talía sin que los aliados se enterasen; pero al poco tiempo los submarinos alemanes hunden al mercante español Banderas que navegaba a la cola de un convoy aliado y entonces Franco ordenó de n uevo la suspensión de toda ayuda de ese tipo . El 7 de febrero Franco visita detenid amente con su esposa el Museo del Prado y no puede reprimir su emoción ante Velázque z y Goya. Tres días después, en un nuevo intento de institucionalizar al régimen el go bierno decide el restablecimiento del Consejo de Estado, vital para las relacion es jurídicas del poder. Comienzan las obras de prolongación y explanación del isabelin o Paseo de la Castellana, el hermoso eje Norte.Sur de Madrid, cuyo ayuntamiento quiso dar el nombre de Franco a todo el paseo, hasta que Franco ordenó restringir la denominación a la parte nueva, la construida durante su época desde pasados los N uevos Ministerios, pese a lo cual en el triunfo municipal de las izquierdas el año 1979 se borró el nombre de Franco para ese tramo y Franco se quedó sin calle en Mad rid, mientras muchos de sus generales y su propio hermano Ramón la mantienen hasta hoy. A mediados de febrero Franco visita la comarca de Puertollano para animar a los constructores de un gran complejo industrial en aquella región agrícola; y el 25 de febrero inaugura una barriada popular de setecientas casas en el antiguo C

ampo de Comillas, donde en 1935 Manuel Azaña había congregado a medio millón de madril eños para proclamarles la venida del Frente Popular. La neutralidad se cumplía en la s pantallas de cine: los noticiarios Fox Movietone alternaban con los del instit uto italiano Luce, triunfaban los hermanos Marx en Un día en las carreras, las pro ducciones fol lóricas que ahora, sesenta años después, se reponen con nostalgia y Celi a Gámez, estrella de las variedades y de la propaganda de guerra en el bando nacio nal, encandilaba a sus adictos con Baile en el Savoy . También triunfaba Pemán en el teatro con La Santa Virreina y el cine italiano hacía al español un gran regalo que por desgracia no se ha actualizado como merecía: Sin novedad en el Alcázar. El 23 d e febrero el gobierno aprobaba una ley para la represión de la Masonería y el Comuni smo, las que para Franco eran principales instituciones internacionales enemigas de España, sin suficiente distinción de matices; porque era cierto que un gobierno masónico de Rusia dio paso al régimen Según Ch. Burdic , en el resumen cit. p. 5. comunista en 1917, pero también que la Internacional Comunista había proscrito lu ego a la Masonería como institución capitalista. La ley instituía un tribunal especial que actuó duramente en numerosos casos; esa actuación se sigue estudiando desde la ve nganza y el sarcasmo, y por tanto sin posible lucidez y objetividad. A principios de marzo los monjes de Montserrat, que habían perdido varios herma nos en la persecución roja, entregaron a Franco el pergamino de cofrade, que lleva por fecha el 24 de abril de 1939. El 8 de marzo don Juan de Borbón envía una intere sante carta a su primo don Javier de Borbón-Parma, abanderado del carlismo, en la que rechaza la acusación de liberal que se le prodiga desde las filas carlistas pa ra negar su legitimidad sucesoria; en esa carta se ratifica expresamente en los principios de Monarquía tradiconal, orgánica, corporativa y autoritaria que manifestó ante los miembros de Acción Española cuando les recibió con motivo de su boda romana e n 1935. De forma muy coherente recuerda su intento de luchar en la guerra de Esp aña a favor del Alzamiento nacional, por lo que para sus lejanos proyectos de rest auración monárquica Franco le incluyó en la misteriosa cajita sellada de la que pronto h ablaría al general Kindelán. El 12 de marzo, una vez que Suecia había impedido el paso a la expedición aliada deseosa de ayudar a Finlandia, el heroico país nórdico capituló ante la URSS que amputó partes muy sensibles de su territorio. Dos días más tarde, en un nuevo episodio de las tensiones entre Ramon Serrano Suñer y los ministros milit ares del gobierno, cesa de sus cargos en el Movimiento el general Agustín Muñoz Gran des. Pero no mucho más tarde se vería que estas tensiones desgastaban al que era en apariencia superministro más que a los generales que chocaban con él. Una fuente nada sospechosa, la historiadora soviética Svetlana P. Pozs árs aya, h a estudiado en su trabajo La diplomacia secreta de Madrid este período español con i nnegable competencia. Hacia febrero y marzo de 1940 se replantearon las relacion es económicas hispano-alemanas mediante el sistema Rowa -Sofindus, en vista del re conocido fracaso del proyecto Montana; sin embargo afirma el volumen del comercio e xterior entre España por una parte y Gran Bretaña-USA por otra no iba en zaga al que España realizaba con los países del Eje, y llegaba incluso a superarle . La misma fue nte describe las negociaciones hispano-británicas que se cierran por fin en el acu erdo del 18 de marzo; España recibe un crédito de 18 millones de libras amortizable en diez años con un interés del 4 por ciento a partir de enero de 1942. El negociado r británico para ello fue sir David Eccles, del ministerio de Guerra Económica. El p ortavoz oficioso español confirma estos intercambios económicos, en el primer año completo de guerra mundi al, durante el cual España pagó más de tres millones de libras, es decir la mitad de l a deuda contraída durante la guerra civil. El investigador Halstead denomina acuerd os bien significativos los que el ministro Beigbeder firmó con Portugal, Francia e Inglaterra, a los que cabría añadir el suscrito con Bélgica. Encauzadas estas negociac iones Franco salió para Sevilla con el fin de pasar allí la Semana Santa de 1940. En el desfile de la paz celebrado en Madrid el 1 de abril, primer aniversario de la Victoria, no interviene ninguna representación alemana, sí una italiana, porque Ital ia no ha entrado aún en guerra aunque ya está comprometida para ella tras la entrevi

sta de Hitler y Mussolini en el paso del Brenner. Después del desfile Franco sale para la Sierra del Guadarrama a inaugurar las obras del santuario de los Caídos en el valle de Cuelgamuros, que conocía pr sus excursiones desde San Lorenzo del Esc orial, donde tenía una casa modesta en tiempos de la República. La decisión para const ruir ese gran monumento la había tomado Franco el otoño anterior, cuando residía en el castillo de Viñuelas . La aparente inactividad de los frentes europeos durante la dróle de guerre (la guerra estúpida) del invierno de 1939/1940 iba a saltar en pedazos el 9 de abril d e 1940, cuando las fuerzas alemanas de tierra, mar y aire cumplen la orden de Hi tler para ejecutar la operación Weser. Las tropas de tierra atraviesan sin dificul tades las fronteras de Dinamarca, y embarcan en los convoyes que surcan el Báltico protegidos por la Marina de guerra y la Luftwaffe para invadir Noruega a través d e sus fiordos más accesibles. El éxito de la operación se refleja en el hecho de que l as dos capitales, la de Dinamarca, Copenhague y la de Noruega, Oslo, caen en el mismo día. En España el efecto es una oleada de entusiasmo a favor de Alemania. Recu erdo que en una pizarra de nuestra clase de quinto de bachillerato en el colegio de Areneros apareció esta noticia: Dinamarca es de Alemania, pronto lo será Noruega . Fue sobre todo la juventud escolar y universitaria la que se echó a la calle en mu chas ciudades para celebrar esa noticia. Nadie supo entonces en 1 Sobre los intercambios angloespañoles de 1940, que motivaron protestas aleman as, cfr. Donald 5. Detwiler, Hitler, Franco und Gibraltar, Wiesbaden, F. Steiner , 1962, p. 17 (obra fundamenal para este período). Además en Proctor, op. cit. p. 54 .La carta de don Juan de Borbón a don Javier en F. de González Doria, Don Juan de Es paña, Madrid, Palacios, 1968 p. 216. Ley contra la Masonería y el comunismo en F. Díaz Plaja, La posguerra..., op. cit., p. 38. La investigación soviética sobre la economía española en 1940 aparece en el título citado, editado por la Academia de Ciencias d e la URSS, en traducción encargada por el autor. Datos de Sancho González en op. cit. p. 95. Datos sobre Cuelgamuros comunicados al autor por el almirante Jesús Fontán en 1973. España que precisamente el 14 de abril, noveno aniversario de la República, setec ientos republicanos españoles encuadrados en la XIII media brigada de la Legión fran cesa desembarcaban en Southhampton camino del norte de Noruega, para reconquista r el puerto de Narvi que los aliados consideraban vitar para asegurarse las imp ortaciones de hierro que recibían desde Suecia. La prensa española mantuvo la neutra lidad y, por ejemplo el 19 de abril, reproducía los comunicados de los dos bandos. A fin de mes las tropas aliadas de desembarco recuperaban el importante puerto nórdico . La reacción juvenil española compartida por toda la Falange y muchas personas m aduras adquiere suma importancia histórica para marcar el principio de la manifesta ción general de germanofihia ante la guerra mundial en la mayoría de la población. (La opinión de los vencidos en la guerra no contaba e incluso, para los que vivían en E spaña, se veía arrastrada por la de los vencedores). Franco acababa de ascender al e mpleo superior a un importante conjunto de generales distinguidos en la guerra c ivil, entre ellos los monárquicos Ponte y Kindelán a tenientes generales. Al recibir en el palacio del Pardo, donde ya ha establecido su residencia definitiva, a la Junta Técnica superior de Acción Católica, presidida por Alberto Martín Artajo, Franco les exhorta a la recristíanización de la parte del pueblo que ha sido pervertida . La p rensa aplaude la aparición de los primeros cuadernos de una publicación importante, la Historia de la Cruzada española, dirigida por dos periodistas de probada fideli dad, Joaquín Arrarás y Manuel Aznar, que realmente intenta una reconstrucción histórica de todo el siglo XX español hasta desembocar en la guerra civil. La Historia de la cruzada, reeditada recientemente, ha sido superada en muchos puntos pero mantie ne una parte considerable de su información y su testimonio. Se registró ante ella u na excepción muy significativa; la Cruzada fue criticada con severidad, hasta en s u propio nombre, por la revista de Falange Escorial, fundada en ese mismo año 1940 por Dionisio Ridruejo y otros intelectuales de Falange empeñados noblemente en un intento de reconciliación entre los españoles que habían sido enemigos. Esto suponía la aparición de una corriente crítica dentro del régimen de Franco, sin menoscabo alguno de su lealtad a Franco. El mismo Ridruejo exaltaba el milagro de Franco en una gr

an concentración de 250.000 falangistas celebrada por Serrano Suñer en Valencia el 2 0 de abril, para la puesta en marcha de la Falange en la antigua zona roja, según fr ase del mismo Ridruejo. Se reanudan las actividades del Instituto nacional de Es tadística con un avance sobre 1 Hüber y Müller, El Tercer Reich..., op. cit., II, p. 45 ls. Participación española en E. Pons Prades, Republicanos españoles en la segunda guerra mundial, Barcelona, Planeta, 1975, p. 425s. el censo de la población española, veintiséis millones de habitantes, La mayor ciud ad era Barcelona, con 1.398.000 seguida por la capital, Madrid, con 1.194.000. Las victorias alemanas y su repercusión en España lanzan una nueva oleada de pesi mismo sobre los exiliados españoles. El más importante de todos ellos, don Manuel Az aña, escribe a su amigo José Giral el 16 de abril: Apenas puede hacerse ya otra cosa q ue contemplar con angustia el día de mañana . El mismo día el embajador de Alemania von Stohrer informa a Berlín que Ramón Serrano Suñer parece inclinado a que España entre en la guerra después de la decisión italiana, que se consideraba inminente. Pero el min istro de Asuntos Exteriores Beigbeder, que como sabemos no movía un dedo sin acuer do u orden expresa de Franco, no pensaba de ese modo. Para ello hizo saber de ma nera fehaciente a los dos bandos de la guerra mundial la firme decisión española de mantener la neutralidad, apoyándose en dos bazas que podían resultar débiles en aparie ncia pero que a fin de cuentas resultaron suficientes para mantener a España fuera del conflicto europeo y mundial. Primera baza: la falta de preparación española en armamento y en víveres para la población en caso de intervenir en ese conflicto. Seg unda, la firme decisión española de oponerse con las armas a cualquier intento de vi olar su territorio y su neutralidad por parte de cualquier beligerante, fuera éste el que fuera. Esta doble baza es un punto esencial y uno de los mejor documenta dos de todo el período; la doble baza se mantuvo durante toda la guerra mundial y contradice, por su formulación comprobada, las acusaciones de belicismo pro-Eje ac umuladas por Paul Preston y otros portavoces de la propaganda histórica antifranqu ista. La primera baza, como veremos, fue continuamente esgrimida por Franco ante la s presiones alemanas para que España entrase en la guerra, por ejemplo en la entre vista de Hendaya pero no sólo en ella: fue un argumento permanente y recurrente, q ue en su momento se demostrará. La segunda baza la reacción inmediata y hostil de Esp aña ante cualquier intento de invasión exterior es la más importante y se apoyaba en do s motivos poderosos: la capacidad defensiva de las fuerzas armadas españolas, que todavía era considerable en 1940 y la legendaria capacidad de resistencia del pueb lo español ante agresiones exteriores. Bajo esta doble baza España continuaba en la primavera de 1940 su política de convenios comerciales con los aliados occidentale s, como han visto perfectamente Halstead y Trythall. En este contexto dispuso el gobierno español en aquella primavera la renegociación del acuerdo con la multinaci onal americana ITT con vistas a la nacionalización de la Compañía Telefónica Nacional de España, que acabaría por conseguirs e ventajosamente. Pero vengamos a la baza principal de Franco para mantener a España fuera de la guerra. Beigbeder había advetido en abril dice el profesor Carlos Seco Serrano a Fran cia, Inglaterra e Italia que cualquier intento de violar el territorio español sería contestado acudiendo a las armas: la posesión del archipiélago balear podía resultar, en efecto, tentadora para los beligerantes . La tesis queda clara pero conviene c onfirmarla documentalmente a fondo, tal es su importancia. Veamos ante todo las fuentes diplomáticas españolas y concretamente el testimonio del embajador Doussinag ue sobre las conversaciones con Beigbeder en la fecha fijada por dicho testimoni o, 29 de abril: El ministro estaba preocupado porque la guerra se extendía. Italia adoptaba una actitud peligrosa, siendo de temer que fuera a la guerra. Para nosotros podría ser desastrosa una guerra en el Mediterráneo, que invitaría a unos o a otros al asalto

de las Baleares. Ha hecho saber a Francia, Italia e Inglaterra que cualquier int ento de violar nuestro territorio lo contestaríamos acudiendo a las armas. Esta ma nifestación del general Beigbeder tiene importancia... y su fecha es la del 28 de abril de 1940. Para entonces ya había adoptado España esta resolución, que se converti ría muy pronto en la pilastra fundamental de nuestra actitud durante la guerra, y de la que nos hemos de ocupar, por tanto, reiteradamente. El ministro de Asuntos Exteriores tuvo cuidado de que todos los diplomáticos acreditados en Madrid conoc ieran esta decisión, no limitándose a hacerla saber a los principales interesados... Nos defenderemos con todas nuestras fuerzas y medios contra cualquiera que ataq ue a España . La investigación monográfica de Halstead fija en el 26 del mismo mes las g arantías logradas de Inglaterra y Francia por Beigbeder, en el sentido de que resp etarían la neutralidad y la integridad territorial españolas, caso de que Italia se viera arrastrada a la guerra; según el mismo investigador en el informe elevado a Roosevelt por el embajador extraordinario en el Vaticano, Mirón Taylor, se daba cu enta de la expresa amenaza italiana de buscar una salida al océano con mención de tr es etapas: Baleares, Marruecos y Gibraltar. El documento clave para demostrar ho y la seriedad de la actitud española es el señalado en los archivos decimales del De partamento de Estado con el numero 7400011 EW 1939/3751. En él se refleja una comu nicación española según la cual el país seguirá neutral dispuesto a tomar las armas contra cualquiera que atente a su soberanía . La fecha del documento es 5 de mayo de 1940. Es la misma actitud de las vísperas de Munich, una verdadera constante en la polític a exterior de Franco. Que la decisión española se comunicase en 1940 a los Estados Unidos es muy significativo para confirmar la visión estratégica de Franco. Es impor tante señalar que ese compromiso de 1940 se formuló por España no ante el peligro de u na invasión aliada, sino procedente del Eje. Además de la eficacia de las previsione s y decisiones españolas debe reconocerse que intervino a favor de Franco el facto r suerte pero ello no es un demérito sino una cualidad muy de alabar. Terminaba el mes de abril y avanzaba el de mayo de 1940 con el pronóstico de qu e la entrada de Italia en la guerra parecía inevitable. El Papa Pío XII, el primer m inistro de Francia Reynaud, el presidente Roosevelt escriben a Mussolini para di suadirle de su proyecto belicista. También lo hace Franco antes de acabar el mes d e abril. El diario del conde Ciano confirma la misiva de Franco en su entrada de l 3 de mayo: Franco ha enviado uno scialbo messagio al Duce en el que confirma la absoluta e inevitable neutralidad de España, que con ello pretende rehacerse los huesos ALEMANIA DUENA DE EUROPA CONTINENTAL El 5 de mayo un sector de la prensa española pierde su prudente equilibrio y re clama la intervención de España a favor de Alemania, abiertamente. Dionisio Ridruejo , en un resonante artículo, El destino aceptado, exige para España un puesto en el co mbate . Lo más grave es que muchos españoles estaban de acuerdo. Pero en esa misma fec ha el ministro Beigbeder es decir, Franco confirma al embajador americano Weddell que España permanecerá neutral, presta a tomar las armas contra cualquiera que atente a su soberanía . Esta misma idea la había suscrito Franco dos días antes en su carta a Mussolini. En los informes diplomáticos alemanes se registra una declaración de Fran co en el consejo de ministros del 5 de mayo, en que reivindica expresamente la d evolución de Gibraltar por medios pacíficos, pero deja entrever que puede utilizar o tros ante una negativa cerrada. Una semana antes Franco había enviado a Alemania u na misión militar a las órdenes del general Barrón, al que reprocha el mariscal Goerin g que España no cree en la victoria alemana. Barrón, Testimonio de Azaña en Obras Completas, México, op. cit., III, p. 563. La notable biografta de J. Trythall, Franco, Londres, Rupert Hafl Davis, 1970. Carlos Seco Serrano, Hist oria de España Inst. Gallach, 4 ed. p. 322s. Contribución esencial de C.R. Halstead Un africain..., o p. cit., p. 37s.. Cta del

embajador Doussinague en España..., op. cit. p. 22s. Advertencia a Italia en Sa ncho González, op. cit., p. 396 y G. Ciano Diario Milán, Rizzoli, s.d. entrada 3.5.1940. que tiene instrucciones precisas, replica que España no posee los medios para i ntervenir y los enumera brevemente; es una nueva aplicación de la primera baza de Franco para no intervenir. La invocación belicista de Ridruejo no carecía de fundamento. El 7 de mayo el pri mer ministro británico sir Neville Chamberlain anuncia en los Comunes que la amena za alemana contra Francia e Inglaterra es ya inminente. Y dos días después, el 9 de mayo, la inmensa máquina de guerra alemana se va a poner en movimiento según la oper ación Caso Amarillo. En la madrugada del 10 de mayo de 1940 ciento treinta y seis divisiones alemanas, con diez grandes unidades acorazadas en vanguardia, atacan a Francia por encima del pivote norteño de la línea Maginot y por el flanco derecho de la ofensiva, contra un enemigo defendido por la precaria neutralidad de Holan da y Bélgica y, en segunda línea, por el cuerpo expedicionario británico. Contra los P aíses Bajos se lanza el grupo de Ejércitos B del general von Boc ; contra Bélgica el A de von Runstedt; mientras el grupo C, al mando de von Leeb, hace saltar en el f lanco izquierdo del ataque la insuficiente defensa francesa. Nada parece oponers e a los carros del general Guderian, que avanzan de manera autónoma, y ya no eran los inocentes Panzers de la guerra civil española sino los Mar III y IV, más pareci dos a los soviéticos que habían penetrado en Brunete y en Aragón el año 1937. La Luftwaf fe, en ataques por sorpresa, destruía en tierra a la mayor parte de los aviones al iados; los grupos de ejércitos alemanes lanzaban sus flechas para embolsar a las d esbordadas fuerzas enemigas. La impresión fue inenarrable en España, donde oleadas d e opinión se incorporaban a la proclama intervensionista de Dionisio Ridruejo. Fra nco, que participaba de la sorpresa general, esperaba a comprobar la capacidad d e resistencia de los ejércitos aliados, sobre todo el francés. Cedieron al primer em bate alemán las líneas defensivas de Holanda y de Bélgica; los paracaidistas alemanes se apoderaban del fuerte de Eben Emael, llave de Lieja y del camino a Francia. E l gran resultado político de la sorpresa alemana fue la caída del primer ministro br itánico Chamberlain, sustituido por Winston Churchill al frente de un gabinete de guerra que contaba con el laborista Attlee, lord Halifax y sir Anthony Eden. En su primera alocución al pueblo británico Churchill no ocultó el carácter gravísimo de la s ituación pero dejó bien clara la voluntad de vencer. El 14 de mayo capitulaba el ejérc ito holandés pero el aviso no llegó a tiempo y la Luftwaffe, en un primer acto de gu erra total, arrasa la hermosa ciudad de Erasmo, Rótterdam. Al día siguiente el grupo de ejércitos C perfora por varios puntos las defensas de Francia en el sector de Sedan mientras el B llega a las puertas de Bruselas. El ritmo informativo, orque stado por Alemania con compases wagnena nos, se incrementa no ya por días sino por horas. El 16 de mayo el ministerio b ritánico de Información difunde una nota: El Reino Unido tiene el propósito de respetar la neutralidad española , esa sería la indeclinable línea política de Churchill a lo larg o de toda la guerra, lo que provoca la divertida indignación de Paul Preston, que, ignoro la razón, considera a Churchill todavía más enemigo que a Franco. Ese mismo día llega un telegrama cifrado a la embajada de Francia en Madrid, en el que el prim er ministro Paul Reynaud pide al embajador y héroe de la Gran Guerra, mariscal Pétai n, que acuda inmediatamente al servicio de su patria en peligro. A petición de Pétai n Franco le recibe esa misma tarde. Ya no era (Franco) el vencedor de la guerra c ivil dice el biógrafo del mariscal que, como represalia, dejaba en pie al embajador de Francia. Eran dos soldados que volvían a verse y simpatizaban. ...Franco le aco nsejó que no aceptara la carga que se le quería imponer... Su país parece inclinarse h acia el desastre. Va usted derecho al sacrificio... El mariscal contestó: Sé lo que me espera, pero tengo ochenta y cuatro años y sólo puedo ofrecerme a mi país. Mi elecc ión está hecha . Muchos años después Franco recordaba vivamente los detalles de la patética entrevista. El 18 de mayo caen Lovaina, Malinas y Bruselas. España, que parece vivir en otr o mundo, aplaude la creación por el gobierno, esa misma jornada, del Instituto Nac ional del Libro. Al día siguiente otra vieja resonancia histórica española: la toma de

Amberes. Ya está en París el mariscal Pétain, que asume la vicepresidencia del Consej o del que sale Edouard Daladier. Este es el efecto de treinta sños de marxismo había d icho el vencedor de Verdun a Franco durante su despedida. Este momento de eufori a germánica es el escogido por los servicios españoles de prensa para desmentir toda connivencia española con las actividades de sospechosos turistas alemanes en España , (la invasión alemana de Noruega había sido preparada por turistas ) porque, según la no ta, España no estaba dispuesta a mancillar su independencia impuesta por una glorio sa y heroica tradición . El 19 de mayo los carros de Guderian marchan sin aparentes trabas por el noroeste de Francia y el generalísmo Ganelin deja su puesto al gener al Weygand, que reconoce en sus primeras declaraciones el mal cuarto de hora que v ive Francia. Ese mismo día acaba de fracasar en Laon el conrtraataque de una divis ión acorazada francesa a las órdenes de un profeta militar que había previsto la ofens iva de Guderian; el general Charles de Gaulle. Franco seguía esperando una reacción decisiva del ejército francés. La verdadera reacción había confesado a sus íntimos la enco arán los alemanes cuando estén en lucha en campo abierto con los ejércitos franceses, que yo conozco bien y estoy seguro de que se batirán con valor legendario, impulsa dos por su ferviente patriotismo. Lo mismo les pasará cuando se batan los ingleses, pro vistos de buen material de guerra y que saben actuar en el campo de batalla con enorme serenidad y sangre fría . Pero esa reacción militar francesa no llegó y el cuerpo expedicionario inglés fue acorralado hasta huir de mala manera en Din erque. Por eso Franco cambió su anterior admiración ante los ejércitos aliados por su asombro ant e la Wehrmacht, y hasta 1944 estuvo convencido de que Alemania ganaría militarment e la guerra. El táctico traicionó al estratega, por más que a uno y otro se impuso el estadista, como veremos. Todos los generales españoles coincidían con Franco en esa apreciación. Tal vez el duque de Alba era entonces el único español que seguía creyendo en la victoria aliada, y, entre los generales, sólo Aranda, Kindelán y Beigbeder con cedían alguna probabilidad militar a los occidentales, solo alguna posibilidad que luego se fue incrementando. En mayo-junio de 1940 los generales Aranda y Juan V igón se manifestaban germanófilos y el mismo Beigbeder se sentía obligado a conceder a l embajador de Alemania que tal vez España entrara en la guerra al lado de Italia, entonces ya muy presionada por Hitler. Sin embargo Beigbeder debió de ser víctima d e una alucinación pasajera; en el mes de junio advertía al embajador alemán que los al iados no presionaban a España a propósito de las urgencias españolas en alimentos y ca rburantes, por lo que una intervención expresa dejaba de ser perentoria. El 20 de mayo los alemanes toman una ciudad francesa de vivos recuerdos español es, San Quintín. Pero en todo caso Franco ha resistido a los primeros empujes de l a tentación intervencionista. Ese mismo 20 de mayo Ramón Pérez de Ayala escribe una ca rta a Gregorio Marañón, reproducida por Marino Gómez Santos en su notable biografía del insigne médico. Le comunica sus conversaciones con Ignacio Zuloaga, el gran pintor que había conversado en Biarritz con don Ramón, después de pintar, durante un mes, el retrato de Franco, a quien Zuloaga cree cultísimo en materia artística. Y que le repi tió muchas veces: Todo antes que salir de la neutralidad . Tal vez esta decisión renovada de Franco impulsó a su ministro Beigbeder para volver al buen camino. Y eso que por entonces el nuevo avance en flecha de los ejércitos alemanes alcanzaba la costa de Calais por Abbeville y dejaba encerrado al cuerpo británico en la gran bolsa de Dun erque -Osteflde. Se oían ya los cañones alemanes en las costas de Inglaterra cuando Franco da el placet a un nuevo embajador británico cuya envergadura personal equivalía a u n reconocimiento de la importancia de España por parte de Churchill: el ex ministr o sir Samuel Hoare. El Almirantazgo le insiste en el objetivo esencial de su mis ión: salvaguardar a todo trance la neutralidad española para que los puertos atlánticos de la Península no caigan en poder de Alem ania. En mayo de 1940 concluye el profesor Trythall la aproximación de España al mundo cap italista era virtualmente completa . En efecto, el 15 de mayo se llegaba a un acue rdo de principio con la ITT durante las negociaciones por la Compañía Telefónica. El 2 4 de mayo el ministerio de Hacienda, en ausencia del embajador español, solicita a

l gobierno de los Estados Unidos un crédito de primera magnitud, doscientos millon es de dólares. El gobierno francés aconseja al de Washington que conceda la ayuda pe dida por España. El crédito, por desgracia, fracasó por el cambio dramático de la situac ión militar en Francia. El 27 de mayo caía la plaza de Calais en poder de Alemania y el rey Leopoldo de Bélgica se ve obligado a capitular. Los aliados, que han conseguido la toma del p uerto noruego de Narvi , lo abandonarán pronto ante el hundimiento del frente occi dental de Europa. Dentro del ejército aliado acorralado en la bolsa de Dun erque u n destacamento español republicano resiste durante un día entero, el 31 de mayo, a l a presión de fuerzas alemanas diez veces superiores y la noticia se comunica en la prensa española del día siguiente con indisimulada admiración. El embajador del Reino Unido llega a España en el peor momento; Manuel Aznar le recibe con una resonante trilogía de artículos bajo el título Gibraltar, honor y deber de los españoles. Cuando el embajador llegó a Madrid menudearon ante la Embajada británica las manifestacione s de estudiantes y falangistas que arrojaban a las ventanas los duros panecillos negros de la época o los difundidos boniatos del valle del Ebro. Se comentó mucho u na conversación entre sir Samuel Hoare y el director general de Seguridad, que le ofrecía enviarle más guardias como protección. Mándeme menos estudiantes fue la respuesta del embajador. El ministro Beigbeder se hizo pronto muy amigo suyo y Serrano Suñer convenció a Franco de que sir Samuel había seducido al ministro de Asuntos Exterior es, que empezó a pronosticar su inminente cese. Una mañana de mayo Miguel Maura, el ex ministro de la República, recoge en Cauder an al insigne historiador (y eftmero ex ministro) don Claudio Sánchez Albornoz y s e van juntos a visitar a don Manuel Azaña, todavía refugiado cerca de Arcachon junto a la costa atlántica. Maura había expuesto en París al expresidente de la República, do n Niceto Alcalá Zamora, un desbocado plan francés que pretendía invadir España con un cu erpo de ejército en el que se incluyesen fuertes contingentes de refugiados españole s para constituir al sur del Pirineo un reducto contra Hitler. Los lideres de la Republica vencida deberían acompañar, según el plan francés, a ese ejército. Don Niceto se había negado en redondo pero Maura quería consultar con Azaña. C uando llegaron a Pyla-sur-mer encontraron a un Azaña destrozado. Pero cuando le ex pusieron el proyecto francés reaccionó con firmeza en contra: Preferiría el campo de co ncentración a la traición a la historia española . La estampa histórica es sencillamente a rrebatadora . LA TENTACION QUE NO SE CONSUMO El 3 de junio de 1940 Franco escribe una carta a Hitler que, para los histori adores antifranquistas en bloque, equivale a la entrega incondicional de España pa ra entrar inmediatamente en la guerra de Alemania. Vamos a ver muy pronto lo que realmente significaba esa carta. Al día siguiente cae en manos del ejército alemán la gran bolsa de Dun erque, consagración de la derrota aliada en Francia que ya es i rreversible. Es cierto que con riesgos sobrehumanos los británicos consiguen salva r a 338.000 hombres, entre ellos a 215.000 compatriotas, lo que constituye una v erdadera hazaña, pero Churchill cancelará muchas mentiras piadosas cuando declare, i nmediatamente, que las guerras no se ganan con gloriosas evacuaciones mientras s e abandona casi todo el equipo militar. Habían luchado en Dun erque, encuadrados e n las tropas francesas ocho o diez mil españoles de los que consiguieron salvarse unos dos mil, devueltos inmediatamente a Francia por los ingleses por indeseable s, con lo que se privaron de unos combatientes excepcionales. Volvamos a la carta de Franco, escrita en un contexto triunfal para Alemania. A punto ya de adueñarse de toda Europa. Muchos europeos y la mayoría de los españoles pensaban ya que era inevitable una Europa regida por el Orden Nuevo que Hitler anunciaba. Además de preverlo, muchos españoles lo deseaban, entre 1 El alegato belicista de Ridruejo se publicó en Arriba el 5 de mayo de 1940. L a filtración sobre la actitud de Franco ante sus ministros en Detwiler, op. cit. p

. 18. La misión Barrón en Proctor Agonía..., op. cit., p. 55. Las etapas de la ofensiv a alemana contra Occidente en Hüber y Müller, El Tercer..., op. cit. p.458s. La desp edida de Pétain en J. Isorni, Espagne, III, L Aurore,4 de febrero de 1972 y declarac iones de Franco en Arriba, 26 de febrero de 1951 Sorpresa de Franco ante la derr ota de Francia, en F. Franco Salgado, Mi vida..., op. cit. p. 288. Actuaciones d e Beigbeder en Halstead, op. cit. p. 39s., 5 ls. Recuerdos (a veces muy desviado s) de sir Samuel Hoare en su libro Embajador ante Franco en misión especial, Madri d, Sedmay, 1977. Serrano Suñer polemiza brillantemente con él en su citado libro Ent re Hendaya y Gibraltar. Detwiler y Trythall aportan sus datos en sus citadas obr as. La noble actitud de los líderes republicanos en C. Sánchez Albornoz, De mi anecd otario político, Barcelona, Planeta, 1976, p. 172s. ellos prácticamente todos los generales y oficiales del Ejército (no así de la Mari na, nótese bien) y prácticamente toda la clase política, incluida, por supuesto, la Fa lange-Movimiento en pleno. Pero notemos que, como recuerda Trythall, la carta de Franco, firmada el 3 de julio, no sale de España con su portador, el general Vigón, hasta el 10 de junio y no se entrega a Hitler por el mensajero hasta el día 16. L os correos de España a Flandes en el siglo XVI tardaban bastante menos. Las prisas de Franco no parecían acuciantes. Comentaremos la carta en el momento de su recep ción por su destinatario. El 9 de junio con la carta de Franco todavía en España Franco recibe una carta de M ussolini según la cual Italia espera que España recupere Gibraltar tras la victoria del Eje. Franco contesta a vuelta de correo que Gibraltar sería sólo una de las cond iciones de España para entrar en la guerra. Mussolini se da más prisa y cuando ya Fr ancia está virtualmente vencida se incorpora en los Alpes a la lucha de Alemania c ontra los aliados. Arriba salta de alegría belicista en medio de evocaciones hiper bólicas de la guerra civil; Beigbeder, según el embajador de los Estados Unidos, no se recata en comentarle que el gesto de Mussolini es una locura. La reacción de Fr anco consiste en modificar nominalmente la situación española de neutralidad por la más comprometida de no beligerancia. Pero según la interpretación personal que Franco comunicó al embajador inglés sir Samuel Hoare, Lo que no quiere decir la no beligeran cia es que habrá cambios en la neutralidad . Es, evidentemente, una traducción directa del gallego al inglés. Franco enjuició muy negativamente el momento elegido por Mus solini para entrar en la guerra contra una Francia prácticamente vencida, como un gesto poco caballeresco que a España nunca se le hubiese ocurrido. Y el 12 de juni o recibe solemnemente en Palacio las cartas credenciales del nuevo embajador de Francia a quien ofrece colaboración caballeresca, norma de nuestras relaciones . Fran co explica también al embajador americano Wedell el significado de la no beligeran cia: Es una forma de simpatía nacional con el Eje . El maestro italiano de historiado res, Pietro Quaroni, recalca: El hecho de que Franco, a pesar de repetidas solici tudes, haya conseguido mantener su neutralidad, permite intuir la posibilidad difíc il y delicada, pero real de una neutralidad italiana, y la conclusión de que la int ervención italiana en 1940, como en 1915, fue un hecho en gran medida voluntario . N o hace mucho tiempo el presidente de la República italiana, Oscar Luigi Scalfaro, ha elogiado a Franco por el mismo motivo, pese a los cerriles y antihistóricos abu cheos del antifranquísmo visceral. La carta de Franco sale por fin de España el 10 de junio. Cuatro días después, el 1 4, París, ciudad abierta, se entrega sin lucha al Ejército alemán. Radio Nacional de E spaña anuncia a las dos y media de la tarde, con la misma voz no olvidada del part e oficial de guerra, una nota oficiosa: Con objeto de garantizar la neutralidad d e la zona y la ciudad de Tánger, el gobierno español ha resuelto encargarse provisio nalmente de los servicios, vigilancia y seguridad de la zona internacional, para lo cual han penetrado esta mañana fuerzas de las mehal.las jerifianas con dicho o bjetivo. El alto comisario, general Asensio Cabanillas, ha dominado sin problema s el territorio internacional de la legendaria ciudad tingitana con 1.200 hombre s, ampliados luego a 2.000. En el comunicado español, por tanto, no hay ni asomos de triunfalismo imperialista, y se ampara en un motivo jurídico ante la beligeranc ia mutua de otras potencias encargadas de tutelas la ciudad internacional. El em bajador de Estados Unidos comunica en el mismo día de la ocupación que los aliados e uropeos toleran la decisión española ante la interpretación que Beigbeder les ha ofrec

ido y de hecho el 26 de junio el miembro del Parlamento R.A. Butler justifica an te los Comunes la posición española. En Madrid, la Falange se encarga de encauzar el entusiasmo desbordante de los españoles por la noticia. La Junta Política felicita a Franco y orgamza una gran manifestación en Madrid el 14 de junio ante la sede de l Movimiento en Alcalá 44, pero no es Franco quien recibe las ovaciones sino Serra no Suñer: Después de doscientos años de mansedumbre y tristeza éste es el único discurso: A rriba España, Viva España, Viva Franco . Pero Franco está en esos momentos en la Bibliot eca Nacional donde inaugura la gran exposición sobre la reconstrucción de España. Algu ien lo difunde entre la multitud, que se dirige a la calle Serrano para aclamar a Franco, que se niega a hablar. En cambio quedaba muy clara la noble actitud de España por la catástrofe de Francia que perdía su mitológica capital ante los ejércitos a lemanes. Un historiador socialista francés, Max Gallo, reconoce que Franco y su eq uipo conservan, en medio de las terribles tensiones de aquella hora, su sentido d e las realidades mundiales . Y cuando Franco comentó mucho después al nuevo embajador americano Hayes la puñalada por la espalda de Mussolini a Francia, le dijo: Un hida lgo español nunca hubiera hecho eso . Sin embargo, y sin utilizar coacciones, la dip lomacia española propone a Francia que, al perderlo todo, cediese a España territori os importantes en el norte de África. Francia se opone; está decidida a conservar su imperio como baza para negociaciones futuras. Ya se dibujan dos peligrosos fact ores de competencia contra España en África del Norte; la posibilidad de que Hitler apoye al nuevo régimen del mariscal Pétain en el mantenimiento de sus dependencias a fricanas para atraerlo al Orden Nuevo; y las aspiraciones de Mussolini que choca ban con las españolas. Pero el hundimiento de Francia era imparable después de la caída de París. Al día sig uiente salta en pedazos la línea Maginot y cae Verdun, con su leyenda, al primer e mpuje; el vicepresidente del gobierno francés, Petain, conoce la noticia en Burdeo s, donde se ha retirado tras el desastre de París. La Unión Soviética recurre de nuevo a sus cláusulas secretas del pacto con Hitler y se apodera de los tres países báltico s, Estonia, Letonia y Lituania entre el 15 y el 18 de junio. En aquel ambiente c onvulso Winston Churchill regresó a la época de los Plantagenet para proponer a Fran cia, en trance agónico, la unión nacional con Gran Bretaña como única tabla de salvación. No era ajeno a esta fantasía el general de Gaulle, ya subsecretario de Guerra, que volvió a Francia para entrevistarse con el mariscal Pétain, jefe ya de un gobierno de capitulación que había sustituido a Paul Reynaud. La primera gestión del mariscal e s pedir a Franco, por medio del embajador de España en París, José Félix de Lequerica, q ue interponga sus buenos oficios ante Alemania para concertar la paz. La prensa española lo interpreta correctamente: Por conducto de España, Francia pide la paz al Reich . La intervención española ha sido documentada por Donald 5. Detwiler. El minist ro Beigbeder, a una orden de Franco, pedía al embajador de Alemania von Stohrer a las tres de la madrugada del 17 de junio que acudiese para recibir una nota del ministro de Asuntos Exteriores francés, Baudoin, enviada por medio de Lequerica. E l gobierno Pétain reconocía la derrota de Francia y pedía condiciones de paz. La reacc ión alemana fue enviar un telegrama a Madrid a última hora de la noche del 18: El go bierno alemán se mostraba dispuesto a comunicar a plenipotenciarios franceses las condiciones de un armisticio, no para la paz. Al día siguiente, 19, España notifica a Alemania que Francia está abierta a la aceptación del armisticio y pide que el ejérc ito alemán suspenda sus avances para dar autoridad al gobierno francés ante su puebl o; el gobierno desea preservar de la guerra la ciudad de Burdeos en la que se ha bía refugiado. Con esto terminaba la mediación española; España deseaba evitar una front era directa con Alemania en el sur de Francia, lo que no pudo conseguirse porque la zona ocupada por el Ejército alemán comprendía toda la franja atlántica hasta la fro ntera española, con Burdeos dentro de ella. Este era el abrumador contexto de triunfo alemán en que la carta de Franco firmada, recordemos, el 3 de junio va a llegar a manos de Hitler. El ministro v on Ribbenrop recibe al general Vigón en Viergnon y Hitler le concede audiencia el 16 de junio de 1940 en el castillo belga de Acoz, junto a Bruly de Péche. Fran co había tardado una semana en enviar la carta; Hitler otra en recibir al emisa rio. Se trataba, sin duda, de una aproximación muy cautelosa por ambas partes. Dos investigadores fiables, Detwiler y Proctor, han fijado definitivamente el alcan

ce de la negociación Vigón; el tercero, Halstead, concede mayor importancia efectiva a la lista de exigencias españolas presentado por la embajada de España unos días des pués, como resultado de esa entrevista. Franco felicitaba a Hitler en su carta, aunque en términos menos encomiásticos qu e el ministro soviético Molotov, cuyo mensaje ya obraba en poder del Führer. No se o lvide que Vigón era un interlocutor muy válido en su condición de jefe del Alto Estado Mayor, organismo supremo para la coordinación de la defensa militar española. Franc o se compromete más cuando identifica la victoria actual de Hitler con la cooperac ión germano-española durante la guerra civil; realizadas ya dice las esperanzas que se encendieron en España cuando vuestros soldados participaban con los nuestros en un a guerra contra los mismos enemigos, aunque estuviesen entonces ocultos . Era una expresión oportunista mucho más que ideológica y ni siquiera correspondía a la verdad hi stórica y Franco lo sabía; el principal enemigo de España durante la guerra civil era el comunismo, que ahora se mantenía teóricamente como virtual aliado de Alemania, qu e antaño también le combatía en España. Sincera o simulada comenta Detwiler esta tesis de ranco resultaba muy práctica . No hay, en la carta de Franco, ni desbordamiento de e ntusiasmo ni prisa incontenible por entrar en la guerra. Se admite esa posibilid ad; se explica cautelosamente el deseo. Pero se subrayan con mayor intensidad la s dificultades que las ventajas de la intervención española. España, dice Franco, se e ncuentra en una diftcil situación, agravada en estos momentos por la guerra actual, que nos obliga a movernos en un mundo que nos es hostil y que obstaculíza, siempr e que puede, nuestro resurgimiento, con gran perjuicio de nuestra preparación para la guerra. La situación geográfica española ofrece problemas muy graves, sobre todo p or la indefensión de sus archipiélagos, lo que ha obligado a España a mantener oficialm ente un comportamiento neutral . En la conversación con Hitler, como había hecho inmed iatamente antes con von Ribbentrop, el general Vigón insistió mucho más en las dificul tades que en las adhesiones. Vigón que habla en nombre de Franco y con instruccione s de Franco, como Franco me insistió personalmente en 1972 adelanta una posibilidad ingratísima a Hitler: la entada en guerra de los Estados Unidos mediante un desem barco en Portugal o en Marruecos (la segunda opción es la que se realizaría dos años d espués). En ese caso, España esperaba contar con el apoyo de Alemania, a lo que acce dió Hitler. Siempre según los documentos alemanes, Vigón manifestó que después de la guerra España confiaría a Alemania sus intereses; frases amables de Hitler antes de que Vigón concretase. Y Vigón concretó: primero, Gibraltar. Hitler contestó, sin comprometerse demasiado, que tal aspiración española la vería siempre con s impatía . Vigén continuó: España deseaba extender su protectorado a todo Marruecos francés. Hitler preguntó entonces a Ribbentrop si Mussolini no coincidía en la misma aspiración ; y el ministro, sin concretar, confirmó que algo había de ello. Dijo además que Aleman ia se desinteresaba del Mediterráneo y Hitler confirmó que no tenía interés alguno, fuera del comercial, en Marruecos. Hitler demostró que no estaba preparado para tales e xigencias y respondió que para concretar todo sería necesaria una reunión entre él, Fran co y Mussolini. Esa reunión se celebró dos días más tarde en Munich, pero sin Franco. Es paña queda ciertamente marginada; los dos líderes toman vagamente nota de las aspira ciones españolas sobre Orán y Marruecos, pero Hitler sacrifica conscientemente la co laboración española al halago de Francia -como definitivamente ha establecido Toynbe e y se permite además especular sobre el dominio germánico en las Canarias como etapa para la reconstrucción del imperio ecuatorial bismarc iano. La reunión de Munich te rmina el 19 de junio. Franco, que no ha sido invitado, comprende inmediatamente que sus reivindicaciones chocan no solamente con las aspiraciones italianas sino con el imperialismo alemán y con el nuevo compromiso francés que ya operaba en la m ente de Hitler. En este momento puede darse por cancelada la inevitable y suprem a tentación de Franco, que se confirma ante la insuficiente respuesta alemana al m emorandum que entrega Vigón en la entrevista. Un excelente indicio para comprobar el cambio es que el diario oficioso Arriba reproduce con lujo tipográfico, en el p rimer día de la reunión de Munich 18 de junio el gran discurso de Churchill, pletórico d e esperanza inquebrantable: Inglaterra y el Imperio continuarán la lucha hasta la v ictoria. Si es necesario, durante años. Si es necesario, nosotros solos. Hemos con seguido salvar las siete octavas partes de las tropas que teníamos en Francia. Esp ero que la batalla de Inglaterra comenzará pronto; de ello depende la suerte de la

civilización cristiana. Hitler sabe que tiene que derrotarnos en las islas o perd erá la guerra . El 19 de junio el embajador marqués de Magaz, uno de los escasísimos esp añoles que seguía creyendo en la victoria final aliada presentaba en la Wilhelmstrass e una ampliación al memorandun ya entregado por Vigón. En esta ampliación se insistía en las gravísimas necesidades de la población española en el caso de que España intervinie se en la guerra. El gobierno alemán no responde hasta el dia 25, toma nota de las condiciones españolas y considera con el mayor interés una entrada de España en la guer ra . Pero en el terreno de los hechos la respuesta alemana no corresponde a las ex igencias españolas. Cuando Francia va a suscribir el armisticio con el Reich en Co m pi&gne, Beigbeder tantea de nuevo al embajador de Francia sobre la posible ce sión pacífica de territorios africanos a España pero recibe una respuesta tan digna co mo negativa. Al día siguiente Francia accede al armisticio impuesto por el Reich v ictorioso. Creí firmemente en la victoria del Eje reconoce noblemente Ramón Serrano Suñe r desde que vi decidida con tan sorprendente facilidad la campaña de Francia . No es de extrañar que Franco, el gran admirador del Ejército francés, participase entonces d e una convicción parecida pero se negaba a comprometer a España en una guerra necesa riamente desastrosa cuando España aún no se había recuperado, ni de lejos, de su devas tadora guerra civil. En su misma carta a Hitler reconocía una gravísisima desventaja estratégica: la indefensión de los archipiélagos . Vigón había captado perfectamente la com etencia que Mussolini hacía a España en el norte de África y Franco quedó, sin duda, muy dolido cuando Hitler, después de proponer una reunión con Mussolini y Franco, se re unía inmediatamente sólo con el Duce. Pero sobre todo fue la vaga e inconcreta respu esta alemana a las exigencias españolas lo que minó los fundamentos de la tentación in tervencionista que Franco había experimentado durante unas semanas de junio de 194 0, la había expresado de forma más que prudente, sin precipitación alguna y la había des echado para siempre antes que concluyera el mes. Y es que el 27 de junio, a media mañana, una patrulla motorizada alemana llegab a al lado francés del puente internacional de Irún e izaba en el mástil vacío la bandera roja del Reich con la cruz gamada del nacional-socialismo. La situación estratégica de España había cambiado profunda y peligrosamente. Ahora España limitaba al norte co n un beligerante, Alemania y al sur con otro, Inglaterra, en Gibraltar. El título de Serrano Suñer a su primer libro es exactísimo: Entre Hendaya y Gibraltar. Sintomáti camente Franco destituye al general Yagüe como ministro del Aire, por haber autori zado impulsivamente, según fuentes británicas, el aprovisionamiento de aviones del E je en territorio español; el motivo verdadero es el broncazo que Franco le propina en presencia del general Varela, ministro del Ejército, por su duplicidad como mi embro del gobierno y acerbo crítico del gobierno. Luis Suárez transcribe el memorand o de Franco, verdaderamente sobrecogedor. Le sucede el negociador con Alemania, general Juan Vigón. Sin embargo Franco autoriza un nuevo avituallamiento de submar inos alemanes frente a las costas gallegas, entre el 18 de junio y el 1 de julio . El gobierno francés se instala en Vichy mientras Inglaterra reconoce al general Charles de Gaulle como jefe de la Francia Libre. Amparado en su virtual alianza con Hitler, Stalin ordena un nuevo zarpazo soviético en Europa del este, donde se apodera de Besarabia y Bucovina. Consumada su colosal victoria contra Francia, Adolf Hitler era ya dueño de prácti camente toda la Europa continental desde la frontera todavía amiga de Rusia hasta el Atlántico francés. (Con excepción de España, Portugal, Suecia y Suiza, además de las naci ones balcánicas por el momento), todas ellas amenazadas de una u otra manera. Esta era una realidad inmensa, que alucinó al propio Hitler hasta el punto de mantener le en la falsa convicción de que la guerra estaba virtualmente ganada y que debía em peñarse en convencer a Inglaterra de la misma idea. Esta indecisión de Hitler se man tuvo durante los meses de junio y julio de 1940 y probablemente le costó la victor ia final. La división entre sus altos consejeros militares mantuvo la indecisión. Lo s jefes superiores del Ejército generales Jodl y Keitel apoyaban la seguridad de Hit ler sobre una guerra ya prácticamente ganada. En nombre de la Marina, el almirante Raeder valoraba la capacidad inglesa de resistencia y se inclinaba por abandona r el proyecto para la invasión de Inglaterra y cerrar en cambio el Mediterráneo con la cooperación de España en la conquista de Gibraltar. Hitler, ya tarde, reconoció la

causa de su derrota. España, ahí estuvo la clave para la derrota alemana. Tomando ven taja en el entusiasmo que habíamos levantado en España y en el estupor que habíamos pr ovocado en Inglaterra, teníamos que haber atacado a Gibraltar en el verano de 1940 inmediatamente después de la derrota de Francia . Cuando el general Jodl, en su inf orme del 30 de junio de 1940, mencionaba a España como única potencia independiente c apaz de servir a los intereses alemanes, Hitler volvió los ojos hacia Gibraltar dic e Burdic . Pero no lo hizo con intensidad y eficacia suficientes hasta que pasó el mes de agosto. Durante el mes de julio preparó tres operaciones: la León Marino (in vasión de Inglaterra), la agresión a la URSS (Barbarroja) y la ocupación relámpago de Gi braltar ( Félix). Pero cuando se decidió por la tercera había perdido ya la batalla de Ingleterra y Franco lo había advertido perfectamente, como demostraría en Hendaya. El 22 de junio de 1940, según el embajador británico en Madrid, Franco no pensaba que Inglaterra pudiese ganar la guerra, pero sí prolongarla indefinidamente; Fran co creía en una guerra larga. Su enviado Vigón había anunciado ya a Hitler la entrada de los Estados Unidos en el conflicto. Las vitales semanas de aquel verano que p erdió Hitler las ganó Franco. España ya no entraría en la segunda guerra mundial. La sup rema e inevitable tentación estaba cancelada . 1 La carta de Franco a Hitler se transcribe y comenta con acierto en R. Proct or, La agonía ...op.c it. p. 57 y Donald 5 Detwiler, Hitler....op. cit. p. 22-23. Nuestra interpretación coincide con esos dos autores y con el citado Franco del pr ofesor Trythall. . Es fundamental la investigación de Halstead en Un afrícain..., op . HITLER QUIERE LA CESION DE GRAN CANARIA Este y el siguiente son, seguramente, los epígrafes más importantes y más nuevos de este libro; porque lo fueron también en la vida de Franco. Reconstruimos aquí la tr ayectoria de España, bajo la dirección de Franco entre julio y noviembre de 1940, cu ando, tras sus iniciales reticencias e indecisiones, Hitler exigió a Franco la ent rada de España en la guerra de Alemania; cuando, por la negativa y la suerte, no se olvide de Franco, España se salvó de esa catástrofe incalculable. Para la reconstrucción utilizaremos fuentes clásicas, estúpidamente mal valoradas por los antifranquistas morbosos, que son pésimos historiadores porque ponen sus prejuicios por encima de la verdad; y además nuevos testimonios decisivos, aparecidos recientemente y que d ejan en claro todos los problemas que ahora nos ocupan, al centrarse en la entre vista de Hendaya. El 1 de julio los duques de Windsor, otra gran leyenda del siglo XX, llevan y a unos días en España, dentro de la gran riada de automóviles que huyen de los alemane s en Francia hacia las fronteras españolas libres; el autor de este libro pudo con templar esa riada, hasta la llegada de los alemanes al Bidasoa, con sus luces az ules y el ansia de salvación en los rostros de los huidos. Alemania tenía interés en q ue el anterior rey de Inglaterra permaneciese en España como una posible baza para el futuro; pero el servicio de su Patria le impulsó a seguir, con su enigmática esp osa, el camino de América para servir al Imperio en un oscuro destino. Entre los q ue escapaban de la furia alemana se contaron numerosos judíos para los que España vo lvía a ser Sefarad, como veremos en su momento con mayor detalle. Ese 1 de julio s ucedían dos cosas, una pública, otra secreta. La secreta era que el duque de Alba, q ue también lo era de Berwic , par de Inglaterra y embajador de España, que creía en In glaterra más que los propios ingleses, les calificaba de ilusos por creer que van a derrotar a Alemania e imponer a Europa una pax britannica . España, mediadora en el desastre de Francia, ofrece su cit., p. 4ls. Condena de Franco a la agresión italiana en F. Franco Salgado,Mi vida..., op. cit., p. 288. La importante cita de P. Quaroni en L Italia de 1914 a 1945 en Nuove questioni di storia contemporánea, Milán, Marzorati, 1968,11, p. 1 29s El entusiasmo por la entrada en Tánger no aparece sólo en Arriba sino en toda la pr ensa, como ABC y Madrid. El elogio del historiador socialista Max Gallo en su Hi stoire de l Espagnefranquiste, Marabout Univ. 1969 1, p. 109. Misión Vigón, además de la

s fuentes fundamentales citadas, en Serrano Suñer, Memorias, op., cit., p. 328. Pa ra el problema de los submarinos alemanes y la nueva situación estratégica es fundam ental Ch. Burdic , Germany s military strategy and Spain, Syracuse Univ. Press, 19 68, p. ls. legación en Berna para iniciar contactos secretos entre alemanes y británicos con vistas a la paz que Hitler se obstinaba en ofrecer y Churchill en rechazar. El estado mayor alemán preparaba activamente la operación León Marino para la invasión de I nglaterra en la que habían fracasado Felipe II con la Armada Invencible y Napoleón c on la Grande Armée. Recuerdo haber visto en la Embajada inglesa de entonces unos c onmovedores carteles con carros de labranza cruzados en las carreteras para impe dir el avance alemán en el sur de Inglaterra, las órdenes para cambiar los carteles indicadores, la consigna de resistir a los tanques germanos con escopetas de caz a. Eramos muy pocos los madrileños que acudíamos entonces a las reuniones de la Emba jada, mientras la de Alemania se llenaba a rebosar; pero aun los que íbamos a Ingl aterra éramos entonces germanófilos. (Perdón por la frivolidad pero la Historia es también la pequeña Historia. Ese 1 de julio la noticia publica en España fue la victoria del Español sobre el Madrid en l a final de la Copa del Generalísimo por 3 a 2). Las instrucciones preliminares de la operación León Marino, dictadas el 2 de juli o, estaban llenas de dudas y reticencias. El 3 de julio la Home Flete atacaba al evosamente a los navíos de guerra franceses fondeados en Mazalquivir; la indignación de toda Francia fue homérica y Charles de Gaulle se convirtió para muchos en un vul gar traidor. El duque de Alba, cuyos mensajes son a lo largo de toda la guerra u n prodigio de equilibrio y clarividencia, telegrafía el 4 de julio que El Gobierno británico está presto a reconocer sus errores y a considerar nuestras aspiraciones y problemas, incluso Gibraltar (Luego la pérfida Albión ordenó encerrar en el secreto más absoluto, cuando venció el plazo de publicidad, los documentos propios que se refe rían a este asunto). Comunica también sus quejas ante lord Halifax por las actividad es de Negrín, Casado y Azcárate en Londres; llega a pedir que Inglaterra les expulse cuando Lloyd George invita a almorzar al doctor Negrín en los Comunes y consigue al menos un serio aviso de Churchill para congelar las actividades de los exilia dos españoles. El ataque británico a Mazalquivir tiene por consecuencia el acercamie nto de Hitler a la Francia de Pétain y sugerir a los consejeros militares de Hitle r que si la operación contra Inglaterra se presenta demasiado difícil la prioridad p uede ser Gibraltar y el cierre del Mediterráneo . 1 Comunicados del duque de Alba en Doussinague, España... op. cit. Telegrama de l 1 de julio en R. Rodríguez Moñino, La misión diplomática del XVII duque de Alba, Madri d, Castalia, 1971, p. 71. Ataque a Mazalquivir en las obras citadas de Proctor, p. 66 y Burdic , p. 19. He aludido a la pérfida Albión al tratar de la ocultación de la minuta del gobierno Churchill sobre la posible revisión de Gibraltar. Nunca me refiero a la perfidia inglesa más que cuando se produce de verdad, como en este caso. Churchill trataba de contrarrestar a cualquier precio la presión alemana a Franco para la reconquist a de la Roca, que siempre ha sido una prioridad española. Lo hacía en la minuta WM(4 0) 171 del Forengn Office, fechada el 18 de junio de 1940, según la cual el gobier no británico estaba dispuesto a reconsiderar el futuro de Gibraltar después de la gu erra si Franco no contribuía al ataque contra el Peñón. La nota fue retirada junto con otros documentos el 20 de diciembre de 1970; entre esos documentos figuraba tod a la correspondencia del embajador británico en Madrid sir Samuel Hoare. El duque de Alba refiere una conversación con el subsecretario Butler en ese mismo sentido favorable a España. Esta actitud británica influyó, sin duda, en la siguiente actitud de Franco . Al intuir su más que posible fracaso en León Marino, Hitler trata de engañarse a sí m ismo renunciando a la invasión de Inglaterra y buscando el deterioro de Inglaterra en otros frentes, entre los cuales el primero será Gibraltar. Los almirantes Raed er (jefe de la Marina de guerra) y Canaris (jefe del servicio secreto Abwehr) le

impulsan a ello. El primer documento significativo lleva la fecha del 7 de juli o. El peligro para España es evidente: la neutral Suecia, que había negado a los ali ados permiso para atravesar su territorio para atacar a la URSS, se lo concede a Hitler el 6 de julio y no son palabras; nada menos que 262.000 soldados alemane s atravesarán las fronteras suecas. Pero Hitler, antes de su conversión de frente, p repara un solemne y olímpico ofrecimiento de paz al Reino Unido después de su gran v ictoria en Occidente. Mientras tanto España sigue, a trancas y barrancas, su camin o de la paz. El 6 de julio se anuncia que la Banca, las corporaciones y los part iculares han cubierto cuatro veces el empréstito de la reconstrucción propuesto por el ministro Larraz por valor de 2.500 millones de pesetas en obligaciones del Te soro. Una ley de 9 de julio reorganiza la milicia de Falange y en realidad la de smantela como fuerza paramilitar armada, lo que suscitaba los recelos del Ejército ; se crea, en cambio, la Milicia Universitaria que durante dos generaciones form ará oficiales de complemento con jóvenes universitarios bajo la dirección del Ejército, no de la Falange. Se reorganiza la Organización Juvenil Española, que desem1 La cita del documento sobre Gibraltar y su retirada en Patric Keatley, The Guardian, 9 mayo 1973. Telegrama de Alba en Moñino, op. cit., p. 63. peñará una función social muy positiva, en la misma línea que la Sección Femenina. El e mbajador de España en Alemania, almirante marqués de Magaz, cesa en la embajada de E spaña en Berlín con destino a la Embajada en Buenos Aires; le sustituirá el general Eu genio Espinosa de los Monteros, que no tomará posesión hasta septiembre. El 11 de ju lio el mariscal Pétain asume en Vichy, con poderes totalitarios, la presidencia de la Francia ocupada; Pierre Laval, mucho más colaboracionista, es su vicepresident e y jefe del gobierno. El 13 de julio el general Martín Moreno, eficaz segundo de Franco en el Cuartel General del Generalísimo, es nombrado jefe del Alto Estado Ma yor en sustitución de Vigón; el general Carlos Martínez de Campos y Serrano (nieto de Serrano, no del pronunciado de Sagunto) continúa como jefe del Estado Mayor Centra l del Ejército. El general Agustín Muñoz Grandes vuelve a la carrera militar activa co mo gobernador de~ Campo de Gibraltar, un puesto vital en aquellos momentos. El 17 de julio, al recibir del Ejército las insignias de la Gran Cruz Laureada de San Fernando, Franco pronuncia, calculadamente con la mirada vuelta hacia el p eligro de invasión alemana una arenga que Gran Bretaña juzga provocadora. No hemos aca bado nuestra empresa.~ No hemos hecho la revolución. No queremos volver al siglo X IX. Hemos de hacer política, mucha política. ..la política de la unidad de España . Y conc reta esa política de unidad en continuar la de los Reyes Católicos que contenía el man dato de Gibtaltar. Y continúa: Quinientos mil muertos por la salvación y la unidad de España ofrecimos en la primera batalla del orden nuevo.. .No han prescrito nuestr os derechos ni nuestras ambiciones; la España que dio vida a un continente se encu entra ya con pulso y con virilidad. Tiene ya dos millones de guerreros dispuesto s a enfrentarse en defensa de sus derechos . Es cierto que las fuerzas armadas del momento no reunían ni de lejos esa cifra; pero al comenzar el año 1939 ese número de dos millones era precisamente la suma de los dos ejércitos entonces enfrentados en España, y ese número podría ponerse en pie de guerra bajo una sola bandera, porque ah ora no había motivos para el enfrentamiento interno. Los aliados entendieron las f rases de Franco como un desafío y el Führer las interpretó como una declaración de volun tad por parte de Franco para incorporarse a la guerra. Ninguna de las dos interp retaciones tenían que ver con la realidad. Lo único que ofrecía Franco era una capacid ad real de movilización y un conjunto de ardorosas palabras. No expresaba compromi so alguno de carácter irreversible. Había superado ya su tentación belicista y no iba a volver a ella. Dos días después Hitler pronuncia en el Reichs tag su gran discurso de la victoria en Occidente. Nombra sus nuevos mariscale s del Reich, ofrece una paz a Inglaterra que él cree magnánima. Simultáneamente la con vención demócrata reelige como candidato a la presidencia al ya presidente Roosevelt . Pero a los tres días Churchill rechaza con firmeza inquebrantable la propuesta g ermánica de paz. Hitler estaba dispuesto a desencadenar la batalla de Inglaterra e n el aire pero a la vez se preparaba para cerrar el Mediterráneo con la conquista de Gibraltar; una misión militar alemana, dirigida por el almirante Canaris, sale hacia España para pulsar el ambiente y reconocer la fortaleza británica desde cerca. Hitler confía entonces al general von Richthofen, antiguo jefe de la Legión Cóndor, q

ue gestione con sus amigos españoles la cooperación para el proyecto contra Gibralta r. Richthofen se entrevista con el ministro de Aire Vigón el 28 de julio en Biarri tz y saca la conclusión de que a Franco le interesa reconquistar Gibraltar pero no implicar a España en la guerra. Canaris ha captado una actitud semejante y cuando informa a Hitler éste se limita a llamar a Franco judío, su peor insulto. Franco ac aba de firmar un convenio comercial con Inglaterra y Portugal el 24 de julio y u n protocolo con Portugal que equivale a un anexo del tratado del 17 de marzo de 1939 por el que se reforzaba la solidaridad peninsular ante el horizonte exterio r común. Es un claro anticipo del Bloque Ibérico de 1942 . El 28 de julio Hitler hace su primera y única visita a París. Ante la tumba de Na poleón en los Inválidos no puede contenerse: Este es el día más grande de mi vida . Pero, c omo Napoleón, está recomido por las dudas y los riesgos de un ataque directo a Ingla terra a través del Canal y en la siguiente reunión con los más altos jefes militares d ecide aplazar la invasión hasta el 15 de agosto, de momento; necesita antes lograr el dominio del aire y como alternativa a la operación León Marino se muestra cada vez más proclive a la toma de Gibraltar para cerrar el Mediterráneo. En los consejos de ministros celebrados en El Pardo, el de Exteriores, Beigbeder, insiste en que e l ataque alemán con destino en Gibraltar se aproxima cada vez más y deben tomarse la s medidas necesarias para la defensa de España. A fines de julio, como subraya un especialista reconocido en los aspectos estratégicos de la guerra mundial, Burdic , Hitler ha perdido casi por completo el sentido de los objetivos reales que has ta entonces había guiado sus acer¡ Discurso de Franco en Arriba del día siguiente. Rep ercusión en Rodríguez Moñino, op. cit. p. 63 y Detwiler, op. cit. p. 25s. Para el prob lema de Gibraltar en la estrategia alemana cfr. Detwiler op. cit. p. 27s. Acuerd os con Portugal en Iberian studies vol III n.1(spring 1974). tadas decisiones. Cada vez se concentra más en Gibraltar, como si fuera un tali smán. Por eso tiene tanta importancia el telegrama del 2 de agosto enviado por el ministro von Ribbentrop al embajador von Stohrer: Para su información personal y es trictamente confidencial: Lo que queremos conseguir ahora es la pronta entrada d e España en la guerra Este telegrama me parece trascendental. El 2 de agosto Alemania comunica por vez primera oficialmente a su embajador en España la voluntad decidida de Hitler p ara que España entre en la guerra. Cuando Franco, en junio, ofreció esta posibilidad si Alemania proporcionaba las compensaciones y suministros necesarios la respue sta de Hitler no fue suficiente; no demostró un interés perentorio en que España imita se a Italia. Ahora, el 2 de agosto, sí. Pero la firme postura de Franco en mantene rse al margen del conflicto ha encontrado un firme apoyo en el corazón de la propi a estrategia alemana; el jefe de la Abwehr, almirante Canaris, que desde su prim era misión exploratoria en España fijada documentalmente por el profesor Suárez el 30 d e junio había animado a sus interlocutores Beigbeder y Vigón, y después a Franco, con q uien se entrevistó varias veces, a mantener la neutralidad. En esa entrevista del 30 de junio el almirante alemán no cree fácil un desembarco alemán en Inglaterra: la isla puede resistir . Y sobre España fue muy claro: Cree que debemos seguir neutrales y n o hacer nada por extender el conflicto . Aconseja también a España esperar los resulta dos del ataque aéreo de la Luftwaffe a Inglaterra. Lo mismo dijo a Franco al ser r ecibido por él un día después de sus conversaciones con los ministros. Cuando volvió el 20 de julio mantenía sus mismos punto de vista, aunque cumplió con su deber al segui r reuniendo información sobre Gibraltar. Por mis conversaciones con Franco y los m arinos próximos a él estoy seguro de que ellos veían a Canaris como un amigo incondici onal de España, empeñado en que los españoles no entrasen en la guerra. Puede que a fi n de cuentas esta protección que ofreció a España fuese una de las causas que provocar on su ejecución por Hitler cuando terminaba la guerra. El historiador británico lan Colvin ha adelantado la misma opinión, que refiere, entre otros datos, a una conve rsación de Canaris frente a la Roca con el nuevo gobernador del campo de Gibraltar , general Muñoz Grandes. Conviene ahora fijar la doble posición de Serrano Suñer en aq uella época angustiosa. Por una parte favorecía los esfuerzos de los miembros fascis tas de su equipo para la política interior; por otra, en cuanto a la proyección exte

rior de España, de la que pronto iba a hacerse cargo, su política coincidía netamente y sin fisuras con la de Franco. El propio Franco me insistió repetidas veces en es ta coincidencia, que muchos años después y por motivos personales, Ramón Serrano Suñer q uiso convertir en discrepancia. Pero ahora, en 1940, aprobaba vivamente el dictamen d e uno de sus colaboradores, el profesor José Antonio Maravall, en Arriba, 6 de ago sto: Un partido totalitario.., instrumento de portentosa eficacia para la vida na cional . En la segunda quincena de agosto y la primera de septiembre de 1940 se libra la batalla de Inglaterra por el dominio del aire, entre la poderosa Luftwaffe al emana, decidida a practicar la guerra total para hundir la moral de resistencia británica y la Royal Air Force, que no solamente defendió hasta más allá del límite de sus fuerzas a Gran Bretaña por medio de sus dos tipos mitológicos de cazas, los Spitfi re y los Hurricane sino que además se atrevió a contraatacar con vuelos de reconocim iento y bombardeo sobre la misma capital enemiga, Berlín. Franco, alertado por sus conversaciones con Canaris, siguió con enorme interés el desarrollo de la batalla d e Inglaterra, descrita indeleblemente por Churchill: Nunca tan pocos hicieron tan to por todos . El primer bombardeo masivo alemán tuvo lugar el 12 de agosto. Tres días después Franco escribió a Mussolini mostrando su disposición a participar en la guerr a cuando se presente ocasión favorable . Con las divisiones alemanas en Hendaya Franc o no podía comunicar negativas tajantes, debía limitarse a aplazar la decisión y no co mprometerse jamás a ella. Von Stohrer, escarmentado, telegrafía a su gobierno: La exp eriencia de la guerra civil aconseja fijar por escrito, detalladamente, cuanto h aya que pedirse a España a cambio . De ahí la obsesión alemana para lograr que el compro miso español se fijase en documentos firmados e inequívocos. Dos grandes políticos eur opeos se salvan de la captura alemana a través de España; uno de ellos, el ministro belga Paul Henri Spaa , consigue pasar inadvertido y salvarse en Portugal; otro, Georges Bidault, retenido temporalmente en el campo de Nanclares, sufre un cort e de pelo por razones sanitarias que alimentara su posterior aborrecimiento al rég imen español. Este es el momento en que la Gestapo captura en Francia y entrega a la policía española a varios exiliados importantes: el cuñado de Azaña Cipriano Rivas Cherif, los periodistas Cruz Salido y Julián Zugazagoitia, el sindicalista Teodomiro Menéndez, el anarquista Cipriano Mera, el expresidente de la Generalidad Luis Companys. Ri vas, Mera y Teodomiro fueron indultados, los demás ejecutados tras su condena en c onsejo de guerra. Cruz Salido se había enfrentado con el Ejército antes de la guerra civil; Zugazagoitia había reclamado, durante esa guerra, los nombres de quienes h abían protestado por el asesinato de Calvo Sotelo. Las actividades de los exiliado s seguían enconando la división a muerte entre las dos Españas. No se dice esto para j ustificar esas condenas, que fueron nefastas para España. Tampoco puedo omitir una convicción; Franco sabía perfectamente que Fr ancisco Largo Caballero estaba preso en un campo de concentación alemán y que Azaña, e n la zona teóricamente libre, estaba a merced de la policía alemana. No les reclamó nu nca. Desde el 17 de agosto Franco pasa el verano en el Pazo de Meirás, donde sigue c on todo detalle la evolución de la batalla de Inglaterra. A fines de agosto vuelve el almirante Canaris a España, y habla con el general Carlos Martínez de Campos, je fe del Estado Mayor Central; según el ayudante de Canaris, Jen e, paladinamente aco nsejó que España permaneciese neutral y defendiese su neutralidad . En vista de ello F ranco concreta al alza sus exigencias de material pesado: 100 cañones de largo alc ance, 100 morteros, 24 piezas costeras, 100 antiaéreos y tres escuadrillas de hidr os. Cuando Canaris eleva estas peticiones a su alto mando concluye, certeramente , que España no quiere la guerra. Mientras tanto el Estado Mayor alemán prepara minu ciosamente la operación Félix, para lo que cree contar con la aquiescencia completa de Franco, que aún no la ha dado fuera de los buenos deseos, y a la que no se comp rometerá formalmente nunca, fuera de las buenas palabras. Simultáneamente el Estado Mayor alemán prepara un ataque al canal de Suez, en apoyo al ejército italiano del n

orte de África. El 9 de agosto Canaris había comunicado al general Halder que España n o estaba dispuesta al ataque contra Gibraltar en solitario y que la entrada de E spaña en guerra encontraría serias dificultades por motivos económicos y de abastecimi ento pero la sección de Defensa Nacional, dirigida por un veterano de los asuntos españoles, el general Warlimont, insiste en asegurar la premisa necesaria: Obligar al general Franco . Al ser llamado entonces a Alemania para informar sobre la disp osición de los españoles, el embajador von Stohrer reitera la dificultad más grave que el gobierno español le expone: la vulnerabilidad de los dos extremos del Pirineo por donde deberían llegar los grandes suministros de Alemania a España; además de los problemas provocados por la diferencia del ancho de vía y la penuria general del p aís. El plan de operaciones para la toma de Gibraltar, en que se reconocía simbólicame nte la jefatura suprema de Franco, fue firmado por Hitler el 24 de agoto y el ge neral Halder le añade una importante postdata: Gibraltar: al principio, Franco no quería participar hasta que Inglaterra estuvi ese derrotada, porque teme al poder inglés (puertos marítimos, situación de abastecimi ento, etc.) Ahora Hitler esta tratado de persuadirle para que se coloque a nuest ro lado. Suñer debe venir aquí . Y un poco más abajo: Unico apoyo Suñer, más hacia Italia qu hacia Alemania . Y termina: Las consecuencias de la alian za con esta nación, verdaderamente imprevisibles. Nos encontramos con un aliado que nos costará caro De septiembre a diciembre de 1940 Franco y España van a enfrentarse con uno de los mayores peligros de la Historia. Adolf Hitler, conquistador de Europa, se sa be fracasado en su empresa de Inglaterra -como había llamado a la suya Felipe II y de cide desahogar su frustración en el Mediterráneo al que antes había despreciado como mar latino , es decir centro de razas inferiores para cerrar a Inglaterra los dos acce sos de Gibraltar y Suez. Como había hecho Napoleón, decide que su gran ejército atravi ese España, se apodere de Gibraltar y preserve los puertos occidentales de la Peníns ula de la amenaza inglesa si ésta se convierte en ocupación. No es el Hitler acosado en su bún er de 1945 sino el Hitler victorioso que hasta ahora no ha encontrado f reno en su expansión militar irresistible. (Más o menos como Napoleón en 1808). La neu tral Suecia abría el camino a sus divisiones y cerraba sus minas a los aliados; la neutral Suiza vivía aterrada por un nuevo Anschluss que estuvo en la mente hitler iana. Y la misma URSS, aliada de Hitler, le envió desde septiembre de 1939 a junio de 1941 millón y medio de toneladas de cereales, un millón de toneladas de petróleo, cien mil de algodón, quinientas mil de fosfatos... Transcurrido el primer año de guerra el presidente de los Estados Unidos Roosev elt ,pese a que conocía la presión aislacionista dentro de su gran nación, acude en ab ierta ayuda de Inglaterra como primer paso significativo para la intervención: el cambio de cincuenta destructores muy usados por un rosario de bases en ter ritorio imperial británico, desde Terranova a la Guayana. El auxilio americano lle ga a Inglaterra en un momento decisivo para la defensa de las islas cuando Hitle r aún no ha renunciado a la invasión. El profesor Proctor, que ha estudiado document al y militarmente este período concluye: Improbable parece que Hitler y los jefes d el Estado Mayor alemán previesen que los españoles pensaban aumentar su petición anter ior de ayuda económica y militar, y que lo continuarían haciendo así en lo veni1 El bl oqueo económico a España en Herbert Feis, The Spanish Story: Franco and the nations at war, New Yor , Knopf, 1945. Ver C.R. Halstead, Un africain... op. cit. p. 46s. Esencia l para todo el problema de Gibraltar D.S. Detwiler, Hitler... op. cit. p. 27s.El documento para la operación Félix, tomado de Detwiler, lo traduzco en mi Franco de 1982, apéndice IV al tomo IV. (Detwiler p. 120). Esencial Burdic , Germany s.. op. cit. p. 32. Para Canaris, lan Colvin, The incrediblile story of Admiral Wilhelm Canaris... New Yor , MacGraw Hill, 1951 p. 148s. Ver C. Martínez de Campos, Ayer, Madrid, Inst. de Est. Pol. 1970 p. 202. Proctor, La agonía ....op. cit. p. 75 Cit a del diario de Halder en Detwiler, p. 36. Absolutamente esencial Luis Suárez, Esp aña, Franco... op. cit. p. 216s. dero, de forma que la exageración española aumentaría al compás de la coacción política y moral de Berlín y Roma . Resistir en los hechos, ceder en las palabras, esa era la

táctica de Franco. El 3 de septiembre comienza sus actividades en España la agencia Transocean, favorecida por Antonio Tovar y el equipo propagandístico de Falange y obstaculizada en cambio por un nuevo equipo informativo que en la misma época lanz aba ya la revista de relaciones internacionales Mundo; el director de la agencia EFE Vicente Gállego y el jefe de operaciones de la Marina, Luis Carrero Blanco. A medida que el mariscal Goering no logra barrer del cielo a los cazas británicos, Hitler acaricia cada vez con mayor urgencia la operación Félix contra Gibraltar. Par a facilitar la cooperación española el embajador von Stohrer impone a Franco el 6 de septiembre la gran cruz del Aguila alemana, gesto agradecido por el Caudillo co n evocaciones de la Legión Cóndor, no con apertura militar de fronteras. Esa misma m añana presenta sus cartas credenciales el nuevo embajador de Italia, Lequio, a qui en acompaña el mariscal Di Bono, portador de la máxima condecoración italiana para Fra nco, la Orden de la Annunziata. Pero von Stohrer no se engaña y al volver de la au diencia firma para Berlín un telegrama sobre la situación española resumido así por Proc tor: España está militar y económicamente muy débil; sólo podrá combatir poco tiempo. La opi ión pública se opone totalmente a la guerra; el país se halla políticamente dividido. Se rrano, pese a ser la persona más importante después de Franco, no es la más popular... tiene muchos enemigos sobre todo en el Ejército y muchos españoles le consideran re sponsable de las pésimas condiciones del país . El 8 de septiembre, tras ofrecer en Sa n Sebastián un manto a la Virgen del Coro, Franco recibe noticias sobre un nuevo r ecord alemán en la batalla de Inglaterra: mil toneladas de bombas en un solo día, el anterior, sobre Londres. El 9 recibe allí mismo al general Von Richthofen, antigu o jefe de la Legión Cóndor y designado jefe de la aviación alemana en la operación Félix, Franco reconoce que Inglaterra pasa por un momento de grave peligro y que tal ve z en unas semanas pediría la paz; pero expone a su sorprendido interlocutor una cu riosa consecuencia: España no debe comprometerse a una guerra larga. Trata de prob arlo por la cada vez más colmada lista de reclamaciones y deficiencias que el envi ado alemán transmite casi con indignación. Lo que en realidad pensaba Franco sobre l a batalla de Inglaterra se lo diría personalmente a Hitler el mes siguiente; lo qu e pensaba Churchill se lo comunicó al mundo el 11 de septiembre, al anunciar una i nminente invasión alemana de las islas. Pero el 14 de septiembre Inglaterra había ga nado la batalla que lleva su nombre; Hitler aplazaba la operación León Marino hasta fechas que sabía ficticias porque la realidad es que no había conseguido el dominio del aire para la operación de desembarco, y las pérdidas de la avia ción alemana no podían cubrirse con la fabricación de nuevos aviones. El 15 de sept iembre fue el día triunfal de la batalla de Inglaterra: sus cazas derribaron 185 d e 500 aviones germanos. Franco había recibido la víspera un mensaje del duque de Alb a sobre el enorme prestigio que está acumulando Churchill ante las perspectivas vi ctoriosas de la batalla en el aire. El duque de Alba transmite a Franco una conv ersación con el ministro de Colonias quien, en nombre de Churchill, se muestra dis puesto a que España ocupe el Marruecos francés. Y tampoco olvidaba la cuestión de Gibr altar. Pero Franco no hizo mucho caso ante el hecho humillante de las frecuentes retenciones de barcos españoles por sospechas inglesas precisamente en Gibraltar; 32 nada menos entre 1939 y 1942.

En la mente de Hitler la operación contra Gibraltar estaba sincronizada con el avance italiano hacia el canal de Suez, que ofrecía buenas perspectivas cuando las divisiones del Duce tomaron Sollum, ya en tierra de Egipto, el 16 de septiembre . Tres días antes había salido para Berlín el ministro de la Gobernación, Ramón Serrano Suñe r, citado por el gobierno alemán para unas entrevistas decisivas. Le acompañaba un séq uito calificado por él mismo como excesivo y ocioso, con la flor y nata de Falange . Conviene recordar que Serrano Suñer, amigo de Alemania y convencido de la victor ia final alemana, iba a enfrentarse con la presión salvaje ante la que se habían des moronado grandes políticos de Europa llamados a capítulo por Hitler. La primera entr evista con von Ribbentrop se celebra en la Wilhelmstrasse de Berlín el 16 de septiem bre y dura tres horas. Serrano advierte inmediatamente el juego alemán: exigir la entrada de España en la guerra sin ofrecer prácticamente nada a cambio, fuera de Gib raltar. Alemania, según él, no quería soltar nada . El testimonio de Serrano Suñér en sus me orias me parece, en líneas generales, fidedigno pero no puedo aceptar, para la His toria, su intento sutil de presentarnos a Franco como deseoso de entrar en la gu

erra mientras él se oponía. Su reacción fue ésta: No nos podíamos hacer ilusiones pero tenía os que parapetarnos en el punto de vista de nuestras reivindicaciones intransige ntemente . Y añade con precisión que ésta sería la opinión y la actitud de Franco una vez in ormado. Según diría Ribbentrop en un acto social poco después, el ministro Beigbeder est aba al servicio de Inglaterra . Serrano, con indignación, defiende noblemente a su c olega y rival de gobierno; un ministro español se puede equivocar pero está sólo al se rvicio de España. También el ministro alemán llevaría su parte de sorpresa, como explicaría pronto a Ci ano: Todavía no ha descubierto Serrano el tono adecuado para hablar con los alemanes y no parece tener mucha prisa en encontrarlo. Con tal brusquedad dice las cosas que uno se sobresalta . El profesor Proctor comenta: Creía el ministr o de Franco que la mejor defensa es el ataque . Von Ribbentrop rechazó, pues, la pos ición de Serrano Suñer y le exigió nada menos que una de las islas Canarias como base alemana. El ministro español reacciona indignado: Las islas son una antigua provinc ia española y su enajenación es incompatible con nuestro patriotismo . Alemania quería t ambién algunas bases en Marruecos francés. El encuentro terminó como el rosario de la aurora; todo el peso de la negociación caería al día siguiente sobre el Führer en person a. Porque al día siguiente, 17 de septiembre, por la mañana, el nuevo encuentro de S errano con Ribbentrop no consiguió progreso alguno. Esa tarde Serrano Suñer acudió a l a Cancillería del Reich para su encuentro con Hitler, justamente cuando los italia nos alcanzaban en Sidi Barrani su máxima penetración en Egipto. Hitler dirige a su i nterlocutor una larga lección sobre geopolítica. Serrano, según Proctor, toma la inicia tiva en la discusión y frente a las abstractas imposiciones de Hitler presenta dem andas bien concretas: cañones de 38 cm. contra Gibtaltar. Hitler responde que su i nstalación duraría cuatro meses y que toda la artillería de este tipo estaba emplazada en torno a Calais, por lo que era preferible el uso de la aviación de bombardeo. Hitler insistió además en los intereses coloniales futuros de Alemania en África. Como todo sigue en el aire, von Ribbentrop trata de forzar un acuerdo en su inmediat a reunión con Serrano Suñer, que nuevamente rechaza su propuesta de ceder territorio s españoles a Alemania y de cambiar la Guinea española por la extensión del protectora do español a Marruecos francés, con bases y concesiones importantes a favor de Alema nia. Serrano Suñer informa de todo a Franco, a quien ha escrito también Hitler insis tiendo en la cooperación para Gibraltar pero sin concretar otras concesiones e ins inuando una velada amenaza. Mientras tanto von Ribbentrop viajó a Italia donde se desahogó con los líderes italianos contra la contumacia de los españoles, según acabamos de adelantar. Mientras vuelve el ministro alemán Serrano Suñer y su séquito recorren los campos de la victoria alemana y comprenden que Alemania no prepara contra In glaterra una invasión sino una resistencia Hitler escribe también a Mussolini que se siente incapaz de acceder a las pretensiones españolas. En Italia, Mussolini no p uso objeciones a las reivindicaciones de España y admitió que España entrase en la gue rra algunas semanas después, de lo que el ministro alemán parecía estar seguro. Para su correspondencia con Hitler y Serrano Suñer a propósito de las gestiones d el ministro español Franco había llamado al palacio del Pardo como asesores especial es al agregado naval de España en Italia, Alvaro Espinosa de los Mon teros y según el hijo de éste, mi querido amigo Ignacio a Juan Antonio Suanzes para asuntos relacionados con la industria y la producción. Ignacio Espinosa, competen te ingeniero naval, decidió convertirse para esta época en historiador, oficio en el que no me parece un experto, dígase con toda consideración. Su obsesión consiste en q uitar todo mérito al asesoramiento estratégico que por entonces ejercía el jefe de Ope raciones en el Estado Mayor de la Armada, Luis Carrero Blanco, a quien acusa nad a menos que de aprovecharse de los informes del agregado naval en Roma, lo cual es explicable dado el amor filial del historiador improvisado pero no se tiene d e pie ante la Historia. Ignacio Espinosa transcribe las cartas de Franco a Serra no entreverándolas de comentarios a cada párrafo que hacen muy incómoda la lectura del conjunto por el método escolástico-decadente de las interpolaciones. Hay que agrade cer en cambio a Serrano Suñer la transcripción íntegra de las cartas. Creo estar segur o de que en aquella época de 1940 Franco y Serrano Suñer actuaron ejemplarmente de a cuerdo; muchos años después Serrano Suñer cede al resentimiento y nos presenta una ver

sión del momento más acorde con ese resentimiento que con la excelente información que poseía, y en parte significativa nos transmite, sobre la realidad de 1940. Tiempo , mucho tiempo después, Serrano Suñer, y Franco, por sí y con la colaboración de Carrero Banco, se pusieron verdes mutuamente, No me importa lo que dijeron después, excep to algo que me dijo Franco sobre lo que creía jactancias de su cuñado sobre su gestión alemana: Se limito a actuar según las instrucciones que llevaba . Y me lo decía como u n elogio. Hoy conocemos además la correspondencia entre los dos jefes de Estado, q ue se ha publicado desde los archivos alemanes capturados. Después de su invocación amenazadora a los siglos futuros, Hitler decía a Franco qu e solo la expulsión de Inglaterra del Mediterráneo solucionaría el abastecimiento de E spaña. Por ello España debería entrar ya en la guerra. La operación contra Gibraltar pue de realizarse en pocos días con los medios que Alemania puede utilizar y facilitar . Cerrado el Mediterráneo Inglaterra podría operar contra la costa española del Atlántic o. Para protegerla, grupos de Stu as serán más eficaces que la artillería pesada de co sta de la que Inglaterra no puede disponer ahora. Inglaterra no forzará un desemba rco en la Península pero tratará de apoderarse de una de las Canarias. Hitler no pro pone la cesión de una de las islas pero sí la instalación en Gran Canaria de una base alemana de Stu as y destructores. La acción terrestre de Italia podrá cerrar, en est e mismo invierno, el canal de Suez. Alemania podrá suministrar a España los aprovisi onamientos necesarios; y los dos jefes de Estado deberán reunirse personalmente para tratar sobre todo ello. Cuando Franco recibe la carta informativa de Serrano Suñer tiene casi terminada la respuesta a Hitler. La termina y entonces contesta a Hitler, con copia para Serrano y al propio ministro, el 21 de septiembre; nueva carta a Serrano el 2 3 y ante una nueva carta de su ministro, vuelve a contestar el 24. Ignacio Espinosa apunta que nunca se ha hecho el análisis de esta correspondenc ia, como indicando que él lo realiza por primera vez. No es verdad. En mi Franco d e 1982 intenté ese análisis, con el que después de tantos años sigo conforme; lo que hac e mi distinguido amigo no es un análisis sino una pedrea. Franco felicita a su min istro por lo bien que ha llevado la negociación. Rechaza el conjunto de las contra propuestas alemanas, especialmente las reivindicaciones territoriales y las hipo tecas económicas que Alemania pretende. A efectos dialécticos Franco sugiere el argu mento de que Alemania no ha valorado la ayuda que le prestó la España nacional en la guerra civil; creo que Franco no creía en absoluto en la identidad de una y otra guerra pero si se lo creía estaba completamente equivocado. Inserta ahora una larg a lamentación sobre la falta de preparación de España para la guerra, que es uno de su s grandes argumentos disuasorios. Reconoce que España nacional ofreció a Alemania un excelente banco de pruebas; y era verdad, aunque Alemania aprovechó esas pruebas mejor que otros beligerantes de la guerra mundial, que no las estudiaron de form a suficiente. Habla de escindir a los pueblos hispánicos del bloque americano; Ign acio Espinosa se asombra de que Franco parecía contar ya con la entrada de Estados Unidos en la guerra y claro que contaba; se lo había dicho a Hitler en su carta d el 3 de junio anterior, como vimos. Luego rechaza en un largo párrafo la propuesta alemana sobre Marruecos: Es inaceptable esta tesis en todas sus partes . Franco no pide artillería de costa de calibre ultrapesado sino de calibre medio, del 15 al 2 4 . En su carta habla de calibres en plural, aunque Ignacio Espinosa cree que se ref iere a cañones de 15,24 pulgadas; no creo que se trate de una errata sino de un co ncepto. En todo caso contaba en el Pardo con excelentes asesores como para equiv ocarse tan groseramente, sobre todo por su experiencia en el artillado de costas que demostró en la comandancia general de Baleares en 1933. Admite la actuación de los aviones en picado pero reitera la necesidad de artillería. En ese momento Fran co recibe la carta de Hitler, en que se desdeñaban los suministros masivos a España, y se ratifica en sus anteriores peticiones; con una apostilla importante: Para t u gobierno he de decirte que nosotros seguiremos sin interrupción nuestros trabajo s hace tiempo empezados,

cuanto más se retrase la intervención sin daño para la situación de conjunto eso hemo s ganado . Hitler le había marcado el camino: primero la intervención en la guerra, lu ego los sumnistros. Franco invierte las prioridades: primero los suministros, lu ego la intervención. Otra de las razones añade que aconsejan limitar en lo posible la d uración de nuestra guerra es la disminución de la capacidad de resistencia que repre senta un pueblo en muchos sectores hostil a la guerra en sí y al Régimen del que fue ron enemigos . El final de la carta es típico de Franco y fue correctamente interpre tado por Serrano Suñer, que conocía a Franco mejor que nadie: Como veras, hay acuerdo completo entre el Fuhrer y nosotros, sólo queda la apreciación técnica de algunos fac tores que no son lo convenientes que él afirma . Por otra parte no creo que Ribbentro p se entere (de que) estás enterado de mi conformidad con los puntos de vista del Führer . Donosa manera de expresar esa conformidad, después de haber rechazado punto p or punto todas las pretensiones de Hitler. Franco había señalado con toda claridad l a línea de resistencia: grandes palabras de comprensión, cierre completo a la interv ención, que se retrasaba sine die. En el fondo, rechazo completo a la propuesta al emana de que España entrase en la guerra mundial. Esta es, en esencia, la respuesta de Franco a Serrano Suñer. La respuesta a Hit ler, igualmente redactada en gallego, es igualmente clara para quien conozca el tono de esta lengua inimitable. Franco aceptaba un trato preferente para Alemani a en cuanto a las materias primas de Marruecos, pero indicaba que ya habría tiempo para discutir los problemas concretos. Se negaba en redondo a la concesión de bas es navales inútiles en tiempo de paz y en tiempo de guerra. Aceptaba la sugerencia de reunirse con el Führer cerca de la frontera española. No estaba de acuerdo en qu e el cierre del Mediterráneo resolvería el abastecimiento de España y subraya el pelig ro que puede ofrecer De Gaulle en el norte de África si triunfa allí. Reconoce la ve ntaja de los Stu as y no pide material ultrapesado; pero necesita material móvil d e unos 20 cm. (Esto confirma lo que acabo de indicar sobre los calibres, n. del A.). Reiteraba su preocupación por un ataque británico a las Canarias pero no aludió a la descarada propuesta de Ribbentrop y velada de Hitler sobre la cesión de una ba se en ellas. Termina quejándose de que las negociaciones estratégicas se llevasen co mo si fuesen intercambios comerciales. En resumen, se negaba a entrar en la guer ra bajo las condiciones alemanas y Hitler lo comprendió perfectamente así. En la segunda carta a Serrano Suñer (23 de septiembre) Franco le explica las cl aves de su respuesta a Hitler. Franco destaca la diferencia entre el valor de Hi tler y el de sus colaboradores: El valor que éste (Hitler) da a nuestra intervención; su ofrecimiento económico sin límites; una aceptación implícita de guerra larga y el lim itado alcance que da a los frutos de la acción italiana . Franco comenta la escasez italiana de caucho. Italia lo ha pedido y Franco no se lo ha podido dar que oblig a a España a contrabandear con los aliados. Se extiende luego en detalles diplomátic os y económicos. Manifiesta poseer una excelente información. De París me traen impresión , después de hablar con nuestros viejos camaradas de campaña, que los aviadores alem anes no creen llegar a una decisión sobre los bombardeos y parece no se atreven a arriesgar su prestigio en un desembarco por sí difícil . Franco cree que los bombardeo s son eficaces y acabarán con la moral británica pero teme al desánimo alemán. Apunta Fr anco las razones de la persistencia británica: la lucha no cesará como la de Francia y proseguirá desde el Imperio Al día siguiente, 24 de septiembre, Franco envía a Serrano una tercera carta. Nue vamente le expone el argumento de negociación que Serrano, al subrayarlo, interpre ta como convicción profunda: La alianza no tiene duda, está completamente expresada e n mi contestación al Führer y en la orientación de nuestra política exterior desde nuest ra guerra. No habiéndose llegado a resoluciones prácticas por el atraso de España en s u preparación militar, lo que sin tener una utilidad inmediata para nuestros aliad os dejaba a España totalmente aislada en momentos en que nuestros amigos, pendient es de la tensión de Europa y de su preparación, no podían, por falta de medios, ayudar nos antes, al contrario, nos apremiaban con pagos y en exportaciones .

Franco tampoco duda en cuento al plazo de la alianza, diez años. Pero ese es el final: no indica cuándo ha de empezar en la realidad. Y enumera nuevamente sus ca utelas: Nos corresponde asegurarnos para la guerra larga... Esto nos obliga a tom ar garantías para que no nos puedan arrastrar a la intervención sin tener resueltos los problemas en forma aceptable a nuestro pueblo . (Serrano subraya esto como pru eba de la voluntad belicista de Franco; se trata exactamente de lo contrario). C ritica de nuevo la idea de Hitler sobre aprovisionamiento de España a través de un M editerráneo cerrado a Inglaterra. España no puede comprar al Eje una marina y una av iación, sin recibir del Eje ayuda para iniciar una industria básica de armamento. Ha y que fijar las condiciones de la intervención española. Hay que protocolizar el futu ro . Termina la carta con una duda sobre la agresión sin previo aviso a Gibraltar, co sa de orden moral que habrá que examinar despacio . El resumen de las instrucciones de Franco a Serrano Suñer está, pues, perfectamen te claro para quienes efectúan sobre ellas un análisis histórico y no se dediquen a bu scar con lupa frases comprometedoras fuera de contexto, o cedan a cualquier tipo de resentimientos personales expresados muchos años después. Franco insiste en ahon dar las presuntas diferencias entre Hitler y sus colaboradores; diferencias real mente inexistentes. Y se ratifica en la doble condición previa sine qua non para l a entrada de España en la guerra: ampliación sustancial de la zona española en África de l Norte, sin hipotecas económicas aunque con acuerdos preferenciales a favor de Al emania; seguridad total en los suministros militares y en los víveres para la supe rvivencia del pueblo español privado de sus bases atlánticas con vistas a una guerra l arga. Como se ha visto, Alemania insistía en la empresa conjunta y urgente sobre G ibraltar, cesión a España de un Marruecos hipotecado en favor de Alemania y además ent rega a Alemania de Gran Canaria y territorios en África ecuatorial. Las negociacio nes acabaron sin acuerdo alguno y con todos los problemas pendientes para la reu nión personal de Franco y Hitler. El 24 de septiembre se abre la segunda fase de las negociaciones de Serrano S uñer en Alemania, cuando ya ha podido recibir las primeras instrucciones de Franco . En su reunión de esa jornada con Ribbentrop, Serrano Suñer miente diplomáticamente a l afirmar que no ha comunicado a Franco información oficial alguna sobre la primer a fase de sus conversaciones pero que en todo caso Franco se negaba rotundamente a cualquier cesión de territorio español. Serrano Suñer, de acuerdo con Franco, se mu estra relativamente abierto a la adhesión de España al pacto tripartito Alemania-Ita lia-Japón una vez aceptada la lista de reivindicaciones y exigencias españolas. Esta nota fue entregada al embajador von Stohrer el 25 de septiembre, lo que motivó el comentario del diplomático: La cesión de una parte de los dominios insulares o colon iales españoles sólo podrá conseguirse por la fuerza . En su última entrevista con Hitler, Serrano se mantuvo firme y el canciller alemán dejó todos los problemas para su enc uentro personal con Franco. Hizo notar que el ataque británico-gaullista contra Da ar, rechazado por los franceses fieles a Vichy, era un peligro indirecto para E spaña. Esto motivó un nuevo acercamiento entre Hitler y la Francia de Pétain; si tenía q ue escoger entre ella y España, se inclinaría por Francia. El 25 de septiembre termi na sin acuerdo la misión Serrano Suñer en Alemania. El ministro español asiste como te stigo a la firma del pacto tripartito el 27 de septiembre pero sin que España part icipe en él. Con este motivo Hitler se desahoga con el conde Ciano contra la obsti nación española, que sólo promete amistad frente a lo mucho que debe a Alemania. El ministro español vuelve a España dando un rodeo por Italia, El 1 de octubre se queja, ante Mussolini y Cianio, de su amarga experiencia alemana. Esperó en Itali a el regreso de Mussolini que el 4 de octubre se entrevistaba con Hitler en el p aso del Brenner. Hitler dijo a Mussolini que sólo le interesaba la cooperación pasiv a española para el asalto alemán a Gibraltar; Alemania no quería utilizar puertos españo les sino bases propias a lo que Franco se había negado. Hitler se resistía a concede r a España territorios franceses del norte de África, para que no se pasaran a De Ga ulle y trataba de integrar a Francia y España en la lucha contra Inglaterra. Por s u parte Mussolini adelantó sus propias reivindicaciones sobre territorio francés en Niza y Córcega; en Túnez y Eritrea. El acuerdo entre Francia y España era, según Mussoli ni, imposible, y tenía razón. Mussolini admitia la posibilidad de que Franco se pasa ra a Inglaterra y proponía paciencia con España, virtud que Hitler evidentemente no

poseía. Mientras tanto en Madrid el ministro de Asuntos Exteriores Beigbeder habla va rias veces con el embajador americano Weddell a quien confirma el 30 de septiemb re que si Alemania invade España ésta se defenderá con las armas. Harto de las pretens iones alemanas, Franco instruye a Beigbeder para que juegue fuerte en el campo a liado. Beigbeder era germanófilo pero obedece las instrucciones de Franco y la apr oximación se nota inmediatamente en los campos cultural y económico. Mientras Serran o Suñer se queja ante sus amigos de Italia de la intransigencia alemana, el corone l Fonc , un aviador francés amigo de los alemanes revela a Pétain (con conocimiento de Canaris) que Hitler pretende ocupar Gibraltar y el norte de África engañando a Fr anco y al mariscal de Francia. Pétain llama a Lequerica, embajador de España, y le c omunica el doble juego de Hitler, sobre el que Lequerica informa inmediatamente a Madrid. El 4 de octubre Ramón Serrano Suñer regresa a Madrid desde Roma. Muchos años después, el 5 de enero de 1955, Franco habló en sus confidencias sobre Beigbeder y sobre Serrano Suñer. La actuación del ministro de Relaciones Exteriores d e aquella época, general Beigbeder, no era nada imparcial y no inspiraba confianza al embajador de Alemania. Beigbeder era completamente germanófilo, pero tenía una a miga inglesa que probablemente estaba haciendo a su lado el papel de espía . Aún más tarde, el l7de enero de 1964 comentaba Serrano Suñer no hizo otra cosa que c umplir las instrucciones que yo le di, por tanto su conducta no tiene mérito espec ial . Casi con esas mismas palabras me repitió lo miso en 1972. Pero no tenía razón. A ve ces cumplir instrucciones difíciles puede constituir un acto heroico . LA ENTREVISTA DE HENDAYA: LOS NUEVOS TESTIMONIOS Con esto llegamos al momento histórico más importante y controvertido de España en la segunda guerra mundial: la entrevista de Hendaya entre Franco y Hitler. Para los historiadores y propagandistas del antifranquismo éste es un caballo de batall a; para ellos Franco quiso entrar en la guerra y fue Hitler quien le despreció. Si nceramente creo que esta tesis no se tiene de pie ni ante los documentos que pud iéramos llamar clásicos ni sobre todo ante los que hemos conocido recientemente y voy a exponer también. El escuadrón del antifranquismo histórico, con pretensiones de jine tes del Apocalipsis queda, lo veo cada vez más claro, nuevamente cautivo y desarma do. Alguno de sus miembros no es tal jinete sino mas bien un caballo de Troya. Tres días después del regreso a España de Serrano Suñer tras su viaje a Alemania e It alia, es decir el 7 de octubre de 1940, Winston Churchill responde positivamente a las maniobras de Franco (realizadas a través de Beigbeder) desde la Cámara de los Comunes. Siempre hemos querido el bien para el pueblo español, dama en medio de lo s estertores de la batalla de Inglaterra. Está lejos de nosotros envolver a ese pu eblo en el ámbito de nuestro bloqueo. Todo lo que procuramos es que no se conviert a en canal de abastecimiento para nuestro mortal enemigo . Y termina con un párrafo dirigido casi nominalmente al Caudillo: Esperamos ver ocupar a España el lugar que le corresponde como potencia mediterránea y como ¡ Batalla de Inglaterra en Hüber y Müller, op. cit. II, 543s. La cesión de los destru ctores USA en Eddy Bauer Historia controvertida de la segunda guerra mundial, Ma drid, Rialp, s.d. p. 335s, año 1940. Política informativa en R. Garriga, Las relacíone s...op. cit. p. iSis. Viaje de Serrano Suñer en sus Memorias, Barcelona, Planeta, 1977, p. 329, donde ratifica y amplía su relato anterior en Entre Hendaya..., op. cit. p. 259 Son esenciales, además, D.S. Detwiler, Hitler, Franco.. .p. 36s. Esenc ial R. Proctor, La agonía... op. cit. p. 80s y mi Franco de 1982, IV p. 264. Mi am igo Ignacio Espinosa de los Monteros me ha enviado amablemente su ms. El silenci o es Historia, muy de acuerdo con el último Serrano Suñer y muy interesante pese a l as discrepancias que he anotado con él. Movimientos de Beigbeder en C.R. Halstead, Un africain... op. cit. p. 54s.Creo segura la revelación (importante) de Fonc ; c

fr. A. Brissaud, Canaris,Barcelona, Noguer, 1972 p. 90 y R. Aron, Histoire de Vi chy, Paris, Fayard, 1954 p. 288. Opiniones de Franco en F. Franco Salgado, Mis c onversaciones... op. cit. p.66 y 414. Esencial. Suárez, Franco, España.... op. cit., p. 240s. principal y destacado miembro de Europa y de la cristiandad . La prensa española reproduce el mensaje, que tantos años después pone nerviosísimo al profesor Preston, q ue no puede ver ni en pintura a Franco ni menos aún a Churchill. Fiesta de la Raza, 12 de octubre de 1940, se reanudan las relaciones amistosa s con Chile, que ha dado toda clase de satisfacciones por los malentendidos reci entes. Satisfecho de sus éxitos internacionales en la línea que le ha marcado Franco , el ministro Beigbeder despacha extensamente con el jefe del Estado durante la tarde y primeras horas de la noche del 15 de octubre; de ahí su sorpresa cuando ve publicado su cese en el Boletín Oficial del día 18. Es una pequeña crisis, interesant e por varios motivos. Un técnico, Demetrio Carceller, formado en el mundo comercia l del petróleo y en las empresas March,. fogueado en los sindicatos verticales y e n la jefatura del Movimiento en Barcelona, germanófilo como casi todo el mundo per o con vivo sentido de las realidades mundiales ése será el elogio de Max Gallo a Fran co y sus colaboradores es el nuevo ministro de Industria y Comercio; Ramón Serrano Suñer ocupa, como deseaba, la cartera de Asuntos Exteriores en sustitución de Beigbe der. Por primera y única vez en su vida Franco es ministro de un gobierno. El Jefe del Estado se comunica oficialmente asume la cartera de Gobernación, que controlaba, por cierto, además, la prensa y la propaganda. Se encargaba del despacho ordinari o de los asuntos el subsecretario, José Lorente Sanz pero no es verdad, como algun os dicen, que Serrano Suñer mantuviese a través de este anterior colaborador suyo el predominio sobre esa cartera. Serrano Suñer explica así los fines de su nombramient o: practicar una inequívoca política de amistad con el Eje; claro que tampoco servíamos con ello el interés aliado. Que no teníamos por qué servirlo, aunque indirectamente y sin nuestra voluntad resultara servido . La sinceridad y la capacidad de síntesis de l nuevo ministro de Exteriores hacen ocioso cualquier comentario; ésa fue, en efec to, la política internacional española mientras él la rigió. Pero Franco, que realmente dirigía a mayor altura esa política, sabía perfectamente que mantener a España fuera de la guerra coincidía con el interés aliado pero siguió conscientemente esa línea porque e n ella estaba el interés de España. El 20 de octubre llega a España el jefe de las SS Heinrich Himmler, de cuyas si niestras actividades sabían poco los gobernantes españoles y absolutamente nada la o pinión pública, entre otras razones porque no había empezado aún la fase más implacable y trágica de esas actividades. Nada positivo ni importante resultó de esta visita de Himmler, a quien se invitó a una corrida de toros en Madrid. Per o los escasos comentarios suscitados por esa visita se apagaron cuando se supo q ue Adolf Hitler, el conquistador y dueño de casi toda Europa, el hombre que había ob ligado a un premier británico y a otros líderes europeos a visitarle en su propio te rreno, había emprendido el viaje más largo de su vida para entrevistarse en Hendaya, el 23 de octubre de 1940, con el Caudillo de España Francisco Franco. Pero Hitler no viaja sólo para hablar con Franco. La víspera convoca al jefe del gobierno francés, Pierre Laval, a una conversación con él y el ministro von Ribbentrop en la pequeña estación francesa de Montoire-sur-le-Loir. Allí se concierta una entrev ista del Führer para el día 24 con el mariscal Pétain; la conversación de Hitler con Fra nco está enmarcada en dos contactos del máximo nivel con Francia, a la que Hitler pr etende captar como pieza fundamental para su Orden Nuevo y por tanto no hará nada que pueda herir a Francia cuando hable con Franco; con lo cual el fracaso de la entrevista con Franco estaba cantado según la perspectiva de Franco, como vamos a ver. Mientras el tren de Hitler, Eri a se va aproximando al sur de Francia, Fran co y Serrano Suñer descasan en el palacio de Ayete, cerca de San Sebastián, donde ha n llegado aquella tarde. A Franco le cuesta conciliar el sueño pero al fin lo cons igue. Para la reconstrucción de la entrevista de Hendaya voy a transcribir ante todo,

como principal documento, el que nos ha legado el barón de las Torres, don Luis A lvarez de Estrada, introductor de embajadores e intérprete de Franco, que dominaba perfectamente el alemán y fue el único testigo entre los presentes que tomó notas dur ante el encuentro y tres días después las pasó a limpio. Utilizo la versión que se ha pu blicado recientemente en la revista Razón Española. Me apoyo también en la exposición de l profesor Luis Suárez, quien recoge el testimonio del intérprete alemán Schmidt, que no actuó como tal pero pudo observar la escena, recopilar testimonios directos y r esulta fidedigno. He aquí el testimonio del barón de las Torres: Llegó el tren que conduce a 5 .E. el Caudillo a la estación de Hendaya poco después de las tres de la tarde. Hace Su Excelencia el viaje en el brea de Obras Públicas acompañado por el ministro de Asuntos Exteriores Sr. Serrano Suñer y por los jefes de su Casa Militar y Civil. (El barón de las Torres no alude al retraso con que se presentó el tren de Franco . Mi amigo Ángel Maestro, experto en ferrocarriles, me demuestra que la locomotora era excelente y que de haberse producido el retraso tuvo que ser delib erado. Franco negó que hubiera llegado tarde intencionadamente pero me dijo con ci erta sorna Se ha corrido ese rumor, no me parece mal). A la llegada del tren es recibido en el andén por el Führer a quien acompaña el min istro de Negocios Extranjeros Sr. Ribbentrop, mariscal Keitel y todo su Estado M ayor. Una vez hechas las presentaciones de los séquitos respectivos, invita el Führe r a Su Excelencia a pasar a su coche salón, donde se ha de celebrar la entrevista. En dicho coche salón y en una mesa rectangular para seis personas, toman asiento Su Excelencia el jefe del Estado, el Führer, el Sr. Serrano Suñer, el Sr. Ribbentro p, un intérprete aleman (Gross, n. del A.) y el barón de las Torres que actúa como intér prete por parte española, prohibiéndose el acceso al salón de ninguna otra persona, ya que los Embajadores de Alemania en Madrid Sr. Von Stohrer y de España en Berlín, Ge neral Espinosa de los Monteros, han permanecido con el resto del séquito. El Führer está sentado en una cabecera, teniendo a su derecha al Caudillo y a su i zquierda al Sr. Serrano Suñer, a la derecha del Caudillo está el Sr. Ribbentrop. Comienza 5 .E. el Jefe del Estado señalando la satisfacción que le produce encontr arse por vez primera con el Führer, a quien de nuevo reitera las gracias por la ay uda que Alemania prestó a España durante nuestro glorioso Movimiento nacional. El Führer contesta a 5 .E. diciendo que es también para él muy grato el momento de e ncontrarse con el Generalísimo y después de ensalzar la gesta del pueblo español, que ha sabido enfrentarse contra el comunismo a las órdenes de S.E. (Alemania seguía vin culada a la URSS por el pacto de agosto 1939, n. del A.), señala la importancia qu e tiene la reunión de ambos Jefes de Estado en este momento crítico de la guerra en Europa en que acaba de ser derrotada Francia. Empiea el Führer por hacer una relación bastante minuciosa de todos los acontecimi entos ocurridos hace trece meses y que han dado origen a la guerra mundial, insi stiendo en que él no quería la guerra, pero que se ha visto obligado a aceptarla con todas sus consecuencias. Pinta la situación de Europa como completamente favorabl e a las armas alemanas, diciendo textualmente: Soy el dueño de Europa y como tengo doscientas divisiones a mi disposición, no hay más que obedec er. Considera el Führer ponderando la eficacia y dominio de las fuerzas alemanas, asegurando que será cuestión de muy poco tiempo el aniquilamiento de Inglaterra cuya invasión está preparando con gran eficacia, y que le interesa tener prevenidos y su jetos todos los puntos neurálgicos que puedan ser de interés para sus enemigos y por ello es por lo que le ha interesado tener esta conversación con el Caudillo, pues hay varios puntos en los que España está llamada a desempeñar un papel muy importante , y que no duda que velando por sus intereses políticos lo llevará a cabo, ya que si deja pasar esta oportunidad no se podría presentar nunca.

En este respecto dice que le interesan y preocupan tres puntos que son, Gibral tar, Marruecos e islas Canarias. Continúa diciendo el Führer al pasar a tratar de Gibraltar, que ésta es una cuestión d e honor para el pueblo español el volver a reintegrar a la patria ese pedazo de su elo que está todavía en manos extranjeras, y que por su posición privilegiada en el Es trecho sea el punto de apoyo más importante que para la navegación en el Mediterráneo tienen los aliados, y que parece por tanto que hay que ir tomando en consideración la necesidad de que se cierre el Estrecho, ya que entre Ceuta y Gibraltar, en m anos españolas, sería imposible la navegación. Por lo que se refiere a las islas Canarias, dice que, aunque está convencido de que los Estados Unidos no han de entrar en la guerra, pues no tienen intereses d e gran envergadura en ella, no así los ingleses, que aunque sufren una situación pre caria actualmente, en cualquier golpe de mano podrán hacerse con ellas y sería desde luego un golpe muy fuerte contra la campaña submarina que con toda eficacia se es tá llevando a cabo. Su Excelencia el Jefe del Estado contesta a los puntos que acaba de mencionar el Führer diciendo que aunque es exacto que Gibraltar es un pedazo de tierra español a que hace muchos años está en manos ajenas, y que sería gran satisfacción para el puebl o español que volviera a formar parte de la Patria, hay que comprender que lo que al Führer le parece muy fácil, que es tomar la ofensiva para Gibraltar, supone para un pueblo que acaba de pasar por una de las más terribles guerras civiles, un sacr ificio excesivo ya que no tiene aún cerradas las heridas de todo orden que ha sufr ido y que sería muy pequeña compensación para los estragos y dificultades que la entra da en guerra con Inglaterra supondrá. Por otro lado, continúa el Caudillo, por lo que se refiere a Marruecos, debe ten erse muy en cuenta el esfuerzo que para una España aún no rehecha de la guerra civil , supone el mantenimiento de los efectivos militares que tiene en su Zona y que obliga a las tropas francesas a mantener ellas mismas unos efectivos importantes inactivos que no pueden acudir a otros sectores. Continua el Caudillo diciendo que agradece mucho los ofrecimientos que para después de la guerra y en el caso qu e entre España en ella, se le hacen de la zona francesa y del Oranesado, que no se le ha ocurrido pedir, pero que estima que para ofrecer las cosas es necesario t enerlas en mano y que hasta ahora el Eje no dispone de ellas. Añade el Caudillo qu e este problema de Marruecos lo ha considerado él vital para España y comprende que no se le ha hecho justicia a nuestro país y que no se le ha reconocido la situación que por derecho e historia le corresponde pero que habiendo sido, como prueba la Conferencia de Algeciras, problema que siempre suscitó la intervención de todos los países, aun de aquellos que más alejados se encontraban de él, estima que no debe pro cederse a la ligera, sino por el contrario, sin hacer dejación ninguna de los dere chos que le asisten, examinar el problema con toda frialdad. Por lo que se refiere a las islas Canarias, no cree el Caudillo que puedan ser objeto de un ataque, pero desde luego reconoce que, aun cuando existen en las i slas los efectivos necesarios, los medios de defensa de que disponen las islas n o están a la altura de las circunstancias, pues el armamento no es eficiente. A esto contestó el Führer diciendo que se enviarían por Alemania las baterías de costa de gran calibre que fueran necesarias, así como los técnicos encargados de montarla s y enseñar su manejo. Señala el Caudillo, con referencia al cierre del Estrecho de Gibraltar, que cons idera de mucha más urgencia e importancia el cierre del canal de Suez, pues el cor te de éste traería aparejada la inutilidad del Estrecho de Gibraltar y pasaría a ser u n mar muerto el Mediterráneo. El Fuhrer se mantiene en su postura de que considera más importante cerrar por G

ibraltar que por Suez. Insiste el Führer en señalar los grandes beneficios que reportaría a España una interv ención al lado del Eje, manifestando que cree llegado el momento en que España tome una determinación, pues no puede permanecer indiferente a la realidad de los hechos y de que las tropas alemanas se encuentran en los Piri neos. Y añade que como mañana o pasado tiene concertada una entrevista con el marisc al Pétain y el Sr. Laval en Montoire, quiere saber a qué atenerse respecto a la acti tud de España para obrar en consecuencia con respecto a Francia. Contesta a esto el Caudillo que no cree que tenga nada que ver la actitud de E spaña en las conversaciones de una Potencia que acaba de ser derrotada por Alemani a, y a costa de la cual se le acaban de hacer ofrecimientos pues una de dos, o e stos ofrecimientos no son más que el cebo para una posible entrada de España en la g uerra o no se piensa llevar a cabo, si la actitud de Alemania con el gobierno de Francia no es excesivamente dura. (La indignación de Hitler ante esta respuesta de Franco es tan visible que el i lustre intérprete, pese a su carácter diplomático, se permite continuar de este modo, n. del A.) Esta contestación del Caudillo no ue es verdad) y recalca de una manera or el Generalísimo que él no puede ir r una actitud definitiva por parte de , e r a

parece agradar mucho al Führer (seguramente porq un poco vehemente y sin recoger lo dicho p a Montoire a entrevistarse con Pétain sin conoce España.

El Caudillo vuelve a insistir en lo antes manifestado, y además reitera que España que acaba de sufrir una gravísima guerra civil, que ha tenido cerca de un millón d muertos por todos conceptos, que está falta de víveres y de armamento, no puede se llevada sin más a una guerra cuyo alcance no se puede medir y en la cual no iba sacar nada .

(Al llegar este momento se suspende la sesión, que ha durado desde las cuatro me nos cuarto a las siete menos veinte. La conversación ha resultado lenta por tener que traducirse del español al alemán y del alemán al español. Una vez terminada la confe rencia se traslada el Caudillo a su coche-salón hasta la hora de la comida que ofr ece el Führer a 5 .E. y a su séquito. Se reanuda la conferencia poco después de las di ez y media de la noche). En la segunda parte de la conferencia se nota desde el principio el afán del Führe r de hacer ver al Caudillo la conveniencia de entrar al lado de Alemania en la g uerra, por estar ésta, como quien dice, virtualmente ganada y asegurando que tendría España cuanta ayuda pudiera necesitar, tanto en provisiones como en armamentos. Vuelve el Caudillo a insistir en lo que tantas veces ha repetido durante el cu rso de la conversación, que España no está preparada para entrar en ninguna guerra, y que no se le pueden pedir sacrificios inútiles para no obtener nada por ellos y qu e considera que ya es buena ayuda la neutralidad española que le permite no tener efectivos en los Pirineos y la distracción de fuertes contingentes franceses por n uestras fuerzas militares en la Zona de Marruecos, aparte de lo que representa e l haberse adueñado España de Tánger, evitando que lo hicieran otros. El Führer a esta contestación, y visiblemente contrariado, manifestó que aunque eso sea verdad, no es lo suficiente ni lo que necesita Alemania. El Caudillo le vuelve a contestar que él no puede llevar al pueblo español a una g uerra que, desde luego, sería impopular, ya que en ella no se podría alegar que iba envuelto el prestigio ni la conveniencia de España. Después de un forcejeo insistiendo ambos jefes de Estado en sus puntos de vista y teniendo en cuenta que quiere llegarse a una solución por parte de Alemania, pro

pone el Führer, de acuerdo con su ministro de Asuntos Exteriores .Ribbentrop, que se firme por parte de España un compromiso en el que se comprometa a entrar en la guerra al lado de Alemania cuando ésta estime necesario que lo haga más adelante. El Caudillo vuelve a insistir en los repetidos puntos de vista respecto a la i mposibilidad de España de entrar en una guerra que no le habría de reportar ningún ben eficio y que, por tanto, aunque fuera un compromiso aplazado, él no lo puede acept ar. Se siguen manteniendo durante más de tres cuartos de hora los respectivos puntos de vista y, pasadas las doce y media, el Führer, que ha ido cada vez más perdiendo su control, se dirige en alemán a Ribbentrop y le dice: Ya tengo bastante. Como no hay nada que hacer, nos entenderemos en Montoire. El Führer, dando muestras de su soberbia o de su mala educación, se levanta de la mesa y de forma completamente militar y agria se despide de los presentes, acomp añado de su ministro de Asuntos Exteriores. Poco después y ya de manera oficial tiene lugar la despedida en el andén de forma aparentemente cordial. A la una menos cinco arranca el tren que conduce a 8 .E. quien creo ha sacado una impresión del Führer distinta a la que se había imaginado, como aquel señor que cree encontrarse con otro y se lleva un chasco. Mi impresión como español no puede ser mejor, pues conozco a los alemanes y sé sus p rocedimientos y teniendo en cuenta la fuerza que tienen hoy dominando a Europa e ntera, la actitud del Caudillo no ha podido ser más viril, ni más patriota, ni más rea lista, pues se ha mantenido firme ante las presiones, justificadas o no, del Führe r y ha pasado por alto con la mayor dignidad los malos modos al no ver satisfech os sus deseos, del Führer-Canciller. Luis Alvarez de Estrada Barón de las Torres. Este testimonio cabal, comunicado por el único asistente que comprendió directame nte todo lo tratado (el intérprete alemán no entendía bien el español, y el otro intérpret e, Schmidt, no estuvo sentado en la mesa) es, dada además la personalidad y profes ionalidad del barón de las Torres, el único que hace fe de lo tratado en Hendaya. ¿Qué h arán ahora Paul Preston, Luis María Anson y otros obcecados comentaristas de lo que nunca fue?, Cierto que existen otros testimonios, forzosamente secundarios, aunq ue puedan ser más o menos fidedignos, sobre posibles conversaciones marginales, ob servaciones durante la cena etc., que conservan su interés en un segundo plano. Ex iste por ejemplo un acta incompleta en los documentos alemanes, trascrita por Detw iler, que se refiere sólo a la intervención de Hitler, con más detalles (ninguno esenc ial) y sin registrar las respuestas de Franco. Las demás fuentes y estudios (Detwi ler, Proctor, Schmidt) confirman de plano la versión directa del barón de las Torres . Ante el autor de este libro el almirante Carrero insistió mucho en 1972 en que F ranco había expuesto ante Hitler que la estrategia a emplear en el desierto africa no contra Inglaterra, así como la defensa de Inglaterra, se asemejarían más a una guer ra naval que a la terrestre, y Schmidt confirma esa concepción. Otra réplica importa nte de Franco es que Inglaterra no estaba vencida, como pretendía el Führer; Alemani a no había ganado la batalla del espacio aéreo como Hitler pretendía y además, aun perdi das las islas, Inglaterra continuaría la guerra en el Imperio con el apoyo de los Estados Unidos, que Hitler negaba cerradamente; a fines de 1941, algo más de un año después, los hechos darían la razón a Franco en este punto vital. Me parecen de suma importancia los recuerdos del propio Franco en sus convers aciones íntimas, años después. El 20 de diciembre de 1955 afirmaba: Hice todo lo posibl e para convencerle de que la guerra no estaba ganada ni mucho menos, pues al con

tinuarla Inglaterra como lo estaba haciendo, ello hacía suponer que esta nación tenía la seguridad de que los Estados Unidos entrarían en la contienda. ~,Usted cree que la guerra va a ser larga? me preguntó Hitler. Ello sería una gran complicación para noso tros . No le quepa la menor duda le contesté. Y por ello, aunque crea en el triunfo de Alemania, España no está en condiciones de entrar en la contienda sin resolver ante s muchos problemas, el principal de ellos el abastecimiento del pueblo . El Führer, como si fuera un iluminado, afirmaba constantemente que la guerra estaba ganada y que el triunfo sería rápido . El 5 de julio de 1965 y ante un artículo de Georges Roux, volvió sobre el tema de Hendaya. Dijo Franco que entonces no le pidió Hitler la entrada de España en la gue rra porque le repetía que la guerra estaba ganada; en esto le falló a Franco la memo ria porque como acabamos de ver consta documentalmente que sí se lo pidió y con suma insistencia. El resto del testimonio es importante: Deseaba Hitler para mantener la paz una estrecha alianza con España antes que lo hiciera Francia. Me ponderó el brillante papel que la Historia había reservado a nuestra Patria en el nuevo orden que se iba a organizar en Europa. Me negué diplomáticamente a ello diciéndole que lo que España necesitaba era su reconstrucción, pues había quedado muy quebrantada después de nuestra guerra. Le manifesté además mi absoluta convicción de que Inglaterra no est aba vencida y de que seguiría la lucha en Francia, en la metrópoli o en un sitio cua lquiera de su gran imperio. Que no creyera que el pueblo francés estaba a su lado, pues ahora siente más que nunca antipatía por las potencias del Eje. En aquellos di ffciles momentos, como en todo el tiempo que duró el conflicto mundial, no tuve ot ro afán que salvar la neutralidad de España. Estaba decidido a ello costase lo que c ostase y me hubiera defendido contra cualquier agresor, fuese Alemania o los ali ados. Hubiésemos repetido la gesta de España contra Napoleón. Creo que Hitler se dio c uenta de mi manera de pensar y por ello nos respetó, lo mismo que Inglaterra o Nor teamérica . Al terminar la primera sesión de la conferencia, von Ribbentrop entrega a Serra no Suñer un protocolo con las exigencias alemanas que Hitler había concre tado en la entrevista. Era el compromiso de que España entrase en la guerra cua ndo Alemania lo considerase oportuno. Vuelvo ahora al testimonio de Serrano Suñer, porque para este punto está dictado por la serenidad sin asomos de resentimientos posteriores. Franco dice se mostró con toda razón indignado ante aquel documento que l os alemanes traían preparado con la pretensión de empujamos a la guerra sin damos ni nguna compensación. Es intolerable esta gente me decía quieren que entremos en la guer ra a cambio de nada, no nos podemos fiar de ellos si no contraen, en lo que firm emos, el compromiso formal terminante de cedemos desde ahora los territorios que como les he explicado son nuestro derecho, de otra manera ahora no entraremos e n la guerra. Este nuevo sacrificio nuestro decía Franco sólo tendría la justificación con la contrapartida de lo que ha de ser la base de nuestro imperio. Después de la vic toria, contra lo que dicen, si ahora no se comprometen formalmente no nos darían n ada . Pero Serrano Suñer no dice que Franco, al comenzar la entrevista, sabía ya por s us contactos secretos con Francia que Hitler no pensaba acceder a las pretension es territoriales de España para no malquistarse con Francia, lo que quedaba claro en el acta del barón de las Torres. Por tanto en Hendaya lo único que Franco hizo fu e defender eficazmente la neutralidad española, sin ceder un ápice en este objetivo primordial. Entre las dos sesiones de la conferencia Serrano Suñer habló con Ribbentrop. hacia las siete de la tarde y le expuso las razones por las que España no podía fir mar el protocolo. Al término de la segunda sesión los dos ministros vuelven a reunir se para tratar de revisar el primer protocolo. El ministro español, que acababa de recibir nuevas instrucciones expresas de Franco, se muestra inflexible en la ne cesidad de concretar las reivindicaciones españolas. Ribbentrop le pidió que le envi ase una contrapropuesta de España antes de las ocho de la mañana siguiente. Serrano Suñer, al cabo de los años, revela que cuando Franco saludaba militarmente desde la plataforma del tren español ya en marcha, trastabilló y estuvo a punto de caerse, au nque le sostuvo el general Moscardó. Los comentarios, en el tren de Franco y en el

de Hitler, echaban humo. Son unos perturbados y unos mal educados decía, en el mayo r exabrupto de su vida, el muy diplomático barón de las Torres. Lo que dijo Hitler p uede deducirse de los testimonios posteriores. Cuando explicó lo sucedido al conde Ciano, éste anotó en su diario: Las demandas de España para entrar en la guerra son de masiado altas. Nueve horas duraron las conversaciones y Hitler, antes de sufrir la experiencia otra vez, preferiría que le sacasen tres o cuatro muelas . Testigos d el séquito alemán contaron luego a Juan Antonio Ansaldo que Hitler, acreditado histr ión, imitaba furibundo los gestos de Franco muchos meses después del encuentro. En una conversación florentina con el Duce pocas semanas después, Hitl er insultaba de nuevo a Franco: pero reconocía que es un hombre de temple . Se indign aba allí de que los españoles tan engreídos y vanidosos, se inclinaban a realizar cosas de que eran incapaces, pedían sin cesar exorbitantes concesiones a Alemania, pero no se comprometían jamás a nada, se habían reservado enteramente la importante cuestión de decidir la fecha de su entrada en guerra A las dos de la mañana Franco y Serrano Suñér llegan al palacio de Ayete y durante una hora redactan una versión atenuada del protocolo la llamaremos segunda versión que recogiera nuestras condiciones dilatorias y nuestras reivindicaciones concretas , según el ministro. Enrique Giménez Arnau, director general de prensa, actuó de mecanógra fo y muchos años después, en 1998, nos ha ofrecido un importante testimonio sobre el asunto. Había conocido a Franco en Zaragoza, desde 1925; registrador y notario, f ue capitán del Cuerpo jurídico en la guerra civil, destinado en la secretaría de Serra no Suñer en Burgos y director general de Prensa en 1940. Estuvo en el séquito de Fra nco en Hendaya. Recuerda que el conductor del tren de Franco fue el teniente cor onel Martínez Maza, antiguo profesor de la Academia General Militar. Recuerda el s ol radiante de Hendaya el día de la entrevista. Asistió a la cena en el vagón de Hitle r. Muchos años después le llamó Serrano Suñer y al recordar Hendaya, el ex ministro se e mpeñaba en que Franco salió de la conferencia apesadumbrado y preocupado, pero Giménez Amau insiste en que parecía muy tranquilo y distendido. En Ayete, Franco entregó al director general el segundo protocolo para que lo pusiera en limpio y así lo hizo . Se lo devolvió a Franco y se despidió; eran las cuatro de la madrugada. En el docum ento, fechado pero sin firma ni antefirma se consignaban las peticiones de España, con mínimas condiciones previas muy generales, para una eventual intervención en el conflicto: suministros de material bélico (era el único punto relativamente detalla do) ayuda económica y garantía de abastecimientos de artículos básicos, entre ellos comb ustibles. Además se reivindicaba Gibraltar y se formulaban reclamaciones territori ales en el norte de África. No era un proyecto de tratado ni tampoco incluía comprom isos. Parecía un resumen de lo expuesto por Franco a los alemanes. El memorando ap enas tenía puntos de contacto con un borrador alemán del Convenio de Hendaya, supues ta adhesión de España al pacto tripartito de 27 de septiembre de 1940, publicado sin firma alguna por los norteamericanos en 1960 e inexistente en el registro de tr atados del Ministerio de Asuntos Exteriores. Supe después que el documento fue muy mal acogido por los alemanes y que se trabajó en otro . Giménez Amau coincide con el barón de las Torres en que Franco fue a Hendaya con el decidido propósito de que España no ent rase en la guerra y cree que el memorando transcrito por él constituye una clara p rueba de ello. De madrugada se presentó en Ayete el embajador de España en Berlín, general Eugenio Espinosa de los Monteros, con la petición, por parte alemana, de que se firme el protocolo entregado por Ribbentrop la noche anterior. De otra manera transmitía el embajador puede ocurrir cualquier cosa . Franco ordenó que se entregase al embajador el segundo protocolo. Nuestras enmiendas -dice Serrano Suñer desvirtua ban el grave texto propuesto por los alemanes en Hendaya . Sobre todo porque dejab a la decisión y la fecha para la entrada en la guerra cuando la situación general lo exigiese, la de España lo permitiera y se diera cumplimiento a las exigencias pues tas por nosotros para dar aquel paso . Serrano Suñer afirma que este protocolo (al q ue hemos llamado segundo) lo entregó a Ribbentrop a primeras horas de la mañana el e mbajador de España en Berlín. No dice más. Pero hay más.

Ribbentrop rechazó el segundo protocolo, el redactado en Ayete entre Franco y S errano Suñer. El acta secreta de Hendaya el tercer protocolo- publicada por los nor teamericanos en 1960 coincide con el texto español publicado por Serrano Suñer en su s memorias y mantiene las reservas expresas que se suprimían en la propuesta envia da por Ribbentrop antes de partir. Consta, por los documentos alemanes, que Serr ano Suñer firmó con fecha 11 de noviembre el último protocolo que sería el cuarto- difere nte de los dos anteriores al menos en un punto; la nueva redacción del artículo quin to que rebaja, sin concretar, las reivindicaciones españolas en África. Franco se lo había adelantado ya a Hitler en una carta que le escribió el 30 de octubre y que Se rrano reproduce. En ella Franco dice que ante la insistencia de Hitler en llegar a un acuerdo con Pétain, me pareció admisible vuestra propuesta de que en nuestro pac to no figurase concretamente lo que es nuestra aspiración territorial . Sin embargo Franco, por esa carta, concreta de nuevo sus reivindicaciones al Oranesado y a la parte de Marruecos que está en manos de Francia y que enlaza nuestra zona del nor te con las posesiones españolas Ifni y Sahara . Sin embargo esta redacción final del p rotocolo no contradice las posiciones fundamentales de Franco y Serrano Suñer sobr e la decision de entrar en la guerra, que en todo caso quedaba reservada a España. Ribbentrop se había marchado de Hendaya camino de Montoire bufando de rabia... y se pasó todo el trayecto echando pestes del jesuita Serrano Suñer y el cobarde desagradecido de Franco, que nos lo debe todo y ahora no quiere coope rar . El segundo de Stohrer, Eberlein, declaró a Detwiler en carta del 10 de enero d e 1960: Quizá hayan existido en España algunas personas que hubieran visto con gusto la participación activa de España en la guerra. Pero según mi opinión personal, ni el je fe del Estado Franco ni sus colaboradores inmediatos ni especialmente Serrano Suñe r tuvieron nunca la intención de meter a España en guerra al lado de los países del Ej e. Tenían motivos muy fundados para esta posición que usted cita...no eran en absolu to pretextos, sino hechos reales. También creo que Franco, muy bien informado sobr e la situación general y militar de Alemania nunca consideró con mucho optimismo las perspectivas de una victoria final de Alemania . Detwiler acumula en el mismo sen tido otros testimonios alemanes directos, como el del propio Schmidt, según el cua l la actuación de Franco en Hendaya fue la de un cunctator profesional . Con el rech azo por Alemania de un acta adicional enviada por España sobre la liquidación de la deuda de la guerra civil y el aprovechamiento futuro de materias primas en Marru ecos, terminaron las negociaciones de Hendaya con el fracaso completo del princi pal objetivo que había hecho emprender a Hitler el viaje más largo y más frustrante de su vida . He de citar, para cerrar la reconstrucción de este episodio, que mi distinguido amigo Ignacio Espinosa de los Monteros se ha referido a la entrevista de Henday a profusamente en el testimonio que tuvo a bien enviarme y en otras publicacione s. Todo su empeño consiste en exaltar el gran servicio que su padre, don Alvaro Es pinosa de los Monteros, entonces agregado naval en Roma, prestó a Franco y a España con su asesoramiento que fue comunicado en varias ocasiones y en concreto cuando fue llamado por Franco como consejero especial en septiembre de 1940 para ayuda rle dominaba por completo el alemán en su correspondencia con Hitler que ya hemos ci tado y que reproduce Serrano Suñer. Estoy convencido de que el agregado naval en R oma aconsejó bien a Franco por la excelente información que había recogido en el ejerc icio de su cargo y concretamente en una excepcional entrevista con el mariscal G oering. No me cabe duda de que, además de las informaciones del duque de Alba y el almirante El documento fundamental sobre Hendaya es el testimonio del barón de las Torres, que hemos transcrito de Razón Española 90 (julio-agosto 1998) 56s. Esencial además la reconstrucción y documentación de Detwiler, Hitler, Franco..., op. cit., capítulo V. p. 51-67. Con las limitaciones indicadas son fundamentales las Memorias de Serra no Suñer, op. cit., p. 283s Testimonios de Franco en Mis conversaciones... op. cit ., 154, 454. Testimonio de Giménez Arnau en Razón Española 88 (marzo-abril 1998), 133s . Ver mi Franco de 1982, capítulo final del tomo IV y Luis Suárez, Franco, España..., op. cit., p. 249s.

Canaris, la percepción del agregado naval en Roma sobre el auténtico desarrollo d e la batalla de Inglaterra influyó positivamente en Franco y le suministró important es argumentos. Siento de veras que los hijos del agregado naval, comprensiblemen te empeñados en destacar los servicios de su padre, no hayan podido aducir un solo documento ni testimonio fehaciente sobre los informes y consejos de don Alvaro Espinosa. Insisto en que no dudo de esos servicios pero carezco de otros testimo nios sobre ellos, que serían esenciales para el análisis histórico. Por otra parte cre o muy probable que el jefe de Operaciones en el Estado Mayor de la Armada, Luis Carrero Blanco y el ministro de Marina utilizasen las informaciones del agregado naval en Roma; hubiera sido reprobable no hacerlo aunque admito que no procedie ran, en este caso, con la debida generosidad a la hora de reconocerlo. Pero lamento que mi amigo Ignacio Espinosa se empeñe en conceder un valor históri co absoluto a los testimonios tardíos de don Ramón Serrano Suñer, que a mí como historia dor me parecen generalmente sospechosos y en cambio se obstine en no reconocer e l valor, que estimo trascendental, del testimonio dado por el barón de las Torres que acabo de transcribir y otros anteriores. Por otra parte don Ignacio Espinosa utiliza un método dialéctico entrecortado y tedioso que con toda sinceridad, no me parece nada convincente. Para corroborar cuanto dice sobre la actuación de su padr e, y que en gran parte creo exacto, lo más pertinente será que realizase una investi gación en los archivos de la Marina y en los de Asuntos Exteriores para encontrar allí los informes de su padre que sin duda existen y serían una contribución mucho más d ecisiva para reivindicar su memoria. Veo en su manuscrito que ha buscado los doc umentos por todas partes y no ha podido encontrarlos, tal vez porque alguien los ha hecho desaparecer. Cuando la política interfiere en la Historia tengo que reco nocer que ocultaciones de este tipo son más que posibles. HITLER ARCHIVA LA OPERACIÓN FELIX No es diftcil imaginar los comentarios de Hitler en la tarde del 24 de octubr e y en otra estación, la de Montoire, cuando Ribbentrop, antes de la entrevista co n el mariscal Pétain, le informa sobre el asunto de los protocolos de Hendaya empa ntanados. Montoire fue, en frase de Schmidtt, otro monólogo en un tren y el Führer tam poco logró resultados concretos, pero aunque el veterano mariscal jugó a dos barajas y tranquilizó simultáneamente a los ingleses, tuvo que conceder algo vital en el terreno de los símbolos; en la declaración oficial francesa del día 2 6 suena por primera vez la palabra que los años y los hechos harían fatídica, El princi pio de la colaboración . El día 28, con preaviso de sólo tres días a Hitler, Mussolini ord ena a su ejército de Albania que ataque a Grecia. Es un disparate estratégico que a la larga favorece a Franco, ya que va a forzar la intervención alemana en los Balc anes; pero de momento Hitler apremia con mayor energía a los españoles para el cierr e del Mediterráneo. El testimonio del general Guderian es importante: El primer res ultado del arbitrario gesto de Mussolini según Hitler me dijo- fue que Franco decid iese evitar la colaboración con las potencias del Eje ya que no deseaba compromete rse con personas que actuaban tan imprevisible-mente . En mayo de 1943 Hitler conf iaba a Doenitz: El ataque italiano a Grecia disgustó a España . El ataque, además de inop ortuno, acabó en ridículo. Grecia no sólo resistió sino que avanzó sobre Albania. El chist e de más éxito en España durante ese inviemo fue el cartel ateniense: Si quieres visita r Italia, alístate en el ejército griego . Franco terminaba el mes de octubre en la Re al Academia española, presidiendo la inauguración oficial de los trabajos del Consej o Superior de Investigaciones Científicas. El 28 de octubre, en Florencia, Hitler se había desahogado con Mussolini al referirle sus frustraciones en la entrevista de Hendaya. Noviembre y diciembre de 1940: los meses de máximo peligro para España en la fase alemana de la guerra. Hitler va a endurecer su decisión, convirtiéndola en seca ins trucción operativa para sus divisiones. España debe acentuar, ante ello, sus concesi ones verbales y marginales. Serrano Suñer, al dejar Gobemación, perdió el control dire cto de la prensa pero mantenía sus contactos personales y los órganos oficiosos se i nclinaban cada vez más parcialmente hacia la intervención. El 1 de noviembre llega a

Inglaterra la misión dirigida por el teniente coronel Juan Antonio Ansaldo, con l os capitanes Larios y Avial, que pueden comprobar la tremenda voluntad británica d e resistencia. El consejo de ministros del día siguiente designa subsecretario de Comercio al veterano de las luchas petrolíferas Manuel Arburúa de la Miyar, que al p asarse a la zona nacional había revelado las pruebas del expolio del oro perpetrad o por el gobierno republicano. El día 3 la secretaria de Serrano Suñer entrega en la Embajada de España en Berlín la carta de Franco para Hitler a la que ya nos hemos r eferido como finta defensiva. El 4 de noviembre los Estados Unidos reeligen al p residente Roosevelt para un nuevo mandato y el jefe de la columna española de ocup ación en Tánger comunica que dejan de funcionar las instituciones intemacionales de c ontrol . Alemania no reaccionó, Inglaterra y Francia protestaron sin encono, Italia se indignó. Pero n o pasó nada. El Estado Mayor alemán, reunido con Hitler, decide respaldar a Italia t ras su mal paso contra Grecia pero también acelerar la operación Félix contra Gibralar . Cincuenta expertos alemanes estudian en Madrid los detalles de la operación y de la posible invasión alemana de Portugal a través de España, para lo que necesitan el acuerdo de España que nunca obtuvieron. Entre el 3 y el 4 de noviembre, es decir h acia la medianoche del 3, muere en su retiro francés de Montauban el presidente Ma nuel Azaña, revelación y encamación de la República. Se ha reconciliado con la Iglesia c atólica de la que nunca abjuró, aunque las exequias fueron organizadas por la repres entación de México en Francia y desde entonces los medios masónicos siguen obstinados en negar esa reconciliación, que está comprobada documentalmente. En España ni hubo ni se permitieron comentarios; Manuel Azaña había muerto tras una larga agonía íntima y mo ral, pero no marchó a la Oscuridad Visible sino a la Verdadera Luz. Mientras en España intenta Franco mantener en forma a su ejército con unas intens as maniobras militares en las vaguadas de Colmenar Viejo y estimula la celebración del primer congreso sindical del régimen, los aviones torpederos de la escuadra b ritánica, que despegan del portaaviones Invencible hunden material y moralmente a la escuadra italiana en su base de Tarento el 11 de noviembre. Esa fecha, recuer de el lector, es la que llevaba la versión final (que hemos llamado cuarta ) del prot ocolo de Hendaya, firmada por Serrano Suñer, en la que España se reservaba la decisión sobre la entrada en la guerra y la fecha de esa entrada. El 12 de noviembre Hitler firma su XVIII Instrucción general para la ejecución de la Operación Félix sobre la toma de Gibraltar, cuyo borrador, tomado de Detwiler, h e publicado en mi Franco de 1982. Pero Gibraltar no es el único objetivo porque el fin general de la operación es englobar toda la Península en el teatro de operacione s de los países del Eje y expulsar a la flota inglesa del Mediterráneo occidental . El primer paso era la toma de Gibraltar; el segundo, invadir Portugal a través de Es paña si Inglaterra viola la neutralidad portuguesa; tercero, trasladar al norte de África dos divisiones (una de ellas acorazada) para asegurar esa zona. El mando n ominal de la operación se reconocerá al jefe del Estado español. Si los españoles acepta n, podrán participar en el asalto a la Roca, pero su misión será asegurar el Campo de Gibraltar hasta la llegada de las tropas alemanas. La fecha para la entrada terr estre y aérea en España se fija en el 10 de enero de 1941. La entrada en España se hará por Irún. El asalto masivo al Peñón comenzará unos 25 días tras el cruce de la frontera española. Se debe considerar a España como país aliado y aparentar q ue son los españoles quienes defienden las dos orillas del Estrecho una vez realiz ada la operación. Se entragará a España artillería para la defensa de Canarias. Los gene rales en jefe de tierra, mar y aire enviarán al Cuartel General del Führer sus infor mes sobre preparación de estas operaciones el 16 de diciembre de 1940. El borrador alemán se concentra en Gibraltar y deja bastante en el aire las pos ibles operaciones en Portugal. Es evidente su menosprecio por la cooperación español a que parece dar por supuesta; no prevé que España pueda oponerse. Según Canaris el Führ er confirmó ese menosprecio con esta expresión: Con Franco o sin Franco tomaré Gibralta r . Unos días antes de esta Instrucción von Ribbentrop invita a Serrano Suñer a un encu

entro con Hitler en su nido de águilas de Berchtesgaden. El ministro inicia su seg undo viaje a Alemania el 14 de diciembre. Antes de partir asiste a una important e reunión en el Pardo con los tres ministros militares, Varela, del Ejército, Vigón, d el Aire y el almirante Salvador Moreno, de Marina. El almirante presentó un inform e de gran importancia. En este caso debo dar la razón a don Ignacio Espinosa de los Monteros, que nos ofrece su descubrimiento del informe de la Marina. El ministro se limitó a transcr ibir casi exactamente el informe que le había entregado el 8 de noviembre el jefe de operaciones del Estado Mayor de la Armada, capitán de fragata Luis Carrero Blan co, del que nos ofrece un facsímil en su libro El silencio es Historia Luis Suárez h a visto el mismo informe en un coleccionable posterior de ABC sobre la segunda g uerra mundial. Naturalmente que acepto la autenticidad del informe Carrero y su identidad con el de don Salvador Moreno. En el informe Carrero se apunta que las fuerzas alemanas se disponen a cerrar la tenaza sobre Suez, que Alemania ha des istido o al menos aplazado la operación de desembarco en Inglaterra y que tiene de cidido el cierre del Mediterráneo por Gibraltar y por Suez. La ocupación de Gibralta r requiere cooperación de España, que, al producirse, provocaría el corte de las comun icaciones atlánticas de España con pérdida de las aportaciones de combustibles y cerea les que son imprescindibles para la vida de la nación. Mientras los ingleses estén e n Alejandría la única vía para el aprovisionamiento de España será la pinenaica, totalment e insuficiente Parece claro que por una razón e imposibilidad material España no inte rvenga en la guerra en tanto que el canal (de Suez) esté en poder de los ingleses . En cambio, si el canal de Suez cae en poder del Eje, sería preciso inutilizar la base de Gibraltar , lo que exigiría la entrada de España en la guerra . Entonces, dic e Carrero, España tendrá que intervenir . Este es el punto en que el informe del minist ro suaviza al de Carrero; hay algunas otras modificaciones menores. Luego Carrer o se extiende en consideraciones sobre la situación después de la caída de Suez; que i nteresan menos ahora porque la operación del Eje sobre Suez estaba ya muy comprome tida cuando Serrano Suñer viajaba a Alemania, por el desastre naval italiano de Ta rento y por las cada vez peores perspectivas que ofrecía la actuación militar de Ita lia en Grecia y en el norte de África. La condición sine qua non que había incluido Ca rrero en su informe de 8 de noviembre (y Moreno en el del 11) para que España inte rviniese en la guerra es decir el dominio previo por el Eje del canal de Suez se p erdía en el mundo de los futuribles. Lo importante del informe Carrero-Moreno fue la tajante negativa a que España interviniese en el conflicto antes de que se cump liera esa condición. A Serrano Suñer le impresionó el informe de la Marina, aceptado p or Franco. Llega Serrano Suñer a la estación de Berchtesgaden el 18 de noviembre. No lleva más mandato que el que se le ha confiado en la reunión militar del Pardo: España no podía ni debía tomar parte en la guerra . Almuerza al día siguiente con Ciano y Ribbentrop; por la tarde le recibe Hitler, junto al ministro de Exteriores ale mán en el Berghof. Hitler no quiere que se repitan las frustraciones de Henday a. Durante cuatro horas opresivas trata de imponerse sin apelación. En su primer aleg ato, de una hora ininterrumpida, comenta el error de Italia en Grecia. Estima es encial el cierre del Mediterráneo por uno y otro extremo. Amenaza sin ambages: de sus 230 divisiones pueden actuar inmediatamente: 186 sobre los Pirineos. Exagera ese número pero Serrano no puede saberlo. Concreta bruscamente: He decidido tomar Gibraltar . Serrano Suñer se defiende con la espalda contra la pared. Dice que llega sin ma ndato alguno, con carácter estrictamente personal. Ha observado una elevación de mor al entre los partidarios de Inglaterra por el retraso alemán en el ataque a las is las. Considera como esencial y previo el cierrre del canal de Suez. La caída de Gi braltar cerraría el camino para el trigo de América, cuya necesidad cifra España en to nelajes mucho más elevados que en la conferencia de Hendaya; responde a la velada amenaza de Hitler con la evocación napoleónica: El pueblo español se opondría a cualquier invasión . Invoca a la opinión pública española, hostil a la entrada en guerra. Exige gar antías escritas sobre las reivindicaciones de España y se extiende al expresar su am

argura por la redacción final del protocolo de Hendaya. Hitler, que ha intervenido varias veces, no puede más y estalla. Los caballeros españoles tendrán que creer en mi palabra y no insistir en una declaración escrita pre cisa . Continúa abruptamente la entrevista con la magnánima concesión de algún mes más para entrada en guerra de España. Después Hitler recibe a Ciano y le advierte su firme d ecisión de avanzar por España, tomar Gibraltar y ocupar el norte de África. Ribbentrop vuelve a reunirse con Serrano Suñer y sin esperar su aquiescencia le advierte que España debe entrar en la guerra, a favor o en contra de Alemania, hacia Navidad. Serrano Suñer, sin ceder en lo esencial, replica que comunicará la exigencia a Franc o y concreta algo más que de costumbre las buenas palabras sobre la reanudación de l os suministros a los submarinos alemanes desde las costas españolas. A esta conver sación asistió el embajador español en Berlín, general Eugenio Espinosa de los Monteros, informado por los alemanes sin que Serrano le hubiera invitado. Espinosa envió lu ego un informe a Franco en que se reflejan las malas relaciones que mantenía con e l ministro pero también la firmeza de Serrano en su conversación con Ribbentrop. El día 20 emprende Serrano el camino de regreso, con la muerte en el alma, pero en el más difícil de los terrenos, y por encima de todos sus errores y desenfoques político s, se había ganado un puesto de honor en la historia de España. Es evidente que Serrano Suñer logró regresar de su segundo viaje a Alemania sin a gravar lo que Franco había defendido en la entrevista de Hendaya y sin comprometer a España para su entada en la guerra. Esta es también la opinión del máximo especialist a en las relaciones entre España y Alemania en este período, D.S. Detwiler. Pero Ser rano Suñer, que volvía sin haber firmado compromiso alguno, era también portador de un ultimátum de Hitler a Franco. Está en Madrid el 22 de noviembre; inmediatamente acu de a una reunión en el palacio del Pardo con Franco y los ministros militares. Seg uramente había advertido, antes de volver, lo fundamental de su entrevista alemana , porque esa misma mañana del 22 el general Dávila, jefe del Alto Estado Mayor, había convocado una reunión previa con los jefes de operaciones en el Estado Mayor del E jército (Cuesta), Marina (Carrero) y Aire (Lacalle). Poco antes de su muerte el al mirante Carrero me llamó a su despacho en la Presidencia del gobierno situado en C astellana 3, el mismo edificio donde estaba el Alto Estado Mayor cuando se celeb ró esa reunión. Le pedí permiso para tomar notas me comunicó casi exactamente lo siguien te: Carrero me insiste en que recuerde bien la fecha, (noviembre 1940). Da los nom bres de los jefes de operaciones cita también como asistentes a los jefes de sección del Alto Estado Mayor. Serrano Suñer me decía regresaba de Berlín (sic) con el virtual compromiso de entrar en guerra pro-Eje hacia Navidad. Dávila preguntó por la prepara ción de España. Cuesta le dice que ante todo habría que invadir Portugal Lacalle dice que aviones y bombas son insuficientes, lo que queda de nuestra guerra. Carrero pregunta al jefe de Intendencia el Alto Estado Mayor cuánto tiempo resistiría España s in la línea el trigo (Plata) y la línea del petróleo (USA-Caribe). Es decir no plantea el problema en plan táctico o logístico sino de corte estratégico total. Por otra par te Moreno (el ministro) había entregado a Franco un informe de Carrero en este sen tido . Mi amigo Ignacio Espinosa se enfada mucho de que Carrero me dijera eso pero , con enfados o no, esto es lo que me dijo.Y además creo que decía la verdad y que e n el informe previo de Carrero fechado el 8 de noviembre y entregado por el mini stro a Franco el día 11 se aconseja lo mismo en lo esencial: no entrar en la guerr a hasta que se cerrase el canal de Suez. Ahora, al regresar Serrano Suñer, el pano rama había empeorado mucho por las dificultades italianas en Tarento, en Grecia y en el norte de África. También se enfadó conmigo don Ramón Serrano Suñer en 1974 cuando me referí a esta conversación en uno de mis libros, que me hizo don Ramón el honor de pr esentar; pero debió enfadarse con Carrero, no conmigo, porque en ese libro yo no a ceptaba la expresión de Carrero sobre el compromiso que traía Serrano de Alemania; n o era un compromiso (aunque Carrero le llamó así) sino un ultimátum, con lo que mi con clusión era favorable, como ahora, a Serrano Suñer. Carrero me sugirió también que lo es encial de su informe estaba reproducido en su libro posterior España el mar, y tam bién tenía razón, decía la verdad. En mi Franco de 1982 admití expresamente que en el info rme Carrero hubieron de influir, necesariamente, las informaciones y opiniones d

e don Alvaro Espinosa de los Monteros, agregado naval en Roma, padre de don Igna cio Espinosa, aunque no se hayan encontrado aún los documentos que puedan probarlo . Pero no cabe negar el informe Carrero, ni su acierto fundamental para evitar l a entrada de España en la guerra en 1940, sin que la cuestión de Suez tuviera en la práctica la menor importancia porque Inglaterra permaneció en el canal de Suez duran te la guerra, después de haber frenado en Egipto a los italianos en 1940 y luego a l Afri a Korps el general Erwin Rommel. En el consejo de guerra celebrado por Franco en el Pardo cuando regresó Serrano Suñer, en el que se tuvieron presentes las conclusiones del Alto Estado Mayor, se decidió mantener a todo trance la neutralidad, no provocar a Alemania con ostensi bles preparativos de defensa y confiar en la Providencia; como insiste Luis Suárez , Franco era creyente de toda la vida y cuando recomendaba ponerse a rezar~ lo hacía de veras, como volvería a suceder ante el peligro de invasión aliada en novie mbre de 1942. El 28 y 29 de noviembre de 1940 el embajador von Stohrer telegrafi aba a Berlín: El ministro de Exteriores acaba de decirme que el Generalísimo está de ac uerdo en comenzar los preparativos propuestos pero no podía determinar la fecha ex acta de la declaración de guerra . Franco, con perfecta información del desastre itali ano, se mantiene en la exigencia de dominar el canal de Suez y trata de ganar ti empo solicitando el envío de nuevas comisiones técnicas alemanas. Entonces Hitler decide pasar a la acción, aun sin contar con España. El 5 de dici embre fija el arranque definitivo de la operación Félix para el 10 de enero de 1941 En relación con el envío de expertos solicitado por Franco, el almirante Canaris lle ga el 7 de diciembre por la tarde a Madrid y a las diecinueve treinta Franco le recibe en el Pardo en presencia de Juan Vigón . D.S. Detwiler reproduce el acta de la reunión Canaris-Franco, que he transcrito en mi Franco de 1982. Canaris comuni ca la fecha señalada por Hitler para la entrada de las divisiones alemanas en España ; el 10 de enero siguiente. Franco le contesta que es imposible la entrada de Es paña en la guerra en esa fecha. porque España perdería inmediatamente Guinea y poco de spués las Canarias, amén de la ocupación inmediata por los aliados (en los que ya incl uye a los Estados Unidos) de las islas portuguesas del Atlántico. Los preparativos de España han progresado pero no de forma suficiente. Hay un déficit de un millón de toneladas de cereales. El transporte es deficiente. La situación de muchas provinc ias se haría insostenible. España no puede comprometerse a fijar fecha alguna del fu turo para su intervención. Por los comentarios del propio Franco y de los marinos que gozaban de la confianza de Franco me consta que Canaris transmitió el ultimátum de Hitler, pero comprendió perfectamente la posición de Franco; el acta de Vigón no tr ansmite los gestos ni los tonos. Cinco años después, poco antes de su ejecución, el ma riscal Keitel, que estuvo en contacto telegráfico con Canaris durante esta misión de l almirante, escribió: Ahora dudo de que fuera Canaris la persona adecuada para est a misión, pero parece haber disimulado muy bien durante años; supongo que no se esfo rzó en serio para convencer a España, sino que previno en contra nuestra a sus amigo s de ese país . El informe de Canaris sobre la actitud negativa de Franco se transmitió inmedia tamente a Hitler. La situación, como venimos diciendo, había cambiado dramáticamente e n el Mediterráneo oriental. El 7 de diciembre, día de la entrevista de Canaris y Fra nco, se había comunicado la noticia sobre la catástrofe de las tropas italianas en s u posición avanzada de Egipto, Marsa Matru , ante las divisiones británicas del gene ral Wavell; el ejército italiano de Egipto y Cirenaica se había hundido tras dejar t reinta y ocho mil prisioneros en manos inglesas. La conquista de Suez pasaba por el momento al reino de los sueños y Mussolini confesaba atónito e indignado: Cinco g enerales prisioneros uno muerto: esta es la relación entre los que tienen espíritu m ilitar y los que no lo tienen . El muerto era Annibale Bergonoli, jefe de la divis ión Littorio, la única que había mantenido el tipo en la batalla de Guadalajara en 193 7. Para colmo Italia estaba a la defensiva en territorio de Albania frente a Gre cia y el general Badoglio, jefe de los italianos se vio obligado a dimitir. Esto s hechos desviaron inmediatamente la atención de Hitler hacia el Mediterráneo orient al y le forzaron a cancelar, un mes antes de su ejecución la operación Félix. El diari

o del mando supremo del Ejército (0KW) de 10 de diciembre confirmaba: habido el tel egrama del almirante Canaris (10 de diciembe) el Führer decide que no se realice l a operación Félix pues ya no existen los requisitos políticos necesarios . Es decir que Hitler, a quien Serrano Suñer acababa de recordar la resistencia española contra Nap oleón, no quiso acometer su empresa de Gibraltar contra la oposición de España. El mar iscal Keitel confirmaría en Nürenberg: Hitler anunció que abandonaba la idea; no le gus taba verse obligado a transportar sus tropas a la fuerza, contra la cólera de Fran co La nueva instrucción de Hitler no se dirige contra Gibraltar sino a los Balcanes . Aun así Hitler se resistía a abandonar su proyecto de Gibraltar. Luis Suárez ha desc rito el intento de Ribbentrop el 26 de diciembre de 1940 para que el embajador e n Berlín, general Espinosa de los Monteros, preguntase a Franco cuándo pensaba entra r en la guerra; Serrano Suñer se negó a recibir oficialmente la petición alemana, cerró el paso al embajador, que hubo de dimitr ante Franco a fines de enero de 1941. H itler se concentró en otros proyectos, sin abandonar del todo a Félix. La operación Ati la se refiere a la eventual ocupación de la Francia aún no tomada por Alemania. Y el 26 de diciembre, en vista de las insufribles presiones de Molotov sobre proyecto s expansivos de la URSS en el Este de Europa, Hitler dicta su XXI Instrucion Gen eral, la Operación Barbarroja, cuyo objetivo era aplastar a la Rusia soviética median te una rápida campaña, aun antes de concluir la lucha con Inglaterra .

El 2 de diciembre España logra un nuevo acuerdo comercial con Inglaterra al día s iguiente de que expirase el denunciado por Inglaterra un mes antes .El día 3 una c atástrofe ferroviaria -el choque en Velilla de Ebro de los expresos de Madrid y Ba rcelona causa 53 muertos. La política española informa certeramente von Stohre está ahora regida cada vez más por el hambre . Franco reorganiza los Sindicatos, la organización juvenil de Falange, el Frente de Juventudes. El 14 de diciembre nombra a Antonio Tovar, el humanista totalitario como le llama la pre nsa oficiosa, subsecretrio de Prensa y Propaganda. El 17 consigue uno de sus más p rofundos ideales; restablecer la Academia General Militar en su sede de Zaragoza , clausurada por Azaña en 1931. El ministro de Hacienda José Larraz consigue que la administración financiera funcione, y no es poco, con aquel horizonte tenebroso; y el 22 de diciembre se publica la importante ley de Reforma Tributaria, con impl antación de la tarifa progresiva para el impuesto sobre la renta. Por las calles y carreteras españolas renqueaban los coches impulsados por gasógenos, un empeño person al de Franco que provocó frustraciones y chistes innumerables. Al acabar el año 1940 las divisiones alemanes seguían en los Pirineos pero España se había librado de la gu erra mundial y de la operación Félix Aunque faltaba el coletazo final de Hitler. EL ULTIMÁTUM FINAL SOBRE GIBRALTAR El nuevo año 1941, con media España sumida en el hambre y la penuria, nace bajo u n temporal de nieve y frío que entonces solía llamarse siberiano . Celebraba en la inti midad su primera misa el profesor don Manuel García Morente, a través del cual toda una generación intelectual española se había iniciado en la filosofía modema, salvado mi lagrosamente de la persecución roja en Madrid que abatió a su yemo y que por experie ncia trágica en la guerra había recibido una iluminación profunda que le llevó al sacerd ocio y le condenó al olvido por parte de muchos que le debían los aspectos más profund os de su formación; es el destino de no pocos intelectuales cristianos de nuestro tiempo, enfrentados a las mismas fuerzas destructoras que a don Manuel acosaron. Franco intensifica el ritmo Sobre la entrevista en Montoire cfr. Detwiler, Hitler, Franco..., op. cit. p., 82s. y Robert 5. Paxton La Francia de Vichy, Barcelona, Noguer, 1974 p. 70s. Re acciones españolas y alemanas a la entrevista de Hendaya cfr. Proctor,La agonía..., op. cit., lOOs. La carta de Franco a Hitler de 30 de octubre en Serrano Suñer, Men orias op. cit. p. 301, fuente para todo este período con las salvedades indicadas. Misión aérea a Inglaterra en JA. Ansaldo ¿Para qué? Buenos Aires, E in, 1951, p. 256. P ara la entrevista en Berchtesgaden, cfr. Detwiles, ibid. y Serrano Suñer, Entre He ndaya..., op. cit., p. 323s. Informes Carrero y almirante Moreno en Ignacio Espi nosa, El silencio de la Historia ms. Muy bien ilustrado. Mi entrevista con Carre

ro en mi Franco de 1982, IV, p. 292. La cita de Carrero en mi entrevista pertene ce a su libro España y el mar, Madrid, Inst. de Estudios Políticos 1964 II p. 59s. P ara la conversación Franco-Canaris y. el acta de Vigón en el apéndice de mi Franco de 1982, tomo IV. Estoy por lo general de acuerdo con la documentación y valoraciones de L. Suárez en Franco, España..., op. cit., p. 257s. Sobre la muerte cristiana de Azaña, cfr. mi libro Misterios de la Historia, segunda serie, Barcelona, Planeta, 1992, p. 31 ls. y la duración de sus consejos de ministros para enfrentarse a los problemas, ca si insolubles, de la reconstrucción y aun de la subsistencia. Llegan en enero siet e mil ochocientas toneladas de trigo argentino, inmediatamente distribuidas por los vacíos almacenes de España. Winston Churchill, que conoce la situación española, esc ribe al presidente Roosevelt: Nuestros informes demuestran que la situación está empe orando y que España no está lejos de la inanición, de modo que podría ser decisivo que u sted ofreciese alimentos mes por mes, en tanto se mantuviesen fuera de la guerra . Esta era la táctica aliada frente a España: calcular por lo bajo sus necesidades y permitir su aprovisionamiento con cuentagotas, un sistema cruel pero que afectó pr ofundamente a Franco, como sabemos por sus crecientes exigencias a Alemania, que no podía satisfacerlas con toda Europa a su cargo. España consigue una ampliación del acuerdo comercial con Inglaterra en enero, que asegura nuevas llegadas de trigo canadiense. Para quien haya vivido aquellos años en España, no puede borrarse la im agen de aquellos obreros que manejaban lentamente, pero sin cesar, sus rudimenta rios instrumentos de trabajo pero que, impulsados por el empeño de toda una nueva clase empresarial, iban reconstruyendo la España todavía maltrecha y sus infraestruc turas. A fines de enero de 1941 esa España exhausta reanudaba su gran esfuerzo de repoblación forestal iniciado por la Restauración después de las depredaciones de nues tras masas boscosas a lo largo del siglo XIX. La nueva repoblación da comienzo sim ultáneamente en 194 términos municipales, 35 provincias, 180.000 hectáreas. A la vez y con el fin de paliar el paro obrero que se arrastraba desde el final de la guer ra se acomete un plan nuevo de obras públicas, por valor de 2.130 millones de pese tas, para la construcción y reparación de 22.000 ilómetros de carreteras. Cuando llegó a España al año siguiente el nuevo embajador americano Carlton Hayes una de las nove dades que más le sorprendieron fue comprobar que en circunstancias tan difíciles y a ngustiosas la España postrada era capaz de tener ya en plena marcha estos dos gran des proyectos de reconstrucción, que una entrada en la guerra mundial hubiera dest rozado nuevamente. El 25 de enero quedaba perforado el túnel de Viella que asegura hasta hoy la comunicación directa y permanente con el valle de Arán en el Pirineo c atalán. Y en ese mismo mes de enero el día 12 Ramón Serrano Suñer pronunciaba en Barcelona un tremendo discurso que se dirigía a los británicos más que a los alemanes. Expresab a en él su preocupación permanente por las anomalías en las relaciones IglesiaEstado, e n casi la mitad de las diócesis está la grey sin pastor . Reconoce el problema cierto d el hambre en muchos sitios de España. Necesitamos pan y materias primas . Alude a un a posible decisión desesperada de España si se le sigue negando el pan por quienes pueden permitir su llegada España no puede ded icarse como desea a su reconstrucción por causa de la guerra mundial. El llamado tr adicional aislamiento de España ha sido la causa más grave de nuestros largos y hond os males . Subraya la identificación de España con Europa, aunque no con la Europa en la que él pensaba entonces. Justifica la intervención de España en Tánger como un derech o indiscutible. Revela las profundas disensiones que se notan en el país, cuando e xisten instituciones que nos quieren minar el terreno .El discurso, muy importante, es un llamamiento desesperado que obtiene inmediatamente su fruto en la suaviza ción de los obstáculos aliados para el abastecimiento español. Pero en medio de tantas dificultades Hitler decide realizar un esfuerzo supremo para arrastrar a España a la guerra. En efecto, el 21 de diciembre había celebrado una reunión con sus altos consejero s militares Keitel, Jodl y Raeder. El enemigo les dice avanza por doquier: Grecia, Albania, Libia, África oriental. El almirante Raeder, que es el militar alemán con mayor visión estratégica, insiste en que la solución para los problemas del sur es el cierre del Mediterráneo en Gibraltar. Hitler decide presionar de nuevo a Franco en ese sentido y en carta de 31 de diciembre de 1940 se lo comunica así a

Mussolini. El 9 de enero dice el Führer a sus generales: La actitud de España se ha vuelto va cilante, pero aunque parezca muy difícil conseguirlo, intentaremos otra vez que en tre en la guerra . En la carta a Mussolini censura duramente a Franco a quien llam a vendido al enemigo por la promesa de alimentos . A mediados de enero también, el día 15, el rey don Alfonso XIII abdica sus derechos, imprescriptibles según él, al trono de España en su hijo don Juan de Borbón y Battenberg. En el acta de abdicación don Alfonso XIII habla de victoria definitiva al refer irse a la de Franco en abril de 1939; y con su congénita nobleza se describe a sí mi smo como un posible obstáculo para la reconciliación de los españoles. Con ese espíritu y ese propósito ofrezco a mi Patria la renuncia de mis derechos para que por ley hi stórica de la sucesión a la Corona quede automáticamente designado sin discusión posible en cuanto a la legitimidad mi hijo el Príncipe don Juan, que encamará en su persona la institución monárquica y que será el día de mañana, cuando España lo juzgue oportuno, el Rey de todos los españoles . El conde de los Andes y don Juan Vigón antiguo ayudante d e órdenes de Alfonso XIII entregaron copia de esta carta de abdicación a Franco. En su carta de aceptación don Juan hace un balance muy positivo del reinado de su padre y se refiere a la guerra civil como gran Cruzada nacional . Cuando le toque ceñir la corona lo hará con el propósito irrevocable de restaurar el sentido político y social de nuestra Monarquía Tradicional, renovando el aliento cordial y generoso que la dio vida y que sobre nuestra fe católica y sobre la conciencia de nuestra Unidad de destino cimenta la Unidad política y la Grandeza de España . Unidad de destino es una definición capital d e José Antonio; las demás expresiones son muy gratas a Franco, que ve inmediatamente ya lo había insinuado desde 1937 en la persona de don Juan el sucesor de su jefatur a suprema. La abdicación de don Alfonso XIII no se publico hasta después de su muert e, que estaba ya muy próxima. No repito esta consideración pero a veces no puedo evitar formularla. ¿Cómo persona s tan dedicadas e inteligentes como don Luis María Anson pueden ignorar documentos como el que acabo de citar cuando desvinculan la nueva Monarquía de la figura de Franco?. ¿Cómo historiadores profesionales como el profesor Paul Preston se obstinan en atribuir a Franco en 1940 y 1941 propósitos belicistas a favor de Alemania des pués de conocer los documentos y testimonios que estamos aduciendo?. ¿Cómo pueden exis tir españoles que acepten las tesis de estos señalados autotes antifranquistas a la hora de valorar momentos capitales de la historia española?. Pues bien, repetiré de nuevo que don Alfonso XIII había abandonado sus derechos al trono el 14 de abril d e 1931 y no tenía legitimación alguna para recuperarlos después a su arbitrio. Ni para forzar en 1933 la renuncia de sus dos hijos mayores a una sucesión sobre la que él no podía legalmente decidir. Ni para renunciar ahora en 1941 sus derechos a favor de su hijo don Juan. Don Alfonso vivía fuera del tiempo y fuera de la realidad. Te nía razón don Alfonso en que su descendencia sólo podría reinar cuando España lo juzgue opo rtuno . Y guste o no guste esa decisión sólo podría depender de Franco. El 18 de enero y tras un sorprendente telegrama del encargado de negocios en Madrid (von Stohrer iba de viaje a Berlín) el general Halder anota que quizá pueda r esucitarse la operación Félix. En ese telegrama se subrayan las supuestas disensione s en el seno del gobierno español, se atribuye a Franco la idea, contradicha por S errano, de intentar el equilibrio de todas las tendencias políticas viables. Esto era verdad; así había hecho Franco desde su designación el 1 de octubre de 1936 y el s upuesto monopolio político de Falange estaba sólo en la mente de los falangistas, qu e tardarían aún muchos años en renunciar a algo que nunca habían poseído. El probable que Hitler pretendiera ahora aprovechar las supuestas dificultades políticas en las alturas del régimen, entre las que destacaba una: la oposición permanente de los ministros militares contra Serrano Suñer. Mientras tanto el diario oficioso emprende una vigorosa campaña contra la injusticia en la distribución de los racionamientos. No llega a las clases humildes apunta el 18 de enero Arriba la cantidad asignada . Ante la desastrosa actuación italiana en Grecia y

Libia Hitler convoca a Mussolini para el 19 de enero. Pero no insulta a Mussoli ni sino a Franco, a quien llama incapaz y esclavo de la Iglesia católica además de atr ibuirle poca fe en sí mismo; evidentemente no le conocía. Pide a Mussolini una gestión personal para convencer a Franco de que entre en la guerra. Ciano comenta en su diario: Nos ha correspondido la dura misión de hacer regresar al hijo pródigo español . No le bastaba a Hitler con la intercesión italiana y demuestra su desesperación envi ando a Franco un nuevo ultimátum después de los que le había transmitido poco antes po r boca de Serrano Suñer y del almirante Canaris. No otra cosa es el memorando que ha recogido el embajador von Stohrer en Berlín y entrega a Franco en su audiencia, solicitada con suma urgencia, el 20 de enero de 1941. Para España acaba de sonar l a hora histórica. Ha de tomarse una decisión inmediatamente, sin embargo, el ministr o (Ribbentrop) ha concedido para esto cuarenta y ocho horas . Franco no acepta el ultimátum ni el plazo, responde que necesita tiempo para contestar y así lo transmit e el embajador de Alemania a Berlín. Al recibir el telegrama Hitler y von Ribbentrop saltan. El ministro dicta un nuevo ultimátum de seis puntos, abiertamente insultante. Sin ayuda de Hitler y Muss olini hoy no habría ni España nacional ni Caudillo . El quinto punto era éste: El Führer y el gobierno alemán están profundamente disgustados por la equivoca y vacilante actit ud de España . El sexto: El gobierno alemán actúa de esta manera a fin de evitar que España emprenda a última hora un camino que. según su firme convicción, sólo puede terminar en catástrofe; pues a menos que el Caudillo decida inmediatamente unirse a la guerra de las potencias del Eje, el gobierno alemán no puede sino prever el fin de la Es paña nacional . Esta es, pues, la segunda predicción formal sobre el inminente final d e la España de Franco que se formula tras la victoria de 1939; es importante adver tir quién es su autor. Stalin, como sabemos, se había anticipado en 1939. Von Stohrer, que conoce el terreno, consigue que Ribbentrop dulcifique algo l a redacción del punto sexto antes de entregar a Franco el ultimátum en presencia de Serrano. Aun así Franco estalla fríamente: Estas afirmaciones son muy graves y no son ciertas , recusa, en la audiencia más breve y seca que recuerda el embajador. A continuación centra el problema en el único terreno apto para un gobemante español: Independientemente de los favores pasados y de la gratitud por ellos, todo espírit u honrado se permite una sola cosa: seguir el camino que más interesa a la nación . Fr anco, con la huella de África siempre candente en su espíritu, tenía un nuevo dato par a fijar ese camino: desde diciembre, el general Wavell arrollaba a los italianos en Egipto y luego en Libia y en la fecha del ultimátum alemán, 21 de enero, los bri tánicos reconquistaban Tobru . Berlín no aprende nada. El 24 de enero Ribbentrop exige una nueva audiencia de Stohrer con Franco para entregar un nuevo ultimátum,: El Reich pide, una vez más, al general Franco una respuesta clara . Pero Franco no recibe al embajador hasta el 2 7 de enero, junto a Serrano; entona una vez más la lista de exigencias, con una va riante: la dureza del inviemo español influiría negativamente en la penetración aleman a. Ahora, de forma bien preparada, Franco se indigna de nuevo y acaba de forma n o muy original, pidiendo una nueva misión de consejeros militares. Von Ribbentrop no se lo cree y pide a su embajador una declaración precisa de si usted ha leído al g eneral Franco palabra por palabra los mensajes del gobierno alemán . Y exige una vez más a von Stohrer que fuerce a Franco para obtener una sencilla respuesta a la pe tición de que España entre en la guerra; sí o no, nada menos. Ante el callejón sin salid a, Stohrer decidió muy prudentemente abandonar la gestión y la operación Félix volvió al a rchivo. Pero Hitler y sus consejeros intentarán resucitarla más de una vez a lo larg o del año 1941 . CAUDILLO, NUNCA SE LE PERDONARA SU VICTORIA El 1 de febrero de 1941 vencían todas las concesiones ferroviarias españolas; el ferrocarril, en aquellas circunstancias y con aquellos medios, había dejado de Para todo este epígrafe ver R. Proctor, La agonía... op. cit. p. 112s; D.S. Detwil

er, Hitler, Franco ...op. cit. y C. Burdic , Germanys..., op. cit., p. 113s. Los datos sobre la reconstruccion en F. Vizcaíno Casas, La España de la posguerra, Barc elona, Planeta, 1975, que no es sólo un ameno anecdotario sino un riguroso reperto rio de datos comprobados. El discurso de Serrano Suñer en Entre Hendaya..., op. ci t., p. 330, recuadro. La abdicación de Alfonso XIII y todas las relaciones de Fran co y la Monarquía en mi Don Juan de Borbón, toda la verdad, Madridejos, Fénix, 1997. ser rentable muchos años antes y el gobierno español decide nacionalizarlo con la creación de la Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles, la famosa y denostada R ENFE. En vísperas de la ya acordada entrevista de Franco y Mussolini, el Führer deci de enviar al Caudillo una carta personal con fecha 6 de febrero. Sustituye ahora el ultimátum por un lamento, aun así la carta resulta larga y dura. Por la demora e spañola, según Hitler, se han perdido dos meses que de otro modo hubieran decidido la segunda guerra mundial . Trata de hacer suya una tesis reconocida verbalmente por los españoles y por el propio Franco, sin advertir que los españoles y Franco la de smentían a las hora de los hechos: Hay algo, Caudillo, que debe entenderse claramen te: estamos empeñados en una batalla sin cuartel . Y demuestra haber comprendido bie n la norma de actuación que Franco recomendaba a von Stohrer unos días antes: Caudill o, he de lamentar profundamente sus ideas y su actitud . Pero adelanta una profecía muy clarividente: Nunca, Caudillo, se le perdonará su victoria . Von Stohrer entrega a Franco la carta de Hitler el día 8, en plenos preparativo s para el viaje a Italia. La reacción de Franco no es difícil de prever. Por una par te encarga al embajador que agradezca al Führer el envío de la carta, dice que está de acuerdo en muchas cosas, que duda en pronunciarse sobre otras quizás por lo defect uoso de la traducción y que a su regreso de Italia contestará personalmente. Pero a l a vez ordena que se envíe a Berlín un nuevo memorando de exigencias esta vez clarame nte desorbitadas: 90 baterías, 400 antiaéreos, 16.000 vagones de ferrocarril, con 18 0 locomotoras, 15.000 camiones, 8.000 vehículos militares, un millón de toneladas de cereales y como apéndice, el gobierno español se reserva la facultad de aumentar es ta relación en cuanto las circunstancias lo aconsejen. Excusada es la interpretación inmediata del gobierno alemán: El Reich entiende esto como es, una exigencia tan a bsurda que sólo puede explicarse por una firme decisión de no entrar en la guerra . Las realidades, aunque precarias, solo pueden venir del lado atlántico. El 8 de febrero se acuerda la primera fase del convenio hispano-argentino de suministro s, medio millón de toneladas de trigo y 1.500 de came, además de 120.000 balas de al godón. Dos días más tarde llegan a Barcelona 59.000 balas de Brasil. A fines de mes se llegará a la ampliación de acuerdos comerciales de supervivencia con Gran Bretaña y A rgentina. Pero de momento la atención de Franco se concentra en su segundo viaje a l Eje. Con fecha 9 de febrero redacta y firma un excepcional documento cuya copi a obtuve en el propio palacio del Pardo, para encomendar las fun ciones de la Jefatura del Estado durante su ausencia a tres personas de que s e fiaba. El documento, que anticipa el futuro Consejo de Regencia, decía así: Habiendo de estar ausente del territorio nacional durante algunas horas y al o bjeto de que la Jefatura del Estado y del Gobierno no carezca de titular, encomi endo temporalmente el ejercicio de las funciones de la misma para caso de necesi dad, interim dure dicha ausencia, a don José Enrique Varela Iglesias, Ministro del Ejército, don Juan Vigón Suerodíaz, Ministro del Aire y don Esteban Bilbao Eguía, Minis tro de Justicia, quienes adoptarán conjuntamente, por razones de urgencia, las res oluciones a que hubiere lugar, a reserva de mi ulterior ratificación. Madrid, a nu eve de febrero de mil novecientos cuarenta y uno. Firmado, Francisco Franco .El Ca udillo salió de España por la Junquera en automóvil y tras atravesar la Provenza entre un respetuoso silencio, interrumpido por algunas manifestaciones hostiles de ex iliados de guerra españoles, se reúne con Mussolini en la villa Regina Margherita de Bordighera, cerca del límite con Francia, el 12 de febrero de 1941. La villa sirv e de residencia al jefe del Estado español. Venía a Italia acompañado por Serrano Suñer. Ciano está ausente, en misión militar. Franco se siente más seguro que en Hendaya. Mu ssolini es un sincero amigo de España, que se encuentra además en duro trance person al y militar por sus fracasos en Grecia y en África. Una vez intercambiados los sa

ludos y al rememorar el destino de algunos amigos comunes Franco pregunta al Duc e: ~,Dónde tiene usted a Bastico? Al informarle Mussolini que el discutido general d el CTV en la guerra de España mandaba las guarniciones italianas en el Dodecaneso Franco le replicó sin vacilar: Perderá usted el Dodecaneso . Lo cierto es que Mussolini cumplió, sin excesiva insistencia, el encargo de Hit ler; pero el trasfondo de su conversación hizo sobre Franco el mismo efecto que la s del almirante Canaris cuando le visitaba en nombre de Hitler. Un miembro del séq uito español recoge la minuta de las conversaciones: España vino a decir Franco no intervendrá. En primer lugar, no tiene fuerza para ell o. Por otra parte cree injusto y poco político apropiarse en semejantes momentos d e los territorios de Marruecos y Túnez que Francia no está en condiciones de defende r . Adelanta entonces Franco una nueva argumentación muy importante para explicar su firme decisión neutralista: Por último el español pone todas sus cartas sobre la mesa. Los meses y los acontecimientos le han revelado el verdadero espíritu de Alemania nazista. No es un nuevo orden el que intenta crear en Europa. Alemania quiere, sencillamente, poner las esposas a todas las naciones europeas con objeto de reducir la resistencia de cada una frente a los caprichos del R eich. Recientemente han estado en España delegaciones económicas alemanas. Quieren i mponer un control absoluto sobre toda la economía ibérica. Ningún país puede abdicar su propia dignidad sin perder el rango que la Historia le ha asignado. España no está d ispuesta a perder su rango y convertirse en esclava del gobierno de Berlín . Pero pa ra que Mussolini no regrese con las manos enteramente vacías, Franco promete: Cuand o lleguéis a Suez pensaremos en Gibraltar . Era la clave del informe de la Marina el pasado noviembre; pero en la actual situación de Italia en el norte de África tuvo que sonar casi como un sarcasmo. Al despedirse, el mismo cronista no puede menos de notar un tenso ambiente en la delegación italiana: Como recuerdo personal de aquel viaje y entrevista reseñamos la impresión que en el séquito de Franco hizo el descontento, la crítica y el malesta r de la mayoría de los que acompañaban a Mussolini. No se recataban en sus censuras por la marcha de la guerra, que imputaban el militar, al partido; el fascista a los militares y todos a Ciano y a Mussolini . En dos momentos de su vida aludió Franco a la entrevista de Bordighera. El 20 d e diciembre de 1955 resumió lo que entonces habló con Mussolini: Dijo que... le pregu ntó que si se pudiese volver atrás de la guerra lo haría, a lo que le contestó el Duce q ue se volvería encantado. Pues se le quitaría una gran preocupación, pero que Alemania es tan poderosa que estaba muy esperanzado con que, al fin, se ganaría la guerra. Italia creyó que la guerra estaba terminada una vez que los alemanes ocuparon tod a Francia, y que ante la presión del partido y de la opinión pública, que creían que había llegado la ocasión de conseguir las reivindicaciones nacionales, no tuvo más remedi o que lanzarse a la guerra. Yo capté bien el ambiente pesimista del pueblo italian o y del partido . El 5 de enero del mismo año recordaba Franco: Mussolini no era políticamente parti dario de que se restableciera en España la monarquía, a pesar del afecto que sentía po r el rey de Italia, al que, según decía, consideraba como su amigo más querido. Decía qu e monarquía y dictadura es un monstruo con dos cabezas . Por cierto, esta es la única ocasión en que Franco se refiere a su régimen, si bien indirectamente, como dictadur a tras los primeros días de la guerra civil. Puede comprenderse el escaso entusiasmo con que Mussolini cumplió en Bordighera el encargo de Hitler para incitar a Franco hacia la guerra, cuando hablaba con tal desilusión de su propia guerra. Mussolini repitió a Hitler, casi conve ncido, la argumentación de Franco. El Führer comenta con sequedad: La entraña de las la rgas explicaciones españolas es que Madrid no quiere entrar en la guerra . Después de Bordighera se disuelve el cuerpo expedicionario que seguía preparado en Francia pa ra una reconsideración del plan Félix y Ribbentrop ordena a von Stohrer que desista

de más gestiones para la entrada de España en el conflicto. Durante las conversaciones de Bordighera la embajada española en Roma informa a Franco sobre el grave peligro que corre la vida del rey don Alfonso XIII, aquej ado de angina de pecho. Al día siguiente Franco, de regreso a España, se detiene en la antigua ciudad española de Mointpellier, para un breve encuentro con el marisca l Pétain. Junto al jefe del Estado francés, el almirante Darlan. Las fuerzas de la r egión estaban al mando de un militar todavía fiel a la Francia de Vichy; el general De Lattre de Tasigny. Contra muy diversas exageraciones, la entrevista resultó pun to menos que formularia, dada la situación postrada de Francia. Brissaud confirma: En el frente diplomático Hendaya y Montoire fueron lo que Stalingrado y África del N orte en el terreno militar es decir, grandes victorias para los aliados . Decisivo s frenazos a Hitler, desde luego. Testigos de parte francesa informan que Franco pidió a su antiguo maestro que impidese el paso de la invasión alemana hacia España, caso de producirse. Petein se mostró reticente y sorprendido ante la firme fe prov idencialista del general español y confió a su secretario: Este hombre no debería pensa r que es el primo de la Virgen María . El 14 de febrero Franco está de vuelta en El Pa rdo, donde va a recibir pronto noticias de desastres nacionales y de una desgrac ia familiar. En la noche del sábado 1 de febrero un espantoso incendio, activado p or uno de los peores vendavales del siglo, consume un tercio de la ciudad de San tander, treinta mil personas quedan en la calle. Ante la proliferación de accident es ferroviarios y las fundadas sospechas de sabotaje este tipo de siniestros pas a el día 18 a la jurisdicción de guerra. Y el 19 muere el ingeniero de Caminos Alfon so Jaraiz, casado con doña Pilar Franco Bahamonde. Al fin contesta Franco a la carta de Hitler, con fecha 26 de febrero, pero co munica a la embajada de España en Alemania que no la entregue hasta el día 6 de marz o, justamente un mes después de la urgentísima misiva del Führer. En su carta, sin con cretar nada, Franco afirma que han variado las circunstancias europeas después del encuentro de Hendaya; en efecto, la batalla de Inglaterra estaba definitivament e perdida y los fracasos de Italia en África y Grecia se habían consumado. Pero lo que agoto el repertorio de la indignación de Hitler fue la prim era frase, casi sangrienta, de la carta de Franco: Querido canciller Hitler: Su c arta del 6 de febrero me obliga a responderle de inmediato . Y Luis María Anson se o bstina en llamar a Franco hitleriano 1. LA MUERTE LEJANA DE ALFONSO XIII Alemania confirma su decisión de apoyar en el Mediterráneo oriental a la vencida Italia. El 28 de febrero la Wehrmacht, para ocupar a las divisiones preparadas c on vistas a la invasión de España, establece sus bases de partida para su ofensiva c ontra Grecia en Bulgaria, sin resistencia búlgara, con recelo, pero sin protesta o stensible de la Unión Soviética, que por legado histórico consideraba al reino búlgaro d entro de su zona de influencia. Pero cualquier otra noticia palidecía, para los es pañoles, ante la que proviene de Roma a las once cincuenta y cinco de la mañana de e se día 28 de febrero de 1941: ha muerto el último de los Reyes de España, don Alfonso XIII. El gobierno español decreta tres días de luto oficial por el soberano muerto l ejos de la Patria, cuyos destinos sirvió fervorosamente desde su puesto de Rey . Y l a nota oficial añade: En su día el gobierno acordará los medios necesarios para el tras lado de los restos al panteón del real Monasterio del Escorial . Ese día sería posterior a la muerte de Franco y se retrasaría hasta el mes de enero de 1980. Ante la Diputación de la Grandeza, reunida en Roma el 5 de febrero de 1941, don Juan de Borbón, designado sucesor por su padre, asume el título regio de conde de B arcelona y poco después, por solidaridad con su madre doña Victoria Eugenia, expulsa da absurdamente por el gobierno italiano como espía británica, fija su residencia en Lausana. Franco envía su pésame a don Juan el 6 de marzo, llamándole S.A.R: el Príncipe don Juan de Borbón . Y advierte a don Juan que los monárquicos existentes en España son poquísimos, sobre todo los que intentan oponerse al régimen de la Victoria; además per judican mucho más a la Monarquía y al propio

1 Correspondencia de Hitler y Franco en Burdic , Gennanys..., op. cit., p. 12 0. Los textos en los apéndices del libro citado de Detrwiler. Obtuve el documento de Franco sobre su sustitución temporal en la Casa Civil y lo reproduje en facsímil en mi Franco de 1982, V, p. 5.La anécdota sobre la alusión de Franco en Bordighera a Bastico me fue referida por el almirante Carrero en 1973. La mejor reseña sobre B ordighera en la obra de un testigo y alto funcionario de Exteriores Sancho González España neutral, op. cit., p. 172. Comentarios de Franco en E Franco Salgado, Mis c onversaciones..., op. cit., p. 67 y 154. Entrevista de Montpellier Sancho González , ibid. y R.O. Paxton, La Francia..., op. cit., 97. Cita de Brissaud en Canaris... , op. cit., p. 323. don Juan que al régimen. Pese a lo que han tratado de inventarse algunos public istas monárquicos de segunda y tercera generación Franco tenía toda la razón. Pertenezco a una familia profundamente monárquica y recuerdo perfectamente que los monárquicos de 1941 dispuestos a enfrentarse con Franco por la Monarquía apenas existían y desd e luego los demás no nos enteramos. Describir las colgaduras con crespones negros que según los publicistas monárquicos adornaban las calles a la muerte de Alfonso XI II es pura fantasía; apenas hubo colgaduras ni crespones. Se recibió con respeto la noticia de la muerte del Rey pero no se registro una sola manifestación colectiva ni menos masiva de dolor ni de adhesión a don Juan. Este es un hecho clave sin el cual nada puede explicarse; pese a la obstinación de los cronistas monárquicos poste riores, en la España de 1940 prácticamente no había monárquicos. Sí vivían algunos antiguos dirigentes del Bloque Nacional, de los que el más activo e intrigante era don Pedr o Sainz Rodríguez; se movían discretamente algunos fieles a la Monarquía como don Euge nio Vegas Latapie; casi toda la aristocracia era monárquica y un gran diario de Ma drid, el ABC, se consideraba como una especie de órgano de la dinastía. Pero militan cia monárquica, ninguna. Y militancia antifranquista dentro del exiguo campo monárqu ico, prácticamente bajo cero. Con las trascendentales victorias alemanas en Europa occidental en 1940 y en el frente ruso en 1941 la oposición monárquica no llegaba n i siquiera a testimonial. En marzo de 1941 el Conde de Barcelona respondió a la ca rta de pésame y advertencia de Franco. Don Juan acepta los tres intermediarios que Franco proponía en su carta, el duque de Sotomayor, el diplomático Padilla y el por tador de la carta, Alfonso Hoyos, consejero nacional. Muy pronto empezó a actuar c omo enlace pnncipal ente los dos el general Juan Vigón, antiguo ayudante de don Al fonso XIII. Franco, gentilhombre de cámara de Alfonso XIII, había presidido con su gobierno l os funerales por Alfonso XIII el 4 de marzo en San Francisco el Grande, de Madri d. Tres días antes Hitler se había desahogado con el conde Ciano contra la ingratitu d de Franco, a quien no considera un buen camarada . Pero el 3 de marzo el Afri a K orps del general Rommel había conseguido la aproximación al frente de Cirenaica y se apuntaba su primera victoria en la toma de Bengasi. La acción alemana sobre los B alcanes parece inminente y Franco, muy impresionado, permite la reanudación del ap rovisionamiento a los submarinos alemanes. Según el único especialista que ha estudi ado este complicado problema, Burdic , se efectuaron 17 operaciones de este tipo en 1941; las seis primeras en Las Palmas, otras seis desde Cádiz y cinco desde Vi go. Una ayuda real, pero punto menos que simbólica ante la enorme extensión de la gu erra submarina; un servicio a Alemania muy inferior a los que en aquella época proporcionaban las neutrales Suec ia y Suiza y sobre todo la Unión Soviética. Burdic reduce la aportación española a sus justos términos: Fiel a su táctica de ceder en puntos secundarios para preservar lo f undamental, Franco da luz verde a los submarinos alemanes . Pero sólo en 17 ocasione s durante el año 1941. Da luz verde, además, a exportaciones con destino a Gran Bretaña. El 3 de marzo E spaña ha enviado ya ochocientas mil cajas de naranjas durante la última campaña de cítri cos; el día 9 salen para las islas nueve mil botellas de mercurio de Almadén. En abr il vuelve a ampliarse el acuerdo de comercio hispano-británico. Por entonces el ge neral Moscardó es designado delegado nacional de Educación Física y Deportes.

Como había previsto Franco casi desde el principio de la guerra mundial, los Es tados Unidos seguían dando pasos irreversibles hacia su intervención total en el con flicto, pese a que Hitler no lo había creído. El 8 de marzo el Senado norteamericano aprobaba por 60 votos contra 31 (ésa era la proporción entre intervencionistas y ai slacionistas) la Ley de Préstamo y Arriendo, por la que hasta un monto de mil mill ones de dólares los Estados Unidos podrían ayudar a Estados extranjeros, es decir pr incipalmente al Reino Unido en su lucha contra Alemania e Italia. El presidente Roosevelt anunciaba la entrada en vigor de la ley con frase muy significativa: pa samos a la acción . Serrano Suñer exalta la amistad de España hacia el Eje, manifestada por medio de la prensa. Y el día 24 el Afri a Korps de Rommel planta sus fuerzas a corazadas en la frontera de Libia y Egipto, en marcha hacia el canal de Suez. Al emania se esfuerza en incorporar a Yugoslavia al esfuerzo de guerra pero los ser bios, disconformes, instalan en el trono de Yugoslavia al rey Pedro II, que se i nclina a los aliados. En un largo consejo de ministros que se extiende durante d os días, 28 y 29 de marzo, Franco hace aprobar la nueva ley para la Seguridad del Estado contra las actuaciones separatistas y las agresiones a la seguridad del E stado cometidas en el extranjero, por ejemplo la recluta de gente armada para in tervenir en España, los delitos contra el jefe del Estado, revelación de secretos po líticos y militares, difusión de rumores, propaganda ilegal dentro y fuera de España, intrigas para la división de los españoles en grupos políticos o de clase y delitos so ciales como los loc outs o las huelgas. Se firma el llamado acuerdo Schmidt-Tova r para la cooperación informativa hispanoalemana en Iberoamérica, por el que la agenc ia alemana Transocean podría utilizar los canales españoles de información para difund ir su propaganda. Pero el director de la agencia Efe, Vicente Gállego, de acuerdo con el jefe de ope raciones de la Marina, Luis Carrero Blanco, no da muchas facilidades para el cumplimiento de ese acuerdo, mirado con mucho recelo en los Estados Unidos. Con motivo del segundo aniversario de la Victoria, según ya hemos adelantado, F ranco decide la liberación de todos los presos políticos condenados a penas menores de veinte años; la medida afecta a cuarenta mil hombres y mujeres que se incorpora n a la difícil normalidad española. Pero el 2 de abril se suicida el primer ministro de Hungría, conde Tele i, antes de aceptar el paso de las divisiones alemanas cam ino de Yugoslavia. La invasión de los Balcanes comienza en la noche del 5 al 6 de abril con un salvaje bombardeo que causa diecisiete mil muertos en Belgrado desp ués de la más despiadada orden de Hitler: Aniquilar a Yugoslavia como nación . Veinticuat ro divisiones, menos de la mitad de las antes asignadas por Hitler para la opera ción Félix, van a pulverizar en menos de dos semanas la decidida resistencia de dos pueblos nobles y guerreros como el español; porque las divisiones alemanas prepara das en Bulgaria invaden simultáneamente la región griega de Macedonia. Según el agrega do militar en Madrid, coronel Kramer, la ofensiva germánica en los Balcanes reaviv a el espíritu belicista de 1940 en el Ejército español que busca además el desahogo ante problemas internos del país; pero las crecientes discrepancias entre un conjunto de generales y el ministro de Asuntos Exteriores (perfectamente advertidas en ot ros comunicados alemanes de la época) no fomentan la efectividad del renovado beli cismo. A la vez que decide enviar fuerzas navales y terrestres en ayuda de Greci a, Inglaterra concede a España el 7 de abril un crédito de dos millones y medio de l ibras para la adquisición de víveres y materias primas dentro del área de la esterlina . El viernes santo, 11 de abril, Franco asiste con su familia a los oficios de l a Semana Santa en la capilla del palacio real de Madrid. La decisión alemana de bascular su principal impulso ofensivo hacia el Mediterrán eo oriental tanto en África como en los Balcanes no cancela por completo las presion es sobre Gibraltar. Como si Hitler quisiera poner ante Franco la facilidad con q ue iba a forzar el paso por dos países no beligerantes Hungría y Bulgaria y dos enemig os tan valerosos como Yugoslavia y Grecia, el 11 de Marzo ya se había iniciado una nueva aproximación a España con el plan Felix-Heinrich. Ante la actividad militar d emoledora de Alemania también los aliados se muestran sensibles hacia España. Es muy importante la entrevista que el embajador de los Estados Unidos, Alexander Wedd ell, celebra por iniciativa propia con el ministro Serrano Suñer el 19 de abril, e

l embajador comunica al ministro de forma directa e inequívoca el interés definitivo de su país en que se logre la victoria británica en la guerra. S imultáneamente se desencadena una campaña de prensa en el Reino Unido contra España, c omo si se tratase de preparar a la opinión pública para una acción militar importante contra las Canarias, Marruecos o la España peninsular; esta es la opinión de Hitler en su despedida del 29 de abril al embajador español saliente, general Espinosa de los Monteros. La embajada británica de Madrid intensificaba sus contactos con per sonalidades políticas y militares españolas durante la primavera de 1941 con la fina lidad de crear un frente anglófilo cuya versión política interna podría ser la restaurac ión de la Monarquía en la persona de don Juan de Borbón y parece, ante pruebas tangibl es, que tal frente estaba ya formado en el mes de junio de 1941 .Adelanto ya alg o que me viene quemando los puntos de la pluma desde que pude leer con asombro l a acusación de Paul Preston sobre la serie de sobornos con que la Embajada intentó g ranjearse el cambio de actitud de los generales españoles más influyentes para que a ctuasen a favor del Reino Unido. No estoy montando este libro como una polémica co n Preston, que creo ya haber dejado bien clara en mi libro de 1999 El 18 de juli o no fue un golpe militar fascista. Sólo indicaré que no existe una sola prueba de l a torpe denuncia del historiador socialista inglés. Las cifras de soborno que él adu ce, por valor de millones y millones de libras, hubieran convertido en verdadero s Cresos al general Aranda y los demás a que él alude genéricamente, sin prueba alguna válida fuera de noticias de revistas sin base alguna. Harían falta los recibos, las pruebas, que no existen hasta el momento y que seguramente no existirán, porque l os generales acusados de Aranda para abajo- murieron sin dejar un duro a sus fami lias después de haber vivido sin ostentación alguna. Me temo que a Prexton le ha ofu scado el odio que siente por Churchill, y que no ha tenido en cuenta la acredita da tacañería británica en este tipo de ayudas personales. A un general español de aquell a época, y de todas, no se le soborna con la misma facilidad que a un propagandist a, pongo por caso. El segundo efecto de la campaña británica sobre posibles acciones militares en te rritorio español fue la gestación de la operación Isabella por el Estado Mayor alemán, q ue consistía desde el mes de mayo de 1941 en ocupar la costa norte de España con un va sto territorio de apoyo y con centro militar en Valladolid. La operación se combin aría, desde el mes de julio, con otra resurrección del plan Félix y quedaría abandonada a fines de 1941 ante la situación en Rusia1. 1 Sobre la muerte de don Alfonso XIII y los contactos de Franco con don Juan, además de los movimientos monárquicos, ver mi citado libro Don Juan de Borbón..., p. 153s. Aprovisionamientos a submari LAS REIVINDICACIONES DE ESPAÑA El 17 de abril capitula el ejército yugoslavo, el 21 corresponde el turno al gr iego, mientras Inglaterra lo único que logra con su ayuda es un nuevo Dun erque en los puertos del Egeo. Yugoslavia queda borrada del mapa, repartida entre el imp erio alemán y el italiano (que instala en Croacia un régimen satélite bajo la dirección del duque de Spoleto). Entre los dos acontecimientos, Franco pronuncia en la ina uguración de la Escuela Superior del Ejército, dirigida por el general Aranda, unas palabras el 17 de abril. En ellas alude al nuevo concepto estratégico de guerra to tal y se ofrece como profesor extraordinario de la Escue la. Veo -dice los métodos de nuestra guerra remozados y acrecentados en cuanto al material, alcanzar victorias en los campos de Europa Y resalta, sobre todo, lo e sencial: la voluntad de vencer. El embajador von Stohrer informa el 22 de abril: El conflicto entre Serrano Suñer y los generales que estrechan cada vez más sus fila s contra él, hace que el problema político interior esté a punto de llegar a su apogeo . A mediados de mes el almirante Canaris, hastiado por la hecatombe balcánica, viaj a por España en una de sus misiones de aproximación, que él dedica a confortar a sus a migos españoles en su decisión de mantener la neutralidad. Cuando su coche se detien e en una carretera de la Mancha ante el cruce de una manada de ovejas por una caña da, baja y saluda militarmente con un Heil Hitler. Su ayudante y su chofer eran de plena confianza pero poco a poco las sospechas se van acumulando sobre él en el

Cuartel General del Führer. Una nueva epidemia de tifus exantemático, conocido popu larmente como el piojo verde hace estragos entre la población española y las empresas de desinsectación se convierten en el sector más próspero de la industria. Regresa de Alemania el delegado nacional de Sindicatos, el falangista Gerardo Salvador Meri no, a quien los dirigentes de la industria del Reich han solicitado el envío de ci en mil obreros españoles para las fábricas de guerra; pero la operación no se lleva a cabo con graves tensiones por ambas partes. A lo largo del mes de abril se ponen a la venta dos libros de mucha resonancia: la primera edición de España y el mar, o bra preferida de su autor, el marino Luis Carrero Blanco, y el célebre, pero muy t ergiversado (por quienes no se han molestado en leerlo) estudio Reivindicaciones de nos alemanes en el citado libro de Burdic . Cfr. esta misma nota. Desarerollo de la guerra mundial en la primavera de 1941 en Hüber y Müller, op. cit., II, p. 54 3s. Remodelaciones estratégicas alemanas sobre España en 1941 en C. Burdic , op. cit ., p. 122s. España, de dos jóvenes y ya eminentes políticos: el catedrático de Derecho Internacio nal y miembro de la Asociación de Propagandistas Fernando María Castiella y el conse jero nacional José María de Areilza. El libro fija de forma oficiosa las reivindicaci ones mínimas de España en 1941, aparece en un momento de expansión del Eje y de desánimo casi total para la causa aliada. El libro no es, como se ha dicho, un desaforado alegato imperialista. Ni se menciona un horizonte nostálgico español en la antigua América española. Es un trabajo histórico-político, con exacta y amplia documentación, esc rito poco antes, pero antes de que la expansión colonial de Europa se convirtiera, desde el fin de la guerra que entonces se libraba, en un anacronismo, con el im perialismo clásico, que era entonces el vigente, sustituido por otro tipo de imper ialismos, el norteamericano, basado en la superioridad de la primera potencia mu ndial y el soviético, de carácter revolucionario e ideológico a través del marxismo-leni nismo, que se apoderaría de medio mundo a consecuencia de la guerra mundial y trat aría de dominar por el mismo método al otro medio. (El imperialismo japonés, el último d e corte clásico, llegaría a su apogeo y se desmoronaría con motivo de la entrada del J apón en la guerra a fines de aquel año 1941.) No es éste -dicen los autores un libro con tra Inglaterra ni contra Francia, ni contra nadie. Es un sencillo alegato a favo r de los derechos de España despreciados por la política exterior de Londres y París . P ero se rechaza expresamente el concepto de enemigos hereditarios. Se critica dur a y merecidamente el abandono exterior del siglo XIX y de la etapa republicana. Se interpreta la actitud de las democracias durante la guerra civil española: Las d emocracias occidentales, para impedir el triunfo de Franco, idearon la forma de intervenir hipócritamente por medio de las brigadas internacionales . Esta tesis es falsa; las brigadas internacionales fueron de inspiración y creación soviética, no dem ocrática. Los autores basan sus tesis en el estratega británico Liddell Hart: La prim era batalla de la guerra europea fue la guerra civil española Esta tesis, con la per spectiva de hoy, es igualmente falsa; no hay dos conflictos más dispares que el es pañol ,-de origen puramente interno-y el europeo-mundial, pero la tesis de la iden tificación fue esgrimida por los alemanes durante la guerra mundial y por los enem igos de España después de ella, y ahora la aceptan sin crítica los historiadores de la propaganda antifranquista. Para Reivindicaciones de España la guerra mundial fue d esencadenada por las democracias en estado de locura incalificable . Tampoco es ve rdad. Como tampoco lo es que el medio millón de muertos de nuestra guerra cayeron p or el orden nuevo de Europa que ya se vislumbra . Cayeron en realidad por Dios y po r España , fuera de toda polémica oportunista posterior. Tras una visión retrospectiva del siglo XIX cuando nos faltaba la voluntad de Imp erio (y cuando, sabemos hoy, a las primeras potencias de Europa les sobraba) la ob ra se centra en su cometido esencial: Lo que España exige . El primer capítulo, la prim era exigencia, conserva hoy todo su valor: Gibraltar. La segunda exigencia es Orán , más español que francés. La tercera es la ampliación del África ecuatorial española por di versos territorios del golfo de Biafra, históricamente usurpados por Francia e Ing laterra. La cuarta es Marruecos, no como prolongación de la soberanía España no reivindi ca Marruecos sino como misión que llevaba consigo la eliminación del protectorado fra ncés y la unificación del sultanato bajo la égida española. Una España sola ayudando a un s

olo Marruecos . Se trataba, en resumen, de fundamentar histórica y políticamente las r eivindicaciones territoriales que Franco había puesto desde la primavera de 1940 c omo compensaciones para que España considerase la entrada en la guerra al lado del Eje, según los criterios de la época, como acabamos de mencionar. LA GRAN CRISIS DE MAYO DE 1941 El 1 de mayo de 1941 Alemania da por concluida victoriosamente la campaña de Gr ecia. Parecían dibujarse nuevos peligros contra España. El 9 de abril el gobierno br itánico había aprobado un plan preventivo contra las islas Canarias; Alemania situab a de nuevo un contingente de ocho divisiones en Francia para actuar contra una p osible invasión inglesa de España. La agudización de las tensiones exteriores contra E spaña después del triunfo de Alemania en los Balcanes va a provocar importantes camb ios políticos en España durante aquella primavera de 1941 y la embajada de Alemania se muestra muy bien informada sobre ello. Se va cerrando el cerco político-militar en torno al ministro de Asuntos Exteriores, Serrano Suñer, quien con motivo del 2 de mayo pronuncia un discurso lleno de reticencias en la población manchega de Mo ta del Cuervo. A lo largo de ese mes de mayo se van a suceder nombramientos y ce ses en las alturas de la administración civil y militar. Una característica común: los nuevos cargos se distin1 R. Serrano Suñer atribuye en sus Memorias al libro de Ar eilza-Castiella la fecha de 1940 para su primera edición. No es así, sino en 1941, p or la Editora nacional. Le edición que utilizo del libro de Carero España y el mar ( tres vols.) es la del Instituto de Estudios Políticos en 1962. La imprudencia de C anaris en la Mancha en A. Brissaud, Canaris, op. cit., p. 344. guen por su carácter moderado, alejados de la germanofilia extrema y dotados de una lealtad absoluta personal y política a Franco. El primer nombramiento -del 5 de mayo- es el del general Dávila como jefe del Alto Estado Mayor, que ya actuaba en funciones desde noviembre de 1941. Antes de celebrarse el Consejo jura su car go como nuevo ministro de la Gobernación el coronel de Estado Mayor don Valentín Gal arza Morante, el Técnico de la conspiración de Sanjrjo en 1932 y de la gran conspira ción en la primavera de 1936. Galarza era monárquico y opuesto a Serrano Suñer; su nom bramiento se interpreta como el principio del fin del ministro de Asuntos Exteri ores, que entraba con ello en un claro proceso de decadencia. La reacción del diar io falangista Arriba es casi abiertamente hostil al nuevo ministro de la Goberna ción. Para cubrir la vacante que dejaba Galarza en la subsecretaría de la Presidenci a Franco designa al hasta entonces jefe de operaciones de la Marina, capitán de fr agata Luis Carrero Blanco, consejero nacional y destinado a convertirse en la emi nencia gris del régimen. Carrero, de lealtad total y absoluta a Franco, era hostil a la FET y especialmente a Serrano Suñer; el diario de Falange dio la noticia dos días después y en última página. El almirante Carrero contó al autor de este libro en 1973 cómo se produjo su nombramiento. Voy a contarle-me dijo- por qué estoy yo aquí . En mayo de 1941, cuando Franco se decidió a recortar la influencia política de Serrano Suñer lo daba por seguro sin despedirle todavía del gobierno, recorrió la lista de consejeros nacionales para designar un subsecretario de la Presidencia y seleccionó a Carrer o. El ministro de Marina se lo comunico a Carrero durante uno de sus paseos noct urnos habituales. Carrero dijo al ministro que él era solamente un marino y que no sabía nada de política, pero cuando el marino repitió a Franco el mismo argumento, Fr anco le contestó que no sabía si entraríamos en guerra y que él, Carrero, si que entendía de guerra . Uno de los sucesos más misteriosos de la guerra mundial se produjo el 10 de may o de 1941. El lugarteniente de Hitler, Rudolf Hess, saltó desde su caza Messerschmíd t sobre un prado escocés, portador de una utópica misión de paz en Gran Bretaña. En España se dio la noticia con mucho retraso y se aceptó la interpretación oficial alemana s obre la locura de Hess. Pero en España continuaba la racha de nombramientos signif icativos. El mismo 10 de mayo el abogado monárquico y tradicionalista don Antonio Iturmendi asume la subsecretaría de Gobernación, ministerio que escapa así por complet o de la influencia falangista. Una orden del mismo día y del mismo ministerio anul a una disposición dictada poco antes que imponía la censura a la prensa del Movimien to; claro intento de disten-

sión al que responde Arriba al día siguiente, tras una serie de editoriales agres ivos, con otro editorial en que ataca a quienes quieren dividir al Ejército y la F alange (La culpa es, como siempre, la intrigante embajada británica). Al día siguien te, 12 de mayo, otro monárquico notorio, el general Orgaz, era nombrado alto comis ario en el protectorado de Marruecos, de donde viene el general Asensio a la jef atura del Estado Mayor central del Ejército, puesto en que cesa el general Carlos Martínez de Campos que pasa destinado al gobierno militar de Cádiz pero sin abandona r el mando de la reserva general de Artillería. El experto artillero dispone el in mediato reforzamiento de la artillería de costa a uno y otro lado del Estrecho. Arriba publica un nuevo editorial agresivo el 13 de marzo, dentro de su creci ente polémica con el diario de la tarde Madrid, de tendencia ajena a Falange y vel adamente monárquica. El editorial del 13 se titula Polémica con los monstruos, por u na vez y se permite llamar a su oponente órgano semiclandestino y dedicado a la beo da nostalgia . Todo el mundo interpretó como consecuencia de este editorial la desti tución, cinco días después, del subsecretario de Prensa y Propagada, Antonio Tovar, y del director general de Propaganda, Dionisio Ridruejo, según el cual su cese fue sól o formal; había abandonado el cargo, de hecho, desde meses antes. Este cruce de no mbramientos y ceses evidencia los movimientos subterráneos y a veces emergentes de una profunda crisis en Falange, que se removía ante el claro propósito de Franco de arrebatarle un monopolio político que además nunca había detentado, aunque se lo crey era. Nombres como Galarza, Orgaz, Iturmendí y Carrero eran la prueba de que la FET perdía plataformas vitales de influencia. Tovar y Ridruejo eran los miembros más de stacados del equipo ideológico de Serrano Suñer desde 1937. Luis Suárez señala la existe ncia de un plante falangista en ese mes de mayo, varios dirigentes importantes pre sentaron su dimisión, que Franco les convenció para que retirasen; pero es que además los falangistas que protestaban tampoco eran adictos a Serrano Suñer. Por otra par te algunos falangistas radicales y gemanófilos a ultranza conspiraban secretamente contra Franco, que estaba al tanto de sus movimientos que nunca cuajaron. Así las cosas y bajo el extraño titular del 20 de mayo Aquí en este régimen no hay crisis el diario Arriba anunciaba precisamente la crisis. José Luis de Arrese, falangista na varro de la vieja guardia, arquitecto notable, procesado por la presunta rebelión de Hedilla en 1937 y rehabilitado poco después como gobernador civil de Malaga era designado ministro secretario general del Movimiento; otro falangista histórico, ahora de Valladolid, José Antonio Girón de Velasco, que sintonizaba perfectamente con el populismo social de Franco, oficial de milic ias en el Alto del León, fue nombrado ministro de Trabajo y se dispuso a emprender una política social de largo alcance y vital importancia para el régimen. Otro fala ngista de primera línea, Miguel Primo de Rivera que como Girón acababa de formar en e l grupo de los dimitidos fugazmente aceptaba el Ministerio de Agricultura. El has ta entonces ministro de Agricultura y Trabajo, Joaquín Benjumea, monárquico, sustituía a José Larraz en el el ministerio de Hacienda, que había dimitido por cansancio des pués de sus notables éxitos. La crisis de mayo, junto con los demás nombramientos cita dos, equivale a un fortalecimiento de la autoridad política de Franco y un manteni miento de la tendencia permanente del Caudillo a asegurar la presencia en su gob ierno de las llamadas familias del régimen; supone también un retroceso de Serrano Suñer hasta el segundo plano de la preeminencia política y una reducción de la FET a la más estricta disciplina lejos de cualquier monopolio político. Sin embargo la tenacidad de Ramón Serrano Suñer, que era un gobernante profundame nte católico, llevaba con prudencia y clarividencia las difíciles negociaciones con el Vaticano sobre el acuciante problema del nombramiento de obispos. Según el prof esor Payne, bien provisto de testimonios directos, Arrese reconoce que a partir d el momento en que asumió la dirección del partido, la línea política y la propaganda de Falange abandonaron su alcance teóricamente revolucionario aceptando más o menos exp lícitamente las conveniencias de una evolución . El papel de Falange, según el mismo his toriador, se caracterizó entonces por su gran moderación . Y concluye con acierto: Puede decirse que después de la unificación establecida por Serrano Suñer, cuatro años antes, el paso de Arrese por la dirección del partido fue el mayor éxito de Franco en el m anejo de la Falange .

Pero el conjunto de la crisis de mayo había sido demasiado profundo como para q uedar zanjado con los nombramientos de primer nivel. El 20 de mayo se crea en la FET la Vicesecretaría de Educación Popular que asume las competencias de Prensa y P ropaganda, hasta entonces en Gobernación. Es el mismo día en que los paracaidistas d el general Student, que se habían preparado para la conquista de Gibraltar, descie nden sangrienta y espectacularmente sobre las tropas británicas y griegas que guar necen la isla de Creta, intermedia entre Europa y África. Dominada la isla diez días después en una de las grandes hazañas de la guerra el almirante Raeder trata de conve ncer a Hitler para resucitar la operación Félix y asegurar por Occidente el dominio del Mediterráneo pero el Führer está ya obsesionado con la operación Barbarroja contra la Rusia soviética y España se salva otra vez de entrar en la guerra. En esta ocasión su incorporación forzada al bando aliado no hubiera encontrado excesivas dificultades ante el se sgo de la política española en mayo de 1941; parecían mostrarlo los cuatro nuevos acue rdos de comercio y pagos concluidos por aquellos días con Portugal. Un miembro de la vieja guardia que apoyó decididamente con sus voluntarios falangistas la exalta ción de Franco en Cáceres en septiembre de 1936, José Luna Meléndez, es designado vicese cretario del partido el 22 de mayo; la FET es ya prácticamente la Falange de Franc o, sin concesiones y ha quedado virtualmente fuera del control de Serrano Suñer. A sí lo recalca el propio Franco al mantener con la misma fecha a Serrano Suñer como p residente de la Junta Política de FET, pero con funciones más bien honoríficas y repre sentativas, mientras las ejecutivas pasan a la exclusiva dependencia del nuevo m inistro secretario general, Arrese. Pero aun las competencias residuales de Serr ano Suñer en esa presidencia quedan explícitamente subordinadas a Franco: porque se ejercen en nombre y representación de mi caudillaje y mi jefatura . Entre el 24 y el 26 de mayo el acorazado alemán Bismarc lucha denodadamente por su vida en el Mar del Norte tras hundir con una salva de fortuna al orgullo de la Marina británica, el gigante Hood, pesadilla intervencionista en el Cantábrico durante la guerra civ il española. Política de palabras y política de obras: el 27 de mayo los amigos de Ale mania asisten a la inauguración del Instituto alemán de Cultura mientras Franco acue rda el nombramiento de otro de sus incondicionales, el general Moscardó, que asume el día 29 la jefatura directa de las milicias de Falange, en tanto que José Antonio Elola pasa a dirigir el Frente de Juventudes. Los dos actos del 31 de mayo pued en explicar algunas cosas a los observadores de la política española: Franco preside la clausura del congreso general de movilización médica a la misma hora que el prof esor Antonio Tovar, de vuelta a sus clásicos, diserta admirablemente sobre Sócrates . 1 Vuelo de Hess en Hüber y Müller, op.cit., II., p. 580s. Cese de Martínez de Campo s en su libro Ayer Madrid, Instituto de Estudios políticos, 1970 p. 204. EL nombra miento de Arrese en Stanley G. Payne Falange París, Ruedo Ibérico, 1955, capítulos fin ales. Serrano Suñer distingue en sus Memorias a Arrese con una hostilidad implacab le que no abona la objetividad del relato. Luis Suárez analiza detenidamente la cr isis de mayo de 1941 en Franco, España..., op. cit., p., 304s. EL ACUERDO CON EL VATICANO EN 1941 El 2 de junio de 1941 vuelven a reunirse en el paso del Brenner Hitler y Muss olini, a quien acompaña el conde Ciano. Hablan de España y el canciller alemán se cont enta con poco: Tenemos que intentar que los españoles sean al menos amigos del Eje . Después de la reunion Ciano insistió, más formulariamene que otra cosa, con Serrano Suñe r por carta, sobre la eventual entrada de España en la guerra. El ministro español t ransmite la contestación de Franco, perfectamente captada por el italiano: Ni asentía escribe ni negaba . Franco recibe en el Pardo al nuncio Cicongnani un hombre pequeño y rechoncho, clara inteligecia, pura vaticanidad, sincero amigo de España para congr aciarse con él sobre el acuerdo de designación de obispos cerrado al fin la antevísper a. Se adoptaba la fórmula semajante a la de los resyes españoles: Su Excelencia el Je fe del estado ha tenido a bien presentar, y la Santa Sede se ha dignado nombrar a... . El acuerdo de 7 de junio de 1941 entre el gobierno español y la Santa Sede ti ene suma importancia: es el primer jalón de la posguerra en el camino del Concorda to. Sabemos que Franco había pretendido la declaración mutua de que el Concordato de

1851 quedaba restablecido pero la Santa Sede se había negado sistemáticamente y en todo caso deseaba no traspasar al régimen de Franco el regio Patronato instituido a favor de los Reyes Católicos. Cuando a principios de 1941 arreciaba la presión int erior contra Serrano Suñer, el ministro se esforzó en compensar sus problemas con un éxito importante en las estancadas ngociaciones con el Vaticano y lo consiguió con la firma del acuerdo. Roma consigue con él dos importantes objetivos: mantener vig entes los cuatro primeros artículos del Concordato de 1851 y el compromiso del Est ado español a no legislar sobre materias mixtas o sobre aquellas que puedan interes ar de algún modo a la Iglesia sin previo acuerdo con la Santa Sede . En los primeros artículos de 1851 se estabecia la religión católica como la única de la nación española; la instrucción en los centros de enseñanza publicos o privados sería conforme a la doctr ina de la Iglesia; el Estado apoyaría la acción de los obispos especialmente en el t ratamiento de la censura; y la Iglesia gozaría de plena libertad en su ministerio. Es cierto que la Iglesia salió muy beneficada con la restauración de estas cláusulas, que conformaban el Estado confesional considerado en aquella época por la Iglesia católica para las naciones cristianas. Pero Franco consiguió a ese alto precio (que no le imprtaba mucho por su condición de católico militante) su objetivo esencial: se mantenía el derecho tradicional de presentación mediante un sistema de consultas en cuatro fases, en que se fijaba la selección definitiva del candidato por el jef e del Estado que poseía, además, derecho de veto. Dificultades concretas para la ap licaciñon del convenio impideron su puesta en marcha hasta diciembre de 1942, lo q ue explica las lamentaciones de Serrano Suñer sobre las sedes vacantes: Las pretens iones del nuevo Estado habían sido derrotadas en toda la línea dice el profesor Marqu ina muy exageradamete. La posición fundamental de Franco habia triunfado en toda l a línea y el hecho de que la Iglesia pensase en su triunfo era un dato favorable a Franco, quien no consiguió nuevos nombramietos efectivos hasta la caída de Serrano Suñer, pero con una excepción fundamental: el traslado de monseñor Enrique Pla y Denie l, el pregonero de la Cruzada, a la sede primada de Toledo, vacante desde la mue rte del cardenal Gomá en agosto de 1940. La incompatibilidad de la Iglesia con el católico Serrano Suñer, demostrada claramente en el estudio del profesor Marquina, e s un dato importantísimo para explicar la decadencia y la caída final del ministro . ¡RUSIA ES CULPABLE! En vísperas de su asalto a la URSS Hitler hace circular entre sus colaboradores el decreto sobre comisarios, es decir para el exterminio de comisarios y mandos intermedios soviéticos tras la conquista del territorio ruso que daba por segura; primera de una serie descabellada de medidas que le privaron de toda posible ad hesión por parte del oprimido pueblo ruso. Franco, que nada sabe sobre los prepara tivos de la Operación Barbarroja, entrega las llaves del pueblo de Brunete, recons truido después de su total destrucción en la batalla de 1937 y con el deseo de disip ar equívocos recorre una parte de Extremadura en compañía del ministro Serrano Suñer. En el extremo opuesto del Mediterráneo la República de Turquía prosigue su doble juego s emejante al de España ante las grandes amenazas de la guerra mundial. Ligada con G ran Bretaña por un pacto de alianza, no tiene inconveniente en firmar el 18 de jun io otro de amistad y no agresión con Alemania, tras asumir la situación de no belige rancia; ahora Alemania se ha convertido en peligroso vecino suyo tras su rutilan te victoria en los Balcanes. Al día siguiente el 1 Sobre las relaciones, divergencias y acuerdo de 1941 con la Iglesia ver Tod o sobre el Concordato, por el equipo de Vida Nueva, Madrid, PPC, 1972, p. lSss. También Carlos Corral y Lamberto de Echevarría Los acuerdos entre la Iglesia y España, Madrid, BAC, 1980, p. 8s.El estudio para las cuestiones tratadas en este epígrafe se debe al profesor Marquina Barrio y nos parece muy importante y hostil: La di plomacia vaticana y la España de Franco. CSIC, 1983. general Antonio Aranda exclama ante el II Congreso Sindical: En determinados m omentos históricos la guerra es una necesidad para los pueblos que quieran conserv ar la dignidad y el afán imperial ; no había dado todavía, por tanto, el paso hacia la a nglofilia. En el Museo de Arte Moderno, Franco inaugura el 20 de junio la exposi

ción Zuloaga, que incluía un atrevido retrato de Franco con uniforme del Movimiento, camisa azul remangada, botas altas, fajín de general y boina roja. El 21 de junio la ciudad de Damasco, capital de Siria, cae en manos de fuerza s inglesas y de la Francia Libre que siguen al general De Gaulle. Pero unas hora s más tarde, a las tres y cuarto de la madrugada del 22 de junio de 1941, tres gru pos de ejércitos alemanes se lanzan contra la frontera polaca de la URSS, casi tot almente desprevenida, sin que previamente Hitler se tome la molestia de denuncia r el pacto vigente con la Unión Soviética ni declararle formalmente la guerra. El em bajador británico en Madrid, sir Samuel Hoare, vuelve a dar excepcionalmente en la diana cuando comenta atónito: La explosión retumbó por todos los rincones de España . Comp leta certero el profesor Proctor que hasta los restos del Frente Popular español, entidad que en su agonía madrileña de marzo de 1939 había condenado a la Unión Soviética y había expulsado de su seno al comunismo, se alegraron ante el peligro mortal que se abatía sobre Rusia. Franco y su gobierno, que no habían sido informados previamen te del ataque, experimentaron una enorme sacudida pareja a la del pueblo y se reún en el 23 de junio en consejo de ministros que se reanuda durante la mañana del 24. La campaña de Rusia proporcionó válvulas de escape para las tensiones internas de Esp aña. Para unos y otros, dentro de España, la ofensiva súbita alemana parecía dejar de pr onto las cosas en su sitio; en España nunca se había comprendido el pacto germano-so viético de 1939 y el ataque a Rusia reavivó muchos rescoldos de la germanofiha español a, que renace ante el reconocimiento, hábilmente formulado por Serrano Suñer, de la d euda de sangre que Rusia tiene con España. La mejor prueba del nuevo impulso de uni dad anticomunista en España es la fotografía que pronto publicó la prensa con los más di stinguidos voluntarios que deseaban acudir al nuevo frente oriental de Europa: F ernando María Castiella, el doctor Muñoz Calero, Ignacio Oyarzábal, Agustín Aznar, el co nde de Montarco, Dionisio Ridruejo. Era aún el 23 de junio cuando el embajador von Stohrer, tras aguantar tantas di laciones, recibe casi incrédulo la propuesta de Serrano Suñer para que una gran unid ad de voluntaros españoles pueda participar en la nueva cruzada. Franco, naturalme nte, estaba de acuerdo. Pero su sombra se esconde tras la condición que formula inmediatamente el ministro de Asuntos Exteriores al negarse a que el acto español de solidaridad anticomunista se transforme en declaración formal de gue rra a la URSS. Esta manifestación de solidaridad se hace, por supuesto, independien temente de la completa entrada de España en la guerra al lado del Eje . Fue, por par te de Franco, una clara concesión a una marea de opinión pública, hábilmente canalizada por Serrano Suñer; fue también un arranque de corazón, cualidad que Franco no suele of recer muy al descubierto, pero que a veces no puede o no quiere ocultar ni domin ar. En esta fórmula está ya preconcebida la teoría particular de Franco sobre su coope ración con Alemania, la teoría de las dos guerras. En la guerra de Occidente, contra los aliados occidentales, España se mantenía neutral; en Rusia España sería beligerante como devolución de visita a las Brigadas Internacionales, esa fuerza soviética en Es paña como las llamaría el historiador americano Cattell. Por supuesto que ni la Unión S oviética ni los aliados se mostrarían dispuestos a admitir esa teoría de Franco pero él estaba convencido de ella y la diversificación funcionó. No había terminado aún la jorna da del 23 de junio cuando von Ribbentrop aceptaba con entusiasmo apenas disimula do la propuesta española. En su edición de la mañana siguiente, Arriba exalta la actitu d de beligerancia moral con que España y sobre todo la opinión popular española se han situado junto al Eje combatiente . Frente a los pueblos capitalistas y esclavizad ores, Alemania es ahora la redentora de Europa . Como la Falange a quien representa el diario oficioso interpreta el gesto español como una adhesión a la guerra del Ej e contra Occidente y no, como era en realidad, una adhesión al combate contra el c omunismo. Así preparado el ambiente, una gran manifestación falangista, a la que se suman m uchos españoles que no pertenecen a la FET, parte a media mañana de ha Universidad d e Madrid y de la sede central de los sindicatos. A mediodia cinco mil militantes del sindicato universitario de Falange, el SEU, se han concentrado en la plaza del Callao y bajan por la GranVía hasta el edificio del Movimiento situado en Alca

lá 44 . Alguien llama a Serrano Suñer, que regresa al palacio de Santa Cruz después de l consejo de ministros. El presidente de la Juta Política aparece ante la muchedum bre que se aglomera en la calle de Alcalá y dice: Camaradas: no es hora de discursos. Pero sí de que la Falange dicte en estos mom entos su sentencia condenatoria: ¡Rusia es culpable!. Culpable de nuestra guerra c ivil. Culpable de la muerte de José Antonio, nuestro fundador. Y de ha muerte de t antos camaradas, y de tantos soldados caídos en aquella guerra por la agresión del comunismo ruso. El exterminio de Rusia es exigencia de la historia y del porvenir de Europa . Recibe entonces la mayor ovación de su vida, antes de pedir a los manifestantes que se disuelvan pacíficamente, sin imprudencias. Pero varios grupos, seguramente instigados por agentes alemanes o proalemanes, se dirigen a la embajada británica y la apedrean. El embajador Hoare se presenta descompuesto ante el ministro de Exteriores: Esto sólo sucede en un país de salvajes . Serrano Suñer, sin responderle, le señala la puerta. Luego se dirige a la inauguración para el público de la exposición Zul oaga, en los salones de la recientemente aparecida revista Escorial ; donde le acom paña un grupo selecto de intelectuales, entre ellos el director de la revista y vo luntario para la división española en Rusia Dionisio Ridruejo; el subdirector, docto r Pedro Laín Entralgo; el subsecretario de Educación, Jesús Rubio; el delegado de Sind icatos Merino; el maestro Joaquín Rodrigo, el titán del 98 Azorín, el brillantísimo escr itor Eugenio Montes y un joven profesor de Historia que ya se daba a conocer, Al fredo Sánchez Bella. ¿Puede alguien seguir diciendo, ante este grupo, que la España de 1941 carecía de intelectuales, o peor aún, sólo podía considerarse como un erial de la cu ltura?. Esta es una de las mayores estupideces que muchos se hartan de repetir d esde su maliciosa ignorancia; pero la cultura española de 1941 se hacía principalmen te en España, como iremos comprobando, sin que ello suponga despreciar la extraord inaria labor cultural de algunos grupos exiliados, sobre todo en México. Afluyen espontáneamente, en auténticas oleadas, los voluntarios civiles y militar es, falangistas o no, a las oficinas de reclutamiento para la que ya se llamaba División Azul. Es 25 de junio y Suecia, en nuevo trance de concesiones, autoriza e l paso de fuerzas alemanas que acuden al nuevo frente finlandés contra la Unión Soviét ica; recuérdese que poco antes había denegado ese permiso a las fuerzas ahiadas que querían ayudar a Finlandia contra la URSS amiga de Alemania. Von Stohrer informa a Berlín que España se dispone a enviar un grupo de sus mejores pilotos al frente del Este. Al día siguiente y pese a que conoce perfectamente la negativa española a dec larar la guerra a la URSS, Gran Bretaña corta súbitamente los cupos de carburantes p ara España; el gobierno español lo comunica oficialmente a la prensa y sube como la espuma la hostilidad antibritánica en la opinión española. Ahora se ve claro que si Fr anco hubiera propuesto la entrada de España en la guerra plena durante estos momen tos, gran parte de España le hubiera seguido sin vacilar y el resto se hubiera cal lado; pero Franco, el 28 de junio, se himitó a cumplir su ofrecimiento reciente y explicó durante hora y media una fría lección de historia m ilitar contemporánea en la Escuela Superior de Guerra. Tema: la guerra de maniobras y la misión de los jefes de grandes unidades con ejemplos de la guerra española y la guerra mundial. Asiste a la conferencia el ya preconizado jefe de la división esp añola en Rusia, general Agustín Muñoz Grandes. Dos días más tarde, a la vez que el general Vigón pide al embajador von Stohrer que contribuya a moderar los ímpetus belicistas del fogoso Serrano Suñer, una orden formal del Estado mayor crea la División Española de Voluntarios. Finalidad: La lucha contra eh comunismo . Nutrida por oficiales pr ofesionales en abrumadora mayoría, la gran unidad española no fue una formación exclus ivamente falangista, como pretende Serrano Suñer, aunque es cierto que la Falange se volcó en sus filas. El último día de junio informaba von Ribbentrop sobre las petic iones que afluían de toda Europa para participar junto a Alemania en la campaña cont ra la URSS. Se han reclutado cuatro mil holandeses para la Divisiín Vi ing de las SS; los suecos se alistan por millares en el ejército finlandés; muy pronto se revel aría la cifra de voluntarios franceses disponibles, más de treinta mil. De los que q uince mil se alinearon en la División Carlomagno; dos mil belgas siguieron a León De

grelle en la Brigada Valona (cerca de cuarenta mil combatieron en las filas alem anas). Franco, sin discursos, acaba el mes de junio presidiendo la clausura de l a III Asamblea nacional de Arquitectos en la Academia de Bellas Artes. En la cal le se le saluda fervorosamente con vivas a España y mueras a Rusia. Sin embargo, y ante la dramática clarificación de campos que se había revelado con motivo de ataque alemán a la URSS, empezaba a notarse, con mucha timidez e inseguridad, fuera e inc luso dentro de España, un brote apenas insinuado de oposición antifranquista con raíce s en la República y en la guerra civil, y esa oposición republicana trataría de tender puentes hacia otra oposición naciente de matiz monárquico. Todo ello muy confuso, m uy minoritario ante la marea anticomunista que volvía a sacudir a España entera con motivo de la nueva cruzada europea contra el comunismo. Nadie paraba mientes en que la causa hipertotahitara de Stalin pudiera considerarse por los aliados occi dentales como incluida en la lucha general por la democracia. Sin embargo eso es lo que terminó por decidir pronto el primer ministro Churchill, más anticomunista q ue el propio Franco; y el presidente demócrata Roosevelt, que tenía a su Departament o de Estado y a su Administración trufada de comunistas, algunos de ellos infiltra dos españoles. El 1 de julio se desvela, por fin, el misterio sobre la muerte del obispo de Barcelona, monseñor Irutita, desaparecido a fines de 1936 en la guerra civil; se r econoce su cadáver entre mil doscientas víctimas de la represión roja en Barcelona, ex huma das en el cementerio de Montcada. (Todavía no hace mucho he leído en un libro inf ame que el ejemplar Prelado fue justamente ejecutado porque había pasado armas a los sublevados de Barcelona, hay quien pretende matar dos veces a las víctimas religi osas de la guerra civil). Al día siguiente se firma un nuevo acuerdo con Portugal, que permite la financiación, por parte de la nación hermana, de materias primas par a España. El embajador von Stohrer informa a Berlín el 4 de julio que la afluencia d e voluntarios españoles para Rusia podría cubrir los efectivos de cuatro divisiones. Ya por entonces se ha ultimado prácticamente el reclutamiento y la selección con el mismo sistema de regimientos orgánicos de la guerra civil; uno de ellos en Sevill a (con un batallón de reserva en Ceuta y otro en Melilla) y los demás en Madrid, Bar celona y Valencia. Una nueva orden general del 8 de junio establece que la Divis ión debe partir lo antes posible. Por esos días los Estados Unidos dan un paso más hac ia la guerra atlántica y ocupan Islandia, una posición insular clave; la Francia de Vichy se rinde a los aliados en el Próximo Oriente. En España la ley de clasificación de sindicatos establece definitivamente veinte sindicatos nacionales. Con una in teligente aplicación de las penetraciones de carros de combate y formación de grande s bolsas, los ejércitos alemanes consiguen entre los días 8 y 10 de julio la enorme victoria de Bialysto -Mins . Mientras prosiguen los trabajos de encuadramiento y organización en la División Azul, el general Muñoz Grandes anuncia el nombramiento co mo jefe de Estado Mayor de la gran unidad a favor del coronel José María Troncoso, m uy distinguido en la guerra secreta durante los años 1936-1939; como segundo jefe de E,M. se nombra al coronel Luis Zanón, uno de los rebeldes de Melilla el 17 de j ulio de 1936. Distinguidos veteranos de la guerra civil mandan los cuatro regimi entos: los coroneles Romero Mazariegos, Miguel Rodrigo, Pedro Pimentel y José Vier na. Se publican, a la vez, nombres de divisionarios descollantes; seis consejero s nacionales, siete gobernadores civiles. Además de los ya citados, se han alistad o para Rusia Manuel Mora Figueroa, José María Guitarte, jefe nacional del SEU, el ec onomista Higinio Paris, Carlos Pinihla. Los brotes de anglofilia cultivados por el tenaz sir Samuel Hoare y favorecidos por el reciente giro moderado en los nom bramientos de la alta Administración española se hunden en la indignación general ante el tratado de asistencia mutua firmado el 12 de julio entre el Reino Unido y la Unión Soviética. El 14 de julio Madrid despide multitudinaria y emocionadamente a l a División Azul en la estación del Norte. La campaña de Rusia clarifica y modifica la actitud general de los españoles haci a la guerra mundial. La nueva alianza entre el Reino Unido y la Unión Soviética conv ence a muchos de que la identificación de Francia e Inglaterra en la guerra civil con los soviéticos como habían asegurado dos observadores tan inteligentes y

bien informados como los autores de Reivindicaciones de España volvía a encajar en e l horizonte. Esa identificación no era verdad en la guerra civil, pero ahora parecía confirmarse. El 23 de julio la División Azul al completo ha llegado al campamento base de Grafenwóhr. Franco interviene por aquellos días de forma muy significativa. En su discurso del 17 de julo ante el Consejo Nacional del Movimiento dice: Tan despreciable es para nuestra obra el rojo materialista como el burgués frívolo y el aristócrata extranjerizado en clara alusión a los monárquicos que habían empezado a conspi rar contra el régimen, ahora sofocados por la explosión de entusiasmo en torno a la intervención en Rusia. Nostros-añade no hemos cerrado los caminos a lo que en interés de la nación un día convenga , los caminos de la Restauración monárquica, evidentemente. Si España hubiese contado a fines del pasado siglo con una modesta Falange, no hubier a sido posible la vergüenza del 98. No oculta las tremendas dificultades del prese nte. En dos años España ha debido importar, para su supervivencia, dos millones de t oneladas de cereales, Acusa con toda claridad: durante la última gran crisis de ha mbre, durante el último invierno, los Estados Unidos retrasaron el envío vital de ci en mil toneladas de trigo argentino. A las naciones, como a los individuos, el or o acaba envileciéndoles . Critica con suma dureza el cambio de los destructores amer icanos por las bases inglesas en América, a las que llama jirones de un imperio . Lue go se compromete en adelantar un pronóstico favorable a la victoria final de Alema nia y admite que en la guerra civil española se dieron ya las primeras batallas de la guerra mundial, lo cual es simplemente falso. Se ha planteado mal la guerra y los aliados la han perdido afirma, obnubilado por la sucesión de victorias alemana s en todas partes donde se aplica la poderosa máquina militar del Reich. Prevé, en c ambio, la intervención de los Estados Unidos que Hitler creía imposible. Stalin, el c riminal dictador, es ya aliado de las democracias por lo que la sangre de nuestra juventud va a unirse a la de nuestros camaradas del Eje . Las reacciones británicas y norteamericanas ante este discurso de Franco, al que sólo cabe calificar de impr udente, cosa muy rara en él, fueron las previsibles. Como era también de esperar, Hi tler interpreta las palabras de Franco como un compromiso de colaboración total co n Alemania, lo cual no era cierto aunque evidentemente lo parecía. Mussolini vio m ucho más claro: No creo que España pueda ni quiera hacer otra cosa que enviar esa div isión de voluntarios . Por su parte el historiador socialista francés Max Gallo aposti lla: Pero al mismo tiempo Franco lee su discurso sin pasión, con su manera habitual que revela creer en las palabras, pero saber también olvidarlas si hace falta . En resumen, el discurso fue un mal paso de Franco, pero ni siquiera Franco lo consi deró como un paso definitivo. Ni Alemania hizo, en ese sentido, gestiones inmediatas para que España entrase totalmente en la guerra. Al día siguiente, 18 de julio, Franco improvisa ante miles de obreros en el bar rio industrial madrileño de Villaverde Bajo, bastión de la resistencia republicana c ontra el Ejército de África en 1936. Centenares de hombres que entonces habían luchado contra él le escuchan: No pensaba hablaros les dice pero me sorprenden las cartelas y no quiero defraudaros . Arremete contra la propaganda disolvente y se le escapa un a anécdota sobre la calidad de la infantería roja, no inferior a la nacional en la g uerra. Ganado su auditorio se opone al imperialismo económico y proletarizador de l os pueblos ya que en ciertos países adelantados, los obreros gozan de grandes sueldos , porque viven del imperialismo, de la miseria de otros seres . Un alarde caracterís tico del popuhismo que Franco sentía en profundidad. Cuatro días más tarde y en su esc enario, siempre tan querido, el Alcázar de Toledo, Franco preside la entrega de de spachos a 1865 nuevos tenientes que proceden de los provisionales de la guerra a t ravés de las academias de transformación. Evoca allí al batallón de estudiantes toledano s que actuó en la guerra de la Independencia y también la gesta del Alcázar pero se ab stiene de aludir a la guerra mundial. En los Comunes Anthony Eden templa un poco los rigores contra España ; De España depende -dijo- la posibilidad de acuerdos eco nómicos con Inglaterra. Pero con cierto cinismo echa la culpa a España que según parece no quiere acuerdos económicos con este país , evidente reproche a las recientes actit udes anti-ahiadas de Franco. El 28 de julio Franco visita el campamento juvenil de Hoyo del Espino, en Gredos, donde arría personalmente la bandera al anochecer. Graves noticias llegan de México; un grupo de españoles libres , es decir de antiguos r

ojos, se reúne con el embajador de Estados Unidos allí bajo la presidencia del gener al José Miaja para tratar de establecer un gobierno provisional español apoyado por las democracias en territorio canario; un general español debería prever bien entonc es los efectos permanentes de un desembarco británico en las islas pero la idea se iba a reproducir pronto en otro sector impensable de la oposición al régimen. El día 30 llega al aeródromo berlinés de Tempelhof la dotación de la Escuadrilla Azul, al man do del comandante Ángel Salas Larrazábal; 17 pilotos, 80 hombres, todos expertos en el manejo de los cazas Messerschmidt 109. Los españoles, entre ellos algunos repub licanos, no pueden contener la hilaridasd cuando una solemne banda de música alema na les recibe a los acordes del himno de Riego. A instancias españolas se decide q ue la División Azul no se incorpore, como en el caso de los voluntarios de otros p aíses europeos, a la fuerzas de las SS sino al ejército alemán; se modifica también la fórmula del juramento que la División va a prestar el 31 de julio en Granfenwóhr , no dirigido al jefe del partido nacional-socialista sino al comandante supremo del Ejército en la batalla contra el comunismo. A las órdenes del antiguo jefe de l a mejor harca de África, creador de la Guardia de Asalto republicana, más tarde jefe del Cuerpo de Ejército de Urgel y secretario general del Movimiento Agustín Muñoz Gra ndes, formaban esa mañana, bajo el amenazador cielo plomizo de Alemania, 641 jefes y oficiales, 2.272 suboficiales y clases, 15.780 soldados, un total de 18.693 hombres dispuestos con toda su alma a devolver la visita de las brigad as enviadas a España por Stalin en 1936, a participar en la última de las cruzadas y a desobedecer todo lo posible las tajantes órdenes alemanas que trataban de oblig arles a sacar brillo a los botones de su uniforme y a considerar como enemigo mo rtal al noble y enigmático pueblo de las estepas rusas . LOS PRIMEROS BROTES DE LA OPOSICIÓN ORGANIZADA En la primavera y el verano de 1941, como habrá ya adivinado el lector ante alg unas noticias e insinuaciones anteriores, surgen los primeros brotes de oposición organizada contra Franco y su régimen. Fijar estas fechas y estos intentos es impo rtante porque a veces los historiadores tienden a retrasar el planteamiento de l a oposición interior hasta después del desembarco aliado en el norte de África a fines de 1942 y sobre todo hasta el desembarco en Normandía en junio de 1944 Es cierto que tales acciones de guerra servirán de eficaces estímulos para la oposición antifran quista dentro y fuera de España, pero los primeros brotes surgen en la primavera d e 1941. Cuanto se había hecho antes dentro de España sólo representa acciones desesper adas o aisladas, residuos de la guerra civil y carece de importancia. Fuera de E spaña tampoco se organizó nada serio ante la abrumadora victoria hitleriana en Europ a en 1940 y en 1941 .Pero en la primavera de 1941 las fuerzas británicas y frances as libres consiguen algunas victorias importantes El ataque alemán contra Rusia en Hüber y MÉiller, El Tercer..., op. cit., II, p. 58 5. Para la campaña de Rusia en relación con España es esencial el libro de Raymond Pro ctor La agonía..., op. cit., 131s. y la también citada obra Franco militar del gener al R. Casas de la Vega, cap. 32 p. 37 ls. Sobre actitud del pueblo español ver R. Serrano Suñer, Entre Hendaya..., op. cit., p. 371s. En febrero-marzo de 1973 los s eñores Arrese y Serrano Suñer montaron una polémica sobre el tema de la División Azul, v er sobre todo ABC de ese año, 6,8,24 y 25 de marzo, Descubrimiento de los restos d el obispo Irurita en A. Montero, Historia de la persecución..., op. cit., p. 416. Comentario de Max Gallo en Histoire..., op. cit., 1, p. 130. que demuestran la no invencibilidad del Eje (caso de Oriente Próximo tras las a nteriores derrotas de Italia) mientras los avances de los Estados Unidos hacia l a intervención abierta son cada vez más claros. Es cierto que la fortísima reacción alem ana en los Bacanes, en el norte de África y sobre todo en Rusia reconforta a los g ermanófilos y amargará, con su espectacularidad y grandeza, los efectos de las victo rias periféricas menores de Inglaterra. Pero esas victorias, además de la marcha de los Estados Unidos hacia la guerra y la incorporación de la poderosa Unión Soviética a l frente aliado (aunque fuera antinatural en aspectos vitales) serán aprovechadas por la propaganda aliada para estimular la creación de un frente antifranquista en tre los políticos y militares españoles enemigos de Franco o resentidos con él y también

entre los exiliados republicanos en América. La iniciación de la vida política en el exilio dice Javier Rubio, máximo especialista en la materia no tiene lugar hasta la primavera de 1940 . Hasta entonces todo había sido dimisiones, lamentos y recriminaciones. En 1941 se crea en México un movimien to Acción Republicana Española cuya Junta, presidida por Diego Martínez Barrio, integra a antiguos republicanos como Alvaro de Albornoz, Esplá, los generales Asensio Torr ado, Miaja y Pozas, los políticos Osorio y Gallardo,Augusto Barcia, Giner, Gordón Or dás, Ruiz Funes y otros. Los primeros manifiestos son de la primavera de 1941 . La guerra germano-soviética actúa como factor de reactivación entre los políticos del exil io, sobre todo en Londres, donde el doctor Juan Negrín vuelve a la actividad mient ras los comunistas, callados como muertos durante la fase de amistad y cooperación de Hitler y Stalin, lanzan su llamamiento de Unión Nacional en agosto de 1941; el manifiesto se dirige incluso a las personas de derechas. La reaparición de Negrín y el llamamiento comunista están evidentemente coordinados. Sin embargo estos plant eamientos de la oposición son simples fintas que carecen de importancia hasta que, tras el desembarco aliado del Norte de África en 1942, se perfila ya la victoria aliada final. Los brotes de oposición interior son en cierto sentido paralelos. Pa ra Franco la oposición exterior carecía en principio de importancia; se trataba de s imples rojos vencidos y enemigos que carecían de fuerza y sólo trataban de uncirse a l posible carro de la victoria aliada, lo cual además era más o menos cierto. Mucha mayor importancia adquiría para Franco, de ahí el cierto nerviosismo que aflora en a lgunos de sus discursos y sus insultos, la oposición monárquica interior, porque esa oposición estaba dirigida por antiguos colaboradores suyos, cuya inteligencia con ocía perfectamente. Estaban por supuesto alentados por los aliados, sobre todo por Gran Bretaña, que pretendía estructurar con ellos una oposición monárquica en torno a l a figu ra del conde de Barcelona. La primera fecha documentada para la conspiración mo nárquica es el 10 de julio de 1941, según el diario de Gil Robles que es una fuente fundamental. Recibo -dice una consulta de Carrascal, a quien reiteradamente se ha pedido en nombre del general Orgaz la colaboración de las gentes de Acción Popular p ara un movimiento de tipo monárquico . Gil Robles, privado de ejercer la vida política en la zona nacional, se había instalado en Lisboa donde cooperó eficazmente con Fra nco y su hermano Nicolás, embajador en Portugal, en la propaganda exterior de la E spaña nacional, además de ofrecer expresamente su gran fuerza política, la antigua CED A, como pueblo del Movimiento según su propia expresión. Ahora, en junio de 1941, mant iene la lealtad a Franco y prohíbe de forma expresa a sus posibles partidarios que cooperen en movimientos de oposición a Franco. Eso sí, reconoce que el movimiento c onspiratorio del general Orgaz alcanza extensas ramificaciones. Era verdad. El libro del profesor Sainz Rodríguez Un reinado en la sombra arroj a nueva luz sobre este tema pero ya en unas declaraciones anteriores suyas parec e claro que fue él el muñidor principal de la conspiración contra Franco en la primave ra de 1941. Sainz Rodríguez era hombre clarividente, aunque la tesis de Luis María A nson de que toda la historia de España de 1931 a 1975 pasó por sus manos es una exag eración con muy poco fundamento. Lo demuestra entre otras cosas, que después de habe r ejercido brillantemente como ministro de Educación Nacional en el primer gobiern o de Franco entre 1938 y 1939 se pasó hasta casi el final de su vida en el exilio y no consiguió ninguno de sus designios políticos. Pero eso sí, era hombre inteligente y cultísimo, clarividente en cuanto a la situación internacional y la marcha de la guerra, y convencido ya en 1941 de la victoria final aliada. Poseía un alto sentid o de la información y una irrefrenable tendencia a la intriga. En aquella primaver a de 1941 reunió a varios exministros de Franco para plantear una posición conjunta que atenuase la imagen germanófila que por parte de Franco y de Serrano Suñer se est aba dando a todo el mundo sobre todo después de la invasión alemana de Rusia. Parece que esta reunión se convocó ante la alarma de Sainz Rodríguez por el beligerante disc urso de Franco el 17 de julio de 1941. El ex ministro propuso la creación, de acue rdo con el gobierno, de un partido o grupo que pudiese desarrollar una discreta y tolerada actividad pública de carácter aliadófilo. Franco, enterado del proyecto, in dicó que Sainz Rodríguez debería hablar con los altos jefes del Ejército quienes le dier

on largas. Entonces el orondo ex ministro inició sus actividades clandestinas medi ante contactos con los generales más propensos a dudar sobre la victoria alemana. E l más seguro y firme -dice don Pedro era el general Aranda . La conversión del héroe de Oviedo a la aliadofilia debió cristalizar rápidamente, a juzg ar por sus anteriores actitudes germanófilas, y seguramente influyó en ella algún rese ntimiento personal profundo contra Franco, como suele suceder siempre en estos c asos (Ya he descartado antes como infundada y descabellada toda acusación de sobor no). Sainz Rodríguez confiesa paladinamente sus contactos británicos desde la primer a hora de su actividad clandestina. Se planteó -dice-una negociación con Inglaterra y finalmente se llegó al acuerdo de que en caso de invasión alemana de la Península se constituiría una Junta o Gobierno monárquico aliadófilo en Canarias. El general Aranda formaría parte de ella . Andando los años reproché públicamente a don Pedro Sainz, con cu ya amistad me honraba, este desembarco político en Canarias a bordo de la escuadra británica. Me respondió con un amargo silencio. Además del caso Orgaz, cuyos motivos también desconocemos, hay otros dos generale s implicados en la conspiración muñida por Sainz Rodríguez. El primero es García Escámez, capitán general de Canarias, y la revelación se debe al propio Franco: Cuando se habl aba de que los alemanes iban a invadir España en la última guerra europea, el entonc es capitán general de Canarias, el fallecido teniente general García Escámez, se había p uesto de acuerdo con los elementos monárquicos de Estoril para hacerse independien te del gobierno español, proclamando la monarquía de don Juan en las islas . Pero en 1 941 no había elementos monárquicos en Estoril y esta actitud de García Escámez tuvo que ser posterior a su nombramiento para Canarias que no se produjo hasta 1943 como veremos. Es posible que estuviera en contacto con Sainz Rodríguez desde 1941.

El segundo caso y aquí sí que tenemos pruebas documentales de resentimiento contra Franco- fue el del general Alfredo Kindelán, que había pasado de la Capitanía General de Baleares a la de Cataluña. Protestó desde allí ante el ministro del Aire, general Juan Vigón, por el discurso de Franco el 17 de julio contra Inglaterra y sus parti darios españoles y Vigón, que nunca desmentiría su lealtad a Franco, comparte la repul sa de Kindelán ante aquella exageración de Franco. Sin embargo Vigón sigue convencido de que Alemania ganaría la guerra y era la mejor cabeza del Ejercito español, algo r econocido por todos. El triunfo inglés -decía Vigón sería el triunfo rojo en España, en Fra cia y en todas partes . Vigón está informado de los contactos de Kindelán y se lo insinúa discretamente. No sé si estas ideas mías tendrán peso suficiente para contrarrestar sug erencias de otro origen . Poco después Vigón confirma a Kindelán: La primacía de Serrano Suñ r en el ánimo del Generalísimo decae muy rápidamente . Las cartas de Vigón impresionan a K indelán; según él mismo confiesa, dejará en suspenso su cooperación con los conspiradores hasta fines de año, ante las nuevas circunstancias que reseñaremos. El gran colaborador de Sainz Rodríguez para la conspiración de 1941 era su amigo de Acción Española Eugenio Vegas Latapie, letrado del Consejo de Estado, oficial juríd ico-militar durante la guerra, muy desengañado con Franco al comprobar que retrasa ba ad calendas graecas la restauración monárquica. El activista máximo es el aviador J uan Antonio Ansaldo, cuya vida de posguerra es un puro resentimiento hacia Franc o, como se harta de demostrar en su amargo libro ¿Para qué?. Eugenio Vegas, idealist a utópico, fascinado por la Monarquía tradicional fundada en lo que los tradicionali stas designaban como Derecho Público cristiano , tan enemigo de la democracia liberal como del régimen de Franco, presentó en sociedad la conspiración monárquica en un almue rzo organizado durante el verano de 1941 en el aristocrático Club Marítimo de Las Ar enas, junto a la ría de Bilbao. El almuerzo debió de celebrarse poco antes del 18 de julio y las alusiones de Franco en su discurso del 17 a los aristócratas y plutócra tas se refieren seguramente a ese encuentro, del que tuvo puntual noticia. La te sis que allí flotaba fue expuesta por Ansaldo: El resultado del Alzamiento nacional ha defraudado totalmente las ilusiones que en él se pusieron. Era por tanto neces ario adoptar con respecto a Franco y a su tinglado la Falange una actitud de hostili dad de intensidad igual o superior a la que había sido norma de Acción Española con re ferencia a los gobiernos republicanos más izquierdistas . (Ansaldo había sido en aquel

la época jefe de los activistas de primera línea de Falange, cuando la organización de José Antonio estuvo financiada por Renovación Española, el brazo político de Acción Español a, según sabemos por el testimonio de Sainz Rodríguez, que era el intermediario). Lo s asistentes al almuerzo conspiratorio del Club Marítimo, y señaladamente José María de Areilza, según el testimonio del orador, aplaudieron calurosamente. Muchos monárquic os, sin embargo, mantuvieron su plena fidelidad al Caudillo, quien desde aquello s momentos supo aprovechar las divisiones en el campo monárquico-juanista aunque t odavía no había asumido don Juan posición política alguna. Vegas dice Ansaldo continuaba i cansable en su labor, ya en todo semejante a la de los años republicanos. Se consp iraba contra Franco con la misma intensidad y técnica de entonces . Sin embargo hasta fines de 1941 y sobre todo hasta fines de 1942 la conspirac ión monárquica no se convirtió en un verdadero peligro para Franco, que se mantenía perf ectamente informado acerca de ella. La campaña de Rusia contó con la adhesión de la ma yoría de los monárquicos; fue un retorno general y espiritual al clima de cruzada. Hemos fijado sin embargo la fecha del primer brote consp iratorio interior, sus implicaciones políticas y militares. El general Beigbeder s e situaba próximo a los conspiradores, no así, por el momento, don Juan de Borbón, cuy o nombre figuraba por entonces en la cajita sellada con la voluntad de Franco pa ra su sucesión, esa cajita que Franco mostró al general Kndeian en uno de sus encuen tros . CAMBIOS DE SIGNO ESTRATÉGICO EN 1941-1942 El invierno de 1941-1942 resultó fatal para las perspectivas de victoria final por parte de Alemania. La penetración de los ejércitos alemanes en la URSS había conse guido victorias abrumadoras pero el general Invierno , la ayuda angloamericana y la resistencia del Ejército Rojo consiguió frenar de forma decisiva al poderoso enemig o ante las dos grandes capitales Moscú y Leningrado- que fueron capaces de mantener se . Por otra parte la fulminante entrada del Imperio japonés en la guerra mundial , con la importantísima victoria dei 7 de diciembre de 1941 en Pearl Harbor, que d ejaba fuera de combate a la Escuadra norteamericana del Pacífico, fue seguida por una tremenda expansión militar-imperial japonesa en el Pacífico y en el sudeste asiáti co, pero al temible precio de provocar la entrada total de los Estados Unidos en la guerra, con toda su capacidad de primera potencia mundial que antes de un año se revelaría como decisiva. Estos hechos afectarían profundamente a la posición española ante el conflicto; a fines de 1942 la victoria de Alemania se veía cada vez más com prometida y la posibilidad de victoria final aijada cada vez mayor. El profesor Luis Suárez califica como doble golpe de timón por parte de Serrano Suñer la firma del acuerdo con la Santa Sede sobre nombramientos episcopales y la cap italización política de la División Azul. Tiene razón, pero la preeminencia del ministro de Asuntos Exteriores dependía de la situación de la gue Para la reconstrucción de la p rimera fase de la oposición exterior e interior al régimen de Franco hemos acudido a las fuentes siguientes: Javier Rubio, La emigración de la guerra civi l Madrid, San Martín, 1977, II, p. 496s. José María Gil Robles, La Monarquía por la que yo luché, Madrid, Taurus, 1976, p. 17s. Alfredo Kindelán La verdad de mis relaciones con Franco, Barcelona, Planeta, 1981 p. 183s. P. Sainz Rodríguez Un reinado en la sombra, Barcelona, Planeta, 1981, p. 29s Eugenio Vegas Latapie Memorias políticas , Barcelona, Planeta, 1983, continuada por Los caminos del desengaño. Juan Antonio Ansaldo, op. cit., p. 265s. rra mundial que iba a variar radicalmente desde diciembre de 1941 y de la hosti lidad de los militares, con el general Varela al frente, que no iba a remitir si no a agudizarse cada vez más. Durante el verano de 1941 Serrano Suñer intentó desesper adamente recuperar el control de la prensa, que dependía desde la crisis de mayo d e la Secretaría General del Movimiento a través de la Vicesecretaría de Educación Popula r. Serrano y Arrese, en permanente enfrentamiento, lucharon por ese control. Ser rano pretendía designar para la Vicesecretaría al profesor Antonio Tovar, incondicio nal suyo. Pero Arrese, apoyado por Franco, nombró al gobernador civil de Salamanca , Gabriel Arias Salgado, doctor en Humanidades y moralista muy rígido cuyo ideal co

mo el de Franco, a quien observaba lealtad absoluta consistía en una prensa de caráct er intermedio entre la prensa libre (propia de las democracias) y prensa dirigida , p ropia del totalitarsmo comunista; ese intermedio era la prensa orientada es decir la sometida a la vigente Ley de Prensa dictada por Serrano Suñer en 1938, una pren sa controlada por el gobierno mediante la designación o remoción del director de cad a medio y la previa censura de sus contenidos. Para el cargo de director general de Prensa Arias Salgado designó a Juan Aparicio, periodista que se contaba entre los fundadores de las JONS En aquel mismo mes de agosto los ejércitos alemanes continuaban su espectacular penetración en la URSS. Los grupos de ejércitos del centro y del sur conseguían atrap ar cientos de miles de prisioneros en las grandes bolsas: termina el 5 de agosto la batalla de Smolens o, el 8 la de Uiman. Dos días después la División Azul espera u na caravana de camiones para ser trasladada desde el campamento base al frente p ero lo que llega es una interminable caravana de tracción animal encuadrada por un equipo de veterinarios alemanes. El ministro de Propaganda doctor Goebbels se c ree obligado a explicar públicamente el especial sentido de la disciplina de que h acían gala los divisionarios: Los españoles tienen peculiaridades militares que no po demos comprender . Franco conoce tales manifestaciones en Santiago de Compostela, donde abraza a la imagen del Apóstol el 11 de agosto, y luego preside el 14 unas m aniobras de la Escuadra. Terminan entonces sus conversaciones de Placentia en Te rranova el premier Churchill y el presidente Roosevelt, y la prensa española recog e el día 15 de agosto en versión íntegra el gran documento nacido de ese encuentro, la Carta del Atlántico. Mucho después se supo que los dos estadistas habían hablado allí d e España. Churchill expuso allí a Roosevelt la misma tesis que a su enviado Hop ins; después de una más que probable victoria total de Alemania en Rusia (victoria en la que Churchill creía entonces con la misma seguridad que Franco) Hitler decidiría, sin duda, atr avesar España camino de Gibtaltar y Marruecos. En vista de ello Churchill revela a Roosevelt el plan británico para la ocupación de las Canarias a mediados de septiem bre, a la menor confirmación de las intenciones germánicas. En marzo de 1942, en efe cto, el Estado Mayor alemán pone a punto la versión más reducia, y de corte defensivo, de la operación Isabella, que ahora trataría de defender la línea del Ebro ante una e ventual invasión aliada de la Península . La División española 250 se pone por fin en marcha hacia el frente alemán del norte de Rusia el 21 de agosto de 1941. Tras unas breves etapas en ferrocarril que te rminan el día 29 en la estación polaca de Suwal o inician la marcha a pie para la ap roximación al frente el 29 de agosto, en una larga caravana de treinta ilómetros. L os observadores alemanes notan que desde los primeros pasos en territorio ruso l os españoles no cumplen las órdenes de evitar contactos populares sino que confrater nizan abiertamente con el pueblo de Rusia al que jamás consideraron como enemigo. Mientras tanto británicos y soviéticos han asegurado su control sobre Irán, donde una intensa corriente proalemana se incrementaba como amenaza grave. Franco recorre en un destructor la Galicia litoral y el embajador von Stohrer revela a Berlín que sus fracasos para la entrada total de España en la guerra se deben al anglófilo gen eral Varela, ministro del Ejército, prometido ya a una dama de la aristocracia nor teña y máximo rival político de Serrano Suñer. Acaba agosto cuando Hitler llama a Mussol ini para comentarle un informe del alto mando de la Wehrmacht y que, para su dis gusto, coincide más o menos con las tesis de Franco sobre la necesaria abstención de España en el conjunto de la guerra mundial. Cuando Hitler insistía en reabrir la vi eja herida de Hendaya Mussolini trata de calmarle: Sería torpe presionar a Franco para inducirle a la acción . Antes de terminar agosto , por iniciativa del delegado nacional de Sindicatos, Gerardo Salvador Merino, s e firma por fin el convenio laboral para que cien mil trabajadores españoles se in corporen a la industria de guerra alemana. Pero ese convenio no se cumplió. En el mes de noviembre no había salido ni una expedición, al fin Alemania consigue el envío de quince mil trabajadores españoles, pero Franco pudo calmar las protestas británic as con el seco recordatorio de que solamente en Gibraltar trabajaban diez mil es

pañoles para las fuerzas armadas británicas directamente. Hitler entonces ordenó Contexto de 1942 en A. Del Río C. Viraje político español y réplica al cerco internaci onal, Madrid, Edics. del Movimiento, 1965. División Azul en Proctor, Agonía..., op. cit., p. 152s. Proyectos británicos sobre Canarias en V. Morales Lezcano, Historia de la no beligerancia española... Las Palmas, Mancomunidad de Cabildos, 1980, p. 152s. el reclutamiento laboral de cuarenta mil exiliados republicanos españoles en Fr ancia y Bélgica, y se mostraría tan sorprendido de su excelente rendimiento que según ha comprobado documentalmente el historiador británico Hugh Trevor-Roper el Führer l legó a acariciar la idea de utilizar a estos hombres como fuerza de choque para un a eventual invasión alemana de la península ibérica. LA DIVISIÓN AZUL ENTRA EN FUEGO Después de su estancia en Galicia, Franco vuelve brevemente a Madrid para claus urar en El Escorial el 1 Congreso Nacional del Frente de Juventudes. Vuelve al n orte, con escala de Burgos, donde ora ante el sepulcro del Cid, mientras las van guardias alemanas comienzan su operación para el envolvimiento de la capital soviéti ca, Moscú. Simultáneamente el 0KW (Ober ommand der Wehrmacht) dicta una orden sobre España: No existen todavía los requisitos políticos necesarios para estrechar las relac iones militares con Franco Y reitera que ninguna sección del Ejército alemán esta autor izada para realizar reconocimientos en España ni para emprender tratos militares co n esa nación . Los británicos, por su parte, aplazan su proyecto para la invasión de Can arias; no se observa peligro de intervención alemana en España. Franco embarca en Gu etaria en el crucero Almirante Cervera y navega a Santander con cinco destructor es de escolta, que realizan supuestos de lucha antisubmarina. En Santander compr ueba la marcha de los trabajos para la reconstrucción de la ciudad incendiada, el día 11 recala en Bilbao y el 12 realiza varias visitas en Guipúzcoa. En Madrid un mi embro de la Vieja Guardia enteramente fiel a Franco, Manuel Valdés Larrañaga, sustit uye a Gerardo Salvador Merino como delegado nacional de Sindicatos. Luis Suárez pa rece atribuir el cese de Merino a su convenio con Alemania sobre el envío de traba jadores; se sabe también que se esgrimió contra él una denuncia por vinculaciones con la Masonería, como detalla Manuel Valdés Larrañaga en sus interesantísimas memorias. En medios próximos al palacio del Pardo se me dijo, años después, que Merino había intentad o la creación de un sindicalismo anticapitalista, cuasi-revolucionario, con manife staciones públicas que los medios financieros consideraron alarmantes. Su sustitut o, Manuel Valdés, solucionó audazmente la penuria económica de la Organización Sindical, reprimió con energía un conato de motín organizado por los colaboradores de Merino y designó para la jefatura de los sindicatos a personas moderadas y competentes, que contribuyeron mucho a la eficacia de la organización, que se ha estudiado muy poc o por los historiadores. Pese a la acusación que se adujo para su cese, Gerardo Salvador Merino no fue encausado luego por el tribunal de repre sión de la masonería y se reintegró con éxito a la actividad privada. El 14 de septiembre Franco presidió en la bahía de la Concha las tradicionales re gatas de traineras de San Sebastián y giró una visita de inspección a la fábrica de arma s de Placencia. Ese día la División Azul, en su marcha agotadora, penetró en territori o de la Rusia soviética. El día 19, cuando Franco ya ha regresado al palacio del Par do, los alemanes cierran otra de sus extensas bolsas y se apoderan de la ciudad de Kiev; anuncian la captura de seiscientos mil prisioneros del Ejército Rojo. Los generales del frente aconsejan a Hitler que ante la proximidad del invierno rus o ordene la fortificación de la línea del Dnieper pero el Fuhrer, pese a que sus ejérc itos no disponen aún de equipo para los fríos que se anticipan, les ordena proseguir el avance hacia los tres grandes objetivos: Leningrado, Moscú y el Cáucaso con sus reservas de petróleo. La botadura en la ría de Bilbao, del petrolero de 16.000 tonel adas Calvo Sotelo se anuncia como un alarde de la reconstrucción española y no sin m otivo. Es el 22 de septiembre y el día 26 FET y de las JONS consigue una completa exención tributaria. La División Azul llega por fin a las inmediaciones del frente r uso pero el 16 Ejército alemán se niega a encuadrarla entre sus unidades, por descon

fianza. Con el humor que puede suponerse el general Muñoz Grandes vira al norte pa ra encontrar un hueco en la lucha anticomunista. El último día de septiembre el grup o de ejércitos alemanes del centro desencadena, por orden expresa de Hitler, la of ensiva sobre Moscú.

Ese mismo día, 30 de septiembre de 1941, Franco dirige una carta a don Juan de Borbón. Al Príncipe don Juan con el título de Alteza. Le dice que España está incorporada a la lucha de Europa contra sus auténticos enemigos los soviéticos lo que no se comprend e bien en el campo occidental. Le pone en guardia contra las turbias maniobras... de los vencidos y los descontentos . Le indica que el proceso histórico que comenzó co n la caída de la Monarquía y desembocó en la Cruzada podría repetirse si se repiten las causas que lo provocaron. Invoca la necesidad de que se desarraiguen esas causas por medio de una afirmación de la fe católica . La vía española de justicia social, pre conizada por el Movimiento, es la que debe seguir la Monarquía que don Juan repres enta para que en el día que el servicio de la Patria os llame para que coronemos la obra de la instauración de un régimen tradicional del que para mi sois el único y ver dadero representante pueda ese régimen adquirir la solidez y plena autoridad que so n necesarias. Puede dañar y dificultar ese propósito la ceguera y torpeza de muchos q ue, titulándose monárquicos, confunden vuestro interés y el de España con su pasión bastarda . Franco pretende ado ctrinar directamente a don Juan, a quien sospecha rodeado de enemigos del régimen español; está claro que sigue de cerca los progresos de la conspiración monárquica. En e sta carta Franco designa a don Juan como sucesor a titulo de Rey, sin concretar fecha. El nombre de don Juan estaba en la cajita sellada que Franco enseñó al general Kindelán desde finales de febrero de 1941, la muerte de Alfonso XIII, hasta el man ifiesto de don Juan en Estoril contra la ley de sucesión de Franco en 1947. Es muy importante señalar estas dos fechas. El 23 de octubre de 1941 don Juan responde con una carta mucho más larga. Le co munica el nacimiento de su segundo hijo varón, don Alfonso. Está de acuerdo con la i dea de Franco sobre la caída de la Monarquía y con su gran victoria en la guerra civ il. Pero le advierte que sin la Monarquía no será posible la creación de un Estado def initivo. España no recuperará su ser y su espíritu sin la Monarquía tradicional. Luego c oncreta a esa Monarquía como católica y orgánica. Desea que gracias a esa Monarquía pued a oírse de nuevo la voz de España en esta contienda de Europa contra el comunismo emp ezada en España en 1936 . Para la transición a la Monarquía propone una Regencia emanada del glorioso Movimiento nacional de 1936 . Esa regencia debería liquidar los asuntos de justicia relacionados con la Cruzada . Don Juan agradece a Franco su designación como único y legitimo representante del régimen tradicional español . Esta carta resultaba halagadora para Franco en algunas coincidencias, intoler able en otras. Todo parece indicar que fue escrita con la inspiración de Eugenio V egas y el general Kindelán, los dos residentes en España entonces. Franco tardaría en contestar; gravísimos acontecimientos mundiales se avecinaban.

El 1 de octubre Franco recibe al conde de Mayalde, nuevo embajador de España en Berlín, que va a salir para su destino. Le encarga que proteste ante el gobierno alemán por la deficiente información sobre la División Azul. Circulaba por entonces el mariscal Goering sus implacables instrucciones a los comisarios alemanes en ter ritorio soviético calificadas justamente por Carrero Blanco como insensatas : Ustedes no son enviados allí para promover el bienestar de la gente sometida a su inspección , sino para sacar de ellos el mayor partido posible con objeto de que el pueblo alemán pueda vivir . Erich Koch, comisario alemán en Ucrania, se muestra aventajado di scípulo del mariscal. Somos escribió entonces un pueblo de señores, el último trabajador a emán vale biológicamente mil veces más que cualquier habitante de Rusia . En España el tribunal superior para la represión de la masonería y el comunismo condenaba en rebeldía a durísimas penas a Dieg o Martínez Barrio, Luis Jiménez de Asúa, Santiago Casares Quiroga, Augusto Barcia, Alv aro de Albornoz, Ángel Galarza Gago y Julio Alvarez del Vayo, a quienes había declar ado convictos de pertenecer a la secta y, en cuanto colaboradores del comunismo,

a Juan Negrín y Victoria Kent. Es el 3 de octubre de 1941, el mismo día en que la D ivisión Azul logra al fin que se le asigne un sector en el diftcil frente del Volj ov, al suroeste de Leningrado, y con misión de enlace entre los ejércitos alemanes 1 6 y 18. Debe guarnecer una línea de cuarenta ilómetros frente al 52 cuerpo de ejércit o soviético, que proporcionará a los recién llegados un durísimo bautismo de fuego en la fiesta nacional española del 12 de octubre. La División 250 resiste eficazmente y c aptura, sin apreciables bajas propias, un primer contingente de soldados enemigo s. Unos días antes, el 4, entraba en fuego la Escuadrilla Azul. El jefe de la unid ad, comandante Ángel Salas Larrazábal, derriba personalmente un caza y un bombardero soviético en su primera salida; el mariscal Kesselring y el general barón von Richt hofen le felicitan. Los aviadores españoles contribuyen sensiblemente a la destruc ción del ejército del mariscal Timochen o; su comandante logrará otras cinco victorias durante el año que mantuvo el mando, en el que le sucedería el comandante Julio Sal vador y Díaz Benjumea. Los aviadores españoles combatieron contra soviéticos, francese s de la escuadrilla gaullista Normandie y también contra algunos veteranos de la R epublica. La hazaña más notable correrá a cargo del capitán Gavilán y Ponce de León, que al ver inutilizada su ametralladora cortó con la hélice la cola de un caza enemigo. En 1972 sería nombrado segundo jefe de la casa militar de Franco; los tenientes gener ales Salas y Salvador serían, con el tiempo, miembro del consejo de Regencia el pr imero; ministro del Aire el segundo. El mismo día en que sus hombres entraban en fuego en Rusia, Franco inauguraba l as tareas del recién creado Consejo de la Hispanidad. El grupo de ejércitos alemanes del Sur lograba el 16 de octubre la conquista de una ciudad del Mar Negro cuyo nombre trajo a los españoles variados recuerdos del oro entregado allí a Rusia en la guerra civil: Odessa. Por entonces Ramón Serrano Suñer comunicaba a Gringoire unas predicciones explosivas que, por fortuna, no se cumplieron: Yo pienso que toda Eu ropa, la continental y la extracontinental, se salvará o se hundirá con el Eje . El br illante y acosado ministro ya estaba entonces secretamente enfrentado con Franco : las importantes memorias de Manuel Valdés Larrañaga nos han revelado que durante l as sesiones de la Junta Política por él presidida se montaban unos artificiales diálogos en los que Dionisio Rídruejo, ha sta que se alistó en la División Azul, proponía abiertamente reducir a Franco a una je fatura simbólica mientras el equipo falangista de Serrano dirigía efectivamente la p olítica y el gobierno de España. Franco, naturalmente, lo sabía muy bien y esperaba el momento. Con mayor sentido del futuro que el presidente de la Junta Política, el diario Arriba comentaba el recientemente publicado plan de obras públicas, entre convenci dos elogios a la política de largo plazo. El 18 de octubre las primeras ráfagas de u n terrible invierno anticipado uno de los más duros y peores del siglo- van a conge lar en cuestión de días el disperso avance alemán en el inmenso frente del Artico al M ar Negro. Sin atender a la meteorología la 250 División devuelve la visita del 52 cu erpo de ejército soviético y tras un salvaje ataque a la bayoneta logra establecer u na amplia cabeza de puente en la orilla enemiga del Voljov. Cinco días más tarde el sorprendido jefe alemán del sector dicta una elogiosa orden general y cubre a los españoles de cruces de Hierro, entre ellos al jefe de la División, general Muñoz Grand es, que recibe la alta distinción alemana a la vez que el jefe de la Escuadrilla A zul. Franco prosigue las inauguraciones: visfta el 24 de octubre la exposición de arte religioso recuperado y el museo Sorolla; el 30 preside la apertura de tres nuevos hogares de Auxilio Social, la abnegada y admirable obra de la Sección Femen ina de la FET. Reciben sus diplomas el 31 los primeros 17 periodistas de una nue va escuela nacional mientras en la ciudad vascongada de Durango el ministro del Ejército, general Varela, celebra su boda con la señorita Casilda Ampuero y Gandaria s, de muy noble linaje vizcaíno por una y otra rama. Tras un cuatrimestre de silen cio Dionisio Ridruejo publica el 1 de noviembre su primera crónica del frente ruso en la prensa española, con su estilo incomparable. El día 4 sube a la sede primada de Toledo el ilustre prelado catalán don Enrique Pla y Deniel, quien en su famosa carta pastoral de 30 de septiembre de 1936 como obispo de Salamanca definió a la g uerra civil española como Cruzada. Sería un Primado comprensivo con el régimen que había

salvado a la Iglesia; pero nada inclinado a que los derechos de la Iglesia en p olítica informativa y social se vieran conculcados por una concepción totalitaria de l Estado, de lo cual tenía un excelente ejemplo en su antecesor, el cardenal Gomá. El subsecretario de la Presidencia, Lus Carrero Blanco, que ya había enviado a Franco sus primeros informes, demostró su interés permanente por los problemas de la información al pronunciar el 5 de noviembre, en la Vicesecretaria de Educación Popu lar, una conferencia sobre temas marítimos. Esa madrugada se habían cumpli do en la cárcel de Alicante dos sentencias de muerte contra dos procesados (uno de ellos el conocido autor falangista Pérez de Cabo) por haberse apropiado, para venderlos, de varios productos destinados a Auxilio Social. En el consejo de min istros del 7 se imponen multas por más de dos millones de pesetas a los infractore s de la legislación sobre tasas y suministros; con todo ello se logra contener la espiral de precios hasta el punto que muchos agricultores y comerciantes present an espontáneamente nuevas declaraciones de existencias, mucho más ajustadas a la rea lidad. Parecía imprescindible esa dura política contra el estraperlo porque el inviern o 1941-1942 se presentaba más amenazador que nunca por la catastrófica sucesión de seq uías e inundaciones y la cada vez más angustiosa carencia de fertilizantes. En compe nsación las circunstancias permitían a España elevar considerablemente los precios de sus exportaciones a los beligerantes; mineral de hierro, mercurio y piritas para Inglaterra, ropa de abrigo, tungsteno y metales no férreos para Alemania. Con el fin de disminuir las exportaciones españolas al enemigo los aliados inflan artific ialmente su demanda, y en las barrancas fronterizas del campo salmantino se impr ovisa un abigarrado far West del tungsteno (que los alemanes llaman wolfram) com ponente esencial de los aceros espaciales con creciente demanda en uno y otro be ligerante . ESPANA ANTE LA GUERRA DEL PACIFICO Ahora debo integrar en esta historia porque en el relato se alude repetidament e al general Franco- uno de los momentos políticos más alucinantes en la historia de las relaciones internacionales, que se debe al genio desbocado de uno de los pe rsonajes más originales de España en el siglo XX; el gran escritor y cultísimo vanguar dista Ernesto Giménez Caballero, con cuya amistad y comprensión me honré durante sus últ imos años. Ernesto, adelantado de las vanguardias en los años veinte, creador de la Gaceta literaria, profeta del fascismo italiano en España, adorador frustra Sobre el contexto estratégico de España en relación con Alemania ver R. Proctor, La agonía..., o p. cit. p. 156 y Dionisio Ridruejo, Casi unas memorias, Barcelona, Planeta, 1976, p. 99s . Le entrada en fuego de la División Azaul en R. Proctor, ibid., p. 162s y R. Casa s de la Vega, Franco militar, op. cit., que creo esencial para el análisis militar de la División. Comentarios de Carrero a la campaña de Rusia en su libro España y el mar, op. cit. II p. 65s- La experiencia de Dionisio Ridruejo en Rusia en Casi un as memorias y los interesantes Cuadernos de Rusia publicados por la misma editor ial en 1981. Correspondencia Franco-don Juan en 1941 en mi Don Juan de Borbón, op. cit. p. 170s. Recuerdos de M. Valdés Larrañaga muy importantes en De la Falange al Mo vimiento, Madrid, Fundación F. Franco, 1994. Sobre problemas del wolfram cfr. J.W. Cortada, United States-Spain relations, Manuel Pareja, Barcelona, 1971. do de Azaña, fue invitado a participar en un Congreso de Escritores Europeos pa trocinado por el ministerio alemán de Propaganda que se celebró a finales de octubre de 1941. Era el momento -dice él mismo- de jugar la carta en la que quizá nadie había pensado. Y que además de preparar una posible paz del mundo, podría dar a España la he gemonía por mi Genio de España, augurada en 1932. Era un instante de inspirarse en n uestro Orosio, en nuestro Isidoro, en nuestro Mota, en todos aquellos providente s catolizadores de fieros sicambros, proponiendo algo conclusivo, elemental y sa cramental: la conversión y la paz por el matrimonio . De momento Giménez Caballero increpa a Rosenberg, el ideólogo del nazismo. Señor Ros enberg, le agradezco este honor que me hace como español sentándome en la silla de L utero queriéndola convertir en eléctrica para mf . Luego intima con Magda Goebbels y c

ena con el matrimonio; enseña a torear al ministro de Propaganda y define ante él a Franco como un nuevo Cisneros, cuya figura y destino de instaurador imperial les expliqué apasionadamente . Se va Goebbels y el español iluminado se queda con Magda. F ascinado por la belleza de la insinuante germana, Ernesto le confta su proyecto. Que consiste en proponer a una dama española como esposa imperial del Führer-empera dor. Magda, fascinada a su vez, pregunta el nombre. Responde Gecé, el hombre que h abía hecho convivir durante años a fascistas y comunistas en las páginas de su revista adelantada: Sólo podria ser una. En la línea de princesas hispanas como Ingunda y Br unequilda y Gedesvinta y Eugenia sólo una, por su limpieza de sangre, por su profu nda fe católica y sobre todo porque arrastraría a todas las juventudes españolas; ¡la he rmana de José Antonio Primo de Rivera! Magda Goebbels calló, triste ante la idea imperial. Y negó el supuesto: Sería posible si Hitler no tuviera un balazo en un genital, de la primera guerra ... que le ha invalidado para siempre. Imposible, gran amigo, imposible. ¡No habría continuidad de estirpe! No se da por vencido Giménez Caballero: -4~,Y Eva Braun? Un piadoso enmascaramiento para la galería . El 7 de noviembre, cuando sólo la fortaleza de Sebastopol resistía en Crimea al e mbate alemán, el caucasiano José Stalin olvida los prejuicios leninistas y sacude la s fibras más íntimas del pueblo ruso con la proclamación de la gran guerra patria para l a que invoca la cooperación de la Iglesia ortodoxa rusa. Pero los generales aleman es meditan obsesivamente, bajo los primeros hielos del invierno ruso, en el dest ino de Napoleón. Aunque, como se sabe, la cosas están cambiando, el conde de Mayalde atribuye todavía el 7 de noviembre a Serrano Suñert la inspiración de los editoriales de Arriba. Al día siguiente se equipara a efectos tributarios la personalidad juríd ica de la Falange nunca bien definida a la del Estado. Franco inaugura el 11 de no viembre la Exposición nacional de Bellas Artes en el Palacio de Cristal del Retiro ; y el 15 encarga al general Moscardó que entregue personalmente a los ateridos vo luntarios del Voljov un enorme cargamento de tabaco y coñac ( trescientos cincuenta y cinco cajones con botellas y entre ellos setenta y cinco de Viejísimo Sánchez Roma te ). A primeros de noviembre ya se debilitaba la presión alemana contra la URSS sob re todo en las zonas central y septentrional, ante Moscú y Leningrado. A mediados de mes se inician las bien meditadas contraofensivas del Ejército Rojo: el 17 en R ostov (perdido y recuperado por los alemanes); el 17 en Tichwin, el 6 de diciemb re frente a Moscú, donde el tenaz general Zu ov acaba de sustituir al derrotado Ti mochen o. Alrededor de Leningrado los intentos soviéticos de ruptura se concentran especialmente en el sector español del Voljov. A fines de noviembre la División Azu l sigue clavada en sus posiciones de la cabeza de puente, bautizadas por los pro pios alemanes como el Alcázar . Desde el 22 de junio las bajas alemanas en Rusia alca nzan la espantosa cifra de ochocientas mil. Cuando termina noviembre la temperat ura baja normalmente hasta cuarenta grados bajo cero y los ejércitos alemanes aún no disponen siempre de sus equipos de invierno. Miles de hombres perecen cada día po r congelación. El 20 de noviembre, aniversario de la muerte de José Antonio Primo de Rivera, F ranco dejaba una corona de laurel sobre su tumba. El ministro secretario, José Lui s de Arrese, ordena una depuración general en las filas de la Falange, que ya no a dmitirá más afiliados hasta nueva orden, y tiene el valor de reconocer y publicar ta les medidas. Llega a España la noticia de la muerte del máximo as de la aviación alema na, Moelders, veterano de la Legión Cóndor, con catorce victorias españolas sobre un t otal de ciento quince. Los documentos alemanes de la época evidencian que las tens iones de la guerra mundial se reflejan, como era inevitable, en el seno del gobi erno español. Ramón Serrano Suñer, que por esos días mantiene un despacho agitado con el Caudillo, se queja ante von Stohrer de los

ataques que últimamente sufría, en especial por parte de los militares. Según él casi todos los ministros tratan de desacreditarle ante Franco, si bien señala como sus principales enemigos políticos a dos hombres que no estaban en el gobierno, los g enerales Aranda y Beigbeder. El 25 de noviembre el ministro de Exteriores llega a Berlín para firmar en nombre de España la prórroga por cinco años del pacto anti omint ern; en su audiencia con Hitler el Führer echa la culpa a España de que no puedan re solverse satisfactoriamente los problemas del Eje en África del Norte. Dos días desp ués el obispo de Madrid-Alcalá, don Leopoldo Eijo y Garay, predica a los instructore s del Frente de Juventudes : Con las enseñanzas pontificias y la doctrina falangist a habréis de formar a la generación que ha de salvar a España . El 28 de noviembre apare ce un decreto que impone la reducción de la utopía falangista de administración paralel a ; quedan suprimidos los doce servicios nacionales de Falange, vigentes desde 193 8 y se establecen, en cambio, tres vicesecretarías: del Movimiento, de Obras Socia les y de Secciones, además de la ya existente de Educación Popular. La administración política paralela era un signo de tipo fascista que ahora se diluye. Se reúne el 4 de diciembre el Consejo Superior del Ejército; la lista de asistent es recuerda a aquella junta que designó a Franco jefe supremo en Salamanca a fines de septiembre de 1936. La coincidencia no escapa, sin duda, a Franco. Han muert o algunos testigos de entonces Mola, Cabanellas pero Saliquet, Orgaz, Ponte y Kind elán componen, junto a Varela, un cuadro evocador. Los reunidos tratan de problema s estratégicos y de la orientación de la defensa nacional frene a las múltiples amenaz as potenciales en momentos de tensión bélica y en vísperas, como no tardaría en verse, d e importantísimos cambios de escena en el conflicto mundial. Pero las conversacion es se central también en el doble problema político que afloraba en la opinión pública e spañola por vía de rumor a veces insistente. El problema era interior aunque profund amente relacionado con la marcha y el futuro de la guerra mundial. Por una parte las tensiones entre las Fuerzas Armadas y la Junta Política parecían intensificarse ; una serie de acciones emprendidas desde Madrid parecieron al general Muñoz Grand es interferencias políticas no deseables y sus relaciones con Serrano Suñer, nunca b onancibles, se agriaron a distancia como observaremos con mayor detalle. La guer ra europea se complicaba desagradablemente para Inglaterra que declaró el 6 de dic iembre la guerra a Finlandia, Hungría y Rumania por su contribución a a lucha contra la URSS y los generales españoles conocían el peligro potencial que entrañaba, en el helado frene de Leningrado, muy cerca de las tropas finesas, la División Azul. Por otra parte todas esas tensiones se aprovecharon por los servicios secretos aliados para luchar contra el Eje dentro de España media nte la división política de los españoles; esos servicios, dirigidos por personas enem igas del régimen español, lograban ya por entonces significativos avances en los inf luyentes sectores monárquicos y la reunión militar del 4 de diciembre, que se prolon gó en varias sesiones hasta finales de mes, ofrecía una clara mayoría monárquica, si bie n su unanimidad respecto de Franco, ciertamente amenazada, no se desintegró. Tres días más tarde de la primera reunión militar, el 7 de diciembre de 1941, un número extra ordinario de Arriba se dedicaba a un gran homenaje al Ejército, con artículos de los ministros falangistas Arrese y Girón sobre la identificación de Ejército y la Falange . El momento era delicadísimo, porque a la vez que se repartía ese extraordinario, l os aviones del almirante Yamamoto desmantelaban y hundían en la base hawaiana de P earl Harbor a la escudra americana del Pacifico. Japón y los Estados Unidos irrumpía n de este modo en la segunda guerra mundial. Todo el horizonte cambia para España. El Senado de los Estados Unidos aprobaría a l día siguiente la declaración de guerra al Japón por 82 votos contra cero; el republi cano pacifista Ran in es el único voto en contra frente a 388 favorables a la guer ra en la Cámara de Representantes. Como muy pronto advertiría Franco, en declaracion es públicas y privadas, la solidaridad continental impulsará a varios países hispánicos a implicarse en la guerra del Pacífico y muy pronto estos nombres hermanos formarán en la guerra total contra el Pacto Tripartito del Eje y Japón. Algo era seguro: Es paña no podría hacer la guerra en el siglo XX a sus pueblos hermanos de América. La te oría anterior de las dos guerras la atlántica y la anticomunista se amplía ahora a tres, la guerra de América y del Pacífico. Ello suponía la inevitable regresión española a la p

lena neutralidad, que en esta tercera guerra sería favorable a los aliados. Este p lanteamiento de España y de Franco ante el nuevo teatro de la guerra era completam ente sincero, aunque difícil de aceptar por los aliados, entre los que figuraba en primerísima fila la Rusia soviética. Precisamente ese 8 de diciembre de 1941 comenzaba la retirada heroica de la D ivisión Azal a la orilla amiga del Voljov. Un repliegue en pleno orden, sin que el enemigo consiga practicar un mínimo boquete en su denodado intento de ruptura. Du rante todo el mes de diciembre la orilla española del helado río ruso resiste sin va cilaciones. Siguen llegado a España noticias alarmantes de Extremo Oriente. El 10 de diciembre, a lo largo de las costas malayas, aviones ami aze hunden a los ac orazados británicos Prince of Wales y Repulse. No hay obstáculos para la invasión japo nesa. España se conmueve con el anuncio de que ese mismo día 10 de diciembre el Imperio japonés inicia su conquista de las islas Filipinas . Una parte de la prensa mantiene su ciega parcialidad a favor del Eje pero el t estimonio de Arriba refleja directamente la impresión del Caudillo: España, como es n atural, no puede simpatizar con el criminal gesto nipón por ser una nación hija de s u sangre Filipinas la atacada . LA SEGUNDA FASE DE LA CONSPIRACIÓN MONÁRQUICA Aquella mañana del 10 de diciembre Franco se presenta inesperadamente en Getafe , donde los aviadores celebran su fiesta en honor de la Virgen de Loreto. El ges to de Franco provoca el entusiasmo de los hombres de aire, el jefe del Estado ll egó allí para imponer la Medalla Militar nada menos que a tres hermanos Ansaldo, Ign acio, Joaquín y Juan Antonio. Tenía también la visita de Franco un entonces no revelad o alcance político inmediato. En esta España tan habitualmente mal informada, y dent ro de la que resulta excepcional la coordinación informativa, había dos hombres del Norte, uno asturiano recriado en Bilbao y otro gallego recriado en Marruecos Inda lecio Prieto y Francisco Franco- que seguramente pasarán a la Historia como los do s polftícos mejor informados de su tiempo. Franco sabía ya entonces perfectamente qu e uno de los tres condecorados, el agregado aéreo en Vichy Juan Antonio Ansaldo, l levaba varios meses en trance conspiratorio contra él. La deducción no era difícil; lo difícil para Juan Antonio Ansaldo era no conspirar. La revelación de los documentos secretos americanos de la época aclara hoy muchas cosas. Franco conocía perfectamen te la participación de Ansaldo en el acto monárquico organizado por Eugenio Vegas en Bilbao durante el verano anterior así como las reuniones monárquicas patrocinadas po r el mismo Vegas y Sainz Rodríguez en la sede de Cultura Española (antes Acción Española ) de la calle madrileña de Gurtubay 4, en el barrio de Salamanca. Las redes de inf ormación de Franco cubrían siempre los frentes interior y exterior y estaban dirigid as y coordinadas por expertos y fidelísimos jefes de la Marina, uno de ellos el su bsecretario de la Presidencia Luis Carrero Blan La detonante gestión de Giménez Caball ero en Alemania en sus Memorias de un dictador Barcelona, Planeta, 1979 p. 150s. Los problemas internos de la política española se reflejan casi claramente en las n oticias y editorales de Arriba durante los meses de noviembre y diciembre de 194 1. Ver para el contexto estratégico la admirable obra de R. Proctor en La agonía..., para fines de 1941, p. 174s. Sobre la entrada de Japón en la guerra mundial cfr. Hüber y Müller, El Tercer... op. cit., II, p. 643s. Posición española en Sancho González, España neutral, op. cit. p. 205s- Ver también Luis Suárez, España, Franco..., op. cit., a partir de la p. 304. co. Su montaje era sencillo; sus gastos, mínimos en relación con su eficacia. Ans aldo sin duda exagera, pero dice haber encontrado apoyo en un centenar de aviado res y en varios generales significados. Revela también la gestión de uno de los asis tentes a la cena de Bilbao, en quien se había pensado para la embajada en Berlín, Jo sé María de Areilza. Hubo también quien se atrevió a aconsejar a don Juan que solicitase su incorporación como voluntario a la división expedicionaria. Creo haber oído.que José María de Areilza, actual embajador de Franco en la Argentina, y por entonces super monárquico anti-caudillista, insistió con tesón, tratando de convencer al Rey de la co nveniencia de su participación en la cruzada anti-rusa .

Mira parece que contestó don Juan itler por todos los tronos del mundo

yo no me visto de nazi alemán ni juro fidelidad a H

Ya se había hecho eco el Caudillo de la incipiente conspiración monárquica en algun os discursos. A lo largo del mes de diciembre supo por varias coincidencias de s u red informativa que los conspiradores monárquicos (el profesor Suárez piensa que aún no merecían tal nombre pero me permito insistir en que lo eran) empezaban a entra r en contacto con los servicios secretos de Inglaterra (el MI-6, dirigido por si r Stewart Menzies) y los Estados Unidos, drásticamente reformados tras la entrada en la guerra y puestos con el nombre de Office of Srtategic Services, 088, a las órdenes del general William ( Wild Bill ) Donovan. Desde el primer momento Donovan ut iliza a veteranos comunistas del Batallón Lincoln para establecer una red de coman dos en Italia (que funcionaba a las órdenes de Milton Wolf) y en España, (que fracas ará lamentablemente, como veremos). Ya en diciembre de 1941 Donovan sugiere un des embarco aliado en el norte de África. El hombre del 088 en Tánger, coronel Eddy, int riga a fondo con algunos líderes nacionalistas del protectorado español y llega a su gerir que los aliados rapten en la isla de la Reunión a una figura mítica,Abd el Kri m, para alzar el Rif en contra de España como en 1921. Al empezar el año 1942 los ho mbres del OSS logran penetrar en la embajada española en Washington y fotografiar los archivos; es muy curioso que la operación cesó bruscamente ante las airadas prot estas del FBI, pero Roosevelt la había aprobado. Donovan utiliza también a los funci onarios de la Standard Oil en España (y a ciertos colaboradores españoles) para el c ontraespionaje petrolífero. Los agentes del 088 y del MI-6 uno de ellos fue por bre ve tiempo nada menos que el corresponsal del limes en España durante la guerra civ il, condecorado por Franco entonces, Kim Philby tratan, bajo la batuta experta de sir Samuel Hoare (que consigue mucho más que los espías) de aglutinar a los monárquic os españoles contra Franco y de alentar los contactos conspiratorios de Vegas-Ansa l do y compañía. Pero la acogida de los aviadores al Caudillo el 10 de diciembre fu e un jarro de agua fría para los conspiradores, que olvidaban por lo visto lo suce dido en España entre 1936 y 1941. En la fiesta de Getafe un exconspirador de los t iempos de Acción Española. Juan Vigón, ministro del Aire, que jamás desmintió su lealtad p ersonal a Franco, sugiere a Ansaldo que cambie de puesto, esta vez a Londres. An saldo se niega y tras una tormentosa entrevista con el ministro del Aire volverá a su destino en Vichy pero con su carrera completamente cortada. El laureado avia dor agrió aún más con ello su actitud frente al régimen. El 11 de diciembre Alemania e Italia declaran la guerra a los Estados Unidos; Franco lo había previsto desde 1940, Hitler lo había negado entonces. Las naciones hispánicas van declarando la guerra al Eje y al JaØón. Ahora puede verse lo que supuso para España quedarse al margen del pacto tripartito. El embajador español Cárdenas co munica en Washington al secretario de Estado que sólo un milagro ha salvado a España de la invasión germánica; en España, según el embajador norteamericano, aumenta la host ilidad hacia el régimen de Hitler, ni siquiera la Falange está convencida de que una victoria total del Eje sea posible y deseable. Franco y Serrano Suñer tratan de g anar tiempo para evitar que se consume la permanente amenaza de ocupación alemana. Washington se muestra de acuerdo con este diagnóstico español, un tanto exagerado y oportunista; la ilusión germanófila no había decaído aún. Gracias a la reciente revelación de documentos muy reservados entonces, podemos explicamos algunas reacciones y algunas medidas de Franco. Debemos referimos en primer lugar a los dos primeros informes del subsecretario de la Presidencia, L uis Carrero Blanco, firmemente instalado en la confianza del Caudillo, precisame nte cuando se confirman como está comprobado hoy documentalmente, por ejemplo en un a carta de Vigón a Kindelán durante el verano de 1941 los pronósticos sobre el declive del cuñadísimo . Al cual, por cierto, se refería en el circo de Price el famoso payaso Ra mper cuando, provisto de un enorme martillo, y en presencia de su cuñado se hartaba de no dar una en un no menos enorme clavo, mientras el publico coreaba su coment ario: Con este cuñado no hay forma de dar una en el clavo . En agosto de 1941 Carrero describe, en su primer informe, su función ante Franco:

Cuando V. E. me llamó para hacerme el honor de encargarme de la Subsecretaria de la Presidencia del Gobiemo me habló de que deseaba que, en cierto modo, mi actuac ión fuese similar a la de un Estado Mayor en orden a la amplia zona de acción de la política en general . Es decir, Carrero se convertía desde entonces en u n supervisor y en un orientador de soluciones y alternativas políticas, no meramen te administrativas. Serrano Suñer caería al año siguiente por no haberlo sospechado, p orque Carrero actuó desde el principio como sombra silenciosa de Franco, absolutam ente identificado con su pensamiento y su forma de actuar. Pero sin perder su pr opia personalidad e iniciativa; antes bien proponiendo, a veces con audacia, ide as y proyectos concretos que Franco consideraba siempre y aceptaba no pocas vece s. Carrero, entonces, corregía el rumbo según las decisiones de Franco. En el segundo informe, con fecha 12 de diciembre de 1941, (recién generalizada la guerra) dice Carrero que ésta será larga, que la entrada del Japón no va a acortarl a y que los norteamericanos emplearán todas sus energías en llevar la guerra a África, porque en el Atlántico manténdrán el dominio del mar las flotas anglosajonas . Acertó de p lano, antes de un año. Lo que caracteriza a la segunda fase de la conspiración monárquica diciembre de 19 41 a mayo de 1942 durante la cual don Juan de Borbón reside en Lausana después de su brusca salida de Italia a principios de 1942 tras las huellas de su augusta madr e, absurdamente expulsada por el gobierno fascista de Italia no son las espectacu lares e indiscretas actuaciones de Juan Antonio Ansaldo sino el trabajo callado y tenaz de Eugenio Vegas Latapie y Pedro Sainz Rodríguez, junto al protagonismo de l general Alfredo Kindelán Duany y otros compañeros de milicia, como los generales A randa y Orgaz. A todos ellos les guiaba una idea nobilísima: sólo la Monarquía sería cap az de salvar a España de caer de nuevo en manos de los rojos ansiosos de venganza. Todos estos personajes, por motivos a veces patentes, a veces ocultos, estaban además guiados por un intenso resentimiento contra Franco que les había marginado de spués de haber utilizado sus servicios. Kindelán había dejado en suspenso sus activida des conspiratorias por respeto a los consejos de su amigo Juan Vigón. Pero en su c arta al ministro del Ejército, general Varela, durante el verano de 1941, le decía c laramente: Yo pienso que Alemania va a perder la guerra . En plena campaña de Rusia, ya es visión estratégica que ni siquiera compartía Churchill con tal seguridad. Sin em bargo Kindelán concede aún a Alemania un cuarenta por ciento de probabilidades de ga narla y lo dice después de la aventura disparatada de Rudolf Hess. Su diagnóstico so bre la situación estratégica es admirable. Recomienda respetuosamente un cambio de p olítica o mejor en la convicción-antibritánica del gobierno español. Pretende publicar un libro sobre la génesis de ciertas decisiones y tanto Varela como Vigón no se lo cons ienten. Durante las reuniones de diciembre de 1941 en el Consejo Superior del Ejér cito Kindelán, muy respetado profesionalmente por sus compañeros, ha intervenido con la claridad y la sinceridad que le caracterizan. En la publicación selectiva de s u archivo se incluye un importantísimo documento, la reseña, por el propio Kindelán, d e la audiencia concedida por Franco el 15 de diciembre de 1941 en El Pardo al Co nsejo Superior del Ejército cuando va a terminar sus sesiones iniciadas el día 4. Varela se dirige a Franco y le pide permiso para que los presentes expongan c on libertad sus opiniones, de acuerdo con lo tratado en las anteriores conferenc ias. Nadie habla y entonces Kindelán, protagonista los dos días anteriores en el Con sejo Superior, toma la palabra. Habla del ambiente de queja, descontento y desánimo que en todas partes impera. . Dice que Franco posee mejor información; Franco asien te. Expone Kindelán las causas de la guerra civil y la mundial; la incompetencia d el gobierno, el ambiente inmoral, la burocracia (léase Falange) inepta, exuberante y venal. Hasta entonces Franco parece asentir. Pero el Jefe del Aíre le atacó de fr ente y Franco se enfureció. Aducía su preocupación por dos síntomas todavía más graves: ida de prestigio y desgaste de la figura del Jefe del Estado, de su persona, mi general. Y menos avanzada, la del Ejército . Nadie, ni siquiera Manuel Azaña, le había dicho jamás a Franco nada parecido, en su

la p

cara y ante testigos. Kindelán, que había elevado la tensión hasta el borde de la rup tura, pierde puntos cuando echa la culpa de muchas cosas en su primer argumento al pobre general Martín Moreno, recién fallecido; a él atribuye el desgaste de Franco; a Martín Moreno y a haber asumido el propio Franco las funciones de su ayudante. El ataque era tan inconsiderado y tan injusto que seguramente Franco debió de sentir se aliviado. No explicó más Kindelán sobre su tremenda acusación. Se extendió entonces sobre el desgaste del Ejército, que creía menor. Hoy se aplaude fervorosamente al Ejército, al menos en Cataluña de donde era capitán general el inter pelante; segunda equivocación, que le aliena el ánimo de los demás generales. Expone l uego tres razones serias: cargar a la justicia militar con la represión, emplear a militares en servicios civiles y brotes de corrupción. Traza luego rasgos más optimistas. Reconoce la gratitud de los españoles a Franco por haberles librado hasta ahora de la guerra frente a las presiones de algunos de sus colaboradores; clara alusión a Serrano Suñer, (que se defiende briosamente de ella en sus memorias). Vuelve a ensombrecer el rostro Franco cuando Kindelán le pide un cambio de doctrinas y métodos; un cambio de personas y la separa ción de la jefatura del Estado y la del gobierno. Para ello es necesario que usted llegue a convencerse de que se ha seguido una ruta equivocada .

Franco, reconoce Kindelán, le responde con serenidad y cordialidad. Justificó su desgaste en que los dos años pasados habían sido los peores; con la guerra mundial t ronchando los principios de la reconstrucción española y además indudablemente, en los regímenes totalitarios el desgaste de la cabeza es más intenso y rápido que en los demás . Explicó la necesidad de mantener a militares en puestos civiles, por la crisis de hombres que padecía España y por la desaparición de grandes valores civiles. Sólo el Ejérci o es cantera de la que se pueden obtener colaboradores de confianza . Resulta real mente admirable la libertad de expresión que Franco concedía, para la crítica más acerba , a sus colegas de generalato. El diálogo terminó en un intercambio cordial de ideas entre Kindelán y Franco y después nos despidió amablemente, hablando un momento con Po nte de un asunto de Huelva . Unos días mas tarde, Eugenio Vegas Latapie el 23 de diciembre de 194 1 comentó a do n Juan, que aún seguía por pocos días en Roma, la conmoción producida en círculos reservad os por el acto que acabamos de reseñar. Vegas resume así la propuesta de Kindelán a Fr anco: O la entrega del poder ejecutivo al propio Ejército con relegación de Franco a la jefatura del Estado o bien el abandono, por parte de los elementos militares, de toda colaboración activa en cargos o puestos de la Administración y del partido . La propuesta, lo acabamos de ver, no había sido tan tajante, pero eso es lo que Ve gas dijo a don Juan. Franco y ello era cosa prevista nada concreto respondió. Capeó el temporal. Vegas acierta y yerra: no habría-dice consecuencias inmediatas y, pasado u n mes, tomará una decisión. Acaso destituyendo al que juzgue más peligroso de sus inter locutores . De ninguna manera: le aguantó (a Kindelán) casi un año más en el cargo. Vegas comunica la adhesión del general Monasterio, capitán general de Zaragoza, que consid era urgentísima una actuación política de la Monarquía; que debe instaurar una representac ión civil en España. Poco después Kindelán envía a don Juan de Borbón un plan de operaciones para restaura r la Monarquía. Empieza con un supuesto fundamental completamente falso: Es necesario articular la masa inmensa , hoy difusa, que desea la pronta resta uración de la Monarquía . Define su actitud: Dedico mi esfuerzo a unificar y a organiz ar . Refiere contactos con el líder tradicionalista Manuel Fal Conde, que pretendía tr atar directamente con el Ejército, sin contar con don Juan, y Kindelán le dirige lar gos comentarios un tanto agresivos. Para convencer a Franco de la necesidad de q ue entregue el poder a la Monarquía, Kindelán ha emprendido una acción de martilleo con stante . Porque cree que podrá influenciar el carácter débil del Caudillo (sic). El martil leo había comenzado en el discurso de Kindelán el 15 de diciembre. Propone Kindelán a don Juan otras actuaciones; cartas colectivas de consejeros nacionales, manifies to de las fuerzas vivas de las provincias, acciones unipersonales sobre Franco,

ejercicio de la propaganda mediante una colección de libros a través de la editorial Cultura Española, de Vegas-Sainz Rodríguez. Propone también que don Juan manifieste d e alguna forma su posición, no mediante unas declaración formal sino, por ejemplo, a través de una carta particular que podría difundirse, y que debería contener, ente ot ras cosas, el rechazo de una Monarquía liberal y también la reconciliación de todos los españoles bajo la Corona. El Rey debería proponer a Franco que desempeñara la regencia . La Falange debe modificarse, pero tiene que continuar para no crear un vacío. Ten go la pretensión de que V.M. abunda en la misma idea . Pronto comentaremos la respue sta de don Juan de Borbón . HITLER DESCRIBE A LA DIVISION AZUL El ministro del Movimiento, José Luis de Arrese, clausuraba, el 16 de diciembre de 1941, en Alcalá de Henares, el V Congreso Nacional del SEU, Una Universidad -dice que no forma al hombre como quiere la Falange es del todo punto inútil . Al día siguiente Franco clausura en la Real Academia Española la segunda reunión anual de l Consejo Superior de Investigaciones Científicas, ese ambicioso proyecto para la promoción armónica de todas las ramas del saber, que consiguió resultados 1 El acto de la Aviación en Getafe en JA. Ansaldo ¿Para qué? op. cit. p. 263s; fuen te sesgada, pero interesante para la conspiración monárquica. Actividades de la 055 en R. Harris Smith OSS, the secreto story of America flrst CIA, Bee eley, Univ. of California Press, 1972, p. lis Documentación reservada de L. Carrero en L. Lope z Rodó, La larga marcha hacia la Monarquía, Barcelona, Noguer, 1977 p. 76s. Es una o bra capital. Documentos de Kindelán, ordenados y recopilados por V. Salmador en Ki ndelán, La verdad de mis relaciones con Franco, Barcelona, Planeta, 1981 p. 1 16s. Esencial para la conspiración monárquica, previo un trabajo de exegesis como el que intentamos. desiguales, pero de suma importancia, a lo largo del régimen de Franco y que lo gró mantener el nivel humanístico y científico de España en sintonía con los avances mundi ales en todos los campos. Por la mañana había despachado con Ramón Serrano Suñer, por la tarde con el embajador del Reino Unido sir Samuel Hoare. El resultado del prime r despacho se ve muy claro al día siguiente, con un nuevo decreto sobre la posición española ante la guerra mundial, muy matizado: Extendida la actual conflagración por el estado de guerra que existe entre el Japón y los Estados Unidos y la participac ión en el mismo de otras naciones europeas e hispanoamericanas, España mantiene, com o en la fase anterior del conflicto, su posición de no beligerancia . El mismo día Fra nco nombra presidente del recién creado Instituto nacional de Industria a Juan Ant onio Suanzes, amigo de la infancia, ingeniero naval y brillante organizador que se distinguió siempre por su capacidad creadora para impulsar el nacimiento y crec imiento de la nueva industria y por su escrupulosa honradez que le llevó a rechaza r sustanciosas ofertas mutimillonarias para alejar de su ejecutoria toda sombra de corrupción; es en este sentido uno de los grandes ejemplos de la época. En clara aplicación del principio de subsidiaridad, el nuevo INI fue el núcleo de una activa reindustialización española, canalizando hacia ella el ahorro y la inversión pública en vista de que el capital tradicional hispano, procedente en considerable medida d e la agricultura, seguía receloso ante el gran desafio de la industria. El INI con tribuyó en primerísima línea a la transformación de España a lo largo de todo el período his tórico del régimen de Franco. Ese mismo 19 de diciembre Hitler destituye a von Brauchtisch y asume personal mente el mando de la Wehrmacht. Los tres jefes de los grupos de ejércitos en Rusia , Rundstedt, Boc y y Leeb son destituidos también. Comienza, entre los hielos roj os, el crepúsculo de los nuevos dioses. Va a terminar el año 1941. El día de Navidad cae la próspera colonia británica de Hon g Kong en manos japonesas. El 27 recae el premio nacional de literatura Francisco Franco en el libro Reivindicaciones de España de Castiella y Areilza. A la vez Arr iba reproduce íntegramente el discurso de Churchill en Navidad: El año 1943 nos permi tirá tomar la iniciativa. . Nada decía el héroe británico sobre el año que ya se echaba enci

ma, 1942. Dos días más tarde la selección española de fútbol gana por tres a dos a la de S uiza en Mestalla. Acaba el año desde las columnas del diario de Falange Pedro Laín E ntralgo (a quien el mentor de la juventud madrileña, padre José María de Llanos, SJ. e xaltaba públicamente como maestro indiscutible de la nueva generación) con una serie de ensayos sobre la cultura española, entablados según el ilustre autor desde las creencias de la Falange . En 1941 Pedro Laín, quien se confesaría mu cho después públicamente sobre su actuación en aquellos años, había publicado un libro de gran repercusión, Los valores morales del nacional-sindicalismo. La prensa española publica en aquellas semanas sus balances para el fin de año. E l de 1941 fue un año record en la vital producción de mercurio. España exportó a Alemani a por valor de 161 millones de pesetas oro, importó de ella por valor de 51 millon es. La balanza comercial con Estados Unidos quedó casi equilibrada, hacia los cuar enta millones de pesetas oro; en cambio las importaciones españolas de Gran Bretaña (cuarenta millones) duplicaban la cifra de las exportaciones. Políticamente se había n confirmado las graves disensiones en el seno del gobierno y se advertía, ante la situación exterior, un principio de desintegración de las familias políticas que se h abían agrupado en el Movimiento de julio de 1936, reacias a seguir adscritas a la versión del Movimiento-Falange que imperaba en los años cuarenta. Pero la figura de Franco, pese a los encrespamientos superficiales que se manifestaban en las cons piraciones, se afianzaba entre aquellas familias y ante la opinión pública; la erosión señalada por Kindelán no se advertía fuera de sectores excepcionales. A lo largo de 1 941 se comenzaron a publicar con regularidad las listas de las audiencias conced idas semanalmente por Franco. Pese a tantos desprecios y generalizaciones arbitr arias posteriores, el balance cultural de 1941 resultaba todo menos despreciable . Ximénez de Sandoval había publicado su notable biografta apasionada de José Antonio Primo de Rivera, aparecían los estudios de Astrana Marín sobre Sha espeare, el de Lo renzo Riber sobre Marcial. El de Francisco de Cossío sobre Carlos V; la Medicina e historia de Pedro Laín Entralgo, Poesía árabe y poesía europea de Ramón Menéndez Pidal, jun to a otros ensayos históricos de Ballesteros, González Palencia y Llanos y Torriglia . Pío Baroja daba a luz Susana y los cazadores de moscas, Wenceslao Fernández Hórez La novela número 13, Samuel Ros Los vivos y los muertos, Gonzalo Torrente Ballester la crónica dramática Lope de Aguirre, Federico Carlos Sainz de Robles su estudio sob re Galdós. Un excelente prólogo de Dionisio Ridruejo precedía a la edición de los poemas casi completos de Antonio Machado, los mejores. Gerardo Diego lanza, en plena j uventud creadora, su Primera antología, Agustín de Foxá su poema a Italia. Triunfaba e n el teatro el convencional Adolfo Torrado con Chiruca y el genial Enrique Jardi el Poncela con Los ladrones somos gente honrada. Ernesto Halffter estrenaba su R apsodia portuguesa y Joaquín Rodrigo ofrecía una de las obras musicales más importante s del siglo XX, el Concierto de Aranjuez. Han tenido que pasar las décadas para qu e un profundo escritor liberal, José Jiménez Lozano, reconozca toda la nobleza y cat egoría intelectual de la nueva revista Escorial que quiso tender puentes en la vorágine de la posguerra. Escribían habitualmente en la prensa nombres señeros de las letras españolas; aparece , por ejemplo, en las páginas de Arriba toda una constelación que se abre con Carlos Ollero y se cierra con Pedro de Lorenzo; con nombres como el joven y cultísimo hi storiador y analista político José María García Escudero, el insigne hombre de letras ga laico Alvaro Cunqueiro y el politólogo Juan Beneyto. ¿Puede alguien afirmar, como no sea sumido en la ignorancia culpable, que aquella España era un erial de la cultu ra? Fiel a la herencia positiva del general Primo de Rivera y su época el régimen había iniciado en 1941 nada menos que veinticinco grandes obras hidráulicas, con expres a fe en un futuro sin límites y expreso cultivo de algo tan diftcil como la infrae structura energética para muy largo plazo. La iniciativa privada mantenía en este ca mpo su noble tradición de antaño. Mientras otros sectores más arriesgados necesitaban de la acción del INI como aguijón. Se invertían quinientos millones de pesetas en carr eteras y puentes; la Dirección de Regiones Devastadas empleaba ochenta y cuatro. E l Instituto Nacional de la Vivienda había construido más de nueve mil casas.

Dos importantes testigos ofrecían sus opiniones sobre el rendimiento de la Divi sión Azul. Como tropa -decía Adolfo Hitler los españoles son un montón de galopines. Es im posible conseguir que limpien sus fusiles y en cuanto a sus centinelas sólo existe n teóricamente. No recogen el correo y silo hacen es cuando todo el mundo está durmi endo. Llegan los rusos y los nativos tienen que despertarlos pero nunca han cedi do una pulgada de terreno, no podemos imaginar sujetos con menos miedo; apenas s e protegen, se burlan de la muerte. Sé, en todo caso, que nuestros hombres están con tentos de tenerlos a su lado. Leyendo los escritos de Goebbels nos damos cuenta de que los españoles no han cambiado en cien años; siguen siendo extraordinarios, va lientes y sufridos, pero muy indisciplinados . Según el conde Ciano, Un episodio dive rtido; la Legión (sic) Azul española es vigorosa, pero indisciplinada e inquieta. Lo s soldados padecen frío y quieren mujeres ya que las píldoras antieróticas, tan eficac es para los alemanes, no les hacen mella. Tras muchas protestas el comandante al emán les autorizó a ir a un hotel e hizo que les distribuyesen preservativos, pero d espués hubo contraorden pues estaba prohibida cualquier relación con polacas. Los es pañoles, en protesta, inflaron los preservativos y los ataron al extremo de sus fu siles y así se pudo ver un día en los suburbios de Varsovia, un desfile de quince mi l preservativos portados por los legionarios españoles . Otro balance más trágico quedaba a orillas del Voljov en forma de cruces solitari as sobre el cuerpo helado de los hombres que descansaban bajo aquella tierra lej ana. Allí quedó Vicente Gaceo, compañero de José Antonio, caído en Nochebuena. No muy lejo s, la cruz del jefe del SEU, Enrique Sotomayor. UN SIGNIFICATIVO VIAJE A BARCELONA El nuevo año 1942 trae en sus primeras noticias nombres sagrados para España, rev estidos, al cabo de casi medio siglo, de nueva tragedia; Cavite y Manila han caído en poder de los japoneses. Es el 2 de enero. Al día siguiente se presenta durante una recepción en el El Pardo la película Raza con guión de Jaime de Andrade, seudónimo de Francisco Franco como todo el mundo sabía. La película, que alcanzó un notable éxito de público, fue realizada por el Consejo de la Hispanidad. Hasta fines de enero Es paña centraba su atención en la guerra del Pacífico, casi no hay noticias internas com o no sea la toma de posesión, el día 8, del nuevo delegado nacional de Sindicatos, F ermín Sanz Orno porque alguna noticia heroica no se conocerá hasta mucho después: la m archa inverosímil de una compañía de esquiadores de la División Azul a través del lago Ilm en helado, entre 30 y 40 grados bajo cero, para aliviar el cerco de una posición a lemana al sur del lago. Eran las ocho de la mañana del 10 de enero de 1942 cuando la compañía del capitán Ordás comienza su marcha por treinta ilómetros de hielo, hasta qu e logra llegar a la orilla sur, romper el cerco soviético y resistir allí hasta el día 24. En la madrugada del 11 la temperatura descedió hasta casi cincuenta bajo cero ; cumplida su misión, la compañía pasó lista de sus doce supervivientes. Hasta las Nacio nes Unidas después de la victoria aliada llegaron los ecos de la hazaña, en labios d el representante soviético Andrei Gromy o. De pronto, a fines de enero, Franco emprende uno de los viajes políticos más impo rtantes de toda su vida. Todos advierten que esta vez no le acompaña Serrano Suñer. El éxito clamoroso de la operación se debe a José Luis de Arrese, pero el propio Franco contribuye a él en grado sumo. Primeramente porque asume un estilo directo, y a la vez sumamente respetuoso con la región catalana, objeto y campo del viaje. En seg undo término porque se consagra de tal forma a la comunicación directa que por prime ra y única vez en toda su vida llega a pronunciar cuatro discursos importantes y d iferentes dentro de un espacio de veinticuatro horas. Los observadores aliados, tan sensibles a las palabras de Franco, no encuentran en esta profusión de intervenciones nada que objetar. Sus críticas se centrarán, en cambio, en unas audaces palabras pronunciadas por el s iempre prudente Antonio de Oliveira Salazar el mismo dia 25 de enero en que Fran co iniciaba su viaje a Cataluña.: La libertad y la democracia se agotaron en el sig lo pasado. Esta guerra no se ha desencadenado para mantener sistemas caducos . La explicación fundamental de este viaje de Franco a Cataluña era la situación plan

teada a mediados de diciembre anterior por el capitán general de Cataluña, general A lfredo Kindelán, en su dura intervención cuando se clausuraban en el palacio del Par do las reuniones del Consejo Superior del Ejército, como ya sabemos. La tesis básica de Kindelán era el deterioro de la figura y el prestigio de Franco y Franco quiso demostrar a su subordinado la enorme popularidad de que gozaba en Cataluña, una d e las regiones más difíciles de España, reconquistada a fines de la guerra civil sólo tr es años antes. Franco se volcó en esta demostración a domicilio, en la que hizo, como vamos a ver, una resonante alusión al problema de la Monarquía. Eugenio Vegas se equ ivocaba en su pronóstico, Franco no destituía a Kindelán sino que le convencía con hecho s palpables de lo errado que andaba en sus diagnósticos y trataría, con éxito, de aisl arle del resto de los generales que habían asistido silenciosamente a su interpela ción del Pardo. Franco llegaba en la tarde del 25 de enero al monasterio de Montserrat, donde respondió emocionadamente a la salutación del abad Marcet y de los seis obispos res idenciales de Cataluña. Al venir a visitaros les dice cumplo una tradición de los reyes de España. ..Nuestra cruzada demostró que tenemos el jefe y el ejército, ahora necesi tamos el pueblo . Franco pernocta en la hospedería del monasterio y a la mañana siguie nte, tras una solemne misa de pontifical, viaja lentamente hacia Barcelona por M artorell, Molins de Rey y San Feliú que le aclaman. Llega a las once y media del día 26, tercer aniversario de la liberación de la ciudad, a una tribuna del paseo de Gracia. Preside allí el desfile del Ejército y de veinticuatro mil hombres de las mi licias de Falange y dirige una breve arenga a los espectadores del desfile. Son palabras que, por muchos motivos, se entienden bien en Barcelona: Comprendo, dice , que no pueden ser momentos de grandes alegrías cuando los estómagos están medio vacíos y vivimos días de sufrimiento....Tengo fe en vosotros. Catalanes son los gayos co lores rojo y gualda de nuestra bandera. Yo os aseguro que cuando fundamos la Leg ión, cuando cambiamos el aspecto del soldado español en tierras africanas, más de la mitad de los que n os seguían, más de la mitad de nuestros voluntarios, eran voluntarios catalanes . Escoge para su tercer discurso la residencia de oficiales y en la Barcelona c ervantina, archivo de la cortesía, caen como en tierra propia las evocaciones quij otescas. Desde nuestras aulas de la Academia yo jamás dudé de que nuestra generación es taba llamada a levantar a España...Nosotros, sin cabeza, pues descabellada fue nue stra aventura, hicimos la Cruzada . Son muy intencionadas las alusiones dirigidas a Kindelán sin nombrarle: Por eso, después de la victoria, no podemos volver a la bas e de partida.... Si a ello volviéramos, desgraciadamente las mismas causas produci rían los mismos efectos . Por fin, en el Salón de Ciento, alude a la División Azul, émula de las gestas catalanas en otro Oriente. Pero la más comentada de todas es la fras e que oyeron los barceloneses tras el desfile, cuando Franco habló de los duros bar rios que antes habían empuñado las pistolas. En el desvarío, estaban dando muestras de la viril expresión de nuestra raza, explosión de rebeldía ante una patria decadente . Al día siguiente habla en las industriosas ciudades de Sabadell y de Tarrasa. D efiende allí una idea que le obsesiona: la democracia liberal convirtió a los hidalg os pobres españoles en proletarios. En España no había proletarios; no había más que hidalg os, e hidalgos eran antaño los señores, como los pecheros Por la noche se interrumpe el primer acto de Madame Butterfly en el Liceo cuando entra el Caudillo; duró casi cinco minutos la ovación. Como la noche anterior Franco durmió en el palacio de Ped ralbes. Ante una representación de las fuerzas políticas y económicas de Cataluña, en la Escu ela de Altos Estudios Mercantiles, pronuncia al día siguiente, 28 de enero, uno de los discursos más sentidos y más importantes de toda su vida política; refleja en él su exacta información sobre las ya conocidas intrigas monárquicas. Al fundar un sistema dice al crear un régimen que haga la revolución en España, no hemos pretendido sentar u n régimen dictatorial ni autoritario que no se base en la misma entraña del pueblo y que sí, en pugna con la democracia, en el sentido que hasta hoy se ha conocido, b usca la democracia en la colaboración estrecha de todos los elementos nacionales.

Por eso en esta primera etapa de cirugía de urgencia, en la que tenemos que desarr aigar los errores, allanar los odios y aquilatar las responsabilidades... necesi tamos del arbitrio ministerial, basado en la competencia de los colaboradores ad ministrativos y elementos técnicos, para sacar a la nación del trance en que se había sumido . Agrada mucho a su auditorio la siguiente afirmación de Franco: Los productores y empresarios catalanes tienen una sensibilidad superior a la del resto de la nac ión . Y provocan sonados comentarios, en Barcelona como en toda España, los párrafos fin ales, que revelaban serios problemas políticos, atacados por Franco en una dura id entificación que parecía un eco de José Antonio: El día de la unificación dijimos a todos l os españoles a dónde iba y por qué el Movimiento, y dijimos también que no cerrábamos la p uerta a quienes, como coronación de una obra en momentos de progreso y grandeza de la nación, realizasen el resurgimiento e instauración de los poderes tradicionales que nos llevaron al Imperio. Pero otros no lo comprenden. Nosotros no dijimos nu nca que fuéramos a restaurar la España que trajo la República, ni la España que perdió los pedazos más grandes de nuestra Patria . Es decir que no pensaba restaurar ni la Mon arquía de Alfonso XIII ni la de Fernando VII. Evocó, como tantas veces, el reinado d e los Reyes Católicos, continuado por la Casa de Austria y concluyó: Más tarde todo eso se desvirtuó y aquella gran institución que dio tanta gloria, que era popular porque se apoyaba en el corazón del pueblo, contra los desmanes de lo s grandes, todo aquello cayó y se derrumbó, pero no se derrumbó porque viniera la Repúbl ica, no se derrumbó por la masonería, se derrumbó porque había quedado hueca, le faltaba la base, le faltaba el pueblo. Nadie sea tan loco o desalmado que intente edifi car sobre arena. Primero tenemos que hacer los cimientos, la base, sobre nuestro pueblo, y cuando haga falta, coronaremos esta obra . Terminado el discurso Franco visita la basílica de la Merced y oró ante la venerada imagen barcelonesa. Finalizó al día siguiente su estancia en Barcelona, con un nuevo discurso, esta v ez dirigido a las juventudes, en el teatro Olympia. Rubricó todo con una frase jos eantoniana: Hemos venido a servir a una unidad de destino . Aludió al patrocinio de S antiago y exhortó a las juventudes femeninas a rechazar la frivolidad que se quiere disfrazar de coquetería . Durmió esa noche en Gerona, que le había recibido con el mism o entusiasmo. El 30 de enero Franco rememoró una vez más las gestas de Cataluña en el Mediterráneo ante una multitud en Tarragona, se detuvo luego en Lérida antes de pernoctar en Za ragoza. He dicho (en Cataluña) que la vida militar discurre y se apoya en las filas del Ejército y la vida civil discurre sobre los cuadros de la Falange . A su regres o a Madrid fue recibido de forma muy especial, se notaba la experta mano del min istro Arrese en la recepción, como a lo largo de todo el viaje. Franco había demostrado a su amigo A lfredo Kindelán que su popularidad se mantenía incólume en Cataluña, y le había recordado la lejanía de sus proyectos sobre la Monarquía. A eso precisamente había ido. Pero en Washington el nuevo consejero presidencial, almirante Leahy, ex embajador ante l a Francia de Vichy, propone a Roosevelt un plan aliado para la invasión de la Peníns ula ibérica. La prensa española publica las pruebas de que los suministros anglosajo nes a la URSS por el Irán y pronto por los puertos árticos se están pagando con el oro e spañol depositado en Rusia en 1936 . FRANCO CAMBIA EL RUMBO EN JUNIO DE 1942 No estoy tratando de defender a Franco sino de explicar los momentos capitale s de su vida. En el decisivo viaje a Barcelona se había demostrado que Franco cont aba con una base muy importante de opinión en Cataluña; los más de veinte mil hombres de Falange que desfilaron ante él junto al Ejército en el Paseo de Gracia eran, en s u gran mayoría, catalanes. Luego Franco, en Zaragoza, simplificó excesivamente al as egurar que la vida (política) civil discurría sólo por las filas de la Falange. Ya ide ntificaba a lo que llamaba la Falange con lo que Gil Robles denominaba por entonce s el pueblo del Movimiento , que sólo tenía para expresarse políticamente la meritocracia

en la alta Administraciónn o la identificación con la FET pero bien pronto se demos traría que alentaban en España otros cauces también. Lo que resultaba evidente es que las fuerzas vivas de la España de 1942 estaban con Franco en todas partes, y Franco se lo había demostrado palpablemente al hipercrítico general Kindelán. El 1 de febrero de 1942 el general Carlos Asensio Cabanillas llega a las posi ciones españolas del Voljov para recabar, en nombre de Franco, información sobre la División Azul. Al ver la situación exige, también en nombre de Franco, el inmediato re levo de los voluntarios españoles pero el alto mando alemán se niega por el momento y Asensio continúa sus tenaces gestiones en Berlín. En el diario de Goebbels figura por esos días una diatriba contra el catolicismo de Franco, desig1 Los balances ec onómicos y culturales para fin de 1941 los he tomado de la colección de Arriba. Dato s y comentarios sobre la División Azul en el libro de R. Proctor La agonía... op. cit . p. i8Os. Comentario sobre Raza en J.M. Gárate, Revista de Historia Militar (1976 )79s. Discursos de Cataluña en Palabras del Caudillo, Madrid, Editora Nacional, 19 43, p. 209s. nado por el ministro de Propaganda nazi como beato fanático , mal conocía al Caudill o que jamás fue ninguna de las dos cosas. Permite que gobiernen España su mujer y el confesor de ésta , otra barbaridad. Por entonces también Serrano Suñer debe rechazar más d e una infundada protesta del encargado de negocios americano Beaulac. El teórico d el Instituto de Estudios Políticos, Javier Conde, propone en varios folletones de Arriba a primeros de febrero su pronto célebre teoría del caudillaje, rechazada dema siado pronto sin molestarse previamente en leerla por algún que otro teórico de otro totalitarismo. Acaudillar -dice Condeno es mandar; es ante todo mandar legítimamen te. Acaudillar no es dictar; caudillaje no es sinónimo sino contrapunto de dictadu ra . El 11 de febrero de 1942 Franco, sin publicidad alguna, viaja, con Serrano Suñe r, a Sevilla, donde al día siguiente va a conferenciar a fondo con Antonio de Oliv eira Salazar. Las reuniones se celebran como consecuencia del tratado de 17 de ma rzo de 1939 y en un ambiente de amistad y coincidencia como rezará el comunicado ofic ial. Franco conversa con Salazar en el Alcázar de Sevilla por más de seis horas; Fra nco habla en gallego. Según Ciano, que cita como fuente a Serrano Suñer, los dos est adistas acuerdan una especie de alianza defensiva para la eventualidad de cualqui er ataque a uno de ellos viniera de donde viniera. El cronista oficioso Sancho Go nzález resume así la reunión: Tanto Oliveira Salazar como Franco están convencidos de que Alemania no ganará la guerra. (Oliveira sí, Franco no. N. del A.) Sin embargo la lucha será muy larga y du ra y nadie sabe las presiones que desde un bando u otro caerán sobre Portugal y Es paña. Como ambas desean sinceramente no verse mezcladas en la guerra, es casi segu ro que esta coincidencia de actitudes permite negociar un acuerdo que, por ahora , permanecerá secreto. España librará la batalla contra las presiones del Eje, en nomb re propio y en el de Portugal. Esta, a su vez, se compromete, merced a su vieja amistad con Inglaterra y sus buenas relaciones con Estados Unidos, a evitar el p eligro de una intervención en la Península por parte de las naciones aliadas . Franco permanece en Sevilla tras despedir a Salazar. El día 14 recibe en el Alcáz ar al cardenal Segura, breve y cordialmente según el comunicado oficial. Pero el c ardenal era ya una fuente continua de problemas. Llevado por su santa intransige ncia formulaba censuras e incluso excomuniones contra varios feligreses, algunos de elevada alcurnia, cuando infringían sus severas normas morales y sembraba el d esconcierto entre los mismos sacerdotes y religiosos cuando arbitrariamente les obligaba a cambiar las actuaciones del culto en las iglesias y conventos. Dur ante la recepción militar Franco afirma: si hubiera un momento de peligro, si el ca mino de Berlín fuera abierto, no sería una división de soldados españoles los que allí fue sen, sino que sería un millón de españoles los que se ofrecerían . Estas palabras restalla ron como un latigazo en los observadores aliados pero Franco las pronunció desde e l fondo del alma y como una consciente aplicación de su teoría de las tres guerras;

no cabe duda, además, de que millones de españoles estaban de acuerdo en oponerse a todo trance al rodillo del Ejército Rojo si llegaba a amenazar al corazón de Europa. No debe olvidarse tampoco que en aquellos momentos se cantaba ya la caída de Sing apur que dejó en manos japonesas nada menos que ochenta mil prisioneros británicos q ue no se esforzaron en defender aquel importantísimo nudo de comunicaciones mundia les. Se consumaba así el que llamó Churchill el mayor desastre militar de la historia británica . Un enemigo de Franco, Ramón Garriga, diría sobre el exabrupto de Franco: No se podía exigir que Franco supiese entonces lo que ignoraban los propios jefes ali ados. El mismo Eisenhower creía a principios de 1942 que la Rusia de Stalin no res istiría la segunda ofensiva de verano que la Wehrmacht estaba preparando. La idea de Europa invadida por Stalin sublevaba a Franco, quien no comprendía cómo la ceguer a de la guerra podría paralizar en los aliados occidentales todas sus facultades d e previsión sobre la Europa roja . Ramón Garriga, enemigo de Franco, fue también amigo d el autor de este libro, que siempre admiró su inteligencia y su información. Poco después de dejar Franco la Ciudad Condal el general Kindelán, capitán general de Cataluña, archivó entre sus papeles el texto de un discurso. El presunto discurso de Kindelán era muy respetuoso para Franco, acusa el impacto del viaje de Franco a Barcelona, propone la Restauración traída por Franco, a quien incumbe, después de hab er salvado a España de la barbarie roja, la alta misión histórica de facilitar su cons titución definitiva . La restauración no se presenta como un acto de oposición al Generalís imo Franco sino al contrario, la evolución natural y lógica del Glorioso Movimiento . No tengo pruebas de que el discurso se pronunciase; tal vez se repartió entre la o ficialidad como manifiesto. Pero no era un alegato subversivo y en todo caso no acarreó, como cree Salmador, compilador de los apuntes de Kindelán, la destitución del general, que tuvo lugar con otro motivo y bastantes meses después. El 2 de marzo de 1942 don Juan de Borbón, todavía en Roma, respondió a la carta-pro yecto que le había dirigido Kindelán en febrero de 1942, como ya hemos indicado. Me p arecen muy acertadas tus observaciones le dice y espero que pue das llevar a la práctica y con éxito tu martilleo. Y le envía copia de la alocución q ue había dirigido la víspera a los españoles que habían acudido a Roma para el primer an iversario de la muerte de don Alfonso XIII. Es una pieza muy moderada, en que se presenta a la Monarquía en su forma tradicional, no liberal, como conciliadora, c omo plenamente católica, como identificada con nuestro Movimiento Nacional . Prosigue en Riom, el 19 de febrero, el proceso de Vichy contra todos los caus antes del desastre de la tercera República; el generalísimo Gamelin, los políticos Dal adier, Blum, Pierre Cot, Guy la Chambre y Robert Jacomet. Tras unos días de agitad as sesiones (en los que se acumulan contra los acusados, sobre todo Blum y Cot, invectivas relacionadas con su intervencionismo en la guerra civil española a favo r del Frente Popular) y una descarada intervención alemana, el proceso se suspende indefinidamente en abril. El mismo día Franco concede por fin la Cruz Laureada de San Fernando a los héroes de la Guardia Civil en el santuario de Santa María de la Cabeza; con ello archivó su proyecto de disolver al benemérito Instituto, como hemos indicado antes. En la noche del domingo 22 de febrero falleció en su piso de la calle madrileña d e Fuencarral don Francisco Franco y Salgado-Araújo, padre del jefe del Estado, a l a edad de ochenta y cinco años. Le había cuidado y acompañado abnegadamente la mujer q ue convivía con él, a la que, según las convicciones de la época, Franco no permitió el ac ceso a la capilla ardiente, que instaló en el palacio del Pardo, ni al entierro, d urante cuyo principio acompañó a su padre. Franco le despidió con respeto pero con fri aldad, los sentimientos que había mostrado hacia él durante su vida. Don Nicolás recib ió cristiana sepultura en el cementerio de la Almudena el 24 de febrero. Arreciaban las protestas aliadas sobre suministros españoles a submarinos alema nes. Franco, desde finales de 1941, había ordenado una nueva interrupción de esas ac tuaciones. El 25 de febrero reproduce Arriba el discurso de Churchill en los Com unes sobre la angustiosa situación de los aliados en Extremo Oriente. El gobierno

español ofrece a los corresponsales extranjeros una visita a Canarias, donde según l os informes aliados se localizaban los suministros a submarinos. El día 26 el mini sterio de Asuntos Exteriores comunicaba una nota oficial: En ningún puerto español ex isten bases o instalaciones al servicio de ninguna potencia beligerante . Termina el mes de febrero con la exigencia soviética, por primera vez, de que los aliados occidentales establezcan un segundo frente en Europa para aliviar la esperada presión alemana al terminar el invierno. Los funerales en e l aniversario de Alfonso XIII no contaron este año con la presencia de Franco, muy disgustado por la persistencia de la conspiración monárquica; los presidieron Ramón S errano Suñer y el infante don José Eugenio de Baviera. Durante la primavera de 1942 arrecian las amenazas británicas contra las Canari as. Aumentaba también la actuación de los servicios secretos coordinados por la dipl omacia anglosajona en España. Es el momento en que López Rodó detecta, como se confirm aría luego al revelarse el archivo de Kindelán, una notable actividad de don Manuel Fal Conde y los carlistas, que actuaban independientemente de los monárquicos alfo nsinos pese a los esfuerzos de Kindelán. Como resultado de las gestiones de Vegas y Sainz Rodríguez y en expresión de Víctor Salmador, se integró un comité secreto, formado por el coronel de Estado Mayor don José María Troncoso y el duque del Infantado, al que pertenecieron algunos elementos civiles, don Pedro Sainz Rodríguez (alma de la conspiración) don Alfonso García Valdecasas, don Pedro Careaga, don José María de Areil za, el conde de Fontanar, don Eugenio Vegas Latapie y el marqués de la Eliseda: Pe ro de momento don Juan de Borbón no respaldaba en manifestaciones públicas a los con spiradores y piensa, como le aseguran otros monárquicos, que Franco traerá pronto la Monarquía. En estos medios se conoce el misterio de la cajita sellada de Franco. Durante el año 1942 no se producen rupturas irreparables entre don Juan y Franco, aunque sí crecientes recelos mutuos. El 3 de marzo se conoce la noticia de que el duque de Aosta, virrey de Italia en Etiopía, ha fallecido en el cautiverio británico. Con este motivo se confirma en España la gran derrota de Italia en África oriental. El 7 de marzo introduce Franco significativos retoques en puntos vitales para la seguridad del Estado. El aten tado a un ministro se castiga con la pena de muerte; la medida se aplicará, por pr imera vez, en el verano de ese mimo año. Se atenúan en cambio los preceptos de la le y de Responsabilidades polftícas y la simple afiliación histórica a un partido proscri to ya no constituye delito. Se crea el Sindicato Nacional del Espectáculo y se con fta el mando supremo de las fuerzas de tierra, mar y aire a los comandantes gene rales de Baleares, Canarias y Marruecos. Se conoce, el 12 de marzo, una sobrecog edora victoria submarina de Alemania: ciento nueve mil toneladas de barcos enemi gos hundidas en una sola operación. Ese mismo 15 de marzo se anuncia un nuevo conv enio de aprovisionamiento triguero con Argentina por valor de 500 millones de pe setas. Entra el día 21 en su nueva sede toledana el arzobispo primado don Enrique Pla y Deniel. El 27 de marzo los británicos han intentado por vez primera una acción de comandos en la base alemana de Saint-Nazaire; Alemania está ya a la defensiva en la fortaleza de Europa . Con poco respeto ante la prevista ofensiva alemana de primavera el Ejército Rojo desencadena un demoledor ataque en el sector de Leningrado; y logran introducir una peligrosa cuña de ruptura entre las divisiones alemanas 215 y 216. Pero la div isión española 250 tapona la brecha en su flanco derecho y restablece la situación eli minando a la cuña enemiga. Con ello su total de bajas, a fines de marzo de 1942, a sciende ya a 1.019 muertos, 1.240 congelados y 2.398 heridos. Tanto el mando mil itar de la división como el agregado militar de España en Berlín envían desalentadores i nformes sobre la situación real de la Wehrmacht a fines de aquel invierno terrible . El general Asensio, enviado de Franco, consigue al fin que el mariscal Keitel acceda a relevar, por grupos de mil, hasta un tercio de la división española. El min istro del Ejército, Varela, quiere iniciar ese relevo por el propio general jefe d e la División, Muñoz Grandes, para lo que designa como sustituto al antiguo ayudante de Sanjurjo, general Emilio Esteban Infantes; pero los alemanes retrasarán todo l o posible esa sustitución. Porque valoraban muy alto su capacidad militar y porque pensaban utilizarle para sus proyectos políticos. En los documentos de Hitler se

ha encontrado la prueba de que pensaba en el general porque puede representar un papel decisivo cuado suene la hora de derrocar al régimen clerical . No conocía a Muñoz Grandes, que jamás permitió que nadie le tentase en su fidelidad permanente a Franco . Cuando apuntaba la primavera de 1942 el ministro de Asuntos Exteriores y pres idente de la Junta Política estaba cada vez más aislado. Había reñido ya con las grandes figuras de la Falange histórica: Alfaro, Fernández Cuesta, Valdés Larrañaga, Sánchez Maza s. La Falange-Movimiento estaba firme en las manos del ministro Arrese, que goza ba de la plena confianza de Franco. No por ello conservaba Serrano Suñer la amista d incondicional del Eje. Hitler le llamaba por aquella época la personificación polític a del cura . Y Goebbels, de acuerdo con su jefe, se atreve a pronosticar una segun da guerra civil española: falangistas y rojos contra la basura clerical-monárquica . No cabe mayor ignorancia sobre la España de entonces. El caso es que Franco preside el 1 de abril de 1942 el cuarto desfile de la Victoria en la Castellana; pero co ntra lo sucedido en el paseo de Gracia no pronuncia con este motivo arenga ni de claración alguna. Ramón Serrano Suñer expondrá, en el primero y más valioso de sus libros, Entre Henday a y Gibraltar, publicado en 1947 como testimonio vivo encima de los propios hech os, una tesis verídica y fundamental: Al hacer, tras de las consideraciones expuest as, la afirmación de que la ausencia total y constante de volun tad de guerra en que Franco y el gobierno español estuvieron durante el conflic to, me limito, pues, a decir la verdad y a consignar un hecho inconmovible, que nadie podrá rebatir de manera honesta y fundada. Esa es la verdad. Esos son los he chos . En la versión anotada de este libro que publicó en 1973, Serrano Suñer se mantuvo en la misma tesis, sin añadir ni quitar una coma. Luego, tras la muerte de Franco , insinuó Serrano Suñer algunas sospechas sobre el belicismo de Franco pero los testim onios posteriores que nos ha comunicado tras la muerte de Franco me han parecido siempre mucho menos fiables, aunque el autor estuviera subjetivamente convencid o de decir la verdad, porque le guiaba, en mi opinión, un resentimiento invalidant e. Existían en todo el mundo y por tanto en España, en la primavera de 1942, las pri meras dudas serias sobre la victoria de Alemania. En España se presentía una condición esencial para seguir creyendo en esa victoria; un éxito definitivo en la ofensiva alemana del verano contra la Unión Soviética. Sin embargo el cambio de rumbo inicia do por Franco en ese año 1942 es anterior al verano; resulta patente y documentado en la primavera de 1942 y en los medios diplomáticos españoles se conoció ya entonces como viraje político español. En medio de grandes éxitos del Eje, no se olvide, y lo vamos a comprobar. Serrano Suñer, a lo largo de los primeros meses de ese año, confe saba a sus colaboradores: Estoy completamente solo . Y decía la verdad. Es ahora, en la primavera de 1942, tal vez en marzo entrado, cuando el conde de Barcelona deja su residencia romana y se traslada a Lausana. En sus recuerdos se fija la fecha de fin de 1941 para ese traslado pero su respuesta al proyecto de Kindelán, a primeros de marzo, está enviada desde Roma, como él mismo indica. Term inada la guerra civil, según recuerda un testigo muy próximo a don Juan, el profesor Rafael Calvo Serer, las relaciones entre Franco y don Juan fueron mantenidas fu ndamentalmente por el general Juan Vigón. En Suiza don Juan entretenía sus ocios for zosos con estudios de nivel universitario, como alumno de un insigne historiador europeo, el profesor Pirenne, trataba de aprender catalán sus progresos no constan y recibía numerosas visitas españolas y aliadas. De acuerdo con Franco se le había des ignado un secretario diplomático, don Ramón Padilla Satrústegui. Mientras tanto los únic os contactos mantenidos por España con el Eje en aquellas circunstancias eran futb olísticos; el 12 de abril España empataba a uno con Alemania en Berlín pero una semana más tarde, en Milán, sucumbía ante Italia por cuatro a cero. Dos días antes Pierre Lava l sustituía al almirate Dar-lan en la jefatura del gobierno de Vichy para intensif icar el colaboracionismo de la Francia vencida con los proyectos de Hitler. El embajador de Argentina lle

gaba a Madrid con un álbum de sesenta mil firmas que presentó a Franco como muestra de adhesión en momentos difíciles. A fines de abril regresaba Dionisio Ridruejo de s u tremendo invierno ruso y Serrano Suñer acudía a recibirle en la estación del Norte. El 26 de ese mes Hitler decide halagar a Franco en pleno Reichstag: La revolución n acional española bajo la dirección de un solo hombre, acabó con el feroz enemigo bolch evique. Ni la misma muerte ha conseguido dominar el valor y la fidelidad de la D ivisión Azul . El 2 de mayo el ministro de Trabajo José Antonio Girón dice a los mineros de Lina res: Necesitamos más pan y menos palabras En Extremo Oriente se rinde el último bastión americano en Filipinas, la isla del Corregidor cuyas baterías obsoletas dejaron pa so libre a la Escuadra americana del Pacífico en su agresión de 1898 contra España. Pe ro el jefe militar del archipiélago, general Douglas MacArthur, había conseguido eva dirse poco antes en un submarino tras pronunciar su histórica promesa: Volveré . Poco d espués la indecisa batalla aeronaval del mar del Coral acaba en tablas entre los E stados Unidos y Japón, pero impide de momento a los japoneses la inmediata invasión del continente australiano. El 24 de mayo se creaba en Madrid el Instituto de Técn ica Aeronáutica, un centro científico y tecnológico de primera magnitud. Al día siguient e el embajador von Stohrer es el primero en advertir, según uno de sus informes, q ue Serrano Suñer busca el apoyo de los monárquicos para romper su aislamiento. Pero co mo el frente monárquico se mueve en la sombra cada vez con mayor decisión Franco cre e necesario enviar el 12 de mayo una extensa carta a don Juan, la primera desde que el conde de Barcelona le propusiera en el anterior mes de octubre la Regenci a como transición entre el régimen y la Monarquía. Esta carta es muy importante. Repit e a don Juan el tipo de Monarquía que le parece necesario, que no es sino la de lo s Reyes Católicos y los primeros Austrias. Pretende apartar a don Juan de la consp iración monárquica que, como hemos visto, se agrupaba en torno a él. La propaganda can alizada por la embajada británica informaba a los conspiradores juanistas sobre la s graves dificultades del Eje y la influencia creciente de la presencia norteame ricana en el conflicto, lo cual era cierto, aunque Alemania tenía aún sus dos grande s cartas por jugar, en Rusia y en el norte de África hacia el canal de Suez. En aq uella primavera de 1942 una aguerrida activista monárquica, la duquesa de Valencia el título del general Narváez organizaba manifestaciones callejeras de escasos efecti vos y choques en la Castellana entre estudiantes monárquicos a quienes proveía de in signias con el emblema J.III y estudiantes falangistas; en los bandos opuestos par ticipaban dos grandes figuras del futuro, Leopoldo Calvo Sotelo entre los monárquicos y Rodolfo Martín Villa entre los azules . La carta de Franco a don Juan revela las profundas meditaciones que había prodi gado durante muchos años sobre la Historia de España. Tenía toda la razón en exaltar la obra de los grandes Reyes del siglo XVI pero no al condenar en bloque la actuación del trono en los siglos XVII y XVIII, donde la decadencia fue superada gloriosa mente, a fin de cuentas, por una nueva época ilustrada para la grandeza de España. S in embargo la opinión de Franco coincidía con la de no pocos eminentes historiadores de la época y estaba dictada, sin duda alguna, por el patriotismo y el regeneraci onismo. Franco interpretaba su ideal histórico como Monarquía revolucionaria y total itaria con acercamiento al pueblo, como procuraron y lograron Fernando e Isabel. Defiende en cambio al rey don Alfonso XIII, padre de don Juan, y achaca su frac aso a sus consejeros liberales, en lo que no le faltaba razón. Cree que la monarquía de la Restauración se separó del pueblo al vincularse con los intereses capitalista s y hace profesión de fe en el talante populista que ha asumido junto con la Falan ge. Esta conexión con el pueblo debe afianzarse antes de que se pueda proceder a l a proclamación de instituciones . Y dice a don Juan una gran verdad que sus consejero s se obstinaban en no reconocer: Yo siento tener que deciros que este sentimiento monárquico que os quieren hacer ver existente en nuestro pueblo, es falso . Y así era , exactamente, si vale algo el testimonio personal del historiador desde el seno de una familia monárquica dentro de un país que no sentía ya la menor adhesión a la Mon arquía. Enumera Franco a los enemigos del régimen, como el conglomerado anglo-comuni sta, el rencor del comunismo y la masonería . Y termina su carta con dos párrafos funda

mentales: Es mi ilusión que no tarde en coronarla (la gran obra del régimen) para poder ofre ceros ese día con la jefatura total del pueblo y sus ejércitos el entronque con aque lla monarquía totalitaria que por serlo vio dilatar sus tierras y sus mares. Yo me permito rogaros meditéis estas palabras, os identifiquéis con la Falange Esp añola Tradicionalista y de las JONS y prohibáis a cuantos se titulan vuestros amigos el estorbar o retrasar este propósito, convencido de que así serviréis al interés supre mo de nuestra patria y a la continuidad históica de vuestra dinastía .

La reacción entre los que Franco llamaba consejeros de don Juan porque ya empezab an a serlo fue explosiva y creo que infundada; porque todos ellos, sin excepción, pensaban en el mismo ideal de Monarquía totalitaria que proponía Franco, ni uno solo de ellos proponia entonces una Monarquía liberal y democrática, ni de l ejos, ni por asomo; insisto, ni uno solo de ellos. Le supongo enterado -decía pocas semanas después Sainz Rodríguez en su carta a Kindelán de la carta enviada recientemen te por Franco a S. M. el Rey (Ya sus fieles llamaban Rey a don Juan, desde hacía m uy poco tiempo). Por ella se ve cuán infatuado se encuentra Franco y lo erradament e que enjuicia la realidad española. Esta carta ha convencido a todos (incluso a V igón) de que nada puede esperarse de la comprensión política de Franco. Ha tomado un c amino equivocado, pero él seguirá tozudamente el mismo camino hasta el final, que si Dios no lo remedia será catastrófico para todos y para España. . En el proyecto de Ley Fundamental elaborado por Kindelán aparecía una Monarquía totalitaria. Sainz Rodríguez se refirió durante toda su vida a la República como la horda o la hidra ; hablé con él muc veces sobre el tema. Pronto comprobaremos que aun después de la guerra mundial do n Juan y sus consejeros mantenían idéntica postura, la misma que asumió un joven monárqu ico, Luis María Anson, cuando entró en contacto con ellos muchos años después. Esa tesis antidemocrática queda clarísima en el libro que el ideólogo de Acción Español a y de la conspiración monárquica de 1941-1945 Eugenio Vegas Latapie primer maestro d el príncipe don Juan Carlos desde ese mismo año de 1942 había publicado en 1941, es dec ir, cuando se iniciaba esa conspiración. Trataba del pensamiento político de José Calv o Sotelo dentro del programa editorial de Cultura Española, la editorial de los co nspiradores monárquicos en Madrid. La conversión maurrasiana de José Calvo Sotelo en s u exilio francés se presentaba como un adecuado término de evolución interior, mientra s se hacía expresa condena de la etapa del joven político en las filas del maurismo democrático. En el despacho de Cultura Española en la calle Gurtubay se reunían varios jóvenes monárquicos como Joaquín Satrústegui, el teniente González del Yerro y otros al a mparo de un gran retrato de don Juan. El 24 de mayo regresaba a España la primera expedición de la División Azul,: 1.300 hombres. El 29 se dibuja una nueva amenaza sobre los Pirineos: la opera ción Félix resucita bajo el nuevo nombre de Ilona propuesta como contramedida inmedia ta en caso de ataque enemigo sobre la península Ibérica . La orden de operaciones 42 d el 0KW prevé un avance hasta la línea del Ebro con los puertos españoles del Cantábrico como objetivo. Franco, que ese día se encuentra en Medina del Campo entre evocacio nes a la obra positiva de la Dictadura de Primo de Rivera, conoce el nuevo pelig ro y reacciona inmediatamente con orden de reforzar las defensas pirenaicas, un programa que en España se conoce humorística mente como línea Pérez .Historiadores de varios signos Trythall, Trevor Roper, Seco Serr ano han captado bien el momento. A principios del mes de junio de 1942 Franco ha puesto ya la mano al timón para iniciar suave, pero firmemente, el cambio de rumbo de España en el contexto de la guerra mundial. A lo largo del mes ofrecerá significativas pruebas de ello. No ha descartado del todo la posibilidad de una victoria final de Alemania y el Japón, pero la condiciona al éxito total de la ofensiva alemana en Rusia y norte de África y a la consolidacíón de los espectaculares avances japoneses. A su mente de militar no pueden ocultarse el frenazo alemán frente a los hielos de Rusia el anterior inv

ierno; y la primera batalla naval indecisa en el Pacífico, mientras el frente nort eafricano permanece por el momento, inactivo. Y tiene en cuenta, sobre todo, el peso decisivo de la intervención de los Estados Unidos en la guerra, con su potenc ial y su esfuerzo inagotables. Las grandes bazas de Alemania y Japón se van a juga r en cuestión de semanas, Pero el cambio de rumbo decidido por Franco se emprende, con cautela y firmeza, antes de que se jueguen esas bazas y se mantiene mientra s se juegan. Basta un sencillo calendario de hechos para no dejarse ofuscar por el partidismo desaforado y simplificador. A primeros de junio de 1942 todo Madrid hacia cola durante meses en el Palaci o de la Prensa para ver el gran éxito mexicano, Al son de la marimba. Menos ostens iblemente el corresponsal Ramón Garriga, destinado en Alemania, confirmaba las con vicciones de su amigo Serrano Suñer al dar por descontada la victoria del Eje tant o en Rusia como en África del Norte durante el año 1942. Serrano Suñer va a viajar a I talia, asqueado es su palabra por la fulminante destitución de su jefe de gabinete, Felipe Ximénez de Sandoval, acusado de desviaciones intimas por los enemigos del ministro a quien se quiere salpicar absurdamente; tiene que declarar en el exped iente. Ciano anota en su diario el 12 de junio: Los informes de Lequio (embajador en Madrid) dicen que el viaje de Serrano (a Italia) guarda relación con la cuestión monárquica. Serrano ha pedido visado para Suiza, donde se encuentra el rey (don J uan.). Mussolini es hostil en grado sumo a la restauración en España. La monarquía no resolverá nada pero los españoles la desean . Se equivocaba Lequio y equivocaba a su m inistro: los españoles que deseaban la Monarquía cabían en unos cuantos taxis, no dema siados. El caso es que el 14 de junio, y en olor de multitud por más que sus recue rdos pretendan pregonar que viajaba punto menos que de incógnito, Ramón Serrano Suñer llega a casa de Ciano en Liorna. El mismo día Franco se retrata de paisano en el hipódromo de la Zarzuela, donde se corre la Copa del Generalísimo. En el curso de su prolongada es tancia, Serrano visita al Duce, al Rey-emperador (que ya se ha quedado casi sin Imperio) y al Papa Pío XII. Serrano tenía poco que ofrecer; se limitó a descansar y a comentar. Según Ciano, la adhesión a Franco del ministro de Asuntos Exteriores se ha bía enfriado y lo manifestaba así sin la más mínima prudencia, delante de todos . Por su pa rte Ciano ventea bien la nueva posición española: De un tiempo a esta parte -escribe el mismo día no pocos sucesos prueban que la Península Ibérica comienza a dudar del fut uro y desea estar bien con todos . Mientras Serrano se recupera en Italia, su rival Arrese se organiza un viaje espectacular por Andalucía. La visita del ministro español de Asuntos Exteriores par ece traer suerte a Italia ya que no a él mismo; durante su estancia el general Rom mel consigue resultados asombrosos en Egipto, cuya frontera con Libia pisan sus carros el 23 de junio, después de envolver y tomar Tobru . En menos de un mes, los submarinos alemanes han hundido buques aliados con un arqueo total de un millón d e toneladas. El 29 de junio regresan a la vez a Madrid Serrano Suñer y Arrese. Rom mel, en su avance egipcio, rebasa Marsa Matru punto máximo de la anterior penetrac ión italiana y los ejércitos alemanes, enfrentados aún con los coletazos del invierno r uso, dan las primeras muestras de actividad para su ofensiva de verano. Mientras el mundo observa y espera, en España han ocurrido cosas importantes.a lo largo de junio; algunas se saben inmediatamente, otras quedarán ocultas durante años. Al inaugurar el embalse de San Bartolomé en la comarca aragonesa de Cinco Vil las, Franco recuerda que acompañó alli al general Primo de Rivera cuando en 1928 se iniciaban las obras. Al día siguiente, 3 de junio, visita detenidamente el emplaza miento de un nuevo y colosal embalse, el de Yesa, mientras americanos y japonese s se enzarzan en otra batalla aeronaval histórica, la de Midway, que frena inexora blemente la expansión nipona en el Pacifico central y marca el punto de inflexión en la guerra de Oriente. Dos días más tarde Hitler se queja amargamente: Con el mayor scepticismo observo la evolución de la política española y he resuelto que nunca iré se país aunque es posible que visite cualquier región de Europa . Los japoneses, que caban de consumar su dominio sobre Birmania, ocupan varias islas de soberanía amer icana en el cordón subártico de las Aleutianas; el efecto simbólico y estratégico es

e a e a dem

oledor, aunque el peso de Midway va a notarse inmediatamente. Es el 7 de junio, víspera de uno de los más sensacionales e impúdicos informes aliados sobre la España de Franco, que sól o se ha podido revelar en 1972, mediante la investigación del profesor R. Harris S mith sobre los orígenes del OSS, la institución antecesora de la CIA. Sabemos por di cho informe que el OSS forma, a lo largo de 1942, un comando político-subversivo c ontra Franco y su régimen, a las órdenes de un triunvirato compuesto por el futuro d iplomático y ministro Arthur Goldberg, el superespía Donald Downes y el exministro c riptocomunista español Julio Alvarez del Vayo, notorio elemento prosoviético en la g uerra civil española. Este triunvirato logra la colaboración del líder nacionalista va sco José Antonio de Aguirre, profesor entonces en la Universidad de Columbia. Gold berg era un destacado judío, Vayo un confeso compañero de viaje; a Franco este tipo de coincidencias le reforzaban sus simplificaciones sobre ciertas conspiraciones esotéricas que a veces rozaban la realidad. Bajo la inspiración del triunvirato la 088 instala en Uxda, cerca del protectorado español en Maruecos, una base de coman dos para intervenir políticamente en la España de Franco con la misión de reactivar la resistencia republicana que pueda aún alentar en los derrotados de 1939. Intervie ne entonces el servicio secreto británico MI-6 que por su parte había trabajado inte nsamente entre los medios monárquicos españoles por medio del agente diplomático Hillg arth, notable investigador, por otra parte, sobre la figura impar de Ramón Llull, y bien visto en España desde su eficaz y amistosa gestión consular en Palma de Mallo rca durante la guerra civil. El plan británico, que se coordina inmediatamente con el norteamericano, consiste en apoyar la creación de una junta militar en España pr esidida por el general Antonio Aranda, que debería dar el clásico grito del pronunci amiento en Cataluña en favor de una restauración monárquica en la persona de don Juan. Se suprimiría la Falange, se concedería una amnistía absoluta por los delitos cometid os durante la guerra civil y se declararía una neutralidad efectiva en el conflict o mundial. El apoyo aliado a la junta debería ser, según el memorando que citamos, mo ral y financiero . Sir Samuel Hoare secundaba el proyecto cancelado finalmente por el buen sentido de Winston Churchill. Asombra comprobar la falta de información o bjetiva sobre España en los servicios secretos aliados durante la guerra mundial, dominados por un inconcebible atracón de propaganda suministrada por los agentes c omunistas en medos aliados, especialmente en el Departamento de Estado de Washin gton y en los asiduos a la confianza de la equívoca y frustrada señora Eleanor Roose velt. Franco capta, al menos en abstracto, semejantes movimientos y según un infor me del embajador alemán von Stohrer suprime en el mes de junio un viaje del genera l Vigón a Alemania. Así las cosas, Franco aprovecha una ocasión señalada la presentación de cartas credenc iales por el nuevo embajador americano, profesor Carlton Hayes para manifestar a todo el mundo la prueba de su viraje estratégico. Carlton Joseph Huntley Hayes, pr ofesor en la Universidad de Columbia, hispanista profundo, que amaba y comprendía a España en su historia y en su presente, católico de familia ejemplar, había sido sel eccionado por el gobierno de los Estados Unidos como un gesto de amistad y aprox imación a España y Franco lo agradeció desde su primer contacto con él. Tuve el honor de conocerle, así como a su hijo y su hija, jóvenes y abiertos, que compartían los senti mientos de sus padres hacia España y pronto hicieron numerosos amigos entre la juv entud de Madrid, sin excluir a Carmen Franco Polo, la hija del Caudillo, que ya entonces llamaba la atención por su belleza ,discreción y simpatía. El acto tuvo lugar el 9 de junio de 1942 y se reflejó cordialmente en portada de Arriba. Franco había ordenado extremar la solemnidad en el protocolo y el nuevo embajador recorrió en c arroza las calles de la capital. El presidente de los Estados Unidos dijo en su br eve discurso me encarga muy especialmente exponer a V.E. la estima personal en qu e le tiene . Declara su admiración personal y profesional a España y recuerda la profu nda huella histórica y cultural impresa por la nación española en las raíces de los Esta dos Unidos. No tratamos de imponer asegura nuestro sistema de gobierno a ningún país . Es decir que no existía incompatibilidad entre el sistema democrático y el régimen de Fra nco en cuanto a colaboración mutua. La respuesta de Franco es también extremadamente cordial. Todos advierten en el la una declaración trascendental: el carpetazo a la antigua aunque forzada ilusión de

la autarquía, a pesar de lo cual innumerables comentaristas siguen identificando a l régimen español como obsesión autárquica. Ningún pueblo de la tierra dijo Franco- puede v vir normalmente de su propia economía, y todos ellos se necesitan . Había practicado e sa doctrina en la breve paz de 1939 y nunca había renunciado a ella sino forzado p or la necesidad de subsistir. Presentaron el mismo día sus cartas credenciales los embajadores de China y de Bolivia. En la conversación tras la ceremonia, Franco habló animadamente con el embajador norteamericano en presencia de un Serrano Suñer sentado y mudo según el propio embajad or, que nos ha legado un preciso testimonio histórico en las memorias que escribió a l regresar. Franco causa a su interlocutor una impresión excelente y profunda, tot almente distinta de la imagen difundida en los Estados Unidos por la propaganda antiespañola. Eso sí, según el embajador, Franco no había descartado aún la posibilidad de una victoria alemana, lo mismo que Stal in y Churchill, por supuesto, durante aquella misma primavera. A partir de su ll egada, advierte Hayes las condiciones de vida y la economía española mejoraban. Pudo notarse también una en vista de las circunstancias milagrosa reparación de carreteras, ferrocarriles, iglesias, pueblos y edificios públicos, incluida la Ciudad Univers itaria de Madrid y muchas nuevas construcciones de viviendas y poblados. Mucho más tarde, en 1946, pero con expresa referencia a los sucesos de 1942, puede asegura r el Wall Street Journal : Un estudio cuidadoso de los documentos facilitados por el departamento de Estado con respecto a Franco demuestra que el caudillo español se abstuvo de toda participación activa en la guerra desde el momento en que entr aron en ella los Estados Unidos. No se abstenía Franco ni siquiera en medio de tale s complicaciones internas y externas de impulsar las duras tareas de la paz. El 18 de junio autorizó la creación de nuevos sindicatos nacionales: Ganadería, Transport es y Combustibles; el 21 entregaba en el campo de Chamartín la Copa del Generalísimo al Club de Fútbol Barcelona, que vencía al Atlético de Bilbao por cuatro goles a tres . En sus informes del verano de 1942 el embajador en Londres, duque de Alba, co munica una y otra vez que la opinión pública británica seguía convencida de la inmediata entrada de España en la guerra a favor de Alemania. Se difunde sensacionalmente e n las islas un libro de Charles Duff que preconiza una intervención aliada en España después de una intensa preparación propagandística de signo republicano. Estos datos son necesarios para comprender en todo su valor la mezcla de aperturismo atlántico , verbalismo progermánico y numantinismo hispánico, fatalista y providencialista a l a vez, que en definitiva salvó a España de la invasión y la intervención bélica. Con tan e scaso margen de maniobra el ministro de Asuntos Exteriores debe limítarse como el 1 de julio a publicar desmentidos cada vez más enérgicos sobre la pretendida ayuda es pañola a los submarinos alemanes en la localización de convoyes aliados. En esa mism a fecha el Eje se apunta dos victorias llenas, desde nuestra perspectiva actual, de presagios: caía la legendaria plaza fuerte de Sebastopol en manos alemanas y e l general Rommel llega a El Alamin, el último punto fortificado sobre la ruta de Al ejandría . A mediados de junio de 1942 recuerda Pedro Sainz Rodríguez estaba yo trabajando en mis contactos con la embajada inglesa para procurar organizar algo que paliase la situación de España el día en que fuese Alemania derrotada y llegase la paz, cuando supe por el propio Valentín Galarza entonces ministro de la Gobernación que había contra mí una orden de confinamiento en las isl as Canarias . De tan donosa manera inicia don Pedro la narración de su exilio, con e l que comienza la tercera fase de la conspiración monárquica; las primeras medidas r epresivas serias que toma Franco contra los promotores de la conspiración, aunque el propio ministro Galarza, conspicuo monárquico que tras su no lejano cese se pas ará al bando monárquico, sea quien advierta al ex ministro monárquico de Franco el gra ve peligro que corre. Queda advertido también Eugenio Vegas Latapie y los dos acti vistas preparan inmediatamente su huida. La paciencia de Franco se había agotado cuando supo por el general García Valiño qu

e los dos monárquicos extendían sus actividades a medios militares. José María de Areilz a celebró una cena política con ellos en este sentido y Valiño, que asistió, lo denunció i nmediatamente a Franco. Valiño se había declarado allí carlista de Fal Conde, aunque más tarde se incorporaría también a la conjura antifranquista. Sainz Rodríguez se refugió e n un piso franco que había preparado previamente y el 23 de junio logró cruzar la fr ontera portuguesa. La salida de Eugenio Vegas fue más complicada: Juan Antonio Ans aldo y José María de Areilza, con la colaboracion del capitán general de Barcelona, Ki ndelán, le ayudaron a pasar la frontera de Francia. Los dos evadidos se incorporan inmediatamente a la lucha política en el exilio. Vegas llega a Lausana vía Vichy y por la confianza que siempre tuvo en él don Juan se convierte en mentor para la educación del príncipe don Juan Carlos y como dice el autorizado testimonio de Luis María Anson, en la persona clave cerca de don Juan e ntre 1941 y 1948 . Pedro Sainz inicia una residencia de veintisiete años en Portugal hasta julio de 1969 donde s~ convierte en máximo enemigo de Franco. Durante los sig uientes cuatro años, hasta la llegada de don Juan a Lisboa, don Pedro mantenía con él contacto frecuente por varias vías. La principal gestión del ex ministro desterrado fue continuar los contactos con los británicos para formar en Canarias, dice un gob ierno defensor de la independencia de España pero, como le hice notar en vida, nunc a he comprendido cómo se puede defender la independencia de España llegando a Canari as a bordo de una escuadra británica agresora. Confirma el testigo que durante el desembarco americano en África del Norte, ese mismo año, tuve a mi disposición en el Ta jo un barco inglés que me trasladaría a las Canarias en compañía de alguna otra persona para constituir aquella junta de la que he venido hablando en caso de que al des em barco americano contestase Alemania con una invasión de la Península . Nunca me con testó don Pedro a estas consideraciones. En aquella misma época, es decir, primavera y verano de 1942, los alemanes inte ntaron, precisamente por medio de Pedro Sainz Rodríguez, un curioso acercamiento a don Juan de Borbón. El mariscal Goering había invitado a don Juan a una cacería reserv ada que, por consejo de Sainz Rodríguez, no aceptó; pero una delegación alemana presidi da por un hombre fuerte del nazismo en España, Gardeman, -que sería acompañante de Arr ese en su próximo viaje al Reich propuso al ex ministro anglófilo que si don Juan de B orbón llegaba a un acuerdo con ellos, Alemania estaba dispuesta a acelerar las cos as imponiendo la restauración inmediata de don Juan de Borbón como rey de España . Ahora sí que ve claro don Pedro que la sugerencia es inaceptable por el hecho de ser rea lizada (la restauración) merced a una intervención extranjera ; pero acto seguido refi ere sin empacho que yo seguí en mis contactos con Hoare a través de distintos emisari os y comunicaciones . Sainz Rodríguez nunca se opuso a una posible inteligencia entr e don Juan de Borbón, mientras vivió en Lausana, y Franco; y aconsejó moderación al cond e de Barcelona siempre. Actuaba entonces como intermediario entre don Juan y Fra nco don José María de Oriol, que practicaba, según Sainz Rodríguez, un método parecido al de Ollendorff, aunque la gestión sirvió para que Franco diese su acuerdo al traslado de don Juan a Lisboa en 1946. Por lo demás Sainz Rodríguez no trata de presentarse falsamente como un demócrata sino que en aquella época envió a Salazar una conferencia en la que hacía yo una crítica de la estructura parlamentario-democrática del Estado . ¡ La primera interpretación de Serrano Suñer sobre Franco en Entre Hendaya... op. c it. 1973, p. 298. Las posteriores en Memorias. ... op. cit., 1977, p. 348s.. Soleda d de Serrano en Garriga, Las relaciones..., op. cit., p. 354s. Cita de R, Calvo Serer en Franco frente al Rey, París, Ruedo Ibérico, 1972. Actuaciones de Kindelán en su libro La verdad sobre mis relaciones..., op. cit., p. 247s. Correspondencia F ranco. -Don Juan en mi libro Don Juan de Borbón... op. cit. p. 185s. Defensa de lo s Pirineos, testimonio personal del almirante Carrero al autor en 1973. Operación Ilona en C. Burdic , Germant s..., op. cit., p. 157. Opiniones de Hitler contra Es paña en Proctor, La agonía....op. cit. p. 199s. memorándum del OSS en R, Harris Smith, OSS...op. cit. p. 78s. Avisos del duque de Alba en R. Rodríguez Moñino, La misión..., op. cit., p. 80. Evasión de Sainz Rodríguez en su libro Testimonio... op. cit. p. 2 78s. J.A. Ansaldo, ¿Para qué?op. cit. p. 286, y Kindelán, La verdad..., p. 201. Testim

onio de Anson en su carta al autor, 5 de enero de 1976. Tentativas alemanas sobr e don Juan en Eliseo Bayo, Interviú 94(2-8 III 1974) lOs. Se apoya en Hans J. Ruhl Spaníen in zweeiten Welr rieg, Hamburgo, ed. Hioffmann, 1975. FRANCO ANTE LA MASONERÍA UNIVERSAL Y LOS JUDIOS DE EUROPA Creo que es el momento de abordar en este libro la relación de Franco hacia dos realidades mundiales la Masonería, el judaísmo- que por diversos motivos se activó en el contexto de la segunda guerra mundial y en el período que estamos describiendo. Se han acumulado sobre estas dos relaciones numerosas falsedades y medias verda des y por ello conviene iluminarlas a la luz de la Historia. Empezaré con una anécdota sobre la que han recaído muchas de esas falsedades: el li bro de Pío Baroja Comunistas,judíos y demás ralea cuya primera edición había visto la luz en Valladolid en plena guerra civil (ediciones Reconquista, 1938) y la segunda e n Madrid, en 1939. Después, que yo sepa, no ha vuelto a editarse hasta 1993, una e dición corta de 500 ejemplares que se ha agotado fulminantemente, publicada en Bar celona en 1993 con un exacto prólogo de Javier Nicolás. El libro, digamos ante todo, es de Pío Baroja, que aprobó su edición y conformó expre samente luego su paternidad. No es un libro enteramente nuevo ni continuo sino u na antología de textos auténticos de Baroja, a lo lago del primer tercio del siglo X X, que fueron seleccionados por el editor de las dos primeras ediciones, señor Rui z Castillo, con conocimiento del autor. Fuera de los cuatro primeros artículos, pu blicados antes de la guerra, todos los demás artículos y fragmentos están tomados de l ibros y colaboraciones publicadas por Baroja, con indicación del medio y el año de s u edición. El libro no refleja la opinión de Franco sino la de Baroja. El prólogo está escrito por Ernesto Giménez Caballero, el famoso publicista del fascismo español, pero no f ue escrito para este libro sino en 1933 y el editor lo antepuso al libro en 1938 . El artículo de Giménez Caballero llevaba por título original: Baroja, precursor español del fascismo . El conjunto de artículos y fragmentos de Baroja que Ruiz Castillo in cluyó en este libro es interesantísimo. Por lo pronto y contra lo que se ha dicho no hay en todo ese conjunto ni una sola mención a la masonería. Tal vez lo más interesan te sean los artículos número cinco y siguientes de la primera parte, que se escribie ron durante la guerra civil, con algunas alusiones lejanas y atinadas a ella, co mo el milagro de que la España nacional consiguiera imponerse desde unos principio s tan mínimos y desprovistos de todo. En el libro se encierra una refutación profunda del marxismo y del comunismo, que revela po r parte de Baroja un serio conocimiento de la doctrina de Marx. Hay alusiones y críticas al judaísmo, pero no indiscriminadas. Acepta Baroja el origen judío de Los pro tocolos de los sabios de Sión que hoy sabemos fruto de la policía secreta zarista, pe ro no insiste en ello. Distingue entre judíos sefardíes y as enazis y se inclina a f avor de los primeros por su prestancia y su categoría. La actitud de Baroja es muy contraria a los judios pero a la vez muy matizada; no se trata de insultar a lo s judíos sino de analizar la evolución de su poder en la Historia. No hay una sola a lusión al exterminio de los judíos ni a la persecución contra ellos. Hay un atisbo de que judaísmo y comunismo están vinculados, por el carácter y la esencia judía de Carlos Marx; pero Baroja olvida que Marx fue antisemita. Los fragmentos más interesantes del libro fueron tomados de El tablado de Arlequín, de Aurora roja y de los escrit os barojianos de la República, muy críticos con ella. Se ha dicho que Baroja fue un anarquista pero critica duramente a los anarquistas, sobre todo los de principio s de siglo. En suma, este libro conserva hoy mucho interés y no puede despacharse con tres banalidades sin haberlo leído. Vamos ahora a la relación de Franco con la Masonería, de la que hemos dicho ya al go. En Raza, estrenada por la época que estamos historiando, Franco había volcado pa ra su apunte de guión todas sus vivencias infantiles sobre la responsabilidad masóni ca en el Desastre de 1898 y todas sus experiencias de África sobre favoritismos e influencias masónicas en el cuerpo de oficiales. Estas dos impresiones estaban fun

dadas en hechos reales y no pueden descastarse como imaginarias. Ya he indicado que Franco había dedicado muchas horas de lectura y reflexión a la Historia de España, según la concepción y metodología tradicional que durante todo el siglo XX han cultiv ado grandes maestros de la Historia española, tanto españoles como hispanistas. Tamb ién he subrayado que Franco atribuía todos los males de España, a partir del siglo XVI II, principalmente a la acción masónica internacional: la pérdida del Imperio, la Ilustración española interpretada con impronta enciclope dista, las luchas civiles del siglo XVIII, la desintegración del alma española en el XIX, el anticlericalismo del XX, las aberraciones de la segunda República encarna da en el masón Azaña. En otras obras creo haber defendido con argumentos racionales que algunas de estas apreciaciones históricas de Franco eran exageradas, como su i nquina indiscriminada contra el siglo XVIII español, que fue un gran siglo de una España grande; pero en otros casos importantes creo que Franco tenía gran parte de r azón, por ejemplo en la pérdida del Imperio. En mis libros Misterios de la Historia, primera y segunda serie, así como en el muy reciente Los signos del Anti Cristo he concretado estas apreciaciones que ahora debo confirmar con la mism a convicción. La creencia de Franco en una conspiración judeo-masónica debe matizarse mucho. Franco pensaba que algunos judíos habían colaborado activamente con la Masone ría , no todos; Franco era enemigo declarado de la masonería pero jamás lo fue de los judíos en general, ni de lejos, y quien tal afirme está equivocado e incluso miente, lo vamos a comprobar en el curso de estas reflexiones. Lo que sucede, me parece claro, es que la colaboración de medios judíos con la corriente masónica y con el mar xismo es un hecho que ha aparecido varias veces en la historia, como demuestro e n el último de mis libros citados. Las logias masónicas de Hispanoamérica, ha probado Salvador de Madariaga, que es todo menos un autor antisemita, nacieron en puntos neuralgicos del proceso histórico antiespañol en el seno de comunidades judías más o me nos secretas. La condición judaica del ministro desamortizador Juan Alvarez Mendizáb al y de toda una linea marxista, encabezada por el propio Marx y prolongada hast a Leon Trots i y la Escuala de Fran furt que resucitó al socialismo criptomarxista , pero marxista, a lo largo del siglo XX son también hechos históricos. La cooperación eficaz y decisiva de grandes fmancieros judíos germano-americanos como Jacob Schi ff con la revolución comunista no puede negarse sin ocultación culpable, y fue el go bierno de Kerens i en 1917, casi completamente masónico, quien abandonó el poder a l os bolcheviques en la Revolución soviética. Esto no significa que el comunismo fuese a partir de 1917 una simple creación masónica; de hecho la Revolución soviética comunis ta persiguió a la masonería y a los judíos con la misma saña que Adolfo Hitler. Todo es mucho más complicado y no puede abordarse ni con las simplificaciones de Franco ni con las de los enemigos de Franco, que suelen equivocarse bastante más que él. Ya sabemos que Franco había proscrito a la Masonería desde la guerra civil y había confirmado esa proscripción al fmal del conflicto con la Ley de represión de la maso nería y el comunismo, como insinuando una cierta aproximación entre las dos instituc iones. La intervención directa y demoledora de la Masonería en la política nefasta de la segunda República, centrada en la persecución contra la Iglesia católica y la enseñan za católica, son hechos históricos probados como hemos indicado en los citados libro s y en este mismo al tratar de la República. Con la entrada de los Estados Unidos e n la guerra -dice el profesor Luis Suárez entraba en juego un nuevo elemento: la Ma sonería, enemiga declarada de Franco y de su régimen. Franco, según prueba documentalm ente el mismo autor, contaba con una misteriosa agente , una auténtica Pimpinela Esca rlata de la lucha antimasónica, introducida en las más altas esferas de la Masonería U niversal, quizás por su condición de católica y esposa de un alto dignatario masónico. Franco no reveló jamás de q uién se trataba pero la conocía bien y tenía plena confianza en ella. Concretamente es ta señora conocía perfectamente los entresijos de un organismo coordinado por la Mas onería universal, la Asociación masónica Internacional y durante años envió a Franco una s ucesión importante de documentos masónicos en los que Franco creía sin vacilar porque con toda seguridad eran auténticos. En diciembre de 1941, según Luis Suárez, remitió al Caudillo dos de esos documentos. Uno de ellos era un mensaje cifrado del masón his tórico español, hasta hacía poco Gran Maestre, Diego Martínez Barrio, considerado por lo s republicanos como presidente de la Republica en el exilio, enviado desde su re

fugio en Massachussets para reanimar a los masones españoles sometidos a una segund a Inquisición . El segundo documento procedía del Soberano Gran Canciller de la Asocia ción Masónica Internacional con sede en Ginebra, con instrucciones para desprestigiar la figura del Generalísimo , fomentar las disensiones entre Ejército y Falange y term inar políticamente con Serrano Suñer. Con el mismo espíritu que movía a los instigadores masónicos de la revolución libertadora hispanoamericana en el primer tercio del sig lo XIX, el Gran Canciller exigía ahora que la soberanía de Canarias, Baleares y las islas atlánticas de Portugal pasara de las potencias caducas a la fuerza de Inglaterr a....garantizada por la Historia, para la conservación de la Humanidad . El document o es de suma importancia; atribuye a la Masonería toda la gloria de la Revolución Fr ancesa, la independencia iberoamericana y la República española, entre otros logros. Como Franco conocía perfectamente los manejos de su ex ministro Sainz Rodríguez par a formar una junta probritánica en Canarias con el apoyo de Inglaterra era inevita ble que dedujese su condición de masón, que yo no consegui dilucidar en conversacion es expresas con los dos cuando don Pedro ya había vuelto a Madrid. Por cierto que en las acusaciones del general Kindelán a Franco durante la época de estos documento s masónicos se nota evidentemente su huella, que el capitán general de Barcelona con ocía no de fuente masónica sino a través de la activa propaganda británica vinculada, co mo era habitual, con la Masonería. Con lo cual entramo en el problema de la relación de Franco y los judíos. Luis Suár ez lo estudía con gran atención y muy notable documentación, no en vano es el gran esp ecialista en la historia del judaísmo español desde la Edad Media. En la primavera d e 1942 miles de españoles pasaban por Alemania los voluntarios, los trabajadores, l as misiones políticas y militares y en muchas representaciones diplomáticas de toda E uropa se planteaba al Ministerio de Asuntos Exteriores, desde 1941, el problema de los judíos de origen español que pedían amparo a nuestros embajadores y cónsules. Por otra parte miles de judíos habían entrado en E spaña durante el gran éxodo desde Francia en vísperas de la ocupación y otros muchos seg uían llegando por la frontera de la Francia de Vichy con España. Esto significa que en la primavera de 1942 el gobierno español tenía ya una idea aproximada de la perse cución nazi contra los judos de Alemania, de los demás países ocupados, como Polonia y Lituania y de la gran parte de Rusia que estaba en poder del ejército alemán. Me he ocupado de la gran persecución antijudía de Alemania durante la guerra mund ial en toda Europa y por supuesto de la realidad histórica del Holocausto en mi li bro de 1992 El Tercer Templo (ed. Planeta) que hoy necesita una urgente reedición por estar completamente agotado. No debe pensarse que los aliados se comportaron con excesiva generosidad hacia los judíos. Por ejemplo Inglaterra en 1940 internó a treinta mil judíos europeos como extranjeros hostiles . La persecución, inspirada en e l aberrante antisemitismo del libro de Hitler Mein Kampf (y por todo un siglo la rgo de antisemitismo germánico anterior al nazismo) se había iniciado en 1933 con lo s primeros campos de concentración, que se establecieron por toda la Europa ocupad a a partir de 1942. El sionismo no se había impuesto aún en todo el mundo judío de la Diáspora; y aunque los Estados Unidos acogían a los judíos con más generosidad que Ingla terra, las penalidades de los que consiguieron llegar allí fueron todavía terribles, a veces mayores que las encontradas en varios países de Hispanoamérica que se compo rtaron con mucha mayor fraternidad. Desde el 1 de septiembre de 1941 todos los j udíos de la Europa ocupada debían mostrarse en publico con la estrella de David cosi da en su ropa, bajo penas severísimas. Tras las etapas previas la Solución Final, es decir el exterminio de los judíos de Europa fue decidida en el Acta de Wannsee, r eflejo de la reunión celebrada en Berlín el 20 de enero de 1942. Era ya el comienzo oficial del horror, que se había iniciado a título experimental en 1941 y aun antes, aunque no de forma tan sistemática. El exterminio de los judíos de Europa tendría que afectar, según los sueños sangrient os del nazismo, a once millones de personas entre los que se encontraban seis mi l judíos españoles y residentes en España. Las víctimas en mayor peligro eran los judíos q ue aún no habían podido emigrar de Alemania, Austria y demás países anexionados al Reich (unos setecientos mil) los de Polonia (más de dos millones) los de Francia (casi

novecientos mil) los de Grecia (setenta mil) los de Hungría (setecientos cincuenta mil) los de Rumania (trescientos cmcuenta mil) los de Bulgaria (cuarenta mil) y por supuesto los numerosísimos de Rusia. Es cierto que en su mensaje de Navidad de 1939 Franco había aludido a la expuls ión de los judíos españoles decretada en 1492 por los Reyes Católicos (no fue la única exp ulsión decidida en un país europeo sino la última, que es algo bien diferente) como he cho histórico que evitó a la España contemporánea un problema judío; pero en el terreno de los hechos, que es el que cuenta, ( obras son amores ) Franco no tomó una sola medida contra los seis mil judíos que vivían en España, permitió el paso por España de miles de judíos más y ayudó cuanto pudo a las comunidades judías perseguidas de Europa. Max Mazin , judío escapado felizmente de Rusia y convertido en gran empresario y uno de los miembros más influyentes de la comunidad judía española, declaraba en 1973: El hecho es que así fueron las cosas: en diferentes circunstancias, en lugares distantes, hom bres del gobierno o del pueblo tuvieron en común la determinación, el espíritu de soli daridad humana para ayudar en lo posible, y a veces hasta lo imposible, a soport ar los dramáticos momentos por los que atravesaba el pueblo judío.... La nobleza nat a que caracteriza al pueblo español le hizo reaccionar contra la criminal política r acista de los nazis, incluso en aquellos que en otros terrenos pudieran estar id eológicamente más próximos entonces a los hitlerianos. Por ello es inútil plantearse el tema en términos matemáticos. Sé que España salvó las vidas de decenas de millares de herm anos nuestros por diversos procedimientos, y hubiera salvado muchas más de haber t enido la oportunidad de hacerlo. El nombre de España es una de los poquísimas luces que brillaron en la larga y oscura noche que vivió el pueblo judío durante los trágico s años del nazismo Estas son expresiones de tan alto testigo en el prólogo al libro de Federico Ys art, España y los judíos durante la segunda guerra mundial, considerado con toda jus ticia por el profesor Suárez como el Libro Blanco español sobre la cuestión judía en la gu erra. Una publicación de la Santa Sede demuestra la cooperación española con el Vatica no para el salvamento de innumerables judíos. El tránsito por España está permitido -decía el 26 de octubre de 1940 el nuncio en Berlín, monseñor Ossenigo al secretario de Est ado, cardenal Maglione, al notificarle la concesión de visado español a tres mil judío s alemanes, la presa predilecta de Hitler que deseban embarcar hacia Brasil. A lo largo de los años de la posguerra numerosas declaraciones de personalidades judías avalaron el sentimiento de gratitud que acabamos de ver expresado por Mazin. Por ejemplo en 1971 el señor Kibri , de la congrega ción isrealita argentina, calificó como hecho fundamental en el entendimiento y a mistad de los pueblos judío y español la salvación de millares de judíos que huyeron de H itler . Es necesario también citar el testimonio del rabino Chaim Lipschitz, del sem inario hebrero Torah Vodaath and Mesivta en Broo lyn, publicado en la revista Ne wswee a mediados de febrero de 1970 : Tengo pruebas de que el jefe del Estado es pañol, Francisco Franco, salvó a más de sesenta mil judíos durante la segunda guerra mun dial. Y mis investigaciones aún no han terminado . Añadió que ya va siendo hora de que al guien dé las gracias a Franco por ello .Lipschitz, que según declaraba entonces estaba preparado un libro sobre el tema, revela que cuando Franco era jefe de la Legión en África, en 1923, insistió ante el gobierno para que les fuera concedida la nacion alidad española a todos los judíos sefardíes. Agrega sigue la noticia que posee pruebas d ocumentales de todo lo que afirma, y cita ejemplos de la intervención de Franco a favor de los perseguidos, a veces de forma personal, como cuando el 8 de enero d e 1944, tras una conversación telefónica con Hitler, consiguió la liberación de 1.242 ju díos, la mayoría de las colonias sefarditas en Grecia, internados en Bergen-Belsen y presumiblemente destinados a la exterminación, y su envío a España . Luis Suárez ha estudiado documetalmente con gran rigor los aspectos de la inter vención diplomática española en la Europa ocupada y a favor de los judíos. Era un cometi do plagado de dificultades porque afectaba, como hemos visto, a la misma entraña d e la ideología hitleriana. Cuando el estadista judío Abba Eban, distinguido historia dor de Israel con quien tuve el honor de cenar en Madrid muchos años después, recibió

instrucciones de votar contra España el 16 de mayo de 1949 para que no se levantas en las sanciones de la ONU, añadía que no podía afirmar en ningún momento que el régimen es pañol tomara parte directa en la política de exterminio . Sigue citando Luis Suárez otro s importantes testimonios, como el del profesor de la Universidad hebrea de Jeru salén Haim Avi en junio de 1964 al celebrarse en Madrid el primer symposium de est udios sefardíes; según investigaciones del Instituto del Holocausto en Jerusalén un númer o de judíos no inferior a 46.000 personas debían la vida a la política seguida por Esp aña. En varias ocasiones el Congreso Judío Mundial ha expresado su agradecimiento . Por una de las primeras disposiciones de la Dictadura de Primo de Rivera los judíos sefardíes que se inscribieran en un consulado español adquirían nacionalidad españo la y podían recibir pasaporte español. Esta disposición no se consideraba prescrita po r España durante la segunda guerra mundial y fue el origen de la salvación de muchos judíos que recibieron protección diplomática española. Es verdad que judíos euro peos se habían inscrito en las brigadas internacionales comunistas que lucharon en España, porque consideraban que la guerra de Franco era la de Hitler; lo cual era pura falsedad; pero se cita menos el hecho de que los judíos de Gibraltar, Tánger y Marruecos apoyaron con importantes contribuciones a la causa nacional durante l a guerra y Franco lo sabía perfectamente porque se había relacionado con medios judíos durante su estancia en África. Las primeras disposiciones españolas para conceder a mparo diplomático a los judíos sefardíes de Europa datan de noviembre de 1940, aunque ya existe constancia de otras de Beigbeder sobre la concesión de visados individua les a judíos europeos de ascendencia española. Una importante agencia de refugiados, el Joínt Distribution Commitee establece qu e sólo hasta septiembre de 1942 pasaron por España hacia la salvación entre 53.000 y 6 3.000 judíos. Para Luis Suárez la información sobre la gravedad de la persecución nazi c ontra los judíos que poseía el subsecretario de la Presidencia, Carrero Blanco, era más ajustada y anterior a la que llegaba a Serrano Suñer, por eso Carrero insistía con mayor fuerza en la política de ayuda a los perseguidos. El subsecretario aprovechó la visita de marinos españoles a Alemania para encomendarles una información precisa sobre la persecución contra los judíos en el otoño de 1942. Desde hace algún tiempo los historiadores antifranquistas y algunos medios judíos extranjeros de la misma ten dencia se han esforzado en exaltar el trabajo de algunos diplomáticos españoles en f avor de los judíos como si el mérito se debiera exclusivamente a ellos y no a la vol untad expresa de Franco y el gobierno español. Esto no tiene sentido. Franco llevó s iempre de forma muy directa la política exterior española y ningún embajador ni cónsul h ubiera osado tomar iniciativas por su cuenta en contra de las instrucciones que se le enviasen de Madrid. El Ministerio de Asuntos Exteriores trataba, naturalme nte, de no provocar una reacción violenta de las autoridades alemanas -era la mism a línea seguida por Pío XII, luego vilmente calumniado por ello-y por eso recomendab a cautela en las medidas de ayuda a los judíos. Pero la tendencia general de Franc o y su gobierno, especialmente los ministros que tuvieron que ver en el delicado problema, fue siempre favorable a los judíos dentro de lo posible o, como añade Max Mazin, a veces dentro de lo imposible. La comparación está clara respecto a lo que sucedió en la Francia de Vichy e incluso en la Italia de Mussolini; en los dos cas os las autoridades, que no deseaban por iniciativa propia las medidas persecutor ias, hubieron de plegarse a las imposiciones dictadas por el fanatismo nazi y co nsentir en extrañamientos y deportaciones encaminadas al exterminio. Esto jamás sucedió en el caso de España . Terminada la redacción de este epíg rafe veo la interesante investigación de María Jesús Cava Mesa Los diplomáticos de Franc o (Universidad de Deusto 1989) que ofrece un análisis muy sugestivo sobre la acción de España a favor de los judíos, especialmente en Francia; y apunta una crítica a las sesgadas investigaciones de Antonio Marquina que es uno de los portavoces del an tifranquismo historiográfico LA SOLUCION FINAL Y LAS LISTAS DE FRANCO Hemos dedicado ya un epígrafe-el anterior al gravísimo problema de los judíos europe os en relación con España durante la guerra mundial. En ese epígrafe seguíamos a diversa

s fuentes pero con preferencia al estudio magistral del profesor Luis Suárez, prim er especialista en la historia de los judíos españoles desde la Edad Media a nuestro s días. En aquel epígrafe nos referíamos al conjunto del problema, pero sobre todo a l a época en que Juan Beigbeder y luego Ramón Serrano Suñer desempeñaron el ministerio de Asuntos Exteriores. Apuntábamos además que durante la etapa de Jordana la ayuda a lo s judíos de Europa se intensificó, a medida que las representaciones y otros testigo s españoles en el Continente iban adquiriendo noticias cada vez más alarmantes sobre lo que hoy llamamos el Holocausto, la Shoah. Decíamos también que atribuir el mérito de haber salvado a muchos judíos sólo a los diplomáticos españoles era ridículo, dada la p roximidad e interés con que Franco supervisaba y dirigía los asuntos internacionales de España. Cuando se perfilaba ya en el horizonte la victoria aliada y por tanto la derrota de Alemania, la suerte de los judíos supervivientes se agravó hasta un ex terminio cada vez más generalizado y enconado; parece que las fuerzas del III Reich en su retirada no querían dejar judíos a sus espaldas. Un problema fun. damental, que se refleja en los documentos diplomáticos españoles, es que mien1 So bre las relaciones de España con el problema de la persecución antijudía el mejor estu dio es el de Luis Suárez, España, Franco.... op. cit. p. 366s. El estudio de Federico Ysart con el revelador prólogo de Max Mazin fue editado en Barcelona, Dopesa, 1973. Además de mi citado libro El tercer Templo (Barcelona, Planeta, 1992) para el problema judío me parece esencial el libro de Hüber y Müller El Tercer Reich, op. cit. II, p. 524s. D ocumentos pontificios en diario Telexprés, de Barcelona, 5 de abril de 1974. Testi monio del rabino Lipschitz, que creo esencial, traducido de Newswee por ABC, 24 d e febrero de 1970 p. 17. Interesante el informe de J.L. Bordiú y J.L. Herrero Esta fue la tragedia de los judíos españoles en La Actualidad Española 4-11 de junio de 1971 .Sobre la Masonería y sobre el libro de Baroja incluyo las referencias bibliográfic as en el mismo texto. tras España hacía todo lo posible, desde posiciones muy precarias, para salvar a los judíos de Europa y no sólo a los sefardíes, que tenían raíces españolas y derecho a la rotección de España, sino a todos sin distinción, los poderosos medios internacionales de comunicación que contaban con importante y a veces decisiva presencia de judíos en sus cuadros de mando, participaban contradictoriamente en las prolongadas y c recientes campañas exteriores de desinformación y propaganda contra el régimen español q ue se esforzaba en salvar a sus compatriotas. El segundo problema fundamental pa ra enfocar correctamente todo este asunto es que España fue el único gobierno de tod o el mundo que trató y en buena parte consiguió organizar toda una red de salvamento y evacuación de judíos pese a los medios escasísimos con que contaban los gobiernos d e Franco y la nacion española exhausta y acorralada por los dos bandos beligerante s. Lejos de la absurda acusación de que España salvó a miles de judíos por presiones de los aliados está hoy históricamente demostrado que España hizo mucho más que las potenci as aliadas durante la guerra en este delicadísimo terreno. Por espíritu humanitario, por su falta de comunión con los principios nazis el exterminio judío era el princip io fundamental y como apunta profundamente Suárez, por espíritu sinceramente cristian o en una nación que como dijo en el siglo XVI uno de sus más grandes hijos, san Igna cio de Loyola, hubiera querido ser judío para pertenecer al mismo pueblo que Crist o y su madre. De cara ya a la derrota alemana y la victoria aliada, el profesor Luis Suárez d edica un segundo capítulo al problema judío, para lo cual combina el análisis y la sínte sis en un tratamiento impecable y a mi modo de ver definitivo. Todos los cabos s ueltos que por mi parte intenté racionalizar en mi epígrafe anterior sobre este prob lema quedan ordenados y fijados para la Historia. Voy pues a seguirle también en e ste epígrafe, donde se resuelve ya todo lo esencial, si bien no renuncio a volver algún día sobre la gesta humana y religiosa que España fue capaz de escribir silencios amente sobre el problema sangriento y delicadísimo que le ofreció la Europa convulsa de 1939 a 1945. Hay en ese asunto honduras de elevación espiritual, de comprensión y sintonía humana, de valor mucho más que humano que merecen, sin duda, una profundi zación sobre todo ahora, cuando sobreviven aún numerosos testigos . Ha alcanzado un éxit o merecido la película La lista de Schindler. Voy a resumir aquí el guión de lo que bi en pudieran denominarse Las listas de Franco.

1 Para este epígrafe ver Luis Suárez, España, Franco op. cit. todo el capítulo 31, p. 480s. Si España se había comportado ya humanitariamente con los judíos de Europa durante los mandatos de Beigbeder y Serrano Suñer en Asuntos Exteriores, desde septiembre de 1942, cuando asumió el Ministerio el conde de Jordana, y después durante la etapa de José Félix de Lequerica, que ya había acreditado ese humanitarismo hacia la suerte de los judíos mientras fue embajador en la Francia de Vichy, la persecución nazi se hizo mucho más brutal y más abierta y la ayuda de España mucho más decidida y eficaz, i mpulsada por el propio horror de esa persecución. El gobierno español se mantuvo en contacto inmediato con las organizaciones internacionales judías -el American Join t Distribution Commitee y el Congreso Judío Mundial así como con las representaciones de los países aliados, a las que alguna vez reprochó que pretendían cargar sobre la d ebilidad española la parte principal de la gran maniobra para la salvación de los ju díos de Europa; más aún, también les reprochó que parecían preocuparse más por el reclutamien o militar de los refugiados aptos para las armas que de la misma salvación de todo s los judios, hombres mujeres y niños, estuviesen o no en edad militar. Los docume ntos están ahí, en los archivos oficiales españoles, aunque algunos antifranquistas ob sesos se obstinen en ignorarlos o tergiversarlos. Ya he expresado varias veces m i protesta pero la ocurrencia de Luis María Anson en llamar hitleriano a Franco no es solamente una falsedad demostrable sino, ante este problema concreto, toda u na monstruosidad que exige reparación urgente por parte del ilustre académico, perio dista y testigo. A principios de 1942 había 830 judíos poseedores de nacionalidad española en Grecia , de ellos 560 en Salónica. Trató de protegerlos el agregado a la embajada española en Atenas, Eduardo Gasset, a quien sustituyó pronto Sebastián Romero Radigales, casado con una sefardita. Como en todas partes los diplomáticos españoles en Grecia carecían casi por completo de medios para la evacuación de los judíos amenazados. En junio d e 1943, como afirma y documenta Luis Suárez, Jordana consiguió que Franco firmara una orden a todas las representaciones españolas en territorio ocupado por el Reich p ara que, con el mayor tacto posible, se hiciera ver a las autoridades antisemita s que en España las leyes no hacían acepción de personas por su credo o raza. Por ello todos los judíos residentes deberían ser protegidos como cualquier otro ciudadano . E s evidente, por el contenido de esta orden de Franco y Jordana, que para mediado s de 1943 el gobierno español y sus representaciones habían captado ya toda la grave dad de la Solución final, el trágico eufemismo que encubría la exterminación de los judíos de Europa y en consecuencia habían dado la orden de protegerlos, desafiando las i ras del Reich, que replicó mmediatamente fijando un plazo perentorio para que España y los demás países con súbdito s judíos en territorios ocupados los repatriaran. Pero no decían cómo ni por qué medios. Un comunicado del embajador de España en Berlín, Ginés Vidal y Saura, enviado a fines del mismo año, menciona ya las expediciones alemanas de judíos a campos de trabajo, que nunca regresan. Pero la conciencia española sobre el caso es, como acabamos d e ver, anterior en varios meses, quizás incluso latía ya en 1942, como hemos indicad o antes. Los gobiernos británico y americano prometieron crear centros de acogida para estos refugiados pero por el momento, y durante meses mortales, no hicieron nada más que prometer. La salvación de los judíos de Europa fue procurada por toda una serie de abnegado s representantes españoles en el continente pero jamás procedieron de forma aislada o personal sino con el conocimiento y el respaldo y la iniciativa del gobierno e spañol que Franco presidía. El 28 de julio de 1943 el ministro Jordana ordenó al embaj ador en Berlín que gestionara y concediera los visados para los judíos españoles de Sa lónica. El consejo de ministros del 4 de agosto, presidido como siempre por Franco , confirmó expresamente esa autorización; el gobierno de España era entonces el único de l mundo que tomaba disposiciones en este sentido. José María Doussinague urgió por teléf ono a Germán Bariabas otros dos nombres para los promotores inmediatos de las list as de Franco- el cumplimiento de las medidas acordadas. Pero las comunicaciones eran lentas y los medios nulos; el 13 de agosto los judíos de Salónica fueron trasla

dados al campo de exterminio de Bergen-Belsen. No por ello cejó el gobierno español en sus esfuerzos de salvación. Por lo pronto el consejo de ministros de 27 de noviembre de 1943 manifestó su p rofundo desagrado ante el comportamiento indiferente de los aliados ante el prob lema de los refugiados judíos. Jordana trasladó la protesta al embajador americano H ayes y en durísima nota se desmarcó por completo de los procedimientos persecutorios nazis como anticristianos. La protesta surtió efecto, y el gobierno español consigu ió arrancar literalmente de las garras de la muerte a los refugiados judíos de Berge n-Belsen, que llegaron salvos a España los días 7 y 13 de febrero de 1944 excepto un a anciana que había muerto en viaje. El representante español en Grecia, Romero Radi gales, consiguió salvar a 155 refugiados judíos más a quienes los alemanes habían encerr ado en el campo de Haidari. Luis Suárez subraya con toda razón los servicios del cónsu l general de España en Francia, Fiscowich, de quien sabemos, además que fue enviado a su destino expresamente con esa misión salvadora. El 8 de abril de 1944 un emisario del Congreso Judío Mundial expuso al embajado r de España en Lisboa, Nicolás Franco, la situación desesperada de un gran número de judío s en varios puntos de Europa. El embajador creyó que el asunto poseía la importancia suficiente para emprender un inmediato viaje a Madrid, donde expuso la petición d e auxilio a su hermano el Jefe del Estado. Este llamó inmediatamente a Jordana qui en a su vez ordenó a la embajada en Berlín que efectuase gestiones perentorias ante el ministerio alemán de Asuntos Exteriores que prometió ayuda. La invasión aliada de N ormandía impidió que se consumase la salvación de los judíos de España y Portugal que aún qu edaban en Bergen Belsen pero al final fueron salvados por la llegada de las fuer zas norteamericanas. El interés del gobierno y los diplomáticos españoles en la protección de los judíos se concentró al principio en los de remoto origen español, los sefarditas pero poco a p oco la magnitud del genocidio extendió la ayuda de España a todos los judíos de cualqu ier origen, sin discriminaciones. Este es un hecho documentalmente demostrado, s obre el que existen pruebas en la actuación de otro embajador de España, Domingo de las Bárcenas, a favor de los judíos de Roma cuya entrega exigían los alemanes a Italia . En los países balcánicos las gestiones españolas resultaron especialmente arriesgada s. Nuevos nombres han de agregarse a las listas de Franco. El canciller de la em bajada española en Bulgaria fue represaliado por las autoridades nazis bajo graves y falsos cargos por su protección a los judíos. El representante español Julio Palenc ia llegó a adoptar como hijos a los de un periodista sefardí asesinado por los nazis . Le sustituyó con rango de embajador Eduardo Gasset a quien hemos visto ya actuar en Grecia, que llegó a Bucarest en junio de 1943, para encargarse de la represent ación española en Rumania y Bulgaria. Al derrumbarse la resistencia alemana el Consejo Judío Mundial acordó el 2 de oct ubre de 1944 expresar oficialmente su agradecimiento a España en una visita al emb ajador español en Washington, Juan Francisco de Cárdenas, a quien reconocieron que, en los estertores del III Reich, la única protección que encontraban los judíos someti dos a él era la española. En su importantísima respuesta al embajador de España en Estad os Unidos, el ministro Lequerica le manifestó que si bien Alemania sólo reconocía a Es paña derechos de protección sobre los sefardíes, el gobierno español daba órdenes a la emb ajada en Berlín para que esa protección se extendiera a todos los judíos sin discrimin ación alguna. El gobierno español mantuvo ya ininterrumpidamente el contacto con el Congreso Judío Mundial quien el 26 de octubre de 1944 suplicó protección para 16.000 j udíos amenazados. Sólo dos días después el ministro Lequerica respondió con todo interés en un documento fundamental. España, decía atendía desde tres años antes es decir, desde 194 1 este tipo de peticiones. España va a continuar estas actuaciones, que muchas vece s han tenido éxito en varios países ocupados de Europa, pese al comportamiento de me dios israelíes contra España en Norteamérica, que juzga contradictoria además de desagra decido. El comunicado del ministro español consta en el archivo de Franco de donde lo toma el profesor Suárez con la debida cita. Un caso excepcional de gratitud judía se ha manifestado a favor de un diplomático

español, Ángel Sanz Briz, otro nombre insigne para las listas de Franco, que se enc argó de la representación española en Budapest en 1944. De los 845.000 judíos húngaros sólo quedaban a su llegada unos 247.000, entre ellos todos los españoles; los demás habían sido enviados a los campos de exterminio. Gracias a España unos 660 refugiados judío s húngaros habían logrado salvarse y establecerse en Tánger. El señor Sanz Briz actuó arri esgada y generosamente, pero para ello recibió órdenes continuas y concretas de España , como detalla el profesor Suárez. El 21 de agosto de 1944 el nuncio en Hungría, mon señor Rotta, comunicó a los representantes neutrales que dos tercios de los judíos húnga ros enviados a campos de trabajo estaban ya muertos. Por órdenes continuas y expresa s de Madrid el señor Sanz Briz fue alojando como pudo a cientos de judíos en casas a lquiladas y situadas bajo la protección de la bandera española, como había sucedido en el Madrid rojo con los refugiados contrarios al Frente Popular que lograron sal varse en embajadas y legaciones extranjeras. Un nuevo documento del ministro Leq uerica, fechado el 16 de noviembre de 1944, da cuenta de los excelentes resultad os obtenidos en Budapest a favor de judíos incluso no españoles a quienes se había conce dido pasaporte español. Ángel Sanz Briz, a quien el ministerio español había concedido p lena libertad de acción para evitar retrasos burocráticos, llegó a presentarse en un c ampo de concentración y salvar a 71 judíos allí retenidos. La lista de Sanz Briz llegó a contar 2.795 nombres de judíos húngaros salvados por España. Era también una lista de F ranco, sin que ello suponga el menor desdoro para la ejecutoria del heroico dipl omático español. Es muy difícil evaluar grados en el heroísmo, pero el embajador español e n Berlín, Ginés Vidal y Saura, me parece, ante la Historia, el héroe máximo de esa cruza da española para la salvación de los hijos de Israel en Europa. Su último gesto fue re clamar la protección de España a favor de 16.000 judíos lituanos y 250 polacos con pas aporte no español, aunque sí hispanoamericano. Las autoridades alemanas, ya en la agonía, le respondieron qu e nada podían hacer. Es cierto que en la sinagoga de Nueva Yor se celebró un servicio fúnebre por Fra ncisco Franco al día siguiente de su muerte por haber tenido piedad de los judíos . Por desgracia la marea roja y antifranquista de la posguerra mundial, en la que par ticiparon no pocos judíos ignorantes de la verdadera historia reciente de su puebl o, ha empequeñecido la magnitud de esta acción de gracias por parte de Israel a España y a Franco. La Historia, sin embargo, ya está diciendo su palabra y terminará por i mponer su verdad. LA CAÍDA DE RAMÓN SERRANO SUÑER Con la activa cooperación del ministro Carceller, el embajador de España en Washi ngton, Cárdenas, confirma a primeros de julio la nueva actitud de Franco hacia los Estados Unidos. Por entonces Serrano Suñer quema sus últimos cartuchos políticos y en carga a Ramón Garriga, a quien llamó de Berlín, un proyecto de control de la prensa y la propaganda española desde el Ministerio de Asuntos Exteriores. Al llegar a Madr id se entera Garriga de que Franco, a instancias de Arrese, prepara una restaura ción de las Cortes españolas. El corresponsal que luego se declaró antinazi preparó para su amigo Serrano un proyecto netamente nazi para el control de la prensa, calca ndo el veto de que en Alemania disponía Ribbentrop sobre todas las manifestaciones informativas, por encima de Goebbels, el ministro de Propaganda. La idea básica c onsistía en que la política exterior en tiempo de guerra no podía hacerse sin controla r la prensa. Serrano Suñer aprueba en principio la idea. Apunta Garriga que el pri ncipal apoyo de Arrese era entonces Luis Carrero Blanco, quien, como subsecretari o de la Presidencia, estaba en contacto continuo con Franco y sabía mejor que nadi e cómo hacer las cosas . El presidente Roosevelt sigue evidentemente con mucho inter es la evolución española; el 9 de julio escribe a su amigo Hayes una carta profética e n la que encarga al embajador una información completa sobre los destrozos produci dos por la guerra civil en los tesoros artísticos de España, nación destinada, según pal abras del Presidente, a convertirse en emporio turístico del futuro. La ofensiva alemana de verano se inicia, por fin, en el frente de Ucrania, co n dos grandes objetivos. Primero, los campos petrolíferos del Cáucaso, segundo, una ciudad fatídica que aparece en los partes alemanes como deseo supremo el 14 de jul

io, Stalingrado, sobre el Volga. En Madrid Franco aprovecha una nueva víspera del 18 de julio para proclamar, ante el Consejo Nacional, la ley constitutiva de las Cortes. En su idea se trataba de un entronque con la raíz democrática de los grande s siglos hispánicos, aunque las Cortes de aquella gran época no fueron realmente dem ocráticas pero sí un ágora patente de participación popular a traves de los representant es de las ciudades con voto en ellas, que se reunían junto a los otros dos brazos de la nobleza y el alto clero. Este sería, para Franco, el refrendo interior de su nueva apertura atlántica. Mi amigo Ignacio Espinosa de los Monteros, en su citado manuscrito El silenci o es Historia registra dos viajes de su padre don Álvaro, Agregado naval en Roma, a España en 1942. Recuerda el lector que ya había estado en España en septiembre de 19 40, poco antes de la entrevista de Hendaya. Volvió a Madrid en enero de 1942, poco después de la entrada de Estados Unidos en guerra, cuando el Imperio japonés avanza ba incontenible por el Pacífico y Asia oriental. Habla con Franco al menos el 10 d e junio en el Pardo, donde el Caudillo le entrega una fotografía dedicada. Tras un a estancia superior a un mes en España regresa a Italia vía Suiza, donde se entrevis ta con don Juan en Lausana No han quedado documentos suyos de estos viajes y con tactos, salvo los sellos y visados de su pasaporte. Pero dada su comprobada acti tud aliadófila y su seguridad en la derrota final del Eje podemos conjeturar que l a información transmitida por él a Franco y a las autondades superiores de Marina in fluyó en el viraje atlántico de Franco que estamos describiendo. En cuanto a los conta ctos con don Juan de Espinosa se inscriben en la lúcida serie de intermediarios qu e trataban de encontrar en la Monarquía una salida al régimen de Franco. Es todo cua nto podemos decir ante los datos disponibles. Añade Ignacio Espinosa que un consej ero y confidente de Franco, el almirante Jesús Fontán, conocía los servicios de Álvaro E spinosa a España y los consideraba trascendentales. Conocí a don Jesús Fontán y valoro a l máximo cualquiera de sus opiniones. El entonces capitán de navío Fontán visitó a don Jua n en Lausana, por encargo de Franco, acompañado por el agregado naval en Roma. La creación de las Cortes Españolas ha sido menospreciada por la historiografía ant ifranquista como absolutamente irrelevante. Creo que con poca razón. Las Cortes de Franco no fueron, evidentemente, democráticas y, sobre todo al principio, tampoco orgánicas. Pero no suele decirse que las Cortes liberales del siglo XIX y primer tercio largo del siglo XX tampoco pueden considerarse como democráticas. En el siglo XIX el cuerpo electoral fue siempre inferior al cinco p or ciento de la población española. La selección de diputados en las primeras Cortes, las de 1810-1813-fue arbitraria y en todos los demás casos, sin excepción alguna, en las Cortes monárquicas las elecciones a diputados se hacían, es decir, se manipulab an decisivamente por el Gobierno recién designado por la Corona, que jamás perdió unas elecciones. La primera República advino por la votación de unas Cortes de mayoría monár quica. Las Cortes de la primera Republica en 1873 fueron una jaula de grillos y perecieron manu militari. Las Cortes de la segunda República pueden considerarse l egítimas si se considera legítima a la segunda República, que no lo fue como hemos vist o- en el caso de 1933 pero en 1931 se eligieron de forma claramente coactiva y e n febrero de 1936 las elecciones correspondientes fueron nulas de pleno derecho por los motivos que hemos explicado y probado, como recuerda el lector. Las Cort es de Franco fueron ganando representatividad a partir de 1942 cuando se iba acr ecentando la representación orgánica. Y terminaron conscientemente después de la muert e de Franco en un acto de patriotismo ejemplar que les hizo aprobar la Reforma P olítica para dar paso a la democracia por Reforma. Al instaurar las Cortes Franco no abdicaba su poder legislativo sino que lo c ompartía. Ello suponía el inicio de un proceso para la autolimitación de su poder, que se continuaría durante toda la vida política del Caudillo. Las Cortes de Franco no fueron inútiles ni mucho menos. Franco las concebía como el órgano encargado de elabor ar las leyes y se dedicaron seriamente a esta tarea. Los Plenos eran prácticamente siempre aquiescentes pero en las Comisiones se trabajaba bien y los asuntos se debatían, se decidían por votación y las soluciones siempre se mejoraban. Franco rehiz o personalmente los esquemas para la constitución de las Cortes que había encargado

a Serrano Suñer y a Arrese. Al proclamarse la creación de las Cortes Serrano Suñer com unicó a su colaborador Garriga que archivase el proyecto para el control de la pre nsa y que preparase otro para la articulación de la propaganda, que tampoco prospe ró. Todo se hace por la gasolina se quejaba Serrano Suñer, que pedía a Garriga una vigil ancia sobre la propaganda para no ofender a los aliados, de quienes dependía el vi tal suministro. El colaborador de Franco para este importantísimo asunto era el ge neral de Artillería Fernando Roldán, Medalla militar en Alhucemas y jefe de municion amiento en el Ejercito del Norte durante las grandes batallas de 1938. El embaja dor americano Hayes hace de él grandes elogios; del general Roldán, antiguo colabora dor de Sanjurjo, recibió el autor de este libro numerosas sugerencias que un día se incorporarían a la Historia porque mi trato con él era muy frecuente, casado con una hermana de mi madre fue también mi tutor. La Falange de 1942 ofrecía ya dos aspectos muy diferenciados. Uno, minoritario, la Falange fascista, en la que formaba el breve, pero selecto equipo que había si do de Serrano Suñer; otro, la Falange de Franco, era la que estaba configurando Jo sé Luis de Arrese animado por el propio Franco. Manuel Valdés Larrañaga, miembro de la Vieja Guardia, nos ha transmitido de forma concisa y descarnada este combate po lítico en que Serrano Suñer llevaba todas las de perder, el más activo de sus partidar ios, Dionisio Ridruejo, había vuelto del frente ruso con pretensiones de convertir se en el Gauleiter español después del que consideraba ineludible triunfo de Alemania. Valdés y Sánchez Mazas apoyaban abiertamente a Arrese. Ridruejo visitó a Franco poco después de su regreso de Rusia y Alemania y advirtió que el populismo regeneracionis ta de Franco no desembocaría, ni de lejos, en un fascismo español. Entonces, el 7 de julio de 1942, escribió al Caudillo una carta singular, en la que le revela que t anto el Caudillo como la Falange son impopulares (lo que había dicho Kindelán a Fran co en diciembre de 1941) . Todo-decía ha ido llevando a los peores extremos. El dict ador no ha de ser un árbitro entre fuerzas que se contradicen sino el jefe de la f uerza que encarna la revolución . Añadía: Los falangistas no se sienten dirigidos como ta les, no ocupan los resortes vitales del mando, pero en cambio los ocupan en buen a proporción sus enemigos manifiestos y otros disfrazados de amigos amén de una buen a cantidad de reaccionarios e ineptos . Sigue Ridruejo: El Movimiento se desprestig ia por su burocratismo imperante y enumera los puntos que demuestran el total fra caso del régimen sin tener en cuenta ni las duras circunstancias de la guerra ni l os avances notabilísimos que testigos serios como el nuevo embajador americano adv ertían en España y en la actuación del gobierno español. Falange, insiste Ridruejo, no h a sido ni ensayada; parece que la Falange manda y también parece que V.E. burla a F alange . Y comunica a Franco, para terminar, el síndrome del miedo que ya empezaba a insinuarse en las alturas del régimen español ante una posible victoria de los alia dos y los rojos: ~,Piensa V. E. qué desgracia mayor pudiera yo tener, por ejemplo, que la de ser fusilado en el mismo muro que el general Varela, el coronel Galarz a, don Esteban Bilbao y el señor Ibáñez Martín?. Franco pretendía el equilibrio de tendenc ias en su régimen; a eso llamaba Movimiento. Ridruejo pretendía que la Falange se co nvirtiera de una vez en el fascismo español autentico, de corte más o menos germánico. Para Ridruejo las únicas salidas de España son el fascismo, la dictadura militar pu ra o un gobierno de hombres ilustres como el que José Antonio había pedido en sus escr itos de la cárcel de Alicante. En el terreno de la realidad el 15 de julio el cuartel general de von Rundste dt daba carácter operacional al proyecto Ilona, la invasión alemana del norte de Esp aña, y el día 23 Pedro Sainz Rodríguez da cuenta de su primer contacto con José María Gil Robles en Lisboa. Don Juan -dice no ha contestado a la carta de Franco pero estamo s preparando la contestación que tenga que dar. . Muchos aconsejaban a don Juan la ruptura total, Gil Robles estaba en contra. Me parece -dice Gil Robles que en el e spíritu de don Juan y de quienes le rodean no hay una orientación medianamente traza da . Esa podría ser, aunque Gil Robles no lo imaginaba, el diagnóstico de toda la tray ectoria de don Juan que habría de costarle el trono. El 24 de julio de 1942 las divisiones alemanas hacen reverdecer las esperanza s de 1941 y tras una batalla en bolsa ocupan Rostow del Don. Pocos días más tarde, y

a en el Cáucaso, invaden la región de Kuban. Ramón Serrano Suñer llama indignado a su co laborador Garriga y al vicesecretario de Educación Popular Gabril Arias Salgado pa ra mostrarles una provocadora portada antibritánica en la revista Semana: Esta grac ia les dice nos cuesta la gasolina de un mes . Garriga reconoce que durante las tres semanas siguientes tuvo en sus manos el control de la prensa; pero no lograría re tenerlo. La embajada alemana, por su parte, se volcaba en el esfuerzo de propaga nda; su máximo agente era el agregado de prensa Hans Lazar, equívoco personaje que, como luego se supo, jugaba a dos barajas pero movía al servicio de Alemania un equ ipo de 432 personas en España, de acuerdo con el director general de prensa, quien poco después resucitó la añeja e lustre revista El Español . Los propagandistas de Lazar l o hacían muy mal; todavía recuerdo los ejemplares de aquella propaganda plúmbea y pésima mente escrita, ajena al gusto y la finura del humor español y, además, carísima. Los e spañoles de filas prestaban cada vez mayor atención a las emisiones en español de la B BC de Londres que se recibían perfectamente. El mes de agosto de 1942 marca una grave crisis en la historia de España, para la que entonces casi nadie tenía una adecuada información, excepto Franco, que dispu so de ella en todo momento, como reconoce Manuel Valdés Larrañaga. Y la recibía desde el 3 de agosto en el Pazo de Meirás, donde se mantenía alerta. Los demás personajes de la trama se dispersaban; unos a San Sebastián o al sur de Francia, como los embaj adores de Inglaterra y Alemania; otros al Mediterráneo, como Ramón Serrano Suñer; otro s a la vera de Franco en Galicia, como el minis tro Arrese, que le acompañó en algunas visitas por la región. La profunda crisis ti ene que ver, naturalmente, con el curso de la guerra mundial pero se presenta fu ndamentalmente como interior. Tiene razón Serrano Suñer cuando descarta como causa d e la crisis la relativa aproximación a los aliados. El 14 de agosto Franco seguía su tranquilo veraneo en Galicia mientras Ramón Serrano Suñer llegaba al castillo de Peñísc ola, la última morada del Papa Luna, Benedicto XIII. El diario Arriba, antaño contro lado por Serrano Suñer ofreció la noticia con intención aviesa: Tras varias visitas se ha retirado al histórico castillo, donde residió el Papa Luna, abandonado por los re yes, grandes y religiosos que le habían acatado . Los sucesos de Begoña no fueron la causa decisiva de la crisis, pero sí su detona nte, en el sentido literal de la palabra. Requetés y falangistas habían participado, desde la misma guerra civil, en frecuentes peleas de poca monta, sobre todo en las regiones donde el carlismo que cooperó tan activamente en la Cruzada mantenía un a presencia significativa e importante, como sucedía en Navarra y las Vascongadas. El 15 de agosto, festividad de Nuestra Señora de Begoña, se publicaban en Arriba, p or presiones de Serrano Suñer ejercidas a través de su colaborador Garriga, unas dec laraciones concedidas poco antes a la revista de propaganda alemana Macht und Wi lle desbordantes de germanofilia en aquellos momentos críticos en que Franco, como estamos viendo, había iniciado ya un viraje en sentido más equilibrado. En la basii ca de la Virgen de Begoña, cuya explanada había servido de observatorio al héroe carli sta Tomás Zumalacárregui cuando cayó mortalmente herido, se celebraba una misa en conm emoración de los requetés del Tercio vizcaíno de Begoña caídos durante la guerra civil. Se había convocado para ello una concentración de requetés y asistían a la misa dos minist ros, el del Ejército, general Varela, y el de Justicia, don Esteban Bilbao Eguía. Va rela era ferviente monárquico, oponente principal de Serrano Suñer dentro del gobier no y durante la Republica había sido uno de los instructores militares de los requ etés con vistas al futuro alzamiento. La tensión política entre Varela al frente de otr os generales y Serrano Suñer había alcanzado tal extremo que en aquel mismo verano, c omo informa el profesor Suárez en su equilibrada versión de los hechos, el ministro Arrese había sugerido a Franco una modificación del gobierno para eliminar esa confr ontación interna que impedía la marcha normal del que para Franco era principal órgano político, el consejo de ministros. Todavía en 1977, año de la publicación de sus Memorias, Serrano Suñer seguía pensando q ue los sucesos de Begoña resultaban confusos . Con motivo de la publicación de una versión mía anterior de este incidente, en 1993, recibí cart as interesantes pero contradictorias sobre el asunto. Voy a intentar ahora una r

econstrucción lo más ajustada posible a los hechos apoyándome en los datos fiables que dispongo. Lo que me parece incontrovertible es que el acto de Begoña era una concentración y una solemnidad organizada por los requetés, que acudieron en gran número y que los incidentes surgieron ante la presencia de unos militantes de Falange relacionad os con la División Azul a los que nadie había invitado y cuya presencia allí nadie exp lica. Por otra parte estos falangistas acudieron en un automóvil oficial de Falang e con las siglas FET y al menos uno de ellos iba armado con bombas de mano, nada menos, que no suelen ser accesorio adecuado para una presencia pacífica. Esto sup uesto me atengo a la carta del presidente de la Fundación División Azul señor Guillerm o Ruiz Gijón, para detallar el nombre de esos falangistas. Mi corresponsal publicó a demás el contenido de su carta en el periódico La Nación 1016 de febrero de 1993. El s eñor Ruiz Gijón no estuvo en el lugar de los hechos pero conocia muy bien a los test igos y dice que A Madrid llega la noticia de que regresan de Rusia los camaradas Virgilio Hernández Rivadulla y Mariano Sánchez Covisa. Quienes habíamos estado con ell os y habíamos regresado anteriormente por heridas recibidas en el frente, deciden (no dice decidimos) ir a Irún a recibirles. En el coche matrícula FET 51 salen Jorge Hernández Bravo y Luis Lorenzo Salgado, admiten de tercer pasajero, porque él lo pi de, ya que tiene interés en ir a San Sebastián y Bilbao, a Juan José Domíguerz Muñoz, alfére z jurídico que había participado brillantemente en la Cruzada 36-39, pero que no había estado en la División Azul. Asimismo va el chófer encargado del coche. Reciben en I rtin a los mencionados combatientes y regresan a San Sebastián. Era el sábado 14 de agosto de 1942 cuando llegan a Bilbao; por la tarde van a las barracas (verbena) : Reservan por teléfono la comida del domingo en Santurce y vuelven al hotel. La maña na del domingo deciden por la tarde ir a los toros y sacan las entradas en el te atro Amaya. Cuando están en la cola se encuentran con un divisionario de uniforme y después de contarse mutuamente sus circunstancias les pide por favor que si van a pasar por Begoña le lleven hasta allí. Como Mariano Sánchez Covisa se ha quedado en el hotel durmiendo, apretándose un poco más aceptan llevarle. Al llegar a Begoña paran en la iglesia y el divisionario se apea agradeciéndoles el favor. En ese momento están saliendo de la iglesia muchas personas y de inmediato despliegan cuatro gran des pancartas con estos reclamos: ~Viva el Rey! ~Viva Fal Conde! , Queremos una regenc ia legitimista! Mueran los traidores! (Hay testimonios fotográficos). Pancartas evidentemente provocadoras y ofensivas. Aquellas gente s se acercaron al coche de FET y a nuestros divisionarios falangistas. Luis Lore nzo fue agarrado y tirado al suelo, él había vuelto a España con una grave herida en e l estómago, los demás intentaron protegerle y defenderse y es entonces cuando se pro duce la explosión de una, no unas, bomba de mano expansiva, no de metralla, que pr oduce algunos heridos, ninguno grave, y que permitió que ellos pudieran volver al coche, que con las ruedas delanteras pinchadas dio vuelta y salió de allí. Fueron al taller Fco. Echevarría, donde dejaron el mismo con el chofer. Antes de salir del lugar de los hechos, se acercó a ellos el comisario de policía Arterio, que se ofrec e como testigo de vista de lo ocurrido. Llegó también en un coche de FET Verasátegui, jefe del SEU de Bilbao, y Hernando Calleja, subjefe provincial del Movimiento de Valladolid, que les acompañan voluntariamente a la comisaría ya que deciden formali zar las denuncia y declaraciones correspondientes de los hechos vividos. Esa mis ma noche les conducen a la cárcel y a las 48 horas en Consejo sumarísimo se les cond ena . El testimonio indica que cuando explotó la bomba el general Varela no había sali do aún de la iglesia. No tengo inconveniente alguno en aceptar varios datos importantes del escrito anterior. El principal inculpado, señor Domínguez Muñoz, no era divisionario sino alfér ez jurídico y excombatiente de la guerra civil. El testimonio no niega que la bomb a salió del grupo falangista pero no dice quién la arrojó, ni tampoco nos da el nombre del divisionario de uniforme al que llevaron hasta Begoña los falangistas. Dice que la presencia de los falangistas en Begoña fue casual y atribuye la provocación a las pancartas carlistas. Por su pate don Carlos Ibáñez Quintana, presidente de la Junta Señorial de la Comun

ion Tradicionalista y presente en el acto de Begoña envió a La Nación un escrito que no fue publicado, que niega la provocación de los carlistas, y afirma que la bomba salió del grupo falangista. El consejo de guerra, presidido por el general Castejón, condenó a muerte a los i nculpados Domínguez y Calleja; éste fue indultado por su condición de mutilado de guer ra, Domínguez fusilado en virrtud de la reciente disposición sobre atentados a los m inistros. El general Varela, en una primera impresión, tranquiliza a Franco y le a segura que todo ha sido una trifulca de jóvenes requetés y falangistas, no un atenta do a su persona. Luego Varela cree conocer motivos más profundos del incidente. Ha bla con el ministro de la Gobernación, Galarza y envia una circular a los capitanes generales en la que interpreta el incidente como agresión contra el Ejército . El escritor falangista David Jato y el equilibrado diplo mático Doussinague creen en una vinculación de los incidentes con la embajada aleman a. Serrano Suñer cree que el embajador Hoare apuntaba bien cuando dijo que el aten tado se organizó en medios falangistas de Valladolid. La agitación entre los altos m andos militares se encrespaba y Serrano Suñer no pudo evitar la ejecución de Domínguez Muñoz. López Rodó ha transcrito una dramática conversación entre Varela y Franco el 24 de agosto.; Varela se muestra insolente y reprocha a Franco haber sustituido el tr adicional Viva España por el Arriba España de Falange; Franco se remite a la sentencia d el consejo de guerra. Cuatro días más tarde los aliados saltan sobre las playas erizadas de Dieppe en s u primer tanteo frontal contra la fortaleza de Europa . Franco sigue mostrando en G alicia su proximidad a Arrese. Franco deja entrever su condena de las peleas mezq uinas, las torpes luchas entre hermanos El 23 de agosto el VI Ejército alemán alcanza el Volga por el sector norte de Stalingrado. Nadie podía imaginar que la poderosa Wehrmacht ya no avanzaría más allá del gran río de Rusia. Franco se dirige esa misma ta rde a una gran concentración de 140.000 falangistas en la Coruña a quienes invoca si gnificativamente: Camaradas del Ejército y de la Falange . El 26 de agosto José Luna Meléndez, vicesecretario general del Movimiento y parti dario de Serrano Suñer, dirige a sus compañeros de Salamanca un discurso lleno de ex presiones de lealtad personal a Franco. Esa tarde Franco llegaba al palacio del Pardo cuando tres acontecimientos casi simultáneos marcaban el horizonte exterior de España. Don Juan Beigbeder Atienza, ex ministro de Asuntos Exteriores, viaja po r los Estados Unidos, lejos ya de su inicial germanofihia; sale del frente para unas semanas de descanso la División Azul, con más de 1.400 muertos ya, que han sald ado de sobra la deuda de sangre de España con Alemania; y Gibraltar, con pleno con ocimiento de los españoles, empieza a convertirse en base avanzada para una gran o peración aliada de alcance estratégico que no tardará en revelarse. El entonces descon ocido general Dwight D. Eisenhower, jefe de las fuerzas norteamericanas en Ingla terra y responsable directo de la operación secreta Torch sabía ya entonces que España lo sospechaba todo bastaba asomarse a Sierra Carbonera y callaba. Años después recono cería: La benévola neutralidad de España representaba una verdadera complicidad . El 3 de septiembre de 1942 se producía uno de los más profundos y espectaculares cambios de escena en la política española contemporánea. Conviene repasar las importan tes mutaciones con la misma matización que se manifestó al hacerlas públicas. Primera noticia: Franco asume personalmente la presidencia de la Junta Política. El genera l Francisco Gómez Jordana, conde de Jordana, vuelve es una excepción poco repetida po r Franco- a su antiguo Ministerio de Asuntos Exteriores en sustitución de Ramón Serr ano Suñer, que por primera vez en 1937 se queda sin puesto ejecutivo alguno y desp arece ya para siempre del primer plano de la política española para entregarse a su actividad profesional como abogado en ejercicio, donde triunfaría plenamente. Uno de los jefes del ejército de África en la marcha sobre Madrid, luego Alto Comisario en Maruecos, el general Carlos Asensio Cabanillas, cambia la jefatura del Estado mayor Central por el ministerio del Ejército, en el que cesa el general Varela y pasa también a formar parte de la nueva Junta Política, cuyas reuniones se celebrarían ya en el palacio del Pardo. Asensio no quería ser ministro pero Franco se lo orde nó como un destino militar. Blas Pérez González, del Cuerpo jurídico militar, que interv

ino en el sumario por la rebelión de la Generalidad en 1934 (incluida la presunta culpabilidad de Azaña) y fiscal del tribunal Supremo es el nuevo ministro de la Go bernación que sustituye a Valentín Galarza Morante. el Técnico de 1932 y 1936. Pérez Gonzál z, canario, hombre de Martínez Fuset, había sido protegido del profesor republicano Felipe Sánchez Román y sirvió un destino en la guerra de África. Era catedrátíco de Derecho Civil y se salvó de milagro de una cárcel republicana antes de evadirse a Francia de sde donde en 1937 pasó a la zona nacional. Manuel Mora Figueroa, marino y falangis ta, sustituye al camarada Luna en la Vicesecretaria general de FET. La interpret ación de la crisis es evidente. Franco, en el plano interior, cierra filas, ataja previsibles fracturas políticas y termina a la vez con los dos polos de la rivalid ad Ejército-Falange que representaban Varela y Serrano Suñer. En el plano exterior e l conde de Jordana representa la moderación y la aproximación al campo aliado frente a la germanofilia de Serrano Suñer que ya no resultaba útil. El embajador Hoare aci erta esta vez al considerar a Jordana como un fervoroso defensor del interés español, pero muy simpatizante con la causa aliada . El periodista Garriga, afecto a Serra no Suñer, subraya: Hasta entonces Madrid había tenido la política exterior de Franco y Serrano Suñer. A partir del 3 de septiembre sólo existía la política exterior de Franco, servida por el general Jordana . El exministro de la Dictadura introduce inmediat amente significativos cambios en el palacio de Santa Cruz. Desaparece la guardia falangista, nombra subsecretario al inteligente diplomático José Pan de Soraluce, aún más aliadófilo que el propio ministro y acepta la dimisión del conde de Mayalde en la embajada de Berlín, para la que nombra a otro diplomático de carrera, Ginés Vidal y Saura. que llevará con supremo- y hasta ahora poco reconocido- tacto las dificilísimas relaciones con una Alemania en vísper as de agonía. Cortó inmediatamente Jordana los excesos propagandísticos pro Eje en que se debatían las instituciones dependientes de Asuntos Exteriores, como el recient e Consejo de la Hispanidad. En cuanto a la caída de Serrano Suñer abundan los epitafios. El propio interesado al enjuiciarla (lo que hace, justo es decirlo, con notable serenidad) cree que se trata de un simple avatar de política interior. Completamente fuera de tono, el embajador Hoare habla en este caso de justicia poética pero la cita de Rus in sobra ; se trata de una aplicación de pragmatismo político. Serrano Suñer subraya, con razón, el testimonio del general alemán Jodl, que en su discurso de noviembre de 1943 a l os jerarcas nazis reunidos en Munich, da como razón básica de la inevitable derrota alemana la frustración del plan alemán de hacer entrar a España en la guerra y apoderar se de Gibraltar, a causa de la resistencia del jesuita ministro español de Asuntos E xteriores (Exacta trascripción de Garriga). Pero para un personaje con la talla his tórica del primer colaborador político de Franco conviene anotar dos epitafios que d esvanezcan definitivamente las tergiversaciones de sus enemigos. Uno, algo antic ipado, de Ciano, tras el último viaje del ministro español a Italia: Se ha ido Serran o. Nunca es útil una visita demasiado larga, porque aburre; quizá aburra a invitado y anfitrión; con seguridad, al anfitrión . Otro del propio Adolf Hitler: Si hubiese ten ido oportunidad, Serrano Suñer se las hubiera ingeniado poco a poco para aniquilar a la Falange y restaurar la monarquía. Su desgracia la ha precipitado mi reciente afirmación de que era un... Estoy seguro de que le aguijoneaba el clero. Planeaba una unión latina de Francia, Italia y España para aliarlas después con Inglaterra, to do lo cual hubiera recibido las bendiciones del arzobispo de Canterbury, con un poco de condimento comunista para mezclarlo bien. Comenta con precisión el profesor Proctor: Esta diatriba demuestra que estaba Hitler tan equivocado respecto a Serrano y la política exterior española como muchos otros extranjeros . Hasta muchos años después no hemos sabido que el causante de la eliminación política de Serrano Suñer en 1942 fue el subsecretario de la Presidencia Luis Carrero Blanc o. Franco se daba por satisfecho con las sustituciones militares indicadas y no pensaba cesar a su cuñado. El testimonio de Carrero, confirmado por López Rodó (y por el propio Carrero al autor de este libro, poco antes de su muerte) me parece def initivo. Carrero le indicó (a Franco) que, a su juicio, es necesa rio el relevo de otro ministro; el de Asuntos Exteriores, Serrano Suñer, que po

r su condición de presidente de la Junta Política era la persona más destacada del par tido. Carrero argumentó una teoría de compensaciones, de equilibrio, para añadir lo qu e él mismo me refirió: No puede haber vencedores ni vencidos. Si después de lo ocurrido no sale del gobierno Serrano Suñer, los españoles dirán que quien manda en este país es él y no V.E. . Franco reaccionó en el acto; cayó Serrano Suñer y él asumió personalmente la residencia de la Junta Politica, tal como le había recomendado Carero en su inform e del mes de mayo anterior. López Rodó cree que este episodio fue el desenlace del enf rentamiento entre Serrano y Carrero ante Franco desde el otoño de 1940, por dos mo tivos: su visión contrapuesta de la postura de España ante la segunda guerra mundial y su distinta concepción del Estado . Mientras Serrano había elaborado una ley de orga nización del Estado sin referirse a la Monarquía, con preponderancia de la Junta Polít ica y clara tendencia totalitaria, Carrero, en su informe del 28 de septiembre d e 1942, habla a Franco de la creación de un sector en el que probablemente entra un a parte de los altos mandos del Ejército, que considera la restauración monárquica nec esaria y solución de todos los problemas del momento y del futuro. . Denuncia Carrer o que este sector ha convencido a don Juan de que todo el mundo desea su venida y que sólo Franco se opone, y hace una revelación singular: Es evidente que V.E. ha p odido coronarse rey de España, y desde mi punto de vista personal creo que nunca más clara la designación providencial del rey tradicional como en el caso de V.E., pe ro V.E. no ha querido tal cosa . En vista de ello Carrero opina que no hay otro rey que don Juan y que Franco debe entrevistarse urgentemente con don Juan para log rar con él un acuerdo perfecto . Carrero trata de evitar a toda costa un manifiesto de don Juan y recomienda, como enlace, a Juan Antonio Suanzes. Para cerrar este complejo episodio de Begoña y la caída de Serrano debo reproduci r aquí por vez primera un testimonio, que creo muy importante y fidedigno, de mi d istinguido amigo don Fenando Alvarez Ossorio, comunicado en su mansión de la huert a valenciana el 31 de octubre de 1994 y reiterado, casi exactamente con las mism as palabras, cinco años después. En 1942 Fenando Alvarez Ossorio era jefe del SEU de Madrid y estaba en el frente ruso dentro del servicio de información del general Muñoz Grandes en la División Azul. Inmediatamente después del atentado en Begoña y las d estituciones de Varela y Serrano Suñer Muñoz Grandes le envía a la embajada de España en Berlín para que se enterase de lo que pasaba en España. Era embajador Mayalde (ya d imisionerio, n. del A.) y Alvarez Ossorio se encontró en la embajada con el ex min istro vicesecretario Pedro Gamero del Castillo que deseaba visitar a Muñoz Grandes para proponerle un plan británico sobre la transición a la Monarquía. Don Juan sería Rey pero con Franco como jefe del gobierno en la tra nsición a la democracia. Muñoz Grandes sería ministro de Defensa con los tres Ejércitos, dado el gran prestigio que tenía entones en Alemania y entre las Fuerzas Armadas. Gamero venía de Lausana donde don Juan, informado del plan británico, había dado su c onformidad. Pero Gamero no pudo ver a Muñoz Grandes porque la GESTAPO le dio 24 ho ras para salir de Alemania y entonces encomendó la misión a Alvarez Ossorio.

Alvarez Ossorio regresó inmediatamente al frente ruso y comunicó el plan a Muñoz Gr andes que le respondió con estas palabras: Prefiero ser el último general de división d e Franco que ministro de Defensa de una Monarquía desacreditada y servidora de Ing laterra . Estaba profundamente dolido con Inglaterra por su permanencia en Gibralt ar. Al regresar pronto a España Fernando Alvarez Ossorio fue llamado por Carrero q uien le demostró que conocía toda la operación y le preguntó cuál había sido la reacción de M z Grandes. Al explicársela Alvarez Ossorio replicó Carrero: Ya me quedo tranquilo . Par a explicar, en fin, la mentalidad de Franco y su identificación con los ideales de l tradicionalismo (lo que influyó sin duda en el tratamiento de los sucesos de Beg oña) me parece de suma importancia la conferencia del notario y excombatiente en u n Tercio de requetés don Javier Nagore Muñoz en la Gran Peña (mayo de 2000 Franco y lo s principios de la Tradición . 1 Para la caída de Serrano ver sus Memorias, op. cit., p. 364s . Esencial el te stimonio de Garriga en Las relaciones secretas...op. cit. p. 377s. Datos sobre v isita del agregado naval Alvaro Espinosa en Ignacio Espinosa de los Monteros , E l silencio es Historia, enviado por su autor. Las citadas obras de los embajador

es Hayes y Hoare pueden ilustrar este epígrafe. Luis Suárez analiza con equilibrio t odo el problema en España, Franco...op. cit. p. 397., con especial interés en el res tablecimiento de las Cortes. Suárez lleva su comprensión hasta el extremo de citar a J. Tusell. Manuel Valdés en De la Falange..., op. cit., p. 221s. Desde este momen to es capital el testimonio de López Rodó en La larga marcha..., op. cit., p. 503s. Para todo el epígrafe R. Proctor, La agonía..., op. cit., p. 199s. Desde ahora no po dremos prescindir del testimonio de Gil Robles en su citada obra La Monarquía..., p. 18s. Para las evoluciones de D. Ridruejo ver su libro citado Casi..., p. 236s . Actuación de Varela en José María Pemán, Un soldado en la Historia, 1954, p. 285. Cont extos de la segunda guerra mundial en nuestra fuente habitual de Hüber y Müller. Par a todo el epígrafe Kindelán, La verdad..., op. cit., p. 204s. David Jato, La rebelión de los estudiantes, Madrid, 1968 p. 448s.Sobre Blas Pérez ver R. Garriga, Los vali dos de Franco, Barcelona, Planeta, 1981, p. l28s. Testimonios directos de los seño res Ruiz Gijón y Alvarez Ossorio en el archivo del autor... LA CARTA DE ROOSEVELT A FRANCO Desde el día 17 al 21 de septiembre de 1942 Franco preside el más largo consejo d e ministros de toda su vida. Se examina la situación exterior, preñada de nuevos pel igros atlánticos; como se sabría después uno de los puntos de apoyo previstos para la Operación Torch de los aliados sobre el norte de África eran precisamente las islas Canarias. En cuanto a política exterior reza la declaración del gobierno para la sigui ente etapa el gobierno reafirma la orientación sostenida durante los seis últimos años, consecuente con el espíritu de nuestra Cruzada, con el sentido anticomunista de n uestro Movimiento y con los imperativos del nuevo orden europeo, y motivada por nuestra estrecha relación con Portugal y por nuestra solidaridad histórica con los p aíses hispanoamericanos . Varios de estos países se hallaban en guerra formal con el P acto Tripartito y con la aproximación de España a ellos se paliaba el reconocimiento , por lo demás ineludible, de que Alemania y sus divisiones seguían en los Pirineos dispuestas a aplicar el plan Ilona en cuanto recibieran la orden si los aliados in tervenían en la Península o sus archipiélagos. En el orden interno continuaba el comunic ado y ante los sucesos ocurridos (no cabe más precisa indeterminación) el gobierno ad opta la firme decisión de mantener la unidad espiritual de los españoles . La declarac ión pasa rápidamente revista a los problemas económicos, de suministros, y revela que h a quedado reducida a una tercera parte la población penal española . Y no precisamente por la ejecución en masa de las otras dos terceras partes, como intentan demostrar los jenízaros del antifranquismo histórico radical y los profetas a estas alturas de la venganza. Flotaba en el ambiente exterior e interior de España y dejaba ya de ser un secr eto a voces el flirt con los aliados en vísperas de que abrieran, por necesidades estratégicas y apremiante presión soviética, su segundo frente occidental, la operación Torch. En pleno consejo de ministros estalla, el día 19 de septiembre, una tremend a noticia: la motonave española Monte Gorbea desaparece en el Caribe torpedeada po r un submarino alemán. España protesta con dureza contra el implacable aviso de Alem ania y el entusiasta equipo del embajador Hayes en el que Manuel Valdés concede ext raordinaria importancia al consejero Beaulac canaliza con habilidad la sorda indi gnación española ante el suceso. El célebre periodista Emmet Hughes llega a Madrid par a hacerse cargo de los servicios de prensa en la embajada; se instala en la Casa Americana, cada vez más frecuentada por la juventud madrileña, entre la cual a vece s acude discretamente con sus amigos una bella muchacha a la que casi nadie llama ya Carmencita sino Carmen F ranco. Se reparte profusamente en España, con gran éxito, una edición española del Reade r s Digest revista que por entonces se consideraba en Washington como una especi e de propaganda mágica y de instantáneos efectos de la american way of ltfe, mucho más atractiva, desde luego, que la soporífera propaganda alemana. La primera visita q ue hace el conde de Jordana fuera del Ministerio es el 29 de septiembre a la emb ajada americana, con motivo de la escala técnica en Madrid del embajador especial ante el Vaticano, Mirón Taylor. Al día siguiente Franco le recibe en el Pardo y conv ersa con él en presencia de Hayes y Jordana ante fotografías dedicadas del Papa y de Mussolini. Franco expone a los dos embajadores su teoría de las tres guerras, ins

iste en que el gran enemigo de los aliados no es Alemania sino la URSS. Taylor s e siente obligado a disentir y Franco, recuerda Hayes, escucha con próxima y respet uosa atención . El profesor de Columbia dice: Yo descubriría más tarde que el ladrido del Caudillo es más duro que su mordisco . De hecho Hayes hace en esos mismos días un mar cado favor histórico a Franco y a España: a fuerza de insistir ante Roosevelt logra que se descarten definitivamente las Canarias como objetivo marginal dentro del gran desembarco en África. Termina el mes de septiembre. El general Rafael García Valiño sucede al ministro Carlos Asensio Cabanillas como jefe del Estado Mayor Central, Sin ruido y sin co mentarios quedan clausurados en Madrid los locales de Cultura Española, antes Acción Española. Juan Antonio Ansaldo intensifica de cara al final del año sus actividades conspiratorias a favor de don Juan. El mes de octubre de 1942 vive la tensa calma que precede a la tormenta atlánti ca. El mundo contiene el aliento en espera del segundo frente sobre el que circu lan por todas partes toda suerte de conjeturas, casi todas con referencia a la P enínsula Ibérica. Suanzes, presidente del INI y el marqués de Urquijo viajan a Alemani a para intentar adquirir equipos básicos de síntesis de abonos y carburantes; firman un acuerdo para el suministro de plantas industriales cuyo plazo de entrega, im puesto por la guerra, se alarga a dos años. Aun así muy pronto se anunciará la creación de la Empresa Nacional Calvo Sotelo para la explotación de las pizarras bituminosa s de Puertollano y los lignitos de Teruel, no se trataba de dictados germánicos en pos de la autarquía sino de una estricta necesidad de autoabastecimiento aunque f uera parcial, en productos imprescindibles. Los preparativos, nada discretos, de la operación Torch siembran la alarma en el ministerio de Asuntos Exteriores, al que confluyen, además, documentados informes del embajador en Vichy, Lequerica, sobre la incli nación cada vez más proaliada y gaullista de las colonias y territorios franceses de África; Franco valora altamente estos informes, confirmados muy pronto por la rea lidad y el ambiente de un nuevo teatro de operaciones. Los informes de Lequerica desmienten su adhesión a la causa alemana que sus enemigos le atribuyen y explica n, según un observador próximo, el diplomático Doussinegue, el nombramiento posterior de don José Félix como ministro de Asuntos Exteriores. Lequerica deseaba la victoria alemana pero reconocía la situación real de Francia y sus dependencias de ultramar. Era una actitud parecida a la de Franco. El 3 de octubre Franco clausuraba en E l Escorial el II Consejo Nacional del Frente de Juventudes. Rememora allí la señalad a coincidencia histórica de señaladas festividades religiosas en la guerra civil, co mo el paso del Estrecho, la batalla de Brunete, la ofensiva sobre Cáceres detenida en Guadalupe, la defensa de Aragón en torno al Pilar, la catedral-bastión de Oviedo las presas milagrosas de barcos enemigos . Entre sus habituales invocaciones a la disciplina y a la unidad, afirma: Nosotros no condenamos al marxismo ni al comuni smo por cuanto encierran aspiraciones de tipo social, que no sólo compartimos sino superaremos . Preside el día 8, en Colmenar Viejo, las maniobras de invierno de la XI División, mandada ahora por el duque de Sevilla. Equilibra la presencia no muy d efinida políticamente del nuevo ministro de la Gobernación con un coronel Valladares co mo subsecretario y un falangista del grupo Girón, Carlos Pinilla, en la dirección de Administración Local. En el antiguo retiro de Azaña, la Quinta del Pardo, a no much a distancia de su residencia, Franco inaugura el 19 de octubre la academia de in structoras de la Sección Femenina Isabel la Católica . Dentro de la reorganización de Asu ntos Exteriores Raimundo Fernández Cuesta es trasladado de la embajada en Río a la d e Roma. Durante este tenso mes de octubre la conspiración monárquica con plena cooperación i nglesa se centra en un objetivo político: lograr que don Juan de Borbón firme un Mani fiesto de ruptura con Franco. Así lo revela Pedro Sainz Rodríguez en Lisboa al embaj ador del Reino Unido en Madrid, sir Samuel Hoare, y a don José María Gil Robles, con quienes se reúne el 3 de octubre. Sainz Rodríguez insiste en su plan de instalar un gobierno nacional monárquico en Canarias o en el norte de África bajo la protección a líada. Hoare está de acuerdo; Gil Robles se muestra más reticente y aunque dice no par

ticipar en conspiración alguna, escribe a don Juan para aconsejarle moderación frent e a otros consejeros Sainz, Vegas, Ventosa que le piden un gesto espectacular de rompimiento con Fra nco. La prudencia de Gil Robles contrasta con el apresuramiento de los demás consejeros de don Juan, ignorantes, a lo que se ve, del enorme riesgo que sup ondría permitir la instalación británica en las Canarias y la proclamación de un gobiern o español amparado en los cañones de la escuadra británica. Todos ellos conocían bien la Historia; ¿no recordaban que al principio del siglo XVIII el almirante Roo e se a poderó de Gibtraltar en nombre de un pretendiente al trono de España, el archiduque Carlos de Austria? El 23 de octubre el general Bernard Law Montgomery, al frente del VIII Ejército británico, ataca a Rommel entre las marismas y el Mediterráneo en El Alamín; el zorro del desierto resiste heroicamente durante casi dos semanas. En Madrid Jordana r edobla sus notas, cada vez más enérgicas, sobre la inexistencia de bases aliadas en territorio canario; arrecia la campaña de la prensa americana -movida por grupos e xiliados y por el 088 para preparar una cobertura amarilla (con técnicas de la guerra del 98) a un desembarco aliado en Canarias, que arrastraría consecuencias políticas y estratégicas imprevisibles sobre todo si se establecía un gobierno de oposición ant ifranquista en territorio español ocupado. El tema principal de esta ofensiva de p ropaganda era identificar la guerra civil española con la segunda guerra mundial; por artificial y superficial que resultara tal identificación, la credulidad de la opinión aliada ante tal propaganda revelaba unas tragaderas tan anchas como la de las masas germánicas ante los excesos deformadores de Hitler y de Goebbels. Franc o no asistió este año a los actos conmemorativos de la fundación de la Falange pero in augura al día siguiente, 30 de octubre, un grupo mixto de Auxilio Social. El mismo día el embajador norteamericano Hayes comunica oficialmente al conde d e Jordana y lo ratifica poco después que las campañas de propaganda antiespañolas en Améri ca no representan, en modo alguno, la política del gobierno de los Estados Unidos d e América . La larga nota garantiza la integridad del territorio español y afirma que no se emprenderá acción alguna contra él. La nota está personalmente autorizada por el P residente como comandante supremo de las Fuerzas Armadas. Se trata de un importa ntísimo documento que explica la relativa tranquilidad de Franco en los días siguien tes. El 1 de noviembre de 1942 se celebran en España, sin publicidad excesiva, las p rimeras elecciones después del 16 de febrero de 1936 porque ni siquiera en la zona republicana, donde subsistieron nominalmente las instituciones democráticas tuvo lugar elección alguna. Los sindicatos, municipios y corporaciones varias designan, tímida pero irreversiblemente, sus representantes en las nuevas Cortes. Llegan casi a la vez a las embajadas aliadas en Madrid las últimas consignas pa ra actuar en el momento del desembarco en África, que se anunciaba en las misivas secretas con un nombre clave: Thunderbird. Los diplomáticos británicos y norteameric anos queman sus documentos y se preparan para un eventual abandono de España si ésta se ve abocada, según muchos de ellos vaticinaban, a entrar por fin en la guerra m undial. Un singular episodio pudo cambiar la historia de esa guerra en vísperas del gra n desembarco aliado. Cuando la operación Torch ya se había puesto en marcha, un mens ajero inglés, con destino Gibraltar, ayudante de órdenes del general Clar , aparece muerto después de caer y hundirse su avión en la playa gaditana de La Barrosa. El test imonio del almirante Fernández de Bobadilla aclara definitivamente el asunto. Los d ocumentos dice se llevaron a Madrid, se fotografiaron y se cerraron los sobres y n uevamente se avisó a Gibraltar que vinieran a recoger a Cádiz el cadáver y los documen tos intactos. Contenían los planes del desembarco aliado en África del Norte. Se com unicó todo a los alemanes, que no creyeron nada . No hay que confundir este episodio el mensajero y el mensaje eran auténticos con el hallazgo de otro cadáver antes del d esembarco en Sicilia en mayo del 43, que se describe en la película El hombre que nunca existió, y que fue un gran truco de los británicos como veremos en su momento.

La segunda comunicación de Carlton Hayes al gobierno español con las garantías explícit as sobre respeto a la neutralidad española y al territorio y que como acabamos de decir confirma la nota de 30 de octubre, lleva la fecha del 2 de noviembre. Está agonizando la resistencia de Rommel en El Alamín ; de pronto en la madrugada del 3 de noviembre Montgomery advierte que el enemigo ha desaparecido y se lanz a al desierto en su busca. El mando alemán va abandonando fríamente, una tras otra, a las divisiones italianas con tal de salvar lo más importante del Afri a Korps. C omienza, pues, el retroceso del ala derecha del Eje, la africana, mientras el al a izquierda, el VI ejército del general von Paulus, avanza metro a metro entre las calles calcinadas de Stalingrado. En la España de noviembre Azorín publica una obra sintomática, Sintiendo a España, Carmen de Icaza conmueve a las señoras de la mejor s ociedad con Vestida de tul y la gente menuda se agolpa en los cines ante los epi sodios de Los tambores de Fu Manchü. En el consejo de ministros, tenso por la situ ación inminente en el Atlántico y en los Pirineos, que se celebra el 4 de noviembre en el Pardo, el conde de Jordana termina así su informe: El ministro de Asuntos Ext eriores que suscribe tiene que manifestar su esperanza en Dios . La noche del 7 al 8 de noviembre de 1942 es una de las más largas en la histori a contemporánea de España. Poco después de la media noche, a las cero horas del día 8, u na poderosa armada anglo-americana vuelca una irresistible fuerza de invasión sobr e las playas del Marruecos francés y Argelia, desde Agadir en el Atlántico a Bona en el Mediterréneo. Los embajadores aliados en Madrid han recibido veinticuatro hora s antes la alerta Thnderbird y de acuerdo con sus precisas instrucciones se disp onen a actuar. Carlton Hayes despierta al conde de Jordana a la una de la madrug ada. El ministro le recibe poco después, en bata, pero durante la media hora trans currida entre el telefonazo y la entrevista ha podido hablar con Franco, quien d esea, ante todo, conocer lo esencial del asunto antes de recibir, como Hayes había pedido ya por teléfono a Jordana, al embajador. Hayes se niega a revelar el conte nido de su misión al ministro, quien sale al pasillo de su casa para llamar a Fran co; desde el Pardo se le contesta, según lo previamente convenido, que Franco esta fuera de Madrid, en una cacería y no regresará hasta primera hora de la mañana siguie nte, extraña hora, por cierto, para volver de caza. El secreto se guardó tan bien qu e cuando años más tarde Hayes escribió sus vivas memorias de aquella noche se seguía cre yendo el cuento de la cacería. Ante esta inevitable dilación y el profundo temor que expresa el rostro de Jordana, el embajador americano, que es hombre de corazón, a delanta el grueso de su noticia: lleva una carta personal del presidente Rooseve lt a Franco en la que se garantizan la integridad territorial y la neutralidad d e España a lo largo de la operación que se está desencadenando sobre Marruecos y Argel ia desde un par de horas antes. Jamás conoció Hayes un alivio como el de Jordana al exclamar: luego España no está complicada .El almirante Fontán me contó muchos años después Franco pasó en la capilla del palacio del Pardo el resto de la noche. El embajador se despide de Jordana hasta primera hora de la mañana. Jordana com unica inmediatamente con Franco y llama a los ministros militares para evitar cu alquier desliz local en el protectorado español y sobre todo para prever en el Pir ineo cualquier súbita reacción alemana como la que muy poco después se abatió para desgr acia de la Francia de Vichy hundida, como su flota de Tolón, por efecto indirecto d el desembarco aliado . A las nueve de la mañana el Caudillo recibe al embajador en E l Pardo Franco lee despacio la carta de Washington. Documento importante, sin du da, pero para el curso de la historia de España y la trayectoria de Franco quizá lo esencial sean las tres primeras palabras en la dramática mañana del 8 de noviembre d e 1942: Querido general Franco . La carta seguía así: Por tratarse de naciones amigas en el mejor sentido de la palabra, por desear sinceramente tanto usted como yo la continuación de tal amistad para nuestro biene star mutuo, quiero manifestarle sencillamente las razones que nos han forzado a enviar una poderosa fuerza militar americana en ayuda de las posesiones francesa

s de África del Norte. Tenemos información precisa sobre el hecho de que los alemane s e italianos intentarían, en fecha próxima, la ocupación del norte de África. Su gran e xperiencia militar le hará comprender que es preciso que acometamos sin demora est a empresa después de la defensa de América del Norte y del Sur, para evitar que el E je se adelante en esa ocupación. Envío un poderoso ejército a las posesiones francesas del Norte de África y del protectorado francés de Marruecos con el solo fin de defe nder a América y evitar el empleo de esas regiones por Alemania e Italia, confiand o en que se verán de este modo salvadas de los horrores de la guerra. Espero que u sted confíe plenamente en la seguridad que le doy de que en forma alguna va dirigi do este movimiento contra el gobierno o pueblo español ni contra Marruecos u otros territorios españoles, ya sean metropolitanos o de ultramar. Creo también que el go bierno y el pueblo español deben conservar la neutralidad y permanecer al margen d e la guerra. España no tiene nada que temer de las Naciones Unidas. Quedo, mi quer ido general, de usted buen amigo, Fran lin D. Roosevelt . Las órdenes de Franco a Jordana y a los ministros militares están claras en el te stimonio de Franco Salgado: Estar atentos a las reacciones de los ejércitos en luch a de un lado y del otro, vigilando mucho los movimientos del ejército alemán que ocu paba el mediodía de Francia. La observación y vigilancia de nuestra frontera con Fra ncia debería vigilarse, y lo mismo las defensas de Canarias. El Generalísimo seguía mu y atentamente la marcha de los acontecimientos. Recuerdo que de cuando en cuando repetía lo que otras veces me había dicho: Si Hitler no respeta nuestras neutralidad , instantáneamente pondré todos los puertos españoles a disposición de los aliados . Hemos acumulado en este libro testimonios de fuentes diversas y seguras, desde Beigbe der a Franco, así como reconocimientos expresos de estas posiciones, entre los que destaca la certera investigación de Halstead. Sabemos también que los dos beligeran tes llegaron a convencerse de que España se defendería contra quien la atacase, sin la menor vacilación. Los documentos y testimonios diplomáticos, de Doussinague para abajo, corroboran esta tesis. La posición de España era débil pero la historia de las guerrillas vino a corroborarla. Y funcionó. Para completar el efecto de la carta de Roosevelt las garantías británicas siguie ron inmediatamente en el mismo sentido. Cuando a las pocas horas del día 8 de novi embre se supo que las divisiones alemanas acantonadas en los Pirineos no reaccio naban con un ataque contra España la guerra mundial quedó defmitivamente descartada del horizonte español. Quedaban aún amagos y peligros por parte de los dos beligeran tes pero ya eran sólo la resaca del peligro total que ahora se desvanecía. Los 150.0 00 soldados españoles y jerifianos del Ejércitro de África, mandados desde pocas seman as después por el general Juan Yagüe Blanco, vigilaban pero no tuvieron que interven ir. Lo que esta actitud supuso para el curso de la guerra mundial ha quedado cla ramente expuesto en las memorias del general Eisenhower, jefe de la fuerza aliad a de desembarco, y en los discursos de sir Winton Churchill. Frente a semejantes testimonios y realidades las invectivas de los historiadores de la propaganda a ntifranquista se quedan en simples ladridos al margen de la Historia. Al día siguiente, 9 de noviembre, el general Giraud se evade de Francia y se pr esenta en Argel, donde comienza su lucha política, perdida de antemano, contra el absorbente Charles de Gaulle para el control de la Francia Libre. El ministerio español de Asuntos Exteriores comunica a los españoles la buena nueva: S.E. el jefe del Estado y el ministro de Asuntos Exteriores han recibido del p residente de los Estados Unidos y del gobierno de S. M. garantía escrita de que se rán respetados plenamente los territorios españoles continentales e insulares , con ex presa inclusión del protetorado de Marruecos y la ciudad de Tánger. A partir del 8 de noviembre de 1942 la guerra mundial cambia de signo; la nue va circunstancia estratégica española puede encajar perfectamente, sin traumas inter iores ni exteriores, porque en ella confluye todo el proceso de viraje iniciado en la primavera anterior. El teatro militar y político de la guerra se ajusta inme diatamente a la nueva realidad del Mediterráneo. El 11 de noviembre Vichy se desmo

rona; los alemanes ocupan en doce horas la zona hasta entonces no controlada dir ectamente en Francia sin más obstáculos que algunas protestas verbales. Esa es preci samente la fecha del primero y prudentísimo editorial de Arriba en que por primera v ez admite el diario oficioso la posibilidad de una victoria fmal en contra del E je y el Japón. Se crea en Madrid la Escuela Diplomática y el duque de Alba logra una importante victoria en Londres en colaboración con Winston Churchill, quien a los postres de un banquete ofrecido por el Lord Mayor de la capital dice: Sin duda habréis leído la declaración del presidente Roosevelt que ha sido solemnemente su scrita por el gobierno británico, sobre el estricto respeto con que los Estados Un idos de América y la Gran Bretaña consideran los derecho de España y Portugal. Respect o a estos países nuestro único deseo es que sean libres e independientes y que gocen de paz. Gran Bretaña y los Estados Unidos harán todo lo que puedan para facilitar l a vida económica de la Península Ibérica. Los españoles principalmente, después de todos s us sufrimientos, necesitan y merecen la paz .Sin embargo a partir de aquella noche la frontera de España con Alemania no correspondía sólo a un departamento francés sino a toda la línea de los Pirineos desde Irún a Port-Bou . EL GRAN TESTIGO VUELVE DE LA HISTORIA El autor de este libro recibe a veces ayudas para su investigación que sólo puede calificar de providenciales. Cuando estaba a punto de dar a la imprenta uno de mis primeros libros históricos, el de 1969 sobre los antecedentes de la guerra civ il, don José María Gil Robles me hizo el honor de enviarme su libro magistral No fue posible la paz recién aparecido, que me impulsó a variar sustancialmente muchas págin as pero enriqueció esa investigación con un testimonio de primera magnitud. Acaba de sucederme lo mismo con este trabajo biográfico sobre Franco. Un amable amigo me h ace llegar uno de los libros fundamentales seguramente el más importante de todos e n cuanto a valor testimonial sobre Franco y España durante la segunda guerra mundia l, que yo había buscado durante mucho tiempo sin conseguirlo. Totalmente agotado, lo encontró en un saldo de Internet y 1 Antecedentes y consecuencias del desembarco aliado en África en C.Hayes, Wart ime misión in Spain, Toronto, MacMillan, 1945, y C. Burdic , Germanys..., op. cit. , p. 166s. Avances de la conspiración monárquica en octubre, Gil Robles, La Monarquía. .., op. cit., p. 19s. Nota americana del 30 de octubre y ratificación en Sancho Go nzález, España..., op. cit., p. 236s. Episodio del cadáver con documentos en carta del almirante Fernández de Bobadilla, 1973. Además de nuestra habitual consulta a Hüber y Müller, para el desembarco, cfr. V. Morales Lezcano, Historia de la no beligeranc ua...op. cit. p. 193s. Carta de Roosevelt en L. Suárez, España, Franco..., op. cit., p. 432y para todo el episodio. Testimonio de los hijos del conde de Jordana y d el almirante Fontán sobre la actitud de Franco la noche del 7. F. Franco Salgado, Mi vida..., op. cit., p. 304. Brindis de Churchill en Rodríguez Moñino, La misión..., op. cit. acaba de llegarme. Me refiero al testimonio del embajador Willard L. Beaulac Franco, silent ally in world war II que me ha dejado toda una noche sin dormir p ero bien merecía ese precio. Mi primera sensación al terminarlo es la de haber aprobado un dramático examen de reválida ante el más exigente y competente de los tribunales. El señor Beaulac a quien llamo embajador porque fue nombrado para ese puesto en Paraguay al término de su destino en España entre 1941 y 1944 coincide, una por una y sin que ninguna falte, con todas las tesis y episodios que se han narrado en este capítulo de España en la guerra mundial, sin una sola discrepancia. Y es un testigo capital; llegó como con sejero de la embajada de los Estados Unidos al fin de la embajada Weddell y dese mpeñó ese puesto durante gran parte de la de Carlton Hayes. En varias ocasiones actuó como encargado de negocios. Trató a fondo con dos ministros españoles: Serrano Suñer y Jordana. Pese a la enorme importancia de este testimonio los historiadores no han hech o de él el uso debido. Creo que hasta un maestro tan relevante como el profesor Lu

is Suárez no le aprovecha a fondo. Paul Preston conoce el libro pero no se enfrent a a la ineludible tarea de analizarlo. Javier Tusell, y pido perdón si me equivoco , le cita pero no demuestra haber leído más que el título. Es tan conservador -dice que llama a Franco aliado secreto . Ese es el título pero no el riquísimo y documentadísimo contenido. Y un historiador que ha estudiado seriamente el conservadurismo no de bería utilizar el término conservador de forma tan inadecuada y ligera. El libro de Beaulac no es un ensayo histórico. Ofrece una magnífica bibliografía fu ndamental y todas sus citas son precisas y exactas pero no incluye notas a pie d e página. Porque es, por encima de todo, un testimonio personal directo y en mi op inión, irrefutable y definitivo. En años jóvenes frecuenté la Casa Americana en Madrid, a la que se refiere Beaulac. Conservo un borroso recuerdo de su figura y de su b ella esposa Carroll; pero traté mucho más al embajador Hayes, su esposa y sus hijos. Beaulac, cuyo apellido denota una noble ascendencia francesa, dominaba el caste llano por sus anteriores servicios en Iberoamérica y demuestra un conocimiento de España, su historia y su ambiente en los años cuarenta que me parece inigualable. Su libro merece una urgente traducción al castellano y trataré de ocuparme de ello. El libro se abre con la llegada de las fuerzas alemanas a la frontera española de IrúnlHendaya el 27 de junio de 1940. El objetivo estratégico del Eje durante la g uerra con respecto a España fue la entrada de España en esa guerra; el objetivo de E spaña fue no entrar en la guerra. Este designio no se expresó en proclamas ni docume ntos formales de entonces, que hubieran provocado el efecto contrario pero los b ritánicos y los norteamericanos dedujeron correctamente entonces mismo que la verd adera actitud de España era la indicada. La mayoría de la opinión y la prensa en los E atados Unidos parecía ávida de seguir luchando en la guerra civil española que ya había terminado, y por supuesto en el bando republicano. Pero Alemania acabó por desconf iar de España e indignarse con ella. Gran Bretaña y Estados Unidos consiguieron una gran victoria en España, de la que no se ha hablado; pero no fue sólo una victoria d e ellos sino sobre todo una victoria de España (pág. VIII) Sin la actitud de España la guerra mundial podría haber terminado con la victoria alemana. Otra cosa es que Franco creía en la victoria alemana y en junio de 1940, cuando Alemania había destruido a Francia, Franco hizo ver a Hitler, sin mucha prisa, qu e podría considerar la entrada de España en la guerra, pero no sin importantísimas con diciones para el suministro de armas, pertrechos y aprovisionamiento que Alemani a no concedió. A las pocas semanas Alemania hizo lo imposible para conseguir la en trada de España en el conflicto pero nunca obtuvo ese resultado. Beaulac describe a Demetrio Carceller como un germanófilo inicial que se volvió aliadófilo al contacto con la realidad. Le entrevista de Franco y Hitler en Hendaya, los viajes de Serr ano Suñer antes y después a Alemania mantuvieron cerrado el paso a Alemania y no per mitieron que realizase su plan para la conquista de Gibraltar y África del Norte. (Beaulac estuvo presente en numerosas negociaciones desde su llegada a España en 1 941; y prueba sus tesis con el testimonio personal y una impresionante aportación de documentos, cuyas fuentes se citan en el elenco bibliográfico). Por la firme y agotadora resistencia española Hitler tuvo que aplazar y luego cancelar la Operación Felix. Beaulac sirvió al embajador Weddell y luego al embajador Hayes que no habl aba español; Beaulac hizo de intérprete y es testigo de todos los momentos important es de la relación España-USA. (p. 19). Beaulac acepta la tesis española de que las fue rzas armadas de España intervendrían ante una invasión alemana tras el desembarco alia do en África: y cree que Alemania también lo sabía. España era favorable a Alemania hast a 1942 pero es más que dudoso que prefiriera una victoria aplastante de Hitler sob re toda Europa. España tuvo la influencia suficiente, por su posición y decisión, para haber alterado el curso de la segunda guerra mundial. Una grave difi cultad de la embajada americana en Madrid es que la gran prensa norteamerican a actuó de forma muy militante contra España, con lo que el público americano estuvo s iempre muy mal informado sobre España. Tras esta visión general Beaulac dedica un capítulo al general Franco. Parte corr ectamente del hecho, ignorado por muchos, de que la República inició su caída en barre na con motivo de la revolución de Octubre de 1934 y luego todo se agravó por el triu

nfo y el comportamiento del Frente Popular. Justifica el Alzamiento por esos mot ivos de extrema gravedad. Conoce bien la historia de la guerra civil española y el carácter del general Franco y sus decisiones. Su relato tiene algunos errores, co mo al decir que Franco no perteneció a las Juntas de Defensa (p. 42) pero son erra tas o equivocaciones secundarias y además muy pocas, en comparación con los errores atroces y continuos de historiadores profesionales como Paul Preston, según he dem ostrado en mi libro El 18 de julio no fue un golpe militar fascista . Describe B eaulac admirablemente a Franco como leal solamente a España (p. 44). Insiste en la t otal victoria de Franco sobre Hitler en Hendaya. Y le califica como político magis tral. Advierte con toda claridad que frente a la poco sutil interpretación de la p rensa aliada, una cosa eran las concesiones verbales de Franco al Eje y otra sus designios reales, que a la larga fueron favorables a los aliados, por eso le ll ama el aliado secreto . Afirma que la democracia existente en España durante la Repúbli ca estaba ya completamente destruida cuando empezó la rebelión del bando nacional (p . 52). Ni Franco ni su régimen fueron realmente fascistas (p. 53). Acepta las tesi s de Donald 5. Detwiler sobre la actitud de Franco hacia Alemania en la guerra. La galería de retratos que, por observación propia, nos ofrece Beaulac es apasion ante. Trató mucho al original coronel Beigbeder, ya cesado ministro de Asuntos Ext eriores, experto en el Islam y la cultura árabe, que fue capaz de enviar a setenta mil voluntarios de Marruecos a la guerra de España. Imcialmente era germanófilo per o su amistad con el embajador inglés Hoare le situó en un plano más realista y al fina l de su mandato era decididamente anglófilo. Beaulac valora muy seriamente la acti tud del jefe del servicio secreto alemán, almirante Canaris, para evitar que España entrase en la guerra mundial. Acepta las tesis de Burdic sobre la guerra submar ina y la estrategia alemana sobre España, que hemos aceptado también en el presente libro. El retrato que Beaulac nos ofrece de Serrano Suñer es admirable. Le trató a fondo y llegó a conocerle bien. No es un retrato hostil; nos dice que Serrano, con clar as simpatías pro-Eje, no se entregó al proyecto de Hitler y sirvió, por encima de todo, los intereses de España. Serrano aborrecía al ministro alemán von Ribbentr op y el sentimiento era mutuo. Beaulac acepta los testimonios de Serrano Suñer pub licados antes de la muerte de Franco pero duda mucho sobre los posteriores. Pien sa que Serrano Suñer era mejor diplomático que lo indicado por sus detractores. El embajador Alexander Weddll, a cuyas órdenes sirvió Beaulac, no era un diplomátic o de carrera sino un riquísimo caballero del Sur a quien gustaba la vida diplomática . Vino a España como premio por sus generosas contribuciones a las campañas electora les del presidente Roosevelt. Era alto y distinguido, como su esposa. Instaló la e mbajada en el palacio de Montellano, una mansión en el paseo de la Castellana con una fantástica colección de pintura, incluidos varios Goyas. La señora Weddell partici pó en muchas obras de caridad y asistencia, especialmente entre los pobres distingu idos que en España se llamaban vergonzantes . Tuvo serios problemas con Serrano Suñer po r causa de la Compañía Telefónica, propiedad de la multinacional americana ITT y objet ivo de las apetencias alemanas; ya daba entonces problemas la hoy famosísima compañía. Weddell consiguió convencer al Departamento de Estado de que España se defendería con todas sus fuerzas si Alemania intentaba invadirla. Pero luego chocó con Serrano q ue se negó a que Weddell visitase a Franco. Esta fue la razón por la que vino Beaula c a Madrid en 1941 como consejero y luego como encargado de negocios cuando Wedd ell hubo de dejar la embajada. El 10 de septiembre de ese año se restablecieron fi nalmente las relaciones entre Weddell y las máximas autoridades españolas pero el em bajador estaba ya sentenciado. El 8 de enero de 1942 se marchó para no volver y Be aulac asumió en funciones la dirección de la embajada. Hasta abril de 1942 no pudo r eanudarse el suministro de petróleo por los americanos con destino a España; éste era el freno principal para la fluidez de las relaciones. Beaulac está por lo general de acuerdo con un brillante historiador de la guerra económica, Herbert Feis. Con la llegada del nuevo ministro conde de Jordana en septiembre de 1942 el p anorama de las relaciones España-USA cambió radicalmente. Jordana y todo su equipo m

inisterial eran favorables a los aliados y no lo disimulaban. Ya había llegado a E spaña en junio de ese año el nuevo embajador, profesor Carlton Hayes y Beaulac nos d escribe como si fuera el guión de una película la guerra diplomática que se libraba ca si a diario en los salones del hotel Ritz entre los jerarcas nazis de uniforme q ue inundaban Madrid y los pocos diplomáticos americanos que por el momento se limi taban a ver y esperar; ese capítulo de su libro merecería convertirse en una gran novela, con descripciones de intrigas y de espías d e primer orden. (p. 170 s.). El retrato por parejas que Beaulac nos ofrece sobre el matrimonio Hayes y el matrimonio Hoare es fascinante. Los Hayes eran altos, distinguidos, profesorales, amigos de España. Sir Samuel impresionaba por su currícu lum como vanas veces ministro pero era ftsicamente enteco y mínimo, con lady Maud a su lado, una dama altísima, desgarbada y desagradable además de feísima. Los dos era n familia de banqueros multimillonarios y su matrimonio se describió en la City co mo una fusión bancaria. La política española a favor de los refugiados aliados y señalad amente los judíos se intensifico favorablemente (p. 174).Jordana se oponía a la tesi s americana, que el propio Hayes respaldaba por deber diplomático, de que la Rusia de Stalin sería un factor tolerante y benéfico en la Esuropa de posguerra; hoy sabe mos que tal tesis fue un trágico error de Roosevelt y sus consejeros pero entonces Stalin era un aliado vital para los occidentales. Es muy importante el relato d e Beaulac sobre la terrible crisis de suministros que, por imposición de los Estad os Unidos, se abatió sobre España desde fines de 1943 hasta mayo de 1944, cuando Esp aña estuvo a punto de morir de hambre e inanición, se detuvieron los transportes, ce rraron las líneas aéreas. Todo por el problema de los suministros de Wolfram a Alema nia, que al final España pudo mantener de forma simbólica. Es el mejor relato docume ntado de esta crisis que he leído jamás. La figura de Winston Churchill está descrita en el libro de Beaulac como un héroe para Gran Bretaña, para los aliados y para España . Él fue quien solucionó la espantosa crisis de 1944, comunicando a Roosevelt que, c on todos sus problemas, Inglaterra aprovisionaría a España de combustible y materias primas si los Estados Unidos persistían en su cierre hermético de exportaciones a E spaña. El último capítulo de Beaulac es una miscelánea sobre la guerra secreta. Me interes a mucho advertir que nunca habla de las intromisiones anglo-americanas en la polít ica interna española, ni a favor de la causa monárquica. Ni rastro de falsos y gratu itos sobornos en masa de generales españoles que Paul Preston presenta como ridícula prueba sin más datos que una revista sensacionalista o fuentes sistemáticamente ene migas, como él mismo, de Winston Churchill. Hay en cambio datos muy interesantes s obre la guerra secreta, las actividades del 088 en España, la colaboración del super espía Otto John aquí con la embajada americana. El epílogo del libro es un canto a la neutralidad de España y de Franco, el aliado secreto de los Estados Unidos en la s egunda guerra mundial. España ha tenido siempre la suerte de contar con grandes amigos en los Estados Unidos. Entre ellos el presidente Richad Nixon, la Iglesia católica norteamericana de 1936-1939, el general Vemon Walters y diplomáticos de la talla de Carlton Haye s y Willard Beaulac. Además muchos de estos amigos nos han hecho el honor de escri bir la verdad sobre España. En 1986, cuando se recrudecía la campaña del odio contra E spaña a propósito de su historia reciente, un gran testigo como el embajador Beaulac vuelve de la Historia para entregamos su colosal y definitivo testimonio. Cualq uier español bien nacido que haya leído su libro se lo agradecerá . DON JUAN DE BORBON Y LA OFENSIVA MONARQUICA Al producirse el desembarco aliado en el norte de África el 8 de noviembre de 1 942 el frente monárquico español y los consejeros, todavía dispersos, de don Juan de B orbón entraron en un paroxismo por lo demás muy explicable. Una vez confirmado el éxit o del desembarco y el vuelco estratégico que comportaba, junto a la marcha desfavo rable de la guerra para el pacto tripartito en Egipto, en Stalin-grado y en el P acífico, lo racional era prever a medio plazo la victoria final aliada y también la caída de Franco, a quien los vencedores no perdonarían sus vinculaciones con el Eje durante la guerra civil y su actitud abiertamente favorable al Eje durante la pr

imera fase de la guerra mundial entre 1939 y 1942. Por otra parte un elemento es encial del bando aliado era el dictador soviético Stalin, que oficialmente no sería un peligro para Europa según la propaganda aliada pero que con toda seguridad exig iría el derrocamiento de Franco que le había vencido en la guerra civil española y aho ra mantenía una división en el frente de Rusia contra el Ejército Rojo y el comunismo. Esto era lo que el sentido común parecía aceptar como más probable como perspectiva p ara el futuro inmediato. Claro que la oposición anti-Franco a fines de 1942 en Ing laterra y USA era en gran medida artificial, producto de la opinión pública aliada m anipulada por los exiliados y los comunistas mientras Franco tenía a su favor a qu ienes reconocían su inquebrantable resistencia a las pretensiones del Eje y entre ellos estaban nada menos que Churchill y los grandes diplomáticos españoles en Madri d, el embajador Hayes y su consejero Beaulac, que veían la realidad profunda más que la propaganda. Pero 1 W.L. Beaulac Franco, secret ally in World war II Southem Illinois Univ. Pre ss 1986. debo decir de una vez por todas que don Juan, sus consejeros y sus partidario s, al organizar y mantener su tenaz ofensiva contra Franco en 1942-(después del de sembarco) hasta 1945 y años posteriores no obraban exclusivamente por oportunismo y amor al poder lejano sino también porque estaban convencidos de que Franco no po dría sobrevivir y pretendían, con noble impulso patriótico, evitar el retomo de los co munistas a España y los horrores de una nueva guerra civil. Su análisis sobre Franco , sobre España y sobre la realidad estratégica respecto a España estaba completamente equivocado y en cambio el análisis de Franco terminó por reconocerse como certero pe ro después del desembarco de noviembre de 1942 esto era virtualmente imposible de prever. Don Juan de Borbón y Battenberg es ya a fines de 1942 un personaje principal de esta historia. Conocí poco, pero intensamente a don Juan y pude hablar con él en va rios encuentros. Uno, muy lejano, en una visita de grupo a Villa Giralda en Esto ril en 1952 o fecha próxima; ya entonces me impresionaron su porte y su patriotism o, aunque sólo nos dijo, como es natural, generalidades. Luego, ya muerto Franco, hablé con él durante todo un almuerzo en el palacio de Liria, donde me sentaron a su derecha; y en un acto en el diario Pueblo en 1977, donde tuve el honor de compa rtir con él y con otras personalidades el premio Populares de Pueblo muy cotizado en tonces. Le saludé brevemente en enero de 1980 cuando trajo a San Lorenzo del Escor ial los restos de su padre don Alfonso XIII. En mi terreno de las fuentes históric as he pasado innumerables horas ante su figura y su trayectoria. Por elemental respeto al padre del actual Rey nada diré en desdoro de don Juan, porque además nada tendría que decir en tal sentido. No creo que se le deba llamar Juan III porque no lo fue; no fue rey de hecho ni de derecho, aunque a mi amigo Luis Maria Anson, que ha consagrado su vida a imponer en la opinión española los tres palotes como dijo un día Federico Jiménez Losanitos, le dé un muere, que se dice en Mu rcia, ante este aserto. Don Juan no fue Rey pero sí hijo de Rey y padre de Rey, ca so único en la Historia que yo sepa. Cualquiera de sus fallos y defectos palidece ante su enorme patriotismo que era visible, que emanaba sensiblemente de su figu ra. Amaba a España hasta el sacrificio supremo de la Corona, que según su convicción p rofundísima le correspondía. Para mí su gesto más admirable es su testamento histórico que comunicó a los españoles ya al borde de la muerte, durante una entrevista a Diario de Navarra en la que confesó que España estaba en gravísimo peligro de romperse por la exacerbación autonómica. Nadie le hizo caso; Luis María Anson y el ABC de la época se t ragaron el augusto testimonio y no lo publicaron, lo que considero como una vergüenza y un ocultamiento culpable a la opinión pública, por m uchos palotes que ese mismo ABC prodigase tras el nombre de don Juan. Tuvo, además, un profundo sentido dinástico. Tenía tanto sentido común como inteligen cia, para mí está claro. No llegó a poseer una buena formación ni tuvo sentido democrático en toda su juventud y toda su madurez. Le justifica el hecho de que nadie tuvo en España sentido democrático hasta los años setenta del siglo XX, cuando todo el mund

o se convirtió en demócrata de toda la vida pero con evidente falsedad. En los largo s años de su confrontación con Franco que se inició a fines de 1942 don Juan nunca fue un demócrata. Don Juan tuvo consejeros relevantes, divididos en dos campos. Unos, como don José María Oriol, don Julio Danvila y el conde de Ruiseñada, estuvieron siempre conven cidos de que don Juan y la Monarquía no llegarían jamás al trono de España si no venían de la mano de Franco. El otro grupo estaba formado por enemigos de Franco, que ant es habían colaborado con él como don José María Gil Robles, don Pedro Sainz Rodríguez y do n Eugenio Vegas Latapie. Este grupo se empeñó en imponer en España a la Monarquía contra Franco y se equivocaron tan completamente que a ellos se debe principalmente el hecho de que don Juan no haya sido rey de España. Comprendo que desahoguen su fru stración contra Franco pero deberían hacerlo contra ellos mismos, que son los culpab les, aunque con la mejor intención. En este grupo hay varios ilustres militares co mo los generales Aranda, Kindelán y Orgaz. Hay un grupo intermedio, cuyos miembros fueron virtualmente marginados, como don José María Pemán y el profesor Jesús Pabón. Don Juan es responsable de haber seguido el parecer equivocado de sus conseje ros antifranquistas. Gracias a ellos Franco prescindió de don Juan para la sucesión desde el manifiesto de Estoril en 1947 y no, como se ha dicho, desde el manifies to de Lausana en 1945 que Franco comprendió porque don Juan no pudo entonces haber dicho otra cosa. Ese fue el pecado político de don Juan de Borbón; elegir los conse jos y los consejeros equivocados. Esa fue también su tragadia; porque esos conseje ros poseían gran categoría, gran experiencia y él no podía rechazarlos. Y además, debo dec irlo ante la Historia, ni don Juan ni ellos tenían nada que hacer frente a Franco como políticos, ni tuvieron jamás un factor clave de Franco, la suerte, aliada con s u certera previsión estratégica del futuro de Europa y el mundo para después de 1945 . Ante esta visión de conjunto vayamos a los hechos concretos. Don Juan, pues, y sus partidarios monárquicos españoles, (que eran importantes pe ro poquísimos y actuaban generalmente en una lamentable dispersión) entraron en una especie de frenesí cuando conocieron el éxito del desembarco aliado en África del Nort e. Hemos sabido después que don Juan tuvo conocimiento del desembarco por el jefe de la Inteligencia americana Allen Dulles y se lo comunicó al general Vigón que no l e hizo caso. La carta de Roosevelt a Franco les desazonó pero pensaron que a plazo medio los aliados, entre los que figuraba el demócrata liberal José Stalin, se decl ararían incompatibles con Franco. Los consejeros de don Juan le convencieron para que publicase inmediatamente su primer Manifiesto, cuyo autor material fue don P edro Sainz Rodríguez, con la colaboración de don Eugenio Vegas que estaba en Lausana . La relación de Sainz Rodríguez con sir Samuel Hoare y la del propio don Juan con A llen Dules son pruebas suficientes de que los aliados aprobaban la oportunidad y el contenido del documento. El Manifiesto se publica en un diario de difusión eur opea, el Journal de Généve el 11 de noviembre de 1942. El párrafo más famoso fue el prim ero: No soy el jefe de ninguna conspiración. Soy el depositario de un tesoro político s ecular: la Monarquía española. Estoy seguro de que la Monarquía será restaurada. Lo será c uando lo exija el interés de España, no antes pero tampoco ni una hora después .del mo mento oportuno. Cuando el pueblo español crea llegado el momento no vacilaré un inst ante en ponerme a su servicio . Don Juan no quiere imponer por su propia autoridad formas e instituciones polít icas. Mi suprema ambición es ser rey de una España en la cual todos los españoles, defi nitivamente reconciliados, podrán vivir en común . Y en esta reconciliación que es el primero en anunciar cifra la misión histórica de la Monarquía. Promete hace r lo posible por corregir las desigualdades sociales, preconiza la amistad estre cha con Portugal y la América española, reclama el mayor respeto de los beligerantes en el actual conflicto, no concibe más que la neutralidad completada con la firmísim a resolución de defenderla, no importa a qué precio, hasta con las armas en la mano, si un país, cualquiera que fuese, pretendiera violarla . En tal prueba, termina don Juan, mi espada de soldado español estaría al servicio de mi patria .

Este primer Manifiesto de Lausana urgía, sin agobios, la Restauración pero no se escribía contra Franco ni imponiendo la retirada de Franco; la actitud de España que don Juan defendía ante la guerra era exactamente la misma de Franco en aquellos m omentos. Para coordinar la acción monárquica desde entonces don Juan designó jefe de su Casa al duque de Sotomayor, partidario del entendimient o con Franco, ayudado por un comité en el que figuraban el vizconde de Manzanares y José María de Areilza. El mismo día en que se publicaba este Manifiesto el capitán gen eral de Cataluña, Kindelán, fue recibido por Franco en audiencia. Preguntó a Franco si había asumido algún compromiso secreto con Alemania y Franco le respondió, con verdad , que no. Propuso a Kindelán entrar en el gobierno a lo que se negó. Dijo a Franco q ue España carecía de Estado y Franco le enseñó la cajita sellada donde tenía el nombre de don Juan. Kindelán le propone la restauración con una etapa de regencia desempeñada po r el propio Franco, que le da largas. En sus conversaciones de Madrid Kindelán con sigue la adhesión de varios generales: Jordana, Dávila, Orgaz, Vigón, Varela. Los gene rales Asensio y Valiño le expresan sus reservas. (Ninguno, sin embargo, se comprom etió de manera efectiva). Al regresar a Barcelona el capitán general reúne a los gener ales y jefes de Cuerpo y les expone su plan para la Restauración y la regencia. Es ta vez Franco no le permitió seguir adelante. El ministro Asensio llamó a Kindelán que vino a Madrid donde se le comunicó su cese. Kindelán lo explica todo en su carta a don Juan, donde discrepa del nombramiento del duque de Sotomayor como representa nte. Poco después don Juan designa al propio Kindelán, que se mantiene durante dos año s en esa función. También le dice que según Franco los monárquicos éramos cuatro gatos y qu la Falange echaba raíces. Franco habló con respeto de don Juan pero consideró inoport uno el manifiesto del 11 de noviembre. En su despedida, Kindelán pronostica que se rá desterrado a Canarias pero que pese a todo restaurará la Monarquía allá para el verano . El 12 de noviembre el general Montgomery recupera la fortaleza de Tobru . Al día siguiente Franco recibe al nuevo embajador de Argentina, don Alberto Palacios, y un día después proclama la ley de movilización general que, de aplicarse, pondría sob re las armas a tres millones de hombres. Las noticias de Rusia son tan alarmante s para Alemania como las de África del Norte. El 19 de noviembre comienza, en plen o invierno, la contraofensiva soviética que el 23 consigue completar el cerco del VI Ejército alemán entre las ruinas de Stalingrado. El almirante Raeder propone de n uevo a Hitler la toma de Gibtaltar tras una penetración en España, los documentos ll evan fecha de 19 y 23 de noviembre de 1942. Franco responde a la nueva situación estratégica con la renovación de las instituci ones españolas. El tercer Consejo Nacional del Movimiento por mayoría de designacione s directas se conoce el 23 de noviembre. Con el número 1 figura Pilar Primo de Rivera, con el 2 Arrese, con el 3 el general Asensio. Ocupan l os números 21 y 12 el obispo de Madrid don Leopoldo Eijo y el subsecretario de la presidencia Luis Carrero Blanco. Antonio Tovar y Pedro Laín figuran en la lista, y Serrano Suñer, aunque entra en el Consejo como miembro nato. Hay media docena lar ga de monárquicos (con el ex ministro de la Corona Yanguas y el general Juan Vigón) otra media docena de carlistas y más del triple de militares. Aparece, a finales d e noviembre, con enorme éxito, el diario deportivo Marca, y arraiga la revista de humor La Codorniz. Un enemigo absoluto de Franco, el periodista Ramón Garriga, esc ribe: A partir de 1942, o mejor después del desembarco aliado en África del Norte, la economía española mejora considerablemente, llegándose a estabilizar casi el coste de la vida. Este cambio se debe a la política más inteligente de Madrid, especialmente la que practicaba el ministro Demetrio Carceller, quien, desengañado respecto de las posibilidades alemanas, empieza a inclinarse del lado de los Estados Unidos y Gran Bretaña . El embajador Hayes, que coincide plenamente con este diagnóstico, ano ta con cuidado cifras y esquemas de la nueva cooperación española. El ministro del A ire, Vigón, ayuda al rescate de aviadores aliados; entre noviembre de 1942 y junio de 1944 es decir, los dos grandes desembarcos de la guerra mundial, no se inter na en España a ninguno de los 1.100 aviadores americanos que pisan su suelo por di versas causas. Estoy bien informado escribe Hayes de que desde noviembre han entrad o en España unos doce mil franceses, con propósito de ir a combatir en África del Nort

e, lo que crea un grave problema a España . Casi toda la embajada francesa en Madrid se pasa a la Francia Libre, a la que Madrid reconoce oficiosamente; Franco envía a su antiguo colaborador Sangróniz como representante de España ante el nuevo gobier no gaullista de Argel. Al Eje se le sigue contestando en la prensa con silencios y palabras que ya parecen forzadas. Sin embargo las simpatías españolas seguían en gr an parte junto a Alemania sobre todo por la presencia de la División Azul durante su segundo invierno de guerra en las trincheras frente a Leningrado. Aunque nadi e lo supo hasta tres años después los ftsicos Fermi y Compton logran el 2 de diciemb re de 1942 la primera reacción nuclear en cadena con su pila de cobalto en la Univ ersidad de Chicago, poco después de que Albert Einstein convenciera al presidente Roosevelt de que el físico alemán Otto Hahn podría entregar a Hitler la bomba atómica co mo clave para la victoria final de Alemania. El 4 de diciembre el ministro británico Eden promete al duque de Alba una decla ración sobre no interferencia de los aliados en la política interior española. El día 8 el embajador americano Hayes describe con un nuevo termino la posición de España ante los beligerantes: imparcialidad , en un informe a su gobierno. Era verdad; mientras autorizaba la apertura de nuevos consulados americanos en Ceuta y Tetuán, Franco concertaba un nuevo acuerdo comercial con Alemania. Franco prodiga en toda aquella circunstancia, su presencia en importantes act os militares. El 2 de diciembre evoca ante los alumnos de la restablecida Academ ia General Militar de Zaragoza la etapa anterior del centro que él fundó y dirigió. Al día siguiente el nuevo embajador de España, Ginés Vidal y Saura, presenta sus cartas credenciales y pide al Führer una contribución decisiva para el rearme de las fuerza s armadas si quiere que puedan resistir a una intervención aliada; España está jugando ante los dos beligerantes la misma carta para evitar cualquier intervención. Hitl er pide que se le envíe una lista de necesidades, que los españoles entregan con urg encia. El 8 de diciembre queda constituida la nueva Junta Política bajo la preside ncia del propio Franco con varios exministros no Serrano Suñer y mayoría de falangista s de fidelidad probada al Caudillo; pero con la inclusión del tradicionalista Este ban Bilbao, el profesor Castiella y el obispo de Madrid Eijo y Garay. Ante el II I Consejo nacional que se constituye el mismo día Franco se atreve a diagnosticar: Sucumbe el mundo liberal y expone fríamente las posibilidades gravísimas de una victo ria soviética, que no permitirá la existencia de naciones democráticas junto a sus fro nteras en expansión. Un falangista de Franco, David Jato, es nombrado delegado nac ional de Propaganda y el 15 de diciembre Franco asciende a teniente general al j efe de la División Azul, Muñoz Grandes, que regresa a Madrid el 18, relevado ya por el general Esteban Infantes. El 22 de diciembre, tras extensas y cordiales conve rsaciones, se firma un importante tratado con Portugal, el llamado por Jordana B loque Ibérico, que contribuyó eficazmente a preservar a toda la Península Ibérica de la guerra mundial. El mismo día, paradójicamente, en una conferencia de altos jefes ale manes se recomienda que España y Portugal se incorporen de grado o por fuerza al N uevo Orden impuesto por las armas alemanas en Europa. Las operaciones Félix e Ilon a se redefinen como operación Gisela y no pasará tampoco de proyecto, aunque se mantuv o como tal hasta mediados de junio de 1943. Franco, por su parte, inauguraba nue vas salas en el Museo del Prado y recibía al almirante Canaris para concretar las peticiones de armamento a Alemania por parte de España, ya sin contrapartidas de a lianzas o intervención alemana. Los balances publicados a fines de 1942 revelaban un año agrícola nuevamente nefa sto pese a lo cual se registraba un movimiento de población desde la ciudad al campo, donde se pasaba menos hambre. Pese a ello en 1942 se habían in augurado o iniciado cien obras publicas de envergadura, entre ellas tres grandes embalses, mientras se avanzaba en los del Ebro y el de Cijara, lejana herencia de la Dictadura. El balance cultural resulta realmente extraordinario; Camilo Jo sé Cela acababa de publicar su obra maestra, La familia de Pascual Duarte y la pre nsa presentaba al joven autor como falangista y legionario . Menéndez Pidal había publi cado su Leyenda de Cristóbal Colón, Casares su Diccionario ideológico, José Ortega y Gas set Ideas y creencias, Gregorio Marañon Ideas biológicas del padre Feijoo, junto a d

iversas obras relevantes de Dámaso Alonso, Joaquin de Entrambasaguas, Guillermo Díaz Plaja y la reedición de los Ensayos de Unamuno, que varios obispos pretenden, sin éxito, encerrar en el Indice. Se han publicado en la España de 1942 3.489 libros, e ntre ellos los de Pío Baroja Laura, Zunzunegui El hombre que iba para estatua, Con cha Espina, Vicente Rodríguez Casado, Ricardo León, Samuel Ros, José María Sánchez Silva, Rafael Montesinos, Adriano del Valle y otros autores que difícilmente pueden encas illarse en el tristemente falso erial de la cultura española.

El presidente F.D. Roosevelt confirmaba su buena disposición hacia España a fines del año; Estoy muy satisfecho decía de la reacción española tras anunciar que la producc e aviones de guerra en Estados Unidos se fijaba en 5.500 al mes. El historiador americano Burdic reconoce que en 1942 no hubo suministros españoles a submarinos alemanes, aunque sí algunas reparaciones legales en el Ferrol. Sin embargo se mantenía en buena parte de los militares españoles de alto nivel la inclinación germanófila, c ombinada con una visión realista de las nuevas circunstancias estratégicas tras los desembarcos en África del Note y el retroceso de Alemania y el Japón. Al comenzar el año 1943 cesa como embajador de Alemania en Madrid Eberhard von Stohrer, culpado por Hitler por su fracaso en no haber logrado la intervención de España en la guerra. Había servido lealmente a Alemania pero había comprendido y queri do a España, donde dejaba numerosos amigos. Le sucedió el conde von Molt e, que había sido el último embajador del Reich en Polonia y venía con merecida fama de duro e im placable. Está comprobado que Hitler trató de utilizar a voluntarios repatriados de la División Azul y a su propio jefe el general Muñoz Grandes en un complot para derr ibar a Franco y alinear a España con la causa del Eje. Pero jamás se ha probado que Muñoz Grandes, que había rechazado el plan británico a favor de don Juan, se implicase lo más mínimo en el plan alemán contra Franco, aunque muchas cosas de España no le gustaran. Sí está probado, en documentos alemanes aduc idos por el profesor Suárez que inmediatamente antes de regresar a España Muñoz Grande s habló largamente con Hitler en presencia del general Jodl y el Führer le pidió que c onvenciera a Franco sobre la necesidad de enfrentarse a los aliados si éstos amena zaban al territorio español. Muñoz Grandes le pidió consejo y le adelantó que si Alemani a lograba resistir firmemente en Túnez España se vería obligada a entrar en la guerra a su favor. Hitler confirmó que entregaría a España las armas solicitadas a Alemania sól o cuando se hubiera iniciado la invasión aliada de España. La conversación con Hitler, cuya autenticidad me parece indudable, no permite describir a Muñoz Grandes como conspirador sino como germanófilo convencido. Pero era también un militar muy expert o e inteligente y no veo cómo pudo comprender que Hitler aplazase la entrega de la s armas sólo para después de iniciada la invasión enemiga, cuando ya todo sería tarde. Franco acababa de cesar al general Kindelán en la capitanía general de Barcelona pero le nombra el 9 de enero director de la Escuela Superior del Ejército, de la q ue destituye al general Aranda, que ya no recibiría cargo ni mando alguno en vida de Franco, quien tampoco le ascendió a teniente general. Aranda estaba ya seriamen te implicado desde el año anterior en la conspiración monárquica que actuaba con suma im prudencia tratando de sus planes secretos en lugar tan vigilado como el Nuevo Cl ub de Madrid donde el marqués de la Eliseda organizó una comida en honor de un diplo mático americano. Ansaldo revela el plan; el general Kindelán debería recuperar por su cuenta el mando en Barcelona donde proclamaría la Monarquía con desembarco aliado e n la bahía de Rosas. Naturalmente que una idea tan descabellada abortó antes de inic iarse. Persistía, además, la confusión sobre la representación de don Juan en España, que ya había abandonado el general Vigón y asumía Kindelán, con la colaboración de Areilza, ha sta que en junio de 1943 fue nombrado por don Juan para ella el general de Aviac ión e infante de España don Alfonso de Orleáns. Franco, perfectamente informado de los movimientos monárquicos, desordenados e ineficaces, jugaba su carta denominada por el historiador socialista francés Max G allo Le gran dessein de Francisco Franco, que consistía en tranquilizar verbalment e a Alemania y proseguir su aproximación a los embajadores aliados. Así en la recepc ión ofrecida el 6 de enero al cuerpo diplomático hace un largo y significativo apart

e con sir Samuel Hoare y llega a convencerle sobre la realidad del peligro soviéti co para Europa, algo que impresionaba siempre a los conservadores británicos aunque oficialmente lo negaran. Dos días más tarde don Esteban Bilbao, ministro d e Justicia, es nombrado primer presidente de las nuevas Cortes españolas. Entre lo s días 14 y 26 de enero se reúnen Roosevelt y Churchill en la conferencia de Casabla nca, donde confirman la primacía del general de Gaulle frente a Giraud en la jefat ura de la Francia Libre y trazan las líneas maestras del segundo frente continenta l europeo a través de la expulsión del Eje del norte de África y la invasión de Sicilia para caer sobre la península italiana. El trascendental encuentro coincide con un intrascedente viaje a Alemania del ministro del Movimiento, José Luis de Arrese, q ue habla con Hitler protocolariamente.y le entrega una carta de Franco completam ente ambigua, de la que Hitler no saca nada en limpio. El nuevo jefe de la División Azul, general Esteban Infantes y su jefe de Estado Mayor, general José Díaz de Villegas, son dos militares profesionales de categoría qu e envían a Madrid informes nada optimistas sobre la situación de Alemania en el conj unto del frente ruso. A finales de enero el segundo batallón del regimiento español 269 apoya heroicamente a dos regimientos alemanes en posición diffcil y logra su o bjetivo pero a costa de perder a ciento veinticuatro muertos, entre ellos a todo s sus jefes y oficiales excepto dos. Pero la ofensiva soviética de invierno progre sa de forma que ya parece inconteniible. En la primera entrevista con el nuevo e mbajador alemán von Molt e Franco insiste en sus peticiones de equipamiento milita r pero advierte con firmeza que España se defenderá contra cualquier agresión exterior , con armas o sin ellas . El 26 de enero de 1943 el nuncio en Madrid, Gaetano Cicognani, informa sobre España a la Secretaría de Estado del Vaticano en un documento de suma importancia. L a formación del Bloque Ibérico ha desagradado profundamente a Hitler porque ha lleva do a España desde la no-beligerancia a la neutralidad. El nuncio no da importancia al viaje de Arrese a Berlín, que, según Jordana, no significa una nueva inclinación a favor de Alemania. El nuncio espera que el sentido católico de Arrese le permita rechazar las influencias paganizantes de Alemania con las que comulgan otros fal angistas. El nuncio tenía razón y su menaje a Roma revela que el Papa y la Curia han asumido plenamente una posición anti-nazi. Por su parte el ala fascista de Falan1 Manifiesto de don Juan y conspiración monárquica en mi libro Don Juan de Borbón..., o p. cit., p. 248s. Actividades de Kindelán según su archivo, ibid. Testimonios americanos en los cit ados libros de Hayes y Beaulac. Para todo este epígrafe es insustituible el libro de Luis Suárez España, F ranco..., op. cit., p. 432s. Sobre La Codorniz cfr. Alvaro de la Iglesia, La Codorniz sin jaula, Barcelona, Planeta, 1981. Siguen siendo básicos los libros citados de Sancho González, Doussinague y Proctor. ge, aun marginada, no cesa en su empeño- y se agota aún más al oponerse a las presi ones monarquicas que para Cicognani parecen tomar mayor consistencia . El artículo de Arriba recientemente publicado presenta a Hitler como debelador del comunismo y defensor de la civilización cristiana . Cuenta el nuncio que según le había dicho Franco Churchill había regresado horrorizado de un viaje a Moscú donde Stalin le había comun icado sus deseos de dominar Francia y España, lo que fue indicado a la masonería ing lesa, que manifestó su grave preocupación por ello. Franco tenía copia fidedigna de la reunión masónica que se había ocupado del caso. Con música de El crepüsculo de los dioses Goebbels anuncia al pueblo alemán que ent re los días 2 y 6 de febrero se ha consumado la hecatombe del VI Ejército alemán en St alingrado. El recién nombrado mariscal von Paulus ha sucumbido como sus 22 divisio nes, sus cien mil muertos, sus cien mil prisioneros. Luis Carrero Blanco comenta rá: Stalingrado se pierde y se produce la crisis estratégica que ya no se salva y que acaba con la derrota del Reich . Se conoce simultáneamente una grave noticia italia na: Mussolini elimina del gobierno a Grandi, Bottai, Pardini y sobre todo a su y erno, el conde Ciano, destinado a la embajada en el Vaticano, donde recompone su

s amargas memorias. Es el 6 de febrero; el mismo día que los servicios alemanes de propaganda comunican la falsa noticia de que Franco se ha entrevistado con Chur chill en Lisboa, cuando Churchill hablaba con el presidente de Turquía. Según fuente s próximas a Jordana esta era la noche en que los servicios secretos alemanes pens aban eliminar a Franco, cuyo servicio de información hizo abortar el plan. Al día si guiente Franco, que no ha salido del Pardo, comunica su selección de cincuenta pro curadores para que se incorporen a las nuevas Cortes. Es una relación sorprendente , en la que figuran los arzobispos Segura y Pla y Deniel, los exministros Suanze s, Alarcón de la Lastra, Galarza y Larraz, todos monárquicos, como cuatro duques (Al ba, Infantado, Anón y Sevilla) otros nobles como el marqués de Huétor, varios banquero s como Garnica y Ventosa, intelectuales como Miguel Asín, González Oliveros y Luis O rtiz Muñoz, prácticamente ningún falangista. El 10 de febrero dos divisiones del Ejército Rojo, con ochenta carros de apoyo y una preparación artillera formidable se lanzan sobre la División Azul en la batall a de Krasnybor, cuyo objetivo era la aniquilación de la unidad española. Ochocientos cañones enemigos habían acallado a las seis baterías divisionarias Los españoles resist en más allá del límite; el soldado Antonio Ponte Anido destruye un carro enemigo abala nzándose contra él abrazado a una mina magnética y obtendría la Laureada como el capitán T eodoro Palacios que cae prisionero. La división 250 no cede brecha pero pierde 2.500 hombres, entre ellos 127 oficiale s, más de la mitad de los que se encontraban en el sector más duramente atacado. Los españoles, en orden perfecto que sorprendió a los alemanes, se retiran veinte ilómet ros sin perder la cara al enemigo, sin abrir huecos, sin comprometer sus enlaces en los flancos. Frenado el primer ataque, la batalla continuará hasta el mes de m arzo, con once mil bajas soviéticas y más de tres mil españolas. La División no permitió a l enemigo la humillación que había buscado. Las fuentes soviéticas tuvieron que recono cerlo. Llegaban a España las noticias de la resistencia cuando el teniente coronel ing eniero Alejandro Goicoechea, el hombre que había entregado los planos del Cinturón d e Hierro construido por él en 1937 explicó la idea de su tren articulado, el TALGO q ue hoy ha alcanzado fama universal. El 12 de febrero el ministro Jordana y el em bajador von Molt e firman un convenio para el suministro de armas alemanas a cam bio del compromiso de resistir a un ataque aliado si se producía contra el territo rio español. Pero ese mismo día los aliados obtienen ante el gran público de Madrid, i ncluida la familia Jordana y el obispo Eijo y Garay, un gran triunfo de imagen; el desbordante estreno de la película Lo que el viento se llevó, no sin protestas de los germanófilos ultras que sembraron de tachuelas la Gran Vía sobre todo ante el c ine Rialto, donde se produjo el acontecimiento. Todo Madrid vio la asombrosa pelíc ula hasta Franco, que la presenció con su familia en el palacio del Pardo donde ha bía instalado una sala de proyección a la que acudía con frecuencia. Visitó por aquellos días a Franco el famoso arzobispo de Nueva Yor , cardenal Spellman, general castr ense de las fuerzas armadas americanas, amigo del presidente Roosevelt ante quie n expuso la excelente impresión que Franco le había producido. El 13 de febrero el j oven y brillantísimo escritor Pedro de Lorenzo, uno de los grandes prosistas español es del siglo XX, publicaba en Arriba un artículo memorable, La creación como patriot ismo, considerado exactamente por David Jato como propuesta para no seguir atados al dramatismo de la guerra civil . Junto a Cela puede considerarse a Pedro de Lor enzo como primer escritor de la generación de la paz, que era el futuro; su artículo era a la vez el manifiesto de la Juventud creadora, muy influenciada por el ins igne autor de Hijos de la ira, Dámaso Alonso. La URSS recupera la capital ucranian a, Jar ov, el 18 de febrero, reconquistada luego efímeramente por von Manstein; es el canto de cisne de la Wehrmacht. El mismo día España llega a un acuerdo complemen tario con Alemania sobre seguridad social de los obreros españoles que en octubre de 1942 eran 8.000 y en 1943 bajaron a 5.000 con el expreso designio de que su n umero no superase al de obreros españoles que trabajaban en Gibraltar a favor de l os aliados. Quedarían sólo 2.000 al ocuparse Francia por los aliados; algunos de ellos introd ujeron en la severa sociedad alemana las técnicas del ibérico estraperlo.

El 20 de febrero de 1943 es la fecha de una misteriosa carta del presidente R oosevelt a un señor Zabrovs i, del National Council of Young Israel, entregada a l os servicios secretos españoles por una inteligente y cristiana mujer , muy próxima (se guramente por lazos familiares) a las cumbres masónicas internacionales, de quien hemos registrado ya informes anteriores a Franco. Esta informante secreta, a cuy as misivas Franco atribuía crédibilidad total, era, evidentemente, enemiga del grupo rad-lib que rodeaba y asesoraba a la señora Eleanor Roosevelt, esposa del Preside nte. En esta información se daba carta blanca a la Unión Soviética dentro de la reorgan ización futura del mundo de la posguerra . España, como todo el Meditarráneo, quedaría en plena zona de influencia británica, pero de forma humillante para la soberanía español a. Esta visión del futuro próximo se vería, por desgracia, confirmada en los encuentro s siguientes de los Tres Grandes pero su anticipación produjo en Franco, según Jordana , inmenso asombro, estupor, viva inquietud Quizá este tipo de informaciones estimula ba a Franco para redoblar su proyecto que trataba de formar un frente anticomuni sta de neutrales; quizás por ello insistió ante sir Samule Hoare el 21 de febrero: Si Rusia sale victoriosa en la guerra -decía Franco- creemos que Inglaterra se unirá a nuestra opinión . Franco creía que Italia y el Vaticano apoyarían el mismo proyecto. Al profetizar esto subraya el historiador socialista francés Max Gallo- el Caudillo de muestra que ha captado un aspecto, quizá el fundamental de la guerra y de la posgu erra . España firmaba, el 23 de febrero, un nuevo acuerdo comercial con Portugal, po r valor de 240 millones de escudos. Mientras intelectuales de la talla de Antoni o Tovar y Pedro Laín Entralgo reiteran en diversos discursos de esta semana su eje cutoria falangista, Franco inauguraba en un barrio popular de Madrid, Usera, al otro lado del Manzanares, una colonia de casas baratas. Los monárquicos prepararon por su cuenta un funeral por Alfonso XIII para el segundo aniversario de su mue rte, 28 de febrero. El 14 de abril de 1931, día en que por voluntad propia abandonó el trono, don Alfonso no tuvo ni siquiera el apoyo, como dijo José Antonio Primo d e Rivera, de un piquete de alabarderos; pero los monárquicos de 1943 aventuraron e l pronóstico de que cincuenta mil personas se unirían al funeral que se iba a celebr ar en la iglesia de San Jerónimo como un acto político al margen del régimen. La embaj ada británica estaba en la sombra, detrás del acontecimiento. Pero nunca se sabría si esas masas monárquicas estaban realmente dispuestas a acudir; porque Franco organi zó su propio funeral por don Alfonso XIII y los demás reyes de las dinastías españolas en el monasterio de San Lorenzo del Escorial y por rigurosa invitación. Si de algo está segu ro el autor de este libro, cuya familia se movía en medios monárquicos del máximo ferv or, es que ni en toda España existía entonces un número de monárquicos como el que los m onárquicos profesionales pensaban reunir a fines de febrero de 1943.

Inmediatamente después, el 2 de marzo, Franco hace pública una nueva combinación mi litar. Sitúa al teniente general Moscardó que siempre le fue enteramente fiel, sin ex cepción alguna al frente de la capitanía general de Cataluña, nombra jefe de su Casa Mi litar, en prueba de singular confianza, por tenerle siempre a su lado- al genera l Agustín Muñoz Grandes, poco afecto a los monárquicos y designa capitán general de Cana rias al teniente general Francisco García Escámez, que se había mostrado discretamente favorable a ellos. Asciende a tenientes generales a Solchaga y Juan Vigon. La p rensa española publica cada vez más referencias a un complemento femenino que hacía fu ror; las medias de cristal a las que algunos entendidos llamaban de nailon . Y es que estallaba en plena guerra mundial la era de los plásticos. El 3 de marzo España rec onoce oficiosamente, a través de la Cruz Roja, a la representación de la Francia Lib re en Madrid; el mismo nivel alcanzará la representación española oficiosa en Argel an te el general De Gaulle, encomendada, como vimos, a José Antonio de Sangróniz. El ge neral Carlos Martínez de Campos viaja a Alemania para concretar los envíos de armame nto convenidos entre el ministro Jordana y el embajador von Molt e. Los alemanes , según su testimonio, quieren y no pueden; más no quieren que se crea que no pueden . El general español habla con Hitler en su cuartel general prusiano, en el bosque d e Rastenburg. El Führer le enseña un enorme cañón rodante de ochocientos milímetros y le d ice: Lo necesario para el Peñón . Añade, mirando de frente al artillero español: Todo listo sin embargo comenta el general en esos meses ya no pensaba en Gibraltar . Canaris,

que estaba presente, comenta con su amigo Martínez de Campos: No hubiera servido . A principios de marzo de 1943 los conspiradores monárquicos han podido ver cómo s e confirman sus previsiones de victoria aliada cada vez más probable; y a través de sus contactos británicos y norteamericanos conocen, sin duda, la conclusión fundamen tal de la conferencia de Casablanca. Los aliados van a volcarse en la lucha cont ra Alemania dentro de Europa continental, totalmente decididos a establecer un s egundo frente que les permita cooperar con el rulo soviético e impedir a la vez qu e la URSS se apodere de Europa entera tras aplastar al Reich. La conspiración monárq uica va a convertirse, pues, en ofensiva. A través del dia rio de Gil Robles podemos seguir de cerca la marcha de esa ofensiva. (Persona s allegadas a Gil Robles critican que yo llame diario al conjunto de notas no co mpletas que él publicó en clara forma de diario; creo que es cuestión de nombres). Des de mediados de noviembre de 1942 don Juan le considera ya alentado por Sainz Rodríg uez como colaborador principal de la causa monárquica. Gil Robles trata de convence r a don Juan de que no busque el menor compromiso con Franco, que debe venir desl igado totalmente de quien encarna los tremendos errores y las gravísimas responsab ilidades de la actual política española . Según el secretario de don Juan, Ramón Padilla, el titular de la causa monárquica descarta a don Juan Vigón como mediador ante Franc o. El 4 de enero de 1943 Gil Robes se entrevista con el agregado naval británico e n Madrid, quien le asegura que Inglaterra no desea el retorno de las izquierdas ni una situación caótica en España. Sin embargo el 15 de enero Gil Robles, ante nuevos informes de Madrid, cree que Franco ha reafirmado su posición (acaba de eliminar a Kindelán y Aranda de sus destinos). Contra Franco -dice certeramente el informado r de Gil Robes no se puede intentar ahora nada . La designación de conspicuos monárquicos como procuradores en las nuevas Cortes a larma a Sainz Rodríguez y a don Juan March incorporado ya a la conspiración pero sin romper con Franco que visitan a Gil Robles el 14 de febrero. Los tres coinciden e n que el conde de Barcelona debe declarar públicamente su insolidaridad con Franco y sus nuevas Cortes. El frente militar contra Franco está formado, según March, por los generales Kindelán Orgaz, Aranda y Varela. Sin embargo don Juan se resiste a romper con Franco y no prohíbe a los monárquicos su incorporación a las Cortes. Ante l a solución dada por Franco a los funerales regios dimite como enlace el duque de S otomayor. El 11 de marzo Gil Robles anota: me dicen que el rey ha escrito una car ta a Franco, con motivo de la próxima convocatoria de las Cortes Así era. Con fecha 8 de marzo de 1943 don Juan envía a Franco una larga carta. Lo s redactores del borrador son, con toda probabilidad, Sainz Rodríguez, Eugenio Veg as y el diplomático Julio López Oliván, Gil Robles no fue consultado. Es una respuesta muy tardía a la carta que Franco le había dirigido el 12 de mayo de 1942 proponiéndol e la Monarquía totalitaria; ha pasado casi un año, durante el cual la situación estratég ica ha variado sustancialmente a favor de los aliados y sobre todo a favor de la URSS. La carta de don Juan es una venganza de sus consejeros contra Franco. El profesor Suárez piensa que se trata de una carta de ruptura. Vamos a ver. Don Juan asume, desde luego, una actitud de confrontación. Se opone al régimen pe rsonal de Franco y piensa que los proyectos restauradores del Caudillo son muy v agos. Cree por el contrario que apremia adelantar lo más posible la fecha de la res tauración sin fórmulas intermedias como la regencia. Se niega rotundamente a identifi carse con la Falange como Franco le pide; ello sería una patente negación de la esenc ial misma de la virtud monárquica . El advenimiento de don Juan tiene que ser reconc iliador, no partidista. De esta forma se cerraría la solución de continuidad histórica abierta el 14 de abril de 19331. Don Juan está de acuerdo en que la neutralidad a nte la guerra mundial es imprescindible. Pero el régimen español no es neutral, sino análogo a uno de los beligerantes. Si resulta victorioso el bando opuesto, sólo la Monarquía puede salvar a España. Apelo pues, solemnemente, a la conciencia española de V.E. señalando a su atención l a grave responsabilidad en que como árbitro supremo de los destinos de nuestra Pat ria en esta coyuntura, habría de incurrir ante la Historia si no se empeña en la rápid a evolución que el momento exige .

La carta es de confrontación pero todavía no de ruptura. Los consejeros de don Ju an le han jugado una mala pasada; el repudio a la Regencia que él mismo había propue sto en su carta anterior del 23 de octubre de 1941 según vimos. Don Juan no postul a tampoco una Monarquía democrática sino tradicional. Las discrepancias entre López Ol iván, acreditado liberal y Eugenio Vegas, antiliberal nato, son patentes. La carta de don Juan era muy dura y Franco preparó cuidadosamente una respuesta durísima, qu e no tardaría tanto como la de don Juan, el cual adolece de inconsecuencia y oport unismo, que son por desgracia características de su política. Rechaza la identificac ión con Falange que él había manifestado en su carta de 1937 a la revista falangista J erarquía y he transcrito con forma de facsímil en mi libro sobre don Juan. No se acu erda de sus adhesiones incondicionales a Franco desde el mismo 18 de julio de 19 36. Y además tendrá tiempo, cuando ya sea tarde, de volverse a identificar con el Mo vimiento, según veremos. Don Juan era un gran patriota pero no un orientador polític o. Durante aquel mes de marzo de 1943 la guerra submarina de Alemania alcanzaba su punto culminante. Los U-boat germanos hundieron en ese mes seiscientas mil to neladas de barcos enemigos. Pero como Franco sabe inmediatamente a través de los s ervicios de información de la Marina, los aliados acaban de poner a punto sus nuev os sistemas de detección y localización -que serían el radar y el sonar con lo que entre abril y junio de 1943 pudieron destruir nada menos que 651 subma rinos alemanes de un total de 1.160. Al término de esa primavera el almirante Doen itz, vencido, se ve obligado a retirar prácticamente todos sus submarinos del Atlánt ico norte. Después de sus derrotas en África y en Stalingrado, el tercer Reich inici a su agonía bajo los mares, una batalla silenciosa, pero no menos decisiva. Fracasadas sus intrigas monárquicas en el interior de España, el laureado aviador Juan Antonio Ansaldo sigue el camino de su viejo enemigo Ramón Franco y se fuga a Portugal a bordo de un avión militar. Llega a Lisboa, donde según su testimonio, po r entonces, José María Gil Robles había hecho públicas declaraciones de monarquismo y su personalidad, representativa de masas considerables, aportaba a la causa de don Juan un efectivo apoyo . Ansaldo, tan valeroso aviador como historiador discutible , olvida que aquellas masas eran las de 1935, pero estaba de por medio nada meno s que la guerra civil, durante la cual, como el propio Gil Robles había declarado ante la Causa General en 1942, esas masas de la derecha católica se habían convertid o en el pueblo del Movimiento y el líder indiscutible de ese movimiento no era ahora él sino Francisco Franco. Los republicanos habían acusado siempre a Gil Robes de cr iptomonárquico; ahora comprobaban que no anduvieron descaminados. Con ello un homb re tan valioso como don José María estaba en 1943 casi tan solo como el propio don J uan. Cuando Gil Robles recibe el texto de la carta de don Juan a que acabamos de r eferirnos lo acepta sin vacilar, aunque no había intervenido en su redacción; para él esa postura era la que don Juan habría de tomar ante la evolución de la guerra. Regi stra Gil Robles algunas reacciones de Franco; persecuciones contra monárquicos en España, petición de extradición para Ansaldo, expediente para privar de su cátedra unive rsitaria a Sainz Rodríguez. De momento se trata de medidas discretas y no publicad as. Los informadores de Gil Robles entre ellos Pedro Gandarias le confirman que no se puede hacer una restauración contra Franco, que los generales jóvenes están con Franco, que la opinión española no quiera aventuras. Una ley para la defensa del Est ado 16 de marzo- anuncia una represión aún más dura contra los enemigos del régimen. Fran co ha advertido a don Juan March que tenga cuidado y se ha quejado al gobierno p ortugués por su tolerancia ante las actividades subversivas de Pedro Sainz Rodríguez . Ante la redoblada firmeza de Franco, el frente monárquico se desmorona. Gil Rob les habla de pequeñeces, rencillas, ambiciones menudas y vanidades grotes cas . Escribe el 12 de abril a don Juan, con apremio, para que deje Suiza y se establezca en Portugal. Y a comienzos de mayo expone sus primeras críticas sobre e

l conde de Barcelona: Advierto que don Juan no acaba de decidirse a venir a Portu gal ni tiene un criterio fijo en ciertos problemas políticos . El 10 de mayo insiste y le pide que rompa públicamente toda solidaridad con Franco. Los procuradores mo nárquicos designados por Franco para las Cortes están preparando, desde mediados de mayo, un documento muy crítico para Franco. Por la correspondencia de Gil Robles s e advierte que el consejero principal de don Juan en Lausana es Julio López Oliván, junto a Eugenio Vegas. Mientras don Juan trata de aproximarse a los tradicionali stas, Gil Robles hace el 18 de mayo en La Nación de Buenos Aires, una declaración ap remiante sobre la necesidad de restaurar la Monarquía en España. El 25 de mayo don J uan March vuelve a ver a Gil Robles y le refiere una conversación con Nicolás Franco . El embajador y negociante como le llama Gil Robles, dice una gran verdad que la Historia confirmará pero que Gil Robles se negó a aceptar: Con su carta al Caudillo e l Rey había perdido la corona . Es un hecho trágico pero es un hecho. Sin embargo Fran co no prescinde por completo de don Juan ni ahora en 1943 ni siquiera en 1945 co n motivo del manifiesto de Lausana. Franco no sacará el nombre de don Juan de la ca jita sellada que había mostrado a Kindelán hasta 1947, tras el manifiesto de don Juan en Estoril. Desde entonces empezó a pensar en otro sucesor, pero no ajeno a la líne a dinástica de don Juan. Para sustituir en el ministerio de Justicia a don Esteban Bilbao, nombrado pr esidente de las Cortes, Franco llama a un ministro de la Dictadura, don Eduardo Aunós. El 15 de marzo designa vicepresidentes de las Cortes a un falangista de la Vieja Guardia, José María Alfaro Polanco y al subsecretario de la Presidencia, Luis Carrero Blanco, que conserva su puesto. Cesan el jefe del SEU, Guitarte, y el je fe del Servicio Exterior del Movimiento, Fernando Castiella, sustituidos por Car los Rodríguez de Valcárcel y Antón Riestra. Castiella pasa a ser el nuevo director del Instituto de Es tudios Políticos. Suanzes y Gutiérrez del Castillo son designados c onsejeros nacionales. Todo está a punto para que Franco presida, el 17 de marzo, l a inauguración de las nuevas Cortes españolas. Habla en su discurso de iniciar un sis tema institucional de plenitud jurídica . Evoca las antiguas Cortes medievales de Ca stilla, afirma que bajo la dinastía borbónica en el siglo XVIII las Cortes sólo existían nominalmente e identifica a los de 1808 y 1936 como alzamientos nacionales . Defin e la nueva institución como un traje a la medida, español y castizo para un régimen que es un sistema de gobierno ilustrado y paternal . Critica la labor jeremíaca y extran jerizante de los intelectuales y recalca que el pueblo español no se dejará vencer más por su falso prestigio. Agradeceré -dijo- tanto las asistencias concordantes com o las discrepancias . Franco tenía en su recuerdo la Asamblea instituida por el gene ral Primo de Rivera que evidentemente fracasó; pero atribuía seriamente a las Cortes la capacidad de elaborar las leyes. En su discurso, Franco aludió a la torpe labo r de los conspiradores monárquicos, grupos decadentes, barridos de los cuadros dire ctivos de la nación entregados ahora, según él, a la torpe imitación extranjera. Para el observador de hoy aquellas Cortes de 1943 no eran, por supuesto, repr esentativas. Tampoco podían considerarse como expresión de la democracia orgánica; la representación de las corporaciones y los municipios no se establecía según pautas de libertad. Sin embargo las Cortes del régimen no se congelarían en su formato inicial . Irían progresando, aunque muy lentamente, en el camino de la representación y en s u última singladura darían consciente y abnegadamente el paso decisivo en dirección a la democracia. Tampoco esto se puede negar con la Historia en la mano. Como no c abe negar su relativa eficacia en el campo de la legislación, que era su finalidad fundamental. Tres días después en audiencia con el embajador español Bárcenas, el Papa Pío XII se con gratulaba de nuevo efusivamente por la política anticomunista de España, coincidente con la de la Iglesia, y de los deseos del Jefe del Estado de identificar sus di rectivas políticas con la Santa Sede, incluso en lo relativo a lo que representaba el peligro nazi . Muy oportuno y muy poco recordado el contenido y la apoyatura q ue supone para Franco, al adentrarse en año tan incierto, este claro endoso de Pío X II reflejado en el despacho del embajador. Interesante esta mención española, aunque secreta, del peligro nazi que como sabemos había sido ya advertido y denunciado efi

cazmente por la propia Iglesia española. En la primavera de 1943 los contactos de Jordana con el embajador americano se hacen semanales; con este apoyo el ministr o español puede resistir los crecientes embates del embajador alemán, cada vez más end urecidos. Pero una inesperada noticia, sobre la que corrieron diversas leyendas, acaba con el nuevo obstáculo: a fines de mes muere repentinamente en Madrid el em bajador de Alemania. El gobierno español le preparó, Castellana abajo, un entierro a poteósico, del que el autor de este libro recuerda la profusión de uniformes nazis y pasos de la oca; por lo que protestó el embajador británico. Todo el humor negro de Celtiberia aflora en la inmediata respuesta de Jordana: Si usted fallece aquí, que rido sir Samuel, le prometo un entierro semejante . Franco preside el 1 de abril el tradicional desfile de la Victoria pero sin d iscursos ni declaraciones al margen. Rebrotan en cambio las actividades políticas de los exiliados españoles, de las que van llegando informes al palacio del Pardo. Diego Martínez Barrio, presidente en funciones de la República española y el general José Miaja viajan desde México por Uruguay, Argentina y Chile. El propio Miaja habla en sesión solemne ante el Congreso en Montevideo, que por entonces conservaba en flor su fama de Republica masónica. Otros dirigentes del disperso Frente Popular s e agitan por las Américas pero casi todos recelan de los comunistas, expulsados de l Frente Popular en el Madrid agónico de marzo de 1939. Se difunden también por España extractos más o menos fidedignos de la correspondencia entre Franco y don Juan, p ero todo ello en cfrculos muy restringidos que prácticamente nunca llegaban a la o pinión pública. Recuerdo que ya muerto Franco don Juan de Borbón, en uno de los encuen tros que he citado, me elogió la biografta que había escrito sobre él el ardoroso monárq uico Fernando de González Doria. Me dijo nada menos que respondía por ella. Pues bie n, resulta clarificador reproducir lo que González Doria escribió sobre los consejer os de don Juan en aquella época: Las contestaciones del Generalísimo a estas observac iones de don Juuan eran, al parecer, cautelosas, de pasos muy contados y refleja ban algo que el conde de Barcelona, desde su exilio y casi aislamiento completo, no se hallaba en condiciones de percibir; la confianza plena de España depositada en Franco, que era el aliciente del Caudillo para mantenerse firme y procurar s uperar los múltiples obstáculos. El clima mundial, completamente d~sfavorable al gob ierno de Madrid, era la cortina de niebla que se interponía entre don Juan y el régi men franquista. Los escasos informantes a que don Juan daba audiencia sobre los problemas inte rnos de España no siempre eran objetivos y en muchos aspectos, venciéndose a la tent ación del despecho personal, deformaban la realidad . No es un partidario de Franco quien así escribe sino un defensor incondicional de don Juan. El creciente clima d e victoria aliada se reflejaba en un incremento de la hostilidad de medios antif ranquistas en los países aliados. Luís Suárez nota con precisión que respecto al futuro de España el gobierno británico se mostraba partidario de la restauración de la Monarq uía para evitar que España cayera bajo la venganza de los antiguos rojos atizados po r la Unión Soviética; mientras que los Estados Unidos, influenciados por la corte ro ja de la señora Eleanor Roosevelt, se inclinaban a una solución republicana, hasta q ue el comportamiento soviético en Europa oriental y central alertó a los militares n orteamericanos que forzaron un cambio de actitud en su gobierno. Uno de los cent ros de poder y propaganda más contrarios a Franco y su régimen era el Office of war information plagado de antifranquistas y pro-comunistas de los que conozco un ej emplo detonante: el futuro jefe de la propaganda contra Franco Herbert Rutledge Southworth, de cuyo libro póstumo ya he incluido aquí algunos comentarios. El embaja dor británico Hoare, en cambio, recordaba el servicio naval de don Juan de Borbón en la Escuadra británica y se refería a él afectuosamente como one of our boys, El duque de Alba, embajador de España en Londres, conversaba con el rey Jorge V en el pala cio de Buc ingham y le comunicó no sin cierta exageración los propósitos de Franco sob re una pronta restauración de la Monarquía. Pero durante una estancia del duque en E spaña observó con aprensión que ni un solo representante de la España oficial acudía a la fiesta que ofreció en su palacio sevillano de las Dueñas. Todo tenía un límite . Con motivo de un viaje oficial a la cuenca industrial del Ruhr, cada vez más ma chacada por los bombardeos de la aviación aliada, el ministro nazi de Propaganda d

octor Goebbels habló veladamente sobre unas armas secretas que preparaba Alemania y que podrían cambiar el curso de la guerra mundial. La cadena informativa de la ger manofilia transmitió, amplificada, esta información que no carecía de base real entre Be rlín y Madrid y muchos germanófilos españoles empezaron a creer en las armas secretas alemanas con una fe que ya ofrecía ribetes de magia, una fe ~le la que, pese a su acendrado realismo galaico, no estuvo del todo exento el propio Franco. Pero en espera de las sorpresas que podría acarrear el futuro Alemania y los Estados Unidos estaban ya por entonces empeñadas en la carrera mortal por las armas atómicas, y lo s dos rivales lo sabían la amarga realidad de la guerra real se imponía en el norte d e África. El Afri a Korps, como había esperado el general Muñoz Grandes, ofreció una res istencia escalonada en sus líneas de defensa construidas en Túnez pero el enemigo pr esionaba de forma irresistible desde Levante y 1 Para eventos internacionales en esta época (entre otros la carta masónica de Ro osevelt) cfr. el libro de J.M. Doussinague España tenía razón, op. cit. especialmente importante para la época de Jordana. El fallido funeral por Alfonso XIII y otros e pisodios de la conspiración monárquica en J.A. Analdo, ¿Para qué...?, op. cit., p. 294. Viaje a Alemania de C.M. de Campos en Ayer, op. cit., p. 257s. Testimonio contin uo y fundamental de Gil Robles en La Monarquía..., op. cit., p. 23s. Relaciones Fr anco-don Juan en mi Don Juan de Borbón, op. cit., p. 259s. Iniciación e historia de las Cortes de Franco en Aberto Delgado, Micro-historia de las Cortes serie inici ada en Arriba el 3 de agosto de 1971. Rafael Bañón Poder de la burocracia y Cortes f ranquistas, Madrid, Inst. Nac. de Admón.. Pública, 1978. Despacho de Bárcenas en Migue l Ángel Velasco, Ya, 5 abril 1973. Actividades políticas del exilio en Javier Rubio, La emigración..., op. cit., II p. 480s. Textos de F. González Doria en Don Juan de España, Madrid, 1968, p. 182s. Es fundamental la referencia al libro de Luis Suárez España, Franco..., op. cit., p. 465s. Poniente a la vez y la artillería aliada destrozó toda capacidad de resistencia s eria por parte alemana. En vista de ello el mariscal Rommel, héroe del desierto, t iene que evadirse de Túnez por vía aérea mientras su sucesor en el mando, Von Arnim, t rata por todos los medios de prolongar una resistencia simbólica que ya presagiaba el desastre. Franco, que observa atentamente el curso de las operaciones en los frentes de Rusia y África, llega el 13 de abril de 1943 al Pazo de Meirás para un v iaje de importantes inauguraciones. El 14 de abril, duodécimo aniversario de la in eficaz República española, recorre el nuevo trayecto ferroviario Santiago-La Coruña; e l 15 abre el puente del Pedrido sobre la ría de Betanzos; el 17, en su camino de v uelta al palacio del Pardo, inaugura el viaducto sobre el río Esla, que es todo un alarde de ingeniería hidroeléctrica; con su único ojo que es el mayor de Europa hasta entonces. Mientras tanto el conde de Jordana aprovecha en Barcelona el 450 aniv ersario del retomo de Colón para reunir al Consejo de la Hispanidad en el Salón del Tinell y proponer ante el Cuero Diplomático las nuevas directrices de la política ex terior de Franco. Recalca en su discurso la afirmación de totalidad cristiana, inc ompatible con el nazismo; Por un camino que es nuestro andamos con ademanes que n os son propios e ideas que de nadie tuvimos que aprender . Insiste también en una pr opuesta generalizada de paz en Europa. Las interpretaciones del propio Jordana s obre su discurso de Barcelona parecen un tanto cínicas. El Generalísimo Franco y su g obiemo dice en carta a Nicolás Franco están convencidos de que no ha llegado la hora d e negociar, pero sí la de empezar a hablar de ello . El 10 de mayo asegurará al embaja dor Hayes que Franco y él siguen convencidos de la victoria aliada, pero deben gua rdar las formas con el Eje. Los discursos de Barcelona encuentran en los beliger antes una total repulsa. A las pocas horas el secretario de Estado Cordell Hull comenta que el único resultado posible de la guerra será la rendición sin condiciones . A lemania también protesta: no quiere que las insinuaciones de Jordana se interprete n como veladas propuestas de Hitler. En cambio los neutrales, tan preocupados co mo España por el peligro soviético, examinan con interés la baza española. Nuevo movimiento, el 21 de abril, de don Juan de Borbón, que pide consejo al líde r tradicionalista conde de Rodezno, ex ministro de Franco, ante quien evoca el Vo lveré del rey carlista don Carlos VII de cuyos principios y derechos dice soy continua dor y heredero. Deseo afirmar una vez más que conozco plenamente los deberes que m

i derecho a la Corona me impone y mi propósito solemne de restaurar el sentido polít ico y social de nuestra Monarquía tradicional cuando llegue la hora . Tercia en esta s cartas el veterano político liberal conde de Romanones (quien clamaba por entonces en una sesión de la Academia de Bellas Artes que pr esidía: A votar, no me muero sin presidir una votación!), según el cual la Monarquía tra dicional en el significado que lleva ese apellido entre nosotros, sería una monarquía absoluta y tenía toda la razón; don Juan y su proyecto no marchaban en vía liberal y d emocrática, ni de lejos. Antonio de Oliveira Salazar, el 27 de abril, reconoce que la amistad con España nos ha procurado una preciosa ayuda en política exterior . Y es que el Bloque Ibérico sirvió, entre otros fines, para el fundamental de mantener a E spaña y Portugal al margen de la guerra. Tres días después el nuevo embajador de Alema nia, Diec hoff, presenta sus cartas credenciales a Franco; por primera vez en la s relaciones hispano-germanas no se pronuncian discursos ni se comunican declara ciones fuera de las protocolarias. El 30 de abril de 1943 se pone en acción una operación de engaño a los alemanes por parte de los servicios secretos aliados, diferente a la del cadáver con documento s hallado anteriormente en las playas de Cádiz. Aquella operación anterior era auténti ca; ésta trucada, y fue ésta precisamente la que tomó forma de una película de éxito: El h ombre que nunca existió. Desde el submarino Seraph, a las cuatro y media de la mañan a de ese día, se lanzó al mar el cadáver de un hombre al que se asignó la denominación de M ayor William Martín, de la Royal Navy a poco más de una milla del litoral de Huelva. Esa misma mañana los españoles hallaron el cadáver, portador de importantes documentos (falsos) y le enterraron con honores militares el 2 de mayo. Los documentos reve laban que el desembarco aliado tendría lugar en Cerdeña y no sobre Sicilia. La playa frente a la que se arrojó al cadáver era la del Portil; la autopsia fue practicada p or el doctor Fernández del Tormo. Los datos anteriores me fueron comunicados por e l doctor Luis Seiquer Ortiz; el almirante Femández de Bobadilla, que los corrobora , añade que, recogido el cadáver, se abrieron los sobres, se devolvieron a los ingle ses (muy satisfechos al comprobar que se habían abierto) y se comunicó el contenido a los alemanes, quienes esta vez sí creyeron la historia y movieron tropas sacándola s de Sicilia para Cerdeña y Grecia, como señalaban los documentos ficticios.

A lo largo de todo el mes de mayo de 1943 Franco monta un duro contraataque p olítico contra los disidentes monárquicos. Le preocupaba la amplia difusión conseguida por la carta de don Juan del 8 de marzo. Pero ante todo conviene puntualizar la excesiva simplificación en que a veces caen los historiadores cuando identifican como los monárquicos a los españoles que disentían del régimen por sus ideas monárquicas. L puntualización consiste en que la inmensa mayoría de los monárquicos que vivían en España estaban con Franco, encabezados por el último presid ente del partido monárquico oficial Renovación Española don Antonio Goicoechea, ex min istro de la Monarquía y ahora gobemador del Banco de España. La gran mayoría de la ari stocracia sentía sin duda inclinación y respeto por don Juan, pero no se comprometía púb licamente en su favor y mantenía su lealtad activa al régimen de Franco. Por eso los monárquicos hostiles a Franco no eran simplemente los monárquicos sino un sector muy minoritario de los monárquicos que se confesaban incluso públicamente partidarios de don Juan en su ya iniciada confrontación con Franco. Esta distinción me parece muy importante; sin ella nada se entiende. A esta luz hay que analizar el viaje que Franco realiza por Andalucía desde el 1 de mayo de 1943. Esa tarde habla a los cor dobeses condenando al siglo maldito de las divisiones, de las cobardías e invocando una vez más a la unidad. Llega anochecido a Sevilla. Pulsa el ambiente durante tod o el día 2; el ambiente estaba enrarecido en los altos círculos de la sociedad, por los comentarios en tomo a la semifrustrada recepción en el palacio del duque de Al ba. Al día siguiente Franco inaugura la feria de ganados. Al agradecer el día 4 en H uelva el ofrecimiento de una espada, recuerda con emoción que la decadencia española fue debida a las clases dirigentes y no al pueblo; como en tantas alusiones his tóricas también en éste tiene razón. Confronta los tres sistemas políticos actuales, el li beral, el marxista y el nuestro, que nace de la moral cristiana y la tradición . En S evilla recibe el día 6 la medalla de oro de la ciudad y arranca un universal y sor prendido aplauso cuando recomienda que se otorgue urgentemente la misma distinción

al general Gonzalo Queipo de Llano. Al sacar así del ostracismo al antiguo salvad or de Sevilla y virrey de Andalucía durante la guerra civil gana la batalla de la opinión pública, ante la persistente popularidad del aludido. Remacha su éxito por la tarde en Jerez, con elogios para don Miguel Primo de Rivera y con esta salutación espontánea que todos comprenden: Aquí, en Jerez, que produjo tantas divisas en la Cru zada . El día 7 expone ante los jefes y oficiales de Sevilla su teoría de las tres gue rras. La no beligerancia recuerda no quiere decir intervención pero tampoco indiferen cia . Y añade, para caso de agresión extema: Supliremos el armamento con valor . Explica el motivo de sus frecuentes viajes por España: Veis esta preocupación mía con este pere grinar por las ciudades y por los pueblos, sembrando nuestra unidad . El viaje con tinúa el día 7 en Málaga y el 10 en Almería, donde revela el secreto de esos viajes; con seguir el contacto directo con las capas populares, al margen de las camarillas y de las intrigas. Apunta la posibilidad más deseo que pronóstico- de que la guerra m undial acabe en tablas. En Granada evoca, como es connatural en él, su espejo de u nidades, los Reyes Católicos. Vuelve a Madrid por Jaén; el ministro del Movimiento, Arrese, le prepara un gran recibimiento en la capital el día 12, pe ro sin negar estas apoyaturas que se encomendaban a la militancia falangista no cabe negar que Franco consiguió en su recorrido andaluz la comunicación popular que pretendía. Dos días más tarde de su regreso los últimos reductos militares del Eje en el norte de África se rinden, el 14 de mayo, al empuje de los aliados. Inmediatament e, con fecha 15 de mayo, el mariscal Kesselring y la Kriegsmarine urgen a Hitler que recupere la iniciativa estratégica a través de España. Ya es tarde y el Führer rech aza la sugerencia con una frase certera: No podemos hacer eso porque necesitaríamos soldados óptimos. Ocupar España sin consentimiento de los españoles es algo que ni si quiera merece discutirse, pues son los únicos latinos valientes y formarían guerrill as en nuestra misma retaguardia . Era precisamente el segundo día de estancia de Car los Martínez de Campos en el frente de Leningrado. Napoleón y la División Azul pruebas supremas de la dureza hispana para Hitler salvaron otra vez a España de una invasión germánica desesperada. Al evocar los viajes de Franco por Andalucía en momentos tan difíciles de la guer ra mundial el secretario militar de Franco, Francisco Franco Salgado, nos ofrece un toque de realismo en contraste con los entusiasmos que se acaban de describi r: No me olvido dice de las pobres gentes de Andalucía, y -especialmente de las provi ncias de Jaén y Málaga, cuando pasábamos por los pueblos en viajes oficiales, que se a cercaban repetidamente al coche de Franco y humildemente decían: Señor Franco, por D ios un pedazo de pan que tenemos hambre. También el Caudillo y sus acompañantes comíam os pan duro que olía mal. Carecíamos de todo y solamente los insensatos incondiciona les y algunos a sueldo de los embajadores del Eje podían pensar en intervenir en l a contienda. El Caudillo estaba decidido a librar de la guerra a su pueblo mal a limentado y para ello se defendía de las presiones que se le hacían en ese sentido . E n su informe al cardenal Maglione, fechado el 22 de mayo de 1943, el nuncio Cico gnani se hacía eco del acto hispánico en Barcelona y del viaje de Franco por Andalucía . El sagaz diplomático vaticano se queda en el análisis de las repercusiones exterio res de ambos hechos, que no convencieron a los aliados; anota la intención de Fran co de identificarse pública e intemacionalmente con la Santa Sede pero no capta el sentido político interno del viaje, que era reforzar las conexiones populares de Franco para desmantelar, a su regreso, la ofensiva monárquica. El confidente de Ramón Serrano Suñer, Ramón Garriga, pasa por Madrid a fines de may Durante mi corta permanencia en España recuerda pude apre ciar que económicamente resultó venturoso el desembarco aliado en África. De ultram ar llegaban muchos barcos a los puertos españoles y el nivel de vida iba mejorando . Había gasolina para cubrir las necesidades y la red de transportes rendía un resul tado superior a todo lo visto desde 1936 . El 24 de mayo inaugura Franco la exposi ción nacional de Bellas Artes y asiste a un concurso hípico en la Casa de Campo.

o.

El diario oficioso Arriba publica un editorial pacificador el día 25. El 27, se guro ya de su respaldo popular en el Sur, Franco decide iniciar a fondo la contr aofensiva sobre el frente monárquico y para ello envía una durísima carta a don Juan d

e Borbón, calificada después por el líder socialista exiliado Indalecio Prieto, que fu e el primero en publicar algunos extractos de ella, como dura catilinaria y como pu ntapié de Su Excelencia a Su Alteza. Merece la pena analizar este importante docume nto porque Franco despliega en él toda su idea de la Monarquía y también toda su frust ración al ver, por la carta anterior de don Juan a la que ahora replica, que el co nde de Barcelona ha sido víctima de malos consejeros y si bien le responde con ánimo de confrontación también, trata de comunicarle una versión del problema monárquico que para Franco era la única aceptable. Sin embargo, pese a las apariencias de ruptura definitiva, esa ruptura no se produce; las relaciones entre los dos siguen abie rtas y el nombre de don Juan permanece dentro de la cajita sellada en que Franco disponía personalmente su sucesión al frente de los destinos de España. Ya veremos cuán do desaparece ese nombre de esa caja. Años más tarde. Franco intenta ante todo fijar las posiciones propias y de don Juan para corr oborar la autoridad y responsabilidad de sus palabras y prevenir la contrariedad que pudieran causaros . Es decir pretende ante todo poner a cada uno en su sitio. Otras personas dice Franco- podrán hablaros con la sumisión que un celo dinástico o s conveniencia cortesana les dicte; yo, cuando os escribo, no puedo prescindir d hacerlo como Jefe del Estado de la Nación Española que se dirige al pretendiente a trono de la misma nación; y considero necesario recordaros esta situación por vero desviado de la posición que corresponde a un Príncipe que aspira a reinar por la vía natural (semejante a la del Príncipe heredero) de acuerdo con la voluntad del que ejerce la potestad actualmente y en continuación de la gran obra política que nuest ra Cruzada hizo posible . La descripción está hecha: el Caudillo y el Pretendiente, que sólo podrá reinar como sucesor de Franco, de la persona y de la obra de Franco. El Caudillo comprende l as dificultades que se presentan para poder exigiros una fe ciega en nuestra obra ; que tendría que ser resultado de un conocimiento de la situación de España, así como d e mi persona y mi historia, desfigurado todo ello en vuestro ánimo por las informa ciones maliciosas o erróneas de elementos fracasados, extranjerizados o disidentes , apartados de la comunidad política nacional y aconseja a don Juan que compruebe la personalidad moral, política y financiera de quienes os visitan . (Una observación al margen. Cuando se lee hoy el resonante libro de un cortesano de don Juan, Luis María Anson, sobre la corte de don Juan, cuando se repasan las tremendas descripci ones del principal consejero político de don Juan, Gil Robles, sobre el conjunto d e esos consejeros, no puede evitarse la sensación de que Franco se quedaba corto a l desconfiar de ellos). Franco continúa: no puede ocultar a don Juan la preocupación que muchos buenos españoles sienten por vuestra formación . Entonces entra en el anális is de la carta de don Juan. u e l s

Con duro estilo oratorio critica la afirmación de que el régimen de España es provis ional y aleatorio . Pregunta a don Juan si la Cruzada no supone nada para él, si no comprende el esfuerzo de reconstrucción desde cero y sin ayudas, si no conoce la l iquidación del problema de la justicia con más de cuatrocientos mil procesados, redu cidos ahora a menos de setenta mil presos, si no percibe el valor de la doctrina social del Movimiento en marcha; si se ha informado de los avances en centros d e enseñanza e investigación. Por ello a un Estado que tanto ha rendido a la nación no p uede sin injusticia ponérsele en interinidad ni en entredicho, porque una docena d e politicastros despechados o de capitalistas insaciables pretendan dinamitarlo . Cuando don Juan alude a la vinculación exclusiva del poder en una sola persona Fr anco le contesta que esa es precisamente la característica del régimen monárquico, se t itule o no de rey quien ejerce la suprema potestad otra prueba de que para Franco, incluso antes de su proclamación oficial en 1947, su régimen era una monarquía, un Re ino, del que Franco no se titulaba Rey porque, como sabemos por el testimonio de Carrero Blanco, no había querido. Franco dice a don Juan que mucho más importante q ue la sucesión es consolidar lo ya logrado y conseguir que el sucesor se forme y s e informe adecuadamente. Confirma entonces su absoluta falta de prisa: Precisamen te por esta responsabilidad histórica que sobre mí pesa estoy obligado y resuelto a

que no se malogre lo que se ha levantado con tantos sacrificios, cualquiera que fuese el tiempo y las medida s que esto requiriese En cuanto a los conceptos políticos que expone don Juan la disparidad -dice Fran co- es más evidente . La Falange es precisamente lo contrario de lo que suponéis . Porque no es un partido sino un Movimiento . Y una nueva convicción esencial de Franco: Cuan do lleva la nación siglo y medio de envenenamiento, extinguiéndose España bajo la plur alidad de los partidos y desmoronándose con la siembra de ideas disolventes que la colocaron en el nivel más bajo a que los pueblos pueden llegar, no es posible aba ndonarla a su propio ser . El Movimiento no es un partido de aprovechados, soy yo, su conductor, el que después de haber sacado a España de la ruina donde aparecía hundi da, interpretando el sentir general de cuantos participaban en el Alzamiento, y ante las necesidades imperiosas de la Nación, le señalé en aquel momento histórico, cuan do aún teníamos la guerra por delante, el rumbo político que había de seguir y que viene siguiéndose desde entonces, al tiempo que se depura nuestra doctrina, que es hoy la de toda la nación. Por ello no debería extrañaros el que se os pida os identifiquéis con estos principios, que son los comunes de nuestra juventud y sobre los que no cabe discusión . Fue precisamente don Juan, sigue Franco, quien comprendiéndolo así, se presentó en España para combatir, vistiendo la camisa azul y tocándose con la boina ro ja con lo que se convirtió en precursor de la unificación. Franco se refiere al atuen do con que don Juan se acercó al frente nacional de Somosierra en 1936, hasta que fue detenido en Aranda de Duero por orden del general Mola; llevaba en efecto bo ina roja y un emblema de Falange como muestran las fotografías que se le hicieron. Es muy importante notar que en 1943 y en esta carta Franco utiliza la palabra Mo vimiento identificada expresamente con Falange no como un partido sino como el conj unto de fuerzas nacionales (incluidas las monárquicas y católicas) que se incorporar on al Alzamiento Nacional. A sumarse a este Movimiento, como ya había intentado du rante la guerra (y por cierto en tres ocasiones desde el mismo 18 de julio) es a lo que Franco invita a don Juan, no a que se incorpore a Falange como partido o como ideología restringida. Entonces Franco critica la actitud de don Alfonso XIII al abandonar el trono en 1931 sin lucha. Las nobles palabras y su desinterés apreciable como hombre no le elevan en cambio como Rey . La caída de la Monarquía dimana del momento en que por dec isión real fue expulsado del poder el general Primo de Rivera, a cuya instauración c omo dictador tanto había contribuido la corona . El error de la dictadura fue no haber fomentado en la nación una conciencia política que sustituyera a la derrotada (en 1923) y el entierro de la dictadura fue el e ntierro de la monarquía. Esta es la historia que interesa no se repita. Ninguno de los que pretenden aleccionaros arrastran más que sus propias ambiciones; el puesto perdido, la embajada malograda, el condado frustrado, el bufete perdido o los i ntereses afectados . Se opone a los pretextos de reconciliación y pacificación de los espíritus, porque la vida es una continua batalla . Hay que llegar a la posesión de la verdad y entonces defenderla con tenacidad, distinguiendo los principios irrenun ciables de los matices en que se pueda ceder. En el orden internacional, España inició su andadura ante la guerra mundial prime ro como neutral, luego con atención vigilante. Lo mismo que ante el problema comun ista España no puede ser indiferente ante la bolchevización de Europa. La posición del régimen es exclusivamente española, sin que por ello haya dejación de la hidalguía carac terística de nuestra raza . Faltaban aún muchos años para que se conociera en España el contenido de esta carta de Franco. Sí se conoció, en cambio, en la prensa del 30 de mayo, la orden por la q ue se adelantaba el retiro del coronel Valentín Galarza, el Técnico de las conspiracio nes de 1932 y 1936, el ministro de la Gobernación que había sustituido a Serrano Suñer y que ahora estaba en relación con la conspiración de los monárquicos disidentes en c ombinación con uno de los financieros aludidos, sin nombre, por Franco en su carta a don Juan de Borbón; don Juan March Ordinas, a quien Franco mantenía bajo estrecha

vigilancia. A comienzos de junio de 1943 don Juan pretende elevar al máximo nivel la titularidad de sus relaciones con Franco y designa para tan delicado puesto a su tío el infante don Alfonso de Orleáns, general de división del Ejército del Aire y jefe de la Brigada Aérea Hispana durante la guerra civil. Don Alfonso era hijo de la infanta Eulalia, casado con la princesa Beatriz de SajoniaCoburgo, nieta de l a reina Victoria y prima hermana de la reina de España Victoria Eugenia, que, por negarse a jurar lealtad a la República, fue separado del servicio y se ganó la vida en la casa Ford, desde modestos puestos de entrada al más alto escalón ejecutivo de la compañía. Desempeñó su alta misión durante más de tres años, Las tres fases de la estrateg a juanista en España, definidas por Kindelán, eran con Franco, sin Franco, contra Fra nco . El infante don Alfonso aseguró a Kindelán que se inscribiría en la fase con Franco y se aplicó a ello con toda su capacidad, que era muy alta. De momento hizo compati ble su misión con el mando de la Región Aérea del Estrecho a que Franco le destinó. Creó u n Consejo de Acción Monárqui ca, se ocupó de los pequeños problemas de la familia real, entabló relación con los t radicionalistas y trató de convencer a Franco para que adelantase la Restauración. F ranco, según Kindelán, se lamentó ante don Alfonso de que don Juan hiciera caso a un in adaptado como Gil Robles, un masoncete como Sainz Rodríguez, un inquieto como Vald ecasas y un paranoico como Vegas Latapié . El infante don Alfonso sacrificó todo a su ardua tarea mediadora, en la que no fue comprendido ni por Franco ni menos por d on Juan, que se comportó con su tío de forma injusta e ingrata. Gil Robles termina l a entrada de su diario de 15 de junio de 1943, cuando acaba de ser designado don Alfonso, con estas palabras ante la obstinación de don Juan en no moverse de Suiz a: Sigo viendo que don Juan no está a la altura de las circunstancias... y precisam ente en este momento (cuando en Londres se empieza a pensar que la monarquía no es ya la solución en España) una treintena de procuradores en Cortes capitaneados por Ventosa, Alba y compañía le escriben a Franco una carta de acentuado tono humilde pi diendo que traiga la monarquía. ¿Nos ha dejado Dios de su mano?. Desde luego lo mere cemos .

Creo que Gil Robles exagera la humildad de esta carta, cuyo promotor fue el e x ministro catalán de la Monarquía y financiero acreditado don Juan Ventosa Calvell, político ilustrado y moderado que trató de frenar la catástrofe en julio de 1936. No era un documento hostil a Franco y como tal había sido aprobado por don Alfonso de Orleáns pero los firmantes acababan de ser nombrados por Franco procuradores en l as nuevas Cortes y si bien enviaban su carta por conducto reglamentario, a través de la Presidencia del alto organismo, Franco tenía que entenderla como un desafío po lítico ante el curso de la guerra favorable a los aliados. Dicen que no es posible realizar la labor encomendada a las Cortes sin resolver el problema esencial de la definición y ordenamiento de las instituciones fundamentales del Estado . Y conti núan: Los acontecimientos bélicos últimamente ocurridos en África del Norte determinan pa ra España, potencia mediterránea y africana, consecuencias políticas inmediatas que se ría insensato desconocer . Por tanto los procuradores reconocen que el motivo de su carta es oportunista, en función de la situación estratégica. Al terminar la guerra aseguran convendrá que exista en España un régimen que reúna las condiciones más adecuad s para realizar en el interior la unidad moral entre los españoles y para inspirar en el exterior confianza . Conclusión y propuesta: Sobre la base de salvaguardar, po r todos los medios, la independencia nacional, aparece con claridad meridiana la conveniencia para España de mantener una política de estricta neutralidad, que la M onarquía puede encamar de manera auténtica, eficaz e indiscutida . No es un documento subversivo sino un apremio: el intento histórico y la obra de Franco ha de tener su natural remate en la restauración de la Monarquía, continuadora de nu estra tradición histórica, que sea en el interior instrumento de suprema reconciliac ión entre los españoles y en el exterior garantía de estabilidad y de eficacia de nues tra acción . De esta forma se completaría la obra iniciada por V.E., Generalísimo de los Ejércitos y artífice de la Victoria . La moción está evidentemente inspirada en la última ca rta de don Juan a Franco. Encabeza las veintisiete firmas el duque de Alba; sigu en Juan Ventosa, Pablo Garnica, José de Yanguas, Manuel Halcón, Alfonso García Valdeca sas , Pedro Gamero del Castillo, Antonio Goicoechea, E. Martínez Sabater (decano d el Colegio de Abogados de Valencia) A. García de Vinuesa, Antonio Sala Amat, Jesús M

erchante (alcalde de Cuenca) el duque de Arión, N. Armero (alcalde de Requena) Ign acio Muñoz Rojas, 1. Delclaux, Alfonso de Zayas, Valentín Galarza, el general Ponte (capitán general de Andalucía) el almirante Moreu, Luis Alarcón de la Lastra, Antonio Gallego Burín (alcalde de Granada) Rafael Lataillade (alcalde de San Sebastián), Jua n Manuel Fanjul, Jaime de Foxá, el conde de Ibarra y Antonio Joaniquet. Entre las firmas, pues, cuatro exministros de la Corona, tres exministros de Franco, pero un solo general en activo y un almirante. Firman dos de los duques-procuradores; no firman los otros dos. Firma uno solo de los grandes banqueros y ningún obispo. Los firmantes, personas muy estimables, solo representan a una minoría dentro de los cuadros dirigentes que se declaraban monárquicos. Había en España centenares de títu los de nobleza; pero sólo dos (o tres) de ellos figuran en la lista. La reacción de Franco se produjo con extrema cautela. Con toda seguridad valoró más las ausencias que las presencias en la carta de los procuradores. Sólo cesó de mane ra fulminante en el Consejo Nacional a la media docena de ellos que eran, además, consejeros nacionales; Fanjul, Gamero, Yanguas, Halcón, Valdecasas y Joaniquet. Ya había adelantado el retiro de Valentín Galarza, cuya participación en esta carta cono cía de antemano. Mantuvo sin vacilar a varios firmantes en sus puestos: el duque d e Alba como embajador en Londres, Antonio Goicoechea como gobernador del Banco d e España y al general Ponte como capitán general de Andalucía. Redobla sus apariciones en publico, a veces ante alguno de los firmantes y no ejerció represalias de ning una clase con excepción de las destituciones puramente políticas indicadas. Preside el 2 de junio la corrida de Beneficencia en la plaza Monumental de Madrid entre el fervor popular que tanto le confortaba sobre todo en momentos delicados como el que acababa de vivir; el 3 de junio las carreras de caballos, el 4 la final d el campeonato militar de futbol, el 5 los actos conmemorativos del 35 aniversari o de su XIV promoción de Infantería en el Alcázar de Toledo. Se reúne allí con los otros 1 19 supervivientes, entre ellos los generales Alonso Vega, Yagüe y Sáenz de Burua ga; desayunan el clásico café con migas, Franco llama glorioso a Yagüe y acepta el re novado juramento de sus compañeros. Yagüe en breves palabras había anticipado intencio nadamente la unión de todos los españoles al lado de Franco . Por la noche el Caudillo reitera su mensaje de unión en una cena con sus compañeros que les ofrece en el pala cio de Oriente. El día 8 recibe en el Pardo un álbum con treinta mil firmas de excau tivos; el 20 entrega al capitán del Atlético de Bilbao la Copa del Generalísimo tras l a victoria del equipo vasco por 1-0 sobre el Real Madrid. Afianza la adhesión de l a Iglesia al aprobar, el 12 de junio, la provisión de nuevas sedes vacantes. Cuand o el 26 reúne en el Pardo a la Junta Política la tormenta monárquica parece, de moment o, conjurada. No por ello ha descuidado Franco, a lo largo del mes de junio, otras preocupa ciones. El mismo día 1 recibe la noticia de que el antiguo jefe del CTV en Málaga y Guadalajara, general Mario Roatta, asciende a la Jefatura de Estado Mayor del de sconcertado Regio Essercito. A la vez el consejero nacional Mariano Calviño de Sab ucedo, al frente de otras jerarquías, recibe el honor de que se le autorice a marc har con el último relevo de la División Azul. Por encargo de Franco el ministro Jord ana ordena al embajador en Berlín Vidal y Saura que intente convencer a Alemania d el error gravísimo que comete al menospreciar la importancia de la Santa Sede y qu e eleve al Führer, con la misma fecha de 1 de junio, la expresa protesta española po r la persecución contra los católicos en Alemania. Berlín responde airado y en la audi encia del 15 de junio con Jordana el embajador Diec hoff manifiesta que Alemania está dispuesta a alcanzar la victoria total y para ello necesita de completa liber tad por lo que ruega al Caudillo que no lleve a cabo gestiones de paz . Jordana re plica con escepticismo a estas seguridades de victoria. Según Proctor, Franco anali za por entonces profesionalmente la situación estratégica y concluye que a los aliad os no les conviene el ataque a España . Sería muy pronto, exactamente, la postura de S talin. El embajador americano Hayes llega a formar frente común con Franco y con J ordana ante las oleadas cada vez más implacables de propaganda adversa en el mundo anglosajón, movidas, como el propio Hayes testimonia una y otra vez, por los elem entos extremistas del Office of War Information. España, en cambio, suavizaba los entusiasmos germanófilos de la prensa oficiosa y se acercaba cada vez más a la neutr

alidad informativa gracias a periodistas como Manuel Aznar y Manuel Halcón, gracia s a periódicos como Ya, Madrid, ABC, La Vanguardia, Diario de Barcelona ...El prop io vicesecretario Gabriel Arias Salgado fomenta, por expresa orden del Pardo, es ta nueva imparcialidad. En el frente de Leningrado el general Martínez de Campos a nota sus impresiones sobre aquellos millares de hombres de España dispuestos a morir para que España quede bien e informa a Franco: Tengo la impresión de que no e xiste proyecto alguno de ofensiva . Comienza el verano cuando, de regreso a España, el duque de la Torre visita a don Juan en Lausana. después recuerda una larga audienc ia con la reina Victoria Eugenia y una comida en Les Rocailles con el que por de seo y voluntad postrera de don Alfonso XIII es ahora el pretendiente con mejor d erecho al trono de España. Infinitos comentarios sobre nuestro Ejército, sobre la in diferencia o el monarquismo de una masa disgregada por la guerra y por los años, s obre los secretos de una política no fácil de captar y sobre las consecuencias de un principio que sirvió de base para aunar los corazones de una masa heterogénea, me h icieron admirar las cualidades de un ilustre personaje que estaba dispuesto a se rvir a España . Cuando, al comenzar junio, el enviado de Franco retorna a España, tres convoyes simultáneos han empezado a descargar sobre los muelles de Canfranc, de He ndaya y de Port Bou . Son las armas que envía Alemania: media docena de aviones, un centenar de cañones capturados a los soviéticos. No es mucho ni suficiente; pero la misión no ha sido estéril. Quizá la Wehrmacht ha querido reconocer su admiración por los voluntarios españoles que en una sola jornada del mes de junio el 10 habían derribado a diez aviones soviéticos, en simbólica coincidencia con la decisión de Stalin de con sumar, con fines de propaganda, la disolución de la III Internacional, la Cominter n, tras haber logrado, naturalmente, la adhesión previa de los partidos comunistas de todo el mundo. Dolores Ibárruri firma la adhesión de los comunistas españoles; la medida, según ella, refuerza el carácter nacional del PCE y facilitará la unificación de todos los patriotas españoles del interior y la emigración. Pero la Unión Soviética pro seguirá, al calor de la ya presentida victoria contra Alemania, su expansión revoluc ionaria por todo el mundo, con o sin Comintern . 1 Sobre la actuación de Jordana en Barcelona y el viaje de Franco por Andalucía c fr. las referencias de Arriba, nuestra principal referencia para los hechos del día a día. También el informe Cicognani citado por Miguel Ángel Velasco en Ya del 6 de m ayo de 1973. Cfr. también Sancho González, España..., op. cit., p. 274s. Relaciones co n la Monarquía, actuaciones de don Juan y sus consejeros en mi libro Don Juan de B orbón, op. cit., p. 255s, con elenco completo de la correspondencia Don Juan-Franc o. Allí y aquí sigo el esencial libro de Gil Robles La Monarquía..., op. cit., p. 340s . Testimonios sobre el caso de El hombre que nunca existió en el archivo del autor. Testimonio de Franco Salgado en Mi vida..., op. cít., p. 297. Opiniones de Hitler contra la invasión de España en R. Proctor La agonía... op. cit. p. 240. Garriga en Ma drid en su segundo libro La España de Franco Puebla, Cajica, 1971, p. 76. Reaccion es de Hayes en su libro Wartime mission..., op. cit. Viaje de Martínez de Campos e n Ayer, op. cit. Disolución de la Comintern en Jane Degras, The Communist..., op. cit., p. 476. Es fundamental también el relato del embajador Doussínague en su tanta s veces citado libro España tenía razón. LA INVASION DE ITALIA Y LA CAlDA DE MUSSOLINI Al hilo del verano de 1943 continúan las frecuentes apariciones en público de Fra nco, que mueve discreta y eficazmente las combinaciones de mandos militares. El 3 de julio saca de África al general Juan Yagüe, quien con motivo de la presencia al iada en los límites del Protectorado había mostrado, según recuerda Serrano Suñer, algun a actitud imprudente; pero le nombra presidente del Consejo Superior Geográfico. E l día 11 otorga el mando de los dos cuerpos de ejército africanos, el IX y el X, a d os de los antiguos jefes de columna en la marcha sobre Madrid: Bartomeu y Delgad o Serrano. Antes de terminar junio pondrá a la Guardia Civil en las duras y segura s manos de Camilo Alonso Vega. Recorre un momento la lista de la primera promoción de la nueva Escuela Diplomática, vivero de grandes embajadores: Ruiz Morales, Sag az, Juste, Laorden, Ricardo y José Antonio Giménez Arnau, Rodríguez Porrero, Elorza, G arcía de Pruneda, Sobredo, Emilio Garrigues, Los Arcos, Aguirre de Cárcer. En plena visita al campamento juvenil Batalla de Brunete sorprende a Franco una important

e noticia: el principio del fin de Italia. Tres mil buques aliados llevan a las costas de Sicilia a los 160.000 hombres del VIII ejército británico y el VII norteam ericano. Las autoridades de Washington dan libertad al supergangster Luc y Lucia no para que, introducido en Sicilia, gestione y logre la valiosísima ayuda de la M afia contra los alemanes. Con la conspicua ausencia del Caudillo se reúne cinco días más tarde el primer Pleno de las nuevas Cortes, al que también faltan por propia dec isión casi todos los veintisiete firmantes de la Carta de los procuradores . Don Esteb an Bilbao dirige al Pleno uno de sus fogosos discursos: se aclama fervorosamente al Jefe del Estado, se canta el Cara al Sol. Aprueban las Cortes su primera ley , la de ordenación universitaria, previa aceptación de una enmienda del arzobispo de Toledo don Enrique Pla y Deniel, relativa al reconocimiento por parte del Estad o de los derechos docentes de la Iglesia, aunque tal enmienda fundamental e innov adora en España tardaría en aplicarse con toda su plenitud. Se aprueba también el adela nto de la mayoría de edad desde los veintitrés años a los veintinuno. A pesar de la ma yor disponibilidad de medios de pago, en 1942 se han importado un millón de tonela das menos que en 1940. El índice de producción había aumentado nueve puntos en ese año 1 942 pero el de consumo bajó nueve. El resumen es estabilidad, incremento de las in versiones pero descenso real del nivel de vida de los españoles por las dificultad es exteriores. Un año ganado para la supervivencia pero perdido en gran parte para el desarrollo. Eran tie mpos para reducir velamen y encarar la tormenta. Franco, cuya ausencia en la inauguración de las Cortes se comentó mucho, habla en cambio dos días más tarde ante el Consejo Nacional del Movimiento. Contesta pública y veladamente, pero con energía, a los veintisiete de la carta famosa, a quienes recu erda los últimos y oprobiosos días de la Monarquía liberal y bajo la República, los del Frente Popular y el caos comunista. Concluye que sólo un régimen de unidad y autorid ad puede salvar a España. Pronostica que la guerra borrará una de las facetas del si stema liberal-capitalista, precisamente por el anhelo de libertad de los pueblos coloniales; ésta es una anticipación esencial, que no sabemos formulada entonces po r nadie, ni por Charles de Gaulle, a pesar de que entonces se apoyaba en uno de los pueblos coloniales . Insiste en su tenaz idea: La visión españoles del peligro comun ista cobra más fuerza cada día aunque oficialmente los aliados se obstinaban en negar lo. Corrige anteriores desenfoques con un criterio histórico preciso: En España apena s existía comunismo organizado; pero le bastaron las crisis del poder, lo mismo en la revolución de Asturias que en la zona roja del 36, para que surja, haciéndose du eño de la situación . Quizás Franco, denominado Jaime de Andrade en la Sociedad de Autores , pudo luego pedir cuentas al eminente y famoso novelista José María Gironella por h aberle emprestado de este discurso el título final de su magna trilogía sobre los años treinta de España: Ha estallado la paz , expresión que Franco utilizó ante el Consejo Na cional. Confirma que en el anticomunismo está la clave de nuestra política. Nuestro M ovimiento...no necesita para nada subordinarse al gusto exterior, sino al interés general de los españoles , nueva respuesta a los veintisiete . Porque lo que para unos p ueblos es considerado como bueno, para otros es motivo de desastres . Se refiere F ranco al sistema de partidos, a la democracia inorgánica y probablemente a la propi a Masonería. Contraataca en tromba: Nuestra política se basa en el derecho de nuestra victoria, respaldado por la fuerza de la razón, afianzado por la voluntad del pue blo y guardado fielmente por la lealtad de los ejércitos. Llevaba demasiado tiempo tranquila la cenagosa charca de la vida política y alguien la ha revuelto . Culpa d e ello a los viejos políticos no precisamente por edad, sino por total ausencia de lo zanía y naturalmente a los masones. Insiste en su idea sobre la instauración ; tal conces ión que, en nombre de la mayoría, ofrecíamos a la continuidad histórica... no puede serv ir de disculpa para que las maquinaciones extranjeras intenten sembrar a su ampa ro apetencias incompatibles... Esto os explicará que desembarquemos de nuestra nav e a quienes quebrantando el juramento de una fe, ante el anuncio de posibles tem pora les o de dificultades en la travesía, intenten sembrar la desconfianza en el pi loto, ofreciendo el sacrificio de cuanto debe serle más caro al dios de las tormen tas . Duras palabras del capitán general de la Armada, del hombre de El Ferrol.

Como otros años, Franco hablará al día siguiente, 18 de julio, a miles de obreros c onvocados por los Sindicatos en la plaza de la Armería. No soy de aquellos que se d ejan influir por los acontecimientos sino todo lo contrario, estoy acostumbrado a dominarlos . En la época de las crisis liberales el Estado se salvó, según Franco, gra cias a los funcionarios que le dieron una precaria, pero mínima estabilidad; pero cuando pase la situación de anormalidad Franco promete que tratará de librar a España de los excesos de la burocracia. Un procedimiento: la comarcalización descentraliza dora . Después de la catilinaria de Franco a don Juan en mayo el frente monárquico pasa unas semanas de desconcierto; está ya definitivamente claro que Franco no va a coo perar en una restauración inmediata y la iniciativa del intento pasa a los partida rios de la ruptura, que son, en Lisboa, Pedro Sainz Rodríguez y en Madrid el gener al Aranda. Gabriel Maura, historiador y ex ministro de la Monarquía liberal, infor ma a Gil Robles el 30 de junio sobre los efectos de la carta de los procuradores . Franco ha conseguido desmantelar el frente monárquico, una vez que algunos minis tros como Jordana y Juan Vigón retiran su apoyo inicial al intento, que sólo aprueba ya, a ese nivel, el almirante Salvador Moreno. Franco coarta los movimientos de l infante don Alfonso de Orleáns, que anudaba contactos en Madrid. Desde luego Fran co sigue impertérrito dice Maura. Gil Robles repasa el 2 de julio un plan político qu e le presentaba Sainz Rodríguez de acuerdo con las izquierdas, hecho por el general Aranda bajo su exclusiva responsabilidad . Es el primer intento de conspiración com binada entre derechas e izquierdas antifranquistas; del que Franco obtiene inmed iatamente, como veremos, puntual información. Poco después Gil Robles habla con Sangróniz, destinado por Franco, como sabemos, al enlace con los franceses libres en Argel. Está presente Sainz Rodríguez. La impres ión de ambos comensales es que don Juan está desorientado, que no se decide a nada y que parece difícil convencerle de la urgencia de actuar . Es evidente que don Juan acusa la impresión de la reciente carta de Franco. Los tres conspiradores (porque Gil Robles actúa ya como tal) acuerdan que Sainz Rodríguez vaya a Suiza para presion ar a don Juan. Gil Robles desconfía de la colaboración con las izquierdas en la Rest auración. Don Juan felicita a Gil Robles por sus declaraciones en La Nación y dice coinci dir con ellas. En una sesión de la Junta Política, el ministro de Educación Ibáñez Martín, a ntiguo miembro de la CEDA, a quien el antiguo jefe de la CEDA Gil Robles calific a ahora como uno de los seres más serviles que ha producido la actual situación , descr ibe la carta de los procuradores como alta traición; la situación de España, según los i nformes de Gil Robles, se deteriora. Según otros informes no menos fiables, se con solida. El agregado naval británico en Madrid, enlace de su gobierno con los conspirado res monárquicos, trae a Gil Robles, el 14 de julio, la opinión de Churchill sobre Es paña tras hablar extensamente con él. Churchill propone que don Juan vaya a Portugal con ayuda inglesa y cree urgente ese traslado. La actitud de don Juan, califica da por Gil Robles como equívoca y vacilante pone en peligro la restauración. Gil Roble s llega a llamarla inercia suicida . El 21 de julio Gil Robles comenta con estupor la carta de Franco a don Juan e nviada dos meses antes. Es tan dura que al principio duda sobre su autenticidad. Después de ella, un mínimo sentimiento de dignidad impide al Rey mantener la menor c omunicación . Contesta don Juan a las impacientes notas de Gil Robles y Sainz Rodrígue z; aunque subsisten sus vacilaciones hay alguna mayor fuerza en su actitud. Pero Franco, como decíamos, posee información de primera mano sobre los manejos d e sus adversarios. El 17 de julio envía, a través de Carrero Blanco, una instrucción s ecreta a los tres ministros militares para que la transmitieran a los capitanes generales. Carrero se encargó de redactar la instrucción que fue retocada personalme nte por Franco. Es un texto fundamental.

Franco-Carrero interpretan que existe un vasto plan de acción urdido por la Maso nería internacional para, aprovechando las circunstancias apasionadas de la guerra , provocar en España situaciones de debilidad que la pongan de momento al servicio de intereses extranjeros y posteriormente en el mismo estado de aniquilamiento que se encontraba en julio de 1936 Puede que Franco-Carrero exageren y deformen la realidad masónica pero esa real idad existía (y existe). Tan absurdo es atribuir a la Masonería internacional todos los problemas exteriores de España como negar -entonces y ahora la influencia masónic a en el condicionamiento exterior de España por parte de las potencias anglosajonas y en su caso de Francia. La comparación entre la instruc ción reservada de Franco-Carrero con los documentos ciertos de la conspiración monárqu ica sugiere la alta probabilidad de esa conexión masónica con el imperialismo de las potencias anglosajonas desde la Inglaterra del siglo XVIII a los Estados Unidos de 1898 y en uno y otro escenario la actuación de la Masonería contra España es indis cutible, según autores con la talla de Salvador de Madariaga. Franco anticipa la conjunción de los elementos de izquierda Prieto, Negrín, Sánchez Román, el propio Madariaga con los promotores de la Restauración, como acabamos de ve r en la información de Gil Robles sobre las conexiones de Aranda. Las dos corrient es creen encontrar, sigue Franco, un cambio manejable en la persona del príncipe d on Juan. El propio Franco añade de su puño y letra este párrafo: Se trata de desvirtuar y deshacer toda nuestra cruzada, y ante la imposibilidad de alcanzar directamen te la República masónica soñada, intentan aceptar a los grupos monárquicos para, aprovec hando la benevolencia que éstos gozan ante los poderes públicos, instaurar una Monar quía aparentemente inocua que ellos se encargarían de hacer democrática, que volviera las cosas al 17 de julio de 1936. Con este plan, que consiste en sustituir al Ca udillo por don Juan, se haría imposible la restauración monárquica en el futuro, se pr etende inutilizar a la figura que podría mañana ceñir la corona de esa Monarquía ; las pal abras en el futuro y mañana están personalmente subrayadas por Franco. Franco ve muy claro el objetivo básico de la operación enemiga. La parte fundament al de la ejecución de este vasto plan es trabajar los ejércitos utilizando a aquello s afiliados a la secta a ellos pertenecientes y que permanecen desconectados, po siblemente bajo presión de amenaza de denuncia, para hacer una labor entre descont entos y ambiciosos, soñando en desviarlos de su unión y lealtad hacia el Caudillo . Encomienda entonces Franco a los altos jefes militares que vigilen a fondo lo s movimientos de sus subordinados sospechosos; y que le den cuenta inmediata de cualquier anormalidad. Este documento me parece fundamental. Resume la estrategia de Franco para su contraofensiva sobre el frente monárquico y demuestra que, pese a posibles distors iones y exageraciones, la hipótesis de Franco-Carrero sobre las raíces y conexiones ocultas de la estrategia política enemiga parece muy seria y fundada. La escena pa rece clara: una figura, la de Franco, con firmísima voluntad de resis tencia e información muy precisa; contra otra figura, la de don Juan, vacilante y muy mal informada. Esto puede explicar el resultado. Y ahora, tras este análisi s de la fallida conspiración de 194 1-1946, ¿no advertimos que el frente entonces ve ncido pudo aprender de sus errores y diseñar una estrategia más adecuada para la tra nsición de 1973-1977?. Dejo en el aire la pregunta, que es más bien una sospecha. En ese segundo escenario, con Franco disminuido, quedaba Carrero. Si la hipótesis de Franco en 1943 puede aplicarse, mutatis mutandis, a 1973, los motivos de la eli minación de Carrero pueden quizás detectarse a una nueva luz. Los adversarios de Franco y España entera, con Franco a la cabeza contemplan con encontrada pasión los acontecimientos de Italia en la noche del 24 al 25 de julio de 1943. Los aliados han establecido ya en Sicilia un sólido, aunque demasiado ais lado y lento, segundo frente. El Gran Consejo fascista, reunido en el Palazzo Ve nezia después de los años, traiciona a su creador Mussolini, se declara a favor del

Rey Víctor Manuel III y en contra del Duce por diecinueve votos contra siete; el R ey depone al Duce y le sustituye pr el mariscal Badoglio, que nombra un gobierno no fascista, aísla a Mussolini y decide iniciar, precisamente en Madrid, contacto s con los aliados por medio del general Castellano. España tiene puntual y precisa noticia de tales convulsiones mediante una estupenda crónica de Ismael Herráiz fech ada el 29, publicada en Arriba el 31 de julio que fue base del inmediato número un o en ventas político de la época, Italia fuera de combate, que impresionó vivamente a Franco y le proporcionó pruebas para su tesis sobre la caída de Italia y su régimen: f alta de horizonte y decisión en la lucha. La noche siguiente, 25 de junio, seiscie ntos aviones de la RAF seguidos por una oleada múltiple de fortalezas volantes nor teamericanas arrasan la ciudad de Hamburgo, entre cuyas ruinas dejan cuarenta mi l muertos, de ellos cinco mil niños; son los aviadores de esos dos países que siguen , hasta hoy, alentando el mito de Guernica donde murieron, a lo sumo, algo más de un centenar de españoles. El duque de Alba, firme en su puesto de embajador en Lon dres pese a cartas ocultas y públicas respuestas, almuerza ese mismo 26 de julio c on Winston Churchill en el número 10 de Downing Street. Según el telegrama del duque , Churchill reconoce lealmente la importancia de nuestra neutralidad y de las dif icultades que habíamos tenido para defenderla, prometiendo a petición mía aprovechar u na oportunidad para hacer pública la verdad del asunto . El embajador Hayes habla ex tensamente con Franco en El Pardo el día 29 de julio. Le pide una franca vuelta a la neutralidad; ataca a la Falange, recomienda la retirada de la División Azul. Fr anco, en una nueva lección sobre la teoría de las tres guerras, explica históricamente , de forma que impresiona a Hayes, la génesis de la División Azul y la postura antic omunista española, que Hayes dice compartir. Pero accede en lo esencial a tales demandas, expues tas con sumo respeto y comprensión por el embajador de los Estados Unidos. Todo pa rece otra vez encauzado y ajustado; se había contenido la ofensiva aliada de propa ganda antiespañola, de acuerdo con el propio enviado de Roosevelt en España, se ha c onjurado la última de las amenazas alemanas importantes, el mazazo del Consejo Nac ional ha hecho que aborte la maniobra de los veintisiete , cuyo auténtico peligro se advierte en España al completarse las noticias sobre la inesperada deposición de Mus solini en el Gran Consejo fascista. Pero Franco sabe muy bien que no hay paz par a él ni para España. Niego la existencia de la paz acababa de decir desde el fondo de la tormenta, pero también desde el fondo de la decisión. Hace entonces como otras ve ces; en el breve claro que le conceden las repercusiones internas y externas de la guerra mundial, sale de Madrid y establece sus cuarteles de verano en el pazo de Meirás, a partir del 1 de agosto. Desde allí comienza a analizar el escaso marge n de maniobra que le iban dejando los preparativos de la siguiente ofensiva cont ra España y contra él; la ofensiva cuyo proyecto estaban ultimando los nuevos venced ores quienes podrían encontrar en España, lo mismo que sucedió con los vencedores de 1 940, insospechadas y para Franco- dolorosas adhesiones. CRUCE DE TELEGRAMAS CON DON JUAN Y ESCRITO DE LOS GENERALES El nombramiento de don Alfonso de Orleáns como enlace entre don Juan y Franco c oincidió con el incremento casi diario de las posibilidades estratégicas a favor de la victoria aliada, a la que se resignaba Franco con realismo, a la que se incli naban desde siempre don Juan y su tío don Alfonso. El propio mediador resume su ge stión: Hice lo posible por estar con Franco hasta febrero de 1944, cuando ya se vio tan grande la conmoción de Europa y tan absurda la actuación de Franco que el Rey m e escribió en el sentido que usted conoce. El período sin Franco duró hasta el momento en que el Rey vio que el derrumbamiento de Alemania era inminente, el peligro p ara España era tan grande y evidente que lanzó el manifiesto (de Lausana, n. del A.) . Y el período contra Franco empezó con el 1 Para la guerra mundial en Italia ver Huber y Müller, El Tercer..., op. cit., II p. 656 s. Actuaciones y discursos de Franco tomados de Arriba en las fechas c itadas. Evolución del frente monárquico en Gil Robles, La Monarquía..., op. cit., p. 4 5-50. Cotraofensiva de Franco en L. López Rodó, La larga marcha... op. cit. p. 39 s. Muy importantes las aportaciones de L. Suárez en España, Franco..., op. cit., p. 50

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mismo manifiesto . El primer período se perfilaba así: Se trataba de hacer todo lo p osible para lograr la leal cooperación del Generalísimo para que la Restauración se hi ciera con su ayuda y con la mayor suavidad posible . Pero el grupo partidario del contra Franco Gil Robles, Sainz Rodríguez actuaba ya en este sentido, bajo la prote cción de Inglaterra, desde la primavera de 1942 y sobre todo desde la de 1943. Don Juan vacilaba entre las dos tendencias. La ofensiva aliada contra España, en los terrenos de la presión diplomática y la pr opaganda, va a desencadenarse sobre Franco antes de acabar el mes de agosto de 1 943, cuando aún se encontraba en el Pazo de Meirás, al íntimo contacto de su tierra ma dre. Mientras tanto las fuerzas blindadas y la espléndida artilllería de campaña del m ariscal Rodino Malinovs í, -el coronel Malino de la guerra civil española en el frente central avanzaban entre las cosechas apuntadas de Ucrania y el 5 de agosto se ap oderaban definitivamente de Jar ov. Un comando suicida italiano hunde a tres bar cos ingleses desde la carcasa abandonada de un petrolero el Olterra en la bahía de A lgeciras, hasta que la vigilancia española les descubre. Inspirados por el cada ve z más influyente general Marshall, declarado enemigo del régimen español, los jefes no rteamericanos del Estado Mayor Conjunto preparan un duro memorando ante la cumbr e de Québec, que envuelve una decisión estratégica y una advertencia importante: Ha lle gado el momento de adoptar una política dura y francamente exigente hacia España... Franco ha dicho que resistiría cualquier invasión del suelo español bien sea llevada a cabo por los aliados o por el Eje, y es creencia general que mantendrá su palabra . Las dos frases expresaban también la convicción de Hitler en 1940-1942 y sirvieron de hecho para frenarle. ¿Servirían ahora?. La expresión, rigurosamente documentada, de los Joint Chiefs confirma la eficacia de la actitud de Franco contra cualquier agresor, comunicada a los beligerantes de forma efectiva. Se trata de uno de los documentos más trascendentales de la guerra por lo que hace a España; y además su vig encia se comprobó al producirse, en el otoño del año siguiente, 1944, la invasión del ma quis comunista por los Pirineos. Es natural que el frente monárquico se removiera de nuevo ante los ecos lejanos del rodillo soviético y la inminencia del desembarco aliado en la Italia continen tal. El 2 de agosto don Juan reacciona por fin movido por el sector rupturista de sus adeptos a la carta que Franco le había enviado a fines de mayo. Es un largo te legrama, en que don Juan ratifica lo dicho en su carta de marzo; insiste en que n o hay tiempo que perder ante estas circunstancias estratégicas, y pide la incondicio nal restauración de la Monarquía . Don Juan conmina a Franco que evite los horrores de la venganza mientras la Monarquía pueda actuar como conci liadora. Pone a Franco el ejemplo de Italia, y sugiere que las Cortes recién insta uradas puedan desempeñar la función del Gran Consejo fascista para la transición. (Est a alusión resultaba intolerable, sangrienta y ofensiva para Franco). Es ésta continúa do n Juan la suprema llamada de mi conciencia de español a la suya. Si nuevamente resu lta en vano, cada uno de nosotros habrá de asumir sin equívocos su responsabilidad a nte la Historia . Don Juan emplaza a Franco con el alma limpia de impaciencias pers onales : Si V.E. persiste en mantener inalterables las para mí inadmisibles condicion es a que subordina el advenimiento de la Monarquía, provocando en consecuencia una ruptura definitiva, la necesidad de deslindar claramente las responsabilidades respectivas me obliga a recurrir al único medio que las circunstancias me dejan: i nformar a la opinión pública con la plena exposición de los hechos . El 8 de agosto, cinco días después y por la misma vía telegráfica, Franco dirige al c onde de Barcelona su respuesta, que si bien clara y enérgica no es una filípica, com o si Franco quisiera conservar la posibilidad de don Juan para España ya virtualmente rota como si no renunciase a su anterior designio de confiarle en el futuro la sucesión. La intención principal de Franco es evitar el Manifiesto c on que don Juan le amenazaba. Cuando Gil Robles tuvo -esta vez inmediatamente con ocimiento del telegrama de don Juan se mostró muy satisfecho, le calificó justamente de ultimátum y añadió sin prueba alguna que los obispos españoles se desmarcaban ya de Fr anco. Según Sainz Rodríguez don Juan le dijo mucho después que su telegrama fue califi

cado por los colaboradores de Franco como alta traición y que el ministro de Asunt os Exteriores quiso quitarle el pasaporte español. Franco, en cambio, reaccionó con mayor tranquilidad. Da por primera vez a don Juan el título real de Señor y el 8 de ag osto le contesta en estos términos: Cuestión tan ardua y compleja como plantea el telegrama no encuentra en laconism o telegráfico medio adecuado de respuesta a que el requerimiento me obliga. Sólo el interés supremo de España preside mi conducta en todos los momentos. Los acontecimie ntos de Italia son consecuencia inmediata de sus grandes reveses militares, del cansancio e impopularidad de la guerra y de la crisis de virtudes guerreras. Cas o de España no admite parangón. Debe al Régimen, integrado por el Partido, el Ejército y su Caudillo, en victoriosa Cruzada, el mantenerse aparte de la guerra y su resu rgimiento actual. Destrucción régimen Italia, tan celebrada por sus enemigos, puede tener catastrófica s consecuencias con total destrucción de la política de una nación. Régimen nacional español, por sus características espirituales y sociales propias, e s el único que asegura a España actualmente la paz interna, justicia entre los español es y el respeto exterior. Bajo él no tienen posibilidad ninguna clase de movimient os subversivos. Al comunismo, verdadero peligro de Europa, no se le desarma con concesiones, y erran quienes otra cosa aseguren. La gravedad de vuestro telegrama aconseja, en servicio de la Patria, la máxima d iscreción en el Príncipe, evitando toda actividad o manifestación que pueda tender a m enoscabar el prestigio y autoridad del régimen español, ante el exterior y la unidad de los españoles en el interior, lo que redundaría en daño grave para la Monarquía y es pecialmente para Vuestra Alteza. No obstante las diferencias de apreciación, debidas sin duda a vuestro conocimie nto actual de España, es mi esperanza y mi deseo no romper con ningún acto una relac ión de tanto interés para nuestra Paria. A Dios pido os ilumine e inspire a tiempo y os envío mi saludo leal y afectuoso. Generalísimo . La repuesta telegráfica de Franco a don Juan no cae, como el previo telegrama d e don Juan, en impertinencia agresiva. Franco pretende expresamente evitar la ru ptura y mantener las posibilidades de don Juan para el futuro. Le da por primera vez un tratamiento regio. En el fondo comprende que el conde de Barcelona asume una actitud lógica ante lo que, para los aliados, era, sin matices, similitud ent re el régimen italiano y el español. Casi a la vez que don Juan recibe la respuesta de Franco que interrumpe de hecho todo contacto en lo que restaba del año 1943 Churchill y Roosevelt examinaban, en Québec, los informes del Estado Mayor conjunto norteameri cano desde el 10 de agosto. La intervención del Estado Mayor británico fue menos int ransigente y sería la adoptada respecto a España por los dos estadistas, que deciden la apertura de un nuevo frente en la Europa atlántica, sin renunciar al inmediato desembarco en Italia continental. Roosevelt, con su equipo de consejeros infilt rado por los comunistas, como demuestra el terrible testimonio de Whitta er Cham bers, impone su criterio de ceder en todo lo que exija Stalin dentro de los plan es alia dos para la ordenación futura de Europa; ya le obsesiona la necesidad de que la Unión Soviética participe en la guerra del Pacífico contra Japón. Churchill manifiesta a su aliado la buena disposición de Portugal para la cesión de bases en las Azores. A principios de mes, el ministro Jordana aseguraba al embajador norteamerican o Hayes que Franco ya estaba disponiendo lo preciso para satisfacer las reclamac iones americanas más importantes. En este momento sir Samuel Hoare obtiene una aud

iencia urgentísima en el Pazo 19 de agosto preparada por una feroz campaña de prensa b ritánica, aleccionada por el desorientado embajador, que cree tener a Franco contr a la pared al informarnos de lo que él mismo llama Grand Remonstrance: la retirada de la División Azul, el cierre del consulado alemán en Tánger y la supresión total de l os envíos de wolfram a Alemania. El resultado es exactamente inverso al que Hoare se atribuye: Franco ordena la suspensión inmediata y el aplazamiento de las medida s que ya se estaban tomando desde tres semanas antes. Sir Samuel no actuaba ya c omo diplomático sino que preparaba una espectacular rentrée en la alta política británic a pasando por encima de su justa fama de apaciguador en el gabinete de Chamberla in. Franco, por tanto, no se impresionó ante la Gran Reclamación de Hoare y tanto an tes como después del 19 de agosto recorre Galicia: el 15 inaugura la Escuela Naval de Marín (en la que invoca al Desastre de 1898 y la visita de la Escuadra a Canar ias durante la conspiración de 1936); el 18 presencia, junto al general Asensio, l as maniobras de la 81 división en las breñas lucenses de Guitiriz; el 21 las regatas de La Coruña. Al día siguiente entra a pie en Santiago de Compostela, bordón en mano, para dar el abrazo al Apóstol al frente de una peregrinación oficial de la Falange organizada por Arrese, que proclama: Creemos en Dios, creemos en España, creemos en Franco . El 24 visita un orfanato militar en La Coruña y por la tarde la exposición d e artesanía en su Ferrol natal. El 25 una granja agrícola modelo en La Coruña; el 26 e l monasterio de Samos y Lugo; el 28, antes de recorrer las rías bajas, recibe el n ombramiento de alcalde perpetuo de Santiago.

Los jefes del carlismo y el tradicionalismo, tanto los que colaboraron a fond o con Franco en la Cruzada, como Martínez Berasain e Iturmendi, como los que se mo straron más independientes y reacios -caso de Fal Conde dirigieron a Franco un escr ito el 15 de agosto en que le piden se aparte del camino emprendido , elimine el régi men totalitario que vive España el actual régimen es de dictadura y restaure en su integ idad la legalidad monárquica tradicional . No citan al titular de la Corona pero rec laman el poder político para el carlismo con cien años de lealtad y ninguno de gobierno. Personas tan afectas a Franco como los señores Redon do, Zamanillo y Valiente figuran entre los firmantes. Franco tenía en alta estima al ideario tradicionalista y a las personalidades firmantes; pero no consta que tomara en consideración su propuesta, que en aquellos difíciles momentos debió de pare cerle inoportuna. Para Franco nada cambió. Siguió confiando a líderes tradicionalistas la presidencia de las Cortes y el ministerio de Justicia. Los bravos dirigentes y militantes de la Comunión se sintieron profundamente decepcionados y manipulado s; sabían bien que sin ellos la Cruzada no habría triunfado. Mantuvieron el control municipal, foral y administrativo en Navarra y no se prestaron fácilmente, salvo c asos excepcionales, a la colaboración con el régimen de Franco. Los conspiradores monárquicos progresaban en su acción dentro del Ejército pero me parece muy significativo que nunca intentaran una penetración masiva en los cuadro s de jefes y oficiales; se limitaban a recabar la colaboración de algunos generale s prestigiosos. Entre ellos era uno de los más entusiastas el general Luis Orgaz Y oldi, muy resentido con Franco por su cese en la Alta Comisaría de Marruecos, quie n, según refleja Gil Robles el 23 de agosto, comunica a Sainz Rodríguez por intermedi o de Sangróniz que está dispuesto a sublevarse a favor de la Monarquía con más de cien m il hombres y de acuerdo con Aranda y otros generales . Nadie explicó nunca de dónde sa ldrían esos cien mil hombres, en todo caso formaban parte de un proyecto prematuro ; lo que hacía el general Orgaz era preparar ya un escrito que con otros tenientes generales sería presentado a Franco cuando volviera del Pazo de Meirás. Era uno de los movimientos más peligrosos jamás ideados contra el Caudillo, que recibió información inmediata y se dedicó con toda diligencia a conjurarlo. En relación con este inmine nte pronunciamiento militar los monárquicos rupturistas prepararon la salida de do n Juan de Suiza para situarlo en Portugal, El viaje se haría a través de Italia, de acuerdo con el gobierno del mariscal Badoglio -que se apuntaría así un tanto con Ing laterra bajo el patrocinio británico y financiado en exclusiva por don Juan March es pecialista en fletar aviones trascendentales que pagaría el viaje y los cuantiosos seguros de vida a favor del conde de Barcelona y sus acompañantes. El viaje se pre paró para fines de agosto, pero se frustró por varios motivos, que Gil Robles resume

amargamente en falta de decisión del príncipe interesado. La idea de este audaz mov imiento, debido sin duda a don Pedro Sainz Rodríguez, era doble: hacer coincidir la resonancia del escrito de los tenientes generales a Franco con la sensacional llegada de don Juan a Lisboa. Pero el viaje de don Juan se r etrasaría hasta 1946, cuando ya era tarde. Franco está de vuelta en el Pardo el 1 de septiembre, cuando el general Eisenho wer, dominada Sicilia, va a intentar el salto al continente europeo por el sur d e la penínsua italiana. El VIII ejército británico desembarca el día 3 en Calabria; el 8 los norteamericanos ponen pie en la ribera del golfo de Salerno. Ante los más que fundados rumores sobre un armisticio italiano, Hitler ordena la ocupación alemana de Roma y el desarme del Regio Essercito . Como si tales noticias no le afectas en (y le afectaban profundamente) Franco sale el 4 de septiembre para Burgos, do nde preside las ceremonias conmemorativas del milenario de Castilla; esa es la f echa de una carta del infante don Jaime, duque de Segovia en la que reivíndica los derechos sucesorios (que renunció ante su padre Alfonso XIII en 1933) de la coron a de España a favor de su hijo don Alfonso de Borbón Dampierre, nacido en Roma el 2 de abril de 1936. Franco guardaría cuidadosamente esa carta para futuras eventuali dades y de momento siguió su viaje hasta el palacio donostierra de Ayete, donde pe rnoctó el 7 de septiembre. Al día siguiente le llegan dos noticias y un rumor. Acaba ba de morir en Casablanca un lejano ídolo de los años ingenuos que precedieron a la Gran Guerra; la Bella Otero, retirada en la ciudad marroquí desde 1918. Se confirm an las previsiones sobre el fuera de combate italiano; el mariscal Badoglio se r inde sin condiciones al frente de su gobierno y de acuerdo con el Rey, con una c omplicación más para España: una división de la escuadra italiana se refugia en Mallorca , en vez de entregarse, como estaba convenido en la capitulación, en la vencedora isla de Malta. El rumor recogido inmediatamente por la información confidencial de Franco, se refería a un escrito de varios generales españoles a Franco, impresionado s sin duda por la catástrofe de Italia en la guerra mundial. Por lo pronto Franco toma sencillas medidas marginales ante la situación: por e ncargo suyo el ministro del Movimiento, José Luis de Arrese, subraya la total inde pendencia de Falange Española respecto de todo fascismo (ésta había sido la convicción p ersonal de José Antonio Primo de Rivera y Franco no se sintió jamás fascista, por el c arácter constitutivamente católico de su régimen y su propia convicción personalista de la vida). Desde el palacio de Ayete difunde la imagen de estadista que hace su v ida normal sin preocuparse en absoluto de amenazas exteriores o interiores. El 9 de septiembre visita la basflica de la Virgen de Aránzazu y la antigua universida d de Oñate; el 10 los talleres de la Compañía Auxiliar de Ferrocarriles en Beasain. La s dos visitas siguientes responden a un designio político de contraataque inmediat o. Al inspeccionar, el 11 de septiembre, los cuarteles de Loyola en San Sebastián, dice en su alocución: Esta es la labor mía de todos los días: despertar a España y condu cirla hacia la unión . Dos días más tarde habla también en San Sebastián a una representación de veteranos carlistas, n o muy afectados por el reciente escrito de sus jefes: Vuestro pleito era por la c ausa de Dios... El fin de vuestra cruzada no podía ser sólo el cambio de una persona ; lo que representáis es la historia de España, en la vida española, es la Castilla mi lenaria... , mediante este contacto con el pueblo carlista Franco responde indirecta mente a la carta de Fal Conde y demás dirigentes de la Comunión. Le llegan, al día sig uiente, noticias sensacionales: el jefe de comandos Otto S orzeny logra liberar al Duce cautivo, Benito Mussolini, de su prisión en el Gran Sasso, corazón de los Ab ruzzos, y le pone a disposición de Hitler. Mussolini funda entonces la Republica S ocial italiana en Saló, rompe con la Monarquía y solicita auxilio a Franco por medio del embajador de Italia en Madirid, Paulucci, que le transmite la petición de inm ediato reconocimiento. Pero Franco no accede; el embajador de España Raimundo Fernán dez Cuestra no regresa a Italia después de un oportuno viaje a España y la propia em bajada italiana en Madrid se convertirá pronto en foco de la colaboración con los al iados. El 15 de septiembre está Franco otra vez en El Pardo. Uno de sus ministros que espera despacho José Antonio Girón, que me contó personalmente la escena en su casa de

Madrid contempla con preocupación la entrada poco protocolaria del general Varela en el alargado salón, con tonalidades rojas dominantes, donde Franco tenía instalado su despacho. Venía indignado el general, se le notaba hasta en el rictus de la boca. Penetra con decisión y antes de medio minuto sale -con mayor indignación pero más contenida deja la fusta sobre una consola y vuelve a entrar después de pedir comedidamente el permiso debido. Varela acudía a una llam ada de Franco por una carta que, con otros tenientes generales, había firmado el 8 de septiembre dirigida a Franco, pero entregada por medio del ministro del Ejérci to, general Asensio Cabanillas. Enviada, pues, por conducto reglamentario, la carta es tan respetuosa y corre cta que Gil Robles, al conocerla, comentó que se trataba de un escrito redactado en términos de vil adulación . Los firmantes, en efecto, doran la pfldora a Franco con e l objetivo de que accediera a su propuesta principal: preguntar con lealtad, resp eto y afecto a nuestro Generalísimo si no estima con nosotros llegado el momento d e dotar a España de un régimen estatal que como nosotros añora, que refuerza al Estado con aportaciones unitarias, tradicionales y prestigiosas inherentes a la forma monárquica. Parece llegada la ocasión de no demorar más el retorno de aquellos modos d e gobierno genuinamente españoles que hicieron la grandeza de nuestra Patria, de l os que se desvió por imitar modas extranjeras . El ruego, que no imposición, se eleva a Franc o dentro de la mayor disciplina y sincera adhesión . La propuesta se hace con los sol os nombres de los firmantes, sin arrogarse la representación de la colectividad arm ada, ni requerida ni otorgada con lo que ya le estaban dando a Franco el principa l argumento de réplica negativa. Garantizan que en los cambios de impresiones a que les obligó su patriotismo no intervinieron jerarquías subordinadas . Y aducen una exa geración: tras recordar el mérito singular de Franco como vencedor en la guerra civi l, acuden a él los mismos, con variantes en las personas, impuestas algunas por la muerte, que hace cerca de siete años, en el aeródromo de Salamanca, os investimos co n los máximos poderes en el mando militar y en el Estado . Firman los tenientes gene rales Orgaz, Kindelán, Dávila, Solchaga, Moscardó, Saliquet y Varela. Esta carta se ha tergiversado esencialmente, por culpa, en parte, de algunos firmantes. Por lo pronto no todos los tenientes generales la suscriben: faltan a lgunos: Juan Vígón (el más monárquico de todos), el ministro Asensio y Muñoz Grandes. Tres firm antes Solchaga, Moscardó y Varela, no estuvieron en la elección de Salamanca. Aun así e l escrito era peligrosísimo; un conjunto mayoritario de los más altos mandos del Ejérc ito se identificaba con el estamento militar que elevó a Franco en 1936 a la jefat ura suprema y le pedía la Restauración. El previo conocimiento que Franco tenía del es crito le ayudó a disponer la estrategia para desactivarlo. Como acabamos de compro bar en el caso de Varela llamó uno por uno a los firmantes, invocó ante ellos la lea ltad y la disciplina -que ellos mismos aceptaban en la carta y les manifestó su con vicción de que una Monarquía en aquellos momentos, como había sucedido en el ejemplo d e Italia, no sería capaz de mantener la paz y la unidad de la nación sino que sería ba rrida inmediatamente por los enemigos exteriores e interiores de España. No es mis ión del historiador adentrarse en el terreno de los futuribles pero el historiador que suscribe está de acuerdo con Franco en esa apreciación. Según contó al autor el alm irante y pariente suyo don Jesús Fontán Lobé, en 1943 ayudante naval de Franco, al ent erarse de las conversaciones de los generales previas a la carta el joven y ambi cioso profesor don Rafael Calvo Serer, miembro del Opus Dei, tomó apresuradamente un taxi en Sevilla y no paró hasta el pazo de Meirás, donde contó a Franco todo lo que sabía sobre el proyecto. La actuación de Franco después de la entrega de la carta des activó por completo el efecto de la maniobra y las noticias que se filtraron sobre ella afianzaron la lealtad a Franco por parte de los cuadros de mando militares . Para salvar el muy deteriorado efecto de la carta de los generales José María Gil Robles se atrevió el 28 de septiembre a escribir una larguísima carta al ministro de l Ejército, general Asensio, en la que quería convencerle de que el Rey no puede venir traído de la mano del Generalísimo Y añade : Lo que yo pido es que haga ver al Generalísimo que su política está inevitablemente c

ondenada; que haga lo que haga no puede conservarse en el poder . La angustia de G il Robles es sincera; su móvil patriótico, innegable; su capacidad profética, menor. L o que hizo Asensió fue poner la carta en manos de Franco, quien ordenó se desencaden ase una implacable persecución contra su antiguo ministro de la Guerra, después de a notar sobre su carta a Asensio una tremenda retahfla de reproches apasionados. Pero dos días antes de enviar su carta a Asensio, Gil Robles tenía datos más que su ficientes para concluir que el episodio militar de septiembre estaba cancelado. El mismo Orgaz, que pocas semanas antes soñaba con sublevarse al frente de cien mi l hombres, ahora 26 de septiembre lo ve diftcil, pues los generales jóvenes y la ofic ialidad de comandante para abajo están con Franco . Gil Robles le llama pobre hombre . Mientras tanto el informe de los militares americanos a los estadistas de Québe c, aun atemperado por los británicos, surtía sus efectos. Se montaban duras campañas e xteriores contra Franco, como la que estalló el 19 de septiembre en Nueva Yor , en sincronía con los avances del Ejército Rojo, que el 24 de septiembre recuperaba Smo lens o. Al día siguiente Franco comunica al consejo de ministros su decisión de redu cir los efectivos de la División Azul transformándola en Legión Azul para que regresar an o bien permanecieran en el frente ruso los españoles que lo desearan. Los efect ivos de la Legión Azul fueron inicialmente los de un regimiento pero pronto dismin uyeron. Por lo demás la guerra del wolfram terminó virtual, aunque no políticamente en este mismo mes de septiembre de 1943; de 243 pesetas el ilo del mineral negro cayó el precio en unas horas a 86, cuando los aliados advirtieron la incapacidad f inanciera de los alemanes para mantener la puja de precios. Comienza la desbanda da en el nuevo Far West salmantino, donde enormes boquetes a cielo abierto eran todavía testigos, cuando los visité en 1972, de aquel increíble episodio estratégico-pic aresco. En sus habituales palabras del primero de octubre, Franco ante el Consejo Nac ional, da un nuevo golpe de timón bajo los vientos de las nuevas victorias aliadas definiendo la actitud española como neutralidad vigilante . Pero no modifica la posi ción jurídica de no beligerancia; se limita a interpretarla a la vez que advierte, f rente a las campañas del exilio, que nuestro régimen no ha ocul tado nunca sus principios de unidad y autoridad . Repasa las leyes sociales del régimen, tras denunciar la sorda agitación entre contados elementos plutocráticos . Una simultánea declaración gubernamental ratifica la nueva formula: estricta neutralidad en el plano real, si bien se mantenía la no beligerancia pero con carácter cada vez más favorable a los aliados, como demuestra cumplidamente el l ibro-testimonio del embajador americano Carlton Hayes. Franco expone la nueva ac titud española vestido con uniforme de almirante. Y al día siguiente publica las car tas de ruego y encargo tras el fallecimiento del cardenal exiliado Francisco Vid al y Barraquer, que no regresó a España tras su dramática huída de Cataluña ante la persec ución religiosa de 1936. Los documentos del Vaticano han confirmado la actitud neg ativa de Franco ante el reconocimiento de la República de Saló, solicitado por Musso lini . LOS PEORES MOMENTOS DE LA GUERRA

Y LA RUPTURA DE FRANCO Y DON JUAN

Durante el mes de octubre de 1943 Franco remacha su desactivación de la carta d e los siete tenientes generales. El día 1, fiesta del Caudillo, asciende a ese gra do al falangista Juan Yagüe y al monárquico José Monasterio, que nunca participaron en los manejos de la conspiración juanista. Concede además importantes recompensas mil itares a otros generales que han mostrado su fidelidad. El 14 de octubre el mini stro Asensio conmina al general Kindelán principal muñidor de la carta, según se despre nde de su archivo que desempeñaba el cargo de director en la escuela Superior del E jército a que desmienta con rapidez y por todas partes que se haya entregado nota a lguna al Generalísimo pero la nota y la entrega, aunque fue por medio del ministro, eran verdad, si bien para entonces casi todos los firmantes habían retirado su adh esión. Asensio toma esta medida en vista de que los promotores del docu1 Sobre las

relaciones Franco-Don Juan y el problema monárquico cfr mi Don Juan de Borbón...op. cit. p. 290s. El trasfondo comunista de los manejos contra Franco en Whitta er Chambe rs, Witness New Yor , Random House, 1952. Esencial para la infiltración comunista en el entorno de los Roosevelt y en la gran prensa norteamericana de los cuarent a. Manifiesto carlista y todo el epígrafe en L. Suárez España, Franco..., op. cit.. p. 518s. Documentos de Québec en Ya, 16 de febrero de 1971. Citas de Samuel Hoare en su libro Ambassador on special misión, Londres, Collins, 1946, Documentos carlist as de la época en Manuel de Santa Cruz, Apuntes y documentos para la historia del tradicionalismo español, tomo V, Madrid 1980. Carta de don Jaime en las notas de C esare Gullino comunicadas al autor en 1965. Testimonio del almirante Fontán al aut or sobre Calvo Serer comunicado el 21 de marzo de 1973. Documentos del Vaticano en 1943 en Miguel Ángel Velasco, Ya, 6 de mayo de 1973. mento habían recabado en principio la adhesión a la propuesta básica, que no era su bversiva, que consistía tan sólo en una petición razonable. Mientras tanto don Juan am plía los poderes de don Alfonso de Orleans como representante suyo en España; y Gil Robles decide jugar a fondo la carta británica al insistir en la necesidad de que don Juan salga de Suiza. La intención es, sin duda, patriótica y explicable pero pon e el futuro de España en manos de la conveniencia de Londres, con frases que en el fondo daban la razón a la actitud de Franco: Cuando estalle la posible rivalidad e ntre ingleses y americanos, España, con lo que en sí representa y con sus enlaces es pirituales en América, puede ser una alianza preciosa para Inglaterra . Hay otra fra se sobre la que la Historia pedirá pide ya cuentas al creador de la CEDA: según mis not icias, el Estado mayor interaliado está estudiando los planes de invasión de España. U na indicación discreta de que la rápida restauración de la monarquía española sería suscepti ble de favorecer, directa o indirectamente, los planes aliados en la última fase d e la guerra, serviría para poner al servicio de la causa del Rey la inmensa fuerza de los vencedores. . ¿No resultaban objetivamente mucho más patrióticas las vacilacione s de don Juan que los enfeudamientos de su lejano consejero?.

En la noche del 5 de octubre de 1943 cruje el frente oriental de Alemani~t co n la ofensiva soviética de invierno, hecha posible por los ingentes suministros de material bélico por parte de los aliados. La División Azul mantiene sus posiciones poco antes de su retirada definitiva; sus primeras unidades van regresando ya a la patria. Jordana aprueba el proyecto portugués de cesión de bases (las Azores) que le comunica Salazar en la entrevista fronteriza del 7 de octubre. El día 12, fies ta de la Raza, un aliado de Franco, el cardenal de Nueva Yor Francis Spellman, empieza a difundir sus amistosas opiniones sobre España en la gran revista Collier s. Franco dirige al ayuntamiento de profesores y alumnos madrileños un largo discu rso con motivo de la inauguración de la Ciudad Universitaria. Evoca al fundador do n Alfonso XIII, en ese inverosímil espolón donde acampó nuestra Cruzada , la arriesgada cu del Ejercito de África hasta las inmediaciones del corazón de Madrid. Recuerda que l a ley de ordenación universitaria es la primera que han elaborado las nuevas Corte s; la prensa publica la estadística general de estudiantes universitarios al final de 1943 y aplaude la cifra de veinticinco mil, que se multiplicaría por más de diez en cuanto al número y en cuanto a los problemas bajo las décadas de Franco. También e n cuanto a los resultados; la Universidad española consiguió, durante esas décadas en que rigió la ley, unas promociones de universitarios de primer orden, que vertebra rían culturalmente los resultados positivos de la paz. El 14 de octubre mientras Víc tor Manuel III de Italia declaraba la guerra a Alemania y el mariscal Badoglio invoca la constitución del primer gobierno democráti co, el presidente de Filipinas impuesto por los japoneses, José Laurel, telegrafía a l conde de Jordana: Tengo el honor de informar a V.E. que en esta fecha Filipinas ha proclamado su independencia . Trataba Laurel de compensar, en órbita japonesa, e l gesto similar de Quezón en órbita americana; la independencia de la nación hispánica d el Pacífico quedaba así asegurada en todo caso. Jordana contesta con un telegrama in oportuno pero de ninguna manera beligerante, sin mencionar para nada la situación negaba simultáneamente la elevación a embajada de la legación japonesa en Madrid. Pero la propaganda antiespañola de los aliados tergiversa el telegrama y le convierte, hasta el siguiente año, en fuente continua de ataques, reclamaciones y vituperios

a pesar de la que propia emisora británica BBC, en nota oficiosa del 9 de noviemb re, cerraba el asunto haciendo justicia a España. En audiencia del 21 de octubre el embajador Hayes pidió a Jordana que acelerase la retirada de la División Azul y le transmite, por escrito, las quejas de Roosev elt: Mi gobierno no ve con complacencia la actitud de España hacia Rusia. . Jordana a postilla al margen: Es gravísima esta carta y contraataca con ideas expuestas por Fr anco en el Consejo Nacional: la guerra es transitoria pero el problema comunista es permanente. España lo sabe bien, por la doble experiencia de la guerra civil y de la revuelta comunista de 1939. Franco preside una reunión de la Junta Política e l 26 de octubre; la Junta, cuya dinámica institucional sigue difusa y que viene ac tuando como una prolongación y concreción política del gobierno, remite varios proyect os de ley al Consejo nacional. La repatriación de los voluntarios españoles en Rusia se activa; la embajada española en Berlín se apunta con ello un notable éxito que no se le ha reconocido. El primer tren de voluntarios llega a España el 29 de octubre , la repatriación termina prácticamente el 18 de diciembre, salvo la Legión Azul. Prosigue Franco a lo largo del otoño su continua actividad fuera del Pardo. Ina ugura centros asistenciales, visita el palacio de Santa Cruz, sede del ministeri o de Asuntos Exteriores y la fantástica exposición de los lienzos de Sert para la ca tedral de Vich, preside el 3 de noviembre la apertura del nuevo curso en la Escu ela Superior del Ejército, donde le saludan, junto con el director, Kindelán, varios tenientes generales firmantes de la carta del 8 de septiembre. Dos días después Arr iba truena contra un documento masónico que propugna, una monarquía democrática que en globe todas las tendencias, con un candidato manejable, pero falto de voluntad . Mi primera impresión al conocer este documento fue de incre dulidad ante una falsificación; ahora no estoy tan seguro porque el documento s e publicó por envío de Franco, poco amigo de difundir falsificaciones cuando le cons taba que lo fuesen. La difusión oficiosa del documento parece indicar que Franco c reía en su autenticidad y además el proyecto monárquico no estaba, por desgracia, mal descrito. El 6 de noviembre los ejércitos soviéticos tomaban la ciudad de Kiev; bajo esta i mpresión habla el primer colaborador militar de Hitler, general Jodl, a los jefes militares y políticos del Reich reunidos en Munich al día siguiente. Tema: la situación militar al comenzar el quinto año de guerra . Causas de la casi desesperada situación actual: el fracaso de la Luftwaffe en la batalla de Inglaterra, la tragedia de la Wehrmacht en Rusia, la frustración del plan Felix sobre Gibraltar por culpa del jesuftico Serrano Suñer . Más lejos de la realidad volaban los sueños del conspirador An saldo en Funchal: ese mismo día telegrafió al Departamento de Estado para luchar con tra los japoneses en Filipinas. No obtuvo respuesta. Franco almuerza en la Venta de la Rubia el 16 de noviembre, después de examinar en el poligono de experiencias de Carabanchel prototipos de armas ligeras fabri cadas en España. Conoce al día siguiente la orden general del jefe de la División Azul , general Esteban Infantes, por la que se disuelve oficialmente la División 250 y se forma, con los voluntarios españoles que desean permanecer a todo trance en el frente ruso, la Legión Azul que a las órdenes del coronel Antonio García Navarro conta rá con efectivos modestos que se multiplican por diez en las quejas aliadas. El tr ibuto de sangre que la División dejó para la lucha contra el comunismo figuraba en u n mural del Museo del Ejercito: 3.984 muertos, 8.466 heridos, 3 Laureadas y 31 M edallas militares. Aún no se ha cumplido una semana desde que Franco presidiera en El Escorial los funerales por José Antonio Primo de Rivera cuando los Tres Grande s, Roosevelt, Stalin y Churchill se reúnen en la conferencia de Teherán que duraría de sde el 26 de noviembre hasta el 3 de diciembre de 1943. Es una victoria en toda la línea del zar rojo, a quien cuadra perfectamente el calificativo después de su éxit o propagandístico al convertir la agresión fascista contra la patria del proletariado en la gran guerra patria con todos los mitos redivivos de la Santa Rusia, incluido el apoyo religioso de la Iglesia ortodoxa. El gran perdedor es el anticomunista Churchill; que ve hundido en Teherán su proyecto de invasión aliada de Europa por Y

ugoslavia, ante la fiera resistencia del Ejército alemán en Italia. Roosevelt apoya a Stalin y abandona el proyecto de Churchill que hubiera frenado a los soviéticos e n Europa Central para decidir, en cambio, la invasión aliada de Francia, la operación Over lord. Roosevelt, sin la lucidez que cabría esperar de su ya próxima muerte, con s u séquito de asesores trufado de espías comunistas, cree haber ganado a Stalin ¡para l a causa de la democracia!. Luis Carrero Blanco hablaría justamente más tarde de la ce guera de este hombre, obsesionado por sus prejuicios antibritánicos y la insensate z de sus concepciones . Esa es, sin duda, la misma opinión de Franco sobre los inmed iatos y lejanos resultados de Teherán. Por medio de las filtraciones del espía Cicerón ibbentrop conoció las cínicas ofertas de Stalin a Churcill sobre la posible extensión del imperio británico por el sur de España con centro en Gibraltar .

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Al calor de Teherán se afianza una resistencia real en las montañas de Yugoslavia la encabezada por el veterano reclutador de las Brigadas Internacionales Josip B roz Tito y se esfuerzan por emerger de la pura teoría otras dos resistencias excesi vamente mitificadas y anticipadas; la francesa y la española. Pese a tanto aluvión d e propaganda, que trata simplemente de ocultar las vergüenzas de la derrota total de Francia en 1940, la resistencia francesa actúa con reducida eficacia hasta la m isma víspera o mejor, hasta el día siguiente del desembarco aliado al norte y al sur de Francia; y bastante de lo poco que hace se debe a la actuación de los exiliado s de la República española (en gran medida comunistas) en el Midi. La resistencia es pañola en el interior era todavía una metáfora. Teoría y agitación exterior bullen en los a bientes del exilio, hundidos hasta 1943. En septiembre de ese año se constituía en Áfr ica del Norte una junta comunista española, la Junta Suprema de Unión nacional, vinc ulada a la URSS, a pesar de la disolución aparente de la Comintern. En México nace e n noviembre otra Junta, la Junta Española de Liberación, con marcado carácter anticomu nista (desde España no se quiso advertir el contraste, que era claro) tanto como a ntifranquista. La preside don Diego Martínez Barrio, la mueve Indalecio Prieto, la forman, entre la nostalgia de la Constitución de 1931 (como si la guerra civil pr ovocada por esa Constitución no hubiera existido) Izquierda y Unión Republicana, el PSOE, la Esquerra y Acción Republicana Catalana. Ramón Garriga llama con este motivo a Prieto (que ya había lanzado el 11 de julio de 1942 en La Haba1 La defensa de E spaña por el cardenal Spellman en Sancho González, España neutral, op. cit. p. 273 y R . Garriga La España... op. cít. p. 33. La interpretación de Doussinague sobre la cont estación de Jordana a Laureal me parece mucho más directa y ajustada que la de Garri ga. Retirada de la División Azul y su contexto en R. Proctor, La agonía... op. cit. p. 255. Conferencia de Teherán en Hüber y Müller, El Tercer... op. cit. p. 663. Amplia ción de la soberanía británica en Gibraltar en el alucinante mapa del Libro Rojo publi cado por el Ministerio de Asuntos Exteriores español. na la idea de organizar un plebiscito dentro de España) el único contrincante de a ltura que se ha medido con Francisco Franco . Los comunistas españoles habían mantenid o en el sur de Francia los símbolos (poco más) del XIV Cuerpo de guerrilleros de la gu erra civil; en el otoño de 1943 sus renovados, aunque poco operativos cuadros, se fusionan con los Franc Tireurs Partisans de los que nacerían, ya en 1944 las demas iados famosas FF1, Forces Eran çaises de l Interieur. Pero hay que insistir una vez más en que la amenaza francesa no pasa de las acciones aisladas y el terreno de lo s símbolos hasta bien entrado el año 1944 y que aun entonces hubiera hecho bien poco sin los españoles. La información sobre estos movimientos era muy incompleta en Esp aña; los alemanes se resistieron siempre a comunicar a los españoles cualquier tipo de información, sobre todo ésta que podría desacreditarles. Nadie sabe cómo Franco reunió, a fines de 1943, los datos suficientes para ordenar el traslado a los Pirineos de fuerzas importantes. Pero ahora, frente a la cordillera, no reactiva las fort ificaciones de 1940 sino que concentra en varias cabeceras de región nutridos cont ingentes móviles. Estas cabeceras correspondían a las regiones militares cuarta, qui nta y sexta (Barcelona, Zaragoza y Burgos) más una agrupación de divisiones de reser va centrada en Lérida y encomendada al general Pablo Martín Alonso. Nadie sospechaba contra qué enemigo preparaba Franco tan considerable aparato defensivo, parece según me reveló el almirante Carrero en 1973 que intuyó el peligro (comunista) durante una

tranquila jornada de pesca en Asturias. Y sabía que ese peligro no vendría de la We hrmacht. Los crecientes núcleos guerrilleros españoles en Francia carecían por complet o de información sobre este despliegue subpirenaico español. Ellos reclutaban a los antiguos veteranos de las batallas de Aragón, del Ebro y de Cataluña en 1938-1939 en puntos cercanos a la frontera con dinero y control comunista y bajo pacificas e tiquetas de empresas forestales entre las que destacaba la que en su razón social inscribía a dos jefes comunistas de unidad en la batalla del Ebro: Fernández, Valledo r & Cie . Como los años anteriores, franco preside el IV Pleno del Consejo Superior de In vestigaciones en la Real Academia Española el 15 de octubre. Firma dos días más tarde un amplio indulto de Navidad que afecta a los condenados por veinte años y un día co n motivo de delitos de guerra; la medida se aplica a seis mil personas y se come nta oficialmente: Es. propicio el Caudillo a no ejecutar más penas capitales como c onsecuencia de la revolución marxista . Se informa con este motivo que los condenado s a quienes no se piensa aplicar la pena de muerte son aún 800. y que de los 270.0 00 reclusos en 7 de enero de 1940 no cumplen ya condena más de 34.000 de los que 18.000 trabajan fuera de los recintos penitenciarios. Como dijo el propio Franco al embajador Hayes, quien le presentaba cifra enormemente deforma das por la propagada del exilio, en 1943 se habían puesto en libertad 56.000 reclu sos y se habían cerrado veintitrés cárceles. Nuestro Movimiento no necesita de milicias armadas proclamó Franco el 20 de dicie mbre, al clausurar el V Consejo nacional de jefes provinciales. Seguramente pret endía así contrarrestar otros alardes de propaganda que exageraban la influencia polít ica de la Falange: por ejemplo cuando comenta David Jato la situación española al te rminar el año 1943: Se desaprovechaba la preciosa circunstancia de contar con una V ieja Guardia formada por todos los universitarios de treinta años para abajo . Hayes recoge velas en carta a Jordana el 27 de diciembre con la mayor parte de ella (l a carta anterior de Jordana, del 28 de octubre) estoy de acuerdo de todo corazón . J ordana contesta breve y cordial: Di orden a la censura de que no se ataque a Rusi a . Otra gran oportunidad desaprovechada: según Gil Robles, en sus notas de 14 de d iciembre de 1943, su enlace con Churchill le transmite una opinión del premier sob re don Juan: ~Qué lástima de mozo! Era el pretendiente al trono que tenia mayor segur idad entre todos los de Europa, y todo lo ha perdido . Según Churchill, la restaurac ión pudo pactarse antes del desembarco en África, aun antes de aclararse la situación en el Mediterráneo. Ahora ya es tarde . Pero el general Aranda no ceja y mantiene relaciones con la Junta de izquierd as no comunistas. Hay acción masónica auténtica de por medio: el general anticomunista y masón que precipito el final de la guerra civil en la zona roja, don Segismundo C asado, trata también de mediar. Varias misiones reservadas se mueven en estos días fmales del año. El príncipe Max de Hohenlohe casado con una ilustre dama española vuelve de Alemania, confirma que l as armas secretas existen, pero no cambiarán la guerra; revela la tensión antinazi en el Ejército ylos medios políticos, anticipa los intentos negociadores de Himmler a q uien considera clave del futuro alemán. Jordana trata de convencer a la embajada i nglesa para que utiice esta posibilidad de negociación. Por su parte un nuevo enla ce entre El Pardo y don Juan, el padre dominico Canel, llega a Lausana. En Madri d Franco urge a sus consejeros la puesta a punto de nuevas instituciones de raíz d emorática; el consejo de ministros envía a las Cortes el 21 de diciembre un proyecto de ley restaurando el recurso contencioso-administrativo y en el último B oletín Oficial del año se inserta un decreto de Justicia por el que pasa a estudio un proyecto de derechos de la personalidad o fuero de los españoles . Los habituales balances de fin de año se abren, al acabar 1943, con uno que es a la vez trágico y esperanzador: de los 35.000 niños enviados al extranjero desde la

zona roja (de la nacional no salió ninguno) durante la guerra civil, se han repat riado ya más de 28.000; restan 5.000 en la URSS (muy disminuidos en los vaivenes d e la guerra) 500 en México y algunos en Francia, Bélgica, Orán y Gran Bretaña. Han retor nado de Francia 17.000, otros 5.000 de Gran Bretaña, 500 de Orán, 500 de Suiza y 100 de Dinamarca. Tan humanitaria acción se debe a la Secretaría General del Movimiento , como la atención por parte de Auxilio Social a 17.000 huérfanos en 138 hogares dur ante el año que acaba, o la alimentación de 207.000 niños en 2.026 comedores. Muchos de ellos salvaron así la vida en otro típico año del hambre . La cosecha de tri go, que hasta 1936 alcanzaba 44 millones de quintales, se mantenía de 1939 a 1943 en torno a 25 millones; la cebada bajaba de 24 a 15 millones en fechas equivalen tes. Escaseaban terriblemente, pues, el pan y la carne en la España azotada por la s sequías de la posguerra. Avanzaba poco la industria, aunque se mantenía la quijote sca tensión, en gran parte gracias al INI, de incrementar la producción energética par a tiempos mejores. Los tremendos estiajes de 1943 disminuyeron la producción de el ectricidad; menudeaban las restricciones, bajaba aún más la producción industrial. La incertidumbre y la falta de financiación exterior frenaban la creación de nuevas emp resas. Los precios se mantenían a fuerza de disciplina. Como se mantenía en alto la antorcha de la creación literaria y artística, con los Sonetos a la piedra de Ridrue jo, los Poemas del toro de Rafael Morales, los Poemas adrede de Gerardo Diego, e l estrépito fecundo de la revista Garcilaso de José García Nieto y la espléndida Eiel In fantería de Rafael García Serrano. Nuevos y veteranos nombres ilustres se alternan e n los comentarios: Alonso Zamora Vicente (El habla de Mérida), Francisco Casares ( Cosas del lenguaje), Guillermo Díaz Plaja (Historia de la Literatura) Luis Rosales (Estudios sobre la poesía barroca) el incomparable ensayo de Ramón Carande (Carlos Vy sus banqueros), Pedro Laín Entralgo (Sobre la cultura española), Torrente Ballest er, Zunzunegui, Ángel Maria Pascual, Ignacio Agustí, Joaquín de Entrambasaguas, Joaquín Calvo Sotelo. El cine español triunfa en El escándalo; se producen 41 películas autócton as (reestrenadas con éxito notable en los años noventa) frente a las 61 importadas d e los Estados Unidos. Jardiel estrena Blanca por fuera.... y Pemán Yo no he venido a traer la paz. Han triunfado en la Exposición nacional de Bellas Artes de Madrid Gutiérrez Solana, Vázquez Díaz, Hermoso; en la de B arcelona Sotomayor y Benedito. En salas privadas uno de los nuevos nombres más cot izados es Julio Moisés. Joaquín Rodrigo seguía en la cumbre musical española. Al otro la do del Atlántico los exiliados españoles, sobre todo en México, realizaban una fecunda acción cultural de gran envergadura, que no veo cómo debe contraponerse a la que se continuaba en España; eran dos vertientes de la misma cordillera, de la misma cul tura, no un vergel contra un erial, como algunos insensatos se obstinan en divid ir.

Pero la tormenta exterior se desencadenaba contra España desde fines de 1943, f undándose en motivos tan endebles como la carta a Laurel y una falsa carta de Fran co a la División Azul pidiéndola que permaneciese en Rusia, cuando ya sus nueve décima s partes habían regresado a España. El alud cayó sobre nosotros dice Doussinague aminoró n estro prestigio y esterilizó de antemano cuanto hubiéramos podido hacer . Ya hemos vis to cómo un testigo inmediato, el diplomático americano Beaulac, describe esta tempes tad. El auténtico objetivo de esta campaña es preparar el ambiente dentro y fuera pa ra un posible desembarco aliado en las costas atlánticas y mediterráneas de la Penínsu la. Las sucesivas oleadas de tinta y de radio no tienen para nada en cuenta a lo s veinte mil franceses libres, que se incorporaron a la guerra aliada en 1943 a través de España, ni la salvación de numerosísimos judíos. Los aliados no se preocupaban d e estos pequeños detalles cuando montaban su ofensiva de propaganda, alentada por los rojos españoles refugiados en Inglaterra y en los Estados Unidos. Las 41.000 t oneladas de bombas sobre Alemania en 1942 se elevaban a 205.000 en 1943 y llegaría n a 1.202.000 en 1944. Con celtibérico menosprecio de tales perspectivas los treme ndos 1.500 voluntarios de la Legión Azul montaban la guardia, al terminar el año 194 3, a la misma orilla del Voljov. La opinión pública española durante la segunda guerra mundial creyó siempre que los d os momentos de máximo peligro para España en aquel período fueron la posible invasión al

emana en la época de Hendaya 1940 o con motivo del desembarco aliado en África en 1942 . Pero no era esa la opinión de Franco, que la reveló convincentemente, con pruebas documentales irrefutables, en un importantísmo testimonio pronunciado el 18 de may o de 1949 al abrir la tercera legislatura de las Cortes. Pudo Franco afrontar ta maña prueba confortado con la bendición de Pío XII; quien según le comunicaba al acabar el año 1943 el embajador español ante la Santa Sede, Domingo de las Bárcenas, reconocía en Franco su devoción a la Santa Sede y su política esencialmente católica . No se ha meditado suficientemente la importa ncia que tenían para Franco estas confirmaciones pontificias, que se habían iniciado antes de terminar el año 1936 por boca de Pío XI, como sabemos. Dos grandes Papas, en momentos de gravísima convulsión española y mundial, manifestaban a Franco su expre sa aprobación y apoyo. ¿Debe culparse a Franco porque se lo creyera, sobre todo cuan do la Iglesia española, de forma prácticamente unánime se acercaba a él década tras década t ributándole con todo respeto la misma identificación?. Pero vayamos al testimonio de Franco sobre la angustia española de 1944. Los momentos más graves que en la guerra pasamos -dice fueron en los primeros días de 1944. En las otras ocasiones pudo jugar nuestra voluntad, en ésta no; fuimos su jetos pasivos de las maquinaciones extrañas. Acabábamos de lograr en aquellos días, de spués de penosas diligencias, el mejorar los días de carga de combustible para nuest ra nación, se abría la esperanza a un mayor optimismo por el giro de la guerra y por las promesas solemnes recibidas cuando una campaña artificial en la prensa y radi o universales se desencadenó contra nuestra Patria, campaña que coincidía con la emerg encia de una negativa en los suministros de carburante fundamentada en nuestra v enta de wolframio a Alemania....Defendimos nuestro derecho como neutrales a come rciar... aunque sólo fuera el derecho simbólico a ese comercio. Y cuando durante un mes las negociaciones se desarrollaban lentamente, la visi ta del embajador británico, a espaldas del norteamericano, vino a indicarnos que e l temporal había pasado, al anunciarnos que si la otra parte no quería suministrarno s, estaban dispuestos a hacerlo ellos desde Oriente Medio. Pero coincidiendo con esto, también las radios y la prensa de Nueva Yor daban el episodio por solucion ado, aceptando la fórmula simbólica por nosotros propuesta. Más tarde supimos lo que h abía pasado: los informes de los servicios de información aliada acusaban la fortale za y las dificultades de la barrera del Atlántico, Rusia apretaba para que se cons tituyese el segundo frente prometido en Teherán; había que ganar tiempo e iba a ser la Península Ibérica la sacrificada. Se propuso, en consecuencia, cambiar por un des embarco en la Península el proyecto de desembarco en Francia, y fue el realismo de los soviets, como veréis por los dos telegramas que voy a leeros, el que evitó que se llevase a cabo aquella acción que la Historia se encargaría de calificar. Telegrama del Foreign Office al State Department como consecuencia del informe presentado por el oficial general Jorge Strong: Londres 31 de enero de 1944. Llega a nuestro conocimiento y al gobierno de 5 . M. el magnífico informe trasladado por Mr. Harry Hop ins que el jefe de información secreta americana ha presentado bajo la firma prestigiosa y respetable del ofici al general Mr. Jorge Strong. La Gran Bretaña ve con el máximo interés, simpatía y deseo de acierto las sugerencias del distinguido firmante, tanto más cuanto que a las fa cilidades que brinda la Península Ibérica (sobre todo de lograrse una doble protesta impotente previa) se une el agrado con que seguramente nuestra magnífica y segura aliada la URSS acogería este puente de acceso a la fortaleza europea. Con la conf ormidad absoluta de nuestro premier y el gobierno de S. M. británica y nuestra fel icidad por el indudable acierto, Robert Amit . Telegrama de la URSS como consecuencia del informe presentado por el general a mericano Jorge Strong y la aprobación inglesa: Moscú 7 de febrero de 1944. Salud y unión. Reunido el Politburó de la nueva República Federada Socialista rusa, bajo la presidencia del compañero M.I. Kalinin ve con ag rado las frases del comunicado de Washington del 4 de febrero corriente, mas no

así la copia de la conformidad británica para algo que hemos rechazado sin discusión. A la RSFSR no le interesa en el momento presente la Península Ibérica como simple pa so que pudiera detener a sus aliados con una segunda triste parte de la hazaña en Italia, sino el ataque a fondo al Reich por la fortaleza del Atlántico. Toda otra cosa no la estima este Politburó materia de discusión al presente. Ciertamente acoge mos la afirmación británica de nuestro enorme interés permanente por la Península Ibéricas pero sabemos cuál es el mejor procedimiento para nuestra mayor necesidad del mome nto. (Siguen otros párrafos de menor interés, para terminar:) La victoria o la muerte. En la torre gris del Kremlin por orden suprema del ca marada Stalin, Anatoly Laurentiev . No he visto la referencia o transcripción de estos vitales documentos en otras fuentes. El propio Luis Suárez los cita según mi versión anterior pero no los ve en el archivo de Franco. Sin embargo el testimonio de Franco me parece irrefragable; se encuentra en tres fuentes, el Diario de las Cortes, la reproducción en Arriba d el día siguiente y en los repertorios oficiosos de los discursos de Franco. No cab e duda de que este testimonio se comunicó y de que Franco estaba completamente seg uro de su autenticidad. La versión de Franco se complementa bien con la de Beaulac que ya hemos transcrito sobre el planteamiento y resolución de la agobiante crisis pet rolffera en esas fechas. La alta tribuna elegida por Franco para esta importantísi ma revelación es un nuevo indicio de autenticidad. Según el especialista americano Burdic el 18 de enero los alemanes cambian súbit amente sus puntos de vista sobre la Península Ibérica cuando el mariscal Rundstedt e nvía al general Licht una comunicación en la que elimina las posibilidades de desemb arco aliado en España; se ve que el servicio secreto alemán funcionaba todavía con aso mbrosa precisión, así como el de Franco, si es que los alemanes no le comunicaron lo que sabían sobre el proyecto inicial aliado y su cancelación. Las decisiones sobre el asunto provenían, según Burdic , del propio Hitler. El general Warlimont había exam inado sobre los Pirineos las posibilidades de resucitar el plan Gisela. Luego de desistir, los alemanes pensaron en que la máxima probabilidad para el desembarco aliado estaba en la costa meridional de Francia; pero no perdieron de vista la d efensa de los Pirineos. Así les sorprendió el desembarco en Normandía. La ciudad de Reus entrega a Franco su primera medalla de oro el 2 de enero. P ero el avance soviético sobre Alemania, (el 3 de enero llega Zu ov a la antigua fr ontera oriental polaca) acrecienta la campaña antiespañola en todos los medios ofici ales y comunicativos de los aliados occidentales. Franco y Jordana vuelven a tem er, semana tras semana, un ultimátum. Era tiempo de cerrar filas de nuevo, y pese a todas las filtraciones y todos los rumores, así lo hacían las Fuerzas Armadas españo las en torno a su capitán, el 6 de enero de 1944. Los tres ministros militares ofr ecen por la mañana en el Pardo un bastón de mando y un álbum con las firmas de todos l os generales y jefes caracterizados de los tres ejércitos y de los institutos arma dos. No falta ni una siquiera de las que habían rubricado otros documentos menos u nánimes del año anterior. Franco ha superado con creces la prueba que hundió a los tre s regímenes anteriores al suyo: la inhibición o la división paralizante de las fuerzas armadas en toda su amplitud. El 6 de enero de 1944-después de los intentos de 194 3 y antes de los manifiestos de 1945 es una de las fechas menos subrayadas, pero más trascendentales de toda la etapa de Franco como gobernante: registra con firma s, todas las firmas, la adhesión de todos los mandos militares relevantes. Se le n ota en las evocaciones del discurso que allí mismo dirige a sus compañeros de armas. Alude a la Guerra de la Independencia para recalcar: Más tarde hemos visto repetir se el caso, y aun hoy mismo, en los tiempos contemporáneos, los guerrilleros yugos lavos, después de tres años de diftcil lucha, son respetados e incluso reconocidos.. . ¿Es que tienen comparación la entrega de miles y miles de prisioneros, las rendiciones colectivas, ante el hecho de que ni una sola unidad se haya rendido en nuestra C ruzada?. (Se refiere Franco a las rendiciones en masa de tropas francesas en 1940

, soviéticas en 1941, de tropas italianas, de tropas alemanes en Rusia desde 1942) . Advierte a los aliados -cuando aún no se había producido la solución favorable de la crisis estratégica que se abatía sobre España que una invasión de España no sería la simple rendición de la que abatió el castillo de naipes fascista en Italia. Un pueblo es inv encible cuando tiene corazón y decidida voluntad de lucha . Tal voluntad se da en Es paña: Yo os aseguro que ante los tanques, los aviones, nos sobran medios para opone r el corazón, el espíritu . Y entre la fervorosa aclamación de sus compañeros, termina con una seguridad absoluta en los destinos de España si nos mantenemos unidos y firmes . Un mes más tarde, el 7 de febrero de 1944, como hemos visto, los soviéticos rechaza ban la invasión aliada de la Península porque tenían presente, como Hitler, la posibil idad de que toda España se alzase en guerrillas contra los invasores, una posibili dad que, como también sabemos, había aceptado el estratega americano general Marshal l. Con tal adhesión militar unánime Franco se dispone a reanudar en forma de durísimo contraataque la comunicación con don Juan de Borbón interrumpida en el verano anteri or. La imprudencia de los monárquicos y del propio don Juan le ofrece una ocasión de oro que Franco aprovecha implacablemente. El testimonio directo del almirante C arrero, que me comunicó en carta personal el 26 de enero de 1993 mi amigo el insig ne escritor y ex ministro Gonzalo Fernández de la Mora, ha aclarado definitivament e el enojoso asunto. A fines de 1943 el conde de Barcelona entregó en Lausana y en mano una carta para el dirigente monárquico conde de Fontanar a un emisario que c reía fiel, el joven profesor Rafael Calvo Serer. El mensajero hizo algo increíble; a brió la carta al vapor, se impuso en su contenido y al ver su gravedad se plantó en Madrid y se la entregó al subsecretario de la Presidencia Luis Carrero Blanco, qui en se la llevó inmediatamente a Franco. Don Juan creyó que Calvo había entregado la ca rta al padre Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei al que pertenecía el propio Calvo, y que fue Escrivá quien se la remitió a Franco pero no es así; el intermediario fue Carrero. La carta era explosiva; pero sólo conocemos su contenido por las alu siones y réplicas que Franco incluye en su larga carta a don Juan, fechada el 6 de enero de 1944. Realmente estuvo interrumpida desde el telegrama de Franco en ag osto de 1943 la comunicación política entre los dos; no la personal, con intercambio de t elegramas protocolarios de felicitación. La carta de Franco en el día de Reyes es realmente tremenda. Se refiere primero a la carta de don Juan a Fontanar entregada por Calvo, aunque, como había pedido Calvo a Carrero, Franco cubre al agente doble inventándose una historia de agentes secretos, muy al caso. Franco acusa a los consejeros de Lisboa y de Lausana de incitar a don Juan a jugar la absurda carta de la ruptura y alude por sus nombres a López Oliván (en Lausana) a Gil Robles y Sainz Rodríguez (en Lisboa) que utilizan car tas viejas, jugadas desacreditadas y perdidas . Les atribuye ejecutoria republicana y masónica con generalización excesiva y no comprobada; López Oliván fue embajador en Lo ndres al fin de la República y principio de la guerra civil. Ahora los tres intenta n servir, a costa vuestra a la tercera España . Y sigue: Tres falsedades se intentan ir grabando en vuestro ánimo: la supuesta ilegalidad de mis poderes, una calumnios a situación de España y un pobre concepto de los españoles para arrastraros, como cons ecuencia de ello, a una aventura estéril en la que perderíais todo y ellos nada . Por lo pronto sienta seis tesis históricas que fundamenten su argumentación: 1 . -La Monarquía abandonó el poder en 1931 a la República. 2. Nosotros no nos levantamos contra una situación republicana. 3. Nuestro Movimiento no tuvo una significación monárquica, sino española y católica. 4. Mola dejó claramente establecido que el Movimiento no era monárquico (En ello e l Príncipe es testigo de mayor excepción). 5. Los combatientes de nuestra Cruzada pasaron de la cifra del millón. 6. Los monárquicos constituían entre ellos una exigua minoría. Por lo tanto ni el Régimen derrocó a la Monarquía ni estaba obligado a su restablec imiento .

Las seis tesis de Franco y por tanto su conclusión son históricamente impecables y se expresan como cosa profundamente vivida por Franco. Ahora, más de sesenta años después, hay monárquicos ilusos que creen que la España de 1936-1939 era monárquica por abrumadora mayoría. Los que vivimos aquella época, incluso los que éramos monárquicos, s abemos que eso no es una convicción sino un sueño rosáceo y falso. Entra entonces Franco en la justificación de su legitimidad: Entre los títulos que dan origen a una autoridad soberana, sabéis se encuentra la ocupación y la conquista: no digamos el que engendra salvar una sociedad. La superioridad justifica, por otra parte, moral y jurídicamente, la soberanía; q ue en este caso viene determinada por la autoridad que se disfrutaba en la socie dad antigua. Propios merecimientos contrastados en una vida de intensos servicios, prestig io y categoría en todos los órdenes de la sociedad, reconocimiento público de esa auto ridad se dan en este caso. Y en la cruzada, la proclamación como Jefe Supremo del Estado por las tropas y fuerzas políticas integradoras del Movimiento y el benepláci to de toda la nación me otorgan otro título indubitable. Y no digamos el haber alcan zado, con el favor divino repetidamente prodigado, la victoria y salvado la soci edad del caos que engendra y consolida, por muchos conceptos, un derecho soberan o. Y aún habría de ser ilegftima y falta de títulos la soberanía y la convertiría en legítim a, según los más preclaros tratadistas de derecho político, el tiempo y las relaciones jurídicas que éste encierra. Al defender la legitimidad de soberanía, sólo quiero recha zar con alegaciones tan claras y contundentes el concepto de usurpador con el qu e se pretende presentarme a vuestros ojos; pero aún hay más y es lo importante: todo el derecho es de la sociedad que prevalece sobre el de las personas. El poder n o es personal de quien lo ejerce sino para el bien público, ya que no se trata de un bien privado. Se ejercita para la nación y en provecho de ella. Por ello, cuand o una nación disfruta de una paz y un orden jurídico a tanta costa logrado, es conde nable toda pugna que trate de menoscabar la autoridad de quien ejerce el poder s oberano, lo que no solo no mejoraría la paz y la justicia social sino que empeoraría la situación de la nación a la que se lanzaría a la mayor de las catástrofes . Es evidente que don Juan, en su carta a Fontanar, había llamado usurpador a Fra nco, que no reconoce el dogma democrático (por lo nefasto que había sido para España e n los siglos XIX y XX) sino que se acoge al derecho político clásico para justificar su legitimidad. Esta posición jurídico-política es la que habían asumido, expresa o imp lícitamente, otros personajes de la Historia al instaurar, tras su triunfo militar o político, una nueva legitimidad. Franco estaba completamente convencido de su r azón histórica y su justificación política, así como sus partidarios que eran una clara ma yoría en la España de los años cuarenta, ante el caos de la España vencida, que por supu esto no había sido democrática ni por asomo. El dogma democrático se impuso teóricamente en el mundo occidental tras la victoria aliada de 1945; pero no se aplicó a medio mundo, el comunista, donde sig uió vigente y expansivo un sistema antidemocrático que hoy mismo, pese a las aparien cias, dista de haberse superado. Personalmente el argumento de Franco que más me i mpresiona es el que él repite por dos veces: Salvar una sociedad. Creo que esa es la clave de su convicción e incluso la clave de su vida. La primera parte de esta carta trascendental de Franco se refiere, pues, a la legitimidad de Franco y su régimen es decir la legitimidad del 18 de julio que acep tó solemnemente el actual Rey de España al ser investido como sucesor de Franco a títu lo de Rey en julio de 1969. La segunda parte se refiere al camino para una insta uración monárquica posible. El poder legftimo y soberano que Franco acaba de definir y justificar no cierra el camino a la institución monárquica, sino que camina hacia ella. Oponerse a ese c

amino sólo puede hacerse deformando la realidad de España, sin reconocer la obra del Régimen, que es patente para quien quiera ver la realidad. Y el pueblo español no s e doblegará nunca a imposiciones exteriores, como demuestra la Guerra de la Indepe ndencia. Nosotros caminamos hacia la Monarquía, vosotros podéis impedir que lleguemos a ell a . Los monárquicos verdaderos están consternados con esa situación que hoy os rodea . Fra nco confirma que su deseo es entregar la corona a don Juan en el futuro, cuando España se consolide. Yo os encarezco a que no os divorciéis de España ni os desliguéis de nuestra Cruzada, en la que quisisteis combatir . Presenta ante don Juan las prome sas aliadas fallidas a Polonia, al rey Pedro de Yugoslavia, al de Grecia, a Víctor Manuel y al general Giraud. Pesan más Stalin, Tito, los guerrilleros griegos o los comunistas yugoslavos . A mediados de enero Gil Robles confirma: La posición de Franco es hoy más fuerte q ue hace un año, pues en torno a él, por interés, por desorientación o por miedo, están cas i todas las fuerzas de derecha . Los monárquicos de Madrid, desde Ventosa a Kindelán, desde el marqués de Luca de Tena al conde de Vallellano, desde Pabón y Garnica a Gab riel Maura, se reúnen y en esa junta informa Gil Robles predominó la nota de conformida d con la política de Franco . El 10 de enero de 1944 el ministro de Obras Públicas, Peña, publica un comunicado que resulta ejemplar en medio de la tormenta. la tarea de reconstrucción enco mendada a este Ministerio está virtualmente terminada . Aunque parezca incomprens ible a muchos propagandistas, el comunicado era verdad. España había vuelto, en cuan to a su infraestructura pública, a la situación de julio de 1936, más que notablemente mejorada. Los españoles pudieron leer en la prensa del 15 de enero una sorprenden te alusión a la Republica fascista italiana de Saló sobre la que casi nada se les había informado antes, pero hasta mucho tiempo después no supieron los detalles del maca bro proceso de Verona, abierto entonces por Mussolini, y terminado con la ejecuc ión de varios dirigentes fascistas entre los que destacaba el propio yerno del Duc e, conde Galeazzo Ciano. Desde el primer momento Jordana sugirió a Franco no recon ocer el régimen republicano de Mussolini y Franco accedió sin dificultad, a pesar de otros consejeros. Más tarde que en la áspera Yugoslavia y a la vez que en la postra da Francia comienzan en el norte y centro de Italia las actividades partisanas alentadas por el partido comunista en uno y otro caso- en pleno invierno de 19 44. El 19 de ese mes de enero el rodillo soviético está a punto de arrollar en Novgo rod a la Legión Azul, que se retira sin perder la cara en medio del desastre alemán. La captura de un inestable voluntario, Jesús Pérez, sirve a soviéticos y anglosajones para echar leña al fuego de su campaña antiespañola. La propaganda se convierte en fr anco bloqueo; el 20 de enero el Departamento norteamericano de Estado anuncia qu e desde febrero se suspenderá todo envío de petróleo a España; Franco y Jordana temen lo peor de un momento a otro, el corte de petróleo sugiere vísperas de invasión. Por el momento sólo pueden contraatacar con declaraciones, como la de Jordana el 27 de en ero: Responder a la procacidad con la reflexión mesurada y subrayar la imperturbable neutralidad de España. Sir Samuel Hoare encuentra en El Pardo el 27 de enero la at mósfera habitual de frialdad absoluta . Franco. recordará sir Samuel le habla con la tran quila vocecilla de un médico de cabecera que desea tranquilizar a su paciente exci tado . Los dos hijos del embajador Hayes, amigos de Carmen Franco Polo, salen de E spaña para ingresar en conventos de clausura. Fracasado otros intentos de mayor en vergadura el 088 norteamericano perpetra verdaderos desmanes contra la neutralid ad española, pero ahora no encuentra más que colaboraciones subalternas por no decir insignificantes. Sin que sus consejeros de Lausana se percaten de la fuerza de Franco en medio de la tormenta exterior, sin que Gil Robles, resentidísimo con los monárquicos que tratan de marginarle, comunique a don Juan su reconocimiento de esa fuerza inter ior de Franco, el conde de Barcelona cede un poco más a su frente rupturista y con testa a la requisitoria de Franco del 6 de enero de 1944 con una carta de extrem a dureza (el 25 de enero) que ya presagia una ruptura más profunda. Tras

recriminar al Caudillo por la violación de su correspondencia, de la cual no er a responsable Franco sino el agente doble de don Juan, dice a Franco que cuenta c on información deficiente y adelanta una frase muy comprometida en la que acusa el golpe de Franco: Nadie se ha propuesto persuadirme de la ilegitimidad de los pode res de hecho que V.E. ejerce . Es una flagrante contradicción reconocer legitimidad a unos simples poderes de hecho, que por tanto no son de derecho. Insinúa que no f altan consejeros de Franco que le hablan a él con mayor claridad. El modo de enjui ciar el futuro por parte de Franco es totalmente opuesto al mío, y por tanto nuestr as actitudes no pueden ser concordantes. Estoy convencido de que V.E. y el régimen que encarna no podrán subsistir al término de la guerra y que de no restaurarse ant es la Monarquía serán derribados por los vencidos de la guerra civil .Como bien sabem os hoy, don Juan no acertaba en su profecía, porque le fallaba la base; el régimen d e Franco no podría ser derribado por los vencidos de la guerra civil sino por los vencedores de la guerra mundial, cosa bien diferente, y Franco apostaba ya por l a inevitable discordia entre esos vencedores. Ratifica don Juan su negativa a ac eptar los requerimientos de Franco (que ya no le había mencionado a la Falange) y dice que siente el deber de manifestar públicamente su insolidaridad con el régimen de Franco, que según don Juan se equivoca en cuanto al concepto de la realeza y po r eso le ha indicado que ahora carece de responsabilidades; manifiesta que no co mprende la afirmación de Franco sobre la marcha del régimen hacia la Monarquía en vist a de los continuos ataques que se hacen en la prensa española, dirigida por el régim en, a la Monarquía y su titular. No había, pues, acuerdo; la ruptura parecía ya decidida, aunque aún no consumada. El 2 de febrero Jordana informa al consejo de ministros: las reclamaciones al iadas no son más que un pretexto para justificar una inmediata intervención militar. Aconseja no ceder a la coacción norteamericana, cree que se puede resistir seis m eses, tal vez un año. El gobierno comunica discretamente instrucciones para un rac ionamiento total con vistas a una resistencia numantina. La reiteración de la neut ralidad el 3 de febrero es dramática: El gobierno está decidido a mantener a ultranza su derecho a la neutralidad . La carta de don Juan fechada el 25 de enero vino firmada, por primera vez, co n el título regio que don Juan asumió a la muerte de su padre, conde de Barcelona, y que Franco le reconocía sin especial declaración. Pero la victoria aliada parecía cada vez más inminente y don Juan no espera a la respuesta de Franco para emprender su siguiente paso de ruptura; sus declaraciones al diario argentino La Prensa que s e publican el 28 de febrero, en las que indica que su paciencia con Franco ya se ha terminado, que no puede identificarse con los postulados totalitarios de la F alange ni que la Monarquía aparezca como una coronación del régimen de Franco. Insinúa qu e en la Monarquía futura las leyes se harán por la voluntad concorde del Rey y los o iganismos constituidos según una auténtica representación nacional, que no concreta. Y a la vista de cómo se formularon después las Bases Institucionales de don Juan, esa representación no era democrática. Este manifiesto de Buenos Aires como le he llamado en otro libro, cayó mal entre la mayoría de los monárquicos. Cuando el financiero Jai me Argüelles visita a Gil Robles el 10 de febrero, le confiesa que a quienes no son monárquicos fervientes (es decir al noventa y cinco por ciento de la población o más) les ha parecido mal el momento elegido por don Juan para hacer unas declaracion es contra Franco. Creen -dice Gil Robles que es mía la culpa . En efecto, las declaraciones de Buenos Aires se habían publicado en momentos en que la presión antiespañola de los aliados era más virulenta, cuando susbsistía el peli gro de invasión en su fase más aguda. Don Juan, de cuyo patriotismo jamás hemos dudado , advierte algo grave por la información estratégica que le llegaba de Inglaterra y Norteamérica y envía a Franco el 3 de febrero un telegrama de rectificación. En términos mucho más suaves y conciliadores don Juan pide a Franco, sin ningún tipo de ultimátum , que considere la restauración para evitar la guerra civil. Se refiere a las difi cultades actuales la presión pre-invasora exterior para justificar sus prisas. Cree

que obrando de acuerdo él y Franco, podrán defender principios que nos llevaron a lev antarnos contra Frente Popular. Mañana quizás será demasiado tarde . Franco va a contestar separadamente a la carta de don Juan fechada el 25 de e nero y luego, en bloque, a las declaraciones de La Prensa y el telegrama de rectif icación. A las declaraciones se refiere también en esta primera carta del día 7 de feb rero, donde manifiesta a don Juan que su carta del 25 le llegó el mismo día en que l as radios extranjeras hostiles difundían las declaraciones a un diario argentino d istinguido por su hostilidad al régimen español. No cabía momento más inoportuno en medi o de las terribles presiones exteriores que España sufría. Reprende a don Juan por d ivorciarse de la Cruzada y le asegura que tal actitud le enajena el sentir de to dos los españoles. Esta primera carta del 7 reasume el tono de filípica en toda regla; es también, por parte de Franco, una carta de ruptura. Ac usa a don Juan de continuos cambios, de poco arraigo en vuestras convicciones pero intentará con pocas esperanzas ya explicarle cuál es el camino para que no se convie rta en Rey efímero de una Monarquía estilo griego y no el legítimo soberano querido por la nación . Le recomienda que no tema a los vencidos de ayer, a los que Franco y lo s españoles vencieron cuando lo tenían todo; ahora no tienen nada y nada podrían hacer . Tras esta nueva filípica Franco envía, con la misma fecha, un telegrama no menos duro a don Juan para replicar a su telegrama del 3 de febrero y nuevamente a las declaraciones en el diario argentino. Le dice con verdad (como corroboraría Argüell es ante Gil Robles) que las declaraciones han causado en España penosísima impresión . Le dice a don Juan algo terrible; que de no haberse comportado así la Monarquía ya pod ría haberse proclamado en España, lo cual resulta seguramente exagerado pero impresi onó a don Juan hasta lo más vivo y para muchos años porque al menos había sido probable. Franco aún no podía saber que en esta fecha de su doble misiva a don Juan se produc e el envío del telegrama soviético a Washington que desautorizaba el proyecto aliado de desembarco en España, pero así era. Las dos réplicas de Franco interrumpen toda co municación política con don Juan hasta después del Manifiesto de Lausana. El último año y medio de guerra mundial lo viven cada uno por su lado1. 1 Todos los documentos sobre las encrespadas relaciones de don Juan y Franco en este período en mi libro Don Juan de Borbón, op. cit. p. 320s. , con las citas pe rtinentes. Datos sobre organización de las agrupaciones pirenaicas en C. Martínez de Campos, Ayer. Op. cit. p. 295. Juntas políticas del exilio en Javier Rubio, La em igración... op. cit. II, p. 5 19s. Datos sobre regreso de niños a España en Arriba, 30 de diciembre de 1943. Declaración de Franco ante las Cortes sobre 1944 en Arriba, 20 de mayo de 1949. Proyectos estratégicos alemanes en C. Burdic , Germanys... op . cit. p. 193. EL FIN DE LA CRISIS, EL NOMBRAMIENTO DE GIL ROBLES Y EL HOMENAJE A ESPAÑA DE WINSTON CHURCHILL Consumada, para tiempo imprevisible, la ruptura entre don Juan y Franco el 7 de febrero de 1944, comienza, para la conspiración monárquica, una segunda fase, la que el infante don Alfonso llama sin Franco, aunque se trata de un período de host ilidad. En la historia secreta de esa conspiración debe figurar, ante todo, un doc umento por el que don Juan el 14 de febrero de 1944 confiere nuevas instrucciones a su representante en España, general infante don Alfonso de Orleáns, con la orden d e transmitir esas instrucciones a los miembros más destacados de las clases dirigen tes . Don Juan explica los motivos de sus recientes declaraciones al diario La Pre nsa . Justifica su silencio desde la muerte de Alfonso XIII y sus actuaciones a partir de entonces. Lamenta que el momento de la publicación de esas declaraciones coincidiese exactamente con la gravísima presión aliada contra España. Así se lo explic aba don Juan a Franco en su telegrama del 3 de febrero pero las respuestas de Fr anco el día 7 no expresaban reacción alguna ante tal explicación. Reconoce don Juan la profunda razón popular del Alzamiento de 1936: El Ejército y la masa popular que le alentó y secundó en las jornadas memorables de julio de 1936 se alzaron en espontáneo e instintivo gesto en defensa de la Religión y la Patria amenazadas ; pero el aprove

chamiento político a favor de Franco y la Falange resulta inadmisible. Los vencido s, sigue don Juan, esperan la revancha. Don Juan en 1944 se sigue alineando en e l bando vencedor, inequívocamente: Tras duros y largos combates conseguimos salir v ictoriosos en la contienda, merced, en primer término, al sufrido heroísmo de nuestr os soldados, pero merced también a la precisa ayuda de determinadas potencias inte resadas en que el comunismo no se asentara en España y al concurso de otras nacion es, menos inclinadas a nuestro favor, pero que no obstante nos suministraron el petróleo y otros elementos sin los cuales nos hubiera sido imposible salir victori osos, aunque cierto es que siempre nos hubiera quedado el recurso de morir heroi camente como los defensores sublimes de Santa María de la Cabeza .

Don Juan, en estas instrucciones, trataba evidentemente de congraciarse con l os generales del ejército de Franco, aunque para ello necesitara alinearse de form a expresa con los vencedores de la guerra civil, en cuyas filas, como Franco le recordaba, había pretendido combatir en tres ocasiones distintas. Pasa entonces don Juan a la parte dispositiva de su carta a don Alfonso. Clara mente definida mi insolidaridad con el régimen actual, es lógico que los verdaderos monárquicos no continuaran colaborando con él . Pero da inmediatamente marcha atrás y va cila; porque no quiere producir perturbaciones ni lesionar intereses privados ni exponerse a que muchos monárquicos no le hagan el menor caso me limito por el momen to a declarar que quienes sigan desempeñando cargos oficiales de carácter político lo harán a título personal . Es decir que ni sí ni no, sino todo lo contrario. ¿Qué significaba ese título personal ?. ¿Qué los cargos de Franco ya no se desempeñarían en nombre de don Ju n?. Absurdo. Denuncia don Juan la maniobra falangista de convertir al régimen en una Regenci a cuyo titular sea el propio Franco.y amenaza con un manifiesto para desenmascar arla; pero olvida que él mismo la había pedido al principio. La carta, por sus contradicciones y sus indecisiones, no podía más que fracasar. Ni siquiera consiguió que su propio tío y representante don Alfonso de Orleans dejas e su mando en la región aérea del Estrecho y así se lo requirió por carta del 14 de febr ero de 1944. Don Alfonso se negó por las buenas como don Juan se lo recodaría vengat ivamente en 1946. Don Alfonso lo había explicado donosamente; mantenía el mando en s ervicio del Rey. Y si no viene la Monarquía antes de que se acabe la guerra, vendrá e l caos y me cortarán el cuello sea o no general . Este era un temor comun de casi to dos los colaboradores de Franco, civiles o militares. Unos días después, al recibir información sobre las instrucciones de don Juan, Franco llamó al infante don Alfonso y le dio a elegir entre la representación de don Juan o su mando aéreo en Sevilla. Don Alfonso consiguió salvar el dilema; dio seguridades a Franco y conservó, simultáne amente, la representación de don Juan y su mando aéreo, aunque su ascenso a teniente general quedó congelado. Para conseguir tal resultado entregó a Franco la carta de don Juan con instrucciones a los monárquicos, con lo que puso en manos de Franco qu e ya conocía el asunto una baza importante. Ante las idas y venidas del frente monárquico Franco no descuida la atención al p eligro exterior. Todavía el 7 de febrero recuerda Doussinague, director general de P olítica Exterior no se poseían datos concretos para ver todo el peligro que corríamos. Cuando se conoció esto, el Jefe del Estado español cambió completamente el dispositivo de las fuerzas militares que hasta entonces habían estado concentradas en forma d e salir al paso de una posible invasión por los Pirineos ,ahora se distribuían de ma nera que pudiera evitarse un ataque por las cos tas del Atlántico (Franco mantiene sin embargo el dispositivo de agrupaciones móv iles subpirenaicas que tenía establecido). Según vimos que Franco explicaba a las Co rtes en 1949, ese 7 de febrero los soviéticos descalificaban el plan aliado para l a invasión de la Península. ~Cuán misteriosos son los caminos de la Providencia! exclam aría Carrero años después. En aquel 1944 Dios se valió nada menos que de Stalin para salv ar a España, a la que dos hombres que en otras ocasiones nos habían rogado nuestra n eutralidad y nos habían hecho promesas no solicitadas, pensaban atacar villanament e por la espalda . Churchill y Roosevelt, ni siquiera hace falta nombrarlos.

Nuevos informes secretos llegan a Franco desde Alemania: la GESTAPO ha deshec ho las redes de la Abwehr de Canaris y el pequeño almirante amigo de España marcha h acia una muerte cruel y trágica. El 11 de febrero pide Jordana al embajador alemán l a retirada de la Legión Azul y su colaboración para satisfacer otras demandas de los aliados. El 21 los alemanes de París aniquilan al grupo Manouchian, que había asesi nado al príncipe Schaumburg y al superintendente de la mano de obra, von Ritter; e ntre los resistentes fusilados se da el nombre del español Celestino Alfonso, anti guo teniente del Ejército Popular, pero que en sus últimas palabras escoge otra band era: Je meurs pour la France . Aquellos exiliados no luchaban en la resistencia esp añola sino que articulaban la francesa. A finales de febrero el Ober ommando der W ehrmacht accede a la repatriación de la Legión Azul; ya que Hitler ha decidido fortal ecer la posición española respecto de los aliados para evitar, sin duda, un nuevo fre nte enemigo al sur. El 23 de febrero de 1944 tras un discurso de Churchill el día anterior sobre las perspectivas de 1944 se abre un debate en los Comunes. V oy a ocupame ahora de España dice Anthony Eden país sobre el que me han hecho pregunta s. No hemos pedido a España más que una neutralidad estricta y honrosa. En los días cu mbre de la guerra, cuando estábamos solos, la actitucFdel gobierno español nos fue e xtremadamente beneficiosa (aprobación), especialmente en el momento de nuestro des embarco en África. Transcurrido el tiempo, hemos creído oportuno llamar la atención de los españoles dada la forma en que la guerra ha evolucionado, para que España obser vara estrictamente las leyes de la neutralidad. Actualmente están en curso convers aciones en Madrid y haré un nuevo informe cuando me sea posible . El debate de los C omunes es importante. En Madrid se recibe con un enorme alivio porque supone nad a menos que el fin del peligro inmediato de invasión aliada. El diagnóstico del prof esor Trythall es, como casi siempre, certero: Franco decidió no ceder totalmente pe nsando que los británicos eran menos firmes en sus exigencias que los norteamerica nos y que al final obligarían a los norteamericanos a un compromiso con España . Continuaba, en efecto, Eden: Como España se encuentra ahora en posición segura y fuerte para preservar la integridad de su sue lo de toda forma de invasión o de presiones indebidas, como ambos peligros han pas ado, consideramos que ha llegado el momento de pedir a España que examine sus obli gaciones del modo más estricto y así lo hemos hecho. Esperamos que España accederá a nue stras demandas ya que ello no supone mengua de su soberanía. No tenemos ciertament e ningún compromiso de desprendernos de nuestras existencias limitadas de petróleo y silo hemos hecho ha sido por nuestra propia voluntad . Termina Eden con unas inte ligentes palabras, que revelan un notable conocimiento de la psicología hispana: Na da hay en nuestra actitud que suponga un ataque al honor español. Lejos de abrigar ninguna mala voluntad hacia España, nuestro deseo es verla próspera y en paz . En el mismo debate el conservador Sotheby refrendaba: Sean cuales fueren las opiniones personales en relación con el general Franco, éste y sus compatriotas han resistido una presión casi aplastante para no sumarse al Eje en el momento en que Gran Bretaña estaba acorralada y si España se hubiese unido al Eje, Gran Bretaña hubiera podido pasar de la situación de poder resistir a la de verse vencida . La prensa española publica amplios extractos de este debate. Pero aunque el hor izonte español se entreabriera en los Comunes, España seguía cerrando filas en torno a Franco. Disponía éste al final del invierno la activación de diversos expedientes par a la concesión de Laureadas, abiertos durante la guerra. La primera que se publica es una notable, aunque no inmerecida sorpresa, a favor de don Gonzalo Queipo de Llano el 3 de marzo de 1944 . Jordana multiplica sus desmentidos: el 6 de marzo a la agencia soviética TASS que revelaba la existencia de aeródromos alemanes secreto s en España; el 10 invalidaba una información sobre bases alemanas en Canarias. Los tiempos heroicos alimentan siempre esperanzas mágicas. Se anuncia el día 14 una nuev a ilusión en medio de la penuria de gasolina: un inventor español anuncia que por tra tamiento del acetileno podrá obtener España cuantos carburantes necesita . Y era verda d, pero no se añadía que el costo era prohibitivo. Al día siguiente la Legión Azul entre ga su armamento y se dirige a Koenigsberg. Cien de sus hombres desean permanecer en combate pero el mando español no accede; aun así unas docenas de antiguos volunt arios de la División Azul forman una unidad fantasma la legión clandestrina que muchos

años después será descubierta en los archivos alemanes capturados. A mediados del mes de marzo se cierra en Madrid, junto al cinturón de ronda, la siniestra cárcel de Po rlier, de tan triste memoria en la guerra y en la paz. A la vez, el pleno de las Cortes aprueba el restablecimiento de la jurisdicción contencioso-administrativa y asigna 680 millones para continuar los trabajos del Patrimonio Forestal del Estado. Al discutirse las nuevas bases sobre la expl otación del monopolio de tabacos, 43 procuradores votan en contra, con grave desazón del presidente de las Cortes don Esteban Bilbao. 22 de marzo de 1944. la Wehrmacht ocupa los puntos estratégicos de Hurgría, Ruman ia y Bulgaria en trance de defección. El joven y profundo periodista José Ramón Alonso es el primero en utilizar en la prensa española una palabra extraña, maquis, para s eñalar la posible presencia de partidas subversivas; hasta entonces sólo se había util izado el término en el Midi francés. El gobierno español comunica el día 25 la extinción d e la Legión Azul; la V Escuadrilla Azul regresa a España el 22 de abril. Al terminar el mes de marzo Franco evoca el quinto aniversario de la liberación de Madrid ant e el ayuntamiento de la ciudad, en el que ya se hablaba de gran Madrid exageradame nte. En espera de que se abra el segundo frente en el Occidente de Europa en vista de la eficaz resistencia alemana en Italia y conjurado ya desde principios de feb rero el peligro que se había cernido agudamente sobre la Península Ibérica, el frente monárquico vuelve a agitarse durante la etapa sin Franco trazada por los generales Orleans y Kindelán. El 13 de marzo Gil Robles señala la presencia de un curioso per sonaje carlista, don Carlos Pío, nieto del Pretendiente don Carlos VII a quien pro pone como candidato al trono de España, sin que casi nadie se entere, una breve fa cción carlista que sigue a un militar experto en genealogía y heráldica, el señor Cora y Lira. Había venido con permiso de Franco, a quien siempre gustó conservar cartas más o menos esotéricas para una posible pugna dinástica con don Juan de Borbón. Un segundo episodio, más importante, lo mueven en esa misma primavera dos ilustres catedrático s de Universidad, don José María Gil Robles y don Pedro Sainz Rodríguez, que organizan una extensa recogida de firmas entre sus colegas de España a favor de la Restaura ción. Los primeros firmantes fueron el físico y matemático don Julio Palacios (muy act ivo en la Quinta Columna de Madrid durante la guerra civil) ,el catedrático de His toria don Jesús Pabón (jefe del servicio de prensa extranjera en Burgos durante la g uerra) Alfoso García Valdecasas (cofundador de Falange) y el famoso psiquiatra don José López Ibor. No fueron privados de sus cátedras pero sí confinados fuera de Madrid por una temporada. Se esperaba un contraataque de Franco con motivo del desfile de la Victoria c elebrado en Madrid el 1 de abril pero el Caudillo se limito a aprovecharlo para imponer varias altas~condecoraciones militares. Desde Nueva Yor un gran fich aje de la agencia EFE, Francisco Lucientes, comenta las revelaciones del espía sov iético arrepentido Kravchen o, el hombre que escogió la libertad antes de terminar la g uerra: el episodio es muy importante porque equivale a la primera ráfaga de la gue rra fría entre los aliados occidentales y la URSS. Pero el Ejército Rojo recuperaba el vital puerto de Odessa el 10 de abril y dos días más tarde sale de escena el derr otado Rey-Emperador de Italia Víctor Manuel III, tras designar a su hijo el príncipe Humberto lugarteniente del reino. Italia se orienta según la antitesis de los dos grandes partidos, la Democracia Cristiana y el Partido Comunista; los comunista s eran adversarios natos de la Monarquía y la DC no perdonaría a la Monarquía su convi vencia con el fascismo. Pese a los generosos esfuerzos del príncipe Humberto la Mo narquía estaba de antemano condenada en Italia, cuando en el Norte rugía una implaca ble guerra civil, con decenas de miles de muertos, entre los partisanos comunist as y los fascistas de Mussolini apoyados por los alemanes. A primeros de abril Franco inaugura los nuevos tramos electrificados en el fe rrocarril del Norte . Pero se va a producir en el frente monárquico sin Franco un acontecimiento que impresiona vivamente a Franco y le impulsa a organizar una ca mpaña estruendosa e injustificada. El 17 de abril don Juan escribía una carta a don

José María Gil Robles en que le confería su representación oficial para gestiones política s en su nombre y le señalaba como adjunto a don Pedro Sainz Rodríguez. Al ver juntos con un alto encargo oficial de don Juan a quienes consideraba como sus dos prin cipales enemigos, Franco pierde el control, cosa extraña en él, y ordena el desencad enamiento de una campaña contra Gil Robles que en mi versión biográfica de 1972, revis ada por el propio Franco, llamé equívoca y tergiversada sin que Franco me hiciera la menor observación ni comentario, seguramente porque me daba la razón. La campaña, pla gada de insultos, atribuía a Gil Robles declaraciones falsas e injuriosas y culminó en un tremendo articulo impuesto por la fuerza al diario monárquico ABC con el títul o El apuntalador de la República en que se le llamaba traidor, se le acusaba falsa mente de haber entregado a los rojos listas de miembros de Acción Popular para que les fusilasen y se reclamaba que el gobierno le privase de la nacionalidad españo la. Consta que fue la Vicesecretaría de Educación Popular de FET quien redactó el artícu lo y lo impuso al director de ABC, Losada, quien ante la ausencia del presidente de Prensa Española, marqués de Luca de Tena, cedió a la fuerza y lo publicó. Al regresa r Luca de Tena increpó al director pero la Vicesecretaría le impidió toda rectificación. El marqués explicó el asunto a Gil Robles quien el mismo día de la publicación del artícu lo, 5 de mayo, escribió una enérgica carta a Franco para protestar ante su honor indefenso. No obtuvo reparación alguna y Franco pr esíonó ante Oliveira Salazar para que expulsara a Gil Robles, que pasó unos días horribl es apartado en Coimbra. Para colmo el marqués de Luca de Tena fue destituido por e l gobierno como presidente y consejero de Prensa Española. Es uno de los momentos más negros y menos justificables del régimen de Franco. El 17 de abril de 1944, la misma fecha de su carta-nombramiento a Gil Robles, don Juan de Borbón escribe al general Juan Vigón una carta en la que pronostica que la actitud irreductible de Franco facilita la vuelta de los rojos. Y le pide qu e gestione una entrevista con Franco donde y como Franco quiera. La gestión no pro speró. El 29 de abril terminaba favorablemente para España la crisis del wolfram y d el petróleo. Los aliados aceptaban que España enviara a Alemania cantidades simbólicas del preciado mineral y restablecían el suministro de combustible. Ahora estaban a fanados por completo en la preparación del desembarco a través del Canal y no querían complicaciones de ninguna clase en el Sur. Por tanto el 2 de mayo de 1944 un lar go comunicado oficial del gobierno español informa a la opinión sobre el final de la gravísima crisis. El cronista español Garriga ve en la actitud española una capitulac ión pero el historador socialista francés Max Gallo, con mayor profundidad, habla de capitulación formal, victoria de fondo y tiene razón. Franco llega a Sevilla el 6 de mayo para imponer la Laureada al general de Sevilla, Gonzalo Queipo de Llano, en tre una clamorosa adhesión popular. Ese mismo día el Ejército Rojo tomaba por asalto l a fortaleza de Sebastopol. El 17 de mayo los representantes de Franco efectúan en Barcelona con normalidad el canje de mil prisioneros aliados por mil del Eje. Un os días más tarde, el 24 de mayo, Franco obtiene en la Cámara de los Comunes, para ind ignación homérica de lejanos intérpretes como el profesor Paúl Preston, una resonante vi ctoria en uno de los más famosos discursos de Winston Churchill. El gran historiad or español profesor Carlos Seco Serrano se refiere a este discurso como homenaje a España , nada menos. Y lo era: De Italia uno pasa, naturalmente, a España, que fue en alguna época el Imperio más p oderoso del mundo y hasta hoy es una fuerte comunidad en una vasta tierra, con u na destacada personalidad y una cultura distinguida entre las naciones de Europa . Hay gentes que creen que la mejor manera de expresar nuestra política exterior h acia España consiste en trazar caricaturas cómicas y hasta ofensivas contra el gener al Franco, pero estimo que hemos de ocuparnos de algo más que de esas pequeñeces. Hace historia de la resistencia española a dejarse arrastrar por Alemania y con cluye: Pero el crédito principal, es, sin duda, debido a la resolución de los españoles de permanecer al margen de la guerra. Estaban hartos de guerra y querían mantener se apartados de ella . Reconoce Churchill que en los meses anteriores al desembarc o en el norte de África la capacidad de España para causamos dano alcanzaba su máxima p otencia pero los españoles continuaron mostrándose completamente amistosos y tranquilo s . Compensaron de sobra su apoyo a los submarinos alemanes con su conducta ante G

ibraltar. Siempre reconoceré que España prestó un servicio no sólo al Reino Unido y al Im perio y la Commonwealth británica sino también a la causa de las Naciones Unidas . Se alegra del final feliz de las negociaciones con España convenio logrado sin atentar a la dignidad de España . Y continúa: Al tiempo que digo hoy palabras amables hacia España, quiero añadir que espero que ella represente una fuerte influencia para la paz del Mediterráneo desp ués de la guerra. En cuanto a los problemas políticos interiores de España, eso es cos a de los propios españoles. A nosotros, como gobierno, no nos compete intervenir e n tales asuntos . Los comentarios de Gil Robles y Garriga muestran, entre otros, los efectos de moledores del discurso de Churchill en el frente monárquico. Para quienes sabemos que entonces Churchil descartaba ya toda posibilidad a favor de don Juan, debe e xtrañarnos menos su actitud. Franco había superado su última gran crisis de la guerra mundial aunque se preparaba para los inevitables embates de la posguerra. Parece que el discurso de Churchill le hizo incluso confiarse más de la cuenta en que es a sería la actitud definitiva de los aliados, pronto sumergidos, sin embargo, en l a marea izquierdista que trajo consigo la nueva posición dominante de la URSS en E uropa. Franco recordaría muchos años después que antes de terminar la guerra mundial h abía previsto y comunicado de forma clara el incremento mortal de la influencia so viética; ya lo hemos comprobado. Aunque Arriba en su edición del 25 de mayo de 1944 colma de elogios a Winston C hurchill y dos días más tarde se refiere en primera página a las actividades de sir Sa muel Hoare en las islas británicas ¡entre alabanzas!. Franco no comenta nada, de mom ento, sobre las palabras de Churchill, que le satisfacen profundamente y el 27 d e mayo preside unas carreras de caballos en el hipódromo de la Zarzuela; tres días d espués, en el cerro de los Ángeles, conmemora el XXV aniversario de la consagración de España al Corazón de Jesús por don Alfonso XIII. Preside el 1 junio la corrida de Beneficencia; el día 4 el comentarista oficioso Pedro Gómez Aparicio d a definitivo estado periodístico en España al maquis francés. Siguen llegando al Alto Estado Mayor informaciones cada vez más inquietantes sobre participación de exiliado s españoles en actividades contra las fuerzas alemanas de Francia y se detectan co ntactos informativos en la vertiente sur de los Pirineos donde las agrupaciones móviles del Ejército se mantienen en estado de alerta. Y Europa entra lentamente en los primeros días de junio de 1944. La prensa españo la, como la de casi todo el mundo, canta la inminente invasión de Francia pero los aliados, mediante hábiles operaciones de enmascaramiento, consiguen ocultar ante el mando alemán la verdadera localización de su gran desembarco. El 5 de junio por l a mañana las divisiones del Reich completan la evacuación de Roma, ciudad abierta. J ordana entrega al embajador americano una nueva nota sobre las actividades del O SS en Argelia; son los días en que el jefe del servicio secreto estratégico american o Donovan establece contactos con un desconocido comunista indochino llamado Ho Chi Minh. A las seis horas en punto de esa madrugada del 5 de junio tres mil embarcacio nes de transporte y quinientas de guerra habían zarpado en silencio casi absoluto de las costas meridionales de Inglaterra. A las cero horas treinta minutos del día 6 se posa en suelo francés, tras la muralla del Atlántico, el primer planeador con sesenta soldados invasores norteamericanos aerotransportados. Los informes llega n muy pronto al cuartel general del Führer pero el general Jodl no se atreve a des pertarle. En las páginas preferentes del diario Arriba irrumpe aquella misma mañana, para o rientar al público español sobre este giro decisivo de la guerra mundial, con sus co mentarios excepionales sobre el segundo frente definitivo, un insigne periodista que había hablado sobre Arriba con el fundador del periódico, José Antonio Primo de R ivera, que había fundado y dirigido el primer diario intelectual de España, El Sol y

que había sido confidente periodístico de Franco en la guerra de África y en momentos críticos de la guerra civil española. Se llamaba Manuel Aznar . 1 Episodios de la causa monárquica y confrontación don Juan-Franco en este período en mi libro Don Juan de Borbón, op. cit. p. 349s. Testimonio del embajador Doussin ague en España... op. cit.. Final de la Legión Azul en R. Proctor, La agonía... op. ci t. p. 269 y opinión de Carrero sobre la providencial intervención de Stalin en España y el mar op. cit., II, p. 73-75. Interpretación peyorativa de R. Garriga en La INVASIÓN ALIADA DE EUROPA INVASIÓN COMUNISTA DE ESPAÑA

Las primeras semanas de la invasión aliada de Europa, la operación Overlord, se e mplean en un tremendo forcejeo de los aliados para consolidar su cabeza de puent e en Normandía; y de los alemanes para arrojarles al mar. Naturalmente que ante es e cataclismo junto al Canal el mundo se olvida por una temporada de España y sus p roblemas. Pero Franco, que observa el desarrollo de la invasión, continúa su vida no rmal. El 9 de junio clausura la Feria nacional del Libro. El 11, Mussolini envía a Serrano Suñer su última carta para España. No justifica nada, ni cuando habla del pro ceso de Verona; reitera su simpatía de siempre por España, por Franco de quien sigo la difícil navegación y para vos . Cuando, ante la urgente petición de los aliados, el Ejérci o Rojo desencadena su devastador ataque sobre el norte de Ucrania, caen sobre Lo ndres las primeras Wunderwaffen, las Armas Asombrosas, las V- 1, que suscitan so bre todo una enorme curiosidad (y algún intempestivo entusiasmo en los rescoldos g ermanófilos de España, muy amplios y vivos aún) pero nada más. Manuel Aznar deja muy cla ras las cosas en sus crónicas de Arriba donde colaboran en aquella época nada menos que Samuel Ros, Rafael Sánchez Mazas, Eugenio Montes, Eugenio d Ors, José María Cossío, Me lchor Fernández Almagro, Federico Carlos Sainz de Robles, Gonzalo Torrente Ballest er, esa constelación cultural a que los comunistas ignaros llaman todavía el erial. Los días 19 y 20 de junio Franco inaugura diversas instalaciones en Vizcaya. Ante el ayuntamiento de Bilbao evoca la contribución vizcaína a la Victoria y el amanecer vizcaíno de España . Y añade: No hay ni una sola gloria española que no vaya estrechamente unida al sacrificio o al trabajo de los hombres de Vizcaya . Recuerda la visita de los Reyes Católicos para suprimir las banderías . Ciento cincuenta mil personas le acl aman luego en el desfile. Tres años después del ataque de Hitler a la URSS, el 22 de junio de 1944 el Ejércit o Rojo devuelve el golpe. Rusia se lanza al asalto titula Manuel Aznar el comienzo de la ofensiva general soviética para cooperar al segundo frente euroEspaña de Franc o op. cit. 174. Juicio de Max Gallo en Histoire... op. cit. 1 p. 163. Crisis del wolfram en James W. Cortada, United States... op. cit. El señor Eduardo Marquina enjuicia negativamente el acuerdo del wolfram en El País 23 de mayo de 1980 p. 7 pero el ac uerdo no merece llamarse secreto porque lo sustancial de él se publicó en la prensa. Discurso íntegro de Churchill en Sancho González, España neutral op. cit. p. 312s. Pr ofecía de Franco sobre predominio soviético en Europa en Franco Salgado, Mis convers aciones... op. oit. p. 323. peo , una ofensiva que venía de las ruinas de Stalingrado y que no se iba a deten er hasta la toma de Berlín y de Viena. Pocos días más tarde, ante el asesinato del min istro de Información de la Francia de Vichy, Henriot, el artífice del colaboracionis mo Pierre Laval anuncia a su pueblo: Comienza una guerra civil salvaje y sin hono r . Una guerra civil, con los comunistas en un bando, se vivía ya en Francia y en el norte de Italia, con cifras de víctimas por cientos de miles, jamás confesadas ni s iquiera comentadas en las historias procomunistas y antiespañolas. En su habitual reunión con la Junta Política, Franco expone la nueva situación de la guerra y sus rep ercusiones en España. El genial poeta Vicente Aleixandre es el primero de los grandes de la cultura española que vuelve del exilio interior. Otro vate eximio, Leopoldo Panero, celeb ra ese retorno -tras nueve años de ausencia en las páginas de Arriba que exaltan Somb ra del paríso. Se anucia el 7 de julio una combinación militar: el general Yagüe ocupa

la capitanía general de Burgos, de la que toma posesión inmediatamente con una cons igna de Franco: atención a los Pirineos si los alemanes se ven obligados en algún mo mento a desguarnecer la vertiente norte. El propio Franco canta al día siguiente l a participación política de la mujer española al presidir la II concentración nacional d e la Sección Femenina en El Escorial. Atribuye esa participación a una fecunda herenc ia céltica y reconoce a Pilar Primo de Rivera en su papel como artífice de la revoluc ión feminista que arrumba el mito ibérico-árabe de la mujer muñeca y el hombre sultán . Pide ayuda a las mujeres de España para levantar un hogar ftsico antes del hogar moral, que haya sobrantes para que haya regalo, que permita colgar visillos, colocar fl ores y vencer a la taberna y el café . Pasarían años, pero una de las diferencias específi cas de la España de Franco con el siglo anterior sería precisamente la desaparición de la taberna como institución social de base.

El día 17 de julio de 1944 el mariscal Erwin Rommel cae gravemente herido por l a aviación aliada en una cuneta de Francia. Franco resume la actuación de su régimen a nte el Consejo Nacional. La unidad y la autoridad es la base de todo. Este es el balance del año político: la renovación sanitaria, la ordenación universitaria, la tran sformación profesional de la oficialidad provisional, la nivelación por primera vez desde 1935 del presupuesto. La agricultura sigue mal, sin abono s y sin lluvias desde el término de la guerra no hemos tenido lo que se llama ni un a buena cosecha . La cifra de presos políticos 22.989 es ya muy poco mayor que la de c omunes. La constante adhesión de las masas nos justifica ante las calumnias de fuer a ; nueva muestra del valor político que Franco atribuye al contacto directo de su pueblo. En otros países la masonería puede ser un medio de acción, un servicio patriótico a los interese de esos países; para España es traición y pre aricación . Es muy importante su diagnóstico sobre la guerra mundial: Es doloroso que E uropa no comprenda que ha pasado la hora de las rivalidades nacionales . España está d ispuesta a colaborar en las tareas de la paz. La Falange no es belicismo, es vivi enda . Responde así a las continuas acusaciones extranjeras y por primera vez en muc ho tiempo incluye en sus palabras una expresa mención de la democracia, aunque no muy ortodoxa políticamente: La suprema democracia consiste en la ejecución del Evange lio . Y continúa con lo que él interpreta como una concesión: Que nuestra obra necesita u n perfeccionamiento es evidente . Es uno de los discursos menos comentados y más imp ortantes para detectar la ideología política de Franco en sus aspectos absolutos y e n sus aspectos relativos, pragmáticos. El perenne equilibrio entre esas dos series de aspectos da a su trayectoria general, a lo largo de toda su vida, una cohere ncia que no puede ínterpretarse solamente con prejuicios. Por la mañana había inaugura do Franco la emisora de Radio Nacional de España en Arganda; al día siguiente, 18 de julio, presencia en el paseo madrileño de la Castellana un desfile sindical de tr escientos mil trabajadores, pero esta vez no pronuncia discurso alguno. Dos días más tarde, 20 de julio, el embajador de Roosevelt ante el Vaticano, Mirón Taylor, habla con el embajador español Bárcemas sobre las posibles negociaciones de paz vía Madrid. Franco, por medio de Jordana, comunica inmediatamente su aceptación y dicta las primeras instrucciones con singular complacencia en el papel de medi ador. Por desgracia todo se frustró ante la exigencia aliada de rendición sin condic iones. El 20 de julio de 1944 pudo cambiar el curso de la historia de Europa. Fracas aba, en efecto, de forma poco creíble, el atentado contra Hitler audazmente urdido por el general Stauffenberg y perpetrado en el cuartel general de Rastenburg. E l enloquecido Führer desencadena en consecuencia una persecución lunática que cubrirá de sangre y de odio la prevista agonía del III Reich. Como si esperasen la señal, los norteamericanos presionan salvajemente sobre las líneas alemanas de Avranches, fra nqueadas por fin entre el 25 y el 27 de julio por los carros del general Patton. El 1 de agosto los patriotas polacos prenden la mecha a la sublevación de Varsovi a contra los nazis, los soviéticos, al acecho, permitirán fríamente que los alemanes l a ahoguen en sangre. El 3 de agosto, triste noticia para España, fallece en su dom icilio veraniego de San Sebastián el ministro de Asuntos Exteriores, general conde de Jordana. No se

había repuesto, a lo que parece, de las lesiones internas sufridas semanas ante s en un accidente de caza; se había negado, ante el agobio de trabajo, a someterse a examen médico más detenido. Murió sobre su carpeta de asuntos pendientes, lo mismo que su padre, el primer conde de Jordana, en la lejana Alta Comisaría de España en T etuán, también al termino de una terrible guerra europea. Llega la noticia a Franco en El Ferrol, cuando acababa de presidir la botadura de cuatro nuevos buques lig eros de la Escuadra. Los embajadores aliados Carlton Hayes y Samuel Hoare trenza n para el ministro desaparecido los mejores homenajes que hubiera podido esperar ; los publica la prensa de esos mismos grandes países aliados que poco antes habían estado dispuestos a invadir España. Quizá para evadirse de su nueva soledad diplomática Franco, tras unas jornadas de silencio, habla el 9 de agosto largamente con los pescadores de Santa Eugenia d e Ribeira. Dos días más tarde recibe en el Pazo de Meírás el juramento del sucesor de Jo rdana como ministro de Asuntos Exteriores, embajador en Vichy y concejal in abse ntia del ayuntamiento de Bilbao por expresa concesión del jefe del Estado; don José Félix de Lequerica, veterano político monárquico que heredaba de su tierra un acendrad o espíritu diplomático, entreveraba su lealtad, nunca desmentida, a sus raíces maurist as con buenas dosis de pragmatismo y si se terciaba, de cinismo, que sacaba de q uicio a sus enemigos y a sus émulos, pero que resultaba muy aprovechable en los du ros momentos de transición que aguardaban a la política exterior española, ahora en pl ena neutralidad benévola hacia los aliados victoriosos. En sus primeras declaracio nes el nuevo ministro, formado, como oportunamente se recordó, en Gran Bretaña, (se ocultó en cambio cuidadosamente su amistad con Otto Abetz, virrey de Hitler en Fra ncia). Lequerica dejó bien claro el camino y con toda verdad: España dijo es una nación a mericana Definió su política como de coordinación atlántica ya que en las dos riberas del mar occidental sólo existían de forma simultánea grupos homogéneos de tres culturas: esp añola, lusitana y anglosajona. Dejó también muy claro, desde el principio, que la políti ca exterior no iba a hacerla él ni la había hecho Jordana, sino Franco, que no cambi aba con los tiempos ni las personas. Entre sus primeras medidas se comentó favorab lemente en el campo aliado el cierre del consulado alemán en Tánger, la retirada de la misión de Vichy en Madrid, que presidía el corso François Piétri. Serrano Suñer no se e xplica el nombramiento de Lequerica dado su flagrante colaboracionismo con los a lemanes en Francia. El cronista oficioso Sancho González interpreta el nombramient o como un paso de aproximación a Norteamérica. Pero Lequerica había intensificado en F rancia la ayuda de España a los judíos acosados por Hitler y se distinguía por su sentido pragmático y s u lealtad al Caudillo. Solucionada la difícil sustitución del conde de Jordana en Exteriores, Franco con tinúa sus desplazamientos por Galicia. El 13 de agosto visita la Escuela del magis terio Santiago Apóstol en la Coruña. Dos días después los aliados desembarcan a lo largo d e casi toda la costa mediterránea de Francia; amenazaban con provocar en corto pla zo una retirada general alemana en los Pirineos, como en efecto sucedió, lo que af ectaba de forma inmediata a España por el auge, que ahora se hace patente, de la r esistencia francesa tan infiltrada de rojos españoles. El 17 de agosto, en declara ciones a Arriba, Franco recomienda que ante la nueva situación de la guerra mundia l los españoles superen los complejos afectivos que puedan enturbiar una visión clar a, ya con vistas a la convivencia europea en la posguerra. El 19 de agoto el sec retario norteamericano de Estado Cordell Hull enumera en carta al general Marsha ll nada menos que dieciséis puntos en que se resumen las mejoras conseguidas por l os aliados en la actitud española. La lista, cuyos méritos recaen a partes semejante s entre Jordana y Lequerica, se abre con el número 1: La prensa española se ha ajusta do a un tono neutral . Este importante documento no suele aparecer, como tantos ot ros del mismo signo, en las historias antifranquistas de que actualmente disfrut amos. Regresa Franco de una excursión por las rías altas (donde vuelve a concretar sus instrucciones sobre el refuerzo de las agrupaciones móviles bajo el Pirineo) cuand o en efecto, el 22 de agosto de 1944 las fuerzas alemanas comienzan, por Hendaya

, la evacuación de la frontera española. El general Krugger se despide en Irún del cor onel Ortega antes de que los últimos alemanes, al retirarse o rendirse, transfiera n el mando a las autoridades francesas que visitan a su vez a las españolas. Esta escena se repite en diversos puntos de la frontera; por el momento reina la cord ialidad a uno y otro lado, pero por poco tiempo, porque muy pronto aparecen las hirsutas vanguardias de las FF1, siempre bajo signo comunista, entre las que sue len formar grupos de exiliados españoles. Las FF1 deponen inevitablemente a las au toridades francesas de transición y su primer acto consiste en insultar e incluso provocar a los tranquilos guardianes de los puestos españoles. La hostilidad va cr eciendo y pronto se presagian graves incidentes que el gobierno español atribuye ( aunque sin tolerar desmán alguno en territorio propio) a la euforia natural tas la ocupación represiva anterior. Pero cuando tales actividades se prodigan más de la c uenta y se logra comprobar su relación con los servicios secretos aliados, la reac ción es fulminante. Sin la menor inhibición se publica en la prensa española la notici a oficial sobre el fusilamiento en Ceuta y en Melilla de Salvador Rodríguez Santan a y cinco cómplices (todos de baja graduación militar) convictos y confesos de colab orar con elementos extremistas del exterior , púdica manera de señalar a los enlaces de l OSS. Se hunde la Historia bajo las pisadas de Alemania. El 23 de agosto el rey Mig uel de Rumania detiene al conducator Antonescu, ordena a sus tropas cesar el fue go y se rinde a los aliados. La tarde siguiente es la gran tarde de su vida para un hombre nacido en el puerto castellonense de Burriana, el teniente Amado Gran ell, exjefe de la 49 brigada mixta en la guerra de España, evadido de Alicante en el útimo barco, el Stanbroo antes del final de la guerra civil, quien había desemba rcado en Normandía con las Fuerzas Francesas Libres, después de una larga marcha ini ciada en el Chad bajo las banderas del capitán De Hauteclocque, llamado ahora gene ral Leclerc. Todo era fantástico en ese grupo de iluminados que dirigía Granell (con numerosos españoles entre ellos) que contra las expresas órdenes del mando aliado ( con excepcion del propio Leclerc) avanzaban esa tarde desde Fresnes, cruzaban el Sena por el puente de S&vres y entre el delirio de una multitud enfebrecida abr azaban al jefe de la resistencia parisina, Bidault, en el HOtel de Ville después d e pasar a la Historia como la vanguardia que liberó París. Perdidos en la gran plaza aquellos ciento veinte hombres del desierto pusieron otra vez en marcha sus car ros y blindados que pasearon ante los parisinos incrédulos nombres olvidados de ot ra guerra que sus tripulantes creían la misma a pesar de que fue tan distinta: Bru nete, Teruel, Ebro. Se habían contagiado sin duda de la proximidad napoleónica; tamb ién fueron derrotas Bailén y Vitoria, que figuran hoy como triunfos bajo el Arco de la Estrella. Pero eran españoles e hidalgos y lo demostraron inmediatamente. La pr imera orden de Granell fue proteger con una patrulla el abandonado edificio de l a embajada de España. Al lado de esto nadie hizo el menor caso a otro veterano de la guerra de España, Ernest Hemingway, cuando se presentó después para apuntarse el ta nto de la liberación de París. Mientras los dos días siguientes se completaba el dominio de París por los aliado s, los alemanes abandonaban la totalidad de los pasos pirenaicos; el último guarne cido por ellos fue el que desde Urdás cerraba el paso del Somport frente a la loca lidad española de Canfranc. Su vacío era inmediatamente colmado por el maquis franco español al que con varia fortuna trataban de encuadrar improvisaciones de todo géner o, como la Junta Española de Liberación, apresuradamente constituida entonces en Tou louse y compuesta por los mismos grupos políticos que su homónima de México, con la importante y significativa adhesión de los anarqu istas, muy fuertes en el Midi, que preferían etiquetarse ahora como Movimiento Lib ertario Español. Pronto llegó de Sudamérica el joven líder comunista Santiago Carrillo, que trató de mejorar su deslucido papel en la guerra civil asegurando la primacía de l control comunista sobre los cada vez más fuertes núcleos partisanos al norte de lo s Pirineos. Las fuentes que son favorables a esos núcleos se obstinan en denominar les guerrilleros; pero para que una fuerza irregular merezca tan glorioso nombre tradicional debe cumplir con una condición esencial, ser apoyada por el pueblo, y pronto veremos que el pueblo español abominó de los maquis comunistas en cuanto tra

bó contacto con ellos ese mismo año. No fue por tanto una invasión de guerrillas sino de activistas subversivos o todo lo más, para emplear el nombre extranjero de la épo ca, partisanos. Cuando empezaba a gestarse una actuación tan explosiva al norte de la frontera española con Francia, Franco, el 26 de agosto, presencia los ejercicios tácticos de la guarnición coruñesa y el 27, tras inaugurar en Vigo la exposición industrial de Gal icia, pronuncia un discurso en Pontevedra. Desde el 28 de agosto Barcelona puede considerarse como puerto franco para los envíos de suministros americanos a la Pr ovenza liberada. El embajador Hayes declara, tras conferenciar con el nuevo mini stro, Lequerica: España está realizando el mayor esfuerzo para colaborar con los alia dos . Se cierra también un acuerdo sobre líneas aéreas. Y se revela discretamente que du rante los últimos doce meses el gobierno español había permitido el libre paso de cuar enta mil hombres pertenecientes al bando aliado, entre ellos mil aviadores ameri canos y veinticinco mil partidarios franceses de De Gaulle que se incorporaban a la Francia Libre. El propio De Gaulle, recibido en triunfo por la población de Pa rís, se instalaba ahora en la capital francesa al frente de un gobierno provisiona l. Era el 29 de agosto cuando la URSS ocupaba la zona petrolífera rumana de Ploest i y el maquis franco español dominaba ya plenamente la vertiente norte de los Piri neos. Desde el abrupto corte de la comunicación política entre Franco y don Juan en feb rero de 1944 el infante don Alfonso de Orleans no veía factible la actuación interio r del frente monárquico y la iniciativa de ese sector pasó de hecho a su adjunto, el general Kindelán, que tampoco consigue mucho en el terreno de los hechos, pero se entretiene en redactar listas para un eventual gobierno monarquico, plagadas de nombres ilustres de signo más o menos liberal. En la orilla opuesta actuaba el su bsecretario de la Presidencia, Luis Carrero Blanco, que trataba de tender nuevos puentes entre Franco y el alejado don Juan y sometía a Franco en agosto de 1944 un escrito contra la Monarquía liberal : El liberalismo decía con corona o sin ella, nos entregaría en manos de Inglaterra no como aliado sino como vasall o... Una situación liberal nos conduciría al comunismo, arrojando la monarquía que se instaurase . Franco, por su parte, escribía entonces el prólogo para las Obras Complet as de Víctor Pradera, con cuya doctrina tradicionalista y abierta se identificaba. Desde su regreso al palacio del Pardo, cuando comienza el mes de septiembre d e 1944, Franco inicia un período excepcional que se caracteriza por el más profundo silencio. Con las primeras luces de septiembre caen sobre España, en tromba, las p rimeras lluvias que alivian efímeramente una espantosa sequía de seis meses. El 3 de s eptiembre las fuerzas aliadas liberan la ciudad de Bruselas; el 4 la heroica Fin landia suspende el fuego contra los soviéticos. En la misma fecha el obispo de Mad rid-Alcalá, don Leopoldo Eijo y Garay, se hace cargo de la dirección interna de la R eal Academia Española, vacante por el fallecimiento del insigne arabista don Migue l Asín Palacios. Las vanguardias norteamericanas pisan al fin, en Tréveris, tierra d e Alemania el 11 de septiembre. Por orden del ministro Arrese se crea en el Movi miento la Guardia de Franco, formada por un amplio conjunto de incondicionales a rmados al que se encomiendan misiones de vigilancia y control político; se agrupan en numerosas centurias. Parece durante algún tiempo que al amparo del homenaje a España pronunciado por Churchill en los Comunes, España se podrá adaptar a la nueva Eu ropa que surge tras el avance de los ejércitos aliados. Llegan simbólicos envíos de am istad norteamericana, en forma de la milagrosa penicilina; puede anunciarse a fi nes de septiembre la salida inmediata de un convoy de cien camiones militares es pañoles con destino a Bélgica. El Papa Pío XII había declarado en el quinto aniversario de la guerra mundial que la conciencia cristiana no podía aceptar un ordenamiento social contrario al derecho de propiedad privada, pero que ese derecho no puede ya considerarse como principio absoluto . Al conocerse el desaforado plan Morgentha u que trataba de devolver a Alemania a la economía puramente agríciola, el ministro de Propaganda Goebbels puede fundamentar la resistencia alemana en evitar la ani quilación. Como si le escucharan las divisiones de la Wehrmacht en Italia logran e stablecer una línea verde de asombrosa resistencia entre La Spezia y Rímini, que durará

ya casi hasta el final de la guerra en Europa. Franco, que dedica muchas horas a analizar la evolución militar y política de la guerra, no puede evitar una fuerte a prensión cuando comprueba que en el gobierno provisional formado por el general Ch arles de Gaulle figuran nada menos que tres veteranos enemigos de la guerra civil española: Malraux, Tillon y Billoux, el prime ro excomunista, los otros dos comunistas en activo. Desde Londres, al comenzar el mes de octubre, el duque de Alba previene a Leq uerica sobre una nueva e inminente oleada adversa de propaganda. Pero Alba no po día saber aún los motivos del nuevo ataque, que revelaría Cordell Hull más tarde, refirién dose a este período: Nuestros objetivos en el caso de España eran acabar por completo con toda ayuda a Alemania, lograr la debilidad de la Falange, la tranquila rest auración de las formas liberales de gobierno, la utilización de los recursos españoles para alivio de los territorios liberados y la defensa y promoción de los interese s comerciales americanos . Un perfecto manual de egoísmo intervencionista, a confesión de parte. Proliferan en el Midi las publicaciones españolas antifranquistas: a fines de 1944 eran más de sesenta. Ya desde la última semana de septiembre Radi o Toulouse, dominada por el maquis franco-español, se convierte en portavoz de la agresión armada contra España, incendia noche tras noche las esperanzas del exilio y las primeras planas de la prensa mundial con noticias como estas: Franco va ca mino de los Pirineos para entregarse a un gobierno republicano presidido por Mig uel Maura... Estallan sublevaciones en Barcelona, Málaga, Bilbao... . La presión sube tanto que Arriba, publica una protesta oficiosa por la agitación enemiga en el sur de Francia, sobre todo por los homenajes de las FF1 a los rojos españoles en Foix y Tarbes. Un lejano alivio se extiende en España cuando el presidente Roosevelt h ace, por primera vez en toda la guerra, pública profesión de anticomunismo el 6 de o ctubre al rechazar con aspereza el apoyo electoral que le brinda, impúdicamente, e l partido comunista de los Estados Unidos. Pero ni Franco ni sus colaboradores t ienen tiempo para congratularse de la noticia; porque otra noticia, a través de la agencia británica Reuter, conmovía esa misma noche del 6 de octubre a la opinión mund ial hasta el punto de que El Parrdo se convierte, para lo que quedaba de mes, en un nuevo Terminus, el cuartel general de Franco en la guerra de España. La notici a, básicamente cierta, anunciaba la invasión de España por el maquis ( los maquis , se decía en España) y concluía: Los maquis son unos tres mil; van armados con fusiles, ametra lladoras y bombas de mano. Han robado ganado . La invasión pirenaica de 1944, tan olvidada y paradójicamente tan tergiversada ha sta hoy, sucedió así. Una oleada de divisiones en realidad se trataba de unidades en cu atro, cada una de 40 a 400 hombres, increíblemente seguras de convertirse en auténti cas grandes unidades por espontánea y masiva incorporación popular penetraron por dos valles del Pirineo navarro, Roncesvalles y el Roncal, en una irrup ción diversiva destinada a encubrir el principal intento, dirigido sobre el val le de Arán, en el Pirineo de Lérida, a través del puerto de Bosost y también con violación previa, a cargo de numerosas partidas, del territorio andorrano por la subida d esde la localidad francesa de L Hospitalet. Entre las numerosas estimaciones sobre el número de invasores parece más ajustada la de Comín Colomer, que cita la cifra de unos cinco mil. El esfuerzo principal se lanzó el 19 de octubre; poco después de su entrada los maquis dominaban la dura resistencia de pequeñas guarniciones locales y se apoderaban de su primer objetivo, el valle de Arán, donde pensaban establecer u na base territorial para una España libre que pudiera conseguir algunos reconocimien tos exteriores. El biógrafo militar británico Hills resume el resultado de la operac ión: En la historia moderna no existe ninguna ocasión en la que mil quinientos guerri lleros bien armados la cifra, como acabamos de ver, superaba al triple hayan sido tan fácilmente derrotados . Y es que como inmediatamente pudieron comprobar los cuadr os una ciega propaganda había logrado convencer plenamente, en efecto, a ellos mism os, pero a nadie más. Falló estrepitosamente el primer presupuesto para la posibilid ad de una guerrilla: la cooperación popular. Fue una decisión insensata tantear la i nvasión de España por Navarra, laureada cuna de la cruzada de Franco, y por Lérida, un a provincia inicialmente enemiga pero que había dado después el máximo porcentaje de e vadidos a la zona nacional de toda la zona republicana. Tres veteranos de la gue

rra civil el general Moscardó en la capitanía general de Cataluña, el general Monasteri o desde la de Zaragoza, el general Yagüe desde Burgos lanzaron sobre los Pirineos s us agrupaciones de reserva perfectamente entrenadas, pero antes declararon franc otiradores a los maquis con lo que les convertían en piezas legales de caza para cua lquier ciudadano armado. Alguna autoridad local, como el alcalde de un pequeño pue blo fronterizo, ahorcó en la plaza a toda una patrulla invasora, con excepción de un o, el más joven, a quien se dejó marchar, desorejado, para contar lo sucedido a los directores de la invasión. Cometieron, además, los maquis el imperdonable error de a sesinar a un par de párrocos con lo que acabaron de identificarse con los rojos de la guerra civil. Las divisiones 41 y 42 de Lérida, al mando directo del general M arzo, reconquistaron rápidamente el valle de Arán. Yagüe dirigió en persona las operacio nes de choque y limpieza en las montañas navarras, sobre las que lanzó a las divisio nes 62 y 171, con los generales Alcubilla, Navarro y Pimentel. Monasterio tuvo q ue intervenir menos, porque sus especialistas de montaña no permitieron infiltración alguna; pero prestó a los capitanes generales vecinos sus patrullas montadas de d escubierta y enlace y su regimiento de carros medios Dragones del Alfambra . El 30 de octubre comunicaba Marzo: El último rojo español ha pasado la frontera . Los peinado s sistemáticos de limpieza siguieron hasta el 14 de noviembre en que se dio por terminada la lucha contra la invas ión. Unos dos mil maquis resultaron muertos o prisioneros, que venía a ser lo mismo; las bajas de la defensa no rebasaron el centenar. Santiago Carrillo, el jefe co munista, dio personalmente las órdenes para consumar la retirada. Unas docenas de invasores huyeron hacia el sur y se refugiaron en ciudades o sierras desde la qu e emprenderían diversas acciones ofensivas que inevitablemente degeneraron en band olerismo y su represión, por tanto, se encargó a la Guardia Civil, que prácticamente h abía terminado con los grupos hostiles en 1948. El general Carlos Martínez de Campos tomó poco después el mando de la agrupación de divisiones de Lérida, por todo el año sigu iente, pero ya no se alteró de forma significativa la paz en los Pirineos. Los res ultados políticos de la invasión se volvieron inmediatamente contra sus promotores. El mismo 31 de octubre reconocía el Observer londinense que el asunto había favoreci do realmente al general Franco. El 9 de mayo de 1955 recuerda Franco el episodio: Este sacrificio de la Guardi a Civil en los años que siguieron a la segunda guerra mundial fue hecho en forma a bnegada y en silencio, ya que por razones políticas y de seguridad no convenía publi car los lugares, ni el número de bajas, ni los npmbres de los que caían en cumplimie nto de su deber, es decir que fue un sacrificio heroico y silencioso . Por supuest o que la derrota del maquis comunista en su invasión pirenaica es una consecuencia , y no una causa de la unidad de las Fuerzas Arruadas y de la opinión pública en tom o a Franco, sencillo y comprobadísimo hecho que hubiera ahorrado muchas elucubraci ones a observadores esotéricos como el señor Marquina, empeñado en buscar interpretaci ones alambicadas a hechos palmarios.

Durante el mes de octubre de 1944, mientras dirigía a distancia la defensa cont ra la invasión pirenaica, Franco se esfuerza en mantener la normalidad política en e l interior y el exterior de España. Busca una aproximación a Inglaterra con vistas a la cooperación con Churchill contra la Unión Soviética y después de la ya inevitable vi ctoria aliada. Franco escoge una vía prudente: envía al duque de Alba una carta en l a que, ante todo, pronostica la crisis de la hegemonía mundial de Europa como resu ltado del conflicto. Destruida Alemania y consolidada por Rusia su posición prepond erante en Europa y Asia así como consolidada en el Atlántico y en el Pacífico la de No rteamérica como nación más poderosa del Universo, los intereses europeos, ante una Eur opa quebrantada, padecerán la más grave y peligrosa de las crisis . En este punto vita l para la nueva situación de Europa en el mundo, Franco tenía toda la razón, y por cie rto que incrédulos como el señor Marquina harían bien en repasar la fecha de esta carta antes de insistir en que Franco no creyó en la victoria aliada hasta entrado el año 1945. Para Franco , a continuación, sólo quedarán en Europa dos naciones viriles Inglaterra y España para o erse a la nueva amenaza soviética. Franco reconoce que las relaciones actuales ent re estas dos naciones no son favorables. Critica la actitud de la prensa británica

, la hostilidad de los servicios secretos en contra del Ejército, las fuerzas de o rden público y la Falange, con sus tres millones de militantes . Exhorta Franco a los británicos a que inicien una nueva etapa de solidaridad en sus relaciones con Esp aña y a que desistan de apoyar a los disidentes del régimen, ya que ello redundaría en interés de la URSS. Franco estaba tan convencido de su verdad que ordenó la publicación de esta corre spondencia con el gobierno británico, vía duque de Alba, al año siguiente en la revist a El Español. Churchill envió su respuesta dirigida a Franco con mucho retraso, medi ante una carta redactada por Eden y consultada con todo el gobierno, con copias para Roosevelt y Stalin. Churchill conocía bien la hostilidad de los gobernantes n orteamericanos contra España y contra Franco, y declaró que no deseaba emprender una cruzada contra Franco. Pero aprovechó la ocasión para sítuarse ante sus aliados en posi ción antifranquista después de las duras críticas que dentro y fuera de Inglaterra había suscitado su anterior declaración publica favorable a España. Churchill rebatía las a cusaciones de Franco sobre los servicios secretos británicos y le echaba en cara l a hostilidad de la Falange y de la prensa española contra los aliados. Churchill, en contra de sus convicciones íntimas, cedía a la exaltación belicista coyuntural y ne gaba todo peligro en el desbordamiento soviético para el final de la guerra; mient ras se ratificaba en el pleno acuerdo con la URSS para la futura reorganización de l mundo en la paz y no encontraba horizonte para la España de Franco en esa ordena ción. Pronto confirmaría esos puntos de vista, todavía con mayor dureza, el presidente Roosevelt: Franco comprobaba que sus intentos de estar presente en el nuevo con cierto de las naciones tras la victoria aliada carecía de perspectivas y se preparó a una larga época de resistencia convencido de que el curso de los sucesos acabará p or darle la razón y de que la Union Soviética acabaría por enfrentarse a sus ocasional es aliados contra Alemania. Al publicar estas cartas en 1945 (la de Churchill es de ese año) Franco deseaba demostrar, a tan corto plazo, que era él y no Churchill quien había visto claro en el futuro inmediato y nuevamente tenía toda la razón. El 11 de octubre de 1944 Franco ordenaba suspender el envío del convoy de ayuda española a Bélgica alegando que una buena parte del sur de Francia estaba dominada p or rojos españoles y no pequeño fue el asombro de Charles de Gaulle cuando Franco le ofreció su apoyo incondicional para eliminar el maquis dentro de Francia. Molestab a especialmente al Caudillo el rumor de que el general republicano Riquelme (ant iguo jefe de columna del propio Franco en la guerra de África y luego oponente en la guerra civil) había orientado militarmente la invasión pirenaica del maquis. El 1 4 de octubre Franco hace alto en sus ocupaciones para inaugurar, en conversación c on el Jalifa, el primer servicio telefónico directo con Marruecos. Comienzan a cel ebrarse en Barcelona, el 16 de octubre las primeras elecciones sindicales de la po sguerra española. Se funda, antes de terminar el mes, Caritas Española, que prestó inm ediata atención a los refugiados alemanes e italianos, treinta mil de éstos, junto a muchos franceses de Vichy buscaban ahora asilo en España. En su reunión del 25 de o ctubre con la Junta Política, Franco comenta este alarmante éxodo que puede acarrear complicaciones para España; Inglaterra, en efecto, se hartaba de protestar para q ue no se permitiera el asilo neutral a una nueva especie humana que habían inventa do los aliados, los criminales de guerra . Ocho mil de esos refugiados del Eje enco ntraron inmediatamente acomodo en Madrid. Y mientras medios de la oposición clandést ina madrileña acababan de anunciar, ante el fracaso pirenaico, sus augurios de segu nda vuelta otro ilustre africanista, el general José Miaja, resume así, desde la ciud ad de México, su juicio sobre la aventura de los maquis: Sólo ha sido una gran memez . Con los aliados detenidos en las puertas occidentales del Reich, las novedade s bélicas de octubre venían del Este. Ha desaparecido Varsovia titulaba la prensa españo la el día 7; luego menudearían los comentarios sobre la criminal abstención del Ejército Rojo mientras los vengativos alemanes liquidaban la heroica sublevación del gener al polaco Komorows i. Churchill y Stalin habían concretado poco despues, no sin ev idente dosis de cinismo, el reparto de influencias en los Balcanes: Grecia para la órbita inglesa, el resto para la soviética. En vista de ello la URSS, tras design ar jefe del gobierno yugoslavo al mariscal comunista partisano Tito, amparaba su toma de posesión en Belgrado el 19 de octubre, sin sospechar las veleidades indep

endentistas de su protegido. De momento lo importante para España es que la opinión mundial, en coincidencia con la de los principales líderes, renunciaba a todo inte nto de derribar desde fuera al régimen español. Una publicación soviética, La guerra y l a clase obrera, podía clamar teóricamente que la seguridad de Europa requiere la liqu idación total de la incubación fascista en España pero para Franco resultaba mucho más signi ficativo el editorial londinense del Sunday Pictorial el día anterior, 22 de octub re: En el actual estado de inseguridad europea la estabilidad de España resta esenci al . De Gaulle, preocupado con los excesos de las agrupaciones armadas comunistas FF1 prohíbe tajantemente sus actividades autónomas el 30 de octubre, con una frase d e vuelos históricos: El período de sublevación ha terminado . EL MANIFIESTO DE LAUSANA EN LA ORBITA DE YALTA Se acerca, inexorablemente, la victoria aliada cuya principal beneficiaria, t erritorial y políticamente, va a ser la Unión Soviética de Stalin, como Franco había pro nosticado frente a las reticencias erróneas de Churchill y Roosevelt. Grecia queda libre de los alemanes a partir de noviembre de 1944. Después de su victoria milit ar y política en los Pirineos, Franco obtiene un éxito singular con sus declaracione s al director del servicio exterior de la United Press, Bradford, que acompañado p or su delegado en España, Forte, le visitan en El Pardo. Los ocho puntos de Franco r esultan un alarde tan inesperado en medio de las campañas adversas que los titular es en que se refleja su impacto mundial se mantienen, durante unas horas, al niv el de las previsiones sobre la inminente reelección presidencial en los Estados Un idos. España recuerda Franco, no quiso atacar a Francia en 1940; el sistema de apuñal ar por la espalda al caído no entra en las tradi1 Desembarcos aliados en el N. y e l S. de Francia en Hüner y Müller, El Tercer..., op. cit., p. 709-767 con la ofensiva soviética y las actividades de resistencia. Carta de Mussolini en S errano Suñer, Entre Hendaya... op. cit. p. 396. Actuación española ante los aliados en Doussinague, op. cit., p. 307s. y Sancho González, España neutral..., op. cit., p. 311 s. Actuación del OSS en R. Harris Smith OSS, op. cit., p. 80s. Para la entrada de españoles en París ver V. Talón en Pueblo 1 sept. 1970, p. 12. Actividades monárquic as en mi Don Juan de Borbón, op. cit., p. 368s. Prólogo de Franco a V. Pradera en Re vista de Historia Militar 40(l976)p. 137s. Correspondencia del duque de Alba en J. Rodríguez Moñino, La misión..., op. cit., p. 82s, ll9s. Posiciones contradictorias de Cordell Hull en R. Garriga, La España..., op. cit., p. 207-2 10. Invasión comunis ta en los Pirineos ver el número extra de Nueva Historia (revista dirigida por el autor) sept. 1977. Intervención personal de Carrillo en el libro de R. Debray y M. Gallo Demain l Espagne París, Seuil, 1974 p. 95. Obra clave sobre el maquis en España F. Aguado, El maquis en España, Madrid, San Martín, 1978. Análisis de Marquina Barrio en El País serie de artículos en mayo de 1980. La correspondencia FrancoAlba-Church ill en mi primer Franco de 1973, II, p. 392 y 400. Actitud de De Gaulle frente a l maquis en sus Mémoíres de guerre, París, Plon, 1956. ciones de la hidalguía española. Esto dice Franco lo comprenderán bien los americanos , amantes del juego limpio. No podía España ligarse ideológicamente prosigue-con quienes no tuvieran la catolicidad como principio . Franco se muestra conforme con las te sis sobre España mantenidas por Churchill ante los Comunes: Me parece innecesario aña dir nada a cuanto dijo él . Puntualiza la colaboración española en el armisticio francoalemán de 1940: Hay una leyenda en cuanto a la intervención de España. Se trata de un a sunto exclusivamente franco-alemán, en el que ninguna parte especial tuvimos . Y con traataca: El régimen interno de España no es obstáculo a la colaboración con los pueblos que dirigen la paz . Y propone un argumento que será duradero como~casi todos sus gr andes argumentos, porque nace de una convicción profunda: Instituciones que en otro s países producen excelentes resultados, aquí, debido a ciertas peculiaridades del t emperamento español, conducen a todo lo contrario . Es evidente que se refiere ante todo a la democracia liberal y los partidos políticos y quizá indirectamente a la ma sonería. La División Azul otro problema de permanente acusación exterior no impuso ningun a idea de conquista ni pasión contra ningún país, sino un propósito eminentemente antico munista . Otro tema candente, la monarquía; No constituye para los españoles ningún probl

ema, existen en Europa otros más graves y trascendentales. Sería una instauración; por tratarse de una monarquía que, recogiendo lo esencial de nuestra tradición, constit uyera un régimen eminentemente social muy distinto del que presidió los últimos tiempo s de nuestra decadencia . Las relaciones con todos los pueblos de América se fomenta rán sobre la fraternidad y la amistad. No conviene mezclar perspectivas; cuando Winston Churchill proclamaba el 23 d e ese mes de noviembre que los Estados Unidos se han convertido en la mayor poten cia del mundo (como Franco lo había anticipado en su carta de octubre) esa enorme v erdad no resultaría, por cierta, menos sensacional que entonces. Tras las declarac iones de Franco la United Press logró un contrato estable con la agencia española EF E que rompía el anterior monopolio virtual de las agencias alemanas DNB y Transoce an ; como contrapartida, la UP, si bien continuaba haciéndose eco de los ataques e xteriores contra España, difundía también con regularidad los comunicados españoles. El exjefe de la gran agencia competidora, la Associated Press, Charles Foltz (a pes ar de que pronto se revelaría como destacado propagandista contra Franco) reconoce en La Nación de Buenos Aires: Navarra y Cataluña se opusieron manifiestamente contra las incursiones del maquis ante el apoyo que prestaron las poblaciones civiles a las tropas de Franco . Por última vez en la historia de los Estados Unídos un candidato, Fran lin Delano Roosevelt, conseguía el 8 de noviembre una te rcera reelección en la presidencia. Su pueblo, cuando logró la suficiente perspectiv a para comprender las gravísimas aberraciones estratégicas del héroe del New Deal, vot aría una enmienda constitucional que de haber existido en 1945 hubiera hecho impos ible el resultado de la próxima y fatídica reunión de Yalta. Una de sus primeras medid as será la sustitución de Cordell Hull por SteUinius en la Secretaría de Estado. Tras el fracaso militar de los maquis se abre en el frente exterior español un período al que siempre me he ref&rido como el retorno de los espectros. Viejos nom bres gastados, cuando no sangrientos, tratan de resucitar para dirigir a España, a poyándose en poderes extranjeros, cara a los gravísimos problemas del inmediato futu ro. El 12 de noviembre se conoce el primer episodio: el intento de don Miguel Ma ura en París. Visita al representante de Franco Sangrómz, y le propone, como si tal cosa, que Franco ceda el poder a un gobierno republicano-sindical-separatista par a devolver a España la normalidad constitucional . He advertido -dice al señor Sangrómz qu e estoy dispuesto a negociar aquí o en España con quien el gobierno español designe . Ad emás repudia al comunismo. Creía don Miguel que podría repetir en la España de 1944 el c lima del Pacto de San Sebastián o de la visita de Sánchez Guerra a la cárcel Modelo. O tro fantasma histórico, el de Guernica, sirve a lord Beaverbroo para proponer la exclusión de Franco de la conferencia de París ese mismo día 12 de noviembre, y eso qu e conocía sin duda los planes del mariscal del Aire, Harris, para el aniquilamient o de las ciudades alemanas, ya convocada la conferencia. Dos días más tarde es el tu rno de don Diego Martínez Barrio, que declara en México: Seguimos adheridos a la Constitución de 1931 y profetiza: El régimen republicano que dará instaurado en 1945 . Eso sí, la memoria de la guerra española está tan viva que don D iego, lo mismo que Indalecio Prieto en el mismo acto, excluye también la colaborac ión con el comunismo. No nos uniremos al PC recalca para el gobierno de España. Los com unistas sirven intereses de otra nación . Sin demasiadas preocupaciones por la Constitución de 1931, Franco preside el 20 de noviembre los funerales por José Antonio Primo de Rivera en San Lorenzo del Es corial. Dos días después recuerda el periódico de José Antonio que ya van invertidos mil quinientos millones de pesetas en la reconstrucción nacional. Regiones Devastadas ha concluído quince mil obras. España recuerda, además, que prosigue otra lejana guer ra en el Pacífico: el 20 de noviembre es el día del segundo y devastador bombardeo d e To io por las fortalezas volantes desde una antigua tierra española: Saipán, en las islas Marianas. En la misma jornada Franco ha presidido una reu nión de la Junta Política en la que el ministro Arrese informa sobre el Fuero de los Españoles. El cuarto de los grandes espectros de la República fuerza su entada en la escen

a exterior española con un telegrama dirigido el 5 de diciembre a Julio Alvarez de l Vayo. Es el doctor Juan Negrín, que no ha abdicados su jefatura del gobierno de la que le expulsó el golpe de Casado en marzo de 1939 y que ahora afirma desde Lon dres haber resuelto participar en la vida política para oponerse a la proyectada reu nión mexicana de las Cortes del Frente Popular. Encontradas iniciativas tratan de poner orden en la agitada situación europea. El 8 de diciembre advierte Churchill en los Comunes: La democracia no es un golpe de estado realizado por cuadrillas d e asesinos . Triste destino el de la resucitada democracia cuando necesita tal d efinición La Santa Sede, con oportunidad, reconoce el 9 de diciembre al gobierno f rancés del general De Gaulle y en su mensaje de Navidad el Papa Pío XII acepta, por primera vez en la Historia, el sistema democrático como compatible con la Iglesia católica que en otros tiempos le había condenado a favor del Estado confesional. Fra nco preside el 15 de diciembre la sesión de la Junta Política; al día siguiente, en la Academia, el pleno del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Don Esteb an Bilbao trata de convencer a los acusadores antifranquistas arrojándoles porcent ajes que creía democráticos: De los cuatrocientos procuradores una tercera parte es d e libre elección . Se declaran de urgencia el 23 de diciembre las obras del ferrocar ril Madrid-Burgos, una urgencia de décadas. Una última esperanza sacude a los germanóf ilos españoles más pertinaces: el mariscal von Rundstedt ha desencadenado, con sus n uevas divisiones de la Vol sturm, su dramática ofensiva de las Ardenas en Bélgica, q ue sorprende y rompe las líneas americanas; sólo la guarnición cercada en el nudo de B astogne impide la consumación de un éxito que inicialmente parecía una reedición agónica d e las grandes victorias obtenidas cuatro años antes en ese frente por la Wehrmacht . Va a terminar el año 1944. Un pleno de las Cotes aprueba los presupuestos para 1945, presididos, como en los buenos tiempos de la Restauración, por el santo temor al déficit . Eran tiempos de resistir, no de innovar, aunque la recaudación había subid o un 188 por ciento respecto de 1941. Ante la terrible incertidumbre de futuro q ue conmueve, desde el exterior, al país entero, los balances para el fin de año resu ltan menos prolijos y destacan, en lo político, la invasión de Europa y la reiteración de la neutralidad española; en lo económico, la permanencia del estancamiento y las restricciones por la incomprensión exterior y la continuada adversidad meteorológic a; en lo cultural, junto a resonantes y fecundas excepciones, muchos libros y poc as nueces según el sincero crítico de Arriba. Franco despedía el año con una orgullosa satisfacción familiar: la presentación en sociedad de su bellísima hi ja Carmen, en concurrida fiesta juvenil donde la acompañaron su prima Mercedes Jar aiz y varias amigas Carmen Suanzes, Elena Giménez Caballero, Belén Careaga, Soledad González Conde que al día siguiente sirvieron una comida a 350 desamparados . La aristoc racia intentaba proyectar sobre El Pardo un vacío que no podía prosperar. Desaparecían de la escena española, con el año, dos desiguales compañeros de fatigas históricas: los embajadores Hayes, de los Estados Unidos y Hoare, recién nombrado lord Templewood , del Reino Unido. Severas instrucciones de Roosevelt aguardaban al sustituto de Hayes, Norman Armour. Templewood por su parte se había despedido de Lequerica con una entrevista igualmente cínica por ambas partes el 4 de diciembre; el día 8 prete nde enmendar a Churchill su plana española con un discurso antifranquista y ante e l inesperado ridículo debe renunciar bien pronto a sus aspiraciones políticas. Hayes volvió a su universidad, con un hermoso retrato de Zuloaga en prenda de amistad e spañola. Los dos habían cumplido su misión en lo fundamental; los dos, por motivos div ersos, dejaban en Madrid un vacío que se colmaría de anécdotas y luego nos entregarían l a crónica de sus etapas españolas en desiguales Memorias que ellos creyeron de guerr a y fueron realmente de paz. Cuando Hoare retiró, avergonzado, su moción antiespañola que la Cámara de los Lores se negó a votar, el periódico católico The Tablet rubricaba: U n cambio de régimen provocaría en España la guerra civil . En vista de que Franco permanecía inconmovible ante la evolución de la guerra mun dial, don Juan de Borbón, aislado en Lausana, decidió aceptar los consejos del secto r rupturista de sus asesores López Oliván, Sainz Rodríguez y escribe el 23 de noviembre de 1944 una larga carta al general Kindelán que puede resumirse así: ante el peligro de que los exiliados del Frente Popular recuperen el poder en España subidos al c arro de la victoria aliada, es necesario iniciar una enérgica acción política dentro d el campo monárquico. La situación de don Juan la describe él mismo como angustia. El u

niversal interés por las declaraciones de Franco al señor Bradford se interpreta par cialmente por los consejeros de don Juan como acogida sarcástica e irritada . No pued en seguir callados e inactivos los monárquicos, dice don Juan, ante el inevitable d errumbamiento del general Franco . Don Juan está decidido, como supremo recurso, a d irigir un manifiesto publico y solemne a Franco para que se marche, y a ordenar a los monárquicos que dejen de servir al régimen. Duda don Juan de la eficacia con q ue Franco haya podido alejar a los españoles del ideal monárquico, pero en todo caso está seguro de que España necesita de la Monarquía. El conde de Barcelona debió de meditar amargamente sobre sus posibilidades al c omprobar que Kindelán, el hombre más fiel que tenía en España, tardó dos meses en contesta r a su urgente requerimiento. Contestó don Juan a su vez el 10 de febrero de 1945, sumido en un mar de dudas, que produjeron un serio retraso en la gestación del Ma nifiesto en el que tanto él como sus consejeros cifraban esperanzas milagrosas. El 1 de enero de 1945 Adolfo Hitler comunica frenéticamente: La guerra no termin ará sino con la victoria alemana . Hay que insistir en que no se puede comprender a la España de entonces sin recalcar que incluso en los albores de 1945 muchos español es, contra toda evidencia, le creyeron. Pero Franco tomaba mejor nota de las inv ocaciones a Némesis que prodigaba, por aquellas semanas, Ilya Ehrenburg, el antigu o propagandista soviético en la guerra de España, siempre servil a Stalin: La hora de la venganza ha sonado. Nuestra venganza es ciega . Lo era en efecto para las desg raciadas poblaciones de Prusia donde el Ejército Rojo iba a vengar cumplidamente l as atrocidades hitlerianas en la URSS. Noticia de honda tarscendencia para los e spañoles: el 5 de enero los norteamericanos reconquistan Manila, capital de las Fi lipinas. En su recepción del 6 de enero con motivo de la Pascua Militar, Franco, esta ve z sin especiales declaraciones, confirma la unanimidad de sus compañeros de armas. Las instituciones y corporaciones están con él: el mismo 6 de enero designa preside nte de la más importante de todas, el Consejo de Estado, al primer secretario gene ral de Falange Española, Raimundo Fernández Cuesta. También está con él la Iglesia de España para los momentos diftciles que otra vez se avecinan: el 15 de enero juran en El Pardo reza la noticia cinco nuevos obispos. Tres días antes, con el esfuerzo alemán co ncentrado en las Ardenas, el mariscal Zu ov lanza desde Varsovia una devastadora ofensiva con doscientas divisiones que saltan sobre los ríos helados, inundan la Prusia oriental y cortan la producción de Silesia, recorren en dos semanas los cua trocientos ilómetros de llanura que separan el Vístula del Oder y dejan sin esperan za alguna de resistencia al Tercer Reich. Contristado por la incomprensión que mue stra Churchill en su respuesta del 15 de enero a la nota enviada por Franco a tr avés del duque de Alba ya hemos anticipado este intercambio y por los manejos político s del exilio, Franco, con uniforme del Movimiento, clausura el 19 de enero el IV Congreso del Frente de Juventudes y el VII del SEU en la Ciudad Universitaria d e Madrid. Las síntesis del siglo XIX es, para Franco, España contra España. Por eso un día y otro, en todos los sitios y todos los lugares, repito la misma consigua: la consigna de la unidad . A pesar de su desacorde cruce de cartas con F ranco, Churchill hace una declaración semejante a las de Franco, cuando se refiere , ese mismo día 18, a la guerra civil griega: Los comunistas han practicado el terr or en Grecia . Muere el 21 de enero el más destacado jefe de la Marina durante la gu erra civil, almirante Francisco Moreno. El Generalísimo vuelve, dos días después, a la carga defensiva, cuando clausura el tercer Congreso Sindical: Lo que somos y lo que hemos de ser, únicamente a los españoles nos incumbe y ya lo hemos dirimido en l a Cruzada . Revela una de sus directrices para aquella victoria decisiva al declar ar que fue posible precisamente por habernos presidido desde el primer día un senti do económico desconocido por los gobiernos y regímenes que nos precedieron . La Monarq uía fracasó en 1930 añade por intentar volver a lo que por inútil había sido desplazado . a a José Antonio Primo de Rivera y vitupera a Manuel Azaña, máximo exponente de la Repúb lica liberal, por haber quebrado la tradición española de no intervención en asuntos i nternos de los vecinos: el propio presidente del gobierno, en contubernio con los marxistas, amparó a los revolucionarios portugueses y organizó el contrabando de ar mas destinado a desencadenar la revolución en el país vecino . La publicación posterior

de las Memorias de Azaña confirmará plenamente esta acusación de Franco, quien aprovec ha, como Churchill, las revelaciones sobre el terrorismo comunista en Grecia par a prevenir a Europa sobre los peligros de la colaboración con los soviéticos. Un trío de intelectuales moderados Juan Ignacio Luca de Tena, el almirante Estra da, el eruditísimo García Gómez son elegidos miembros de la Real Academia Española a fmes de enero. Las recientes represalias del gobierno contra el primero de ellos que daban así discretamente desautorizadas por la docta corporación. Charles Maurras, in spirador de la Acción Francesa y de la Acción Española es condenado a cadena perpetua en Francia y dama a sus jueces: Esto es una venganza por el affaire Dreyfus . Mientra s le olvidan sus compatriotas, sus amigos españoles iban a dedicarle una calle del nuevo Madrid, que aún subsiste milagrosamente. El aparato comunista español se reco nstruye en Francia después del fracaso pirenaico: lo forman, junto a Carrillo, otr os veteranos políticos y militares de la guerra civil como Líster, Modesto, Uribe, M ije, Dolores Ibárruri. Dos miembros de este comité, Alvarez y Zapirain, pasan a España para reconstruir el aparato interior del partido clandestino, acompañados por un militante que se había distinguido en la resistencia francesa, Cristino García. La l legada de los emisarios comunistas se nota por una serie de purgas en las que de saparece el veterano cofundador del partido en España, Trilla, y el misterioso sup erviviente de los primeros afa nes de la posguerra, Quiñónes. Se nota también un recrudecimiento de las actividade s partisanas aisladas en las sierras interiores. Al margen de los comunistas se constituye por entonces dentro y fuera de España la Agrupación de Fuerzas Arma-das R epublicanas AFARE dependiente de la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas que s e oponía, en el exilio, ~1 las juntas comunistas de Unión Nacional. La AFARE trataba inútilmente de reconstruir por el sistema de célular el Ejército Popular pero la oper ación fue detectada por la policía y apenas malvivió un par de años. Una grave información yugoslava impresiona hondamente a los dirigentes españoles y les obliga a cerrar filas todavía más. Tres exregentes y veintidós exministros son f usilados por los comunistas que han arrebatado el poder en Yugoslavia, tras la s entencia de un tribunal popular de Belgrado. Tal institución se conocía bien en España . El segundo encuentro de los Tres Grandes se celebró en el viejo palacio de Liva dia, en Yalta, una escogida ciudad veraniega de la reconquistada Crimea, entre l os días 4 y 11 de febrero de 1945. Se acentúan ya las fisuras apuntadas desde los me ses anteriores entre los aliados occidentales y la arrolladora Unión Soviética, y lo s pocos observadores imparciales del encuentro podían pronosticar que cuando desap areciera con Hitler la vinculación más bien negativa de los tres, las disensiones cr ecientes podrían dar origen, como de hecho sucedió, a una confrontación que conocemos como guerra fría. El encuentro de Yalta marcó el triunfo total de uno de los partici pantes, Josif Stalin, a quien Roosevelt, presionado por sus consejeros entre qui enes no faltaban los traidores criptocomunistas, entregó un tercio de Europa a cam bio de su simbólica y comodísima declaración de guerra al Imperio japonés en el Pacífico, que también reportaría a la URSS frutos ubérrimos. En Yalta se decidió la división de Alem ania en rebanadas horizontales para los aliados, cortadas por un enorme tajo ver tical a oriente para el bloque socialista , es decir el nuevo Imperio de Stalin, qu e desbordaba a todo cuando lograron y soñaron los zares. Se convenía también el quinto reparto de Polonia, la nación mártir por la que aún pretendían los occidentales haber d eclarado la guerra. Según comunicaba la United Press en plena conferencia, los círcu los españoles exiliados de Londres conftan en que una de las conclusiones de Yalta será la caída de Franco. El primer paso -decían esos cfrculos será quitar de en medio el obstáculo de la dictadura franquista . De posible aplicación española salió solamente de Y alta este párrafo del comunicado conjunto: Los Tres Grandes contraen en nombre de l os pueblos a quienes representan la obligación sagrada de trabajar unidos para que todos los países liberados y los que actuaron en la órbita del nazismo elijan libremente sus gobiernos por medio de elecciones libres . Na die comentó entonces en voz alta la curiosa postura del gran vencedor de Yalta, St alin, como apóstol de las elecciones libres de las que jamás permitió una sola en toda

su vida. Ni que una de las más espantosas consecuencias de Yalta fue el bombardeo iniciado en la noche siguiente y prolongado dos días y una noche más, por los anglo sajones, de la ciudad de Dresde, donde se acumulaban decenas de miles de refugia dos que huían de la marea soviética sobre Silesia. Con la siembra de bombas rompedor as e incendiarias las muertes inútiles de la histórica ciudad, que prácticamente desap areció, ascendieron, según estimaciones mínimas, a ciento treinta mil; según datos del D epartamento norteamericano de Estado, recogidos por un autor antifranquista, Ramón Garriga, la horrenda cifra debe duplicarse. En cuarenta y ocho horas, cuando Dr esde ya no era un objetivo militar, y con la única finalidad de impresionar y ayud ar a los soviéticos, los Dos Grandes occidentales causaron a Europa tantos muertos como toda la guerra civil española durante tres años. Y todavía hoy entre escritores procedentes de esos países aliados, se tiene la debilidad de horrorizarse con las cifras del bombardeo de Guernica, por supuesto trágicas, pero que apenas rebasan e l centenar de víctimas. Entre docenas de muertos españoles el bombardeo de Dresde te rminó con la vida del embajador de España en Berlín, Ginés Vidal y Saura, que trataba de refugiase en Suiza cuando fue sorprendido por las oleadas de la aviación aliada, después de haber salvado a miles de judíos en los años anteriores. En la España amenazada de aquella segunda quincena de febrero se estaban constr uyedo, en paz, ciento noventa y dos barcos mercantes. Se acumulan, en aquellos m eses agónicos, las paradojas. Turquía declara la guerra al Reich, sin demasiada eleg ancia, el día 24. Un comando comunista asalta la subjefatura local de Falange en e l barrio madrileño de Cuatro Caminos, dos falangistas mueren acribillados. Dos días más tarde una enorme multitud acompaña en silencio a las dos victimas por la Castell ana y la calle de Alcalá, poco después los siete asaltantes son habidos, juzgados su marísimamente y ejecutados. Un nuevo periódico de París, Le Monde, que hereda de su pr edecesor derechista Le Temps su carácter oficioso y su pretensión, no siempre fundad a, de objetividad, rubrica a fines de febrero de 1945: la verdad es que los aliad os no tienen por qué inmiscuirse en los asuntos internos de España . Como si presintiera la ofensiva general contra su persona y su régimen que iba a desencadenarse con la primavera, Franco reajusta a primeros y mediados de marz o sus cuadros de apoyo militar, que al menos aparentemente no habían vuel to a resentirse desde la Pascua Militar del año anterior. El general Varela pas ará a Marruecos como Alto Comisario; Muñoz Grandes asume la Capitanía General de Madri d. Solchaga, el eficaz jefe de las brigadas y divisiones navarras durante la gue rra civil, gobernará la trascendental capitanía catalana y mantendrá a otro acrisolado monárquico, el duque de la Torre, al frente de la agrupación móvil de divisiones pire naicas con base en Lérida. Otro monárquico el general Luis Orgaz, es designado para el cargo de jefe adjunto del Alto Estado Mayor cuyo mando superior seguía en manos del general Dávila desde que cesó el 5 de marzo de 1941 como capitán general de Sevil la hasta que fue nombrado ministro del Ejercito en julio de 1945. Durante esta e tapa, y con carácter secreto, Dávila tuvo el mando directo sobre las tres capitanías g enerales cuyos efectivos se encargaban de la defensa de los Pirineos. Nótese que excepto Muñoz Grandes los demás capitanes generales ahora nombrados habían firmado la carta dirigida a Franco el 8 de septiembre de 1943 y por supuesto la habían retirado uno por uno. El general Saliquet es el nuevo presidente del Consejo Supremo de Justicia Mi litar y el general Moscardó es nombrado jefe de la Casa Militar del Generalísimo. Un antiguo compañero de armas de todos ellos, el general Mario Roatta, se fuga del h ospital donde estaba confinado en vísperas de su juicio; ofrecen un millón de liras por su captura. Al avanzar el mes de marzo se dibujan diversas cotas para la nue va batalla política y diplomática contra la España de Franco, mientras Manuel Aznar, e n sus admirables crónicas de guerra, evoca el paso incólume de los carros norteameri canos por el puente de Remagen sobre el Rin. Sin que nadie lo esperase ni se lo hubiese pedido, De Gaulle acude en apoyo de Franco: el 8 de marzo niega el visad o a Prieto, Martínez Barrio, Sánchez Albornoz y Antonio Sbert si antes no se comprom eten a renunciar a toda actividad política en suelo francés, por lo que suspenden el

viaje y se quedan en México. El nuevo embajador norteamericano, Norman Armour, re cibe de Roosevelt instrucciones poco tranquilizadoras para España: Nuestra victoria sobre Alemania dicen supondrá el exterminio de la ideología nazi y otras semejantes. ...No hay lugar en las Naciones Unidas para un gobierno fundado sobre los princi pios fascistas . Nadie se preocupaba entonces de definir al fascismo, considerado como un insulto y por supuesto aplicado sin matiz alguno al régimen de Franco. Emp ate, pues, a noticias buenas y malas, como empate en fútbol ante el temible equipo de Portugal, dos a dos, el 12 de marzo. A mediados de mes el ministro Lequerica pasea por Sevilla y La Rábida a los embajadores de América. La profunda demo cracia española les dice ha existido siempre a través de mil formas políticas . El día 1 Patton ataca con sus carros entre el Mosela y el Sarre: el 19 de marzo el núcleo monárquico de Lausana lanza un tremendo manifiesto, firmado por don Juan de Borbón, que toma la forma de un ultimátum irreversible a Franco, cuya jefatura se declara ilegítima, en contra de comunicaciones anteriores; y si bien excluye la vía sedicios a para derrocarle, exige la renuncia del Caudillo y de hecho busca simultáneamente un pronunciamiento militar contra él. Don Juan había escrito ya en este sentido al general Kindelán el 23 de noviembre de 1944 como sabemos. Escribió también al general Aranda en el mismo sentido. Pero e l general Kindelán no veía claro el proyecto de manifiesto y al principio intentó fren arle; luego dio su conformidad sin estar muy seguro. En vista de ello don Juan l e envió una nueva carta el 10 de febrero de 1945. Urge don Juan a su representante adjunto en España que le conteste claramente si el manifiesto puede interferir ne gativamente algún movimiento de los generales monárquicos. Considera que Franco se ha fortalecido en el interior por el miedo de las derechas a un retorno de los rojos ; don Juan les sigue llamando rojos y cree que cualquier movimiento conspiratori o o sedicioso que pueda alterar la unidad del Ejército es perjudicial, no advierte la contradicción en que está incurriendo al fomentar de hecho ese movimiento. Pese a ese fortalecimiento interior, Franco y su régimen caerán necesariamente pronto arra strados por el ambiente mundial . Don Juan se suma a la opinión de los países aliados que consideran fascista a la dictadura de Franco, implantada a imitación de los re gímenes nazi y fascista. Don Juan se equivocaba al conceder más peso a la opinión exte rior que a la interior; y al señalar expresamente que todas las clases solventes e ilustradas de España desean la restauración ; sólo se pronunciaba así (en silencio) un sec tor menos que minoritario. La Monarquía debe presentarse como enemiga del régimen de Franco, cuanto más enemiga, mejor. Don Juan puntualiza luego la forma con la que va a publicar el Manifiesto, que comunicaría a Franco en carta afectuosa. La posic ión de don Juan era lógica; aparentemente Franco no tenía salida alguna y lo que inten taba el conde de Barcelona, como dice expresamente a Kindelán, es ofrecer la soluc ión monárquica-liberal para evitar que los rojos recuperasen el poder subiéndose al ca rro de la victoria aliada. Nadie, con excepción de Franco, advertía entonces que el Régimen podría continuar, ante el temor de los aliados, sobre todo los británicos, a q ue un régimen republicano liberal fuese dominado por el comunismo como había sucedid o en España durante los años 1938-1939 hasta el final de la guerra civil. Gil Robles, confinado en Bussaco por el gobierno de Portugal, no intervino en la redacción del manifiesto, que se debe a la colaboración de Julio López Oliván en Lau sana y Pedro Sainz Rodríguez en Lisboa. Españoles-comienza Conozco vuestra dolorosa de silusión y comparto vuestros temores . Hace breve historia de lo sucedido desde la p artida de don Alfonso XIII: durante la Republica, el estado de inseguridad y anar quía... desemboca en la guerra civil , que hizo estéril el generoso sacrificio del Rey al abandonar el trono. Tras seis años desde el final de la guerra civil el régimen i mplantado por el general Franco, inspirado desde el principio en los sistemas to talitarios de las potencias del Eje, tan contrario al carácter y a la tradición de n uestro pueblo, es fundamentalmente incompatible con las circunstancias que la gu erra presente está creando en el mundo . Esta es la condena y la incompatibilidad fu ndamental que don Juan alega. Y continúa: España corre el peligro de verse arrastrada a una nueva lucha fratricida . Una nueva República acarrearía también una nueva guerra civil. Sólo la Monarquía Tradicional puede ser instrumento de paz y de concordia para reconciliar a los españoles! Millares de españoles lo consideran así. Recuerda don Jua n que desde la muerte de su padre mostró su disconformidad con Franco. Ahora se de

cide a levantar mi voz y requerir solemnemente al general Franco para que, recono ciendo el fracaso de su concepción totalitaria del Estado, abandone el poder y dé pa so libre a la restauración del régimen tradicional de España, único capaz de garantizar la Religión, el Orden y la Libertad . Promete una Constitución, el respeto a los derec hos de la persona, la elección de una Asamblea, la garantía de las libertades política s, una amnistía general y una política social cristiana. El Manifiesto de Lausana tenía la virtud de la claridad y el defecto que don Jua n no advertía de su ineficacia. En España el texto fue absolutamente prohibido, no se publicó y apenas se difundió; la opinión pública apenas se enteró por rumores, la radio e xtranjera que se hizo eco de él sobre todo la BBC de Londres apenas tenía audiencia en España. Los miles de monárquicos que respaldaban estas ideas no existían más que en la imaginación de don Juan. En el ámbito interior el Manifiesto no ejerció influjo alguno . Por supuesto que los republicanos de dentro y de fuera que pudieron conocerlo lo repudiaron de la cruz a la fecha. La monarquía sólo dependía para ser viable de la voluntad eficaz de los aliados, que jamás se manifestó. Declaraciones contra Franco, todas las que se quiera; medidas eficaces en su contra, ninguna. El Manifiesto fue entregado para el general Franco en la legación española en Ber na con una nota explicativa en nombre de don Juan, a la que Franco, naturalmente, no contestó. Creo que Luis María Anson está en lo cierto cuando afirma que F ranco no repudió el Manifiesto de Lausana, aunque no hizo de él el menor caso; e inc luso reconoció los motivos patrióticos de don Juan al concebirlo y publicarlo. De es ta forma se ofrecía a los aliados una alternativa al caos que cae-ría sobre España si el régimen de Franco se veía obligado a desaparecer. Ni siquiera ahora prescindió Fran co de don Juan como posible sucesor a largo plazo; tal cosa no ocurriría definitiv amente hasta dos años después. El Manifiesto de don Juan envolvía una grave contradicción interna: si el régimen d e Franco desde el principio, fue una servil imitación del nazismo y el fascismo, ¿po r qué don Juan intentó por tres veces combatir en sus filas?. Presentarse a estas al turas como enemigo de Franco desde siempre era falso y sin sentido alguno. López R odó transmite la doble reacción de Franco ante el Manifiesto, tal como se la comunicó Carrero. En primer lugar reconocer la motivación patriótica de don Juan; pero en el plano táctico, desencadenar una terrible campaña de prensa contra don Juan, que se m antuvo prácticamente hasta que los dos se encontraron personalmente por primera ve z en 1948. Si en España había pocos monárquicos, tras esta campaña casi no quedó ninguno. Carrero ha transmitido la reacción definitiva de Franco y su régimen en un documento fundamental que dio a conocer López Rodó. El Manifiesto era una abierta equivocación nacida del desconocimiento sobre la realidad española, pero no se debería ahora aban donar a don Juan a su suerte, es decir a sus pésimos consejeros, sino tratar de in fluir en él por medio de personas preparadas e inteligentes que le mostrasen su er ror y le ayudasen a volver al buen camino. En ese mismo documento Carrero sugería que si esto se lograba, don Juan podría reinar un día en España, o que se resigne a que sea su hijo el que reine , es la primera vez que aparece en la Historia la posibi lidad de que sea don Juan Carlos, y no su padre, quien reciba la corona de España cuando llegue la hora de la Monarquía. Que esta posibilidad la apunte en 1945, cua ndo don Juan Carlos acaba de cumplir siete años, es un dato de especial importanci a que pocos españoles conocen, incluso hoy. El testimonio de Ramón Garriga, autor antifranquista y juanista, sobre el Manif iesto de Lausana, es muy importante. Garriga estuvo por entonces en Lausana y su comunicación es por tanto de primera mano. Dice así: Mal informado y peor aconsejado actuó don Juan de Borbón... .Cundo comenté el manifiesto con algunos consejeros del p retendiente ninguno de ellos pudo aclararme con qué fuerza verdadera contaba entre los militares y el clero . El caso es que, con el Manifiesto de Lausana, empezaba la tercera fase de la conspiración monárquica, la fase contra Franco, que, por desgracia para don Juan, estaba destinada a fracas ar entre las primeras ráfagas de la guerra fría .

ESPAÑA (NO) PIERDE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL El No de este título que expresa la verdad queda entre paréntesis porque para la op inión y los gobiernos aliados, alentados por la venganza comunista y la prepondera ncia soviética en 1945, para los exiliados españoles y para la oposición cerrada a Fra nco incluso hasta hoy, la tesis verdadera es la contraria: la España de Franco per dió la segunda guerra mundial. Esta es una falsedad insigne; las dos guerras tuvie ron un principio y un final sin nada que ver una con otra. Los motivos, el desar rollo y el final de las dos guerras son completamente dispares; la guerra de Esp aña no fue, para desencadenarse ni para concluirse, un asunto internacional, aunqu e suscitara el interés y la intervención exterior. Pero los exiliados españoles, apoya dos absurdamente por los monárquicos, se empeñaron en identificar a las dos guerras y ésta sigue siendo hoy, por ejemplo, la actitud, que creo antihistórica, de los señor es Preston y Anson, por poner sólo dos ejemplos singulares de antifranquismo históri co. De hecho todo lo que sucedió en 1945 y 1946 dependía de esas tesis falsa; la hos tilidad contra la España de Franco, que empezó a caer por su base en ese último año, al conjuro de ese baño de realidad mundial que fue la guerra fría, donde todos ocuparon su verdadero lugar en el concierto de las naciones alucinadas por la victoria c ontra el Pacto Tripartito en 1945. 1 Para la actividad del frente monárquico y de don Juan en la época del Manifiest o de Lausana ver mi libro Don Juan..., op. cit., p. 361s. Declaraciones de Franco a la UPen Sancho Gonzál ez, España..., op. cit., p. 285s. Charles Foltz publicó luego su libro Masquerade ín Spain Boston, Houghton, 1948. Parece mentira como el autor de este libro pudo estar varios años en España; no se le nota. Test imonios de Garriga en La España..., op. cit., p. 274s. Actividad de exiliados en Javier Rubio, La emigra ción..., op. cit., II p. 553s. Conferencia de Yalta y su momento en la guerra cfr. Htlber y MÜller El Tercer.. ., op. cit., p. 779s, Ver también Duroselle, Hístoire díplomatique de 1919 ci nos jour s, París, Dalloz, 1974, p. 3975. Ya he citado a Whita er Chambers Witness para las andanzas de Alger Hiss y demás consejeros tr aidores de Roosevelt. Datos sobre el general Dávila en carta de su hijo al autor, 12 de nov. 1973. So bre Carrero y Lausana ver López Rodó La larga marcha..., op. cit., p. 98 s. Por lo que hace a los monárquicos y don Juan, con el Manifiesto de Lausana se a brió, como he repetido, la tercera fase de la conspiración para el acoso y derribo d e Franco, la fase contra Franco. Al comenzar el mes de abril el representante of icial de don Juan en España, infante don Alfonso de Orleáns, escribió en nombre de su Rey una carta a todos los monárquicos que ocupaban cargos oficiales en España, en la que, por orden del Rey, todos los monárquicos, una vez conocido el texto del Mani fiesto de 19 de marzo, deben renunciar a los cargos públicos que ostenten en el ac tual Régimen, entre ellos el de procurador en Cortes y los de carácter público que ocu pen en las corporaciones públicas municipales y provinciales. Ese noble caballero que siempre fue don Alfonso de Orleáns fue el primero en dar ejemplo. Había renuncia do a su carrera en abril de 1931 por negarse a jurar fidelidad a la República. Había combatido con bravura y riesgo en la guerra civil española como coronel de Aviación . Sus tres hijos habían combatido en primera línea del bando nacional y uno de ellos , don Alonso, ofreció su vida. Ahora puso su cargo como jefe de la región aérea del Es trecho a disposición de Franco por respetuosa carta de 4 de abril en la que le tute aba como compañero de Academia y ante esa carta fue destituido y confinado en su pa lacio de Sanlúcar de Barrameda. El duque de Alba dimitió también como embajador en Lon dres pero tanto él como Kindelán pronosticaron que las dimisiones serían muy pocas; y fueron sólo media docena, como Kindelán anota con amargura. El jefe teórico de la Mona rquía en el campo político, don Antonio Goicoechea, gobernador del Banco de España, no solamente no dimitió sino que calificó como delito de lesa patria obedecer a don Juan en este asunto. José María de Areilza visitó a don Juan en nombre de Franco, quien le

designó expresamente para ello. El embajador Julio López Oliván pidió a De Gaulle que e ndosase el Manifiesto de Lausana pero el jefe del gobierno francés, bien informado , se negó con estas palabras: Los monárquicos y las derechas españolas están con Franco . L a peor noticia para don Juan fue que, a raíz del Manifiesto, Franco se reunió durant e tres días en el Consejo Superior del Ejército con los generales más significados, qu e le ratificaron su adhesión inquebrantable. En momentos tan decepcionantes para d on Juan trataba de tender puentes entre él y Franco, como mediador aceptado por lo s dos, don José María de Oriol. El 25 de abril el ministro del Ejército, general Asens io, escribió una larga carta al general Varela, para explicarle la buena disposición de Franco ante la Monarquía, e incluía una revelación de la que nadie habla: don Juan , victoriosa Alemania, quiso hacer unas declaraciones públicas de simpatía y afecto a l Eje, que el Caudillo aconsejó no hiciese por no considerar ni necesario ni conve niente comprometer sin necesidad su posición, ya que sólo debía preocuparse del sentir de los españoles . Destituido por Franco y confinado, don Alfonso de Orleans delegó toda su representación en el general Kindelán, que también dimitió como director de la Escuela Superior del Ejército; pero el general Ponte, de acuerdo con Franco , dejó su cargo de procurador en Cortes sin publicidad y continuo en su mando mili tar. (El duque de Alba, aun dimitido, permaneció cierto tiempo en su embajada). Lo más decisivo para Franco es la confesión de Gil Robles en su diario. Le había encanta do el manifiesto de don Juan pero reconoce que falló la reacción de los elementos arm ados . Hubo manifiesto, pero no hubo el pronunciamiento militar que don Juan desea ba y procuraba. No se movió en toda España ni un mando ni una unidad militar, como e n abril de 1931; ni un piquete de alabarderos. Creo que, mezclado y no identificado en el conjunto de la documentación de Kind elán publicado por Víctor Salmador, fui el primero en descubrir e identificar un imp ortantísimo informe de Joaquín Ruiz Giménez tras visitar a don Juan en el mes de abril de 1945. Consta que entre esos nuevos consejeros aunque fueran intermitentes que Franco y Carrero trataban de enviar a don Juan para devolverle al buen camino es taban entonces, además de José María Oriol y José María de Areilza, el joven profesor Rafa el Calvo Serer y el brillante político católico Joaquín Ruis Giménez, presidente de la o rganización pontificia Pax Romana, alférez provisional y fidelísimo a Franco. Le acomp añó a Lausana el también joven profesor Alfredo Sánchez Bella, y de forma independiente compareció ante don Juan otro joven político católico de gran altura, don Alberto Martín Artajo. Todos los citados eran completamente contrarios al Manifiesto de Lausan a y así se lo comunicaron a don Juan, que como sabemos por el informe Ruiz Giménez l es daba la razón. Es importante, y nadie lo ha señalado, que Franco y Carrero cumpli eron su propósito y enviaron para ver a don Juan y convencerle a este selecto grup o de jóvenes políticos que influyeron notoriamente en el conde de Barcelona. Cuando Franco habló con Artajo sobre don Juan se mostró durísimo contra el conde de Barcelona a quien creía una persona sin ideas asentadas y sin carácter. En sus conversaciones con Ruiz-Giménez don Juan casi pide excusas por el Manifiesto, con el que solo in tentaba excluir una posibilidad republicana. Eugenio Vegas explicó al joven político católico que el Manifiesto no debía interpretarse en palabras de soberanía popular es d ecir, democráticos. Don Juan sabía que el régimen monárquico sólo podría implantarse con el apoyo del Ejército. Don Juan le insistió en que el régimen que se postulaba en el Mani fiesto era de base orgánica , tradicional y confesional. Don Juan desmiente ante Ruiz -Giménez prácticamente todo el alcance liberal del Manifiesto y lo reduce a un docum ento que sería plenamente aceptable para Franco. He publicado íntegramente este vita l informe en mi libro sobre don Juan de Borbón que está disponible en las librerías, y no creo n ecesaria aquí la reproducción íntegra, pero con sus declaraciones don Juan destruye to das las bases de lo que hoy se llama juanismo. Don Juan admite que nada se puede hacer a favor de la Monarquía sin la intervención activa de las Fuerzas Armadas. Do n Juan quería la supresión del partido único, pero acepaba los principios y postulados que este alentó , es decir, aceptaba el Movimiento en el sentido preferente que Fran co daba a esta palabra. Ruiz Giménez recomienda que Franco incorpore a su gobierno a jóvenes personalidades católicas que sintonicen con la doctrina de su informe. Y así lo haría Franco, de quien serían sucesivamente ministros Martín Artajo (ese mismo año) Ruiz Giménez y Sánchez Bella. Areilza ascendería a los más altos puestos de la carrera

diplomática. En marzo de 1945 una gravísima noticia conmueve a España: más de la cuarta parte de la colonia española de Manila ha sido víctima de las fuerzas armadas del Japón. Luego se conocieron detalles horribles sobre torturas y asesinatos en masa sufridos p or los españoles de Filipinas a manos japonesas. El 26 de marzo Franco designó a Man uel Aznar como ministro plenipotenciario de primera clase para la embajada de Es paña en Washington. Se presentaba un nuevo año agrícola de rendimientos mínimos. El 1 de abril preside el desfile de la Victoria Ruiz Giménez recordó a don Juan en Lausana q ue las muestras de adhesión militar y popular fueron más significativas que nunca y n acionalizó la Compañía Telefónica Nacional de España tras complicadas negociaciones con la multinacional norteamericana ITT. Al día siguiente, ante el Ayuntamiento de Madri d, propone una difícil síntesis entre la representación popular y la corporativa para la gestión de los Ayuntamientos. El 9 de abril estalla en Cádiz un pavoroso incendio que causó muy honda impresión en toda España. Franco se reúne en los días siguientes con la Junta Política y con el Gobierno; se aprueba el texto del Fuero de los Españoles q ue aún no se publica y se rompen relaciones con el Japón por los sucesos de Filipinas . El día 11 de abril, a las cinco y treinta y cinco de la tarde, fallece repentina mente el presidente de los Estados Unidos Fran lin Delano Roosevelt, en Warm Spr ings, tras doce años de mandato que dejarían huellas contradictorias; había aplicado i nteligentemente doctrinas socialdemócratas a su New Deal para salir de la gravísima crisis económica de 1929, había conducido a su gran nación a la guerra y casi a la vic toria pero había entregado media Europa a la furia comunista, bajo la que yacería ha sta la caída del Muro en 1989. Para España, a pesar de su tolerancia con los suminis tros de petróleo en la guerra civil y su carta del 8 de noviembre de 1942, no fue un amigo. Le sucede un hombre de Missouri, el vicepresidente Harry Truman, el hombrecillo más importante de su país como le denominó la gran prensa norteamericana , que pertenecía a la masonería como Gran Maestre y, por tanto, nadie se extrañó de su i nmediata y continua hostilidad contra Franco y su régimen. Precisamente cuando fal lecía Roosevelt comunicaba al ministro español de Asuntos Exteriores el embajador am ericano Norman Armour las duras recriminaciones de Washington contra el régimen es pañol. Por acuerdo del consejo de ministros se dan por conclusas las responsabilid ades políticas originadas durante la guerra civil. Pronto se conoce en España una tr iste noticia; un gran amigo de España, el almirante Canans, había perecido el 9 de a bril en una prisión de las SS ahorcado lentamente con una cuerda de piano. El 18 de abril los mariscales Zu ov y Koniev dirigen a sus dos millones de so ldados a la ofensiva final contra la Alemania de Hitler, mientras obsesionado co n la conquista del inexistente reducto alpino del enemigo el general Eisenhower, jefe de las fuerzas aliadas en el Oeste de Europa, deja en manos soviéticas las tr es grandes capitales centroeuropeas, Praga, Viena y sobre todo Berlín, cercada por el Ejercito Rojo a los cuatro días de su gran ataque, el 20 de abril. El día 24 los aliados rompen por fin la línea verde alemana en Italia y se desbordan por el val le del Po. Al día siguiente las vanguardias americanas y soviéticas establecen conta cto en Strehla, junto al río Elba. El veterano de la XII Brigada Internacional Gari baldi en España, Walter Audisio, coronel Valerio captura en Como a Benito Mussolini, qu e trataba de huir a Suiza, y le fusila junto a su amante Claretta Petacci, en lo s arrabales de Villa Belmonte, a la salida del Dongo. Las víctimas del asesinato p ermanecerán durante las horas más vergonzosas de la historia contemporánea italiana co lgadas por los pies, como reses, en el piazzale Loreto de Milán. El final de Musso lini, simultáneo a la agonía de Berlín, causó muy profunda impresión en Franco y en toda E spaña. En el bun er de la Cancillería de Berlín Adolfo Hitler, el hombre más odiado de t odo el mundo, se casa con Eva Braun. A las tres y media de la tarde del 30 de ab ril, mientras Martín Bormann huye y desaparece, se consuma en esos sótanos el crepúscu lo de los dioses nazis. El doctor Goebbels se suicida con su familia. Le siguen los generales Burgdorf y Krebs; muerta Eva Braun Hitler se suicida. Esa tarde lo s últimos defensores de la cancillería del Reich rechazan despiadadamente tres ataqu es de la infantería soviética, que no logrará poner pie en el reducto hasta el día sigui ente. Mucho tiempo después se supo, con cierto estupor, que aquellos hombres eran doscientos españoles de la Legión Clandestina.

Adolfo Hitler ha muerto en su puesto de mando titula Arriba el 1 de mayo de 194 5, mientras el diario germanófilo informaciones lleva su adhesión a Hitler hasta el colmo. El 2 de mayo los soviéticos izan su bandera en el Reichstag. Berlín capitula. El almirante Doenitz forma un gobierno en el Holstein; Alemania tiene aún en pie dos millones de soldados. Por fin el 8 de mayo el nuevo jefe alemán publica su últim a orden general: A las cero horas quince minutos de la madrugada del 9 de mayo to das las fuerzas armadas de todos los teatros de la guerra deben terminar las hos tilidades . Los vencedores estallan de jubilo. Este día 9 los soviéticos organizan un cortejo triunfal en la Plaza Roja de Moscú, con los generales alemanes prisioneros al frente de sus humilladas columnas decrepitas. Momentos graves para España: Franco lo sabe. Se acaba de inaugurar el 25 de abr il la Conferencia de las Naciones Unidas en San Francisco. Un enjambre de exilia dos españoles pulula por los pasillos y se harta de publicar toda clase de declara ciones: Albornoz, Prieto, Gordón Ordás, Fernando de los Ríos, Sbert. La Junta Española d e Liberación trata de incorporarse oficialmente a la conferencia. Pronto se les ag rega el doctor Juan Negrín, flanqueado por el líder vasco José Antonio de Aguirre; Neg rín trata de reconciliarse con Prieto. El grupo Amigos de la República española presidid o por el influyente historiador americano Shirer cuyo asesor es el criptocomunist a español Julio Alvarez del Vayo se ocupa de cerrar toda posibilidad a la España de F ranco en las Naciones Unidas. Por el momento los Estados Unidos no hacen caso de todos esos grupos, que por otro lado logran el apoyo del australiano Herbert Ev att y el mexicano Luis Quintanilla. Mientras envía a Sangróniz a la nueva Italia, Fr anco sospecha que la inevitable desunión de sus enemigos en San Francisco puede se r la mejor salvaguardia para su régimen. España se une, sin aspavientos, en torno al Jefe del Estado que ha sabido librarla de la guerra. Junto a la desunión de sus e nemigos, la gran baza inmediata para Franco es la desunión que intuye entre el con junto de los vencedores. El 12 de ese mismo mes de mayo, a los tres días de la V-E , la Victoria en Europa, Winston Churchill en carta al presidente Truman le comu nica una profunda intuición que no se formulará públicamente hasta el año siguiente: Un t elón de acero se abate sobre Europa . LA IGLESIA SALVA A FRANCO EN 1945

La presencia alborotadora de los exiliados españoles en América y en Europa, y la preponderancia de la Unión Soviética que reflejaba su poder inmenso en la energía de los partidos comunistas de Europa Occidental, eran los principales focos de acti vidad contra la España de Franco entre 1945 y 1946. Los soviéticos se habían detenido muy a su pesar en el límite del río Elba pero su presión sobre la Europa occidental cr ecía semana tras semana. Era la época del Gran Miedo Rojo, cuando los europeos orien tales habían sucumbido al nuevo Imperio Soviético y los occidentales, hartos de guer ra, preferían ser rojos que muertos better Red than dead , decían los ingleses muy en líne con las predicciones de Franco acerca de las prepotencia europea de la URSS. El principal problema que cerraba el paso a los republicanos españoles y al grupo mo nárquico de don Juan de Borbón cuando trataban de asumir el poder en España era que un os y otros carecían de fuerza interior en España; y todo lo fiaban a la posible acción de los aliados para que echasen de una vez a Franco. Pero los aliados occidenta les no querían que en España estallara una nueva guerra civil y pronto adquirieron l a certeza de que exiliados y monárquicos carecía de toda fuerza real para imponerse dentro de España. El fracaso del maquis comunista en el otoño de 1944 había resultado una experiencia decisiva. En aquel año crítico para Franco y para España la Iglesia de España, respaldada por l a de Roma, salvó a Franco y a su régimen. Cuando al final de este libro registremos la influencia decisiva que la Iglesia de Roma, seguida por la de España, desplegar on después del Concilio Vaticano II, en la segunda mitad de los años sesenta y prime ra de los setenta, para encabezar el movimiento de transición a la democracia y, p or tanto, para desahuciar al régimen de Franco, tendremos que recordar que aquel m ovimiento fue precedido, veinte años antes, por el que la Iglesia de España, seguida por la de Roma, emprendieron consciente y tenazmente en 1945 para salvar al régim en de Franco, y por tres veces perfectamente señaladas y documentadas; al recordar

, sin duda, que Franco había salvado a la Iglesia en la guerra civil de 1936-1939 y al temer que una posible vuelta al poder del Frente Popular reverdeciera la es pantosa persecución que había tratado de aniquilar a la Iglesia en la zona roja. La intervención de la Iglesia de España insisto, seguida por la de Roma en 1945 par a salvar a Franco se verificó en tres movimientos definidos. El primero se produjo en la misma víspera de la Victoria en Europa, el 8 de mayo de 1945; fecha en que el arzobispo primado de España, don Enrique Pla y Deniel, firmó una decisiva carta pastoral en su palacio de Toledo prácticamente a la misma hora en q ue el almirante Doenitz firmaba el alto el fuego para esa misma noche. Era el mi smo prelado catalán que en la víspera del 1 de octubre de 1936 había firmado en Salama nca su famosa carta Las dos ciudades en que declaraba cruzada a la guerra civil. Ahora enunciaba, en defensa de España y de Franco, una tesis fundamental, histórica mente cierta. La guerra que acaba de terminar en Europa decía ha sido un verdadero fratricidio de las naciones europeas, último fruto de la pérdida de la unidad cristiana en Europa, consumada en el siglo XVI; y que nada t iene que ver con la guerra civil española . Con plena coherencia insistía en sus posic iones de 1936: Porque al recordar la guerra de España resalta su carácter de verdader a cruzada por Dios y por España; como la reconocieron con su bendición los Romanos P ontífices y la reconoció la jerarquía católica universal en sus contestaciones a la Cart a Colectiva de los obispos españoles . El arzobispo primado no acepta, por tanto, la identidad de las dos guerras. Eso sí; recomienda que se acelere la liquidación de la última guerra pero sin peligro para el régimen de Franco: Que todos vean los peligros de que en momentos tan graves y trascendentales, no esté muy firme la autoridad d el Estado . Aunque pide que el Estado adquiera ya la solidez de firmes bases instit ucionales . Franco, por lo tanto, tenía a su favor a la Iglesia y a las Fuerzas Armadas. Su posición era firmísima y él lo sabía. El 18 de mayo confirmaba un buen vecino, Antonio de Oliveira Salazar: España fue un valioso apoyo de nuestra neutralidad, como nosot ros de la suya . El 24 de mayo Franco habla en Valladolid de criminales comunistas de nuestra guerra cuando se refiere a los más peligrosos núcleos exiliados que trabaj an contra España. El 23 de mayo inaugura la Exposición de Bellas Artes; al día siguien te se conoce en España el suicidio de Himmler. El 30 recibe una ovación de gala en l a corrida de Beneficencia. El Evening Standard adelanta con lucidez un diagnóstico entonces poco corriente: El efecto inmediato de la intervención extranjera es unir a los españoles más estrechamente . Franco deja muy clara su voluntad de resistencia frente a las amenazas de obra, no se diga si son de palabra. Dice el 17 de junio a los asesores de Auxilio Social: Cuando se ha encontrado el camino de la verdad no se puede desmayar en la marcha . El 19 de junio declara a la United Pres su de cisión de alcanzar mayores cotas de libertad, lo que la agencia americana interpre ta como un camino hacia el régimen democrático. En la conferencia de San Francisco, de la que finalmente han quedado excluidos los neutrales, el delegado mexicano, Quintanilla, había lanzado la primera acusación contra España. El capítulo segundo de la C arta no pude aplicarse a Estados cuyos regímenes hayan sido establecidos con ayuda de las fuerzas armadas de países que hayan combatido contra las Naciones Unidas . E jemplar profesión democrática de un político perteneciente al PRI, el partido mexicano que ha pasado a la Historia como inventor del totalitarismo democrático y que se ha mantenido en el poder durante más de setenta años de espaldas a la democracia; y, además, el régimen español se había establecido el 18 de julio de 1936 sin haber recibi do aún la más mínima ayuda de nadie, pero la venganza de los enemigos de ese régimen no estaba entonces para disquisiciones históricas. Franco ordenó en este sentido a Lequ erica la publicación de un mentís en forma a semejante alegación y lo dicta personalme nte: El régimen y el gobierno español fueron proclamados por el Ejército y el pueblo el 1 de octubre de 1936 . El mismo día 22 de junio ordena Franco el cierre temporal de la frontera con Francia como respuesta por un vil atentado de exiliados españoles en la estación de Chambery contra un tren de trabajadores de España que nada tenían q ue ver con la política. Don Juan de Borbón acudió a visitar a las víctimas superviviente s, que se refugiaron en Suiza.

El pleno de las Cortes que se celebra los días 13 y 14 de julio de 1945 aprueba dos leyes importantes. La primera, que se acepta por aclamación, es el Fuero de l os Españoles, carta de derechos básicos de la persona, que se convertirá en la segunda de las Leyes Fundamentales del régimen, concebidas luego como una Constitución abie rta. No cabe duda de que el Fuero de los Españoles, que era una Carta de derechos de la persona, reconocía todos esos derechos dentro del marco del Régimen y admitía un a interpretación democrática. Se había redactado para justificar al Régimen frente a los ataques exteriores y en este sentido resultaba significativo; porque expresaba, mediante la promesa de futuras leyes de desarrollo, que el sistema político de Fr anco estaba dispuesto a abrirse en sentido democrático, como de hecho sucedió; la Co nstitución democrática de 1978 no surgió por ruptura del régimen de Franco sino por refo rma de las Leyes Fundamentales. Pero también de hecho, el Fuero no establecía sin más un régimen democrático en España; los derechos de la persona que en él se proclamaban es taban severamente limitados por el resto de la legislación del régimen sobre represe ntación en Cortes, asociación, expresión y reunión. El Fuero no era democrático pero marca ba un camino a la democracia que, si bien lento, sería irreversible, mientras se t ransformaba la sociedad española y con ello se hacía posible una democracia auténtica en el futuro. La segunda ley aprobada por las Cortes en julio de 1945 fue la de bases de régimen local, que trataba de fortalecer las haciendas municipales y prov inciales y, además, establecía la elección de las corporaciones por tercios, uno direc to, dos orgánicos, aunque la designación de los alcaldes se reservaba a la autoridad gubernativa. Esta ley supone también un avance en sentido democrático pero todavía no es la democracia, ni siquiera la democracia orgánica al no quedar los alcaldes so metidos a la elección popular. La presentación exterior de estas leyes como virtualm ente democráticas no resultó muy convincente en las naciones democráticas. A la sombra del primer hongo atómico que surgió el 16 de julio de 1945 en un luga r del desierto de Nevada con nombre español Los Álamos los Tres Grandes Stalin, Truman y Churchill abren, al día siguiente, la conferencia de Potsdam. En decidido ataqu e antifranquista, Stalin propone su tesis: El régimen español es un peligro para la p az . La agresión de Stalin a la España de Franco es durísima y claramente desorbitada. S e inicia con una falsedad histórica; al afirmar que el régimen de Franco no se consig uió como consecuencia de fuerzas internas del país sino por imposición del Eje~ y, además constituye un grave peligro para las naciones europeas y sudamericanas amantes d e la libertad . Los dos grandes aliados occidentales no pestañearon al escuchar esta invocación a la libertad en labios del autócrata que más había combatido contra la libe rtad en todo el siglo XX. La propuesta de Stalin consistía en romper totalmente las relaciones con Franco y apoyar a las fuerzas democráticas para restablecer la lib ertad en España . La libertad del Frente Popular en 1936 o 1939, supongo. Y entre la s fuerzas democráticas se contaba naturalmente, para Stalin, el Partido Comunista de España que por su brutal comportamiento antidemocrático había sido expulsado del Fren te Popular por los demás partidos de la República en marzo de 1939. El cinismo de Stalin era tan palmario y detonante que Churchill desbarató fácilme nte la argumentación. El gobierno de Franco era el de España; la propuesta fomentaría la adhesión de los españoles a Franco. España no había luchado contra los aliados. Truma n se identificó con Churchill. Stalin hubo de ceder, no sin advertir misteriosamen te que él tenía medios para resolver la cuestión con Franco . Stalin pide entonces que pa ra la siguiente reunión los expertos redacten un documento menos agresivo que su p ropuesta y así se acuerda. Nuevamente la defensa de Churchill resultaba vital para la defensa y la supervivencia de Franco y su régimen. España está, pues, en el corazón de esta primera grave discrepancia entre los eufóric os aliados: la serie de las demás discrepancias Polonia, Trieste, Irán, el monopolio atómico, la hegemonía totalitaria de la URSS sobre media Europa conduci rá muy pronto, como Franco pronosticaba, a la guerra fría, que también previó Hitler, pe ro sin el tiempo y la suerte que nunca habían faltado ni faltarían a Franco. El 20 de julio el general Kindelán, representante de don Juan en España, envía al p retendiente un largo informe de situación sin esperar a la crisis de gobierno que,

acertadamente, considera muy próxima. No acierta tanto en el pronóstico siguiente: L os meses del actual régimen están contados...se trata de una fatalidad histórica inelu dible , Según Kindelán Franco va a buscar apoyo político en los católicos y le parece mal por el mal resultado de la experiencia en otros países; ceguera visible ante lo qu e empezaba a suceder en Europa con la aportación esencial de la Democracia Cristia na en los regímenes de la posguerra. Kindelán prevé que Franco acabará por abandonar sus poderes en el Ejército pero por si acaso propone varias medidas de menor pureza ent re ellas, abiertamente, un pronunciamiento militar con una presión intensa extranjera e incluso el abandono fulminante del poder de Franco por accidente -lo cual me pare ce inaudito pero el tránsito ocurrirá seguramente para el solsticio de invierno . Aún, des pués de tantos años, no puedo creerme a lo que parecían dispuestos a llegar algunos il ustres monárquicos con tal de desplazar a Franco, sin medir ni por un momento las consecuencias catastróficas que tal decisión podría acarrear. Mientras el mundo canta ya su desaparición, Franco sorprende a todos cuando anu ncia, impertérrito, que su régimen no ha hecho más que empezar. El 17 de julio de 1945 proclama ante el Consejo Nacional : En la nueva etapa que hoy comenzamos se hace necesario enfrentarnos con el problema de la sucesión . Por supuesto que sólo puede ap licarse la fórmula tradicional de la Monarquía, que dio a España su grandeza . Pero cuid ado: ello ocurrirá cuando llegue el momento ya que no se trata de cambiar el mando en plena batalla, sino de definir el régimen y asegurar la sucesión . Cuando la Falang e era el primer blanco de la ofensiva internacional Franco subraya: Poco importan las mejores leyes si decayese el espíritu de nuestra Falange . El carácter espiritual del Movimiento le llena de sentido popular y democrático . No se habían apagado los ecos de estas palabras cuando el día 20 de junio , la mi sma fecha que llevaba el agresivo informe de Kindelán a don Juan, el ministro José Fél ix de Lequerica, que cena con unos amigos, recibe una llamada que le anuncia ama blemente su cese en el gobierno, aunque hasta el Boletín oficial del día siguiente no conoce el nombre de su sucesor. Es una completa remodelación del e quipo gubernamental, que entraña un hecho decisivo: la segunda intervención expresa de la Iglesia de España y la de Roma durante ese año crítico en apoyo del régimen de Fra nco, al aprobar la entrada en el gobierno de Franco de sus hombres políticos más sig nificativos. Sólo permanecen del anterior gobierno cuatro ministros: Blas Pérez, Girón, Benjumea e Ibáñez Martín; éste, como sabemos, era miembro de la Asocia ción Católica Nacional de Propagandistas y por lo tanto hombre de la Iglesia. Con Gi rón mantiene la presencia falangista el nuevo ministro de Justicia, Raimundo Fernánd ez Cuesta, presidente del consejo de Estado y colaborador importante de José Anton io Primo de Rivera en el mando de Falange Española primordial. Vuelve al gobierno el general Dávila, monárquico, como ministro del Ejército. Un veterano de Alhucemas y del cuartel general en la guerra civil, el almirante Francisco Regalado, -también monárquico- es ministro de Marina y un héroe del Aire, el general Eduardo González Gal larza, antiguo ayudante de Alfonso XIII ocupa la cartera del Aire. El nuevo mini stro de Obras Públicas, José María Fernández Ladreda, era también monárquico, fue alcalde de Oviedo con la Dictadura de Primo de Rivera, general de Ingenieros, doctor en Ci encias y catedrático; defensor de Oviedo en la guerra civil y antiguo miembro de l a CEDA, además de perteneciente a la Asociación Católica Nacional de Propagandistas. T ambién era monárquico Carlos Rein, nuevo ministro de Agricultura, ingeniero agrónomo, alcalde de Cazorla con don Miguel Primo de Rivera, vieja guardia de Falange y vi cesecretario de ordenación económica en Sindicatos. El creador y presidente del INI, Suanzes, monárquico, es el ministro de Industria. Pero en esta constelación de homb res jóvenes y monárquicos, con raíces en la primera Dictadura, destacan un nombramient o y un cese. Cesa en efecto el ministro del Movimiento, José Luis de Arrese, a qui en no se designa sustituto, con lo que Falange, evidentemente, pasa a segundo pl ano como para atender a las continuas protestas de los vencedores en la guerra. No se suprime, sin embargo, la Secretaría General del Movimiento, regida por el vi cesecretario. Desaparece, además, la poderosa Vicesecretaría de Educación Popular, enc argada de la censura de los medios de comunicación y espectáculos y sus atribuciones pasan al Ministerio de Educación Nacional, es decir, a la órbita de la Iglesia a la s órdenes de don Luis Ortiz Muñoz, destacado miembro de la Editorial Católica y la ACN

P. Pero el nombramiento más significativo del nuevo equipo es el de don Alberto Ma rtín Artajo, antiguo editorialista de El Debate y ahora de Ya, letrado y secretari o del Consejo de Estado, presidente de la Junta Técnica de Acción Católica y hombre de confianza de don Ángel Herrera en la ACNP. Según hizo público inmediatamente Artajo h abía pedido de forma expresa la conformidad del Primado y del Nuncio para aceptar el cargo y la había obtenido. En una época en que la democracia cristiana ofrecía a Europa gob ernantes católicos de importancia decisiva para la paz De Gasperi en Italia, Konrad Adenauer en Alemania, Schuman y Bidault en Francia la Iglesia de España y la de Ro ma brindaban a Franco la presencia de tres políticos vinculados a ella para encara r la difícil navegación del régimen en la posguerra mundial. No eran hombres de la dem ocracia cristiana, pero muy semejantes a ellos, por su condición de miembros de la ACNP y de la Editorial Católica. En conjunto se trataba de un gobierno competentísi mo, enteramente fiel a Franco, con mayoría monárquica como para demostrar que los mo nárquicos salvo raras excepciones estaban con Franco como había visto perfectamente el general de Gaulle. Era el gobierno que Franco necesitaba en aquellos momentos y su resultado avaló el acierto de elegirlo. La declaración programática del gobierno se publica el 21 de julio. Exalta la cor dialidad con Portugal, las naciones de América y el pueblo de Marruecos; se hace e co del desastre agrícola de los últimos años y anuncia que proseguirá el desenvolvimiento industrial y comercial. Adelanta el concepto constitucional de leyes fundamentale s . Alberto Martín Artajo declaraba a sus amigos: Yo soy la evolución y si no la consig o me marcharé en seis meses . El gobierno convoca a la gran empresa de levantar, entr e todos, sobre cimientos tradicionales, la estructura definitiva del Estado españo l . Dos días después de esta declaración el infante don Jaime, en carta a su hermano don Juan, confirma solemnemente su renuncia, que poco antes había declarado nula: Prec isamente para evitar toda posibilidad de futuras discusiones, cuando me resolví a contraer matrimonio elegí a mi esposa fuera del círculo de las familias reales . Alberto Martín Artajo cambia inmediatamente el equipo de Asuntos Exteriores. In corpora a la Oficina de Información Diplomática al cronista del Cuartel general, Lui s María Lojendio, quien monta un eficaz servicio de documentación y contrapropaganda con sentido moderno, gracias a la ayuda de jóvenes técnicos como Ernesto Laorden Mi racle; y pone en auténtico pie de guerra a toda la diplomacia española, que se multi plica en medio del aluvión enemigo y logra adhesiones y contactos privados y público s con tal eficacia que raro es el día en que no se publica un testimonio favorable desde el extranjero. En uno de los centros más difíciles de penetrar, el Congreso d e los Estados Unidos, los diplomáticos españoles consiguen día a día importantes resulta dos pese a la enemistad de los exiliados que consideraban como propio ese campo. Las opiniones extranjeras favorables se publican en la prensa española y la opinión interior empieza a pensar que no todo el mundo es enemigo. El eminente hispanista americano William Thomas Walsh es una de las personalidades que más generosamente sirve a España en estos mom entos difíciles. El nuevo equipo para la defensa internacional de España entra en funciones inme diatamente, sin tiempo para el rodaje; porque el 26 de julio el electorado británi co, atenazado por el Gran Miedo Rojo, derriba sin gratitud ni contemplaciones al artífice de la victoria aliada, Winston Churchill e instala en el 10 de Downing S treet al político laborista que dio su nombre a una compañía de la XIV Brigada Interna cional comunista en la guerra de España, Clement Attlee. Por el entendimiento con l a URSS vota al partido laborista fue el lema victorioso en las elecciones. No hay discursos en la presentación de cartas credenciales por el nuevo embajador británic o en Madrid, sir Ivo Mallet, al día siguiente. El 28 el nuevo primer ministro sust ituye a Churchill en la conferencia de Potsdam, acompañado por Ernest Bevin. Con C hurchill fuera de juego, los Tres Grandes aprueban inmediatamente la nueva propues ta de Stalin sobre España. El mismo día Franco llega al Pazo de Meirás para iniciar su tenso veraneo en el norte. Y el 30 de julio Pierre Laval el gobernante colabora cionista de Vichy, abandona el aeródromo del Prat en el mismo avión alemán que le traj

o a España el pasado 1 de mayo. Los americanos le entregan a la venganza del gobie rno francés. Se ha acusado al ministro español Lequerica de vender a su amigo pero en primer lugar Lequerica ya no era ministro el 30 de julio y además los acusadores p arecen olvidar que fue Francia, la propia patria de la víctima, quien la reclamaba para la muerte, sin que España, con bastantes problemas encima, pudiera hacerse e ntonces cargo de los ajenos, por tnste que para Laval y para España resultase tal situación. España no le entregó a la arbitrariedad sino a la justicia francesa, inspir ada entonces por los vencedores de la guerra. La tromba internacional de agosto se inicia con unas declaraciones del máximo e nemigo de que España gozaba entonces después de Stalin: el dirigente laborista británi co Harold Las i, propagandista ya contra Franco en la guerra civil desde su trib una del Left Boo Club: No creemos que la democracia y el totalitarismo puedan vi vir juntos decía el 1 de agosto, y no se refería por supuesto a la URSS sino a la Esp aña de Franco.

El 2 de agosto de 1945 los Tres Grandes firman y publican la Declaración de Pot sdam, que consagra la enorme victoria política y estratégica de Stalin: once países de Europa, con cien millones de habitantes, quedan bajo la férula soviética, como part es del Imperio de Stalin. Desde su amargo desengaño Winston Churchill comprobaría qu e Trumán arrastró a Attlee para que consintiese en sacrificar España a la URSS y compr ar así la colaboración soviética contra Japón; persistía la obsesión de Roosevelt y los reun idos proclamaron la condena de España: Los tres Gobiernos se sienten obligados a es pecificar que por su parte no apoyaran solicitud alguna que el Gobierno español pu eda presentar para ser miembro de las Naciones Unidas por haber sido establecido dicho gobierno con ayuda de las potencias del Eje y porque, en razón a su origen, naturaleza, historia e íntima asociación con los Estados agresores, no reúne las cual idades necesarias para justificar su admisión .Indalecio Prieto se apresura a interp retar esta declaración dos días más tarde como desahucio de Franco; le sigue en la profe cía, el día 5, Diego Martínez Barrio: Cualquier solución podrá intentarse en España menos la permanencia del general Franco en el poder . No pensaba así el gobierno español que el mismo día 5 responde dignamente con una nota contundente en la que llama simpleme nte tres a los firmantes de Potsdam: Ante la insólita alusión a España que se contiene en el comunicado, el Estado español rechaza por arbitrarios e injustos aquellos conc eptos que le afectan. España se ve obligada a declarar que ni mendiga puesto en la s conferencias internacionales ni aceptaría el que no estuviese en relación con su h istoria . Aquella mañana del 5 de agosto un paracaídas lanzado desde un avión americano retardaba la caída sobre la ciudad japonesa de Hiroshima de una bomba atómica de vei nte ilotones, que produjo la primera hecatombe nuclear de la Historia. Al día sig uiente, 6 de agosto, Franco presidía el concurso hípico en las pistas de La Coruña. Dos formidables e inesperados campeones, el exprimer ministro Churchill y el temible columnista norteamericano Westbroo Pegler, rebaten en sus textos las in temperancias de Las i, resentido crónico a quien Attlee ha dejado en la cuneta de su gobierno. Sin Franco, la aventura de África hubiera costado a América medio millón d e muertos dice Pegler con realismo, mientras Churchill ataca a Las i el 16 de ago sto en los Comunes: Sería un grave error volver a encender la hoguera de la guerra civil española . Japón ha aceptado la declaración de la conferencia de Potsdam se anuncia el 10 de agosto, cuando una segunda bomba atómica acaba de aniquilar a la única ciud ad cristiana del Imperio nipón, Nagasa i. Capitula, de hecho, el emperador Hiro Hi to el 14 de agosto; el 15 anuncia el gobierno francés la condena a muerte del héroe de Verdun, mariscal Pétain. Franco, con el corazón conmovido y la faz serena, presid e esa tarde la final de las regatas de Marín. Los días 16 y 20 de agosto Churchill y el ministro laborista del Exterior, Bevi n, coinciden en su repulsa del régimen español, pero a la vez en su recomendación de m antener manos fuera respecto de España. Los vencedores repudiaban a España pero tend rían que ser los españoles enemigos de Franco quines le derribasen y ¿quién ponía el casca bel al gato? No lo hacían, desde luego, las Cortes errantes del Frente Popular que el 17 de agosto se reunían en la histórica Sala de Cabildos de la Ciudad de México, c edida románticamente por el gobierno antidemocrático del PRI a treinta y seis diputa

dos entre los 473 que salieron de las elecciones de febrero; menos, pues, de la décima parte mientras los demás habían perecido en el conflicto, como los de derechas casi en bloque, o estaban ausentes. Aun así esa exigua minoría que a nadie represent aba proclamó presidente de la República, que no existía, a don Diego Martínez Barrio. Ac eptó éste la dimisión de don Juan Negrín, que se hallaba presente, y designó jefe del gobi erno fantasma al que lo fue el 18 de julio de 1936, don José Giral, quien a su vez nombra ministro de Asuntos Exteriores a don Fernando de los Ríos, pero no obtiene el apoyo de dos grandes figuras de la emigración, los socialistas Negrín y Prieto. Continúan a distancia y fuera del tiempo real las fisuras que acabaron con el Fren te Popular en 1939. Los anarcosindicalistas de la CNT celebran por entonces en F rancia una reunión de la que salen también escindidos. Mientras tanto Martín Artajo de clara el 22 de agosto: Nuestro sistema de gobierno camina hacia formas de represe ntación popular y libertad política . Y Franco aprovecha la ocasión de clausurar el cong reso nacional de pesca en Vigo, el 23 de agosto, para hablar de próximas eleccione s y advertir a quines ya se repartían la piel de oso: No hemos hecho más que empezar El 28 de agosto se conoce la lista de los ministros de Giral,; al revés de lo que intentaba Franco aquello no era la tercera, sino la segunda República española. Neg rín, que sólo deseaba la presidencia del gobierno, no aceptó cartera alguna. Un antigu o ministro monárquico, don Ángel Osorio y Gallardo, estaba allí sin cartera y sin part ido y sin suelo bajo los pies. Junto a él una figura del futuro, don José Tarradella s de Esquerra Republicana. La lista sería inoperante pero en aquellos momentos pro vocó el pánico entre los conspiradores monárquicos y reafirmó a Franco en su voluntad de resistencia. El 1 de septiembre de 1945, sexto aniversario del comienzo de la segunda guer ra mundial que acaba de terminar, el arzobispo primado don Enrique Pla y Deniel firma una nueva carta pastoral que constituye el tercer movimiento de la Iglesia , ya representada en el gobierno, para salvar a Franco y a su régimen. España dice no e ntró en la guerra a pesar de poderosas presiones y situaciones difíciles. Desde hace mucho siglos no se había reconocido teórica y prácticamente la independencia de la Ig lesia como por el actual gobierno . El Fuero de los Españoles, recién promulgado, marca una orientación de cristiana libertad, opuesta a un totalitarismo estatista . Y fre nte a la revancha con que sueñan los republicanos exiliados el Primado recuerda a los trece obispos, cerca de ocho mil eclesiásticos y al menos cien mil católicos ase sinados por serlo en la guerra civil, de la que confirma: La Cruzada fue un plebi scito armado . Con tesis tan claras la Iglesia española rechazaba las tesis de Postd am sobre el origen del régimen de Franco y por supuesto las regresiones vindicativ as y retrógradas de los exiliados. La Iglesia actuaba entonces en Europa occidenta l como fuerza vertebradora de la nueva situación democrática y empezaba a ofrecer en la Europa oriental el testimonio de sus nuevos mártires que no aceptaban sin más la opresión del Imperio de Stalin. En España la Iglesia salvada por Franco mostraba ah ora su gratitud salvando al régimen por tres veces a lo largo de 1945. Esto es alg o que casi nadie comenta pero que en un análisis histórico nunca podremos olvidar . 1 Reacciones en torno al manifiesto de Lausana en mi libro Don Juan de Borbón.. .op. cit. p. 410s.donde se analizan también los movimientos de la Iglesia a favor de Franco. Informes sobre represión en Filipinas, en cata al autor del P. Manuel C arceller O. A. R. del 9 nov. 1973. Nacionalización de la Telefónica en A. Sampson, T he Sovereign State of 1T1 N. Yor . Stein and Day, 1973, p. 49. Final de la guerr a mundial en Hüber y Müller El Tercer Reich, op. cit. Actuación de la Legión Clandestina en R. Proctor, La agonía..., op. cit., p. 278. Gestiones Shirer en San Francisco, ibid. p. 283. Comentarios de Franco a la victoria aliada en F. Franco Salgado, Mis conversaciones..., op. cit., p. 67. Actuaciones de Martín Artajo en Ernesto La orden (ms España estuvo cercada, facilitado por el autor.) España ante Potsdam en mi artículo de Historia y vida 90 (suplemento 1978) 16 s. Entrega de Laval en José A. Flaquer, Noticiero Universal, Barcelona, 13 nov. 1973. Actividad de exiliados en J. Rubio, La emigración..., op. cit., II p. 580 s. Durante el asedio exterior contra España, don Juan de Borbón eligió la oposición de F ranco como alternativa al retorno de los vencidos de la guerra civil. Pero Franc o decidió permanecer y la gran mayoría del Ejército le apoyó en ese empeño.

Capítulo 11:El cerco internacional y la segunda victoria 1945-1955 DON JUAN LLEGA A ESTORIL: CHURCHILL HABLA EN MISSOURI Con la condena de Potsdam en agosto de 1945 se abre un nuevo período de la hist oria de España y de la biografía de Franco- que explicaré en tres capítulos: primero el actual, desde esa condena a la retractación de las Naciones Unidas y la reintegración plena de España en el concierto mundial, que equivale para Franco a una segunda victoria y tiene lugar visiblemente en 1953/1955; pero no solament e en cuanto a la dimensión política exterior, sino también en cuanto al resurgimiento económico y social; porque durante este período, por tantos conceptos agónico, España re cupera sus cotas económicas perdidas después de 1930 e inicia, prácticamente por sus s olos medios, la etapa siguiente, que será nuestro capítulo 12: Transformación, desarrollo y sucesión, entre 1956 y 1969, la época de la plenitud e conómica, social y cultural también cultural, en el sentido más amplio y profundo del tér mino- del régimen de Franco. El último capítulo continúa ese desarrollo con fuerza; pero desde el punto de vista biográfico marca también la decadencia de Franco y por eso titulo al capítulo 13 y final de este libro Decadencia, agonía y muerte de Franco entr e 1969 y su final en 1975. En sentido amplio, durante este período se inicia la qu e llamamos transición histórica, cuyo punto de arranque e impulso primordial se adel ante unos tres años, a 1966, debido a la actitud de la Iglesia de España impulsada po r la de Roma para despegarse del régimen de Franco al cual había estado profundamente vinculada. En ocasiones anteriores he englobado la trayectoria del régimen de Fra nco con el nombre de Historia del franquismo. Al profesor Luis Suárez no le agrada este término, porque ha sido utilizado peyorativamente por los enemigos de Franco . Comprendo su actitud, y me basta para no insistir ahora; pero mi intención, que creo también fundada, consistía en que nunca me ha gustado dejar al enemigo el monop olio de las denominaciones y por eso, sin negar jamás el significado de cruzada qu e tiene la guerra civil de 1936, quise también llamarla guerra civil, porque ése era el nombre común, que no deseé nun ca entregar a posiciones de raigambre republicana o roja; pude demostrar, además, que el propio Franco se refirió muy pronto a la cruzada como guerra civil. Es cues tión de nombres; y por supuesto que Franco nunca quiso que se creara a su alrededo r un partido franquista como pretendía su hermano Nicolás en 1937. Pero el término fran quismo , acuñado por el uso, no debe ser entendido sin más en sentido negativo, porque Franco no ha dejado, para muchos españoles, una huella negativa sino altamente po sitiva en la Historia. Acabamos de ver cómo la Iglesia de España, de pleno acuerdo con la de Roma (el de sacuerdo sería impensable entonces como hoy) salvó con tres importantes intervencion es al régimen de Franco en 1945: En las tres actuó el Primado, don Enrique Pla y Den iel; la última en su carta pastoral del 1 de septiembre. Dos días más tarde el cuñado de Franco y arquitecto de su régimen, don Ramón Serrano Suñer, le escribió una carta acons ejándole la capitulación. Desplazado del poder por una gestión de Carrero Blanco tres años antes, Serrano Suñer expresa a Franco su total desilusión con el Régimen ya desde a ntes de su cese y recalca que la evolución política sigue siendo ahora tan necesaria como antes . Extraña que don Ramón añada: la apariencia totalitaria les da (a los aliados ) pretexto para cualquier agresión .(La apariencia totalitaria había sido impresa en e l régimen por el propio Serrano). El primer presidente de la Junta Política recomien da: la Falange debe ser hoy honrosamente licenciada con la conciencia de haber se rvido a España lo que confirma la presunción de la Vieja Guardia sobre la insincerida d falangista del antiguo diputado de la CEDA. Propone un frente nacional detrás de ti... con todo lo español no rojo . Concreta algunos nombres enteramente rechazables para Franco con vistas a un gobierno, aunque aceptó su colaboración marginal durant e la guerra: Cambó, Ortega, Marañón, antes de sugerir un plebiscito organizado por el p ropio Franco a favor de la Monarquía. Franco llegaba al Pardo el 5 de septiembre y meditaba, con encontrados sentimientos, sobre la noble y utópica carta de su cuñado y primer colaborador. Hablaron poco sobre ella, sin concretar; fue su último conta cto político. Franco no hizo el menor caso pero comentó con satisfacción algunos párrafo s de las pequeñas Memorias de un gran político del pasado que contribuyó al último ascen

so de su carrera militar; don Alejandro Lerroux, que clamaba desde Buenos Aires: La República provocó la impunidad del saqueo, el incendio y el asesinato Se había ganad o el regreso, que emprendió silenciosamente para morir muy poco después. En cuanto a l a carta de Serrano Suñer la única y dudosa consecuencia fue el decreto del 11 de sep tiembre, por el que Franco suprimía el carácter oficial del saludo brazo en alto, or iginado, según él, en tiempos ibéricos y desnaturalizado luego por forzadas imitaciones. El saludo persistió pe ro ahora con carácter voluntario; pocos militares lo utilizaban. El 17 de septiembre, camino de San Sebastián, Franco dice en Vitoria: Nuestro Mo vimiento vino a salvar a España. Vino a devolver a los españoles, con el orden, sus derechos, sus fueros y sus libertades . El Movimiento no había traído la libertad demo crática ni Franco lo decía; pero sí había traído para media España la libertad de vivir, y m uchos españoles así lo creían, porque lo vivían. El 18 de septiembre el gobierno español c ede ante la fuerza francobritánica alentada cínicamente por la URSS y anuncia con medi as palabras la retirada española de Tánger, que en aras de la concordia, vuelve al régi men estatutario . La marea roja provocada por la victoria de la URSS, aprovechada por los exili ados en México y coincidente con la iniciativa de los conspiradores monárquicos y el propio Serrano Súñer parecía inundar a medio mundo. Sólo en el mes de agosto se producían la caída de Churchill, la toma de Hanoi por el comunista indochino Ho Chi Minh, l a entrega del poder al líder independentista Su arno a poco de retirarse los japon eses de Indonesia, las antiguas Indias holandesas; la ruptura de Tito con el rey de Yugoslavia, la ocupación soviética de la Mongolia exterior, la entrevista de Chi ang Kai Che y Mao Tse Tiug, la división de las dos Coreas con una comunista al no rte y otra en la órbita americana al sur. El mundo de la posguerra se configura co mo Franco había previsto y anunciado. Para España, la historia secreta del verano de 1945, hoy ya revelada, confirma dos movimientos cuyo objetivo era el mismo: la utilización de don Juan de Borbón, al que uno y otro bando de sus consejeros (los rupturistas y los colaboracionistas ) habían convencido de la necesidad de salir del encierro suizo y trasladarse a Es toril como antesala del trono. El frente monárquico trabaja en inconcebible desunión , con sus centros personales en Lausana (don Juan. Oliván-Vegas) Portugal (Gil Rob les y Sainz Rodríguez, no bien conectados) y el interior, con Kindelán, alejado del infante don Alfonso y desconectado del general Aranda. La desconexión entre los tr es centros, por llamarles de alguna manera, es total. A partir del 14 de agosto se reúnen en Sanlúcar, lugar del confinamiento del infante don Alfonso, el general K indelán y el equívoco enlace Rafael Calvo Serer. Discuten un borrador de documento c onminatorio que don Juan pensaba dirigir a Franco. Se encargó al general Orgaz la consulta a los capitanes generales sobre el documento; estaba claro que a don Ju an le interesaba por encima de todo un pronunciamiento militar. Pero Franco, que no perdía ojo a la conspiración monárquica, designó a Orgaz jefe del Alto Estado Mayor (hasta entonces era sólo adjunto del general Dávila, recién nombrado ahora ministro) y Orgaz contestó a Kindelán: Cuando a mí algunas gentes me hablan de un gobierno de generales, yo miro alrededor y no los encuentro . Ante el desánimo de Orgaz, el infante dirige la consulta a varios generales: ¿Debe dirigir el rey al Generalísimo una suprema exh ortación para que abandone el poder? . Franco, informado por Calvo Serer según relató el almirante Fontán al autor en 1973, se disponía a actuar ante las vacilaciones de su s adversarios. Kindelán se lo facilita: en la clausura de curso en la Escuela Supe rior del Ejército de la que era director había propuesto la restauración próxima según pro mesas de Franco y el 25 de septiembre la BBC divulga unas nuevas declaraciones s uyas (apostilla Gil Robles: Cuánto mejor que se hubiera callado ) anunciando la resta uración para antes de seis meses y sin golpe de Estado. Lo que le llegó a vuelta de correo fue su cese, con fecha 28 de septiembre de 1945. Al comentar este cese, O rgaz proponía en carta a Kindelán acentuar la soledad de Franco y el propio cesado p ensó por un momento en pedir el retiro.

Con tan sencillo procedimiento Franco hizo abortar el nuevo proyecto de carta de los generales, que se escribió pero no se envió, aunque Víctor Salmador crea que sí: Gil Robles confirma el aborto en su diario del 10 de diciembre de 1945. La comu nicación era durísima pero quedó inédita. El frente monárquico interior y militar quedaba, una vez más, desmantelado. El diario de Gil Robles, más espectador que actor por el momento, se mueve en dirección más realista; el apoyo de Inglaterra, a la aceleración del traslado de don Juan a Portugal y las negociaciones con los católicos que han accedido al gobierno de Franco. Gil Robles intenta segar la hierba bajo los pie s de Martín Artajo y le priva de varios colaboradores aunque luego accede a darle un margen de confianza que pronto se agota. Critica duramente al general Aranda por sus contactos con las izquierdas y por lo utópico de su proyecto de sublevación. Anota una curiosa sugerencia de Aranda sobre la formación de un partido centro pa ra poder negociar con las izquierdas. Al comenzar diciembre de 1945 Gil Robles, hasta entonces confinado en Bussaco, al norte de Portugal, recupera su libertad de movimientos y regresa a Lisboa. Pero se mueve también el frente monárquico del régimen, dirigido tenazmente por Car rero Blanco. En septiembre Carrero dirigía a Franco un informe de situación en que a puntaba como fundamental la decisión anglosajona de no permitir en España un dominio comunista sólo ante el convencimiento o aun el temor de que cualquier intento de c ambio conduciría a esto, acabarán dejando que el régimen actual se desarrolle en paz . Desprecia Carrero a la minoría monárquica: Algunos gen erales con vanidad y sin prestigio a quienes no seguiría ni el asistente es el gru po más importante . A pesar del disgusto provocado por el Manifiesto de Lausana Carr ero vuelve a indicar que Franco sigue penando en don Juan, a quien habría que recu perar, separarle de masones y recabar su cooperación al advenimiento de la Monarquía Católica Tradicional. Parecido tenor es el de la carta que Carrero hace llegar en septiembre a Eugenio Vegas (vía Calvo Serer) junto con el proyecto de una entrevi sta en las próximas Navidades entre don Juan y Franco, que se frustró ante varias fi ltraciones. Fue el propio Franco quien, por medio del exembajador en Francia, Mi guel Mateu Pla, invitó formalmente a don Juan para que estableciera su residencia en España. De esta forma Franco trataba de contrarrestar el creciente acoso exteri or contra su persona y su régimen. Luca de Tena y Sangróniz reiteran el ofrecimiento . Don Juan no aceptó y, además, comunicó a los emisarios que varios generales pensaban sublevarse contra Franco después de la frustrada conminación a la que nos hemos ref erido. Franco no va a oponerse al viaje de don Juan a Lisboa y sigue pensando, a l empezar el año 1946, en la conveniencia de entrevistarse con él porque confía en atr aérselo a su causa. Quizá como eco lejano del mitin antifranquista organizado el 23 de septiembre e n el Madison Square Garden de Nueva Yor (con mensajes radiados de Negín y el inev itable Las i) las fuerzas armadas norteamericanas clausuran su oficina de compra s en España, recién abierta, y anulan pedidos por valor de veinte millones de dólares. Los partidarios de Franco formulan a veces su apoyo con excesivo incienso, como el ministro José Ibáñez Martín por esos días: Ese Caudillo admirable, que investido con la armadura de su fe, ha sido para España el escudo de nuestra grandeza, artífice y ga rantía de nuestra auténtica libertad . Un consejo de ministros celebrado el día de la Ra za anuncia la puesta en vigor del Fuero de los Españoles; se convocan elecciones m unicipales para el siguiente mes de marzo y se establece el sistema de referéndum popular para determinadas leyes. Tres días después De Gaulle niega el indulto a Pier re Laval, ejecutado en estado preagónico y en circunstancias vergonzosas para la n ueva Francia. Franco inaugura el mismo día el curso en la Escuela Superior del Ejérc ito con una conferencia sobre las lecciones de la guerra mundial. Nada hay dice que pueda compensar los estragos materiales y morales que una contienda de este alc ance encierra . Revela que durante la guerra mundial estudió a fondo sus aspectos táct icos y que se han menospreciado las posibilidades de la batalla defensiva, probl ema al que no tardaría en dedicar unas páginas (ABC de la batalla defensiva) para us o exclusivo entre generales y altos jefes del Ejército. Muchos años antes de que estallase una tremenda prueba de sus asertos en Vietna m, analiza Franco los sistemas y procedimientos tácticos que neutralicen las acumul

aciones de material . Mientras de Gaulle trataba fríamente de reducir la vergonzosa derrota militar de Francia a un simple error en el empleo de las unidades blinda das, Franco atribuye esa derrota, como la italiana, a la falta de decisión de luch ar, que en el lenguaje llano se llama valor. Y el 22 de octubre Franco firma la ley del referéndum, luego elevada a fundamental, que presentará ante el exterior com o un argumento para la democratización. Llueve por fin, a raudales, el 30 de octubre; el cauce madrileño del Lozoya lle vaba seco cinco meses por vez primera en la memoria de las gentes serranas. Muer e, al día siguiente, el gran pintor Ignacio Zuloaga. Después de citar las evaluaciones de los servicios británicos y norteamericanos s obre la situación política española en el otoño de 1945, donde se destaca la ineficacia de los conspiradores monárquicos y la fortaleza de Franco, el investigador Marquin a Barrio señala que el fin de la segunda guerra mundial supuso para el régimen del ge neral Franco una permanente pesadilla . Tiene razón; y quedaban aún a lo largo de 1946 amargos tragos de esa pesadilla pero el informe Carrero de septiembre estaba en lo cierto y desde un punto de vista objetivo la crisis histórica sufrida por el rég imen de Franco había pasado ya cuando se acercaba el final del año decisivo, 1945. M ientras sus enemigos y sus émulos dependían casi exclusivamente del apoyo exterior, Franco parecía actuar como si hubiera adivinado ya su victoria. Y es que realmente el citado informe lo prueba la historia contemporánea de Europa no registra un caso semejante de supervivencia en circunstancias tan cerradas. El exembajador americano Carlton Hayes sale briosamente en defensa de España a mediados de noviembre con su libro Misión de guerra en España . No le imita su desdi bujado sucesor Norman Armour que dimite por esos días, quizá afectado de aburrimient o, aunque permanecerá en su puesto hasta fines de año. De Gaulle tiene que ceder el 16 de noviembre ante los comunistas a quienes otorga cinco carteras. Tras el toq ue de rebato del Primado es el propio Papa Pío XII quien el 18 de noviembre de 194 5 dice públicamente a Franco y recuerda a los españoles la fuerza del espíritu que salvó la fe en la hora dolorosa . Al día siguiente la prensa mundial, dispuesta a creerse cualquier dislate sobre España, publica los primero rumores sobre fabricación de bom bas atómicas en lugar tan quijotesco e increíble como Ocaña, el escalón manchego. Con mo tivo de una nota del llamado gobierno republicano que el 20 de noviembre rechaza ba toda posibilidad de plebiscito sobre la Monarquía, el doctor Giral, Prieto y Ne grín se enzarzan cada uno en su particular torre bizantina. Siguen desapareciendo grandes españoles: el doctor Gómez Ulla el 24 de noviembre, el pintor José María Sert el 27. Por fin el Congreso Mundial Judío agradece oficialmente a España la protección di spensada durante la guerra mundial y la exhausta economía de los españoles acude sin vacilar a la llamada de la Hacienda pública para cubrir, con más del 100 por 100 de exceso, la emisión de obligaciones del Tesoro abierta el 26 de noviembre. Muere del 2 de diciembre un héroe de leyenda: el genera laureado Saturnino Martín Cerezo, defensor de Báler, el último de Filipinas. Otros héroes más recientes no se ada ptan bien a la paz: el 7 de diciembre la policía sufre varios heridos al disolver, en Pamplona, una asonada que la prensa califica como falcondista . En vanguardia e xterior de la defensa española, el joven presidente de Pax Romana, Joaquín Ruiz-Giméne z, habla por España en Londres y Nueva Yor . Prosigue con intermitencia una insufi ciente reforma agraria: el Instituto de Colonización adquiere cuarenta y tres finc as extremeñas al conde de la Puebla del Maestre y las reparte en quinientos lotes. El cada vez más íntimo colaborador de Franco, Luis Carrero Blanco, multiplica sus s eudónimos que en esta época son de carácter marítimo: Nautílus, Orion. Con el primero de e llos protesta gallardamente el 12 de diciembre contra el antijurídico enjuiciamien to criminal de varios militares alemanes en el proceso de Nürenberg. Franco viaja a mediados de diciembre a Extremadura para planear los regadíos del Guadiana y par a manifestar que piensa presidir la realización del Plan Badajoz de importantes rega díos. Gil Robles lo ve claro cuando anota en su diario del 26 de diciembre: Franco ha hablado en su excursión por Extremadura como quien tiene el propósito de mantene rse muchos años en el poder . El día 20 clausura como de costumbre el curso del Consej

o de Investigaciones en la Academia. El 26 de diciembre el embajador Normen Armour, de vacaciones en su país, dice p or fin algo que además resulta certero: En España no existe oposición organizada a Fran co . El paso de 1945 a 1946 registra un temporal de protestas españolas por la opres ión de la propaganda exterior adversa: las formulan las Cortes, el Tribunal Suprem o, el Colegio de Abogados, el consejo de ministros, los ayuntamientos, los tres ejércitos en una especialmente cálida adhesión a Franco con motivo de la Pascua Milita r de 1946. A pesar del barro que se ha lanzado sobre España y el que fundadamente se espera para el año que empieza, esta vez sí que hay espacio para balances y en él f iguran partidas como la magistral meditación de Zubiri Naturaleza, Historia, Dios, la reaparición de Ridruejo con su admirable Poesía en armas, la inesperada resurrec ción del conde de Romanones con su Breviario de política experimental, el Quevedo de Astrana, las conferencias de Benavente en Argentina a favor de Franco, el orto de dos grandes directores de orquesta Toldrá, Argenta el París del eterno Azorín y sobre todo el triunfal retorno, en agosto, de don José Ortega y Gasset, saludado con en tusiasmo por toda la prensa, sin excepciones. Se consagran, en un plano popular, dos españoles dispares: el niño prodigio del ajedrez, Arturo Pomar y el mayor torer o de la Historia, Manuel Rodríguez, Manolete. Uno y otro saldrán a defender su habil idad, su arte y su patriotismo en quijotescas misiones cuando durante al año que a lborea el frente exterior intente la más enconada de sus ofensivas contra España. El llamado jefe del gobierno republicano en el exilio, doctor José Giral, viaja a Francia como ciudadano particular por imposición de Gaulle, sin saber que el go bierno británico descartaba el apoyo a una situación republicana en España por temor a una nueva guerra civil y a una toma del poder por los comunistas en un momento gravísimo para Francia cuando los comunistas, instalados en el poder, amenazaban c on situar a su jefe Thorez al frente del gobierno tras echar a De Gaulle. Giral difunde, además, otras declaraciones que no agradan a nadie y son exageradas con m atices antipatrióticos en la prensa española. En uno de los momentos más bajos de la h istoria contemporánea occidental una oleada de venganzas, so capa de depuración, se abate sobre Francia con millares de víctimas; se instauran, como Franco había predic ho, gobiernos provisionales en el este de Europa y siete millones de alemanes so n expulsados de sus hogares por imposición soviética. En tan amargas circunstancias de Europa llega a Lisboa el fundador de la Asociación Católica nacional de Propagand istas, ya sacerdote, don Ángel Herrera Oria, que abraza a José María Gil Robles, con q uien había compartido la gran aventura posibilista de la derecha católica durante la República. Herrera llega a Portugal como virtual emisario de Franco a través del gr upo católico instalado en el gobierno de Madrid y trata inútilmente de convencer a s u amigo que le ayuda en la Misa para que se incorpore al proyecto de restauración mo nárquica deseado por Franco, Gil Robles vacila y lo piensa, pero por la noche reco mienda a un emisario británico que se intensifique la presión exterior sobre España. ¿Cómo no advierte Gil Robles el lado negro de semejante consejo? Al día siguiente Gil Robles comunica a don Ángel Herrera su contrapropuesta: Franco debe reconocer a don Juan como rey, se acepta la idea de Franco para l a creación de un consejo del reino pero Franco tendría que fijar un plazo para la transmisión del poder. Un plazo fijo, aunque fuera amplio. Herrera regresa sabi endo que Franco no aceptará jamás esa pauta. Por iniciativa británica se comunican a G il Robes proyectos para un acuerdo entre monárquicos y republicanos y crear una co nfederación democrática contra Franco. Los generales Aranda y Beigbeder, que dirigen el núcleo más activo de la conspiración interior, han aceptado la idea. Gil Robles, c on sus recueros de la Republica muy vivos, la rechazará durante varios meses. El 7 de enero de 1946 don Juan escribe a Kindelán para explicarle que ha accedi do a viajar a Portugal según propuesta que le hace Franco por medio de José María Orio l, y una vez oído el consejo de los embajadores de los Estados Unidos y Gran Bretaña , sobre la necesidad de ceder algo en las formas ante Franco ya que en el momento presente el general Franco era dueño absoluto de la situación interior . Por tanto, d on Juan va a Portugal sin otro compromiso que una vez allí organizar la entrevista

con el general Franco en la que debe quedar claro que la Monarquía no será jamás el rem ate del régimen, porque Franco debería percatarse del inmenso servicio que prestaría a España abandonando voluntariamente el poder . Los dos altos personajes pensaban, pue s, en su entrevista desde ángulos diametralmente opuestos, quizá por eso la entrevis ta no se realizó entonces, aunque Carrero aduzca unas razones circunstanciales las filtraciones para su aplazamiento. Mientras tanto el gobierno más izquierdista de que jamás haya disfrutado Francia (excepto el siguiente, apartado ya De Gaulle) va a dirigir una tremenda ofensiva contra Franco, orquestada por André Marty, el carnicero de Albacete , organizador de las brigadas internacionales en 1936 y flanqueado, ahora como entonces, por Dol ores Ibárruri, la Pasionaria, que acababa de publicar un folleto sobre los fundamen tos de la España libre y por sus correligionarios Juan Modesto, Mije y Duelos, orad ores en un resonante mitin comunista en la sala parisina Pleyel. Esta vez el pre texto es impedir la ejecución del antiguo resistente comunista Cristino García, capt urado por la Guardia Civil después de una serie de atracos en poblaciones y campo abierto. Son condenados con él nueve partisanos más y el 17 de enero la Asamblea Con stituyente francesa pide al gobierno el cierre de la frontera española. Continúan la s protestas en el Palais Bourbon mientras Churchill, al día siguiente en Miami, ad vierte: Los ataques contra Franco servirán para consolidar a los españoles en torno a él . Franco conserva muy vivas las enseñanzas de los errores y debilidades del caso F errer en 1909 sus tiempos de Academia y no se repetirá, tras la ejecución de Cristino, la crisis política española que terminó con el gran gobierno Maura en aquel año lejano. Al revés, Franco envía el 21 de enero tres nuevos refuerzos a su frente exterior: Pablo Churruca al Vaticano, Pedro G. Con de a Lima, Eduardo Aunós a Río de Janeiro. El 23 de enero la Asamblea francesa aplic a a De Gaulle el desdén procomunista que había defenestrado a Churchill y el altivo jefe de la Francia Libre recibe sólo tres votos frente a los 497 de su compañero de Argel, Félix Gouin, y se retíra a Colombey hasta que Francia vuelva a llamarle. El n uevo jefe del gobierno francés es uno de los artífices de la campaña antiespañola que va a incrementarse. En su equipo hay siete ministros comunistas y seis democristia nos resistentes del MRP. Maurice Thorez, el líder del PCF, es vicepresidente y Fra ncia se salvará para Occidente casi de milagro. Franco calibra bien la situación y e l 28 de enero se publican en muchos periódicos del mundo sus declaraciones a Dvid Mac enzie de la Associated Press: Los perfeccionamientos y evoluciones que el régim en exige lo serán por necesidades internas y voluntad de los españoles . Emplea por pr imera vez una fórmula importante: España es un país de constitución abierta y no cerrada . Y con la mirada en el estuario del Tajo insinúa: El problema de la Monarquía es cosa que no inquieta . Las doce universidades españoles le envían su adhesión el día 30. Al día s iguiente muere el jefe del Alto Estado Mayor, general Luis Orgaz, que fue jefe d e la División Reforzada en Madrid y creador de las eficaces academias de oficiales provisionales en la guerra, Ha conspirado contra Franco y se ha retirado de la conspiración. En sus últimas cartas aparece cansado desanimado, desprovisto de horiz onte. Dos días antes que don Juan emprenda viaje desde Lausana a Estoril le alcanza u na carta de Franco en que le manifiesta su decepción por la gestión de su enlace Ori ol -que transmitía a Franco una total identificación entre don Juan y el Caudillo-y le confiesa que se arrepiente de haber sugerido el viaje a Portugal sin comproba r antes el alcance verdadero de vuestro viaje y las limitaciones que razones de o rden internacional e interior imponen . Pero ya es tarde. Inglaterra mandaba más que Franco en el Portugal de Salazar y Franco además, no se atreve a volver sobre su palabra y pedir a Salazar que impida la llegada del conde de Barcelona. Tras una breve escala en Londres don Juan llega a Lisboa el 2 de febrero de 1946 y se in stala en Villa Papoila, que poseen en Estoril los marqueses de Pelayo, que finan ciaran antaño la empresa político-cultural Acción Española. El mismo día se conoce una imp ortante declaración del líder laborista Ernest Bevin en Londres: La propaganda de Mos cú y del partido comunista constituyen hoy el mayor peligro para el mundo y su paz . Franco siente que el mundo libre comienza a darle la razón; se vuelve contra Stal in el mismo argumento que Stalin había esgrimido en Potsdam contra Franco y un sec

retario laborista del Foreign Office pone en plena ONU uno de los más claros jalon es iniciales del camino hacia la guerra fría. Ante semejante anticipo poco importa que, por interesada inercia, la sección londinense de la ONU ratifique e incluso agrave el 9 de febrero la sentencia de Potsdam contra Franco; tanto más cuanto que siguen afluyendo al Pardo adhesiones significativas, como la que envían las empre sas periodísticas españolas el 6 de febrero, o la que comumcan personalmente a Franc o, antes de salir para Roma, los tres nuevos cardenales españoles, Pla y Deniel, A rce y García Parrado, el día 4. Franco encomienda al exministro del Aire y antiguo representante de don Juan en España, Juan Vigón, la importante jefatura del Alto Estado Mayor el 8 de febrero. Deja que se cumpla la sentencia de muerte contra Cristino García y sus nueve comp añeros. Y publica la noticia de la ejecución, con lo que la prensa europea de inspir ación e influencia comunista rebasa todos los límites agresivos contra España. En vist a de ello Franco actúa en primer plano durante todo el mes de febrero. El 9, al in augurar el tramo electrificado entre Madrid y Segovia, dice que alegraría a muchos destruir una solución inédita, social, católica y española . Al historiar esos graves momentos de España no debe disociarse la coincidencia en el tiempo de dos procesos: la conspiración monárquica y la brutal presión exterior, ahora dirigida por los comunistas franceses. Esta coincidencia pondría a veces en situación tan desairada a los monárquicos que éstos se sintieron alguna vez obligados a repudiar los excesos de la campaña exterior, que ellos mismos, según acaba de con fesar Gil Robles, habían alentado sin medir las consecuencias. En su primer encuen tro, celebrado el 4 de febrero, Gil Robles propone a don Juan crear la Coalición M onárquica Nacional (llamada después Confederación de Fuerzas Monárquicas) pero se sigue oponiendo a negociar con la plataforma de izquierdas Agrupación nacional de Fuerza s Democráticas al enterarse de que los comunistas han ingresado en ella. Por su pa rte Sainz Rodríguez, en conexión con los conspiradores del interior, Aranda y Beigbe der, tiene menos empacho en montar los contactos con la izquierda; entre él y Gil Robles la desconexión es patente y se deriva de la aguda desconfianza de monárquicos y católicos durante la República. El 13 de febrero de 1946 un nutrido grupo de personalidades monárquicas publica el Manifiesto de los quinientos (en realidad son 497) interpretado por Gil Robl es como documento de salutación y conocido como el Saluda . Queremos -dicen los firmante s que reciba V.M. el testimonio de nuestra más firme adhesión. No pretendemos con ello exteriorizar simplemente un sentimiento, sino expresar nuestra convicción profunda de que sólo la Monarquía encarnada por V.M. por feliz conjunción sucesoria de las dos ramas dinásticas puede ser base sólida de un régim en estable y definitivo, conforme a la tradición histórica española, adecuada a las ne cesidades del momento presente, apta para colaborar con las demás naciones . La rela ción completa es aparentemente abrumadora; casi toda la gran Banca, numerosos cate dráticos, varios representantes de la alta nobleza, muchos profesionales (abundan los ingenieros de Caminos) un bloque de exministros de la Corona y algunos del p ropio Franco. Pero no hay un solo militar en la relación; se preparaban, además, otr os dos escritos que no llegaron a cuajar, uno de diputados republicanos y otro d e militares. Sin embargo, las ausencias en la lista que jamás se publicó en vida de Franco eran tan conspicuas como las presencias. El gobierno decidió algunos ceses (prácticamente simbólicos) e impuso algunas sanciones. Franco logra aislar a varios firmantes, q ue luego colaborarían con el régimen. El 16 de febrero, cuando preside la entrega de fajines a una promoción de Estado Mayor, no puede evitar el tono de arenga: A noso tros no nos arrebata nadie la victoria: Cuando no se puede vencer a los pueblos francamente alude con mucha claridad a la actividad partisana se les mina la retag uardia, se les mina la unidad, se les envían terroristas . Desde ese día y con cualqui er pretexto se organizan manifestaciones algunas veces espontáneas en Madrid y en muchos puntos de España. El 23 de febrero la prensa publica varios ceses que se refieren más a la carta de los procuradores

de 1943 que al reciente manifiesto, si bien los personajes ahora eliminados de l as Cortes firmaron los dos documentos: el duque de Albal el exministro Galarza, don Juan Ventosa, don Pablo de Gamica, Eduardo Martínez Sabater, Alfonso Sala Amat . Por fin el gobierno francés (que otorgaría una condecoración a Cristino García por sus hazañas en la resistencia francesa) decide cerrar la frontera con España a partir d el 1 de marzo y además renovar la presión sobre los Estados Unidos y Gran Bretaña para romper relaciones con Franco y trasladar el tema a la ONU . Franco ordena adelanta r el cierre de la frontera , es la primera vez que las dos granes naciones vecin as quedan incomunicadas en tiempo de paz. En este ambiente resulta especialmente significativa la declaración del nuevo cardenal primado Pla y Deniel en Roma: el 27 de febrero: Ante el mundo que no nos comprende hay que proclamar la voz de la Cruzada . Momento tan crítico es el que elige el mentor de don Juan, José María Gil Robl es, para ultimar en Estoril el texto de las Bases fundamentales de la Monarquía es pañola que instauran un Consejo del reino, describen unas Cortes prácticamente orgánic as y señalan tres postulados esenciales: la confesionalidad católica del reino, la u nidad sagrada de la Patria y el carácter representativo de la Monarquía. El régimen mo nárquico de las Bases parecía gemelo del régimen que Franco deseaba y por eso no era u n sistema democrático. Como consecuencia de la renovada actividad monárquica Franco decreta el confinamiento del general Kindelán en la isla canaria de la Palma, con fecha 25 de febrero de 1946. Un miembro del Congreso de los Estados Unidos, el republicano Thomas Huntley, toma el relevo del escritor William Thomas Walsh en la defensa de España: es el 1 de marzo, fecha en que el ministro Martín Artajo reprocha a Francia su falta de h idalguía en el cierre de la frontera, después de lo que España hizo por ella en los mo mentos aciagos de la derrota total. El cardenal Spellman, que viaja desde Roma, habla en Madrid unas horas con el ministro español el 3 de marzo. Al día siguiente s e publica en Londres, París y Washington una impertinente declaración tripartita con tra España. Se afirma, sí, que no se tiene intención de intervenir en los asuntos inter nos de España, el pueblo español tiene, a la larga, que buscarse su destino Pero los gobiernos firmantes tienen la esperanza de que los españoles patrióticos y de mentali dad liberal de más relieve puedan pronto encontrar medios para lograr la retirada pacífica del general Franco, la abolición de la Falange y el establecimiento de un g obierno transitorio. La amnistía política, el regreso de los españoles exiliados, la l ibertad de reunión y asociación pública, y la adopción de medidas para celebrar eleccion es públicas son esenciales. Un gobierno interino que se dedicase al logro de estos fines recibirá el reconocimiento y apoyo de todos los pueblos de la libertad. Tal reconocimiento comprendería plenas relaciones diplomáticas y la adopción de medidas prác ticas para ayudar a resolver los problemas económicos de España. Ahora tales medidas no son posibles . Según testimonio de López Rodó, no acorde con otros, la Secretaría de don Juan reacci onó patrióticamente y repudió como absolutamente intolerable tal injerencia extranjera en los asuntos de España y su régimen político. El 18 de octubre de 1947 Gil Robles, en una nota para el gobierno británico, criticó duramente la declaración como atentato ria a la dignidad de España. Una extemporánea reacción del general Ponte, desmoralizad o por la nota aliada contra Franco, fue cortada pr el general Varela y el Ejército afirmó su unidad en torno a Franco tras la desatentada agresión exterior. Franco se toma un tiempo para responder a la agresión tripartita. Quizás porque g raves acontecimientos exteriores corren a su favor con mucha mayor fuerza que cu alquier protesta española. Al día siguiente, 5 de mayo, cena en el palacio del Pardo con el nuncio, los tres cardenales españoles y uno portugués. Ese mismo día Winston C hurchill declara formalmente la guerra fría de Occidente a la Unión Soviética en solem ne ocasión, en presencia del presidente Triuman, durante su discurso que se comenta ría semanas y semanas, año tras año- en el Westminster College de Fulton, Missouri: De Stettin en el Báltico a Trieste en el Adriático una cortina de hierro ha descendido sobre Europa . Cortina de Hierro, o como se tradujo en España, Telón de Acero, era la expresión definitiva del hombre que había ganado la batalla de Inglaterra. Y ratificó su postura con frases que parecían tomadas de los discursos de Franco: Los partidos comunistas constituyen una amenaza y un peligro para la civilización cristiana . El

exembajador sir Samuel Hoare, en su silencio londinense, recordaría algunas predi cciones de su interlocutor en El Pardo. La reacción de Stalin fue terrible, espume ante. Y la comunicó al mundo titulaba Arriba en Madrid por uno de sus cuernos sonoros, el diario Pravda . Franco, pues, tiene bien desbrozado el camino para su respuesta personal a la Nota Tripartita. Lo hace el 7 de marzo de 1946, con motivo de la inauguración de cinco nuevas salas en el madrileño Museo del Ejército. Recuerda el optimismo de su c olaborador Medrano en los días difícles de la guerra de España, y aplica el cuento a l a situación actual: cuanto más malo el parte, mejor la cara . Evoca insistentemente a d on Quijote de la Mancha Junto a la justicia social, define las bases de la recup eración económica española: La propiedad particular, la iniciativa privada y el capital construido por la acumulación del ahorro , un tributo objetivo a la acción de los emp resarios modestos, que han sido los verdaderos artífices de la casi imposible recu peración económica desde 1939, en circunstancias dificilísimas. Y rubrica: Sabe este pueblo que el general Franco no le ha engañado jamás . Poco después del Mani fiesto de los quinientos, en plena campaña de agresión exterior, Franco comunica a d on Juan, por medio de su hermano Nicolás, embajador en Lisboa, una nueva ruptura d e sus relaciones políticas. Cuando el embajador dice a don Juan que el Caudillo co nsideraba acabada la estancia del soberano en Portugal don Juan contesta que piens a quedarse y oye asombrado el comentario de su interlocutor: No como embajador si no como particular diré a V. A. que hace perfectamente . El resto de las noticias de marzo tienen variado signo republicano. El día 14 I ndalecio Prieto expulsa del Partido Socialista español a Juan Negrín, Julio Álvarez de l Vayo, Ángel Galarza, Ramón González Peña, Bugeda, Matilde de la Torre y otros veterano s que a su vez, naturalmente, expulsan a Prieto; el partido socialista del exili o reproduce su guerra civil interna que, para Salvador de Madariaga, fue una de las causa determinantes de la guerra civil general en 1936. El Departamento de E stado, en una de las horas más bajas de su historia diplomática publica un Libro Bla nco contra España, inservible para los historiadores serios pero muy útil para los a nalistas de la propaganda. Y mientras sus compañeros se despedazan, muere silencio so y olvidado en París, a consecuencia de la amputación de la pierna izquierda , hun dido moralmente por su larga estancia en el campo nazi de Oranienburg. el líder hi stórico del PSOE, consejero de Estado con la Dictadura de Primo de Rivera, ministr o de Trabajo en la República, jefe del gobierno durante la fase intermedia de la g uerra civil don Francisco Largo Caballero. Defenestrado en 1937 por los comunist as y los soviéticos, Largo Caballero había manifestado en su testamento político su de seo de volver a España para luchar contra el comunismo que le había manipulado desde 1933 y luego le había eliminado políticamente cuatro años más tarde. Mientras tanto el grupo Sainz Rodríguez-López Oliván consigue un acuerdo con el representante socialista Granell que tras ser examinado por el resto de las fuerzas republicanas del exi lio no puede cuajar y eso que Gil Robles, marginado durante la negociación, dio po r vez primera su consentimiento para un acuerdo de este tipo. El 1 de abril los espectadores del desfile de la Victoria se lanzan tras el a utomóvil de Franco hasta llenar la plaza de Oriente. Acto absolutamente espontáneo -dice sin exageración alguna la prensa y sin el menor precedente en nuestra memo ria . Era verdad; se inauguraba así la plaza de Oriente como lugar de convocatoria p ara las grandes manifestaciones de adhesión a Franco, algunas espontáneas, otras org anizadas. Franco saluda desde el balcón central de Palacio con un discurso brevísimo y entrecortado: Dos palabras para agradeceros vuestro entusiasmo y vuestra unida d .Grupos de estudiantes improvisaron pancartas que aludían a la condena del nuevo B arba Azul francés, un criminal que según sus defensores sólo había cometido diecinueve as esinatos : Pitié pour le pauvre petit Pétiot . La gran manifestación brotaba como protesta contra la injusta intervención extranjera, movida por los comunistas franceses, co ntra Franco y su régimen, pero en definitiva contra España. Se cumplía la predicción de Churchill: los españoles cerraban filas en torno a Franco contra la agresión exterio r. Al otro lado del Atlántico otra inmensa multitud aclamaba en Buenos Aires al ya preconizado presidente, Juan Domingo Perón, tres días más tarde.

El congresista republicano J. Parnell Thomas denuncia por entonces la presenc ia en los pasillos del Departamento de Estado de un equívoco músico comunista, Gusta vo Durán, antiguo jefe de división en la guerra de España donde se le conocía como El Por celana . Afecto al círculo de la señora Eleanor Roosevelt, Durán sería pronto uno de los p rimeros blancos de la caza de brujas desencadenada al declararse abiertamente la guerra fría. Una nueva manifestación madrileña ante el ministerio de Trabajo corea la más descomunal de todas las falsas denuncias contra España, lanzada en la ONU por el delegado polaco, Oscar Lange, según el cual dos mil doscientos sabios atómicos alem anes trabajaban para Franco en un lugar al sur de Toledo era otra vez la inocente Ocaña (que está, naturalmente, al nordeste). Más aún, según Lange, cuyos conocimientos en geografía española eran aún inferiores a los de historia, Franco concentraba fuerzas e n el Pirineo para ocupar, mediante un ataque por sorpresa, el pico de la montaña Rh une en Francia . ¿Se trataría de ejercicios de tropas alpinas en el Pirineo occidental ? Sin el menor sentido del ridículo Lange fuerza la constitución de un subcomité para estudiar el caso español del que forman parte Australia, Brasil, China, Francia y Po lonia. Sin reclamar jamás la declaración del presunto reo, el subcomité consume diecin ueve sesiones en busca de pruebas sensacionales que apuntalen la preconcebida se ntencia. Merece la pena ir concretando y situando estas actividades delirantes p ara que el lector de hoy no crea que este libro de historia se ha convertido sin previo aviso en un relato de ciencia-ficción. Femando de los Ríos, socialista y ministro de Estado en el gobierno republicano de Giral había amenazado en Washington con dar entrada a los comunistas si se ret rasaba el reconocimiento internacional a ese gobierno . El departamento de Estado n o le hizo caso y entonces, en abril de 1946, Giral incorporó a dos nuevos ministros ; el comunista Santiago Carrillo y el escritor gallego Alfonso Rodríguez Castelao, muy afecto a los comunistas. Como remate de una ya larga correspondencia con don Juan, llega por las mismas fechas a Estoríl el conde de Rodezno, ex ministro de F ranco, cofundaror de la agrupación Tradicionalistas y Renovación Española (TYRE) duran te la Republica, acompañado por una fiel mesnada tradicionalista presta a reconoce r al hijo de don Alfonso XIII como depositario dinástico de la Tradición. Una tromba de agua avanza sobre el Sureste español y el temible sonido de las caracolas huer tanas anuncia el desbordamiento del Segura. Franco llega a Murcia el 29 de abril , agradece el entusiasmo de las gentes y frente a los muelles de Escombreras, en Cartagena, no puede evitar una invectiva contra quienes ordenaron allí el hundimi ento del transporte de tropas Castillo de Olite al final de la guerra civil. De regreso en El Pardo se niega en redondo a conceder la extradición del líder rexista belga Leçon Degrelle, re clamado desde Bruselas por el ministro Spaa ; no se repetirá el caso Laval, El 5 d e mayo pronuncia don José Ortega y Gasset su primera lección pública en el abarrotado Ateneo de Madrid. La prensa titula con un Decíamos ayer el grato acontecimiento que merece admirables comentarios de Rafael Sánchez Mazas y Pedro de Lorenzo. En un es fuerzo desesperado para salvar la dinastía, el rey de Italia Víctor Manuel III abdic a el 9 de mayo en su hijo que se convierte en Humberto II; Víctor Manuel abandona el país. Todo es inútil. Pese a los denodados esfuerzos del rey Humberto para salvar la corona que creó a Italia, y contra los pronósticos de José María Gil Robles, el inme diato referéndum es contrario a la Monarquía y desde primeros de junio Italia se con vierte en República. Nadie dijo entonces que la caída de la Monarquía saboyana fue una venganza histórica de la Democracia Cristiana en nombre de la Iglesia Católica, que dejaba caer a la Casa de Saboya como represalia por las actuaciones masónicas del Risorgimento que culminaron en la absorción de los Estados Pontificios y la conqu ista de Roma por el reino de Italia. Fue, si tomamos la cosas con perspectiva, e l último acto del Poder Temporal, de la Santa Sede . Texto íntegro de la carta de Serrano a Franco en Serrano Suñer, Memorias, op. cit. p. 354.. Sobre los diversos sucesos de la conspiración monárquica cfr, como siempre , mi citado libro Don Juan de Borbón..., en el que incluyo y valoro todas las fuen tes. Sucesos exteriores e internacionales en la obra de Michel Mourre 25 ans dhi stoire universelle, Paris, Eds. Universitaires, 1971. Cfr. Antonio Marquina, La permanencia del franquismo al final de la segunda guerra mundial, en el diario E l País, 27 de mayo de 1980. Datos culturales en los balances fin de año de Arriba. D

epuraciones en Francia en Raymond Aron, Histoire de l epuration, Paris, Fayard, 19 67. Lista de firmas del Saluda en F. Franco Salgado, Mi vida..., op. cit., p. 38 4. Datos y reacciones sobre la campaña exterior en la colección de Arriba. Movimient os del frente monárquico del régimen en López Rodó, La larga marcha..., op. cit., p. 68s . Discurso de Churchill y reacciones en Arriba, 6 de marzo 1946 y fechas siguien tes. Exageraciones de la propaganda exterior en R. Proctor, La agonía..., op. cit. , p. 285 y Sancho González, España neutral, op. cit., p. 340 s. ESPAÑA RESPONDE EN LA CALLE A LA CONDENA DE LA ONU En febrero y marzo de 1946 el encargado de negocios norteamericano en Moscú, Ge orge F. Kennan, envió a Washington informes sobre el interés político y estratégico de l a URSS en España. Se abría así una época trascendental para España durante el prólogo de la Guerra Fría: las posiciones de los grandes estrategas norteamericanos Kennan estaba a punto de convertirse en uno de ellos que en definitiva cambiarían la actitud de Occidente respecto de España, que pasó así de ser falsa enemiga a sincera aliada en el nuevo conflicto estratégico. Ante esta visión política de altos vuelos causa una impresión penosa la actitud de la oposición republicana en el exilio y la oposición monárquica dentro y fuera de España ; porque una y otra se situaban, por su ansia de poder, completamente fuera de l a realidad mundial cambiante y en ello estuvo la razón de su fracaso final. El 12 de mayo se presenta el doctor José Giral en Nueva Yor para testificar ante el sub comité Lange. Le acompañan Fernando de los Ríos y José Antonio de Aguirre. El día 4 entreg a al secretario de las Naciones Unidas, Trygve Lie, un memorándum de 350 páginas que para suerte suya no se ha publicado jamás. El 27, en uno de los momentos más lament ables de su vida, Giral confirma ante el subcomité sus absurdas sospechas sobre la s minas de uranio y la investigación atómica en España. Pide, además, que el general Muñoz Grandes sea juzgado como criminal de guerra. El primer especialista en la histo ria del exilio español, Javier Rubio, considera las actuaciones de Giral como cúmulo de dislates y critica su doblegamiento a los consejos soviéticos Al abrir el 14 de mayo la segunda legislatura de las Cortes, Franco pronuncia uno de sus más largos discursos. En posición personal contra campañas exteriores, rec alca las desemejanzas de su régimen con los fascistas. El abismo y la diferencia ma yor...es la característica de católico . (Tenía razón y la Iglesia se la acababa de dar, c omo sabemos). Y añade: Una cosas es que España condena, los crímenes de los campos de j udíos y prisioneros que hoy se exteriorizan y otra que el español se preste a dar la nzadas a los muertos . Pasa revista histórica a los amargos frutos de la España libera l. Y recuerda bien recientes servicios españoles a quienes hoy acusan a España: la i ntervención a favor de la acosada Polonia y el intento de detener a Italia; la neg ativa a colaborar con Hitler contra los ingleses entre 1940 y 1942. Seis días desp ués, en Oviedo, se dirige a los setenta mil asturianos que le aclaman: Camarada Girón, ovetenses . Es allí donde evoca su paso p or la cuenca minera en 1917, que ya hemos citado en un capítulo anterior. La excur sión asturiana que se completa el día 21 en Avilés y Gijón alcanza notable resonancia en e l extranjero, precisamente cuando el diario comunista de París presentaba falsos ma pas guerrilleros de España con toda Asturias sombreada, como si estuviera bajo cont rol partisano. Otra presunta región sometida a las guerrillas era Andalucía; Franco recorre Sevilla, Cádiz, Córdoba y Jaén durante la última semana de mayo, sin el menor in cidente y en clamor de multitud, así respondía con hechos palpables a las falsedades de origen exterior. A su regreso le sorprende e irrita una noticia grave. Su an tiguo enemigo Abd el Krim se había fugado en Port Said cuando Francia trataba de t rasladarle a la Costa Azul y manifestaba sus deseos de alzar de nuevo a los marr oquíes contra España, como en los años veinte. Pero pronto se vería que las leyendas his tóricas no se aplican fácilmente a las nuevas realidades, después de que miles de esos marroquíes habían luchado en favor de Franco durante la guerra de España. Avergonzado por las crecientes críticas a lo inconsistente de sus pruebas, el s ubcomité Lange emite el 1 de junio de 1946 un informe descafeinado en que España ya no es un peligro real sino una amenaza potencial para la paz del mundo. Con la mor

al hundida por la insuficiente condena de la ONU contra su país, el doctor Giral c ae en el surrealismo. Denuncia el día 4 ,en México, la colosal amenaza que supone pa ra Occidente la nueva flota de guerra española, que según el consta de dos poderosos acorazados el José Antonio y el Mola y otros dos a punto de entrar en servicio. Ant e la divertida reacción general, Giral teledirige contra el enclave español de Llivi a, en los Pirineos, a unas partidas que no se atreven a atacar a la compañía situada allí previsoramente por el general Carlos Martínez de Campos para defender la nunca desmentida fidelidad de aquellos españoles aislados. Winston Churchill declara en los Comunes, el 5 de junio, que el gobierno español le gusta tan poco como el lab orista. Cuando don Juan trata de constituir un Consejo Privado con residentes en España, Gil Robles anota en su diario del 26 de junio: No hay que engañarse, Franco ofrece hoy, en el interior de España, una situación más sólida que nunca . Por otra parte seguirá negándose durante el verano a cualquier nuevo pacto con las izquierdas, tras el fracaso del intento Granell. Y comentará amargamente con Eugenio Vegas la nefa sta acción de quienes rodean a don Juan: Esa camarilla frívola y egoísta, sin la menor idea de sus enormes responsabilidades . Enormes ovaciones acogen a Franco en el Es tadio Metropolitano de Cuatro Caminos, pese a que el equipo español de fútbol sucumbe frente al de Irlanda por uno a cero el 23 de junio. Cinco días antes la URSS descalifica al subcomité Lange por su condena insuficiente y el delegado sov iético Gromy o yeta en el Consejo de Seguridad cualquier intento sobre España basado en el informe de ese subcomité. Franco puede sentirse satisfecho comenta el represe ntante de Francia, Parodi. En vista de ello el gobierno Giral y la Alianza de Fu erzas Democráticas se enzarzan hasta la ruptura. Un artefacto nuclear no construido precisamente en Ocaña estalla en el atolón de Bi ini el 1 de julio mientras arrecian los intentos soviéticos de espionaje atómico en Estados Unidos, facilitados por la infiltración comunista en el Departamento de Estado. Franco felicita el 5 de julio a la hispánica nación filipina con motivo del logro de su independencia. Don Juan navega por el Atlántico a bordo del yate Salt illo que ha puesto a su disposición el millonario de Bilbao Peru Galíndez. El 9 de j ulio Arturito Pomar se proclama campeón de España de ajedrez; Franco le felicita. No mbra jefe de la Casa Militar al teniente general Pablo Martín Alonso, antiguo ayud ante de don Alfonso XIII y el 17 de julio inaugura el reconstruido pueblo de Bru nete nueve años después de la terrible batalla que arrasó al antiguo. Somos hombres de trabajo, no de propaganda es su comentario. El 27 de julio entrega al obispo de S igüenza su catedral reconstruida. En el palacio del Pardo el doctor Guillermo Núñez op era de amígdalas a doña Carmen Polo de Franco que, una vez restablecida, acompaña al C audillo a San Sebastián. Después de presidir un supuesto táctico en Mendizorroza, Franco embarca en el cru cero Galicia que le conduce a Santander, Gijón y las costas gallegas. A fines de a gosto y ante una realidad vecinal más fuerte que todos los sectarismo, Francia ent reabre la frontera oriental pirenaica, sin que España comente la retractación. Es un nuevo dato que permite pronosticar un cambio exterior favorable a España. Durante el mes de septiembre los comunistas reavivan su guerra civil en Grecia, una nue va etapa hacia la guerra fría. Franco llega a Madrid el día 19, para inaugurar unas de las grandes realizaciones de su régimen, el Instituto de Cultura Hispánica, que s acará a la Hispanidad del plano retórico para captar a muchos dirigentes iberoameric anos e irradiar con fuerza la cultura española al continente que España civilizó, Se e ncargan del Instituto dos jóvenes dirigentes católicos de notable empuje, Joaquín Ruiz Giménez y Alfredo Sánchez Bella, a los que pronto se incorporarán otros muy prometedo res: Manuel Fraga Iribarne y Jaime Delgado. Con esos nombres no debe extrañar que la biblioteca de Cultura Hispánica se convirtiera en la más importante del mundo par a su especialidad, como muchos años más tarde tuvo ocasión de comprobar personalmente el autor de este libr o. Desde Burgos y en ocasión tan apropiada como el décimo aniversario del primer Día d el Caudillo, Franco proclama la cruzada económica para el definitivo resurgimiento de España. Para ganar la batalla económica pido la unión de todos los españoles . Una adve

rtencia sorprendente: Solamente dos naciones del universo saben adónde van: España y Rusia . Por vías bien diferentes; porque España trataba de incorporarse al concierto d e Occidente y la URSS intentaba ya, tras su triunfo al apoderarse de media Europ a, de imponer el imperio soviético en todo el mundo gracias a su penetración revoluc ionaria en lo que pronto sería el Tercer Mundo, para lo cual su estrategia trataba también de infiltrarse en las iglesias cristianas y especialmente en la católica, c omo tuve ocasión de informar a Carrero y al propio Franco muchos años después, cuando estudié con profundidad y asombro el gravísimo problema. El 1 de octubre es la misma fecha que llevan las doce sentencias de muerte dictadas por el tribunal aliado e s decir, parcial de Nürenberg entre ellas las de Goering, von Ribbentrop, el ideólogo Rosenberg, los generales Jodl y Keitel, junto a las absoluciones de von Papen y Schacht. Se hizo famosa una de las mejores portadas de ABC con el cuadro de Las Lanzas de Velázquez para marcar la diferencia en el trato de los vencidos por par te de España y por parte de los vencedores en la guerra mundial; aquello no fue un conjunto de sentencias sino de venganzas. Franco declaraba: Nosotros no negamos la libertad ni la esencia de la democracia . Se refería a su particular versión de dem ocracia orgánica pero abierta, que veía como el único camino para España. Durante los días siguientes recorría las tierras de la Vieja Castilla y el 12 de octubre, fiesta d e la Raza, inauguraba los nuevos edificios del Consejo Superior de Investigacion es Científicas en los altos madrileños de la calle de Serrano. Parece, al fin, que E spaña va a incorporase al gran esfuerzo de reconstrucción europea que planifican los expertos norteamericanos a las órdenes del general Marshall. Pero no es así y ahora la causa tiene un nombre, uno de los nombres más nefastos para la historia de Esp aña, el secretario general de la ONU Trygve Lie, un político noruego que acabó su vida equívoca en un comprensible suicidio y cuyas posiciones contra España parecen dicta das por el significado de su propio apellido, que como se sabe es la palabra men tira en la lengua dominante de las Naciones Unidas, el inglés. Lie consiguió desatas car el caso español en el Consejo de Seguridad y proclamó que un régimen fascista como el español no podía coexistir con los democráticos, entre los que naturalmente incluía a la Unión Soviética de Stalin. Se organizaron en España algunas manifestaciones espon táneas de protesta con cualquier motivo, aunque la gran explosión popular se retrasó hasta que se materializara la condena internacional. Llegaban a España, silenciosamente, los restos del inventor del autogiro, Juan de la Cierva Codorníu, agente exterior de la España nacional desde antes del 18 de julio (su intervención había sido decisiv a para fletar el avión que llevó a Franco de Canarias a Tetuán) .Al día siguiente España l ogra conjurar, gracias al nuevo presidente de Argentina, general Juan Domingo Pe rón, una trágica amenaza de hambre que se cernía sobre ella como previsible consecuenc ia de la agresión de la ONU. España importará cereales argentinos a crédito hasta el año 1 952. El contingente para los dos años inmediatos se fija en setecientas mil tonela das. Ni Franco ni España olvidarían nunca ese gesto de la hermana atlántica, cuando lo s horizontes exteriores volvían a cerrarse. Por su parte el doctor Giral pedía a med iados de noviembre que nadie comprase en España aceite de olíva ni frutos cítricos, co n lo que condenaba a sus compatriotas a la penuria si alguien hacía caso de consej os tan impropios de quien decía ser un gobernante español aunque por supuesto no lo era. El presidente del Comité Político de la ONU, que no es otro sino el delegado soviét ico Manuils y -el que orientó el VII Congreso de la Internacional Comunista en 193 5 de tan fatales consecuencias para España abre el debate suscitado por la iniciati va de Trygve Lie. El senador Connally adelanta una agresiva propuesta que retira ante la fulminante reclamación del ministro Alberto Martín Artajo por medio del min istro de España en Washington Manuel Aznar. A los dos días el Consejo de Seguridad p asa el asunto a la Asamblea General una vez que Gromy o can-cela su veto de juni o. Mientras los más directos colaboradores de Franco por medio de seudónimos, como Jua n de la Cosa (Carrero) o Hispanus (el general Díaz de Villegas) contraatacan en todos los tonos, el propio Caudillo declara el 14 de noviembre ante el corresponsal d e la Associated Press en Madrid Alburn West: España no se someterá a las acusaciones de la ONU . Por esos días dos hombres-raíces de España mueren lejos de ella, aunque con ella en lo más hondo: Manuel de Falla el mis

mo día 14 en Buenos Aires y Eduardo Marquina el día 24 en Nueva Yor . (Ninguno de lo s dos estaban exiliados como ha dicho algún turista de la Historia). Manuel Rodrígue z, el inmortal Manolete sufre el asalto de una parte de la prensa caraqueña como ag ente falangista por haber cumplido con su deber de español al entregar después de su temporada triunfal en América las divisas de su juego con la muerte. La colonia es pañola, en la que no faltaban los enemigos de Franco, reacciona con entusiasmo esp añol ante el ídolo a la hora de la verdad; lo mismo sucedió poco después en la Monumenta l de México, donde el Monstruo cortó cuatro orejas y dos rabos entre vivas a España de los graderíos enloquecidos, después de negarse a torear mientras no se arriase la bandera republicana. Los ex iliados republicanos fueron, en su mayoría, los primeros en aplaudir el hispánico de splante. Estas son las cosas profundas de España que jamás comprenderán historiadores como Paul Preston. Había terminado ya el confinamiento del general Kindelán en Canarias. Pero después del regreso del general a Madrid el 11 de noviembre, don Juan de Borbón, en durísima e injustísima carta, acusa de indiscreción y de inoperancia a su representante y tío, el infante don Alfonso de Orleáns, que se había jugado su carrera por su rey, y le destituye, otro ejemplo más de la, por desgracia, habitual ingratitud propia de lo s Borbones en los mil años de historia de esa ilustre Casa. Poco antes, a mediados de octubre, un enviado de los sindicalistas españoles en Francia, Santamaría, consi gue un acuerdo de cooperación con los generales conspiradores en Madrid (Aranda, B eigbeder) y con los consejeros de don Juan en Estoril, incluido Gil Robles; pero el resto de las fuerzas de izquierda no se suman y el convenio decae irremisibl emente. Franco preside en San Lorenzo del Escorial los funerales en memoria de José Ant onio el 20 de noviembre. Al día siguiente los Estados Unidos se adelantan unilater almente a las previstas sanciones de la ONU contra España y llaman a su embajador, Norman Armour, que recibe, como premio a su negativa actuación en Madrid una subs ecretaría de Estado, usada, sin pudor excesivo, como plataforma de agresiones pers onales a su indefenso país de misión, que olvidó sin dificultad a tan insignificante p ersonaje. El 30 de noviembre Franco se dirige al primer congreso nacional de tra bajadores con estas palabras: Camaradas trabajadores . Cita ya la frase de Churchil l sobre el telón de acero; pero para sorpresa de algunos observadores, cita también las enseñanzas del sindicalista español Ángel Pestaña. La condena contra España en la ONU se va a concretar definitivamente en el mes de diciembre de 1946. El día 3 el gobierno publica una dura réplica a la moción americ ana en la Asamblea: El pueblo español rechaza el calificativo de fascista . Sin dar t iempo a que las Naciones Unidas formulen expresamente su condena, ese pueblo esp añol se encarga de desmentir y desautorizar la intromisión extranjera en sus asuntos . Y lo hace con las más fervorosas manifestaciones públicas en toda la historia españo la desde 1935, desde las riadas humanas que celebraban después, durante la guerra, cada batalla ganada, cada ciudad reconquistada. Esta vez no fue todo espontaneidad como el pasado 1 de abril y se advirtieron signos de incip iente organización pero la respuesta popular fue inmediata y sincerísima y desbordó po r todas partes a los propios organizadores. El 9 de diciembre de 1946, una de la s dos o tres fechas esenciales en la vida política de Francisco Franco, decenas de miles de madrileños, entre ellos numerosos enemigos de la guerra civil, afluyeron a la plaza de Oriente. Franco, avisado en El Pardo, acude a su encuentro. En el mismo escenario de 1808 dice la prensa, unánime Madrid levanta el grito de independe ncia nacional . Franco, aclamado con delirio durante más de una hora, pronuncia unas palabras breves y rasgadas que pocos pueden oír entre el clamor ronco de medio mi llón de voces que llenaban la gran plaza de Palacio y todas sus calles adyacentes. No debe extrañaros dijo que los hijos de Giral y la Pasionaria encuentren tolerancia s. Prueba de nuestro resurgimiento es llevar al mundo colgado de los pies . La rep ercusión en España es enorme, todas las poblaciones, mayores y menores, se echan a l a calle en ese día y el siguiente. En el extranjero se acusa el desengaño aunque se trata de disimularlo con fingido desprecio; pero la Historia ya hizo la luz hace

años, como en las frías conclusiones del historiador Max Gallo y el profesor Trytha ll: No hay dudas -dice el profesor de Oxford de lo genuino de la ovación que recibió F ranco de la multitud . La ovación iba a quedar, el espíritu agresivo debe registrarse aquí sólo como una anécd ota, con un par de años de vergonzante vigencia. Al día siguiente, 10 de diciembre, cinco naciones hijas de España pero que en esos momentos actúan como tfteres de su p oderoso vecino del Norte México, Venezuela, Panamá, Guatemala y Chile proponen una con dena que no puede prosperar por un empate a veinte votos: la ruptura total de re laciones con España. La delegación belga adelanta entonces una fórmula más suave, se man tienen las relaciones pero se recomienda la retirada de embajadores. El gobierno español queda excluido de los organismos y conferencias relacionadas con las Naci ones Unidas y el Consejo de Seguridad estudiará medidas a adoptar si en un plazo r azonable no se establece en España un gobierno democrático. Esta bofetada triunfa po r 27 votos contra siete y por 34 contra cinco la total exclusión de España de los or ganismos internacionales y actividades de la ONU. La votación sobre la propuesta b elga se celebra en la Asamblea General el 12 de diciembre; Argentina, Costa Rica , la Republica Dominicana, Ecuador, El Salvador y Perú votan a favor de España. Se a bstienen trece países: Afganistán, Egipto, Líbano, Arabia Saudí, Siria, Canadá, Colombia, Cuba, Honduras, Holanda, Grecia, Turquía y Sudáfrica. La reacción de Argentina fue típic amente española: no sólo votó contra la mayoría sino que anunció inmediatamente su desobed iencia expresa a la recomendación de la ONU y el envío a Madrid de su nuevo embajador, el doctor Radío, y precisamente en un ba rco español. En el curso de diciembre van desfilando los embajadores de regreso a sus países; el 25 el de Inglaterra, Mallet; el 28 el holandés Tappena, el 30 Cotti, de Italia, nación que tras su cambio de bando en la guerra mundial ni siquiera per tenecía a la ONU. Quedaban en Madrid dos embajadores: el Nuncio, monseñor Cicognani y el portugués, doctor Pedro Teotonio Pereira. Y dos ministros plenipotenciarios, los de Suiza e Irlanda. Martín Artajo envía una circular a todas las embajadas español as: España retira a sus jefes de misión en las grandes potencias pero ordena a los de más que sigan en sus puestos. El 13 de diciembre el gobierno español comenta desdeñosa mente los acuerdos de la ONU que, según la nota oficial, carecen de virtualidad y e ficacia . Manuel Aznar embarca el 14 de diciembre en Nueva Yor ; allí volvería con más a lto rango. Ese mismo día recibe Franco el homenaje desbordante de Zaragoza antes d e hablar a los alumnos de la Academia General Militar; un viaje simbólico a la ciu dad de la Independencia. Le Monde publica, dos días más tarde, el mejor comentario p olítico del acontecimiento: Con alfilerazos no se mata al toro . Concluye con toda razón Javier Rubio que la condena de 1946 fue una victoria pírr ica para los enemigos del régimen español. No consiguieron ni ruptura de relaciones, ni sanciones económicas, ni suspensión de relaciones comerciales, antipatriótico obje tivo del gobierno de la República en el exilio. Los exiliados republicanos perdier on, según el mismo autor, el terreno de maniobra necesario para cooperar con los m onárquicos mientras el régimen se fortalecía cada mes ante el agravamiento de las tens iones Oriente-Occidente que condujeron a la guerra fría. Franco no se inmutó. Cuando uno se decide dijo a ir rectamente por un determinado camino, sin hacer caso a opi niones contrarias sería tonto el estarlo (preocupado). Mientras viva, nadie conseg uirá que me aparte del cumplimiento del deber . No fue Franco quien perdió la cabeza s ino el general Aranda, que a fines diciembre según el testimonio de Gil Robles se pr esentó en la embajada de los Estados Unidos en Madrid con la pretensión de crear allí mismo un gobierno de resistencia antifranquista. Franco y don Juan habían mantenid o, pese a todo, un nuevo contacto epistolar, terminado esta vez abruptamente cua ndo Nicolás Franco, a fines de diciembre, recomendaba al pretendiente identificación, confianza y paciencia . Don Juan echó de su casa al hermano-embajador. Siempre en s u línea, Luis Carrero Blanco entrega a Franco el último día del año un informe sobre pro blemas institucionales, en que le propone crear un Consejo del Reino que corrija los fallos de la Monarquía hereditaria (Franco se inclinaba entonces por la elect iva) como clave y una Ley fundamental que debería some terse a referéndum popular y presentarse así legitimada ante la opinión pública mundi

al. Pronto iban a comprender los políticos occidentales que su política de apaciguami ento hacia la URSS les había llevado a una trampa española. Arrecian las ráfagas precu rsoras de la guerra fría. El 22 de diciembre el ministro británico Bevin predice en la BBC una tercera guerra mundial. El día de Navidad se reanuda el combate en Chin a entre el Kuomintang de Chiang Kai Che y los comunistas de Mao. El mismo día Fra ncia lucha ya en Hanoi y Haifong contra los comunistas indochinos que siguen a H o Chi Minh. En su nuevo ostracismo (que no ha hecho sino sancionar espectacularm ente y con una lamentable colaboración de españoles un aislamiento de casi dos siglo s) España alterna la espada con el arado y demuestra su confianza en el futuro con la promulgación de leyes importantes como la que en el último día del año ordena el sis tema bancario del país. Consagra la ley una mayor intervención del Ministerio de Hac ienda en la política del Banco de España. Según los historiadores del propio Banco, la ley acrecienta la tendencia a la rigidez y el reglamentismo administrativo en ma teria monetaria . El instrumento monetario continuará sin utilizarse... como método de política económica . Una mayor intervención estatal permite un proceso inflacionario no excesivo, que favorece en definitiva a la banca privada. Aumenta la oferta monet aria. además el Estado, acuciado por llevar a cabo una política de reconstrucción nacio nal, aumenta considerablemente sus emisiones de deuda pública . Un efecto de esta si tuación será poner disponibilidades financieras abundantes en manos de la Banca (pri vada) que con su carácter de banca mixta pudo penetrar y dominar la mayoría de las e mpresas españolas. Esta simbiosis entre Banca y grandes empresas del país sera una de las características dominantes de la evolución económica española en los años siguientes Claro es que Franco confiaba en las capacidades administrativas de la gran Ba nca española, que no le defraudaría en este terreno. Imprimía, en cambio cada vez mayo r fuerza al interesante experimento del Instituto Nacional de Industria, cuyas e mpresas tratan de cubrir terrenos poco apetecibles para las cautelas conservador as de la banca clásica, arraigada todavía demasiado en las grandes explotaciones agríc olas. Era un camino discutible pero al fin y al cabo era un camino que, con todo s sus vicios de origen y sus defectos, haría posibles horizontes económicos de mucha mayor amplitud. Y como dijo muchos años después un ministro de Industria ilustrado y abierto, López de Letona, si el INI no existiese habría que inventario . No había horizontes-aparentemente, porque Franco, seguro de su razón interior y s u visión exterior, sí los tenía y los sentía a finales de 1946 para la España maldita y ce rcada. El año había marcado el apogeo de la actividad de los maquis con 1085 acciones s egún el jefe comunista Enrique Líster que se superarían de nuevo al año siguiente, 1947, con un máximo absoluto de 1317 actos de violencia política en campos y ciudades. La Guardia Civil, cada día más entregada, daría a lo largo de ese año próximo la batalla deci siva a esas actividades partisanas, que degeneraban por todas partes en bandoler ismo con pretexto político. No eran guerrilleros; carecían casi siempre de apoyo pop ular y no sembraban la adhesión sino el terror y el rechazo. Otros maquis más peligros os, los cobardes de siempre, solían despotricar contra el régimen en el extranjero, después de poner a buen recaudo sus ganancias sustraídas a la paz de España, muchas ve ces obtenidas en España por procedimientos poco confesables. Los bares de la calle de Serrano se volvían a veces zocotín para los grandes negocios sucios, no siempre de la esfera privada. Eran tiempos de carestía y racionamiento, de fortunas rápidas y acechos para la traición política de bajos vuelos en altas esferas. Pero para la i nmensa mayoría del pueblo español eran también tiempos de fe. Florecían, como nunca en l a historia contemporánea de España, vocaciones sacerdotales y religiosas en todas pa rtes, en todas las clases sociales. Construía o ampliaba el Estado seminarios mayo res y menores en muchas diócesis. El cerco de la ONU también elevaba los estudios so bre Trento y el espíritu defensivo de la Reforma Católica, que no fue, ni mucho meno s, un movimiento negativo. Precisamente en la primavera de 1946 ,una de las más in tensas de su vida, Franco había practicado ejercicios espirituales en el palacio d el Pardo. Al despedirse de Franco, el sacerdote aragonés, fundador del Opus Dei y futuro beato de la Iglesia, que había dirigido esos ejercicios, le dio un abrazo. Emocionado, Franco cuya vida religiosa fue sincera toda su vida y se intensificó de sde la guerra de España confesó a su ayudante naval, don Jesús Fontán, que se lo refirió al

historiador: Este hombre conoce los problemas de la juventud española. Habría que pr oponerle como arzobispo de Sión . Era el título reservado al vicario general castrense , por manos de cuyos capellanes militares pasaba entonces toda la juventud español en el servicio militar obligatorio. Hablaremos detenidamente de la relación de Fr anco con el Opus Dei, cuando comentemos la polémica política que se suscitó con la ent rada de miembros del Opus Dei en el gobierno de Franco el año 1957. Ahora sólo debem os protestar por el equívoco e inadecuado calificativo de nacional-catolicismo que suele aplicarse al régimen de Franco, sobre todo en sus principios, para descri bir un sistema confesional en el que la Iglesia era un pilar del régimen pero n o se identificaba sin más con él. Las capas decisivas de España, en aquellos tiempos difíciles, no desmintieron nun ca su propósito de permanecer, sobrevivir, no ceder a las presiones exteriores. Un a policía muy eficaz desarticulaba todas las redes de la subversión de cualquier tip o. No había horizonte pero casi nadie lo echaba de menos. Generaciones enteras de jóvenes españoles, en su gran mayoría de familias modestas, cantaban en los campamento s de verano los himnos nacionales y de Falange; esos jóvenes influirían en el futuro mucho más de lo que se dice y se cree. El mensaje que Franco dirigió a España al acab ar el durísimo año 1946 fue muy breve; tuvo corte y titulares de arenga . LA ESTRATEGIA AMERICANA PREFIERE A FRANCO Y MARGINA A LA OPOSICION Muchos autores describen los complejos acontecimientos de España en 1947-1948 c omo una sucesión de hechos espectaculares: la gran conjura de derechas e izquierda s, las tormentas en torno a la Ley de Sucesión, la entrevista de Franco y don Juan en aguas de San Sebastián... que sin dudan alcanzan el más alto interés. Yo mismo me he dejado ofuscar en ocasiones anteriores por el brillo y el atractivo de esos h echos que ahora voy a estudiar también, pero enmarcándolos en su verdadero contexto histórico: porque todos ellos se inscriben en la división profunda de los aliados de la guerra mundial ante la guerra fría como directriz fundamental. Lo verdaderamen te determinante según este análisis histórico es una doble división; la de los aliados o ccidentales contra el aliado soviético que se convertía ya en enemigo abierto, en ri val para la hegemonía sobre el universo; y dentro del campo aliado la división de la estrategia norteamericana que considera en vista de la división anterior a Franco c omo un posible aliado y no como un enemigo; y la 1 Los ataques soviéticos contra España en las Naciones Unidas, las condenas de la ONU yla actividad de los exiliados republicanos en Javier Rubio, La emigración... op. cit. p. 639s. La conspiración monárquica y sus episodios en mi libro Franco y d on Juan... op. cit. p. 475s. Alocución de Franco a los mineros en Revista de Histo ria Militar, op. cit. p. 345. Sobre el Instituto de Cultura Hispánica ver El Insti tuto de Cultura Hispánica al servicio de Iberoamérica, Madrid, 1953. Informe Carrero en López Rodó, La larga marcha....op. cit. p. 73 y 529. Ley de ordenación bancaria en El Banco de España, una historia económica, Madrid, Banco de España, 1970 p. 455s.La biografía de Franco por Trythall y la Histoire de KEspagne franquiste de Max Gallo han sido ya citadas. táctica, de mucho menores vueltos, de Inglaterra y sobre todo de Francia que si guen poniendo los problemas de la pequeña política regional por encima de las grande s realidades estratégicas. Para que el lector pueda comprender mejor esta subordin ación de episodios a las grandes realidades históricas dividiré el presente epígrafe en varios párrafos. a) Las intrigas de Philip Bonsal Sin que casi nadie lo adivinase surgía, pues, nuevos tiempos y nuevos problemas . Un gran político católico que había sido ministro de Hacienda y no quiso volver al g obierno pese a insistentes ruegos de Franco, el abogado del Estado don José Larraz , pronuncia una conferencia célebre a principios de 1947 La meta de dos revoluciones en la que por vez primera se habla en España, como referencia, del año 2000. Franco le recibe poco después y le convence de que la Restauración debe retrasarse. Larraz

se ha situado ya en una posición interior envidiable, sub specie aeternitatis y años después me enviará una reflexión sobre el conjunto de la Historia humana bajo la refe rencia de la eternidad; uno de los ensayos que determinaron mi vocación de histori ador y mi inclinación a analizar los graves problemas de la Iglesia en nuestro tie mpo. José Larraz, el joven político que recibió en 1930 las respuestas de los capitane s generales al requerimiento suicida del general Primo de Rivera, el hacendista que puso en marcha la administración financiera destrozada por la guerra civil y s e empeñó en dar cuenta de ello a la opinión pública, se dedicaba ahora, cuando Europa re chazaba a España, a generar una poderosa corriente europeísta hacia la integración esp añola no sólo económica sino también política en una nueva Europa democrática. Merece por el lo que se le reconozca como un gran precursor. Un resumen histórico hostil a Franc o, publicado por la editorial Ruedo Ibérico, plataforma parisina de toda la oposic ión antifranquista, resume asi la actividad política de 1947: El régimen toma la inicia tiva.., en el interior se termina ese año de sofocar los reductos guerrilleros . Ent re la Policía y la Guardia Civil, con eventual colaboración del Ejército, a fines de e se año podrá darse por liquidada la extraordinaria y sangrienta aventura de los maqui s mientras que los comités clandestinos comunistas, socialistas y libertarios caían u no a uno, víctimas de una infiltración tenaz y sobre todo de sus propios errores al confundir la realidad española con sus deseos alentados por la propaganda exterior . Según fuentes de la Guardia Civil perecieron 2.173 bandoleros políticos, y más de do s mil fueron capturados o se presentaron. En 1826 choques armados la Guardia Civ il registró 257 muertos y 370 heridos; se detuvo a 19.444 cómplices. Murieron además e n la lucha doce miembros del Cuerpo General de Policía, once policías armados y doce m ilitares. Aniquilado así el esfuerzo subversivo abierto de origen comunista tomaro n el relevo los anarquistas desde 1947; su meta era restablecer la Federación Anar quista Ibérica, la FAI, con centro en Barcelobna. A pesar de las espectaculares ac ciones aisladas de sus protagonistas (Facerías 1857, Sabater 1960, Caraquemada 196 3) el anarquismo organizado no rebrotó: la sociedad había cambiado en España de compos ición, de nivel económico y de actitud y el anarquismo del primer tercio de siglo, q ue fue en España la gran excepción de Europa, sólo resultaba ya posible de forma resid ual y testimonial. Ante este fracaso final del bandolerismo político leo con asomb ro al comenzar el verano de 2000, mientras corrijo las pruebas de este libro, qu e las Cortes valencianas han aprobado una moción que exalta la gesta de los maquis, les considera combatientes de la libertad y reclama para ellos una pensión del Est ado. Unas Cortes con mayoría absoluta del Partido Popular, cosas veredes, mio Cid, que harán fablar las piedras, estoy en la tierra del Cid y la prensa española no se ha atrevido a hacerse eco del disparate originado en una Comunidad autónoma ejemp lar por tantos conceptos. Empieza el año 1947 con un frío intensísimo, menor de veinte grados bajo cero en La Granja. Madruga políticamente el ministro de Asuntow Exter iores Martín Artajo; ya el 2 de enero llamó a capítulo al encargado de negocios nortea mericano, Philip Bonsal, para anunciarle próximas medidas en orden a la democratiz ación del régimen: una ley de sucesión que se ofrecerá a referéndum. Pero Bonsal jugaba ya a dos barajas. Trataba de coordinar a la oposición antifranquista del interior co n la del exterior. Según fuentes confidenciales, los documentos ahora revelados de l departamento de Estado, José María Gil Robles trataba ya por entonces de que el Va ticano influyese ante la jerarquía episcopal española para que el cardenal Pla y los demás obispos retirasen su apoyo al régimen de Franco, quien a mediados de enero co noce perfectamente estos manejos, no se inmuta y el día 23 pide a Pío XII en nombre de España la proclamación del dogma de la Asunción de María, como habían hecho antes que él varios monarcas españoles. Mueve a la vez a su equipo de altos comentaristas ofici osos, que concentran sus fuegos ya en este mes de enero de 1947 sobre la Masonería : Ja im Boor (que creo seudónimo del propio Franco o al menos muy inspirado direct amente por él) Hispanicus y un seudónimo nuevo que se identifica con el experto en s ubversión, estrategia y relaciones internacionales Luis Carrero Blanco, subsecreta rio de la Presidencia; su primera firma aparece en Arriba el 2 de enero. Hispani cus es también Franco, que publica el 14 de enero en el mismo periódico un artículo pa ra pedir que se juzgue a cada régimen por sus resultados, no sólo por prejuicios. Ju nto con Carrero, Díaz de Villegas y el grupo del semanario Mundo y la agencia EFE el Caudillo monta un equipo de pensamien

to y análisis tal vez excesivamente cerrado pero eficaz, controlado personalmente por él o a través de Carrero. No es un grupo muy brillante pero sí, para Franco, muy s eguro. El seudónimo nuevo es Ginés de Buitra go. El 10 de enero Franco asciende al grado de teniente general al general Asensi o y a otros dos que habían intervenido en la conspiración monárquica: García Escámez y Gar cía Valiño, lo que dejó sin promoción al único héroe de la guerra civil sin el ascenso final , el general Aranda, además del infante don Alfonso. La información de Franco sobre los movimientos de los conspiradores monárquicos y sobre todo los militares era mu y ajustada; además solían delatarse unos a otros. A principios de 1947 confina en Ma llorca al general Aranda, por lo que se hace cargo de sus actividades el ex mini stro Beigbeder, mal coordinado con Gil Robles. Por otra parte don Juan de Borbón, al destituir tan abruptamente al infante don Alfonso como representante en España, crea un Consejo de Acción Monárquica en el interior designado por las dos camarillas de Estoril como Tontilandia , así se las gastaban los monárquicos profesionales bajo la dirección del general Kindelán, que comunica semejante título y procura mantener cont acto con esas dos camarillas: la de Gil Robles-Vegas, tradicionalista y la de Sa inz Rodríguez-López Oliván, liberal, vinculada a las directrices británicas y en opinión d e Franco, no suficientemente contrastada, netamente masónica. Menor es aún la relación de Kindelán con los conspiradores milirares del interior: el confinado Aranda, el vigilado Beigbeder. Añádase a esto el conjunto de grupúsculos dirigidos por políticos c iviles y nobles palatinos y se comprenderá la total insolidaridad e inoperancia de l frente monárquico español, muy infiltrado por hombres de Franco que se presentaban como enlaces o emisarios. El 16 de enero Franco preside en el estadio Metropoli tano la aparición de otro signo de los nuevos tiempos, la nueva técnica futbolística s udamericana W-M que valió al equipo argentino San Lorenzo de Almagro un espectacul ar 6-1 contra el selecto combinado español. Dos hijos de Alfonso XIII, los infante s don Jaime y doña Cristina, cruzan por Madrid el 18 de enero camino de Roma. La p rensa del régimen acosado reacciona a veces con sal gruesa, como Arriba cuando anu ncia el 30 de enero: Giral dimite por orfandad al morir Al Capone . Los nostálgicos d e la primera Dictadura se conmueven, en cambio, con el retorno del conde de Guad alhorce que desde el 31 de enero es presidente de la red ferroviaria española RENF E. El 1 de febrero de 1947 se perfila ya una nueva fase española de la conjura polít ica contra Franco. Participan en ella, desde las nubes, la Confederación de Fuerzas Monárquicas, presidida en Estoril por don José María Gil Robles y desde el inte rior de España el grupo dirigido por el ex ministro de Franco don Juan Beigbeder. La conjura ofrece un aspecto imponente al participar en ella, junto a los monárqui cos y los exfranquistas la Alianza nacional de Fuerzas Democráticas que engloba a todos los vencidos de la guerra civil y cuyo núcleo más activo es el de los socialis tas anticomunistas Indalecio Prieto y Rodolfo Llopis, conocido miembro de la Mas onería; los dos con base en Francia. Interviene también el gobierno republicano en e l exilio que preside Giral, teóricamente identificado con la Alianza de Fuerzas De mocráticas pero firmemente opuesto a toda negociación con los monárquicos; y además un c onjunto de confusos intereses políticos, representados en las negociaciones por un alto empleado de la casa March, el antiguo comandante Tomás Peire, diputado en la República que abandonó a Azaña por servir a March. Beigbeder actúa en nombre del genera l Aranda, la Confederación monárquica agrupa sobre el papel a las dos camarillas de Estoril. Sobre el plano esta conjunción antifranquista parecía formidable pero en la realidad carecía de consistencia y sobre todo de apoyo militar y popular en el in terior de España, que es donde se decidiría la confrontación con Franco. Este es el mo mento en que Franco, perfectamente informado, actuó con precisión. Conoce bien a Tomás Peire, que había sido compañero suyo de promoción, a quien también conoció el autor de es te libro a fines de los años sesenta; recuerdo su mirada huidiza, su deseo de ocul tar aquello que había venido a revelarme. El general artillero Fernando Roldán, casa do con una tía del autor y amigo de March pero fidelísimo a Franco fue enviado por F ranco a visitar al financiero con la delicada misión de conminarle y si era precis o detenerle, lo que no resultó necesario; aquí es donde sitúo la escena que me relató mi tío cuando yo carecía por completo de sentido histórico para comprender su significad

o. En el fondo de toda esta heterogénea conjunción antifranquista estaba, por supues to, el gobierno británico, que atendía más a la situación política española que a las realid ades estratégicas ya presentes en un nuevo horizonte. Colaboraba en el proyecto el encargado de negocios americano Bonsal, movido por la inercia de épocas anteriore s; pronto recibiría el correspondiente rapapolvo. Monárquicos y socialistas inician sus relaciones ya en enero de 1947. La primer a consecuencia es la explosión del gobierno Giral, que se desintegra a fines de en ero de 1947, cuando le abandona el ministro liberal Rafael Sánchez Guerra, antiguo secretario de la Presidencia de la República, a quien pronto concedería Franco perm iso para regresar a España para recluirse hasta el fin de sus días en un convento de Navarra. Abandonaron luego el gobierno los representantes socialistas y sindicalistas. Entonces don Diego Martínez Barrio, Presidente de la República exi liada, encarga la formación del nuevo gobierno al socialista Rodolfo Llopis, quien a su vez confía al socialista Trifón Gómez las negociaciones con los monárquicos y form a un gabinete en que está presente la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas. El 1 de febrero Beigbeder y Peire se presentan en casa de Bonsal y le comunican los planes para establecer un gobierno provisional formado por siete monárquicos, siet e miembros de la ANFD y cuatro militares. Dicen ampararse en la decisión tripartit a de 4 de marzo de 1946; desgarbado apoyo para un ex ministro de Franco como Bei gbeder, quien sin embargo muestra su conocimiento del Caudillo cuando afirma: Si Londres y Washington no apoyan, Franco podrá durar treinta años . Beigbeder pronostica que una vez proclamado el gobierno provisional la mitad de sus miembros serán arr estados y la otra mitad logrará llegar a Tánger para operar desde allí. Según Beigbeder el nuevo gobierno debería asegurar, ante todo, la eliminación del general Franco Franco, que naturalmente pensaba lo contrario, asegura la eliminación del gobie rno fantasma. En este mismo mes de febrero ordena abrir un proceso contra presun tos miembros de la ANFD pero niega al general Aranda el permiso para salir de su confinamiento a declarar en el caso. Beigbeder afirma a Bonsal que actúa como rep resentante de la conspiración monárquica y de acuerdo con Estoril. Los movimientos d e sus enemigos dentro y fuera de España hacen que Franco acelere sus preparativos para recuperar plenamente una iniciativa política que las presiones exteriores le reprimían desde el comienzo de la segunda guerra mundial. El 13 de febrero de 1947 el insigne científico don Julio Rey Pastor declara: Aconsejo a todos los españoles d e gran valía que vuelvan a su patria . Es un magnífico refuerzo cuando el ostracismo s e cuartea pero aún se mantiene. Es difícil seguir la evolución institucional de la causa monárquica a lo largo de s u trayectoria, Ni don Juan poseía cualidades de liderazgo político ni acertó a elegir consejeros dotados de capacidad organizativa. Hacían, sí, listas de posibles gobiern os, pero no actuaban según normas de organización y gestión eficaz, ésta es una de las c ausas de que el empeño nunca prosperase. A fines de 1946 don Juan intentaba otra o rdenación institucional: mediante el Consejo de Acción Monárquica, dirigido por el gen eral Kindelán y un Consejo Privado como organismo representativo y asesor. Ninguno de ellos funcionó ni eliminó la política personal basada en camarillas y en emisarios de imprecisa distinción, que actuaban como enlaces entre Franco y don Juan sin es tabilidad alguna. Lo que resaltaba sobre toda esta confusión era la firme actitud de Franco que pudo comprobar personalmente su antiguo colaborador, Di onisio Ridruejo, tras cinco años de apartamiento durante los cuales sufrió una profu nda transformación gracias al contacto con los antiguos franquistas, ahora liberal es, del grupo Destino, radicado en Barcelona y que merecería un estudio de trayect oria, sin duda muy interesante. Ridruejo habló a fondo con Franco en febrero de 19 47. El consejo de Ridruejo coincide, a veces palabra por palabra, con la carta e nviada a Franco por Serrano Suñer en 1945: licenciar a la Falange y configurar al régimen como una dictadura nacional de base popular extensa y apolítica, en un proce so constituyente bien conducido. Según Ridruejo dice a Franco la retirada inmediat a de Franco sería el regreso del comunismo y Franco ganaría fácilmente un referéndum pop ular sincero. Sería absurdo disfrazar a la Falange de partido demócrata-cristiano. R idruejo y sus amigos pedirían de nuevo el primer puesto para acompañar al Ejército en u

na crisis peligrosa . Franco le escuchó con afabilidad e ironía; el consejero volvió a s u destierro desde el que había venido a Madrid ilegalmente. Pero la posición de Fran co en 1947 es fácil de comprender si el hombre más abierto del régimen le reconocía lo q ue le reconoció y le aconsejaba, en el fondo, algo semejante a lo que Franco estab a haciendo. b) Nacimiento y consolidación del Opus Dei. En el verano de 2000, cuando doy remate a este libro, observo con gran sorpre sa un amplio despliegue en Internet por parte del grupo católico de Texas M+G+R qu e reproduce un capítulo de mi libro Las Puertas del Infierno titulado El controvert ido nacimiento del Opus Dei . Con gran aparato biográfico, que me honra, esa agrupac ión tejana resume fielmente el contenido de mi capítulo (a partir de la página 567 de mi libro) entre grandes elogios al libro y al autor pero al final trata de condu cirnos a una trampa fácil de desmontar: cita los dos o tres puntos de discrepancia secundaria que mantengo sobre el Opus Dei y los interpreta contra mi criterio expreso- no como tales puntos secundarios de signo negativo sino como la propia esencia del Opus Dei. Eso en román paladino se llama manipula ción, aunque el grupo no me atribuye sus opiniones finales. Es muy difícil valorar los fenómenos históricos contemporáneos, sobre todo los que so n tan complejos como el Opus Dei, al que acabo de citar con motivo de los ejerci cios espirituales que dirigió su fundador, el hoy beato José María Escrivá de Balaguer, al general Franco en la primavera de 1946. Pensaba retrasar este comentario hast a 1957, con motivo de la irrupción política de miembros del Opus Dei en los gobiernos de Franco pero voy a adelantarlo por un motivo cronológico; el Opus D ei consiguió su primer estatuto jurídico general dentro de la Iglesia en el año 1947 d el que me estoy ocupando. Siempre he admirado en el Opus Dei su tensión espiritual y su vocación de servicio a la Iglesia, así como la transformación muy positiva que h a producido en muchas personas a quienes conozco muy de cerca porque en algunos casos son miembros próximos de mi propia familia y de mi circulo de amistades. Sin embargo he de reconocer una seria evolución interior en mis opiniones sobre el Op us Dei. Poco antes de escribir el capítulo citado en mi libro Las Puertas del Infi erno (que es de 1995) creo haber visto por fin claro lo que es el Opus Dei en el contexto de la Iglesia y de la historia del siglo XX y desde entonces esa opinión , que puede haberse matizado ante nuevos datos, no ha variado. Reconozco que com o escri#or católico me he dejado guiar consciente y críticamente por las opiniones y hechos del Papa Juan Pablo II sobre el Opus Dei y sobre el padre Escrivá de Balag uer, al que beatificó solemnemente ante una enorme multitud en Roma el 17 de mayo de 1992; y tuve el honor, por cierto, de ser el primero en publicar en España con mucha antelación la fecha del acontecimiento, del que algunos dudaban. Después de La s Puertas del Infierno dediqué en mis Episodios históricos de España en 1997 un estudi o al Opus Dei, titulado El Opus Dei, controversia y camino en el mismo sentido, pero con la adición, que creo interesante, de consignar y analizar las seis campañas contra el Opus Dei que se han desencadenado desde su fundación a la beatificación d el Fundador, en las que han participado casi siempre miembros o colaboradores de una Orden religiosa que se ha distinguido por su rivalidad a la institución funda da por el beato Escrivá, la Compañía de Jesús.

El fundador del Opus Dei nació el 9 de enero de 1902 en la ciudad pirenaica de Barbastro, al norte de la provincia de Huesca, uno de los territorios en que nac ió y se consolidó la Reconquista multisecular española contra el Islam. De familia pro fundamente cristiana y modesta, venida a menos, tomó el joven aragonés una fe católica inquebrantable y un ansia de apostolado que se concretó en una de las grandes ins tituciones de la Iglesia Católica en toda su historia. Se ordenó de sacerdote en 192 5 cuando ya estudiaba Derecho en la Universidad de Zaragoza. Vivió en Madrid desde 1927. Diez años antes el año de las visiones de Fátima había conocido ya los primeros bar untos de su obra, según su propia frase pero la inspiración fundacional no le inundó ha sta el 2 de octubre de 1928 en Madrid, cuando, dice recibí una iluminación sobre toda la Obra mientras sonaban las campanas de una iglesia vecina, Nuestra Señora de los Án

geles. Creo interpretar que lo esencial de su espíritu era comunicar a los cristia nos la necesidad de vivir profundamente su fe en medio del mundo, con el menor aparato institucional posible, convirtiendo en santidad t odas las ocupaciones licitas de la vida e irradiando la fe a los demás, con especi al atención a los dirigentes de la sociedad, intelectuales, culturales y también polít icos, aunque la política podría ser una profesión personal de los miembros del Opus De i, no una finalidad de la institución en sí. No se trataba, pues, de una nueva orden religiosa, ni de una Congregación, sino de una asociación libre de fieles cristiano s distribuidos según sus diversas intensidades de compromiso en sacerdotes, miembr o numerarios que seguían la plenitud de la perfección evangélica, supernumerarios casa dos, oblatos, hombres y mujeres. Durante la República el padre Escrivá sufrió, como to dos los católicos, las tormentas de la persecución mientras creaba y dirigía su primer a realización a~stólico-cultural, una academia para la preparación a los estudios supe riores, y reunía a sus primeros compañeros. En la guerra civil hubo de esconderse en Madrid, porque el sacerdocio equivalía a una condena a muerte, y consiguió huir por el Pirineo a la zona nacional para reanudar las actividades de su fundación en Bu rgos. En el mismo año en que terminaba la contienda publicó su breviario de máximas, C amino, una serie de pensamientos concebidos y escritos con estilo ágil y moderno e n los que se nota, como no podía ser menos, la huella de la Cruzada y su espíritu pe ro sería ridículo interpretarlo como un prontuario político; es una guía de nueva espiri tualidad. En el ambiente idealista y enfervorizado de la posguerra española el Opus Dei s e extendió con vigor en España y consiguió la incorporación de numerosos jóvenes. En 1946 se abrió la primera casa del Opus Dei fuera de España, en Coimbra; hoy la Obra está ex tendida por todos los continentes y todas las naciones y es realmente internacio nal, aunque nunca haya renegado de su impronta española y hayan sido españoles sus t res primeros presidentes generales. El éxito del Opus Dei le valió las primeras inco mprensiones y persecuciones en España; pero su espíritu consiguió también convencer a im portantes valedores, entre los que destacaron el obispo de Madrid-Alcalá, don Leop oldo Eijo y Garay, que le otorgó el primer reconocimiento canónico y el ministro de Educación Nacional don José Ibáñez Martín, que ayudó a sus miembros a conseguir puestos en l a Universidad y en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Se ha exage rado la penetración del Opus Dei en las cátedras universitarias; entre 1939 y 1951 s e nombraron 408 catedráticos, de los que sólo 23 eran miembros del Opus Dei, algo más del cinco por ciento. Todos ellos, sin excepción han sido relevantes como profesor es e investigadores. Terminada la segunda guerra mundial el Opus Dei emprendió su expansión por todo el mundo, que hoy es patente. Sus miembros se han distinguido s iempre por una adhesión especial a los mandatos y orientaciones de la Santa Sede, mientras por desgracia la Compañía de Jesús, que posee constitucionalmente ese mismo deber, santificado por el cuarto voto específico de sus profesos, inició desde fines de los años cuarenta e intensificó en los sesenta un distanciamiento de la Santa Sede que ha conducido a la gloriosa Orden española a situaciones de ruptura con Roma, uno d e los fenómenos más inconcebibles de nuestro tiempo, que ni siquiera un Papa tan int eligente como Pablo VI acertaba a explicarse sin recurrir a interpretaciones pre ternaturales. En los numerosos viajes de Juan Pablo II el Opus Dei se ha volcado en apoyo del Pontífice viajero, mientras la Compañía de Jesús, al menos en algunos caso s flagrantes que conozco, se ha desmarcado. No estoy aquí escribiendo un tratado sobre el Opus Dei sino una biografía del gen eral Franco. Por la presencia de miembros de la Obra entre sus colaboradores más ínt imos, como el marino y pariente de Franco don Jesús Fontán Lobé, el Caudillo conoció muy pronto el talante y los fines del Opus Dei y en sus conversaciones íntimas se ref iere siempre a la Obra y a su Fundador con admiración y respeto, que ya hemos subr ayado. Esto no justifica que el Opus Dei deba considerarse como una especie de i nstitución religiosa del régimen de Franco, ni mucho menos. En España la misión del Opus Dei ha sido la de formar plataformas de católicos independientes capaces de parti cipar en la vida pública, tanto en la Administración como en las diversas profesione s y oficios, sin excluir las actividades económicas y la política. Estas plataformas

han cuajado gracias a instituciones de enseñanza media, profesional y superior fu ndadas por el Opus Dei en España, entre las que destaca la Universidad de Navarra, un centro de alta y reconocida calidad en todo el mundo. Me parece que en esta función el Opus Dei actuó de forma paralela con la plataforma creada por los jesuita s a principios de siglo para la misma función, la Asociación Católica nacional de Prop agandistas, en la que a veces han figurado también miembros distinguidos del Opus Dei, como don Alfedo López. La pertenencia a estas plataformas ha sido signo de id entidad genérica -el catolicismo vivido en los ambientes públicos pero no específica; n o todos los miembros de una de ellas pertenecen al mismo partido político que los demás. Eso sí, Franco se sentía tan vinculado a la Iglesia católica que seguramente espe raba siempre una correspondencia semejante del Opus Dei, que creyó ver confirmada cuando el padre Escrivá de Balaguer le felicitó cordialmente por la promulgación de la Ley de Principios Fundamentales del Movimiento, en 1958. Tal vez por eso Franco no comprendió fácilmente que varios miembros del Opus Dei llegasen a figurar en gru pos de oposición abierta a su régimen a partir de los años cincuenta y sesenta; y no sól o en la oposición monárquica sino en la oposición más radical como fue el Partido Social ista clandestino ya en los años setenta e incluso la Junta Democrática de 1974, en la que miembros muy destacados de Opus Dei como los señores Calvo Serer y José Vidal Be neyto colaboraban abiertamente en la misma agrupación con el partido comunista de España. (esto no lo comprendía Franco y el historiador que suscribe sigue sin compre nderlo hoy). Sin embargo hechos semejantes, que fueron conocidos y no reprobados por el fundador del Opus Dei constituyen la prueba de la independencia política d e los miembros de la Obra. Sin capacidad ni deseos de comprender esos matices Fr anco se mostró muy disconforme y en sus últimos años, según me reveló el almirante Fontán, jó sin contestar media docena de cartas del Fundador que hasta el momento no he con seguido encontrar. Los dos grandes Papas que más han favorecido al Opus Dei han sido, sin duda, Pío XII y Juan Pablo II. El padre Escrivá se trasladó a Roma en el año 1946 e mstaló en la C iudad Eterna su cuartel general. Varios miembros del .Opus Dei ingresaron al ser vicio de la Curia romana donde han sido siempre muy apreciados, sobre todo don A lvaro del Potillo, ingeniero de Caminos, eminente canonista y sucesor del padre Escrivá al frente del Opus Dei. El 2 de febrero de 1947 Pío XII promulgó la constitución apostólica Provida Mater Ecclesia por la que se creaban los Institutos seculares como nueva forma de vivir la perfección evangélica en el seno del mundo real. El Opu s Dei fue a primera institución que en ese mismo año se acogió a las normas de esa con stitución, que sin embargo nunca satisfizo por completo a los designios del Fundad or. Un largo y a veces penoso itinerario romano desembocó por fin en la forma actu al de asociación libre de fieles regida por una prelatura suprema que fue establec ida por la constitución apostólica Ut sit el 28 de noviembre de 1982. El Fundador ha bía fallecido poco antes que Franco, el 28 de junio de 1975 y el primer Prelado de l Opus Dei fue don Alvaro del Portillo. En el Anuario Pontificio de 1994 la prel atura de la Santa Cruz y Opus Dei contaba con 1.496 sacerdotes, 352 seminaristas mayores y 77.415 miembros seglares. Si se tiene en cuenta que a la muerte de Sa n Ignacio en el siglo XVI la Compañía de Jesús no rebasaba los mil miembros puede comp renderse la concentración de esperanza para la Iglesia Católica del siglo XXI por la actual cifra de los miembros del Opus Dei que rebasa ya las ochenta mil persona s. El conjunto de las publicaciones del Opus Dei, a favor y en contra de la inst itución, es hoy cada vez más abrumador. Me he referido a ellas detenidamente en mis citados libros, donde puede encontrar referencias el lector interesado. Confieso que algunas publicaciones debidas a antiguos miembros del Opus Dei que le han abandonado me han producido viva impresión; se trata, en casi todos los casos, de auténticas tragedias humanas que he estudiado con respeto y con la posible prof undidad. Algunas de ellas, como los libros de María Angustias Moreno, me parecen r ealmente dramáticas y dignas de todo respeto. Pero la magnitud de la que su fundad or quiso llamar Obra de Dios es inmensa y no debe extrañar que en muchos casos y o casiones supere las fuerzas humanas. Que España haya sido capaz de ofrecer en el s

d

iglo XX una institución de esta envergadura me parece una prueba de la vitalidad d el catolicismo español. Una asociación que trata de santificar al mundo desde dentro del mundo real tropieza, sin duda, con todas las dificultades de la condición hum ana y no puede quedar exenta de defectos y distorsiones. Pero no voy a enumerar ahora esos posibles defectos, no sea que alguna organización como M+G+R me vuelva del revés estas consideraciones en el último momento. Creo haber comunicado, para el propósito de este libro, lo esencial. A mediados de febrero de 1947 Franco, en nuevas declaraciones a la prensa ext ranjera, dice en el Evening Standard: Soy hombre que jamás ha abrigado ambiciones d e mando ni de poder; si yo creyera que el interés de mi patria estaba en que yo ab andonase mi mando, lo haría sin vacilar . Esta es la gran fuerza de Franco, que está c ompletamente convencido de lo que dice, y el historiador debe mostrar su acuerdo en que decía la verdad; estos grandes políticos desprovistos de ambición personal, co mo Franco y Carrero, son los más dotados para permanecer en el poder que asumen po r un compromiso más elevado. Eso sí, ésta es la primera y según creo única ocasión de su vid a en que Franco habla de irse, aunque sea para negarlo. A finales de febrero el brillante autor de Embajadores sobre España, José María de Areílza, conde de Motrico, in icia su larga carrera de servicios diplomáticos a Franco y marcha a desempeñar la Em bajada en Buenos Aires, donde gozará de la intimidad del matrimonio Perón , 1 Entrevista Franco-Larraz en Gil Robles, La Monarquía..., op. cit., p. 200. Da tos sobre la lucha contra el maquis en F. Aguado, El maquis en España, obra de cuy a maestría me consta y que ha sido absurdamente menospreciada por historiadores a la violeta. La trama documental sobre la estrategia americana es, para todo el e pigrafe, Foreign relations of the United States, 1947, Washington, Govemment Pri nting Office, 1972, vol. III, p. 1083s. Artículo de Franco en Arriba repr. en Revi sta de Historia Militar 40(l976)188s. Testimonios y datos sobre conspiración monárqu ica en mi libro Don Juan de Borbón..., op. cit., p. 507s. Política del exilio republ icano en Javier Rubio, La emigración..., op. cit., p. 603. Conversación Franco Ridru ejo en Casi unas memorias, op. cit., p. 282s. Sobre el Opus Dei. Cfr análisis y fu entes en mis libros Las Puertas del Infierno, Madridejos, Fénix, 1995 y Episodios históricos de España, Madrid, ARC, 1997 vol. 8, El Opus Dei, controversia y camino. c) La guerra fría y la misión Carrero a Estoril

Franco no deja de observar, mediante sencillas y eficaces redes informativas, los movimientos de la oposición que durante el año 1947 trata de aproximar sus fren tes principales, el monárquico de Estoril, el monárquico del interior y el socialist a del exilio. A principios de marzo declara al corresponsal americano H. Edward Knoblaugh, autor de un libro sobre la guerra civil favorable a la España nacional, con el que se sincera cordialmente al saber que el gobierno enemigo le había expu lsado durante la guerra: Si los exiliados están así desunidos en la desgracia, imagínes e lo que habría sido en el poder . Insiste en lo que los teóricos llamarán luego proceso de autolimitación gradual del poder absoluto cuando confiesa: Yo no soy dueño de hacer lo que quiero, necesito la asistencia y acuerdo de mi g obierno . Evoca la acción de las guerrillas anti-romanas y anti-napoleónicas ante un e ventual dominio militar de España por Rusia, mientras Kindelán se queja a Estoril de que el Consejo de Acción Monárquica se entera por comunicados ajenos de la constitu ción real de la Confederación de Fuerzas Monárquicas y el defenestrado don Alfonso de Orleans acusa a Gil Robles de querer erigirse en el Canovas de la nueva Restaura ción. El 10 de marzo Salvador de Madariaga, el gran intelectual político de la España moderada y liberal que vive y trabaja en Londres, es llamado a consulta por el D epartamento de Estado. Para el pueblo español -dice en Washington cuanto más siga Fran co en el poder, mejor Los diplomáticos americanos no captan el sentido paradójico de don Salvador, incapaz de resistir a la tentación de hacer una frase en Estados Uni dos, pero Franco no le perdonará jamás esa frase. En vena surrealista, Madariaga pro pone que la ONU envíe nada menos que a Churchill para que recomiende a Franco que se vaya. Y se declara partidario de don Juan. Casi simultáneamente don Juan presid e en Estoril una sesión de su Consejo Privado donde según Gil Robles se decidió que el lím te de las concesiones democráticas sea el contenido de la Constitución de 1876 . Todo

un progreso: desde las Bases Fundamentales de 1946, que se inscribían en el siglo XVII, habíamos llegado a la Monarquía de Alfonso XII en el siglo XIX. Ya faltaba men os. Dos días más tarde ahora estamos en el plano de las grandes realidades mundiales el presidente Harry Truman da estado público y legal a la guerra fría. Pide al Congres o con inmediata respuesta favorable cuatrocientos millones de dólares para ayudar a Grecia y a Turquía en su lucha anticomunista: una y otra nación están en grave peligro de sucumbir a la amenaza de expansión soviética tanto inte rior como exterior. Es la primera manifestación de la doctrina Truman : el comprom iso de los Estados Unidos para defender a los países víctimas del comunismo o amenaz ados por él. Truman, sin embargo, frena la aplicación de su doctrina a España con el p retexto de que el país católico impide el libre ejercicio del protestantismo. La ini ciativa de modificar la actitud americano ante España no vendrá pues del presidente sino del Pentágono y de los cada vez más numerosos amigos de España en el Capitolio.

Franco asciende el 4 de marzo a teniente general a su amigo Camilo Alonso Veg a, uno de los tres segundos tenientes que viajaron de El Ferrol a Melilla en 191 2. El día 21 publica Arriba unas declaraciones de Franco a la periodista americana Georgia Long: el régimen español es, según él, una democracia orgánica popular . El 21 de m rzo el antiguo director de la Academia General Militar de Zaragoza, el coronel q ue había mandado el ala derecha de la vanguardia en Alhucemas, regresa a la Histor ia: Franco asciende a don Miguel Primo de Rivera a capitán general del Ejercito co n motivo del traslado de sus restos desde Madrid a Jerez, que se consuma el día 25 , después de que Franco se despida del hombre con quien discutió en Ben Tieb, coloca do ahora en su capilla ardiente del Ministerio del Ejército. Pero las evocaciones históricas no hacen a Franco bajar la guardia ante la renovada ofensiva del exilio . El 26 de marzo el delegado socialista Trifón Gómez inicia una ronda de conversacio nes con la Confederación de Fuerzas Monárquicas. La prensa española revela un sensacio nal antecedente: el rey Carlos III había dado instrucciones a sus virreyes en México sobre el peligro ruso en América del Norte desde las bases del imperio de los zar es en Alas a. (Los españoles de California, en efecto, destruyeron un fuerte ruso en la bahía de San Francisco). El 29 de marzo anuncia Londres que el ministro pola co de defensa, general Karol Swierczews i, más conocido en España como general Walte r de la XIV brigada internacional, cae asesinado por unos guerrilleros anticomun istas cerca de Cracovia. El Pardo y Estoril van a reñir, desde la víspera, una gran batalla política en abri l. Hoy poseemos ya toda la evidencia documental y testimonial para reconstruir e l importante episodio. Desde hacía varios meses don Juan de Borbón había concedido una s declaraciones al periódico de Londres Observer que sufrieron diversas retencione s y modificaciones mientras los consejeros de Estoril discutían sobre su oportunid ad. En este contexto interno y mientras los Estados Unidos y en menor grado Ingl aterra quitaban hierro a sus proyectos antifranquistas en vista de la declaración de la guerra fría, Franco decide seguir el proceso de institucionalización de su régimen y en el consejo de ministros del 28 de marzo ordena, con aprobación de l gobierno, enviar a las Cortes un proyecto de ley de Sucesión a la jefatura del E stado que de momento mantiene secreto para que don Juan sea el primer español, fue ra del gobierno, que lo conozca. Con este fin envía a Estoril al subsecretario de la Presidencia, Luis Carrero Blanco, que pide y obtiene audiencia con don Juan e l Lunes Santo, 31 de marzo. La reseña de tal misión se encuentra en un minucioso doc umento redactado por el propio Carrero para información de Franco.

El emisario empieza presentándose: Yo, Señor, lo mismo que me crié católico me crié monár uico . Hace historia de su vida; su trágica experiencia en el Madrid rojo le impulsó a formularse a sí mismo el voto de dedicar el resto de su vida al servicio de España s in pensar para nada en mi porvenir ni en mis conveniencias particulares . Confirma luego Carrero a don Juan la idea de Franco sobre la Monarquía. El ha pe nsado siempre en que la Monarquía fuese continuación del Movimiento y en V.A. como f

uturo Rey de esa Monarquía . Para preparar el camino, Franco ha decidido enviar a la s Cortes un proyecto de ley de Sucesión que se hará püblico esta noche, no se trata, p or tanto, de una consulta sino de una comunicación previa de un texto impuesto. Ca rrero entrega a don Juan ese texto, y el conde de Barcelona advierte inmediatame nte: Bueno, esto es la Monarquía electiva . Carrero dice no estar de acuerdo; se trat a de una Monarquía hereditaria y selectiva . Pero don Juan no carecía de razón en su prot esta; según el proyecto el Jefe del Estado podría proponer a las Cortes que quedaran excluidas de la sucesión las personas carentes de la capacidad necesaria para gob ernar o que merezcan perder sus derechos debido a su desvío notorio de los princip ios fundamentales del Estado o por sus actos lo que introducía un claro elemento de discrecionalidad por parte de Franco, y por tanto un principio de monarquía electi va, que Carrero llamaba selectiva . Y añadía que se trataba de una Monarquía tradicional y no liberal, basada en las Cortes del régimen, a las que nadie, según Carrero, pued e tachar de no democráticas, pero evidentemente las Cortes de 1947 no eran democráti cas en el sentido occidental de la palabra. Carrero insiste: En España se abrió en 19 36 una trinchera y hay que estar de este lado de la trinchera o enfrente , clara a lusión a la actitud de don Juan durante la guerra civil, cuando por tres veces pre tendió luchar en la misma trinchera que Franco., Tenemos -dice Carrero- enfrente a la masonería y al comunismo y no claudicaremos ni ant e una ni ante el otro. Don Juan, en lo que Carrero interpretó como gesto de someti miento, replicaba: No podrán ustedes . Lo que significaba, sin duda, que él estaba dispuesto a claudicar; es el desliz más grave cometido por don Juan en tan alta y decisiva ocasión. Entonces Carrero ataca a los colaboradores de don Juan y se p ermite entregarle varias fichas personales, algunas sumamente comprometidas, sob re sus comportamientos, en las de Sainz Rodríguez y López Oliván. No hemos conocido nu nca el contenido de estas fichas que don Juan, noblemente, se negó a considerar pe ro las descripciones sobre la corte de Estoril que ha incluido en su famoso libr o don Luis María Anson son seguramente más negativas y en el primer caso más repugnant es que las entregadas por el propio Carrero. Don Juan dio entonces por terminada la entrevista; le ha disgustado visiblemente la entrega de las fichas. (El auto r de este libro cree conocer cabalmente a los últimos miembros de la Casa de Borbón; y cree estar seguro de que don Juan, sin perjuicio de rechazar las fichas, las leyó con avidez no exenta de morbo). Carrero se fue y a los pocos minutos regresó pa ra comunicar al gentilhombre de servicio que Franco pronunciaría esa misma noche u n discurso sobre la sucesión. Franco, en efecto, habló por radio esa misma noche y presentó el proyecto de ley de sucesión que luego leyó un locutor. A Gil Robles el proyecto le parece un engendro que niega la esencia misma de la institución monárquica hereditaria , como ya le había anticipado don Juan a Carrero. España, en efecto, se transformaba en reino pero ba jo la jefatura vitalicia de Franco, éste podrá nombrar un sucesor. No es difícil imagi nar la reunión encrespada de don Juan con sus conse.jeros aquella misma noche, una vez que escucharon por radio el discurso de Franco y la lectura del proyecto, q ue pudieron repasar en la copia recién entregada por Carrero Blanco. La indignación llegó a desesperación cuando casi se pusieron de acuerdo en organizar un viaje impro visado del Pretendiente hasta el palacio del Pardo, donde tratará de imponer a Fra nco un acuerdo sucesorio inmediato. Desistieron al fin cuando la sensatez se imp uso; no hubieran llegado muy lejos en el caso de conseguir el cruce de la fronte ra. Alegaron que Franco (según Carrero) se había marchado de Madrid y se contentaron con preparar un desahogo en forma de manifiesto, que sería mortal para el futuro de don Juan. Los consejeros habían tratado de desorientar a Carrero dándole día y hora para la nueva audiencia que él solicitaba de don Juan; así le retendrían en Lisboa mi entras se consumaba el descabellado viaje a Madrid. Cancelado éste, don Juan recib e de nuevo al emisario el 2 de abril. Don Juan se queja del hecho consumado; Car rero excusa a Franco por su poder legítimo y don Juan acepta de lleno esa legitimi dad; no será la primera ni la última vez que lo hizo. Franco, le dice Carrero, utili za el poder total precisamente para autolimitarse. Don Juan entrega a Carrero un a nota redactada por sus consejeros en que se califica al proyecto de absurdo y monstruoso pero ante una sugerencia de Carrero don Juan retira la agresiva nota. Siempre según el

informe de Carrero a Franco, de cuya veracidad no me cabe la menor duda porque conocí a los dos, don Juan se muestra mucho más próximo a la posición de Franco que a lo s exabruptos de sus consejeros y de hecho critica a los intermediarios entre él y Franco. Carrero predice que para evitar el comunismo los grandes países de Occiden te tendrán que abrazar un sistema parecido al de Franco, el camino es el nuestro . Do n Juan queda visiblemente impresionado por la convicción del mensajero, que le reb ate otras razones basadas en el liberalismo economico. Carrero se despide, segur o de que don Juan no queda convencido, y que son sus consejeros quienes le malme ten. Esta seguridad de Carrero sobre el pensamiento y la situación de don Juan reg irá en adelante las relaciones Estoril-Madrid y será clave para asegurar la victoria de Franco en la confrontación. Quedaba claro que ni Carrero ni Franco podían compre nder que la victoria final de Occidente contra el comunismo no se conseguiría como se demostró en 1989 por la mutación de las democracias en regímenes autoritarios sino p or la superioridad material, política y moral de las democracias occidentales sobr e un régimen comunista corrupto, degradado e incapaz. d) El manifiesto de Estoril contra el proyecto de ley de Sucesión Tras el regreso de Carrero a Madrid los consejeros de don Juan le convencen m uy fácilmente para que en su nombre se lance a todos los vientos un nuevo Manifies to contra el régimen de Franco, que se publica en dos tiempos: el Manifiesto en sí-e l 7 de abril y las retrasadas declaraciones al Observer de Londres el día 13. Creo que casi nadie ha comentado que el Manifiesto de Estoril no se dirigió contra la L ey de Sucesión sino contra el proyecto que Carrero entregó a don Juan y Franco comun icó al país por radio esa misma noche. Y es que como veremos después ese proyecto expe rimentó modificaciones profundas en su trámite parlamentario, circunstancia que los consejeros de don Juan, por su menosprecio exagerado a las Cortes de Franco, no quisieron tener en cuenta ni por asomo. Y sin embargo el proyecto fue publicado en el Boletín Oficial de las Cortes el 11 de abril, y ya convertido en dictamen de la Comisión apareció seriamente modificado en el mismo medio el 31 de mayo. Es evid ente que los enfadados consejeros de don Juan se precipitaron al lanzar sin más el Manifiesto contra el proyecto original, que no fue el definitivo. Pero las cosas sucedieron así y así las debe presentar la Historia. Don Juan, jun to con Gil Robles, Sainz Rodríguez y Vegas elaboran el Manifiesto de Estoril que s e publica, como decimos, el 7 de abril. En él se ínsulta a las llamadas Cortes y se ca lifica al sistema de Reino propuesto en el proyecto como por completo opuesto al de las leyes que históricamente han regulado la sucesión a la Corona . Añade el manifies to que los principios que rigen la sucesión a la Corona no pueden ser modificados s in la actuación conjunta del Rey y de la nación legftimamente representada en Cortes c ircunstancias que no se dan en este caso. Por tanto la ley sucesoria de Franco e s nula. Considera don Juan que el régimen vive una interinidad cada día más peligrosa y que la hostilidad suscitada por el régimen en el mundo nace de la presencia del gen eral Franco en la jefatura del Estado . El motivo de la nueva ley es convertir en v italicia una dictadura personal , y disfrazar con el manto glorioso de la Monarquía u n régimen de puro arbitrio gubernativo . La ley es un ataque a la esencia misma de la Monarquía hereditaria que los hombres de Estoril idealizan; porque todo el mundo s abe la catástrofe que la Monarquía hereditaria acarreó a España desde Calos IV a Fernand o VII e Isabel II, y el abrupto final que esa Monarquía sufrió al llegar la República en 1931. El proyecto de Franco no es monarquía hereditaria sino caudillaje electivo . Y la ley propuesta no pasa de ser una ficción constitucional . Frente a ello don Jua n invoca el supremo principio de legitimidad que él encarna (para nada alude a la re nuncia de don Alfonso XIII en 1931, que recayó sobre él y su estirpe). Insiste en su ilusión de ser el Rey de todos los españoles y exige la normal e incondicional transmi sión de poderes . Nadie puede pedirle, termina, que dé mi asentimiento a actos que supo ngan el incumplimiento del sagrado deber de custodia de derechos que no son sólo d e la Corona sino que forman parte del acervo espiritual de la patria . El Manifiesto de Estoril era ya grave de por sí pero se hizo mucho más intolerabl e por la publicación, seis días después (el 13) de las tantas veces diferidas declarac iones al Observer de Londres. En ellas don Juan ratifica el Manifiesto de Lausan

a en 1945, ataca frontalmente a Franco, aunque reprueba las intromisiones exteri ores; promete la legalización de organizaciones políticas y sindicales, dice no nego ciar pactos políticos pero los patrocina. Pide la libertad religiosa y la separación del Estado y la Iglesia dentro de una Monarquía confesional lo que es simplemente contradictorio. Exige la amnistía total y la descentralización dentro de la unidad nacional. Reconoce su deseo de combatir en el bando nacional durante la guerra p ero cree que eso no será ahora un obstáculo. Estas declaraciones sentaron muy mal in cluso a los monárquicos del interior; el general Kindelán protestó y el Consejo de Acc ión Monárquica presentó su dimisión. En carta a don Juan, Kindelán le dice que las adhesi ones al Manifiesto y a las declaraciones no superan en España el uno por mil y en cambio hay monárquicos que piensan que V.M. se ha jugado y ha perdido la Corona . La responsabilidad por la publicación de las declaraciones manipuladas recayó en Eugeni o Vegas lo que agravó las disensiones crónicas en la corte de Estoril. La reacción de Franco fue brutal. Publicó ahora juntos y revueltos los dos Manifi estos, el de Lausana en 1945 y el actual de Estoril. Gil Robles se desespera en su Diario, Franco da rienda suelta a la campaña de insultos y descalificaciones co ntra el conde de Barcelona. Desde la traición del condestable de Borbón (que había aban donado a Francisco 1 por su rival Carlos V en el siglo XVI) a esta conspiración co ntra la patria, de un heredero de su estirpe, pocas veces las flores de lis se h an mustiado tanto . Los ataques a los consejeros de don Juan, motejados de masones y cosas por el estilo casi desafían nuestra credibilidad de hoy. Este es el momen to en que Franco, que había mantenido a don Juan como sucesor in pectore, como dem uestra Carrero en su visita a Estoril, prescinde de él definitivamente, haga don J uan lo que haga, e hizo mucho cuando ya era tarde. El 30 de diciembre de 1954 di ce Franco refiriéndose a este Manifiesto: Se lamenta (Franco) de lo mal aconsejado que estaba 5 .A. por lo cual se le impulsó a dictar el Manifiesto que la opinión nac ional ha repudiado y que ha motivado que se piense en el infante don Juan Carlos para heredar a su tiempo la Corona . Don Juan destituyó a Eugenio Vegas como jefe d el secretariado político y le nombró preceptor del príncipe Juan Carlos para sus estud ios en Suiza, pero todo fue inútil. El peor síntoma es el repudio general de los monár quicos del interior en un momento en que Franco estaba a punto de conseguir el v iraje estratégico a su favor por parte de los Estados Unidos. Por gestiones de Fra nco el jefe del gobierno portugués Oliveira Salazar advirtió a don Juan que no podría seguir en Portugal si se dedicaba a estas activiades políticas; el general Kindelán pasó audazmente la frontera, habló con don Juan en Guarda y le reclamó el mando único de la causa, que no le fue concedido; Gil Robles y Sainz Rodríguez sufrieron un períod o de confinamiento en Portugal. La eliminación de don Juan como candidato a la Cor ona era irreversible; el propio Franco se lo dijo, como veremos, cuando habló con él por segunda vez. El Manifiesto de Estoril y las declaraciones retrasadas habían s ido un mal paso para las aspiraciones del conde de Barcelona. Con la misma fecha del manifiesto el Departamento de Estado envía, firmado por Dean Acheson, un mensaje a la embajada norteamericana en Londres. Moscú dice el desorientado secretario de Estado en funciones está interesado en mant ener a Franco en el poder hasta que la desazón política y económica de España alcance el punto de revolución . Propone el departamento una acción directa en España según los recie ntes consejos de Madariaga para la cual británicos y americanos deberían ganarse a la s principales figuras del Ejército. Esta vez el fracaso es completo; las fuerzas a rmadas se mantienen unánimemente a favor de Franco, así lo reconoce el 10 de abril e l embajador de los Estados Unidos en Londres, Douglas, en un mensaje del máximo se creto a Washington: El Ejército es fundamentalmente leal a Franco... lo mismo sucede con los hombres de la industria y los negocios... en muchos países amigos la situ ación es peor que en España... . Mientras tan desalentadoras noticias sembraban la con fusión en el campo antifranquista internacional, la conferencia de Moscú daba un nue vo giro al torniquete de la guerra fría: entre el 10 y el 24 de abril los antiguos aliados de la segunda guerra mundial no logran llegar a ningún acuerdo sobre el r eparto de la paz. El 27 de abril Franco, impertérrito, declara al Sunday Times: En la ley de Sucesión no se trata de una restauración sino de una instauración . Uno de los

titanes de la Restauración, más por lo que pudo hacer que por lo que hizo, don Fran cisco Cambó, moría lejos de España, en Buenos Aires, el último día de abril de 1947. Su co ntribución al bando nacional para la acción exterior en la guerra civil había sido ine stimable. El 1 de mayo el embajador británico en Washington comunica a Acheson la opinión d e Bevin: nada puede hacerse contra España. En vista de ello, los dos gobiernos ang losajones deberían bloquear cualquier iniciativa antiespañola en las Naciones Unidas . Mientras el príncipe don Javier de Borbón Parma protesta por el proyecto de ley de Sucesión. El general George C. Marshall, secretario de Estado, propone en la univ ersidad de Harvard su plan de ayuda para la reconstrucción de Europa, cifrado en d oce mil millones de dólares y montado dentro de la doctrina Truman, como suprema p alanca de contención anticomunista. Es el célebre plan Marshall, enorme y parcial ge sto de la generosidad y la clarividencia americana; contradictorio por partida múl tiple, como la gran nación que lo proyectó y lo realizó. El 6 de mayo el encargado de negocios Bonsal telegrafía a Acheson: En conjunto creo que el anuncio por Farnco de la ley de sucesión el 31 de marzo ha favorecido al régimen y que con ello Franco ha demostrado una hábil comprensión de la situación política local . Subraya Bonsal que nume rosos monárquicos desaprueban el Manifiesto de Estoril. e) La modificación de la Ley sucesoria en las Cortes Contra lo que suponían los consejeros de Estoril y el propio don Juan el proyec to de ley de Sucesión fue modificado seriamente durante su tramitación parlamentaria . El profesor Javier Tusell se ha referido a sus diversos borradores y el profes or Luis Suárez ha analizado seriamente estas modificaciones pero el estudio defini tivo se debe a una investigación del profesor Joaquín Tomás Villarroya al que nos refe rimos en nota. Lo más curioso es que el propio y apresurado Manifiesto de don Juan fue tenido en cuenta para esta tramitación, que supone una justificación funcional de las Cortes de Franco, las llamadas Cortes que decía don Juan. No eran, desde lueg o, aunque Carrero se lo había dicho a don Juan, unas Cortes democráticas; pero tampo co lo eran las Cortes liberales entre 1812 y 1931, elegidas en todos los casos c on invalidantes vicios de origen y representación popular bajo mínimos y sin embargo , una vez constituidas, ejercieron en muchas ocasiones seriamente su función en la elaboración de las leyes. Algo semejante sucedió en las Cortes de Franco y señaladame nte en esta ocasión. Al publicarse el proyecto de ley en el Boletín del 11 de abril de 1947, se formó una Comisión especial presidida por el ilustre jurista y presidente de las Cortes don Esteban Bilbao y compuesta, como la Ponencia que emanó de ella, por representa ntes de todas las familias del régimen, más la Iglesia, el Movimiento y los sindicatos . Todos los procuradores podían enviar enmiendas de las cuales cinco fueron import antes pero además la ponencia aceptó bastantes más aunque no habían logrado el preceptiv o número de firmas. Los debates en ponencia y comisión se diiimieron por votaciones formales. La ponencia y la comisión eran equilibradas en su procedencia y lo fuero n en su actuación. El dictamen de la comisión se publicó el 31 de mayo y fue defendido por el presidente de las Cortes el 7 de junio, donde se aprobó por aclamación. Pero el debate en ponencia y comisión había sido reposado e intenso. La Ley de Sucesión se refería fundamentalmente a preparar el relevo de Franco, au nque su vigencia se debería prolongar en las sucesivas ocasiones. Pero además apunta ba a otros fines importantes. Primero la conversión del Estado español en Reino, es decir el establecimiento del régimen monárquico. En segundo lugar la creación del caráct er de fundamentales es decir constitucionales, como integrantes de una Constitución abierta para esta ley y las que en el futuro se declarasen como tales. En tercer lugar se trataba de asegurar la pervivencia del Régimen establecido el 18 de juli o para después de la desaparición de Franco. El concepto de ley fundamental había aparecido en el reglamento de las Cortes aprobado en 1943 que incl uía una Comisión de Leyes Fundamentales . Se registró en la Comisión un notable debate sobr e este tipo de leyes que al final fijó un proceso abierto de carácter constitucional , completado en ocasiones posteriores hasta la Ley Orgánica del Estado en 1967. El

carácter abierto de las Leyes Fundamentales se aceptó en virtud de una enmienda. Se rechazaron otras leyes de ese carácter, como un Fuero de la Justicia o los Puntos de la Falange e incluso los acuerdos con la Santa Sede. Fue muy importante la c onstitución de España como Reino, aun en vida de Franco; la Monarquía retomaba así para presidir de nuevo los destinos de España, aunque no como régimen liberal que había suc umbido en 1931 después de siglo y medio de flagrante decadencia. El debate en Comi sión tuvo en cuenta la oposición de don Juan al sistema de Monarquía electiva que comp ortaba el proyecto; López Rodó admite que esta corrección, sustancial aunque no comple ta, se introdujo ante la opinión del conde de Barcelona, a quien sin embargo no se mencionó en los debates. Esta supresión, aunque no completa, de la Monarquía electiva fue la modificación más importante introducida por la Comisión, según dice atinadamente Villaroya. Un escrito del ex ministro del Movimiento José Luis de Arrese sirvió par a que la Comisión debatiese su propuesta, en la que se identificaba al régimen con l a figura de Franco; sin Franco el Régimen dejaba de existir, cosa que en 1947 no s e admitió pero que en los años setenta aceptábamos muchos españoles fieles a Franco que nunca creímos en la posibilidad de un franquismo sin Franco. Arrese proponía que, cu ando terminase la vida y por tanto el régimen de Franco, se sometiese claramente a los españoles la opción entre Monarquía y Republica. No se aceptó la idea. Tenía razón don Juan en que la nueva ley consagraba como definitiva y vitalicia l a jefatura del Estado en manos de Franco y así se acordó. Llegó a la Comisión una romántic a propuesta del procurador por Vizcaya, señor Goyoaga, que daba la vuelta al proye cto: Corresponde la jefatura del Estado al Rey don Juan de Borbón y Battenberg aunqu e mientras se produjera la transmisión de poderes, cuyo plazo fijarían las Cortes, e l Generalísimo mantendría la titularidad efectiva como Jefe del Estado. La propuesta fue rechazada pero se tomó en serio para el debate, aunque naturalmente no prospe ró en él. Se produjeron también notables modificaciones en el sistema de sucesión. Se estab lecía un doble supuesto para la sucesión propuesta por el jefe del Estado a favor de un Rey o bien de un regente. El sucesor a título de Rey debía ser, según el proyecto, de sangre real pero la Comisión modificó este requisito y dijo de regia estirpe que era más amplio. Ramón Serrano Suñer presentó una importante enmienda a favor del carácter hereditario de la Monarquía. La Comisión suprimió la exigencia del mejor derecho y toda referencia dinástica ante la propuesta del sucesor; era una cl ara advertencia a don Juan. La posibilidad de una regencia aceptada en la ley, d ejaba abierta la posibilidad de una cadena de regentes que excluyese de hecho la i mplantación de la Monarquía en España y causó algunos problemas para el advenimiento de un Rey cuando se trató de la sucesión a favor de don Juan Carlos; apareció entonces un sector regencialista en el seno del régimen. El profesor Jesús Pabón fue quien adujo la posibilidad de esa cadena de regentes para eludir a la auténtica Monarquía y dictaminó que históricamente la regencia no había sido una alternativa a la Monarquía sino que l os regentes han coexistido siempre en España con los Reyes cuando eran menores. Po r otra parte la continuidad del régimen se procuraba al obligar al sucesor al jura mento de las Leyes Fundamentales del régimen y la aceptación de los principios del 1 8 de julio. La enmienda de Serrano Suñer intentó que no se excluyese de la sucesión a las mujeres pero la Comisión rechazó la sucesión femenina aunque admitió que las mujeres pudieran transmitir derechos sucesorios. La edad del sucesor para asumir la Cor ona se estableció en treinta años tras un intenso debate. Una enmienda del señor Valdés Larrañaga propuso y se aceptó que por una ley pudieran ser excluidas de la sucesión pers onas incapaces o que hubieran hecho cosas incompatibles con la sucesión a la Coron a. Era otro aviso claro a don Juan. La Ley establecía dos grandes Consejos: el de regencia y el del reino. El Conse jo de regencia, compuesto por un alto representante del Episcopado, otro de las Fuerzas Armadas y el Presidente de las Cortes ocuparía la jefatura del Estado en c aso de vacante y convocaría en plazo al Gobierno y al Consejo del Reino para desig nar el sucesor si aún no existiese; y convocaría al Consejo del reino y a las Cortes para recibir el juramento del sucesor designado a título de Rey o de Regente.

Así fue aprobada la Ley de Sucesión en 1947. En su favor hay que decir que la ley funcionó en los dos momentos trascendentales para los que se puso en juego: la de signación de don Juan Carlos de Borbón como sucesor de Franco a título de Rey en 1969 y la proclamación de don Juan Carlos como Rey de España a poco de morir Franco en no viembre de 1975. realmente para estos dos supuestos principales se había pensado y aprobado esta importante Ley, que sin embargo no pudo ver cumplidos sus propósito s de continuidad del Régimen porque a fin de cuentas la enmienda Arrese, desaproba da en 1947, demostró su efi cacía histórica tras la muerte de Franco. También resultó eficaz la Ley en el estable cimiento del régimen monárquico para España, aunque don Juan no lo viese así; se equivocó una vez más, lamentablemente. La Constitución de 1978, emanada de las Leyes Fundamen tales por reforma y no por ruptura, sustituyó al sistema sucesorio de 1947 por un retorno abierto y completo al régimen tradicional de Partida, vigente en España desd e la Edad Media, con la excepción borbónica desde Felipe V a Fernando VII, que resta uró el régimen tradicional y suprimió la ley semisálica de Felipe V que hubiera impedido el reinado de una Isabel la Católica. Es posible que algunos lectores se sorprend an de que la Ley de Sucesión se adoptó tras importantes y lúcidos debates; pero así fue, y así debe registrarse en la Historia. f) La apoteosis de Evita

Ese mismo mes de junio en que se aprobaba el texto definitivo de la Ley de Su cesión y se empezaba a preparar el referéndum popular que debía ratificarla sucedió en E spaña la apoteosis de la Presidenta de Argentina, doña María Eva Duarte de Perón, a quie n un famoso musical de nueva época ha consagrado como Evita . Pero mientras se debatía le decisiva Ley, Franco, según su costumbre en momentos de crisis exterior con apo yos internos, emprende uno de sus habituales viajes políticos. En esta primavera e scoge el Mediterráneo. EllO de mayo está en Valencia, donde inaugura la XXV Feria In ternacional de Muestras y dice en el claustro de la Universidad: Los universitari os siempre fueron la flor de la nación . El 15 arriba a Palma de Mallorca con una lu cida división de la Escuadra: arbola su insignia de capitán general de la Armada en el antiguo crucero enemig o Miguel de Cervantes . Alterna allí los discursos de ritmo político con los de ferv or marinero: desgraciado el pueblo dice, cuando Occidente está cambiando en su favor que desconfía de la buena fe de los demás . En este su regreso a Palma desde los días le janos de 1933 se aloja también en el palacio de la Almudaina. Parte de allí el 17, r umbo a Barcelona, donde asiste a una corrida de toros, habla a la comunidad de M ontserrat, preside un desfile y evoca las amargas horas del 98, aquella gran trai ción de la política española a su Ejército . Aquel Ejército podía combatir, no estaban agotad s ni sus medios ni sus sacrificios. Lo mismo que si España hubiera perdido una de sus capitales costeras, que no otra cosa era Santiago de Cuba, hubiera de entreg arse toda la nación. Franco tenía razón; en torno a La Habana se mantenía intacto un ejérc ito de doscientos mil hombres bien armados, capaces de causar serios problemas a las fuerzas expedicionarias del general Shafter después de las actuaciones defensivas ante Santiago por las fue rzas de El Caney y las Lomas de San Juan. El 23 de mayo, por primera vez en su v ida, preside en Barcelona un consejo de ministros. El 26 agradece el banquete qu e le ofrecen en la Lonja las entidades económicas catalanas: la gente ya no se muev e por conceptos abstractos e ideológicos: hoy priva lo concreto . Después de diversas visitas a la región catalana, todas con intensos contactos populares, Mataró, Granollers, Vich el 2 de junio ha vuelto ya a su habitual observatorio, e l palacio del Pardo. Ante la reacción negativa de los españoles, incluidos, según el citado testimonio d e Kindelán, muchos monárquicos, por el manifiesto de Estoril, José María Gil Robles, com pletamente abatido, piensa en retirarse a América, pero sus amigos le convencen pa ra que se quede, sin el menor horizonte y sin la más leve esperanza como escribe ama rgamente el 7 de junio en su diario. Muy distinto era el horizonte que iba a encontrar en España, a su llegada dos día

s más tarde, la señora de Perón. Franco, agradecido por la actitud favorable de Argent ina, tomó la excepcional decisión de recibirla en Barajas al frente de todo su gobie rno. La antigua actriz y fiel compañera del innovador Presidente argentino, tan in teligente como bella, tan elegante como digna, encuentra en España desde su llegad a una recepción cálida y multitudinaria. Hierve ante ella Madrid, la ciudad que pose e un sexto sentido para reconocer y agasajar a los auténticos amigos de España. Las gentes se vuelcan en la tercera gran manifestación de la Plaza de Oriente, donde c elebran la aprobación por las Cortes de la Ley de Sucesión. Franco impone a su hermo sa huésped la gran cruz de Isabel la Católica; el ídolo de los descamisados recorre en t riunfo El Escorial, el castillo de la Mota, las ciudades de Granada, Sevilla y S antiago. España comprende su sentido mensaje: No he venido a formar ejes sino a ten der un arco iris . Hasta los chistes que afloran sobre ella tienen un matiz de sim patía y admiracion. Franco, que ha advertido prudentemente la víspera que España no tie ne problema alguno con la gran nación norteamericana vuela a Barcelona el 24 de jun io para despedir a Evita, recibida luego con frío desdén en la Italia democrática, mie ntras España celebraba sus últimas declaraciones: he comprendido toda la grandeza del hombre que preside vuesta patria . El 30 de junio recibe, calladamente, la consag ración episcopal en Santander el veterano abogado, periodista, político y creador de grandes empresas don Ángel Herrera Oria, puente entre Madrid y Roma. Morían de puro cansancio inútil los últimos ataques ideológicos contra España en el mun do que empezaba a llamarse libre. Algunos nacían ya muertos, como aquella traca qu e bajo el título de Wind in the olive tres, Spain from the incide, publicaba Abel Plenn con el confesado fm de provocar y mantener la condena antiespañola; la tesis básica de la investigación era que la División Azul llegó a contar con 3000.000 hombres, de los que desertaron el sesenta por ciento. Plenn había sido compañero de Herbert R . Soutthworth otro deformador profesional de la Historia en el Office of War Infor mation; su exageración marcó por el momento en fm del absurdo y ningún panfleto extran jero pudo replicar al espléndido, aunque incompleto libro que sobre la agonía española se publicó en la primavera de 1947, Entre Hendaya y Gibraltar, de Ramón Serrano Suñer . Los libros antiespañoles de la época de los cuarenta no resisten, ni de lejos, la comparación con los estudios y testimonios favorables a España. g) El referéndum de julio El mes de julio será especialmente propicio para Franco tanto en el horizonte e xterior como en el contexto exterior. Las intrigas monárquicas y los inmediatos in tentos finales de la gran conjura monárquico-republicana, que aparecían ante un obse rvador superficial como el apogeo del peligro contra el régimen se diluyen hasta l a insignificancia por el profundo cambio de la actitud de los estrategas norteam ericanos, que se evidencia en el trascendental artículo publicado por el primero d e los sovietólogos, George E Kennan, en el número de julio de la revista, virtualmen te oficiosa, Foreing Affairs bajo el título The sources of Soviet conduct (Las fue ntes de la conducta soviética) en el que se asientan definitivamente las bases de la doctrina Truman para la contención activa del comunismo soviético. En un atardece r de fiesta nacional norteamericana, el Cuatro de Julio, Franco pide por radio a todos los españoles su voto favorable en el referendum del 6 de julio, para la ap robación popular y defmitiva de la Ley de Sucesión tan seriamente elaborada por las Cortes. La nueva ley es, según Franco, definidora de nuestro Estado . Con esta ley añade entraremos en pleno período de normalidad institucional . Desde hacía tres semanas tant o la prensa como la propia Iglesia española actuaban intensamente a favor del voto afirmativo en el referéndum. El apoyo de la Iglesia fue tan desbordante que la re conocida jefa de la guerrilla urbana monárquica, doña Luisa Narváez, duquesa de Valenc ia, propuso dar algunas palizas a algunos curas si bien tan decidida señora acabaría a filiándose a Fuerza Nueva. Es evidente -escribía ese 4 de julio Gil Robles que las derechas, con la Iglesia a la cabeza , no tienen otro ideal que Franco , un testimonio capital. Prueba importante: el pad re general de la Compañía de Jesús dictó instrucciones a los superiores de España para que se recordasen a todos los miembros de la Orden, con expreso motivo del referéndum , los insignes servicios prestados por Franco a la Compañía, (entre ellos la devoluc

ión de todos sus bienes y la ayuda para la reconstrucción de varios templos y obras) por lo que se le había concedido la condición de fundador, máximo reconocimiento de l a Orden ignaciana a sus colaboradores más distinguidos. En una esfera de propagand a bien distinta el encargado de negocios americano Philip Bonsal pide por aquell os mismos días al ministro Martín Artajo la introducción en edición española de una revist a, las Selecciones del Reader s Digest que ya circulaba en pruebas, y que se divu lgaría para los españoles con la cooperación de los más distinguidos intelectuales de la Editorial Católica. El departamento de Estado creía que esta revista, junto con las películas de Hollywood, eran decisivas para la propagación en todo el mundo de la A merican way of life que con patriotismo ingenuo los Estados Unidos estaban decid idos, desde 1945, a exportar para bien de la Humanidad. El permiso fue concedido . No se permitió propaganda contraria al referéndum pero se hizo en pequeña escala, m ediante algunos carteles y pintadas. El domingo 6 de julio, día escogido por Franc o para el referéndum, primero que se celebraba en la historia del régimen, enormes c olas se formaron en los colegios. Era la primera elección popular que tenía lugar en España desde el 16 de febrero de 1936; en ninguna de las dos zonas de la guerra c ivil se convocaron elecciones de ninguna clase. Enjambres de periodistas extranj eros, acertadamente autorizados por el gobierno, gozaron de plena libertad de ob servación. La votación fue por lo general correcta y sin incidentes si bien en algun os colegios los votantes pasaron más de una vez por las urnas. El triunfo del Sí res ultó auténtico y aplastante y los observadores extranjeros tanto periodistas como di plomáticos lo certificaron sin lugar a dudas. Blas Pérez, ministro de la Gobernación, estimó el mismo día que los votos positivos llegaban al 70 por ciento. La Junta Cent ral del censo ofreció a Franco los resultados definitivos el día 26 en el Pardo. Los votos emitidos fueron 15.219.563. Los afirmativos 14.145.153 es decir casi el 9 3 por ciento. No se registraron reclamaciones por parte de las juntas provincial es. Es dijo Franco el acto político formal más trascendente de nuestra historia contemp oránea . Podrán discutirse puntos del porcentaje pero nadie formuló entonces ni después du das fundadas sobre el triunfo plebiscitario de Franco en su primera consulta pop ular. Todos los historiadores solventes lo han reconocido. El socialista fran cés Max Gallo dice: casi exactamente once años después del desencadenamiento de la g uerra civil, ocho años después de su victoria, Franco acababa de demostrar que el régi men tenía por completo en la mano al país, técnica y políticamente. La opinión internacion al, tal como se expresaba por la voz de las grandes potencias en la ONU, habría de tener en cuenta esta realidad: el Caudillo, sean cuales fueren las condiciones del referéndum, había conseguido el apoyo popular. Lo de menos es que al día siguiente del voto, mientras los periódicos y la radio magnificaban los resultados, muchos españoles, imprudentemente, dijeron para resarcirse que habían votado sí por miedo. La policía no les molestó, porque allí estaba el resultado. La historia no registra los problemas de conciencia más que cuando se manifiestan en fuerzas políticas. Así, después de su victoria el 6 de julio de 1947, el franquismo podía ofrecer a quienes se lo exigiesen una fachada democrática . Como diagnóstico de un historiador antifranquista puede imaginarlo bien el lecto r no cabe mayor reconocimiento de una incontestable realidad. Franco lo comprendió así después de su breve descanso en Málaga tras el referéndum También lo comprendió uno de l os grandes políticos moderados de la República, don Alejandro Lerroux, cuando llegab a a España el 22 de julio para morir. Y los enemigos exteriores de Franco, desorie ntados y dispersos por la victoria popular de Franco, a la que no podían oponer fu era de algún exabrupto lastimero, más que la decepción y el silencio. En los documento s que, veinticinco años después de los hechos, reveló el departamento de Estado puede fecharse la temprana reacción que impone el definitivo viraje a favor de Franco el 24 de julio, cuando ni siquiera se han proclamado en España las cifras oficiales del referéndum. Prieto, en Francia, fuerza la disolución del gobierno de coalición rep ublicana al ordenar a los socialistas que lo abandonen. Rodolfo Llopis dimite y por encargo de Prieto se dispone, con Trifon Gómez, a buscar otra vía por medio de u na negociación con los monárquicos de Estoril. Otra fuente nada sospechosa, el grupo de Ruedo Ibérico, registra el hundimiento del gobierno Llopis y su sustitución por

un gabinete republicano puro presidido por Alvaro de Albornoz que, según dicha fuent e, pierde toda representatividad en el mismo exilio . Max Gallo abunda en la misma sentencia: Este gobierno republicano no representa ya nada. El tiempo de la guerr a civil va a extinguirse; y surge poco a poco otra España con otros problemas . Por supuesto que el respaldo que Franco acaba de obtener no es formalmente democrático pero sí una mayoría popular clara. h) La conjura de los tres titanes y el vital documento Keenan-Marshall Después de su clara victoria interior y popular, que desconcertó a sus enemigos y acentuó, para los Estados Unidos, su decisión de aproximarse estratégicamente a España, Franco se retiró, como todos los años, al contacto con su tierra como para cobrar f uerzas, sin abandonar por un instante la observación sobre las operaciones de sus enemigos. Sobre el plano, y pese a la inversión estratégica ya iniciada en su favor, aunque todavía no manifestada, iba a desencadenarse contra él la ofensiva mejor pre parada y con más poder demoledor de todas las ~que se tramaron en el exilio, porqu e las potencias anglosajones sobre todo Inglaterra consiguieron al fin que un conj unto respetado y brillante de grandes políticos españoles decidiera una conjunción ant ifranquista con visos de éxito. Se trataba de tres titanes de la política, el jefe d e la Confederación de Fuerzas Monárquicas José Mará Gil Robles como representante político del conde de Barcelona, el líder socialdemócrata del Partido Socialista, Indalecio Prieto, tan adversario de la masonería de la que se burlaba ostensíblementé como del com unismo, al que aborrecía con firmeza implacable; y el profesor de Oxford Salvador de Madariaga, artífice de las relaciones exteriores que tuvo la República de 1931, a nalista político de primera magnitud y representante de la tercera España que no había participado en la guerra civil ni en un bando ni en el otro. Con perspectiva hi stórica no cabe sino lamentarse de que tres políticos de semejante categoría lograsen al fin concertar sus esfuerzos para una gran causa negativa; derribar a Franco, para dar así cauce a su terrible resentimiento y frustración, que habían manifestado y a públicamente por sus actitudes contrarias al régimen de Franco y por sus escritos públicos en la prensa extranjera. Los tres habían mantenido hacia Franco en el pasad o actitudes bien diferentes. Gil Robles había colaborado estrechamente con él durant e la Republica en 1935 y durante la guerra civil como agente eficaz de Franco en Lisboa para efectos de comunicación y propaganda. Madariaga le había ofrecido en 19 35 y en Madrid el libro Anarquía o jerarquía en el que diseñaba la democracia orgánica, una obra apreciadísima por Franco. Y Prieto había tributado grandes elogios al compo rtamiento militar de Franco en África desde 1921 y le había dedicado elogios aún mayor es en pleno período del Frente Popular, en su discurso de Cuenca el 1 de mayo de 1 936. Luego los tres se habían enfrentado a Franco muy duramente en el exilio: Gil Robles en declaraciones a la prensa argentina, Prieto en su actividad periodística desbordante en México, Madariaga en sus charlas de la BBC de Londres que reunión en el libro General, márchese usted. Pero si alguien era capaz de crear un frente se rio, eficaz y creíble contra Franco en 1947 se trataba de estos tres titanes de la política español a. Los tres, por supuesto, eran fervientes y coherentes anticomunistas. Sobre el papel, insisto, la ofensiva de los tres titanes contra Franco, coordinada por I nglaterra, se presentaba como irresistible en 1947. Lo malo es que estaban ya fu era del tiempo. Aún más fuera del tiempo que ellos el jefe del presunto gobierno de la República en el exilio, Alvaro de Albornoz, se atrevió a predecir en una declaración gubernament al: La situación de Franco es cada día peor, sus días están contados . La verdadera ofensiv a contra Franco queda abierta por Indalecio Prieto el 7 de agosto de 1947 en la radiodifusión francesa: Mi solución -dice al problema español consiste en unir a todos l os antifranquistas de derecha a izquierda, con dos exclusiones sólo; los dos total itarismos, el comunista y el falangista . En la España tranquila después del referendu m se prestaba poca atención a tales expresiones; lo que de verdad importaba era la nueva tragedia de Cádiz, una explosión de minas en el arsenal que arrasa el 18 de a gosto los astilleros y el barrio de San Severino, y la muerte del ídolo nacional, Manuel Rodríguez Manolete, el 23 de agosto después de su cogida gravísima en el coso d e Linares.

Mientras tanto el mundo de 1947 se conmovía ante convulsiones históricas como la independencia del subcontinente indio, hasta entonces florón de la corona británica, que se dividía en dos grandes Estados, la India y el Pa istán islámico. Desde el 11 d e julio José María Gil Robles había emprendido su primer viaje tras once años de reclusión en Portugal. El 13 de julio conferencia con Salvador de Madariaga en Oxford. Se gún el profeta liberal, Inglaterra se opone a la caída de Franco por influencia de l os católicos en el Foreign Office y Gil Robles anota: Su convicción monárquica y su rep ulsa al sufragio universal son mayores que nunca lo que significa que Madariaga s eguía fiel a la democracia orgánica diseñada en su famoso libro pese a lo que ha pasad o a la Historia como republicano liberal acrisolado. No quedaron, pues, en nada, aunque la posición democrática de Gil Robles en aquel momento resultaba también más que discutible. El 31 de julio Gil Robles habla en Roma con el antiguo nuncio en Es paña, cardenal Tedeschini, y el 3 de agosto con el Papa Pío XII; a quien entrega, si n abrir, una carta de don Juan en la que se expresan los peligros del régimen de F ranco para la Iglesia española, por el apoyo prestado por la Iglesia al régimen total itario . Habla después Gil Robles con monseñor Tardini, quien se muestra muy adicto a las tesis del político católico, que le recomendaba que la Iglesia se convirtiese, p ara España, en factor de evolución. Tardini replica que en efecto, ése es el único camino, que sin embargo la Iglesia no emprendería hasta des pués del Concilio Vaticano II, casi veinte años más tarde. Seguramente Gil Robles ha c olocado en la línea de flotación del régimen la más peligrosa carga de profundidad de to da la historia del régimen; pero con efecto retardado hasta 1966. Tras una estancia en Portugal por motivos familiares, Gil Robles regresa a In glaterra a mediados de octubre. El día 15 mantiene dos entrevistas con Prieto; ese contacto hubiera podido salvar a España en 1936 pero ahora resulta frío y privado d e comunicación. Las terribles diferencias abiertas por la guerra civil no permiten una aproximación eficaz y eso que los dos grandes interlocutores resultaron margi nados cada uno en su zona. Prieto acepta la nota vejatoria de las tres potencias contra España del 4 de marzo de 1946, Gil Robles la rechaza de plano. Tampoco ava nza mucho Gil Robles en su conversación con el ministro británico Bevin. Nuevo fraca so en la negociación con Prieto a quien Gil Robles entrega un documento de siete p untos con la posición de los monárquicos. Tan escasos resultados no justifican la tr emenda campaña de prensa que Franco, enterado del viaje, desencadena contra Gil Ro bles sin conocer la posición del representante de don Juan, que había terminado en r uptura con Prieto y sin acuerdo con Madriaga ni con los británicos. Gil Robles rep lica en su diario con duros epftetos contra su antiguo amigo Martín Artajo, medroso infatuado . A pesar de los buenos oficios de Inglaterra la oposición antifranquista no consigue un pacto. La evolución exterior seguirá favorable a Franco y va a desca rtar bien pronto a sus adversarios incapaces. Pero en apariencia el peligro contra Franco persistía, pese al fracaso de Londr es. El 6 de septiembre se reúne en Toulouse, entre grandes esperanzas, el congreso del partido socialista. El ideal de Madariaga la monarquía de izquierdas parece a pun to de cuajar. Monárquicos y socialistas aceptan la teoría y la técnica del plebiscito para instaurar un nuevo régimen en España. Indalecio Prieto prodiga sus rasgos de co mprensión hacia Gil Robes. Un comité de coordinación en el que acepta trabajar otro soc ialista histórico, el profesor Luis Jiménez de Asúa colabora activamente con los delega dos de la Confederación de Fuerzas Monárquicas. Todo parece a punto cuando el secret ario del Foreign Office, amigo de Madariaga y de Trifón Gómez, recibe a Prieto y a G il Robles de forma casi oficial, a pesar de las serias protestas de Alberto Martín Artajo. En octubre la trayectoria de Franco, vista desde el mirador internacional, pa rece entrar en barrena; es la primera vez, después de la irresponsable euforia neo yor ina de 1946, que sus enemigos españoles llegan a creerse de verdad que pued en vencerle en las semanas siguientes. Para colmo de presagios el 5 de octubre s e anuncia la creación de la Cominform, organización soviética para asegurar el control

de la Europa oriental sometida y suplir a la falsamente suprimida Comintern en la acción subversiva y expansiva del comunismo internacional en todo el mundo. Pue de esperarse así un recrudecimiento de la acción comunista en el interior de España cu ando ya está virtualmente desactivada la intentona partisana. La creación de la Comi nform es positiva para Franco; la guerra fría se institucionalizaba por el lado so viético. Se agrava en España el racionamiento; otra trágica cosecha cerealista, la de 1947, quedaba seiscientos mil quintales por debajo de la anterior. Prieto continúa sus conversaciones con los monárquicos en Londres y según él mismo afirma, previa apro bación del infante . Se conoce públicamente la fecha de la nueva visita de Gil Robles a Bevin, el 17 de octubre. El Foreign Office responde con grosería a la protesta e spañola. Gran Bretaña no oculta su desagrado por el actual régimen español y espera que s erá reemplazado por otro con el cual podrán restablecerse relaciones cordiales . Cada mes trae nuevos ensombrecimientos en el horizonte español. Los laboristas pueden c eder a los resentimientos del mayor Clement Attlee y a sus recuerdos de los camp os de Teruel. Pero Teruel no dice nada a los estrategas del Pentágono, mucho más pre ocupados por la creación de la Cominform y por las muestras cada vez más renovadas d e la agresividad soviética. Manuel Aznar y José Félix de Lequerica montan un callado p ero eficacísimo lobby español en los recovecos de las Naciones Unidas y del propio C ongreso aunque ni ellos ni el propio Franco alcanzan todavía a comprender que la n ueva iniciativa Lange, en clave de inspiración soviética, nace sin alas. El 24 de oc tubre de 1947 una fecha crucial para la vida de Franco, el secretario de Estado G eorge C. Marshall ha aprobado un documento top secret redactado por el estratega George Kennan en cuya primera parte se recuerda la sucesión de presiones hostiles contra el régimen de Franco que ya conocemos. Informados adecuadamente por Inglat erra del fracaso final de los contactos Gil Robles-Prieto-Madariaga los estrateg as americanos, con el acuerdo de los británicos, optan por una base más realista par a su cada vez más inevitable confrontación con el bloque comunista: la aproximación a Franco, no el hostigamiento contra él. Por una parte -dice el importantísimo informe Keenan-Marshall hemos tenido la esperanza de lograr la sustitución del régimen totali tario del general Franco retirándole los beneficios de las relaciones políticas y ec onómicas internacionales. Por otra estamos convencidos de que el general Franco pe rmanece firmemente en el poder y que su régimen se ha reforzado realmente por la d emostración de la hostilidad internacional . Tras afirmar que el gobierno británico ha informado en este mismo sentido, el i nforme propone: Este equipo cree que en interés nacional ha llegado el tiempo para una modificación de nuestra política hacia España. El resultado neto de nuestra política ha sido: 1) fortalecer el régimen de Franco. 2) Impedir la recuperación económica de España y 3) Operar contra el mantenimiento de una atmósfera amistosa en España en caso de un conflicto internacional (anotación de Marshall OK, GCM). La recomendación del equipo para la planificación de la política exterior consiste e n que en vez de oponernos abiertamente al régimen de Franco, debemos trabajar a pa rtir de ahora hacia una normalización de las relaciones entre los Estados Unidos y España tanto políticas como económicas. En cuanto sea posible esto debe hacerse sin r eforzar el régimen de Franco. No se hará comunicación política de nuestra posición pero de bemos considerar como objetivo la restauración de nuestras relaciones normales, si n tener en cuenta las consideraciones del tiempo de guerra o el carácter del régimen que está en el poder. El equipo cree que el paso principal que deben dar los Estados Unidos es una d istensión por iniciativa nuestra y con entera independencia de la posición de las Na ciones Unidas respecto a nuestra política económica de restricciones hacia España. Se darán pasos para eliminar sin ruido los diversos controles económicos que hemos impu esto, de tal forma que se pueda reanudar un comercio normal entre los dos países. A esto seguirán naturalmente la eliminación de las restricciones oficiales mediante la apertura del comercio privado y la posibilidad de ayuda financiera en la reha bilitación de la economía española. Así, en vez de contribuir al rápido deterioro de la si tuación económica como estamos haciendo ahora daremos a España la oportunidad de desar rollar sus propios recursos y tomar parte normalmente en la revitalización del com ercio y la industria mundial.

Continúa el amplio informe con la recomendación de que se reduzca la presión sobre España en las Naciones Unidas. Marshall firma de nuevo una nota aprobando que el D epartamento de Estado varíe radicalmente su actual posición de mantener contra España la condena de 1946. La posición de los Estados Unidos contra España en las Naciones Unidas debe dar un giro de 180 grados y volver a ser favorable. Realmente la vic toria de Franco es completa. El informe fue aceptado por el presidente Truman. Insisto en que la presión del Pentágono, representado en el grupo de trabajo y apoyado por el propio general Ma rshall, secretario de Estado y estratega supremo de su país, fue decisiva ante est e cambio de rumbo, cuyos efectos se notaron inmediatamente. Por el momento se co nsumó el fracaso de las conversaciones de los tres titanes españoles, en vista de qu e el plebiscito que solicitaban ya se había celebrado en España; el referéndum de Fran co en julio, que los Estados Unidos aceptaban como prueba suprema. El 17 de novi embre de 1947 se propuso en las Naciones Unidas una reafirmación de la condena del 12 de diciembre de 1946 contra España: Los Estados Unidos, para general sorpresa, votaron en contra, es decir a favor de España. El resultado concreto comenta Max Ga llo es que las Naciones Unidas abandonaron casi toda intervención activa en los asu ntos españoles . Así terminaba el año 1947, que había marcado el principio de la segunda v ictoria de Franco después de superar el asedio internacional que le había impuesto d esde 1945 la maldición de los vencedores . LA ENTREVISTA DEL AZOR Y EL HN DE LA CONSPIRACION MONARQUICA El año 1948 se abre con una retirada significativa en uno de los sectores más sen sibles del desmantelado frente antiespañol: Francia anuncia la reapertura total de su frontera con España, cerrada unilateralmente dos años antes. Para justificar la estancia prolongada de José Félix de Lequerica en Nueva Yor el gobierno le nombra i nspector de embajadas; así puede dirigir, junto a Manuel Aznar, la acción de un equi po realista, cada vez más eficaz entre los medios políticos, militares y periodísticos de los Estados Unidos. Figuran en ese equipo, además, el periodista Antonio Cacho 1 Proyecto de ley de Sucesión y manifiesto de Estoril en mi libro Don Juan de B orbón, op. cit., p. 524s. bajo la rúbrica del informe Kennan-Marshall, auténtica direc triz histórica del año 1947 para España. El informe Carrero sobre Estoril en López Rodó, L a larga marcha..., op. cit., p. 75s. Decisión de Franco para excluir a don Juan en F. Franco Salgado, Mis conversaciones..., p. 59. Estudios sobre la Ley de Suces ión en L. Suárez, Francisco Franco y su tiempo, Madrid, Azor, 1984,1V, p. iSis y sob re todo Joaquín Tomás Villarroya, El proyecto de ley de Sucesión en las Cortes españolas , separata del libro Sanidad y cultura Valencia, 1986, un estudio documentado y ad mirable. Los vitales testimonios de Gil Robles y Kindelán se encuentran, con sus f uentes, en mi libro citado sobre don Juan de Borbón, lo mismo que las referencias de Pedro Sainz Rodríguez. Viraje de la política USA en Foreign relations of the US. 1947, op. cit., III p. 1053s. Valoración de Max Gallo en Histoire de VEspagne..., op. cit., p. 213s. Repercusiones en el exilio, Javier Rubio La emgración..., op. c it., p. 603s. Zabalza y el encargado de negocios Propper de Callejón, casado con una Rothschi ld. El viernes 30 de enero el consejo de ministros impone durísimas sanciones al C onsorcio de la panadería por tráfico ilícito de harinas de importación, mientras cundía el hambre del invierno; se organizó una manifestación para pedir la cabeza de los culp ables que trataron de defenderse muchos años después. La variación trascendental de la estrategia americana sobre España se confirma para Franco a principios de febrero , cuando llega a Madrid en visita aparentemente particular el almirante Forrest Sherman, jefe de la Flota de los Estados Unidos en el Mediterráneo. El almirante, muy influyente en el Pentágono, tiene una hija casada con el agregado naval en Mad rid pero durante su visita a la capital de España conversa con los altos mandos de la Marina española y queda tan excelentemente impresionado que se convertirá, desde entonces, en uno de los más tenaces defensores de España en las altas esferas ameri canas. Queda constituido de acuerdo con la Ley de Sucesión el Consejo del reino, o

rganismo al que Franco concedió una desmesurada importancia, (aunque le manípuló a man salva) que resultó también políticamente maleable por la iniciativa del Rey en 1976, l o que terminó con el prestigio y la misma existencia de la institución. Avanzaba ine xorablemente la guerra fría. El 10 de marzo cae por una ventana el ministro checos lovaco del Exterior, Jan Masary , principal obstáculo a la absorción de su país por el Imperio de Stalin; en España se posee ya una secular experiencia que permite inte rpretar con exactitud las defenestraciones de Praga. La predicción de Franco sobre la caída de las naciones del Este europeo en la órbita soviética seguía cumpliéndose y ah ora los antiguos aliados de la URSS lo reconocían por fin. Una hábil medida de Indal ecio Prieto durante un nuevo congreso socialista en Toulouse a fines de marzo : el veterano partido de Pablo Iglesias se declara formalmente antisoviético. Casi a la vez, el 30 de marzo, la Cámara de Representantes aprueba, por 149 votos contra 52, la enmienda O Konoc i, congresista por Washington, en la que se propone admit ir a España en los beneficios del plan Marshall. El 1 de abril, ante la firme pres ión del presidente Truman, el comité mixto del Congreso invalida la propuesta, si bi en Truman hace saber que no se opondrá a la concesión de créditos privados a España; el Presidente hace valer, ante este rechazo, su doble condición de masón y baptista par a justificar ante sus amigos y colaboradores tan poco explicable veto. En España les dice hay tal intolerancia religiosa que si un baptista muere hay que esperar a l as doce de la noche para enterrarle en secreto Cierto que algunos fervientes jóven es católicos españoles (entre los que se contaba más de un acreditado demócrata del futu ro) atacaban entonces con fruición alguna que otra capilla protestante, con el ent usiasta apoyo e incitación de algunos eclesiásticos que se convertirán luego en paladi nes de la democracia popular pero tales gam berradas eran excepcionales y no justificaban en manera alguna la sectaria di scriminación antiespañola del hombre de Missouri. Arranca, pues, en la primavera de 1948 la providencial ayuda del plan Marshall y España queda al margen de ella pero el gobierno español compensa como puede tan lamentable exclusión con diversos acuer dos económicos bilaterales Gran Bretaña y Francia entre los que destaca el protocolo F ranco-Perón, firmado el 9 de abril de 1948. La firma del protocolo adicional al co nvenio de pagos de 30 de octubre de 1946 tuvo lugar en Buenos Aires; por parte e spañola firmó el embajador Areilza. España, en situación angustiosa en cuanto a abasteci miento de trigo, podría utilizar un descubierto autorizado de hasta trescientos mi llones de pesos, que para el año 1948 podrían ampliarse a cuatrocientos millones más. El pago se haría en condiciones muy favorables a España: inmuebles argentinos en Esp aña, concurrencia argentina a ferias y exposiciones, construcciones en astilleros y factorías españolas de buques, material ferroviario, maquinaria diversa etc. Se co ncedía, durante cincuenta años, una zona franca para el tráfico argentino en el puerto de Cádiz. El protocolo Franco-Perón, muy generoso por parte argentina ya hablaremos sobre su ejecución real tuvo una lamentable consecuencia. La citada duquesa de Valencia l anzó a sus muchachos de la guerrilla monárquica con octavillas contra el acuerdo, mo vida, se dijo, por intereses que se oponían a la zona franca de Cádiz. En los enfren tamientos fue detenido y luego enviado a prisión el estudiante Carlos Méndez González, muerto en la cárcel de Yeserías el 7 de noviembre siguiente, y único muerto monárquico en la lucha contra el régimen. La organizadora de los alborotos fue también procesad a y encarcelada antes de abandonar definitivamente la lucha política en el campo d e la Monarquía.

Durante el mes de abril se celebran diversas reuniones políticas en casa de des tacados monárquicos de Madrid, el conde de Gamazo, el marqués de Luca de Tena, los s eñores Moutas y Satrústegui. Se trataba de los tés políticos como se les llamó entonces, en los que el Consejo de Acción Monárquica intentaba unificar ideas y acciones con poco resultado: la situación internacional había virado a favor de Franco y la gran mayo ría de los monárquicos no se oponían al Caudillo e incluso colaboraban con él. Una prueb a de la incomunicación de estas conspiraciones es que don Pedro Sainz Rodríguez, en su primera carta al general Kindelán, jefe de la causa monárquica en el interior, se da a conocer ante el militar como activista a favor de don Juan. La más important e de esas reuniones se celebró en el mes de abril en casa del marqués de Aledo, impo

rtante financiero y patrocinador del movimiento monár quico. Ante varios militares como los generales Aranda y Beigbeder y la plana mayor de la causa monárquica interior en pleno, el general Kindelán pronunció una con ferencia titulada El momento actual de Europa de la que el propio Kindelán nos ha conservado, afortunadamente, el guión. En ella se apuntaban interesantes considera ciones que demuestran una vez más el alto sentido estratégico del ponente, que capta con profundidad el agravamiento de la guerra fría, y la inevitabilidad de la part icipación española en un nuevo y probable conflicto mundial. Unos días antes, en efect o, los soviéticos planteaban la más dura y enconada de las batallas de la guerra fría: el bloqueo de Berlín, la capital ocupada por los cuatro aliados y aislada en la z ona soviética de Alemania, a la que sólo se podía acceder por corredores terrestres y aéreos que ahora quedaban muy amenazados desde los primeros días de abril de 1948, d urante año y medio, hasta fines de septiembre de 1949 y llevó al mundo al borde de u na nueva catástrofe conjurada por la voluntad de paz y la capacidad de organización y cooperación de los norteamericanos en Europa. Ahora ya no quedan más dudas: las pr ofecías formuladas por Franco sobre las verdaderas intenciones soviéticas desde la p rimavera de 1942 se han cumplido y la URSS pierde toda posibilidad de desorienta r al mundo libre con la fantasmagórica amenaza española. Occidente sabía ya de dónde pro venía la auténtica amenaza. Europa -decía Kindelán tendrá que movilizar trescientas divisiones bien equipadas y a rmadas, que aguantaran el empuje soviético durante unos meses hasta que se produje ra el colapso del organismo militar eslavo-asiático . Los aliados, en tales condicio nes, no excluirían a España. Pero ésta es la tesis de la conferencia Franco es un estorb o en ese contexto estratégico. Si un hombre entorpece la marcha de su patria hacia su destino histórico, impidiéndola intervenir en la decisión de los grandes problemas universales, y haciendo que su palabra augusta se escuche con recelo, desconfian za u hostilidad, ese hombre está obligado imperiosamente a cesar de ser obstáculo. E stá obligado a ello por patriotismo. O debe ser invitado a ello por sus compatriot as por grandes que sean sus virtudes o respetables que hayan sido sus servicios Adelanta entonces Kindelán una importante tesis: Pasó, repito, la hora de la síntesi s europea. Pasó la hasta ayer visible síntesis mediterránea. Hoy no cabe más que una sínte sis atlántica . Y rubricó: Yo desearía que los monárquicos tomasen la iniciativa para colab orar en esa síntesis atlántica . Repudió una vez más la posibilidad de efectuar la reunifi cación de los españoles en torno a Franco, aunque lo harían sin vacilar si estallara l a guerra o la revolución. Pero en circunstancias dis tintas tal solución no es viable. Es imposible la reconciliación en torno a un so lo bando. El régimen ha arruinado y ha desmoralizado a España; sólo cabe agruparse en torno a don Juan III. La idea de integrar a España en una síntesis atlántica era una idea muy sugestiva. El fallo de Kindelán era de tipo estratégico global. Ante el planteamiento abierto d e la guerra fría España, vista desde los centros de decisión exteriores, sólo podría agrup ase en torno a quien estaba realmente agrupada y que representaba para los aliad os occidentales una firme garantía anticomunista. Franco, como acababa de demostra r el referéndum de 1947, tenía a España en la mano. Kindelán consideraba contradictoriam ente a Franco como único punto de referencia en caso de guerra o dificultad gravísim a pero no le consideraba apto para dirigir a España en un momento de confrontación e stratégica contra la URSS. Varios asistentes a la reunión de Aledo, entre ellos el general Ponte y el ex m inistro Beigbeder, denunciaron al gobierno el contenido subversivo de las palabr as allí vertidas. La delación de Beigbeder, hecha directamente a Carrero Blanco, por que deseaba se le permitiese marchar en apoyo de la Liga Arabe contra Israel, fu e particularmente lamentable. El gobierno arrestó a Beigbeder y a Kindelán, encerró a és te dos meses en el fuerte de Guadalupe. Pasaron a la reserva varios generales mo nárquicos entre ellos el infante don Alfonso de Orleans, cuando incluso el Consejo de Acción Monárquica aceptaba la necesidad de un pacto con las izquierdas contra Fr anco. Beigbeder alegaba en su defensa que desde algún tiempo se mantenía apanado de

la acción política lo que era falso. Las medidas de Franco y la excelente información de Carrero yugularon toda posibilidad de acción monárquica en el interior. Sonaba co n fuerza la hora de los colaboracionistas, que trataban de conseguir el encuentr o personal entre don Juan y Franco a propósito de la educación del príncipe don Juan C arlos. Nacía, entretanto, una nueva Europa. Vencía y se afianzaba como primer partido de Italia la Democracia Cristiana, abiertamente apoyada por la Iglesia, lo que sus citaba en medios católicos españoles un movimiento de oposición muy minoritario respec to de la gran mayoría del catolicismo político, que estaba con el régimen y representa do en el gobierno desde 1945. La adhesión sin condiciones del obispo don Ángel Herre ra y el fundador padre Escrivá a Franco aseguraba la colaboración con el régimen de lo s Propagandistas y la plataforma política emanada del Opus Dei. Quedaban en la opo sición otros políticos católicos como Fernando Alvarez de Miranda, el abogado Rodríguez Soler o el ex ministro de la Republica don Manuel Giménez Fernández, pero estaban desconectados de Gil Robles y soñaban en una Democr acia Cristana para España semejante a las de Italia y Alemania. En el Congreso de la Haya para una Europa Unida se sentaron las bases para las futuras institucion es europeas. El 14 de mayo nacía el Estado de Israel tras una resolución de las Naci ones Unidas sobre Palestina, donde había terminado el mandato británico; los ejércitos de las naciones árabes vecinas se lanzan sobre la nueva nación, que logrará sobrevivi r milagrosamente gracias a su ideal y a su voluntad de vencer. Renace Alemania e n los acuerdos de Londres, el 4 de junio de 1948, con un gobierno federal que ad ministrará el territorio de las tres zonas ocupadas por los occidentales y comienz a inmediatamente la asombrosa recuperación germánica en medio de la dramática crisis d e Berlín. Como había demostrado la conferencia de Kindelán, los monárquicos se enteraban tan poco del cambio de actitud estratégica de los Estados Unidos ante la España de Franco como los socialistas y los republicanos exiliados. Todos ellos seguían ilus ionados con las posibilidades de un acuerdo contra Franco cuando la nueva situac ión estratégica lo estaba ya impidiendo radicalmente. Incluso creyeron que derechas e izquierdas antifranquistas se ponían de acuerdo en puntos esenciales: Gil Robles anuncia satisfecho el 21 de agosto que Gregorio Marañón y el conde de Romanones se han entrevistado con Prieto en San Juan de Luz, donde han hablado de coaliciones liberal-socialistas, Gil Robles sospecha que el propio Serrano Suñer participa en las conversaciones. Unos días más tarde, el 27 de agosto, el secretario de la embaj ada británica en Lisboa pregunta a Gil Robes si era verdad que Franco y don Juan s e habían entrevistado en el mar. Gil Robles, que no sabía una palabra, lo niega rotu ndamente; no podía ni imaginar que don Juan diera paso de semejante trascendencia sin advertírselo y es que los políticos que sirven a los Bobones no sospechan el sig nificado del verbo borbonear hasta que algún Borbón eminente se lo aplica a ellos. P ero pocas horas después Gil Robles se convenció de su error. El pasado día 25, en alta mar -dicen los periódicos españoles del 29 a la altura de San Sebastián y a bordo del y ate Azor de S.E. el Jefe del Estado, se celebró la entrevista del Caudillo con S. A. R. el conde de Barcelona, que pasaba de Arcachon a bordo del yate Saltillo. D espués de saludarse y conversar sobre temas de actualidad, se trató de la educación de l Príncipe don Juan Carlos, quien por deseo de su padre el conde de Barcelona come nzará el próximo curso sus estudios de bachillerato . Poco después, el 8 de octubre, la prensa española reproducía una noticia de la agencia EFE, de parte de la secretaría de don Juan: Es absolutamente falso cuanto algunos periódicos o agencias vienen propalando co n respecto a que, con motivo de la educación en España del príncipe don Juan Carlos, hijo de S. A. R. el conde de Barcelona, haya hecho éste la menor a bdicación de cuantos derechos le corresponden como heredero de S. M. don Alfonso X III . Esto es todo lo que pudieron saber los españoles de 1948 sobre la entrevista d e Franco y don Juan. Por el momento, y aunque algunos opositores desorientados s iguieron su camino por rutina e inercia, el cantado acuerdo de oposición entre rep ublicanos y monárquicos quedaba descabezado y la oposición monárquica a Franco y su régi men se hundía en aguas de San Sebastián. La victoria de Franco sobre su principal ad versario interior, la conspiración monárquica, era completa y la causa de don Juan,

pese a ciertos empecinamientos, ya no se repondría nunca como alternativa seria al régimen. Así de claro. José María Gil Robles, el principal borboneado de la situación, no dijo una palabra a don Juan cuando el conde de Barcelona regresó por fin a Estoril tras su larga y misteriosa excursión marítima por el mar del Norte, el Cantábrico y el Atlántico. Por f in don Juan le llamó el 1 de septiembre para contarle todo. Era desde luego altísima la fidelidad monárquica de Gil Robles como para no haber tirado todo patas arriba y acudir a la llamada. Voy a reconstruir ahora el episodio, sobre este testimon io de don Juan y las demás fuentes que indico en las notas. Julio Danvila, historiador y miembro del grupo monárquico que defendía de siempre la colaboración don Juan-Franco, porque estaban convencidos clarividentemente de que la Monarquía o venia a España a través de Franco o no vendría nunca (como efectivame nte sucedió) había aprovechado la anunciada asistencia de don Juan a unas regatas in glesas en Cowes, junto a la idflica isla de Wight, para tramar el encuentro maríti mo con Franco, aprovechando así las aficiones marineras de los protagonistas. Habían fracasado en toda la línea los monárquicos contrarios a Franco; había llegado la hora de los que colaboraban con Franco. El jefe de la casa de don Juan, duque de Sot omayor, que como otros miembros de la nobleza deseaba preservar sus fuertes inte reses económicos en España, patrocinó decisivamente el proyecto de Danvila y acabó de co nvencer a don Juan, que estaba harto de la inoperancia y contradicciones de sus consejeros antifranquistas. Danvila, a quien se debe el mérito principal de la dif icilísima operación, habló extensamente varias veces con Franco, que aprobó el proyecto y fijó el orden del día: El problema político en general y la educación del Príncipe de Ast urias en particular . La suerte, que nunca abandonaba a Franco, acompañó en forma de mar y viento bonan cibles en un mar tan proceloso como el Cantábrico, que celebra a veces inquietante s galernas a fines de agosto. La cita se realizo a mediodía del 25 de agosto, a ci nco millas al norte del Monte Igueldo, que cierra la incomparable bahía de la Conc ha. La maniobra de los marineros vascos del Saltillo fue impecable ante el segur o y pesadote Azor (el primero de este nombre) que la Marina había puesto a disposi ción de Franco. Franco envió una falúa para recoger a don Juan, que llegó acompañado por e l duque de Sotomayor. Don Juan fue recibido a bordo del Azor con las pitadas de Almirante. La primera conversación duró dos horas, los dos solos. Don Juan se sentía m uy decepcionado por Franco, que le trató con superioridad, como entregado a conseje ros amargados y totalmente ignorantes de los problemas de España . Sabemos por parte de Franco que el desencanto fue correspondido: se cayeron muy mal dijo al autor d e este libro un familiar de Franco. La conversación discurrió como un diálogo de sordo s. Don Juan hablaba del presente, Franco aludía vagamente al futuro. Franco admitió que pensaba quedarse otros veinte años en el poder supremo; y todavía le faltaron si ete. Don Juan le urgía para que preparase la sucesión. A los argumentos de don Juan sobre el deterioro de la situación económica Franco contestaba que todo se iba a arr eglar y cortó secamente el tema. Franco, que había llorado al saludar al Infante, vo lvió a derramar lágrimas cuando se declaró monárquico y dijo que se sentía capaz de suscit ar el fervor monárquico del pueblo español que ahora estaba sumido en la indiferenci a. Se quejó don Juan sobre la marea de propaganda antimonárquica y Franco, que tomó no ta, se fue por los cerros de Ubeda al evocar a la Santa Hermandad. Habló de la próxi ma guerra en sentido semejante a Kindelán y criticó duramente a varios generales suy os y muy especialmente a un político, el conde de Romanones, fantasmón liberal . Cuando don Juan protestaba por la forma con que había sido marginado en el golpe de la l ey de Sucesión, Franco contestó: No lo hice porque quería tener a V.A. como un gallo ta pado . El acuerdo principal del encuentro, muy amortiguado por Gil Robles en su tran scripción, fue decidir que don Juan Carlos iniciaría ya el próximo curso su educación me dia en España mientras Franco, en compensación, cortará los excesos de la propaganda a ntimonárquica. Franco propuso que el duque de Sotomayor actuase en el futuro como intermediario entre los dos. La idea de educar en España al Príncipe partió de don Jua n, y fue aceptada por Franco que, como sabemos, pensaba ya en él como posible suce

sor. Mientras los dos diarios monárquicos ABC y el Diario de Barcelona tendrían vía libr e para difundir noticias favorables a la Monarquía; don Juan prometió también moderar la agresividad antifranquista de sus consejeros. Y esto fue todo; vino a bordo para el almuerzo el infante don Jaime, y les acompañar on en la cámara de Franco el duque de Sotomayor, Julio Danvila, el general Martín Al onso, jefe de la Casa Militar . Después del almuerzo el conde de Barcelona se desp idió, con don Jaime, de Franco, y regresaron a su velero. Los portavoces del antiguo campo católico de la República se insultan en la estel a del Azor. Gil Robles llama evangélicamente sepulcros blanqueados a Martín Artajo y Serrano Suñer cuando se confirma la presencia de don Ramón en las negociaciones con Prieto. El 30 de agosto se firmaba en San Juan de Luz el acuerdo de ocho puntos entre los monárquicos y los socialistas, sin participación alguna de Gil Robles que lo desmiente, aunque Félix Vejarano, el negociador monárquico, llevaba un mandato d e Gil Robles y Sainz Rodríguez. Los firmates fueron Indalecio Prieto y el conde de los Andes. Daba igual, el pacto nacía como un papel mojado por las aguas de San S ebastián y Prieto se revolvería después contra don Juan y los monárquicos que le habían en tregado imprudentemente la correspondencia entre don Juan y Franco. Pero don Jua n mostraba, en su larga y penosa conversación con Gil Robles, que estaba completam ente decidido a colaborar con Franco. Está obcecado dice su interlocutor. Comprende que no habrá acción internacional contra Franco , habla lleno de desprecio por los ang losajones y dice que no hay más camino que entenderse con el dictador Franco se siente muy decepcionado por la elección de Truman a la presidencia de los Estados Unidos, cuando todo el mundo cantaba la victoria republicana de Dew ey. Pero Truman no era el único, quizá ni el principal artífice de la política exterior ni de la estrategia americana en tiempos de la guerra fría. El 29 de septiembre de 1949 el embajador norteamericano ante las Naciones Unidas había acusado solemneme nte a la Unión Soviética como amenaza a la paz mundial por el bloqueo de Berlín. La gu erra fría atraviesa su momento más crítico. La URSS no es aquella amenaza potencial que sus diplomáticos atribuían a la España acosada de 1946. Los informes de Kennan y Marsh all, la declaración de Austin fuerzan un nuevo avance de los Estados Unidos hacia España, a la que el Pentágono incluye inequívocamente dentro de los esquemas defensivo s esenciales de la nueva estrategia. Fue entonces advierte lúcidamente un observador antifranquista cuando aparecieron toda clase de personajes que abiertamente conf esaban su amistad con Franco . El senador Chan Gurney, presidente del Comité de las Fuerzas Armadas, visita a Franco y pide en los Estados Unidos el establecimiento urgente de una alianza militar con él. El 11 de octubre de 1948 es el propio Marshall quien afirma que la resolución de dici embre de 1946 contra España no parece aplicable a la situación actual. Entretanto quedaba prorrogado por diez años el tratado de amistad entre Portuga l y España, convertido en una de las más claras constantes para la política exterior d e los dos países. Durante el mes de octubre los medios de la oposición antifranquist a discuten bizantinamente sobre la publicación, alcance y perspectivas de su flama nte pacto monarquico-socialista ,cuando todo estaba ya decidido al margen de esa conjunción inútil. Mucho mejor que los empecinados políticos del exilio lo comprendían en aquel otoño cada vez más delegados de las Naciones Unidas reunidos en la capital de Francia para una sesión extraordinaria a la vera de la guerra fría. Tanto el inge nuo gobierno republicano de Albornoz como los firmantes del pacto de San Juan de Luz encontraron una indiferente resistencia en el Palais Chaillot, sede de la A samblea; en amargo contraste con las triunfales esperanzas de 1946. Más aún, los efi caces equipos de negociadores españoles en la sombra han ganado tanto terreno que, para mayor escarnio de sus enemigos, Franco va a lograr en París, a las puertas d e España, una inesperada victoria simbólica como simbólica había sido su derrota de antaño . Nada menos que quince naciones americanas de estirpe española preparan una moción en la que se pide a la ONU la admisión de España. El secretario de Estado norteameri cano Marshall ve favorablemente la propuesta, si bien Gran Bretaña y Francia trata n de disuadirle. En un movimiento que nunca ha podido explicar ante la Historia Salvador de Madariaga interpone toda su influencia ante Bevin y Marshall para qu

e se mantenga la cuarentena española. La ONU aplaza, por fin, el debate sobre el c aso español para el mes de abril; pero Franco sabe que el tiempo trabaja a su favo r en el corazón de la plaza enemiga. Durante la reunión conjunta del Partido Comunit a de España y su sucursal catalana PSUC se declara oficialmente disuelto el ejército guerrillero y se adopta la nueva táctica de infiltración en los órganos políticos, sind icales y profesionales para emprender desde ellos el trabajo de agitprop. La dec isión no había partido de la dirección de los comunistas españoles sino de la misma cumb re de la Unión Soviética. Aquel año del bloqueo soviético de Berlín aparecía con terrible re percusión en toda Europa la profecía de George Orwell 1984, sobre el imperio mundial del Gran Hermano, una idea que en nuestros días se ha desnaturalizado y frivoliza do en impúdicas series de televisión basura. En el mes de agosto de 1948 Stalin, el Gran Hermano, llamaba a capítulo a los dirigentes del comunismo español y recibía en e l Kremlin a la Pasionaria, su amante Antón y el joven Santiago Carrillo a quienes el zar rojo, flanqueado por sus principales colaboradores, les ordena el inmedia to cambio de estrategia; ante el fracaso de las guerri has debían abandonar la lucha armada (que ya estaba virtualmente vencida por el régimen) y dedicarse a la infiltración en las instituciones y en la sociedad. Ni qu e decir tiene que obedecieron con el servilismo acostumbrado. La nueva estrategi a del comunismo en el interior de España, es preciso reconocerlo, alcanzó un éxito not able en los campos sindical, laboral, universitario y cultural; su éxito más sensibl e fue, desde luego, la infiltración del PCE en la Iglesia Católica y en la más importa nte e influyente de sus asociaciones, la Compañía de Jesús. Pese a la tenacísima oposición del maltrecho Consejo de Acción Monárquica y de las ca marillas de Estoril, don Juan hicencia como preceptor a Eugenio Vegas y despide a su hijo el príncipe don Juan Carlos, que llega a Madrid el 9 de noviembre de 194 8 para iniciar su bachillerato en la finca campestre madrileña de Las Jarillas, pr opiedad de los marqueses de Urquijo, situada junto a la carretera de Madrid a Co lmenar y a poca distancia del monte del Pardo, muy cerca del gran acuartelamient o militar del Goloso. Le acompañarán en sus estudios un grupo de jóvenes aristócratas: A lfonso Gómez Torres, futuro ingeniero agrónomo que casaría con una Mora-Figueroa Domec q; Alfonso Alvarez de Toledo, hijo del marqués de Villanueva de Valdueza, terraten iente de Badajoz; José Luis Leal Maldonado, futuro ministro de Economía y presidente de la Asociación de la Banca; Jaime Carvajal y Urquijo, hijo del conde de Fontana r y futuro financiero internacional; Juan José Macaya, futuro promotor financiero, que casaría con una Sartorius; Alvaro de Urzaiz, hijo del duque de Luna; Carlos d e Borbón-Dos Sicihias, futuro infante de España, que casaría con la princesa Ana de Fr ancia; Fernando Falcó, hijo del duque de Montellano y siguiente marqués de Cubas. To dos ellos demostraron en el futuro que, por encima de sus apellidos, eran hombre s de singular valía y capacidad profesional. La lista fue aceptada por Franco y pr opuesta por el duque de Sotomayor y sus amigos. Con varias interrupciones don Ju an Carlos, en cuya personalidad dejarían profunda huella los intentos de manipulac ión y utilización de que ya se sentía objeto, proseguiría su educación media en Las Jarill as, en el palacio donostiarra de Miramar y en Madrid hasta 1964 junto con su her mano don Alfonso El efecto de la entrevista del Azor y de la llegada del príncipe a Madrid en lo s diversos centros del campo monárquico fue demoledor. Don Alfonso de Orleáns reflej a en amarga nota la decepción de los conspiradores del interior: Los monárquicos, en su mayoría, piensan que ahora que don Juan ha entregado a su hijo y ha visitado a Franco, la situación es excelente y hay que hacer lo menos posible . Por eso se dedican a disfrutar de la vida, los ánimos están bien apocados. En Estoril las reacciones eran más duras. Dice Gil Robles sobre don Juan: Por sí y ante sí, rodea do de una camarilla de idiotas, ha accedido a enviar a España dentro de pocos días a l Príncipe. Ante esta claudicación no hay nada que hacer. El Rey está entregado . Regímenes militares triunfan en Perú y en Venezuela. Tras el histórico error de los Estados Unidos en China las tropas comunistas de Mao Tse Tng dominan virtualmen te todo el norte del inmenso país. Los obispos españoles habían publicado en 1948 la p rimera de sus cartas colectivas después de la guerra, donde se citaban al Fuero de

los Españoles y rechazaban la propaganda protestante; los obispos se oponían a toda veleidad en materia de libertad religiosa. Con lo que ponían en apuros al gobiern o frente a has quejas del presidente Truman; pero el balance de 1948 era enormem ente favorable para Franco que, con su victoria definitiva sobre el maquis comun ista, su desarticulación permanente de la oposición interior y su encuentro con don Juan había sabido aprovechar la coyuntura estratégica exterior favorable por la guer ra fría y había anulado para muchos años la acción concertada de sus enemigos internos y externos . Conviene anotar dos datos importantes que hacen a este momento histórico. El pr imero es una carta de la reina Victoria Eugenia, transcrita por Juan Antonio Pérez Mateos (cita en mi estudio sobre don Juan Carlos) a Julio Danvila fechada el 26 de noviembre de 1948. Apruebo- dice el buscar nuevo rumbo en la política, pues lo a nterior no había tenido éxito y para mí el que arriesga nada no gana nada .El segundo da to se contiene en una carta al autor del eminente canonista de la Compañía de Jesús pa dre José María Díaz Moreno fechada el 25 de septiembre de 1975. Se refiere a la reitera da insistencia ante los superiores de la Compañía en Madrid para que la Compañía se enca rgara de la educación del Príncipe Juan Carlos cuando llegó a España. Esta correspondenc ia está en Roma y supongo que también en el 1 Sobre el escándalo de los panaderos ver el libro de J. De Gratis Rejas sin vo tos (1973) y la serie en el diario El Alcázar desde el 2 de abril de 1973. Política del exilio en 1948 en J. Rubio La emigración..., op. cit., p. 662. Protocolo Franc o-Perón en El Alcázar, 15 junio 1973. detención y muerte de Carlos Méndez en Cambio]6 36 6 (1978) 59 (10 de diciembre). Actividades monárquicas en mi libro Don Juan de Bor bón, op. cit., p. 547s. Sobre la entrevista del Azor, cfr. mi citado libro acerca de don Juan; la fuente prácticamente única es el testimonio de don Juan a Gil Robles Llegada de don Juan Carlos y principio de su educación en mi estudio Cómo llegó don J uan Carlos al trono que incluí en mi libro Misterios de la Historia , Barcelona, P laneta, 1992, p. 107s. Cambio de la estrategia comunista para España en mi libro C arrillo miente, Madridejos, Fénix, 1994, p. 3 lis. archivo de ha Provincia. Creo recordar que la petición venía de don Julio Danvila y que intervino también el padre Juan Antonio Cavestany. Recuerdo especialmente l a tajante respuesta del General prohibiendo la aceptación de este encargo. Y creo también recordar, porque me llamó la atención, las razones de tal prohibición: la Histor ia demuestra que los jesuitas como preceptores de Príncipes hemos sido una verdade ra calamidad . En su momento veremos que el Opus Dei, por medio de Carrero, hizo m enos remilgos a intervenir en la formación de don Juan Carlos. LA RETRACTACIÓN DE LA ONU Y EL COMIENZO DE LA PROSPERIDAD En su salutación al nuevo año 1949 Franco demuestra que ha captado bien la direcc ión de los vientos en la guerra fría: Entramos en el nuevo año -dice con el ánimo decidido y resuelto . Franco sabía que el horizonte de España se despejaba y no lo ocultó, pero sin falsos optimismos: Vendrán a nosotros cuando nos necesiten, pero mientras tanto avanzaremos solos . Quienes no vivieron aquellos tiempos de Europa pueden comprend er difícilmente las angustias que en aquellos momentos atenazaban todavía a Europa. En enero de 1949 proseguían los enconados combates entre árabes e israelíes, vivía Berlín gracias al gota a gota del admirable puente aéreo mantenido por los americanos, se recrudecía la guerra civil que atizaban los comunistas en Grecia y el primer ameri cano vivo como se llamaba al general Marshall caía de su pedestal avergonzado por e l desastre, que no sin razón se le atribuía, de los nacionalistas chinos acosados po r el ejército rojo de Mao Tse Tung, que marcaba sus avances con implacables persec uciones contra las iglesias cristianas, especialmente la católica. Con un Mediterrán eo oriental en llamas Luis Carrero Blanco publica por entonces El espíritu de Lepa nto mientras eh mundo occidental, alucinado por las perspectivas de una tercera guerra mundial, contempla el 8 de enero unas tranquilas fotografías de Francisco F ranco en el Azor publicadas por el Illustrated London News, y obtenidas mientras se dedicaba a la captura del pez espada en aguas del estrecho de Gibraltar. Por su parte el ministro de Industria y Comercio, Suanzes, difunde a mediados de me

s unas declaraciones en las que demuestra concretamente la voluntad, aunque fuer a provisional, de marchar solos si es preciso hacia el futuro. Insiste ante todo e n que España, pese a su aislamiento, tiene un serio programa de industrialización; e n vez de atender a la mejora superficial y consumista de la agricultura el gobie rno se ha decidido por soluciones económicas a largo plazo, por el montaje de una auténtica infraestructura en la producción de energía y en las industrias de base. No se trata de palabras; cuatro grandes instalaciones entraban en servicio en 19 49 durante el cual se construirán también doce grandes buques. El mismo día en que se publican estos planes y datos 20 de enero- el presidente Truman pronuncia el disc urso inaugural de su nuevo mandato, en el que los titulares de prensa destacan u na frase que parece entresacada de los discursos de Franco: El comunismo propaga el engaño, la miseria y la tiranía . Truman sustituye pronto al general Marschahl por Dean Acheson en la Secretaría de Estado. Cierto que el nuevo jefe de la diplomacia americana es amigo de Negrín y Fernando de los Ríos, pero ya han amanecido los años e n que los militares influyen más decisivamente que los políticos en las decisiones e stratégicas. Dos amigos de España ocupan puestos clave en la nueva administración Trum an: el secretario de defensa Louis Johnson que sustituye a Forrestal y sobre tod o el primer cerebro estratégico de los Estados Unidos, almirante Sherman, nuevo je fe de Operaciones Navales. Europa se configuraba, en sus dos vertientes oriental y occidental, sobre nue vas estructuras para los nuevos tiempos. Nacen por entonces, casi a la vez, el s istema económico de satélites soviéticos, el COMECON y el organismo que gestará el futur o democrático de la Europa occidental, el Consejo de Europa. Con tales circunstanc ias la conspiración antifranquista con eje en la corona borbónica se convierte práctic amente en un anacronismo. El ex ministro monárquico José de Yanguas Messía viaja a Est oril para recabar la desautorización expresa, por parte de don Juan, del pacto ent re monárquicos y socialistas. Cuando comprueba que Yanguas habla al dictado de Arta jo Gil Robes llama a los antiguos miembros de la CEDA, colaboradores ahora con Fr anco, beatos chantajistas . Esta es la caridad cristiana que exhiben los católicos pr ofesionales en sus enfrentamientos. Sin embargo la victoria de Franco en 1948 co ntra los conspiradores monárquicos se nota en la práctica paralización de sus activida des durante los años siguientes. En los años 1949 y 1950 sólo aparecen tres documentos en el archivo Kindelán, tan copioso para los años anteriores. En uno de ellos don J uan ordena taxativamente a Kindelán que se abstenga de conspirar contra el régimen d e Franco. Las menciones de los documentos americanos publicados por el Departame nto de Estado a las actividades conspiratorias denuncian la escasa entidad de ésta s, que han degenerado en inofensivas tertulias. En una comunicación al infante don Alfonso de Orleans se da en el clavo sobre las intenciones de Franco respecto a la estancia del Príncipe Juan Carlos en España: Lo que temo es que Franco saque dos ventajas: la primera es presentar al rey como un extran jero que desconoce completamente a España y que por tanto no sirve para Rey, mi entras que el príncipe está educado en España. La segunda será halagar al Príncipe, darle con dinero nuestro comodidades y lujos que no puede darle su padre. Ambas cosas tienden exclusivamente al mismo fin: no hacer la restauración más que en último extrem o y entonces hacerla a su propio gusto . Don Alfonso conocía perfectamente el proble ma y conocía a Franco; con estas palabras expresaba exactamente has intenciones de Franco. Pero el Príncipe Juan Carlos, a quien un bando trataba como baza el de su padre y otro, el de Franco, como rehén, crecía como un infante triste; se sentía manipu lado por encontrados intereses que no comprendía bien; la preservación de su patriot ismo y de su sentido de servicio a España, además de herencia de su padre, fueron, a nte esta época, una especie de milagro. Como fue natural la desconfianza que sentía hacia todo el mundo que se acercase a él, cualidad que ha conservado durante el re sto de su vida. El 2 de febrero el Daily Telegraph publicaba unas declaraciones de Franco: Son tantos los agravios sufridos por España que es prematuro considerar su ingre so en la ONU . Por entonces eh X Cuerpo de Ejército español maniobraba en el valle del río Kert. El alto comisario Varela, lejos ya de conspiraciones, telegrafiaba a Fr anco la adhesión del Ejército de África desde un campamento construido tantos años antes

por el propio Franco, Dar Drius. Y declaraba a los enviados de la prensa: A Fran co corresponde sacar las consecuencias del 18 de julio . Después de las tormentas y las conjuras, y salvo veleidades excepcionales y aisladas, Franco va a encarar l a nueva década con la incondicional adhesión de los mandos y los cuadros de sus ejérci tos. Esto le deja libre el terreno para desencadenar, personalmente o por medio de sus colaboradores informativos de semioculta identidad, nuevas ofensivas de i deas en la prensa española. Así Luis Carrero Blanco, Juan de la Cosa comenta en Arriba la condena comunista del primado de Hungría Mindszenty; en eh mismo periódico, que mantiene su carácter de portavoz oficioso, aparece otro seudónimo anticomunista, Jua n Español y es el propio Franco, si no uno de sus colaboradores muy identificado c on él, quien, encubierto bajo la firma de Ja in Boor, una evocación de las dos colum nas rituales de las logias, publica a lo largo de los años 1949 y 1950 una larga s erie de artículos, casi todos titulados con la misma palabra única, Masonería. En el c orrespondiente a 16 de febrero de 1949 se dice: ha filiación masónica de Blum, Autiol , de Trifón Gómez, de Madariaga y de algún otro personaje monárquico liberal español expli ca igualmente aquel complot propagandístico que se urdió y se frus tró en el último verano . Siempre en primera página de Arriba, J. Boor truena muy poc o después ante ha revelación de ha revista americana internacional Life, el presiden te Truman en hábitos masónicos. El más importante artículo de esta serie es el que se pu blica eh 5 de noviembre bajo el título Masonería y Ejército. Es cierto que Franco y Ca rrero atribuían a la masonería todos los males históricos de España; es cierto que incur rían en errores y desajustes históricos pero lo que se conoce menos es que la inform ación de los dos sobre la masonería y su dimensión histórica no era en modo alguno despr eciable y muchas veces tenían una parte importante de razón. A veces no; por ejemplo no me consta ha filiación masónica de Madariaga, que cita ha acción masónica en ha hist oria de España con algunas observaciones muy atinadas. Mientras tanto, y en el mismo mes de febrero de 1949, ha primera ayuda americ ana llega a España por vía privada. Es un préstamo de 25 millones de dólares concedido p or el Chase Manhattan Ban que provoca la antipatriótica protesta de algunos exili ados. El general Kindehán evaluaba por entonces en doscientos mil la cifra de monárq uicos militantes en España. Lo cierto parece que los españoles que verían con satisfac ción el retorno de ha Monarquía sin mengua del orden y la prosperidad que anunciaba el régimen serían muchos más; pero los verdaderamente militantes no llegarían sin duda a una cifra diez veces menor, y creo pecar de optimismo. En ha víspera de un nuevo aniversario de la Victoria Franco habla en voz alta s obre la entraña de su misión: La ejecutoria de mi vida se puede concentrar en una pal abra: deber, eh concepto del deber. Y nuestro deber está hoy como ayer con los caído s, con lo que mandan nuestros muertos . Eh mandato de los muertos es otra evocación constituyente en eh pensamiento de Franco; no es un pretexto sino una convicción t otal, permanente. Un entusiasta servidor del régimen, Joaquin Ruiz-Giménez, designado embajador ant e el Vaticano, es recibido allí con frialdad, como anota complacido Gil Robles. La s gestiones de Gil Robles en el Vaticano, que ya conocemos, y la notoria enemist ad de monseñor Tardini contra el régimen español contrapesan los apoyos que el preside nte de Pax Romana conserva en Roma, que empieza ya a jugar simultánea y discretame nte la carta del gobierno y la carta de la oposición pero la Iglesia española se man tiene inequívocamente fiel al régimen durante todo este período, hasta eh Concilio Vat icano II. Por ejemplo, has cartas colectivas del Episcopado el año 1950 (27 de jul io) y 1951 (3 de junio) introducen sólo críticas marginales al régimen y ha última, que sufre un retraso de un semestre hasta consegu ir la autorización pontificia, es un ataque ah liberalismo y al totalitarismo mode rno que se aplica ah totalitarismo comunista, mientras ahaba la legislación famili ar de Franco y confirma expresamente la defensa de la idea de Franco sobre la gu erra civil. La guerra, que puede ser justa y necesaria por defender la Patria dándo se aún legítimas cruzadas en defensa de la fe y de la religión . Este es un apoyo import antísimo al comenzar una nueva década, al lograr el régimen su máxima recuperación exterio r y su afianzamiento económico interior, una vez eliminada toda amenaza política por

parte de la oposición. Con motivo de los funerales por don Alfonso XIII a fines de febrero de 1949 F ranco permite un acto presidido por José María Pemán en el Cerro de los Ángeles, mientra s Julio Danvila, gestor, entonces, de ha causa monárquica colaboracionista, acepta que en los funerales, celebrados en Eh Escorial, se instalen dos presidencias, una oficial con Franco y otra dinástica, con eh duque de Sotomoayor, naturalmente en posición subordinada. Los monárquicos rupturistas, reducidos al silencio, protest an inútilmente contra la gestión de Danvila que, según ellos, no logra progreso alguno hacia la restauración. Mientras tanto los Estados Unidos intensifican su viraje a favor de Franco. Lleva fecha 1 de marzo de 1949 un documento básico del Departame nto de Estado en que se hace historia de ese viraje, iniciado en octubre de 1947 y plenamente confirmado ahora por razones estratégicas en el contexto de la guerr a ifa: Eh sistema nacional militar de los Estados Unidos -dice desea hondamente is anxious suscitar y mantener una atmósfera amistosa en España ante la posibilidad de u n conflicto internacional, En el mismo documento se reconoce que la resolución anti española de las Naciones Unidas en diciembre de 1946 es un fracaso casi total . Casi a la vez, el subsecretario Carrero Blanco eleva a Franco un análisis sobre los pri meros diez años del régimen en los que se verifica el tránsito desde la dictadura más ab soluta (toda ha autoridad y todos los derechos están en ha persona del vencedor de ha Cruzada) al régimen estable y definitivo actual de Monarquía representativa, man do de uno, el monarca (que es el Caudillo en esta primera etapa) pero con garantía de un asesoramiento de un Consejo del reino y de unas Cortes representativas... Eh problema de la sucesión del Caudillo a su muerte está resuelto... eh régimen está co nstituido total y definitivamente... un documento importante pero excesivamente o ptimista que de haberse divulgado no hubiera convencido entonces a muchos españole s. En este contexto se firma el 4 de abril de 1949 en Washington el Pacto del At lántico, con exclusión de España, del que nacerá ha Organización del Tratado del Atlántico N orte, ha OTAN, a la que los sociahis tas españoles, tras haberse opuesto cerradamente a ella en la transición democrátic a, llamaron después preferentemente Alianza Atlántica cuando súbitamente la aceptaron por orden de la Internacional Socialista. La OTAN naciente se establecía como una alianza occidental contra la amenaza del expansionismo soviético y resuhtó mucho más e ficaz contra ha amenaza militar que contra la presión y la amenaza subversiva que ya era un frente esencial de la Unión Soviética por medio de los partidos comunistas en Europa y de las organizaciones católicas en Iberoamérica. Franco, que poco antes había declarado ah periodista americano Kalterborn que el Pacto Atlántico sin España e s una tortilla sin huevos comenta después de ha firma ah International News Service que un acuerdo entre España y los Estados Unidos tendrá mas estabilidad que el Pacto Atlántico y este fue también, por el momento, el camino estratégico aceptado por los E stados Unidos en relación a España. El 22 de abril Arriba, mucho más abierto siempre de lo que suele creerse a los aires nuevos de la cultura, titula alegremente en primera página: Ramón Gómez de la Ser na desembarca en Bilbao . Y reproduce dos de sus frases: Con que me abran la Puerta de Alcalá y me dejen pasar por ella tengo bastante . Y Franco ha salvado todo lo que yo amaba . Con ello el Ramón por antonomasia pasa a has listas negras implacables d el antifranquismo cultural, aquende y allende las fronteras, hasta que consigan reconstruir su figura literaria al margen de la nueva dimensión que él proclamaba ah llegar. Se agrieta, en la primavera de 1949, el cerco internacional contra la España de Franco. Cuatro naciones iberoamericanas Brasil, Bolivia, Colombia y Perú presentan a las Naciones Unidas una moción por la que se pide la revocación de las condenas d e 1946. Polonia y la Unión Soviética ésta por boca de Andrei Gromy o contraproponen la r atificación de la condena. El 7 de mayo la derrota de la propuesta polaco-soviética es total, mientras España obtiene su primera victoria en la ONU con los resultados de la votación de la propuesta iberoamericana, 25 a favor, 16 en contra, 16 abste nciones. Sin perjuicio de has declaraciones contenidas en la resolución de 12 de di ciembre de 1946 -dice el texto aprobado- se deja libertad absoluta de acción a los

Estados miembros respecto a las relaciones diplomáticas con España . Esta votación se h a registrado en el Comité Político, pasa, con su refrendo favorable, a la Asamblea G eneral donde deberá obtener una mayoría de dos tercios para ser firme. Entretanto Wi nston Churchill sale de nuevo por los fueros de España: eh 12 de mayo comenta en l os Comunes la exclusión de España de la OTAN, gran brecha en los arreglos estratégicos para la defensa de Europa . Claro que el nuevo secre tario de Estado Acheson decía la víspera, hablando también de España: No se puede cola borar con tal régimen en el campo económico ni en el defensivo y el Export Import Ban rechazaba el día 16 una nueva petición española de crédito, negativa que pronto obtien e la aprobación de Truman. Era eh vaivén inevitable entre los intereses partidistas y los estratégicos. El mismo día 16 de mayo de 1949 La Asamblea general de la ONU re pite la votación del Comité Político favorable a España sobre la propuesta iberoamerican a: 26 a favor, 15 en contra, 15 abstenciones. Es una victoria moral aunque el le vantamiento de la condena debe aplazarse porque no se ha conseguido la mayoría de dos tercios. En cambio la derrota de la propuesta polaco-soviética es total; seis votos favorables, cuarenta en contra y siete abstenciones. Es posible que el res ultado, aun importante, decepcionase a Franco, quien probablemente había pensado e n una victoria más rotunda ante la inauguración , dos días más tarde, de una nueva legis latura en has Cortes. Allí pronunció un largo discurso, en el que glosa la obra de d iez años en circunstancias tan adversas y critica la abstención de las grandes poten cias occidentales con un documentado repaso a las vicisitudes de la neutralidad española durante la segunda guerra mundial. Interpreta la reciente victoria española en la ONU como una victoria para ellos mismos . Aprovecha la ocasión para formular u na nueva protesta contra la eterna vergüenza española de Gibraltar y prescinde de la propuesta de Dean Acheson que trataba de cambiar empréstitos por reformas democráti cas. Mientras tanto sigue preparando nuevas victorias exteriores al recibir en e l palacio del Pardo a una larga serie de personajes amencanos entre ellos los se nadores Mac Carran, Taft, Ellender, Chávez, Thomas. Comenta su adversario Garriga: Franco sabe que entre los militares y los senadores americanos contaba con una v erdadera quinta columna . Franco llega el 30 de mayo a Alicante donde deja caer cinco rosas sobre las h uellas postreras de José Antonio al ser fusilado e inaugura el gobierno civil ante s de seguir con la Escuadra rumbo a Barcelona. Permanece allí en estancia de traba jo durante dos semanas. Estos viajes periódicos a Barcelona y otras capitales conf ieren un alto sentido de comunicación al régimen mediante el contacto directo con lo s principales problemas y personas de cada región. Es cierto que su política regiona l recela de los problemas culturales específicos y se apoya en constelaciones oligár quicas; pero también es cierta la eficacia de estos contactos fuera de Madrid para la resolución de numerosos problemas concretos y para obtener una información cabal del estado auténtico de cada región. Junto allegado pontificio carddenal Tedeschini clausura en Vich un congreso de apologética; preside luego en Barcelona un consej o de ministros que aprueba una importante decisión, la creación en la zona franca de una empresa mixta para el montaje y la construcción de automóviles utilitarios. Iba a surgir de allí el famoso Seiscientos, el automóvil utilitario destinado a transformar la vida de la sociedad española, cuando todavía, como dice Franco durante una arenga en el campamento militar de Blanes eh 13 de junio la guerra no ha cesado . Poco después de su regreso al Pardo comparte la satisf acción de todo el país con la victoria internacional del equipo español de fútbol sobre Francia en Colombes; cinco goles a uno. Eran tiempos de enemigos claros, de tajantes anatemas. El 13 de julio se publ ica en Acta Apostolicae Sedis el decreto del Santo Oficio por el que, a impulso muy personal del Papa Pío XII, quedan excomulgados los militantes católicos del comu nismo y se prohíbe la propaganda roja en todo el mundo católico. Herían entonces ha co nciencia vaticana varios casos como el de los futuros cardenales de la Iglesia d el Silencio tras el telón de acero, Mindszenty, Beran y Stepinac, nuevos mártires de l siglo XX. Tanto o más preocupaban al Papa las informaciones seguras sobre la inf iltración comunista y marxista en la Nueva Teología católica, que viraba irreprimiblem ente hacia el antropocentrismo y hacia una resurrección universal del modernismo c

ondenado por San Pío X; muchos teólogos católicos estaban descubriendo a estas alturas nada menos que el protestantismo y en los centros teológicos europeos de la Igles ia se estaban preparando ya promociones enteras de clérigos afines al marxismo que predicarían en el Tercer Mundo, sobre todo en Iberoamérica, el mensaje conocido com o Teología de la Liberación; en la misma Compañía de Jesús, hasta entonces bastión de la Igl esia católica desde el siglo XVI, se estaban deslizando esas extrañas doctrinas cris tiano-marxistas. Puedo aportar el testimonio personal de que tanto Franco como C arrero venteaban de lejos el peligro pero no podían, hasta muy al final de su vida , sospechar su alcance ni su carga destructiva; algo semejante sucedía con el auto r de este libro, vocacionalmente muy interesado en los problemas de la religión, q ue hasta entrados los años setenta del siglo XX no se decidió a estudiar sistemáticame nte esta terrible infiltración marxista en la Iglesia desde el doble punto de vist a teológico y estratégico. A estas alturas hay todavía en la Iglesia y en la sociedad quien no se ha enterado de esta decisiva crisis, que en el fondo era una crisis de fe. Franco se atenía con absoluta fidelidad a la condena formal y total del comunis mo formulada por Pío XII, aunque por desgracia la Iglesia española nunca formuló, desp ués de ha Carta Colectiva de 1937, una condena razonada y profunda del marxismo en el mundo y en España; la estrategia de infiltración impulsada por el propio Stalin en su audiencia de 1948 a los comunistas españoles estaba dando s us primeros resultados. Franco honraba también a sus grandes testigos; en vista de que había declarado Reino a España concedió en 1948 los ducados póstumos de Calvo Sotel o, Mola y Primo de Rivera, amén del condado del Alcázar de Toledo al general Moscardó, y el 18 de julio de 1949 el condado de Labajos a Onésimo Redondo, el condado de P radera a Víctor Pradera y el marquesado de Dávila a su fiel colaborador de la guerra , ministro del Ejército ahora. Dos día después el director general de Prensa entrega a Franco el primer carnet de periodista de honor, que agradó sobremanera al Caudill o; pero el portavoz del socialismo exterior, Indalecio Prieto, pese a que conocía perfectamente la colección de la Revista de Tropas coloniales y los relatos africa nos publicados por Franco en los años veinte, lanzó un artículo salvaje contra Franco periodista. Al comenzar su veraneo Franco se desvió hacia el Duero para inaugurar el gran salto de Villacampa y la central térmica de Compostilla en Ponferrada; el 29 de julio estaba en el palacio de Ayete de San Sebastián, de donde pasaría unas se manas después a Galicia. El 3 de septiembre una división de la Escuadra americana recala en el puerto de l Ferrol. La US Navy ha arrancado el permiso al comandante supremo de las Fuerza Armadas, el presidente Truman, sin dignarse informar siquiera al secretario de Estado, Acheson, quien palidece cuando se entera, por las agencias, de que el al mirante Richard A. Connahly ha presentado a Franco sus respetos en el Pazo de Me irás. Quizá la noticia tenga alguna relación con el ataque cardiaco que sufre Indaleci o Prieto en San Juan de Luz, la ciudad del pacto inútil. El episodio naval del Fer ror adquiere una destacada importancia simbólica; las Fuerzas Armadas americanas n o sienten hacia ha colaboración estratégica de España El Ferrol es precisamente una cla ve estratégica las dificultades de los políticos anclados aún en el pasado. Dos días desp ués, el 5 de septiembre, Franco recibe en el Pazo al rey Abduhlah de Jordania y re corre con él parte de Galicia. El tiempo y los acontecimientos de la guerra fría jue gan aceleradamente a su favor: el 23 de septiembre Truman anuncia que la URSS di spone de la bomba atómica, lo que provoca en Franco un primer sentimiento de incre dulidad, del que vuelve pronto. No se dice, todavía, que el decisivo logro soviético se ha debido, en gran parte, al espionaje comunista en los medios científicos y p olíticos de los Estados Unidos. A pesar de los claros cada vez mayores en el horiz onte exterior, no ceden los nublados interiores: la pertinaz sequía de la década se ag rava en el reseco otoño de 1949. Se le presenta entonces recuerda con justeza Martín A rtajo al gobierno el momento de mayor gravedad económica desde la terminación de la g uerra mundial . Causa: la suspensión completa y unila teral por parte argentina del protocolo Franco-Perón, cuando aún le restaban tres años de vigencia, ante la deficiente calidad de los productos españoles aportados c omo precio para la cancelación del crédito y otros incumplimientos. Todas las puertas

sigue el ministro- se habían cerrado y subsistía la necesidad de importar precipitad amente cerca del medio millón de toneladas de cereales para asegurar el racionamie nto mínimo de pan que se venía dando a nuestro pueblo. Ante la imposibilidad de aten der a este suministro por otros procedimientos, el gobierno no tuvo otra fórmula q ue la de pignorar una parte del oro que con tanto esfuerzo había venido ahorrando desde eh final de nuestra guerra . Conjurada así, aunque a precio tan alto, la penúlti ma aparición del espectro del hambre en la posguerra española, Franco pudo realizar en ha decena final de octubre, uno de sus sueños, el viaje oficial a Lisboa. Llega al estuario del Tajo a bordo del crucero Miguel de Cervantes y desde Cascais a ha Torre de Belem admira uno de los más atractivos panoramas de Europa, erguido en el segundo puente del crucero. Le siguen el Canarias, el Galicia y eh Cervera, flanqueados por destructores españoles y portugueses. Queda sellado una vez más el p acto ibérico con discursos y brindis; y con el doctorado que Franco recibe en Coim bra el 25 de octubre. Durante la primavera de 1949 los Estados Unidos aprueban la concesión, por vía pr ivada, de una nueva y mucho más importante ayuda crediticia a España, gestionada a t ravés del Banco Español de Crédito y a la que los documentos reservados del Departamen to de Estado prestan entonces notable atención. Al terminar eh primer curso de los estudios de don Juan Carlos en España el grupo rupturista de Estorih redobla sus esfuerzos para evitar que la experiencia continúe y para eliminar a Julio Danvila como enlace entre Franco y don Juan. Julio Danvila llega, hundido por su fracaso , a Estorih a primeros de julio y Gil Robles nos transmite el contenido de una c onversación suya con don Juan en presencia de Pedro Sainz Rodríguez. Gil Robles dice a don Juan: Piense V.M. que el Príncipe es ha única arma de que dispone ante Franco . Es entonces cuando don Juan decide entregar a Danviha, para Franco, una dura not a verbal en que se reconoce la nulidad de resultados por la entrevista del Azor y se comunica a Franco que eh Príncipe no volverá a España para proseguir el siguiente curso. ¿Cabe prueba más concluyente de la utilización de don Juan Carlos como baza y como rehén, a lo que antes aludíamos?. De momento cedió don Juan a sus consejeros y ma ntuvo a su hijo en Portugal durante ese invierno. Sin embargo las fuertes presio nes del grupo colaboracionista, para las que Gil Robles, además de a Danvila, homb re de Vahlelhano, cita al duque de Sotomayor, la duquesa de Montehhano y ha señora de Padilla hará que don Juan vuelva de su acuerdo y envíe a su hijo a continuar eh bachillerato, con un grupo más amplio de compañeros, en eh palacio de Miramar de San Sebastián.

El 19 de octubre don Juan comunica a Gil Robles ha dura respuesta de Franco a su nota verbal. Según el resumen del propio Gil Robles, Franco replica que en el A zor no hizo promesa alguna; que el rey (así le llama Gil Robles, nunca Franco) deb e agradecer al régimen la instauración del régimen monárquico instaurando ha ley de suce sión con lo fácil que hubiera sido decidirse por otro sistema; que la educación del Prín cipe en España es un beneficio para ha dinastía; que el régimen actual no va a ser sus tituido; que todo es culpa de los malos consejeros y camarillas monárquicas; que h as restauraciones son hoy muy diifciles. Franco había pedido además que don Juan fue ra a visitarle durante su visita a Portugal, a lo que se negó; y pronto indicó a Dan viha que cesase en sus funciones de intermediario. Dice Gil Robles que en una co nversación con Salazar, durante su estancia en Portugal, Franco le anunció que no da ría a España ninguna libertad en los próximos diez años. Y regresó a Barajas por vía aérea el 27 de octubre, sin ver a don Juan. La ruptura parecía de nuevo consumada; pero pro nto volvieron has aguas a su cauce y el príncipe don Juan Carlos a España, pasado el invierno. A lo largo de noviembre Franco fijó en varias declaraciones la posición d e España ante eh aparente equilibrio atómico de los dos grandes bloques: España cree qu e Europa debería defenderse a sí misma ... los círculos europeos tienden a esperar de los Estados Unidos no sólo una ayuda económica sino la sangre de su juventud . Pero advie rte a Norteamérica que España no se alineará automáticamente a su lado, sin compensacion es, frente a la amenaza soviética. Franco no se opone a unas declaraciones del infante don Jaime de Borbón, quien ahora dice que se siente curado y apto para la sucesión a ha Corona; los vaivenes

del infante resultan cada vez más patéticos. Por entonces se consuma el desastre de la China nacionalista frente a los comunistas de Mao: Chiang Kai Che tiene que refugiarse con sus fieles en la isla de Formosa mientras eh comunismo chino se a podera de todo el antiguo Imperio del Centro, con adicional persecución al cristia nismo y especialmente a la Iglesia católica en cuanto sus tropas y su gobierno se asientan en un territorio nuevo. Fiesta familiar el 18 de diciembre en eh palaci o del Pardo: los condes de Argihlo piden la mano de Carmen Franco Polo para su h ijo eh doctor Cristóbal Martínez Bordíu, ídolo de la juventud femenina madrileña y cardiólog o de reconocida competencia; el acto se mantiene en la intimidad familiar aunque la prensa lo difunde. Termina eh año 1949 con buenas noticias del exterior. El líde r republicano del Senado, Vandenberg, afirma ha necesidad de restablecer plenas relaciones con el gobierno de Franco mientras el líder de la mayoría demócrata, Tom C onnally, antaño muy hostil a España, se ha convertido ahora en uno de los más tenaces defensores de la aproximación a Franco. Don Juan de Borbón, muy deprimido y desalent ado, prohíbe a los monárquicos cualquier actividad contra Franco. Albert Einstein an uncia al mundo su teoría general de la gravitación, uno de los puntos de inflexión en el pensamiento y la creatividad científica de Occidente. Y José María Gil Robles cierr a su diario de 1949 con unas palabras sobrecogedoras, que debo reproducir con el máximo respeto: Creo sinceramente que nosotros no somos ya más que un recuerdo en la política española. Las defecciones y la muerte van a diario aclarando nuestras fila s. Las nuevas generaciones nos resultan por completo extrañas. Durante catorce años hemos salvado con nuestro sacrificio la significación que un día tuvimos. Nuestra ta rea está cumplida . Los lectores del New Yor Times quedan estupefactos ante el signo del nuevo año 1950 para las relaciones hispano-norteamericanas el secretario de Estado DeanAc heson escribe al senador Tom Connally una carta que supone la plena retractación d e la antigua posición americana, colocada ahora a favor de España. Prieto declara en París: El Pacto Atlántico ha sido apuñalado por la espalda . Desde Nueva Yor llega eh ec o del jefe del gobierno republicano, Albornoz: Los Estados Unidos se están divorcia ndo de ha España democrática por su amistad con Franco . Y es que al día siguiente se co noce la condena de un alto funcionario del Departamento de Estado, Alger Hiss, c onsejero principal del presidente Roosevelt, por perjuro y espía en favor de los c omunistas; y después serían detenidos los espías comunistas Klaus Fuchs y el matrimoni o Rosenberg cuando ya sus robados secretos atómicos habían granado en la URSS. Aun a sí la carta de Acheson provoca una reacción desaforada en todos los frentes del exil io. Arriba difunde unas declaraciones del exlenda ari José Antonio de Aguirre en N ueva Yor , en has que se anuncia una campaña contra Franco de toda la oposición, inc luidos los monárquicos. Pero esta vez don Juan no cae en la trampa y niega su apoy o a la maniobra. Más interés tienen para España los comentarios económicos a la carta de Acheson que publica en la prensa oficial el director del Banco Exterior de España Manuel Arburúa. Los ideólogos del régimen mantienen mientras tato alta la guardia par a las nuevas polémicas. Así José María de Areilza el 19 de febrero afirma, en eh mismo p eriódico oficioso, Los apuros en que ahora se debaten los doctrinarios democráticos a nticomunistas son verdaderamente peregrinos . Y critica duramente a la discordia el ectoral, como base del sistema y la extensión del sufragio no calificado y al azar de las urnas . Pero la guerra civil no había terminado fuera de España: el 20 de febrero cae asesinado en México el diplomático español José Gallostra y Coello de Portugal que sentaba las bases para la reanudación de relaciones entre España y la antigua Nueva España. El 1 de marzo Franco, con gesto excepcional, pres ide una misa de cuerpo presente en el palacio de Santa Cruz. Sale ah día siguiente para Valladolid a bordo de un genial invento español, el tr en articulado TALGO del ingeniero Goicoechea quien como dijimos en 1937 había entre gado al ejército nacional los planos del Cinturón de Hierro- para inaugurar las indu strias básicas en la ciudad castellana, la fábrica de abonos Nitratos de Castilla, l a factoría electrolítica de aluminio ENDASA y además la granja escuela José Antonio. El m undo -dice allí debe a España una reparación por el aislamiento . Cumplidas has prevision es de crecimiento industrial para 1949 el penúltimo año del hambre eh ministro Suanzes

publica su nuevo plan bienal para la industria a partir de 1950. Arburúa, mientra s tanto, insiste en la necesidad de fomentar el autoabastecimiento agrícola. Franc o sabe que la síntesis necesaria de las dos concepciones requiere esencialmente la colaboración meteorológica: un cosechón como los que eran habituales antes de la década que iniciaba su inacabable agonía en la primavera todavía reseca de 1950. En ha vis ita que hacen en el Pardo los miembros del IX Congreso nacional de juventudes el 28 de marzo cuando menudean en Arriba los artículos antimasónicos de J. Boor y has not icias sobre los coletazos de la última conjura afirma Franco: Espanta la falta de un análisis filosófico y objetivo de ese trazo de historia en que con el reinado de lo s Borbones se introduce el vendaval masónico que había de arruinar a nuestra patria . Repite expresamente las formulas de J. Boor : la hucha de españoles contra españoles ... decadencia fue de las clases directoras y se forjó desde arriba . Franco incurre aq uí en un serio error histórico; para él eh siglo XVIII fue sólo de decadencia cuando hoy sabemos por una Historia más rigurosa que fue de plenitud hispánica y atlántica, sus críticas cobran valor objetivo si se refieren al siglo XIX entre Carlos IV e Isabe l II. Nueva promoción de títulos del reino el 1 de abril, aniversario de la Victoria; m arquesados de Sahiquet, Queipo de Llano y Alborán (al almirante Francisco Moreno), condado del Jarama para el laureado aviador Joaquín García Morato. El marquesado de Queipo de Llano provocó una amarga carta a Franco del general, que sin embargo lo aceptó. El lunes 10 de abril es un día feliz en la vida de Francisco Franco, padrin o en la boda de su hija Carmen con Cristóbal Martínez Bordíu. La ceremonia se celebró a las doce y media de la mañana en la capilla del palacio del Pardo con una elegante discreción y muy del gusto español y familiar . Revestía el novio el espectacular hábito de la Orden Militar del Santo Sepulcro, una ven erable institución del tiempo de las Cruzadas, en presencia del Nuncio celebró eh en lace eh obispo de Madrid-Alcalá, doctor Leopoldo Eijo y Garay, con plática del carde nal primado, don Enrique Pla y Deniel, que pudo decir: Tenéis un modelo ejemplarísimo en ha familia de Nazaret y otro más reciente en el hogar cristiano, ejemplar, del Jefe del Estado. La inclusión del marqués de Vilhaverde en la familia Franco tuvo r esultados desiguales pero conviene adelantar que toda la familia Franco, hasta e l momento de la boda y cuando fueron llegando las generaciones siguientes, se ma ntuvo muy unida pese a las discrepancias y los problemas que aparecen en cualqui er familia española. Franco tuvo la suerte de no presenciar los más amargos de esos problemas. En su vida familiar se comportó siempre, entonces y después, de forma abs olutamente ejemplar, como acababa de decir eh primado. Poco después inició en Estados Unidos, con repercusión en todo el mundo, su cruzada anticomunista el intrépido senador norteamericano por Wisconsin, el católico Joseph McCarthy. El Departamento de Estado -dijo- está totalmente infiltrado de comunista s . En gran parte decía la verdad: los llamados en Estados Unidos liberals no sólo era n socialdemócratas en cuanto a política económica sino que habían bajado lamentablemente la guardia ante eh comunismo y habían cometido o permitido toda suerte de aberrac iones que ahora pasaban por la inquisición implacable de McCarthy su insobornabhe Comité de Actividades Amtiamericanas. Sus enemigos han tratado de vilipendiar su m emoria y estigmatizar su época como la caza de brujas pero el senador pudo demostrar muchas veces que has brujas eran auténticas y merecían, si no la hoguera, ha denunc ia pública como peligro público. Uno de sus primeros y justificados objetivos fue el comunista español Gustavo Durán, jefe de división durante la guerra de España y ahora c iudadano norteamericano. Como una de las primeras consecuencias de la cruzada Mc Carthy se negó el visado al genial pintor comunista español Pablo Picasso. Mientras tanto se reúne en París, bajo la presidencia de Salvador de Madariaga, eh consejo fe deral español del Movimiento Europeo, con un objetivo inmediato: frenar la entrada de España en la ONU, que sin embargo parecía y era inevitable. Los nuevos marqueses de Villaverde llegan a Roma el 4 de mayo, con doña Carmen Polo de Franco, a quien recibe el Papa Pío XII en audiencia privada con motivo de la canonización de un gran santo español del siglo XIX, san Antonio María Claret, conf esor de la reina Isabel II. Se va a concretar ha primera gran estructura económica

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de la nueva Europa, la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, y el corresponsal de Arriba, Guy Bueno, es eh primer español que formula la pregunta inevitable: ¿Podrá España agregarse...?, primera reacción autorizada del promotor de E uropa, Maurice Schuman: Por qué no? El 27 de mayo y en unas hectáreas emprestadas al mayor de los parques madrileños, la Casa de Campo, Franco inaugura una feliz inici ativa que después de su muerte se suprimirá porque había sido de Franco: ha Feria del Campo, que inmediatamente alcanza un notabilísimo éxito popular. Ahora yace olvidada , convertida en ruinas sembradas de burocracia inútil. Se reúne en eh Alcázar de Toledo, el 14 de junio, con Franco la XIV promoción de In fantería en su cuadragésimo aniversario. Franco viaja luego brevemente a Bilbao, par a encontrarse a su vuelta con una gravísima noticia que iba a acelerar la reintegr ación española a Occidente. En ha mañana del 25 de junio cinco divisiones comunistas n orcoreanas invaden el territorio de Corea del Sur. Tres días más tarde eh presidente Trumán ordenaba ha intervención de las fuerzas norteamericanas tras arrancar la apr obación del Consejo de Seguridad. Comienza en la posguerra mundial de ha guerra fría eh método estratégico de has guerras localizadas que desahogan peligrosamente las t remendas tensiones acumuladas por la creciente confrontación entre los dos grandes bloques, eh Mundo Libre y el Mundo Comunista. Con ello se genera un miedo cósmico en Occidente, sobre todo en Europa, a un holocausto nuclear. Cada observador po drá emitir eh juicio de valor que desee pero si no comprende ha razón por la que el 3 de julio de 1950 quedaron desiertas en España has calles y los campos, mientras la inmensa mayoría de la población se congregaba ante los receptores de la radio, de be renunciar a la interpretación de una España acosada y real. En silencio estalló en la mayor algarada callejera de los tiempos modernos cuando un árbitro desconocido en un lejano estadio brasileño, el de Maracaná, pitaba el final del partido de fútbol Inglaterra-España; el delantero centro español Telmo Zarraoaindía, Zarra logró la victoria con un derechazo histórico que alcanzó los mayores titulares en muchos años como alard e de una raza . El telegrama de Franco, que había escuchado con intensa atención el pa rtido, fue de los primeros en llegar a Río de Janeiro, donde España se clasificaría en cuarto lugar del campeonato mundial; los oyentes del exilio vibraron al unísono c on el país. Unos días más tarde reaparece en Vich y en tercera página del periódico que fue ra su portavoz Ramón Serrano Suñer, del que se destaca una poco comprometida declarac ión: Balmes fue un político clarividente . Dos nuevos títulos del Reino los condados de Ar ruga y Arteche ennoblecen, el siguiente 18 de julio, las actividades de la paz. M ientras a fines del mes Franco llega a su habitual veraneo donostiarra, el gener al Douglas MacArthur se ve reducido por la invasión comunista de Corea a la cabeza de puente de Fusan. Efecto fulminante del peligro coreano: la gran prensa americana llama habitua lmente rojos a sus nuevos enemigos y muchos recuerdan que el ejército vencido por Fr anco en otra guerra localizada era precisamente un ejército rojo . Efecto, más pragmático , de la misma amenaza: en pleno mes de agosto el Congreso de los Estados Unidos aprueba la enmienda Mac Carran, con la que se autoriza una línea de crédito a España h asta un total de sesenta y dos millones de dólares. Otro tesoro, este de carácter hi stórico, provoca el estupor de las gentes cuando el capitán del yate 1/ita que había pe rtenecido al rey Alfonso XIII y luego fue incautado por la Republica española revel a que al final de la guerra de España navegó a México fletado por Negrín y entregó allí a In dalecio Prieto el producto de las rapiñas en casas particulares y templos. El anti guo líder socialista Teodomiro Menénndez no se recató en increpar a su antiguo amigo P rieto por haber aceptado el despojo: Te has cubierto de mierda . Prieto se defendió c omo pudo en sus famosas Cartas a un escultor que escribió y püblicó ante las muy duras críticas que recibió de otro amigo que vivía en España, el escultor Sebastián Mirada. Fra nco, mientras tanto, logra un importante acuerdo parcial con la Santa Sede en el delicado terreno de la jurisdicción castrense, lo que le compensa de sobra tras u na resolucion simbólica tomada el 10 de agosto por la Asamblea Consultiva del Cons ejo de Europa: La Asamblea expresa su deseo de que en un futuro próxino el pueblo e spañol pueda celebrar elecciones libres y establecer un régimen constitucional, cuyo s parlamentarios puedan ser miembros de esta Asamblea . Franco llegaba a finales d e agosto al Pazo de Meirás.

En el mes de septiembre se presiente la inminencia de la inmediata victoria e spañola en las Naciones Unidas. La comisión de Iniciativas de la Asamblea General ap rueba por diez votos contra dos y dos abstenciones una nueva propuesta hispanoam ericana (Perú y República Dominicana) para eliminar la condena de 1946. Guatemala tr ata de mantener esa condena; es, como recordará el lector, el primer país que en 193 6 reconoció al régimen rebelde de Franco. Paradojas de la herencia histórica. Hasta Francia parece impulsar la nueva marea: el 7 de septiembre la policía fra ncesa emprende una redada contra los comunistas españoles, declara ilegal al PCE y suspende todas sus publicaciones de propaganda. La medida francesa viene detrás d e unas turbias actuaciones de Santiago Carrillo, a quien su entonces correligion ario Jorge Semprún acusa de gravísimas decisiones contra algunos compañeros, sin que C arrillo haya replicado jamás. Muere cuatro días después, el 11 de septiembre, un venerable testigo de la Historia, el conde de Romanones. El día de año nuevo había declarado en Arriba: Franco merece la gratitud de todos los españole s. Preveo muy próximo el triunfo de España en lo internacional . No se equivocaba el p olítico que creyó necesario e irremediable el 14 de abril de 1931: y puso después su g rano de arena en la conspiración monárquica contra Franco. El 15 de septiembre el ge neral MacArthur hace vibrar de entusiasmo a los anticomunistas de todo el mundo con su doble desembarco en plena retaguardia enemiga, cerca de Inchon; reconquis tará la capital coreana Seúl, el 21. En la fiesta de Santiago Franco recibe en Galic ia a su amigo Antonio de Oliveira Salazar; el día 27 recorre con él el norte de Port ugal, hasta la ciudad de Oporto. Las Naciones Unidas van a examinar de nuevo el caso español. En un alarde de in diferencia válido sólo en el terreno espectacular Franco decide emprender entonces uno de los más largos viajes de su vida. El 9 de octuibre saluda solemnemente a los h abitantes de Sidi Ifni: Que la paz del Señor sea con todos vosotros, españoles e indíge nas . Su sexta llamada de África olvidada por casi todos los comentaristas le trae, co n el aire del desierto, la evocación de un momento diffcil, el de su herida en El Biutz en 1916. Llegó a la capital del Sahara español El Aaiun, el 20 de octubre y tr es días más tarde, a bordo del Canarias, arriba a Santa Cruz de Tenerife, después de c atorce años de ausencia. Era inevitable su evocación de las vísperas del alzamiento y de los colaboradores principales que salieron de Canarias para la guerra en la P enínsula; el artillero Pallasar, el jurídico Fuset. Como en los angustiosos meses de 1936, Franco recorre ahora las islas de las dos provincias; sus recuerdos emerg en otra vez irresistibles después de su llegada el 26 de octubre a Las Palmas. Dos noticias importantes van a enmarcar su regreso a la Península. El 31 de octubre e l Comité Político de la ONU logra, por fin, la mayoría decisiva para recomendar a la A samblea la revocación de los acuerdos antiespañoles de 1946: 32 votos a favor, 12 en contra, 12 abstenciones. Aprueba además la posibilidad de que España sea admitida e n los organismos técnicos internacionales. El primer día de noviembre, mientras Fran co revista a la Escuadra en la bahía gaditana, Pío XII proclama bajo el cielo de San Pedro el último de los dogmas de la Iglesia católica, la Asunción de la Virgen María a los cielos, que siempre se había venerado en España desde los primeros tiempos del c ristianismo. Al día siguiente el presidente Truman declara que pasará mucho tiempo ant es que los Estados Unidos envíen un embajador a Madrid. Pero su precipitado plazo se redujo solamente a unas semanas. Ya antes de la revocación de los acuerdos de 1 946 el Cuerpo Diplomático acreditado en Madrid contaba con 23 jefes de misión, de ellos 14 embajadores. Por fin el 4 de noviembre de 1950 , mientras Madrid recibe fervorosamente a Franco después de su viaje por África y Canarias, las Nacion es Unidas se retractan ante el mundo y ante sí mismas de los acuerdos sectarios to mados contra España en diciembre de 1946: la votación es triunfal para Franco, trein ta y ocho votos favorables, diez contrarios y doce abstenciones. A los seis días E spaña ingresa en el primero de los organismos especializados de la ONU, la FAO de Agricultura y Alimentación. El 26 de noviembre doscientos mil soldados de la China comunista cruzan el río Yalu y ponen en peligro al ejército del general MacArthur. Truman amenaza veladamente con utilizar la bomba atómica, lo que provoca un alarma do viaje a Washington del primer ministro británico, Winston Churchill.

Franco toma con mucha calma su éxito en las Naciones Unidas. Son ellos los que h an cambiado, no nosotros , es su comentario favorito. El 10 de diciembre declara a Arriba: Gibraltar no vale una guerra. Se trata de una fruta que cualquier día ha de caer madura . El volteo de campanas corre a cargo de Alberto Martín Artajo, al que sus amigos llaman, justamente, el canciller de la resistencia cuando el 13 de dici embre explica ante las Cortes una gran lección: la política de aislamiento de España s eguida por las Naciones Unidas en el quinquenio 1945-1950. La votación del 4 de no viembre cae como una bomba atómica en medio de las esperanzas, ya ajadas, del exil io. Al dimitir irrevocablemente como presidente del Partido Socialista, Indaleci o Prieto confiesa, tras abandonar Europa para siempre: Mi fracaso es completo. So y responsable de haber inducido a nuestro partido a que se fiase de los potentes gobiernos democráticos que no merecen esta confianza, como acaban de demostrar. P or mi culpa, mi partido ha sido víctima de una ilusión que me ha cegado . El mejor com entario sobre el alcance de la victoria de Franco se debe al sindicalista Juan Lóp ez, exminisro de la zona enemiga en la guerra civil: esa votacion es la pérdida de la guerra civil por segunda vez . En cambio el exembajador americano en Londres, J oseph Patric Kennedy, opina que no se debería excluir a España de la OTAN porque ti ene la voluntad y los medios para participar en la defensa de Occidente. El pres idente Truman debe tragarse sus recientes declaraciones y nombra a Stanton Griff is embajador en Madrid. Pronto le siguen, ante la frialdad españolas, los embajado res de Francia y de Inglaterra. El Reino Unido niega el placet a Fernando María Ca stiella como embajador de España en Londres pero se ve obligado a aceptar al herma no de José Antonio Primo de Rivera, Miguel. Salvador de Madariaga se obstina, sin embargo, en cerrar el camino de España hacia la nueva Europa que estaba en plena g estación pero no se da cuenta de que con ello retrasa todavía más la vía de España a la democracia; cuanta más comunicación lograra España con Occidente más pro nto sonaría la hora democrática para ella, pero en algunas grandes inteligencias esp añolas del exilio el partidismo se impone a la razón. En una coyuntura económica delicada, cuando el último acoso de la sequía de diez años perjudicaba al pueblo español, se producen en Barcelona y en la ría de Bilbao, dura nte esa primavera de 1951, los primeros conflictos sociales de importancia desde el fmal de la guerra civil. El chispazo de los disturbios saltó en Barcelona con motivo de una elevación de las tarifas de los tranvías. Los comunistas tratan de apu ntarse el tanto de las huelgas y el gobierno parece darles la razón al señalar la pr esencia de agitadores revolucionarios en los disturbios. Pero no era sí. El histor iador francés socialista Max Gallo ve más claro cuando apunta que las huelgas de la primavera de 1951 no tienen apenas dimensión política. Se explican ante las nuevas o las de fondo suscitadas por una nueva coyuntura económica: El gobierno de Franco dice no es la expresión de una personalidad ni de un grupo restringido sino la ma nifestación de una estructura social dada y la seguridad de que un orden social se rá conservado . Franco reconoce que España no figura entre las naciones ricas y antes de terminar el mes de marzo entrega al embajador en el Vaticano, Joaquín Ruiz Giméne z, un proyecto de concordato entre España y la Santa sede. Llévelo le dice al Santo Pad re y dígale que cinco cristianos se han sentado en torno a esta mesa para redactar lo . Después de algunos precedentes en 1945 y 1947 las huelgas de 1951 tienen un carác ter social y económico mucho más que político; la infiltración comunista en los sindicat os del régimen y las organizaciones sociales católicas es todavía muy precaria, aunque ya se ha iniciado según las consiguas de Stalin en 1948. Durante estos primeros d isturbios sociales serios de su régimen Franco toma, contra la expresa petición de l os gobernadores civiles, una decisión de alcance histórico: no utilizar jamás a las fu erzas armadas para resolver los problemas de orden público, como había sido costumbr e en la República y en la Monarquia anterior a 1931. No se ha valorado suficientem ente esta positiva decisión de Franco, que rompía con una costumbre trágica de épocas an teriores. Poco después cesó el gobernador de Barcelona, al que sustituyó el general Fe lipe Acedo Colunga. Franco mantiene un enlace permanente con representantes del mundo del trabajo gracias, sobre todo a la actividad social incansable del ministro José Antonio Gi rón, a quien nunca se han reconocido dos méritos sobresalientes; explicar de forma c

onvincente a los trabajadores el populismo del régimen de Franco como idea primord ial de Franco y conseguir que el antiguo y peligroso proletariado español fuera sustituido por otra idea esencial de Franco, la ampliación extensa de una nueva base popular para las clases medias. Esta es la transformación social profunda que, en buena parte gracias a Girón, consiguió Franco por expreso designio suyo manifestado en su primer discurso como jefe del Estado en Burgos al comenz ar octubre de 1936, por los micrófonos de Radio Castilla. José Antonio Girón fue capaz de crear un equipo permanente en el ministerio de Trabajo y en las delegaciones provinciales. Al comentar ante los representantes del trabajo en mayo de 1951 l a situación de España, Franco reconoce la existencia una serie de injusticias acumula das por los siglos y tras recalcar que incluso en el momento actual España era una f ortaleza asediada por el enemigo afirma que la huelga sólo se justifica si se admite la lucha de clases . Poco después la Organización Mundial de la salud acepta la inclus ión de España el 16 de mayo. Al comenzar el mes de junio el mundo se sorprende ante la revelación de las act ividades de dos nuevos espías comunistas infiltrados en el corazón del mundo oficial británico, Burgess y Maclean. Franco recorre nuevamente Andalucía y Extremadura a p rimeros de junio para fomentar una de sus grandes ilusiones regeneracionistas, l a extensión de los regadíos y comprueba que el plan Badajoz está ya casi a punto. El 1 7 de junio recibe por segunda vez al almirante Sherman, durante dos horas. Llega n a un acuerdo de principio sobre la ayuda económica y militar de los Estados Unid os a España; al día siguiente el almirante asiste a la animada recepción que Franco of rece cada año en los jardines de La Granja. Por desgracia para el acercamiento de los dos países el almirante Sherman muere pocos días después en Nápoles de un ataque al corazón; su desaparición retrasa quizás en dos años la firma de los acuerdos bilaterales . Aun así en su inmediata conferencia de prensa (19 de julio) el presidente Truman dulcifica ostensiblemente su anterior hostilidad hacia España, con la que mantien e, dijo, relaciones más amistosas . A primeros de julio de 1951 un ministro de Franco, el general González Gallarza , visita por primera vez los Estados Unidos y declara en Washington: Ha llegado e l momento de la colaboración total entre España y los Estados Unidos . El 10 de julio don Juan de Borbón envía una importante carta a Franco. Se me ha acusado, creo que ma liciosamente, por la propaganda antimonárquica, de no estar identificado con el Mo vimiento Nacional al que dos veces me ofrecí como voluntamo (En realidad habían sido tres: la primera el mismo 18 de julio, según testimonio de Ansaldo). Explica, con suma sinceridad, su auténtica intención al autorizar anteriormente ciertos contactos , con los que consiguió hacer prácticamente desaparecer de la esfera internacional la idea de República como posible altern ativa al régimen actual . En esta idea don Juan tenía toda la razón, aunque no se le sue le reconocer; estableció la alternativa entre su Monarquía y el régimen, con exclusión c ompleta de la República y esto debe apuntarse en su haber histórico. Y finaliza su c arta con esta invocación: Si V.E. está animado de los mismos deseos de concordia en b ien de España lo que no puedo ni siquiera dudar estoy completamente seguro de que en contraremos con facilidad la fórmula práctica susceptible de superar las dificultade s presentes y asentar las soluciones definitivas . La desilusión de los últimos recalc itrantes de la última conjura fue total. López Rodó recuerda que Franco hizo caso omis o de esta carta contra la que truena Indalecio Prieto en sus artículos de ruptura total, insultante y desesperada, contra don Juan y los monárquicos de Estoril. Los insultos que dedica a don Juan son aún peores que los que dirige a Franco. Pero la perspectiva histórica nos revela ahora que julio de 1951 no iba a marca r, en la historia de España, un hito político sino por encima de todo un jalón económico de trascendental importancia: tanta que supondría nada menos que el final de una etapa histórica, la que hasta entonces pudo llamarse con el insuficiente nombre de postguerra, española y mundial, y desde entonces debe designarse ya con otra deno minación historica orientada al futuro; quizás despegue, desarrollo, transformación. L os enemigos históricos de Franco y sus antibiógrafos se obstinan en ignorarlo. Con e llo pierden el hilo de la realidad profunda en aras de su odio antihistórico.

La nueva época comenzó, en efecto, un amanecer cualquiera de aquel mes de julio d e 1951. No se trata de elegir arbitrariamente un arranque sino de concretar un h echo no por imperceptible menos real y trascendente. En esa madrugada cualquiera el nivel económico de España, reflejado imperfecta pero significativamente en las e stadística de renta per capita, alcanzaba una cota modesta, pero enormemente evoca dora, la que quedó como una especie de sueño imposible tras el máximo empuje de la Dic tadura en el año 1929. En efecto, la renta anual del español medio volvía en 1951, par a no perder ya jamás ese nivel y no dejar de crecer hasta nuestros días, al entorno de las ocho mil pesetas (referencia de 1953) que había alcanzado en el último de los años veinte. Y volvía, esto es lo importante, no como un nuevo record, sino como un a plataforma de lanzamiento para alturas inéditas en la economía y la sociedad español a. Debemos salir aquí al paso de algunas falacias que pasan como moneda corriente en la economía y la historioografía antifranquisrta. Primera, que el indudable progr eso económico que se advierte en España desde 1951 no se debe al régimen de Franco y su política sino a la ineluctab le influencia de la coyuntura exterior favorable. Segunda que la evolución económica no se logró por la política del régimen sino a pesar de esa política, sobre todo por la s nuevas aportaciones americanas. Estas apreciaciones, además de injustas, son errón eas. Y desde luego no se aplican a casos como el de la Unión Soviética, hundida en 1 989 por arrastrar sus defectos congénitos en una política económica inadecuada, con to das las coyunturas exteriores favorables. Tampoco se aplican a la crisis económica de la República española, de la que no pueden citarse medidas para el fomento real de una economía atrasada. Las primeras ayudas americanas no habían tenido tiempo en 1951 para influir en el despegue español que se debió a la inteligente política económic a de los gobiernos de Franco, secundada por el esfuerzo económico incesante de tod a la población española. Ese gran humanista e historiador que se llama Juan Velarde Fuertes -quien por entonces hacía ya sus primeras armas en el comentario económico de alta calidad dest aca con su habitual acierto la fecha del 19 de julio de 1951 como arranque para la nueva etapa. Se da oficialmente por concluida -dice la etapa de desarrollo por inflación . Y explica el logro y el dolor del período que termina: El 1 de abril de 193 9 la economía española se encontraba en ruinas. La tarea fundamental era la de su re construcción. Los procedimientos no eran, por desgracia, demasiado abundantes. La imposibilidad por lógicas causas políticas de concertar un empréstito exterior obligó a bu scar la financiación en el interior del país. En buena parte se consiguió esto con el desarrollo inflacionista pues el sistema impositivo no es capaz de obtener las ci fras de ahorro necesarias al que ayuda algo el comercio exterior, gracias a la el evación de los precios de los artículos que exporta España en relación con los de import ación. Pero tanto el desarrollo por inflación como la mejoría en la relación real de int ercambio originan inversiones no deseables relacionadas con actividades de lujo, por ejemplo al par que un lógico descontento social. Sin embargo el esfuerzo es con siderable. En 1951 el nivel de vida se ha elevado y puede calificarse ya de acep table . Defiende el profesor Velarde, con un dictamen del profesor Torres, el acie rto de los gobiernos de Franco en fomentar la política de infraestructuras e indus trias básicas por medo del INI, al que se ha criticado con notoria falta de visión; y se extiende en el análisis de la eficacia del despegue, sin negar que los costes y sacrificios necesarios para ello recayeron, como ha ocurrido siempre en la hi storia económica del mundo, sobre las capas más débiles socialmente. Pero cita un estu dio efectuado sobre cien familias del suburbio madrileño que han emigrado desde zo nas rurales y han sacrificado sus bienes del pueblo para encontrar una nueva vid a en la ciudad. Pese a todos los inconvenientes del cambio, casi ninguna de esas fami lias desea volver al medio rural, siguen viendo mayores horizontes económicos y fa miliares en la ciudad. En 1951 se registró además un año agrícola favorable; las lluvias , aunque retrasadas, salvaron la cosecha y terminó así una larga década de penuria agríc ola, con la que desaparecía el hambre crónica de la historia de España. Este es un log ro del régimen de Franco que sus enemigos se obstinan en desconocer.

El cambio económico tuvo inmediatamente una traducción política gracias al nuevo go bierno que Franco designó el 18 de julio de 1951. Sólo cuatro ministros quedaban del anterior. Antes de cesarles, Franco concedió la grandeza de España al ministro del Ejército, general marqués de Dávila y el condado de Benjumea al ministro de Agricultur a. Cesaron además los ministros Regalado, Fernández Cuesta, Suanzes, Rein, Ibáñez Martín y Fernández Ladreda. En el nuevo gobierno destaca la presencia del general Muñoz Gran des en el ministerio del Ejército y la continuidad de José Antonio Girón, máximo represe ntante del populismo de Franco, en el ministerio de Trabajo. El sector falangist a estaba representado además por el nuevo ministro de Información y Turismo, Gabriel Arias Salgado, hijo y nieto de marinos, que mantuvo, de acuerdo con Franco, la vigencia de la dura ley de prensa de 1938, redactada por Serrano Suñer e inepta pa ra cualquier apertura democrática. Pero Arias Salgado formó un equipo plural en el q ue había un nacionalsindicalista como Juan Aparicio en Prensa, un intelectual y ju rídico del Aire afecto a la Editorial Católica, José María García Escudero, dotado de gran penetración histórica y de clara tendencia a la apertura, sobre todo en el campo de la cinematografía en que era reconocido experto; y un miembro del Opus Dei, Flore ntino Pérez Embid, director general de Información, promotor cultural relevante. El grupo católico estaba representado en aquel gobierno por Alberto Martín Artajo, como reconocimiento a su eficaz labor durante el acoso internacional contra España, y por el hasta entonces embajador en el Vaticano Joaquín Ruiz Giménez, ministro de Edu cación, empeñado en una seria apertura del régimen y creador de un equipo plural volca do al futuro del que formaban parte el catedrático de Estética José María Sánchez de Munia in, los rectores de las Universidades de Madrid y Salamanca, Pedro Laín y Antonio Tovar, antiguos falangistas del equipo Serrano Suñer evolucionados hacia una convi cción liberal y dos jóvenes políticos de firme orientación aperturista, el director de E nseñamza Universitaria Torcuato Fernández Miranda y el secretario general técnico Manu el Fraga Iribarne, representante de la meritocracia del régimen. Ruiz Giménez intentó lo que, al reconocer su esfuerzo, denominé en la época de Franco primera apertura del régimen que no pudo cuajar entonces y se mantu yo bajo la directa inspiración del Vaticano para evoluciones posteriores bastan te más discutibles hacia la oposición socialista e incluso comunista pero durante su etapa ministerial fue perfectamente fiel al régimen de Franco. Era muy patente en el nuevo gobierno un amplio y relevante grupo monárquico. Formaban en él el subsecr etario de la Presidencia Luis Carrero Blanco, elevado ahora a ministro desde que Franco le comunicó que deseaba ahorrase el largo comentario que solía hacerle después de cada reunión del gobierno; el laureado defensor del Peñón de Alhucemas Joaquín Plane ll, ministro de Industria; el antiguo vicepresidente de Renovación Española Fernando Suárez de Tangil, conde de Vallellano, letrado del Consejo de Estado y ministro d e Obras Públicas; el antiguo ayudante de Alfonso XIII González Gallarza, que se mant enía como ministro del Aire, el nuevamente ministro de Marina almirante Salvador M oreno, el ministro de Justicia Antonio Iturmendi, tradicionalista, abogado del E stado, mucho más influyente de lo que se cree en la futura evolución constitucional del régimen, el ministro de Agricultura y competente ingeniero agrónomo Rafael Caves tany, el ministro de Hacienda y colaborador económico de la Dictadura Gómez de Llano . El ministro de la Gobernación Blas Pérez González seguía en su cartera y el técnico inde pendiente Manuel Arburúa accedía al ministerio de Comercio, desdoblado del de Indust ria. El sector monárquico era el más importante del nuevo gobierno, que fue saludado como pro-americano y liberalizador por la gran prensa o ccidental. Las directrices de la nueva política económica respondían al reciente cambio en la coyuntura exterior y la interior. Pronto se hizo posible la supresión de las omino sas cartillas de racionamiento, símbolo de una época de hambre que quedaba atrás. Se r educían de 24 a 6 los diversos tipos de cambio, se simplificaba el sistema de cuen tas especiales, se liberalizaba condicionada pero decididamente el mercado, se p romovía la expansión del crédito. Se incrementaban las inversiones para la creación de c apital fijo, se advertía la influencia de los nuevos regadíos en la situación agrícola c laramente mejorada. El índice de producción agrícola pasaba de una media de 85,7 en el cuatrienio anterior a una media de 103,5 en el siguiente. El incremento en la p roducción industrial era todavía más notable; del 2,6 por ciento a lo largo de la década anterior al 11 por ciento en la que se abre en 1951. Se reducía ostensiblemente e

l paro y la economía española se aproximaba al ideal del pleno empleo; como ya hemos indicado, y nunca será suficiente subrayarlo, el antiguo y marginado proletariado español se transformaba en nueva base de las clases medias que por primera vez en la historia empezaban a disfrutar de vivienda propia y de automóvil, el coche hasta entonces reservado a los pudientes. Los vehículos utilitarios, el SEAT 600 y el Renault 4-4, fabricados en Barcelona y Valladolid, se convertían en símb olos de la nueva era al precio asequible de unas sesenta mil pesetas cada unidad , para las que existía una creciente y amplísima demanda, como los nuevos aparatos e lectrodomésticos que hasta entonces la mayoría de pueblo español solo conocía por las pe lículas norteamericanas. Las demás noticias de la época deben ceder el paso a las nuevas realidades económic as, que alcanzaban, como acaba de insinuarse, una inmediata repercusión social. El 22 de julio había muerto un viejo y desgraciado amigo de España, el mariscal de Fra ncia Philippe Pétain. Todo el mundo ignoró, porque además estaba fuera de la realidad, la crisis del gobierno republicano en el exilio, a cuya presidencia accedió el políti co leonés anticomunista don Félix Gordón Ordás. Se produjeron en Estados Unidos enconada s reacciones por la decisión del presidente Truman de destituir al procónsul america no en Extremo Oriente, general Mac Arthut. El ministro de Educación, Ruiz-Giménez, e xaltaba como arquetipo de nuestra generación al nuevo rector de la Universidad de Ma drid, don Pedro Laín Entralgo. En noviembre el genial pintor Salvador Dalí explicaba su telegrama a su colega Pablo Picasso con una frase célebre: Hay que recuperar a Picasso lo mismo que a Gibraltar y resultaba posible, a esas alturas, un editoria l del diario oficioso Arriba el 6 de diciembre, dedicado a exaltar nada menos qu e la existencia de Dios. En su mensaje para despedirse del próspero año 1951 Franco lanza una cruzada para liberar a los países satélites del comunismo y reiteraba sus declaraciones anteriores en que fijaba el actual objetivo de España en conseguir l a libertad económica. Sin mención expresa de que la libertad económica, en la que el rég imen daría pasos decisivos, iba a comportar necesariamente, en una España cada vez más abierta al contexto occidental, la libertad política que conseguiría para España el s ucesor de Franco, don Juan Carlos de Borbón . 1 Creación de instituciones europeas en mi libro Historia del franquismo, Barce lona, Planeta, 1978,11,77. Incidencias del frente monárquico y evolución de don Juan hacia el régimen en mi libro Don Juan de Borbón, op. cit., p. 562s. Opiniones de Fr anco sobre la Masonería en J. Boor Masonería, Madrid, 1952. Los redactores de la Rev ista de Historia Militar 40(1976) 188 identifican a J. Boor con Franco. Cartas e picopales de 1950 y 1951 en Documentos colectivos del Episcopado español Madrid, B AC, 1974, p. 249s. Documentos del departamento de Estado en Foreign Relations... 1949, op. cit., p. 73ls. Balance de Carrero en López Rodó, La larga marcha..., op. cit., p. 111. Los extractos fundamentales del imprescindible libro de Gil Robles en mi Don Juan de Borbón l.c. Comentarios desaforados de Prieto reproducidos en m i reciente libro El 19 de julio no fue un golpe militar fascista, Madridejos, Féni x, 1999, Títulos nobiliarios de Franco en J.L. Vila San Juan ¿Así fue? Barcelona, Naut a, 1972, p. 471s. Testimonio de Martín Artajo Lo que la historiografía europea ha llamado la segunda victoria de Franco se in icia, realmente, con la desautorización práctica de los movimientos de oposición exili ada e interior, republicana y monárquica, que al conjuro de la guerra fría deciden l os Estados Unidos y Gran Bretaña entre 1947 y 1949; y es ya un hecho con la retrac tación de las Naciones Unidas en 1950. Los jalones siguientes de ese proceso victorioso, que supone para el régimen de Franco una relativa reincorporación a Occidente, serán el ingreso de España en la Une sco, la formalización de acuerdos directos con el Vaticano y los Estados Unidos en 1953 y la admisión formal en las Naciones Unidas en 1955. Franco completa esta vi ctoria con la gradual cesación de hostilidades en torno a la sucesión entre Madrid y Estoril, lo que supone el licenciamiento de los veteranos conspiradores monárquic os y la incorporación permanente del príncipe don Juan Carlos -preconizado ya in pec tore sucesor a título de rey a la vida civil y militar de España. Por otra parte, el despegue económico se afianza; y las lamentaciones de José María Gil Robles, felizment

e regresado a España, reflejan más su amarga situación interior que la realidad española objetiva. En la prensa del Movimiento escribe crónicas triunfales un futuro contestatario entristecido, el jesuita José María de Llanos, cuya evolución desde el falangismo de cruzada al comunismo de convivencia es uno de los dramas peor explicados y más inq uietantes de nuestro tiempo. Con asombro reprimido, conoce Franco la singular nu eva de que, al amparo del Congreso Eucarístico, de Barcelona, don Javier de Borbón P arma reúne a sus fieles en Montserrat y se proclama allí nada menos que rey de España con el nombre de Javier 1; su primo don Juan de Borbón se lo reprocharía irónicamente después en Estoril y don Javier le prodigaría sus incómodas excusas. El 11 de junio de 1952 Pío XII dirige al Congreso Eucarístico un mensaje radiado; unos días más tarde envía a Franco un mensaje personal. Franco, que asiste al en La política de aislamiento de España seguida por las Naciones Unidas, Madrid, Publicaciones Españolas, 1950. Título de Queipo de Llano en F. Franco Salgado, Mi vi da..., op. cit., p. 390. Tesoro del Vita versión definitiva en J. Rubio, La emigración ..., op. cit. 1, 140s.Huelgas de 1951 en Lliberto Ferri y cols. Las huelgfas con tra Franco, Barcelona, Planeta, 1976, p. 136s. Muy importante el diagnóstico de 19 5 1-1953 de Max Gallo, Histoire..., op. cit., II, p. 247s. Análisis magistral de J . Velarde sobre el despegue en Sobre la decadencia económica de España, Madrid, Tecn os, 1967, p. 517s. Congreso Eucarístico, seguiría unos días en Barcelona; desde allí viaja al Monasterio de Poblet con motivo de la inhumación de las cenizas de los reyes de la Corona de Aragón, y luego inaugura la Feria de Muestras. En Poblet hace Franco de secreto p rotagonista de una escena antimasónica que he narrado en otros libros, como Mister ios de la Historia; cuando inexplicablemente ordenó aventar las cenizas del duque de Wharton, fundador de la Masonería española, sin que gracias a Dios los monjes le hicieran el menor caso, aunque le hicieron creer lo contrario. Regresa Franco a Madrid el día 20, cuando la prensa de Nueva Yor reproduce las entusiastas declara ciones del cardenal Speliman: Todo el mundo en España quiere a Franco. Los amigos de Franco en España registraban con satisfacción el evidente ocaso del presidente Trum an y el auge de un tándem político -Eisenhower-Nixon al que se atribuían, con justicia, mejores intenciones respecto a España. Richard Nixon es un anticomunista fervoroso y un buen amigo de España , escribía Arriba el 13 de julio. Mientras Franco recorría, con la primavera, los campos y las ciudades mediterráne as, una tormenta intelectual repartía sus ráfagas desde encrespados ambientes madril eños. Hoy es una polémica ajada, pero en su tiempo alcanzó una resonancia enorme. Todo por la aparición espectacular de un nuevo libro de Rafael Calvo Serer, Teoría de la Restauración, en el que se limitaba a reforzar las tesis reaccionarias de España si n problema: España se identificaba con el catolicismo histórico del los Austrias y d e la Contrarreforma. Franco, a quien agradaba por otros motivos esta interpretac ión histórica, observó con interés algunas de las tesis del brillante ideólogo, sin sospec har, como tampoco sospechaba el ideólogo, que un día muy próximo Rafael Calvo Serer es cribiría un libro contra él; nadie podría entonces preverlo, al leer las decididas línea s del más puro franquismo con las que Calvo Serer cierra su prólogo. Rafael Calvo Se rer, que formaba ya entonces en la que Marrero llama minoría activa de 1948 , actuaba como entusiasta heredero de los intelectuales de Acción Española. En esa misma prim avera se incorpora al grupo político del conde de Ruiseñada, Claudio Güell y Churruca, quien, según el propio Calvo, creía que la solución del problema político español era el a cuerdo personal pleno y sin reservas entre Franco y don Juan y en tal sentido venía trabajando desde 1948. Teoría de la Restauración fue un nuevo ataque contra el aper turismo falangista, amparado entonces por el democristiano Joaquín Ruiz-Giménez desd e su Ministerio de Educación, y sería objeto de los naturales contraataques, como el formulado por un grupo intelectual de base falangista, que redactaba las páginas económicas de Arriba, encabezado por Juan Velarde, Enrique Fuentes y Alfredo Cerro laza. Esta nueva polémica suscitada por Calvo Serer reproducía precisamente la que s e había entablado poco antes entre

él y su grupo (cuyos miembros se relacionaban con el Opus Dei) y los intelectua les falangistas neoliberales como Laín y Tovar; el libro anterior de Calvo trataba de responder a un lúcido análisis de Laín, titulado significativamente España como prob lema. Las elecciones norteamericanas elevan en la primera semana de noviembre a dos amigos de España: Eisenhower y Nixon. Júbilo en El Pardo y en la opinión profranquist a, que se confirma con la designación de John Foster Dulles como secretario de Est ado; el Foggy Bottom , principal objetivo de la cruzada mccarthysta, pasaba por ser un nidal de comunistas y traidores en potencia visto desde Madrid... y desde al gunas altas oficinas de la nueva Casa Blanca. Una victoria internacional mucho mayor merece ampliamente el calificativo de trascendental con que la saluda la prensa española, el 18 de noviembre de 1952, y por una lucida votación (45 naciones a favor, entre ellas Francia; 3 en contra y 7 abstenciones), España ingresa en la organización cultural de las Naciones Unidas, l a Unesco, que hasta entonces había actuado como refugio y portavoz de bastantes in telectuales españoles del exilio. Uno de ellos, el insigne cellista Pablo Casals, retira su colaboración al organismo; pero la victoria de Franco se refuerza cuando se conoce que el Congreso milanés de la II Internacional Socialista había recomenda do inútilmente el portazo a España. Dentro del país corrían vientos de unanimidad más o me nos sincera. Uno de los más destacados intelectuales políticos del régimen, José María de Areilza, conde de Motrico, publicaba en Arriba del 20 de noviembre, dos días después de la victoria en la Unesco, estas extraordinarias manifestaciones, dentro de u n artículo titulado José Antonio o la continuidad: La Falange fue la esencia del Alza miento de julio y es ahora la esencia de la continuidad del régimen... Su razón de s er es tan auténtica, tan arraigada está en la entraña nacional, que aún olvidada o supri mida habría que inventarla de nuevo. Y eso lo saben mejor que nadie cuantos tratan de escamotear su presencia, ironizar sobre su contenido o mostrarse escépticos an te su perenne vitalidad. En la misma página, Dionisio Ridruejo, quien luego afirmaría que sus dudas emergi eron en 1942, no las expresa hasta diez años después: El bando vencedor -decía en 1952 esta vez no es un partido ni media España; es un todo. Izquierdas y derechas se comprenden en la victoria nacional, que por ello es nacional. Lo ot ro resentidos en exilio o neoizquierdas en casa son los restos anacrónicos de una de rrota . Dos acontecimientos secretos, de suma importancia, deben inscribirse en los a nales de 1952, junto con otros tres cuya trascendencia no se supo medir entonces bien. Empecemos por éstos. En octubre de 1952, y como obra propia, el Opus Dei fu nda en Pamplona el Estudio General de Navarra, centro universitario que alcanzaría primera magnitud y notabilísima influencia (Franco patrocinaría decididamente la fu ndación). Por impulso de Joaquín Ruiz-Giménez, se celebran en Gredos unas conversacion es católicas, con participación de los profesores Laín, Aranguren, Millán Puelles, Díez Al egría y García Escudero, entre otros, que actuarán como seminario de inquietud y dinam ismo en el ambiente, hasta entonces conformista, del catolicismo español. En tercer lugar, el sultán de Marruecos, Mohamed V, exigió por vez primera, y en declaraciones dirigidas a los ambientes políticos norteamericanos, la revisión del s istema de Protectorado que desencadenaría un proceso de independencia mal conducid o por Francia, pero que dejaría a España lamentablemente marginada, mientras los Est ados Unidos lograban erigirse en protectores de la nación que pugnaba por revivir en el Magreb. Los dos acontecimientos importantes en la historia secreta de 1952 tienen a F ranco como protagonista. Sabemos que, tras el Manifiesto de 1947 y el apoyo de d on Juan a la conjunción de derecha monárquica e izquierda socialista contra Franco, és te había descartado de forma irreversible la candidatura del conde de Barcelona a la sucesión. Según testimonio de López Rodó, Franco se mantenía firme en ese veto; en este

año 1952 se lo dijo taxativamente a Juan Antonio Sangróniz. El segundo acontecimien to es el proyecto de Dionisio Ridruejo, comunicado a Franco, sobre la reforma in terna del régimen en sentido democrático: el primer movimiento de apertura política en plena coincidencia con la actuación del equipo liberal-falangista de Joaquín Ruiz-G iménez en el Ministerio de Educación. Acabamos de ver cómo Dionisio Ridruejo se mantenía públicamente fiel en 1952 a una idea integradora de la Falange. En sus dos visita s a Franco (años 1951 y 1952) le expone el esquema para la democratización del régimen : aprovechando la concentración de autoridad en Franco, hacer auténtica la vida mun icipal (postulado básico de la democracia orgánica), desburocratizar los sindicatos, democratización de las Cortes y primeros pasos en la regionalización. Tras una etap a de reformas estructurales, podría procederse con serenidad a la reestructuración de l sistema entero con vistas a una democracia efectiva . Franco dio en principio un a opinión favorable al plan, que recibió el apoyo total del equipo Ruiz-Giménez y la t otal repulsa del equipo autoritario de Calvo Serer, apoyado por Carrero Blanco. Dionisio Rídruejo manifiesta con claridad esta actitud aperturista dentro del rég imen en sus artículos de la época, sobre todo en la Meditación para el primero de abri l que publica en Arriba para esa fecha de 1953. Esta importantísima fase en la vid a y en la evolución ideológica de Dionisio Ridruejo -verdadero precursor de la apert ura definitiva del régimen que culminó en la transición predemocrática y democrática entre 1969 y 1977 durará hasta la primavera de 1955, cuando pronuncia una conferencia re sonante en el Ateneo barcelonés, desde dentro del régimen y en presencia de las auto ridades. Allí terminará el intento. La siguiente etapa de Ridruejo será ya de abierta oposición al sistema. El nuevo año va a discurrir bajo el signo de la aproximación a la Santa Sede y a los Estados Unidos, y con el claro objetivo de sellar mediante sendos pactos esa aproximación. Desaparece, el 5 de marzo de 1953, de un mundo que él tanto contribuyó a complica r, uno de los máximos enemigos históricos de la España tradicional en todos los tiempo s: el dictador soviético José Stalin. Le sustituirá, tras varios tanteos, Ni ita Krusc hev, cuyo primer objetivo será la eliminación de Bería. El día 27 de agosto monseñor Domenico Tardini, por parte vaticana, y Alberto Martín Artajo y Fernando Castiella, por parte española, firman, en el nombre de la Santísi ma Trinidad, el Concordato entre la Santa Sede y el Estado español. Una revista av anzada de la Iglesia española comenta muchos años después: Antes de ese 27 de agosto sobre ese tema no hubo en España otra cosa que silenci o. Y después de ese 27 de agosto no se escuchó sobre el Concordato otra cosa que apl ausos . Vinieron los aplausos sobre todo desde la propia Iglesia, como reconoce el equipo Vida Nueva: Que aquel documento fue considerado en los medios eclesiásticos el no va más de los acuerdos concordatarios queda claro con la lectura de las págin as dedicadas por Ecclesia, órgano de la dirección central de Acción Católica Española, al acontecimiento . Si la Iglesia proclamaba su satisfacción, la seguía el Estado; la con ciencia católica de sus gobernantes recibía, además del más alto respaldo político que cab e imaginar por parte del Vaticano, cuya autoridad salió muy robustecida de la Guer ra Mundial con la derrota de su enemigo, el totalitarismo nazi, y se corroboró en la guerra fría, por la decidida alineación de la eterna Roma en el frente anticomuni sta. El propio impulsor del Concordato de 1953, Alberto Martín Artajo, ha descrito l a fase de anteproyecto y negociación, bajo el patrocinio y el estímulo de Franco. La s dos partes quedaron muy beneficiadas: el Estado de Franco recibía un respaldo mu ndial decisivo, y mantenía el privilegio de presentación; la Iglesia ganaba un no me nos decisivo terreno de maniobra mediante el nombramiento directo de los obispos auxiliares, que eludía de hecho ese privilegio y le permitiría renovar al Episcopad o al margen del régimen; amén de otras muchas ventajas espirituales y materiales que afianzaban su control de la sociedad española y la hacían sentirse claramente ganad ora en el acuerdo. Franco presentó a las Cortes el Concordato en su discurso del 3 0 de octubre de 1953 con acento filial y triunfal. Se congratula de haber podido

prestar a la nación y a nuestra Santa Madre la Iglesia el servicio más importante de nuestros tiempos . Desarrolla Franco la tesis de que la religión católica es la gran f uerza moral que ha formado el alma colectiva de nuestra nación , desde la Edad Antig ua a la Cruzada de 1936, y compromete formalmente al Estado en la identificación c on los fines de la Iglesia. El retraso en el Concordato durante el quinquenio de la torpe conjura internacional contra nuestra patria no se debió a la Iglesia, sino al régimen que no quiso envolver a la Iglesia, a ningún precio, en nuestras propias dificultades interiores , lo cual es una interpretación tan hábil como forzada. Por es o, sigue Franco, sólo cuando a fines del año 50 terminó en la Asamblea de las Naciones Unidas la farsa montada contra España, sólo entonces propusimos formalmente a la San ta Sede la elaboración de un acuerdo general .Las dos partes decían haber ganado el Co ncordato; Franco porque conservaba el derecho de presentación de obispos y recibía e l respaldo total de la Santa Sede al salir de su aislamiento internacional; la I glesia porque tenía garantizada por ley solemne un influjo decisivo en la sociedad española mediante la exclusiva del matrimonio, el control de la enseñanza y prácticam ente de la censura. Las cláusulas sobre el matrimonio, dice Franco, se han incluido para la defensa de la familia, clave de esa España como reserva espiritual del mundo. Franco, que ha contemplado desde San Sebastián el logro de su victoria romana, presenciará desd e su Pazo de Meirás, a orillas del océano, los preparativos de su nueva victoria de 1953, la atlántica; pero la noticia va a recibirla en Madrid, a donde llega el 22 de septiembre. Poco antes, un artículo suyo con el seudónimo Hispanicus en Arriba el día 12 expresaba la repulsa española ante la deposición de Mohamed V de Marruecos por Franc ia; dos días más tarde, en El Ferrol, inauguraba la plaza de España. Los acuerdos entre España y los Estados Unidos se firman en Madrid el 26 de sep tiembre de 1953; se conocen por ello como pacto de Madrid. Al pie del extenso do cumento, firman Alberto Martín Artajo (que consigue de este modo un extraordinario doble justamente en un mes) y el nuevo embajador, James Clement Dunn. Se fijaba n en los convenios las condiciones de la ayuda militar, económica y técnica de los E stados Unidos a España, y la contraprestación española, que en esencia consistía en la c esión temporal para su uso conjunto de determinadas bases consideradas vitales por el Pentágono en medio de la compleja trama estratégico-defensiva de la guerra fría. Lo mismo que en el caso del Concordato, los acuerdos de Madrid fueron recibid os, dentro y fuera de España, como un decisivo triunfo de Franco; así lo reconoció ine quívocamente la más radical oposición al régimen español, que, desconcertada por el doble triunfo de ese régimen en el verano de 1953, buscó desde entonces nuevos derroteros para su propaganda. De esos derroteros nacerían nuevas críticas, que bastantes años de spués se generalizaron incluso en ambientes que poco tenían que ver con dicha oposic ión. Pero las circunstancias que ampararían tales críticas iban a ser, afortunadamente para España, bien diferentes. Hasta los anos cincuenta, el odio internacional con tra Franco le había colocado -ante la opinión internacional de espaldas contra la par ed; ahora no debía extrañarse nadie de que la presión defensiva de Franco, apoyado sin duda por la mayoría efectiva del pueblo español, derribase la pared. No es otro el significado del extraordinario doble de 1953. Los acuerdos España-EEUU firmados en 1953 fueron realmente tres: el primero se refiere a la ayuda para la mutua defensa, dentro de la aplicación de la ley americ ana de 1949 y 1951. Es un marco jurídico-técnico y una declaración de principios en se rvicio del mundo libre. Un segundo acuerdo se refiere a la ayuda económica. Incluy e un compromiso del Estado español para estabilizar su moneda, fijar y mantener un tipo de cambio real, y restablecer la confianza en su sistema monetario, junto con una liberalización de la economía. Se trata, pues, de todo un compromiso en orde n a la política económica, para garantizar la eficacia de la ayuda americana. El ter cer convenio es el defensivo, frente a los peligros que amenazan al mundo occiden tal . Las relaciones entre España y EE.UU. han de desarrollarse sobre una amistad est able . Estados Unidos concede una importante ayuda militar; España concede a los Est ados Unidos el uso conjunto es decir, sin soberanía ni cesión formal de territorio de las nuevas bases que funcionaran bajo pabellón y mando español. Este convenio extend erá su vigencia durante diez años, prorrogables automáticamente por dos períodos de cinc

o años cada uno. Como hemos resumido en otra obra, el sistema de bases a que se referían los acue rdos, y que se iría realizando poco a poco hasta que quedaron listas para servicio entre 1957 y 1959, eran tres aéreas en Zaragoza, Madrid (Torrejón) y Morón de la Fron tera, cerca de Sevilla; y una gran base naval en Rota, en la bahía de Cádiz. Desde e lla partiría un oleoducto hasta Zaragoza. En cuanto a la ayuda económico-militar, la primera anualidad era de 226 millones de dólares; 125 millones ya consignados en 1951 y 1952, y 101 millones para el año fiscal que terminaba en 30 de junio de 195 4. En resumen, desde nuestra perspectiva, pero teniendo en cuenta las coordenada s de 1953, los pactos con los Estados Unidos, a pesar de romper la secular neutr alidad de España, tuvieron una influencia netamente positiva para el régimen; supusi eron una aportación incompleta y cicatera para la modernización de las Fuerzas Armad as, pero provocaron la ruptura del aislamiento militar total en que se debatían lo s Ejércitos, cuyos mejores oficiales empezaron a familiarizarse, dentro y fuera de España, con las técnicas y tácticas modernas; y contribuyeron a la reorientación de la economía española y a la fecundación exterior del despegue que había logrado ya, en 1951 , recuperar los horizontes perdidos tras la primera dictadura. En conjunto, pues , Franco tenía toda la razón para sentirse satisfecho; el abatimiento de la oposición exterior ante los acuerdos es toda una prueba. Los acuerdos con Estados Unidos en 1953 han sido estudiados de forma muy nega tiva por el profesor Ángel Viñas, con documentación interesante y valoración no sólo negat iva, sino sectaria. Los hechos han demostrado que, contra las insinuaciones de V iñas, no hubo cesión alguna de soberanía en los acuerdos de 1953. El 1 de octubre, Día del Caudillo, se lee un mensaje de Franco en las Cortes. Es ta es la hora de la plenitud para nuestra política exterior , dice justamente Franco a quien la multitud de sus fieles madrileños aclama con el habitual entusiasmo en una concentración en la plaza de Oriente, la cuarta ya de la postuerra y la paz. Pero Franco, aclamado una y otra vez, no pronuncia discurso alguno. Con el horiz onte exterior asegurado, el jefe del Estado ordena que se aceleren todo lo posib le los grandes proyectos económicos; el más importante del año 1953 es la creación de un a siderúrgica integral en Avilés con capital del INI, y fuerte apoyo financiero y técn ico exterior. Franco está evidentemente decidido a que la recuperación económica, logr ada a la vez que la ruptura del cerco internacional, no se detenga sobre los laureles. Pero los nuevos tiempos renuevan también los problemas ideológicos de la política; los últimos meses de 1953 registran, desde una perspectiva posterior , tres hechos que parecen muy sintomáticos para el replanteamiento histórico de la e volución intelectual y política en una España cada vez más nueva, que merecen capítulo apa rte. Rafael Calvo Serer publica por entonces en una oscura revista francesa, Écrits de Paris, un artículo, La política interior de la España de Franco, según cuyas aparienc ias abandona el conformismo total integrista y acrítico para asumir una postura táct ica de oposición crítica relativa. En varios de mis libros suelen criticarse, por in conexas, ciertas reacciones del profesor, a quien no cabe negar sorprendentes cu alidades de anticipación. Calvo ataca a las dos fuerzas políticas que, a su vez, con figuran la hora actual de España: la Falange, a la que considera de izquierdas y a católica, y los democristianos del tipo Martín Artajo y Ruiz-Giménez, cuyos órganos de p rensa, como el moderado Ya, son, para Calvo Serer, atraídos por la izquierda, por l a República y el anticlericalismo, actualmente en estado latente, pero ya percepti ble . El escritor de Arbor pretende articular nada menos que una fuerza política de r ecambio: la Tercera Fuerza nacional, formada por una serie de nombres más bien dis persos. Algunos se vinculan a la tradición -un tanto momificada ya de Acción Española; otros pertenecen individualmente al Opus Dei hasta los intelectuales jesuitas de

la Casa de Escritores, que editan la revista doctrinal Razón y Fe, se integran pa ra él en el grupo. La reacción no se hizo esperar. Calvo Serer hubo de abandonar súbit amente la dirección de Arbor, aunque conservó su doble cátedra de Historia de la Filos ofía Española y Filosofía de la Historia. Este episodio se ofrece aquí, más que por su rel evancia muy limitada , por perfilar el marco de una de las mayores preocupaciones d e Franco: la confusión ideológica y política provocada, a fuerza de incoherencia, por determinados portavoces de una ortodoxia ficticia que terminaría fatalmente en el hastío o en el abandono. Porque ya se habrá advertido que en la descripción de fuerzas adelantada por Calvo Serer en 1953 sobraban algunos nombres y faltaba, entre la s fuerzas reales del régimen, casi todo (faltaba, principalmente, el pueblo de las plazas de Oriente). En ese horizonte, sin embargo, la figura de Franco quedaba todavía para Calvo Serer por encima de las discusiones y de la crítica; como una esp ecie de árbitro supremo cara al futuro. Pero Franco, en 1953, no era un árbitro: era precisamente el futuro para más de dos décadas. El 7 de mayo de 1954, una dramática noticia conmueve al mundo: cae en manos del general vietnamita comunista Giap la fortaleza francesa de Dien Bien Fu, lo que equivale al principio del fin de Francia en Indochina. Franco recibe la noticia en Salamanca, donde evoca sus días de cuartel general y las circunstancias de su designación para la jefatura del Estado con su imagen repetidísima, favorita: Los guerreros elevaban sobre el payés a su caudillo . Se denomina a sí mismo conducto r de la Cruzada y sale al paso de futuras polémicas formalistas con palabras bien c laras: Aquellos generales prestigiosos, aquellos hombres severos echaron sobre mi s hombros la carga del Gobierno de la nación, del caudillaje de la cruzada y de la jefatura del Estado . Revela también su temprana participación en los preparativos co ntra el Frente Popular, con una alusión inequívoca a las instrucciones de Mola: No er a ya posible la realización del pensamiento de los días en que nos concertábamos para la cruzada: que el Movimiento nacional pudiera ser un paseo militar con ligeras escaramuzas. Al día siguiente, 8 de mayo, Franco recibe el doctorado honoris causa de la Uni versidad salmantina de manos de su rector magnífico -y antiguo director, en los días afanosos de la guerra, de la primera Radio Nacional de España en la misma ciudad. Antonio Tovar comienza su oración con un egregio señor don Francisco Franco, y term ina con una evocación de los Reyes Católicos: El Caudillo para la Universidad; la Uni versidad para el Caudillo. Sobre las eternas piedras doradas de la fachada septen trional, en la Catedral Nueva, quedó impreso el víctor rojo del nuevo doctor Francis co Franco. Durante el mes de julio, Franco escribe a don Juan de Borbón para pedirle, en s u condición de jefe del Estado, que le sea confiada la continuación de los estudios en España del príncipe Juan Carlos, al terminar su bachfllerato. La carta no se ha e nviado aún cuando llega a El Pardo una nota verbal del conde de Barcelona donde do n Juan anuncia a Franco sus decisiones sobre el mismo tema: Don Juan Carlos hará u n curso en la Universidad de Lovaina-planificado y gestionado por Gil Robles-, p ara estudiar Derecho, Sociología y Economía, y conocer Europa. Franco remite a don Juan, a pesar de todo, su carta previa. Evoca su recepción reciente a los príncipes, el 22 de junio, para felicitarles por su aprovechamiento . Franco, en nombre de la nación, recaba su principal responsabilidad (superior, d ice, a la de don Juan) en la educación de don Juan Carlos. El primer objetivo ha d e ser la formación moral indispensable a quien está llamado a regir un Estado. Debe atenderse, en segundo lugar, a la formación de su carácter en la Academia Ge neral Militar de Zaragoza, durante dos años. Pasará entonces por las otras dos Acade mias, naval y aérea. Seguirán luego dos cursos universitarios sobre política y economía. Luego deberá conocer los ciclos de la producción nacional; agrícola, industrial y min era; mantendría un frecuente contacto con el Caudillo y practicará en la Presidencia del Gobierno. Considero importante que el pueblo español se acostumbre a ver al Prín cipe cerca del Caudillo . Un plan semejante propone para don Alfonso, hermano meno r de don Juan Carlos. Franco sugiere emplear un curso en perfeccionar las matemáti cas del Príncipe antes de su ingreso en la Academia General. Como larga postdata,

Franco rechaza el plan Lovaina e insiste en el suyo. El punto siete es una conmi nación en regla: o se acepta el plan o se cierra el camino natural y viable que se puede ofrecer a la instauración de la monarquía en nuestra patria . Don Juan consulta el camino a seguir a los miembros de su Consejo Privado. Gi l Robles ve muy claro: Las nuevas comunicaciones suponen la práctica eliminación de d on Juan y el intento de restauración en la persona del Príncipe . La mayoría de los cons ejeros, Pemán, Pabón, Kindelán, Sainz Rodríguez, se inclinan por ceder ante Franco. Aran da y Gil Robles se oponen. Don Juan de la razón a la mayoría. Gil Robes se retira, p or tanto, de toda colaboración con don Juan. En sus primeras anotaciones de diario , un precioso documento para penetrar en la intimidad de Franco y en los entresi jos de su tiempo, el general Franco Salgado apunta varios datos sobre la corrupc ión que Franco tolera en las alturas del régimen, y a la que solamente opone argumen tos formalistas, como el de que determinadas importaciones se hacen legalmente. En las frecuentes cacerías a que asiste Franco, se venden favores y se traman nego cios importantes al amparo de la proximidad a Franco. Esta corrupción tolerada irá c orroyendo los cimientos del régimen, y cuando desaparezca Franco, a quien la opinión pública no asoció nunca personalmente, aunque sí familiarmente, con la corrupción y el despilfarro, será principalísima causa que impida la pervivencia del franquismo, tra s los grandes escándalos finales que terminaron con el régimen mucho más que los ataqu es de sus enemigos. El 15 de diciembre, y ante el pleno de las Cortes españolas, el presidente, Est eban Bilbao, lee una carta del conde de Argillo, consuegro de Franco y procurado r, en la que solicita el cambio de apellidos para su recién nacido nieto Francisco , que es también el primer nieto varón de Franco. Las Cortes aprueban por unanimidad la propuesta y, como ella se pide, el niño se inscribe con los nombres de Francis co Fran co Martínez. Corrieron por toda España innumerables chistes sobre el acontecimien to. Franco Salgado anota: Si van a ser los españoles tan olvidadizos con Franco, el nieto de éste no se alegrará demasiado con el cambio de apellido y tal vez prefiera algún día ser un Martínez cualquiera.~~ El día de Navidad, la Asamblea Nacional francesa rechaza la ratificación de la Un ión Europea Occidental; aunque luego vuelve precariamente de su acuerdo, el New Yo r Times acusará: En la Asamblea Nacional francesa actúan el rencor, el cinismo, la c obardía y la irresponsabilidad. El 28 de diciembre de 1954 fue un día inolvidable para don Juan de Borbón: su primer retorno físico a España desde su intento de marchar al frente de Madrid en agosto de 1936. Llegó a la finca extremeña de Las Cabezas, propiedad del conde d e Ruiseñada, al volante de su automóvil, desde Portugal. Se entrevistó con Franco en d os largas sesiones, antes y después de comer (seis horas en total) al día siguiente, 29 de diciembre, según la lápida que el propietario de la finca fijó en sus muros. Tr as la sesión de la mañana, don Juan y los acompañantes de los dos personajes (Pedro Ni eto Antúnez, el conde de los Andes, Ramón Padilla, Fontanar, Julio Danvila) tomaron un güisqui; Franco, su habitual zumo de limón. Aparte de consideraciones generales sobre la situación política de España, el princ ipal resultado de las conversaciones fue decidir el ingreso de don Juan Carlos e n la Academia General Militar y el corte de la perjudicial y contradictoria prop aganda antimonárquica que seguía aflorando en la prensa falangista. El general Carlo s Martínez de Campos, duque de la Torre, seguiría dirigiendo la formación del Príncipe. Don Juan permanecerá una noche más en España, después de despedir cordialmente a Franco. Poco después, Eisenhower designaba embajador en España a un ilustre diplomático, John Davis Lodge, el enviado de los Estados Unidos más querido por los españoles desde l os días del primero de todos ellos, Benjamín Fran lin. En su mensaje de fin de año, y por encima de las especulaciones que se prodigaban después de la entrevista en Las Cabezas, Franco fue tajante: La salida del Movimiento nacional es el mismo Movim iento nacional. España no está en un paréntesis.

Es ahora evidente y Franco lo confesaría abiertamente en 1969 que no sólo en 1954, sino desde el mismo plebiscito que confirmó la ley de Sucesión, Franco pensaba en la solución Juan Carlos para esa sucesión del Movimiento por el Movimiento mismo ; aunque en las declaraciones que publica Arriba el 23 de enero de 1955 impone un compás de espera: No se ha tratado de realizar actos ni reconocimientos formales, pues no ha llegado esa hora . Cundían también algunas protestas desde ciertos círculos tradicionalistas. Franco r ecibe el 27 de diciembre al teniente general Martínez de Campos, que diiigirá la edu cación del Príncipe en España: con un selecto grupo de colaboradores, entre los que fi guran el contralmirante laureado Abárzuza y el comandante de Artillería Alfonso Arma da y Comyn. La respuesta de don Juan a la carta de Franco fue desabrida: Parecía que él no era el padre para educar a su hijo y se convertía en un cero a la izquierda . Franco le contestó que una cosa era la educación de su hijo y otra la de un príncipe que va a re inar; que si no le parecía bien que no lo mandase, pero que se perdía un buen príncipe para la monarquía .

En Las Cabezas quedó aclarado todo. Es el momento cumbre de la Operación Ruiseñada. Franco y su testigo, Nieto, comunicaron varios detalles a Franco Salgado. En la s conversaciones, Franco resumió la historia de España bajo su mando. Recriminó a don Juan por sus malos consejeros y le confirmó que el Manifiesto de 1947 le costó el tr ono. Franco prefirió a don Juan contra la aristocracia -que abandonó a su padre y le manifestó que el sostén de la monarquía, como del régimen, sólo podía ser el Ejército. Se opu o a la proclamación de don Juan Carlos como príncipe de Asturias: no quiso compromet erse a la sucesión. Descartó una objeción marginal de don Juan sobre la tumba de José An tonio en El Escorial. Don Juan, al final, aceptó de plano las propuestas de Franco sobre la educación del Príncipe. Fueron Danvila y Andes quienes arreglaron la entrevista. Franco juzgaba a don Juan como inteligente y culto pero acepta la opinión del último que llega . Franco en pe rsona recuerda cómo expuso su veto a don Juan: V.A. se hizo incompatible con la Esp aña de hoy, pues en contra de mi consejo de que estuviera callado... publicó un mani fiesto . Cuando don Juan le contesta que lleva callado mucho tiempo , Franco replica con helada dureza: A mí no me preocupa ahora la situación suya. . Cuando Franco le dice que dado el patriotismo de don Juan abdicaría si para bie n de España fuera necesario don Juan respondió que desde luego. Don Juan quedó, ahora, fascinado por Franco. Es para matar a quienes me han estado durante tantos años hablando mal de este hombre. Don Juan, antes de abandonar la finca, comentó: B ueno, ahora no hay más que darle nuestra confianza y colaborar, colaborar . El 30 de mayo de 1955 una autoridad destacada José Antonio Elola, alma de las ju ventudes falangistas, consejero nacional y miembro de la Junta Políticamenciona ab iertamente, por primera vez en España, la formal perspectiva sucesoria del Príncipe Juan Carlos de Borbón. Nadie comentó por entonces tan acertada hipótesis, que se formu ló durante un discurso en Barcelona: El sentido previsor de Franco dijo Elola le ha l levado a preocuparse de la educación de un príncipe que pueda recibir la herencia gl oriosa del 18 de julio . Antes de terminar el año 1955, Franco va a recoger ante el mundo el fruto de ta ntos años de tenacidad y fe en su propio futuro unido al futuro de España. El 3 de d iciembre declara a la prensa extranjera: España no tendrá relaciones con Rusia mientr as la Unión Soviética siga sojuzgando países ayer soberanos o siga perturbando la vida de otras naciones . Desaffa con ello abiertamente la posibilidad de un veto soviéti co para el eventual ingreso de España, a punto de discutirse, en la ONU. La Monarquía añade no puede significar jamás el poder para los ricos, los aristócratas o determinado s grupos o camarillas .

El 8 de diciembre, la Asamblea General de la ONU acuerda la admisión de España y otros 17 países al aprobar una propuesta canadiense por 52 votos a favor, 2 en con tra y 7 abstenciones. Cuba y China nacional son los dos únicos países que votan no c ontra España, como se apresuran a explicar, sino contra la admisión simultánea de cinc o naciones comunistas. El 13 de diciembre la resolución pasa al Consejo de Segurid ad para ser ratificada. Es la jornada de los vetos. China nacional yeta a la Mon golia comunista; la URSS deja caer su veto sobre los trece países no comunistas (E spaña incluida), uno a uno. España logra en el Consejo nueve votos favorables y una abstención. Victoria moral aparte, todas las esperanzas de victoria definitiva int ernacional parecían hundirse, cuando el 14 de diciembre ocurre un cambio dramático e n el Consejo de Seguridad: la URSS propone a los demás grandes retirar sus vetos si se le garantiza la admisión de Mongolia y la exclusión del Japón. Aceptado el trato, España va a entrar ese mismo día en la ONU que la condenara en aquel lejano diciembre de 1946; y para colmo de paradojas, va a entrar a propue sta de la Unión Soviética. Obtiene ahora diez votos a favor y una abstención; el día 15, la Asamblea General consagraba definitivamente el ingreso de España por un resultado espléndido para Franco: 55 votos a favor, ninguno en cont ra y dos abstenciones. Recae el dudoso honor del silencio sobre dos países que ant año fueron españoles: México y Bélgica. A Franco el éxito le parece simplemente una retrac tación; por eso no echa las campanas al vuelo. Una noticia destacada, sí, pero no con exceso en los titulares de aquel mes de diciembre sería para el futuro de España, junto con los deshechos cerrojos de la ONU , la noticia del año 1955: el mismo día en que las Naciones Unidas reparaban la inju sticia de 1946, el 15 de diciembre, juraba la bandera de España, en el patio de la Academia General de Zaragoza creada por Franco, un caballero cadete llamado Jua n Carlos de Borbón y Borbón. Presidía el acto el ministro del Ejército, teniente, genera l Muñoz Grandes, quien no hizo alusión alguna a la presencia del Príncipe . 1 Proclamación de don Javier en López Rodó, La larga marcha..., op. cit., p. 113, s eguida por el testimonio de Sangróniz. Polémicas sobre la restauración en R. Calvo Ser er Teoría de la Restauración, Madrid, Rialp, 1952. Ver del mismo autor Franco frente al Rey, París, Ruedo Ibérico, 1972. Intervenciones de Ridruejo en Casi unas memoria s op. cit. p. 298s. Datos sobre el Concordato en Equipo Vida Nueva Todo sobre el Concordato, Madrid, PPC, 1971. El señor Martín Artajo, en carta al autor (nov. 1973 ) considera como versión auténtica de las negociaciones la del Diccionario de Histor ia Eclesiástica de España, de Quintín Aldea, Madrid, Inst. Flórez, CSIC, 1972, 1, p. 595 s. Acuerdos España-USA en Ángel Viñas, Los pactos secretos de Franco con los Estados U nidos, Barcelona, Grijalbo, 1981 y E.Chamorro-I. Fontes, Las bases norteamerican as en España, Barcelona, Euros, 1976. Relaciones Franco. Don Juan en mi libro Don Juan de Borbób, op. cit., p. 590s. Confidencias de Franco Salgado en Mis conversac iones..., op. cit., entradas de 1954. La época de la plenitud de Franco, entre el abrazo de Einsehower en 1959 que co incidió con el empuje del desarrollo y la jura del Príncipe Juan Carlos como sucesor en 1969. Entre las dos fechas España había experimentado la transformación interior más profunda de su historia moderna. Capítulo 12:La plenitud en la vida de Franco: La transformación de España y la sucesión monárquica 1956-1969 LA REBELION DE LA UNIVERSIDAD En el año 1956, la nueva generación de españoles que Franco había detectado en su men saje de fmales de 1955 irrumpía desde la Universidad en la vida de la nación, sobre todo en Madrid y en Barcelona. Su actuación producirá lo que denomina uno de sus pro tagonistas, Enrique Múgica Herzog, comunista entonces, el punto de inflexión del fran quismo . Pero no sólo en el sentido indicado por Múgica, sino en otro mucho más amplío. Po rque esa generación no era sólo universitaria, ni sólo rebelde. Formaban en ella también otros españoles jóvenes que iniciaban sus estudios superiores o se incorporaban ya a la vida laboral y profesional en una España que iba a ofrecerles casi siempre tr abajo y camino.

Es lógico que muchos políticos de la transición magnifiquen su aparición pública y exag eren su importancia, que fue grande pero no única. La rebelión de los estudiantes un iversitarios fue prevista, y quizá bienvenida, por el régimen, cuya nueva línea direct riz la tecnocracia en torno a Luis Carrero Blanco la supo aprovechar a fondo para eliminar al falangismo franquista de Fernández Cuesta y Arrese y al aperturismo li beral, cristiano y falangista del equipo Ruiz-Giménez, para dar paso a la línea Carr ero, que sería la dominante hasta la muerte del almirante en 1973.

En esta línea, Carrero actúa en dos frentes muy vinculados entre sí y muy condicion ados por la presencia decisiva de hombres del Opus Dei en cada uno. Primero, el frente ecónómico, formado por los ministros de Hacienda y de Comercio en la crisis de 1957; segundo, el frente político articulado por Laureano López Rodó, que se incorpora de lleno al equipo Carrero en 1956; en rigor, él es quien crea es e equipo y prepara los caminos para el acceso de los expertos económicos mientras establece contacto con la Operación Ruiseñada (apoyada por Rafael Calvo Serer intensam ente) y trata de controlar la naciente Casa del Príncipe Juan Carlos, situando en ella peones de toda confianza. De esta forma se afianzará la Operación Príncipe en el seno del franquismo, iniciada al principio de los años cincuenta y confirmada tras la entrevista de Las Cabezas a fines de 1954, dirigida por el almirante Carrero y titulada gráficamente por López Rodó la larga marcha hacia la monarquía , título de su li ro, que es el más informativo e importante sobre tan esencial episodio de la histo ria española. Entre convulsiones del mundo -la crisis de Suez, la invasión soviética de Hungría-, se inscribirán las agitaciones de 1956 en España. Las dos líneas dominantes en la polít ica del régimen, la Falange franquista representada por Fernández Cuesta, ya ajada, y el aperturismo cristiano-falangista dirigido por Ruiz-Giménez, se agotaban frent e a la resistencia reaccionaria del sistema y frente al auge de la línea Carrero. Ruiz-Giménez confesaría que sus últimos meses en el Ministerio fueron angustiosos. El panorama interior era de una confusión creciente. José Antonio Girón, cuya estre lla declinaba también, se mostraba agresivo contra los políticos de inspiración cristi ana, como el nuevo obispo de Málaga, monseñor Herrera Oria. El general Aranda se que jaba amargamente a don Juan por el colaboracionismo de la causa monárquica a propósi to de la estancia en España del Príncipe. Para colmo, se agravaba la situación en Marr uecos, con fuertes críticas de Franco a la política del alto comisario García Valiño, po r alentar a los movimientos nacionalistas que ahora se volvían también contra España. Franco llega a escribir a Eisenhower el 6 de abril de 1956 porque intuye con pre cisión que los Estados Unidos están propiciando la independencia de Marruecos en un año tan crítico para una y otra salida del Mediterráneo. Pero, como demostraría la crisi s de Suez, la política del Mediterráneo se decidía ya fuera de Europa, por primera vez desde las guerras médicas en el siglo V antes de Cristo. Franco, pues, participa personalmente en la orientación española ante los incontr olables acontecimientos exteriores. La sospecha, insinuada ya antes, de que Fran co-Carrero trataran de manipular las agitaciones estudiantiles de 1956 para desa huciar a un sector del régimen y preparar el nuevo rumbo económico-tecnocrático, se ab ona por el hecho de que ya el 9 de enero de 1956, Franco Salgado conocía una encuesta del Instituto de la Opinión Pública reproducida en L Express, se gún la cual un 85 por 100 de los estudiantes acusaba al Gobierno de inmoralidad; y consta que el Gobierno poseía información suficiente sobre la preparación de una revu elta desde finales de 1955. En las conversaciones de Franco con su pariente y secretario, hay evidencia d e que aquél seguía prácticamente al día el desarrollo de los preparativos estudiantiles, y criticaba duramente, por la forma de llevar el asunto, al ministro de Educación , Ruiz-Giménez, completamente solo en el Gobierno ante la hostilidad manifiesta de l ministro de la Gobernación, Blas Pérez González, y del director de la Guardia Civil, general Camilo Alonso Vega.

De los diversos testimonios que hoy nos aclaran ya definitivamente el tema de la rebelión universitaria, debemos concluir que fue, por encima de todo, una cris is interna contra el monopolio falangista del SEU, con importante cooperación, aun que no protagonismo, de estudiantes comunistas (Enrique Múgica, Javier Pradera, Ra món Tamames) y otros que se definirían precisamente con aquel motivo como socialista s, aunque por descubrimiento interior, no por incitación del ajado PSOE del exilio , al que se fueron incorporando críticamente después. La presencia del enviado comun ista Jorge Semprún, Federico Sánchez, en este contexto y sus pretensiones de atribui r un intenso protagonismo a la actuación de los universitarios comunistas no deben apartarnos de la conclusión anterior; los comunistas trataron de aprovecharse del río revuelto, pero el protagonismo corrió al cargo de los hijos del régimen, orientad os por Dionisio Ridruejo en su primera maniobra clara de oposición, que daría con él e n la cárcel. En su informe exculpatorio de aquellos días, Ridruejo habla aún de nuestro régimen , al que trata de reformar desde dentro, en esfuerzo paralelo con los apert uristas de Ruiz-Giménez y con talante parecido al del rector de Madrid, Laín Entralg o, a quien se debe un importante documento previo a los sucesos y que contribuye notablemente a su explicación. La irrupción universitaria de las nuevas generaciones, bien advertida desde las alturas del régimen, desembocaba en situaciones nuevas desde el comienzo del curs o 1955-56; frente al monopolio político del sindicato universitario falangista SEU , se crearán grupos activos con cierta presencia comunista como el Frente de Liberac ión Popular (FLP) y la Agrupación Socialista Universitaria (ASU), cuya principal nov edad es que nacen autóctonos, con tanto recelo hacia las instituciones del régimen c omo hacia la pervivencia fósil de la oposición antifranquista en el exilio. Un retoño y un tránsfuga del más puro falangismo, Miguel Sánchez Mazas Ferlosio y Dio nisio Ridruejo, redactan un llamamiento para un Congreso Nacional de Estudiantes que se difunde sobre todo en la Facultad madrileña de Derecho, situada en el cora zón de la ciudad, en la calle de San Bernardo. Pero, durante estas primeras semana s de un año que sería febril, las preocupaciones de Franco se centran en Marruecos, donde el 10 de enero el alto comisario Valiño y el residente general Dubois se ent revistan en Larache. El día 14 la prensa española publica una nota oficial que prome te facilitar el autogobierno de la zona por sus autoridades naturales . Durante la primera semana de aquel febrero menudearon los enfrentamientos en esa misma Facultad de Derecho donde, desde 1934 a 1936, los jóvenes del SEU habían l uchado implacablemente contra los estudiantes de la FUE. Corren las octavillas s obre el fracaso del Congreso de Escritores Jóvenes y sobre la convocatoria, para a bril, del de estudiantes. Los enfrentamientos callejeros se inician el día 7. En l os titulares de la prensa del día 9 de febrero, se refleja una enorme tensión conten ida, que revienta esa misma mañana. Un nutrido grupo de estudiantes falangistas, que acababa de rendir su tradici onal homenaje al primer caído del SEU durante la República, Matías Montero, sube por l os bulevares madrileños y en el cruce de Alberto Aguilera con Guzmán el Bueno, junto al colegio de Areneros, choca con grupos hostiles . Suenan unos disparos y cae gra vísimamente herido el joven Miguel Álvarez Pérez, de 18 años, estudiante no universitari o miembro de la centuria Fernando el Santo, del Frente de Juventudes. Aparece la Policía, que practica cincuenta detenciones. Un camarada -dicen las reseñas empapa e n sangre la camisa azul. Nunca se averiguó quién había sido el agresor. Por el testimo nio de Franco Salgado, hemos sabido que Franco situó previamente toda una red de e nlaces informativos por la zona de los sucesos. El grupo agresor, que venía de San Bernardo, esgrimía palos usados en las repobla ciones del Servicio Universitario del Trabajo, muy infiltrado por estudiantes an tirrégimen. Los dos ministros en entredicho Ruiz-Giménez y Fernández Cuesta estaban esa mañana fuera de Madrid. La bala había entrado por el parietal derecho y salió por el o ccipital de la víctima. Esa misma mañana, Franco localíza a Ruiz-Giménez, que se presenta en El Pardo, dond

e ya está Blas Pérez. Franco no perdió nunca la serenidad en esta crisis, que pareció al egrarle. La repercusión es enorme. Miguel Álvarez es trasladado a la Clínica de la Concepción, donde el doctor Obrador hace lo imposible por salvar su vida. Todas las autorid ades, ministros incluidos, visitan repetidas veces al herido, que seguirá varios día s en coma. Parece y así lo dicen altos testigos que de esa vida dependían muchas cosas . Arriba proclama en primera página del 10 de febrero: Han vuelto a matar a Matías Mo ntero. La Junta de Gobierno cierra la Universidad hasta el día 13. En un tremendo e ditorial de la misma fecha, dama el órgano de la Falange bajo el título Los sofistas de la libertad: i,Qué libertad es la que predican ciertos conciliábulos de necios? Sól o queremos la democracia orgánica. Ni un manifiesto más, ni una necedad más, ni una co bardía intelectual más . Circulan, se dice, listas negras que proceden de núcleos duros relacionados con u n sector falangista, en las que se amenaza con graves represalias a intelectuale s liberales y neoliberales, entre ellos varios falangistas del equipo Ruiz-Giménez . Según un periodista francés, algunos generales visitan a Franco en la mañana del 10 para pedirle una intervención del Ejército que evite posibles desmanes en ese senti do; Franco quita importancia a las listas negras , pero decide pasar a la acción y a la vez muestra una tranquila seguridad; se marcha a cazar desde el día 10 hasta el 16 nada menos, con varios ministros. El 11 de febrero la prensa publica una dur a nota en la que el gobierno anuncia que ha acordado usar el rigor de la ley . Se p roclama el estado de excepción, con la suspensión de la vigencia de los artículos 14 y 18 del Fuero de los Españoles. Una nota de la Dirección General de Seguridad comunica la detención de diversos e studiantes y algún veterano pero todavía joven político, que sufrirán breves períodos de c onfinamiento. Sus nombres Sánchez Mazas Ferlosio, Ridruejo, Tamames, Ruiz Gallardón, Múgica, Pradera y Elorriaga evidencian que la nueva oposición ha nacido no sólo fuera, sino también dentro de las murallas familiares del régimen; hay apellidos de la más re ciente y leal historia de éste entre los detenidos. El 12 de febrero se sabe que el consejo de ministros ha prorrogado la suspens ión de clases universitarias en Madrid hasta nueva orden; los servicios oficiales de información atribuyen la responsabilidad de los sucesos a la infiltración comunist a y los presentan como resultado de una lenta agresión intelectual contra los postul ados del 18 de julio . Los testimonios comunistas varían: Pradera niega la cooperación del partido, que se ocupaba entonces de vaciar el SEU ; Semprún coincide con la tesi s de Franco y subraya el protagonismo del PCE. La verdad es, seguramente, interm edia.

El 16 de febrero se produce un relevo parcial en el Gobierno, como consecuenc ia evidente de los sucesos descritos; un relevo que responde a un esquema muy pa recido al que motivó la decisión de Franco después del atentado de 1942 en Begoña. Cesan los ministros de Educación, Ruíz-Giménez, y del Movimiento, Raimundo Fernández-Cuesta. Sus sustitutos son Jesús Rubio García Mina y José Luis de Arrese. La trayectoria de éste representante más genuino de la Falange de Franco se conoce bien. Rubio podía presentar también credenciales políticas impecables. Catedrático de Derecho Mercantil en Madrid , estuvo refugiado, durante la guerra, en la Embajada de Chile; perteneció a la Fa lange clandestina del Madrid rojo y, en junio de 1939, fue nombrado secretario n acional de Educación de FET. Era, en aquel año inicial, redactor de Arriba y conoció bie n el Ministerio durante su larga Subsecretaría en la época de Ibáñez Martín. No era, pues, como se ha repetido, un simple técnico . Las tomas de posesión se celebran el mismo día 16. Fernández-Cuesta y Arrese pronuncian breves fórmulas. Ruiz-Giménez se despide así de sus ilusiones en el Ministerio de Educación: Tengo que decir que con la camisa azul recorrí los campos de guerra de España y qu e me siento fidelísimo a lo que entraña ( interrupción -dice la reseña de prensa por emoció grandes y prolongados aplausos ). Muy pronto van a producirse relevos significati

vos en el equipo de los dos ministerios. Los falangistas neoliberales de Educación retornarán a la vida privada, para inte grarse poco a poco en una discreta oposición durante las siguientes etapas del régim en. Joaquín Ruiz-Giménez, que siempre mantendrá una personal y caballeresca lealtad al hombre que le hizo embajador y ministro, se moverá cada vez más rendidamente en la ór bita política antifranquista del Vaticano, desde la cual tratará de tender puentes l iberal-democráticos al marxismo; ésta es su personal concepción del diálogo para los tie mpos nuevos. El sector falangista de Arrese trata de cerrar filas en la nueva Secretaría Gen eral del Movimiento. Diego Salas Pombo es el vicesecretario, y José Antonio Girón, s in abandonar el Ministerio de Trabajo, controlará la Vicesecretaría de Obras Sociale s. No resultaba fácil la tarea de Arrese, que centró sus esfuerzos en la consolidación interna de la Falange, en impedir que otros grupos amenazasen su teórico monopoli o político y en recuperar su aliciente entre la juventud. Estaba demasiado próximo e l incidente que promovió en plena basflica de San Lorenzo del Escorial un ardoroso escuadrista, que increpó a las más altas jerarquías el 20 de noviembre de 1955, con o casión de los funerales por José Antonio, en presencia del propio Franco.

Hay que reconocer que Arrese logró en parte su propósito y que el año de 1956 fue e l último en que la Falange registró un movimiento importante de nuevas adhesiones. U n equipo de la Secretaría General y del Consejo del Movimiento (Luis González Vicén, J osé Antonio de Elola, Salas Pombo, entre otros) prepara durante todo el año, bajo la dirección efectiva del propio Arrese, una nueva serie de leyes fundamentales de c arácter más político y concreto que las anteriores, cuyo alcance se resume en su libro de 1957 Hacia una meta institucional. El más original de los participantes es Lui s González Vicén, quien propone convertir a Falange de partido único e impreciso movim iento en sistema que inspirase una total reorganización del Estado, con Falange como institución política básica, de forma que se confinara en sus terrenos institucionale s a la Iglesia y a las Fuerzas Armadas y se asegurase, durante la vida de Franco , la pervivencia del sistema después de la sucesión. Fácil es de ver que el sistema era s mplemente el fascismo. En este mismo sentido básico mantenimiento del monopolio polít ico en Falange y elevación de la Secretaría General a la clave del régimen se articulan , durante el año, los proyectos de leyes fundamentales del equipo Arrese. Para el futuro PSOE, los sucesos de 1956 serían un vivero de renovación donde con firmaron su vocación política hombres como Francisco Bustelo, Gabriel Tortella, Luis Gómez Llorente, Miguel Boyer, Carlos Zayas y otros. Pero el viejo partido tuvo qu e ser asaltado desde España; ya no conectaba con las preocupaciones vitales de la oposición interior, ahogado por la eficaz represión del régimen. En Barcelona se crea por entonces un núcleo de oposición interior al régimen entre los estudiantes universi tarios, nutrido, como en Madrid, por vástagos de familias derechistas, militantes desencantados de Falan ge y similares . LA FORZADA INDEPENDENCIA DE MARRUECOS Una gran mayoría de los comentaristas y de la opinión pública designa al nuevo grup o político que aflora entonces como los hombres del Opus Dei . Ellos y el Opus Dei lo niegan tajantemente y subrayan que su actuación es puramente a título personal y qu e su adscripción a la entidad fundada por Josemaría Escrivá de Balaguer es meramente p ersonal y religiosa. No hay inconveniente en obviar la polémica con una cuidadosa selección de los términos; lo diftcil es encontrar términos que reflejen la existencia de un denominador común para varios grupos, cuyos hombres, individualmente, están l igados al Opus Dei; porque esos grupos y ese denominador común, evidentemente, exi sten, si bien es preciso reconocer que el Opus Dei es, por encima de opciones in dividuales, un impulso y una asociación religiosa que respeta el pluralismo y la o pción individual de sus miembros a cualquier nivel. En 1956 puede ya advertirse con toda claridad la actuación de estos dinámicos gru

pos, que responden a una concepción nueva, original, del catolicismo militante. Po r una parte, se acusa la del grupo ideológico-político que sigue respaldando a Rafae l Calvo Serer, quien a lo largo de todo el año 1956 ocupa la entonces más influyente tribuna periodística del país las páginas de ABC , para continuar su teoría de la Restaura ión en un sentido monárquico y caudillista a la vez. Según confesión propia, Calvo se ha convertido ya en el principal inspirador de la operación Ruiseñada . El conde de Ruiseñada, enlace principal entre El Pardo y Estoril, toma una grav e decisión en la agitada primavera política de 1956. Entrega al capitán general de Cat aluña, Juan Bautista Sánchez, una nota resumida así por su inspirador: Un plan gradual para poner en pie las instituciones creadas teóricamente por el régimen: libertad Los sucesos y la crisis de 1956 que el autor recuerda como testigo ajeno a ello s se refieren en mi Historia del franquismo, Barcelona, Planeta, 1978, II. p. 136 s. Ver las interesantes aportaciones de J. Ruiz-Giménez en Ya, 13-6-1975, p. 43 y una serie de Consuelo Sánchez Vicente en Diario 16 desde el 2-II-1981. Enrique Múgic a da su versión en el mismo diario, 7-2-81. Importante el testimonio de D. Ridruej o en Casi unas memorias y de Franco Salgado en sus dos libros citados. de expresión, tal como estaba reconocida en el Fuero de los Españoles; auténtica re presentación a través de libres elecciones administrativas, sindicales y profesional es; independencia del poder judicial, ante el que debía ventilarse la corrupción adm inistrativa; libertad de asociación y de enseñanza, acorde con los principios enseñado s por la Iglesia; desarrollo de la iniciativa privada en la vida económica y función subsidiaria y coordinadora del Estado. En la nota se incluía un planteamiento inst itucíonal: Establecer la regencia de Franco, nombrar jefe de Gobierno . Los monárquicos , pues, se sitúan dentro del régimen, pero pretenden dictar a Franco el rumbo del régi men; y anticipar lo que éste realizará desde fines de la década siguiente. Al comenzar el mes de marzo de 1956, Francia, sin contar para nada con España, reconoce solemnemente la independencia de Marruecos, con interpretación simultánea d e interdependencia y el anuncio de que organizará su cooperación a base de la libertad y la igualdad . España, en la estacada, calla por el momento. Unos días más tarde, el 6 de marzo, Mohamed V entra en Rabat. Se agita ahora la zona española y uno de los p rincipales activistas del nacionalismo marroquí, Abdejala Torres, huye de Tetuán a Tánger por el viejo camino del Fonda .

El 17 de marzo llega a El Pardo el jalifa de Tetuán; el 21 se anuncia oficialme nte la visita de Mohamed V a Madrid en abril. España recalca, a partir del 27, su fórmula de cooperación libre frente a la ínterdependencia francesa; ema un problema de pa abras. Una nueva tragedia se abate sobre la familia real española: el 29 de marzo, poco después de volver de los Oficios de Jueves Santo y, mientr as manipulaba una pistola junto a su hermano mayor, Juan Carlos, cae mortalmente herido en Estoril el infante don Alfonso, que a sus 15 años se preparaba para el ingreso en la Escuela Naval de Mann. Al comenzar abril, España soluciona a trancas y barrancas su grave problema de Marruecos y logra salir de la posición desairada y del pie forzado por Francia. En la referencia del primer Consejo de Ministros del mes, se adelanta un proyecto d e declaración hispanomarroquí sobre independencia del imperio . En primera plana, la p rensa lo anticipa horas antes: El Caudillo anuncia que habrá un acuerdo pacífico en Áfr ica del Norte... Desaparecerá en su día la zona administrativa del Marruecos español p ara dar paso a la unificación e independencia marroquíes, bajo el sultán Mohamed V. La interdependencia prometida por Francia parece estar en contradicción con el estad o de independencia . Mohamed V llega a El Pardo al día siguiente; el 5 se abren allí m ismo las negociaciones y a las seis de la madrugada del día 7 se firma la declaración conjunta: España reconoce la independencia de Marruecos. La actitud del Rey de Marruecos, que se sabía ganador con el apoyo de Estados U nidos y Francia, fue mortificante. Franco despide a su regio huésped en Barajas po co después; queda zanjado lo más grave del problema, aunque no se despejan las nubes

en el horizonte común de los dos países que cierran el Mediterráneo occidental. La de saparición prevista de la zona española podía suponer, vista desde Madrid, la absorción por parte de la antigua zona francesa; pero esta perspectiva, que tan gravemente iba a repercutir sobre el antiguo protectorado español, empezaba ya a ser, como h ubiera soñado Miguel Primo de Rivera antes de Alhucemas, no tanto un problema de E spaña como un problema de Marruecos. Más grave podría ser, en España, la repercusión sentimental y profesional en los mand os del Ejército, donde se notaron algunos movimientos inquietantes a lo largo del año. Pero los improvisados junteros de 1956 no concentraron una protesta contra el que todos reconocían como el más caracterizado de los africanistas. Laueano López Rodó, cuya conferencia, poco antes, en Santiago, había llamado podero samente la atención de Franco, comenta: Como es bien sabido, los proyectos de Arres e del otoño de 1956 tropezaron con la oposición de la mayoría de los ministros y del e ntonces presidente de las Cortes. Ese fue el preludio del cambio de Gobierno el 25 de febrero de 1957 . Uno de los consejeros nacionales que se opusieron con mayo r eficacia a los proyectos de Arrese fue Alberto Martín Artajo, que emite reservad amente una constructiva crítica sobre el funcionamiento -insuficiente de las Cortes ( incumplimiento de la función política a que está llamado el órgano legislativo ); del Con sejo del Reino ( tampoco ha acertado a ganarse la confianza de la opinión pública ); ala ba, en cambio, la adhesión conseguida por el Fuero de los Españoles y el Fuero del T rabajo; se opone a una nueva declaración de principios del Movimiento Nacional, que huelga a estas alturas , y, sobre todo, ataca con sincera crudeza el anteproyecto de Ley Orgánica del Movimiento Nacional, que no se conforma a los principios del d erecho público cristiano...; que se aparta radicalmente de la tradición nacional y c arece, por tanto, de arraigo popular.. y, en fin, que por su léxico anacrónico da pr etexto a que injustamente se vincule nuestro régimen a sistemas totalitarios peric litados . La objeción principal de Artajo al proyecto Arrese se formula así: Adjudica a perp etuidad a un grupo minoritario la representación del pueblo en las tareas del gobi emo A esas alturas del régimen, en efecto, el proyecto Arrese pretendía convertir el populismo regeneracionista de Franco en fascismo declarado. El rechazo del proye cto probará, mejor que muchas disquisiciones, la falta de vocación fascista en la me ntalidad de Franco. Después de cuatro años de ensayos, el 28 de octubre comienza a funcionar en Madri d la primera emisora de televisión, paso inicial de un vasto y acelerado plan de e xtensión nacional del poderoso mass-medium. Por su incalculable capacidad de suges tión popular, el gobierno decide desde un principio mantener a la televisión bajo su control y convertirla en medio configurador básico de opinión pública. Pero la nómina d el medio se fue nutriendo por designaciones arbitrarias y recomendaciones person ales que darían sorpresas sin cuento al llegar la libertad. A finales de octubre s e ensombrece el panorama europeo y mediterráneo con el doble estallido en Suez y e n Hungría, al que nos referíamos antes. El día 24, a la vez que se conoce la noticia d el premio Nobel de Literatura para Juan Ramón Jiménez, que vive entonces en Puerto R ico, los carros soviéticos ametrallan a los patriotas húngaros en las calles subleva das de Budapest. El día 29, Israel arrolla las líneas egipcias; dos días más tarde, en m ovimiento que no puede eludir sospechas de sincronización, Inglaterra y Francia ca en por mar y aire sobre el canal de Suez, mientras en España, fuera del tiempo, mu ere otro titán del 98, don Pío Baroja. Los occidentales sufren el 3 de diciembre la tremenda humillación de un doble u ltimátum aún no aclarado: la acción concertada de la URSS y los Estados Unidos les obl iga a abandonar su aventura de Suez, que consagra el fin de una hegemonía europea muerta ya desde 1941, cuando lo importante para el futuro de Europa comenzaron y a a ser las decisiones de potencias exteriores. A mediados de diciembre, el mini stro del Ejército, Muñoz Grandes, prohíbe al capitán general de Cataluña, Juan Bautista Sánc

hez, aceptar una invitación del conde de Ruiseñada para cazar en la finca del Alamín, en el valle del Alberche, donde la principal conversación no iba a ser la caza, si no el advenimiento de la monarquía previa regencia de Franco. Esta nueva versión atenuada de la conspiración monárquica, a pesar de su escasa ent idad, provocó en el ánimo de Franco un verdadero arrebato de recelos y críticas; jamás s us palabras privadas contra don Juan, y contra el propio don Juan Carlos, fueron tan duras como las que dejó escapar en 1957 y 1958. Por esos mismos días se crea en la Presidencia del Gobierno la Secretaría General Técnica encargada de la reforma a dministrativa y confiada a Laureano López Rodó. Desde primeros de noviembre del año que terminaba, Franco acusaba como nunca el desgaste político de su régimen, y hasta de su propia personalidad. El 8 de noviemb re, en sus conversaciones íntimas, dedica críticas a veces muy duras a sus ministros , lo que sin duda presagia para su interlocutor un cambio próximo en el Gobierno. Son particularmente incisivas las críticas contra Girón, cuyo sistema de universidad es laborales es calificado por Franco como virtualmente superfluo, ante la posib ilidad que tienen las clases modestas de acceder a la enseñanza superior y al mund o de las profesiones; la opinión de Franco era tal vez optimista sobre esta movili dad social. Franco Salgado va acumulando los testimonios de Girón, de Muñoz Grandes y de Barr oso, para concluir que Franco está perdiendo prestigio; su viaje a Andalucía ha teni do un ambiente cordial, pero no triunfal como antaño. Franco está políticamente incómodo ; las algaradas estudiantiles de febrero le han tocado en una fibra íntima: la adh esión de la juventud, que él identificaba con la juventud de la cruzada, y ahora, al llegar las nuevas generaciones, no quería saber nada del cambio.

Desde 1956 Franco se aferra a los principios que cristalizaron en la guerra c ivil; su ideología es cada vez más estática, como anclada en los grandes momentos del régimen. Justo cuando veía confirmada por la primera potencia material y la primera potencia espiritual del mundo entre 1953 y 1955 su posición berroqueña, contemplaba co n indignación y sorpresa que la nueva juventud española parecía inmune a las defensas del régimen. Decidió entonces aplicar la solución económica, la solución regeneracionista, e hibernar el aperturismo político que tan mal resultado daba, ante las experienc ias de Ridruejo y de Ruiz-Giménez. Había sonado la hora de los tecnócratas en la histo ria del régimen. En cuanto a sus relaciones personales, Franco acentúa la frialdad. Sus principales colaboradores describen la congelación del ambiente personal de Fr anco: el silencio y la intrascendencia de sus sobremesas familiares, el desvío y l a impersonalidad con que les trata. En un consejo de ministros que se celebra por esos días, Franco evoca algunas p arábolas de base histórica y envía hacia Cataluña al ministro del Ejército, Agustín Muñoz Gra des; corrieron intensos rumores sobre un extraño capítulo de la operación Ruiseñada , en re lación con el capitán general de Cataluña, Juan Bautista Sánchez. Nuevamente los adictos a la restauración y sus presuntos colaboradores militares demuestran conocer poco las convicciones del jefe del Estado. En el curso de unos ejercicios militares junto al Pirineo, un jefe del Tercio se presenta al capitán general de Cataluña para saludarle y hacerle saber que, con sus dos banderas, se encuentra allí a las órdene s directas del jefe supremo del Ejército. Nada se conoce sobre la reacción del antig uo y brillante jefe de la ~a Brigada de Navarra, el hombre que se anticipó a todos en dar, un 16 de julio, la primera orden para la sublevación a una unidad african a junto a las Cuatro Torres de Alcalá. Una angina de pecho acaba con su vida al te rminar enero; la corona que le envió Agustín Muñoz Grandes llevaba una sobria inscripc ión: A un soldado honrado Unos días antes, el 23 de enero de 1957, Franco encarga personalmente al secret ario de la Presidencia, Laureano López Rodó, la preparación de una ley sobre la reorga nización administrativa del Estado . LA CRISIS DE FEBRERO DE 1957

Franco recibe en Barajas al Rey de Marruecos, Mohamed V, el 9 de febrero y, a l día siguiente, al Rey Saud de Arabia. Se concentra después en sus reflexiones hast a fin de mes, cuando las discusiones sobre la reorientación política del Estado, e i ncluso del régimen, van a concretarse en un espectacular y profundo cambio de Gobi erno, donde se renovarán nada menos que doce carteras. Sin embargo, no conviene ol vidar que la crisis va precedida, en horas, por un decreto ley fruto de un extenso memorial preparado por López Rodó que suple de momento a uno de l os proyectos fundamentales presentados al Consejo Nacional Operación Ruiseñada y relaciones Franco-Estoril en mi libro Don Juan de Borbón, op. cit., p. 687s. Sobre el Opus Dei cfr. mi libro El Opus Dei, convergencia y camin o, Madrid, ARC l996.En todo este capítulo me refiero continuamente a las confidenc ias de Franco a Franco Salgado, expresadas en los dos libros publicados por éste e n Editorial Planeta y ya profusamene citados. proyecto que entra por ello en vía muerta y anticipa los rasgos más esenciales de l o que será la Ley de Régimen Jurídico de la Administración. Se crea, en efecto, el Secre tariado del Gobierno y -con el asesoramiento del economista Manuel de Torres la O ficina de Coordinación y Programación Económica (OCYPE) en la misma Secretaría Técnica de López Rodó. Se crea un nuevo ministerio, el de la Vivienda, que, contra su voluntad inicial, va a confiarse a José Luis de Arrese, cesado en el del Movimiento; se est ablecen comisiones delegadas de Coordinación Gubernamental, que presidirá el jefe de l Gobierno o el subsecretario de la Presidencia. En el amplio relevo gubernament al se robustece la posición de Luis Carrero Blanco, que mantiene su puesto. Siguen con él los ministros de Educación, Rubio; de Justicia, Iturmendi, y de Información y Turismo, Arias Salgado. Cesan todos los demás. Fernando María Castiella, propagandis ta católico, catedrático insigne, tan firme como abierto en ideas políticas, embajador cerca del Vaticano, sustituye a Martín Artajo en Exteriores. El colaborador de Ter minus y ahora jefe de la Casa Militar,Antonio Barroso, sustituye en Ejército a Muñoz Grandes, nombrado inmediatamente capitán general, rango que sólo él compartía entonces c on Franco. Según numerosos indicios, Muñoz Grandes es, en toda la historia del franq uismo, el único militar a quien Franco teme. Acabará con él, poco a poco, gracias a la colaboración de Luis Carrero Blanco.

Desde mitad de los años cincuenta, Muñoz Grandes era cada vez más firme candidato a una regencia que descartaría definitivamente a la monarquía, pero que sería la única po sibilidad de prolongar el franquismo sin Franco. Este lo sospechaba, pero su int uición histórica y su patriotismo fundamental compartidos una y otro por Carrero le impulsaron a elegir la monarquía, aun previendo la evolución democrática de esta forma de gobierno con idea clara y confusa, como dicen los lógicos clásicos. El almirante Abárzuza, jefe del Estado Mayor de la Armada, sustituye a Salvador Moreno. Cesa B las Pérez en Gobernación, y se encarga de este departamento, especialmente delicado por los cada vez más claros síntomas de cambio social, otro veterano de la guerra, c ompañero y amigo de Franco desde la primera juventud, Camilo Alonso Vega. En Obras Públicas, el ministro monárquico conde de Vallellano cede su puesto a otro sobreviv iente de Acción Española, el general Jorge Vigón. Fermín Sanz Orno un tal Sanz , como él mi se describe humorísticamente , curtido ya en la experiencia sindicalista, asumirá la dificilísima sustitución de José Antonio Girón de Velasco en Trabajo. Ingeniero agrónomo y director general de Agricultura, Cirilo Cánovas tratará de emular los excelentes lo gros de su predecesor en la cartera agraria, Cavestany. El aviador qué mandaba el aeródromo salmantino de San Fernando durante las históric as jornadas de septiembre en 1936, José Rodríguez y Díaz de Lecea, releva a otro aviad or histórico, Eduardo González Gallarza, en el Ministerio del Aire. José Solís, veterano sindicalista, egabrense pragmático y maniobrero, con sentida vocación europeísta, gob ernador civil de Guipúzcoa y delegado nacional de Sindicatos, se encarga de la Sec retaría General del Movimiento; éste es el nombre cada vez más excluyente de la antigu a FET y de las JONS; incorpora a su difícil cometido la Delegación Nacional de Sindi catos. Las dos designaciones más significativas recaen en los que ya empiezan a ll amarse colectivamente ministerios económicos , y con razón; porque los dos nuevos titul ares van a actuar en estrecha colaboración. Ocupa la cartera de Comercio el madril eño Alberto Ullastres Calvo, teniente provisional de Ingenieros durante la guerra;

catedrático de la Universidad de Madrid, economista y asesor de empresas. El mini stro de Hacienda es Mariano Navarro Rubio, turolense, capitán provisional de Infan tería en primera línea de la guerra -jurídico-militar después-, que ostentaba en 1957 el grado de teniente coronel, subsecretario de Obras Públicas y consejero, en tiempo s, del Banco Popular. Tanto Ullastres como Navarro Rubio eran, además, y nunca lo ocultaron, miembros numerario y supernumerario, respectivamente, del Opus Dei. C ompletaba el terceto de ministros económicos el ilustre profesor catalán Pedro Gual Vi llalbí, sin cartera y presidente del Consejo de Economía Nacional. Alguien seguramente Carrero fue trabajando tenazmente el ánimo de Franco en los m eses anteriores y predisponiéndole contra Girón y Arrese y a favor de Ullastres y Na varro. Dos personajes, Blas Pérez y Miguel Mateu, rechazaron una cartera en este G obierno, caso insólito. Payne adelanta una interpretación demasiado militar del nuev o gabinete, que no es, sin embargo, desdeñable. Se trata, evidentemente, de un afi anzamiento técnico que relega a segundo plano las disputas políticas y que mantiene el principio fundamental de unidad franquista en torno al presidente de ése y los an teriores gobiernos. Con la presencia de los nuevos y eficaces ministros económicos, que, apoyados e n la embrionaria OCYPE, se consagran de lleno a la planificación económica del país en dos etapas -primeramente, saneamiento o estabilización; luego, reactivación y desar rollo-, la preocupación por la economía y hasta el uso de términos técnícos sobre economía, hasta entonces reservado a las poco leídas columnas especializadas de la prensa, s altan al centro de la opinión pública y no sólo las noticias normales de los periódicos, sino las conversaciones de tertulias y mentideros, e incluso las intras cendentes charlas de sociedad, rebosan de términos antes ignorados, como renta per capita, magnitudes macroeconómicas y balanza de pagos. Termina por entonces su s estudios la primera promoción de economistas, que comienzan a ejercer su misión de asesoramiento técnico en empresas y ministerios. Esta irrupción de la teoría y la técni ca económica en la vida pública y en la opinión general constituye una de las marcas más características y renovadoras en la década de los cincuenta. La familia Borbón Parma vuelve a causar preocupaciones en la primavera de 1957. En un discurso pronunciado en La Vendée, don Javier se presenta en el nombre de la realeza cristianísima de Francia y declara que quiso para su hijo primogénito el nom bre de Hugo, que nadie jamás había llevado en la familia desde Hugo Capeto . Pero don H ugo acude el 5 de mayo a la romería carlista de Monte-jura y se declara príncipe de Asturias. Unos días después, el 19 de mayo, distinguidos representantes del carlismo elevan una enérgica protesta a don Javier: Hemos sido dolorosamente sorprendidos el pasado día 5 de mayo por la presentación en Montejurra de un príncipe extranjero que lleva vuestra sangre y que, actuando e n nombre de V.A., y sin respeto alguno para los españoles, ni para los monárquicos t radicionalistas, se ha arrogado título y condición que ni aun V.A., como regente de la Comunión, por sí propio podía conferirle . Por ello, los firmantes concluyen: Repudiam os solemnemente por el presente escrito, que haremos público, la desgraciada actua ción de V.A. en el reciente acto de Montejurra, deslígándonos totalmente de la supuest a jefatura de la Comunión Tradicionalista que V.A. pudiera seguir ostentando, así co mo de su regencia, que consideramos caducada, al no haber sabido o querido inter pretar y cumplir fielmente el repetido testamento de nuestro amado rey don Alfon so Carlos de Borbón y Austria . Incidentalmente, revela Calvo Serer un hecho interesante que completa el pano rama político de 1957: Detrás del almirante estaba el activismo tenaz e incansable de López Rodó, quien ya en 1957 celebró una entrevista secreta en Lisboa con el conde de Barcelona, al que pidió que se pusiera a la entera disposición de Franco. Don Juan h abía escrito, en marzo de ese año, una dura e inútil carta a Franco, en conexión con la peración Ruiseñada . Los nuevos ministerios económicos emprendían ya activamente su campaña de reestruct uracion y saneamiento. En julio de 1957, por primera vez en bastantes años -dice un

o

informe oficial , el Banco de España volvió a poner en acción la política monetaria para luchar contra la excesiva expansión monetaria; elevó el tipo de descuento y congeló los límites del redescuento. La reforma fiscal que se promulga el 16 de diciembre de 1957 dio lugar a un saneamiento notable de la Haci enda pública. Con ello aumentaron los ingresos presupuestarios un 26 por 100 y se redujo extraordinariamente la deuda destinada a financiar el cambio de clima, y aunque la especulación de mercancías continuaba, las tendencias bursátiles cambiaron a partir de marzo de 1957 . Sin embargo, la situación monetaria exterior continuaba ev olucionando con extrema gravedad , por las razones estructurales y coyunturales ya conocidas, que se resumen en la relativa confusión de la política económica durante l a desordenada etapa del despegue y en una característica de la economía española que F ranco acababa de subrayar: la excesiva dependencia de la economía respecto de la a gricultura. Pero Ullastres y Navarro Rubio tenían fe completa en sus preparativos de estabilización y llegarían a tiempo para evitar la bancarrota que casi se perfila ba ya en el horizonte económico español. Franco, que ha pasado unos días del mes de junio en Barcelona, inaugura el 1 de julio el nuevo ferrocarril Zamora-Orense. La prensa destaca unos días más tarde la primera visita oficial del Príncipe Juan Carlos al palacio del Pardo -donde ya había e stado otras veces y luego a los ministros militares y al presidente del Consejo d e Investigaciones, Ibáñez Martín; es el comienzo público, por parte de Franco, de la oper ación Príncipe en la que cooperan desde los primeros momentos, con plena convicción, Ca rrero Blanco, López Rodó y Camilo Alonso Vega, pero que había sido apuntada, justo es decirlo, años antes por Rafael Calvo Serer, cuando supo que ya en los días lejanos d e 1947, en torno al referéndum de la Ley de Sucesión, Franco y Carrero Blanco acaric iaban la idea histórica de que Juan Carlos de Borbón podría convertirse en el sucesor, a título de Rey, de Francisco Franco. El conde de Ruiseñada acusa su cansancio político en septiembre de 1957, después de una nueva entrevista frustrada, durante el verano, entre Franco y don Juan, est a vez en Galicia; pero don Juan Carlos ingresa, según estaba convenido, en la Escu ela Naval de Marín. Franco inaugura el 24 de septiembre el primer alto horno de Av ilés, un nuevo emporio siderúrgico español. Desde octubre de 1957 -recuerda Calvo Serer se advirtió como una recuperación de la confianza de los falangistas. Como era natural, en la Presidencia del Gobierno, donde era ministro Carrero y secretario general López Rodó, hubo un repliegue de po siciones y apenas se volvió a mencionar el tema de las leyes fundamentales... La URSS lanza, el 4 de octubre su Sputni 1; durante su visita a las instalac iones petroquímicas de Escombreras, dos días más tarde, Franco acusa la fuerte impresión que le ha producido el acontecimiento: Estamos viviendo hoy ya bajo el signo del satélite artificial . Y explica las lecciones del satélite: una, en el aspecto político. No podemos negar la trascendencia política de que una nación, cualquiera que haya s ido, hubiese logrado lanzar su primer satélite artificial. Esto no hubiera podido lograrse en la Rusia vieja; forzosamente tenia que ocurrir en la Rusia nueva. La s grandes obras necesitan para lograrse de unidad política y de disciplina . En estas sorprendentes revelaciones, Franco llega a elogiar a Stalin por habe r tenido el coraje de cambiar de raíz los planes universitarios de la URSS al ente rarse de la producción de la primera bomba atómica. Esta admiración por la educación sov iética, más dirigida a la técnica que al humanismo, estaba muy arraigada en Franco, co mo se demuestra en sus conversaciones íntimas de esta época. El 8 de octubre llega Franco al puerto de Barcelona a bordo del Canarias . Allí le sorprenden los titulares del 14 de octubre: Valencia sufre la inundación más catastróf ica de su historia. Era cierto; y todo el país, canalizado en parte por la radio fa langista de la Murcia vecina, se vuelca en un alarde de solidaridad sin preceden tes. Franco llega a Valencia el día 24 y celebra allí un consejo de ministros el 26. Dos acontecimientos de suma importancia van a centrar la atención de Franco en

los últimos meses de 1957: la agresión de los irregulares marroquíes contra Ifni y el Sahara español, en el campo militar e internacional, y la favorable solución parcial de la grave crisis carlista, en el terreno político. Franco recibe el día 15 de nov iembre al presidente del Pa istán; desde el 23 se concentra en las noticias de Áfric a. En efecto, durante la noche del 22 al 23 de noviembre, 2.500 irregulares marr oquíes a las órdenes del político del Istiqlal, Ben Ham, emprenden desde la región de Ag adir un fuerte ataque por sorpresa que arrolla a algunos puestos fronterizos esp añoles. Esa misma mañana queda prácticamente cercada la guarnición de Sidi Ifni. Las ban das que desde hacía meses habían realizado incursiones aisladas sobre el Sahara inte nsifican también ahora sus ataques. Por lo pronto, el Gobierno español exige al de M arruecos que controle a los invasores. Se ha podido demostrar que éstos utilizaron armas entregadas por España y Francia al nuevo Ejército Real de Marruecos. La resis tencia española se endurece y el día 26 puede darse como fracasado el plan de asalto, que ha causado cinco muertos españoles. Franco felicita personalmente el día 28 a las guarniciones con un cordial telegra ma. Al día siguiente, setenta y cinco paracaidistas de la 7~ Compañía de Tierra, bajo el mando del capitán Sánchez Duque, caen sobre el cercado fuerte de Tifluin con prec isión muy comentada, e incluso exagerada por la prensa mundial. Se envían inmediatam ente refuerzos al territorio de Ifni, y unos 8.000 soldados españoles logran estab lecer una barrera de posiciones a primeros de diciembre que aleja definitivament e el peligro de la capital, Sidi Ifni. El crucero Miguel de Cervantes transportó tro pas al enclave. La Escuadra española realizó con éxito una operación disuasoria entre Ag adir y Tánger.

Unos días antes, el 1 de diciembre, 63 representantes del tradicionalismo se reún en en asamblea, en Madrid, para deliberar sobre una serie de propuestas que les había dirigido don Juan de Borbón. Se acuerda dar el paso decisivo y acercarse a don Juan , según el importante documento que firma lo más granado del carlismo español; entr e los reunidos figuran el conde de la Florida, los hermanos Arauz de Robles, José Martínez de Berasain, José María Comín Sagües, Jesús Elizalde, los hermanos José María y Luca e Oriol y Urquijo y el marqués de Rozalejo. El 11 de diciembre se comunica oficialmente el total de bajas en Ifni hasta e ntonces: 62 muertos y 125 heridos. Uno de los oficiales muertos es el alférez Fran cisco Rojas Navarrete, primer caído de la Milicia Universitaria. Francia, que ve a menazada su posición en el Sahara y Mauritania, coopera inmediatamente con España en Ifni y el Sahara español; y como siempre que Francia y España engarzan sus esfuerzo s, el resultado es irresistíble. El 17 de diciembre toma posesión en la Secretaría del Movimiento, como delegado n acional de Asociaciones, el profesor Manuel Fraga Iribarne. Por fin, el 20 de di ciembre de 1957 se produce en Estoril lo que un ilustre testigo llama justamente el noble final de la escisión dínástica . Cuarenta y cuatro delegados carlistas de todas las regiones españolas con fuerte participación navarra habían llegado la víspera a Estor il y asisten el día 20 a la misa del Espíritu Santo que presiden don Juan y doña María y que celebra don Fermín Erice, uno de los tres capellanes requetés que salieron para el frente desde la plaza del Castillo el 19 de julio de 1936. A las doce de la mañana, Luis Arellano se adelanta y lee un documento a don Jua n requiriéndole colectiva y públicamente para que formulase su aceptación de los principios señalados por don Alfonso Carlos . Habla don Juan; evoca el Ori amendi y pronuncia solemnes palabras: Yo acepto. Firma el acta que consagra ante l os presentes su legitimidad de ejercicio, antes de calarse la boina roja tradici onal, con lo que se desborda el entusiasmo de los veteranos y jóvenes que le rodea n. En su mensaje del día 31 de diciembre, Franco alude con realismo a la todavía difíc il situación africana. No se refiere al homenaje de los tradicionalistas a don Jua n de Borbón, que ya estaba descartado para la sucesión desde diez años antes. Naturalm ente Franco estaba de acuerdo en que la nueva Monarquía española asumiera los princi pios de la Tradición, que Franco sentía muy vivamentye. El 1 de junio de este año 2000 en que preparo esta biografía un excombatiente y notario tradicionalista, don Jav

ier Nagore Yarnoz, ha pronunciado una luminosa conferencia en la Gran Peña de Madr id sobre Franco y los principios de la Tradición. Me encantaría poderla reproducir ínt egramente en este libro. Con el signo de África se abre el nuevo año 1958. El 10 de enero, Franco nombra a dos generales experimentados Mariano Gómez Zamalloa, el héroe del Pingarrón, y José Héctor Vázquez para los gobiernos de Ifni y el Sahara; cesa Nicolás Franco en la Embajada d e Lisboa, sustituido por José Ibáñez Martín. El 13 de enero, en un contraataque por sorp resa cerca de El Aaiún, los legionarios deshacen una fuerte banda enemiga, a la qu e causan 241 muertos: es la batalla de Etchera. La aviación española, en cooperación c on la francesa, localiza y destruye los centros de provisiones y las caravanas e nemigas en uno y otro Sahara. El 19 de enero, una nota en la prensa revela la de sarticulación de un intento de reconstrucción comunista en el interior de España: se h an practicado diversas detenciones, entre ellas la de Javier Pradera Cortázar, par ticipante en los sucesos uníversitarios de febrero y liberado después. El general López Valencia, capitán general de Canarias, lleva la dirección superior de las operaciones en Ifni y Sahara, que prosiguen con intervención de paracaidis tas y cada vez con mayor energía. El 11 de febrero aparece por primera vez como no ticia de prensa, aunque no en primera página aún, un dato que se convertiría felizment e en rutinario durante los años siguientes: Ha aumentado la renta nacional . Los días 2 1 y 22 de febrero de 1958, Ginés de Buitrago Carrero Blanco proporciona la cobertura i nterpretativa de los sucesos de África, de los que culpa al comunismo internaciona l: El norte de África, objetivo de Moscú...; datos ciertos sobre la agresión comunista en Ifni . A fines de marzo se cerró la campaña de limpieza en Ifni y Sahara, con la coopera ción de fuerzas francesas de tierra y aire. Lo que menos deseaba Francia era una p osible conexión de la guerra de Argelia con la guerra en África occidental. Las baja s totales de las fuerzas españolas ascienden a un centenar de muertos y medio mill ar de heridos. Un año después, el Rey Mohamed V devolvió a España 40 prisioneros, entre ellos algún superviviente del asalto al faro de Cabo Bojador. En medio de los combates, Franco comunicó a su confidente una apreciación muy rea lista: El sultán y su Gobierno jamás piensan conceder nada a España y sólo desean ocupar todos nuestros territorios de soberanía en el norte de África y los de Ifni y Sahara , sin dar compensación de ninguna clase a España. Tal vez nos pedirán luego Granada y los territorios que dominaron en la península. El 2 de abril de 1958, en las conversaciones de Sintra, los ministros Castiel la y Balafrej acordaron la entrega a Marruecos de los territorios del antiguo pr otectorado al sur del río Draa, y al norte del Sahara español. Era la zona de Cabo J uby, ocupada por España en 1916, y que ahora servía de camaza temporal para aplacar el nacionalismo irredentista marroquí. La suerte de España en África continental, fuer a de las plazas de soberanía, estaba echada. Franco, muy preocupado durante los me ses anteriores por los borradores constituyentes que emanaban de Estoril, promul ga el 17 de mayo ante las Cortes una nueva ley fundamental teórica: los Principios del Movimiento Nacional, comentada al día siguiente, 18, por Ginés de Buitrago en Arri ba. Para Franco, la Ley de Principios del Movimiento Nacional era la máxima pauta d emocrática que podía concederse el régimen antes de lanzarse a la aventura del desarro llo económico. La ley resumía el pensamiento de Franco y de Carrero. Se confirmaba l a idea joseantoniana sobre la unidad de destino; se mantenía el enfeudamiento cons titucional a la Iglesia; se repetía la vocación americana; se ratificaba la presenci a de los ejércitos como garantía de la unidad; se repetía la concatenación de entidades naturales, familia, municipio y sindicato; se subrayaba la forma monárquica del Es tado, con cualidades -como la de representativa que quedaban provisionalmente con geladas mientras Franco viviera; se reitera la prohibición sustancial de los parti dos políticos y se confirma la forma de representación orgánica, que, sin embargo, tam poco se llevó a cabo; se proclaman los ideales del regeneracionismo, sinceramente

sentidos por Franco como nervio e impulso de su política general. Se trataba, evid entemente, de mantener el régimen, no de progresar hacia un sistema democrático. El 9 de octubre de 1958 terminaba un reinado y una era en la historia de la I glesia, y otra se iniciaba, con hondas y casi inmediatas repercusiones en la his toria y en la política española. Moría el Papa Pío IXII en Castelgandolfo, a las 03:52 d e aquella madrugada; en el mismo lugar donde, gracias a él, su predecesor Pío XI ben dijera a las víctimas de la persecución española en zona republicana. Franco clausura el día 25 en Yuste los actos del centenario de Carlos V. Tres días después, subía el hum o blanco del Vaticano para el patriarca de Venecia Angelo Giuseppe Roncalli, que tomó el nombre de Juan XXIII. No era, sin duda, el candidato preferido por los go bernantes españoles; pero nadie, ni el propio interesado, adivinaba aún la profunda revolución eclesial que aquel anciano, elegido como papa de transición , iba a desencad enar. El nuevo pontificado se abre con gestos amistosos para España. Un telegrama del Vaticano, fechado el 3 de noviembre, comunica la bendición de Juan XXIII para el jefe del Estado. En la primera creación de cardenales está incluido el de Sevilla, m onseñor Bueno y Monreal, a quien Franco impone la birreta en el palacio de Oriente el 23 de diciembre. Por entonces, y como directa consecuencia de su discurso en Escombreras sobre la tecnología soviética, Franco ha inaugurado el Centro de Energi a Nuclear en la Moncloa madrileña. En su mensaje para despedir el año 1958, Franco recuerda muchos acontecimientos , pero los comentarios se centran sobre dos de sus afirmaciones. Una, política: El cambio de régimen en Francia da la razón a España . Otra, económica: Representa una tarea agotadora mantener el equilibrio económico . En el año que se a bría, 1959, la crisis económica se agudizaría hasta empujar al país al borde de la banca rrota; pero la tenaz labor previa que se trenzó desde la primavera de 1957 permiti ría superar el peligro y situar a España en la plataforma para su despegue definitiv o. Y muy a tiempo; porque en medio de desconfianzas propias y ajenas (incluidas la de España y la de Franco), al día siguiente del mensaje, 1 de enero de 1959, inic iaba su marcha, indecisa e irreversible, el Mercado Común de Europa . Nacida por el Tratado de Roma del 25 de marzo de 1957 la Comunidad (hoy Unión) Europea se había cr eado por Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Italia, Francia y Alemania, vence1 Política económica y general a partir de 1956 cfr. Laureano López Rodó, La larga ma rcha hacia la Monarquía, op. cit., p. 120s; es la obra capital de referencia desde este momento. Sobre la fase final del general Bautista Sánchez, la fuente es una larga conversación del autor con J.A. Girón. Replanteamiento económico en 1957, ver El Banco de España..., op. cit., p. 467. dores y vencidos de la guerra mundial. El Mercado Común formaba el contexto y h orizonte exterior de la estabilización y el desarrollo español. EL PLAN DE ESTABILIZACIÓN FUE MUCHO MAS El Plan de Estabilización, preparado a fondo desde 1957, lanzado en 1959, fue m ucho más: era ya un Plan de Desarrollo, y las conversaciones íntimas de Franco con s u confidente histórico, Franco Salgado, especialmente valiosas en el ámbito del pres ente momento, demuestran que Franco, tras aceptar el Plan, se identificó con él, lo comprendió y lo supo defender a fondo contra presiones adversas muy importantes. N o se limitó a permitir que un grupo de técnicos, o de tecnócratas, lo ideara y ejecuta ra. El Plan remansó, canalizó e impulsó el crecimiento real, pero desordenado, de la v ida económica española durante la etapa del despegue. El éxito del Plan fue tan profun do como espectacular, lo que se reconoció inmediatamente fuera de España. En 1959, F ranco volvió a pedir, públicamente, veinte años de permanencia al frente del régimen par a completar su obra. La victoria económica del Plan le concedió más de quince: todos l os que le quedaban de vida. Los Planes de Desarrollo fueron tres; y el último comp rendía los últimos cuatro años de Franco. Los ministros del grupo tecnocrático vinculados al Opus Dei fueron los artífices

de esa victoria: el de Hacienda, Mariano Navarro, y el de Comercio, Alberto Ulla stres. Mientras tanto, un frente político del Opus Dei -Gonzalo Fernández de la Mora , Florentino Pérez Embid, Rafael Calvo Serer impulsaba el avance de otra operación do ble: por una parte, la operación Príncipe, con situación de destacados alfiles alreded or de don Juan Carlos tras hacerse con la iniciativa de su siguiente período educa tivo; por otra, la consolidación del acercamiento entre don Juan y Franco mediante la operación Ruiseñada mientras vivió el conde; y mediante el apoyo al sector monárquic o tradicional, que Ruiseñada había logrado imponer al sector liberal de Estoril, cap itaneado ahora por Pedro Sainz Rodríguez. El hombre clave que a la sombra del ministro subsecretario Carrero Blanco coo rdinaba los dos frentes, el económico y el político, era un miembro numerario del Op us Dei, el profesor Laureano López Rodó, quien desempeñaba además un alto cargo interno en la organzación religiosa y estaba plenamente identificado con Carrero Blanco pa ra la realización de las dos operaciones. Franco conocía perfec tamente este esquema; y dejaba hacer, mientras aceptaba expresamente la inter pretación oficial del Opus Dei acerca de la acción política o económica de sus miembros como personal e independiente de la actuación de la Obra como tal.

El sistema económico occidental, convocado por una acertada conjunción política de relaciones públicas a muy alto nivel, acudió en socorro de la desguazada economía españo la. Los artífices de tal conjunción fueron, ante todo, los ministros económicos Navarr o Rubio y Ullastres; el de Asuntos Exteriores, Castiella, y el consejero de Carr ero Blanco, López Rodó. Mas no sólo ellos. Un documentado cronista, Antonio Sánchez Gijón, afirma: Se ha solido ver en el trío UllastresNavarro-Castiella a los responsables de la política comercial, la política económica y la política exterior. Injustamente se ha atribuido menor papel al responsable de la política política : al secretario general del Movimiento, José Solís. Señala Sánchez Gijón dos líneas de actuación de Solís: una, int , para convencer a los militantes de Falange y a los sindicalistas del sistema s obre la necesidad de la apertura económica; otra, exterior, mediante un incansable peregrinar por la Europa política y sindical, desde los pasillos del Parlamento b ritánico al feudo berlinés de Willi Brandt, pasando por numerosas organizaciones y g rupos sindicales en varios países. La estrategia dio sus frutos. Al término de la angustiosa primavera de 1959, lo s organismos internacionales, la banca privada norteamericana, los gobiernos eur opeos y el de los Estados Unidos ponían a disposición de España un amplío respaldo de 54 4 millones de dólares como cobertura de la estabilización. En realidad señalaba el Banco de España , los fondos directamente afectados a la estabilización y utilizables de inmediato con el fin de sostener el equilibrio en pagos exteriore s eran: 175 millones de dólares de los organismos internacionales, más 71 millones d e créditos bancarios privados como reserva de segunda línea. No obstante, tales asis tencias eran suficientes para acometer la aventurada operación proyectada y así lo d emostró la evolución posterior de los hechos . Insistamos en que la operación estabiliza dora y el lanzamiento del desarrollo no se gestaron al margen de Franco, quien v io prontamente en los nuevos esquemas un nuevo cauce para su permanente ideal re generacionista y, según se deduce clarísimamente de sus conversaciones y sus actuaci ones, se comprometió a fondo con la operación. Con los problemas económicos encauzados dentro de su gravedad Franco recabó durant e toda la primavera y el verano informes frecuentes, que tomaban aire de partes de operaciones el jefe del Estado puede dar personalmente el impul so final a uno de sus proyectos más profundos y constantes: el Valle de los Caído s. El colosal monumento estaba virtualmente terminado desde dos años antes, pero d iversas causas retrasaban su inauguración; entre otras, el hecho de que más de un co laborador de Franco quien se quejaba amargamente, sobre este tema, de Blas Pérez Go nzález tenía menos fe que él en la idea y la vida del memorial. El 7 de marzo de 1959, Franco dirige una carta autógrafa a Pilar y Miguel Primo de Rivera para pedirles e l traslado de los restos de José Antonio desde El Escorial al vecino valle de Cuel gamuros.

El 22 de marzo, el londinense Observer inserta un notable comentario en el qu e reconoce las supremas razones de la España de Franco nada menos que en la guerra civil española. El 30 de marzo, en medio de una tremenda ventisca del Guadarrama, José Antonio Primo de Rivera hace su última jornada hasta el corazón de una enorme ro ca de Castilla. Sus hermanos Pilar y Miguel, sus amigos antiguos o actuales Raimun do Fernández-Cuesta, Antonio Iturmendi, José Solís y Luis Carrero Blanco testimonian l a exhumación de sus restos frente al altar mayor de la basílica escurialense. Todos se incorporan a la comitiva que parte hacia Cuelgamuros a las nueve y media de l a mañana; en ella forman también José Luis de Arrese, Jesús Rubio, Fermín Sanz Orno, los g enerales Muñoz Grandes, García Valiño y Asensio, los ex ministros Ramón Serrano Súñer, José A tonio Girón, Joaquín Ruiz-Giménez, Carlos Rein, Pedro González Bueno, los carlistas Zama nillo y el general Redondo, al frente de una silenciosa multitud que siente la p ervivencia de José Antonio. Al día siguiente, primero de abril, aniversario de la victoria, Franco inaugura su gran obra; una cruz de 153 metros, con brazos de 46 y doscientas mil tonelad as de hormigón revestido de granito sobre una inmensa basflica subterránea con cámaras laterales para albergar a todos los caídos de la guerra de España. En su oración, Fra nco recuerda, como milagro, a su cruzada y afirma: Nuestra victoria no fue una vi ctoria parcial, sino una victoria de todos. Es el momento de su vida en que se ac erca más a un ideal de reconciliación que sus enemigos juzgarían insuficiente y tardía. Ante algunas quejas sobre la inhumación conjunta de los antiguos enemigos, Franco manifestó: Hubo muchos en el bando rojo que lucharon porque creían cumplir un deber c on la República y otros por haber sido movilizados forzosamente. El monumento no s e hizo para seguir dividiendo a los españoles en dos bandos irreconciliables. Se h izo, y eso fue siempre mi intención, como recuerdo de mi victoria contra el comuni smo que trataba de dominar a España. Así se justifica mi deseo de que se puede enter rar a los caídos católicos de ambos bandos. Franco acababa de expresar muy poco antes la sensación de agobio ante sus respo nsabilidades en un desahogo excepcional en él: Hay pocas personas que se den cuenta de la intensidad y diversidad de las preocupaciones que pesan sobre mí, de la can tidad de problemas que tengo que resolver, vigilando que las soluciones que doy sean bien interpretadas. El 8 de abril, con su visita al enorme embalse navarro d e Yesa y el canal de las Bardenas, inaugura otro de sus viejos sueños: el sistema de riegos del Alto Aragón. El 30 de abril declara a Emilio Romero, director de Pue blo, notable dialéctico del régimen y uno de los intelectuales más admi 1 nados por él: Debemos lograr otros veinte años de paz interna. EL ABRAZO DE FRANCO Y EISENHOWER En la fiesta nacional española, 18 de julio de 1959, todo el país se cuelga de lo s radiorreceptores y de los ya proliferantes televisores para asociarse a uno de los más populares triunfos deportivos españoles de todos los tiempos: el del esforz ado toledano Federico Martín Bahamontes, que gana en el Parque de los Príncipes la V uelta Ciclista a Francia. Dos días después ingresa España en la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE), último requisito de cobertura exterior para que Franco p ueda firmar el 22 de julio el decreto-ley conocido como Plan de Estabilización, qu e alcanza a la total ordenación económica del país . Se establece una liberalización progre siva de la importación de mercancías y de su comercio interior; de este modo se esper a obtener la estabilidad interna y externa de nuestra economía, el equilibrio de l a balanza de pagos, el robustecimiento de la confianza en nuestro signo monetari o y, en suma, la normalización de nuestra vida económica . Comenta López Rodó: Unos meses a ntes que en España, se había adoptado también en Francia, siendo ministro de Economía y Hacienda Antoine Pinay, un plan de estabilización debido a Jacques Rueff que saneó l a economia francesa y permitió un desarrollo vigoroso. La idea de la estabilidad c omo base del desarrollo me la expuso gráficamente el propio Rueff a los postres de un almuerzo en nuestra embajada de París: Ocurre con la estabilidad igual que con el queso:

1 Sobre el Valle de los Caídos, ver D. Sueiro La verdadera historia del Valle d e los Caídos, Madrid, Sedmay, 1977 y la excelente monografía dedicada al tema por la Fundación Francisco Franco en 1976 Razones por las que se construyó la basílica del V alle de los Caídos. Honenaje tradicionalista a don Juan cfr. mi libro Don Juan de Borbón..., op. cit., p. 687s. Agresión en Ifni-Sahara, cfr. R. Casas de la Vega, Fra nco militar, op. cit., p. 630s. hay que tomarlo antes de beber, para que el vino no se suba a la cabeza. La e stabilidad es previa al desarrollo . Un formidable huracán, que a veces alcanza la velocidad de 288 ilómetros por hor a, sacude los cielos de toda España desde la primera madrugada de diciembre. Fuert es tormentas, también, en los lejanos entresijos del comunismo español; Santiago Car rillo asalta la Secretaría del partido en medio del recelo de otros veteranos, cap itaneados por Enrique Líster, tras desplazar a Dolores Ibárruri con el encargo de di rigir una historia oficiosa de la Guerra Civil española. El 12 de diciembre, en la gran plaza de la Academia General Militar construida por Franco, don Juan Carlos de Borbón recibe los despachos de teniente de Infantería, alférez de Navío y teniente d e Aviación, luego de terminar en la Academia General del Aire la tercera etapa de sus estudios militares. Su preceptor, Carlos Martínez de Campos, tenía ya convenido un inteligente plan para que el Príncipe recibiese una profunda inmersión universita ria en Salamanca, durante los dos años siguientes. Franco estaba de acuerdo. El gr upo Fernández de la Mora-Pérez Embid provocó un cambio de agujas en Estoril y el plan se modificó y se frustró en medio de la improvisación. Poco después, el duque de la Torr e, cuyas apasionantes memorias completas serán reveladas a España a su debido tiempo , dimitió y se retiró a la Historia; el episodio, revelado extensamente por el autor de este libro sobre un impresionante documento inédito, constituyó una verdadera pr ueba de fuerza por parte de un grupo político del Opus Dei dentro de la operación Prín cipe. Al mediar el mes, el general Dwight D. Eisenhower se dispone a emprender su h istórico viaje a España. El embajador en Washington, José María de Areilza, le saluda el 20 de diciembre en primera página de Arriba, bajo el titular Una visita oportuna: La amenaza marxista -dice hace que España se mantenga vigilante y armada, porque vi vió ese peligro durante años. Un testimonio, escrito pero inédito hasta hoy, del period ista italiano Cesare Gullino, revela que Eisenhower trató por todos los medios de eludir la visita a España, pero Franco le hizo saber que si no venía pensaba entabla r relaciones con la URSS -propósito siempre latente-, lo que decidió al presidente a mericano a presentarse en Madrid. Al día siguiente y sin preocuparse de la llovizna, un millón de madrileños se echan a la calle para recibir al primer presidente de los Estados Unidos que visitaba España. Franco, en nombre de todos ellos, le saluda en las pistas de Torrejón: España os abre las puertas de su casa. Eisenhower se congratula por realizar uno de los grandes sueños de su vida . El general que dirigió las operaciones Torch y Overlord recibe, entre el nudo de Barajas (que llevará su nombre) y el palacio d e la Moncloa, uno de los más entusiastas homenajes de su vida. Por la noche presid e con Franco una cena de gala en el palacio de Oriente. Al día siguiente, celebra con él, en El Pardo, un desayuno de trabajo que se prol onga durante dos horas. Franco le despide al pie del avión, con un abrazo que se c onvierte en uno de los momentos estelares para la vida del Caudillo, quien puede mostrarse satisfecho en su mensaje del día 31, donde recuerda, ante todo, la fals edad de quienes le acusan de cultivador sistemático de la autarquía; en 1942, en efe cto, dijo precisamente ante un embajador americano: Ningún pueblo de la tierra pued e vivir normalmente de su sola economía . Y recalca: El Plan de Estabilización tiene su origen en aquellas líneas maestras de nuestra política económica establecidas desde e l momento en que cayó sobre mis hombros la responsabilidad de la dirección de la pat ria . El abrazo de Eisenhower y Franco en Torrejón, con el general Walters como test igo, quedó fijado para la Historia en una de las fotos más difundidas de ese año.

Precisamente por esos días comunicaba Franco a su confidente una luminosa defen sa del Plan. El 23 de diciembre, Franco comentaba la visita de Eisenhower: Estoy muy satisfecho del gran recibimiento que el pueblo de Madrid le ha tribu tado. Ha sido un verdadero plebiscito y referéndum del pueblo a mi política exterior . La estabilización, con su cara y su cruz, era, sin duda, la gran noticia y la g ran realidad de 1959. A fines de año se sabe ya que la marea ha cambiado de signo; las reservas se sitúan entre cien y doscientos millones de dólares. La economía español a parece ya salvada para el futuro; y lo está. Claro que el peso humano de la oper ación ha recaído en sus aspectos más sensibles sobre el mundo del trabajo, sobre las f amilias más humildes del país. El paro aumenta ligera, pero significativamente; de 1 15.000 a 132.000 afectados en 1959. (Las cifras de hoy, aun en plena mejora tras la larga noche socialista, son doce veces superiores). Disminuyen los rendimien tos familiares ante la fuerte reducción de las horas extraordinarias. La estabiliz ación realista de la peseta frente al exterior y la drástica reducción de créditos banca rios provoca graves situaciones en todo tipo de empresas; también son meses de sac rificio e incertidumbre empresarial. En los últimos meses de 1959 Europa había puest o dos hitos en su proceso de construcción: el nacimiento de la Asociación Europea pa ra el Libre Comercio (EFTA), complementaría del Mercado Común, y el programa de la socialdemocracia alemana en Bad Godesberg, donde el socialismo germánico rompía c on la dogmática marxista. Una importantísima confidencia de Franco el 16 de enero de 1960 alcanza un sing ular valor para la interpretación de su actitud sobre la monarquía. El régimen dice desembocará en una monarquía representativa en la que todos los españoles podrán e legir sus representantes en el Parlamento y tener así intervención en el Gobierno de l Estado, lo mismo que en los municipios . Es decir, Franco intuía que la monarquía de don Juan Carlos sería democrática, inevitablemente; preparaba los caminos de esa mo narquía mediante la creación de una infraestructura social apta para el régimen democrát ico; pero se negaba a asumir él mismo la idea democrática ante su experiencia y la d e las generaciones que estaban con él. Por eso pedía veinte años más; para asegurar los caminos del futuro. Franco revelaría una vez a don Juan Carlos que la actuación del sucesor tendría que ser muy diferente a la suya; sabía el rumbo futuro de Juan Carlos, y le mantuvo c omo sucesor. Terminados los estudios militares del Príncipe era preciso orientar s u formación civil. Para ello se entrevistan Franco y don Juan de Borbón por tercera vez y en el mismo escenario del segundo encuentro, el palacio rural de Las Cabez as, en Cáceres, donde son huéspedes de los hijos del anterior conde de Ruiseñada. Acud e don Juan en la tarde del 28 de marzo de 1960, con el duque de Alburquerque, el marqués de Comillas y el secretario, Padilla; Franco llega en la mañana siguiente c on el conde de Casa Loja. A las cuatro, después de la comida, se incorporan a la c onferencia los ministros Jorge Vigón y Jesús Rubio. Fracasado lamentablemente el pla n Martínez de Campos, se acuerda la educación universitaria de don Juan Carlos, que se iniciará en las aulas madrileñas, aunque, después de algunos incidentes desagradabl es (sobrellevados por el Príncipe con notable presencia de ánimo), se proseguirá en la Casita de Arriba (Casa de los Peces) en el Real Sitio de San Lorenzo del Escori al. La formación del Príncipe se completará con una fuerte iniciación en la vida política y administrativa del país. Luego se habilitó para residencia del Príncipe el palacio d e la Zarzuela, ya en 1961. Emilio Romero escribirá sus inspiradas Cartas a un príncipe, pausadamente leídas a su destinatario antes de su clamorosa publicación. El padre Federico Suárez Verdegue r, catedrático de historia y uno de los primeros compañeros de monseñor Escnivá de Balag uer, será consejero religioso en la Casa del Príncipe, donde los más prestigiosos prof esores de la universidad española -entre ellos Torcuato Fernández-Miranda y Vicente Palacio Atard contribuirán a la formación del Príncipe, en quien tantas esperanzas confluían ya. La conjunción de Fernández-Miranda con don Juan

Carlos en 1960 será trascendental: el profesor convencerá a su alumno de que podrá tr azar la evolución a la democracia desde las mismas Leyes Fundamentales del régimen. Por el mismo testimonio escrito de Fernández Miranda, comunicado por sus familiare s, tenemos constancia de que cuando el Príncipe llegó a jurar como sucesor a título de Rey en julio de 1969 sabía perfectamente lo que pensaba hacer al hacerse cargo de la Corona. Lo sabía desde el 18 de julio de 1969 tras una trascendental conversac ión con Fernández Miranda, quien nos comunica además que lo tratado en aquella convers ación la posibilidad de reformar desde dentro las Leyes Fundamentales había sido objet o de preguntas anteriores del Príncipe, entre 1960 y 1969. Franco poseía un alto sentido jerárquico de las responsabilidades. Encargó el esque ma para la formación universitaria del Príncipe al ministro de Educación, Jesús Rubio, q uien a su vez delegó esa misión en el director general de Enseñanza Umversitania que e ra precisamente Fernández Miranda, quien presidió con habilidad y maestría una Comisión mixta con los delegados de don Juan y se hizo cargo de las enseñanzas de Historia del derecho y Derecho Constitucional. El cuadro de profesores que se encargarían d e la formación de don Juan Carlos era inmejorable; además de Fernández Miranda y el gr an historiador Palacio Atard figuraban en él los profesores Federico de Castro, Ma rtín de Riquer, Francisco Ynduráin, Segismundo RoyoVillanova, Luis Morales Oliver, A ntonio Rumeu de Armas, Enrique Fuentes Quintana, Manuel Varela Parache y Laurean o López Rodó. Las comparaciones son odiosas, pero ¿podía la España del exilio presentar un cuadro de categoría semejante? No podía, pese a contar con intelectuales y profesor es insignes que hubieran podido complementar perfectamente al equipo docente dis eñado por Fernández Miranda La prensa española publica el 31 de marzo la referencia oficial del encuentro d e Franco y don Juan, que trataron temas de importancia para la vida nacional en l os que ambos interlocutores se mostraron de acuerdo . Como ve el lector, en esta s egunda entrevista de Las Cabezas se adoptó el plan contrario al que propuso Martínez de Campos, a quien sustituyó el general Castañón de Mena, el más afecto al Opus Dei de todo el generalato. Franco no quedó satisfecho de la entrevista; quizá porque había da do antes su conformidad al plan del duque de la Torre. Poco después definió el carácte r populista de su ideología: Mi lema es la legislación del trabajo, es menos ricos y menos pobres, y lo seguiré aplicando con mayor intensi dad. Insiste más veces sobre este punto clave de su ideología en conversaciones de esta época. Por entonces don Juan de Borbón prodigaba sus declaraciones de aproxima ción al régimen de Franco, el 25 de junio de 1957 había descalificado formalmente a la Monarquía liberal, reconocía a la Monarquía como evolución natural del Movimiento, y en larga carta a Franco fechada el 19 de febrero de 1960 vuelve a descalificar a l a Monarquía parlamentaria, se identifica expresamente con la ley de Principios Fun damentales, que ratifica solemnemente en escrito del 10 de julio de 1961. El pro pio Consejo Privado del conde de Barcelona repudiaba en 1960 al sistema democrátic o, en contra de la minoría liberal y democrática del organismo. Por entonces, debemo s recordarlo, el joven periodista Luis María Anson comulgaba en las mismas ideas d e Monarquía antidemocrática que había defendido en su libro de 1958 La Hora de la Mona rquía entre invectivas contra la Revolución Francesa y el sufragio universal. Es cur ioso que Franco recibió fría-mente estas aproximaciones de don Juan, a quien desde 1 947, hiciera lo que hiciera, tenía ya descartado para la sucesión, mientras preparab a de forma perceptible por todo el mundo al Príncipe don Juan Carlos. Por entonces comienza a difundirse una carta de 339 eclesiásticos a los obispos del País Vasco, que coincide con una proclama subversiva de los dirigentes de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) en el teatro Arriaga de Bilbao. Es eviden te que la proximidad del Concilio suscitaba vientos de libertad en sectores de l a Iglesia periférica, contra los que Franco adoptaría actitudes intransigentes, pero no sin expresiva prudencia; nunca generalizó, sino particularizó las disidencias de algunos eclesiásticos . Los arzobispos anuncian oficialmente el Concilio en su pastoral colectiva de febrero de 1961: era la señal para una nueva época en la Iglesia española. El día 5, Kru

schef comunica el derribo de un avión espía U-2 de los Estados Unidos y la captura d e su piloto, Powers; Eisenhower debe suspender su proyectado viaje a Moscú. A comi enzos de julio, los cuatro obispos de Vascongadas y Navarra reaccionan enérgicamen te mediante una pastoral colectiva contra la carta de los 339 sacerdotes: Por las falsedades evidentes y por su carácter político, no podemos aceptar tal escrito... Os pedimos que nunca queráis mezclaros en ningún empeño extraño a nuestro ministerio sac erdotal . Sin embargo la carta de los curas vascos marcaba un jalón histórico; el comi enzo del despegue de la Iglesia española respecto del régimen de Franco, aunque la j erarquía eclesiástica tardaría algunos años aún los años del Concilio- en sumarse a ese desp gue que Franco juzgaba antinatural y antihistórico. Mientras la riada turística del verano confirma los excelentes augurios de la p rimavera, Fidel Castro, que había tomado el poder en La Habana el primer día de 1959 tras entrar en la capital de Cuba con el rosario al cuello y bajo la ciega prot ección del New Yor Times, enseña cada vez con mayor desparpajo los cuernos y el rab o de su marxismo-leninismo y ameniza el estival vacío de noticias con una serie de insultos dirigidos a Franco y a los curas fascistas españoles. España replica con iróni ca dureza a su original retoño del Caribe, y ya casi no pasa nada más en el verano d e la reactivación -que tarda en afirmarse en el horizonte económico español hasta media dos de septiembre. Había inaugurado Franco el día 14 la reconstrucción del monasterio lucense de Samos, fundado en el siglo VI, cuando dos días más tarde se asocia al júbil o español al presentar oficialmente el Rey de los Belgas, Balduino, a su prometida española, Fabiola de Mora y Aragón. El 23 de septiembre, el presidente Gamal Abdel Nasser se detiene en Barajas para conferenciar con el jefe del Estado español La amenidad española del mes de octubre corre personalmente en Nueva Yor a car go de Ni ita Kruschef, máxima estrella de la Asamblea General de la ONU. El día 1 de octubre, el teatral primer secretario soviético celebra el día del Caudillo con una ristra de insultos contra España y Franco, que el embajador Lequerica interrumpe con celtibérico griterío. Los dos intercambian frases poco amables durante casi vein te minutos ante el divertido y admirado auditorio; y cuando el presidente irlandés Fred Boland, harto de inútiles golpes con el mazo, corta el micrófono soviético, Krus chef agita los brazos enardecido, Lequerica redobla sus réplicas, el presidente or dena que nada conste en acta, Lequeríca sube al estrado y, antes de que comience s u respuesta en forma, Kruschef, dominado por aquella primera lección de oratoria v asca, opta por abandonar el salón. Lequerica remata, breve, la faena: Acaso sean mu y pocos los jefes de Estado a quienes acompañe un horror semejante al de los crímene s perpetrados por la URSS y el Gobierno que la representa . Cuando el 6 de octubre el delegado filipino alaba la huella de España en su patria, Kruschef, que se ent renaba ardorosamente para su inmediata escena del zapato, golpea su pupitre. (El mismo día se proclama en la lejana Pamplona el decreto papal sobre la erección de l a Universidad Pontificia del Opus Dei; asisten el nuncio y los ministros Ullastr es, Navarro e Iturmendi, pero no el titular de Educación, Jesús Rubio, impresionado quizá por la protesta universitaria contra el nuevo centro superior a pesar de la plena legalidad concordataria de la erección) Kruschef elige otra entrañable fiesta española, el día de la Raza, 12 de octubre, para su segundo asalto contra España. La r epresentación española (en la que for maba como delegado ocasional Laureano López Rodó) estaba situada un banco delante de la soviética; presididos entonces por el ministro-consejero Jaime de Piniés y el embajador Cacho Zabalza (uno y otro de acrisolado abolengo liberal), los españole s permanecen impasibles cuando Kruschef termina uno de sus clásicos latiguillos. L a falta de entusiasmo de los españoles indigna al histrión soviético, que hace ademán de agredirles y encuentra la lógica reacción de repulsa, al borde mismo de la bofetada . Otra vez abandona el campo el soviético. Así terminó la primera confrontación hispanosoviética después del último combate de la División Azul. La siguiente, con Franco como testigo, se celebraría en el estadio madrileño Santiago Bernabéu y también la ganaria Es paña de cabeza. Acaba Franco de visitar una veintena de núcleos del nuevo y desigual Madrid, cu ando en la noche del martes 24 de enero le sorprende, como a todo el mundo, el c omienzo de la notable y también absurda aventura de pirata portugués capitán Galvao, f

rustrado político que, al frente de un comando hispano-luso del DRIL, se apodera e n el Caribe del transatlántico Santa María , con 800 pasajeros a bordo, entre ellos bas tantes españoles vejados con especial fruición por los nuevos filíbusteros. Franco ord ena al Canarias participar en la cacería contra Galvao, cuya aventura termina con pe na y sin gloria en el puerto brasileño de Recife pocos días después. Aparece en Madrid el general rebelde de Argel, Raoul Salañ, que entra en contacto con diversos políti cos españoles y prepara desde la capital de España su siguiente asalto contra De Gau lle. Una nueva generación dama Arriba el 7 de febrero- se incorpora a los cuadros de mando del Movimiento . En efecto, un brfllante grupo de hombres que rozan la cuar entena accede al puente de mando: Fernando Herrero Tejedor, vicesecretario de Mo vimiento; Manuel Fraga Iribarne, director del Instituto de Estudios Políticos, y l os delegados nacionales José Luis Taboada, José María del Moral y Antonio Tena Artigas . Al día siguiente se renuevan también en un sentido juvenil los mandos sindicales: Mendoza Ruiz, Mombiedro de la Torre, Pío Cabanillas, Antonio Chozas, Lamata y Migu el García Sáez. El 3 de junio de 1961, al abrir la VII legislatura de las Cortes, Franco pron uncia uno de sus discursos más significativos, en el que anuncia la elaboración de u na ley orgánica del Estado que culmine el proceso institucional, y también una ley d e información, si bien reconoce expresamente que la contención informativa en los an teriores períodos tan críticos ha resultado muy beneficioso para la marcha política de l país, lo que indirectamente revela lo injusto de los ataques en exclusiva al min istro Gabriel Arias Salgado. La Ley Orgánica del Estado -que no se aprobaría hasta fines de 1966 se convierte e n la gran ilusión, y como se vería a su tiempo en el gran espejismo del régimen. Nadie imaginaba, al formular Franco el propósito, que se trataba precisamente de la últim a ilusión, tras de la cual sobrevendría inexorablemente, después de 1967, la decadenci a, paliada por la elección del sucesor. En el mismo discurso, Franco calcula las i nversiones públicas a lo largo de los últimos veinte años en 310.000 millones de peset as de 1960. Y las del sector privado en 650.000 millones durante el mismo período. Recalca su profunda decepción, confesada ya en el discurso de Córdoba; durante sus visitas a las tierras de España comprueba en muchos casos la ausencia de una auténtic a conciencia social . Y matiza una tesis expuesta ya más de una vez en los últimos mes es: Para fuera podemos presentarnos como una solución; para los españoles somos la so lución; yo me atrevo a afirmar que la única solución . UN ACCIDENTE DE CAZA: EL SECRETO DE LA SALUD DE FRANCO Este año el Desfile de la Victoria se ha hecho coincidir con el 17 de julio, a los veinticinco años del Alzamiento; tras las unidades militares que exhiben un re novado material, desfilan 50.000 veteranos en traje civil, con sus condecoracion es al pecho y cantando las canciones de la Cruzada. Quedaba claro que Franco man tenía la adhesión y la militancia espiritual de quienes habían luchado junto a él: la ju ventud de 1936, hombres y mujeres maduros ya en 1961, pero que a su vez habían tra nsmitido a la mayoría de la nueva juventud el respeto y la adhesión a Franco. Los jóve nes disidentes de 1956 eran más ruidosos; pero sólo constituían una minoría sin conexion es masivas con el resto de la juventud española. Había brotes generacionales contra el régimen en 1961, no oposición generacional. La Policía hace fracasar la voladura de un tren repleto de ex combatientes a la salida de San Sebastián; ésta es la present ación oficial de una organización terrorista del separatismo vasco, la ETA, en el pa norama político que vive las vísperas del desarrollo. El acontecimiento, pese a sus modestas dimensiones, es capi1 Carrillo en la cumbre del PCE ver mi libro Carril lo miente, op. cit., p. 340s. Estudios universitarios del Príncipe cfr. Pilar y Alfonso Fernández-Miranda, Lo que el Rey me ha pedido, Barc elona, Plaza y Janés, 1995, p. SOs. Plan de Salamanca y entrevistas en Las Cabezas ver mi Don Juan de Borbón..., op. cit., p. 663s. Luis María Anson integrista ver su libro La Hora de la Monarquía Zaragoza, ed. Círculo, 1958. Para los vientos del Concilio sobre España ver el primer epígrafe del capítulo 12 de est

e libro, con sus fuentes. tal; cuando se escriben estas líneas en el verano de 2000, ETA está en plena ejec ución de una nueva ofensiva terrorista contra España. Aún faltan misterios por desvela r en la génesis y desarrollo de este cáncer terrorista-separatista que es seguramtne te el primer problema de España ante el siglo XXI. Volveramos sobre el problema, q ue es capital. Indiquemos ahora solamente que ETA (Eus adi Ta As atasuna, Eus ad i y libertad) había nacido a fines de la década de los cincuenta como una escisión del clandestino Partido Nacionalista Vasco, que siempre consideró desde entonces a ET A como una emanación propia. En cierto sentido ETA pertenece a la historia negra d e la Iglesia vasca y española tanto como a la historia política. Sus jóvenes iniciador es estuvieron siempre respaldados por un sector radical de la Iglesia vasca, las parroquias rurales y las Ordenes religiosas en sus colegios y residencias. Un t estigo de la fundación me aseguraba en los años setenta que ETA nació formalmente en l a Casa de Ejercicios de los jesuitas en Guetaria; otros me afirman que se consol idó en los pasillos de la Universidad de Deusto, regida por los jesuitas; el profe sor Jon Juanisti apunta una fuente de ETA en el colegio de los escolapios en Bil bao. Ahora está de moda abominar de ETA como fascista pero nada tiene que ver con el fascismo. Nació como movimiento revolucionario de corte e ideología marxista-lenini sta y desde el principio asumió al crimen organizado como método de lucha. Dos jóvenes príncipes, Juan Carlos de España y Sofía de Grecia, se conocen en la boda de su pariente el duque de Kent; las cábalas parecen afianzarse cuando los reyes de Grecia invitan al gallardo oficial español a unas vacaciones en la isla de Corfú. Franco inicia su temporada veraniega en el norte con la presidencia de los acto s conmemorativos del VI Centenario de la Cofradía de Pescadores en Fuenterrabía. El 31 de agosto de 1961, en marcha silenciosa, las últimas unidades del Ejército español abandonan el territorio del antiguo protectorado marroquí y se repliegan sobre las plazas de soberanía española. Se cierra así una larga historia de guerra y paz abiert a cien años largos antes, vital para la comprensión de la historia de España. Con este motivo, el último jefe superior de las fuerzas militares en Marruecos, teniente g eneral Alfredo Galera Paniagua, héroe del frente de Aragón en la guerra civil dirige a sus hombres una histórica orden general: Sois el Ejército de una nación que nunca fue colonialista . Saluda a Franco y evoca sus años africanos, junto a los miles de héroes que cayeron por Marruecos y no contra Marruecos . Franco responde con un emocionad o telegrama desde La Coruña, la ciudad de donde partió para Marruecos un lejano anoc hecer de 1912. El 10 de septiembre, la recientemente formada OAS franco-argelina está a punto de eliminar a De Gaulle. En la mañana del 13 suena insistentemente el teléfono en el Pazo de Meirás. La Casa de don Juan en Estoril desea comunicar urgentemente con e l jefe del Estado, que navega en el Azor ; se logra al fin la comunicación directa po r radioteléfono y esa misma mañana el conde de Barcelona puede comunicar a Franco la noticia del compromiso de su hijo don Juan Carlos con la princesa Sofía de Grecia . Franco había procurado estar al tanto y deseaba aprobar de alguna forma el compr omiso: pero don Juan, aconsejado por Sainz Rodríguez y todo el grupo liberal, prep aró eficazmente un gran desaire al Caudillo. Carrero había enviado a López Rodó a Estonil para convencer a don Juan y aconsejarl e una consulta o al menos una comunicación oficial a Madrid sobre el compromiso; d on Juan desorientó al emisario y al embajador Ibáñez Martín, que desmintió los rumores en imprudentísimo telegrama, y comunicó a Franco la noticia cuando ya la estaba difundi endo la prensa. Franco tomó nota del desaire, pero envió una cálida felicitación desde e l Azor , a bordo del cual arribó el día siguiente a las islas Cíes, donde inauguró un hito atlántico en conmemoración de su jefatura. Dos días después está con su esposa de vuelta e n El Pardo. El 18 de septiembre cae sobre territorio rodesiano el avión del secret ario general de las Naciones Unidas, Harnmars jóld, que se dirigía a Katanga. Asiste Franco en Zaragoza el día 23 al Congreso Eucarístico a donde llega un mensaje de Ju an XXIII que bendice a España en términos muy preconciliares: Heraldo del Evangelio y paladín del catolicismo. El domingo 24 de diciembre de 1961, a las 16:45 de la tarde anterior a la Noc

hebuena, Franco, que caza palomas en las vaguadas de El Pardo, ha introducido un cartucho de calibre equivocado en su escopeta, que estalla, y se produce una he rida profunda en la palma de la mano izquierda, perforada por la explosión. Un pra cticante militar le hace con maestría la cura de urgencia, mientras Franco indica personalmente que se llame al doctor Garaizábal. El marqués de Villaverde llama al a famado cirujano y teniente coronel médico de Aviación, que se encontraba en el Hospi tal del Aire, en la calle madrileña de la Princesa. Es mi padre , avisa el doctor Mar tínez Bordiú, por lo que Garaizábal sale a recibir al conde de Argillo; comprueba la l legada de Franco y ordena que pase directamente a Radiologia. Villaverde pide a su colega: Dígale toda la verdad, necesita estar bien informado . Garaizábal dice a su paciente que sufre fractura del metacarpiano y del índice. Franco le mira fijament e cuando el cirujano le indica que va a operar inmediatamente, bajo anestesia general. Usted manda y yo obedezco -dice Franco-; yo hago siempre lo que mande la tabla. Garaizábal: tiene usted q ue redactar un comunicado oficial y que se entere todo el mundo . Con los nervios a flor de piel, estaban allí doña Carmen Polo de Franco, la marquesa de Villaverde y varios ministros. A la operación, que dura hora y cuarto, asisten sólo los doctores Martínez Bordiú y los hermanos Gil. Termina felizmente. Garaizábal ordena que se suba a Franco a la habitación número siete. Camilo Alonso Vega duda al redactar el parte ; al fin lo hace íntegramente el cirujano, con una corrección: escribe dedo tras tachar la última palabra de una de sus frases, se ha partido la falange , con lo que evita sin duda una proliferación de chistes políticos. Al volver de la anestesia, le pregunta Franco: j,Usted está contento? Corren, a pesar del part e, todo tipo de rumores disparatados que insisten en la ceguera del Caudillo. Fr anco pide a Garaizábal el día de Navidad un nuevo parte. Y le dice: No se deje influi r por nadie y actúe de acuerdo con su criterio . Los demás médicos, en efecto, querían tra sladar inmediatamente al Pardo al herido, aunque había presentado cifras algo alta s de glucosa y urea. A las 13:30 del 26 de diciembre, normalizados los análisis, G araizábal accede al traslado. Doña Carmen Polo descose la manga de la americana de s u esposo para dar paso al brazo escayolado. Franco sale por su pie, apoyado en e l cirujano. La bajada del ascensor, que se avería, se hace a trompicones. No se ha interrumpido durante la estancia de Franco el régimen normal de la casa. El Caudi llo, al sentirse herido, se acordó de Garaizábal, que había curado magistralmente poco antes la grave quemadura facial de su nieta María del Carmen. Este grave accidente de caza nos da pie a considerar brevemente el secreto me jor guardado de Franco, a quien casi todos sus biógrafos atribuyen desde la infanc ia una salud de hierro. No fue así. Franco sufrió toda su vida, desde la adolescenci a, de varias afecciones que a veces llegaron a suma gravedad y le produjeron mol estias sin cuento, que el sobrellevó con una férrea fuerza de voluntad y gracias al apoyo permanente de sus médicos, su esposa y su hija. Recientemente ha desvelado e ste asunto, fundamental en la vida de Franco, un eminente estomatólogo, el doctor Julio González Iglesias, en un singular estudio, Los dientes de Franco, que resumo a continuación. Ya indiqué en su momento el misterio de la voz atiplada que dependía, c omo entonces probé gracias al doctor González Iglesias, de sus afecciones bucales. L a fuente principal del doctor González Iglesias son las confidencias, documentación y muestras dentarias que le facilitó el gran denstista de Franco, doctor Juan José I veas Serna. A Franco le salieron las muelas del juicio en la Academia de Infantería de Tole do, donde como sabemos ingresó a los quince años. En la guerra de África le arrancaron , en primera línea y por procedimientos primitivos, sus primeras muelas. Nada se s abe sobre las afecciones bucales de Franco durante la República, aunque consta que las sufrió. Su primera asistencia médica regular corrió a cargo del doctor Carlos Cue rvo ya durante la guerra civil, a poco de llegar Franco a Salamanca; el doctor C uervo era recomendado del sacerdote monseñor Bulart, secretario del obispo Pla y D eniel y luego capellán del propio Franco. El doctor Cuervo se mantuvo al lado de F ranco durante toda la guerra, en el Cuartel General y en los frentes, de día y de noche. Durante la guerra Franco se vio libre de afecciones hasta el final, en ma rzo de 1939, cuando sufrió una amigdalitis aguda de origen vírico que el doctor Cuer vo trató con sulfamidas. Franco hubo de guardar diez días de cama. Y poco después de t

erminada la guerra cesó el doctor Cuerpo como médico del Caudillo, que no tuvo asist encia fija hasta 1940, cuando la asumió el doctor Vicente Gil hasta muy cerca de l a muerte de Franco. Los problemas dentales fueron la excepción en la salud de Franco durante la gue rra civil. Se encargó de ellos el doctor José García de la Cruz, reputado odontólogo de Salamanca. El doctor Juan José Iveas, médico titular del pueblo de El Pardo después de la guerra, era muy amigo del nuevo médico de Franco, doctor Vicente Gil, quien le recomendó a Franco no como médico sino para que le enseñase a pescar. Así nació entre los dos una amistad permanente. Iveas y Gil, al advertir que Franco volvía a sufrir d e la boca, le recomendaron encarecidamente a un dentista judío, discípulo del famoso doctor Florestán Aguilar, el doctor Jacobo Sherman, que había llevado una vida dign a de la mejor novela de aventuras. Los dos acompañaron a Franco a su primera consu lta con el doctor Sherman en su clínica de Madrid, el 4 de octubre de 1942. El dia gnóstico de Sherman no pudo ser más alarmante; a Franco le faltaban varias piezas, l e sobraban otras y padecía infecciones e inflamaciones graves. Desde entonces Fran co además de su esposa e hija visitaban con frecuencia al dentista judío. La salud buc al de Franco mejoró visiblemente. En junio de 1950 Franco sufrió una grave afección de porfinuria, para la que fue llamado a consulta el célebre doctor Jiménez Díaz. Pasó el acceso, pero ante la desesperación de su médico el doctor Vicente Gil Franco, hasta entonces muy moderado en el comer, empezó a ceder a las tentaciones de gula que le provocaron una incipiente obesidad y no pocas caries; tomaba dulces y grasas en exceso. Desde 1948 no había necesitado acudir a la clínica del doctor Sherman pero después de seis años, en 1954, le volvieron a asaltar sus típicas enfermedades de la b oca. Durante todo el mes de julio de 1954 el doctor Sherman hubo de tra tarle varias piezas, con varias incrustaciones de oro. El propio Sherman reco mendó al doctor Iveas que se especializara en Estomatología y así lo consiguió en 1956, con gran éxito. En ese año Franco había vuelto a perder varias piezas y por primera ve z se le administró penicilina en el tratamiento bucal. En 1959 el doctor Sherman l e aplicó varias prótesis de oro para suplir a las piezas perdidas. Poco después el Cau dillo sufrió una nueva gripe, de carácter leve. El 21 de diciembre de 1961 falleció el doctor Sherman y fue sustituido por el d octor Iveas como dentista del Caudillo, quien practicaba cada vez más asiduamente el golf y sobre todo la pesca marítima y fluvial. En 1962, a los setenta años, a Fra nco le volvían a faltar catorce piezas en su dentadura, las prótesis del Dr. Sherman se le habían desajustado. El 22 de agosto de ese año sufrió un grave accidente mientr as pescaba en el Azor en aguas de San Sebastián; era ya su segundo yate de este no mbre. Se levantó mar y se cayó de bruces contra la barandilla, lo que le daño gravemen te la dentadura. El doctor Iveas, llamado con urgencia a San Sebastián, consiguió so lucionar de momento el problema y Franco pudo mantener sin dificultades su impor tante entrevista con Benjamín Welles, que luego escribiría un comprensivo libro sobr e España. Al practicarle nuevas extracciones en 1964 el doctor Iveas supo por el d octor Gil que a Franco se le había declarado la enfermedad de Par inson que ya no dejaría de atenazarle. Durante ese año 1966 Franco requirió constantemente los servici os del doctor Iveas; su dentadura se desmoronaba y el intrépido médico se empañaba en lo que llama el doctor González Iglesias una batalla perdida . Aun así el doctor Vicent e Gil proclamaba en 1969 que Franco tenía una salud de hierro . Las personas próximas a l Caudillo sabían que no era verdad. Sin embargo pese a su deteriorada salud, su f uerza de voluntad le confería una inexplicable resistencia en las largas jornadas de pesca, que asombraban a sus acompañantes. En 1970 los problemas dentales dieron a Franco una tregua; sólo necesitó una intevennción. No así en 1971, cuando los hongos invadieron su boca. La decadencia ftsica de Franco era más que alarmante en 1972, el año en que cumpliría ochenta; hasta su propia entidad ftsica parecía encorvarse y d isminuir. Ese mismo año se le presentaron varios focos dentarios, con repercusione s en el resto de su cuerpo; lo más grave era que su sistema inmunológico parecía cada vez más deteriorado. Los focos dentarios repercutieron sobre el corazón de don Alfon so XIII y provocaron su paro cardíaco que le causó la muerte; a Franco no le afectar on a ningún órgano vital pero estuvieron a punto de impedir su presencia en el desfi le de la Victoria. En el mes de julio el doctor Iveas le practicó nuevas extraccio

nes. Sólo le quedaban ya siete piezas propias, las demás eran artificiales o protésica s. El 4 de diciembre, cuando cumplía Franco ochenta años, el doctor Iveas consiguió salvarle uno de sus últimos dientes, a petición encar ecida del propio Franco. Con esto llegamos a 1973, año doliente de Franco del que más tarde hemos de hablar . LA BODA REAL EN ATENAS Los reyes de Bélgica, Fabiola y Balduino, llegan a España el 28 de diciembre. Alg o más calmados los sensacionalistas rumores sobre la herida de Franco, desaparecen por completo cuando el Caudillo se asoma el 30 de diciembre a la televisión con s u mano ostensiblemente escayolada y, a la vez que proclama la solidaridad con Po rtugal en los momentos difíciles, resume la marcha del año que muere: La recuperación d e nuestra economía ha sido un hecho . Se cerraba así el accidentado, peligroso y esper anzador trienio de la estabilización.

El 26 de enero de 1962 se conoce, junto al nombramiento de Gregorio Marañón para dirigir el Instituto de Cultura Hispánica, una serie de importantes designaciones en la cumbre del régimen. Laureano López Rodó es el primer comisario del Plan de Desar rollo, con rango de subsecretario adscrito a la Presidencia, es decir, al vasto complejo político que funciona, en dos palacetes de la Castellana, a las órdenes de Luis Carrero Blanco. Se trata dice el protagonista de una organización muy poco buroc ratizada . Se le señala un cometido claro una misión, de ahí su propio nombre de Comisaría : la elaboración del Plan de Desarrollo Económico y Social. Al frente de la reforma administrativa, José María Hernández Sampelayo sucederá a López Rodó. El nuevo comisario se rodeará de un eficaz grupo de planificadores, muchos de los cuales estaban personalmente vinculados al Opus Dei. López Rodó explica el tras fondo político de su nombramiento. Al estar virtualmente congeladas las relaciones con la dinastía, en el terreno p olítico no había, pues, nada que hacer por entonces . En cambio, podía operarse Sobre el accidente de caza de Franco y todo el problema de su salud es impresc indible el estudio del profesor Julio González Iglesias, Los dientes de Franco, Ma dridejos, Fénix, 1996. Todos sus biógrafos carecíamos de la menor idea sobre la salud de Franco, uno de los secretos mejor guardados de su vida. Para el accidente de caza he aprovechado además el testimonio del doctor Garaizábal y el libro del doctor Ramón Soriano, La mano izquierda de Franco, Barcelona, Planeta, 1981. desde la economía sobre la política: liberalización, reforma administrativa, mejora del nivel de vida. Mi fuerza política -dice López Rodó derivaba de mi relación con Carrer o, que llevaba a Franco mis notas, mis propuestas y mis proyectos . Pemán escribiría a López Rodó que empezaba a tener en sus manos a la Historia. Tenía razón. Y, con todos s us defectos y restricciones, Laureano López Rodó fue el gran coordinador de un gran capítulo en la historia de España, la década de los sesenta. El equipo López Rodó pone inmediatamente manos a la obra con ese sentido de misión al que él mismo acaba de aludir; con una fe realista en las posibilidades españolas que resulta una de las más claras versiones actuales del patriotismo, y que por fu erza hubo de cautivar a Franco, el hombre cuya principal característica política era precisamente la fe. Como noblemente reconoce López Rodó en el prólogo a un libro del planificador galo Pierre Massé, el plan español se traza ante el modelo que tantos éxi tos había ya logrado en Francia. La circunstancia exterior del Plan va a ser más o menos la misma que propició los comienzos de la financiación exterior y la estabilización en la anterior década, es d ecir, la guerra fría. Las nuevas formulaciones soviéticas en torno a la política de la coexistencia no rompen ese contexto de tensiones, que va a encontrar una trágica salida en el Vietnam gracias a la escalada de aquel conflicto que inicia el pres idente Kennedy con otro de sus lamentables errores externos; y si el desordenado

despegue español se hizo en el marco de los convenios de 1953, el desarrollo va a inscribirse en la renovación de esos acuerdos y en la decidida, pero lenta, volun tad de incorporación a ese enigma económico y político llamado Europa. López Rodó y sus hombres disponían de suficiente bagaje técnico y también ideológico para acometer la trascendental empresa del desarrollo. Su talante político coincidía en la base con el del propio Franco; recuérdense sus declaraciones políticas orientadas a la técnica más que a la ideología retórica desde las primeras semanas de su alzamient o y de su gobierno, al que quiso llamar durante más de un año Junta Técnica. Por eso F ranco, al reconocer el impulso y sobre todo la mística que imprimió al desarrollo el equipo López Rodó, puede justamente recalcar que no se trata más que de la continuación acelerada de una empresa nacional puesta en marcha mucho antes. Franco era ya un tecnócrata cuando el nuevo equipo de tecnócratas andaba aún en pan talones cortos por la convulsa España de los años treinta y cuarenta. La diferencia es que Franco, además de tecnócrata, ha sido, sin contradicción, más cosas. El ministro de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella, acapara los titula res de la prensa mundial con su carta del 9 de febrero de 1962 al presidente del Consejo de Ministros de la Comunidad Económica Europea, Maurice Couve de Murville . En nombre del gobierno español, pide la apertura de negociaciones con objeto de e xaminar la posible vinculación de mi país con la CEE en la forma que resulte más conve niente para los recíprocos intereses . España, en efecto, ha decidido solicitar una aso ciación susceptible de llegar en su día a la plena integración . Dos días más tarde, muere en el exilio mexicano un hombre que era media historia contemporánea de España, Indalecio Prieto y Tuero. Él mismo había trazado su mejor epita fio: No hemos perdido la fe. No la he perdido yo, tildado, no sé si con razón o con j usticia, de hombre escéptico. Tenemos fe, tengo fe en nuestra España, en los destino s de la patria inmortal, y todos ansiamos volver a ella. Quienes todavía sean jóvene s, para rendirle el tributo de su esfuerzo, y quienes hayan doblado la cúspide des de donde se puede contemplar serenamente la vida, con la santa ambición de devolve rle nuestros huesos para que la savia que reste en nuestros despojos pueda ser r aíz de árbol, espiga de trigo, tallo de flor, o más humildemente, musgo pegado a las v iejas piedras del solar español. Ésta es la tragedia de España; que esta raíz no puede im pulsar al mismo árbol que la otra raíz. Así desaparece de este relato una sombra que g ravitó sobre él desde sus primeros capítulos. Uno de los hombres que, desde la opuesta orilla, mejor llegó a comprender a Francisco Franco. El que habló mejor y peor de él, a lo largo de más de cuarenta años de vida convergente, divergente y paralela. Parece abrirse camino una nueva generación política. El 1 de marzo es nombrado je fe nacional del SEU un joven ingeniero que apunta vuelos políticos, Rodolfo Martín V illa, y cuya trayectoria personal en sus tramos más importantes no se inscribiría en la historia del régimen, sino en la de la etapa siguiente. Se abre el día 5 el Segundo Congreso Sindical; Solís sigue firme en su arriesgada política de cara al público, tanto interior como exterior; se afianza cada semana c omo uno de los más netos políticos del régimen. El día 10, cuando fallece en accidente e l legendario financiero Juan March, Franco clausura la reunión sindicalista: dice allí que no se comprende nuestra revolución, y que los españoles no tolerarían n i dictaduras ni arbitrariedades (la conciencia de su moderación y su autolimitación lleva a Franco al convencimiento íntimo de que su régimen no es una dictadura). Nosot ros somos -dice un Estado nuevo. Esta tarea que hemos emprendido, en la que nos h emos desfasado de los otros pueblos porque vamos mucho más adelante, en la segurid ad de que ellos vendrán mañana por nuestro camino...~~ Otro gran testigo que desaparece: el general marqués de Dávila, a cuyos restos de spide Franco por la tarde del 22 de marzo, día de una gran victoria frustrada de l os peronistas en las elecciones argentinas. Una semana después recibe Franco en El Pardo al presidente electo de Costa Rica, Orlich. Durante el mes de febrero, el general Castañón de Mena, nuevo preceptor del Príncipe, visita a los condes de Barcel

ona en Estoril y trae a Franco la invitación para la boda en Atenas de don Juan Ca rlos y doña Sofía. Un grupo monárquico Yanguas, Pérez Embid fue también a Estoril para reco dar a don Juan que desde los tiempos de Recaredo ~qué maravilloso país! la familia rea l siempre había sido católica; por tanto, la princesa Sofía debía convertirse urgentemen te. Pronto se dieron, por parte de la casa real griega procedente de los países nórdi cos, pero de religión ortodoxa , toda clase de facilidades; se accedería al matrimonio mixto, pero la princesa estaba ya muy próxima a la Iglesia católica con lo que el s entido común, algo retorcido, se impuso sobre la Edad Media. Durante los años 1962 y 1963, con motivo de una boda real que se había concertado con un grave desaire a Franco, la larga marcha hacia la monarquía atraviesa una c omplicada fase, llena de obstáculos; pero entonces todo quedó en secreto; sin embarg o, hoy ya sabemos todo. Año de golpes y contragolpes, como en un partido de tenis , d ice López Rodó; y tiene toda la razón. La situación puede resumirse así: Franco intenta vengar el desaire de don Juan di vidiendo a éste y su hijo; el Príncipe, aún antes de su matrimonio, despliega un tacto colosal y consigue mantener la lealtad a su padre sin romper con Franco; cuando la princesa Sofía, esa maravilla de inteligencia y de sentido cultural, se incorp ore a la Zarzuela, el joven matrimonio real fascinará inmediatamente a Franco, apa gará el conato de incendio regencialista y restablecerá plenamente la situación. Este proceso que discurre entre los años 1962 y 1963 se inicia el 2 de febrero del primer año citado con una larga conversación entre Franco y don Juan Carlos. Franco, que y a había intentado la operación a finales del año anterior, recomienda al Príncipe, en vísperas de su boda, que se mantenga en contacto con el pueblo español . Y añade: Yo os aseguro, Alteza, que tenéis muchas más pro babilidades de ser rey de España que vuestro padre. El Príncipe le contestó que daría cue nta a su padre de esa conversación. Franco, que está seguro de que el patriotismo de don Juan le impulsaría a renunciar a sus derechos en su momento, manifestó en sus c onversaciones íntimas que el Príncipe es muy inteligente, de imaginación despierta y qu e está bien enterado de los asuntos de España .

Ya después de la boda, los príncipes visitan a Franco, que se deshace luego en el ogios sobre la princesa. Es muy agradable y parece inteligente y muy culta. Al rev elar que fue la reina Victoria quien aconsejó esta visita, Franco irradiaba satisf acción. Según Franco Salgado, el tema de la monarquía obsesionaba a Franco durante tod a esa época. El 13 de diciembre de 1962 decía: Don Juan está cada vez más lejos de ceñir la Corona de España; hoy está entregado de lleno al señor Sainz Rodríguez y decidido a rest aurar la monarquía de 1876, como si no hubiese de por medio una guerra civil . Unos días después, Franco demuestra su excelente información sobre el apoyo que la monarquía liberal encuentra ya en los Estados Unidos; notabilísima anticipación en 1962. Los am ericanos dice creen que esa monarquía será duradera y hará la felicidad de los españoles . Y añad stoy convencido de que en España no llegará a reinar el conde de Barcelona, pues su manera de pensar daría paso a una revolución comunista como la que vencimos en el 39 . Si no se encuentra un rey que garantice el régimen, se nombrará un regente . La última confidencia de Franco en 1962: En Estoril están desquiciados . Ya en enero del 63 in siste en la idea de nombrar un regente. No quedará otro remedio , dice. El 4 de febre ro de ese año es el día negro en las perspectivas de don Juan y don Juan Carlos. Es evidente que el grupo regencialista, que cultivaba, de acuerdo con doña Carmen Pol o de Franco, a don Alfonso de Borbón Dampierre, el príncipe del Movimiento , como se in sinuaba en una hábil campaña de prensa, contrarrestada tontamente por los demás monárqui cos con apelativos como el Doño , calienta la cabeza de Franco conociendo su obsesión d e la época. No comprendo -dice Franco ese día por qué el infante don Juan Carlos continúa supeditado a la política de su padre, que se ha declarado incompatible con los pri ncipios del Movimiento Nacional . Eso había sucedido mucho antes; acabamos de ver qu e en la época de los primeros años sesenta el conde de Barcelona se identificaba con el Movimiento Nacional pero Franco nunca le perdonó su Manifiesto y su actitud de 1947. Franco insiste en que el heredero de la Corona, una vez descartado el príncipe d

on Juan de Borbón, es su hijo don Juan Carlos . Pero añade: Quedan otros príncipes, como el infante don Alfonso de Borbón Dampierre, que es culto, patriota y que podría ser una solución si no se arregla lo de don Juan Carlos. Pero pronto autoriza de nuevo don Juan, contra el parecer de Sainz Rodríguez que está a punto de conseguir, sin pretenderlo, el final de las posibilidades de la dinastía , que don Juan Carlos regrese a España y siga su formación mediante una ser ie larga de visitas y conferencias; el Príncipe visita de nuevo a Franco a finales de febrero o principios de marzo de 1963, y Franco vuelve a su preferencia norm al. Hace, en sus confidencias del día 2 de ese mes, rendidos elogios a la capacida d del Príncipe y apunta otra causa importante de su complacencia: Doña Sofia estuvo a saludar a Carmen y permaneció con ella casi dos horas. Puede que esta visita de la princesa salvase la Corona de su joven esposo definitivamente; desde luego, fue esencial para salvar la grave y prolongada crisis regencialista de Franco en el bienio que estudiamos. La oposición política de signo laboral parece concentrarse en el movimiento de la s Comisiones Obreras al margen del sindicalismo legal , que ya apuntaron desde 1956 . Con una habilidad indiscutible, los emisarios del PCE logran íntroducirse en la etapa germinal de Comísiones Obreras grupos sindicales de protesta contra el sindic alismo vertical oficial y capitalizan el importante movimiento. Esta infiltración-c apitalización es la victoria más importante del PCE en toda su historia y se consigu e a través de la captación comunista de las organizaciones obreras afectas a la Igle sia. El 28 de abril se conoce el nombre del sucesor del nuncio Antoniutti, monseño r Riberi. En todo este conjunto de problemas, interviene, por supuesto, la agita ción organizada desde los medios de oposición interior y exterior, españoles y no españo les. El Partido Comunista clandestino trató desesperadamente de atribuirse en excl usiva el liderazgo de estas actividades, presentadas por su aparato de propagand a como dirigidas y coordinadas por él. Con ello trataban los comunistas españoles e internacionales de repetir su rapto propagandístico de fenómenos tan poco comunistas como la revolución de Asturias en 1934, el Frente Popular en 1935/1936 y la resis tencia agónica de la República en guerra. El gobierno cayó muchas veces en esa trampa interpretativa y coincidió con las pretensiones comunistas al atribuirles la inici ativa y la responsabilidad de las agitaciones. Y no. Se trataba de convulsiones lógicas en el despertar del desarrollo; de convulsiones, en gran parte naturales, provocadas por desajustes más sociales que políticos, más espontáneos que programados. Los hombres q ue inspiraban y coordinaban el nuevo desarrollo tuvieron otras veces la intuición de comprenderlo así. Durante los meses de mayo y junio de 1962, la primavera política se pone al roj o. El 1 de mayo Franco preside, sin inmutarse, la concentración sindical de Chamar tín. Se conoce, a partir del día 6, una dura carta firmada por un nutrido grupo de i ntelectuales eminentes a los que se agrega un enjambre de teloneros. Los nombres ilustres están encabezados por Ramón Menéndez Pidal, Ramón Pérez de Ayala, Camilo José Cela , Pedro Laín, Vicente Aleixandre, Ignacio Aldecoa, José María Gil Robles, Manuel Giménez Fernández, José Luis López Aranguren, Julián Marías, Dionisio Ridruejo, Luis Felipe Vivan co y el doctor Vega Díaz. (Casi todos habían sido ardientes partidarios de Franco) . Protestan primeramente por la información deficiente sobre las huelgas; desean pra cticar una especie de mediación moral . En segundo lugar, por los métodos represivos y a utoritarios . Impresiona la carta que poco tiene de subversiva en los medios oficial es, pero alcanza mucho mayor relieve popular la boda de don Juan Carlos con la b ella princesa de Grecia; durante los días centrales de mayo, la historia, la actua lidad y el futuro de España se entretejen en el claro horizonte de Atenas, donde n ació nuestra civilización. El 10 de mayo arriban al Falero el conde de Barcelona, a bordo del Saltillo , y el representante de Franco, ministro almirante Abárzuza, con su pabellón arbolado en el histórico crucero Canarias . Por el aire llega la reina Victoria de España, que va a presidir una constelación de realeza equivalente a todo un álbum de historia románti

ca. No menos agradó a la joven pareja la presencia entusiasta de cinco mil españoles ; nunca tantos en Atenas desde la conquista catalana. La boda se celebra el 14 de mayo; son testigos, por parte de don Juan Carlos, su tío abuelo don Alfonso de Orleans y Borbón y su primo hermano don Alfonso de Bor bón Dampierre. Laureano López Rodó transmite una autorizada interpretación política del en lace: El Generalísimo quiso rodear al Príncipe, con ocasión de su boda, de una serie de signos externos que fueron creando en el ánimo de los españoles la idea de cuál era s u intención para el futuro: el nombramiento del marqués de Luca de Tena como embajad or en Grecia; el envío del crucero Canarias ...; la concesión al Príncipe del gran collar de Carlos III, etc. No es, por tanto, en ninguna camarilla madrileña (aunque ella lo creyese), sino bajo la clara silueta de los montes platónicos, donde se hizo irreversible la oper ación Príncipe sugerida un día lejano por discretos consiliarios, alentada por Carrero Blanco y su equipo de Presidencia, apuntalada por consejeros privados de la tall a de un Fernández de la Mora y por nuevos gobernantes de la talla de un López Rodó, pe ro concebida, dirigida y realizada desde una serena estancia de El Pardo. EL CONTUBERNIO DE MUNICH Las fuerzas inconexas de la subversión y de la oposición radical al régimen han des conocido sistemáticamente, para su posterior desesperación a la hora de las comproba ciones, la decisiva potencialidad del apoyo popular a Franco. A veces han sido l os propios gobiernos de Franco los que han minusvalorado la capacidad de reacción pro-Franco del pueblo español en circunstancias agitadas. Los aguerridos alféreces p rovisionales de la guerra, expresión de un apoyo popular selectivo convertido en e ntraña del régimen, prepararon una concentración a fines de mayo para adherirse a Fran co y según los portavoces de algún sector exagerado en el grupo para exigir públicamente a Franco mayor energía ante las audacias del enemigo . Una cosa era el amplísimo movimiento de los alféreces provisionales y otra su cap italización e incluso manipulación por un grupo de extrema derecha, caracterizado po r el miedo al futuro. Franco acudió a cuerpo limpio a la cita de sus fieles, el 27 de mayo de 1962, en el cerro Üarabitas de la Casa de Campo madrileña, escenario de un heroico forcejeo durante más de dos años de guerra. No hubo lugar a crítica ni exig encia alguna; la simple presencia de Franco hizo rugir de entusiasmo a los ofici ales de su ejército popular. Les dice: Se moviliza vuestra asociación para hacer acto de presencia en el ruedo ibérico. Constituimos el punto clave más importante de la resistencia política occidental. El liberalismo es una de las puertas principales por donde el comunismo penetra . Alude a los más candentes problemas de la actualida d: huelgas, agitaciones eclesiásticas, sucesión. Se pretende llevar su filtración (comu nista) a las organizaciones seglares de nuestra Iglesia, parasitadas muchas vece s por la filtración de sus agentes . Pero cuida muy mucho de matizar su contraataque ; jamás se encara institucionalmen te contra un frente hostil, sino que trata de minimizarlo en su advertencia; alude simplemente a los excesos de algún clérigo vasco separatista . Advierte también por lo bajo a quienes fueron a Garabitas para criticarle: Hemos de sacrificar lo que nos separa por lo que nos une . Y se lleva de calle a su auditorio con un arranque final: Hay también quienes torpemente especulan con m is años (clamor). Yo sólo puedo deciros que me siento joven, como vosotros (cinco mi nutos de griterío); que detrás de mí todo quedará atado y garantizado por la voluntad de la mayoría de los españoles (ya no logró seguir hablando). En las vaguadas velazqueñas q ue frenaron en seco la primera, Franco ganaba, entre los suyos, a pecho descubie rto, su segunda batalla de Madrid. El mes de junio de 1962, cuando la actividad política parece que va a resurgir en forma de paroxismo, se inicia con toda normalidad. El ministro de Comercio, A lberto Ullastres, habla el día 1 en Barcelona. Así como la herejía del siglo XIX -dice fue el liberalismo (no el liberalismo económico, sino el religioso), pues

bien, la herejía del siglo XX es el progresismo , al que aplica una severa interpret ación de la encíclica Mater et magístra. Por esos días vuelve a la normalidad la situación social en el norte. Franco preside un normal y entusiasta desfile de la victori a el día 4. Pero al día siguiente, 5, se inicia en Munich el Congreso del Movimiento Europeo, en el que confluyen, dentro de un claro ambiente liberal, todas las te ndencias políticas de la nueva Europa, con exclusión del comunismo, que por entonces , al dictado soviético, se presentaba como decididamente adversario del europeísmo. Confluyen en Munich 118 españoles del interior y del exilio, pero el Movimiento Eu ropeo, además de la exclusión de los comunistas, cae en otra, bien torpe por cierto: no invita a los representantes del europeísmo español fieles al régimen. Por tanto, los españoles de Munich-62 pertenecen a dos grandes grupos: la oposi ción a Franco, en el interior y la oposición a Franco en el exilio. Reunidos en dos comisiones, la A presidente, Gil Robles y la B presidente, Madariaga-, se ponen de acuerdo en un programa que fije las garantías que España deberá dar para ser admitida e n el Mercado Común . Antes de salir para Munich, algunos participantes, como Gil Rob les, Miralles y Satrústegui, habían comunicado fehacientemente al gobierno español sus propósitos de acudir a la cita, si bien una de las cartas al menos, la de Gil Rob les, llega a manos de aquél más de veinticuatro horas después de la salida del firmant e. El gobierno español trata de oponerse a los esfuerzos de la doble oposición y des taca a Munich al marqués de Valdeiglesias, cuyas gestio nes, lo mismo que las del embajador de España en Bélgica, logran escaso fruto. Ma dariaga y Gil Robles presentan conjuntamente la resolución adoptada por los 118 de legados de la oposición española, en la que se exige la instauración de instituciones a uténticamente representativas y democráticas... la efectiva garantía de todos los dere chos de la persona humana..., el reconocimiento de la personalidad de las distin tas comunidades naturales... el ejercicio de las libertades sindicales sobre bas es democráticas... la posibilidad de organización de corrientes de opinión y partidos políticos . Se cierra la propuesta con el compromiso de renunciar a toda violencia ac tiva o pasiva antes, durante y después del proceso evolutivo . Los delegados de la o posición se erigen en portavoces de la inmensa mayoría de los españoles (sin más pruebas q ue su afirmación). En su discurso para presentar la moción, Madariaga ataca a Franco : Si toleráis un tirano en cualquier provincia de Europa, la española o la yugoslava, ¿quién os dice que mañana no intentará quedarse también con vuestra libertad, por ejemplo ejerciendo presiones diplomáticas y consulares para que en vuestras asambleas no se discutan tales temas ni se presenten tales resoluciones? Gil Robles afirmó luego que, gracias a la intervención de los españoles del interior, el Movimiento Europeo redujo las condiciones previas a la entrada de España en el Mercado Común. Para comprender la inmediata reacción española, conviene tener en cuenta, además de los datos, varios hechos: la ejecutoria de Madariaga y Gil Robles contra Franco y su régimen; la exclusión muniquesa de los europeístas fieles al gobierno; el hecho de que el gobierno español mantuviese relaciones normales con todos los estados eu ropeos; y el claro aspecto de intromisión en los asuntos internos de un país que aca baba de solicitar oficialmente su incorporación a Europa. Esa reacción no se hace esperar y es fulminante. El 8 de junio firma Franco un decreto-ley por el que se suspende el artículo 14 del Fuero de los Españoles (derech o de libre residencia) por dos años. Las campañas que desde el exterior vienen realizán dose para dañar al crédito y el prestigio de España -dice el decreto-ley han encontrado eco y complicidad en algunas personas que, abusando de la libertad que el Fuero de los Españoles les reconoce, se han sumado a tan indignas maniobras . Ante la revelación de los hechos de Munich, según la versión sensacionalista y en b uena parte desenfocada de Marcel Niedergang, Arriba dirige a partir del 9 de junio la indignación por lo demás nada artificial ni injustificada, aunque algunas veces e xagerada de la prensa y la opinión pública españolas. Tienen razón los actores de Munich al quejarse de las exageraciones y tergiversaciones; pero s e equivocaron entonces, y se siguen equivocando ahora, ante la primera historia, cuando atribuyen exclusivamente a la presión oficial el enorme movimiento de espo

ntánea indignación que suscitó su, por lo demás, evidente maniobra. Franco reaccionó ante el desafio de Munich con su desafio de Valencia; y se limitó a una crítica muy moder ada y desapasionada por la presencia de Gil Robles. Pronto criticaría también, desde esa lejanía que afectaba siempre que comentaba actuaciones de los intelectuales d isidentes, a Julián Marías (que no estuvo en Munich) y a Dionisio Ridruejo (que sí asi stió). El 9 de junio inicia Arriba el contraataque con su célebre artículo El contuberni o de la traición. Jamás se utilizó tanto como entonces en la España contemporánea la agres iva palabra contubernio. (Arriba, tras Niedergang, sitúa equivocadamente en Munich a Manuel Giménez Fernández.) Cuando a partir del 9 de junio los auténticos asistentes van regresando a España, son detenidos y obligados a elegir entre el confinamient o o el exilio. Gil Robles pasa la noche en Barajas y al día siguiente decide ir a París. Otros eligen Fuerteventura o Hierro: Joaquín Satrústegui, Jaime Miralles, Jesús B arros de Lis y Fernando Álvarez de Miranda e Iñiigo Cavero; algunos, como Prados Arr arte, Ignacio Aldecoa, Ignacio Fernández de Castro y Dionisio Ridruejo, la expatri ación temporal. En su nuevo ataque, bajo el título Reconciliación de traidores, la prensa oficios a continúa el día 10 su campaña; mientras, el Gobierno de la República en el exilio decl ara acoger con emoción los acuerdos elaborados de manera unánime por los delegados es pañoles . En medio de una viva aunque sorda polémica sobre las actividades políticas del Opus Dei, la Hoja del Lunes de Madrid publica el 11 de junio una reiteración de l os habituales matices y distingos, esta vez con mayor solemnidad y a cargo de la Secretaría General del Instituto, en Roma. El 13 de junio, en el clandestino Mundo Obrero, el Partido Comunista de España riza el rizo para engancharse en lo posible al tren de la oposición muniquesa, con lo que da también nuevos argumentos a la exagerada teoría de la conjura , tan grata si empre a los propagandistas de Franco. Frente a la dictadura franquista, el PC afi rma su coincidencia con estas cinco condiciones, que podrían constituir la base fu ndamental para un acuerdo político de las fuerzas de oposición. Era, como pronto se c onfirmaría, el comienzo de una nueva etapa para el tenaz gran engano El 15 de junio José María Gil Robles cae víctima del retroceso de su propia detonac ión. Una nota oficial del conde de Barcelona le desautoriza y dispone su cese en e l Consejo Privado. Su presencia en él -dice Calvo Serer significaría, según algunos cons ejeros, un entorpecimiento en las buenas relaciones existentes en aquellos momen tos entre don Juan y el general . La prensa oficiosa incluye falsamente a don Juan en el contubernio; ésta será la causa de que Franco cesase al ministro de Información , Arias Salgado, poco después de declarar su identificación ideológica con él. Recuerdo que en el Senado constituyente de 1977. al que pertenecí por elección po pular, se presentó una moción para exaltar la reunión de Munich. No me sumé a ella porqu e siempre he pensado que las cámaras legislativas no deben ocuparse de dictaminar sobre los acontecimientos históricos. Comprendo que mis distinguidos amigos Iñigo Ca vero y Fernando Alvarez de Miranda consideren su presencia en Munich como una gl oria pero mi opinión no está de acuerdo. Repetían la misma estrategia de los monárquicos en los años cuarenta cuando pretendían derrocar a Franco mediante una intervención ex tranjera. Y pienso que era mucho más eficaz la actuación de los aperturistas del régim en que la de quienes pretendían oponerse a él mediante un proceso de ruptura. Person as como Manuel Fraga, Pío Cabanillas Gallas y Rodolfo Martín Villa hicieron mucho más por la llegada sin traumas de la democracia que los aguerridos participantes del interior en la reunión de Munich a la que se adherían los comunistas, que ni entonces ni nunca han sido demócratas aunque hayan llegado a creérselo. El camino de los ape rturistas era el del Príncipe Juan Carlos aleccionado ya por el profesor Fernández-M iranda. Por eso no me sumé en el Senado al homenaje al contubernio de Munich. Residenciados o expatriados sus adversarios de Mumich, Franco busca, como en otros momentos críticos, el contacto directo con su pueblo. Una enorme multitud, t odavía más espontánea que en anteriores ocasiones, le aclama en Valencia cuando, con e

xperta intención, Franco le dirige una vieja frase de Gil Robles en la República: He aquí mis poderes . Y concreta: La unión más estrecha con mi pueblo . Franco no nombra a Munich, aunque su alusión al recrudecimiento de las campañas a ntiespañolas sea suficientemente intencionada como para provocar entre su auditori o el grito que reprodujo toda la prensa: Los de Munich, ¡ a la horca! Dos días después d e su cese, José María Gil Robles, que en esta época se complica un poco con los plazos, dimite de su puesto en el Consejo Privado de don Juan. El movimiento de la resaca por Munich lleva la firma de Franco bajo el decret o-ley del 10 de julio de 1962. Es el relevo de seis ministros del gobierno. Refu erzo de la posición del Ejército: el general Muñoz Grandes es designado vicepresidente del gobierno (se resucita el cargo, sin cubrir desde los primeros ensayos, enco mendados también a militares), sin perjuicio de sus funciones como jefe del Alto E stado Mayor: tendrá a su cargo la coordinación de los departamentos afectos a la defe nsa nacional y desempeñará aquellas funciones que expresamente le delegue el preside nte del Gobierno, a quien sustituirá en casos de vacante, ausencia o enfermedad . El nombramiento de Muñoz Grandes anima al grupo regencialista.

Los nuevos ministros son: Pablo Martín Alonso, ayudante de Alfonso XIII, libera dor de Oviedo, actual capitán general de Cataluña, del Ejército; el almirante Pedro Ni eto Antúnez, segundo comandante del España y comandante del Azor , subsecretario a la sazó de la Marina Mercante, de Marina; José Lacalle Larraga, veterano de las columnas de Mola y de la Brigada Aérea Hispana, del Aire; el vicerrector de la Universidad madrileña, investigador mundialmente conocido en el campo de las reacciones orgánica s, Manuel Lora Tamayo, de Educación Nacional; y un antiguo oficial provisional de la Primera de Navarra y letrado del Consejo de Estado, Jesús Romeo Gorría, de Trabaj o. Dos jóvenes ministros acaparan, sin embargo, la atención general: Gregorio López Br avo, ministro de Industria a los 39 años, y Manuel Fraga Iribarne, ministro de Inf ormación y Turismo a los 40. Insinúa Calvo Serer que Arias cayó víctima de los apresurad os excesos informativos sobre la reacción de Munich, y tiene razón. Hombre de total lealtad a Franco antes y después del cese, falleció casi inmediatamente, el día 26. Lo s comentarios de Le Monde revelan la superficialidad exterior al aplicar a la Es paña en vísperas del desarrollo criterios de pandereta política: López Bravo se parece a Luis Miguel Dominguín y Fraga es el niño prodigio del régimen . Era Fraga, en realidad, un hombre ejemplar del régimen; de procedencia falangis ta moderada, nacido en una modesta familia gallega, trabajador legendario, total mente hecho a sí mismo, con un carácter algo desbordado pero también con una espléndida firmeza, una profunda inteligencia y una formación sólo comparable, por su vastedad y hondura, a su patriotismo; conquistador de los primeros puestos en la carrera diplomática, en la cátedra universitaria y en la investigación de cienc ia política, de la que ya era en 1962 uno de los primeros teóricos españoles. Le falla ba a veces el sentido de la oportunidad y el conocimiento real de las posibilida des y las bajezas de sus adversarios; el autor de este libro le definiría, muchos años después, como incombustible, y lo es. Se vinculó pronto a Castiella, Solís y Muñoz Gr andes. Carrero y los tecnócratas recelaban de Fraga; Franco se asustaba por su dinamis mo y no llegó jamás a comprenderle del todo. Como hombre integral del Movimiento, es taba en excelentes relaciones con los medios políticos del catolicismo español, incl uso los moderadamente progresistas. Su ensayo, en cualquier caso, sería el ensayo de la madurez política del régimen. Acometió decididamente, en tromba a veces, la crea ción de una plataforma de equilibrio entre pasado y futuro, entre autoridad y libe rtad. Acreditó inmediatamente su capacidad de convocatoria popular y pasó la prueba del fuego para todo gran político: demostrar que sabía rodearse de un equipo de homb res eminentes.

Uno de sus principales enemigos era su propio carácter, del que extraía también una tenacidad y una energía inagotables. Miembro del equipo avanzado de Ruiz-Giménez, m antendría siempre su lealtad a Franco, al régimen y a sí mismo. Fraga toma posesión con firmes palabras. Vengo a defender el honor de España por todos los medios. No bajar emos la guardia ante nuestros enemigos. La declaración del gobierno, el 13 de julio , tiene fe en la nueva economía a través del Plan de Desarrollo económico. Se fomentará la formación moral e intelectual de todos los españoles ; se prestará atención a los estado de opinión pública y sus lícitas manifestaciones dentro de la mayor fidelidad al servic io de la paz y de la vocación europea . Concluye el mensaje con el ofrecimiento a Eu ropa de la España turística. En su primera reunión, celebrada el 14 de julio, el gobierno aprueba una import antísima ley de bases para la ordenación del crédito y de la Banca, en la que se inclu ye una medida a la que nunca se atrevió la República de Trabajadores: la nacionaliza ción del Banco de España y de toda la Banca oficial. El Banco emisor, de quien depen día la política monetaria del país, no podía estar en manos de sus accionistas privados. El 11 de octubre de 1962 el Papa Juan XXIII inaugura el Concilio Vaticano II, destinado a transformar a la Iglesia Católica de forma sustancial, no valorada to davía hoy suficientemente. Para España la influencia del Concilio resultó determinant e y, como para el conjunto de la Iglesia, hubo en el desarrollo de los debates y en las consecuencias reales de la magna asamblea, luces y sombras que no convie ne mezclar con valoraciones de todo o nada. Volveremos sobre ello en este mismo capítulo. El 4 de diciembre de 1962, y en aparente plenitud fisica, mental y política, -s alvo las amenazas de su salud a que ya hemos aludido Francisco Franco cruza la b arrera de los setenta años. En su mensaje del día 30, anuncia el establecimiento por primera vez en España de un salario mínimo diario interprofesional: sesenta pesetas . Hago llegar mi voz -dice a vuestros hogares para hablaros de política . Exalta la tr ascendencia de lo espiritual: Son muchos los que han llegado a consideramos como la reserva espiritual de Occidente . Evoca los largos días amargos: Hemos conseguido ganar tiempo . Al resumir los datos económicos de 1935 a 1962, recuerda que algunos h ablan ya de milagro español . Pero el desarrollo económico Franco insiste varias veces en ello no es novedad de hoy. Hoy importa más a los pueblos la sustancia de las real izaciones que la lucha abstracta de las ideologías . Nada tenía de abstracto el enorme éxito editorial de 1962: los 20.000 ejemplares del informe de la misión del Banco M undial sobre el desarrollo español en puertas. Jamás un estudio técnico tan abstruso l ogró semejante aceptación entre los especialistas y el público. El desarrollo estaba e n el ambiente; se convertía, pues, en un desafío político tanto como económico. Laureano López Rodó y sus hombres tuvieron el acierto táctico de comprenderlo así, después de su éxi to estratégico al suscitarlo. A lo largo del mes de febrero de 1963, bajo la personal dirección de doña Carmen Polo de Franco, se dan en el palacio de la Zarzuela los últimos toques decorativos para que puedan instalarse cómodamente los príncipes don Juan Carlos y doña Sofia, a la vera de El Pardo. El propósito estaba ya claro, aunque no todos lo advirtieron con seguridad. El 8 de marzo, en la Biblioteca Municipal de Bilbao, Laureano López Rodó pronuncia el pregón del Plan de Desarrollo con su muy comentada conferencia La programación económica. Al día siguiente, clausura Franco el pleno del Consejo Nacion al del Movimiiento: El Consejo Nacional habrá de estudiar si para lo sucesivo la or ganización actual se corresponde con lo que el tiempo demanda . El ministro Solís anun ciará al día siguiente que el Consejo Nacional se reunirá normalmente cada año; pero seg uirá durante el resto de la década sin encontrar su sitio, limitado a su demasiado cóm odo papel de reserva política, como el propio Franco lo recordará en su momento. El embajador Antonio Garrigues declara en Washington: España ha tenido en 1962 e l más alto coeficiente de crecimiento de Europa . Parece que a finales de marzo la O AS puede darse por desmantelada; su dirigente militar, Argoud, es cazado misteri

osamente y su inspirador político, el viejo enemigo de España Georges Bidault, apare ce disfrazado en una esquina de Lisboa. El proceso contra un dirigente comunista. Julián Grimau, va a envenenar el mes de abril de 1963, poco después de un rápido viaje de Franco y su esposa a Málaga, los días 13 y 14. Capturado a finales del año anterior, Grímau es condenado a muerte por u n consejo de guerra tras declararle convicto de diversos delitos de sangre duran te la guerra civil, cuando el encartado actuaba como policía en la checa barcelonesa de la calle de Berenguer el Grande. No fue combatiente, sino, desde el 15 de ag osto de 1936, miembro de la policía política. Se demostró después alguna irregularidad e n la composición del tribunal militar. El gobierno discute largas horas el indulto , que no se concede; vivían y depusieron en el proceso- algunas de sus víctimas. Miem bro del Comité Central del PCE, Grimau había regresado a España para dirigir sus activ idades subversivas. Su partido orquestó una tremenda campaña internacional para evit ar su muerte, con participación personal de Ni ita Kruschef mediante un telegrama directo a Franco. Llega a Madrid, el 19 de abril, el ministro y prestigioso hace ndista francés Valéry Giscard d Estaing. Julián Grimau es fusilado al día siguiente al ama necer. Giscard no cancela por ello su visita, contra la cual no le faltaron consejos . Franco, en sus conversaciones íntimas, se muestra convencido de la culpabilidad de Grimau, según las deposiciones de algunas víctimas supervivientes. Compañeros de Sa ntiago Canillo atribuyeron después a la dirección comunista extrañas sospechas en torn o a la muerte de Grimau, como si hubiera sido enviado a ella deliberadamente. A sus 70 años, Franco parecía estar en forma, aunque se atrevió a comentar sobre al gunas actuaciones de su coetáneo Camilo Alonso Vega: Los años no perdonan . En testimon ios abiertos y secretos, hay pruebas más que suficientes. Ya hemos visto cómo resistía a las presiones de los grupos internos de su régimen, y lograba restablecer por s us medios la confianza en los Príncipes a pesar del tremendo navajeo que, con la a yuda de algunos regencialistas y de la propia familia de Franco, se insinuaba ya en las alturas desde el desaire de don Juan en los días del compromiso para la bo da. En noviembre de 1963, cesó implacablemente al presidente del INI, Juan Antonio Suanzes, su amigo de infancia, seducido, sí, por la preferencia que otorgaba al joven y brillante ministro Gregorio López Bravo. Te nía a raya a su familia y a los adláteres de su familia, como el señor Sanchiz, tío del marqués de Villaverde y encargado de administrar la finca de Franco en Móstoles, cua ndo quiso extralimitarse en sus influencias y tutear al Caudillo, que no se lo p ermitió. Durante estos años, en sus conversaciones íntimas, Franco acumula pruebas de su capacidad, sentido común y sentido de alerta. Por ejemplo, en política interior, su información sobre movimientos de la oposición socialista y comunista, y sobre cie rtos manejos masóniicos (auténticos, pero tergiversados, eso sí, en la interpretación), así como sobre movimientos de los consejeros liberales monárquicos de don Juan sigue siendo excelente. En política exterior, sobre la que los historiadores y propagandistas de la rev ancha quieren presentamos ahora a un Franco punto menos que analfabeto, Franco p rodiga en este bienio opiniones y actuaciones llenas de sentido común y de prudenc ia que ahora no podemos detallar, pero sí citar: por ejemplo, en la crisis de los misiles soviéticos en Cuba, en las desorientaciones de la Administración Kennedy sob re Castro (donde el New Yor Times cometió un fiasco descomunal, imposible de tapa r históricamente); en la apetencia de la URSS sobre las colonias portuguesas; en s u contacto y valoración del rey Hassan; en el tema de la entrada de España en el Mer cado Común. El repaso detallado de las opiniones de Franco puede corregir ciertas simplificaciones sobre su capacidad y sobre su vigencia mental y política en estos primeros años del desarrollo, cuando palpaba ya, entre diversos fallos, el éxito ec onómico del régimen. La Secretaría del conde de Barcelona publica el 3 de mayo una esperanzadora not icia nacional: la princesa doña Sofia espera un hijo. Con esa misma fecha, el Gobi

erno envía a las Cortes un proyecto de Ley para la creación del Juzgado y Tribunal d e Orden Público, que se convertirá en bestia negra de la oposición, sobre todo para lo s sectores abiertamente subversivos. Franco y Salazar celebran en Mérida, los días 1 4 y 15 de mayo, su séptima reunión. El 18, Franco y su esposa inauguran en el Retiro la exposición Arte de América y España. Importantes noticias van a conmover, en junio, los teletipos de un año especial mente tranquilo, el de 1963. El día 3, a las 19:45, fallece en el Vaticano, tras u na agonía de ochenta horas, el buen Papa Juan, que había entregado, sí, a los comunist as italianos un millón de votos católicos (casi todos femeninos) en las recientes el ecciones, pero había logrado también la más realista y profunda refle xión de la Iglesia sobre su propio destino desde el Concilio de Trento. Franco preside el funeral por el Pontífice el día 5 en San Francisco el Grande, antes de sa lir para Albacete, a donde llega esa misma tarde. Al día siguiente se entrevista c on el Rey Hassan de Marruecos en Barajas, y, según se comunica oficiosamente, acep ta la invitación de su amigo para un viaje oficial a Marruecos que no llegaría a rea lizarse. El día 6, Franco está en Murcia; inaugura los embalses de Camarilla y El Ce najo. Muere tres días después, en Las Arenas, un colaborador de las horas dificiles: el embajador y ex ministro José Félix de Lequerica, a quien Franco, sobre todo en e stos últimos años, prodigó los elogios. El 14 de junio llega Franco a Barcelona por mar. Inaugura allí, el 17, el Museo Militar de Montjuich. Para nosotros -dice-, no son necesarias las prisiones, ni que las fortalezas miren al interior. Barcelona, pese a posteriores reticencias, supo comprender y valorar el gesto. Visita el día 18 la zona del Vallés, recuperada. Conoce en Pedralbes, el día 21, la noticia de la elevación al solio pontificio del cardenal Montini, que no era, desde luego, el candidato de España, cuando asume el nombre de Pablo VI. Cunde la grave preocupación en el elemento oficial, que recuerda antecedentes y telegramas; pero la prensa se apresura a tranquilizar a los aprensivos con todo género de seguridades. Montini queda atrás; ahora es el Papa. Arriba cita una carta de Montini en 1953: Es de alabar la inteligencia del gobierno de España para resol ver los problemas del campo andaluz. El pronto progresista y futuro comunista pad re Llanos acude a la misma tribuna oficiosa: Hora de plenitud, hora de bendito tr iunfo de la Iglesia, que se prepara a salvar de nuevo a la tierra de los astrona utas, de los hombres rana, de los investigadores, de los turistas, de los econom istas, de los marxistas, de los anticolonialistas, de los enfermos mentales, de las estrellas de cine, de las masas y masas que avanzan cieganente en busca de u na luz . Se encrespan diversas polémicas impensables no sólo años, sino incluso meses antes, a lo largo de noviembre de 1963. El New Yor Times, a propósito de unos comentari os sobre la encíclica Pacem in terris, atribuye al obispo Ángel Herrera un enfrentam iento con Franco que el creador de La Editorial Católica se apresura, con toda razón , a desmentir. Más aún, monseñor Herrera manifiesta por entonces cierto desvío hacia la solución monárquica, y parece aproximarse a las tesis regencialistas acariciadas por Franco en sus períodos de exacerbación contra don Juan. En cambio, según Calvo Serer, Joaquín Ruiz Giménez, uno de los más conocidos hombres políticos del grupo de Herrera, estaba utilizando cada vez de modo más cl aro la encíclica como arma arrojadiza contra el franquismo. Ya durante la primaver a de 1963 había comentado que la aparición de la Pacem in terris le planteaba un pro blema de conciencia, toda vez que, tras lo que el Papa acababa de publicar, le a congojaba la duda de si estaba obligado a romper abiertamente contra el régimen. P or expresarse en este sentido, tuvo un fuerte choque con Alfredo Sánchez Bella, em bajador entonces en El Quirinal, de quien era huésped en Roma Choca luego Ruiz-Giménez con Martín Artajo y Sánchez Agesta; choca, con mayor durez a, en plenas Cortes (de las que era procurador designado, si bien pronto dejaría d e frecuentarlas), con Raimundo Fernández Cuesta quien pronunció contra él palabras que

no se perciben en el argot parlamentario; choca con el régimen el audaz abad de Mon tserrat, don Aurelio María Escarré, quien luego debió trasladarse a climas italianos, menos polémicos que los de su recortada serranía catalana. Tanta agitación proviene de las primeras incertidumbres conciliares. Las duras declaraciones del abad Escar ré en Le Monde constituyen la primera crítica radical contra Franco desde medios ecl esiásticos de altura. Fraga las publicó con una refutación justa y enérgica; Franco las critica dura, pero serenamente, en la intimidad. El 2 de noviembre, el mundo se pregunta el porqué del asesinato del presidente católico del Vietnam, Ngo Dinh Diem. El 22 Franco se conmueve en lo más hondo, con todos los españoles, con el asesina to de John Fitzgerald Kennedy, en Dallas, ciudad sin ley. Estoy profundamente inm presionado es la declaración inmediata, oficial y espontánea a la vez de Franco por la noticia del criminal atentado contra el presidente Kennedy, conductor de la nac ión americana en momentos difíciles y gran figura de hombre de Estado en el occident e cristiano.~~ Para llevar su pésame, parte a Nueva Yor el vicepresidente del Gobierno, Agustín Muñoz Grandes. Los comentarios privados de Franco sobre el asesinato de Kennedy c ritican mucho el sistema de seguridad en Dallas. El día 26, cuando España no se ha r epuesto aún de la trágica noticia, Franco la comenta en Barajas con el emperador Hai le Selassie, de Etiopía. Casi a la vez, Jacqueline Kennedy estalla en sollozos sob re el hombro del embajador de España, Antonio Garrigues, con quien los Kennedy había n pasado el anterior fin de semana. A Franco le molesta mucho que un adversario del régimen, Julián Marías, cubra en la Real Academia Española la vacante del obispo Eij o y Garay, pero nada intenta para impedirlo. Marías era uno de los grandes intelec tuales católicos de Europa. Un comunicado del duque de Alburquerque,jefe de la Casa de don Juan, anuncia el nacimiento de la primera hija de don Juan Carlos y doña Sofia, la infanta Elena de España; es el 20 de diciembre. El día 27, Laureano López Rodó defiende ante las Cortes su Plan de Desarrollo. El con de de Barcelona penetra por tierra hasta el corazón de la península; pasa en la finc a El Soto, de los Alburquerque, en Algete, a orillas del Jarama, la noche del 26 de diciembre, y el 27 se traslada al palacio de la Zarzuela para presidir, junt o a Francisco Franco, el bautizo de su primera nieta. Transcurre, pues, en familia, el histórico reencuentro de los dos personajes qu e polarizaban, de manera diversa, la historia de España. No hubo entre los dos un formal cambio de impresiones, sino una conversación amistosa y superficial. Se cel ebra el mismo día un apretado pleno de las Cortes españolas: quedan allí aprobadas la Ley General Tributaria, el Plan de Desarrollo, la Ley de Centros y Zonas de Inte rés Turístico Nacional, la de Asociaciones y Uniones de Empresas, la de Bases de Con tratos del Estado y la de Seguridad Social. Todas ellas habían nacido de proyectos del gobierno, discutidos ampliamente en ponencias y comisiones, aprobadas al fi n de su trayectoria, ni de forma tan democrática como pretendía la propaganda del régi men, ni tan dictatorial como sentenciaba, sin mayor examen, la propaganda enemig a. El conjunto de leyes resultaba muy positivo para la sociedad española y marcaba un avance para el marco legal de la transformación de España. El 30 de diciembre, en su aparición anual ante los hogares españoles, Franco conv ierte en tema de su mensaje la espera y la esperanza común del desarrollo: El Plan de Desarrollo va a constituir la gran obra de nuestro tiempo. Lo interesante no es estar con el mundo de ayer, sino acertar con el mundo de mañana . Y presenta el s istema político global del futuro como una síntesis de los que hoy rigen en Oriente y Occidente: Acertar con el mundo de mañana . Nadie pensaba en otra cosa, dentro de l a España política a finales de 1963. ¿Empezaba ya, en vida de Franco, según las propias palabras de Franco, el postfranquismo? Parece que esto es lo que quiso decir Fra nco en persona al derrotado político americano Bany Goldwater, que le visitó no muy lejos de estas fechas. Cuando el conservador de Arizona le pregunta por el futur o de España, Franco le contestó: Estamos ya en el futuro . En el diario del ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, qued

an numerosas referencias a rasgos y actuaciones de Franco durante los años 1962 y 1963: los larguísimos consejos de ministros, la formalización del bando aperturista y el bando reaccionario en el Gobierno, etc. El diario está difundido y el lector puede ampliar allí estas sugerencias. Fraga insiste en la profunda po pularidad y comunicación de Franco con el pueblo, en la expertísima relación que, cuan do Franco desaparezca pronostica en 1962 nadie sabe cómo suplit Ese diario es una pr ueba importante de la excelente forma fisica y política de Franco en el bienio que acabarnos de evocar1. LOS XXV ANOS DE PAZ Franco había pasado el bienio anterior (1962-63) en plenitud física y política. Aho ra, en el cuatrienio siguiente -que coincide con la vigencia formal del primer P lan de Desarrollo-, Franco llega a la cumbre de su vida, e inicia lentamente el declive. Sus íntimos y sus próximos lo advierten y se alarman, mientras reaccionan en dos sentidos. Por una parte, tratan -algunos de ellos, el círculo familiar de obrar com o si nada sucediera; de perpetuar la trayectoria de Franco y la plataforma de di sfrute del poder que ellos mismos detentaban. Esta dirección era obra de una camar illa formada por la familia Franco -doña Carmen Polo, sobre todo y el sector antimo nárquico en la cumbre del régimen, que pretendía agruparse en torno a una regencia del capitán general Muñoz Grandes, o de una república presidencia-lista, entre mexicana y peronista, como pretendía el ministro Solís, según su adversario López Rodó. (Solís, que ab orrecía a López Rodó, me dijo varias veces que todo eso era una vil mentira). El secto r tecnocrático, con el almirante Carrero como jefe de fila, pretendía acelerar y con solidar la institucionalización del régimen en la persona de don Juan Carlos de Borbón como sucesor, y presionaba, a veces casi brutalmente, a Franco para que prepara se y promulgase lo que creían gran panacea: la Ley Orgánica del Estado, que desdobla se la Jefatura del Estado y la Presidencia del Gobierno, en la que debería situars e el almirante Carrero Blanco, quien 1 Boda en Atenas de los Príncipes y relaciones Franco-Don Juan en mi libro Don Juan de Borbón... op. cit. p. 787s. Contubernio de Munich en mi Historia del franq uismo, op. cit., II, p. 213s. Notable reportaje de Benjamín Welles sobre esta época, Spain, the gentle anarchy, New Yor , Praeger,1965. Informe del Banco Internacio nal de Reconstrucción y Fomento , Madrid, OCYPE, 1962. Petición de España sobre adhesión al Mercado Común en Ch.W. Anderson, Political Economy of Modern Spain, Univ. of W isconsin Press, 1970. Crisis de 1962 en M. Fraga, Memoria breve de una vida públic a, Barcelona, Planeta, 1960. Es una fuente básica para todo lo que resta de este l ibro, junto al capital testimonio de López Rodó tantas veces citado. sería el hombre fuerte de la monarquía autoritaria que sucediese al reinado de Fr anco. Un tercer grupo, cuyo líder era el joven ministro de Información y Turismo, Ma nuel Fraga Iribarne, pretendía una sincera apertura política del régimen que diese pas o a una democratización efectiva por vía de reforma, en un marco de monarquía bajo el príncipe Juan Carlos. Fraga ha diseñado con claridad los componentes de estas faccio nes del régimen ante su etapa final. Castiella, Silva, Nieto Antúnez y generalmente el propio Solís estaban a su favor, si bien Solís no descartaba la opción regencialist a-presidencialista con la candidatura de don Alfonso de Borbón Dampierre para el t rono. Al presentar al pueblo español la Ley Orgánica del Estado, en las Cortes y en tel evisión, Franco logra comunicar e infundir su última ilusión y lograr su última victoria ; el sí masivo, innegable, de los españoles a su proyecto. Pero pronto pudo advertir se que el proyecto era una cáscara vacía y, además, que nacía muerto ante la evidente vo luntad de Franco de no interpretarlo en sentido democratizador, sino en sentido regresivo. Desde la primavera de 1967, el pueblo español se sintió, por primera vez, frustrado y hasta engañado por Franco, que se encerraba cada vez más en su hermetis mo, entregaba el poder vicario a su lugarteniente Carrero Blanco, paladín del reac cionarismo, y no volvería ya a convocar al pueblo a empresas políticas de envergadur a, excepto la sucesión de 1969, que era el futuro, pero sin Franco.

Sin embargo, durante este cuatrienio 1964 a 1967 en condiciones de salud cada v ez más precarias, como sabemos, Franco mantiene su protagonismo político. El es quie n personalmente estudia, redacta y propone la Ley Orgánica del Estado. Él es también q uien marca por actuaciones personales directas los caminos de la regresión en 1967 . Poco antes, en el verano de 1963, había publicado el último de sus artículos, que de dicó a un tema favorito: la batalla de San Quintín. A partir de este año, Franco va de jando de ser Franco. Perderá el control de la vida política, del Consejo de Ministro s, de su propia familia, que se le desmandará como jamás se había atrevido antes. Proc ederá en adelante por reflejo del mando, y sin abdicar jamás de su voluntad de perma nencia. Pero la historia del franquismo, la historia que entonces se iniciaba de la transición van ya por derroteros diferentes de la biografia de Franco. En mi H istoria del franquismo (tomo II), encontrará el lector más detalles de la evolución es pañola. La transformación de España bajo el régimen de Franco de la que los Planes de Desarr ollo fueron culminación y exponente logró dotar a la nación de una infraestructura económica y social que permitiría el planteamiento y la implantac ión de la democracia en el reinado siguiente. En una profunda intuición histórica, el profesor Stanley G. Payne atribuía el fracaso de los intentos anteriores para la d emocratización a la carencia de esa infraestructura. El régimen de Franco no fue la democracia, pero se abrió a ella, y la hizo económica y socialmente posible. Ésa es un a de sus grandes contribuciones a la historia de España. López Rodó expuso claramente el alcance del primer Plan en su prólogo al libro de P ierre Massé, configurador de los planes franceses, El Plan o el anti-azar. Con ell o queda abiertamente reconocida la mimesis española de la programación francesa, si bien el modelo formal francés se adaptó al complejo caso español a través de una filosof fa económica original y realista, por medio de un equipo competente y dedicado que buscó, además, la cooperación de numerosos expertos en la Administración y en el campo de la empresa. Según López Rodó, el Plan es, ante todo, una tarea colectiva de los españoles; es un programa vinculante para el Estado mediante el esquema de inversiones públicas, en granado con la marcha normal de los presupuestos, e indicativo para la iniciativ a privada a la que se quiere proponer, con la garantía del Estado, un gran estudio de mercados nacionales. La opinión pública y empresarial española creyó en el Plan de D esarrollo; los abstrusos volúmenes en los que se iban encuadernando las directrice s de la Comisaría se iban convirtiendo en best-sellers de forma regular, e incluso , quién lo dijera, en piezas de colección. Pero más importante aún que la creencia gener alizada en el Plan es la fe, suscitada por sus realizadores, en el propio desarr ollo, que se convierte con lenta firmeza en un esquema mental del país. Hasta el p unto de que algunos enemigos del régimen, herederos directos a veces de quienes ex igían antaño despensa y escuela, dirigieron después sus cansinos dardos al vituperio d e la sociedad de consumo, expresión que casi logran convertir en peyorativa, cuand o fue el ignorado ensueño de otras generaciones críticas. El 1 de febrero Fraga, que tira sin precauciones, propina un plomazo, en salv a sea la parte, a la hija de Franco delante de su padre. Puede el lector imagina rse la escena, que afectó profundamente al Caudillo. Dos días después, los príncipes Jua n Carlos y Sofia visitan a Franco, quien les pone al corriente de su intenso tra bajo para preparar una Constitución en la que el jefe del Gobierno fuera muy estab le y elegido por referéndum; en la que las Cortes se integrasen por representacion es más directas y auténticas. El padre Javier Barcón, jesuita, dirige los ejercicios espirituales de Franco y su esposa; durante toda esta época Franco se muestra totalmente acorde con las op iniones del Opus Dei sobre el carácter exclusivamente individual de la actuación de sus miembros incluso en política y defiende en este sentido a la Obra y a diversos miembros de ella que colaboran con el régimen. Pero -esto es muy importante Franco aprueba la actuación del Opus Dei porque piensa que esta versión católica de la mason

ería -es evocación de Franco- está ligada indisolublemente con el régimen. Después del asu nto Matesa, Franco se despegará del Opus Dei, y en 1973 llevaba ya dos años sin cont estar vanas cartas del padre Escrivá de Balaguer, fundador de la asociación. Con un tedeum en la basílica del Valle de los Caídos, celebrado por el cardenal p rimado, Pla, y presidido por Franco, que tiene a su lado al Príncipe Juan Carlos, comienza la conmemoración solemne de los XXV Años de Paz, orquestada con característic a eficacia por Manuel Fraga Iribarne. Se proclama un indulto general. El 15 de m ayo Franco decide uno de esos gestos que en 1969 reivindicará expresamente como pr emonitorios; y sitúa a su lado al Príncipe Juan Carlos de uniforme para presidir el Desfile anual de la Victoria. Poco después, la agencia UPI distribuye una crónica de su director para España, Carlos Mendo, que había acompañado a Franco durante una sema na de pesca por los ríos de Asturias. Se sale así al paso de los extendidos rumores sobre la mala salud del Caudillo: He visto a Franco -dice Mendo pescar, andar, sal tar de peña en peña, levantar a pulso un salmón de nueve ilos . Detalla el observador s us conclusiones: Franco no padece ni arteriosclerosis, ni mal de Par inson, ni di abetes, ni uremia . Exageraba el gran periodista; el Par inson, declarado ese mism o año, progresaba ya irreversiblemente, y Franco manifestaba algunos signos de dec aimiento, aunque se reponía pronto. En esta primavera de 1964, Franco se manifestaba en sus conversaciones íntimas muy contento con los príncipes Juan Carlos y Sofia, muy alejado de don Juan, absol utamente ajeno a las pretensiones carlistas. Comunicaba también su completa falta de identificación con el pretendido monopolio de la extrema derecha -en este caso José Antonio Girón sobre las asociaciones de ex combatientes, que según certera frase d e Franco comprendían a sectores mucho más amplios de la sociedad española. Fraga Iriba rne, excelente notario de la época, registra ya el duro enfrentamiento de Castiell a y Carrero Blanco sobre la descolonización de Guinea, que Castiella quería preparar racionalmente mientras Carrero se aferraba a la per manencia inmovilista en el territorio; este choque era ya una prueba de la de cadencia fisica y política de Franco, que en otros tiempos no lo hubiera permitido . Fraga encuentra a Franco, ya en julio, cansado, aburrido, un poco ido ; el fervo r popular que no decrecía ante él por su senilidad, sino que acentuaba su relación pop ular paternalista su populismo , le hizo aquel verano enfriarse en su principio de a ceptar algunas reformas, de hacer cosas políticas Un Consejo de Ministros aprueba el 10 de septiembre en el pazo de Meirás un ant eproyecto de ley-dirigido por Castiella sobre confesiones religiosas. Es el texto , tan deseado por Castiella y Fraga, sobre libertad religiosa; tardío e insuficien te. En realidad, no se tomó el acuerdo de aprobarlo, pero Fraga, en la referencia, lo insinuó así. Carrero, al verlo, explotó literalmente y, también según Fraga, les acusó y a Castíella de fomentar la apertura a sinistra . Durante su tercera etapa, abierta el 14 de septiembre, el Concilio Vaticano I I cuajó decisiones importantes, como la Constitución sobre la Iglesia y el decreto s obre ecumenismo e iglesias orientales; lo más importante para España es que el 18 de septiembre, y por una abrumadora votación de 2.055 obispos contra ocho (había 70 es pañoles en el aula), el Concilio pide que los estados cristianos renuncien al priv ilegio de presentar obispos. El asunto se iba a convertir en el principal proble ma de las relaciones Iglesia-Estado los años siguientes. Las pantallas cinematográficas de toda España seguían iluminándose con un éxito inesper ado: la película de José Luis Sáenz de Heredia, Franco, ese hombre, estrenada el 11 de noviembre de 1964. El autor de este libro es testigo de que, durante un viaje a Califórnia en octubre de 1964, el ministro Fraga advirtió los primeros signos de la oleada de revueltas estudiantiles en Occidente, que se iniciaría allí mismo poco de spués -en la Universidad de Ber eley y culminaría en los sucesos de mayo en el París de 1968. El rector Seymour Lipset no hizo caso y luego reconoció su error. Al regres

ar, Fraga advierte y anota los primeros signos alarmantes de decadencia irrevers ible en la salud y en la personalidad de Franco. Le encontré totalmente agotado, y los ojos se le cerraban literalmente. Por primera vez empecé a temer que se nos ac ababa el personaje, justamente cuando más falta hacía para arreglar las cosas , escrib e Fraga el 29 de noviembre de 1964. Poco después, tiene lugar en las Cortes un gra ve incidente entre Joaquín Ruiz-Giménez y el profesor Jesús Fueyo, que le increpa e in tenta algo más. Cuando España se alegra, el 24 de enero, por la elevación al cardenalato de uno d e los hombres que han hecho su historia reciente, el obispo Ángel Herrera Oria, se conmueve, dentro de Europa, por la simultánea muerte de Winston Churchill; Franco enviará a la reina Isabel II un telegrama de pésame. El nuevo cardenal Herrera Oria me agradó bastante -dirá Franco al poco- y está dispuesto a hablar con los clérigos extr aviados que demuestran sus simpatías por las ideas comunistas. Los antiguos compañer os del cardenal en Acción Católica y en El Debate también guardan excelente actitud . A finales de enero circulan por el país unas populares fotografias; durante una cace ría toledana, Franco departe con el ídolo popular Manuel Benftez, el Cordobés. Desde principios de este año, el clan Carrero y sus aliados cercan materialment e a Franco y le acosan para que publique cuanto antes la Ley Orgánica del Estado. Abre el juego Camilo Alonso Vega y le siguen Miguel Primo de Rivera, Manuel Lora Tamayo, y muchas personas más incluso ajenas al clan, como Fraga y el arzobispo M orcillo, en nombre de la Iglesia e incluso desde el año anterior en nombre del pro pio Papa. Franco confesaba, un tanto forzadamente, el 21 de enero: Yo no hago más que acatar el espíritu del Concilio Vaticano II . El 1 de abril de 1965 el gobierno sabe que el general Muñoz Grandes tiene cáncer. En consejo de ministros Fraga pide a Franco literalmente a voces que complete la institucionalización . Franco, por fin, reacciona y lo promete. Poco después, ante un a discusión, dice a sus ministros: Tienen ustedes que oírse unos a otros Como consecuencia directa de la agitación universitaria, muere formalmente, ent re reticencias administrativas, el viejo SEU por un doble decreto de 2 y 7 de ab ril. Franco preside, como siempre, la demostración sindical del 1 de mayo; el 3 se entrevista en Barajas con el sha del Irán. El padre Pedro Arrupe, provincial del Japón, testigo de la bomba atómica en Hiroshima, es elegido el día 22 sucesor de otro vasco insigne, san Ignacio de Loyola, al frente de la Compañía de Jesús, que apunta ya una grave crisis de horizonte. Arrupe será completamente desbordado por esa crisi s. Y Pablo VI dirige a los jesuitas una grave admonición por sus desviaciones políti cas, sin que ellos le hagan el menor caso. El 19 de junio, cuando se consuma en Argel la eliminación de Ben Bella por Bume dián, Franco inaugura en Cáceres la presa de Valdecañas. Tres días después, recibe el baut ismo la infanta Cristina, segunda hija de los príncipes Sofia y Juan Carlos; España les felicita, pero sigue esperando un heredero varón. Franco, tras las huellas lejanas de Alfonso XIII, renueva en el Cerro de los Ángeles, el 25 de junio, la consagración de España al Corazón de Jesús, con motivo de la inauguración del n uevo monumento, tras las destrucciones de la guerra. El 7 de mayo Franco urge la s investigaciones sobre el asesinato del líder de la oposición portuguesa, general H umberto Delgado, cuyo cadáver había aparecido en territorio español cerca de la fronte ra. La actitud de la justicia española fue reconocida como ejemplar. Ante la renovación de sus contactos populares, Franco se declaraba convencido, a fines de mayo, de que el pueblo estaba con él y lo esperaba todo de él. El 7 de ju nio, y en medio de comentarios íntimos de enorme comprensión, Franco indulta al célebr e quinqui Eleuterio Sánchez, el Lute, quien, al ser liberado en 1981 por su buena conducta, hace que se cumpla la expresa predicción de Franco sobre su posibilidad de regeneración, y se refiere a Franco como el Caudillo. Los medios políticos que ap oyan a don Alfonso de Borbón Dampierre se agitan mucho en esta primavera de 1965. Las convulsiones universitarias del invierno produjeron en todo el país una sen

sación de desconcierto político, agravado por el progresivo descontento del campo no muy atendido en el Plan de Desarrollo- y por ocultas tensiones en el seno del go bierno. Como en otras ocasiones, Franco sale al paso de tales problemas mediante un reajuste ministerial, con más sentido técnico que político, que se conoce el 7 de julio, en el que seis nuevos ministros forman, junto a los que permanecen, el ll amado octavo gabinete básico de Franco, que, en realidad, es el undécimo. Antonio de O riol y Urquijo, miembro de una de las primeras familias del País Vasco, medalla mi litar en las brigadas navarras, mantendrá la inspiración del tradicionalismo en el M inisterio de Justicia. Un distinguido funcionario de carrera, Juan José Espinosa S an Martín, sustituye en Hacienda a Navarro Rubio, nombrado gobernador del Banco de España, y un alto directivo bancario, Faustino García Moncó, releva en Comercio a Alb erto Ullastres, que pasa a representar a España ante el Mercado Común. Los dos autor es principales de la estabilización siguen, pues, en puestos político-económicos de pr imera línea, si bien a ellos se encamínó con preferencia, por parte de la opinión pública, un comentario sobre la crisis que algún testigo atribuyó a un giro especialmente ga laico del propio jefe del Gobierno: El poder desgasta . Un abogado del Estado, Federico Silva Mufloz, pronto conocido como ministro ef icacia , se hizo cargo de la cartera de Obras Públicas; vinculado a La Editorial Catól ica, patrocinado por José Larraz, Silva era, según la algo apresurada descripción de C alvo Serer, el tercer hombre del cardenal Herrera . Otro abogado del Estado y empre sario agrícola extremeño, Díaz Ambrona, es ministro de la problemática Agricultura; el c ampo español evolucionaba lentamente, con el lastre de la emigración a los suburbios y a Europa, pero ya es sintomático que se hable cada vez más de empresarios rurales q ue de simples propietarios . Estas novedades se complementan con el ascenso de Laur eano López Rodó a la categoría de ministro sin cartera, al frente de su Comisaría del Pl an de Desarrollo. Fraga califica esta crisis como crimen perfecto y como golpe indu dable del grupo Opus . Otras dos noticias, entonces casi inadvertidas, configuran, para el futuro, l a historia de aquel verano. La primera apareció en el Boletín Oficial: era la ley de 17 de julio de 1965, que perfilaba, junto al Plan de Desarrollo, otro plan: el primero para la modernización de las Fuerzas Armadas durante ocho años, hasta 1972; un esquema que trataba de canalizar la ayuda especial americana hacia la revital ización de la industria militar española, justamente envidiosa de los logros entonce s alcanzados, o, cuando menos, apuntados por la tecnología militar francesa. Franco hace personalmente el 25 de julio la ofrenda al apóstol Santiago. Un jue z universitario de la antigua CEDA, Luciano de la Calzada, aplica el reglamento de disciplina académica redactado en tiempos de Ruiz-Giménez para separar del servic io, durante el verano, a tres catedráticos implicados en las agitaciones universit arias de febrero: Aranguren, Tierno Galván y García Calvo. Otros dos sufren la suspe nsión por tiempo determinado. LA LEY DE PRENSA Y LA LEY ORGANICA El 8 de marzo Manuel Fraga Iribame y Angier Biddle Du e , embajador de los Es tados Unidos, se bañan en las sospechosas aguas de Palomares, con la bomba atómica d entro; caída accidentalmente desde un avión americano; es un hermoso gesto que contr ibuye sobremanera a mantener la curva ascendente del turismo español. En justa cor respondencia, las Cortes españolas aprueban una semana después la Ley de Prensa con tres votos en contra: los del sacerdote navarro Fer mín Yzurdiaga, veterano de la propaganda falangista, el señor Pastor Nieto y el i nquieto procurador Ezequiel Puig y Maestro Amado, notable supervivencia del políti co profesional de antaño. Todos los comentaristas, incluidos los que no logran cohibir una hostilidad c ongénita contra el brillante ministro de Información, consideran obra suya, y obra t rascendental, la Ley de Prensa de 1966, que inauguró no sólo una nueva etapa, sino u n nuevo horizonte de la información y la política de España. El servicio que con ella prestó Fraga a la España del presente y del futuro sigue siendo incalculable. Se tra

ta de una de las más claras fuentes de la democracia posterior. El diario monárquico ABC reconoció en portada que con la Ley de 1966 Fraga había devuelto a la prensa es pañola su dignidad. Franco sigue fiel, en mayo, a su costumbre de presidir la concentración sindica l y a su temporada primaveral de pesca salmonera en Asturias. Antes ha invitado al presidente Nasser a visitar España, el mismo día -9 de mayo- en el que China hace estallar su primera bomba de hidrógeno. Fernando Castiella, que lleva adelante si multáneamente la negociación directa y la presión de la justicia internacional en la O NU, adelanta en Londres, el 18 de mayo, en sus conversaciones con el ministro St ewart, una inteligente y generosa oferta española sobre Gibraltar que impresiona a la opinión británica e internacional. En el Desfile de la Victoria del 30 de mayo, pasan por primera vez ante Franco cohetes tierra-tierra y tierra-aire. Otro importante servicio de Castiella comienza a tomar cuerpo el 3 de junio: un alto grupo de trabajo presidido por él, y formado por el ministro de Justici a, Oriol, y el ahora embajador de España ante el Vaticano,Antonio Garrigues, con u n grupo de colaboradores eminentes (Alfredo López, Moro, Olivié), inicia el estudio del nuevo estatuto español para asegurar la libertad religiosa en sentido concilia r, no sin serios recelos por parte del almirante Carrero y de una parte de los o bispos. Preside Franco en Barcelona el 28 de junio un consejo de ministros cuando el teniente general Juan Carlos Onganía, sin casi oposición, asume el poder supremo en Argentina. El alcalde de Barcelona, Porcioles, tiene el valor de preparar al Prínc ipe Juan Carlos para una inevitable ruptura con su padre a propósito de la sucesión. Es muy duro, Porcioles , contesta el Príncipe. El 17 de junio don Juan Carlos habla con Franco y se suma a la lista de quienes le preguntan por la Ley Orgánica del Es tado. Me gusta que a V.A. le interesen estos problemas , dice Franco. La separación de la Jefatura del Estado y de la Presidencia del Gobierno se hará e n el momento oportuno. Franco recomienda al Príncipe: V.A. debe ser leal y respetar a su padre. Desde ese momento, Franco y don Juan Carlos coincidirían en algo que Fr anco expresó así: Tengo interés en dejarlo bien. A por tido o de .

finales de junio, la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal plantea, primera vez, la necesidad de la participación política de los españoles en un sen netamente democrático. El 30 de junio se reunía en Barcelona con Franco el grup ministros que colaboraba directamente con él en la preparación de la Ley Orgánica

Arriba truena el 22 de julio contra ABC, secuestrado por un gran artículo de Lu is María Anson: La Monarquía de todos. El mayor enemigo de la monarquía y del régimen -co mentó Franco no hubiera escrito nada más lamentable. Recientemente converso a la democ racia, a partir de sus ideas de extrema derecha antiliberal, Anson iniciaba su n ueva etapa con el ardor del converso. El responsable de la conversión había sido José María de Areilza, que dimitió de su embajada en París para dedicarse de lleno a la polít ica monárquica que estaba sin rumbo. Esto sucede en octubre de 1964, cuando José María de Areilza se había convertido ya a la democracia liberal y proponía la Monarquía cons titucional y parlamentaria . Hasta ese momento la causa monárquica había marginado a l os monárquicos liberales pero al llegar Areilza a Estoril (donde nunca residió de fo rma permanente) convirtió a todo el mundo a las ideas democráticas, y el joven Anson fue uno de los conversos más fervientes. Hasta poco antes, como sabemos, don Juan de Borbón se había identificado con el Movimiento y con sus Principios Fundamentale s. Ahora había que ser demócrata y don Juan de Borbón encabezó la lista de los conversos a la democracia. Pero quien fue designado director político de la causa monárquica en España fue el profesor Jesús Pabón, director de la Real Academia de la Historia, qu e nos ha legado, gracias a su discípulo el profesor Seco Serrano un dramático relato de su mi~dón en el librito Páginas de unas Memorias perdidas (1995). En el enjundio so prólogo a este librito el profesor Seco adelanta a 1963 la designación de Pabón com o Delegado de don Juan de Borbón en España.

Coincido con el profesor Seco en la más alta estima personal, científica, política ha cia don Jesús Pabón y Suárez de Urbina. Tuve el honor de conocerle, de tratarle an var ias ocasiones, y sobre todo de escuchar bastantes lecciones suyas no todas las qu e hubiera deseado- en la Facultad de Filosofia y Letras y en la Escue la de Periodismo. He leído, meditado y anotado todos sus libros. Alcancé el alto honor de heredar oficialmente la biblioteca que él formó durante la guerra civil al frente de la sección de Prensa Extranjera y en su momento transmití esa espléndida col ección a la Biblioteca Nacional donde se conserva. En una de sus últimas publicacion es se refirió con alentadora generosidad a mis primeros libros de Historia. Durante su época de Delegado sufrió la permanente hostilidad de los consejeros li berales que se apoderaron del mando en Estoril, señaladamente don Pedro Sainz Rodríg uez y don José María de Areilza, que en su momento habían colaborado con Franco en pue stos de mucha mayor importancia que el desempeñado por Pabón durante la guerra, porq ue luego Franco le cerró el camino de la alta política. Por eso coincido con el prof esor Seco en la valoración del proyecto Pabón mientras fue director de la causa monárq uica entre 1963 y 1966. Liberal y posibilista por ejecutoria y por convicción, tra tó de establecer fluidas relaciones entre Estoril, El Pardo y la Zarzuela. Don Jua n hizo más caso a los enemigos de Pabón, que trabajó eficazmente el favor de su causa. Publicó, en efecto, un libro de lucidez absoluta La otra legitimidad y se ganó la a dmiración de las fuerzas armadas con sus brillantes y profundas conferencias en la Escuela Superior del Ejército. Fue borboneado por don Juan, como había sido borbone ado don Alfonso de Orleáns. Tiene razón Carlos Seco cuando apunta que los enemigos d e Pabón son los principales causantes de que don Juan no llegase a ceñir la corona d e España. Transcurre el verano en tensa calma para la preparación de un caliente otoño políti co, pero esta vez bajo la plena iniciativa del régimen, aparentemente decidido a l levar de forma paralela y coordinada el doble desarrollo económico y político. Ésta es la impresión que el régimen logró transmitir a la oposición; se vivían vísperas democratiza doras y por eso la decepción sería luego tan profunda y definitiva. A pesar de los n uevos dirigentes de la causa monárquica, don Juan de Borbón se suma a la apoteosis d e Franco por sus treinta años de gobierno y en vísperas de la Ley Orgánica del Estado. Al cumplirse treinta años -telegrafia a Franco nada menos que el 1 de octubre de 1966 del día en que V.E. fue elevado al mando de nuestro pueblo, como un español más m e uno a cuantos en esta fecha le manifiestan su congratulación. Lo que hay en mi p ersona que más singularmente me vincula a los dolores o alegrías de nuestra patria m e impulsa a elevar a V.E. el testimonio de mi gratitud por cuanto hizo y sufrió por ella, y de mi segura esperanza de que su obra quedará en la historia como e jemplo de un esfuerzo excepcional culminado con clarividencia, en pacífica y evolu tiva continuidad. Juan, conde de Barcelona . Nunca don Juan dijo a Franco tales co sas; pero ya era tarde para él. Definitivamente tarde. El 28 de octubre el capitán general Muñoz Grandes intenta, en un esfuerzo supremo , que Franco retire del consejo de ministros el texto de la Ley Orgánica del Estad o. No lo consigue; y la ley queda aprobada ese mismo día. Ha fracasado el esfuerzo supremo de los regencialistas.

Yo votaré sí en el próximo referéndum . Con estas palabras inicia Fraga, en Almería, su c mpaña a favor de la Ley Orgánica del Estado, texto constitucional básico que Franco ha decidido proponer a las Cortes y luego al pueblo español mediante referéndum. El 22 de noviembre Franco presenta a las Cortes la Ley Orgánica del Estado. Anuncia el referéndum para el 14 de diciembre. Combina, en su discurso, las manifestaciones a perturistas con la petición de apoyo a la ley como prueba de adhesión personal y polít ica a su figura; vuelca, pues, todo su prestigio histórico en el empeño. El diálogo dijo Franco a las Cortes es la base de la política . Presenta Franco su proyecto como una amplia democratización del proceso político. Se establece dice un justo poder ejecutiv o, encabezado por un presidente del Gobierno, en quien se centra la dirección políti

ca y administrativa del país. Las Cortes asumen la plenitud de la función legislativ a y de control . Éste es el párrafo que obtuvo internacionalmente mayor éxito: Recuerden los españoles que a cada pueblo le rondan siempre sus demonios familiares, que son diferentes para cada uno. Los de España se llaman espíritu anárquico, crítica negativa, insolidaridad entre los hombres, extremismo y enemistad mutua . Y condena el reto rno de cualquier sistema político que pueda incubar semejantes aberraciones. El au tor de la frase sobre los demonios familiares fue el embajador Joaquín Juste, ento nces secretario general técnico del Ministerio de Fraga. El 5 de diciembre, Franco mantiene otro largo encuentro con el Príncipe don Jua n Carlos. Franco, a pesar del reciente telegrama de don Juan, le mantiene firmem ente excluido. A este señor le considero completamente eliminado , dice Franco a su c onfidente; y añade que no habla con don Juan Carlos sobre su padre, y se extiende en elogios sobre los príncipes. Toda España parece vibrar con la expectativa de la Ley Orgánica del Estado. Es la última convocatoria, la última ilusión del régimen. Los obispos exhortan a la participa ción. Durante la primera quincena de diciembre, Solís y Fraga se vuelcan en la prepa ración y propaganda del referéndum. Se va a permitir el voto negativo -los sufragios son realmente secretos-, pero no la propaganda contraria, pedi da por algunas personalidades que dicen representar a una indefinida oposición . Enjambres de funcionarios envían desde el Ministerio de Información a todos los p osibles votantes de España millones de papeletas con el sí escrito; pero muchos españole s prefieren escribirlo por sí mismos. Una intensa e inteligente propaganda conecta el sí con el futuro de la patria y de los niños; subraya el sí como plebiscito nacional e adhesión y gratitud a Francisco Franco. Se difunde ampliamente la bella frase de Pablo VI al embajador Garrigues en la plaza romana de España el 8 de diciembre: Yo diré una oración especial por España el día 14 . La antevíspera, Franco se dirige al pueblo español por Radio Nacional y Televisión Española: Quiero que meditéis sobre lo que fuimo s y lo que somos... España, sin distinción de matices, se conmueve por el final de su s palabras. Aunque en los aspectos doctrinales de sus intervenciones en esta campaña de la Ley Orgánica no sea dificil adivinar las inspiraciones de sus más altos colaboradore s, corregidas y adaptadas por el propio Franco, este final es inequívoca y exclusi vamente suyo; por eso llegó tan hondo: Nunca me movió la ambición de mando. Desde muy j oven echaron sobre mis hombros responsabilidades superiores a mi edad y a mi emp leo. Hubiera deseado disfrutar de la vida como tantos españoles; pero el servicio de la patria embargó mis horas y ocupó mi vida. Llevo treinta años ocupando la nave de l Estado, liberando a la nación de los temporales del mundo actual; pero pese a to do aquí permanezco, al pie del cañón, con el mismo espíritu de servicio de mis años mozos, empleando lo que me quede de vida útil en vuestro servicio. ¿Es mucho exigir que yo os pida, a mi vez, vuestro respaldo a las leyes que en vuestro exclusivo benefi cio y en el de la nación van a someterse a referéndum? Era el 14 de diciembre de 1966 un tibio día de sol sobre los quejigos y los jar ales de El Pardo cuando Francisco Franco y doña Carmen Polo depositaban su doble sí a la Ley Orgánica del Estado. Esta vez fue bastante más dificil que en 1947 demostrar exageraciones y tergiversaciones, que las hubo, sin duda, pero resultaron todavía menos necesarias que entonces. Las cifras oficiales, que pueden aceptarse con seguridad dentro de un margen aproximado al 10 por 100 de error, concreta n la participación de votantes (se permitió el voto de los transeúntes) en un 89 por 1 00, sobre los que votaron sí un 95 por 100 y no cerca del 2 por 100. El obispo secreta rio de la Conferencia Episcopal española, José Guerra Campos, comentó: La reglamentación de la vida política aprobada obliga a todos en conciencia . Desde el sanatorio donde convalecía de un grave accidente, José Antonio Girón comen taba el 16 de diciembre: Nunca estuve ni estaré alejado de la política. Las Naciones U nidas rubrican la victoria política de Franco. Por 78 votos contra cero y 12 abste nciones, la IV Comisión aprueba una resolución por la que lamenta el retraso en la d

escolonización de Gibraltar y pide que se acelere. La Asamblea General ratifica es ta tesis el día 20 por 101 votos a favor, cero en contra y 14 abstenciones.

Franco ha quedado tan impresionado por el éxito de su referéndum que adelanta exc epcionalmente a Nochebuena su habitual mensaje de fin de año, para agradecer la ma siva adhesión de los españoles. Llegará un día les dice que seremos historia; ya empezamos a serlo. España es de nuevo una nación joven . Parece que en algún momento Franco y sus colaboradores temieran un resultado deslucido, de ahí que Franco se comprometiera personalmente tan a fondo, aunque en sus conversaciones íntimas diría después que por sus servicios de información estaba seguro del resultado en los ambientes populare s. Ruge ya por todos los confines del antiguo Imperio del Centro la revolución cul tural maoísta de los guardias rojos, lejano marco para una durísima reacción de los pe rmanentes enemigos de Franco, exteriores e interiores, en quienes el resultado d el referéndum provocó auténticos arrebatos de indignación política. La oposición interior se derrumbó; sus portavoces, aislados, no supieron ofrecer más que excusas dilatorias a los contados corresponsales que se decidieron a consultarles. i,Es un triunfo? pregunta el historiador francés Max Gallo-. Es un triunfo. La op osición puede insistir en la ausencia de control para el escrutinio, en el hecho d e que los votantes superen en dos millones a los inscritos, en las detenciones y en la propaganda oficial; algunos periódicos, como La Vanguardia de Barcelona, pu eden contar, sumando abstenciones, votos blancos y negativos, un 14 por 100 de o ponentes, pero queda claro que el régimen ha sabido y ha podido organizar este tri unfo electoral. Queda claro que la oposición ha sido incapaz de evitarlo. Con plen a conciencia de su fuerza, el régimen es capaz de poner en marcha procedi mientos de visos democráticos. Se halla adaptado bien a la época. Mantiene el con trol del país y sabe los medios no importan conducirle a las urnas cuando y como qui ere. Fraga, el mayor visión estratégica nco. Y anota en su haber sido de otro

responsable del éxito después de Franco, es mucho más pesimista por que el historiador francés, impresionado por la última victoria de Fra diario de aquellas noches: Un gran momento perdido y que pudo modo. Pero hay que trabajar con lo que se tiene .

La Ley Orgánica del Estado nació muerta, como un cuerpo sin alma, y esto se advir tió inmediatamente, en el mismo mes de enero de 1967 en el que se publicaba; el pu eblo español comprobó durante todo ese año los signos de involución, que se concretaron en la elevación del almirante Carrero a la vicepresidencia del gobierno y en la po stergación de Fraga, quien, sin embargo, decidió seguir en la brecha. Todavía a finale s de 1966 Fraga anota, junto a la satisfacción de Franco y su gratitud a él, el frac aso del gran intento. El resultado -dice se hizo todo lo posible por decirle a Fra nco: el que ha ganado es usted con su sistema; la verdad es que la gente creyó que también había votado cambio. En definitiva, se aplazó toda idea de crisis; se torpedeó la idea de nombrar presidente del gobierno hasta poder lograr que lo fuera el pr opio Carrero; y se pudo hacer muy poco en la aceleración de las reformas . El 20 de enero, Fraga pide a Franco que les mande a todos a casa; pocas veces en la historia un hombre -anota tuvo la oportunidad que él en aquellos momentos . Se repetía la carta blanca de la nación a Franco otorgada el 1 de abril de 1939; entonc es Franco pudo hacer la reconciliación; ahora, en 1967, podía instaurar la democraci a. El peso de la historia y los traumas de la experiencia fueron mayores que el peso del futuro. Pero la reconciliación y la democracia -en buena parte gracias a Franco- estaban también en el futuro. Durante el año 1967, mientras se completa el ciclo del Primer Plan de Desarroll o económico, arrecia la ofensiva política interior contra el régimen, que va a defende rse, mediante la actuación del propio jefe del Estado, imponiendo lo que con ciert a perspectiva se vislumbra ya como un retroceso del desarrollo político. Desde el comienzo de 1967, Franco acentúa las tendencias regresivas del régimen. El 13 de ene

ro tiene un fuerte choque con Castiella, a quien dice: Está usted obcecado , cuando e l ministro pedía un aumento de la presión sobre Gibraltar. Franco se enfrenta permanentemente a Muñoz Grandes, quien confiesa a Fraga su progresiv o distanciamiento de Franco con esta frase: Los dos estamos hartos ya de discutir. El 4 de marzo los obispos advierten, en su comunicado colectivo, sobre los pe ligros del marxismo (vagamente) y sobre la crisis de la Acción Católica; es un docum ento capital que no impidió el intenso giro a la izquierda de una parte significat iva del clero español. Franco consigue penetrar profundamente otra vez en el designi o estratégico norteamericano sobre la transición española que se avecinaba. Los america nos -dice a su confidente el 13 de marzo de 1967 operan por medios indirectos, pe ro en realidad lo que persiguen constantemente es la seguridad de su gran nación. Por eso atacan a las derechas o a las izquierdas según lo que consideren más oportun o para dicho fin. En el caso nuestro, considero que se equivocan, ya que favorec en el desorden y la subversión, y esto sólo favorece a Rusia . Alfredo Sánchez Bella, cuyas intuiciones políticas han sido algunas veces menospr eciadas injustamente, está de acuerdo. Dice bien Sánchez Bella apostilia el confidente de Franco- al considerar que esta política no parece ni justa, ni correcta ni tol erable, al actuar a espaldas de un jefe de Estado aliado al que se le mina su fr ente interior por medio de ayudas a grupos sindicales y universitarios, asentándol os a actuar en la ilegalidad, al margen del orden constitucional que existe por la expresa voluntad de toda la nación . Por medio de la CIA y seguramente por otros servicios de la Embajada americana en Madrid y otras embajadas americanas en otro s países , los Estados Unidos alentaban desde hacía ya tiempo la subversión contra el régi men de Franco, para instaurar un régimen democrático en España. Es perfectamente posib le que la CIA colaborase por lo menos negativamente con la ETA; pero queda fuera d e toda duda la cooperación de la CIA con la editorial de la oposición total al régimen en París, Ruedo Ibérico, y su ayuda a movimientos estudiantiles y obreros que opera ban en la clandestinidad. La excelente información de Franco no podía fallar en camp o tan importante. El 29 de mayo de 1967 Franco llega todavía más al fondo. Detecta y revela a su co nfidente el designio norteamericano de montar la transición española sobre dos parti dos políticos, (que serían diez años después el PSOE y la UCI). Estas palabras represent an la cumbre de la intuición de Franco basada en esa excelente información y merecen r epasarse muy detenidamente: Después hablamos , dice el confidente de las actividades de la CIA en el mundo occ idental y especialmente con relación a España. En la conversación se señala que la obses ión de Norteamérica es conseguir que nuestro Estado tolere primero y legalice después l a acción de dos partidos, uno de carácter socialista y otro democrático, que deberán ten er su expresión en dualidad similar en el campo universitario y en el sindical. Pa ra conseguirlo no vacilarán en financiar sistemáticamente a grupos de activistas (qu e han creado la ASU y la FUDE). Por ahora, no se proponen como objetivo derribar al Estado, sino importunarle, preocuparle, no dejarle en paz para que se arranq ue al partido el compromiso de una coexistencia entre lo legal y lo ilegal con a spiraciones de suceder al régimen una vez desaparezca . (Franco Salgado es quien pone en su boca estas palabras, que por el contexto son plenamente aceptadas por Franco; en todo caso, son prodigiosamente intuitiva s). Franco contesta: El Gobierno está bien informado de estas actividades (de la CI A), que sigue de cerca . La Ley Orgánica del Movimiento, contraataque de los inmovilistas, provoca una f rustración general, por regresiva. Fraga nota a Franco hermético a finales de marzo. Prosperan enmiendas regresivas en los proyectos para el desarrollo de la Ley Or gánica. El 8 de abril Franco elogia al arzobispo de Barcelona, Marcelo González Martín , y alaba por ser del Papa, sin analizar su contenido la encíclica Populorum Progress io , donde no cabía apoyarse para la defensa de regímenes como el suyo. Fraga ve perfe ctamente clara la situación de los dos bandos internos del Gobierno y del régimen qu

e se enfrentarán hasta la crisis de 1969. Castiella y yo, básicamente, defendemos la reforma y la apertura; Secretaría General (Solís), con más condicionamientos, básicament e también (sobre todo, la reforma sindical y en cuanto a las asociaciones políticas) ; el grupo inspirado por Lopez Rodó, y apoyado en Presidencia y en Gobernación (ambo s departamentos presididos por Carrero y Alonso Vega) juega un papel muy ambiguo porque lo supedita todo al control total por su grupo. El resultado será la lamen table crisis de 1969, y la involución de aquellos incoados procesos de apertura Al terminar el mes de abril de 1967, la tendencia a la regresión se ha reafirma do mientras Franco parece conformarse con quedar relegado al papel de espectador . Fraga lo advierte con claridad absoluta: Franco regresa de Sevilla. Cansancio p rimaveral; cada vez, desde luego, es mayor el trabajo, la tensión y la responsabil idad. Formación de capillas políticas, apoyadas en unos departamentos ministe riales que nadie coordina políticamente; movimientos estudiantiles y juveniles en general; nueva actitud de la Iglesia. Parecería que estamos en uno de esos mome ntos de giro histórico, en el que súbitamente cambian las fórmulas de la convivencia. Cada vez veo más claro que nos va a pillar todo a la vez, en el peor momento. Fran co intenta mantenerse por encima del tumulto; el resultado es que no se toman de cisiones; cada vez más él y su obra se van a ver dentro del debate general . La visita de Franco a Sevilla citada por Fraga fue la declaración pública del mov imiento regresivo. Se comprende perfectamente la decepción de Fraga reflejo de la d ecepción general ante la referencia de lo que sucedíó en Sevilla. Durante esa visita de primavera a finales de abril, Franco se dirige en los R eales Alcázares a las representaciones del Movimiento. Su posición es concluyente: Pero si a disculpa del contraste de pareceres lo que se busca son los partidos políticos, sepan en absoluto que eso jamás vendrá. Y no podrá venir porque significaría l a destrucción y la desmembración de la patria; volver otra vez a la base de partida, perder todo lo conquistado, implicaría la traición a nuestros muertos y a nuestros héroes. Por eso, la apertura al contraste de pareceres está perfectamente definida y clara, sin que haga falta ninguna clase de rectificaciones. Quiero decirlo de m anera clara y concluyente para cortar esa campaña de grupos de presión que están siemp re queriendo volver a las andadas . Tan contundentes declaraciones apaciguan las d isputas políticas durante una larga temporada y arrasan hasta la raíz las últimas espe ranzas de la Ley Orgánica. Los comentarios remiten en torno a la progresión de la apertura para centrarse insistentemente en el tema de la sucesión. La calma política del verano había sido sol amente superficial. Desde el 21 de julio había cesado como vicepresidente del gobi erno el capitán general Muñoz Grandes, que conservaba, sin embargo, la jefatura del Alto Estado Mayor. Franco mantiene el cargo vacante durante dos meses, tras publ icar el cese una semana después. A finales de julio, Franco escribe al presidente Johnson aconsejándole, con gran acierto, que no se enzarzase en el avispero del Vi etnam; es una de las intuiciones más importantes y menos conocidas de Franco.

En conversación con López Rodó, Solís propone para la inminente transición española un rég men entre peronista y mexicano: una tercera solución republicana presidencialista, basada en el Gobierno de una oligarquía populista con el apoyo de los Estados Unidos. Lopez Rodó se inclinaba más bien a una monarquía capaz de ar ticularse políticamente en el sentido indicado por Calvo Serer en su libro de 1964 Las nuevas democracias, según el experimento de Turquía y, sobre todo, el experimen to mexicano del PRI, Partido Revolucionario Institucional, así andábamos entonces en España, espejándonos secretamente en el PRI masónico y archivo de corrupciones, aunqu e Solís me dijo muchas veces que todo lo que dice sobre él López Rodó es pura patraña. El modelo final elegido sería la monarquía democrática con un sistema de PRI a dos bandas -la centrista-populista y la socialista por iniciativa norteamericana, bie n apoyada desde Alemania, pero resulta muy interesante detectar ya desde este pe ríodo las huellas españolas del intento. El 21 de septiembre conoce el país una trasce

ndental noticia política. El primer acto de Franco al regresar a Madrid es designa r vicepresidente del Gobierno al hombre que gira fielmente en su órbita personal d esde 1933: el almirante Luis Carrero Blanco. Aun conservando sus funciones como ministro subsecretario de la Presidencia, el nuevo vicepresidente sustituirá al Ca udillo en los mismos casos que la ley atribuía al anterior; se subrayó el caso de la vacante. Nadie se extrañó del paso a primer plano de quien con tan callada eficacia y lealtad había ocupado durante tantos años el segundo; la identificación ideológica y política del capitán general de la Armada con su segundo de a bordo era completa y r econocida. Franco anunció a Carrero su decisión antes de regresar a Madrid. Fraga, q ue aspiraba al puesto, interpretó la decisión de Franco como una derrota de la apert ura: aunque el propio Fraga fue designado secretario del consejo de ministros. El régimen se sumiría cada vez más, desde entonces, en un verdadero marasmo político. Rafael Calvo Serer, a quien llegaba una excelente información interior desde la s alturas del régimen, interpreta el decaimiento físico de Franco como secuela de un ataque cerebral que sufrió, según él, en Cazorla a finales de septiembre de 1967, y q ue sería guardado como un secreto militar por Carrero y Alonso Vega. No hay, hasta hoy, pruebas de ese ataque, que Fraga sin duda hubiera conocido. Pero todo suce de como si de verdad hubiera ocurrido el ataque. Cesan prácticamente en todo ese p eríodo las confidencias de Franco a su pariente. Cuando se reanudan, son ya mucho más espaciadas. Franco, por los días del presunto ataque, se ha entregado políticamente al nuevo vicepresidente Carrero. Como acto trascendental de su régimen, sólo le queda ya deci dir la sucesión en vida: pero la retrasa porque la exaltación del Prín cipe supondrá ya para Franco el cierre del futuro a su propia trayectoria, lo c ual reconocía como inevitable, pero no tenía prisa alguna en declarar. En resolución, a partir de los últimos meses de 1967, Francisco Franco ha iniciad o ya el tramo irreversible y acelerado de su decadencia física; será cada día, cada me s, menos Franco, aunque de cuando en cuando, cada vez más de tarde en tarde, comun icará intuiciones, emitirá destellos de lo que fue. Pero desde entonces su historia y su agonía personal, caracterizada por su aferramiento a lo que él llamaba el mando , se irá separando de la historia de su régimen, que marchará, cada vez más sin él, a la der iva, hacia la transición que ya germinaba incógnita y peligrosísima. Es muy sintomática la confidencia íntima de Franco el 16 de noviembre de 1967: Por ahora pienso seguir al frente del gobierno por estar convencido de que ni las n uevas Cortes ni el nombramiento de un vicepresidente son motivos sufi 1 cientes para que deje la presidencia LOS RESULTADOS DEL DESARROLLO ¿Cuáles habían sido, en realidad, los resultados del primer Plan de Desarrollo? La despiadada crítica del profesor Tamames, publicada dentro de España, parece fundada más en criterios políticos de oposición al régimen Tamames fue durante mucho tiempo la es trella intelectual y comunicativa del Partido Comunista medio en secreto que en p onderados motivos económicos. El equipo López Rodó, con su importante parte de razón sin duda, tiene un concepto de estructura económica diferente del de Tamames; y posee fuerte carga de razón al demostrar que también por la vía indicativa se puede llegar y de hecho se ha llegado a importantes reformas de estructura. En su introducción al II Plan, López Rodó reconoce los desajustes del primero. Pued e extenderse al conjunto del Plan una crítica expuesta por la Vicesecreta1 Para to do este epígrafe creo necesaria la consulta a tres libros ya citados: el de Fraga, Memoria breve... el de López Rodó La larga marcha... y el mío, Don Juan de Borbón... además de la refere ncia constante a los dos de Franco Salgado. En el archivo del autor se conserva un largo inf

orme sobre la cobertura de la Ley Orgánica del Estado y otros varios sobre la Ley de Prensa, de cuya gestación fui testigo próximo. ría Sindical de Ordenación Económica al término de su primer bienio: Ha faltado la efe ctiva vinculación de la Administración al logro de los grandes objetivos macroeconómic os, porque no se ha realizado el debido contraste entre planificación real y plani ficación financiera . Por ello, la evolución económica ha oscilado periódicamente entre pro cesos de inflación y de estabilización más o menos declarados, según alternativamente pr edominen no los criterios, sino las acciones sobre el desarrollo o sobre la esta bilidad . Esto inducía un ambiente de tirones y frenazos que crispaba los nervios de los responsables de la economía. Pero hay que tener en cuenta algo que olvidan sistemáticamente los detractores del Plan; que se trataba del primer plan económico formal de desarrollo en toda la historia de España, con todas las circunstancias de recelo, desentrenamiento y fa lta de coordinación. Aun así, los resultados fueron excelentes, como se iría reconocie ndo cada vez con mayor intensidad a lo largo de los años siguientes. López Rodó lo pud o resumir así con precisión al presentar el II Plan: El producto nacional, en términos reales, es decir, descontando la subida de precios, registró, pese al menor ritmo de crecimiento del pasado año (1967), un aumento medio del 6,3 por 100 anual, lige ramente superior al ritmo programado y mucho más alto que el de los países del Merca do Común, que fue del 3,9 por 100 durante el mismo período. Pero lo más importante es que en los últimos cuatro años nuestro país ha seguido avanzando ininterrumpidamente, mientras que otras naciones de Europa han visto en un año disminuir su producto na cional . Estos datos -que son reales destruyen sin más las críticas al Plan fundadas en que España se acogía a la bonanza europea: porque iba mucho más rápida que Europa en cuanto al crecimiento, que a veces se estancaba 5 Europa. La comparación entre las previsiones y las realizaciones del Plan es fundamenta l para comprender el gran salto adelante de la economía española. La población activa aumenta casi en un millón de 1960 a 1967. Se invierten los saldos migratorios a Eu ropa y se mantiene el signo negativo en los de Ultramar. A lo largo de los cuatr o años del primer Plan, la renta por habitante saltó de 31.036 pesetas, en 1964, a 3 6.245, en 1967; se llega, por tanto, al orden de los 600 dólares. El crecimiento m edio anual de la producción industrial muy desacelerado en 1967 llegó al 9,4 por 100. Para el equilibrio de la balanza de pagos ha resultado decisivo el incremento de l turismo; los once millones de turistas de 1963 pasaban a ser más de 18 al término del primer Plan. El incremento de la base educativa para el pueblo español no fue menos espectac ular que el directamente económico. Con 3.919.000 alumnos en todas las enseñanzas pa ra el curso 1954-55, se superaban ya los 4.500.000 al comienzo del Plan y se lle gaba a los 5.500.000 a su terminación. Resulta difícil quitar la razón a López Rodó cuando afirma: Nunca se consiguió tanto en tal espacio de tiempo; ni siquiera en el cuatr ienio anterior, que fue de intensa expansión. La renta nacional no sólo creció más, en tér minos absolutos, sino que se distribuyó mejor, y el poder adquisitivo del salario durante este cuatrienio aumentó en más de un 25 por 100. La mejora del nivel de vida se ha hecho tangible con el acceso masivo de la sociedad española al disfrute de bienes y servicios de superior calidad. Más de las dos terceras partes del parque de automóviles es posterior a 1963. La estructura de la población se ha ido acercand o a los patrones de las economías adelantadas, al propio tiempo que se ha mantenid o una situación de pleno empleo . Las críticas negativas al Plan parecen a veces dicta das por los demonios familiares descritos por Franco; se distinguen invariablement e por su sospecha de parcialidad política, lo mismo que las defensas a ultranza. Algunos economistas, incluso muy competentes, parecen empeñados ocasionalmente en privar de credibilidad popular a la economía como ciencia. Lo curioso es ver cómo cambian de esquema mental cuando tratan de justificar -o excusar científicamente l as economías de otros regímenes políticos que les parecen más gratos. Es cierto que el P

lan aprovechó una circunstancia exterior favorable; pero ello debería cargarse en su haber, no en su debe. Los observadores españoles, y los millones crecientes de ex tranjeros que surcaban la España de 1967, veían que, con problemas tradicionales enq uistados y algunos felizmente nuevos a flor de piel, la España del desarrollo esta ba dispuesta a seguir adelante. Los visitantes del país notaban fuertes cambios ca da año, cada bienio. Los exiliados que regresaban a casa no la reconocían. España era cada vez más diferente. Pero no del resto del mundo occidental, como rezaba un dis cutido y eficaz lema turístico, sino de sí misma, de su ajada -y venturosamente dest errada para siempre imagen tópica, construida a golpes de desidia y de tragedia dur ante los veinte años del estancamiento, durante los cuarenta siglos del hambre. Para evaluar desde posiciones serias la evolución económica de España durante el fr anquismo y la directa participación de Franco en las diversas fases de esa evolución , puede consultar el lector la obra extensa del profesor Luis Suárez Francisco Fra nco y su tiempo (Madrid, Azor, 1984, 8 vols.) y los tres magistrales ar tículos del profesor Juan Velarde en Epoca, 1985, números 38, 39 y 40. Las hiperc ríticas del antifranquismo son muchas veces infantiles. Pero aunque ya he insistido varias veces en ello, el logro principal del desa rrollo y del régimen de Franco en su conjunto- ha sido la transformación de la socied ad española desde una estructura rural, con clase media muy escasa y esquema propi cio a la lucha de clases, en una sociedad moderna, predominantemente urbana, muc ho más educada, con una clase media dominante. Las cifras para plasmar este fenómeno no son fáciles de encontrar. La mejor síntesis se debe a Carlos de Meer, militar y politólogo, que en su libro Generalísimo (p. 444s.) recuerda que Franco aseguró al gen eral Vernon Walters que pasaría a la Historia por la clase media que he creado . En e fecto, en 1940 el conjunto de las clases medias representaba el 19 por ciento de la población. En 1950 el 27%. En 1964 el 41%. En 1970 el 54%. En 1975 el 66 por c iento, la gran mayoría. Con este dato la democracia era posible; el dato inicial e xplica por qué la democracia no fue posible en regímenes anteriores, como la República , con menos del veinte por ciento para la clase media. Este es el logro fundamen tal del régimen de Franco y él alcanzó a detectarlo y comprenderlo. Este había sido, des de el 1 de octubre de 1936, como declaró en Radio Castilla de Burgos, su gran obje tivo. Terminaba, pues, el año 1967. En el consejo de ministros del 15 de diciembre, F ranco hizo, según Fraga, nada menos que tres alusiones a la anarquía en la prensa. C onvoca luego a varios ministros para que le sugieran nombres con destino a terna s aptas para la designación de los altos cargos. Llevo tantos años aquí, entre estos mu ros, que ya no conozco a nadie... Cuando Fraga se reúne en otro almuerzo con los hombres del diario Madrid, apunt a: Está cada vez más claro que, en vez de jugar claramente a la reforma, hay una orga nización que se ha repartido el juego; unos van a apoyarse a ultranza en Carrero B lanco, y otros a jugar a la ruptura. La responsabilidad de la decisión es gravísima y mortal para los planes de reformas. Es la primera vez que la palabra ruptura ap arece en lo que ya era simultáneamente historia del régimen e historia de la transic ión. Esta claro que Fraga alude al Opus Dei. Creo más objetivo referirse a una plata forma política fomentada por el Opus Dei a la manera de la Asociación de Propagandis tas, que por entonces alimentaba idéntica estrategia; la mayoría de sus polítiços con el régimen, pero una punta de vanguardia alineada ya en la oposición según diversas form as de Democracia Cristiana que fracasarían con esta eti queta específica pero se incorporarían intensamente a las filas del nuevo centris mo1. LA CONCERTACIÓN DEL PACTO DINASTICO El año 1968 Manuel Fraga Iribarne, testigo crucial para este período al par que L aureano López Rodó, empieza el año chamuscándole la nariz en una cacería; no escarmienta. Al volver de caza con Franco escribe, el 12 de enero, en su telegráfico e impar di

ario: Caen 3.200 perdices, pero hemos visto temblar la mano más firme de su tiempo, que está pasando; también empieza a fallar su vista, antes de águila. La edad no perd ona y Par inson avanza . Tempranamente refluye sobre España la ola de inquietud subversiva mundial. El 1 0 de enero el gobierno decide clausurar la Facultad de Ciencias Políticas y Económic as de Madrid, uno de los focos principales. Para general sorpresa entre los inic iados, el fundador del Opus Dei don Josemaría Escrivá solicita la reivindicación de un tftulo nobiliario del siglo XVIII, el marquesado de Peralta concedido por el pr etendiente austriaco en la guerra de Sucesión y convalidado por Felipe V; no lo us ará nunca pero pretende así compensar a su familia por los sacrificios que les había c ostado su educación en tiempos diftciles. Los amigos del Fundador en el gobierno f acilitan discretamente el cumplimiento de sus deseos. El príncipe Juan Carlos, que acaba de cumplir a principios de enero los treinta años que exige la Ley de Suces ión para acceder al trono, toma en sus brazos el 30 de ese mes a su hijo varón, el i nfante don Felipe, que recibe este nombre por consejo de Franco, con preferencia al de Fernando que traería, según el Caudillo, malos recuerdos del último rey que lle vó ese nombre, Fernando VII. Para conocer a su nieto y asistir a su bautismo salen en automóvil de Villa Gir alda al día siguiente por la mañana los condes de Barcelona con su hija la infanta M argarita. El Príncipe les recibió en Navalcarnero y les acompañó al palacio de la Zarzue la que sería su residencia. Poco después de las cuatro de la tarde 1 Sobre los Planes de Desarrollo cfr. ante todo los testos básicos: Plan de Des arrollo Económico y Social, 1964-1967, Madrid 1963; II Plan de Desarrollo Económico y Social y Anexo, 1967. Las críticas de R. Tamames en España ante un segundo plan de desarrollo, Barcelona, Nova Terra, 1968. Mucho más equilibrado el segundo volumen de La España de los años s etente, la economía, dirigido por J., Velarde (el conjunto de la obra pr M. Fraga) . Ver III Plan de Desarrollo. Imp. BOE, 1971. del día siguiente una muchedumbre de fieles, que los monárquicos profesionales ev aluaron en ciento cincuenta mil y los que asistimos entre el público calculamos en unos diez mil, recibió en Barajas, con don Juan y don Juan Carlos al frente, a la reina Victoria Eugenia que regresaba después de treinta y siete años. La recepción of icial estuvo a cargo del ministro del Aire al que se sumaron por su cuenta cuatr o ministros más. La comitiva recorrió las calles de Madrid entre la curiosidad de mu chos transeúntes y llegó al palacio de la Zarzuela muy poco antes de que lo hicieran el Generalísimo y su esposa. Franco y don Juan departieron cordialmente, sin habl ar de política, en un ángulo del gran salón. Y aquí empiezan mis dudas. Es seguro que Franco saludó a doña Victoria Eugenia, que la Reina se refirió a lo v iejos que estaban los dos. Pero todo el mundo acepta el testimonio del profesor Pabón que nos ha comunicado, por medio del profesor Carlos Seco, una revelación tras cendental sobre el breve aparte que Franco mantuvo con doña Victoria. Contra este testimonio tengo el del hoy almirante Urcelay, ayudante naval de Franco, que rec ibió de Franco la orden de no separarse de él en todo el acto y la cumplió. El marino no presenció conversación alguna sobre problemas dinásticos entre Franco y la Reina. Pabón no presenció tampoco esta conversación. Habló con Franco sobre recuerdos de Áfric a y toda la prensa reprodujo una carcajada de los dos cuando Franco le refirió una conversación del general Castro Girona. Pero unos días después del bautizo Pabón recibió una confidencia tan segura sobre la conversación de la Reina y Franco que la escri bió con detalle y la comunicó luego en una sesión reservada de la Real Academia de la Historia. En estos términos: La Reina Victoria Eugenia, en el día del bautizo del infante Felipe, (8 de febr ero de 1968) habló un momento, a solas, con Franco en la Zarzuela. Y le dijo: General, esta es la última vez que nos veremos en vida. Quiero pedirle una cosa. Usted, que tanto ha hecho por España, termine la obra. Designe Rey de España. Ya so

n tres: elija. Hágalo en vida; si no, no habrá Rey. Que no quede para cuando estemos muertos. Esta es la única y última petición que le hace su Reina. Franco, emocionado, contestó con firmeza: Serán cumplidos los deseos de Vuestra Ma jestad . Doña Victoria dio por terminada la entrevista liberando, cortésmente, a Franc o: Yo sé cuántas son las ocupaciones de un hombre de Estado. No se preocupe de mí . Pabón escribió este Apunte reservado el 18 de febrero, diez días después del bautizo. No oyó la conversación. No nos indica la fuente que se la reveló p ero hubo de ser enteramente segura. Pabón atribuye la decisión fmal de Franco sobre la sucesión a este impulso de doña Victoria, que despejaba para él cualquier duda sobr e lo que se llamó el salto dinástico . Era otra forma trascendental de lo que vengo lla mando Pacto dinástico, ahora entre la Reina y Franco. No me cabe duda de que las dos versiones la del almirante Urcelay y la de Pabón e stán expresadas con absoluta sinceridad. Doy sin embargo preferencia a la de Pabón p orque la del actual almirante es negativa y la de Pabón positiva; y porque Franco aludió expresamente después a que la reina Victoria había optado por don Juan Carlos. Tuvo que ser en aquel encuentro. Pabón vio en el palacio de la Zarzuela al notario don Antonio García Trevijano, q ue ya gozaba ante don Juan de una especie de privanza. La Reina no residió en la Z arzuela sino en el palacio de Liria, sede de la Casa de Alba. Don Juan visitó a do n Ramón Menéndez Pidal y rezó por José Antonio en el Valle de los Caídos. Durante el año Fra nco se preocupa por los disturbios universitarios y lee con sumo interés (generalm ente con conformidad) el importantísimo libro de Gil Robles No fue posible la paz. El profesor Villar Palasí sustituye al insigne investigador Manuel Lora Tamayo en el Ministerio de Educación. El 29 de abril Pablo VI toma la extraordinaria decisión de escribir una carta a Franco pidiéndole la renuncia al privilegio de presentación , pero Franco cree su deber histórico no acceder al ruego, expresado en términos muy cordiales por el Papa, qu reconoce la grandeza de la obra de Franco. El 7 de ju nio la Guardia Civil detiene al terrorista de ETA Javier Echevarrieta, que muere en la refriega; este hecho desencadena la guerra total entre ETA y España, que du ra hasta hoy, sin distinción de regímenes. El 20 de agosto la URSS inicia la invasión de Checoslovaquia que termina aplastando al primer experimento de socialismo en l ibertad . El 2 de agosto una cuadrilla de ETA asesina al comisario Melitón Manzanas, jefe de la brigada político-social en Guipúzcoa. El 7 de septiembre de 1968 sufre un definitivo ataque cerebral el estadista más admirado por Franco, Antonio de Olíveira Salazar. El régimen portugués logra consumar sin traumas la sucesión en el poder ejecutivo en vida del profesor, pero su suces or, Marcelo Caetano, no conseguirá articular la evolución interna del régimen ni imped irá la desintegración del Imperio, cuyas principales naciones caerán, como había profeti zado Franco, en la órbita soviética. El 24 de septiembre, en Consejo de Ministros, Franco se concentra y consigue otro de sus momentos altos. Con profundo conocimiento sobre el problema, da la r azón a Castiella contra Carrero, que deseaba ceder a las presiones americanas, por lo que el 26 de septiembre de 1968 terminan sin acuerdo las negociaciones entre España y los Estados Unidos para la renovación de los convenios de 1953 y 1963; se inician los seis meses de prórroga estipulados antes de la cancelación. En la fiesta de la Raza, 12 de octubre de 1968, España concede la independencia a sus antiguos territorios del golfo de Guinea; Manuel Fraga Iribarne arría en Santa Isabel la últ ima bandera bicolor y firma con el primer presidente, Macías, el acta de transmisión de poderes. El 6 de noviembre, Richard Milhous Nixon, gran amigo de España, es elegido pres idente de los Estados Unidos. Dean Rus , todavía secretario de Estado, visita de n uevo a Franco en El Pardo el 18. Desde el otoño de 1968 nota con razón Rafael Calvo Se rer , se vio actuar al Príncipe Juan Carlos con gran seguridad, pues hablaba con los ministros como quien se preparaba para gobernar y, por otra parte, le, insinuó cl aramente a su padre que estaba decidido a aceptar de Franco el ser nombrado rey.

Durante el verano, López Rodó aconsejaba al Príncipe que presionase a Franco sobre la designación de sucesor: Si se quiere meter un cerdo en la cochiquera decía con todo re speto , no hay que empujarle hacia dentro, pues entonces se para, sino tirarle del rabo hacia fuera y de esta manera entra flechado . El miércoles 8 de enero de 1969, la prensa española publica unas declaraciones de l Príncipe don Juan Carlos en las que ratificaba su plena aceptación de las Leyes Fu ndamentales y daba claramente a entender que estaba dispuesto a recibir la suces ión de Franco aun si su padre quedaba descartado. El hecho es importantísimo y equiv ale para el Príncipe al paso del Rubicón. Todo había arrancado de una admonición dirigid a al Príncipe por don Juan el 12 de octubre anterior en la que invocaba a tu cariño d e hijo y tu lealtad de príncipe . Pasada la mitad de noviembre, don Juan Carlos, en esa línea, concede unas declaraciones a la revista Point de Vue que pueden provoca r la ruptura con Franco. En tan difícil trance, Manuel Fraga Iribarne y su segundo, Gabriel Ebriaga, pre stan un insigne servicio a la España del futuro. (En agosto de 1977 y en aguas de Mallorca el Rey me confirmó el papel decisivo de Fraga y Eloriaga en este espinoso asunto). Se adelantan a la reacción de Franco: consiguen que un militar afecto a la Casa del Príncipe, Alfonso Armada, y el propio marqués de Mondéjar, jefe de esa Casa, declaren que las opiniones eran apócrifas, y prepa ran, con el periodista Carlos Mendo, las nuevas declaraciones del 8 de enero. El autor de este libro intuyó y publicó, antes de que aparecieran las Memorias de Fraga, que tan hábil solución era de Fraga. Franco se mostró satisfechísimo de la soluc ión. El año 1969 sería, gracias a la intervención de la Reina y la contramaniobra de Fra ga, el año de la sucesión para don Juan Carlos. Cada nuevo año parecía notarse visiblemente en un nuevo escalón la decadencia de Fr anco. En un consejo de ministros a finales de enero de 1969, Federico Silva pasa una nota dramática a López Rodó: 1) Esto se hunde por horas (José Luis Villar Palasí). Pen semos qué hacer. 2) Sí se abre la Universidad, nos coren. 3) Si fracasamos, todo se irá en dirección al bún er. Y el fracaso de la represión no hay que ser un augur para ve rbo . El bún er era la extrema derecha inmovilista. El restablecimiento de las posibilidades de don Juan Carlos después de sus decl araciones y redecbaraciones debe complementarse con la hipótesis muy fundada en div ersos indicios de que en sus contactos directos e indirectos con su padre formali zó con él un verdadero pacto dinástico en el que cada uno de los dos quedaba libre par a adoptar las decisiones políticas que creyera oportuno, pero en todo caso se sacr ificarían para que el mejor situado accediese al trono. Este pacto suponía el sacrif icio de don Juan, que él aceptó con la nobleza que de él se esperaba, incluso por part e de Franco. El pacto se ha confirmado después con certeza. En este contexto conviene seguramente entender la crítica de don Juan a las dec laraciones de su hijo. El 15 de enero, don Juan Carlos ratifica, en conversación c on Franco, su reconciliación con él. Tenga mucha tranquilidad, alteza le dice Franco . N o se deje atraer ahora por nada. Todo está hecho . El Príncipe revelaría fehacientemente que en este instante Franco le propuso virtualmente sucesión. Y él lo aceptó como españo l y corno soldado . Franco, en sus conversaciones íntimas del día siguiente, manifiest a su satisfacción por este encuentro trascendental. El 28 de mayo, impulsado por Laureano López Rodó, Camilo Alonso Vega habla con Fr anco de soldado a soldado, de compañero a compañero, y le pide, primero, su relevo; luego, la designación formal del sucesor; y también el nombramiento de Carero como p residente del Gobierno. Franco no dijo entonces nada, pero al día siguiente comunicó ab vicepresidente su decisión de nombrar sucesor ant es del verano. El comentario de Carrero fue: Ya parió . Aun así, Franco vacila varias veces, cede a las sugestiones de quienes, como Gi

rón y los demás regencialistas, le presentaban el nombramiento del Príncipe como una d eserción. Cuando Carero comunicó a don Juan Carlos que la decisión de Franco era firme e irrevocable a mediados de junio-, el Príncipe manifestó su deseo, que fue aprobado por Franco, de pasar unos días en Estoril, donde, en presencia de doña María y doña Sofía , se concretó el pacto dinástico sin el cual no se explica nada; con él se explica tod o.

La actuación de don Juan en todo este período rindió a la Corona el impagable servi cio de que no se configurase una oposición republicana seria a la alternativa Juan Carlos; porque los republicanos más presentables habían manifestado ya su adhesión a don Juan. El Príncipe estuvo en Estoril, con la Princesa Sofía, del 16 al 23 de juni o. La actual Reina ha contado a Pilar Urbano la decepción que sufrio ante los cons ejeros de don Juan, que la miraban como una especie de hereje y pertenecían claram ente a una época más que pasada. Don Juan repitió a su hijo que Franco iba a nombrarle sucesor y que el Príncipe lo sabía. Don Juan Carlos replicaba, con verdad, que nada sabía oficialmente, pero dejó entrever a su padre que iba a ser el sucesor y que pe nsaba aceptar. Si tú me prohíbes que acepte le dijo hago las maletas, tomo a Sofi y a l os niños y me voy. No puedo seguir en la Zarzuela si en el momento decisivo se me llama y no acepto. Yo no he intrigado para que la designación recaiga en mí. Estoy d e acuerdo en que sería mejor que el Rey fueras tú pero si la decisión está tomada ¿qué le va mos a hacer?. Don Juan replicaba que el Príncipe podría convencer a Franco de que ap lazase la decisión. Eso no está en mi mano fue la respuesta Y si como yo creo se me inv ita a aceptar, ¿qué harás tú? ¿Es que hay otra solución posible? ¿Eres capaz tú de traer la M rquía . En estas palabras de don Juan Carlos y las de Sainz Rodríguez al visitarle poc o después en la Zarzuela como veremos está la prueba del pacto dinástico entre padre e hijo. No cabe otra interpretación. El propio don Juan lo corrobora en sus posteno res conversaciones con Sainz Rodríguez, que citaremos también. Muy poco después del encuentro de padre e hijo en Estoril, López Rodó comunica a Fr anco, con gran sentido político, el argumento que, por confesión expresa del Caudill o, acabará por vencer sus últimas dudas: era necesaria la designación del sucesor en v ista de que el Papa acababa de equiparar el caso español a los problernas de Nigeria, Oriente Medio y Vietnam, con inmediata reacción anticlerica l en la prensa oficiosa española. SEGUNDO APUNTE SOBRE LA TRANSFORMACION DE ESPANA Un aire todos los incluidos iente para

de vísperas se difundía por las primeras semanas de la pausa estival, que españoles tornan ya muy en serio -agitadores y pronosticadores políticos desde que desapareció el hambre y las vacaciones se volvieron moneda corr la sociedad española.

Uno de los efectos sociológicos a largo plazo del 18 de julio es que, de repeti rse, habría que buscarle otro mes. Lo que Franco hizo en otro julio, el de 1969, f ue confirmar aquél y abrirle un camino de futuro; un camino que también ahora tenía no mbre propio. Antes de que ese nombre propio se formulase, un inteligente sociólogo, Amando d e Miguel, escribía en el diario Madrid: Sin que haya cambiado el régimen, se puede de cir que estamos en su última y definitiva etapa: nos hallamos sociológicamente en el posfranquismo. Éste es un momento en el que, después de la tímida etapa líberalizadora que va de Ullastres a Fraga, se recogen velas ante la posibilidad de haber desat ado fuerzas que parecen incontenibles. Es el momento en que Franco no ejerce el poder personalísimo de la misma manera que años ha. Las fuerzas que le apoyan intent an asumir colegiadamente esa última instancia de poder. El poder disuasorio del Ejér cito está más pronto que nunca a actualizarse . Al Ejército no le agradaría esta interpret ación de su poder como disuasorio , pero tal descripción era real. El mismo autor, a quien no se puede considerar ciertamente corno un propagand ista del régimen, transcribía otra opinión en un libro publicado precisamente en 1969:

El activo más importante del sistema actual lo constituyen los veinticinco (más X) año s de paz que un país históricamente acribillado por guerras civiles y violencias val ora por encima de todo... Un éxito positivo que, lógicamente, se ha apuntado al régime n ha sido el desarrollo económico de los últimos lustros. Analíticamente no se puede i nterpretar como una consecuencia necesaria del sistema político, pero en nuestros días es fácilmente convincente el argumento de que el desarrollo lo producen las medidas del gobierno. Realmente esto es así e n todas las situaciones políticas del mundo.

Al embocar el verano de 1969, el desarrollo, iniciado ya a fondo en el II Pla n, se había afianzado hasta convertirse en una realidad que empezaba a parecer con génita del país y, por supuesto, del régimen. López Rodó al subrayar el carácter singular e rreversible del desarrollo español , pudo prolongar hasta la fecha de sus palabras l a permanencia de ese crecimiento acumulativo anual próximo al siete por ciento que parecía amenazado al término del primer Plan. El crecimiento económico decía alcanzado en un año de la última década equivale al de cinco del primer tercio de siglo. El ritmo d e crecimiento de la década de los sesenta revela el formidable esfuerzo del pueblo español para alcanzar, con el sólido apoyo del desarrollo económico, múltiples metas so ciales que no hubieran sido más que inaccesibles ilusiones de no haberse conseguid o los medios precisos. La renta por habitante, que en 1963 era de 450 dólares, ha sido de 980 el pasado año . En julio de 1969 podía ya preverse como inmediata la superación del tope de los m il dólares para aquella renta, los economistas comenzarían pronto a arriesgar todo t ipo de teorías sobre el futuro económico español y un miembro del equipo de la Comisaría , luego ministro de Industria, López de Letona, pronosticaría no mucho después la cota de 2.400 dólares por habitante para el año 1980. No faltarían aguafiestas que añorasen, con sentido histórico tan sospechoso corno e l económico, los niveles relativos de 1930; pero ese mismo U.S.. News and World Re port que había ignorado, como el resto de la prensa norteamericana, toda posibilid ad española de progreso, se extasía ante estos momentos finales de la gran década y ha bla sin rebozos de milagro económico al cortarse la recta ascendente del producto na cional y la descendente del analfabetismo, que roza ya el cinco por ciento cuand o la renta va a lanzarse sobre la cumbre de los mil dólares. Al comenzar el verano de 1969, las cifras de la España deshecha de 1939 se han multiplicado por amplios coeficientes en todos los sectores. La energía eléctrica, d e 18 ilovatios! hora por persona y año, a doscientos; el papel, de cuatro ilos p or persona y año, a cuarenta; el consumo de carne, de diez ilos al año por persona, a treinta; los quince teléfonos que entonces se repartían entre mil espa ñoles son en 1969 ciento treinta; los tres automóviles son en 1969 sesenta y cinc o. Saltan también todas las previsiones ante los índices clásicos del progreso económico : los 13 ilos de ácido sulfúrico para la utilización aparente per capita de 1939 son más de 80 en 1969; los 20 ilos de lingote de acero son 240; los 45 de cemento, 45 0. Al interesado recelo de algunos críticos que añoran e, desde un compensatorio absurdo, la boutade de otros stadística en mano, que el desarrollo español no es el oficiales, sino, al menos en algunos sectores, cuatro

las premisas de 1930, respond que sospechan, corrección e proclamado por las estadísticas o cinco veces supenor.

Economistas más serenos, aunque igualmente originales, rizarán el rizo interpreta tivo, como el profesor Lasuén: La causa del desarrollo económico y social experimenta do por España no es la política actual de desarrollo. Uno y otra han coincidido en e l tiempo, pero el proceso no es resultado de la política, porque ambos son básicamen te consecuencia de un mismo agente causal: el impulso externo. Pero la política de desarrollo no ha sido irrelevante, pues por sus efectos ha hecho posible que se

pueda aprovechar gran parte de ese impulso externo . Lasuén extrae también consecuenc ias sociales de su tesis y habla de una nueva clase, como ya acababa de hacer Ma x Gallo; mientras uno de los primeros economistas jóvenes de la hora, Santiago Rol dán, piensa que 1960 es precisamente el año en que arranca con fuerza incontenible e n España nada menos que la revolución burguesa. La distribución del desarrollo es imperfecta, como todas las distribuciones soc iales; pero no conviene fiar al libre juego económico su potenciación social inevita ble -como quieren algunos desarollístas puros ni anclarse en las injusticias de la distribución para congelar el desarrollo. En diversos saltos, el salario mínimo inte rprofesional pasará a 84, a 96, a 102, a 120, a 136, a 156, a 186 pesetas. Importa ntes sectores de la vida española organizarán sus economías mediante una agregación fami liar muy diferente de la costumbre de otras naciones; también por este aspecto pue de fallar el esquematismo de las estadísticas per capita. El especialista mundial en economía de despegue y del desarrollo, profesor W.W. Rostow, declararía en una visita posterior a España: España, ayudada por su propio deseo de crecimiento y por una política adecuada, por el flujo de turistas que viene a este país y por sus trabajadores -unos y otros han conseguido convertir a los Pirineos en una llanura-, va a conseguir con gran rapidez que desaparezca su diferencia de nivel económico respecto de Europa occidental . Los centros mundiales de una nueva ciencia llamada futurología comienzan a interesarse por las sorpresa s de España. El más prestigioso de todos ellos profetizará que la renta española por hab itante superará a la británica nada menos que en 1985. 0, para decirlo con una expre siva frase de López Rodó, la renta, española de 1969 ha duplicado a la de 1959 . Cierto que la cota de 1969 se alcanzaba con fuerte inflación y alarmante eroSión (400 millones de dólares) de reservas; pero también con impulso suficiente para corr egir esas peligrosas desviaciones en etapas siguientes. El desarrollo de la cultura española no ha contado, por desgracia, con un plan de eficacia, por discutible que fuese, comparable con el económico. El Libro Blanc o para la Reforma Educativa fue un colosal intento, que se alineó junto a la Ley O rgánica del Estado, como la última ilusión del régimen; pero que se ha frustrado en gran parte porque el equipo para realizarlo no logró ni la coordinación ni los apoyos pr ecisos, destruyó innecesariamente antes de edificar y, por otra parte, sufrió las más tenaces embestidas de la subversión y la incomprensión. Aún así, la escolarización en España a todos sus niveles en vísperas de la sucesión no pu ede ni cornpararse con la de antaño; es genéricamente diferente y ya no es un privil egio, sino una necesidad nacional, cuyas realizaciones han multiplicado por cinc o, por diez, por cincuenta, las estadísticas del privilegio. Ante el verano de 1969 el analfabetismo elemental no era en España más que un esp ectro todavía inquietante del pasado y, en definitiva, un problema todavía lacerante e n sus casos concretos individuales y colectívos, pero residual y por extinguir. Lo s fallos más graves estaban -y siguen estando- en la promoción de la cultura, dividi da entre organismos dotados de excelentes deseos y personal muchas veces compete nte, pero sin medios y, sobre todo, sin orientación coordinadora. En el Epílogo de e ste libro ampliarnos y concretarnos datos firmes sobre el progreso educativo y c ultural en la época de Franco. La disociación entre política educativa y política cultural es una aberración permane nte en la vida contemporánea española. Aun así, el crecimiento de la cul tura pudo medirse de forma muy esperanzadora por medio del auge, realmente es pectacular, de la producción editorial, pese a que la tirada de los periódicos sigui era siendo deficiente para los niveles europeos. Las mismas fuentes denigratoria s habituales condenan en bloque las realidades de aquel crecimiento cultural com o punto negro del desarrollo . Menos negruras en una España que en 1969 editaba más de 14.000 títulos (8.202 en 1961) y que había transformado los mil millones de pesetas

exportados en 1961 bajo la forma de libros en 4.011 millones en 1969. Quienes abominan de aquel momento cultural español (cuyas deficiencias no cabe negar) parecen sugerir que los catorce mil autores o traductores de esas obras s on despreciables en bloque. Y no; porque en España escribía una pléyade de generacione s literarias que, por lo visto, habrán de descubrirse, como en otros casos, desde fuera. Corno descubrían ya regularmente desde fuera a la España del desarrollo los t uristas de Europa y del mundo, que al final de la década permitían ya planear la rec epción de tantos huéspedes corno habitantes tenía el país y prever el momento en que Esp aña desbancase a Italia como primera potencia turística, lo que ya ha sucedido cuand o se escriben estas líneas en 2000, con España corno segunda potencia turística del mu ndo. Insistía López Rodó en que el desarrollo español era, además de económico, social. En com paración con la casi ridícula política social de la República, el desarrollo social de l a época de Franco fue desbordante, jamás igualado en la historia de España. Empezó a fun cionar una Seguridad Social más eficaz que nunca; la sanidad pública se extendió a tod as las provincias y el subsidio de paro costaba poco al Estado... porque prácticam ente se vivía en régimen de pleno empleo. tural necesaria para serlo. Nada menos. Para Franco éste había sido el logro más im portante de su régimen . LA SUCESION COMO CUMBRE HISTORICA EN LA VIDA DE FRANCO La realidad que se interpretaba en estas cifras y daba pábulo a estas críticas y a estas teorías (nadie atacaba ni teorizaba el desarrollo español durante las cinco décadas anteriores del siglo, durante las diez del siglo anterior) estaba bien cla ra, en lo esencial, para la mente de Franco cuando a comienzos del mes de julio de 1969 se decidió a emprender, con España, el paso que constituye, en plena decaden cia personal y política, la coronación de su empeño, la cumbre histórica en su vida. Por lo pronto debe fijarse un dato que nadie reproduce; en junio de 1969 y como prólo go para la designación del Príncipe, Franco firmó un decreto de amnistía por el que desp arecían todas las penas en castigo de los delitos cometidos durante la guerra civi l de 1936. Ya no podría repetirse el caso Gnmau. El mes de julio se abre con un doble entremés político a cargo del permanente ene migo de Franco, ese gran español tenaz y tranquilo, conspirador profesional, que s e llamó Pedro Sainz Rodríguez, el cual se presenta en el palacio de la Zarzuela el 9 de julio (con pasmo y sobresalto de Franco) para decirle a don Juan Carlos (con inmediato alivio del Caudillo) que no habrá sucesión, a la vez que insinúa una clara prueba de lo que hemos llamado pacto dinástico: que si llegaba el caso, debería salva rse la situación con una declaración de don Juan en términos que dejaran bien clara la armonía familiar Don Pedro repite el pronóstico negativo sobre la sucesión en Estoril, cuando el e mbajador Giménez Arnau tenía ya la carta en que Franco anunciaba al conde de Barcelo na, con tiempo suficiente para que don Juan demostrase, una vez más, su altura de miras y su capacidad de sacrificio, lo que iba a suceder una semana más tarde. El sábado 12 de julio se celebra la importantísima entrevista final entre Franco y don Juan Carlos: Quiero garantizar la continuidad -dice Franco- y espero de 1 Las mismas fuentes que en el anterior epígrafe sobre los resultados del desar rollo. V.A. que sepa imprimir un aire joven a la vida política española. Ésta es la carta que envío a su padre. No creo que haga falta que lleve la carta alguien que tenga ascendencia en Estoril, para asegurar la buena reacción de don Juan. Una vez desig nado sucesor, no podrá V.A. salir al extranjero sin autorización del Gobierno y, por tanto, este verano no podrá V.A. pasar sus vacaciones fuera de España. Voy a nombra rle general honorífico de los tres ejércitos, pero en el acto de nombramiento vaya V

.A. con uniforme de capitán, puesto que el nombramiento de general se publicará al día siguiente de la jura, el 24 . Este detalle reglamentario es vital para comprender al Franco profundo. El Príncipe, como hizo el día 15 de enero anterior, y por las mismas razones, rei tera su aceptación: Yo estoy para servir a España, ya que a ello me comprometí cuando j uré bandera . Don Juan recibió el 16 de julio las dos cartas: la de su hijo y la de Franco. E sta decía así: Querido Infante: La Ley de Sucesión me faculta para proponer a las Corte s la persona que ha de sucederme. Y, considerando las diversas circunstancias y el sentir del país, me he decidido a llevar la propuesta en favor de vuestro hijo, el Príncipe Juan Carlos. No se me oculta el disgusto que quizá pueda provocarle est a determinación mía. Pienso que en el pecho de V.A. van a pugnar sentimientos contra puestos, pero abrigo la esperanza de que, igual que hizo su padre, el rey don Al fonso XIII, sabrá superar toda cuestión personal para el mejor servicio de la patria . También pienso que tendrá que pasar por encima de la opinión de algunos de sus conse jeros, quienes verán en esta decisión la frustración de sus esperanzas políticas. Pero c reo que ésta es la mejor solución para España y he querido hacérsela saber anticipadamen te. Le saluda cordialmente, Francisco Franco . Esta es la carta más importante y más meditada en la vida de Franco. Refleja y co ncluye toda la historia de sus relaciones con don Juan. Está escrita también desde u n plano dinástico; desde un rey sin corona a otro rey sin corona. Quien la interpr ete en términos de venganza no conoce a Franco. La carta sólo puede interpretarse en términos de una enorme coherencia personal, política e histórica. La carta del Príncipe a su padre, que no se conoce hasta hoy, contiene seguramente la formulación y rec onocimiento de ese pacto dinástico a que venimos aludiendo. Don Juan acató el giro de la Historia. Pérmitió, sí, una reacción polftíca, como estaba c oncertado en ese que hemos llamado pacto dinástico: que si llegaba el caso, debería salvarse la situación con una declaración de don Juan en términos que d ejaran bien clara la armonía familiar , en palabras de Sainz Rodríguez. El 18 de julio de 1969, cuando Franco entrega los tftulos de trabajadores y e mpresas modelo, tiene lugar una entrevista de alto alcance histórico cuyo contenid o hemos desconocido hasta hace muy poco. El Príncipe llama a su profesor de Derech o Constitucional, Torcuato Fernández Miranda, que le visita en el palacio de la Za rzuela para analizar juntos el discurso de aceptación que don Juan Carlos ha de pr onunciar en las Cortes. Además de Carero y López Rodó, sólo dos personas han conocido, d e labios de don Juan Carlos, la noticia de su aceptación: su madre doña María, a quien se la comunicó por teléfono sin clave alguna, y su profesor. Tú sabes le dijo el Príncipe que con toda sinceridad acepto las Leyes Fundamentales que voy a jurar. ¿Cuál es la exacta responsabilidad que asumo con ello?. Está claro que la Monarquía tendrá que pla ntear las cosas de otro modo. No podrá ser sin más el régimen actual, desde el que par to. ¿Quedo encadenado por la situación actual que acepto como punto de partida? Para establecer una Monarquía de todos los españoles ¿no me veré obligado a las reformas nec esarias? Su preocupación -dice Fernández Miranda en su diario- era limpia, clara y n oble, muy honda y sincera. Quería tener clara conciencia de lo que hacía y de los co mpromisos que adquiría. Recibía de Franco una legitimidad que aceptaba, pero la Mona rquía tenía además su propia legitimidad. El momento era para mí de grave y clara respon sabilidad. El segundo párrafo de su discurso, que ganó plenamente a las Cortes y rom pió el hielo inicial, era claro y significativo: Quiero expresar, en primer lugar, que recibo de S.E. el Jefe del estado el Generalísimo Franco la legitimidad política surgida del 18 de julio de 1936 . Hablan de los demás párrafos pero don Juan Carlos volvió a la pregunta esencial: Sí, y o tengo conocimiento -dijo el Príncipe de que la Monarquía exige reformas incluso pro fundas. Pero al jurar los Principios y las Leyes Fundamentales, ¿no estoy adoptand o una actitud falsa o al menos dando esa imagen?. Mi respuesta fue ésta: Al jurar l

as Leyes Fundamentales las juráis en su totalidad por lo tanto también juráis el artícul o 10 de la Ley de Sucesión, que dice que las leyes pueden ser derogadas y reformad as. Luego aceptáis de las mismas esta posibilidad de reforma.

Pero los Principios se declaran permanentes e inalterables cornentó el Príncipe. Es un artículo de esa Ley contesté-el que lo establece y ese artículo es también reform able, pues la cláusula de reforma no establece excepciones. Estás seguro de eso? preguntó el Príncipe. Lo estoy. La Ley de principios consta de dos partes; el enunciado de esos Prin cipios y la ley de tres artículos que los consagra y establece. Esa ley es una de las siete leyes, y a ella se refiere también la cláusula de reforma. i,Por qué se dice entonces que no son modificables? pregunto el Príncipe. Es un añadido que no está en las Leyes respondí . La naturaleza de los Principios se de fine en un artículo de una ley fundamental, la que los establece, y la cláusula de r eforma no establece excepciones. Además está muy claro añadí . Ese artículo 1 de la Ley de P incipios dice que éstos son síntesis de las Leyes Fundamentales, luego si es modific able su texto, es obvio que, modificado éste, queda modificada su síntesis . El resto de la conversación consta de explicaciones complementarias. La opinión d e Fernández Miranda no era la de un leguleyo sino la de un profesor de Derecho Con stitucional que había estudiado a fondo el asunto. La conclusión estaba clara: al ju rar las Leyes Fundamentales con propósito de reformarlas el Príncipe no cometía perjur io, y tenía su conciencia formada perfectamente. Esto es lo que desde 1960 venía exp licando el profesor a su regio discípulo. El 21 de julio Neil Armstrong es el primer hombre que pisa el suelo de la Lun a. Franco preside una sesión del consejo del Reino y otra del consejo de ministros . Parece como si toda la energía histórica derramada a lo largo de su vida se volvie ra a concentrar en esos momentos; como en las operaciones de la guerra civil, Fr anco va a golpear con toda su fuerza en un solo punto. En la referencia, el mini stro Fraga comenta tan emocionada como crípticamente: Pocas veces nos hemos visto t an impresionados por la grandeza histórica de su figura, por la serenidad de su me nte, por su profundo patriotismo y por su extraordinaria serenidad y clarividenc ia . Continuaba Fraga: Hemos enterrado definitivamente las viejas divisiones y pues to punto fmal a la última guerra civil. En estos días se van a poner las pruebas def initivas . López Rodó y el Príncipe, que comenta el caso con el marqués de Mondéjar, llegan indepe ndientemente a la propuesta del mismo título para el Príncipe-sucesor, el usado ya p or Felipe II, y que Franco acepta inmediatamente: Príncipe de España. Esa misma tarde, mientras el país comenta y espera, sólo el diario Madrid cree op ortuno expresar su disconformidad con el proyecto de Franco y proponer la eventu al designación de sucesor a título de regente. Todo el mundo interpreta que se trata de una propuesta punto menos que diplomática ante lo ya decidido por Franco, que se adivina y, sin embargo, se aguarda, tras las medias palabras de Fraga, con en orme interés que se desborda por horas. Durante la fiesta en los helados jardines de La Granja, el 18 de julio, Fraga conoció la declaración negativa de Estoril (criticadísima por doña María, condesa de Barc elona, que subraya la fecha). Don Juan disolvió el Consejo Privado y el Consejo Po lítico, y el 21 de julio se hizo a la mar. Hijo de rey y padre de rey, puso a España por encima de sus raíces y convicciones personales, como todo el mundo esperaba d e él menos los juanistas recalcitrantes que desde muchos años antes le habían cerrado el camino del trono. Los días 22 y 23 de julio de 1969, Francisco Franco va a acudir a las Cortes es pañolas dos tardes seguidas; es su primer doble parlamentario en treinta años. El día 22 propone a las Cortes un proyecto de ley; a pesar de que conserva todas sus prer rogativas, prefiere que sea la Cámara la que, en su presencia y por votación nominal abierta, decída su aprobación. De esta forma, pone todo su prestigio y su influenci

a histórica en la petición del voto favorable que, sin su endoso, no hubiera resulta do, sin duda, tan abrumador. La presencia de Franco en la votación fue impuesta po r Carrero; Fraga lo critica, pero Carrero tenía probablemente razón: sin Franco, las cosas pudieron haberse complicado. La decisión que hoy vamos a tomar -dice Franco a las Cortes contribuirá en gran man era a que todo quede atado y bien atado para el futuro. Esta monarquía es la del M ovimiento Nacional, continuadora perenne de sus principios e institucíones. Ésta es l a propuesta: Al producirse la vacante en la Jefatura del Estado, se instaurará la C orona en la persona del Príncipe don Juan Carlos de Borbón y Borbón , quien, tras la cor respondiente aceptación y juramento ante las Cortes, ostentará el título de Príncipe de España. Uno a uno van cayendo ante Franco los votos de los procuradores; la ley se aprueba por 491 favorables contra 19 negativos y 9 abstenciones. Casi todos los procuradores del Tercio Sindical votaron si , aunque entre ellos se registró el may or porcentaje sectorial de negativas y abstenciones. Votaron no los carlistas vasc onavarros Escudero Rueda, Auxilio Goñi y Ángel Zubiaur; el falangista alicantino Aga tángelo Soler, y el director de ABC, Torcuato Luca de Tena, quienes dieron con su negativa y su presencia un noble ejemplo de fidelídad a España por encima de las divisiones políticas. El voto negativo que más sorpresa provocó fue el d el teniente general Rafael García Valiño. La ley aprobada apareció en el Boletín Oficial del Estado del día 23. En dicha ley se estipulaba que al producirse la vacante a la Jefatura del Esta do, se instaurará la Corona en la persona del Príncipe don Juan Carlos de Borbón quien la transmitirá a sus sucesores. Aceptada la sucesión del título, las Cortes españolas p resididas por el jefe del Estado recibirán su juramento. Inmediatamente ostentará el título de Príncipe de España, con tratamiento de alteza real. El decreto para el ascenso a general del Príncipe se firmó el mismo día 23, pero ap areció el 24 en el Boletín Oficial. Como pidió Franco, el Príncipe acudirá en la tarde del día 23 a la Carera de San Jerónimo con sus tres estrellas de seis puntas. Esa mañana, a las once, un nutrido cortejo presidido por el almirante Carrero Blanco, el ar zobispo de Madrid, el capitán general de la 1 Región, la Mesa de las Cortes... entra en el palacio de la Zarzuela para presenciar la firma del acta de aceptación. Ant onio María de Oriol, ministro de Justicia y notario mayor del Reino, tomó el juramen to a don Juan Carlos en presencia de su esposa, doña Sofia. Firman el acta, bajo l a fe del notario mayor, el presidente de las Cortes, Antonio Iturmendi, y varios testigos, encabezados según el texto del acta por S. A. R. el infante Luis de Bavier a y S. A. R. don Alfonso de Borbón Dampiere . A las siete de la tarde de ese denso 23 de julio, Franco llega ante la escali nata de las Cortes con don Juan Carlos a su lado. Es, con toda seguridad, el mom ento estelar en la vida de Franco, la culminación institucional y personal a la ve z de su obra y de su huella, la soldadura original tras la tragedia, con aquel j uramento hacía más de sesenta años en el patio del Alcázar a una bandera y a un rey. Juan Carlos jura lealtad a 5 .E. el jefe del Estado y fidelidad a los Principios del Movimie nto Nacional y demás Leyes Fundamentales del Reino . Con toda su emoción contenida baj o el mismo hilo de voz que inauguró miles de actos y de obras, Franco rubrica: Qued a proclamado como sucesor a la Jefatura del Estado S. A. R. el Príncipe don Juan C arlos de Borbón y Borbón. Inmediatamente después, el Príncipe se gana de entrada a las Cortes y al país -que verá la escena por televisión con un breve discurso en el que acierta, no sólo en las palabras -eso es casi lo de menos-, sino en el tono firme y sobrecogido p or la responsabilidad histórica que acababa de aceptar. No olvidarán los asistentes aquellas tres frases con las que el sucesor de Franco proclamó su fidelidad al Mov imiento de Franco (quien, al oírle, revivió su pronóstico de instauración plasmado en un a de las noches más dificiles de su vida, una noche salmantina en abril de 1937);

su fidelidad a la dinastía y su fidelidad histórica al propio Franco, de quien toma una de sus más queridas expresiones: la de la propia aceptación de Franco ante la Ju nta de Defensa, en el primer Primero de Octubre. Las tres frases de Juan Carlos son éstas: Recibo de S.E. el jefe del Estado la l egitimidad política surgida el 18 de julio de 1936. Pertenezco por línea directa a la Casa Real española. Estoy seguro de que mi pulso no temblará. El pueblo español, años más tarde, aceptaría y refrendaría que don Juan Carlos, dentro de la más estricta legalidad que había jurado mantener en 1969, supo interpretarla d esde dentro de pleno acuerdo con el nuevo rumbo que el pueblo español deseaba y le pedía. Logró así, primero como Príncipe y luego corno Rey, cuajar una de las operacione s históricas más dificiles de la historia moderna de Occidente. Un periodista de raza, Manuel Blanco Tobío, encontró al día siguiente la fórmula exac ta para resumir lo que era a la vez opinión y deseo de la inmensa mayoría del pueblo español y de toda la clase política y dirigente, unida esta vez sin una fisura: Nos va a salir bien. La crítica más peligrosa que desde entonces se ha hecho a don Juan Carlos, a part ir de su decisión de impulsar a España en un sentido democrático, se ha formulado desd e fuera de la realidad. Conocemos los motivos de la convicción de don Juan Carlos que cumplió con estricta fidelidad ese método para acometer la reforma política de ple no acuerdo con el pueblo español que la aprobó en 1976. Los actos del 22 y 23 de julio entraron en la historia con mayor fuerza radic al que otros más polémicos, menos unánimes y perfilados. Por eso se han formulado ya, en torno a ellos, perspectivas históricas que sólo una poco creíble reversión podría anula r. El profesor socialista francés Max Gallo eleva así la mira tras dar cuenta de la designación de Juan Carlos: El proyecto de los neofranquistas que rodean a Juan Carlos equivale a un Estado donde ya no es necesario aplastar a las oposiciones, porque insertas en el juego conjunto de la mecánica social resul tan totalmente impotentes. De esta forma, el franquismo permitiría a España saltar, gracias a su costosa victoria de 1939, de una sociedad lastrada de revoluciones sociales tipo 1917 a una sociedad de orden y bienestar sin que España conozca -es la etapa que falta la época de las libertades democráticas y del régimen liberal de tip o parlamentario. El primer experto en ternas constitucionales de aquella época, profesor Rodrigo Fernández Carvajal, acuña un comentario revelador: El caso español nos presenta una su perposición muy singular, entre otras cosas porque es perfectamente deliberada y c onsciente y se va reflejando en el derecho escrito. Se trata de injertar una mon arquía limitada en el tronco de una dictadura constituyente y de desarrollo; o si se quiere renovar la metáfora, se trata de utilizar esa dictadura como vehículo que ponga en órbita a una monarquía limitada. No puede ser más oportuna la nueva metáfora ant e la simultaneidad de la designación de Juan Carlos y la conquista de la luna. Por último, José María Pernán, en uno de sus momentos expresivos más felices, firma est e comentario magistral: El general Franco ha logrado cuanto ha querido de los esp añoles; y uno de sus más dificiles milagros ha consistido en crear en torno a la ins titución monárquica una atmósfera anuente que va desde el asentimiento resignado al en tusiasmo lírico... El que mejor podría certificar eso es el propio Generalísimo Franco . El quiso montar una operación dinástica personalísirna en torno a un padre y un hijo , solicitando de cada uno de ellos cometidos dispares que exigen toneladas de di screción y de silencio. Esto sólo puede concebirse cimentado sobre uno de los presup uestos más clásicos y más dificilmente convincentes para una mente joven y pragmática de la institución: esa especie de patriotismo fisiológico que nace de una identificación de la vida pública con la vida privada. Con este lubrificante ha podido montar, m

as que una sucesión clásica, una adoptio a la romana, a nivel de nieto con dos abuel os; uno para suministrarle el prestigio de la historia y otro para suministrarle el prestigio del presente. El Generalísimo ha podido comprobar hasta dónde puede op erarse políticamente con desenvoltura teniendo como materia prima personas de esti rpe regia. Ha contado con un barro dócil y blando, que sólo se logra, casi carismática rnente, cuando la biografía se convierte por sí misma en historia. Y Pemán era entonces . No se olvide, el último Presidente del recién suprimido Consejo Privado de don Jua n de Borbón. Hemos preferido reproducir aquí, con toda fuerza, estos importantes testimonios que se publicaron varios años antes de la muerte de Franco, a raíz de la designación del sucesor. Como ya hemos indicado, Franco intuía que don Juan Carlos, sin violac ión alguna de su lealtad, marcaría rumbos diferentes a la nación. El 23 de julio de 19 69 había marcado la cumbre histórica de su vida . 1 Las fuentes esenciales para este epígrafe y para el anterior sobre el pacto d inástico son: los citados libros de M. Fraga Iribarne Memoria breve..., Laureano Lóp ez Rodó La larga marcha... y el mío Don Juan de Borbón; el importantísimo de Pilar y Alf onso Fernández Miranda Lo que el Rey me ha pedido, también citado; el de Pilar Urban o La Reina, Barcelona, Plaza y Janés, 1996; y el de J. Pabón Páginas de unas memorias perdidas, Madrid, 1995, a cargo de C. Seco. Sinceramente creo que ante la Histor ia definitiva éstas son las fuentes necesarias y suficientes, junto con los tantas veces citados libros de Franco Salgado. Los últimos años de Franco fueron de angustia y agonía por su salud deteriorada, au nque él lo disimulaba con alardes de fortaleza deportiva. Hoy conocemos con detall e toda la verdad. Capítulo 13:La larga agonía y la prolongada muerte de Franco EL ESCANDALO MATESA Y SUS CONSECUENCIAS La designación de don Juan Carlos a título de Rey en julio de 1969 había marcado la cumbre histórica en la vida de Francisco Franco. Desde entonces la caída personal y política del Caudillo fue tan abrupta que todo lo que sucedió hasta su muerte se pu ede considerar como una larga agonía, personal y política, hasta el 20 de noviembre de 1975. Ya hemos visto cómo la salud de Franco empeoraba por momentos, en virtud de las afecciones bucales y la enfermedad de Par inson, que le redujeron a un es tado casi crítico, visible para quienes le rodeaban y trataban. Pero en su sentido etimológico agonía significa lucha, combate. Franco, que conocía su situación, se empeñó en esa lucha, en esa agonía. No principalmente por aferrarse al poder sino sobre tod o por su condición congénita de ni ceder jamás ante el acoso del enemigo, de cualquier enemigo. Y la primera manifestación de esa agonía en el plano político fue el desgrac iado asunto MATESA. En efecto, no se han apagado todavía las emociones de la sucesión cuando estalla, en ese mismo verano, el asunto Matesa, suprema muestra de la degradación del régime n. López Rodó trata de soslayo el gravísimo tema. Yugulada la acción de la justicia por una inconcebible decisión política, de la que Franco no podrá eludir su responsabilida d histórica, el problema Matesa no ha sido zanjado ni explicado todavía jurídica ni po líticamente. Desde el punto de vista histórico, la solución está mucho más clara. No es ob jeto de este libro analizar el caso; pero sí presentarlo y extraer las conclusione s básicas. El 13 de agosto de 1969 el diario ABC daba estado público a la cuestión. Políticame nte el problema se había iniciado dos días antes del nombramiento del Príncipe, en un consejo de ministros donde el titular de Hacienda, Espinosa, trató de quitar impor tancia a unos alarmantes rumores sobre las actividades del señor Vilá Reyes; el tema fue traído a una comisión delegada anterior por el ministro Solís tr as un viaje a Barcelona. El ministro dejó a Fraga, secretario del Consejo, unas no tas para ser incluidas en el acta, no sometida a aprobación hasta el consejo sigui ente. Matesa (Maquinaria Textil del Norte de España) era una sociedad controlada por

Juan Vilá Reyes, un gran industrial catalán, carismático y poco amigo de formalidades burocráticas, pero nada parecido a la imagen del estafador que se le ha querido ap licar; en todo momento, sin el menor conato de huida, hizo frente a sus responsa bilidades. Era un soñador con cualidades innatas de seducción y con dotes evidentes de capitán de empresa. Muy relacionado con el Opus Dei, utilizó las conexiones personales con diversos miembros de la Obra, dentro y fuera del gobierno, para tejer un inmenso negocio de exportación de sus telares, basado muchas veces en vacíos y ficciones; y se apro vechó desmesuradamente de las facilidades de la desgravación y del crédito a las expor taciones no fue él solo, ni mucho menos con evidente negligencia por parte de miembr os del Gobierno que más o menos conocían el caso y no lo vigilaron suficientemente n i lo cortaron a tiempo. La base del negocio, y de la defraudación al Estado, era un telar sin lanzadera cuya licencia importó Matesa, y del que se exportaron miles de unidades, vendidas muchas veces a filiales de la propia Matesa en el extranjero para cobrar de est a forma las subvenciones por desgravación y otras ayudas. La cifra más manejada para la defraudación oscilaba en torno a los once mil millones de pesetas, una bagatel a frente a los casos más flagrantes de la futura corrupción española, pero en todo cas o muy considerable. No fueron Fraga y Solís quienes arrojaron el asunto a la opinión pública, sino el p ropio Espinosa, que según Fraga perdió los nervios y entregó el tema al Tribunal de De litos Monetarios. Fraga siguió desde el primer momento una norma: Justicia y barbas derechas; se lo anuncié a Franco en un breve despacho . En el consejo de ministros del 14 de agosto, en Galicia, los ministros económicos defendieron la tesis de ech ar tierra al asunto; pero prevaleció tesis de luz y taquígrafos, que era la de Fraga . A petición del ministro de Marina, no se aprobó la inclusión en el acta de la sesión a nterior de los dos folios que luego tanto se han esgrimido contra Fraga. Desde e se momento, el asunto Matesa se politizó. El grupo Solís-Fraga lo esgrimió contra los tecnócratas; éstos convencieron a Franco de que el problema era sobre todo un proble ma de prensa. El problema Matesa, convertido ya durante el verano en todo un escándalo, desmo ralizó y anonadó a Franco, quien por una parte deseaba ser fiel a sí mismo e impulsar la acción de la justicia; y, por otra, se sentía internamente muy debilitado por el tratamiento de su enfermedad y quería preservar el sentido de autoridad amenazado para su Gobierno por el descrédito público. Tuvo que ser muy fuerte en su ánimo la pre sión del almirante Carrero, decidido a disimular el asunto, y de Gregorio López Brav o, sobre quien recaía parte importante de las presuntas responsabilidades y que go zaba de una profunda admiración por parte de Franco, quien veía en el inteligente mi nistro un arquetipo de la nueva generación política del régimen y distinguía a López Bravo con un afecto casi paternal. Mal comienza otoño ... escribe Fraga el 29 de septiemb re de 1969. Franco, básicamente bien intencionado (como demostró en los consejos de L a Coruña y San Sebastián), sigue en su curva descendente, sobre todo de la voluntad (consecuencia conocida de la medicación en los casos de Par inson) y está cada vez más presionado; el gobierno, pública y notoriamente dividido, carece de autoridad, y por supuesto de iniciativa; los problemas exteriores se agravan; la Iglesia, div idida y distanciada; el tema sindical, cada vez más dificil . El 11 de octubre Franco se pronunciaba, en sus confidencias, sobre el asunto Matesa. Daba claramente marcha atrás; se alineaba con quienes querían enterrar el es cándalo, que ya se convertía en el gran escándalo de la historia del régimen. Hay que rec onocer decía que por parte de los elementos responsables estatales puede haber descu idos o negligencias en el control de un negocio de tal magnitud. Creo, también, qu e los bancos no han estado a gran altura en este asunto, y uno de ellos ha sido el de España; por ello se ha procesado a su presidente, que no impidió hacer las for tunas realizadas por no contar con una acertada información. En fin, se exigirán las responsabilidades que procedan, debidamente comprobadas, sin tolerar que los en emigos políticos del régimen intenten aprovecharse de este desgraciado asunto para d

esacreditarlo, armando el consiguiente escándalo . Todavía en esta confidencia Franco se aferra a su sentido de la justicia, aunqu e deja entrever su deseo de inhibición; pero poco a poco ésta irá triunfando en él graci as seguramente a las fortísimas presiones que se ejercieron sobre su voluntad desa rbolada. El 1 de julio de 1970 Fraga anota que José María Gil Robles acepta la defen sa de Juan Vilá Reyes; el antiguo ministro de la Guerra obtiene al fin la ocasión de medirse con su antiguo jefe del Estado Mayor Central. Unos días después, según Fraga, cuando las Cortes han informado ya sobre el escándalo, todos se p reguntan qué hará Franco; puesto que tras el informe de las Cortes la pelota está en s u campo. No hará nada . A primeros de octubre, el presidente del Tribunal Supremo comunica a Fraga un comentario de Franco sobre el caso: Ya se ha demostrado que funciona la Justicia ... Ahora vamos a parar, porque tampoco hay que pasarse . El colofón a tan triste tr ayectoria será la manifestación trucada del 1 de octubre de 1971, organizada por el sector tecnocrático del gobierno para arrancar de Franco el indulto que pusiera fi n a las responsabilidades por el caso Matesa. Se trata seguramente del momento más bajo moralmente y más vergonzoso en la historia del régimen, que se posa de esta fo rma en el fondo de la degradación. El gobierno se indulta a sí mismo , dirían los comenta rios de la época. En rigor, Franco no fue muy forzado para conceder ese indulto. Una fuente seg ura informa a Fraga, poco después de la citada manifestación, sobre su comentario: Si por razones políticas he tenido que indultar a los asesinos de ETA, ¿por qué no puedo hacerlo con buenos colaboradores, que simplemente se han equivocado o pecado de negligencia? José María Gil Robles propuso a Franco como testigo de la defensa, no como jefe d el Estado, sino como jefe del Gobierno. La Sala rechazó la propuesta y naturalment e Franco no declaró. Gil Robles sabía que tal declaración era imposible. Lo que preten dió fue implicar a Franco y a su régimen en el escándalo; más que una prueba jurídica, lo que pretendía era una venganza histórica. No hacía falta. En descargo de Franco, para todo este asunto sólo puede decirse, primero, que evidentemente él no tenía la menor i mplicación personal en el tema; y que cuando le estalló el tema entre las manos, él ya no era casi Franco. Las presiones y sus reflejos de autoridad vencieron a sus r eflejos de justicia. Matesa le dejó hondísimamente afectado. Y su régimen no se recupe raría ya nunca del trauma. Hemos preferido no interrumpir las reacciones de Franco ante el caso Matesa antes de evocar la consecuencia más importante del escándalo: la crisis Matesa de 29 de octubre de 1969, que constituye la decisiva derrota de Franco por el eq uipo Carrero. Ausente Fraga de un consejo de ministros a primeros de septiembre de 1969, Franco le critica como responsable del escándalo ante el desmadramiento d e la prensa; Franco cedía, pues, a la tesis Carrero. Tras la recepción del 1 de octubre, que el Príncipe preside junto a Franco en el palacio de Oriente, don Juan Carlos dice a López Rodó que ha encontrado a Franco muy decaído y que su declive puede ser un proceso rápido . Ante las oleadas de fango que l legaban cada vez más cerca de Franco por el caso Matesa, el Príncipe comenta: Ahora e s mejor no implicarme . Desde el 9 de octubre, Carrero ha convencido a Franco de q ue haga la crisis; pero por primera vez en la historia del régimen ya no será una cr isis Franco, sino una crisis Carrero. El almirante lee a Franco, que escucha ine rte, un largo informe sobre la situación política, que es por sí mismo una trágica prueb a de la impotencia y la degradación del régimen. Carrero acusa a Solís de tener en sus manos un aparato paralelo de poder; y a Fraga de escandalosa politización del caso Matesa, que no era un delito, sino un lamentable error. Acusa a Castiella de ant iamericanismo.

La Ley de Prensa, para Carrero, es una escalada contra el modo de ser español y contra la moralidad pública . Desde ese momento, Carrero cerca y abruma a Franco; no le deja resquicio para reaccionar ni para imponer el equilibrio interior que ha bía sido siempre su norma. Carrero y su equipo mantienen una guardia permanente an te el despacho de Franco. La crisis reventó por fin el 29 de octubre de 1969. El n uevo gobierno, controlado por Carrero, era un gobierno monocolor que se empeñó en di sfrazarse de pluralista. Fue su vicepresidente Torcuato Fernández Miranda; López Bra vo pasó a Asuntos Exteriores; Fraga, Solís y Castiella cesaron. En las historias del franquismo podrá encontrar el lector detalles sobre un gob ierno que desde el punto de vista histórico interesa menos; porque no es un gobier no de Franco, sino un gobierno de Carrero. En una sesión del Consejo Nacional del Movimiento el 15 de diciembre siguiente, Fraga reaparece con un duro ataque cont ra el inmovilismo y una proclamación sobre la necesidad de una política de centro, q ue evite los bandazos históricos de la política española. Franco dedicará, en sus últimas confidencias, duros ataques a su anterior ministro de Infonnación; y los editores de esas confidencias han suprimido de ellas otras críticas de Franco contra Fraga todavía mucho más duras. Franco se quedaba solo, aprisionado en la red de Carrero y los hombres de Mat esa. Su reacción se manifestaba en el silencio; dejó de contestar a dos cartas que p or entonces le escribió el fundador del Opus Dei, Josemaría Escrivá de Balaguer; compr endió, muy tarde, que el Opus Dei no era la masonería blanca con que él había soñado, sino que otros de sus miembros formaban también en plataformas enemigas de su régimen y serían capaces de pactar con el mismísimo Partido Comunist a; y reaccionó terriblemente contra Carrero y contra el cerco a que le sometía poco después del asesinato del almirante. Pero, desde la crisis Carrero-Matesa, Franco se adentraba cada día más en su silencio, en su impotencia y en su soledad. Terminab a pues el año 1969. El declive de Franco se demuestra por el carácter espaciado y esotérico de sus co nfidencias; por la lejanía personal en sus apariciones y en sus intervenciones públi cas. El 25 de noviembre de ese año Fraga asistía a una cacería junto a Franco. Le encue ntro -dice viejo y distante, triste y solo; aun así, me dirige una sonrisa luminosa , como de profunda lamentación . En su mensaje de fin de año, Franco repite su frase cél ebre: Todo está atado y bien atado . Para Fraga, en el año 1969 comienza el posfranquis mo; y Franco es ya ininteligible para la nación ~. 1970: FRANCO ANTE EL PROCESO DE BURGOS El declive de Franco se acelera en los años siguientes; en todo el año 1970 su co nfidente sólo anota dos entradas de diario, en marzo y abril, sobre temas lejanos; en 1971 una, en enero, y los cuadernos terminan entonces mismo, por agotamiento . Ante la retracción de Franco, el almirante Carrero podía asegurar el control políti co del régimen, pero era una incógnita ante el horizonte. Sus ministros manifestaban la necesidad de seguir como fuese durante unos años; y luego ya se vería. La única co nsigna del régimen que iba agotándose con Franco y había expulsado a los aperturistas er a permanecer. Al iniciarse el año 1970, desaparecía hasta la sombra del viejo SEU, y la Universidad quedaba políticamente a la deriva, dominada por los grupos de extr ema izquierda y por el desconcierto general de los estudiantes. Sin embargo no c onvienen exagerar. La Universidad de los años setenta no era sólo la disidencia. Dur ante aquellos años me dediqué intensamente al estudio en tres Facultades diferentes donde la mayoría de los estudiantes trabajaba con 1 Sobre MATESA sigo muy de cerca de Fraga, como le seguí muy de cerca entonces, hasta llegar al convencimiento de su sinceridad y su alta intención patriótica en t odo este asunto. Sus actuaciones se reflejan en el citado libro Memoria breve... , p. 25 ls. López Rodó en La larga marcha..., op. cit., comunica en informe Carrero.

Deben consultarse Eduardo Alvarez Puga Matesa, más allá del escándalo, Barcelona, Dop esa, 1974 y Mariano Navarro Rubio, El caso Matesa, Madrid, Dosat, 1979. Interesa ntes los comentarios de Franco al final de las Conversaciones de Franco Salgado. seriedad, ajenos a las algaradas políticas. Luego se ha impuesto la simplificac ión, que históricamente resulta casi enteramente falsa. Cuando Fraga visita a Franco el 21 de enero de 1970 para agradecerle la Gran Cruz de Carlos III, concedida después de su cese, Franco se emociona casi hasta las lágrimas; me dice que la actual situación será no por mucho tiempo; en la franca entr evista me confirma que le han forzado la voluntad y que está lleno de dudas . Es un testimonio precioso que confirma cuanto acabamos de insinuar sobre la actitud pr ofunda y aislada de Franco en torno a la crisis Matesa. Al comenzar el mes de febrero de 1970, el Príncipe de España, en un arriesgado y calculado movimiento concede unas declaraciones a la gran prensa de los Estados Unidos tituladas así por ella: Juan Carlos promete un régimen democrático . El Príncipe tom aba así distancias políticas del régimen; y mantenía contactos con Estoril un almuerzo co n Areilza que motivaron un claro distanciamiento y una dura reprensión de Franco: Ya lo sabe, alteza: o príncipe o persona privada Ante esta situación, Franco no puede por menos de tolerar un auténtico acoso que se monta desde el entorno familiar del palacio de El Pardo contra el palacio de la Zarzuela. La operación está dirigida por doña Carmen Polo de Franco, que llega casi al paroxismo cuando su nieta Carmen entra, poco después, en relaciones con don Al fonso de Borbón Dampierre. Desde el palacio de El Pardo se prodigan a los Príncipes las provocaciones y la s humillaciones; como si se pretendiera que abandonasen. El aguante de don Juan Carlos y la prudencia de doña Sofía, quienes sabían que el tiempo trabajaba a su favor , ganaron la batalla; contaban con el Franco profundo contra el Franco superfici al, cada vez más dominado por su familia desmandada por primera vez. En este contexto hay que describir los últimos contactos del Príncipe con Franco, durante estos años finales, a los que se refirió don Juan Carlos en la memorable en trevista difundida a través de la BBC-TV en febrero de 1981. Contaba el ya Rey que pidió a Franco entonces asistir a los consejos de ministros para adquirir experie ncia. Franco le contestó que no, porque V.A. tendrá que hacerlo de manera bien difere nte . El Franco profundo comparece en los últimos párrafos de sus conversaciones íntimas muy firme en lo acertado de su reciente decisión sucesoria, muy criticada por Sal vador de Madariaga y por Santiago Carrillo. A primeros de abril, Federico Silva se harta de figurar como tapadera en el g obierno de la crisis Matesa y se marcha. Había quedado impresionadísimo por un desma yo de Franco junto a él durante un viaje de inauguraciones. Cuando poco antes don Juan Carlos persiste, ahora en el plano interior, en su trayectoria independient e, López Rodó le advierte: No juegue, alteza . Pero el Príncipe manifiesta ya entonces al go que era para él como una segunda naturaleza, ante las experiencias de su abuelo Alfonso XIII y luego su cuñado Constantino de Grecia: Yo estoy dispuesto a no irme pase lo que pase. Naturalmente no puede preverse el estado de ánimo en que uno se encontraría si vienen mal dadas pero ya he hablado con la Princesa y estamos decididos a no irnos, ni nosotros ni nuestros hijos. E sto nos dará, seguridad; no se atreverán a matar a unos niños . Desde la perspectiva de 1970, pues, puede comprenderse mejor la actitud del Rey el 23 de febrero de 1981 . El general De Gaulle visita a Franco en el palacio del Pardo a primeros de ju nio de 1970 y se muestra profundamente impresionado por la personalidad de Franc o; ése es su comentario serio, sazonado por el que comunica en Toledo a Gregorio M arañón: El salmón, buenísimo; pero qué viejo está Franco A finales de ese mes, el 30 de junio de 1970, los esfuerzos de Alberto Ullast

res, embajador ante el Mercado común, consiguen un éxito de primera magnitud: el Acuerdo Preferencial que firma España con la Comunidad Económica Europea, en c ondiciones más favorables para España que las que recibió al integrarse definitivament e en el organismo. Leopoldo Calvo Sotelo, muy próximo entonces a Fraga, convoca una gran cena aper turista en su casa, donde todo el mundo aceptaría el liderazgo de Federico Silva M uñoz como cabeza de oposición al inmovilismo gubernamental. Pero Silva se retrae y p oco después acepta cargos importantes en las empresas estatales. Fue, sin duda, un a gran ocasión perdida. Ya en el verano, a primeros de agosto, eliminado Castiella , Gregorio López Bravo firma sin problemas el convenio de amistad y cooperación con los Estados Unidos. El nuevo Gobierno Carrero se plegaba con suma facilidad a las exigencias de N orteamérica, cuyo embajador en Madrid, Robert Hill, actuaba como una especie de pr ocónsul. Poco después, el presidente Nixon, en octubre de 1970, pagaba el favor con un viaje a España en el que se deshizo en elogios del gobierno tecnocrático. Castiella denomina a Franco, en sus conversaciones de la época, el c ansado En sabrosas conversaciones con Fraga, Juan Rosón le cuenta muchas intimidades d e Televisión Española, utilizada por su director Adolfo Suárez al margen de su ministr o Sánchez Bella, en servicio de los designios del almirante Carrero. Desde mediado s de agosto, se abre el sumarísimo 311/69 que se montó como un proceso del régimen con tra la ETA; sirvió paradójicamente para resucitar a la ETA y se transformó en una espe cie de proceso internacional contra el régimen, gracias al aparato de propaganda e xterior del Partido Comunista puesto al servicio de la organización terrorista vas ca. Tampoco es ahora ocasión de trazar los detalles del proceso, sino de subrayar n uevamente el retraimiento de Franco. Hubo, con este motivo, una intensa agitación de la juventud militar, sobre todo en el Arma de Caballería. El consejo de guerra celebrado en Burgos sufrió toda clase de presiones -desde el Papa Pablo VI al prop io gobierno Carrero para que no dictase sentencias de muerte. El clamor de la izq uierda europea se hizo ensordecedor. Seis acusados son condenados a muerte, pero Franco decide conmutar a última hora las sentencias. La ofensiva exterior se desv anece, pero no se cancela. Simplemente se aplaza1. 1971, LA ASAMBLEA CONJUNTA El problema personal con el que tuvo que enfrentarse Franco en el período final de su vida fue el programado y tenaz despegue de la Iglesia respecto de su régime n, del que había actuado a partir de 1936 no sólo como un pilar sino como el primer pilar. No puedo ahora entrar en detalles de este hecho capital, que he estudiado a fondo en trabajos monográficos. Ya sabemos que la Iglesia había apoyado sin vacil aciones, en España y en Roma, al movimiento cívico-militar de 1936 al que consideró ofic ialmente como plebiscito armado . También hemos visto cómo el arzobispo primado Pla y D eniel salvó en 1945 al régimen de Franco acosado por los vencedores de la guerra mun dial. La identificación de la Iglesia con el régimen ¡ Sobre el proceso contra ETA en Burgos cfr. mi Historia del franquismo vol. II , con indicación de todas las fuentes. Para las relaciones de ETA con los comunist as ver mi libro Carrillo miente, op. cit., p. 382s. se mantuvo hasta el Concilio Vaticano II, inaugurado en 1962. En plena época de l Concilio, es decir en 1963, el Papa Juan XXIII fue sustituido por el cardenal Montini, Pablo VI, identificado con la Democracia Cristiana de Italia y muy opue sto al régimen de Franco. Durante el Concilio se produjo una verdadera transformac ión de la mayoría del episcopado español que por expresas orientaciones pontificias in ició el despegue a partir de 1966. El encargado de realizar a fondo la operación fue el enviado de Pablo VI, el Nuncio Luigi Dadaglio -que figuraba en las listas ma

sónicas de Mino Pecorelli

y llegó a España con esa misión en 1967.

El instrumento principal de que se valieron Pablo VI y Dadaglio para converti r a la Iglesia española en foco principal de oposición al régimen de Franco fue el nue vo arzobispo primado de Toledo, don Vicente Enrique y Tarancón, cuya carrera episc opal estuvo refrendada por cuatro nombramientos con la firma de Franco. El despe gue de la Iglesia frente al régimen se facilitó por la profunda crisis de la princip al orden religiosa de la Iglesia, la Compañía de Jesús, durante el generalato del padr e Pedro Arrupe, elegido el 22 de mayo de 1965. Desde entonces los jesuitas español es, muy pronto dominados por una minoría progresista, se convirtieron en una fuerz a secreta pero eficacísima contra el régimen de Franco, contribuyeron a la penetración del partido comunista al que algunos de ellos dieron su nombre y a la creación del sindicato comunista Comisiones Obreras. Los jesuitas españoles fueron, además, deter minantes en la exportación a Iberoamérica de los movimientos cristiano-marxistas Teo logía de la Liberación, Cristianos por el Socialismo e Iglesia Popular. A fines de febrero de 1969 los afanes de Dadaglio habían logrado ya la creación d e un bloque progresista en la Conferencia Episcopal española, muy próximo ya a la mayo ría, que conquistaron poco después. En 1971 (con el visto bueno de Franco) el carden al Tarancón, arzobispo de Toledo, fue nombrado arzobispo de Madrid a la muerte del anterior titular, don Casimiro Morcillo (que sufrió un auténtico y callado martirio ) y poco después asumió la presidencia de la Conferencia Episcopal. Ni Franco ni Car rero alcanzaron a comprender todo el trasfondo político de estos acontecimientos; yo me interesaba mucho ya por entonces en la evolución oculta de la Iglesia española pero hasta 1973 no pude comunicar mis primeras conclusiones al almirante, que s egún me dijo las comentó inmediatamente con Franco. Pero no eran más que unas primeras conclusiones, en las que después he profundizado hasta encontrarme con sorpresas que jamás pude imaginar. Al comenzar el año 1971, y durante sus primeros meses, mientras Franco y su régim en mantienen el ritmo descendente de su declive, se producen importantes acontec imientos que pertenecen más bien a la historia de la transición. A fines de enero de ese año, los Príncipes se ganan a los principales dirigentes norteamericanos en el E stado y en la sociedad durante el viaje que provoca este significativo comentario de Laureano López Rodó: Los observadores de todo el mundo se dan cuenta del apoyo am ericano a la solución sucesoria del régimen. Muy poco después, el presidente Nixon encarga al jefe adjunto de la CIA, genera l Vernon Walters, una misión cerca de Franco para sondearle sobre el futuro. Franc o convenció al emisario de que la sucesión y la transición transcurrirían ordenadamente; que el Ejército estaba con él y con el Príncipe; y que el presidente podía estar tranqu ilo sobre la futura paz de España cuando el Caudillo desapareciese. La misión Walter s es uno de los hechos capitales de la historia de la transición, como lo es su en garce con la historia del régimen. No por desconocido deja de ser éste uno de los mo mentos estelares de la vida de Franco, quien por entonces había dado ya las corres pondientes instrucciones para que se tolerase el establecimiento de un Partido S ocialista clandestino aún, pero no especialmente perseguido en una España que ya estab a, como han dicho Amando de Miguel y Manuel Fraga, en el posfranquismo. En cambio, el afianzamiento de Ruiz-Giménez en aquella época como candidato de ce ntro-izquierda, apoyado incluso por el Partido Comunista, a la sucesión política del régimen no sólo le comprometió personalmente para el futuro, sino que, como anota agu damente Fraga, hizo imposible la implantación de una democracia cristiana con voca ción mayoritaria en España. En el año 1971, mientras nacía muerta una nueva Ley Sindical, los obispos de España se dirigen a sus fieles nada menos que tres veces seguidas. Moría poco antes del verano de 1971 un compañero de Franco: el capitán general Camilo Alonso Vega. En jul io de 1970, había muerto el también capitán general Muñoz Grandes. Franco estaba cada ve z más solo, y a veces se le escapaba el presentimiento de su no lejana desaparición.

A mediados de septiembre se celebraba en Madrid, tras prolongada preparación táct ica y estratégica, la Asamblea conjunta de sacerdotes y obispos que trata de conde nar con reprobable sentido antihistórico y político la actuación de la Igle sia durante la guerra civil; y marca de forma definitiva el despegue de la Ig lesia respecto del régimen. En una actuación calificada por él mismo como golpe de mano , Roma había colocado en la sede de Madrid al cardenal Vicente Enrique y Tarancón el 28 de mayo de 1971. Lo grave es que el consejero del cardenal era un jesuita soc ialista radical, el padre José María Martín Patino, que deseaba orientar a la Iglesia en ese sentido. Este repudio de la Cruzada, por parte de la Iglesia sucesora de aquélla que la había proclamado, precede por pocas semanas a la vergonzosa manifestación organizada por el gobierno Carrero -que era todavía nominalmente un gobierno Franco- el día 1 de octubre, con el fin de pedir a Franco el indulto para los encausados en el ca so Matesa. Ya nos hemos referido a tan triste episodio, que marca el grado más alt o de manipulación de Franco a manos de sus presuntos fieles. Entre los más duros comentarios al caso, figuran los de Rafael Calvo Serer y lo s del fantasmal gobierno de la República en el exilio. Una de las consecuencias fu e el cierre definitivo del diario Madrid tras una orden de Carrero al ministro d e Infornación, Sánchez Bella. El año terminaba con el anuncio del compromiso matrimonial de la nieta de Franc o con don Alfonso de Borbón Dampierre. Franco ha excluido a Fraga de la lista de c onsejeros nacionales; hojea su libro El desarrollo político que le llevó el almirant e Nieto Antúnez, pero lo critica indirectamente en su mortecino mensaje de Navidad ; y, como resume el propio Fraga, Franco seguía descendiendo en nivel vital, pero i gualmente terco en cuanto a la necesidad de reformas políticas . Y poco más abajo: Todo s los que lo ven (a Franco) confirman que se agravan los temblores de su mano y de su vista. Por todas partes hay una conciencia de una crisis profunda y de una ausencia de liderazgo . Sin embargo el desarrollo económico y social de España no se i nterrumpe; a fines de 1971 se aprueba el III Plan de Desarrollo, vigente y efect ivo hasta la misma muerte de Franco. 1 Sobre la Iglesia española y la Compañía de Jesús en relación con el régimen de Franco v er mis libros Las Puertas del Infierno y La Hoz y la Cruz, Madridejos, Fénix, 1995 y 1996. El libro esencial del general V. Walters es Misiones discretas, Barcelo na, Planeta, 1978. Relaciones de la Compañía de Jesús y el PCE en mi libro Carrillo mi ente, op. cit., p. 1994. La Asmblea Conjunta mereció un importante tomo de documen tos en la BAC, Madrid 1971. Creo que la información sobre el caso en mi libro cita do La Hoz y la Cruz contiene datos sorprendentes. EL ACOSO DEL PARDO A LA ZARZUELA EN 1972 A lo largo año 1972, el declive físico de Franco llegaba a extremos casi increíbles . El autor de este libro le visitó más de una vez. Franco se mantenía enhiesto, saluda ba con cordialidad y a veces con emoción, escuchaba con señales de enterarse a fondo , pero respondía de forma monosilábica, si bien revelaba en la hondura de su mirada que su disminuida comunicación era muy inferior a su vida interior. En los consejo s de ministros, sus intervenciones eran balbucientes. Al frente de la familia, d oña Carmen Polo de Franco apretaba el cerco a los Príncipes en el palacio de la Zarz uela y vivía momentos de exaltación inconcebible con motivo de la boda de su nieta C armen con don Alfonso de Borbón Dampierre. Al concertarse la boda, la familia Franco trató de recabar informe favorable de l Consejo del Reino, como para preparar un enlace regio. Don Alfonso y doña Carmen Polo pretendían el reconocimiento oficial, por parte de Franco, de un título insólito : príncipe de Borbón, con tratamiento anejo de alteza real. Don Juan Carlos vuela a Estoril; es el primer encuentro de don Juan con su hi jo después de la designación como Príncipe de España y vuelve a funcionar el pacto dinásti

co; los dos se oponen cerradamente a la concesión del principado ya aceptada por Fr anco-, y don Juan, en carta al ministro de Justicia, llega a hablar de seudoderec hos . Afortunadamente, algunos originales partidarios de don Alfonso tratan de pre sentarle también como heredero de la Corona de Francia, con lo que le ponen en un serio compromiso. Franco, dominado por su familia, se queja ante Antonio Oriol: Quisiera saber d e dónde sale la maniobra: don Alfonso tenía título de príncipe y ahora que se casa con m i nieta y se lo quieren quitar . La familia de Franco pierde los nervios a medida que se acerca la fecha de la boda. Don Alfonso visita al secretario general técnic o del Ministerio de Justicia, Marcelino Cabanas, para comunicarle que no conside ra válida la renuncia de su padre don Jaime al trono; el ambicioso nieto mayor de don Alfonso XIII se siente muy fuerte y respaldado en aquellos momentos, y comun ica a Cabanas que acepta la sucesión de su primo Juan Carlos, porque es legal y por que resultaría complicada su derogación nada menos. Se quejaba también de no haber reci bido nada a cambio de su actuación como testigo en la aceptación de don Juan Carlos. Cabanas se mantiene firme y su ministro, Oriol no accede a que en el acta de matrimonio figure don Alfonso como príncipe. Don Jaime, manipulado, se atreve a co nceder a Franco las insignias del Toisón de Oro en su calidad pretendida de jefe de la Casa de Borbón. Franco no abre la caja, pero tampoco devuelve las insignias. Cu ando se aproximaba el nacimiento del primer bisnieto de Franco, Carrero se prese ntó en el palacio de la Zarzuela con un decreto en el que se designaba a don Alfon so príncipe de Borbón. Ha pasado ya mucho tiempo y creo que ya puedo confirmar que t odos estos datos me fueron revelados espontáneamente por don Jun Carlos durante la primera visita que le hice, a llamada suya, en el palacio de la Zarzuela en ese mismo año 1972; me lo decía por mi condición de historiador. Pretendía Carrero la aprob ación previa del tftulo por parte de don Juan Carlos. El Príncipe se niega. Le dice tajantemente que Franco puede hacerlo, pero nunca a petición del sucesor. Carrero contraataca: Un rey debe ser generoso . Don Juan Carlos replica que el descrédito rec aería sobre el Caudillo; que él no pasa por ello; que alguien tiene que decírselo a Fr anco. Carrero le pide al Príncipe que vaya. Así lo hace inmediatamente, a través de la carretera que unía los dos palacios. Don Juan Carlos expone a Franco el problema con claridad y firmeza. Le convenció. De acuerdo con su padre, don Juan Carlos sug iere que el nuevo matrimonio use el ducado de Cádiz, como el famoso e impotente re y Francisco, el frustrado marido de doña Isabel II. Pero estos movimientos ocurrirán en el otoño. La boda se celebró el 8 de marzo, oficiada por el cardenal Tarancón. La familia F ranco ha logrado un sueño imposible: entroncar con la realeza de manera un tanto f orzada, pero oficial. Franco les concederá, con el ducado, el tratamiento de altez as reales. Cuando nazca un hijo, tanto doña Carmen Polo como la marquesa de Villav erde se referirán a él en sus conversaciones privadas como el Señor . En el protocolo hel ado de El Pardo, la nueva duquesa de Cádiz tendrá preferencia sobre su abuela y sobr e su madre. Doña Carmen está fuera de sí con la boda , se comentaba en el palacio de la Z arzuela. Don Alfonso quería, además, un nombramiento. No le convenía la Embajada en Suecia q ue estaba desempeñando. Ya en el otoño pidió el Ministerio de Deportes, y de momento l a Delegación Nacional del ramo. Un ministro del gobiernoAlfredo Sánchez Bella pidió al delegado, Juan Gich, que cediera el puesto, a cambio de otro. El ministro de qui en dependía el deporte, Fernández Miranda, reprendió a su colega y el nombramiento no se produjo. Pero el colega había obrado a instancias de Franco. Por entonces las v anguardias comunistas saltaban ya sobre las últimas defensas de Vietnam, Nixon se disponía a viajar a Moscú, la extrema izq uierda española surgía en varios partidos como la más poderosa de Europa, y un fiel se rvidor de Franco, el señor Catoira, disimulaba el cansancio del Caudillo en el Des file de la Victoria, sentándole sobre un bastón-silla de golf. Don Juan Carlos marchó a Estoril para el día de San Juan; los consejeros de su pa dre preparan y publican unas declaraciones que comprometen al Príncipe y provocan

la indignación de un Franco a la deriva. A su regreso, don Juan Carlos advierte qu e Franco ha sufrido un amago de trombosis en una pierna; la amenaza se ha conjur ado pero sigue latente, aunque se mantiene secreta. Se incuba en Washington el e scándalo Watergate. La Iglesia confirma como presidente de la Conferencia Episcopa l al cardenal de Madrid, Tarancón, y elimina como secretario a don José Guerra Campo s. A mediados de marzo estalla un nuevo escándalo que afecta a las cumbres del régim en: el aceite de Redondela, el caso REACE. Se han evaporado cuatro millones de ilos de unos depósitos gallegos controlados (tan deficientemente como puede verse) por la Comisaría de Abastecimientos y Transportes, dependiente del Ministerio de Comercio. Varias pistas importantes conducen hacia Nicolás Franco Bahamonde. Se ec ha tierra encima al caso; la tierra de varios muertos en circunstancias extrañísimas , todos ellos más o menos relacionados con el asunto. El Rey Hassan de Marruecos s e libra de milagro cuando aviones militares atacan al Boeing en el que regresa d esde Barcelona; luego se sabrá que es un golpe de estado tramado por el general Uf ir. A finales de junio, la Policía detiene en una casa religiosa de Pozuelo a los principales dirigentes de Comisiones Obreras; se montará sobre el caso el célebre P roceso 1.001, otra clave de la transición. En el XII Congreso del PSOE, celebrado durante el verano en Francia, se afian za el liderazgo de Felipe González y el grupo socialista de Sevilla para el futuro . En el contemporáneo VIII Congreso del PCE, los comunistas españoles velan también ar mas para su retorno a la lucha política interior. El 12 de octubre de 1972 los Príncipes están en Estoril para la boda de la infant a Margarita con el doctor Carlos Zurita Delgado. Éste es el momento en el que se d ecide la concesión del ducado de Cádiz para don Alfonso y la nieta de Franco, no sin que la familia Franco intentase de nuevo arrancar al Caudillo la concesión del pr incipado de Borbón. Éste es también el momento en el que don Alfonso trata de cambiar la Embajada en Suecia por el Ministerio de Deportes. Era ya nieto político de Franco, iba a dar a Franco un bisnieto y quería recibir, c omo él mismo había adelantado, algo a cambio. Hubo de contentarse con la presidencia más o menos simbólica del Instituto de Cultura Hispánica. El 22 de noviembre nace Fra ncisco, el deseado bisnieto, y, en medio de la ebullición que tal acontecimiento s uscitó en la familia, dos inteligentes ministros de Carrero comentaban la dramática situación del Caudillo. Comenté con López Bravo la decadencia física de Franco -dice López Rodó-, que ya no abría la boca en los consejos de ministros y a veces se quedaba ado rmilado. Hemos de suplir sus limitaciones; no podemos seguir actuando cada cual por nuestra cuenta. No hay gobierno . López Rodó propone a López Bravo que sea él quien ac túe de coordinador. Terminaba el año en el desconcierto y en el esperpento. El 7 de diciembre el al mirante Carrero acusa a la Iglesia en el Pleno de las Cortes de ingratitud al régi men, y le echa en cara los trescientos mil millones de pesetas que ha recibido d el Estado desde 1939. La víspera, el autor de este libro publica en ABC el editori al Comprender a la Iglesia que consigue su objetivo pacificador; pocas veces ha se ntido el autor una satisfacción tan profunda por uno de sus trabajos. El 31 de dic iembre, La Codorniz había encerrado en su famosa carcel de papel a S. A. R. el duque de Cádiz y publicaba un insinuante artículo de Juan Español (hijo), seudónimo del diplo mático Carlos Robles Piquer, cuñado de Fraga, en el que ponía en solfa al almirante Ca rrero. El régimen no pudo tolerar semejante desafio; un consejo de ministros decid ió, con Franco inerte, el secuestro de La Codorniz y Robles Piquer, ex director ge neral y futuro ministro, fue enviado a las arenas del desierto de Libia como emb ajador de España. El régimen de Franco no podía ya aguantar a La Codorniz; su fmal est aba cantado . PRESIDENCIA Y ASESINATO DEL ALMIRANTE CARRERO El 20 de enero de 1973 se inauguraba el segundo mandato del presidente Nixon,

después de una victoria electoral aplastante; pero algunos colaboradores de ¡ Como indico en el texto, los detalles sobre el título de don Alfonso me los fac ilitó el propio Príncipe en aquel mismo año 1972 y con destino a la Historia. He consu ltado también los libros fundamenmtles, tantas veces citados, de Fraga y de López Ro dó. la campaña habían cometido el disparate de allanar el cuartel general de los demócr atas en el edificio Watergate de Washington, hecho que luego condujo a una serie de despropósitos, que acabaron en el abrupto final de ese segundo mandato del pre sidente anticomunista y gran amigo de España. El 6 de octubre del mismo año, aprovec hando el descuido de las tropas israelíes en la orilla asiática del Canal de Suez po r la fiesta del Yom Kippur, el ejército egipcio consiguió penetrar en el campo enemi go con graves pérdidas para Israel, en una guerra que terminó por inclinar a su favo r, pero que desencadenó una tremenda crisis económica mundial en los sectores de la energía y las materias primas. La transición española iba a mscribirse en esa crisis, ante la que un régimen agonizante no fue capaz de arbitrar las medidas imprescindi bles; todo cedía a la obsesión política, con descuido de las más elementales previsiones económicas. A principios del año 1973 la organización terrorista ETA nunca ha sido una simple b anda como sugiere la rutina de los medios de comunicación se lanzó a la conquista de N avarra. La estrategia diabólica de ETA, nacida al fin y al cabo en el sector más rad ical de las juventudes del PNV, coincidía, en los grandes objetivos, con los del P NV, aunque hasta hace poco parecía existir un abismo de diferencias en los métodos, y, mientras ETA formulaba con claridad brutal esos objetivos, el PNV solía manifes tarlos con mucha mayor ambigüedad. Pero uno de los grandes objetivos siempre ha si do idéntico para las dos agrupaciones: la captación de Navarra por Eus adi. Las Provincias Vascongadas siempre se han enfrentado históricamente al reino de Navarra; en la actualidad Navarra es una región vasta y poco poblada, Eus adi es una región de poca superficie y densa población. En medios nacionalistas y separatis tas se considera a Navarra como un desahogo expansivo, un hinterland imprescindi ble para que Eus adi pueda alcanzar una entidad nacional. El problema consiste e n que Navarra es clave y cifra de españolidad; sin menospreciar por ello, ni mucho menos, la españolidad de un importante porcentaje de la población vasca, tan import ante que cuando se escriben estas líneas el número de diputados del Partido Popular es equivalente a los del Partido Nacionalista Vasco. Y los vascos que se sienten españoles son más españoles que los del resto de España. En los debates constitucionale s la españolidad de Navarra suscitó graves atentados parlamentarios, que se concreta ron en concesiones absurdas y humillantes, que Navarra supo contrarrestar heroic amente, con toda la fuerza de sus raíces hispánicas; desde el punto de vista constit ucional esas agresiones están hoy superadas por la firme voluntad de Navarra, aunque por desgracia las divisiones internas del centro-derecha navarro parec en resucitar de vez en cuando los peligros que creíamos definitivamente conjurados . Durante la contraofensiva de las fuerzas del orden contra el terrorismo etarr a en 1973, esas fuerzas, como sabemos, abatieron en Algorta, el 19 de abril, a u n dirigente de primera magnitud: Eustaquio Mendizábal, alias Txiquia. La rama que luego se llamaría político-militar de ETA, es decir, la ETA-V Asamblea, anudaba rela ciones en ese mismo año con la red terrorista mundial alentada por la KGB soviética. El Partido Comunista de España, como ha revelado en un libro sobrecogedor la mili tante de entonces Lidia Falcón. y ha confirmado el propio Santiago Carrillo en tes timonios tremendos, por ejemplo, Mañana España, colaboró con ETA, aunque después de la i ncorporación del Partido Comunista a la vida democrática española en la transición Carri llo ha tratado, inútilmente, de negar o al menos quitar hierro a esa colaboración, q ue se ha querido presentar como actuaciones personales de militantes comunistas en relación con ETA; como si no existiese el documento personalizado de Lidia Falcón o como si los militantes comunistas de entonces pudieran emprender, ni en sueños, ese tipo de colaboraciones por cuenta propia. La organización terrorista gozaba e

n 1973 de las simpatías, y algo más que las simpatías, de la izquierda rupturista, según la confesión del ministro socialista Barrionuevo en 1983: Nos equivocamos con ETA . La militante comunista Eva Forest, esposa del dramaturgo del mismo partido Alfon so Sastre, era uno de los contactos de colaboración entre el Partido Comunista de 1973 y la organización terrorista. El almirante Carrero Blanco aparecía ya claramente, a mediados del año 1973, como el piloto del franquismo para la inminente transición. Respondía perfectamente al a premiante consejo del presidente Nixon a Franco por medio del general Walters; s i Franco no quería dejar la jefatura del Estado, que nombrase al menos un jefe del gobierno con la fuerza suficiente para dirigir la transición en vida de Franco. E l 1 de marzo el almirante, que cada vez actuaba más, aunque fuera virtualmente, co mo jefe del gobierno, emplazó al Consejo Nacional del Movimiento para que planteas e a fondo una reorientación de la política española; pero la institución, anémica de nacim iento y de ejecutoria, no encontró ideas ni energías para atender al requerimiento. El asesinato, en plena calle de Madrid, el 1 de mayo, de un inspector de poli cía por la extrema izquierda, decidió a Franco a plantear una crisis total de Gobier no y el 7 de junio de 1973 nombró por fin al almirante Carrero Blanco presidente del Ejecutivo, cargo que ostentaba ininterrumpidamente el propio Franco desde el 30 de enero de 1938. Los Príncipes de España habían apoyado esta decisión, movidos p or el hundimiento de la Monarquía en su tierra familiar, Grecia, acontecimiento qu e, como la caída de Alfonso XIII el 14 de abril de 1931 se convirtió en guía histórica p ara el sucesor de Franco a título de Rey. Que concibió, como demuestran testimonios directos (algunos de ellos comunicados ante el historiador que suscribe), dos de cisiones permanentes: primera, no apoyarse nunca en golpes militares para su con tinuidad en el trono; segunda, no abandonar jamás su puesto por presiones políticas o militares de cualquier tipo. A mediados de 1973 el Príncipe estaba más decidido que nunca a dirigir a España hac ia un régimen democrático de corte occidental, y según testimonios privados e incluso públicos (por ejemplo en sus ya citadas declaraciones a la BBC-TV en 1981 y ante l a periodista Selina Scott años después) sabemos, por el propio don Juan Carlos, que Franco conocía esa decisión y la toleraba como una necesidad del futuro. El esquema mental que Franco, en plena decadencia, tenía muy claro es que la reforma democrátic a que impulsada por el Príncipe tendría como contrapeso la experiencia y la presenci a del almirante Carrero, nuevo presidente del gobierno. La crisis de junio parecía imponer la orientación definitiva del régimen para esa t ransición. Carrero era el hombre. Había contribuido en 1967 al giro involutivo del rég imen tras la esperanza, pronto agostada, de la Ley Orgánica. Pero ¿era simplemente C arrero Blanco un involucionista, un retrógrado? De ninguna manera. En los momentos decisivos de la guerra mundial, tras las aplastantes victorias alemanas de 1940 , cuando prácticamente todo el generalato español presionaba a Franco para que España entrase en el conflicto al lado de Alemania, Carrero actuó fría y decisivamente, por encima de sus propias simpatías personales, de acuerdo con su sentido estratégico d e la realidad mundial. En 1970 y 1971 había llegado a un pleno acuerdo sobre el fu turo de España con el presidente Nixon y su enviado el general Walters. Frente al empuje de los regencialistas, anclados en el inmovilismo, había patrocinado la Ope ración Príncipe y sabía perfectamente lo que don Juan Carlos quería para el futuro de Es paña. Se había opuesto tenazmente, desde los primeros años cuarenta, cuando Franco le aproximó al poder, a las pretensiones de la Falange y aborrecía de manera innata el fascismo; hasta 1947 defendió siempre una Monarquía con don Juan de Borbón como Rey. H abía eliminado del gobierno a Fraga en 1969, pero le había pedido que aceptase la em bajada en Londres para mantenerle en activo de cara al futuro de España. Una vez n ombrado presidente del gobierno dio muestras suficientes de que deseaba preparar una apertura prudente pero decidida, supe rando con su vista larga de marino las estrecheces de su propia ideología personal y sus prejuicios.

Posesionado de la Presidencia del Gobierno designó como vicepresidente a un hom bre abierto que procedía, como Fraga, del Movimiento y nunca se ponía la camisa azul , el profesor Torcuato Fernández Miranda, independiente y mentor político del Príncipe , cuyas inclinaciones democráticas fomentaba desde que entró en contacto con él en 196 0. Franco impuso a Carrero un solo ministro, el de la Gobernación, Carlos Arias Na varro, un eficaz antiguo alcalde de Madrid, que no supo organizar la seguridad d el Estado. En cierto sentido Carrero se despegó un tanto del que había sido su equip o desde 1957 y marginó, relativamente, al hombre fuerte de ese equipo, Laureano Lópe z Rodó, a la importante cartera de Asuntos Exteriores, que sería valiosa para presen tar ante los gobiernos extranjeros los nuevos proyectos para la transición española. Con motivo del nombramiento de Carrero como presidente del Gobierno surgió, en la plataforma católica de los Propagandistas, un grupo de opinión bajo el seudónimo Tácito , cuyos nombres más significativos eran Alfonso Osorio, José Luis Álvarez, Marcelino Ore ja, Landelino Lavilla, José Manuel Otero Novas y Gabriel Cañadas, orientados todos a un horizonte democrático al que deseaban llegar por vía de reforma, no de ruptura, como pretendía la oposición de izquierdas contra el régimen, a la que Carrero nunca co ncedió excesiva importancia. Carrero se preocupaba mucho más por otra oposición, la de la Iglesia, empeñada en d espegarse del régimen, y contaba con la plena fidelidad de las Fuerzas Armadas par a garantizar la transición entre Franco y el Príncipe. Don Juan Carlos pensaba utili zar a Carrero en la primera fase de la transición a la democracia, y estaba comple tamente seguro de que el almirante dejaría el poder en cuanto él se lo pidiera. Carr ero estaba dispuesto a lo mismo. El almirante incorporó a su Gobierno como ministro de Información y Turismo a un político competente y honrado, Fernando de Liñán, que me ofreció la dirección general de C ultura Popular en ese ministerio, donde yo era funcionario por oposición. Dediqué el segundo semestre de 1973 a promover intensamente la apertura en el mundo del li bro y a tomar contacto con intelectuales exiliados para animarles a regresar a E spaña, lo que conseguí en algunos casos. La historiadora Carmen Llorca, a quien desi gné para la presidencia del Ateneo de Madrid, ha dedicado a aquella época de apertur a cultural un libro desenfadado y verídico que me exime de ampliar aquí gratos y a veces duros recuerdos personales. Parece que Adolfo Suáre z, que había sido director general de Radio y Televisión en la fase anterior, con Al fredo Sánchez Bella como ministro de Información, estuvo a punto de ser designado po r Carrero, con quien se llevaba muy bien, para esa cartera, dada su proximidad a l Príncipe; pero no lo consiguió y quedó en el ostracismo, si así puede llamarse al dora do retiro que le fue asignado al frente de la empresa turística nacional ENTURSA, con tiempo para meditar acerca de su definitivo asalto al poder. El mejor análisis sobre el semestre que el almirante Carrero Blanco pasó como pre sidente del gobierno se debe, como ya nos tiene acostumbrados, a Laureano López Ro dó, a quien algún extraño biógrafo copia frecuentemente sin citarle, es decir, plagia. El presidente estaba preocupado con la articulación de las Asociaciones políticas en el seno del Movimiento pero sin que se convirtieran de tapadillo en partidos polític os; es decir, pretendía la cuadratura del círculo. Porque de hecho los partidos se e staban ya configurando dentro y fuera del régimen, aunque no emergerían como fuerzas relativamente organizadas hasta el año 1977. El 14 de diciembre se celebró en el pa lacio del Pardo el último consejo de ministros del gobierno Carrero, bajo la presi dencia de Franco, que mostró mayor atención y firmeza que en los consejos anteriores El ministro de la Gobernación, Carlos Arias, anuncio inminentes acciones terroris tas de ETA, pero ni él ni sus servicios, incluido el Servicio Especial de la Presi dencia del Gobierno, poseían la menor información sobre el trascendental proyecto de ETA contra el almirante Carrero, que entraba ya en su fase final de preparación. El martes 18 de diciembre llegó a Madrid en visita oficial el secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger, que fue recibido inmediatamente en audiencia po r Franco; conversaron sobre la crisis del petróleo y las grandes líneas de la política internacional que se derivaban de ella. Luego Kissinger visitó al Príncipe y hablar on con gran cordialidad sobre las gestiones del secretario de Estado en favor de

la paz en Oriente Medio; López Rodó advirtió que don Juan Carlos hablaba ya casi como Rey. Al día siguiente, 19 de diciembre, el secretario de Estado visitó durante casi una hora al presidente del gobierno.

Ante Kissinger, el almirante interpretó la crisis de Oriente Medio como un agra vamiento del imperialismo soviético, que era precisamente una idea de Kissinger; ést e asintió y escuchó con atención a Carrero cuando le exponía que, a su juicio, el arma p rincipal de la URSS era el fomento de la guerra subversiva. Coincidió también el sec retario de Estado con los temores del almirante sobre la expansión de la Marina so viética en el Mediterráneo. Luego Carrero propuso a su visitante la posible estrateg ia de Europa ante una posible agresión soviética, y manifestó que la OTAN necesitaba d e España, porque si el rodillo soviético penetraba hacia el Atlántico; la Península Ibéric a ofrecía la única plataforma viable para asegurar la llegada de las fuerzas de Nort eamérica. Carrero estaba en su terreno e ímpresionó a Kissinger, que se mostró conforme con el ingreso de España en la OTAN. La conversación estratégica continuó en el minister io de Asuntos Exteriores, donde Kissinger elogió los puntos de vista de Carrero, y las dos partes avanzaron en el planteamiento de la renovación del acuerdo bilater al entre España y los Estados Unidos. La jornada, la última de su vida, había constitu ido un gran éxito personal para el presidente del Gobierno español, que se llevó la últi ma alegría de su vida cuando supo esa noche que en las elecciones para el Colegio de Abogados de Madrid la candidatura profesional de don Antonio Pedrol Ríus, antig uo oficial jurídico militar en el bando nacional de la guerra civil, había casi dobl ado a la del exministro de Franco, y ahora figura de la oposición contra él, don Joa quín Ruiz Giménez, lo cual por lo demás no extrañó a nadie; el líder político preconizado por el Papa Pablo VI no ganó jamás en su vida una elección. Al día siguiente, 20 de diciembre, se iban a celebrar dos acontecimientos, que Carrero había preparado con sumo cuidado. Uno era la iniciación del juicio contra la dirección del sindicato comunista Comisiones Obreras, encabezada por Marcelino Ca macho, en el que se esperaban condenas gravísimas que, naturalmente, tenían con el a lma en vilo a las familias de los procesados. Algunas señoras directamente afectad as, como la esposa de Camacho, doña Josefina, vinieron a yerme a casa para expresa rme su angustia. No recuerdo exactamente la fecha, creo que fue el 18 de diciemb re cuando fui a ver al almirante y le comuniqué la preocupación de las señoras. Carrer o, como nueva muestra de su actitud ante la transición que pensaba presidir, me at ajó muy decidido: Puede usted decirles que no se preocupen demasiado. He tomado las medidas necesarias para que las penas sean leves, en todo caso no superiores a un ano . Al día siguiente, tras el asesinato del almirante, las familias de los pr ocesados esperaban una especie de venganza judicial, y para tranquilizarlas publ iqué lo que el almirante me había confiado; los abogados de la defensa utilizaron mi artículo como argumento y, como es natural, no hubo venganza no la hubiera habido con o sin mi artículo y se cumplió la previsión de Carrero, que luego confirmó el tenient e coronel San Martín al referir que el presidente del gobierno había hecho una petic ión en el mismo sentido al fiscal general del Estado. Me alegré mucho al poder demos trar en vivo que había otro Carrero muy distinto a la imagen sombría y truculenta qu e se había intentado trazar sobre él. La víspera de su asesinato el almirante preparó además otra actuación. Estaba convoca do en Presidencia para el 20 de diciembre el habitual consejillo de los jueves, que teóricamente servía para preparar el Consejo de ministros formal que Franco pres idía los viernes. Como Franco, con algunas excepciones, estaba cada vez peor, la r eunión de los jueves acabó por ser la importante y la de los viernes cada vez más form ularía, para dar a Franco la impresión de que seguía gobernando. Carrero había anunciado a los ministros que la reunión del 20 se iba a referir exclusivamente a un proble ma de suma trascendencia, y muchos pensaron que se trataba del espinoso proyecto sobre Asociaciones políticas. Laureano López Rodó, en su obra que acabo de citar, nos ha revelado la verdad, equivalente al auténtico testamento político de Carrero. Era un documento manuscrito de dieciséis folios, en que se hablaba exclusivamente de las que para él eran las dos grandes amenazas del presente y el futuro: el comunismo y la masonería. Sin yuxtaponerlas ni confundirlas, como había hecho a poco de acabar la guerra civil la ley que creaba el Tribunal de Represión contra

la masonería y el comunismo. Pero esos entes , como les llamaba el almirante, tenían a lgo en común: eran totalitarismos extranacionales que buscan dominar al mundo, hac iendo que las naciones queden, de hecho, en sus manos. Para Carrero el comunismo tiene por objeto el dominio universal, mediante la guerra general (que frenó en 1 945 el temor a la bomba atómica), las guerras limitadas, como la de Corea, Vietnam , Oriente Próximo; y la guerra subversiva, que busca la destrucción del elemento homb re mediante la destrucción de los valores religiosos y morales, a través de la infilt ración en la Iglesia y la Universidad.

(Harán mal quienes desde una posición despectiva rechacen este punto de vista. En 1973 el marxismo-leninismo se encontraba en plena expansión mundial. Utilizaba pr ecisamente esos tres sistemas de guerra en diversas fases. Y esos mismos métodos d e penetración, concretamente la teología marxista de la liberación. Carrero tenía toda l a razón; su visión no era esperpéntica, sino estratégica. Creo haberlo demostrado en mis dos libros recientes. Por supuesto esta visión estratégica del almirante coincidía co n la que, sin atreverse a confesárselo a sí mismo, intuía Pablo VI cuando hablaba de l a autodemolición de la Iglesia y el humo del infierno ; y coincidiría mucho más con la vis estratégica sobre el marxismo-leninismo pecado contra el Espíritu Santo que ha inspirad o todo el pensamiento y la acción de Juan Pablo II. El segundo enemigo del futuro era, para Carrero, la masonería. En su testamento , al menos en los párrafos que López Rodó transmite, no había elaborado esta cues tión con tanta claridad como la del comunismo. Por el documento que transcribe López Rodó creo que el almirante pensaba en lo que hoy, sobre todo después del hundimi ento del marxismo y del comunismo en 1989, suele interpretarse como mundialismo, ese inmenso poder semioculto que los Papas del siglo XX han identificado como e l liberalismo radical e inhumano, el otro materialismo que equipara al poder mul tinacional con el dinero, al margen de toda valoración espiritual. He dedicado el tercero de mis libros sobre la historia de la Iglesia en el si glo XX, Los signos del Anticristo, a esta fuerza agnóstica y atea, inhumana, que J uan Pablo II, en textos tan claros como los que ha dedicado al marxismo y al com unismo, ha condenado con igual energía, al denunciar cómo esa fuerza, radicada en Oc cidente y en el mundo libre, se ha lanzado a llenar el vacío angustioso dejado por el marxismo-leninismo en Rusia y otros países de Europa central y oriental. En su s notas sobre esta versión de la Masonería, el testamento del almirante Carrero no i ncurre en simplificaciones groseras e indemostrables. Apunta lo que intuye, porq ue este enemigo es mucho más difícil de captar. Pero, en conjunto, el testamento del almirante es un documento sobrecogedor; a mí me sugiere de forma irresistible que estas ideas tuvieron que ver más de lo que se cree con su violenta desaparición. La esposa del almirante Carrero sintió una especie de premonición el 19 de diciembre p or la noche. No te preocupes la tranquilizó su marido, pensando sin duda en el juici o contra la dirección de Comisiones Obreras-~~ el ministro de la Gobernación me ha di cho que no pasará nada . Volvamos ahora, con mucho más detalle, a los acontecimientos del 20 de diciembre de 1973. Amanecía densamente nublado en Madrid, con chubascos intermitentes, como la víspe ra. A las siete de la mañana el portero de la casa número 104 de la calle Claudio Co ello, frente a la fachada trasera de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús, la profes ión principal del portero era la de número de la Policía Armada salía a la calle, de unif orme, para prestar servicio en su destino habitual, la casa no lejana del minist ro de Agricultura, Tomás Allende. Dice un cronista que el etarra de vigilancia fre nte al portal del 104, José Miguel Beñarán Ordefiana, (a) Argala, jefe del comando Txi quia y principal ejecutor del atentado, se sobresaltó al ver al portero de uniform e; lo cual resulta absurdo porque todo el comando conocía, desde varias semanas an tes, la profesión del portero, que añade al magnicidio un matiz de ironía trágica. Argal a no se inmuta y termina de empalmar, sobre la acera, los cables que salen de la ventana del bajo, con los que corren a tres metros de altura hasta la esquina d e Diego de León. A las ocho y media llegan frente al portal del almirante Carrero, en la calle

Hermanos Bécquer 6, los tres policías de su escolta: Juan Antonio Bueno Fernández, Ra fael Galiana del Río y Miguel Alonso de la Fuente. Saludan a los dos miembros de l a Policía Armada que custodian el portal y esperan al presidente. Una primera evid encia señala el espantoso descuido del gobierno por la seguridad personal del pres idente. Su escolta, en ese momento, constaba de ocho policías, para turnarse de tr es en tres. Se conculcaban, en gran parte por culpa del propio Carrero, que exag eraba su providencialismo hasta la imprudencia más atroz, las más elementales normas de seguridad en un mundo plagado de organizaciones terroristas. Los servicios d e información y seguridad del Estado, que entonces eran casi una docena, totalment e inconexos, fallaron increfblemente. La repetición diaria de los movimientos de C arrero casi parecía una provocación. Hacia siempre el mismo recorrido, a la misma ho ra, en un coche sin blindaje alguno. Después del magnicidio aparecieron muchos tes timonios de aviso, un tanto tardíos. La escolta había advertido la escasa seguridad que ofrecía el sistema de protección. Consta que, una semana antes del atentado, el director general de la Guardia Civil, general Carlos Iniesta Cano, había advertido al teniente coronel San Martín que ETA proyectaba secuestrar al presidente y su e sposa durante un viaje; el jefe del SECED comunicó a Carrero la advertencia, pero él no hizo el menor caso. El ex ministro Federico Silva Muñoz había insistido ante Car rero, en vísperas del atentado, que la seguridad de su despacho y su domicilio est aban bajo mínimos; hasta que Carrero le prometió un próximo traslado a la Quinta del P ardo. Por la calle Hermanos Bécquer y la de Serrano, el coche de Carrro y el de su es colta torcieron a la izquierda por Juan Bravo y siguieron por Claudio Coello has ta colocarle sobre la mina subterránea donde le esperaba la muerte. Mientras tanto su ejecutor, Argala, antiguo admirador de Franco y José Antonio Primo de Rivera, se situaba en el cruce de Claudio Coello con Diego de León y llevaba en la mano un a cartera con el pulsador que activaría la mina colocada en el túnel subterráneo, just o en el centro de la calle, frente al número 104. Argala, el Flaco era un vizcaíno d e 24 años, nacido en Arrigorriaga, que a los 17 se incorporó a la Legión de Maria, don de un clérigo le inició en el marxismo y el terrorismo y le guió hasta ETA, en la que su pasado franquista suscitaba menos recelos que su total ignorancia del eus era . Un segundo miembro del comando se apostaba cerca de la mina para dar la señal; o tro, el único de los tres que sabia conducir, había dejado aparcado el coche para la huida en Diego de León cerca de Lagasca, paralela a la calle del crimen, y había si tuado un Austín Mons 1300 en doble fila junto al portal del 104 para obligar al coche del presidente a que pasara sobre la mina. Cuando los dos automóviles cruzan el bulevar de Juan Bravo el etarra de la esquina , subido a una escalera, da la primera señal de aviso a Argala, y la segunda cuand o el Dodge se empareja con el Monis dejado por los etarras. Eran las nueve horas , veinticinco minutos y cuarenta segundos en el exactísimo reloj del almirante, qu e estalló como todo dentro de su coche, que ascendió los cinco pisos de la Casa Prof esa de donde saltó a la terraza interior donde rezaba el padre José Luis Gómez Acebo, antiguo profesor del autor de este libro, que se llevó la sorpresa de su vida. Los policías del segundo automóvil llaman por radio inmediatamente a su central e n la Dirección General de Seguridad. Miguel Alonso da cuenta de la explosión, dice n o ver el coche del presidente y que huele a gas; los etarras, en su huida, grita ron Gas, gas . Los etarras salen Lagasca abajo, cruzan la Castellana por el paso el evado al final de Juan Bravo, y abandonan el coche frente a la Escuela de Policía, para mayor irrisión. Desde allí huyen a su refugio del Hogar-68, en el vecino puebl o de Alcorcón, que les había preparado el verano anterior la red comunista de apoyo, coordinada por Eva Forest; cooperaron a la preparación los propios etarras y el a lbañil Durán, del sindicato comunista. Contra las nubes de humo para desorientación ge neral que figuran en el libro Operación ogro, (cuyos datos acepta sin crítica un pre tencioso biógrafo), los etarras pasaron un mes en su refugio, hasta que Eva les tr ajo órdenes de la dirección terrorista en San Juan de Luz: a fines de enero de 1974 abandonaron el refugio y se escondieron en otro, frente a la playa de Fuenterrabía , de donde una motora les trasladó a la orilla francesa de Hendaya. En Madrid cund ió la interpretación del gas. El ministro de la Gobernación, los Príncipes y Franco se e

nteran de la explosión a eso de las diez; Franco, enfermo de gripe, se niega a ace ptar la realidad (ya no es el Franco que toda su vida se había distinguido por lo contrario). El jefe del Alto Estado Mayor, general Manuel Díez Alegría, resume la se nsación general: El miedo paralizó a todo el mundo . Se disuelven como la espuma todas las huelgas organizadas por Comisiones Obreras en España entera como protesta por el proceso contra sus dirigentes. La jornada fue, en la calle, de tranquilidad a bsoluta; hasta la Bolsa cambió con toda normalidad. El Gobierno se reúne en Presiden cia a la hora señalada por el ya difunto almirante; Torcuato Femández Miranda asume la presidencia en funciones, pero deja libre el sillón de Carrero. El consejo de m inistros fue breve y Fernández Miranda ni siquiera consideró el declarar el estado d e excepción. El gran fallo del gobierno ante un país tranquilo, pero angustiado, fue no comunicar el asesinato del presidente del que tuvo segurídad hasta bien entrada la tarde. Hasta entonces sólo se habló oficialmente de fallecimiento . La culpa fue de Franco, que se obstinaba en aferrarse a la tesis del accidente. A las once y media de la mañana, en efecto, el comisario general de Investigación Criminal, Lorenzo de Benito, descubrió los cables que conducían al sótano y comunicó al ministro de la Gobernación que se trataba de un atentado. El Ayuntamiento de Madr id descartó la hipótesis de la explosión por gas. Esa misma noche varios encapuchados de ETA reivindicaron el atentado, en una rueda de prensa que convocaron en Bayon a. El Servicio Especial del teniente coronel San Martín, que no había podido impedir el atentado contra su jefe supremo, atribuyó después en un informe reservado la res ponsabilidad a la rama de ETA conocida como V-Asamblea . A raíz del proceso de Burgos en 1970 ETA se escindió en dos ramas: la V-Asamblea o político-militar , que optaba po r mantener la lucha armada en solitario, hasta conseguir la independencia de Eus adi, y la ETA-VI Asamblea, que prefería la acción política de masas en alianza con ot ras organizaciones de extrema izquierda extendidas por el territorio español, sobr e todo la Liga Comunista Revolucionaria. La ETA-V estaba organizada en cuatro fre ntes : político, militar, obrero y cultural. Las juventudes del PNV concluyen los inve stigadores de El País constituyeron un apoyo importantísimo para la reorganización ; se re fieren a la reestructuración de ETA-V después de la escisión. El reducido número de milit antes que habían quedado en ETA-V tras separarse de la rama conocida como ETA-VI n o habría ido muy lejos sin el aparato aportado por los jóvenes nacionalistas. Estos abandonaron a su propio partido, considerado inoperante, y llevaron a los milis veteranos mucho entusiasmo, deseos de acción directa y una estructura implantada e n casi todo el territorio vasco . Así pues, se produce un segundo trasvase de las ju ventudes del PNV a ETA, que ellas mismas habían fundado al escindirse por primera vez del PNV a finales de los años cincuenta. La colaboración con ETA de prácticamente todos los grupos de extrema izquierda, d esde la época del proceso de Burgos, es un hecho demostrado por los investigadores de El País y por los testimonios de Carrillo hasta 1975. Militantes de ETA, tanto d e la rama ETA-V como de ETA-VI, reconoce Carrillo en Mañana España, ingresaron en el Partido Comunista; Carrillo les llama jóvenes militantes nobles y generosos . El análi sis de Carrillo sobre la importancia del atentado de ETA contra Carrero Blanco c oincide con el de ETA. Independientemente -dice de quién haya sido el autor, admitía que fue un acto muy positivo por sus co nsecuencias. Así puede decirse que hay un buen uso del terrorismo . Con moti yo del posterior atentado de la calle del Correo, la Policía descubrió que las co nexiones ETA/PCE ya habían funcionado para el atentado contra Carrero. El capitán de la Guardia Civil Sánchez Valiente (que intervino luego en el golpe del 23-F) fue uno de los encargados de la investigación del caso Carrero. A partir de este hecho dice yo comencé a concíenciarme de las cosas, veo cosas rarísimas que no puedo tragar , que no puedo acomodarme a ellas, y me rebelo íntimamente. Investigamos y descubr imos quién había sido; tarde, pero lo descubrimos. Cogimos a toda la red que los había amparado (Genoveva Forest, etc.) Y al cabo de dos años les soltaron, cuando estábam os a punto de sacar lo que había detrás Los investigadores de

El País

describen cómo, a raíz del proceso de Burgos, enviados

de ETA consiguieron montar una eficaz red de apoyo en Madrid, que estaba lista p ara el año 1972. La célula clave para esta conexión fue la pareja comunista Eva Forest la Tupamara y el dramaturgo Alfonso Sastre, quienes, según dijeron luego los comu nistas, se habían distanciado del PCE antes del atentado; imagine el lector la cre dibilidad de esos distanciamientos. Para garantizar la idoneidad del enviado de ETA funcionó nada menos que una conexión jesuítica; entre un sacerdote vasco de la Com pañía de Jesús, hermano del emisario etarra, y el jesuita comunista José María de Llanos, que fue utilizado sin saberlo él. Argala afirman los investigadores de El País entró en relación con la pareja Sastre-Forest de de mediados de 1972. La pareja había viajado sucesivamente a Cuba, donde la Tupama ra había establecido la relación internacional que la conduciría a la creación de la red de apoyo a ETA en Madrid. Un contacto de la KGB, que ella describe vagamente co mo un argelino , y otras personas expresaron su interés -declaraba Forest al salir de la cárcel de Yeserías en junio de 1977 por la existencia de un movimiento de liberac ión en Eus adi. Eva Forest estaba aún más vinculada que su marido a la estrategia soviética. Asumía y comunicaba todas las directrices soviéticas para la guerra fría. Los investigadores de El País describen la red de pisos que podrían servir de refugio a los dirigentes d e la oposición clandestina, en la que colaboraron personas próximas a la revista Cua dernos para el didlogo y por supuesto los representantes del Partido Comunista e n el interior. Todo parece indicar -concluyen que aquel sistema de la clandestinid ad.., fue aprovechado para alojar en Madrid a los miembros de ETA necesitados de casa, así como para ayudarles en diversos cometidos. En el Comité de Solidaridad pa rticípó un gran número de intelectuales de la oposición, incluidas personas del PCE . Es casi inconcebible la desidia con que un presunto biógrafo de Carrero trata e l atentado del 20 de diciembre de 1973. Descarta por completo la cooperación comun ista, ignora las declaraciones de Carrillo, parece pensar seriamente que un comu nista de 1973 pudiera emprender acciones gravísimas de apoyo logístico al terrorismo por su cuenta, sin la menor idea de la dirección. No dice una palabra sobre el ha llazgo, por la Policía, en el piso donde habían vivido los etarras del comando asesi no, del teléfono de un miembro importantísimo de la dirección comunista en Madrid. No conoce el testimonio de Lidia Falcón y piensa que Eva Forest era una aficionada. P or supuesto niega toda posibilidad de intervención de la CIA; quizá porque el presun to biógrafo suele aparecer en las listas de amigos de la CIA, lo cual es razón sufic iente para explicar los notorios deslices de la central estratégica americana en E spaña . EL ANO REGRESIVO E INCIERTO, 1974 El asesinato de Carrero Blanco suscitó dos problemas inmediatos, uno mayor, otr o menor. El mayor consistía en saber quién colaboró con ETA en el magnicidio, porque t odos los testigos de entonces estábamos de acuerdo en que alguna de las dos centra les estratégicas, la CIA y la KGB, o tal vez las dos, participaron activamente en el gravísimo acontecimiento. El sumario de Carrero Blanco se abrió debidamente pero pronto fue archivado; la amnistía de 1977 terminó con toda investigación y el problema sigue en pie. En el número de 28 de marzo de 1984 la revista Interviú se destapaba con unas declaraciones del magistrado don Luis de la Torre Arredondo, que realizó su investigación sobre el asesinato en el sumario 142/73 El magistrado llegó a la convicción de que había alguien más que ETA . Habla de que la e stación CIA en Madrid detectó posiblemente al comando etarra y lo pudo comunicar a l a Policía española, que no hizo mucho caso. El fiscal general 1 Un reflejo importante sobre el asesinato de Carrero en el importamtísimo libr o de Lidia Falcón, Viernes y 13 en la calle del Correo, Barcelona, Planeta, 1981. Para la relación ETA-PCE ver mi libro Carrillo miente ya citado. Sobre la presiden cia de Carrero y su final ver L. López Rodó, Memorias III Barcelona, Plaza y Janés, 19 92, p. 39 Ls. Testimonio de Carmen Llorca, Del aperturismo al cambio, mi testimo nio, Barcelona, Plaza y Janés, 1986. Eva Forest, Operación Ogro Hendaya, Mugalde, 19 74 . Ismael Fuente, Javier García y Joaquín Prieto Golpe mortal, Madrid, eds. El País,

1984 (tercera ed.). Max Gallo y Régis Debray, Mañana España, entrevista con 5. Carril lo, París, colección Ebro, 1975. Sobre ETA Gurutz Jáuregui, Ideología y estrategia polític a de ETA, Madrid, siglo XXI de España, 1981. José María Garmendia, Historia de ETA, do s vols. San Sebastián, Haranburu, 1975 . Joaquín Bardavío, La crisis, Madrid, 1974. Ma nuel Campo Vidal, op. cit. en el texto, Barcelona, Argos-Vergara, 1983. del Estado, Fernando Herrero Tejedor, dijo el 16 de septiembre de 1974 en el discurso de apertura del año judicial que no se descartaba la participación de organ izaciones ajenas a ETA en el magnicidio. Murió después en accidente de automóvil. Cuan do el magistrado investigador iba a redactar sus conclusiones y sus sospechas, l a autoridad judicial decretó el traspaso de la causa a la jurisdicción militar. Con la amnistía de 1977 se dejó totalmente la investigación. El 24 de junio de 1978 se cel ebraba en Palacio una recepción por el santo del Rey. Se me acercó José María de Areilza , que había sido ministro de Asuntos Exteriores en el primer gobierno del Rey y me recomendó la lectura del segundo libro del exagente secreto González Mata, Terroris mo interminable, en cuya página 312 se contenía una interpretación sobre la muerte de Carrero con la que Areilza estaba de pleno acuerdo. Repasé la citada página, en que González Mata atribuye a la CIA no sólo la detección sino el reforzamiento de la carga explosiva que acabó con la vida de Carrero. Otros expertos insisten en señalar la p articipación de la KGB y ante el cerrojazo a las investigaciones no hemos pasado d e las sospechas, en espera de que algún participante arrepentido vuelva alguna vez de las oscuridades para decirnos la verdad. El segundo comentario, ya de tono menor, es la reacción de Franco, que fue dobl e. Primero, como hemos visto, negarse a reconocer el magnicidio y aferrarse a la hipótesis del accidente, que no se tenía de pie. Segundo, su frase famosa No hay mal que por bien no venga al referirse a la muerte de Carrero en su mensaje para fin de año. Se han dado muchas explicaciones. No me convence ninguna y prefiero dejar la frasecita en el misterio. Por otra parte la familia del almirante sigue hoy estando segura de que la muerte de Carrero fue una venganza masónica. La capilla ardiente de Carrero se instaló en la Presidencia del gobierno El ent ierro celebrado al día siguiente resulto un prodigio de desorganización. La extrema derecha trató de capitalizar el atentado y la acción de sus militantes fue contrarre stada visiblemente en la plaza de Colón por un helicóptero. La presencia, muy arries gada, del Príncipe de España en uniforme de marino impuso una nota de serenidad y de grandeza en el desconcierto. En vista de que no ocurría nada el país recobró el sosie go y se perdió en las quinielas sobre la sucesión del fallecido. No figuraba en una sola de ellas el nombre del ministro de la Gobernación, don Carlos Arias Navarro, que fue el elegido por Franco tras la consiguiente manipulación del Consejo del Re ino en la selección de la terna. El vicrepresidente Fernández Miranda, que había susti tuido a Carrero con dignidad y eficacia, no fue nombrado cuado TVE dio la noticia el 29 de diciembre de 1973. Al día siguiente el nuevo presidente apareció en televisión departiendo con doña Carmen Polo de Franco en el pal acio del Pardo. La extrañeza fue grande cuando todo el mundo recordaba que Carlos Arias era precisamente el ministro de la Gobernación encargado de la seguridad del Estado y especialmente de la seguridad del presidente. El nuevo gobierno design ado por Carlos Arias era la antítesis de Carrero y su equipo; el principal conseje ro para formarlo fue un personaje singular, Pío Cabanillas Gallas, que había sido su bsecretario de Información con Fraga y demostró desde entonces una clara actitud ape rturista y liberal. Ocupó la cartera de Información y Turismo. Luego se supo que doña Carmen Polo de Franco hubiera preferido como jefe del gobierno al almirante Niet o Antúnez; Carlos Arias fue el candidato del doctor Vicente Gil y los ayudantes mi litares de Franco, el marino Urcelay y el aviador Gavilán y Ponce de León. El doctor González Iglesias nos ilustra definitivamente sobre la salud de Franc o en 1973, 1974 y 1975. Franco tuvo que sufrir nuevas extracciones en abril de 1 973 y al mes siguiente, mayo, le acosó una gravísima enfermedad bucal. Fue llamado a consulta un médico joven, el doctor Lucas Tomás, que tras explorarle a fondo diagno sticó, además de una candidiasis, un exantema fijo medicamentoso de suma gravedad y peligro, que producía además a Franco un terrible dolor. Esta enfermedad fue la razón

principal que le movió a nombrar a Carrero Blanco presidente del gobierno. La grav e enfermedad fue remitiendo ante un tratamiento que producía a Franco verdaderas t orturas pero a los dos meses se le declaró un eritema exudativo multiforme, también muy grave, y en tan lamentable situación le sobrevino la trombosis en el mes de ju lio. Guiado por su equipo aperturista los ministros Cabanillas de Información y Carro de Presidencia Carlos Arias intentó y consiguió ofrecer al país una imagen de apertura democrática en su celebrado discurso del 12 de febrero, redactado por el joven po lítico aperturista Gabriel Cisneros. España necesitaba ilusionarse y creyó en la apert ura que Arias le prometía. El 23 de abril el ministro Pío Cabanillas pronunció en Barc elona su famoso pregón aperturista en el Día del Libro y la Rosa, pero el presidente Arias se veía cada vez más acosado por las presiones de lo que se llamó el bun er , la e xtrema derecha cuya cabeza política visible era José Antonio Girón de Velasco. Girón era un hombre valeroso y lo había demostrado en la guerra civil y en la política social de Franco pero ahora se erigía en representante del miedo generalizado en la clas e política del régimen, que contagiaba a algunos militares, ante la posibilidad de que el aperturismo condujese a una democracia q ue lo arrasara todo. Varios acontecimientos marcaron el choque entre los apertur istas y el bun er; se notaba cada semana con más aguda sensación de vacío la ausencia del almirante Carrero. El 24 de febrero el obispo de Bilbao, monseñor Antonio Añover os, capellán de requetés en la guerra civil, se dejó arrastrar por el sector nacionali sta de su clero vasco y difundió una homilía cuya lectura hoy nos parece inocente pe ro que entonces se interpretó como una proclama subvesiva y separatista. El gobier no cayó en la trampa y envió al aeropuerto de Bilbao un avión militar para sacar de Es paña al imprudente prelado, pero la comprensión de miembros del gobierno como Pío Caba nillas y del propio cardenal Tarancón consiguieron apaciguar los ánimos y evitar un choque frontal entre la Iglesia y el Estado que hubiera sido fatal. A todo esto el Príncipe se sentía marginado y aislado; nadie contaba con él. Así las cosas el 25 de abril el Ejército portugués se sublevó contra el régimen de Salazar, encamado ahora por Marcelo Caetano, y se hizo fácilmente con el poder. Era la revolución del clavel, qu e pareció imprimir a Portugal un bandazo a la extrema izquierda pero que el pueblo portugués, con su proverbial ecuanimidad, recondujo a una vía democrática que logró una transición ejemplar. Franco tuvo un reflejo de su antigua intuición y comentó irónicame nte la revolución del clavel: ~,Qué pensar de una revolución militar hecha por la Inten dencia?. Pero la repercusión en España fue tremenda; la coalición continuista atricher ada en el bun er abrió fuego graneado contra los partidarios de la apertura median te un famoso artículo publicado el 28 de abril por José Anrtonio Girón en Arriba y con ocido como el gironazo . Franco, abrumado por informes sectarios contra los apertur istas, se alineó en favor de los ultras y Carlos Arias, que en el fondo sintonizab a con ellos, se plegó a sus exigencias y se vio obligado a frenar casi en seco los esfuerzos de apertura. Políticamente hablando el régimen de Franco marchaba a la de riva. En aquel río revuelto todo el mundo se creía con derecho a la ganancia de pescado res. Franco era una sombra lejana que, sin embargo, mantenía la continuidad del Es tado con una fuerza insospechada, más de carácter histórico que político. En torno a él, s ilenciosa pero efectivamente, las Fuerzas Armadas estaban decididas a no tolerar cualquier desaguisado de carácter subversivo e incluso cualquier intriga política p eligrosa. En la conciencia nacional se llegó al increíble consenso de que mientras F ranco viviese allí no se movía un dedo; todo eran cábalas para el día después, pero ni se plantearon seriamente intentos para el momento presente. Torcuato Fernández Mirand a había entrado en una relativa oscuridad después de su famoso comentario ante su ex clusión por Franco para el gobierno: En la densa noche cabalgan las brujas . Surgían las nuevas asociaciones políticas al amparo del compr omiso adelantado por Carlos Arias en su discurso de febrero; un curioso Partido Proverista que nunca supo nadie lo que era; la Reforma Social Española formada por antiguos miembros del Frente de Juventudes a las órdenes de Manuel Cantarero del Castillo, que luego se incorporaría al grupo de Fraga; la Unión Democrática Española, de mocristianos de derecha, creada por el ex ministro Federico Silva Muñoz; y la Unión

del Pueblo Español, organizada por la Secretaría General del Movimiento y encomendad a a un joven político de altos destinos, Adolfo Suárez. El grupo Tácito, formado por jóv enes Propagandistas de centro-derecha y creado por el presidente de la Asociación, Abelardo Algora, en el colegio mayor San Pablo, seguía publicando sus famosos y e quilibrados artículos semanales en el diario Ya y había colocado a varios de sus miemb ros más relevantes. Oreja, Lavilla, Osorio, en importantes subsecretarías del gobier no Añas. No se movía menos la izquierda rupturista. El partido comunista apoyaba el intento de varios jóvenes militares la Unión Militar Democrática evidentemente fascinado s por la actuación de los militares jóvenes en la Revolución portuguesa. Y el líder del PCE, Santiago Carillo, se aproximaba de forma antinatural a un grupo de políticos afectos por lo general al Opus Dei, con Rafael Calvo Serer al frente, en el proy ecto de Junta Democrática cuyo máximo objetivo era conseguir el patrocinio de don Ju an de Borbón, para lo que no les faltó mucho. Por su parte el Partido Socialista cre cía como la espuma en el interior de España, con la adhesión de numerosos jóvenes de tod as clases, entre los que predominaban los universitarios. Destacaba en él el grupo sevillano, dirigido por el abogado laboralista Felipe González y el director teat ral y librero Alfonso Guerra; y el grupo vasco con Nicolás Redondo y los hermanos Enrique y Fernando Múgica. Se enfrentaban abiertamente estos socialistas jóvenes con los del exilio, dirigidos por Rodolfo Llopis desde Toulouse pero en este mismo año 1974 la Internacional Socialista, bajo fuerte inspiración masónica que revela uno de los dirigentes, Pablo Castellano, concede su aval al grupo de Felipe González q ue había logrado el poder en el PSOE durante el congreso de Suresnes, y se configu raba rápidamente como alternativa política para la transición española. Se aproximaba el verano de 1974. Manuel Fraga Iribarne, embajador en Londres, hace una breve recalada en Madrid; en aquel momento parecía la figura política mejo r colocada para el futuro inmediato pero había prometido a Carrero que pasaría dos año s en su importante puesto diplomático y no regresaría hasta entrado el otoño. Habló larg amente con Pío Cabanillas y anotó en su diario: Está claro que el gobierno Arias no hará la reforma política . Visitó a Franco el 20 de junio y escribió luego: Escucha, pero no oye . Carlos Añas había acabado con todas las ilusi ones que suscitó su llegada durante un viaje a Barcelona, cinco días antes, que just ificaba plenamente la apreciación de Fraga. Hasta que el 6 de julio Franco sintió lo s síntomas de una gravísima tromboflebitis que amenazó su vida de forma inmediata . AMAGO MORTAL DE FRANCO, TRASPASO DE PODERES Y GOLPE DE ESTADO DE FRANCO Poco antes de su ataque, Franco había decidido el cese del jefe del Alto estado Mayor, teniente general Manuel Díez Alegría, cuando se supo que había realizado un vi aje a Rumania donde habló con el tirano Ceausescu, máximo valedor entonces de Santia go Carrillo. El viaje había sido realizado con autorización del gobierno pero el ces e fue inapelable. Pronto se apagaron sus ecos ante el peligro de muerte que amen azaba a Franco. Se celebró consulta médica en El Pardo el 9 de julio y en ausencia d el marqués de Villaverde, que se encontraba en Manila para formar parte del jurado en la elección de Miss Mundo, (luego lo negó él a Luis Herrero) se decidió el ingreso i nmediato del paciente en la Ciudad Sanitaria provincial que llevaba su nombre. E l doctor Vicente Gil impuso su criterio. Franco fue instalado en la habitación 609 de la Ciudad sanitaria dirigida con s uma competencia por el doctor Hidalgo Huerta. Llegó lo antes posible el yerno de F ranco, que era un eminente cardiólogo y comenzaron sus enfrentamientos con el doct or Gil, quien ordenó a los servicios de seguridad el 15 de julio: Si pasa una perso na por esta puerta disparáis sobre él . Franco recibía al presidente Añas, al 1 La salud de Franco en 1973-1974 en Julio González Iglesias, Los dientes de Fr anco, op. cit., p. 329s. Informe de situación tras la muerte de Carrero, Ministerio de la Gobernación, Ofi cina de Enlace. Boletín reservado de información número 64, 26 de diciembre de 1973. L. López Rodó Memorias I II op. cit. M.

Fraga Iribarne, Memoria breve..., op. cit., Barcelona, Planeta, 1980. Vicente Gil Cuarenta años junto a Franco, Barcelona, Planeta, 1981. Joaquín Bardavío, La crisis, Madrid, Sedmay, 19 74. Tácito (artículos) Madrid, Ibérico Europea de Ediciones, 1975. Para todo 1974, J. De las heras y J . Villarín, El año Arias, Madrid, Sedmayo, 1975. Añoveros y otros problemas de la Iglesia en mi libro La Hoz y la cruz op. cit. 1996. Anotacioes de mi diario y pepeles de mi archivo para todo este año. Príncipe y a José Antonio Girón, que desde entonces pretendía erigirse en testamentar io de Franco, con escaso éxito. Pese a una mejoría los médicos prohibieron tajantement e que Franco acudiese a la tradicional recepción en los jardines de la Granja; por vez primera dejó de asistir y el acto fue presidido por el Príncipe. Se encargó de or ganizarlo el ministro Cabanillas, que sustituyó las habituales atracciones fol lóric as por un magnífico Anónimo de la Granja con música de Boccherini, cuyo libreto se encom endó secretamente al dramaturgo Antonio Gala. Mientras tanto Franco volvió a agravar se y el 20 de julio, con alto sentido de la responsabilidad, tomó él mismo la inicia tiva de aplicar el artículo 11 de la Ley Orgánica del Estado que transmitía el poder s upremo al Príncipe para que pudiera firmar con el presidente Nixon la prórroga de lo s acuerdos con los Estados Unidos. Pero fuera de este acto formal Franco sigue a l mando y recibe a Carlos Añas y a Girón mientras el enfrentamiento del doctor Gil y el marqués de Villaverde llega a extremos peligrosos. El 30 de julio los médicos da n de alta a Franco que vuelve al palacio del Pardo. Villaverde presiona con tant a fuerza que el doctor Vicente Gil es despedido como médico de cabecera después de t reinta y cuatro años de servicio. Se nombra para sustituirle a un médico competente y ejemplar, el doctor Vicente Pozuelo Escudero. Bajo su dirección se celebra una c onsulta que emite un grave diagnóstico: enfermedad de Par inson por esclerosis vas cular. La tromboflebitis se le había producido a Franco, probablemente, por la pre sión de la caña de pescar en la ingle derecha. El Príncipe quedó muy dolido y escarmentado por la marginación a que se veía sometido cuando fue Jefe del Estado en funciones. Los consejos de ministros se celebraba n sin Franco, pero en su residencia del Pazo de Meirás o del palacio del Pardo. El Príncipe se prometió no aceptar nuevamente otra transmisión de poderes sin compromiso del gobierno sobre el carácter definitivo del acto. Franco ordenó al doctor Pozuelo que cualquier problema sobre su salud se lo comunicase a él mismo o si no era pos ible, a su hija. El doctor Pozuelo inició inmediatamente con Franco una original t erapia; le forzaba a relatar sus recuerdos de juventud militar y a desfilar a lo s acordes del himno de la Legión. Tras un consejo de ministros celebrado en el pal acio del Pardo el 4 de agosto, en el que interfirió Franco desde fuera hasta llega r a interrumpirlo, los médicos autorizaron el traslado del Caudillo al pazo de Mei rás, lo que se realizó el 16 de agosto. El viaje fue en avión. El 30 de agosto se cele bró en el pazo, bajo la presidencia del Príncipe, un nuevo consejo de ministros sin Franco. Pío Cabanillas me dio valiosas informaciones sobre lo que estaba sucediend o en los entresijos del poder aquel mismo verano. Durante el segundo consejo los ministros habían advertido que la recuperación del poder por Franco era ya una decisión casi tomada y los médicos la favorecían. Después del conse jo en el Pazo Carlos Añas celebró otro en el hotel Atlántico de la Coruña. Allí se trató exc lusivamente de la recuperación de los poderes y el dictamen resultó casi unánimemente negativo. Por eso el Príncipe, seguro de que no habría recuperación se volvió tranquilam ente a Palma de Mallorca. Tomada la decisión por unanimidad el presidente y los mi nistros regresan a sus lugares de veraneo. Pero Franco decidió recuperar el poder. El Príncipe, jefe del Estado en funciones , se había mostrado en el consejo del Pazo contrario esa recuperación. El presidente del gobierno, en el consejo del Hotel Atlántico, había opinado lo mismo que el rest o del gobierno. El ayudante naval de Franco, el actual almirante Urcelay, me ase gura que la iniciativa para recuperar el poder fue del propio Franco, no de su y erno, aunque éste la apoyaba. Despedidos el Príncipe, el Presidente y los ministros, Franco reclamó a los médicos su opinión sobre la capacidad que poseia para recuperar

los poderes. El dictamen, firmado por los doctores Castro Fariñas, Epeldegui, Gómez Mantilla, Vicente Pozuelo y Amador Schüller, fue favorable a la recuperación. Era, n aturalmente, un dictamen medico pero la decisión política fue de Franco. Una decisión que, ante las circunstancias que acabo de indicar, era un auténtico golpe de Estad o. Pío Cabanillas me reveló que uno de los ministros regresó de La Coruña al Pazo y noti ficó la decisión unánime del consejo. Franco consideró el acuerdo del Hotel Atlántico como una traición de la que hizo responsable a Cabanillas. Obtenido el dictamen médico F ranco comunicó al presidente Arias y al Príncipe que retomaba el poder. El ayudante naval me confirma que fue él personalmente quien les llamó por teléfono, no su yerno c omo siempre habíamos creído. La noticia de la recuperación de poderes se dio por radio y televisión, ante gestiones realizadas desde el Pazo de Meirás, en la noche del 31 de agosto. Al día siguiente se publica el alta médica. La fecha oficial para la rea sunción del mando supremo seria, por voluntad de Franco, el 2 de septiembre, nadie se atrevió a contradecirle. El Príncipe, en Mallorca, obtiene de su padre don Juan (que acaba de salvarse de una tentativa de secuestro por parte de ETA) el compro miso de renuncia y abdicación con dos condiciones; una declaración formal democrática en su momento; y el cese de Carlos Arias. Recibí esta información de fuente segura e l 5 de septiembre . 1 Los sucesos en la Ciudad sanitaria en V. Gil, Cuarenta años..., op. cit. capítu lo 12. Julio González Iglesias, Los dientes de Franco, op. cit. p. 348s. Testimoni o fundamental del Dr. Vicente Pozuelo, Los tiltimos EL SALVAJE CRIMEN DE LA CALLE DEL CORREO Cuando España no se había repuesto aún de la súbita recuperación del poder supremo por Franco, una nueva sorpresa, que además constituía una terrible tragedia, estalló el vi ernes 13 de septiembre en la cafetería Rolando de la calle del Correo, inmediata a la Puerta del Sol, donde estaba la Dirección General de Seguridad, y el cuartel d e la Policía Armada en la de Pontejos. ETA trató de asesinar a algunos de los policías que concurrían habitualmente al establecimiento pero no había policía alguno entre lo s doce muertos y setenta y un heridos que provocó el atentado. Muy pronto se produ jeron detenciones que vinculaban el atentado del vieres 13 con el asesinato de C arrero, como el escritor y dramaturgo comunista Alfonso Sastre, su mujer Eva For est, y otras personas; Lidia Falcón, que fue una de ellas, rendiría luego a España el impagable servicio de su libro-testimonio, Viernes trece en la calle del Correo, que aclara definitivamente el crimen y arroja mucha luz sobre el asesinato del almirante Carrero. En aquel mes de septiembre y en una publicación de reducido alc ance, el Boletín oficial de la diócesis de Cuenca, el obispo de esa ciudad monseñor Go erra Campos publicó un importantísimo estudio, La Iglesia y Francisco Franco, que si empre me ha parecido un análisis histórico documentado y fundamental. El 14 de septiembre se levantó el secreto oficial que había prohibido hasta enton ces toda información pública sobre la delicada situación del Sahara español, amenazado n uevamente por las apetencias del rey de Marruecos Hassan II, apoyado casi descar adamente por los Estados Unidos contra España. El territorio, considerado por España como una provincia, formaba el antemural de las islas Canarias, disponía de ricos bancos de pesca y poseía uno de los primeros yacimientos mundiales de fosfatos, e senciales para la agricultura como fertilizantes. El 29 de octubre, tras un inte nso e injusto bombardeo de dossiers dirigidos a Franco por los portavoces del bun er contra el ministro de Información Pío Cabanillas, el Caudillo le destituyó y se fil traron a la clase política rumores sobre ciertas acusaciones de traición que se rela cionaban con la oposición del 476 días de Franco, Barcelona, Planeta, 1980. Revelaciones de Pío Cabanillas, en el archivo y el diario del autor. ministro a la reasunción de poderes por parte de Franco. En solidaridad con Pío C abanillas dimitió el ministro de Hacienda, Antonio Barrera de Irimo, el presidente del INI Francisco Fernández Ordóñez y todo el equipo del ministro cesado, entre el qu e se encontraba el autor de este libro. Fui precisamente el único que siguió el rito protocolario de acudir al palacio del Pardo tras aceptarse mi dimisión, y con tod

o respeto señalé a Franco que Pío Cabanillas no había sido en modo alguno un traidor. Fr anco se salió por la tangente en su respuesta. Fue la última vez que hablé con él en vid a. La reacción de la prensa española y la internacional a favor del ministro cesado fue prácticamente unánime. Desde entonces los reformistas del sistema y varias perso nalidades de la oposición moderada como Jordi Pujol organizamos espontáneamente una auténtica romería a la embajada de Londres, donde Fraga seguía concitando las máximas es peranzas de casi toda España para impulsar la reforma democrática una vez que había fr acasado tan estrepitosamente el intento aperturista de Pío Cabanillas. Y así, entre la frustración, la esperanza y la incertidumbre, terminaba el año 1974, el último año co mpleto que vivió Francisco Franco . En una carta, históricamente valiosísima, que me dir igió don Antonio Carro el 20 de noviembre de 1996, me revela que el cese de Cabani llas no fue por iniciativa de Franco sino de Carlos Arias, por no haber evitado el ministerio de Información que se publicara un artículo insultante contra el Presi dente al que llamaban carnicero consorte . Antonio Barrera intentó incluir a Carro en tre los dimisionarios pero él se negó por motivos de lealtad personal. EL ÚLTIMO AÑO: TORTURA Y ENTEREZA Sabemos que desde 1970 las habituales dolencias bucales de Franco le acosaban casi sin cesar. La tromboflebitis del verano de 1974 le dejó muy debilitado y su salud se complicó desde principios de diciembre de ese año con una 1 Para el período que se refleja en este epígrafe el autor se vale de la informac ión de su diario y su archivo. El libro capital de Lidia Falcón que he citado en el texto fue editado en Barcelona por Planeta en 1981. Es interesante la referencia al libro de Fraga, Memoria breve de una vida püblica. nueva manifestación de sus terribles dolencias dentales que ha revelado el docu mentado estudio clínico del doctor González Iglesias, apoyándose para este caso a veces con discrepancia en la autoridad del doctor Vicente Pozuelo: entre dici embre del 74 y el mes de enero siguiente Franco sufrió cuarenta días de martirio de l os decúbitos , es decir una dolorosísima inflamación de las encías provocada por un acomod o deficiente a las prótesis dentales. Por diversas causas ese martirio le había acom pañado toda su vida y se iba a recrudecer en sus últimos meses. En el curso de ese últ imo año le fueron practicadas dos dolorosas extracciones dentales que le dejaron c on un solo diente. En fin, ahora sabemos que ese 4 de diciembre ya había entrado F ranco en el último año de su vida y todo el mundo sospechaba, con creciente aprensión o esperanza, según los casos, pero en todos los casos con creciente nerviosismo, l a proximidad del desenlace. El panorama exterior estaba marcado por tres crisis gravísimas, con inevitable incidencia en España: la crisis económica, petrolífera y de o tras materias primas, que se había desencadenado en 1973 con motivo de la guerra ára be-israelí del Yom Kippur, ante la que los gobiernos europeos tomaban ya las medid as adecuadas pero el de España prefería inhibirse para mantener a precio del futuro la pujanza del desarrollo; la lucha del presidente de los Estados Unidos, Richar d Nixon, gran amigo de España, por el malhadado asunto del Watergate que sus enemi gos liberals esgrimían con el propósito de hundirle; y la retirada de Occidente ante los comunistas de Vietnam, donde los Estados Unidos, minada su retaguardia por las protestas universitarias y pacifistas, sólo aspiraban ya a salvar la cara de l a manera menos deshonrosa posible. Defenestrado, como acabo de recordar, el mini stro liberalizador Pío Cabanillas a fines de octubre, todo el mundo estaba convenc ido de que había que esperar a la muerte de Franco para plantear seriamente una nu eva convivencia española sobre la figura clave de don Juan Carlos de Borbón. Y en el horizonte inmediato el problema y el peligro era la cuestión del Sahara, plantead a maquiavélicamente en el juego de las maniobras mundiales por el rey Hassan II de Marruecos sobre la debilidad de España y el estado preagónico de Franco, con la fla grante complicidad de la estrategia norteamericana. En noviembre, fortalecido por su victoria contra los aperturistas, el gran je fe del bun er, ex ministro José Antonio Girón de Velasco, creaba su Confederación de C ombatientes (le había quitado el ex) con el designio de mantenerse, como grupo dec isivo de la transición en las horas difíciles que se avecinaban. El gobierno presidi do por don Carlos Arias Navarro desde el asesinato de Carrero

había interrumpido una reunión de casi toda la oposición interior en la que figuraba n el joven líder socialista Felipe González y el eterno muñidor democristíano Joaquín Ruiz Giménez-, con detención de varios participantes. Se enrarecía el ambiente político; los comunistas, en la plenitud de su esperanza tras haber ejercido como protagonist as del antifranquismo total, no cesaban en sus ataques a través de una campaña de hu elgas y manifiestos; los comandos de ETA, aliados entonces del Partido Comunista de España, como se había comprobado en el asesinato de Carrero y en el salvaje aten tado de la calle del Correo, intensificaban su oleada de crímenes. Se inauguraba, en la noble villa manchega de Socuéllamos, el último de los monumentos dedicados a J osé Antonio Primo de Rivera. El ministerio de Información suspendía y secuestraba revi stas y diarios y el ministerio de la Gobernación llegó prácticamente a anular al de In formación, como demuestra esta insólita noticia del 21 de diciembre, cuando la policía desautorizó abiertamente al director general de Cultura Popular (profesor Miguel Cruz Hernández, que me había sucedido en el cargo). Había declarado el señor Cruz que se encontraba a la izquierda del anterior titular; quizá por ello la policía impidió la inauguración de un centro por tan peligroso izquierdista: Madrid 21, Europa Press. Esta tarde estaba previsto el acto de inauguración de un Aula Cultural de las p romovidas por la dirección general de Cultura Popular del ministerio de Información y Turismo y en este caso patrocinada por las asociaciones de vecinos de Palomera s Sureste y Palomeras Altas, en el número 9 de la calle Pedro Gallego, en el barri o madrileño de Vallecas. El acto iba a ser presidido por el director general de Cultura Popular, señor Cr uz Hernández y en su programa figuraban únicamente unas palabras de éste y una copa de vino español. Cuando la reunión iba a comenzar, se personaron dos inspectores de po licía, quienes según fuentes allegadas al Aula comunicaron que la autoridad gubernativ a no había autorizado el acto. El director general conversó durante unos momentos con los inspectores pero fina lmente la inauguración no se llegó a celebrar. Las mismas fuentes informantes indica ron que el pasado sábado ya fue suspendido igual acto y en aquella ocasión figuraba en el programa un recital de un grupo de canción fol lórica, actuación que en esta oca sión no se había programado . El 30 de noviembre de 1974 estallaba otro de los grandes escándalos del régimen d e Franco, el asunto SOFICO. Este grupo inmobiliario, el más famoso del momento sus pendía pagos y dejaba en la calle a sus miles de inversores que habí~an caído en la tr ampa de una publicidad abrumadora. El grupo había iniciado sus actividades en 1961 , ofrecía una rentabilidad del 12% que entonces parecía astronómica y, dirigido por Eu genio Peydró Salmerón, saltó a los grandes negocios internacionales basados en la espe culación. Grandes nombres del régimen como el almirante Nieto Antúnez y el general Gar cía Valiño amparaban con su prestigio y su influencia la expansión de un imperio funda do en bases falsas. La empresa justificaba su designio así: SOFICO es España . Cuatro m il trabajadores y veinticinco mil inocentes participantes quedaron de piedra al conocer el hundimiento. Desde hacía tiempo la moralidad y la solvencia eran virtud es en entredicho público dentro de la España del desarrollo; como había sucedido en ot ras partes durante los grandes despegues económicos de su historia. Pero además SOFI CO era algo que pocos advertían; un símbolo de la crisis mundial en su reflejo sobre España. Su desastre no invalidaba, ni mucho menos, la autenticidad del desarrollo ; pero advertía sobre los peligros de no tener en cuenta la crisis mundial. En su mensaje para el fin de año que habría de ser el último- Franco, que apenas podía darse a entender, recayó en una serie de tópicos. Dijo que las instituciones han con tinuado ganando solidez y confianza cuando todo el mundo opinaba lo contrario; ag radeció la recuperación de su enfermedad tras la casi mortal tromboflebitis del vera no; elogió la capacidad innovadora de las nuevas asociaciones políticas; admitió por f in la grave amenaza de la crisis económica mundial, pero sin señalar remedios. Inter pretó muchos problemas como derivados de la hostilidad exterior secular contra Esp

aña; y se mostró optimista ante la salida de la crisis. Era su último mensaje; España en tera lo presentía y abordaba con creciente ansiedad el último año de Franco, 1975. LA PRIMAVERA DE FRAGA Para responder al clamor general por la democracia, dentro y fuera del régimen e l nivel económico y social de España, que era obra del régimen, y la comunicación con lo s demás países de Occidente exigía una equiparación polí tica, un desarrollo político desde los años sesenta, y el profesor Fraga fue el pri mero en proclamarlo el gobierno Arias Navarro sólo ofreció, en el mes de diciembre de 1974, su proyecto de ley de Asociaciones Políticas al que se había referido Franco en su mensaje. Insisto en que ese clamor por la democracia provenía de la oposición al régimen, en la que figuraban los comunistas, enemigos históricos de la democracia ; pero también de una parte importante de la clase política, casi toda la juventud y sectores considerables de la opinión pública del régimen; y por supuesto de las grand es instituciones sociales encabezadas por la Iglesia desde 1966 y por la mayoría de las fuerzas armadas. Todo el mundo, menos el bun er (que contaba con significati va representación militar) comprendía la necesidad de una apertura a la democracia q ue el propio Franco había parecido favorecer con la Ley Orgánica a fines de 1966, au nque luego se retrajo hacia una clara involución. Continuar sin rupturas había dicho F ranco en su último mensaje para el fin de año. Reformar sin ruptura era la consigna de Fraga. La oposición ensayaba su propia consigna, la ruptura total, a la portugues a, que se habia logrado en abril de 1974 mediante su Revolución de los Claveles, a unque había fallado su principal recurso, la rebelión de los capitanes, neutralizada por el propio Ejército que encaminaba al país hacia la reforma. Éstas eran las altern ativas políticas cuando Manuel Fraga Iribarne, entonces embajador de España en Londr es, decidió realizar su interesante serie de desembarcos políticos, al amparo de la recién nacida ley de Asociaciones. Era realmente un decreto-ley firmado por Franco el 27 de diciembre de 1974. El derecho de asociación ésta era la clave se ejercerá en el ámbito de la comunidad del Movimiento Nacional , confusa denominación que no se definía en el texto, y que venía a significar dentro de la demostrada lealtad al régimen , con lo que toda la oposición al régimen quedaba, naturalmente, fuera de la convocatoria . Las asociaciones políticas eran medios complementarios para la participación de los españoles en las tareas políticas a través de las entidades naturales , que seguían siend o la Familia, el Municipio y el Sindicato. Las asociaciones se inscribían, por tan to, en la democracia orgánica; El carácter orgánico de la representación política informa e l orden institucional. Toda organización política de cualquier índole al margen de est e sistema representativo será considerada ilegal .La institución que entendería en la cr eación y control de las asociaciones sería el Consejo Nacional, dominado por los hom bres del bun er. Las asociaciones tendrían que ajustarse en su funcionamiento a los principios del Movimiento y demás leyes fundamentales del Reino . Su ámbito no podría s er regional sino nacional. La acogida al proyecto y al decreto-ley de Asociaciones resultó muy fría. Estaba clarísimo que Franco no quería autorizar la existencia de los partidos políticos, que por su experiencia personal creía fatales para España. El veterano político católico don José María Gil Robles, que trataba de legalizar su movimiento demócrata-cristiano al margen del Movimiento, solicitó acogerse al Estatuto de Asociaciones vigente de 19 64, pero no al de asociaciones políticas en el que casi nadie creía. Treinta y cuatr o miembros de la oposición se reunían los días 10 y 11 de enero en Bruselas, convocado s por Realités para debatir el tema España ante Europa ; era toda una nueva clase polític a que nutriría las filas del centrismo y el socialismo, con los nombres de Pedro A ltares, Fernando Alvarez de Miranda, Rafael Arias Salgado Arija, José M. Armero, S ebastián Auger, Baeza, Miguel Boyer, Broseta, Ignacio Camuñas, Luis González Seara, Ju an Ramón Lasuén, Miguel Martínez Cuadrado, Millet, Raúl Morodo, Enrique Múgica, Muñoz Peirat s, Juan Antonio Ortega-Díaz Ambrona, Miguel Roca Junyent, Mariano Rubio, Luis Sola na, Ramón Trías Fargas, Vicente Ventura, José Vidal Beneyto y Alejandro Rojas Marcos; con esos nombres se podría escribir casi una historia de la transición desde una ver tiente. La oficina de Asociaciones se abría a mediados de enero en el Consejo Naci onal. El rumor principal del momento era un proyecto fraguado por José María de Arei lza, Manuel Fraga y Federico Silva que pretendían crear una unión de centro-demócratas m

uñida por Alfonso Osorio, incansable en aquellas semanas para conseguir su intento . Pero la primera de las asociaciones fue un patético intento denominado Asociación Proverista, lanzada por un señor Maysounnave con un grupo de ilustres desconocidos , que llenaron los requisitos formales, lograron reunir 25.000 firmas y exhibier on una confusa ideología poujadista que no engañó a nadie y contribuyó al descrédito de to do el nuevo sistema asociativo. La segunda asociación era ya seria; fue presentada por el presidente de los Antiguos Miembros del Frente de Juventudes, el animoso ex marino mercante Manuel Cantarero del Castillo, que actuaba en 17 provincias y en principio impresionó tanto a Carlos Arias que estuvo a punto de ofrecer una c artera a Cantarero. Desde luego que el socialismo nacional de este político coinci día con los lejanos sueños de José Antonio Primo de Rivera y no dejó de causar algunas i nquietudes a los renovadores del socialismo español; pero pronto se comprobaría que la asociación de Cantarero, denominada Reforma Social Española, si bien podría ser int eresante como aportación a un movimiento más amplio, resultaba demasiado restringida y carente de medios para vivir autónomamente. Luego acabaría integrándose en Alianza Popular. Una vez que falló el intento de constituir una asociación conjunta con Areilza y Fraga, el ex ministro de Obras Públicas Federico Silva Muñoz uno de los políticos con mayor prestigio en la fase final del régimen, lanzó con un importante grupo de perso nalidades de la derecha demócrata-cristiana una tercera Asociación, en la que se inc luyeron algunos miembros del grupo Tácito, inspirado por el presidente de la Asoci ación de Propagandistas, Abelardo Algora, y que bajo ese nombre colectivo publicab a en el diario católico Ya desde mediados de 1973 unos artículos semanales de clara orientación reformista y democrática que ejercían influencia creciente en todo el períod o. Creyendo que podía contar con el discreto apoyo de la Iglesia, esta tercera aso ciación se denominó UDE, Unión Democrática Española y su presentación pública tuvo lugar el 1 de marzo de 1975; formaban su primera lista Fernando Acedo-Rico, Fernando Bau-C arpi, el dramaturgo Joaquín Calvo-Sotelo, Afrodisio Ferrero, Enrique de la Mata, e l ex ministro de Hacienda Alberto Monreal, Virgilio Oñate, Alfonso Osorio, Carlos Pérez de Bricio, Andrés Reguera, y hasta setenta y cinco nombres de alta consideración profesional y social, honradez y eficacia acreditadas y horizonte democrático muy claro. La UDE apareció como un proyecto de suma importancia; como una forma de De mocracia Cristiana de centro-derecha que ofrecía, por la calidad de su conjunto, u na excepcional seguridad en el futuro. Pero no cuajó por dos razones. Primero, la competencia durísima de la Democracia Cristiana extramuros del régimen, que desencad enó contra su hermana reformista una guerra a muerte, simbolizada en las injustas invectivas del ambicioso y agresivo profesor Javier Tusell contra Alfonso Osorio , dirigente principal de UDE; y segundo, porque la Iglesia de España cuyo líder polític o indiscutible era entonces el cardenal Tarancón, se negó en redondo a patrocinar un partido confesional para la transición española y buscaba en cambio la posibilidad de apoyar margínalmente a un partido moderado de centro, sin denominación confesiona l. En medios de la Asociación de Propagandistas se conocía por entonces al cardenal como el asesino de la democracia cristiana . Entonces los demócrata-cristianos de tod os los signos se lanzaron, en grupos aislados a convencer a los españoles de que u n partido que se reconocía cristiano podría no ser confesional, contradicción flagrant e que nadie comprendía, aunque algunos de ellos empezaron pronto a demostrar con s us comportamientos que verdaderamente no eran cristianos en su ambición desmedida, su falta de escrúpulos, su hostilidad excluyente contra otros políticos cristianos y la liviandad de sus costumbres personales, todo lo cual no les impedía adherirse a la etiqueta cristiana porque la creían fuente de votos, en lo que se equivocaba n de medio a medio; la opinión pública estaba harta de tantas intervenciones políticas de la Iglesia desde el absolutismo de Fernando VII hasta la época de Franco (sobre todo la politización de la Iglesia cont ra el régimen) y no prestaría su apoyo a cualquier forma política que pudiera encubrir esa intervención para el futuro inmediato. Esta actitud no significaba enemistad con la Iglesia, sino rechazo a cualquier intervención de la Iglesia en la política. El relevante intelectual y diplomático Gonzalo Fernández de la Mora con su proyec to de Unión Nacional Española, adicta al sistema de Democracia Orgánica ya preconizado por Salvador de Madariaga en 1935 frente a la crisis universal del esquema demo

crático liberal, y la propia Secretaria General del Movimiento con la Unión del Pueb lo Español, que pretendía la agrupación democrática de lo que se llamaba entonces franqui smo sociológico es decir, los numerosos españoles fieles al régimen de Franco, promovería n la cuarta y quinta de las asociaciones acogidas al reciente Estatuto. Hablarem os de ellas algo después porque aparecieron en un momento político posterior al que estamos analizando históricamente. Sin embargo, aunque alguna de estas asociacione s ofrecía posibilidades y esperanzas, el futuro de las asociaciones políticas en los últimos meses de 1974 y primeros de 1975 parecía depender de un proyecto distinto, el proyecto de Manuel Fraga Iribarne. Manuel Fraga, entonces en la plenitud de su vocación y su vigor político, había sal ido del gobierno a fines de octubre de 1969 con la merecida aureola de gran mini stro, iniciador de la apertura democrática con su ley de Prensa de 1966 y reconoci do horizonte como reformador del régimen. A las pocas semanas, durante una tensa s esión del Consejo Nacional, propuso la idea de crear un gran movimiento de centro que pudiese contrarrestar al plantearse inevitablemente una nueva convivencia en España, los clásicos bandazos históricos hacia la izquierda o hacia la derecha. El ce ntrismo de Fraga se combinó durante los años siguientes con una profunda convicción re formista que pretendía evolucionar desde la legalidad de las Leyes Fundamentales h asta la instalación en España, bajo el signo y la esperanza del Príncipe don Juan Carl os, de un régimen democrático auténtico. El tiempo demostraría que éste era el camino del futuro; y que Fraga había acertado plenamente al diseñarlo y emprenderlo. Pero otros grupos, intereses y personalidades políticas entrarían en competencia y arrebatarían a Fraga la idea y la bandera del centro reformista incluso algunos políticos que m ilitaban descaradamente en 1975 en opciones continuistas. Sin inmutarse por ese peligro, que aflorará después de la incorporación de Fraga al gobierno Arias tras la muerte de Franco, el embajador en Londres inició a princip ios de diciembre de 1974 una serie de viajes a España para tantear sus posibilidad es y para ínsertarse en las expectativas políticas del futuro inmediato. Iba a ser e l invierno de Fraga y la primavera de Fraga. Salgo para Barcelona anota en su diar io- convencido de que se acercan horas decisivas . Quizá por eso antes de salir de L ondres su último contacto es con el historiador de Oxford y especialista en la Esp aña contemporánea, profesor Raymond Carr. Al llegar a Barcelona el 7 de noviembre vi sitó al cardenal Jubany y conversó con el líder nacionalista Jordi Pujol, muy distingu ido en la oposición moderada, pero implacable contra el régimen. El día 9 se reunían en tomo al embajador cientos de personalidades del gobierno el ministro de Información León Herrera, antiguo director general suyo- y de la oposición el profesor Ramón Tamam es, en cuya mesa estábamos y pudimos comprobar el entusiasmo del conocido economis ta (que todos sabíamos próximo al PCE, aunque no lo había confesado públicamente) y de s u rutilante esposa Carmen por la figura y las posibilidades de Fraga; cenaban co n nosotros algunos empresarios jóvenes muy prometedores, como Gerardo Díaz y Gonzalo Pascual, que llegarían a las altas esferas de la confederación empresarial CEOE y e ran entonces ardorosos fraguistas, colaboradores muy generosos para la recaudación de fondos en favor del proyecto político del embajador. En la concurridísima cena, a la que asistía casi todo Barcelona, se entregaban los Premios Fraga de periodism o, atribuidos a profesionales de talante centrista por un jurado en que brillaba como estrella política del momento el recién defenestrado ministro Pío Cabanillas. En su discurso, Fraga levantó la bandera del centrismo reformista y democrático. Un ad mirador le grita con entusiasmo, y Fraga se lo cree: A usted va a hacerle Preside nte Cataluña . A lo largo del mes de enero de 1975 se reproducen las tensiones sociales ante la progresión de una crisis económica que el gobierno se empeñaba en no reconocer ni poner remedio. Las cifras de paro eran todavía ridículas al lado de las que hoy nos atenazan; y el crecimiento económico, por inercia de los tiempos del desarrollo, s e mantenía con notable persistencia. Pero las graves aprensiones por la crisis polít ica se transferían también al campo económico, donde los observadores bien informados presentían cada vez más abiertamente días de angustia. El 11 de enero fallecía el antigu o director de ABC y segundo eslabón de una gran dinastía de periodistas y hombres de letras monárquicos, Juan Ignacio Luca de Tena. Era una gran figura respetada y po

pular; su desaparición constituyó un auténtico duelo nacional y provocó pronto en el gran diario de Madrid y Sevilla una auténtica con vulsión. Desde mucho tiempo antes no sólo medios del Opus Dei , como suele decirse púdica mente, sino el propio Fundador, el hoy beato Josemaria Escrivá de Balaguer, habían p retendido lograr en el próximo futuro el control de ABC, el diario español más influye nte entonces y más conocido fuera de España. El fracaso de un nobilísimo y quijotesco empeño, ABC de las Américas, supuso la caída del director, Torcuato Luca de Tena, sust ituido para general sorpresa por un competente periodista y miembro del Opus Dei , José Luis Cebrián Boné. No era el nuevo director propenso a la lucha ideológica, esenc ial para los tiempos que se avecinaban: el autor de este libro envió una larga car ta a los hermanos Luca de Tena, Torcuato y Guillermo, que se confirmó después cuando ABC, sin dejar nunca de ser un gran periódico, perdió la primacía informativa en España . Las tormentas de la transición incidían cada vez más en el campo de la prensa. La ma yoría de las empresas y los profesionales se alineaban decididamente en el apoyo a una nueva democracia por vía de reforma pero se dejaban desguarnecidos los flanco s ideológicos y en nombre de un vago progresismo el mundo de la información bascularía poco a poco hacia el centro y en un sector haría claramente el juego a la izquier da, por la identificación de la idea derechista con el fracaso final, ya cantado, del régimen agonizante. En aquella fase de la transición que precedió y siguió inmediata mente a la muerte de Franco estaba mal visto llamarse de derechas; la derecha ve rgonzante quiso ocultarse bajo la denominación de centro, como ya había hecho, según s abemos, desde el siglo XIX en varias crisis históricas de España y ésta sería una de la causas más claras de la caída del centro que se formaba en 1975 y de las dificultade s de la derecha nacional para recuperarse. En tan expectantes circunstancias Manuel Fraga Iribame salía para Madrid en un nuevo viaje el 21 de enero de 1975. Uno de los viajes más comprometidos de mi vida a nota en su diario. En un resonante artículo de ABC Alfonso Osorio pide la unión de A reilza, Silva y el embajador para crear un frente de la derecha moderada . Al llega r Fraga reunió a sus equipos informativos de GODSA una sociedad de servicios inform ativos y políticos encuadrada por colaboradores jóvenes y decididos, entre ellos var ios militares como el capitán Cortina y conferenció con Osorio, con Cabanillas y con el almirante Pedro Nieto Antúnez, que era admirador de Fraga y su principal enlace con Franco. Fraga ha revelado en sus telegráficas, pero enjundiosas memorias políti cas las claves de este viaje tan importante como frustrado. Habló con los más altos representantes del gobierno el día 22: Carlos Arias, sus tres vicepresidentes, el ministro de la Presidencia Antonio Carro y el ministro secretario del Movimiento, Utrera Molina. Almorzó con todos ellos y les entregó el borrador para una asociación centrista-reformista que consistía en un programa de mínimos. Exigía Fraga el reconocimiento de los derechos políticos vigentes en las democracias occ identales y la elección de una Cámara baja la decisiva por sufragio universal. GODSA, cuyas oficinas visité alguna vez por entonces en la calle Artistas junto a Cuatro Caminos, publicaría poco después, con esa trama, y con el título Llamamiento para una Reforma Democrática el programa de Fraga. Creo sinceramente -escribió Fraga en su dia rio- que eran el documento y las ideas que España necesitaba entonces . Y las que se adoptaron de hecho el año siguiente, después de la caída de Arias, por el gobierno de Adolfo Suárez, el gran raptor de las ideas y del Centro inventado por Fraga en 19 69. Antonio Carro, en nombre de Arias, objetó que ante la previsible actitud contra ría de Franco, la publicación del documento Fraga debería aplazarse y podarse hasta po derlo lanzar íntegramente después de la desaparición de Franco. Fraga se negó y mantuvo su texto para la publicación inmediata. Areilza declaró en público que iría con Fraga a cualquier parte. Federico Silva, muy ilusionado con su proyecto UDE, no se entre gó al de Fraga, que volvió a encontrarse con Jordi Pujol, en quien adivinaba una fig ura importante del futuro. El 25 de enero de 1975 tiene lugar el gesto decisivo de Fraga: la entrega del documento reformista a Franco por medio del almirante Nieto Antúnez. De momento n o hubo respuesta: quedó pendiente de decisión el proyecto, mientras Fraga continuaba

en Madrid sus intensas reuniones con políticos afines y miembros de la oposición mo derada. Y el 28 de enero se volvió a su embajada de Londres para esperar allí la res puesta de Franco. Sin embargo la conjunción Fraga-Areilza-Silva no había cuajado tra s varias reuniones de los protagonistas y la acogida del gobierno al documento d e reforma centrista no había resultado precisamente entusiasta. Pese a todo Manuel Fraga Iribarne no perdió su número uno como protagonista del futuro en la inmediata primavera que fue etiquetada políticamente con su nombre. La espera londinense de Fraga duraría tres semanas. Nada más regresar a la hermos a embajada de Belgrave Square, adquirida por España mediante un leasing del duque de Westminster, cayó el gran político en una peligrosísima trampa informativa. Pasó a ve rle el joven y brillante periodista Juan Luis Cebrián, ya preconizado director de un nuevo periódico, El País. La aventura de El País es una de las más trascendentales de la transición; conviene seguirla paso a paso. Había surgido en medios moderados la idea de crear un gran periódico de centro progresista, apoy ado por un nutrido grupo de intelectuales y profesionales de relieve, entre los que figuraba como primer y máximo impulsor el propio Manuel Fraga Iribarne. Como p rimer director del periódico se había propuesto a un hombre de Fraga, el relevante p eriodista Carlos Mendo, jefe de prensa en la embajada de España en Londres y con a mplia experiencia en el periodismo y en el mundo de las agencias, que había cumpli do, como sabemos, a principios de 1969 una importante misión informativo-política po r sugerencia de Fraga: enderezar el entuerto de unas declaraciones del Príncipe Ju an Carlos muy favorables a su padre don Juan de Borbón y que podían comprometer grav emente la sucesión ya próxima. Mendo realizó su misión eficazmente y publicó la entrevista en que el Príncipe dijo lo que Franco necesitaba oír, con lo que desapareció el serio obstáculo. El grupo promotor de El País (que rescataba de la historia del periodismo e l rótulo ominoso de un antiguo diario tremen-dista de izquierda durante la anterio r Monarquía) pensaba que en vista de la marcha vacilante de ABC y la confesionalid ad del Ya existía un amplio hueco para la creación de un diario nuevo, joven, órgano ade cuado para la transición a la democracia, progresista y liberal pero alejado de te ntaciones marxistas tanto como de las reaccionarias. Asumió los mandos del proyect o un extraordinario personaje, editor de libros de texto, Jesús Polanco, a quien r espaldaba José Ortega Spottorno, hijo de José Ortega y Gasset; Polanco contaba con e l apoyo de un importante grupo de editores que controlaban buena parte del mundo de la edición y la exportación de libros en España. Este grupo, que aparecía como próximo a Fraga, pidió al embajador la sustitución de Mendo por Juan Luis Cebrián, hijo de un conocido periodista del Movimiento; Cebrián había desempeñado en el ministerio de Pío Ca banillas la jefatura de los servicios informativos de Televisión Española, con lealt ad al régimen de Franco y decidida adscripción aperturista. Uno de los misterios de la transición es cómo Polanco y su grupo, incluido Juan Luis Cebrián, se apartaron de su inicial designio moderado para entregarse gradualmente al centro-izquierda, a la izquierda abierta y por fin a la causa de la Internacional Socialista en Esp aña, con significativas concesiones (sobre todo en el campo cultural) al Partido C omunista, a una línea anticatólica secularizadora e incluso a los intereses estratégic os de la Unión Soviética, sin romper por ello con sus conexiones occidentales ni con la defensa de las libertades democráticas pero bajo un signo editorial cada vez más claramente marxista. (Poco antes de escribirse estas líneas la trayectoria del seño r Polanco ha quedado clara en los libros de José Díaz Herrera-Isabel Durán y en el de Jesús Cacho) .La orientación acorde con la Internacional Socialista no se aduce a hu mo de pajas; esa importante entidad multinacional se identifica, como explicamos en otro de nuestros libros, con las directrices de la Masonería (según el decisivo testim onio de un personaje perteneciente al máximo nivel de las dos instituciones, Jacqu es Mitterrand) y con toda la línea liberal, en el sentido socialdemócrata radical y norteamericano del término, que almea a El País con la cadena internacional de prensa e información cuyo principal exponente es el Washington Post junto a otros órganos d e prensa occidental. El autor de este libro, que fue uno de los tres primeros co lumnistas de El País desde la fundación del periódico en 1976, a lo largo de dos años, c ree que, desde la perspectiva actual, semejante evolución se emprendió con un claro designio estratégico y con toda premeditación por parte del señor Polanco, que por sus

dotes empresariales y su red de conexiones interiores y exteriores ha conseguid o un éxito empresarial e informativo verdaderamente asombroso en el campo de los m ultimedia. El hecho es que Juan Luis Cebrián, entonces acérrimo fraguista, pasó por la embajad a de España en Londres el 27 de enero de 1975. Almorzamos juntos anota Fraga y luego tuvimos una larga conversación sobre lo que debía ser el periódico. Dos cosas quedaron claras, que no se cumplieron, tant s enfaut. La primera es que él se embarcaba conm igo y por mí, en aquella empresa; la segunda que el periódico sería liberal y avanzado , pero que en él no entraría un solo marxista. Hablamos en detalle de todo; le di id eas hasta para la crítica de libros y de espectáculos; y nos despedimos, llenos de a cuerdo y esperanza.. .. La posterior evolución de El País, con su línea editorial dirigi da por un ex comunista y acrisolado marxista, Javier Pradera, y convertido en órga no de la izquierda socialista, marxista y felipista española, sería una de las grand es frustraciones en la vida de Manuel Fraga Iribarne. En mi opinión Cebrián era sinc ero en aquella entrevista de Londres, su mutación es posterior. Pero Jesús Polanco y a tenia entonces perfectamente trazado su camino. Mientras esperaba la respuesta de Franco (que jamás autorizaría en vida la aparic ión de El País ) a su proyecto reformista, Fraga hacía favores a su cónsul general, el soci alista Fernando Morán, terminaba su diálogo Las leyes, presenciaba el ascenso impara ble de Margaret Thatcher a la jefatura del Partido Conservador y sentía una nueva decepción al comprobar que José María de Areilza, que había deseado ir con él hasta el fin del mundo, no participaba, como parecía previsto, en las excursiones de la nueva clase política española a Londres. El 3 de marzo recibe un aviso desesperanzado de M adrid. Cabanillas me llamó. Las cosas van mal; no se va a aceptar el programa . Imper térrito, Fraga habla con el profesor socialista marxista Enrique Tierno Galván y con Fernando Morán sobre el lugar que el socialismo podrá ocupar en su plan de reforma; mientras sea democrático y no viol ento, será aceptado. Tierno que estaba entonces en la aventura del Partido Socialist a Popular me pide que cuando hable con los laboristas les subraye que el PSOE no es el único interlocutor en España . Al poco parte Fraga para Venecia, donde será elegid o presidente de la Unión Latina, una entidad fantasmagórica que no fue adelante. Tod o parece dispuesto para el definitivo lanzamiento de su gran asociación centrista y reformista. Mientras tanto Marruecos lleva al Comité de Descolonización de las Naciones Unida s los casos de Ceuta y de Melilla y los peñones de la costa africana que siguen ba jo soberanía de España, además de las islas Chafarinas. El gobierno replica con una no ta en la que se afirma que tal intento trata de quebrantar la unidad nacional y la integridad de España, ya que esos territorios son parte integrante de su espaci o nacional, como todo el mundo ha reconocido incluso Marruecos. Para corroborar esta nota llegan a la zona varias unidades de la Armada española y el representant e de España en las Naciones Unidas, Jaime de Piniés, entrega una larga carta a la pr esidencia en la que se explican de forma convincente las razones históricas, jurídic as y políticas que abonan la presencia de España en las ciudades y peñones reclamados por Marruecos. Consigue una amplia resonancia internacional el escrito de quinie ntos altos funcionarios de la Administración española en favor de la reforma democráti ca del régimen. Fuentes gubernamentales pretendieron calificar este escrito como s ubversivo; pero el autor de este libro, que era uno de los firmantes, explicó públic amente en ABC, el 14 de febrero de 1975, que sólo habíamos pretendido recordar al pr esidente del gobierno don Carlos Arias Navarro las promesas de apertura que había formulado, con amplio y positivo eco en la opinión, en su famoso discurso del 12 d e febrero de 1974 y que ahora parecían congeladas por las continuas presiones del bun er, el escrito de los altos funcionarios se había redactado en sentido democráti co y reformista, de ninguna manera subversivo ni rupturista. En cambio la oposic ión a un régimen que se cerraba a una reforma seria y se atrincheraba en un insufici ente despliegue de sus alicortas asociaciones políticas se endurecía desde la izquie rda, mientras el sistema se desmoronaba por el centro. El ministro de Educación Cr uz Martínez Esteruelas era un competente abogado del Estado, de origen modesto y g

randes condiciones como orador parlamentario y hombre de acción. Le hostigaron las fuerzas de izquierda en la Universidad de Valladolid, donde produjeron graves d esórdenes y el ministro, respaldado por el gobierno, decretó el cierre de cuatro fac ultades. La onda expansiva se extendió a otros centros. En la Universidad de Salamanca se cierran también varias facultades. La de Granada comunica un aviso de cierre si continúan los desórdenes graves. Las Universidades de Madrid hacen lo mismo. Varias empresas publican anuncios por los que excluyen de sus ofertas de trabajo a quienes hayan cursado sus carreras en aquellos años de convulsión universi taria provocada pór la oposición de izquierdas. La oposición universitaria, dirigida p or comunistas y socialistas coreados por grupos de extrema izquierda radical era uno de los principales focos de ataque permanente contra el régimen que, una vez desmantelado el SEU de origen falangista, sólo había opuesto a la marea contraria un esquema de asociaciones universitarias sin empuje suficiente. La oposición de izq uierda se había apoderado de la Universidad y ejercía desde ella todo su poder con a mplia repercusión en los medios informativos. En estas circunstancias Manuel Fraga Iribame vuelve a Madrid desde Italia par a la que él mismo llama su semana decisiva, el 14 de febrero de 1975. En el Instit uto de Cultura Hispánica pronuncia una conferencia sobre Ramiro de Maeztu, una de las grandes figuras intelectuales de la derecha moderada en este siglo, proceden te de los medios fabíanos de la izquierda londinense y luego colaborador de Primo de Rivera en la Dictadura; y por eso vetado y proscrito por la izquierda... y po r no pocos medios informativos de la derecha, que poco a poco se verían trufados d e izquierdismo cultural, aunque entonces todavía no se notaba esa deserción. Asistió F raga como jurado al premio Espejo de España, creado por Editorial Planeta cuyo pres idente, José Manuel Lara, era muy amigo suyo gracias a una espléndida colección del mis mo nombre ideada y dirigida por un equilibrado y certero director editorial, Raf ael Borrás Betriu, que ha hecho por la auténtica historia de la España reciente más que muchos historiadores pretenciosos. El lunes 17 de febrero inicia Fraga sus conta ctos para esa semana decisiva, que se resume en una grave decepción. El almirante Nieto Antúnez le comunica la negativa de Franco sobre el proyecto político reformist a del embajador; aunque entonces no le reveló la frase de Franco que luego se hizo famosa: i,Para qué país se ha hecho este proyecto? . Esa decisión, escribe Fraga en sus entrecortadas memorias, podía reducirse a dos negativas: no a los choques entre div ersas tendencias y no a Fraga que pretende alzarse con la herencia... Sabía de sob ra que con esta actitud de Franco nada eficaz podría hacerse por ahora . Pero no se desanima el embajador. Presenta junto al paseo de Rosales, encajonado en una lib rería ante numerosos público joven, el libro de Gabriel Elorriaga, su antiguo jefe d e gabinete, Democracia fuerte. Dijo en la presentación, según las notas que tomé, que los cambios que España necesitaba se harían por las buenas o por las malas y que la única alternativa a la democracia fuerte era la d emocracia débil. Comenta, muchos años después: El tiempo ha dado, desgraciadamente, la razón a mis palabras de entonces . Poco antes de regresar a Londres, muy decepcionad o por la incomprensión de Franco a su programa de reforma, Fraga recibe la visita del coronel y secretario técnico del Alto Estado Mayor Manuel Gutiérrez Mellado, uno de los militares más misteriosos de la época, que le sugiere una intensa participac ión en la política. El coronel, destinado a un fulgurante y polémico tramo final de su carrera militar en forma de carrera política, formaba parte del grupo de militare s reformistas que seguían al teniente general Manuel Díez Alegría. Fraga le explicó clar amente las razones de la provisional hibernación de su proyecto, que expuso también en el párrafo anterior de sus memorias: La decisión estaba tomada y era irreversible; y lo ocurrido después lo justifica. Sin un techo mínimo y sin participaciones nuevas lo que naciera tendría poca vida; y de hecho se corría el peligro (como ocurrió) de que desde la Secretaría General (del Movimiento) se crease una asociación oficiosa. No deja de ser interesante que el l lamado a hacerla primero y a deshacerla después fuera precisamente Adolfo Suárez. Ni deja de ser interesante comprobar que Unión Nacional Española de Fernández de la Mora y Unión Democrática Española, de Federico Silva, siguieran después la trayectoria que s e sabe. Es lo cierto que ninguna de las asociaciones nacidas entonces logró, al me

nos por sí, ningún protagonismo en la política posterior a 1975 . Fraga regresó, pues, a Londres. Continuó sus contactos con los grandes de la políti ca británica. No arrió su bandera reformista; se limitó a esperar mejores tiempos, que no podían tardar. Pero confirmó, a medida que avanzaba el año 1975, que nada podría hac erse mientras Franco viviera. Entonces podría volverse a intentar todo . 1 Para este período el autor se vale, ante todo, de sus notas y diario personal . Es fundamental el libro de Fraga Memoria breve...ya citado y el de Heras-Villa rín El año Arias, junto con el complilado por José Luis Granados 1975, el año de la inst auración, Madrid, Tebas, 1977.Para la salud de Franco, J. González Iglesias, Los die ntes de Franco ya citado, junto con los de los doctores Pozuelo e Hidalgo Huerta . EL GABINETE SECRETO DE LA TRANSICION A primeros de marzo un político del régimen de Franco, que había logrado acceder a las Cortes de Franco al segundo intento por el tercio sindical, Leopoldo Calvo Sot elo, advirtió a Fraga, en Londres, la posibilidad de que se produjera una crisis d e alto nivel en el gobierno Arias. Fraga mantiene una conversación con el conde de Barcelona, en la que comunica a don Juan que la Restauración era ya un hecho; y q ue la designación del Príncipe como sucesor, hecha por Franco en 1969, podía ya consid erarse como irreversible. Agonizaba el infante don Jaime, duque de Segovia, tras una dramática trayectoria personal. Don Juan de Borbón confía a Fraga que no será obstácu lo para nadie y pide al embajador que mantenga alta la moral en los tiempos difíci les que se avecinaban. La situación del gobierno Arias, en efecto, se había hecho insostenible entre las presiones insufribles del bun er y los tirones democráticos de la sociedad y los aperturistas; Arias consiguió de Franco una remodelación a primeros de marzo, sobre la que don Antonio Carro, en su citada carta de 1996, me ha revelado cosas impor tantes. Arias provocó la crisis para compensar el mal efecto de la crisis Cabanilla s de fines de octubre anterior. Con ocasión de la dimisión voluntaria del ministro de Trabajo, Licinio de la Fuente, Arias cesó a los ministros Ruiz Jarabo y Utrera Mo lina. Fernando Suárez González, catedrático de Derecho laboral, reformista convencido, alta figura y gran orador, excelente conocedor de la historia contemporánea y dot ado de profundo sentido social, es designado vicepresidente y ministro de Trabaj o en sustitución de Licinio de la Fuente, cuya obra social había sido también muy nota ble. Fernando Suárez era una de las personalidades jóvenes más distinguidas del régimen y poseía una dialéctica abrumadora. Un notario de procedencia democristiana y conser vadora, José María Sánchez Ventura, acreditado por la firmeza de sus convicciones católi cas y su sentido común asumía la cartera de Justicia; un técnico de reconocida compete ncia, Alfonso Alvarez Miranda, pasaba a Industria; un destacado diplomático, direc tor de Economía Exterior, José Luis Cerón Ayuso, era el nuevo ministro de Comercio; y el fiscal general Fernando Herrero Tejedor, preconizado secretamente por quien p odía hacerlo como hombre clave para la fase siguiente de la transición, sustituía en l a Secretaría General del Movimiento al animoso y fiel José Utrera Molina. Herrero er a un político dúctil, hombre de principios, de ejecutoria falangista pero miembro mu y activo del Opus Dei, bien visto en la embajada norteamericana y en el grupo es tratégico atlántico que vigilaba de cerca la transición española. Gozaba de general resp eto incluso por parte de Manuel Fraga y escogió a Adolfo Suárez como vicesecretario gen eral del Movimiento; era colaborador suyo de gran capacidad comunicativa, ambición ilimitada y notoria propensión a granjearse amistades y contactos que pudieran se rle útiles en su carrera, entre ellas la del Príncipe don Juan Carlos, a quien conqu istó cuando era director general de Televisión en 1969 y tal vez antes. Suárez se disp uso muy pronto a llenar, dentro de la comunidad del Movimiento como rezaba la reci ente ley de asociaciones políticas, y fuera de ella cuando le conviniese, el vacío q ue acababa de producir el veto de Franco al proyecto de Manuel Fraga Iribarne. C uando escribo estas líneas se sigue desarrollando una agobiante campaña de honores y leyendas sobre la figura de Adolfo Suárez; en este libro trataré de trazar, con tod

o respeto y sinceridad, su verdadera historia en la fase anterior a la muerte de Franco. Los ministros de Industria y de Comercio (Alvarez Miranda y Cerón) fueron sugeridos por el sustituto de Barrera en la crisis del 74, Rafael Cabello de Al ba. El 3 de marzo de 1975, en el ambiente de la crisis, era reelegido por amplia mayoría el líder de la jerarquía española, cardenal don Vicente Enrique y Tarancón, como p residente de la Conferencia episcopal. No se habían puesto de acuerdo los obispos sobre un documento acerca de la reconciliación que era el objeto principal de su a samblea. Pero impusieron la suspensión de una asamblea cristiana en Vallecas promovi da por el obispo auxiliar de esa vicaría, monseñor Alberto Iniesta, que ya se había si tuado, por motivos que sin duda creía pastorales, en órbita poco alejada del marxism o; pero guardo respeto a la figura de este obispo porque, pese a sus ideas un ta nto descabelladas en política, me consta lo que no me consta de otros clérigos de id eas semejantes; don Alberto creía en Dios y hablaba de Dios. El documento de la re conciliación se publicó a mediados de abril y no alcanzó la resonancia de anteriores c artas colectivas del Episcopado; tal vez porque en ésta los obispos se expresaban con moderación y sin partidismos, trataban de que su carta no se pudiera utilizar como carnaza política y se negaban a la intervención de la Iglesia en las cuestiones puramente políticas, a la vez que reconocían el derecho de los trabajadores a asoci arse libremente y favorecían abiertamente la concordia política fundamental entre lo s diversos grupos que se esforzaban en comparecer con urgencia ante la opinión. Pe dían a los españoles que terminasen de superar los enfrentamientos que habían dado ori gen a la trágica guerra civil y se negaban a toda instrumentación de la Iglesia por cualquier grupo político de los que se estaban formando. Tal vez por eso la elevad a toma de posición del Episcopado no fue jaleada como en otras ocasiones en que su s comunicados se pudieron interpretar no sin motivos como pronunciamientos políticos más o menos disimulado s. Un acontecimiento del mes de abril apenas suscitó comentarios públicos pero resul tó decisivo para la historia de la transición. Los Príncipes de España viajaron a Franci a para unas jornadas aparentemente cinegéticas, que cubrían su importantísimo encuentr o con el presidente Valéry Giscard d Estaing en el castillo de Chambord, tan ligado a la historia borbónica de la Monarquía francesa. (Se repetía entonces que Giscard era descendiente directo, por vía bastarda, de Luis XV). Allí queda anudada -como supe de muy altas fuentes la cooperación del influyente estadista francés, bien visto en l os ambientes conservadores, liberales e incluso masónicos, (sobre todo desde que i ngresó en la Masonería) con el príncipe don Juan Carlos para los difíciles tiempos que s e acercaban vertiginosamente; en los que contará el sucesor de Franco con todo el apoyo y el frecuente consejo telefónico del presidente de Francia. El 11 de marzo llegan noticias sobre un confuso golpe de Estado en Portugal y su promotor, el g eneral Spínola, que había encabezado aparentemente la Revolución de los Claveles, tien e que huir por aire a una base militar de la Extremadura española. El episodio, qu e pudo acarrear serias complicaciones internacionales, se salda con habilidad po r el gobierno Arias y el general portugués sale inmediatamente de España, sin más prob lemas. Era sin duda un movimiento estratégico dirigido por los Estados Unidos para frenar la caída de Portugal hacia la extrema izquierda; pronto se consiguió democráti camente, gracias a la madurez política del pueblo portugués, el mismo efecto con la victoria de las fuerzas moderadas contra las marxistas y extremistas en las prim eras elecciones generales de la nueva democracia lusitana. Una vez más en nuestra historia enfrentada y común la anticipación portuguesa, tan hondamente presentada po r el profesor Jesús Pabón en su libro de 1965 La otra legitimidad, orientaba de form a misteriosa, pero cierta, la evolución política española. Se empezaba a celebrar en abril el juicio por el complicado y lamentable asun to MATESA. Marruecos intenta nuevos amagos internacionales en el Sahara español; E spaña entrega en el Tribunal de la Haya la documentación que respalda su tesis sobre ese territorio que era entonces una provincia española de África. El Comité de Descol onización de las Naciones Unidas decide el envío al Sahara español de una misión visitad

ora compuesta por representantes del Tercer Mundo. Ante los desórdenes crecientes en el país vasco el gobierno declaró el estado de excepción en dos provincias. Cientos de llamadas un verdadero desmadre como él dice se dirigen a Fraga, invocan la presencia de Fraga desde toda España. El ministro de Información, León Herrera, anu ncia a Fraga la autorización inminente del diario El País , pero Franco, que a veces de jaba entrever sus clásicos reflejos, frenó hasta su muerte la salida del periódico, co nvencido de que en el fondo se trataba de un proyecto intelectual y político contr a el régimen orientado por la Masonería. Fraga, en Londres, acierta con la fecha por la que todos los españoles se preguntaban en aquellos meses de tensión rampante: la fecha del cumplimiento de las previsiones sucesorias . Almuerzo con Pérez Escolar y A ntonio Cortina preparando la salida pública para fin de año; escasean los medios mat eriales . El 7 de abril almuerza en la embajada con Ruiz-Giménez, Juan Rosón y Juan Lu is Cebrián. Poco después se reúne con Alfonso Osorio y Luis Jáudenes. A fin de mes, el 2 5, vuelve a España y habla con Carlos Sentís, con Laureano López Rodó, con Jordi Pujol. T odos creen anota que ha llegado el momento de la acción . Llega Fraga a Madrid cuando agoniza el Vietnam aliado de Occidente y las tropas comunistas del Norte, arma-das hasta los dientes por la Unión Soviética, se lanzan al asalto de Saigón. El lunes dice entrevi sta decisiva con Herrero Tejedor. El plan definitivo es hacer la gran asociación c ontinuista, más que reformista; lo que será más tarde la Unión del Pueblo Español, con Ado lfo Suárez a la cabeza. Herrero me invitó a encabezarla yo; cortés, pero firmemente le confirmé que mi idea no era ésa y que desde enero venía rechazándolo. Debo hacer consta r que aunque la idea no era buena y no abría suficiente campo a la reforma, con He rrero Tejedor (trágicamente muerto poco después) las cosas hubiesen sido muy diferen tes . Por segunda vez Fraga desiste de incorporarse al proyecto continuista, desde el que otros harían al año siguiente la reforma de Fraga. Parece como si todo el mundo presintiera que Franco no saldría del año 1975. Dura nte todo el año se vivía un clima de vísperas, aunque la inmensa inercia histórica de Fr anco y su régimen parecía no tener fin. Gracias al tratamiento del doctor Pozuelo, s egún el cual el 25 de marzo tuvo el Caudillo un episodio de flebitis, prontamente atajado, Franco continuaba su rehabilitación, pasaba revista con sorprendente solt ura, proseguía -eso sí, casi acartonado- sus habituales audiencias, presidía la recepc ión ritual del 18 de julio en los jardines de La Granja y marchaba en verano a Gal icia como en los buenos tiempos. Pero la salud y el próximo fin de Franco eran la preocupación, la obsesión de todos, por más que algunos observadores muy atentos, como Pío Cabanillas, descartaban el desenlace inmediato casi por los mismos días en que exigían un plazo fijo para que se consumara el relevo con carácter definitivo. La evidente debilidad del gobierno Arias, acosado por el bun er, mostraba día tras día que el régimen no tenía salida alguna por el momento. El fracaso de las asociacio nes políticas probaba que el gobierno Arias no ofrecía ya camino alguno. En tan dift ciles circunstancias las dos instituciones medulares de la historia contemporánea española, las Fuerzas Armadas y la Iglesia, suplieron, como tantas veces, la función de las instituciones políticas en una sociedad política impotente y apostaron decid idamente por la solución Príncipe -que en definitiva era la solución de Franco al marg en del franquismo- durante todo el año 1975. La actuación de las Fuerzas Armadas a la s que el profesor Amando de Miguel llamaba entonces poder disuasorio resultó especial mente tranquilizadora y decisiva, mientras la Iglesia acentuaba su despegue del régimen y mostraba con su actitud opositora y no poco oportunista, acabamos de ver lo, un camino claro hacia la apertura democrática. Cuando los consejeros de don Ju an de Borbón le convencieron en aquella primavera de que comunicara algunas declar aciones sobre la sucesión de su hijo, el Príncipe de España, los altos mandos del Ejérci to se reunieron y enviaron a don Juan, sin decir una palabra a Franco, y por dos veces, un respetuoso ultimátum: las Fuerzas Armadas estaban decididas, le dijeron , a garantizar la apertura democrática pero sólo mediante el funcionamiento estricto de los mecanismos sucesorios dentro de la legalidad formal que marcaban las Ley es Fundamentales. La aproximación de la Junta Democrática, integrada por el Partido Comunista y un grupo de oportunistas liberal-monárquicos a don Juan de Borbón no ayudó nada al futuro del conde de Barcelona. Dentro de España, y en vista del inmovilism o del régimen a la deriva, el problema se planteaba cada vez más entre reforma y rup

tura. La izquierda en bloque y en cierto sentido los liberales juanistas (que no eran mayoría en torno a don Juan) se apuntaban a la ruptura. Pero los aperturista s del régimen jugaban decididamente a la reforma dentro de la sucesión legal del Prínc ipe. Trataba de formar un puente entre reformistas e inmovilistas la Unión Democráti ca Española UDE, bajo la dirección del ex ministro Federico Silva y el también abogado del Estado Alfonso Osorio. Silva había intentado, al comenzar el año 1975, revivir el liderazgo que el año anterior le habían brindado los principales jefes de fila de la Reforma, entre ellos el propio Fraga, pero el tiempo de Silva había pasado y l as esperanzas reformistas se concentraban ahora en el embajador Manuel Fraga, qu e tenía decidido su regreso definitivo a España para finales de 1975, según había conven ido con el almirante Carrero Blanco cuando éste le ofreció tan alto puesto diplomático ; y Fraga es hombre que ha cumplido siempre sus plazos, tal vez hasta la exagera ción. La expectativa de Fraga llena todo el año 1975; todo parecía indicar que iba a s er el hombre de la transición. Su Embajada en Londres se convierte en la Meca del reformismo, y a ella peregrinan todos los aspirantes al futuro político, de cualquier tendencia, incluso jóvenes socialistas introducidos ante Fraga por el cónsul general en Londres, el socialista marxista Fernando Morán. El diario de Frag a, que con su exagerado laconismo es un imprescindible documento histórico para es te período, rebosa de nombres, datos y anécdotas que hacen apasionante y aleccionado ra su lectura hoy. Después del invierno y la primavera de Fraga siguieron el veran o y el otoño de Fraga, cuyas posibilidades se mantenían firmes hasta las semanas sig uientes a la muerte de Franco, hasta que Carlos Arias impuso al Rey una continui dad que nadie esperaba. Mientras el Partido Comunista trataba de disfrazarse con la piel de cordero de la Junta Democrática, los reformistas se organizaban al mar gen de las asociaciones del régimen, los socialistas renovados dejaban por fin su re ducto de Sevilla y su jefe, Felipe González, se instalaba discretamente en Madrid, sin apenas ser molestado por el régimen, aunque luego ha alardeado de algunas hor as en no sé qué comisaría; conseguía ya para su renacido PSOE, que contaba con la homolo gación, las bendiciones y el apoyo de la Internacional Socialista los masones nos ap oyan~~ había dicho Pablo Castellano, uno de los nuevos socialistas más decididos y h onrados gracias a la fascinación que el poderoso Partido Socialdemócrata alemán, encarg ado por la Internacional Socialista de controlar por la izquierda la transición es pañola, sentía por González y sus muchachos miles de adeptos, preferentemente jóvenes uni versitarios y profesionales, que afluían al PSOE renovado y cuando salieran a la luz un año después cambiarían, para bien y para mal, la imagen histórica y sociológica del pa rtido. Al aproximarse la muerte de Franco se afianzaba el dominio comunista en e l principal sindicato clandestino, Comisiones Obreras, creado por militantes cri stianos a fines de los años cincuenta que no mucho después habían cedido el control a los mucho más experimentados comunistas, gracias en parte a la conversión al comunis mo de un selecto sector del clero y sobre todo de varios jesuitas muy conocidos, los padres Llanos y García Nieto entre otros que extendieron por España desde el comi enzo de los años setenta el movimiento Cristianos por el Socialismo, que no era so cialista sino abiertamente comunista. Proliferaban como hongos más de doscientos g rupos y grupúsculos políticos de innumerables siglas, pertenecientes en muchos casos a la extrema izquierda, en los que habían caído no pocos militantes de organizacion es católicas que buscaban la imposible identificación de marxismo y cristianismo. A lo largo de aquel ominoso año 1975 el mundo occidental cobraba definitivament e conciencia de la crisis económica en que se había sumido desde 1973 y trataba de p oner remedio a la general depresión menos España, que obsesionada por su transición po lítica descuidaba absurdamente los problemas de la economía y prolongaba una aparente prosperidad económica asentada cada vez más sobre el vacío cuyas alegrías pagaría muy caras la nación pocos años más tarde. La depresión en Occidente n o era sólo material sino también moral. El reflujo del caso Watergate, que había provo cado la vergonzosa dimisión del presidente Richard Nixon en agosto de 1974, seguía a negando la conciencia y la presencia mundial de Norteamérica, que con el ascenso d e Gerald Ford a la presidencia intentaba una lenta recuperación. Pero el hundimien to moral interior se combinaba con la tremenda frustración exterior de ver a los E stados Unidos perder la primera guerra de su historia bisecular. Derrotado en to da la línea el régimen corrupto de Vietnam del Sur, caída su capital, Saigón, en manos c

omunistas el 30 de abril de 1975, la marea roja se extiende por el Sudeste asiátic o hasta que por fin todo Occidente comprendió que no se trataba sólo de una derrota americana sino de un grave retroceso occidental. En el mismo año el nuevo régimen de mocrático de Portugal consumaba la pérdida de todo el Imperio con la excepción simbólica y sarcástica de Macao; los enormes territorios del África portuguesa caían dentro del campo marxista-leninista, cuya penetración se incrementaba peligrosamente en el T ercer Mundo y pretendía ya la conquista de Iberoamérica por medio de la teología mal l lamada de la liberación. Por su parte la fantasmal oposición republicana española en e l exilio resumía certeramente sus prisas y sus frustraciones ante el retraso de la muerte de Franco, ese muerto que nos mata . El historiador que suscribe ratificaba a fines de abril que a pesar de los rec ientes errores políticos del señor Fraga no concibo sin el señor Fraga el futuro de Es paña , por lo que se enfadó más de la cuenta un común amigo de los dos, que terminaría por s er amigo político de los dos, el gran periodista don Emilio Romero. Continuaban, m ientras tanto, durante el mes de mayo las peregrinaciones políticas a la embajada de España en Londres; con personalidades tan dispares como don Francisco Fernández O rdóñez, alto funcionario del franquismo que buscaba con aguda visión su acomodo político en el futuro; y don Antonio García de Pablos, que fue presidente de la Editorial Católica y abogado de nota, quienes precedieron en pocas horas a un alemán de Chambe rí, el futuro embajador de Alemania Guido Brunner, famoso después por sus frescuras y sus turbios convolutos ; hizo ante Fraga una predicción interesante: La Comunidad (e uropea) no puede expansionarse en estos momentos; cuando España haga las reformas necesarias las cosas van a cambiar poco. En este asunto ha habido muchas hipocre sías, de un lado y de otro . Otro peregrino notable es el profesor Ramón Tamames, cuya filiación comunista, todavía no revelada, Fraga adivina con claridad. Por entonces el autor de este libro participó en una inolvidable conversación con Dionisio Ridruejo y e l politólogo comunista francés profesor Duverger en casa del agregado cultural de Fr ancia, Edouard Pommier, y escribió, al salir, en una de sus crónicas, este lema: Pienso que una de las misiones más patrióticamente positivas que hoy corresponden a la izquierda en gestación consiste en ayudar a las zonas inteligentes y generosa s de la derecha para que aventen su miedo secular al progresismo social y político ; y para que sin dejar de ser derecha lo asuman . Como lo habían asumido a principio s de siglo los conservadores españoles más inteligentes, Antonio Maura, Juan de la C ierva y Eduardo Dato, iniciadores (y no la izquierda) de la política social en la España de nuestro tiempo, como me recordaba en una conversación de entonces un recon ocido experto, el vicepresidente del gobierno Fernando Suárez. Por aquellos días sup e que desde varios ángulos del régimen agonizante algunos tecnócratas del Opus Dei y algu nos azules , falangistas renovadores, que habían sido encarnizados adversarios, pensa ba seriamente, cada grupo por su lado, en construir para España, al amparo de los Estados Unidos, un esquema político semejante al del PRI mexicano, esa ficción democ rática; que permitiera la supervivencia del régimen con otra careta. Varios políticos importantes de esas dos tendencias viajaron a México, para aprender la receta, que aplicaron luego mucho mejor los socialistas cuando tomaron el poder en 1982. En la España de 1975 ese intento de PRI castizo tomó forma en la asociación política ofici osa que se llamó Unión del Pueblo Español. Ofrecía todos los caracteres de la Unión Patrióti ca, aquel intento político fallido de la primera Dictadura, en el que se inspiró Fra nco para la FET y de las JONS, creada tras la unificación forzosa de 1937 y prolon gada después en lo que se llamó imprecisamente Movimiento Nacional Desde Londres y en dos series que dominaron el panorama político español durante la primavera de 1975 Manuel Fraga Iribarne publicó en ABC un conjunto de artículos s obre la Reforma que luego reuniría en su libro Un objetivo nacional. Con ellos tra ta de afianzarse como el hombre de la transición y casi todo el mundo parecía seguro de que el brillante embajador sería el elegido para misión tan delicada. Pero no se ría así. Funcionaba ya entonces, informal pero eficacísimamente, un Gabinete de la tra nsición formado por un grupo de consejeros españoles y extranjeros del Príncipe de Esp aña, cuya figura centralizaba al grupo. Sin la existencia de este grupo de estrate gas de la transición, de los que nadie habla más que parcial y anecdóticamente, a lo s

umo, no se entiende nada; con ella se explica todo. Los miembros extranjeros del Gabinete eran el Rey Balduino de Bélgica, el secretario de Estado Henry Kissinger y el presidente Valéry Giscard d Estaing que, como hemos sabido después, actuaba a veces directamente, a veces por medio del inteligente embaja dor de Francia en Madrid, señor Demiau. Ocasionalmente comunicaba también sus consej os al Príncipe el duque de Edimburgo, esposo de la reina Isabel II de Inglaterra. Estos personajes hablaban cada vez más frecuentemente con el Príncipe por teléfono a med ida que avanzaban los meses; las conversaciones se hacían casi dianas cuando don J uan Carlos accedió al trono. Los contactos se realizaban además con frecuencia, ante s de la muerte de Franco, por medio de emisarios seguros, para evitar el control telefónico a que estaba sometida la residencia de los Príncipes desde su boda, el p alacio de la Zarzuela. Los consejeros internos eran, ante todo, el padre del Rey , conde de Barcelona, que casi siempre supo separar sus conveniencias personales del problema dinástico; el ex ministro Laureano López Rodó, apoyado por un influyente eclesiástico del Opus, don Federico Suáez Verdeguer, que frecuentaba la Zarzuela; e l antiguo profesor del Príncipe Torcuato Fernández Miranda, algunos militares que tr ansmitían al Príncipe los estados de opinión como se decía oficialmente de las Fuerzas Ar as y algunos amigos personales bien introducidos en los medios fmancieros y económ icos Jaime Carvajal o políticos y sociales, como el duque de Primo de Rivera y el em presario Manuel Prado y Colón de Carvajal. De todos estos contactos surgía en la men te del Príncipe, como tapado para dirigir políticamente la fase siguiente de la transi ción, el ministro secretario general del Movimiento Fernando Herrero Tejedor, cuyo segundo, el vicesecretario Adolfo Suárez, estaba ya entonces muy introducido en l a amistad y la confianza del Príncipe. Cuando el 31 de mayo llega en visita oficia l a España el presidente de los Estados Unidos Gerald Ford sorprenden sus alabanza s que coincidían con las de Richard Nixon en su visita de 1974 al equipo tecnocrático que había dirigido la etapa del desarrollo, aunque Carlos Arias Navarro había margin ado a sus miembros. Los adversarios y émulos de Fraga habían acertado a envenenar co ntra él el discreto ambiente de la Zarzuela, con efectos que no terminarían de disip arse nunca. Un día de mayo el joven grupo democristiano Tácito, que actuaba como un embrión par a un partido democristiano de centro, se presentaba en el hotel Fénix -creo recordar de Madrid con amplísima concurrencia. Sus miembros negaban inútilme nte su proyecto partidista. Casi todos pertenecían a la Asociación de Propagandistas y algunos habían hecho sus primeras armas como subsecretarios en los gobiernos fr anquistas de la apertura. Sus nombres más relevantes eran el notario de Madrid y e xperto en arte José Luis Alvarez, el letrado del Consejo de Estado Juan Antonio Or tega y Díaz Ambrona, hijo de un héroe incógnito de la Quinta Columna durante la guerra civil, el diplomático Gabriel Cañadas, el también diplo mático y ex subsecretario de Información y Turismo Marcelino Oreja Aguirre, el ab ogado del Estado José Manuel Otero Novas, uno de los políticos con mayor intuición de la época y el letrado del Consejo de Estado Landelino Lavilla, que había sido asesor político y aun dinástico de don Alfonso de Borbón Dampierre. Muy vinculados a los alt os medios fmancieros y empresariales, bien vistos por la Iglesia del cambio, se presentaban como plataforma disponible para las singladuras políticas de la transi ción. El diario Ya y la cadena de Editorial Católica les brindaban sus páginas para un a rticulo colectivo semanal muy influyente, al que nos hemos referido. Poco después tenía lugar otra presentación política: con motivo de un merecido homenaje al sociólogo político español de Yale, profesor Juan Linz, el partido socialdemócrata de Dionisio R idruejo, que después de su larga militancia falangista actuaba en abierta oposición a Franco desde 1956, ofrecía todo un mitin político en el hotel Eurobuilding, que em pezaba a distinguirse como altavoz político para las diversas tendencias democrática s de la transición. Pronunció un discurso militante Antonio García López, un político muy afanado entonces en buscar sucedáneos al socialismo marxista; y presidió, ya con la muerte en el rostro, Dionisio Ridruejo, cuya vida generosa y utópica quedaría interr umpida prematuramente pocas semanas después. Había resumido en su intensa vida los i ntentos del régimen para democratizarse por dentro; había actuado como paladín de la R eforma y al final interpretaron su memoria como si hubiera sido

solamente un acólito de la Ruptura. LA TRAGICA MUERTE DE FERNANDO HERRERO TEJEDOR Santiago Carrillo, secretario general del PCE, había creado un engendro que cas i no engañó a nadie, la llamada Junta Democrática, a principios del verano de 1974, co n muchas prisas ante el gravísímo episodio de tromboflebitis que había obligado a Fran co a traspasar al Príncipe los supremos poderes del Estado, que recuperó por sorpres a a la vuelta de ese verano. Para disfrazar con un manto democrático al Partido Co munista, Carrillo había incluido en la Junta a un curioso grupo cuyos jefes de fil a eran el profesor trashumante del Opus Dei, Rafael Calvo Serer, Sigue siendo fudamental el libro de Heras y Villarín, ya citado, El año Arias. Pa ra la actuación pública y oculta de la Iglesia ver mi libro citado La Hoz y la Cruz. Los movimientos de Fraga en su libro Memoria breve de una vida pública. El autor recurre continuamente a su archivo y su diario para conformar la compleja serie de acontecimientos del período. antiguo ideólogo del franquismo más rancio (a quien acompañaba un grupo de correlig ionarios) y el notario Antonio García Trevijano, político sumamente inteligente que manejaba a Calvo y estaba bien conectado con sectores financieros internacionale s. Carrillo, Trevijano, Calvo y la Junta Democrática habían intentado, inmediatament e, un audaz golpe de mano para implicar a don Juan de Borbón en sus manejos y cuan do ya se creían próximos al éxito fueron expulsados poco menos que a patadas de la peq ueña corte de Estoril gracias a José María de Areilza, Pedro Sáinz Rodríguez y Luis María An son, que prestaron con ello al débil conde de Barcelona un servicio de envergadura histórica porque evitaron su definitiva caída en el ridículo; por eso Carrillo y comp añía tuvieron que presentar a la Junta en París, pero sin don Juan. Como Franco se rec uperó, según acabamos de ver, la Junta vivió hasta la primavera de 1975 una vida lánguid a e inoperante, como demuestra un detallado informe de los servicios secretos es pañoles fechado en marzo de 1975 que me fue facilitado entonces. Poco después la mis ma fuente me comunicó otro documento importante de la Junta en el mes de mayo. Se trata de un Manifiesto de la Reconciliación captado en Pamplona el 8 de mayo, pero fechado el 1 de abril y escrito con el estilo farragoso e inaguantable que cara cteriza a la pluma de Santiago Carrillo. El manifiesto es una pura contradicción; por una parte se repite el viejo disco comunista de la reconciliación nacional y por otra se exige la Ruptura contra todo lo que huela a franquismo, pero sin concre tar nada ni fijar métodos ni fechas. El intento desesperado de Carrillo para revit alizar la mortecina Junta Democrática se debía a la creación, mucho mas resonante, de la Plataforma de Convergencia Democrática formada por entonces en torno al PSOE y con exclusión de los comunistas; bajo la hegemonía socialista se incorporaban el gru po democristiano de oposición al régimen dirigido por el ex ministro del régimen Joaquín Ruiz Giménez, el Partido Nacionalista Vasco, la ORT cristiano-marxista, el Movimi ento Comunista a medias entre Stalin y Mao con algunas dosis de cristianismo viol ento. Despechado por el poder de captación del PSOE, mientras en torno suyo casi sól o se agrupaba un sector minoritario y oportunista más algunos flecos independiente s sin representación alguna, Carrillo había reafirmado, en octubre de 1974, sus cone xiones con el comunismo soviético en una reunión, convocada por los estrategas soviéti cos, en octubre de 1974, y ahora, el 11 de julio de 1975, creó en Livomo una nueva plataforma exclusivamente comunista en combinación con el jefe del partido comuni sta italiano Enrico Berlinguer, a la que un periodista italiano interpretó con un término que hizo fortuna, el eurocomunismo, rechazado primero y luego aceptado con entusiasmo por los comunistas españoles e italianos a quienes se sumaron también lo s franceses. El eurocomunis mo se presentaba como independiente de la Unión Soviética, pero tal pretensión era una simple cortina de humo. El eurocomunismo, como pronto demostraría Carrillo en un libro célebre, consistía simplemente en una adaptación de la doctrina del comunista histórico italiano Antonio Gramsci, que a su vez consistía en una modernización apare nte de la doctrina de Lenin con el fin de hacer posible la existencia del comuni smo en los sistemas democráticos de Occidente. El eurocomunismo fue el último estert or teórico del comunismo clásico, y acabaría por ser desmantelado a manos de los propi

os teóricos comunistas desengañados, como el compañero de Carrillo desde la guerra civ il española, Fernando Claudín. Contaba Carrillo, sin embargo, con una baza important e. Tanto los Estados Unidos como Alemania Federal (que tenían entonces prohibido a l Partido Comunista, sin que nadie dudase de sus sistemas democráticos) habían recom endado al príncipe Juan Carlos y otras personalidades de la transición española que no incluyeran al Partido Comunista en sus proyectos de reforma democrática española. S in embargo Felipe González y el PSOE, a la vez que se diferenciaban tajantemente d el Partido Comunista, estaban tan acomplejados por la prolongada lucha a muerte del comunismo español contra el régimen de Franco desde la guerra civil (lucha que c ontó con escasa participación socialista) que se mostraban decididos a no participar en proyecto democrático alguno que emanase de un futuro gobierno del Rey sin el r econocimiento previo del Partido Comunista dentro de la nueva legalidad de la tr ansición. Así lo comunicaron los socialistas a cuantos políticos se acercaban a ellos en adelante para tantear su disponibilidad de participación en la nueva democracia . El príncipe Juan Carlos se mostraba muy sensible a esta exigencia de los sociali stas (pese a los brutales ataques de que le hacía objeto Carrillo) y ya había dado s ecretamente sus primeros pasos en ese sentido. El mes de junio de 1975 se sucedieron acontecimientos importantes, algunos públ icos, otros secretos, uno realmente decisivo. Todo el frente reformista y todos los sectores de la oposición hervían al aproximarse el verano y recordaban el aniver sario de la famosa tromboflebitis del Caudillo, que por el momento se mostraba t ranquilo. El 4 de jumo la cadena de Editorial Católica provocaba una auténtica conmo ción con una entrevista que Alfonso Piñeiro, a toda página, consiguió del célebre jesuita José María de Llanos, fervoroso partidario de la Cruzada en los años cuarenta, ardient e animador religioso de la Falange, director de unos Ejercicios de San Ignacio d ados a Franco y sus íntimos, espectacular predicador del Imperio pasado y futuro d esde su Congregación de los Luises en la calle Zorrilla de Madrid, por donde pasó un a selectísima parte de la juventud madrileña, apóstol del SEU falangista que tronaba e n los años cincuenta contra la atonía del universitario , promotor de la refundación de la O rden Jerónima en el monasterio del Parral, recluido ahora ejemplarmente en una pob re casa de un barrio extremo, el Pozo del Tío Raimundo, que como final de una larg a y penosa evolución interior ahora, en el ocaso del régimen al que tanto había defend ido hasta bien entrados los años cincuenta, se declaraba marxista con el mismo fer vor con que antaño había figurado no ya en el falangismo sino en el fascismo más conve ncido. Recuerda el asesinato no dice que fue un auténtico y terrible martirio- de s us dos hermanos por las milicias rojas, ya no las llama rojas. Dice haberse mant enido fiel a aquellas ideas de Cruzada durante quince años. Luego le sobreviene la conversión, que coincide con la destitución de su amigo Ruiz Giménez como ministro de Franco en 1956. Se fue al Pozo a lo loco, sin saber por qué y aquellas buenas gente s le convirtieron al convencerle de que el cura era también un elemento del capital ismo . Ahora se sigue sintiendo un burgués pero sabe que, lo quiera o no, el papel d el sacerdote es de clase . Empieza a desbarrar cuando insiste en que el análisis marx ista, es decir el marxismo, es compatible con la fe cristiana; y además un método ri gurosamente científico. El padre Llanos, uno de los jesuitas de Franco, era ya uno de los jesuitas de Carrillo, de los que el líder comunista tanto se jacta en sus malas memorias. El padre Llanos llegó al Comité central del Partido Comunista, se en orgullecía de su carnet del sindicato comunista Comisiones Obreras y demostró con su ejemplo que un espíritu totalitario, cuando se le acaba el de color azul, se pasa al totalitarismo rojo. Lo importante es el género, no la especie. La Compañía de Jesús, que desde el Concilio había hecho una opción antropocéntrica en lo teológico y socialis ta en lo político, apoyó siempre al padre Llanos y le permitió sin traba alguna sus ex cesos comunistas. Estábamos en otro mundo. Su amigo Joaquín Ruiz Giménez hizo también su strip-tease ideológico y explicó su conve rsión en el diario católico Ya los días 13 y 14 de junio. No se declara comunista sino socialista. Su objetivo es la socialización progresiva de los medios de producción y las instituciones financieras para lo cual se apoya, cómo no, en la doctrina de los Papas. Como el padre Llanos, su nueva ideología, dictada por el fervor, se pro

pone sin la menor crítica y por supuesto sin la menor autocrítica. Recuerdo que por aquellos días el padre Llanos y don Joaquín Ruiz Giménez me dedicaron encendidos elogi os en la prensa. No les quise contestar y no por orgullo ni rechazo sino sencill amente por una profunda pena. En cambio acepté muy sinceramente las propuestas, mucho más resonantes, que hizo el 10 de junio mi amigo Pío Cabanillas en una importante librería de Madrid al presentar el magnífico libro de su colaborador, el letrado de las Cortes Man uel Fraile, Introducción al Derecho Constitucional español. Declaró que por ttlante pe rsonal y por formación sentía especial aversión a todo género de vacío. Describía el momento presente como una necesaria confluencia entre cuarenta años de historia y todos lo s gérmenes del mañana . Situándose en el ámbito de la apertura, pero descartando toda tent ación de ruptura, no veo decía otro camino que proceder a la coronación a plazo, es decir , a la designación a plazo cierto de la fecha de la coronación, determinada, natural mente, por quien corresponda. Creo que ésta es, ahora, la medida política más idónea par a facilitar la transición, entendiéndose ésta en su verdadero sentido que no es el de mero cambio de una persona por otra sino el de un modo de ejercer el poder por o tro modo de ejercer el poder. Así se podrá conseguir ya, aquí y ahora, la existencia d e un campo de juego diferente, donde sea posible plantearse el tema de las refor mas políticas democráticas . Ahora podría convencerse Franco de que Pío Cabanillas no era un traidor; planteaba expresamente su propuesta como una culminación del proyecto histórico de Franco, mediante una solución prevista en las Leyes fundamentales del rég imen. Terminó su parlamento, divinamente escrito, con una hermosa frase de elogio al increíble pueblo español que está realizando el continuado milagro de la espera El 14 de junio don Juan de Borbón, guiado ahora por sus insistentes consejeros liberales, decidió pronunciar un Manifiesto, cuando la mayoría de los españoles, como había detectado certeramente Pío Cabanillas, cerraban filas ante el futuro inminente y decidían, como la Iglesia y las Fuerzas Armadas, que la nación necesitaba una ref orma democrática pero sin rupturas traumáticas; no querían en modo alguno, aunque la o posición rupturista lo creyera preciso, tirar por la borda los evidentes logros hi stóricos del régimen ahora decadente sino abrirlos al futuro mediante una reforma de mocrática sin intervención de la violencia. Los consejeros liberales de don Juan de Borbón se encontraban en línea rupturista y le hicieron afirmar: Cuando se advierte c on claridad que lo previsto oficialmente para el inmediato futuro, por haber sid o concebido con el propósito de garantizar la continuidad del régimen, no sirve lógica mente para acometer ese cambio democrático que demanda el interés de la nación y que e l pueblo español está pidiendo inequívocamente por todos los medios a su alcance, a fa lta de cauces adecuados para manifestar su voluntad . Entonces asume don Juan, en uno de sus clásicos vaivenes, una tesis histórica que había rechazado otras veces, cua ndo aceptaba expresamente la legitimidad del mandato de Franco; y trataba de cap italizar sus periodos de oposición con estas palabras: Como depositario que soy del tesoro político secular que es la Monarquía española, ~ io me he sometido a ese poder personal tan dilatada e inconmoviblemente ejercido por quien fue encumbrado por sus compañeros de armas para la realización de una mis ión mucho más concreta y circunstancial . Esta tesis sobre el alcance de la elección de Franco en septiembre de 1936 es, como sabe el lector, simplemente falsa; como es falso presentar la variable trayectoria de don Juan como una permanente oposición al poder de Franco, con olvido completo de sus periodos de colaboración. Luego se dirigió a sus visitantes de Estoril y ofreció nuevamente la Institución al servicio d el pueblo español, que era su donosa forma de reclamar el trono. Reitera sus anter iores Manifiestos contra Franco; y sobre todo descalifica expresamente la sucesión instaurada por Franco en la persona de su hijo don Juan Carlos. Se considera un simple espectador; y concluye con una expresa declaración de ruptura monárquica. Años después don Juan explicaría este gesto como una parte del pacto dinástico que había con certado con su hijo en los días confusos de la declaración de sucesor en el año 1969. Pero la declaración de Estoril resultaba en aquellas circunstancias, muy grave. Er a toda una descalificación, que en caso de triunfar comprometía para siempre la dift cil posición de don Juan Carlos.

El gobierno reaccionó con dureza insólita y, en mi opinión exagerada. El 19 de juni o prohibió a don Juan que desembarcase en Mallorca; después de la descalificación que venía de su propio padre, el Príncipe quedaba ahora, ante esa prohibición, en situación muy desairada. Ese mismo día cruzó el monte de la Zarzuela, que comunicaba directame nte con el del Pardo, y dijo a Franco: No acudamos al trapo rojo . Franco, que había respaldado la decisión de su gobierno Franco, que había respetado tanto a don Juan, a hora le aborrecía se mostró de pleno acuerdo con la actitud prudente del Príncipe: Otras veces le dijo hemos superado situaciones parecidas . Ante lo cual don Juan Carlos s e aproximó a Franco, le abrazó y le besó. Antes había evitado que Franco le nombrase cap itán general y declarase la lejana sucesión de la Corona en el príncipe don Felipe; no quería que tales gestos se interpretaran como compensaciones por el veto a don Ju an. Pero las declaraciones del conde de Barcelona le salieron al revés. Se puso en frente no sólo de Franco sino del pueblo español, que como se demostraría en el refere ndum del año siguiente, rechazaba la Ruptura a la que don Juan se apuntaba impreme ditadamente. Y afianzaron a las Fuerzas Armadas en su decisión de garantizar la su cesión de Franco en la persona de don Juan Carlos, con la definitiva exclusión de do n Juan como Rey para una próxima democracia. Hay monárquicos recalcitrantes que toda vía no se han enterado. El mismo día de esta conversación entre Franco y el Príncipe, 19 de junio, Franco s e quejó de dolores muy agudos en los tres dientes que le quedaban. Su dentista, el doctor Iveas, decidió que la extirpación de dos de ellos era urgente, a lo que acce dió el médico de cabecera, doctor Vicente Pozuelo. La delicada operación se realizó en l a mañana del 23 de junio, con Franco muy preocupado porque deseaba asistir a la co rrida de Beneficencia para evitar habladurías sobre su salud. El doctor Iveas hizo perfectamente la extracción, con lo que a Franco sólo le quedaba ya un diente, que el dentista se obstinó en salvar; y le colocó las prótesis con tiempo para que pudiera presenciar la corrida. Durante la lidia del tercer toro recuerda Pozuelo- le lle gó a Franco la noticia de que el ministro secretario general del Movimiento, Feman do Herrero Tejedor, a quien estimaba muchísimo, había muerto en el fatal cruce de Ad anero, uno de los puntos negros de la red de carreteras, al chocar su Dodge con un camión cuyo conductor sólo sufrió heridas leves. El sentimiento del Príncipe, muy vin culado a Herrero, fue también vivísimo; estaba decidido a contar con él para dirigir l a transición. El Gabinete de la transición se quedaba de momento sin candidato para sustituir a un hombre como Herrero Tejedor, de quien no se conocían enemigos y que concitaba todas las adhesiones de los consejeros internos y exteriores de don J uan Carlos, entre quienes ya no figuraba, por el momento, su padre. Casi todo el mundo imaginaba que Franco elegiría al vicesecretario general del Movimiento,Adol fo Suárez, como sucesor de Herrero en esa cartera tan delicada. No fue así y Franco, seguramente por iniciativa propia, llamó de nuevo a José Solís Ruiz, lo que se interp retó casi universalmente como un nuevo gesto de involución. No lo veo tan claro; Solís era un fiel político del régimen pero no era un retrógrado y había demostrado capacidad de apertura a Europa hasta que cayó por los choques intestinos derivados del caso MATESA. Adolfo Suárez, con su carrera política aparentemente quebrada, fue relegado a la presidencia de una sociedad estatal de turismo, ENTURSA y decidió dedicarse a los negocios para respaldar así los capítulos siguientes de su vida política. Sin em bargo no todo lo tenía perdido. Un día le oí decir que antes de acabar ese año el Príncipe le había pedido un esquema político para la transición, que por lo sucedido después hub o de agradar a su destinatario . En su citada carta de 1996, Antonio Carro me acla ra que Adolfo Suárez no tuvo entonces opción alguna. La terna que Arias llevó a Franco para la sustitución de Herrero Tejedor estaba formada por Rodolfo Martín Villa (can dida1 Para la evolución de socialistas y comunistas durante la transición ver mis lib ros Historia del socialismo en España , Barcelona, Planeta, 1983 y Carrillo miente , Madridejos, Fénix, 1994. Informes de 1975 sobre la Junta Democrática en mi archivo personal. Opiniones expresadas sobre los mis mos hechos en mi lbro Crónicas de la transición, Barcelona, planeta, 1975. to de Arias), Alejandro Rodríguez de Valcárcel (cuyas posibilidades de futuro int entaba sondear el Presidente) y José Solís, que fue el elegido.

UNA EVOCACIÓN DE CANOVAS EN PLENA TORMENTA Si durante la primavera de 1975 el régimen había quemado sus últimas posibilidades de apertura gravemente comprometidas incluso para el futuro por la desaparició súbita de Femando Herrero Tejedor durante el verano se combinó una ofensiva exterior con el desmoronamiento interior hasta el punto que la situación no acababa de desinteg rase por el temor reverencial del pueblo a la figura, la ejecutoria y la misma i nercia de Franco; y por la firmeza de las Fuerzas Armadas que se habían empeñado en amparar y garantizar la transición según las pautas establecidas por Franco, es deci r según el método fijado formalmente por las Leyes Fundamentales de Franco. La ofens iva interior cabalgaba sobre la pretensión terrorista, que durante ese último verano de Franco se hacia cada vez más insufrible; mientras se empantanaban las negociac iones para la renovación del acuerdo con los Estados Unidos, que pretendían sacar tu rbia tajada de la debilísima situación española; y alentaban cada vez más las reivindica ciones expansionistas del rey Hassan II de Marruecos, que se aprovechaba también a fondo -con la aprobación de los Estados Unidos, al menos implícita de la postración de l régimen de Franco para hacerse con la ancha franja atlántica del desierto llamada Sahara español. Cuando el régimen apele a su elemental derecho de defenderse con la ley en la mano contra los embates del terrorismo, la izquierda europea desencade nará una ofensiva internacional alucinante, que Franco tratará de contrarrestar desd e el balcón de la Plaza de Oriente, su tribuna preferida desde la ofensiva exterio r contra su régimen en 1946; esta última comparecencia se verifica ya un par de sema nas antes de su última salida. Esta es, en esencia, la historia del cuatrimestre q ue va de mediados de junio a mediados de octubre de 1975. Cuando todo el mundo p resentía el final; cuando dos potencias teóricamente amigas, los Estados Unidos y Ma rruecos, pretendían aprovecharse con egoísmo implacable de ese final.

El 29 de junio, poco después de las impacientes y erróneas declaraciones de don J uan de Borbón contra la sucesión de Franco por su hijo, es decir, contra su propio h ijo, el autor de este libro evocó un comentario de Cánovas en 1874 contra un patinaz o semejante de otro Rey padre, don Francisco de Asís, en lamentable carta a su esp osa Isabel II, de la que vivía separado: Establecer dudas sobre el derecho de don Alfonso el ya próximo Alfonso XII decía Cánovas, el artífice de la prime ra Restauración única base hoy posible de la Restauración en España, esto, señor, era inútil y es deplorable, deplorabilísimo, de lo más grave contra la causa de don Alfonso que se ha hecho hasta ahora. Esto y la carta de Su Majestad el Rey (Francisco) haci endo alusiones a la actividad del partido del Príncipe y a su poca resignación para aguardar el fallo del país, lo cual se ha tomado también como una delación, enfría y ate moriza a todo el mundo y despierta la idea de que es imposible hacer nada por un a causa que es entregada así a merced de sus enemigos por los que parece que debían tener más interés en ampararla y defenderla . Y en el mismo artículo en que reproduje es tas palabras de Cánovas escribí este parrafo que ratifico con satisfacción y orgullo t antos años después, ahora que la crónica se transforma ya en historia: El problema político capital del régimen es que una gran adhesión se convierta en Hi storia para fecundar una Restauración de base más amplia, pero nada estable se podría fundar para el futuro si se exige a España renegar históricamente de esa adhesión. El conde de Barcelona actuó en 1945-1947 dentro de una altermativa institucional; aho ra trata de destruir la alternativa institucional y escoge, inexplicablemente, l a dimensión personal, la más endeble de una Monarquía que don Juan plantea como proble ma, no como solución. Ya sé que no son tiempos para clarificaciones personales ni pa ra las imprudencias políticas. Pero como vivo en la Historia y me tiene sin cuidad o la falsa prudencia política, no me importa pronosticar, a todo o nada, que don J uan de Borbón no será nunca Rey de España. El retomo de la Monarquía sólo puede hacerse ya desde el futuro; jamás, como desea don Juan en su Manifiesto, desde el pasado. La única Monarquía posible es la de don Juan Carlos, gravísimamente dañada en alguna de su s raíces indiscutibles por la reacción antinatural de esa misma raíz. En caso de confl icto, corresponde al padre sacrificarse por sus hijos, que son el futuro. El pue blo español, que no es monárquico, va a serlo menos desde cierto sábado. Si vuelvo a e quivocarme y don Juan llega, a pesar de todo a ceñir la corona de sus mayores, no

tendré tiempo para alegrarme. Porque sería sólo el rey efímero y abandonado de nuestra T ercera República . No me equivoqué cuando escribí esas líneas ni cuando protesté, en el mismo artículo y c on la misma serenidad, contra el portazo del gobierno Arias a don Juan al prohib irle, tras esa declaración de Estoril, pisar la tierra de España. Ahora parece muy fác il el pronóstico que se encierra en el párrafo citado. En junio de 1975 no era tan fác il; don Juan y sus consejeros, con toda la información de que yo disponía en sus manos, lo vieron exactamente al revés. Menos mal que, si bien no suele deci rse, pronto se le retiró a instancias de su hijo- la absurda prohibición a don Juan, que volvió a recalar tranquilamente en Mallorca durante ese mismo verano. El 11 de junio había llegado a Madrid el secretario general de las Naciones Uni das, Kurt Waldheim, para mediar en el conflicto del Sahara, al que dedicaremos e special atención por su complejidad, ya que la posesión del territorio tenía un altísimo interés para España por tres motivos; la seguridad de las islas Canarias, situadas a poca distancia; los riquísimos bancos de pesca cuya explotación era importantísima p ara las mismas Canarias y para la flota pesquera española; y por las inagotables m inas de fosfato que España había descubierto allí, y estaba dispuesta a beneficiar a f ondo. Pero el Sahara, por desgracia, interesaba a los españoles menos que las noti cias políticas; entonces precisamente se presentaba en el registro del Consejo Nac ional la asociación continuista Unión del Pueblo Español, ideada para mantener unidos en una futura democracia a los partidarios del Movimiento. Un artículo de Santiago Lorén en La Codorniz, el semanario satírico ligado indisolublemente a la historia d el franquismo, prolongación de aquella admirable revista de humor que floreció en la zona nacional de la guerra civil, La Ametralladora, motivó la desmesurada suspens ión de la revista por tres meses más una multa de doscientas mil pesetas, todo decid ido en consejo de ministros; el gobierno Arias, perdidos ya en el más estricto sen tido, los papeles, se debatía inútilmente contra la prensa y decidía poco después el sec uestro de varias revistas de información general a la vez, Durante esta fase de la transición prácticamente toda la prensa apostaba firme y moderadamente por la democ racia pero sin concesiones a la aventura y con pleno respeto, salvo excepciones aisladas, a la agonía de un régimen que la consideraba, absurdamente, enemiga. EL ÚLTIMO VERANO El 17 de junio la policía desarticulaba en Ciudad Real el centro de la Junta De mocrática que actuaba en esa provincia. Proliferaban por todas partes las Juntas D emocráticas vertebradas por el Partido Comunista pero que incluían, como en la organ ización matriz de Carrillo-Trevijano-Calvo Serer, a personas moderadas que se apun taban por oportunismo, por desorientación o por miedo al presunto directorio de la oposición, Lo mismo que en la Junta principal, estas juntas locales solían contar c on algunos miembros de un sector vinculado al Opus Dei que formaba un ala de oposición total al régimen, y dada la escasa proclividad de la insti tución por las definiciones ideológicas no sentían empacho en la alianza con el Partid o Comunista ateo y secularizador por esencia. Con motivo de la beatificación del F undador, padre Escrivá, su sucesor, don Alvaro del Portillo, declararía que el Opus Dei se había despegado del régimen de Franco con la intención de que no se le identifi case con ese régimen. Era verdad; el profesor Calvo Serer, miembro del grupo funda dor de ese Instituto Secular -entonces lo era había roto con el franquismo en los año s sesenta y un sector de miembros de la Obra le siguieron a la oposición cada vez más radical al régimen, aunque la gran mayoría seguía fiel al régimen. Recuerdo una conver sación al comenzar los años setenta con el entonces subsecretario de Información y Tur ismo, José María Hernández Sampelayo, miembro distinguido del Opus Dei, que me explica ba la pluralidad política permitida por el Instituto a sus socios y que yo reconocía como cierta. Hay solamente un límite; en esa pluralidad no se incluye el Partido C omunista... siguió, tras una pausa dubitativa mientras no se disponga otra cosa . El s ubsecretario era fiel al régimen de Franco y gozaba de la plena confianza del almi rante Carrero Blanco. Pero me asombró que en el futuro el Opus pudiera admitir com unistas en su seno sin tener en cuenta la confesión marxista-leninista que era con

sustancial con ellos, y simplemente según un criterio marcado desde arriba. Calvo Serer, Vidal Beneyto y otros directivos de la Junta Democrática no eran comunistas pero trabajaban en estrecha alianza con los comunistas y les servían de cobertura decente ante la opinión. Por lo visto el criterio ya estaba modificado. Mientras tanto el régimen, perdido en sus bizantinismos, denegaba el nombre de Falange Española de las JONS, el partido de José Antonio Primo de Rivera, a una nuev a asociación política que había solicitado su inscripción porque ese nombre, según la reso lución denegatoria, constituía patrimonio del Movimiento y no podía fraccionarse ni comp artirse. Precisamente para contrarrestar los innegables avances de la Junta Demo crática los socialistas de Felipe González y los democristianos de izquierda dirigid os por Ruíz Giménez formalizaban en este mes de junio, como hemos adelantado, su ali anza política denominada Plataforma de Convergencia Democrática, a la que se agregab an, además de los grupos que sabemos, el Partido Carlista, un extraño híbrido de resab ios carlistas y socialismo autogestionarío en que se había empantanado el príncipe Hug o de Borbón-Parma con el asesoramiento de consejeros tan originales como el señor Jo sé Carlos Clemente, carlista de origen, yugoslavo de fascinación y luego partidario comprensivo de la Masonería. En mis aventuras políticas por el Reino de Murcia topé al guna vez con algunos adeptos de este curioso grupo que jamás lograron explicarme lo que de v eras pretendían. También se incluyó en la Plataforma, en torno a la hegemonía del PSOE, la USDE (Unión Socialdemócrata Española) de Dionisio Ridruejo y los grupúsculos indicado s de extrema izquierda, uno de los cuales respondía a un proyecto de la KGB y se e specializó en la pegada de carteles insultantes contra todo bicho viviente. Nunca comprendí cómo el profesor Ruiz Giménez, que era hombre serio y respetable, se dejó arra strar con su revista Cuadernos para el Diálogo a ese potpourri de la Plataforma que me pareció siempre una antología barata de la inmadurez. Tampoco me pudo explicar na die por qué Ruiz Giménez había escogido para su grupo democristiano el extraño nombre de Izquierda Democrática. Mientras tanto el Partido Comunista no se.contentaba con a rticular las Juntas Democráticas sino que desencadenaba numerosos conflictos socia les, entre los que destacó, a fines de esa primavera, la huelga de jóvenes médicos int ernos y residentes (MIR) que terminó con el despido de un millar de ellos por las autoridades sanitarias. Sin embargo desde la actual España miramos con nostalgia a los 278.545 parados de aquel mes de junio, el dos por ciento de la población acti va. Con una presión fiscal insignificante el régimen de Franco mantenía casi el pleno empleo y continuaba su política de obras públicas en medio de su agonía política. Presionado por el bun er y preocupado por el evidente desmoronamiento de su c redibilidad política, el presidente del gobierno Carlos Arias Navarro pronunciaba en las Cortes el 25 de junio un discurso pretencioso que se disolvía en la nostalg ia del Doce de Febrero de 1974, aquella proclamación de la apertura que, tras la m uerte de Carrero, casi todo el mundo creyó. Ahora no, sobre todo cuando vimos que Arias tranquilizaba al bun er al afirmar que la apertura entonces proclamada ni p retendía ni podía ser de distinto linaje que el espíritu del régimen y de su hístoria . Lueg o repetía también que la bandera del 12 de febrero sigue firmemente izada , lo cual no era más que un acto de voluntarismo verbal sin fundamento. Gabriel Cisneros, el jo ven aperturista que había redactado el discurso del 12 de febrero vio ahora cómo Car los Arias le rechazaba las ideas que le había propuesto para este nuevo discurso y comunicó su decepción a Fraga, a quien también llamó a Londres Pío Cabanillas para decirl e que en el discurso estamos aludidos y tenemos que hablar . A raíz del discurso el a utor de ese libro escribió en la prensa el siguiente comentario: La tesis presidencial radica, más que en la proposición de ese triple compromiso con el régimen, con la unidad de España, con la Monarquía en el modo de realizarlo histór icamente: en lo que el presidente Arias ha definido, con actitud sobrecogedora, como la tarea de continuar. De ahí nace precisamente mí discrepanc ia más profunda con su discurso. Puedo, naturalmente, equivocarme, pero creo que e l pueblo español... no quiere la realización de esos objetivos a través de la continui dad sino a través del cambio; y que concretamente acepta la instauración de una nuev a Corona para que garantice, sí, los niveles de progreso y de convivencia logrados

por este régimen; pero también, con la misma decisión, para que la nueva Corona sea m arco firme hacia un auténtico cambio desde el régimen autoritario al régimen democrático ; cambio que no debería esperar a ningún relevo . El mes de junio, que había presenciado la inesperada desaparición del ministro de l Movimiento y preconizado conductor de la transición, Fernando Herrero Tejedor, s e cerraba con la pérdida de dos españoles eminentes: Dionisio Ridruejo, el poeta ato rmentado del régimen, que quería alumbrar desde los años cincuenta una apertura democrát ica de signo socialdemócrata; y monseñor José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, una institución capital de la Iglesia Católica en el siglo XX creada por un es pañol universal y controvertido cuya influencia se iba a extender, probablemente, no sólo a nuestro siglo sino a los venideros. ¡Cómo se han borrado de la memoria histórica común nombres como FEDISA, el ingenioso invento político de Pío Cabanillas que fue noticia permanente en el verano de 1975! Pero ahora estamos en la historia y hemos de rescatar para ella muchos olvidos. Al comenzar el mes de julio Manuel Fraga Iribarne aprovecha un viaje de los Prínci pes a Londres para mantener con don Juan Carlos lo que llama el propio Fraga una conversación política , que resume así: Le señalo que la espera se va prolongando demasiado ; me dice que piensa mucho en ello y dentro de su discreción deja escapar una idea importante: habrá que buscar una persona no comprometida . ¿En quién pensaba el Príncipe después de la pérdida de Fernando Herrero Tejedor? Muy poco después, cuando Madrid empezaba ya a vaciarse, un nutrido conjunto de personalidades de la vida política, todas ellas de signo reformista, se congregaba en una notaría de la calle Castelló para constituir una sociedad política con el nomb re de FEDISA, Federación de Estudios Independientes. El día anterior Pío Cabanillas, s u promotor principal, había volado a Londres para recoger la firma del embajador M anuel Fraga, quien sin embargo no renunciaba a su proyecto personal apoyado de m omento en la sociedad política GODSA de la que saldría la asociación Reforma Democrática , con los hermanos Cortina, Luis Santiago de Pablo, el profesor González Páramo, el futuro liberal Pedro López Jiménez , Gabriel Cisneros, el notario Félix Pastor Ridruejo, el publicista barcelonés Manue l Milián Mestre y otros incondicionales de Fraga, que también se incorporaba a FEDIS A a la que dedicó en su diario palabras no exentas de ironía: Salen los protagonistas de un típico encierro español (los setenta y dos) entre diversidad de opiniones . Los setenta y dos, presididos por Cabanillas y Areilza, además de Fraga, incluían a la plana mayor del grupo Tácito y a otros muchos políticos, casi todos jóvenes, que luego , a través del effmero Partido Popular (primera versión) formarían la trama del llamad o Centro Democrático, el grupo centrista en el que iba a desembarcar, a fin de cue ntas, el propio Adolfo Suárez, que por entonces estaba organizando la asociación con tinuista Unión del Pueblo Español. Todos estos trasvases y vaivenes personales de la transición provocaron envidias insondables y odios irrestañables entre los que se q uedaban al margen de las sucesivas operaciones y saltos; una reacción muy humana q ue conviene calibrar cuidadosamente en las valoraciones de conductas y de testim onios. El ministro de Información don León Herrera, que tenía en FEDISA muchos amigos, estimaba públicamente que la constitución de esta sociedad es una sutil tentativa de buscar presencia política por cauces distintos a los que han sido abiertos al res pecto, es decir, por una vía atípica . Y tenía toda la razón: los firmantes de FEDISA habíam os ido a una notaría, no al Consejo Nacional. A mediados del mes de julio los Príncipes viajaban a Cataluña, dentro del plan de sus contactos institucionales dispuestos acertadamente por el régimen. Franco se unía con el sector más politizado y arriscado de los Alféreces Provisionales (la gran mayoría volvieron a su profesión o carrera al acabar la guerra y, junto con los much os que siguieron en el Ejército, estaban en 1975 a favor de la Reforma; los adscri tos al bun er hacían mucho más ruido, pero no representaban a la mayoría de la oficial idad voluntaria de la guerra) y les dice con crudeza durante la audiencia: Dais d emasiada importancia a los perros que ladran . Todo el mundo se asombraba de que, tras la ausencia del año anterior, cuando el amago de la flebitis le retuvo en la

Ciudad Sanitaria, Franco acudiese este año a su habitual recepción en los jardines d e La Granja. Pero seria por última vez. Como sería el último su viaje a Galicia, que e mprendió el 28 de julio, mientras José Solis, el nuevo ministro del Movimiento, afir maba en el Pleno del Consejo Nacional que no estábamos asistiendo a una liquidación del régimen. El presidente del gobierno Carlos Arias volaba a Helsin i para asistir a la C onferencia Europea de Seguridad y luego Franco, a quien la reunión internacional n o importaba, tardó varios días en recibirle. Recibió en cambio al embajador Manuel Fr aga, por última vez. Promotor de la entrevista fue el almirante Pedro Nieto Antúnez, quien veía a Franco muy soliviantado por los inmovilistas y deseaba que el embajado r le hablase del reformismo. Fraga le explicó su proyecto político durante una hora y luego desarrolló ese proyecto, junto con los artículos publicados en ABC, dentro d e su citado libro, Un objetivo nacional. Así comentaba Fraga su encuentro con Fran co: Estaba claramente próximo al tránsito final; hizo todo lo posible para estar aten to e incluso cordial; me dio la razón en algunas cosas, la mayor parte del tiempo callaba. Cuando terminé me despidió amablemente. A mí algo me dijo que después de cumpli r este último deber no volvería a verle vivo como así fue . A poco Fraga salió de pesca co n el ministro del Movimiento, Solís; pese a la enorme expectación que suscitó la jorna da, cada uno de los pescadores hablaba ya un lenguaje cordial, pero diferente, y no hubo posibilidad alguna de acuerdo, ya era tarde. Franco había logrado, a lo largo de su época, que durante el verano (después del 18 de julio y la guerra civil, claro) nunca pasara nada. Tampoco pasó nada en este últ imo verano del régimen. El 1 de agosto un decreto-ley de la jefatura del Estado pr olongaba el mandato de la actual legislatura parlamentaria (que debía terminar muy congruentemente, el 15 de noviembre) hasta el 16 de marzo de 1976; nadie podía ad vertir entonces lo dramático de esa prolongación, que permitiría vivir a las últimas Cor tes de Franco hasta el año mismo de la Reforma política que ellas aprobaron abnegada mente. Hasta la propia hermana del Caudillo, la original doña Pilar, se sumaba el 10 de agosto al coro de quienes pedían el relevo en la cumbre, con Franco vivo. Lo s Príncipes pasaron unos días en el Pazo de Meirás hasta el 22 de agosto, día en que se celebró allí un consejo de ministros extraordinario en el que se aprueba un decretoley para la represión del terrorismo, cada vez más amenazador. Antes de acabar el me s dos etarras eran condenados a muerte en consejo de guerra, lo que desencadenaría una terrible ofensiva exterior contra el régimen. Y en ese mes de agosto dejaban esta vida tres importantes testigos de Espada: el infante don Alfonso de Orleans , primo de don Alfonso XIII, que había desempeñado importantes mandos en la aviación n acional durante la guerra y luego al frente de la causa monárquica, con grandes sa crificios y escasa gratitud de su sobrino don Juan de Borbón; el escritor republic ano y exiliado Corpus Barga y el notable periodista e historiador, especializado en la historia de la República y la guerra civil, Joaquín Arrarás. Hablé con él tiempo an tes; se había distinguido ya en los combates contra la República dentro de las filas de Acción Española y había servido a Franco con lealtad pero sin servilismo. Me impresionó su mirada que luego he observado también en otros hombres del régimen. E ra una mirada huidiza, que transparentaba miedo. Se había desmoronado por dentro a nte la seguridad de la caída del régimen y por el temor a la venganza del enemigo qu e seguramente podría volver en triunfo. Poco después capté la misma mirada en hombre t an animoso como el ministro José Solís y en muchos otros que no pensaban renunciar a sus lealtades pero se veían cada vez más al margen del futuro. El enemigo -que lo e ra, aunque predicase falsamente la reconciliación nacional conocía ese derrotismo que cundía en las filas del régimen y se aprestaba a un asalto en toda regla. No contab a con las Fuerzas Armadas ni con la sensatez del pueblo español ni con el arraigo que la transformación de España lograda por Franco habla conseguido ya en la memoria histórica de los españoles. Algún familiar del señor Arrarás se extrañó de esta descripción No había en esa descripción más que un recuerdo vivo; siempre me he referido al señor Ar rarás y a su obra con la más alta estima . LA OFENSIVA TERRORISTA Y LA PRETENSIÓN DE PROHIBIR AL ESTADO SU DEFENSA LEGITIM

A El mes de septiembre y la primera quincena de octubre de 1975 iban a vivirse bajo tres tremendas presiones, mientras la vida de Franco y la trayectoria del rég imen de Franco recorrían su fase terminal. Primero, la protesta de la izquierda eu ropea, alentada fundamentalmente por el Partido Comunista, ante el cumplimento d e las sentencias de muerte decretadas por los tribunales militares contra cinco militantes de la extrema izquierda convictos de haber asesinado a miembros de la s fuerzas de Orden Público. Segundo, la presión de los Estados Unidos en las negocia ciones para la renovación de los acuerdos militares bilaterales. Y tercero, la cad a vez más persistente y descarada amenaza del rey Hassan contra el Sahara español. L os tres procesos estaban indisolublemente concertados y forman parte de la misma trama político-estratégica, mientras ya agonizaba el régimen y Franco estaba ya a las puertas de su agonía personal, a quien tal contexto, como luego reconocieron sus médicos, agravó sus dolencias y aceleró la muerte. 1 Recuerdos y notas personales forman la base de mi documentación para este epígr afe, junto al citado libro de Fraga y mis Crónicas de la transición, también citadas, donde se compilan mis artículos de la época. En agosto, la policía, que junto con la Guardia Civil, estaba consiguiendo nota bles resultados en la lucha contra el terrorismo, había detenido a cuatro terroris tas de ETA entre los que se contaban Ignacio Pérez Beotegui, alias Wilson, partici pante en las primeras operaciones de la banda para la preparación del atentado con tra Carrero Blanco; y Juan Paredes Manotas, alías Chiqui, cuya participación en dive rsos crímenes quedó probada cumplidamente. El Wilson cantó de plano y proporcionó numero sos datos e informes importantes, entre ellos sus conversaciones con el periodis ta de Barcelona José María Huertas Clavería, colaborador suyo en actividades secretas. El 8 de agosto fue asesinado en Hernani el guarda jurado Demetrio Lesmes Martín. A mediados de agosto se descubrieron actividades de ETA en Galicia, donde la ban da había pactado con un grupo extremista de la región. La actividad terrorista se ex tendió por tanto a Barcelona y también a Madrid, donde el día 2 tres asesinos acabaron con la vida del guardia civil Casimiro Sánchez García e hirieron a su compañero de ro nda. El día 16 el FRAP, grupo anarquista que actuaba en sospechosa correspondencia con ETA y respondía a las siglas de Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico , asesinaba en Madrid al teniente de la Guardia Civil Antonio Pose Rodríguez el sex to asesinato terrorista en la capital de España durante los dos últimos años-; se prod ujeron, en el entierro, diversas protestas e incidentes. Conviene apuntar ahora, para la mejor comprensión del contexto, que por estas semanas se efectuaron varia s detenciones de militares jóvenes miembros de la Unión Militar Democrática UMD, un gr upo minoritario y aislado por la repulsa de la inmensa mayoría del Ejército -del que hemos hablado ya anteriormente y vinculados a partidos de oposición con matiz demo cristiano, socialista y comunista. Los nombres no se facilitaron aún a los medios informativos pero el 2 de agosto el número de detenciones entre la UMD) se elevaba ya a nueve. El Colegio de doctores y licenciados de Cataluña y Baleares pedía la suspensión del consejo de guerra contra los etarras detenidos Garmendia y Otaola, así como la de rogación de la pena de muerte. El 14 de agosto el fiscal militar pidió cinco penas d e muerte contra los acusados del FRAP por entender que los hechos cometidos const ituyen maltrato de obra a fuerzas armadas con pérdida de la vida . La izquierda euro pea, alentada por los partidos comunistas, se preparaba para la que creía ofensiva final contra el régimen; la campaña desencadenada a fines de 1970 con motivo del pr oceso de Burgos contra vanos etarras era el antecedente inmediato. El 28 de agos to, en la Sala de Justicia del regimiento de artillería 63, de guarnición en Burgos, se celebró el consejo de guerra contra esos dos etarras, José Antonio Garmendia y Áng el Otaegui Echevarría, como presuntos autor y cómplice del asesinato, el 3 de abril de 1974, del cabo de la Guardia Civil Antonio Posadas Zurrón. Al día siguie nte se hace pública la sentencia de muerte contra los dos. La agitación internacional contra España y contra el régimen con motivo de las sent

encias de muerte a terroristas convictos cundía ya al empezar el mes de septíembre d e 1975. El día 1 la oficina de prensa de la Dirección general de Seguridad daba una extensa nota en que se relacionaba con un comando del FRAP José Luis Sánchez Bravo, M anuel Cañaveras de Gracia y Ramón García Sanz el asesinato del teniente Pose de la Guar dia Civil; el propio FRAP se había atribuido el crimen, cuyos autores o cómplices ha bían sido ya capturados y se declaraban convictos y confesos. Un nuevo consejo de guerra se inicia el 11 de septiembre en el acuartelamiento del Goloso, próximo a M adrid por el Norte, contra otro grupo del FRAP compuesto por Manuel Blanco Chivite, José Humberto Baena y Vladimiro Fernández Tov ar que resultan condenados a muerte, más otros dos terroristas que sufrieron graves condenas pero no a muerte. Se les acusaba de haber asesinado al policía armado Lu cio Rodríguez Martín. Tres días después dos jóvenes asesinan en Barcelona al policía armado Juan Ruiz Muñoz, disparándole por la espalda. Y el 17 de septiembre se inicia en el mismo acuartelamiento del Goloso el consejo de guerra contra el comando del FRAP acusado de asesinar al teniente Pose de la Guardia Civil. Una oleada de sangre parece abatirse sobre España, mientras arrecía la campaña exterior para evitar las eje cuciones que parecen inminentes. El 19 se celebra en Barcelona el último de esta s erie de consejos de guerra, ahora contra el etarra extremeño emigrado al País Vasco Juan Paredes Manotas, a quien la propaganda anti-régimen y los libros de historia parcial aliñan el segundo apellido como Manot para que suene mejor; a quien se prueb a el asesinato del cabo de la Policia Armada Ovidio Díaz López durante un atraco en Santander. Ese mismo día el gobierno facilita una nota sobre detención de cincuenta y tres terroristas en Madrid, Barcelona y Bilbao. A mediados del mes de septiemb re está perfectamente claro que las organizaciones terroristas, sobre todo ETA y e l FRAP, se han lanzado a una ofensiva total contra el régimen y que el gobierno es tá dispuesto a defender, con la ley en la mano, la vida de sus agentes de orden públ ico, contra quienes se ceba esa ofensiva. Nadie recuerda, fuera de España, a los g uardias civiles y policías asesinados, ni a sus familias. Nadie reconoce que el go bierno español es legítimo y legal, reconocido por casi todos los países del mundo, in cluso por aquellos de donde parte la protesta más virulenta; y que todo gobierno l egítimo tiene derecho pleno a defenderse con los medios que la ley pone a su alcan ce. Hoy, por ejemplo, ocurren muchísimas ejecuciones de terroristas y asesinos en numerosos países del mundo, desde Colombia a China, desde Rusia a los Estados Unidos y apenas se produce protes ta alguna, como no sea aislada y efímera. Contra la España agonizante de 1975 valía to do; y la campaña estaba dirigida por el Partido Comunista, cuyo secretario general había sido en 1936 responsable de los asesinatos en masa, sin proceso alguno y po r miles, perpetrados en la ladera de Paracuellos del Jarama. Pero recordar eso e n 1975 y en el año 2000 es un acto de reaccionarismo flagrante. Al acercarse el fmal de septiembre de 1975 la opinión española y la mundial esper an con diversas actitudes la decisión fmal del gobierno sobre las once penas de mu erte dictadas en los recientes consejos de guerra. La federación de sindicatos marít imos de la CGT francesa (comunista) proclama un boicot (ilegal) contra los barco s españoles, mientras turbas enloquecidas cometen agresiones contra embajadas, con sulados y dependencias de España en casi toda Europa. Seguramente la campaña agresiv a no se debe sólo a la protesta de la izquierda europea contra las sentencias de m uerte dictadas en España sino también a un intento de la estrategia soviética para imp edir por cualquier medio el ingreso de España en la alianza militar del Atlántico, e n cuanto Franco desapareciese. Recibo una información segura -escribe Fraga en su d iario el 5 de septiembre de que Breznef ha dicho que si España, después de Franco, en tra en la NATO, Yugoslavia después de Tito tendrá que entrar en el pacto de Varsovia . Al día siguiente Franco ya estaba en Madrid después de sus vacaciones en Galicia. Viernes 26 anota Fraga, puntualmente Consejo de ministros, esta vez decí - sivo: se confn-man varias penas de muerte contra terroristas . Bajo la presid encia de Franco el Consejo se daba por enterado -es decir, no concedía el indultode las sentencias de muerte contra los etarras Otaegui y Paredes; y los miembro s del FRAP Baena, Sánchez Bravo y García Sanz. Otros seis condenados, entre ellos do s mujeres, se salvaban por el indulto. Comienza en toda Europa -dice Fraga una ser

ie de ataques y destrucciones contra nuestras embajadas, consulados y oficinas d e toda índole, que culminan con el hecho escandaloso del vandálico incendio de nuest ra embajada en Lisboa; con todo su contenido de obras de arte. En Londres fue do nde mejor fueron las cosas: no nos rompieron ni un cristal, gracias al carácter br itánico y a la eficacia de la policía y también a la firmeza con que actuamos, sin que un solo día dejaran de darse los servicios completos en todas las oficinas. Y ell o en medio de un ambiente extraño de amenazas nocturnas, avisos de bombas, piquete s y alguna manifestación numerosa. El único que habló de cerrar alguna vez fue el cónsul general Morán pero me negué terminantemente. El frente de la prensa se mantuvo tamb ién difícil, pero mantuvimos razonablemente el tipo . Sin hacer caso a las protestas, cuya gravedad conocía, así como su origen, el gob ierno no cedió y dejó que la justicia militar siguiera su curso. El 27 de septiembre fueron ejecutados en El Goloso los terroristas del FRAP condenados por el asesi nato del policía armado; el piquete de ejecución era de la Guardia Civil. El etarra Paredes Manotas fue fusilado en Barcelona; el etarra Otaegui en Burgos. No se ha bían atendido más que en parte varias altas peticiones de clemencia. El 18 de septie mbre había visitado a Franco el cardenal Tarancón en nombre de la Permanente del Epi scopado. Tres días después el Papa Pablo VI, en plena plaza de San Pedro, dijo exact amente: Cosas tristes... ¡ son tantas!, como sabéis y podéis imaginar. Si hacemos mención de alguna es para recomendarlas a vuestra implorante plegaria. Entre aquellas q ue hoy hieren nuestro corazón pastoral hay alguna que señalamos a vuestra humana y c ristiana sensibilidad. Los condenados a muerte entre los terroristas de España, cu yos actos criminales Nos también deploramos, pero que quisiéramos redimidos por una j usticia que sepa afirmarse magnánimamente en la clemencia... Al menos Pablo VI reco nocía los crímenes de los condenados y en definitiva nadie puede extrañarse de que un Papa pida que se salven vidas humanas. Pero tratándose de España llovía sobre mojado. En mi libro La Hoz y la Cruz analizo el comportamiento pastoral y también el polític o de Pablo VI hacia España, a quien mostró bastante menos comprensión que a otras naci ones católicas. Por desgracia ocurrían entonces en el mundo no raras ejecuciones por terrorismo, en algunas ocasiones, como en la Unión Soviética, con bastante más arbitr ariedad que en España y no conocemos protestas semejantes del Papa Montini a los g obiernos respectivos. La audacia de los organizadores de la campaña exterior no conoció limites. El 22 de septiembre la policía descubrió en la planta 15 de la Torre de Madrid una reunión c ontra las previstas ejecuciones en la que intervenían Yves Livi, que es el famoso actor Yves Montand, el cineasta Costa Gavras, el socialista radical y participan te en subversiones iberoamericanas Régis Debray, colaborador del Che Guevara y otr os extranjeros, que se proponían difundir un manifiesto contra el gobierno español f irmado por un bloque de intelectuales entre ellos André Malraux, Pierre Mendés-Franc e, Louis Aragon, Jean Paul Sartre y François Jacob. Los extranjeros fueron expulsa dos inmediatamente en el primer avión. Varios colegios profesionales enviaron tamb ién sus peticiones de clemencia, pero no mencionaron a las víctimas de los asesinos convictos. El cardenal Jubany hace pública su petición el día 24 durante su misa en la catedral de Barcelona. El 25, víspera del consejo de ministros donde iba a tratar se de los indultos, piden clemencia el Parlamento europeo, el gobierno de la Repúb lica Federal alemana, los ministros del Mercado Común, el secretario general de la ONU Waldheim y el presidente de la Asamblea General Gaston Thom. El día 26 interceden el Partido Socialista de Francia, la Internacional Socialista y otras instituciones y entidades. Las últimas demanda s de perdón se registran en la misma madrugada del 27, señalado para las ejecuciones. El Nuncio monseñor Dadaglio solicita oficialmente el indulto al subsecretario d e Asuntos Exteriores, Rovira; y el gobierno alemán vuelve a insistir. El autor de este libro publicó en aquellos días frenéticos dos artículos. Uno de ello s el 12 de octubre en Gaceta Ilustrada bajo el título El ruido y la furia: análisis de una desproporción, en el que se mantenía la tesis de que, si bien la guerra civil e ntre españoles seguía siendo imposible, los encrespamientos de sangre y de muerte de

las últimas semanas hacían que esta guerra civil se considerara, al menos, imaginab le. Seguía afirmando que este gobierno no era solamente el gobierno del régimen sino el gobierno de España: es muy probable que el desencadenamiento subversivo y la fu ria exterior tengan algo íntimo que ver con una convulsión próxima en ese contexto el co ntexto portugués y sahariano. Podemos estar siendo considerados seguía el autor, con fr ase que fue muy comentada en aquellos días terribles como carne de cañón para un nuevo Vietnam . Pero en medio del ruido y la furia no todo era negativo: aunque sea para abominar de nosotros, Europa nos considera como algo suyo . Y justificaba la petic ión de clemencia hecha por el Papa, oportuna o importuna, porque estaba en su pape l, según he comentado hace un momento. Hoy, al escribir este libro, creo conocer b astante mejor la línea seguida permanentemente por Pablo VI en relación con España. El segundo artículo fue, cronológicamente, s se publicó el 28 de septiembre, siguiente a nsa española. Refleja una actualidad muy viva ués en todo lo esencial. He aquí el artículo, contra España:

el primero. Pedido por la agencia Logo las ejecuciones, en casi toda la pre y su diagnóstico se ha confirmado desp titulado Los planos de la campaña exterior

Un oportuno y luminoso editorial de Ya sobre las raíces históricas profundas del res entimiento antiespañol invita a la meditación sobre el entramado de la campaña que hoy conmueve a la opinión europea y la excita a diversas acciones de manifestación y pr otesta contra las decisiones jurídicas y políticas del gobierno español. Pienso que en momentos de conmoción profunda no conviene encerrarse en un despectivo silencio s ino imponer a las propias reacciones emocionales el duro deber de la racionaliza ción. Y reconocer para ello que la actual campaña exte rior contra nuestro país responde a motivaciones diversas, discurre por planos diferenciados. La convergencia de estas motivaciones y esos planos sobre una línea de acción concreta es, seguramente, lo que provoca la especial gravedad del desbo rdamiento que padecemos. Tratar de simplificarlo todo desde aquí sería caer en la tr ampa de nuestros más radicales oponentes, que con su deliberada confusión pretenden precisamente esa simplificación elemental. La gravedad de la presente campaña viene demostrada, sin más, por el hecho de que un grupo de pensamiento tan sereno y responsable como el equipo editorial de Ya h aya tenido que recurrir a interpretaciones casi metahistóricas que desde luego comp arto para racionalizar los orígenes del desbordamiento. Pienso que pueden considera rse a la vez, y de forma convergente, otros planos más próximos. Primero, una eclosión más de la permanente ofensiva contra España por parte de la e xtrema izquierda europea, en apoyo de la extrema izquierda española. A pesar del r uido y la furia, parece detectarse aun ahora con suficiente claridad que el orig en concreto de muchas iniciativas antiespañolas exteriores radica en medios, insti tuciones y grupos de la extrema izquierda. Desde la primera campaña de este tipo o rganizada con motivo de las ejecucíones de anarquistas en el proceso de Montjuich de 1893, ha reaparecido esta implacable hostilidad en varias ocasiones, con dive rsos motivos, contra cualquier tipo de régimen español sin excepciones: monarquía liberal, monarquía autoritaria, dictadura, república y franquismo. Ya Mil orad Drach ovitch, en definitivo diagnóstico, conecta las iniciativas propagandístic as de esa extrema izquierda con las concesiones del liberalismo radical para enc auzar todo tipo de excesos comunicativos. La famosa ferrerada de 1909 es el ejem plo más conocido de esta corriente, pero no es, ni mucho menos, el único. Segundo, un nuevo intento en clara combinación con el intermitente proceso anteri or de ataque exterior de masas contra el régimen de Franco, ideado n1 ~tturalmente po r los enemigos históricos del régimen de Franco, con aprovechamiento táctico de una pr esunción muchas veces fundada, como en este caso- de debilidad por lo menos coyuntu ral. Como entre el régimen y la vida de su fundador existe, incluso para muchas pe rsonas que han servido a este régimen, una conexión histórica y política evidente, la nu eva campaña exterior trata de insertarse en un contexto histórico que cree especialm ente propicio. Con la visión estratégica necesaria para impedir todo lo posible una

evolución interna que podría salvar quizá todavía las contribuciones históricas del sistem a. En este sentido el precedente más claro incluidos los errores de planteamiento político por p arte del gobierno español sería la campaña originada por el proceso de Burgos en 1970. Tercero, no se olvide que la Comunidad económica europea, como su propio nombre M ercado Común lo indica, es, por encima del romanticismo político de alguno de sus cre adores, un trust continental de intereses económicos. Resulta especialmente sospec hoso, en este sentido, que innumerables agresiones concretas de estas jornadas s e hayan dirigido a entidades o representaciones de la economía española en Europa: t urismo, comunicaciones, exportaciones. España es un competidor cada día más temible pa ra muy diversos sectores económicos del Mercado Común. Resulta cómodamente barato ahog ar o restringir esa competencia excitando a las masas para que vuelquen camiones o apedreen escaparates. Insisto en que sería infantil atribuir sólo a esta causa lo s efectos de la campaña; tan infantil como desconocerla. Y cuarto la coartada política. Europa occidental está hoy gobernada por el centroderecha burgués bajo disfraces muy diversos y en algún caso muy convincentes. Cada g obierno se enfrenta con medio país de auténtica izquierda, al que con el oportuno mo tivo de las dificultades internas españolas puede brindar una estupenda baza diver siva y demagógica, una providencial offa virgiliana que la mantenga entretenida y aco rde con su gobierno por primera vez en tantos meses mientras se ve cómo se sale de la crisis a remolque de la recuperación americana. Y para América, desde luego, el e ncrespamiento europeo contra España resulta también oportunísimo en los momentos final es del tira y afloja por las bases. Creo que meditar sobre estos diversos planos de la iniciativa y la resonancia antiespañola de hoy puede ser ya un principio de solución. La reacción interna es ya a sunto de cada responsabilidad individual y colectiva. No hace falta caer, al pla nteársela, en una simplificación equivalente. Puede discreparse políticamente del gobi erno en aspectos específicos o genéricos relacionados con su línea política de los últimos meses. Pero ante la confusión deliberada de la campaña exterior no cabe desconocer que este gobierno es además de gobierno de un régimen y de una situación, también el gob ierno de España. Aprovechar políticamente las dificultades exteriores del gobierno p ara fines partidistas en estos momentos sería, en opinión de este comentarista, ejer cicio público de vileza. La serena petición de clemencia parte del Papa ¿qué otra cosa puede hacer el vicario d e Cristo? de los obispos, de muchas entidades y particulares es la diferencia yo diría providencial más importante entre el actual desbordamiento de opinión europe a y la clásica ferrerada donde no hubo dentro de España ni una sola petición de indult o. Toda esta nueva situación histórica debe impulsamos, cuando las aguas retomen al cauce, a una profunda reflexión nacional sobre la pena de muerte y más aún, sobre esta incidencia política de la muerte en la vida española. Pero quien desee ventajas partidistas o argumentos políticos en momentos difíciles no sólo para este gobierno, sino para el gobierno de España, se pondrá inevitablement e en la estela de una ferrerada particular, y entonces debería aplicarse el sobrec ogedor diagnóstico del profesor Pabón sobre aquella campaña incalificable: Motivada -en apariencia al menos por el proceso la ejecución de Ferrer, la campaña contra la repre sión, contra el terror gubernamental, superó en extensión y violencia todo lo imaginab le. Todos los sectarios, todos los cretinos y todos los malnacidos de Europa se sumaron a ella. Miguel de los Santos Oliver juzgó lo ocurrido a este lado de los P irineos: El espectáculo que ofrecía España ante el mundo fue desconsolador, no precisa mente por lo que allí se decía sino por la actitud de bajeza, de abyección moral, con que aquí se coreaba y por el feroz y monstruoso deleite que hallaban algunos en em badurnase de ese cieno, en tatuarse con ese estigma, en ostentar los salivazos d e cuanto había de impuro y de indigno en Europa No es éste, gracias a Dios, el caso de la España actual. Pero no hay mejor preven ción que la historia para algunas tentaciones aberrantes .

Estas palabras se publicaron, insisto, al día siguiente de las ejecuciones de 1 975. Las reproduzco ahora sin quitar una coma y de pleno acuerdo con lo dicho a raíz de los sucesos, hace veinticinco anos. 1 Deriva de un sector de la Iglesia hacia el PCE en mi libro La Hoz y la Cruz , 1996. Artículos publicados en 1975 en mi libro Crónicas de la transición, ya citado. Testimonios personales en el archivo del autor. EL ODIO COMUNISTA CONTRA FRANCO Y EL PRINCIPE Al estudiar el asesinato del almirante Carrero Blanco y el bestial atentado d e la calle del Correo establecíamos conexiones inequívocas entre ETA y el Partido Co munista de España. Para comprender la actitud de Carrillo en vísperas de la muerte d e Franco me parece esencial consultar la entrevista con él que publicó la periodista italiana de rompe y rasga, Oriana Fallaci, en el semanario L Europeo el 10 de oct ubre de 1975. La Fallaci era entonces todo un mito de la época. Ahora, cuando repa samos sus grandes reportajes, el de la plaza mexicana de Tlatelolco durante la a lgarada comunista en 1968, el que dedicó a la situación española en 1975, comprobamos que no han resistido el paso del tiempo; que si en su momento parecían de fuego sólo se trataba de fuegos artificiales de los que sólo nos queda basura histórica. Pero la famosa entrevista es una utilísima foto fija para comprobar cómo pensaba realment e Santiago Carrillo cuando creía ya inminente no sólo la desaparición de Franco sino s u propia victoria histórica contra Franco; cuando de verdad se creía el político decis ivo, la fuerza imparable para el inmediato futuro de España, que ya tocaba con las manos. Entre continuos y procaces atentados a la historia de la sangre española, sin d eclarar por un instante que Santiago Carrillo, su entrevistado de honor, tenía sob re su tenebrosa historia personal más sangre de enemigos y de amigos y de correligi onarios que cualquier otro personaje de la historia de España en el siglo XX, Orian a Fallaci dedica su primera página a desbarrar sobre la sangre de los españoles y ca lifica la situación de España en octubre de 1975 como una nueva guerra civil . Presenta a Carrillo como el hombre que descubrió el disgusto por la violencia, que ha compr endido la inutilidad de su ejercicio , imagino la carcajada de su compañero el gener al del Ejército soviético Enrique Líster al leer estas estupideces de la enloquecida i taliana. Presenta a Carrillo como hombre extraordinario, inteligente y bueno, cu yo criterio de admiración es ¡el liberalismo! Comenta con el responsable de Paracuel los los cinco asesinatos que acaba de cometer Franco pero no pregunta a Carrillo q ué consejos de guerra organizó en noviembre de 1936 entre sus Milicias de Vigilancia de la Retaguardia. Se extasía con el pronóstico de Carrillo sobre el final de Franc o: en los próximos diez meses , cuando apenas quedaba uno. Amenaza con abatir a la di ctadura mediante la violencia, si la derecha no nos ayuda ; dice contar con una par te del Ejército, cuando no disponía ni de un pelotón. Se muestra muy generoso: No quere mos pedir a los jóvenes de hoy que maten a sus padres . El se contentó con rene gar del suyo en la famosa carta a Stalin de 1939, tampoco lo dice ahora. Se j acta Carrillo ante la periodista infatuada y tontorrona sobre sus hazañas en la Gu erra Civil: Yo he hecho la guerra civil de verdad, durante tres años, disparando, m atando . En mi libro Carrillo miente demuestro que Carrillo no disparó un solo tiro en los frentes; matar sí, sus milicianos, sobre quienes tenía toda la autoridad, se hartaron de matar en la retaguardia pero en el frente ni un tiro. Y deja escapar su odio contra Franco: Pero mientras estoy dispuesto a dejar con vida a los poli cías de Franco, no estoy dispuesto a dejar con vida a Franco... La condena a muert e de Franco la firmaría, sí . Tenía experiencia en decidir la muerte de sus enemigos cua ndo era Consejero de Orden Público en la Junta de Defensa de Madrid. Insiste: Estoy entre los españoles que piensan que ver morir a Franco en su cama sería una injusti cia histórica Yo nunca he esperado que Franco muriese y he hecho lo posible para c azarle antes de que muera. Pienso todavía cogerle antes de que muera . Después vuelve a su manía de la Huelga Nacional como detonante para la caída del régimen; lanzado a l a profecía afirma que entonces el pueblo saldrá a la calle y el ejército le apoyará. Jamás fue Carrillo profeta, ni en su tierra ni fuera de ella. Entonces habla del prínci pe Juan Carlos.

~,Qué quiere que le diga de Juan Carlos? Es una marioneta que Franco manipula co mo quiere, un pobrecillo incapaz de cualquier dignidad y sentido político. Es un l oquillo metido hasta el cuello en una aventura que le costará cara.... Si hubiera roto a tiempo con Franco hubiese podido encontrar una base de apoyo. Ahora no la tiene y es despreciado por todos. Yo preferiría que hiciese las maletas y se fues e junto a su padre diciendo: Devuelvo la monarquía a las manos del pueblo. Si no l o hace, terminará mal. Incluso corre el riesgo de ser muerto . Otra vez la amenaza d e muerte se le escapa a Carrillo. Es lo que sabe. Éste era Carrillo, el que se creía árbitro del futuro, en víspera de la muerte de Fra nco. Ésta era la tonta de Oriana, que se creía la Sibila de Cumas, cuando no llegaba ni al zancajo de su homónima, la hechicera fascinante de los libros de caballerías. Un héroe y una heroína de la progresía andante que ya no pueden encubrir sus vergüenzas ante la luz de la Historia. En aquella época yo tenía amigos bien situados en los servicios secretos militare s; amigos que después han seguido caminos bien diferentes: algunos han perdido sus carreras o las han visto comprometidas, otros han llegado al más alto escalón de la milicia y del mando. Ellos me ofrecieron la prueba de un hecho curioso, que se produjo unos días después de que se publicara la entrevista de Oriana Fall aci con Carrillo (cuya transcripción también me facilitaron) y cuando ya cundían los p nmeros rumores sobre la enfermedad terminal de Franco. Tuve el descuido de no an otar la fecha pero fue a mediados de octubre de 1975. El hecho curioso es que lo s servicios secretos españoles, que por lo visto hace poco se dedicaban a espiar l a vida del Rey, entonces se preocupaban mucho más de los enemigos del Estado y tru faban de micrófonos todas las reuniones de la Junta Democrática en París, cuyos compon entes comunistas actuaban como sombras, salvo Carrillo que había bajado mucho la g uardia ante la seguridad de su inmediata victoria; pero sus aliados católicos y der echistas procedían cada vez con mayor imprudencia. Más o menos entonces, y ante los m icrófonos ocultos del enemigo, Santiago Carrillo y Rafael Calvo Serer ofrecieron u na rueda de prensa a la que asistieron también otros miembros de la Junta, entre e llos el original Pepe Vidal Beneyto, el escritor, aristócrata y actor José Luis de V ilallonga y Mario Rodríguez Aragón. En la citada entrevista con Oriana Fallaci lo añado para fijar bien el contexto de esa conferencia de prensa Santiago Carrillo anunciaba la firma de un pacto de acción entre su Junta Democrática y la Plataforma de Convergencia Democrática que diri gía Felipe González. Esta alianza, denominada Coordinación Democrática o Acción Democrática Nacional, conocida generalmente como Platajunta , agrupaba a toda la oposición de izq uierda contra el régimen de Franco. Santiago Carrillo cree conocer a Felipe González y le despreciaba olímpicamente como a bisoño político cuyo futuro seria inviable si n o se sometía a los dictados del veterano secretano general del PCE, pero González te nia planes diferentes, si bien estaba empeñado, como sabemos, en no aceptar una po sible legalización futura del PSOE sin que el gobierno que siguiera a Franco se co mprometiera a la legalización de los comunistas. En la rueda de prensa de París Vidal Beneyto alias Pepín leyó una resolución de la Ju nta Democrática que se había tomado, según él, la víspera en una reunión plenaria celebrada en Madrid, que por supuesto sólo había existido en la fogosa imaginación del portavoz. La Junta Democrática afirma comunica su decisión de llevar adelante una acción positiva de alcance nacional . Por supuesto que no se llevó a cabo acción de ninguna clase; Car rillo había cometido el error gravísimo de titular uno de sus libros más conocidos Desp ués de Franco, ¿qué? , lo que significaba que mientras Franco tuviese un soplo de vida l os comunistas no se atreverían a mover un dedo y así fue. Vidal Beneyto protestaba p orque la camarilla (sin concretar) consideraba la salud de Franco como secreto de Estado. Carrillo leyó entonces una declaración del Partido Comunista. Repitió casi las pala bras de Vidal Beneyto, el sociólogo del Opus Dei. Si Franco muere, los grupos ultra s quedarían reducidos a su auténtico valor . Es decir que Carrillo temía entonces, como

Pío Cabanillas, que Franco no iba a morirse nunca. La sucesión de Juan Carlos no apor tará ninguna solución. El propio, conde de Barcelona duda de la viabilidad de esa mo narquía . Lo que de verdad preocupa a Carrillo es que a la muerte de Franco el Rey i ntente una democracia limitada sin contar con los comunistas. En las respuestas a los periodistas convocados, la presidencia del acto contestó que Juan Carlos no p uede instaurar un régimen democrático porque está vinculado por un juramento solemne a l franquismo ; es curioso que dentro de España el bun er mantenía la misma tesis y por eso, cuando don Juan Carlos mstauró la democracia, le llamaron perjuro a boca lle na. Sobre las fuerzas armadas resume el documento de los servicios secretos se remiten a las declaraciones de l capitán Domínguez . Carrillo insistió en que el acuerdo que dio origen a la Plata-junt a se había concertado en lo esencial, pero quedaba mucha tela por cortar y en todo caso la Ruptura sería obra común de Junta y Plataforma. La Junta añade que Fraga no s erá el hombre de la transición, aunque ellos no rechazan a nadie; y, que no han mant enido contacto alguno con Fraga. No se fían ni de don Juan ni de don Juan Carlos: L a solución no está en el padre, ni en el hijo ni en el espíritu santo , preciosa frase q ue se pronunció ante al menos dos numerarios del Opus Dei, que ni rezongaron; esta ban atrapados por Carrillo, los infelices. La mayor parte de la Iglesia se ha separado del régimen sigue el documento- y ap unta a la democracia; tampoco el Ejército se presenta como bloque monolítico. La Jun ta Democrática se apoyaba expresamente, pues, en las declaraciones de un miembro d e la UMD, el capitán Domínguez Martín-Sánchez, realizadas en París el 13 de octubre y reit eradas ante la BBC de Londres al día siguiente 14, en la emisión de las diez de la n oche, muy escuchada entonces en España. Las conocí por los servicios secretos y debo confesar que me sorprendieron. Los tres hermanos Domínguez Martín-Sánchez pertenecían a una familia católica y conservadora; dos de ellos eran jesuitas, uno normal y otr o progre ; los tres eran sobrinos carnales del sucesor del cardenal Herrera al fren te de la Asociación Católica Nacional (hoy ex Nacional) de Propagandistas, don Ferna ndo Martín Sánchez Juliá, arquetipo de católicos profesionales y conocido cariñosamente co mo secretario de Dios en la tierra . El otro hermano, ahora declarante, pertenecía al Ejército del Aire y había salido de España. Dijo que la UMD contaba con algo menos de doscientos miembros, en su mayoría capitanes y comandantes. La mayoría en Tierra, pero no faltaban en el Aire y en la Marina. Hay también alguno s oficiales en las fuerzas de Orden Público. Están presentes en todas las regiones m ilitares. Inmediatamente después eleva la cifra de afiliados a unos 300 o 400 y además unos 600 que se pueden considerar colaboradores. Más aún, supone que los simpatizan tes no declarados serán millares. Entre los nombres de quienes han sufrido represa lias están el capitán de Ingenieros Molina, el capitán José Julve, el comandante Busquet s, muy prestigioso incluso en el ámbito internacional; el capitán Julián Delgado, de l a Policía Armada; el capitán Santiago Perinat; el comandante López de Sepúlveda, el capi tán García Valdivia. El capitán Domínguez se presentaba como único portavoz de la UMD, a l a que calificó exclusivamente como demócrata sin mencionar la adscripción ideológica de su s componentes. El Domínguez progre escribió hace años que mis tesis sobre Lenin le par ecían anacrónicas; después de la caída del Muro las suyas deben situarse en la Edad de P iedra. Esta disidencia militar no rompió la unidad de las fuerzas armadas, que cer raron filas en torno a sus jefes naturales y excluyeron a los miembros de la UMD por haber incurrido en tan flagrante politización. Tengo la impresión de que estos jóvenes oficiales y jefes habían sentido una fascinación irresistible por sus colegas portugueses que protagonizaron la Revolución de los Claveles en la primavera de 19 74 pero no pertenecían, como los portugueses, a organizaciones de extrema izquierd a sino a los diversos grupos de oposición españoles; había entre ellos socialistas (co mo Busquets), democristianos de izquierda, comunistas y liberales. Las fuerzas a rmadas no se dividieron, lo cual hubiera sido peligrosísimo; porque según una ley hi stórica a la que he llegado después de estudiar a fondo la sucesión de nuestras guerra s civiles, en España se produce una guerra civil cuando las fuerzas armadas están di vididas, jamás cuando están unidas. Si ante la división de las fuerzas armadas (inclui das las de Orden Público) la Iglesia está firmemente unida, el riesgo de guerra civi l aumenta hasta hacerse inevitable. En 1975 sucedía al revés: la Iglesia estaba prof undamente dividida y las fuerzas armadas casi totalmente unidas, a pesar de los

delirios de Carrillo; la UMD no era más que una excepción mínima que fue absorbida fácil mente por las propias fuerzas armadas, tanto por su convicción y ambiente interior como por la Justicia militar. Por tanto la guerra civil era totalmente imposibl e, porque además en 1936 una parte considerable de la opinión veía trágicamente la guerr a civil como solución y en 1975 la inmensa mayoría, la casi totalidad del pueblo rec hazaba en lo más hondo hasta la sombra de una guerra civil. Carrillo no tenía la men or idea de todo esto, jamás había conocido la realidad profunda de España, se había estr ellado en 1934 y en 1936 y en 1939 y ahora, a la muerte de Franco, volvería a estrellarse estrepitosamente, hasta que sus propios compañeros llegaron a expulsarle1. UNA PELIGROSA DECISIÓN DEL PRINCIPE Cuando en 1993 leí las confidencias del Rey a su amigo José Luis de Vilallonga qu e éste reprodujo en su difundido libro El Rey debo confesar que me llevé una de las grandes sorpresas de mí vida. Durante la última enfermedad de Franco el entonces Prínc ipe había trasladado su despacho oficial para las audiencias a la Quinta del Pardo , relativamente cerca del palacio donde Franco luchaba con la muerte; el lugar d onde el príncipe de Asturias don Alfonso, primogénito de Alfonso XIII, había instalado su granja y luego don Manuel Azaña, que gustaba muchísimo de la casa y su hermoso m onte, esperaba el casi seguro alzamiento militar en julio de 1936. Luego diré algo sobre mi conversación con el Príncipe que tuvo lugar allí por entonces, pero como tod os los que tuvimos ocasión de visitarle en tan graves circunstancias no supe una p alabra de una peligrosa decisión que había tomado poco antes y en todo caso tomó, según sus propias palabras a su amigo y biógrafo, antes de la muerte de Franco. Por supu esto que don Juan Carlos tenía todo el derecho del mundo a revelar a José Luis de Vi lallonga, que como acabamos de ver era en 1975 miembro de la Junta Democrática, lo s secretos biográficos que le pareciera conveniente; el Rey conocía perfectamente, a l conversar con él, la ajetreada vida de su biógrafo, que después de escribir ese libr o de tan merecido éxito ha atravesado por nuevas aventuras dignas de alguna de las películas en las que había intervenido. Pero naturalmente también los demás tenemos der echo a comentar las revelaciones del Rey, que siempre se agradecen y a asombramo s por algunas de ellas, sobre todo por ésta. Resulta que algunos emisarios informales de la Zarzuela, como José Mario Armero y Nicolás Franco Pasqual de Pobil, habían visitado a Carrillo para sondearle sobre lo que pensaba hacer después de la muerte de Franco. Habían hablado con Carrillo por cuenta propia, nunca en nombre del Príncipe, que por supuesto conoció las opiniones de Carrillo. Al aproximarse inexorablemente el final de 1 Transcripción de Oriana Fallaci por los servicios secretos en mi archivo. Act uaciones de Carrillo en 1975 en mi libro citado Carrillo miente. Declaraciones d e Carrillo en Mañana España, París 1975 p. 7s. Franco el Príncipe quería tener todos los cabos sueltos de la transición bien amarr ados y alguien le convenció de que una aproximación a Santiago Carrillo, en el mayor secreto pero con carácter ya representativo y oficioso, era imprescindible para a segurar el futuro. Muchas personas estaban convencidas entonces de que Carrillo, que era la bestia negra para mucho más de media España y suscitaba odios inextingui bles en buena parte de la opinión y desde luego en los altos mandos de las fuerzas armadas, podría resultar el máximo peligro a la muerte de Franco, a juzgar por las entrevistas y declaraciones públicas que concedía en Francia y de las que el Príncipe tenía puntual noticia. Entonces, en algún momento después del verano de 1975, don Juan Carlos se reafirmó en la idea de que para ser Rey de todos los españoles, como había intentado su padre don Juan de Borbón, necesitaba también serlo de los comunistas, o al menos neutrali zarles como enemigos. No estoy justificando esa decisión, que personalmente me par ece injustificable, de ahí mi conmoción al leer el libro de Vilallonga. Pero para in tentar una aproximación comprensiva al problema conviene notar dos hechos. Primero , don Juan Carlos había nacido a principios de enero de 1938, cuando agonizaba la

ciudad de Teruel, única victoria importante de los rojos en toda la guerra civil; y unas semanas antes de que se desencadenara la segunda batalla que lleva el nom bre de esa ciudad. Don Juan Carlos no había vivido la guerra civil y eso le situab a inevitablemente en un plano diferente del que cimentó la infancia y la adolescen cia de todos los que la habíamos vivido. Carrillo se había hartado de proclamar en l os últimos años su absoluta falta de participación en los crímenes de Paracuellos, entre cuyas víctimas, por cierto, figuraban varios miembros de la familia de Borbón. (Car rillo era culpable, como creo haber demostrado en mi libro Carrillo miente, pero convenció a algunos ingenuos periodistas de derechas, carentes del menor sentido crítico, sobre su inocencia) .El padre del Rey, don Juan, había sido el adversario h istórico y político de Franco desde 1945, aunque la hostilidad mutua se había atenuado en varios intervalos, pero de hecho Franco era para toda la Familia Real el hom bre que había cerrado a don Juan el camino del trono, aunque se lo había abierto a d on Juan Carlos. Ignoro quién actuó como consejero principal de don Juan Carlos para convencerle de que intentara la aproximación personal a Carrillo; las confesiones a Vilallonga insinúan que pudo ser Valery Giscard d Estaing, a través de su hombre en Madrid, el embajador Jean-François Deniau, cuya esposa, por cierto, era una de las damas más bellas e inteligentes de todo el Cuerpo Diplomático. El caso es que por e ntonces, probablemente en octubre de 1975, cuando Carrillo arreciaba, con Vilall onga como testigo mudo, en sus insultos y descalificaciones groseras al Príncipe y a su padre don Juan, sabemos con toda seguridad que don Juan Carlos estaba ya completamente decidi do a legalizar, tras la muerte de Franco, a todos los partidos políticos incluso a l Partido Comunista. Adolfo Suárez ha sugerido que la idea fue suya pero creo pose er la prueba cierta de que se equivoca; la idea de legalizar al PCE fue, en la m ente de Suárez, muy posterior. Otra cosa es que, sin ser verdad, haya llegado a cr eérselo, entra dentro de su forma de pensar. Cuando don Juan Carlos contó la dramática historia a Vilallonga el Rey se dejó llev ar un momento por la duda. Hay gente que cuando se entere de que yo pensaba legal izar al Partido Comunista siendo todavía Príncipe de España... dirán... no se. Se dirá que me disponía a engañarlos.., a traicionarlos . Claro que se ha dicho pero con poca razón . No fue don Juan Carlos quien engañó a los españoles. El nunca se había comprometido a no legalizar al PCE y sí se había comprometido ya, incluso públicamente, a la democrat ización de España y hasta Franco lo sabía. Pero el problema es delicadísimo; también es ve rdad que si Franco, aun con su mente presa de las brumas finales, se hubiera ent erado de que la decisión democratízadora del Príncipe incluía al Partido Comunista, hubi era revocado ante testigos altos y ávidos su decisión sucesoria. No me cabe la menor duda. En aquel envite el Príncipe se lo jugaba todo. Y no dudó. Para completar el c apítulo de comprensiones he de añadir que también los españoles que se sintieron traicio nados por el Rey cuando leyeron sus revelaciones a Vilallonga no carecían de motiv os para ello. Durante su estancia en la Quinta de El Pardo el Príncipe tuvo noticia cierta de la afición de Carlos Arias, presidente del gobierno, al espionaje telefónico y segu ramente consiguió dejar sus líneas a salvo de cualquier observación extraña, cosa que se gún parece no ha logrado en los últimos tiempos a juzgar por ciertas filtraciones. E n octubre de 1975 sus conversaciones con lo que he llamado el gabinete de la tra nsición eran casi diarias, especialmente con el presidente Giscard, que veía muy cla ra la necesidad de legalizar al PCE para no otorgarle una aureola de martirio. L uego las conversaciones del Príncipe con el embajador Deniau remachaban esa idea d e Giscard. No creo sin embargo que don Juan Carlos diese, en relación con el PCE, un salto en el vacío. Entre su brillante equipo de profesores había algún sociólogo de n ota y sus previsiones, unidas a las de la inteligencia militar, pudieron brindar le una idea aproximada de la fuerza real de los comunistas, muy alejada de las f antasías de Carrillo. En todo caso la apuesta que hizo el Rey y luego continuó Suárez a favor de la legalización del PCE les salió redonda; al sobrevenir las primeras ele cciones el PCE y Carrillo se hundieron en las urnas y encima el secretario general echó la culpa a Franco, que llevaba casi dos años muerto, de su catástrofe, y l o más divertido es que le siguió culpando en las elecciones siguientes y en las terc

eras; desde los tiempos del Cid nadie había ganado tan ardua batalla después de mori r. Pero ante todo era necesaria la aproximación personal. Recordó entonces que el sanguinario dictador rumano Nicolae Ceaucescu había busca do contacto con él durante un festejo digno de las Mil y Una Noches organizado por el fastuoso Sha de Persia en Persépolis, antes de que la CIA decidiera acabar con el Rey de Reyes por uno de esos arrebatos suicidas que han caracterizado a la p olítica exterior de los Estados Unidos desde hace ya muchas décadas. (Cuando repaso la lista de agentes directos e indirectos de la CIA en el mundo intelectual españo l y el de las comunicaciones me asombro de la supervivencia de los Estados Unido s). Una gestión informativa cerca del dictador rumano le salió al revés, como sabemos, al teniente general Manuel Diez Alegría en 1974; Franco le fulminó. El Príncipe repit ió el intento, con mayor secreto, en vísperas de la muerte de Franco. El futuro Rey envió a un emisario seguro, cuyo nombre no comunicó a Vilallonga, c on un mensaje verbal para Ceaucescu. Me enteré del nombre: el amigo íntimo del Rey, Manuel Prado y Colón de Carvajal, de complicada vida y aventuras al servicio de do n Juan Carlos, que alguna vez merecerán un detenido estudio. Llegó Prado a Rumania t ras haber intentado con poco éxito asegurarse un recibimiento amistoso y, lo mismo que le había sucedido en tiempos a su antepasado Cristóbal Colón, fue encerrado en un calabozo al llegar a su destino. Por fm la Securitate comprobó la identidad y los propósitos del enviado y le llevaron a presencia del dictador lunático. Prado le tr ansmitió el mensaje en nombre del futuro Rey de España; le rogaba que comunicase a s u amigo íntimo Carrillo le llamaría hermano de sangre si me atreviera a hacer chistes con la tragedia que don Juan Carlos de Borbón estaba dispuesto a reconocer, no muc ho después de llegar al trono, al PCE en pie de igualdad con los demás partidos. Cea ucescu debía también aconsejar a Carrillo que tuviera confianza en el Príncipe y todo saldría bien. El mensaje llegó donde tenia que llegar y poco después un ministro ruman o viajó secretamente a España y se presentó ante el Príncipe. Carrillo accedía al pacto pr opuesto por medio de Manuel Prado. Daría al Príncipe un plazo prudencial para que cu mpliese su compromiso. Al contarle a Vilallonga esta historia de horror, el ya R ey estaba seguro de que fue su gestión la que evitó una revolución comunista en la cal le a la muerte de Franco. Aquí empiezan, con todo respeto, mis discrepancias graves con don Juan Carlos. Quien contuvo a las masas de Carrillo no fue el viaje del emisario a Rumania sino la decisión de las fuerzas armadas como garantes de la transición. Como había sucedido ya a partir de 1956 en más de una ocasión, también en 1975 las masas comunist as, que eran muy inferiores en número y decisión a lo que Carrillo soñaba despierto no le hubieran obedecido. Los comunistas españoles de 1975 no estaban dispuestos a d ejarse matar. Podían cometer algunos desmanes pero frente a un enemigo enérgico no h ubieran tomado ninguna Bastilla. El pacto del Príncipe con Carrillo facilitó, eso sí, la legalización del PCE y la aceptación provisional de la Monarquía y la democracia po r los comunistas. Digo provisional porque en 1996 el sucesor de Carrillo al fren te del PCE, don Julio Anguita, amenazó con la ruptura del consenso constitucional y con una campaña en favor de la República. Hay una segunda discrepancia con don Juan Carlos que, desde la Historia, no p uedo menos de formular. Lo que el propio Vilallonga llama fascinación del Rey ante el responsable de Paracuellos, una actitud que fue compartida también por Adolfo Suárez. No me cabe duda alguna sobre la excelente intención del Príncipe al tomar la a rriesgadísima decisión que motivó el viaje de Manuel Prado. No me sumo a la reacción de muchos españoles que, al leer las confesiones del Rey a Vilallonga, se confirmaron en la idea de que don Juan Carlos había traicionado a Franco. Pero no me queda más remedio que deplorar y mostrarme en absoluto desacuerdo con esa fascinaación regia por uno de los hombres a quien persigue una de las sombras más sangrientas de tod a la historia española. Hasta que leí esas confesiones apenas una leve duda me velab a de lejos la imagen histórica de don Juan Carlos. Desde entonces, y lo siento muc hísimo, la duda se ha adensado y a veces me produce un dolor insufriblet.

LA ÚLTIMA MANIFESTACION Toda Europa, pues, entró en erupción contra el régimen de España al conocerse la noti cia de las ejecuciones. El gobierno había querido evitar las presunciones de debil idad cuando efectivamente era débil; ésa era la contradicción que apuntábamos entonces e n caliente, y era la verdad. Atenas, Paris, Londres, Estocolmo, Berlín, Copenhague , La Haya, Ginebra, Burdeos, Utrecht eran los epicentros de la reacción. En París mi les de personas causaron graves disturbios y destrozos en los 1 La confesión del Rey a J.L. de Vilallonga se encuentra en el libro del marqués de Castellvell El Rey, Barcelona, Plaza y Janés, 1993, p. 194s. Campos Elíseos. El primer ministro sueco Olof Palme encabezaba en Holanda una m anifestación contra las ejecuciones. En esa misma madrugada, como nos ha recordado Fraga, las turbas portuguesas, con eficaz cooperación de simpatizantes españoles, a rrasaban la Embajada de la que previamente había huido el embajador. Bastantes emb ajadores extranjeros en España fueron llamados a consulta -ese eufemismo que signi fica reprobación y el gobierno correspondió en algunos casos con la retirada temporal de sus enviados. Varios gobiernos, que nunca habían comentado los excesos del ter rorismo en España, comunican ahora su pesar por el cumplimento de la justicia españo la. Al día siguiente de las ejecuciones, 28 de septiembre, el presidente mexícano Lu is Echeverría, ya en trance de desaparición por la puerta falsa, pidió al secretario g eneral de las Naciones Unidas la ruptura con España; el licenciado salía así al paso d e las tremendas campañas que se alzaban en su país contra su gestión nefasta y pretendía trabajarse la secretaría general de la ONU, en lo que fracasaría estrepitosamente. El embajador de España ante ese foro internacional acusó públicamente al mandatario me xicano de pertenecer a las nóminas de la CIA, con el nombre clave Litempo-l4; otra prueba del escaso acierto de la CIA en la selección de sus colaboradores. En vista de tales excesos el gobierno Arias se reúne en consejo extraordinario el 29 de septiembre mientras el alcalde de Madrid, Miguel Ángel García-Lomas, firma la convocatoria de una gran manifestación para protestar del turbio ataque contra l a independencia y la soberanía de España . El presidente Arias dirige en la noche del 30 de septiembre un mensaje por televisión que se convierte en un alegato contra l a campaña exterior y que incluye una merecida alusión a las matanzas gubernamentales mexicanas en la plaza de las Tres Culturas en 1968. Por supuesto que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas había rechazado la insensata propuesta del pr esidente mexicano y el ministro de Asuntos Exteriores, Pedro Cortina, dirigía a la Asamblea general, en Nueva Yor , un mesurado discurso en defensa de España. Poco después del mediodía del 1 de octubre, día del Caudillo, centenares de miles d e madrileños llenaban a rebosar la plaza de Oriente y vías que en ella confluyen, pa ra protestar de la campaña internacional contra España y aclamar a Franco. Allí nadie acudía como partidario de un gobierno ni siquiera de un régimen sino por sentir heri do su orgullo y su dignidad de español ante la furia impotente de los energúmenos y de la hez de Europa. El autor de esta Historia estaba allí junto al gran composito r Cristóbal Halffter, por ejemplo, y fue muy comentada la presencia de otras perso nalidades independientes o no vinculadas al régimen. A lo largo de los años casi todo el mundo con quien comenté el recuerdo de aquel día me comuni caban que también ellos habían estado allí. Los príncipes acompañaban a Franco y a su espo sa. El momento era de una enorme intensidad. Franco pronunció una arenga ante la m uchedumbre, que apenas le permitía hilvanar dos palabras seguidas; casi todos pres entíamos que sería el último Primero de Octubre. La revista americana Newswee titulab a proféticamente, en su siguiente número, aunque con interrogación, Francos last Hurra h (13 de octubre). Españoles! dijo el Caudillo, como siempre-. Gracias por vuestra adhesión y por la s erena y viril manifestación pública que me ofrecéis en desagravio a las agresiones de que han sido objeto varias de nuestras representaciones y establecimientos español es en Europa, que nos demuestran una vez más lo que podemos esperar de determinado s países corrompidos, que aclara perfectamente su política constante contra nuestros

intereses No es la más importante, aunque se presenta en apariencia, el asalto y destrucción de nuestra embajada en Portugal, realizada en un estado de anarquía y de caos en que se debate la nación hermana y que nadie más interesado que nosotros en que pueda ser restablecido en ella el orden y la autoridad. Todo obedece a una conspiración masónica, izquierdista, de la clase política en cont ubernio con la subversión comunista-terrorista en lo social, que si a nosotros nos honra, a ellos les envilece. Estas manifestaciones demuestran, por otra parte, que el pueblo español no es un pueblo muerto al que se le puede engañar; está despierto y vela sus razones y confía en que la valía de las fuerzas guardadoras del orden público y la suprema garantía de la unidad de las fuerzas de Tierra, Mar y Aire respaldando la voluntad de la nac ión permitan al pueblo español descansar tranquilo. Evidentemente el ser español ha vuelto a ser hoy algo en este mundo. Arriba España! Los aplausos ensordecedores, en los que latía un intenso sabor a despedida, obl igaron a Franco a volver seis veces al balcón central de Palacio. Franco había volca do sus ideas y su mitología personal en este discurso que constituye su verdadero testamento público, su despedida popular. Todos los comentarios que he visto entre los his toriadores de manada y carril son para refrse de este discurso. Pero el ataqu e más virulento sufrido por España había venido del soez presidente mexicano, masón del grado 33 y miembro de un partido esencialmente corrupto y masónico. La mitad de lo s parlamentarios europeos, que en su ágora habían condenado a la justicia española, pe rtenecían a la Masonería. Y el contubernio comunista-terrorista, que entonces ya se tr ataba de disimular, está probado en el bienio anterior, como hemos demostrado. Fra nco expresaba a veces sus ideas-fuerza con términos simplificadores pero su inform ación de fondo sobre lo que decía no me parece casi nunca despreciable. Sin embargo en la manifestación se comentaban también los cuatro atentados mortal es que un grupo terrorista había perpetrado esa misma mañana al abrirse las sucursal es bancarias; tres policías armados, de uniforme, habían resultado muertos y uno gra vemente herido. La Nunciatura y el cardenal arzobispo de Madrid difundieron esa misma mañana comunicados de reprobación por los nuevos alardes terroristas: el nunci o sugería que el propio Papa había expresado, a través de su representación diplomática, s u condolencia a las autoridades españolas en una evidente acción de contrapeso por s us intervenciones públicas en favor de los terroristas ya ejecutados. Pero la camp aña europea contra España continuaba vivísima: sin la menor alusión a estos nuevos actos de terror. Y tampoco hubo reacciones cuando ETA provocó la muerte, con una trampa -bomba, de tres guardias civiles en Guipúzcoa. Caen pues los agentes del orden de tres en tres, mientras Europa jalea al terrorismo y mientras el Partido Comunist a, según declaraciones expresas de sus líderes máximos, colabora con la ETA en la lucha contra la dictadura , como si el régimen ideal para ese partido y para ETA, que se había declarado marxista-leninista, fuese algo diferente a una dictadura mucho peo r. Se celebró un consejo de ministros extraordinario para evaluar la gravedad de l a situación provocada por el terrorismo, que continúa en tromba: el día 9; mueren cinc o personas al interponerse un automóvil entre un grupo terrorista y los centinelas de un cuartel agredido por el comando. Murió al fm el cuarto policía herido en Madr id durante los atentados del 1 de octubre; un guardia civil sería asesinado en Zar auz y un militar español sufrió un atentado en París. Por fin se estableció el 4 de octu bre un acuerdo-marco entre España y los Estados Unidos para la renovación de la alia nza militar bilateral y al día siguiente el Mercado Común hace suya la motivación de l a campaña exterior contra España y suspende las negociaciones que mantenía con el gobi erno para una futura adhesión. Todos los frentes se encrespan a la vez contra la a gonía del régimen. Pero nadie sospechaba que, ante semejante horizonte, iba a iiciar

se también la agonía personal de Francisco Franco, que acudía el 12 de Octubre, fiesta de la Hispanidad, a un acto en el Instituto de Cultura Hispánica. El último de su v ida. EL CONTEXTO ESTRATEGICO PARA LA AGONIA PERSONAL DE FRANCO Todos los anteriores epígrafes de este libro han ido confluyendo en la fase fin al que ahora comienza: la agonía personal y la muerte de Franco. Ahora disponemos de una perspectiva que no podíamos trazar cuando se sucedían vertiginosamente los he chos. Por eso este capítulo se ha escrito cien veces; la agonía de un régimen y de una nación se complicaba, desde mediados de octubre de 1975, con la agonía personal de un hombre que se aferraba durante aquellas semanas no al poder que abandonó espontáne amente cuando lo vio necesario- sino al mando, porque en toda su vida no había reh uido jamás las llamadas de África y ahora se sentía ante la última de ellas. Es posible que en otros momentos críticos de su trayectoria sobre todo entre 1943 y 1946 Franco se aferrase al poder por instinto de supervivencia personal: la espantosa muert e de Mussolini le revolvió por dentro. Y sabía que la media España que no se resigna a morir ahora, en 1943, mucho más de media España, según el testimonio de Dionisio Ridruej o le exigía que se mantuviera firme al timón. Por supuesto que tanto en 1943 como en 1975 identificaba su trayectoria personal con el destino de España: ano había hecho l o mismo el general Charles de Gaulle y todos los conductores de pueblos empeñados en predecir la inminencia del diluvio al llegar a su fin? pero en octubre y novie mbre de 1975 Franco quiso retener el mando por sentido del deber. Me sitúo en la p erspectiva interior de Franco, no en el panegírico tardío, como tal vez algún enemigo rutinario se empeña en detectar; desde hace unos años no está bien visto en el mundo d e los papanatas, que es una especie de planeta de los simios, hablar de Franco más que para abominar de él, lo que me tiene perfectamente sin cuidado; al margen de los esfuerzos obsesivos de la manada lo único que deseo en este libro, y en todos, es hacer historia. Este capítulo se ha escrito cien veces. Se escribe ahora, casi siempre, como un reflejo partidista del presente; es decir, como anti-historia y los nombres de los culpables son conocidos, aunque traten de disimular en la manada su responsa bilidad personal. Ahí están los hechos. Por primera vez aparecieron libros fulminant es, casi a raíz del final de Franco, a las pocas semanas de los hechos que aún no ha bían podido reposar ni digerirse; esos libros no carecen totalmente de valor y nec esitaron, cuando aún estaban en los anaqueles de las librerías, continuas revisiones . Pero siempre que volvemos sobre el capítulo de la agonía y muerte de Franco vemos cosas nuevas, perspectivas inéditas. Es el momento cruci al para una historia de la transición, pese a lo cual no pocas historias de la tra nsición pasan sobre ese momento como sobre ascuas. El propio Rey de España se atrevía a firmar en 1984 un artículo final sobre la historia periodística de la transición, pe ro hoy sabemos que esa transición no había terminado todavía; don Leopoldo Calvo Sotel o había proclamado su final un misterioso 23 de febrero de 1981 y en cuanto comuni có ese final entró en el Congreso el teniente coronel Tejero como un desmentido de u niforme. Ya discutiremos en su momento sobre el final de la transición, que para n o pocos observadores empieza precisamente con la muerte de Franco. Tampoco lo cr eo; ahora me inclino cada vez más a pensar que el comienzo de la transición coincide con el despegue de la Iglesia católica respecto del régimen de Franco, un hecho que y a es visible desde 1969 y que sucede simultáneamente a la designación de don Juan Ca rlos como sucesor a tftulo de Rey. La agonía y la muerte de Franco se inscriben también en un contexto que no es aje no sino que influye en ellas y que consta de dos elementos exteriores muy relaci onados entre sí y con el destino de España: las negociaciones con los Estados Unidos para la renovación del acuerdo militar con España y la presión calculada del rey de M arruecos, Hassan II, sobre las fronteras del Sahara español, uno de los grandes ya cimientos mundiales de fosfatos que daría a Marruecos el monopolio mundial del imp ortantísimo fertilizante junto a unos bancos de pesca de gran riqueza cuya explota ción había pertenecido a las islas Canarias, cubiertas por la costa africana en cuen to a seguridad estratégica, desde tiempo inmemorial. En nuestra Historia del franq

uismo resumíamos ese doble contexto y trazábamos una panorámica, a la vez exterior e ínt ima, de la agonía de Franco. Luego, con motivo de la aparición de testimonios esenci ales, sobre todo el del doctor Vicente Pozuelo, el doctor Hidalgo Huerta, el doc tor Vicente Gil y algunos testimonios interesantes, registrados en televisión con motivo de algunos aniversarios, a los que debe añadirse el libro ya citado Los die ntes de Franco, del doctor Julio González Iglesias, la reescritura del capítulo se h aría imprescindible, sin olvidar, porque ofrece muchas sugerencias que otros descu idan, la puntual crónica de Fernando Vizcaino Casas en un libro de apariencia mode sta pero de muchísima enjundia, como todos los de este autor: 1975, el año en que Fr anco murió en la cama cuyo título es el rapapolvo que Santiago Carrillo se. ganó a pul so, por su morbosa obsesión en cazar a Franco. Y el análisis minucioso de Javier Fig uero y Luis Herrero, La muerte de Franco jamás contada, día por día.. Los disparates p roferidos por Carrillo ante la muerte de Fran co, cuando el líder comunista ya había caído en la trampa del Príncipe (lo que más dese o en el mundo es que la trampa fuera del Príncipe a Carrillo). Lo que me parece más grave escribíamos sobre los mismos hechos en caliente en estos momentos dramáticos es la desproporción del contexto. Unos viles asesinatos de cuatr o servidores del Orden (en la mañana del primero de octubre ya se habían perpetrado otros cuatro en Madrid, como sabe el lector, ya en acción abierta de guerrilla urb ana), una serie de antecedentes y reacciones de orden jurídico y político, entre las que, como en toda empresa humana, puede haberse infiltrado algún peligroso error y algún previsible imprevisto, un ambiente interno justamente conmocionado, herido y atónito ante la tormenta interior y exterior, nos han hecho olvidar a escala co munitaria y nacional que tales sucesos, por graves y hondos que sean, deben inse rtarse en un contexto estratégico mucho más peligroso, por incierto, que nos afecta como pueblo, como nación y como conjunto de individuos en el espacio y en el tiemp o histórico. Estamos asentados sobre una falla estratégica que desde el Neolítico para acá presenta caracteres eruptivos intermitentes. (Recientes y sensacionales descu brimientos arqueológicos retrotraen ese peligro estratégico al propio Paleolítico, según se nos explica cada verano por los especialistas y por los autores de nuevos ha llazgos). Estamos ahora no ante el peligro sino ante las primeras manifestacione s Portugal, el Sahara de una de esas erupciones históricas. Ni estamos preparados, e n lo militar ni comunítanamente, para hacer frente a una situación diffcil de prever en su concreción pero no en su gravedad . Había que negociar urgentemente la continuación de los acuerdos bilaterales con l os Estados Unidos, que pretendían rebajar su precio y aprovecharse gitanamente de las dificultades del régimen en trance de agonía. Pero además los Estados Unidos habían hecho ya su opción estratégica en el contencioso España-Marruecos sobre el Sahara y en favor de Marruecos. El rey Hassan necesitaba la válvula expansionista para disimu lar y ahogar sus gravísimos problemas sociales, que mantenían a Marruecos en situación claramente pre-revolucionaria. Ahora, en el año 2000, la guerra fría ha terminado, ha desaparecido la Unión Soviética, se ha hundido el comunismo en Europa y trata de sobrevivir contradictoriamente en China; la hegemonía de los Estados Unidos no equ ivale, como dijo un apresurado en 1975, al final de la Historia pero sí está escribien do una nueva época, tal vez una nueva edad de la historia. En 1975 la situación era muy diferente. La Unión Soviéticea estaba al mando del último de sus grandes dictadore s, Leónidas Breznef, que impulsaba una política expansiva en el imperio soviético y de l comunismo universal, mal disimulado por la máscara eurocomunista. Asentado ya en vastas regiones de África, el marxismo-leninismo avanzaba condicionado por la estrategia soviética para dar el asalto definitivo a Iberoamérica desde la plaza de armas cubana y por medio de la que había llamado Fide l Castro alianza estratégica de cristianos y marxistas para el triunfo de la Revolu ción ; el objetivo inmediato era establecer varias cabezas de puente en Centroamérica E l Salvador, Nicaragua, Guatemala para dar desde ellas el salto al hervidero mexic ano y amenazar desde él al bajo vientre de los Estados Unidos. En Roma no había lleg ado aún a la silla de San Pedro el cardenal de Cracovia, que poseía ya un sentido es tratégico propio, sino que reinaba en sus años de angustia y decadencia el Papa Pabl o VI, atormentado por esa autodemolición de la Iglesia que no había acertado a control

ar. Pero hasta Pablo VI vio muy claramente el peligro de que se pudiera perder I beroamérica a manos del marxismo-leninismo y cuando tuvo información segura sobre la degradación provocada por la conferencia de Medellín desde 1968 dirigió a toda la Igl esia la famosa encíclica precisamente en 1975 Evangelii nuntiandi, en la que trataba de alzar las primeras defensas importantes contra la teología marxista de la libe ración, que era el respaldo teológico a esa alianza estratégica promovida por Fidel Cast ro como alfil de los soviéticos a unas millas de Florida. Sin el esbozo de este co ntexto estratégico mundial no se comprende una palabra acerca de la actitud de los Estados Unidos ante el contencioso España-Marruecos de ese mismo año 1975. El antag onismo de bloques mundiales en el Mediterráneo se concretaba ahora en el norte de Áf rica , así como la Primera Guerra Mundial se había preparado en el antagonismo de los bloques europeos también en el norte de África durante los primeros años de la década in iciada en 1910; esa falla estratégica sobre cuyas dos orillas está asentada España fue también el escenario decisivo en 1942-1943 para que los aliados occidentales dies en la vuelta a la Segunda Guerra Mundial. En 1975 dos potencias norteafricanas e xplosivas Libia y Argelia, muy vinculadas a la expansión del terrorismo mundial eran afines al bloque soviético frente a un Marruecos, el reino tendido entre el Medit erráneo y el Atlántico, cuyo rey se sentía occidental y había hecho una neta opción occide ntal, muy apreciada por los Estados Unidos, que necesitaban por encima de todo c ontarle como aliado. Por encima de todo, por encima de España. Dentro del Sahara d ominaba la situación política, o pre-política, un grupo revolucionario de extraño nombre , el Frente Polisario (Frente de Liberación de Saguia el Hanra y Río de Oro), adscri to a Argelia y por medio de Argelia dispuesto a incorporar el territorio a la es trategia soviética, Y la estrategia soviética aplicada a la zona significaba el domi nio de esta extensa franja atlántica africana situada frente a las Canarias donde podían instalarse misiles de alcance medio para neutralizar a las Canarias y misil es de alcance intercontinental capaces de amenazar directamente a los Estados Unidos y a su rosario de bases en toda la costa oriental de América. Los Estados Unidos preferían entregar el Saha ra a Marruecos si se producía un eventual abandono por parte de España para evitar q ue esa fachada atlántica se incorporase, a través de Argelia, a la estrategia soviétic a que tantas preferencias mostraba por los grandes espacios africanos. Los Estad os Unidos decidieron favorecer el expansionismo del rey Hassan a costa de España. Lo cual resultaba más fácil porque España vivía en aquel año un trance de agonía, acosada de sde todos los puntos neurálgicos de Europa. Dos periodistas especializados, Chamorro y Fontes, han trazado con precisión el rastro de las negociaciones entre España y los Estados Unidos dentro de ese conte xto. Por otra parte el primer especialista en el conflicto del Sahara, general R afael Casas de la Vega, nos ha ofrecido una profunda revisión del conflicto en el úl timo capítulo de su Franco militar que ya hemos citado. He consultado y en algunos ca sos asistí a las sesiones el Diario de las Cortes democráticas cuando trataron a fond o lo sucedido en el terreno militar, político e internacional dentro del conflicto del Sahara. Conviene subrayar un dato esencial, que Carlos Arias captó y comunicó c laramente: el pueblo español no deseaba en 1975 una guerra por el Sahara, de ningu na manera; prefería entregarlo si fuera necesano. En 1975 el pueblo español exigía a sus gobernantes, actuales y futuros, una trans ición sin traumas. El ministro de Asuntos Exteriores, Pedro Cortina Mauri, firmó en Madrid con el secretario de Estado Henry Kissinger una declaración conjunta que lu ego ratificaron, en pleno amago mortal de Franco a comienzos del verano de 1974, el presidente Nixon y el Príncipe como jefe de Estado en funciones, el 19 de juli o siguiente. La alianza de España y los Estados Unidos no era un tratado formal si no un acuerdo ejecutivo. El general Manuel Gutiérrez Mellado dirigió luego por parte española una serie de negociaciones para llegar a la renovación definitiva del acue rdo. La primera ronda se celebró en Madrid del 4 al 7 de noviembre de 1974; España s e quejó por el material que recibía de sus aliados. La segunda ronda tuvo lugar en d iciembre; la tercera en febrero del 75, donde los españoles pidieron ya que los Es tados Unidos abandonasen la base de Torrejón, cerca de Madrid, y la de Morón. Durant e la cuarta ronda, en Washington, los días 10 a 15 de marzo de 1975, la parte amer

icana comunicó a los españoles su acercamiento a las posiciones del rey de Marruecos ; Estados Unidos, dicen los autores citados, intentaban la creación de un subimperi o o mejor, de una sucursal estratégica en África del norte. La prensa española participab a cada vez con mayor intensidad y reticencia en el comentario a los debates pero tras la defenestr ación de Pío Cabanillas (octubre de 1974) se le impuso una mordaza. El presidente Fo rd visitó Madrid a fines de mayo del 75 después del empantanarniento de las negociac iones en su quinta ronda de abril. Los negociadores españoles advierten que esta v isita fortalecía su posición y persistieron en una actitud de cierta dureza. Los pro motores de la Junta Democrática Calvo Serer y Vidal Beneyto se entrometieron incon sideradamente en el delicado momento negociador durante una irrupción en Washingto n en nombre de la Junta Democrática, un movimiento que resultó utilísimo a Santiago Ca rrillo, su inspirador. El subsecretario de Exteriores, Rovira, dirigía con firmeza las negociaciones, en el mismo sentido de reducir la presencia americana y aume ntar las aportaciones de material a las fuerzas armadas de España. En la séptima ron da se supo la propuesta española para estas aportaciones: por un valor de dos mil millones de dólares. Durante el verano siguieron los contactos en medio de un tena z forcejeo. Y el 15 de septiembre se abría en Washington la décima y última ronda prev ista, que no concluyó nada cuando se acercaba ya el final del plazo, fijado para e l 26 de septiembre. Ésa era precisamente la fecha en que se celebraba en Madrid, c omo recuerda el lector, el consejo de ministros que decidió las ejecuciones de los cinco terroristas. El ministro Cortina viajaba a Washington para desbloquear la s negociaciones en un intento personal ante el secretario de Estado Kissinger. L as ejecuciones y la tormenta internacional repercutieron muy negativamente en lo s contactos España-USA. La parte americana se aprovechó turbiamente de la situación y rebajó el monto de sus ofertas a quinientos millones de dólares, claramente insufici entes para una mínima modernización del material militar español. El 4 de octubre, ven cido ya el plazo, se comunicaba que las dos partes habían concluido un acuerdo-mar co que realmente no era más que la constancia de un desacuerdo. En esta confusa si tuación se hallaba el asunto cuando llegaron las noticias sobre la enfermedad de F ranco a mediados de octubre . UN CONSEJO DE MINISTROS VIGILADO POR MONITOR El Sahara español era, como venimos diciendo, una franja atlántica de desierto, t endida como antemural africano de las islas Canarias. Estaba poblada en 1975 por unos setenta mil nómadas con escasa conciencia nacional. La ocupación efec Para el co ntexto estratégico de la agonía de Franco dependemos del estudio, muy completo, de E . Chamorro e 1. Fontes Las bases norteamericanas en España, Barcelona, Euros, 1976 . tiva del territorio por parte de España databa de 1934 y los intereses de España se centraban, como hemos indicado ya, en los magníficos caladeros del litoral a lo s que se añadía, desde el afortunado descubrimiento del geólogo Manuel Alia Medina en 1947, la existencia de importantísimos yacimientos de fosfatos en Bu Craa, que Fra nco mandó reiteradamente poner en explotación. Las minas estaban a cielo abierto a u nos cien ilómetros al este de la capital del territorio, El Aaiun. En 1965 se había formado la sociedad Fosfatos de Bu Craa al amparo del Instituto Nacional de Ind ustria y al finalizar la presencia española las minas contaban con 1.639 trabajado res. En 1975 se exportaban 2.800.000 toneladas de fosfato, una cifra realmente c onsiderable. El Doctor Ingeniero de Minas don Carlos Muñoz Cabezón fue nombrado en 1 962 consejero gerente de la Empresa Nacional Minera del Sahara y dirigió una nueva exploración con resultados de enorme interés; el yacimiento era uno de los mayores y mejores del mundo , en el que se cubicaron 1.700 millones de toneladas de mineral de alta calidad. Una compañía norteamericana trató de incorporarse a la explotación y c uando se le concedió tras largas negociaciones se echó atrás, seguramente por razones estratégicas. Cuando el señor Muñoz Cabezón fue cesado sin explicación alguna en 1974 term inaba de poner a punto las instalaciones para una producción anual de seis millone s de toneladas. Esos intereses estratégicos (USA/Marruecos) no tenían interés alguno e n que tal objetivo se lograse. El vuelco de la juventud del Sahara contra España s e logró tras una intensa propaganda por radio, que reconoce también un origen estratég

ico. El señor Muñoz Cabezón explicó estos datos en una importante conferencia publicada en abril de 1994 en la revista especializada Rocas y minerales. Marruecos, que con Estados Unidos pretendía el monopolio mundial de los fosfato s completado gracias a sus propios yacimientos al norte y temía la intromisión argelin a, ofreció a España condiciones ventajosas de explotación conjunta que fueron rechazad as; luego se entregaría todo. Tras la independencia de Marruecos en 1957 el gobier no español convirtió el territorio del Sahara artificialmente en provincia e incorpo ró a las Cortes a unos pintorescos procuradores de hopalandas blancas que al menor descuido se pasaron al moro con la caja. El régimen llevó el proceso descolonizador del Sahara tan lamentablemente como el de Guinea, y no escasa responsabilidad l e compete por ello al almirante Carrero Blanco. En mayo de 1967 se creó además una a samblea de notables saharauis controlada por España, la Yenaa, que en marzo de 197 3 pidió a Franco la autonomía del territorio. Franco respondió con una promesa de auto determinación y Marruecos inició en ese mismo año una presión agobiante. España preparó un Estatuto de autonomía que no llegó a publicarse. Según testigos, se dividían las opin iones en España: Franco prefería encauzar la autonomía bajo su mando personal; la pres idencia del gobierno, es decir Carrero y sus seguidores, se inclinaban a mantene r indefinidamente la presencia española. El mejor estudio que conozco sobre la des colonización del Sahara español se debe al ex ministro Antonio Carro, que lo publicó e n Revista de Política Internacional 144 (marzo 1976) 11. Este trabajo alcanza el e xtraordinario valor de haber sido escrito casi a raíz de los hechos y mantiene hoy toda su vigencia. Estoy de acuerdo con Carro en que los peligros para España eran gravísimos y el gobierno Arias escogió y realizó la opción menos inconveniente, que aho rró a España esos peligros. Entre la población, los miembros de la Yemaa, muy desprestigiados, se enfrentab an con los cinco mil afiliados al Frente Polisario, dirigidos por los cien estud iantes becados por España que estaban como un solo hombre del lado de Argelia. En Presidencia se creaba un partido saharaui artificial el PUNS, que no serviría para nada. El gobierno español, acosado, anunció un referendum para la autodeterminación d el Sahara que se debía celebrar antes del 31 de mayo de 1975. El rey Hassan contra atacó con la remisión del problema al Tribunal de La Haya y con una actividad muy in tensa en las Naciones Unidas, que piden a España espere la resolución del Tribunal I nternacional. Es una clara victoria de Marruecos. El 3 de enero de 1975 Marrueco s pide la inclusión de las plazas españolas del norte de África, Ceuta y Melilla, en l as deliberaciones del Comité de Descolonización de la ONU. El 28 de abril Hassan anu ncia a todo el mundo que si España sigue obstruyendo su camino se pondrá al frente d e una marcha pacífica de su pueblo sobre el Sahara; nadie le toma en serio. El min istro de la Presidencia Antonio Carro declaró después que la sombra de la guerra est uvo próxima y que allí pudo armarse un nuevo Vietnam. Ni el pueblo español ni las fuer zas armadas deseaban en manera alguna esa guerra y el rey Hassan, que lo sabía, ju gó muy fuerte a esa carta. Ante la presencia de una misión de la ONU se hundió el PUNS y cobró enorme vigor el Frente Polisario, que exigía la salida urgente de los español es. En aquella ocasión se impuso en el Ejército el deseo de abandonar a sus destinos a aquellas masas irresponsables, que parecían ignorar su caída segura en manos de M arruecos/USA si España se marchaba. La situación era absurda. Veinte mil soldados es pañoles defendían el norte del Sahara contra veinte mil soldados de Marruecos, mient ras a retaguardia la población saharaui, inflamada por el Polisario, quería que el E jército español se marchase. El 23 de mayo de 1975 el gobierno español comunicó a la prensa su decisión de acele rar la transmisión de poderes en el Sahara. El Alto Estado Mayor estaba plenamente de acuerdo; la salida unilateral de España se acompañaba por un recurso a las Nacio nes Unidas. Esta era la dramática situación en el Sahara cuando Franco contrajo, en su salida del 12 de octubre al Instituto de Cultura Hispánica, la afección gripal qu e, a través de derivaciones insospechadas, le llevaría a la muerte. Todos los observ adores próximos están de acuerdo en que el problema del Sahara enconó la agonía de Franc o y fue la causa exterior de su muerte El acto celebrado el 12 de octubre en el Instituto de Cultura Hispánica se inte

rpretaba como desagravio de las naciones hermanas de América por los exagerados y desbocados ataques de Europa contra España. Esa misma noche tuvo noticia el autor de este libro de que Franco no se sentía bien, quizá por un principio de gripe que c ontrajo en esta salida. La noticia se la comunicó por teléfono un político tan bien in formado como José María de Areilza, muy preocupado porque, al parecer, los síntomas er an más que alarmantes. Transmití la noticia a Pío Cabanillas que no se la creyó y dijo más o menos: Dejaos de coñas. Este hombre no se morirá nunca . Luego el conde de Motrico m e confirmó la alarma. Los primeros rumores sobre la enfermedad, aún desconocida, de Franco, se propagaron cada vez con mayor insistencia dos días después; el doctor Poz uelo, testigo esencial para todo este período final de Franco, sitúa en el 15 de oct ubre el comienzo de la enfermedad. A las tres de la tarde de ese día, que era prec isamente el de Santa Teresa, a quien Franco veneraba muy especialmente, recibió el doctor Pozuelo el aviso del palacio del Pardo, para donde salió inmediatamente. E ntró en el dormitorio y encontró a Franco con sensación de angustia y dolores por vari as partes del cuerpo; de momento pensó en un infarto silente y consiguió que Franco se durmiera. Pese a todo el Caudillo se empeñó en recibir al día siguiente todas las a udiencias previstas, once visitas nada menos. Se le hizo un electrocardiograma, se confirmó el diagnóstico de infarto silente y se acordó mantenerle permanentemente b ajo observación con un monitor. El marqués de Villaverde, yerno de Franco y cardiólogo de fama, tomó la dirección de la enfermedad y luchó desde entonces todo lo posible y aun lo imposible por la vida de su suegro. Antes de la muerte de Franco todo el mundo adulaba a Cristóbal Martínez Bordíu; desaparecido Franco casi todo el mundo se d edicó a insultarle y margínarle, así son las cosas. Es evidente que el cardiólogo se había aprovechado de su privilegiada situación y aparecía en varios consejos de administr ación de las más diversas empresas, que a menudo carecían de toda relación con su activi dad profesional y buscaban descaradamente su influencia. No voy a criticarle ahora por su intervención en la enfermedad de Franco. Por supuesto que pretendió salvarle la vida y prolongársela in cluso cuando ya se había desvanecido toda esperanza. Nunca me ha gustado la figura pública ni la actuación privada del marqués, pero debo comprender su actitud como médic o, que nunca creí dictada por un deseo personal de prolongar indefinidamente el po der de Franco sino por una decisión, tal vez exagerada, de evitar su muerte mientr as hubiera una posibilidad. Ni le adulé jamás en vida de Franco ni me sumé a los que a bominaban de él tras la muerte de Franco. Únicamente critiqué sus pretensiones políticas cuando quiso entrar por cooptación entre los consejeros nacionales. No tenía nada q ue hacer en política y se lo dije abiertamente. Me consta que se molestó, lo siento pero no me arrepentí nunca. Víllaverde comentó que el gobierno iba a enterarse de la situación porque había visto a un informador del ministro de la Gobernación rondando a la entrada. La familia y la Casa Civil fueron responsables, así como el gobierno, que en efecto se enteró i nmediatamente, de ocultaciones y atenuaciones que entonces les parecieron necesa rias; pero que pronto provocaron la indignación general y no sólo de los enemigos de l régimen. (Allí mismo, en el Pardo, se habían visto ocultaciones semejantes en 1885, durante la enfermedad y muerte del rey don Alfonso XII cuando no se permitió ni a su esposa la Reina María Cristina que le acompañase en momentos críticos). El doctor V ital Aza fue el encargado por el equipo médico de advertir a Franco la gravedad de su situación. Excelencia le dijo-, padece una insuficiencia coronaria y en estas ci rcunstancias no puede ni debe moverse . Franco replicó que tenía cosas importantes que hacer y no hizo el menor caso del aviso. El 16 de octubre es un día trascendental para el Sahara. El Tribunal Internacio nal de La Haya dictaba sentencia, a requerimiento de Marruecos, pero contraria a Marruecos; es decir, favorable a la autodeterminación que pretendía España. Pero Hass an, gran experto en propaganda, interpreta la sentencia, falsamente, a su favor y el embajador de España en las Naciones Unidas denuncia el manejo. La Misión de la ONU emite a la vez su dictamen en el mismo sentido; pero Hassan se revuelve y am enaza con desencadenar ya la Marcha Verde. En vista de lo cual el mando militar español prepara un ancho y vasto campo de minas en terreno favorable contra cualqu ier intento de penetración, a unos siete ilómetros al sur de la frontera, en territ

orio de soberanía española y apresta a las unidades para que se opongan al posible a vance. Terminados, por otra parte, los preparativos que incluían un impresionante d espliegue y escalonamiento logístico la Marcha Verde comienza su andadura, en medio de uno de los alardes propagandísticos más r esonantes de la historia contemporánea. El 17 de octubre aparecen en la prensa esp añola los primeros rumores sobre la enfermedad de Franco, lo que obliga a la famil ia y a los médicos a reconocer pero no antes del día 21 la alarma del 15 de octubre y la insuficiencia coronaria aguda. Seis días después de que se detectase la afección. El ministro de Asuntos Exteriores y el presidente Arias Navarro comunicaban a Franco el 17 de octubre las gravísimas noticias del Sahara. Para ese día, viernes, estaba convocado un consejo de ministros que Franco se empeñó en presidir, pese a la prohibición de los médicos, que le advirtieron del riesgo de la vida. Franco admitió que le conectaran el monitor y los médicos le anunciaron que al menor síntoma de fib rilación vantricular entrarían en la sala del consejo para evitar el fallecimiento. La escena no se había producido jamás en la historia de la política ni en la historia de la medicina. En varios momentos los médicos estuvieron a punto de interrumpir e l consejo. El pulso llegó a subir hasta 120. Los momentos críticos coincidían con el i nforme sobre el Sahara. Franco quería mantenerse a todo trance en el mando supremo porque estaba seguro de que, con toda su experiencia africana, conocía mejor que nadie las complicaciones del problema, con los Estados Unidos a favor del otro b ando. Terminó, a trancas y barrancas, el consejo de ministros. Se había montado ya e n las habitaciones privadas del palacio del Pardo una unidad de vigilancia inten siva. FRANCO RECURRE A SU HIJA PARA SU DESPEDIDA Nadie supo que entre el jueves 16, el viernes 17 de octubre, fecha del angust ioso consejo de ministros y el sábado 18 de octubre, Franco acudió nuevamente a su d espacho; eran sus últimos movimientos, sus últimas salidas de la habitación, Enfermedad terminal de Franco en J. González Iglesias, Los dientes de Franco; Vi cente Pozuelo Escudero, Los últimos 476 días de Franco, Vicente Gil Cuarenta años junt o a Franco; Femando Vizcaíno Casas 1975, el año en que Franco murió en la cama y Javie r Figuero-Luis Herrero, La muerte de Franco jamás contada Barcelona, Planeta 1985. Los libros anteriores ya se han citado. Acudo además a notas personales y testimo nios de los ayudantes de Franco, general conde de Morphy y almirante Urceley. Ve r también J.B. Vilar El Sahara español, Madrid, Sedmay, 1977 y M. Hidalgo Huerta Cómo y por qué operé a Francsco Franco, Madrid, Aguilar, 1976. hasta el lunes 20 en que recibió allí, con decisión increíble, su última visita oficial . Se lo contó su hija Carmen al dramaturgo Alfonso Paso en una entrevista memorabl e. El domingo (día 19) tenía el abdomen muy hinchado. El lunes (día 20) tuvo otra crisi s cardíaca. Debió de ser el martes (día 21) cuando, desde la cama, me dijo que fuera a su despacho y me ordenó que le pidiera la llave al ayudante. En el despacho de pa pá no se puede entrar. La llave la tenía un ayudante que es quien se encargaba de ab rir y cerrar esa puerta. Fernando Suárez cumplía esta misión. Lo que mi padre me dijo concretamente es: Entra en el despacho y debajo de los papeles encuentra un bloc . Tráemelo. Encontré el bloc junto con algunos papeles que le llevé también por si en últi ma instancia me hubiese equivocado. Pidió quedarse a solas conmigo. Se convenció de que lo que le interesaba era lo escrito en el bloc. Y luego, con absoluta sereni dad, me dijo: Léelo, a ver silo entiendes. Papá tenía cierto pudor de su letra. Creo q ue les pasa a todas las personas de cierta edad y más si están afectadas por el par inson, como le ocurría a mi padre. El no pronunció la palabra testamento. Dijo concr etamente, despedida. Empecé a leer el texto y había algunas palabras que no las ente ndía. El me hacía corregir el texto con un bolígrafo. Me ordenó: Cuando lo pases a limpi o, rómpelo. De este modo, en letra de imprenta y en la parte de encima, he aclarad o algunas palabras de él que podían quedar un poco confusas. Yo desobedecí a mi padre. No rompí el original de él. A papá no le gustaban las tachaduras. En fin, pasé el texto a máquina y luego se lo volví a leer a él. Lo único que me hizo corregir finalmente fue el párrafo en que habla del futuro Rey de España. Mi padre precisó que detrás de esa fr

ase fuera el nombre: don Juan Carlos de Borbón y así me lo hizo poner. Después me añadió: Ponlo definitivamente en limpio y si me pasara algo se lo das al Presidente d el gobierno. Jamás pronunció las palabra si me muero o después de mi muerte El domingo 19 de octubre Manuel Fraga Iribarne, que tenía inexorablemente previ sto su regreso a España para el mes siguiente, cuando se cumpliera el período que co nvino con el almirante Carrero, reanudaba en la Tercera de ABC su importante ser ie de artículos sobre la Reforma; es el único político español que habla con esperanza s obre el futuro, todos los demás mantienen clavados los ojos en el angustiado prese nte. Evoca su conversación con Franco, concreta sus proyectos para el futuro de Es paña, convence a muchos lectores de que va a ser el hombre de la transición. Franco sufre, de madrugada, otra crisis aguda y al entrar los médicos en su habitación les confiesa: Esto se acaba . Según el preciso y humanísimo relato de su médico de cabecera, doctor Vicente Pozuelo, Franco, mientras asistía a misa por última vez ya se sentía so lo con su propia muerte. El doctor Barnard, el mago sudafricano de los trasplantes de corazón, examina médica mente el caso de Franco durante una visita a Madrid. Franco contempla su último pa rtido de fútbol por televisión: un Atlético de Madrid-Barcelona. Según Laureano López Rodó e l marqués de Villaverde, ante lo que ya se llama el equipo médico habitual aconseja al presidente Arias que Franco transmita sus poderes al Príncipe. Por entonces tuve ocasión de hablar con el Príncipe en la Quinta del Pardo; me preguntó, como a otras pe rsonas de mayor importancia, si veía oportuna una visita suya a las tropas que esp eraban en el Sahara la embestida de la Marcha Verde y sin más información sobre el c aso que lo que decían los periódicos y sobre todo la BBC le dije que su presencia le vantaría hasta las nubes la moral de nuestros soldados y la de toda España. Me contó l a propuesta del marqués de Villa-verde a Carlos Arias y su propia respuesta al Pre sidente: No quiero de ninguna manera que vuelva a repetirse la escena del año pasad o, cuando después de asumir los poderes me los reclamaron por las buenas. Si la tr ansmisión no se me propone con carácter definitivo y con garantías suficientes de ello , por parte de los médicos y del gobierno, no pienso aceptarla. Porque si la acept o sin esa condición, cualquier día me ofrecen la alcaldía de Palma de Mallorca , fueron exactamente sus palabras. Franco no otorgó esa condición. Señor dijo entonces el Preside nte al Príncipe no me pida lo que yo no podré hacer nunca: decirle al Caudillo que ha llegado el momento de que entregue sus poderes. El Caudillo tendrá que morir con las botas puestas , Franco pidió que no alarmasen al país y dijo que se encontraba muy bien. Arias le pidió permiso para dar una nota: pero Franco, al revés de lo que hiz o cuando sufrió antaño la grave herida en la mano en 1961, exigió que se disimulase la situación de su salud, seguramente por las repercusiones que podría alcanzar en la opinión el problema del Sahara. La nota se retrasó hasta el día 20 . JOSE SOLIS VIAJA A MARRUECOS Estas revelaciones de la hoy duquesa de Franco y el testamento de Franco dice n más sobre la auténtica personalidad de Franco que todo el ingente ladrillo biográfic o de ese desorientado escritor inglés de cuyo nombre no quiero acordarme y que des de luego no tiene la menor idea de Franco, aunque los papanatas de la manada La interesantísima revelación de la actual duquesa de Franco a Alfonso Paso se pub licó en El Alcázar el viernes 26 de marzo de 1976. El coronel José María Gárate comenta co n hondura el testamento de Franco en Revista de Historia Militar 40 (1976)157s. le jaleen como si formaran un coro de Aristófanes: Por Zeus altísimo, qué entendimie nto tan sutil . Qué ignorancia tan estruendosa, más bien. En fin durante la tarde del lunes 20 de octubre Franco recibió, en su despacho, ahora si que por última vez, al presidente de las Cortes, Alejandro Rodríguez de Valcárcel, que encontró a Franco bien y le habló de un proyecto para el Metro de Bflbao. Las Fuerzas Armadas estaban pr eocupadísimas hasta el punto que la víspera el presidente Arias tuvo que desmentir a la Junta de Defensa Nacional un rumor sobre la muerte de Franco que había saltado como la pólvora. Ese mismo día, aunque oficiosamente se negó, se celebraba en la sede de la Presidencia, Castellana 3, un consejo de ministros sobre los sucesos del Sahara. Simultáneamente en las Naciones Unidas el embajador Jaime de Piniés exigía la

detención de la Marcha Verde. En ese consejo ocurrió lo que llama Piniés el viraje del gobierno español, reconocido por el entonces ministro José Solís ante una comisión de l as Cortes democráticas a preguntas del diputado de UCD José Ramón Lasuén: ~,Es cierto que ante la imprecisión de las primeras resoluciones del Consejo de Seguridad y la en fermedad súbita de Franco en esas mismas fechas, en consejo de ministros del 20 de octubre se cambió de política y se decidió explorar un acuerdo en dirección a Marruecos que cumpliera, por supuesto, las resoluciones de las Naciones Unidas, acuerdo d irecto hasta entonces rechazado? Responde Solis: Con permiso del señor Otero, sí . Y cont inúa el ministro en declaraciones a Diario-16 recogidas por El País el 1 de diciembr e de 1977: Después de un Consejo de ministros que tuvo una duración de doce horas y e n el que como es natural en momentos tan delicados se habló largamente del problem a que planteaba la Marcha Verde en el Sahara, a las cinco de la madrugada (del m artes 21) fui llamado por el presidente del Gobierno por teléfono indicándome si est aba dispuesto a ir a Marruecos. Indiqué entonces, y firmemente creo hoy, que la dec isión del presidente y mi modesta intervención evitaron un enfrentamiento armado que hubiera tenido trágicas consecuencias no solamente para nuestros dos países respect ivos sino es posible que hubiese sido mayor su influencia . Acosado a preguntas po r los parlamentarios de la democracia recién estrenada, el señor Solís negó toda relación comercial entre él y el rey de Marruecos o los intereses marroquíes de tipo inmobili ario en Madrid y en la Costa del Sol; y aseguró haber cumplido el objetivo que le había señalado el presidente Arias: Tu objetivo ha de ser el siguiente: primero conse guir, si puedes, que la Marcha Verde no salga o no se acerque a nuestras fronter as; segundo, si ello no es posible, procura traer el compromiso de que ponga a r alenti la organización de la marcha, a fin de que podamos negociar . Después de mucha cháchara y ante una alusión de Solís a la historia musulmana de Córdoba el rey Hassan le dijo: Solís, yo le garantizo que dentro de 48 horas un emisario mío con funciones y con atribuciones porque no se me puede exigir que yo improvise la solución de todos los problemas que tenemos llegará con co nsignas concretas para poder iniciar unas negociacíones . Y es que Hassan había lograd o ya el principal objetivo de la Marcha Verde: entablar con España negociaciones b ilaterales de las que saldría, con exclusión de las demás partes, el futuro del Sahara . Mientras tanto todo el mundo esperaba en España la dimisión del ministro de Asunto s Exteriores, Cortina, vetado por el rey moro porque había defendido la tesis de l a independencia del Sabara; la tesis lógica, la que convenía a España, pero no a Marru ecos ni a los Estados Unidos, decididos a consolidar al rey Hassan a costa de Es paña, mientras los polísarios hostigaban estúpidamente a España que era su única posibilid ad. Mientras tanto, en la madrugada del 21 de octubre el pronóstico de los médicos se agravaba y así se lo comunicaron al presidente del gobierno y a Franco, que habla ría durante cuarenta y cinco minutos con Carlos Arias. Al conocerse ya la gravedad de Franco por la prensa, aunque no del todo, el gran periodista Yale resumió acer tadamente la reacción general: La tremenda incertidumbre. El miércoles 22 de octubre Franco parecía mejorar; se levantó, hizo sus ejercicios de rehabilitación y hasta pre senció una película, su última película. Seiscientos cincuenta mil moros se volcaban en la Marcha Verde al conjuro de su rey mientras Solís llegaba a un acuerdo de princi pios con Hassan en Rabat, pero eso no lo sabía nadie en España ni en Marruecos. A la una y veinte de la madrugada del día 23 Franco empeora. No puede dormir y los médic os convocan una consulta para las ocho de la tarde siguiente, a la que el marqués de Villaverde invita también al Príncipe, para que, en presencia de Carlos Arias, to dos convenzan a Franco de que haga la transmisión de poderes. El embajador López Rodó, que visita al Príncipe esa mañana, le convence de que no asista a esa reunión que ofr ece todos los visos de un intriga palaciega y el Príncipe le hace caso. El médico de Franco describe el ambiente que se vivía en los pasillos del palacio del Pardo du rante la enfermedad que cada vez se iba pareciendo más a una agonía. Todo el mundo p edía información y daba su opinión. Los médicos, sin la presencia del Príncipe, comunicaro n a los jefes de las Casas Militar y Civil que Franco se mantenía consciente pero que la enfermedad era ya irreversible. LA TRANSMISIÓN DE PODERES

El 24 de octubre llegó a Madrid, de acuerdo con los convenios entre el rey Hass an y el ministro José Solís, el ministro de Marruecos Ahmed Lara i. Franco se deteri ora; sufre una nueva crisis, se le declara una afección al paladar y nuevas compli caciones cardíacas. El doctor Pozuelo convoca nueva consulta de médicos y el dentist a de Franco, doctor Iveas, le suprime la dolencia en el paladar. Para analizar l a continuación del tratamiento debo constatar que los médicos dividen sus opiniones; me atendré al testimonio del doctor Pozuelo porque además lo único claro es que las d olencias de Franco se complicaban cada vez más y seguramente no tenían ya remedio po sible. Ese mismo día 24 de octubre el Papa Pablo VI, que discrepaba de Franco en púb lico pero reconocía en secreto lo muchísimo que le debía la Iglesia, de lo que existen pruebas claras, le envió por la Nunciatura un mensaje de aliento. Franco dijo var ias veces a su hija, como ella confió a Alfonso Paso cuando le habló del testamento, que distinguía siempre entre la dimensión espiritual de los Papas, que respetaba si n vacilar y las posiciones políticas del Vaticano, contra las que tampoco habló nunc a oficialmente pero en privado se permitía disentir de ellas con todo respeto. A última hora del sábado 25 de octubre vuelve el empeoramiento. Durante días interm inables ésta es la secuencia: empeoramiento de noche, mejora parcial por la mañana. Los médicos imponen a la familia que permita comunicar una información veraz, sin qu e valga la excusa de ocultar la verdad por razones de Estado , que en realidad eran razones de miedo y de incertidumbre. Los Príncipes acudían siempre al palacio del P ardo en los momentos más críticos. Durante la noche del 26 de octubre se esperaba el desenlace y Televisión Española, ante una enorme audiencia ojerosa, emitía, unas tras otra, preciosas películas sobre garzas, cigüeñas pingüinos y toda clase de maravillas d e la naturaleza; el archivo de documentales debió de llegar en aquellas jornadas a l borde del agotamiento. No cesaba la hemorragia ni la insuficiencia cardíaca resume el doctor Pozuelo, Es una agonía lenta -dice el doctor Pescador el día 28 pero es una agonía . El ministro Lara i llega a M adrid por segunda vez. En esta conversación y las siguientes se peffiló un acuerdo tác ito en virtud del cual España desmilitarizaría una franja de siete a diez ilómetros d entro de la frontera en la que se permitiría la entrada de la Marcha Verde durante 48 horas. Uno de los mejores expertos españoles en cirugía digestiva, el doctor Man uel Hidalgo Huerta, almorzaba con unos amigos cuando recibió una llamada urgente d el doctor Martínez Bordiú. Acudió inmediatamente al palacio del Pardo y examinó al enfermo, que le produjo una impresión más que penosa. Queda desd e entonces incorporado al equipo médico habitual como figura clave. Las hemorragia s continuas impedían la utilización de anticoagulantes, que resultaban imprescindibl es para combatir la trombosis, pero a precio de intensificar las hemorragias. El 29 de octubre comienza la evacuación de los civiles españoles en el Sahara. El Prínci pe no asiste a los actos conmemorativos de la fundación de la Falange, presididos por el ministro del Movimiento, José Solís, sin el habitual acierto del casi siempre prudente político. Ese mismo día el doctor Vicente Gil, que había sido durante tantos años médico de cabecera e íntimo amigo de Franco, pero que fue despedido violentament e por el marqués de Villaverde durante la crisis gravísima de la salud de Franco el verano de 1974, acude a la cabecera del moribundo gracias a una gestión de su amig o el dentista, doctor Iveas. El reencuentro es de una emoción desbordante y a la s alida el doctor Vicente Gil se encuentra con el marqués de Villaverde que le pide perdón y le muestra una gran cordialidad. El 30 de octubre es una fecha capital. Aumentan las complicaciones del enferm o; y Argelia, decidida a bloquear las negociaciones entreguistas de España con Mar ruecos, anuncia que considerará todo acuerdo de España con el satélite norteamericano como casus belli. Esto ya es demasiado; puede estallar en el Magreb una guerra ínt erárabe que sorprenda por uno y otro lado a una España manifiestamente impreparada, y además el posible conflicto puede agravarse y convertirse en una guerra del mund o libre contra el bloque marxista con España en medio. Franco, a quien el empeoram iento de la situación internacional llega confusamente, piensa ya en la transmisión de poderes cuando además su vida vuelve a estar en inminente peligro. i,Qué tengo? pre gunta Franco, muy alarmado al observar la sombría expresión de sus médicos. Ha sufrido usted un infarto de miocardio y además una complicación intestinal grave le responde

el doctor Pozuelo. Se quedó en silencio recuerda el médico de cabecera uno segundos y dijo, con firmeza serena: Artículo once, que se aplique el artículo once . No hubo gara ntías por escrito pero el Príncipe las recibió inmediatamente por vía militar; la transm isión de poderes era con carácter definitivo ante la irreversibilidad absoluta de la enfermedad de Franco. Franco rubrica Pozuelo dejaba de ser Jefe del Estado . Y al an ochecer del día 30 de octubre escribía en caliente el autor de este libro en el diari o Ya , comenzaba el reinado efectivo de don Juan Carlos de Borbón .A partir de este mome nto debo recomendar vivamente un estudio fundamental: el discurso del profesor V icente Palacio Atard para su ingreso en la Real Academia de la Historia, Juan Ca rlos 1 y el advenimiento de la democracia, editado por esa Corporación el 24 de ener o de 1988. UNA OPERACIÓN DESESPERADA El Príncipe, investido ya con el poder supremo de Franco, preside un consejo de ministros ese mismo día 30 en el palacio de la Zarzuela; en el que el ministro de la Gobernación informaba de un hecho real y sorprendente, la declinación de las act ividades terroristas desde que se inició la enfermedad mortal de Franco, como silo s asesinos también contuviesen el aliento ante las noticias del Pardo. El 1 de nov iembre y después de una reunión de la Junta de Defensa Nacional donde los mandos sup eriores de las fuerzas armadas recomendaron una postura de endurecimiento en el Sahara, el Príncipe y ya jefe del Estado tomó la arriesgada y nobilísima decisión de vol ar hacia sus tropas del desierto. Todo parecía cambiar con el cambio en la cumbre del Estado. Se hará cuanto sea necesario -dijo el Príncipe a las unidades para que nue stro Ejército conserve intacto su prestigio y su honor . El gobierno anunciaba que s i la Marcha Verde entraba en el Sahara sería rechazada por todos los medios posibl es. Pero el presidente del gobierno insistiría en sus acuerdos previos con Marruec os, lo que parecía implicar una primera desautorización al Príncipe. El embajador Piniés dirigía una carta al presidente Arias en la que se mostraba en desacuerdo con la actitud entreguista de España a favor de Marruecos. Los moros terminaban la concen tración de la Marcha Verde en Tarfaya, cerca ya de la frontera y el 3 de noviembre el primer ministro marroquí, Osman, remachaba el acuerdo tácito con España durante su v isita a Madrid. El presidente de la Yemaa, El Jatri, se pasa con la caja en rist re al rey Hassan. Se aplaza la entrada de la Marcha Verde en territorio español, p rimero para el día 4, luego para el 6 de noviembre.

Franco se agrava. Sus palabras son cada vez más entrecortadas e inaudibles. Me e ncuentro mal . ~Qué duro es esto, doctor! . ~Déjenme ya! A las tres de la tarde del 3 de n viembre, cuando ya el Príncipe había regresado de su vuelo al Sahara, se le declara a Franco una hemorragia total. Había que operar a vida o muerte pero con pocas pro babilidades en aquel organismo exhausto. La familia accede a la operación. El doct or Hidalgo Huerta ordena que se improvise un quirófano de urgencia en la enfermería del cuerpo de guardia. Llegan el Presidente y el Príncipe. A las nueve de la noche trasladan a Franco anegado en sangre; el doctor Hidalgo le abre y le liga una a rteria que por rotura había provocado la hemo rragia. La terrible operación termina a las doce de la noche; el presidente Ari as se ha entrevistado, durante ella, con el primer ministro de Marruecos. Veinti cinco médicos habían seguido con emoción y entrega la prueba mortal. Pero el doctor Hi dalgo ha hecho el milagro; Franco se salva de momento y parece recuperarse. El Príncipe tiene que aplazar una conversación con su padre que había proyectado al asumir los poderes del Estado. Franco había perdido, desde el comienzo de su enfe rmedad, veinte ilos; su figura se había empequeñecido más de lo imaginable. El 5 de n oviembre, ante una nueva complicación, se decide la iniciación de un nuevo tratamien to de diálisis. El rey de Marruecos da por televisión la orden de que siga la Marcha Verde hasta El Aaiun, donde espera tomar el té. Durante la mañana del día 6 se cumple la orden de Hassan aunque sólo hasta tres ilóm etros dentro de la frontera española. El ejército español del Sahara ha instalado un e

ficaz campo de minas que disuadirá el avance de la Marcha Verde. El gobierno de Ma rruecos comunica oficialmente al embajador de España que el acuerdo tácito quedaba r oto y que, con treinta mil bajas descontadas, la Marcha Verde se disponía a penetr ar profundamente en el territorio; si España reaccionaba en contra, Marruecos lo c onsideraría caso de guerra. Era un ultimátum en toda regla. Pero Marruecos no sigue adelante, mientras el Consejo de Seguridad se reúne varias veces y deplora la situ ación impuesta por Hassan, a quien pide la retirada. El ministro Antonio Carro via ja a Agadir el 7 de noviembre de acuerdo con una exigencia de Hassan quien prete nde cambiar la retirada de la Marcha Verde contra un pacto firmado por Carro en sentido favorable a Marruecos. El ministro se niega y el rey moro ha de contenta rse con una carta en la que Carro promete la continuación de las negociaciones una vez suprimida la presión invasora. El domingo 9 de noviembre Hassan comunica por fin la orden de retirada que se cumplió inmediatamente. Se le veía muy seguro de la protección norteamericana. LOS ACUERDOS DE MADRID El 7 de noviembre, mientras el ministro Antonio Carro negociaba esforzadament e en Agadir, los médicos, ante la aparición de nuevas complicaciones, trasladan a Fr anco, de acuerdo con la familia, a una planta en la magnífica ciudad sanitara La P az, junto a la salida norte de Madrid al fm de la prolongación del paseo de la Castellana, que entonces se llamaba avenida del Generalísimo. El doctor H idalgo Huerta practicó inmediatamente una segunda operación que duró cuatro horas y me dia. El doctor Hidalgo, según descripción del doctor Pozuelo, realizó una resección subt otal, es decir la eliminación de una gran parte del estómago. Y Franco superó la treme nda prueba y volvió a recuperar la conciencia. Sin embargo los dolores eran intens os, constantes, un auténtico martirio. Desde entonces la comunicación de Franco con el mundo exterior consistía casi solamente en la emisión de un gemido prolongado. Lo s médicos decidieron entonces mantener a su paciente constantemente sedado, a cost a de una pérdida de conciencia casi total pero al menos le reducían el dolor. Franco está entubado, un auténtico guiñapo humano, pero no se rinde. Los escasos diálogos con su equipo médico son verdaderamente dramáticos. Cuando llega su esposa se niega, o n o puede abrir los ojos. Su peso acabará reducido a treinta ilos. El 11 de noviembre el Ejército del Sahara desarma y licencia a la Policía Territo rial indígena en la que ha observado evidentes signos de traición. Franco advierte q ue no está en El Pardo sino en La Paz. Pide agua con un gesto, por dos veces. El día 12 los médicos le mantienen sentado durante una hora; y comprenden su desagrado c uando el presidente del gobierno entra en la habitación, no quería que nadie, fuera de los médicos, le viese así. Aparece una y otra vez por las inmediaciones el ex min istro y veterano falangista José Antonio Girón de Velasco, jefe indiscutible del ala más dura del régimen, y muy altos testigos me afirmaban que Girón pretendía hacerse con el testamento de Franco pero no lo consiguió; Carmen Franco Polo seguiría las instr ucciones de su padre para transmitirlo en su momento. Hasta el 13 de noviembre s e le han comunicado a Franco cincuenta litros de sangre. Justo en el momento de difundir el parte médico correspondiente a esa jornada vuelven a fallarle las cons tantes vitales. Mientras agonizaba Franco, el Príncipe se encontró durante dos interminables días, del 12 al 14 de noviembre, prácticamente sin gobierno aunque nadie se enteró. Y es q ue Carlos Arias Navarro había dimitido indignadamente ante el Jefe del Estado, según e l informado y eficaz cronista Joaquín Bardavío (menos cuando trata de defender a Car rillo de sus fechorías, donde desbarra sin remisión) al no haber sido llamado a una alta reunión militar mientras varias comisiones trabajaban en la redacción de los ac uerdos con Marruecos y Mauritania. El incidente con Arias dice Bardavío al responder a unas puntualízaciones, por lo demás fundadas, del entonces vicepresidente Fernand o Suárez González da al entonces Príncipe una sensación de soledad y quizá de rabia, y también pr esumo que le deja una dolorosa herida . En el Consejo de ministros que se celebra el 14 de noviembre la referencia anuncia una serie de medidas inevitables pero i

mpopulares: subidas importantes de artículos básicos. Pero el pueblo español se queda sin saber que precisamente ese día se han firmado los acuerdos de Madrid. Antonio Carro ha transcrito los acuerdos entre las delegaciones española, marro quí y mauritana, que consisten en una declaración de principios y varios anejos, rev elados después, tras la muerte de Franco, por la revista Interviú. España ratifica su resolución de descolonizar el territorio del Sahara Occidental. España procederá, de a cuerdo con las resoluciones de las Naciones Unidas, a instituir una administración temporal en que participarán Marruecos y Mauritania en colaboración con la Yemaa. Y designarán dos gobernadores adjuntos por esas dos naciones, para que ayuden al go bernador general español. La terminación de la presencia española en el territorio se llevará a efecto antes del 28 de febrero de 1976. Será respetada la expresión de la vo luntad del pueblo saharaui, concretada a través de la Yemaa. Para llevar los acuerdos a la realidad haría falta una ley de descolonización del Sahara, que se instrumentó acto seguido. Carro defendería brillantemente los acuerd os como el único camino; la oposición española, sospechosamente pro-argelina, los ha c onsiderado nulos de pleno derecho, lo mismo que el Frente Polisario. En realidad los acuerdos son la entrega pura y simple del territorio a Marruecos y Mauritan ia y el mantenimiento, bajo los nuevos dueños, de una situación estratégica favorable a los Estados Unidos, que están detrás de todo. Los intereses económicos de España en la zona no quedaron suficientemente salvaguardados en los acuerdos y se aventaron poco después del abandono. La amenaza estratégica potencial sobre Canarias resultaba , desde entonces, muy grave y el espíritu del archipiélago se resentiría profundamente . España no ha terminado aún de enterarse de problema tan trascendental . Sobre el conflicto del Sahara desde el punto de vista militar el mejor estudio es el del general R. Casas de la Vega Franco militar, ya citado. Páginas 647 a fi nal. El testimonio de López Rodó en Memorias IV, p. 158s. LA HIBERNACION Ese mismo día 14 de noviembre apuntan algunas discrepancias, que se mantienen s ecretas en el equipo médico de Franco y en la familia. El doctor Hidalgo Huerta ll ega al límite de la esperanza pero no abandona y vuelve a operar. El pronóstico poso peratorio es gravísimo. León Herrera, ministro de Información, leyó, ante la general sor presa, el parte de una nueva operación que no se había anunciado. Callaban de moment o los alardes de Marruecos, una vez logrado ya lo esencial: el gobierno de Franc o, en la agonía del régimen, recoge los frutos de la posición satélite mantenida por Esp aña a partir de los acuerdos de 1953, tal vez porque ninguna otra era posible. El 18 de noviembre, nueva alarma dentro del estacionamiento de la enfermedad, que p arece algo semejante a la mejoría de la muerte; alarma al atardecer, como tantas v eces, cuando se ordena que sólo pasen a la zona reservada la familia, los Príncipes y el presidente. El 17 de noviembre sí que se declara ya la mejoría de la muerte. Son las últimas no ticias con algo de esperanza pero ya no son verdad. Franco tenía un mínimo nivel de conciencia que iba perdiendo. Entre los médicos se plantea ya, incluso a voces, la necesidad de dejar morir a este hombre . Ese lunes 17, a las diez de la noche, apa rece una nueva hemorragia que resiste, según el doctor Hidalgo Huerta, todas las m edidas. Júzguese sigue cuál sería nuestro estado de ánimo, ante esa nueva reiteración del dro, conociendo que habíamos llegado al límite de nuestras posibilidades, quedando i nermes para realizar cualquier acción terapéutica, que ya a partir de este momento t uvimos el triste convencimiento de su inefectividad fueran los que fueran los méto dos que empleásemos para oponernos a su incansable camino El 18 de noviembre regresaban los grandes embajadores políticos: López Rodó de Vien a, Fraga de Londres. Nueva hemorragia a primera hora de la madrugada de ese día. S e inicia el último tratamiento: una hipotermia que mantiene al enfermo a 33 grados . Es lo que vulgarmente se conoce como hibenación sobre la que el público tiene alguna noticia a través de alguna película de ciencia ficción. Entramos ya en el terreno de

lo esotérico y para ambientarlo esa noche hay un eclipse total de luna visible en Madrid. El día 18 recuerda el doctor Pozuelo- continuaba la evolución hacia la muerte en medio de una angustia extraordinaria... pasó muy mala noche. Costó mucho, muchísimo trabajo mantener las atenciones. El shoc era evidente; un shoc endotóxico por u na peritonitis brutal, con enorme distensión abdominal. Hicimos todos los tratamie ntos que se nos ocu rrían. A ninguno renunciamos. Pero todo era inútil. Franco no reaccionaba . Una vez que el cuerpo quedó en situación de hipotermia, la hora de la muerte de Franco qued aba más o menos en manos de los médicos y de los más altos responsables del gobierno d e España. Al describir, de acuerdo con los testimonios médicos, la patética enfermedad de F ranco, he preferido ahorrar comentarios al margen y valoraciones que, al no veni r de un experto, estarían fuera de lugar. No me queda la menor duda sobre la corre cta intención y la alta responsabilidad profesional de todos y cada uno de los mie mbros del equipo médico. Estoy convencido de que hicieron todo lo posible y además p or elevadas razones profesionales y personales. Se habían esforzado conjuntamente en salvar la vida del enfermo y tal vez la inercia de su tremendo esfuerzo les l levó a seguir luchando más allá de lo aconsejable. Pero aconsejable ¿por quién? Ellos tenían la clave de la enfermedad y de los tratamientos. Hicieron lo que en conciencia tenían que hacer, no me queda la menor duda. Veinticinco años después resulta bastante fácil criticarles, sobre todo por políticos y por historiadores cuyo único norte es e l odio a Franco y el desprecio a su familia. Estos sujetos no merecen mayor aten ción; dicen escribir historia pero se mueven por otras razones, las razones de la manada, que luego se vuelven mieles acríticas, aduladoras y repulsivas cuando orie ntan sus investigaciones al agrado de un nuevo poder. Lo dijo Dionisio Ridruejo: no son fascistas sólo porque no llegaron a tiempo. Y llega el 19 de noviembre de 1975, el día llamado crítico por el doctor Hidalgo Hu erta. Hoy nos puede parecer ridículo pero en el ambiente que hemos descrito como e n parte alucinado y esotérico se había difundido desde semanas antes por Madrid una especie de predicción fantástica sobre el día de la muerte de Franco; la suma, miembro a miembro, de las fechas inicial y final de la guerra civil, 18-7-36 y 1-4-39 r esultaba 19-11-75. Por otra parte no es improbable que algunos políticos falangist as con profunda influencia en el cfrculo familiar y militar de Franco soñasen con que la fecha de su muerte coincidiese con el aniversario de José Antonio Primo de Rivera, 20 de noviembre. Hoy todo esto parece raro pero en aquellos días yo palpab a el ambiente esotérico a alturas poco creíbles. Y debo contar lo que vi. Según el parte de las Casas Civil y Militar nada se había modificado en la salud de Franco el día 19 de noviembre. Su vida era prácticamente artificial, como sabía ya casi todo el mundo. A partir del mediodía la tensión era casi asfixiante en los pasi llos de La Paz y en toda España. A las seis de la tarde el jefe de prensa de la Casa Civil, Lozano Sevilla, confirmaba en privado la situación desesperada del enfermo. Llegaron doña Carmen Polo de Franco y la marquesa de Villaverde. Llegaba José Antonio Girón. Al caer la noche lo estoy viendo- aparece en casa de Antonio Guer rero Burgos, presidente del Club de opinión Siglo XXI, un auténtico foro de la trans ición, el ministro José Solís. Algunos testigos viven aún. Esperaban a Solís el duque de C alabría, hoy Infante de España, Manuel Fraga Iribarne, José Míguel Ortí Bordás y el autor de este libro; tal vez alguno más que no recuerdo. Solís, casi con estas palabras exac tas que anoté allí mismo sobre una ficha, venía de La Paz y nos dijo que sobre las sie te y medía el electro-encefalograma daba ya plano y se podía comunicar la noticia de la muerte en cualquier momento. Se había puesto ya en marcha siguió la operación Lucero , unas instrucciones reservadísimas del Alto Estado Mayor en las que se preveía un l apso de tiempo de varias horas entre la muerte de Franco y la comunicación pública. Pronto pudo advertirse que en toda España no se movía nadie y que los únicos ruidos qu e se produjeron en esa jornada y las siguientes fue, a decir de los culpables, e l choque de algunas copas de champán con que celebraban el acontecimiento los enem igos históricos de Franco, que con ese acto de vileza por la desaparición de un ser humano tras una espantosa agonía demostraban una vez más su odio y su impotencia. (F

elipe González y Santiago Carrillo desmintieron luego su participación en brindis al guno) El doctor Pozuelo, que sin duda conoce los detalles, no precisa la hora ex acta para la planificación del electrocardiograma; sólo indica en la madrugada . Me ate ngo al testimonio directo del ministro José Solís, que venía de La Paz y nos dijo exac tamente lo que acabo de reproducir. La muerte clínica de Franco pudo observarse de sde las siete y media de la tarde del 19 de noviembre; la fecha marcada en la fa mosa suma de días históricos. La muerte oficial se fijó a las cinco y veinte horas del día siguiente, 20 de noviembre. Durante las últimas horas de esa vida oficial se qu edó solo con Franco su yerno, el doctor Martínez Bordíu, junto al médico de turno. EL TESTAMENTO El presidente del gobierno Carlos Arias Navarro, llegó a la cámara mortuoria a la s cinco y media de la mañana, cinco minutos después de la muerte oficial. Se cambió, a las seis, la última guardia. El equipo médico habitual, en pleno, firmaba el último p arte a las siete y media; el conjunto de causas que provocaron la muerte de Fran co es terrible. Enfermedad de Par inson, cardiopatía isquemática con infarto de mioca rdio anteroseptal y de cara diafragmática, úlceras digestivas agu das recidivantes con hemorragias masivas reiteradas, peritonitis bacteriana, fracaso renal agudo, tromboflebitis íleo-femoral izquierda, bronconeumonía bilateral aspirativa. Choque endotóxico, paro cardíaco . Nueve asaltos simultáneos y sucesivos de la muerte para acabar con Franco. El doctor Pozuelo había firmado el certificado de defunción a las seis de la mañana. Alguien pidió que no se incluyera la peritonitis , pero la mayoría opinaba que el paro cardíaco no se hubiera producido sin el shoc e ndotóxico por peritonitis. Había superado el infarto de miocardio y la prueba de que su corazón reaccionó extraordinariamente es que pudo soportar tres intervenciones q uirúrgicas sin morirse a las ochenta y dos años . Doce minutos después de la firma del parte médico el ministro de Información, León He rrera, leyó por Radio Nacional el comunicado por el que se daba cuenta a la nación d e la muerte de Franco y de la asunción de los poderes supremos, en nombre del Prínci pe, por el Consejo de Regencia de tres miembros, que tenían conjuntamente la consi deración de Jefe del Estado y se instalaron inmediatamente en el palacio de las Co rtes en la Carrera de San Jerónimo. León Herrera convocaba a los españoles para las di ez de la mañana, para que escuchasen al presidente del Gobierno que debía comunicarl es un importante mensaje, Franco ha muerto era el titular unánime de toda la prensa. Las leyes sucesorias en que muchas personas no habían creído comenzaron a funcionar . Santiago de Santiago, el gran escultor, acudió a la clínica para proceder al vacia do de cara y manos. Se hizo entonces cargo del embalsamamiento el profesor Bonif acio Piga, catedrático de Medicina Legal, que trabajó con su equipo hasta las diez d e la mañana. Se revistieron los restos de Franco con el uniforme de capitán general de gala, el mismo que llevaba durante su última aparición de la plaza de Oriente el pasado día 1 de octubre. Cuando el doctor Piga terminó su trabajo aparecía en todos los hogares de España, a través de la televisión, a las diez en punto de la mañana, el testamentario de Franco y presidente del gobierno, Carlos Arias Navarro, a quien Carmen Franco Polo había entregado la segunda copia mecanografiada de su despedida según las instrucciones d e Franco que ya conocemos. No he tenido una relación especial con el señor Arias Nav arro y siempre me mostré crítico con su gestión después del fiasco de su programa del Do ce de Febrero. Pero en aquella mañana solemne de la muerte de Franco se comportó con extraordinaria dignidad y no comprendo cómo, pasado algún tiempo, se pusieron de mo da comentarios en que se ridiculizaban sus sinceras lágrimas de aquellos momentos; hay mucho irresponsable suelto por los campos de la comunicación y de la historia de carril. Con rostro demacrado que transparentaba una honda tristeza, vestido completamente de negro, abrumado por las responsabilidades que venía ejerciendo durante tiempos ta n diftciles y sin una orientación clara entre tirones contrarios, Carlos Arias Nav arro decía ante las cámaras:

Españoles: Franco ha muerto. El hombre de excepción que ante Dios y ante la Histor ia asumió la inmensa responsabilidad del más exigente y sacrificado servicio a España ha entregado su vida, quemada día a día, hora a hora, en el cumplimiento de una misión trascendental. Yo sé que en estos momentos mi voz llegará a vuestros hogares entrec ortada y confundida por el murmullo de vuestros sollozos y de vuestras plegarias . Es natural. Es el llanto de España, que siente como nunca la angustia infinita d e la orfandad; es la hora del dolor y de la tristeza pero no es la hora del abat imiento ni de la desesperanza. Es cierto que Franco, el que durante tantos años fue nuestro Caudillo, ya no está entre nosotros, pero nos deja su obra; nos queda su ejemplo; nos lega un mandato histórico de inexcusable cumplimiento. Porque fui testigo de su última jornada de t rabajo, cuando ya la muerte había hecho presa en su corazón, puedo aseguraros que pa ra vosotros y para España fue su último pensamiento, plasmado en este mensaje con qu e nuestro Caudillo se despide de esta España, a la que tanto quiso y tan apasionad amente sírvió . El presidente exageraba un poco su condición de testigo en torno al testamento de Franco, de cuya existencia no tenía la menor idea hasta que esa misma madrugada se lo entregó la hija de Franco. No había presenciado la redacción del documento, par a la que Franco, como sabemos se había encerrado solo en su despacho, en tres sesi ones, tres días seguidos. No aludió a la persona que se lo había entregado, aunque tam poco mintió; únicamente aderezó políticamente la transmisión del documento. Terminado su b reve exordio extrajo espectacularmente la despedida como Franco la había querido lla mar y la leyó así: Españoles: Al llegar para mi la hora de rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante s u inapelable juicio, pido a Dios que me acoja benigno a su presencia pues quise vivir y morir como católico. En el nombre de Cristo me honro y ha sido mi voluntad constante ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir. Pido perdón a to dos, como de todo corazón perdono a cuantos se declararon mis enemigos, sin que yo los tuviera como tales. Creo y deseo no haber tenido otros que aquello s que lo fueron de España, a la que amo hasta el último momento y a la que prometí ser vir hasta el último aliento de mi vida que ya sé próximo. Quiero agradecer a cuantos han colaborado con entusiasmo, entrega y abnegación en la gran empresa de hacer una España unida, grande y libre. Por el amor que sien to por nuestra Patria os pido que perseveréis en la unidad y en la paz y que rodeéis al futuro Rey de España, don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado, y le prestéis en todo momento el mismo apoyo de colaboración qu e de vosotros he tenido. No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización c ristiana están alerta. Y para ello deponed, frente a los supremos intereses de la Patria y del pueblo español, toda vida personal. No cejéis en alcanzar la justicia s ocial y la cultura para todos los hombres de España y haced de ello vuestro primor dial objetivo. Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica mult iplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la Patria. Quisiera, en mi último momento, unir los nombre de Dios y España y abrazar a todos para gritar juntos por última vez en los umbrales de mi muerte: ¡Arriba España! ¡Viva Es paña! . Era Franco entero quien había volcado en esas breves páginas su vida, los ideales por los que luchó, los peligros y amenazas que veía aún sobre España, su obsesión por la unidad, su fe católica sincerísima, la que había profesado a lo largo de toda su vida. Si alguien juzga este mensaje final de Franco como un acto político se equivoca. Era Franco de cuerpo y alma entera, que recomendaba a quienes le habían seguido qu e transfirieran toda su lealtad a la persona del Rey que él, y sólo él, había elegido pa ra España. A las once y veintiséis minutos de esa mañana del 20 de noviembre una pequeña carav

ana trasladaba los restos del Caudillo al Palacio del Pardo, donde celebró una mis a con plática el cardenal arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episc opal española, don Vicente Enrique y Tarancón que había dirigido desde 1967, de pleno acuerdo con el Papa Pablo VI y el nuncio Dadaglio, el movimiento antifranquista del episcopado español pero que había mantenido buenas relaciones personales con Fra nco a quien debía sus cuatro nombramientos episcopales desde la diócesis de Solsona a la de Oviedo, a la primada de Toledo y por fin a la de Madrid. Monseñor Tarancón h abía oficiado en el Pardo la boda de la nieta de Franco con don Alfonso, nieto de Alfonso XIII y como un día le reprochó, con bastante alevosía, Felipe González había pasead o a Franco muchas veces bajo palio . Ahora, en fun ción pastoral, acudió al palacio del Pardo para despedir a Franco. En esta hora dij o en la homilía de cuerpo presente nos sentimos todos acongojados ante la desaparic ión de esta figura auténticamente histórica . Reconoce el cardenal que Franco durante cua renta años, con una entrega total, rigió los destinos de nuestra Patria , No deben esp erar sus oyentes, dice, ni un juicio histórico ni un elogio fúnebre. Pero si elogia e l amor de Francisco Franco , su entrega total, incansable, llena a veces de errores inevitables, incomprendida casi siempre, al servicio de la comunidad nacional . N o era muy caritativo reconocer ante el cadáver de Franco sus errores inevitables , so bre todo en boca de un prelado que en los días lejanos de la Cruzada había instado a los jóvenes de Acción Católica para que se volcasen en las filas de la Falange; y otr as incongruencias que he registrado, para la historia y contra la imagen falsa d el cardenal, en mi libro reciente La Hoz y la Cruz. Ahora, ante sus restos, insi ste el cardenal una y otra vez en la entrega total de Franco a su oficio y a su mi sión. Ante su muerte el arzobispo de Madrid llama a todos a la concordia: No es ésta hora de tragedias ni pánicos . Por esta vez don Vicente se comportaba más como pastor que como político, fuera de su peligrosa costumbre de los últimos años. El mismo día Carlos Arias Navarro presidía un consejo de ministros en que a propu esta de los tres ministros militares se refrenda el nombramiento de capitán genera l de los tres Ejércitos a favor del todavía Príncipe de España; el nombramiento provenía d el Consejo de Regencia. El Boletín Oficial del Estado publicaba un decreto-ley con el restablecimiento del Registro Civil para la Familia Real suprimido en 1931 p or la República. Cuando amanecía el 21 de noviembre el cadáver de Franco era trasladado desde el p alacio del Pardo al Palacio de Oriente, donde quedaba instalada la capilla ardie nte en el Salón de Columnas bajo una estatua del emperador Carlos V. Cientos de mi les de personas de Madrid y de toda España esperaron horas y horas, hasta el día del entierro, para despedirse de Franco durante unos segundos. Los más recalcitrantes enemigos de Franco tuvieron que callar ante esta colosal manifestación silenciosa , que nadie había preparado ni fomentado, que se desarrollaba de forma completamen te espontánea, sin un incidente, con suprema dignidad. Llegaban algunos dignatario s extranjeros para participar en la despedida: el general Augusto Pinochet, el p ríncipe Rainiero de Mónaco, el rey Hussein de Jordania. Fueron pocos; los más importan tes se reservaban para la gran ceremonia de la inauguración del Rey. Ante la impre vista magnitud de las colas populares se trasladó la capilla ardiente de Franco a la puerta de Palacio que da a la plaza de la Armería donde, sin pérdida de ese gran ambiente de digni dad, se desarrollaron escenas inenarrables. Al tomar la decisión del traslado y a habían pasado ante Franco trescientas mil personas. Mientras desfilaba el pueblo español en su último homenaje a Franco, se reunían las Cortes para tomar juramento al nuevo Rey de España. La presentación histórica de este acto trascendental no correspo nde a este libro; aquí sólo debemos indicar que la jura del Rey se hizo con el recuer do a Franco y con la sombra de Franco gravitando sobre el hemiciclo. Una figura ex cepcional -dijo el Rey en su mensaje entra en la Historia. El nombre de Francisco Franco será ya un jalón del acontecer español y un hito al que será imposible dejar de referirse para entender la clave de nuestra vida política contemporánea. Con respeto y gratitud quiero recordar la figura de quien durante tantos años asumió la pesada responsabilidad de conducir la gobernación del Estado .

Al extinguirse la ovación continuó el Rey: Su recuerdo constituirá para muchos una exigencia de comportamiento y de lealtad para con las funciones que asumo al servicio de la Patria. Es de pueblos grande s y nobles el saber recordar a quienes dedicaron su vida al servicio de un ideal . España nunca podrá olvidar a quien como soldado y estadista ha consagrado toda su existencia a su servicio Muchos españoles, en efecto, no le han olvidado. El Rey nunca ha desmentido el respeto a Franco que proclamó en su discurso inaugural y se ha comportado ejemplar mente con la familia de Franco. No ha podido evitar, sin embargo, la tenaz campaña contra Franco que se ha ido progresivamente desencadenando incluso desde medios que deberían mostrar mayor respeto por estas orientaciones iniciales del Rey. Sob re la figura de Franco que por supuesto ofrece serios aspectos criticables se han abatido toda suerte de mentiras, de calumnias, de vilezas, de venganzas, y la ma rea negra no sólo no disminuye sino que se incrementa. Pero debo también ahora compl etar el negro cuadro con una consideración sorprendente; quienes estaban más obligad os a defender la memoria de Franco no lo han hecho; o peor aún, han emprendido par a ello caminos equivocados, en política y en acción cultural, que han perjudicado a la figura de Franco tanto o más que las actuaciones y las tergiversaciones enemiga s. Afortunadamente no me he perdido nunca por esos caminos desviados. Ni por los del odio ni por los de la alienación. Me he apoyado en la mejor memoria histórica d e los españoles, en la observación personal de los hechos, en los testimonios y los documentos seguros; en una palabra, en eso que llamamos sencillamente historia y a ella me atengo. Ahora me interesa volver a la despedida de Franco. A la diez de la mañana del d onúngo 23 de noviembre y tras recibir durante toda la jornada y la noche anterior el homenaje continuado de los españoles que se había iniciado en la mañana del día 21, l os hombres del Regimiento de la Guardia alzaban el féretro de Franco para situarlo en plena Plaza de Oriente, rebosante y silenciosa, mientras el cardenal primado de España, monseñor Marcelo González Martín, daba comienzo a la misa de corpore insepul to. En ella pronunció el cardenal una admirable homilía. Ante este cadáver han desfilado tantos que necesariamente han tenido que ser pocos en relación con los muchos más q ue hubieran querido poder hacerlo para dar testimonio de su amor al padre de la Patria, que con tan perseverante desvelo se entregó a su servicio . Este hombre llevó una espada que le fue ofrecida por la Legión Extranjera en el año 1926 y un día entregó al cardenal Gomá, en el templo de Santa Bárbara de Madrid, para qu e la depositara en la catedral de Toledo, donde ahora se guarda. Desde hoy sólo te ndrá sobre su tumba la compañía de la Cruz . Brille la luz del agradecimiento seguía el Primado por el inmenso legado de realiz aciones positivas qué nos deja este hombre excepcional, esa gratitud que le está exp resando el pueblo y que le debemos todos, la sociedad civil y la Iglesia, la juv entud y los adultos, la justicia social y la cultura, extendida a todos los sect ores. Recordar y agradecer no será nunca inmovilismo rechazable, sino fidelidad es timulante, sencillamente porque las patrias no se hacen en un día y todo cuanto maña na pueda ser perfeccionado encontrará las raíces de su desarrollo en lo que ha estad o haciendo ayer y hoy, en medio de tantas dificultades . A las once y cuarto termina la misa -que fue presidida por los Reyes y partía el cortejo hacia la basflica del Valle de los Caídos en Cuelgamuros. Calle Bailen ab ajo, a unos pasos del armón de artillería que portaba el féretro, trotaba, con las cri nes al aire, el caballo de Franco como en una despedida medieval. Yo estaba allí y pude ver de cerca la escena, que luego me interpretaron con más vulgar realismo; pero la impresión que recibí fue indeleble y así la registro. No fue retirado el corce l hasta el paseo de Rosales, cuando marcaba el paso de un escuadrón de lanceros. A la una de la tarde el Regimiento Inmemorial del Rey, que estuvo a las órdenes del

general de brigada Francisco Franco en 1926, le recibía a la entrada del valle de los Caídos con una descarga cerrada de fusilería. El Rey seguía al furgón inmediatament e, en coche descubierto, El duque de Cádiz, el marqués de Villaverde, Francis Franco, José Cris tóbal Martínez Bordiu y los ayudantes de campo del Caudillo toman a hombros el pesad o ataúd ya en la gran explanada de la basflica. Millares de antiguos combatientes de la Cruzada enarbolan sus viejas banderas al paso del Caudillo; hubo que conve ncer a José Antonio Girón para que renunciase a espectáculos mucho más comprometedores. A la una y media de la tarde el abad de Santa Cruz del Valle, don Luis María de Lo jendio, antiguo miembro y excelente cronista del Cuartel General, recibe oficial mente los restos de Franco a la entrada del gran templo subterráneo. Llega el ataúd escoltado por el Rey de España hasta el altar mayor y cruza sobre la tumba de José A ntonio Primo de Rivera. El ministro de Justicia requiere a los jefes de las Casa s Militar y Civil para que ratifiquen con su juramento la autenticidad de los re stos. El grupo de canteros de Alpedrete que habían ensayado cien veces la ceremoni a, colocan la enorme piedra en cuatro minutos. (La piedra fue encargada veinte año s antes; hubo que buscarla, todo el mundo se había olvidado de ella). Eran las dos y veinte de la tarde del 23 de noviembre de 1975. Epílogo: El legado de Franco NO ESTAMOS SOLOS En esta biografía he preferido casi siempre atenerme al relato y análisis de los hechos y no incidir en la polémica. Los lectores que deseen conocer algunas de mis posiciones en la polémica histórica que se ha desatado en torno a la figura de Fran co pueden consultar con algún provecho mi libro de 1999 El 18 de Julio no fue un g olpe militar fascista en esta misma Editorial donde me he referido con algún detal le a las actitudes, que creo muy erróneas, de los antiguos enemigos de Franco, enc abezados por Indalecio Prieto, y de los recientes, que más o menos navegan en la e stela de Prieto y son, entre otros, Paul Preston, Luis María Anson, Herbert Rutled ge Southwoth (a cuya obra póstuma me refiero también aquí) Javier Tusell, Santos Juliá, José Luis de Vilallonga y otros. Recientemente ha aparecido, más con escándalo que con sorpresa, el libro del coronel Blanco Escolá La incompetencia militar de Franco d el que doy cumplida cuenta en este libro a requerimiento de mi amigo Federico Ji ménez Losantos. Cómo será el librito que hasta Javier Tusell le ha descalificado en su s columnas no precisamente salomónicas. Pero si bien estos y otros autores de pare cida orientación si a eso se puede llamar orientación son frecuente y sospechosamente jaleados en determinados sectores de la Historia e incluso en medios de comunica ción muy poco dotados de sentido crítico, incluidos algunos que en otros tiempos ponía n a Franco literalmente en los altares, no debe pensar el lector que los histori adores profesionales y serios se alinean, sin más, en ese grupo que a veces he cal ificado como antibiográfico. Todo lo contrario. El conjunto que llamo profesional y serio valora la figura de Franco desde posiciones diversas, pero en casi todos los casos muy alejadas del antifranquismo absoluto y dogmático. Citaré los ejemplos que me vienen sin esfue rzo a la pluma. Ante todo el profesor Luis Suárez en dos empeños magistrales: la ser ie Francisco Franco y su tiempo editada por Azor (Fundación Francisco Franco) en 1 984 y complementada con los excelentes tomos documentales (cuatro hasta la fecha ) que ha publicado la misma Fundación. Recientemente la editorial Actas ha emprend ido la publicación de una nueva serie sobre Franco, debida al profesor Luis Suárez, prevista para seis volúmenes de los que se han publicado tres, hasta el fin de la segunda guerra mundial, que hemos citado copiosamente en este mismo libro. El conjunto de los estudios del profesor Suárez sobre Franco es sencillamente imprescindible. En los años sesenta y setenta se publicaron las primeras biografías modernas del Caudillo, todas ellas fuera de España. Solamente una, la de Luciano Rincón, Luis Ramíre z era desfavorable dentro de su superficialidad. Las otras cinco se emprendieron y realizaron con toda seriedad y siguen manteniendo su valor en estos momentos.

Tres son británicas, una alemana y otra francesa. Las británicas de deben al militar George Hills, Franco, el hombre y su nación (ed. española 1975), Brian Crozier Fran co, historia y biografta (1967) con un apéndice posterior a la muerte de Franco; y el profesor J.W.D. Trythall Franco (Londres, Hart, 1970) que incomprensiblement e no se ha traducido al español que yo sepa. La francesa se debe a Claude Martín Fra nco, soldado y estadista, 1965 y la alemana a Helmut Günther Dahms, Franco, soldad o y hombre de Estado (1975). Desde el primer ensayo biográfico, debido a Joaquín Arr arás en 1937, es decir en plena guerra civil, hasta la muerte de Franco estas son las biografias principales, no las únicas. En efecto, no cabe omitir una mención del interesante libro de anécdotas La cara humana de un Caudillo publicado en 1975 por Rogelio Baón; y las obras de dos histo riadores eminentes, el profesor Carlos Seco Serrano en el tomo final de la magnífi camente editada Historia de España del Instituto Gallach (me refiero a la última edi ción en un tomo, antes de que se publicara una nueva edición de ese tomo dividido en dos) y diversas obras del general historiador y periodista José María García Escudero , entre ellas Historia política de la época de Franco (Madrid, Rialp 1987) utilizada por Bennasar. Cabe insertar aquí algunos de los grandes testimonios personales sobre la época d e Franco. El más sugestivo y mejor escrito de todos ellos es el de Gonzalo Fernández de la Mora, Río arriba, Memorias, (Barcelona, Planeta, 1995, Premio Espejo de Esp aña) que cada vez me parece más imprescindible. La misma editorial publicó los recuerd os de Andrés Martínez-Bordíu Ortega, Franco en familia y las memorias de un grán político católico injustamente olvidado, Federico Silva Muñoz. Por supuesto que los dos libro s de Francisco Franco Salgado, Mis conversaciones privadas con Franco y Mi vida junto a Franco son absolutamente ineludibles y se citan normalmente por los gran des especialistas. Recientemente ha publicado Edaf un libro excepcional de Licin io de la Fuente. Valió la pena. Pero los ensayos biográficos de Franco más próximos al tiempo actual tampoco han fa ltado y entre ellos destacan por su seriedad e interés los que voy a citar inmedia tamente. En España, además de las dos espléndidas series del profesor Luis Suárez ha alc anzado un grande y justo éxito Ángel Palomino, famoso escritor y novelista que se ha ganado un puesto entre los historiadores con su Caudillo (Barcelona, Planeta, 1 992) que combina con habilidad muy atractiva el relato con la selección documental para ofrecernos un Franco comprensible y verosímil . Tengo delante la sexta edición de este libro, muy recomendable para quienes deseen iniciarse en el conocimient o del Franco auténtico. El conjunto de las obras históricas de Fernando Vizcaíno Casas , que oscila siempre entre la realidad profunda y el humor amable, puede ser muy válido para entender la auténtica realidad del régimen de Franco, desde La España de la posguerra, que tuve el honor de presentar en el Ateneo Barcelonés, al que creo ma yor éxito del ilustre jurista y escritor Y al tercer año resucitó. El general Rafael C asas de la Vega nos ha ofrecido recientemente el libro Franco militar (editorial Fénix 1995) que comprende toda la vida de Franco desde el punto de vista militar y no ha encontrado en el campo contrario a Franco ningún trabajo de envergadura se mejante. Debo citar también el libro Generalísimo, la era de Franco y sus empresas, del coronel Carlos de Meer (Madrid, Fuerza Nueva Editorial, 1996) cuyo autor, un a de las carreras intelectuales más brillantes del Ejército, enfoca la figura de Fra nco en su contexto histórico y además ofrece una serie de documentos de sumo interés, entre ellos los comentarios de Franco al proyecto de ley de Prensa. En la misma editorial el historiador don Francisco Torres estudia las motivaciones y circuns tancias en que Franco designó sucesor al príncipe don Juan Carlos. Desde un punto de vista más crítico ha publicado un ineresante ensayo biogáfico, El general Franco el i lustre periodista y autor de importantes monograffas históricas Carlos Fernández. En cuanto a los trabajos recientes de autores extranjeros que deben inscribir se en la Historia y no en la propaganda, debo mencionar ante todo a Stanley G. P ayne con su Franco, el perfil de la Historia publicado en Madrid por Espasa Calp e en 1992. Con todo su conocimiento de la historia contemporánea española y toda su madurez demostrada desde su primera publicación sobre España en 1962, Payne nos ofre

ce en este libro un estudio desapasionado, crítico y sumamente original sobre la f igura de Franco, la trayectoria de su régimen y su influencia decisiva en la histo ria española. El eminente historiador e hispanista francés Bartolomé Bennasar ha publicado en 1 996 otro notable estudio biográfico, Franco (eds. Edaf, Madrid). El ensayo de Benn asar es muy atractivo por su conocimiento del contexto histórico de España y por su originalidad; estamos ante un historiador muy comprensivo, muy crítico pero que no se suma sin más a las descalificaciones absolutas. Ya he citado en el texto la sugestiva historia del franquismo del historiador socialista francés Max Gallo, editado por Marabort Univ. en 1969 y que me parece un intento muy documentado y comprensivo; y es que en los grandes problemas Gall o se muestra muy positivo hacía Franco. EL LEGADO DE FRANCO Para componer aquí un estudio completo sobre el legado histórico de Franco necesi taría otro libro como el que acabo de escribir. Más que un ensayo sobre ese legado h e preferido describir los hechos de la vida de Franco y señalar, siempre que ha re sultado preciso, su trascendencia histórica. Pero para ampliación y orientación del le ctor debo referirme aquí con la necesaria brevedad a tres intentos sobre el legado de Franco que me parecen de suma importancia. El primero tuvo como impulsor a Manuel Fraga Iribarne cuando, siendo director del Instituto de Estudios Políticos editó en él una obra colectiva que lleva por título El Nuevo Estado español, veinticinco años de Movimiento Nacional 1936-1961, cuya le ctura retrospectiva resulta fundamental. Se abre con el mensaje de Franco a las Cortes el 3 de junio de 1961, El propio Manuel Fraga redacta el estudio prelimin ar, Un cuarto de siglo de historia de España, que inscribe la guerra civil como re mate de un largo proceso histórico abierto a principios del siglo XIX. Luego estud ia la legitimidad jurídica del régimen actual, que basa en la previa ilegitimidad de la segunda República de principio a fin. Estudia le legitimidad de ejercicio del régimen, basándose en motivos políticos y económicos. Gonzalo Fernández de la Mora estudia la política exterior de España con su habitual precisión y brillantez, entre 1936 y 1 961. Como tantas aportaciones a este libro, los trabajos de Fraga y Fernández de l a Mora merecerían su publicación actual, dada su clara vigencia. El desarrollo de la Iglesia española y sus relaciones con el Estado está escrito por don Isidoro Martín, catedrático de Derecho canónico y ha sido injustamente olvidado; constituye el mejor antídoto contra la basta acusación de nacional -catolicismo . José María Cordero Torres, magistrado del Supremo, analiza La evolución d e la España de Ultramar. El profesor Jorge Xifra Heras analiza Las Leyes Fundament ales. El profesor Luis Díez Picazo El ordenamiento jurídico. Y el profesor Luis Jord ana de Pozas La Administración pública. En el capítulo tercero, Las instituciones repr esentativas, colaboran Gabriel Elorriaga, el profesor Carlos Ruiz del Castillo y Juan José Bellod, cada uno de ellos con un trabajo sobre la familia, la vida loca l y los Sindicatos, pilares de la democracia orgánica. La Defensa Nacional se enco mienda al general Rafael Cavanillas Prósper y al contralmirante Luís Carrero Blanco, subsecretario de la Presidencia. Sobre la vida económica intervienen el ministro de Agricultura Cirilo Cánovas, el miembro del Consejo de Economía Antonio Robert, el vicesecretario de Ordenación económica Joaquín Gutiérrez Cano y el director general del Tesoro Juan José Espinosa San Martín. La política social está a cargo del profesor Manu el Alonso Olea, el profesor de derecho del Trabajo Fernando Suárez González (con un trabajo espléndido, Las líneas generales de la política social) y el profesor Efrén Borr ajo sobre la Seguridad Social. Por último, la última sección del libro, dedicada al pa norama cultural y educativo sería hoy de publicación ejemplar: intervienen los profe sores Manuel Lizcano, Enrique Couceiro, Gratiniano Nieto sobre las Bellas Artes, Ramón Borrás sobre la política cultural y el más sugestivo de todos los estudios, el de l catedrático de Literatura Gonzalo Torrente Ballester sobre la vida literaria esp añola.

Insisto en que este volumen merecería hoy una reedición urgente. Terminaría así toda sombra de acusación sobre el tristemente famoso erial al que desde fuentes comunis tas se ha pretendido reducir toda la vida intelectual y cultural española durante la época de Franco; y este libro analiza, con excepcional brillantez y profundidad , la etapa más difícil de esa época. El segundo legado de Franco es posterior y comprende casi todo el período del rég imen. Me refiero a los tres grandes tomos (uno de ellos doble) que con el título E spaña ante los años setenta se publicaron, también bajo la dirección del profesor Manuel Fraga Iribarne. Es un conjunto de aportaciones más orientadas al futuro que al pa sado pero los tres tomos rebosan de apreciaciones históricas sobre ese pasado. El propio Fraga dirige el tomo La política, el profesor Juan Velarde La economía y el p rofesor Salustiano del Campo La sociedad. Se trata, como en el caso anterior, de un trabajo de gran envergadura que pocos historiadores tienen en cuenta, creo p or simple ignorancia más que por malicia. Por último la Fundación Francisco Franco acaba de terminar la publicación del terce r estudio colectivo de este tipo, titulado El legado de Franco en dos tomos, el primero de 1992 y el segundo del año 2000. Es también un conjunto de alto valor histór ico e imprescindible consulta. Jesús Fueyo, jurista y político ilustre del régimen de Franco estudia a Franco en la encrucijada de la Historia. Monseñor José Guerra Campo s ofrece sus reflexiones y experiencias sobre Franco y la Iglesia católica: inspir ación cristiana del Estado. Gonzalo Fernández de la Mora analiza la entraña del Régimen en un artículo luminoso, ¿Franco, dictador?. El profesor Sigfrido Hillers ofrece un breve ensayo sobre El Estado de derecho en el régimen de Franco. El insignc period ista Manuel Jiménez Quflez otro con el título La libertad responsable, legado del régi men de Franco. El afamado experto en Arte Carlos Areán estudia El arte español en la era de Franco, importante capítulo cultural que desconocen los voceros del erial . E l analista internacional y sovietólogo Ángel Maestro es autor de un profundo estudio , La actuación comunista en España antes del 18 de julio. Juan José Rovira conoce como pocos su tema, Franco y la política exterior, como el embajador e historiador emi nente, Emilio Beladíez, Grandes cuestiones internacionales en la era de Franco. El profesor Fernando Suárez González presenta un estudio imprescndible, El cambio soci al en la era de Franco, y Teresa Loring se centra en el plano femenino para su e studio Promoción político-social de la mujer durante los años del mandato de Franco. O tro reconocido experto, Antonio Castro Villacañas, expone algo que conoce por dent ro: Franco y la formación de la juventud. Con dominio absoluto de un tema sometido muchas veces a la ignorancia y el tópico Antonio Chozas expone su análisis La organ ización sindical española. Por último, en una apretada síntesis que me parece ejemplar, el profesor Juan Velarde Fuertes resume algo que ha expuesto más extensamente en o tros trabajos, La economía de la era de Franco. El volumen segundo complementa eficazmente el notable esfuerzo del primero. A lfredo Sánchez Bella expone El legado hispánico, que él vivió en el Instituto de Cultura Hispánica y en embajadas de Iberoamérica muy profundamente. José Ignacio de Arrillaga explica con datos y pruebas de gran experto España, potencia turística. El coronel Eduardo Fuentes y Gómez de Salazar analiza el comportamiento de Los ejércitos de la Victoria en la inestable paz. Y Jesús López Medel complementa ese tema con su trabaj o La Milicia universitaria. El embajador Jaime de Piniés analíza La doctrina sobre G ibraltar en las Naciones Unidas. Ángel López de Fez complementa el valioso estudio d e Chozas con La dimensión humana en la Organización sindical española. Uno de los publ icistas más inteligentes de nuestra época, Juan Luís Calleja, estudia La industria. José García Gutiérrez Extensión agraria. Carlos de Meer plantea el Desarrollo económico y social. Un experto constitucíonalista de primer orden, José Zafra Valverde, expon e el Valor inmarcesible de los Principios. El ex ministro Licinio de la Fuente, al que ya nos hemos referido, expone La Justicia Social que vivió intensamente Un e x ministro de Industria está perfectamente dotado para estudiar Cuarenta años de ind ustria española, Alfonso Alvarez Miranda. Tres estudios se consagran al tema funda mental de la Undad; el del profesor Luis Suárez España, unidad de destino, el de Cru z Martínez Esteruelas La unidad de España, raíces y fundamentos y una especie de concl usión general que es el mensaje supremo de Franco al Príncipe: Unidad por encima de

todo (el legado máximo). Con esta conclusión se cierra este imprescindible conjunto de ensayos, precedida por otros dos muy sugestivos: El patriotismo español en la épo ca de Franco, de Jesús Suevos, y Lo que España debe a Franco, de Gonzalo Fernández de la Mora. El conjunto de ideas y de resultados fehacientes que se íntegra en estos tres a nálisis sobre el legado de Franco merecería estructurarse en una síntesis detallada y ordenada. Pensé hacerlo cuando ya me encontraba cerca de la página mil de este libro ; era imposible. Me basta con dejar marcados los hitos para que el lector pueda ampliar por su cuenta las sugerencias de esos importantes estudios. A los que ca bría añadir, por su especial importancia, el magnífico y documentado trabajo Cataluña co n Franco que publicó en Barcelona la editorial Mare Nostrum en 1984. REBUZNOS DESDE EL ERIAL Desde algún sector de la hístoriografia comunista, cuyo mérito anterior más importante había sido el más descarado plagio, se ha lanzado la especie de que la época de Franco , desde el punto de vista de la cultura, sólo puede describirse como un erial. Per o hay otro erial menos conocido, el que frecuentan los antifranquistas profesion ales que no oponen a la memoria histórica sobre Franco sus motivos o razones sino simplemente su ignorancia. Este es el auténtico erial con cuya consideración quisier a cerrar este libro. La acusación comunista sobre el erial resultaba tan infundada y absurda que des de el mismo campo antifranquista se han alzado voces autorizadas en contra. La más autorizada de todas ha sido, sin duda, la de Julián Marías, mediante un artí culo muy comentado que tituló La vegetación del páramo. Se hizo eco de ese artículo, y del libro que lanzó la acusación contra el erial, el profesor Pedro Laín Entralgo, e n un artículo publicado en El País el 16 de abril de 1998. En ese artículo Laín elogía el empeño de Julián Marías y se duele de que dos autores tan habitualmente lúcidos como Mar io Vargas Llosa y Rafael Conte hayan aceptado el término del erial para resumir la cultura de la época de Franco. Sin embargo, inútil y falsamente, el propio Laín carga de nuevo su conciencia profiriendo un anatema absoluto, impropio de un científico : Conforme -dice con que se vitupere cuanto en el orden cultural y por supuesto en el político directamente hicieron o suscitaron Franco y sus gobernantes . Esto es una enormidad, como voy a demostrar inmediatamente y además algo en que no incurría nun ca el profesor Laín; una tontería insigne. Calificativo semejante se me ocurre ante un libro colectivo de los jesuitas socialistas que bajo el nombre de equipo Reseña publican un engendro titulado La cultura española durante el franquismo (Bilbao, Mensajero, 1997). Claro que este libro lleva dentro su propio antídoto; la sencill a relación de nombres de la cultura que incluye en sus páginas demuestra lo contrari o de sus tesis fundamentales, expresadas con un lenguaje atrabiliario y absurdo, que tal vez los autores deberían reservar para la espantosa aberración que la Compañía de Jesús arrupiana y progresista ha cometido en la esfera del catolicismo desde lo s años sesenta de este siglo, dramático problema al que he dedicado varios libros re bosantes de documentación. Para empezar expondré ante todo que ningún período ni régimen de la Historia ha reali zado por la cultura española lo que el régimen de Franco entre 1939 y 1975. En 1936 el porcentaje de adultos analfabetos era prácticamente el 26%. En 1970 se había redu cido al 3,2%, (en otras fuentes un 5%) es decir que prácticamente había desaparecido el analfabetismo en la España adulta. ¿No es esto una realización del orden cultural qu e dice Laín?. ¿Le parece vituperable?. En cuanto al empeño del régimen de Franco por la educación del pueblo español debo ahora reproducir, de fuente segura, unos datos a l os que me he referido sumariamente en el texto de este libro y ahora conviene co mpletar en honor a los vituperadores. Las estadísticas sobre educación, que es la fuente de la cultura básica, resultan a veces divergentes pero las conclusiones cualitativas son clarísimas. En 1935, es decir al final de la época republicana, los niños escolarizados en enseñanza primaría of

icial eran 1. 270.766 varones y 1.231.556 niñas, un total aproximado de 2.500.000. En la enseñanza privada (sobre todo de la Iglesia) la cifra para primaria era de unos seiscientos mil alumnos y alumnas, con lo que el total de 1934 puede evaluars e en unos tres millones de niños escolarizados (Datos de Estadísticas básicas de España, Confederación Española de Cajas de Ahorros, 1975). Para 1975, según el Atlas estadístic o Bancaya (Servicio de Estudios del Banco de Vizcaya) que cubre hasta el año 1975, el total de población infantil escolarizada era de 6.2971.171, más 920.336 en prees colar, niños y niñas, lo que supone un incremento absoluto superior al doble de la c ifra de 1935 lo cual, aun teniendo en cuenta el incremento de población, indica un enorme esfuerzo que no me parece precisamente vituperable. En la enseñanza media (bachillerato) según las Cajas de Ahorros, la cifra de alum nos en 1935 era de 124.000, de los que sólo la cuarta parte eran alumnas. En 1970 (último año cubierto por esa publicación) la cifra total se había elevado a 1.151.710, con el número de alumnas casi equivalente al de varones. En las enseñanzas de grado superior (Universidades y escuelas técnicas superiores ) la cifra total de 1935 (Cajas de Ahorros) ascendía a unos 34.000 alumnos, con es caso porcentaje femenino, mientras que en 1975, según el Atlas Bancaya, el número to tal era de 375.639 alumnos, más de diez veces mayor, y con un enorme incremento en el porcentaje de mujeres. Es fácil concluir que ningún país del mundo ha conseguido unos resultados semejante s en tan poco tiempo; el tiempo que duró el régimen de Franco. Todavía signen las exal taciones triunfalistas de los nostálgicos de la República cultural de 1931, cuyo res ultado más patente, según un ex ministro de Instrucción Pública de aquel régimen, nada men os que don Salvador de Madariaga, consistió en haber conseguido siete mil escuelas sin maestro y siete mil maestros sin escuela, pero al profesor Laín Entralgo esta s cifras que demuestran, en fuentes de reconocida solvencia e independencia, el esfuerzo cultural del régimen de Franco, le parecen vituperables. Claro que una acumulación de cifras no lo dice todo en cuento al esfuerzo docen te y discente de la España de Franco; necesitaría extenderme mucho más para analizar l a calidad de esa enseñanza en todos sus niveles. El Plan de bachillerato de 1938, que mi generación tuvo la suerte de cursar, era mucho más sensato y eficaz que las c onfusas planificaciones actuales. Los alumnos de enseñanza media sabían geografía e hi storia, no vivían culturalmente cortados por barreras falsamente autonómicas que dej an a los ríos de España sin principio ni fm, sabían quiénes eran don Pelayo, los Reyes C atólicos y Carlos V. El profesor Gonzalo Anes no hubiera tenido necesidad de proclamar en 1965 o 1975 la antología del disparate histórico que con razón echa en cara al actual sistema español de enseñanza. Lo mismo c abría decir de otras asignaturas, de otras formaciones. El sistema de oposiciones a cátedras, con todas las imperfecciones que se quiera, funcionaba cabalmente y la Universidad española no se esterilizaba sistemáticamente, como ahora, mediante la e ndogamia y la arbitrariedad. Algún día se escribirá el florido pensil de la educación es pañola en la época democrática y con mucho mayor motivo, si la cultura española de hoy, que vive del malentendido y la dictadura de algunos medios, no llega a perder de l todo el sentido del ridículo. En el libro El Nuevo Estado Español, que ya he citado, y que coordinó el profesor Fraga Iribarne en 1961, hay tres aportaciones magistrales que no sería dificíl prol ongar hasta 1975. El profesor Lora Tamayo, uno de los grandes científicos de nuest ra época, dedica su trabajo a La investigación cient(fi ca. Quien desee una informac ión más pormenorizada sobre la investigación científica en la España de Franco puede consu ltar una obra de primera calidad, la Enciclopedia de la cultura española, en cinco grandes tomos publicados por Editora Nacional en 1963 y que constituye por sí mis ma una muestra de la amplitud y calidad de la cultura española justo en los moment os en que cuajaba plenamente el desarrollo económico y social de España. Para compre nder la importancia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas no necesit

o acudir a fuente alguna, sin embargo, sino a mi propia experiencia personal com o investigador universitario en campos tan diversos como la Historia y la Cienci a fisico-química. Allí precisamente realicé mi tesis doctoral y pude comprobar la cate goría de los Patronatos e Institutos, cuya misión fundamental, en mi opinión, ha consi stido en mantener a todas las ramas de la ciencia y el saber de España, desde la f undación del CSIC en 1939, al nivel de los demás países occidentales. Como índica el pro fesor Lora Tamayo, el Consejo fue, durante la época del forzado aislamiento exteri or, una de las principales vías de conexión y comunicación con Occidente. Siento carec er aquí de espacio para exponer las realizaciones del CSIC, que además se pueden com probar en sus publicaciones monográficas y periódicas. Junto al CSIC rayaron a gran altura (y subsisten, por la propia energía de su calidad) otras instituciones de i nvestigación como el Instituto Nacional de Técnica Aeronáutica Esteban Terradas o el I nstituto de Investigaciones Agronómicas. El estudio del profesor Gratiiano Nieto sobre las Bellas Artes viene avalado por la propia personalidad de este gran experto, mundialmente reconocido lo que sucede en el caso de los autores de los tres trabajos que aduzco como simple ind icación. La recuperación de los fondos del Museo del Prado, que se logró nada más acabada la gu erra civil cuando ya se había desencadenado la segunda guerra mundial fue un prodi gio de competencia técnica y de cooperación entre los representantes culturales de l as dos Españas que se unieron en el empeño. En 1958 se celebró una exposición memorable, Veinte años de restauración monumental, donde se mostraron las realizaciones de la Comisaría de defensa del Patrimonio Artístico Nacional. Hasta 1961 se habían declarado en España 201 nuevos Monumentos Nacionales. Se habían llevado a cabo, pese a las di ficíles circunstancias económicas, restauraciones ejemplares como la del Monasterio de Yuste, el Monasterio de Santa María de Poblet, los monasterios del Paular, Guad alupe y San Pedro de Cardeña. Se acometieron obras esenciales en una docena de cat edrales españolas, en el Hospital de Santa Cruz de Toledo, donde con acierto se re construyo el Alcázar; en el palacio de la Aljafería de Zaragoza, en los conjuntos hi stóricos de Córdoba, Mérida, Medina Azahara, Granada; varias Diputaciones Provinciales y la Sección Femenina colaboraron de forma destacada en esta ímproba labor. Las amp liaciones y mejoras del Museo del Prado, templo máximo del arte español, contaron co n el interés y supervisión personal asidua del propio Franco. La enseñanza superior de las Bellas Artes experimentó una expansión semejante a la que hemos resumido para o tras ramas de actividad educativa . En el campo de la música destacó al afianzamient o y actividad ejemplar de la Orquesta Nacional. Manuel de Falla fue el primer pr esidente del Instituto de España, creado en plena guerra civil por el profesor Ped ro Sainz Rodríguez, que fue un gran ministro de Educación y de Cultura, como puede c omprobar el lector en su importante obra, tantas veces citada en este libro, Tes timonio y recuerdos. Obras como el mundialmente famoso Concierto de Aranjuez del maestro Joaquín Rodrigo, estrenado muy poco después de acabada la guerra civil y la s creaciones del guitarrista Andrés Segovia y el arpista Nicanor Zabaleta son de l as que justifican la envergadura cultural de toda una época. En pintura la época que estudiamos ha dado en España nombres universales como José María Sert, Benjamín Palenci a, Salvador Dalí, Ignacio Zuloaga y Daniel Vázquerz Díaz; en arquitectura son conocido s en todo el mundo López Otero y Saenz de Oiza; en escultura Juan de Avalos. Pero los principales rebuznos que se han difundido desde el otro erial, el au téntico, porque es la tierra de la ignorancia agresiva, la más despreciable de todas , se refieren al campo de la literatura. En él se concentra el impar estudio con q ue cierra el volumen de 1961 que venimos comentando un crítico que no resultará vitu perable ni a los voceros del erial y sus aledaños, porque es además un estupendo cre ador: nada menos que Gonzalo Torrente Ballester. Quisiera subrayar que no pre tendo considerar a todos los nombres que cito en este epílogo como propagandist as del régimen de Franco; la mayoría tampoco estuvieron activamente contra Franco, s ino que trabajaron en el terreno de la cultura con ejemplar asiduidad y sin trab as que amenazasen a su labor. Yo me atrevería a recomendar a los voceros del erial la consulta a la Enciclopedia de la Cultura Española que acabo de citar y por si desean valerse de un autor nada adicto al régimen de Franco les recomiendo la magn

a Historia de la Literatura Española del profesor Ángel Valbuena Prat en cuatro tomo s, editada en Barcelona en el año 1974 por Gustavo Gili. Si se me permitiera utili zar métodos de corrección docente tan añejos como eficaces, yo castigaría a los voceros del erial con la obligación de copiar cien veces el ensayo de Torrente Ballester e n 1961 y el tomo IV de Ángel Valbuena Prat en 1975. Para empezar con este podrían en terarse al fin de que el eximio poeta de la generación del 27 Gerardo Diego, a qui en tuve el honor de premiar con el Cervantes junto a Jorge Luis Borges, fue un g ran creador de la época que estamos intuyendo; que otros grandes nombres de que Va lbuena clasifica dentro de la generación del 27 como Dámaso Alonso, trabajaron siemp re en España mientras otros, como José María Pemán y Ernesto Giménez Caballero, colaboraro n muy activamente en los servicios culturales de la zona nacional; que los tres promotores de la Agrupación al Servicio de la República de 1930/1931 Ortega, Marañón y Pére z de Ayala escribieron contra el Frente Popular durante la guerra civil y los do s últimos en favor de la causa nacional; que varios nombres entre los más importante s clasificados por Valbuena como generación de 1935-1940 Luis Rosales, Luis Felipe Vi vanco, Leopoldo Panero, Dionisio Ridruejo, Adriano del Valle, fueron ardorosos pa rtidarios de Franco. ¿A cuál de las dos Españas pertenecieron, dentro de la novela, el ensayo y la crítica, Juan Antonio Zunzunegui, José Camón Aznar, Eugenio Montes, el ge nial Eugenio d Ors, cifra de todo lo cultural? ¿A cual Agustín de Foxá, Jacinto Miquelar ena, Emilío García Gómez, Joaquín de Entrambasaguas, Manuel Halcón, Tomás Salvador, Federico Muelas, Mercedes Fórmica, que forman la gran mayoría de los nombres citados por Val buena en su capítulo 81 y el siguiente al lado de Camilo José Cela, Carmen Laforet, José María Gironella, Miguel Delibes?. Y no he agotado, ni mucho menos el espléndido r epertorio que nos ofrece Valbuena, y que nos confirman, muy a pesar suyo, los ar riscados colaboradores de Reseña. Dedico a ésos, muy especialmente, la cita de un es tupendo escritor diffcil de clasificar, pero dotado de un penetrante sentido de comunicación; Fernando Vizcaíno Casas. En cuanto al ensayo de Gonzalo Torrente debo notar una de sus tesis: Por lo ge neral, las condiciones sociales en que se desenvuelve la literatura (1939-1961) son progresivamente favorables al escritor .Y continúa desde la Generación de 1898 n o se había dado en España un caso de cultivo tan generalizado de este díficil arte (la novela). Entre los narradores que escribían en España después de 1939 Torrente cita a Pío Baroja, Azorín, Ricardo León, Concha Espina, Ramón Pérez de Ayala (vuelto ya de Argen tina), Wenceslao Fernández Flórez, Rafael Sánchez Mazas, Zunzunegui y Alvaro Cunqueiro . Luego subraya la labor de Cela, José María Gironella y Carmen Laforet, Delibes, El ena Quiroga, Ignacio Agustí, Rafael Sánchez Felosio, Ignacio Aldecoa, An María Matute, Elena Soriano, Ángel María de Lera. Entre los dramaturgos cita a Jacinto Benavente, Eduardo Marquina, Enrique Jardiel Poncela, Miguel Míhura, José López Rubio, José María Pe mán, Juan Ignacio Luca de Tena y Claudio de la Torre. Completa su relación con Víctor Ruiz Iriarte y Antonio Buero Vallejo, cuyos éxitos más desbordantes se produjeron a partir de 1940. Y termina con la evocación de Alfonso Paso. La mayoría de los poetas líricos citados por Torrente coinciden con los índices de Valbuena. Aunque añade muchos más. En los géneros didácticos se refiere ante todo a don Ramón Menéndez Pidal, luego a Eugenio &Ors, José Ortega y Gasset, Manuel García Morente, Gregorio Marañón. Llena dos páginas más de grandes nombres de escritores didácticos, entr e los que descuella el de Javier Zubiri. Cita, naturalmente, a Julián Marías, José Ant onio Maravall, Luis Díez del Corral, y otras tres páginas más que se cierran con la pléy ade de grandes médicos humanistas. Sí ampliamos esta nomína a los grandes escritores d el Derecho, con Federico de Castro al frente, y a los de la Economía, con Juan Vel arde Fuertes en tan destacado lugar, este epílogo podría, y seguramente debería, hacer se interminable. Por mi parte debo destacar, en el campo de la Historía, los nombr es de Jesús Pabón, Miguel Artola, Carlos Seco Serrano, Vicente Palacio Atard, José María Jover, Antonio Rumeu de Armas, Mario Hernández Sánchez Barba, Bartolomé Escandell, Ja ime Vicens Vives, Ramón de Abadal, Federico Udina Martorell, Gonzalo Anes, Antonio Domínguez Ortíz, Quintín Aldea, Demetrio Ramos, Juan Pérez de Tudela, Miquel Batllori, Ramón y Jesús Salas Larrazábal, Carlos Martínez de Campos, Rafael Casas de la Vega, José M anuel Martínez Bande, José María Gárate Córdoba; Francisco y Salvador Moreno de Alborán; los últimos nombres corresponden a notabilísimos historiadores militares. En en el camp

o del pensamiento debo citar a Gonzalo Fernández de la Mora y, entre los escritore s eclesiásticos, al cardenal Marcelo González Martín. Esta revisión literaria debería completarse con la nómina del mejor periodismo españo l durante la época de Franco. Sería interminable. Desde Manuel Aznar a José Ramón Alonso , Horacio Sáenz Guerrero , Manuel Suárez Caso, Manuel Jiménez Quflez y Torcuato Luca d e Tena, cuyo nombre campea en otros campos literarios de primera magnitud, como la novela y el ensayo. Y con los nombres permanentes de Emilio Romero y Jaime Ca mpmany, que vierten su grandeza también en otros sectores de la literatura. Creo que bastan estas consideraciones, necesariamente fragmentarías y casi elem entales, para poner en su sitio a los voceros del erial. Realmente su culpable i gnorancia no sólo produce indignación y asco, sino lástima. Por su lamentable situación cultural y porque se atreven a escribir tales disparates en una España amorfa, pri vada, a lo que se ve, de toda capacidad de reacción frente a la inepcia y la incom petencia. Traca final. No puedo evitar, en conciencia, esta nota de alcance. Creo haber demostrado durante toda mi vida mi respeto y afecto al Reino de Valencia y señala damente a la cultura valenciana. Pero por servicio a ese Reino tengo que hacerme eco, como traca final de este libro, que según la noticia publicada en el diario Levante el 11 de mayo de este año 2000 las Cortes valencianas aprobaron la víspera p or unanimidad que el Consell inste a todas las Administraciones del Estado el rec onocimiento social de los maquis, incluyendo el derecho a pensiones . La propuesta, naturalmente, era de origen comunista pero entre la unanimidad figuraban los dip utados del Partido Popular, súbitamente afectados, sin duda, por un ataque de amne sia. Después del 18 de julio como golpe militar fascista llega el turno a la glori ficación de los maquis, aquellos gloriosos luchadores por la libertad que en número de varios miles, encuadrados por los comunistas, invadieron España en noviembre de 1944 para imponer la misma democracia que entonces demostraba su jefe supremo J osif Stalin. Los maquis invadieron España para luchar por las libertades dice el acu erdo de las Cortes Valencianas. Como sus predecesores de las Brigadas Internacio nales, ennoblecidos por las Cortes españolas con el supremo galardón de la ciudadanía. Supongo que en las próximas Fallas habrá alguna para conmemorar el evento. Fuentes y bibliografía La relación de las fuentes consultadas y manejadas para la redacción de este libr o figura en las referencias que se incluyen en el texto y sobre todo en las Nota s a pie de página. Resumimos ahora las fuentes principales para orientación y amplia ción. Archivos y depósitos de fuentes Archivo de la Fundación Francisco Franco, calle marqués de Urquijo, Madrid. Impor tante conjunto de fuentes primarias que ha sido utilizado preferentemente por el profesor Luis Suárez Fernández durante muchos años, como puede advertirse en sus obra s que luego citaré. La anterior dirección ejecutiva de la Fundación, con pretextos esp eciosos y reprobables, me cerró de hecho, durante años las puertas de ese archivo. E n el fondo me divertía mucho cuando, al negarme el acceso, me exigían que sometiese (s iempre este significativo verbo) mis proyectos de investigación a esa dirección, a l a que nunca juzgué capacitada, por motivos ideológicos y profesionales, para efectua r ese sometimiento . He de reconocer que la actual dirección me ha abierto incondicio nalmente las puertas de ese Archivo, lo que mucho agradezco. El responsable de l a situación anterior fue don Joaquín Gutiérrez Cano, ignoro por qué motivos. 2. - Archivo del Servicio Histórico Militar de Madrid, calle Santa Cruz de Marc enado. Importantísimo depósito de fuentes sobre la historia de España cuyo archivo par a la guerra civil se ha trasladado a Avila. Durante un período de algunos años, al f inal de la vida de Franco, se me prohibió también el acceso a ese archivo aunque des pués, por iniciativa del propio Centro, se me levantó la absurda prohibición. Antes y después de tan inexplicable suceso he utilizado ampliamente sus fondos.

3. - Archivo de la antigua dirección de Servicios Documentales de la Presidenci a del Gobierno en Salamanca, calle Gibraltar. Hoy sección del Archivo Histórico Naci onal. Consulté ampliamente sus fondos y contribuí a ordenarlos y en parte restaurarl os, por autorización del entonces titular de esa Dirección, almirante don Jesús Fontán. 4. - Biblioteca de la Sección de Historia Contemporánea del Ministerio de Informa ción y Turismo,. Creé ese importante depósito que luego, como Minstro de Cultura, orde né transferir a la Biblioteca Nacional donde hoy se encuentran sus fondos, que ini cialmente provenían del Servicio de Prensa Extranjera instalado en Burgos durante la guerra civil y encomendando al profesor don Jesús Pabón y Suárez de Urbina. He leído con no poco regocijo las disquisiciones que dedican a ese modesto, aunque eficaz centro autores de la línea de propaganda antifranquista como los señores Howson y S outhworth. No tenían ni idea. 5. - Biblioteca Nacional de Madrid, catálogo general y secciones especializadas . Es seguramente el depósito bibliográfico de mayor importancia sobre la historia co ntemporánea española.< 6. - Biblioteca del Ateneo de Madrid. - Contribuí a la total restauración del edi ficio del Ateneo en los años setenta y luego he consultado muchas veces sus valiosís imos fondos, imprescindibles para el estudio del siglo XIX. 7. - Archivo y Biblioteca de Palacio, Madrid. Siempre admirablemente atendido he emprendido varias investigaciones sobre los siglos XIX y XX en ese Centro, q ue siempre ofrece importantes sorpresas a los investigadores. 8. - Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Madrid. He utilizado la co nsulta a sus fondos para diversas investigaciones sobre los siglos XIX y XX. He consultado en menor escala, ocasionalmente, otros depósitos bibliográficos y d ocumentales muy valiosos, como las Bibliotecas del Congreso y del Senado y sobre todo la Hemeroteca Municipal de Madrid, así como la de la Casa Americana. De diversos depósitos documentales se han generado colecciones de documentos qu e afectan directamente a la figura de Franco y los acontecimientos de su época. Lo s que me parecen más importantes son: 1. - Documentos inéditos para la historia del Generalísimo Franco, Madrid, col. A zor (Fundación Nacional Francisco Franco) editados por L. Suárez Fernández, Hasta ahor a cuatro volúmenes (uno de ellos doble) imprescindibles a partir de su edición en el año 1992. .

2. - Foreign relations of the UStates. Washington, Government Printing Office Poseo la colección a partir de los hechos de 1945 (edición de 1967).

3. - The Communist International Documents (ed. Jane Degras) Oxford Univ. Pre ss 1963. 2. - Fuentes hemerográficas La vida de Franco, tendida entre los años 1892 y 1975, necesita un recurso cons tante a las publicaciones periódicas, diarios, semanarios y revistas especializada s. En las Notas a pie de página se encuentra una copiosa referencia a estas fuente s. He logrado formar en mi archivo una importante colección de recortes, entre los que destacan, los de la prensa de Galicia, Asturias y Zaragoza; El telegrama de l Rif de Melilla; los diarios ABC de Madrid y de Sevilla, el diario de Madrid Ar riba esencial a partir de 1939 hasta la muerte de Franco , del que efectué un peinado minucioso en su local situado entonces en a Avenida del Generalísimo: los católicos El Debate y Ya, el liberal-intelectual El Sol, los socialistas Cl

aridad y El Socialista el comunista Mundo Obrero, el de izquierda radical Herald o de Madrid, los de varias otras regiones como La Vanguardia de Barcelona, Las P rovincias de Valencia . El Adelanto de Salamanca y El Noticiero de Zaragoza. Par a la guerra civil consulté toda la prensa de la zona republicana en el citado Arch ivo de Salamanca. En cuanto a las revistas especializadas la más importante para Franco y su época es la Revista de Historia Militar de Madrid, editada por el Servicio Histórico Mil iar y que ha dedicado a Franco varios números extraordinarios. Hay otras muchas qu e se citan en el texto y las Notas. La más importante es la Revista de Tropas colo niales que en una etapa fue dirigida por el propio Franco, quien contribuyó además c on varios artículos. Franco era además suscriptor de la revista monárquica editada dur ante la República, Acción Española cuya colección en parte poseo y en el resto he consul tado. 3. - Libros de los que es autor el propio Franco 1. - Papeles de la guerra de Marruecos (Contiene Diario de una bandera , La hora de Xauen y Diario de Alhucemas . Madrid, Fundación Nacional Francisco Franco, 1986. 2. - Francisco Franco, escritor militar Antología de los principales escritos b reves y artículos de Franco, recopilados con estudios analíticos por la Revista de H istoria Militar 40(1976) Madrid. 3. - Apuntes personales sobre la Repüblica y la guerra civil. Madrid, Fundación Nac ional Francisco Franco, 1987. 4. - Francisco Franco, hoja de servicios. Editada por E.C. de Cora, Madrid 19

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5. - Discursos e intervenciones personales de Franco: Para los primeros discu rsos (como los pronunciados por Franco a raíz de su designación como jefe del Estado ) hay que recurrir al Diario de Burgos. Para éstos y además todas las anteriores int ervenciones desde el principio de la guerra civil, al ABC de Sevilla. Para toda la guerra civil es esencial la consulta al Noticiero de Zaragoza. Que yo sepa, l a primera recopilación oficial de los discursos de Franco comienza por el discurso de la Unificación el 19 de abril de 1937 y se publicó por Editora Nacional (creada por don Pedro Laín Entralgo) en 1943 bajo el título Palabras del Caudillo, que compr ende hasta el 7 de diciembre de 1942. (con un precedente de la misma Editora en Barcelona, 1939, que arranca también de la Unificación). A esta serie de Editora Nac ional siguió la editada por Publicaciones Españolas (Dirección General de Información, M inisterio de Información y Turismo) a partir de 1951 con el tftulo Discursos y men sajes del Jefe del Estado y en la colección Textos de doctrina política. A continuac ión se encargó de publicar los textos la Secretaría General del Movimiento, que en el mismo año de la muerte de Franco, 1975, publicó, en coedición con el Ministerio citado , una antología bajo el tftulo Pensamiento político de Franco, en dos volúmenes. Hubo otros repertorios, sobre todo de carácter antológico, como el titulado Franco ha dic ho. Para comprender la formación de la ideología de Franco existen dos fuentes básicas. Primero, la de J. García Mercadal Ideario del Generalísimo, Zaragoza, Tip, La Académi ca, 1937; segundo, el escrito anónimo 17 de julio, la epopeya de África, crónica de un testigo, Ceuta, imp. África, 1937, donde figuran las primeras referencias de Fran co a la Cruzada, en el sentido patriótico del término. Son dos fuentes tan esenciale s como casi nunca citadas. No incluyo en este repertorio de obras de Franco el libro Masonería de Ja in Bo or (Madrid, 1952) por la polémica sobre su autor, que yo creo es Franco, a no ser que el libro se haya escrito bajo su directa inspiración y supervisión. 6. - Jaime de Andrade (F. Franco) Raza. Anecdotario para el guión de una película

. Madrid, ediciones Numancia, 1942. 7. - Textos breves de Franco. Pueden verse en el citado volumen extra de la R evista de Historia Militar el artículo de Franco sobre la batalla de San Quintín, su breve tratado de reflexiones sobre la guerra mundial ABC de la batalla defensiv a (publicación militar reservada de 1941) y su prólogo a las obras de Víctor Pradera, importante para subrayar la vinculación personal de Franco con el tradicionalismo. En el apéndice del libro de Sainz Rodríguez Un reinado en la sombra figura la corre spondencia completa de Franco y don Juan. 4. - Biogafías más importantes de Franco e historias de su tiempo 1. - Joaquín Arrarás Franco. 2 ed. Valladolid, Santerén, 1938 (primera ed. 1937). E s la primera biografta de Franco, publicada en plena guerra civil y con traducci ones extranjeras. Lógicamente no es una obra crítica pero contiene documentación y tes timonios valiosos. 2. - Luis Suárez Femámdez Francisco Franco y su tiempo. 8 vols. Madrid, Fundación F rancisco Franco, 1984. La biografía más extensa hasta ahora publicada. Documentación d el archivo de la Fundación Franco, muy valiosa. Sólo resalta los aspectos positivos, con crítica insuficiente. Aun así es una obra valiosa e imprescindible, sobre la qu e el autor ha vuelto para mejorarla ostensiblemente en los seis tomos (hasta aho ra publicados tres) de la editorial Actas, que hasta ahora comprenden hasta el f inal de la guerra mundial. Esta segunda versión está notablemente mejorada, apunta a spectos críticos y un excelente análisis de fuentes. Es también imprescindible y valio sísima. 3. - Max Gallo, Histoire de KEspagnefranquiste dos vols. Marabout université 19 69. Obra de un historiador socialista francés, con notables dotes de comprensión y c rítica. Extrañamente no se ha traducido en España. 4. - Trythall, J. W. D. Franco. Londres, Rupert Hart-Davis, 1970. Excelente r esumen de un profesor de Oxford, con notables dotes de intuición y comprensión históri ca. 5. - George Hills Franco, el hombre y su nación. Madrid, San Martín, 1968. Obra b ien documentada de un militar profesional británico. 6. - Crozier, Brian Franco, historia y biografta, dos vols. Madrid, Magisteri o español, 1967. Trabajo muy serio de un especialista mundial en estudios estratégic os. Añadió una especie de apéndice después de la muerte de Franco. 7. - Claude Martín, Franco, soldado y estadista Madrid, Fermín Uriarte, 1966. Bio grafía de un escritor francés, partidario de Franco pero con perspectiva notable. 8. - Preston, Paul, Franco. Londres, Harper y Collins, 1994. La edición española añadió en el título la palabra Caudillo, que engañó a muchos incautos. Es la biografía ofici al del antifranquismo, afecta a la línea histórica de la Internacional Socialista y la Masonería. En El 18 de julio no fue un golpe militar fascista (1999) abordo una crítica exhaustiva. Las obras anteriores de Preston rebosan de errores y desenfoq ues que inciden sobre esta antibiografía. Jaleada irresponsablemente en España desde medios de derechas y centro. 9. - Payne, SG. Franco, el perfil de la Historia Madrid, Espasa, 1999. Excele nte resumen documentado y crítico, con el equilibrio habitual de su autor. 10. - Bartolomé Bennasar Franco. Madrid, EDAF, 1998. Biografía muy original, crft ica y equilibrada, de un gran hispanista francés. 11. - Juan Pablo Fusi Franco, Madrid, El País, 1985. Representa la corriente de l antifranquismO moderado. Trabajo esquemático, arquetipo de lo que hoy es políticam ente correcto. Me ocupo de este libro en El 18 de julio.

12. - Javier Tusell, La dictadura de Franco Madrid, Alianza editorial, 1988. Es un grueso folleto, el más divulgado de los escritos biográficos de Tusell sobre Fra nco, de los que me ocupo suficientemente en el citado libro de 1999 El 18 de jul io. Sencillamente lamentable. 13. - Rafael Casas de la Vega Franco militar Madridejos, Fénix, 1995. Una biogr afía completa de Franco a lo largo de toda su vida militar, que incluye las campañas realizadas por las Fuerzas Armadas españolas durante su gobierno; la de Rusia y l a de Ifni-Sahara. Valoración estrictamente profesional de un gran historiador mili tar. 5. - Obras anteriores del autor que se refieren a Franco y su época 1. - Francisco Franco, un siglo de España. Publicada por cuadernos y luego encu adernada en dos vols. por Editora Nacional en 1972-1973. 2. - Francisco Franco, biografía histórica. Publicada en cuadernos y luego encuad ernada en seis vols. por Editorial Planeta en 198 1-1982. Nunca publicada comple ta posteriormente en un solo volumen. 3. - Historia del franquismo dos vols. Barcelona, Planeta, 1975 y 1977. 4. - Historia esencial de la guerra civil española Madridejos, Fénix, 1994. 5. - La victoria y el caos Madridejos, Fénix, 1997. 6. - Carrillo miente Madridejos, Fénix, 1994. 8. - El 18 de julio no fue un golpe militar fascista. Madridejos, Fénix, 1999. 9. - Las Puertas del Infierno (para problemas de la Iglesia) Madridejos, Fénix, 1995. 10. - La Hoz y la Cruz (continuación de la anterior) Madridejos, Fénix, 1996. 6. - Historias generales de España y universales para fijar los contextos 1. - Vicente Palacio Atard, La España del siglo XIX Madrid, Espasa-Calpe, 1978. 2. - Vicente Palacio Atard, Manuel de Historia Universal, época contemporánea. Ma drid, Espasa Calpe, 1960. 3. - Franco Valsecchi et. al. Nuove questioni di storia contemporánea, Milán, Mar zorati, 1968 dos vols. 4. - José María García Escudero Historía política de las dos Españas, 4 vols. Madrid, Edi tora Nacional, 1976. 5. - Carlos Martínez de Campos y Serrano, España bélica siglos XVI-XX) Madrid, Agui lar, desde 1965. 7. - Fuentes específicas para el capítulo 1 (1892-1907) Luis Alfonso Vidal de Barnola, Genealogía de la familia Franco, Madrid, Editora nacional, 1975; muy estimada por Franco al examinar el original. Fundamentales p ara todo este libro los dos libros de memorias, confidencias y testimonios de F. Franco Salgado-Araújo Mis conversaciones privadas con Franco y Mi vida junto a Fra nco (Barcelona, Planeta, 1976 y 1977). Luis Ramírez (Luciano Rincón) París, Ruedo Ibérico, 1964 (única antibiografta de Franco escrita en vida del Caudillo). Un libro esenc

ial para toda esta biografía es el estudio médico, especialmente dental, del profeso r Julio González Iglesias, Los dientes de Franco, Madridejos, Fénix, 1996. (Este libro cambia todo el enfo que habitual de los biógrafos de Franco, incluido el autor). 8. - Fuentes específicas para el capítulo 2 (1907-1910) Los biógrafos militares (G. Hills, R.Casas) informan seria y profesionalmente s obre la formación, nada despreciable como pretenden los antibiógrafos, recibida por Franco en Toledo. Para la estancia de Franco en la Academia de Toledo es esencia l el libro de un imprescindible historiador local, Luis Moreno Nieto, Franco y T oledo Servicios Culturales de la Diputación de Toledo, 1972, obra que Franco estim aba y me recomendó. Datos de la Semana Trágica en Joan Connelly Ullmann, La Semana T rágica, Barcelona, Ariel, 1972. Mi abuelo Juan de la Cierva proporciona un testimo nio directo en Notas de mi vida, Madrid, Reus, 1955, que he tenido en cuenta par a el reinado de Alfonso XIII y la República. 9. - Fuentes específicas para el capítulo 3 (1912-1916) Considero esencial la consulta a los libros citados de los generales Rafael C asas de la Vega y Carlos Martínez de Campos. Para el contexto español de las campañas ver J. Pabón, Cambó, Barcelona, Alpha, 1952. Desde este capítulo hasta el final de la guerra civil tengo delante la antibiografía militar de Franco debida al coronel do n Carlos Blanco Escolá, La incompetencia militar de Franco, Madrid, Alianza Editor ial, 2000, que generalmente prueba todo lo contrario de lo que pretende. 10. - Fuentes específicas para el capítulo 4 (1917-1920) He estudiado la Revolución española de 1917 en mi libro La guerra civil española, a ntecedntes (Madrid, San Martín 1969) basándome en las intuiciones de Araquistain. Pa ra todo el reinado de Alfonso XIII es muy clarificador el libro de Carlos Seco S errano Alfonso XIII y la crisis de la Restauración, Barcelona, Ariel 1969. Una per spectiva actualizada sobre el origen y desarrollo de la Revolución soviética en mi l ibro Las Puertas del Infierno. Estudio analítico en las Nuove questioni de la edit orial Marzorati. El sugestivo libro de L. Araquistain es Entre la guerra y la re volución, con el mérito indiscutible de haberse publicado en el mismo año 1917. Esenci al el Cambó de Pabón ya citado y el estudio de Carlos Seco Serrano Militarismo y cívil ismo en la España contemporánea, Madrid, Instituto de Estudios Económicos, 1984. Empie zan a ser fundamentales en este capítulo las Obras del general Emilio Mola, en esp ecial El pasado, Azaña y el porvenir, Valladolid, Santarén, 1940. Para la estancia d e Franco en Oviedo he analizado a fondo la prensa de Asturias, los discursos pos teriores de Franco y el libro de David Ruiz Asturias contemporánea, Madrid, siglo XXI, 1978, además de Andrés Saborit Asturias y sus hombres Toulouse, 1954. El discur so principal y posterior de Franco en mi Franco de 1982,1, 141. Ver Pedro Sainz Rodríguez Testimonio y recuerdos Barcelona, Planeta, 1978. Franco y su esposa conc edieron una entrevista biográfica al barón de Mora en Estampa, mayo de 1928. La crea ción del Tercio de Extranjeros en VV.AA. La Legión Española, 50 años de historia, Madrid , 1970. 11. - Fuentes específicas para el capítulo 5 (1920-1922) La fuente más importante, valiosa y objetiva sobre esta fase de Franco en África se debe al propio Franco, es el Diario de una bandera y la hemos citado entre la s obras de Franco. Es un diario escrito, además, con elegante estilo castrense, qu e conserva hoy su vivacidad; y un desmentido viviente a quienes siguen denostando la incultura de Franco sin mirarse en el mismo espejo. Son válidas las fuentes citadas antes sobre las campañas africanas de Franco. El Diario de Franco se publicó en Madrid por Pueyo en 1922 y alcanzó un éxito notable. Referenci a al estudio de Antonio Elorza y Marta Bizcarrondo Queridos camaradas, Barcelona , Planeta, 1999, sobre la dependencia servil del Partido Comunista de España respe

cto de la Internacional Comunista. Además de los libros citados de Juan de la Cier va y Francisco Cambó debe tenerse en cuenta el del general Francisco Gómez Jordana, La tramoya de nuestra actuación en Marruecos, Madrid, Editora Nacional, 1976. Entr e las fuentes reiteradas destaca el Franco militar del general Casas de la Vega. 12. - Fuentes específicas para el capítulo 6 (1924-1926) Todas las citadas en capítulos anteriores sobre las campañas de África y su trasfon do peninsular. La España invertebrada de José Ortega y Gasset se publicó en 1920 por c apítulos en el diario El Sol. Varias referencias de prensa en las notas. Crónica más q ue novela es la de Arturo Barea La ruta (Buenos Aires, Losada 1958) en la que se refiere a Franco en África dentro de la famosa trilogía Laforja de un rebelde. Escr itos militares de Franco en el citado número extra de la Revista de Historia milit ar. Sobre la dictadura de Primo de Rivera ver C. Seco Serrano, Militarismo y civ ilismo ya citada; propongo un resumen en mi reciente Historia total de España, Mad ridejos, Fénix, 9~ ed. 1999. Esencial el breve y documentadísimo estudio de Juan Vel arde Política económica de la Dictadura Madrid, Guadiana, 1973, clarificadora monogr afta sobre la que se ha ido a estrellar, sin que nadie le diese vela en este ent ierro, el profesor Javier Tusell. La reseña de la boda de Franco se ha tomado de l a prensa asturiana. Los numerosos testimonios de Franco sobre la primera Dictadu ra se recopilan en las citadas obras de Franco Salgado. El incidente de Ben Tieb en 1924 lo tomo de una revelación personal y extensa que me hizo Franco en 1972 y luego me plagió impunemente en varias página el distinguido y poco escrupuloso escr itor comunista don Manuel Vázquez Montalbán en su feroz Autobiografía del general Fran co, donde también tomó como portada la de uno de mis libros más difundidos, el tomo pr imero de la Historia del franquismo; eso sí que son métodos del erial, que luego él at ribuye a la cultura en tiempos de Franco. La retirada de Xauen se describe en to das las fuentes militares citadas, sobre todo en Casas y Martínez de Campos. El ge neral Queipo comunica interesantes confesiones en El general Queipo de Llano per seguido por la Dictadura, Madrid 1930. Para toda la guerra de África, sobre todo s us fases finales, es imprescindible la investigación de David 5. Woolman Rebels in the Rif, London Univ. Press 1968. Tanto Franco como el almirante Carrero me hon raron con sus testimonios personales sobre este período. Para el episodio de Alhuc emas es fundamental el Diario de Alhucemas del propio Franco, incluido en sus Pa peles de la guerra de Marruecos, y para las campañas finales es fundamental el lib ro del general Manuel Goded, Marruecos, las etapas de la pacificación, Madrid, 192 9. 13- Fuentes específicas para el capítulo 7 (1927-1931) Dos ilustres generales coinciden en el mismo título sobre la misma época; don Dámas o Berenguer y don Eduardo Lopez Ochoa, De la dictadura a la República. El primero publicado en Madrid, Editorial Plus Ultra, 1946; el segundo en Madrid, Edit. Reu s, 1930. Fundamental el testimonio del general Mola en Las instituciones militar es bajo la Dictadura de su citado libro El pasado, Azaña y el porvenir. También fund amental, aunque negativo, el relato de Niceto Alcalá Zamora en sus Memorias, Barce lona, Planeta, 1977. Gabriel Maura, excolaborador de Primo de Rivera, se apresur o a publicar en 1930 su famoso Bosquejo histórico de la Dictadura, que es una foto en negativo de la época. Sobre la Academia General Militar el libro clave es el d el coronel Julio Ferrer, La Academia General Militar, apuntes para su historia, Barcelona, Plaza y Janés, 1985. Como era de esperar el coronel Blanco Escolá, pese a que fue profesor del Centro, traza una versión muy negativa en el libro que le dedica (Barcelona, La bor, 1989). Muy interesante, en cambio, el análisis sobre el comportamiento poster ior de los alumnos de Franco en Julio Busquets, El militar de carrera en España, B arcelona, Ariel, 1971. Estudié monográficamente la sublevación de Jaca en la revista H istoria y Vida 33 (dic.l970) lOs. Miguel Maura analiza el período en Así cayó Alfonso XIII, Barcelona, Ariel, 1976. La mejor crónica de 1930 junto con el gran estudio de Jesús Pabón en Cambó es el de Eduardo de Guzmán, 1930, Madrid, ed. Tebas, 1973. El conse jo de guerra de Jaca en J. Casado, Por qué condené a los capitanes Galán y García Hernánde

z, Madrid, V. Suárez, 1935. La mejor interpretación sobre la caída de la Monarquía en J. Pabón, Días de ayer. El análisis sobre la invalidez de las elecciones del 12 de abril para traer la República en mi libro de 1999 El 18 de julio no fue un golpe milita r fascista. 14. - Fuentes específicas para el capítulo 8 (1931-1936). Cerca del 70 aniversario de la Segunda República no existe una historia complet a y convincente sobre ese período, por lo que el autor proyecta publicarla en ese aniversario. Entretanto ha publicado un amplio tomo titulado Historia de la guer ra civil española, antecedentes (Madrid, San Martín, 1969) que realmente es un inten to de historia de la segunda República, aunque debe ser completado y perfilado. Ha sta ahora el estudio más completo sobre la segunda República se debe a Joaquín Arrarás H istoria de la segunda República española 4 vols. Madrid, Editora nacional, 1956, con una versión abreviada en un solo volumen. En El 18 de julio no fue un golpe milit ar fascista (Madridejos, Fénix, 1999) trazo una historia de la ilegitimidad y la i legalidad republicana. Para todo este capítulo y los anteriores es fundamental Lui s Suárez, General de la Monarquía y la República, Madrid, Actas 1999. Para las opinion es de Franco sobre la Masonería ver D. Gómez Molleda , La masonería en la crisis español a del siglo XX, Madrid, Taurus, 1986 y Ja in Boor, Masonería, ya citada antes. Fun damental Antonio Montero, La persecución religiosa en España, Madrid, BAC, 1961, de la que venturosamente se ha hecho una edición facsímil recientemente. Esencial Emili o Mola, Obras completas, ya citadas, escritas durante la República. Imprescindible las Obras Completas de Manuel Azaña, publicadas en cuatro vols. en México por Edici ones Oasis a partir de 1966, salvo los diarios que le fueron sustraídos durante la guerra civil y se han publicado recientemente por Crítica, Barcelona, 1997. Para los aspectos militares es imprescindible R. Salas, Historia del Ejército Popular d e la República, vol. 1, Madrid, Editora nacional, 1975. Conseguí convencer a Franco sobre la categoría de esta obra, a cuya publicación había puesto dificultades sin cono cerla. Para toda la República y la actuación de Franco en ella he realizado un análisi s relativamente completo de todas las publicaciones periódicas antes citadas, como se refleja en las Notas. Las memorias, ya citadas, de don Niceto Alcalá Zamora so n imprescindibles, como el libro Testimonio y recuerdos de Pedro Sainz Rodríguez y los dos libros de F. Franco Salgado. Para las conspiraciones monárquicas ver J.A. Ansaldo ¿Para qué? Buenos Aires, ed. vasca E in, 1951 y J. Gutiérrez Rayé, Antonio Goic oechea, Madrid, s.d. (1962). Gabriel Jac son expone la historia de la República según la perspectiva de la izq uierda en The Spanish Republic and the Civil War, Princeton Univ. Press 1965. Er nesto Giménez Caballero proporciona datos importantes en Memorias de un dictador, Barcelona, Planeta, 1979. Fundamental el libro-testimonio de Gil Robles, No fue posible la paz, Barcelona, Ariel, 1969, leído y anotado detenidamente por Franco, que en general se mostró conforme. Interesante Diego Hidalgo, Por qué fui lanzado de l Ministerio de la Guerra Madrid, Espasa Calpe, 1934. Para la Revolución de Octubr e además de las obras generales citadas, (la mía de 1969 dedica a Octubre un extenso capítulo) es muy recomendable Ángel Palomino 1934, la guerra civil empezó en Octubre, Barcelona, Planeta 1998. Ha causado un profundo impacto Pío Moa, Los orígenes de la guerra civil española, Madrid, Encuentro, 1999. Me he ocupado también del tema en m i citado libro sobre el 18 de julio. Es importante Stanley G. Payne The Spanish Revolution, 1970, ed. española en Barcelona, Ariel, 1970. El socialista Juan Simeón Vidarte comunica una confesión en regla en El bienio negro y la revolución de Asturias, Barcelona, Grijalbo, 1978. Para es te capítulo es fundamental el recurso a las obras de José Antonio Primo de Rivera, M adrid, 1974. También son fundamentales dos obras de Salvador de Madariaga, España Bu enos Aires, Sudamericana, 1962 y Memorias, Madrid, Espasa-Calpe, 1974. Versión net amente socialista de la República en A. Ramos Oliveira, Historia de España, vol. III , México, Era, s.d. Para la intervención de Franco en la conspiración de 1936 no veo q ue se haya superado el conjunto de documentos y fuentes que aduje en mi citado l ibro de ed. San Martín en 1969. Sobre las elecciones del Frente Popular cfr. El 18 de julio no fue un golpe militar fascista de 1999. Para el viaje del avión de Fra

nco a Canarias y Tetuán la única fuente fiable es Luis Bolín, Spain, the vital years, Londres, Cassel, 1967, con excelente versión española posterior. El deleznable libro póstumo de Southworth El lavado de cerebro de Francisco Franco es de Crítica, en Ba rcelona, 2000. La consulta a los documentos de la Tercera Internacipnal editador por Jane Degras y al libro de Elorza-Bizcarrondo (ya citados) anula la base del libro póstumo de Southworth. 15. - Fuentes específicas para el capítulo 9 (1936-1939) Para el estudio de Franco en la guerra civil me he basado en el detenido anális is de la documentación sobre el conflicto que se conservaba en el Servicio Histórico Militar de Madrid y en el Archivo Histórico de la Armada. Las fuentes bibliográfica s y hemerográficas están citadas con detalle en mi libro Historia esencial de la gue rra civil española Madridejos, Fénix, 1996. Aun así añado algunos datos sobre fuentes qu e ya se han incluido en las Notas y me parecen interesantes. Este capítulo tiene m uy en cuenta las acusaciones y los que creo desenfoques del coronel Blanco Escolá en su citado libro La incompetencia militar de Franco, que me parece rechazable para África y aberrante para la guerra civil. Mi libro de referencia será el citado Franco militar del general R. Casas de la Vega así como el de un historiador milit ar dotado de profunda visión estratégica, el general duque de la Torre en su libro A yer, Madrid, Instituto de Estadios Políticos, 1970. Otros libros esenciales son A. Kindelán, Mis cuadernos de guerra Madrid, Plus Ultra s.d. y R. Salas Larrazábal His toria del Ejército Popular de la República, ya citado. Su hermano Jesús Salas está publi cando una importante historia de la aviación en la guerra civil, Guerra aérea de la que conozco los dos primeros tomos muy recientes y los almirantes Fernando y Sal vador Moreno de Alborán han terminado ya su monumental estudio en cuatro tomos sob re la guerra en el mar, La guerra silenciosa y silenciada que resulta , como la anterior, absolutamente imprescindible. También es imprescindible el conjunto de m onogafías sobre la guerra civil española en su aspecto militar, de las que es autor el coronel José Manuel Martínez Bande y que han sido publicadas por Editorial San Ma rtín, a partir de la primera, ya reeditada y ampliada, La marcha sobre Madrid. Acerca de las concepciones del arte militar en la época me atengo al mariscal B ernard L. Montgomery, Historia del arte de la guerra Madrid, Aguilar, 1969, y a mis conversaciones con los generales Rafael Casas de la Vega (que ha sido direct or de la Academia de Caballería) y Ramón Salas Larrazábal, de quien tuve el honor de r ecibir durante varios años un profundo curso de iniciación en la guerra civil española , sobre todo en sus aspectos militares. Para la persecución religiosa las obras capitales son la citada de Antonio Mont ero y las recientes de don Ángel David Martín Rubio, Paz, piedad, perdón y Verdad Madr idejos, Fénix, 1997 que ha concretado y ampliado recientemente en Salvar la memori a, editada por la Fundación del arzobispado de Mérida-Badajoz. Hay un cuarto libro e sencial, el de V. Cárcel Ortí, La gran persecución, Barcelona, Planeta, 2000-Este admi rable conjunto deja sentenciado históricamente en gravísimo problema de la persecución religiosa en la República y la guerra civil española. El mejor estudio sobre las milicias de Franco es el de R. Casas de la Vega La s milicias nacionales, Madrid, Editora Nacional, 1977. Luis Suárez en El general d e la Monarquía y la República, ya citada, consigue ofrecer una trayectoria muy objetiva de Franco en la guerra. Para la zona republicana el libro más importante es el de Burnett Bolloten, La guerra civ il española, revolución y contra-revolución, en su versión final Madrid, Alianza Editori al, 1989. Sobre la intervención y participación extranjera son esenciales los libros citados de Ramón y de Jesús Salas; Historia del Ejército Popular y Guerra aérea; a los que conviene añadir el del primero, Los datos exactos de la guerra civil, Madrid, Drácena, 1980. Así podrá vacunarse el lector contra los alardes de manipulación que exhi be en su libro Gerald Howson, Armsfor Spain, Londres, John Murray, 1998 Es también muy importante la obra conjunta de Ramón y Jesús Salas Larrazábal Historia general de la guerra de España, Madrid, Rialp, 1986.

Para la fase final de la guerra civil y la guerra secreta en las dos retaguar dias ver mi estudio monográfico La Victoria y el caos Madridejos, Fénix, 1999. Allí po drá comprender el profesor Julio Aróstegui sus detonantes meteduras de pata al juzga r mi Historia esencial de la guerra civil sin suficiente análisis histórico de las f uentes que aduzco y en ocasiones descubro; el tema es tan sugestivo que pienso d edicarle un trabajo de humor negro para rebajar la tensión de algún próximo libro dema siado trágico. Le descubrí un terrible desliz al facilitar la prueba de que Santiago Carrillo recabó toda la responsabilidad por las sacas de las cárceles en noviembre de 1936 y se ve que no me lo ha perdonado. Se animará riéndose de sí mismo cuando lea ese estudio en negro. En mi Historia esencial de la guerra civil así como en el último libro citado ofr ezco cumplida referencia sobre las fuentes de la zona republicana entre las que destaca, para lo militar, el conjunto de obras del general Vicente Rojo. 16. - Fuentes específicas para el capítulo 10 (1939-1945) Resulta especialmente magistral para el seguimiento de Franco en la segunda g uerra mundial el tercer volumen de Luis Suárez Fernández, España, Franco y la segunda guerra mundial con cuya documentación y enfoque estoy casi siempre de acuerdo. (Ma drid, Actas, 1999). Lamento no poder decir lo mismo de dos amplios estudios sobr e el mismo tracto histórico y biográfico, el Franco del profesor Preston, de cuyas o piniones sobre la segunda guerra mundial (donde se muestra más enemigo de Churchil l que de Franco) ofrezco un florilegio en mi libro de 1999 sobre el 18 de julio; y lo mismo sobre el profesor Javier Tusell, cuyo tomo Franco, España y la segunda guerra mundial (Madrid, Temas de Hoy, 1995) está mucho más cerca de Preston que de Luis Suárez, pese a la similitud del título. Sobre este tomo de Tusell me extiendo, no siempre con agua de rosas, en mi citado libro El 18 de julio y mi versión en es te libro resulta más o menos opuesta por el vértice a la de Tusell, que parece habla r de otra guerra.

Tanto en el capítulo anterior sobre la República como en éste he consultado y citad o la obra más importante de Indalecio Prieto, Convulsiones de España, tres vols, edi tada en México por Oasis en 1966. Para el problema de las víctimas contrapongo el li bro de Ramón Salas Pérdidas de la guerra Barcelona, Planeta 1977 al dirigido con res ultado vindicativo por Santos Juliá, Víctimas de la guerra civil, Madrid, Temas de H oy, 1999; justa y seriamente criticado por Ángel David Martín Rubio en su citado lib ro Salvar la memoria. Para la fase primera de la guerra mundial es importante el libro de don Ramón Serrano Suñer Entre Hendaya y Gibraltar (nueva ed. Barcelona, Na uta, 1973). Interesante el testimonio del embajador Manuel Valdéz Larrañaga en De la Falange al Movimiento, Madrid, Azor, 1994. Para todo este capítulo es esencial el libro del embajador J.M. Doussinague España tenía razón, Madrid, Espasa-Calpe, 1948. Para las relaciones entre España y la Santa Sede es especialmente preciso el citad o libro de Luis Suárez. Un alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores, cubierto por el seudónimo Sancho González compiló un libro esencial, muy documentado, so bre España en la segunda guerra mundial; España neutral, Madrid, 1947. La actuación de don Alberto Martín Artajo durante la época del ais lamiento se comprende mucho mejor en los libros de Doussinague y Sancho Gonzále z que en el sesgado estudio de Tusell Franco y los católicos (Madrid, Alianza ed. 1983) cuyo extraño título suscita graves dudas. ¿Es que Franco no era católico? ¿Es que no había más católicos en España que Martín Arta-jo y sus amigos? ¿Por qué no ha titulado Fran y los Propagandstas del régimen ?. Arcanos de la mente tuseliana. Importante documen tación en F. Díaz Plaja La posguerra española en sus documentos, Barcelona, Plaza y Ja nés, 1970. Esencial para todo el capítulo Carlton H. Hayes Wartime misión in Spain, To ronto, Macmillan, 1945. Para todo el período de 1939 y posterior he seguido diariamente las noticias y comentarios de Arriba, que es una fuente esencial y mucho menos monolítica de lo q ue se cree. Las obras de Javier Conde en Escritos y fragmentos políticos, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1974. Testimonio de Dionisio Ridruejo en Casi una

s memorias, Barcelona, Planeta, 1976. Conocí personalmente a Ramón Garriga y por eso cito con frecuencia sus relatos y testimonios de la época. Aquí me refiero a La Esp aña de Franco, Puebla, Cajica, 1970. Muy valioso el testimonio de Juan Ignacio Luc a de Tena en Mis amigos muertos Barcelona, Planeta, 1971. Un estudio fundamental es el de Donald 5. Detwiler, Hitler, Franco und Gibraltar, Wiesbaden, F. Steine r, 1962, muy documentado y con análisis de fuentes y situaciones muy equilibado. C onocí al profesor de la universidad de Idaho Raymond Proctor, comprobé su forma de t rabajar y le acompañé a visitar a Franco, para ofrecerle la versión española de su magis tal libro La agonía de un neutral, Madid, Editora Nacional, 1972. Para Franco, según nos dijo, era el libro más importante escrito sobre España ante la guerra del mundo ; pero Paul Preston ni siquiera lo conoce ni cita ¡en una biografía de Franco!. Para el contexto de la segunda guerra mundial recurro constantemente a H. Hüber y A. Mül ler, El Tercer Reich, Barcelona, Plaza y Janés, 1967, dos vols. Otro estudio de al to valor es el de C.R. Halstead Un africain méconnu, le colonel Juan Beigbeder, Re y. d histoire de la 2&me guerre mondiale 83(julio l973)36s. Importante el Diario d e G. Ciano, Milán, Rizzoli, s.d. Frente al intento de objetividad del embajador Ha yes, el británico sir Samuel Hoare traza su exagerada apología en Embajador ante Fra nco en misión especial, Madrid, Sedmay, 1977. La decisiva opinión del profesor P. Qu aroni en la obra citada Nuove questioni... cita en nuestra nota al pie. Para el enfoque estratégico y el aprovisionamiento a submarinos es básico Ch. Burdic , Germa nys miliary strategy and Spain, Syracuse Univ. Press, 1968. Para documentar la m isión del duque de Alba en Londres ver R. Rodríguez Moñino, La misión diplomática del XVII duque de Alba, Madrid, Castalia, 1971. Para el bloqueo exterior a España, cfr. He rbert Feis The Spanish story: Franco and the nations at war, Nueva Yor , Knopf, 1945. Sobre el almirante Canaris cfr. lan Colvin, The incredibile historry of ad miral Wilhelm Cararis, Nueva Yor , McGraw Hill, 1951. Además ver H. Brissaud, Cana ris, Barcelona, Noguer, 1972. Contexto general de la segunda guerra mundial en E ddy Bauer, Historia controvertida de la segunda guerra mundial, 1940, Madrid, Ri alp, s.d. La entrevista de Hendaya está totalmente reescrita sobre fuentes nuevas entre l as que la esencial es el testimonio del barón de las Torres, publicado en Razón Españo la 88 (marzo 1988) l33s, junto con las que se detallan en texto y nota. Importan te el testimonio de Ignacio Espinosa de los Monteros en El silencio es Historia (ms.) aunque varias tesis sólo pueden probarse de forma indirecta. Testimonios de Carrero en su libro España y el mar, Madrid, Instituto de Estudios Políticos 1964 tr es vols. Desde este capítulo es esencial la documentación de mi libro Don Juan de Bo rbón, Madridejos, Fénix, 1997. Con las salvedades indicadas en el texto es imprescin dible el testimonio de R. Serrano Suñer en Memorias, Barcelona, Planeta, 1977, ya desaparecido Franco, que discrepaba hasta su muerte sobre las opiniones históricas de su cuñado. Sobre la reconstrucción y la vida en la España de Franco ver F. Vizcaíno Casas, La España de la posguerra, Barcelona, Planeta, 1975, un testimonio fundamen tal y amenísimo. El libro de Castiella y Areilza Reivindicaciones de España fue publ icado en Madrid, Editora Nacional, 1941. Sobre el Concordato y sus antecedentes ver Todo sobre el Concordato, Madrid, PPC, 1972. También L. de Echevarría y C. Corra l, Los acuerdos entre la Iglesia y España, Madrid, BAC, 1980. Para el desarrollo de la oposición exterior cfr. Javier Rubio La emigración de la guerra civil, tres vols. Madrid, San Martín, 1977. Para la evolución de la oposición juanista mi citado libro Don Juan de Borbón. La oposición en general (excepto el com unismo) en Javier Tusell, La oposición democrática alfranquismo, Barcelona, Planeta, 1977. Pedro Sainz Rodríguez, Un reinado en la sombra, Barcelona, Planeta, 1981. ( El resto de las fuentes monárquicas (Kindelán, Vegas, Gil Robles etc.) en mí citado Do n Juan de Borbón. Agustín del Río Cisneros Viraje político español y réplica al cerco intern acional, Madrid, ediciones del Movimiento, 1965. Sobre la División Azul selecciono para este libro dos fuentes; la ya citada de Raymond Proctor, La agonía... y la d el general Casas de la Vega Franco militar. Ver V. Morales Lezcano Historia de l a no-beligerancia española durante la segunda guerra mundial, Las Palmas, Mancomun idad de Cabildos, 1980. Actividades de la OSS en R. Harris Smith OSS, the secret s of America s first CIA, Ber eley, Univ. of California Press, 1972. Nuevo e imp ortante testimonio de Ramón Garriga en Las relaciones entre Franco e Hitler. Insup

erable análisis sobre Franco y los judíos en L. Suárez, España, Franco..., op.cit. Cfr. mi libro El tercer Templo, Barcelona, Planeta, 1992. Sobre el polémico libro de Pío Baroja Comunistas, judíos y demás ralea, incluyo las referencias bibiográficas y el anál isis de la edición en el texto. Sobre el general Varela ver José María Pemán, Un soldado en la Historia, 1954. Un testimonio fundamental, desconocido (aunque lo citen) por los fundamemtalstas del antifranquismo es W.L. Beaulac, Franco, secret ally in World war II, Southern Illinois Univ. Press, 1986. El trasfondo comunista de la alta Administración USA en tiempo de Roosevelt en Whita er Chambers, Witness, N ueva Yor , Random House, 1952, libro jamás traducido en España. Documentos carlstas en Manuel de Santa Cruz, Apuntes y documentos para la historia del tradicionalis mo español, Madrid. Actividades de Santiago Carrillo y el PCE en la postguerra, cf r. mi libro citado Carrillo miente. Actividades del maquis y resistencia española en F. Aguado, El maquis en España, Madrid, San Martín, 1978. Mascarada de Charles Fo ltz en Masquerade ín Spain Boston, Houghton, 1948. Contexto intrnacional en J. Dur oselle, Histoire diplomatique de 1919 ¿ nos jours, Paris, Dalloz, 1974. Pastorales de don Enrique Pla y Deniel en el Boletín Oficial del arzobispado de Toledo, 1945 . 17. - Fuentes específicas para el capítulo 11 (1945-1955) En espera del cuarto tomo del profesor Luis Suárez en Actas tenemos en cuenta l os correspondientes a la postguerra mundial en su serie de la Fundación Francisco Franco. En este capítulo es muy importante la actuación de don Juan de Borbón y su rel ación variable con Franco que se refleja documentalmente en mi libro Don Juan de B orbón, tantas veces citado. Desde una perspectiva juanista y radicalmente antifran quista véase Luis María Anson, Don Juan Barcelona, Plaza y Janés, 1994 que contiene te stimonios y perspectivas interesantes enmarcadas en prejuicios infundados sobre las figuras de Franco y Sainz Rodríguez, además de presentamos a don Juan como un ej emplo de coherencia que sólo existe en la fecunda imaginación de Anson, cuyo odio a Franco jamás pensé que fuera tan profundo. El contexto exterior se basa en los datos de Michel Mourre 25 ans d histoire universelle, París, Ed. Universitaires, 1971. So bre la depuración en Francia ver Robert Aron, Histoire de l épuration Paris, Fayard, 1 967. Empieza ya a ser esencial el libro de López Rodó, La larga marcha hacia la Mona rquía, Barcelona, Noguer, 1970. impescindible ya desde el capítulo anterior..Los lib ros de Doussinague, Proctor y Sancho González, tan citados en el capítulo anterior, mantienen su vigencia en éste. Especialmente importante el libro de Javier Rubio, también citado. Para el trasfondo económico ver El Banco de España, una historia económi ca, Madrid, Banco de España, 1970. Es fundamental Max Gallo, Histoire de l Espagne f ranquiste, ya citada. Para la lucha contra el maquis mantiene su vigencia el lib ro de F. Aguado. Y para todo el capítulo la serie Foreign Relations of the U.S. pa ra cada año. Resulta especialmente importante el tomo correspondiente a 1947. Sobr e el Opus Dei ver mi libro Las Puertas del Infierno, op. cit. de 1995, extractad o por el portal AlltheWeb, el más completo del mundo en Internet y difundido así en lengua inglesa. Mi versión definitiva en Episodios históricos de España, vol. 8, Madri d, ARC, 1997. Para el proyecto de ley de Sucesión son válidas las fuentes anteriormente citadas y debe añadirse el estudio de J. Tomás Villarroya, El proyecto de ley de Sucesión en las Cortes españolas, separarta del libro Sanidad y cultura, Valencia, 1986. Fuent es especiales para el episodio (Carrero, Gil Robles, Sainz Rodríguez) en mi Don Ju an de Borbón. Llegada del Príncipe a España en mi artículo Cómo llegó don Juan Carlos al tro no, incluido en mi libro Misterios de la Historia, Barcelona, Planeta, 1982. Opiniones de Franco sobre la Masonería en J. Boor, Masonería, Madrid, 1952. Carta s episcopales de 1950 y 1951 en Documentos colectivos del Episcopado español, Madr id, BAC, 1974. Documentos del departamento de Estado en Foreign relations... op. cit, año 1949. Testamento de Martín Artajo en La política de aislamiento de España segu ida por las Naciones Unidas, Madrid, Publicaciones Españolas, 1950. Versión definiti va sobre el tesoro del Vita en Javier Rubio, La emigración... op. cit., 1, p. 140s . Análisis magistal de J. Velarde sobre el despegue en La decadencia económica de Es paña, Madrid, Tecnos, 1967. Negociaciones para el Concordsto en Quintín Aldea, Dicci

onario de Historia eclesiástica de España, Madrid, CSIC, 1972, entrada avalada por d on Alberto Martín Artajo. Versión hipercrítica de los acuerdos de Franco con los Estad os Unidos en Ángel Viñas, Los pactos secretos de Franco, Barcelona, Grijalbo, 1981 y con mayor equilibrio en E. Chamorro e 1. Fontes, Las bases norteamericanas en E spaña, Barcelona, Euros, 1976. 18. - Fuentes específicas para el capítulo 12 (1956-1969) La rebelión en la Universidad en mi libro Historia del franquismo, II, Barcelon a, Planeta, 1978. Testimonio de Dionisio Ridruejo en Casi unas memorias, op. cit . y de Jorge Semprún en Autobiografía de Federico Sánchez Barcelona, Planeta, 1977 (Pr emio Planeta de ese año). Citas sobre artículos de prensa en las notas al texto. Opi niones de Franco en los dos citados libros de Franco Salgado. Fundamental para e ste capítulo el libro citado de López Rodó La larga marcha hacia la Monarquía. Planteami ento económico de 1957 en la citada obra El Banco de España, una historia económica. S obre el Valle de los Caídos ver la historia crftica de Daniel Sueiro La verdadera historia del Valle de los Caídos, Madrid, Sedmay, 1977. La Fundación Franco ha edita do una obra muy documentada sobre el mismo tema. Esta fase de las relaciones Fra nco-don Juan en mi libro Don Juan de Borbón, tantas veces citado. Agresión en África o ccidental en el citado Franco militar de Rafael Casas de la Vea. Sobre las actividades y deformaciones históricas de Carrillo ver mi citado libr o Carrillo miente, especialmente interesante para la aproximación de un sector de la Iglesia y el PCE. Estudios universitarios y formación de la mentalidad política d el Príncipe en Pilar y Alfonso Fernández-Miranda, Lo que el Rey me ha pedido, Barcel ona, Plaza y Janés, 1995. El trabajo fundamental para el impulso de don Juan Carlo s 1 a la nueva situación se describe en la documentada y pondertada memoria del pr ofesor V. Palacio Atad para su ingreso en la Real Academia de la Historia, Juan Carlos 1 y el advenimiento de la democracia, Madrid, RAH, 1988. Antecedentes polít icos de Luis María Anson en su libro La Hora de la Monarquía, Zaragoza, Círculo, 1958. Las fuentes para el contexto conciliar de España se enumeran en el primer epígrafe de este capítulo 12. El accidente de caza de Franco en 1961 en el marco de sus problemas de salud en la citada obra del doctor Julio Gonzalez Iglesias Los dientes de Franco. El d octor Ramón Soriano describe el accidente en La mano izquierda de Franco, Barcelon a, Planeta, 1981. Boda de los Príncipes en Atenas en mi Don Juan de Borbón, op. cit. Contubernio de Munich en mi Historia del franquismo, II, reportaje de Benjamín We lles Spain, the gentle anarchy, New Yor , Praeger, 1965. Visión exterior equilibra da sobre la economía española en Ch.W. Anderson, The political economy of Modern Spa in, Univ. of Wisconsin Press, 1970. Empieza aquí a resultar fundamental el libro d e Manuel Fraga Iribarne, Memoria breve de una vida públi ca, Barcelona, Planeta, 1980. Sobre los Planes de Desarrollo ver ante todo lo s textos oficiales, Plan de Desarrollo Económico y Social, 1964-1967 Madrid 1963; II Plan de Desarrollo Económico y Social, y Anexo, 1967. Hipercrítica de R. Tamames en España ante un segundo Plan de Desarrollo, Barcelona, Nova Terra, 1968. Mucho más equilibrado y completo es el segundo volumen de La España de los años setenta la ec onomía, dirigido por Juan Velarde (el conjunto de la obra por Manuel Fraga), Madri d, Moneda y Crédito, 1974. Obra valiosísima, en el conjunto de sus tres volúmenes, par a comprender la situación y las perspectivas de España a mediados de los años setenta, cuando ya se iniciaba la transición. Tercer Plan en BOE, 1971. Muy importante H. Paris Eguilaz, 50 años de economía española, 1981. 19. - Fuentes específicas para el capítulo 13 (1969-1975) Sobre todo este período final de Franco son imprescindibles el libro citado de M. Fraga Memoria breve.., y el de L. López Rodó, La larga marcha... Sobre MATESA ver E. Alvarez Puga, Matesa, más allá del escándalo, Barcelona, Dopesa, 1974 y Mariano Na varro Rubio El caso Matesa, Madrid, Dossat, 1969. Interesantes los comentarios d e Franco al final de las Conversaciones de Franco Salgado.

Sobre el proceso contra ETA ver mi citada Historia del franquismo vol. II con indicación de todas las fuentes. Relación de ETA con los comunistas ver mi libro ci tado Carrillo miente. Sobre la Iglesia española y de Roma en relación con la España de Franco ver mis libros Las Puertas del Infierno y La Hoz y la Cruz, de Editorial Fénix, 1995 y 1996. Esencial para el planteamiento de la transición española el testi monio del general Vernon Walters en Misiones discretas, Barcelona, Planeta, 1978 . Testimonios personales de don Juan Carlos al autor en 1972 y de don Alfonso d e Borbón Dampierre durante el último año que precedió a su muerte. Sobre el asesinato de Carrero ver mi libro ¿Dónde está el sumario de Carrero Blanco? Madrid, ARC, 1996 vol. 7.Sobre la presidencia de Carrero y su final ver L. López Rodó Memorias III, Barcel ona, Plaza y Janés, 1992. La serie de estas memorias de López Rodó es fundamental conj untamente con su gran testimonio citado, La larga marcha hacia la Monarquía. Esenc ial el libro de Lidia Falcón, Viernes y trece en la calle del Correo, Barcelona, P laneta, 1981. El nada fiable relato de ETA en Julen Agirre (Eva Forest) Operación ogro, Hendaya, Mugalde, 1974. Fundamental la reconstrucción de Ismael Fuente et al . Golpe mortal, Madrid, El País, 1984 (tercera ed.). Cfr. Max Gallo y Régis Debray, Mañana España, entrevista con Santiago Carrillo, París, Ebro, 1975. Sobre ETA Gurutz Jáu regui, Ideología y estrategia política de ETA, Madrid, Siglo XXI, 1981; José María Garme ndia, Historia de ETA dos vols. San Sebastián, Haranburu, 1975. Joaquín Bardavío, La c risis, Madrid, 1974. Manuel Campo Vidal, op. cit. en el texto, Barcelona, ArgosVergara, 1983. Para la agonía y la muerte de Franco ver Julio Gonzalez Iglesias, Los dientes d e Franco, op. cit., con cita de las fuentes médicas. Vicente Gil, Cuarenta años junt o a Franco, Barcelona, Planeta, 1981. J. de las Heras y J. Villarín, El año Arias, M adrid, Sedmay, 1975.Actitud de la Iglesia en mi libro citado La Hoz y la Cruz. V icente Pozuelo, Los últimos 476 días de Franco, Barcelona, Planeta, 1980. José Luis Gr anados 1975, el año de la instauración, Madrid, Tebas, 1977. Opiniones contemporáneas del autor en Crónicas de la transición, Barcelona, Planeta, 1975. Confesiones del Re y a Vilallonga, en el libro de éste, El Rey, Barcelona, Plaza y Janés, 1993.. Cfr. F ernando Vizcaíno Casas 1975, el año en que Franco murió en la cama, Barcelona, Planeta . Javier Figuero y Luis Herrero, La muerte de Franco jamás contada, Barcelona, Pla neta, 1985. Esencial Dr. M. Hidalgo Huerta, Cómo y por qué operé a Francisco Franco, M adrid, Aguilar, 1976. Para la crisis del Sahara R. Casas de la Vega, Franco mili tar, op. cit y los estudios de don Antonio Carro y el problema de los fosfatos q ue se citan en el texto. Índice onomástico A Abadal, Ramón de Abárzuza, almirante Felipe Abetz, Otto Acedo Colunga, Felipe Acheson, Dean Adenaurer, Konrad Aguilera y Egea, general Francisco Aguirre, José Antonio de Agustí, Ignacio Aizpuru, general Luis Alarcón de la Lastra, Luis Alarcón, Pedro Antonio de Alba, duque de 548, 550, 58

Alba, Santiago Albornoz, Alvaro de Alcalá Zamora, Niceto Aldea, Quintín Aldecoa, Ignacio Alfaro Polanco, José María Alfau, general Felipe Alfonso XII Algora, Abelardo Alia Medina, Manuel Allende y García Baxter, Tomás Allendesalazar, Manuel Allué Salvador, Miguel Alonso Olea, Manuel Alonso Vega, Camilo Alonso, Dámaso Alonso, José Ramón Altares, Pedro Alvarez Coque de Blas, Aureliano Alvarez de Estrada, Luis Alvarez de Miranda, Fernando Alvarez de Toledo, Alfonso Alvarez del Vayo, Julio Alvarez Ossorio, Fernando Alvarez, Basilio Alvarez, Melquíades Amadeo 1 Amador, Franco, Enrique Ampuero y Gandarias, Casilda Anes, Gonzalo Ansaldo, Juan Antonio Anson, Luis María Antonescu, Ion Antoniutti, cardenal Ildebrando Aosta, duque de Arana Goiri, Sabino Aranda Mata, general Antonio Aranguren, José Luis López Araquistáin, Luis Arauz de Robles, Santiago Arburúa de la Miyar, Manuel Arce, cardenal Areán, Carlos Areilza, José María de Arellano, Luis Argillo, conde de Argüelles, Manuel Arias Navarro, Carlos Arias Salgado, Gabriel Arias Salgado, Rafael Anón, duque de Arlegui, general Miguel Armero, José M.

Armour, Norman Arrarás Iribarren, Joaquín Arrese, José Luis Arrillaga, José Ignacio de Arrupe y Gondra, Pedro, SJ. Artola, Miguel Arzalluz, Javier Asensiio Cabanillas, general Carlos Asensio Torrado, José Asín Palacios, Miguel Astrana Marín, Luis Atlee, Clement Audisio, Walter Auger, Sebastián Aunós, Eduardo Avi, Haim Ayala, Ángel, SJ. Aza, Vital Azaña Díaz, Manuel Aznar Zubigaray, Manuel Aznar, José María Aznar, Juan Bautista Azorín (José Martínez Ruiz) B Badoglio, mariscal Pietro Bahamonde de Franco, Pilar Bahamonde, general Ladislao Bahamontes, Federico Martín Balboa, Benjamín Balduino, Rey de los belgas Balmes, general Amado Balmes, Jaime Baón, Rogelio Barba, Bartolomé Bárcenas, Domingo de las Barea, Arturo Baroja, Pío Barrera de Inimo, Antonio Barrera y Lujando, general Emilio Barrón Ortiz, general Fernando Barros de Lis, Jesús Barroso Sánchez Guerra, general Antonio Bartomeu, general Maximiano Bastico, general Ettore Batet, general Domingo Batllori, Miquel Baudoin, ministro Baviera, infante Luis de Bayo, Alberto Beaulac, Willard L.

Beaverbroo , lord Bebb, capitán W.H. Beigbeder Atienza, coronel Juan Beladíez, Emilio Bellod, Juan José Benavente, Jacinto Benedíto Vives, Manuel Beneyto, Juan Benítez, Manuel, El Cordobés Benjumea, Joaquín Benjumea, Rafael de Bennasar, Bartolomé Beñarán, José Miguel, (Argala) Beorlegui., comandante Alejandro Beran, cardenal Josef Berenguer Fusté, Dámaso Berenguer, general Federico Berlinguen, Ennico Besteiro, Julián Bevin, Ernest Bidault, Georges Bilbao Eguía, Esteban < ~ Bizcarnondo, Marta Blanco Escolá, coronel Carlos , , . , < Blanco Tobío, Manuel Blum, León Boado, capitán de fragata Carlos Boix y Roig, gobernador Bolín, Luis , Bolloten, Bunnett Bonnet, Georges Bonsal, Philip Borbón Dampierre, Alfonso , Borbón Parma, Javier Borbón y Battenberg, Juan de , , , , , , , , , Borbón, Jaime de , Borbón, Juan Carlos de , , ~ , ~ , , S , S , , ( , < Borbón-Dos Sicilias, infante Carlos de

Borbón-Parma, Hugo de Borges, Jorge Luis Borrajo, Efrén Borrás Betniu, Rafael Boyer Salvador, Miguel Brauchtisch, mariscal Walter von Braun, Eva Bneznef, Leónidas Broseta, Manuel Bueno, Guy Bueno Vallejo, Antonio Bugallal, conde de Bugeda, Jerónimo Bundic , Charles Bungess, Guy Bunguete, general Ricardo Burilo, comandante Ricardo, Butlen, R.A., C Cabanas, Marcelino Cabanellas Ferren, general Miguel , , Cabanillas Gallas, Pío Cacho Zabalza, Antonio, Caetano, Marcelo, Calleja, Juan Luis Callejo, Eduardo Calviño de Sabucedo, Mariano Calvo Senen, Rafael , , Calvo Sotelo, Joaquín Calvo Sotelo, José Calvo Sotelo, Leopoldo, Calzada, Luciano de la Camacho, Marcelino Cambó,Fnancisco Camón Aznar, José Camping Aura, general Miguel Campmany, Jaime Camuñas Solís, Ignacio Canalejas, José Canaris, almirante Wilhelm Canning, Gordon Cano López, Dionisio Cantarero del Castillo, Manuel Cañadas, Gabriel Capaz, general Oswaldo Carande, Ramón Caraquemada Cárcel Ortí, Vicente Carceller, Demetrio , Cárdenas, Juan Francisco de Carlos III Carlos IV, Caro Baroja, Julio Carrasco Formiguera, Manuel

Carrero Blanco, almirante Luis , , , , , , Carrillo Solares, Santiago , Carro,Antonio , Carvajal y Urquijo, Jaime Casado García, José Casado, Segismundo, general, Casanellas, Ramón Casanueva, Cándido Casares Quiroga, Santiago Casares, Francisco Casas de la Vega, Rafael Castañón de Mena, general Juan, Castejón, general Antonio Castellano, Pablo, Castelló, general Luis Castiella, Femando María , , Castillo, teniente José Castro Fariñas, Ernesto Castro Girona, general Alberto Castro Villacañas, Antonio Castro, Américo Castro, Federico de Castro, Fidel, Cavalcanti de Alburquerque, gral. José Cavanillas Prósper, Rafael Cavero, Iñigo, Cavestany, Juan Antonio Cavestany, Rafael Ceaucescu, Nicolae, Cebrián, Juan Luis , Cela, Camilo José, Cerezo, Ricardo Cerón Ayuso, José Luis Cerrolaza, Alfredo Cervera Valderrama, almirante Juan, Cervera y Topete, Pascual Chamberlain, Neville Chambers, Whitta er Chávez, senador Chiang Kai Che Chozas, Antonio, Churchill, Winston , , , Cicognani, monseñor Gaetano

Cierva Codorníu, Juan de la Cierva Codorníu, Ricardo de la Cierva y Peñafiel, Juan de la , Cisneros, Gabriel Claret, san Antonio María Clausewitz, Carl von Colodny, Robert G. Colvin, lan, Comellas Coimbra, Manuel Comín Colomer, Eduardo Companys y Jover, Luis , Conde, Javier Condes, capitán Femando, Connally, almirante Richard A. Connally, senador Tom Connelly Ullman, Joan Conte, Rafael Cordero Torres, José María Cordón, general Antonio Cornejo, almirante Honorio Corrochano, Gregorio Cortina Mauri, Pedro, Cossío, Francisco de Cot, Pierre Cristina, infanta Crozier, Brian, Cruz Salido, Francisco Cuenca, Victoriano Cuervo, Carlos Cunqueiro, Alvaro, D D Ors, Eugenio, Dadaglio, monseñor Luigi Dahms, Helmut G., Daladier, Édouard, Danvila, Julio Darlan, almirante François, Dato Iradier, Eduardo Dávila Arrondo, general Fidel , , Dávila Jalón, Valentín, De Miguel, Amando Degras, Jane Degrelle, León, del Campo, Salustiano Delgado Serrano, general Francisco Delgado y Hernández de Tejada, José Delgado, Humberto Delibes, Miguel Deniau, embajador J.F., Despujol. Ignacio, Detwiler,Donald . Dewey, comodoro George, Díaz de Villegas, general José, Díaz Giles, Fernando Díaz Moreno, José María, SJ. Diec hoff, embajador Hans von, Diego, Gerardo

Díez Alegría, general Manuel Díez del Corral, Luis Díez Picazo, Luis, Dimitrov, Georgi, Doenitz, almirante Karl, Dolla Lahoz, general Ángel, Domínguez Muñoz, Juan, Domínguez Ortiz, Antonio Donovan, general William, Doussinague, José María Doval, Lisardo, Downes, Donald Duclos, Jacques Duff, Charles Du e, Angier Biddle Dunn, James Clement Durán, Gustavo, E Eccles, sir David Echagüe, general Ramón Echeverría, Luis Eden,Anthony Eijo y Garay, monseñor Leopoldo, , Einstein, Albert, Eisenhower, Dwight D. , , El Raisuni, Elena , infanta Ellender, senador Elola, José Antonio Elorriaga, Gabriel , Elorza, Antonio, Entrambasaguas, Joaquín de Epeldegui, Tomás Escandell, Bartolomé Escarré, dom. Aurelio María Escofet Alsina, Federico Escrivá de Balaguer, beato J.M. , , Escudero Rueda, procurador Espinosa de los Mointeros, Alvaro, Espinosa de los Monteros, Ignacio, , Espinosa San Martín, Juan José, Esteban Infantes, Emilio, F Facerias Fal Conde, Manuel , Falcó, Fernando Falcón, Lidia , Falla, Manuel de, Fallaci,Oriana Fanjul Goñi, Joaquín Fermi, Enrico Fernández Almagro, Melchor

Fernández Carvajal, Rodrigo Fernández Cordón, Emiliano , Fernández Cuesta, Raimundo Fernández Fernández Fernández Fernández Fernández

de Castro, Ignacio de la Mora, Gonzalo Flórez, Wenceslao, Ladreda, José María, Miranda, Torcuato ,

Fernández Ordóñez, Francisco, Fernández Pérez, general Emilio , Fernández Santander, Carlos, Fernández Silvestre, general Manuel , Fernández Villabrille, general Manuel Fernández y Gil de Terradillos J. Fernando VII Ferrer Guardia, Francisco Figueroa, Alfonso (duque de Tovar) Foltz, Charles, Fontán Lobé, Jesús, Fontanar, conde de Ford, Gerald, Forest, Eva Foxá, Agustín de, Foxá, Jaime de Fraga Iribarne, Manuel ,

, , Fraile Franco Franco Franco

Clivillés, Bahamonde, Bahamonde, Bahamonde,

Manuel Fco. passim Nicolás, Ramón

Franco Polo, Carmen, duquesa de Franco Franco Salgado, Francisco , , Franco Salgado-A, Nicolás s, Fuchs, Klaus Fuente, Licinio de la Fuentes Quintana, Enrique, Fuentes y Gómez de Salazar, Eduardo Fueyo Alvarez, Jesús, Fusi, Juan Pablo G Gabarda, Dr. Luis, Gaceo, Vicente Gala, Antonio Galán, capitán Fermín Galarza Gago, Ángel

,

,

Galarza Morante, coronel Valentín Galera Paniagua, general Alfredo, Gallego Burín, Antonio Gállego, Vicente Gallo, Max, , Galvao, capitán Gamazo, conde de Gámbara, general Gastone Gamelin, general Maurice, Gamero del Castillo, Pedro , Gámez, Celia Gámir Ulibarri, general Mariano Garaizábal, doctor, García Aldave, general José García de Pablos, Antonio García de Pruneda, Salvador, García Escámez, general Francisco, García Escudero, José María , García García García García García García García García García García García García García García García García García García , García

Gómez, Emilio, Gutiérrez, José Hernández, Ángel, López, Antonio Moncó, Faustino Morato, Joaquín Moreno, coronel José Morente, Manuel Nieto, José Pallasar, general Joaquín Parrado, cardenal Polavieja, Camilo Prieto, Manuel , Sáez, Miguel Serrano, Rafael, Trevijano, Antonio, Valdecasas, Alfonso , Valiño, general Rafael Valiño, Rafael ,

García, coronel Segundo García, Cristino , Garnica, Pablo de Garriga, Ramón Garrigues y Diaz Cañabate, Antonio , Garrigues y Díaz Cañabate, Joaquín Gasperi, Alcide de Gasset, Eduardo, Gaulle, Charles de Gavilán y Ponce de León, general José R., Gazapo, Darío Gibson, lan

Gich, Juan Gil Robles, José María , , , ,

,

Gil Yuste, general Germán, Gil, coronel Rodrigo Gil, doctor Vicente , Giménez Arnau, Enrique Giménez Fernández, Manuel, Giral, José, Giraud, general , Girón de Velasco, José Antonio ,

Gironella, José María , Goded Llopis, general Manuel , , , Goebbels, Joseph Paul , Goering, mariscal Hermann , Goicoechea, Alejandro, Goicoechea, Antonio , Goldberg, Arthur Goldwater, Barry Gomá y Tomás, cardenal Isidro , Gómez Gómez Gómez Gómez , Gómez Gómez Gómez

Acebo, José Luis, SJ. Aparicio, Pedro de Llano, Francisco Jordana, general Francisco , Llorente, Luis Mantilla, José María Morato, general Agustín,

Gómez Torres, Alfonso Gómez Ulla, Mariano Gómez, Trifón , González Carrasco, general ManuellOO , González Gallarza, general Eduardo González Iglesias, Julio , González Márquez, Felipe

González Martín, cardenal Marcelo González Mata, González Oliveros, Wenceslao González Peña, Ramón González Peral, Tte. Coronel , González Seara, Luis González Tablas y García Herreros, Fco., González Ubieta, Luis González Vicén, Luis González, Valentín, El, Goñi, Auxilio, procurador Gordón Ordás, Félix Gotarredona, Manuel Gouin, Felix Goyoaga, procurador Grandi, Dino Granell, Amado Grimau, Julián, Gromy o, Andrei , Guarner, Vicente Guderian, general Heinz Guerra Campos, monseñor José, Guerra, Alfonso Gullino, Cesare, Gurney, Chan Gutiérrez Cano, Joaquín Gutiérrez Mellado, Manuel, Gutiérrez Solana, José H Haile Selassie Halcón, Manuel Halder, general Franz Halffter, Cristóbal Halffter, Ernesto Halifax, lord Hallier, almirante Halstead, C.R. Hassan II de Mrruecos Hayes, Carlton J.H. Hearst, W.R. Hemingway, Ernest Hermoso, Eugenio Hernández Bravo, Jorge Hernández Rivadulla, Virgilio Hernández Sánchez Barba, Antonio Hernández Saravia, general Juan Herráiz, Ismael Herrera Oria, cardenal Ángel Herrera Oria, Francisco Herrera, León Herrero Tejedor, Fernando Herrero, Luis Hess, Rudolf Hidalgo Huerta, Manuel Hidalgo, Diego Hill, Robert Hillers, Sigfrido Hillgarth, J.N.

Hills, George Himmler, Heinrich Hindenburg, mariscal Paul von Hiss, Alger Hitler, Adolfo Ho Chi Minh Hoare, sir Samuel Hohenlohe, Max de Hop ins, Harry Howson, Gerald Hughes, Emmet Hull, Cordell Huntley, Thomas Hussein, rey de Jordania 1 Ibáñez Martín, José 390, 568 8O~ Ibárruri, Dolores, la Pasionaria Icaza, Carmen de Iglesias, Pablo Infantado, duque del Iniesta Cano, general Carlos Irurita, monseñor Manuel Isabel II15, 23, 28, 57, Iturmendi, Antonio Iveas Serna, Dr. Juan José J Jac son, Gabriel Jardiel Poncela, Enrique Jato, David Jáudenes, Luis Jen e, ayudante de Canaris Jeriro, Ahmed el Jerrold, Douglas Jiménez de Asúa, Luis Jiménez Losantos, Federico Jiménez Lozano, José Jiménez Quflez, Manuel Jiménez, Juan Ramón Jodl, general Alfred John, Otto Johnson, Louis Jordana de Pozas, Luis Jover, José María Juan Pablo II Juan XXIII, beato Juliá, Santos Jurado Barrio, Ezequiel K Keitel, mariscal Wilhelm Kennan, George F. Kennedy, John Fitzgerald

Kennedy, Joseph Patric Kerens i, Ale sandr Feodorovitch Kindelán Duany, general Alfredo Kissinger, Henry Knoblaugh, H. Edward Koniev, general Ivan 5. Kramer, coronel agregado Krivoshein, 5. Krugger, general L Lacalle Larraga, José Laforet, Carmen Laín Entralgo, Pedro Lamata, Pedro Lange, Oscar Laorden Miracle, Ernesto Lara Hernández, José Manuel Lara i, Ahmed Largo Caballero, Francisco Larraz, José Las i, Harold Laurel, José Laurentiev, Anatoly Laval, Pierre Lavilla Alsina, Landelino Lawrence coronel Thomas Edward Layret, Francisco Lazar, Hans Leal Maldonado, José Luis Leclerc, general (de Hauteclocque) Leeb, general Wilhelm von Lenin, Vladimir Ilich Ulianov León, Ricardo Leopoldo de Bélgica Lequerica, José Félix de Lequio, embajador conde Francesco Lera de Isla, Ángel Lerroux, Alejandro Lie, Trygve Liniers Muguiro, Juan Linz, profesor Juan Lipschitz, rabino Chaim Lipset, Seymour Líster, Enrique Llaneza Zapico, Manuel Llanos, José María de, SJ. Llopis, Rodolfo Llorca Vilaplana, Carmen Lodge, John Davis Lojendio, Luis María

Long. López López López López López

Georgia Bravo, Gregorio de Fez, Ángel Ibor, José Medel, Jesús Ochoa, general Eduardo

López Oliván, embajador Julio López Otero, Modesto López Rodó, Laureano López Valencia, general López, Alfredo Lora Tamayo, Manuel Lorente Sanz, José Lorenzo Salgado, Luis Lorenzo, Pedro de Loring, Teresa Luca de Tena, Cayetano Luca de Tena, Juan Ignacio Luca de Tena, Torcuato Lucia, Luis Lucientes, Francisco Luna, Antonio de Lyautey, Hubert, residente de Francia M MacArthur, general Douglas Macaya, Juan José Machado, Antonio Maciá, Francisco Mac enzie, David MacKinley, William Maclean, Donald Madariaga, Salvador de Maestro, Ángel Maeztu, Ramiro de Magaz almirante Antonio Maglione, cardenal Luigi Mahan, Alfred Maíz, Félix B. Malinovs i, mariscal Rodion Mallet, sir Ivo Mangada Rosernorn, Julio Manolete (Manuel Rodríguez) Manuel II de Portugal Manuils y, Dimitri Manzanas, Melitón Mao Tse Tung Marañón Posadillo, Gregorio Maravall, José Antonio March Ordinas, Juan María Cristina de Austria Marías, Julián

Marina Vega, general José Márquez, coronel Benito Marquina, Eduardo Marshall, general George C. Martín Alonso, Pablo Martín Artajo, Alberto Martín Blázquez, José Martín Moreno, general Francisco Martín Rubio, Ángel David Martín Villa, Rodolfo Martín, Isidoro Martínez Anido, general Severiano Martínez Bande, J.M. Martínez Barrio, Diego Martínez Martínez Martínez Martínez Martínez

Berasain, José Cabrera, general Toribio Cuadrado, Miguel de Bedoya, Javier de Campos, Carlos

Martínez Esteruelas, Cruz Martínez Fuset, Lorenzo Martínez Monje, general Fernando Marty, André Marx, Carlos Marzo, general Manuel Masary , Jan Mateu, Miguel Matéu, Pedro Matos, Leopoldo Maura Gamazo, Miguel Maura Montaner. Antonio Mayalde, conde de (José Finat) Mazin, Max McCarthy, senador Joseph Medina, Elena Meer, Carlos de Mendizábal, Eustaquio Mendo, Carlos Menéndez Pidal, Ramón Menéndez, Arturo Menéndez, Teodomiro Menzies, sir Stewart Mera, Cipriano Merino, Gerardo Salvador Miaja Menant, general Mihura, Miguel Mije, Antonio Miláns del Bosh, general Joaquín Millán Astray, general José Millán Puelles, Antonio Mindszenty, cardenal Josef Miquelarena, Jacinto Mizzian, Miohamed el

Moa, Pío Modesto Guilloto, Juan Moelders, aviador Mohamed V Mola Vidal, general Emilio Molero Lobo, general Nicolás Molotov. V.M. Molt e, embajador von Monasterio, general José Montaner coronel Federico Montero, monseñor Antonio Montes, Eugenio Montgomery, Bernard Law Montgomery, mariscal Bernard L. Mora Figueroa, Manuel Mora y Aragón, Fabiola Moral, José María del Morales Oliver, Luis Morales, Rafael Morán, Fernando Morcillo, arzobispo Casimiro Moreno de Alborán, Fernando y Salvador Moreno Fernández, almirante Francisco Moreno Fernández, Salvador Moreno Nieto, Luis Moreno, María Angustias Moret, Segismundo Moriones Larraga, general Domingo Moscardó Ituarte, general José Múgica Herzog, Enrique Muley Hafid, sultán Muñoz Aguilar, Julio Muñoz Cabezón, Carlos Muñoz Grandes, general Agustín Muñoz GUi, comandante Mussolini, Benito N Nagore Muñoz, Javier Narváez, Luisa, duquesa de Valencia Navarro Rubio, Mariano Navarro y Ceballos-Escalera, general F. Negrín. doctor Juan Nicolau, Leopoldo Niedergang, Marcel Nieto Antúnez, Pedro Nieto, Gratiniano Nin, Andrés Nixon, Richard Milhous

Nombela Tomasich, Antonio Núñez de Prado, Miguel O O Donnell, general Leopoldo Obrador, doctor Sixto Oliveira Salazar, Antonio de Oliveira, Mauricio de Ollero, Carlos Onganía, general Juan Carlos Orad de la Torre, Urbano Orduña, Juan de Oreja Aguirre, Marcelino Orgaz Yoldi, general Luis Oriol y Urquijo, Antonio Oriol, José María de Orleans, infante Alfonso de Ortega y Gasset, José Ortiz Muñoz, Luis Orwell, George (Eric Blair) Osorio y Gallardo, Ángel Osorio, Alfonso P Pablo VI Pabón y Suárez de Urbina, Jesús Padilla Satrústegui, Ramón Palacio Atard, Vicente Palacios, capitán Teodoro Palencia, Benjamín Palme, Olof Palomino, Ángel Pan de Soraluce, José Pareja Aycuens, coronel Luis Paris Eguilaz, Higinio Paso, Alfonso Patton, general George 5. Patxot, coronel Francisco Pavlov, general Dimitri Payne,Stanley G. Pedro II de Yugoslavia Pegler, Wetsbroo Peire, Tomás Pela Boeuf, Alfonso Pemán y Pemartín, José María Pereda, Julián, SJ. Peretti della Roca, conde de Pérez de Ayala, Ramón Pérez Pérez Pérez Pérez

de Tudela, Juan de Urbel, fray Justo Embid, Florentino González, Blas

Pérez Mateos, Juan Antonio Perón, Juan Domingo Pestaña, Ángel Petacci, Claretta Pétain, mariscal Philippe Piazzoni, general Sandro Picasso González, general Juan Picasso, Pablo Piga, Bonifacio Pimentel, coronel Pedro Pinay, Antoine Piniés, Jaime de Pinilla, Carlos Pinochet Ugarte, general Augusto PíoXI PíoXII Play Deniel, cardenal Enrique Planell, Joaquín Plenn, Abel Poincaré, Raymond Polanco, Jesús Polo de Franco,Carmen Polo, Zita Pomar, Arturo Pommier, Edouard Ponte Anido, Antonio Ponte y Manso de Zúñiga, general M. Ponte, Galo Porcioles, alcalde de Barcelona Portela Valladares, Manuel Portillo, Alvaro del Powers, Gary Pozas Perea, general Sebastián Pozuelo Escudero, Vicente Prada, coronel Adolfo Pradera, Javier Pradera, Víctor Prado y Colón de Carvajal, Manuel Prados Arrane, Jesús Preston, Paul Prieto Bances, Ramón Prieto. Indalecio Primo de Rivera, Fernando Primo de Rivera, general Miguel Primo de Rivera, José Antonio Primo de Rivera, Pilar Proctor, Raymond Propper de Callejón, embajador Puente Bahamonde, Ricardo de la Pugdendola Ponce de León, Ildefonso Pujol, Jordi Pulitzer, Joseph

Q Quaroni, Pietro Queipo de Llano, general Gonzalo Quiroga, Elena Quirós Rodríguez, Carlos R Rada, Pablo Raeder, almirante Erich Ramos Oliveira, Antonio Ramos, Demetrio Redondo, Onésimo Regalado, almirante Francisco Reguera, Andrés Rein Segura, Carlos Rey d Harcourt, coronel Domingo Ribbentrop, Joachim von Riber, Lorenzo Riberi, monseñor Antonio Richthofen, barón Wolfram von Ric over, Hyman Ridruejo, Dionisio Riestra, Antón Rincón, Luciano Ríos Urruti, Fernando de los Riquelme, general José Riquer, Martín de Rito, José Ramón Rivas Cherif, Cipriano Rivas, Natalio Roatta, general Mario Robert, Antonio Robles Piquer, Carlos Roca Junyent, Miguel Rodezno, conde de Rodrigo, coronel Miguel Rodrigo, Joaquín Rodríguez Aragón, Mario Rodríguez Casado, Vicente Rodríguez Castelao, Alfonso Rodríguez de Valcárcel, Alejandro Rodríguez del Barrio, general Ángel Rodríguez Soler, abogado Rodríguez y Díaz de Lecea, José Rojas Marcos, Alejandro Rojo, general Vicente Roldán y Díaz de Arcaya, Fernando Roldán, Santiago Romanones, conde de

Romeo Gorría, Jesús Romerales, general Manuel Romero Radigales, Sebastián Romero, Emilio Rommel, general Erwin Roosevelt, Eleanor Roosevelt, Fran lin Delano Ros, Samuel Rosenberg, Alfred Rosón, Juan Rostow, W.W. Royo-Villanova, Segismundo Rozalejo, marqués de Rubio García Mina, Javier Rubio García Mina, Jesús Rubio, Mariano Rueff, Jacques Ruiseñada, conde de (Claudio Güell) Ruiz de Alda, Julio Ruiz del Castillo, Carlos Ruiz Funes, Mariano Ruiz Gallardon, José María Ruiz Gijón, Guillermo Ruiz Iriarte, Víctor Ruiz, David Rumeu de Armas, Antonio Rundstedt, general Gerd von S Saborit, Andrés Sáenz de Buruaga y Polanco, Eduardo Sagasta, Práxedes Mateo Sainz de Robles, Federico Carlos Sainz Rodríguez, Pedro Sajonia-Coburgo, infanta Beatriz de Salas Larrazábal, Ángel Salas Larrazábal, general Ramón Salas Larrazábal, Jesús Salas Pombo. Diego Saliquet Zumeta, general Andrés Salmador, Víctor Salvador, Tomás San Martín, José Ignacio, coronel San Pedro Cea, coronel Sánchez Agesta, Luis Sánchez Albornoz, Claudio Sánchez Asiain, José Ángel Sánchez Bella, Alfredo

Sánchez Sánchez Sánchez Sánchez Sánchez

Covisa, Mariano de Muniain, José María de Toca, Joaquín Gijón, Antonio Guerra, José

Sánchez Mazas, Rafael Sánchez Plaza, tte. coronel Pedro Sánchez Román, Felipe Sánchez Silva, José María Sánchez Valiente, Gil Sánchez Ventura, José María Sánchez, Eleuterio, El Lute Sánchez, general Juan Bautista Sancho, capitán Alejandro Sandino, Antonio Sánez de Heredia, José Luis Sangróniz, José Antonio de Sanjurjo Sacanell, José Sanz Sanz Sanz Saro

Briz, Ángel de Larín, coronel Eugenio Orrio, Fermín Martín, general Leopoldo

Sastre, Alfonso Satrústegui, Joaquín Sbert, Antonio María Scalfaro, Oscar Luigi Schacht, Hjalmar Schmidt, Paul Schüller, Amador Schuman, Maurice Seco Serrano, Carlos Sediles Moreno, Salvador Segovia, Andrés Seguí Almuzara, Juan Seguí, Salvador Segura y Sáenz, cardenal Pedro Semprún, Jorge Sender, Ramón J. Serrano Orive, general Julián Serrano Suñer, Ramón Shafter, general William, R. Sherman, almirante Forrest Sigsbee, comandante Charles D. Silva Muñoz, Federico Silvela, Francisco Silvela, Luis S orzeny, Otto Sofia, Princesa y Reina de España Solana Madariaga, Luis Solans Lavedán, coronel Luis Solchaga, general José

Soler, Agatángelo Solimán el Jatabi Solís Ruiz, José Soriano, Rodrigo Sotomayor, duque de Sotomayor, Enrique Sousa Regoyos, general Federico Southworth, Herbert R. Spaa , Paul Henri Spellman, cardenal Francis Stalin, Josif Djugashvili5 Stepinac, cardenal Alois Stohrer, Eberhard von Strong, general Jorge Student, general Kurt Suanzes, Juan Antonio Suanzes, Saturnino Suárez Caso, Manuel Suárez Fernández, Luis Suárez González, Adolfo Suárez González, Fernando Suárez Verdeguer, Federico Sueiro, coronel Alvaro Suevos, Jesús T Taboada, José Luis Taft, senador Tagüeña Lacorte, Manuel Tamames, Ramón Tarancón, cardenal Vicente Enrique y Tardini, cardenal Domenico Tarradellas, José Tedeschini, monseñor Federico Tele i, conde Tena Artigas, Antonio Thatcher, Margaret Thomas, J. Parnell Thorez, Maurice Tierno Galván, Enrique Tito (Josip Broz) Tormo, Elías Torrado, Adolfo Torre Arredondo, Luis de la Torre, Julio de la Torre, Matilde de Torrente Ballester, Gonzalo Torres López, Manuel Torres, Abdejala Torres, Francisco Tortella, Gabriel Tovar, Antonio

Toynbee, Arnold Trevor-Roper, Hugh Trías Fargas, Ramón Trilla, Gabriel León Troncoso, coronel José María Truman, Harry Trythall, profesor J.W.D. Tuñón de Lara, Manuel Tusell, Javier U Udina Martorell, Federico Ullastres Calvo, Alberto Unamuno, Miguel de Urbano, Pilar Urcelay, almirante Uribe, Vicente Urquijo, marqueses de Urzaiz, Alvaro de Utrera Molina, José V Valbuena Prat, Ángel Valcázar Crespo, tte.cor. Luis Valdés Larrañaga, Manuel Valenzuela, coronel Rafael de Valiente, José María Valle, Adriano del Vallellano, conde de Varela Iglesias, general José Enrique Varela Parache, Manuel Vargas Llosa, Mario Vázquez de Mella, Juan Vázquez Leal, Marcos Vázquez Montalbán, Manuel Vegas Latapie, Eugenio Velarde Fuertes, Juan Ventosa Calvell, Juan Vicario, Manuel Vicens Vives, Jaime Víctor Manuel III Victoria Eugenia Vidal Beneyto, José Vidal de Barnola, Luis Alfonso Vidal y Barraquer, cardenal Francisco Vidal y Saura, Ginés Vidarte, J. Simeón Vierna, coronel José Vigón, Jorge Vigón, Juan

Vilá Reyes, Juan Vilallonga, José Luis de Villalba Riquelme, José Villanueva, Miguel Villar Palasí, José Luis Villarroya, Joaquín Tomás Villaverde, marqués de Villegas, general Rafael Viñas, Ángel Vivanco, Luis Felipe Vives y Vich, gemeral Pedro Vizcaíno Casas, Fernando Von Papen, Franz Vorónov, mariscal N. W Wais, Julio Waldheim, Kurt Walsh, William Thomas Walters, Vernon Warlimont, Walter Wavell, general Alexander Weddell, Alexander Welles, Benjamín Weygand, general Máxime Weyler, general Valeriano Wharton, Felipe, duque de Windsor, duque de Wolf, Milton X Xifra Heras, Jorge Ximénez de Sandoval, Felipe Y Yagüe Blanco, general Juan Yanguas Messía, José de Ynduráin, Francisco Yolif, almirante Ysart, Federico Yusuf, sultán de Marruecos Yzurdiaga, Fermín Z Zabaleta, Nicanor Zafra Valverde, José Zamanillo, José Luis Zamora Vicente, Alonso Zayas, Calos Zubiaur, Ángel Zubiri, Xavier Zugazagoitia, Julián Zu ov, mariscal Grigori

Zuloaga, Ignacio Zunzunegui, Juan Antonio Zurita Delgado, doctor Carlos