Foucault, Michel - El Enunciado y El Archivo

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Descripción: Foucault, Michel (1970). El enunciado y el archivo. En Foucault, Michel, La arqueología del saber (pp. 129-223), México, Siglo XXI. Índice: EL ENUNCIADO Y EL ARCHIVO I. DEFINIR EL ENUNCIADO El enunciado como unidad elemental del discurso Diferencias entre proposición, frase, acto de lenguaje y enunciado El enunciado: una función entre la proposición, la frase y el acto de lenguaje II. LA FUNCIÓN ENUNCIATIVA Cuatro condiciones de la función enunciativa El referencial como campo de emergencia de los objetos del enunciado La posición de sujeto en el enunciado El campo asociado del enunciado: la coexistencia enunciativa La materialidad del enunciado como base de su reinscripción y transcripción Campo de utilización de los enunciados III. LA DESCRIPCIÓN DE LOS ENUNCIADOS La descripción de los enunciados y el análisis de la formación discursiva De la actuación verbal al discurso: la formación discursiva como regla El análisis del nivel enunciativo del lenguaje: un análisis histórico El procedimiento: el enunciado en la localización de la formación discursiva Correspondencia entre las condiciones del nivel enunciativo y los elementos de la formación discursiva Proposiciones que guían el análisis de la función enunciativa hacia la localización de la formación discursiva IV. RAREZA, EXTERIORIDAD, ACUMULACIÓN Diferencias entre análisis del discurso y análisis de los enunciados y las formaciones discursivas Diferencias entre interpretar el sentido reprimido y analizar las leyes de rareza de los enunciados Exterioridad y campo enunciativo: dominio en el que se prefigura a un sujeto posible Las formas acumulativas del campo enunciativo: remanencia, aditividad y recurrencia Positividad: el modo de existencia particular de un conjunto de enunciados V. EL A PRIORI HISTÓRICO Y EL ARCHIVO El a priori histórico como regla que caracteriza la práctica discursiva El archivo como sistema que rige la aparición de los enunciados El sistema general de la formación y transformación de los enunciados La arqueología como descripción de la función enunciativa, de las formaciones discursivas y de los sistemas de archivos de los que dependen Resumen: EL ENUNCIADO Y EL ARCHIVO I. DEFINIR EL ENUNCIADO

En los capítulos anteriores se han multiplicado los sentidos de la palabra “discurso”: algunas veces aparece como dominio general de todos los enunciados; otras como grupo individualizable de enunciados; y también como práctica regulada que da cuenta de cierto número de enunciados. Se trata aquí de definir el enunciado, sea para hablar de una “población de enunciados” o para oponerlo a esos conjuntos que serían los “discursos”. El enunciado es un elemento último que no se puede descomponer, susceptible de ser aislado y capaz de entrar en un juego de relaciones con otros elementos semejantes a él. Es la unidad elemental del discurso. Los criterios que permiten definir la identidad de una proposición en un sentido lógico, no sirven para describir la unidad singular de un enunciado. Tampoco parece posible definir un enunciado por los caracteres gramaticales de la frase. Ni siquiera el acto de formulación, entendido como acto de habla, serviría ya para definir al enunciado. Por otra parte, los signos son formas que se imponen a los enunciados y que los rigen desde el interior. Si no hubiese enunciados, no existiría la lengua; pero ningún enunciado es indispensable para que exista la lengua. El enunciado no es una unidad del mismo género que la frase, la proposición o el acto de lenguaje; pero tampoco es una unidad como podría serlo un objeto material que tuviera sus límites y su independencia. El enunciado no es una estructura; es una función de existencia que pertenece en propiedad a los signos y a partir de la cual se puede decidir según qué reglas se suceden o se yuxtaponen, de qué son signo, y qué especie de acto se encuentra efectuado por su formulación. El enunciado es una función que cruza un dominio de estructuras y de unidades posibles y que las hace aparecer, con contenidos concretos, en el tiempo y en el espacio. II. LA FUNCIÓN ENUNCIATIVA Así, el enunciado no es igual a los elementos de una lengua, ni a su existencia material. Tiene un modo singular de existencia que se caracteriza por cuatro condiciones: a) Una serie de signos pasará a ser enunciad a condición de que tenga con “otra cosa”, una relación específica que la concierna a ella misma, y no a su causa, no a sus elementos. El enunciado no tiene la misma relación con lo que enuncia que el nombre con lo que designa o con lo que significa. Existe al margen de toda posibilidad de reaparecer y la relación que mantiene con lo que enuncia no es idéntica a un conjunto de reglas de utilización. Tampoco hay que confundir esta relación con aquella que se establece entre una proposición y su referente, pues la ausencia de referente es el correlato del enunciado; ni le es superponible la relación que establece una frase con su sentido. El correlato del enunciado es un conjunto de dominios en los que tales objetos pueden aparecer y en los que las relaciones mencionadas pueden ser asignadas. Un enunciado está ligado a un “referencial” que no está constituido por “cosas”, por “hechos”, por “realidades” o por “seres”, sino por leyes de posibilidad, reglas de existencia para los objetos que en él se encuentran nombrados, designados o descritos, para las relaciones que en él se encuentran afirmadas o negadas. El referencial del enunciado forma el lugar, la condición, el campo de emergencia, la instancia de diferenciación de los individuos o de los objetos, de los estados de cosas y de las relaciones puestas en juego por el enunciado mismo. La descripción de ese nivel enunciativo puede hacerse mediante el análisis de las relaciones entre el enunciado y los espacios de diferenciación en los que hace él mismo aparecer las diferencias.

b) Un enunciado se distingue por el hecho de mantener con un sujeto una relación determinada. Para que una serie de signos exista es preciso un “autor” o una instancia productora. Pero ese “autor” no es idéntico al sujeto del enunciado; y la relación de producción que mantiene con la formulación no es superponible a la relación que une el sujeto enunciante y lo que enuncia. La posición del sujeto está ligada a la existencia de una operación a la vez determinada y actual. El sujeto del enunciado es también el sujeto de la operación. El sujeto vincula por esa operación y por el enunciado en el que toma cuerpo, sus enunciados y sus operaciones futuras. Por lo tanto, no hay que concebir al sujeto del enunciado como idéntico al autor de la formulación. Describir un enunciado no consiste en analizar las relaciones entre el autor y lo que ha dicho, sino en determinar cuál es la posición que puede y debe ocupar todo individuo para ser su sujeto. c) La función enunciativa no puede ejercerse sin la existencia de un dominio asociado. El enunciado es más que un puro agregado de signos. Ese dominio es un conjunto que descansa sobre sus elementos, su encadenamiento y su distribución posibles. Por lo tanto, es preciso poner la función enunciativa en relación con todo un campo adyacente. Este campo asociado hace de una frase o de una serie de signos, un enunciado, y le permite tener un contexto determinado que forma una trama compleja. Está constituido, en primer lugar, por la serie de las demás formulaciones en el interior de las cuales el enunciado se inscribe y forma un elemento. Está constituido también por el conjunto de formulaciones a que el enunciado se refiere, pues no hay enunciado que deje de reactualizar a otros enunciados. Está constituido en tercer lugar por el conjunto de formulaciones que pueden seguirlo como su consecuencia, o su réplica. Está constituido finalmente por el conjunto de formulaciones cuyo estatuto comparte el enunciado en cuestión, con las cuales se ofrecerá, como objeto posible, a un discurso futuro. Puede decirse, de manera general, que una secuencia de elementos lingüísticos es un enunciado en el caso de que esté inmersa en un campo enunciativo en el que aparece como elemento singular, pues no existe enunciado que no suponga a otros, que no tenga en torno suyo un campo de coexistencias, efectos de serie y de sucesión, distribución de funciones. El enunciado, lejos de ser el principio de individualización de los conjuntos significantes, es lo que sitúa esas unidades significativas en un espacio en el que se multiplican y se acumulan. d) Para que una secuencia de elementos lingüísticos pueda ser considerada y analizada como un enunciado, es preciso que tenga una existencia material. El enunciado se da siempre a través de un espesor material, cuyas coordenadas y estatuto forman parte de sus caracteres intrínsecos. La materialidad del enunciado, lo constituye. Es preciso que tenga sustancia, soporte, lugar y fecha. Cuando estas condiciones se modifican, el enunciado mismo cambia de identidad. Así, la enunciación es un acontecimiento que no se repite; posee una singularidad situada y fechada que no se puede reducir. Sin embargo, el enunciado no puede ser reducido al puro acontecimiento de la enunciación, porque, a pesar de su materialidad puede ser repetido. El enunciado se caracteriza por este régimen de materialidad repetible. La materialidad del enunciado se define por el estatuto de cosas o de objeto que no es definitivo, sino modificable, relativo y siempre susceptible de revisión. Su identidad varía con un régimen complejo de instituciones materiales. El régimen de materialidad al que obedecen los enunciados es del orden de la institución, más que de la localización espacio-temporal: este régimen define posibilidades de reinscripción y de transcripción, más que individualidades limitadas y perecederas. La identidad de un enunciado está sometida a un segundo conjunto de condiciones y de límites: los que le son impuestos por el conjunto de los demás enunciados en medio de

los cuales figura, por el dominio en el que se le puede utilizar o aplicar, por el papel o las funciones que ha de desempeñar. Lo que se modifica en el campo enunciativo son las relaciones entre un enunciado y otros, sus condiciones de utilización, el campo de la experiencia y de las verificaciones posibles. Los esquemas de utilización, las reglas de empleo, las constelaciones en que pueden desempeñar su papel, sus virtualidades estratégicas, constituyen para los enunciados un campo de estabilización que permite repetirlos en su identidad; pero este mismo campo puede definir un umbral a partir del cual ya no hay equivalencia y hay que reconocer la aparición de un nuevo enunciado. No hay tantos enunciados como idiomas empleados, sino un solo conjunto de enunciados en formas lingüísticas diferentes. La constancia del enunciado, la conservación de su identidad a través de los acontecimientos singulares de las enunciaciones, sus desdoblamientos a través de la identidad de las formas; todo esto es función del campo de utilización en que se encuentra inserto. III. LA DESCRIPCIÓN DE LOS ENUNCIADOS En retrospectiva, no podía definir el enunciado como una unidad de tipo lingüístico, sino como una función enunciativa, que ponía diversas unidades. Lo que se ha descubierto con esto, no es el enunciado atómico, sino el campo de ejercicio de la función enunciativa y las condiciones según las cuales hace ésta aparecer unidades diversas. Falta ahora responder en qué consiste la tarea de describirlos, y cómo esta teoría del enunciado puede ajustarse al análisis de las formaciones discursivas. A 1. Definimos primero actuación verbal o actuación lingüística como un conjunto de signos producidos a partir de una lengua natural. Una formulación será el acto individual o acontecimiento que hace aparecer, sobre una materia cualquiera y de acuerdo con una forma determinada, ese grupo de signos, y que puede ser localizable según coordenadas espacio-temporales y además, referido a un autor. Se llamará frase o proposición a las unidades que la gramática o la lógica pueden reconocer en un conjunto de signos. Se llamará enunciado a la modalidad de existencia propia de ese conjunto de signos, que le permite ser algo más que una serie de trazos, algo más que una sucesión de marcas sobre una sustancia, algo más que un objeto, sino que le permite estar en relación con un dominio de objetos, prescribir una posición definida a todo sujeto posible, estando situado entre otras actuaciones verbales y dotado de una materialidad repetible. Por otra parte, el discurso es un conjunto de secuencias de signos, en tanto que estas son enunciados, es decir, en tanto que se les puede asignar modalidades particulares de existencia. A la ley que regula semejante serie le llamamos aquí formación discursiva. El discurso será así, el conjunto de enunciados que dependen de un mismo sistema de formación. Así, el análisis de los enunciados no pretende una descripción total del “lenguaje”, sino localizar las diversas regularidades a las que obedecen las actuaciones verbales. 2. Describir un enunciado es describir las condiciones en que se ha ejercido la función que ha dado a una serie de signos una existencia específica, que la hace aparecer como una relación con un dominio de objetos; como un juego de posibles posiciones para un sujeto; como un elemento en un campo de coexistencia; y como una materialidad repetible. El análisis enunciativo es un análisis histórico fuera de toda interpretación: a las cosas dichas, no se les pregunta lo que ocultan; sino sobre qué modo existen. Se dirige a lo manifiesto del lenguaje efectivo. Sin embargo, el enunciado no se ofrece fácilmente a la

percepción: no es una unidad marginal de las frases o de las proposiciones, aunque esté involucrado siempre en unidades de ese género o incluso en secuencias de signos que no obedecen a sus leyes; por otra parte, en tanto que el lenguaje remite siempre a otra cosa, si se quiere describir el nivel enunciativo, hay que interrogar al lenguaje no en la dirección a la cual remite, sino en la dimensión que le da existencia, demorarse en el momento que determina su existencia singular y limitada, hacer aparecer el hecho de que hay lenguaje; finalmente, el enunciado está supuesto por todos los demás análisis del lenguaje, sin que tengan nunca que ponerlo en evidencia. El nivel enunciativo está así, en el límite del lenguaje. Define la modalidad de su aparición: su periferia más que su organización interna, su superficie más que su contenido. El lenguaje, en su instancia de aparición y de su modo de ser, es el enunciado. El análisis enunciativo no prescribe a los análisis lingüístico o lógico, sus límites, sino que se despliega en otra dirección que los cruza. B No infiero el análisis de las formaciones discursivas de una definición de los enunciados; tampoco infiero la naturaleza de los enunciados de lo que son las formaciones discursivas. Trato de mostrar cómo puede organizarse, sin falla, contradicción ni arbitrariedad interna, un dominio del cual se encuentran sometidos a discusión los enunciados, su principio de agrupamientos, las grandes unidades históricas que pueden constituir, y los métodos que permiten describirlas. No procedo por deducción lineal, sino por círculos concéntricos. Con ello he podido demostrar que son las dimensiones propias del enunciado las que entran en juego en la localización de las formaciones discursivas. En el examen del enunciado he descubierto que es una función que se apoya sobre conjuntos de signos y que requiere, para ejercerse: un referencial, que no es un objeto sino un principio de diferenciación; un sujeto, que no es el autor de una formulación sino una posición que puede ser ocupada por individuos diferentes; un campo asociado, que no es el contexto real de la formulación, sino un dominio de coexistencia para otros enunciados; una materialidad, que no es la sustancia que soporta la articulación, sino un estatuto, unas reglas de transcripción y unas posibilidades de uso o de reutilización. Así, las formaciones discursivas que he descrito, son grupos de enunciados, conjuntos de actuaciones verbales que no están ligadas entre sí en el nivel de la frase, ni en el nivel de la proposición (niveles de la gramática y de la lógica), sino en el nivel de los enunciados. Por lo tanto, describir unos enunciados es describir la función enunciativa de la que son portadores, analizar las condiciones en que se ejerce esta función, recorrer los dominios que supone dicha función y sacar a la luz lo que podrá individualizarse como formación discursiva, entendida esta como el sistema enunciativo general al que obedece un grupo de actuaciones verbales. Las cuatro direcciones en las cuales se analiza la formación discursiva (objetos, posiciones subjetivas, conceptos y estrategias) corresponden a los cuatro dominios en que se ejerce la función enunciativa (referencial, posición subjetiva posible, campo de coexistencia y materialidad repetible). Este tipo de análisis puede basarse en las siguientes proposiciones: 1) la localización de las formaciones discursivas saca a la luz el nivel específico del enunciado, al tiempo que la descripción de los enunciados y de la manera en que se organiza el nivel enunciativo conduce a la individualización de las formaciones discursivas; 2) la regularidad de los enunciados está definida por la misma formación discursiva, pues su dependencia y su ley son una misma cosa, en tanto que la formación discursiva se caracteriza por una dispersión, por una ley de coexistencia, de los enunciados; 3) se llamará discurso entonces a un

conjunto de enunciados que dependen de la misma formación discursiva, a un número limitado de enunciados para los cuales puede definirse un conjunto de condiciones de existencia; 4) se llamará “práctica discursiva” al conjunto de reglas anónimas, históricas, siempre determinadas en el tiempo y el espacio, que han definido las condiciones de ejercicio de la función enunciativa. IV. RAREZA, EXTERIORIDAD, ACUMULACIÓN En el análisis del discurso, cada elemento tomado en consideración se admite como la expresión de una totalidad a la que pertenece y lo rebasa. Se sustituye la diversidad de las cosas dichas por una especie de gran texto uniforme. En cambio, el análisis de los enunciados y de las formaciones discursivas que aquí propongo, abre una dirección opuesta: quiere determinar el principio según el cual han podido aparecer los únicos conjuntos significantes que han sido enunciados. El análisis de los enunciados y de las formaciones discursivas trata así, de establecer una ley de rareza, que reposa sobre el principio de que jamás se ha dicho todo. Se estudian los enunciados en el límite que los separa de lo que no se ha dicho; en ese sentido, la formación discursiva no es una totalidad en desarrollo, sino una repartición de lenguas, de vacíos, de ausencias, de límites, de recortes. Estas exclusiones no se vinculan a una represión, se les reconoce en su rareza. Porque los enunciados son raros, se los recoge en totalidades que los unifican, y se multiplican los sentidos que habitan cada uno de ellos. Interpretar es una manera de reaccionar a la pobreza enunciativa. En cambio, analizar una formación discursiva es buscar la ley de esa pobreza; tomar su medida y determinar su forma específica. Concebido así, el discurso deja de ser lo que es para la actitud exegética y aparece como un bien -finito, limitado, deseable, útil- que tiene sus reglas de aparición, pero también sus condiciones de apropiación y de empleo; un bien que plantea la cuestión del poder, que es el objeto de una lucha política. Además, el análisis de los enunciados los trata en la forma sistemática de la exterioridad, que sería la contingencia o pura necesidad material, cuerpo visible o traducción incierta. Se trata de emprender la historia de lo que ha sido dicho, rehaciendo en otro sentido el trabajo de la expresión: remontarse desde los enunciados conservados en el tiempo y dispersados a través del espacio, hacia ese secreto interior que los ha precedido. Así se encuentra liberado el núcleo de la subjetividad fundadora, para restituir a lis enunciados a su pura dispersión y analizarlos en una exterioridad, encontrando su incidencia de acontecimiento, el exterior en que se reparten los acontecimientos enunciativos. Por lo tanto, el campo de los enunciados es el lugar de acontecimientos, de regularidades, de entradas en relación, un dominio práctico que es autónomo, campo anónimo cuya configuración define el lugar posible de los sujetos parlantes. Debe entonces reconocerse en la subjetividad parlante, los efectos propios del campo enunciativo. El campo de los enunciados no obedece a la temporalidad de la conciencia sino a su modelo necesario. Se debe entender como el conjunto de las cosas dichas, las relaciones, las regularidades y las transformaciones que pueden observarse en ellos, el dominio del que ciertas figuras son indicadoras del lugar singular de un sujeto parlante. Finalmente, el análisis enunciativo se dirige a formas específicas de acumulación que no pueden identificarse ni con una interiorización en la forma del recuerdo, ni con una totalización indiferente de los documentos. Los discursos ya efectuados son susceptibles de ser considerados como portadores de las marcas que remiten a la instancia de su enunciación. Lectura, rastro, desciframiento y memoria son cuatro términos que arrancan el

discurso pasado a su inercia y vuelven a encontrar algo de su vivacidad perdida. Se trata entonces de buscar qué modo de existencia puede caracterizar a los enunciados independientemente de su enunciación, en el espesor del tiempo en que subsisten, en que están conservados, en que están reactivados y utilizados, en que son también olvidados y hasta destruidos. Por lo tanto, este análisis supone que los enunciados sean considerados en la remanencia que les es propia y que no es la de la remisión siempre actualizable al acontecimiento pasado de la formulación. Esta remanencia pertenece al enunciado; el olvido y la destrucción son solo el grado cero de esta remanencia. El enunciado también supone que se traten los enunciados en la forma de aditividad, pues los tipos de agrupamiento entre enunciados no son los mismos y no proceden por simple amontonamiento o yuxtaposición, pues las formas de aditividad no son dadas de una vez y para siempre. Este análisis también supone la recurrencia, pues todo enunciado comporta un campo de elementos antecedentes con relación a los cuales se sitúa, pero que tiene el poder de reorganizar y de redistribuir según relaciones nuevas. Describir un conjunto de enunciados como una figura llena de lagunas y recortes, es establecer una positividad, se trata de un conjunto de actuaciones verbales que son analizadas al nivel de los enunciados y se trata también de la forma de positividad que los caracteriza; se trata de definir el tipo de positividad de un discurso. V. EL APRIORI HISTÓRICO Y EL ARCHIVO La positividad de un discurso caracteriza su unidad a través del tiempo, y mucho más allá de las obras individuales, de los libros y de los textos. Esta unidad define un espacio limitado de comunicación: las obras diferentes, los libros dispersos, toda esa masa de textos que pertenecen a una misma formación discursiva y que comunican por la forma de positividad de su discurso. Esta unidad define un campo en el que pueden desplegarse identidades formales, juegos polémicos. La positividad desempeña el papel de lo que podría llamarse a priori histórico. A priori, entendido como condición de realidad para unos enunciados. Se trata de liberar las condiciones de emergencia de los enunciados. El discurso no tiene únicamente un sentido, una verdad, sino una historia, una forma de dispersión en el tiempo, un modo de sucesión, de estabilidad y de reactivación. Este a priori no constituye una estructura intemporal, sino que se define como el conjunto de reglas que caracterizan una práctica discursiva. El dominio de los enunciados articulados así, según a priori histórico, caracterizado por tipos de positividad y escandido por formaciones discursivas compone un complejo volumen en el que se diferencian regiones heterogéneas, y en el que se despliegan, según reglas específicas, unas prácticas que no pueden superponerse. Son todos estos sistemas de enunciados los que propongo llamar archivo. El archivo es en primer lugar la ley de lo que puede ser dicho, el sistema que rige la aparición de los enunciados como acontecimientos singulares; lo que hace que todas las cosas dichas no se amontonen indefinidamente en una multitud amorfa, ni en una linealidad sin ruptura, y no desaparezcan al azar; sino que las agrupa en figuras distintas, según relaciones múltiples, según regularidades específicas. El archivo es lo que define desde el comienzo el sistema de su enunciabilidad, es el sistema de su funcionamiento; es lo que diferencia los discursos en su existencia múltiple y los especifica en su propia duración. Es el sistema general de la formación y de la transformación de los enunciados, que en su totalidad no es descriptible, y es incontorneable en su actualidad. Se da por fragmentos, regiones y niveles. Su umbral de existencia se halla instaurado por el corte que

nos separa de lo que no podemos ya decir, y de lo que cae fuera de nuestra práctica discursiva; comienza con el exterior de nuestro propio lenguaje; su lugar es el margen de nuestras propias prácticas discursivas. La actualización jamás acabada del archivo forma el horizonte al cal pertenecen la descripción de las formaciones discursivas, el análisis de las positividades, la fijación de campo enunciativo. El término arqueología designa el tema general de una descripción que interroga lo ya dicho al nivel de su existencia: de la función enunciativa que se ejerce en él, de la formación discursiva a que pertenece, del sistema general de archivo de que depende. La arqueología describe los discursos como prácticas especificadas en el elemento del archivo. Síntesis: De la misma manera que el enunciado que describe Foucault se inscribe en un campo enunciativo que se define por la coexistencia con otros enunciados que componen una función, cuyas reglas definen una formación discursiva; de ese mismo modo podemos decir que El enunciado y el archivo es un texto inscrito en un campo más amplio: no solo el del libro que compone, tampoco el lugar específico que ocupa en la obra general del autor que lo escribe, sino que se inscribe en el campo general del pensamiento sobre el discurso. En ese sentido, Foucault compone en este texto una arqueología, una metodología que es al mismo tiempo ontología del discurso; una forma de captarlo y asirlo, derivada de una forma particular de concebirlo, la cual se distancia de la lingüística y de sus derivaciones, más o menos adscritas en los estudios conocidos como análisis del discurso. Frente a estos, Foucault opone un análisis de los enunciados. Y en vez de definirlos estos, como unidades delimitadas, los concibe como una función, la función enunciativa, que está inmersa entre las unidades que han sido descritas desde los campos derivados de la lógica y la lingüística. Las condiciones de la función enunciativa son: la adscripción a un referencial, que es un principio de diferenciación de los objetos a los que los enunciados se refieren, no los objetos en sí; las posiciones que definen sujetos posibles de la enunciación, que no los autores de las formulaciones, sino las posibilidades de ser sujeto que brindan ciertos enunciados a más de un individuo; el campo asociado, o campo de coexistencias de los enunciados, definido por las relaciones que estos establecen con otros enunciados, en el tiempo y el espacio; y la materialidad repetible de los enunciados que les permite ser reinscritos y transcritos en la historia, regulando sus posibilidades de existencia, permanencia o desaparición. El autor señala que pensar esta función al margen de los campos derivados de la lógica y la lingüística, hace emerger un campo nuevo de relaciones, que trascienden a la obra y al sujeto como instancia productora de signos o textos. El conjunto de estas relaciones y su regla de funcionamiento define lo que Foucault llama formación discursiva. Las condiciones de los enunciados se corresponden con los elementos de las formaciones discursivas que se delinean en el capítulo anterior. Así, el análisis enunciativo permitiría localizar estas formaciones y más aún, localizar el sistema general al cual pertenecen. Sistema heterogéneo pero ordenado, que regula las posibilidades del decir en una época dada y que en su actualización es incontorneable, por su forma inacabada. A las nociones del discurso que lo conciben como una totalidad ya hecha y ordenada en una sucesión lineal y homogénea, Foucault opone las nociones de campo enunciativo y formación discursiva, caracterizadas por la discontinuidad, la irrupción de nuevos elementos que resultan de los enunciados existentes, los cuales se reinscriben en la historia por su transcripción y reinscripción posibilitada por la posición que definen para múltiples

sujetos posibles. Estas nociones nos permiten concebir el discurso como una figura, una constelación heterogénea cuyas relaciones y nodos son los enunciados, los cuales son actualizados, es decir reinscritos o transcritos por sus posibles sujetos en la historia. Finalmente, puede advertirse que con estas nociones, el autor apunta hacia una crítica de las formas en que los saberes se organizan. Su insistencia en ir más allá de la obra, del autor y de los campos definidos por los géneros del discurso, y más allá aún de los grandes dominios en los que se organiza el saber, nos advierte sobre la necesidad de conectar nuevos nodos, percibir nuevas formas de relación en las que se teje el saber. Con ello emerge el tema del poder, el tema de la disputa sobre qué puede ser dichos; sobre las condiciones de aparición, pero también de apropiación y de empleo de ciertos enunciados. Condiciones que posibilitan el campo del saber, y del poder y por lo tanto y en segunda instancia con respecto del hacer, el mundo de los objetos, que sin estar referido en esta obra, dentro del discurso, está supuesto desde el momento en que las formaciones discursivas tienen como primer elemento, la formación de los objetos: es decir, aquello que puede decirse del mundo material en su plena existencia. Preguntas: De esta lectura podemos extraer las siguientes preguntas: 1) Si el discurso es el conjunto de enunciados que se ordenan bajo una regla que permite su posibilidad, ¿qué instancias regulan su existencia? ¿qué formaciones les permiten aparecer? ¿qué instancias regulan la función enunciativa y dan forma a estos conjuntos? 2) ¿Qué consecuencias epistemológicas se derivan de esta concepción del discurso que desborda el campo lingüístico y sus derivaciones, y que supone la forma de un análisis histórico? 3) Si el discurso no puede ser abstraído de la historia y sus disrupciones, y más aún es una constelación inacabada, pero al mismo tiempo limitada por los enunciados ya existentes, ¿cómo será posible conocer el discurso en su acontecer presente, es decir los acontecimientos enunciativos que emergen en el ahora, sin contradicción, sin falla, ni arbitrariedad interna? 4) Si la función enunciativa es algo más que la mera formulación de signos, entendida como enunciación, ¿qué elementos definen su materialidad en un conjunto limitado de signos? ¿cómo puede ser reconocida para su estudio empírico? ¿habita esta función solo los signos del lenguaje verbal? ¿qué hay de otras formas de significación? 5) Si desde esta concepción de discurso, el sujeto no es el autor de una formulación, sino el campo que el enunciado abre para que diferentes sujetos se posicionen en la historia, ¿cuál es la forma en que estos sujetos posibles se apropian de los enunciados existentes? y ¿cuál es la forma o la regla que permite que aparezcan nuevos enunciados a partir de los ya existentes? Más aún, ¿hacia dónde apunta esta aparición en términos de la posibilidad de existencia de nuevos sujetos del discurso? ¿cuáles son entonces las reglas que permiten la aparición de estos nuevos sujetos a partir del conjunto limitado pero inacabado de enunciados existentes? 6) Finalmente, ¿qué consecuencias políticas se derivan de esta cualidad del discurso, así definido, de permitir la aparición de nuevos enunciados y de nuevos sujetos? ¿qué posibilidades abre esta cualidad del discurso a las luchas políticas que se

definen por la exclusión de algunos seres humanos del campo enunciativo? ¿cuáles son las formas que les permitirían aparecer y bajo qué condiciones aparecerían? ¿estas condiciones son solo discursivas? ¿dónde quedarían otras condiciones que se presentan más allá de lo discursivo en un análisis como este?