Filosofia Presocratica. Breve Historia

BREVE HISTORIA DE LA FILOSOFÍA HUMBERTO GIANINI LA ADMIRACIÓN ANTE EL E SPECTÁCULO DEL UNIVERSO PERIODO COSMOLÓGICO S

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BREVE HISTORIA DE LA FILOSOFÍA HUMBERTO GIANINI

LA ADMIRACIÓN ANTE EL E SPECTÁCULO DEL UNIVERSO PERIODO COSMOLÓGICO

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e debe plantear en primera instancia, que es en las costas de Asia Menor (Éfeso, Mileto, Samos, Quíos) y en las de la Italia Meridional (Crotona, Siracusa, Elea; en definitiva, la Magna Grecia) donde surge un nuevo quehacer de la razón: Es un hombre diestro en las artes de la medición astral, la medicina, la agricultura, en síntesis, poseedores de un nuevo saber de cosas. Son llamados meteorólogos (“los que hablan acerca de cosas elevadas”). La base de su nuevo saber se cimenta en el abandono sistemático de un sustrato cultural que suele dar seguridad a hombre, entiéndase, la seguridad que prodiga las creencias y la tradición. En este sentido, la filosofía primigeniamente ha parecido a juicio del hombre común, como un modus vivendi extraño y peligroso. Lo que une a los primeros filósofos, en el contexto temporal del siglo VI a.c., es el hecho de plantearse preguntas y de contestarlas según lo que la misma realidad parecía decirles, ya no la tradición y el mito (μῦθος). Dentro de esta lógica, el universo se les presenta como una sucesión de fenómenos de mutación constante: el trasfondo de estos cambios devela el sustento mismo de estos cambios y de todas las manifestaciones cósmicas. Este es el blanco perfectible a que apuntan las preguntas de los filósofos. Y este principio inmutable es llamado por los griegos arcaicos como physis 1 (Φυσις): Es este el principio al que los primeros helenos atribuyen la condición activa y reveladora de sí misma.

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RESUMEN AYUDANTÍA MMXIV

Los primeros filósofos griegos estudiaron la naturaleza (physis) trataron de establecer el origen y la constitución de los seres naturales. Sus conclusiones sirvieron de base a las teorías científicas desarrolladas en nuestro tiempo. Los filósofos griegos entendían la naturaleza como una substancia permanente y primordial que se mantiene a través de los cambios que sufren los seres naturales. El título de "filósofos de la naturaleza" se le puede adjudicar a los filósofos presocráticos quienes se interesaron por el problema cosmológico, es decir por el origen del mundo, y trataron de dar respuesta a sus interrogantes partiendo de objetos concretos de la naturaleza a los que llamaron arjé (principio).

LOS J ONIOS

en cuenta dos grandes líneas de pensamiento de los primeros pensadores que se relacionan con el diverso origen geográfico: los filósofos de Jonia (los de la escuela de Mileto y Heráclito), y los itálicos o filósofos de la Magna Grecia (principalmente Pitágoras -que, aunque nació en Samos (Jonia), se trasladó a Crotona- y los eleatas). Estos dos orígenes marcan también dos tendencias o dos tradiciones distintas: los primeros son, en general, más naturalistas, es decir, más preocupados por el estudio de la physis o naturaleza entendida desde la perspectiva de sus constituyentes materiales, mientras que los segundos son más especulativos y se ocupan de la physis desde una perspectiva más formal (los números en el caso de los pitagóricos) u ontológica —a partir de la noción de "ser"— (Parménides)2.

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enominación común a los filósofos originarios del lado occidental de Asia Menor, en las polis ya mencionadas. Sin embargo, y ya que el texto no lo aborda, pero si es importante entender el contexto epistémico de la filosofía presocrática, es menester tomar ciertas providencias:  Los filósofos presocráticos fueron los primeros pensadores que rompieron con las formas míticas de pensamiento para empezar a edificar una reflexión racional. Es decir, fueron los primeros que iniciaron el llamado paso del mito al logos, proceso propiciado por las especiales características de espíritu crítico y condiciones sociales que permitieron una especulación libre de ataduras a dogmas y textos sagrados. En este sentido, son tanto filósofos como cosmólogos, físicos o, más en general, “sabios”. Y, aunque comparten algunas características comunes, no forman un grupo bien definido sino que se dividen en diversas escuelas de pensamiento, a veces muy alejadas unas de otras.  El pensamiento de los presocráticos plantea el problema de la ruptura o de la continuidad respecto del pensamiento anterior y respecto de las influencias del pensamiento oriental. Los autores contemporáneos destacan tanto las raíces basadas en el pensamiento mítico del primer pensamiento presocrático (especialmente se destaca la influencia de la cosmogonía mítica de Homero y de Hesíodo), como la recepción de determinados desarrollos intelectuales (especialmente de la astronomía y la matemática) del pensamiento oriental (fundamentalmente caldeo, babilonio, persa y egipcio). Pero, si bien se dan estas influencias, también se destaca el aspecto radicalmente innovador y crítico del pensamiento de los primeros filósofos. Entre los milesios (Tales, Anaximandro y Anaxímenes) se desarrollará una cosmología y una cosmogonía sin referencia a dioses ni entidades sobrenaturales, en lugar de ello, se explica a partir de los conceptos de physis (naturaleza), arkhé (principio rector) y cosmos (orden). Ya no se trata de una concepción mítica que intenta explicar apelando a unos orígenes remotos y a una historia, sino que se trata de una verdadera teoría.  Las escuelas y autores presocráticos suelen clasificarse atendiendo a diversos criterios. En primer lugar se suelen tener

Tras estas consideraciones preliminares (Necesarias por la premura de clases), abordaremos los lineamientos teóricos de los filósofos adscritos a la Escuela Jónica: TALES DE M ILETO (585 A.C.): En cuanto lugar común con sus contemporáneos, pensó que el fundamento de todo lo que llega a ser y cambia tiene trazas elementales, trascendentes y constantes. Hemos de denominarle arjé3. En la explicación de Gianini, éste se desglosa de la siguiente forma: Al explicar en qué consiste algo, se remite a sus componentes; a su vez, estos componentes también han de consistir en algo, y esta consistencia ha de tener armonía y sentido entre sí. Al consistir en algo, cada cosa tiene su existencia prestada, condición determinada por estar compuesto, devenir de componentes. Lo que no consiste en otras cosas, y existe verdaderamente en sí y se manifiesta invariablemente como tal en todos los modos de existir y consistir, ha de ser el principio, el arjé.

Cortés Morató, Jordi y Martínez Riu, Antoni. “Diccionario de filosofía Herder”. Barcelona, España.1991.3 Arché (también arqhé, arkhé, arjhé o arjé; del griego ἀρχή, "fuente", "principio" u "origen") que significa el comienzo del universo o el primer elemento de todas las cosas. También puede significar la no interpretación y sustancia o materia, es decir, aquello que no necesita de ninguna otra cosa para existir, sólo él mismo. 2

Entre las consideraciones teóricas de Tales, está la creencia de que el arjé reside en al agua, ello por la fluidez de su ciclo vital; por su capacidad de transformación, es símbolo de la fluidez primigenia. ANAXIMANDRO DE M ILETO (610-547 A.C.): Entre sus méritos trascendentes destaca ser considerado el creador de la geografía científica, por diseñar el primer mapa terrestre:

realidad está cimentada sobre este principio invisible, intangible e invisible, Anaximandro apareja una nueva conclusión: Infinitos mundos nacen y deshacen en el seno del ápeiron. En cuanto refiere a la visión cósmica de Anaximandro, ésta se precia de un hondo trasfondo ético, determinado por la idea de que el bien está asociado a la unidad de las cosas, por antonomasia, la diversidad y multiplicación de ellas contrae el mal (El mal cósmico). Pues bien, el principio de generación de aquellas cosas, es a la vez el principio de su propia disolución, en concordancia con una especie de justicia universal (Se advierte un sustrato cultural oriental, que sindica en la generación de múltiples cosas como algo malo). ANAXÍMENES DE M ILETO (585-528 A.C.): Con Anaxímenes se retorna a la idea de Tales respecto a que el principio del arjé radica en un elemento de la materialidad. Por ello sostendrá que este principio activo, dada su capacidad performativa y de transformación, es atribuible al aire, en cuanto soplo vital que mueve y vivifica las cosas (pneuma)5 .

Se le atribuye al buen Anaximandro el insertar el término arjé en el lenguaje filosófico, bien para dar cuenta del fondo desde donde todo proviene y al que vuelven las cosas, sin embargo, no será un principio material como lo será para Tales. El punto de inflexión estará determinado en cuanto Anaximandro propone la existencia de una realidad que trasciende a la realidad material sensible y es fundamento de ésta: Esa realidad es lo Infinito/Indeterminado, que todo lo incluye en su seno y todo lo gobierna. Esta realidad recibe el nombre de ápeiron4. Puesto que la “Del griego τὸ ἄπειρον (ápeiron: sin límites, sin definición). Concepto introducido por Anaximandro para designar la materia infinita, indeterminada, exenta de cualidad y que se halla en eterno movimiento. Toda la multiplicidad sin fin de las cosas, todos los mundos han surgido por desprendimiento de contradicciones (calor y frío, húmedo y seco) que arrancan del ápeiron y por la lucha de tales contradicciones. El concepto de ápeiron constituye un importante logro del antiguo materialismo griego en comparación con las representaciones acerca de la identidad entre la materia y 4

HERÁCLITO DE ÉFESO (500 A.C.): Entre los datos significativos referentes a Heráclito; en primer lugar, sistematiza la acción de oír como a actitud más activa que puede adoptar el hombre sabio. Al oír, los datos sensibles (aportados por la experiencia material) adquieren sentido para quienes saben escuchar, esto por oposición a quien limita su pensamiento a la construcción de su mundo mediante meras sensaciones. Al oír, la armonía que da sentido a las cosas, las integra haciéndolas una, en consonancia con el alma. determinada sustancia concreta (agua, aire). En el pitagorismo, el ápeiron es un principio sin forma, sin límite y junto con su contrario -el “límite”- constituye la base de todo lo existente”. Rosental, M.M. y Iudin P.F. “Diccionario Soviético de Filosofía”. Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, Uruguay, 1965. Pág. 21.5 Pneuma ( πνεῦμα ) es un griego antiguo la palabra para respirar , y en un contexto religioso para espíritu o alma . Pneuma, aire en movimiento, la respiración, el viento, es equivalente en el monismo material de Anaxímenes al aer (ἀήρ, aire) como el elemento a partir del cual todo lo demás se originaron. Este uso es la aparición más antigua existente del término en la filosofía. Una cita de Anaxímenes observa que "así como nuestra alma (psique), siendo el aire (AER), nos mantiene unidos, también lo hacen el aliento (pneuma) y aire (aer) abarcan el mundo entero”. En este uso temprano, aer y pneuma son sinónimos.

A su juicio, la sabiduría está en la unidad de las cosas (Planteamiento homologable al de Anaximandro), advierte en la unidad dinamismo. Esta unidad de las cosas está configurada por oposiciones; éstas, en el seno de la discordia universal es una faceta de la armonía (Cosa tan rara y extraña de la que no alcanzamos apercibir): En suma, en la armonía de las oposiciones el bien y el mal son uno. A su vez, en esta pugna que mantienen las cosas respecto a sus símiles (“A sus idénticos”), nada permanece en el mismo estado ni a sí mismo (“O todo es alterado por su contrario”), salvo el logos (λóγος), que constituye la armonía de todo, mantenida, en cuanto armonía de tensiones opuestas. En este sentido, nada conserva su aspecto por el cual es reconocido. Por ello Heráclito sostendrá que todo es cambio, movimiento, en cuanto a condición más real del universo y como el principio de todo: En el cambio reside el principio del arjé heracliteísta: “Es imposible sumergirse en los mismo ríos”. Lo único perenne e inmutable en sustancia, permaneciendo único, es la interna armonía de los contrarios en pugna, “el discurso del universo”, ergo, el logos:  “Y nosotros mismos, que pronunciamos la palabra ‘río’, y que creemos ser a misma persona del ayer, del año pasado, también, nosotros, ‘los de entonces, ya no somos los mismos’. Como el río, somos una colección de nuevos pensamientos, de nuevas experiencias; sangre nueva, células nuevas… ¿Qué queda, entonces, del ‘yo’ de ayer? Lo que era presente, ahora es pasado, lo que era conciencia del presente es conciencia del pasado” (Gianini, 1991; Pág. 22). PARMÉNIDES DE ELEA (540 A.C.): Parménides lega al desarrollo ulterior de la filosofía, la exigencia de racionalidad en sus planteamientos. Asimismo establece la distancia y distinción entre el mundo de la apariencia construido por la mera opinión (la doxa6) del mundo rea y verdadero pero velado a los sentidos y a las opiniones fáciles. Es este el precedente filosófico de la contraposición entre nuestro mundo de la materialidad (sensible) y el mundo inteligible, de

naturaleza perfectible (ideas), que hará escuela en los razonamientos platónicos. En este sentido, Parménides hubo de sostener que existe una manera de percibir el mundo, y hablar de él como si siempre estuviese sometido a constante cambio y transformación; éstas pertenecen al ámbito de la opinión, es decir, la doxa (Por oposición a Heráclito). El sabio, no debe abandonarse ni a la opinión ni a los sentidos; debe desechar la información que ha sido deformada por los sentidos, a fin de que el pensamiento no encuentre obstáculos en la expresión de la verdad. Sin embargo, el pensamiento requiere, en cuanto conditio sine qua non a su principio de realidad, no caer en contradicción, mediante la negación de aquello que se afirma; el pensamiento requiere a fin de mantenerse en la línea de la verdad, no debe desconocer la validez de este axioma: que lo que es, es; lo que no es, no es. Esta idea de Parménides nos impide afirmar y aceptar un sinnúmero de postulados que no se refuercen sobre las ideas de mundo inteligible, ya que nos obliga a postular a un ser que no se percibe (El mundo de las ideas), y del cual, las cosas que cambian de un momento a otro no son más que sombras y apariencias. Por tal razón, lo que es, debe ser pensado como eterno, no engendrado ni mortal, inalterable, único e inmóvil (Parménides lo concibe como una esfera vuelta hacia su propio núcleo y perfectamente equilibrada). No obstante, tal realidad no existe para los sentidos; en nuestra materialidad, por antonomasia, está repleta de fenómenos que nacen y mueren, se suceden apareciendo y desapareciendo. Por esta razón, Parménides niega la verdad a esta experiencia. La verdad se halla radicada en el mundo inteligible, único e inmóvil que se descubre vía pensamiento. ZENÓN DE ELEA (490-430 A.C.): Discípulo de Parménides, su gracia trasciende al hecho de ser defensor de los postulados de éste, a través de argumentaciones fundadas en argucias retóricas denominadas aporías7, para rebatir a la contra argumentación de los adversarios de Del griego ἀπορία: situación sin salida. Concepto con que, en la antigua filosofía griega, se designaba al problema de difícil solución. La aporía surge porque en el objeto mismo o en el concepto que de él se tenga figura una contradicción. Suelen denominarse aporías los razonamientos de Zenón de Elea (él no emplea dicho 7

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Doxa (δόξα) es una palabra griega que se suele traducir por 'opinión'. Fue un concepto utilizado por Parménides, al distinguir la vía de la verdad de la vía de la opinión, o un conocimiento obtenido a partir de la experiencia.

su maestro. Como buen discípulo, continúa la línea argumentativa de Parménides, en lo que refiere a la negación de la realidad del movimiento. Como bien señala Gianini, Zenón en innumerables veces vio cosas moverse y de hecho, no negaba que as había visto moverse. Lo que negaban maestro y discípulo era la racionalidad del movimiento: Éste puede ser mostrado, pero jamás ser demostrado, puesto que en sí, era contradictorio.

LOS ITÁLICOS PITÁGORAS DE SAMOS (580 A.C.): Pitágoras, si bien es proveniente de la isla de Samos, cercana a las costas de Asia Menor, su actividad filosófica estará radicada en la zona meridional de la Península Itálica (Crotona, y posteriormente Metaponte). Su actividad no se limitó al establecimiento de una escuela filosófica, trasciende en su complexión, en cuanto hermandad religiosa con derivaciones políticas. Entre los aportes científicos de Pitágoras, se cuentan sus aportaciones en el campo de la acústica y el Teorema. Asimismo, estableció un corpus doctrinario filosófico que toma el nombre de pitagorismo, el cual conglomera postulados en torno al mundo y sus fenómenos; el alma y su destino. En un sitial de preeminencia del pitagorismo, se halla la noción que señala que todas las cosas que atraviesan un cambio pueden expresar dicho cambio a través de términos numéricos: “Todas las cosas mantienen un número, porque sin él nada sería conocido ni comprendido”. En este sentido, descubre la relación entre a aritmética y la geometría, a partir de las cuales derivan nuevas relaciones entre término) sobre la imposibilidad del movimiento. En la aporía de la “Dicotomía” se afirma que antes de recorrer una distancia, cualquiera que sea, es necesario recorrer su mitad; para recorrer esta mitad, es necesario recorrer la mitad de dicha mitad y así sucesivamente hasta el infinito. De ahí se infiere la conclusión de que el movimiento no puede iniciarse. En la aporía de “Aquiles y la tortuga” se dice que Aquiles, el de los pies ligeros, nunca alcanzará a una tortuga, dado que cuando el corredor llegue al lugar en que la tortuga se hallaba en el momento inicial, el animal habrá tenido tiempo de moverse y avanzar cierta distancia. Habiendo observado certeramente el carácter contradictorio del movimiento, aunque sin comprender la unidad de los elementos contrarios del mismo, Zenón saca la conclusión de que el movimiento en general es inconcebible y, con ello, imposible. Rosental, M.M. y Iudin P.F. Óp. Cit. Pág. 22.

las formas geométricas y los elementos de la naturaleza. Extremando sus planteamientos, establece relaciones cuantificables entre los números y las virtudes, las almas y todo cuanto existe. Así pues, en función del principio de que todo cambio y relación se establece mediante su expresión numérica, al ser esta expresión numérica constante a sí misma, lleva a Pitágoras a concluir que los números son el arjé inteligible de todas las cosas sensibles. Bajo este supuesto, hubo de plantear que los números son entidades que operan, de cierta forma, desmintiendo la información que nos entrega el mundo sensible, ya que éste, a nuestros ojos parece ser configurado por la realidad; a su juicio, por lo tanto, la realidad profunda poco tiene que ver con esta información proporcionada por los sentidos. Esta distinción es extrapolada por los pitagóricos hacia la relación del alma y el cuerpo (dualismo). Profundizando en el enunciado anterior, advertimos a través de la lectura, que esta relación entre el cuerpo y el alma deriva de la influencia derivada del orfismo8, el cual propugna la separación entre e

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El movimiento órfico supone un enfrentamiento a las tradiciones religiosas de la ciudad griega y, en definitiva, una nueva concepción del ser humano y su destino. Bajo el nombre del mítico Orfeo, cantor y trágico viajero del Más Allá, surgen una serie de textos que predican y atestiguan esa nueva religiosidad, una doctrina de salvación sobre el hombre, su alma, y su destino tras la muerte. El orfismo se mueve exclusivamente en un plano religioso. Es una secta que cuestiona la religión oficial de las ciudades peninsulares helénicas. En particular, a dos niveles: uno de pensamiento teológico, otro de prácticas y comportamientos. El orfismo es, fundamentalmente, una religión de textos, con las cosmogonías, teogonías e interpretaciones que estas no dejan de producir. En lo esencial, toda esta literatura parece elaborada contra la teología dominante de los griegos, es decir, la de Hesíodo y su Teogonía. Al ser el orfismo una literatura inseparable de un género de vida, la ruptura con el pensamiento oficial entraña diferencias no menos grandes en las prácticas y en los comportamientos. Aquel que opta por vivir a la manera órfica, el bíos orphikós, se presenta, en primer lugar, como un individuo y como un marginado, es un hombre errante, semejante a esos Orfeo-Telestes que van de ciudad en ciudad, proponiendo a los particulares sus recetas de salvación, paseándose por el mundo como los demiurgos del pasado. Miembros de una secta al margen de la política, gente de libros y textos sagrados, y al mismo tiempo practicantes de sus ritos mistéricos y de un peculiar ascetismo (con preceptos estrictos como el no comer carne ni derramar sangre animal o vestir telas de lino), los órficos dejaron una larga huella en varios textos, pero también importantes ecos en muy diversos autores, especialmente en algunos filósofos. Estas creencias fueron recogidas de narraciones sagradas (iepoi lógoi) que suelen datarse en el siglo III antes de Cristo. En el siglo V antes de Cristo, Heródoto, habla de los órficos y de los pitagóricos como participantes activos de ciertos tabúes o prohibiciones. Se sabe también que Platón se vio vinculado

ama y el cuerpo: El cuerpo (soma) es la tumba (sema) de alma a consecuencia de un castigo, el cual continua su prosecución en otros cuerpos inferiores después de cada muerte, teoría que toma el nombre de metempsicosis 9 (o Transmigración de las almas). El pitagorismo pues, deviene en una práctica constante por la liberación de alma de los condicionamientos e imposiciones del cuerpo, evitando así caer en una nueva vida inserta en un nuevo cuerpo, en condiciones peores que la anterior (Saber de salvación). EMPÉDOCLES DE AGRIGENTO (492-431 A.C.): La cosmología de Empédocles postula que existen cuatro principios materiales, que constituyen a su vez, los cuatro elementos a partir de los cuales estarían constituidas todas las cosas del universo. Empédocles los asocia a divinidades olímpicas, dada su inherente naturaleza divina vinculada a estos principios preciados por inmortales y no generados. No obstante, estos elementos no poseen la capacidad de unión y separación en a formación y disolución de las cosas del universo. Ello involucra la participación de dos nuevos actores a escena, en cuanto principio o fuerzas rectoras: el amor y el odio. Los planteamientos anteriores serán la simiente y razón de la ética de Empédocles, para quien la fuerza del odio, disgregadora de la unidad y lo indivisible, crea la individualidad, condición que le hace ser sindicada como el mal. Pero como a su juicio el devenir del cosmos con oráculos y revelaciones órficas. Por otra parte, Aristóteles, conoció y manejó las llamadas Narraciones Órficas. Puede decirse por tanto que la denominación de órficos en el mundo griego tenía un puesto importante, pero más en forma sectaria, y no debe confundirse nunca con la percepción griega sobre la formación de la vida y del universo. 9

En Occidente esta creencia fue mantenida por el orfismo y el pitagorismo y aceptada por Empédocles, Platón, Plotino y los neoplatónicos, que hallaron en ella un modo apto para justificar la teoría de la preexistencia del alma que desembocaría, con Platón, en la Reminiscencia. La palabra Metempsicosis viene del griego μετεμψύχωσις, compuesto de μετα- ("más allá"), Éν- ("en, dentro"; la n cambia a m antes de p por eufonía); Ψυχη ("alma") y -ωσις (-osis = "proceso"). Es frecuentemente traducida como "reencarnación", aunque ambos términos se refieren, sin embargo, a cosas distintas. Podría traducirse como "traspaso del Alma", escrita con mayúscula, puesto el paso en cuestión se refiere al Alma del alma, es decir al Espíritu, que es el que peregrina a través de los distintos seres, como el hilo atraviesa las cuentas de un collar, para vivificarlos momentáneamente.

es cíclico, este tiempo del mal del odio, es superado por un tiempo donde campea la virtud y fecundidad bienhechora del amor. Su gnoseología se rige de acuerdo a principios de asociatividad, es decir el conocimiento humano se vincula a elementos de semejanza: Por el fuego, conocemos a amor y lo Uno (lo indivisible e invariable), por el odio, lo múltiple, entre otros. Adscribe a los lineamientos de la metempsicosis. DEMÓCRITO DE ABDERA (460-430 A.C.): Se cuenta entre los filósofos naturalistas, y junto con Leucipo inaugurarán la Escuela Atomista. Demócrito sostendrá que existe un número infinito de elementos (arjé) que explican la naturaleza de las cosas, identificados estos infinitos elementos en los átomos. Son diferenciados por su carácter cuantitativo, vale decir, su magnitud, figura, orden y peso. Estos átomos adscriben a vacío en cuanto hábitat (vacio: no ser); su acción combinada configura los fenómenos cualitativos perceptibles en la realidad. En síntesis, cada cosa está compuesta de átomos y poros (nombre dado a los intersticios entre átomos) y a su vez, separada de otras cosas, por un vacío. El movimiento de los átomos es explicado en trazas mecánicas, lo que imbrica la exclusión de cualquier intención subyacente tras su movimiento; la interrelación entre los átomos per se, determina su movimiento. Ello nos remite al hecho de que el atomismo de Demócrito no emplaza a prerrogativas divinizadas o principio espiritual (Dios o Inteligencia) en lo que respecta a la constitución del mundo (Demócrito era por lo tanto, materialista). Se suma asimismo, la concepción geométrica del mundo, la cual vendría a explicar a diversidad cualitativa de las cosas fundadas en cuanto diversidad en e orden, posición y figura de los átomos. En lo que respecta a su gnoseología, afirma que nos informamos de los acontecimientos de mundo por medio de sutiles átomos, que son las imágenes de las cosas. No obstante, todas las cualidades que parecen dar forma al mundo, no son más que fenómenos que ocurren en nuestros órganos de recepción (Vista, oído, tacto) a ser afectados por las imágenes. Estos fenómenos son doxa, representación de lo cambiante y subjetivo, sucedido en nuestros niveles internos de representación, algo que pasa en nosotros, y no en el mundo, como suele ser usual creer. Demócrito sostiene que solo los átomos y el vacio representan la verdad.

Por último, la ética de Demócrito se sostiene sobre la idea de de “Aunque estés solo no digas ni hagas el mal”, como base del bien humano y su ulterior felicidad, cimentándose sobre emplazamientos a los actos justos y la bondad del alma.-