Ficha-Pensar La Infancia

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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL COMAHUE FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACION DEPARTAMENTO DE PSICOLOGIA CATEDRA: “Psicología del Niño”

FICHA DE CÁTEDRA

PARA PENSAR LA INFANCIA

AUTORAS: Prof. Marina R Barbabella Prof. Mónica Calvet

AÑO 1998

“El niño sólo sabe vivir su infancia.

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Conocerla corresponde al adulto” Henri Wallon

Introducción Este artículo tiene como objetivo introducirnos en la problemática de la infancia con la finalidad de ubicar la óptica con la que la ciencia psicológica la aborda. Para ello se hace necesario previamente realizar un breve recorrido histórico de la construcción de este concepto, en tanto portador de distintos significados. Esto supone aceptar que no hay hecho ni fenómenos de la realidad capaz de ser capturado o explicado definitivamente, de una vez y para siempre, desde ningún discurso teórico; por el contrario cada fenómeno se significa siempre en espacios sociales- históricos desde donde el saber científico elabora sus propias teorías y de esto obviamente no es ajena la infancia. La niñez tal como es entendida desde el sentido común en la sociedad occidental de este final de siglo, parece ser aquel estado del ser humano que por estar en inferioridad de condiciones respecto del adulto merece atenciones especiales. El sentimiento de protección hacia la infancia instalado en la sociedad occidental actual, es el que permite horrorizarse frente al saber de los porcentajes de mortalidad infantil, de los índices de abandono o maltrato de niños y otros “flagelos” que son moneda corriente en nuestra sociedad y que aparecen como noticias cotidianas ocupando grandes espacios en los medios de comunicación. Imágenes del hambre, desnutrición y muerte de niños en el mundo, violación a derechos fundamentales para su supervivencia, -que afectan a todas las clases sociales y países-, dejan al hombre contemporáneo ubicado en el espanto y la perplejidad, y desde allí se ve convocado a generar acciones para palear esa realidad en la que está incluida su propia culpa. Prueba de esto es el creciente número de organizaciones públicas y privadas que denuncian los daños que se ocasionan a los niños y que claman por la defensa de sus derechos. Ahora bien, cabe la pregunta: ¿siempre el hombre ha tenido este interés y esta convicción?. O será necesario rastrear cuándo y por qué comenzó a constituirse la niñez como un etapa de la vida que merece una consideración particular. Esta fue la inquietud tanto de Phillippe Aries (1960) como de Lloyd de Mause (1991), dos de los más reconocidos historiadores de la infancia, quienes se ocuparon de rastrear el pasado desentrañando la realidad de las condiciones sociales de otras épocas, brindándonos un valiosísimo aporte para conocer las “viscicitudes” de los niños a lo largo de los siglos.

Algunas consideraciones acerca del origen de la infancia moderna Tal como lo señala Wilhem Brinkmann (1986): “La niñez en cuanto hecho biológico es ubicua e igual en todos los niños; en ella se manifiestan las constantes de la naturaleza humana...En cambio, la niñez en cuanto hecho social refleja las variaciones de la cultura humana y data de poco más de 400 años”. Esta afirmación contrasta con convicciones del conocimiento de sentido común que dan por supuesto que nuestra mirada hacia los niños, nuestra

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sensibilidad o nuestras actitudes hacia ellos han sido siempre las mismas, aún midiendo el tiempo en siglos, como si la idea de niño y la categoría de infancia pudieran ser pensadas por fuera de la historia. Por eso es frecuente pensar, como vana, la pregunta acerca de lo que es la niñez dado que se considera que su significado es claro, definido por su propia naturaleza y por lo tanto carente de toda historicidad. " Este carácter de obviedad ha dejado sentado un concepto de infancia como objeto dado desde siempre e inmutable, ahistórico y simple...." (Carli, 1994) Sin embargo las investigaciones que se ocuparon de la historia de la infancia señalan que la manera de considerar a los niños, los sentimientos y actitudes hacia ellos, tanto como su lugar en la estructura familiar y social, no han permanecido inmutables a lo largo de los siglos, demostrando así que dicha noción empírica no es tan " natural " como parece, ni es independiente de su origen e historia propia, por el contrario admite variaciones culturales, actitudes sociales y cambios en distintas épocas. La tesis central de P. Aries (1960), expuesta en su obra “L' enfant et la vie familare sous l' Anciene Regimen”, es que los cambios operados a lo largo de los siglos marcan el pasaje de momentos caracterizados por la indiferencia y el desinterés por el niño a situarlo en un lugar central en la estructura social, sosteniendo entonces que fue necesaria una larga evolución para que el concepto de infancia se arraigara en la humanidad. Los relatos literarios, los textos con recomendaciones sobre el trato que debe prodigarse a los niños, así como las investigaciones que se ocuparon de indagar prácticas familiares revelan “una historia penosa salpicada de atrocidades”: la anticoncepción, los abortos indiscriminados, el infanticidio, la neglicencia, el abandono, el maltrato, la inanición deliberada, etc, - hechos aún vigentes- fueron en algunas épocas prácticas usuales, legales y hasta recomendadas que muestran esta desconsideración por los niños. Si bien excede los alcances de este trabajo realizar un minucioso análisis histórico de las formas que adquirió el trato a los niños, algunos fragmentos extraídos del texto “Historia de la Infancia” de Buenaventura Delgado (1998) bastan para corroborar lo antes mencionado. Menciona el autor: “La imagen de Abraham dispuesto a sacrificar a su único hijo Isaac, concebido en su ancianidad y heredero de su nombre, de sus riquezas y, lo que era más importante para él, de las promesas de Yavé, se nos hace más comprensible a la luz de una sociedad que valoraba el infanticidio como un acto, quizá heroico, de sentido religioso y de sumisión a la divinidad” ( Buenaventura Delgado, 1998:23) “Grecia no fue una excepción en la exposición o abandono de niños recién nacidos y en el sacrificio de niños en honor de los dioses. Algunos de ellos fueron rechazados por sus madres- no por sus padres inexistentes en los primeros años de vida- por diversas razones. Unas veces debido a su deformidad física, otras por ser fruto de una violación o de unas relaciones ilícitas, por ejemplo, del incesto, o debido a un oráculo adverso” ( Buenaventura Delgado, 1998:35) En Esparta ....”nada más nacer los niños eran lavados con vino para conocer su resistencia. Posteriormente eran examinados por una comisión de expertos, que dictaminaba si merecía o no la pena dejar vivir al recién nacido. Los débiles y defectuosos eran arrojados a las llamadas Apóteyas (literalamente expositorios), sima en las laderas del monte Taigeto. Ni se les ponían fajas ni se atendían sus llantos y miedos en la oscuridad de la noche. Si sobrevivían, les esperaba la vida triste de los

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cuarteles sometidos a los campeonatos de resistencia, a los azotes y al caldo negro de la comida colectiva” ( Buenaventura Delgado, 1998: 27) Por su parte los derechos del paterfamilias fijados en el Derecho Romano dan cuenta también del modo de pensar y ver a los niños. “El poder del padre de familia era ilimitado: “El derecho a exponer al hijo recién nacido (iux exponendi) facultaba al padre a abandonarlo con cualquier pretexto. En estos casos los niños eran depositados ante la columna lactaria, o en los estercoleros públicos, donde podían ser recogidos por cualquiera o morían de frío, de hambre o eran devorados por animales. Era el destino de gran número de niñas y de los bastardos” ( Buenaventura Delgado, 1998: 45) Durante la Edad Media los niños no eran otra cosa que “adultos pequeños”, seres inacabados que sólo se diferenciaban de los adultos por su estatura. Excepto en los primeros años de vida en que dependían de los mayores para su supervivencia física y para su sustento no existía ninguna separación entre las generaciones ni nada que se considerara específicamente infantil. Esta forma particular de ver a los niños es la idea central de la teoría “homunculista” del desarrollo, según la cual el niño es como un adulto en miniatura o lo que es lo mismo un hombrecito dentro de un cuerpo infantil. Coherente con esta concepción era la inserción temprana de los pequeños en el mundo del trabajo como seres autónomos, independientes y productivos, que los enfrentaba con exigencias que iban más allá de sus propias posibilidades . Haciendo un salto en la historia, la indiferencia por los niños también se patentizaba en una costumbre muy generalizada en países de Europa durante el siglo XVIII: era “raro” que las madres criaran a sus hijos y para ello empleaban amas de cría. Esto fue una práctica usual en Francia donde las madres entregaban a sus hijos para ser criados por nodrizas lejos de la casa paterna. “...en Francia era casi general la costumbre de enviar a los niños nacidos en las ciudades al campo para que los criasen allí. Más del 80 por 100 de los de los 21.000 niños nacidos en París en el decenio de 1780 fueron encomendados a amas de cría profesionales” (Robertson, 1991:447). Este tipo de crianza que redundaba en altos índices de mortalidad infantil- muchos niños morían sin haber conocido nunca la mirada de su madre- abre un gran interrogante sobre el “instinto materno” y demuestra que el “mito del amor materno” como valor social en el que se basa el cuidado, la preservación de los niños (aunque esto sea más un ideal que una realidad) es una construcción reciente en la historia de la humanidad (Volnovich, 1993:21) La envoltura con fajas es otro de los testimonios que sirven para ver el modo de considerar a los niños, al respecto es interesante citar dos fragmentos del trabajo de P. Robertson (1991): “En 1877, Frazer’s Magazine describía al niño alemán como “un ser digno de lástima”, maniatado y trabado como una momia con metros de vendas que se le quitaban una vez o a lo sumo dos veces al día. Raras veces se bañaba a los niños. Se les mantenía fajados hasta los seis meses, y después se les solía dejar arrastrarse por el suelo con una patata en la mano para que no lloraran” “...en Italia los niños llevaban envueltas tan apretadas que la presión hacía subir la sangre a la cabeza y las caritas se les ponían rojas...” Los historiadores han dado diversas interpretaciones acerca de estas prácticas con los niños, algunos fundamentan que estas formas de trato a la infancia anteriores al siglo XIX se deben a la falta de afecto por los niños, mientras que otros

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consideran que antes del siglo XVIII no se concebía a la infancia como una etapa de la vida con entidad propia que justificase un trato especial. Si no existen diferencias entre el niño y el adulto tampoco existe la infancia concebida como una etapa con características específicas que hacen necesario una consideración especial, tal como la entendemos hoy. Aries señala que con anterioridad al siglo XVIII el término niño se aplicaba incluso a los adolescentes y marca este siglo como el surgimiento de la acepción moderna de la infancia. Añade que no es hasta ese siglo que las actitudes y sentimientos frente al niño signadas por el desinterés y la indiferencia comienzan a cambiar dando lugar a una consideración distinta. Varios autores coinciden en señalar que es en ese momento que se produce una especie de revolución copernicana en el sentido que comienza a expandirse un movimiento destinado a evitar la masacre de niños, a protegerlos y garantizar sus supervivencia. Así, la preocupación por el niño comienza a tener un papel preponderante, y se impone el valor afectivo que gesta la “moderna” concepción de infancia. El surgimiento de la niñez en cuanto categoría social es simultáneo a los cambios económicos y en la organización social, producidos como consecuencia de la revolución industrial. Entre ellos el pasaje de una economía agraria y artesanal al trabajo en la fábrica y por tanto a la generalización del trabajo de los adultos fuera del domicilio, como así también el pasaje de una estructura familiar amplia a la constitución de la familia nuclear. Este nuevo orden social trajo aparejado a su vez la conformación de instituciones capaces de reglamentarlo. Tanto Aries como de Maus -más allá de sus diferentes enfoques sobre el tema- coinciden en afirmar la simultaneidad en el tiempo del descubrimiento o reconocimiento de la infancia moderna y de la aparición de instituciones protectoras donde cuidar y formar a la generación más joven." ( Finkelstein, 1986: 20) Estas instituciones- orfelinatos, guarderías, escuelas, etc,-respondiendo a las nuevas demandas sociales se caracterizaban por un régimen de protección y de control total cuidadosamente planificado. En el caso de la escuela, ésta se convierte en un agente fundamental en la educación de la generación menor a través de una instrucción sistemática, deliberada, continuada, y graduada por edades que define una concepción nueva respecto de la infancia, oponiéndose a la época clásica donde la escuela medieval de los clérigos o mercaderes no distinguía en modo alguno la edades de los alumnos ni ninguna condición específica de la niñez. Por el contrario en la "escuela moderna", la infancia ha sido delimitada y su ubicación depende de una rigurosa y muy minuciosa categorización que no sólo evita la integración de niños y adultos sino que, en el interior de la infancia, hace posible obtener niveles de delimitación aún más sutiles” (Baquero y Narodowski, 1994: 63) Los niños quedan claramente diferenciados de los adultos y esta delimitación se refleja en la preocupación de la pedagogía que consolidó su prestigio durante el siglo XIX y pasó a tener el monopolio de los discursos institucionales sobre la niñez. “...es imposible comprender el proceso de construcción de una infancia moderna sino se tiene en cuenta el discurso pedagógico proponiendo una analítica capaz de dotar de ciertos sentidos los enunciados sobre la infancia" (Baquero y Narodowski, 1994: 63). Discurso que tiende a jugar un rol unificante y por lo tanto a la configuración de una infancia homogénea. La pedagogización de la infancia que implicó el advenimiento de la concepción moderna, categorizó a la misma desde como y cuando era pertinente la distribución de saberes en instituciones encargadas a tales fines. El niño queda así asimilado al niño escolarizado, es decir " al alumno." Como señala Brinkmann (1986): “los niños ya no son adultos pequeños sino niños escolarizados y la participación en

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el aprendizaje escolar organizado llega a convertirse en su nueva característica esencial”. Entre muchos pedagogos, es quizá J. J. Rousseau quien más contribuyó a gestar una nueva imagen del niño diferenciándolo del adulto. En su popular obra “Emile ou sur l’ education”,( El Emilio) (1762) queda plasmado su interés por aproximarse al conocimiento del mundo infantil y su afirmación sobre la originalidad de la vida psíquica del niño. “El niño ni es un pequeño animal ni un hombrecito. Sólo es un niño, nada menos que todo un niño, que nace débil y dependiente en todo lo demás, pero con “modos de ver, de pensar, que les son propios”. ( Buenaventura Delgado, 1998: 143) Desde esta visión roussoniana se revitaliza esta consideración de los niños como seres dependientes, aislados del mundo adulto, necesitados de protección, y sin responsabilidades hasta llegar a la mayoría de edad, contraponiéndose a la autonomía que caracteriza al niño medieval. Y también surge la idea de niño como ser "inocente", "asexuado", "natural", un niño que es bueno por naturaleza, contraponiéndolo a la naturaleza viciada y corrupta de los adultos. Visión contraria a la de la Iglesia: nacemos sin pecado. La que pervierte es la sociedad. Más allá del aporte realizado por el pedagogo ginebrino este énfasis puesto en la naturaleza, al considerar como naturales las capacidades, necesidades y potencialidades dio lugar a un “niño universal” y por lo tanto a una imagen homogénea que no tienen en cuenta “ la multiplicidad de realidades que significa ser niño en la sociedad”. ( Ochoa-Santibañez; 1983:128). Lo cierto es que un concepto renovado de niño, redescubierto a la luz de Rousseau y de los pedagogos modernos se inserta en la trama social. Aún reconociendo que es a partir del discurso pedagógico que se genera la "infancia" como categoría de estudio, como así también los sentimientos modernos de protección y amparo hacia los niños, será este el punto de partida para que otras disciplinas desde “otra mirada” realicen sus propios aportes. “El cambio de mentalidad respecto del niño ha sido el fruto de la aportación de campos científicos diversos, como la pedagogía, la medicina, la psicología, la biología, la psiquiatría, la sociología, etc,.” (Buenaventura Delgado, 1998: 10) La niñez se constituyen como un problema o un tema de central preocupación tanto para la Psicología como para la Medicina o el Derecho, por citar sólo algunos campos, desde donde se generan nuevos conocimientos y una resignificación de la niñez. La infancia se convierte así en un lugar de “saberes”. Tal como señala Volnovich (1993): " El siglo del niño es la imagen de una época en que la preocupación por la infancia ha adquirido una importancia relativamente preponderante y una nueva orientación. El siglo XX ha de ser el siglo del niño es la profecia con la que Eduard Claparede ....quiso sintetizar un movimiento de reivindicación de la infancia". Una de las mayores conquistas del siglo XX y que reflejan, por lo menos en la aspiración del hombre contemporáneo, la “centralidad” otorgada a la infancia proviene del ámbito Jurídico. La Declaración de Ginebra del año 1924 en la que “ por primera vez se conceptualiza a la niñez en su conjunto como un grupo que debe ser objeto de medidas especiales de protección para garantizar su normal desarrollo material y espiritual”, sirvió de antecedente a la Declaración de los Derechos del Niño que fue aprobada por las Naciones Unidas en 1959. En 1979, declarado el “Año Internacional del Niño”, se inició el trabajo de redacción de la “Convención Internacional por los derechos del Niño” que culminó con la realización de la “Primera Cumbre Mundial en favor de la Infancia”, llevada a cabo

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en nueva York en Septiembre de 1990, y en la que la mayoría de los países del mundo se comprometen a dar cumplimiento a las disposiciones de la Convención. “La Convención constituye un hito en la historia de la humanidad ya que en ella, por primera vez, los niños y niñas de todo el mundo son considerados - en tanto que Grupo Vulnerable- no sólo objeto de protección especial por parte de los adultos y del Estado, sino sujetos titulares de un conjunto de derechos civiles y políticos, que los equiparan a la condición de ciudadanos al otorgarles, por ejemplo, la libertad de expresión, de participación, de asociación y de información veraz y adecuada.” (Manual sobre los Derechos del Niño- Programa Nacional por los Derechos del Niño-Ministerio de Cultura y Educación de la Nación). Considerar a los niños sujetos de derechos supone no sólo una nueva mirada hacia ellos, sino un compromiso de padres, educadores y fundamentalmente del Estado por garantizar su promoción, respeto y cumplimiento, en definitiva concretar en políticas y acciones lo que está escrito en la ley. Este breve recorrido por la historia nos muestra la relación cambiante de la cultura respecto a la infancia y cómo este concepto se ha ido construyendo a lo largo del tiempo, y vale cerrarlo con las palabras de Buenaventura Delgado: “Mirar atrás en el pasado para ver la historia de la infancia equivale a levantar la tapa de la caja de Pandora, no para dejar libres los males que han afligido a lo largo de los siglos a la infancia, sino para poder conocerlos y evitarlos”. (Buenaventura Delgado, 1998: 9)

La infancia: una mirada desde la psicología. Como ya se ha planteado, la Psicología no ha sido insensible a los “nuevos sentimientos” surgidos en la modernidad, y por lo tanto no le ha sido ajena la preocupación por la infancia. Por el contrario, ha configurando un campo específico: el de la psicología evolutiva o la psicología del niño, a partir del cual elabora sus propias explicaciones y caracterizaciones de lo que es específico de esta etapa de la vida. En la actualidad el lugar de la Psicología del Niño en el conjunto de la ciencia psicológica es considerable no sólo por la cantidad sino también por la variedad de investigaciones, las que se han constituido como referente de otros campos disciplinares como el derecho, la política, la pedagogía y otros. En este sentido, basta con pensar los efectos que producen los saberes psicológicos para determinar la imputabilidad o no de un sujeto de corta edad en el campo de lo penal; o el interés que despierta el conocimiento de las “características” de la población adolescente o infantil en función de las campañas publicitarias, donde la política, la economía y la sociología utilizan el discurso psicológico para planificar sus acciones, desconociendo que gran parte de esas “características psicológicas” son efecto de sus propios actos más que causa inicial. (Barbabella, Calvet y Márquez, 1998) Si tomamos la historia recorrida por esta disciplina podríamos señalar que las investigaciones realizadas a lo largo de este siglo, -si bien convergen en su objetivo de producir conocimiento respecto del psiquismo infantil y en la explicación de los cambios que transcurren en la niñez-, han sido delineadas a partir de necesidades e intereses diferentes. Creemos posible distinguir al menos tres tipos de investigaciones orientadas por esta diversidad de intereses:

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1) por el interés acerca de la diferencia entre las conductas del niño y las del adulto, desde el punto de vista de su evolución 2) por el interés en conocer la infancia para educarla mejor, es decir investigaciones con una finalidad pedagógica; y 3) por el interés en indagar lo que representa la infancia en la constitución del psiquismo humano. Respecto a la primera clase de investigaciones las producciones teóricas se vinculan con la denominada Psicología Evolutiva. Tratados de significativa repercusión, incluso en otras disciplinas como la Medicina, se han elaborado en torno a la idea evolucionista de Darwin, donde lo complejo es derivación de lo simple. Así la vida infantil constituye el eslabón inicial del desarrollo humano. Será, entonces, menester de estos trabajos describir y explicar las características relevantes de este peldaño de ascenso hacia la adultez, como así también dar cuenta de las modificaciones hacia la ancianidad. Este enfoque es el más frecuente en los denominados Manuales de Psicología infantil, como así también son de habitual aparición en las publicaciones de distribución masiva, tales como revistas de uso corriente, sirviendo la mayoría de las veces a estigmatizar las conductas como esperables o no esperables para distintas etapas de la vida del sujeto. En relación a la segunda clase de investigaciones la Psicología produce un discurso que en alguno de sus puntos se intersecta con el interés pedagógico. Un ejemplo de esto lo constituye la investigación en el campo de la Psicología educacional que se ocupa de enlazar las investigaciones propiamente psicológicas con las problemáticas del campo educativo, fundamentalmente con el aprendizaje. La finalidad de estas investigaciones es evitar traspolar y aplicar a los procesos educativos escolares conocimientos generados en contextos de investigación estrictamente psicológica, tales como las explicaciones acerca del desarrollo y el aprendizaje; por el contrario su objetivo es generar nuevos conocimientos sobre cómo los procesos de cambio y el aprendizaje se producen como consecuencia de la participación de los sujetos en el contexto escolar y de clase. " La psicología de la educación aparece en la actualidad como una disciplina puente entre la psicología y la educación que ha renunciado definitivamente a la aplicación mecánica de unas supuestas soluciones que la realidad de las aulas demuestra una y otra vez que no son tales dictadas por la investigación psicológica para resolver los problemas educativos. Que ha renunciado, por lo tanto, al reduccionismo psicologizante en su aproximación a los fenómenos educativos reconociendo en la complejidad de los mismos la exigencia de una aproximación interdisciplinaria. Situada en este espacio intermedio entre, por una parte, las disciplinas que estudian los procesos psicológicos básicos y por otro, las disciplinas que estudian los procesos educativos, la psicología de la educación participa de las características de ambos tipos de disciplinas. Los procesos educativos constituyen su centro de interés, y en este sentido comparte los objetivos y problemas de las ciencias de la educación...” (Coll, 1988) La tercera postura mencionada rechaza desde sus supuestos de análisis la explicación de los fenómenos psíquicos más complejos como efecto evolutivo de fenómenos más simples. Por el contrario consideran aquellos aspectos de la vida psíquica propios de la infancia como de igual complejidad que los propios de la vida adulta.

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Además no concuerda con aquellas extrapolaciones que se realizan de sus propios campos de investigación al campo educativo, dado que las mismas se construyen en encuadres estrictamente psicológicos. Reconocen que sus construcciones teóricas tienen incidencia en otros campos pero no avalan una aplicación sin mediaciones de análisis con encuadre pedagógico, en el caso de las situaciones educativas. Estas teorías que cobran su máxima importancia a partir de mediados de este siglo parten de significar a la niñez como un momento de la vida humana que tiene valor en sí misma, y que aún cuando constituya cronológicamente una época previa a la adultez no por ello es un etapa de incompletudes, ni de faltas que luego "el tiempo" reparará por efecto de la educación o la maduración. Abordar el estudio de la niñez desde esta perspectiva significa reconocer, por un lado la diferencia que existe entre la vida adulta y la vida infantil, y por otro, comprender que la complejidad de lo infantil explica la complejidad adulta. Además es preciso destacar que cabalgan entre el valor de lo biológico (factor madurativo) y el valor de lo social (factor educativo) para otorgarle un estatuto diferente a lo psíquico y desde allí estudiar los primeros años de la vida. Aunque con considerables diferencias dentro de estas teorías contemporáneas pueden mencionarse la teoría Genética, el Psicoanálisis y la teoría de Vigotsky.

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* Molina, Lurdes y Jiménez Núria (1992): “ La escuela infantil “- Ed. Paidós, Barcelona * Robertson, Priscilla (1991): “El hogar como nido: la infancia de la clases media en la

Europa del siglo XIX” en “Historia de la Infancia” -Ll. de Mause, Alianza De, Madrid * Volnovich, Juan (1993): “La niñez y lo social” en Revista “Gaceta Psicológica”Número Especial: ”7mo Congreso Metropolitano de Psicología”, Nuevas Políticas de y para la Niñez. * Manual de Actividades sobre los Derechos del Niño: “ Propuesta didáctica sobre los derechos del niño: del derecho al hecho “-Volumen 1-Módulo 1- “Programa Nacional por los Derechos del Niño y del Adolescente”- Ministerio de Cultura y Educación de la Nación. Año 1994.