Feyerabend, Paul., Adios a La Razon

Adios a la razon Paul Feyerabend *•. * . ^ ' . jr techos www.FreeLibros.me Diseno de cubierta: Joaquin Gallego

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Adios a la razon Paul Feyerabend *•.

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techos www.FreeLibros.me

Diseno de cubierta: Joaquin Gallego

T raduction de Jose R. de Rivera

1.a edition, 1984 Reim presion, 1987 2.a edition, 1992 3.“ edicidn, 1996

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra e s ti protegido por la Ley, que establece penas de prision y/o m ultas, adem£s de las correspondientes indem nizaciones por danos y perjuicios, para quieres reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren publicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artfstica o cientffica, o su transform ation, interpretacidn o ejecucion artfstica fijada en cualquier tipo de soporte o com unicada a traves de cualquier medio, sin la preceptiva autorizacidn.

© P a u l F e y e ra b e n d

© ED ITO RIA L TECNOS, S.A., 1992 Juan Ignacio Luca de Tena, 15 - 28027 M adrid ISBN: 84-309-1071-9 Deposito Legal: S. 710-1996 P rinted in Spain. Impreso en Espana por Graficas VARONA Poligono Industrial «E1 M ontalvo», paicela 49. 37008 Salamanca

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castellana:

PARA LA SUPERVIVENCIA A

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1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. C

P an o ram ica ................................................................. La estru ctu ra de la ciencia ................................... E studios de caso ...................................................... Ciencia: una tra d itio n entre m uchas .............. R azon y p ractica ...................................................... E lem entos de u n a sociedad libre ...................... Bien y m al ................................................................... A dios a la razon ......................................................

19 20 35 59 69 81 85 93

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U n experim ento renacentista y sus consecuencias ................................................................................. V aloracion del episodio ......................................... R e a l i d a d ......................................................................... A bstracciones: «la» v erdad ................................... La c o n d itio n de la verificabilidad ................... R esum en ...................................................................... O tras indicaciones ...................................................

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PROLOGO A LA EDICION CASTELLANA CONOCIMIENTO PARA LA SUPERVIVENCIA La ascension del racionalism o en O ccidente es el resultado de dos desarrollos, uno gradual e involuntario, y o tro m as bien repentino y basado en la o b ra de un pequeno grupo de intelectuales. El prim er desarrollo reem plazo los conceptos ricos y dependientes de la situ atio n , p ro p io s de la prim itiva epica, por unas pocas ideas abstractas e independientes de la situ atio n . El segundo d esarro ­ llo dio com ienzo con el descubrim iento, efectuado algo antes p or Parm enides, de que las ideas abstrac­ tas e independientes de la situ a tio n generan historias especiales, p ro n to llam adas «pruebas» o «argum entos», cuya tram a no es im puesta a los caracteres principales, sino que «se sigue de» la naturaleza de ellos. N o lo s're la to s accidentales de una tra d itio n que son a m enudo contradichos por relatos procedentes de la misma tra d itio n o de otras tradiciones, sino que son las propias cosas las que producen la historia y la dicen «objetivam ente», esto es, independientem ente de las opiniones y de las com pulsiones historicas. Los dos desarrollos p ro n to se fu n d ieron, y su presion co njunta afianzo el criterio de que el conocim iento es unico — existe una sola historia aceptable: la «verdad»— , abstracto , independiente de la situ atio n («objetivo») y basado en argum ento. Se pueden hallar detalles y bibliografia en la section 4 del ensayo «Ciencia com o arte», incluido en el presente volum en, asi

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com o en mis escritos siguientes: Tratado contra el metodo (Tecnos, M adrid, 1981), capitulo 17; Philo­ sophical Papers, vol. II (C am bridge, 1981), capi­ tulo I; «X enophanes: a forerunner o f critical ratio ­ n alism ?^ en G u n n a r A ndersson (ed.), Rationality in Science and Politics, D ordrecht, 1983. La idea abstra'cta del conocim iento desem peno un im p o rtan te papel en la historia de la ciencia y filosofia occidentales, y ha subsistido hasta hoy. Es a m enudo incom pleta en un im portante aspecto: no revela si, y com o, los hum anos van a sacar provecho de ella. Es, en parte, una supervivencia de las m as prim itivas form as de vida: el conocim iento abstracto , tal com o lo han presentado algunos de sus m as relevantes cam peones, tiene m ucho en com un con los decretos divinos, y el p roposito de los decretos divinos solo en m uy escasas ocasiones es explicado. La incom pletud es tam bien una consecuencia natu ral del enfoque abstracto: los conceptos «objetivos», es decir, independientes de la situ atio n , no pueden cap tar a los sujetos hum anos y el m undo tal com o es visto y configurado p o r ellos. Con todo, los intelectuales han intentado frecuentem ente extender el enfoque abstracto a todos los aspectos de la vida hum ana. La tentativa es claram ente paradojica: conceptos que son definidos de acuerdo con argum entos o historias-prueba explicitos, claram ente form ulados y drasticam ente no-historicos, no pueden expresar en ab so lu to el con ten ido de conceptos que estan adaptad o s a las caracteristicas — en p arte conocidas, en p arte desconocidas, pero siem pre cam biantes— de las vidas de los seres hum anos, y p o r ello constituyen p artes inseparables de su historia. A lgunos de los prim eros fisicos fueron conscientes del problem a. R idiculizaron a los filosofos que pretendian reducir todas las enferm edades a unas pocas nociones simples, y co n trastaro n la pobreza de esas 10

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nociones con la riqueza de su propia experiencia practica. P lato n , pese a su inclination fuertem ente teorica, nunca dejo de preocuparse p o r la m ateria, y a m enudo reto rn ab a a las form as tradicionales de pensam iento. P ero la m ayoria de los cientificos y de los filosofos cientificos no son conscientes de los problem as im plicados; para ellos, el enfoque abs­ trac to es el unico p u n to de vista aceptable. (Esto tam bien se aplica a pensadores m odernos, com o Bohm , Prigogine o T hom , que rechazan el arm azon de la fisica clasica, dem andan una filosofia mas adecuada a los asuntos hum anos, pero siguen creyendo que una teoria abstracta que incluya m odelos de con d u cta hu m an a al lado de atom os y galaxias sera la que de en el clavo. Solo B ohr y, h asta cierto p u n to , P rim as parecen hab er dado cabida a la subjetividad de los seres hum anos individuales.) Es interesante observar que elem entos im portantes del enfoque ab stracto hacen su aparicion incluso en cam pos que han sido cultivados en abierta oposicion a el. Las hum anidades son un ejem plo. R etoricos, poetas, hum anistas, psicologos hum anistas, historiadores, frecuentem ente han subrayado las deficiencias de los conceptos ab stracto s y «objetivos», y h an d esarro llad o m odos alternativos de investigation y d escription. P or ejem plo, subrayaron la im p o rtan cia de «com prender» mas alia y p o r encim a de los experim entos, observaciones y argum entos basados en ellos. Pero ese «com prender» que em plearon era el suyo propio, o bien un proceso conform ado p or la profesion a la que perteneci'an; la com prension de personas ajenas entro a fo rm ar p arte de sus clases docentes y de sus libros solo despues de h ab er sido tam izada p o r ese filtro p articu lar. P o r o tra parte, las ideas de un individuo ingenioso o de un grupo privilegiado se convierten en m odelo p ara la vida de los dem as. Pero, com o se preguntara el lector im paciente,

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que lo que importaria en una argum entation no son los ejemplos mismos sino sus descripciones abstractas. D esde luego, las descripciones deben ser exam inadas co m p aran d o las con los ejem plos. Sin em bargo, si son verdad, entonces su fuerza argum entativa es independiente de una estrecha fam iliaridad con tales ejem plos. La idea se viene abajo con las obras de arte. P ara ju zg ar logros artisticos, uno tiene que fam iliarizarse con ellos; no b astan las descripciones, p o r «verdaderas» y «bien confirm adas» que sean. A hora bien, un o de los principales p u n to s del analisis de las ciencias en M ach, de la actitud de Einstein an te la in v estig ation cientifica, de la filosofia de B ohr, asi com o de los dos libros que y crh e escrito p ara defender a estos pensadores, es que precisam ente en esta problem atica es donde las ciencias se asem ejan a las artes. O que, p a ra expresarlo de u n a fo rm a algo p arad o jica, la ciencia en su mejor aspecto, es decir, la ciencia en cuanto es practicada por nuestros grandes cientificos, es una habilidad, o un arte, pero no una ciencia en el sentido de una empresa «racional» que obedece estandares inalterables de la razon y que usa conceptos bien definidos, estables, «objetivos» y por esto tambien independien­ tes de la practica. O, p ara utilizar una term inologia to m ad a del g ran d eb ate sobre la distincion entre «G eistesw issenschaften» (Ciencias del espiritu) y «N aturw issenschaften» (Ciencias de la naturaleza), no existen «ciencias» en el sentido de nuestros racio­ nalistas; solo hay humanidades. Las «ciencias» en cuanto opuestas a las humanidades solo existen en las cabezas de los filosofos cabalgadas por los suefios. 32

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Este resu ltad o ten d ra luegb su im portancia cu an d o trate de la politica. Los co m entarios de los tres ultim os p arrafo s no solo se aplican a los criticos que se oponen al «todo sirve», sino tam b ien a los au to res que lo siguen y que quieren utilizarlo en provecho propio. En este caso, mi objecion es que la ausencia de estandares «objetivos» no hace la vida m as facil: la dificulta aun mas. Los cientificos no pueden seguir apoyandose en reglas de pensam iento y ac tio n bien definidas. No pueden decir: nosotros poseem os ya los m etodos y estandares p a ra u n a investigation correc­ ts; to d o lo que necesitam os es aplicarlos. P orque segun la vision de la ciencia defendida p o r M ach, B oltzm ann y Einstein, y que yo he presentado de nuevo en TCM, los cientificos no solo son responsables de u na aplicacion adecuada de los estandares existentes, sino que ademas son responsables de esos mismos estandares. Ni siquiera puede uno referirse a las leyes de la logica, p o rq u e pueden darse circunstancias que nos fuerzan a revisarlas tam bien (p o r ejem plo, la m ecanica cuantica analizada p o r Von N eum ann y B irkhoff, p o r Jau c h y P iron, p o r Primas y otros). H ay que recordar esta situ a tio n cuando consideram os la relatio n entre los «grandes pensadores», p o r un lado, y los editores, benefactores e instituciones cientificas, p o r o tro . Antes, los cientificos con ideas inusitadas y las instituciones a las que pedian ay u d a com partian ciertas ideas generales, y to d o lo que tenia que hacer un cientifico que necesitaba dinero era m ostrar que su investiga­ tio n , ap a rte de contener ciertas sugerencias originales, estaba de acu erdo con estas ideas. Ahora, los cientificos y sus jueces tienen tam bien que argum enta r acerca de principios; no pueden confiar ya en topicos establecidos (su m tercam bio es «libre», no «guiado» [CSL, p agina 28]). En esta situ a tio n , la p etitio n de los cientificos «anarquistas» de «m ayor

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lib ertad » puede interpretarse de dos form as: se la puede considerar com o deseo de que se realice una discusion cientifica libre no ligada a regia especifica alguna, pero que intenta (cf. de nuevo CSL, pag in a 28) llegar a una base com un. O puede in ter­ pretarse tam bien com o exigencia de que se acepten ideas de in v estigation sin examen alguno sim plem ente p a ra h acer la vida m as facil a grandes e inusitadas m entes (o en la m ayoria de las veces a gente que pretende tener tales cabezas). Siguiendo la arg u m e n ta tio n de T C M y de CSL, el segundo tipo de p e titio n puede apoyarse en la puntualizacion de que las ideas absurdas e inusitadas frecuentem ente han llevado al progreso. La arg u m e n tatio n pasa p o r alto que los jueces, editores, benefactores pue­ den utilizar la m isma fo rm a de razonar: el statu quo tam bien ha llevado al progreso y el «todo sirve» tam bien se aplica a sus defensores. P or esto es necesario ofrecer algo m as que la arrogante p e titio n de m ayor libertad. Los estudios de caso m uestran que los cientificos rebeldes verdaderam ente ofrecieron m ucho m as. G alileo, p o r ejem plo, no se contento con quejarse y resignarse: intento convencer a sus adversarios con los mejores m edios de que disponia. Estos m edios frecuentem ente diferian de los procedim ientos tradicionales —aqui se encuentra la com ponente an arq u istica de la investigation de G ali­ leo— , pero con frecuencia tuvieron exito. Y no olvidem os que una plena dem o cratizatio n de la ciencia incluso h a ra m as dificil la vida a los autoproclam ados descubridores de G randes Ideas. P or­ que estos ten d ran que dirigirse a gentes que no com parten precisam ente su interes p o r la ciencia. i,Que h aran nuestros «anarquistas» que am an la libertad en tales circunstancias? Sobre to d o cuando sus adversarios no son ya odiados personajes de alto co turno, sino ciudadanos libres queridos por todos. 34

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3.

E ST U D IO S D E CASO

Mis estudios de caso han sido criticados p o r dos caballeros: clara y hum oristicam ente, p o r G u n n ar A nderson (abreviado en G A); prim itivam ente y de una form a b astan te confusa, p o r Jo n ath an W urril (JW ). Ellos no com entan mis consideraciones gene­ rates (TCM , capitulos 1, 12, 18; CLS, partes 1 y 2); lo que analizan y cuestionan es el m ism o m aterial historico y las conclusiones que yo he deducido de el. El m aterial —dicen— no apoya las conclusiones. Segun G A , el caso G alileo puede poner en peligro una «version dem asiado sim ple e ingenua del falsificacionism o», pero no am enazaria una filosofia donde teorias y observaciones fueran falibles. Asi pues, mi in te rp re ta tio n de las hipotesis de G alileo revelaria que yo no he com prendido la definition de las hipotesis ad hoc dada p o r P opper. G A dice que las h ip o tesis a d hoc no son m eras su p o sicio n es introducidas p ara explicar efectos espetificos, sino que rebajan el grad o de falsification del sistem a en que o curren. A h o ra bien, esto es precisam ente lo que hacen las suposiciones mas fundam entales de Galileo. G alileo no solo introduce una teoria del m ovim iento que convierte el argum ento de la torre de u na re fu ta tio n de C opernico en una confirm a­ tio n ; el con ten id o de esta teoria del m ovim iento es considerablem ente mas restringido que el de la teo­ ria aristotelica que le habia precedido (TCM, paginas 128 ss.). La teoria de A ristoteles tal com o se la desarrolla en los libros I, II, VII y V III de la Fisica es u n a teoria universal del m ovim iento que ab arca el m ovim iento espacial, la generation y c o rru p tio n , cam bio cualitativo, crecim iento y decrecim iento. C ontiene teorem as com o los siguientes: to d o m ovi­ m iento es precedido (tem poralm ente) p o r o tro m o v im ien to ; existe u n a cau sa inm ovil del m ovi-

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m iento y un prim er m ovim iento (en la serie causal) cuyo ritm o de cam bio es constante; la longitud de un objeto en m ovim iento no tiene valor exacto, etc. El prim er teorem a se apoya en la suposicion de que el m undo es u na entidad som etida a leyes. Puede utilizarsele co n tra ideas tales com o la teoria del Bing Bang (estallido inicial) sobre el origen del universo; y la idea de W igner de que la re d u ctio n del paquete de o ndas se debe a la a c tio n de la conciencia. Asi pues, la teoria de A ristoteles era coherente: existia u na term inologia unificada para la descrip­ tio n y ex p lication de todos los tipos de m ovi­ m iento. E stab a confirm ada en un alto grado, estim ulaba la investigation en fisica, fisiologfa, biologia, epidem iologia, y condujo a num erosos descubrim ientos 17. Sigue teniendo im portancia hoy porque las ideas de la m ecanica de los siglos x v n y x v m 17 La teo ria que a c a b a de describirse debe distinguirse de las leyes especiales que fo rm u la A ristoteles en el De Coelo. T enem os, pues, q u e p r o c u ra r n o c o n fu n d ir un d e b a te so b re condiciones especiales c o n u n d e b ate sobre leyes f u n d a m e n ta ls . Asi, A ristoteles a firm a m uy explicitam ente que «en un vacio to d o s los objetos tienen la m ism a velocidad» (Fisica, 216a20), pero niega que el m u n d o c ontenga un vacio: su teo ria del m ovi­ m iento es suficientem ente general com o p a ra cu b rir a m b o s tipos de m ov im ien to , en u n m edio o en el vacio. H ace d e p en d e r el m ovim iento de la fo rm a y n atu raleza del m edio, de la n a tu ra ­ leza de Ja fu erza jnh eren te; lo que m u estra que el fam oso «argum ento» de G a lile o c o n tra la «ley de la caida libre» de A ristoteles (si los objeto s m as pesados cayeran m as deprisa que los m enos pesados, entonces un objeto pequeno sujeto a uno m ayor deberia h a ce r que am bos se m ovieran m as dep risa, p o r­ que el objeto co m b in a d o es ah o ra m as pesado, y n o tan deprisa, p o rq u e el o b jeto peq u en o reten d ria el m ovim iento del m ay o r) no se puede a p lic ar a A ristoteles, d onde el m ovim iento resultan te d epende de la m anera com o se co m b in a n los objetos (estam os tra ta n d o de un pro b lem a de m ecanica de fluidos). Y asi sucesivam ente. H isto ricam en te, el d eb ate no tuvo lugar entre G alileo y A ristoteles, sin o entre G alileo y un c h a p u rre ro A risto ­ teles artificio sam en te m o n ta d o p a ra hacer ap arecer com o invencibles los a rg u m e n to s de G alileo. (P a ra este p u n to , cf. tam bien la nota 15 supra.) T am bien nuestros filosofos de la ciencia presentan una re la tio n c h ap u rre ra de este m ism o debate.

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siguen siendo totalm ente inadecuadas p ara tra ta r el m ovim iento 18. ^Que es lo que hace G alileo? El reem plaza esta com pleja y sofisticada teoria con su p ro p ia ley de la inercia, que carece de co n firm a tio n excepto en el contexto de la teoria aristotelica 19, la aplica solam ente a la lo co m o tio n y «reduce drasticam ente el grad o de falsification de to d o el sistema». Sin em bargo, si se considera la falsificabilidad de las afirm aciones observacionales, la situ a tio n es la siguiente: el racionalism o critico, la «filosofia» que defiende G A , o es un fecundo p u n to de vista que guia al cientifico, o es m era ch arla hueca que puede ponerse de acuerdo con cualquier m etodo. Los popperianos afirm an que se tra ta de lo prim ero (rechazo de la afirm acion de N eurath de que cual­ quier afirm acion puede ser refutada p o r cualquier razon). P o r esto insisten en que afirm aciones fun­ d a m e n ta ls que intentan refu tar u n a teo ria tienen que estar m uy bien com probadas. Las o b serv atio ­ n s realizadas al telescopio p o r G alileo no satisfacen esta exigencia: p o r autocontradictorias, no p u e­ den ser repetidas p o r cualquiera; los que las repiten com o K epler llegan a resultados diferentes, y no hay teo ria que perm ita separar «fantasm as» de los 18 B ohm , Prigogine, Eigen, Ja n tsc h y o tro s h a n c o m e n tad o los inconvenientes de la m ecanica clasica (incluyendo algunos aspectos de la m ecanica c u an tica ) y han p e d id o u n a filosofia en la que el c am b io no fu era u n a a p arien cia periferica, sino un fen6m eno fu n d am en tal. A ristoteles ha d e sa rro llad o precisam ente u n a filosofia de ese genero y podem os a p re n d e r m u ch o de el. Incluso en los detalles, A ristoteles o casio n alm en te va bastan te m as lejos que sus m o d ern o s sucesores. U n ejem plo es su teoria de la c o n tin u id ad . Cf. m is «R em arks on A risto tle ’s T h eo ry o f M athem atics*, en M idwestern Stu d ies in Philosophy, 1982. 19 C o p e rn ic o y G alileo se m ueven d e n tro del m arc o a risto te lico de u n a op o sicio n en tre el m ovim iento rectilineo y el circ u ­ lar, p ero in te n ta n a d a p ta rlo a la hip6tesis de q u e la tierra es un a stro (y p o r ello p a rticip a del m ovim iento circular).

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fenom enos veridicos (la optica fisica m encionada p o r G A es irrelevante, porque las afirm aciones basicas en discusion no trata n de los ray os de luz, sino de la oposicion, color y estructuras de los rem iendos visuales, y una hipotesis po p u lar que pone en co rrelatio n la prim era con la segunda se puede m o strar facilm ente que es falsa [TCM, pagina 148]). P o r esta razon, las afirm aciones basi­ cas de G alileo son hipotesis atrevidas, sin m ucha co n firm ation. G A parece aceptar esta description: hace falta tiem po — se dira— para obtener evidencia co n firm ad o ra (y las «teorias-piedra-de-toque» concernientes, p ara usar u n a excelente expresion de Lakatos). La prim era in terp retatio n del raciona­ lismo critico m encionado arrib a afirm a que du ran te ese tiem po las afirm aciones no tienen poder refutador. Si un o dice, com o G A , que G alileo refuto concepciones populares con sus observaciones, entonces se desplaza u no de la prim era a la segunda interpre­ ta tio n , donde las afirm aciones basicas pueden utilizarse de cualquier m anera. La expresion literal sigue siendo critica, pero su contenido se ha evapora d o to talm en te. Este es claram ente el p u n to donde un h o n esto ad v ersario de confusiones babilonicas, tal com o pretende serlo G A , debe to m ar po sitio n . Debe confesar que, m ientras que el no puede tener su G alileo y hacerle racional, al m ism o tiem po se encuentra dem asiado em barazado p ara adm itir esto en publico. Esta es u n a buena ocasion p ara m encionar una critica que ha p ublicado T. A. W hitaker en dos car­ tas en la revista Science 20. W hitaker senala que existen dos conjuntos de imagenes de la luna, los grabados en m adera (que m encione y m ostre en TCM ) y los en cobre, que son m ucho m as exactos, desde un p u n to de vista m oderno, que los g rabados - 20 2 de m ayo y 10 de o ctubre de 1980.

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en m adera. Segun W hitaker, los g rabados en cobre m uestran a un G alileo que era m ucho m ejor observad o r de la luna que el G alileo que he p in tad o yo. Pues bien, lo p rim ero es que yo jam as he d u d ad o de la cap acid ad de G alileo com o observador. C itando a R. W olf (Geschichte der Astronomie, pagina 396), que escribe que «G alileo no era un gran o b servador astronom ico, a no ser que las em ociones producidas p o r tantos descubrim ientos telescopicos com o el hizo en este periodo hubieran dism inuido su destreza o su sentido critico», respondi'a yo (TCM, pagina 117): E sta afirm acio n tal vez sea v erdadera (aunque me inclino a p o n e rla en d u d a a la vista de la e x tra o rd in a ria h ab ilid ad observacional que m anifiesta G alileo en o tra s ocasiones). Pero resulta po b re de c o n te n id o y, creo, poco interesante [...]. E xisten, sin em b a rg o , o tras h ipotesis que si c o n d u ce n a nuevas sugerencias y que nos revelan cuan com pleja era la s itu a tio n en tiem pos de G alileo.

Luego m enciono dos de tales hipotesis, u n a que trata de las peculiaridades de la vision telescopica co ntem poranea, la o tra que considera la suposicion de que las percepciones, es decir, las cosas vistas con el ojo d esnudo, tienen una historia (que puede descubrirse co m b in ando la histo ria de la astronom ia visual con la de la p in tu ra, poesia, etc.). En segundo lugar, la re fere n d a a los grabados de cobre no elim ina to d o s los aspectos problem aticos de las observaciones de G alileo sobre la luna. G alileo no solo dibujo, sino que tam bien describio verbalm ente lo visto. P o r ejem plo, pregunta (TCM, pagina 115): £ P or que no vem os d esigualdades, rugo sid ad es e irreg u larid a d es en la periferia de la luna creciente, hacia el oeste, o en el o tro borde c ircu lar de la luna m en g u a n te, h acia el este, o en el circu lo e x te rio r de la luna llena? ^P or que aparecen perfectam ente red o n d as y circulares?

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K epler respondi'a, basandose en observaciones hechas a ojo d esnudo (TCM, pagina 115, n ota 167): Si m iras c u id ad o sam en te la lu n a llena, parece per­ ceptible que algo falla en su circularidad.

Y contesta a la pregunta de Galileo: N o se cuan cuidadosam ente has reflexionado sobre este a su n to , o si tu p re g u n ta , co m o es m. II X

Ilustracion a n ato m ic a del texto de ensenanza de G iu lio C asserio (ca. 1600).

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F ig u r a

16.

Ilu strac io n del Tratado sobre el hombre, D escartes, p ublicado en 1664.

de

cas, sino tam bien form as de pensar, de verdad, de racio n alid ad y, precisam ente, form as de realidad. A donde nos volvam os no encontrarem os un p u n to de apoyo arquim edico, sino otros estilos, tradiciones o principios de orden. Puede ser aleccionador no solo deducir estas con­ secuencias, sino tam bien ilustrarlas con ejemplos. C oncedam os, pues, que la referencia a la realidad solo puede ser u n a referencia a una o b ra hum ana, y preguntem onos: £que o b ra hu m an a ya existente o aun p o r surgir introduce la realidad a la que deben atenerse los artistas? A rtistas del R enacim iento com o A lberti, pero tam bien otro s m uchos artistas, filosofos o cientifi154 www.FreeLibros.me

cos despues de el, d an a esta pregunta la siguiente respuesta: realidad es lo que nos representan los cientificos com o realidad. Leam os ah o ra el siguiente texto del Libro de la consolation divina del M aestro Eckehart: A dem as, debem os sab er que, en la n a tu ra le z a, la im presion y el influjo de la n atu raleza su p rem a y m as elevada es p a ra to d o ser algo m as delicioso y recreante que su p ro p ia n a tu ra le z a y m o d o de ser. El agua, d e b id o a su n a tu ra le z a, fluye hacia a b ajo , hacia el valle, y ahi esta tam bien su natu raleza. C o n to d o , bajo el influjo y la im presion de la luna alia a rrib a en el cielo, niega y olvida su p ro p ia n a tu ra le z a y fluye m o n te a rrib a hacia la a ltu ra , y esta e m a n a tio n le es m ucho m as facil que el b a ja r p o r el rio. En esto debe co n o cer el h o m b re si se en cu en tra en el buen cam ino: que le re su lta ra m as delicioso y satisfactorio de ja r su v o lu n ta d n a tu ra l y vaciarse to ta lm e n te de si m ism o en to d o lo que D ios quiera que sufra el hom bre. Va dich o en b u e n sen tid o c u a n d o n u e stro Serior dice: «Q uien q u iera venir a mi debe negarse a si m ism o y vaciarse de si y debe to m a r su cruz». Es decir: debe de ja r y a b a n d o n a r to d o lo que es cruz y su frim ien to . Pues ciertam en te, c u an d o se hubiera negado a si plenam ente y se h ubiera o lvidado de si, p a ra el esto no seria ya ni cruz ni su frim ien to o padecer. P ara el to d o seria delicia y vendria a D ios y lo seguiria realm ente l4.

En esta cita enco n tram os una conception de la realidad que se diferencia esencialm ente de la con­ ce p tio n de las m odernas ciencias. La realidad con­ siste aqui en dos dom inios, uno n atu ra l y o tro so b ren atu ral. El h om bre puede p artic ip a r en am bos dom inios. Si p articip a en el dom inio sobrenatural, entonces tam bien se m odifica su parte natural, incluso su cuerpo. Pero su alm a encuentra la paz en D ios. No solo se expone esta co n cep tio n ; se la fundam enta. En la ju stificatio n desem penan un papel: 14 C ita segun Deutsche Predigten und Traktate, del M aestro E ckehart, M iinchen, 1978, p. 126.

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los escritos sagrados, las ideas de los Padres de la Iglesia, las resoluciones de los concilios y de los sinodos locales, reflexiones filosoficas. T am bien se em plean experiencias, com o una curacion de una enferm edad m ortal, u n a paulatina satisfaction des­ pues de u n a larga dolencia, y o tro s hechos singula­ res. La fundam entacion es hum ana y dem ocratica, en el sentido de que un hom bre que pide razones no tiene que em pezar p o r realizar un aprendizaje que le conduzca a la sabiduria del p resen tad o r de razones, sino que p ara to d a p ersona y p ara toda com prension existe una explication que hace plau­ sible el tem a: hay leyendas p ara personas piadosas y sencillas, «evidencia» p ara escepticos notorios, argum entos filosoficos p ara intelectuales, vias de aproxim acion m istica p ara personas que pueden av an zar p o r estos cam inos. Se tom a a las personas tal com o son, se atiende a cada peculiaridad h u m an a, se aproxim a uno a ellos, pues C risto ha m u erto p ara todos los hom bres, y no solo p a ra los profesores. Los argum entos solo responden p a r­ cialm ente a las exigencias de una justification cien­ tifica m oderna, p ero esto no es ninguna objecion. Pues la realidad de la que habia el M aestro Ecke­ h art no es la realidad del m undo m aterial, de la que quiza tengan las ciencias una idea adecuada, sino un dom inio muy diverso. Si se rehusa aceptar tal dom inio con la observation de que no es accesible a las ciencias, entonces tenem os un juicio exactam ente com o el rechazo de u na iglesia gotica p o r el m otivo de que no se ha construido segun los principios estilisticos rom anicos. Si se responde que la iglesia gotica si existe, pero no el dom inio sobrenatural del M aestro Eckehart, entonces la respuesta es que p ara un seguidor fanatico de principios estilisticos mas an tiguos tam p o co existe u n a iglesia gotica, es decir, una casa de D ios construida segun un orden; p ara el existen iglesias, y estas son o rom anicas o defor­ 156

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mes m ontones de piedras. Si con Riegl se atiende a que una iglesia gotica posee, sin em bargo, una estru ctu ra peculiar, que se puede reconocer y describir despues de cierto aprendizaje, entonces tam ­ poco puede negarse un dom inio divino, pues este, p ara los que han ap rendido, es algo que esta clara­ m ente presente. Asi pues, no sucede que a la «realidad» de-las ciencias se oponga un reino de la apariencia, sino que n osotros o tenem os dos im agenes aparen tes, o dos realidades, y am bas estan estru ctu rad as segun principios peculiares. Si final­ m ente se ob jeta que las teorias cientificas nos ayudan, con to do, a alcanzar ciertas cosas — podem os vo lar a !a luna, podem os repetir experim entos, cu rar enferm os incurables— , entonces la respuesta es que esto tam bien rige p ara el objeto religioso. Tam bien aqui se em prenden viajes, solo que a dom inios espirituales; tam bien aqui se cura, solo que del pecado o del do lo r del apego a objetos terrenos. No hem os superado a Riegl. T om em os un segundo ejem plo: segun Riegl, el am b ito del arte paleocristiano esta com puesto de bloques espaciales, y estos dependen de los cuerpos que ocupan el espacio. Elio responde exactam ente a la co n cep tio n espacial aristotelica. Segun A ristote­ les, el lugar de un objeto no es u n a p arte de un m edium universal donde el objeto ha penetrado casualm ente. sino el limite interno de las cosas que rodean al objeto l5. A hora bien, de ningun m odo quiero afirm ar que los artistas cristianos prim itivos han leido a A ristoteles (dada su po sitio n social, esto no seria posible, y, adem as, la Fisica de A risto­ teles no era conocida entonces en Occidente). Pero la d efin itio n aristotelica del espacio no era un sutil pensam iento divorciado de la vida cotid iana, sino el resultado del intento de trad u cir a 15 Fisica, 212a20.

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conceptos claros la conception subyacente, pero inarticulada en la m entalidad cotidiana. En el intento de o rien ta r y enjuiciar estilos artisticos de u n a fo rm a «objetiva», es decir, unidos en este caso a una «realidad» supuestam ente fijada por las ciencias, nos encontram os, pues, no con un p u n to de apoyo arquim edico, sino de nuevo con o tro s estilos, aunque estos no son ya estilos artisticos, sino estilos de pensar. El relativism o de Riegl no es, pues, lim itado; se extiende a las ciencias. El que las artes y las ciencias no quedan separadas sino acercadas p o r el problem a de la realidad se m uestra en m ultiples recubrim ientos de los que aqui solo quiero ad ucir algunos y de u n a form a muy som era. C om o ya se advirtio arriba, el espacio independiente de los objetos (despues de ciertos preparativos en la teologia) fue introducido en la p intura y arq u itectu ra m as de 250 anos antes de N ew ton (co m p arar figs. 13 y 14) y construido sobre la base de reglas simples. L eonardo ya critico la identifica­ tio n de este espacio con el espacio visual, que perd u ra en la optica hasta el siglo xix y que produce m uchas dificultades (R onchi y su escuela han elimin ad o esta identification com pletam ente en el si­ glo xx). El arte poetico, la epopeya y el d ra m a desarro llan m edios p ara representar peculiaridades individuales y leyes sociales, ya m ucho antes que la psicologia y la sociologia se ocu p aran del tem a, y siguen to d av ia hoy m uy p o r delante de estas disciplinas en la capacitacion y p re sen tatio n de la ten­ sion sujeto-objeto: no en vano denom ina A ristote­ les al arte literario m as filosofico que la historia 16. Incluso esquem as logicos basicos com o el modus tollens, que florecen y se extienden en los dom inios m as secos de la logica form al, se encuentran pri16

Poetica, 1451 b5.

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m ero en la trag ed ia, p ara la co n stru c tio n y enredo del nudo tragico; y eso, a su vez, es el resultado de un choque entre tradiciones incom patibles: Orestes debe vengar a su padre y, p o r ta n to , m atar a su m adre, pero no puede m atarla pues es consanguinea. Yo he m encionado ya que los defensores de una verdad y de una realidad apelan aqui a principios de orden que no solo separan las ciencias de las artes, sino que deben mostrar que las ciencias, y mas generalm ente el pensam iento racional, son lo unico objetivo. N o se niega la posibilidad de anticipaciones com o las m encionadas, pero solo afectan a lo real tras u n a tran sfo rm atio n en el sentido de los principios de orden. Yo ya he respondido a esta objecion: no existen solo principios de orden tecnico (racionales), sino tam bien m uchos otros. Una segunda respuesta seria que no existe ninguna trad i­ tio n , tam p o co en las ciencias, que se atenga exclusiva y perm anentem ente a los supuestos principios de orden: la razon solo rara vez es razonable. P ara ju stificar esta segunda respuesta preguntem os sobre que condiciones debe cum plir una estructu ra p ara poder ser una representation valida de «la» realidad, o u na expresion valida de «la» ver­ dad. E n la m edida en que conozco yo la situ atio n , sobre to d o dos condiciones han desem penado un papel en la historia del pensam iento: — conceptos abstractos y — m etodos estrictos de com probacion. C onsiderem os co n d itio n . 4.

m as

detenidam ente

la

prim era

A B STRA CC IO N ES: «LA» V ER D A D

La in tro d u c tio n de conceptos abstractos en el occidente griego es uno de los capitulos m as n o ta ­ 159

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bles de la h isto ria de n u estra cultura. En las epopeyas que precedieron a este acontecim iento, dioses, hom bres, datos historicos y hechos cosm ologicos no eran caracterizados p o r deflniciones o teorias, sino p o r narraciones. C onocem os este m etodo en las novelas, historias breves, leyendas y obras de teatro, pero tam bien en la historia, en la m edida en que esta no se co n tenta con una m era en u m eratio n de hechos. Es el m etodo mas ap ro p iad o p ara ilum inar un objeto desde m uchos aspectos, donde ocasionalm ente se m anifiesta muy claram ente que la in fo rm atio n d ada no es ni com pleta ni «objetiva»; com parese, p o r ejem plo, com o se va estructurando lentam ente la im agen de O telo — a traves de los relatos de B rabantio, D esdem ona, C assio, Jag o , de la co n d u cta de estos y del com portam iento del m ism o O telo— sin que nunca llegue a precisarse inequivocam ente (lo que m uestra en la pluralidad de posibles escenificaciones de esta y otras obras). La exp o sitio n puede ser muy larga, pero puede caracterizarse tam bien p o r su brevedad, com o sucede con la caracterizacion de H edda G abler al com ienzo de la obra: incluso antes de que aparezca se sabe exactam ente que tipo de persona vam os a en co n trar. En la epopeya y en los m itos que se desarro llan independientem ente de ella, dioses, hom ­ bres y sus relaciones se caracterizan exactam ente de esta form a; p o r lo dem as, con la exception de que aqui se tra ta de realidades experim entables, no de ficciones. M uchos eruditos (ejem plo m as reciente, W. B urkert 17) h an negado la referencia a la reali­ dad, p o r lo dem as solo basandose en u n a vision algo superficial sobre la re la tio n entre experiencia y tra d itio n . N ietzsche lo vio m ucho mas claro. Escribia: 11 Griechische Religion der Archaischen und Klassischen Epoche, S tu ttg a rt, 1977, p. 199.

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De suyo, el hom bre en estado de vigilia s6lo ve cla­ ram ente que estd despierto p or el rigido y regular hilado conceptual, y precisam ente por esto llega a veces a creer que suefia cuando ese hilado de concep­ tos llega a desgarrarse. Pascal tiene raz6n al afirm ar que nosotros, si tuvidramos todas las noches el mismo suefio, tambidn nos ocuparia 6ste en el mismo grado en que nos ocupan las cosas que vemos todos los dias El dia, despierto, de un pueblo m ovido miticamente com o el de los antiguos griegos, es de hecho m&s similar al suefio, a causa del milagro continuado supuesto en el mito, que al dia de un pensa­ miento cientifico sobrio. Si cada arbol puede hablar una vez com o ninfa, o si bajo la envoltura de un toro un dios puede raptar virgenes, si puede verse repentinam ente a la misma diosa Atenea cuando conduce a traves de los mercados de Atenas un bello tiro de caballos acompafiada por Pisistrato —algo que creia el honrado ateniense— , entonces en todo instante, com o en el suefio, to d o es posible y toda la naturaleza revolotea alrededor del hom bre, com o si fuera s6lo el carnaval de los dioses [...] ".

En mi libro Tratado contra el Metodo he expuesto la m ism a idea m as detalladam ente (capitulo 17). El m ito y las epopeyas articulan la experiencia de que h abia Nietzsche y la transm iten a las generaciones siguientes. Son las unicas form as de explication y re p resen ta tio n que hacen justicia a la com plejidad de los fenom enos. Se las em plea aun m ucho des­ pues de su disolucion; basta acordarse de la fre­ cuencia con que el Socrates platonico, en lugar de un argum ento, presenta un «m ito», y ciertam ente no de form a marginal* sino plenam ente consciente de que utiliza u na form a peculiar de explication d istinta de la arg u m en tatio n filosofica. En los siglos v y vi van introduciendose paulatinam ente o tras form as m uy distintas de explication 18 F. Nietzsche, «Uber W ahrheit und Luge im Aussermoralischen Sinn», en Erkenntnistheoreiische Schriften. Franck fu n , 1968, p. 109; o Werke, ed. Schlechta, t. Ill, pp. 331 y ss.

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y rep resen tatio n . D igo que se van deslizando p o r­ que sus representantes se co m p o rtan com o si todo lo an terio r fuera m era palabreria, que con algo mas de atencion hubiera podido sustituirse ya hace tiem po con el conocim iento. No se p ro p o n e una nueva form a de conocim iento; se insinua que a falta de un pensam iento claro, h asta ah o ra ni siquiera ha habido conocim iento. Los cam bios que (entre otros) van apareciendo a consecuencia de esta insinua­ tio n , son descritos habitualm ente p o r los eruditos en su contenido, es decir, se expone que nueva con­ cep tio n de dios y que nuevas ideas sobre el alm a ocupan el lugar de las ideas de la epopeya y de los m itos antiguos, y adem as se asum e que, en la tran ­ sitio n , el pensam iento racional ha desem penado un papel esencial. P o r ejem plo, segun M ircea Eliade, «un largo proceso de erosion [...] ha desnudado de su significado original a los m itos hom ericos y a los dioses» l9, d o n d e la «aguda» critica de Jenofanes 20 y el descubrim iento de la form a esferica de la tierra («[...] dado que ahora se sabia que la tierra es una esfera» 2I), desem peno un im portante papel: el pen­ sam iento arran ca del m ito y contribuye, p o r lo m enos, a su disolucion. Es el m ism o pensam iento antes, despues, entonces, hoy, pero (