Fetichismo

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El fetichismo: reflexiones sexológicas, psicopatológicas y médico-legales Juan Carlos Romi Introducción El problema del fetichismo como manifestación sexual, su análisis psicopatológico y sus eventuales implicancias médico legales, es un tema poco transitado tanto por la Medicina como por el Derecho. Hemos abordado la cuestión en una Mesa Redonda en el Congreso de la AAP 2008, razón por la cual intentaremos aquí, reflexionar y sintetizar sobre ello según nuestra experiencia al respecto. El fetichismo es la devoción hacia los objetos materiales, a los que se ha denominado fetiches (amuletos) El primer significado del término "fetiche" fue el de ser un objeto que poseía poderes sobrenaturales y al que los hombres veneraban. El fetichismo etimológicamente surge del latín: facticius, "artificial", y portugués: feitiço, "magia o hechizo", "manía"; así como del francés: fétiche). El término "fetiche sexual" fue acuñado por el psicólogo y pedagogo francés Alfred Binet (1857-1911) El fetichismo en el sentido sexológico es una parafilia que consiste en la excitación erótica o la facilitación y el logro del orgasmo a través de un talismán u objeto fetiche, sustancia o parte del cuerpo humano en particular. También se lo llama idolismo (de ídolo o amuleto). Por lo tanto, el fetiche es algo que "se necesita" para alcanzar el goce sexual y nos habla de la vinculación erótica de un individuo

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con un objeto inanimado o un objeto de uso de una persona: bombachas, medias, ligas, pieles, los pies, mechones de cabello, zapatos, etcétera. El fetichismo sexual se considera una práctica inofensiva salvo en el caso de que provoque malestar clínicamente significativo o problemas a la persona que lo padece, o a terceros, pudiendo en este caso llegar a considerarse un trastorno patológico propiamente dicho. Algo de fetichistas tenemos todos cuando nos gustan las mujeres rubias o las de piernas torneadas y con mirada lánguida, o las morochas bajitas con aire de femme fatale; o las mujeres que usan botas de cuero o zapatos con taco aguja, o con portaligas o con determinado corpiño, y a todas esas características les atribuimos la posibilidad del placer. Esto tiene que ver con una cultura predominantemente machista que parcializa el cuerpo femenino, confundiendo la parte con el todo (pars pro toto): si tiene mejores nalgas será más ardiente, si posee senos prominentes nos deparará seguro, mayor felicidad en el lecho, etcétera. Casi todos los individuos tienen algún que otro fetiche por ejemplo: los ojos, los pelos, la figura, hecho que tan sólo acompaña o aumenta las formas convencionales del erotismo. Lo mismo puede decirse del fetichismo de expresiones feas o del fetichismo del espejo, de determinado perfume, etcétera. Del mismo modo, ejercen una influencia parecida sobre determinadas personas cier-

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tos defectos corporales, los tullidos, las razas extrañas, los seres subordinados, etcétera. Pero este parcialismo se generaliza en una relación con el todo de la persona a diferencia del fetichismo que queda en la parte excluyendo el todo. No es lo mismo excitarse con una trenza que con una mujer que lleva trenzas. El fetichista en un sentido estricto, necesita exclusivamente de una determinada condición u objeto para gozar del sexo, a veces acompañado por una mujer y otras a solas con prácticas masturbatorias. Como vemos el fetichista suele buscar un objeto de la mujer o varón deseados (ropa, mechón de cabellos, una joya, una pantufla) y por ese excluyente intermedio halla un placer solitario. Otras busca una pareja con una característica determinada para satisfacerse, por ejemplo que sea excesivamente gorda o con rasgos masculinos (o femeninos, según la preferencia sexual), incluso con defectos físicos, o la hace vestir con determinadas prendas. De no ser así no logra satisfacerse ni llegar al orgasmo, y esto es lo que le da la característica esencial al fetichismo: la necesidad imprescindible de ese rasgo u objeto, llevado al punto de una obsesión, para la meta sexual. Hay que distinguir este hecho de la simple preferencia por un juguete sexual o por encontrarse en una situación determinada. Si el objeto preferido falla se puede continuar la relación sexual. En el caso del fetichismo, si el fetiche falta la excitación sexual no se produce lo que produce frustración en el sujeto afectado.

Antecedentes El término fetichismo fue dado a conocer en Europa por el erudito francés Charles de Brosses en 1757. Propuso una teoría de la

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evolución de la religión, donde el fetichismo decía, era el estado más primitivo de la religión. Luego fue seguido por los estados de politeísmo y monoteísmo, representando así una progresiva abstracción del pensamiento. De hecho los fetiches son elementos importantes en todas las culturas primitivas de todo el mundo. La sangre es comúnmente considerada un poderoso fetiche, y en algunas partes de África el pelo de los blancos. Otros estudiosos del siglo XVIII usaron el concepto de fetichismo para aplicar la teoría de la evolución a la religión. Ya en el siglo XIX, filósofos, entre otros, como Herbert Spencer (1820-1903), destacada figura del evolucionismo filosófico, rechazaron la teoría de de Brosses de que el fetichismo era la "religión original". En el mismo siglo, antropólogos y eruditos de la religión comparativa como Sir Edward Burnett Tylor (1832-1917), antropólogo inglés, junto con John Ferguson Mc Lennan desarrollaron las teorías del animismo y el totemismo para explicar el fetichismo. Sostienen que el concepto del fetichismo permite a los historiadores de la religión desplazar la atención de las relaciones entre las personas y Dios a las relaciones entre las personas y los objetos materiales. En el siglo XIX Karl Heinrich Marx (18181883) fue el filósofo historiador sociólogo economista, escritor y pensador socialista alemán, quien usó el término para describir el fetichismo de la mercancía como uno de los componentes importantes del capitalismo, sostenía que uno de los mayores fetiches era el dinero. Más tarde, Segismund Freud (1856-1939) que, a los veintidós años, habría de cambiar ese nombre por el de Sigmund, que nació en Freiberg, en la antigua Moravia (hoy Príbor, Checoslovaquia), usó el concepto para des-

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cribir una forma que el sujeto pone su afecto por un objeto o una parte del cuerpo de una persona. También los objetos usados en la práctica del sadomasoquismo son fetiches.

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b) excitarse al ver contacto sexual de otros, ver pelucas, amordazamientos, etcétera. c) excitarse al ver vestida a su partenaire con una chaqueta y falda de cuero negra, bo-

Expresiones El fetichismo a nivel erótico socio-cultural que presentan algunas subculturas como leather (del inglés "cuero") comprende prácticas e indumentos de color negro que se organizan con un fin sexual o erótico. Aunque la cultura leather es más visible en la comunidad gay y se la suele asociar con hombres gays, en realidad se manifiesta de muchas maneras en el mundo gay, lésbico, bisexual y heterosexual. Muchas personas asocian la cultura leather con prácticas de bondage, disciplina, dominación sumisión y sadomasoquismo. Los aparatos expresamente fabricados con el objetivo de la estimulación o para el juego sexual no se consideran fetiches. El fetichista emplea el objeto de deseo para llevar a cabo la masturbación, rozándose directamente con él, o bien requiere que su pareja sexual lo lleve puesto o lo utilice. También puede necesitar estimular a su amante con él, por ejemplo en el caso de que lo que le excite sea introducir en el cuerpo del otro algún objeto concreto y que sin hacerlo no pueda llegar al orgasmo. Hay autores que no consideran la atracción hacia partes del cuerpo como fetichismo, sino que denominan a esta expresión erótica "parcialismo". Así por ejemplo se discute si es fetichismo o parcialismo: a) excitarse al oler o tocar las manos o pies de otras personas, el tapar la boca y la nariz, caras, nalgas, amordazar, etcétera.

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tas negras de tacón alto, encorsetados, etcétera.

Diagnóstico El fetichismo es una "parafilia que requiere para lograr la excitación sexual, de la masturbación, el coito y o la fantasía con objetos no vivos como ropas, zapatos, cabellos o uñas que son utilizados de manera repetida y preferida para obtener la descarga erótica". Se trata, como vimos, de una parafilia por alteración en la elección de objeto. El DSM IV TR establece tres criterios para el diagnóstico de fetichismo: A. El plazo de seis meses de duración de las fantasías sexuales recurrentes y altamente excitantes, impulsos sexuales y comportamientos ligados al uso de objetos no animados. Es decir, la atracción sexual, que provoca gran placer, se dirige hacia objetos no animados que generan fantasías, impulsos y com-

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portamientos sexuales, como la masturbación y excepcionalmente el coito. B. Estas actividades provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo. Es decir, provoca interferencias en la vida social, laboral y sobre todo marital del individuo. Raramente consulta al médico. C. Los fetiches no deben ser únicamente artículos de vestir femeninos como los utilizados para travestirse (fetichismo trasvestista) o aparatos diseñados con el propósito de estimular los genitales. De manera tal que: 1 Los fetiches pueden ser: una prenda de vestir como soutienes, bombachas, slips, zapatos, botas, medias, ligas, polleras, blusas y cualquier otra prenda de vestir femenina, ya que el fetichista se trata predominantemente de un varón heterosexual en la mayoría absoluta de los casos. Autores como Eric J. Trimmer director del "Diccionario visual del sexo" afirma que el fetiche de goma, denota tendencias fetales, como acurrucarse en una bolsa húmeda y oscura, así como recuerdos infantiles de sábanas de goma o pañales protectores. El olor a la goma también es importante. En cuanto al cuero negro y brillante con remaches metálicos implica agresividad masculina, y el olor a cuero suele acompañarse de fetichismo de las botas casi siempre vinculado con el servilismo y el sadomasoquismo. 2 También pueden ser contemplados como fetiches, partes del cuerpo inertes como cabellos (por ejemplo: trenzas) vello pubiano desprendido de los genitales, trozos de uña, etcétera, o partes del cuerpo no genital como pies, manos, orejas, etcétera. Si la preferencia es por mamas, nalgas o genitales, no se trata de una parafilia típica, pues poseen ca-

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rácter sexual explícito. Los accesorios de limpieza o arreglo físico, como un peine, un cepillo, peinetas, alfileres, prendedores o collares, pulseras o anillos, también pueden convertirse en fetiches. 3 Los talismanes parafílicos son objetos cuya significación secreta sexual es exclusiva del fetichista e incomprensible para los demás. Entre las formas raras de fetichismo está la dendrofilia por la que el sujeto se excita al contacto con las ramas de las plantas, y el cohabitacionismo con maniquíes, o almohadas. 4 Puede afirmarse que las modas masculinas y femeninas siguen las preferencias fetichistas en cuanto a ropas, pero no puede hablarse de fetichismo parafílico si no se cumple con las condiciones de ser estimulantes selectivos, que transformen directamente el objeto inanimado y neutro en un objeto sexual en sí mismo. No debe confundirse un objeto inanimado, pero fabricado especialmente para excitar sexualmente, como un vibrador, un pene artificial, una muñeca inflable, con un fetiche. Tampoco el uso de prendas del otro sexo como parte del travestismo o fetichismo trasvestista, ni tampoco el uso de ropas del otro sexo como condición para lograr la excitación y el coito, pues en esos casos lo excitante no es la ropa en sí sino el uso de las mismas. 5 En el fetichismo propiamente dicho, se ve la ropa transformada en fetiche, se la utiliza fuera del cuerpo como excitante y el fetichista puede pedir que se la ponga ella o que se la ponga a él, pero ya en pleno acto sexual. Se trata de un objeto necesario para la excitación sexual y su ausencia provoca disfunción eréctil en el fetichista, así como una gran frustración si la pareja no consiente a sus pedidos.

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El diagnóstico clínico nos ha permitido observar que el fetichismo suele comenzar en la adolescencia, pero con fetiches que ya han adquirido una especial significación en la infancia por condicionamiento asociativo entre el objeto y la excitación sexual. Una vez establecido, se hace crónico con periodos de empuje coincidentes con estrés y o depresión. Lo más común es que el fetichista sea un varón de edad mediana, heterosexual, practicante habitual de la masturbación mientras mira, huele, sostiene, acaricia o manipula el fetiche. El mismo tiene un valor simbólico que sustituye al objeto hétero u homosexual habitual.

Causas del fetichismo No se han establecido causas demostradas en forma patognomónica de parafilias en general y de fetichismo en particular, pero como dice el psiquiatra forense norteamericano Benjamín Karpman, "es indudable, que las causas derivan de la atmósfera familiar y social conflictiva en que se desarrolla el niño". El mal manejo por parte de los padres del desarrollo sexual infantil, la represión de la ingenua curiosidad sexual del niño y de sus juegos sexuales generan fantasías e investigaciones ocultas que descubiertas por ensayo y error generan placer y culpa. Estas vivencias fijadas precozmente cierran el camino a un desarrollo sexual normal, e inclinan al niño a manifestaciones parafílicas en general y fetichistas en particular. Pensar que la ignorancia sexual preserva la inocencia del niño es una falacia perniciosa que ha traído muchas dificultades, conflictos y perturbaciones sexuales a los seres humanos, entre ellos, el fetichismo. Como contrapartida enfrentar la sexualidad con inteligen-

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cia, amplitud, apertura y naturalidad, previene muchas parafilias, como el fetichismo. El fetichismo no se hereda, tampoco se aprende por imitación, sino por proscripciones y represiones irracionales que generan experiencias extravagantes que se eligen entre aquellas vivencias oscuras y secretas que provocan un placer oculto y culpógeno, entre el rico y variado repertorio de nuestro capital originario infantil. Si es verdad lo que afirmaba S. Freud que el niño es "un polimorfo perverso", allí está la cantera de la parafilia y por ende del fetichismo. De manera tal que, el fetichismo nace en la infancia y el inicio de la adolescencia, edad en que los "deseos secretos" son inevitables, aunque podrían dejar de serlo si educáramos por el diálogo y el conocimiento de estas posibilidades. No existe ninguna teoría que explique todos los casos de fetichismo, o todas las parafilias en su conjunto. Las teorías existentes son válidas para determinados casos. Recorramos algunas de esas teorías que poseen mayor predicamento en el campo clínico. Así podemos enumerar las circunstancias o experiencias que pudieron determinar el condicionamiento de conductas parafílicas de características fetichistas: a) Experiencias circunstanciales: el niño o adolescente es sorprendido por una vivencia accidental que puede ser decisiva en la psicogénesis fetichista. Esta instancia le provoca una excitación erótica, que aunque única, puede ser suficiente para fijar su conducta fetichista. b) Reiteración de experiencias infantiles: la inducción repetida por parte de terceros de conductas humillantes o castigos físicos, en especial por parte de los padres, la ridiculización de sus genitales por ser valo-

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rados como pequeños o feos, el temor a perderlos, sobre todo frente a la observación de que las niñas no tienen pene, hacen que ante su reiteración como vivencias traumáticas, las conductas fetichista actúen como formaciones que compensen su vergüenza o humillación. Así el fetichismo permite conquistar y superar la ansiedad vivida en la infancia. Funcionaría como un "plus" para compensar un "minus". c) Imágenes y fantasías masturbatorias condicionantes: el adolescente suele utilizar en forma reiterada imágenes y fantasías rígidamente estructuradas, para lograr excitación erótica. Sobre la base de vivencias condicionadas por experiencias pretéritas, que resultaron placenteras y facilitadoras para de neutralizar conflictos infantiles se fijan ciertas fantasías que se recrean a través de la masturbación. La rigidez, la limitación estrecha de la fantasía en un espectro de respuestas e imágenes poco convencionales, suele ser una constante del futuro fetichismo de un individuo. d) Intento reiterado de experiencias sexuales nuevas en la adultez: Los individuos expuestos a una intensa represión sexual en la niñez y adolescencia, suelen buscar experimentar nuevas y variadas aventuras sexuales en la adultez, como compensación liberadora de la represión sexual vivida pretéritamente. Pueden experimentar así, una gama diversa de conductas sexuales que pueden poner de manifiesto la existencia de una disposición a las parafilias entre ellas el fetichismo. Además, pueden llegar a tener un carácter adictivo: una vez traspasada la barrera, de cometida la trasgresión con el placer consiguiente, queda insatisfecho. Como dice el filósofo e historiador francés Michel Foucault (1926-1984) que el perverso (parafílico) no

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se sacia nunca y esta insaciabilidad también es erotizada. e) Otras causas: El pediatra y psicólogo neozelandés John Willian Money (1921-2006) resume las posibles causas de las parafilias en general afirmando que las mismas obedecen a un polideterminismo secuencial multivariado. Es más este autor ha recopilado una serie de observaciones comunicadas por neurólogos que hallaban una relación entre la epilepsia del lóbulo temporal y algunas parafilias, como el fetichismo y el travestismo compulsivos, que mejoraron con tratamiento antiepiléptico o con electroconvulsoterapia. Se trataba siempre de pacientes varones, y se acompañaba de una sexualidad grosera y desinhibida. Sus conductas equivalen a fugas epilépticas o estados crepusculares incoercibles. Afirma también que, observó casos que mejoraron con litio o antidepresivos o reguladores del humor, también se ha planteado la posibilidad de que las parafilias estén vinculadas con ciclos maníaco-depresivos heredados. Y los casos de hiperandrogenismo en que la testosterona esté muy elevada, también se mencionaron como posibles causas de parafilias, que mejoran con el tratamiento con antiandrógenos.

Psicopatología Las teorías patogénicas más modernas acerca del fetichismo sexual lo relacionan con el modelo del comportamiento humano y la idea de "condicionamiento" o aprendizaje. Así, alguna experiencia en la infancia podría causar la asociación entre el placer sexual y determinado objeto, relación que se mantendría en la edad adulta. Dentro de los distintos fetichismos podrían establecerse diferentes niveles, desde la simple atracción sexual hacia ciertas partes del

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cuerpo o tipos de objeto, hasta la necesidad absoluta del fetiche para poder alcanzar el orgasmo, como luego analizaremos. Para poder explicar la psicopatología del fetichismo debemos recordar que forma parte de los comportamientos parafílicos. De manera tal que haremos primero una breve mención a las explicaciones que vierten algunas escuelas sobre las parafilias en general y luego analizaremos los aportes psicopatológicos al fetichismo en particular. 1. La parafilia es en general es un síntoma psicopatológico que tardó mucho más tiempo en investigarse que a otras alteraciones psíquicas. John Willian Money escribió en 1989 el libro "Mapas del amor vandalizado" (Vandalized lovemaps). Escrito en colaboración con Margared Lamacz proponen el camino que debe tomar la mente del individuo para llegar al placer erótico sexual y a la satisfacción. El "lovemap" se troquela en la mente de manera similar al lenguaje común, a través de los estímulos sensoriales. Internaliza al amante individualmente idealizado, así como lo hace un sujeto en las relaciones románticas, eróticas y sexualizadas. Al principio sólo existe en la imaginación, posteriormente puede ser expresado con un compañero. Lo esperado es que el "lovemap" se diferencie hacia la heterosexualidad no complicada, pero cuando es "vandalizado" por los adultos (se altera en más o en menos el normal desarrollo psicosexual infantil) el resultado es la parafilia. El catedrático asturiano Francisco Alonso Fernández (1924) señala que las parafilias por antonomasia son un fenómeno psicopático. Aunque con características diferenciales de las psicopatías comunes, pues no siempre están ausentes los sentimientos amorosos ni siempre presente la destructividad.

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El psicoanalista francés Guy Rosolato expresa que el parafílico esta dominado por su hedonismo, por lo tanto el principio de placer marca el fracaso del principio de la realidad y desde una posición en que la ilusión narcisista impera en su vida sexual, el parafílico crea, una legalidad particular, que relacione deseo, placer y ley de un modo tal que el placer es signo de que la ley es su deseo. De manera tal que las parafilias representan comportamientos impulsivos (actuaciones) que implican conflictos con el medio, pero a diferencia de las psicopatías en general sus actuaciones ostentan una fachada que encubre el propósito cruel presentan las otras psicopatías. El psicoanalista estadounidense Donald Meltzer (1922-2004) dijo que la actuación perversa (parafílica) consiste en alterar lo "bueno" para convertirlo en "malo", aunque conservando la apariencia de bueno. El ya mencionado Benjamins Karpman ha afirmado que existirían las neurosis parafílicas, a las que el vienés Otto Fenichel (18971946) denominó neurosis impulsivas, que provienen de las mismas fuentes que las neurosis ordinarias, pero formando un grupo propio, preciso y diferenciado; que a partir de ese desarrollo común, se produce una diferenciación como consecuencia de un hecho: el neurótico enfrentado con un problema sexual y emocional, reprime la tendencia sexual prohibida y la exterioriza mediante trastornos psicosomáticos o de otra conducta socialmente inocua; en cambio, el parafílico no puede reprimirla e incurre en una conducta simbólica poco disimulada. Las neurosis son más plásticas y móviles y las parafilias impresionan por su rigidez e inmutabilidad. El discípulo de Freud Hans Sachs en 1923 afirmaba que la diferencia entre perversión y neurosis radica en que el síntoma neurótico

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es egodistónico (extraño al individuo), mientras el síntoma perverso es sintónico con el Yo, y se acompaña de una descarga de placer en forma de orgasmo genital. Sin la descarga genital la egosintonía se observa también de los actos psicopáticos, psicóticos, los adictos a las drogas y los caracterópatas. Las actividades parafílicas se cumplen con la finalidad explícita de alcanzar el goce sexual, y para eso apuntan desde cualquier aspecto. En el instante del acto, el parafílico está de acuerdo con su impulso. Para zanjar el problema si las parafilias son neurosis o psicopatías, nosotros pensamos que son perturbaciones sexuales (desviaciones sexuales) que deben estudiarse en cada caso en particular haciendo un correcto diagnóstico del perfil de personalidad del sujeto en cuestión. 2. El fetichismo, comparte los conceptos de la psicopatología de las parafilias en general, no obstante ello, se han descripto características particulares que sucintamente describiremos. Así por ej: A. El psicoanálisis fue la escuela que estudió más profundamente la psicopatología de las perversiones según su lenguaje. Sigmund Freud (1856-1939) presentaba la sexualidad infantil como caracterizada por una gran cantidad de pulsiones parciales, como ver, oler, mostrar, golpear, morder, etcétera, surgidas de diversas zonas erógenas como la boca, el ano, la piel y en general los genitales. Por un largo proceso, las pulsiones parciales se subordinan a la primacía genital. Pero si el mismo fracasa, las pulsiones parciales compiten con el impulso genital y ocupan su lugar. En las perversiones, la pulsión parcial dominante se exterioriza libremente. En cambio, en las neurosis queda reprimida y aparece el síntoma. De aquí deriva el conocido afo-

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rismo freudiano de que "la neurosis es el negativo de la perversión". Sobre la base de la teoría de la libido formulada por S Freud y el judío alemán Karl Abraham (1877-1925), las perversiones se explican como procesos de fijación y regresión a los niveles pregenitales del desarrollo (oral y anal). El psicoanálisis dice que se elige cierto objeto y no otro, según la impresión sexual de la primera infancia de cada individuo, como un volver a las primeras experiencias. El objeto sería así un recuerdo encubridor que nos oculta el verdadero deseo. S. Freud expresa que el fetichismo es una sustitución inapropiada del objeto sexual donde la meta convencional está reemplazada por algo que guarda relación con ella. El sustituto es, en general, una parte del cuerpo habitualmente poco apropiada a un fin sexual (los cabellos, el pie) o un objeto que mantiene una relación demostrable con la persona, preferiblemente con la sexualidad de ésta (prenda de vestir). Sigue diciendo, que en el fetiche el hombre primitivo ve encarnado a su dios. De manera tal que, el psicoanálisis nos refiere una cierta simbología sexual, que se podrá o no compartir. Hace intervenir la angustia de castración del varón, temática bastante compleja dentro del psicoanálisis, pero que resumiéndola de una manera simple nos dice que, el objeto elegido como fetiche, es un sustituto del pene (falo) de la madre en el que el niño ha creído y no quiere renunciar puesto que si la mujer, su madre, está castrada, su propia posesión del pene corre peligro. De esta forma, recuperando una y otra vez el fetiche, niega su ansiedad de castración. Para decirlo con mayor claridad todavía: el fetiche es el sustituto del falo de la mujer (de la madre), en cuya existencia el niño pequeño creyó otrora y al cual no quiere renunciar.

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Según el psicoanálisis, probablemente ningún ser humano del sexo masculino pueda eludir el terrorífico impacto de la amenaza de castración al contemplar los genitales femeninos. Pero no atinamos a explicar por qué, algunos se tornan homosexuales a consecuencia de dicha impresión, mientras que otros la rechazan, creando un fetiche, y la inmensa mayoría lo superan. Por lo tanto, debemos darnos por satisfechos si logramos explicar qué ha sucedido, dejando por ahora a un lado la tarea de explicar por qué, algo no ha sucedido. Por otra parte, para muchos sexólogos las teorías freudianas sobre la castración no tienen sustento y las descartan. Lo que se tiene claro es que cuando el fetichismo se acompaña con gran carga de angustia, depresión y culpa creemos que es momento que el sujeto debe recurrir a un sexólogo o a un psicoterapeuta. En suma, el psicoanálisis señala el origen de las parafilias en una experiencia traumática única o repetida por fijación en el Complejo de Edipo y sirven para negar la posibilidad de la castración. B. La teoría de la conducta considera al fetichismo como el producto de un aprendizaje incorrecto, a través del mecanismo del "modelado" o "imprinting" de los etólogos, por experiencias sexuales del período de diferenciación sexual y de la pubertad. El recordado John Money señaló en la Universidad de Pensylvania la hipótesis del "aprendizaje por oposición" para los parafílicos (fetichistas), en que de la aversión inicial a los actos parafílicos, se pasa progresivamente a una metamorfosis y se tornan adictos a esas prácticas. Y es probable que la liberación de opiáceos fisiológicos en el encéfalo, como las endorfinas, sea responsable de este cambio.

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Desde el punto de vista de la adquisición de las respuestas eróticas placenteras se debe tener en cuenta la importancia de la predisposición de la personalidad como factor genético más las experiencias ambientales que da el aprendizaje. Existiría por lo tanto, una condición predisposicional en cada uno de nosotros, de acuerdo al potencial de personalidad como una especie de "tabla de arcilla" lisa y moldeable sobre la cual se marcarían "huellas" indelebles que serían las experiencias eróticas vividas por ensayo, azar o circunstancias deseadas o no y que condicionarían de allí en adelante como una relación "llave-cerradura" cada vez que se asocian ambas situaciones (circunstancia-predisposición al placer erótico) detonando la conducta sexual adecuada o inadecuada. Si bien las nuevas experiencias hacen nuevas marcas nunca las nuevas superan en eficiencia erótica a las primeras marcadas, que siguen respondiendo con la misma idoneidad placentera a pesar del tiempo que pueda transcurrir. El fetichismo seguirían este patrón general. Las imágenes, fantasías, o comportamientos desviados son producto de experiencias vividas sobre la base de una personalidad predisponente que provocaron en su momento un placer sexual que condicionó la reiteración de experiencias fijando un patrón de conducta erótico. 3. Desde una perspectiva sistémica, la parafilia (fetichismo) cuando es egodistónica es una construcción particular centrada en las conductas sexuales, cerrada a la comunicación con el mundo externo Por último pensamos que, sobre la base del desarrollo de la personalidad, las perturbaciones sexuales sobre todo las genuinas tienen que ver con la precocidad de aparición de la conducta sexual anómala y si es psico-

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pática su característica tiene mucha posibilidad de expresar una estructura sexopática. En síntesis: creemos que el fetichismo como una parafilia, surge cuando un sujeto experimenta para llegar al orgasmo una actividad objetal erótica distinta al coito. Tal conducta sexual la ha desarrollado desde muy joven, (varón lo más frecuente, o mujer, lo excepcional) tal vez, cuando ha comenzado a descubrir la sexualidad. Las circunstancias en las que este descubrimiento se desarrolle le lleva al sujeto a relacionar el placer sexual con ciertos objetos o características de la fisionomía humana. Es decir, que aprender a alcanzar el clímax orgásmico en unas determinadas condiciones

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puede convertir a éstas en factores imprescindibles para seguir sintiendo placer físico en posteriores encuentros. Recordemos entonces que los fetiches sexuales pueden ser: - Objetos: botas, prendas de látex, pañales, pelucas, piercings, guantes, complementos con pinchos, esposas de policía, medias de nylon, ropa interior usada, delantales, etcétera. - Relativos al cuerpo humano: los pies, la cabeza calva, los senos femeninos muy grandes o muy pequeños, el vello corporal tanto que haya exceso como que no exista ni rastro, un tipo determinado de ojos, etcétera.

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Como corolario psicopatológico creemos en términos generales, que el fetichismo es, al igual de todas las demás parafilias, una forma de expresión de algún sentimiento de inferioridad que intenta encontrar su compensación en un sentido equivocado, pero al que le impulsan sus experiencias personales y su "entrenamiento" pasados. Por lo tanto, busca siempre en la sobrevaloración de un objeto o de una parte determinada del cuerpo que desempeña un papel de poca importancia en la vida sexual convencional. Vemos que la pareja sexual sufre una degradación mediante la dislocación del acento sexual sobre un objeto, y que queda por consiguiente desvalorizada. Ya no es la persona, sino un detalle completamente insignificante de ella el que adquiere rango y dignidad sexuales. La persona fetichista al depender más de lo accidental que de su pareja, acaba, por fin, con una disminución de su miedo y de su sentimiento de la propia debilidad frente al sexo opuesto. Tampoco nos podría causar asombro el hecho de que el fetichismo se encuentre ante todo entre los que psicológicamente acusen un marcado erotismo de tipo visual. Las mismas observaciones podemos hacer también en el exhibicionismo. No obstante, también el fetichismo puede consistir en una parafilia con la erotización de objetos que aparentemente no tienen nada que ver ni con el cuerpo de la mujer ni con el sexo, pero que han sido asociados a éstos por la personal simbología del sujeto en cuestión. Desde este punto de vista, ya, no será difícil comprender el hecho de que el fetichismo aparezca muy a menudo enlazado con otras parafilias, con neurosis o con tendencias a la criminalidad. Naturalmente debemos recordar que cuando se habla de fetichismo como una parafilia o desviación sexual cuando constituye la úni-

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ca forma de satisfacción sexual posible para quien lo padece, mientras que existen formas de fetichismo no exclusivo universalmente conocida. Por lo tanto, una vez más, debemos distinguir los parcialismos del fetichismo propiamente dicho. En el caso de los parcialismos no nos hallamos en absoluto en presencia de actitudes sexuales desviadas y mucho menos pervertidas. Nos encontramos, por el contrario, frente a unas relaciones comunes donde las partes anatómicas de la pareja sexual y los objetos que han sido rodeados por una mayor cantidad de libido y de amor son justamente valorados, pero que en el fondo no le impiden al individuo generalizar el erotismo y hasta tener actividad coital convencional. En el fetichista, sin embargo, no sucede esto. El fetichista parece incapaz de soportar el conjunto de una persona, razón por la cual la desmenuza, la escinde, la deshumaniza, toma una parte de ella y la convierte en objeto de una especie de culto ideal erótico, hasta tal punto que esa parte se convierte para el en el único instrumento capaz de llevarle al orgasmo. De esta forma el fetichista adquiere una especie de control omnipotente sobre el fetiche (y en consecuencia sobre su placer sexual), no depende de nadie, no se ve obligado a enfrentarse a una persona de verdad, no sufre frustraciones. Se trata de un tipo de relación sin duda muy poco satisfactoria, aunque no opine lo mismo el fetichista, para quien el control del objeto amado e idealizado acaba por adquirir una importancia mucho mayor que el intercambio erótico con una persona. Por último debemos hacer mención de ciertas conductas sexuales que tomado vigencia

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últimamente, que pueden emparentarse con el fetichismo. Se trata de la practica llamada "crossdressing" consiste en hombres (crossdresser) que tienen fantasías con vestirse de mujer y pueden concretarlas. Existe gente de cualquier nivel o cultura que dejando de lado los prejuicios y la culpa se animan a sacar su costado femenino y vestirse de mujer por un rato. En la Argentina hay lugares que brindan a los crossdresser un espacio para "montarse" (trasvestirse y maquillarse de mujer). Esta actividad nada tiene que ver con la orientación sexual, hay heterosexuales, gay, bisexuales que les gusta trasvestirse y sentirse bien con eso. Por lo tanto, se debe diferenciar estas manifestaciones sexuales del travestismo y el fetichismo.

Reflexiones médico legales El fetichismo fue un tema poco abordado en la enseñanza de la Medicina y el Derecho. No obstante ello, el fetichismo participa del proceso de personalización al mismo nivel que lo psicótico, lo neurótico y lo psicopático.

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De allí que, los así llamados psicópatas sexuales, que no mantienen en la intimidad sus preferencias y las viven con características antisociales y criminales, tienen con las parafilias, en este caso el fetichismo, sólo diferencias de grado, no de naturaleza. Si bien no todas las parafilias son ilegales. El delito sexual es un concepto jurídico, en tanto el fetichismo como una parafilia es el nombre de un trastorno psiquiátrico sexológico. Para poder entender la relación entre parafilia y criminalidad creemos que debemos recordar una vez más algunos conceptos ya vertidos en otras publicaciones. En otras oportunidades afirmamos que las parafilias son perturbaciones sexuales cualitativas que se configuran cuando se necesita sustituir la actividad sexual convencional, en circunstancias en que esta es posible, por una expresión sexual que surge como modo prevalente de excitación erótica en forma sistemática y preferencial. Por lo tanto, lo que configura la parafilia no es el "que" de la expresión sexual, sino el "como" se instrumenta, es decir, que los medios se convierten en fines.

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Otro concepto sexológico de importancia para comprender el perfil de personalidad de los parafílicos, consiste en hacer una analogía con las manifestaciones conductuales que presenta un consumidor de drogas. Así en toxicología se habla de uso, abuso y dependencia de sustancias toxicas, en las parafilias hablamos de formas de expresión "mínimas", "acentuadas" y "predilectas" haciendo un correlato con ellas. Pueden expresarse con distinta intensidad y con diferente modalidad. Así se observan formas: Mínima: le surgen al individuo en forma espontanea y o sorpresiva (no buscada) imágenes, pensamientos, fantasías pretéritas o recuerdos reconocidos como placenteros y que aparecen sin perturbar las actividades sexuales convencionales, es más pueden enriquecer la situación erótica que se esté viviendo. Acentuada: se diferencia de la modalidad anterior en que, con la experiencia vivida, la expresión erótica fantaseada o actuada reconocida como placentera por el individuo, ya no surge espontáneamente, sino que el individuo la busca y la recrea en forma insistente, para lograr satisfacer las actividades sexuales convencionales. Predilecta o dependiente: aquí la expresión erótica vivenciada ya interfiere manifiestamente la actividad sexual convencional, reemplazándola en forma electiva (selectiva) preferencial (prevalente) o única (exclusiva). El individuo ya se encuentra tiranizado por la parafilia (ha perdido la libertad de elección). Otro concepto importante a tener en cuenta desde el punto de vista médico legal es que, el parafílico (por lo general no dependiente) puede "disociar" su conducta sexual parafílica de la conducta convencional, por lo tanto comportarse en general (para la observación pública) de acuerdo a los cánones esperados

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por la sociedad y en privado, expresar en forma oculta sus manifestaciones parafílicas. A esta observación, hemos dado en llamar "parafrenia sexual", haciendo una analogía con la observación psiquiátrica clínica de ciertos delirios crónicos en que sólo se manifiestan cuando se le toca al enfermo sus núcleos psicóticos encapsulados, clásica situación de bipolaridad (parafrenia) entre el comportamiento psicótico y la realidad. Pues bien, cuando se nos encomienda realizar pericias sexológicas de presuntos ofensores sexuales, debemos tener en cuenta este concepto, ya como delitos de raigambre sexual son de difícil probanza, ya que se realizan en la intimidad y fuera de la vista de testigos, debemos tener en cuenta que muchos delincuentes sexuales de excelente reputación social pueden estar haciendo uso de una conducta sexual "parafrenica". Dijimos que, cuando el fetichismo como parafilia adquiere características delictivas, su estado consiste en la necesidad impulsiva de un estímulo fuera de lo común, necesario para iniciar o mantener óptima la excitación erotosexual y para alcanzar el orgasmo y, que surge en lo personal y o social como inaceptable, ya sea real o imaginario. Es decir, que trasgrede el plano de la intimidad para afectar lo social en el marco de alguna conducta tipificada por el Código Penal como delito. Los modelos que pretenden explicar los orígenes, desarrollo y mantenimiento del comportamiento antisocial como la violencia, en particular la sexual, asumen como hipótesis central que tales formas de comportamiento se originan en el aprendizaje del medio social básico, de acuerdo a la interacción que el niño mantiene con su medio; este comportamiento llega a ser precursor de importantes conductas delictivas.

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Los delitos sexuales pueden ser consecuencia de diversos factores. Cierto porcentaje de agresores sexuales padecen un trastorno psicosexual, es decir, alguna forma de perturbación sexual. De manera tal que las perturbaciones sexuales cualitativas bajo la forma de parafilias o desviaciones sexuales suelen ser factores de riesgo para la comisión de delitos sexuales. Como ya se ha dicho, John Money ha expuesto el concepto "mapa del amor" como una especie de inscripción o plantilla grabadas en el cerebro en la que se esboza las actividades sexuales que preferimos. Tal acontecimiento se desarrolla en la infancia a través de las experiencias vividas en función del placer displacer. Se cree que la época más vulnerable gira alrededor de los 5 a 8 años, luego las posibilidades de modificación se hacen difíciles o refractarias. El fetichismo como parafilia se desarrolla como reacción estratégica al abandono, la supresión o la traumatización del desarrollo sexual esperado como habitual. El fetichista intenta sobreponerse a la tragedia del psicotrauma. Ya expresamos que Money ha advertido que la supresión de los juegos sexuales preparatorios de la infancia podría impedir un desarrollo sexual sano. Algunas culturas temen que los niños sean expuestos tempranamente a la actividad sexual. El hecho de castigar estas conductas puede obstaculizar el desarrollo de un mapa de amor normofílico. Por consiguiente el individuo adquiere un mapa del amor o plantilla mental erotosexual a través de las experiencias e imágenes mentales vividas donde las actividades gratificantes que provocan excitación y orgasmo de características parafílicas reemplazan a las normofílicas.

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El Dr. Neil Malamuth, profesor de psicología de la UCLA en USA considera que la agresión sexual se produce cuando, además de existir ciertas motivaciones, las circunstancias inhiben los controles que evitarían el ataque y además cuando se presenta una ocasión propicia. En algunos casos se llega a configurar una conducta sexual compulsiva como forma de reducir la ansiedad y la angustia. La actividad sexual brinda un alivio temporal, pero éste va seguido de más angustia. Muchos infractores sexuales han sido a su vez víctimas de abuso sexual en la infancia. El sexólogo Eli Coleman, director del Programa de Sexualidad Humana de la Universidad de Minnesota conjetura que las experiencias traumáticas infantiles intensifican la ansiedad primaria con una distimia secundaria. Se ha establecido una correlación entre violencia sexual y aquellas sociedades que podrían definirse como sociedades represivas. El sociólogo estadounidense Ira Reiss ha señalado que una sociedad sexualmente sana sería aquella que adoptara tres principios básicos de salud mental: honestidad, igualdad y respeto. Los estudios señalan que los infractores sexuales adolescentes son especialmente desconocedores de la sexualidad. Los programas de prevención de la violencia sexual deben favorecer la independencia temprana del niño y promover la sexualidad como un aspecto saludable y deseable de la vida diaria. R Knight y R Prentky (1990) clasifican a los agresores siguiendo su nivel económico y su motivación delincuencial en: a) oportunistas del alto y bajo nivel económico, b) invadido de ira y resentimiento, c) sádicos con alto y bajo nivel económico, d) por deseo de venganza de alto y bajo nivel económico.

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Además se evalúa: personalidad psicopática, mal manejo de los impulsos, y los transgresores que muestran suficiente autocontrol. Si bien las personas con conductas parafílicas exclusivas, son un porcentaje exiguo de la población, sin embargo, la naturaleza repetitiva e insistente del trastorno hace que la comisión de actos parafílicos sea de alta frecuencia. Así los fetichistas usualmente no son perseguidos. En el fetichismo el foco sexual se encuentra en objetos (zapatos, guantes, cabellos, ropa interior, etcétera) que son relacionados íntimamente con el cuerpo humano. El fetiche en particular se encuentra asociado a alguien involucrado muy cerca con el paciente durante la infancia de éste y posee una cualidad que lo relaciona con esa persona. El fetichista que roba el objeto fetiche puede ser causa de examen pericial (diferenciar de la cleptomanía o robo compulsivo). Este es un robo de clara base sexual para obtener el objeto deseado y gozar con su colección u obtener placer orgásmico solitario con su presencia.

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Lo que pierde a los fetichistas suele ser que los objetos de sus parejas habituales no los excitan. En cambio, si son robados, sí. Y cuando empiezan a desaparecer ropas de los tendederos del vecindario, es que algún fetichista anda cerca. Cuando es descubierto, suelen encontrarse colecciones enteras de ropa en sus domicilios. El delito tipificable es el de hurto, pero no se trata de un delito sexual. No obstante ello, hay descripto en la bibliografía homicidios seriales de fetichistas que matan para quitarles a sus victimas algún órgano vital que pasan a formar parte de la colección de objetos de su excitación sexual. La cleptomanía (robo compulsivo) puede producir excitación sexual. El acto cleptomaníaco de robar simboliza placeres sexuales prohibidos. El fetichismo trasvestista consiste en el fantasear o en vestir realmente ropas de género opuesto, con objeto de experimentar excitación y como ayuda para lograr el orgasmo en la masturbación o en el coito. El 50 al 75% de los trasvestistas declara que su conducta comenzó alrededor de los 10 años. Desde el punto de vista dinámico, este comportamiento cumple con el objetivo de expresar el forzamiento hacia la identificación femenina (a través de imágenes o fantasías de las prendas de mujeres que lo sometieron, sojuzgaron, castigaron, abandonaron o sedujeron) y triunfar sobre ella, es decir, marcan la lucha contra la identificación femenina y el orgasmo aporta una victoria transitoria. Con el tiempo, la motivación predominante de las conductas trasvestistas que era aliviar la ansiedad de separación, se reemplaza por la estimulación sexual de las prendas femeninas para obtener el orgasmo, por eso luego estos parafílicos desean vivir y vestir como personas del otro sexo.

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Las mujeres trasvestistas son menos frecuentes, son personas con fuerte masculinidad (más que deseo erótico) aunque sin estar relacionadas necesariamente con una orientación homosexual. El trasvestista suele ser desde un solitario, deprimido y culpable hasta un egosintónico y sociable miembro de una subcultura. Como dijimos, algunos fetichistas cometen delitos de robo serial, al apropiarse indebidamente de prendas que actuarían como fetiches para coleccionarlas o usarlas para su actividad sexual parafílica. En raros caso pueden llegar al crimen. Los fetichistas trasvestistas suelen son detenidos en casos de delitos contravencionales.

Reflexión final Las manifestaciones fetichistas suelen ser expresiones inofensivas de la actividad sexual de cada individuo que en algunos casos pueden configurar una parafilia exclusiva y requerir o no asistencia médica, y en tanto y en cuanto no cometan delitos formar parte de la vida privada de las personas. No se trata de justificar los comportamientos parafílicos y aún menos las psicopatías sexuales, pero la condenación por el hecho de tenerlos, si no trasgreden pautas legales, es una intolerancia. Todo consiste en hacer que el sujeto tome conciencia de que debe vivir su sexualidad parafílica con los mismos criterios de responsabilidad que los que presiden el ejercicio de la sexualidad convencional. Nadie es responsable de sus tendencias, es solamente responsable de las formas como las vive. La parafilia en este caso el fetichismo, no es una elección, sino un destino, pero ésta, al igual que la sexualidad convencional, se debe ajustar a las pautas normativas de convivencia en el respeto por el otro.

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