FEBVRE Combates Por La Historia RESUMEN

COMBATES POR LA HISTORIA- Febvre, L. En las siguientes citas puede descubrirse los fundamentos del movimiento de Anna le

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COMBATES POR LA HISTORIA- Febvre, L. En las siguientes citas puede descubrirse los fundamentos del movimiento de Anna les: «La historia es la ciencia del hombre, la ciencia del pasado humano. Y no la cienc ia de las cosas o de los conceptos.» El movimiento de Annales plantea una renovación en el objeto de estudio de la hist oria, que pasa a ser el hombre en sociedad. Esta ampliación del objeto implica un combate contra la historia política acontecimental: «La historia es la ciencia del hombre; y también de los hechos, sí. Pero de los hechos humanos La tarea del historiador: volver a encontrar a los hombres que han vivi do los hechos y a los que, más tarde, se alojaron en ellos para interpretarlos en cada caso.» Hay un rechazo al historicismo en la protesta contra el intento de establecer al hecho histórico como objetivo supremo del trabajo del historiador. Se enfoca en e l hombre en sociedad, cuyas manifestaciones históricas deben ser estudiadas en el marco espacial y temporal en el cual las sociedades concretas están delimitadas: «El Espacio es la primera coordenada, la segunda, el Tiempo. Tomemos prestada la fór mula de Gustave Monod, reformador de nuestra enseñanza secundaria: el hombre culto en 1946 es “el capacitado para captar su situación de hombre en el tiempo y en el e spacio a la vez. El que es capaz de relacionar con otras civilizaciones aquella de la que es actor y testigo.”» Las manifestaciones históricas del hombre deben ser tratadas en la unidad social, espacial y temporal: tiene una dimensión universal y no se enfoca en un análisis par ticularista: hay posibilidad de historia comparada entre civilizaciones mediante una historia problemática: « El historiador no va rondando al azar a través del pasado, como un trapero en busc a de despojos, sino que parte con un proyecto preciso en la mente, un problema a resolver, una hipótesis de trabajo a verificar.» La escuela de los Annales propone formular hipótesis y plantear problemas para enc arar el análisis histórico; se postula en contra de la onmipresencia del hecho históri co que los positivistas creían tenía valor por sí mismo. Este enfoque problemático da utilidad a la historia: «De esta manera operarán sobre su danos comprender mejor los dramas tores y espectadores. Así es cómo lemas que turban a los hombres de

época. Y permitirán a sus contemporáneos, a sus conciuda que van a ser, de que ya son, todos juntos, ac aportarán los más ricos elementos de solución a los prob su tiempo.»

Así, con el enfoque problemático, se realiza una recuperación de la figura del autor c omo más que un crítico de fuentes y se opone a la objetividad planteada como paradig ma por el historicismo clásico, a la objetividad vinculada a la neutralidad ideológi ca: «Toda historia es elección. Lo es porque existe el azar que aquí destruyó y allá salvaguar dó los vestigios del pasado. Lo es porque existe el hombre: cuando los documentos abundan, abrevia, simplifica, hace hincapié en esto, relega aquello a segundo plan o.» « El hombre no se acuerda del pasado; siempre lo reconstruye. [...] No conserva en su memoria el pasado de la misma forma en que los hielos del Norte conservan co

ngelados los mamuts milenarios. Arranca del presente y a través de él, siempre, cono ce e interpreta el pasado.» Así como cuestiona la objetividad del historiador, el movimiento de Annales realiz a una crítica al papel fundamental y determinante que otorgaba el historicismo clási co a la crítica de fuentes como metodología histórica que permitía la objetividad del hi storiador: considera que el método histórico, filológico y crítico como fueron empleados hasta entonces no son suficientes: «Hay que utilizar los textos, sin duda. Pero todos los textos. Y no solamente los documentos de archivo a favor de los cuales se ha creado un privilegio[...] Tamb ién un poema, un cuadro, un drama son para nosotros documentos, testimonios de una historia viva y humana, saturados de pensamiento y es acción en potencia...» Esto significa que el documento no es la única fuente histórica: toda realización que parta de la actividad del hombre tiene carácter de fuente, puesto que «la historia s e edifica, sin exclusión, con todo lo que el ingenio de los hombres pueda inventar y combinar para suplir el silencio de los textos, los estragos del olvido...». Es to significa que las fuentes no narrativas sirven al historiador -cualquier tipo de testimonio de la actividad humana-, así como sirven textos pertenecientes a ot ras disciplinas y no estrictamente históricos: «... hay que utilizar los textos, per o no exclusivamente los textos. También los documentos, sea cual sea su naturaleza : [...]principalmente, aquellos que proporcionan el feliz esfuerzo de disciplina s como la estadística, como la demografía [..]; como la lingüística [...]; como la psico logía [...]. Y tantas otras disciplinas.» «Negociar perpetuamente nuevas alianzas entre disciplinas próximas o lejanas; concen trar en haces sobre un mismo tema la luz de varias ciencias heterogéneas: ésa es la tarea primordial, la más urgente y la más fecunda...» En la escuela de los Annales se propone relacionar a la historia con otras disci plinas: eran partidarios de la multidisciplinariedad y rompieron con el marco de la especialización con el fin de proceder a una renovación en profundidad de los méto dos de trabajo del historiador: «Hay que tomar prestados métodos e inspiración [de otras disciplinas]» La colaboración con otras disciplinas permite el aporte de técnicas, y de esta maner a se renuevan y modernizan los métodos de trabajo, rompiendo la limitación exclusiva al documento escrito. Esta «colaboración entre los hombres, concordancia de los métod os, analogía en los desarrollos» se produce mediante el trabajo en grupo y la relación entre disciplinas.

El fundador de la revista ''Annales'', padre también de una historia que él llama '' viva'' (sus seguidores la han bautizado con otros nombres, como ''total'' o ''in tegral'', además de ''nueva'') ha desencadenado una revolución, desde 1929 al menos, en este campo de estudio, que en principio podríamos centrar en una idea: precisa mente la ruptura de ese campo, la desaparición de los límites convencionales que le habían separado de otras parcelas del conocimiento humano; hace del hombre, de la vida humana, el objeto de su interés como historiador porque considera a esa vida humana individuos, grupos, realizaciones, andaduras -el verdadero sujeto de la h istoria como realidad. Con esto ya despeja la confusión habitual que surge cuando, por la doble acepción de la palabra ''historia'', las funciones sujeto-objeto res ultan ambiguas. Febvre también aboga por una historiografía que no se quede en el método -tan caro a l os positivistas, pero que sólo es un instrumento, y, además, pobre, porque, en la op inión de los budas oficiales de fines del XIX (siguiendo a Fustel de Coulanges) sólo

los textos y su tratamiento crítico sirven de fuente a los hechos (y éstos, los hec hos, son sagrados, son la historia de verdad, limitándose el historiador a depurar los y ordenarlos con la mayor asepsia posible). Por el contrario, los documentos , en la nueva historia, son infinitos; basta con que quien los maneja sepa hacer los hablar, sean piedras, caminos, topónimos o papeles privados. hipótesis, trabajo de equipo. ¿Todo esto para qué? La historia tradicional, según él, a pe sar de su aparente prestigio, no respondía a lo que la sociedad culta le demandaba : comprender el presente a través del pasado y el pasado a través del presente. No j uzgar, ni describir, ni enumerar: reconstruir con imaginación para comprender el m undo. Tampoco para buscar en el pasado tradiciones, identidades estáticas, modelos , sino al revés, para eludirlo, para liberarnos de él en lo que tiene de rémora para l a vida actual. Ni para demostrar lo inexorable de nada, pues la vida es demasiad o fluida y no puede ser reducida a una progresión lineal y unívoca. ¿Quién tendrá la pretensión de creerse en condiciones de cumplir todos los requisitos? H ay hombres que se han acercado mucho a ese ideal, y, en algunos aspectos, les ha n sobrado condiciones: el mismo Febvre, Bloch, Braudel, Vicens Vives, Reglá. Pero el historiador común, el epígono, no se siente con fuerzas para abordar tan ardua ta rea. Y vuelve a agarrarse a la monografía, a la especialización, a la microhistoria, como antes de esta revolución, aunque ahora se apoye, no en la crítica textual, sin o en la fotografía aérea, en la arqueología industrial, en las estadísticas o en las fil motecas. Eso sí, se autotitulará discípulo de aquéllos y se mostrará despectivo con la man era de trabajar de las generaciones anteriores. Exactamente la actitud vital de los epígonos de Michelet o de Momsen; la suficiencia del que necesita estar bien c on lo que hoy es doctrina para obtener la respetabilidad profesional que anhela. No es, desde luego, una exposición sistemática la forma que adopta este nuevo proyec to historiográfico: se trata de una serie heterogénea de artículos que engloban desde discursos académicos hasta conferencias, con inclusión de varias, muy interesantes, recensiones críticas extraídas de ''Annales''. Las citadas recensiones se pueden dividir en tres apartados: críticas negativas a la metodología tradicional; críticas, también negativas, a otras innovaciones como la suya, pero que no le merecen crédito; y crítica vehementemente positiva, a la gran o bra de Braudel: ''El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II''. En el primer caso, hay que remarcar su fobia, al parecer hasta personal hacia Se ignobos, el gran maestro de la historia francesa junto con Bourgeois. Es una and anada contra el vacío del positivismo, aureolado con la respetabilidad de un falso cientificismo (versión decimonónica). Del mismo modo trata a Louis Halphen, directo r de la famosa colección ''Peuples et Civilisations'', al que acusa de hacer una h istoria ''historiorizante'', que no queda claro en qué consiste.