Estufas, Emilio Carballido

Estufas Obra en un acto de Emilio Carballido D.F. Nueva serie 13 obras en un acto, Emilio Carballido (1985), GRIJALBO,

Views 130 Downloads 1 File size 272KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

Estufas Obra en un acto de Emilio Carballido

D.F. Nueva serie 13 obras en un acto, Emilio Carballido (1985), GRIJALBO, 1994.

Personajes: Angelina Gloria (13 años) Ernesto (15 años) Capitán Erasmo Sepúlveda Jovita (vecina)

La obra alude, condensándolos, a varios sucesos en torno a 1938.

Cuarto de un edificio por el rumbo de la Merced en México, D. F. Construcción pretenciosa, fue un palacio tal vez en el siglo XVIII; ahora es una vecindad en progresivo deterioro. La habitación, de grandes proporciones, da a la calle en un primer piso. Balcón, visillos remendados, algunos vidrios son suplidos por cartones; camas, ropero, mesas, sillas. ANGELINA ve por el balcón, muy satisfecha. Junto a ella, su hija GLORIA.

ANGELINA: acaben!

Ya se la dieron a tu hermano. Ahora, corre tú. ¡Pero Vuela, antes de que se

GLORIA:

¿Y si me acusan las vecinas?

ANGELINA:

Les mientas la madre, les dices embusteras, qué les importa.

GLORIA:

Me va a dar pena.

ANGELINA:

No va a darte nada y lárgate, para eso eres mi hija. Pero ya.

Sale GLORIA. ANGELINA va de nuevo al balcón. Ve algo, grita hacia afuera:

ANGELINA: su casa.

¡Ernesto! ¡Qué tanto haces!... No me importa, véngase inmediatamente a

Observa: cierra el balcón y ve por los vidrios.

ANGELINA: Este pendejo muchacho se queda allí pasmado para que más pronto se den cuenta cuando vaya su hermana.

Vuelve a su quehacer de tender camas. Entra ERNESTO, cargando una estufa de petróleo, modesta, de dos quemadores. La pone sobre la mesa.

ERNESTO:

Mira.

ANGELINA:

¿Qué tanto te ponías a platicar?

ERNESTO:

Me estaban diciendo unas cosas de mi padrino.

ANGELINA:

Ya sabemos de su padrino.

ERNESTO:

No, parece que…

ANGELINA: Usted allí entretenido de baboso, con el mundo entero viéndole traer ésta, ¡y ya iba tu hermana a pedir otra! ERNESTO:

Ni se fijan.

ANGELINA: Ven todo, en todo se meten (Prueba las llaves, ve los quemadores.) Qué buenas están. ERNESTO:

Si le dan otra a Gloria, ¡ya tenemos tres!

ANGELINA:

Vendemos una, nos quedamos con dos.

ERNESTO:

¿Para qué queremos dos?

ANGELINA:

Así, los sábados calentamos más aprisa el agua, y mucha.

ERNESTO:

¡Ya tenemos calentador y regadera!

ANGELINA:

Bueno, sí. Pero me gustan más los jicarazos.

ERNESTO:

Por ti, que no hubieran obligado a los caseros a poner los baños, ¿verdad?

ANGELINA: nada.

Me alegra que los hagan gastar por ley, desgraciados. Nunca componen

ERNESTO:

La regadera es retepiocha. Así sí da gusto bañarse.

ANGELINA: Bueno: pues vendemos dos estufas. (Se asoma) ¡Ya se la dieron a tu hermana! Oye… ¿Y si regresas por otra? ERNESTO:

Van a decir “ya Chole”, pues acaban de darme ésta.

ANGELINA:

Ni se fijan.

Entra ERASMO. Viste el uniforme de capitán del ejército. Viene preocupado. ERNESTO:

No, jefa. Yo mejor no voy.

ANGELINA:

¡Anda!

ERASMO:

¿A dónde no quiere ir éste?

ANGELINA: ¡Están regalando estufas en la calle! Un camión del gobierno. Mira nomás, bien buenas. ERASMO:

¡Ragalando!

ANGELINA:

¡Primera vez que da el gobierno, en vez de quitar!

ERNESTO:

Igualitas las venden en la Merced, como a cien pesos.

ANGELINA:

A setenta. Está buena, ¿no?

ERNESTO: Dicen que ya no va a haber carbón; van a mandar albañiles a tapar las hornillas. Puro petróleo, y barato, porque ya es nuestro. ANGELINA: petróleo.

La comida ya no va a saber igual; calientas una tortilla aquí y te sabe a

ERNESTO:

Para salvar los bosques, dicen.

ERASMO:

Puro atole con el dedo, eso es todo.

ERNESTO: Sí, pues eso ha de ser, ¿verdad? Pero tiran los árboles y sí, se acaba la tierra de cultivo y, pues… Cambia el clima. En la escuela vimos eso. ERASMO: A ver si también en la escuela aprendes a ser más listo. Váyase volando por otra de éstas. ERNESTO:

Ya tenemos tres.

ERASMO:

Mejor cuatro que tres, póngase vivo, ¿qué espera?

ERNESTO:

Se van a dar cuenta de que ya me dieron una.

ERASMO: ¿Y qué te van a hacer? Decirte, si acaso, “a usted ya no”. En cambio, si te la dan… ¡pues ya tenemos cuatro! ERNESTO:

Mh, bueno. Oye, dicen que a mi padrino ya le está yendo mal.

ERASMO:

¿Quién dice? ¿Quién te dijo?

ERNESTO: para allá.

Que ya lo había cercado un destacamento fuerte. Que el presidente ya iba

ERASMO:

¿Quién dice?

ERNESTO:

Genovevo lo oyó en la radio

ERASMO: Ah. Pura propaganda, no les creas. Ésos son boletines del gobierno, patadas de ahogado.

Entra GLORIA.

GLORIA:

¡Miren, miren, miren! ¡Me dieron ésta!

ERASMO:

¡Vaya por la otra suya! ¡Póngase vivo, carajo! ¡Qué se vea que es mi hijo!

Sale ERNESTO.

GLORIA: A mí me echaron indirectas unas vecinas, pero nomás abrí tantito la boca y se callaron: ya me conocen. ERASMO:

Oye, hija: dame un besito y vete a buscar tantito tenmeallá.

GLORIA:

Oh, cómo eres, ¿por qué me he de ir?

ERASMO:

Voy a hablar cosas con tu mamá.

GLORIA:

Ay, sí hablar. Has de creer que soy chiquita, ¿verdad?

ERASMO:

Dame un besito.

GLORIA: No te doy nada, me chocan. Anden, enciérrense. Cómo si todavía estuvieran en edad. ANGELINA:

Te voy a romper el hocico de un bofetón.

Sale GLORIA, ANGELINA ríe, pensó lo mismo que su hija, le agrada la idea.

ANGELINA:

¿Atranco, viejito?

ERASMO:

Oye, no. No se trata de eso.

ANGELINA:

¡Ah! ¿Para qué la sacaste entonces?

ERASMO: un águila?

No quiero que oiga. Vieja, mira ésta: (La cachucha.) ¿Qué tal te gustaría con

ANGELINA:

¿Te van a ascender? (Pausa) No, ¿verdad? De capitán pasarías a coronel…

ERASMO:

Primero, vas a hacer mi equipaje…

GLORIA:

(Fuera) Le digo que están ocupados…

JOVITA: (Fuera) Qué me importa. (Abre y entra.). Oiga, Angelina, bien abusivos son usted y sus hijos. AH, capitán, me alegro que aquí esté. ¿Cómo va a ser? Están repartiendo estufas de regalo, que el gobierno manda para todas las casas. Se entiende que es una para cada familia. ¡Y ustedes ya agarraron como cinco! Y ahí estaba Ernestito, todavía queriendo pedir otra. ¡Qué poca madre! A mí y a varias, no nos tocó. ERASMO: Mire usted: lo caido caido. ¿Me viene a reclamar que mis hijos son más vivos que los de usted? Así los hicieron Dios y sus padres. JOVITA:

Ahora le dicen vivos a los sinvergüenzas.

ANGELINA: advierto.

Oiga, Jovita: no va a venir a decirme de cosas a mi casa, nomás eso le

JOVITA:

Péchenselas. Y que se le vuelvan sal. (Se va, aprisa.)

ANGELINA: Y que a usted se le vuelva sal el culo, vieja cabrona. Se mete a la casa para maldecirnos. ¿Y tú, por qué la dejas entrar? GLORIA:

¡Tocó y se metió! (Sale.)

ANGELINA:

(Cierra.) ¿Qué estabas diciendo de equipaje? ¿A dónde vas?

Él ha sacado una maleta. Pone, ante todo, otra pistola en su funda (usa una), que tenía guardada en un ropero. Espía que nadie oiga desde afuera. ERASMO:

A Guerrero.

ANGELINA:

¿A Guerrero?

ERASMO:

Allá vamos a levantarnos nosotros.

ANGELINA:

¿Levantarse? ¿En armas?

ERASMO: ¡Claro! Empezó mi compadre Saturnino en San Luis; se le van encima, entonces nos alzamos nosotros en Guerrero; se van contra nosotros; entonces se levanta Heredia Puebla. ¡Van a ver qué friega les ponemos! ANGELINA:

Ay, Erasmo. (Se sienta, temblorosa.) Otra vez todo va a empezar.

ERASMO: Otra vez, ni modo. ¡Ya estuvo bien de pendejadas! Es necesario quitar a este tal por cual, que nada sabe hacer bien. ¿Cómo se fue a atrever este infeliz? Cuando ya íbamos a tumbarlo, saca a mi general Calles, desterrado, ¡y en pijama y en chanclas! Así se lo llevaron a Los Ángeles. Ni los pantalones le dejaron ponerse, pobrecito. ANGELINA:

¿Van a traer de vuelta a Calles?

ERASMO: No, tampoco. Ya se vio que no las puede tanto. Ahora está mi compadre, mi general Cedillo. ¡Ése sí truena sus chicharrones! ANGELINA:

¿Y las armas?

ERASMO: Están llegándonos del norte. Mi compadre, mi general, fue a la embajada de Estados Unidos y allí habló con señores de las compañías petroleras. El embajador no interviene, se hace como que él no, pero bien que están de acuerdo. Ésos ayudan. ¿Pues cómo fue a ocurrírsele a este cuate expropiar el petróleo? ¿A poco vamos a poder manejarlo? Eso es muy complicado. ANGELINA:

Pues esos gringos son unos abusivos. ¿A poco se los van a devolver?

ERASMO: Tanto como devolver… Mira, eso… Ya mi general Cedillo será el que decida conforme a la ley. ANGELINA: ¡Se los van a devolver! Mh, claro, si les pagan las armas. Pues yo digo… En fin, ahí ustedes sabrán. Mira, yo digo que estuvo bien echar a tanto güero cabrón que nomás estaban tratando mal a los nuestros y chupándose nuestro petróleo sin darnos nada ni… ERASMO: ¡No seas pendeja, tú qué sabes! Ya estás hablando la pura propaganda de Cárdenas. A ver: ¿por qué sí fuiste a protestar por lo de las tortillas? ANGELINA: Eso es distinto. Quererle revolverle a la masa de maíz no sé qué porquería de chinos, frijoles soya se llaman, no nos íbamos a dejar. ERASMO:

Ah, ¿ya vio? De eso sí sabe usted, de tortillas.

ANGELINA:

¿Y tú sabes mucho de petróleo no?

ERASMO:

Más que tú.

ANGELINA: Ay, viejo. Ora sí te van a dar un balazo. De tantas te escapaste y ahí vas otra vez. Ya estábamos tranquilos. (Llora.) ERASMO: No chilles. Todos traemos nuestra raya. Además, yo mi águila, entonces sí va a ser vida… ANGELINA: Sí, vida. De calacas con boquetones de bala. Como si estuvieras tan joven para irte al monte. Y acá nosotros, ¿qué? ERASMO: Los muchachos están muy vivos. Ya ves a Ernesto cómo se pone chango. Las tres estufitas que consiguieron… Además, voy a dejarte centavos: mira lo que nos dieron ya… (Enseña un rollo de billetes). ANGELINA:

¿Eso? ¿Tanto?

ERASMO:

Ahí tienes.

ANGELINA:

¿Me lo vas a dejar?

ERASMO: No todo. (Le da una parte.) ¿Ya ves cómo vamos en firme? Con cañonazos de éstos, ningún presidente aguanta. ANGELINA: te vas?

Ay, viejo. (Empieza a poner la ropa en la maleta). ¿Cómo va a ser? ¿Cuándo

ERASMO:

A la noche salimos. Mañana truena nuestro cuete.

Toquecitos en la puerta.

ANGELINA:

¿Qué quieren?

ERNESTO:

(Fuera.) ¡Miren lo que conseguí! ¡Otra Estufa!

Ella abre la puerta. Entra Ernesto con la estufa, la pone en el suelo.

ERNESTO:

¡Llegó otro camión con más! Y me la dieron antes que a nadie.

ERASMO:

¿Ya ves cómo es de listo este cabresto?

ERNESTO: Antes que a nadie. ¡La primerita! Ah, jefe: salió una extra del periódico, mírala. Pero han de ser mentiras, ¿no? ERASMO:

¿Qué dice?

ERNESTO:

Que ya mataron a mi padrino.

ERASMO:

¿Qué cosa?

ERNESTO:

Mírala. Ha de ser pura propaganda.

ERASMO lee.

ERASMO: ¡Pendejo! ¿No estás viendo la foto? ¡Mi compadre Saturnino bien muerto! Ya nos dieron en la madre. (Se sienta y lee). ERNESTO:

Pues yo creí que era propaganda… Como decías del radio…

ERASMO:

Cómo será usted idiota. (Lee.) Ya los descubrieron a todos.

ANGELINA:

Ay, Erasmo. ¿Y ahora tú? ¿Cómo vas a quedar?

Toquidos en la puerta. Va a abrir Ernesto.

ANGELINA:

¡Van a catear la casa! ¿Ya ves? ¿Para qué te metes en bolas?

Él quiere meterse al ropero: no cabe. Se mete bajo la cama. Ella ve la maleta: la avienta debajo. Más toquidos.

ANGELINA:

Abre.

Se hace que está remendando unos calcetines. Entra JOVITA, con una estufa entre los brazos.

JOVITA: Mire: puras habas. Ya todas tenemos, una cada una, porque nomás ustedes anduvieron de avorazados y rateros. Ya en todas las otras manzanas también todos tienen. A ver a quién van a venderle las suyas. (Sale.) ERASMO:

Me voy a largar. Me largo a Estados Unidos.

ERNESTO:

¿Qué pasó, papá?

ANGELINA:

Ay, viejito, ¿cómo vas a irte y a dejarnos?

ERASMO: ¿Qué quieres? ¿Qué me fusilen? Anda, acaba de hacerme la maleta. (Empieza a vestirse.) Me iré de paisano. Qué barbaridad. ¡Cómo fueron a darle en la madre a mi general Cedillo! ¿No qué sabían tan bien hacer las cosas? Ya nos fregó a todos. Dame acá ese dinero. (Se lo quita.) ANGELINA:

¿Vas a largarte y nos vas a dejar sin nada?

ERASMO: ¿Y yo qué? A las escondidas, y en otro país… Y allá ladran, no hablan. No se entiende nada de lo que dicen… (Tropieza con la estufa: la saca de una patada.) Y usted, ¿no sabe otra cosa que llenarnos la casa de pendejadas? Ten pues. (Devuelve algún dinero a su esposa.) Con estos hijos tan brutos, te vas a morir de hambre.

TELÓN.