Eric Hobsbawm Eric Hobsbawm - La era del capital 1848- 1875.- La Era Del Capital 1848- 1875

Resumen La era del capital 1848- 1875 Eric Hobsbawm Mick Rozas (difusor resumen) LA PRIMAVERA DE LOS PUEBLOS Tanto Marx

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Resumen La era del capital 1848- 1875 Eric Hobsbawm Mick Rozas (difusor resumen) LA PRIMAVERA DE LOS PUEBLOS Tanto Marx & Engels como Tocqueville dieron, en 1848, cuenta de que soplaban vientos de una revolución. La Liga Comunista Alemana publicó a principios de este año el Manifiesto del Partido Comunista, testimonio de estas opiniones. La insurrección que trascendió derrocó a la monarquía francesa, y se propago por toda Europa, como un incendio (también traspasó los océanos). En pocas semanas, pocos gobiernos de Europa se mantenían en pie; consolidando la revolución de 1848 como la primera potencialmente mundial. Afectó no sólo a las regiones desarrolladas, sino especialmente a las atrasadas. “Fue a la vez la revolución más extendida en la de menos éxito”. Las revoluciones del 48 cambiaron el devenir de la historia europea, y no significan el fin de una etapa, sino el principio. La revolución triunfó especialmente en el centro de Europa, aunque no en la periferia. La zona revolucionaria era bastante heterogénea, comprendía regiones atrasadas/desarrolladas, cultas/incultas, eran gobernadas en su mayoría por príncipes absolutos, grandes diferencias de población entre un Estado y otro, con status de la misma naturaleza (grandes poderes, gobiernos satélites) y finalmente la estructura iba desde la centralizada a la indeterminada. La historia divide a esta zona en dos partes, ya que la estructura social difería fundamentalmente entre pueblos y ciudades (ciudad es vista como concentración desproporcionada en política). De hecho, políticamente la zona revolucionaria también era heterogénea. “Allá donde las masas no habían derrocado aún a los príncipes hubiera sido insensato alentarlas para que minaran el orden social, y en donde ya lo habían conseguido, hubiera sido deseable apartarlas o sacarlas de las calles y desmantelar las barricadas que eran los símbolos esenciales de 1848”. ¿Qué tuvieron en común las revoluciones de 1848? Ocurrieron casi simultáneamente, sus destinos se hallaban entrelazados, todas poseían un talante y estilo común, una curiosa atmósfera romántico-utópica y una retórica similar. Sentido de liberación, de inmensa esperanza y de confusión optimista: era la primavera de los pueblos, y como tal estación, no perduró. En primer lugar, todas prosperaron y se debilitaron rápido y en muchos casos de manera total. En el invierno sólo dos regiones estaban en manos de la revolución (Italia y Hungría), y hacia mediados de 1849 fueron reconquistadas. Después de la capitulación de agosto, murió la revolución. Con la excepción de Francia, todos los antiguos gobiernos recuperaban el poder, y los revolucionarios se desperdigaron en los exilios. En Francia hubo un gran y único cambio irreversible: la abolición de la servidumbre en el imperio de los Habsburgo.

Muchas revoluciones cumplieron sus objetivos específicos, pero no en contexto revolucionario. “Todas las revoluciones tuvieron algo más en común, que en gran parte fue la causa de su fracaso”. Quienes hicieron la revolución fueron incuestionablemente los trabajadores pobres: era su hambre lo que potenciaba las demostraciones que se convertían en revoluciones. El miedo a estas, concentró de forma prodigiosa a los terratenientes, el orden social corría peligro. Pero este peligro no era el mismo en todas partes. Además, la revolución de febrero no sólo la hizo el proletariado, sino se trató de una revolución social. Su objeto no sólo era conseguir una república, sino una de tipo democrática y social. El año 1848 falló porque resultó que la confrontación decisiva no fue entre el orden y la revolución, entre lo tradicional y lo progresista (fueron manipulados). La revolución sólo mantuvo ímpetu donde los radicales eran fuertes y se hallaban vinculados al movimiento popular, pudiendo arrastrar o no necesitar a los moderados. En Hungría fue el único lugar de Europa en que, tras la derrota, vino un proceso de guerrilla rural. “Entre las revoluciones de 1848, la húngara fue la única que no sucumbió o pareció sucumbir debido a debilidades y conflictos internos; la causa de su caída fue la derrota ante un ejército muy superior. Hay que reconocer desde luego que, después del fracaso de todas las demás, sus posibilidades de evitar tal derrota eran nulas”. ¿Existía otra alternativa? Casi seguro que no. Ya que la burguesía estaba implicada, lamentablemente cuando sentía amenazada la propiedad, prefería el orden a llevar a cabo su programa. Enfrentados a la revolución roja, los liberales moderados y los conservadores se unían. Aquí nace el “partido del orden” en Francia. Por su parte, los regímenes conservadores se hallaron dispuestos a hacer concepciones al liberalismo legal e incluso cultural de los hombres de negocios, siempre que no implicara retroceso político. LA BURGUESÍA DEJABA DE SER UNA FUERZA REVOLUCIONARIA. Mientras, las clases medias bajas, que eran radicales, eran de hecho una fuerza revolucionaria, pero no una alternativa política. “Es erróneo denominar a 1848 la revolución de los intelectuales. Porque entonces no sobresalieron éstos más que en la mayoría de las otras revoluciones que ocurrieron en países relativamente atrasados en los que el grueso de la clase media se componía de personas caracterizadas por la instrucción y el dominio de la palabra escrita”. Al contrario, individualmente esas personas podían desempeñar una función decisiva, pero no eran ni de una misma clase ni portavoces de la pequeña burguesía radical. El radicalismo de los intelectuales tenía raíces menos profundas, no “sentaron cabeza” y antes más, dieron rienda suelta a sus excesos políticos y sexuales. Por otra parte, “cuando se enfrentaban con la revolución roja, hasta los radicales más bien democráticos tendían a refugiarse en l retórica, divididos por su genuina simpatía hacia el pueblo, y por su sentido de la propiedad y el dinero”. En cuanto a los pobres de la clase obrera, carecían de madurez, de dirigentes y, posiblemente, sobre todo de coyuntura histórica para proporcionar una alternativa política. Además: deficiencia numérica, inmadurez política y ideológica. El grupo más activista de la clase eran los artesanos preindustriales, quienes estaban introducidos en la revolución social, o ideologías socialistas y comunistas de la Francia jacobina y sans-

culotte, tenían objetivos modestos. Así se convertían en fuerza política, al menos como manifestantes. En general la clase obrera era “políticamente insignificante”. No se debe, en todo caso, subestimar el potencial de una fuerza social como el proletariado de 1848, a pesar de su juventud e inmadurez y de que a penas tenía conciencia de clase: tenían demandas políticas, también sociales. La organización, ideología y mando se encontraban en triste desarrollo, el sindicato estaba limitados a unos pocos centenares de miembros. Los comunistas y sociales organizados, contaban con filas aún menores. Pero no tenían ni siquiera un enemigo definido, ni siquiera mencionaron al capitalismo en su revolución. Ni Marx creía que la revolución proletaria fuese algo a tener en cuenta, sólo se le ocurrió sustituir la revolución burguesa por esta otra después de la derrota de 1848. “En la Europa occidental y central no iba a haber una segunda edición de 1848. Como el mismo reconoció enseguida, la clase trabajadora tendría que seguir un camino distinto”. “Por consiguiente, las revoluciones de 1848 surgieron y rompieron como grandes olas, y detrás suyo dejaron poco más que el mito y la promesa. Debieran haber sido revoluciones burguesas, pero la burguesía se apartó de ellas […] la burguesía francesa prefirió la estabilidad social en la patria a los premios y peligros de ser una vez más la grande nation…”. Nada sobrevivió, sólo Marx y Engels. Sin embargo, 1848 no sólo fgue un breve episodio histórico: señaló el final de la política tradicional, de la creencia en los patriarcales derechos y deberes de los poderosos social y económicamente, de las monarquías que pensaban que sus pueblos aceptaban e incluso aprobaban, el gobierno de las dinastías por derecho divino para presidir las sociedades ordenadas por jerarquías”. Las fuerzas del conservadurismo, privilegio y opulencia debieron comenzar a defenderse de otra manera. “En la primavera de 1848 hasta los oscuros e ignorantes campesinos del sur de Italia dejaron de apoyar al absolutismo”. LOS DEFENSORES DEL ORDEN SOCIAL TUVIERON QUE APRENDER LA POLÍTICA DEL PUEBLO. ESTA FUE LA MAYOR INNOVACIÓN QUE PRODUJERON LAS REVOLUCIONES DE 1848. Francia: mayores innovaciones políticas, generación del partido del orden capaz de vencer la revolución social, pero no de conseguir demasiado apoyo en las masas e incluso conservadores. Las elecciones democráticas eligieron a Luís Napoleón, que representaba el rechazo del republicanismo burgués, pero este pronto abolió la república y se hizo a sí mismo emperador. “Su experiencia no sólo demostró que el orden social podía disfrazarse de forma capaz de atraer a los partidarios de la izquierda, sino que, en un país o en una época en la que los ciudadanos se movilizaban para participar en la política, tenía que enmascararse así. Las revoluciones de 1848 evidenciaron que, en lo sucesivo, las clases medias, el liberalismo, la democracia política, el nacionalismo e inclusivo las clases trabajadoras, iban a ser rasgos permanentes del panorama político”. LA UNIFICACIÓN DEL MUNDO La falta de interdependencia de las diversas partes del mundo no fue simplemente cuestión de ignorancia, si bien fuera de la región correspondiente, y con frecuencia dentro de ella, la ignorancia del interior de los continentes siguió siendo considerable. Hasta en

1848, e inclusive en los mejores mapas de Europa, había grandes áreas de los diversos continentes marcadas en blanco. Más que una causa de la falta de unidad del mundo, la ignorancia podía considerarse un sistema, reflejaba la ausencia de relaciones diplomáticas, políticas y administrativas, que eran realmente muy limitadas y la debilidad de los lazos económicos, sin embargo, ya llevaba tiempo desarrollándose el mercado mundial, precondición crucial y característica de la sociedad capitalista. Entre 1720 y 1780 el comercio internacional había doblado de sobra su valor, en tanto en el período de la doble revolución (1780-1840) se multiplicó. Por lo tanto, en aprox., 35 años el valor de los intercambios entre la economía más industrializada y las regiones más lejanas o atrasadas del mundo se multiplicó por unas 6 veces. Pero a la vez, resulta ser una cuestión compleja la forma en que el proceso continuo de exploración, que llenó de modo gradual los espacios vacios de los mapas, se vinculo con el desarrollo del mercado mundial, en el cual, además de ser un derivado de la política exterior, en el conjunto participó también el entusiasmo misionero, la curiosidad científica y, posteriormente, la empresa periodística y publicitaria. Los exploradores de mediados del siglo XIX fueron un subgrupo bien lanzado en el aspecto publicitario, pero de escasa importancia numérica perteneciente a una asociación muy grande de hombres que abrieron el mundo al conocimiento. Eran aquellos que recorrían zonas en las que el desarrollo y el beneficio económico no eran aún lo suficientemente activos como para reemplazar al explorador por el comerciante. En 1875 el mundo se conocía muchísimo mejor que antes, y en gran parte de los países desarrollados había ya disponibles mapas detallados, inclusive a escala nacional. Sin embargo, más importante que el mero conocimiento era el hecho del principio de unión entre las regiones más apartadas de la tierra a través de los medios de comunicación que no tenían precedentes en cuanto a regularidad, a capacidad para transportar gran número de personas y productos y, sobre todo en cuanto a velocidad, esto es, el ferrocarril, el barco de vapor y el telégrafo. La transformación real se produjo en tierra y no tanto por el aumento de las velocidades que técnicamente podían alcanzar las locomotoras de vapor, cuanto por la extraordinaria extensión de las líneas ferroviarias. El periodo que tratamos este libro vivió la construcción de una red de larga distancia en casi toda Europa, en EE.UU e inclusive en otras zonas del mundo, ya en 1855 existían líneas en los 5 continentes, aunque las de América del Sur y Australia apenas se notaban. La construcción de las grandes redes de líneas obtuvo, naturalmente, la mayor publicidad. Tomados como un todo, fue en realidad el más grande conjunto de obras públicas y hasta la fecha casi el más deslumbrante logro de la ingeniería conocido por la historia humana. No hay que dejar de considerar a los hombres que organizaron y presidieron estas vastas transformaciones del paisaje humano, tanto material como espiritual, siendo Thomas Brassey el más famoso de estos empresarios. Desde el punto de vista global, las redes ferroviarias siguieron siendo suplementarias de las líneas de navegación internacional. En cuanto se construyo en Asia, Australia, África y América Latina, el ferrocarril, considerado económicamente, fue sobre todo, un ingenio para unir las regiones productoras de materias primas con un puerto, desde donde se transportarían por mar hasta las zonas urbanas e industriales del mundo. Pero el transporte marítimo no era demasiado rápido, y gracias a las mejoras tecnológicas el barco a vela continuó compitiendo con fuerza frente al nuevo barco a vapor. Fue en la

década de 1870 y en especial en la de 1880 cuando el barco de vapor empezó a destacarse, siendo el triunfo de éste barco, el triunfo de la marina mercante británica, o mejor dicho el triunfo de la economía británica que lo apoyaba. El tren y los barcos transportaban mercancías y personas. Sin embargo, en cierto sentido la transformación tecnológica más sorprendente de nuestro periodo fue la comunicación de mensajes a través del telégrafo eléctrico. Gran Bretaña y EE.UU aplicaban ya en la década de 1840 este nuevo invento, que fue uno de los primeros ejemplos tecnológicos que habían desarrollado los científicos y que difícilmente podía haberse realizado de no ser sobre la base de la teoría científica sofisticada. No obstante, el logro más significativo fue la construcción real de los cables submarinos que, si bien se inició con el que atravesó el canal de la Mancha a principios de la década de 1850, a medida que pasaba el tiempo se fueron cubriendo mayores distancias. La construcción de este sistema telegráfico a escala mundial combinaba tanto elementos políticos como comerciales; con la gran excepción de EE.UU, la telegrafía interior era o llegó a ser casi por completo propiedad del estado y manejada por éste; hasta Gran Bretaña la nacionalizó en 1869, por otro lado, los cables submarinos siguieron siendo casi por entero la reserva de la empresa privada que los había construido. En efecto, para los gobiernos eran de gran importancia directa, y no sólo por propósitos militares o policiales, sino también administrativos. Cuanto mayor era el territorio, más útil resultaba para las autoridades la disponibilidad de un rápido medio de comunicación con sus puestos más apartados. Naturalmente, los negociantes utilizaban muchísimo el telégrafo, pero los ciudadanos privados pronto descubrieron su uso, sobre todo para comunicaciones urgentes y a veces dramáticas entre parientes. Esta extraordinaria aceleración de la velocidad en las comunicaciones tuvo una consecuencia paradójica. Al ampliarse la separación existente entre los lugares con acceso a la nueva tecnología y el resto, aumentó el retraso relativo de aquellas regiones del mundo donde el caballo, el buey, la mula, el porteador humano o la barca seguían determinando la velocidad del transporte. Por otro lado, la firmeza de la economía internacional lograba que inclusive las áreas geográficamente muy remotas empezaron a entablar relaciones directas y no sólo literarias con el resto del mundo. Aunque la creciente intensidad del tráfico exigía también la rapidez, lo que contaba no era simplemente la velocidad, sino el grado de repercusión, un ejemplo de un acontecimiento económico con un alto grado de repercusión es el descubrimiento del oro en California en 1848, donde en agosto y septiembre de aquel año se empezó a filtrar la noticia de su hallazgo por el resto de EE.UU, pero no despertó gran interés hasta que lo confirmo el presidente, de ahí comenzó la carrera por el oro, hecho que llevó, a que producto de las migraciones, la población aumentara considerablemente en California. Con esto queda claro, que determinados progresos localizados a miles de kilómetros de Europa tuvieron un efecto casi inmediato y trascendental en este continente, difícilmente podría demostrarse mejor la interdependencia de la economía mundial. Pero, más significativo que el comercio fueron las personas que de todos los continentes migraron a California, donde hasta los chinos, las criaturas más imperturbables y caseras del universo, se movieron hasta California empezando una nueva vida motivados por las noticias de las minas, quienes consigo trajeron su habilidad, inteligencia y espíritu emprendedor.

No hay duda de que los profetas burgueses de mediados del siglo XIX vivían con la ilusión de conseguir un mundo único, más o menos tipificado en donde todos los gobiernos reconocieran las verdades de la economía y el liberalismo político que, a través de la tierra, misioneros impersonales pregonarían. El desarrollo de las comunicaciones exigió ya nuevas formas de coordinación internacional y organismos estandarizados, como por ejemplo, la Unión Telegráfica Internacional y la Organización Meteorológica Internacional. Por otro lado, los movimientos obreros se hallaban ya en el proceso de establecer una organización mundial que extraería conclusiones políticas de la creciente unificación del mundo: la Internacional. Sin embargo, la uniformidad y unificación internacionales siguieron siendo en este sentido débil y parcial. En efecto, hasta cierto punto resultaban más difícil o, mejor, más tortuoso, con la ascensión de nuevas naciones y nuevas culturas de base democrática, es decir, con el uso de lenguas distintas en vez de los idiomas internacionales de las minorías educadas. Cualesquiera que fuesen las perspectivas a largo plazo, los observadores liberales contemporáneos aceptaron que, a corto o medio plazo, el desarrollo provenía de la formación de naciones diferentes y rivales. Lo máximo que podía esperarse era que éstas incorporaran las mismas clases de instituciones, economía y creencias. La unidad del mundo implicaba división. El sistema mundial de capitalismo era una estructura de economías nacionales rivales. Desde luego que sí tenían base cierta en lo que respecta a la red cada vez más densa de comunicaciones mundiales, cuya consecuencia más tangible era un vasto aumento de los intercambios internacionales de mercancías y hombres, es decir, del comercio y la emigración. Pero hasta en el terreno más netamente internacional de los negocios, la unificación mundial no era una ventaja incondicional. Porque si bien es verdad que creó una economía mundial, todas sus partes eran tan dependientes entre sí que el más leve desplazamiento de una de ellas ponía inevitablemente a las demás en movimiento, la ilustración clásica de esta circunstancia fue la depresión mundial. CIUDA, INDUSTRIA Y CLASE OBRERA Decir que nuevos emigrantes y nuevas generaciones surgían del mundo de industria y tecnología es obvio, pero no muy ilustrativo. ¿De qué clase de mundo se trataba? En Primer lugar, los fenómenos de industria, urbanización, patronos, proletarios, a pesar de sus sorprendentes cambios en sí mismos, estos no dan con la medida del impacto del capitalismo. Tanto el trabajo industrial, en su estructura y contexto característicos, como la urbanización fueron, con certeza las manifestaciones más dramática de la vida nueva; nueva porque a pesar de la continuación de algunas ocupaciones regionales o ciudadanas ocultaban cambios trascendentales . En 1887 el alemán Ferdinand Toennies formula la distinción entre “Comunidad” y “Sociedad de Individuos”, hoy se hace como sociedades “Tradicionales” y “Modernas”, pero Toennies basaba su estudio en la diferencia entre “ciudad tradicional” y “ciudad capitalista” , en el fondo entre ciudad comercial y ciudad fabril.

La ciudad era el símbolo del mundo industrial, después del ferrocarril. Tras 1850 Europa comienza a aumentar su taza de urbanización, es evidente decir que la urbanización fue el fenómeno social más importante del XIX. La imagen típica de la sociedad industrial de este periodo es una ciudad mediana. Pero igual hubo grandes capitales ej. Berlín, Viena, San Petersburgo. El Autor hace una diferencia entre las “grises y tristes ciudades” de este periodo y los “coloridos campos” que las rodeaban. Esto permitió pero cada vez en menor medida que los trabajadores industriales continuaran siendo medio agricultores. Las ciudad más que centros industriales eran centros comerciales, transporte, administración y muchos servicios, que ayudaron a engrosar la cantidad de habitantes. Las ciudades crecieron muy rápido, en población y infraestructura. (25% de los habitantes mas menos eran pobres) Para los proyectistas los pobres eran peligrosos, por lo que dividieron sus concentraciones con avenidas y bulevares, se trataron de mejorar sus condiciones , pero esto era poco rentable, los arquitectos se preocuparon mas de los barrios ricos y de clase media. Quien habla de ciudades de mediados del XIX habla de y , y cuanto más rápidamente crecía la ciudad, su hacinamiento aumentaba paralelamente. No importo las reformas sanitarias y la planificación. Las mejoras no llegaron realmente hasta inicios del XIX. El tercer cuarto del XIX fue para la burguesía, la primera era mundial de expansión de las propiedades raíces urbanas del auge de la construcción. En parís los edificios aumentan sus pisos en la zonas caras, y en EEUU, aparece el primer “rascacielos”. Pero mientras Manhattan toca el cielo el Lower East Neoyorquino esta repleto de barrios bajos. Así entre mas mejoraban los barrios medios, mas se separaban de los barrios pobres a los que solo llegaban las mejoras de gastos públicos (alcantarillado y alumbrado público), el único negocio que parecía prosperar en los barrios bajos eran la “tabernas” (con razón para sur de Santiago está lleno de bares y clandestinos , comentario desubicado de Rubén Omar, que no duda en hacer uso de ellos). Por tanto, en la medida que la gente se hacía más urbana, las antiguas tradiciones, costumbres y modos de vida rurales que habían llevado a la ciudad terminaron siendo irrelevantes o impracticables. La gran ciudad era un prodigio, aunque contenía, únicamente, una minoría de población. La “gran empresa industrial” seguía siendo todavía menos significativa. La que era más importante era la “industria pesada”. Por esto las industrias de ferrocarriles eran desmesuradamente grandes. Las minas del carbón eran explotadas aun por particulares y solían ser de pequeño tamaño, aunque con grandes desastres mineros. La industria pesada no originó en la misma medida que la compañía originó la ciudad, en la que el futuro de miles de obreros dependía de la fortuna y benevolencia de un solo patrón, respaldado por la fuerza del derecho y el poder del Estado, que consideraban la autoridad de aquel como algo necesario y beneficioso. En cuanto a la pequeña y gran empresa el “patrón” era quien dirigía la “compañía”, que estaba relacionada con un solo hombre y no con un directorio. Así el capitalismo era sinónimo de un único hombre de familia quien dirigía sus propios negocios.

Así la empresa de la primera mitad del XIX era financiada privadamente, pero la creciente magnitud de costos requería mayores inversiones iníciales. Así el tercer cuarto del XIX fue un periodo fértil para la experimentación en la movilización de capital destinado al desarrollo industrial. A excepción de Gran Bretaña, las operaciones implicaron de una u otra forma a los Bancos, a través de los Crédit mobilier. Pero también surgió con fuerza la Bolsa, que a través de la especulación y el fraude fue creciendo, logrando financiar ya a mediados del XIX muchas compañías. ¿En qué medida eran necesarias estas formas de movilizar el capital? ¿En qué medida eran efectivas?: a los industriales no le gustaban los financieros, y los industriales consagrados trataban de tener el menor contacto con los banqueros. La empresa familiar, fue haciéndose más irrelevante mediante avanzaba la segunda mitad del XIX. Mediante avanzaba la industria, los empresarios buscaron inculcar actitudes militares en los obreros para obtener mejores rendimientos, además de convencer que la humildad era una virtud, de esta conseguir trabajadores esforzados y conformes con su salario. Así se le ofrecía la promoción a un cargo mejor como incentivo, pero este no fue el adecuado para el obrero, así el autor se pregunta cuál era el incentivo que necesitaba este trabajador para rendir en su tarea. ¿será acaso el dinero?, pero a mediados del XIX existía la idea de que los salarios debían ser bajos, lo más bajo posible. Pero existían empresarios como Brassey en los ferrocarriles que señalaban que ente un mejor salario la productividad del trabajador era mucho mayor. Pero ganó la idea de que subir los salarios era “científicamente” inviable. Sin embargo a fines del XIX esta “Ciencia” se hiso más flexible, pero prevaleciendo los bajos salarios. Además se sumaba que la clase media de Europa consideraba que los obreros debían ser pobres, no solo porque siempre lo habían sido, sino porque la inferioridad económica era un índice de la inferioridad de clase (que fuerte ). Las relaciones salariales pasaron a convertirse, en puras relaciones de mercado, con un nexo monetario. Así se pagaba por obra realizada y se convencía al obrero que debía estar conforme con lo que ganaba, pues afuera había un ejército de personas que querrían a toda costa ese trabajo. Según Marx ésta era la forma de pago más provechosa para el capitalismo, porque había un incentivo real al obrero y esto favorecía la productividad. Otro incentivo era la “inseguridad”, pues el obrero no sabía si al finalizar la semana tendría su trabajo o no, si ganaría más o menos, si se enfermaría, que pasaría con él cuando fuese viejo, etc. Para el capitalismo esta inseguridad era el precio pagado por el “Progreso y la libertad”, esta inseguridad se mitigaba con la expansión económica. Pero al contario de la clase media, la clase obrera estaba a un paso de la pobreza, por lo que la inseguridad en ella era constante y real. Pues el trabajador no tenia ahorros, los que tenían estos constituían una “clase rara”. Al contrario de la clase media la flor de la vida para el obrero estaba en la juventud, pues así rendían más en sus trabajos, cuando estos llegan a viejos era una catástrofe para su familia, pues costaba más conseguir trabajo y muchas veces terminan pidiendo limosna, por el contrario, para la clase media sobrepasar los 40 años era la plenitud, pues ya a esa edad tenían consolidados sus negocios y patrimonio.

Al contrario de lo que dice la mitología burguesa, los obreros que se sindicalizaban eran los más capaces, pues lograban comprender que el mercado no regulaba todo y por tanto necesitaban hacer patente sus necesidades que por cierto, eran muy modestas. Los obreros especializados se movían por incentivos no capitalistas como el conocimiento del oficio y el orgullo profesional. El autor dice que esto favorecía más al capitalista que al obrero. Pero, ¿Podemos hablar de los “obreros” como si fuesen una sola clase o categoría? ¿qué podía haber en común en estos grupos?, Esta unidad no venía de la pobreza, pero según los patrones de los pobres existía gran diferencia entre los “artesanos” especializados, bien pagados y con empleo más o menos fijo, y los muertos de hambre andrajosos, que a duras penas sabían dónde sacar su comida y menos la de su familia. Realmente estaban unidos por un sentimiento común al trabajo manual y explotación, por la creciente segregación por parte de la burguesía, que cada vez era más rica y los obreros seguían siendo precarios. Así los obreros fueron arrastrados a hacia una conciencia común, no solo por la polarización social, sino que por un estilo de vida común, donde la taberna, era la iglesia del obrero. Se produjo una fisura en la clase obrera entre los “respetables” y los “no respetables” El obrero capaz e inteligente, y sobre todo si tenía especialización constituía el principal puntal de control social y la disciplina industrial ejercida por la clase media. Por otra parte la clase obrera más revolucionaria sabia que el liberalismo no iba a proporcionarle sus derechos, ni cubrir sus necesidades, tenía que organizarse y luchar. La línea que dividía a los trabajadores pobres en militantes potenciales de los movimientos obreros y en los demás, no era neta, pero aun así existía. La asociación, fue la fórmula mágica para esto, en la era liberal; a través de la asociación iban desarrollándose incluso los movimientos obreros que luego abandonarían el liberalismo. Finalmente en el tercer cuarto del XIX hubo una pequeña mejora de las condiciones de la clase obrera, pero el abismo que la separaba del mundo burgués era amplio e insalvable. LA CONCLUSION ES LO UNICO QUE NO SALE AQUÍ.