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EL YO DE LA ENVIDIA

SABIDURÍA SABIDURÍA GNÓSTICA GNÓSTICA

EL “YO” DE LA ENVIDIA “El corazón apacible es vida de la carne; más la envidia es carcoma de los huesos. La envidia es más fuerte que la ira y el furor”. “No te entremetas con los malignos (los “Yoes”), ni tengas envidia de los impíos (los “agregados psíquicos”); porque para el malo no habrá buen fin, y la lámpara de los impíos será apagada”. Proverbios de Salomón-Rey.

“El hombre codicioso está lleno de envidia” (Job, 5:2). “Cuando alguien hace un buen trabajo, siempre alguien lo va a envidiar” (Eclesiastés, 4:4). (Enseñanzas gnósticas expresadas en la Biblia Hebraica).

1- INTRODUCCIÓN La palabra “envidia” (del latín invidia) significa “mirar con malos ojos”, pero desde un punto de vista estrictamente psicológico la envidia (en sí misma) es uno de los 7 Yoes Capitales que fueron arrojados del cuerpo de María Magdalena por su Jesu-Cristo Ïntimo particular, individual. Escrito está que “los ojos son el espejo del Alma”, y esta frase cobra especial vigencia cuando observamos las expresiones visuales de los distintos Agregados Psíquicos, muy particularmente las del “Yo” de la envidia. Por ejemplo, en su conferencia titulada “Análisis del Psiquismo Humano”, el V.M. Samael Aun Weor nos dice a este respecto lo siguiente: “¿Han visto ustedes a un envidioso? ¡Cómo sufre, es digno de piedad! Tiene un carrito por ahí, cualquiera, y de pronto aparece un amigo de su juventud, pasa por ahí en un carro flamante último modelo. Lo mira y casi llora el desdichado, diciendo: ¡Algún día yo también tendré otro carro así; no es justo que yo continúe con esta carcacha, y llora terriblemente... ¿Y más adelante qué? Destapa el radiador y el agua sube como un chorro hasta las nubes, y sufre el pobrecito, se amarga la vida terriblemente”. Continúa el Maestro su disertación colocando otro ejemplo. “Una mujer envidiosa” (nos dice), “¿la han visto ustedes? ¡Cuánto llora! Mira a otra que pasa por allí, por la calle, luciendo un lindo vestido, un collar de perlas, unos anillos preciosos. La mira de pies a cabeza y de la cabeza a los pies, se ve a sí misma con un vestidito humilde y dice: tanto trabajar y sin embargo vean qué clase de ropa llevo; no se por qué soy tan desdichada. ¡Ay de mí, ay, ay, ay! Sufre la pobre torturándose a sí misma; nadie se lo está provocando, élla es la que se atormenta”. Esa es, pues, la “Canción Psicológica” del “Yo” de la envidia que sufre a causa de sí mismo, de sus propias insatisfacciones. “No te busques sufrimientos que no necesitas”, le enfatiza el V.M. Judas de Kariot, al periodista A. Cosani, escritor del libro “El Vuelo de la Serpiente Emplumada”. Mientras que por su lado Tomás de Kempis pregunta, en su libro denominado “Imitación de Cristo”: “¿Para qué quieres ver lo que no te conviene tener? El mundo pasa y sus deleites”... “¿Qué puedes ver en algún lugar que permanezca mucho tiempo debajo del sol? Piensas, acaso, satisfacer tu apetito? Pues no lo alcanzarás. Si vieses todas las cosas delante de ti, ¿qué sería sino una vista vana? Levanta tus ojos a Dios en el Cielo y ruega por tus pecados y negligencias. Deja lo

vano a los vanos, y tú ten cuidado de lo que te manda Dios”... De modo que, explicaciones sobre lo que es el “Yo” de la envidia y advertencias sobre los sufrimientos que provocan sus vanos deseos las encontramos en todos los textos sagrados, pero el Ego es inconsciente, subconsciente e infra-consciente, y por lo tanto no entiende razones, no sabe escuchar los mensajes de los Venerables Maestros del Gnosticismo Universal. Véase, a manera de información, cómo la Biblia Hebraica deja constancia en el Antiguo y en el Nuevo Testamento del Ego que ahora estamos estudiando. La envidia “es dañina para la salud corporal como la carie en los huesos, e incompatible con la Sabiduría” (tal como podemos leer en los Proverbios), siendo contada entre los pecados que excluyen del Reino de Dios. “Por envidia mató Caín a su hermano Abel, aborreció Esaú a Jacob, vendieron a José sus hermanos, persiguió Saúl a David y fue la motivación (junto con la mala voluntad) de que Caifás y los sumos sacerdotes entregarán a Jesús para que los romanos consumaran su muerte”. Todo esto se explica porque siendo la envidia una emoción extremadamente negativa, siempre el envidioso “mira con malos ojos” las cualidades, éxitos o posesiones de los demás; el bien ajeno le inspira un profundo malestar interior cargado invariablemente de hostilidad, de odio, de rabia, de rencor, e incluso de ansias de matar. Cuando Salomón-Rey afirma categóricamente que “la envidia es más fuerte que la ira o el furor”, está pues declarando una terrible y lamentable verdad. Ya hemos dicho, y ahora lo volvemos a repetir, que los “Yoes” o Agregados Psíquicos establecen (por Ley de Afinidades Psicológicas) siniestras asociaciones íntimas, y así tenemos que en base a ese mecanismo inconsciente la envidia da lugar a la difamación, a la calumnia, a la murmuración y a la chismo-grafía, así como también se vincula íntimamente con la soberbia y con el egoísmo. Merced a la presencia en nuestra Psiquis del “Yo” de la soberbia (unida al Ego del amor propio) una persona envidiosa no está dispuesta a aceptar que otros (a los que de paso considera iguales o inferiores) sean más valorados por los demás, que posean más cosas o tengan más éxito en el campo profesional y social. Esto que renglones arriba estamos afirmando, puede ser comprobado experimentalmente si auto-observamos cómo en los instantes de envidia (cuando este Ego asume el control de la máquina orgánica) son muy frecuentes las comparaciones con otras personas, realizadas para reafirmar el falso sentimiento de auto-valoración, de auto-merecimiento, de auto-consideración o auto-estima, o sea aquello de: “yo no soy menos que tú”, o “mi familia vale más que la tuya” y así sucesivamente. Téngase en cuenta que los “Yoes” del egoísmo (asociados con los de la envidia) se caracterizan por un exagerado afán de poseer todo para sí, dentro de una actitud en la que predomina “LO MÍO”, el “MI MISMO”, y donde los sentimientos de tristeza y los padecimientos físicos de los demás permanecen al margen, como si no existiesen o no tuviesen ninguna importancia, pues ¿qué sabe el egoísta de saber colocarse en el lugar del otro o de la otra? Los semejantes, según la envidia-egoísta, han obtenido algo que “en justicia nos les pertenecía” y que desde luego “ellos no merecen”. De allí la crítica mordaz contra los “injustos sistemas imperantes”, contra “los privilegios sociales”, etc. En suma, el envidioso-egoísta es un resentido social que sufre y hace sufrir a quienes le rodean. La envidia, al igual que los otros restantes “Yoes Capitales”, tiene múltiples facetas y ramificaciones, por lo que algunas veces sentimos una como especie de falsa estimación y admiración hacia alguien que posee determinadas cualidades, porque “sabe hacer bien las cosas”, y entonces decimos que “nos gustaría ser como esa persona”, o bien (por el contrario) surgen en el envidioso sentimientos de indignación por el triunfo de tal o cual sujeto, triunfo que a él que le parece “inmerecido”, o por-

que cree que “no está suficientemente preparado para la función que se le ha encomendado”. En otras ocasiones la envidia se emparenta con el “Yo” del miedo, debido (por ejemplo) a la prosperidad de alguien del que tememos que una vez situado en una posición superior, pueda perjudicarnos en algún sentido. Las caras de la envidia son pues múltiples, muy variadas, y de las causas que originan sus infinitos modos de “mirar siempre con malos ojos” el progreso y el bienestar ajeno, nos ocuparemos a continuación...

2- EL DESEO, CAUSA-RAÍZ DE LA ENVIDIA “Transmutad el deseo en luz y el Yo se apagará como una llama fatua. Entonces habrá revolución total”. Samael Aun Weor, “Nociones fundamentales de

Endocrinología y Criminología”, Cap. Nº 26.

“Comprender y eliminar la envidia en todos los terrenos de la mente es suficiente para que nazca en nosotros el sentido de cooperación y dicha por el bienestar y el progreso ajeno”. Samael Aun Weor, “Educación Fundamental”,

Capítulo Nº 22.

Eso que llamamos “deseo” puede y debe ser definido como un “estado anímico o conscientivo que nos exige buscar la posesión y disfrute de algo”, esto es: objetos de valor (joyas, por ejemplo), dinero, bienes inmuebles, poder, títulos académicos, personas, sensaciones y satisfacciones sexuales, etc. En el capítulo Nº 8 del “Tratado de Psicología Revolucionaria”, el V.M. Samael Aun Weor nos dice: “Incuestionablemente, en la rigurosa observación del mí mismo (del “Yo” de la psicología), resulta siempre impostergable e inaplazable hacer una completa diferenciación lógica en relación con los acontecimientos exteriores de la vida práctica y los estados íntimos de la Conciencia. “Cada acontecimiento (añade el Maestro) tiene su sabor característico, especial, y los Estados Interiores son, asimismo, de distinta clase”... “Nadie puede negar que en nuestro interior cargamos con muchos errores y que existen estados equivocados”, y “si de verdad queremos cambiar realmente, necesitamos con urgencia máxima e inaplazable modificar realmente esos estados equivocados de la Conciencia”... “La modificación absoluta de los estados equivocados origina transformaciones completas en el terreno de la vida práctica”. Ahora bien, el Gnosticismo Universal hace especial énfasis en este asunto del deseo, considerándolo como un estado equivocado de la Conciencia. “El deseo (afirma el Maestro Samael) es el origen del delito, el deseo es el origen del dolor. Todo ser humano es delincuente, aunque no esté en la cárcel. Cuando el deseo está satisfecho, el delincuente goza; cuando el deseo se frustra, el delincuente sufre”. Para entender este planteamiento que el Mensajero de Acuario expone en su libro “Nociones Fundamentales de Endocrinología y Criminología”, el aspirante gnóstico debe saber que los Agregados Psíquicos o “Yoes” tienen cada uno sus particulares deseos, intentado satisfacerlos aún a costa de la violación de las leyes humanas y de las leyes divinas, y por eso el Venerable asegura que “todo ser humano es delincuente”. “Todo deseo tiene sus expresiones intelectuales, sus particulares puntos de vista, vale decir sus razonamientos subjetivos o proyecciones de la mente. Las proyecciones o supuestos mentales de los distintos Yoes nos conducen al delito; dichas proyecciones son verdaderos monstruos que finalmente devoran a su progenitor, y es así como resultamos víctimas de nuestro propio invento”. Ejemplos: “Cuando un hombre no respeta la vida ajena es porque sobre-estima en demasía su propio deseo, se quiere mucho a sí mismo, y cuando alguien hiere su amor propio, o su orgullo, o su vanidad, entonces es capaz de llegar hasta el asesinato”. “Cuando el hombre roba es porque desea acumular o porque desea poseer lo que no tiene, violando los Códigos Penales y el Mandamiento Divino que ordena no codi-

ciar los bienes ajenos”. Hay incluso quienes “roban” la mujer del prójimo, o bien “roban” la honra de sus semejantes mediante la murmuración, la chismografía, la maledicencia y la calumnia que surgen por diversos motivos cuyas causas son siempre, invariablemente, los deseos frustrados. “El que envidia es porque lo domina el deseo de la codicia; el que codicia, envidia al prójimo. Cuando alguien envidia es porque desea lo que no tiene y siente pesar al mirar con malos ojos los bienes ajenos”. La envidia es, pues, un “Yo-demonio” cuyos deseos inducen a cometer delitos de variado tipo. En realidad “la ignorancia de lo que psicológicamente somos es la madre del deseo”. Desea el pobre y el rico, el analfabeta y el hombre ilustrado, el creyente y el descreído; “el deseo es la materia fundamental de todo delito”... “La malicia es deseo acumulado, el odio y el rencor son deseos no satisfechos, deseos frustrados que se auto-satisfacen causando daños a otros”. ¿Qué propone la Divina Gnosis para que las personas con inquietudes espirituales puedan auto-observar, comprender y eliminar (de sí mismas, de su propia naturaleza interior) tan variados y contradictorios deseos que, como llevamos dicho, inducen al delito? De eso nos ocuparemos en el siguiente segmento de la presente guía de estudio.

3- LA CIENCIA DE LAS INCESANTES TRANSMUTACIONES “Hay que transmutar los pensamientos, palabras y obras del deseo en Sabiduría y Amor. Así aniquilamos el Yo. Cuando eliminamos el Yo, adviene a nosotros lo Atemporal, lo Eter-nal, la Verdad, el Cristo Interno. La única forma de disolver el Yo es aniquilando el deseo. La única forma de aniquilar el deseo es transmutándolo, pues cuando una Ley inferior es trascendida por una Ley superior, la Ley superior lava a la Ley inferior”. El deseo frustrado de LA ENVIDIA SE TRANSMUTA EN INTIMA ALEGRIA POR EL BIEN AJENO”. Samael Aun Weor, “Nociones

Fundamentales de Endocroinología y Criminología”.

Para resolver tan gravísimo problema del adentro humano (de nuestra particular psicología), que además de adormecer en forma alarmante la Conciencia individual provoca innumerables inconvenientes de tipo económico, político y social, los verdaderos Maestros o Adeptos Calificados nos hablan de la Ciencia de las Incesantes Transmutaciones o Alquimia Sexual. “El fundamento básico de la Alquimia es el Arcano A.Z.F”, la Sexo-Yoga o Kundalini-Yoga. Como quiera que en nuestra guía de estudio titulada el “YO DE LA LUJURIA” hablamos inextenso sobre el Maithuna o Sexo-Yoga, ahora sólo añadiremos que “cada Agregado Psíquico es, dentro de nosotros, la viva personificación de algún defecto psicológico”, y que “incuestionablemente, al desintegrarse cualquier defecto psicológico es reemplazado por alguna Virtud, Poder, Fuerza o Ley que cristaliza en nuestra personalidad humana”. De modo que, cuando el V.M. Samael habla de “transmutar los pensamientos, palabras y obras del deseo en Sabiduría y Amor”, se está refiriendo a hechos concretos, está refiriéndose a profundas auto-comprensiones y no a posturas mentales, simples creencias o buenas intenciones. Trátase, más bien, de revoluciones íntimas, de una revolución integral o Revolución Gnóstica de la Conciencia, cuya puesta en práctica permite, por ejemplo, “transmutar la impureza sexual (o lujuria) en castidad, el deseo de murmuración y de maledicencia en palabras auto-enaltecedoras y edificantes”, y así sucesivamente. Infortunadamente las religiones dogmáticas y ortodoxas, y también ciertas escuelas seudofilosóficas, seudo-esotéricas y seudo-ocultistas “suponen que mediante las buenas intenciones es posible eliminar la lujuria, el orgullo, la envidia, la codicia, la pereza y la gula, amén de todas sus ramificaciones o derivados, o sea que así, de ese modo, es posible llegar a la santificación”. Pero en este sentido el Gnosticismo Universal, fundamentado como ya se dijo en hechos concretos, afirma muy enfáticamente que “en tanto no se trabaje con intensidad sobre esos Yoes que en nuestro interior cargamos, ellos continuarán existiendo bajo el fondo de la mirada piadosa y de la buena conducta”. Así las cosas, nada tiene de extraño que muchos equivocados sinceros crean firmemente que no tienen envidia, por ejemplo, porque demostrado está que “la envidia es el falso sentimiento que más se disimula”, razón por la cual alguien llegó a decir que “la envidia es el único sentimiento que se oculta de su propia ocultación”. Por otra parte, sin el concurso de la sexo-energía o energía electro-sexual del Tercer Logos, expresándose a través de su Divina Esposa, la Kundalini de que hablan los indostaníes, es absolutamente imposible eliminar la envidia o cualquier otro “elemento indeseable”, Agregado Psíquico o “Yo-defecto”.

Así, pues, La Ciencia Transmutatoria de Yesod-Mercurio debidamente implementada, permite eliminar lo que es necesario eliminar, de modo tal que “el deseo de mentir se transmute en palabras de verdad”, que “el deseo de blasfemar se transmute en suprema veneración y adoración a lo Divinal”, que “el deseo acumulativo de la codicia se transmute en la alegría de dar todo, hasta la misma vida, por amor a la humanidad doliente”; que “la podredumbre de la malicia se transmute en la inocencia del niño”, que “la ira, el rencor y el odio (que son distintas formas del deseo) se transmuten en suprema dulzura, perdón infinito y supremo amor”, etc., etc., etc. Los deseos del “Yo” de la envidia son una mezcla de placer y de dolor, porque algunas veces el envidioso experimenta alegría al “mirar con malos ojos” el fracaso de otros que no pueden satisfacer sus deseos, y otras veces siente profundo pesar al ver cómo se frustran sus particulares ansias de acumulación, por no poder poseer aquello que los demás si tienen. En el primer caso la envidia se asocia íntimamente con el “Yo” del odio, y en el segundo caso la tristeza del envidioso está provocada por un fracaso, por no haber conseguido algo, surgiendo de inmediato la auto-compasión, la auto-conmiseración o sentimiento de piedad para consigo mismo. Dado que existe en cada sujeto o persona una marcada tendencia a culpar a otros de lo que les acontece, muchos resentidos blasfeman contra lo Divinal, contra ESO que no tiene nombre pero que todos llamamos “DIOS”, culpándolo de sus fracasos y sufrimientos. Empero “la Gran Vida Divinal nada tiene que ver con los errores del Yo, del Ego, del mí mismo”. Verbigracia: supongamos que cualquier varón o cualquier mujer deseen algo. Entonces elaboran planes, hacen hermosos proyectos dirigidos a la satisfacción de ese deseo. Cuando no fracasan, dicen: “Dios es bueno conmigo, me concedió lo que yo deseaba”, pero cuando fracasan, cuando el deseo se frustra por tales o cuales razones, culpan a Dios, blasfeman contra lo Divinal, y si son seudo-esoteristas o simplemente espiritua-listas, terminan culpando a los Señores del Karma de sus propios errores. Así actúa la humanidad dormida, esa que se desenvuelve en la LINEA HORIZONTAL de la existencia (en el círculo público o exotérico), donde la envidia, precisamente, es uno de los resortes secretos de todas las actividades sociales, familiares, económicas, políticas, etc.

4- EL “YO” DE LA ENVIDIA, LA LIBERTAD Y LA FELICIDAD “En tanto la Conciencia o Esencia (lo más digno que tenemos en nuestro interior) continúe embotellada en el sí mismo, en el mí mismo, en el yo mismo: en mis apetencias y temores, en mis deseos y pasiones, en mis preocupaciones y violencias, en mis defectos psicológicos, se estará en formal prisión. El sentido de libertad sólo puede ser comprendido íntegramente cuando han sido aniquilados los grilletes de nuestra propia cárcel psicológica. Mientras el yo mismo exista, la Conciencia estará en prisión. Evadirse de la cárcel sólo es posible mediante la aniquilación budista, disolviendo el Yo, reduciéndolo a cenizas, a polvareda cósmica. La Conciencia libre, desprovista del Yo, en ausencia absoluta del mí mismo, sin deseos, sin pasiones, sin apetencias ni temores, experimenta en forma directa la verdadera libertad”. Samael Aun Weor, “La Gran Rebelión”, Cap. Nº 4.

“Huyendo del mí mismo, del yo mismo, no se logra la felicidad. Interesante sería agarrar al toro por los cuernos, observar al Yo, estudiarlo con el propósito de descubrir las causas del dolor”. Samael Aun Weor, obra citada, capítulo Nº 3.

En su libro titulado “Si hay Infierno, sí hay Diablo, sí hay Karma”, el Maestro Samael Aun Weor apunta lo siguiente: “Al Ego le parece aburrida la existencia cuando no tiene lo que quiere”. Y luego añade: “Sin embargo, ¿cuándo es que el Ego está satisfecho? El Ego es deseo, y el deseo a la larga se convierte en frustración, en cansancio, en hastío, y la vida se torna entonces aburridora”. “¿Con qué derecho, pues, se atreve el Ego a hablar contra el aburrimiento, cuando él mismo (en el fondo) se convierte en tedio, en amargura, en desilusión, en desencanto, en frustración, en aburrimiento? Si el Ego no sabe lo qué es la Plenitud, ¿cómo podría lanzar conceptos sobre la misma? Incuestionablemente, muerto el Ego, reducido a cenizas, lo único que queda en nosotros es la Esencia, la Belleza Íntima, y de ésta última deviene la Felicidad, el Amor, la Plenitud... Lo que sucede es que los amantes del deseo, los que quieren satisfacciones pasionales, la gente superficial, piensan equivocadamente, suponen que la vida sin Ego sería terriblemente aburridora. Si esas gentes no tuvieran Ego, pensarían en forma diferente, serían felices, y entonces exclamarían: ¡la vida del Ego es espantosamente aburridora!” Del mismo modo, el Ego suele pronunciarse, por ejemplo, contra la “violación de los derechos humanos”, contra los intentos de ciertos gobernantes de coartar la “libertad de expresión” y (en general) de limitar todo tipo de libertades, ignorando que “lo exterior es tan sólo una proyección de lo interior” y que, por lo tanto, mientras no seamos internamente libres, jamás lograremos que los pueblos disfruten de la tan anhelada libertad y nos sentiremos una y otra vez defraudados (véase el libro titulado “La Gran Rebelión”, Capítulo Nº 4). El hecho es que las multitudes que pueblan la faz de la Tierra luchan por sobrevivir de algún modo, estudian y trabajan diariamente para lograr eso que ahora llaman “mejor calidad de vida”, pero no son felices ni tampoco son completamente libres. Sobre este asunto de la Felicidad y de la Libertad hay por allí múltiples opiniones o conceptos

surgidos de los muchos “Yoes”, obviamente desprovistos de toda realidad objetiva. Si las gentes entendieran algo sobre Psicología Gnóstica, Experimental y Revolucionaria, quizás pensarían en forma diferente, más en verdad nada saben de sí mismas, sólo buscan auto-complacerse de alguna manera, confundiendo la “felicidad” con los vanos placeres y la “libertad” con la permisibilidad, con el poder hacer cuanto les venga en ganas. Empero dígase lo que se diga, “el Yo pluralizado es la causa fundamental de todas nuestras íntimas contradicciones, y por añadidura de todas nuestras desdichas y carencia de libertades”. Soluciones prácticas las hay, siempre hay remedios y remedios: “cuando uno descubre las verdaderas causas de tantas miserias y amarguras, es obvio que algo puede hacer”. Dicho de otra manera: “Si se logra acabar con el mí mismo, con mis borracheras, con mis vicios, con mis afectos que tanto dolor me causan en el corazón, con mis preocupaciones que destrozan el cerebro y me enferman, etc., es claro que entonces adviene eso que no es del Tiempo, eso que está más allá del cuerpo, de los afectos y de la mente, eso que realmente es desconocido para el entendimiento y que se llaman Felicidad y Libertad”. “A la luz de la Psicología revolucionaria podemos comprender que el Yo es legión y que el organismo es una máquina”. Esta multiplicidad de pequeños y contradictorios “Yoes” originan un estado de desintegración psicológica en el mundo interior del “animal intelectual” equivocadamente llamado “hombre”. En tal sentido “es necesario comprender lo que significa en psicología gnóstica la palabra «Desintegración». Desintegrarse implica desbaratarse, dispersarse, degarrarse, contradecirse, etc. La principal causa de desintegración psicológica es la envidia, que a veces suele manifestarse en formas exquisitamente sutiles y deliciosas”. El “Yo” de la envidia nos atrapa entre sus redes y limita en gran manera la libertad interior; el “agregado psíquico” de la envidia nos convierte en personas extremadamente infelices. Explicaremos por qué... “La envidia es polifacética y existen millares de razones para justificarla; la envidia es el resorte secreto de toda la maquinaria social”. “A los dormidos les encanta justificar la envidia: el rico envidia al rico y quiere ser más rico, los pobres envidian a los ricos y quieren ser ricos también. El que escribe envidia al que escribe y quiere escribir mejor, el que tiene mucha experiencia envidia al que tiene más experiencia y desea tener más experiencia que aquél”. “Las gentes no se contentan con pan, abrigo y refugio; el resorte secreto de la envidia por el automóvil ajeno, por la casa ajena, por el traje del vecino, por el mucho dinero del amigo o del enemigo, etc., produce deseos de mejorar, de adquirir cosas y más cosas: trajes, vestidos, virtudes para no ser menos que otros”, y así hasta la saciedad. “Lo más trágico de todo esto es que el proceso acumulativo de experiencias, virtudes, cosas, dineros, etc., robustece al Yo pluralizado, intensificándose entonces (dentro de nosotros mismos) las íntimas contradicciones, las espantosas desgarraduras, las crueles batallas en nuestro fuero interno, y todo eso es dolor, nada de eso puede traer verdadero contento al corazón afligido; todo eso produce aumento de crueldad en nuestra Psiquis, multiplicación del dolor, descontento cada vez más profundo”. “El Yo pluralizado encuentra siempre justificativos hasta para los peores delitos, y a ese proceso de envidiar, adquirir, acumular, de conseguir cosas aún cuando sea a expensas del trabajo ajeno, lo llaman evolución, progreso, avance, etc.” “Las gentes tienen la conciencia dormida y no se dan cuenta de que son envidiosas, crueles, codiciosas, celosas, y cuando por algún motivo llegan a darse cuenta de todo esto, entonces justifican o condenan, buscan evasivas pero no comprenden”. “La envidia es difícil de descubrir, debido al hecho concreto de que la mente humana es envidiosa; la estructura de la mente se basa en la envidia y la adquisición”.

“La envidia comienza desde los mismos bancos de la escuela: envidiamos la mejor inteligencia de nuestros condiscípulos, las mejores calificaciones, los mejores trajes, los mejores vestidos, los mejores zapatos, la mejor bicicleta, los hermosos patines, la bonita pelota”, motivos más que poderosos como para que “los maestros y maestras llamadas a formar la personalidad de los alumnos y alumnas comprendan lo que son los infinitos procesos de la envidia, y establezcan (dentro de la Psiquis de sus estudiantes) el cimiento adecuado para la comprensión”. “La mente, envidiosa por naturaleza, sólo piensa en función del YO QUIERO MÁS, del YO SOY MÁS QUE TÚ, del FULANA DE TAL ES MÁS BONITA QUE TÚ. Ese MÁS es el íntimo resorte secreto de la envidia, el pensamiento comparativo se fundamenta en la envidia y produce descontento, desasosiego, amargura”. “Desgraciadamente las gentes van de un opuesto a otro, de un extremo a otro, no saben caminar por el centro. Muchos luchan contra el descontento que producen la envidia, la codicia, los celos, pero la lucha contra el descontento no trae jamás el verdadero contento del corazón tranquilo”. “Es urgente comprender que el verdadero contento del corazón tranquilo no se compra, que sólo nace en nosotros (con entera naturalidad y en forma espontánea) cuando hemos comprendido y eliminado las causas mismas del descontento, esto es: los celos, la envidia, la codicia, etc.” “Aquellos que quieren conseguir dinero, magnífica posición social, virtudes y satisfacciones de toda especie con el propósito de alcanzar el verdadero contentamiento, están totalmente equivocados porque todo eso se fundamenta en la envidia y el camino de la envidia no puede jamás conducirnos al puerto del corazón tranquilo y contento”. “La mente, embotellada en el Yo pluralizado, hace de la envidia una virtud y hasta se da el lujo de ponerle deliciosos nombres: progreso, evolución espiritual, anhelo de superación, lucha por la dignificación, etc. Todo esto produce desintegración psicológica, íntimas contradicciones, luchas secretas y problemas de difícil solución”. “Es difícil hallar a alguien que sea verdaderamente íntegro en el sentido más completo de la palabra. Resulta imposible lograr la integración total mientras exista dentro de nosotros mismos el Yo pluralizado” (véase el libro titulado “Educación Fundamental”, Capítulo Nº 13).

5- LA ENVIDIA Y LA JUSTIFICACIÓN DEL “MI MISMO” “La envidia, con todos sus infinitos matices, se esconde detrás de sublimes propósitos. Existe envidia en aquel que habiendo sido informado sobre la existencia de sublimes Santos, Mahatmas o Gurús, desea llegar a ser Santo. Existe envidia en el filántropo que se esfuerza por superar a otros filántropos. Existe envidia en todo individuo que codicie virtudes porque obtuvo información o porque en su mente hay datos sobre la existencia de Sagrados Individuos llenos de virtudes. El deseo de ser Santo, el deseo de ser virtuoso, tiene por fundamento el Yo de la envidia”. Samael Aun Weor, “Educación Fundamental”, Cap. Nº 15.

“En tratándose de comprender fundamentalmente cualquier defecto de tipo psicológico, debemos sincerarnos con nosotros mismos. Desafortunadamente Pilatos, el Demonio de la Mente, siempre se lava las manos, nunca tiene la culpa, jamás reconoce sus errores. Sin evasivas de ninguna especie, sin justificaciones y sin disculpas, debemos reconocer nuestros propios errores. Es indispensable auto-explorarnos para auto-conocernos profundamente, partiendo de la base cero radical. El Fariseo Interior es óbice para la comprensión; presumir de virtuosos es absurdo”. Samael Aun Weor, “El Misterio del Áureo Florecer”, Cap. Nº 22.

De todo cuanto llevamos reseñado en este estudio psicológico sobre el “Yo” de la envidia, inferimos que detrás de tan nefasto Agregado Psíquico se agazapan los “Yoes” del odio, de la rabia, del rencor, del miedo, de los celos, de la codicia, e incluso (entre muchos otros) los “elementos indeseables” de la traición y del homicidio. Esto es así, y no puede ser de otro modo, porque el envidioso está absolutamente incapacitado para reconocer el mérito, las cualidades y los triunfos de otros. Secuencialmente el envidioso utiliza la “zancadilla”, la trampa, la componenda, la perfidia, la conjura, la calumnia, el chismorreo, el compadrazgo, el amiguismo, etc., cerrándole el paso a quienes considera que pueden opacarlo o empinarse sobre él. Para ilustrar este punto, transcribiremos el capítulo Nº 21 del extraordinario libro titulado “El Misterio del Áureo Florecer”, donde el V.M. Samael Aun Weor relata lo siguiente: “Tornar a las fechorías de Roma y topar con Bruto, señalado con un cuchillo de la mano de Dios, remitirse a esos originales, saborear el caramelo venenoso, ciertamente no es nada agradable, más es urgente sacar del polvo de los siglos ciertos recuerdos dolorosos”. “Traspasado de angustia, sin vanagloria alguna, en estado de Alerta-Novedad, conservo con energía el viviente recuerdo de aquella mi reencarnación romana conocida con el nombre de Julio César. Entonces hube de sacrificarme por la humanidad estableciendo el escenario para la 4ª Subraza de ésta nuestra actual 5ª Raza-raíz. ¡Válgame Dios y Santa María!: si algún error muy grave cometí en aquella antigua edad, fue haberme afiliado a la Orden de la Jarretera; empero es obvio que quisieron los Dioses perdonarme”... “Encumbrarse hasta las nubes sobre sus amistades no es en verdad nada fácil, y sin embargo es evidente que lo logré, sorprendiendo a la aristocracia romana”. “Al relatar esto no me siento engreído, pues bien se que sólo al YO le gusta subir, trepar al tope de la escalera, hacerse sentir, etc. Cumplo con el deber de narrar y eso es todo”. “Cuando salí para las Galias, rogué a mi esposa Calpurnia que al regreso enviase a mi encuentro a nuestros dos hijos”.

“Bruto se moría de envidia recordando mi entrada triunfal en la ciudad eterna; empero parecía olvidar, adrede, mis espantosos sufrimientos en los campos de batalla. El derecho de gobernar aquel Imperio, ciertamente no me fue dado de regalo. Bien saben los divinos y los humanos lo mucho que sufrí”. “Bien hubiera podido salvarme de la pérfida conjura si hubiese sabido escuchar al viejo astrólogo que visitaba mi mansión. Desafortunadamente el demonio de los celos torturaba mi corazón; aquel anciano era muy amigo de Calpurnia y esto no me gustaba mucho”... “En la mañana de aquel día trágico, al levantarme del lecho nupcial con la cabeza coronada de laureles, Calpurnia me contó su sueño: había visto (en visión de noche) una estrella cayendo de los Cielos a la Tierra, y me advirtió (rogándome) que no fuera al Senado. Inútiles fueron las súplicas de mi esposa”. - “Hoy iré al Senado, respondí en forma imperativa”. - “Acuérdese que hoy una familia amiga nos tiene invitados a una comida en las afueras de Roma; usted aceptó la invitación (replicó Calpurnia)”. - “No puedo asistir a esa comida, objeté”. - “¿Vais entonces a dejar a esa familia aguardando?” - “Tengo que ir al Senado”... “Horas más tarde, en compañía de un auriga, marchaba en un carro de guerra rumbo al Capitolio del Águila Romana. Bien pronto llegue allí, entre los vítores de las enardecidas multitudes. ¡Salve, César” (me gritaban)”. “Algunos notables de la ciudad me rodearon en el atrio del Capitolio; respondí preguntas, aclaré algunos puntos, etc.” “De pronto, en forma inusitada, aparece ante mí el anciano astrólogo, aquél que antes me había advertido sobre los tistilos de marzo y los terribles peligros, y me entrega con sigilo un pedazo de pergamino en el cual están anotados los nombres de los conjurados. El pobre viejo quiso salvarme, más todo fue inútil: no le hice caso. Además, me encontraba muy ocupado atendiendo a tantos ilustres romanos. Después, sintiéndome invencible e invulnerable, con esa actitud cesárea que me caracterizaba avancé rumbo al Senado por entre las columnas olímpicas del Capitolio”. “Más, ¡ay de mi!: los conjurados, tras esas heroicas columnas me acechaban; el acerado filo del puñal asesino desgarró mis espaldas”. “Acostumbrado a tantas batallas, instintivamente traté de empuñar mi espada, más siento que me desmayo. Veo a Bruto y exclamo: ¿tú también, hijo mío?... Luego, la terrible Parca se lleva mi Alma”... “Pobre Bruto: el Yo de la envidia le había devorado las entrañas y el resultado no podía ser otro”... Más adelante, en el mismo capítulo de la obra ya citada, con otro relato el Maestro Samael nos explica cómo los falsos valores de la envidia, del odio y del homicidio regresan del pasado, reincorporándose en nuevos organismos humanos para reincidir en el delito. “El Némesis de la vida (escribe el Maestro) hubo de ponerme nuevamente en contacto con esos valores que otrora estuvieran reincorporados en la personalidad de Bruto”. “Yo le permití a cierto caballero (retorno de tales valores) hacer alguna labor en el Templo. Muchas personas le escucharon y hasta parecía muy lleno de sinceridad, hablaba sobre Gnosis y las gentes le aplaudían. Más de pronto algo inusitado sucede: un día cualquiera entra al Santuario con actitudes agresivas; ¡suena, truena, relampaguea, se convierte en un insultador! Yo me limito entonces a perdonar y bendecir”.

“Luego se retira, amenazando. Aquel Ego había vuelto a sus antiguas andanzas, otra vez a sus consabidas calumnias y amenazas. Tales despropósitos e infundias difamantes tenían como trasfondo ciertos sueños (sin ton ni son) en los cuales me veía por caminos muy oscuros, cometiendo infundados delitos. Resulta palmario y manifiesto que aquel espíritu perverso que él veía en sus sueños absurdos, era un Yo creado por él mismo en la antigua Roma. Tal Yo de Bruto asumía, bajo sus impulsos subconscientes, mi propia forma o figura”. “No está de más comentar que alguno de sus otros Yoes, asumiendo cierta forma jesucristiana, le encomendaran la misión de asesinarme (así lo mamifestó en la plaza pública). Para librarme de tan ancestral enemigo fue necesario poner el caso en manos de Anubis, el Jefe de los Señores del Karma. Desde entonces Bruto se alejó de mi, hace mucho tiempo que no lo veo en este Mundo Físico”... “De lo dicho de Bruto y sus visiones ensoñativas, se desprende que nadie puede convertirse en un investigador competente de los mundos superiores en tanto no haya disuelto el Yo Psicológico y todos los elementos subjetivos que condicionan las percepciones”. “Ingrato a sus bienhechores, con mucho trabajo de caballero sin embargo Bruto aceptó la Gnosis y el Sahaja-Maithuna. Sin inhibirse en el conocimiento de una causa, más dándole la espalda al Gurú (al Maestro), trabajó en la Fragua Encendida de Vulcano inútilmente, porque Devi-Kundalini no premia jamás la traición. Aunque se trabaje muy seriamente con la Sexo-Yoga, la Serpiente Ígnea de nuestros Mágicos Poderes jamás subiría por la espina dorsal de los traidores, asesinos, adúlteros, violadores y perversos... Devi-Kundalini nunca se convertiría en cómplice del delito; el Fuego Sagrado asciende de acuerdo con los méritos del corazón”. “Bruto pensó en un Kundalini mecánico y se equivocó lamentablemente; la Divina Madre es muy exigente”. “Para el indigno todas las puertas están cerradas, menos una: la del arrepentimiento... Desafortunadamente Bruto no quiso golpear en esa puerta y el Fuego Sagrado, en vez de subir por su canal medular, se precipitó desde el coxis convirtiéndose en el abominable Órgano Kundartiguador, en la Cola de Satán”. “Una noche estrellada, platicando en los Mundos Superiores con mi gran amigo el resplandeciente Ángel Adonai (quien ahora tiene Cuerpo Físico), hube de recibir una noticia extraordinaria: Fulano de tal (Bruto, dijo el Ángel) ha despertado en el mal y para el mal” (esto lo comprobé después, al encontrarle en los Mundos Inferiores)”... Véase pues (a través de los relatos del Maestro) cómo la envidia se hermana con la ingratitud y con la traición. El fracasado y envidioso Bruto asesina a Julio César, el triunfador, regresando o retornando después con el mismo antiguo propósito, sólo que en esta otra oportunidad el Bodisattwa del Logos Samael había eliminado de su naturaleza interior los “Yoes” de la falsa personalidad y la envidia de Bruto no pudo auto-satisfacer sus demoníacos deseos. Al Ego le complace enjuiciar a otros, calificándolos de tal o cual manera, siempre motivado por la envidia que nos corroe las entrañas y que, no obstante, tratamos de justificar con seudo-argumentos de tipo materialista o bien de índole espiritualista, es decir, con sofismas de distracción. Entiéndase por “sofisma” el razonamiento subjetivo o argumentación del Ego con el que se quiere defender aquello que es totalmente falso. Los sofismas de distracción constituyen válvulas de escape para huír de sí mismos, para eludir las confrontaciones lógicas, porque al “Yo” de la envidia (y en general al “Yo” pluralizado) le desagrada eso que llamamos la «Verdad», la «Realidad».

Sofisticadamente, el “Yo mismo” insulta al prójimo, lo hiere en sus más íntimos sentimientos, tratando (dice) “de corregirlo para su propio bien”. Así piensan los “Yoes” del odio, de la envidia, de la ira y muchos otros que se auto-engañan creyendo que actúan “motivados por el amor”, “por la amistad” o cosas así por el estilo. En otros términos: el “Yo” es fariseo y busca disfrazar de algún modo su propia miseria y ruindad psicológica. Hay entonces en el Ego, como si fuera poco, una inclinación hacia la falacia, que no es otra cosa que el hábito de engañar sin limitación alguna. El “Yo” fariseo, con sus falacias, siempre trata de esconder los errores y delitos de sí mismo y de los demás, presumiendo de “virtuoso”. Los editores del libro “La Revolución de la Dialéctica” recogen allí las enseñanzas del Maestro Samael Aun Weor, y en el segmento titulado “La falacia del Ego” el Mensajero de Acuario refiere sobre este punto lo siguiente: “Nosotros hemos conocido fariseos que horrorizan. Conocimos uno que vestía la inmaculada túnica del Maestro; su cabello era largo y jamás la navaja cortaba su venerable barba. Este hombre espantaba con su santidad a todo el mundo, era vegetariano en un ciento por ciento, no bebía nada que pudiese tener alcohol, la gente se arrodillaba ante él. No mencionamos el nombre de este santo de chocolate; sólo nos limitamos a decir que había abandonado a su esposa y a sus hijos dizque por seguir la senda de la santidad. Predicaba bellezas y hablaba horrores contra el adulterio y la fornicación, pero en secreto tenía muchas concubinas... Era un santo, sí, un santo de chocolate”. “Así son los fariseos: no comen carne, no beben alcohol, no fuman; en verdad se muestran justos a los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad”. “Conocemos fariseos que hacen tremendos ayunos y espantosas penitencias, están muy seguros de ser justos y sabios, pero sus víctimas lloran lo indecible. Casi siempre son sus mujeres y sus hijos las víctimas inocentes de sus maldades, pero ellos continúan con sus sagrados ejercicios, convencidos de ser justos y santos”... Cuando el “Yo” de la envidia (por ejemplo) quiere auto-justificarse, de inmediato realiza transacciones o contactos íntimos con el “Yo” fariseo, y de igual manera proceden los Agregados Psíquicos de la lujuria, el orgullo, la ira, la codicia, la pereza y la gula. El Ego es, pues, un libro de muchos tomos. Auto-observar, comprender y eliminar el “Yo” de la psicología es realmente algo muy serio que exige, ante todo, sinceridad con uno mismo. Desde un punto de vista rigurosamente esotérico y gnóstico, “sinceridad” no es (como suponen muchos) hablar y actuar de acuerdo con los pensamientos y sentimientos del Ego que un momento dado nos controla, sino, más bien, el anhelo íntimo (surgido de la Esencia o Conciencia libre) de no querer auto-engañarnos. Salomón-Rey (“Proverbios”, Cap. 1, Vers. 10) plantea el asunto de la sinceridad con la siguiente recomendación: “Hijo mío, si los pecadores (los Yoes) te quisieren engañar, no consientas”. “No consentir los engaños del Ego” implica vivir (de instante en instante) en estado de Alerta-Percepción, de Alerta-Novedad, como el vigía en época de guerra”. “La Auto-Vigilancia (enfatiza el Maestro) debe siempre procesarse de momento en momento”. Y añade: “En la inter-relación humana, en la convivencia con nuestros semejantes, existen infinitas posibilidades de Auto-Descubrimiento”. “Es incuestionable (y cualquiera lo sabe) que en la inter-relación los múltiples defectos que llevamos escondidos entre las ignotas profundidades del Sub-consciente afloran siempre naturalmente, espontáneamente, y si estamos vigilantes entonces los vemos, los descubrimos”. “Defecto psicológico descubierto debe ser íntegramente comprendido en los

distintos recovecos de la mente. No sería posible la comprensión de fondo sin la práctica de la meditación”. El “Yo-defecto” de la envidia, como ya hemos visto resulta multifacético y con diversos enlaces y raíces que debemos estudiar juiciosamente. “Auto-Revelación es posible cuando existe comprensión íntegra del defecto que sinceramente queremos eliminar. “Auto-Determinaciones nuevas surgen de la Conciencia cuando la comprensión es uni-total”. Por ejemplo, si es el “Yo” de la envidia el objeto de nuestra comprensión, surge la firme Auto-Determinación de no volver a “mirar con malos ojos” el bienestar ajeno, de no reincidir en ese grave error. De manera que “el análisis superlativo de la envidia es útil si se combina con la meditación profunda. Entonces surge la llamarada de la comprensión”.

6- CONCLUSIONES PRÁCTICAS “La envidia es la fiera que arruina la confianza, disipa la concordia, destruye la justicia y engorda toda especie de males”. San Agustín, Patriarca Gnóstico.

“El control de los defectos íntimos es superficial y está condenado al fracaso. Cambios de fondo es lo fundamental, y esto sólo es posible comprendiendo íntegramente cada error. Eliminando los agregados psíquicos que constituyen el mi mismo, el si mismo, establecemos en nuestra Conciencia los cimientos adecuados para la acción recta. Comprensión es lo primero, eliminación lo segundo”. Samael Aun Weor. “El Misterio del Áureo Florecer”, Cap. Nº 22.

Para beneficio de los aspirantes gnósticos, séanos permitido ahora transcribir el siguiente planteamiento psicológico, expresado por cierta analista de la conducta humana: “Un ser humano que permita que el demonio de la envidia lo posea, se va envejeciendo, se mantiene malhumorado, cada nueva cosa que ve en los otros la siente como si le fuera indispensable para poder existir. Se enferma de artritis, reumatismo, insuficiencia renal o cualquier enfermedad incapacitante o inmunológica por no saber compartir, queriendo solamente competir, dominar o manipular, intentando lograr a toda costa lo que no le pertenece o le es difícil obtener”. “La angustia que mantiene le produce pesadillas, el diálogo interno (la “charla interior” de que habla la Gnosis) no lo deja dormir, maquinando cómo hacerse de las cosas. Puede incluso perder sustancia cerebral, su capacidad intelectual disminuye por exceso de pensamientos improductivos los cuales repite constantemente”. “Yo quiero, yo necesito, qué mala suerte tengo, son las frases más usadas. Cuando se va haciendo más fuerte la energía de envidia, otras personas pueden detectarla e inmediatamente se alejan o rechazan al portador de tan destructivo maleficio”. “Cuando nos exponemos a la envidia, se forman campos negativos de baja frecuencia, alterando nuestro sistema orgánico... Para superar este conflicto es indispensable descubrir primero por qué estamos cayendo en la codicia. A nadie le gusta percibirse bajo esta condición; sin embargo, al observarnos como posibles participantes de esta contaminación (muchas veces inconsciente de comportarnos), debemos desplazarla, transformarla o destruirla definitivamente”... “La vacuna contra la envidia es la alegría sincera por el bienestar ajeno”... Hasta allí la cita. Por su parte el autor de un libro titulado “Los Vicios Capitales” concluye en que “la envidia tiene efectos perniciosos, conduce a otras faltas como la detractación, la murmuración, la difamación, la calumnia, la alegría perversa por el mal ajeno, el odio, etc”. “Han sido destacados también ciertos efectos en el orden físico o fisiológico. El sentimiento de la envidia produce una reducción de la irrigación sanguínea; por eso se habla de pálida envidia o de la envidia lívida (el livor de los latinos). Para un tratamiento de la envidia (señala el autor) conviene ir a las mismas raíces del mal y poner allí el remedio pertinente”. En este temario (decimos nosotros) hay que andar con mucho cuidado, porque “existe entre

las gentes el concepto equivocado de que cuanto más resistimos (o controlamos), cuanto más rechazamos, nos hacemos más y más comprensivos, libres, plenos, victoriosos. No quieren darse cuenta las gentes de que cuanto más luchamos contra algo, cuanto más lo resistimos, cuanto más lo rechazamos, menor es la comprensión” (véase el libro “Educación Fundamental”, capítulo Nº 4). Ejemplos: “si luchamos contra el vicio de la bebida, éste desaparecerá por un tiempo, pero como no lo hemos comprendido a fondo en todos los niveles de la mente, él retornara después cuando descuidemos la guardia, y beberemos de una vez para todo el año”. “Si rechazamos el vicio de la fornicación, por un tiempo seremos muy castos (en apariencia), aún cuando en otros niveles de la mente continuemos siendo espantosamente sátiros (como lo pueden demostrar los sueños eróticos y las poluciones nocturnas), y después volveremos con más fuerza a nuestras antiguas andanzas de fornicarios irredentos, debido al hecho concreto de no haber comprendido a fondo lo que es la fornicación”... En este sentido la Ciencia del Psicoanálisis afirma, muy enfáticamente, que “lo que se reprime, regresa”, y de allí la aclaratoria del Maestro Samael: “Cambios superficiales de nada sirven; necesitamos, con urgencia inaplazable, cambios de fondo, y esto sólo es posible comprendiendo íntegramente cada error”. En relación con la envidia, conviene saber que este falso sentimiento surge como una respuesta o reacción frente a ciertas circunstancias, ya debidamente explicadas en los puntos anteriores. “Transformar reacciones mecánicas es posible mediante la confrontación lógica y la AutoReflexión evidente del Ser” (o comprensión). Luego la Comprensión es una capacidad inteligente de la Conciencia Superlativa del Ser que nada tiene que ver con los datos acumulados en la memoria mecánica. “Comprender es algo inmediato, directo, intuitivo, algo que vivenciamos intensamente, algo que experimentamos muy profundamente y que inevitablemente viene a convertirse en el verdadero resorte íntimo de la Acción Consciente”. “En la Comprensión Verdadera, en la Comprensión Profunda, en la íntima Comprensión de Fondo sólo hay presión íntima de la Conciencia, presión constante nacida de la Esencia que llevamos dentro, y eso es todo”. “La Comprensión Auténtica se manifiesta como acción espontánea, natural, sencilla, libre del proceso deprimente de la elección conceptual, pura y sin indecisiones de ninguna especie. La Comprensión, convertida en resorte secreto de la acción, es formidable, maravillosa, edificante y esencialmente dignificante”. “Sólo comprendiendo (o lo que es igual: haciendo Conciencia) de lo que es dentro de cada uno de nosotros el “Yo” de la envidia y sus derivados, eliminándolos luego con el auxilio siempre eficiente de la Divina Madre Kundalini particular, individual, nace en forma natural y espontánea la alegría por el bienestar integral y el triunfo del prójimo”. Cualquier otro intento de liberarnos de ese Ego sin tratar de implementar o llevar a los hechos todo cuanto en esta guía hemos estudiado didáctica y dialécticamente, está (de antemano) condenado al más rotundo fracaso.