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Título: «El reloj que llevamos dentro» – emisión 152 (14/04/2013) – temporada 17 Entrevista de Eduard Punset a Till Roe

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Título: «El reloj que llevamos dentro» – emisión 152 (14/04/2013) – temporada 17

Entrevista de Eduard Punset a Till Roenneberg, cronobiólogo de la Universidad de Münich. Barcelona, 7 de febrero del 2013. Vídeo del programa: http://www.redesparalaciencia.com/?p=8656

Mientras que el jet lag temporal es agudo y transitorio, el jet lag social es crónico. Till Roenneberg Eduard Punset: Till, mencionas la historia de Jean-Jacques d'Ortous de Mairan, que dijo que el que controlaba el ritmo biológico de la mimosa no era el sol, como todos creían, sino la propia planta. ¿A qué te refieres exactamente? Till Roenneberg: La mimosa fue el primer organismo en el que d'Ortous de Mairan logró demostrar que la planta podía crear su propio día sin ninguna información sobre la luz u oscuridad. En el experimento, la puso en un lugar oscuro para ver si cerraba las hojas de noche y volvía a abrirlas de día, y comprobó que hay algo en la planta que puede determinar si es de día o no sin información del exterior. Lo describió con un par de frases que marcaron el principio de la ciencia de los relojes internos. Eduard Punset: El reloj que se encuentra en el interior, no el exterior. Till Roenneberg: El reloj que tenemos dentro.

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Eduard Punset: Y dime, ¿Está el reloj en algún lugar de mi interior? Supongo que tiene que estar en algún lugar, ¿no? ¿Dónde está exactamente? Till Roenneberg: Volvamos un momento a la mimosa. La mimosa carece de cerebro: solo tiene hojas, tallos y raíces, y consta de muchísimas células que la han ido formando. En las plantas, el reloj se sitúa en cada una de las células, que ni siquiera tienen que comunicarse demasiado entre sí, porque cada una de ellas detecta la luz del día y la oscuridad de la noche. Sin embargo, en los organismos más complejos, el reloj necesita que haya algo que pueda mirar hacia el exterior y comprobar si es de día o de noche, y también que pueda transmitir dicha información sobre cuándo es de noche y de día al resto del cuerpo. En los mamíferos (en los humanos, por ejemplo) se trata de un pequeño núcleo, un grupo de neuronas justo encima del quiasma óptico. El quiasma óptico está unos 2 o 3 centímetros tras la nariz. Y allí es donde los dos nervios procedentes de los ojos se cruzan, formando un quiasma en forma de X. Eduard Punset: Lo llamáis núcleo supraquiasmático… Till Roenneberg: Exacto. El NSQ, el núcleo supraquiasmático, está encima del cruce de los nervios de los ojos. Eduard Punset: ¡Es increíble, sí!

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Till Roenneberg: Y este núcleo recibe toda la información procedente de los ojos, porque los datos sobre la luz y la oscuridad deben pasar por los ojos, no hay otra manera. No pueden transmitirse por la piel, por ejemplo, sino que deben atravesar la retina de los ojos, que envían la información hacia el núcleo, que a su vez registra el día de 24 horas, se sincroniza con él, y luego envía dicha información al resto de células del cuerpo. ¡Pero ahí no acaba la historia! Resulta que todas las células del cuerpo tienen su propio reloj celular interno, de modo que lo que le sucede a una célula hepática, por ejemplo, es que, del mismo modo que el NSQ recibe la información del sol, el hígado la recibe del NSQ y la pasa al reloj de cada una de sus células, que pueden sincronizarse con el resto del cuerpo. Eduard Punset: ¡Increíble! Los especialistas en ciclos circadianos habláis de algo así como «jet lag social». Se trata de un jet lag que se debe a motivos sociales, como la pubertad o la infancia. ¿Tiene algún efecto en lo que se hace socialmente? Till Roenneberg: Algunas personas son madrugadoras: se acuestan sobre las 8 (en los casos más extremos)… Eduard Punset: Sí Till Roenneberg: Y sus relojes biológicos los despiertan sobre las 4 de la madrugada. Y se despiertan descansados y contentos. Otros, en cambio, se acuestan tardísimo; en los casos más extremos, sobre las 4 de la madrugada, pero se despertarían a mediodía si no sonara el despertador. Así

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pues, el reloj biológico de cada uno de nosotros conecta de un modo diferente con el mundo exterior. Evidentemente, ¡el mundo exterior no solamente se limita al tiempo de luz solar, sino también al tiempo social! El horario de inicio escolar definitivamente marca socialmente nuestra vida cotidiana y la de los niños en edad escolar, y cuando alguien tiene un reloj interno con horarios tardíos y debe acatar un reloj social que empieza muy temprano, esa discrepancia, es desajuste entre el tiempo interno y el tiempo social es lo que denominamos «jet lag social». Lo llamamos así porque, si le pedimos a alguien que lleve un diario de sueño y anote a qué hora se queda dormido cada día... normalmente, estos diarios muestran que muchos duermen poco y madrugan cinco días por semana, pero luego retrasan muchísimo y alargan el sueño durante dos días (el fin de semana) para acabar volviendo a los madrugones. ¡Es casi como si volaran 6 veces! Eduard Punset: ¡Increíble! Till Roenneberg: Vuelan hacia el este el viernes por la tarde y regresan el lunes por la mañana, ¡pero por supuesto sin moverse del sitio! Es decir, no sufren el jet lag real de los viajes, ¡pero la situación es la misma! Los relojes internos y los relojes sociales prácticamente los condenan a vivir en dos husos horarios distintos, ¡y tienen que enfrentarse a eso todas las semanas! Eduard Punset: Por favor, corrígeme si me equivoco; el mejor regulador del reloj interno es la luz. ¿Es así?

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Till Roenneberg: Sí. El reloj interno, el reloj circadiano, está acostumbrado a recibir mucha luz durante el día y ninguna luz de noche. Sin embargo, durante los últimos 200 años de industrialización todo ha cambiado mucho, ¡porque vivimos entre cuatro paredes todo el tiempo! Eso implica que no estamos expuestos a mucha luz durante el día y que, además, usamos luz artificial de noche, por lo que tampoco experimentamos una oscuridad total. ¡Por eso los relojes han empezado a cambiar! Si encima estás enfermo y no sales nunca al exterior, ya no solo es que el reloj se atrase mucho (como suele pasar cuando no te expones a mucha luz de día ni a mucha oscuridad de noche) sino que incluso puede que el reloj empiece a ir por libre porque, al carecer de información verdadera sobre dónde está el mundo de 24 horas, pasa a crear su propio mundo. En la época moderna, el único momento de oscuridad que conoce el reloj interno es cuando dormimos. Eduard Punset: ¡Exacto! Till Roenneberg: Y el momento en el que dormimos viene determinado por el reloj interno, lo cual genera un círculo vicioso que puede llevarnos a vivir en un tiempo aparte, completamente desvinculado del tiempo solar y del tiempo social. Es por ejemplo lo que sucede a veces con las personas muy mayores o que padecen alguna enfermedad. Eduard Punset: Oye, Till. Hoy, nuestro entorno cambia muchísimo, más de lo que lo hizo hace 10.000 años cuando, en las sociedades agrícolas, la gente se levantaba temprano para ir a trabajar. ¿Cuál es

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el futuro? ¿Qué esperas de todos estos cambios? ¿Tendremos que adaptar los relojes? ¿O tendremos que tenerlo en cuenta? Till Roenneberg: ¡No creo que sea necesario remontarse 10.000 años! Hace 300 años no podíamos usar la luz artificial que se usa ahora de noche. Eduard Punset: ¡Es verdad! Till Roenneberg: Y el cuerpo estaba más sintonizado con la oscuridad y la luz. Ahora intentamos medir culturas y grupos dentro de una cultura (en Brasil, por ejemplo) e intentamos planteamos cómo dormíamos y cómo funcionaba el reloj biológico cuando no había electricidad, cuando dependíamos totalmente de la oscuridad o la luz del día. Con un poco de suerte, estos estudios nos ayudarán a entender cómo ha cambiado el panorama en los últimos 200 o 300 años. Creo que nunca ha sido una buena idea forzar la biología (que se adapta muy lentamente)… Eduard Punset: Exacto. Till Roenneberg: …a lo que creemos que debería funcionar, como la vida moderna. Sea como sea, ¡se están haciendo cosas apasionantes! Sabemos que la intensidad de la luz es, por supuesto, importante. En el exterior, en un día lluvioso, nos llegan unos 10.000 lux; mientras que, en un día soleado, la cifra asciende a 100.000 lux o más (el lux es una medida de luminosidad)

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Eduard Punset: ¡Vaya! Till Roenneberg: En el interior (en los edificios) ¡tenemos suerte si logramos estar expuestos a más de 200 o 300 lux! ¡No es nada! ¡Es como si viviéramos constantemente en una cueva! Nunca nos exponemos a la luz del sol. Sin embargo, la intensidad lumínica no es el único factor importante. Lo bueno es que la biología interpreta la luz también en función del color. Por ejemplo, en un día soleado en el exterior, encontraremos mucha más luz azul que en la mayoría de lámparas que teníamos hasta hace poco en los interiores. Ahora disponemos de lámparas que pueden generar luz azul incluso durante la noche, de modo que el reloj biológico piensa que sigue siendo de día. Eduard Punset: ¿Cómo puede interferir la cultura en la manera de calcular el día, la noche, el horario laboral, el horario de vuelo…? Till Roenneberg: Bueno, la cultura incide de muchas formas. Por supuesto, incide en el reloj social, porque cada cultura crea su propio horario social; dicho horario social debe negociar con el tiempo interno, o más bien al revés: el tiempo interno debe adaptarse al tiempo social. Por ejemplo, está el caso de España, del Noroeste de España. Ahí tenemos un ejemplo fantástico de la influencia de la cultura en el ritmo circadiano, ¡porque los pobres gallegos tienen que vivir según el horario de Praga! Están en el mismo huso horario.

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Eduard Punset: Es verdad, sí. Till Roenneberg: Esto significa que en verano, cuando el reloj marca mediodía, en realidad apenas son las nueve y media respecto al verdadero mediodía, que es cuando el sol está en el punto más alto de elevación sobre el horizonte. Medianoche está a medio camino entre la puesta de sol y la salida del sol. Y cuando los relojes sociales y culturales nos dicen que es medianoche, ¡la mayor parte de veces mienten, porque no estamos en la mitad de la noche! Solo es medianoche en Praga, ¡pero en absoluto en Galicia! Como los relojes biológicos de todo el mundo (también de los que viven en el Noroeste de España) se sincronizan con la hora solar real, hay un desfase respecto a los habitantes de Budapest, por ejemplo, lo cual repercute en la cultura: en Galicia se come más tarde, se empieza a trabajar un poco más tarde, ¡sin duda se come más tarde que en Budapest! Eduard Punset: Es verdad… Till Roenneberg: Y eso se debe a que el tiempo interno, que detecta la luz solar, se impone sobre el tiempo social.

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