Entrada Triunfal de Jesus en Jerusalen

ENTRADA TRIUNFAL DE JESUS EN JERUSALEN Jesús con sus discípulos, acompañado de varios niños y pueblo ingresa a Jerusalén

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ENTRADA TRIUNFAL DE JESUS EN JERUSALEN Jesús con sus discípulos, acompañado de varios niños y pueblo ingresa a Jerusalén como un profeta, a su paso los niños gritan y alaban a Dios. El pueblo se entusiasma y recibe al Mesías con júbilo inusitado, llevando palmas en las manos y poniendo alfombras a su paso. Mientras tanto los curiosos y pobladores, los transeúntes y circunstantes preguntan quién es el personaje, todos permanecen a la expectativa… ESCENA PRIMERA Discípulos: (Con palmas en las manos) Hosanna al hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor ¡Hosanna!, ¡Hosanna! Niños: ¡Qué viva Jesús! Hosanna, Hosanna. (Jesús carga a uno de los niños, este lo acaricia y lo abraza, Jesús lo besa y lo devuelve) Hosanna, Hosanna. Transeúnte: Quién es? Discípula: Es Jesús de Nazaret, el joven rabino de Nazaret. Transeúnte: Serán un grupo de revoltosos, ¡sucios galileos! Discípulos: Hosanna en las alturas al hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor ¡Hosanna!, ¡Hosanna! María y otras Mujeres: Vamos al Templo, alabemos al Señor que hoy ha estado grande con nosotros y nos ha mostrado su gran Misericordia. ¡Hosanna al hijo de David! Al acercarse al Templo Jesús ve a un ciego que se le acerca y le pide que lo sane, él mostrando gran Misericordia lo toca y el ciego se sana. Mas adelante ve a un hombre postrado en el suelo, se le acerca y lo anima a levantarse, sus discípulos le ayudan, era un hombre enfermo condenado por las miradas de los demás, postrado por un demonio, Jesús lo libera y el hombre alaba a Dios. Finalmente una mujer arrastrada por el entusiasmo, pero confiada en el poder divino, le toca el manto por detrás y gritando alaba a Dios por haberla sanado, Jesús al voltear le sonríe y la abraza, invitándola a caminar con los demás. Llegan a la puerta del Templo. Discípulos: Hosanna al hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor ¡Hosanna!, ¡Hosanna! Soldado: ¿Qué ha hecho este hombre para que todos le aclamen? Magdalena: Dios se ha acordado de nosotros enviando a su mensajero, sana a los enfermos, se acerca a los que sufren sin consuelo. Ha caminado desde la Galilea hasta aquí trayéndonos un mensaje de amor y nos ha dicho que dios nos ama, todos estamos con él Soldado: ¡Bah! filosofía barata…(sabe empero , en su corazón hay una búsqueda de respuestas para su vida y siente curiosidad) Discípulos: Hosanna en las alturas al hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor ¡Hosanna!, ¡Hosanna! El soldado entonces se levanta sobre las puntas de sus pies para poderlo ver pasar y sin poder dar razón a ello, exclama con los demás. ¡Hosanna en las alturas! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Los fariseos y los doctores del la ley han acudido hostigados por la curiosidad, al ver a Jesús murmuran entre ellos, llenos de envidia. Fariseo: (dirigiéndose a Jesús) ¡Maestro, el gentío nos confunde, deberías acallar esas voces, blasfeman contra Dios y contra su santo Templo! Sacerdote: Sí, no deben gritar así, Dios se enojará con nosotros con tantas blasfemias juntas. Juan: Dios nunca se enoja cuando su pueblo lo alaba, por el contrario, también ustedes deberían alabarlo, vengan entremos juntos Aparece Caifás e increpa a Jesús Caifás: Maestro dile a esta gente que se callen, no deberían blasfemas de esta manera, ofenden a Dios y al templo. Discípulos: Hosanna al hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor ¡Hosanna!, ¡Hosanna! ¡Que viva Jesús! Niños: (algunos niños se burlan y juegan) ¡Que viva Jesús! Sacerdote: Deben callar, son una turba bulliciosa, unos insensatos, ¡hazlos callar! Caifás: Que se callen todos estos, gente inculta, miserables, ¡Son unos malditos! Jesús: ¿No han leído lo que dice la escritura?: de la boca de los niños de pecho y de los inocentes has sacado una alabanza… La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular, es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Yo te aseguro, aunque calles a todos estos las piedras empezarán a gritar Discípulos: (siguiendo el cortejo) Hosanna al hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor ¡Hosanna!, ¡Hosanna!

ESCENA SEGUNDA Caifás y su comitiva se retiran al templo, Jesús carga a otros niños y los bendice. Jesús llega a la puerta del templo, lleno de emoción dice al pueblo: Jesús: Amen a sus enemigos, oren por quienes los persigan, si alguien te hace pleito por la túnica, dale también el manto, Busquen el reino de Dios y su justicia y lo demás vendrá por añadidura. Una Mujer: Maestro ¿Acaso Dios quiere eso de nosotros? Jesús: Dios está cerca de ti, está en tus labios, en tu corazón, deja que Dios venga a tu vida, porque el reino está entre ustedes, ámense unos a otros, porque es el amor el que nos mueve a vivir, sean perfectos como su Padre del cielo es perfecto. Discípulo: ¿Maestro qué tengo que hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús: Anda vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y luego ¡ven y sígueme! Uno de entre la multitud: Te seguiré Señor a donde vayas Jesús: Recuerda algo, las zorras tienen madriguera y los pájaros nido, pero el hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza María: Y ¿quién se salvará? Jesús: Para los hombres es imposible, pero nada es imposible para Dios, nada, él les ama a todos y está con ustedes (Jesús se sienta y los niños se le acercan, alguien se incomoda y pretende espantar a los niños que juega y hacen bulla.. Jesús: Dejen que los niños se acerquen a mi y no se lo impidan porque los que son como ellos, de ellos es el reino de Dios, háganse como niños, dejen de obrar el mal y obren según la voluntad de mi padre, que hacer salir el Sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Una Niña: Jesús, quiero saber si Diosito nos quiere. Jesús: Diosito les quiere mucho, mucho, nunca lo olvides. Pero vamos que tenemos que ir a orar a nuestro Padre dios, ¿quieres ir conmigo? Niña: si Jesús, contigo iré siempre… ESCENA TERCERA Entran en el templo, Jesús viendo a los cambistas y traficantes de monedas, lleno de celo ata una cuerda y expulsa a los vendedores y cambistas, arrojando sus mesas, exclamando Jesús: ¡Mi casa será llamada casa de oración, en cambio ustedes la han convertido en una cueva de ladrones! ¡Fuera, fuera! Sacerdote: Maestro queremos hacerte una pregunta: Dinos ¿con qué autoridad haces todas estas cosas? Jesús: Yo también tengo una pregunta para ustedes, si me la contestan yo también les contestaré. El Bautismo de Juan, ¿viene de Dios o de los hombres? Sacerdotes: (Después de deliberar) No sabemos Jesús: Entonces yo tampoco les digo con qué autoridad hago todo esto. Caifás: Maestro nos desafías y vienes aquí al templo a causar desorden Jesús: aprendan lo que quiere mi Padre, misericordia quiero y no sacrificio, bien lo decía el profeta Isaías de ustedes Sepulcros blanqueados, hacedores e iniquidad, lávense las manos de tanta violencia y crímenes, que yo no habito en templo edificado por manos humanas. Jesús sale del templo acompañado de más simpatizantes y discípulos que lo aclaman y siguen

ESCENIFICACION DE LA PASIÓN ESCENA PRIMERA Jesús junto a sus discípulos salen en silencio y se dirigen al monte de los Olivos, lugar frecuentado por ellos, Jesús compungido y triste se dirige a sus discípulos… Jesús: ¡Oren! para que no caigan en tentación. ¡Pedro, Santiago y Juan, vengan conmigo!. ¡Que tristeza de muerte siento dentro de mí!. Quédense un poco aquí, Vigilando, necesito estar solo. Jesús se aparta un poco de ellos, lleno de tristeza y dolor se pone a orar, inclina el rostro hasta el suelo y siente el dolor del mundo…. Voz: …Hijos de los hombres, escuchen la voz del que tiene la llave de la eternidad; si existe en la tierra quien quiera morir por los hombres, quien se atreva a soportar la ignominia y el desprecio, el Eterno lo espera…. Jesús: ¡Padre! Si es posible aparta de mi este cáliz, me aterra el dolor, me espanta el tormento que le espera a mi pobre ser. ¡Pero que todo se haga según tu voluntad, no la mía!. Después de orar volvió junto a sus discípulos y los encontró durmiendo. Jesús: le dice a Pedro: "¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora? Estén prevenidos y oren para no caer en tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil". Se alejó por segunda vez para orar. De pronto y manera misteriosa broto de la tierra cual fuego y humo apareciendo el arcángel tentador diciendo: Luzbel: Heme aquí, por segunda vez vengo a ofrecerte mi protección; tu hora se aproxima, en vano irás al sacrificio, y lo sabes, los hombres no te aman, no se arrepienten, no aceptan la ley de Dios, ¿estas resuelto a morir por estos?, míralos no valen la pena… Jesús: Sí, mi sangre llevará el pecado inmundo de la humanidad; mi cruz será la llave de la redención. Luzbel: ¿Vas a echar sobre tus hombros el crimen de Caín? Jesús: ¡Sí! Luzbel: ¡Escucha la historia de la humanidad siempre ha llevado sangre en sus manos, crímenes, violencia, abuso y corrupción; a esta raza que quieres salvar con tu sangre inocente, crees que es digna de tan heroico sacrificio! ¿Por esa raza de incestuosos, de fratricidas, de verdugos y asesinos vas a sacrificarte? Debes estar bromeando, tú no mereces semejante sacrificio, a ti te espera la grandeza y el honor, la majestad, no pierdas el tiempo con estos perdedores, nunca van a seguirte, jamás vivirán como hermanos… De nuevo regresó donde sus discípulos y los encontró otra vez durmiendo, porque sus ojos se cerraban de sueño. Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez Luzbel observando la escena soltó una terrible carcajada, el nazareno alzó los ojos llenos de dulce resignación al cielo, retornando a su lugar de oración y juntando las manos en ademán suplicante dijo: Jesús: ¡Padre mío! Que duro es aceptar tu voluntad, tengo que aceptarla, si no llego hasta el fin, como voy a convencerlos del amor; ¡Oh Padre! ¡que se haga tu voluntad!. Entre tanto Luzbel lanzó un grito de dolor, la mansedumbre de Jesús le despedazaba el corazón. tomando aliento volvió a decir: Luzbel: Para convencerte veo que no bastan los crímenes que cometió esa raza maldita que quieres salvar, escucha. El futuro se muestra espeluznante, peor que el pasado, guerras, pestes provocadas por ellos mismos, terminarán destruyendo la tierra, la contaminarán de abominaciones, destruirán su planeta, nunca entenderán, el mensaje de amor que pretendes no llega a sus corazones, ¡no te convences! ¡Eres intransigente! Míralos, irresponsables, infanticidas, son unos malditos, no merecen ni que los mires, vete y disfruta de tu gloria… Jesús: Padre, hágase tu voluntad. Luzbel: ¿No desprecias a esta raza? Jesús: ¡No!… ¡yo doy mi vida por ellos!. Luzbel: ¡Malditos! Pronto caerán en mis manos, ya lo verán…a ti te desprecio torpe y sin valor, mírate, no has podido convencer ni a tu grupito de dizque discípulos? ¡Jajájajá!. No pueden ni convivir juntos, allá tú, no digas que no te lo advertí (Luzbel lanzando una terrible carcajada, pero vencido por Jesús, entre fuego y humo desaparece) Jesús cae de rodillas y se pone a orar. Jesús: ¡Padre, Dios! Doy mi vida al mundo para que el mundo entienda que tú me los diste, a ti te los ofrezco, los quiero y doy mi vida por todos; los he amado hasta el extremo. Ya llega la hora en que voy a ser entregado a las manos del mundo. ¡Padre mío!, ¡glorifica a tu hijo, para que el hijo te glorifique a ti! En esos momentos se aparece un ángel consolador que abraza a Jesús que casi cae y lo levanta dándole el ánimo necesario, es la respuesta del Padre que lo confirma y anima al sacrificio. Luego volvió junto a sus discípulos y les dijo: Jesús: "Ahora pueden dormir y descansar: ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. (Luego les dijo)

Jesús: ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar". ESCENA SEGUNDA Una turba dirigida por los soldados y sacerdotes entra al huerto a buscar al Mesías. Judas va con ellos, al acercarse a Jesús se adelanta y lo besa… Judas: ¡Salve, Maestro!. Y lo besó Jesús: Judas ¿Con un beso entregas al hijo del hombre? Un grupo de guardias se acercan en ademán de intervenir, Jesús se adelanta a ellos… Jesús: “¿A quién buscan?” Malco: A Jesús Nazareno.” Jesús: “Yo soy.” (Al decir esto algunos tambalean al ver a Jesús decidido y sin temor) Jesús: “¿A quién buscan?” Fariseos: “A Jesús Nazareno.” (hay temor y confusión en el ambiente) Jesús: “¡Les he dicho que yo soy. Si me buscan a mi, dejen que estos se vayan!”. Entre tanto lo discípulos contemplan con temor aquella escena. En ese momento, Malco, con los cordeles en la mano, se acerca a Jesús y le pone la mano encima. Pedro no soporta el atrevimiento de aquel miserable y sacando la espada, le asesta una cuchillada que le hace caer al suelo lanzando un grito doloroso. Malco: ¡¡¡Ayyy!!! Algunos soldados se dan a la fuga. Malco cae de dolor y se coge la parte cortada. Malco: ¿Son guardias y huyen delante de un hombre? ¡Cobardes! ¡Ay del que no cumpla con su deber! Jesús dirigiéndose a Pedro le dice: Jesús: “¡Mete tu espada en la vaina, Pedro! Porque quien a hierro mata, a hierro muere; el cáliz que me ha dado mi Padre ¿acaso no lo voy a beber?” (mientras está hablando se inclina al suelo, pone su mano sobre la herida de Malco y lo sana). Jesús: ¡Como a un ladrón han salido a prenderme con espadas y palos, pero cuando estaba con ustedes, enseñando en el templo no alzaron la mano contra mí!. Pero este es su hora, la hora de las tinieblas. Los discípulos huyen despavoridos, excepto Pedro y juan, que ocultos tras de un árbol observan, traspasados de dolor. Los soldados lo arrestan y lo atan, lo golpean y arrastran. La comitiva junto a Judas entra al palacio de Anas. ESCENA SEGUNDA Judas: ¡Ilustre senado, puesto que ya tienen a Jesús en sus manos les exijo lo ofrecido!. Anas no responde; pero cogiendo una bolsa que se halla en la mesa la arroja a los pies de Judas, Anas: ¡Ahí tienes tu recompensa Judas!, si deseas quédate para ver como liquidamos a este. Sacerdote: ¡Caíste nazareno! todos los valientes terminan en nuestras manos, tú no ibas a ser la excepción (y lo abofetea) Judas recoge la bolsa, cuenta y mira con detenimiento el dinero que contiene. Luego intercambia miradas con Jesús, la escena misma le hace dudar…de lejos observa los acontecimientos, siente cierto remordimiento de conciencia, pero no suelta la bolsa. Aquel año Caifás desempeñaba las funciones de sumo sacerdote, pero por diferencia a su suegro Anas, cuya edad avanzada, se convino que tan pronto Jesús cayera en sus manos le condujeran a su presencia. Un soldado lo empuja donde está Anás. ANAS: ¿Así que tú eres el profeta de Nazaret? ¿Tú, un miserable, un pordiosero? Parece increíble tanta audacia en un hombre. ¡¡¡Jueces!!! He ahí a quien aclaman las multitudes como Mesías, el que se atreve a amenazarnos con la ruina del templo, el que nos llama raza de víboras. ¿Y eres tú el que quiere trastornar el orden de las cosas, el que quiere hacer lo nadie ha hecho? ¿Con que autoridad dices todo eso? Responde, ¡¡¡Habla, maldito Galileo!!!. Jesús que tiene atados los brazos, alza con humildad la cabeza y dice: Jesús: “¿Por qué me preguntas a mi? Pregunta a los que han oído lo que enseño y predico, que ellos saben bien lo que yo les he dicho”. De pronto uno de los guardias lo abofetea y le increpa: Guardia: ¿Así respondes al pontífice? Jesús: “Si he hablado mal, muestra que ha sido lo malo, si he hablado bien porque me golpeas.” Anas: Queda claro que esto lo resolverá Caifás, llévenlo ya debe estar reunido el Consejo. Veremos si el nazareno se pone valiente. Anas: Tu caso lo resolverá el Consejo, ellos te juzgarán como mereces nazareno. ¡Llevenlo ante Caifás! Todos acompañan a Jesús al palacio de Caifás, el Sumo Sacerdote ESCENA TERCERA Caifás, casi a la fuerza y de noche convocó al Consejo judío, poco a poco van llegando los miembros; se reúnen tanto ancianos, escribas, sacerdotes y fariseos. Nicodemo que se ha auto-nombrado defensor de Jesús, se halla

también en la asamblea. Caifás entra al sanedrín y viendo a Jesús, exhala un grito de gozo. ¿es el lobo ante al manso cordero? ANAS: ¡Oh gran Caifás, aquí tienes a Jesús de Nazaret, “el profeta”!. Caifás: Al fin tenemos en nuestras manos a este farsante. Nicodemo en voz baja dice a José de Arimatea. Nicodemo: ¡Aquí va a cometerse una infamia! José: ¡Eso parece! Nicodemo: lo defenderé. Se inicia el juicio sumario Caifás: ¡Que presenten al acusado!. Los guardias lo empujan donde Caifás, Jesús queda al medio, todos lo miran con inusitada cólera, como descargando sobre él todo el odio y toda frustración. Caifás: ¿Qué acusación presentan contra el acusado? Nicodemo, irritado en el bárbaro tratamiento que se da a Jesús, se dirige a Caifás: Nicodemo: ¡Caifás, este hombre está acusado!, ¡Pero no condenado!. Manda a tus servidores que lo desaten, tiene derecho a defenderse con libertad. José: Pido lo mismo que mi compañero. En el salón se levanta un murmullo de aprobación. Dos guardias desatan a Jesús Sacerdote: ¡Si, que se defienda!. Se presentan dos testigos, conseguidos a última hora quienes exponen de manera confusa sus acusaciones. José: ¡Caifás!, no des crédito a estos hombres. ¡Puede ser un enviado de nuestro Dios, un profeta. Caifás: Nada bueno saldrá de Galilea, han dicho las escrituras, y este es un Galileo. Me sorprendes José, ¡lee bien las escrituras y te darás cuenta! José: ¡Si pero Jesús a nacido en Belén!, y la escritura dice: “Saldrá un profeta de la ciudad de David”. Caifás: ¿Eres tú, el defensor de este hombre? José: Soy fariseo, respeto la ley, si Jesús es culpable; juzguémoslo con la misma medida que a los demás hombres. Caifás: ¡He preguntado!. ¿Eres tú el defensor de este hombre?. José: ¡Ni acuso ni defiendo; solo quiero que la ley no se degrade!. Nicodemo: Yo soy su defensor y espero que se haga justicia. Caifás: Eso es lo que queremos que se aplique la ley contra este Nicodemo: No digas en contra, sino que se haga justicia. Caifás se dirige a los testigos, después de enviar una mirada de desprecio y rencor a José y a Nicodemo. Caifás: A ver, presenten sus cargos contra el acusado, ¿que sabéis de ese embaucador? Testigo: Nosotros le hemos oído decir: Yo destruiré el templo hecho construido por hombres y en tres días edificaré otro no hecho por hombres. Testigo: Si, yo también le he escuchado decir eso y más Caifás: ¿No respondes alguna cosa a lo que estos atestiguan contra ti? Jesús mira lleno de compasión a los testigos y guarda silencio. Sacerdotes: ¡Que hable! ¡Que se defienda! ¡Si que se defienda! Caifás: Te conjuro por el nombre de Dios vivo, a que me digas si tú eres el Cristo el hijo de Dios. Jesús: Si les respondo no me creerán y si los interrogo no me responderán. Pero en adelante, el Hijo del hombre se sentará a la derecha de Dios todopoderoso". Sacerdote: ¿Entonces eres el Hijo de Dios?. Jesús ustedes lo dicen, yo lo soy. Caifás: ¿Acaso necesitamos otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca". ¡Ha blasfemado! ¿Para qué necesitamos testigos? Ahora ustedes han oído la blasfemia. ¿Qué les parece? Fariseo: ¡Es reo de muerte! Maestro de la ley: ¡La muerte para é!, que muera! Nicodemo y José. Cubriéndose el rostro con el manto, se sienten sorprendidos por la respuesta dada, entristecidos por lo que esto implica se sienten derrotados. José: ¡Este hombre está perdido!. Nicodemo: ¡Pobre hombre! Sacerdote: Viejo estúpido, antes te respetaba, pero parece que tanta devoción por el galileo te impide ver que este, como tantos, es un embaucador y un impostor, ¿no te das cuenta? ya bastante tenemos con tanto fanático, hay que acabar con todos estos, sólo vienen para seducir y perder al pueblo, ¡que muera! Caifás: ¡Que muera entonces, decidido está!, ¡llévenlo al gobernador!, él lo hará morir, prepárate galileo, eres reo de muerte, no mereces ni compasión, ni piedad, has cometido un grave pecado, ahora nadie te salvará. Venerables

Nicodemo y José, los respeto, pero considero peligroso que defiendan las ideas y enseñanzas de este, no les conviene, espero que recapaciten de su obstinación de apoyar a este farsante, ustedes mismos lo acaban de escuchar, ¡merece morir! José: Abandono este Consejo, no comparto tu sentencia. Nicodemo: ¡Que Dios nos perdone! Todos callan. Nicodemo y José se acercan a Jesús, como sabiendo que la vida no es justa, como esperando una palabra, un consuelo… Jesús les dirige una mirada de ternura. Entre tanto Pedro aterrado de lo que acaba de presenciar, va a ocultarse entre la muchedumbre, la rabia se ha apoderado de los que rodean a Jesús. Unos escupen el rostro y otros le abofetean y luego cubren sus ojos, mientras continúan dándole de golpes. Fariseo: Habla profeta, ¡adivina quién te golpeó!. ESCENA CUARTA Pedro aturdido, abandonó el salón; y se refugia en el atrio, donde algunos criados se calientan alrededor de una fogata. entonces se acercó a la fogata una mujer que ejercía algunas veces de portera, uno de los soldados le dice: Soldado: ¡Mucho madrugas hoy, Rebeca!. Rebeca: ¡Bah! ¿quién va a dormir esta noche? Con tanto alboroto imposible La criada observa con detenimiento a Pedro, y luego de verlo le dice: Rebeca: ¿No estabas tú con Jesús el Nazareno? Pedro: ¡No se lo que dices mujer, estas equivocada; no entiendo siquiera de que se trata!. Pedro no creyéndose seguro en aquel sitio. se levanta y sale del atrio. al cruzar los umbrales se detiene. entonces oye el penetrante canto de un gallo. la mujer sigue a Pedro y de inmediato comunica a los presentes. Rebeca: ¡¡¡Detengan a ese hombre!!! ¡¡¡Deténganlo, es de los de Jesús!!! Pedro: ¿Por qué me persigues? ¿No te he dicho que no le conozco?. Se oye nuevamente el inquietante cantar del gallo, alguien se acerca a pedro y dice: Soldado: ¿Por qué niegas que le conoces? Rebeca tiene razón, tu acento te delata, eres galileo como él y te hemos visto en el templo oyendo sus patrañas. Pedro se cree perdido y dice: Pedro: ¡No le conozco! ni he tenido trato con ese Galileo, lo juro. Este juramento parece tranquilizar a los que le rodean. Pedro abandona aquel sitio, pero apenas ha caminado unos pasos cuando el gallo canta por tercera vez. En el preciso momento en el que Pedro maldice a Jesús, lo llevan ante el procurador, Jesús mira a Pedro con ternura, Pedro entonces recuerda las palabras de Jesús que ahora lo mira compasivo, no soportando la situación, amargo y arrepentido corre a llorar. Entre tanto los servidores del pontífice, se disponen a arrastrar al preso a casa de Pilato, quien debe firmar la sentencia. Un centurión detiene la comitiva, diciendo: Flavio: ¡¡¡Alto!!! ¡Aún es muy temprano para molestar a Pilato: Esperad que el sol pueda alumbrar el rostro del reo y del juez!. Caifás: Este asunto no puede esperar, ¡es urgente que nos atienda el gobernador! Flavio: Veré qué hago, tendrán que esperar un buen rato, avisaré al gobernador Todos quedan a la espera ESCENA QUINTA Aparecen la madre de Jesús junto a María y Juan, Pedro se ha quedado llorando amargamente y los demás discípulos están dispersos. Otras mujeres miran la escena de lejos María: ¡Juan!, ¿a dónde lo han llevado? Juan no puede responder, los sollozos se lo impiden. la profunda amargura del discípulo es para aquella madre una revelación dolorosa. María, triste en brazos de magdalena, suplica a Juan que le conduzca donde está su hijo. María: ¡Quiero ir, quiero verle Juan! Juan: ¡Madre! ¿A que aumentar tu dolor, para qué presenciar su cruel martirio? María: ¿Llévame a donde se encuentra?. Salen en búsqueda de Jesús. Entre tanto Pedro sigue sollozando. Al encontrar nuevamente a pedro la Magdalena presurosa se le acerca y le dice: Magdalena: Pedro, ¿por qué lo negaste? Pedro: (casi llorando) Tuve que hacerlo. me iban a arrestar, tuve miedo, soy un cobarde Magdalena: El ya había dicho que lo negarías; ¿Cómo lo supo? Pedro: ¡he pecado gravemente, María; el maestro nunca me lo perdonará! Magdalena: Mi señor ha quedado preso. No nos moveremos de aquí un solo momento. Al amanecer de seguro lo llevarán donde Pilato

Pedro: El maestro está perdido, pero quizá Pilato le suelte, ¡Si Jesús nos falta!, ¿Qué será de nosotros? Magdalena: Esta noche oraremos por él. Yo también tengo miedo. Pedro: ¡Esta noche!, Después...después... ¿Qué haremos? Magdalena: ¡Esperar!. Ambos lloran se abrazan queriendo consolarse el uno al otro. Pedro, ve a María y corre a su encuentro. Pedro: ¡Madre! María: ¡Pedro!, ¿Qué ha sucedido? ¡Cuéntanos! ¿Dónde está Jesús? Pedro: ¡Soy un miserable¸ un cobarde, ¡lo he negado! María: ¿Qué hiciste? Lo hemos dejado sólo, nadie ha sido capa de acompañarlo en esta hora de prueba. Pedro: ... escuché que quieren condenarle a muerte María: ¡Oh, hijo de mi alma! Pedro: El maestro ha dicho que todo estaba escrito María: ¿Y dónde está él? Pedro: Pronto le llevarán ante Pilatos para que dicte sentencia, seguro al amanecer Magdalena: Pilatos es un hombre justo, quizás le salve al hallarle inocente. María: ¡Pilato es hombre justo pero débil, la muchedumbre le obligara a condenarlo! Pedro: ¡Bueno sería que descansaras, Madre!; estás llena de angustia, deberías descansar. María mejor llévala a casa, que descanse un poco. María: ¡No me iré, nos necesita!. Pedro: ¡Vayamos entonces, pero con prudencia! Pedro los conduce donde se halla Jesús. La madre dolorosa ve a su hijo a través de la ventana. La presencia de la madre afligida en aquel sitio, hace enmudecer a los curiosos. La virgen cae de rodillas junto a la reja ¡exclamando!. María: ¡Hijo de mi alma! ESCENA SEXTA Los jefes judíos han llevado a Jesús ante el gobernador y quieren que éste le de pena de muerte. Entre tanto se presenta ante Pilatos “Cayo-Appio”, un centurión de la guardia pretoriana. Cayo-Appio es Ibero como Pilato, el gobernador tiene en Cayo, a un amigo leal y un súbdito fiel. Pilatos: ¿Qué ocurre Cayo? Cayo-Appio: ¡Señor, los sacerdotes te traen un reo para que le juzgues! Pilatos: ¿tan temprano? Estos judíos, ¡como odio a esta nación! Tiene tradiciones y costumbres estúpidas, no deseo verles. Cayo Appio: Gobernador tienes que atenderlos, están en plena fiesta de la pascua, tienen ciertas prerrogativas, tendrás que juzgar al reo y contentar a las autoridades, ya conoces lo conflictivos que son Pilatos: ¡entonces que pasen! Los sacerdotes presentan a Jesús ante el gobernador pero este los mira con desprecio y arrogancia, los sacerdotes juegan con Pilatos, lo presionan poco a poco. Pilatos: ¿Qué acusación tienen contra este hombre? Sacerdote: Si no fuera un criminal no te lo habríamos traído Pilatos: Llévenselo y Júzguenlo ustedes, no veo ninguna acusación que merezca castigo Caifás: No estamos autorizados para dar pena de muerte Pilatos: ¿Pena de muerte? Ummm….!veamos qué ha hecho para que merezca morir! Sacerdote: Si, este viene alborotando al pueblo, nuestras costumbres y nuestras tradiciones, lo viene haciendo desde Galilea hasta aquí Pilatos: ¿Galilea? Ese es territorio de Herodes, llévenselo y que él lo juzgue. Caifás: Pero gobernador nosotros…. Pilatos: ¡he dicho que se lo lleven! Jesús entonces es conducido al Palacio del tetrarca Herodes. Herodes Antipas, el asesino del Juan Bautista, tenía vivos deseos de ver a Jesús, cuya fama había llegado a sus oídos, mando que introdujeran al reo y a sus acusadores. el galileo, Jesús permanecía impasible. ESCENA SEPTIMA Se dirigen al palacio de Herodes, este queda sorprendido por la presencia del nazareno Herodes: ¡No se imaginan el placer que siento!, les agradezco que me presenten a este hombre; hace tiempo que la fama de sus milagros resuena en mis oídos y deseo vivamente ver por mis propios ojos, uno de tales milagros. (Dirigiéndose a Jesús) Herodes: ¡Vamos haz un milagro! Jesús dirige una mirada de desprecio al tetrarca y guarda silencio.

Herodes: ¿Acaso eres mudo por ventura? ¿Por qué no hablas? ¿Por qué no me confundes? Asómate a esa ventana, desde donde se ve la cilíndrica torre de David, y dile que te salude. Jesús guarda silencio, despreciando las exigencias de Herodes. El rey se enoja cada vez más al verse burlado y despreciado por Jesús Herodes: ¿Olvidas que soy Tetrarca de Galilea y que tu silencio puede costarte caro? El nazareno se sonríe dulcemente Herodes: ¡Miserable! desprecias mis amenazas. ¿Estás loco? Haz un prodigio o de lo contrario, el rigor de mi cólera, caerá sobre tu cabeza. (Herodes trae una copa con agua y luego le dice) Herodes: ¡Convierte esta agua en vino! (Luego pasa el vaso por el rostro de Jesús, bebe el agua que contiene y con disgusto y enojo ve que no contiene vino, Herodes, escupe el agua en su cara y luego arrojándosela a Jesús le dice) Herodes: ¡Esto es agua! (El maestro permanecía impasible, mudo, con la mirada fija en el rostro del tetrarca, casi rayando entre el desprecio y la compasión) Herodes: ¡Hago mal en irritarme contigo, sin duda, ilustre rey, me crees inferior a tu persona y me desprecias. Es justo, pero debo advertirte que yo no solamente me hallo dispuesto a perdonarte y aclamarte, sino que prometo adorarte como a un Dios, si logras resucitar a un muerto. (Jesús no responde, Caifás aprovecha, avanza unos pasos y exclama:) Caifás: Ilustre Tetrarca, este hombre es un impostor, tú le ofreces una corona por un milagro y no lo hace. ¡es un farsante, un embaucador! Herodes: ¿Para qué necesita Jesús la corona?, colóquenle sobre sus hombros el manto púrpura de los emperadores y llévenselo a Pilato. (Mirando a Jesús por última vez, confundido y despreciado, pero manteniendo su arrogancia y petulante abandona la sala de la justicia, mandando que se lo lleven) ESCENA OCTAVA Poncio Pilato se cree ya libre del grave compromiso de sentenciar a Jesús. Cuando oyó pronunciar su nombre en la plaza a grandes voces. se asoma a la ventana y con disgusto y asombro ve que se lo traen de nuevo. Cayo-Apio entra a decirle que un soldado de Herodes desea hablarle. Pilatos: ¿Que quieren de mí esos furiosos? Cayo-Appio: El tetrarca te envía a Jesús. Pilatos: ¿Por qué no le juzga? ¿Por qué no le sentencia? Cayo-Appio: ¡Sin duda no encuentra ningún motivo! Pilatos: ¡Que entre ese hombre! Poco después el soldado se hallaba en presencia del gobernador. Soldado: ¡Mi amo me envía para decirte que te agradece el que le hayas enviado a Jesús Nazareno! y que desde este momento te ruega des al olvido todo lo pasado y le reconozcas como un amigo y un súbdito fiel y leal del augusto Tiberio. Pilato: ¡Di a tu amo que puede contar desde ahora con mi amistad, como en otro tiempo!. Pero, ¿Por qué vuelve a remitirme a Jesús? ¿Por qué no le juzga él, siendo de su jurisdicción? Soldado: ¡Porque mi amo cree que ese hombre más que un criminal es un loco! Sacerdotes: ¡Que salga el gobernador! Pilato se estremeció ante los desaforados gritos de la alborotada muchedumbre que estaba en la plaza. Aquellos gritos levantan un eco doloroso en su conciencia. Pilatos: (dirigiéndose a Cayo-Appio) ¡Esas hienas acabarán por devorarlo ha caído en sus manos!. (Luego saliendo al patio) ¿Qué quieren de mí? Caifás: ¡Este hombre ha cometido blasfemia, es un criminal, queremos sentencia! Pilatos: ¡Me han traído a este hombre como perturbador del pueblo!, y vean, que lo he interrogado, ¡no he hallado en él culpa alguna de todas sus acusaciones!; lo remití a Herodes, y tampoco el tetrarca lo cree culpable. Si nada se ha probado que merezca la muerte, ¿Por qué siguen acusándolo? Caifás: Este hombre ha blasfemado contra la ley de nuestros antepasados y según este delito debe morir Pilato entró al pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: Pilatos: ¿Eres tú el rey de los judíos?. Jesús: ¿Dices esto por tu cuenta o repites lo que otros te han dicho de mí? Pilatos: ¿Acaso yo soy judío? tu gente y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿que has hecho?". Jesús: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, los que servidores habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí". Pilatos: ¿Entonces tú eres rey?

Jesús: Tú lo dices, yo soy rey, para esto he nacido y he venido al mundo para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad, escucha mi voz. Pilatos: y ¿qué es la verdad? (Llamando a cayo, su secretario, le hizo una consulta) Cayo-Appio: Gobernador existe una costumbre que por la fiesta de la Pascua se conceda indulto para un reo. Al decir esto Pilatos salió nuevamente a donde estaban los judíos Pilatos: "Yo no encuentro en él motivo alguno para condenarlo. Caifás: Gobernador es un blasfemo merece ser castigado con la pena máxima Pilatos: ya que ustedes tienen la costumbre por la Pascua que ponga en libertad a un reo, ¿quieren que suelte al rey de los judíos?". Sacerdotes: ¡A él no, a Barrabás!. (Barrabás era un bandido) Cayo-Appio: No se le ocurra soltar a este criminal, mató a varios de la guardia y es un sedicioso conocido. Pilatos: No creo que tengamos alternativa, hay que soltar a ese, la turba está inquieta, que traigan refuerzos, puede haber tumulto y problemas. Luego trajeron a barrabás, quien burlándose y sintiéndose apoyado por la turba salió con aclamaciones, Pilatos tuvo que soltarlo. Pilatos: Suelten a Barrabás y lleven al nazareno para que lo azoten y luego lo pondré en libertad. Espero que esto sirva como escarmiento y la turba se tranquilice, especialmente los sacerdotes y los dirigentes judíos. Cayo-Appio: ¡Soldado, llévenlo y azótenlo según costumbre! Loa soldados se lanzaron a él como perros rabiosos y le condujeron casi a rastras a la columna de los ultrajes. Los verdugos amarraron a la columna, rasgando su traje por la espalda hasta quedar semidesnudo. Jesús contemplaba con serena expresión a los verdugos. Entretanto Claudia, esposa de Pilatos, aprovechando el momento entra y dialoga con su esposo, algo apenada y triste… Claudia: ¿Qué ha pasado? Pilatos: Trajeron a Jesús de Nazaret y he ordenado que lo azoten Claudia: ¡He tenido un sueño horrible! He soñado con aquel predicador Pilatos: ¡No creo en los sueños Claudia! Claudia: ¡Pues yo he tenido un sueño, mira tú eres el gobernador romano, tu solo tienes derecho de vida y muerte sobre los judíos. Yo vengo a rogarte, a suplicarte por la vida del nazareno. Pilatos: “¡Desecha tus temores, tú lo has dicho!, todo eso no es otra cosa más que un sueño, pero si ese sueño fuera una realidad: ¡Te juro que haré lo que pueda por ese tal Jesús!, siempre que no haya conspirado contra Tiberio” Claudia: ¡Eso espero, he sufrido mucho toda la noche! Pilatos: Tranquilízate, ve y descansa, veré qué hago con el Galileo ESCENA NOVENA Azotan a Jesús utilizando cuerdas con púas y cuerdas griegas, de manera salvaje y cruel. Soldado: ¡Salve, rey de los judíos! (y lo abofeteaban y golpeaban a placer) Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto de color púrpura, y acercándose, le golpeaban y se burlaban de él, haciendo ademanes y gestos, Jesús permanecía en silencio, pero con una actitud de perdón y compasión. Cayo-Appio: Ya está bueno de burlas, ¡llévenlo al gobernador! Jesús apareció ante la mirada atónita de Pilatos y de la turba, quienes al verlo redoblaron sus gritos, algunos de los discípulos y conocidos clamaban clemencia para Jesús, pero sus voces eran acalladas por la turba azuzada por los sacerdotes. Verónica: ¡Déjenlo libre, es inocente! Mujer: ¡Calla mujer! ¿No ves que es no hay nada que hacer? que los romanos hagan justicia como escarmiento, porque si no acabarán con nuestros maridos y nuestros hijos, ya han matado a muchos, es mejor que muera el Galileo y no todos nuestros hombres… Pilatos trajo a Jesús a su lado, al observar su mirada quedó pasmado, Jesús no tenía odio, mas bien compasión en su mirada, sorprendido por el encuentro observó a lo lejos a su esposa y quedó meditativo y preocupado. Conduciendo a Jesús donde estaba la turba les dijo: Pilatos: Miren, lo traigo afuera para que sepan que no encuentro en él ningún motivo de condena". Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto de color púrpura. Pilatos: ¡He aquí el hombre!. Cuando los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron: Caifás: ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!".

Pilatos: Tómenlo ustedes y crucifíquenlo. Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo. Sacerdote: "Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir porque él pretende ser Hijo de Dios". Al oír estas palabras, Pilato se alarmó más todavía. Volvió a entrar en el pretorio Pilatos: ¿De dónde eres tú? (Jesús permanecía en silencio ) Pilatos: ¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y también para crucificarte?. Jesús: Tú no tendrías sobre mí ninguna autoridad, si no la hubieras recibido de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti ha cometido un pecado más grave. (Desde ese momento, Pilato trataba de ponerlo en libertad) Caifás: Si lo sueltas, no eres amigo del César, todo el que se declara rey es enemigo del César. Al oír esto, Pilato sacó afuera a Jesús y lo hizo sentar sobre un estrado, en el lugar llamado el Empedrado. Era el día de la Preparación de la Pascua, alrededor del mediodía. Lo que más molestaba a Pilatos era que jamás quisieron reconocer al cesar como rey y ahora lo hacen… Pilatos: (con inusitado sarcasmo) ¡Aquí tienen a su rey! Judíos: ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!. Pilato: ¿A su rey voy a crucificar?. Sacerdotes: No tenemos otro rey que el César. (Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud) Pilatos: (mirando a su mujer que en ese mismo momento aparece en frente de él) ¡Soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes! Judíos: ¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos! Entonces Pilatos se lo entregó para que fuera crucificado y ellos se lo llevaron. Los discípulos y algunos lloraban y se lamentaban por lo que estaban viendo, pero se sentían impotentes… ESCENA DÉCIMA Judas, el que lo entregó, viendo que Jesús había sido condenado, lleno de remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos Judas: He pecado, entregando sangre inocente, lo he traicionado, soy un maldito, he entregado al hijo de Dios Sacerdote: ¿Qué nos importa? Es asunto tuyo. Judas: Malditos sean todos ustedes me engañaron, dijeron que no lo matarían, que sólo iban a interrogarlo y conminarlo… Sacerdote: ¿Así? Nadie te prometió nada, además eres un traidor, un pobre diablo que no ha sido capaz de ser fiel a su maestro, lo has vendido y esa es tu verdad, ahora nos vienes con falsos arrepentimientos, bien que te gusta la plata fácil, lárgate de aquí, tu presencia nos da asco, sujetos como tú sólo merecen una cosa, no haber nacido. ¡Fuera de aquí malnacido! Judas: (arroja las monedas a los sacerdotes) Malnacidos son ustedes que entregan también al inocente a los paganos, no han encontrado nada encontrado suyo y buscaron pretextos para que Pilatos se los entregue, porque él tampoco ha encontrado ninguna razón para condenarlo; malditos, todos son unos malditos…arderán todos juntos en el infierno (entonces como un condenado salió corriendo, casi arrastrándose) Judas: He entregado sangre inocente, no merezco vivir un instante más….?por qué me torturas? Jesús, perdóname, no sabía que todo esto iba a suceder…Mi mente duda, mi alma está llena de sombras, no quiero vivir… Mátame, sí, mátame, mátame…. Encontrando unas cuerdas por el camino de Emaús, habiéndose arrastrado hasta llegar a una encina, se ahorcó acabando con una vida llena de contradicciones, llena de dudas sin respuesta. ESCENA DECIMO PRIMERA María: ¡Oh Dios! mi dolor es tan grande, ¿por qué, Señor? ampárame Dios eterno y ayúdame a soportar esta amargura. (Juan, el discípulo amado la acompaña y consuela) Juan: Madre, no dejes que el dolor acabe con tus fuerzas. María: Quiero ir, quiero verle Juan Juan: mejor no, no será bueno que te encuentres con él, así como lo han puesto no… María: Ayúdame Juan, me hace falta ver a mi hijo, sé que me necesita Juan la lleva, apenado y triste por todo lo que tuvieron que presenciar; entonces la Magdalena, María Cleofé y algunas otras piadosas mujeres, condujeron a la Madre a casa de Serapia. María, con el corazón traspasado, débil y casi sin fuerzas se dejó conducir por las discípulas que no la abandonan en estos momentos cruciales. Magdalena: Madre, esta es la voluntad de Dios, Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, todo esto tiene que suceder, Dios nos salva de la mejor manera, entregando a su propio hijo, a tu hijo; ahora comprendo muchas cosas…recuerdo que tú me lo enseñaste…

María: Sí María, así es, pero es tan doloroso vivir estos momentos… María Cleofé: Vamos, acompañemos el cortejo al Gólgota, no debemos abandonarlo, hay que ir con él, aunque sea moriremos con él, yo ya no quiero nada más, sé que Dios hace su voluntad a veces de manera incomprensible, pero él nos dará la vida… María: No, mas bien vayan con Susana y las demás a conseguir ungüentos y aceites, si pueden conseguir de Nardo sería mejor, hay que preparar la sepultura… ahora, ¿dónde lo enterraremos? Juan: escuché que el venerable Nicodemo junto a José están viendo lo de la sepultura, creo que es cerca de aquí. Magdalena: Entonces vayan ustedes a comprar los aceites y demás cosas, nosotros acompañaremos a Jesús. Susana: Nos vemos entonces allá arriba, vayan con cuidado, esos romanos son crueles y salvajes Magdalena: No te preocupes, conozco a algunos de ellos, de seguro nos dejarán acercarnos. María: Gracias María por tu apoyo, pero vamos también con Juan, es tan joven, tengo miedo por él, espero que no tengamos problemas… ESCENA DECIMO SEGUNDA Al dictar sentencia y dejar a Jesús en manos de las autoridades judías, Pilatos jugó a ser tolerante con sus demandas, sabiendo que tenía que congraciarse con el pueblo y de ese modo evitar una revuelta, mientras tanto los soldados condujeron a Jesús a las afueras de la ciudad, hacia el Gólgota para ser crucificado, junto a él lo acompañaban dos ladrones, asesinos… Primera estación Jesús es condenado a muerte Reflexionamos y oramos Segunda estación Jesús carga con la cruz Reflexionamos y oramos Tercera estación Jesús cae por primera vez Soldado: (llenándolo de insultos y azotes) ¡Levántate! La turba quiere patearlo y arrojarle piedras, los soldados tratan de contener a los revoltosos, de cerca algunas mujeres miran la escena, compungidas y llorosas. Reflexionamos y oramos Cuarta estación Jesús se encuentra con su Madre Aprovechando que Jesús está en el suelo se acercan María y Juan, alguien informa al jefe de la guardia que es su madre y la dejan acercarse por un momento… María: hijo mío, se valiente, ten ánimo, espera en el Señor Jesús: El Señor es la defensa de mi vida, ya sabes que Dios nos dará la vida, yo he vencido al mundo, diles a todos que oren y no caerán en tentación. Jesús: tú eres mi Madre, te amo, tú también ten ánimo, ya nos volveremos a ver.. Soldado: ¡Levántate! Es suficiente Jesús le dirige una mirada de gratitud, el soldado le dice con cierta suavidad: Soldado: El camino es largo, andando. Reflexionamos y oramos Quinta estación Un Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz Un hombre llamado Simón natural de Cirene, venia del campo y se arrima a la pared para no ser atropellado, CayoAppio, viendo desfallecer a Jesús y temiendo que este no llegara a la cumbre, ve a Simón y ordena a un soldado a que lo obliguen a ayudarle. Cayo-Appio: ¡traigan a ese hombre y que ayude al condenado! Simón se resiste, pero cogiéndolo lo lleva donde Jesús y le dice: Soldado: ¡Obedece! Simón mira a Jesús, se sorprende porque lo había escuchado varias veces y lo admiraba, Jesús le devuelve una mirada de ternura. Entonces ayudó a cargar la cruz y continúan su marcha. Reflexionamos y oramos Sexta estación La Verónica limpia el rostro de Jesús Una piadosa mujer entre tanto que los soldados intentan controlar a la muchedumbre se acerca a Jesús y le limpia el rostro, sin saberlo queda impregnada la imagen del rostro doliente del Salvador, Verónica lo besa y se retira conmovida Reflexionamos y oramos Séptima estación Jesús cae por segunda vez

Reflexionamos y oramos Octava estación Jesús consuela a las mujeres Unas mujeres se dolían y se lamentaban por él, viendo la manera como lo habían condenado y como lo conducían al Gólgota. Jesús, volviéndose a ellas les dice Jesús: Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos, que llegarán días en que ustedes dirán que los montes caigan sobre nosotros, porque si así tratan al leño verde, ¿qué no harán con el seco? Soldado: ¡Avanza! Reflexionamos y oramos Novena estación Jesús cae por tercera vez Reflexionamos y oramos Décima estación Jesús es despojado de sus vestiduras Reflexionamos y oramos Décimo primera estación Jesús es clavado en la cruz En silencio los soldados clavan a Jesús, mientras que María, su madre, las otras mujeres y el discípulo amado contemplan atónitos lo que sucede, los gemidos de Jesús y de María, las lágrimas y gritos de los discípulos, el grito agónico de la Magdalena y de las otras mujeres, así como las burlas de satisfacción de las autoridades judías Pilato mandó colocar una tablilla con el motivo de la ejecución en lo alto de la cruz con la siguiente inscripción: “Jesús de Nazaret rey de los judíos” Caifás que lo ha presenciado todo, rodeado de sus amigos y fariseos, apenas lee la inscripción, se acerca a Cayo-Appio y muy enojado le dice Caifás: ¡Manda quitar esa tablilla, donde según parece, ese condenado es nuestro rey y pon en su lugar una que diga “Jesús de Nazaret que se dice Rey de los Judíos” Cayo-Appio: ¡El juez así lo ha mandado, así estará mientras no revoque su orden. Caifás reúne a sus amigos y les dice que es preciso correr al palacio de Pilatos. Tres sacerdotes parten a desempeñar la comisión. Pilatos se hallaba preocupado en su palacio, cuando le dijeron que querían hablarle; este dio orden para que los dejaran pasar. pero los sacerdotes al exponer lo mandado, solo encontraron negativas de Pilatos. Sacerdote: Gobernador queremos que cambies la inscripción de la tablilla que has mandado poner y que diga Este se hizo pasar por rey de los judíos Pilatos: Lo escrito, escrito está y lárguense de mi presencia, ya bien me doy cuenta que el Galileo siempre dijo cosas en contra de su religión corrupta y de su templo, lugar de traficantes y de embaucadores, ustedes lucran con su religión y espero que algún día eso se acabe Sacerdote: Pero gobernador nuestras tradiciones… Pilatos: Mentiras inventadas por ustedes para embaucar a la gente, para lucrar, se aprovechan del ignorante, son una serie de supersticiosos, ahora me doy cuenta que mandaron condenar a muerte para sacarlo del camino, ya que les quitaba gente; ofrecía una filosofía más simple, sin tantas leyes ni tradiciones, ja cínicos y sinvergüenzas, ya veo son unos malditos, venden a lo mejor de su gente cuando se oponen a sus intereses. ¡Fuera de aquí!, ya me ocuparé de ustedes Sacerdote: Hablando así nos ofendes Pilatos: váyanse antes que los arreste Mientras tanto Jesús pronuncia algunas frases…. Jesús: Padre perdónalos porque no saben lo que hacen Algunos discípulos y sacerdotes se sorprenden ante esta plegaria, un trueno fuerte anuncia tormenta y ventisca Algunos sacerdotes y parte del gentío se ríen y mofan del doloroso estado de Jesús. un fariseo, mirándole fijamente le dice a su vez. Fariseo: ¿no eres rey de Israel, el mesías? ¡que baje de la cruz y creeré en él! Un sacerdote se acerca y lo escupe. Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían: "Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!". Uno de los bandidos clavado a la izquierda del galileo, vuelve la cabeza y le dice con despreciativo acento. Ladrón 1: ¡no que eres el hijo de Dios!, ¡bájate de la cruz!. ¡si tú eres el Cristo, ¡sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros! Ladrón 2: ¡por qué blasfemas así! ¡nosotros aquí estamos sufriendo el castigo con justicia, pues pagamos la pena que merecen nuestros delitos!. pero él no ha hecho daño a nadie, ¡es inocente! (Luego mirando lleno de arrepentimiento a Jesús le dice) Jesús, acuérdate de mí, cuando estés en tu santo reino. Jesús: (dirigiendo una dulce mirada) al bandido, .. en verdad te digo... ¡Hoy estarás... conmigo en el Paraíso!

Mientras tanto, al pie de la cruz, los soldados, que han despojado a Jesús de sus vestiduras, han se juegan la túnica y el manto del nazareno. Soldado 1: ¡es mía! Soldado 2: ¡no, es mía!, has hecho trampa verdugo 1: no, ¡es mía! El centurión tuvo que intervenir en la reyerta. Cayo-Appio: ¡alto! ¡basta!, ¡jueguen de nuevo! (el juego comienza de nuevo, aquellos miserables olvidan cuanto les rodea, se reparten sus vestiduras, beben licor y hacen gestos obscenos) Magdalena que conoce a cayo le pide permiso un momento para que su Madre se acerque al pie de la cruz, les conceden este favor. Junto a la cruz queda atónita y doloroso la Madre del redentor, pero en silencio guarda todas estas cosas meditándolas en su corazón. Acompañada de las mujeres y de Juan, el discípulo amado lloran por lo que pasa. Jesús en un momento en que contempla a su Madre y junto a ella al discípulo amado, dice a su Madre: Jesús: Mujer ahí tienes a tu hijo Luego dice al discípulo Jesús: Hijo ahí tienes a tu Madre (Juan abraza fuertemente a María, la quiere y es su Madre, ahora María es acogida por el discípulo y Jesús puede morir sabiendo que su Madre se queda con nosotros para siempre) Jesús alzando los ojos al cielo, como si buscara a su Padre en el pálido y triste horizonte que se extiende sobre su cabeza ensangrentada y exhalando un doloroso grito dice estas palabras. Jesús: ¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado? los sacerdotes y escribas, así como los fariseos, al escuchar estas palabras, exclaman en tono de burla: Fariseo: ¡llama a Elías, para que venga a ayudarle, ¡jajájajá! A ver si viene y le ayuda, ¡jajájajá! Jesús, lleno de sed y con la garganta seca exclama: Jesús: ¡Tengo sed! Un soldado que se halla próximo a Jesús, empapa una esponja con hiel y vinagre, bebida horrible que dan a los condenados, para entontecer su cerebro y aminorar los dolores, y le da de beber, Jesús no quiso probar el amargo vinagre. Prolongados y lejanos truenos suceden con rapidez y el rayo cruza en todas direcciones el firmamento. el temor, el asombro, la admiración, comienza a cundir entre los espectadores. Jesús toma a decir con moribundo acento: Jesús: ¡Todo esta consumado! Décimo segunda estación Jesús muere en la cruz Los truenos se redoblan, la oscuridad se extiende por el espacio, por fin, Jesús, viendo que todo ha terminado y que ha cumplido con su misión exclamó Jesús: ¡Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu! Inclina la fatigada cabeza, exhalando un suspiro amoroso lanza el ultimo aliento. En este momento un trueno muge en mil partes a la vez, el valle de Josafat se ilumina con la azulada luz del rayo. Entretanto el velo del Templo se desploma con espantoso estruendo. Rápidamente la gente huye del lugar. Uno de los soldados romanos viendo la manera en que murió dijo: Soldado: En verdad este hombre era el hijo de Dios La madre dolorosa ha caído, desfallecida y triste, a los pies de la cruz; Magdalena, Juan y algunas piadosas mujeres la rodean y la consuelan. Todos nos ponemos de rodillas y hacemos la reflexión y oración Décimo tercera estación Jesús es descendido de la cruz y puesto en brazos de María, su madre Atardecía y empezaba ya el día de la preparación de la pascua, no debían quedar cadáveres expuestos; sabiéndolo Cayo ordenó que terminen de matar a los crucificados, se acercaron al primero de los bandidos y le reventaron las piernas, luego se acercaron al segundo e hicieron lo mismo. Al llegar a Jesús y viendo que ya estaba muerto Cayo ordenó que lo traspasaran, uno de los soldados se acercó y con su lanza clavó el costado de Jesús del cual salió sangre y agua. Reflexionamos y oramos Decima cuarta estación Jesús es sepultado José de Arimatea, miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios, tuvo la audacia de presentarse ante Pilatos para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilatos se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto. Informado por el centurión, entregó el cadáver a José. Este bajó el cuerpo de Jesús, ayudado por los soldados y lo puso por unos instantes en los brazos de su Madre, luego lo llevó a enterrar¸ lo envolvieron en una sábana y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca donde nadie había sido sepultado, hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. Las mujeres que habían venido de Galilea

con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo había sido sepultado. Después regresaron y prepararon los bálsamos y perfumes. Reflexionamos en silencio y oramos