Ensayo sobre Albert Camus

LA PUREZA NO ES NUNCA UN DESIERTO Julio César González Moreno Mientras la verdad se acepte por lo que es y tal cual es -

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LA PUREZA NO ES NUNCA UN DESIERTO Julio César González Moreno Mientras la verdad se acepte por lo que es y tal cual es - aunque no lo sea más que por un sólo espíritu- cabrá lugar para la esperanza. Albert Camus, La sangre de la libertad.

Albert Camus, francés argelino; filósofo formado en medio de la pobreza y el sol de Argelia; militante que renunció al Partido Comunista; antifascista y editor de Combat, periódico de la resistencia; famoso autor literario y dramático que se codeaba con la intelectualidad parisina y Jean-Paul Sartre, el solitaire et solidaire… Todas ellas son sólo algunas de las facetas que caracterizaron a una de las mentes más lúcidas cuyas reflexiones en torno al acontecer en medio del desgaste y decadencia material y espiritual de la primera mitad del siglo XX, aún provocan fascinación y, en no pocos casos, admiración. A pesar de su reticencia al compromiso con una ideología, Camus no se mostró nunca indiferente ante los horrores que acechaban al mundo. Enfrentado a la realidad de la ocupación de Paris en 1940 y con el conocimiento sobre los campos de concentración en Alemania y los Gulags en la URSS, Camus nunca se dejó seducir por la idea de la neutralidad política. Sin embargo, a diferencia de otros intelectuales cuya obra, llena por lo demás de ideología, llamaba a la confrontación y la lucha violenta contra los nazis. Para él la batalla estaba en el mundo de las letras. La creación literaria y periodística le proporcionaron el mejor medio para desarrollar, tanto su vocación como novelista y dramaturgo, cuanto su crítica filosófica. El propósito que guía este texto es el de dar cuenta de que, si bien Camus no estuvo comprometido con una ideología, no implica que fuera apolítico. Camus fue un socialista democrático, no un marxista ortodoxo ni un liberal; más bien, un hombre cuya crítica de los totalitarismos y la realpolitik le impidieron creer que todos los medios valen lo mismo. Colocó en el centro de la discusión al hombre, la moral y la creación de una sociedad que logre hacer compatibles las ideas de libertad y justicia como una forma de escapar del horror y la muerte. La estructura del trabajo propone hacer una breve revisión del concepto del absurdo, el nihilismo y su superación, la crítica al marxismo como ideología y los ejemplos en los que es posible apreciar el cariz democrático en el socialismo de Camus.

EL ABSURDO, EL NIHILISMO Y SU SUPERACIÓN

En 1933, un joven Albert Camus escribió un brevísimo texto con un título que sin duda capturó la esencia de sus reflexiones filosóficas tempranas, Contradictions. El tema, si es posible circunscribirlo a uno, no es otro sino la posibilidad creadora ante el absurdo de la vida, tópico sobre el cual Camus volvería una y otra vez ya en su obra dramática, ya en ensayos como Le mythe de Sisyphe (1942). Camus dice en el texto: ¿Aceptar la vida, tomarla como es? Estúpido. ¿Los medios para hacer lo contrario? Más que la posibilidad de poseerlos, es la vida la que nos posee y tiene ocasión de cerrar nuestra boca. ¿Aceptar la condición humana? Yo creo que, por el contrario, la rebeldía es parte de la naturaleza humana. Pretender aceptar lo que nos es impuesto es una comedia siniestra. Antes que nada debemos vivir. Hay tantas cosas que tienen la capacidad de ser amadas que es ridículo aparentar que se desea el dolor. Comedia. Pretensión. Uno debe ser sincero. Sincero a cualquier costo, incluso en nuestro detrimento. 1

En este ensayo de juventud podemos apreciar que Camus enfrentó una paradoja: consideraba que la indiferencia ante la determinación de la vida es cuando menos estúpido, sin embargo, no tenemos los medios para hacer lo contrario, esto pese a que admitió que la naturaleza humana es rebelde. La obligación que tenemos es a la vida, al amor y a la sinceridad, y es en esta posibilidad creadora, la de la sinceridad y el arrojo a la vida en donde se puede generar una alternativa frente al determinismo. Años más tarde, Camus reflexionaría sobre el absurdo en detalle en El mito de Sísifo, ensayo en el cual el examen metódico sobre la condición del absurdo sirven para objetar la posibilidad del suicidio. “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía” 2 dijo Camus en el primer capítulo. La respuesta que encontramos es que el absurdo se niega a si mismo, cae en una contradicción si aceptamos como válido el suicidio. Esto porque la vida es la condición sine qua non para que el absurdo tenga sentido. La desesperación que encontramos frente a la

1Albert Camus, Camus: Youthful writings, trad. Ellen Kennedy, Londres, Penguin, 1980, p. 168 (La traducción es mía al igual que las cursivas, N. del A.).

2Albert Camus, El mito de Sísifo, trad. Luis Echávarri, Madrid, Alianza, 5a reimpr., 1995, p. 15.

falta de sentido en el mundo, misma que podría llevarnos al suicidio, se elimina con éste. Ante el absurdo, en realidad Sísifo nos da una lección doble, la afirmación del destino y la negación de la esperanza. “Hay que imaginarse a Sísifo dichoso”3. Esta forma de tratar el absurdo conduce casi 10 años después a que en El hombre rebelde (1951) Camus trate ahora el problema del crimen, del asesinato, de si tenemos el derecho a quitar la vida o por lo menos a asentir en que sea tomada. Camus seguró que el sentimiento del absurdo podría bien justificar el asesinato o ser indiferente ante él. Todo es posible, consentir o ser simplemente esquivo. En primera instancia, el absurdo nos permite ser ejecutores de las acciones más viles, sin embargo, en esta obra encontramos el mismo razonamiento que en El mito de Sísifo. No podemos cometer suicidio porque eso negaría el absurdo, es decir, si podemos valorar algo eso es la vida porque es la condición para sentir el absurdo. Entonces, como dice Camus “Desde el momento en que este bien se reconoce como tal, es el de todos los hombres. No se puede dar una coherencia el crimen si se la niega al suicidio”4 . ¿Cómo salir del callejón sin salida que es el absurdo? Camus adelantó que esta contradicción no puede ser entendida sino como un punto de partida. Ya el nihilismo y el absurdo han hecho muchos estragos, nos han envuelto en una sinrazón que lo mismo pretende decir que todo da lo mismo que decirnos que nada vale, valga la redundancia, nada. Esta filosofía adquiere su punto último de contradicción al expresarse, pues ¿por qué si creemos que el absurdo es un momento que representa lo que no vale tendríamos la intención de expresarlo? Para superar el absurdo es necesario expresarlo y creer en ello. Fundar en nuestra denuncia, en la rebeldía que supone vivir nuestros valores. Unos que nos permitan hacer la pregunta con la que inicia El hombre rebelde. EL HOMBRE QUE SE REBELA

3 Ibid., p. 162.

4Albert Camus, El hombre rebelde, trad. Josep Escué, Madrid, Alianza, 3a ed., 2a reimpr., 2015 p. 17.

“¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no. Pero si niega, no renuncia: es también un hombre que dice sí, desde su primer movimiento” 5. La doble naturaleza del hombre rebelde es la respuesta que encuentra Camus ante el callejón sin salida del absurdo. El rebelde niega, impone un límite ante una vivencia determinada. Cree tener la razón, se indigna y al igual que cuando denunciamos el absurdo, se denuncia lo que ya no es tolerable. De la expresión de la frontera o el límite de lo que se puede permitir, se sigue la contraposición a lo que se espera. Éste es el sí, la afirmación que se espera de la vida ante el absurdo. Si para Camus sólo en la vida encuentra condición el absurdo y sólo la vida se puede objetar como valor, al pasar a la rebeldía se expone también la creencia en que se percibe algo ante lo cual el hombre se percibe como superior. “La conciencia nace a la luz con la rebeldía”6 En la rebeldía se juega el Todo o Nada, no cabe lugar para la pasividad que existía antes de la denuncia. El valor que se expone es uno ante el cual bien se puede preferir la muerte a su renuncia, es decir, se cree que el valor defendido supera por mucho al hombre individual. He ahí la génesis de que la rebeldía, al contrario del sentimiento de absurdo que se produce en la individualidad, es colectiva. Lo que se intenta conquistar o reivindicar en esta rebeldía es para los hombres, para todo otro. La solidaridad crece con la noción de una comunidad. Ante esto, sin embargo, Camus nos advierte que “Tendremos, pues, derecho a decir que toda rebeldía que se autoriza a negar o a destruir esta solidaridad pierde al mismo tiempo el nombre de rebeldía y coincide en realidad con un su consentimiento criminal”7 CAMUS: NI VÍCTIMA NI VERDUGO

En una serie de artículos aparecidos en Combat en noviembre de 1948, Camus lanzó una condena sobre su tiempo “Nuestro siglo XX es el del miedo” 8. Camus anticipó el tema de la rebeldía. El porvenir para los hombres estaba vacío, al menos para aquellos que no eran

5 Ibid., p. 27.

6 Ibid., p. 29.

7 Ibid., p. 39.

religiosos o estaban comprometidos con una ideología. El lenguaje, que sirvió para expresar y vincular lo que hay de humano en el hombre, parecía haberse agotado ante las exigencias de fe que aquellos en el poder tenían hacia las ideas absolutas que constituían la historia. El clima de miedo e incertidumbre expuesto en sus artículos le sirven a Camus como una premisa, aceptarlos es el primer paso de aquellos hombres que no están conformes con la idea de matar para convencer o de imponer su verdad. Se puede apreciar una característica enteramente liberal en el pensamiento de Camus cuando asevera que pese a que la mayoría de los hombres de Europa no han escogido partido entre el socialismo -escépticos de su ejecución en Rusia- y el liberalismo en Estados Unidos “reconocen, no obstante, a aquéllos y a estos el derecho de afirmar su verdad, pero les niegan el de imponerla por el asesinato, individual o colectivo”9. Camus no negó la libertad de expresión de una doctrina, cualquiera que ésta sea, niega y condena la imposición de las ideas por medio de la violencia. Camus fue un hombre rebelde, fue un hombre que dijo no a una política que considera al crimen como legítimo y a la vida como fútil. Mostró reticencia al compromiso cuando Camus: “yo no podría ya admitir, después de la experiencia de estos dos últimos años, ninguna verdad que pudiera ponerme en la obligación, directa o indirecta de condenar a muerte a un hombre”10. Camus se consideró un utópico, lo admitió pese a que no llegó conceder ni al marxismo ni al capitalismo. Quiso mantener la esperanza de salvar vidas y si rechaza al marxismo, porque ha visto los horrores de los que es capaz la política en la Unión Soviética no es menos escéptico y crítico de lo que la idea de progreso significa en el liberalismo.

8 Albert Camus, Moral y política, trad. Rafael Aragó, Madrid, Losada-Alianza, 1984 p.77.

9 Ibid., p. 79.

10 Ibid., p. 80.

Es al socialismo a donde apuntan las mayores críticas que Camus hizo en los artículos que componen Ni víctimas ni verdugos. El principio sobre el que se basan las acciones revolucionarias reside en creer que “El fin justifica los medios”, todo lo que nos lleve a la idea absoluta sobre el devenir histórico a una sociedad sin clases vale lo mismo. Camus recreó el ejemplo del socialismo francés con el fin de hacer explícito su punto. Los socialistas franceses se han dado cuenta de los problemas morales que suponen la adhesión irrestricta al marxismo. Se desea seguir la doctrina marxista porque se cree que es la única revolucionaria y socialista, pero si se llega al punto de que los valores morales han de crear derechos, hecho que se contrapone con la idea sobre las que se funda la doctrina. Un comunista no tendría problema con usar todos los medios para llegar al fin que persigue su idea de la historia, pero un socialista que no desee usar cualquier medio pero quiera conservar la dialéctica marxista se encuentra ante lo irreconciliable. Este ejemplo le sirve a Camus para dar cuenta que esta contradicción no es exclusiva del marxismo: “es común a todos los hombres de quienes he hablado, que desean una sociedad que sea al mismo tiempo feliz y digna, que quieren que los hombres sean libres en condiciones justas, pero que dudan entre una libertad en la que se terminará burlando a la justicia —y esto lo saben bien—, y una justicia en donde se ve claramente que se suprime la libertad desde un comienzo”11.

Camus retrató con claridad la premisa que suponen los dos sistemas imperantes en el mundo. La libertad en el capitalismo no contempla la justicia, millones son libres pero en condiciones de desigualdad. Y en el socialismo la justicia ha hecho iguales a todos a costa de su libertad. MORAL Y POLÍTICA

Ya desde sus años como editor y articulista en Combat, Camus nos daba una muestra de que para él la máxima que habría de fijarse como la meta para resolver los problemas que aquejaban a Europa era conciliar justicia y libertad. “Que la vida sea libre para cada uno y justa para todos”12. Pese a su crítica del marxismo Camus no era un anticomunista, era si acaso, un socialista democrático. Su defensa de la libertad de expresión y de la insumisión a los caprichos

11 Ibid., p. 84.

ideológicos que se basan en ideas deterministas o absolutas no le impedía darse cuenta que el socialismo tenía la bondad de articular una crítica muy válida. “La mayor parte de las ideas colectivistas y del programa social de nuestros camaradas, su ideal de justicia, su repudio de una sociedad en que el dinero y los privilegios ocupan lugar preeminente, todo eso nos es común”13. La diferencia, como se manifestó en diversas ocasiones en la vida y obra de Albert Camus, era el método. La aceptación de una política realista era un compromiso imposible para un hombre que no podía creer legítimo el tomar la vida de otro ser humano. La cuestión moral implica una pureza que puede parecer casi religiosa. Mantener la dignidad del hombre es la tarea que paradójica y trágicamente se asoma ante un mundo que no es digno. La crítica de Camus no se detiene en el marxismo, su condena alcanza cualquier tipo de sociedad política en donde se justifique el crimen y se aplaste al hombre. Podemos apreciar esto en ¿Por qué España? una respuesta con motivo de una crítica de Gabriel Marcel a la obra de Camus Estado de sitio. En ella Camus expresa su repudio a la indignación que Marcel muestra al haber situado Estado de sitio en España. Lo que en última instancia molesta a Camus no es la acusación de oportunismo o falta de honradez, sino la pretensión de Marcel de que Camus ataca a España cuando existe el horror comunista. “He dicho, tan alto como he podido, lo que pensaba de los campos de concentración rusos. Más eso no hará que olvidé Dachau, Buchenwald y la agonía sin nombre de millones de hombres, ni la espantosa represión que ha diezmado a la República española” 14. Para Camus el compromiso no se revela en torno a lo que se cree de manera irrenunciable, como lo es una ideología, sino en torno a aquello que se cree inexcusable como son los horrores de cualquier sociedad política, ya de izquierda o de derecha, en donde la represión existe independientemente de su contenido. Un aspecto sumamente interesante es una de las

12 Albert Camus, La sangre de la libertad, trad. Fernando Gómez, Buenos Aires, Américalee, 1958, p. 51.

13 Ibid., p. 55.

14 Ibid., p. 99.

afirmaciones finales de Camus en el texto: “El mundo en que vivo me repugna, pero me siento solidario de los que en él sufren”15. PALABRAS FINALES

Es posible afirmar que Camus no es el intelectual comprometido que fue Sartre. Al menos si el compromiso implica justificación inexcusable de un principio superior. Para Camus, si existe un principio este no es absoluto, se construye sobre la marcha, sobre la idea de conciliar lo que hay de humano en el hombre con la necesidad de la justicia y la libertad. La política significó para Camus una concepción de lo colectivo que lo hizo pasar por socialista, pero sus principios éticos y su aceptación de principios liberales como la libertad de expresión lo separaron del marxismo. Siempre fiel a estas convicciones, Camus no vaciló en denunciar los crímenes sufrido durante la Resistencia, ni de condenar a los totalitarismos, fuesen estos de derecha o izquierda. La publicación de El hombre rebelde le valió perder amigos como Jean-Paul Sartre y el relativo ostracismo al que la intelectualidad más activa políticamente en la izquierda comunista lo condenó. Pese a ello el solitaire et solidaire jamás renunció a alzar la voz por aquellos en quienes sentía se estaba concentrando la represión y la injusticia de un sistema político decadente. Como intelectual podemos quedarnos con la imagen de un hombre que defendió la obligación de alzar la voz hasta el último instante. “Mas paréceme que existe una ambición que debiera ser la de todos los escritores:atestiguar y protestar, cada vez que es posible, en la medida de nuestro talento, por los que como nosotros están sojuzgados” 16

15 Ibid., pp. 101-102.

16 Ibid., p. 102.

BIBLIOGRAFÍA

Bronner, Stephen, Camus: portrait of a moralist, Minneapolis, The University of Minnesota Press, 1999. Camus, Albert, El hombre rebelde, trad. Josep Escué, Madrid, Alianza, 3a ed., 2a reimpr., 2015.

____, La sangre de la libertad, trad. Fernando Gómez, Buenos Aires, Américalee, 1958. ____, Moral y política, trad. Rafael Aragó, Madrid, Losada-Alianza, 1984. ____, Camus: Youthful writings, trad. Ellen Kennedy, Londres, Penguin, 1980

____, El mito de Sísifo, trad. Luis Echávarri, Madrid, Alianza, 5a reimpr., 1995

____, Resistance, rebellion and death, trad. Justin O’Brien, Nueva York, Alfred A. Knopf, 1960.