Ensayo Jhon Dewey

JHON DEWEY En este ensayo se trata sobre las principales características del pensamiento educativo de Dewey y para esto

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JHON DEWEY En este ensayo se trata sobre las principales características del pensamiento educativo de Dewey y para esto trataremos de explicar desde nuestra realidad y en cuanto a que en Guatemala se aplicaron también el pensamiento de Dewey que más adelante trataremos a fondo sobre las bases el presidente Juan José Arévalo durante la edad de 1945 a 1951La idea de crear estos establecimientos radica también en la autonomía del aula, incluidas salas de trabajo, patios y servicios sanitarios para cada grupo de estudiantes, y habitaciones adecuadas para maestros y autoridades. Después de más de 50 años de haber sido construidas, las autoridades de gobierno informaron que estas escuelas serán arregladas. “Esperamos restaurar estos monumentos históricos, en busca de retomar el acceso a una educación de excelencia, en un modelo de escuela pensada en función de reformar el modelo pedagógico tradicional”, explica María del Carmen Aceña, ministra de Educación. El objetivo del proyecto es que a partir de este mes, hasta finales de 2005, puedan ser restauradas las 21 escuelas de este tipo en todo el país. Aunque se desconoce el monto de la inversión, se informó que los trabajos consistirán en reparaciones, remozamiento, pintura y construcción de más espacios deportivos. FILOSOFÍA Y ARQUITECTURA ü ü

Una enseñanza más participativa era su objetivo. Educación más participativa, para mejorar el proceso de explicar y comprender.

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Cambiar la enseñanza didáctica rígida y tradicional.

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Autonomía del aula.

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Espacio para áreas de recreo.

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Servicios sanitarios independientes.

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Área para teatro.

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Espacios administrativos.

El papel del maestro en la escuela, no es el de una persona imponente y omnipotente, al contrario tiene la libertad de enseñar en base a las necesidades de su grupo, donde no llegara a imponer sus ideas, hábitos y la disciplina, todo se formara de manera grupal en donde se tome opiniones del niño, se contrastaran ideas y se corregirán los hábitos mediante el buen ejemplo que éste les de, no obstante se creara un ambiente de orden a modo que todos estén a gustos, sin acudir al castigo físico ya que no deja ninguna aprendizaje y genera más violencia, además no hay una interiorización de lo que significa disciplina; de cierta forma los niños se comportan bien delante del maestro, cuando este se distrae o sale del aula el desorden reina en el lugar; para no caer en estos vicios es necesario crear reglas en las que intervengan todos en su elaboración y tratar de ir corrigiendo , podemos notar que en las diferentes escuelas el mayor problema es el de disciplina, donde estos niños reciben ayuda especial con otro maestro que ha servido de gran ayuda, sin embargo es importante que se diseñen actividades de interés y que mantengan ocupado a esos pequeños que provocan el desorden, brindándole más atención. Cada una de las materias de enseñanza tienen su importancia, el progreso educativo no esta en la sucesión de éstas sino en la forma que son desarrolladas, donde ese conocimiento que van adquiriendo los niños sea relevante en su vida, así también que el material empleado favorezca el aprendizaje y se tome como base de partida los conocimientos previos para ir dándole una ilación de la experiencia con el tema a ver, correlacionándolas actividades sociales del niño. Dewey nos recomienda el empleo de los símbolos, la imagen, los intereses, etc. que son esenciales en la educación y que no podemos prescindir de ellos. Afirma que la educación es el método del progreso y de la reforma social, es mediante ésta que se formara a un individuo capaz de ir más halla de sus limites integrándose a la sociedad de manera activa y productiva, donde se irán dando los cambios pertinentes para gozar de una mejor vida social, fomentándose en cada uno de sus miembros valores de fuerza, solidaridad, tolerancia, respeto, honestidad, responsabilidad, etc. que bien sabemos no es nada fácil, pero esa es nuestra tarea, que como futuro docente impulsare y que no sólo será el educar sino contribuir en desarrollo social de mi Estado.

LA ESCUELA Y LA SOCIEDAD Para Dewey, los dos elementos de nuestro criterio se dirigen hacia la democracia. El primero significa no sólo puntos más numerosos y más variados de interés participado en común, sino también el conocimiento de los intereses mutuos como un factor del control social. El segundo significa no sólo una interacción más libre entre los grupos sociales, sino también un cambio en los hábitos sociales, su reajuste continuo afrontando las nuevas situaciones producidas por el intercambio variado. Estos dos rangos son precisamente los que caracterizan una sociedad constituida democráticamente. Una sociedad es democrática en la medida en que facilita la participación en sus bienes de todos sus miembros en condiciones iguales y que asegura el reajuste flexible de sus instituciones mediante la interacción de las diferentes formas de vida asociada. Tal sociedad debe tener un tipo de educación que de a los individuos un interés personal en las relaciones y el control de la sociedad y los hábitos espirituales que produzcan los cambios sociales sin introducir el desorden. Ya que el desorden debe de ser visto como una actividad recreativa dentro de un taller democrático. Desde este punto de vista se han considerado tres filosofías típicas de la educación: La platónica. El individualismo de la ilustración. Las filosofías idealistas institucionales del siglo XIX. Después de esta reseña sobre la vida de John Dewey pasaremos a lo que según nuestro criterio es la aportación mas importante a la educación hechas por este autor la cuál es mencionada anteriormente pero vale la pena el esfuerzo de analizar y profundizar en las ídeas contenidas en una sociedad democrática y claramente con esto nos referimos a la democracia como valor principal de la educación que plantea Dewey. Analizando la obra Democracia y Educación, nos encontramos con bloques muy interesantes sobre la educación relacionada con diferentes puntos de vista pero siempre ubicado en un contexto social.

PEDAGOGÍA PRAGMÁTICA: PRINCIPALES APORTES PEDAGÓGICOS Durante el decenio de 1890, Dewey pasó gradualmente del idealismo puro para orientarse hacia el pragmatismo y el naturalismo de la filosofía de su madurez. Sobre la base de una psicología funcional que debía mucho a la biología evolucionista de Darwin y al pensamiento del pragmatista William James, empezó a desarrollar una teoría del conocimiento que cuestionaba los dualismos que oponen mente y mundo, pensamiento y acción, que habían caracterizado a la filosofía occidental desde el siglo XVII Para él, el pensamiento no es un conglomerado de impresiones sensoriales, ni la fabricación de algo llamado “conciencia”, y mucho menos una manifestación de un “Espíritu absoluto”, sino una función mediadora e instrumental que había evolucionado para servir los intereses de la supervivencia y el bienestar humanos. Esta teoría del conocimiento destacaba la “necesidad de comprobar el pensamiento por medio de la acción si se quiere que éste se convierta en conocimiento”. Dewey reconoció que esta condición se extendía a la propia teoría. Sus trabajos sobre la educación tenían por finalidad sobre todo estudiar las consecuencias que tendría su instrumentalismo para la pedagogía y comprobar su validez mediante la experimentación. Dewey estaba convencido de que muchos problemas de la práctica educativa de su época se debían a que estaban fundamentados en una epistemología dualista errónea –epistemología que atacó en sus escritos del decenio de 1890 sobre psicología y lógica–, por lo que se propuso elaborar una pedagogía basada en su propio funcionalismo e instrumentalismo. Tras dedicar mucho tiempo a observar el crecimiento de sus propios hijos, Dewey estaba convencido de que no había ninguna diferencia en la dinámica de la experiencia de niños y adultos. Unos y otros son seres activos que aprenden mediante su enfrentamiento con situaciones problemáticas que surgen en el curso de las actividades que han merecido su interés. El pensamiento constituye para todos un instrumento destinado a resolver los problemas de la experiencia y el conocimiento es la acumulación de sabiduría que genera la resolución de esos problemas. Por desgracia, las conclusiones teóricas de este funcionalismo tuvieron poco impacto en la pedagogía y en las escuelas se ignoraba esta identidad entre la experiencia de los niños y la de los adultos. Dewey afirmaba que los niños no llegaban a la escuela como limpias pizarras pasivas en las que los maestros pudieran escribir las lecciones de la civilización. Cuando el niño llega al aula “ya es intensamente activo y el cometido de la educación consiste en tomar a su cargo esta actividad y orientarla”. Cuando el niño empieza su escolaridad, lleva en sí cuatro “impulsos innatos –el de

comunicar, el de construir, el de indagar y el de expresarse de forma más precisa”– que constituyen “los recursos naturales, el capital para invertir, de cuyo ejercicio depende el crecimiento activo del niño”. El niño también lleva consigo intereses y actividades de su hogar y del entorno en que vive y al maestro le incumbe la tarea de utilizar esta “materia prima” orientando las actividades hacia “resultados positivos”. Esta argumentación enfrentó a Dewey con los partidarios de una educación tradicional “centrada en el programa” y también con los reformadores románticos que abogaban por una pedagogía “centrada en el niño”. Los tradicionalistas, a cuyo frente se encontraba William Torrey Harris, Comisionado de Educación de los Estados Unidos, eran favorables a una instrucción disciplinada y gradual de la sabiduría acumulada por la civilización. La asignatura constituía la meta y determinaba los métodos de enseñanza. Del niño se esperaba simplemente “que recibiera, que aceptara. Ha cumplido su papel cuando se muestra dócil y disciplinado”. En cambio, los partidarios de la educación centrada en el niño, como G. Stanley Hall y destacados miembros de la National Herbart Society, afirmaban que la enseñanza de asignaturas debía subordinarse al crecimiento natural y desinhibido del niño. Para ellos, la expresión de los impulsos naturales del niño constituía el “punto de partida, el centro, el fin”. Estas diferentes escuelas de pensamiento libraban un feroz combate en el decenio de 1890. Los tradicionalistas defendían los conocimientos duramente adquiridos a lo largo de siglos de lucha intelectual y consideraban que la educación centrada en el niño era caótica, anárquica, una rendición de la autoridad de los adultos, mientras que los románticos celebraban la espontaneidad y el cambio y acusaban a sus adversarios de reprimir la individualidad de los niños mediante una pedagogía tediosa, rutinaria y despótica. Para Dewey, este debate era el reflejo de otro pernicioso dualismo, al que se opuso. Según él, podía resolverse la controversia si ambos bandos “se deshacen de la idea funesta de que hay una oposición (más que una diferencia de grado) entre la experiencia del niño y los diversos temas que abordará durante sus estudios. En lo que se refiere al niño, hay que saber si su experiencia ya contiene en ella elementos –hechos y verdades– del mismo tipo de los que constituyen los estudios elaborados por adultos; y, lo que es más importante, en qué forma contiene las actitudes, los incentivos y los intereses que han contribuido a desarrollar y organizar los programas lógicamente ordenados. En lo que se refiere a los estudios, se trata de interpretarlos como el resultado orgánico de las fuerzas que intervienen en la vida del niño y de descubrir los medios de brindar a la experiencia del niño una madurez más rica”.

Es bien conocida la crítica de Dewey a los tradicionalistas por no relacionar las asignaturas del programa de estudios con los intereses y actividades del niño. En cambio, a menudo se pasan por alto sus ataques contra los partidarios de la educación centrada en el niño por no relacionar los intereses y actividades del niño con las asignaturas del programa. Algunos críticos de la teoría pedagógica de Dewey han confundido su postura con la de los románticos, pero él diferenciaba claramente su pedagogía de la de aquéllos. El peligro del romanticismo, decía, es que considera “las facultades e intereses del niño como algo importante de por sí”. Sería erróneo cultivar las tendencias e intereses de los niños “tal como son”. Una educación eficaz requiere que el maestro explote estas tendencias e intereses para orientar al niño hacia su culminación en todas las materias, ya sean científicas, históricas o artísticas. “En realidad, los intereses no son sino aptitudes respecto de posibles experiencias; no son logros; su valor reside en la fuerza que proporcionan, no en el logro que representan”. Las asignaturas del programa ilustran la experiencia acumulada por la humanidad y hacia esto apunta la experiencia inmadura del niño. Y Dewey concluía con estas palabras: “Los hechos y certezas que entran en la experiencia del niño y los que figuran en los programas estudiados constituyen los términos iniciales y finales de una realidad. Oponer ambas cosas es oponer la infancia a la madurez de una misma vida; es enfrentar la tendencia en movimiento y el resultado final del mismo proceso; es sostener que la naturaleza y el destino del niño se libran batalla”. La pedagogía de Dewey requiere que los maestros realicen una tarea extremadamente difícil, que es “reincorporar a los temas de estudio en la experiencia”. Los temas de estudio, al igual que todos los conocimientos humanos, son el producto de los esfuerzos del hombre por resolver los problemas que su experiencia le plantea, pero antes de constituir ese conjunto formal de conocimientos, han sido extraídos de las situaciones en que se fundaba su elaboración. Para los tradicionalistas, estos conocimientos deben imponerse simplemente al niño de manera gradual, determinada por la lógica del conjunto abstracto de certezas, pero presentado de esta forma, ese material tiene escaso interés para el niño, y además, no le instruye sobre los métodos de investigación experimental por los que la humanidad ha adquirido ese saber. Como consecuencia de ello, los maestros tienen que apelar a motivaciones del niño que no guardan relación con el tema estudiado, por ejemplo, el temor del niño al castigo y a la humillación, con el fin de conseguir una apariencia de aprendizaje. En vez de imponer de esta manera la materia de estudio a los niños (o simplemente dejar que se las ingenien por sí solos, como aconsejaban los románticos), Dewey pedía a los maestros que integraran la psicología en el programa de estudios, construyendo un entorno en el que las actividades

inmediatas del niño se enfrenten con situaciones problemáticas en las que se necesiten conocimientos teóricos y prácticos de la esfera científica, histórica y artística para resolverlas. En realidad, el programa de estudios está ahí para recordar al maestro cuáles son los caminos abiertos al niño en el ámbito de la verdad, la belleza y el bien y para decirle: “les corresponde a ustedes conseguir que todos los días existan las condiciones que estimulen y desarrollen las facultades activas de sus alumnos. Cada niño ha de realizar su propio destino tal como se revela a ustedes en los tesoros de las ciencias, el arte y la industria”. Si los maestros enseñaran de esta forma, orientando el desarrollo del niño de manera no directiva, tendrían que ser, como reconocía Dewey, profesionales muy capacitados, perfectamente conocedores de la asignatura enseñada, formados en psicología del niño y capacitados en técnicas destinadas a proporcionar los estímulos necesarios al niño para que la asignatura forme parte de su experiencia de crecimiento. Como señalaban dos educadoras que trabajaron con Dewey, un maestro de esa índole tiene que poder ver el mundo con los ojos de niño y con los del adulto. “Como Alicia, el maestro tiene que pasar con los niños detrás del espejo y ver con las lentes de la imaginación todas las cosas, sin salir de los límites de su experiencia; pero, en caso de necesidad, tiene que poder recuperar su visión corregida y proporcionar, con el punto de vista realista del adulto, la orientación del saber y los instrumentos del método”. Dewey admite que la mayoría de los maestros no poseen los conocimientos teóricos y prácticos que son necesarios para enseñar de esta manera, pero consideraba que podían aprender a hacerlo. UN VERDADERO CONCEPTO DE EDUCACIÓN Para Dewey, la educación no es un proceso que sirva de preparación para la vida futura, más bien, es la vida en sí misma. El concepto de educación que Dewey defiende hace referencia a una reconstrucción continua de la experiencia, cuya finalidad es la capacidad de crecimiento permanente e implica un desarrollo y un crecimiento constante. Así mismo, la educación estudiada desde la propuesta de Dewey se concibe como un proceso necesariamente vinculado al perfeccionamiento individual y social de los seres humanos. En este sentido, la escuela –como Dewey propone– debe ser entendida como una sociedad en miniatura. Todo ello nos lleva a concebir para Dewey existe una educación pública y una educación vista desde el plano de lo moral.

LA EDUCACIÓN PÚBLICA Dewey se adhiere tan sin reserva al sistema norteamericano de educación gratuita, obligatoria y publica que casi ni se detiene a considerarlo. La educación de la que nos habla todo el tiempo es ese tipo de educación pública. No podemos ver claramente si piensa que deben existir también escuelas particulares. Lo que ciertamente cree es que la enseñanza debe promover la unificación social, no la división y que por tanto, debe abstenerse de enseñar religión, un tipo de diversidad que si debe cuidar de promover es la diversidad individual. Al revés de Aristóteles y de Kant, el sostiene que la educación escolar debe ser la misma para todos, tano para los niños como para las niñas. Sin embargo aunque en todos los educandos hay que fomentar y formar las mismas disposiciones generales esto no quiere decir que deban todos ellos participar de las mismas actividades o asignaturas en el mismo orden; por otro lado las aficiones y aptitudes de los niños varían mucho de hay que los métodos y asignaturas empleadas sean diversas. Robert M. Hutchins hace la siguiente deducción impresionante:

La educación implica enseñanza. La enseñanza implica conocimiento. El conocimiento es la verdad. La verdad es la misma en todas partes. Por ello, la educación debe ser la misma en todas partes

Así mismo Dewey niega que a todos se les deba enseñar las mismas verdades y de un mismo modo. Sobra decir que Dewey es un defensor de la libertad de cátedra y la democracia en la administración escolar.

LA EDUCACIÓN MORAL

Este no constituye un tema independiente en los trabajos de Dewey. Se niega a reconocer que las disposiciones morales sean de una naturaleza o condición diferente a las demás, y lo mismo que el conocimiento moral y el no moral sean distintos. Nunca deja de afirmar que la educación moral requiere el mismo tipo de trabajo que todo el resto del aprendizaje del niño. Moral esta en la misma provincia de todo el resto de la educación y es únicamente un aspecto o fase; no requiere métodos exclusivos ni la administración de asignaturas diferentes. Consiste en adquirir:

a) El hábito y el método de la reflexión inteligente para fundamentar las creencias y la acción.

b) Los conocimientos empíricos que hacen falta para saber lo que debe hacerse y evitarse.

c) Las disposiciones de la benevolencia, de la lealtad y otras… para adquirir todo esto, el camino a seguir es el mismo que ya dejo trazado.

FINES DE LA EDUCACIÓN

Para Dewey no hay nada de peculiar en los fines educativos. Son justamente iguales que los fines de cualquier ocupación dirigida. Para él el educador -sea padre o maestro – es tan absurdo asignar sus propios fines como los objetivos adecuado para el desarrollo de los niños. Los fines significan la aceptación de responsabilidad por las observaciones, anticipaciones y arreglos requeridos para realizar una función. Todo fin tiene valor en cuanto suministra observación, elección y planeamiento al realizar una actividad de momento en momento y de hora en hora. Si esto se hace solo por el sentido común del propio individuo será perjudicial. Y es bueno recordar que la educación como tal no tiene fines. Solo las personas los padres y maestros, tienen fines, no una idea abstracta como la educación. y consiguientemente sus propósitos suelen ser muy variados difiriendo con niños diversos, cambiando con el crecimiento de los niños y con el desarrollo de la experiencia de quien enseña. Aun los fines más validos que pueden expresarse con palabras harán mas daño que beneficio amenos que sean reconocidos no como fines en si sino como sugestiones de los educadores para escoger y dirigir las energías de las situaciones concretas en las que se encuentran las características que se encuentran todo fin educativo son:

a.- Un fin educativo debe fundarse en las actividades y necesidades intrínsecas (incluyendo los instintos naturales y los hábitos adquiridos) del individuo determinado que ha de educarse.

b.- Un fin debe ser capaz de traducirse en un método de cooperar con las actividades de los sometidos de la instrucción debe sugerir el género de ambiente necesitado para liberar y organizar sus capacidades.

c.- Los educadores han de estar en guardia contra los fines que se alegan como generales y últimos. Toda actividad por especifica que sea, es, naturalmente general en sus conexiones ramificadas, porque lleva indefinidamente ha otras cosas. Condiciones apropiadas en las que el niño aprende Para Dewey, las condiciones generales en que el alumno adquirirá “espontánea y necesariamente” los conocimientos y las demás disposiciones – aunque no coincidan con las de la educación tradicional- son las siguientes: a) Que se ocupen de los alumnos en diversos quehaceres, actividades, etc. b) Que estas actividades incluyan movimiento físico y que sean relativamente prolongadas. c) Que cada una de las actividades contenga en si algún problema que haya de resolver por medio de la reflexión. d) Que la actividad se realice con la participación conjunta de maestro y alumnos. e) Que las actividades se relacionen con los intereses normales de los alumnos sin exceder su capacidad (aunque si devén ponerla a prueba) f) Que el ambiente dentro del grupo sea lo más libre y democrático posible. g) Que toda experiencia de la actividad sea “digna de realizase por si misma y en lo inmediato”, no solo placentera, sino, buena; y no solo buena en función de otra cosa, sino buena por si misma. Finalmente que sirva también para “promover otras experiencias deseables en el futuro”; de lo contrario, carecerá de valor educativo.

UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS DE GUATEMALA ESCUELA DE CIENCIAS PSICOLÓGICAS PSICOLOGÍA EDUCATIVA. JORNADA NOCTURNA LICDA. M.A. SILVIA GUEVARA DE BELTETON

ENSAYO DE JOHN DEWEY

FREDDY ALEXANDER VELÁSQUEZ POZUELOS CARNÈ 200510030 GUATEMALA, 22 DE JUNIO DE 2011