Ensayo Caso Barings

Mercado de Derivados: Entre Los Beneficios de la Cobertura y La Tentación de Especular Esta puede ser una expresión que

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Mercado de Derivados: Entre Los Beneficios de la Cobertura y La Tentación de Especular Esta puede ser una expresión que bien puede representar la situación vivida por el Banco más antiguo de Inglaterra a mediados de la última década del siglo XX, que lo llevaría a la quiebra producto, supuestamente, de las malas decisiones tomadas por un corredor. El Banco era el Barings y la persona Nick Leeson, un modesto pero hábil empleado, que había sido enviado a mejorar los números de la oficina de la sucursal de Jakarta, y quien fuera nombrado Director General de la misma con autorización para operar en el mercado de futuros de la bolsa de Singapur y de Tokio. Pero al leer documentos relacionados con la caída de Barings y de acuerdo a lo observado en la película “Rouge Trader” basada en la autobiografía de Leeson, el resultado final parece provenir de una mezcla de ambición personal y grupal, del entusiasmo y la euforia que genera en los corredores el tener éxito en pequeñas transacciones “Un resultado así genera la necesidad de continuar, es como un efecto bola de nieve...”, y un tanto de falta de ética y de control administrativo. En la oficina de Singapur, Leeson se encargó de seleccionar y entrenar a sus empleados y no respondía ante ningún superior local. Al principio las cosas salieron bien, consiguiendo grandes beneficios para el banco. Sus gestiones llegaron a representar cerca del 10% del total de los beneficios de Barings, lo cual le generó un gran prestigio dentro y fuera del banco. Así lo reconoce un operador japonés: "¡Parecía capaz de hacer mover el mercado!, cada día lo observábamos para saber lo que hacía". Si bien hubo altibajos y cierta pérdida relativamente grande fue cubierta posteriormente con el dinero de otros resultados exitosos, parece que Leeson pensó que como las cosas habían salido bien una vez, probablemente había descubierto la forma de hacerse rico. Sus sueños iniciales de dejar de ser un simple empleado de oficina se confundieron con los de un millonario ostentoso. En un documento del Instituto de Estudios Bancarios de Chile se señala: “Rápidamente los enormes salarios a los que se agregan unas fastuosas primas anuales, van a recompensar sus éxitos. Pero también van a cambiar profundamente la personalidad de este hombre joven que aún no tiene ni siquiera 30 años”. Sin embargo la suerte le cambió y empezaron a presentar una serie de resultados negativos los cuales iban a parar en una cuenta que usaba el banco para corregir errores internos, escondiendo en ella sus propias pérdidas. Aunque lo normal hubiera sido que el jefe de inversión (que debería actuar como supervisor) no fuera a su vez un corredor, quien era él mismo, las directivas del banco permitieron que Leeson ocupara ambos cargos a la vez, por lo que carecía de control y por supuesto del criterio que le permitiera evaluar el riesgo de la actividades que estaba ejecutando. Para finales de 1992 las pérdidas de Leeson “camufladas” en la cuenta 88888 excedían los 2 millones de libras, sin embargo para intentar cubrirlas

cada vez aumentaba más su apuesta, pero con escasa fortuna, por lo que las pérdidas llegaron a ser de 208 millones a finales del 1994, pero al parecer el principal miembro directivo y gestor del banco aún las desconocía. Lo peor de la serie de fracasos ocurriría en enero del 1995, cuando Leeson puso una orden de futuros en los mercados de Singapur y Tokio, básicamente apostando que la bolsa japonesa no se movería de manera repentina en los siguientes días. Sin embargo la mañana del día 17 sucedió el terremoto de Kobe, lo cual hizo colapsar los mercados asiáticos y con ellos la apuesta de Leeson. En un intento desesperado por paliar la situación, Leeson siguió con su estrategia de asumir más riesgo, y realizó una serie de inversiones apostando que el índice Nikkei de Tokio se recuperaría de manera rápida, lo cual no ocurrió y agravó aún más su situación. Consciente que la situación ya no tenía solución, Leeson dejó una nota diciendo "Lo siento" y huyó el 23 de febrero. Las pérdidas alcanzaron los 827 millones de libras (o algo así como 1300 millones de dólares), dos veces la cantidad de dinero que el banco tenía disponible para inversión bursátil, y Barings fue declarado en quiebra el 26 de febrero, siendo comprado posteriormente por la firma AIG por el valor simbólico de una libra esterlina. Leeson fue detenido el 2 de Marzo siendo acusado de fraude por engañar a sus superiores ocultándoles el riesgo de sus actividades así como el volumen de sus pérdidas. Aunque muchos expertos responsabilizan igualmente al deficiente sistema de auditoría interna y de gestión de riesgo del banco. Incluso las autoridades de Singapur afirmaron que la alta administración del banco debería haber conocido el volumen de las pérdidas escondidas en la cuenta de errores, dando a entender que Leeson no sería el único responsable. Errores que se presentaron  No hubo supervisión efectiva.  Leeson era a la vez supervisor y ejecutor de operaciones y contratos.  Las pérdidas eran registradas en una cuenta oculta y reportaba únicamente ganancias.  A través de trucos de fotocopiadora y tijeras pudo librarse de las auditorías internas y externas.  El Banco carecía de una unidad independiente de administración de riesgo en sus oficinas descentralizadas. Según el Wall Street Journal, una investigación interna había denunciado, desde julio de 1994, la falta de vigilancia del Despacho de Singapur. Pero esta investigación fue rápidamente olvidada por la dirección londinense. Las autoridades financieras de Singapur, habían prevenido sobre el exceso de libertad de Leeson, quien era al mismo tiempo responsable de las operaciones, de la evaluación diaria y del nivel de riesgo adquirido. En otras palabras, la misma persona debía tomar las decisiones y controlar esas decisiones para impedir que se corriesen demasiados riesgos.

Otro hecho relacionado con la falta de control fue que el banco se encontraba en un proceso de reorganización interna tras haber fusionado varias de sus divisiones. Este entorno fue aprovechado por Leeson que además de ser un gran mentiroso como él mismo reconoce en su biografía, era experto en explotar las inseguridades de las personas. De esta manera consiguió que la gente en la sede de Londres no se atreviera a hacerle preguntas relativas a sus actividades ante la posibilidad de pasar por ignorantes, y más ante él que era toda una celebridad en el banco. El propio Vargas Llosa en un artículo que escribió al respecto señalaba: “Leeson no robaba, ni empastelaba las cuentas para beneficiarse él. Lo hacía para que el banco en el que trabajaba aumentara sus ganancias y obtuviera puntos contra sus competidores. Se apartó de los procedimientos lícitos, creyendo que lo hacía temporalmente, y que al final la subida de la Bolsa de Tokio, a la que él apostaba, borraría la falta. Se equivocó y pagó. Pero el sistema, un sistema que siempre estuvo y estará en la cuerda floja, sigue intacto”. En parte es la sensación que puede quedar cuando se ve la película, y es que Leeson lo hacía por el banco. Sin embargo el propio Vargas Llosa termina diciendo:"¿deberíamos apiadarnos de él? No todavía", y recordó la versión de un ex compañero de celda de Leeson quien afirma que de los millones de dólares que perdió, el ex agente de bolsa se quedó con un par "para gastárselos cuando se olviden de él". Algo que se evidencia es que varios de los funcionarios superiores de Leeson no tenían el conocimiento y las destrezas necesarias para cubrir cada parte del negocio. Barings Bank contaba con información, pero no fue usada por negligencia y desconocimiento: cuando grandes bancos han invertido el dinero de sus clientes en activos que ni ellos mismos entienden, simplemente no pueden valorar sus riesgos, y esto asegura la falta de políticas de control (de riesgo, de buenas prácticas). Un ejemplo es lo ocurrido últimamente en los mercados de capitales. Parece cierto que la dirección londinense del Barings estaba informada de lo que estaba ocurriendo, porque transfirió grandes sumas durante los dos meses anteriores a la caída de su banco (400 millones de libras prestados por cerca de veinte bancos japoneses). Probablemente Leeson mintió sobre las verdaderas razones por las que pedía estas transferencias, sin embargo parece extraño la falta de curiosidad de las directivas de Londres en cuanto al destino de tan importantes sumas de dinero. Como corredor de bolsa Leeson tuvo mala suerte sin embargo su actuación no es del todo extraña: especular sin el conocimiento de los superiores para recuperar pérdidas es una cosa que suele hacerse en los bancos. Cuando el empleado que lo hace es descubierto normalmente es despedido, pero ni él ni el banco estaban interesados en ventilar el asunto, sin embargo en su caso ello era inevitable ya que la bancarrota del banco no se podía ocultar y esto es lo que hizo su caso especial.

Al parecer a Leeson le ocurrió lo que ha ocurrido en otros casos similares y es que mientras los resultados eran positivos, sus superiores se hacían los de la vista gorda. Pero cuando todo cambió fue usado como chivo expiatorio. Esto es una clara muestra de la poca ética individual con que Leeson manejó el negocio en Singapur, y por supuesto de la falta de ética de un cierto grupo directivo que pretendía beneficiarse de los aparentes excelentes resultados que obtenía la sucursal de Singapur. Posteriormente y en años muy recientes han sucedido situaciones similares. Es bastante probable que sigan ocurriendo grandes pérdidas en la medida que muchas transacciones actualmente son muy poco reguladas. La penosa experiencia ha demostrado que las empresas o bancos que entran en el juego de los derivados tal vez no están preparados en términos de infraestructura administrativa (vigilancia y controles internos), o cálculo financiero de los riesgos y beneficios, o habilidad en términos de evaluación y operación en el mercado. No se puede juzgar como responsable al mercado de Derivados, éste tiene la función positiva de permitir cubrimiento frente a volatilidades minimizando el riesgo, el problema aparece cuando se quiere ingresar al mercado sólo con fines especulativos donde necesariamente aparecerán grandes ganadores y grandes perdedores como le ocurrió a Leeson. Miguel Ignacio Vanegas Yetsy Carolina Muñoz Oscar Alberto Henao Osorio