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Dedicado a.... Belén Joalito Lito José Miguel

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EL VALLE DE LA PAZ HACE 10.000 AÑOS Y HOY TRANSFORMACIONES DEL PAISAJE, EL AMBIENTE Y USO DE LA TIERRA

Marco Octavio Ribera Arismendi

Julio 2017

INDICE GENERAL Presentación Introducción UBICACIÓN y FISIOGRAFÍA GEOLOGÍA  La historia geológica de la formación del Valle de La Paz  Grandes zonas geomorfológicas  El Cañón del Río de La Paz  Torrentes de barro  Eventos geológicos catastróficos HIDROLOGÍA CLIMA Y PALEO-CLIMA EN EL VALLE DE LA PAZ  Clima actual  Mudanzas del paisaje y variaciones paleoclimáticas e hidrológicas ECOSISTEMAS Y PAISAJES

 Base conceptual de aspectos ecológicos y ambientales básicos  Antiguos paisajes y ecosistemas en el Valle de La Paz  Gradiente de pisos ecológicos del Valle de La Paz  Relictos de vegetación  Especies de flora registradas en el Valle y sus relictos de vegetación  Las especies faltantes. Caso de Polylepis y otras especies  Fauna desaparecida y relictual  Aspectos generales de las mudanzas en paisajes y ecosistemas del Valle  Imaginario del antiguo medio natural del Valle de La Paz  Ficción en la avenida Villazón  Agrosistemas tradicionales en el valle de La Paz: de la predominancia a la relictualidad  Adaptaciones a la altura OCUPACIÓN HUMANA TEMPRANA: EL ARCAICO  Los primeros habitantes humanos en América y posiblemente en el Valle de La Paz  Mudanzas en los ecosistemas y paisajes en el Arcaico  Aspectos ambientales y del uso de la tierra en el período Arcaico

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EL FORMATIVO Y CULTURAS POSTERIORES  Características generales  Mudanzas en los ecosistemas y paisajes  Aspectos ambientales PERÍODO HISPÁNICO O COLONIA. ETAPA FUNDACIONAL Y CIUDAD ALDEANA, SIGLOS XVI-XVIII  Características generales  Continuidad del desarrollo aldeano  Los cercos a la ciudad  La ciudad después de 1781  Ocupación del espacio y uso de la tierra  Mudanzas en los ecosistemas y paisajes  Aspectos ambientales  Toponimias como indicadores  Referentes visuales y culturales del paisaje en el Valle de La Paz EL SIGLO XIX. FIN DEL PERÍODO COLONIAL; LA INDEPENDENCIA Y LA ETAPA REPUBLICANA  Características generales  Ocupación del espacio y uso de la tierra  Mudanzas en los ecosistemas  Aspectos ambientales INICIOS DEL SIGLO XX, INGRESO AL PERÍODO MODERNO (1900-1950)  Características generales  Ocupación del espacio y uso de la tierra  Mudanzas en los ecosistemas y paisajes  Aspectos ambientales EL           

VALLE DE LA PAZ ENTRE 1950 Y 2000 Características generales Ocupación del espacio y uso de la tierra Mudanzas en los ecosistemas y paisajes Aspectos ambientales en el siglo XX Residuos sólidos Contaminación por aguas residuales Acceso al agua y calidad Contaminación atmosférica Contaminación acústica-visual-lumínica Expansión urbana, loteamientos Degradación de ecosistemas relictuales seminaturales

   

Precariedad y hacinamiento Brecha de desigualdad Lógica urbano-centrista Uso de agua y energía

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Riesgos de desastres Cambio climático Impactos a la Vida silvestre Otros impactos a los ecosistemas y cuencas fluviales

EL NUEVO SIGLO – SIGLO XXI- LA CIUDAD HOY Y AL FUTURO  Características generales  Aspectos generales de la ocupación del espacio, el uso de la tierra y del paisaje en el siglo XXI  Mudanzas en los ecosistemas y paisajes en el siglo XXI  Aspectos ambientales en el siglo XXI  Parque automotor  Contaminación atmosférica  Residuos sólidos  Contaminación por aguas residuales  Contaminación acústica, visual, lumínica, radiaciones  Degradación de relictos de vegetación natural

 Áreas protegidas municipales  Impactos a la fauna silvestre              

Demanda y uso de agua - acceso y calidad La sequía y desabastecimiento de agua a fines del 2016 Demanda y uso de energía La Huella ecológica de la ciudad Cambio Climático en el Valle de La Paz Glaciares – fuentes de agua Riesgos de desastres La Granizada del 2002 El mega deslizamiento de Kallapa - Villa San Antonio – Kupini La pesadilla de la energía nuclear en La Paz La lógica urbano centrista Economía y Brecha de desigualdad El Vivir bien La Paz, de la aldea urbana a la Ciudad Maravilla

 Estado ambiental y gestión ambiental en zozobra  Evaluación Estado-Presión-Respuesta     

Proyecciones y tendencias Los peores escenarios Vacios de información Consideraciones finales Reflexiones y recomendaciones

Bibliografía

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EL VALLE DE LA PAZ HACE 10.000 AÑOS Y HASTA HOY TRANSFORMACIONES DEL PAISAJE, EL AMBIENTE Y EL USO DE LA TIERRA

Marco Octavio Ribera Arismendi Junio 2017

Presentación Este trabajo empezó como una necesidad de indagación del lugar donde nací, de mi entorno, sus particularidades, su historia, y su problemática ambiental. Después de recorrer a lo largo de muchos años, casi por todas las regiones y rincones del país, este libro es una introspectiva, un retorno a lo mas cercano, a lo mas familiar. Las indagaciones iniciales formales se remontan a mi etapa universitaria y los ejes primordiales de dicha búsqueda fueron, sin duda los aspectos ecológicos, geológicos, los paisajes y su biodiversidad. Esto posteriormente derivó forzosamente en otras ramas del conocimiento que hacen a la historia y evolución de una urbe. Desde mis seis años recorrí sus diversos parajes y zonas, entonces campestres, mis primeras excursiones y travesuras -―expediciones‖, fueron las cárcavas, grutas y barrancos de los

badlands de Llojeta, cuando la zona aún era un vergel de campos de papa, maíz y lecherías. Posteriormente, a lo largo de mi carrera universitaria (Biología), explore todos los rincones posibles del Valle de La Paz; como profesional, recorrí los mismo parajes, cartografiando zonas, colectando plantas, observando aves, dibujando perfiles de paisajes y sacando fotografías. También deambulé por todos los rincones de la urbe, en especial en la zona colonial o casco viejo, datando las fechas de las casas más antiguas, así como por muchos recovecos de las laderas. Se podría considerar que este libro refleja la historia de mi vida, he nacido en esta ciudad, he vivido en ella gran parte de mi vida, y es posible que mis días terminen en ella. Aunque la información básica la recopilé desde los años 80, la

elaboración del libro

propiamente, empezó el año 2006 y fue culminado el 2016, es decir, son 10 años de indagaciones, análisis y redacción de los diversos temas, recopilación y sistematización de información bibliográfica, elaboración de mapas, verificaciones, y actualizaciones en terreno, así como de decenas de formatos, bocetos, borradores e índices. La metodología utilizada, ha implicado la recopilación y sistematización de información propia, levantada desde los años 80; la verificación de datos en terreno y la actualización de información en diversas zonas. La revisión bibliográfica ha sido una de las bases fundamentales, desde textos científicos, históricos y crónicas en bibliotecas públicas y privadas, revisiones exhaustivas de notas de prensa, artículos y textos en la Web, revisiones

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cartográficas, análisis de imágenes satelitales del google earth y de otras fuentes, así como consultas a diversos expertos en distintas ramas. Cabe mencionar que se han identificado numerosos vacíos de información en diversos campos, especialmente la prehistoria del Valle es una inmensa incógnita, incluso el pasado prehispánico, y a pesar de los esfuerzos de muchos arqueólogos y antropólogos, sigue siendo una nebulosa. Esto deja en manifiesta la escasa investigación que se realiza en el país, como también, lo exiguo del número de publicaciones o puestas en la web. Un aspecto favorable ha sido la formación que fui adquiriendo a lo largo de los años, como biólogo y ecólogo transdisciplinario, lo cual permitió trabajar con relativa comodidad en los temas geológicos, sociológicos, antropológicos e históricos. Ayudo de alguna manera la especial afición a los temas arqueológicos que tuve desde mi primera juventud y la frustración de no haber podido en su momento seguir la carrera de arqueología. A diferencia de los capítulos iniciales referidos a las épocas remotas de la ciudad y el Valle, donde la información proviene enteramente de crónicas y escritos históricos, los capítulos referidos a parte del siglo XX y el siglo XXI, tienen varios matices de un anecdotario, esto debido a la vivencia directa del autor con el Valle. Las 400 páginas del libro están organizadas en 12 capítulos, los primeros cinco, se enfocan en los aspectos biofísicos, como la Ubicación y Fisiografía del Valle de La Paz, su Geología,

Hidrología, el Clima y paleo-clima, y sus Ecosistemas, biodiversidad y paisajes. Los restantes capítulos se refieren a la ocupación humana y las modificaciones del paisaje del Valle, desde los periodos más tempranos, es decir, el Arcaico o Paleoindio, para luego transcurrir por todas las etapas posteriores, como el Formativo y Culturas posteriores (Tiwanacu, Lupaca, Pacajes,

Inca); el Período hispánico o colonia, destacando la etapa fundacional y la ciudad aldeana entre los siglos XVI-XVIII; el Siglo XIX: Fin del período colonial, la independencia y la etapa republicana; Los inicios del Siglo XX y el ingreso al período moderno (1900-1950); el valle de La Paz entre 1950 y 2000; y finalmente, el nuevo Siglo - XXI, la ciudad hoy y al futuro, en el cual se realiza un mayor despliegue en el análisis crítico del estado ambiental. El texto está acompañado de recuadros con referencias especiales, mapas de elaboración propia, croquis, tablas y cuadros conceptuales, fotografías antiguas y actuales. Tres subtemas constituyen un eje central en la redacción de los capítulos referidos a la ocupación humana y las modificaciones del paisaje: La Ocupación del espacio y uso de la tierra; las Mudanzas en los ecosistemas y paisajes; y los Aspectos socioambientales. Si bien se tocan muchos temas sociales, ambientales y culturales, gran parte de las discusiones giran en torno a las modificaciones del paisaje y los ecosistemas, y la relictualización de la vegetación, a lo largo de las diversas etapas históricas, lo cual puede hacer que el texto parezca repetitivo. En el capítulo referido al siglo XXI, se hace un desglose mucho más amplio de temas y problemáticas

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ambientales que para las etapas anteriores, de modo que llega a constituir un análisis del estado ambiental del Valle y la ciudad. De esta forma el libro es un aporte a conocer la evolución de los cambios ambientales y del paisaje del Valle a lo largo de la historia y desde la prehistoria, en un marco de integralidad, y recuento histórico ambiental; al mismo tiempo es un intento de contribución a comprender la ciudad desde otra perspectiva. Este libro no está dirigido a especialistas o expertos en las diversas ramas, como biología, geología, arqueología, sociología, antropología, historia, etc., quienes lo pueden encontrar aburrido o superficial; más bien estaría dirigido a estudiantes, profesores de colegios, comunicadores, artistas, planificadores, políticos, activistas, en fin, a toda la gente que alguna vez se ha preguntado cómo se ha llegado a formar una ciudad de este tamaño, en un hueco como este. Al respecto, un domingo de paseo, mi adorada nieta Belén se giró para mirar asombrada el panorama de la ciudad desde una caseta del teleférico, muy cerca de la estación de Cotahuma. Me miróa con los ojitos más bellos del universo y con una solemnidad impresionante para sus cuatro añitos me preguntó…Abuelo...¿Cómo ha existido esta ciudad?... traté de resumir en dos minutos, todo lo que he escrito en este libro. Ella siguió con la miradita perdida en la vista esplendida de la ciudad.

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Introducción El Valle de La Paz es un enclave natural con una historia geológica muy convulsa desde su formación, por numerosos eventos naturales y que todavía se encuentra actualmente en plena dinámica de construcción y modificación. No existe información sobre sus primeros Homo sapiens, ni siquiera de la paleofauna de la cual se alimentaban. Desconocemos si al inicio del Holoceno era recorrido o habitado por grupos de cazadores-recolectores, aunque sí es probable; tampoco existen evidencias concluyentes de posibles ocupaciones en la etapa del Arcaico. No existe información sobre los posibles ecosistemas primigenios o sus antiguas formaciones de vegetación, por cuanto no existe información palinológica. Se desconoce si existían en estado silvestre, especies emblemáticas de flora andina, como la queñua, la quishuara, o el aliso, o si estas desaparecieron en el transcurso de los siglos y poco después de la colonia por la sobre extracción de leña. Las evidencias arqueológicas indican que el Valle fue habitado permanentemente por importantes culturas andinas agrarias y pastoriles, desde el Formativo, y que de ninguna manera, era un espacio deshabitado o vacio, cuando se dio su fundación por Alonso de Mendoza. Inclusive, cuando se dio dicha fundación, ya habían pobladores españoles desde varios años atrás explotando oro. Las ocupaciones agrarias tiwanacotas y aymaras (Pacajes-Lupacas) en el Valle de La Paz, habrían sido parte un sistema de control de pisos y archipiélagos ecológicos y que, hasta adentrada la colonia, esencialmente formaban parte de Ayllus extensos ubicados en la Puna y la zona circunlacustre del Titicaca. Adicionalmente, el Valle era una vía de vinculación entre el Altiplano extenso y las zonas de Yungas y Amazonía, vinculación dada por diversos caminos precolombinos. Morlon (1992) y Gallardo (2013) muestran mapas basados en datos del cronista Garci Diez (1567) que hacen referencia a los asentamientos Lupaca en los Andes centrales, en el cual figura Chuquiabo, en el sentido de Murra, como una colonia de control de pisos ecológicos. La ocupación tiwanacota, habría sido prolongada, con numerosos centros poblados en las actuales zonas de Llojeta, Miraflores, Achumani, Irpavi, Pampajasi. La ocupación Aymara sucesiva, fue hegemónica y también muy prolongada, lo cual se refleja en la toponimia generalizada de la región la cual ha perdurado hasta nuestros días. La ocupación incaica, vía conquista, fue corta y prontamente interferida por la colonia, pero se caracterizó por la intensificación del uso de la tierra, la explotación del oro y la introducción de diversos mitimaes como fuerza laboral. Las modificaciones de ecosistemas y paisajes durante las etapas precolombinas habrían sido someras y mayormente localizadas, aunque ya con efectos crecientes sobre los bosquecillos por el uso de leña y en especial sobre especies de alto poder calorífico como la queñua. La minúscula ciudad aldeana fundada por los españoles en el Valle (en el cual ya vivían españoles)

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estaba dividida por el rio Choqueyapu, con un barrio español al este y los barrios indios al oeste del mencionado río. Después del cerco de La Paz (1781) la división de la ciudad entre el barrio "blanco" (íberos y criollos) en el casco viejo y los barrios indios (como San Sebastián y San Pedro) se intensificó, por ejemplo, la plaza mayor fue trasladada de la zona Churubamba, al emplazamiento actual de la Plaza Murillo. El cerco de La Paz de 1781, profundizó la separación y antagonismo entre los indígenas y los íbero-criollos. La paulatina y lenta expansión de la ciudad en la colonia, la mantuvo en una condición de aldea urbana, rodeada de un amplio hinterland esencialmente rural, que le servía de granero. Sin embargo, en el entorno inmediato, la expansión del uso del suelo para fines agrícolas, el uso de leña, las quemas recurrentes y la introducción de cultivos y ganado exótico, debió ocasionar efectos significativos sobre los ecosistemas y paisajes, incluso sobre los sistemas productivos tradicionales y la agrobiodiversidad. Durante la colonia, la ciudad de La Paz se constituyó en un punto intermedio clave en el flujo de bienes y recursos desde Lima hacia Buenos Aires, y entre los Yungas con el resto del Alto Perú, en especial en cuanto al comercio de la hoja de coca. A lo largo de toda la colonia, e inclusive desde la etapa precolombina previa a la colonia, y hasta el siglo XIX, la región sufrió los efectos de la "pequeña edad de hielo", atribuibles a un enfriamiento del planeta por diversas catástrofes volcánicas. Esto se tradujo en olas de frio, descenso del nivel de los glaciales, grandes nevadas, y habría ocasionado un incremento en el uso de leña y carbón para calentar los hogares, con efectos negativos sobre la cubierta vegetal. Las quemas extendidas fueron una constante en el Valle a lo largo de varios siglos y probablemente desde las épocas precolombinas, incrementándose en la colonia, para habilitar más terrenos de cultivo y durante la festividad de San Juan. Al finalizar el período colonial, la ciudad había ―devorado‖ su espacio agropecuario en relación a la creciente demanda; es así que una gran parte de la demanda de alimentos y leña-carbón, empezó a provenir de otras regiones más distantes. De cualquier forma, el entorno rural inmediato a la ciudad, siguió constituyendo el granero de abastecimiento más próximo. Mecapaca y otras zonas de Rio Abajo, eran los centros de abastecimiento de frutas y aguardientes de fruta hacia la ciudad. En tanto que los paisajes culturales más tradicionales en el Valle de La Paz se concentraron en el valle del río Kallapa-Palcoma y las zonas de Chicani y Jampaturi, con sus característicos sistemas de terrazas precolombinas, y que aun en la actualidad siguen siendo aprovechadas. Los problemas ambientales y la modificación de los paisajes en el período

precolombino y

durante la colonia posiblemente fueron leves, debido a la escasa población

y

la baja

generación de residuos. Con todo, debieron haber problemas con las aguas servidas y el fecalismo abierto en las periferias de la ciudad. Por ejemplo, desde las épocas precolombinas,

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a lo largo de la colonia, y hasta el siglo XIX, el río Choqueyapu tuvo aguas aptas para fines de riego, para bañarse, lavar ropa, consumo animal e incluso consumo humano. Desde fines del siglo XIX, la ciudad de La Paz, experimento un salto a la modernidad y el progreso. Algunos de los elementos desencadenantes de esto, fueron, el convertirse en la sede de Gobierno, y en consecuencia, el incremento en la prestación de servicios y la diversificación económica, y algo importante, la electrificación, dando lugar a un aumento significativo de la población y la expansión de la mancha urbana. La Paz, dejo de ser el lugar apacible y pintoresco que le había caracterizado. A lo largo del siglo XX, aumenta el deterioro ambiental en general y la modificación de los paisajes, en relación al aumento poblacional y el aumento de los niveles de consumo y generación de residuos, aumento de motorizados, con escasas medidas de prevención y control ambiental. Las mudanzas en la calidad de las aguas del río Choqueyapu y sus afluentes han sido un indicador ambiental importante del estado ambiental de la ciudad. A lo largo del siglo XX, el incremento poblacional y el vertido de aguas residuales e industriales, así como el vertido de basura, sin medida alguna de tratamiento y remediación-mitigación, dio lugar en el siglo XXI, a un conjunto de cuerpos de agua extremadamente contaminados. Desde los años 70 del siglo pasado se dieron advertencias de que las aguas hipercontaminadas del río Choqueyapu eran utilizadas para riego de campos agrícolas y pecuarios en las zonas de Rio Abajo, y que el comercio y consumo de hortalizas contaminadas hacia la ciudad, daba lugar a complejos ciclos parasitarios y de patogenicidad. Desde mediados del siglo XX, la expansión de la mancha urbana fue constante, copando espacios de su hinterland, que se mantenían eminentemente rurales, como ser, Sopocachi alto, la Zona Sur (Calacoto, Achumani, Irpavi, Cota Cota), Llojeta, Cotahuma, Mallasa, las laderas oeste y este (Pampajasi, kupini), hasta zonas altas alejadas como Achachicala, Chuquiaguillo o Huaripampa. Las ocupaciones urbanas fueron mayormente desordenadas, con escaso control municipal, llegando a ocuparse zonas con elevado riesgo de deslizamientos y hundimientos. El Valle de La Paz, por su configuración topográfica, su geología y su variabilidad climática, ha dado lugar a un permanente estado de alto riesgo de ocurrencia de eventos extremos, como torrentes de barro, deslizamientos, hundimientos, lluvias agigantadas y riadas. La historia de la ciudad y del Valle, desde la colonia hasta nuestros días, muestra un nutrido número de catástrofes, la última en el año 2012, con el gran hundimiento de Kupini-Kallapa, sin embargo, queda en un registro aún más trágico, la gran granizada del año 2002. A partir de la segunda mitad del siglo XX, los procesos de conurbación con otros municipios, incrementaron la lógica de la metropolización de la ciudad, especialmente con la ciudad de El Alto, dado el continuum que se ha formado en la ladera este. La gran metrópoli La Paz-El Alto, significa una mancha urbana de más de 20.000 has., y una población cercana a los dos millones

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de habitantes. Este fenómeno plantea varios problemas socioambientales, con falencias y déficits en la prestación de servicios y de la gobernabilidad. Ya en el siglo XXI el deterioro ambiental en el medio urbano y zonas aledañas es alto por la creciente contaminación proveniente de diversas fuentes, numerosas. La expansión urbana poco regulada, ha eliminado muchos ecosistemas seminaturales remanentes, zonas de alto valor escénico y patrimonial y avasallado diversas áreas protegidas municipales. En resumidas cuentas, al año 2016, el estado ambiental en el Valle de La Paz, es álgido, malo y empeorando, los cual repercute además en la baja de la calidad de vida de la población urbana, y en especial de los grupos más vulnerables y más expuestos. La ciudad apacible se convirtió en una bulliciosa urbe gris y contaminada. Esta situación tiene que ver con la expansión de la huella ecológica de la ciudad. Existen muy pocos estudios o ensayos al respecto, uno reciente, centrado en el tema de emisiones-uso de energía y del consumo de agua, muestra que La Paz, tiene una huella llamativamente baja. Estimaciones a nivel mundial, indican una huella ecológica del país muy reducida, comparativamente a muchos otros países. Sin embargo, comparando al interno (con otras ciudades del país, a excepción de Santa cruz), la huella de La Paz y de la metrópoli en general, es sin duda muy elevada. Desde fines del siglo XIX empieza a perfilarse la lógica urbano centrista, es decir la propensión a privilegiar de manera unidimensional la imagen de la ciudad y el apego al confort, sobreconsumo, transportación rápida, generando un

alejamiento y hasta un rechazo a los

medios naturales lejanos, e inclusive hacia las zonas rurales o agrestes próximas a la ciudad. Esta situación se agudiza desde mediados del siglo XX y llega a ser el signo identatario de una mayoría del conglomerado urbano del siglo XXI. No es raro que la ciudad de La Paz haya sido elegida como una de las siete Ciudades maravilla del planeta. Hoy como hace cinco siglos, cualquier persona que llega por primera vez y se asoma al borde de la meseta de El Alto, queda sobrecogida por la magnificencia del Valle. Incluso los que hemos nacido acá nos hemos preguntado más de una vez con asombro, cómo diablos pudo construirse una ciudad en este hueco siempre en proceso de desmoronarse. Si bien el proceso de dicha elección y su contexto pudo parecer puramente sensacionalista y hasta poco serio, lo cierto es que dicha denominación tendrá un efecto vitalicio. También es cierto que, al menos en el esplendor de su carta de presentación visual y escénica, La Paz es una ciudad maravillosa, al igual que el Valle, aunque en su cotidianidad y su estado ambiental, sea todo lo contrario. La mayoría de la gente y en especial los jóvenes, desconocen muchos aspectos de la historia de la ciudad y del Valle, de los cambios suscitados, y en especial la historia remota. Los textos de historia y la enseñanza escolar se han remitido a lo largo de décadas a realzar la fundación de la ciudad en la colonia, el ahorcamiento de Pedro Domingo Murillo, o la sucesión de golpes de estado; el resto de acontecimientos relativos a la intimidad de la vida en la ciudad y en el Valle, antes de la colonia, durante esta y en períodos posteriores, es un limbo aparentemente sin importancia y que tienen cierta difusión solo en los ámbitos académicos. Si esta historia íntima

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es poco conocida, mucho menos es la evolución de los paisajes, de los usos de la tierra y del estado ambiental en el Valle. El presente libro es un intento de develar parte de la historia integral y compleja del Valle y la ciudad.

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Primera parte UBICACIÓN y FISIOGRAFÍA El Valle de La Paz corresponde únicamente al extremo norte del inmenso valle mesotérmico del río Boopi o río de La Paz, que comprende además los valles de Palca, Sapahaqui, Caracato, Luribay-Araca-Lloja. Todo este inmenso valle, producto del hundimiento geológico de fines del terciario, está flanqueado en el este por el muro de la Cordillera Real y por el Altiplano en el oeste.

Ubicación (en rojo) del Valle de La Paz, una parte del gran Valle mesotérmico del río de La Paz.

Para fines del presente estudio, el Valle de La Paz esta definido por las cuencas de los ríos Choqueyapu,

Orkhojahuira,

Kallapa,

Huaynajawira,

Achumani,

Irpavi,

Cotahuma,

que

estructuran aguas abajo la cuenca mayor del río de La Paz o Boopi, la cual cruza el muro cordillerano entre el Illimani y Tres Cruces, rumbo a la hoya amazónica.

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La fisiografía del Valle está definida empinadas laderas, como la del oeste, hacia El Alto y la del este hacia Pampajasi-Ciudad del Niño, además de los inmensos badlands de AchocallaMallasilla-Llojeta, producto de una catástrofe holocénica, que han dado lugar a lo largo de siglos a paisajes geomorfológicos de especial belleza escénica (barrancos, riscos y torres labradas por la erosión). La impronta topográfica esta dada por profundas quebradas y grandes macizos montañosos enclavados, de diferentes edades geológicas, como la sierra de Collana, las sierras de Lipari-Muela del Diablo-Aranjuez, la de Llojeta que se desprende del altiplano y la del Calvario (Killikillini) en el extremo opuesto. En los flancos cordilleranos destacan extensas mesetas altoandinas por encima de los 4.500 msnm., como la de Wallatanipampa en el este y la de Waripampa-Alto Achachicala en el norte; que colindan con la alta cordillera del Illimani, Mururata, Serkheqollu-Kasiri-Serranías Murillo y Chacaltaya. Estas altas sierras y mesetas dan lugar a numerosos cañadones y quebradas con ríos y torrenteras que desembocan en el Valle central, y llegan hasta un piso templado cálido con montes secos espinosos.

Estamos entonces, ante un gran valle montañoso con casi tres kilómetros de gradiente altitudinal y por tanto, con una gran diversidad de ecosistemas y paisajes. El Valle de La Paz forma parte de la jurisdicción de cuatro municipios: La Paz, Palca, Achocalla y Mecapaca. La ciudad de El Alto no forma parte del Valle propiamente, pues se extiende en el piso de la Puna o Altiplano, sin embargo, es parte del presente análisis en función a la relación histórica que tuvo con la ciudad de La Paz, a la actual conurbación o continuidad a partir de la ladera oeste, así como a la estrecha dinámica socioeconómica y socioambiental existente. Toda la región de estudio (Valle de La Paz) incluyendo las zonas cordilleranas colindantes, abarca

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más de 70.000 hectáreas, de las cuales la ciudad y otras manchas urbanas, comprende aproximadamente un 10% del total.

GEOLOGÍA y GEOMORFOLOGIA Historia geológica y formación del Valle de La Paz El escenario geológico del Valle de La Paz tiene diversos materiales de orígenes diferentes (Argollo y Veizaga, 2006; Argollo y Mourguiart, 1995; Liberman, 1991; Ahlfeld, 1972), el basamento paleozoico o Zócalo, tiene una edad Devónica (hace 355 millones de años), es el material predominante en las cordilleras y grandes montañas, en general esta totalmente cubierto por materiales mucho más recientes del cuaternario y solo aflora en algunas zonas. También existe material del Paleozoico (Silúrico/Devónico-Formación Sica Sica) y del Cretácico y que corresponde a una gran parte de la serranía de Lipari, Aranjuez y Seguencoma, estando formada por areniscas y conglomerados, parcialmente cubiertos por grandes depósitos fluvio glaciares y de diversos torrentes de barro. De acuerdo a Ahlfeld (1969) la base de la cuenca está formada por sedimentos Devónicos plegados, en medio de los cuales habrían restos del período Cretácico (formación Aranjuez) y menciona que en el noroeste de la hoya hay una capa de margas yesíferas (visibles desde la autopista) de edad desconocida. La Formación La Paz que corresponde al Plioceno tardio, con 600 metros de espesor, yace con discordancia angular sobre el Devónico y el Cretácico. Dicha

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formación comprende areniscas arcillosas poco consolidadas, con capas de conglomerados y rodados de rocas graníticas de los plutones cordilleranos del Mioceno medio. Encima de la Formación La Paz, yacen gruesos depósitos de sedimentos glaciares e interglaciares. Materiales de origen magmático constituyen el cordón cordillerano del Este y que corresponden a los plutones, batolitos y stocks de granitos y granodioritas (Chacaltaya, Mururata, Taquesi, Illimani, Tres Cruces) las cuales son rocas intrusivas. Esto materiales antiguos y emergidos de la cordilllera constituyen el Zócalo de la columna estratigráfica del Valle. Por ejemplo, el Illimani (6.438 msnm.), no es un volcán, esa suposición es solo producto del sensacionalismo de varias paginas WEB. Menos aún es un estrato volcán, cual es el caso del Sajama, ubicado precisamente en la cordillera occidental volcánica. El Illimani es un plutón granitoide formado a enorme profundidad en el interior de la tierra hace muchos millones de años (Devónico), donde el material ígneo o lava se solidificó en el interior de la tierra, para luego, millones de años después en el terciario, ser ―expulsado‖ en el ―Up lift‖ o solevantamiento del plioceno o terciario. El Plutón salió en forma de material intrusivo, no como lava, u otros materiales volcánicos, que si ocurrió en casos como el Sajama Tunupa, Uturuncu, Pomerape y otros verdaderos volcanes en la Cordillera occidental, donde el material salio en estado ―efusivo‖ (lava). También se habla en la WEB de una supuesta erupción del Illimani en 1869, (en realidad las diferentes paginas web, también lo repiten una y otra vez sin ningún cuidado). Dicha supuesta erupción no tiene asidero histórico, no existe base confiable, es un invento. En el siglo XVII, sí se produjo un gran derrumbe en una de las laderas, posiblemente (no se sabe cual) en relación a un gran terremoto en la costas del Pacifico, pero no fue una erupción. La única evidencia de material volcánico antiguo in situ en el Valle de La Paz es la Muela del Diablo, un pequeño domo formado a fines del Cretácico o inicios del Terciario sobre material Silúrico-Devónico, con vestigios del Cretácico, en la extensa serranía de Aranjuez. Otros materiales como tobas y cineritas existen como estratos que provinieron de eventos volcánicos en otras regiones. El origen del extenso Valle mesotérmico del río La Paz, proviene de un hundimiento geológico del basamento Devónico, suscitado hace unos doce millones de años, esto es a fines de la era terciaria en el período Plioceno, como consecuencia del levantamiento diferencial del bloque paleozoico en el este y del hundimiento del vorland altiplánico en el oeste, en la misma época y el mismo proceso de hundimiento por el que se formo el Lago Titicaca (Ahlfeld, 1969).

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Era Cuaternario

Período y años atrás

Eventos

Holoceno

Torrente de barro de Achocalla y

(hace 10.000 años)

formación del Lago temporal Calacoto Períodos de inestabilidad climática

Pleistoceno

Profundización del Valle de La Paz

(hace 1.6 millones de años)

Cuatro períodos glaciares e interglaciares Deterioro climático global Gran glaciación

Plioceno (hace 12 millones de años)

Corte de la cordillera oriental por el actual abra del río de La Paz

Terciario

Fin del proceso orogénico, hundimiento del Altiplano y formación del Valle de La Paz y de la cuenca del Lago Titicaca Mioceno (hace 25 millones de años) Oligoceno

Desarrollo del ciclo orogénico andino,

(hace 37 millones de años)

esto es el plegamiento, solevantamiento

Eoceno

(uplift) y formación de la cordillera de

(hace 58 millones de años)

los Andes. Intensa actividad volcánica.

Paleoceno

El Valle de La Paz aún no se ha formado.

(hace 65 millones de años) Una vez formado este inmenso Valle y después de cientos de miles de años, un afluente del río Beni cortó la cordillera oriental y capturó parte de la red hidrográfica del Altiplano (y de todo el macro valle en formación) generando una salida entre los nevados Illimani y Tres Cruces, es decir a través de la actual abra del río de La Paz (Villagómez, 1991). Este último proceso se habría producido hace 1.5 o 2 millones de años, es decir ingresando al Pleistoceno. Datos mas recientes de Argollo y Veizaga (2006) ubican este evento durante el Pleistoceno superior, hace aproximadamente 200 000 a 250.000 años AP. Este evento plio-cuaternario (Ballivian et al., 1978) dio lugar a que el nivel de base del Valle formado, bajó casi 3 000 mt., facilitando la erosión y el ahondamiento de los valles de tal forma que en la actualidad se pueden observar a las formaciones plio-cuaternarias con la totalidad de sus espesores de más de 1 000 mt., de potencia. A partir de este momento la socavación del Valle de La Paz se intensificó con otros procesos geológicos relacionados a los períodos glaciares e interglaciares. El río de La Paz corto por retroceso la grada de Aranjuez y vació toda la región profundizando la cuenca.

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La región de Valle de La Paz, presenta una potente acumulación de depósitos Plio-Cuaternarios (Argollo e Iriondo, 2008; Ballivian et al., 1978). En general, considerando las pendientes que predominan en el Valle de La Paz y los otros mencionados, el intemperismo y la erosión de miles de años fue literalmente excavando dicho Valle. El efecto erosivo se observa en las formaciones fluvioglaciales de las cuencas altas de los ríos Irpavi, Achumani y Cota cota, los cuales se desprenden de la elevada meseta altoandina de Wallatanipampa, y forman un laberinto intrincado de pequeños cañones, quebradas y agujas, dando lugar a una ladera de difícil accesibilidad, con relictos de vegetación natural ricos en biodiversidad y gran belleza escénica. Tanto en el terciario como períodos más recientes se sucedieron episodios de actividad volcánica asociados a los procesos de solevantamiento del bloque andino. Según Argollo e Iriondo, en la parte sur de la cuenca de La Paz, la serie Pliocena comienza con un conglomerado compuesto de elementos de cuarcitas Paleozoicas de uno a dos metros de espesor, continúa una espesa serie de sedimentos lacustres finos, con interdigitaciones de gravas e intercalaciones de niveles de tobas volcánicas

En la cuenca de La Paz, la parte inferior y superior del Plioceno está marcada por una toba riolítica (cinerita Chijini), mientras que del holoceno, existen al menos dos niveles de cenizas volcánicas, uno posterior a 10.000 AP y el otro posterior a 3.000 años AP (Argollo e Iriondo,

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2008). En la región de Achocalla, la base de los afloramientos está constituida por 60 metros de material fino de arcillas, limos, arenas con interdigitaciones de gravas con clastos, cubiertos por un nivel de toba volcánica de 5 metros de espesor, bien visible en el paisaje. En el fondo del río Achumani, un banco de ceniza volcánica rica en biotitas negras y en cuarzo, se correlaciona con el banco de toba del corte de Cota Cota; la toba de Cota Cota, de 2 metros de espesor, ha sido datada en 5,5 millones de años constituyendo la base del Plioceno de La Paz (Argollo e Iriondo, 2008). Estos autores postulan un cambio brusco en la sedimentación del Plioceno, que indica una evolución rápida durante el pasaje Plioceno-Pleistoceno, marcado por modificaciones tectónicas por solevantamiento e influcenciadas por cambios climáticos (Argollo e Iriondo, 2008). También se postula una primera glaciación que se situaría en el Plioceno. La Formación La Paz presenta un espesor superior a los 5OO mt., y contiene en su base fósiles de vertebrados que indican una edad Pliocénica (Ballivian et al., 1978); el perfil geológico presentado por estos autores muestra la complejidad estructural del Valle. La mayor parte del material geológico visible del Valle de La Paz es muy reciente, es decir del cuaternario (pleistoceno y holoceno) en forma de sedimentos de limos, arenas y gravas. En el transcurso del socavamiento del río La Paz, se pueden distinguir varias fases de avances y retrocesos glaciares, como etapas sucesivas de profundización marcadas por terrazas situadas a diferentes alturas (Argollo e Iriondo, 2008). El período determinante para la configuración de la arquitectura geomorfológica del Valle de La Paz fue el Pleistoceno el cual data entre 1.6 millones de años y 10.000 años antes del presente. En este período se produjo un deterioro climático global en un lapso de varios cientos de miles de años, sucediéndose en el mundo varias etapas de avances de hielo y ventisqueros en dimensiones extraordinarias, conocidas como glaciaciones (que duraban decenas de miles de años). Estas glaciaciones alternaban con períodos intermedios o interglaciares que también, duraban de miles de años en los cuales se producía el retroceso de las masas de hielo. Existe un concenso entre los diversos investigadores que incideron sobre el tema, en cuanto al número de cuatro grandes glaciaciones pleistocénicas, sin embargo existe también una gran diferencia entre las denominaciones de estos períodos, lo cual ha dado lugar a confusiones de interpretación. Liberman (1991) menciona cinco grandes formaciones glaciales para el Valle de La Paz: Formación La Paz, de edad pliocénica y relacionada con la formación de un lago extenso y poco profundo, cuyas terrazas se localizan en diversas partes del Valle con presencia de gravas y clastos de granito; Formación Calvario, primera glaciación del pleistoceno, alforando en los valles de los ríos Achachicala, Orkojawira y Kaluyo, con gravas y pedrones en una matriz arenosa; Formación Purapurani, segunda glaciación pleistocénica, se encuentra en depósitos de gravas muy gruesas, formando profundos barrancos verticales muy erosionados (p.e. flancos de Wallatani Pampa); Formación Kaluyo (también llamada Milluni inferior o Choqueyapu por otros

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autores), de edad pleistocénica, corresponde al cuarto período de un Till de clastos redondeados y cuarcitas; Formación Chacaltaya (o Milluni superior), corresponde al último periodo glacial del pleistoceno, también denominado Till Patapatani, se encuentra en forma de torrentes de barro en el borde del Altiplamo. Tanto en las parte altas hacia las cumbre y mesetas altoandinas, como en el valle propiamente se observan materiales de origen glacial, predominando grandes depósitos fluvio glaciales. Ahlfeld (1969) menciona que el cuarto glacial (Choqueyapu) formó extensos vestinqueros, formando gradas de hasta 150 metros de altura: la terraza Miraflores de paredes verticales que se extiende hasta Alto Obrajes e Irpavi, la terraza de San Jorge y la de Alto Següencoma. Durante el tercer interglaciar (después de la glaciación Milluni) se produjo el último levantamiento del bloque cordillerano, y se rejuveneció la erosión. En la región de Patapatani, los depósitos de la última glaciación (Choqueyapu II) represaron las aguas del río Kaluyo, formando un pequeño lago que funcionó hasta el Holoceno superior (Argollo e Iriondo, 2008. La evolución de los valles, aguas abajo, muestra que el ahondamiento de los valles fue interrumpido al menos tres veces. Uno de estos eventos se dio en el valle de Achocalla con el torrente de barro holocénico que se depositó por encima de la terraza Miraflores. Evolución Geomorfológica del los Valles de la Cuenca La Paz Fuente.- Argollo,J.,Veizaga,A. 2006. Evolución Geomorfológica del los Valles de la Cuenca La Paz, Bolivia. UMSA.

Los valles de la cuenca La Paz, están ubicados en el flanco occidental de la Cordillera Oriental (16º30`latitud sur, 68º15`longitud oeste). Las rocas de edad Paleozoico inferior (pizarras y areniscas marinos) y rocas de Paleógeno inferior (conglomerados y areniscas y lutitas continentales), fuertemente deformados por el levantamiento de los Andes Centrales de Bolivia ocurrido durante el Neógeno superior aparecen en la parte alta y baja de la cuenca. Sedimentos poco consolidados de gravas, arenas, limos y arcillas de edad Plioceno (5.4 Ma en la base y 2.4 Ma, en la parte superior, dataciones K/Ar, Ar/Ar en sedimentos volcánicos), rellenan la cuenca tectónica. Por encima de los sedimentos del Plioceno, se deposita una secuencia de sedimentos aluviales y glaciares (Till), que marcan periodos de glaciación e inter-glaciación del Cuaternario Antiguo y Medio, constituyen el piedemonte occidental de la Cordillera Oriental con una pendiente en dirección noreste a suroeste. Posteriormente, durante el Pleistoceno superior, esta superficie fue disectado, por un río tributario de la cuenca Amazónica, que logró atravesar la cordillera, y capturar una parte de la red hidrográfica del Altiplano, hace aproximadamente 200.000 a 250.000 años AP. Desde entonces los valles de la cuenca La Paz, se desarrollaron bajo la acción de diferentes procesos geomorfológicos como ser: 1) procesos fluviales, que formaron valles profundos (800 a 1000 m), la profundización de los valles están registrados por terrazas

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aluviales situados a diferentes alturas, 2) Procesos gravitacionales, grandes manchas de depósitos originados por remoción en masa como deslizamientos, flujos de barro, derrumbes, de distinta generación tapizan muchos sectores de los valles, 3) Proceso glaciar, formas de erosión como los circos glaciares, valles, rocas estriadas caracterizan las partes altas de la cuenca, mientras que la acumulación glaciar en forma de morrenas laterales, frontales y terminales de la última glaciación se encajonan en los valles. Sobre estas morfologías se instala el desarrollo urbano de la ciudad de La Paz que abarca desde 4100 a 2900 m de altura. Es importante recalcar que en el Valle de La Paz, las dos laderas opuestas (este-oeste) tienen diferentes estructuras e historias geológicas. La ladera este y nor-noreste comprende elevados macizos cordilleranos y grandes depósitos procedentes de los eventos glaciares, en tanto que la ladera oeste y sudoeste, se relacionan con la meseta de El Alto, por tanto con materiales de aluviones procedentes de la deposición fluvial del Altiplano, así como con los antiguos y grandes torrentes de barro. Las laderas del flanco sur del Valle, comprenden el macizo montañoso de areniscas y conglomerados de edad Devónico-Cretácica de la FloridaAranjuez (Formación Sica Sica).

Parte del paisaje central de Valle de La Paz, está estructurado sobre elevadas terrazas glaciales que circundan los ríos principales de la cuenca. Los procesos fluvio glaciales

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configuraron zonas con sedimentos poco consolidados y profusión de lagunetas y zonas anegadizas, constantemente reactivadas por los aluviones de ríos que bajan de las zonas pericordilleranas, por ejemplo la meseta aluvional de Cota Cota (toponimia que hace referencia a la presencia de lagunas:Qota o Cocha), caracterizada por la inestabilidad de sus suelos. Los principales

valles

de

la

hoyada

(Achachicala,

Chuquiaguillo-Orkojawira,

Kallapa)

se

individualizaron al ser socavados por los avances de las grandes glaciaciones que descencían de la cordillera hasta el nivel que ocupa el centro de la ciudad (Liberman, 1991). El socavamiento del Valle se distinguen tres etapas o fases sucesivas (Liberman, 1991). La primera fase llego hasta aproximadamene los 3.700 msnm., (límite Pampajasi). La segunda fase de erosión llegó hasta el piso de los depósitos glaciales de Miraflores. La tercera fase de erosión llegó hasta el piso de Aranjuez a una 3.200 msnm. Despues de esta fase de erosión que socavó las gravas de Miraflores-Alto Obrajes, se produjo el gran torrente de barro de Achochalla-Mallasa. Según Argollo e Iriondo, se han datado cuatro fases de sedimentación: 12.300, luego 9.800, 4.500 y 1.400 años AP, los dos últimos correlativos a períodos de asentamientos precolombinos en el Valle. De acuerdo a un resumen de Rodriguez (2009), la gran zona donde se asienta el ámbito urbano actual (macro distrito centro) esta consolidado sobre dos remanentes geomorfológicos de una terraza gravosa poco inclinada denominada Terraza Grava Miraflores, la unidad litológica es de grava, un sedimento fluvioglacial depositado debajo de las morrenas terminales de los valles Chuquiaguillo y Choqueyapu. Estas descansan sobre la Unidad geológica Formación La Paz, que está constituida por sedimentos limo - arcillosos bien compactos y ampliamente difundida en la ciudad, se caracteriza por formar serranías cortadas, que sobresalen en el paisaje con fuertes pendientes disectadas por la acción pluvial y torrencial, en algunos lugares muestran crestas dentadas y quebradas profundas con paredes de color gris blanquecino a canela (tipo badlands). El relieve de la Formación Purapurani es cortado por las aguas superficiales dando lugar a relieves abruptos con cañadones profundos y angostos con depósitos de pedrones, grava, arena, limo y delgadas capas de lignito. Esta unidad geológica, es afectada por diversos procesos de remoción en masa. En determinadas zonas de las laderas del noroeste, por encima de las gruesas capas de gravas glaciales y cineritas, al igual que en las zonas de los badlands del oeste-sudoeste, yacen capas de sedimentos de diverso espesor, de gravas y limos provenientes de aluviones del Altiplano (Otazo, 1988). Tanto las serranías altas de Llojeta (serranía Kutukutuni), como las emblemáticas agujas o picachos de Alto Llojeta - Las Lomas, no serían parte del badland propiamente, sino deposiciones aluvionales con varios estratos bien diferenciados, algo p‘osteriores a los eventos holocénicos de los torrentes. La alternancia de capas de limos finos del tipo badland, posiblemente producto de un torrente de barro, con gravas gruesas se observan a lo largo de los cortes de la Avenida Kantutani, en tanto que el actual barrio de Següencoma se instala sobre una grada de materiales fluvioglaciales de gravas gruesas y Tills,

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que yacen sobre una amplia capa de estratos aluvionales de limos finos blancos de posible antigüedad pleistocénica. Lemuz y Aranda (2009) en relación a los sitios arqueológicos del Valle de La Paz estudiados, hacen referencia a la meseta de Chijipata, la cual es parte de las terrazas Miraflores, cuya estructura está compuesta de gravas con clastos de granito de gran tamaño y su zona más elevada, compuesta de coluvios y serranías de relieve abrupto, pertenece a la formación La Paz (GEOBOL 1995) la cual corresponde a depósitos de glaciación. La parte llana (margen este de Chijipata), se halla sobre un depósito de terraza fluviolacustre compuesto de areniscas arcillosas, arcilitas, tobas y gravas; mientras que su extremo suroeste está conformado por depósitos fluvioglaciares de cantos, gravas, arenas, limos y arcillas. Respecto a la zona de Chullpani (Achumani), mencionan que geológicamente esta zona corresponde a un sector de areniscas arcillosas, arcilitas, tobas y gravas de la formación La Paz (antigua o pliocénica) con depósitos de remoción masiva, similar al tipo del torrente de Achocalla, Llojeta o Villa San Antonio, pero mucho mas antigua.

Grandes zonas geomorfológicas El escenario geomorfológico del Valle de La Paz, comprende las siguientes unidades, las siglas corresponden al mapa de unidades geomorfológicas.

Altas cordilleras o muro cordillerano del este-noreste (MC). Illimani, Mururata, Serkheqollu, Jathiqollo Chacaltaya, Japajapani, (conocidas como Serranías Murillo), Chacaltaya; por encima de 5.100 msnm. (hasta más de 6.400). Inmensas masas de rocas intrusivas granitoides de edad paleozoica, solevantadas en el terciario (uplift). Basamento paleozoico o zócalo (BP). Son macizos montañosos y altas serranías de zonas pericordilleranas y de la Formación Sica Sica de edad silúrico-devónica (paleozoico) y vestigios del cretácico (mesozoico) con predominio de lutitas, pizarras, areniscas, y conglomerados, que forman el flanco montañoso sur-suroeste del Valle: Serranías de Kuñamani-zona Collana, Aranjuez-Muela del Diablo, Amor de Dios (4.300 – 3.200 msnm.). Altas mesetas y macizos motañosos elevados (MM). Adosados o derivados del muro cordillerano (pericordilleranas), formadas por depósitos glaciales y fluvio-glaciales; amplios valles glaciales en U. morrenas, flujos de barro: Alto Achachicala, Siete Lagunas, Waripampa, macizo de Chuquiagillo, Jampaturi, Chicani, Wallatanipampa (5.000-4.000 msnm.). En la extensa meseta altoandina de Wallatanipampa, el punto mas alto (5.000 msnm.), es una intrusión rocosa semi inclinada (rodeada de material cuaternario de origen glacial), visible desde diversos puntos de la ciudad, llamada Altar Khala. Serranías disectadas de la base o vorland oeste (SD). Laderas hacia el valle central de las grandes mesetas altoandinas como Wallatani o Chicani, formadas por materiales de origen glaciar mayormente y que constituyen un laberinto de quebradas y cuchillas muy erosionadas. Relacionadas con los valles altos de los ríos Achumani y Lipari y Cota Cota (4.300 - 3.800 msnm.).

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Meseta del Altiplano formada por materiales de aluviones cuaternarios (A). El Alto, bordenado todo el flacono oeste del Valle (4.100-4.000 msnm.). Serranias, mesetas y valles de materiales poco consolidados (TB). Producto de avalanchas o torrentes de barro (flujos fluvio-glaciales) de edad pleistocénica a holocénica, provenientes del borde del Altiplano (Torrente de barro de Achocalla, Llojeta, Cotahuma) o de las altas mesetas pericordilleranas. Por ejemplo en las zonas de Alto Obrajes o Kupini (3.800-3.000 msnm.).

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Respecto a los suelos del Valle de La Paz, existen muy pocos estudios o referencias (Salm y Castro, 2005; Prefectura de La Paz, 2000). El gradiente de pisos ecológicos determina diversos tipos de suelos. Las regiones altoandinas comprenden mayormente suelos de origen glacial, superficiales, pedregosos y de texturas gruesas, en gran parte coluviales (laderas de afloraciones cordilleranas) de tipo entisols-inceptisols. En el fondo de los valles glaciares, se encuentran frecuentemente suelos de gruesos mantos orgánicos y pH moderadamente ácido (Histosols) donde se desarrollan bofedales. Ya en los pisos de valle por debajo de los 3.500 msnm., los suelos son de origen aluvial en las partes bajas y coluviales en laderas, en general franco arenosos a limosos. Los suelos de las zonas de ―badlands‖ (Achocalla, Llojeta, Mallasa) provenientes de torrentes de barro, son muy poco consolidados, mayormente limosos y de tipo entisols. Existen inmersas en el fondo del Valle, amplias terrazas de origen morrénico con suelos pedregosos. El clima árido y la escasa cobertura vegetal, implican procesos avanzados de erosión en gran parte de la región. Los niveles de materia orgánica, fósforo y nitrógeno son bajos, pero existen contenidos altos de cationes básicos (Salm y Castro, 2005). Se mencionan entisoles, mollisoles, e inceptisoles principalmente.

El Cañón del Río de La Paz En un escenario fisiográfico como el del Valle de La Paz y en general del gran Valle del cual forma parte, se han formado a lo largo de su historia geológica una diversidad de cañones. Geológicamente, un cañón es un geosinclinal. Geomorfológicamente, es una concavidad profunda, socavada por la intensa acción erosiva de un río de regular a gran potencia de caudal, permanente o estacional. Con frecuencia, su formación tiene datación geológica de varios cientos de miles, a millones de años. Los ríos adquieren estructuras y dinámica muy particulares al ingresar a los cañones, por ejemplo aumento de la potencia de los caudales y su velocidad, lo que hace que con frecuencia se formen rápidos y torrentes. En la época húmeda, son frecuentes grandes crecidas que socavan las paredes y arrastran grandes volúmenes de materiales gruesos que incluyen grandes pedrones, haciéndolos prácticamente intransitables. El Valle de La Paz destacan varios cañones de poca a mediana profundidad, la mayor parte adosados al muero cordillerano y en relación a los cursos de los ríos y torrenteras que bajan de la meseta de Wallatanipampa, como el Cota Cota, Achumani, Lipari, que son cañones estrechos, de notable belleza escénica y presencia de relictos de vegetación natural. Algunos de estos han sido inventariados por Silva (1996). También destaca, el cañón de Lipari en la serranía de Kuñamani, y en el valle vecino, el majestuoso cañón de Palca, de mayor profundidad. Sin embargo, el cañón más impresionante (y uno de los más profundos de Bolivia) es el del río de La Paz, que empieza a formarse entre las zonas de Tahuapalca y Tirata (Ribera, 2017).

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Con una longitud de más de 30 Km., entre Tahuapalca y la Plazuela, su gradiente de piso oscila entre los 2.400 y los 1.300 msnm., en tanto que su gradiente del piso a la cresta es de casi 3 kilómetros (6.200 – 1.300 msnm). El paredón de orientación oeste es precisamente uno de los flancos del macizo del Illimani. En su tramo central es un cañón impresionante por su gran profundidad y su amplitud, que alcanza los 7 kilómetros. Su estructura tectónica se

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caracteriza por la pronunciada inclinación de sus laderas y en algunos casos, la absoluta verticalidad (65º a más de 75º), llegando a formar auténticas gargantas. Una característica del cañón del río de La Paz es la estrechez de su fondo o piso de valle, lo que hace que el río esté mayormente encajonado. Es agreste y en extremo solitario, de difícil y presenta importantes niveles de riesgo. No hay caminos o veredas en el fondo y los senderos están en las laderas y crestas más altas. En general no tiene ocupación humana o esta es muy escasa, tanto por la pronunciada pendiente de las laderas, como por la estrechez de los valles. El cañón del río de La Paz en su parte más profunda, recibe menos radiación solar (pocas horas de luz solar e iluminación efectiva), normalmente está sujeto a fuertes vientos ascendentes y desecantes (efecto ―Troll‖), desde los valles más calientes, durante el día y vientos descendentes de las partes montañosas más frías, durante la noche. El permanente sonido del río y el ulular del viento, son dos constantes de su ecología acústica. El tránsito por el cañón del río de La Paz, puede ser en extremo desafiante, en especial por su estructura encajonada. El río, que hacia los 1.900 msnm., es ancho (30 y 50 metros) discurre por un amplio cauce, hasta más de 1 kilómetro de ancho en el piso del valle, de arenas y gravas (y diversidad de basura), por donde divaga en zigzag, de forma que a lo largo del curso, el río choca repetidamente contra uno de los paredones o farallones (donde no hay terraza aluvial por la socavación) para luego discurrir cruzando el valle, hasta encontrarse con el otro farallón opuesto. Esto significa que de cualquier forma se debe cruzar el río en varias oportunidades y con el agua cada vez más alta y uno puede acabar nadando. El riesgo de la hipotermia siempre está presente. En uno de nuestros viajes en el entorno del Valle, el año 1992, tuvimos que cruzar al menos quince veces el río de La Paz, que baja de la ciudad… absolutamente contaminado.

Torrentes de barro La primera gran catástrofe fue sin duda, el hundimiento del gran Valle en un período Pliopleistocénico. Posteriormente, las glaciaciones y los interglaciares ocasionaron un progresivo ahondamiento del valle del río Choqueyapu. Esto, asociado a la inestabilidad generada en algunas laderas del valle y eventos de arrastres de sedimentos fluvioglaciales en el Altiplano producto de la fusión de nieves y hielos de la última glaciación, ocasionaron lo que Ahlfeld denominó una ―catástrofe relativamente moderna‖ acaecida hace unos 10.000 años, al ingreso del período Holoceno. Fue un deslizamiento en masa, una invasión de lodos a gran escala sobre el valle que fue denominado el Torrente de barro de Achocalla debido a que dicho vaciamiento se produjo por dicho borde de la Puna, extendiéndose a lo largo de 20 Kms, y cubriendo las zonas conocidas hoy como Achocalla, Mallasilla, Mallasa, Lipari, hasta Auquisañaña, donde cubrió parcialmente la serranía rojiza de edad devónico-cretácica de la formación Sica Sica, situación que se observa claramente desde el camino en el tramo de Lipari a Mallasa.

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Esto dio lugar a una formación especial de tierras altamente inestables, poco consolidadas y muy susceptibles a la erosión o deslizamientos, conocidas técnicamente como ―badlands‖ (tierras malas). El vocablo aymara Llojeta, proviene de Lloxe: derrumbar, o zona de derrumbes. Los sedimentos no consolidados de los badlanad, forman cursos subterráneos, cárcavas y ―pseudo karts‖ temporales (Otazo, 1988). Otros torrentes, posiblemente contemporáneos al de Achocalla, habrían dado lugar a los badlands de Llojeta, Cotahuma y Tembladerani.

Ahlfeld (1972) se refiere al torrente de barro de Achocalla cuya inmensa masa de sedimentos habría taponado el lecho del río Choqueyapu, dando lugar a la formación de un extenso lago temporal (Lago Calacoto), el cual habría tenido una profundidad de unos 150 metros y que posiblemente habría perdurado unos siglos, hasta que el río socavara nuevamente un cauce activo. Sus terrazas son parcialmente observables en los farallones de Auquisamaña. Una vez que los torrentes de barro se estacionan (aunque no se consolidan y mantienen una alta inestabilidad) pueden volver a activarse, por ejemplo después de eventos de lluvias extremas. Es el caso del torrente de Achocalla, que se reactivó en 1581, haciendo desaparecer al poblado de Janko Janko o Anco Anco. Los torrentes de barro en el Valle de La Paz testifican su convulsionada historia geológica, son numerosos, aunque normalmente por su gigantesca cobertura, solo se hace referencia al gran torrente de Achocalla. Tanto, Dobrovolny (1962, 1968), como Ahlfeld (1972), mencionan y describen a los torrentes de barro, como elementos comunes y parte fundamental de la estructura del entorno de la ciudad de La Paz. Hay una marcada ausencia de estudios posteriores al respecto, sin embargo, destaca el análisis específico sobre los torrentes de

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barro en el Valle de La Paz, realizado por Otazo (1988), que aunque escueto y también antiguo, aporta valiosos datos sobre el tema, al igual que el mapa esquemático que acompaña dicho estudio. De acuerdo a Otazo (1988), los torrentes derivados del Flanco oeste (mayormente cordillerano) están formados por materiales gruesos limo arcillosos y arenas gravosas, mayormente provenientes de depósitos de materiales glaciales. Por el contrario, los torrentes de barro del flanco oeste, como el de Achocalla o Llojeta (―badlands‖) están formados por materiales finos, mayormente limos y arenas finas sueltas, derivados de flujos y rebalses del Altiplano o desprendimientos de los bordes de la meseta de El Alto, como Cotahuma. Además del torrente holocénico de Achocalla, que se extiende hasta el lado este del Valle (base de la cuesta de Auquisamaña), existen otros de datación desconocida, posiblemente casi contemporáneos al de Achocalla, como los de Llojeta y Cotahuma, ambos en la ladera oeste. En la ladera este destaca el torrente de Cota Cota, así como varios otros relacionados a las cuencas de los ríos Achumani, Irpavi y Kallapa, así como en Alto Obrajes, Bella Vista, Huanu Huanuni y Kupini. Eventos geológicos catastróficos Los antiguos asentamientos precolombinos y la ciudad de La Paz posteriormente estructurada, se establecieron en un escenario geológico de alta inestabilidad y en permanente transformación por su topografía de fuertes pendientes. A lo largo de la historia han sido relativamente comunes los deslizamientos, remociones en masa y hundimientos de terrenos. Según Rodriguez,D (2009) el relieve actual que hoy se divisa en el valle, tuvo grandes transformaciones geomorfológicas por fenómenos naturales ocurridos hace muchos años atrás, lo cual dió origen a los remanentes de paisajes naturales existentes en la ciudad de La Paz. Los diversos estudios geológicos realizados, mencionan que las laderas de la cuenca fueron sometidas a movimientos de masa bruscos y la formación de depósitos fluvioglaciales importantes. 10.000 años atrás, el flujo o torrente de barro de Achocalla ya mencionado antes, probablemente fue uno de los más grandes del mundo ocurrido en la época prehistórica (Rodriguez,D. 2009), se desarrolló sobre más de 20 Km. de longitud, llegando hasta Mecapaca en el sur y Auquisamaña en el este. En tiempos mas recientes, en el año 1581, está el registro histórico del hundimiento repentino del pueblo de Janco-Janco o Anco Anco (actual Achocalla), situado en la región comprendida entre Tembladerani, Llojeta y el Kenko, donde murieron 2.000 personas. Esto fue interpretado en la época como un castigo divino, dado que el pueblo de Anco Anco generó ferrea resistencia a la cristianización por parte de los frailes Agustinos y por ello fueron sindicados de idólatras y pecadores (Quisbert, 2016). Este masivo hundimiento en el valle de Achocalla que sepultó a su población y caseríos de la zona (Paredes, 1955). Las crónicas citadas por este autor dicen ―Quedó un suelo revuelto, erizado de prominentes crestas y un lago producto de las vertientes

interceptadas son los vestigios que ha quedado de dicho hundimiento‖. El cronista Fray Antonio de la Calancha en 1639, hace referencia a la ocurrencia del torrente, después de varios días de

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lluvias intensas (Paredes, 1955); lo cual significa el movimiento o remoción en masa de un gran torrente de barro. Cronología de eventos catastróficos 10.000 - 9.000 AP aprox., gran torrente de barro de Achocalla. 1581 Hundimiento de Achocalla -Tembladerani (Janco Janco, o Anco Anco). 1646 Desprendimiento de un gran farallón del Illimani. 1837 Hundimiento de la zona de QuilliQuilli-Santa Bárbara y desaparición de la laguna de Laykaqota. 1858 Gran riada y mazamorras cruzan el Valle y sepultan la zona de Mecapaca. 1873 Hundimiento de la aldea de Tembladerani. 1877 (17 de mayo) temblor que ocasionó el derrumbe de los dos arcos de la San Sebastián. 1896 Temblor de magnitud leve 1952 Deslizamientos en la Capitán Ravelo, Pokeni y Qotauma. 1959 Gran desborde del río Choqueyapu. 1971

Deslizamiento en El Tejar.

1985 Riadas y amazamorras del río Irpavi. 1986 Deslizamiento en Kupini. 1988 Deslizamiento en Bella Vista. 1995 Gran deslizamiento de Qotauma. 2002 Inmensa granizada, inundaciones y desborde masivo del río Choqueyapu. 2004 Deslizamiento traslacional a lo largo de las márgenes del río Allpacoma. 2010 Deslizamiento de HuanuHuanuni-Bella Vista. 2011 Gran deslizamiento de Villa San Antonio-Kallapa-Kupini. 2017 Delizamiento en la serranía de Auquisamaña

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i iglesia de

El año 1646, ocurrió un desprendimiento de un gran farallón del Illimani que conmocionó la pequeña población del valle y la ciudad, posiblemente relacionado a un movimiento sísmico de gran magnitud en la costa del Pacífico (Lima). Al momento es una incógnita, cual farallón se desprendió, posiblemente el de orientación mas norte, sin embargo no hay mayores reportes históricos, como tampoco se encontraron estudios geológicos al respecto. El año 1837, se produjo el hundimiento de la zona de Santa Bárbara, con la destrucción de la iglesia Santa Bárbara y la desaparición de la laguna de Laykaqota. El año 1873 se produjo el hundimiento de la aldea de Tembladerani que ocasionó víctimas y pérdidas de chacras y haciendas, seguido por una serie de inundaciones, mazamorras y deslizamientos. En 1952 se produjo otro gran deslizamiento en la zona de la actual avenida Capitán Ravelo, así como en las quebradas de Pokeni y Qotauma. Fenómenos catastróficos más recientes fueron, el deslizamiento del Cerro Qotauma el año 1995, que sepultó un gran número de viviendas y ocasiono decesos, el hundimiento de Huanuhuanuni, sector Bella Vista, el 2010, y el gran deslizamiento de Villa San Antonio el año 2012, donde se removieron 7 millones de metros cúbicos de tierra, arrastrando casas, edificios, vehículos, calles y avenidas, unidades educativas, áreas municipales, bóvedas y canalizaciones. Un deslizamiento menor se produjo en febrero del 2017 en la serranía de Auquisamaña, con el desprendimiento de un gran volumen de talud que destruyó al menos cinco viviendas.

HIDROLOGÍA CLIMA Y PALEO-CLIMA EN EL VALLE DE LA PAZ La hidrología del Valle de La Paz está estrechamente ligada a la historia y composiciónestructura geológica, ambos componentes fueron los modeladores de la fisiografía y los paisajes de la hoya. Los ríos del valle de La Paz son típicamente ríos cordilleranos, los afluentes de los ríos principales son en esencia torrenteras, incluso de curso estacional, activos solo en la época húmeda. Se caracterizan por la elevada carga de sedimentos que arrastran en la época de lluvias, incluyendo materiales guesos, como gravas y pedregones. Se ha reportado un número aproximado de 364 ríos, entre ríos, riachuelos superficiales y cursos subterráneos (Dorelo Vila A. et al. 2014). La mayoría de los cursos de ríos que surcaban las numerosas cañadas que tenía el Valle hasta fines del siglo XIX, se han convertido en cursos subterráneos, luego de los procesos de embovedado y construcción de calles y avenidas. El río troncal que define la cuenca del Valle y principal via de drenaje es el río Choqueyapu, que nace en las cordilleras de Alto Achachicala por encima de los 5.000 msnm (faldíos de los nevados Chakaltaya, Charkini y Mankillisani) donde recibe el nombre de río Kaluyo, discurre por el Valle a lo largo de sus varios pisos ecológicos colectando aguas de varios grandes afluentes, también cordilleranos, como el Orkojahuira (Chuquiaguillo), Kallapa, Irpavi, Achumani, Cota Cota, Huaynajahuira, los cuales bajan de las cordilleras de la Cumbre y de la meseta altoandina

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de Wallatani Pampa-Animas-Collana. Muchos otros afluentes bajan desde las laderas que encierran el Valle. La mayoría de los numerosos torrentes y arroyos que bajaban desde las laderas oeste (meseta puneña de El Alto) y del este (Calvario y meseta de Pampajasi) se encuentran actualmente entubados y cubiertos por las calles de la ciudad, y sus caudales bajan subterráneamente al curso, igualmente entubado o embovedado del Choqueyapu (que termina al ingresar a la zona de Obrajes). Los ríos de la ladera oeste que están aún abiertos son el de Llojeta y Achocalla, además de otros menores estacionales, que bajan de los badlands del torrente de barro de Achocalla y la serranía de Aranjuez y Lipari. Ninguno de los otros grandes ríos, como el Orkojahuira, Irpavi, Achumani o Cota Cota, estan embovedados o cubiertos por calles y discurren, solamente canalizados por contenciones de cemento. Esta gran cuenca es descrita en detalle por Carrasco Arandia (2011). El río Choqueyapu en su curso superior es un río de cañada, bastante encajonado, y a lo largo de su historia paleohidrológica, no debió tener muchas posibilidades de divagación, cambio de curso o meandrismo, salvo en las partes mas bajas del Valle hacia Río Abajo, donde discurre un llanura aluvial relativamente amplia. El río de La Paz, en la zona mas baja de Valle (Palomar, Huaricana, Tahuapalca), por debajo de los 2.200 msnm., adquiere mayor potencia. En esta parte, su caudal promedio es de unos 70 m3/seg. Aguas abajo junto con varios río de la vertiente cordillerana oriental, ya en los Yungas cálidos, forma el río Boopi, uno de los mas importantes afluentes del río Beni, con un caudal promedio de 300 m3/seg. A pesar del clima marcadamente seco y con bajos niveles de precipitación anual, la dinámica de los ríos del Valle de La Paz se habría caracterizado a lo largo de la prehistoria e historia de la región, por ser mayormente estacional, es decir con pulsos de mayor actividad en la época húmeda, en la cual se intensifica la erosión y el arrastre masivo de sedimentos. Entre los pocos estudios paleoclimáticos que se conocen, destaca el de Servant y Fontes (1984), el cual describe las posibles fases climáticas para el Altiplano y valles andinos. En el período 13.0007.500 años AP, habría predominado un clima mas seco y frio que el actual, con

nevadas

invernales, y presencia de valles húmedos con plantas acuáticas. Entre 7.000 y 6.000 AP, predominaba un clima estacional, con condiciones climáticas y térmicas parecidas a las actuales. Entre 6.000 y 1.500 AP, se dieron fuertes nevadas invernales, clima seco y frio, parecido al actual. Posterior a 1.500 AP, se habría dado también un clima seco y frio parecido al actual. Las descripciones del siglo XVI del Valle dicen que: ―tiene un río que pasa por medio del dicho

valle, ese río rápido y muy corriente, y el tiempo que no llueve lleva muy poco agua, pero con las avenidas va muy furioso‖ (Medinaceli, 1997). Como se analiza en otros apartados, cada cierto número de años se producen eventos de catastrofismo por lluvias o granizadas agigantados (p.e. ligadas al fenómeno de El Niño), en los

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cuales ocurren grandes riadas, deslizamientos y remociones en masa. El mismo torrente de barro de Achocalla, producido hace 10.000 años, uno de los eventos geológicos extremos mas importantes en la estructuración del paisaje del Valle, estuvo posiblemente ligado a períodos de lluvias muy intensas en el altiplano. La historia hidro-geológica del Valle se debatió entre dos fuerzas, por un lado la intensa erosión, facilitada por la calidad de los materiales mayormente aluvionales y las fuertes pendientes, y por otro, la fuerte deposición de materiales, en especial hacia las partes bajas del Valle. En el período de 30.000 y 10.000 años AP., el Valle era sin duda bastante menos profundo y con gran acumulación de materiales fluvio-glaciales. La socavación y arrastre de materiales desde las partes altas a lo largo de miles de años, fue ahondando las quebradas y valles, conformando grandes terrazas por debajo de los 3.400 msnm. De acuerdo a Servant y Fontes (1984), entre 7.000 y 6.000 AP, se dio una fuerte erosión en fondos de valles y laderas; Entre 6.000 y 1.500 AP, hubo una menor erosión y depósito de sedimentos finos y formación de turberas; y posterior a 1.500 AP, se dio un nuevo ciclo de fuerte erosión en fondos de valles y laderas. Cuando Dollfus (1991) habla de los geosistemas templados tropicales de los Andes, básicamente de los valles templados secos, como los de Cusco, Huancayo o La Paz, menciona las fuertes pendientes comprendidas entre 15º y 30º, y el rol de la gravedad, el movimiento de las aguas estacionales y la fuerte erosión. Especialmente, durante las fuerte lluvias del verano, ocurren los escurrimientos alveolares que descapan la superficie de muchos terrenos con poca o ninguna vegetación, entonces,

los coluvios saturados de agua ocasionan los grandes

deslizamientos y huaycos (riadas con mazamorras), que devastan las partes bajas de los valles (Dollfus, 199; Dollfus y Lavallee, 1973).). Los ríos del Valle han sido y son parte fundamental de las mudanzas del paisaje, al mismo tiempo, han sido parte intrínseca de las culturas que se sucedieron a lo largo de los siglos; Medinaceli (1997) lo describe de esta manera, ―la topografía paceña ha obligado a que miremos

las alturas. Los cerros, las montañas, el cielo. Pero a nuestros pies y de manera subterránea, cientos de ríos surcan, alimentan y amenazan a la ciudad. Los ríos de Chuquiago son algo vivo y poderoso, con una historia propia. La función de los ríos en la ciudad ha sido de primera importancia en su historia, a lo largo de su curso se instalaron las poblaciones, los lavaderos de oro y las chacras de cultivo. Cuando se fundó la ciudad demarcaron los límites entre los barrios indios a un lado del río y el pueblo de españoles al otro. Posteriormente, los diferentes barrios se organizaron a partir de los espacios que creaban los ríos‖. En cuanto a la lagunas y lagunetas en el Valle (Franke, 1991), la mayoría se concentran en los ambientes altoandinos y pericordilleranos, y su formación se relaciona a los eventos glaciales. Estas son esencialmente oligotróficas (baja carga de nutrientes), como la laguna Kasiri (en el Serkheqollu) o laguna Estrellani en la cumbre hacia los Yungas. En especial la Laguna Kasiri

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tiene grandes dimensiones, es profunda y de notable belleza escénica, además es un sitio de connotación ritual en el Valle. Otras lagunas en los pisos de la Puna de Alta Montaña y la Puna de Montaña, se originaron en eventos fluvioglaciales y actualmente son ejemplos de lagunas eutróficas, en especial por la carga de contaminación que reciben de los medios urbanos circundantes. Es el caso de las lagunas Jackhaqota en el badland de Achocalla, la de Uni en Alto Animas o la de Cota Cota. Existe un antecedente de 1837 sobre la desaparición de la laguna de Laikaqota a raíz de un hundimiento tectónico en la zona de Santa Bárbara, la cual estaba ubicada sobre la terraza fluvioglacial del cerro del mismo nombre.

Clima actual El clima del Valle de La Paz varía principalmente en relación al gradiente altitudinal. En general es característicamente frío y seco, además marcadamente estacional tanto en los regímenes térmicos como de pluviosidad.

Los siguientes son los rasgos climáticos más relevantes de la región: Sombra de lluvia.- ¿Por qué es seco el Valle de la Paz? ¿Por qué a similares alturas al otro lado de la cordillera impera un clima húmedo y hay bosques exuberantes?. La respuesta está en el fenómeno de ―sombra de lluvia‖ el cual se presenta en los muros cordilleranos, donde una de las laderas o vertientes está orientado al paso directo o choque de las masas ascendentes de aire húmedo y que reciben grandes cantidades de lluvia (en este caso los

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Yungas con más de 1.500 mm. de lluvia por año y las cejas de bosque nublado más de 3.000 mm.); en tanto, las laderas orientadas en sentido opuesto al lado húmedo reciben una notable menor cantidad de lluvia y humedad (el caso del Valle de la Paz con alrededor de 600 mm. de lluvia por año). El Valle de la Paz al constituir una fosa hundida en el Altiplano tiene como una barrera a la cordillera andina la cual reduce el paso de la humedad de las tierras bajas de Yungas y Amazonía. Similar situación se da en otras regiones

con

similares tipos de Valles interandinos como Luribay, Sorata o Charazani. Efecto Troll.- Fenómeno descrito por el geógrafo alemán Troll (Troll, 1980), el cual se da en regiones donde los valles adquieren una configuración de cañón profundo en torno al río principal a manera de un callejón, a través del cual soplan vientos constantes cálidos pues circulan río arriba desde zonas más bajas y cálidas. En el caso del Valle de La Paz el efecto Troll se da por los vientos cálidos y desecantes (pues van absorbiendo humedad a medida que suben el Valle) que provienen desde las regiones de Río Abajo e incluso desde los Yungas semi húmedos a secos de la Plazuela al otro lado de la cordillera. Este efecto es constante a lo largo del año, pero más pronunciado en los meses más secos. Radiación solar y Temperaturas.- El Valle de La Paz recibe una elevada incidencia de radiación solar todo el año, lo que obedece a la atmósfera diáfana y la baja nubosidad en general. La media anual de radiación global incidente es de 433 calorías por centímetro cuadrado por día, los valores promedio mensuales son más altos en el verano debido a la inclinación del Sol (Forno y Baudoin, 1991). En tanto que la radiación neta (que permanece después de irradiarse a la atmósfera) tiene un promedio anual de solo 164 calorías por centímetro cuadrado /día. Si bien incide una gran cantidad de radiación, esta se disipa rápidamente por la atmósfera enrarecida y seca del Valle (aun considerando el humo de los Chaqueos y la contaminación urbana), lo que implica que la radiación neta que queda es baja y esta es una de las razones por que la ciudad sea notablemente fría, por ejemplo de 432 calorías por centímetros cuadrado /día que inciden en el mes de agosto, solo un 16 % se queda como radiación neta. Esto significa el carácter de los típicos y marcados contrates térmicos del Valle de La Paz. Las temperaturas del Valle de La Paz están estrechamente relacionadas con el balance calórico deficitario que impera y el pronunciado gradiente altitudinal, del cual se deriva la existencia de varios niveles o pisos

térmicos: un piso

helado o periglaciar (esencialmente cordillerano) por encima de los 4.600 msnm., un piso frío entre los 4.500 y los 3.900 msnm., un piso frío de transición a templado entre los 3.800 y 3.400 msnm., y un piso templado entre 3.300 msnm, y 2.700 msnm., que se torna transición a cálido por debajo de los 2.600 msnm. Un análisis de temperaturas registradas en el Valle de La Paz, considerando tres estaciones meteorológicas a diferentes altitudes (datación de 40 años) da los siguientes valores promedios (Forno y Baudoin, 1991):

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Altura

sobre el Temperatura

nivel del mar

media

Temperatura

Localidad en el Valle

máxima

4.000 msnm.

8 º c.

20 º c.

Ceja de El Alto

3.600 msnm.

12 º c.

25 º c.

Centro (Av. 16 de Julio)

3.280 msnm.

14 º c.

29 º c.

Calacoto

Se asume un promedio de temperatura promedio anual para la zona central de la ciudad, en torno a los 11ºc. Los meses con registros más bajos de temperatura comprenden entre mayo y agosto; de acuerdo al Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (SENAMHI), el valor histórico más bajo es de 2.8 grados bajo cero, registrado el año 1975. En tanto que las máximas normalmente se registran entre Diciembre y Enero, durante la estación correspondiente al verano. Las temperaturas máximas oscilan entre 25 y 29 ºc.

Es posible que existan variaciones térmicas de una región a otra, pero esto no se puede afirmar con total certeza por la ausencia de estaciones meteorológicas en diversos puntos o barrios de la ciudad, por ejemplo, en la zona de Miraflores más próxima al muro cordillerano, la sensación térmica es inferior a la existente en Sopocachi o San Pedro a la

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misma altura. El Valle de La Paz soporta heladas frecuentes en los meses de invierno especialmente por encima de los 3.800 msnm.

El número de días con heladas nocturnas a

una altura de 4.100 msnm (El Alto) es 130 en promedio, un valor elevado, en tanto que por debajo de los 3.700 msnm., este número se reduce por debajo de 40 días con helada. Posiblemente que este cuadro térmico del Valle de La Paz no haya cambiado significativamente en los últimos 5.000 años, La Paz siempre fue un lugar frío, en general no del todo diferente al de la Puna o Altiplano que lo circunda por el Oeste, con la excepción de la ―pequeña edad glacial‖ que prevaleció durante la colonia, período en el que se habrían dado períodos excepcionalmente muy fríos. Es posible que en este período en el que se dieron avances inusitados de los glaciales, olas de frío y ventiscas, se registraran en el Valle de La Paz, temperaturas extremas de 4º o 5ºc, bajo cero, y descensos de los promedios de temperaturas muy por debajo de los 10ºc. Esto es simplemente una conjetura y obviamente no existe información paleoclimática al respecto. Precipitación y evapotranspiración.- El Valle de La Paz tiene un clima estacional marcado, con una estación seca entre los meses de abril a agosto, algunos años con sequías marcadas, la época seca puede extenderse incluso hasta el mes de Noviembre. La época efectivamente húmeda se concentra en general a los meses de noviembre y marzo con un pico de lluvias fuertes en enero y febrero. Aparentemente el régimen pluvial ha cambiado en los últimos quince o veinte años en sentido de una mayor irregularidad en el inicio de la época húmeda. Como en otras regiones montañosas de los Andes, en el Valle de La Paz, los aportes de agua están mal distribuidos a lo largo del año, pues las lluvias se concentran durante 4 o 6 meses , con una gran variabilidad interanual (Dollfus, 1991). El Valle de La Paz a lo largo de la historia habría experimentado sequías severas y prolongadas, como las referidas por Tandeter (1992) para la etapa colonial, o Evelyn Ríos de Reyes (2002), para las últimas décadas del siglo XIX. Un análisis de los promedios de precipitación anual de cuarenta años (Forno y Baudoin, 1991), muestra una amplia variación de un año al otro, los valores van desde 325 mm/año (años 1956 a 1958) de marcada sequía a valores extremos de 812 mm./año en 1979. El promedio general para este balance de cuarenta años se aproxima a los 600 mm. de lluvia por año. Muchas precipitaciones pluviales por encima de los 4.000 msnm especialmente se dan en forma de granizo y nieve. Las zonas más altas de las cumbres cordilleranas del noreste (Serkheqollu- Serranias Murillo) y las altas mesetas como Wallatanipampa y sus faldíos (Chicani, Kallapa, cabeceras de las quebradas Ato Irpavi y Alto Achumani), pueden recibir fuertes nevadas y granizadas, tanto en la época seca (lluvias de invierno asociadas a los frentes fríos del sur), como en pleno mes de enero. Estos mantos de nieves son estacionales y permanecen solo unos días, pero determinan en general, días de bajas temperaturas en el valle. Toda la

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región de cumbres elevadas como el Illimani, Mururata y otras como las Serranías Murillo (Serkheqollu), han perdido importantes superficies de glaciales en los últimos 40 años, fenómeno asociado al interglacial, pero especialmente al calentamiento global derivado del cambio climático imperante. Todas estas cordilleras tienen glaciarers de fisuras y de piedra encriptados en mantos de rocas.

Existen algunas diferencias al interior del propio Valle que no han sido cotejadas detalladamente por la falta de estaciones meteorológicas suficientes, ya se ha mencionado la meseta alta de Wallatanipampa, Altar Khala y sus laderas más bajas, como Chicani o las quebradas de Alto Achumani y Alto Irpavi, las cuales reciben un mayor número de precipitaciones fuertes (algunas en forma de granizo) que el resto de regiones, tanto en plena época de lluvias como en las transiciones de ingreso a la época húmeda o de su finalización. Muchas lluvias que no llegan a la parte central del valle o de forma leve, descargan fuertemente en dicha ladera este, la cual en ciertos sectores tiene además una fisonomía de vegetación semi parámica, muy similar a la de las vertientes que dan hacia los Yungas.

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De cualquier forma, el Valle y la ciudad de La Paz tiene la particularidad de tener lluvias dispersas o fragmentadas, es decir puede llover torrencialmente en la zona central o en Sopocachi, mientras que en el resto de la ciudad no hay lluvia alguna. Las zonas más bajas del valle hacia Río Abajo (Mecapaca, Valencia, Palomar), notablemente más secas, recibirían precipitaciones inferiores a los 500 mm., con una fisonomía vegetacional semi-desértica. La mayoría de las lluvias en el valle, provienen de las regiones de Yungas y de la Cordillera, en especial durante el verano, en forma de tormentas que transponen el muro cordillerano, en general a través de las abras cordilleranas, como del Serkheqollu (rinconada de Jampaturi-Kallapa), la de Zongo-Alto Achachicala, (Cumbre). También el Illimani y el Mururata son importantes generadores de grandes tormentas en la época húmeda y sus trnasiciones. Algunos frentes de lluvia se originan en la región sur de los valles secos de Río Abajo. Son más raros los frentes de lluvia que ingresan al Valle desde las zonas del altiplano, algunas tormentas que ingresan desde la meseta de El Alto por el oeste, seextienden desde las zonas cordilleranas del Condoriri y Huayna Potosí. Episodios de lluvias invernales (entre mayo y agosto) se dan asociadas a la afluencia de frentes fríos o surazos que llegan a las tierras bajas desde el sur del continente. Unos días después de que llega el Sur a la llanura de Santa Cruz, se poduce días lluviosos y particularmente fríos en el Valle. Las neblinas son raras o infrecuentes, mayormente en ciertos días de la época invernal o sus transiciones, esto a diferencia de otros valles secos, como el de Charazani, donde la afluencia y ascenso de neblinas, especialmente vespertinas, es un fenómeno común a lo largo del año. En el Valle de La Paz, se da el fenómeno de nubosidad baja que cubre en las primeras horas del día o en la noche las zonas elevadas, como las cimas de Wallatani, el Calvario, o los macizos de Collana y de las Muela del Diablo, incluso en el borde de la meseta de El Alto, es decir desde los 3.900 o 4.000 msnm., hacia arriba. Esto se da frecuentemente en diversas épocas del año, pero principalmente entre septiembre y mayo. En cuanto a la evapotranspiración (suma de la evaporación de agua del suelo o cuerpos de agua y la transpiración de plantas y animales), es muy elevada en todos los meses del año pero principalmente en los meses de ―verano‖. El valor calculado promedio es de 956 mm., el cual es bastante superior al promedio de

precipitación media anual, lo cual indica un

notable déficit hídrico general para el Valle (Forno y Baudoin, 1991). Es posible que estos valores deficitarios se incrementen aún más hacia las partes más bajas y calientes del Valle (Mecapaca, Valencia). Vientos.- Son un elemento climático constante en el Valle de La Paz (Forno y Baudoin, 1991), las direcciones predominantes para los vientos de altura (más de 6.000 msnm) provienen el Oeste en relación al

borde del Altiplano, en tanto que los vientos de

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superficie tiene un dirección predominante desde el Este. Los vientos del Sur no son predominantes, pero se manifiestan especialmente en la época seca bajo el efecto Troll. La intensidad y frecuencia de los vientos se incrementan hacia los meses de Julio y Agosto. Existe un ciclo de circulación diario de vientos y brisas en el Valle de La Paz, durante el día el aire se calienta cerca a la superficie del suelo en los valles y asciende por las laderas, en tanto que en la noche se forman las brisas y ventarrones de montaña, el aire frío desciende por las laderas y se estaciona en el piso del valle, lo cual en invierno da lugar a las heladas (Forno y Baudoin, 1991). Especialmente en el invierno se produce un efecto de cúpula de aire frío por efecto de inversión de temperaturas, que atrapa el aire contaminado y agrava el problema de la polución atmosférica. Los vientos en el Valle de La Paz, como en otras regiones andinas (p.e. Andes peruanos) tienen también su origen en las marcadas diferencias de presión y temperatura durante el día y la noche. De día se calientan las masas de aire más próximas al suelo de los valles y el viento sopla desde estos hacia las altas vertientes y mesetas andinas o punas (Salaverry Llosa, 2015). Por la noche, las laderas de los Andes se enfrían más rápidamente que el fondo de las quebradas de los valles y el viento sopla desde las punas hacia los valles, donde se estaciona, lo cual en invierno da lugar a heladas (Salaverry Llosa, 2015; Forno y Baudoin, 1991). Catástrofes relativas al clima.- Episodios irregulares se producen por lo general en el período de lluvias o en sus transiciones. Las lluvias en los valles secos son generalmente cortas y torrenciales, fenómeno que se ha agudizado en los últimos años en relación al cambio climático global, esto asociado a la topografía de las laderas y la inestabilidad geológica de algunas zonas, generan una elevada vulnerabilidad y situación de riesgo. En especial durante la época de lluvias agigantadas o de alta intensidad y duración, se producen riadas y avalanchas, especialmente en relación a los ríos y torrenteras de Irpavi, Achumani y Cota Cota. De acuerdo a Rigoberto Paredes (Paredes, 1955) el año 1858 se produjo una creciente formidable del río Choqueyapu y de sus principales afluentes como son los ríos de Chuquiaguillo, Irpavi y Achocalla, la cual hizo desaparecer la población de Mecapaca en Río Abajo, muchas casa fueron

destruidas y enterradas y miles de árboles frutales se

perdieron. No se menciona en dicho libro, los efectos en otras localidades de la ciudad de La Paz por dicha riada catastrófica. Se menciona otra gran crecida del río Choqueyapu en 1930, que inundó la actual avenida Mariscal Santa Cruz y que ocasiono severos daños (Medinaceli, 1997). Este tipo de fenómenos pueden estar relacionados a lo largo de la historia con episodios climáticos que se producen cada cierto tiempo. Un evento catastrófico mas reciente fue la inusual granizada y riadas de febrero del 2002, que se originó en una gigantesca cumulunimbus troposférica y que ocasionó casi un centenar de victimas fatales. Es posible que el evento de 1858 tuviera similar connotación.

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Mudanzas del paisaje y variaciones paleoclimáticas e hidrológicas Las mudanzas de paisajes en el Valle fueron drásticas, considerando los largos períodos geológicos desde finales del plioceno y a lo largo del pleistoceno-holoceno. Para la región del Valle de La Paz han sido identificados cuatro períodos de glaciaciones pleistocénicas (Ahlfeld, 1972; Liberman, 1991).

En el lapso de 25.000 años AP y 12.000 años AP se considera la finalización del último gran período glaciar (Choqueyapu II). Villagran (1993) sostiene que la máxima depresión de temperaturas y avance de glaciares ocurrieron entre 20.000 y 18.000 años AP en los Andes tropicales, y que un segundo avance de glaciares se dio entre 15.000 y 14.500 años AP. Usselmann (2004) considera la última glaciación entre 28.000 y 14.000 AP. Este autor usa el concepto pluvial e interpluvial, a mayor humedad se favoreció la caída de nieve y el desarrollo de grandes glaciares. Similares escenarios se han descrito en el Perú (Dollfus y Lavallee, 1973). De acuerdo a información geológica, las dos primeras glaciaciones y la última fueron débiles y la tercera la más poderosa (Milluni), en estos períodos los glaciales de las altas cordilleras que circundan el Valle de La Paz, crecían y los ventisqueros y lenguas glaciales (morrenas) se movían hacia los valles socavando los terrenos y al mismo tiempo arrastrando y depositando miles de

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toneladas de piedras y gravas. Las elevadas terrazas pedregosas de Miraflores, Alto Obrajes, Bolognia, Irpavi y Achumani son el resultado de la acumulación de los materiales arrastrados por los glaciares. También desde el borde del Altiplano noroeste se movilizaban las nieves valle abajo provenientes del Chacaltaya y los materiales de arrastre pueden ser observados en torno a la autopista a El Alto. Los ventisqueros, es decir el nivel inferior de las nieves y hielos habrían avanzado en el Valle de La Paz, hasta altitudes cercanas a los 3.000 metros sobre el nivel del mar (Altura de Aranjuez o la Florida). En esas épocas, hace miles de años en medio de un período de glaciación, la imagen del Valle de La Paz con seguridad no era como se lo observa hoy pues los pisos ecológicos estaban desplazados hacia abajo. El piso nival-periglaciar se ubicaba al pie de la actual zona Sur, que sin duda se convirtió en una zona Altoandina y los bosquetes de las zonas templadas estaban desplazados cientos de metros río abajo. Los macizos montañosos y mesetas cordilleranas próximas al Valle de la Paz, que tienen entre 4.500 y 5.200 msnm., como Wallatani pampa, Altar Khala, Khasiri, Japajapani, Serkheqollu, comprendían enormes glaciales como atestiguan sus valles elevados abiertos en forma de ―U‖ y sus sistemas de morrenas. En períodos de miles de años, toda la vegetación y la fauna se desplazaban ya sea hacia abajo (glaciares) o hacia arriba nuevamente

(interglaciares).

El

movimiento

de

las

masas

glaciales

generó

cambios

geomorfológicos determinantes, en las partes altas, y en los fondos de los valles y que son visibles aun hoy en dia. En los interglaciales se sucedían intensos procesos de erosión y sedimentación, dando lugar a la profundización de las quebradas. Mudanzas similares aunque de mucha menor drasticidad se habrían experimentado en la pequeña edad glacial, precisamente en los inicios de la estructuración de la ciudad colonial y republicana. En el ingreso al holoceno, el paisaje del Valle de La Paz, tampoco se parecía en nada a lo que hoy conocemos. Por ejemplo, el evento catastrófico del torrente de barro de Achocalla, relacionado además con un interglacial, ocasionó drásticos cambios en la estructura y fisonomía del paisaje, con el enterramiento de los ecosistemas originales en la zona afectada, la conformación de una extensa superficie de tierras deleznables y la formación de un inmenso lago aguas arriba del represamiento ocasionado. Tanto la estructura del valle, como la disposición de los ecosistemas, volvieron a reconstruirse en espacios de siglos y los pisos ecológicos se reorganizaron casi como los conocemos hasta ahora. Las zonas del torrente de barro holocénico dieron lugar los terrenos inestables o ―bad lands‖, llegando a recibir nombres pintorescos, como el ―Valle de la luna‖. El Valle de La Paz, sigue en una dinámica de continuo cambio, situación dada por su difícil topografía y su configuración geológica, incluidos eventos catastróficos, que afectan la estructura de la ciudad en sí. El clima del Valle de La Paz debió experimentar pocas variaciones realmente significativas en los últimos 6000 años (una de estas variaciones relevantes debió corresponder con la pequeña

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edad glacial hace cuatro siglos), especialmente en lo referido a las temperaturas. Esto equivale a decir que la región siempre tuvo un clima general severo, frío, seco y con marcados contrastes térmicos. También se debe considerar la posibilidad de que en el Holoceno hace unos 5.000 a 3.500 años antes del presente se hubieran producido algunos desarreglos climáticos en cuanto el régimen pluvial con severas sequías en la región del altiplano lo que habría ocasionado el descenso de las aguas del lago Titicaca unos 50 metros o avances de masas de hilo en las cordilleras (Albarracin, 1996; Deler y Mesclier, 2004). Esto se tradujo sin duda en periódicas desecaciones y enfriamientos del Valle de La Paz. Los datos históricos más antiguos referidos al clima en el valle de La Paz y la región andina se remontan a la colonia y son de cualquier forma, muy escasos y someros. La poca información climática de épocas mas antiguas, sea en las etapas precolombinas o en períodos anteriores prehistóricos, proviene de hallazgos indirectos derivados de investigaciones geológicas y palinológicas en la región lacustre Titicaca o de la Cordillera Real. A pesar de la experticia y probidad con la que se han realizado dichos estudios, muchos aspectos interpretativos quedan en el ámbito de especulación o la subjetividad. De cualquier forma, para entender el paleoclima del Valle de La Paz, es necesario inferir posibles relaciones con aspectos climáticos investigados en otras zonas de los Andes y el altiplano, y en especial del Lago Titicaca donde se ha generado mayor conocimiento al respecto. De acuerdo a Mourguiart et al. (1995), el Lago Titicaca responde casi instantáneamente a toda modificación de la intensidad de las precipitaciones, lo cual explicaría el descenso del Lago con una recesión del régimen pluvial debido a una gran sequía o una sucesión de estas; esto habría sin duda repercutido en el clima de toda la región andina y por supuesto en los Valles secos próximos, como el Valle de La Paz, ocasionando un período de regresión de la vegetación arbustiva hacia ecosistemas mas secos, probablemente dominados por gramíneas y plantas adaptadas a condiciones de fuerte aridez. Datos palinológicos diversos indican que las gramíneas siempre dominaron de manera absoluta en la mayor parte de los paisajes de las tierras altas. A lo largo del pleistoceno, la sucesión de los períodos de glaciación, los interglaciares, y la formación de grandes lagos en la Puna o sus retracciones, generaron un largo proceso de inestabilidad climática e hidrológica, que debió tener importante repercusión en la configuración de los paisajes y la ecología en general del Valle de La Paz. Las transformaciones del Valle de La Paz a lo largo del pleistoceno con la sucesión de glaciaciones y ciclos de erosión postglacial, significaron además de los intensos cambios geomorfológicos, drásticos cambios climáticos que afectaron la estructura, distribución y composición de los ecosistemas. En períodos de cientos o miles de años los cambios de vegetación a lo largo de los diversos pisos ecológicos debieron haber sido espectaculares. Como ya se mencionó anteriormente, durante los glaciares mas fuertes, los bosques arbustivos

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montanos (hoy en los 3.800-3.000 msnm.) debieron haber sido relegados a las partes mas bajas del valle seco, de seguro por debajo de los 2.000 msnm., dejando la alturas intermedias donde se distribuian en los interglaciares, a una vegetación altoandina y de Puna alta, esencialmente pastizales cespitosos y plantas de cojín o pulvinales. Si los interglaciares se relacionaban con climas mas lluviosos e intensos procesos erosivos, el ingreso al holoceno hace unos 10.000 años, también debió ser espectacular en las mudanzas del paisaje en el Valle de La Paz, no solo por el ahondamiento del valle, sino también por los torrentes de barro. Al período entre 14.000-10.000 AP, Olivier Dollfus llamo Tardiglaciar (corresponde a un interglaciar), donde ocurrió un retroceso de los glaciares y por las aguas de fusión se formaron grandes lagos, como el Tauca. Entre 10.000 y 6.000 AP, se ha identificado una fase fría y una retracción del Lago Menor, así como una generación de aluviones y procesos de erosión y sedimentación a gran escala; es en este período cuando se habría producido el torrente de barro de Achocalla en el Valle de La Paz. Graf (1996) menciona que hace unos 5.000 años AP, se produjo un aumento de las lluvias en Chile central y meridional, Bolivia meridional y Ecuador; el Perú incluyendo el área del Lago Titicaca, poseía una humedad algo menor que la actual, pero mayor que en épocas anteriores. Por su parte, Mourgiart (1987), establece que entre 7.000 y 4.500 años AP. el nivel de Lago Titicaca llegó a aproximadamente a más de 20 metros que el nivel actual (Villagran, 1993, menciona un descenso de 60 metros respecto del nivel actual hace 7.700 años AP), y que después se produjo una regresión entre 4.500 y 2.500 AP., para luego establecerse un nuevo período de alto nivel. Servant (1982) encontró diatomeas lacustres de 3.500 años AP en el altiplano boliviano, lo cual estaría relacionado con una intrusión lacustre y un período de frío. Según Mourgiart, en general el clima del Altiplano hacia 3.500 AP se tornó más húmedo que en épocas anteriores, tendencia al incremento que se mantuvo por varios siglos. Diversas oscilaciones climáticas y períodos de frío marcado, habrían caracterizado a la región andina entre 10.000 y 3.000 AP. En criterio de Alderfender y Blanco (2011), un período de desecación comenzó alrededor de 8.500 años AP, llegando a ser extrema por los 6.000 años AP, y el nivel del Lago Titicaca muy por debajo del nivel actual. Este fenómeno de aridez extrema inspiró a plantear el período de "silencio arqueológico", un "hiato" o vacío en la ocupación humana de los valles altos y las punas de los Andes (durante el Arcaico medio) caracterizado por la escasez de evidencias culturales. En milenios posteriores, los primeros habitantes del valle holocénico, posiblemente en épocas aún prehistóricas (antes del periodo arqueológico Arcaico?) las mudanzas climáticas oscilaron entre fase de fuertes sequías y períodos de alta humedad, posiblemente muy correlativas con los ascensos y descensos del Lago Titicaca. Ya en la etapa de las primeras ocupaciones del

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Formativo es decir pre-Tiwanacotas (2.500–2.000 años AP), toda la región posiblemente enfrentó siglos de fuertes y recurrentes sequías, relacionadas con la retracción hídrica que convirtio al Lago Menor o Wiñay Marka en un valle con ocupaciones humanas. Esto debió tener similares efectos desequías severas en el Valle de La Paz, que ya tenía ocupaciones humanas. Es posible que toda la flora y vegetación haya tenido una tendencia a una mayor xerofiticidad y que los efectos de las quemas hayan sido más drásticos. Según Graf (1996) las regiones montañosas y subandinas de Perú y Bolivia han experimentado solo pequeños cambios climáticos a lo largo de la prehistoria a excepción de la ocurrencia del período lluvioso durante el holoceno tardío. De acuerdo a este investigador la retracción de las sequías del Holoceno incidieron para el establecimiento tardío de las culturas agrícolas, según esta hipótesis tanto Chavín, Tiwanacu, Huari y el mismo imperio Incaico, fueron el resultado del incremento paulatino de la humedad. Lemuz (2006) menciona que hacia 2.500 a AP., el nivel del Lago Titicaca habría descendido nuevamente, alrededor de 18 metros, haciendo que el Lago menor o Wiñaymarka, se convierta esencialmente en un fértil valle y coincidente con el florecimiento de manifestaciones culturales andinas. Este período de sequías extremas en la región andina debió extenderse hasta el Valle de La Paz, dando lugar posiblemente al avance de una vegetación predominante de estepa seca. Recién a partir de 500 – 1.000 AP la influencia de EL Niño se debilita, lo cual se asocia con la intensificación de la desertificación de la puna de Atacama y el litoral peruano. La variabilidad climática de los últimos milenios se ha caracterizado por episodios multicentenarios con anomalías en las condiciones de humedad y temperatura (Kaniewski et al. 2011), como la Anomalía Climática Medieval (ACM: 900-1300 d.C.) o la Pequeña Edad de Hielo (PEH: 1600-1850 d.C.). La bibliografía hace referencia a la ocurrencia de cortos tiempos de mini-glaciaciones en épocas modernas, una hace unos 2.500 años atrás, durante la primera etapa de Tiwanacu (Albarracin, 1996). Se hace también referencia (Francou, 2004) a la ―pequeña edad glaciar de hielo‖ entre los siglos XVI y XIX, producto de cambios climáticos relacionados a grandes erupciones volcánicas en Sudamérica y Asia. En la región andina de Ecuador a Bolivia, entre 1850 y 1880, los glaciares de las grandes montañas experimentaron un crecimiento inusual (Francou, 2004), con límites de nieves perpetuas entre los 4.650 y 4.750 msnm., y frentes glaciares entre los 4.500 y 4.300 msnm. Según Francou, a partir del año 1900, los límites de las nieves perpetuas empezaron a subir, hasta la década de los 70 cuando se reportan los primeros signos alarmantes del derretimiento y pérdida de glaciares a lo largo de toda la Cordillera andina. Todos estos eventos, considerados modernos, habrían tenido notables efectos en la distribución de los ecosistemas del Valle de La Paz, así como en los procesos culturales de ocupación del espacio.

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Los siglos XVI al XIX se conocen por la expansión de glaciales muy vastos (Francou, 2004) en la generalidad de las cordilleras del planeta, fenómeno conocido como la ―pequeña edad glaciar‖ o del hielo, en la cual los niveles inferiores de nieve habrían descendido incluso por debajo de los 4.800 msnm. con la ocurrencia de olas de frío e intensas nevadas. Francou (2004) menciona que una gran parte del mundo vivió una concatenación de crudísimos inviernos que arruinó cosechas

y

extendió

el

hambre

entre

sus

habitantes,

poniendo

fin

a

una

era

extraordinariamente calurosa llamada ―Hóptimo climático medievalH‖ o anomalía climática medieval. Este período frío tuvo tres períodos particularmente fríos: uno comenzando en 1650 (―HMínimo de MaunderH‖ entre 1645-1715), otro en 1770 y el último en 1850, cada uno separado por intervalos de ligero calentamiento.Este fenómeno se relacionaría con una intensa actividad volcánica registrada en dichas épocas en Sudamérica y la región del Pacífico, concretamente con la enorme erupción del volcán Huayna Putina del Perú a mediados del siglo XVI, y otras erupciones en el Asia (p.e. Tambora) en el siglo XIX. Cuando el Huayna Putina erupcionó en 1600, produjo cerca de 30 kilómetros cúbicos de HtefraH (piroclasto: cualquier fragmento sólido de material volcánico expulsado a través de una explosión), estos Hflujos piroclásticosH viajaron 13 kilómetros al este y sureste. La erupción causó daños severos a las ciudades peruanas de HArequipaH y HMoqueguaH. Según un estudio de la HUniversidad de CaliforniaH, las consecuencias de la explosión del volcán pudieron haber tenido repercusiones mundiales, siendo la posible causa de la Hhambruna que azotó Rusia entre 1601 y 1603H. Otra hipótesis (Moffa-Sánchez et al. SF) publicada por la revista Nature Geoscience, sugiere que el máximo responsable de dicha etapa fría fue el Sol, que experimentó una acusada caída en su actividad durante aquella época. De cualquier forma no se puede descartar que varios fenómenos hubiesen podido actuar de forma concurrente. Por ejemplo, existen reportes sobre el fuerte evento de El Niño de 1607, los que sugieren, que las paleoinundaciones que presentan niveles desproporcionados de erosión y deposición corresponden a catástrofes convergentes en las que se combinan desastres tectónicos y eventos ENSO (Francou, 2004). Francou concluye que cualesquiera hayan sido las causas, lo cierto es que existen diversos indicios paleoclimáticos sobre un prolongado período de más baja temperatura y mayor aridez global. En todas las cordilleras de los Andes centrales se advirtió hacia fines de 1880, un retroceso de los glaciares que habían avanzado con la pequeña edad del hielo. Francou (2004) menciona que en la cordillera de Apolobamba, los glaciares abandonaron las minas de la colonia que habían sido cubiertas por los glaciares de la pequeña edad de hielo en el siglo XVII. La aparición de la pequeña edad de hielo, debió significar en la región, además de los comprobados avances de los glaciares cordilleranos, eventos climáticos en forma de olas de frío e intensas nevadas. Algunos indicios históricos parecen confirmar en siglos pasados, un clima más seco y frío que el actual en la región (Alvarredy et al. 2009), dicha variación de las condiciones climáticas provocó nevadas excepcionales en la región y afecto a la reciente ciudad de La Paz durante la colonia. Una de estas nevadas derrumbó la centenaria iglesia catedral

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hacia fines del siglo XVII, la cual había empezado a ser construida poco después de la fundación de la ciudad, por lo tuvo que ser reconstruida. El estudio de Alvarredy et al. (2009) en la relación a la expansión de los glaciales de Milluni en la colonia, mostraron que las granulometrías comienzan a ser más gruesas en el registro sedimentario del lago de Milluni, producto de una dinámica de pronunciada aridez con precipitaciones episódicas y virulentas capaces de destruir una iglesia catedral en el centro paceño. También se ha reportado para este período de avance glacial, sequías fuertes recurrentes, las cuales afectaron el valle de La Paz, tanto durante el cerco indígena de Tupac Katari, como en años posteriores. Un dato proveniente de 1586 hace referencia especial al rigor del clima invernal:…. las aguas

son desde el mes de diciembre hasta el de marzo; son las aguas por la mayor parte moderadas y algunos años cargan más que otros, y los más son con pocas aguas. Desde Uel mes de abril hasta el de agosto es el frío muy grande y hay muchos hielosU, de manera que las yerbas y árboles se agostan y secan, y este tiempo es de todo punto infructífero. Los meses de setiembre, octubre y noviembre son templados y comienzan a brotar los árboles y el campo. UEl tiempo de los fríos y hielos corren vientos destemplados y violentos, y algunos días, que

serán como quince o veinte días interpolados, es tan violento, que sale mal de las casas…U (Revista Ciencia y Cultura Nº 27, Diciembre 2011).

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Notas de las exploraciones y estudios del Valle de La Paz. Recortes de cuadernos de campo del autor

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ECOSISTEMAS Y PAISAJES Base conceptual de aspectos ecológicos y ambientales básicos Cuando hablamos de ecosistemas, el concepto fundamental es un sistema completo, el cual incluye al conjunto de seres vivos de factores físicos que forman lo que llamamos ambiente. Los ecosistemas son de las más variadas clases y tamaños. Se puede visualizar como un ecosistema a una laguna, un bofedal altoandino, una ladera de Yungas con bosques nublados o la Selva beniana. Los ecosistemas agrarios se denominan agrosistemas y la ciudad de La Paz constituye lo que se denomina un ecosistema urbano. El ecosistema, es una entidad que implica un nivel de organización de la naturaleza, que ocupa un espacio geográfico determinado, y que es posible de ser identificado o descrito a partir de determinados criterios como su fisonomía, dada por su tipo de vegetación, sus condiciones climáticas

predominantes y su ubicación

fisiográfica. Es la combinación dinámica de elementos físicos, químicos, biológicos y antrópicos (producto del hombre), que se interrelacionan entre sí en permanente cambio y evolución. En general, es un concepto espacial que deseablemente debería tener límites definidos, aunque a menudo estos límites no sean fáciles de definir. Los límites y trnasiciones entre ecosistemas se denominan ecotonos. A pesar de los esfuerzos de al menos tres generaciones de científicos por definir o precisar el concepto de ecosistema, no deja de ser un concepto abstracto y de construcción subjetiva. El Valle de La Paz constituye una ecoregión (mosaico de ecosistemas y paisajes) de cordillera y valle interandino, dispuestos en un gradiente de al menos cuatro pisos altitudinales desde las regiones periglaciares (cumbre) hasta los valles secos templado-cálidos de Río Abajo. Los Ecosistemas pueden clasificarse de acuerdo a su estado de conservación y a las intensidades de las actividades productivas que los afectan: Ecosistemas naturales (que aquí denominamos medios naturales) con vegetación primaria y sin afectación de su estructura o composición, pueden ser inclusive absolutamente pristinos, por ejemplo bosques inaccesibles de Yungas nublado en Parques Nacionales como Madidi o Amboro. Ecosistemas naturales poco intervenidos por usos eventuales y de bajo impactos (p.e. caza y recolección indígena), sin afectaciones drásticas de la estructura y composición del ecosistema, por ejemplo los bosques de Yungas en la quebrada de CieloJahuira-Hornuni en el Parque Nacional Cotapata, con vegetación primaria predominante. Ecosistemas modificados y fragmentados, donde el impacto humano ha ocasionado cambios en la fisonomía, composición y estructura de los ecosistemas por actividades extractivas y agrícolas que dan lugar a un mosaico de parches de zonas de vegetación no modificada y de zonas modificadas. La cobertura de ecosistemas modificados con vegetación secundaria tiende a ser predominante. Pueden llegar a conformar paisajes culturales armónicos.

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Ecosistemas cultivados donde la vegetación natural ha sido enteramente reemplazada por cultivos y barbechos o vegetación secundaria. Son esencialmente agroecosistemas o paisajes rurales, hasta zonas agroindustriales (p.e. Valles de Río

Abajo, Valles de

Cochabamba, zonas de colonización del Chapare, Norte Integrado de Santa Cruz). Sistemas construidos o Ecosistemas culturales o artificiales, en ambientes urbanos y suburbanos en ciudades grandes, intermedias y pueblos Ecosistemas degradados, con notables afectaciones en el paisaje, deterioro de la vegetación, pérdida de especies, procesos erosivos y otros problemas ambientales (p.e. inmediaciones de Apolo, Altiplano central de La Paz, Valles secos de Anzaldo o Aiquile, Coripata en los Yungas de La Paz). Los medios naturales son ecosistemas o paisajes ecológicos, silvestres, no intervenidos o poco intervenidos, pero no impactados o degradados por el hombre. También se los puede definir como medios salvajes (―wilderness‖) o pristinos, intocados o ―vírgenes‖, en relación a la ausencia de presencia humana. Con certeza, el valle de La Paz fue pristino, así como otras regiones de Bolivia, hasta hace unos 5.000 años AP. Algunos de los rasgos generales de los medios naturales (ecosistemas y ecoregiones poco o nada intervenidas) son: Complejidad y con frecuencia altos niveles de biodiversidad Ausencia de presencia humana o esta es muy escasa, son ámbitos mayormente desolados Predominancia de sonidos naturales y silencios (en general sonidos por debajo de los 30 decibeles que corresponde al murmullo de las hojas con el viento o de un arroyo manso) Todavía existen en Bolivia este tipo de ecosistemas en regiones muy remotas y alejadas, típicamente inaccesibles o de extremadamente difícil acceso (p.e. crestas o filos de montañas rodeados de farallones, valles profundos en cañones inaccesibles y ríos muy caudalosos, zonas muy altas y sin actividad humana por el clima severo, pantanos de difícil transitabilidad). Un concepto muy ligado al de ecosistema es ambiente (medio ambiente), el cual es utilizado ampliamente en este trabajo. El ambiente o entorno socioambiental

El ambiente implica el entorno biofísico socioeconómico y cultural, es decir todos aquellos elementos con o sin vida que existen de forma natural y al mismo ser humano y a sus realizaciones en el entorno. El ambiente es la vivienda, el jardín, la calle y barrio que circunda a la vivienda, las calles y plazas, la ciudad en su totalidad, la luz del sol que le llega, el aire que se respira, las zonas rurales circundantes de donde provienen los

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alimentos, también las zonas naturales como cordilleras hasta donde alcanza su vista, así como los bosques más allá de las cordilleras, incluyendo las áreas protegidas que los conservan. El ambiente o entorno, es todo lo que nos rodea, sea cerca o lejos, lo que impacta nuestros sentidos, o incluso nuestra memoria cognitiva y hasta nuestra memoria afectiva o emocional. (Fuente. Ribera,2008. Glosario de temas y conceptos ambientales)

El paisaje es otro concepto muy relacionado al de ecosistema, técnicamente se denominan paisajes ecológicos o landscapes. En general los paisajes son mosaicos de diversos ecosistemas y sus transiciones o ecotonos. En el planeta existen aún paisajes naturales, hoy en dia son cada vez mas raros y relictuales, y predominan paisajes modificados históricamente en diversos grados. De esta forma, el elemento principal del dinamismo de los paisajes se basa en la impronta del cambio y modificación, ejercida mayormente por el hombre a lo largo del tiempo. En general, los procesos de modificación o mudanza de paisajes se dan por avance de los medios agrarios sobre los paisajes naturales, pero también es muy común, que los paisajes naturales y rurales, sean modificados por el avance y avasallamiento de los medios urbanos. Un concepto esencial del estudio de los paisajes ecológicos y la ecología humana es el de la adaptación afectiva al entorno (González Bernáldez, 1985; de la Fuente de Val, et al.2004), entendida como, la capacidad de adaptación al medio en base a una percepción emocional positiva del paisaje, sus ecosistemas y valores estéticos, por parte de una persona o una comunidad humana, de modo que se genera una empatía profunda, un afecto, hacia el entorno. Esto implica un sentido de pertenencia y una valoración estética de un espacio o territorio dado. Esta capacidad de adaptación se incrementa cuando el ambiente y los ecosistemas, brindan un entorno amigable (por ejemplo no contaminado o no degradado) y una buena calidad escénica. Muñoz et al. (2006), señalan que una persona interpreta los atributos perceptibles de un paisaje desde su perspectiva cultural e inclusive afectiva porque el paisaje, en especial cuando es parte del entorno cotidiano de las personas, se asocia con el sentido de pertenencia y arraigo a un lugar. La capacidad de adaptación afectiva al entorno se reduce a medida que el ambiente o los ecosistemas se tornan adversos, degradados, contaminados, ―afeados‖, carentes de recursos básicos, como agua, leña, fauna, belleza escénica, etc., o cuando los valores naturales o culturales del paisaje son reemplazados por estructuras modernas ajenas a la cultura local. de Lucio (2008) menciona que las raíces biológicas de la adaptación afectiva al ambiente explica en gran medida los efectos sobre el bienestar físico y emocional que nos proporciona la presencia de la naturaleza en el entorno de vida. Un metanálisis de cincuenta investigaciones

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publicadas ha demostrado que incluso el contacto visual con la naturaleza produce efectos beneficiosos en la salud y bienestar. La transformación del paisaje natural, con frecuencia se orienta a la conformación de paisajes rurales o agrarios; éstos, como resultado de la modificación histórica de antiguos mosaicos de ecosistemas naturales, alcanzan por lo general una alta heterogeneidad de formas y transiciones: parcelas de diversos tipos de cultivos, arboledas, parches de barbechos en diversas fases de sucesión, parches de bosques naturales o relictos, pasturas, setos entre parcelas y propiedades, caminos, viviendas, acequias, bosques implatados, etc. (Burel y Braudy, 2002). En el caso de paisajes de pastizales o praderas (punas, páramos, bofedales, o sabanas), los niveles de modificación de los ecosistemas naturales no son tan manifiestos o evidentes, como es el caso de paisajes boscosos. Se debe tener presente que el uso de un territorio y sus recursos siempre conlleva modificaciones del paisaje como consecuencia de los cambios en las estructuras naturales (Muñoz et al.,2006), especialmente a lo largo de períodos históricos, por lo tanto, desde la perspectiva del valor ambiental, lo importante no es preservar la integridad del paisaje (lo cual es imposible), sino defender los valores paisajísticos. Estos cambios o transformaciones del paisaje se relacionan con la fragmentación de los ecosistemas y los cambios de ―matriz‖. Por ejemplo, en muchas regiones, la matriz boscosa a lo largo de siglos ha sido fragmentado por diversos usos. La matriz original de bosque, se invierte y da lugar progresivamente a una matriz de pastizales, campos de vegetación abierta secundaria, cultivos, ciudades, etc, donde las masas de bosque constituyen fragmentos. De acuerdo a Burel y Braudy (2002) se va de ―la parcela en medio del bosque a el bosque en medio

de las parcelas‖. De esta forma se produce, la relictualización de los ecosistemas en manchones aislados y dispersos. Un concepto complementario es el denominado paisaje cultural, un mosaico de ecosistemas rurales o agrosistemas, que incluyen con frecuencia restos de ecosistemas naturales, producto de

armoniosos procesos de modificación a lo largo de períodos históricos, con base y

perviviencia de una ancestralidad cultural evidente. Los paisajes culturales, constituyen en general ambientes rurales pintorescos, cargados de historia y costumbres ancestrales, a manera de dehezas o campiñas de elevada calidad ambiental y escénica. Algunas de las características más relevantes de los paisajes culturales son: a) modificación armoniosa de del paisaje natural, b) existencia de relictos o parches de ecosistemas naturales dando lugar un mosaico con las zonas modificadas, c) predominancia de sistemas productivos tradicionales y uso de tecnologías tradicionales con bajo costo ambiental, además de limitadas y específicas inserciones en mercados, d) alta pervivencia de valores culturales y conocimientos relacionados a uso del suelo y los recursos, e) elevados niveles de agrobiodiversidad, f) organización comunal tradicional y pervivencia de normas comunitarias relativas al uso del suelo y los recursos, g) pervivencia arquitectónica típica y tradicional, h) presencia de sitios de valor arqueológico que

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son parte del pasado de la actual población, i) alta calidad escénica, estética y ambiental, j) pervivencia de lengua, vestimentas y costumbres,

importantes superficies de setos

seminaturales entre las colindancias de predios, así como arboledas o bosques antrópicos, k) mayor proporción de veredas y sendas de herradura, e incluso caminos antiguos, como es el caso de vías precolombinas. Casi por regla general no se encuentran cerca de ciudades o regiones muy pobladas, y no son pueblos de paso de grandes vías camineras. En Bolivia existen aún numerosas regiones con paisajes culturales, los valles de la región de Charazani o Chuma, son un ejemplo de numerosos paisajes culturales bien conservados, también están presentes en los valles del sur (Totora, Tomina, Camargo, Tupiza), como en los yungas (Carijana, Camata, Quilo Quilo) y en los llanos del Beni y la Chiquitanía, por ejemplo, centros que fueron misiones jesuíticas. El Valle de La Paz, debió constituirse un paisaje cultural desde la etapa precolombina, a lo largo de los siglos de la colonia y posiblemente hasta la época republicana. Posteriormente empezaron a darse cambios significativos hacia paisajes cada vez más modernos. En este punto surge una pregunta, ¿como era el medio natural (ecosistemas y paisajes naturales) del Valle de La Paz hace 10.000 años atrás, y como eran los paisajes culturales en los siglos pasados?

Antiguos paisajes y ecosistemas en el Valle de La Paz Es posible afirmar con total seguridad que, un medio natural sin intervención humana, en las regiones de valles secos mesotérmicos, que abarque el gradiente de ecosistemas de montaña y cabeceras de valle entre los 3.900 y 2800 msnm., ya no es posible de ser encontrado en la actualidad, salvo en la forma de reducidos relictos escasamente representativos de lo que pudo haber sido el ecosistema total. Todas estas zonas fueron modificados incluso desde épocas pre-incaicas debido a la mayor benignidad de su clima y mayor potencial agrícola en comparación con la Punas circunvecinas, entre estos, además del Valle de La Paz se pueden mencionar a zonas como Charazani, Chuma, Sorata, Quime-Inquisivi, Luribay, Independencia en Cochabamba, y los valles del sur del País. Los bosquetes andinos microfoliados – espinosos, cardonales de cactáceas y los bosques secos en los valles secos mesotérmicos (3.500 -3.000 msnm), con niveles de precipitación inferiores a 800 mm., por año, se encuentran en la denominada ―sombra de lluvia‖, es decir en el lado puesto a la vertiente húmeda de los andes o Yungas. Varias personas consultadas, reconocen que les es difícil concebir el paisaje y la ecoregión del Valle de La Paz en su forma natural hace unos tres siglos, esto hace que sea muy difícil imaginar el ámbito de la ciudad hace unos 5.000 o 10.000 años atrás. Inclusive este proceso ―imaginativo‖ es difícil para profesionales en biología y ciencias de la naturaleza, esto puede

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deberse a la ausencia de referentes naturales para este tipo de ecosistemas. Dado que no existen secuencias de ecosistemas de valles secos próximos a las punas densamente pobladas, salvo en forma de relictos, incluso muy modificados por usos que datan de miles de años; se procurará entonces reconstruir una imagen hipotética del antiguo medio natural original, precisamante a partir de relictos que nos dan una referencia de la composición de esta flora y la vegetación, incluyendo algunas descripciones y menciones de crónicas de siglos pasados, por tanto, no deja de ser una ficción científica. La relictualización progresiva de la vegetación natural a lo largo de varios siglos es correlativa con la remoción de la cobertura de vegetal, que fue casi total, por la extracción de leña, quemas, pastoreo y habilitación de espacios para la agricultura. El Valle de La Paz nunca tuvo los bosques frondosos de las transiciones a Yungas, como los de Sorata, por ejemplo, pero sí un conglomerado de diversos tipos de bosquetes arbustivos, matorrales altos densos y montes espinosos, los cuales debieron cubrir la casi totalidad de del Valle, como cañadas, mesetas y laderas, entre los 3.800 y 2.700 msnm.

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Tanto el paisaje del Valle de La Paz, como los ecosistemas que lo componían, han sufrido a lo largo de los últimos diez siglos, una profunda modificación o artificialización por actividades humanas, y que ha sido mucho mas intensa en los últimos cincuenta años. Por ejemplo, los procesos de terrapleneo masivo de tierras, han hecho desaparecer numerosas zonas erosivas o ―badlands‖ de Mallasa, Mallasilla, Llojeta, Lipari, (además de las comunidades relictuales de fauna), que podría decirse que por su naturaleza deleznable y su difícil accesiblidad eran uno de los pocos ecosistemas que habían mantenido gran parte su estructura natural hasta hace unos años.

Gradiente de pisos ecológicos del Valle de La Paz Los gradientes altitudinales amplios en las regiones montañosas dan lugar a la diferenciación de diversos pisos ecológicos. Un piso ecológico correspondería básicamente e una ecoregión o región ecológica, pues comprende en general, un mosaico de diversos ecosistemas. Un piso ecológico tiene un determinado rasgo climático general y ciertas formaciones de vegetación predominante, distribuyéndose espacialmente a manera de un cinturón o franja. Comprende un rango altitudinal comprendido entre dos niveles de altura sobre el nivel del mar: límite superior y límite inferior, que constituyen esencialmente ecotonos o transiciones a los pisos inmediatos superior e inferior. Los gradientes altitudinales están diferenciados principalmente por sus ámbitos térmicos, lo cual implica que a medida que se asciende en altura, las temperaturas promedio así como las mínimas bajan abruptamente; este fenómeno denominado gradiente térmico altitudinal tiene para el Valle de La Paz un valor promedio de descenso de 0,64ºc., cada 100 metros de ascenso (Forno y Baudoin, 1991). El hundimiento del macro Valle de La Paz, Caracato, Luribay, etc., y la apertura de un drenaje a través de la cordillera oriental a fines del terciario, fueron los elementos que determinaron un ininterrumpido proceso de socavación y al mismo tiempo de relleno del Valle a lo largo de miles de años hasta nuestros días. Esto dio lugar a un gradiente altitudinal pronunciado que, desde la Ceja de El Alto hasta Mecapaca, abarca más de mil metros y si consideramos el muro cordillerano del Este, con el Illimani como su mayor exponente a más de 6.400 msnm., y el profundo piso del Cañón del río de La Paz, el gradiente comprende más de 3.500 metros. Podemos también hipotetizar que en un inicio del proceso de formación del gran Valle, este gradiente no era tan pronunciado y se fue incrementando con el proceso de profundización del hundimiento por la intensa socavación de los ríos. Este gradiente se habría estabilizado al final del período glaciar o pleistoceno (hace unos 10.000 años atrás), y desde entonces aún considerando los posibles cambios climáticos que ocurrieron, las condiciones ecológicas

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generales en dicho gradiente se habrían mantenido hasta nuestros días. Como se vio en anteriores capítulos, en siglos pasados, debido a eventos climáticos globales (pequeña edad de hielo), la mayor cantidad de nieve y avance de campos de hielo en las cordilleras y montañas altas que rodean el Valle de La Paz, habría dado lugar a que algunos ventisqueros pudieron haber bajado hasta los 4.000 msnm., inclusive, ocasionando un mayor enfriamiento del valle, y dando lugar a la reorganización de los pisos ecológicos, así como cambios temporales en la vegetación.

El gradiente altitudinal del Valle de La Paz presenta la siguiente distribución de pisos ecológicos (definidos por un tipo o tipos de ecosistemas típicos) y sus principales formaciones de vegetación potencial. Las siglas corresponde a la ubicación en el mapa de pisos ecológicos. 1.

Piso Nival (N). Entre los 5.000 y más de 6.000 msnm. (Illimani, Mururata, Serkheqollu). Corresponde a los ambientes mas fríos y altos de la Cordillera Real. Sin vegetación propiamente. Posible presencia de algas, y otros microorganismos en mantos de nieve. En la actualidad muchos glaciares y campos de nieve permanente han desparecido, y los existentes son remanentes en retroceso. Existen glaciares de piedra o escombros, y de fisuras de roca.

2. Piso Periglaciar o Subnival (PG). Entre 5.000 y 4.800 msnm. Vegetación escasa de pulvinulos dispersos, pastos cespitosos bajos y duros (Festuca), y criptofitas en grietas de rocas.

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3. Piso Altoandino (Aa). Entre los 4.800

y

4.300 msnm. Pastizal cespitoso y pulvínulos,

alternando con arbustales bajos microfoliados. 4. Piso de Puna de Alta montaña (AM). Semi-paramo en la zona este adosada al muro cordillerano: (SP). Entre los 4.300 y 3.700 msnm. Mayormente pastizales cespitosos y matorral microfoliado bajo resinoso (tholas). La zona este y noreste en el pie de monte de Wallatani (Alto Achumani, Alto Irpavi) las quebradas del río Kallapa, Chicani, constituirían ambientes mas lluviosos, considerados semi-páramos. 5. Piso de Puna de Altiplano (P). Corresponde a la meseta de El Alto, que es parte del Altiplano norte o Puna húmeda, 6. Piso de Puna de Montaña (M). Típica zona montañosa templada de los Andes, entre los 3.700 y los 3.000 msnm. Matorrales microfoliados medianos y pastizal cespitoso denso, bosque arbustivo-arbóreo denso (2-4 metros), en la actualidad mayormente en cañadas y microclimas de quebradas, con presencia de cactáceas columnares. Es posible que la vegetación orginal de este piso hace más de 1.000 años, comprendiera especies de

Polylepis, Budlleja o Escallonia. Parte de esta zona puede ser considerada como el piso denominado Suni (;orlon, 1992). Hacia el límite inferior tiene una fisonomía parecida a la de la Prepuna del sur del país. 7. Piso de Valles Secos Mesotérmicos (VS). Entre los 3.000 y 2.000 msnm. Bosque bajo seco espinoso y microfoliado, con alta xerofiticidad, alternando con cardonales de cactáceas columnares, matorral bajo microfoliado y espacios de suelo denudado.

Análisis por pisos ecológicos El Piso Nival, representa el ámbito netamente cordillerano, se caracteriza por zonas de riscos, paredes verticales, cimas o cuchillas, y campos de nieve cada vez mas raros. El límite nival (caso Illimani y Mururata especialmente), se halla hacia los 5.000 msnm. En siglos pasados, el límite nival debió estar inclusive, hacia los 4.700 msnm. Muchas de estas zonas son desiertos helados, sin presencia de vegetación y constituían campos de nieve, que desaparecieron en los últimos cincuenta años dejando superficies de rocas blanquecinas. La diversidad de formas de glaciares presentes en la Cordillera Real implica: Glaciares descubiertos, son masas de hielo perenne, relictos o remanentes formados por grandes acumulaciones de nieve-hielo a lo largo de milenios, fluyen bajo su propio peso hacia las alturas inferiores; por ejemplo, lo campos permanentes del Illimani, Mururata, Huayna Potosí o Sajama.

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Glaciares cubiertos, normalmente en la base de los glaciares, poseen una cobertura de detritus externa (roca fragmentada por el frío) que actúa como aislante. Son glaciares ocultos o encriptados, comunes en todas las zonas cordilleranas. Glaciares de piedra (también llamados de glaciares de escombros o de roca), normalmente en zonas de coluvios donde el hielo y la nieve externa están entre mezclados con las rocas y gravas arrastradas. Son glaciares básicamente ocultos. Comunes en todas las zonas cordilleranas. Glaciares de fisuras de rocas, Forman campos de hielo

ocultos o encriptados en, que

pueden alcanzar importante profundidad y espesor. Comunes en todas las zonas cordilleranas.

Son igualmente relevantes, los mantos de nieves y campos de hielo temporales, acumulados normalmente por encima de los 4.800 msnm., por grandes tormentas en el invierno. Están presentes en todas las altas cordilleras y zonas periglaciares, y que si bien desaparecen en el curso de unas semanas o meses, contribuyen a enriquecer los glaciares cubiertos, de roca y de

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fisuras, además aportan importantes volúmenes de agua a los cursos fluviales y humedales, como bofedales o lagunas, y en especial a las zonas de recarga de acuíferos (Alto Achachicala, Jampaturi y Wallatanipampa). El Piso Periglaciar (Subnival), es un piso altoandino de mesetas muy altas que circundan las zonas cordilleranas de las zona este del Valle. Hace unas décadas, el límite nivel se encontraba en este cinturón. Especialmente hacia el límite superior, predominan los desiertos helados casi sin vegetación. Las heladas son frecuentes todo el año. Hacia los 4.800 – 5.200 msnm., en el límite inferior, la vegetación es todavía escasa y dispersa, caracterizada por pulvínulos de plantas muy especializadas, plantas criptofitas en microclimas de zonas rocosas, gramíneas cespitosas muy duras como la Festuca y bofedales de altura con turberas, estos últimos ecosistemas, de enorme importancia por su rol almacenador de agua y como zonas de cría de camélidos (Estenssoro, 1991). Los suelos congelados a mediana profundidad (tipo permafrost), gran parte del año, contribuyen de gran manera a la alimentación de zonas de recarga de acuíferos, arroyos, lagunas y bofedales-vegas en toda la región andina. En ambos pisos mas altos, las condiciones climáticas extremas determinan niveles muy bajos de biodiversidad. Los ecosistemas en estos pisos de gran altitud se encuentran prácticamente en estado natural debido a las condiciones climáticas extremas que excluyen actividades humanas permanentes. En algunas zonas con acceso vial (p.e. el flanco este del Illimani o Alto Achachicala) hay algunas actividades mineras, extracción de áridos y de turba a baja escala. El Piso Altoandino propiamente, tiene un gradiente relativamente amplio y se distribuye en las altas mesetas del este-noreste, próximas al muro cordillerano, como Wallatanipampa. Las condiciones ecológicas extremas se mantienen hacia el límite superior, las heladas son frecuentes cualquier mes del año, en especial hacia el límite superior. Los tipos de vegetación hacia el límite superior son muy similar a las del piso periglaciar, con abundancia de gramíneas cespitosas bajas y pulvínulos de camefitas. Por debajo de los 4.500 msnm., la vegetación predominante esta formada por pastizales de gramíneas cespitosas altas (Stipa) y arbustos microfoliados bajos dispersos, principalmente asteráceas. El estado de conservación de los ecosistemas en este piso, es bueno en términos generales debido a la lejanía y difícil acceso de las zonas o las condiciones climáticas extremas que siguen siendo severas. En algunas zonas accesibles del límite inferior del piso hay actividades de extracción de turbas y áridos en las cuencas fluviales. El Piso de Puna de Alta montaña se ubica en las montañas y laderas elevadas que circundan el Valle, por ejemplo en las partes altas de las serranías y laderas que descienden de El Alto en el oeste, la serranía de Lipari-Aranjuez, el macizo montañoso de Collana, las parte altas de Pampajasi y El Calvario. Los relictos de vegetación indican la predominancia de un matorral bajo microfoliado disperso y pasturas cespitosas. Una gran parte de la ciudad de La Paz, incluido su centro histórico (en el rango 3.900-3.600 msnm.), se encuentra en este piso esencialmente frío. Pueden darse heladas invernales, en especial hacia el límite superior.

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La gran meseta altoandina de Wallatanipampa, y las zonas altas de Chicani y Alto Kallapa, y las Punas de alta montaña subyacentes (Alto Irpavi, Alto Achumani, Cañon de Cota Cota hacia Animas y Ovejuyo) son notoriamente mas húmedas, pues reciben precipitaciones mas frecuentes que el resto del valle (la mayoría se extiende desde el muro cordillerano contiguo y desde los Yungas). Esto implica que podrían ser consideradas como semi-parámicas por su afinidad de fisionomía y clima a las formaciones parámicas (Páramo Yungueño) de la vertiente oriental. En esta ladera este, por debajo de la meseta de Wallatanipampa (parte alta de los ríos Irpavi y Achumani), existe una amplia superficie con profusión de quebradas y cuchillas de difícil accesibilidad, producto de la erosión de materiales de origen glacial, las cuales crean numerosos microclimas, en las que prosperan matorrales altos y bosquetes microfoliados, especialmente por debajo de los 3.800 msnm. Se desconoce si existieron rodales o bosquetes de Polylepis (probablemente P. pacensis) en este piso; en las numerosas incursiones a lo largo de mas de seis años, no se encontró esta especie en estado silvestre en ninguno de los relictos analizados en el entorno rural y seminatural de la ciudad. Los ecosistemas en gran parte de este piso ecológico, debieron haber cambiado drásticamente de su forma natural a paisajes culturales-rurales, desde épocas precolombinas tardías y a lo largo de la colonia, para luego ser reemplazados vertiginosamente por ecosistemas urbanos desde la mitad del siglo pasado. En la actualidad, en este rango altitudinal del Valle, existen zonas rurales o agrarias relictuales, por ejemplo en Chicani, Kallapa y Ovejuyo, este último en fase activa de urbanización. El Piso de Puna de Montaña intermedia en el Valle de La Paz entre los 3.700 y 3.000 msnm, es mayormente arbustivo y ocupa una gran parte de la hoyada central, las laderas bajas, quebradas de ríos y el piso del Valle. Es un piso frío a templado, marcadamente seco, y el más característico de la ciudad de La Paz; pueden darse heladas eventuales durante el invierno. Barrios como Sopocachi, Llojeta, Miraflores, Obrajes, Calacoto, se encuentran en este piso, así como las quebradas de los ríos principales, Choqueyapu y Orkhojahuira. En este piso alternan comunidades arbustivas de estructuras geológicas muy inestables (badlands o torrentes de barro, como Llojeta o Mallasilla), y de zonas mas estables en terrenos de origen glacial (Avenida de Los Leones, Alto Obrajes). Solo existen relictos aislados de vegetación en terrenos baldíos, pero principalmente en las quebradas y laderas muy empinadas (zonas microclimáticas), como la del tramo hacia Obrajes o del valle de Kantutani. La vegetación representativa es un matorral alto micro-mesofoliado de Baccharis, Dunalia, Mutisia,

Nicotiana, Schinus y Viguiera, con cactáceas columnares como Trichocereus bridgesii (Achuma). Hace varios siglos, en laderas y mesetas, debió predominar un matorral microfoliado bajo y pastizal cespitoso de Stipa, en tanto, que en las profundas quebradas y laderas bajas de valles (microclimas menos fríos y secos) debió predominar un bosque arbustivo arbóreo denso (bosquetes hasta los 4 o 5 metros) posiblemente con presencia antigua de especies de alto

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poder calorífico como Polylepis o Budlleja, que habrían sido extirpadas por la constante presión de extracción selectiva de leña, sobrepastoreo y quemas. Probablemente es el piso ecológico con mayores transformaciones de los ecosistemas a lo largo de la historia del Valle. Casi la totalidad está ocupada por ámbitos urbanos y suburbanos, con expansión de asentamientos y escasos relictos de vegetación nativa. Al igual que en el piso anterior, existen algunos agrosistemas remanentes, muy constreñidos por la expansión suburbana, como ser Lipari, Mallasa, Achocalla. Llojeta fue una de las últimas zonas típicamente rurales de este piso, que tuvo una rápida mudanza al ámbito urbano (aproximadamente desde 1980). Un aspecto que pude observar a lo largo de varios años consecutivos (años 80) en los badlands de Llojeta a los pies de la serranía de Kutukutuni (zona que ahora ha sido devastada por los terrapleneos y loteamientos) fue la elevada inestabilidad de las formaciones de vegetación arbustiva dispersa (Ephedra, Adesmia, Baccharis, Atriplex) de estos ecosistemas en los torrentes de barro. En los sitios específicos bajo observación, gran parte de las zonas eran removidas de forma natural de una año al otro por las lluvias y los frecuentes derrumbes y hundimientos, y aparecían comunidades sucesionales, que en algunos casos tampoco prosperaban. En el ámbito de la simple conjetura, es posible que tanto la vegetación como la fauna asociada (Troglodytes, Asthenes, Liolaemus), en estos ecosistemas inestables tengan una estructura ecológica mayormente pionera y conformada especialmente por ―estrategas r‖, con frecuentes procesos de colonización en las zonas desestructuradas. Al respecto, serían interesantes más investigaciones. La siguiente tabla, resume la distribución y características generales de los pisos ecológicos del Valle de La Paz, se considera brevemente las formas de vegetación potencial predominante de cada piso: Piso ecológico Rango

Rasgos climáticos

altitudinal >6000 Nival

5.000 msnm. 5.000

Periglaciar

4.800 msnm.

Tipo

de

cobertura

vegetal

potencial – Helado. Precipitaciones en forma de nieve y granizo. – Helado a muy frío.

Ausencia de vegetación. Desiertos helados. Comunidades vegetales muy

Precipitaciones en forma ralas, de líquenes y plantas de nieve y granizo. Heladas enanas aisladas y en

Altoandino

permanentes.

microclimas rocosos.

Muy frío. Frecuentes

Vegetación de pastos bajos,

4.700 – 4200 precipitaciones en forma msnm.

duros y empenachados (paja

de nieve y granizo. Heladas brava) y plantas en cojines. frecuentes.

Extensos bofedales en grandes valles glaciales.

Frío y seco. Pueden darse Pastizales empenachados

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Puna de Alta

4.200

Montaña

3.700 msnm.

– heladas invernales en Mayo densos y arbustos bajos y Junio.

microfoliados (de hoja

(semi-Paramo

pequeña). Hacia el límite

en la ladera

inferior, matorrales altos y

cordillerana

Bosques arbustivos de

del Este)

distribución restringida en microclimas de quebradas. Frío y seco en transición a

Matorrales y pastizales

Puna o de

3.700

– Templado hacia las partes

cespitoso densos hacia el límite

Montaña

3.000

bajas. Heladas eventuales

superior; bosque arbustivo-

msnm.

en invierno.

arbóreo en microclimas de quebradas zonas ribereñas (habitats más húmedos). Hacia el límite inferior, monte bajo espinoso y cactáceas.

Templado seco hasta

Monte espinoso microfoliado de

templado-cálido, muy seco

leguminosas y cardonales de

Valles secos

3.000 -

mesotérmicos

>2.000 msnm. hacia las partes más bajas.

cactáceas, matorrales

Normalmente sin heladas

espinosos ralos y zonas con

de invierno.

suelos denudados. Fisonomía semi-desértica.

El Piso de Valle Seco Mesotérmico por debajo de los 3.000 msnm., es un piso notablemente árido (menos de 500 mm/año) y típicamente templado, normalmente sin heladas, muy representativo de los valles interandinos en otras regiones de Bolivia. Es una región con fuerte vientos ascendentes que contribuyen a desecar la zona, aumentando los niveles de evapotranspiración. Se distribuye en la región mas baja del Valle, aproximadamente a partir de la zona de Mallasa hasta la zona de Palomar-Huaricana y Tahuapalca (unión del río de Palca con el río de la Paz), zona esta úlitma donde empieza a configurarse el profundo cañon del río la Paz-Boopi, es la parte más cálida del Valle de La Paz. La vegetación predominante es el bosque seco espinoso microfoliado de Acacia-Prosopis-

Caesalpinea y cardonales de cactáceas columnares, especialmente concentrado a las amplias terrazas aluviales y coluvios, existiendo también grandes superficies de zonas de suelos denudados o con escasa vegetación baja. Son frecuentes los matorrales bajos de Dodonaea viscosa y Tecoma arequipensis. Una gran parte de este piso en la parte del valle aluvial del río Choqueyapu, tiene urbanizaciones en expansión, en tanto que gran parte de laderas de mediana a fuerte inclinación son superficies de tierras eriales o ―badlands‖ (producto del torrente de barro de Achocalla), pero que a pesar

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de su fragilidad y deleznabilidad, han sido en parte terraplenadas en los últimos años, para construir urbanizaciones. Existen zonas con importante producción agropecuaria, como Mecapaca, Palomar, Huaricana, Valencia, Avircato.

A manera de resumen, se pueden caracterizar los pisos ecológicos de gradiente en el Valle, tomando en cuenta los principales biotipos o formas de vida de la vegetación tipificante: Piso Nival: Esencialmente abiótico Piso periglaciar: se líquenes y hemicriptofitas en microclimas rocosos Piso Altoandino: de pulvínulos y gramíneas bajas cespitosas muy silificadas Piso de Puna de Alta Montaña (semi-Paramo): de gramíneas cespitosas altas y arbustos microfoliados bajos dispersos Puna o de Montaña: de bosquetes arbustivos microfoliados y cactáceas columnares (cardonales)

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Valle seco mesotérmico: de bosque

seco bajo microfoliado y cactáceas columnares

(cardonales)

Si consideramos la distribución de pisos agro-ecológicos de acuerdo a los tipos principales de cultivos en cada nivel, siguiendo a Morlon (1992), tenemos: Un piso muy frío a helado (>4.500 msnm.), aprovechado hace siglos para la cría de camélidos nativos (alpaca, llama) y la transformación de productos de la papa y otros tubérculos para elaboración de chuño, tunta, kaya, etc., actividad que todavía es practicada hacia el límite superior. Un piso frio (en el Perú Jalka fuerte), entre 4.500 y 4.000 msnm. En las partes altas por encima de los 4.200 msnm, destaca el cultivo de especies de papas amargas (Solanum

juzepzukki, S.curtilobium) y la cría de camélidos. Por debajo de 4.000 msnm, se cultivan varias variedades de papa, también quinua dulce y el pseudo cereal kañahua. Corresponde al Altoandino y la transición a la Puna de Alta Montaña. Un piso de montaña todavía frío (Suni) entre los 3.900 y los 3.200 msnm., utilizado para el cultivo de diversas variedades de papa, oca, papalisa, quinua y también ciertas variedades de maíz hacia el límite inferior. A partir de la colonia, se introdujeron otros cultivos que prosperaron en este piso (haba, avena, cebada, cebolla, hortalizas) y ganado exótico, como bovinos, equinos y ovinos.

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Un piso templado a cálido (Likina o Queshua) por debajo de los 3.200 msnm., en el cual, durante la época precolombina se cultivaba esencialmente maíz, cucurbitáceas, ajíes y coyme o millmi (amaranto), tomate. Posteriormente en la colonia se introdujo la caña de azúcar, vid y frutales diversos.

Relictos de vegetación Como se ha visto en un punto anterior y considerando la intensa actividad humana en el Valle de La Paz, especialmente en los últimos quince siglos, se podría asumir que casi todas las manifestaciones de vegetación, tanto en zonas urbanas, como en zonas rurales, actualmente observables por debajo de los 4.200 msnm., constituyen relictos. Los relictos de vegetación, son remanentes, restos de una cobertura mucho mas amplia y dominante en otros tiempos; se ubican por tanto en zonas poco accesibles, como ladera empinadas, fondos de quebradas o zonas alejadas. Se forman a partir de procesos de fragmentación de los ecosistemas naturales y el cambio de matriz del paisaje, lo cual puede darse por procesos naturales (p.e. efectos de las glaciaciones en el pleistoceno) o por la presión de diversas actividades humanas a lo largo de siglos. El hecho de que los relictos de vegetación natural o semi-natural se concentren en determinados espacios de difícil acceso, como fondos de cañadas o laderas abruptas, puede ser interpretado como una ocurrencia preferencial en microclimas, más húmedos o mas abrigados. Pero, también cabe la posibilidad, en el sentido de la hipótesis de Kessler (2010), a propósito de los bosquecillos de montaña con restos de Polylepis, que dicha ocurrencia es mayormente el resultado de largos procesos de degradación de la vegetación natural, la cual originalmente era mucho mas extensa. Marthadina Mendizábal (1990), mencionaba que la cobertura vegetal de La Paz se había reducido a su mínima expresión en forma de: a) Relictos de vegetación nativa b) Floras ruderales que prosperan en terrenos baldíos, suburbios contaminados de basura y jardines o plazas sin mucho cuidado c) Bosques implantados o exóticos (pinos, abetos o eucaliptos d) Árboles ornamentales exóticos aislados a lo largo de calles y en plazas (varias especies europeas y de norte América). Sin duda los relictos mas llamativos de vegetación natural son los matorrales altos y densos y bosquetes arbustivos que prosperan en sitios alejados y de difícil acceso o en terrenos

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municipales y baldíos, mayormente en las quebradas de los ríos principales del Valle. En general, ocupan superficies muy reducidas (entre 10 – 500 metros cuadrados, muy raramente mayores superficies continuas). Estas formaciones relictuales arbustivas son las de mayor riqueza florística y biodiversidad en general en el valle, por ejemplo comunidades de aves e insectos y se encuentran fuertemente amenazados por el avance urbanístico y ―las mejoras‖ paisajísticas de la Alcaldía. Se pueden diferenciar al menos cuatro tipos principales de relictos de bosques arbustivos y matorrales altos en el Valle de La Paz, según su distribución y estado de conservación. 1.

Relictos inmersos en medio de zonas urbanas, en zonas consideradas areas verdes o espacios municipales, o zonas marginales (p.e. quebrada de la bajada a Obrajes). En alto grado de amenaza debido al desinterés municipal de conservarlos y el riesgo de remplazarlos por cubiertas antrópicas ornamentales. Son los estudiados por Daisy Rodríguez (2007).

2. Relictos en zonas urbanas, en espacios reducidos como terrenos baldíos privados o canchones. Normalmente muy pocas especies a monoespecíficas, por ejemplo, con predominio de matas densas de Baccharis sp. y Viguiera. Muchos de estos han sido estudiados por Daisy Rodríguez (2007). 3. Relictos que se encuentran en zonas alejadas de zonas urbanas y están inmersos en paisajes esencialmente rurales, y en transiciones a suburbios en formación, por ejemplo en Alto Irpavi, Animas, Lipari, Kallapa. Superficies variables, pero en general no extensos. Mayor número de especies que a y b, pero con alto riesgo de ser removidas para uso como leña (aun hay familias campesinas que usan leña en zonas alejadas de la ciudad), pero son más críticos los riesgos de quemas en la época seca. 4. Relictos que se encuentran en zonas alejadas de zonas suburbanas y rurales, de difícil accesibilidad y que se podrían considerar como semi-naturales, o incluso naturales, por ejemplo en la quebradas altas muy erosionadas de los ríos Cota Cota, Achumani o Irpavi, hacia la meseta de Wallatani pampa. En general pueden ser aun extensos y la diversidad de especies es mas alta que en el resto de los tipos analizados y tienen mejor estado de conservación. A pesar de la lejanía y difícil acceso enfrentan riesgos de quemas en la época seca. Han sido poco estudiados. Rodríguez (2007), identifica un total de 36 relictos o remanentes de vegetación natural en el Macrodistrito Centro, que comprende la zona más urbanizada central de la ciudad de La Paz; de este total un 60% se encuentran amenazados y en mal estado de conservación. Considerando los otros macro distritos, mas alejados del centro (Macrodistrito Sur, Macrodistrito San Antonio, Macrodistrito Mallasa y en parte el de Cotahuma) los relictos ascienden a algo más de 120. Estos relictos, en su mayoría son de porte arbustivo, hasta tres metros de altura y densidad de cobertura variable, en algunos sectores formando matorrales muy densos. La

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mayoría de esas especies arbustivas sin típicamente microfoliadas y espinosas. Todos estos relictos redujeron sus superficies drásticamente en los últimos 20 años y se encuentran fuertemente amenazados por el avance del crecimiento urbano, loteamientos, terrapleneos y las ―mejoras urbanas‖ de los planes municipales, los cuales consideran a los remanentes como malezas o malas hierbas. Un problema para la conservación de estos relictos, es que la visión de la Alcaldía no es ambiental, es simplemente ornamentalista, y considera a los relictos de vegetación como simples malezas y los sitios donde aun sobreviven, como eriales que deben ser ―limpiados‖ (Rodríguez, 2007). Esto es lo que ocurrió en la Avenida del Poeta y a lo largo de la avenida Kantutani. El año 1982, en la zona de ingreso a Alto Achumani, se observaron pequeños relictos de matorral arbustivo espinoso denso, alto -2 a 3 metros- (Proustia, Dunalia, Dasiphyllum,

Adesmia, Trichocereus), en más de una veinte puntos dispersos, la mayor parte en terrenos descampados, bordes de campos agrícolas remanentes o canchones amurallados. En 1997, quince años después, casi la totalidad de estos relictos habían desaparecido devastados por el avance urbano; en la actualidad no queda ninguno. Similar proceso se dio en las zonas de Cota Cota-Chasquipampa, y Alto Irpavi. Los relictos o remanentes de vegetación natural-seminatural, mas importantes en el Valle de La Paz se ubican en las siguientes zonas: Zona altoandina de Wallatanipampa. Extensa meseta de vegetación altoandina y periglaciar, con presencia eventual de especies de fauna emblemática como Cóndor o Taruca. Tiene correspondencia con un Área protegida municipal. Zonas altoandinas de Waripampa, Alto Achachicala-Siete Lagunas. Mesetas altoandinas con vegetación típica del piso más alto del Valle. Tiene correspondencia con Áreas protegidas municipales. Quebrada del río Choqueyapu y avenida que baja a Obrajes. Desde San Jorge, la gruta, y hasta la actual parada del teleférico. Manchones grandes continuos y densos de matorral alto, en general poco diversificado y predominio de Baccharis spp. Una importante superficie de relictos fueron eliminados por la habilitación de los predios del ―grupo Toyosa‖. Avenida del Poeta (―Parque Urbano Central‖). Relictos de bosque arbustivo de baja diversidad, y escasa superficie. Abundancia de especies exóticas. Quebrada de la avenida Kantutani, en la ladera izquierda, con pronunciadas pendientes, casi hasta donde finalizan los predios de un batallón del Ejército. Manchones grandes dispersos de relictos de bosque arbustivo denso, regularmente diversificado, con abundancias de especies exóticas. Miraflores, avenida Requena y avenidas Pedro Tarifa y Diego de Peralta (Citada por D.Rodríguez). Comprenden relictos de pequeña superficie y pocas especies, predominio de

Nicotiana glauca, Baccharis y Viguiera. (Citada por D.Rodríguez)

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Zona Villa San Antonio, varios pequeños relictos dispersos en baldíos. En general con baja diversidad de especies. Se han observado especies de aves raras, como HCoryphospingus

cucullatusH. Destaca un relicto de especial importancia al frente de la cancha Mariscal Braun (Citado por D.Rodríguez). Avenida de Los Leones (bajada desde la zona del Estado Mayor hacia Obrajes), en la quebrada del río Orkojawira. Pequeños relictos de muy baja diversidad, muy dispersos, en laderas de mediana inclinación. Quebradas altas de la zona de Chicani y las quebradas de los ríos Kallapa y Palcoma. Relictos bien conservados de bosques arbustivo y matorrales densos con buena diversidad de especies. Tienen relación directa con las áreas protegidas municipales Chicani, Aruntaya, Chuquiaguillo. Quebradas fuertemente erosionadas, formando un denso sistema de cuchillas y cañadas estrechas, en el flanco de la meseta de Wallatanipampa (curso alto de los ríos Lipari, Achumani y Cota Cota), con relictos de matorrales y bosquetes. Laderas Sur del cerro ChiarJacke y río Lipari (detrás de la Muela del Diablo). Manchones de relictos de matorral denso espinoso y bosque bajo microfoliado. Bosquetes en zonas de difícil acceso. Quebradas y sierras de la zona de Wak´ayllani-Muela del Diablo. Manchones dispersos de matorral microfoliado espinoso denso en zonas de muy difícil acceso. Serranía Amor de Dios-La Florida–Azusinani. Relictos de matorral microfoliado disperso a ralo y

de baja diversidad. Más denso y alto en zonas de difícil acceso. Coincide con

espacios de un área protegida municipal. Región de Río Abajo entre Lipari, Huajchilla y Mecapaca. En parte son zonas de badlands, las serranías altas son formaciones antiguas del Devónico (mayormente lutitas). Existen relictos de bosque seco microfoliado espinoso en zonas poco accesibles. Zonas de los ―Badlands‖ de Llojeta, las Lomas. Extensa superficie al sur y norte de la actual urbanización Llojeta-Rosal. Numerosos relictos dispersos en zonas de difícil acceso. No hay áreas protegidas en esta formación. Picos emblemáticos de gran belleza escénica en las Lomas no tienen protección y están bajo riesgo por avance de nuevas construcciones. Zonas de los ―Badlands‖ de Mallasa-Mallasilla, Numerosos relictos algunos de vegetación arbustiva espinosa y cactáceas en sitios de difícil acceso, como barrancas y quebradas profundas. Area protegida Mallasa (Parque Nacional??) no protege relictos propiamente, y no hay otras áreas protegidas en esta formación que cumplan dicha función. Quebradas altas y medias del río Amachuma-Petulla que son afluentes del río La Paz. Cañones-valles de estos ríos están al sudoeste de la zona Mecapaca-Palomar. Relictos extensos cubriendo la ladera de orientación sur de dicha cuenca, predomina un bosque denso seco microfoliado y espinoso con presencia de bombacaceas y cactáceas. Este relicto se consideraría fuera del límite del Valle de La Paz propiamente.

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Relictos o remanentes (Rodriguez,D.L. 2009) La mayor parte de los remanentes naturales en el macrodistrito centro, se encuentran en lechos y laderas de río, laderas de farallones, pendientes fuertes, relieves entrecortados, lugares no adecuados para la construcción sin embargo la población sigue apropiándose de todo espacio restante, desafiando a los riesgos naturales. La lectura de la imagen ambiental de los remanentes naturales, es que se deberían conservarse y protegerse para evitar construcciones de viviendas, especialmente en las laderas de altas pendientes, laderas de río, y en áreas de fragilidad geológica. Están presentes como una voz de alerta. El Macrodistrito 7 es un área urbana consolida, con un alto grado de intervención antrópica, y una imagen ambiental deteriorada, por tanto los remanentes naturales encontrados son muy significativos para la población, por toda la información que guardan en su interior tanto biológicos como urbanos y especialmente la información geomorfológica. La mayor parte de los remanentes son fragmentos reducidos, son paisajes vivos, vitales para la ciudad, son un nexo importante entre la ciudad y la naturaleza, entre hombre y biodiversidad, con tendencia a disminuir la superficie total y el tamaño de los parches y al disminuir el espacio, se disminuyen los servicios ambientales y la función urbana. La fragmentación, fue a consecuencia de los diferentes cambios de usos de suelo, canalización y entubamiento de ríos, apertura de vías y especialmente el avance de la mancha urbana. Los remanentes naturales en un área urbana, se constituyen en la imagen ambiental de una ciudad, dan referencias sobre el paisaje natural inicial, sobre la constitución geológica del sector. La topografía de la ciudad de La Paz, facilita la lectura de la imagen ambiental, porque se pueden divisar los perfiles de los diferentes remanentes naturales. La propiedad de los fragmentos de remanentes, se desconoce, se respetaron estos parches por la alta pendiente y la dificultad de accesibilidad (Miraflores norte); en el caso de San Jorge, una vecina se atribuyó la propiedad; los aires de río es de propiedad de toda la población (Miraflores); Avenida Kantutani, se supone que es de la alcaldía y de toda la población, sin embargo existe un juicio de propiedad particular; parte de San Jorge, la Fuerza Naval se atribuyen la propiedad. Cuatro de los fragmentos de remanentes se encuentran en propiedad privada. La mayor conectividad de los remanentes se presenta en el sector 6 de San Jorge , son un macropaisaje de corredor, conectores orgánicos vehiculares y peatonales, importante para la ciudad, tienen una mayor abundancia de vegetación asociada a la variedad y diversidad de aves y mariposas, presentan una sensibilidad ambiental alta por el riesgo que presenta en el deslizamiento de las laderas y la inestabilidad de algunos eucaliptos, que son talados constantemente, especialmente en época de lluvias,

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Por último el remanente de la Avenida Kantutani, presentó el mayor valor biológico, con alta biodiversidad, mayor integridad ecológica y con poca amenaza o riesgo. Estos seis remanentes no deberían tener uso público, tal vez en algunos casos muy reducidos, porque conservan rasgos del paisaje natural inicial; porque la mayoría se encuentran en alta pendiente o son frágiles, porque existe una interdependencia específica de agrupaciones de vegetación nativa diversa con una gran variedad de aves, en una sociabilidad espacial, porque son susceptibles de erosión y requiere protección, además son lugares significativos para la educación e investigación científica y por ser productores de bienes y servicios ambientales en un área urbana. Por tanto los remanentes naturales son bienes de la población urbana que deben ser protegidos sosteniblemente, en conjugación de su función biológica, urbana, y la dinámica de los procesos ecológicos. Es importante plantear una configuración espacial aglutinada por remanentes naturales, para lograr una sostenibilidad ecológica urbana, manteniendo los servicios ambientales, especialmente para atenuar y contrarrestar los efectos del Calentamiento Global.

Especies de flora registradas en el Valle y sus relictos de vegetación En términos generales, el Valle de La Paz se caracteriza por una modesta biodiversidad. Los relictos de vegetación en los diversos puntos del Valle son los elementos indicativos de la riqueza florística de esta región. Estos son tamnién, bastantes pobres en terminos de riqueza de especies; a mayor cercanía o si están inmersos en el medio urbano, son mas pobres en biodiversidad, y ésta aumentan a medida que se se ubican mas lejos del medio urbano. Dicha condición parece no haber tenido mucha diferencia en los últimos 10.000 años. Un estudio realizado por Ybert (1984) para la zona del río Chuquiaguillo a 3.980 msnm., presente un perfil palinológico y de esporas, con dataciones radiocarbónicas entre 12.300 años AP (parte inferior del perfil) y 765 años AP (parte superior del perfil). En general, dicho estudio establece que más del 70% del total del polen analizado comprende gramíneas. En las partes inferiores del perfil y que corresponden a los períodos de inicio del Holoceno, las lecturas indican baja proporción de gramíneas, pero si alta abundancia de juncáceas, bromeliáceas, malváceas y ammiáceas tipo Azorella. En los horizontes del holoceno temprano aparecen además Isoetes, helechos, cactáceas, papilionáceas, chenopodiáceas, gramíneas,

Ephedra y notablemente Podocarpus. En niveles algo más superficiales y más recientes, aunque todavía en el Holoceno temprano, destacan las compuestas y Alnus, con abundancia de gramíneas. En niveles superiores predominan compuestas, gramíneas y juncáceas. No se menciona la presencia de Polylepis o Buddleja.

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Los estudios realizados por Beck y Garcia (1991) para estas formaciones relictuales indican la presencia de una treintena de especies más comunes. En total, la diversidad de plantas del Valle de La Paz, considerando el gradiente 4.600-2.700 msnm.), alcanzaría algo más de 150 especies, lo cual es indicativo de la baja biodiversidad del Valle en general. Garcia (1997) denomina flora ruderal a los remanentes de vegetación en zonas urbanas y peri-urbanas, en estado de fuerte

modificación por las actividades humanas e identifica un total de 113

especies. Rodriguez (2008) identifica un total de 126 especies. Comparativamente, al otro lado del muro cordillerano y en el mismo gradiente altitudinal, los niveles de riqueza biológica del páramo yungueño y los bosques nublados de Yungas, pueden cuatruplicar los niveles de biodiversidad. Fernández Murillo et al., (2015) en un estudio de flora exótica en torno a seis caminos cerca de la ciudad de La Paz (no se mencionan cuáles son estos tramos o las localidades próximas de los registros), reportaron un total de 97 especies, de las cuales 13 son exóticas, entre las que destacan: Matricaria recutita (aster.), Taraxacum officinale (aster.), Opuntia ficus-indica (cact.), Atriplex suberecta (chenop.), Medicago polymorpha (fab.), Spartium junceum (fab.),

Trifolium pratense (fab.), Rumex acetocella (polyg.), Pennisetum clandestinum (poac.). Curiosamente presentan a Dodonaea viscosa (sapind.) de los valles secos, como especie exótica (¿?); la Guía de Árboles de Bolivia (Killen et al. 1993) no hace referencia alguna a dicha condición para esta especie. Se presenta una lista parcial de especies en los diversos relictos del Valle, tanto en zonas urbanas como rurales alejadas. Piso ecologico o ámbito

Grupos de especies

Límite inferior de la Puna de

Nicotiana glauca Solanac. (Karalawa) Viguiera australis Aster. (Sunchu) Viguiera pacensis Aster. (Sunchu) Ambrosia peruviana Aster. Baccharis latifolia (Chillca) Aster. Baccharis pflanzii Aster. Baccharis salicifolia Aster. Baccharis pentlandii Aster. Baccharis incarum Aster. Baccharis boliviensis Aster Baccharis papillosa Aster Pluchea fastigiata Aster. (tuyu, rara) Mutisia acuminata Aster. (Chinchircoma) Proustia cuneifolia Aster. Proustia pungens Aster. Achyrocline alata Aster. (Wira wira) Gnaphalium cheiranthifolium Aster. (Wira wira) Dunalia brachyacantha Solanac. (Tankara) Ephedra americana Ephedrac. (Pinku) Ephedra rupetris Ephedrac.

Alta Montaña-semipáramo este-Puna de Montaña intermedia

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Barrancos, queba¡radas muy empinadas

Valles secos

Berberis boliviana Berberid. (Churisiki) Dasyphyllum ferox Aster. (Laulli) Senna aymara Leg. (Takarkaya) Senna multiglandulosa Leg. Chenopodium ambrosoides Chenop. (Payko) Chenopodium hircinum Chenop. (Ajara) Adesmia miraflorensis Leg. (Añahuaya) Lupinus altimontanus Leg. (Tarwi) Caesalpinia spinosa Leg. (Tara) Cestrum parqui Solanac. (Andres huaylla) Schinus molle Anacard. (Molle) Schinus andinus Anacard. (Wislulu) Buddleja aromatica Loganiac. (Kolli) Ribes pentlandii Grossulariac. Muehlenbeckia fruticulosa Polygoniac. Calceolaria parvifolia Calceolariac. Calceolaria buchtieniana Calceolariac. Solanum atricoeruleum Solanac. Solanum nitidum Solanac. Krameria lappacea Krameriac. Minthostachys acutifolia Lamiac. (Muña) Clinopodium bolivianum Lamiac. (Muña) Salvia haenkei Lamiac. (Chunga) Kageneckia lanceolata Rosac. Tarasa hornschuchiana Malvac. (endémica) Opuntia exaltata Cactac. (Tuna kealla) Trichocereus bridgesii Cactac. (Achuma) Oreocereus fossulatus Cactac. Cortaderia jubata Poac. (Sehuenca) Linaria canadensis (Scrophular) Agalinis lanceolata (Scrophular) Ephedra rupetris Ephedrac. Tillandsia sphaerocephala Bromeliac. Puya ferruginea Bromeliac. Puya meziana Bromeliac. Tecoma arequipensis Bignoniac. Prosopis laevigata Leg. Dodonaea viscosa Sapindac. (Chacataya) Caesalpinia bangii Leg. (Takarkaya) Acacia aromo Leg. Acacia macracantha Leg. Carica quercifolia Caric. Stevia tarijensis Aster. (Marichu) Echinopsis spp. Cact. Oreocereus spp. Cact. Corryocactus melanotrichus Cact.

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Ornamentales nativos (no silvestres) en paseos o parques. Jardines y parques

Introducidas. En parques, paseos o inmersas en los

Polylepis racemosa Rosac. (Queñua) Polylepis besseri Rosac. (Queñua) Buddleja coriácea Loganiac. (Quishuara) Cantua buxifolia Polemoniac. Cantua tricolor Polemoniac. Datura arbórea Solanac. Brugmansia versicolor Solanac. Spartium junceum Leg. Lavatera arbórea Malvac.

relictos urbanos Fuentes: Rodríguez,D.L. 2007. Los remanentes Naturales en un área urbana como su memoria

ambiental. ARQUI-CDALP/UMSA. La Paz, Bolivia. 80 p; Garcia,E.E. 1991. Flora de la ciudad de La Paz. 151 –169 p. En Forno,E. y Baudoin,M. 1991. Historia Natural de un Valle en los Andes: La Paz. IE – UMSA. La Paz, Bolivia; Garcia,E.E. 1997. Composición florística y ecología de las comunidades ruderales. de las calles de ciudad de La Paz. 1-19 p. Rev. Ecología en Bolivia. Nº 29. IE-UMSA. La Paz, Bolivia; La Guia ―Darwin‖ de las Flores de los Valles Bolivianos. 2005. Wood,J. (Ed).;Flora ilustrada altoandina. Pestalozzi,H., Torrez,M. 1998.

Hay un conjunto de species que en general son más comunes a la mayoría de los relictos:

Nicotiana glauca, Schinus molle, Viguiera australis, Baccharis boliviensis, Viguiera pacensis, Baccharis

pflanzii, Baccharis

salicifolia, Baccharis pentlandii, Pluchea fastigiata, Mutisia

acuminata, Ephedra spp., Senna aymara, Chenopodium ambrosoides, Achyrocline alata, Lupinus altimontanus, Opuntia exaltata. Esta comunidad vegetal de generalistas predomina en los remanentes de las zonas inmersas en la ciudad como es la bajada a Obrajes o la avenida Kantutani. En términos generales constituye una comunidad monótona y en algunos lugares es casi oligárquica. Es particularmente llamativa la elevada abundancia de la asterácea Viguiera en relictos y espacios ruderales, etc. En los relictos de zonas alejadas, mayormente en contacto con zonas aun rurales o semi naturales, por ejemplo en Alto Irpavi, en los cañones de los ríos que bajan de Wallatani pampa, o el macizo de Kuñamani-Collana, se encuentran especies como, Ribes pentlandii,

Buddleja aromatica, Berberis boliviana, Proustia spp., Dunalia brachyacantha, Solanum nitidum, Kageneckia lanceolata, Schinus andinus, Muehlenbeckia fruticulosa. Estas especies están ausentes o son muy raras, en los relictos inmersos en la ciudad, salvo si son mantenidas como ornamentales, claro ejemplo son los hermosos ejemplares de Dunalia brachyacantha (más de tres metros de altura) en los jardines del hotel Overland de Mallasa. En algunos relictos inmersos en las zonas urbanas de la zona Sur se pueden observar especímenes aislados de arbustos propios de los bosques secos como Prosopis laevigata.

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En estas zonas alejadas semi naturales con comunidades algo mas diversificadas, también se encuentran especies de arbustos pequeños raros, como Calceolaria parvifolia, Calceolaria

buchtieniana, Salvia haenki, Minthostachys acutifolia, Clinopodium bolivianum, Adesmia miraflorensis, Krameria lappacea, y herbáceas de flores llamativas como Agalinis o Linaria. Las formaciones de bosque arbustivo mejor conservadas, constituyen los relictos inmersos en zonas rurales alejadas. Sin duda, las comunidades relictuales actuales tienen una composición muy diferente a aquellas que prosperaban hace unos siglos, esencialmente son otras comunidades, posiblemente con similar fisonomía y estructura, pero diferente ensamble de especies. La composición fue cambiando a lo largo de los siglos, los cambios mas drásticos como se analiza en otros acápites, se habrían dado a partir de la colonia y en siglos posteriores. Podemos suponer que la tendencia fue hacia una progresiva monotonización o empobrecimiento de la riqueza florísitica, principalmente por los efectos de la fragmentación y la reducción de tamaño de los relictos o parches. Las amenazas a los relictos de vegetación nativa en las diversas zonas del Valle, no solo provienen de impactos de degradación y remoción, sino que su dinámica como elementoscomunidades de biodiversidad, está sujeta a determinados principios de la ecología de conservación, como ser la reducida superficie de los manchones. Esto se relaciona con el tamaño mínimo viable de los ecosistemas, a medida que se reduce la superficie, los manchones tienen menos especies y menor biodiversidad (puede llegar a dominar una sola especie inclusive, hasta ser casi mono-específicos) y las posibilidades de colonización por individuos de nuevas o anteriores especies (erradicadas o desaparecidas) es muy baja. Otro elemento que se observa, es que muchos manchones, en especial los de menor superficie, pueden tener dominancia de especies introducidas muy agresivas, como la retama (Spartium), malva grande (Lavatera) o crasuláceas, lo que implica un progresivo reemplazo de las especies nativas. Esto significa, que desafortunadamente, los relictos de vegetación nativa y natural, en especial en zonas urbanas centrales y de pequeña superficie, tienen pocas probabilidades de ser conservados a largo plazo. Su conservación exigiría una manejo serio, con acciones de reposición de especies nativas, eliminación de especies exóticas invasivas, monitoreo y control efectivo; acciones que las oficinas responsables del tema ambiental de la Acaldía no están en capacidad de ejercer. La flora saxícola o rupícola que se instala en las paredes verticales de los barrancos de las quebradas del Valle, comprende una comunidad especializada de bromeliáceas (Puya, Tillandsia), Cactáceas (Echinopsis) y Ephedra spp. Hacia las zonas más bajas ya en el piso de Valle seco, predominan en los relictos especies arbóreas microfoliadas y espinosas, típicas de los Valles secos mesotérmicos (Prosopis,

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Acacia), características por su bajo porte y sus copas amplias o extendidas, así como arbustos de Tecoma arequipensis y Dodanea viscosa, y gran diversidad de cactáceas. Hay un pequeño conjunto de especies, casi exclusivamente asociadas a viviendas y jardines se encuentra a Cantua buxifolia

(Kantuta), Datura arbórea

y Brugmansia sp. (floripondios o

chamicos, con propiedades psicotrópicas) lo cual es indicativo de especies casi semi silvestres (semi domesticadas) y estrechamente ligadas a un cierto cuidado y cultivo por parte del hombre desde hace siglos. Vegetación natural de la ciudad de La Paz Extractado de

Garcia,

E.E

(1997.)

Composición

florística

y

ecología

de las

comunidades ruderales de las calles de la ciudad de La Paz. Capítulo Vegetación natural (Ecología en Bolivia, Nº 29, 1-19 p)

La ciudad de La Paz, desde su fundación hasta la fecha, ha pasado por varias transformaciones, tanto en su arquitectura como en su extensión y en el grado de influencia de la población. En base a algunas especies remanentes de las comunidades vegetales original fue posible hacer un bosquejo de la vegetación natural. En El Alto, situado en la puna semihúmeda (4. 100 m) debió existir una pradera de gramíneas en mata con especies de Festuca, Stipa, Poa y Calamagrostis, intercaladas con arbustos siempreverdes de thola (Baccharis spp.) y hierbas rastreras y postradas como Paronychia andina, Gomplirena meyeniana y Astragalus uniflorus. UPosiblemente existieron bosquecillos de queñua (Polylepis besseri) y kishuara (Buddleja

coriacea) en las laderas altas. UEn el sector norte de la ciudad, entre 3.800 y 3.900 m se condensa la humedad proveniente del valle glacial del río Kaluyo-Achachicala, lo cual hace a esta zona más húmeda. ULa vegetación de los bordes del río y de las laderas debió tener árboles de Polylepis spp., Escallonia myrtilloides y Alnus acuminata var, acuminata.U En el estrato arbustivo pudieron estar presentes especies de Baccharis. Solanum nitidum, Dunalia brachyacantha, Psoralea pubescens y Cortaderia spp. Especies como Calceolaria parvifolia, Satureja boliviana, Viguiera pazensis y rodales de Achyrocline satureoides debieron ocupar las laderas secas, junto con especies de Stipa. En la zona central (3.600 m) se mantienen restos de la vegetación primaria en las cadenas de cerros de Laikakota y Llojeta, con una cubierta laxa de bromeliáceas, Puya y Tillandsia, cactáceas como Corryocactus melanotrichus y gramíneas de suelos pedregosos: Stipa spp., Nassella spp. y Piptochaetium spp. En laderas algo húmedas pudieron crecer Ambrosio artemisioides, Dunalia spinosa y Pluchea fastigiata. En laderas secas, debieron ser frecuentes los matorrales de Mutisia acuminata y M. orbignyana, junto con Muehlenbeckia

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fruticulosa. En el sur de la ciudad (3.300-3 .400 In) se piensa que crecieron matorrales de Buddleja aromatica, Kageneckia lanceolata, Ephedra americana, Lycianthes lycioides, Cestrum parqui y especies de Dunalia. Actualmente, en la ciudad los estratos predominantes son el herbáceo y el arbustivo, con especies tanto nativas como introducidas, cultivadas y espontáneas. La vegetación urbana es poco densa y se encuentra en forma de manchas dispersas. Las áreas forestales constan de bosquecillos implantados de Eucalvptus spp ., Pinus radiata y Cupressus macrocarpa, en los sectores con peligro de erosión. El cactus columnar Trichocereus bridgesii, de gran porte y llamativas flores blancas ocupa un lugar importante en el Valle de La Paz, no solo por su apariencia, sino por su significado mítico religioso. La Achuma, también conocido como San Pedro, es una planta reverenciada en el mundo andino por sus poderes psicotrópicos y mágicos basados en su alta concentración de mescalina, similar a la Lophophora o peyote de México. Se lo encuentra en diversos relictos de vegetación a partir de los 3.400 msnm, y precisamente el barrio denominado Achumani, significa en aymara, el lugar de las Achumas. Este cactus debio tener notable importancia en la cosmogonía y la ritualidad precolombina, lo cual continuó durante la colonia a pesar de que su uso era condenado por la iglesia (Girault, 1987; Cárdenas, 1989). Incluso hoy en día es considerado como una planta mágica y tutelar. Actualmente es parte de un comercio ritual a muy baja escala y aunque esta bajo interdicción, se la puede encontrar eventualmente en el ―mercado de las brujas‖ junto con otras plantas de uso medicinal y ritual. Es interesante citar a Tarasa hornschuchiana (Malvacea), citada por Rodriguez (2008) como especie endémica, especie a la cual se le atribuye propiedades medicinales. En el Libro Rojo De la Flora Amenazada de Bolivia (MMAA, 2012), figuran las siguientes especies en diversas zonas del Valle, como amenazadas por diversos factores de impacto: Deyeuxia hirsuta (Poac) zona Achachicala; Pycnophyllopsis keraiopetala

(Carioph) sector de Chacaltaya; Oreocereus

pseudofossulatus (Cact) valle de Mecapaca. Dos especies silvestres relacionadas con la agrobiodiversidad, han sido citadas para el Valle, una especie de quinua silvestre: Chenopodium hircinum (MMAA, 2009), y una ―ulupica‖ o aji de diminutos frutos esféricos muy picantes: Capsicum cardenasii, para la zona de Rio Abajo (Cárdenas, 1989). En la flora actual del valle de La Paz, destacan dos arbustos altos introducidos que han sido plantados y/o han proliferado activamenbte en algunas cañadas, la Retama (Spartium junceum) y la malva rosada o gigantón (Lavatera arbórea). En cuanto a los bosques y arboledas implantadas, destaca el bosque de eucalipto de Pura Pura que cubre una superficie aproximada

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de 100 hectáreas (implantado o sembrado a inicios del siglo XX) y bosquecillos de abetos y pinos en las laderas de las serranías de los cerros Chijchipani, Pucara y Calvario. Estos bosques se caracterizan por su baja biodiversidad, y su función principal actual es la protección del suelo. Algunas arboledas regularmente densas de eucaliptos (Eucalyptus globulus) y coníferas (mayormente el ciprés Cupressus macrocarpa) se distribuyen en algunas áreas verdes o paseos como la avenida del Poeta o el Montículo en Sopocachi. Los árboles de Eucalyptus en el Valle de La Paz, son una introducción relativamente reciente, básicamente de fines del siglo XIX e inicios del XX, por tanto no formaron parte del paisaje colonial, ni siquiera republicano. En conjunto, la superficie de estas coberturas boscosas de especies introducidas es muy poco significativa comparando la magnitud del Valle. En cuanto a la flora ruderal, está formada por especies invasoras pioneras y colonizadoras del medio urbano, algunas exóticas, que se instalan en cualquier lugar con habitats disponibles como ser muros, jardineras y jardines descuidados, plazas, paseos bordes de aceras, sitios baldíos, etc. Una treintena de especies más comunes compiten por ocupar los escasos espacios ofertados por la ciudad. Finalmente los árboles ornamentales en la ciudad comprenden en total unas 25 especies casi en su totalidad exóticos o introducidos, los cuales se distribuyen en calles, plazas y paseos, además de domicilios particulares. Entre las especies más comunes están, el alamo (Populus

nigra), arce (Acer negundo), sicomoro (Platanus acerifolia), acacia (Acacia dealbata), sauce (Salís babilónica), olmo (Ulmus glabra).

Las especies faltantes, el caso de Polylepis En el Valle de La Paz, especialmente los pisos ecológicos de Puna de Alta montaña y Puna intermedia (4.000 – 3.400 msnm) son un hábitat y clima ideal para que prosperen especies de árboles nativos, como Polylepis, ya sea en rodales o como parte de las formaciones arbustivoarbóreas en valles y laderas. Esto se hace muy evidente, cuando se observan ejemplares de ornato plantados hace unas tres décadas en algunas calles y paseos de la ciudad, por ejemplo, el soberbio ejemplar del pasaje Finot, o el de la esquina de las calles Rosendo Gutierrez y Sanchez Lima, ambos lugares en Sopocachi y hacia los 3.500 msnm.; Garcia (1997) supone la presencia de estas especies hace unos cinco o seis siglos. Se han descrito varios sitios con poblaciones relictuales de Polylepis en el país, en condiciones ecosistémicas similares al del Valle de La Paz (Gareca et al. 2010; Fjeldsa y Kessler, 1996; Renison, et al. 2013). Hay un conjunto de especies de árboles que son típicos de los valles interandinos, de los cuales no se han encontrado vestigios (tampoco en los relictos mas alejados), ni se conocen reportes de su existencia en forma natural: Polylepis spp. (Queñua), Buddleja coriácea (kishuara), Aliso (Alnus acuminata) o Chachacoma (Escallonia resinosa). En la bajada de la autopista de El Alto a La Paz, existen forestaciones ornamentales en base a Polylepis besseri y P. racemosa. y

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Buddleja coriácea., implantadas en los años 80. Un documento sobre la microcuenca del río Choqueyapu (Carrasco Arandia, 2011) menciona la presencia de Polylepis racemosa y Buddleja

coriácea, como especies silvestres de la flora de la ciudad de La Paz, pero no presenta detalles de localización, lo cual hace suponer que es una dato extrapolado de otros valles mosetérmicos de la región, o es una confusión con la presencia de dichas especies en algunos paseos y avenidas de la ciudad (reintroducción ornamental). No se ha encontrado la presencia de

Polylepis en estado silvestre en ningun relicto urbano o del entorno de la ciudad de La Paz, como tampoco en sitios alejados en el medio rural o seminatural del Valle que circundan a la ciudad (por ejemplo, en los sistemas de barrancos y quebradas de difícil acceso que están por encima de Alto Achumani o Alto Irpavi), y que fueron parcialmente explorados. La presencia más próxima de Polylepis (en este caso P. pacensis) al Valle de La Paz, se da en los valles vecinos de Uni-Palca-Cohoni (faldios del Illimani) y hacia Sapahaqui. Escallonia resinosa ha sido reportada para la región de Cohoni (Killeen et al. Eds. 1993), posiblemente en forma de relicto.

A propósito de los relictos de Polylepis en los Andes Kessler,M. 2006. Bosques de Polylepis. Botánica Económica de los Andes Centrales. Editores M. Moraes, et al. Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, 2006: 110-120. Fuente:

….Hasta hace pocas décadas, el patrón de distribución en laderas rocosas y quebradas fue considerado como natural, interpretando como microhábitats favorables para el desarrollo de Polylepis. Sin embargo, estudios recientes demuestran que esta distribución es mayormente el resultado de miles de años de actividades humanas en los altos Andes. Sobre todo la frecuente quema de los pastizales, hoy en día efectuada para mejorar los pastizales y originalmente quizás utilizada como parte de las prácticas de cacería, reduce la cobertura boscosa. Aunque los árboles maduros de Polylepis comúnmente sobreviven a las quemas de los pastos que crecen debajo de los árboles, este no es el caso de las plántulas y árboles juveniles de Polylepis, los cuales mueren. Como resultado de quemas frecuentes, la regeneración de los bosques está por lo tanto restringida y en el transcurso del tiempo los bosques desaparecen. La influencia del fuego es intensificada por el pastoreo, que en muchas partes de los Andes es efectuado con densidades de ganado muy superiores a la capacidad sostenible del ecosistema. Finalmente, al menos localmente, la extracción directa de leña sea para el consumo local o para la producción de carbón vegetal, así como la destrucción directa de bosques para establecer áreas de cultivo, jugaron un papel en la destrucción de los bosques de Polylepis. Como resultado de este proceso, que probablemente comenzó hace miles de años pero que sin duda se intensificó desde la Conquista, se calcula que un 98% de los bosques de Polylepis han desaparecido en el Perú. En Bolivia, los Andes orientales han perdido más del 99% de los bosques de Polylepis. Como consecuencia de la destrucción de la gran mayoría de los bosques de Polylepis, es difícil establecer con certeza su distribución natural potencial y los factores ecológicos que los determinan…

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La ausencia total de queñua y kishuara en estado silvestre en el Valle de La Paz, abre la posibilidad de diversas suposiciones. Es posible que las poblaciones de estas especies hubiesen sido muy reducidas y restringidas a ciertos microclimas (muy dispersas o en rodales pequeños), por tanto mas vulnerables a diversos impactos extractivos y de sobrepastoreo Podemos hipotetizar, que efectivamente dichas especies pudieron ser parte de las flora y vegetación de los bosquecillos del Valle, incluso, Polylepis y Buddleja, pudieron haber llegado a formar rodales, especialmente en microclimas de quebradas, laderas y valles hace varios siglos. El efecto de la ocupación agrícola primero y el establecimiento de la ciudad después, habría generado una presión de extracción de leña que se fue intensificando paulatinamente; a esto se habría sumado el sobrepastoreo (en especial de ovinos) factor crítico de presión mencionado por Kessler (2006) y Fjeldsa y Kessler (1996), y que afecta especialmente a las fases de regeneración; así como el efecto de las quemas extendidas. Ambas especies, Polylepis y Buddleja, podrían haber estado sujetas desde épocas precolombinas a extracción selectiva por sus buenas condiciones para uso como leña, pero es posible suponer también, que en épocas precolombinas, a pesar de las presiones de uso, las poblaciones dispersas o los rodales hubiesen sido manejadas y protegidas para asegurar su sostenibilidad, esto ha sido propuesto por algunos autores (Capriles y Flores, 2002). En diversas regiones de montañosas de Bolivia, muchas poblaciones de Polylepis prosperan cerca de fincas o comarcas rurales, donde reciben cierta protección por su valor como recurso energético y para construcciones rústicas, aspecto corroborado por Fjeldsa y Kessler (1996). La afluencia de severas olas de frío durante la colonia, habría supuesto una sobrepresión de extracción de leña en el valle. El efecto acumulativo de diversos impactos, y en especial el aumento de las necesidades urbanas de leña y carbón habrían sido presiones que llegaron a eliminar dichas especies del Valle. Es importante considerar que tanto Polylepis como Buddleja, son especies de muy alta densidad de madera y por tanto de alto poder calorífico, de aqui suponemos que su tala fue selectiva y reltivamente intensificada. Polylepis tiene una densidad muy alta, entre 900 y 1.100 Kg/m3, comparable al de algunas leguminosas de los géneros Prosopis y Acacia. Incluso similar al del Curupaú (Anadenanthera spp.) que crece en los Yungas. La Kishuara (Budlleja) tiene similar densidad a Polylepis. La queñua es una especie muy favorable para la elaboración de carbón, y el comercio de este producto durante la colonia fue intenso, siendo el uso de braseros bastante común. La región del Sajama, por ejemplo, estuvo sujeta a inicios del siglo XX a una intensa tala de queñua y elaboración de carbón (para el ferrocarril) y en alguno lugares se pueden encontrar suelos con depósitos de restos de carbón, que atestiguan esta práctica. Tal vez en algún lugar del Valle de La Paz existen dichos indicios. Un dato muy llamativo del cronista Garzilazo De la Vega (1609, Libro VIII), para el Cuzco, mencionado por Morlon (1992) explicaría lo que pudo suceder en el Valle de La Paz:…‖Conocí el Valle del Cuzco adornado de

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inumerables árboles de estos tan provechosos, y en pocos años le vi casi sin ninguno; la causa fue que se hace de ellos muy lindo carbón para los braseros, y aunque al encender chispea mucho, después de encendido guarda el fuego hasta convertirse en ceniza‖. Considerando el conjunto florístico de los bosques arbustivos en el Valle, muchas especies que lo habrían conformado, como Baccharis, Viguiera, Mutisia, Nicotiana, Dunalia, y otras, aportan muy poco en términos de materia combustible (bajo poder calorífico) y no enfrentaban una tala intensiva, de forma que la extracción selectiva y mas severa se habría centrado en Polylepis,

Buddleja, y en parte en el molle (Schinus molle). El molle habría sido talado mayormente para fines de construcción, antes que para leña, dada su densidad mediana (675 Kg/m3) y relativo bajo poder calorífico. De cualquier forma, la eventual desaparición de Polylepis y otras especies, cae en el ámbito de la conjetura, al no existir información concluyente. Investigaciones palinológicas en el Valle, contribuirían a despejar estas dudas. Por otra parte, las especies que aportaban leña como Polylepis, son recurso abiertos o comunes, y podemos inferir que, en el sentido de Hardy (Chamoux y Contreras, 1996) pudo imperar, ―la tragedia de los recurso comunes‖, es decir, una extracción sin regulaciones ni control, hasta hacerlos desaparecer, adicionándose otras presiones, como sobrepastoreo y quemas, que afectaban las fases de regeneración natural. De cualquier forma, también está latente, la posibilidad de que nunca hubieran existido dichas especies y que el Valle de La Paz sea un hiatus en los Andes, lo cual también parece poco probable, siendo que en localidades no muy distantes del Valle de La Paz, como son los Valles de Palca-Cohoni o Sapaqui-Caracato, existen poblaciones relictuales de queñuas, lo cual nos hace pensar nuevamente en el impacto de una urbe en proceso de expansión, que paso por una etapa de agrarismo intensivo. Fjeldsa y Kessler (1996) citan dos localidades par la presencia de relictos de Polylepis, uno en el propio borde del Valle de La Paz (Huni, hacia Palca) en un sitio intensamente erosionado y otro en el Cañón del rio de La Paz (cerro Llallagua), proximidades de Tahuapalca; no mencionan la especie, pero probablemente en ambos casos se trata de P. Pacensis. Esta especie nueva para la ciencia y endémica de Bolivia fue descrita por Kessler y Schmidt-Lebuhn (2005), con una distribución en valles interandinos muy secos. Estos autores mencionan una superposición de rango de P.pacensis con P. triacontandra, en los faldíos del Illimani. Polylepis triacontandra es citada para la zona de Cohoni (Palca) en el Libro Rojo de (MMAA, 2012).

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la Flora Amenazada de Bolivia

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Domic et al. (2015), describen la presencia de P.pacensis, con distribución en los valles circundantes al nevado Illimani (Quillihuaya, Cohoni, Jalancha, Pucaya y Cayimbaya); además presentan un mapa donde se indica la presencia de la especie en un valle seco entre los muncipios de Mecapaca y Sapahaqui, casi conicidente con la ubicación que dan Fjeldsa y Kessler, para el Cañón del río de La Paz. Navarro et al. (2010), cita la especie en las zonas de la Cordillera de Tres Cruces, al igual que Arrázola et al. (2010). También es citada en el Libro Rojo de la Flora Amenazada de Bolivia (MMAA, 2012). En un informe del Programa Biocultura (2011) se reporta la presencia de Polylepis besseri, en el valle de Sapahaqui (probablemente es P. Pacensis), el cual es usado preferencialmente como leña. En tanto que Larrea Alcazar (2008), en el estudio vegetacional de la cuenca de Choquecota en el valle de Palca, menciona que dicha la zona fue influenciada históricamente por diferentes actividades antrópicas, las cuales modificaron la vegetación originaria que, posiblemente, estaba constituida en buena parte por bosques de Polylepis y Buddleja. Dicho estudio menciona la presencia de pequeños restos de queñuales en los cantones de Cohoni y Quillihuaya, concluyendo que la fuerte extracción de leña en el pasado y las actividades agrícolas que se desarrollan en el Valle de Palca, pueden explicar la distribución en mosaico de estas especies y su ausencia (o reducida presencia) en muchos sitios. Dichas zonas sufren efectos periódicos de quemas extendidas. Con seguridad se necesitarían mayores estudios al respecto, como más exploraciones y colectas, pericias taxonómicas y revisiones de especímenes de herbarios, ¿habría posibilidad de casos de hibridación entre P. pacensis y P. triacontandra?... Otra incognita es la posible existencia de poblaciones naturales remanentes de Polylepis, en las numerosas quebradas erosionadas con relictos de vegetación natural, que se extienden a los pies de Wallatanipampa y que forman un laberinto intrincado de cañones de difícil acceso. El autor pudo ingresar a no mas de seis cañones laterales en los ríos Achumani y Cota Cota, pero la mayor parte de esta zona no ha sido explorada mi inventariada en detalle. Una descripción de crónicas, muy particular, proveniente de fines del siglo XVI en el Valle de La Paz, concretamente para la zona del cerro Laikaqota, hace mención a la presencia de determinadas especies de plantas en los alrededores de dicho lugar (Gerl Pardo y Chávez, 2011):….gráciles kantutas, llantenes de hojas lanceoladas y florecillas silvestres; mientras que

en las rinconadas contiguas al cerro de Laickakota se apeñuscaban verdinegras hediondillas, glaucas Ckaralahuas de amarillas flores campanuláceas, Wilackumas de flores rojas, algunos copados molles, exhibiendo el carmín lustroso de sus diminutos grumos, e UIscachapiris de torcidos y rojizos tallos y lustrosas hojasU. La distribución ―apeñuscada‖ en rinconadas, evoca distribuciones fragmentadas y muy localizadas, básicamente relictos en zonas de difícil acceso. Claramente se hace mención a Nicotiana glauca (Karalahua) y posiblemente a Mutisia una asterácea de flores rojas (―wilackuma‖), claramente habla del molle (Schinus molle), no sabemos que es la ―verdinegra hediondilla‖, probablemente Ambrosia peruviana. Pero lo que si

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llama la atención es el denominado ―iscachapiri‖, cuya descripción, especialmente del tronco rojizo y tallos retorcidos, parece estarse refiriendo a Polylepis. No se encontró en ningún texto botánico el nombre vernáculo ―iscachapiri‖, como tampoco ninguna planta hoy existente que se asemeje a dicha descripción. Es importante mencionar que la zona del cerro Laikaqota (cerro de los brujos) fue un sitio ritual reverenciado y temido durante la colonia (ver capítulo del período colonial), pero cuya condición provenía desde épocas precolombinas, siendo que era un sitio de uso por las antiguas culturas del Valle. Estos sitios sagrados temidos, a la vez, sitios arqueológicos, son normalmente evitados y los procesos de ocupación o extracción de recursos es mucho menor o inexistentes, por tanto, mantienen niveles de biodiversidad bien conservada; esto podría explicar la presencia de los relictos mencionados en las crónicas. Desde luego, esto es algo de que no tenían ni idea los proyectistas de la Alcaldía en el siglo XX, cuando decidieron arrasar parte del cerro y convertirlo en un paseo mirador, y sin haber dado tiempo a realizar colectas botánicas o estudios arqueológicos mas detallados. Tanto Polylepis domo Buddleja, comprenden especies de lento crecimiento y baja capacidad de regeneración natural, (además de especial dependencia de ciertos microclimas), aspectos que aumentan su vulnerabilidad ante impactos grandes o sostenidos. Es posible que las poblaciones de estas especies, no fueron abundantes, ni los eventuales rodales demasiado extensos, lo que contribuyó a su rápida desaparición por la presión de extracción. De cualquier forma, es llamativo que los actuales relictos de vegetación arbustiva en el Valle, están conformados en su totalidad por especies de muy bajo poder calorífico y que no sirven como fuente óptima de leña. Como se dijo anteriormente, la hipótesis alterna, sería que a dichas especies nunca se distribuyeron en el Valle de La Paz. Por el momento podemos manejar la hipótesis de que especies como Polylepis, así como otras especies (Budlleja, Alnus, Escallonia ), desaparecieron del escenario natural y semianural del Valle de La Paz, incluidos los paisajes rurales y sus sistemas de setos y relictos. Esto se habría debido al uso intensificado de leña a lo largo de mas de dos milenios de historia, y en especial, en los primeros siglos de la colonia, con una ciudad en constante expansión y olas de frío. El embate de una urbe en crecimiento, pudo haber hecho desaparecer del Valle a una especie endémica de Polylepis (P. pacensis) o inclusive a otra que pudo haber existido en este género. Al respecto, es importante mencionar que el sabio Alcide D´Orbigny, cuando realizaba la travesía desde Tacna a la ciudad de La Paz (1828-1930 aproximadamente), en la región del rio Mauri y la cadena montañosa del ―Delinguil‖, observó: …‖un gran arbusto, que volví a encontrar

en forma de gran árbol en las montañas de Cochabamba, notable por las numerosas capas como de papél y satinadas que componen su corteza‖… Obviamente, estaba describiendo alguna especie de Polylepis (probablemente se refería en la zona del rio Mauri a P.tarapacana). Pero

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nunca mencionó a este género en los alrededores de la ciudad de La Paz, ni siquiera en su trayecto por el Valle de Palca. Algo que llama la atención es la mención que hace el cronista Diego Cabeza de Vaca en el siglo XVI, sobre la presencia de la queñua: …y camino de la costa del mar se crían unos árboles que

se dicen quínoas,que no dan fruto‖…, observación que hizo sin duda en algún tramo entre la zona andina y la vertiente hacia el Pacífico, posiblemente en la misma ruta de la cita hecha por D`Orbigny; sin embargo no hace mención de su presencia en su descripción del Valle de La Paz. El caso del molle (Schinus molle cf. Subsp areira), es un caso particular que llama la atención. Es una especie nativa de valles secos, con amplia distribución en Sudamérica, bastante común en el Valle de La Paz, incluso hasta los 3.700 msnm. Es posible que su abundancia hace algunos siglos pudiera haber sido mayor y ahora es un árbol relegado a relictos y como ornamental. Se conocen descripciones de crónicas donde se hace referencia a la presencia del molle en la colonia. HBenedicto Cuervo ÁlvarezH (2013) menciona la siguiente cita, seguramente basada en relatos de crónicas, aunque no cita fuente:… El 1 de junio de 1551 el Cabildo emite una

Ordenanza prohibiendo que ningún cacique, indio o español corte árboles de molle en un radio de tres leguas a la redonda de la ciudad, fijando multas de 30 pesos a los españoles que corten, a los indios 50 azotes en el rollo de la ciudad, y a los españoles que hubieren mandado cortar se les multaría con 25 pesos. El molle, árbol nativo, era abundante en el valle paceño y su madera fue utilizada en la edificación de viviendas y edificios públicos, sobre todo en la armadura del techo para tirantes, viguetas y cabríos…. La presión de extracción de leña que habría determinado la desaparición de especies como

Polylepis, no hizo desaparecer al molle, que alcanza gran porte y buena biomasa (posiblemente mas abundante y menos exigente en cuanto hábitats y microclimas), pero es considerada de menor poder calorífico, comparado con Polylepis o Budlleja, aunque su madera es aprecida en construcción.

Fauna desaparecida y relictual No se han econtrado estudios paleontológicos sobre la fauna pliocénica y pleistocénica del Valle. Podemos suponer que a lo largo del Pleistoceno, las parte altas de Sudamérica y posiblemente también el Valle de La Paz, debieron tener una rica fauna de megaterios, paleollamas, gliptodontes, tigres dientes de sable, paleoequidos y hasta elefantes (Smilodon,

Megatherium, Paleolama y Gliptodon, Eqqus, Toxodon, Cuvieronius Stegomastodon), los cuales ya estaban en desaparición a finales de dicho período, ya sea por los drásticos cambios climáticos, la sobrecaza, o la irrupción de una fauna neártica mas especializada. Queda en la irresuelta discusión, el papel que pudieron haber tenido la sobre-presión de los cazadores del pleistoceno-holoceno temprano en la extinción de muchas especies de dicha paleofauna.

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En cuanto a la fauna actual, que podría considerarse remanente, con poblaciones dispersas y aisladas (metapoblaciones) de aves, mamíferos, como las vizcachas, lagartijas, anfibios, etc., producto de la fragmentación y eliminación de los hábitats. En general, al igual que en el caso de la flora, los niveles de biodiversidad son bajos considerndo todo el gradiente altitudinal de pisos ecológicos. Los primeros inventarios y mas completos de la fauna y flora del Valle de La Paz fueron realizados en el marco de un texto sobre su Historia Natural, publicado por el Instituto de Ecología el año 1991 (Forno y Baudoin, 1991). La mayoría de las especies mencionadas a continuación, se encuentran en dichos inventarios y descripciones. Se puede especular que hace varios siglos, en las partes elevadas pudieron haberse distribuido grandes grupos y tropillas de Vicuñas (Vicugna vicugna) e incluso Guanacos (Lama guanicoe). Es posible que también en las punas altas circundantes a la hoyada existiera el suri o avestruz andino (Rhea pennata). Se conoce por crónicas que la cría de llama y alpaca era muy común y existían grandes hatos de llamas que transportaban cargas hasta el centro de la ciudad colonial. Es pertinente recordar que hace unos 8.000 o mas años, en algunos remotos lugares de los Andes – no sabemos si en la región del Valle de La Paz – grupos cazadores recolectores ya habían empezado la domesticación de algunas poblaciones silvestres de vicuñas y guanacos, para dar lugar después de miles de años a las primeras alpacas y llamas. Con seguridad, muchas especies presentes hace varios siglos en el Valle desaparecieron por efecto de la cacería, ahuyentamiento y destrucción de hábitats. Entre esta fauna desparecida de gran parte del Valle, se puede citar a la vicuña (Vicugna vicugna), el venado andino o taruca (Hippocamelus antisiensis), zorro (Pseudalopex culpeus), puma (Felis concolor), gatos monteses en las partes altas (Oreoailurus jacobita, Leopardus colocolo) y vizcachas (Lagidium viscacia). De igual forma, son cada vez mas raras, aves de mediano porte como las águilas o mamanis (Geranoaetus melanoleucus, Buteo poecilochrous), halcones como

Falco sparverius y

Phalcoboenus megalopterus), en tanto que la lechuza grande (Tyto alba) y el Buho gigante (Bubo virginianus) solo existe en zonas muy alejadas, por ejemplo en la parte mas baja del valle seco del río de La Paz. El Cóndor (Vultur griphus) debió ser una especie frecuente en muchos de los macizos montañosos que rodean el Valle. Ha sido observado en Wallatanipampa y hacia Serkheqollu). Todavía puede ser observada la wallata (Chloephaga melanoptera) un ganso andino de gran porte, suponemos que era particularmente abundante en algunos humedales altoandinos circundantes al Valle de La Paz, por ejemplo en la meseta de Wallatanipampa que significa ―lugar o pampa de las wallatas‖. La fauna con carácter de relictualidad o simplemente algunas de ellas son visitantes eventuales en las zonas mas agrestes y alejadas del Valle (Puma, zorro, taruca, vicuña, vizcacha, etc.). Por

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ejemplo, la presencia del puma (huellas, heces, reportes) ha sido observada entre 1995 y 2011, en la zona de Wallatanipampa, en el valle glacial alto del río Palcoma, y en la zona de Siete Lagunas. El gato montes Felis (leopardus) colocolo fue observado el año 1981, en los bosques relictuales secos al oeste de Mecapaca-Huaricana y en el valle del río Petulla, en tanto que Felis

(leopardus) geofroyi fue reportado en la zona de Waywasi, al igual que el puma, Felis concolor, como depredador de cabras. En años mas recientes (2013), estudios de Mariana da Silva. del Instituto de Ecología de la UMSA, ha realizado numerosos avistamientos de la fauna silvestre relictual del Valle, especialmente de felinos. Indicios de la presencia de la taruca (huellas y heces), así como un reporte de pobladores locales el año 2013, provino de la zona de la transición entre Wallatanipampa y la Laguna Kasiri (Serranías Murillo), probablemente se trataba de tropas que provenían de zonas de Yungas y valles cercanos. También fue reportada en el Cerro Kuñamani hacia el Valle de Palca. Moya y Pacheco (2015) reportaron a la taruca en las zonas de Huaricana, Llacasa y Tahuapalca (Río Abajo), en relictos de bosques secos e incursionando en cultivos de dichas zonas. Lemuz y Aranda (2009) en su texto sobre los sitios arqueológicos de La Paz, mencionan y muestran un fotografía de un fragmento de un asta de taruca, colectado en la zanjas excavadas en la zona del monumento a Busch en Miraflores, junto con restos de cerámica tiwanacotas. Esto indica que la especie pudo ser cazada en el Valle de La Paz. En zonas alejadas (Palcoma arriba, Animas, río Lipari) y otras zonas pobladas como Achocalla, Ovejuyo, se ha reportado la presencia de zorro, donde se han reportado ataques eventuales al ganado ovino y otros animales de cria. Cóndores han sido observados en las zonas altas de Wallatanipampa y Animas, habiéndose reportado sitios de anidación en riscos inaccesibles, alguna vez es observado volando a gran altura sobre la ciudad. Muchas especies de fauna relictual del Valle de La Paz, como la taruca, gatos andinos, puma, condor, se encuentran enlistados en el Libro Rojo de los vertebrados amenazados de Bolivia (2009), siendo la taruca y el gato andino (Oreoailurus jacobita) las que están en situación más crítica. Un dato de interés es la presencia de tropillas de caballos cerreros o asilvestrados en la zona de Wallatanipampa y Alto Achachicala. Los bajos números de biodiversidad se reflejan también entre los Chiropteros o murciélagos, con solo cuatro especies, reportadas para las zonas bajas del Valle, por debajo de los 3.400 msnm., que incluyen al hematófago Desmodus rotundus (Forno y Baudoin, 1991). Desmodus es reportado en la zona del Palomar y Huaricana. En tanto que el nectívoro Anoura peruana, puede ser eventualmente visto en matorrales de Nicotiana glauca en Aranjuez y Rio abajo. En tanto que roedores (excluyendo al ratón común introducido), comprenden 17 especies en (Forno y Baudoin, 1991). En relación al caso de la Vizcacha, es una especie que ha sufrido un elevado impacto en sus poblaciones del Valle en los últimos cincuenta años por el avance urbano, aunque

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su relictualización poblacional debió haberse iniciado hace un par de siglos. Tarifa, et al. (2004) en un estudio muy novedoso, aunque triste, determinó la reducción de las población relictuales de esta especie en el entorno urbano y suburbano del Valle por el avance de la urbanización. Dicho estudio menciona la presencia relictual de dicha especie en las siguientes localizaciones: Vino Tinto; Kantutani – Alto Kallapa; Cerro Kellumani – al oeste del río Achumani; Obrajes – calle 1, cercanías al Cementerio Jardín; Achumani – barranco debajo de la meseta; El Pedregal – quebrada hacia Los Pinos; Cota Cota – quebrada a la altura de la calle 29; Cota Cota – quebrada a la altura de la calle 31; Cerro La Muela del Diablo; Achocalla – barrancos cerca del camino; Mallasa – quebrada rocosa camino a Valencia. Fue observada en el Cactario y en la cuenca del río Lipari. El sitio donde mayor número de individuos y heces frescas fue en la zona de La Muela del Diablo (Tarifa et al.2004). Poblaciones relictuales grandes también se observaron en Llojeta-Cerro Kutukutuni en años pasados, pero fueron eliminadas por la destrucción masiva de su hábitat por el terraplenéo a gran escala que se produjo entre el 2014 y 2016, para instalar urbanizaciones. Muchas especies de aves, también de carácter relictual, son estrictamente dependientes de la estructura y tamaño de los relictos vegetales. Ribera, el año 1991, identificó un total de 116 especies en toda la región del Valle de La Paz (Forno y Baudoin, 1991). El estudio de Martinez et al. (2010) para la región del Valle de La Paz, encontró un total de 136 especies. Garitano y Gismondi (2003) encontraron un total de 34 especies, estrictamente para las áreas verdes del medio urbano (ciudad de La Paz). Hacia las partes más altas de Puna y medio altoandino las especies de aves más comunes habrían estado representadas por especies en los géneros Muscisaxicola, Geositta, Asthenes,

Uphucerthia, Diuca speculifera cerca de zonas periglaciares. Hay un conjunto de especies de aves generalistas o ubicuistas que son muy comunes en el medio urbano y suburbano, no solo en las denominadas áreas verdes (plazas, paseos) sino que pueden ser vistas en jardines y calles. También pueden ser observadas en las zonas rurales que circundan la ciudad. Destacan en este grupo: Zonotrichia capensis, Turdus chiguanco, Turdus

fuscater, Zenaida auriculata, Phrygilus punensis. Es interesante el caso simpatría (condición biogeográfica y evolutiva que hace que dos especies muy cercanas y afines, convivan en el mismo habitat y prácticamente en el mismo nicho) de Turdus chiguanco y Turdus fuscater, las cuales pueden ser vistas de forma conjunta, en plazas, jardines y baldíos. Otras especie que pueden ser observadas en los jardines, plazas y arboledas de la ciudad son

Patagonas gigas, Colibri coruscans y Diglossa carbonaria, estas constituyen especialistas por su forma de vida y uso de recursos. Diglossa, es un trhaupido muy particular (un ―perforador‖ o ―flower piercer‖ de corolas de flores con nectarios, es decir, un ―ladron de néctar‖) altamente especializado a determinadas especies de plantas con flores tubulosas, como la Kantuta. Puede ser observada especialmente en los jardines o plazas que tienen estas especies de arbustos,

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aunque no es abundante. Una interrogante es hasta que punto la sobrevivencia de las poblaciones locales de esta especie altamente especializada, al igual que los colibríes, depende de la presencia de estas plantas, igualmente especialistas. Patagonas gigas, que es el colibrí mas grande del mundo, usualmente compite con Colibri coruscans, este último mas abundante y agresivo, aunque de menor talla. Mucho mas raros son Sappho sparganura

y Lesbia nuna,

llamativos por sus largas colas y usualmente hacia las partes mas bajas del Valle. En las zonas rurales que circundan la zonas urbana y suburbana, es decir en zonas como Achocalla, Kallapa, Chicani, donde existen, además de relictos de vegetación arbustiva, zonas de cultivos, huertas, setos y arboledas (Eucalipto o Cipres), prospera una comunidad aviar, donde predominan especies granívoras: Sicalis lutea, Sicalis uropygialis, Sicalis olivascens,

Sicalis flaveola, Sporophila caerulescens, Catamenia analis, Catamenia inornata, Carduelis atrata, Carduelis uropygialis, Phrygilus fruticeti, Phrygilus plebejus, Phrygilus unicolor, Colaptes rupícola, Metriopelia ceciliae, Metriopelia melanoptera. En los Valles secos de Río Abajo y los badlands de Mallasa es común Asthenes d´orbigny,

Phytotoma rutila, Mimus dorsalis, Lesbia nuna, Sappho sparganura, Phytotoma rutila. Ademas se registran a Phleocryptes melanops, Camptostoma obsoletum, Knipolegus aterrimus, Elaenia

albiceps, Saltator aurantirostris, especies que difícilmente son vistas por encima de los 3.200 msnm. Destacan de manera relevante, Upucerthia harterti y Cranioleuca henricae, ambas especies de furnáridos endémicos y en estado crítico de amenaza por destrucción del habitat, registradas en los valles secos de la región de Mecapaca, Palomar y Huaricana. El Libro Rojo de la Fauna silvestre de vertebrados de Bolivia (MMAA.2009) cita a C.henricae, como extinto del valle de Mecapaca, con un último registro en 1996, sin embargo, Martínez et al. (2010) citan un registro en 2009 y el autor pudo observar una pareja de esta especie en una quebrada cerca de Mecapaca el año 2013. Hay un conjunto de especies que pueden ser consideradas raras en el Valle en su integridad y que ocupan mayormente relictos de vegetación arbustivo-arbórea en zonas alejadas inmersas en zonas rurales o en zonas semi naturales de muy difícil acceso, por ejemplo las quebradas altas de los ríos Irpavi, Achumani o Cota Cota. Estas especies de aves que son especialistas de matorrales, pueden ser observadas en relictos de vegetación en zonas alejadas del medio urbano (como la fotografía que muestra una ladera del cerro Chojo cerca de Mecapaca). Un registro casual en una quebrada húmeda alta del Cañon del río Cota Cota hacia Wallatani Pampa a 3.900 – 4.000 msnm, (zona de semi-páramos, más húmedos que el resto del Valle) el año 1989, fue de un grupo familiar pequeño de tres individuos del tyránido Anairetes alpinus (especie muy rara de los Andes de Perú y Bolivia, rango disyunto y en fuerte estado de amenaza), en un matorral denso y alto de Ribes, Kagenackia, Adesmia, Dunalia. El avistamiento fue a corta distancia y difícilmente podía haberse confundido con otras especies de Anairetes registrados en el Valle (A. flavirostris y A. Parulus). Dicho bosquete relictual tenía una

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estructura y fisonomía muy similar a bosquecillos mixtos con presencia de Polylepis observados en otras regiones de ingreso a los Yungas. Este lugar se encuentra a 6 Km de los relictos de Polylepis de Choquecota (región Palca) y a 20 Km de los bosquecillos de Polylepis de la quebrada de las nacientes del río Takesi, por lo que la presencia de la especie en esa remota zona del Valle, puede ser muy eventual o acidental, a partir de los bosquetes de Polylepis en esos valles vecinos. Otra posibilidad, aunque menos probable, es que exista algún remanente de bosquetes de Polylepis en las numerosas quebradas casi inaccesibles de las cuencas de los ríos Cota Cota, Achumani o Irpavi. De cualquier forma, sigue en pie la discusión de que pudo haber existido hace un millar de años o mas, Polylepis en el Valle, incluso formando rodales, y que Anairetes

alpinus pudo haber sido un residente.

Otro registro muy raro fue del fringillido Coryphospingus cucullatus, el año 2014 en un relicto de matorral en Villa San Antonio a 3.620 msnm. Una fauna menos conspicua, mas rara, mucho menos diversa y prácticamente ausente de los medios urbanos y periurbanos, es el de reptiles, anfibios y peces. Su presencia se ha registrado a lo largo del gradiente de pisos ecológicos, desde las regiones mas altas en las zonas peri-cordilleranas (cumbres), por ejemplo, en la extensa meseta de Wallatanipampa y sus quebradas, hasta los valles secos por debajo de Mecapaca. Sin embargo, la riqueza de especies de anfibios es notablemente baja, el texto editado por Forno y Baudoin (1991) da cuenta de siete especies en cinco géneros: Bufo, Pleurodema, Telmatobius, Hyla, Gastrotheca (Forno y

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Baudoin, 1991). Dos especies de Pleurodema ocupan el Valle en diferentes rangos de altitud,

P.marmorata, en los pisos altos por encima de los 4.000 msnm., y P. cinerea, por debajo de los 4.000 msnm. Pacheco Suárez (2015) reporta para la zona altoandina de la Cumbre a los Yungas a Rhinella spinulosa, un sapito de particular nariz chata. Una especie fuertemente amenazada en el Valle de La Paz, por el avance urbano y la destrucción de su hábitat es Gastrotheca marsupiata (fam.Hemiphractidae). Hasta el año 1991 (Forno y Baudoin, 1991) había sido registrada en diversas zonas, como Llojeta, Achumani, Cota Cota, Achocalla, Achachicala. Actualmente, solo existirían dos poblaciones reproductivas en el Valle, en las zonas de Achocalla y Mecapaca, habiendo en la práctica desaparecido del resto del Valle, ocupado por la ciudad (Aparicio 2016). El caso de los reptiles es similar en términos de riqueza de especies. En las partes mas altas, destacan las lagartijas del género Liolaemus con cuatro especies L. multiformis, L. alticolor

alticolor, L. alticolor walkeri y una especie descubierta relativamente en tiempos recientes: Liolaemus ornatus (MNHN, 2013). Ocampo (2012) describe a Liolaemus aparicioi (Ocampo et. al. 2012) una especie de lagartija endémica del Valle de La Paz (nombre en aymara es Sutuwallu), ubicada en diversas zonas de los badlands de Llojeta, Mallasa, Jupapina, en todas estas zonas, está fuertemente amenazada por el avance de las nuevas urbanizaciones. Esta y otras especies debieron estar distribuidas en diversas regiones del Valle, e incluso ser comunes, en siglos pasados, paulatinamente fueron desapareciendo. En muchas regiones de montaña y de la Puna de La Paz y Oruro, estas especies de lagartijas son capturadas en grandes cantidades para fines de comercio y uso en medicina ritual, factor que pude estar ocasionando que sus poblaciones disminuyan de forma drástica. La serpiente Tachymenis peruviana es otra especie rara y eventualmente observada en parajes muy alejados del Valle, en general es perseguida por considerarla venenosa (si bien tiene un veneno poco potente para capturar sus presas, no significa ningun riesgo para el ser humano). Otra especie del Valle, en la región de valles secos por debajo de los 2.900 msnm, es

Leptotyphlops, una especiede hábitos subterráneos y muy difícil de encontrar. Existen reportes de la presencia de víboras de los géneros Bothrops y Crotalus (cascabel), por debajo de Tahuapalca en el extremo más cálido del Valle. Los peces son igualmente muy poco diversos y abundantes, solo existen reportes de pequeños peces endémicos de los Andes: género Orestias

(Orestias Agassii o Carachi) en algunas

lagunas de montaña y altoandinas, como la laguna Uni de Alto Animas; se ha reortado alguna especie de Trichomycterus en lagunas y ríos de la zona altoandina (Forno y Baudoin, 1991). Los invertebrados tambien presentan niveles de riqueza de especies muy modesta, las pocas especies, prosperan en zonas alejadas semi rurales o semi naturales lejos de los límites

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urbanos, pero también puede estar en zonas de relictos de vegetación, terrenos baldíos y jardines. La baja bodiversidad se refleja en solo ocho géneros descritos de hormigas, destacando Pheidole, Camponotus, Azteca, Proceratium, incluida la pequeña hormiga ―doméstica‖ Linopithema (Forelius?) y no se conocen mas de 14 especies (Miranda et al. 2012). La biodiversidad de mariposas (lepidópteros) en el Valle es también baja, Forno reporta un total de 48 especies en cuatro familias (Forno y Baudoin, 1991). Destaca la presencia de algunos géneros exclusivos de los pisos subnivales y altoandino (Tatochila, Pierphulia, Pyrgus), dos géneros que prefieren las zonas de quebradas y matorrales relictuales (Itylos, Thecla) y una especie muy rara en el Valle (Yramea inca, un ninfálido). La mariposa de color rojizo naranja, muy común en plazas y jardines corresponde al género Vanessa. También destaca

Metardaris cosinga, mariposa de color negro y rojizo llamativo y que en la década de los 80 se convirtió en plaga de las plantaciones de pinos y cipreses. Sus larvas se usan como alimento en otros valles andinos, como Sorata. Un caso muy particular es el de la araña Loxosceles sp. cf laeta. (araña marrón, reclusa, de rincón o pardo rojiza), de la familia Sicariidae, especie sinantrópica de comportamiento furtivo y habitante de desvanes y rincones oscuros dentro de viviendas, casi exclusivamente por debajo de los 3.500 msnm. En el Valle de La Paz se distribuyen en ciertas viviendas, desde Sopocachi bajo, hacia la Zona sur y Río Abajo. El autor registró y/o colectó varios especímenes en Sopocachi, Alto Obrajes, Obrajes y Rio Abajo (Palomar). El último registro, en diciembre del 2016, fue en una vivienda próxima a la Plaza Andreu en Sopocachi. Esta especie es considerada muy peligrosa para el ser humano por el elevado poder necrosante de su veneno (esfingomielinasa), el riesgo de complicaciones de necrosis visceral e insuficiencia renal aguda y su apego a compartir el hábitat humano en desvanes, grietas y rincones oscuros de las casas (De Roodt, 2001; Sanabria y Zavaleta, 1997; Kemper, 1987; Manríquez y Silva, 2009). Se desconoce si la especie registrada es de distribución natural en el Valle de La Paz o introducida desde otros valles; no se han encontrado reportes de ataques de este arácnido en la ciudad de La Paz. Es posible que como producto del calentamiento global, la distribución y abundación de la araña Loxosceles en el Valle este aumentando. Los útimos casos de loxoscelismo, con resultados fatales, se registraron en la ciudad de Cochabamba. Otra araña con antecedentes no tan serios, como el de la reclusa (su mordedura es dolorosa y necrosante), es Lycosa sp, que habita madrigueras subterráneas en zonas alejadas del medio urbano. En el Palomar y Huaricana ha sido reportada la viuda negra (Lactrodectus sp), especie que reviste alta peligrosidad. Otro arácnido descrito para el Valle es el escorpión (Bothriurus aff. olaen, Botriuridae), única especie de este grupo en el Valle y típico de las zonas montañosas altas y áridas de Sudamérica (MNHM, 2016b). Es mencionado para las zonas más bajas del Valle, como el Valle de la Luna, Mecapaca, Taypichullo (localidades de Rio Abajo), con una mención a mayor altitud, para Irpavi y Alto Obrajes (MNHN, 2016b). El autor pudo registrar la especie en el Cactario (zona Amor de Dios), Valle de Lipari, Achocalla y El Palomar. De acuerdo a pobladores locales, la picadura

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ocasional de este artrópodo arde o quema y deja una roncha, pero no ocasiona mayores complicaciones. Recientemente, también ha sido descrito el ciempiés de patas largas (Sphendononema guildingii - Chilopoda, Pselliodidae), citado como una especie ―troglofila‖ (habitante de cuevas o grutas), para el Valle de La Paz en la zona de Carreras (cerca de Huajchilla, Rio Abajo), que es el registro de mayor altitud para Sudamérica (MNHN, 2016a). En cuanto al flujo de la fauna (flujo genético) hacia y desde el Valle, debió ser activo hace varios miles de años, antes del establecimiento de núcleos importantes de poblaciones humanas, mermando progresivamente hasta casi desaparecer. Escenario Cuaternario A finales de la era terciaria en el Plioceno tardío se produce la conexión entre América del Norte y Sur a través del istmo de Panama, esto es hace unos 3 y 1.6 millones de años. Esto significó la progresiva predominancia de los mamíferos placentados y la regresión de los marsupiales. El valle de La Paz a fines del Plioceno era un valle reciente, puesto que su formación debido a un hundimiento se había producido a inicio de dicho período geológico. En dicha época con seguridad la fisonomía del Valle de La Paz era muy diferente a la actual, para empezar se trataba de un paisaje de valle ―joven‖, mucho menos profundo o excavado. Ninguna de las altas serranías y terrazas de origen glaciar, como del Calvario, Chuquiaguillo, Waripampa, Wallatanipampa, Alto Obrajes, Seguencoma, etc., se habían

todavía formado, tampoco las

torrenteras de barros o ―badlands‖ de Achocalla y Llojeta, todos estos elementos se formarían cientos de miles de años después. Dominaban sin embargo el paisaje las enormes cordilleras andinas del flanco Este (Illimani, Mururata, Serkheqollu, Chacaltaya) producto de los solenvatamientos de fines del Mioceno y Plioceno reciente y las altas serranías rojizas de la Florida, Aranjuez, Amor de Dios y Asuzisani, formadas en el Devónico. El valle era mucho más amplio, con laderas posiblemente más abruptas, que posteriormente redujeron sus pendientes con la acumulación de coluvios y depósitos glaciales. En este escenario prehistórico aún sin humanos, prosperaba una fauna de animales de gran talla entre los que se podrían haber visto al Smilodon, Megaterium, Paleolama y Gliptodontes, además habría existido sin duda una avifauna pliocénica de la cual sería difícil encontrar restos fósiles y que difícilmente podemos siquiera imaginar. Es posible que el cinturón de ambientes pericordilleranos de Alto Achachicala, La Cumbre, Waripampa, Alto Jampaturi, Kasiri, Alto Palcoma, y Wallatanipampa, mantuvieran comunidades importantes de camélidos silvestres, tarucas, pumas y cóndores. Estas debieron tener conexión con similares ambientes de la vertiente oriental cordillerana y con las Punas en el Altiplano, favoreciendo el movimiento de grupos poblacionales. También, los bosques arbustivos y bosques secos de los pisos más bajos del Valle, mantenían con seguridad, importantes poblaciones y comunidades de aves, y debieron tener importantes conexiones con similares ambientes en otros valles (Palca, Rio Abajo, Sapahaqui, Caracato). Esta continuidad y conexión ecosistémica

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debió reducirse en siglos posteriores, a medida que los ambientes naturales eran fragmentados y reemplazados por extensos ambientes agrícolas. Incluso los sistemas de setos que dividían los campos agrícolas debieron a lo largo de siglos, mantener ciertos nexos de continuidad para determinada fauna, lo cual desapareció con la expansión de las manchas urbanas. Es conocido en la ecología aviar que determinadas grupos de aves insectívoras especializadas (forrajeo tipo ―gleaner‖) no son grandes voladoras y no pueden cruzar grandes espacios sin vegetación. De esta forma, es posible que varias poblaciones actualmente aisladas de aves, no tengan intercambios genéticos (o este sea muy escaso) con otras poblaciones de regiones distantes.

Aspectos generales de las mudanzas en paisajes y ecosistemas del Valle Como se dijo en capítulos anteriores, la transformación o mudanza de los paisajes

y la

vegetación en el Valle de La Paz fue un proceso secular, que se inició en épocas precolombinas y que sigue vigente hasta nuestros días. En los albores de la posible presencia humana prehistórica en el Valle, es decir en el Arcaico, hace unos 10.000 años aproximadamente, los impactos sobre el paisaje y los ecosistemas debió ser insignificante, aunque hay teorías sobre el uso del fuego para la caza, lo cual pudo tener efectos significativos, aunque muy localizados. En esta etapa primigenia debió predominar la matriz de ecosistemas naturales (bosques arbustivos microfoliados y matorrales densos, posiblemente bosquetes de Polylepis). Varios milenios después, ya en el Formativo y con las primeras ocupaciones agrícolas estables, debió iniciarse un proceso de transformación paulatina de los ecosistemas, situación que se intensificó en las etapas posteriores. En alturas por encima de los 3.900 msnm., los impactos ocasionados en la estructura y composición de los ecosistemas de la Puna y Alto andinos (por habilitación de tierras agrícolas, pastoreo, extracción de leña y quemas) debieron ser mas bien localizados, y la fisonomía de las formaciones de vegetación podría no haber sufrido excesivos cambios respecto de lo que podía haber sido el gran paisaje original. La matriz del paisaje seguía correspondiendo a extensos ecosistemas naturales. Los cambios habrían afectado también, a los pastizales cespitosos, que sin duda eran más altos y densos que ahora, y a los posibles matorrales-bosquetes de queñua en las quebradas más húmedas y abrigadas. Según Kessler y Driesch (1993), sostienen que desde el inicio del arribo de los primeros grupos de cazadores recolectores en los períodos glaciales, grandes áreas de vegetación nativa fueron destruidas por el uso de fuego para fines de cacería. Posteriormente, durante la fase agricultural temprana (7.500-3.000 AP) la gran variabilidad climática y los efectos del fenómeno de El Niño, habrían contribuido en gran manera a la degradación de los paisajes andinos. En el período de las culturas altoandinas (3000 AP - 1533 DC) los altos Andes habrían estado densamente poblados; para el Tawantinsuyo se han estimado cifras de hasta 30 millones de

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habitantes, o sea aproximadamente el número actual (Kessler y Driesch, 1993). También Capriles y Flores (2002), mencionan el alto crecimiento poblacional durante el boom cultural hacia los 3.000 AP., y la posterior fuerte colonización desde las tierras altas a los valles interandinos (como es el caso del Valle de La Paz), dando lugar a una sobrexplotación de recursos. De acuerdo a los diversos estudios arqueológicos, mas de 20 siglos antes de la llegada de las primeras partidas de españoles, el Valle de Chuquiago o Choqueyapu, tuvo una importante sucesión de procesos culturales, con actividades agrícolas, clareo de tierras, elaboración de alfarería y uso de leña. La matriz del paisaje del Valle, debió seguir manteniendo la cobertura mayoritaria de ecosistemas naturales, con procesos de fragmentación mayormente localizados. De acuerdo a Lemuz y Aranda (2009) quienes citan a Monje Ortiz (1941), ya desde épocas precolombinas existían importantes actividades de alfareria en las zonas de Willquipata y Laikaqota, lugares donde se encontraban numerosos hornos de cocción y se extraían tierras mineralizadas para la elaboración de vasijas y tinajas. Esto sin duda significó el uso de leña a importante escala. Falcón Huayta (2011), hace una particular referencia a la utilización preferencial y ritual de la Chachacoma (Escallonia) como fuente de leña para la elaboración de los kerus incaicos. Otro elemento que llama la atención es la probable orden del Inca Mayta Capac para impulsar la siembra de maíz en el Valle, lo cual implicó una intensificación de la agricultura y la expansión de las fronteras agrícolas, en especial por debajo de los 3.600 msnm. En la época del incario, debió incrementarse la fragmentación y el tránsito hacia un cambio de la matriz del paisaje. Diego de Mendoza a mediados del siglo XVI, menciona en uno de sus escritos al referirse al Valle de La Paz como ―muy falto de leña‖ (Villagómez, 1991). Este comentario nos deja entrever que en aquel inicio de la época colonial, las partes mas pobladas y sus cercanías, ya tenían una cobertura vegetal empobrecida, lo cual se intensificó con la llegada de los colonos europeos. Hay pocas referencias concretas sobre el consumo de leña en las tierras altas de América durante la colonia, algunos datos indican que durante la colonia, la población europea tenía un consumo de leña mucho mas alta que la indígena (Ansión, 1986). Es muy posible que el uso energético por los indígenas en la colonia (que también usaban leña) se basara mayormente en el uso de estiércol animal o ―takia‖, sea de camélidos o de los vacunos introducidos, se puede suponer que cuando los stocks de ―buena leña‖ disminuyeron o se agotaron, el uso de la takia pudo tornarse fundamental. Los indígenas dificilmente podían acceder al carbón que se cormercializaba en tambos especiales. También se puede suponer que los españoles y criollos en la ciudad aldeana de los siglos XVI o XVII, evitaban el uso del estiercol como fuente

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energética (olor fuerte y picazón en los ojos y garganta por el amoniaco) y preferían el uso de leña, pero especialmente de carbón. Es importante volver a mencionar que a lo largo de la colonia, se vivieron etapas de intensos fríos y reactivación de los glaciares (―pequeña edad de hielo‖) y el Valle de La Paz debió convertirse, al menos gran parte del año, en algo parecido al interior de un refrigerador. Esto debió traducirse en una fuerte necesidadad de leña y carbón, y los arbolitos de Polylepis venían como anillo al dedo. Es muy posible que en la etapa fundacional de la ciudad existieran todavía extensos remanantes de bosquecillos en el Valle, especialmente en las quebradas. Como mencionan, Kessler y Driesch (1993), lamentablemente se carece totalmente de documentos originales del período precolombino, y los relatos de los cronistas españoles solamente permiten conclusiones cualitativas acerca del paisaje y su uso durante la época de la conquista y en los siglos siguientes. A pesar de esta carencia, se da por sentado que se produjo una transformación significativa de los paisajes originales. Entre los factores que habrían agudizado la pérdida secular de la cobertura vegetal en el Valle de La Paz a lo largo de diversas épocas están: a) Extracción de leña para fines domésticos y de las industrias artesanales. b) Extracción de leña para elaborar carbón. c) Avance de las fronteras agrícolas y pecuarias. d) Uso de fuego para cacería (posiblemente en el Arcaico y Formativo). e) Quemas recurrentes, mas intensas en ciertas épocas y fechas (San Juan). f) Extracción de maderas y leños para construcciones, cercos, herramientas. g) Sobrepastoreo de especies introducidas, en especial ovejas en la parte alta y cabras hacia las regiones más bajas del Valle. h) Expansión urbana. Como se vio anteriormente, la notable vulnerabilidad del tipo de ecosistemas del Valle en función a ciertas características de su vegetación. En un inicio debieron existir regulares a densos rodales de Queñua (Polylepis pacensis?) y quishuara (Buddleja coriácea?) las cuales tienen un elevado poder calorífico y constituyen muy apreciadas fuentes de leña, por tanto son de alta vulnerabilidad ante la extracción masiva, su lento crecimiento y baja capacicidad de regeneración natural. Asi mismo, existían con seguridad formaciones arbustivas con presencia de especies de tholas (Baccharis spp.) especies altamente resinosas y por tanto, de alto poder calorífico, que al igual que las especies antes citadas se vuelven recursos de alta estima por tanto susceptibles de ser sobre-explotados. Al predominar bosquetes o matorrales esencialmente secos, deciduos o semideciduos, además de resinosos, la acumulación de

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hojarasca no es descompuesta rapidamente por las condiciones climáticas y tiende a acumularse, por tanto, el riesgo de la expansión de grandes incendios es elevado. Los fuegos extendidos en ciertas épocas del año eran bastante comunes. El relato del explorador Alcide D´Orbigny en 1830, por su paso por la ciudad, todavía ―aldeana‖ de La Paz, describe la festividad de San Juan como muy arraigada en las costumbres de la población local: ―centenares de hogueras iluminaban los cerros y laderas del valle durante la noche de San Juan

dando lugar a un espectáculo muy llamativo‖. D´Orbigny, también menciona al inicio de la vida republicana, que casi ya no había leña en torno a la ciudad y que debía traérsela desde el altiplano o los valles cálidos de Río Abajo. Según Kessler y Driesch (1993), en tiempo mas recientes, aparentemente, la tala y extracción de madera, sólo jugaron un papel importante en la destrucción de bosques de Polylepis, cuándo fueron efectuadas a nivel comercial para la producción de carbón o tanino, es decir a gran escala y de forma intensiva, como podría ser también, el caso de una ciudad en crecimiento y en especial en una región fría y de inviernos crudos, tal es el caso de La Paz. Aún en situaciones en las cuales la población humana normalmente no supera la capacidad productiva del ecosistema, una serie de años de sequía, con la consiguiente sobreexplotación de los recursos, puede tener graves efectos a largo plazo en un ambiente caracterizado por una baja productividad. Kessler y Driesch (1993), concluyen que posiblemente la destrucción de los bosques empezó con la colonización humana de los Andes hace más de 10.000 años, mediante el uso del fuego para la cacería. Probablemente en los siguientes milenios tuvo lugar una masiva deforestación de los altos Andes, siendo los bosques de Polylepis los mas afectados. Los períodos de sequías severas y olas de frío intensas, que soporto el Valle de La Paz en los últimos 2.000 años, debieron tener un efecto drástico en la ocurrencia de grandes quemas extendidas y en la extracción de leña, efectos determinantes para ocasionar mudanzas significativas en los ecosistemas. Un dato histórico revelador es aportado por Evelyn Ríos de Reyes (2002), cuando hace referencia a lo últimos años del período colonial (fines del siglo XIX: 1800), y la crisis generalizada que se agravaba por la intensa sequía que ya duraba varios años, hace referencia al historiador Tandeter (1992) quien menciona que hubo un período largo de fuertes sequías en los Andes, entre 1720 y 1860. Para más penurias, el período del cerco de La Paz en 1781, habría estado marcado por una fuerte sequía. Dicho historiador menciona la sucesión de años de excepcional sequía entre 1803 y 1805, etapa que se caracterizó por carestía de bienes, mortandad de ganado y aparición de pestes (Evelyn Ríos de Reyes, 2002). Al inicio de la colonia, el Valle de La Paz ya no habría tenido los bosquecillos densos de las épocas prehispánicas tempranas, y durante la colonia y la expansión de la ciudad aldeana se intensificó la modificación de los ecosistemas del hinterland urbano (que ya eran

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prácticamente agro-ecosistemas) y la degradación de la cobertura vegetal remanente. Diversas crónicas mencionan que La Paz, para mediados del siglo XVIII, ya se había comido su espacio agrícola y empezaba a depender de otras regiones vecinas para su aprovisionamiento.

Imaginario del antiguo medio natural del Valle de La Paz Ahora que tenemos algunos elementos del panorama ecológico de la región, podemos volver a la pregunta inicial: ¿como era el medio natural del Valle de La Paz hace unos 10.000 años atrás? Dos elementos son importantes en este intento de reconstrucción del medio original, uno es el paisaje geomorfológico o relieve, y el otro es el de la cubierta vegetal. La erosión fue una constante a lo largo del tiempo, dadas las pendientes del entorno del Valle y las lluvias que aunque escasas son típicas de valles secos (de corta duración y torrenciales). En las épocas prehistóricas y precolombinas tempranas la mayor densidad de la vegetación debió jugar un rol preponderante en la protección del suelo y la mitigación de la erosión, sin embargo siglos más tarde, con el desbosque masivo para agricultura y uso de leña, las tasas de erosión se incrementaron disectando el valle con mayor rapidez. El Valle de La Paz esta cruzado por decenas de ríos y arroyos que son afluentes principalmente del Choqueyapu, los cuales daban lugar a una topografía de cañadas y quebradas. Este paisaje topográfico durante la colonia dificultaba la transitabilidad en torno a la naciente ciudad aldeana, lo cual se subsanó primero con los numerosos puentes y siglos más tarde con el entubamiento de los ríos dando lugar a una red calles y cursos fluviales subterráneos. En los tiempos remotos del holoceno antiguo, la fisiografía del valle del Choqueyapu debió ser la de un paisaje relativamente joven, no muy excavado en profundidad, aunque las cicatrices de las sucesivas glaciaciones estaban aún ―frescas‖, lo cual se expresaba en el paisaje a través de las enormes terrazas fluvioglaciales formadas por pedregales y bancos de grava gruesa depositadas a ambos lados del Valle, y que actualmente sustentan barrios como Alto Obrajes o Següencoma. El evento del torrente de barro de Achocalla y el lago temporal que formó, debió ser determinante para la fisonomía del Valle, al menos durante unos siglos. Todo el valle del Choqueyapu habría sido un poco más alto, con los siglos venideros los materiales de arrastre o fluviales se fueron acumulando en el fondo de los valles. El río fue recuperando su cauce que fuera represado por el torrente de barro de Achocalla. Algunas de las montañas habrían sido más altas, por ejemplo la del Calvario, Chuquiaguillo, o los picos de Llojeta, los cuales se han ido erosionando con el tiempo. De cualquier forma, el Valle tenía una fisonomía de paisaje bastante similar a la actual.

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Suponiendo que en esos lejanos tiempos algunos grupos humanos de cazadores recolectores (p.e. Viscachanenses) ya habrían interactuado con el medio natural del Valle, los efectos debieron ser ínfimos, como la extracción de leña en sitios localizados para hacer hogueras y posiblemente algunas quemas extendidas para fines de caceria. Si la visión hipotética la realizaríamos en plena época húmeda hace unos 8.000 años, observaríamos probablemente un tapiz verde regularmente denso y casi continuo en laderas y quebradas, formando un bosque arbustivo de hasta 4 metros, el cual se extendería entre los 3.600 y los 3.000 msnm. Esta alfombra de bosques bajos y arbustos de gran talla, estaba interrumpida por zonas, donde difícilmente podía prosperar, por ejemplo, los badlands de los torrentes de barro, farallones y paredes de las quebradas o en zonas de derrumbes activos. Hacia el límite superior (3.700 msnm.) el bosque arbustivo denso representado por arbustos como Mutisia, Adesmia, Satureja, Calceolaria, habría sido reemplazado por un matorral alto (hasta 1 metros y medio) y disperso de tholas (Baccharis bolivianus) el cual iba alternando con un denso pastizal empenachado alto de paja brava (Stipa y Festuca) o pajonal. Por encima de los 3.800 msnm., predominaba un mosaico de pajonales altos y densos, de Stipa, alternando con matorrales de tholas. En microclimas de cañadas y laderas más húmedas pudieron haber prosperado bosquetes abiertos de Queñua (Polylepis pacensis ?). El bosque arbustivo alto habría sido predominante en casi todo el Valle de La Paz, por debajo de los 3.800 msnm. En el piso del Valle en torno al río principal y por debajo de los 3.300 msnm., podríamos haber observado un bosque bajo seco, espinoso de leguminosas tipo Prosopis y rico en cactus columnares. El bosque arbustivo alto tenía, como ahora, un especial aroma propio de formaciones arbustivas conformadas por especies resinosas (tholas) y aromáticas (muñas), era denso y de difícil tránsito por los ramajes apretados y ramificados casi desde el suelo, a esto se sumaba la difícil accesibilidad de acceso en la mayor parte de las zonas por la topografía de pendientes inclinadas. En el suelo se podría haber observado una gruesa capa de hojarascas acumuladas en gran parte debido a las condiciones climáticas que no favorecen su rápida descomposición y a la condición semidecidua de la mayoría de las especies (pérdida de una gran parte de sus hojas en la época seca), con seguridad la capa superficial tenía una importante riqueza de humus. La presencia de especies resinosas, lo hacía mas vulnerable a las quemas. Ficción en la avenida Villazón.

Es el año 9.000 AP. Estamos en lo que hoy es la esquina de la Avenida Villazón y J.J Pérez, justo en el borde de una profunda quebrada por la cual un ríacho que baja desde la actual zona de Cristo Rey, desemboca unos cientos de metros más abajo en la amplia cañada del

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río Choqueyapu. Los densos bosquecillos de queñua y matorrales que cubren las laderas de las quebradas llegan hasta las orillas del río. Todo el terreno es abrupto y de difícil transitabilidad por la topografía. Las terrazas altas presentan densos cañaverales de sewencas (Cortaderia sp.) y zonas con pastizales abiertos sin matorrales, producto de las riadas que en el verano arrasan con todo. Es el fin de la tarde y ya hace frío, en medio de la baja vegetación herbacea de las orillas aparece un pequeño grupo de sigilosas tarucas

o venados de la montaña

(Hippocamelus antisiensis), se acercan a la orilla a abrevar permaneciendo nerviosas y transmitiendo señales de alerta con movimientos de orejas y la cola. Después de abrevar, se retiran buscando espacios abiertos en medio de los densos matorrales, de pronto una formidable saeta de color pardo intercepta el paso de uno de los venados rezagados, posiblemente un macho adulto enfermo, los demás animales huyen a gran velocidad atropellando los matorrales. Todo ha sido muy rápido, el puma (Felis concolor) tiene al venado todavía sujeto por la nuca el cual patalea agónico. En unos minutos el drama natural se ha consumado y el puma arrastra a la taruca hacia unos matorrales metros más abajo y después de comer parte de las entrañas, lo esconde cubriéndolo parcialmente con tierra, ramas y hojas. Es un puma joven y de gran porte, ha establecido su territorio en las quebradas bajas donde es más difícil cazar, seguramente expulsado por otros pumas machos de las tierras altas de Wallatani Pampa o Chicani, lugares donde abundan guanacos, vicuñas y vizcachas, animales mas dificiles de cazar. Con todo hoy ha tenido suerte y podrá comer unos días.

Los ecosistemas que sin duda sufrieron mayores impactos en cuanto su cobertura han sido los matorrales y bosques arbustivos, que se extendían por debajo de los 3.700 msnm., despareciendo progresivamente y reducidos a relictos en pequeñas zonas aisladas; inicialmente pudieron haber sido reemplazados por pastos y después y cultivos, y finalmente por calles, avenidas y casas. Algunas especies con notables particularidades habrían seguido similar suerte de relictualización, ya en tempranos períodos de la colonia o incluso antes. Es el caso de la Queñua y Quishuara, dos especies que por su elevado poder calorífico y la naturaleza de su madera, fueron las fuentes de leña mas apetecidas. Considerando las necesidades paulatinamente más fuertes de leña por la población de la ciudad aldeana y sus alrededores, a lo cual se sumaban el avance de glaciales y olas de frío (―pequeña edad de hielo‖, siglos XVI al XIX), el uso de leña debió haberse intensificado notablemente. Como menciona Yallica (1992), difícilmente podrían haber existido bosques contínuos en los Alto Andes y la fragmentación siempre debió ocurrir, siendo las quemas y la tala, los factores importantes para su retroceso y relictualización.

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En resumen, el medio natural de la hoyada paceña hace 10.000 o más años presentaba un conjunto de ecosistemas de montaña distribuidos en una sucesión de pisos ecológicos y a partir de los 3.700 msnm., un denso manto de matorrales, pastizales densos y bosques arbustivos bosques secos se habría extendido de forma casi ininterrumpida en las quebradas y valles, hacia las zonas más cálidas de Río Abajo. Estos escenarios post glaciales contaban sin duda con una importante, aunque no muy diversificada fauna tanto de mamíferos como de aves.

Agrosistemas tradicionales en el valle de La Paz: de la predominancia a la relictualidad El Valle de La Paz comenzó a ser un paisaje cultural, un mosaico de agrosistemas, desde el inicio de los asentamientos tiwanacotas, posiblemente hace más de 3.000 años. No se conoce con precisión, si las primeras manifestaciones agrícolas en el Valle, se dieron en el Arcaico como protoagricultura (inicios de la domesticación de especies silvestres). Se conoce a partir de investigaciones arqueológicas (Lemuz y Aranda, 2008) que los primeros asentamientos agrícolas en el Valle corresponden al Formativo hace unos 3.000 años AP. En siglos posteriores, ya con los asentamientos tiwanacotas, importantes espacios del Valle constituyeron paisajes agrícolas con andenería y posiblemente sukakollos en algunos terrenos planos del valle. Mas adelante, la condición agrícola se habría intensificado con centenares de hectáreas más, bajo andenería de las poblaciones aymaras (Pacajes) y mas aún con la posterior ocupación incaica. Pero este proceso de agrarización antigua del Valle, no tuvo comparación a lo que ocurrió con la instalación del período y la ciudad colonial, donde casi la totalidad del valle (donde la topografía así lo permitía) estaba destinado a labores agropecuarias bastante intensificadas y en relación a la creciente demanda de alimentos de la ciudad en expansión. Es así que hacia 1800 se inicia la escasez de tierras (Lemuz y Aranda, 2008). El avance de las fronteras agropecuarias, significó el retroceso y recambio de los ambientes naturales y seminaturales (matorrales y bosques arbustivos) por el paisaje cultural propiamente. Al respecto, Rodriguez,D.(2009), hace una descripción idílica del Valle: A la fecha de la

fundación de la ciudad de La Paz, año 1548 se encontraba espléndida con sus valles abiertos rodeados de ríos, pequeños lagos en la zona de Sopocachi, y Santa Bárbara, el majestuoso nevado Illimani como un gran remate visual, que se divisaba desde cualquier punto de la ciudad, con un clima muy favorable, bastante vegetación y el río Choque-yapu que recorría libremente por la ciudad, cristalino, transportando mucho oro. Esta condición de ciudad aldeana roedada de un paisaje cultural agrario, esencialmente pintoresco y hasta idílico se mantuvo hasta entrada la época republicana. A partir de los primeros años del siglo XX, el crecimiento de la ciudad y la modernidad, trastocaron paulatinamente los paisajes rurales por paisajes urbanos. Todos estos aspectos se tocan con mucho mayor detalle en siguientes apartados.

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Lo que ahora queda de esos paisajes rurales en el Valle de La Paz y en los cuales todavía se realizan labores agrícolas, se circunscriben a determinadas zonas alejadas: El valle de Achocalla, el valle de Palca, el valle aluvial de Río Abajo, los valles de Kallapa y Chicani, Ovejuyo-Ánimas, reducidos sectores del valle del río Lipari arriba, todos ellos bajo asedio del avance urbano. Hasta los años 80, la meseta de Llojeta era todavía un paisaje rural y en menos de treinta años es un barrio urbanizado y en constante expansión sobre zonas de badlands de mayor inestabilidad. Todavía existen autenticos paisajes culturales en los actuales remanentes agrarios de los valles de Kallapa, Jampaturi, Chicani y río Lipari arriba, donde perdura una espléndida andenería precolombina, sin duda de datación tiwanacota, en gran parte de los cuales las comunidades campesinas existentes siguen desarrollando prácticas de agricultura tradicional, mayormente cultivo de papa. Estos lugares son auténticos valores patrimoniales culturales de la ciudad que deberían ser conservados, no solo por la andenería que testimonia la presencia de los primeros habitantes del Valle, sino por la relación que tiene con la cultura viva. Hasta el momento han habido pocos esfuerzos por parte de la Alcaldía o la Gobernación de La Paz, para revalorizar y rescatar dichas manifestaciones.

Adaptaciones a la altura Como parte del marco del análisis biofísico y antes de ingresar al tema de la ocupación humana en el Valle, es necesaria una corta mención a las adaptaciones morfoestructurales y fisiológicas que experimentan el organismo humana en las condiciones de gran altitud, y en especial a la baja presión y concentración de oxígeno. Sin duda, toda la biota que habita el Valle de La Paz, tiene diversas adaptaciones morfológicas y fisiológicas a las condiciones de altitud. Parte de dicha biota, somos los nacidos en este Valle interandino y nuestra ancestralidad ligada a la grandes alturas, implica una serie de adaptaciones que nos permiten realizar exitosamente actividades físicas (Dollfus, 1991); incluso árduas, como partidos de futbol a mas de 3.700 msnm. De acuerdo a un estudio biomédico de Peñaloza y Arias Stella (2011), las personas que viven en grandes alturas (mayores a 3.000 msnm., hasta 5.000 msnm inclusive) viven en ambientes de baja presión parcial de oxígeno inspirado (hipoxia hipobárica). Como resultado, desarrolla hipoxia alveolar (disminución de la difusión de oxígeno en los alveolos), hipoxemia (disminución de la presión parcial de oxígeno en la sangre arterial por debajo de 80 mm Hg) y policitemia (trastorno de la médula ósea que produce grandes cantidades de eritrocitos). La policitemia de la altura es un componente fundamental del sistema de transporte de oxígeno y de la adaptación a la altura. Los nativos de zonas altas son capaces de realizar intensa actividad física, fenómeno atribuido a mecanismos adaptativos que ocurren en las diferentes etapas del

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sistema de transporte de oxígeno con la meta final de disminuir el gradiente total de presión de oxígeno desde el ambiente hipóxico al nivel tisular (Peñaloza y Arias Stella, 2011).

Existe una relación directa entre el nivel de altitud y la magnitud de la Presión en la arteria pulmonar (PAP). Sin embargo, el nivel de altura y el grado de hipoxia no son los únicos factores determinantes del nivel de la PAP. Existe evidencia de que el rol de la ancestralidad y el número de generaciones en la altura, así como el proceso de selección natural, son factores que contribuyen a determinar el nivel de la PAP en la altura (Peñaloza y Arias Stella, 2011). El corazón y la circulación pulmonar de las personas nacidas y que viven en grandes alturas, tienen peculiares características fisiológicas y anatómicas. El nativo normal de la altura tiene hipertensión pulmonar (HP), hipertrofia ventricular derecha (HVD) e incremento de células musculares lisas (CML) en las arterias pulmonares distales. Tienen mayor tamaño o volumen del tórax, aumento del volumen pulmonar, predominancia del ventrículo derecho, mayor número de

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eritrocitos y volumen sanguíneo (Soto y Rothhammer, 1996). Adicionalmente, se ha establecido que la capacidad aeróbica de nativos del nivel del mar es 37,98 ml/Kg/min., mientras que la capacidad aeróbica de los nativos de grandes alturas es de 46,35 ml/Kg/min.

Segunda parte OCUPACIÓN HUMANA TEMPRANA: EL ARCAICO Los primeros habitantes humanos en América y posiblemente en el Valle de La Paz No debe existir otro campo de la ciencia antropológica con mayor incertidumbre, controversias y sujeta a mayores especulaciones que las dataciones de las primeras ocupaciones humanas en América y de las posibles rutas de arribo (Prous, A. 1999;

Peláez, P. 2001; Hodges, 2015). A

lo largo de mas de cinco décadas se mantuvo que las evidencias líticas confirmadas más antiguas de América, correspondían a los complejos Clovis (12.000 a.C.) y Folsom (10.000 a.C.), encontradas en territorios de Estados Unidos. Ambos complejos, Clovis y Folsom, constituyen lo que se ha venido en llamar inicialmente el Período Paleoindio Temprano y posteriormente el Arcaico (Fernández Gómez, A. 2010; Liza Tropea, A. 2015). En otras regiones del continente se han descubierto yacimientos líticos contemporáneos a Clovis y Folsom, entre estos destacan: Lago Maden (Panamá), Tequendama (Colombia), El Inga (Ecuador), Huargo (Perú), Guitarrero (Perú), UViscachani (Bolivia)U, Cueva Fell (Chile). Estos sitios tienen entre 12000 y 8000 a.C. y cuentan con la confirmación de la comunidad científica internacional (Hodges, 2015). Otro sitio de ocupación en el Arcaico temprano en Bolivia es Ñuapua en el Chaco serrano (el mas antiguo de Bolivia). Lizarraga-Mehringer (2004), menciona el sitio precerámico de Viacha. Durante varios años, los sitios arqueológicos más cuestionados o rechazados son aquellos que han recibido un fechado mayor a 13.000 años a.C. (Hodges, 2015; Perez,I.P. 2011), entre los que se encuentran: Dawson City (Canadá), Old Crown (Canadá), Cálico Hills (EEUU), Lewisville (EEUU), Santa Rosa (EEUU), Tlapacoya (México), El Bosque (Nicaragua), Paccaicasa (Perú). Por supuesto que también han sido puestos en tela de juicio sitios con posibles dataciones mas antiguas, por ejemplo, la caverna de Meadowcroft, con restos datados hasta 18.000 años AP; Pedra Furada, un abrigo rocoso del nordeste de Brasil con supuestos registros de hasta 50.000 años AP; otro hallazgo controversial y sorpendente es del volcán Cerro Toluquilla, donde se encontraron huellas fosilizadas que dataron 38.000 años AP y que probablemente pertenecieron a los primeros habitantes humanos que llegaron a América. A pesar de la reticencia a considerar fechas mas antiguas que Clovis o Folson, actualmente se acepta la datación de Monte Verde (Chile) y de Guaca Preta en Perú, con dataciones de 15.000 años AP, así como otros sitios de similar antigüedad en los Estados Unidos, (Hodges, 2015).

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Kessler y Driesch (1993), ubican el período de cazadores y colectores (>12.000 AP - 7500 AP) en los Andes, coincidente con el final del último período glacial, es decir, paralelamente con la regresión de los glaciares, en tanto que Paz Osorio (2013), establece el Arcaico Temprano de la Puna Seca del Altiplano del Norte de Chile en 12.000 a 9.000 años AP. Tambien existen evidencias de ocupaciones holocénicas en la Amazonía boliviana (Lombardo et al. 2013). Núñez y Santoro (1988) ubica al Arcaico temprano en 10.000-8.000 AP y Aldenderfer (1998, 1999) el Arcaico tardío entre 6.000- 4.000 AP. Lizarraga-Mehringer (2004), realiza uno de los análisis mas completos de la ocupación temprana a nivel continental, en tanto que Capriles y Jordan (2013) presentan la revisión mas actualizada de las primeras ocupaciones humanas en Bolivia .

Las reconstrucciones paleoambientales para el Holoceno, durante el 12.000-10.000 AP, indican que en la región cordillera de Bolivia existieron una serie de fluctuaciones climáticas que favorecieron el derretimiento de los glaciales y generaron mejores condiciones para habitar la región. La mejora de las condiciones climáticas durante el Holoceno fue un factor importante en las zonas altas y el piso prepuneño, para la adaptación humana y los desarrollos culturales (Rivera y Calla (2011). En relación a los tiempos de ocupación humana en Bolivia (Arcaico, Paleoindio o Precerámico), las dataciones más antiguas para el territorio boliviano parecen provenir de la región de Viscachani en el Altiplano central con una antigüedad de alrededor de 12.000 a 10.000 años AP; dataciones más antiguas atribuibles a estos cazadores y recolectores prehistóricos no han sido comprobadas (Ibarra Grasso y Querejazu Lewis, 1986). Aldenderfer (2009) menciona que a pesar de ser este un sitio icónico en la prehistoria de Bolivia y los Andes Centrales, nunca se llegaron a realizar excavaciones o estudios mas profundos, que los reconocimientos y levantamientos de superficie. El último estudio y más completo del sitio Viscachani,

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corresponde a la tesis doctoral de Yara Lizarraga-Mehringer (2004), quien identifica este sitio en el Arcaico tardío, hace unos 6.000 AP. Es muy llamativa la similitud de condiciones que existe entre el Valle de La Paz y las Punas o regiones altoandinas circundantes, y la sierra peruana. Lavallée (2002), menciona, al referirse a las ocupaciones humanas precerámicas en la región de valles subyacentes a la sierra del Perú (Puna y Alto Ande):….Su accidentado relieve, su frecuente encajonamiento en gargantas

profundas llamadas quebradas, los hacían poco propicios para los desplazamientos de los cazadores, además de que su fauna silvestre era relativamente escasa. Mucho después, cuando a aparecieron las primeras plantas cultivadas, estos pisos de valles se convertirían en un hábitat privilegiado….. exactamente igual a lo que ocurrió en el Valle de La Paz. Lavallée (2002), resalta que en contraste a los valles o quebradas, los altiplanos o Punas favorecían la multiplicación de grandes rebaños de herbívoros camélidos o cérvidos, por tanto resultaban muy propicios para los grupos de cazadores trashumantes. Se ha encontrado poca información sobre la presencia de posibles habitantes prehistóricos tan antiguos en el Valle de La Paz. Lemuz y Aranda (2009), mencionan para el Valle de La Paz el hallazgo del proyectil mas antiguo encontrado en el Valle, en la zona de Chullpani, ubicada entre las cuencas de Irpavi y Achumani, que podría estar relacionada con el Arcaico tardío (6.0004.000 AP) o incluso al Arcaico temprano (10.000-8.000 AP). Otras referencias que corroboran el hallazgo de Lemuz y Aranda para los sitios de Pampajasi y Chullpani, corresponden a Rivera y Calla (2011). Dada la intensa dinámica de erosión y deposición de sedimentos que ha caracterizado el Valle de La Paz, podemos suponer que posibles restos de ocupaciones humanas del Arcaico temprano podrían estar en sedimentos mas profundos del Valle o que simplemente fueron arrastrados por los constantes aluviones. El tema es apasionante pero al parecer no ha concitado mayor interés para ser investigado. Existe una referencia inconsistente en un medio de prensa (Cambio, abril 2011), sobre un posible registro de la UNAR (Unidad Nacional de Arqueología) sobre el descubrimiento de restos fósiles de un gliptodonte, asociado a restos óseos de cazadores y recolectores, casi fosilizados, en la zona Villa San Antonio y que supuestamente los vecinos del lugar se opusieron a que se realicen las excavaciones de investigación. No se encontró ningún reporte fehaciente de la mencionada Unidad de Arqueología o alguna referencia científica adicional, por lo que se considera una información no validada. De cualquier forma, podemos suponer que grupos de cazadores–recolectores Viscachanenses del Altiplano hace unos 10.000 años, pudieron con relativa facilidad haber incursionado en los valles de Caracato, Sapahaqui o La Paz; considerando que dichos valles distan entre menos de 10 Km., y 40 Km., de la zona de Viscachani, el acceso es bastante fácil. Sin embargo, estos

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valles, a pesar de su clima mas benigno y mayor disponibilidad de fuentes de leña, no aportaban con seguridad, mas fuentes de alimento constante que las Punas del Altiplano y las mesetas altoandinas con sus grandes manadas o grupos de guanacos, vicuñas o tarucas. Por tanto, el Valle de La Paz pudo mas bien haber sido lugar de incursiones eventuales o como refugio temporal en períodos especialmente fríos, desde el cual, de cualquier forma, los cazadores tenían acceso a zonas mas altas con fauna mayor, como vicuñas o ciervos, o aves grandes como huallatas (Chloephaga melanoptera) en los humedales altoandinos. La aparente ausencia de abrigos o cuevas importantes en la región circundante del Valle de La Paz debió contribuir a la presencia transitoria o temporal de los grupos humanos del Arcaico en el Valle. Algo que debe ser considerado en el holoceno hace unos 9.000 años AP, es la irrupción del torrente de barro de Achocalla y la formación del Lago Calacoto, como resultado del embalsamiento del río de La Paz, como un factor de inestabilidad, pero también de oportunidad. No existen referencias sobre estimaciones del tiempo de permanencia de dicho cuerpo de agua transitorio, cualquier cifra entra en el ámbito de la conjetura, y en esta línea netamente especulativa, podríamos suponer dicho lago dominó la parte baja del Valle por unos siglos, hasta que el río volvió a socavar su salida. Dicho lago debió tener una superficie relativamente grande y pudo albergar una importante avifauna acuática, además de atraer como abrevadero a una diversa gama de mamíferos. Esto pudo haber significado una interesante fuente de recursos y un atractivo para los grupos de cazadores recolectores del Arcaico. Desafortunadamente no existen investigaciones al respecto. En el Arcaico temprano aún no habían sido aún domesticadas las llamas y alpacas, sus ancestros silvestres sin duda compartían el habitat con los grupos de cazadores y recolectores y formaban parte de su dieta. Es posible que algunas especies de la fauna pleistocénica tardía aún habitaban la región, aunque para entonces, con alta probabilidad, la mayoría ya se habría extinguido (Megatherium, Smilodon, Toxodon, Glyptodon, Pliohippus, Hippidium, Macroauchenia,

Paleolama, Mylodontidos) y una nueva fauna que había inmigrado desde Norteamérica se dispersaba rápidamente en el continente (pumas, venados, jucumaris, tapires, etc.). Ello implica que los cazadores recolectores del Arcaico en el Altiplano y posiblemente valles, no tuvieron casi contacto con la megafauna pleistocénica y su fuente proteica derivaba de guanacos, vicuñas, venados, vizcachas, etc., aunque posiblemente sí llegaron a cazar al paleo caballo

Hippidium (Yacobaccio y Morales (2005).También se conocen indicios de episodios de caza de especies como Toxodon o Stegomastodon y Cuvieronius (Mastodontes), en las punas de Chile y Argentina (Brailovsky, 2006). Lo que queda en debate es la posible desaparición de la fauna pleistocena por efecto de la presión de la cacería al no existir pruebas concluyentes (Achenbach, 2010). Algunos milenios después (hace unos 10.000 a 8.000 años AP, el hombre andino en diversos puntos de las regiones altas de Sudamérica, empezó el proceso de domesticación de los camélidos a partir de las vicuñas y guanacos (especies silvestres) para formar inicialmente en

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un largo proceso de selección a las proto-alpacas y proto-llamas respectivamente, así como el progresivo manejo de humedales altoandinos conocidos como bofedales para su crianza. El cuy (Cavia porcellus) figura entre las pocas especies animales domesticadas. El cronista Diego Cabeza de Vaca menciona la existencia de una raza de perro de pequeño porte llamado ―cholla‖. Es probable que hace unos 8.000 años AP, muy aproximadamente, empezaron también, los eventos de domesticación de la papa y otros tubérculos, procesos que pudieron haberse desarrollado, tanto en las zonas de Puna húmeda perilacustre, como en las Punas de montaña y Valles interandinos. Gandarillas (1996) ha propuesto la hipótesis de que la quinua fue domesticada por protoagricultores andinos en el clima mas benigno del Valle de La Paz y valles vecinos, donde existen especies de quinuas silvestres (como la Chiwa o Ajara, Chenopodium

hircinum subsp. eu-hircinum; MMAA, 2009; Rojas y Pinto, SF), y que posteriormente fueron aclimatadas en otros sectores de Puna en el Altiplano. Es una hipótesis que no ha vuelto a ser analizada. Existen dataciones para Sudamérica (Ayampitim en la Argentina y Lauricocha en Perú) de los primeros procesos de domesticación de plantas y agricultura (Escalante, 1994; Lavallée, 2002), pero no existe información de eventos de protoagricultura o protoganadería para la cultura prehistórica y precerámica Viscachanense. Los periodos de desdecación extrema y retracción marcada de los grandes lagos en el Arcaico medio (6.000-4.000 AP), habrían dado lugar a un período de aridez y formación de extepas semidesérticas (Dollfus y Lavallee, 1973), etapa en la cual son escasas las evidencias y registros de actividades humanas en los altos Andes, razón por la cual se plantéo el denominado ―silencio arqueológico‖ (Núñez y Santoro, 1988). Aldenderfer y Blanco (2011) sostienen que este "hiato" o falta de registros arqueológicos en la ocupación humana de los valles altos y las Punas es relativo y no es un modelo que se pueda generalizar en todos los Andes Centro-Sur, puesto que reportes de nuevos sitios del Arcaico Medio en el sur de Bolivia y norte de Chile, permitieron sostener que existieron poblaciones reducidas que decidieron quedarse en las sierras o zonas del Alto Ande, donde se aglomeraron en torno a "ecorefugios". Se desconoce si el Valle de La Paz pudo ser una zona de refugio de poblaciones humanas en el Arcaico al que se hace referencia.

Mudanzas en los ecosistemas y paisajes en el Arcaico En general, considerando los diversos ámbitos de los Andes, las mudanzas del paisaje en el final del pleistoceno y el holoceno temprano por las actividades humanas, han debido ser insignificantes, aun considerando el posible uso del fuego para actividades de caza, y en especial, comparando los escenarios en épocas históricas posteriores. De inicio se suponen bajas densidades poblacionales de partidas de cazadores y recolectores, incluso de presencia

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eventual o transitoria. Considerando el análisis de Lavallée (2002), para la sierra peruana, el Valle de La Paz, debió ser un refugio temporal, que no podía competir con las altiplanicies y zonas altoandinas para largas estadías o asentamientos humanos permanentes, las cuales si ofertaban abundantes recursos de carne y pieles a los grupos de cazadores y recolectores. Como se mencionó en capítulos anteriores, el paisaje ecológico del Valle de La Paz hace unos 7.000 años, debió tener esencialmente parajes agrestes y naturales con una densa cobertura vegetal de pastizales (por encima de los 3.800 msnm., y matorrales, también densos, en alturas inferiores, y los ya mencionados bosques arbustivos en quebradas mas húmedas y abrigadas, alternando con zonas de laderas intensamente erosivas y suelos casi denudados. La matriz del paisaje eran los ecosistemas naturales. Es importante considerar que ocurrieron mudanzas espectaculares del paisaje por causas naturales en el Valle de La Paz, por ejemplo, a fines del pleistoceno con el desarrollo de la última glaciación y el interglacial a inicios del holoceno, hace unos 9.000 años AP. Esta etapa habría estado ligada a la irrupción del torrente de barro de Achocalla.

Aspectos ambientales y del uso de la tierra en el período Arcaico Como se ha mencionado antes, poco o nada se conoce sobre la ocupación humana en el Arcaico del Valle de La Paz. La eventualidad de las ocupaciones y las bajas densidades poblacionales no debieron tener repercusiones significativas en los ecosistemas y la calidad ambiental de la región, a excepción del uso del fuego para fines de caza, que pudo ser un elemento inductor de cambios localizados en la vegetación. En dicha etapa, podemos asumir una condición esencialmente de una casi total pristinidad ambiental, con presencia de ecosistemas naturales integros. En cuanto al uso de la tierra y el paisaje en el Arcaico, estamos en un campo de las conjeturas o suposiciones, como se analizó anteriormente, hace mas de 7000 años AP, pudieron haber grupos de cazadores recolectores, de los cuales solo existen algunos atisbos de posibles evidencias aisladas. Es muy posible que el Valle solo albergara grupos humanos nómadas, en tránsito y movimiento constante en la gran región circundante, con actividades de caza y recolección, lo cual pudo significar el uso eventual o regular del fuego para fines de caza.

EL FORMATIVO Y CULTURAS POSTERIORES Los vestigios de las culturas más antiguas del período cerámico Formativo en el departamento de La Paz, corresponden a Wankarani y Chiripa, que se las ha considerado como precursoras de Tiwanacu. Estaban localizadas en la región cirdundante al Valle de La Paz: Chiripa en

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proximidad al Lago Titicaca y Wankarani en el Altiplano central cerca de Viscachani y Patacamaya (Villanueva, 2011; Ledergerber, 2002; Arellano, 1986; Ponce Sangines, 1970). La datación de Chiripa y Wankarani se situa aproximadamente hace 4000 - 3500 AP y correspondía a grupos humanos con organización aldeana, cerámica, tallado lítico, práctica de la agricultura y criadora de llamas y alpacas, que no alcanzó un desarrollo posterior. Las diversas etapas de la cultura Tiwanacu corresponden al Formativo de los Andes centrales y se caracterizó por su carácter expansivo y dimensión imperial (Albarracin, 1996).

Ya se ha mencionado la información de Lemuz y Aranda (2008) sobre las primeras ocupaciones agrícolas en el valle, con una datación aproximada de 3000 años AP.

Posiblemente fueron

avanzadas de Chiripa o Wankarani, considerando la relativa proximidad de estos sitios a los valles de Caracato, Sapahaqui y La Paz. Según Mamani (1995), en épocas precolombinas el Valle de La Paz habría recibido influencias de la cultura Chiripa, habiéndose descubierto piezas de cerámica de dichos períodos.

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Max Portugal (1957) y Huidobro Bellido (1984, 1981), aseguran que en el valle de Poto Poto (Putu Putu) hoy Miraflores, existía una gran concentración de viviendas. Según Huidobro Bellido (1984) La Paz precolombina llegó a constituir una urbe y que pasó por los siguientes períodos: Formativo, Tiwanaku III, Tiwanaku IV, Tiwanaku V, Señorío Pakasa (Pacaje Aymara), Señorío Lupaca Aymara y dominio Inca. Por su parte, Saignes (1986) hace referencia al Valle de La Paz (Chuquiabo) como un centro poblacional de pertenencia étnica incierta y también, como un centro multiétnico que fue enteramente reordenado por los Incas. Tiwanacu nació como aldea alrededor de 1580 a.C., creció como estado local en el 133 d.C., como estado regional en el 374 d.C. e imperial en 724 d.C. y declinó cerca del 800-1200 de nuestra era. Las investigaciones arqueológicas en el Valle de La Paz desde los años 50 (Max Portugal) y varias otras recientes (Streker, Heredia, Michel, Aranda, Lemuz, Rivera, Capriles) dieron como resultado una importante información sobre la ocupación de las secuencias de ocupaciones precolombinas en el Valle. El aporte de Lemuz y Aranda (2009) producto de importantes exhumaciones y excavaciones en diversas zonas desde el 2002, ha profundizado el conocimiento de la presencia humana de los últimos tres milenios de ocupación del Valle. En el año 2002, un reconocimiento de área realizado por los arqueólogos José Capriles, Carlos Lémuz, José Luís Paz y Karina Aranda, en la zona de Pampajasi-Chicani, llevó a identificar en superficie la existencia de material cerámico correspondiente al período Formativo Medio (3000-2000 AP). Años mas tarde, el estudio de Lemuz y Aranda, 2009: Mapa y memoria de áreas arqueológicas

potenciales del Valle de La Paz), llega a ser un hito relevante en el aporte del conocimiento a la presencia de culturas andinas y se lo considera un fundamento muy valioso en el desarrollo del presente capítulo, por lo que en gran parte del análisis de la etapa precolombina se hace especial referencia al mismo. Antecedentes arqueológicos en el Valle de La Paz Fuente: Lemuz y Aranda, 2009: Mapa y memoria de áreas arqueológicas potenciales del Valle de La Paz. Gob. Municipal de La Paz, Oficialia Mayor de Culturas.

Como la mayor parte de los descubrimientos en el valle, los hallazgos de Portugal se realizarían principalmente a raíz de la implementación de obras de construcción civil en diversas áreas de la ciudad. De esta manera, se efectuaría en el año de 1941, el hallazgo de un entierro colectivo en el morro de Santa Bárbara (entre la Av. Frías y la calle Pinilla), identificándose restos óseos correspondientes a 20 individuos (entre adultos e infantes) en posición flexionada, muchos ostentando deformación craneana y asociados al esqueleto de un perro y algunos tupus1 de cobre, gracias a los cuales Portugal Zamora determinaría el hallazgo como de filiación aymara (1.200-1.400 d.C.). Un nuevo descubrimiento de tres tupus de plata se realizaría posteriormente en la zona de

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Purapura (1945), mientras se trabajaban los cimientos de una casa; lamentablemente y a pesar de las infructuosas gestiones impulsadas por el investigador con el alcalde de ese entonces (Juan Luís Gutiérrez Granier) no se pudo concretar una intervención arqueológica en el área quedándose la investigación sólo en el hallazgo del material descontextualizado. Algo similar ocurriría en la calle Jaén (Zona Caja de Agua), donde sólo se recuperaría un tumi de cobre y algunos fragmentos de cerámica cuya filiación sería atribuida a los señoríos regionales. El crecimiento urbano sin planificación establecía que los descubrimientos se realizasen casi sucesivamente en diferentes zonas de la ciudad, lo que estipulaba la imposibilidad de ejercer cualquier control previo. En virtud a ello es que Portugal registra principalmente hallazgos generalmente aislados, donde se prioriza el objeto más que el contexto. A pesar de este hecho, logra armar un patrón de asentamientos general para los sitios descubiertos, conjuncionando información etnohistórica, topónimos y datos obtenidos del registro arqueológico. La necesidad de complementar el panorama prehispánico del valle determinaría más tarde la identificación y registro de nuevos hallazgos, los cuales ayudarían a establecer de manera primigenia la secuencia ocupacional precolombina del área; a saber: Tiwanaku, señoríos Aymaras e Incas. Posteriormente, el descubrimiento de tres torres funerarias o ―chullpas‖ en Guitarrani (Miraflores) permitiría a Portugal corroborar la secuencia establecida principalmente para períodos de ocupación tardíos, comparando las estructuras funerarias (hechas de adobe, piedra o ambos) halladas en el valle con aquellas ubicadas en buena parte del altiplano circumlacustre (Ramos Gavilán 1621-1976, Cieza de León 1553), las cuales constituyen una constante para el período de los señoríos regionales altiplánicos o señoríos de habla aymara post-tiwanaku (también denominado Intermedio Tardío) y épocas posteriores. Los datos etnohistóricos que otorgaban al valle una gran importancia como sementera aurífera (Saignes op.cit), fundamentalmente en épocas incaicas y coloniales, se verían refrendados por el hallazgo de fragmentos de cerámica incaica y un sahumador tiwanacota en las inmediaciones del río Orkojawira (famoso antaño por sus lavaderos de oro), junto a restos de instrumentos de hueso empleados para explotar las arenas auríferas de los yacimientos aluviales (Muñoz Reyes 1925). A comienzos de 1952 se realizaría un importante descubrimiento de restos óseos, fragmentos cerámicos y tiestos completos de filiación tiwanacota en la zona de Miraflores (entre la Av. Chile y la Plaza Carrasco), a pesar de que se encontraban muy disturbados por las obras de alcantarillado realizadas en el lugar, Portugal pudo determinar que se trataba de un área funeraria prehispánica; hallazgo que se complementaría más tarde con el descubrimiento, en la zona de La Merced (Villa Fátima) de una tumba incaica que asociaba un aríbalo pequeño con un tupu de cobre (Portugal O. 1998). Dos años después (1954)

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localizaría unos yacimientos arqueológicos en la zona de Anco Anco, lugar que ya había sido documentado en las postrimerías de la década de los treinta por el investigador Fritz Buck (1951), quien menciona el hallazgo de tumbas tiwanacotas y algunos fragmentos de cerámica incaica. Valioso material colectado por Portugal en el sector de Sopocachi Alto y Tembladerani (Av. General Lanza), comprendía kerus (con típicos motivos antropomorfos, zoomorfos y geométricos escalonados), jarras, jarros, escudillas (exquisitamente decoradas sobre un fondo rojo con tintes negros, blancos, amarillos y grises) y sahumadores zoomorfos; los mismos que constituyen actualmente la colección más importante y representativa de artefactos tiwanacotas encontrados en el valle de La Paz. En 1981 José Huidobro y Max Portugal Ortíz, efectuarían excavaciones arqueológicas en la zona de Villa Salome - Pampajasi, encontrando un asentamiento poblacional tiwanacota asociado a terrazas de cultivo y entierros. Casi 200 metros hacia el sur de los primeros hallazgos de Portugal, se documentó un enterramiento directo y primario muy deteriorado, que yacía aproximadamente a un metro debajo de la superficie (Capriles 2002). El material cerámico asociado al único individuo identificado era de filiación Tiwanaku, junto con el cual también se registraron fragmentos de carbón, nódulos de arcilla cocida y un posible azadón elaborado en cuarcita. Capriles observa en su informe que tanto los materiales y contextos arqueológicos identificados en la intervención de la UNAR en el Monumento a Busch, así como el entierro excavado metros más al sur, pertenecen a una ocupación residencial Tiwanaku. Concluye esto debido a que en ciertos sectores pueden identificarse aún ―vestigios de superficies de ocupación, fogones, bolsones y rellenos de basura, tumbas con lajas, entre otros diversos rasgos que indican la utilización intensiva del asentamiento‖ (Capriles 2002:2). Es importante mencionar que la ocupación Tiwanaku en el área del Monumento a Busch podría extenderse hasta las inmediaciones de la Plaza Benito Juárez donde comienza la quebrada del río Orkojawira. La información oral proporcionada por los vecinos del lugar indica que hace unos 50 años, cuando todavía existían terrenos de cultivo en el lugar, se podía apreciar un estrato de tierra negra de unos 70 cm en el que se encontraban fragmentos de cerámica. Asimismo, en este sector y hacia la quebrada, también existían galerías para la explotación de oro aluvial cuya data podría ser prehispánica.

Lemuz y Aranda (2009) realizaron un recuento de 33 sitios en el Valle de La Paz con diversos tipos de registros y evidencias arqueológicas. El rico pasado histórico cultural de zonas como Jampaturi, Kupini, Kallapa y Alto Achumani se remonta hasta épocas prehispánicas relacionadas a Tiwanacu, con registro de establecimientos en las laderas de montaña (Kallapa, Lorokota, Karpani y Chicani), asociados a los principales ríos del lugar, lo cual incrementaba la productividad de la producción agrícola (Lémuz y Aranda, 2009).

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Los primeros asentamientos agrícolas en el Valle parecen haber arribado durante el período Formativo (3000 a 1000 AP), tal como dan cuenta algunos hallazgos identificados en Kellumani y Pampajasi. Según Lémuz y Aranda (2009), la presencia poblacional se fue acrecentando paulatinamente hasta el 500 d.C. cuando emerge la entidad política Tiwanaku como un poder ideológico, económico y político en toda la Cuenca del Lago Titicaca, cuya evidencia se halla distribuida en un grupo muy concreto de asentamientos regionales.

Las investigaciones realizadas por Lemuz y Aranda (2009), indican una importante ocupación prehispánica en la zona de Pampajasi desde períodos tempranos, lo cual les ha permitido bosquejar una secuencia ocupacional que va desde el Arcaico, pasando por el formativo medio hasta las últimas ocupaciones tiwanacotas. Lemuz y Aranda (2009), sostienen que la posición del asentamiento de Chullpani le otorgó un significativo dominio visual respecto a otros importantes asentamientos o áreas de producción

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agrícola como Pampajasi, Kellumani, Kallapa, Rosales y todas las mesetas, laderas y playas aluviales de las cuencas de Achumani e Irpavi. Estos autores concluyen que en el ámbito de la cuenca de Achumani, llama la atención la presencia de una importante depresión del relieve en la parte central de la meseta, interpretada como una laguneta (Qocha) o reservorio para la cosecha temporal de agua, probablemente asociada al asentamiento agrícola o residencial emplazado allí. Numerosos vestigios de construcciones y artefactos tiwanacotas fueron encontrados en diversas zonas (Llojeta, Achocalla, Sopocachi, Villa Salome, Wayllani, Cota Cota, Miraflores justo debajo del monumento a Busch). Consideramos entonces que dichas ocupaciones estables pudieron haber ocurrido en un período largo entre 2500 AP y 500 dC, y que dichos pobladores tiwanacotas y posiblemente puquina parlantes, eran activos agricultores y criadores de alpacas y llamas. Sin duda la forma de ocupación era aldeana dispersa y dicho enclave constituía una forma de control ecológico de pisos o archipiélagos productivos, por ejemplo hacia los Yungas y los Valles secos más cálidos. Es posible también que desde esas épocas remotas estos pobladores provenientes de la poderosa cultura andina, ya hubiesen explotado los yacimientos de oro aluvional de sus ríos, proceso que se intensificó con el ingreso Inca. Ponce Sanjinez (1967) sostenía que las ocupaciones de la cultura Tiwanacu se concentraron en la zona de Miraflores, posteriormente varios estudios realizados en dicha zona (aprovechando excavaciones para construcción de edificios y redes telefónicas) evidenciaron, por ejemplo, en la zona del monumento a Busch, la presencia de restos óseos, cerámica y material lítico de filiación tiwanakota. También se verifivó la presencia de adentamientos tiwanacotas en Achocalla (Paz et al. 2008). Lémuz (2006), propone que antes, durante y después de la presencia Tiwanaku, el Valle de La Paz tuvo un rol importante en la economía regional debido a su estratégica ubicación geográfica como un distribuidor natural y puerta de acceso a valles secos, puna alta, yungas y altiplano lacustre. Este hecho se verifica por la presencia de caminos prehispánicos que salen del valle con dirección a estos puntos y a otros más lejanos aún. A pesar de ser un enclave de no muy fácil acceso, estaba notablemente bien vinculado con su región circundante. Varios caminos preincaicos (posiblemente construidos ya en el período tiwanacota) conectaban el Valle con zonas boscosas húmedas de los Yungas en la vertiente oriental cordillerana (p.e. Taquesi, Choro, Yunga Cruz), dichos caminos posiblemente fueron mejorados y ampliados por los Aymaras y los Incas en siglos posteriores. Otras vías conectaban el Valle con el altiplano a partir de El Alto y Laja, hacia diversos rumbos, como Tiwanacu, El Lago Titicaca y otras zonas puneñas, así como con regiones más distantes. También existía una ruta importante de conexión con los valles secos y cálidos de Rio Abajo. Esta red vial precolombina, tuvo amplio uso a lo largo de la colonia. Lemuz y Aranda (2009) citan vestigios de caminos precolombinos en zonas cercanas del Valle (Jampaturi, Muela del Diablo).

121

Se han reportado importantes sitios arqueológicos en el valle de Achocalla (Michel et al. 1999), que presentan una larga cronología sucesional que se remonta a unos 3.000 años AP, pertenecientes a los períodos Tiwanaku, Pacajes e Inca. De acuerdo a Strecke (2011) en la zona de Uypaca (Villa Concepción), en la ladera oeste del Valle destacan los restos de seis chullpares en posiciones de dominio visual hacia la hoyada paceña. Tres chullpares están bien conservados

y

tienen

rasgos

arquitectónicos

impresionantes.

Una

construcción

es

especialmente notable por sus características de un mezcla del estilo Inka (muros de piedra) y de la cultura aymara-pacajes. Para la zona de Achocalla se registraron entre los años 1980 y 1990, numerosos sitios arqueológicos y petroglifos, los cuales han sido en su mayoría destruidos por el avance de las urbanizaciones, ante la total pasividad e indiferencia de las autoridades de cultura.

El imperio Tiwanacota llegó a su fin y se produjo la expansión de los señoríos aymaras (Querejazu Lewis, 1998; Costa de la Torre, 1970). Albarracín (2007) hace referencia a la

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teoría de continuidad mas que a una invasión bélica propiamente; al respecto se abre nuevamente el debate mas adelante. Se mantiene la falta de consenso en torno a la supuesta ocupación o invasión aymara de Tiwanacu y el fin de dicho imperio. Autores, como Kolata, han atribuido la desparición o desvanecimiento de la cultura Tiwanacu a la ocurrencia de catástrofes climáticas, en especial sequías. Por su parte, Albarracin (2007) plantea la hipótesis de una continuidad entre la última fase de Tiwanacu y la presencia aymara Pacajes, continuidad que no solo se percibe en los sistemas de producción especializadas (sukakollos y andenes) sino en lo político. De aceptarse dicha continuidad o gradualidad asimilativa Tiwanacu-Pacajes, podemos suponer que similar situación se habría dado en el relación a los reductos tiwanacotas en el Valle de La Paz y el ingreso de la cultura Pacajes. El Formativo y Tiwanaku en el Valle de La Paz Fuente:

Villanueva,J.C.E. 2011. Ocupaciones prehispánicas en el sitio de Chullpa

Loma, Valle de Cohoni. Evidencias e hipótesis para la arqueología paceña. Textos Antropológicos, Volumen 16, Número 1, pp. 35-62. UMSA.

Las investigaciones en los valles del río La Paz y en otros valles paceños, han dado con presencia formativa de la cuenca lacustre . Aunque incipientes, las evidencias apuntan a un aprovechamiento agrícola de los valles del río La Paz. Este carácter sugiere que la interacción con la cuenca en el Formativo respondió a una búsqueda de acceso directo a zonas cercanas de valle, más que a dinámicas de intercambio a distancia. Los períodos Formativo y Tiwanaku pudieron ser épocas de crecimiento demográfico. De ser así, podría pensarse en un poblamiento gradual del núcleo altiplánico hacia los valles del río La Paz, lo que podría explicaría por qué el Formativo en los valles de La Paz y Achocalla parece menos intenso que en la cuenca. Esta expansión gradual del núcleo altiplánico no habría llegado a regiones más alejadas como Cohoni. Es consenso entre los investigadores que Tiwanaku tuvo un núcleo en el circun Titicaca, y zonas de interés ubicadas en regiones alejadas. Entre estos espacios poblados, median necesariamente espacios desiertos. La hipótesis es que Cohoni, durante el auge de Tiwanaku, habría sido un espacio desierto. En el caso de Cohoni, el ente principal era el nevado Illimani. Visible desde Tiwanaku, e interpretado como un eje rector de la arquitectura sacra del sitio Entre los valles de La Paz y Achocalla y los valles de Cohoni se encontraría la frontera entre una zona de asentamiento permanente y explotación agrícola intensiva, y otra de paso, ligada a la interacción con un ente sagrado y a la dinámica de intercambio a larga distancia. Esta ruta podría haberse dirigido a Yungas, pero también se puede pensar en una ruta que atravesaría la región de Inquisivi para alcanzar el río Cotacajes e ingresar a Cochabamba. En los valles de La Paz y Achocalla existieron chullpares, aunque por el avance urbano pocos queden de pie, y estos chullpares son similares a los del altiplano de Pacajes. Si el fenómeno chullpario es un marcador de identidad, existieron marcadas diferencias entre estos valles y los valles de Cohoni, en los que los chullpares están ausentes.

123

De cualquier forma el señorío aymara de Pacajes se habría apoderado del Valle de La Paz e impuesto su cultura. Desconocemos cual fue la relación Pacaje –Lupaca en el Valle de La Paz, puesto que ambos Señoríos aymaras tenían asentamientos en el Valle. El señorío Pacajes mantuvo un control de pisos ecológicos y archipiélagos incluso en la costa del Pacífico (Prada, 2000), al igual que el Señorío Lupaca (Morlon, 1992; Gallardo, 2013). Esta dinámica de sucesivas ocupaciones significó la ampliación de la frontera agrícola hacia las cuencas adyacentes, motivados por la necesidad de abastecer los requerimientos de sus comunidades de origen y otros emplazamientos relacionados que se localizaban en valles y yungas.

Las primeras crónicas de la colonia respecto de La Paz o Chuquiabo (―Campo de oro‖) se refieren a la población del Valle como eminentemente aymara, y bajo cacicazgos y ayllus aymaras, aunque sometidos hasta ese entonces al imperio incaico (Gerl Pardo y Chávez, 2011; Otero, 2011; Revista Ciencia y Cultura Nº 27). Indicativo de esta preeminencia cultural pueden ser las toponimias de la mayoría de los lugares o zonas del Valle en lengua aymara. El hecho de que a lo largo de siglos, hasta hoy, haya predominado casi de forma absoluta la lengua aymara en el Valle y regiones circundantes y no se hay producido la ―quechuización‖, como en otras

124

regiones del sur de Bolivia, puede indicar la preeminencia y la potencia de la resistencia cultural aymara al incario, el cual además estuvo poco tiempo en la región. La hegemonía aymara fue debilitándose en las extensas mesetas del Altiplano, tanto por las guerras internas entre los diversos señoríos, como por el avance de la conquista o invasión incaica, de la cual si se conocen referencias históricas. De acuerdo a las crónicas referidas por Querejazu-Lewis (1998). Hacia los años 1300 a 1400 d.C., el Inca Mayta Capac conquistó los señoríos Collas después de sangrientos combates y extendió el Incario en toda la región, llegando al valle de Chuquiabo (La Paz), mandándolas poblar con mitimaes para la siembra de maíz y la extracción de oro. Las crónicas mencionan las grandes batallas del señorío Colla con los ejércitos de Topa Inca Yupanqui (Quinto Inca). Los Collas vencidos en varias batallas, huyeron primero a la zona de Pucarani, para luego refugiarse en el Valle del Chuquiyapu en un pueblo llamado Surucoto, donde se hicieron fuertes y resistieron a los ejércitos incaicos. El Inca movilizó entonces grandes ejércitos que desbando las huestes Collas (Querejazu Lewis, 1998). Esto se puede interpretar que los Collas (aymaras) al huir al Valle de Chuquiabo, se encontraron con los asentamientos Pacajes (también aymaras) que ya lo habitaban hace unos siglos. Es posible que en ese momento el Inca se haya interesado por el Valle y sus riquezas, pues se menciona que Capac Yupanqui, ordenó sacar oro del Valle de Chuquiabo y tiempo después aplacó una rebelión Colla en dicho Valle librándose grandes batallas. Costa de la Torre (1970) refiere que un Cacique de nombre Tintuyo, quien se rebeló contra el Inca y estableció un fuerte en la zona JuchiKollu en las faldas del nevado Chacaltaya, desde donde resistió a los ejércitos incaicos para finalmente ser vencido. Otras rebeliones Collas son atribuidas a los capitanes Villca que invaden Chuquiabo sin éxito. Finalmente, en el Valle se habrían instalado los cacicazgos Quirquincha y Otoronco, sometidos al estado del Cusco; la población mayoritaria era aymara y el asiento aurífero de Chuquiabo llegó a pertenecer a la momia de Mayta Capac al momento de la llegada de los españoles a la región.

Aspectos generales de la ocupación del espacio, uso de la tierra y del paisaje en el Formativo y etapas posteriores El conglomerado humano preincaico (Chiripa? - Tiwanacu – Aymara Pacaje-Lupaca) habría centrado su actividad en el cultivo de productos agrícolas y la ganadería de camélidos. Los sistemas productivos tradicionales de los asentamientos tiwanacotas habrían estado orientados al cultivo de tubérculos en sistemas de andenería y posiblemente sucakollos en algunas partes más planas del Valle. Posiblemente cultivaban maíz en pisos bajos del valle (Sopocachi, Achocalla?). Se puede suponer una rica agrobiodiversidad nativa. Con el ingreso de la ocupación Aymara-Pacaje-Lupaca, es posible que se hubiese dado una cierta intensificación de

los

sistemas

de

producción,

posiblemente

125

también

hubo

un

incremento

de

la

agrobiodiversidad, toda vez que estos Señoríos controlaban varios pisos ecológicos en diversas regiones y en ambos lados de la cordillera. Tanto tiwanacotas, como aymaras, realizaban la explotación aurífera de los principales ríos del valle, situación que se habría intensificada posteriormente por los incas, y que parcialmente pervivió hasta la colonia. No existe una historiación precisa de la desintegración de Tiwanacu, pero lo cierto es que esta cultura en gran parte basada en una agricultura hidráulica (sukakollos) fue reemplazada por la cultura aymara, mayormente ganadera. Lemuz y Aranda, mencionan a Crespo (1904) en torno al resistido contingente incaico que se instaló en el valle de La Paz por el 1400 d.C., el cual, reorganizó la producción agrícola de la región ampliando el tendido de terrazas agrícolas hasta llegar a obtener un gran complejo cuyos vestigios aún se pueden apreciar en las laderas de los cerros que se enlazan con las rutas prehispánicas de salida a los valles yungueños, además de la ampliación y mejora de la red de caminos que vinculaban el valle de Chuquiabo con otras regiones. Se puede suponer que con el ingreso del incario, no solo se dio la intensificación agrícola en todo el Valle, sino además, cambios por un aumento de los niveles de agrobiodiversidad, por el ingreso de nuevas variedades de tubérculos y de variedades de maíz que fue cultivado en zonas mas bajas del Valle.

De acuerdo a Lemuz y Aranda, zonas como Pampajasi, Kupini, Kallapa y Alto Achumani son posibles áreas de agricultura en terrazas y de emplazamiento de asentamientos residenciales prehispánicos (Tiwanaku-Pacaje). Los estudios que realizaron les permitieron visualizar la sucesión de ocupaciones agrícolas en el transcurso de algunos siglos que implicaron una importante proporción del Valle: zona Norte del valle de La Paz (San Pedro, Parque Riosinho,

126

Achachicala), toda el área Central (Miraflores, San Jorge), las áreas planas y bien drenadas del flanco oeste del valle (Sopocachi y Llojeta), los sectores de coluvio de las cuencas de escurrimiento ubicadas al este de la ciudad (San Antonio, Pampajasi, Chicani) y un gran porcentaje de la zona Sur (Obrajes, Calacoto, Irpavi, Achumani, Cota Cota, Ovejuyo, Chasquipampa, La Florida, Mallasa y todo el valle de Achocalla).

Período

Rango cronológico

Ocupacion del espacio en el Valle

aproximado Arcaico

12.000 – 4.000 AP

Posibles refugios temporales

Formativo -

2.000 AC – 600 dC

Espacios residenciales y pequeños centros

Tiwanaku

ceremoniales. Zonas de producción agrícola; andenería en laderas empinadas y posibles sukaqollos en zonas planas. Caminos de vinculación con valles y Yungas.

Ocupación

700 dC – 1.400 dC

Amplios espacios residenciales y sitios funerarios;

Aymara (Pacaje-

pequeños centros ceremoniales. Ampliación de

Lupaca)

zonas de producción agrícola; andenería en laderas empinadas y posibles sukaqollos en zonas planas. Caminos de vinculación con valles y Yungas.

Ocupación Inca

1.400 dC – 1.545 dC

Amplios espacios residenciales; pequeños centros ceremoniales. Mayor ampliación de zonas de producción agrícola; andenería en laderas empinadas. Se amplía la red de caminos de vinculación con valles y Yungas.

Es posible que los procesos productivos precolombinos en los primeros siglos, después de Cristo, coincidieran con la etapa climática global notablemente calurosa conocida, como el ―Hóptimo climático medievalH‖ o anomalía climática medieval. Esto habría implicado altos niveles de productividad. Se puede suponer que en dicho período el Valle gozó de buenas temperaturas y reducción de heladas, pero probablemente se dio el aumento de plagas. Lemuz y Aranda (2009) hacen referencia a la importancia de la elaboración de cerámica en el Valle y la posible existencia de gremios de alfareros, por ejemplo en la zona de Laikaqota, donde se encontraron numerosos hornos de cocción, así como la extracción de tierras mineralizadas para la elaboración de vasijas y tinajas. Esto a su vez habría supuesto una elevada utilización de leña y presiones sobre la vegetación, en especial sobre especies de alto poder calorífico.

127

Las evidencias arqueológicas recogidas por Lemuz y Aranda (2009), determinaron que el área de Pampajasi albergó diferentes ocupaciones humanas a lo largo del tiempo. Sus características

geomorfológicas

(mesetas,

quebradas

y

valles

relativamente

amplios)

determinan que se trate de una zona altamente potencial para el desarrollo de la caza, la agricultura y la ganadería.

El registro arqueológico permitió también identificar la presencia de asentamientos formativos (3000-2000 AP) en las mesetas próximas al río Irpavi y en las laderas de villa Salomé. No queda claro si dichas ocupaciones correspondieron a la cultura Chiripa o a ocupaciones tiwanacotas tempranas (fase aldeana). De cualquier forma, se infieren que se asentaron en el lugar unidades domésticas dedicadas a las prácticas hortícolas y a la domesticación y crianza

128

de camélidos, tal y como ocurrió en otras zonas del Valle (Kellumani y Villa Fátima). Según Lemuz y Aranda, esto se sustenta en el hallazgo de una amplia red de terrazas de cultivo asociadas al área ocupacional de Pampajasi. Citan a Berazain et.al. (1999) respecto a la ampliación posterior de dicha ocupación, hasta modificar profundamente el paisaje que une a estas cabeceras de valle con las estribaciones cordilleranas del norte. Estas zonas en el período de ocupación incaica y en la colonia, jugarían un papel determinante en el abastecimiento de productos hacia y desde los Yungas y en especial a la producción de coca. Esta vasta red de caminos, conectaban entre sí a las diversas cuencas del valle, y a estas con el altiplano y los Yungas, tornando más accesibles las inmensas áreas de pastoreo y caza presentes en las altiplanicies de Wallatani pampa y la Cumbre (Lemuz y Aranda, 2009). Lemuz y Aranda, citan los hallazgos de Portugal Zamora (1957), que permiten determinar que durante la ocupación tiwanacota del área se implementaron caminos amplios y bien consolidados, los cuales partían de las unidades domésticas hacia diversos puntos del Valle, posiblemente conectando zonas como Irpavi, Achumani y Chasquipampa, o áreas más alejadas, como los valles vecinos de Achocalla o Palca. Los estudios de Lemuz y Aranda (2009) se concentraron además en el asentamiento residencial, funerario y agrícola de Kellumani-Chijipata, ubicado en las mesetas de la cuenca del río Achumani, a una altura promedio de 3.750 m.s.n.m., entre la Quebrada Achumani y el Río Umapalca, una zona de gravas y clastos graníticos de origen glacial (Formación La Paz).

129

Las partes mas planas corresponden a depósitos fluviolacustres de areniscas arcillosas, arcilitas, tobas y gravas. Como se dijo antes, todos los hallazgos superficiales y estratigráficos de estos investigadores, indican que dicha zona comenzó a ser ocupada en el Formativo Medio (Chiripa?,Tiwanacu), En esta zona se han descrito sitios funerarios y entierros cistas (túmulos semi-enterrados), y destaca en especial los restos de la torre funeraria de Chijipata (cuenca alta del río Achumani), bajo amenaza del avance urbano y supuestamente bajo protección del Consejo Municipal. La presencia cultural de mayor significación en el asentamiento se dio justamente durante el periodo en que la entidad política Tiwanaku fue hegemónica en la cuenca del Lago Titicaca (500 d.C. – 1200 d.C), en algún momento de este periodo, el asentamiento en el Valle de La Paz, alcanzó el tamaño de poco más de cuatro hectáreas, albergando a una población importante, cuya principal actividad estuvo ligada a la agricultura. El proceso de sucesiones en la ocupación humana en el Valle de La Paz debió tener diversas connotaciones. Si aceptamos la propuesta de continuidad de Albarracin (2007) podemos suponer la gradualidad cultural del paso Tiwanacu a Pacajes, mas bien de carácter pasivo o asimilativo, antes que un carácter invasivo o de conquista. Por el contrario el proceso PacajeInca podría haber estado marcado por una irrupción de tipo invasivo, que según Costa de la Torre, estuvo marcada por violentos enfrentamientos iniciales, para luego establecer un mosacio multiétnico sometido al incario. Posteriormente, el paso de la etapa Inca-multiétnico a la irrupción u ocupación hispana en el Valle, habría estado mas bien marcada por un proceso asimilativo, donde los ayllus aymaras y otras parcialidad sometidas a lo incas, como en otras regiones de los Andes, no veian con desagrado la presencia de los españoles, quienes despojaron del poder a los incas. A pesar de su rasgo aymara, el Valle de La Paz hacia el 1200 AP, en el sentido de Saignes, se habría convertido en un asentamiento multiétnico (por la presencia de Tiwanacotas, probablemente puquina parlantes y de Quiruas), aunque con predominio de la presencia Aymara. El carácter multiétnico se habría acentuado aún mas con el ingreso del incario, por la incorporación de diversos mitimaes relacionados al sistema de producción de los incas, pero se mantuvieron los ayllus Aymaras y de otros grupos culturales como los Quiruas en la periferia valle seco-yungas (región mas baja del Valle). Con la ocupación incaica se establecieron varias ―colonizaciones‖ de diversos orígenes en los Andes, muchas de ellas instauradas a partir de lo mitimaes incásicos, como muestran los nombres de los ayllus: Primer Inga, Chinchasuyo, Condesuyo, Cañar-Chachapoyas, Canas, Canchis (Cajias et al. 2007). Otros grupos del conunto multiétnico y que tuvieron asentamientos mucho antes que el ingreso Inca fueron: Lupacas, Pacaxa (Pacajes), Pucarani (Barragán 1991; Saignes 1985). El valle fue ocupado por actividades mineras en beneficio del Inca, la explotación comprendía dos tipos de minas: socavones y pozos abiertos.

130

Un indicativo del carácter multiétnico del Valle durante el incario, son las referencias al uso de diversas lenguas. Las crónicas tempranas mencionan que todos los indios del Valle y la ciudad hablaban como lengua general el aymara, aunque también muchos hablaban el quechua, impuesta por el Inca; también se hace mención de otra lengua particular, el puquina, aunque supuestamente la hablaba poca gente, posiblemente relacionada con los remanentes culturales de la presencia tiwanacota (Albarracin, 2007). En cuanto a zonas un tanto alejadas, pero con relación funcional con el Valle de La Paz, di Cosimo (2011) al igual que otros autores, hace referencia a los tres grandes señoríos aymara (Colla, Lupacas, Pacajes) que tenían sus enclaves dispersos en los valles orientales, conocidos como Manca Yungas, donde convivían con moradores autóctonos llamados Yungas y Quiruas, formando un mosaico de asentamientos multiétnicos dispuestos en ―archipiélagos verticales‖. Los Quiruas vivían a lo largo y extenso río de La Paz-Boopi y en la zona actual de Chulumani, su cabecera mas elevada se encontraba en la zona de Uni, muy cerca de Palca y parte del gran entorno del Valle de La Paz. di Cosimo (2011), menciona que durante el período incaico los Valles de La Paz hacia Río Abajo, a los Quiruas como un grupo étnico especializado en el transporte de coca de los yungas hacia los depósitos incaicos. di Cosimo (2011), hace referencia a la cultura (probablemente Mollo) del amplio valle del río Chunga Mayu a los pies del nevado Illimani en su parte oriental, la cual construyó sitios monumentales como Markapata, Inkataca, Angostura, Hornuni, Pasto Grande, Muralla y Chuñavi, entre otros. Cada sitio tenía una función específica en la organización administrativa, política y religiosa de este fértil territorio, y se conectaban entre sí por medio de una red de caminos, que se comunicaban con otras zonas de los Yungas más al norte. Otro punto importante de partida de caminos fue Chuñavi cerca de Lambate, antiguo tambo, que en la actualidad es una pequeña comunidad aymara ubicada en una zona de poca pendiente y panorámica, dominando el cruce de tres valles y en conexión directa con la via precolombina de Yunga Cruz. Las regiones de Río Abajo también fueron lugar de asentamientos de mitimaes altiplánicos, posiblemente de las zona Pacajes, posteriormente, en el inicio de la colonia, parte de su territorio fue convertido en hacienda. Respecto a la zona dominada por la presencia del nevado Illimani, trabajos etnográficos en la región de Cohoni, a los pies del gran nevado, señalan al Illimani como el Achachila más importante en la región (Fernández Murillo, 2005). El Imperio Inca, también, reocupó los lugares sagrados cercanos al Illimani, tal es el caso de la presencia de un Santuario de Altura y edificaciones dedicadas a ceremonias y ritos, que fue un extenso cementerio durante el Período Tiwanaku (Villanueva,J. 2011). Su utilización en el incario fue un reflejo de la apropiación de deidades y lugares sagrados para consolidar la presencia Inca. El camino

131

prehispánico al Illimani habría tenido la función de conexión de la población con dicho

Achachila. Durante la colonia habría persistido un cierto culto a dicha cumbre nevada, pues se hace referencia a la adoración hacia Hillemana (Illimani), ques una sierra alta cubierta de nieve

que perpetuamente se le hace y así Hillemana quiere decir ―cosa para siempre‖, y desta causa los naturales la tienen en adoración (Revista Ciencia y Cultura Nº 27, 2011). La ocupación Inca (1500 d.C.), imprimió una política agresiva de extracción de materias primas, introduciendo para ello nueva tecnología en agricultura, minería y transformación de recursos, ampliando y mejorando la infraestructura de vinculación caminera para posibilitar un mejor y mayor flujo de productos hacia y desde sus principales centros de administración y consumo. Periodo Arcaico 12.000-5.000

Sistemas productivos y uso de leña Posible presencia en el Valle de

Paisaje, Fragmentación y relictualización de ecosistemas Paisaje natural, bosques arbustivos

cazadores y recolectores . Sin

microfoliados y matorrales densos,

asentamientos permanentes.

es la matriz y cubre gran parte del

AP

Valle por debajo de 3.700 msnm. Posible presencia de Polylepis en rodales o en formaciones mixtas. Extensos pastizales cespitosos por encima de 3.800 msnm. Bosque seco espinoso por debajo de 3.300 msnm.

Formativo -

Diversas zonas del Valle (Pampajasi,

A lo largo de siglos se mantienen

Tiwanacu

Miraflores, Achumani, Llojeta,

amplias superficies del Valle con las

Achocalla) con sistemas

condiciones de paisaje antes

2.000 AC – 600

productivos tradicionales de cultivo

descritas (matriz de ecosistemas

dC

de tubérculos y cría de camélidos,

naturales). Inicio del proceso de

posiblemente maíz en pisos más

fragmentación de los ecosistemas

bajos. Ciertos sectores con

naturales de forma localizada en las

superficies importantes de

zonas asentamientos y producción.

producción agrícola. Alta riqueza

Posiblemente existían rodales de

de agrobiodiversidad nativa.

Polylepis en cañadas y cerca de los

Construcción de sistemas de

asentamientos humanos.

andenería en ciertas laderas y

Modificaciones del paisaje en zonas

sistemas de sucakollos en planicies.

de construcción de andenería

Uso de leña para fines domésticos

agrícola. Predomina un paisaje

y elaboración de cerámica.

rural armónico inmerso en el

Extracción de leña es selectivo a

Paisaje natural.

especies de alto poder calorífico como Polylepis. Posibles quemas

132

para fines de caza. Aymara-Pacaje

Continuidad de los sistemas

Extensas zonas siguen manteniendo

productivos tradicionales de cultivo

una matriz de paisaje natural con

700 dC – 1.400

de tubérculos y cría de camélidos;

ecosistemas de bosques arbustivos

dC

posiblemente maíz en pisos más

microfoliados y matorrales densos,

bajos. Probable ampliación de las

así como la presencia de Polylepis

superficies de cultivo y aumento de

en rodales o en composición mixta

la riqueza de agrobiodiversidad

con otras especies. Sin embargo,

nativa. Posible intensificación en la

continúa el proceso de

construcción de andenería. Uso de

fragmentación de los ecosistemas

leña para fines domésticos y

naturales, todavía de forma

elaboración de cerámica.

localizada a determinadas zonas del

Extracción de leña es selectivo a

Valle con asentamientos aymaras y

especies de alto poder calorífico

multiétnicos. Incremento de las

como Polylepis. Posiblemente

zonas de andenería agrícola en

buenos niveles de productividad por

valles cordilleranos. Predomina un

óptimos de temperaturas a nivel

paisaje rural armónico inmerso en

global. Posibles quemas para fines

el Paisaje natural.

de caza. Inca y

Intensificación de los sistemas

El proceso de fragmentación de los

mitimaes

productivos tradicionales de cultivo

ecosistemas naturales, se amplía a

de tubérculos, maíz, y cría de

mayores superficies del Valle. Es

1400 dC – 1545

camélidos, ampliación de las zonas

posible que considerando la

dC

de cultivo por el posible aumento

totalidad del Valle, la matriz del

poblacional, y el ingreso de nuevos

paisaje empezó a cambiar. Sin

grupos étnicos. Probable aumento

embargo, amplias zonas siguen

de la agrobiodiversidad nativa. Uso

manteniendo un paisaje natural con

de leña para fines domésticos y

ecosistemas de bosques arbustivos

elaboración de cerámica. Inicio de

microfoliados y matorrales densos.

la etapa fría de la pequeña

Posible inicio del proceso de

glaciación. Aumenta la extracción

relictualización de la vegetación en

selectiva de leña hacia especies de

zonas de mayor actividad humana.

alto poder calorífico como Polylepis.

Se supone todavía la presencia de

Posibles quemas para fines de caza.

Polylepis en rodales o en composición mixta con otras especies. Incremento de las zonas de andenería agrícola en valles cordilleranos.

Primera y segunda fases de fragmentación, predominancia de paisajes culturales armónicos.

133

En resumen, ya en el largo período de ocupación tiwanacota, se habrían desarrollado sistemas de andenerías o terrazas en lomas y cerros circundantes al centro ocupacional (Valle central como Miraflores), proceso que se intensificó con la subsecuente ocupación Aymara e Inca. Varias zonas altas como Chicani y el valle del río Kallapa, atestiguan esta modificación de los ecosistemas que dio lugar a un paisaje cultural similar al de muchas regiones andinas. La actividad agrícola dirigida al cultivo de la papa y otros tubérculos, posiblemente maíz en altitudes menores, a lo largo de varios siglos tanto en el Valle como en las laderas circundantes, implicó procesos de remoción de la vegetación natural (matorrales altos y bosques arbustivos). El proceso como en otras regiones del mundo debió iniciarse con una progresiva fragmentación de las masas de bosquetes y matorrales, hasta su relictualización en quebradas profundas y laderas empinadas de difícil acceso. Por su parte, las zonas de pastoreo de camélidos se concentraban en las partes altas de la Puna o altiplano en el oeste, mesetas altoandinas y valles glaciales con bofedales (Achachicala, Jampaturi, Wallatanipampa), con tránsito frecuente de hatos hacia el valle para fines de faeneo, ritualidad o transporte de cargas. Se supone que se habilitaron campos de pastoreo adyacentes a las tierras altas, en laderas que tenían matorrales y bosquetes, para mantener ciertos hatos mas próximos a las zonas habitadas del Valle. Los procesos de remoción de vegetación intensificaron sin duda los procesos erosivos, destacando sin embargo, la importancia de las técnicas de protección de suelos en las zonas con andenería. Otro uso regular o frecuente de la cubierta vegetal fue la obtención de leña, tanto para obtener calor, como para la cocción de alimentos, aunque se supone que habia uso de estiercol de camélidos (takia) como un combustible alternativo. La elaboración de cerámica para fines cotidianos o ceremoniales debió ser también ser constante a lo largo de los siglos de historia prehispánica del Valle, y esta actividad debió consumir importantes volúmenes de leña. Es en este punto, en que los posibles bosquetes o rodales de queñua, kishuara y chachacoma, que pudieron haber existido, comenzaron su declinación, hasta desaparecer en el curso de unos siglos. Al respecto, las modificaciones de los ecosistemas en el Valle de La Paz en el período formativo habrían seguido similares pautas que en otras regiones de valles secos mesotérmicos en los Andes Centrales. Un estudio arqueológico realizado en la zona del valle seco de CintiPotosí (Zaro et al. 2008) evidenció que las zonas de bosques xerofíticos originales, fueron cortados para obtención de leña y expandir las tierras agrícolas. Dichas actividades habrían provocado rápidos cambios en las condiciones de los ecosistemas, en especial por pérdida de suelos orgánicos y subsecuentes procesos de erosión, pero además en una declinación de los niveles locales de biodiversidad. El mismo estudio (Zaro et al. 2008) en el valle seco de Cinti, menciona que la construcción de terrazas prosperó en el período Formativo, entre 2000 AC y 1.400 AP, dando lugar una

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reducción de los procesos erosivos, aumento de la retención de humedad en los suelos, reduciendo los efectos de la escasa lluvia en dicha región y la frecuencia de sequías, y mejora de la productividad en general.

Mudanzas en los ecosistemas y paisajes en el período formativo y posteriores A falta de datos dilucidadores, como ya fue mencionado, queda suponer que las densidad de ocupación humana en el Arcaico fue ínfima, representada por la eventual incursión de reducidos grupos de cazadores recolectores. En el inicio del período Formativo, las ocupaciones debieron ser también puntuales y escasas, situación ya que habría cambiado en las etapas de ocupación tiwanacota, con la conformación de centros residenciales mas grandes de tipo aldea, aspecto mantenido e incrementado con la ocupación Pacaje (aymara) y aún mas con la irrupción de los incas y sus diversos mitimaes. Resulta muy especulativo aventurar una cifra poblacional para la transición aymara-inca (1200-1400 d C.) en todo el Valle, pero debieron superar los 20.000 habitantes. En el Arcaico los procesos de modificación del paisaje debieron ser poco significativos por la presencia eventual y las bajas densidades humanas, pero fue aumentando a partir del Formativo y a lo largo del paso de las diversas culturas andinas que poblaron el Valle. A lo largo de 35 siglos, desde el Formativo, hasta el fin del incario, la presencia humana en sus diversas formas, sean permanentes (agrícolas) o eventuales (caza), se habría dado prácticamente en todas las zonas del Valle y su periferie de altas montañas y altiplanos. Los patrones de ocupación humana, uso de la tierra y los paisajes, debieron ser muy similares a los que se observan en Sorata. De esta forma, un primer proceso de fragmentación de los ecosistemas naturales debió darse, primero en la etapa de los asentamientos tiwanacotas, y aymara-Pacaje después. En esta fase, que habría durado al menos unos 20 siglos, la matriz del paisaje del Valle habría ido cambiando progresivamente, a medida que los procesos de fragmentación avanzaban con la ampliación de las superficies agrícolas y de asentamientos. La matriz del paisaje natura predominante alternaba con importantes superficies de paisajes culturales agrarios. Otra etapa de fragmentación activa, debió darse posteriomente, con la irrupción del Incario, antes del inicio de la colonia. Las modificaciones se habrían intensificado notablemente en este período, aunque todavía muy por debajo de las capacidades de carga, sin que existiesen procesos degradativos serios de suelos y recursos. La matriz del paisje del Valle debió constituir un mosaico de zonas naturales remanentes y zonas de actividad agrícola, esencialmente un paisaje cultural. Sin embargo, ya debió empezar un franco proceso de relictualización de la vegetación de matorrales y bosquetes hacia zonas menos accesibles

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Al final de período precolombino, suponemos que todavía existían remanentes de queñua y quishuara en los bosquetes de las quebradas del Valle, siendo que eran un recurso fundamental como combustible. Las quemas debieron haber ejercido una presión relevante a la cubierta vegetal, tanto en los clareos agrícolas, en las acciones de caza (venados, huanacos, vicuñas) o para habilitar pasturas por debajo de los 3.700 msnm. En resumidas cuentas, en el Valle de La Paz casi a inicios del siglo XVI (1533), cuando aún no se había fundado formalmente la ciudad (aunque ya habían peninsulares explotando oro), estaba conformado por un mosaico de comunidades indígenas dispersas en diversas zonas del Valle (Achumani, Chullpani, Kellumani, Chicani, Pampajasi, Jampaturi, Llojeta, Achocalla), existiendo un

predominio de paisajes culturales armónicos (idílicos, como lo describieron cronistas

tempranos), y remanentes de bosquecillos y bosques arbustivos, especialmente en cañadas y sitios de acceso mas difícil. Se supone una importante vegetación natural de bosques secos en las zonas de Río Abajo.

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Aspectos ambientales en el formativo y culturas posteriores Las ocupaciones humanas en el Formativo, tampoco debieron ocasionar impactos significativos en las condiciones ambientales del Valle, en especial hasta fines del período tiwanacota, esto a pesar de que las zonas de ocupación era relativamente extensas de acuerdo a los mapas de Lemuz y Aranda (2009) y la población asentada regularmente importante en términos numéricos. El Valle de La Paz, incluso durante el incario, fue un centro secundario de expansión, y no llegó a tener una ocupación masiva con relevancia monumental o de centro administrativo, como fue el caso del Cusco. El uso de leña para fines domésticos o semi industriales (alfarería), pudo generar efectos localizados de pérdida de cobertura vegetal. Tambien las quemas y clareos sistemáticos o recurrentes para fines de agricultura, caza o ganadería, debieron tener similar efecto en los entornos de las zonas de mayor ocupación (Miraflores, Llojeta, Achumani). En ningún caso se puede asumir que existieron efectos de contaminación por emisión de residuos en aguas y suelos. Si bien, ya no se puede hablar de una pristinidad ambiental en dichos períodos, si se puede afirmar que existía una muy buena calidad ambiental, situación que incluso se mantuvo varios siglos después, incluyendo la primer etapa colonial. Es posible que se hubiesen realizado en el Valle de eventos de cacería comunal a través de encierros o cercos en cañadas (―chacu‖) incluso a partir de uso de fuego, sin embargo, se desconoce si en algún momento, durante el incario en especial, se dio la esquila en vivo de vicuñas a partir del encierro tipo ―chacu‖, o si se cazaba simplemente al animal.

Periodo

Estado ambiental

Biodiversidad

Arcaico

Estado de pristinidad. No

La biodiversidad nunca fue elevada

habrían existido

en el Valle; sin embargo, era alta a

intervenciones antrópicas, o

pesar del catastrofismo post glacial

solamente eventuales y poco

imperante y esencialmente prístina.

12.000-5.000 AP

significativas. Posible uso localizado de fuego para caza. Formativo - Tiwanacu

2.000 AC – 600 dC Aymara-Pacaje-Lupaca

Estado ambiental muy bueno,

Biodiversidad en buen estado

casi pristino. Efectos

(íntegra), con efectos reducidos

localizados no significativos en

por la caza, quemas, desbroces y

torno a asentamientos. Sin

extracción selectiva de leña.

perturbaciones serias El aumento poblacional y

El aumento poblacional y nuevas

nuevas ocupaciones pudieron

ocupaciones pudieron haber

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700 dC – 1.400 dC Inca y mitimaes

1400 dC – 1545 dC

haber generado efectos

incrementado la extracción de

localizados de modificación de

recursos (leña, vida silvestre). A

las condiciones ambientales.

pesar de ello, se supone un nivel

Sin perturbaciones serias.

óptimo de biodiversidad.

El aumento poblacional e

Similar al caso anterior, sin

ingreso de nuevos grupos

embargo, la presión de caza pudo

humanos (y nuevos

haber disminuido la abundancia de

asentamientos) pudieron

algunas especies. Las quemas y la

generar efectos localizados de

extracción de leña ya habrían

modificación de las condiciones

comenzado a generar efectos

ambientales. Posible uso de

importantes de modificación de los

mercurio para facilitar la

ecosistemas y modificaciones en los

extracción del oro.

hábitats de la vida silvestre.

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LA COLONIA. ETAPA PREVIA Y FUNDACIONAL, LA CIUDAD ALDEANA EN LOS SIGLOS XVI-XVIII Aspectos generales Iniciamos este capítulo con algunas suposiciones, por ejemplo, si don Gonzalo Pizarro no hubiera sido motivado a rebelarse en contra de la corona española y no hubiera sido necesario que venga don Pedro de la Gasca a pacificar la región y acabar con la rebelión y guerra civil, posiblemente no habría sido necesario fundar una ciudad en homenaje a dicha paz. Posiblemente habría seguido ―funcionando‖ como un villorrio (―Pueblo Nuevo‖), de lavadores de oro, españoles e indígenas, como Sorata.

Por otra parte, si a don Alonso de Mendoza y su equipo no les hubiera parecido tan fría e inhóspita la zona de Laja, posiblemente la ciudad de Nuestra Señora de la Paz sería otra Oruro

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extendida entre Viacha y Pucarani, y probablemente el Valle de Chuquiabo (Chuquiago, derivado del nombre aymara Choque apu, ver apartado de toponímias) sería un agradable y pintoresco valle como Sorata o Sapahaqui, donde los residentes lajeños habrían bajado los fines de semana con afanes recreativos. Pero la historia no fue así y el Valle de Chuquiawo o Chuquiabo, les pareció un paraíso abrigado comparado con Laja, y ahora estamos con una urbe de miles de hectáreas enclavada en un hueco del cual a veces por diversas circunstancias no se puede salir. Dos crónicas escritas entre 1533 y 1540 describen los primeros asentamientos en La Paz, antes de la fundación oficial de la ciudad en 1548. Las crónicas de Francisco de Xeréz y Pedro Sancho de la Hoz, secretarios y cronistas de Francisco Pizarro, relatan la presencia de lavaderos de oro y de pobladores colonos españoles, ya en 1533 (Soux, 2007). Se conoce por estas crónicas que en 1533, que Francisco Pizarro ya se había adjudicado las minas de oro de Chuquiabo y continuó la explotación que lo incas realizaban y habían intensificado en el curso de algo mas de un siglo de ocupación. Una referencia colonial muy antigua (1535) del historidador Sancho de Hoz, menciona las ―ricas minas de oro de aquélla provincia del Collao

que están Chuquiabo, dichas minas están en una caja del río a modo de cuevas que son escarbadas. Hasta 500 personas trabajan sacando oro para su señor‖ (Cajias et al, 2007). Esta ocupación temprana, también es referida por relatos de crónicas expuestas por Viscarra Monje (1965) y Bedregal (2014) en sentido de que entre estas personas dedicadas al lavado de oro, ya habían algunos españoles, en especial partidarios de Pizarro, que formaron el denominado ―Pueblo Nuevo‖. Otra ocupación foránea antes de la fundación oficial de la ciudad, se refiere al año 1539, a los Franciscanos que ya habían levantado una capilla en el sitio actual de la iglesia de San Sebastián, en la actual Plaza Alonso de Mendoza en la zona de Churubamba (Calvo et al. 1995). Dichas ocupaciones íberas se superpusieron a una zona de asentamientos precolombinos (posiblemente multiétnicos: aymaras, incas y su mitimaes) que en parte se dedicaban a extraer oro de los depósitos aluvionales dejados por el vecino río Choqueyapu. Estas ocupaciones españolas, fueron previas a la fundación formal de la ciudad en 1548, como lo relata el literato, historiador y músico Humberto Viscarra Monje (1965); si bien el estilo literario no es muy preciso, deja entrever información derivada de crónicas, posiblemente las de Sancho y Xérez u otras contemporáneas. Otra historia de la ocupación del Valle de La Paz en la colonia Extracto de la Fuente: Viscarra Monje, H. 1965. Las calles de La Paz, Su origen y la historia de sus nombres, Editorial Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, 1965.

Junto a Almagro que decidió conquistar a los Chilis venía Juan de Dios Saavedra a la cabeza de ciento cincuenta hombres y antes de seguir viaje al sur, se detuvo en el Kollao para ocupar con sus fuerzas el pueblo de Choqueyapu. A principios de 1535, Saavedra y su

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comitiva arribaron de improviso a las cumbres que dominan el valle donde se asentaba aquel pueblo y fue el deslumbramiento ante el magnífico panorama. El valle estaba rodeado de una ríspida y severa serranía y sobre esta aglomeración de estaclismo petrificado se alzaba la majestad del Illimani destacado en armiño sobre el cielo diáfano del altiplano dominando tan imponente escenario. Los naturales, al ver la comitiva se mostraron hostiles al principio pero variaron de opinión aconsejados por los ancianos de la tribu quienes vieron entre los extranjeros, al Inca Paullu-Tupak. Entraron los visitantes y fueron obsequiados con regalos y presentes que consistían en piezas de oro, aves y otros animales vivos. Pero la codicia hizo olvidar pronto a los aventureros el panorama para dedicarse a llenar las alforjas de cuanto oro pudieron. Fue entonces cuando Almagro que pasaba con el grueso de la columna por Huarina, anoticiado de la existencia de tal pueblo, vino para llevarse algunas muestras de la riqueza aurífera que en él había. Tras Almagro, Pedro de Candia, Hernán Pizarro, Gonzalo de Mesa, Gabriel de Rojas y otros, llegaron al pueblo, unos para establecerse con el objeto de explotar las minas de oro. A estos se debe la construcción de las primeras casas habitables. En 1536 la pequeña aldea contaba ya con buen número de habitantes europeos que introdujeron sus costumbres leyes y religión, comenzando con todo ello a formar un pueblo que aportaba verdaderos beneficios a la civilización. Mas el Inca Manco se rebeló en el Cuzco y a tal noticia todos los indios habitantes de esta quebrada se levantaron y dieron muerte a los españoles que con ellos convivían, destruyendo e incendiando sus casas. Con estos hechos el pueblo volvió a su primitivo estado de barbarie y así habría seguido a no venir Gonzalo Pizarro, por segunda vez, para reconquistarlo y establecer en ella el dominio español. En 1540 visitó estas tierras Francisco Pizarro. Venía a apropiarse de las minas que en poco tiempo le dieron óptimos resultados y de paso hizo la repartición de tierras pertenecientes a los indios entre los españoles que aquí debían establecerse definitivamente. La noticia de la defección de los almagristas obligó a volver a Pizarro apresuradamente a Arequipa y de ahí Lima donde murió por manos de sus enemigos. Muerto Pizarro, Almagro envió a Choqueyapu a Diego Méndez quien confiscó y puso en cabeza de aquel los indios y las minas que fueron de Francisco Pizarro. Poco tiempo después se presentaba en estas quiebras Alvarez de Holguín levantando banderas a favor de Pizarro, naturalmente contra Almagro, de nuevo Chuquiago fue el campo de batalla de las codicias y las guerras fratricidas entre españoles. Durante la campaña de Gonzalo Pizarro contra los Virreyes, este pueblo fue el centro de sus acciones y después de la derrota de Huarina la mayor parte de los adictos a Centeno quedóse refugiada para establecerse en él y engrosar la posición española. En 1548 fue la fundación de la ciudad de La Paz. Terminada la batalla de Saxahuana (Xaquisaguana ), Don Pedro de la Gasca, triunfante, pensó en erigir una ciudad que a la vez de conmemorar su victoria sirviera de intermediaria entre Arequipa y Cuzco, con Potosí y La Plata. Para tal empresa designó al capitán Alonso de Mendoza. Otero (2011), menciona que de acuerdo a las disposiciones de las Leyes de Indias, para fundar una ciudad, en primer término se debía atender a la calidad del terreno como a la categoría y

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cantidad de sus habitantes, a la riqueza y abundancia de sus ganados y frutos, a la fertilidad de la tierra "a propósito para sembrar y coger". Además se debía atender a….que el cielo, la

amparara con una feliz constelación, que el aire fuese puro y la temperatura templada, que posean pastos para criar ganado, montes y árboles, para extraer leña, materiales de construcción como piedra, arena, cal, mucha agua para beber y regar e indios naturales a quienes se pueda predicar el evangelio. La mayoría de las ciudades del Alto Perú, no fueron fundadas a la medida de los utópicos deseos de los Reyes españoles, como puede comprobarse por las condiciones en que se fundaron. La primera fundación se dio en la localidad de Laja, en el Altiplano paceño. Después de la simbólica fundación en dicha zona, los regidores siguieron buscando un lugar más adecuado y menos inhospito para instalar la nueva ciudad, esencialmente en un clima más benigno que el de la Puna abierta. Algunos consideraban apropiado hacerlo en el istmo de Yunguyo, sobre el lago Titicaca, idea sostenida hasta 1550 (Mesa et al. 2007), pero parece que se impuso la voluntad de Alonso de Mendoza, quien eligió el valle de Choque Apu (Chuquiabo) o ―heredad de oro‖, (también traducido como ―heredad de la papa‖) porque ofrecía refugio para los vientos y el frío de la puna; y además por la existencia de agua, leña y veneros de oro, como lo dice el cronista Cieza de León, en Crónica del Perú (Mesa et al.2007). Finalmente fue fundada en octubre de 1548, en el profundo Valle del río Chuquiabo, a mas de 400 metros por debajo de la meseta altiplánica. Cabe recordar que cuando se hizo esta fundación, ya había gente española viviendo en el Valle con los indios, entre curas, lavadores de oro y aventureros (Viscarra Monje, 1965), y que varios milenios atrás ya estaba plenamente habitada por culturas originarias estables. Al inicio de la fundación de La Paz, no existía la lógica de ciudad, es más de acuerdo a Paredes (1955) la permanencia en el Valle de Chuquiabo en vez del Altiplano de Laja fue un hecho provisional, ―hasta encontrar una mejor ubicación‖. Una descripción del paisaje ancestral del Valle de La Paz, se refiere a un paisaje disectado por decenas de ríos y arroyos, los cuales formaban profundos barrancos, algo que en general dificultaba la libre circulación de personas o animales. El sitio a pesar de ser abrigado se lo consideraba como inapropiado para construir una ciudad (Paredes, 1955). Muchos cronistas se refieren a los varios defectos al sitio de la fundación, se menciona a La Paz, como de difícil tránsito y acceso, ―entrar y salir penoso‖, esto especialmente para los primeros residentes españoles, para los cuales constituía un suplicio entrar y salir del Valle de La Paz, considerando la altura y el aire enrarecido, las pendientes pronunciadas y los precarios caminos (Saignes, 1985). En este sentido, la creación de La Paz, no implicó una fascinación contemplativa del sitio, sino al contrario una búsqueda de ciertas ventajas para la habitabilidad de los peninsulares y el desarrollo urbano, y posiblemente algunas supuestas oportunidades económicas, como el caso de la explotación de oro que resultó a la larga no ser una opción muy rentable (Cajias et al. 2007). Desde la ocupación incaica y posteriormente con el ingreso de los primeros españoles al

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valle de Chuquiabo, las explotaciones de los depósitos aluvionales de oro, habían sido intensivas y al momento de la fundación de la ciudad, propiamente en 1548, dichos depósitos ya estaban casi agotados (Cajias et al. 2007). Las crónicas (Marcos Jiménez de la Espada, 1831-1898, citado por Bedregal, 2014) mencionan que la gente del pueblo de Chuquiabo tenía por adoración una guaca que llamaban Choque-Guanca, que quiere decir ―Señor del oro que no mengua‖, porque al pie de dicho cerro y junto á él están muchas minas de oro que se han labrado y beneficiado, y que en el tiempo de la colonia había todavía alguna labor en las dichas minas, de donde sacaban los indios oro para sus tributos y tasas (Revista Ciencia y Cultura Nº 27, 2011). Una ventaja que se ha citado para la ubicación de la nueva ciudad, era que el Valle estaba situado en el límite étnico de cuatro corregimientos (Larecaja, Sica Sica, Omasuyos y Pacajes), además que estaba en un punto de ingreso a los Yungas y la Amazonia, puesto que a Chuquiabo llegaban prácticamente tres caminos precolombinos desde los yungas: el del Chucura o Choro por la cumbre de Alto Jampaturi, el de Yunga Cruz por Lambate y el de Taquesi por Huni. Ademas de todo ello, se encontraba prácticamente sobre el camino principal del Orcosuyo que conectaba Lima con Potosí. De esta forma, La Paz históricamente tuvo un rol de sitio conector (Ayala, SF). La información histórica mas difundida es que la nueva ciudad fue fundada en las tierras de dos comunidades originarias, la de los Curacas o Caciques, como Quirquincha y Otorongo, (Cajias et al. 2007). El cacique Otorongo era una mitimae incaico, en tanto que los caciques Quirquincha y Apumalla, eran aymaras de la región. Hay investigadores (R.Carvajal,SF) que ponen en duda la existencia real de los Curaracas Quirquincha y Otorongo. La fundación se habría dado en la zona de Churupampa, tierra del cacique Quirquincha, delimitada al noreste por el Río Chuquiabo y al noroeste por el río Apumalla, desde el cual, se fue extendiendo en los siguientes años a la orilla Este del río Chuquiabo. Datos de crónicas indican que el 20 de noviembre de 1548, sólo a treinta días de la fundación de la ciudad, se colocó de la piedra fundamental del templo de San Pedro, en la planicie de Churupampa. Tal iglesia, comenzó a ser edificada el 19 de agosto de 1552, como un homenaje del Cabildo al Presidente de la Audiencia de Lima don Pedro de la Gasca, que fue el que mando a fundar la ciudad (Gerl Pardo y Chávez, 2011):‖El edificio se levantó en un erial, que no era otra cosa que

un Chullperio aymara, como varios otros, resguardados por cercos de espinos y setos de Ckehuayllus, abundaban en Supfucachi, Potopoto. También en ese Chullperio que llegaba hasta el río, habían sido enterrados sin confesión muchos españoles, muertos en las primeras disputas civiles‖. Otra referencia menciona que la iglesia de San Francisco fue levantada el año 1549, sobre los restos prehispánicos de un adoratorio o huaca (Portugal, 1957). Al igual que el Cusco, donde la ciudad hispánica se superpuso a sitios ceremoniales, estructuras palaciegas monumentales y habitacionales ya existentes, La Paz se erigió

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superponiéndose a sitios rituales o funerarios, campos agrícolas indígenas y posiblemente a los asentamientos dispersos del caserio indígena de Churubamba, además de la pequeña capilla construida por los franciscanos unos años antes de la fundación. Sin embargo, existe un debate (Prada, 2000) en torno a información que provén

otras

crónicas, las cuales sostienen, que la ciudad no se instaló en la región de Churupampa porque ya estaba poblada y era prohibido por las Leyes de Indias, que los peninsulares edificaran en terrenos pertenecientes a los nativos, de modo que el nuevo asentamiento se instaló en la plazuela de San Sebastián (de cualquier forma, muy próxima a la zona Churupampa o Churubamba), que en ese inicio no era sino una parroquia de encomienda. De tal forma, los españoles tuvieron que escoger otro lugar, y lo hicieron en la margen izquierda del río Choqueyapu (Chuquiabo). Esto significó que básicamentre, la ocupación española se trasladó y concentró en la zona opuesta al sitio inicial de la fundación, es decir al actual casco viejo de la ciudad en torno a la plaza Murillo, dada la prohibición por las leyes coloniales de la residencia de españoles e indios en un mismo lugar (Lemuz y Aranda (2009). Siendo que la ciudad de Nuestra Señora de La Paz se fundó en una zona indígena, ésta finalmente quedo separada de la ciudad o barrio español por el río Chuquiabo o Choqueyapu. Estos pueblos indios separados del núcleo español se denominaron San Pedro y Santiago de Chuquiabo, siendo sus pobladores los primeros pobladores que encontraron los españoles. Esto es refrendado por Prada (2000), quien menciona que

al oeste de la ―ciudad blanca‖ o española, ubicada en la planicie de

Churubamba, estaba la Parroquia de San Sebastián, encargada de dar atención a los indios y cristianizarlos, manteniendo su tradicional forma de asentamiento indígena. Al sur de la ciudad española, al otro lado del rio Choqueyapu, se establecieron las Parroquias de San Pedro y Santiago y se denominaron el pueblo indio y según Prada fue la primera reducción. Según Cajías et al. (2007), las dos Parroquias antes mencionadas correspondían a dos parcialidades, Hanansaya (San Pedro) y Hurinsaya (Santiago), ambas comprendían varios Ayllus. San Pedro comprendía ocho Ayllus, entre ellos Collana, Cupi, Kallapa, Achumani; en tanto que Santiago, comprendía seis Ayllus (Pucarani, Lupaca, Canche, Pacasa). Estos Ayllus se mantuvieron a lo largo de la colonia hasta su finalización, a inicios del siglo XIX. Posteriormente ya no se mencionan las Parroquias o los barrios indios, sobre los cuales se conforman los barrios de la ciudad. Así, la ciudad ―española‖ se estableció en el emplazamiento que se convirtió en su centro, con la Catedral y el Cabildo en uno de los frentes de la Plaza Mayor (hoy Plaza Murillo), y en otra, la Compañía de Jesús, en el lugar que hoy ocupa el Congreso (Revista Ciencia y cultura Nº 27, 2011). Esta configuración urbana dual fue singular para la América colonial conociéndose sólo dos casos de este tipo: La Paz y Lima (Saignes 1985). El poblado indio de San Pedro fue adscrito en los extramuros de la ciudad. Para construir la ciudad solicitaron ayuda a la Real Audiencia de Lima con el fin de usar indios del entorno del

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Lago Titicaca, para las construcciones. Los primeros barrios tenían nombre indígenas, los cuales fueron cambiados en años siguientes (Revista Ciencia y cultura Nº 27, 2011). En 1550, el trazado de calles siguiendo el diseño de damero o cuadrícula se impulsa gracias a la labor del alarife Juan Gutierrez Paniagua, pero a pesar de sus esfuerzos, la topografía de la ciudad parecía oponerse a este establecimiento ordenado. Finalmente, el primer radio urbano fue fijado en 1558 y el entorno de la ciudad aldeana, casi la totalidad del espacio que hoy conocemos como ciudad, correspondía a un paisaje rural de chacras, setos y matorrales. De acuerdo a planos de las crónicas, como el editado por Teresa Gisbert sobre La Paz colonial en el siglo XVI, los pueblos de indios situados alrededor de la ciudad, comprendían indios quiruas, pacajes y yuncas. Destacaba el asentamiento indígena situado en la zona de Churupampa (Churubamba, contigua a la zona de San Sebastián) a cargo del cacique Quirquincha, mientras que los indios yanaconas (mitimaes) del incario se asentaban en la actual zona de Santa Bárbara, en tierras del cacique Otorongo. También se instalaban en la parroquia de San Pedro (Copacani), indios considerados nobles, posiblemente migrantes de Santa Bárbara o yanaconas migrantes de otros sitios. Las comunidades del valle estaban organizados en dos grandes parcialidades, Anansaya, con un núcleo territorial que abarcaba desde Achachikala hasta Sapa cachi (Sopocachi), y Urinsaya, desde Tupakucho hasta Mallkupuju. Cada una de las parcialidades comprendía 16 comarcas (Prada, 2000). En dicha primera etapa de la ciudad aldeana, destacaban lugares como el Tambo de Huayna Capac, el caserío del Cacique Otorongo, el Tambo del cacique Quirquincha, y el caserío del Cacique Apumalla. Un dato interesante aporta Prada (2000), en sentido de que los españoles no se encontraron con varios Ayllus en el Valle, sino con asentamientos que pertenecían a varios Ayllus que abarcaban territorialidades mucho más extensas y complementarias. En este sentio, Prada entra en disenso con la historiadora Rossana Barragán (1996) en sentido de que lo que ella denomina Ayllu, Prada denomina Grupo de Residencia. El Valle de La Paz, tierra de diferentes Ayllus Fuente: Prada,R. 2000. Cartografía del Poder Colonial. Conexiones entre haciendas y ciudades, recorridos entre Ayllua y Markas. Rev. Ciencia y Cultura. 173-191 p. Nº 7, julio 2000. La Paz, Bolivia.

Entendemos al Ayllu como una territorialidad configurada a partir del clan, o, en su caso, de clanes afines, ―avecindados‖. Desde esta perspectiva no se puede hablar del Ayllu como localidad; al contrario el Ayllu agrupa a muchas localidades y a sus entornos. Por eso, en la región de Chuquiapu o Chuquiago los españoles no se encuentran con varios ―Ayllus‖, sino con asentamientos pertenecientes a Ayllus, que abarcaban territorialidades extensas y complementarias. Lo llamativo de Chuquiapu, como de otras regiones de asentamientos, de residencias filiales, es que una región geográfica es compartida por distintos grupos de

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residencia filiales, por distintas etnias, por ―demarcadas‖ zonas de localización de diferentes Ayllus. Chuqui-Apu era una región donde se asentaron los grupos de residencia de distintos Ayllus, que abarcaban extensiones territoriales compuestas por diversidad de micro-climas, diferentes ámbitos geográficos, complementarias condiciones ecológicas. Chuqui-Apu era apenas una región más de estos ámbitos territoriales. El Ayllu de los Lupaka, que localizó grupos de residencia en la hoyada de Chuqui-Apu, abarcaba una territorialidad que comprendía la geografía de punas al oeste del Lago Titicaca, el entorno mismo del lago, parte de la extensión altiplánica, las laderas, cabeceras de valle, que se ―habrían camino‖ a través de la cordillera hacia las regiones tropicales sub-andinas, incorporando también a su territorialidad a la geografía cálida de los Yungas orientales. El Ayllu de los Pacajaques desplegaba su territorialidad al sud del Lago Titicaca, comprendía también vastas extensiones del Altiplano bañado por el río ―Desaguadero‖ y los afluentes y riachuelos que confluyen sus aguas en este río, laderas y cabeceras de valle que ―quebraban‖ las cadenas altas de la Cordillera de Tres Cruces, penetraban también a la región tropical sub-andina de los Yungas; del otro lado geográfico, hacia el sud-este, la territorialidad Pacajaque cruzaba la Cordillera oc-cidental, pasaba el desierto y llegaba a las costas del Océano Pacífico. Los Pacajaques también asentaron grupos de residencia en la hoyada de ChuquiApu. La investigadora Rossana Barragán nombra más de una treintena de grupos de residencia que terminan bajo la jurisdicción de las parroquias; ¿cuántos de estos pertenecían al Ayllu de los Lupaka o al Ayllu de los Pacajaques? En los Ayllus no se nota un celo en demarcar espacios quietos, o estáticos, así como ocurre desde una concepción espacial separada del tiempo, concepción que supone un transcurrir externo, un tiempo trascendente, un destino al margen de la materia, concepción que también es trabajada desde la conformación de la posesión privada del suelo. El secreto de la territorialidad del Ayllu se halla en explicar esa forma de compartir multi-étnica regiones, micro-regiones, conformaciones geográficas, ámbitos ecológicos. Parece ser que la territorialidad se armara en forma

de ―archipiélago‖ agrícola, de ―archipiélago‖ de

grupos de residencia relativamente dispersos. No se trata aquí de una continuidad espacial sino de una continuidad temporal. Por eso se pueden yuxtaponer recorridos, huellas, tránsitos, por eso se pueden compartir regiones donde se asientan distintos grupos de residencia. La preocupación no se manifiesta.

Respecto al diseño en damero, Elio Brailovsky, 2006, menciona que la imposición del damero fue casi una veleidad del rey Carlos V para las colonias, en sentido de adoptar el diseño urbanístico greco-romano como impronta de su poder o voluntad, sin embargo, esta medida se dio, contradiciendo el diseño de la mayoría de las ciudades medievales de España y Europa en general, que se caracterizaban por un crecimiento aleatorio y laberíntico, normalmente al

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interior de altas murrallas defensivas. Sin embargo, las condiciones topográficas del Valle de La Paz, desafiaban intrínsecamente al intento del diseño en damero que pretendía imponer. Otero (1980) menciona que las ciudades altoperuanas del siglo XVIII (como La Paz), mostraban una clara insubordinación anárquica de los criollos, que dejó amplio margen al capricho, a pesar de los esfuerzos de los alarifes de la corona que apelaban a la cuadrícula o damero según recomendaciones de los Códigos de Indias. Es así, que la ciudad aldeana crecía a partir de un desordenado mosaico de callejuelas retorcidas y dédalos estrechos y el damero solo se hizo efectivo en la reducida superficie del centro administrativo y señorial ocupado por las familias españolas. En 1570 se realizaron las primeras tomas de agua y algunas pilas públicas o cajas de agua, que abastecían a la ciudad. En 1577, existían las primeras conexiones entre puentes de una zona a otra cruzando el río Choqueyapu y otros cursos de regular importancia. En 1577, en la zona de Sayllamilla (vocablo quechua: Saylla - un tipo de pasto y milla - feo, repugnante) la cual después y hasta hoy se denominará Obrajes, por ordenanza del Virrey Toledo se instauró la industria para manufactura de telas, la cual estuvo a lo largo de unos siglos a cargo de los Jesuitas, hasta su expulsión de América en 1767. Los datos provenientes de la colonia, mencionan a unas décadas (1586) de la fundación de La Paz, que la ciudad estaba formada por 260 españoles y cerca de 6.000 indios (Paredes, 1955; Cajias et al. 2007). Comparativamente, la ciudad del Cusco en la época pre-colonial tenía unos 220.000 habitantes, pero en 1614, tan solo contaba con 5.000 personas (Cuervo Álvarez, 2014) lo que haría suponer mortandades masivas, expulsiones y emigraciones en masa. En la colonia, Potosí tenía 160.000 habitantes (Gerl Pardo y Chávez, 2011). Suponemos que la cifra de 6.000 indios que hacen referencia las crónicas sobre La Paz, implicaba los habitantes indígenas que originalmente vivian en el entorno casi inmediato de la ciudad recién fundada, pero no tomaba en cuenta a los habitantes dispersos en las numerosas comunidades y comarcas en todo el Valle. Para dichas épocas hispánicas tempranas se menciona que el Valle donde estaba enclavada la ciudad, albergaba decenas de ayllus subordinados al corregimiento español. Crónicas de la primera época colonial mencionan que ….en la jurisdicción desta ciudad hay

muchos indios y es una de las más pobladas provincias en este reino, aunque se entiende que antiguamente hubo más indios de los cuales parte se consumieron en la conquista de este reino y otros han muerto de enfermedades y pestilencia (Revista Ciencia y Cultura Nº 27, 2011). De acuerdo a Guachalla (2008), sucede un significativo proceso de migración de indígenas a ciudades españolas en busca de mejor calidad de vida, llevando o adquiriendo su especialidad como orfebres, yanaconas con capacidad de mando, o simplemente poblaciones aliadas de españolas que migran íntegramente como el caso de cañaris; o grupos indígenas que se encuentran aledaños a la ciudad con su tierra usurpada por las encomiendas o que pactaron con los españoles cediéndoles terreno. Un evento poblacional notable es la reagrupación realizada en 1573, de las aldeas indígenas esparcidas por la cuenca del Choqueyapu, en un verdadero ―pueblo de indios‖, el de San Pedro y Santiago de Chuquiabo (Saignes, 1985). Estos pueblos de

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indios se constituyen en verdaderos coremas urbanos (Guachalla, 2008), estructuración elemental del espacio urbano parangonado con aldeas, en sus inicios homogéneos y con rasgos propios de división en dos facciones en el mundo andino de la aldea. Coremas de morfología arracimada alrededor de la ciudad española y separados por un importante espacio intersticial urbano; cuyo germen es sin trazo, ni disposición urbana y con el tiempo imitarán el trazado español (Guachalla, 2008). La red de ciudades coloniales configura una cartografía de poder sobre una territorialidad ya ocupada, ejerciendo una dominación sobre un conjunto de encomiendas, repartimientos, reducciones y distribuciones de comunidades indígenas (Prada, 2000; Pradel y Calderón, 2008). Así nace la ciudad española, que permitía el ingreso de indígenas, como parte de la economía productiva y comercial del Valle extenso; lugar privilegiado para la agropecuaria y paso de productos que la convierte en atractiva para indígenas libres, como los indios cañaris (Quito) que se instalan sobre una calle que pasa a denominarse Condeuyo, propiamente Cuntisuyo, en la zona de San Sebastián (Guachalla, 2008). Los mitimaes (poblaciones relocalizadas) en el Alto Perú, formaron parte de las estructuras sociales donde se expandió el Incario (Choque, 1993), también son descritos para el Valle de La Paz. Por ejemplo los mitimaes Chachapoyas y Cañaris, transplantados de lejanas tierras de Perú y Ecuador por el incario a la región de Copacabana y a diversas regiones, incluido el Valle de Chuquiabo. Estos fueron incluso utilizados posteriormente en la colonia como soldados, espias, guardias y servidumbre de confianza. Choque (1993) comenta que en la parroquia de San Sebastián de la hoyada de La Paz, residía un grupo de Cañaris y Chachapoyas que recibieron tierras de Francisco Toledo y en las cuales construyeron sus ranchos y cultivaban la tierra. También existía un gremio de alfareros u olleros (estilo Pacaje) ligados al Ayllu Cupi de la Parroquia de San Pedro, y que podían haber tenido relación con el Ayllu Cupi o Copi del sector actualmente peruano del Lago Titicaca (Cajias et al., 2007) o ser un tipo de mitimae incaico. Con el tiempo sin embargo, muchas personas, entre españoles y mestizos, fueron ocupando las tierras de esta gente, al mismo tiempo que eran sometidos a fuertes tributos expoliativos, ocasionando que dichos grupos se disuelvan y migraran. Cuando se inició la conquista española, una primera medida del poder colonial fue la eliminación de la tributación incaica que exigía un tributo de 75% a las masas indígenas supeditadas y la reemplazó por una tributación de tan solo el 10% de la producción o renta. Esta situación ocasionó una reacción inicial favorable hacia los conquistadores y facilitó el derrumbe del estado incaico (Antezana, 2006). En esos primeros tiempos de la colonia, los españoles tenían poco interés en el cultivo de la tierra, concentrando su mayor atención en la explotación de las minas y el comercio de importación de bienes. Esto implicó que dejaran a su libre desarrollo a las comunidades indias en tornos a las poblaciones y las minas.

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Saignes (1985) menciona que la ciudad de La Paz, constituye la única capital del continente austral que aún conserva su doble nombre, el oficial, La Paz, y el nativo, Chuquiagomarka, usado incluso hasta hoy por la población aymara-parlante del altiplano vecino y de la propia urbe.

Continuidad del desarrollo aldeano Esta etapa implica fines del siglo XVI y la continuidad a los siglos XVII y XVIII. En términos poblacionales, la ciudad aldeana hacia 1586, tenía algo más de 6.000 habitantes. Algo mas de un siglo después de la fundación, en 1675, mientras Potosí con más de 160.000 habitantes era una inmensa urbe similar a Paris o Madrid, La Paz tenía unos 12.000 habitantes (Prada, 2000) y apenas 112 hectáreas de asentamientos urbanos (no más de 30 manzanas). La Paz era un villorrio, una aldea urbana, inmersa en la parte alta del Valle, el cual era una extensa campiña de cultivos, matorrales, bosquecillos nativos y parajes despoblados. En tanto que en la meseta de El Alto, había un pequeño villorrio próximo a la denominda Garita de Alto Lima y comunidades dispersas de pastores. Si bien La Paz se encontraba en la ruta comercial Potosí – Cusco – Lima, no era la capital jurídica en el Alto Perú, esto principalmente debido a su vulnerabilidad al existir una gran población de indios en los alrededores, situación que quedó manifiesta durante el cerco Katarista. En 1796 se registraron 21.120 habitantes (Prada, 2000). Según Otero (2011), la primera etapa, es la de las casas pequeñas de techos de paja, de tapial, casi individuales y de arquitectura popular. Todavía las casas no estaban unidas sino que alternaban con solares (canchones) y chacras. El ganado pastaba por las calles y los cerdos ingresaban en los templos, porque éstos no tienen puertas. Fue la época de la lucha entre la ciudad y el campo. El campo que quiere transformarse y la ciudad que todavía no es sino el campo. Esta primera etapa de la naciente ciudad está marcada por la falta de algo fundamental: la ciudad no tiene alma; es la época de la aldea rural (Otero, 2011). La segunda etapa se inicia en el siglo XVII. Es la época de las casas de teja, se construía la casona colonial y algunas de éstas de dos pisos. Comenzaban a surgir los templos de piedra. Algunas plazas ya mostraban veredas de piedra y todas las calles tenían piso de tierra, sin empedrado, salvo algunos pocos sectores señoriales, y en la época de lluvias se convertían en lodazales. En ese siglo, las poblaciones aumentaron rápidamente, tanto en habitantes como en construcciones. La ciudad concentraba la actividad comercial en la tradicional calle Comercio, sin embargo en muchas zonas interiores y periféricas proliferaban tiendas o ―catus‖, tambos, recovas y mercadillos, y grandes ferias se instalaban en las plazas principales. (Cajias et al. 2007). El Tambo tenía una connotación de comercio a gran escala y de acogida de viajeros y recuas de animales de carga, era por tanto un sitio de descanso y pernocte. En el siglo XVII, la Colonia perfila los contornos del alma de sus ciudades. La ciudad va adquiriendo vida propia, se desarrollan sus industrias y el comercio da señales de vida.

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Paralelamente, resalta la industria artesanal ligada a la producción rural, tal es el caso de las harinas de diversos granos, azúcar mascabo, queso, mantecas y aceites, cueros, alcohol de caña,

etc. Las zonas rurales del entorno de La Paz llegaron a albergar algunas industrias

manufactureras, tal es el caso de los telares e hilanderías de Obrajes, donde había un manantial de agua termal, para fabricar telas y prendas de ropa (Cajías et al. 2007). Esta actividad textil se inició muy temprano en la colonia gracias al emprendedurismo de algunos españoles que obtienen la licencia del Virrey y que más tarde son donadas a la Compañía de Jesús. Este emprendimiento decae con la expulsión de los Jesuitas el año 1767, hasta desaparecer. El tan particular manantial de agua termal fue mantenido hasta 1880, posteriormente ya nada se menciona de esta fuente natural y se presume su desvío o entubado. El abastecimiento de La Paz de productos producidos localmente habría sido parcial incluso desde fines del siglo XVIII, como lo manifiestan las crónicas, constituyéndose, por la creciente demanda, en un sumidero de productos de otras regiones como el Altiplano Norte, otros valles templados alejados, como Luribay, Caracato, Sapahaqui, incluso el Valle de Cochabamba, y los Yungas de La Paz. De cualquier forma, la producción local del Valle de La Paz competía en parte con la que ingresaba de afuera del Valle. La Paz se convierte en un centro importante en las comunicaciones con el Pacífico, un gran tambo, donde descansaban los viajeros y activaban el comercio y sus industrias, fomentando su crecimiento de ciudad y su vida económica, formada. Según Otero (2011) el crecimiento de la

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urbe se daba a expensas de una suerte de ―turismo‖ de las ciudades interiores del Alto Perú. Sin embargo, se presenta también, el fenómeno del aislamiento. Cada ciudad alto-peruana vive una vida autárquica, bastándose a sí misma, separadas unas y otras, por el tiempo y la distancia, y unidas por el intercambio de las piaras de llamas y recuas de mulas. Según Antezana (2006), paulatinamente la introducción de nuevas tecnologías agrícolas y ganaderas debio tener múltiples efectos en las formas de organización comunitaria indígena. Otros elementos que ocasionaron efectos, fueron la introducción de la lógica de la moneda o dinero, el concepto de salario (trabajo semiasalariado), el reemplazo del intercambio mercantil en vez del trueque, y la propiedad privada de la tierra. En 1700 existían 10 puentes y una muralla defensiva que rodeaba la ciudad. Posiblemente en previsión de lo que iba a ocurrir, años antes se había construido esta muralla que rodeaba la ciudad, la cual terminaba cerca de la Merced por un lado y un poco más de la actual Calle Jaen en el otro extremo. La actual plaza Riosinho, durante la colonia fue conocida por varios nombres. Primero como el barrio de Karkantia, posteriormente, debido a la instalación de un estanque en sus inmediaciones, se la conoció como Caja de Agua. Esta zona era habitada únicamente por las familias adineradas de la ciudad. Los barrios indios quedaron fuera de la muralla, por eso eran llamados "barrios de extramuros‖, y fueron espacios de transición entre lo rural y lo urbano, unidos al centro por los puentes mencionados. En 1700, se crea la plaza de San Pedro y su iglesia (que fue quemada en 1781 en la sublevación indígena). En los barrios indios las calles eran senderos o veredas irregulares, un espacio netamente rural y agreste, ya que este espacio no estuvo incluido en el trazo original de la ciudad. Según del Valle de Siles, la muralla separaba dos mundos confrontados, pero que de alguna forma, salvó a los pobladores de un ataque masivo, haciendo referencia al cerco de 1781. En esta época se establecieron haciendas de propietarios españoles y criollos, y los sectores más cercanos a la ciudad se integraron a la parte urbana. Diversas crónicas indican que la población que ocupaba los puestos más importantes de la administración pública, civil, militar y eclesiástica, vivía en el centro de la ciudad, a la vez que eran propietarios de casas, minas o haciendas, comerciantes, abogados, profesionales y empleados. También vivían allí músicos, impresores, plateros, herreros y costureras. Los sectores urbanizados de San Francisco y San Sebastián tomaron un carácter más mestizo y criollo, y este espacio fue cotizado por su valor comercial. Vivían allí comerciantes, carniceros y

artesanos

(panaderos,

sombrereros,

tocuyeros,

veleros,

―polvoreros‖,

albañiles

y

carpinteros). La parroquia de Santa Bárbara aglutinó a los gremios de albañiles y de carpinteros. El sector artesanal también fue importante durante la colonia y su actividad estuvo concentrada en San Francisco, enfocada a cubrir las necesidades de los habitantes urbanos. Los artesanos fueron indígenas forasteros o desplazados de sus tierras que tuvieron que incorporarse a este tipo de actividades para subsistir dentro del nuevo régimen (Barragán 1990).

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Algunas descripciones de los barrios o zonas de la ciudad aldeana a los que se ha podido acceder, carecen de fuente específica en la forma en las páginas digitales donde aparecen, aunque es indudable que su raíz se encuentra en relatos de las crónicas coloniales propiamente, como es la siguiente:…La zona de San Sebastián tenía su plaza (hoy, Alonso de Mendoza) e

iglesia. Churubamba era el sector más cercano a la iglesia, y el sector urbano incluía la calle Ancha (hoy avenida América) y tres calles paralelas. Esta zona era paso obligado para los viajeros que llegaban y salían de la ciudad. El río Apumalla separaba San Sebastián de San Francisco, que tenía calles irregulares en torno al convento que ocupaba dos manzanas. En este sector, conocido también como "barrio de Chocata‖, se encontraban los principales tambos y sus calles llegaban hasta el llamado Alto de San Francisco (actual Max Paredes). El río Carawichinca servía de límite con San Pedro, sector lleno de chacras y viviendas rurales, con su iglesia y pocas construcciones. Hacia el sureste, el sector urbano se extendía sobre Santa Bárbara, separada del centro por el río Mejahuira (actual calle Bueno). La iglesia estaba situada a la altura de las calles Frías y Yungas. Benedicto Cuervo Álvarez 2014 La Ciudad de Cuzco. Otromundoesposible, España

Cuzco en 1614, tan solo contaba con 5.000 personas y en 1735 con unos 6.600 habitantes. En 1745, el Marqués de la Victoria, dice de Cuzco que: ―Su vecindario principal es muy corto y cuasi está extinguido, hallándose convertido en un pueblo grande‖. Desde el punto de vista demográfico, la ciudad de Cuzco experimentó, durante la etapa colonial, una auténtica catástrofe demográfica. En el s. XVII el descenso demográfico será enorme ya que penas había sobrevivido uno de cada doce indígenas respecto al siglo anterior. Las causas principales se debieron a las nuevas enfermedades introducidas por los españoles como: la peste, el cólera, fiebre amarilla y palúdica…de la que los indígenas carecían de inmunidad. A ello hemos de añadir el terremoto que, en 1650, asoló a Cuzco provocando la destrucción de multitud de edificios y la muerte y emigración de miles de personas.

Los cercos a la ciudad Otro elemento profundamente disturbador en la economía colonial y que empezó a tener mayor efecto hacia 1700 fue el librecomercio (o libre importación de productos de Europa y que competía deslealmente con la creciente producción mercantil nativa (Antezana, 2006). A dicho elemento, se sumó la institucionalización del ―repartimiento‖, que implicaba la subasta del cargo de corregidor de indios (Rios de Reyes, 2002), los postulantes al carecer de efectivo para pagar el cargo, se endeudaban con mercaderes, bajo la obligación de repartir (vender) entre los indígenas, diversas mercaderías venidas de ultramar (libros, guantes, sombreros, bastones, etc.) que los indígenas no usaban, pero que estaban obligados a comprar, quedando endeudados y obligados a trabajar. Esta fue una de las causas fundamentales de la rebelión indígena Katarista de 1781, junto con el rechazo a la Mita en las minas, y a los Tributos (Ríos de Reyes,

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2002). A pesar del dato dado por Antezana (2006), Rios de Reyes (2002), menciona que los tributos exigidos en el Valle de La Paz a los indígenas eran los mas altos de la región. De cualquier forma, Antezana (2006), sostiene que dicho levantamiento, que culmina en el cruento cerco de La Paz y posteriores matanzas, no estaba relacionado como comúnmente se cree, con disputas por la propiedad de la tierra, ya que gran parte de ella, sino toda, estaba en manos indígenas y no existía latifundio feudal. El cerco de Julián Apaza (Tupac Katari) y Bartolina Sisa se inicia el 15 de Marzo de 1781 y termina el 1 de Julio del mismo año (Del Valle de Siles, 1994). Los insurgentes rápidamente dominaron las provincias Sica Sica, Carangas, Pacajes, Yungas, Omasuyos y Chucuito. Tupac Katari al mando de 40.000 hombres, sitió la ciudad aldeana durante 109 días, teniendo como bases de ataque, el Calvario o Killikillini y la meseta de El Alto. En este primer sitio murieron 10.000 españoles y mayor cantidad de indígenas. A pesar de las varias incursiones (Katari desde El Alto y Bartolina Sisa, su esposa, desde Pampajasi), los indígenas no lograron tomar la ciudad, pero ocasionaron gran mortandad y hambruna, además de la quema del templo de San Sebastían y el Tambo Quirquincha. Los indios construyeron un dique de agua en el río Choqueyapu, que reventó antes de tiempo y no logró inundar la hoyada como era el propósito, aunque ocasionó severos daños. En 1811, hubo otro cerco indígena a la ciudad de La Paz, liderado por Manuel Cáceres y relacionado con el proceso de independencia, pero que fue mas corto y de menos penurias. Crónica sobre el inicio del Cerco de La Paz Fuente: Gerl Pardo, C.N., Chávez, G.R. 2011. Tradiciones y leyendas de la ciudad de La Paz. Gobierno Autónomo Municipal de La Paz.

Aquel nublado día del 13 de marzo de 1781, cuando la luz auroral iluminaba delicadamente a la hoyada donde estaba enclavada Nuestra Señora de La Paz, de repente cuando la niebla se disipó al impulso de la ventolera que sopló de Río Abajo, los iberos y nativos de Pueblo Nuevo, quedaron pasmados al contemplar los pequeños cerros que rodeaban la hondonada. Pues, en las alturas y en todo el alrededor de la ciudad, vieron un hormigueo de gente, oyendo también de rato en rato, el sonido de miles de phuthutus que vibrantes, lanzaban su reto a los moradores, mientras miles de nativos, se descolgaban de la Ceja de El Alto, con dirección a Nuestra Señora de La Paz. Los españoles intuían de qué se trataba, porque se hallaban compenetrados, de cómo y por qué, el 18 de mayo de 1780 en el Cuzco fue descuartizado Tupaj Amaru, y cómo el 9 de enero de 1781, fue muerto Tomás Catari en la cuesta de Chataquilla.

Del Valle de Siles, (1994), menciona que antes del cerco, los barrios de indios (Santa Bárbara, San Sebastián y San Pedro) se habían ido uniendo al centro urbano antiguo, esencialmente español, por la ocupación de vecinos criollos y mestizos en la periferie. Cuando fue construida

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la muralla de protección, los habitantes que quedaron fuera de esta, luego, durante el cerco, tuvieron que buscar refugio en el centro urbano e instalarse en claustros, conventos, atrios y calles, al ser sus moradas saqueadas y quemadas por los sitiadores. El cerco de La Paz el año 1781, dejó manifiesta la enorme vulnerabilidad de la ciudad aldeana. La gente sufrió enormes penurias de abastecimiento básico de productos, como un indicador de la hambruna hacia los últimos meses del cerco; los perros, gatos y otros animales domésticos habían desaparecido por completo; incluso se reportaron casos de canibalismo. En la desesperación por las noches grupos de personas salían furtivamente a los campos más próximos a riesgo de perder la vida (San Pedro, Poto Poto) con la esperanza de obtener algún producto de las chacras indígenas (Del Valle de Siles, 1994). El asedio a La Paz también causó daños materiales a los conjuntos urbanos, muchos barrios, iglesias y puentes fueron incendiados y/o destruidos (Del Valle de Siles, 1994), y en muchos casos, reconstruidos posteriormente. Esta historiadora hace referencia a una elevada mortadad por hambruna y pestes durante el cerco. Un elemento absolutamente paradójico de la historia de la ciudad en dicho período, se relaciona con el rol que habría jugado Pedro D. Murillo en el cerco de La Paz, de acuerdo a documentación histórica fehaciente, analizada por el historiador Iván Apaza Calle (2008). El ilustre criollo, enaltecido al rol de héroe máximo de la revuelta de 1809, estuvo en 1781, en la resistencia al cerco indígena, al servicio de la corona, como Teniente Capitán de la primera compañía de fusileros y hombre de confianza de Sebastián Segurola. Luego de finalizado el cerco persiguió, capturo y fusiló a caudillos indígenas en fuga a los Yungas, igualmente en Peñas. Posteriormente hizo fortuna como minero, hacendado y comerciante de azogue; como una forma de defender los intereses y proyecciones de la burguesía criolla, apoyó a inicios del siguiente siglo, las ideas y proclamas de emancipación que circulaban en La Paz y Chuquisaca. Algo que permanece en el ámbito del mito y la leyenda es que en medio de las penurias del cerco, se dio el aparente resurgimiento del culto a la deidad precolombina del ―ekeko‖ (proveedor de bienes) y que posteriomente, después de finalizado el cerco, se extendió a la festividad de las Alasitas (del aymara Alasiña: comprar), que esencialmente era un ritual de intercambio simbólico de illas e illapas (miniaturas rituales), dado el predominio del trueque en dicho época. Una vez controlada la revuelta y ejecutados los cabecillas, se vio que mucha de la población indígena, considerada originaria, había desaparecido y en su lugar nuevos forasteros arribaron y se establecieron en los tradicionales barrios de indios. De acuerdo a Saignes (1985), las autoridades coloniales introdujeron reformas para homogeneizar a la población indígena y volverla más citadina. Debido a ello, las divisiones duales de los barrios de indios en Hanan y Hurin y las filiaciones étnicas, como Pacajes, Cañaris, Lupacas, etc., desaparecieron. Sin embargo, Prada (2000) menciona que después del cerco, se dieron otros cambios, por ejemplo,

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la plaza mayor sería trasladada a la zona de la actual plaza Murillo y se manifestó un recelo mayor por separar los barrios de los españoles de los barrios de los indios (Prada, 2000). La rebelión indígena tuvo también, repercusión en toda la región circundante, en poblaciones como Coroico y Chulumani numerosos españoles y criollos fueron masacrados, al igual que en todas las poblaciones de Río abajo. Como dato anecdótico se menciona que tanto el sitiaje por los indios como la resistencia por parte de españoles, criollos y mestizos, dependió en mucho del consumo de hoja de coca (Lema, 1991).

La ciudad después de 1781 A lo largo del siglo XVIII y hasta el siglo XIX, la cualidad andina de la ciudad se reflejaba, en una primera instancia, en la pervivencia de los barrios de indios o "comunidades-parroquias" (Barragan, 1996), organizados de hecho como un ayllu aymara. A lo largo del siglo XIX (fines de la colonia), la composición de los barrios fue cambiando a la par que se transformaban las estructuras sociales y se manifestaba entre los indígenas migrantes una acelerada mestización, una continuación del proceso iniciado en el siglo XVIII; proceso a su vez acompañado por las lógicas de segregación del espacio y de exclusión heredada de la primera etapa colonial e incrementada por la clase dominante, autodenominada "criolla" (Soux, 1992). Soux (2002) hace referencia a la pérdida paulatina de los medios de producción del indígena urbano, entre fines del siglo XVIII y principios del XIX, se desembocó en un debilitamiento del marco comunitario que sustentaba el carácter casi autosuficiente de estos grupos humanos, situación que desembocó en la adopción de diversos oficios, como ser de artesanos, comerciantes y empleados, vendiendo su fuerza de trabajo dentro del mundo urbano y mestizo-criollo. Un elemento de interés citado por Soux (2002) es que durante el siglo XVIII, el surgimiento de un crecido grupo mestizo en la ciudad de La Paz, resultó en una alteración del orden dual entre indio y español, que había marcado el escenario en el siglo anterior. El grupo mestizo no emergió sólo como consecuencia del intercambio racial y la transformación del indígena urbano en artesano y pequeño comerciante, sino también por la movilidad social "hacia abajo" de los criollos empobrecidos. Según el relato de Gerl Pardo y Chávez (2011), en el siglo XVIII, existían numerosos ayllus que en aimara, significaban los rasgos peculiares o características del lugar. Así, se tenían las zonas de Achachicala o piedra antigua; Challapampa o llano inundadizo; Chijini o lugar con pasto: Churupampa o llanura de caracoles; Killikillini lugar de halcones; Lurukjeri o fábrica de fogones; Llojeta o deslizado-tierra derrumbada. Según Cajias et al. (2007), a fines del siglo XVIII existían en el valle de La Paz 14 Ayllus y sobre sus territorios se instalaron varias grandes haciendas de españoles y criollos. En tanto que la expansión urbana se dio sobre los antiguos barrios de indios, como San Sebastián, Santa Bárbara y San Pedro.

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Un sitio de especial interés era Laikaqota o lago de brujos, o laguna encantada, enclavada en el cerro del mismo nombre; un sitio de belleza encantadora y a la vez misterioso y temido. La Laguna Encantada era bastante larga y tenía la forma de un pescado, con la cabeza dirigida hacia el Illimani; era un sitio sagrado y de ritualidad, donde yatiris realizaban ceremonias y ritos. Tambien era lugar de celebración en días festivos: …….‖Fuera de los días de fiestas, la

laguna era un lugar solitario, donde el sonido del viento entre los matorrales, causaba terror y desasosiego‖… La provisión de agua potable estaba asegurada mediante un sistema de cañerías de cal y piedra, por las que, desde un depósito central ubicado en el barrio de Carcantía o plaza Caja de Agua (parque Riosinho), llegaba a las pilas colocadas en las principales esquinas de la ciudad. La Caja servía a todo el vecindario central, con exclusión de los barrios de extramuros habitados por indígenas (Crespo Rodas et al. 2009). En 1777 se comprobó que estaba en total estado de ruina y requería una pronta refacción, El virreinato respondió que no podía aprobar la erogación sin conocer la calidad de las obras, sus costos y necesidad Se aconsejo entonces ejecutar varias obras, paralelas como nivelar la calle del monasterio de la Concepción y el cierre de las acequias que se deterioraban constantemente y hacían a menudo las calles intransitables. Todos estos proyectos fueron interrumpidos por el cerco de Tupac Katari. Ocho años la ciudad tuvo que padecer por escasez de agua. Por fin, en 1783, se dio comienzo a la obra que estuvo concluida en 1785.

Ocupación del espacio, uso de la tierra y del paisaje en la colonia El Valle de La Paz, dadas las condiciones topográficas y geomorfológicas existentes (hoyada rodeada de laderas de pronunciada pendiente y suelos frágiles), nunca tuvo grandes posibilidades de mantener grandes superficies productivas. Es importante mencionar que el Valle de La Paz, carecía de la vocación agrícola del Valle de Charazani en la Provincia Saavedra, el cual alcanzó una enorme relevancia en el mundo precolombino e incluso en la época colonial y en función a su autarquía se consideraba un granero que llegaba a ser un paliativo durante la colonia en las épocas de escasez y hambruna (Meyers, 2002). A diferencia de La Paz, este Valle de casi similares condiciones climáticas aunque diferente configuración fisiográfica, se constituyó en un centro altamente productivo en base al maíz, amaranto, tubérculos, camélidos y otros productos. A diferencia de La Paz, la elevada productividad de Charazani y los valles circundantes se fundamenta en la extraordinaria andenería incaica (que es un remanente de lo que se ha perdido), además de tener un mayor gradiente altitudinal, mejores suelos en general y mayor estabilidad tectónica. La Paz en este sentido, tuvo un carácter secundario en términos de producción agrícola, teniendo mayor relevancia sus lavaderos de oro en los ríos que bajan de la cordillera. El valor productivo agrícola del Valle de La Paz se dio en su etapa de paisaje cultural rural, cuando sustentó el crecimiento inicial de la ciudad aldeana, al menos hasta el siglo XVIII. Las chacras de los indios que circundaban la zona central donde se fundó la ciudad (Churupampa, hoy Alonso de Mendoza) en el siglo XVI, fueron denominadas en las primeras

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crónicas, como ejidos (Villagómez, 1991) y se emitieron ordenanzas que protegían los ―reducidos espacios cultivables‖ y su parcelamiento. Las crónicas citadas por Paredes (1955) mencionaban entre las primeras impresiones sobre los moradores indios aymaras del Valle de La Paz, que estos vivían en casas pobres pastando su escaso ganado (no menciona de que tipo, se supone llamas y alpacas). Económicamente, La Paz fue el gran tambo del Alto Perú, centro de intercambio y agitación comercial (Otero, 2011). Se la describe afiebrada de recuas, de comerciantes, de hacendados y de arbitristas (comerciantes informales y oportunistas). El nuevo estado español en la colonia se fue consolidando paulatinamente a partir de políticas semifeudales y semicapitalistas (Antezana, 2006). Los productos agropecuarios nativos o autóctonos o agrobiovidersidad nativa que circulaban durante la colonia (a pesar de la invasión de la agrobiodiversidad exótica) contemplaban las numerosas variedades de papas y otros tubérculos, la quinua, el amaranto, y los camélidos domesticados alpacas y llamas, cuyes o conejos de indias además de cierta raza de perros. Las frutas y productos afines usados desde épocas precolombinas y que aún se ofertan en los mercados de la ciudad, eran las variedades de chirimoya (Annona spp.), el pepino o ―Kachum‖ (Solanum muricatum), la palta (Persea spp., producida en Río Abajo -Lloja- o traída de los Yungas), el tomate, y las varias especies de locotos y ajíes, principalmente traídos de los yungas y valles lejanos, la achojcha (Cyclanthera pedata). La coca proveniente de los Yungas tenía un lugar privilegiado en el quehacer urbano, pero principalmente en el comercio hacia las minas. En este período colonial temprano, los sistemas productivos indígenas debieron mantener aún características ancestrales en cuanto al uso de la tierra, pero en especial al mantenimiento de la agrobiodiversidad nativa. Parte de la dieta precolombina y colonial era la arcilla blanquecina llamada ―phasa‖ la cual era extraída de puntos determinados en algunos cerros. Este tipo de caolinita debió constituirse en un regulador iónico del metabolismo y un suplemento mineral importante en una región caracterizada por su magra oferta de recursos en general. Con el ingreso de la colonia, numerosos otros productos ingresaron a los campos de cultivos y la dieta de los pobladores del Valle. Entre estos se mencionan el trigo, la cebada, el haba, arveja, hortalizas diversas, caña, vid y frutas como manzanas, duraznos, peras. Una importante variedad de animales domésticos ingresaron en la colonia: ovejas, cabras, vacas, asnos, caballos, gallinas, gatos y otras razas de perros. A este embate de agrobiodiversidad exótica se sumo el ingreso de plagas y especialmente de malezas, muchas de las cuales se quedaron en el Valle hasta la actualidad. Se desconoce cuando se introdujo la abeja europea (Apis

mellifera), posiblemente a los valles de Rio Abajo, y el rol que tuvo en los procesos de polinización y mantenimiento de los nuevos tipos de cultivos. La intensificación del uso de la tierra, y cambios en la composición de los cultivos, debieron ocasionar un descenso en los niveles de la agrobiodiversidad nativa. Según Cajías y Fernández (1994) la colonia afectó la

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equidad de género que existía en épocas prehispánicas, pues la mujer perdió el acceso autónomo a la tierra, y las nuevas Leyes dieron a los varones la exclusividad de la tenencia, situación que se mantuvo varios siglos. Dicha pérdida por parte de la mujer, debió tener además repercusiones negativas en las decisiones relativas a la producción, en el manejo de las semillas y por tanto en la agrobiodiversidad.

En el siglo XVII, la región del Altoperú estaba casi totalmente ocupada por comunidades indígenas y las tierras ocupadas por los españoles no pasaban del 5%. En manos de los comunarios indios había una superficie de unos 500.000 kilómetros cuadrados de tierras, en tanto que en poder de los españoles no habían más de 20.000 kilómetros con una población dedicada al campo de menos de 3.000 personas (Antezana, 2006). Antezana sostiene que no es cierto, que en esta primera etapa de la colonia se hubieran establecido los latifundios feudales en valles y menos en los altiplanos con climas adversos. Es así que, coincidiendo con las crónicas, en el Valle de La Paz las tierras en torno a la ciudad estaban mayoritariamente en dichas épocas, en manos de los ayllus, comunidades y cacicazgos indígenas. En el siglo XVIII y XIX se consolidaron muchos pueblos, entre ellos Mecapaca como parte del curato de Sica Sica.

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Otro patrón de uso del espacio, se daba en el siglo XVIII, a partir de hacendados ―ausentistas‖ que vivian en la ciudad de La Paz, pero que tenían haciendas en los Yungas, por ejemplo Chulumani, en Río Abajo o en los alrededores del Lago Titicaca (Klein, 1993). En estos casos, había una importación de productos, sea coca o papa, desde esas zonas de producción externas al valle, hacia la ciudad. De acuerdo a Antezana (2006) la política agraria que practicaban inicialmente los españoles en la primera etapa de la colonia estaba basada en el respeto a las costumbres de las comunidades. Este autor sostiene que no hubo usurpación de tierras, ni privaciones de libertad a nivel agrario a excepción de la mita en las minas. Posteriormente, esta política se trastornó y se produjo una usurpación progresiva de las tierras de las comunidades. Este proceso fue lento, de corto alcance, dificultoso por la resistencia indígena, y tuvo en algunos casos que revertirse. A fines del siglo XVIII, La Paz ya había ―comido― su espacio agrícola proveedor y empezaba a depender de otras regiones (Villagómez, 1991). También, a partir de 1781 se sucedieron una serie de cambios sustanciales en el medio ecológico y productivo agrario (Antezana, 2006), esto tuvo relación con la enorme mortandad y genocidio de indígenas, durante y después los levantamientos armados, además de la huida de grandes grupos poblacionales a otras regiones menos violentas. Esto tuvo serias repercusiones en la producción agrícola, pues extensas superficies de tierras dejaron de producir. Adicionalmente, diez a quince años después del cerco de La Paz y los sangrientos sucesos que lo acompañaron se produjo una profunda crisis de producción agrícola en toda la región, debido a fuertes sequías y períodos de intenso frío. La alimentación en la Colonia fue pobre, sujeta a las alternativas climáticas y al régimen de las lluvias, cuyo desborde o sequía ocasionaba con frecuencia oleadas trágicas llamadas "hambrunas", que afectaban en mayor grado a los indígenas y a los individuos empobrecidos de la clase media. A lo largo de la colonia, la producción comercial agrícola en las tierras de las comunidades libres había sido importante desde temprano en la época colonial, situación que se fue incrementando con el tiempo, debido a las crecientes demandas y presiones del mercado, lo cual llevo a estas comunidades a producir cada vez mas en el marco de una agricultura comercial, dándose un consecuente alejamiento de los productos nativos tradicionales, mayormente direccionados al trueque (Klein, 1993), con la consecuente pérdida de agrobiodiversidad. En la

etapa final de la colonia, los sistemas productivos tendieron a

tornarse mas convencionales y menos tradicionales. Al inicio de la colonia, solo algunos españoles conformaron pequeñas granjas llamadas ―chacarillas‖ en las cuales realizaron labores rurales bajo la forma semi-salarial. Mas adelante se popularizó la individualización de la propiedad a partir de la venta de las tierras comunitarias a propietarios indios particulares, (títulos de composición), ―vale decir les vendían

sus propias tierras‖ (Antezana, 2006). Dicho autor, hace también referencia sobre las tierras

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indígenas propiedad de cacicazgos que acumularon grandes extensiones de tierras, propiedades y cuantiosas fortunas sido respetados por los españoles, los caciques ha cambio de varias prerrogativas hacían cumplir las leyes y cobraban tributos. Estos indios privilegiados, ejercían un dominio feudal y sometimiento sobre otros indios pobres incluso a condiciones de semi esclavitud; en la ciudad de La Paz destacaron los posibles casos de los caciques Otorongo y Quirquincha. Posteriormente, Bolivar a partir de diversos decretos, declarará extintos los títulos y prerrogativas que los caciques habían detentado en la colonia. Al final del período colonial, el régimen de propiedad tenía los siguientes elementos (Antezana, 2006): a) tierras comunitarias indígenas, b) tierras de hacendados españoles y criollos, c) tierras privadas de indios con títulos de composición dados por la corona, d) tierras de caciques indígenas. Periodo Inicio de la

Sistemas productivos y uso de leña Continúan los sistemas

Paisaje, Fragmentación y relictualización de ecosistemas Se inicia otro importante proceso de

Colonia (siglo

productivos tradicionales,

fragmentación de los ecosistemas

XVI)

progresivamente van cambiado

naturales, ampliándose a mayores

por la introducción de

superficies del Valle. El cambio de

agrobiodiversidad introducida,

matriz del paisaje se habría hecho

nuevos cultivos y animales de cría,

más notorio. Aun predomina un

traídos de Europa, así como

Paisaje cultural que alterna con el

nuevas malezas y plagas, y nuevos

Paisaje natural en fragmentación. Se

sistemas de labranza (arado

acentúa el proceso de

egipcio y tracción animal).

relictualización de la vegetación

Aumento del uso de leña por olas

(bosques arbustivos microfoliados y

de frío (pequeña glaciación).

matorrales densos) hacia zonas más

Extracción de leña es selectivo a

alejadas y de difícil acceso. Se

especies de alto poder calorífico

supone todavía la presencia de

como Polylepis. Inicio de quemas

Polylepis en relictos alejados y poco

recurrentes.

accesibles.

Colonia etapa

Cambios en los sistemas

La matriz del paisaje del entorno de

intermedia

productivos, proliferación de

la ciudad colonial, constituye una

(Siglos XVII-

nuevos cultivos. Expansión de las

extensa campiña con campos de

XVIII)

superficies agropecuarias e

cultivo, setos y eriales en descanso.

intensificación de los sistemas de

Zonas más alejadas con comunidades

producción con arado egipcio y

indígenas, también intensifican la

labranza de tracción animal.

producción agropecuaria para

Sobrecarga animal (mayormente

abastecer la ciudad. Paisajes

ovinos) y sobrepastoreo. Sistemas

culturales en determinadas zonas

tradicionales se tornan relictuales

alejadas. La fragmentación de los

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a determinadas zonas del Valle.

ecosistemas naturales se amplía a

Grandes pérdidas de

grandes superficies del Valle. Se

agrobiodiver-sidad nativa.

intensifica el proceso de

Elevado consumo de leña y carbón

relictualización de la vegetación

por el aumento poblacional y la

hacia zonas cada vez más alejadas y

recurrencia de olas de frío.

de difícil acceso. Es posible que

Extracción de leña es selectivo a

Polylepis ya estuviera en franca

especies de alto poder calorífico

desaparición.

como Polylepis. Quemas recurrentes. Fin de la Colonia

Todo el Valle circundante a la

La matriz del paisaje corresponde a

(inicios Siglo

ciudad con sistemas de

una extensa campiña con campos de

XIX)

producción agropecuaria

cultivo, setos y eriales en descanso,

intensiva, que incluso ya no

o zonas degradadas. La producción

abastecen la demanda de

agropecuaria del Valle ya no

alimentos, los cuales se importan

abastece la ciudad. Paisajes

de otras regiones. Aumento del

culturales en zonas alejadas. La

uso de leña y carbón, que proviene

fragmentación de los ecosistemas

de zonas más lejanas fuera del

naturales ocurre en zonas más

Valle. Procesos de erosión por

alejadas. Se intensifica el proceso

pérdida de cobertura vegetal y

de relictualización de la vegetación

sobrepastoreo. Quemas

hacia zonas cada vez más alejadas y

recurrentes.

de difícil acceso. Es posible que

Polylepis ya habría desaparecido del Valle.

Tercera fase de elevada

fragmentación, cambio de matriz

y relictualización de la

vegetación natural. Paisaje rural de producción intensiva predominante

Mudanzas en los ecosistemas y paisajes en la colonia Al tiempo de la fundación oficial de la ciudad de La Paz en la cabecera media–alta del río Chuquiabo, y las cuencas de sus afluentes en zonas vecinas o circundantes, los cerros, mesetas, lomas y quebradas, se encontraban intervenidas por al menos tres milenios de usos agrícolas, pecuarios, quemas y uso de leña. La matriz del paisaje estaba a punto de invertirse en función a la intensificación agropecuario que se iba a producir. Constituía de cualquier forma, un paisaje rural armónico, pintoresco en esencia, con cultivos, setos y campos de descanso, así como abundancia de sitios agrestes con remanentes de vegetación natural. Era el hinterland de la nueva ciudad, con importantes superficies de

parajes rurales y debieron corresponder a

paisajes culturales, en algunos de los cuales destacaban sitios con profusión de andenería (Kallapa, Chicani, Alto Irpavi).

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Es importante destacar que el proceso más intenso de fragmentación de los ecosistemas y de relictualización acelerada de la vegetación (y pérdida de biodiversidad en general) se dio en el transcurso de la colonia. Los paisajes del Valle se ―ruralizaron‖ por la presión del avance agropecuario, a medida que la ciudad y su población iban creciendo. La ciudad aldeana en su totalidad a fines del siglo XVIII, no superaba las 200 hectáreas y era sin duda casi insignificante en medio de la expansión rural y agreste del paisaje del Valle. Los medios rurales se concentraban en la colonia en zonas con terrenos propicios para la agricultura, como ser Potopoto (Miraflores), Sopocachi. Obrajes, Achumani, Kallapa, Cota Cota. correspondiendo a un paisaje eminentemente rural. La matriz del paisaje se había invertido, predominaba la extensa campiña agropecuaria que suplía de alimentos a la ciudad, con remanentes o relictos de vegetación natural en zonas mas alejadas o de difícil acceso. La abundancia de setos y restos de bosques arbustivos y matorrales altos, debió ser al inicio, parte fundamental del paisaje, para luego ir disminuyendo paulatinamente. Se supone en esta etapa colonial, todavía la presencia de relictos de Polylepis cf. besseri y de Buddleja, especies que desaparecerían progresivamente. Entre las varias descripciones de crónicas del Valle de La Paz, destaca una referida por Otero (2011) que tiene un aire casi poético y describe el paisaje de la ciudad aldeana:…El paisaje

paceño es múltiple, complejo e imprime una honda emoción llena de sugestiones espirituales. Diríase vista desde el arenoso yermo del Alto, una profunda hondonada que labró el paso de los siglos, espectáculo único por su colorido y el armonioso capricho del panorama. Destácase en el fondo, pintando un cuadro el Illimani, erguido orgullosamente en la inmensidad cristalina del aire terso, y más aquí el rojo de las techumbres de teja que forman una mancha purpurina, la belleza de las torres eclesiásticas y el verde prado de la campiña que introduce una nueva nota de contraste en este paisaje polícromo y cambiante. La ciudad se agazapa en los cerros, trepa por las colinas, cruza el río Choqueyapu, se extiende a su largo y repta cautelosamente por las quebradas pendientes. Las colinas que la circundan cubren el horizonte, recortándose en el cielo azul con angulosidades de sierra. La fisonomía interior de la ciudad reserva el espectáculo de sus construcciones, las cuales no deslumbran, ni por su magnificencia, ni por su lujo, ni por su audacia arquitectónica, en cambio presentan un cuadro de color local interesante por su composición. Por último, para que la nota de color se subraye se encuentran en la ciudad las construcciones indígenas de adobe o tapial con techo de paja, que da al ambiente paceño una pincelada eglógica, no exenta de poesía rural. Nótese que adentrada la etapa colonial, la ciudad ya empezaba a extenderse (trepar) por cerros, quebradas y pendientes, sin duda haciendo referencia a la inicial expansión urbana hacia las cuestas de la zona norte, desde la Plaza mayor, o a la zona de San Pedro, desde San Franscisco.

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Se menciona también, el empedrado de las calles con guijarro, y por medio de las calles corre el

canal abierto que traslada a la luz del sol las inmundicias, dejando la obra de la higiene al lavado que realizan las lluvias torrenciales. Suponemos que el empiedre con guijarros era exclusivo de algunas calles señoriales. La descripción de viviendas indígenas en 1583 señala ―de los indios son todas casitas pequeñas

cubiertas de paja, el patio y el corral es todo uno y es muy pequeño. En un mismo aposento aunque pequeño tiene sus camas, guisan de comer y es toda su haciendilla y allí caben las gallinas y conejuelos que tienen, que se llaman cuies‖. A fines del siglo XVIII, la ciudad se alumbra por el sistema de los faroles con vela de sebo. Hacia 1796, el intendente Fernando de la Sota ordenó el levantamiento de un plano para efectuar la instalación del alumbrado, e hizo poner faroles en toda la zona central y las más importantes calles aledañas (Crespo Rodas et al. 2009). Otra descripción de crónicas del Valle de La Paz en 1586, da algunas referencias sobre el paisaje de la ciudad:…..fundada en el valle hondo que tiene de bajada media legua, Utierra rasa,

sin ningún monteU, en una ladera del dicho valle se pobló aquí a causa de que está algo abrigada de los fríos y aires que en su tiempo hace. Tiene muchas fuentes de muy buenas aguas, por las laderas. Tiene un río que pasa por medio del dicho valle; ese río rápido y muy corriente, y el tiempo que no llueve lleva muy poca agua y con las avenidas del invierno va muy furioso. Río debajo (Río Abajo) de la ciudad, hay muchos valles en los cuales están plantadas mucha cantidad de viñas y muchos frutales de Castilla, como son higueras, menbrillos, duraznos, peras, cirgüelas, mansanas y camuesas. Hay también en estos valles sementeras de trigo y de maíz pues es el grano y mantenimiento más sustancial de los naturales desta tierra (Revista Ciencia y Cultura Nº 27, 2011). Nótese la definición, tierra rasa, sin ningún monte, pues clarifica la asuencia de formaciones de vegetación que, en opinión del cronista, pudieran denominarse bosques propiamente. Esto significaría que los matorrales o bosques arbustivos relictuales que pudieron haber existido entonces, no determinaban un paisaje boscoso, por estar relegados mayormente a setos entre los campos de cultivo o en descanso, o en el fondo de quebradas, pero si se hace referencia a un ―verde prado de campiña‖, una estepa arbustiva, que contrastaba con el yermo arenoso de El Alto en la Puna. En cuanto al escenario fisiográfico del paisaje del Valle, Gerl Pardo y Chávez (2011) hacen una mención histórica de su topografía: …..‖En las alturas contiguas que rodeaban la hondonada del

Chuquiabo, se divisaban una suerte de recintos fortificados con alminares, ahora torres con capiteles, ahora obeliscos, rematando en una especie de agujas lanceadas; y eran, seguramente, restos de alguna dislocadura o asentamiento telúrico milenario, que adquirían todo el aspecto de una ciudad pétrea, sumida en el sueño perpetuo‖……..Sin duda, esta escripción hace referencia a las formaciones erosivas de Llojeta, la serranías de Lipari y del entorno de la Muela del Diablo y otras zonas abruptas y erosivas, que naturalmente causaban viva impresión en los habitantes del Valle en dicha época.

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Otro elemento fundamental del espacio urbano colonial en estructuración y magro crecimiento, fue el de los ríos y quebradas, las cuales disectaban todo el espacio, descendiendo por las laderas desde las partes altas, tanto cordilleranas como de la meseta puneña de El Alto. En enero de 1557 se construyó el puente de San Francisco, primera obra vial paceña dirigida por el carpintero Francisco Herrera, que hizo la construcción con madera y usando mano de obra indígena (Cuervo Alvarez, 2013). De acuerdo a Medinaceli (1997), todo el espacio urbano se encontraba surcado por distintos ríos y riachuelos que se comunicaban por medio de una serie de puentes, algunos fueron construidos por los incas, otros en el período colonial y después al inicio del período republicano. Antes de su entubamiento, unos siete puentes principales cruzaban el Choqueyapu en distintos lugares. Otros datos de crónicas indican que existían diez puentes en dicho río y muchos otros en las diferentes quebradas. Un dato llamativo, es que esta condición de ríos, quebradas abiertas y puentes que se mantuvo hasta comienzos del siglo XX (Medinaceli, 1997), actualmente no ha cambiado del todo, considerando el megapuente de Las Américas y los megapuentes trillizos que unen la profunda quebrada del río Choqueyapu entre Miraflores y Sopocachi. Relación de puentes en la ciudad de La Paz a inicios del siglo XVII. Fuente: Medinaceli. X. 1997. ¿La Paz, ciudad de cerros o de ríos?. H. Alcaldía de La Paz.

El puente de Challapampa construido a principios del siglo XVII. El puente de las Concebidas se encontraba sobre la entrada principal a las calles Comercio y Evaristo Valle. Se destruyó en 1781 y reedificó nuevamente. Comunicaba la plaza de San Francisco con la calle del Teatro (Jenaro Sanjinés). El puente de Yanacocha se construyó bajo el Gobierno de Santa Cruz en 1830, comunicaba la calle Recreo (hoy Mariscal Santa Cruz) con la Yanacocha. El puente de Socabaya. Se trabajó en la misma época que el anterior, alrededor de 1846. Comunicaba la calle Socabaya con la Recreo. El puente de la Moneda unía la calle Ayacucho con la Recreo. Puente de la Placa, construido cuando Belzu (1852) unía la calle Colón con la Recreo. Puente de Sánchez Lima o San Juan de Dios. Construido en 1817. Dice Acosta que ―es precioso‖, con vista al Illimani y enverjado de fierro. Comunicaba la calle Loayza con San Pedro. Las modificaciones del paisaje en el Valle tuvieron también relación con los cambios poblacionales. Ya se ha visto que la ciudad aldeana hacia 1586, tenia algo mas de 6.000 habitantes, en tanto que en 1796, tenía 21.120 habitantes (Prada, 2000), un incremento poco significativo, considerando un lapso de casi dos siglos, sin embargo, la necesidad de intensificar la frontera agrícola, tuvo sin duda, repercusiones relevantes en el paisaje del entorno urbano. Las cifras corresponden a la población española de la ciudad, e indígena de los ayllus

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circundantes más próximos, sumándose posteriormente las nuevas generaciones de población criolla y mestiza. La reducida población fue determinante para el mantenimiento de los patrones del paisaje cultural, en especial del hinterland mas alejado, incluso hasta pasada la etapa colonial. El caso del Valle de La Paz al inicio de la etapa colonial, no se compara en términos poblacionales al Valle del Cuzco, que tenía un carácter de ciudad imperial y administrativa, además de ser sede principal de la nobleza incaica. El Valle de La Paz era un centro de ocupación secundaria, como parte del control vertical de pisos por tiwanacotas, aymara-pacajes e incluso incas. Un cambio fundamental que repercutió en la degradación de los suelos y el estado de los ecosistemas y paisajes en general, fue la adopción del arado egipcio a tracción animal, traido de España y que reemplazó a las herramientas tradicionales precolombinas como tacllas y chaquitacllas, las cuales permitían una labranza casi cero. Estas siguieron siendo utilizadas hasta hace unos años en las zonas de andenería estrecha y empinada, como las laderas altas del río Kallapa, donde el uso del arado con tracción animal se hace mas difícil. Otros efectos considerables sobre los ecosistemas se dieron a partir del cambio en los sistemas de producción por la introducción de ganado exótico (ovejas, bovinos, caballos, asnos), y el progresivo aumento de los hatos, lo que ocasionó un aumento considerable de la presión de sobrepastoreo y pisoteo en los suelos y vegetación del Valle. Especialmente la ovinización, debió ser determinante en el incremento de los eventos degradativos de la cubierta vegetal y de los procesos erosivos en una región de escasa cobertura vegetal y con elevada propensión al deterioro edáfico. Otro elemento de presión fue el incremento de la presión de uso de leña y elaboración de carbón como materia combustible para la naciente ciudad, así como una mayor frecuencia de quemas. Esto debió dar lugar a extensas fases sucesionales dispersas y frecuentemente interrumpidas, de matorrales bajos empobrecidos, esto debido a la degradación de los suelos y modificación de microclimas de germinación, dando como resultado que muchas especies de arbustos ya no podían establecerse. Es en esta etapa, cuando posiblemente desapaericeron las poblaciones relictuales de queñua (Polylepis) y otras especies de leña dura o densa. Las quemas debieron tener una recurrencia desde épocas prehispánicas, pero con la colonía debieron reactivarse para diversos procesos relacionados con la expansión agrícola, la habilitación de campos de pastoreo, pero además con las fechas relacionadas a la festividad de San Juan. No existen reportes de crónicas al respecto, pero con la llegada de los españoles se introdujo la festividad y costumbre de quemar leña y mobiliario en desuso, situación que se extendió a la quema intensa de vegetación en los campos y zonas seminaturales, algo que expone D`Orbiygni al inicio de la etapa republicana. Esto debío tener un impacto decisivo en la reducción de la

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cobertura vegetal del Valle, pero especialmente sobre los relictos de vegetación arbustivo y arbórea. En el análisis climático se vió que el inicio de la ―pequeña edad glaciar‖ o del hielo, que hizo descender el nivel inferior de los glaciales por debajo de 4.800 msnm, desde finales del siglo XVI y el siglo XIX, significó una recurrencia de fuertes inviernos en diversas partes del globo, arruinando cosechas y ocasionando hambrunas. Esta situación pudo ser influenciada por la enorme erupción del volcán Huayna Putima en el Perú el año 1600. Las crónicas de La Paz, mencionan una gran nevada el siglo XVII que derrumbó el techo de la catedral. Esta etapa de fríos extremos en la época colonial tuvo que haber significado un incremento inusitado de la extracción y uso de leña, y que bien pudo haber mermado con los stocks remanentes de arbustos con alto poder caslorífico en el Valle (caso Polylepis), iniciándose el aprovisionamiento de leña y carbón de otras regiones más alejadas. El carbón y la taquia eran artículos de primera necesidad y su comercio estaba mayormente en manos de los indígenas (Cajias et al. 2007). Todo estos impactos a los ecosistemas, desembocaron en el proceso de relictualización de la vegetación natural ya analizado, la cual empezó a prosperar únicamente en zonas alejadas y de difícil acceso. Es así que en el siglo XVIII, el manto verde de bosques arbustivos y matorrales altos predominante varios siglos atrás, ya casi había desaparecido del paisaje general del Valle. En cuanto a mudanzas súbitas por eventos catastróficos, también debieron tener efectos en la configuración del paisaje colonial del Valle. Se destaca el mencionado por Gerl Pardo y Chávez (2011) sobre el hundimiento de Achocalla a fines del siglo XVI (1581), haciendo referencia a un estallido, como un ruidoso tronido, cuya resonancia repercutió en todo el ámbito del Valle. Esa noche había desaparecido Anko Anko (hoy Achocalla), situado al sudeste de la ciudad en proximidades a las zonas de Llojeta y el Ckencko, que se extendía desde la Ceja de El Alto hasta Sopocachi Alto, y era un caserío que tenía el rango de pueblo, con una población de 2.000 habitantes. Anko Anko (también aparece como Janko Janko) es decrita como una sórdida aldea (por la resistencia a la cristianización), enclavada en medio de rodados de cortezas volcánicas y terreno aluvial, con casuchas desperdigadas en una vasta área de tierra deleznable (producto del torrente de barro de Achocalla y clasificada técnicamente como un ―bad land‖). Un artículo escrito por Fray Antonio Calancha el año 1581, (―Crónica Moralizada‖), describe este desastre como producto de una gran tormenta de lluvia que duró varios días, lo que provocó una gran humedad en esta zona de terrenos inestables y que según los datos que realiza Calancha, el agua formó un torrente de barro que arrasó con la población indígena, el cual fue precedido por el hundimiento telúrico que ocasionó una gran mortandad de pobladores y ganado. Otro evento telúrico que conmocionó el Valle, ocurrió el año 1646, cuando se produjo el desprendimiento de un gran farallón del Illimani, posiblemente relacionado a un terremoto de gran magnitud en la costa del Pacífico (Lima).

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Aspectos ambientales en la colonia Algunos autores como Helio Brailovsky (2006), hacen referencia a las condiciones ambientales de las ciudades europeas de la época renacentista (concordante al período colonial de América), ……‖un enorme problema era el olor que procedía de los montones de basura en

descomposición y de los excrementos humanos y de animales mezclados con charcos de orina que bloqueaban las calles o se arrojaban a los ríos o arroyos. Las calles de Paris del siglo XVII se describían como un lugar horrible y maloliente por el hedor de carne y pescado podrido y la multitud de gente que orina en las calles. Se conoce la ausencia de retretes y la gente hacía sus necesidades en cualquier espacio disponible (fecalismo abierto) y las familias que si los tenían, echaban los desechos en el entorno de las viviendas. En 1.697 se describen las calles de Madrid como muy sucias por la costumbre de tirar la basura por las ventanas. A esto se asocian las epidemias de pestes que asolaron muchas ciudades europeas‖ (Brailovsky, 2006). Brailovsky cita y comenta con sarcasmo: ―La existencia en España de una medida oficial que

recomendaba el uso de orina y excrementos humanos como desinfectantes, nos da la perspectiva adecuada para valorar las cuidadosas normas de saneamiento incluidas en las Ordenanzas de las Indias‖. Existen referencias de la ciudad de Buenos Aires en la época colonial, sobre las aguas estancadas y contaminadas y la costumbre de tirar a la calle la basura, que aumentaban la contaminación de las aguas. En las ciudades coloniales de Colombia existían ordenanzas, como la prohibición de tirar la basura en calles, plazas y acequias, o impedir que el agua se tirara en las calles, fuera limpia o sucia. Preocupaba el que se arrojaran en las calles animales muertos que, además de mal aspecto y olores desagradables, podían afectar la salud de los habitantes. Se proponían lugares para basureros (Lucena, 2008) Serrano Bravo (2004) hace referencia a las condiciones ambientales en la ciudad de Potosi colonial…. ―convertida en una gran urbe con intensa actividad minera, industrial y comercial. Se

menciona que los desechos de la limpieza corporal y del lavado de la ropa de parte de la población, eran vertidos directamente a la calle o en los interiores de las viviendas junto con orines y aguas servida para juntarse con los excrementos de cuanto animal circulaba por sus poco rectas y tortuosas callejuelas. La basura era arrojada en las noches a las angostas calles y eventualmente era recogida por los indios de trajines para de igual manera echarla en las afueras de la Villa. Esta idea de arrojar la basura en sus afueras y no en un botadero sanitario originó que formaran unos cerros que casi igualaban la altura de los edificios más altos de la Villa‖. Existen pocos reportes o relatos de crónicas que hagan menciones al estado ambiental de la ciudad de La Paz en la época colonial, la referencia mas común es sobre las aguas servidas que eran echadas a las calles y arroyos que surcaban la ciudad colonial.

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Otero (2011) en base a información de crónicas, menciona de forma genérica que las ciudades reancentistas europeas y las coloniales en América, posiblemente incluida La Paz, eran sucias, con aguas servidas, inmundicias estancadas, pocos baños públicos, inexistentes baños privados, y en especial la dejadez en cuanto al aseo personal. Considerando el reducido tamaño de la ciudad colonial y la escasa población (comparada con Potosí, Buenos Aires o Lima, en dicha época) suponemos que las cosas pudieron no haber sido tan graves. La basura generada y con seguridad en muy bajos volúmenes, consistían casi exclusivamente de residuos orgánicos, los cuales o se quemaban, o se acumulaban en las periferias de la ciudad o eran hechados a los cauces de ríos y cañadas, afectando algunos puntos de las zonas rurales. Con seguridad había un creciente fecalismo abierto en toda la periferia y espacios suburbanos circundantes a las zonas urbanas del centro. Hacia 1700, pocas casas debieron contar con sistemas de letrinas con pozos ciegos, mucha gente de diversos estratos sociales esperaba, sin duda, las horas del crepúsculo y de la noche para salir por los extramuros cercanos de la ciudad aldeana y hacer sus necesidades, esto debió perdurar durante muchas décadas, en realidad algo más de dos siglos hasta la instalación de las redes de alcantarillado. De esta forma, un paseo por la periferie suburbana y semi-rural próxima al centro paceño en el siglo XVIII, no debió ser agradable y para gozar de un paisaje rural sano y limpio con seguridad se tenía que ir a lugares algo más alejados del entorno urbano, como Poto Poto (Miraflores). Según crónicas, las aguas servidas cruzaban hasta los colectores en canales abiertos en medio de las calles, exactamente igual rural actual en crecimiento. Consideremos el siguiente análisis comparativo, un habitante moderno del siglo XXI en la ciudad de La Paz, genera alrededor de 0,7 Kg /Hab-día, y toda la ciudad unas 700 Tn/día (son cifras aproximativas a falta de datos efectivamente confiables), considerando una población cercana al millón de habitantes. En 1600, la ciudad de La Paz, escasamente tenia una población de 10.000 habitantes (de la dimensión de una población rural menor actual). Considerando la inexistencia de bolsas plásticas, otros envoltorios de diversos tipos de plásticos, botellas, latas, incluso papél y que la totalidad de los residuos domiciliarios eran en ese entonces orgánicos, podemos suponer que la generación per capita de basura debió ser en promedio 0,1 a 0,2 Kg/Hab-día, o incluso tal vez menos, (esto se observa hoy en municipios rurales actuales). Por tanto la generación total diaria de basura debío oscilar en ese entonces entre 1 y 2 toneladas. Este ejercicio nos da una pauta de la dimensión actual de la contaminación por vertidos de basura y nos vuelve a mostrar, a pesar de los problemas que habían, como el fecalismo abierto, la buena calidad ambiental del Valle en los siglos pasados. La generación de residuos no ejerció un impacto significativo en la calidad ambiental del Valle en su conjunto, ni siquiera en el río principal de la naciente urbe, el cual es mencionado como de aguas limpias. El río Choqueyapu y sus afluentes, aún podían cumplir el servicio ambiental de purificación de la matería orgánica en sus aguas. Sin embargo, con el aumento de la población y las actividades productivas y comerciales en los siguientes siglos, la calidad ambiental de la

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ciudad y su entorno inmediato, debió haber ya mostrado ciertos efectos de deterioro. El tema de la contaminación de aguas y suelos, siempre estuvo atenuado por las condiciones del clima frío y seco. No se han encontrado referencias sobre el uso de azogue (mercurio) en el proceso de separación del oro aluvional en el Valle de La Paz en las épocas precolombinas, pero se da por sentado, que en el colonia sí se utilizó azogue para amalgamar el oro. Se conoce que los Incas y otras culturas andinas en épocas precolombinas, conocían el uso del mercurio, en la forma mineral de Cinabrio, el cual era explotado en zonas cordilleranas del Perú, como Huancavélica (Lara Monge, 2006) y utilizado en procesos de aleación (además era usado como colorante cosmético). También se menciona el dato crónicas, de que en cierta época, un soberano Inca prohibió su uso por los daños que el mercurio ocasionaba a la salud, sin embargo las fuentes no son precisas y la mención no tiene consistencia. Se mencionan para el Valle de La Paz, sistemas de separación gravimétrica en el período del incario. Al respecto, Bedregal (2014) menciona la existencia de canales de piedra que canalizaban el agua del río que entraba a las viviendas donde habían bandejas de piedra donde se depositaba el oro. Los canales eran estructuras de piedra, angostas, donde sólo era posible que se deslice una persona para poder extraer el oro que era lavado con el agua de los ríos. Bedregal también describre un relato del propio Francisco Pizarro, de 1533… ―el modo en que lavan es que sacan del mismo río agua, echan la

tierra y echada, sacan por una canaleta el agua se lleva poco a poco la tierra y se queda el oro en las mismas losas y de esta suerte lo recogen… En la colonia se introdujo el uso del azogue en el Perú y Alto Perú (que comenzó a ser utilizado en México), tanto para la separación del oro, pero especialmente de la plata, llegando a ser un elemento fundamental en la explotación y comercio del mineral. No se conoce la magnitud del daño ambiental y a la salud, en la explotación del oro en el Valle durante la colonia, aunque existen algunas referencias sobre las severas afectaciones del azogue en la explotación de la plata en Potosí (Otero, 2011):….El empleo del mercurio, ya sea puro o en forma de sales de

mercurio, para la extracción de la plata por el método de la amalgamación, sembraba graves envenenamientos mercuriales unas veces y otras alteraciones lentas como la caída del cabello y de los dientes, y un temblor análogo a la parálisis agitante. Este temblor era típico del mercurismo, en los llamados "azogados" que arrastraban su larga miseria fisiológica pidiendo limosna en las ciudades… En otro ámbito, existen referencias (Del Valle de Siles, 1994) de una severa contaminación por descomposición de cadáveres durante el cerco de la ciudad en 1781, así como pestes y enfermedades asociadas. Comparativamente, la ciudad de Potosí en el auge colonial era un inmensa fuente de contaminación, tanto por las intensas actividades mineras, como por la gran población que llegó a albergar. Como se mencionó anteriormente, existen reportes de la fuerte contaminación minera en la Potosí colonial (Serrano Bravo, 2004), al punto de que la ―firma‖ ecológica de la

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contaminación emitida en Potosi en la colonia, ha sido encontrada en las capas de hielo acumuladas de los glaciares del nevado Quellcaya en el Perú, a 800 Km., de distancia, lo cual puede dar una idea de la dimensión del problema (Ugliettia et al./PNAS, 2014). Periodo

Estado ambiental

Biodiversidad

Inicio de la

La reducida población de la ciudad

La progresiva habilitación de

Colonia (siglo

aldeana y de las comunidades indígenas

mayores espacios de producción

XVI)

del Valle, generó efectos localizados

agropecuaria, quemas y la

de poca intensidad y magnitud. Los

extracción selectiva de leña debio

ríos que cruzaban la ciudad fueron

significar el deterioro de grandes

reportados como de buena calidad. Se

superficies de habitats y pérdidas

usaba mercurio para amalgamar el oro.

de biodiversidad. Paulatina reducción de las poblaciones de ciertas especies como la queñua. Se debio dar la sobre caza de especies como la vicuña, guanaco y taruca.

Colonia etapa

El aumento poblacional debió dar lugar

Todas las situaciones

intermedia

al inicio de problemáticas ambientales

anteriormente descritas, se

(Siglos XVII-

(aunque todavía a baja escala), como el

incrementan. Algunas especies de

XVIII)

vertido de basura a los ríos, fecalismo

fauna debieron desaparecer del

en las periferias, desechos de

Valle central. Posiblemente la

animales de carga. El agotamiento de

queñua ya estaba en franca

los depósitos de oro aluvional debio

desaparición.

significar, dejar usar mercurio. Fin de la

Similares condiciones a las

El Valle en general ha

Colonia (inicios

anteriormente descritas, pero con

experimentado fuertes descensos

Siglo XIX)

franca tendencia a incrementarse, por

en los niveles de biodiversidad

ejemplo, el vertido de basura a los ríos

respecto de siglos anteriores; una

y quebradas, fecalismo en las

parte se mantiene en los relictos de

periferias de la ciudad, la acumulación

ecosistemas naturales. La queñua y

de los desechos de animales de carga

otras especies de flora, habrían ya

en ciertos sectores, etc. Se reportan

desparecido del Valle.

epidemias.

Otros aspectos debieron incidir en la reducción de la calidad del ambiente, por ejemplo, la extracción intensiva de leña, ocasionando al final de período colonial, la posible desaparición de especies como la queñua y la kishuara, situación que habría implicado la desparición de los árboles semilleros. En el capítulo referente al clima del Valle, se hizo mención de la denominada ―pequeña edad de hielo‖, fenómeno global posiblemente relacionado con la explosión de volcanes en los Andes peruanos (Huaynaputina) y en Indonesia, y que prevaleció durante casi cuatro

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siglos (XVI-XIX). Este fenómeno climático histórico implicó un avance de glaciales cordilleranos, enfriamiento general, olas de frío y grandes nevadas (como la reportada en el siglo XVII). A su vez, pudo significar un incremento en el uso de leña y otros combustibles para calentar los hogares. Se conoce de algunas ordenanzas coloniales en la ciudad colonial de La Paz, que podrían ser interpretadas, como de protección ambiental, por ejemplo: …En 1550, la autoridad colonial

prohibió a los vecinos cambiar el cauce de acequias y arroyos que pasen por las calles o sus solares (domicilios) bajo pena de que a su costa vuelvan a colocar por donde pasaban, ―más paguen todo el daño y perjuicio‖. Asimismo se prohibía que se dé en propiedad, para huertas o chacras, terrenos donde haya juncos y totoras (planta perenne, común en esteros y pantanos) ―de los que están dentro de media legua de esta dicha ciudad en río y fuera de él‖, ya que estos vegetales son alimento básico para los caballos y otras bestias de carga… (Cuervo Alvarez, 2013). Ya se ha mencionado en un capítulo anterior, la existencia de una ordenanza que prohibía la tala del molle (Schinus molle) en el Valle. De cualquier forma, la extracción de leña debió ser una condición de primera necesidad; a esto se sumaba la eliminación de grandes superficies de relictos de bosquetes y matorrales altos debido a las quemas recurrentes (tanto estacionales, como en la festividad de San Juan) y la expansión de zonas agropecuarias, además del pastoreo del ganado exótico que incidió en el deterioro de los suelos y la erosión. No se han econtrado datos al respecto, pero suponemos que la situación de la fauna silvestre debió seguir un patrón de disminución de las poblaciones de muchas especies, a medida que ocurría la pérdida de hábitats y la relictualización de la vegetación. Sin embargo, la introducción de ganado, como ovejas y cabras, así como aves de corral, pudo haber significado que muchas especies de especies predadoras (zorros, pumas, gatos monteses) se acerquen a los corrales y viviendas. Esto habría supuesto una persecución y eliminación de las especies de predadores. En el mosaico agrícola y de relictos del entorno de la ciudad, en especial en zonas mas alejadas y con mayor cobertura de vegetación, debieron existir importantes relictos de fauna. Las mayores pérdidas de biodiversidad se habrían dado, desde muy entrada la Colonia o incluso antes, en tanto que las mayores pérdidas de agrobiodiversidad nativa se habrían producido desde la Colonia, en especial por el ingreso y popularización de los cultivos foráneos. Un aspecto crítico a lo largo de la colonia, especialmente entre 1720 y 1805, fue la sucesión de períodos de severas sequías, lo cual repercutió en la reducción de la producción agropecuaria, sin duda en efectos adversos a la biodiversidad (por ejemplo, mayor vulnerabilidiad a quemas y mortandades) y aparición de enfermedades y pestes.

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Epidemias y mortandades por contacto inicial Respecto a los primeros contactos de los españoles con la población indígena del Valle de La Paz, no se han encontrado reportes en las diversas crónicas, sobre epidemias y/o mortandades (viruela, sarampión, gripes, etc.), en las poblaciones indígenas, las cuales se han reportado ampliamente en diversas regiones de los Andes y la Amazonía. y que llegaron a diezmar pueblos enteros (Elio Brailovsky, 2006). Estas mortandades podían empezar con un simple estornudo sobre una población nativa que carecia de las defensas inmunológicas. García Cáceres (2003) cita: ….‖Durante todo el siglo XVI las enfermedades virales sembraron

el caos entre las sociedades desmoralizadas y vencidas de los andinos, en territorios que ahora son parte de países como Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y las regiones norte de Argentina y Chile; existen testimonios aterradores del holocausto que se produjo‖… También, García Chicano (2005) comenta:…‖El siglo y medio que siguió a 1.492 fue testigo de la

mayor catástrofe sanitaria y demográfica de la historia conocida de la humanidad, ya que el número de personas que murieron habría superado las víctimas de la Peste Negra, acaecida en Europa a mediados del Siglo XIV. Casi ninguno de los pueblos aborígenes escapó a esta tragedia. La viruela, sin dudas, fue el mejor aliado que tuvo Hernán Cortés, según el dominico Francisco de Aguilar, que había estado con él durante la conquista de México‖... En el siglo XVIII, se hace referencia a epidemias, mayormente relacionadas a hambrunas y fríos intensos, como en el caso del cerco katarista y después de éste. Ríos de Reyes (2002) se refiere a epidemias que ocurrieron al final de la colonia: 1802, viruela ; 1803, escarlatina; 1804, anginas y erisipelas; además se menciona el lamado ―tabardillo‖ (tifus exantemático) y el ―apretón de garganta‖, que pudo haber sido la difteria. Todas estas enfermedades pudieron estar relacionadas a las intensas sequías de inicios del siglo XIX, y posiblemente a la mal nutrición y un descenso crítico de la seguridad alimentaria. También hay reportes mas tardíos, de la época republicana, como el referido por Montecinos (2004) sobre frecuentes epidemias de viruela que azotaron la región, en especial una que en 1832, azotó a la ciudad de La Paz. Cuervo Álvarez (2014), hace referencia a la ciudad del Cusco, sobre la ocurrencia de pestes, como la viruela, que ocasionaron inmensas mortandades en los años 1850 a 1885, no existiendo reportes de estos eventos trágicos para el período colonial.

Toponimias como indicadores De acuerdo a Mazurek (2006), toda sociedad produce espacio y manipula territorio, en consecuencia, deja huellas de sus actividades, estas huellas son signos de apropiación de un espacio por una sociedad, apropiación que empieza por dar un nombre a las manifestaciones de la naturaleza y del paisaje, es decir por la toponimia.

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La toponimia en le Valle de La Paz, es enteramente aymara, lo cual muestra la hegemonía de dicha cultura a lo largo de muchos milenios, y llama la atención la pervivencia de los vocablos aymaras para los diversos sitios y elementos geográficos del Valle, hasta la actualidad. La influencia incaica, de apenas de algo mas de un siglo, no tuvo repercusiones culturales determinantes. Vocablo

Significado

Killi Killini

Lugar de los halcones–Falco sparverius, parte del actual cerro Calvario

Laika qota

Cerro de la bruja o de los brujos (cerro central)

Waripampa

Pampa o llanura de vicuñas (Wari:vicuña)

Wallatani pampa

Pampa o llanura de Wallatas (Chloephaga melanoptera)

Chaski pampa

Pampa o llanura del mensajero (o de pasto lanudo)

Pampajasi

Pampa o llanura de la picazón o escozor (―jasi‖). Posible referencia a alguna planta urticante

Jampaturi

Jampatu: Sapo. Zona donde viven los sapos

Achumani

Lugar de las Achumas (Trichocereus bridgesii –―San Pedro‖)

Irpavi – Irpäwi

Lugar de donde se llevó o arrastró

Sopocachi

Sapa K´achi: (Sapa),

Colina, algo puntiagudo(K´achi) y aislada o solitaria

posiblemente en referencia al Montículo. El vocablo que a

veces aparece en escritos de crónicas como ―Supfukachi‖ no tiene equivalencia al aymara o al quechua. Llojeta

De Lloxe, derrumbar, zona de derrumbes

Chicani

Lugar o sitio de ―en medio‖

Qotauma

Laguna con agua

Qota Qota

Sitio con muchas lagunas

Kusisinpata

Lugar alto de la alegría (Kusisita en aymara: alegre, regocijado)

Kala Qotu

(Calacoto) Montón de piedras o piedras amontonadas

Mecapaca

Sin referencia exacta en idioma aymara o quechua

Mallasa

Malla Jasa (Tierra ploma deleznable)

Illimani

Sitio de la ―illa‖ u objeto sagrado, o Illi, sitio resplandeciente, o umani: dadora de agua. Hillemana: cosa para siempre, versión colonial. De K´ajiri, resplandeciente, refulgente, brillante, probablemente a los

Kasiri

glaciares que tenía en la antigüedad. Serkheqollu

Derivado de Seqe (hilera, fila) qollu:cerro. Hilera de Cerros

Mururata

Cortado, romo, sin punta, sin cabeza

Mama Qollu

Cerro Madre, antiguo nombre que se da al Illimani

Choqueyapu

Chacra o campo de oro; también se traduce como campo o chacra de

(Chuquiabo)

papas

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Achachikala

Abuelo de piedra

Munaypata

Lugar alto de Muñas (Muña pata) Calceolaria spp.

Chalallapampa

Ch´alla pampa: pampa de arena

Churubamba

Churu pampa: Pampa desde donde se bifurcan dos líneas o caminos

Wajchilla

Sitios desamparado, abandonado

Achocalla

Achu Kala (piedra que fructifica o que emerge)

Seguencoma

Sewencoma (De Sewencas: Cortaderia spp, una especie de caña)

Janqo janqo

Antiguo nombre de Achocalla. Zona de color blanco, blanquecino

Putu Putu

Poto Poto (Hoy Miraflores). Zona con muchos huecos o pozos

Pura Pura

Que está entre dos partes (Pura: entre algo)

Aukisamaña

Sitio de descanso del anciano

Chijini

Lugar o sitio con ―chiji‖ o pasto corto (Cynodon sp.)

Chijipata

Sitio elevado con chiji o pasto

Chullpani

Lugar de las chullpas o tumbas elevadas

Orkojahuira

Río macho

Huaynajahuira

Río joven

Wak´ayllani

Wak'a / Lugar de las Wakas. Sitio sagrado cerca de Chiaraque

Aukiqollu

Cerro (Qollu) Anciano-Cerro Padre (Auki), antiguo y original nombre de la Muela del Diablo

Chiaraqe

Chiar Jaqe: Gente negra u oscura

K´allapa –

Uno de los posibles pocos vocablos en Quechua, que significaría litera,

(Kallapa)

parihuela o camilla, posiblemente haciendo referencia a la forma del valle.

Fuentes: Manuel de Lucca, 1987. Diccionario práctico Aymara-Castellano-Aymara. Encic. Boliviana. Ed Amigos del Libro. Paredes Rigobero (1910). La Paz y la Provincia Cercado. Ed. Centenario. Paredes Candia A. 1972. Diccionario Mitológico de Bolivia. Bib. De Cultura boliviana. Mamani,P.M., Guisbert,D.V. 2004. Toponimias Altiplánicas del Departamento de La Paz. C&C Eds. La Paz, Bolivia.

El Illimani, inmensa intrusión cordillerana por encima de los 6.400 msnm., es el elemento mas emblemático e imponente del Valle, y a pesar de estar bastante distante (mas 60 Km.) de la urbe, domina el paisaje. Desde luego que tiene una connotación sagrada en la comovisión andina, no solo en el Valle, sino a nivel regional. Su etimología es aún un misterio. El término Illa se refiere al personaje o principio de cambio capaz de hacer proliferar el ganado o las cosechas, también un principio reproductor mágico de productos y bienes, y se relaciona con el Ispalla (ispa-illa) y el principio de la germinación de los productos agrícolas.

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Dos grandes montañas de la cordilleras parecen tener relación directa con Illa, el Illimani y el Illampu. Illamani (Illimani) podría también ser lugar o sitio de la Illa o lugar sagrado. Paredes también se refiere al término Illi (brillante o resplandeciente), en este último sentido lo describe el escritor Fernando Diez de Medina (1979) y tendría relación con el vocablo Illemana o lugar por donde nace el Sol. Un dato derivado de crónicas coloniales (Revista Ciencia y Cultura Nº 27, 2011), menciona que Hillemana (Illlimani) quiere decir ―cosa para siempre‖ y era objeto de culto y adoración. Pizarro del Castillo (1993) menciona la posibilidad de que Illimani provenga de Illapani (donde nace el rayo). Todas estas derivaciones son mayormente especulativas. También Paredes (1955) se refiere a varias posibles etimologías del nombre Illimani, por una parte Hila-umani (lugar que da agua) o Illa Umani, ―illa a la que le sobra el agua‖ (Viscarra Monje, 1965), podría también ser Jila (Mayor o grande) y umani (dador de agua) o dueño de la lluvia. Cabe mencionar que muchos aymaras de la región de La Paz y del Lago Titicaca se refieren al Illimani con el nombre de Mama Kollu o Cerro Madre. Es igualmente difícil encontrar las filiaciones idiomáticas de los nombres de los picos del Illimani, no se han encontrado estudios académicos y las traducciones puestas en diversas páginas digitales de la WEB, son caprichosas, inconsistentes y repetitivas. Dos de los picos visibles desde la ciudad de La Paz (pico sur y norte) tienen el prefijo aymara de Khunu, que significa nieve. El pico sur o mayor, también llamado pico Indio se denomina en aymara Khunu Chaubiri (mal traducido como ―mirador‖ de nieve, pues mirador es Uñch´ukiña), en tanto que el vocablo mas próximo, Cha´wiri, es ordeñar, lo que podría traducirse en ―ordeñador de nieve‖, posiblemente en referencia a la gran provisión de agua que existe en dicho flanco. El pico sur es referido en varias osaciones como Khunu Urucuncu (pintorescamente traducido como ―oso de nieve‖), siendo que el vocablo Urucuncu no existe en la lengua aymara (oso es jukumari). Uru en idoma aymara es día y lo mas aproximado a cuncu es Kunka (cuello), lo cual podría interpretarse como el primer lugar que ve nacer el dia, pero esto es puramente especulativo. En el caso del pico central, también curiosamente se denomina como Chapa Punku (puerta de espuma), sin embargo, en aymara Chapa, no es espuma, y el vocablo como tal no existe en dicha lengua. Sin embargo, Chapa´j en lengua quechua es Centinela y punku, tanto aymara como en quechua, es puerta, pudiendo traducirse como, puerta del centinela, esto también es especulativo, en este caso, sería el único vocablo toponímico en idioma quechua en el Valle. Otro elemento geográfico emblemático en el Valle es la Muela del Diablo, que en lengua aymara se llama, Auqui Kollu, que significa Cerro Anciano o Cerro Padre, siendo una wak´a o lugar sagrado en la cosmovisión aymara. A sus pies se encuentra la comunidad Chiarjaqe, que se puede traducir como ―gente negra u oscura‖, y no lejos de allí, las serranías de Wak´ayllani (lugar de la Wa´kas), otro sitio sagrado en el valle y relacionado además con la presencia de un camino precolombino.

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Toponimias de la Ciudad de La Paz Fuente: Emmo Valeriano Thola (antropólogo aymara) - Las calles de La Paz antigua (ABI)

La calle Mercado, se denominaba de la "Riverilla"; la calle Bueno, se denominaba en su primera cuadra "Conde de Lemus"; las Tejerías" se daba por nombre a la calle Yungas hasta la calle Coroico, en tanto que la calle Colón, se denominaba en su primera cuadra "De la Placa" y "De la Merced". La calle Ayacucho en su primera cuadra se llamaba "De Educandas" o "San Agustín"; en su segunda y tercera "De las Cajas", o "La Aduana". La calle Bolívar, se llamaba "Del Palacio del Obispo" y "Del Cuartel Sucre" o del "Hospicio", asimismo lo que hoy conocemos con el nombre de calle Socabaya, se denominaba en su primera cuadra "De Calahumana". La Junín, se llamaba de "Challhuacatu", "Huaicani" y "Carcantía" (este último nombre se daba a la zona de la actual plaza Riosinho, también conocida como ―Caja del Agua‖). La Yanacocha, en su primera sección se denominaba "Del Puente de Yanacocha" "De la Buena Muerte" y "Del Tambo de las Concebidas"; y terminaba hacia arriba en la zona de la "Carcantía". La Jenaro Sanjinés, se denominaba "De la Cuesta de San Francisco" y "De Las Concebidas"; La calle Pichincha se denominaba "Huajrapila" y "Callejón Ariñez". La calle Jaén fue bautizada hace un par de siglos como "Cabracancha‖. La Avenida Mariscal Santa Cruz, se denominaba "La Calle del Recreo", que también recibía el nombre de "La Alameda", "De las Recogidas" o "De la Moneda", hasta su final llamada de "Las Cochabambinas". La Calle Juan de la Riva se llamaba la "Del Mercado" y la calle Potosí se denominaba "Chirinos". La avenida Illimani, se denominaba ―Santa Bárbara‖ y "La Merced" , además recibía el nombre de "Laguacatu" (mercado de leña). La calle Ballivián se denominaba de "Paucarpata" o "Hichucato" (mercado de paja), La calle "Indaburo" se la conocía con los siguientes nombres: Calle de ―Mejahuira‖, ―San Martín‖, ―los Baños‖, ―Lavanderi‖, y de la ―Cruz Verde‖. La calle Colombia se la conocía con el nombre de "Cuesta de San Pedro", y la Almirante Grau, ―Mojsacalle" (calle dulce). El actual mercado Rodríguez era conocido como la calle "Tambo del Carbón", la Sagárnaga, era del "Tambo de las Harinas" y "Calle Chocata". La calle Santa Cruz, se llamaba ―Supaycalle‖ (calle del Diablo). Es interesante observar que, mientras la toponimia (nombres en lengua aymara) de los elementos geográficos como cerros, ríos o sitios del Valle en los alrededores de la ciudad, han permanecido hasta hoy dia, siendo excepción los cerros Muela del Diablo (Aukiqollu) y el Calvario (Kusisinpata), la toponimia de las calles de la ciudad, en general, ha cambiado totalmente respecto de siglos anteriores. Barragán (2000) ofrece un interesante análisis de la dinámica de cambio de los nombres de calles y lgares en la ciudad, allá en 1880. Es una pena que los pintorescos nombres de muchas de las calles citadas por Valeriano Thola, fueron trastocadas por nombres de personalidades políticas, algunas de las cuales incluso estaban cuestionadas moralmente.

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Referentes visuales y culturales del paisaje en el Valle de La Paz La estructura del Valle de La Paz, una hoyada como suele calificarla la prensa, enclaustrada por grandes muros montañosos y ausencia de horizonte geográfico, imprime ciertamente un carácter telúrico. Hay propensión a que dicha estructura induzca una ―claustrofobia topográfica‖, pero al mismo tiempo, da un sentido de cubículo protector, de resguardo. Como menciona Villagómez (2007)…rodeados y limitados por el bello encierro pétreo, los paceños

somos habitantes de la montaña , ariscos y recelosos de todo lo que está más allá de los límites cordilleranos… Además de los accidentes topográficos y la caprichosa topografía, existe en estos, una intensa cromaticidad que aumenta la calidad escénica del Valle. Los elementos magnificientes o muy llamativos, en este caso grandes montañas, picachos, cuchillas, etc., se convierten en iconos o emblemas, generación tras generación y confieren un aporte fundamental a los procesos de adaptación afectiva al entorno y de apropiación o pertenencia territorial.

Entre estos elementos claves del paisaje en el Valle de La Paz, figuran los siguientes: Nevado Illimani, el mas importante elemento simbólico por su colosal estructura y su significado ritual y cosmogónico. A pesar de la apreciable distancia a la que se encuentra, domina el paisaje, incluso desde las parte mas bajas del Valle. Es el principal Achachila o Apu del Valle y toda la región, es dador del agua y protector.

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Nevado Mururata. Otro imponente nevao, visibrle desde la meseta de El Alto y la ladera alta del oeste, no visible en el resto del Valle, pues la elevada meseta de Wallatani Pampa cubre el campo visual. Es un Apu o Achachila mayor, castigador, que de acuerdo a la cosmogonía aymara es el portador de nieves y granizos. Nevado Tiquimani, picacho aislado, adosado al Valle de Zongo, también llamado Ilampu o el Centinela. Es un sitio deidificado en dicha región, visible desde algunas partes altas de la ladera oeste. Nevados Serkheqollu, Jathiqollu, Japajapani (Serranías Murillo), es un muro cordillerano que por su gran altura es muy visible especialmente desde la región oeste del Valle, en sus faldas hay varias lagunas de importancia ritual, la mas importante es la kasiri. Wallatanipampa, una elevada meseta pericordillerana al este del Valle, tiene sitios rituales en la parte mas alta (Altar Khala o Altar de piedra, 5.000 msnm.), tiene continuidad con el abra de Alto Animas, un sitio sagrado muy venerado en la religión aymara. Cerro Auquikollu (Muela del Diablo) un domo volcánico erosionado, instalado en una meseta de edad cretácica situada al sur del Valle, a pesar de su pequeño tamaño destaca notablemente , especialmente desde Obrajes y Moraflores. Es una wak´a o lugar sagrado. Incluye la zona de Wak´ayllani, con sus cuchillas erosionadas y que constituye una waka o sitio sagrado.. Serranías de Santiago de Collana, elevadas montañas de color rojizo, destaca el cerro Kuñamani, donde el río Huayñajahuira tiene sus cabeceras; destacan a pesar de que su presencia es minimizada por el marco imponente del Illimani por detrás. Es un sitio reverenciado entre las comunidades de la zona. Cerro killi killini (después llamado El Calvario) muy próximo al centro de la ciudad, no es un elemento visible desde la lejanía (no tiene un gran destaque visual contra el cielo), pero tiene gran importancia cultural, por albergar un sitio ritual llamado Kusisinpata (lugar alto de la alegría o regocijo), destinado a rituales de festividad e inciación sexual en épocas precolombinas. Cuchillas de Chuquiaguillo o cerro Pucara, imponente prolongación de la meseta cordillerana de la Cumbre. Visible desde diversos puntos de la ciudad, tiene continuidad con la zona de Pampajasi (zona arqueológica). Es posible que haya correspondido a un sitio ritual. Cuchillas de Llojeta, forma parte de los badlands del torrente de barro de Achocalla en una zona de antiguos asentamientos tiwanacotas, su forma particular era visible desde diversos ángulos del Valle. Era un sitio especialmente temido y considerado castigador. El Alto, la extensa meseta que forma el elevado horizonte que encajona el Valle por el oeste es un referente visual obligado. Destacan sitios venerados y de ritualidad, tanto en

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la zona alta (Alto Lima, Siete Lagunas), como en la ladera (Munaypata y la Wak´a Katari

waca kala). Hacia el Norte son referentes visuales, el nevado Chacaltaya, el Pico Mankilisani, y el picacho Pupusani, en tanto que el Huayna Potosí es solo observable desde la parte alta de la ladera oeste. Estos elementos relevantes del paisaje han impactado el campo visual y la percepción de los habitantes del Valle a lo largo de siglos, ejerciendo directa o subliminalmente una influencia decisiva en la memoria humana, generación tras generación.

Cabe mencionar aquí, que un sitio relevante, tanto como elemento topográfico resaltante, como Wa´ka o sitio especialmente sagrado y de alta ritualidad en siglos pasados, fue el cerro Laikaqota, enclavado en la quebrada del río Choqueyapu (hoy avenida del Poeta) y que fue aplanado, terraplenado y parcialmente destruido por las gestiones municipales de años anteriores (otra parte está urbanizada). En este caso, no se respetó, ni el sitio sagrado, ni el sitio arqueológico, ni una zona seminatural con probables relictos de flora andina rara, mencionados en crónicas de la colonia. Lo que inicio Melgarejo el siglo XIX, continuó después la Honorable Alcaldía de La Paz.

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Otra Wa´ka destruida por la policía y la alcaldía en años recientes, cuya denominación tradicional es Katari waca kala o Wa´ka de la víbora de piedra, se encuentra en una de las curvas de la autopista a El Alto y fue trivialmente tergiversada por el populismo y los cultos modernos relacionados al satanismo, con el denominativo de la ―curva del diablo‖. Se han enlistado al menos una docena de puntos con connotación ritual y como sitios sagrados en la ciudad de La Paz y sus entornos, figurando: Milluni; San Francisco; Ch´urupampa–Plaza Alonso de Mendoza; Rio Minasa; Pampajasi; Villa Armonía; Calvario Zona Norte; Faro Murillo Ceja; Valle de Ánimas; Valle de la Luna; Chacaltaya, (Ministerio de Culturas y Turismo. 2016). Algunos de los elementos icónicos del Valle enfrentan modificaciones paisajísticas crecientes por el crecimiento de la ciudad; por ejemplo el cerro Killikillini ha sido avasallado por el avance urbano y establecimiento de un mirador; gran parte del cerro Pucara también está avasallado por la expansión urbana y plantaciones de árboles exóticos (pino, ecucalipto), en tanto que la parte oeste de la base de las cuchillas de Llojeta, ya esta urbanizada. La percepción visual, constante, cotidiana de los confines del Valle y de sus elementos topográficos emblemáticos, tuvo relevancia duante el Arcaico, las épocas precolombinas, durante la colonia, en toda la etapa republicana y mantuvo incluso vigencia hasta la segunda mitad del siglo XX. Según el arqueólogo Juan Villanueva, muchos sitios de la ciudad donde hubo asentamientos de la cultura Tiwanaku (Llojeta, Achumani, Pampajasi, Kellumani) tuvieron algo en común, fueron sitios desde los que se podía observar la grandiosidad del Illimani, el cual es más que un símbolo que está presente y que tiene una fuerte personalidad, según la cosmovisión andina, tiene la capacidad de incidir en la vida de los pueblos (www.laprensa.com.bo, 2014). Un paisaje descrito por Luigi Balzan en 1891, desde una colina (El Montículo?. Laikaqota?), decía....era estupendo, se veían los suburbios de la ciudad y a lo lejos sobresalía -descubierto

por casualidad- todo el cono nevado del Illimani. Después, La Paz empieza su carrera por verticalizar su estructura habitacional, dando lugar las siguientes décadas a una profusión de decenas, sino centenas de edificios grande y medianos, no solo en su zona central, sino en diversos barrios, como Sopocachi o Miraflores, la percepción visual del paisaje lejano se dificulta y queda como un entorno difuminado o incluso inexistente. Las imágenes y elementos más próximos acaparan la captación visual y la atención. Para el habitante actual, a no ser que se situe en una edificio alto con vista panorámica o en algún mirador elevado, el acompañamiento visual cotidiano de los grandes elementos topográficos del valle, permanencen ocultos o incluso pierden valor de percepción, al existir muchos edificios altos o profusos anuncios publicitarios, que distraen la atención y el campo visual. Como ejemplo, de pie en parte alta de la escalinata de la Plaza de los Heroes en San Francisco, en un giro visual de 360 grados, solo se observan edificios o inmensos letreros de publicidad, y

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ni un ápice del horizonte montañoso, ni siquiera el Calvario o Killikillini que es la elevación más próxima, tampoco la meseta de El Alto. Si uno camina por la actual avenida Mariscal Santa Cruz, ya no tiene percepción del horizonte montañoso del valle, a excepción de la avenida Camacho en su confluencia con la avenida Mariscal Santa Cruz, que permite atisbar, al menos una parte del imponente Illimani. Esto significa un alejamiento psicológico del entorno de paisaje natural, que es sustituido por el entorno cultural moderno inmediato y exacerba el enfoque urbano centrista. Los elementos topogáficos simbólicos grandilocuentes del Valle, en especial el Illimani, han inspirado a numerosos artistas plásticos y literatos, como Arturo Borda, Cecilio Guzman de Rojas, Oscar Tintaya, o Mamani Mamani, Franz Tamayo, Yolanda Bedregal, Rigoberto Paredes, Fernando Diez de Medina y Jaime Saenz. Fernando Diez de Medina (1979) dice: Ahí está:

frente a todos, soberbio, inconmovible, envuelto en su regia vestidura de nieve y de basalto. Inmenso guardián inexorable. Parece un sueño de la forma. Y a veces, en la pureza matinal o en el silencio de las tardes, cuando la luz pelea con la sombra sobre un encrespamiento de montañas, parece también un Dios lleno de majestad y poderío. Otros autores, como el poeta Guillermo Bedregal García, o el escritor Jaime Saenz, sentían fascinación por la zona de Llojeta y en especial por sus misteriosos picachos. Lo consideraban un lugar místico y poético, Saenz llamó a Llojeta, la ‖comarca del poniente‖… maravillosa imagen que muestra uno de sus

atributos relacionados con la luz que otorga el sol que se va para ver la ciudad… Mas alla del valor estético o icónico de la percepción y observación de los elementos topográficos magnificientes o muy llamativos, existe un profundo significado mítico religioso que al traducirse en valores culturales tradicionales, asigna a los elementos topográficos un sentido de reverencia y carácter de sitios sagrados. El culto a las montañas posiblemente empezo incluso en el Arcaico, pero se fue estructurando a lo largo del Formativo, con la secuencia de las manifestaciones religiosas de las culturas Tiwanacota primero y aymaraPacaje (y Lupaca) despúes, continuando en el corto período incaico (proclive a adoptar las deidades y tradiciones locales). Las montañas y picachos se convierten en Apus, Achachilas, wak‘as, custodios o castigadores del Valle. Estas prácticas culturales de la religión andina se mantuvieron de forma semi críptica a lo largo de la colonia, debido a las políticas de ―extirpación de idolatrías‖. Resurgieron nuevamente en siglos posteriores, a partir de formas de un activo sincretismo con la religión católica, resistiendo el embate de la modernidad hasta nuestros días, con apoyo de intentos parciales de rescate y revalorización cultural. Según Guiniol Quilla, teólogo andino, en los achachilas o montañas consideradas sagradas se encuentran los espíritus de los antepasados, pero además están las wak‘as (sitios sagrados) como piedras, ríos, lagunas, vertientes, cerros y otros, que son considerados como uywiris o guías (La Razón, 16 julio 2012). De todos los guardianes el más importante es el Achachila Illimani, según los pobladores de los faldíos del nevado, en su cima del está la ciudad de La Paz en miniatura, que es la ―illa‖ u objeto sagrado que guarda la ciudad. Quilla afirma que en

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tiempos antiguos (posiblemente se refiere a las etapas precolombinas), el Achachila Illimani cumplía un rol importante porque estaba ligado a los dos ciclos fértiles del calendario agrícola andino: el jallu pacha (tiempo de lluvias) y el lapak pacha (tiempo de calor), consideradas épocas ideales para la fertilidad, la producción y la abundancia en la cultura aymara. Las otras estaciones son: juypi pacha (frío) y awti pacha (seco), que están relacionadas con el Achachila Mururata, el dueño de los vientos, la helada y del granizo. En estas épocas, de acuerdo a Quilla, se hacían ofrendas en las wak‘as y apachetas, en particular al Illimani, para que la produccción sea mayor. Al mismo tiempo se le pedía al Mururata que no mande el granizo ni la helada. La cumbres de nevados y cerros elevados son además sitios venerados por la caída frecuente de rayos, lo cual en la cosmovisión aymara significa la visita de Illapa, el Señor o dueño de los rayos o relámpagos. El hecho de que una persona sea alcanzada por un rayo y sobreviva, se relaciona con la posterior adquisición de poderes adivinatorios o premonitorios. Achachilas y Wa´kas en el Valle de La Paz. Fuente Victor Moscoso.2000. Una cruz sobre la ciudad. Revista Ciencia y Cultura Nº.7, La Paz jul. 2000.

Los sublimes achachilas que controlan la ciudad de La Paz han sido por siempre los nevados Illimani y Mururata. En la ciudad de La Paz hay también varias apachetas, pero se destacan las cuatro que forman la Cruz y que aplican el ―plan territorial‖, indicado anteriormente como medida en escala grande de un ayllu o región (figura 4). Las cuatro apachetas principales son: la Jacha Apacheta, situada en alto Munaypata, coincide con el gama (λ) de la Cruz del Sur; la apacheta Auki Kollo (Cerro Anciano, mal llamado Muela del Diablo) en las alturas de la comunidad Chiaraque, ascendiendo por lo que hoy se llama El Pedregal en la zona sur, es el alfa (α) de la Cruz, formando ambos el brazo mayor; la apacheta Nayra Ulla (Ojo Blanco), ubicada en el primer mirador, al borde de la ciudad de El Alto, cerca de Ciudad Satélite, es el delta (γ) de la Cruz, y por último la apacheta de Killi Killi (Ranuras), en el cerro Calvario cerca de la zona de villa Pabón, es el beta (β) conformando el brazo menor. Como referencia podemos nombrar otras apachetas frecuentadas hoy en día: Cóndor Samaña, entre Llojeta y Següencoma; Cuchilla Chuquiaguillo, en las alturas de villa Copacabana; Huaripampa, en el cerro Calvario en la ladera Norte; Wallatanipampa, en las alturas de Ovejuyo y Ánimas (al Sur); Laguna de Ánimas, camino a Palca y otras. Las cuatro apachetas que dibujan la Cruz en la ciudad de La Paz, hacen similitud a un mallcu (cóndor en aymara, en este caso es la autoridad, el que gobierna) comandando la ciudad en su plenitud: el brazo mayor es el cuerpo con la Jacha Apacheta en la cabeza y la Muela del Diablo en los pies; en la transversal están las manos, a la derecha el Nayra Ulla (la energía positiva) y a la izquierda el Calvario (la energía negativa o Teka).

Moscoso (2000) en un estudio especialmente interesante sobre la cosmovisión aymara en el Valle de La Paz, determina cuatro apachetas o sitios sagrados en la ciudad de La Paz,

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coincidentes con importantes íconos visuales: Alto Munaypata, Auquiqollu (Muela del Diablo), Cerro KiliKillini (Calvario) y el mirador de la Ciudad Satélite o Nayra Ulla (Ojo Blanco). Los cerros ejercen, como celosos tutores del saber ceremonial, los cerros son objeto de culto, por su pertinencia en los rituales terapéuticos y por su comportamiento ambiguo en la generación y la sanación de aflicciones y dolencias. (Gil García y Fernández Juárez, 2008). Según la interpretación de estos antropólogos, los puntos sagrados en el paisaje, los cerros, constituyen, tanto una de las categorías principales de huacas, como el entorno más propicio para el establecimiento y adoración de las mismas. Esta es una condición en virtud de la cual los cerros se convierten en escenarios para el ritual y el sacrificio, y por consiguiente en beneficiarios de ofrendas y pagos de distinta naturaleza. Cerros y huacas, que el pensamiento local ordenará y jerarquizará en función del poder atribuido a cada uno de ellos, escogiendo así a sus favoritos o principales; y es que los cerros se comportan al estilo de los humanos a los que tutelan (Gil García y Fernández Juárez, 2008). Similares estudios de la ritualidad relacionada con el pago a los cerros deidades en los Andes de Perú y Bolivia han sido realizados por Bellenger (2004). Los elementos topográficos magnificentes y/o con significado ritual, fueron un referente visual y mítico desde el Arcaico, perduraron a lo largo de milenios y con pocas excepciones fueron destruidas, como fue el caso del cerro Laikaqota. Los elementos culturales, salvo que sean muy monumentales, tienden a desaparecer y ser reemplazados por nuevas estructuras, algo que incluso se dio en el Cusco, con la construcción de iglesias católicas sobre muros y cimiento de palacios y templos incaicos. La historia precolombina en el Valle de La Paz no dejó construcciones monumentales y los elementos habitacionales que existieron se encuentran bajo varios metros de sedimentos. Los únicos vestigios precolombinos aun visibles, son sin duda las andenerías de la zona del río Kallapa o las chullpas semiderruidas. Vestigios prominentes de la colonía, quedan muy pocos, mayormente iglesias y casas palaciegas, que se constituyen también en referentes emblemáticos de la ciudad, tal es el caso del templo de San Francisco (erigido en 1549 y reconstruida posteriormente en 1753) o el tambo Quirquincha de fines del siglo XVI. El resto

de

construcciones

coloniales

fueron

paulatinamente

reemplazadas

por

nuevas

construcciones de la etapa republicana y estas a su vez, sucumbieron y siguen sucumbiendo ante nuevas construcciones mas modernas. Mientras el paisaje urbano va cambiando generación tras generación, en un constante ―borrón y cuenta nueva‖, los referentes del entorno natural, aun cuando no podemos verlos por culpa de las murallas de edificios, siguen allí, en el horizonte del paisaje del Valle, recordándonos lo efímeros que somos. Otros referentes culturales se relacionan con el contexto mítico religioso que tuvieron y aún tienen ciertas especies de animales y plantas en el mundo andino y su ritualidad (Lira, 1997; Barbarán, 2004; García G et al. 2005; Morales, 2010; AGA, 2016; Feldman, 2006). Son elementos simbólicos que especialmente en épocas pasadas jugaron un rol totémico y protector, como también mágico. Entre estos se pueden mencionar al cóndor, el puma, el titi o

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gato andino, el zorro, la llama (médium ritual desde su etapa fetal o sullus). En especial el puma y el cóndor fueron parte de las religiones totémicas andinas durante el formativo, por ejemplo en Tiwanacu, aspecto que en el incario fue trastocado hacia una religión uránica, concentrada en la adoración al sol (Aguiló, 1988). Desconocemos, pues no hacen referencia las crónicas, sobre la ritualidad que pudo existir en el Valle de La Paz en torno a especies como el puma o el condor. Dado el contexto general de la ritualidad andina, suponemos que si pudo estar presente, especialmente durante el período tiwanacota. Sin embargo, existe un alto grado de perviviencia. En diversas zonas andinas, aún hoy en día, el cóndor es un animal reverenciado (aunque perseguido por atribuirle ataques al ganado, igual que el puma). Las víboras (p.e. la culebra Tachymenis) y los sapos (Bufo) son elementos telúricos con significado mágico y usados en determinados rituales. En tanto que cuyes y lagartijas (Liolaemus) son parte de la medicina tradicional. La aparición de la araña Loxoceles en las viviendas es interpretada por algunas personas, como un augurio de desgracia. En cuanto a las plantas, la Achuma o Cactus San Pedro, además de su connotación psicotrópica y adivinatoria por su potente carga de mescalina, se considera una planta mágica y guardiana de los hogares y se acostumbraba tenerla en jardines y canchones. Igual significado, aunque hacia el lado mágico oscuro es el Chamico (Datura, Brugmansia) reverenciada y temida por sus terribles alcaloides (escopolamina) y el olor dulzón de sus flores, supuestamente capaces de enloquecer. La kantuta es interpretada como de buena suerte. Todo esto se ha manifestado, especialmente desde la colonia, en un activo mercado ritual, que se concentró en la llamada ―supay calle‖ (calle del diablo) hoy la ―Calle de las Brujas‖ o Linares, donde se comercian partes de muchos de estos animales, así como una nutrida farmacopea. Gran parte de esta ritualidad andina concentrada en la fauna y la flora, está vigente en el Valle y en el ámbito de las ciudades (La Paz y El Alto), muestra de ello es la pervivencia del ―Mercado o Calle de las Brujas‖, centro principal de comercio con fines rituales.

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EL SIGLO XIX. FIN DEL PERÍODO COLONIAL, LA INDEPENDENCIA Y LA ETAPA REPUBLICANA Aspectos generales A fines del siglo XVIII, el centro de La Paz propiamente, solo tenía 16 manzanas conectadas con los ―barrios de extramuros‖ por varios puentes; el espacio urbano en su totalidad abarcaba 46 manzanas. En 1796, tenía 21.120 habitantes (Prada, 2000), Rigoberto Paredes cita para el año en 1824, 28.600 habitantes y para 1831, 30.463 habitantes. Prada (2000), cita para 1854, algo mas de 68.000 habitantes y para 1877, 69.176 habitantes. A pesar de los bajos números poblacionales y con tasas de crecimiento anual llamativamente bajas, la tendencia era a seguir creciendo. Conviene recordar lo convulsa que fue políticamente hablando la región y la ciudad al finalizar el siglo XVIII, lo cual continuó a lo largo del siglo XIX. Casi tres siglos después de la fundación y a poco de haber soportado el sangriento cerco indígena, la ciudad ingresa en una espiral de violencia por las insurrecciones de mestizos y criollos ante las medidas de exclusión impuestas por las autoridades españolas. Esto desemboca en los sucesos de 1809, el ajusticiamiento de varios caudillos y cabecillas de la insurrección, entre los que figuraba el hacendado Pedro D. Murillo, y en las casi dos décadas posteriores, los eventos relacionados a la consecución de la independencia. La ciudad, a pesar de contar con edificios de llamativa suntuosidad, seguía manteniendo el aire aldeano, rodeada de un extenso paisaje rural, pintoresco y con parajes agrestes. El Valle, aún era parcialmente, el granero más próximo a la ciudad en crecimiento. A mediados del siglo XIX, la fisonomía de la ciudad era muy diferente a la actual, muchas de las actuales avenidas y calles, eran quebradas y ríos que aun no habían sido entubados y convertidos en vías, incluida la actual Avenida Mariscal Santa Cruz, por donde discurría la quebrada del río Choqueyapu. Las diversas partes de la ciudad separadas por estas cañadas se comunicaban por puentes. La ciudad terminaba en San Francisco, en las gradas de la Pichincha y en la zona de Santa Bárbara. La Alameda (actual Prado), proyectada como una zona de recreo en 1817 (Ríos de Reyes, 2002) ya era un paseo arbolado, pero todavía parte del entorno rural. En esa época los barrios de San Pedro, Sopocachi, Obrajes y Miraflores, constituían zonas rurales con predios campesinos y haciendas, algunas casas solariegas rodeadas de arboledas y cultivos, zonas aún sin atisbos de crecimiento urbano. La zona de San Pedro, recién en 1882, empieza a convertirse en un suburbio, con una cuadrícula básica y la construcción de grandes casas, inicialmente en torno a la plaza (originalmente denominada Plaza España), la iglesia y la cárcel o panóptico, construido a fines del siglo XIX (Ayala, SF), todo ello rodeado de chacras y lecherías, comenzando a denominarse ―la nueva La Paz‖ (Paredes, 1955). Algunas casas construídas en dicha época (1892) se encuentran en la calle Colombia. Sin embargo, a pesar de la rusticidad, ambos, espacio y población, comenzaban a crecer lentamente y se producían

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interesantes transformaciones, tanto en la composición de la población, y el tejido urbano, como en el paisaje de la urbe y el Valle. Parte de las transformaciones se derivarían de los drásticos acontecimientos históricos que acaecieron en esta época. A diferencia de La Paz, Cuervo Álvarez (2014), cita respecto al Cusco, la antigua capital del imperio Inca, que al inicio de las etapas republicanas (1825), contaba con 40.000 habitantes, el año de 1846, con tan sólo 20.370 habitantes. En el censo general de 1876, tenía una población de 17.370 habitantes y para el año de 1903, Cusco, tenía una población de tan solo unos 15.000 habitantes. Estos datos muestran que la población de Cusco disminuyó drásticamente a lo largo del siglo XIX. Similar disminución experimento la ciudad de Potosí. Desde 1792, hasta fines del siglo XIX, las parroquias empiezan a perder su dominio territorial y a desestructurarse, se produce el paulatino achicamiento de la territorialidad de las comunidades indígenas de San Pedro y tiende a incrementarse el número de haciendas. Esto se agudiza con la promulgación de la Ley de Exvinculación de 1874. Las comunidades indígenas en todo el país empiezan a perder sus tierras, asimiladas a favor de hacendados y terratenientes, con apoyo del estado, y recrudece el fenómeno del pongueaje. En relación con el contexto regional, de acuerdo a Crespo Rodas et al. (2009), en el período de la independencia, La Paz fue un lugar marginal, puesto que las dificultades de los viajes a través de las largas distancias por un altiplano desolado y amurallado por montañas, la lejanía del mar, hicieron el acceso arduo y difícil. La Paz aparece como un pequeño centro joven y burgués donde no falta el espacio vital, pero cuya influencia no es muy importante. Esta situación iba a cambiar a lo largo del siglo. El núcleo central de la ciudad concentraba a los pocos pobladores descendientes de los españoles que quedaron después de las guerras de la independencia y criollos o mestizos acaudalados. De acuerdo a la descripción realizada por Crespo Rodas et al. (2009), un personaje que visitó La Paz, durante el Gobierno del Mariscal Santa Cruz observó (y no podía ser otro que el ilustre Alcide D´Orbigny): "Hay en La Paz, dos plazas. Una la Plaza Mayor o

gran plaza está frente a la catedral, en el medio tiene una gran fuente de alabastro blanco de berenguela, con un hermoso chorro de agua: las casas que la rodean están bastante bien construidas. Esta plaza sería hermosa si al ser empleada como mercado, no estuviera siempre cubierta de todos los productos naturales e industriales del país, extendidos simplemente sobre el suelo y obstruidas por indios de ambos sexos que van allí a vender o a comprar". Se refería a la actual plaza Murillo. La otra plaza era la de San Sebastián (hoy Alonso de Medoza). Durante el siglo XIX, La Paz era una pequeña ciudad cruzada por quebradas, y comunicada por numerosos puentes; el transporte de gentes y cargas se realizaba por medio de cabalgaduras, recuas de mulas y llamas, o en carretas. Luigi Balzan a fines del siglo mencionaba …..Los indios

fleteros son los que se ocupan del transporte con mulas, asnos o llamas, y son aquellos que sirven para las ocupaciones mas duras de la casa. Estos pongos se alquilan coma bestias y las autoridades tuvieron que prohibir ciertos anuncios en los periódicos en los cuales se ofrecía pongos en alquiler.

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Hasta finales de siglo, el alumbrado público era por mecheros de gas y pocas viviendas, en el centro histórico, tenían servicios básicos. Pocas calles tenían aceras y por el centro de ellas pasaba un canal abierto por el que corrían las aguas servidas (Crespo Rodas et al. 2009). Las mayor parte de las calles mantenían su piso de tierra, sin asomo de empedrado o adoquinado, algo que recién iba a empezar en las primeras décadas del siglo XX. Destacaban, como en siglos anteriores, los Tambos. En el siglo XIX funcionaban un total de 17 Tambos (Barragán, 2000), la mayoría ubicados fuera del ―radio urbano‖ o ―extrapuentes‖, es decir en los barrios indios y próximos a los caminos que conducían a El Alto. Se especializaron en el expendio de varios productos como tabaco, alcohol, harinas, etc. El Tambo Quirquincha estaba especializado en la venta de Quina y de Tabaco. Habia un tambo en la calle Comercio, y el tambo de la Concepción se encontraba en la calle Yanacocha, en San Pedro habían tres Tambos: San Antonio, La Merced y Santiago. Eran verdaderos centros de actividad comercial, y especializados en determinados rubros y productos; tenían un gran patio central donde se hacían todas las transacciones y otro que servía para el cuidado de las bestias de carga. En el piso superior tenían habitaciones para los pasajeros y los propietarios o administradores. La parte del edificio que daba a la calle estaba ocupada por tiendas (Crespo Rodas et al. 2009). Destacaba el mercado de la Recova, el único inserto en medio de la ciudad, instalado en la denominada calle Recreo (Mercado-Colón) pero que se extendia hasta la actual avenida Mariscal Santa Cruz. A fines del siglo XIX, había un solo mercado techado, el de la Locería que era conocido como el ―mercado Grande‖ (Paredes Candia, 1970). Entre 1825 y 1830 se emitieron varias disposiciones de librecomercio y apertura a los mercados internacionales, la fuga de divisas, la liberación de aranceles para importaciones y con esto, el abandono de las medidas de proteccionismo de la producción local, tanto agropecuaria, pero especialmente industrial. Esto determinó una situación crítica para todos los ramos productivos de la naciente república, por ejemplo varias industrias colapsaron, la gente en general prefería comprar

productos importados, comúnmente más baratos. Se

menciona que el único producto que escapó a esta competencia de librecomercio fue la coca (Antezana, 2006) y La Paz con el abastecimiento activo de Zongo, segía compitiendo con las zonas de producción de la hoja en el alto Chapare de Cochabamba. Debido a estas medidas, la población en general ingresó en un proceso de creciente pobreza, contrariamente, una minoría elitaria de comerciantes se favoreció y se proyectó al lujo y la ostentación desmedida, ampliándose notoriamente la brecha de desigualdad. La crisis de ese entonces afectó también drásticamente a la incipiente industria de la ciudad de La Paz y a la producción agrícola que ya estaba en franca decadencia. De esa época provienen los escritos del ―Aldeano‖, pseudónimo de un anónimo analista social y político de esa época, que se dedicó a plasmar su visión de la Bolivia de 1830. El Aldeano denunciaba abiertamente que el librecomercio era la causa de la ruina de la agricultura y la industria, paralizando telares, molinos, destilerías, etc.

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Ante esta situación, los gobiernos de Sucre y de Andrés de Santa Cruz, implementaron varias medidas, de apoyo al proteccionismo, como freno al librecomercio, además de la circulación de la moneda feble, dando lugar a una vertiginosa recuperación de la economía. La producción agrícola e industrial que se había estancado en torno a la ciudad de La Paz, experimentó también un repunte y varios campos improductivos se reactivaron. Ticona (1997) expresa que la creación de la república y el surgimiento de las ideas liberales del programa de independencia criolla, sirvió para reforzar algunos rasgos de la explotación colonial a su favor. Ya hacia 1863, un fallido decreto en la presidencia de Achá, pretendió usurpar las tierras comunitarias para enajenarlas y ponerlas en venta bajo el pretexto de incrementar las arcas del estado. A pesar de la resistencia social y política, hacia fines del siglo XIX, el retorno hacia una política agraria liberal a favor de grupos oligárquicos se plasmó en la Ley de Exvinculación de 1874, bajo la presidencia de Melgarejo, por la cual se daba la declaratoria de propiedad estatal de de todas las tierras comunitarias con el supuesto fin de aumentar la producción, que fueron posteriormente entregadas a hacendados en un modelo de estilo feudal o gamonal (Antezana, 2006). Esto constituyó un franco retroceso de lo avanzado por Bolivar, Sucre, y Andrés de Santa Cruz. La expropiación de tierras, el trabajo gratuito en las haciendas o pongueaje y una arremetida contra los Ayllus, impuso un nuevo ritmo de presión sobre los indígenas en las tierras altas y valles. El Valle de La Paz, no se salvó de esta penosa situación y se ocasionó la desarticulación de los pocos Ayllus remanentes y comunidades andinas con la privatización de las tierras comunales. Se extendieron títulos individuales y el cambio del sistema tributario en favor de las clases dominantes, desconociendo el pacto de reciprocidad establecido en la época colonial entre los gobernantes y los Ayllus. Esto desembocó en diversos levantamientos indios, como el de Zarate Villca, curiosamente imbricado con la guerra federal. En 1871, en el Gobierno de Agustin Morales, se aprobaron leyes que desconocieron las medidas de Melgarejo en torno a la tierra y se estableció la devolución parcial de las tierras a los Ayllus o comunidades (Mesa et al 2007). Debido a su constante movimiento comercial y el incremento poblacional, La Paz se constituyó en la sede innata de gobierno, lo cual la mantenía en permanente pugna con la ciudad de Sucre, donde se instalaba el Congreso Nacional. En la ciudad de La Paz, ya se había instalado el Palacio de Gobierno en 1825, cuya construcción se había iniciado en 1559, fungiendo inicialmente como cabildo o casa pretorial, y cárcel en 1789. De cualquier forma, la Sede de Gobierno en el siglo XIX y de acuerdo a los eventos políticos, fluctuaba entre La Paz, Sucre y otras ciudades del País. Entre 1870 a 1890, se construyen y e inauguran primeros ferrocarriles en el país, y estaban especialmente relacionados a la minería de la plata y las vías de exportación por el Pacífico.

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El año 1879, marca un hito de tremenda relevancia histórica en el país, la guerra del Pacífico con Chile, cuando Bolivia pierde su región del Litoral y el acceso al océano Pacífico, situación que determino su mediterraneidad, conmocionó a la sociedad republicana, profundizó las contradicciones políticas y generó drásticas consecuencias económicas. El final del siglo XIX, estuvo marcada por otro acontecimiento político violento de fuerte relevancia en la historia del país y de sus regiones, de alguna forma, relacionada con los sucesos de la pérdida del Litoral. Entre 1898 y 1901, se produjo una guerra civil denominada de forma genérica, la guerra federal, entre las facciones cívico-militares de La Paz (liberales) y Sucre-Chuquisaca (conservadores). Vencen los liberales y La Paz se reafirma como Sede de Gobierno y sede del poder legislativo (Congreso), aunque Chuquisaca mantuvo su condición de Capital de la República. La ciudad de Paz en ese entonces duplicaba en población y movimiento económico a Sucre; con la victoria liberal, todas las oficinas del poder ejecutivo, el poder legislativo y las representaciones diplomáticas, además de otras oficinas, se concentraron en La Paz. Entre los nuevos servicios totalmente novedosos en este siglo están la luz eléctrica, el telégrafo y la telefonía, lo cual aumentó el flujo de capitales, inversiones y migraciones hacia la nueva Sede de Gobierno. La Paz ingresó en un ritmo mas acelerado a la modernidad y de expansión del radio urbano, lo cual definiría la dinámica del siguiente siglo. Hasta 1870 y desde la etapa colonial, la iluminación pública era en base a lamparillas de parafina, kerosene y gas. Cada casa se iluminaba en las noches como podía y solo se usaba leña y carbón para cocinar o calentarse. Gabriela Lázaro (2008) menciona que en el siglo XIX, se utilizaba carbón proveniente de las montañas de Zongo para el alumbrado a gas. Gabriela Lázaro (2009; 2008) menciona también que… la llegada de la ―ansiada modernidad‖ a la

ciudad de La Paz, como a otras ciudades consideradas prósperas de América Latina, finalizando el siglo XIX. Años en los cuales se renovó físicamente la visión colonial, porque incursionaron ferrocarriles, tranvías, teléfonos y la maravilla que deslumbró y desde entonces condicionó a todas las poblaciones, la energía eléctrica. Esta apertura a la modernidad, con la energía eléctrica como punta de lanza, lógicamente debió tener repercusiones en la dinámica de expansión urbana sobre las zonas rurales, la intensificación productiva en ciertas zonas, y en la brecha de desigualdad. De acuerdo a Cajías et al. (2007) para los sectores populares, la luz eléctrica y las lujosas residencias, no eran sino espejismos que observaban de reojo, pero a los que no podían acceder.

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Luz y electricidad llegan a la ciudad de La Paz en 1888 Estractado de: Gabriela Lázaro, G. 2008. Challapampa y la silenciosa iluminación de la ciudad de La Paz

RAE • Historia (documento WEB)

La Paz, entre los años 1888 a 1925, contó con tres empresas en forma sucesiva. La Sociedad Ventura Farfán y Clavijo, como iniciadores de la nueva industria generadora de energía eléctrica, años más tarde la industria fue propiedad de Lucio Pérez Velasco, que a su vez la transfirió a la firma inglesa The Bolivian Rubber and General Enterprice Ltda. La primera Central para la transmisión de energía eléctrica estuvo ubicada en el Malecón de Challapampa. Esta Central fue puesta en funcionamiento con generadores de corriente accionados por máquinas de vapor. Desde esta central se tendieron cables transmisores de corriente eléctrica a las calles paceñas, y que poco a poco fueron formando una maraña de tejidos en paredes, zaguanes, cruzando cielos como símbolo de modernidad. La nueva empresa comenzó a prestar sus servicios el día 16 de julio de 1888. La ciudad de La Paz, con este nuevo sistema de iluminación, se convirtió en ejemplo de modernidad, porque a corto o mediano plazo se fueron dejando velas, lámparas de aceite o gas, fuego de chimeneas que producían humo, hollín, ennegreciendo paredes o soltando emanaciones de gas. A la par de las modificaciones estéticas modernizadoras sobre edificios antiguos, sino de tiempos coloniales; la ciudad crecía a los largo del ―Paseo de la Alameda‖ con la construcción de elegantes ―Chalets‖, bajo la vigilancia de técnicos con conceptos renovados y la consiguiente instalación del medidor de luz, acompañado de los infaltables de ahora en adelante: cables, enchufes, interruptores, focos, etc para y por la energía eléctrica. Mientras el alumbrado de calles de ―La Nueva Paz‖ hoy San Pedro, era realizado por faroles a kerosene, las calles de la zona de Santa Bárbara eran iluminadas con energía eléctrica. Transcurridos unos meses de la exitosa inauguración, comenzaron los primeros de los futuros e interminables reclamos por falta de iluminación en calles ―de Sagárnaga y del Illampu‖, habitada entonces por media población; o las últimas cuadras de la calle Mercado – antes Riberilla – o la última cuadra del Colegio Seminario; la cuadra siguiente al Colegio San Calixto, la cuadra del Teatro que solamente tenía un solo foco para iluminarla. Ni bien inaugurado el servicio, la empresa, tropezó con dificultades técnicas ocasionando ―apagones de la modernidad‖, causados principalmente por la caída de lluvias torrenciales o granizadas. La empresa (Sociedad Ventura Farfán y Clavijo) importó el año 1891 una turbina con la esperanza de mejorar el servicio público y cumplir con las demandas para el servicio privado. La venta de energía eléctrica a domicilios privados fue inaugurado el año 1889. La empresa

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tuvo la libertad plena para ganar dinero vendiendo energía a las personas que libremente querían acceder a este servicio, pero que esa libertad se convirtió pronto en una obligación, porque el cobro y pago o corte, se convirtió en una coacción inevitable. Es decir, la libertad de elegir, se convirtió en una carga mensual, en un compromiso sin vuelta, y el no contar con electricidad, significó pertenecer a la clase pobre de las laderas de la ciudad.

Aspectos generales del uso de la tierra y el paisaje siglo XIX La ciudad de La Paz se convirtió desde un inicio en uno de las principales centros de comercio de la región. A fines de la colonia, cuando Potosí empezaba a decaer, La Paz empezaba a crecer vertiginosamente en gran parte gracias al comercio de la coca. Muchos pobladores de La Paz se decicaban al comercio, llevando y trayendo de las provincias y regiones, diversos productos. Los productos que llegaban a La Paz se vendían en tiendas situadas en el centro urbano o en los mismos tambos. De acuerdo a Antezana (2006), tal como sucedió en el mundo de las colonias españolas en todo el Alto Perú, en las provincias de La Paz de la época republicana predominaba una economía natural, lo cual se debía a la existencia de un "margen mínimo de economía monetaria", fenómeno propio de un mundo feudal. Siguiendo las referencias del ―Aldeano‖ en los primeros años de la república se produjo un retraimiento de los sistemas productivos y el comercio de productos locales, debido a la importación libre de mercancías, seguido de una reactivación por las medidas de restricción a la libre importación. Esto habría dado lugar que la ciudad de La Paz por su población creciente, hacia mediados del siglo XIX, se torne en un gran mercado que generaba una gran demanda de productos agropecuarios, los cuales mayoritariamente provenían de diversas regiones de fuera del valle (Cajias et al. 2007). Es importante mencionar, que si bien existían numerosas haciendas de terratenientes en torno a la ciudad en el Valle de La Paz y los circunvecinos, también existían un importante número de comunidades y familias campesinas, citadas como excomunidades de indios según datos históricos, las cuales producían mayormente para el mercado de La Paz (Paredes, 1955). En 1825, los extramuros de la ciudad todavía aldeana, colindaban con tierras de origen ocupadas por indios comunarios y con algunas haciendas, las tierras de los indios fueron poco a poco desapareciendo principalmente por una adquisición de vecinos mestizos. Las zonas adecuadas para una producción agropecuaria relativamente estable se encontraban en zonas de valles o semimesetas de topografía relativamente plana, esto es Cota Cota, Chasquipampa, Miraflores (antes Poto Poto), Sopocahi, Obrajes, Calacoto y la zona de Río Abajo. También, zonas más distantes como Palca, Collana, y los valles de Río Abajo, habrían suplido mayoritariamente a la ciudad de La Paz de productos agrarios a lo largo de su historia. Todas

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estas zonas proveían parte de la demanda de la ciudad de La Paz (papa, maíz, haba, hortalizas, frutales, leche), posiblemente bajo la lógica de subsistencia de sistemas productivos convencionales pequeños y rústicos, pero que generaban excedentes para la venta. Dicho proceso se habría dado por el bajo costo de oportunidad, tanto por los hacendados, como por los campesinos de comunidades libres que no estaban supeditados a una hacienda. Las crecientes demandas del mercado, llevo a las comunidades a producir cada vez más en el marco de una agricultura comercial, con la pérdida de los sistemas productivos tradicionales, mayormente direccionados al trueque, y a mayores modificaciones del propio paisaje cultural agrario. Desde la colonia, la presión de insumos agropecuarios de la ciudad hizo que paulatinamente el medio rural circundante se intensifique. Al final de la colonia las limitaciones de espacio, fertilidad y la demanda creciente, hicieron que los insumos provengan mayoritariamente de otras regiones, lo cual significó que muchas tierras se abandonen y dejen de producir. El proceso que se inició en la colonia, del paso de los sistemas productivos tradicionales a los convencionales, continuó en el siglo XIX, con la pérdida de prácticas y conocimientos relacionados al uso de la tierra y la reducción de la agrobiodiversidad. Al respecto, no existe información alguna, sin embargo, es posible que desaparecieran muchas variedades de papa, maíz o quinua, propias de la hoyada y adaptadas a sus condiciones climáticas. Se menciona ya desde la época de la colonia, que la producción de vid y caña en las regiones de Millukhatu, Tahuapalca y Tirata (Río Abajo), donde sin embargo poca gente se quedaba a trabajar las cosechas debido a las frecuentes epidemias de paludismo (Paredes, 1955). También se menciona el establecimiento de pequeñas industrias para la producción de alcohol y bebidas espirituosas como el aguardiente de durazno o ―duraznillo‖, producciones que se habrían desarrollado desde la época colonial en los valles secos de Río Abajo (Mecapaca, Palomar, Huaricana, Sapahaqui). Tambien Mecapaca constituyó un importante centro de producción agrícola, y especialmente de frutas, hasta el gran desastre por riadas e inundación de 1858. En general, La Paz en esta etapa tenía muy pocas industrias y las existentes eran pequeñas y casi artesanales. Las industrias de La Paz en el siglo XIX Fuentes: Benedicto Cuervo Alvarez, 2013 (Un clima seco y fresco); Barragán (2000).

…Otra ausencia es la de la industria. Para 1880 no había ningún establecimiento de tejidos, de pólvora (Paraíso hasta 1858), de fósforos (abandonada por 1850) o de galvanismo. Sólo existían 2 cervecerías: de Wolf Alexander y Cia., en la calle de la Recoleta y de Violand y Cia., a la entrada del Prado; 2 curtidoras, en la calle Cardón (de Nuñez) y en el Prado (de Prialet); 1 empresa de alumbrado por gas en el Prado (de Gaspar Solá,Ricar do Ballivián, Carlos Compte, José L. Cornejo), una empresa carretera con diligencias y carros en la plaza

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Alonso de Mendoza y un establecimiento de sulfato de quina de sociedad anónima en la calle Socabaya. La ausencia industrial explica también el predominio de la actividad comercial especializada en satisfacer demandas alimenticias, por una parte, demandas de las élites por otra parte, y finalmente, articular el comercio de ultra- mar con el interior del país….

En pleno siglo XIX, las comunidades indígenas siguieron vigentes en el Valle y los entornos de la ciudad, pero sus espacios fueron ocupados progresivamente por haciendas, quintas, barrios y calles (Cajias et al. 2007). Según Prada (2000), un bajo número de haciendas pudo establecerse en el entorno de la ciudad; de acuerdo al Catastro de 1881, del total de propiedades agrarias, el 41% de ellas se definía como quinta o como chacra, en tanto que un poco más del 17% de ellas podía considerarse haciendas. Las quintas y chacras se localizaban dentro la jurisdicción de las parroquias de San Pedro y San Sebastián, en tanto que la mayoría de las haciendas estaban en Obrajes y Villa Obrajes (Parroquia Santa Bárbara). El Ayllu Pucarani del cual formaba parte la zona de Bajo Llojeta, pertenecía a la jurisdicción de la parroquia de San Pedro (Mamani, 1995). En 1870 aparece la Hacienda Llojeta y la hacienda Alpacoma, ambas bajo propiedad de terratenientes; y que posteriormente, a inicios del siglo XX, pasarían por manos de varios dueños de forma sucesiva y se subdividieronn en varias fincas, algunas de las cuales dejaron de producir por falta de trabajadores. Es importante recordar que a fines del siglo XVIII, la ciudad de La Paz había ―comido― su espacio agrícola proveedor, es secir, ya no habian superficies para una potencial expansión y empezó a depender de otras regiones (Villagómez, 1991). Ya en el siglo XIX, esto implicó una creciente

transformación

de

los

sistemas

productivos

tradicionales

hacia

formas

convencionales y más modernas, adaptadas a los ritmos y exigencias de los mercados de entonces. La demanda de La Paz de productos producidos localmente habría sido parcial, incluso desde fines del siglo XVIII, como lo manifiestan las crónicas, constituyéndose progresivamente en un sumidero de productos de otras regiones como el Altiplano Norte, otros valles templados alejados, como Luribay, Caracato, Sapahaqui, incluso el Valle de Cochabamba, y los Yungas de La Paz. De cualquier forma, a inicios del siglo XIX, la complementariedad de la producción local del Valle de La Paz, en relación a la que ingresaba de afuera del Valle, era aun importante. El viajero Balzan menciona en 1891, chacras con amplios campos de habas, comunes en los alrededores de La Paz. Un resultado de las políticas en contra de las tierras comunitarias son las relaciones sociales conflictivas en el agro de fines del siglo XIX que muestra Paredes (1955), como es el abuso que

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ejercían las clases dominantes de peninsulares, criollos y mestizos sobre los indios, tanto en la ocupación de tierras como en la venta de productos. Es así, que productos de mejor calidad ofrecidos en los mercados por los indios, tenían en general menores precios que el mismo tipo de producto (aun de menor calidad) ofertado por los mestizos y hacendados. Esto ocasionaba una baja de motivación por parte de los productores indios, los cuales o dejaban de producir y se dedicaban a diversos trabajos eventuales en la ciudad, o bien producían en escasa cantidad, lo cual significó una reducción en la presión sobre los suelos. De cualquier forma, la intensificación de la producción y consecuente mudanza de sistemas productivos tradicionales a sistemas cada vez mas convencionales se produjo en el Valle de La Paz en una sucesión de contextos históricos de profundos cambios desde la colonia, incrementándose en la etapa republicana y posteriores. Ya a mediados del siglo XIX, época en que se hace patente la escasez de tierras, la sucesión de sequías, como las que asolaron el valle de La Paz, en la década de los 60 de dicho siglo, referidas por Tandeter (1992), la presión de la expansión urbana, la modificación de los curatos-parroquiales en haciendas, y la migración campo-ciudad, cambiaría los escenarios de aptitud y potencial productivo. Según Paredes (1955), la desmejoría se acentuó desde la caída del dominio español. Esta situación, sin embargo, pudo haberse producido incluso antes. Paredes menciona el despoblamiento de las haciendas y de las fincas de indios, debido a la migración constante de estos a la ciudad, donde encontraban trabajo abundante, mercancías, servicios, etc. A esto se sumaba las disgregaciones de las tierras por constantes aluviones y riadas, la falta de abonos y en especial la pérdida cultural o de conocimientos acerca del uso de la tierra. Según este autor hacia fines del siglo XIX, la baja de producción agrícola, alcanzo el 50% de rendimientos en productos como la papa, haba y cebada. Esta situación fue cuanto más álgida si se considera que la población de la ciudad se había cuadruplicado en el período republicano respecto de la colonia. La gran afluencia poblacional después de que la ciudad de La Paz se convirtiera oficialmente en la Sede del Gobierno y del poder legislativo, y el aumento de ciertos elementos de modernidad en términos de comercio y servicios, tuvo con seguridad influencia decisiva en el aumento de la demanda de productos alimenticios. Al existir baja producción y tener que importar productos agropecuarios básicos de otras regiones fuera del Valle, esto repercutía en la alza generalizada de los precios y en una reducción de la calidad de vida. Una idea de la sobrepresión agrícola a los suelos que menciona Paredes (1955), fue la producción intensiva de cosechas varias veces al año (p.e. papacebadacebolla). Paredes, además concluye que en cuanto la producción a fines del siglo XIX, no se podía esperar una mejor productividad, considerando que eran haciendas donde el trabajo era rústico, con el uso de herramientas manuales y uso de tracción animal muy limitado por la topografía accidentada y escasez de abonos para fertilizar los suelos, puesto que era costoso

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traer grandes volúmenes de guano de llamas desde la puna, o aun peor, desde las guaneras del Pacífico. Adicionalmente, los campesinos en su calidad de pongos y arrendatarios en el mejor de los casos, no estaban motivados o incentivados para desarrollar una mejor producción agrícola, puesto que una gran parte de la producción iba a parar a manos del hacendado. Se trataba de una producción enfrascada dentro de una lógica de economía campesina, forzada a un tratamiento feudal. El año 1838 se creó la denominada Provincia El Cercado (Paredes, 1955) donde la ciudad de La Paz estaba incluida, pero curiosamente Mecapaca se constituyó en la capital de dicha Provincia; de esta forma dicha población creció y se convirtió en un centro de producción agrícola (en especial frutícola y vinícola) intensiva, atrayendo mucha inmigración desde lugares lejanos. Varios años después, en 1880, la ciudad de La Paz sustituyó a Mecapaca, como capital de la Provincia Cercado (en 1912, desaparece la Provincia Cercado y se crea la Provincia Murillo). La zona de Mecapaca es mencionada, como ―sitio de fornicación o adulteración‖, denominativo que sin duda proviene desde épocas precolombinas. Sin embargo, la construcción gramatical aymara del vocablo es muy confusa y nada concluyente. Lo cierto es que a mediados del siglo XIX, mantenía la fama de ser un pueblo de goces y fiestas casi permanentes, donde mucha gente de la ciudad y alrededores acudía a un desenfreno contínuo de bebida, placeres y baile (Paredes, 1955). Esto se habría mantenido hasta 1858, cuando una enorme riada y mazamorra del Choqueyapu, aumentada por las crecidas de otros ríos del Valle, virtualmente sepultó la población y sus extensos campos de viñedos y frutales. Se produjo una emigración masiva de muchas familias hacia la ciudad de La Paz. Para 1910, Paredes menciona la existencia de únicamente 19 haciendas, muchas menos que las que existían en su época de esplendor antes del desastre mencionado. En la colonia y la república el comercio de plantas medicinales y etnomedicina ritual, era muy intenso pues la gente de diversas clases sociales, aun las adineradas, recurrían a la farmacopea andina. Además, siempre existió una fuerte ritualidad asociada al uso de plantas nativas, ritualidad que fue cohibida y prohibida en la colonia. A pesar de ello, la calle Linares llamada antiguamente Supay calle (calle el diablo) y barrio Chocata, era el centro más importante del comercio de plantas de uso medicinal y productos rituales, situación que se mantiene hasta la actualidad. Esto implicaba un proceso activo de recolección de algunas plantas en el mismo Valle (Wira Wira, Chinchircoma, Kea-Kea, Paico, Muña, Karalawa, Molle, Chamico, Achuma, Chillca y muchas otras), además de un activo comercio hacia y desde otras regiones. Este comercio implicaba también derivados de animales silvestres, aspecto mencionado por el viajero Balzan. Un dato interesante referido por Crespo Rodas (2009) para la época de la independencia y republicana es que durante los días de lluvia corrían arroyos de donde los pobladores recogían cantidades no insignificantes de oro, también se menciona que de una manera más sistemática y

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regular se seguía explotando el oro en el valle de Poto-Poto (Miraflores) en terrenos de aluvión ―de los que se llegaba a sacar todas las semanas algunas libras‖.

Mudanzas en los ecosistemas y paisajes en el siglo XIX El siglo XIX podría ser diferenciado en dos etapas, una primera etapa, desde sus inicios hasta 1880, donde la ciudad es mas aldeana y más rústica, y una etapa de final de siglo, de transición a la nueva centuria, donde la ciudad da un salto hacia el progreso y el modernismo. En términos poblacionales la ciudad de La Paz y su entorno inmediato en 1830, tenía un poco mas de 30.000 habitantes y en 1877 casi 70.000 (Prada, 2000). Podemos rescatar las impresiones del paisaje del Valle de La Paz en el siglo XIX, a partir de los relatos de dos viajeros. Por ejemplo, la descripción del paisaje del Valle de La Paz, descrito por Alcide D´Orbigny en 1830.

….‖Imaginemos, una especie de canal formado por las aguas, cortado, casi perpendicularmente del lado de la llanura, en anfiteatro hacia los Andes, presentando, de todos lados, montañas desnudas, negruzcas, muy recortadas, coronadas de cimas cubiertas de nieve. Esas montañas descienden poco a poco por salientes, hacia el fondo de la quebrada, donde como en un abismo, la ciudad con sus jardines y su vegetación contrasta de la manera más agradable. Si seguimos con la vista el curso tortuoso de la quebrada, se la ve profundizarse aun más , cubrirse más y más de vegetación, y perderse en los rodeos sin número de las montañas, arriba de las cuales, como un gigante, se dibuja la masa imponente del Illimani‖….. De igual manera, es muy reveladora la primera impresión de Luigi Balzan del paisaje del Valle de La Paz el año 1891, dice así….Confieso que habría preferido llegar a ese lugar sin haber leído

las descripciones realistas del amigo Germain o, por lo menos, sin haber sido advertido por los compañeros de viaje. A pocos metros del borde se para la diligencia y bajamos para llegar a pie al borde mismo. Qué magnífica vista!...El altiplano por el cual vinimos termina de manera repentina y baja rápidamente hasta un valle recluido entre las montañas; en lo profundo corre el río, o mejor el arroyo La Paz a cuyas orillas esta la ciudad. Vista desde lo alto, la ciudad presenta un aspecto muy bello con techos de tejas rojas entre el verde de las huertas. En el valle la vegetación es muy bella y se producen frutas muy gustosas. A lo largo del siglo XIX, la matriz del paisaje del entorno de la ciudad era esencialmente rural o agrario, con reducidos relictos de vegetación natural en algunos sitios de menor acceso, como quebradas. El hinterland lejano (San Pedro, Miraflores) mantenía un paisaje eminentemente rural, aunque con atisbos de expansión urbana hacia determinadas zonas mas próximas y accesibles. En el entorno rural inmediato y mas próximo, empiezan a darse cambios por la creciente expansión urbana, y el aumento poblacional de la ciudad, toda vez que la inmigración desde diversos puntos del país fue muy alta en relación los decisivos acontecimientos políticos.

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El paisaje urbano empezó a cambiar con la demolición de muchas casas coloniales y la construcción de nuevas edificaciones del estilo neoclásico, académico y victoriano (Calvo et al., 1995). En el medio rural circundante, las mudanzas en la configuración del paisaje estuvieron supeditadas a dos procesos, uno de mantenimiento de la ruralidad derivada de la colonia, y otro posterior, de ―desruralización‖, por la transformación de los agrosistemas (ecosistemas rurales) en ecosistemas urbanos. Muchos sectores del Valle, mantenían su condición de paisaje cultural y agreste todavía con ampliso remanentes de vegetación natural (bosquetes arbustivos y bosques secos), en especial en zonas alejadas, por ejemplo, el valle de Kallapa o Chicani, caracterizadas por su andenería o hacia Rio Abajo. Recordemos la descripción de D´Orbigny: Si seguimos con la vista el curso

tortuoso de la quebrada, se la ve profundizarse aun más, cubrirse más y más de vegetación…, claramente el insigne explorador esta describiendo una vegetación progresivamente más densa hacia la zona de valles secos de Rio Abajo, que pudo ser arbustiva densa o semi boscosa, o tal vez lo que vió eran los cultivos, setos y arboledas de sauces (en dichas épocas no se habían introducido todavía el Eucalipto en el Valle) de las quintas de Obrajes, que contrastaban con las aridez del entorno del Valle. Los paisajes culturales se mantienen a lo largo de un determinado tiempo en gran medida, gracias a la existencia de sistemas productivos tradicionales. Muchos rasgos de paisaje cultural en el Valle de La Paz, se mantuvieron en función a los sistemas tradicionales de los productores indígenas, incluso hasta inicios del siglo XX. La gestión de paisajes rurales debe tener siempre presente la importancia de mantener y potenciar la actividad rural, situación que difícilmente podía lograrse en una ciudad en constante crecimiento. Dos amenazas serias sobre los paisajes rurales son, que estos se desvalorizan por el abandono progresivo de sus habitantes (hacia las ciudades) y por el avance y avasallamiento por parte del espacio urbano que considera al paisaje rural, como marginal y explotable. Ambas situaciones se dieron en el Valle de La Paz de forma acelerada. En 1830, Alcide D´Orbigny, observaba en la visión rural de La Paz, ―extensos campos de papa‖ y numerosos rebaños (no especifica si de llamas u ovejas), en tanto que la zona de Obrajes es descrita, como cubierta de quintas, haciendas y viñedos y el cultivo de caña de azucar en las partes más templadas de Río Abajo como Tawapalca, Chujawaya o Tirata. D´Orbigny conlcuía que La Paz era una ciudad plena de recursos. Menciona también en su relato de descenso a La Paz, el camino repleto de indios con sus recuas de mulas y asnos, lo cual da una idea del activo comercio y transporte de productos que podía existir. De acuerdo a este connotado explorador, en la ciudad de La Paz de inicios de la época republicana todos hablaban aymara, y las calles estaban llenas de indios con vestimentas típicas, inclusive los mestizos más connotados por su posición económica y social, hablaban el aymara con fluidez, de tal forma que los diálogos en diversas situaciones de la cotidianidad de la joven ciudad se sucedían en una

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jeringonza entre aymara y castellano. Este aspecto social puede ser indicativo del grado de ruralidad en la que se desenvolvía La Paz. La fisonomía del paisaje urbano de la ciudad aún mantenía muchos rasgos de la ciudad aldeana de siglos anteriores, se caracterizaba por una zona central con edificaciones importantes, como el teatro municipal, el palacio de gobierno, iglesias y comercios, lo que ahora se denomina centro histórico o casco viejo. A excepción de las torres de las iglesias, los edificios no superaban los 15 metros; como en la colonia, las techumbres en la zona central eran de teja, en tanto que las casas periféricas tenían techos de paja. En 1845, un periodista francés destacó en sus relatos de viaje….―las calles en pendiente, su

angostura y su carencia de empiedre. Las casitas de adobe de planta baja y con techos de paja las más, y sólo algunas de tejas, se abren por anchas puertas reforzadas con clavos de cabeza labrada y lucen amplios balcones de madera de cedro tallada, donde florecen macetas de claveles, rosas o geranios‖ http://notasdelahistoriadebolivia.blogspot.com/2013/0. Como se puede percibir, aun persistía el paisaje urbano pintoresco descrito para la etapa colonial de siglos anteriores. Dicho viajero relata además que, en cuanto a la vida social en las calles, le llamó la atención ver a los campesinos circulando con sus asnos o llamas cargados de provisiones o combustible (taquia), así como los arrieros que conducen sus recuas que transportan desde Tacna y Arica, odres de licor, ají, arroz y harina del Perú. El hinterland de la ciudad republicana, hasta antes de 1850, empezaba en el sur, en la arboleda incipiente de la Alameda (hoy Prado o avenida 16 de Julio), que no era una avenida como hoy conocemos, era simplemente un paseo arbolado, en tanto que todo el paisaje periférico inmediato, era rústico, esencialmente rural. Los espacios ahora ocupados por barrios, como Miraflores, Sopocachi, San Pedro, Obrajes, Calacoto, eran todavía zonas rurales. Predominaba el paisaje agropecuario con un mosaico de chacras de papa, haba, maíz, cebada, campos de pastoreo de vacunos y ovinos (lecherías), arboledas dispersas de molles, sauces y álamos, setos vivos densos y arbustales entre parcelas y propiedades, y bosquetes o densos matorrales relictuales en zonas de menos acceso o alejadas como las profundas quebradas, en las cuales, ya no se habría encontrado queñua (Polylepis) o kishuara (Buddleja) pues suponemos su desaparición en períodos anteriores. Ya hacia fines del siglo crecían las arboledas de eucaliptos en varias zonas rurales, a partir de la introducción en Bolivia de esta especie, en el Gobierno de Arze; esto implicó un cambio importante en la configuración de los paisajes rurales del Valle. A fines del siglo XIX se impulsó el avance de varias urbanizaciones sobre zonas agrícolas, las primeras zonas con expansiones urbanas fueron San Pedro y Miraflores (Poto Poto), donde el paisaje rural empezaba a ser ocupado por callejas y construcciones urbanas. Posteriormente la ciudad se extendió a los entornos del paseo de la Alameda (hoy Prado), hacia las zonas de

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chacras de San Jorge, donde empezaron a edificarse villas y casas de campo (Villagómez, 1991), al igual que a la parte baja de Sopocachi. El paisaje rural se mantuvo en zonas más alejadas, incluso hasta las primeras décadas del siglo XX (p.e. Sopocachi, Tembladerani, Obrajes, zona Sur), para luego transformarse de forma acelerada en las siguientes décadas. Por su parte, la zona de El Alto, seguía denominándose el Alto de La Paz, un reducido villorrio separado, con comunidades dispersas que pertenecían a diversos ayllus del Altiplano. De acuerdo a la descripción de Luigi Balzan en 1891 de la ciudad.…El Prado no tiene nada de

lindo. Es una avenida bordeada de arboles de especies muy diversas, desde el Eucalyptus hasta el cerezo y desde ciertos sambucos inmensos, hasta un manzano! Cerca de una fuente en medio del paseo se encuentra una enorme cabeza de piedra, que es parte de una estatua incaica existente en el pueblo de Tiahuanaco. En cambio, la percepción del Valle para este viajero es otra: Lo que si es verdaderamente bello es la panorámica que hay desde el puente sobre el río

de La Paz, justo antes de llegar a El Prado; de allá se divisa una parte de la ciudad, colinas, montañas, huertos, jardines y el borde del altiplano. Balzan se referia al célebre monolito Bennet que habia sido trasladado desde Tiwanacu (sin permiso de los locales, ni ningún asomo de respeto) a la ciudad de La Paz el año 1833 y que era expuesto en el paseo de la Alameda. En dicha época, también se encontraba en dicho paseo una estatua de Neptuno labrada en mármol, posiblemente la que en décadas anteriores estaba en la plaza Murillo (no es la que se encuentra en el Montículo de Sopocachi). No se conocen muchas referencias sobre modificaciones antrópicas dirigidas en el paisaje urbano-suburbano en la ciudad de La Paz del siglo XIX (Monografía Histórica del IV Centenario de La Paz, 1948). Una de las pocas encontradas, relata la eliminación de una empinada colina que obstaculizaba la comunicación entre la zona central (Santa Bárbara o inicio de la actual avenida Illimani) y el valle de Poto Poto (hoy Miraflores). Según el dato histórico, alla por el año 1866,… un día se le ocurrió al entonces presidente Mariano Melgarejo echar

abajo aquella colina, para lo cual convocó a todo el vecindario paceño, al Ejército y al cuerpo diplomático mediante prensa. La comunicación decía… ―Los propietarios, comerciantes y gentes más decentes deben contribuir cada cual con herramientas de trabajo y todo gratuitamente‖. El propio Melgarejo dio el primer barretazo al cerro al son de la música de las bandas, empezó la demolición de la colina para dar lugar a la avenida que se llamó Frías, hoy avenida Illimani. Otra modificación del paisaje en dicha época, se debe también a Melgarejo, quien ordeno abrir el cerro Laikakota con el fin de unir Poto Poto (Miraflores) con Sopocachi, (Villagómez, 1991), dicha apertura y modificación del cerro se culminó recién en a mediados del siglo XX. Recordemos que en 1837 se produjo un desastre natural importante, cuando la zona se Santa Bárbara sufrió un gran hundimiento, haciendo desaparecer la Laguna del cerro Laikaqota. Años después, en 1873 se produjo otro hundimiento de gran magnitud en la zona de Tembladerani. Si

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bien no tuvieron un gran significado en la modificación del paisaje, fueron claros recordatorios de la inquietante dinámica geológica del Valle. Periodo Época de la

Sistemas productivos y uso de leña Sistemas de producción

Paisaje, Fragmentación y relictualización de ecosistemas Se mantiene el paisaje con matriz

independencia

agropecuaria intensiva y campos

esencialmente rural o agrario de

(inicios del Siglo

eriales en descanso o

fines de la colonia (extensa

XIX)

abandonados en todo el entorno

campiña con campos de cultivo,

de la ciudad. La producción del

setos y eriales en descanso, y

Valle sigue aportando a la

zonas degradadas). Sin embargo,

demanda de la ciudad, aunque en

la ciudad ya es un elemento

menor escala. Continúa el uso de

relevante del paisaje del Valle.

leña y carbón, que proviene

Continúa el proceso de

mayormente de zonas alejadas del

relictualización de la vegetación

Valle (Yungas, valles secos).

hacia zonas cada vez más alejadas

Aumentan los procesos de erosión

o de difícil acceso. Suponemos que

por pérdida de cobertura vegetal

Polylepis ya no existe en el Valle.

y sobrepastoreo. Mediados a

Perdura la agropecuaria intensiva

La ciudad se expande y

fines del Siglo

y campos eriales en descanso o

progresivamente es parte cada

XIX - Inicios del

abandonados, en el entorno de la

vez más importante del paisaje del

siglo XX

ciudad. Arboledas de Eucaliptos

Valle, incorporando varias zonas

proveen leña en las zonas rurales

hasta entonces rurales

periféricas y comienza el uso de

(Miraflores, San Pedro). El

otros combustibles como el

entorno de la ciudad sigue siendo

kerosene. Se mantienen los

un paisaje rural en forma de

procesos de erosión. Quemas

extensas campiñas y lecherías

recurrentes.

(como Sopocachi u Obrajes). Las arboledas de Eucaliptos son parte de la campiña rural. Relictos naturales en zonas alejadas y de difícil acceso.

Mediados a fines

Entorno rural inmediato de la

Toda la parte central del Valle

del siglo XX

ciudad de décadas pasadas, ha

comprende un paisaje urbano en

sido ocupado por calles y

constante expansión y

construcciones urbanas.

verticalización por la construcción masiva de edificios. Los paisajes

Actividades agropecuarias

rurales de décadas anteriores han

restringidas a determinadas

sido incorporadas al radio urbano.

zonas alejadas del radio urbano

Los paisajes todavía rurales se

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(Cota Cota, parte de Sopocachi,

encuentra muy alejados o en zonas

Llojeta, Kallapa, Rio abajo).

de otros municipios. Relictos cada

Reducido uso de leña en zonas

vez más reducidos y con escaso

rurales (mayormente de

valor biológico.

Eucalipto); quemas siguen siendo recurrentes.

Cuarta fase, cambio de la matriz rural al paisaje urbano predominante Respecto a Obrajes, zona con una importante trayectoria histórica desde la colonia, Nicolás Acosta, en la época republicana, la cita en su texto Guía del viajero a La Paz, publicada en 1880, como un pueblecito que dista una legua de la ciudad, tiene un clima templado, ni húmedo,

ni seco, posee una campiña preciosa y su vegetación es la más lozana y corpulenta que en los alrededores de La Paz. Hay aguas termales, pero desgraciadamente no pueden usarse porque son de privados. El tan particular manantial de agua termal fue mantenido hasta 1880, posteriormente ya nada se menciona de esta fuente natural. Obrajes se desarrolló bastante durante la presidencia de José Ballivián (1841-1847) con la construcción del camino, la prolongación de la actual avenida Arce y la construcción de un centro recreativo. ―Por lo que

hace a la Villa de Ingavi, en el Obrajes, se trabaja con actividad y el arquitecto principal José M. Núñez ya delineó su plan… Carretas, coches, gentes a caballo y a pie bajaron los domingos por el camino de Bella Vista con dirección al Obrajes y… cafés, confiterías y jardines y huertas de recreo serán constituidas por su población, en fin para nosotros la encantadora Villa Ingavi será lo que Versalles es para París‖. Cuervo Alvarez (2013) se refiere la existencia de baños públicos (tipo balneario?) que

constituían, además de una necesidad, lugares de recreación, como el establecimiento de Michel (desde 1865) en la calle Indaburu, los baños de Pérez a la salida del Prado, los de la Recoleta y los de Bernal en Potopoto (Miraflores). Otro elemento sustancial del paisaje urbano y suburbano de la ciudad, que se mantuvo en el siglo XIX, desde la colonia, era que estaba todavía atravesada por múltiples ríos y riachuelos e innumerables puentes (Medinaceli, 1997), destacando 10 mas importantes sobre el río Choqueyapu que comunicaban el centro urbano con los barrios denominados indios desde la colonia: San Sebastián, San Francisco, San Pedro. (Cajias et al. 2007). En 1880 se inauguraron 11 puentes mas, llegando a un total de 21. Como ya se mencionó, esta condición de comunicar las zonas de la ciudad por puentes, será un signo inevitable dictado por la topografía, con el toque de la modernidad hacia las megaestructuras. Aspectos ambientales en el siglo XIX A mediados del siglo XVII se menciona al río Choqueyapu, como de agua muy buena y clara (Calvo et al. 1995), situación que posiblemente se mantuvo hasta mediados del siglo XIX. En 1845, el periodista francés anteriormente citado, mencionaba…‖la calle sirve para todos los

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usos y en su arroyo, Choqueyapu, se bañan las cabalgaduras y las mujeres del pueblo van a lavar sus ropas‖. Sin embargo, es posible que hacia fines del siglo XIX (1890) el río Choqueyapu (Chuquiabo) ya habría empezado a mostrar señales de contaminación en el tramo que cruzaba la ciudad, especialmente por vertido de basura doméstica y los canales de alcantarilla abierta que proliferaron y bajaban de las laderas. Esto empezó con seguridad a ser un problema agravado a lo largo de la primera mitad del siglo XX. Otro problema ambiental referido en diversas crónicas y noticias de diversas épocas, debió provenir de la gran afluencia de animales de carga (burros, mulas y llamas) que entraban y salían de la ciudad transportando a lomo o tirando carrozas, diversos productos, desde coca, carbón y hortalizas hasta cerveza (incluyendo los carruajes señoriales), lo que implicaba acumulaciones de excremento animal en determinadas arterias o puntos de la ciudad. Esto imperó incluso hasta los tres primeras décadas del siglo XX, al punto de que en muchos lugares del centro administrativo se prohibía el ingreso de los semovientes con carga y la alcaldía dictaba normas para lsu limpieza por los dueños o contratistas de carga. En la etapa republicana (Montecinos, 2004) los cuidados sanitarios se reducían al barrido ocasional de las habitaciones o de las calles, o a la limpieza individual diaria, que era incompleta. Los restantes servicios como alejamiento de basuras, provisión de agua potable, selección de alimentos, etc. eran poco menos que ignorados. Respecto a los residuos sólidos o basura, al igual que en la colonia, no existían plásticos, ningún tipo de empaque de alimentos y bebidas, o pañales desechables, como conocemos hoy, incluso el uso de papel era muy restringido, los niveles de consumo en general eran magros y habían escasas industrias, mayormente artesanales. De tal forma que la generación y acumulación de basura era muy limitada (solo restos orgánicos) y en volúmenes muy bajos considerando la escasa población humana. Tal vez, los centros de mayor contaminación orgánica representaban los mataderos y algunos hospitales, que ya funcionaban en dicha época. No se han encontrado referencias históricas sobre la problemática de la basura en la ciudad de La Paz. Solo nos queda la opinión del viajero Luigi Balzan en 1891, cuya impresión de la ciudad de La Paz era: ….Las calles de la ciudad son bastante limpias y es así porque la limpieza la hacen los privados. Suponemos que se refería al centro de la ciudad propiamente, y que la basura se acumulaba en las periferias o suburbios y zonas rurales, donde se la quemaba, razón por la cual se denominaban a estos vertederos como ―cenizales‖. Dada la ausencia de alcantarillado y posible escasez de sistemas de letrinas con pozos ciegos, se da por supuesto, que el fecalismo en las zonas periféricas rurales contiguas a la ciudad, llego a ser un problema importante de salubridad. De cualquier forma, en otras latitudes parecía haber mayores problemas. Como referencia, Cuervo Alvarez (2014) menciona que la ciudad de Cusco era considerada durante el siglo XIX, como una ciudad sucia y maloliente. No existía ni agua ni desagües, las calles y acequias, estaban llenas de basura. Curtis en 1899, se extraña de que la ciudad no haya perdido más

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habitantes ―… porque sólo el clima sano y saludable impide que la inmundicia acumulada por

generaciones haga inhabitable la ciudad…‖. Se describe al Cusco en ese entonces, como una de las ciudades más fétidas y sucias de la América Meridional. En cuanto a los requerimientos de energía para cocinar, calentarse (una necesidad básica en la región), o las pequeñas industrias, el siglo XIX planteaba similares demandas y dificultades que los años de la colonia, el uso y aprovisionamiento de leña. Es válido considerar que en algún momento de la historia del Valle de La paz y la ciudad se presentó una crisis de leña (¿cuándo?), algunos crónistas como Diego de Mendoza en el siglo XVII, mencionaban que de un nicio el Valle era falto de leña (Villagómez, 1991). En esas épocas el comercio de carbón a regular escala (con tambos especiales) y leña traída de las zonas de Río Abajo, era importante, al punto de contar con un Tambo especial. En anteriores capítulos se ha analizado, que a lo largo de siglos, la creciente extracción de leña, debió ser un factor crítico de deterioro ambiental y ecológico del Valle de La Paz. Hasta la mitad del siglo XIX prevaleció la denominada ―pequeña edad de hielo‖, fenómeno de cambio climático global, que implicó un avance de los glaciales cordilleranos y un enfriamiento generalizado, que habría ocasionado un incremento en el uso de leña y otros combustibles para calentar los hogares. Todo hace suponer que ya hacia mediados del siglo XIX el Valle de La Paz prácticamente ya no tenía leña o al menos ya era muy difícil conseguirla. Periodo

Estado ambiental

Biodiversidad

Época de la

Similares condiciones a las del

Biodiversidad se empobrece y la

independencia (inicios

periodo final de la colonia. Los

biota tiende a simplificarse;

del Siglo XIX)

ríos del Valle aún mantienen

relegada a los relictos o

buena calidad. Aumenta la

remanentes dispersos de

demanda de agua.

vegetación semi-natural inmersos en la matriz de paisajes rurales.

Mediados a fines del

Notables aumentos de

Marcada pobreza de biodiversidad,

Siglo XIX - Inicios del

población y tendencia al

tendencia a la simplificación de

siglo XX

modernismo. Se incrementan

ecosistemas y comunidades;

los problemas de la deposición

relegada a los relictos o

de basura y aguas servidas. Los

remanentes dispersos de

ríos que cruzan la ciudad

vegetación semi-natural, inmersos

comienzan a mostrar indicios

en la matriz de paisajes rurales, los

de contaminación.

cuales se van convirtiendo en suburbios.

Mediados a fines del

La ciudad llega a superar los

Marcada pobreza de biodiversidad,

siglo XX

300.000 habitantes, existen

mayor tendencia a la simplificación

crecientes problemas de

de ecosistemas y comunidades;

residuos sólidos y aguas

relegada a los relictos o

204

residuales. El rio Choqueyapu y

remanentes dispersos de

sus afluentes, están

vegetación semi-natural, inmersos

fuertemente contaminados

en la matriz de paisajes rurales, los

ante la ausencia de medidas de

cuales se van convirtiendo en

control y tratamiento.

suburbios y parte de la ciudad.

Problemas de contaminación atmosférica por el aumento de vehículos y humos de chaqueos que suben de los Yungas y Amazonía. Aumento de la demanda de agua.

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Según Avellaneda Cusaria (2007) en Colombia, la ciudad de Bogotá experimentó una crisis energética por escasez de leña a inicios de 1800, así como procesos de erosión, disminución de caudales hídricos y durante la primera mitad del siglo XX, la aparición de enfermedades nuevas relacionadas con la calidad del agua. Similar situación debió darse en La Paz, posiblemente mucho antes en el caso de la leña, por tratarse de una ciudad más alta, más árida y con menor oferta de leña. La crisis energética en La Paz, debió darse ya hacia fines del siglo XVIII. Según Luigi Balzan, en 1891,…Las llamas descienden a menudo de la puna cargados con dos

sacos o talegas de estiércol de las mismas llamas, que es casi el único combustible usado en la ciudad par estos pueblos de altura sin árboles. Existen referencias (Rios de Reyes, 2002) de una terrible sequía que repuntó entre 1876 y 1878, que afectó a las tierras altas y valles del país, incluido el Valle de La Paz, la cual derivó en una caída de la producción agrícola y consecuentemente en hambrunas y epidemias. Suponemos que en estos años de pronunciada sequía, se incremento también el impacto de las quemas. El activo proceso de relictualización de la vegetación a zonas menos accesibles (cañadas, laderas de pendientes inclinadas) o alejadas, como una continuidad desde los tiempos de la colonia y anteriores, debió también suponer un proceso de relictualización de muchas especies de fauna, pero también un proceso de permanencia y aumento de especies generalistas de aves, mamíferos o insectos, en las extensas zonas agropecuarias circundantes.

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INICIOS DEL SIGLO XX, INGRESO AL PERÍODO MODERNO (1900-1950) Para tener una idea de los cambios ambientales, sociales y paisajísticos significativos que se produjeron en el Valle de La Paz al finalizar el siglo XIX y el ingreso al nuevo siglo XX, es importante considerar nuevamente la relación de las dinámicas poblacionales. En térmimos poblacionales, la ciudad de La Paz, el año 1902, se reportaron cerca a 70.000 habitantes, en 1909, tenía 78.856 habitantes, en 1928, 142.549 habitantes y para 1942, 287.000 habitantes, (Prada, 2000), en 1950 algo más de 321.000 habitantes, ocupando 3.814 Has. Se observa un pronunciado aumento de las tasas de crecimiento anual. Ya desde el siglo anterior se dio la tendencia a cuadruplicar la población urbana en lapsos aproximados de 50 años, pero la proporcionalidad se hizo mucho mas grande hasta mediados de siglo XX. Revisando las proporciones del siglo anterior (1800 y 1850) el aumento de población promedio por año habría sido de 860 habitantes por año (1800: 22.000 habitantes; 1850: 65.000, habitantes), mientras que entre 1900 y 1950, el aumento poblacional habría sido de unos 4.500 habitantes por año, cinco veces mas que en el anterior medio siglo. Para orientar el análisis de esta primera mitad de siglo es necesario diferenciar, una primera etapa (dos a tres primeras décadas) más parecidas al siglo XIX, de una segunda etapa que comprende las dos siguientes décadas (hasta la finalización del medio siglo) las cuales están más proyectadas a la modernidad creciente. Esto tiene estrecha relación con la tendencia de aumento poblacional, todavía modesta en 1902, a una fuerte aglomeración hacia 1950. Como se vio en el anterior capítulo, el resultado de la guerra civil entre liberales y conservadores, favoreció en lo político a los liberales y a la ciudad de La Paz, en detrimento de Sucre. La Paz se convirtió definitivamente en la Sede de Gobierno y del poder legislativo. Aunque no tenía rango de Capital de la República, ser sede de los poderes del Estado, significó un impulso formidable al crecimiento económico y a la modernidad del nuevo siglo, concentrando de forma definitiva una gran diversidad de servicios y comercio de bienes manufacturados. El crecimiento pronunciado, según Prada (2000), también se debió a la elevada migración (un 88%) campo ciudad y desde otros departamentos y ciudades del país. Esto repercutió en gran manera en la acelerada expansión urbana por un lado, y por otro, el abandono de tierras de producción campesina. En este medio siglo La Paz continuó un ritmo de violencia e inestabilidad política, con emergencia de logias y tribunales secretos, múltiples conflictos entre los sucesivos gobiernos y los centros mineros, masacres de mineros, como la de Catavi, y el ahorcamiento del presidente Villarroel y parte de su gabinete en la plaza Murillo en 1946. En 1947 se produjo un levantamiento indígena que empezó en haciendas cercanas al Lago Titicaca y que se expandió al resto del país, levantamiento que fue aplacado con una dura y violenta represión por el Gobierno de Enrique Hertzog.

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En 1902, ingresó el ferrocarril a El Alto desde Guaqui, en la frontera con el Perú, y en 1904, se extendió la vía férrea desde El Alto a la ciudad de La Paz, inaugurándose la estación ferroviaria en lo que hoy es la terminal de buses. En 1903, apareció el primer automóvil en la ciudad de La Paz. Se amplió la instalación de las líneas de telefonía; entre 1906 y 1913, se instaló el servicio de tranvías. En 1920, volaba por primera un avión sobre territorio boliviano y en 1929, se emitió la primera transmisión radial (Radio Nacional). De cualquier forma, la ciudad de inicios del siglo XX, era una mezcla curiosa de avances modernos y mantenimiento de elementos rústicos.

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Galería de fotografías históricas, inicios del Siglo XX: A.- Final de la Alameda, actual Prado, rodeada de zonas rurales, al fondo, Sopocachi hacia Llojeta; B.- 1920, vista de la ciudad, al

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fondo la ladera oeste y El Alto; C.- 1920, vista de la ciudad hacia la ladera este y la zona Sur. (Fuentes: galerías google de fotos antiguas de la ciudad). Por ejemplo, en 1915, habían solo 250 vehículos motorizados en la ciudad, lo que significaba que la totalidad del transporte de cargas se seguía realizando a travéz de carretas y tracción animal. Una conocida fotografía de 1910, muestra numerosas carretas esperando la llegada de carga en la puerta de la terminal del tren (hoy terminal de buses). También era común el oficio de cargadores, ejercido exclusivamente por indígenas, algo que Balzán había observado en el siglo anterior y que Saenz personificará después en los ―haparapitas‖. A inicios del siglo XX, La Paz contaba con el sistema de energía eléctrica inaugurado el siglo anterior, aunque todavía con muchos problemas de funcionamiento y cobertura. A pesar de ello ya existían los primeros anuncios publicitarios luminosos en locales comerciales. En poco tiempo, la generación y distribución de energía eléctrica se convirtió en un gran negocio para una sucesión de varias empresas. En esos años las operaciones de servicio de electricidad pasaron a favor de la empresa Bolivian Rubber and General Enterprice Ltda., una de las primeras transnacionales que ingresaron a Bolivia, en gran parte gracias a las políticas liberales imperantes, la cual obtuvo inmensas superficies de tierras en concesión en tierras tropicales (Caranavi y Pando), negocios de oro y para la explotación del caucho en la Amazonía. En 1909, la energía generada empieza a darse a partir de la hidroelectricidad, para lo cual el municipio autoriza a la empresa Bolivian Rubber, construir la represa de Milluni. La construcción de esta represa ocasionó fuerte impactos ambientales en las zonas de captación de aguas en la puna y zonas altoandinas de la Cordillera Real próximas a Milluni y perjudicó los medios de vida de muchas comunidades indígenas (Lázaro, 2009). Dicha represa hacia 1925, no solo generaba electricidad, sino que proveía de agua potable a la ciudad. A mediados de la década de los años 30 se inicia la generación de energía hidroeléctrica a partir de otra represa, la de Zongo y una nueva empresa, la Bolivian Power, esto significó el inicio de la construcción del camino de penetración hacia el valle de Zongo. Además se construye la primera subcentral eléctrica en la calle Feferico Suazo (Lázaro, 2009), la cual funciona hasta ahora. Galería de fotografías históricas, inicios del Siglo XX: D.- Final de la Alameda, actual Plaza del Estudiante; E.- Actual calle Nicolás Acosta en San Pedro, a una cuadra empezaba la zona rural; F.- Una callejuela en el centro histórico o casco viejo, 1907; G.- La actual terminal de buses, entonces estación del tren y carretas de transporte de carga; H.- Tranvía en la Alameda, actual Prado; I.- El primer automóvil en la ciudad, 1907. (Fuentes: galerías google de fotos antiguas de la ciuda).

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Algunas citas de Gabriela Lazaro (2008) sobre los principios del siglo XX resumen el ingreso de la ciudad de La Paz a la modernidad del nuevo siglo. …..La vida cotidiana, nos hace ver como ―naturales‖ las cosas que nos rodean, como si todo

siempre hubiese estado, como si todos los objetos que vemos a diario, desde un automóvil a un sencillo foco, nunca, nadie, ni nada los hubiese inventado e instalado. A principios del siglo XX, la ciudad de La Paz y su entorno, experiementaron cambios gigantescos que deben ser tomados en cuenta en su historia… ….a principios del siglo XX, se acrecentó la ―vida nerviosa‖ en la ciudad paceña, porque todo

empezó lentamente a girar en torno al dinero. Quienes vivían en otras ciudades como Sucre, Santa Cruz, en pueblos o en el campo, no conocieron esta mezcla de atractivo de la ciudad paceña y el desasosiego que empezó a vivirse dentro de ella… …Estos cambios estuvieron relacionados entre el entorno intelectual y técnico. Porque la

electricidad, modificó la luz y en esta modificación también la visión incluso del artista. Como símbolo de la modernidad, acabó imponiendo su presencia en la ciudad, afectando no solamente las formas de vivir, sino también las formas de ser y pensar… …la ciudad de La Paz, representaba a la ―gran ciudad‖ de principios de siglo, no sólo por conceptos estadísticos, sino económicos. Era la ―gran ciudad‖ boliviana que ofrecía posibilidades de generar nuevas alternativas porque logró instalar una industria capaz de generar nuevas industrias, además de ofrecer a sus habitantes, el legítimo derecho de tener acceso a servicios modernos… Estractado de: Gabriela Lázaro, G. 2008. Challapampa y la silenciosa iluminación de la ciudad de La Paz

RAE • Historia (documento WEB).

Toda esta carga de modernidad creciente, fue uno de los factores, como en muchas otras latitudes del globo, para impulsar la lógica urbano céntrica, sobre la cual tendremos mucho que hablar para la segunda mitad del siglo XX y por supuesto en el siglo XXI. El tranvía eléctrico fue inaugurado el año 1909, por iniciativa de la empresa Bolivian Rubber, posteriormente pasó a otras manos empresariales. La línea discurría desde la zona central (estación del tren, hoy terminal de buses) hasta Sopocachi, extendiéndose hasta Obrajes. Dejo de funcionar en 1950, debido a diversos problemas organizativos, de índole social-laboral, y la competencia por vehículos motorizados, comenzando a ser progresivamente reemplazado por las primeras líneas de omnibuses. Entre las anécdotas tristes y absurdas de esta época se debe mencionar, las retrógradas discriminaciones a los indígenas y clase popular en la ciudad, tal es la prohibición que se hizo en 1935, del uso de los tranvías por mujeres de pollera, o posteriormente, la restricción a estos pobladores, a la parte trasera de estos medios de

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locomoción. Un triste ―apartheid‖ parecido al de varias ciudades norteamericanas en la misma época. De cualquier forma, la inauguración y desarrollo del tranvía eléctrico en La Paz, fue además de una señal de progreso, una novedad inusitada, algo parecido a lo que fue la inauguración de las líneas del teleférico el 2015. Un episodio histórico dramático que sacudió a toda la sociedad de Bolivia, fue el estallido de la guerra del Chaco contra el Paraguay en 1932 y que se extendió hasta 1935. Este penoso evento, por las restricciones y penurias impuestas, significó un severo estancamiento en la economía nacional y en el crecimiento de las ciudades del país, comenzando por La Paz, donde importante fuerza laboral fue enviada al frente de batalla. Algunos tambos continuarían funcionando en el siglo XX. Los mercados, como se los conoce hoy, recién aparecen a inicios del siglo XX. La construcción de mercados fue producto de una ardua protesta por parte de las vendedoras de entonces, la alcaldía se vio obligada a construir otros mercados como el de Sopocachi (1939), Miraflores (1941) y Rodríguez (1943). En lo referente a la distribución espacial de la población urbana de la ciudad, el siglo XIX, configura nuevas situaciones contrastantes con la figura de la ciudad colonial. Es por esto que Saignes (1985) comenta, que lo que engañó a los estudiosos de la urbanización paceña fue la progresiva integración espacial de la ciudad colonial a sus barriadas indígenas. Una vez realizada esta unificación física urbana en la parte mediana de la cuenca (primera mitad del siglo

XIX),

la expansión urbana del siglo

XX,

dio lugar a una nueva diferenciación sociológica de

la urbe (Saignes, 1985). La traducción geográfica de este fenómeno fue el escalonamiento de las viviendas: arriba, los barrios populares; en el centro, la clase media (de origen criolla y mestiza); abajo, los barrios residenciales de la gente acomodada y grupos extranjeros. La proyección espacial de la jerarquía social está invertida: abajo los más afortunados, arriba los más pobres (Saignes, 1985). Esta zonificación reciente y esquemática no da cuenta de la singularidad histórica y cultural de cada barrio y sobre todo, encubre un hecho esencial: la profunda penetración indígena (o andina) a la vertiente derecha de la cuenca, hacia el oeste (p.e. cementerio general, avenida Buenos Aires, San Pedro). En este sector, donde se concentraron los mercados, los transportes y la artesanía popular, se hizo más visible la íntima vinculación entre la ciudad y el campo (Saignes, 1985).

Aspectos generales del uso de la tierra y el paisaje a inicios del siglo XX En el siglo XX se da el paso definitivo de lo rural a lo urbano, si bien el proceso fue progresivo, fue notoriamente rápido debido al crecimiento poblacional, la expansión urbana y la suburbanización de los entornos rurales. Hacia fines de la mitad del siglo XX, el uso del suelo y

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del paisaje en gran parte del Valle central, ya correspondía a lo urbano, con una ruralidad remanente a las zonas mas alejadas. El nacimiento de una ciudad debe considerarse como un proceso en el que los momentos más destacados serían los de: aldeas, villas, ciudades y urbes (Alcina Franch, 1999). Otros autores, como Shaedel (1972) han propuesto la siguiente secuencia: campamento, aldea, pueblo, villa, urbe. Campamentos (menos de 100 habitantes), aldeas (100-300), pueblos (300-1000), villa (1000-5000), ciudades (5000-50.000), urbe (mas de 50.000). La Paz ha pasado por todas estas etapas, desde los campamentos mineros antes de la fundación de la ciudad, hasta nuestros días. A inicios del siglo XX, la fisonomía del Valle mantenía esencialmente las características del siglo anterior, una ciudad pequeña expandiéndose hacia la laderas, por ejemplo, hacia San Pedro, rodeada de una extensa campiña de chacras y lecherías. Hace al menos dos siglos que el entorno de la ciudad había dejado de ser el granero de la ciudad, solo cumplia un rol secundario en el abastecimiento de alimentos. De todos modos, esta zona rural periférica y ya poco productiva, cosntituía el hinterland inmediato de la ciudad y solo era considerada como un ambiente potencial para la expansión urbana. En esta etapa inicial se habría iniciado un descenso en la actividad agrícola, debido al incremento poblacional y el deterioro generalizado de los suelos en las haciendas y las tierras campesinas circundantes. Este proceso de empobrecimiento de los suelos agrícolas se habría agudizado a lo largo del siglo XX, cuando las últimas lecherías y campos de cultivo de los entornos de La Paz, empezaron a convertirse en suburbios primero y zonas residenciales después. Paredes (1955) hace varias referencias a la decadencia de la producción agrícola y pecuaria en el valle de La Paz. Comunidades mas alejadas del Valle, como Chicani, Cohoni, Palca o las de Río Abajo, mantenían su autarquía productiva y alimentaria, y aún aportaban algunos insumos agropecuarios a la demanda de la creciente ciudad. En 1909, el barrio indio de San Pedro contaba con 21 excomunidades entre las que destacaban, Achumani, Conchi, Obrajes, Kallapa, Jampaturi, Inca Llojeta y Pucarani Ayllu, además de 33 propiedades o haciendas (Paredes, 1955). El aspecto de San Pedro descrito por Paredes a inicios del siglo XX es denominado ―típico y especial‖, con caseríos aislados, callejas estrechas de tierra, matizada por extensas chacras y arboledas de quintas, pero asediada por el incesante avance de la ciudad. Lo descrito nos muestra un paisaje rural en transición a suburbio. Sopocachi y Miraflores (antes Poto Poto) a inicios del siglo XX, tenían las mismas características que San Pedro, chacras de papa, haba, maíz y lecherías, con algunas casas solariegas que aun detentaban espacios de hacienda en medio de los predios indígenas dispersos, pero ya con claros aprestos a un proceso de urbanización. Las campiñas de San

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Pedro, Miraflores y Sopocachi, fueron las primeras zonas que se convirtieron en suburbios, en especial Sopocachi se perfiló como una zona residencial a la cual se proyectaba la clase adinerada del centro urbano. Hacia los años 30, muchas tierras de Sopocachi fueron compradas por especuladores de tierras en proyección al crecimiento de la ciudad en dicha zona. Estas zonas que se convertirían en barrios, tenían grandes superficies que mantuvieron su paisaje rural hasta fines de 1950, a pesar del avance urbano. En las mismas fechas, zonas más alejadas, como Obrajes, Calacoto o Achumani, eran predominantemente rurales, entre haciendas y chacras o propiedades de indios. Obrajes en 1910, estaba casi enteramente cubierta de chacras y propiedades rusticas, sumando 86 en total, quedando una sola excomunidad de indios de nombre Canchi. Entre las fincas y propiedades rusticas de ese entonces destacan nombres que actualmente constituyen barrios o zonas urbanas, como ser Alto Obrajes, Ovejuyo, Següencoma, Calacoto, Mallasa, Mallasilla, Chicani, Achumani, Jupapina, Aranjuez, la Florida. Estas zonas al finalizar la primera mitad del siglo XX, todavía eran el hinterland de la ciudad. Achocalla es mencionada por Paredes (1955) como una zona alejada y de terrenos altamente inestables (típicos de la formación del Torrente de Barro de Achocalla o ―badlands‖), conformada por 26 haciendas y una escasa población de 3.540 personas. Un dato censal de inicios del siglo XX, da cuenta que en el Valle circundante a la ciudad de La Paz se criaban en las haciendas 38.172 ovinos, 8.816 cabras, 1.117 mulas y 896 cabras, en tanto que en las excomunidades de indios se criaban 12.480 ovejas, 2.790 vacunos, 2.980 cabras y 1.768 mulas, en tanto que solamente 330 llamas. Aún considerando que estos números pueden ser parciales por las falencias de este tipo de censos, la carga animal en el entorno de la ciudad de La Paz, era considerable, teniendo en cuenta la escasa vegetación remanente a inicios del siglo XX. Esto ha debido tener drásticos efectos en el aumento del deterioro de los ecosistemas rurales y las zonas agrestes remanentes. Collana, al este de las serranías de Lipari, en las alturas de Mecapaca, se considerada en ese entonces, como excomunidad muy antigua y es mencionada por Paredes (1955), como una población tradicional, con fuerte raigambre ancestral y ritual (p.e. culto al ekeko) y autarquía productiva, con sistemas productivos tradicionales y una fuerte organización social de ocho Ayllus. Paredes (1955) expresa una opinión muy favorable sobre los pobladores de esta región por su sobriedad, buen trato y laboriosidad. La arquitectura de las viviendas es descrita como de forma circular y con habitáculos subterráneos, aspecto por demás llamativo. Los pobladores de Collana eran fuertemente antagonistas con los de Mecapaca, con los cuales existieron fuertes rencillas y enfrentamientos.

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En cuanto al potencial productivo frutícula y de industrias de licores del valle de Mecapaca, después del desastre del siglo anterior, decayó notablemente y quedo como una zona empobrecida. La región Altoandina de la cumbre a los Yungas, Alto Jampaturi, Laguna Milluni o cumbre de Zongo y la zona de Alto Achachicala, eran desde épocas prehispánicas. zonas tradicionales para la elaboración de chuño, tunta y kaya a partir de papa y oca. Esta práctica en dichas zonas sigue vigente hasta la actualidad.

Mudanzas en los ecosistemas y paisajes a inicios del siglo XX Con el inicio del nuevo siglo, empiezan a consolidarse una serie de cambios relacionados con la modernidad. La Paz empezó a transformarse y se convirtió en un eje económico mayor y como sede de Gobierno central concentró la totalidad del aparato administrativo estatal. Estos cambios produjeron la modernización y expansión de la ciudad acompañadas de un crecimiento poblacional marcado (Barragán, 1990; Cuadros, 2003). Como se vio anteriormente, el tránsito hacia esa modernidad estuvo marcado por varias elementos novedosos, como el ferrocarril, la energía eléctrica y la luz, los tranvías, la radiodifusión, la telefonía, etc. A esto se aparejó la intensificación de las migraciones a la nueva ciudad, que ofrecia servicios novedosos, oportunidades de trabajo y comercio. En lo concerniente al paisaje urbano, nuevos estilos arquitectónicos reemplazaron a muchas edificaciones coloniales. Sin embargo, al igual que en el siglo XIX, al iniciarse el siglo XX, ninguna construcción de la pequeña La Paz, salvo las iglesias y algunas casonas y edificios administrativos, superaban los 15 metros de altura; todos los techos eran de teja, situación que cambió hacia fines de la mitad de siglo, cuando ingresan en el comercio las hojas de metal o calaminas; esto significó en años posteriores un cambio radical en el paisaje urbano del Valle. La ciudad perdió su toque pintoresco dado por los techos de tejas. En este punto, cuando hablamos de cambios importantes en la fisonomía de la ciudad es interesante citar a Prada (2000): ….La ciudad instala su tiempo histórico en el espacio y en el

volumen de su extensión urbana y de sus construcciones. Es en sí misma una imagen de lo que busca ser, pero también de lo que pierde y borra. Hereda construcciones que las convierte en símbolos de su pasado o los adecúa a las nuevas transformaciones, cambiando así su sentido…Mas adelante, en las reflexiones finales, volveremos a este análisis. Algunas calles del centro histórico estaban empedradas y pocas tenían aceras, la mayor parte eran de tierra. La ciudad todavía estaba cruzada de puentes (Medinaceli, 1997) dado que muchas quebradas y ríos aun no habían sido entubados, para dar lugar a calles o avenidas. La ornamentación con árboles en las calles, se restringía al paso de la Alameda (Prado). A inicios del siglo se realiza la forestación con rodales de eucaliptos en a zona de Pura Pura y las laderas

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del Cerro Calvario. Especialmente la reducida zona administrativa central o centro histórico, contaba con redes de distribución de agua domiciliaria y alcantarillado, así como el recojo y disposición de basura. De acuerdo a Cajías et al. (2007) fue a partir de 1920 que La Paz fue transformándose, perdiendo su condición de ciudad colonial, y adquiriendo su actual fisonomía. Los ríos se canalizaron, se entubaron y dieron lugar a calles y avenidas. En 1930, ya existen en el centro varias construcciones de 5 a 6 plantas. Hacia 1920, los tranvías compartían los tramos urbanos con los pocos automóviles de la época, y con las carretas de transporte de carga y carruajes señoriales, que seguían constituyendo los sistemas mas activos de transporte, en un escenario mixto de modernidad y rusticidad. En la segunda década del siglo XX, las piedras granodioríticas del Cerro de Comanche fueron los primeros empiedres de la ciudad de La Paz (El Diario, 10 julio 2014); en los años 1920 y 1930 se llevó a cabo la primera pavimentación de las primeras cuadras de la calle Comercio, mediante el uso de adoquines elaborados con dicho material, extendiéndose en las siguientes décadas al centro administrativo y comercial y a otras zonas de la ciudad en expansión, como los ingresos a San Pedro, Sopocachi y Miraflores. Después de la guerra del Chaco, en los años 30, Miraflores también pasó a conformar parte de la ciudad. En 1948, el Comité Pro Cuarto Centenario recibió fondos para la construcción del camino pavimentado Obrajes-Calacoto, con lo cual, el suburbio empezaba a descender el Valle. Hacia 1950, surgieron las primeras ideas de urbanizar la zona Sur y El Alto. Algunas calles y avenidas principales, empezaron a ser definidas, por ejemplo, la Mariscal Santa Cruz (ex Recreo) y la avenida 6 de agosto, a manera de una columna vertebral de la ciudad, lo cual se mantiene hasta ahora. En el actual predio de la Universidad de San Andres, inicialmente estaba el Colegio Militar, luego paso a la universidad y en 1947, ya se erguía el monoblock, el primer edificio de mas de 10 pisos. En Miraflores, ya se había construido el Estadio Hernando Siles en su versión simple, que se mantuvo hasta los años 70, cuando fue demolido para erigir el actual. El monolito Bennett fue trasladado del Prado o Alameda, a la plaza del Estadio el año 1940. A inicios del siglo XX, la ciudad terminaba a la altura de la avenida Villazón, aunque todo el tramo hacia Sopochachi, ya era un suburbio con casonas elegantes dispersas a lo largo de la via principal de acceso. Cerca de la Alameda (Prado) había una plaza de toros. Lo urbano es un concepto que se opone a lo rural. La ciudad empezaba a avasallar los espacios rurales circundantes, trastocando totalmente la estructura y fisonomía de los paisajes rurales. En su libro ―De un siglo a otro‖, Ernesto Diez de Medina (1955) mencionaba para inicios del siglo XX: ―Los límites de la ciudad, hacia el sud, terminaban donde empieza la actual Alameda

de sendas angostas, entonces, y otra central algo más ancha. A esa misma hora, las 6 de la tarde, el sereno ponía candado a sus puertas, sin que los trasnochadores pudieran cruzar por ahí ni avanzar al otro extremo del Prado donde empezaba ya la dormida y silente planicie de

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Sopocachi. En esta región se divisaba, a largos trechos, dos o tres chacarillas o casas de recreo, cubierto el resto de su extensión por sembradíos, donde pacían aves de corral y los tardos bueyes, listo para las faenas de labranza…. A inicios del siglo XX, en algunas zonas del Valle, como se observan en diversas fotografías panorámicas de los años 30, arboledas de Eucalipto y tal vez de molle, alternaban con los campos de cultivo y de pastoreo. Es muy posible que Silva (citado por Cajias et al., 2007) se refería a estas arboledas implantadas el siglo XIX, como los ―hermosos bosques‖ en los alrededores de la ciudad, esto en 1937. La demanda de leña era también provista a partir del Eucalipto.

De esta forma, el hinterland de la ciudad se había trasladado a zonas mas alejadas, como Calacoto, Achumani, Collana. Río Abajo, Llojeta, Achocalla, Chicani, donde se mantenían los paisajes rurales de chacras y lecherías, setos de arbustos y densos matorrales remanentes en las quebradas. Es posible que a inicios del siglo XX, en los cerros altos de dichas zonas, pudieran haberse visto eventualmente tarucas, pumas y zorros.

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Para inicios del siglo XX, Paredes (1955) vuelve a mencionar la notable escasez y reducción del comercio de leña y carbón, para aprovisionar los hogares de la ciudad, que aun se usaban, y que provenían desde zonas de afuera del Valle (Río abajo, Yungas).

Aspectos ambientales a inicios del siglo XX Es notable la escasez de referencias sobre la situación ambiental y las problemáticas socioambientales de la ciudad de La Paz en siglos pasados, esto a diferencia de otras ciudades latinoamericanas como Lima, Buenos Aires o Bogotá, donde existe información histórica al respecto. En torno al Valle de La Paz y la ciudad se puede encontrar información sobre aspectos políticos, económicos, culturales, sociales, laborales, gastronómicos, de la música, arquitectónicos, etc. , pero no sobre temas relacionados, a qué se hacía con la basura, qué implicaba la ausencia de servicios básicos, como alcantarillado, la calidad del agua de los ríos, o el efecto de las quemas a la salud en ciertas épocas del año. Este vacío de información recién empezará a ser cubierto, aunque muy someramente, en el siglo XX a partir de la década de los 70. De esta forma, para inicios del siglo XX, es poco lo que se puede decir. Algunos aspectos se pueden inferir a partir de la somera información del siglo XIX y anteriores, considerando factores como el crecimiento poblacional y las innovaciones tecnológicas o industriales de entonces. Es importante mencionar que La Paz, nunca fue una ciudad industrial, como tampoco lo es el país en general, al respecto, Chavez (2008) menciona, que desde su fundación y en especial desde el siglo XX, la ciudad de La Paz, no fue centro de ningún desarrollo industrial significativo, solo fue un centro administrativo, burocrático y de servicios. Esto significó que La Paz quede afortunadamente eximida de los impactos ambientales de la industrialización, a diferencia de lo que se dio en otras latitudes. La escasa industria artesanal de la ciudad el siglo XIX, que poco había cambiado desde la colonia (manufacturas de cueros, textiles, hojalateros, fraguas, algunos alimentos) en muy poco grado debieron repercutir en los niveles de contaminación. Similar razonamiento que la realizada para el siglo XIX, es necesario hacerlo para la primera etapa o mitad del siglo XX, no habían bolsas plásticas, ni empaques plásticos, ni botellas PET, ni pañales desechables, aunque si las primeras latas de conservas. No habían supermercados, ni comida rápida y chatarra, Tampoco lógicas de consumismo exacerbado. Podemos suponer que mas de un 80% de los residuos sólidos desechados correspondian a materiales orgánicos de fácil degradación. De cualquier forma, la acumulación de residuos orgánicos sólidos o líquidos, puede generar procesos de contaminación, en especial si consideramos un tránsito de 70.000 a más de 300.000 habitantes, como se dio en la ciudad de La Paz entre 1902 y 1950. Especialmente

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hacia finales del medio siglo, los crecientes volúmenes de basura, que podían haber superado las 100 toneladas/día, con seguridad afectaban los cursos de los ríos y cañadas, así como las zonas suburbanas y rurales. También la escasa dotación de alcantarillados, habría generado problemas de aguas servidas vertidas a canales y ríos, o al fecalismo en las zonas periféricas, que debió ser un problema remanante. La contaminación del río Choqueyapu en su tramo urbano habría empeorado notablemente en esta etapa, respecto del siglo anterior, aunque suponemos que el río aun podía prestar el servicio ambiental de depuración de las aguas servidas. En cuanto al agua potable, la ciudad se abastecía de la represa de Milluni desde las primeras décadas del siglo; para los años 30 existia una gran incertidumbre sobre la calidad del agua de dicha represa, toda vez que en la zona cordillerana próxima a la presa, existían minas e ingenios de proceamiento de estaño, las cuales ocasionaban una fuerte contaminación con aguas ácidas de ―copajira‖ y residuos de metales pesados (Lázaro, 2009). Esto había sido denunciado en varias oportunidades en las primeras décadas del siglo, pero el problema no fue solucionado y trasuntó a la siguiente mitad de siglo. Otras fuentes de contaminación ya mencionadas para el siglo anterior, provenía de los excrementos de animales de carga y carretas o carruajes, que eran los sistemas preponderantes de transporte, al menos hasta 1940, cuando son reemplazados definitivamente por los pequeños y pintorescos camiones de la época. hacia 1940, La Paz tenía escasamente unos 1.000 motorizados. Otras fuentes, de contaminación importante fueron posiblemente los mataderos, tanto por la laxitud de las normas y los sistemas de control, como por el aumento de dichos centros y el tamaño del faeneado, en relación al aumento poblacional. En relación a la contaminación por residuos hospitalarios, tampoco se conoce información. Durante la colonia y siglo XIX, el único hospital que funcionaba, fue el famoso hospital Landaeta (San Juan de Dios), sumándose posteriormente (1918) la construcción del Hospital de Miraflores, hoy Hospital general (Luna Orosco, 1999). No existen reportes de dicha problemática, sin embargo, hacia mediados siglo XX, pudo empeorar, especialmente por la mayor cantidad de pacientes en atención. Tampoco existen reportes de la afectación del aire por contaminación atmosférica de gases. Se supone que debió ser casi ausente, dada la ausencia de industrias y la insignificante cantidad de motorizados. La única fuente importante de contaminación debieron ser las quemas de la época seca y en especial en la festividad de San Juan, de lo cual solo existen referencias para inicios del siglo XIX. Es posible que incluso la contaminación por humos de chaqueos no debió aún ser un problema, dado que en la primera etapa del siglo XX, el proceso de colonización y ocupación de tierras tropicales y subtropicales era aun incipiente.

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EL VALLE DE LA PAZ ENTRE 1950 y 2000 Como se vio anteriormente, la ciudad de La Paz dio un gran salto poblacional entre inicios del siglo XX (1902: 70.000 habitantes) y 1950 (algo más de 300.000 habitantes). Para la siguiente mitad de siglo, existe poca información poblacional, los censos fueron más distanciados, considerando la dificultad y costo de aplicarlos en grupos poblacionales grandes. De cualquier forma, existe la siguiente relación de datos para dos momentos censales: 1976, 635.283 habitantes; 1992, 713.378 habitantes. Incorporamos el dato censal del año 2001, por la proximidad a fin de siglo (2001, 793.293 habitantes). Se observa que el incremento poblacional entre 1950 y 2001, sin bien es un poco más del doble y con una posible tendencia al millón de habitantes, no es comparable con el salto cuatruple entre 1902 y 1950. Es como si la ciudad en la última mitad de siglo, hubiera estado aproximándose a un tope de expansión en la ocupación de su espacio y ciertamente proyectándose más a una dinámica de conurbación y metropolización con otros municipios. Algo que será aun más evidente en el siguiente siglo. Solo a manera de contexto, La Paz se fue tornando una ciudad políticamente violenta, posiblemente el signo del cerco de 1781, marco este derrotero, y que continuó a lo largo del período de independencia y la república. El siglo XIX estuvo marcado por asonadas militares que promovieron el recambio de presidentes de forma vertiginosa. El siglo XX estuvo matizado por la emergencia de nuevos movimiento políticos, que iban más allá de la pugna tradicional entre liberales y conservadores, que había quedado como un resabio de la guerra federal. En 1950 se produjo un conato de guerra civil, con el levantamiento de centros mineros en el país y una asonada popular en la ciudad de La Paz. En el nuevo siglo se produjo una cruenta guerra civil, denominada la revolución del 9 de abril de 1952, con toma del poder por el emergente partido MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario), dando lugar a la reforma agraria, eliminación de latifundios, el voto universal y la nacionalización de las minas. Posteriormente gran parte del siglo XX, a partir de los años 60, estuvo, en consonancia con todo el continente, marcada por la triste etapa de las dictaduras militares, hasta la recuperación de la Democracia. Esto es parte de la historia y se han escrito toneladas de libros y documentos al respecto, mayores profundizaciones escapan a los objetivos del presente libro. Algún párrafo más hablara de ello para el siguiente siglo, y nos quedamos con que la ciudad de La Paz, desde épocas muy pasadas fue propensa a las convulsiones políticas. Algo necesario de mencionar, es que a partir de los años 80 especialmente, La Paz, Sede de Gobierno, y su eje troncal, se convirtió en un campo de marchas de protesta social de toda índole, hasta el punto de hacerse un tema cotidiano y parte del paisaje viviente de la urbe. Teniendo como referencia ensayos y notas de prensa, la primera década de la nueva mitad de siglo XX, es decir hasta 1960, es muy parecida en términos generales, a las décadas iniciales del nuevo siglo, con la especial connotación del dramatismo político de la revolución populista impulsada por el MNR. Con el advenimiento de la revolución de 1952 y los cambios de orden

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socioeconómico que esta generó, se produjo un marcado proceso de migración de la población rural hacia las ciudades, siendo La Paz la receptora de una gran masa poblacional que se asentó en las laderas de la cuenca. Villagómez (1991), destaca a la década de los 70 para Bolivia, como una expresión cabal de una economía de enclave, de endeudamiento acelerado y a la vez de seguir

hipotecando las

materias primas al modelo de exportación. Para este autor, la estructura urbana significó un desmesurado crecimiento hacia una macrocefalia urbana en detrimento del área rural. En general, las necesidades sobrepasaron las inversiones urbanas, marcando un proceso de tugurización en varias zonas de la ciudad, en especial en las laderas este y oeste. Dicho autor concluye, que para el final de siglo, la imagen urbana pasa violentamente a un panorama donde los efectos antrópicos sobre el medio ambiente son de fuerte impacto, erosión, sedimentación, polución de aguas , modificaciones del paisaje natural y profundo desequilibrio ambiental. Esta etapa final del siglo XX, esencialmente desde 1960, es de acelerada transición a una La Paz del siglo XXI, donde las contradicciones, la desigualdad, la gobernanza cuestionada y los problemas ambientales se irán complejizando y amplificando a un ritmo tal, que las supuestas autoridades locales o nacionales, poco o nada pueden, ni quieren hacer. En esta etapa es cuando se perfila definitivamente el deterioro ambiental y paisajístico del Valle de La Paz, y se profundiza la lógica urbano centrista de la población citadina. La Paz siempre tuvo enclaves culturales bastante especiales, sin duda, la zona de Sopocachi fue uno de ellos, siendo por esencia un barrio bohemio, refugio o cuna de Saenz, Borda o Cecilio Guzmán de Rojas. En los años 80, Sopocachi y sus adyacencias empezó a llenarse de bares y ―boliches‖, sin embargo existió un icono inolvidable por muchos, allá por 1988, El Socavón, y que fue punto de partido a los bares culturales alternativos; después vinieron decenas de ―boliches‖ afines, pero nunca más se vio uno como el Soca. El siguiente siglo fue reemplazado por un elegante club de Jazz, para finalmente en noviembre del 2016, la casona de inicios de siglo XX en el cual se encontraba una vez, sea demolida para construir una edificio más. Fin de una época. El Socavón, la Taberna del Arte

Fin de década, un lugar casi oculto en el borde mismo de Sopocachi, semi subterráneo, insólito, bucólico, para muchos sórdido….único. La Taberna del Arte. El Loro Loayza, Patricia, Don Jaime, el Miguel, yo, noche tras noche…humo, cerveza bien fría, te con te, etc., platillos con hojas de coca para acullicar y música, de la mejor…y en vivo. Por allí pasaron miles de personas, muchas noches ya no cabía ni un alfiler…toda la bohemia de la urbe paceña, el Keiko Gonzales, el Gastón Ugalde, el Efra Ortuño, una noche nos visitó Guayasamin…. Y músicos, como el Drago, Llegas, allí nació Lou Kass, la Tero, Glenn Vargas, la Jenny Cárdenas, Alvaro Montenegro, la lista sería muy larga. Había lugar para todo, blues, rock, jazz, trova, tango. Lo ancestral con Wara, la fusión con Altiplano. Allí se presentó por primera vez la Saya

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Afroboliviana con un lleno jamás visto, hubo también teatro, cine alternativo, poesía y exposiciones de plástica. Era la tertulia, la amistad, la fiesta, porque no decirlo, parte del vivir bien que años después se pondría de moda. Para mí, fueron posiblemente los mejores años de mi vida, trabajar en el Soca fue lo mejor que me pudo pasar, allí conocí a Tero, mi esposa.

Aspectos generales del uso de la tierra y el paisaje El uso de la tierra y del paisaje en el Valle de La Paz, en la segunda mitad del siglo XX, estuvo definitivamente marcada por la ocupación o expansión urbana y suburbana en todas sus expresiones, sin muchos resquicios disponibles para la ruralidad o lo agreste, salvo en zonas cada vez más alejadas. La lógica del avance urbano y la modernización fue tan determinante e intensa, que incluso los procesos de transformación social relacionados con la propiedad de la tierra, pasaron casi desapercibidos. Luego de la revolución de 1952 y la aplicación de la reforma agraria a nivel nacional, en el Valle de La Paz algunas haciendas medianas, aun existentes, fueron demandadas y tomadas por los campesinos, sin embargo, dichas tierras en pocos años se integraron a la vida citadina por constituirse esencialmente ya suburbios. De acuerdo Villagómez (1991), a lo largo del siglo XX, en especial las primeras décadas se caracterizaron por la sucesión de obras de mejora urbana, como la consolidación del eje troncal de la ciudad, que comprendía la avenida Montes, la Mariscal Santa Cruz y la avenida Arce, así como la prolongación de las avenida Buenos Aires. Numerosos ríos se canalizaron y embovedaron, dando lugar a calles y avenidas actuales, se amplió la red de captación y distribución de agua, así como de alcantarillado. De cualquier forma, la demanda de servicios, siempre estuvo sobrepasando la capacidad de atención e inversión de las gestiones municipales. De la lógica del eje troncal imperante a lo largo del siglo XX, se pasó a la lógica de distribución radial concéntrica a dispersa (Villagómez, 1991), con varias líneas troncales secundarias y la tendencia a formar grandes barriadas a modo de ciudades modulares, denominadas Villas, en zonas cada vez más alejadas. A inicios de los años 60, la ciudad avanzaba hacia varias zonas más altas de Sopocachi y Miraflores (p.e. hacia Villa Fátima), en los 60, varias calles de Sopocachi aun eran de tierra, no habían conexiones de alcantarillado y en los bordes todavía existían predios campesinos rústicos. En 1980, la zona de Llojeta aún estaba casi enteramente cubierta de chacras y lecherías, quebradas y caminos de tierra, aunque ya se percibían las intenciones de incipiente urbanización con la compra de lotes o terrenos por gente de la ciudad. Hacia fines del siglo XX, Llojeta dejó de ser una zona rural de chacras y lecherías, convirtiéndose rápidamente en una gran urbanización, asentada justo encima de los terrenos deleznables e inestables de torrentes de barro. Amplios espacios de esta zona fueron ocupados por cementerios jardines, que ahora llegan hasta Obrajes.

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Desde fines de los 60 la zona sur (Calacoto, Irpavi, Achumani) empezó a ser urbanizada con una fuerte inversión de capitales de familias y grupos familiares de elevados ingresos, esta condición se intensificó hasta fines del siglo XX, cuando todo el espacio posible en dichas zonas estaba copado. La expansión se concentró entonces paulatinamente hacia espacios más alejados como Alto Achumani, Alto Irpavi, Cota Cota.

La Paz a mediados del siglo XX mantiene su fisonomía anterior A fines del siglo XX, las laderas oeste (hacia El Alto) y del este (hacia la serranía Pucara o Chuquiaguillo (Alto Villa San Antonio), ya estaban prácticamente copadas y la conurbación con El Alto por la ladera oeste (Pasankeri-Cotahuma) era total. Otras laderas menores como Bella Vista en la zona sur, son ejemplos de ocupación desesperada y precarista del espacio inclinado. El avance en las laderas fue un proceso de tugurización, con precarización de construcción, vías y servicios. Esto incluyó la zona de Alto Llojeta y las Lomas, que de comunidades agrícolas pasaron a ser barriadas conurbadas con la zona Buenos Aires. Respecto a la ciudad de El Alto, hasta inicios de los años 80, aun era considerada como un suburbio o distrito de la ciudad de La Paz, hasta su declaración como municipio independiente en 1985.

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A fines del siglo XX, las tendencias de expansión de la mancha urbana comenzaron a orientarse hacia la zona de Ovejuyo (Animas) en el sur, hacia el municipio de Mecapaca, también en el sur, hacia la zona de la Cumbre y Achachicala en el norte. La caprichosa topografía del Valle de La Paz no dio, ni da mayores opciones espaciales paras una expansión horizontal relativamente fácil, entonces se profundizó la tendencia a la verticalización. En cuanto el centro, específicamente al paseo de El Prado (o avenida 16 de julio), en los años 70, se rompe su estética y calidad visual, con la construcción del edificio Alameda, una bloque rectangular de más de 15 pisos, sin ningún gusto arquitectónico (cosa que si tiene el monoblock de la UMSA), en resumen un adefesio sin ninguna gracia. El edificio Alameda es algo así como un punto de partida al proceso de ―verticalización‖ del paisaje urbano, que arranca en los años 80. Varios edificios son construidos a lo largo del eje troncal e inmediaciones del Prado. En los años 80 y 90, esta tendencia se intensifico con la construcción de decenas de edificios o condominios entre 6 y 15 plantas en Sopocachi, Miraflores, Obrajes. Algunas de estas construcciones llegaron a afectar el paisaje urbano notablemente y afectar la calidad ambiental (horas de luz, incidencia de sol) para muchas viviendas de entorno, como fue la monstruosidad el edificio Orión en Sopocachi. Verticalización en los barrios centrales y tugurización en las laderas, son fenómenos que muestran la profunda brecha de desigualdad de ingresos y oportunidades que caracterizan a la ciudad del siglo XX y XXI. En 1973 se propuso para La Paz, el Plan ―Profitopolis‖ o Plan Laykaqota (Medeiros, 1987), buscando derivar la especulación inmobiliaria de edificios hacia un área baldía. Como elemento central se buscaba preservar la morfología y escala del casco viejo. Dicha propuesta se basaba en conjugar cuatro campos de preservación: a) El ambiente físico (la necesaria regulación del

asoleamiento urbano indispensable para sobrevivir. Que implica preservar el paisaje cultural y las vistas del paisaje natural extraordinario); b) El contexto social (respetar el derecho de los habitantes a permanecer en su habitat), c) El patrimonio económico (considerando la mayor densidad habitacional y de servicios en el centro), d) El patrimonio histórico y cultural (posibilidad de readaptar y reactivar el pasado sin destruir sus valores). Como muchas otras buenas ideas y proyectos, esta iniciativa fue archivada por las diversas administraciones municipales de turno. Los tambos, que eran el alma comercial de la colonia y el siglo XIX, prácticamente han desaparecido (quedan unos cuantos remanentes entre las calles Max Paredes y Sagárnaga, dedicados marginalmente al acopio y almacenamiento de frutas). Los mercados, creados a inicios del siglo XX, siguen existiendo, con mejoras de funcionalidad y estructura, como el mercado Lanza y el mercado Camacho, pero en los 80, aparecen los supermercados en diversas zonas de la ciudad, añadiendo la practicidad al tema del consumo.

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En cuanto al uso agropecuario en el entorno de la ciudad, es algo que queda en el recuerdo de los inicios del siglo XX y épocas anteriores. Prácticamente, la totalidad de bienes de consumo agrícola y pecuario que se consumen en la ciudad provienen de centros de abastecimiento externo, como ser diversas zonas del Altiplano, de Cochabamba, Santa Cruz, Yungas, etc. Algunas pocas zonas del Valle de La Paz, como Rio Abajo, siguen aprovisionando a la ciudad con legumbres (contaminadas). En estas zonas se da incluso una intensificación agrícola, para la producción de hortalizas, usando mecanización y sistemas de riego de las aguas del rio Choqueyapu.

Las papas de Alto Següencoma (M.O. Ribera 2017) Mi nueva y eventual residencia en Alto Següencoma, un día de compras de verduras en el mercado de la calle 16 de Obrajes. Cerrado, motivo de limpieza general de dicho centro. Retorno a la primera meseta y en una pequeña tienda de barrio no lejos de mi vivienda, se me ocurre preguntar si tienen papa. Una cholita de mirada alegre me pregunta ¿Cuánto quieres? le respondo, un poquito, un kilo. Asiente y dice que me va a vender de su cosecha y uso familiar, lo que ellos siembran en la huerta del canchón de su casa. Su marido saca un bulto grande de papa y me venden un kilo de una hermosa ―Sani Imilla‖

(Solanum tuberosum

andigena/ APROECA-APRA NORTE. 2009) de tamaño mediano. Me mira y me dice es de aquí, sin químicos, vas a ver su sabor es otro. Su sonrisa me confirma la honestidad de su aseveración. Huelo las papas y el aroma a tierra fresca me confirma la presencia del Ispalla.

Otras zonas del entorno de la ciudad con remanentes de comunidades campesinas que aún desarrollaban actividades agropecuarias agrícolas o rurales en este período son, Llojeta, Kallapa, Chicani y Huayllani, Lipari, Ovejuyo y Río Abajo. A fines del siglo XX, Chicani todavía aglutinaba alrededor de 600 productores de leche (más de 1.500 vacas) y proveía a la ciudad y algunas industrias, de yogurt, queso, etc. Otra zona con importante actividad agrícola tradicional de producción de papa en andenerías precolombinas es Jampaturi. Además de estas zonas todavía en esencia rurales (y paisajes culturales) se daba en muchos barrios de transición de rural a suburbano, como Cota Cota, Llojeta, Achocalla o Mallasa, una activa agricultura y pecuaria urbana, como parte de las estrategias de afianzamiento de la seguridad alimentaria familiar e ingresos (Kreinecker,P. 1999), manteniendo al mismo tiempo algunas características del paisaje rural. Otra forma de uso en el Valle, que empezó a activarse a fines de los años 70, fue el turismo de visitantes externos, dirigido específicamente a ciertas zonas de la urbe (p.e. Mercado de las Brujas o miradores), y de los alrededores de la ciudad, como los badlands del Valle de la Luna, o los cañones de Animas y Palca.

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Mudanzas en los ecosistemas y paisajes en el siglo XX (1950 – 2000) Los cambios en el paisaje del Valle de La Paz en la segunda mitad del siglo XX, tanto en lo urbano, como en el entorno rural de la ciudad, deben diferenciarse en dos etapas, una referida a las primeras dos décadas, con cambios lentos y suaves, como una continuidad de la primera mitad de siglo, y otra, entre 1980 y 2000, con cambios muchos más rápidos. notorios y agresivos a la calidad del paisaje urbano y circundante. El cambio de paisaje en el Valle, implica como en los anteriores análisis, dos formas, una en la ciudad propiamente, es decir las mudanzas en el paisaje urbano interno propiamente y la otra forma, referida a las mudanzas en el entorno externo (Hinterland) o periférico de la ciudad.

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La ciudad enclavada en el Valle, empieza una expansión que desafía las limitaciones que impone la topografía. El geógrafo Oliver Dollfus (1991) al referirse a la ciudad de La Paz y su relación con los Andes, menciona:….‖ Sin embargo, hay emplazamientos difíciles que son acondicionados:

el de La Paz, formidable, en un valle con forma de bóveda, excavado en conglomerados y no mostrándose nada propicio para la implantación de una ciudad capital y que sin embargo llega actualmente al millón de habitantes- Emplazamiento imposible de considerar para implantar una ciudad ―nueva‖….y, a pesar de todo, está ahí, con sus fuertes desniveles, duras pendientes que se derrumban, y de barrancos que separan los barrios, todo esto en una región sísmica. La posición inicial de abrigo, más abajo del altiplano frío y barrido por los vientos, se torna el sitio de una ciudad capital en la que las dificultades naturales son superadas, de manera desigual con el correr de los años. A veces las ciudades crecen en malos terrenos….que no les impide crecer….

A partir de 1950, la ciudad se moderniza, la ciudad colonial hace ya varias décadas fue quedando relegada al centro histórico entre San Francisco, Evaristo Valle (Plaza Alonso de Mendoza) y los entornos de la Plaza Murillo, sector llamado casi despectivamente ―casco viejo‖. En el centro urbano ya existían desde iniciso del siglo XX, construcciones altas, de más de 7 u 8 plantas, como el monoblock de la Universidad, el Hotel La Paz en la Avenida Camacho, el edificio de la Comibol o del actual Ministerio de Planificación. En el centro histórico, además de la Avenida montes y San Pedro, se mantuvieron muchos edificios (estilo neoclásico, académico y victoriano), de fines del siglo XIX. Algunas casas de dicha época y de inicios del siglo XX, se

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mantuvieron en Sopocachi y Miraflores, incluso en Obrajes, pero la mayor parte sucumbieron ante el nuevo avance urbano, para dar lugar a nuevas construcciones. Los recambios arquitectónicos fueron vertiginosos, muchas de las nuevas casas que se construyeron en zonas como Sopocachi, Miraflores y Obrajes, eran variaciones llamativas y hasta pintorescas de tipo Chalet con techos de teja, la más eran del estilo racionalista, mientras que otras eran simplemente funcionales (bloques rectangulares de dos a cinco pisos). Los referentes de la cuadrícula ortogonal siguieron siendo las plazas (áreas verdes) como el Montículo, la plaza Abaroa y la plaza España, en Sopocachi, la plaza Triangular y Villarroel, en Miraflores, o la plaza de La Loba, en Obrajes. A partir de 1970, como ya se analizó anteriormente, destaca el aumento incontrolado de la verticalización en las construcciones de decenas de edificios, que implicó el deterioro del paisaje urbano, la percepción visual del entorno montañoso y cordillerano y la destrucción numerosas construcciones de inicios de siglo, e incluso del siglo XIX, catalogadas como patrimonio histórico. La construcción de la autopista a El Alto entre 1974 y 1977, constituye un hito fundamental de conexión vial y facilitar el flujo de motorizados y personas entre la ciudad de La Paz y El Alto. Destacan cuatro modificaciones importantes en el paisaje urbano de la ciudad, que por su dimensión y nivel de inversión, pueden ser consideradas mega-obras: el túnel Villazón, la construcción del puente peatonal y el mercado Lanza (que significó la eliminación de la icónica plazuela de la Pérez Velasco). Siguiendo el designio de las profundas quebradas, en los años 80 se impulsó la construcción del Puente de las Américas para unir Miraflores y Sopocachi. En una ciudad triste como La Paz, estas estructuras lastimosamente han servido también, como un medio para que algunas personas pongan fin a sus días, y como casi todo tiene dos caras, los mega puentes funcionan además como símbolo de esperanza y felicidad para nuevos matrimonios. Parte del surrealismo de esta urbe. A fines de los años 90

se aplanó y terraplenó una gran parte del cerro Laikaqota para

construir un mirador, sin considerar que fue un sitio ceremonial y con importancia arqueológica. A inicios de este período, el paisaje netamente urbano, ya domina toda la región central del Valle (más de 8.000 hectáreas). La ciudad ―moderna‖ a partir de los años 60, se expande copando muchas zonas de Sopocachi Alto y hacia Tembladerani. A fines del siglo XX, la ciudad ha avanzado sobre la zona Sur y Llojeta, cercana a Sopocachi y empieza a expandirse hacia algunas zonas altas, incluso por encima de los 4.000 msnm., (Waripampa, Alto Achachicala, Villa Fátima en la ruta hacia la Cumbre).

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El avance de las urbanizaciones significa la desaparición de los paisajes rurales y de los remanentes o relictos de remanentes de vegetación, últimos testigos de los ecosistemas naturales de hace siglos. El avance urbano implicó a fines de los 90 un procesos masivo de loteamientos y de construcción de terraplenes por empresas inmobiliarias en grandes superficies de Llojeta, Alto Irpavi, Alto Achumani, Retamas, y amplias zonas de Rio Abajo. Por ejemplo, esto significo la tala de relictos del bosque seco espinoso en el valle de Huajchilla.

Al interior de la ciudad, en varias zonas, existen todavía relictos de vegetación seminatural arbustiva (avenida del Poeta, bajada a Obrajes, Kantutani, Avenida de los Leones, etc.) muy mal conservados y desprotegidos por las diversas gestiones de la Alcaldía, que los ve como terrenos baldíos sin valor o importancia, por tanto removibles. Esta pérdida de estos relictos

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de vegetación natural, sería estudiada años después por la arquitecta paisajista Daisy Rodriguez.

Aspectos ambientales en el siglo XX (1950 – 2000) Existen pocos estudios y documentos que hagan referencia al estado socioambiental de la ciudad y el Valle de La Paz anteriores a 1980, la mayoría de estudios y evaluaciones proviene de años posteriores y en general son muy generales en cuanto las problemáticas urbanas. Por ejemplo en el Perfíl Ambiental de Bolivia (Brockman, 1986) en relación a la ciudad de La Paz, se hace referencia principalmente a la elevada, contaminación del río Choqueyapu. Hace 26 años, en 1990, Marthadina Mendizábal, pionera en denunciar el maltrato ambiental en la ciudad de La Paz, publicaba su libro: La Paz: Un ecosistema frágil ante la agresión urbana, analizaba la creciente problemática ambiental que enfrentaba la ciudad de finales del siglo XX, enfatizando la mala gestión de residuos sólidos, contaminación de aguas, contaminación del aire, contaminación acústica, deforestación, erosión, nocividad arquitectónica, alimentos contaminados, etc. Se toma el trabajo de Marthadina Mendizábal, como base fundamental de orientación del análisis ambiental de fines de siglo XX, no solo porque es pionero y valiente, sino que lo que se describe y analiza para 1990, es el resultado de una acumulación y un incremento de la problemática ambiental de la ciudad desde los años 50 o incluso antes. Aporta un análisis de perfiles ambientales de cinco zonas de la ciudad, que muestra claramente las desigualdades sociales en el acceso a servicios y las condiciones ambientales. Otro texto relevante, como referente fundamental del presente trabajo en sus diversos capítulos es,

Historia Natural de un Valle en los Andes: La Paz, editado en 1991 por Forno y Baudoin, y publicado por el Instituto de Ecología de la UMSA. En la década de los 90 se lleva a cabo La Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y Desarrollo, en Río de Janeiro (Río 92 o Cumbre de la Tierra), se aprueba la Ley del Medio Ambiente (1333) y sus reglamentos, y se crea el Ministerio de Desarrollo Sostenible y Medio Ambiente. En la etapa final del siglo XX, el estado ambiental (o perfil ambiental) de la ciudad en términos generales, no era bueno, era definitivamente malo y con tendencia clara a empeorar.

Residuos sólidos El año 1990, Marthadina Mendizábal, citaba el dato de alrededor de 500 toneladas (Tn) de basura generadas en la ciudad de La Paz, de las cuales 360 Tn eran recogidas por el servicio municipal y 140 Tn iban a parar a 300 puntos de improvisados botaderos, como, terrenos baldíos, bordes de suburbios y quebradas, finalmente al rio Choqueyapu. Todos los fondos de barrancos que bordean mesetas como la de El Alto, de Pampajasi, Alto Obrajes, se convierten en botaderos de basura, afectando los escasos relictos de vegetación existentes, además, parte de estas acumulaciones temporales de residuos, son arrastradas en la época de lluvias por los torrentes hacia los ríos principales. Un factor de gran generación de basura en un lapso corto de tiempo cada año, fue la entrada folclórica del Gran Poder, que especialmente a fines

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de los año 90, adquirió una monumentalidad equivalente a varias toneladas de basura adicionales. Igualmente la entrada Universitaria ya era un acontecimiento multitudinario del cual se generaba un gran volumen de basura adicional. En ese entonces funcionaban dos vertederos no gestionados, que eran simples centros de acumulación de basura y no rellenos sanitarios: el de Mallasa y el de Sopocachi bajo (bajo Llojeta), con muchas limitaciones de capacidad, sin celdas impermeabilizadas, ni piscinas de lixiviados, etc., de modo que eran centros de severa polución del aire y de las aguas subterráneas y superficiales, y por lo tanto, aportantes netos de contaminación al río Choqueyapu. Considerando la cifra de los años 90 apuntada por Mendizábal, la cifra dada por la Dirección General de Gestión Integral de Residuos del MMAA el año 2014, de 553 toneladas diarias, o las varias cifras similares que son citadas en medios de prensa o páginas Web, parecen inconsistentes y muy parciales, considerando el crecimiento urbano. Al respecto se discute esta probable inconsistencia en el capítulo del siglo XXI. Mendizábal (1990) ponía en evidencia las repercusiones negativas en la salud de las poblaciones que viven cerca de los vertederos oficiales y los botaderos improvisados y sobre la gente, que por la pobreza se ve obligada a buscar recursos en la basura.

Alcantarillado, Aguas residuales, río Choqueyapu En 1990, el servicio básico de alcantarillado cubría apenas el 60% de la población urbana de La Paz (un 29% de la superficie urbanizada), el déficit de 32% correspondía a la población periférica de las laderas en expansión, con abundancia de desagües directos a los canales de las calles o a las quebradas, pero también pozos ciegos (Mendizábal, 1990). Paz Ballivián (1997) da cifras más altas (58%) de viviendas sin alcantarillado y con pozos ciegos, principalmente en las laderas con expansión urbana. Estas zonas eran catalogadas como ecológicamente deterioradas, con suelo, aire y cursos subterráneos, contaminados por las aguas cloacales. Mendizábal ya alertaba sobre el síndrome de adaptabilidad (resignación) a las condiciones insalubres extremas que debían soportar los pobladores de este tipo de zonas precarias o tugurios, una suerte de ―cultura de la contaminación‖. A lo largo de las últimas décadas del siglo XX, el rio Choqueyapu, descrito en la colonia e incluso en el siglo XIX, como de aguas cristalinas donde la gente podía bañarse, el siglo XX dejó de ser tal, para convertirse en un rio turbio y maloliente. En 1990, se describía la cruda realidad de este cuerpo de agua, como el principal colector de aguas cloacales y basura de la ciudad, algo que además atingía al Orkojawira, que también recoge aguas residuales de una importante parte de la ciudad (Miraflores), caracterizadas por su alta concentración de hospitales y clínicas.

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Además de los estudios de Mendizábal, destacan investigaciones realizadas por el Instituto de Ecología (Franken y Sivila, 1992; Franken y Marin, 1992). Se alertaba y denunciaba, la ausencia de plantas de tratamiento de las aguas residuales, el aporte de cientos de toneladas de basura semanales, cadáveres de animales, y aguas industriales (textiles, pinturas, medicamentos, cerveza, matadero), especialmente de la zona de ingreso a la autopista. Existen pocos datos de los niveles de contaminación de esa época, Mendizábal (1990) citaba niveles de DBO (deuda biológica de oxígeno) muy altos (272–395 mgr/litro), especialmente durante la época seca, con menor dilución de aguas, mencionando que la carga de contaminación se había duplicado entre 1976 y 1986; para 1990 de acuerdo a Mendizábal, el umbral de tolerancia estaba siendo alcanzado. Se alertaba que la carga de contaminantes hacia que las proyecciones una posible depuración fácil y no costosa, sean cada vez más remotas. DBO: Deuda Bioquímica de Oxígeno. Es un parámetro de medición de la contaminación del agua por materia orgánica. Se refiere a la cantidad de oxígeno (O2) en miligramos por litro (mgr/lt) necesaria para descomponer u oxidar la materia orgánica en el agua. A más contaminada este el agua, será necesaria mayor cantidad de oxígeno para oxidar la materia orgánica. Un valor de 25 mgr O2/lt, corresponde a agua contaminada, lecturas de 100 mgr O2/lt, o más altos, constituyen aguas muy contaminadas; valores de 3-5 mgr O2/lt, corresponde a agua potable. Fuentes: Moreno Grau.M. 2003. Toxicología Ambiental. Evaluación de Riesgo para la Salud Humana. McGrawHill Eds. España. 370 p.; Sierra Ramírez,C.A. 2011. Calidad del Agua. Evaluación y Diagnóstico. Universidad de Medellín. Colombia.

Paz Ballivián (1997), citaba datos oficiales de la Alcaldía de La Paz, de 1991, del vertido de aguas residuales al río Choqueyapu: 700 mil litros de materias en suspensión, 42 mil litros de materia orgánica y 7 mil litros de nutrientes, en una relación per cápita de 100 g. hab./día de materias de suspensión, 60 g. hab./día de materia orgánica, 10 g. hab/día de nutrientes.

Exportación de aguas contaminadas, Rio abajo, alimentos contaminados En los años 90 era de gran preocupación la carga de contaminantes biológicos, como bacterias (coliformes) y parásitos diversos, que transporta el río Choqueyapu, hacia los sistemas agrícolas bajo riego con las aguas del río, en diversas localidades de Río Abajo. Se alertaba entonces a la prevalencia de enfermedades bacteriales entéricas y parasitarias por el potencial consumo de legumbres contaminadas de Río Abajo y el activo ciclo de estos patógenos que se estableció, entre el consumo ciudadano y la producción hortícola sobre suelos y con aguas contaminadas. Mendizábal, hacía mención especial a la descarga de aguas y residuos hospitalarios en la zona de Miraflores (con alta concentración hospitales y centros de salud), en especial al río

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Orkojawira, sin tratamiento ni control alguno. En esa época se debatía sobre la urgencia de contar con una planta de tratamiento de las aguas del río Choqueyapu. Paz Ballivián (1997), hacía referencia a un proyecto de construcción de una planta de tratamiento en la zona de Aranjuez, que la Misión Técnica Japonesa propuso a la Alcaldía de La Paz, algo que quedó sin efectividad, hasta el día de hoy.

Acceso al agua y calidad La mala calidad del agua potable en la ciudad de La Paz, en la primera mitad del siglo XX, obedecía principalmente a la condición de la represa de Milluni, contaminadas por aguas residuales de operaciones mineras en su cuenca, el agua de copajira (aguas ácidas) y con residuos de metales pesados fueron identificados como las principales causas de dicha contaminación (Lázaro, 2009), poniendo en duda la efectividad de la planta depuradora de Achachicala. Mendizábal (1990) hace además, referencia al agua potable de mala calidad, con exceso de algunos minerales como manganeso y con cargas bacteriales, que no la hacían aptas para consumo humano, en especial en las redes de abastecimiento de las laderas de la zona oeste. A esto se suman las alertas dadas por Paz Ballivián en 1997, quien denunciaba que el déficit de agua potable en la ciudad de La Paz, seguía siendo muy grande; el 10% no recibía agua en absoluto, el 35% disponía de este elemento fuera de la vivienda (pilas vecinales) y sólo el 55% tenía agua dentro de la vivienda, situación que se agravaba en los barrios populares de la periferia urbana. Entre los año 1990 y 1993, entraron en funcionamiento en el Valle de La Paz, tres represas en las zonas cordilleranas, para la provisión de agua potable a la ciudad (Miraflores y zona Sur); Incachaca, Jampaturi y Ajuan Qota, así como la estación depuradora de Pampajasi.

Contaminación atmosférica Mendizábal (1990) mencionaba un aproximado de 78.000 vehículos circulantes en la ciudad. Alertaba sobre el riesgo del incremento del parque vehicular y consecuentemente de la contaminación por gases y humos vehiculares, los cuales podían ingresar al torrente sanguíneo por vía respiratoria, citando el riesgo de presencia de monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno y gases sulfurados. En esos años, no se habían realizado mediciones de la calidad del aire, pero se preveía la presencia de sulfuros y partículas suspendidas. Mendizábal manifestaba además su preocupación, por las emanaciones de las pocas industrias localizadas en zonas periféricas de la ladera oeste y los humos de ladrilleras, que en esos años habían incrementado su número en zonas suburbanas de transición a medios rurales, como Llojeta. Alertaba también, sobre las incineraciones de basura y las humaredas del Chaqueo de los Yungas que normalmente ascienden por el callejón de vientos de Rio Abajo. Es importante considerar que en 1990, aun no se había aprobado la Ley del Medio ambiente (1992) y aun menos sus reglamentos (1995), por tanto, existía un vacío legal que obstaculizaba

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la toma de acciones a favor del medio ambiente. Paradójicamente, en la actualidad, ocurre exactamente lo mismo, con leyes y reglamentos aprobados.

Contaminación acústica-visual-lumínica Ya en los años 90, existía una creciente contaminación acústica, dada por automotores y motocicletas, pero especialmente por bocinas. Mendizábal (1990) alertaba sobre este tipo de contaminación, creciente en la ciudad, y sobre los trastornos a la salud por la exposición constante a ruidos por encima del límite crítico (70 decibeles). La ambientalista ya alertaba entonces, sobre una serie de efectos negativos a la salud por el exceso de ruidos fuertes: hipertensión arterial, amento del ritmo cardiaco, trastornos del sistema nervioso autónomo y problemas conductuales, trastornos digestivos, problemas de reacción oportuna por pérdida de concentración. No hay referencias en cuanto a la contaminación visual en esta etapa, pero es ya un hecho hacia fines del siglo, la profusión de letreros de grandes dimensiones a lo largo de la autopista y las rutas hacia la zona Sur. Igualmente, el centro de la ciudad y la vía troncal de Mariscal Santa Cruz- Prado, presenta elevada intensidad de luces y anuncios publicitarios luminosos.

Expansión urbana, loteamientos y degradación de ecosistemas relictuales Mendizabal (1990) denuncia los procesos de ocupación del suelo rural y de zonas inestables por los loteamientos, el avance urbano y la falta de control por las autoridades municipales. La expansión de la ciudad ―se comía‖ las pocas zonas rurales que quedaban en su entorno inmediato. A inicios del siglo XX, las zonas rurales afectadas por el avance urbano fueron principalmente Sopocachi y Obrajes, y a partir de 1960, la expansión de la ciudad avanzó sobre las laderas oeste y este (Pampajasi, Villa San Antonio, Lomas; Llojeta), y diversas zonas del Sur (Retamas, Auquisamaña, Alto Achumani. Cota Cota). Respecto a la pérdida de cobertura vegetal, Mendizábal en 1990, hace referencia a los bosques implantados o forestaciones con especies exóticas, mayormente pino y eucalipto, que fueron desarrollados en décadas pasadas en diversas zonas de la ladera oeste, los faldíos del Calvario y la sierra de Chuquiaguillo (Pucara), y que posteriormente fueron eliminados por el loteamiento y la expansión urbana. No hace referencia a los relictos de vegetación arbustiva, que en ese entonces eran más abundantes a lo largo de la Avenida del Poeta, quebrada Kantutani y la bajada a Obrajes, y que años después serían estudiados a detalle por Daisy Rodríguez. El libro

Historia Natural de un Valle en los Andes: La Paz, editado en 1991, describe un amplio listado de las especies de flora y fauna del Valle de La Paz, entre aquellas que son relictuales (en zonas alejadas o de difícil acceso) y generalistas (ruderales en el caso de la flora) que se han adaptado muy bien al ecosistema urbano (calles, plazas, jardines).

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Muchas zonas fueron declaradas como áreas protegidas municipales en los siguientes años, algunas como la meseta de Waripampa, ya fueron declaradas como áreas de protección municipal a fines de los años 80. Al inicio de los años 70, muchas de las zonas a ser mencionadas constituían el hinterland lejano de la ciudad, dos décadas más tarde, dichas zonas ya eran el hinterland próximo , algunas prácticamente suburbios, como Llojeta o Bajo Kallapa. En los años 90, muchas de las zonas naturales y semi-naturales del entorno lejano de la ciudad en el Valle de La Paz, comenzaban a ser afectadas por diversos procesos de perturbación ambiental. La zona de las Siete Lagunas en Alto Achachicala, mostraba señales de impacto por extracción de áridos y turba, de turismo desordenado y acumulación de basura, además de efectos de desecación de las lagunas por efecto de las sequías recurrentes. La zona de Mallasa fue declarada como Parque Nacional el año 1956. Años después, esto fue puesto en debate, debido a que la zona no cumplía mínimamente con los requisitos de una categoría de manejo tan rigurosa. Waripampa, zona declarada como Parque Municipal en 1980, empezaba a ser afectada por el avance de loteamientos y urbanizaciones. Igualmente, los

badlands de Llojeta fueron avasallados por el avance urbano. En dicha zona, los sectores menos afectados en ese entonces, eran las elevadas serranías y los faldíos con forestaciones de coníferas, así como las elevadas cuchillas emblemáticas, aunque el flanco oeste de las cuchillas cerca al camino de acceso desde Cotahuma, ya estaba severamente afectada por terrapleneos y construcciones. Otras zonas de badlands, como el Cactario y Valle de la Luna, tenían un estado de conservación bueno, aunque con afectaciones de dispersión de basura a lo largo de los senderos de turismo y vandalismo de grafiteo. La serranía de Auquisamaña, fue profundamente afectada por procesos de terraplenéo y avance de urbanizaciones y calles. La meseta altoandina de Wallatanipampa mantenía un buen estado de conservación, aunque en la épocas secas, también se daban quema de pastizales en los flancos del oeste. La zona de Animas, empezaba a ser afectada por el avance de loteamientos y construcciones urbanas, así como por acumulaciones de basura. Las laderas bajas de la zona de Choquecota (municipio de Palca) fue impactada a mediados de los año 90 por dos quemas de grandes dimensiones, que afectaron los relictos de bosquetes con presencia de

Polylepis. La extensa serranía de Aruntaya se observaba hacia 1990, sin

afectaciones antrópicas severas, salvo el sobrepastoreo de ganado ovino. La zona de Alto Jampaturi y Chicani, tenían impactos localizados de extracción de turba en laderas y valles, en tanto que en los río cerca al camino principal habían extracción de áridos. Similar situación se observó en las quebradas de los ríos Pallcoma y Kallapa. En la parte baja del rio Kallapa se observaba el avance de loteamientos y construcción de viviendas precarias.

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La preciosa zona de las sierras de Huak´ayllani y de Auquikollu (Muela del Diablo), tenían buen estado de conservación, aunque ya existía afluencia de turismo urbano y contaminación de basura dispersa, además de vandalismo de grafiteo. El valle del rio Lipari, tenía buen estado de conservación y se observó una importante población relictual de vizcachas y presencia de zorro. Similar estado y situación se observó en las laderas del cerros Kuñamani, existiendo el reporte de avistamientos de Taruca (Hippocamelus antisiensis). En las zonas de valles bajos de Huajchilla y Mecapaca, se evidenció el terrapleneo, loteamiento y remoción de vegetación nativa en grandes superficies de zonas donde existía antes un bosques relictual bajo en buen estado de conservación. La cuenca del rio Petulla, mantenía un vigoroso bosque seco, aunque en los bordes se evidenció ocurrencia de quemas. En este bosque se observó al gato montés Felis (leopardus) geofroyi. Todos estos datos provienen de los cuadernos de campo del autor sobre los numerosos recorridos en el Valle de La Paz, que realizó entre 1980 y 1997.

Precariedad y hacinamiento La expansión de la ciudad hacia las laderas de topografía de alta pendiente y baja estabilidad tectónica fue permanentemente debatida en los años 80 y 90. Mendizábal (1990) pone de manifiesto una vez más, la precarización de este avance habitacional, en zonas de alta fragilidad tectónica y con alto riesgo de deslizamientos, también menciona los indicios de hacinamiento crítico en relación al elevado porcentaje de viviendas insalubres, con un solo dormitorio, o incluso una sola habitación general para toda una familia. Villagómez (1991) denomina este proceso como de tugurización. Hacia los 80, la ciudad empieza a ―trepar‖ hasta los lugares más inconcebibles, prácticamente desafiando la gravedad y el sentido común. En 1973, se propuso un Plan ―Profitopolis‖ (Plan Laykaqota) buscando derivar la especulación inmobiliaria de edificios hacia un área baldía. Se buscaba preservar la morfología y escala del casco viejo (Medeiros, 1987). Se planteó en ese entonces conjugar cuatro campos de preservación: a) El ambiente físico (la necesaria regulación del asoleamiento urbano indispensable para sobrevivir. Que implica preservar el paisaje cultural y las vistas del paisaje natural extraordinario); b) El contexto social (respetar el derecho de los habitantes a permanecer en su habitat), c) El patrimonio económico (considerando la mayor densidad habitacional y de servicios en el centro), d) El patrimonio histórico y cultural (posibilidad de readaptar y reactivar el pasado sin destruir sus valores). Como otras buenas ideas y proyectos, esta iniciativa fue archivada por las diversas administraciones municipales de turno.

Brecha de desigualdad El tema empezó a ser objeto de análisis políticos y sociales en los años 70, poniéndose en evidencia las limitaciones en la distribución de servicios y el precarismo habitacional, que se daba a partir de la tugurización de las laderas inestables del Valle, lo cual contrastaba con las

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lujosas mansiones que empezaron a ser construidas en la zona Sur, especialmente en Calacoto y San Miguel. Las diferencias de ingresos, de acceso a servicios y de calidad ambiental, se hizo muy patente. En ese contexto, se llegaba a relacionar de forma directa la pobreza extrema con zonas y barrios de muy baja calidad ambiental, y también emergía el discurso perverso, de que los pobres o la pobreza, eran la causa de la baja calidad ambiental y del deterioro ambiental en sí. La discriminación y las expresiones de racismo fueron manifiestas desde la primera época colonial (Otero, 2011) y a lo largo de las épocas de la Independencia y la República, por hispanos y criollos hacia los indígenas, pero también hacia los mestizos, artesanos. El racismo y exclusión fue frecuente a lo largo del siglo XIX y gran parte del siglo XX. El voto universal, establecido en los años 50 fue un enorme avance en contra de la exclusión de los indígenas, pero también a nivel de género. A pesar de ello perduró durante varias décadas una exclusión a personas de raigambre indígena, situación penosa que fue enarbolada por instituciones retrógradas y elitistas como el Colegio Militar, y el relegamiento de los indígenas a las escuelas de Clases o Sargentos, incluso hasta el siglo XXI. En contrasentido, la Universidad Mayor de San Andrés se constituyó desde los años 80, en una instancia vanguardista en contra de dicho tipo de exclusión, generando una lógica de pluralismo e inclusión real.

Lógica urbano-centrista Ya en las primeras décadas del siglo XX habría empezado a aflorar la denominada cultura urbano-centrista, una expresión ciudadana cada vez mas desvinculada de su entorno rural inmediato, y más aún de las regiones alejadas, remotas, las cuales se conciben como sitios inhóspitos, inconfortables, peligrosos, etc. Esta forma de cultura urbana, además se expresa como una total indiferencia hacia los temas y problemáticas ambientales, pero polarizándose hacia el confort, modernismo, modalidades de sobreconsumo, ostentación y derroche. A fines del siglo XX esta tendencia será cada vez más notoria y llegará a ser el signo identatario de una gran mayoría de la ciudadanía del siglo XXI.

Uso de agua y energía Existen pocas referencias para la segunda mitad del siglo XX, y recién en los primeros años del siglo XXI, se hace énfasis en estos temas, en relación a la huella ecológica. En la segunda mitad del siglo XX, se puso de manifiesto, la profunda desigualdad de servicios y oportunidades entre las zonas de tugurios de las laderas y las zonas residenciales del sur o la zona central. Podemos suponer entonces, que, la brecha de desigualdad se manifestaba con una tendencia a una polarización en los niveles de uso de agua y energía, con formas de sobre-uso y derroche de ambos servicios en las zonas de altos ingresos y un déficit agudo, hasta una ausencia casi total de agua y luz en las zonas más pobres.

Riesgos de desastres

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En los primeros capítulos de este trabajo, referidos a la geología y los ecosistemas, se analiza que la ciudad de La Paz se ha instalado y desarrollado en un Valle de condiciones topográficas muy críticas, de elevada inestabilidad tectónica y en constante proceso de erosión, sedimentación, hundimientos y deslizamientos, por tanto, el riesgo a pérdidas materiales y humanas por eventos tectónicos extremos es muy elevado, algo que se manifestó sin duda desde hace miles de años, con datos fehacientes desde la colonia. Varias zonas del Valle presentan suelos deleznables, no consolidados, como los badlands de Achocalla o Llojeta, y fallas geológicas activas como Santa Bárbara o Achocalla. Al mismo tiempo el Valle esta surcado de ríos y torrenteras, que tienen elevado arrastre de caudales y sedimentos en la época de lluvias. Todo esto supone un elevado nivel de riesgo. Los ríos Irpavi y Achumani, especialmente, son dos cursos considerados peligrosos, puesto que nacen en el macizo altoandino de Wallatanipampa, una zona especialmente mas lluviosa que el resto del Valle. En la época húmeda ambos ríos arrastran grandes volúmenes de agua, lodo y cascajos, que se convierten en mazamorras de tipo lagar. A lo largo del medio siglo, estos fenómenos extremos ocasionaron desastres en años con lluvias acentuadas; las riadas y mazamorras impactaron varias viviendas construidas en zonas vulnerables de las terrazas de dichos ríos. Las lluvias torrenciales en el Valle de La Paz, han sido una constante a lo largo de la historia, algunos episodios pluviales extremos han sido datados desde la colonia. El año 1959 se reporta una gran crecida y riada del Choqueyapu y otros ríos del Valle, (posiblemente tan fuerte como la granizada del año 2002) y que ocasionó inundaciones fuertes en la zona sur y Río Abajo. Nuevamente, el año 1976 se produjo una enorme tormenta que descargó 32 milímetros de lluvia en una hora, la cual inundo varias zonas de la ciudad, en especial el centro y la zona Sur de la ciudad. El año 1985, las crecidas de los ríos Achumani e Irpavi ocasionaron severos daños a viviendas en dichas zonas de expansión urbana. También los años 1992 y 1998, se produjeron lluvias extraordinariamente intensas, asociadas al fenómeno de El Niño. A fines del siglo XX, se conocen los primeros mapas de distribución de zonas de riesgos de desastres en la ciudad de La Paz, varios de ellos elaborados incluso desde las oficinas de la Alcaldía. A pesar de ello, la expansión urbana copó rápidamente muchas de estas zonas de elevada inestabilidad, en ausencia de medidas efectivas de control. Los niveles de riesgo se concentraba entonces en las zonas populares de las laderas oeste y este de la ciudad. En 1990, la tugurización en laderas de fuerte pendiente, terrenos inestables y poco consolidados, se consideraba un problema creciente. Mendizábal advertía del riesgo que conllevaba el precarismo habitacional en terrenos considerados zonas de deslizamientos (zonas rojas), aumentando incluso la inestabilidad tectónica de dichas zonas al favorecer la erosión. Estas advertencias fueron esencialmente premonitorias de los desastres que años más tarde irían a ocurrir en Cotahuma en los 90, y en Huanuhuanuni y Kupini en el siguiente siglo. El deslizamiento de Cotahuma el año 1995, fue una tragedia que cobró casi un centenar de vidas, (sepultando familias enteras), que habría podido evitarse, si la Alcaldía hubiera ejercido

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control y evitado los asentamientos en una zona ya considerada como roja en los mapas de alerta de la época.

Cambio climático A pesar de que el calentamiento global por efecto de gases de efecto invernadero, ya era un tema que rondaba las mesas de debate ambiental a nivel mundial varios años atrás, la problemática en torno a la ciudad comenzó a ser analizada recién en los años 80, en relación principalmente al retroceso de los glaciales en la Cordillera Real, y en especial a la pérdida del glaciar del nevado Chacaltaya, donde nace el rio Kaluyo (Choqueyapu). A fines del siglo XX, se percibían distorsiones en el régimen de lluvias (retraso o adelantamiento), lluvias cortas torrenciales que ocasionaban un elevado arrastre de sedimentos en ríos y quebradas, en tanto que otros años se daban atrasos en la época de lluvias y sequías recurrentes. Muchas de estas distorsiones tuvieron relación direca con el fenómeno Niño-Niña (ENSO).

Impactos a la Vida silvestre La ciudad a lo largo de su desarrollo secular, ya genero impactos hacia el vaciamiento de la biodiversidad – vida silvestre, en el Valle. En el siglo XX, el acelerado crecimiento poblacional, la reactivación y revalorizació de valores culturales y la afluencia de migrantes de zonas rurales a La Paz, y principalmente a El Alto, generaron una creciente demanda de productos o derivados de la vida silvestre para fines rituales y medicinales. Este comercio interno se siguió concentrando en el denominado Mercado de las Brujas (calle Sagárnaga, ‖Supay Calle‖ desde la colonia), asi como en la feria 16 de Julio de El Alto, proceso sin regulación ni control alguna a lo largo del siglo XX. A esto se sumó: a) el impacto de la entradas folclóricas, que iban creciendo hasta hacerse monumentales por el número de bailarines y fraternidades, varias de las cuales usan partes de animales silvestres (suris, flamencos, jaguares, gatos monteses, zorros, quirquinchos); b) la también creciente demanda de mascotas de la vida silvestre (loros, monos, tortugas, etc.). De esta forma la metrópoli en formación (La Paz-El Alto) se fue convirtiendo en un agente de amenaza a la biodiversidad de diversas regiones del país.

Otros impactos a los ecosistemas y cuencas fluviales Hacia fines de los años 70 se empezó a explotar turba en las zonas altoandinas del rio Kaluyo (Alto Achachicala), presión que se incrementó (sin existencia de control por las autoridades municipales,) en las siguientes décadas, a medida que aumentaba la demanda de esta tierra orgánica para jardines y plazas de la ciudad. El aumento de las construcciones de viviendas y edificios implicó una creciente demanda de materiales de construcción (piedra, gravas, y en especial arenas) que ocasiono a su vez, una sobre explotación de áridos en muchas zonas donde se afectaron las cuencas: rios Choqueyapu, Chuquiaguillo, Kallapa, Cota Cota, Cotahuma, etc., incluidas las zonas de Rio abajo, c como Mecapaca.

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Marthadina Mendizábal 1990 La Paz: Un ecosistema frágil ante la agresión urbana.

…..La sociedad altero su medio ambiente natural y lo transformó, adaptándolo a sus necesidades para producir el espacio urbano. Sin embargo el proceso se dado junto con cambios en la estratificación social y ocupacional, y con transformaciones en los patrones y niveles de consumo. Todas estas transformaciones produjeron, fuertes efectos sobre el uso de los recursos y los ecosistemas; pero el proceso ha ido acompañado también, de un deterioro del bienestar, así como de la salud física y mental de la población, componentes muy importantes de la calidad de vida….

Cambios del paisaje y el uso del espacio a fines del 2000 Mendizábal recomendaba las siguientes líneas como parte de una propuesta de Plan de acción que respete el medio ambiente: Evaluaciones de la DBO de diversas fuentes de contaminación en el Valle. Un Plan de saneamiento ambiental prioritario, que atienda los temas de necesidades de agua limpia, redes de alcantarillado y recolección de basura. Apoyar proyectos de tratamiento de aguas contaminadas. Prohibir la irrigación de tierras con aguas contaminadas.

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Ampliar la cobertura de recolección de basura hacia zonas desatendidas en las laderas y suburbios. Erradicación de viviendas deterioradas y en zonas de alto riesgo de desastres naturales. Erradicación del habitat insalubre. Mantenimiento de vehículos para reducir la emisión de gases. Control de las emisiones de gases, aguas residuales y residuos industriales. Peatonalizacion del centro de la ciudad y reducción de la congestión vehicular. Campañas y control de emisión de ruidos fuertes y nocivos. Todos esto temas constituían materias pendientes al cerrar el siglo XX, prácticamente todas pasaron al siglo XXI, sin solución o tratamiento eficaz, es más, pasaron con una tendencia a incrementarse y hacerse más críticas. En el siglo XXI seguirán como materias pendientes, paradójicamente, como un trasfondo de la ―ciudad maravilla‖.

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EL NUEVO SIGLO XXI: LA CIUDAD DE HOY y DEL FUTURO Aspectos generales Llegamos al siglo XXI, con la ciudad desparramada a lo largo y ancho del Valle, ocupando casi todo espacio imaginablemente ocupable, incluso en laderas con pendientes que pueden llegar a superar los 25 grados, con megaestructuras viales y de comunicación, con un parque automotor que supera los 200.000 motorizados y en pleno proceso de metropolización. Una descripción técnica, cabal para La Paz es, aglomeración urbana (Nuñez-Villalba, 2015), aglomeración de construcciones, de gente, de vehículos. De la ciudad colonial del siglo XVI, queda muy poco y en muy mal estado de preservación; la modernización ha dejado su impronta. Al igual que en el resto de las ciudades capitales del país, desde inicios del siglo XXI, la ciudad de La Paz no ha dejado expandirse ocupando nuevos espacios en lo plano y en lo vertical, aunque paradójicamente, según el último censo, su población no ha crecido, lo cual no tiene sentido. Solo a modo de contexto. La Paz, no dejó de ser una ciudad violenta, en especial en lo político. El año 2003, ocurrió un drama histórico inédito, cuando fuerzas de la policía se enfrentaron al ejército en la plaza Murillo, en el marco de un arbitrario decreto impositivo emanado por el Gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, y con un resultado cruento de decenas de bajas de ambos bandos. El mismo año, en octubre se produjo la guerra del gas, un levantamiento popular en contra del Gobierno de Sánchez de Lozada, que significó su derrocamiento y huida del país. El estamento militar, como en épocas pasadas, defendió el poder estatal masacrando al pueblo. La Paz, estuvo sitiada, todos su accesos cortados y miles de obreros, campesinos y grupos ciudadanos, ocuparon las calles con marchas de protesta y enfrentándose al ejército. Hubo violencia, desabastecimiento general y zozobra; sin embargo, no era la primera vez que la ciudad soportaba un cerco. A parte de estos hechos determinantes en la política del país, y con una final relativamente feliz, la cotidianidad de las marchas de protesta de toda índole, siguieron siendo la tónica del ritmo urbano; como se dijo antes, parte del paisaje viviente. Otro elemento cotidiano es la pobreza, la delincuencia y la marginalidad, tornando a la ciudad cada vez más insegura. El submundo surrealista y sórdido de los barrios populares y zonas marginales, descrito en la literatura testimonial de Víctor Hugo Vizcarra, que en paz descanse, sigue vigente y es el lado más oscuro y menos conocido de la ciudad. En su obra ―Borracho estaba, pero me acuerdo‖, Víctor Hugo Vizcarra realiza una cruda descripción del Cementerio de los Elefantes, destino final de los alcohólicos terminales de la urbe. Esta terrible realidad superó toda fantasía, paradójicamente, años después inspiró el argumento de una película nacional. ―Para los que quieren suicidarse bebiendo sin parar está el traguerío de doña Hortensia,

conocido entre los ‗artistas‘ –los borrachos– como el Cementerio de los Elefantes, un lugar en el que el ‗artista‘ que decide suicidarse es conducido a un cuarto para que pueda terminar con

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su existencia. Como los bebedores tienen el pulso de pajero, doña Hortensia les vende el trago en un balde de plástico en el que caben dos litros de líquido. Para beber, a falta de un vaso de cristal, les da un vasito vacío de yogurt. Y para que el tipo no se eche atrás, cierra la puerta con un candado, cuya llave guarda luego en uno de los bolsillos de su pollera. Cuando hay necesidad de botarlo a la calle –porque está tieso–, no faltan nunca voluntarios para llevarlo al callejón, donde lo recoge luego la furgoneta de homicidios‖. Fuentes: Borracho estaba, pero me acuerdo Bukowsky boliviano (Alex Alyala Ugarte).

(V.H. Vizcarra); La mil noches del

Un acontecimiento apoteósico inolvidable en la ciudad de La Paz, se dio con la llegada de la valiente Octava Marcha Indígena en defensa del TIPNIS, el 19 de octubre del año 2010. La recibe una multitud, que jamás se había visto en la hoyada, que iba desde la Cumbre a los Yungas, hasta el centro mismo de la ciudad y que bien podía llenar cinco o seis estadios. Además, con un afecto también pocas veces visto. Una forma de repudio al doble discurso, al accionar canalla y a la violencia gubernamental en Chaparina. La modernidad en la segunda década del siglo XXI, estuvo ligada al boom comunicacional, la tecnología digital, las redes sociales, y nuevos sistemas de transporte masivo, como es el caso de los buses municipales Puma Katari. pero fundamentalmente, el sistema de teleférico, lo cual han cambiado radicalmente la fisonomía del paisaje paceño y la dinámica de la urbe. Ese crecimiento aglomerativo de la urbe ha sido caótico en general, sacrificando la calidad escénica y ambiental; la lógica urbano centrista, se ha profundizado, al igual que los hábitos de sobreconsumo y derroche, con la emergencia de nuevas élites populares, lo que algunos sociólogos han denominado como una ―burguesía chola‖ (Toranzo, 2007), con alto poder adquisitivo y muy afín al partido gobernante, lo cual no ha significado de ninguna manera una reducción de la brecha de desigualdad. Una gran parte de la población de las laderas oeste, este y barrios o villa alejadas, sigue sobreviviendo entre la pobreza moderada y la pobreza extrema, con pocos chances para mejorar sus ingresos y forma de vida. Como veremos a lo largo de este último capítulo, el paisaje de un gran parte del Valle, es el paisaje y ecosistema netamente urbano, únicamente los elementos cordilleranos más lejanos se mantienen como un marco escénico no alterado. En lo ambiental, como ciudad (y como país) estamos en plena consonancia con el ritmo mundial de crisis y degradación ambiental, de los ecosistemas y los medios de vida. Desafortunadamente, los peores temores y preocupaciones de la ambientalista Marthadina Mendizábal en los años 90, respecto al rumbo ambiental de la ciudad de La Paz, se han cumplido a cabalidad, apareciendo además nuevas pesadillas ambientales, como la incorporación del tema nuclear en las agendas del Gobierno del MAS, o la megaminería del oro en las faldas del Illimani.

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La ciudad apacible y amable de inicios del siglo XX ha desaparecido, y en su lugar hay una ciudad hostil, intimidante, como dice Luis Ramos en su blog, y muy contaminada, paradójicamente enlistada como ―ciudad maravilla‖, pero en la cual, cada día es más difícil vivir bien.

Aspectos generales de la ocupación del espacio, el uso de la tierra y del paisaje en el siglo XXI La población de Bolivia se urbaniza, de acuerdo al censo del año 2012, en todo el país, la población urbana ha aumentando, llegando a un 67,3%, frente a un 32,7% que corresponde a la población rural. De acuerdo a los resultados del censo de 1992, la población de la ciudad alcanzó a 713.378 habitantes; en los resultados del censo del 2001, la ciudad de La Paz tenía 793.293 habitantes. De acuerdo a las proyecciones realizadas del propio INE para 2011, el municipio de La Paz tendría que haber tenido 852.438 habitantes, sin embargo, los resultados oficiales del Censo 2012 (INE, 2013), establecen un total menor: 764.617 habitantes. Una fuente de EPSAS (datos sobre cobertura de servicios) asume el dato de 885.710 habitantes para la ciudad de La Paz (GAMLP, 2016). Como se puede ver, existe una zona gris, indefinida, en cuanto el número real de habitantes de la ciudad de La Paz. Comparativamente la ciudad de El Alto alcanzó 843.934 habitantes, superando la cifra poblacional del 2001. El resultado poblacional negativo de la ciudad de La Paz dio lugar a que varios analistas critiquen la consistencia del censo 2012, puesto que tendría un error ―relativo‖ del – 10,3%, error que dio lugar a diversas interpretaciones. En cuanto a la densidad poblacional o demográfica de la ciudad de La Paz, no se ha encontrado información oficial desagregada; solo está el dato del INE de la densidad demográfica por departamentos, donde La Paz tendría, 20,9 habitantes por Km2, (INE, 2015), de lo cual se puede estimar, que de dicha cifra, al menos un 80% correspondería a las ciudades de La Paz y El Alto. Considerando que durante 11 años, se dio una expansión espacial de la urbe no solo en lo horizontal sino en la verticalización acelerada, incluso en las laderas, causó mucha extrañeza que la población de la ciudad haya decrecido Se ha argumentado una intención por parte del Gobierno de reducir los presupuestos e inversiones al municipio–ciudad de La Paz, también se ha mencionado la intención de reducir su peso electoral. Otros argumentos hablaron de emigraciones de la población a otros municipios, como Mecapaca, Achocalla o El Alto, incluso a otras ciudades como Santa Cruz, pero no existen datos concluyentes. El hecho es que La Paz, poblacionalmente, al menos en las cifras del INE, no solo se ha estancado, sino que se ha vaciado. Sin embargo, aunque no se hubiese dado la cifra de decrecimiento del censo 2012, es posible que las cifras no hubieran sido demasiado altas respecto del dato del 2001. Esto significa que la ciudad de La Paz estaría llegando a un umbral de crecimiento, lo cual empezó a percibirse el siglo pasado, y que su expansión poblacional solo tendría salida a través de: a) la conurbación con otros municipios vía metropolización, y b) la verticalización masiva y en diversas zonas de la ciudad.

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Las ciudades crecen horizontalmente en una primera fase destruyendo las zonas de amortiguación ecológica y creando barrios de baja calidad de vida, y en una segunda fase, combinada con la primera, en forma vertical, disminuyendo la proporcionalidad de áreas verdes por habitante (Cusaria, 2007). Dicho autor habla de lo que ha ocurrido en Bogotá, Colombia, pero es aplicable a cualquier urbe del mundo, en especial del tercer o cuarto mundo. Cusaria, también concluye que las grandes ciudades, han entrado en procesos de metropolización desordenada y se caracterizan por la inseguridad, los cordones de miseria, desempleo, contaminación ambiental, caos vehicular, desmejora en la educación pública y la violencia, aspectos muy aplicables al caso de La Paz. La expansión urbana ha sido una constante en el Valle de La Paz, en especial a partir del siglo XX, cuando la ciudad incrementa rápidamente su superficie en todas las direcciones y zonas posibles. Como ya se ha mencionado, esta expansión, curiosamente contrasta con los datos poblacionales del censo 2012. Es importante considerar que en las últimas tres décadas la ciudad se expandió horizontalmente, se abieron nuevas vías para conectar zonas cada vez mas alejadas de las Villas y nuevas zonas como las que se ubican en los falfíos de la serranía de Apaña y Muela del Diablo; pero, además la ciudad creció hacia arriba, en lo vertical, con la construcción de decenas de nuevos edificios. Esto hace pensar que que el censo 2012, tuvo realmente serias fallas. El uso del suelo en gran parte del Valle es esencialmente urbano, y todas las acciones y avances se orientan a consolidar la estructura y funcionalidad de ciudad. Lo rural o agrario, está relegado a zonas y valles alejados como Palca, Achocalla, y Rio Abajo, especialmente más allá de Mecapaca. La urbanización progresa amoldándose a la topografía del valle, hacia las líneas de cumbre y hacia las líneas de fondo (Hardy, 2009). Este proceso relega a la población más pobre hacia los terrenos más abruptos, los menos estables y menos equipados, obre las laderas del valle formado por el torrente Choqueyapu. No obstante, Hardy (2009) concluye que las poblaciones más acomodadas no están forzosamente más favorecidas. Ciertamente ocupan terrenos cuya topografía es menos abrupta y son más estables, pero que están situados sobre terrazas construidas en el lecho mayor de muchos torrentes que drenan el valle (es el caso de Achumani o Irpavi). Por lo tanto, aquí se combinan la exposición a las amenazas de origen natural y las condiciones de urbanización que las exponen, lo que explica la vulnerabilidad de las formas de urbanización. En cuanto a la superficie o tamaño de la mancha urbana que ocupa la ciudad, no existe un dato oficial sobre la dimensión de la mancha urbana actual (2016) de La Paz, la variabilidad de los datos oscila entre 5.000 y 10.000 hectáreas, sin embargo, puede asumirse un promedio en torno a las 8.000 hectáreas. Conjuntamente la ciudad de El Alto y bajo la lógica de la metropolización se puede asumir una mancha urbana de algo más de 20.000 hectáreas. La expansión urbana paulatinamente ocupa zonas como Ovejuyo, Chuquiaguillo, Huaripampa, Arunthaya, Kellumani, Chicani, Palcoma, Animas, etc.

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Esta expansión de la urbe paceña, implica por un lado, el aumento de ocupaciones en laderas periurbanas, y el incremento de la precarización y tugurización de suburbios hacia zonas de alta fragilidad tectónica en laderas, aumentando el riesgo de desastres por deslizamientos, como los ocurridos los años 2010 y 2012 en Huanuhuanuni y Kupini. Datos sobre la precariedad habitacional en la periferia de la ciudad Deficiente forma de construir • El 77% de las casas están cubiertas de calamina • El 46% de las casas están construidas con adobe • El 8% de las casas tienen pisos de tierra o ladrillo • Terreno amenazado por deslizamientos de tierra e inundaciones Falta de infraestructura • El 16, 5% de las viviendas carece de servicios higiénicos • El 13,2% de las viviendas sin conexión a agua potable • El 4,7% de las viviendas sin energía eléctrica • Funcionamiento deficiente de retiro de basura Deficiencias sociales muy extendidas • El 34,5% de la población debajo del límite de pobreza • El 29,1% de los niños nacidos al último, sin tratamiento en un servicio hospitalario • El 7,6% de la población > 15 años, analfabeta • Necesidades básicas insatisfechas Fuente base: Vargas, G. (2004): Datos relativos a la “vulnerabilidad” en el borde de la ciudad de La Paz. Gobierno Municipal de La Paz. Fuente: Schoop Wolfgang. 2007. La Paz. Desarrollo Urbano Sostenible en Situaciones de Riesgo. 27-47 p. En Wolfgang Schoop, Desarrollo Urbano Sostenible en Bolivia. MISEREOR. Aachen/Alemania 2007.

A fines del siglo XX, se hacían evidentes los procesos de precarismo habitacional y hacinamiento en las laderas oeste y este de la ciudad, las construcciones rústicas de ladrillo, casi improvisadas, apretujadas entre sí, en laderas de mediana a fuerte inclinación. En general, estos suburbios precarios se instalan lejos de los barrios centrales de la ciudad, sin embargo otros no están más que a 10 minutos de la plaza Murillo, en la ladera del cerro Calvario o killikillini. Las viviendas mayormente pequeñas son precarias, algunas de adobe, las más, de ladrillo visto, casi todas auto-construidas, algunas de estas casas tienen a los barrancos, como uno de sus muros, otras cuelgan alucinantemente en cornisas de los precipicios, desde luego, muchas son ilegales. Perales (2010) citando a Harvey (2005) y Altvater (2006), concluye que el medio ambiente

construido en los contextos de expansión improvisada de las áreas urbanas, suele ser poco amigable con la Naturaleza, pudiendo constatarse desbalances del entorno natural al afectarse

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el ciclo hidrológico de las cuencas donde se producen estos asentamientos humanos. En estos casos, la vivienda e infraestructura autoconstruida responden a una ecología de barrio miseria, pues la intervención institucional es inexistente o insuficiente. Por ello, se habla de la ―gestión de las penurias‖ (Perales, 2010; Schoop Wolfgang. 2007). Uno de los casos más críticos de precarismo y hacinamiento, estudiado por Perales (2010) es el del Distrito de Qotauma. Se constata que no existe protección de las fuentes de agua, ni tratamiento de aguas residuales, la infraestructura de provisión de agua y saneamiento es completamente improvisada. La densidad demográfica de 9.451 habitantes por kilómetro cuadrado es una de las más altas de la urbe y un indicativo calor del nivel de hacinamiento y precarismo habitacional. La expansión urbana va de la mano de los procesos de loteamiento u ocupaciones ilegales de tierras, que vienen ocurriendo ya desde hace varias décadas, y ejercido por personas transgresoras de las normas, en este caso municipales, que avasallan los espacios municipales, como ser áreas protegidas o áreas destinadas a servicios, incluso propiedades privadas. El avasallamiento de espacios públicos excede la capacidad de control y la gobernanza municipal, los funcionarios de la Alcaldía se sienten impotentes y mencionan la falta de apoyo de la fuerza pública para desalojar a loteadores y ocupantes ilegales de terrenos. Es el principal problema que enfrentan las áreas protegidas municipales y es especialmente crítico en el Distrito Sur. A fines del año 2012, la zona metropolitana La Paz - El Alto, ha superado los 1,5 millones de habitantes. En la actualidad la conurbación La Paz – El Alto significa una marcha urbana continua, habiendo desaparecido hace casi dos décadas, la separación con la ladera oeste, con excepción de la línea de barrancos verticales como los de Cotahuma o Pasankeri. Es difícil precisar, si la ciudad de La Paz avanzó trepando la ladera oeste, hasta el borde de la meseta o por el contrario, si es la ciudad de El Alto la que se desbordó ladera abajo, o tal vez ambos. La conurbación se ha hecho efectiva no solo por la unión de calle y urbanizaciones, sino por diversas grandes vías de comunicación entre las dos urbes. La ciudad de La Paz, a diferencia de El Alto, tiene menos posibilidades de expandir su mancha urbana, pues las limitaciones topográficas que impone el Valle son decisivas. Por tanto tiene dos opciones que ya están en curso actualmente. Por una parte, la expansión de la mancha urbana y que implica conurbarse con otros espacios municipales como ser El Alto, Mecapaca, Achocalla, o Palca. La otra tendencia de crecimiento de La Paz, ya observada a fines del siglo XX, es el aumento de la ―verticalización‖, proceso que ha proliferado en las laderas. Por su parte, la mancha urbana de El Alto tiene en la actualidad una superficie aproximada de 10.000 hectáreas, con una potencialidad de expansión a mediano plazo de hasta 25.000 hectáreas, lo que implica consolidar las actuales conurbaciones con otros municipios y poblaciones del Altiplano circundante como Viacha, Laja, Pucarani, (distritos 8 y 10). Las posibilidades de expansión de la mancha urbana son muy grandes, especialmente hacia el norte y noroeste, vale decir hacia Batallas y Huarina, (Distrito 7) o hacia los faldíos cordilleranos (Distritos 9 y 13), también hacia el sureste (carretera a Oruro hacia Achica). La metrópoli del

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altiplano seguirá creciendo en los próximos años y el escenario 2030, podría exceder con facilidad las 30.000 hectáreas. Por otra parte, existe un avance urbano hacia diversas zonas extremas o más alejadas, tanto en el sur como en el norte de la ciudad. Es el caso del extremo sur, como Chasquipampa, la realidad

contrasta con el imaginario general, que supone para la zona Sur, únicamente

urbanizaciones de casas lujosas y gente adinerada, eso se dio hace varios años en el valle de Calacoto, San Miguel y adyacencias. En la actualidad, se está dando una nueva forma de ocupación del espacio urbanizable en dichos extremos, por ejemplo, hacia las partes más altas o alejadas o de frontera entre lo urbano y lo rural, como Chasquipampa, Ovejuyo, Alto Irpavi. En algunas zonas confluyen viviendas residenciales de casa elegantes con barrios populares, mayoritariamente de familias provenientes de zonas rurales, y donde la ocupación del espacio y las formas de vida (viviendas-negocios a lo largo de la avenida principal) son muy similares a las que se observa en El Alto o en las Lomas de Llojeta. Perales (2010) al respecto menciona que la ecología urbana paceña no alberga patrones residenciales estrictamente homogéneos, pues en El Alto y la zona noroeste de La Paz se ha ido asentando una élite comercial adinerada, como también existen barrios carenciados en las laderas de la Zona Sur de La Paz, como Huanu Huanuni, Barrio Municipal, Pedregal, Los Rosales, además de Alto Irpavi, Ovejuyo, más al sur. En estas zonas populares, aun perdura la ruralidad y remanentes de agricultura y pecuaria esencialmente suburbanas, son los casos de Ovejuyo, Cota Cota, Llojeta y Achocalla, con cría menor, cría de porcinos, incluso de vacunos. Esto implica estrategias de sobrevivencia familiar y afinazamiento de la seguridad alimentaria, pero también oportunidades de comercialización de productos orgánicos a la ciudad, en lo cual, productores de Achocalla han realizado avances importantes. A modo de anécdota se puede mencionar, que en mas de una oportunidad se han visto vacas o chanchos en algunas calles de Sopocachi, probablemente escapados desde la zona de Llojeta. En el siglo XXI, aún perviven los paisajes culturales en las zonas de Chicani, Jampaturi, Kallapa (considerados como distritos rurales), con sus terraceos precolombinos, muchos todavía en uso productivo. También las prácticas ancestrales de elaboración de chuño, tunta y kayas, se siguen realizando en las zonas de la cumbres (Cumbre Yungas, Alto Jampaturi, Alto Achachicala). También existe cría de camélidos a muy baja escala en algunas haciendas de estas zonas altas. El año 2013, se conocía que la Delegación Municipal para el Fomento de la Interculturalidad (DMFI, 2013), en coordinación con la Subacaldía de Jampaturi, desarrolló un proyecto de recuperación y producción de variedades nativas de papa, así como la restauración de terrazas agrícolas precolombinas. En este proyecto participaron las comunidades de Jampaturi Chico, Lorokuta y Choquechiwani con la participación de los principales actores sociales que son los

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agricultores del lugar. El Distrito rural de Jampaturi con 22 comunidades es una zona productora de papa y hortalizas, parte de dicha producción es comercializada a la ciudad de La Paz. En cuanto al uso del suelo por la minería, el Valle de La Paz tuvo una tradición minera desde épocas precolombinas y durante la colonia con la explotación del oro en la cuenca del rio Orkojawira (Chuquiaguiilo). En épocas posteriores no hubo operaciones mineras importantes. A fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, empezaron a aumentar las explotaciones mineras (oro, estaño, wólfram), especialmente en torno al nevado Illimani y otras zonas cordilleranas próximas, como Chacaltaya. De hecho, en décadas posteriores, se conformó en dichas regiones un apretujado mosaico de pertenencias mineras, entre cuadrículas y concesiones. Una de las zonas próximas al Valle y más impactadas ha sido la cuenca de Alto Achachicala, sumándose a la explotación minera, operaciones extractivas de áridos, arcillas y turba. También el rio Chuquiaguillo tiene impactos recientes de operaciones mineras auríferas a mediana escala, así como extracción de áridos. En la Cumbre operan dos empresas, El Triunfo y El Progreso, en la extracción de oro y wolfram, muy cerca de la represa de Incachaca, que abastece de agua potable a varios barrios de la urbe paceña. Los comunarios de la zona han denunciado contaminación de aguas y frecuentes estruendos de explosiones de dinamita. En relación a los faldíos de orientación oeste del nevado Illimani, existen varias operaciones extractivas de oro, wólfram, zinc, plomo; destacan desde hace unos años las cooperativas Pinaya Illimani, 14 de Septiembre y Águila Chica (parte de la empresa Amazona Bolivia-Conabol y relacionada con capitalistas chinos). Se conocía desde el 2015, las intenciones de algunas empresas chinas de explorar y explotar posesiones mineras en dicha zona de las faldas del nevado. Destaca además. la mina Himalaya, que llegó a ser conocida hace unos años por el prolongado conflicto social a raíz de su toma por comunarios de la zona. También es visible la cooperativa 15 de Agosto, de la cual se difunde información sobre su trabajo responsable con el medio ambiente y de buenas relaciones con la comunidad, la cual recibió soporte de capacitación de la empresa Cumbre del Sajama, especializada en buenas prácticas en la minería. Dicha cooperativa recibió la certificación de Minería Justa – Fairmined - que permitirá la exportación de oro a una empresa suiza fabricante de relojes. Una noticia que apareció en la web (no en medios de prensa) en julio del 2016, se refiere al establecimiento de una transnacional china, la Yunnan Chihong Zing and Germanium Co Ltda., la cual ―compró‖ por mil millones de dólares, el 61% de la compañía Amazona Bolivia-Conabol , la cual tiene cuadrículas circundado casi todo el faldío oeste y parte del fladío este del nevado. En otras palabras la transnacional China se compró medio Illimani para explotarlo, algo que debería ser de pleno conocimiento de la COMIBOL y el Ministerio de Minería. Si se da la explotación minera (probablemente oro) a gran escala por los capitalistas chinos, lo cual es muy posible dada la inversión realizada, se impactarán los valles vecinos de Cohoni, Choqueqota, Palca, y otras localidades de los faldíos del gran nevado, afectándose

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muchas zonas de

glaciares de piedra, bofedales y nacientes de vertientes, especies amenazadas de fauna, los rodales relictuales de Polylepis pacensis en estado de peligro, así como los sistemas tradicionales de riego de la zona descritos por Chilon (2008). Recién en noviembre del 2016, se hicieron públicas las denuncias sobre las empresas Chinas en la zona del Illimani, y como resultado del malestar social generalizado por el colapso de las represas a cargo de EPSAS y los racionamientos de agua (aspectos que obviamente no estaban relacionados con la minería China). Se conoció que las comunidades campesinas de la región de Palca ingresaron en estado de emergencia por las posibles operaciones en el nevado. Vale mencionar que el año 2012, el Illimani fue declarado como, ―Patrimonio Natural del Estado Plurinacional‖, a través de la Ley 302, otro ejemplo más de la doble moral y el doble discurso. Para empeorar el panorama, existe información sobre la posible existencia de uranio en alguna zona del Illimani, así como posibles explotaciones que se dieron hace décadas en una mina, ahora abandonada (El Diario, 27 noviembre, 2016). Malas noticias, considerando la temeridad y voracidad extractivista del Gobierno (con los graves riesgos socioambientales que implica la extracción de uranio) y su apego por los planes nucleares.

Mudanzas en los ecosistemas y paisajes en el siglo XXI El paisaje urbano domina por completo el Valle y sus laderas, la ciudad ha copado todos los rincones, lo cual se hace más evidente en una vista nocturna de la urbe iluminada. Prácticamente, la ciudad es el Valle y el Valle la ciudad.

(Foto Hernán Luizaga Soria, web)

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El Hinterland, el espacio todavía rural o agreste, es cada vez más lejano, más allá del Palomar en el Valle de Rio Abajo, hacia Palca mucho más de allá de las Animas, hacía los Yungas más allá de la Cumbre. Los paisajes rurales y agrestes de los años 40 del siglo pasado, como Bolognia, Llojeta, Chicani, Kallapa o Mallasa, son parte de la mancha urbana, lo cual ha significado el avasallamiento de zonas declaradas como áreas protegidas y la degradación de relictos de vegetación, así como la suburbanización de zonas rurales con agropecuaria aún activa. En todos los casos se han afectado ecosistemas relictuales, fauna nativa, zonas de alta fragilidad téctónica (con los riesgos inherentes), zonas arqueológicas y de carácter ritual, sitios de gran belleza escénica y carácter patrimonial. En el caso de alto Següencoma, existe un gran número de casas y muros con rajaduras y asentamientos, algunas viviendas incluso ya fueron abandonadas. A pesar de ello, siguen realizándose construcciones en los nuevos terrapleneos que conectan están zona con Llojeta, poniendo de manifiesto la inoperancia del Gobierno municipal. Es muy visible desde diversos puntos de la ciudad, la elevada vulnerabilidad a la erosión y el riesgo de remoción en masa que tiene dicha zona. El avance urbano y nuevos loteaminentos son facilitados por un camino nuevo abierto en la parte alta que conecta la serranía Amor de Dios (un área protegida municipal) con las zonas de Alto Següencoma y Llojeta.

En abril del año 2017, el Gobierno municipal de La Paz promulgó la Ley 233 de

Fiscalización Técnica Territorial, por la cual se regularían las construcciones fuera de norma y se evitarían las situaciones de avasallamiento de la propiedad pública (GAMLP, 2017), una medida por demás necesaria. Sin embargo, generó una protesta masiva de las Juntas vecinales de la ciudad, incluido el bloqueo de calles. Exigiendo su anulación. Los dirigentes vecinales argumentaron la verticalidad de la norma, al no haber sido construida de forma participativa y concertada. También aludieron que la norma aprobada no se ajusta a la realidad social de las zonas populares, debido a que la mayoría de las construcciones de las laderas no cuentan con los documentos que exige dicha norma, hecho que les expondría a las severas sanciones que establece la nueva disposición (ANF, 29 mayo 2017). Desde la Alcaldía se mencionó que la norma no tiene carácter

retroactivo.

La

reacción

ciudadana

pudo

haberse

dado

por

el

desconocimiento de los alcances de la norma, aunque no se pueden descartar móviles políticos, o de intereses económicos relacionados al mercadéo inmobiliario y de terrenos. Entre las zonas del Valle, más afectadas por la transformación rápida de paisajes y ecosistemas rurales relictuales a urbanos (por avance de terrapleneos y ocupaciones) se pueden mencionar las siguientes:

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A. Badlands de Llojeta (desde las Lomas) hasta la parte baja, extendiéndose a los faldíos de la serranía de Kutukutuni, donde se han realizado inmensos terrapleneos para venta de lotes de terrenos e instalación de urbanizaciones. B. Badlans de alto Següencoma, extendiéndose desde la serranía de Amor de Dios hasta la zonas de Llojeta y los faldíos circundantes de la serranía de Kutukutuni, con similares fines de loteamientos. C. Meseta y laderas altas de Waripampa (área protegida municipal), incluyendo una red de caminos para la instalación de urbanizaciones; Valle del rio Kaluyo-Alto Achachikala. D. Faldíos bajos de Wallatanipampa, es decir las parte altas de Irpavi, Achumani (Kellumnai, Chullpani), Cota Cota, incluyendo parte de Chicani y el valle de Kallapa. Algunas de estas zonas coincidían con áreas protegidas municipales. E. Serranía de Amor de Dios (hacia la Muela del Diablo). F. Apaña - Alto Animas (límite con el municipio de Palca). G. Mallasa, Huajchilla, Mecapaca. H. Achocalla.

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De la ciudad colonial de los siglos XVI al XVIII, quedan muy pocos vestigios. Las mejor conservadas son las iglesias, algún palacio, como el del Oidor Diez de Medina, la Villa de París, la calle Jaén, el tambo Quirquincha, el colegio San Calixto, el Hotel Torino, el portal de piedra labrada del Montículo, muy poco más. El resto de edificios coloniales ya empezaron a ser demolidos el siglo XIX, para dar paso a las nuevas construcciones de esa época. Análisis detallados de los remanentes aquitectónicos coloniales son dados por Villanueva (2005), Siles Salinas (1991) y Mesa y Gisbert (1978). Gran parte de las construcciones más antiguas del centro histórico son de la etapa republicana y décadas posteriores. Este recambio en el centro histórico de la ciudad, continuó a lo largo del siglo XX. El ―casco viejo‖ de la ciudad de La Paz está muy mal preservado y valorizado, en comparación con el centro histórico de otras ciudad Latinoamericanas como Quito o Arequipa, lo cual nos deja con una sensación de tristeza; queda tan evidente la dejadez de nuestras autoridades de cultura en las diversas jurisdicciones del Estado, eso sí, se sigue apostando e invirtiendo en fanfarrias, como el Dakar o palacios de gobierno de diez pisos.

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Un hecho que marcó el inicio del siglo XXI en términos urbanos, fue el traslado del monolito Bennett (cultura Tiwanacu) de la plaza del estadio, al Museo Arqueológico de Tiwanacu, el año 2002. Si bien esto no tuvo mayores repercusiones en el paisaje urbano, tuvo un significado de resarcimiento cultural y revalorización del Patrimonio arqueológico. A su vez las construcciones del siglo XIX e inicios del siglo XX, tanto en el centro de la ciudad como en las periferia o suburbios de entonces (Sopocachi, Avenida Arce, Obrajes) sucumbieron masivamente a lo largo del siglo XX y fueron reemplazadas primero por casas de estilo modernista y posteriormente por edificios de muchas plantas, situación que se mantiene hasta la actualidad. La ya muy comentada verticalización, ha definido el paisaje urbano, especialmente de la arteria troncal (Mariscal Santa Cruz-San Jorge) y sus entornos. La verticalización es un proceso muy activo, se ha convertido, como en todas las urbes medianas y grandes del planeta, en el signo más evidente y definitorio del paisaje urbano. Por otra parte, tiene proyecciones de proliferar con medianas estructuras en todos los barrios, e ir generando estructuras cada vez más grandes y costosas. Por ejemplo, la verticalización de La Paz en la zona central, parece estarse orientado a la construcción de edificios cada vez más altos, como el Girasoles, de la Avenida 6 de Agosto con más de 40 pisos. Comparativamente a otras urbes del planeta, con edificios de medio kilómetro de altura, afortunadamente La Paz es una versión liliput. La verticalización o construcción de edificios de más de 5 pisos o plantas, siempre y por principio es invasiva del paisaje urbano. Los medianos y grandes edificios alteran el entorno y la percepción visual del paisaje de entorno; cualquier edificio grandes vulnera además, los derechos de los vivientes del rededor en cuanto obstrucción de la luz solar, la visibilidad y calidad visual, la intimidad; y en algunos casos puede dañar irreversiblemente el patrimonio histórico de la ciudad. La proliferación de edificios, no solo en el centro sino en diversas zonas, ha ocasionado un incremento de la sensación de un cada vez mayor encerramiento de la ciudad, una coartación a la proyección y expansión de la capacidad visual que La Paz tenía todavía a mediados del siglo XX. En cuanto al diseño y respeto al patrimonio, solo algunos edificios construidos en espacios de casas de valor histórico, realizaron esfuerzos encomieables para preservar las fachadas originales en combinación con la estructura vertical, como es el caso de la Universidad San Franciso de Asis en la Plaza Abaroa. Uno de los últimos ejemplos más atentatorios e invasivos de la verticalización se ha dado en pleno centro histórico de la ciudad. Se trata del nuevo Palacio de Gobierno, una mole de más de 10 pisos en plena calle Ayacucho a una cuadra de la plaza principal y la catedral, y que altera negativamente la calidad escénica del paisaje urbano histórico y la proyección visual que todavía se tenía desde la plaza Murillo. Para dicha construcción vertical, denominada ―Casa Grande del Pueblo‖ y supuestamente bajo estilo arquitectónico ―tiwanacota‖, se demolió una casa considerada patrimonio monumental de la ciudad, la casa ―Alencastre‖, construida al final del período colonial en 1821 (La Razón, 19 septiembre 2014) y no se rescató la fachada para combinarla con el frontis del edificio. Esto implicó una violación constitucional (Artículo 99) y

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se sobrepasó la incumbencia de la jurisdicción autónoma municipal en el proceso. En todo caso, no deja de ser un derroche muy poco necesario y una clara muestra de la megalomanía y egolatría de los actuales gobernantes. Similar proceso atentatorio al centro histórico se ocasionara con la construcción del ―nuevo palacio legislativo‖, que tendrá unos 20 pisos. A esto se sumó en junio del 2017, la demolición del Hotel España, una casa patrimonial categoría "B‖ según el USPA 2007, ubicado en la avenida 6 de Agosto. Ximena Medinacelli (18 junio 2017) Directora del Archivo de La Paz-Carrera de Historia de la UMSA, menciona: …no es

simple comprender el valor patrimonial, cuando mucho nos conmovemos por el patrimonio intangible, las fiestas, las danzas, quizás las iglesias, pero acerca del testimonio más cotidiano de una época, como eran las casas no somos capaces de valorar su importancia. La estética, el sentido del espacio, las prioridades de la vida cotidiana, los materiales usados, la adecuación a estilos en boga en su época y las soluciones locales, una serie de elementos nos dejan huella del paso del tiempo. …¿Para qué conservar casas viejas? ¡ ni siquiera guardar las apariencias conservando la fachada ! Todo abajo, tejas, vitrales, gradas de piedra, todo. ! Un tractor sin parar avanza y arrasa, y la memoria, y el testimonio de una época, y la zona que está compuesta de varias casas !...

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La verticalización masiva con profusión de edificios entre 5 y 15 plantas, se observa en Sopocachi y Miraflores, Obrajes, Calacoto, pero además, en las laderas, donde los terrenos no tiene la suficiente resistencia. Por ejemplo, en las Lomas, Llojeta y Alto Llojeta, a simple vista desde Sopocachi, se pueden contar varias decenas de edificios de más de 6 plantas (similar verticalización se observa en la ladera este hacia Villa San Antonio). Este proceso en las laderas, aumentó en los últimos cinco años, en muchos casos, la proliferación de edificios se dio reemplazando a las precarias viviendas auto-construidas, en otros casos, dichas viviendas se ampliaron a más pisos, aumentando los niveles de riesgo. Esto parecería indicar la tendencia a una nueva estratificación social y económica en dichas zonas populares, en las cuales los nuevos pequeños edificios, comparten el espacio con las pequeñas viviendas precarias, especialmente instaladas hacia el borde de los cerros y quebradas. Estas construcciones masivas se dan en terrenos de Badlands y de aluviones poco consolidados, algo que, para la Alcaldía y su Subalcaldías de los Distritos, parece no tener mayor importancia. Según la Sociedad de Ingenieros de Bolivia (SIB), se estima que al año 2011, habían cerca de 700 edificios nuevos y de éstos, solo la mitad tenían diseño sismorresistente. Si bien La Paz no está en una región sísmica de grandes fallas propiamente (como es el caso de Santiago, Lima o Arequipa, en la línea de fuego del Pacífico), enfrenta riesgos de microsísmica activa y fallas locales (cómo la de Amachuma, Santa Bárbara y El Alto-Kenko-Achocalla). Según algunos geólogos alguna vez podría ocurrir un movimiento sísmico de más 5 grados escala Richter, lo cual sería evidentemente una catástrofe mayor, considerando la precariedad de las construcciones, incluidos los edificios. La verticalización, además de los efectos directos en el paisaje y los riesgos estructurales inherentes, tiene efectos colaterales socioeconómicos diversos, uno de ellos es la proliferación de empresas constructoras e inmobiliarias, y asociado a esto, la creación de empleos y la dinamización del mercado de la construcción; pero por otro lado, pueden estarse dando efectos negativos. La especulación inmobiliaria y los elevados precios de departamentos, da lugar a efectos de lucro bancario y endeudamiento hipotecario entre las familias, algo que definitivamente debe tener efecto en la calidad de vida. Al respecto no se han encontrado estudios sociológicos. La verticalización, una de las pocas alternatuivas de ocupación del espacio frente al crecimiento poblacional, puede desembocar en un escenario futuro en la construcción de mega edificios (posiblemente mayores a 50 pisos o mucho más), lo cual implicará incluso la demolición de edificios menores. Un ejemplo de estas megaconstrucciones previstas será la ―Ciudad Empresarial Toyosa‖, que contemplará un edificio de 50 pisos, el centro comercial más grande de Bolivia con 120.000 m2 de superficie, dos edificios habitacionales de hasta 40 pisos, hotel de lujo y una clínica. Según los proyectistas este megaproyecto es una respuesta alternativa e innovadora en el campo del urbanismo, ya que las edificaciones que incluye serán ―sostenibles y de bajo impacto ambiental‖. Los siete edificios que componen la propuesta se edificarán en cinco hectáreas en el sector de la Curva de Holguín y la avenida de los Leones, (La Razón, septiembre 2015). Esta mega-construcción modificará

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drástica y definitivamente el paisaje de la quebrada que baja hacia Obrajes, incluidos los últimos relictos de vegetación semi natural en dicha zona. Como se puede ver, en los megaproyectos urbanos, también se usa el discurso ambiental y de la sostenibilidad para camuflar el afán del lucro empresarial.

El paisaje urbano de La Paz, está marcado por la presencia de puentes, como el puente de Las Américas, la primera mega obra vial, construida el siglo pasado. A fines del 2010, fue construido el complejo de los puentes trillizos, que une Llojeta bajo con Alto obrajes, por encima de las quebradas de Kantutani, San Jorge y Orkojawira (avenida Los Leones). Su construcción estuvo marcada por la rivalidad política entre el Gobierno central del MAS y el

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Gobierno municipal de La Paz (Movimiento Sin Miedo), lo cual debilito los principios de la gobernabilidad en la ciudad. Otro puente importante en la urbe es el viaducto Esperanza que conecta Obrajes, Bolognia y Alto Obrajes, con una extensión de más de 100 metros. El año 2015, se construían en la ciudad otros tres puentes: el Ferrobeni sobre el rio Choqueyapu y la autopista La PazEl Alto (sector Pura Pura, uniendo la zona periférica y Max Paredes); el puente Gutiérrez Guerra, sobre el rio Orkojawira, uniendo Miraflores con Villa San Antonio; y el puente Gemelo, próximo al Puente de Las Américas, que unirá nuevamente Sopocachi y Miraflores. En cuanto al contexto del paisaje global del Valle, como bien dice Ximena Medinaceli (1997) La Paz es un ciudad de cerros, profundas quebradas y ríos, y los puentes han sido desde su fundación una necesidad imperiosa para la transitabilidad y convivencia. Ahora en pleno siglo XXI siguen siendo vitales para el funcionamiento de una urbe escindida por numerosas y profundas quebradas, y con más de 300.000 vehículos. Los puentes desde la colonia, fueron parte del paisaje urbano, al igual que los ríos y quebradas; ahora ocurre lo mismo, con la diferencia que son megaestructuras, que tiene mayor relevancia en la modificación de los paisajes. El sistema del teleférico de la ciudad de La Paz fue inaugurado el año 2014, con tres líneas que cubre desde la zona Sur a la ciudad de El Alto, a un costo de casi 240 millones de dólares. A inicios del 2016, está en marcha el proyecto de ampliar el sistema a otras líneas que cubran otras zonas de la ciudad. En lo político, desafortunadamente el megaproyecto vial fue utilizado como una bandera eleccionaria del partido gobernante. Sin embargo, tiene una importante función social a partir de un sistema de transporte masivo que realmente ha contribuido a aligerar el movimiento de pasajeros y el tráfico vehicular, especialmente entre La Paz y El Alto. No es contaminante, consume relativamente poca energía (5 MW aprox) no emite ruido, se podría decir que es ecológico. Tiene además, una función recreativa y de turismo, un viaje desde El Alto hasta el vallecito de Irpavi es realmente inolvidable. Es monumental en su conjunto y ha brindado a La Paz el cariz de modernismo que siempre le había faltado y ha contribuido de alguna forma a

consolidar para La Paz el status de ―ciudad maravilla‖. La

sensación que tienen los habitantes y visitantes de La Paz en relación al teleférico, debió ser muy similar a la que se vivió a inicios del siglo XX con la introducción del sistema de tranvías. El caso evidenciado se observa en el sector aledaño a la Plaza España: especialmente en las horas pico, mayor afluencia de gente hasta casi hacinar las aceras, alta afluencia de motorizados y caos vehicular, mayor contaminación del aire y por ruido, comercios informales y poca regulación en la proliferación de negocios, mayor inseguridad ciudadana. Otro elemento interesante del teleférico, es que ha permitido develar desde una perspectiva aérea nunca antes experimentada, los paisajes de parte del Valle, pero también la brecha de desigualdad, permitiendo asombrarnos de las suntuosas residencias estilo Miami en la zona de Bolognia y de las miserables casitas precarias adosadas a los barrancos de la ladera oeste. El teleférico instalado, al ser una megaestructura, ya ha ocasionado inevitablemente una

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modificación radical del paisaje urbano por la alteración del espacio visual aéreo inmediato, situación que se tornará aún más determinante, al aumentar el número de líneas a otras zonas de la ciudad. Una característica del paisaje urbano reciente, en diversas zonas ya casi céntricas, como Sopocachi, Miraflores y San Pedro, son las aceras vetustas y deterioradas, que dificultan la transitabilidad y dan un aspecto de precariedad. Esto ha sido en gran parte ocasionado por la masiva conexión de redes de gas domiciliario que destrozó las aceras a gran escala. Estos trabajos fueron desordenados y sin control alguno por parte de la Alcaldía. Otras estructuras que modifican la calidad del paisajes en el hinterland remanente son las torres y líneas de alta tensión, es el caso de la meseta de Wallatanipampa, la cual ha sido cruzada por dichas estructuras (y desde luego con un camino de acceso), que parten de la subestación Palca (proyecto de ENDE). Al tratarse de un área de Patrimonio Natural del municipio, deberíamos suponer que se siguieron todos los pasos legales ambientales para la respectiva autorización. Una actividad que impacta los ecosistemas fluviales en las cuencas de los ríos, es la extracción de áridos (piedras, gravas y arenas), lo cual viene aparejado con la explosión de nuevas construcciones en los últimos 15 años en la ciudad, y que ha generado una demanda cada vez mas alta. Es un problema recurrente que se remonta a casi mediados del siglo pasado, cuando la expansión urbana comenzó su carrera acelerada. Los mayores impactos se dieron desde los años 80, en casi todos los ríos de la cuenca y relativamente próximos al radio urbano o inmersos en este. Esta situación obedece al tema del costo de transporte; traer áridos de zonas alejadas encarecería dichos materiales hasta hacerlos prohibitivos. Los ríos de La Paz, tienen cauces amplios y expuestos gran parte del año, por otra parte, los niveles de deposición son muy altos, especialmente en los ríos que bajan de zonas precordilleranas, como ser: Kaluyo (alto Choqueyapu), Kallapa, Jampaturi, Lipari, Achumani, Cota Cota y por supuesto el río Choqueyapu en el valle de Río Abajo, hacia el municipio de Mecapaca, donde la extracción es muy intensa y con escaso control. Desde el año 2013 se conocía de la extracción de áridos en cursos cordilleranos de la cuenca de la laguna-represa Jampaturi; algo que recién se dio a conocer por medios de prensa a fines del 2016. La actividad extractiva de áridos ocasiona severos daños a la estructura y funcionamiento de los cauces, lo cual repercute en los niveles de erodabilidad y arrastre de masas sedimentarias y turbiones en la época de lluvias. El control y aplicación de las normas para esta actividad se basa en el Reglamento de Extracción de Áridos y Agregados (Ds. 28590) y esta a cargo de los Gobiernos Municipales. En el municipio de La Paz, ha habido algunos avances en cuanto el control de la actividad, respecto de años anteriores.

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En resumen, los elementos mas significativos en las mudanzas o transformaciones del paisaje del Valle de La Paz, entre fines del siglo XX y el curso actual del siglo XXI, han sido: El avance de la expansión horizontal urbana hacia laderas y valles alejados (con terrapleneos a gran escala). El aumento constante de la verticalización, tanto en la zona central como en barrios circundantes y laderas. La construcción de megapuentes que vinculan las dos laderas en torno al Valle del río Choqueyapu. Los diversos sistemas de líneas del teleférico y sus elevadas torres.

Aspectos ambientales en el siglo XXI Según datos del Censo Nacional de Población y Vivienda 2012, de los 10.027.254 habitantes que fueron empadronados en el país, 6.751.305 viven en áreas urbanas y las restantes 3.275.949 en área rurales. Más de un 67% de la población del país viviendo en las ciudades, y especialmente en las más grandes. Esto puede significar una reducción de la presión antrópica hacia zonas rurales o naturales lejanas, pero también un proceso de aglomeración urbana que tiene repercusiones ambientales y en el acceso a servicios básicos en las ciudades. En general, las grandes urbes del país tienen gestiones ambientales y estados ambientales en apuros. Al momento la situación ambiental de las ciudades de La Paz, El Alto, Cochabamba, incluso Santa Cruz (donde se ha visto más avances), no es buena y puede ser calificada en ciertos casos como definitivamente mala. Posiblemente el caso de El Alto y Cochabamba sean los peores. Ciudades capitales, como Potosí, Oruro, Tarija, Cobija y Trinidad, así como ciudades intermedias (p.e. Riberalta, Guayaramerin, Yacuiba, Caranavi) enfrentan también severos problemas de contaminación ambiental generalizada. Las aguas residuales son derivadas a los río principales, como es el caso del Choqueyapu en La Paz, el Rocha en Cochabamba, el rio Katari en El Alto-Viacha (que han destruido la bahías de Cohana), Guadalquivir en Tarija, o el arroyo San Juan en Trinidad, los cuales se han convertido en zonas de sacrificio ambiental por los elevados niveles de contaminación y la total inacción de las respectivas autoridades. El tratamiento de residuos sólidos (basura) es otro problema parcialmente resuelto, los volúmenes de emisión de residuos sólidos son elevados con tendencia a crecer debido a las dinámicas de consumo. Los sistemas de recojo, en general no llegan a las periferias y las zonas suburbanas y rurales en contacto con la ciudad, así como cauces de ríos y arroyos, enfrentan severos procesos de acumulación de basura. Existen casos de botaderos gigantescos que siguen ―funcionando‖ como en el caso de El Alto, Cochabamba y Potosí; en tanto Rellenos sanitarios,

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como el de Alpacoma en La Paz, enfrentan diversos problemas de rechazo social (de la gente que tiene la desgracia de vivir en sus entornos) y que afectan su buen funcionamiento. En todas las ciudades grandes del país, la contaminación del aire se ha mantenido en niveles elevados críticos y con la tendencia a incrementarse debido al aumento de los parques de automotores. Se presumen afectaciones a la salud de las personas, en especial las de mayor exposición. El crecimiento constante de las ciudades, afecta espacios rurales, paisajes culturales pintorescos y naturales de los entornos, los cuales son abiertos a nuevas urbanizaciones, ocupando incluso zonas de alta fragilidad y riesgo geológico para la construcción de viviendas, tal es el caso de La Paz. En varios casos, los loteadores, han invadido zonas con carácter de patrimonio natural y alta calidad escénica, e incluso áreas protegidas municipales (p.e. Waripampa en La Paz). La proliferación de edificios, no solo en el centro sino en zonas como Miraflores y Sopocachi, ha ocasionado un incremento de la sensación de mayor encerramiento de la ciudad, una coartación a la proyección de la percepción visual del entorno paisajístico, que La Paz tenía a inicios del siglo XX. Las fotografías de esa época (Villanueva, 2006) muestran una ciudad apacible, con una elevada calidad escénica y donde la vista podía expandirse hasta las montañas y laderas por encima de los techos de las casas y casonas que raramente excedían los 12 o 15 metros. La debilidad de la gestión ambiental municipal en las grandes y medianas ciudades, al igual que de la gestión ambiental a nivel nacional (responsabilidad del nivel central), parte de la poca priorización y hasta un menosprecio de los temas ambientales, escasas asignaciones presupuestarias, falta de reglamentos específicos, falta de voluntad para aplicar las normas, elevada burocracia y corrupción. El análisis ambiental de la ciudad de La Paz en el siglo XXI, que se presenta a continuación es organizado por acápites especiales, siguiendo casi la misma relación que se utilizó en análisis de la segunda mitad del siglo XX.

Parque automotor Existe variabilidad en los datos del parque automotor de La Paz (y en general para Bolivia), los datos no coinciden de una fuente a otra, aun cuando citan al RUAT como base de información. Hasta fines de 2014, en Bolivia circulaban algo más de 1.456.000 vehículos, con un notable aumento el año 2011, debido al ingreso de decenas de miles de autos ilegales (―autos chutos‖ legalizados por el Gobierno). Según datos del Registro Único para la Administración Tributaria Municipal (RUAT) en Bolivia el número de motorizados creció nueve veces en 11 años, de 1998 a 2009. Este acelerado crecimiento se le atribuye a las políticas en lo que respecta a la importación de automóviles, tanto nuevos como usados. De acuerdo a información del Gobierno

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Autónomo Municipal de La Paz, el año 2000, el número de vehículos llegaba a 83.363 unidades, el 2009 era de 159.142. El RUAT para el año 2014, registraba 245.295 unidades, mientras que el INE indicaba 261.000 vehículos para el año 2015. Según el RUAT, solo en minibuses, el año 2014 se superaba el número de 25.000 unidades a nivel de la metrópoli. La zona metropolitana de La Paz/El Alto tendría aproximadamente algo más de 400.000 automotores, con un 80% en mal estado de mantenimiento hasta obsoletos, lo cual implica una enorme carga de contaminantes atmosféricos. Se puede suponer al 2016, un aumento de hasta un 30% respecto del 2012. El incremento de vehículos usados, internados legal o ilegalmente, ha sobrepasado en mucho al de

vehículos

nuevos

con

la

implicancia

de

estar

importando

verdaderas

máquinas

contaminadoras en potencia. Un alto porcentaje (60%) del parque automotor de La Paz el año 2012, correspondía a una antigüedad anterior al año 2000, incluso con una gran cantidad del periodo 1991-1995 (Martínez Crespo, 2012), en resumen más de la mitad de los vehículos que circulan en esta ciudad tienen más de 19 años de antigüedad. En diciembre de 2014, el Gobierno emitió un decreto, prohibiendo la importación de vehículos livianos cuya antigüedad sea mayor a dos años, sin embargo, siguen ingresando al país vehículos de contrabando. De cualquier forma, es importante considerar que cualquier vehículo, por muy nuevo que sea, emite gases contaminantes, claro está que los obsoletos y/o en mal estado y sin mantenimiento, emiten mucho mas. En la actualidad ha ingresado un mayor número de vehículos nuevos, sin embargo la proporción de vehículos antiguos es aún muy elevada. También el número de vehículos particulares ha aumentado, siendo que una de las causas de dicho incremento se debe a un mayor acceso a préstamos y productos crediticios para que la gente pueda adquirir un coche. Según datos del INE del año 2014, el 91,7% del parque automotor está registrado como servicio particular, mientras que sólo un 6,4% es servicio público. En muchos casos, la tendencia creciente a adquirir vehículos privados se relaciona a su vez con situaciones de estatus, confort y ostentación, más que con una necesidad real. La lógica urbano centrista tiene como uno de sus principios, el ―culto al automóvil‖. Las situaciones extremas de sobreconsumo, derroche y ostentación se dan en el caso de familias con dos, tres o más automóviles, siguiendo los patrones de algunos países y ciudades del mundo desarrollado, lo cual afortunadamente es una excepción indeseable, en un país pobre como Bolivia. Eduardo Galeano nos habla del automóvil (Galeano, Cuento: Los Espejos del Paraiso): La

publicidad habla del automóvil como una bendición al alcance de todos ….¿un derecho universal, una conquista democrática?...por supuesto la publicidad miente, los numeritos dicen que el automóvil no es un derecho universal, sino un privilegio de unos pocos. Solo el 20% de la humanidad dispone del 80% de los autos. Galeano desenmascara el ardid publicitario y además aprovecha para recordarnos que si toda la humanidad llegaría a disponer del ansiado automóvil, el planeta colapsaría a una velocidad mucho mayor que ahora.

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También se dio en los últimos años un inusitado aumento del numero de líneas de radio-taxis (89 líneas registradas oficialmente en la alcaldía al 2016), no se encontró información sobre el número de unidades pero podrían superar las 3.000. Esta sistema de transporte, equivale a una semi-privado o casi particular, por la forma de desplazamiento unipersonal en la mayoría de los casos, lo cual aumenta la relación vehículo/persona, el parque automotor y la contaminación del aire y la sonora. En los últimos años apareció en La Paz, la nueva modalidad de transporte privado abierto a cierto público via contacto digital a travez de aplicaciones especiales de telefonía celular, el Uber taxi, mas alla de ser un snobismo tecnológico y con restricciones de acceso, podría alivianar la saturación de radio taxis y minibuses. La ―privatización‖ masiva del parque automotor y la baja cobertura de transporte público, explica además, las incomodidades que sufre gran parte de la ciudadanía

en términos de

transportación y también, el aumento de los niveles de contaminación por fuentes móviles. De cualquier forma, el número de minibuses ha aumentado dramáticamente en los últimos 10 años (alrededor de 25.000, con mas de 540 líneas metropolitanas) e implica una fuerte carga vehicular para el congestionamiento en la urbe y un gran aporte a los altos niveles de contaminación. Paradógicamente hay una notable escasez de asientos libres en las horas pico. El debate sigue en pie desde hace unos años…¿sería más conveniente menos unidades de transporte público y de gran capacidad (como los buses Puma Katari o aún mayores) que miles de pequeñas unidades?....Desde el punto de vista ambiental sería óptimo, pero se ha argumentado que para el reducido tamaño de muchas calles de La Paz, unidades grandes de transporte son inconvenientes y solo servirían para los tramos troncales y que los minibuses son ideales por su fácil maniobrabilidad. De cualquier forma, también está el tema social del empleo, los minibuses han sido una salida ciertamente eficaz para paliar el alto nivel de desempleo y un soporte económico importante para muchas familias populares. El costo ambiental es alto, pues miles de pequeñas unidades vehiculares contaminan mucho más que un par de cientos de unidades grandes. Entre el 2015 y 2016, fue muy notorio el aumento del número de motocicletas, muchas con el escape abierto (sin control alguno en absoluto), lo cual ha tenido un gran efecto en el aumento de la contaminación auditiva. El inusitado número de motocicletas en la ciudad puede obedecer a su practicidad en una ciudad de circulación vehicular difícil, o posiblemente sea un pasivo deplorable del Dakar (inducción y emulación). Obviamente no se pudo encontrar estadísticas de dicho incremento. Respecto a los buses municipales Puma Katari (suman 140 unidades a fines del 2106), parecen ser eficientes y encajan en la alternativa de menor costo ambiental, sin embargo, realizan un servicio por rutas periféricas y no cubren los tramos centrales, esto debido a la imposición abusiva de los sindicatos de transporte de minibuses y buses, que ocasionaron un conflicto con la Alcaldía en años pasados para impedir la circulación troncal de los Puma Katari. También se

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asume en cuanto a este sistema, un elevado porcentaje de subsidio por parte de la Alcaldía, lo cual reprcutiría en su eficiencia económica. En paralelo a la elevada contaminación del aire, la congestión y el caos vehicular, hablar de los motorizados en una ciudad como La Paz, es hablar de las malas prácticas de conducción y comportamiento vial de la gran mayoría de los conductores y conductoras de los vehículos. Existe una anomia general (renuencia a cumplir y aplicar las normas) muy enraizada; en tanto, el código de tránsito es un simple papel. Excesos de velocidad, irrespeto a los semáforos, no uso de luces de seguridad, uso abusivo de bocinas, conducción usando celulares, parqueos en las aceras o en cualquier lugar, escaso uso de cinturones de seguridad, etc. Incluso algunos policías incurren en estas faltas. Por su parte los peatones y usuarios de servicios públicas, transitan, ascienden, descienden de vehículos y cruzan las calzadas por donde les viene en gana. Esto hace de la ciudad, más insegura, más vulnerable a accidentes, mas molestosa, más fea, más insoportable. En resumen, la gestión vehicular de la ciudad es muy deficiente y ni la policía de tránsito, ni la Alcaldía, muestran la mínima voluntad y decisión, para reconducir y aliviar esta problemática. ¿Algo positivo? Si,.. las simpáticas Cebras, producto de alguna feliz idea, que han contribuido a ordenar y sensibilizar el respeto a los semáforos y el uso de los pasos de peatones. En resumen, los problemas más críticos del tema vehicular en la ciudad de La Paz son, el aumento drástico de vehículos en los últimos diez años, el aumento de vehículos particulares (mayoría), en detrimento de posibles sistemas públicos masivos, seguros y confortables, la permanencia de un gran número de motorizados antiguos y muy contaminantes, el mal estado de mantenimiento en general de los motorizados (sean nuevos o antiguos), muchos -miles- de minibuses, incómodos y mayormente con poco mantenimiento, el congestionamiento en horas pico (empeorado por las cotidianas marchas de protesta en el centro). El resultado es un aumento de los niveles de contaminación atmosférica-auditiva y del caos vehicular. De alguna forma esto fue efectivamente paliado por el plan municipal de restricción vehicular según el número de placa, sin embargo, su efectividad depende de buenos niveles de control. Los

embotellamientos o ―trancaderas‖ son parte del paisaje urbano casi cotidiano, especialmente hacia las horas punta, y no solo ocasionan centros de contaminación por gases y bocinas, sino que además, son causa de una importante pérdida de tiempo laboral, de descanso, o lúdico familiar, y de stress acumulativo que repercute en la salud. Según un documento técnico del Proyecto Aire Limpio (2011), solamente después de 50 años, en la ciudad de La Paz se empezó a pensar en proyectos de transporte masivo, como un tren metropolitano, el teleférico y algunas propuestas para reordenar el servicio, como el ingreso solamente de omnibuses al centro de la ciudad, mientras que los vehículos pequeños harían servicios para los barrios); algunas de estas ideas siguen todavía como propuestas, y por el

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contrario, ocurre que los grandes buses hacen rutas periféricas y los minibuses hacinan el centro. Contaminación atmosférica Uno de los problemas ambientales más críticos de la ciudad, sin solución aparente, ni toma de recaudos efectivos, es la contaminación del aire, especialmente por fuentes móviles. En esencia, es otro pasivo ambiental heredado de décadas y gestiones anteriores (desde los años 70). Cuando se sube de la ciudad al amanecer por alguna de las avenidas periféricas que conducen a El Alto, es común observar la cúpula de gases contaminantes estacionada sobre el Valle y la ciudad, la cual permanece varias horas, hasta que el sistema de vientos la dispersa parcialmente. La configuración topográfica del Valle ocasiona el fenómeno de cúpula de inversión; el aire nocturno enfriado del valle (y contaminado) por las corrientes frias que bajan de las montañas, queda atrapado al amanecer por la masa de aire que asciende y se enfría en la parte alta (inversión de temperatura), formando una campana o cúpula (López Bonillo, 2001).

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Adicionalmente, es posible que el incremento de las temperaturas en ciudades grandes como La Paz y el efecto de ―islas o cúpulas de calor‖ urbano, ocasionen una mayor dispersión y movilidad de gases emitidos por fuentes móviles y de chaqueos. De acuerdo a Koch (2008), el parque automotor contamina dos veces más el aire que las industrias instaladas en el país: el 30% de la contaminación es provocado por los gases que eliminan las industrias, mientras que el 70% se debe a las emisiones de gases de escape de los vehículos. En el caso de La Paz, las zonas más afectadas son, la ruta troncal (Avenida Mcal. Santa Cruz – Prado) y el centro histórico, pero especialmente a determinadas horas de mayor afluencia de vehículos, casi cualquier zona (Av.Sanchez Lima, calle Boquerón en San Pedro, Av. Montenegro en San Miguel, Av. Ecuador en Sopocachi, Plaza del Estadio, etc.) está fuertemente impactada por gases contaminantes. Los sucesivos informes nacionales y boletines del Programa Aire Limpio-RED MONICA (Monitoreo de la Calidad del Aire) entre 2.003 y 2015, mostraban un creciente nivel de contaminación en la ciudad. Solo el año 2011, el Programa Aire Limpio reporto un leve descenso en los niveles críticos de algunos contaminantes. Algunos estudios (Melgarejo et al. 2010), indican que lo niveles de contaminación son elevados en la ciudad de La Paz, y aunque estos se encontrarian dentro los límites máximos permisibles (Reglamento en Materia de Contaminación Atmosférica de la Ley del Medio Ambiente), se registraron efectos significativos sobre la salud de la población, con incrementos de 23% en el número de casos de enfermedades de la vías respiratorias inferiores y de 46% en el número de casos de enfermedades de la vías respiratorias superiores. Esto coincide con las apreciaciones del Proyecto Aire Limpio. De cualquier forma, se considera importante la revisión y realización de ajustes a los límites máximos permisibles de sustancias contaminantes (no solo del aire, también de aguas) en la reglamentación vigente, debido a su obsolencia y posible permisividad ,y en concordancia con nuevos conocimientos a nivel mundial. Un problema crónico de la gestión ambiental en la ciudad ha sido la inaplicación-incumplimiento de los reglamentos de la Ley de Medio Ambiente en materia de contaminación atmosférica, los cuales además, ya están desactualizados. Hasta el momento la alcaldía y otras autoridades ambientales responsables, no han realizado absolutamente ninguna acción de control efectivo sobre los agentes emisores (en especial buses y camiones), considerando que el problema se ha agudizado en pocos años y tiende a incrementarse. En este caso el aire limpio como

bien

común, parece no tener ninguna relevancia. El diesel producido en Bolivia tenía fama de ser un buen diesel, denso y con poca cantidad de sulfuros y cetonas, por tanto de menor capacidad contaminante, situación apoyada con normas legales, sin embargo era producido en limitado volumen que no alcanzaba para cubrir la creciente demanda nacional. El año 2007 se empezó a importar diesel a fin de no generar crisis de combustibles, un diesel que tenía las características de ser menos denso (proveniente de La creciente contaminación atmosférica obedece a muchas causas, por ejemplo, el ya mencionado

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incremento del número de motorizados, incrementado de forma crítica en los últimos años. Otra de las causas importantes, también mencionada, es el estado de obsolencia del parque automotor y su falta de mantenimiento, asociado al alto poder contaminante de ciertos combustibles (en especial el diesel). Venezuela), con más azufre y mayor cantidad de compuestos volátiles. Posteriormente se optó por emitir una sucesión de decretos supremos modificatorios de la norma, para poder importar un diesel con menor densidad y por tanto mucha mayor capacidad de contaminación. De todo el parque automotor, los carros que funcionan con diesel se encuentran entre los más contaminantes.

Tipos de emisiones según el Programa Aire Limpio : Emisiones fugitivas: son aquellas que se emiten por conductos de combustible mal aislados, sistemas abiertos de inyección de combustible (tipo carburador) y evaporaciones de hidrocarburos por calentamiento del motor. Este tipo de emisiones fue muy frecuente en la época del carburador, cuando el motor de los vehículos era muy visible y todas las conexiones entre sus componentes se las hacía a través de mangueras de goma. Hoy, con la inyección electrónica, muchos de los conductos ya están en el interior del motor y en sistemas cerrados, con lo que se reducen en gran medida las emisiones fugitivas. Emisiones por fricción: son las emisiones por procesos normales de desgaste de piezas en contacto directo, como frenos, disco de embrague y llantas; todas estas contribuyen a la polución ambiental con material particulado fino. Emisiones evaporativas: éstas se producen cuando se carga el tanque de combustible, ya que todo el vapor del depósito vacío es desplazado hacia la atmósfera. Emisiones sonoras: estas emisiones son provocadas por el ruido del motor en funcionamiento, la carrocería y por la fricción con la vía. Emisiones de escape: son las más importantes por su cantidad en relación a las otras emisiones y varían de acuerdo con la tecnología del vehículo, el tipo de combustible y la calidad de éste.

Los principales aero-poluentes registrados a partir de investigaciones y monitoreo del Programa Aire Limpio-RED MONICA (Monitoreo de la Calidad del Aire) son el óxido nitroso (NO2, el óxido nítrico (NO) genéricamente conocidos como NOX (emitidos mayormente por la combustión del diesel), el monóxido de carbono (CO), el dióxido de carbono (CO2), el dióxido de azufre (SO2), los materiales particulados (hollines, humo negro), Ozono (O3) y los Hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAH)

producto de una deficiente combustión de la

gasolina. Los más importantes por sus altas concentraciones son los poluentes, CO, NOx, el SO2, el Ozono troposférico y los materiales particulados. En la ciudad de La Paz se da tanto la contaminación de tipo reductor (por combustión incompleta y con predominio de azufre y material particulado), como la contaminación de tipo oxidante (con presencia de hidrocarburos volátiles, óxidos de nitrógeno y oxidantes fotoquímicos). Uno de los resultados más

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significativos registrados por dicha Red son los niveles de contaminación de NO2. Uno de los lugares más afectados por este contaminante es la zona central de la ciudad de La Paz (Plaza San Francisco), zona de alto tráfico vehicular. Los niveles de contaminación más elevados de NO2 se presentan en el segundo semestre, época seca, siendo más bajos en la época húmeda. En cuanto a las partículas suspendidas, las de diámetro inferior a 10 micras-µm e inferior a 2,5 micras-µm (PM 10 y PM 2,5, inhalables y respirables), que comprenden principalmente sulfatos, nitratos y carbono negro en polvo, son las de mayor riesgo, pues penetran en los pulmones y el sistema cardiovascular. Partículas con diámetros mayores a 10 micras-µm (PM 10) no penetran en el torrente sanguíneo pues son bloqueadas por las mucosas. Los monitoreos realizados por el programa MONICA en los últimos años en las ciudades de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, han evidenciado en general, que los altos niveles de contaminación de gases nocivos (materiales particulados, monoxido de carbono, óxidos de nitrógeno, dióxido de azufre, hidrocarburos aromáticos policíclicos, ozono troposférico), ocasionan severas afectaciones a la salud. La intensa radiación solar en ciudades como La Paz y El Alto daría lugar a que la concentración de contaminantes fotoquímicos sea particularmente elevada. En nuestro aire citadino. Como en otras grandes ciudades, se estarían produciendo mezclas (―cocktails‖), por combinación de material particulado y los gases de azufre que forman complejos moleculares altamente tóxicos. El solo hecho de reducir las emisiones de gases con material particulado (humo negro denso y otros humos de buses y camiones) tendría sin duda enormes efectos positivos, si consideramos reducir la probabilidad de que se formen dichos ―cocktails‖ intoxicantes.

Tipos de Humos emitidos Fuente: Boletín Aire Limpio Octubre-Diciembre, 2008. Swisscontact. Humo negro o gris: Partículas compuestas de carbón (hollín) producto de una combustión incompleta del combustible, indica que el motor necesita de forma urgente un servicio de mantenimiento del filtro de aire y afinado del sistema de alimentación. Además del daño ambiental ocasiona daño económico debido al incremento del consumo de combustible. Humo azul: Denota la presencia de aceite en la cámara de combustión, generalmente atribuida a desgaste de los cilindros y anillas, bujes de válvulas y la consiguiente pérdida de compresión. Estas emisiones causan daños permanentes en el catalizador y sistemas anticontaminantes del motor (sensor de oxígeno). Humo blanco: Muestra la presencia de agua en el interior del cilindro, atribuidos a una fuga interna por mal estado de las empaquetaduras del motor, presencia de agua en el combustible o tanque de combustible o baja temperatura de funcionamiento del motor ―motor frío‖.

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Resulta preocupante que se produzcan tales mezclas en el aire y que los compuestos así formados impacten nuestras mucosas y bronquios, pero lo que resulta francamente pavoroso es que, en nuestra propia sangre se produzcan reacciones químicas provocadas por la contaminación (como la formación de la carboxi-hemoglobina debido al monóxido de carbono o nitrosil-hemoglobina por el óxido de nitrógeno) por las cuales nuestra sangre se torne en una deficiente transportadora de oxígeno. Más grave aún que precisamente dichas reacciones internas se produzcan a más de 3.400 metros de altura sobre el nivel del mar donde la tensión de oxígeno es mucha menor, lo cual equivale que los pobladores urbanos de zonas contaminadas al menos de La Paz y El Alto vivan en un casi permanente estado de hipoxia (asfixia). De acuerdo a informes del Proyecto Aire Limpio, hay correlación directa entre la polución y los problemas respiratorios agudos, esto a pesar de que en las evaluaciones realizadas por dicho programa, los promedios máximos estaban por debajo de los valores dictados por la Ley 1333 y la OMS. El grupo más afectado por esto fue el de niños menores de cinco años.

Materiales Contaminantes del aire detectados en la ciudad de La Paz Las partículas u hollines, aumentan la vulnerabilidad, recurrencia y cronicidad de las enfermedades respiratorias y pueden agudizar cuadros asmáticos o síndromes pulmonares obstructivos crónicos. Si tienen un tamaño menor a 5 micras pueden fácilmente alcanzar los alvéolos pulmonares y pasar al torrente circulatorio. Casos más graves, bajo condiciones de exposiciones prolongadas (por ejemplo vendedores, guardias de tránsito) pueden desembocar en enfisema pulmonar, fibrosis inducida o cáncer pulmonar. Contribuyen en la reducción de la expectativa de vida en personas que padecen afecciones respiratorias. En la ciudad de La Paz los índices encontrados por Swisscontact sobrepasan los límites de la OMS (50 microgramos por m3). y situan a La Paz entre las ciudades con mayor concentración de partículas. En general, las partículas no actúan solas, sino que se asocian a otros compuestos. En esta condición las reacciones químicas que se producen, especialmente con el azufre, pueden ingresar al tracto respiratorio y a la sangre. Estos complejos altamente tóxicos han sido denominados ―cocktails‖. El contacto prolongado con compuestos orgánicos volátiles produce irritación del tracto digestivo y lesiones epiteliales en el pulmón dando lugar a cuadros edemáticos y de neumonitis. Incluso la exposición constante a vapores de la gasolina se ha asociado a afectaciones de la médula ósea, aberraciones cromosómicas y deterioro sanguíneo (leucocitopenia). Los hidrocarburos aromáticos policíclicos producen efectos depresores del sistema nervioso central, debilidad muscular, e insuficiencias hepatorrenales, siendo sus efectos más drásticos a nivel cancerígeno. El monóxido de carbono (CO): A medida que se incrementan las concentraciones de CO en la sangre (de 2 a 5 μg/cm3), los efectos pasan de disfunciones psicomotrices a cambios drásticos en la actividad cardiovascular y respiratoria. El CO se combina con la hemoglobina de la sangre, desplazando el oxígeno por su mayor afinidad y evitando la oxigenación de los tejidos; en casos extremos ocasiona la muerte. El mismo fenómeno puede producirse con la mioglobina de los músculos y el corazón, dando lugar a lesiones

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musculares o paro cardiaco. Se conoce que individuos con enfermedades cardiovasculares, respiratorias o anemia pueden experimentar efectos de salud más severos. Los óxidos de nitrógeno nitroso (NO) y nítrico (NO2): Ambos se encuentran en elevadas concentraciones en sectores con intenso tráfico vehicular y en especial con emisiones derivadas del diesel. Estos gases producidos en la combustión de motores tienen un intenso efecto irritante de las vías respiratorias, exacerban el asma e incrementan la vulnerabilidad a infecciones respiratorias comunes, bacteriales o virales porque afectan el sistema de defensas al nivel alveolar. Los óxidos nitrosos pasan de los alvéolos a la sangre formando la nitrosil-hemoglobina la cual tiene un efecto similar al de la carboxihemoglobina, reduciendo la capacidad de la sangre de transportar oxígeno. Bajo exposiciones e inhalación prolongada ocasiona falta de aliento, fatiga y edema pulmonar. Una de sus particularidades es que en presencia de la luz del sol (―fotólisis‖) reacciona con hidrocarburos y da lugar a ozono, que es un contaminante fotoquímico. El dióxido de nitrógeno es el culpable esencial de la mayor polución atmosférica en la ciudad. Los niveles permitidos de NO2, según la Ley del Medio Ambiente, son de 40 μg/m3, y según la normativa de la OMS, 30 μg/m3. El dióxido de azufre (SO2) es uno de los gases más comunes producidos en la combustión del diesel o el gas natural. Es un gas muy irritante y es capaz de reaccionar con diversos materiales particulados del aire, incrementándose así su capacidad de ocasionar daños a la salud. El ingreso del dióxido es mayor en los pulmones cuando se respira por la boca. Cuando es inhalado, se disuelve en la pared pulmonar formando sulfito y bisulfito, los cuales se distribuyen rápidamente en el organismo, siendo su primer efecto la constricción bronquial y la sobre secreción de las mucosas. Esto es acompañado por alteraciones de la función pulmonar y un aumento de la resistencia al flujo del aire. En términos generales, al ser un gas irritante afecta las mucosas del sistema respiratorio, produciendo tos irritativa asfixiante, bronquitis crónica y bronco-constricción, afecciones neurológicas, dermatológicas y de los ojos. Ocasiona una agudización de la bronquio-constricción asmática, siendo las personas que padecen asma o son susceptibles a ésta, las más afectadas. En casos de exposición prolongada, además de ocasionarse lesiones en las células del aparato respiratorio, se producen daños neurológicos y cardiovasculares severos. Al mismo tiempo, el dióxido de azufre es el gas responsable de las denominadas lluvias ácidas que se producen al reaccionar el dióxido de azufre con el agua y dar lugar al ácido sulfúrico, reacción que desafortunadamente también se produce en cierta proporción en la superficie alveolar, ocasionando una mayor irritación por contacto con el ácido. El ozono (O3) se considera un contaminante secundario porque no es emitido de forma directa, sino producido en la parte baja de la atmósfera como consecuencia de los procesos de oxidación fotoquímica (en presencia de luz solar), por reacción entre hidrocarburos y el dióxido de nitrógeno producido en diversas formas de combustión, principal fuente de este contaminante. Otros elementos nitrogenados que dan lugar a este tipo de reacción son los nitratos de peroxiacilo o el nitrato de peroxiacetilo (PAN). La producción de ozono contaminante es más intensa cuando la intensidad solar es máxima. Es un potente irritante del tejido pulmonar. Alcanzando fácilmente los bronquiolos

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pulmonares y conductos alveolares, al ser un oxidante muy fuerte, ocasiona lesiones celulares. Los ácidos grasos poli-insaturados de las membranas de las células que recubren las vías respiratorias reaccionan fácilmente con el ozono a partir de sus enlaces químicos dando lugar a diversas sustancias de regular toxicidad como aldehídos o hidroperóxidos. Estas reacciones inducen la propagación de radicales libres que incrementan las lesiones celulares por oxidación. Las lesiones celulares en las mucosas provocan una respuesta inflamatoria, mayor permeabilidad epitelial y una consecuente constricción bronquial. Los efectos más comunes en situaciones de prolongada exposición en zonas de intenso tráfico vehicular son irritación ocular, nasal y faringo-laríngea, reactividad traqueo-bronquial, cefaleas y disfunciones pulmonares. Es manifiesta la reagudización de cuadros asmáticos. Los sectores más vulnerables son personas de la tercera edad y niños, además de personas con afecciones broncopulmonares y cardíacas. De acuerdo al monitoreo del Programa Aire Limpio, el ozono troposférico es un elemento preocupante en la contaminación citadina en la ciudad de La Paz. En algunas épocas del año la concentración de este gas ha excedido los límites máximos anuales de la norma (50 μg/m3). La fenantraquinona: un estudio estadounidense halló que el humo de los escapes de motores diesel contiene un compuesto químico llamado fenantraquinona (FQ) que puede perjudicar la capacidad de las arterias para regular el flujo sanguíneo hacia la médula ósea. Investigaciones anteriores han hallado que la FQ reducía la capacidad de los vasos sanguíneos mayores para relajarse y que la exposición a la contaminación por partículas podría empeorar enfermedades cardiovasculares en ciertas personas. Fuentes: Proyecto Aire Limpio – Red MONICA (Monitoreo de la Calidad del Aire). Informes nacionales y Boletines 2003- 2013. MMAA, Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE); SWISSCONTACT. 2005. Impactos de la Contaminación del aire a la Salud (cartilla).Swisscontact/PAL.COSUDE. La Paz, Bolivia; Orozco,C.B., Pérez,A.S., Gonzales,D.N. 2005. Contaminación Ambiental. Una visión desde la Química; Dickson, T.R. 1996. Química. Enfoque Ecológico. Ed. Limusa. México DF. 406 p.; Koch, F. 2008. Gestión de la Calidad del Aire 104-113 p (Cap. 4) En Belpaire,C.M., Ribera,A,M.O. (Eds). Informe del Estado Ambiental de Bolivia. 2007-2008. LIDEMA. 680 p.

Existe la creencia de asociar la contaminación del aire con los densos humos negros (hollín, material particulado) y olor acre que dejan algunos camiones o buses en mal estado, sin embargo, muchos de los gases altamente tóxicos, como el monóxido de carbono, los óxidos de nitrógeno, o el ozono, son inodoros, e invisibles, a diferencia de los humos particulados. De esta forma, la gente que está expuesta, por ejemplo en los embotellamientos, debe saber que es está intoxicando, aun cuando no haya hollines circundantes, sintiéndose directamente los

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efectos en forma de irritaciones de garganta o de las mucosas de la nariz, ardor de ojos o fatiga y dolores de cabeza. En general, todos los poluentes aereos ocasionan en mayor o menor grado los siguientes cuadros: Rinitis y síndrome asfíctico de la vía aérea superior ocasionado por la inhalación masiva o constante de gases irritantes y más solubles (HCl), enfermedades pulmonares obstructivas, edema pulmonar no cardiogénico por inhalación de gases insolubles, síndrome de disfunción reactiva de la vía aérea superior, hipersensibilidad e hiper-reactividad bronquial (por constricción ante elementos tóxicos). En una ciudad de gran altitud, considerando que el aire está enrarecido y donde mucha gente sufre disfunciones respiratorias. Paradójicamente muchos de los resfríos recurrentes que la gente sufre especialmente durante el invierno, constituyen cuadros de agudización, exacerbación y cronicidad producto de la contaminación del aire. Muchas personas confunden las irritaciones de las vías respiratorias y bronquitis, producto de la contaminación del aire, con resfríos. Sin embargo, en muchos casos ambas situaciones -resfrío y contaminación- se conjugan y los resfríos tienden a empeorar. Para muchas personas, como el autor, deambular por el centro histórico, Pérez Velasco y Mariscal Santa Cruz, durante toda una mañana, equivale a tener un síndrome de pseudo-resfrío que puede durar varias horas. Es crítica la situación de salud de personas que circulan por dichas zonas todos los días, o aun peor, que permanecen en ellas gran parte del día. Un reportaje y testimonio en un medio de prensa de la ciudad de La Paz el año 2008, decía: ….‖Molestias en la garganta y ardor en los ojos son dos de

los síntomas que padece Carlos Huanca Villarroel. Su trabajo de lustrabotas en la esquina que conecta la calle Cochabamba con la avenida Mariscal Santa Cruz de La Paz le ha comenzado a pasar factura a su salud. No obstante, él no piensa abandonar este espacio laboral que ha ocupado durante un cuarto de siglo, por 12 horas diarias, a pesar de estar a merced de las inclemencias del tiempo, la bulla de las bocinas y, sobre todo, la contaminación vehicular‖. El testimonio de otro afectado por la contaminación citadina dice: ―Todo el tiempo ando botando flemas y mocos con puntitos negros‖. Otros pobladores en alto riesgo, además de los comerciantes o los guardias de tránsito, son los eventuales deportistas que practican trote o footing en algunas avenidas, por ejemplo en la Kantutani o la costanera hacia la zona Sur, peor si es cerca a las horas pico de mayor tráfico vehicular. La hiperventilación alveolar producto del trabajo físico hace que el ingreso de contaminantes al torrente sanguíneo sea mucho mayor. Algo que no destaca el informe de la CGE, ni los informes municipales en torno a la contaminación atmosférica, es la pasividad e indiferencia de la ciudadanía o de sus organizaciones (p.e. Juntas vecinales) ante este problema. Mucha gente envuelta en una nube de caustico humo negro, ni siquiera se cubre la nariz y parece aceptar con resignación la contaminación, como algo cotidiano y ―normal‖. El hecho de que la población urbana permanezca impávida, apática e indiferente ante la creciente contaminación del aire en las diversas calles y

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avenidas de la ciudad, indicaría un nivel alto de tolerancia psicológica y adaptabilidad a las condiciones adversas (como a la basura, los malos olores, o el ruido), una suerte de ―cultura de la contaminación‖, que favorece la prevalencia de dichas condiciones. Un elemento que habría contribuido a reducir el empeoramiento de la calidad del aire, fue el plan de conversión de los motorizados de gasolina a gas natural, el cual tuvo una cobertura importante pero parcial. Es destacable también, la propuesta de introducción al mercado de vehículos más modernos que cuentan con tecnologías mucho menos contaminantes, ése es el caso de los vehículos con motores a inyección electrónica más eficiente, puesto que los compuestos orgánicos y el monóxido de carbono, son productos de una combustión ineficiente. Estos motores proporcionan una dosificación más precisa de combustible para los cilindros y una reducción significativa en la emisión de contaminantes. Otro avance en la consolidación de la gestión de la calidad del aire en Bolivia ha sido la redacción de normas específicas referidas a las metodologías de medición de gases de escape y límites máximos permisibles basados en los datos de las Semanas de Aire limpio, que representan la realidad del parque vehicular. Este fue el trabajo del Comité de Calidad del Aire del Instituto Boliviano de Normalización y Calidad (IBNORCA) entre el año 2004 y el 2008. Estas normas en el futuro deben servir para actualizar los límites establecidos en el Reglamento en Materia de Contaminación Atmosférica (RMCA) de la Ley del Medio Ambiente. La iniciativa de la Red MONICA ha sido realmente invalorable, gracias a ello se conoce fehacientemente que los niveles de contaminación son elevados y crecientes, que hasta más de un 50% de los vehículos de las ciudades no aprueban las inspecciones de límite de emisiones por estar mayormente en mal estado y tener deficiente mantenimiento. Entre las instituciones que han realizado acciones de monitoreo a las condiciones atmosféricas y concentraciones de contaminantes están, el Laboratorio de Física de la Atmósfera (LFA) de la UMSA, que impulsa la Estación de Monitoreo Atmosférico de Chacaltaya; también el Insituto de Investigaciones y Desarrollo de Procesos Químicos (IIDEPROQ). En cuanto a las responsabilidades, ni el tamaño del Parque automotor, ni las emisiones de gases contaminantes o el mantenimiento de motores, han tenido acciones efectivas de control o prevención por parte de oficinas o autoridades del nivel central, la Gobernación o la Alcaldía. Es más la inacción ha sido casi absoluta. El ritmo de inacción e inaplicación de normas en materia de contaminación atmosférica en las ciudades, se ha mantenido casi invariable (como en muchos otros temas) desde los años 90, y es probable que esta tendencia se mantenga en los próximos años (no hay al momento indicadores de que pueda haber una mejora) entonces el escenario 2030, puede ser similar por lo crítico, al de otra urbes latinoamericanas, agobiadas por la polución atmosférica (México DF, Santiago, Lima, Bogotá). Una parte de la solución del problema sería tener normas actualizadas y efectivas, así como los mecanismos institucionales efectivos para hacer cumplir las normas. Tal vez sería posible realizar controles dirigidos a

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determinados grupos de automotores especialmente más contaminantes, como transporte pesado o vehículos de modelos antiguos. La mayor parte de los vehículos pesados a cargo de la Acaldía, incluidos lo Puma Katari, emiten una gran contaminación de humos. La pregunta es, ¿Cómo podría la Alcaldía realizar un control de emisiones en el parque automotor, si no puede (o no quiere) controlar su propia flota de vehículos pesados? Estas apreciaciones tiene fundamento en información de una auditoría ambiental de la CGE, realizada el año 2012, la cual estableció que en el período 2004 y 2011 el aire en la ciudad de La Paz, tuvo niveles de muy malo a regular, con mayor responsabilidad del parque automotor, pero además en las fuentes no móviles, pues no todas las industrias responsables de emisiones atmosféricas cuentan con Licencia Ambiental. El informe de auditoría estableció que las entidades evaluadas (municipio y gobernación) no realizaron acciones efectivas para disminuir la contaminación atmosférica generada por la actividad industrial y el parque automotor, tal como demanda la normativa ambiental vigente, lo que muestra que su desempeño fue deficiente e inclusive inexistente en algunos casos (La Razón, 22 mayo, 2013). La auditoría de la CGE, tuvo como fuente principal la información los datos de la Red de Monitoreo de la Calidad de Aire (Red MONICA). Otras fuentes de contaminación son las fuentes no móviles, como industrias, que no son muchas, ni son grandes, especialmente en la ciudad de La Paz, por tanto sus emisiones son una menor proporción, si se comparan con la de fuentes móviles. Es posible que en los siguientes años se incremente el número de industrias pequeñas y medianas en determinadas zonas. Las quemas de San Juan fueron tradicionalmente otra fuente de gases contaminantes, en especial partículas, CO y CO2, lo cual ocurría cada año en el mes de junio (23-24 de junio). A lo largo de décadas (sino de siglos), las humaredas de San Juan opacaban el cielo invernal, incluso por varios días. En tiempos recientes, las más grandes humaredas de San Juan se dieron en las décadas de los años 80 y 90 del siglo pasado. A partir del año 2003 aproximadamente, las prohibiciones de encendido de fogatas y quemas, fueron progresivamente dando resultados positivos; sin embargo, el año 2016, durante los días de San Juan hubo una gran concentración de humo en la ciudad de La Paz, principalmente por quemas en las zonas rurales periféricas. Otra fuente de aporte de gases contaminantes en dichas fechas, fue el masivo uso de fuegos artificiales. Adicionalmente, los fuegos extendidos producto de los desbroces agropecuarios o chaqueos, se agudizan en la época seca y en especial bajo sequías meteorológicas anormalmente extendidas, períodos en los cuales además se intensifican los vientos fuertes por la frecuente formación de centros de baja presión atmosférica y de corrientes de cañón en el valle del río de La Paz. La vulnerabilidad es más alta para los ecosistemas secos o con una estacionalidad marcada, como ser bosques secos de valles, matorrales y pastizales xéricos, bosques de cerrado de Yungas como los de Boopi – Plazuela (río Boopi-río de La Paz). Esto significa la llegada de grandes humaredas contaminantes que opacan el cielo de la ciudad por varias semanas. Los años

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2004 y 2010, fueron especialmente críticos a nivel país por al gran número de focos de calor, situación posiblemente relacionada con las reactivaciones de los ciclos agropecuarios. Nuevamente, a fines de julio e inicios de agosto del año 2016, la ciudad de La Paz se opacó por la gran humareda de chaqueos y quemas extendidas. Es posible que en esos años de afluencia de grandes humaredas, aumenten de forma crítica los niveles de partículas de hollín (aerosoles o crioconitas), con probables efectos directos sobre las zonas glaciales remanentes; estos al depositarse en coberturas nivales, podrían estar reduciendo el albedo y acelerar la ablación de hielos y nieves. Los estudios sobre el efecto de las crioconitas se iniciaron en el Ártico y Groenlandia en relación a la ablación inusualmente alta de sus glaciales (Jenkins, M. 2010). Los nevados como el Illimani, Mururata, Tuni Condoriri, Huayna Potosí, podrían ser los más afectados por este fenómeno debido a su relativa cercanía a los grandes centros urbanos (La Paz, El Alto). Al respecto, el Grupo de Trabajo del Programa

Pollution and its Impact on the South American Cryosphere, realizó investigaciones en glaciares de Bolivia sobre la presencia de estos hollines o crioconitas, evidenciando la presencia de estas (Hoffmann, 2014). Algunas de las conclusiones de estos estudios indican, que el polvo podría venir del tráfico de caminos de tierra cercanos a los glaciares, o de la erosión eólica del Altiplano, en tanto que el hollín podría provenir del tráfico vehicular de las ciudades, del uso de leña, o de las quemas de bosques y pastizales. Una noticia difundida por la BBC Mundo en mayo del 2016, indica que un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ubicaba a La Paz como una de las ciudades de América Latina con mayor índice de partículas contaminantes suspendidas en el aire (BBC MUNDO, 13 mayo 2016; La Razón, 15 mayo 2016). En dicho informe, La Paz figura entre urbes como México, Buenos Aires, Bogotá, Caracas, Lima o Sao Paulo, que tienen índices de material particulado muy por encima de los valores recomendados. El informe de la OMS, utilizando información años anteriores (2013-2014) se basó en el cálculo de las fracciones de partículas suspendidas, de diámetro inferior a 10 micras-µm e inferior a 2,5 micras-µm (PM 10 y PM 2,5) que comprenden principalmente sulfatos, nitratos y carbono negro en polvo, y que penetran en los pulmones y el sistema cardiovascular. Entre las Capitales de América Latina más contaminadas por material particulado figuran Lima (94µm / 51µm); La Paz (82µm / 44µm); Santiago de Chile (64µm / 29µm), Bogotá (52µm / 24µm). Nótese que La Paz, en cuanto a dichos contaminantes, está por encima de Santiago y Bogotá. Si algo sirve de consuelo (para los afectados, no para las autoridades), un buen amigo mexicano, nacido y crecido en el DF, mencionó alguna vez con una gran sonrisa, que encontraba el aire de La Paz, todavía puro y maravilloso, amable opinión que sin embargo, entra en debate con las conclusiones del informe de la OMS.

La emisión de gases en relación a la salud ambiental laboral es otro problema que no tiene control alguno. Un ejemplo puntual observado en varias ocasiones fue el de

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camiones y maquinaría asfáltica, con obreros operando en medio de los humos tóxicos y potencialmente cancerígenos de asfalto (hidrocarburos pesados), sin hociqueras, máscaras, ni guantes. La maquinaría y operarios eran de la propia Alcaldía. Residuos sólidos El tema de la basura, técnicamente denominada residuos sólidos, en la ciudad de La Paz (y El Alto) ha sido un problema ambiental posiblemente desde las primeras décadas del siglo XX, cuando la población ya había superado los 100.000 habitantes. A fines del siglo XX, la ambientalista Marthadina Mendizábal, advertía del peligro creciente de la baja cobertura de recojo y el inadecuado manejo final de la basura en la ciudad. En esas fechas funcionaban dos botaderos, uno en Mallasa y otro en Sopocachi (Llojeta bajo), sin gestión ambiental básica, los cuales fueron cerrados a inicios del siglo XXI. El botadero de Mallasa, en 13 años de funcionamiento almacenó cerca de dos millones de toneladas de basura, en el caso de Sopocachi, similares volúmenes fueron almacenados y terraplenados. Ambos ex botaderos en la actualidad, constituyen pasivos ambientales urbanos, cuyos lixiviados (cuando ―funcionaban‖, carecían de piscinas de lixiviación y de tratamiento de aguas residuales) siguen siendo eliminados a las aguas subterráneas y los cursos activos como del colector principal que es el río Choqueyapu. También emiten gases (metano, sulfuros). Esta contaminación ocurre, independientemente de que la Alcaldía los haya convertido en jardines o parques (―Parque de la Revolución‖, en el caso de Sopocachi) o centro administrativo de una empresa municipal (Emaverde). Algo crítico es que en todos estos años, se han ido asentando familias de forma ilegal y precaria en sus entornos, las cuales están a merced de la contaminación del pasivo, en especial de gases y malos olores.

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Recordamos que el año 1990, Marthadina Mendizábal, citaba el dato de alrededor de 500 toneladas (Tn) de basura generadas en la ciudad de La Paz (360 Tn recogidas y 140 Tn a baldíos y quebradas). Si bien dicha cifra podía ser aproximativa, era ya indicativa del elevado nivel de residuos que se generaban en la ciudad en plena expansión. Ya en el siglo XXI, existe una enorme variabilidad de cifras, lo cierto es que la volatilidad de cifras oficiales o dadas por la prensa, indica que nadie sabe a cabalidad cuanta basura se genera diariamente en la ciudad de La Paz. Existe mucha información dispersa de los años 2009 al 2011, muchos datos de prensa son poco confiables, puesto que oscilan de 100 Tn/día (absurdo) a 700 Tn/día, sin mención de fuentes. Las cifras promedio más frecuentes oscilan en torno a las 540 Tn/día (520 – 560 Tn/día). Según datos del SIREMU (Sistema de Regulación Municipal), el año 2014 se recogían 550 Tn/día. La ciudad de El Alto tiene similares datos; la zona metropolitana conjunta generaría al momento alrededor de 1000 Tn de basura diaria. En términos generales, si se considera el dato de Mendizábal del año 1990, se podría pensar que los datos que dan en la actualidad están subestimados. Lo cierto que los datos provienen de un cálculo de la cantidad de basura que ingresa a los botaderos y en el caso actual, al relleno de Alpacoma, que según datos de la Alcaldía, recibe diariamente un promedio de 496 a 500 toneladas. Sin embargo, como en el dato de M. Mendizábal en ese entonces, y los de ahora, y dadas las limitaciones del sistema de recojo, un apreciable porcentaje no entra al relleno, sino que va a parar a quebradas, barrancos y baldíos. Por tanto, existiría una clara subestimación del volumen de basura generada por día en la ciudad. En los últimos años, el sistema de recojo realizado en la ciudad de La Paz esta a cargo de dos empresas: SABENPE S.A. (Saneamiento y Servicios Ambientales) que recoge el 85% del total de residuos sólidos; ISSA Ltda., recoge el 15% restante. El servicio se lo puede calificar como eficiente, especialmente en el centro y la mayoría de los barrios circundantes. Sin embargo, en las zonas más alejadas de las laderas, es irregular o inexistente. Esto significa, que al igual que en el siglo pasado, importantes volúmenes de basura siguen acabando en baldíos, quebradas y cursos de ríos. Algo paradójico que se mencionó antes, los camiones que recogen la basura (y en general todos los vehículos pesados de la Alcaldía) están en mal estado de mantenimiento, funcionan a diesel y ocasionan una fuerte contaminación del aire de las vías por las que circulan. Lo eficiente del servicio se cae, cuando se generan conflictos y paralización del servicio de recojo, como ocurrió a mediados de noviembre del 2016, a pocos día de terminar el contrato de SABENPE y el ingreso de un nuevo consorcio (La Paz Limpia), las esquinas de la ciudad se vieron colmadas (como en muchas oportunidades a lo largo de la historia reciente) por inmensos promontorios de basura, la razón, un conflicto laboral con la Alcaldía. Ciertamente la ciudad vivió momentos de crisis ambiental profunda, puesto que la invasión de basura en la calles, coincidía con la gran sequía de fines del 2016 y los reciamientos de agua a la población. El manejo de los datos de generación de basura por habitante, es igualmente muy discrecional y hasta errónea, al punto que hay medios de prensa que mencionan la cifra exagerada de 4,5

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kilogramos de residuos por persona/día. La información más confiable variaría en cifras de 0,3 Kg/Hab-día a 0,7 Kg/Hab-día. Según el SIREMU, el año 2010, el rango de producción de basura por persona estaba entre 0.709 y 0.487 Kgr/dia (Diaz,T. 2010), en tanto que la Dirección General de Gestión Integral de Residuos Sólidos del MMAA (2014) mencionaba las cifras promedio de 553 Tn/día y 0,58 Kg /Hab-día. Un elemento de análisis, es el salto que con seguridad se dio en cuanto a la generación de basura por habitante por día (aunque nunca fue cuantificado ni monitoreado), entre fines del siglo pasado y la actualidad. Los niveles de consumo claramente se incrementaron, no solo en cuanto a la cantidad mayor de bienes consumidos y de basura generada, sino en términos de un mayor número de consumidores en diversos estratos sociales, incluido los más populares. Esto debe tener correlación con el número y dimensión de los mercados en operación, pero especialmente con el aumento del número de supermercados y micromarkets, en los últimos 15 años. Los residuos alimenticios representan en general, el mayor porcentaje de la basura generada (Diaz Cuentas, 2010). Sin embargo, también se incrementó el volumen de bolsas plásticas, de botellas, latas, papel, etc., así como la generación de basura electrónica, respecto de décadas anteriores.

En relación a los plásticos, desde hace un par de décadas, La Paz, al igual que todas las ciudades del mundo, fue invadida a gran escala por los plásticos. Existen diversos tipos de plásticos en la ciudad. Los más comunes son: PET (polietileno tereftalato) en botellas de agua y refrescos; HDPE (polietileno de alta densidad) envases de shampoos y detergentes; LDPE (polietileno de baja densidad) bolsas plásticas comunes; PS (poliestireno) es el plastoformo

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utilizado en una gran diversidad de envases; PP (polipropeno) envases duros tipo de ketchup, tapas de refrescos; PVC (cloruro de polivinilo) tubos, cañerías, envases duros, tapas. El tiempo de degradación o descomposición de estos plásticos oscila entre 150 y más de 1.000 años, al mismo tiempo son altamente contaminantes por la emisión de sustancias peligrosas como los bisfenoles, en tanto que las iniciativas de reciclaje efectivo aún son incipientes. Un elemento que implica un aporte adicional de varios cientos de toneladas de basura en un lapso corto de tiempo cada año, son las entradas folclóricas, como del Gran Poder y la entrada Universitaria, las cuales desde fines del siglo XX, constituyen concentraciones multitudinarias. En relación a los residuos sólidos peligrosos provenientes de hospitales, clínicas o postas de salud, existen normas para su almacenamiento, transporte y disposición, incluso vehículos especiales para su recojo, sin embargo, parece que no existe un control efectivo. El año 2011, en plena avenida Ecuador (Víctor Sanjines) se verificó la presencia de residuos peligrosos (jeringas, vendas y gasas utilizadas, bolsas con fluidos y material biológico, sondas, etc.) provenientes de una de las clínicas más exclusivas y costosas de Sopocachi. Dichos residuos se encontraban en bolsas negras comunes (no las de color rojo y de alta densidad) y depositadas en la acera junto con muchos otros residuos comunes (papeles, cartones, etc.) para el recojo de los camiones de la empresa de recojo, y lo más crítico era que habían personas ―recicladoras‖ que manipulaban las bolsas con residuos peligrosos. Algunos eventos de contaminación deben llamar también a preocupación, como la deposición o vertido irresponsable (no fue un derrame) por un agente desconocido, de sustancias de alta peligrosidad ocasionado en la quebrada Panticirca de la zona del bosquecillo de Pura Pura en mayo del 2017, siendo reportado entre otros el Dicromato de Potasio, un reactivo para diversos usos industriales que puede ocasionar severas irritaciones en la piel, hasta riesgos de genotoxicidad y cáncer. En cuanto al relleno sanitario o planta de tratamiento de residuos sólidos, de Alpacoma, entro en funcionamiento el año 2004; se encuentra a 14 kilómetros del centro de la ciudad, en el límite entre los municipios de La Paz y Achocalla; de acuerdo a información de diversas fuentes que no coinciden (incluida la oficial de la Alcaldía) tendrá una vida útil entre 20 y 30 años, o incluso menos. Ha sido curiosamente bautizado como ―Nuevo Jardín‖, y tiene una extensión de 40 has., 30 destinadas a los residuos sólidos y 10 a la planta de tratamiento de lixiviados, planta de clasificación, área de amortiguamiento, taller, vías internas y áreas administrativas. Es mostrada como una planta modelo. Recibe diariamente un promedio de 496 a 500 toneladas diarias; el 74% son residuos orgánicos, el 24% residuos inorgánicos y 0,84% son escombros. No se mencionan celdas especiales para almacenar residuos peligrosos provenientes de hospitales y clínicas. El Ministerio de Medio Ambiente y Agua otorgó al Relleno Sanitario la licencia ambiental para su respectiva operación y funcionamiento. El ―Nuevo Jardín‖ (Alpacoma) se ubica en una zona

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cubierta por el torrente de barro de Achocalla, con terrenos poco consolidados de badlands y de pendientes medianamente pronunciadas, ciertamente con riesgos de derrumbes o asentamientos. Todo el relleno y la zona de las piscinas de lixiviados colinda con un afluente del rio de Achocalla, que a su vez desemboca en el río de La Paz. No se conocen datos sobre la calidad de las aguas de dicho afluente, aunque se sabe que el río de Achocalla está contaminado por aguas residuales no tratadas. La planta de Alpacoma, enfrento problemas de funcionamiento cuando se desató un conflicto con vecinos de la zona (afectados desde luego), que bloquearon los accesos, ocasionando un severo problema de acumulación de basura en la ciudad. El año 2013 comenzó a operar la Planta de Clasificación de Residuos Sólidos, para la recuperación de plásticos, papel y cartón para su posterior reciclaje; esto posibilitará la reducción del volumen de los residuos inorgánicos para volverlos más manejables y alargar la vida útil de los materiales reciclables. Dicha planta puede tratar 40 toneladas métricas diarias de desechos. Un problema sanitario en la ciudad, se deriva de la abundancia de perros; se estima que en La Paz existen alrededor de 140.000 canes, un 20% abandonados o sin dueños, pero una gran parte de los perros ―con dueño‖ se crían en la calle (El Deber 16 junio, 2016). Esto implica un alto riesgo de brotes de rabia canina y por otro, la profusión de heces en todas la calles y plazas de la ciudad. Alguna plazas, como la Plaza Abaroa, se han convertido en un gran defecadero de perros con o sin dueño, lo cual implica el riesgo de contagio de dolencias graves como la cisticercosis. Debido a las nuevas normas de defensa de los animales (lo cual ha sido un gran logro) ya no se puede aplicar la eliminación sanitaria de canes (salvo casos comprobados de rabia) lo cual dificulta el control. De igual forma, otro problema de sobrepoblación animal, es el de las palomas domésticas o introducidas, cuyo número estimado superaría las 30.000 y cuyo número tiende a crecer (a pesar de las medidas de control vía anticoncepción), debido a la alta disponibilidad de alimento y de sitios de anidación que oferta la ciudad. Existe el riesgo latente de aparición de fiebres virales aviares, micosis pulmonares, o por rikketsias (psitacosis).

Contaminación por aguas residuales El crecimiento de las ciudades del país, ha significado procesos intensos de conurbación de las ciudades principales con centros urbanos de otros municipios aledaños, especialmente en los casos de La Paz, El Alto, Cochabamba y Santa cruz, lo cual ha magnificado los problemas ambientales, al mismo tiempo que ha dificultado la gestión ambiental, por depender esta de varios municipios, muchas veces con serios problemas de coordinación, o en conflicto. Las ciudades de La Paz y la conurbación de Cochabamba, vierten sus aguas servidas a ríos troncales hiper-contaminados (Choqueyapu y Rocha) sin asomo de procesos de tratamiento y depuración, aspecto que Santa Cruz ha superado en parte; en tanto que las aguas contaminadas de El Alto, también sin tratamiento efectivo, vía ríos Seco, Seque y otros, han eutrofizado de

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forma extrema las bahías del Lago Menor (Cohana). Similar situación se da en Oruro y Potosí, mientras que las acciones de saneamiento impulsadas en años anteriores en Tarija, han sido insuficientes para reducir la contaminación del río Guadalquivir. En todos los casos, el talón de Aquiles es la ausencia de procesos y programas estructurales serios de tratamiento de aguas, y evidentemente, de partidas presupuestarias suficientes, para encarar obras de gran dimensión, como son las Estaciones de tratamiento de aguas residuales.

El rio Choqueyapu a lo largo de la avenida que comunica Obrajes y Calacoto

El río Choqueyapu es un río de sacrificio, especialmente en el tramo que cruza la ciudad desde Alto Achachicala (que ya es una zona fuertemente degradada) hasta Aranjuez, que es el curso que recibe las mayores descargas de aguas residuales, el nivel de contaminación se mantiene incluso hasta Río Abajo, mucho más allá de Huaricana. La gran contaminación del principal río del Valle de La Paz y de varios de sus afluentes (Orkojawira, Irpavi, Achumani, LlojetaCotahuma), es un pasivo ambiental, producto de la dejadez de numerosas gestiones municipales desde hace más de cinco o más décadas, que nunca realizaron suficientes esfuerzos administrativos y técnicos para abatir, al menos en parte, los niveles de polución doméstica e industrial. La gestión actual ha recibido dicho pasivo (como del aire contaminado), y tiene escasa capacidad actual y proyectiva, para afrontar un problema ambiental de tamaña magnitud, de forma, que el pasivo seguirá transcurriendo hacia futuras gestiones municipales. La información de este apartado tiene como fuente fundamental los informes de la auditoría ambiental realizado por la Contraloría General Del Estado el año 2012 (CGE. 2012; CGE. 2013),

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y es utilizada de forma detallada, debido a su alta calidad, consistencia técnica y prolijidad. Si bien la labor de la CGE fue casi axiomática, es decir, la contaminación extrema del rio principal de La Paz y sus afluentes es tan evidente (en realidad no se necesitaría verificación ocular y olfativa de un experto), que resultaría innecesario cualquier análisis técnico, sin embargo bienvenido sea dicho informe y sus conclusiones en torno al problema y al vacío institucional. De acuerdo al informe de la CGE, las aguas al inicio, en la región altoandina, donde el rio de La Paz o Choqueyapu, se denomina Kaluyo, son de calidad buena. Ya en la zona de Achachicala el rio empieza a recibir descargas de aguas residuales domésticas y sedimentos del aprovechamiento de áridos. Al inicio del embovedado del río Choqueyapu, cerca de la autopista, se producen descargas de aguas residuales domésticas y de industrias, por lo que las aguas ya pasan a una calidad mala. Los principales contribuyentes de la contaminación en este sector son: el matadero municipal, las industrias Lara Bisch, Belmed

Ltda. (Wella), Albus, Venado, las curtiembres América y Brangus Leather Corp. y la Papelera Tissu. De acuerdo al informe de la CGE, todas incumplen los límites permisibles establecidos en la norma ambiental. Después del embovedado, el río Choqueyapu adquiere una calidad aún peor (rango de aguas de calidad muy mala), por el incremento de las descargas de aguas residuales domésticas e industriales: laboratorios Cofar, Exportadores Bolivianos, la Cervecería (CBN) y Bagó, cuyas descargas, también incumplen los límites permisibles. Por más de 4 kilómetros el rio embovedado recorre gran parte de la vía troncal de la ciudad recibiendo inmensos volúmenes de aguas residuales, mayormente domésticas. El informe de la CGE destaca el punto al final de la Avenida de El Poeta (Gruta de la Virgen), donde termina el embovedado y la calidad de las aguas del río empeoran a una calidad muy mala. Recordemos que en los años 90, Mathadina Mendizábal (1990) reportaba la peor calidad del rio Choqueyapu en el puente de la avenida del Ejército, es decir al inicio de la Avenida del Poeta. Los resultados de la evaluación de la CGE en el río Qotauma (que desciende de la quebrada de Llojeta en el sector Kantutani) indican aguas de muy mala calidad. Perales (2010) cita: ...."Se puede observar cómo las excretas caen desde tuberías instaladas en

las riberas hacia los ríos Janq‘u Qullu y Cotahuma. En otros casos, las excretas están a la vista, corriendo por la misma calle. Los residuos sólidos y líquidos del centro de la ciudad también se entremezclan con las aguas del río Choqueyapu. Al no contar con una planta de tratamiento, las aguas residuales se mezclan con las aguas del río a través del alcantarillado sanitario y el pluvial que están ocultos por la compleja trama de obras de embovedado… La unión con el rio Orkojawira (avenida de Los Leones) empeora la situación del rio Choqueyapu, pues recibe ingentes descargas domésticas y de industrias: Monopol, Enatex (confecciones) y

El Viejo Roble, que tampoco cumplían con los límites permisibles. En esa confluencia, el informe

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de la CGE determina la existencia de valores muy altos de DQO (de seguro un DBO también muy alto, aunque no se menciona), colifecales, nitrógeno amoniacal, oxígeno disuelto y turbiedad, los cuales se encuentran por encima de los límites permitidos. El informe no menciona un tema crítico, que son las aguas contaminadas de alta peligrosidad, provenientes de hospitales, clínicas, laboratorios clínicos (especialmente concentradas en la zona de Miraflores) y que se vierten al Orkojawira. En la zona sur de la ciudad, antes de que el río Choqueyapu reciba las aguas del río Irpavi, (puente y Distrito policial Nº 4) la evaluación de la CGE sigue revelando un rango de aguas de calidad muy mala, con elevados niveles de DQO, con todos los parámetros medidos muy por encima de los límites permitidos, incluso para un cuerpo de agua clase D. De igual forma, los ríos Achumani y Huañajawira muestran niveles elevados de contaminación y aguas de calidad mala. El nivel de nitrógeno amoniacal es significativamente más alto, debido al bajo caudal lo que origina que la concentración de los contaminantes sea mayor que en los otros ríos. El siguiente punto de la auditoria de la CGE, fue en la zona de Aranjuez, donde el Choqueyapu ha recibido las aguas contaminadas de los afluentes más importantes, por tanto con una calidad pésima y sin visos de autodepuración. Los aportes del río Achocalla, también contaminado, impiden que la calidad del rio mejore. En la región de Mecapaca, la CGE consideró como parámetro, el valor mínimo que debían tener para el uso que se les da, es decir el riego (clase B). A la altura del puente Lipari, las aguas son de calidad mala y no son de clase B. Las aguas no consiguieron autodepurarse hasta ese lugar. Los resultados a la altura de la comunidad de El Palomar, indican que el río no cumple con los estándares de un cuerpo de agua clase B, considerando DQO, oxígeno disuelto, nitrógeno amoniacal y turbiedad, situación que se mantiene hasta la zona de Avircato. Toda esta zona tiene campos de producción de hortalizas, alfalfa y lechería, bajo riego con las aguas contaminadas del rio de La Paz. El informe de auditoría de la CGE, revela preocupantes niveles de contaminación de los suelos de estas zonas bajas con metales, como arsénico (semi metal), cinc, cromo, cobre, que superaron los límites máximos permitidos. El arsénico es reconocido como agente cancerígeno. También la evaluación de la CGE verificó la presencia de diversos agentes patógeno (bacterias, virus, protozoos, helmintos, hongos y levaduras), lo que implica la

contaminación de los

productos agrícolas destinados al consumo humano por bacterias y parásitos (nematodos intestinales) que han sido asociados a riesgos potenciales para la salud de la población expuesta, los pobladores de Rio Abajo y los eventuales consumidores finales en la ciudad. Los resultados de la CGE, concluyen que los ríos del Valle de La Paz con ecosistemas dañados, que están considerablemente contaminados y en la manifestación de consecuencias reales y riesgos potenciales importantes para la salud pública por efecto de las prácticas de riego con estas aguas. En resumen, la auditoría de la CGE pone de manifiesto los siguientes aspectos críticos:

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Inexistencia de una planta para tratar las aguas residuales que se generan en la ciudad de La Paz.



Falta de acciones de control que aseguren la calidad de las descargas provenientes de actividades principalmente industriales.



Inexistencia de una propuesta de clasificación de cuerpos de agua que establezca normas para el control de efluentes, considerando su uso.



Deficiencias en los controles sanitarios a la producción agrícola que ha empleado aguas del río La Paz.



Deficiencia en el control y vigilancia de la salud de los grupos expuestos a enfermedades por el uso de las aguas del río La Paz.

Respecto al desempeño institucional en torno a la problemática de las aguas residuales de los ríos del Valle de La Paz, la CGE pudo establecer que, entre los años 1994-2008, ninguna de las entidades evaluadas logró viabilizar las condiciones necesarias para elaborar un proyecto destinado a implementar un sistema de tratamiento. El informe define que la inacción para dar tratamiento y reducir la carga contaminante de los ríos del Valle de La Paz, parte de la carencia de gestión interinstitucional para encarar los proyectos a nivel de diseño final y/o ejecución. La CGE determinó que las acciones de Ministerio de Medio Ambiente y Agua, de la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Agua y Saneamiento, del Gobierno Autónomo Departamental de La Paz y del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz, destinadas a viabilizar las condiciones necesarias para ejecutar un proyecto destinado a implementar sistemas de tratamiento de las aguas residuales generadas en la ciudad de La Paz, no condujeron al logro de las metas buscadas y por tanto su desempeño ambiental no fue efectivo en ninguno de los aspectos considerados. Se identificaron dos causas esenciales de las deficiencias: la gobernación no encaminó de forma efectiva las gestiones, para la clasificación de los cuerpos de agua y la falta de coordinación entre el Gobierno departamental y los dos municipios involucrados. En opinión de Víctor Hugo Perales (2010), uno de los grandes problemas insolubles para el Municipio es la evidente imposibilidad de construir una planta de tratamiento de efluentes, debido a la falta de espacio suficiente para la instalación de una planta de tratamiento aeróbico y anaeróbico de las aguas residuales. Esto puede ser cierto, si se trataría de una gran planta de tratamiento, pero existe la alternativa de un proceso de tratamiento en cadena (3 o 4 plantas secuenciadas) a lo largo del Valle, en este caso, para la Alcaldía no sería tan difícil encontrar espacios, anteponiendo además la condición de necesidad pública. De cualquier forma, prima la evidencia del informe de la CGE, en el cual se resalta como causa principal para

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la ausencia de remediación por la falta de acción y voluntad institucional para desarrollar planes efectivos. La Alcaldía ha tratado de minimizar el problema, por ejemplo, el Proyecto Huella de Ciudades, que buscaba medir las huellas de carbono e hídrica en tres ciudades latinoamericanas (La Paz, Quito y Lima) y que determinó, que la huella hídrica de la ciudad de La Paz es bastante baja en comparación con las otras ciudades, sirvió para que desde la Dirección de Gestión Ambiental del Municipio se argumente que … a pesar de que no tenemos una planta de tratamiento,

todavía nuestra huella hídrica no es tan alta, como la de las otras ciudades‖, sin mencionar que tanto Quito, como Lima, tienen más habitantes que La Paz. El certero informe de la CGE que grafica la crítica situación de las aguas residuales en la ciudad, contradice el injustificado optimismo del Director de dicha instancia municipal. Respecto al nivel central, la CGE se menciona que a partir del 2009, el Ministerio de Medio Ambiente y Agua informó de la elaboración del Plan Maestro Metropolitano de Agua y Saneamiento La Paz y El Alto, del cual se esperan alternativas hasta un nivel de factibilidad técnico económica de proyectos para el tratamiento de las aguas residuales de la ciudad de La Paz, que luego serán puestas en conocimiento y consideración de la instancia ejecutora, el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz. Como van las cosas en materia ambiental, podríamos esperar hasta el siguiente siglo. El informe de la CGE, no menciona la actitud de pasividad e indiferencia de la ciudadanía y de sus organizaciones (p.e. Juntas vecinales) ante el problema de contaminación severa de los ríos por aguas residuales. Nuevamente estaríamos ante un fenómeno de la ―cultura de la contaminación‖, una forma de adaptación a la condición extrema. Otro problema ambiental referido a las aguas residuales, se da especialmente en la época de lluvias cuando las bocas de tormenta revientan y las aguas residuales con fuerte olor a heces invade algunas calles y avenidas de Sopocachi y San Pedro, que descienden de la parte alta de la ladera oeste. Esto debido a un exceso de caudal durante episodios de lluvias fuertes a los cursos entubados o embovedados bajo las calles y avenidas. La raíz de estos eventos nada agradables, implica que las dimensiones de los embovedados, realizados hace muchas décadas, resulta insuficiente para evacuar las aguas, tanto residuales o de alcantarillas, como de superficie. Por otra parte, muchas de estas bóvedas deben estar colmatadas de sedimentos y residuos, incluida basura; además la escurrentía de las aguas superficiales es muy alta debido a la abundancia de superficies pavimentadas que impiden la infiltración del agua. La invasión de aguas fecales a las calzadas, a parte del efecto desagradable inmediato, significa que la gente pisa dichas aguas, llega a sus casas, camina por los pisos de las viviendas o en las alfombra donde pueden estar jugando los niños, en resumen, todo un cuadro de contaminación bacteriana.

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Una propuesta de Toxic Tour por la ciudad

Marco Octavio Ribera Arismendi Abril 2016 Biólogo y activista ambiental Entre los años 2011 y 2013, como parte de un proyecto internacional del cual forme parte, se organizaron en la región de Coca (la Vía Auca) en la Amazonía ecuatoriana, lo que denominamos el toxic tour. Esto se dio con la finalidad de dar a conocer, como parte de los procesos de capacitación y sensibilización, el terrible estado de los ecosistemas de la selva del Ecuador por la contaminación petrolera, un legado histórico horrible de la eco etnocida transnacional TEXACO (hoy CHEVRON). Poco después desde el LIDEMA, sugerí similar proceso para la zona de las bahías de Cohana en el Lago Menor, las cuales sufren una mega-contaminación proveniente de El Alto y sus conurbaciones (arrastrada por el rio Katari), algo que desafortunadamente no se pudo hacer, aunque la idea está abierta. Ahora, en el siglo XXI, rumbo a su segunda década, es posible plantear algo similar para la ciudad de La Paz y sus entornos. El tema tiene enorme dosis de sarcasmo y a algunos les puede parecer una burla, pero es un vistazo a la realidad desde otro ángulo y algo así como una terapia de shock a la insensibilidad e indiferencia del urbano centrismo. Un Toxic Tour en la ciudad de La Paz tendría los siguientes puntos y elementos críticos Contaminación del rio Choqueyapu, se inicia en el borde del autopista de El Alto, la contaminación es fuerte, pero no es extrema. El recorrido a pie desde el final de avenida Montes, por la Mariscal Santa Cruz, a las 12:00 del mediodía, nos lleva al bochinche de bocinas, gases y humos del tráfico vehicular, normalmente atascado. Notaremos cierto ardor en la garganta, ojos y nariz. Llamará la atención, que a la gente circulante parece importarles muy poco la situación. Para amortiguar en algo, el impacto de las bocinas se recomienda usar pequeños tapones de algodón en los oídos. En el puente que une Miraflores con Sopocachi, justo en la Avenida del Ejército, se observa nuevamente el rio Choqueyapu en su tramo no embovedado, el olor es fuerte, hay montones de basura en los costados, y si hay suerte se verá el cadáver de algún perrito muerto. La gente cruza de un lado al otro del puente en total indiferencia. Más abajo, siguiendo la Avenida del Poeta y entrando a Obrajes, el rio está embovedado, pero el entorno está impregnado de olor a huevo podrido por los gases sulfurosos. A la gente circulante parece importarles un bledo. El tramo del Choqueyapu hacia Rio Abajo es optativo, pero los que se animan a hacerlo, podrían ver los sistemas de riego de legumbres y campos de alfalfa con las aguas de este pobre rio. Leche y legumbre que de alguna manera llegan a las mesas de casas y restaurants de La Paz. Se puede finalizar el Tour con un paseo por la avenida Buenos Aires y adyacencias, además de la terrible contaminación por gases y humos vehiculares, se observaran, especialmente

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en el entorno de los mercados, las aceras con una costra de barro y suciedad negra acumulada durante años, sino décadas, así como aguas residuales de diversas tonalidades junto a las aceras. En estas aceras, a poca distancia de las aguas residuales y sobre el suelo ennegrecido de mugre, se vende de todo, desde ropa, hasta productos alimenticios, comida, etc. Nuevamente observaremos, que a la gente circulante esta situación parece importarles un real pepino.

Contaminación acústica-visual-lumínica-radiaciones Si un medio día cualquiera en la actualidad, se desprendiera un farallón del Illimani, como ocurrió el año 1646, este evento catastrófico, que conmocionó la apacible ciudad colonial del siglo XVII, sería percibido como un trueno distante, especialmente en el centro de la ciudad. La Paz ya no es una ciudad apacible, es una ciudad bulliciosa. La contaminación acústica ha ido en incremento de manera notable en los últimos 10 años, a partir de una multiplicidad de fuentes emisoras por encima o muy próximas a los límites permisibles o umbrales de perturbación, medidos en decibelles (Db). Las principales fuentes emisoras de ruidos son motores y bocinas de motorizados en general, altoparlantes (en especial de los supermercados), motores con escape abierto, petardos y fuegos artificiales, y en los últimos años, las despreciables alarmas de autos que reaccionan ante la mínima vibración, y sin que sus desconsiderados propietarios aparezcan cuando estas suenan. De nada sirve reclamar a la policía o a la alcaldía. La Paz es una ciudad de cuestas, y los vehículos imprimen mayor potencia para salvarlas, por tanto en las calles empinadas, el ruido de los motores es mucho mayor; gente que las habita o transita en dichas calles inclinadas, es mas impactada por el ruido, en tanto que las viviendas carecen de medios de insonorización. En cuanto a los camiones repartidores de gas, el año 2016, las horribles bocinas empezaron a ser reemplazadas por altavoces con música de estilo folklórico; la medida tiene una aplicación muy parcial, puesto que los motorizados de reparto, usan ambos sistemas, la horrible bocina y la música a alto volumen (tonadilla de propaganda de la Empresa de Hidrocarburos, igualmente horrible), al final doble castigo. El nivel de tolerancia del oído humano oscila entre los 50 y 70 Db, y un límite de audición de frecuencias entre 20-20000 hertz. Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), considera los 50 Db como el límite superior deseable. Como marco de referencia, se mencionan algunos sonidos y ruidos medidos en decibeles (Pochet, 2002; Segués, 2007):

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Conversación normal, 50-60 Db



Motores de coches (normal), 60-65 Db



LÍMITE DE ZONA SEGURA, 70 Db



Gritos, voces altas 75 Db (quejas, molestia)



Camión pesado 80-90 Db (molestia)



ZONA DE PELIGRO, 100 Db



Bocinas de automóviles 90-110 Db (molestia y zumbidos en los oídos)



Bocinas de vehículos pesados >100 Db (fuerte molestia)



Parlantes de gran potencia, 100–120 Db (fuerte molestia, daños al oído medio e interno)



Alarma vehicular (gran calamidad), 105 a 115 Db



Martillo neumático, sierras circulares para cerámica, 110 Db (fuerte molestia y daños al oído medio e interno)



UMBRAL DE DOLOR, 120 Db



Petardos fuertes, 120 Db (fuerte molestia y daños al oído medio e interno)



Escape abierto de motocicletas o automóviles, 120-130 Db (fuerte molestia, daños al oído medio e interno y sistema nervioso).



Fuegos artificiales explosivos y petardos en general, entre 80 y 130 Db, pueden causar daños irreversibles al oído.

En la ciudad de La Paz, las bocinas de los camiones distribuidores de GLP (una auténtica calamidad) superan los 75 Db. El habitante urbano de una gran ciudad es asimilado a la ―cultura del ruido‖ (Espinosa, 2006), al punto que situaciones de silencios prolongados, pueden llegar a ocasionar cuadros de ansiedad en las personas acostumbrados al ruido urbano. Espinosa, comenta que frente a la incapacidad de absorber lo sonoro desconocido que invade nuestro hábitat, construimos algo así como ―anfetaminas sonoras‖ para calmar el dolor o molestia auditiva ocasionada por la creciente contaminación sonora del medio urbano. En cuanto al control, hay un vacío casi absoluto, ni la Alcaldía, ni la Policía de tránsito han realizado acción alguna para dar una alternativa o controlar las intensidades de los emisores, sean petardos, altoparlantes, como tampoco de las bocinas en general, o de las alarmas de automóviles, etc. Se conjunciona, la inacción de las autoridades, con la prepotencia y falta de

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consideración (y educación ambiental) de los emisores de ruido, que pueden ser conductores de autos, dueños de supermercados, propietarios de autos con alarmas, etc., además, está la indiferencia o pasividad (una gran tolerancia) de la ciudadanía afectada, que no se manifiesta, ni reclama. El habitante urbano como sostiene Espinosa, es parte de la cultura del ruido. El oído humano tiene la capacidad de soportar cierta intensidad de los ruidos; si estos sobrepasan los niveles aceptables, provocan daños en el órgano de la audición y otros sistemas. Estos daños no solo dependen de la intensidad de un determinado ruido, sino del tiempo o permanencia de exposición, la recurrencia de un ruido, y la simultaneidad de varios ruidos. En medio de la baraúnda del centro urbano, cualquier transeúnte puede estar sujeto a muchos ruidos de forma simultánea, muchas bocinas, muchos motores y escapes abiertos, y parlantes, etc., y petardos, si coincide con una marcha (lo cual, siempre es muy probable). Esto significa un efecto acumulativo de impactos de ruido de diferentes intensidades y frecuencias. Para dar un ejemplo concreto de simultaneidad de ruidos de alta intensidad, considérese algo que ocurre muy frecuentemente, una motocicleta con el escape abierto a gran velocidad y generando el primer ruido a 120 Db, que activa de inmediato las alarmas de uno o varios automóviles (115 Db); el peatón víctima de la agresión ambiental, recibe por tanto, la sumatoria en secuencia de las dos intensidades, y este impacto puede darse de forma repetitiva si el auto con alarma esta próximo (estacionado) a una persona que permanece en su vivienda o negocio. Este tipo de ruidos, como escapes de motocicletas, alarmas de autos, o petardos, ocasionan en primera instancia sobresalto y una pérdida súbita de concentración, sea en un niño que hace su tarea o atiende una explicación en clase; o una persona mayor trabajando en la computadora, etc. La pérdida de concentración repercute en el rendimiento, que disminuye y esto ocasiona a su vez stress y diversas manifestaciones, como irritación nerviosa, mal humor, etc. Si este tipo de ruidos se dan durante la noche o la madrugada, pueden ocasionar interrupción de sueño y el descanso; el sobresalto es mas crítico e implica alteraciones químicas mas serias y pueden afectar la salud. Personas que se exponen a ruidos fuertes, sin protección, y tiempos prolongados o de forma constante (p.e. guardias de tránsito expuestos a bocinas) tiene más probabilidades de perder progresivamente la integridad del sentido auditivo. La exposición a los ruidos urbanos, ocasiona stress y lo incrementa, en adición a otras tensiones que la ciudad genera, además de diversos trastornos psicológicos y físicos. En resumidas cuentas, el ruido o sonoridad alta, afecta negativamente la salud. Bajo condiciones especiales de intensa sonoridad se libera ACTH (hormona adrenocorticotrófica suprarrenal) la hormona del stress, en el eje endócrino nervioso del hipotálamo. Así mismo, la exposición a sonoridades mayores a 70 dB, afecta el simpático del sistema nervioso autónomo ocasionando liberación de adrenalina y otros mediadores químicos, pudiendo registrarse taquicardias, midriasis, alteraciones de concentración, del sueño y trastornos digestivos (Espinosa, 2006).

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De acuerdo con la Dirección Municipal de Gestión Ambiental, en los sitios donde se concentra la mayor cantidad de vehículos, el ruido pasa de los 78 Db, que excede la norma nacional que fija como límite máximo los 68 Db. El artículo 62 del Reglamento General del Código Nacional de Tránsito, establece normas en cuanto el uso de bocinas y sirenas, sin embargo no se implementan acciones de control. En cuanto a la contaminación visual, en especial el centro de la ciudad, pero también los bordes de avenidas y autopistas se encuentran plagados de anuncios publicitarios o de propaganda política del Gobierno, en tanto las acciones de regulación son laxas, inconsistentes, o inexistentes. El paisaje del entorno del Valle, también ha sido modificado, especialmente hacia el borde o filo de la meseta de El Alto, uno de los referentes visuales importantes de la urbe. La abigarrada profusión de casitas de ladrillo visto (clasificadas como tugurios), le confieren una vista pintoresca. Sin embargo, la contaminación visual viene por otro lado. Desde mi ventana en Sopocachi, puedo contar una fila de 32 antenas de radio y televisión, una a lado de otra. La contaminación lumínica es también otra forma de afectación que fue aumentando en las últimas décadas, contrastando la sobrecarga lumínica en el centro de la ciudad, con una iluminación deficiente o ausente en las periferias y suburbios. El poblador urbano ha roto desde la cuna, el ritmo natural de los períodos de luz-oscuridad que pueden considerarse naturales, por ejemplo hace siglos (la semipenumbra de luz de velas o de una fogata casi no cuentan). La modernidad impone de forma antinatural una sobre exposición o luminosidad extra, de al menos seis o más horas, después del crepúsculo. Esto sin duda tiene efectos en los ritmos del sueño y en la concentración de melanina y otras hormonas. Como toda ciudad grande, La Paz es un centro de emisiones de radiaciones electromagnéticas no ionizantes, como las de telefonía, o alta tensión, aunque con la profusión de aparatos electrodomésticos en los hogares, el tema de dichas emisiones se ha tornado parte de nuestras vidas. Ya desde fines del siglo XX, se incrementó la alarma a nivel mundial, sobre las radiaciones electromagnéticas no ionizantes, y los probables efectos en la salud humana, desde desordenes nerviosos y conductuales, hasta formas de cáncer. El tema nunca ha sido dilucidado del todo, a pesar de que se han presentado estudios concluyentes (Cruz, 2009; Riveros 2007; Requejo, 2007; Aitken et al. 2005; Andrei et al. 2012), a pesar de este halo de incertidumbre, la OMS y la OPS, desde un inicio recomendaron mayores estudios y han invocado el principio precautorio (Skvarca, 1991). Estudios especialmente realizados en Europa y Estado Unidos (Jonhson y Bonta, 2001; Draper, Vincent y Kroll, 2005; Erogul y Oztas, 2006; Keen, 2006; Hardell y Sage, 2007; www.dcenr.gov.ie/NR/rdonlyres/.../ElectromagneticReport.pdf),

han

sugerido especiales medidas de precaución y mayores investigaciones en cuanto a posibles efectos adversos sobre la salud, como diversos tipos de cáncer, especialmente leucemia y al cerebro, reducción de la fertilidad, pérdida de memoria y cambios adversos en el comportamiento y desarrollo de los niños. Existe un mayor reconocimiento del riesgo de otros

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emisores de radiación no ionizante, como las torres y cables de alta tensión, o los convertidores de potencia, muchos de los cuales se encuentran o pasan muy cerca de las ventanas de muchos domicilios. De cualquier forma, el año 2008, a través de un decreto supremo, el Gobierno eximió a las empresas de telefonía móvil, la obtención de Licencia Ambiental, lo que implica, no realizar Estudios de Impacto Ambiental o aplicar otros instrumentos de mitigación ambiental. A pesar de las recomendaciones y alertas vertidas, la opinión técnica de la Autoridad de Regulación y Fiscalización de Telecomunicaciones y Transportes (ATT), respecto a las antenas de telefonía móvil, menciona que… el entorno de las antenas de estaciones base o radio bases (edificios,

árboles, etc.) disminuyen la señal electromagnética, por eso se instalan en lugares elevados de edificios o torres para que su haz de radiofrecuencia atraviese la menor cantidad de obstáculos posibles, de esta manera las antenas no apuntan a los edificios colindantes. Por tanto, las antenas emiten un haz muy estrecho que se propaga de forma casi paralela al suelo y disminuye rápidamente al alejarse de ella. De modo que al nivel del suelo y en lugares de acceso público, las intensidades de los campos de radiofrecuencia son muy inferiores a los niveles considerados peligrosos. A pesar de la opinión supuestamente fundamentada de las autoridades de la ATT, y a la luz de todas las investigaciones realizadas a nivel mundial en el tema, dicha opinión no debería ser la última palabra y deberían continuarse realizando estudios.

Degradación de relictos de vegetación natural Daisy Rodríguez el año 2007, publicó un texto de enorme interés ambiental sobre la situación de los relictos de vegetación natural en el Distrito central de la ciudad de La Paz, esto se analizó en los capítulos iniciales de este trabajo. En dicho trabajó, ponía de manifiesto el mal estado de conservación de los muchos remanentes de vegetación del Valle (36 inventariados por dicha especialista) y la dejadez o indiferencia de las gestiones municipales para mantenerlos. La situación ha cambiado, para empeorar. Muchos han desparecido, por ejemplo, hasta el año 1994 aproximadamente, existían relictos de vegetación nativa en las laderas del Montículo de Sopocachi, los cuales fueron erradicados para poner pastos y plantas exóticas ornamentales. No solo los relictos del Distrito central están en riesgo de desaparecer, sino en muchas otras zonas y pisos ecológicos, incluso alejadas y dentro de áreas protegidas municipales. El impacto proviene de los enfoques jardineriles de la gestiones municipales que consideran los relictos, como ―malezas‖ sin valor alguno; y por el avance urbano, mayormente desordenado, y supeditado en muchos casos a la acción de los grupos y mafias de loteadores. A esto se suma la debilidad de las Alcaldía y Subalcaldías, e incluso casos de corrupción. La siguiente tabla esquematiza la distribución y estado de conservación de las principales zonas con relictos o remanentes de vegetación natural en el Valle.

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Principales zonas de relictos en el Valle Zona altoandina de Wallatani Pampa

Zonas altoandinas de Huaripampa, Alto Achachicala-Siete Lagunas Quebrada del rio Choqueyapu y avenida que baja a Obrajes. Desde San Jorge, la gruta, y hasta la actual parada del teleférico. Avenida del Poeta (―Parque Urbano Central‖)

Aspectos relevantes Extensa meseta de vegetación altoandina y periglaciar, con presencia eventual de especies de fauna emblemática como Cóndor o Taruca. Tiene correspondencia con un Área protegida municipal. Mesetas altoandinas con vegetación típica del piso más alto del Valle. Tiene correspondencia con Áreas protegidas municipales. Manchones grandes continuos y densos de matorral alto, en general poco diversificado y predominio de Baccharis spp.

Relictos de bosque arbustivo de baja diversidad, y escasa superficie. Abundancia de especies exóticas.

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Quebrada de la avenida Kantutani, en la ladera izquierda, con pronunciadas pendientes, casi hasta donde finalizan los predios de un batallón del Ejército.

Manchones grandes dispersos de relictos de bosque arbustivo denso, regularmente diversificado, con abundancias de especies exóticas.

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Miraflores, avenida Requena y avenidas Pedro Tarifa y Diego de Peralta (Citada por D.Rodríguez) Zona Villa San Antonio, varios pequeños relictos dispersos en baldíos.

Se trata de relictos de pequeña superficie y pocas especies, predominio de Nicotiana glauca, Baccharis y Viguiera. (Citada por D.Rodríguez) En general con baja diversidad de especies. Se han observado especies de aves raras en el Valle, como Coryphospingus cucullatus. Destaca un

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Estado de conservación Buen estado de conservación en general, impactos de quemas ocasionales en el borde hacia la zona de alta montaña. Mal conservados, impactos de extracción de turba, áridos, minería, loteamientos, Mal conservados. Una empresa destruyó un amplio sector para instalar un taller automotriz. Otros destrozos por los puentes trillizos. Mal conservados, muchos fueron destruidos por las obras de ―mejora‖ de la Alcaldía del denominado ―Parque Urbano‖ y por viviendas ilegales precarias. Mal conservados. Impactos de acumulación de basura y escombros, alta cobertura de especies introducidas. Hacia la parte baja de la avenida fueron removidos para poner plantas ornamentales. Mal conservados y en peligro por obras viales y ―limpiezas‖ de la Alcaldía. Mal conservados y en peligro por obras viales y ―limpiezas‖ de la Alcaldía.

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Avenida de Los Leones (bajada desde la zona del Estado Mayor hacia Obrajes), en la quebrada del río Orkojawira. Quebradas altas (3.600 – 4.100 msnm.) en los ríos de Achumani, Irpavi, Cota Cota.

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Quebradas altas de la zona de Chicani y las quebradas de los ríos Kallapa y Palcoma.

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Laderas intensamente erosionadas en las cuencas altas de los ríos Lipari, Achumani y Cota Cota (flanco de la meseta de Wallatanipampa) Laderas Sur del cerro ChiarJacke y río Lipari (detrás de la Muela del Diablo). Quebradas y sierras de la zona de Wakayllani - Muela del Diablo. Serranía Amor de Dios - La Florida Azusinani

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Región de Río Abajo entre Lipari,

relicto de especial importancia al frente de la cancha Mariscal Braun (Citado por D.Rodríguez) Pequeños relictos de muy baja diversidad, muy dispersos, en laderas de mediana inclinación.

Relictos bien conservados de bosques arbustivo y matorrales densos con buena diversidad de especies. Tienen relación directa con las áreas protegidas municipales Huayllani, Jonkhomarca, Quellumani, Aruntaya. Relictos bien conservados de bosques arbustivo y matorrales densos con buena diversidad de especies. Tienen relación directa con las áreas protegidas municipales Chicani, Aruntaya, Chuquiaguillo.

Relictos de matorrales y bosquetes microfoliados, con presencia de avifauna relictual.

Manchones de relictos de matorral denso espinoso y bosque bajo microfoliado. Bosquetes en zonas de difícil acceso. Manchones dispersos de matorral microfoliado espinoso denso en zonas de muy difícil acceso. Relictos de matorral microfoliado disperso a ralo y de baja diversidad. Más denso y alto en zonas de difícil acceso. Coincide con espacios de un área protegida municipal. En parte son zonas de badlands, las serranías altas son formaciones

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Muy mal conservados, en riesgo de desaparecer. Alta acumulación de basura y escombros.

Todavía en buen estado de conservación. Muy amenazados por avance de las urbanizaciones y vías de acceso. Zonas de difícil acceso todavía en buen estado de conservación. Muy amenazados por avance de las urbanizaciones y vías de acceso. Impactos de extracción de leña. Zonas de difñicil acceso, a pesar de ello, sujetas a quemas periódicas, extracción de leña y pastoreo de ovinos. Regular estado de conservación, impactos de quemas, extracción de leña y pastoreo. Mal estado de conservación, impactos de extracción de leña, pastoreo y quemas. Regular estado de conservación, impactos de quemas, extracción de leña y pastoreo. Regular estado de conservación en zonas

Huajchilla Mecapaca,

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y

Quebradas altas y medias del rio Amachuma-Petulla que son afluentes del río La Paz. Cañonesvalles de estos ríos están al oeste de la zona MecapacaPalomar. Zonas de los ―Badlands‖ de Llojeta, las Lomas, cerro Kutukutuni.

Zonas de los ―Badlands‖de MallasaMallasilla,

antiguas del devónico (lutitas mayormente), Existen relictos de bosque seco microfoliado espinoso en zonas poco accesibles. Relictos extensos cubriendo la ladera de orientación sur de dicha cuenca, predomina un bosque denso seco microfoliado y espinoso con presencia de bombacaceas y cactáceas.

de difícil acceso. Muy amenazados por loteamientos procesos de terrapleneo. Regular estado de conservación. Impactos de extracción de leña, quemas ocasionales y pastoreo en zonas de mayor acceso.

Extensa superficie al sur y norte de la actual urbanización Llojeta-Rosal. Numerosos relictos dispersos en zonas de difícil acceso. No hay áreas protegidas en esta formación. Picos emblemáticos de gran belleza escénica en las Lomas – Cerro Kutukutuni no tienen protección y están bajo riesgo por avance de nuevas construcciones y terrapleneos. Numerosos relictos algunos de vegetación arbustiva espinosa y cactáceas en sitios de difícil acceso como barrancas. Area protegida Mallasa (Parque Nacional??) no protege relictos propiamente, y no hay otras áreas protegidas en esta formación que protejan los relictos.

Muy amenazada. Extensas zonas cerca a las serranías principales han sido terraplenadas para habilitar nuevas urbanizaciones. Impactos de ladrilleras y construcción de nuevos accesos. Muchas zonas han sido desbrozadas y terraplenadas para ampliar o habilitar nuevas urbanizaciones.

Daisy Rodríguez, la arquitecta ambiental que realizó estudios en los relictos de vegetación natural de La Paz de los Distritos centrales de la urbe, comenta que no existe una norma edil para proteger los remanentes de biodiversidad o paisajes naturales que están dentro de espacios privados o ediles La Razón 4 octubre, 2015). Lamenta además, que los funcionarios y planes de la Alcaldía, consideren como malezas a los relictos de vegetación nativa. Solo 14 (39%) remanentes o relictos de los 36 registrados por dicha especialista (Rodríguez, 2007) están en buen estado. Según sus estudios, hay un daño del 80% en cada uno de ellos; el relicto que estaba en los predios de la UMSA (Facultad de Topografía) que colinda con la calle Fernando Guachalla, ha quedado reducido a unos cuantos arbustos; relictos como el de la Vita o de la avenida Periférica, prácticamente han desaparecido.

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Mapa de principales relictos de vegetación en el Valle de La Paz Según Daisy Rodríguez, no todo está perdido, de los 36 espacios inventariados, aún quedan 14 en buen estado de conservación, menciona a los de la avenida Requena en Miraflores y avenidas Pedro Tarifa y Diego de Peralta que tiene una alta biodiversidad en fauna y flora nativa, también otros sitio de reducida superficie al frente de la cancha Mariscal Braun en Villa San Antonio, donde cita la presencia de la Loasacea urticante del género Cajophora (La Razón 4 octubre, 2015). En el caso de los relictos de vegetación nativa insertos en medio de la ciudad

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de La Paz (Distritos urbanos) las amenazas proviene de la propia Alcaldía, si estos se hallan en zonas baldías (espacios municipales), en plazas o paseos, o en torno a avenidas, son normalmente removidos y suplantados por flora exótica ornamental. Si los relictos se hallan al interior de terrenos baldíos privados, esto no asegura su conservación, pues están sujetos a ser removidos por las iniciativas privadas de nuevas construcciones o limpieza de dicho terrenos. En términos generales, la casi totalidad de relictos de vegetación nativa de la ciudad de La Paz y su entorno rural o todavía agreste, se encuentran en diversos grados de amenaza por diversas causas (minería, áridos, contaminación, quemas, etc.), pero fundamentalmente por establecimiento de nuevas urbanizaciones o el avance de las ya existentes (terrapleneos, construcciones de viviendas y de nuevas vías o accesos). Esto viene ocurriendo en todos los pisos ecológicos, tanto en las zonas altoandinas como Waripampa o Alto Achachicala, como en las zonas de montaña (Chicani, Alto Achumani, Alto Irpavi, Llojeta), y en los valles bajos (Mecapaca, Huajchilla). Los relictos de bosquetes andinos de las quebradas altas del rio Achumani, Irpavi, Cota Cota se encuentran en estado crítico de amenaza. Hacia la región de Río Abajo entre Huajchilla y Mecapaca, hasta el año 1990 existían todavía algunos relictos importantes del bosque microfoliado espinoso, que fueron removidos para instalar nuevas urbanizaciones y loteamientos. Diversas zonas de relictos de flora y fauna (p.e. poblaciones relictuales de Vizcachas) en Llojeta-cerro Kutukutuni han desaparecido por los extensos terrapleneos de los últimos tres años. Se ha afectado parte de un ecosistema único con relictos de biodiversidad, de gran belleza escénica (referente visual del Valle) y de elevada fragilidad geológica por su naturaleza de badland. Ello ocurre ante la escasa atención de control de la Alcaldía. Muchos de los relictos más importantes de vegetación natural fuera del distrito central estudiado por D.Rodríguez (2007), se encuentran al interior de las áreas protegidas municipales declaradas hace unos años en diversas zonas y distritos de la ciudad, pero de muy poco ha servido tal condición de protección. La debilidad y pasividad o indiferencia de la alcaldía, no ha podido con el poder y agresividad de los loteadores y la corrupción coadyuvante de algunos funcionarios.

Áreas protegidas municipales El tema de las áreas protegidas en el Municipio de La Paz es muy reciente. En el país, la implementación de estos instrumentos de conservación se inicia el año 1939 con la creación del Parque Nacional Sajama. Posteriormente se crean varias otras unidades (Noel Kempff, Manuripi, Amboró, Eduardo Abaroa, etc.). El año 1992, se crea oficialmente el Sistema Nacional de Áreas Protegidas. El Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Cotapata, que es parte del Municipio de La Paz, se crea el año 1993.

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El Concejo Municipal de La Paz declaró a 21 áreas urbanas como Patrimonio Natural Paisajístico (Ordenanza 259/2015), de estas, varias tienen relevancia para ser consideradas como valores naturales, muchas otras son áreas verdes y solo tienen valor recreativo. Algunas de estas, como Siete Lagunas, Waripampa, Cactario, ya habían sido contempladas en una ordenanza del año 2000, algunas tenían una base legal más antigua, por ejemplo Waripampa, del año 1980 o Mallasa de 1956. Entre las áreas verdes con arboledas exóticas y con o sin remanentes de vegetación natural figuran: bosquecillo de Pura Pura, bosque de Bolognia, Parque Urbano Central, Parque de Mallasa, Gran Jardín de la Revolución (―ex botadero de Sopocachi‖), laguna de Cota Cota, Parque de Aranjuez, bosquecillo de Auquisamaña. Una situación que dio mucho debate hace unos años, fue entorno al Parque Mallasa, que paradójicamente fue creada como Parque Nacional por Decreto supremo el año 1956, pero sin llegar a cumplir mínimamente los requisitos para alcanzar tal categoría de manejo, que es una de las más estrictas y exigentes en términos de conservación de valores naturales patrimoniales. Otro elemento a ser debatido es el ―Gran Jardín de la Revolución‖, que debería corresponder a una zona de restauración ecológica, aunque paradójicamente sigue siendo un pasivo ambiental por las aguas de lixiviación y gases-olores que emite. La siguiente tabla presenta las áreas protegidas municipales de mayor relevancia natural y escénica: Área Protegida Municipal Nombre y categoría

Ubicaciónsuperficie

Presencia de valores naturales y/o culturales

Estado de conservación Impactos y amenazas

Siete Lagunas-Alto Achachicala

Zona altoandina noroeste cerca de Alto Achachicala

Vegetación altoandina y de humedales de altura. Sitio de ritualidad

Huaripampa (Patrimonio Natural paisajistico)

Zona altoandina cercana a la cumbre a los Yungas 938 Has. con base legal municipal y base prefectural, ambas de 1980. Zona de altas montañas y quebradas entre los ríos Orkojawira y Kallapa. 1.962 Has.

Vegetación altoandina y de humedales de altura (bofedales). Sitio de ritualidad

Muy Malo, construcción de caminos y viviendas precarias; contaminación por basura. Minería, extracción de áridos y de turba. Regular, con crecientes amenazas. Construcción de vías de acceso y avance de urbanizaciones en faldíos próximos a la parte alta.

Cuchilla Chuquiaguillo Quebradas del río Kallapa. (Patrimonio Natural paisajistico)

Escasos remanentes de pastizales y matorrales de altura. Sitio de ritualidad

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Malo. Expansión urbana incontrolada y accesos en ambas laderas de la sierra Chuquiaguillo (desde Kallapa y desde V.Copacabana), explotación de áridos en cauce de ríos. Minería de oro en laderas bajas y medias del valle Orkojawira. Arboledas

La CumbreApacheta Chucura (Patrimonio Natural paisajistico)

Zona altoandina, es la parte alta del valle Chuquiaguillo (rio Orkojawira). 3.497 Has.

Jampaturi (Patrimonio Natural paisajístico)

Zona altoandina norte, comprende la región alta del valle del rio Kallapa.

Serranías de Chicani (Patrimonio Natural paisajístico)

Zona de laderas y serranías abruptas del valle del rio Kallapa.

Cerro TicaniCóndores Lakota (Patrimonio natural paisajístico)

Divisoria entre el rio Achumani y qda. Wila Qota (Cota Cota) 49 Has.

Wallatani Pampa (Patrimonio Natural paisajistico)

Extensa meseta altoandina al este del Valle. Nacientes de ríos importantes (Achumani, Irpavi, Cota Cota). Creada por Resolución prefectural. 1.493 Has.

Huayllani (Patrimonio Natural paisajistico)

Quebrada alta de los ríos AchumaniQuellumani. Ladera noroeste de Wallatani Pampa 1.035 Has. Divisoria entre el rio Achumani y qda. Wila Qota 185 Has.

Jonkhomarca (Patrimonio Natural paisajistico)

Qellumani (Patrimonio Natural paisajistico)

Quebrada del rio Achumani Quellumani 92 Has.

Vegetación altoandina y de humedales de altura (bofedales). Zona de elaboración de chuño y tunta. Provisora de agua a la ciudad (represa Incachaca) Vegetación altoandina y de humedales de altura (bofedales). Provisora de agua a la ciudad (represas Ajuan QotaJampaturi) Quebradas de gran belleza escénica, relictos de vegetación y fauna andina. Presencia de un camino precolombino. Relictos de vegetación de matorral alto. Sitios de nidificación de Aves en zonas de difícil acceso. Remanentes de vegetación altoandina bien conservados y fauna emblemática (cóndor, puma, taruca) . Comprende sitios de importancia ritual (altares).

Relictos de vegetación de alta montaña, reporte de cóndores.

Remanentes de vegetación de Montaña media. Presencia de sitios arqueológicos. Importancia ritual. Remanentes de vegetación de Montaña media. Presencia de sitios arqueológicos.

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exóticas. Malo. Tráfico intenso hacia y desde los Yungas. Intensa contaminación por basura dispersa y fecalismo.

Malo. Extracción de turba y áridos. Ampliación de represas para provisión de agua y afectación de sitios arqueológicos. Bueno en general. Impactos de quemas eventuales localizadas y pastoreo. Quemas eventuales.

Regular. Amenaza de vías de acceso, terrapleneos y loteamientos.

Buen estado de conservación por la lejanía. Una acceso vial abierto desde la zona de Animas implica riesgos de caza furtiva o turismo desordenado. Tendido de líneas de alta tensión hacia Palca afectan el paisaje y son un factor de risgo para la avifauna. Buen estado de conservación por la lejanía y acceso difícil. Quemas eventuales.

Malo. Parte de la zona ha sido loteada y tiene accesos; escombreras y extracción de áridos. Malo. Avance de vías de acceso, loteamientos y asentamientos. Extracción de áridos

Cerro Aruntaya (Patrimonio Natural paisajistico)

Quebrada del rio Quellumani) 57 Has.

Serranías de Aruntaya (Patrimonio Natural paisajistico)

Entre los ríos Palcoma-Irpavi y Quellumani 220 Has.

Cactario y Valle de la Luna (Patrimonio Natural paisajistico)

Ingreso a los Valles secos de Rio Abajo. En terrenos de badlands del torrente de barro de Achocalla. Macizo montañoso y serranías en el flanco Sur de la ciudad. Llamativo por su color rojizo intenso. También con base legal prefectural. 1.299 Has.

Muela del Diablo y Cerro Pachajalla (Patrimonio Natural paisajistico)

Serranías de La Florida-AzusinaniChallaloma y Amor de Dios (Patrimonio Natural paisajistico)

Cerros Llukankari y Taraki (Patrimonio Natural paisajistico)

Ánimas Putupampa (Patrimonio Natural paisajistico)

Macizo montañoso y serranías en el flanco Sur de la ciudad. Llamativo por su color rojizo intenso. También con base legal prefectural. 939 Has. Transición al Valle seco, frente a la meseta de Mallasa (Qda.Challataki) 194 Has.

Sector sur de la gran meseta de Wallatani Pampa; abra hacia la zonas Uni y Palca.

Importancia ritual. Remanentes de vegetación de Montaña media. Presencia de sitios arqueológicos. Importancia ritual. Remanentes de vegetación de Montaña media. Presencia de sitios arqueológicos. Importancia ritual. Cardonales y vegetación de matorral microfoliado espinoso

Formación geológica silúrico-devónicacretácica (parte de la formación Sica Sica). Relictos de vegetación arbustiva. Sitios arqueológicos y de ritualidad (Auqui kollu). Alta calidad escénica. Presencia de un camino precolombino. Formación geológica silúrico-devónicacretácica (parte de la formación Sica Sica). Relictos de vegetación arbustiva. Sitios arqueológicos y de ritualidad. Alta calidad escénica. Cerros elevados parte de la formación Sica Sica, con remanentes de Puna de Alta montaña y fauna emblemática (vizcachas, cóndor, felinos). Cañones y quebradas de alta calidad escénica y presencia de remanentes de vegetación. Sitio de importancia ritual.

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Malo. Avance de vías de acceso, loteamientos y asentamientos. Extracción de áridos Malo. Avance de vías de acceso, loteamientos y asentamientos. Extracción de áridos Regular. Se han introducido algunas especies de cactus de otras regiones. Basura dispersa, vandalismo de grafitties o tags Malo. Avance de urbanizaciones, vías de acceso y turismo desordenado; vandalismo de grafitties o tags. No se mencionan las Serranías de Wak´ayllani, que es un sitio de importancia ritual.

Regular. Turismo eventual no ordenado, basura y grafitties. Quemas eventuales, extracción de leña. Construcción en la parte alta, de un camino de ingreso a la serranía y zonas vecinas. Regular. Pastoreo y quemas eventuales.

Malo. Avance de urbanizaciones, vías de acceso y turismo desordenado; vandalismo de grafitties o tags.

Cerros de CuñamaniPachajaya (hacia Collana)

Ingreso desde Apaña 249 has.

Formación geológica devónica-silúricacretácica (parte de la formación Sica Sica). Importantes relictos de vegetación. Sitios de ritualidad local.

Bueno a regular. Ingreso de vías, amenaza sobre las formaciones de areniscas y calizas. Quemas eventuales y pastoreo. Extracción de leña.

En términos generales, es llamativa la poca importancia que parece darle el aparato administrativo municipal a la gestión y manejo de estas áreas de protección. Un indicativo de esto es la escasa información oficial disponible al público sobre el tema (no se ha encontrado una lista oficial o descripciones medianamente detalladas) y una de las pocas fuentes confiables, proviene del mapa de áreas protegidas municipales del Atlas cartográfico del municipio de La Paz (2013), el cual tampoco aporta suficiente información. Un rápido recorrido por varias de estas áreas entre el 2014 y 2015, puso de manifiesto el magro nivel de gestión y protección efectiva que estas tienen. Con la excepción de algunas pocas áreas mayormente de función recreativa (Cactario, Valle de la Luna, Mallasa), la mayoría de las áreas no tienen presencia de personal técnico o de protección del municipio, es decir, están abandonadas y solo existen en el papel, por tanto sujetas a procesos de deterioro progresivo por loteamientos, quemas, contaminación por basura y escombros, caza furtiva, prácticas militares, extracción de áridos, etc. Muchas áreas patromiales perdieron su valor de conservación, incluso funcionarios del municipio de La Paz reconocen (SIM/GAMLP, 6 jul. 2015) que en la práctica dejaron de ser espacios protegidos; tal es el caso de: Siete Lagunas, serranías de Jampaturi, la Cumbre, Huayllani, Quellumani, serranías de Aruntaya, cerro de Aruntaya, Jonkomarca, serranías de Chicani, Chuquiaguillo, las quebradas del río Kallapa, Waripampa, Animas. Incuspo la meseta de Wallatanipampa ha sido impactada por el tendido de torres y líneas de alta tensión. Vale decir, que prácticamente todas las áreas de mayor relevancia natural y cultural, en el lapso de pocos años, han sido avasalladas y se las da por perdidas. Esto se debe a diversas situaciones. En general, prima el desinterés y escaso compromiso ambiental por parte de decisores y planificadores de las Alcaldías, también pesan las reducidas partidas presupuestarias, la excesiva carga administrativa y financiera para atender otros rubros y la excesiva carga burocrática. En algunos casos, parte de un área protegida corresponde a la jurisdicción de dos municipios, como es el caso de Animas y parte de Wallatanipampa, (municipios de Palca y La Paz) situaciones en las que se percibe ausencia de mecanismos y procesos de coordinación. En otros casos existe una doble condición legal y jurisdicción, por la Alcaldía (Ordenanza Municipal) y la Gobernación (Resolución Prefectural), sin nexos efectivos de coordinación, ni de gobernanza de las áreas por ninguna de ambas instancias. Se observa que no ha primado un criterio adecuado de jerarquización y de manejo diferenciado de las diversas áreas municipales a ser protegidas. Por ejemplo, el hecho de que se ubiquen en

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una misma lista a las áreas verdes, mayormente recreativas, como el Parque de Aranjuez o Mallasa, con áreas de protección de suelos, como el Bosquecillo de Pura Pura, junto a Wallatani Pampa, con alto valor de conservación del patrimonio natural, o Jampaturi como proveedor del servicio ambiental de dotación de agua, es un indicativo de la falta de claridad y de rigurosidad en el manejo de aspectos de conservación de los valores que todavía presenta el Valle de La Paz. El manejo de las categoría otorgadas es reduccionista, por no decir simplista, pues se ha asumido, prácticamente para todas las áreas protegidas, la categoría de Patrimonio Natural Paisajístico, siendo que muchas de las áreas creadas legalmente, comprenden sitios sagrados o de ritualidad, que al mismo tiempo son de valor cultural y arqueológico. Por otra parte, hay zonas de importancia natural que no están protegidas, como es el caso de la formación de los

badlands de Llojeta, en especial la elevada serranía que tiene continuidad con la sierra devónica de Amor de Dios, o los picachos, o agujas, de la zona de las Lomas en Llojeta, las cuales son de gran belleza escénica y un elevado significado emblemático y cultural, actualmente bajo amenaza por el avance urbano. Las zonas de badlands bajo protección parcial son Mallasa, Valle de la Luna y el Cactario. Aqui surge una pregunta, dadas las condiciones adversas de gestión ¿Qué elementos del Valle, vale la pena o el esfuerzo de proteger y conservar? Al respecto, se presenta la siguiente lista y un mapa con los valores patrimoniales remananentes, que todavía podrían ser protegidos y conservados:

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En términos generales, en relación al tema de las áreas protegidas (y medio ambiente en general), da la impresión de una suerte de maldición de fractales, es decir, la desidia que se ve en el nivel nacional o central, respecto de las áreas protegidas nacionales y el temas ambiental en general, se replica de igual forma a otra escala, en los niveles municipales, y departamentales. Un elemento indicador del bajo nivel de importancia conferido al tema ambiental, han sido las bajas asignaciones presupuestarias. De acuerdo al documento de Estimación del gasto público social del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz 2003-2013, el sector de protección del medio ambiente, representó el 4% del total del gasto dirigido al sector de medio ambiente. Otro elemento paradójico, es que la ciudad tiene un área protegida de nivel Nacional, el Parque Nacional y Área de Manejo Integrado Cotapata, a menos de tres horas de camino asfaltado, con seguridad más del 90% de la población lo ignora o le es indiferente. Es increíble que se haya desaprovechado dicha oportunidad para establecer programas de educación y sensibilización ambiental o de visitas de colegios. Aquí, como en otros casos se conjunciona la desidia e indiferencia del nivel central (SERNAP y Ministerio de Medio Ambiente), de la Gobernación y de la Alcaldía.

Impactos a la fauna silvestre Los impactos a la fauna silvestre en el Valle de La Paz, se sucedieron desde épocas remotas, posiblemente, un impacto sistemático se dio ya en la época de los asentamientos tiwanacotas, aumentando la presión en la ocupación Pacaje e Inca, y adquirir un caríz determinante en la época de la colonia y siglos posteriores. La pérdida de hábitat y la cacería, incluida la persecución por interferencia con ganado o cultivos (puma, zorro, gatos monteses, tarucas, vicuñas), debieron ser las presiones mas importantes que desembocaron en el inicio de un proceso de vaciamiento faunístico. Un elemento que permanece en el campo del debate es la presión de caza-captura para fines de comercio ritual, aspecto que no solo ha tenido un perfil de pervivencia cultural a lo largo de siglos, sino que se ha amplificado en las últimas décadas (Ribera, 2008). El Mercado de las Brujas de la calle Sagárnaga (llamado en la colonia la ―Supay Calle‖), es el centro principal de comercio de parte y derivados de la vida silvestre desde hace más de cuatro siglos. En la colonia, a pesar de la la presión de la iglesia para erradicar las idolatrías y actividades afines, el uso de la vida silestre para fines rituales siguió desarrollándose, y en especial ligado al uso medicinal. En el Mercado de las Brujas (ciertamente un atractivo importante del turismo urbano) se comercializan plumas, sangre seca y huesos pulverizados de cóndor, pieles de pumas y gatos monteses andinos y tropicales, uñas de puma, quirquinchos disecados, grandes cantidades de sapos momificados, patas de zorros, culebras, etc. Muchas de estas especies están amenazadas y figuran en el Libro Rojo de los Vertebrados Amenazados de Bolivia (MMAA, 2009). Hay mercados (caso mercado Uruguay) donde se expenden lagartijas vivas del género

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Liolaemus, en inmensas cantidades (miles) para fines de medicina tradicional, almacenadas en condiciones de hacinamiento indignante. También hay lugares en la feria 16 de Julio de El Alto que expenden similares elementos de la vida silvestre, además de lana de vicuña y diversas especies de mascotas (loros, monos, ardillas), lagartijas vivas, etc. A esto se suman las famosas entradas folklóricas (dos grandes en La Paz). El control de este comercio, no gestionado y esencialmente furtivo, en general es nulo a circunstancial, y posiblemente solo se da con fines mediáticos. Esporadicamente, la Plocicia Forestal y Medio Ambietne (POFOMA) ha realizado algunos operativos, pero existen limitaciones legales. Bolivia es posiblemente el único país del orbe (o quizá uno de los muy pocos) que carecen de una Ley o Reglamento de Vida Silvestre, existen alrededor de una docena de versiones de proyectos y anteproyectos desde la década de los 90 del siglo pasado, la última versión del año 2013; tampoco hay una Ley de Biodiversidad, aspectos que contribuye en alto grado a la ineficacia de cualquier medida de control. Volviendo al tema del comercio de la vida silvestre para fines rituales, hay corrientes de pensamiento que apoyan su libre curso en pro de la pervivencia de la ancestralidad inherente. Hay otras líneas de pensamiento que sin menospreciar o deslegitimar las líneas de pervivencia cultural, sostienen que dicho comercio debería ser de alguna forma regulado y controlado. Posiblemente en la colonia, con una ciudad de 15.000 habitantes y un entorno indígena que podía aumentar esta cifra a unos 40.000 habitantes en total, un comercio y uso de derivados de la vida silvestre para fines rituales o medicinales, que bien podía alcanzar hasta un 30% de dicha población, los efectos se podrían haber considerado como poco significativos. En la actualidad, con una población metropolitana de dos millones de habitantes (La Paz y El Alto), de los cuales, supongamos que solo un 10% hacen uso frecuente de la vida silvestre para uso ritual o medicinal, esto haría un total de 200.000 usuarios, una cifra que sí puede tener efectos altamente negativos sobre la vida silvestre. Si a esto sumamos los usurarios de mascotas (loros, monos, tortugas, etc.) el efecto se torma aún mayor. Los derivados provienen de diversas regiones de Bolivia, en especial de los Yungas, también la Amazonía y desde luego de las zonas andinas, es posible que también de los entornos del Valle. Se puede advertir que la metrópoli con dos millones de habitantes y en aumento se ha convertido en una fuerte amenaza para la vida silvestre, a lo cual se suma el desamparo de la protección legal y fiscal.

Demanda y uso de agua - acceso y calidad En la actualidad, los servicios básicos como vivienda, salud, educación, seguridad, además de servicios básicos, entre los que destacan por su importancia el agua, energía y vertidotratamiento de residuos, tienen una constante demanda en la ciudad de La Paz, la cual queda con frecuencia insatisfecha y con marcados déficits, en especial en las zonas de las laderas y suburbios alejados en expansión; esta asimetría es notablemente más visible en la ciudad de El Alto.

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La administración de la provisión de agua y las represas estuvo a cargo de SAMAPA (Servicio Autónomo Municipal de Agua Potable y Alcantarillado) hasta 1997, año en que dejó de operar, siendo reemplazada por el consorcio Aguas del Illimani (AISA) el año 1998, que funcionó hasta el 2005. AISA es intervenida y reemplazada por la

Empresa Pública Social del Agua y

Saneamiento (EPSAS) que tiene participación del Estado e integran su directorio sindicatos y movimientos sociales mayormente de El Alto. Durante varios años EPSAS es observada, tanto en La Paz como en El Alto, por diversas falencias de servicio (por ejemplo, la deplorable administración de la planta de Puchukollo). El año 2013 se produce la intervención de EPSAS, por parte de la Autoridad de Agua Potable y Saneamiento (AAPS) y el Ministerio de Medio Ambiente, debido a su ineficiencia operativa y por poner en riesgo el suministro de agua potable, previendo su reconversión a otra empresa, bajo el dominio de las FEJUVE (Federaciones de Juntas Vecinales). Esto nunca se dio y EPSAS sigue funcionando bajo tuición de la AAPS (Autoridad de Fiscalización y Control Social de Agua Potable y Saneamiento) y MMAA (Ministerio de Medio Ambiente y Aguas). De esta forma, el manejo de las represas, así como la provisión de agua potable, están a cargo de EPSAS, una empresa pública intervenida, por tanto el sistema está a cargo del nivel central y no de la Alcaldía propiamente, existiendo además, un mal relacionamiento entre EPSAS y el Gobierno Municipal. Sin embargo, para complicar aún más la figura, SAMAPA, ha sido reestructurado y legalmente es el propietario de todos los bienes y activos fijos con los que opera EPSAS, incluyendo cinco represas y cuatro sistemas de agua potable (GAMLP, 2016). De acuerdo al Gobierno Municipal de La Paz, SAMAPA será el sustento del futuro operador público de los servicios para toda la región metropolitana.

(Fuente: Imágenes Google)

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Hasta el año 2012, la ciudad de La Paz, contaba con cerca de 120.000 conexiones, una longitud de red 1260 Km y una cobertura de servicio de agua de 97,59% (UMSA-GMLP, 2012). De acuerdo a la alcaldía de La Paz (GAMLP, 2016) la longitud de la red es 1046 Km., en tanto que el número de conexiones es de 116.103. Según esta misma fuente, la longitud de red de alcantarillado es de 1.622 Km; en tanto que la cobertura de agua potable asciende al 97%, y la de alcantarillado a 89%. El año 2008, según el Instituto Nacional de Estadística (INE) cada habitante de la ciudad de La Paz consumía en promedio por día 87 litros de agua, dicho consumo se refería a ingesta, uso para el lavado de ropa, aseo, comidas, regado de plantas, limpieza general, entre otros aspectos. En dicha fecha se estableció el consumo total diario de agua en algo más de 81.000 metros cúbicos de agua, casi el doble de lo que consumía El Alto. Según la empresa de saneamiento y agua potable –EPSAS, el año 2014, el consumo promedio por habitante en La Paz fue de 100 litros por día por persona (60 litros por persona en El Alto); se mencionaba también que el aumento de las temperaturas en los meses de diciembre a febrero, ocasionaba un incremento significativo. Buxton et al. (2013) mencionan para algunas zonas de la ciudad de La Paz, hasta 227 litros por persona, por día. Las cuatro represas cordilleranas que estaban en funcionamiento a fines del siglo XX, son las que en la actualidad dotan de agua potable a los diversos barrios y distritos de la ciudad de La Paz. Estas cuatro represas corresponden a dos grandes sistemas: •

Achachicala-Milluni-Kaluyo que dota a todas la zona central, San Pedro y Sopocachi. La represa Milluni, con una capacidad máxima de casi 10 millones de m3, se ubica a los pies del nevado Huayna Potosí y se conecta a la planta de purificación de Achachicala. Dicha planta capta además una parte de las aguas del rio Kaluyo (cabeceras del rio Choqueyapu). Según Buxton y Escobar (2013), provee agua a 195.000 habitantes del centro de La Paz que consumen 222 litros por día (cifra que contradice el dato de EPSAS).



En el sistema Pampajasi-Incachaca-Jampaturi-Ajuanqota, las plantas purificadora y desarenadora de Pampajasi, reciben las aguas de las represas de Incachaca (1,25 millones de m3)-Jampaturi (3,2 millones m3) y Ajuanqota (3,5 millones de m3),

además recién

caudales de los pequeños reservorios de Kinkillosa, Estrellani y Sora Jahuira (UMSAGMLP, 2012). Según Buxton et al. (2013), el sistema Pampajasi abastece aproximadamente a 300.000 habitantes de la ciudad de La Paz, los cuales consumen 142 litros por día. De acuerdo al estudio UMSA-GMLP (2012), no existiría una dependencia total de los glaciares para el abastecimiento de agua potable para las ciudades de La Paz y El Alto, sin embargo, son una fuente importante (8 y 11 % del valor del aporte total de agua de la cuenca). Este mismo estudio asume que el sistema Pampajasi-Jampaturi, tiene buena calidad en su fuente y áreas de almacenamiento, cumpliendo con los requerimientos de la legislación boliviana y de la OPS/OMS. Mientras que el sistema Achachicala tiene aguas de mala calidad, dado que su

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fuente en Milluni, es contaminada por deslaves mineros y metales pesados (algo que Marthadina Mendizábal ya denunciaba el año 1992), además, el rio Kaluyo, ya se encuentra contaminado por aguas residuales de algunos barrios de la ciudad de El Alto y la ocupación suburbana del valle de Achachicala. A pesar de estas condiciones, dicho estudio concluye, que el agua tratada de la Planta Achachicala, cumple con las normas de la OPS, luego de un proceso de decantación, pulido y filtrado en diferentes etapas. Sin embargo, se conoce que la red de distribución de Achachicala está notablemente contaminada por los aportes del rio Kaluyo y los pasivos mineros de Milluni (El Diario, 5 abril 2017), teniendo que realizarse costosas acciones de tratamiento previa a su distribución, a lo que se suma la red de tuberías casi obsoletas que está a cargo de EPSAS, lo cual no contribuye a la depuración efectiva de las aguas. Ante este panorama crítico, una acción mitigadora importante sería tener una nueva represa y toma de Kaluyo, situación observada como importante por el Consejo Municipal, pero que no está previsto por EPSAS. El año 2008, la represa de Jampaturi sufrió un accidente debido a las fuertes lluvias, lo cual ocasionó el rebalse del muro principal, lo cual afectó los frágiles taludes, anegó zonas comunales de cultivo y dejo sin agua potable por espacio de más de dos semanas a la zona Sur de la ciudad. El problema fue atribuido al deficiente manejo de EPSAS. En los años con aparición fuerte de El Niño o Niña, se ha dado una reducción general de los aportes hídricos, tanto por la prolongación der la sequía invernal, como por la disminución o ausencia de las nevadas de estación (normalmente a fines del invierno). Según Buxton y Escobar (2013), los sistemas Pampajasi y Achachicala no tienen problemas de abastecimiento de agua, y no anticipan un incremento significativo en la demanda, sin embargo, con el cambio climático la reducción de caudales podrían llegar hasta un 25% y la confiabilidad del sistema hasta el año 2030, podría variar entre 56,56% y 85,25%. Considerando el aumento de la tendencia de metropolización, las demandas futuras de agua, podrían implicar incrementos asintóticos: En un escenario del 2030, la respuesta a la demanda de servicios en zonas urbanas y conurbadas, se daría en función a más represas y más tomas de aguas subterráneas, sin embargo, ya se debería ir pensando desde ahora, en sistemas de trasvases desde las vertientes húmedas cordilleranas. El año 2016 se anunciaba que los municipios de La Paz, El Alto, Palca, Achocalla, Viacha, Laja y Mecapaca, presentaron una propuesta a la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Agua Potable y Saneamiento (AAPS) y al Ministerio de Medio Ambiente y Aguas, para la creación de la mayor empresa municipal de agua potable y saneamiento básico del país y que brindará servicios a toda la región metropolitana hasta el año 2036. La propuesta estaría concluida en el curso de un año (GAMLP, 2016). Al margen de esta propuesta, existe desde hace varios años una situación de conflicto en torno a la ampliación de la Represa de Jampaturi, conflicto que involucra al MMAA, El Fondo de

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Previsión Social, el Gobierno Municipal de La Paz, las comunidades de la zona (que deben dar la autorización de usar sus tierras) y la Sociedad Arqueológica de La Paz. En este caso se concitó un antagonismo entre el MMAA y el Gobierno Municipal, que observó los procedimientos del Fondo de Previsión Social, mientras que la Sociedad Arqueológica rechazaba el proyecto por atentar el patrimonio cultural de la zona.

Represas y riesgos sobre el patrimonio natural y arqueológico Fuente: Sociedad de Arqueología de La Paz, SALP. 2011. Proyectada ampliación de la Represa de Hampaturi podría poner en riesgo importante patrimonio natural y arqueológico del municipio de La Paz.

El Proyecto de construcción de la represa Hampaturi Alto, se emplazará sobre una zona intermedia entre las presas Hampaturi Bajo y Ajuan Khota (ver Figuras 2 y 3), proyectándose una capacidad de almacenaje de cerca a 6 millones de m3 de agua. La infraestructura de contención se extiende sobre una sección de 217 metros, de manera transversal a la corriente del Río Mikaya (parte alta del Río Hampaturi), que en su parte más elevada tendrá una altura de 37 metros sobre la superficie del lecho del río y en sus extremos de entre 8 y 10 metros. La zona de inundación tendrá una longitud de 1.9 km de largo y un ancho promedio de 200 metros. La construcción de la presa involucra también la construcción de caminos, zonas para la instalación de faenas, excavación y nivelación del lecho , la zona de construcción del muro de contención, el traslado de escombros y material extraído de la presa a zonas de depósito en dentro la misma cuenca, etc. Aunque el proyecto en sí es la construcción de una presa para ampliar la capacidad de almacenamiento de agua, los proyectistas del Fondo de Previsión social (FPS) han inventado la figura de un proyecto de manejo integral de la cuenca del Río Hampaturi, a fin de mitigar el rechazo de esta construcción por parte de las comunidades vecinas, evitar que el proyecto sea categorizado como 1 o 2 por la autoridad ambiental y crear de manera ficticia impactos locales positivos que atenúen los posibles impactos negativos sobre la biodiversidad y el patrimonio local. Algunas de las obras propuestas para mejorar las condiciones de acceso a agua y desarrollo local en la región implican también efectos negativos sobre la biodiversidad de las áreas protegidas municipales y el patrimonio arqueológico del municipio, en particular porque podrían deteriorar las terrazas, canales, Qolqas, paneles de arte rupestre, bofedales, trazos de antiguos caminos y senderos prehispánicos, etc. La cuenca de Hampaturi-Irpavi, forma parte de un antiguo territorio cultural prehispánico que guarda un pasado común con la región del altiplano, valles mesotermicos y yungas, habiéndose asentado en sus suelos grupos culturales desde fases tan tempranas como el 1000 a.C., los cuales establecieron sus asentamientos en las terrazas bajas de las laderas de montaña (Pampahasi, Chijipata) asociados a los principales ríos del lugar lo que les facilitó el desarrollo de las labores agrícolas. Con la presencia Tiwanaku en la región, como hacia el 400 d.C. el

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paisaje cultural y productivo se transformó significativamente, dando lugar a la construcción de enormas y masivas terrazas agrícolas (Figura 6), canales de riego y drenaje, asentamientos ubicados de manera estratégica en rigor a la política y la capacidad productiva local, teniendo como evidencias las ocupaciones de Pampahasi, Chicani, Callapa, Chijipata. La Sociedad de Arqueología de La Paz, en consenso con técnicos del patrimonio del GMLP, realizaron recomendaciones para que se solicite la anulación de la Licencia Ambiental dada al proyecto y se inicie un nuevo proceso, pero este curso de acción no parece convenir ni al FPS ni al propio Ministerio de Medio Ambiente y Agua (MMAyA), quienes vulnerando sus propias normas ambientales han optado por un camino plagado de anormalidades.

La sequía y desabastecimiento de agua a fines del 2016 Aparentemente, el año 2016, la confiabilidad del sistema, mencionada por Buxton et al. (2013), se cayó por adelantado. La Paz y El Alto, llegaron a experimentar un acuciante déficit de agua, por reducción de la carga hídrica de las represas. Como resultado de las sequías prolongadas (dos o tres años seguidos con déficit pluvial marcado), por efecto de El Niño y la llegada de La Niña a inicios del 2016, cuando ya se anunciaba el descenso de temperaturas en el océano Pacífico (NCEP/NWS.2016 /ENSO Alert System). A fines del año 2016, se verificó el desecamiento o colapso de las represas de Jampaturi, Incachaca y Ajuanqota, se dieron severos cortes de agua y racionamientos a la Zona Sur, Bella Vista, San Antonio y Miraflores. Una sucesión de días de noviembre con cielos totalmente despejados y anuncios apocalípticos en la prensa, de sequía total y ausencia de agua, hicieron que la población de La Paz y El Alto vivieran momentos de stress y angustia. Los años 2014 y 2015, por efecto de El Niño, hubo un déficit pluvial y ya se anunciaba una alta probabilidad de aparición de La Niña, con sequía. meteorológica marcada. A pesar de existir la información, ni el MMAA, ni EPSAS, ni Defensa Civil, tomaron las previsiones del caso, por ejemplo acelerando la ampliación de la represa Alto Jampaturi (volumen estimado de 6 millones de m3), paralizada debido al conflicto anteriormente analizado, o previendo nuevas tomas mitigatorias de otras fuentes de agua. De acuerdo a EPSAS, las represas de Jampaturi y Ajuanqota, son de reducido volumen, se llenan y rebalsan en poco tiempo, pero también se vacían de forma similar, lo cual ameritaba pensar en soluciones estructurales. Desde el nivel central se anunciaban cambio de autoridades (p.e. de EPSAS) o medidas paliativas de direccionar aguas de otras lagunas vecinas hacia Jampaturi; de cualquier forma, se hacia patente la improvisación y la falta de previsión en un tema de tamaña importancia. El conflicto EPSAS-Alcaldía (y por tanto Alcaldía versus MMAA y Gobierno central) no se dejó esperar (El Diario, 20 noviembre, 2016). Quedo en evidencia el mal manejo y pésima planificación del tema por parte del MMAA y la AAPS. También quedo manifiesto que, ni el MMAA, ni la Alcaldía, contaban con un inventario básico de las diversas vertientes de agua en

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el Valle de La Paz o de los pozos habilitadas en diversas zonas (que demostraron ser una alternativa importante en períodos críticos). Un sucesión de vacíos e inacciones. En esta estapa emergió una declaración gubernamental sobre el ―hallazgo‖ de la laguna Kasiri, como una potencial alternativa para incrementar la provisión de agua a las zonas más afectadas, hallazgo un poco tardío, pues la laguna está en la zona del Serkheqollu desde el Pleistoceno. La laguna Kasiri es un cuerpo de gua especialmente importante, tiene elevada belleza escénica, alto potencial para el turismo, es además un sitio de ritualiad desde épocas precolombinas. Es una laguna grande y profunda, con importante caudal alimentado por los glaciares remanentes de la cadena Serkheqollu. Ciertamente es un cuerpo de agua potencial para reforzar el sistema de abastecimiento de represas del sistema Jampaturi. Sin embargo, es un ecosistema frágil ante manipulaciones hídricas de gran alcance. En una etapa de desesperación ante la sequía, existe el riesgo de improvisación en la utilización del agua de dicha laguna, sin tener la información necesaria, ni haber realizado los estudios suficientes. Esto podría dañar el ecosistema y reducir su potencial para brindar el servicio ambiental. Entre diciembre del 2016 y enero del 2017, el Gobierno central procedió a realizar un ―bombardeo de nubes‖ (―cloud seeding‖) con yoduro de plata, en las zonas cordilleranas próximas a La Paz. Dicho bombardeodo coincidió con una corta afluencia de lluvias de verano en la región, lo cual dejó en la incertidumbre la efectividad real de dicho ―bombardeo‖, a esto se suma la ausencia de una línea base de datos de pluviómetros en las zonas bombardeadas. Estas acciones fueron notoriamente improviadas y llevadas por la desesperación. Se tuvo escasa información pública por parte del Gobierno sobre el detalle del costo de la operación, y nose conocío información

alguna sobre la repectiva autorización que debió dar el Ministerio de

Medio Ambiente. Dicha tecnología de manipulación climática se encuentra a nivel mundial en debate; además de la incertidumbre de su real eficacia, se cuestiona la posible distorsión en la distribución de lluvias regionales, aumento de tormentas eléctricas y repercusiones en la formación de granizos. Es evidente, bajo períodos de escasez crítica, la notable asimetría en el aprovisionamiento de agua en la ciudad. La zona central, Sopocachi, San Pedro, Av.Buenos Aires, etc., tienen una provisión más regular, al depender de las represas de Milluni (y Tuni en parte), con mayor aporte de aguas glaciales y mayor volumen de almacenamiento. En tanto que la Zona Sur, Bella Vista, San Antonio y Miraflores, sufren notables carencias, al depender del sistema de represas Jampaturi-Incachaca-Ajuanqota, que dependen mayoritariamente de aportes pluviales, y con represas de menor capacidad. Sin embargo, si la sequía es severa, ambos sistemas tienden a reducir sus aporte o incluso colapsar, como el 2016. La sequía meteorológica a fines de noviembre del 2016 parecía amainar, y daba lugar a un período corto de nutridas lluvias que dieron algo de esperanza, a esto se sucedieron nuevamente, a lo largo de diciembre, enero y febrero, una sucesión de varios días cálidos con escasas lluvias. En noviembre, en las zonas de Yungas de Tipuani se reportaton las primeras

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riadas e inundaciones por las intensas lluvias. Un panorama típico de La Niña. De cualquier forma, la recuperación o llenado de las represas del sistema Jampaturi-Ajuanqota por las lluvias de temporada, es algo coyuntural, dada su capacidad limitada y el probable riesgo de una nueva sequía (retraso de lluvias y poca lluvia) al siguiente año. Algo a mencionar, es que el Valle tiene antecedentes históricos de fuertes sequías y lo que se vivió el 2016, no es de manera alguna, una novedad. Desconocemos los detalles de cómo la gente de la ciudad y el Valle de La Paz, allá en diversas etapas de la colonia o a fines del siglo XIX, enfrentó las severas sequías mencionadas por historiadores Ríos de Reyes (2002) o Tandeter (1992). La gran diferencia es la dimensión de la actual población y de la demanda. Hay elementos positivos de dicho período de angustia, por una parte, la concientización y sensibilización de una gran parte de la problación urbana sobre la importancia del agua y el sentido de ahorro-no derroche; por otra parte, conocer las penurias de muchas familias de las zonas marginales y alejadas, o de tugurios en laderas (o de muchas regiones del planeta), que no tienen disponibilidad de agua, y que subsisten con unos pocos litros al día, pasando penurias para conseguirla. Es necesario además realizar una identificación detallada de los sitemas y acciones que en el medio urbano usan mayores volúmenes de agua (potable), por ejemplo, los talleres de lavados de autos, los cementerios jardines, campo de golf, el lavado privado de automóviles, incluso el riego no controlado de áreas verdes. En estos casos debería ser importante encontra fuentes alternativas de agua y procedimientos de ahorro. A lo largo de noviembre y diciembre del 2016, el desabastecimiento hídrico en La Paz y El Alto, generó desde luego, un sinfín de rumores, por ejemplo un posible desvío de las aguas de la represas para operaciones mineras; o las operaciones de empresas mineras Chinas en la zona del Illimani – cuenca de Palca (que nada tiene que ver con las represas que portan agua a La Paz). Curiosamente, la especulación mas inconsistente fue expresada en un matutino de reconocida seriedad (El Diario, 20 noviembre 2016-Especiales), en sentido de la supuesta importancia que tendría la represa hidroeléctrica de El Bala en relación a la sequía en La Paz. Ciertamente un desacierto informativo, o un oportunismo para tratar de justificar la nefasta megarepresa. El agua del reservorio del Bala (Chepete sensu estricto) no sería potable, salvo costosos procesos de depuración, por la inmensa cantidad de materia orgánica en descomposición, pero igualmente inalcanzable para la ciudad por estar a cientos de kilómetros de distancia. El Niño – La Niña y las sequías

En los años normales, las aguas superficiales calientes de la corriente del Pacífico son arrastradas por los vientos Alisios que vienen desde el Este, hacia el Oeste (Australia, Oceanía), consecuentemente no sube la temperatura del agua frente a la costa del Ecuador y Norte del Perú, y las aguas frías de la corriente de Humboldt bañan la costa en la superficie llevando grandes volúmenes de nutrientes que favorecen la pesca en los espacios marítimos

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de ambos países. El Niño o técnicamente ENSO (―El Niño Southern Oscilation‖), es una oscilación climática global que se produce ciertos años a partir de una corriente marina cálida del Pacífico, que genera una perturbación atmosférica global. Cuando llega El Niño, los vientos alisios que vienen del Este, se debilitan y los vientos del Oeste del Pacífico se tornan más fuertes y arrastran las aguas calientes superficiales de la corriente del Pacífico hasta las cotas del Ecuador y Perú. Las aguas de las zonas costeras del Perú y Ecuador son invadidas por la corriente cálida del Pacífico, y empujan a la corriente fría de Humboldt hacia zonas profundas del océano perjudicando la pesca en el Perú. El aire caliente ocasiona una mayor evaporación que da lugar a la presencia de masas de aire ecuatorial húmeda, grandes masas de humedad ingresan al continente, aprovechando la debilidad de los Alisios, ocasionando inmensas lluvias en diversas regiones continentales, especialmente de las vertientes orientales húmedas. El proceso ocasiona grandes inundaciones en las tierras bajas y sequías prolongadas en el Nordeste del Brasil o las tierras altas de los Andes. El Niño provocó en Bolivia catastróficas inundaciones los años 1982-1983,1992-1993, 1997 y 2007. Este desplazamiento de corrientes en el océano Pacífico comienza en diciembre, justamente en la época de Navidad, razón por la que recibió el nombre de El Niño. Se ha comprobado que este fenómeno es recurrente aunque no necesariamente cíclico, y que ha venido sucediendo probablemente desde épocas prehistóricas. La Niña es un fenómeno opuesto al Niño y notablemente menos entendido. Es la ―fase fría‖ de la oscilación ENSO, su afluencia se relaciona una intensificación de los vientos Alisios del este, los cuales empujan a la corriente fría del Pacífico o corriente de Humboldt hacia el oeste. Esto ocasiona un sobreabundante volumen de aguas frías en la costa y un descenso de las temperaturas del mar de 1ºc hasta 3 ºc por debajo de lo normal (24ºc.). Las masas de agua fría son arrastradas al oeste, dando lugar a la aparición irregular de aguas superficiales frías en el centro oriental del océano Pacífico. Al mismo tiempo las aguas y vientos cálidos del Pacífico son desplazados más hacia el este (Asia-Oceanía), ocasionando una intensificación de huracanes y tornados. La Niña impide por los cambios de presión ocasionados, el normal desplazamiento de la Zona de Convergencia Intertropical (ZCIT). La ZCIT es un cinturón de baja presión que ciñe el globo terrestre en la región ecuatorial. El anormal desplazamiento de la ZCIT durante La Niña, se traduce en grandes lluvias en las tierras bajas y pronunciadas sequías en las tierras altas. Actualmente se asume que ambos eventos ENSO, están siendo distorsionados por los efectos del cambio climático. Fuentes: Suplee,C. 1999. El Niño/La Niña. Círculo vicioso de la Naturaleza. 96-118 p. National Geographic. Marzo 1999. vol 4. Nº 3. Francou,B.,Pizarro,L. 1985. El Niño y la sequía en los Altos Andes Centrales (Perú y

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Bolivia). Bull. Inst.Fr.Et.And. XIV, Nº 1-2, pp 1-18. Maturana,J., Bello, M., Manley,M. 2013. Antecedentes históricos y descripción del fenómeno El Niño, Oscilación del Sur. Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada de Chile. Departamento de Oceanografía. Avaria.S., Carrasco. J., Rutllant.J, Yáñez.,E (eds.). 2004. El Niño-La Niña 1997-2000. Sus Efectos en Chile. CONA, Chile, Valparaíso. pp. 13-27.

Demanda y uso de energía En cuanto a la demanda y consumo energético de la ciudad de La Paz, a diferencia del caso del agua, es notable la falta de información básica sobre el gasto o consumo energético de los habitantes de la ciudad de La Paz; aparentemente no se han elaborado estadísticas al respecto, o no se los ha hecho públicos, y los pocos datos existentes son variables, exiguos y poco confiables. En el departamento de La Paz, funcionan tres sistemas hidroeléctricos: Zongo, Taquesi y Miguillas, parte del sistema Interconectado Nacional (SIN), que generan cerca del 95% de la energía eléctrica que se consume en la región. La ciudad de La Paz es abastecida desde inicios del siglo XX por el sistema de plantas del Valle de Zongo. La empresa Electropaz, de capitales extranjeros y que comercializó el mercado de electricidad en la ciudad de La Paz durante varios años, fue nacionalizada por el Gobierno el año 2013, dando lugar a una empresa nacional denominada DeLaPaz. El año 2005, el acceso total a la electricidad en Bolivia fue del 67%, uno de los más bajos de América Latina. De acuerdo a esporádica información hallada en la web, el año 2006, el consumo de energía eléctrica per cápita en Bolivia, fue de 588 kWh, esto significó un aumento del 19% desde 1996. Comparativamente a otros países (Estados unidos:13.000 kWhpc; Francia:7.400 kWhpc; China:3.800 kWhpc; Brasil: 2.600 kWhpc), el consumo de energía en Bolivia es uno de los más bajos del planeta. El Teleférico necesita una potencia aproximada de 5 MW. Los departamentos del eje central (La Paz, Cochabamba y Santa Cruz) consumen el 78,6% de la demanda de energía eléctrica del país, cuyo requerimiento máximo ascendió a 1.270 MW este año. En tanto que las ciudades capitales, incluida El Alto en La Paz, consumen más de dos tercios de dicho porcentaje. De acuerdo a información de ENDE, La Paz consume 300 megavatios (MW) de electricidad, mientras que la oferta llega a 350 MW. El rango de consumo en la ciudad de La Paz oscila entre 60 y 480 kWh. La tarifa residencial media en Bolivia para el año 2006, fue de 0,0614 US$/kWh; en tanto que el promedio para América Latina y el Caribe, fue de 0.115 US$/kWh. La tarifa de la empresa de electricidad Electropaz, el año 2013, bordeó los 0,63 bolivianos por kw/h en La Paz.

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Los hidrocarburos que consume el departamento de La Paz (un 70% corresponde a las ciudades La Paz-El Alto) son gas natural (23%), gasolina especial (21%), diesel oil (18%), GLP (12%), que provienen de la producción y refinación en otros departamentos y de importaciones realizadas por el país. En cuanto al gas domiciliario, la ciudad de La Paz el año 2015, contaba con 36.559 conexiones. El consumo per cápita promedio general de hidrocarburos también es bajo (9.673 kcal/hab/día). La Paz es una ciudad fría gran parte del año, hace unos siglos pudo ser aun más fría (pequeña edad glaciar) y el uso de leña y carbón debió ser intenso. En la actualidad los sistemas de calefacción propiamente, no son comunes y es más generalizado el uso de estufas, en especial en el invierno. A priori se conoce que existe una notable asimetría o desigualdad en el consumo energético, entre pobladores del centro o zonas residenciales (Sur, Sopocachi) y los de las laderas, Villas y barrios periféricos, aunque no existen estudios comparativos, ni estadísticas. Esto tiene que ver con las dimensiones de las viviendas y el número de focos o bombillas, el uso de estufas, cocinas eléctricas, el número de diversos electrodomésticos, duchas cotidianas (frecuencia y duración). La asimetría energética tiene además que ver con el uso del automóvil y el consumo de combustibles. El habitante andino popular, es ahorrativo en cuanto al uso de agua y energía; el reduccionismo peyorativo y racista asume por ejemplo, que la baja frecuencia de las duchas o baños de mucha gente de las clases populares, tiene que ver con ―la falta de costumbre‖, con flojera o desidia personal. En realidad el tema tiene mayormente que ver, por una parte, con la rudeza del clima (mucha gente evita los baños frecuentes por el frío mordiente del Valle, y en especial en las laderas, y el miedo a los resfríos) y por otra, con la economía adaptativa, y la desigualdad. La gente que prescinde de las duchas cotidianas, es en general, gente pobre, muchas veces carece incluso de conexión de agua potable domiciliaria. Adicionalmente, las duchas están entre los artefactos eléctricos que consumen más energía y elevan las facturas de luz hasta niveles prohibitivos para muchas familias de bajos ingresos. Al respecto, faltan estudios sociológicos. En cuanto a la ingesta de calorías y hábitos alimenticios, también existen diferencias notables en cuanto la variación en torno a las 2.000 Kcal/día estándar recomendadas. Especialmente en los últimos 10 años se ha notado una fuerte propensión a la sobre ingesta calórica en muchos sectores de la población de la urbe, siendo más notorio en las clases populares, donde la tendencia a la obesidad es evidente en hombres, mujeres y hasta niños, con severas consecuencias para la salud, por desórdenes gástricos, hepáticos y cardiopatías. Esto obedece sin duda a dietas ricas en carbohidratos y grasas, pero especialmente al consumo de alimentos azucarados, comida chatarra y gaseosas. Resulta anecdótica la situación de la nueva ―burguesía popular‖ de comerciantes y transportistas varones, donde la ostentación de una prominente barriga es sinónimo de prosperidad y al contrario la esbeltez o delgadez es síntoma de pobreza. Sin embargo, es también evidente en la urbe, que una gran proporción de personas con

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bajos ingresos o subempleos, están muy por debajo de la ingesta calórica estándar recomendada.

La Huella ecológica de la ciudad Las ciudades del mundo consumen entre el 67 y el 76% de la energía mundial y son responsables de la emisión de entre el 71 y el 76% de las emisiones directas e indirectas de gases de efecto invernadero – GEI (IPCC, 2014), no obstante, tan sólo las 380 ciudades más relevantes de los países desarrollados son responsables de alrededor del 60% del PIB mundial, lo que las coloca prácticamente como los mayores centros consumidores del planeta (Delgado, 2015). La huella ecológica tiene mucho que ver con el consumo de agua y energía, pero en realidad es un indicador agregado integral, definido como ―el área de territorio productivo (cultivos,

pastos, bosques o ecosistemas acuáticos) necesaria para producir los recursos utilizados, asimilar los residuos producidos y construir infraestructuras, por una población dada con un modo de vida específico de forma indefinida‖ (Prieto,F. 2003). El cálculo de la huella ecológica es complejo, y en algunos casos, imposible, lo que constituye su principal limitación como indicador. De cualquier forma, existen diversos métodos de estimación a partir del análisis de los medios de vida que una persona usa y recursos que consume, así como de los residuos que produce. Una forma de medir la huella es remitirse a las superficies de uso: Superficies cultivadas o con ganadería, superficies construidas, superficies de ecosistemas degradados o modificados, superficies con deterioro de la calidad ambiental (Sanderson,E.W. 2002). La huella por habitante debe considerar una multiplicidad de aspectos, como, consumo de energía fósil (transporte), energía eléctrica consumida, agua, alimentos o kilocalorías (y/o equivalente de superficie cultivada o de cría de ganado), residuos sólidos, líquidos y gaseosos emitidos. Estimaciones de WWF (2006) que se realizaron en base a la formulación del economista ecológico Mathis Wackernägel a partir de la superficie productiva ocupada, arrojaron la cifra de 1,7 hectáreas como capacidad óptima y suficiente de soporte del planeta para cada habitante. También se mencionaba que en el nuevo siglo, el consumo promedio por habitante era de 2,8 hectáreas, por lo que, a nivel global, se estaría consumiendo más recursos y generando más residuos de los que el planeta puede generar y admitir. Estas cifras fueron asumidas a nivel global como un parámetro estándar y se repiten hoy en día como un mantra, en casi todas las páginas web que abordan el tema de la huella ecológica. Si bien hubo un importante desarrollo del concepto en los primeros años del nuevo siglo, posteriormente casi cayó en desuso, especialmente por las dificultades de medición y la diversidad de propuestas metodológicas, que en vez de clarificar el tema, lo hicieron más confuso y abstracto. De cualquier forma, las cifras antes mencionadas, permitieron realizar otras estimaciones, como que la huella la ecológica del habitante promedio de países industriales, multiplica entre siete a diez veces la huella ecológica de un habitante promedio de Latinoamérica. Mientras que

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un niño nacido en un país industrializado, durante el curso de su vida tendrá un consumo y agregará una contaminación equivalente al de 30 o 50 niños nacidos en un país en vías de desarrollo. Esto ha conducido además a la conclusión de que serían necesarios entre tres y seis planetas como la tierra, para que los más de 7.000 millones de seres humanos actuales pudieran vivir todos en el ritmo de consumo de los países desarrollados. La comparación entre países es muy revelador (WWF, 2006), mientras la Huella Ecológica promedio mundial se estima en 2.8 Unidades de Superficie, la Huella en Francia era de 7.3, en Alemania y el Reino Unido de 6.2; en Japón 5.9, Canadá 7.2 y Estados Unidos 12.2; en países africanos como Bostwana la Huella Ecológica era de 1.7, Zinbawe 1.4 y Ruanda 0.9. América Latina figura como la región del mundo con la menor Huella Ecológica, pese a que algunos países como Chile (3.4) y Uruguay (4.8) superan el promedio mundial. Bolivia, Perú y República Dominicana aparecen con una Huella Ecológica de 1.3. En el punto anterior se vio que los niveles de consumo de energía y agua, del país y de la ciudad de La Paz, comparativamente a otras ciudades del continente, es notablemente más baja. De alguna forma, estas diferencias son indicativas de que al menos de forma parcial para dichos indicadores, nuestra huella país es efectivamente baja, lo cual es verificado por las estimaciones de WWF del año 2006. En relación a la generación de CO2 a nivel familia o vivienda, existen datos estimativos, por ejemplo, una vivienda promedio de los Estados Unidos produce unos 70 kilogramos de CO2 por día, lo cual es más del doble del promedio de las naciones europeas y casi cinco veces el promedio global (Miller, 2009). Las viviendas en las naciones sudamericanas pobres, como Bolivia, Ecuador o Paraguay, emiten por debajo del promedio global, esto es alrededor de unos 10 kilogramos de CO2 por día. La situación en la ciudad de La Paz estaría muy cerca de este valor. Nuevamente se videncia que nuestra huella en términos de carbono, es baja comparativamente a la escala global. El año 2013 se desarrolló el Proyecto Huellas de Ciudades, que buscó medir la Huella de Carbono y la Huella Hídrica de las ciudades de La Paz, Quito y Lima, a fin de promover la reducción de emisiones. Dicho proyecto estableció que la huella per cápita de carbono en La Paz es 1,7 toneladas por persona al año, comparativamente en Lima es menor, pero en Quito es el doble, situación que estaría relacionada con el tipo de transporte mayoritariamente utilizado. Entre las conclusiones destacan que el transporte es responsable del 49% de las emisiones de gas de efecto invernadero, las actividades domésticas provocan el 24%, por residuos sólidos 13%, y el 14% por la actividad industrial (Hoffmann, 2014). Respecto al uso del agua, La Paz tiene una huella hídrica de 250 metros cúbicos por habitante, Quito tiene el doble y Lima el triple. Nótese que esta cifra supera los datos provenientes del INE y de EPSAS, analizados en un punto anterior.

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Podemos concluir que la huella de la ciudad de La Paz-El Alto y sus habitantes en promedio, es baja, casi a cualquier otro lugar del mundo, sin embargo, respecto de las zonas rurales, poblados menores y pequeñas ciudades de la región (Caranavi, Patacamaya, incluso Oruro), la huella de La Paz es muy elevada, en términos de consumo de agua, energía, alimentos, espacio, y especialmente en la generación de residuos. En cuanto a la construcción de construcción de edificios sostenibles, INCERPAZ menciona que algunos de los requisitos para hacer amigables ambientalmente dichas infraestructuras son: uso de materiales locales, reciclados, no contaminantes, durables; eficiencia energética (ahorro energético, generación de energía propia); eficiencia en el consumo de agua. Este proceso puede estar certificado por sistemas especializados a nivel mundial como el LEED (Leadership in Energy & Environmental Design), desarrollado por el Consejo de la Construcción Verde de los Estados Unidos. Hasta el año 2016, el único edificio sostenible que había cumplido con las normas LEED en Bolivia era la Torre Montenegro en la ciudad de La Paz.

Cambio Climático en el Valle de La Paz El cambio climático en curso y generado a partir del efecto invernadero o del calentamiento de la atmósfera por los gases industriales de los últimos 50 años principalmente, actualmente casi ya no tiene discusión y se constituye en un axioma. La totalidad de las regiones del país enfrentan diversas distorsiones y efectos negativos relacionados con el cambio climático (UDAPE, 2015). El cambio climático global aumenta progresivamente la presión de eventos extremos y el deterioro crónico sobre los recursos naturales, en particular el agua, por tanto, se acrecientan numerosos conflictos, siendo que las primeras víctimas son grupos de mayor vulnerabilidad, como las comunidades indígenas y campesinas, así como los colectivos urbanos precarizados que viven en zonas de alto riesgo, y que reducen enormemente sus capacidades adaptativas. El Valle de La Paz, según los registros históricos, ha tenido desde siempre una variabilidad climática llamativa, con severos trastornos, como fuertes sequías a lo largo de varios años o períodos de lluvias extremas (y en estrecha relación a los fenómenos ENSO o Niño-Niña), o al fenómeno global de la pequeña glaciación durante la colonia. Dicha variabilidad en gran parte está ligada a las condiciones climáticas de las regiones de la alta montaña. Sin embargo, dicha variabilidad habría empezado a intensificarse en los últimos 30 años. Se asume que la oscilación Niño-Niña o ENSO, estaría ingresando en una dinámica de mayor recurrencia y una alternancia Niño-Niña, incluso de forma inmediata de un año al otro, como el periodo 2007-2008, con inundaciones extremas an las tierras bajas. Los reportes y debates iniciales sobre el cambio climático a nivel mundial se reportan a los años 70 del siglo pasado, en Bolivia, el tema empieza a ser tomado en cuenta seriamente a fines de los años 90. En la actualidad, a pesar de los escépticos detractores del cambio climático (de toda índole, desde despistados, hasta interesados), el indeseable proceso es reconocido como

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una realidad, y si bien el Valle de La Paz, siempre estuvo a merced de la variabilidad climática extrema, todo parece indicar que el clima está más cambiante que antes. Algunos elementos percibidos y registrados en los últimos 40 años en el Valle de La Paz y la región circundante, y que podrían ser considerados como indicadores del cambio climático son, la recurrencia de sequías meteorológicas, con retraso o erraticidad del período lluvioso, elevaciones extremas de los máximos de temperaturas en el verano, al mismo tiempo que una tendencia al aumento de la amplitud térmica, aparición de plagas en plantas ornamentales (pulgones en retamas y hongos en cipreces), ascenso de mosquitos hematófagos a zonas de mayor altitud (Següencoma, Obrajes y San Jorge). Cuesta et al. (2012), han presentado un importante documento que analiza los posibles impactos del cambio climático sobre la biodiversidad en los Andes tropicales. Se percibe que en la actualidad, hay una tendencia a la ocurrencia de eventos climáticos extremos relacionados con una mayor frecuencia, tanto sequías meteorológicas, como períodos de lluvias agigantadas, esto además en posible correlación a una afluencia más constante de la oscilación ENSO. Sin embargo, resulta difícil precisar como síntoma del cambio climático, los eventos pluviales extremos aislados, como la granizada del 2002, puesto que el Valle de La Paz habría sufrido estos avatares desde la época de la colonia o antes; de cualquier forma, una recurrencia cada vez más frecuente de eventos extremos, sí puede atribuirse a una distorsión mas acentuada del clima regional. En el caso de los eventos extremos, como una gran riada o un mega deslizamiento, la gente y las autoridades reaccionan prnotamente, se forman redes o nexos de solidaridad entre los afectados, etcétera. Los eventos extremos inciden en un gasto público elevado e inmediato. Pero en el caso de los efectos crónicos, como la reducción de la disponibilidad de agua, éstos tienden a pasar incluso desapercibidos, la gente se acostumbra a ellos, entran a formar parte de la cotidianidad. En términos de atención a desastres, los efectos crónicos son acumulativos y deterioran los medios de vida y la salud de la gente y de los ecosistemas. Es como el caso de las enfermedades, la gente reacciona ante un infarto (evento extremo), pero, ante las dolencias crónicas tiende a haber un proceso de acostumbramiento y a dejarlas pasar, a pesar del daño que pueden estar ocasionando. Entre los posibles efectos crónicos del cambio climático, figuran las manifestaciones de la sequía meteorológica, especialmente severas en las zonas de Puna o altiplanos, implican un acuciante déficit pluvial al inicio y/o durante la estación húmeda (octubre-marzo) o un alargamiento de la época seca. Estos eventos pueden durar algunos meses (2009, 2016) o en casos extremos extenderse a toda la estación. Después de la época seca normal (abril-agosto), la reactivación de los flujos de agua en los ecosistemas y el llenado de reservorios, dependen de las primeras lluvias, los retrasos significativos o lluvias espaciadas con menores montos pluviales, ocasionan niveles críticos de reducción de agua en los ecosistemas y una angustiante carencia en la población de toda la metrópoli. Estas reducciones de caudales y retrasos de las

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lluvias, si bien podrían tener relación con las distorsiones del cambio climático, también tiene relación con las oscilaciones del fenómeno ENSO. La angustiante carencia de agua del año 2016 en varias zonas de la metróploli La Paz-El Alto, no se pueden atribuir únicamente al cambio climático o el calentamiento global, o al ENSO. Se debe sumar, el aumento de la demanda y el número de usuarios, el derroche de agua y en especial la ineptitud de las autoridades del MMAA (Ministerio de Medio Ambiente y Aguas) de la AAPS (Autoridad de Fiscalización y Control Social de Agua Potable y Saneamiento) y pro supuesto de EPSAS, en términos de prevensión y mitigación. También, debe ser asumido y así lo menciona el Proyecto Bolivia+4C del BMI (Bolivia Mountain Institute), que la expectativa de +2ºC a fines del presente siglo, queda muy chica, puesto que los modelos tienden a mostrar que se pueden superar dicha cifra mucho antes. Así mismo, se debe considerar el fenómeno de ―islas de calor‖ que se forman en las grandes ciudades por efecto de la asfaltización, infraestructuras masivas refractantes-verticalización, gran número de vehículos que emiten calor, incluso después de dejar de funcionar (además de gases), y reducción de las áreas verdes. Esto significa que los aumentos de temperatura en las urbes, en especial con la configuración topográfica como la Paz, pueden ser considerablemente más altos. La arquitecta Daisy Rodríguez (La Razón, 4 octubre, 2015), sostiene que las islas de calor urbanas son bolsones de aire cálido que se forman debido a los edificios y superficies pavimentadas, refractantes y emisoras de calor (incluyendo los miles de motorizados), que siguen irradiando calor aún en horas de la noche y pueden ocasionar incrementos de temperaturas de 3 a 4 grados centígrados. La comparación del clima de una línea base 1960 -1990 y el clima actual 1991- 2010, muestra un calentamiento a predominio de los meses de verano e inicios del invierno, donde se registran las mayores oscilaciones. Así concluye el estudio realizado en el marco de la UMSA-GMLP, 2012. Dicho estudio también asume que la evaluación del clima de La Paz, mostro que estamos en presencia de cambio climático en la ciudad con veranos más calientes y por ende con febreros más cálidos (con niveles record de temperaturas altas), lo que se refuerza con el registro diario de las temperaturas, que muestra una tendencia incremental y anomalías de temperaturas por encima de los promedios mensuales, en un escenario de cambio climático urbano, donde el aumento de temperaturas, implica por ejemplo, un mayor uso de agua, o de aire acondicionado en algunos edificios. A fines del 2016, no existe, o al menos no se conoce, un programa integral municipal dirigido a lograr una transformación progresiva de la ciudad de La Paz en una ciudad más ecológica, más verde y consecuentemente más resiliente a los efectos del cambio climático. A nivel mundial existe un gran movimiento para enfrentar los desafíos e impactos del cambio climático (NatGeo, 2016), que incluye varias medidas como, el incremento de áreas verdes con jardines arbustivos en vez de pasto (y conservación de relictos de vegetación), el uso del agua pluvial, huertas urbanas, edificios verdes (con terrazas vegetadas), casas ―inteligentes‖ que mantienen

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el calor, ahorro de energía y agua, energía solar domiciliaria, alumbrado público economizador de energía, etc. Como se ve, falta mucho que hacer por una La Paz más resiliente. El cambio climático global ha comenzado a acelerar los efectos del actual interglaciar, ocasionando desde hace unos 40 años, la fusión de los glaciares en diversas cordilleras del mundo. Numerosos glaciares y campos de nieve permanente de la cordillera real desaparecieron totalmente y hoy en día se observan en su lugar, solo rocas blanquecinas. Nevados como el Huayna Potosí y el Mururata han reducido el nivel de sus ventisqueros los cuales se encuentran ahora a gran altura. Una de las señales más notables del calentamiento, ha sido la pérdida acelerada de glaciares y campos de nieve permanente en la Cordillera Real, siendo que el ex nevado Chacaltaya se ha convertido en una suerte de ícono de los efectos severos del cambio climático. Francou (2004) menciona para los Andes del Ecuador, a partir de cuadros y dibujos realizados a mediados del siglo XVIII, que los límites nivales se encontraban por cerca de los 4.700 msnm., y que a partir de inicios del siglo XX se produce un franco retroceso de los glaciares. Inclusive el nevado Illimani, en fotografías y pinturas de inicios del siglo XX, presentaba prolongadas lenguas de glaciar que descendían probablemente hasta los 4.700 msnm inclusive; en la actualidad el límite nivel está por encima de los 4.900 msnm. La reducción de las nieves del Illimani entre principios de siglo y la época actual podría superar hasta un 40% de pérdida.

Glaciares – fuentes de agua Expertos en diversos países, dedicados al estudio de los glaciares y cambio climático a lo largo de muchos años, han alertado repetidamente que existe un severo riesgo ambiental asociado al retroceso glaciar en los Andes y se sentirá especialmente en el equilibrio del sistema hidrológico (Paz Aedo y Montecinos, 2011; Francou, et al., 2011; Hoffmann, 2006, 2013; OXFAM, 2015). Se perderán extraordinarias reservas de agua dulce y se alterará irreparablemente el aporte regular de agua no solo a las comunidades locales próximas, sino a grandes ciudades como Quito, Arequipa, La Paz o El Alto (Hoffmann, 2006). Diversos estudios indican que en América del Sur se concentran más del 95% de los glaciares tropicales del mundo, con una superficie aproximada en 2.500 km2., de los cuales el 22% se encuentran en Bolivia. Los glaciares bolivianos representan el 20% de los glaciares tropicales del mundo, lo que indica su enorme importancia (Marangunic, 2014). Los glaciares tropicales ubicados en las cordilleras de Bolivia tienen sus periodos de recarga en una época donde se dan los índices mayor radiación solar y mayores temperaturas (noviembre a febrero), por lo que dicha capacidad de recarga es menor en comparación a otros glaciares en otras zonas del planeta. Por otra parte, sus dimensiones relativamente pequeñas y el aumento de la ablación o derretimiento, casi permanente durante todo el año, hace que estos glaciares

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sean especialmente vulnerables a las fluctuaciones del cambio climático. También, el fenómeno de El Niño (ENSO), con los desarreglos climáticos que ocasiona, y en especial las fuertes sequías relacionadas en regiones altas, ha sido indicado como un gran contribuyente al retroceso de los glaciares. Bajo el estado actual de conocimiento, la experiencia del Chacaltaya y otras montañas (Ramirez, 2008), y considerando diversas opiniones de expertos sobre las futuras tendencias, las cubiertas glaciales de nevados como el Tuni Condoriri, Huayna Potosí y otros menores (caso Quimsa Cruz), podrían incluso desaparecer en el curso de la próximas décadas, en tanto que las del Illimani, Illampu y Mururata experimentarían severas retracciones, tanto en sus caras noreste (hacia la vertiente húmeda) como del suroeste (hacia Punas y valles secos). Es posible que los vientos desecantes ascendentes (efecto Troll) desde zonas secas y cálidas, aumenten la fusión de los mantos de nieve. También el arrastre de humo y partículas de hollín o aerosoles producto de las quemas en las zonas bajas y las propias partículas de hollín de la contaminación urbana de La Paz-El Alto, puedan estar dando lugar a la formación de ―crioconitas‖, hollines (carbón negro) que se depositan sobre la nieve, reducen el albedo, aumentan la temperatura e incrementan su fusión. En la época seca, como es el caso del valle de La Paz, los nevados casi en directo con estos ―corredores de vientos con humos‖ (p.e. Illimani, Mururata, Quimsa Cruz) pueden llegar a ser los más afectados por la pérdida de sus glaciares. El escenario 2030, podría significar que solo se cuenten con vestigios de glaciares en los nevados más importantes y el escenario 2060 con total ausencia de capas permanentes de nieve y hielo. Sin embargo, según algunos expertos, como Soruco (2008), mencionado en el estudio UMSAGMLP (2011), no habría una desaparición de la totalidad de los glaciares a corto o mediano plazo, ya que las reservas glaciares situadas a mayor altura presentarán una recesión más lenta y paulatina que sus similares situados a menor altura y con exposiciones más desfavorables. Un aspecto de interés en la dinámica de los glaciares, es la función esencial dadora de agua, que tiene vigencia, aun cuando los grandes mantos de los glaciares descubiertos, puedan haber desaparecido. Es el caso de los Glaciares cubiertos, de piedra y de fisuras de rocas (Rangecroft,S. 2015; OXFAM, 2015), que constituyen reservorios importantes. Al momento son casi desconocidos, no existen inventarios o cuantificaciones de superficies y volúmenes de agua almacenada. A modo de recordatorio, la Cordillera Real muestra la siguiente diversidad de glaciares:    

Glaciares descubiertos o visibles, son masas de hielo perenne y relictos o remanentes de acumulaciones milenarias, están en proceso de reducción o retroceso. Glaciares cubiertos en la base de los glaciares. Ocultos o enterrados. Glaciares de piedra. Inmersos en coluvios y taludes. Glaciares de fisuras de rocas. Inmersos en grietas profundas.

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Los mantos de nieves y campos de hielo temporales, acumulados de grandes tormentas de nieve y granizo, desaparecen en el curso de unas semanas o meses, pero contribuyen a enriquecer los glaciares cubiertos, de roca y de fisuras, además aportan importantes volúmenes de agua a humedales y lagunas, Ha sido advertido en varias oportunidades, que este conjunto de estructuras son gigantescos reservorios de agua y los principales reguladores del ciclo hídrico. Ya se observa un retroceso por los efectos del cambio climático, pero pueden darse otro tipo de alteraciones efectuadas por el hombre, por ejemplo mega-operaciones mineras (como las que podrían darse en las faldas del Illimani). Los impactos podrían destruir los glaciares cubiertos, de piedra y de fisuras o grietas (incluso campos de permafrost en el piso periglacial y bofedales), lo cual significaría la pérdida de los medios de vida de las comunidades asentadas en sus faldíos, las cuales, perderían sus fuentes de agua, sobre todo en épocas de baja precipitación.

Riesgos de desastres La

sensibilidad y fragilidad de las grandes montañas de las cordilleras andinas es una

característica o sello de origen, donde las vertientes escarpadas, paredes rocosas y sustratos geológicos fracturados por la tectónica, están en equilibrio precario, ya sean temblores o fuertes precipitaciones que recargan los coluvios y transforman las arcillas estructuradas en torrentes líquidos de barro que se deslizan ladera abajo, arrastrando todo a su paso (Dollfus, 1991). Como ya se ha descrito en varios apartados, una gran parte del Valle de La Paz tiene una topografía muy accidentada y suelos de considerable fragilidad; a lo largo de su historia se han producido de forma recurrente, eventos catastróficos de riadas, avalanchas y torrentes de lodo, deslizamientos. El riesgo es mayor si se considera la escasez de cobertura vegetal, típica en una región montañosa árida, y la mayor tendencia climática a episodios pluviales cortos y de gran intensidad (tipo desierto), con frecuencia acompañados de granizo. También, las anomalías cíclicas de los eventos ENSO (Niño-Niña) han generado altos niveles de riesgo e impacto a lo largo de la historia. Los torrentes o avalanchas de lodos se conocen como ―huaycos‖ o mazamorras y pueden generar grandes pérdidas de vidas humanas y económicas.

Eventos

extremos por lluvias intensas han sido descritas en el Valle desde la colonia, ocasionado hundimientos, remociones de tierra en masa e inundaciones: el hundimiento de Janko Janko (Achocalla) en 1582, el sepultamiento de Mecapaca por mazamorras, casi tres siglos más tarde, el hundimiento de Tembladerani en 1873, y el gran desborde del Choqueyapu en 1959, la granizada del 2002 y el deslizamiento de Villa San Antonio el 2011. Las posibles anomalías del cambio climático global, en este casos a partir de lluvias extremas, incrementan el nivel riesgo y de vulnerabilidad.

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El Valle de La Paz es extremadamente vulnerable a los impactos de los torrentes montanos, en especial en el sector noreste, como los ríos Irpavi, Achumani o Huayñajawira. En los años 80 del siglo pasado, los barrios de Achumani o Irpavi sufrieron severas inundaciones de lodos y mazamorras con graves pérdidas de viviendas. Los encauzamientos y canalizaciones de estos ríos, así como la construcción de protecciones de gaviones, han reducido dichos riesgos pero no han eliminado la amenaza. Cuando estos ríos son canalizados, se producen olas pulsantes (estudiados por Molina et al. 1995) caracterizadas por su alto poder destructivo, dada la potencia acumulada que liberan, las cuales pueden desbordar con resultados igualmente desastrosos. Un elemento especialmente crítico que define el incremento del riesgo de desastres en el Valle y que se ha hecho más recurrente en los últimos 30 años, es la mayor recurrencia de las lluvias cortas, pero excepcionalmente torrenciales, más aún si van acompañadas de granizo o con alternancia de granizo y lluvia, que aumenta el riesgo de eventos extremos. Sin duda existe una correlación entre la inestabilidad tectónica y de los suelos, y anormales períodos de pluviosidad, lo cual ha dado lugar a hundimientos o deslizamientos, como es el caso de Cotahuma o de Villa San Antonio-Kallapa. Entre las de mayor vulnerabilidad esta toda la región de los badlands de Llojeta-Alto Següencoma, posiblemente producto no de uno, sino de varios aluviones y torrentes de barro a lo largo de la historia geológica. Bajo una eventual o cíclica etapa de lluvias de verano agigantadas (por ejemplo, por un ENSO), estos terrenos y cuencas altas no consolidadas, que han sido devastadas por masivos terrapleneos para loteamientos, por tanto, más inestables que lo normal, podrían ocasionar un inmenso corrimiento y torrente de lodo que afectarían la parte baja de la microcuenca, incluso hasta Obrajes. El estudio de la UMSA-GMLP (2012) manifiesta, que independientemente de la presencia o no de ―El Niño‖ o ―La Niña‖ (ENSO), la vulnerabilidad urbana, está conformada por una relación compleja de múltiples factores, en el que el grado de exposición estará determinado por la suma de elementos económicos, políticos, sociales, demográficos, migratorios y culturales. A esto se agrega un crecimiento no planificado de la ciudad, y que tienen como resultado un incremento del grado de vulnerabilidad de la población. Se han identificado varias zonas de alto vulnerabilidad y riesgo en el Valle (UMSA-GMLP, 2012). Las zonas con un nivel muy alto de vulnerabilidad se encuentran en la periferia de la ciudad. Las zonas con un nivel alto son Mallasa, Ciudadela Estronguista, la parte alta de Chasquipampa, Kallapa, Santa Rosa de Kallapa y Santisima Trinidad. Las zonas con un grado moderado son Achachicala, Vino Tinto, Pura Pura, Bajo Llojeta, Calacoto, Cota Cota, Chasquipampa e Irpavi, en tanto que las zonas con grado ―Bajo‖ son parte de Achumani, Obrajes, Tembladerani, Miraflores bajo, Gran Poder, Villa Copacabana y Villa Fátima. Las zonas con un nivel ―Muy Bajo‖, según dicho estudio, son Sopocachi, San Sebastián, todo el casco Central y parte de San Pedro. Del total del área del macro distrito Sur, el 13 % está

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identificada como área de muy alto riesgo. Llama la atención que las zonas de Las Lomas –Alto Llojeta y Cotahuma (con el antecedente histórico que tiene) no estén consideradas en estas listas. En el nuevo siglo, dos grandes eventos catastróficos pusieron de manifiesto nuevamente la condición de elevada fragilidad del Valle.

La Granizada del 2002 Eran aproximadamente las tres de la tarde del martes 19 de febrero de 2002, a dicha hora, la ciudad se oscureció súbitamente, como si fueran las siete de la noche. Una inmensa cumulunimbus con su corona a una altitud superior a los 10 kilómetros, y que llego a cubrir en extensión la totalidad del Valle, descargo más de 70 milímetros de granizo y lluvia, en poco más de una hora. La supercélula se estacionó entre las zonas Norte y Central. La temperatura descendió de 13,3 a 8,2 grados celcius.

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La monstruosa granizada que duro casi una hora, fue seguida de una lluvia torrencial por espacio de varios minutos. El granizo-hielo acumulado, especialmente en la parte alta y media de la ladera oeste, fue empujado a lo largo de las calles, convertidas en ríos caudalosos y torrenteras. La riada arrastraba kioskos y

tarimas de los puestos de venta de la zona

comercial Garita, Tumusla, avenida Buenos Aires, también arrastraba gente y automóviles. La zona de San Francisco y el túnel a la calle Figueroa se convirtieron en un gran contenedor de agua-nieve (granizo) que invadió la calle Honda, ocasionando varios decesos. La furiosa riada enfilo a la zona Sur a través del rio Choqueyapu, absolutamente desbordado y fuera de control arrastrando enseres, automóviles y cadáveres. En total, casi un centenar de decesos, incluyendo personas desaparecidas, varios cuerpos se encontraron en el río de La Paz, ya en la zona de yungas; algunos cuerpos nunca fueron encontrados. Al día siguiente, miércoles 20 de febrero, me encontraba en la avenida Mariscal Santa Cruz, a la altura del subterráneo. Ese día, frío y nublado, fue decretado receso laboral y escolar en la ciudad. El centro estaba casi desierto, con pocos automóviles circulando, había escombros del arrastre de la riada por todas partes; se respiraba un aire de desastre, de conmoción general. Algo inusitado ocurrió entonces, un hombre, desconocido, a unos metros de mi, se me acercó y me dio la mano, se quedó unos segundos muy cerca y en silencio, con el rostro apesadumbrado, como el mío, mirando la avenida cubierta de piedras y lodo. Luego, me volvió a dar la mano y con el rostro consternado, se fue. Algo que normalmente jamás ocurre. Una gran riada fue reportada en 1959, sin embargo, no existen detalles de su magnitud o de las pérdidas materiales o humanas, tampoco se sabe si hubo granizo o si fue solamente una lluvia torrencial. En el caso del 2002, el factor que maximizo la tragedia fue la masiva caída de granizo. Hardy (2009), concluye que la distribución espacial del desastre de febrero del 2002, se explica primero por el proceso meteorológico: la granizada se concentró en el centro y la parte noroeste de la ciudad, para que luego, las aguas confluyeran hacia el fondo de la hondonada, es decir en la parte sur de la ciudad. Pero también menciona que entre 1994-2002 se observó una bajísima inversión del GMLP en prevención de riesgos, lo cual en parte explica las repercusiones del desastre. Al 2016, se reporta el funcionamiento del Sistema de Alerta Temprana, dependiente de la Dirección Especial de Gestión Integral de Riesgos de la Alcaldía (DEGIR).

El mega deslizamiento de Kallapa - Villa San Antonio – Kupini El sábado 26 de febrero de 2011 ocurrió uno de los desastres más impactantes de los últimos años en la ciudad de La Paz. El evento, se inició el 24 de febrero de 2011, con la aparición de grietas en calles y en terrenos de la ladera este de la ciudad de La Paz y que fue seguido por el denominado megadeslizamiento de Kallapa el 26 de febrero. A causa de las intensas lluvias se produjeron deslizamientos en cadena, así como movimientos de traslación y rotación, el río Chulluncani se desbordó y afecto tres macrodistritos de la ladera este: San Antonio, Sur y Jampaturi (barrios de Pampajasi, Valle de las Flores, Santa Rosa de Kallapa, Metropolitana,

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Kupini II, Pampajasi Bajo Central, Kallapa y 23 de Marzo). Las pérdidas materiales (viviendas, enseres, calles, plazas) fueron cuantiosas, pero no se tuvo que lamentar pérdidas humanas. Como en otros eventos catastróficos, la razón principal de este desastre se centra en una gran cantidad de días con precipitación (UMSA-GMLP, 2012), es decir, susceptibles a saturar los suelos y con un valor apreciable de lluvia concentrada unos días antes del deslizamiento, lo cual crea las condiciones ideales para lubricar el talud, sobrecargarlo hidráulicamente e intensificar el impacto.

Resiliencia ante eventos extremos Aún son pocos los estudios sobre la resiliencia de las comunidades o poblaciones en situaciones de desastre y post eventos extremos. Un análisis corto aunque bastante contundente y conclusivo es el de Salamanca (2011) respecto de la situación de los barrios de Kupini (Zona Kallapa, Barrios de la Flores, etc.) después del gran deslizamiento del 2011. Dichas áreas han sido descritas como poco habitables (deslizables, con riesgo de hundimiento, sin servicios básicos, etc.)

pero de igual forma, fueron ocupadas mediante compra o apropiación del

territorio por parte de gente con escasos recursos. De acuerdo a Salamanca (2011), La gente sabe que vive en áreas inestables no tienen los capitales necesarios para poder vivir en lugares más seguros, entonces tiene alto grado de vulnerabilidad y están altamente expuestos a mayores riesgos, siendo que buscan a través de medios formales e informales dar solución a los problemas que enfrentan. Una vez que se produce el desastre, los que cuentan con capitales logran reconstruir, o irese a otros lugares, y los que son más vulnerables no. La situación se agrava al no existir una política de protección social, lo único que les queda es sobrevivir en peores condiciones, pudiendo llegar en algunos casos a la indigencia. El análisis de Salamanca, pone de manifiesto que son las mujeres, cuando se produce el desastre, quienes reaccionan de forma asertiva, colocando a buen recaudo a los/as hijos/as, ancianos/as y los pocos bienes que se pueden salvar, los hombres de acuerdo a dicho estudio, colapsan y no reaccionan, sino hasta que pase el evento. Se ha comprobado que muchos varones se dan a la bebida en situaciones críticas. Otro elemento importante es que en muchos casos se auto-diseñan redes de seguridad o protección, funcionan las líneas de parentesco materna y paterna, el padrinazgo, el compagrazgo, son factores que les permite resolver temas urgentes de albergue, alimentación, educación, entre otras, lo cual sin duda, refuerza los elementos de resiliencia. Un elemento álgido al producirse un desastre es la disolución o debilitamiento de los mecanismos de gobernanza, tanto al interior de las juntas de vecinos, como el relacionamiento con el Gobierno municipal, porque la negación a los damnificados se da por parte de ambas instituciones, al no existir políticas públicas para atender a los afectados, o si existen

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(reglamentos relativos a la Defensa Civil) no se cumplen, o no se aplican oportuna y efectivamente. El punto de análisis crítico de Salamanca gira en torno a la acción de las autoridades municipales:….‖Las autoridades municipales no hacen nada al no estar agendado el problema.

Mas bien se tiende a deslegitimizar a aquellos afectados indicando que son familias que viven en áreas de riesgo y que han ido a habitar esos lugares con el único propósito de que la Alcaldía les compense con otro terreno y por otra parte indicar que son ilegales, clandestinos, informales o sea que están fuera de la norma legal y por lo tanto por ayudarlos los ubican en campamentos, y les proveen de alimentos hasta que pase la cobertura periodística‖… Acertadamente manifiesta, que las autoridades del gobierno local prefieren que se invisibilice el problema y tratan por todos los medios de silenciar a los damnificados, prometiéndoles que les van a dotar de terrenos y van a ayudar a reconstruir sus casas. Al respecto, si no se conforma un grupo de presión, es difícil agendar los temas críticos en la política pública y por lo tanto, sin una visibilizacion y acompañamiento efectivo por parte del Estado y de la misma población que vive en áreas de alto riesgo, es muy difícil construir comunidades resilientes. Salamanca concluye que la población no construye resiliencia ante la presencia de eventos adversos, y esto puede partir del hecho de que la percepción que tiene la gente que vive en las laderas es negar que existe riesgo de desastres naturales, para no perder status social y seguridad sobre su bien, por tanto, les preocupa consolidar su asentamiento, de lo que se trata es ingresar a todos los sistemas que los vuelven legales, ser parte de la ciudad, y no estar en una condición de marginalidad. Adicionalmente, al no ser temas agendados, las instancias nacionales, cómo subnacionales, no generan políticas que permitan tener a la población viviendas seguras, estabilidad laboral, acceso a los servicios públicos y de seguros y protección a los grupos mas vulnerables, y mas bien, alientan procesos de fraccionamiento, marginalidad, exclusión. Lastimosa y contradictoriamente, el propio Gobierno y otras instancias del Estado, estimulan una figura de ―darwinismo social‖. Se han desarrollado iniciativas interesantes, aunque aisladas, sobre la gestión de riesgos y resiliencia, es el caso del estudio impulsado por la Comunidad Andina en cinco barrios con ubicación critica en la ciudad (Reyes Pando, 2009). En el marco de dicho estudio se identificó que la ausencia de herramientas técnicas era un aspecto reconocido por la población como un obstáculo para poder plantear argumentaciones técnicas que sustenten sus propuestas y sus demandas, en materia de gestión del riesgo e, incluso, para permitir su incorporación tanto en los planes operativos anuales (POA) y PDM, del Municipio (Reyes Pando, 2009).

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La pesadilla de la energía nuclear en La Paz El Gobierno de Evo Morales dio la apertura a modalidades de producción de energía de alto riesgo ambiental y social, como la nuclear (núcleo-eléctrica). ¿Por qué tratar este tema en este trabajo?, pues porque de alguna forma, la ciudad de La Paz, o más bien la metrópoli La Paz-El Alto, quedó en el ojo de la tormenta, al llegarse a especular con ideas descabelladas, como que una planta de energía nuclear podría construirse en El Alto. Finalmente, el Centro de Tecnología Nuclear, inicialmente propuesta para la zona de Mallasilla, finalmente quedo ubicada en El Alto. La idea de la aventura nuclear en Bolivia ronda desde el año 2006, cuando un desafortunado artículo de Luis Vásquez Medina (2006), propone la demencial idea de una central nuclear a orillas del Lago Titicaca, cerca de la ciudad de Puno en Perú, y de la cual, proponía que Bolivia debería tener una coparticipación. Pocos años después, el IBTEN aprovecha una temeraria nota de prensa que argumentaba a favor de la energía nuclear. El IBTEN decidía salir de su olvido y abandono, planteando la explotación de uranio (en Potosí, Cerro Cotaje) y la posibilidad de construir una planta de energía nuclear en Bolivia. La idea fue tomada al vuelo por el Gobierno y salen las primeras declaraciones a favor de la posible explotación de uranio y la energía nuclear. A partir del 2010, la prensa dio amplia cabida a las alusiones gubernamentales en favor del tema, luego vino el desastre de Fukushima, el 2011. Evo Morales al igual que algunos dignatarios mundiales se asustaron momentáneamente, pero la temeridad fue más fuerte y nuevamente se dio paso al tema nuclear con mayor entusiasmo que antes. Sofismo y paralogismo

En algunos temas especialmente críticos, como los transgénicos, fracking o la energía nuclear, casi siempre se ha manejado la falacia entre el paralogismo y el más descarado sofismo. De acuerdo a los principios básicos de filosofía, la falacia es un razonamiento falso, en esencia un error o falsedad. El paralogista, usa la falacia o falsedad, de forma involuntaria, por ignorancia y casi sin intención de engañar. En cambio el sofista, usa la falacia de forma voluntaria, conociendo plenamente la falsedad y con intención expresa de engañar o hacer daño. En el tema de la energía nuclear, puesto muy en boga en Bolivia por el Gobierno desde el año 2008, abundan los paralogistas, especialmente en los más altos cargos de gobierno, pero también hay sofistas, tanto en altos cargos públicos, como camuflados en círculos tecnocráticos o en carreras universitarias. Un típico paralogismo producto de la ignorancia se dio entre los representantes de una comisión de asambleistas del MAS que trataban públicamente el tema, los cuales públicamente manifestaron que el Centro mencionado no produciría residuos peligrosos. En cuanto a un sofismo de lo más descarado, se dio con el propio Director del IBTEN, quien llego a opinar públicamente que ―en términos generales, la industria de generación de energía nucleoeléctrica ―puede preciarse de ser una de las más seguras‖ (El Día 11 marzo 2015).

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Con la incursión terriblemente temeraria e irresponsable del Gobierno, de promover la energía nuclear, la gestión ambiental en Bolivia, literalmente quedo hecha papilla. Obviamente el Ministerio de Medio ambiente, como siempre, guardó absoluto silencio. Las críticas de activistas y organizaciones ambientalistas fueron numerosas y muy severas (Ribera, 2015). Se mencionó lo absurdo e innecesario de la propuesta del Gobierno, dadas la fuentes de energía alternativa disponibles, cuyo argumento fue la de emular ―la modernidad de otros países‖. Se dio una falsa concepción en el Gobierno de que la energía nuclear significa modernidad, cuando en realidad es una forma de energía que a nivel mundial ingresa en el marco del abandono y la obsolencia, por sus enormes costos y baja eficiencia comparativa, así como por su elevado riesgo socioambiental. Una falla en un reactor nuclear no es lo mismo que la explosión del horno de fundición del ingenio de Karachipampa (ya van dos) o las paralizaciones del teleférico. La amenaza al ambiente y la salud de la gente es miles veces más grande. A fines del 2015, se redujo el discurso de la planta de energía, pero avanzó la idea de la construcción del Centro de tecnología nuclear, para fines experimentales, médicos e industriales, a ser localizado en la ciudad de El Alto, esto después del rechazo de los vecinos de Mallasilla y Achocalla, que eran las locaciones iniciales propuestas por el Gobierno. La tenaz oposición de los vecinos de dichos barrios, obligo al Gobierno a trasladar el proyecto a uno de los distritos (Nº 8) de El Alto, pero con esto el riesgo no disminuye. La instalación de un centro de investigación en tecnología nuclear, también conlleva riesgos de accidentes, implica el uso de uranio como combustible, así como la manipulación y transformación de otros diversos materiales radiactivos, por lo tanto, no puede estar instalado cerca de zonas urbanas y/o densamente pobladas. El caso del fatal accidente nuclear por residuos peligrosos (Cesio 137) de un centro hospitalario en Goianía en Brasil, el año 1987, debe llamar la atención. Al momento de plantear la instalación de dicho centro en la zona de los valles secos de Mallasilla y Rio Abajo, el Gobierno no tomó en cuenta algunos aspectos cruciales en general, por ejemplo, que dicha zona es un corredor de vientos, fuertes, constantes y ascendentes. Cualquier accidente que pudiese ocurrir, lo cual es muy probable, podría dispersar contaminantes radiactivos no solo en la zona sino hacia toda la ciudad de La Paz e incluso a El Alto. Por otra parte, dicha zona es parte del ―torrente de barro de Achocalla‖, una formación geológica altamente inestable y deleznable conocida como zonas de ―badlands‖ y sujeta a periódicos hundimientos y deslizamientos, lo cual aumenta el nivel general de riesgo. Considerando la temeridad y falta de sentido común en los líderes del Gobierno masista, la instalación del Centro Tecnológico Nuclear puede ser el primer paso en los planes para el desarrollo de una planta de energía nuclear.

La lógica urbano centrista Ya vimos que desde fines del siglo XIX, la lógica o visión urbano centrista en la ciudad de La Paz, fue en aumento. A lo largo del siglo XX, esta lógica se hizo mucho más evidente, en

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especial a partir de la segunda mitad de siglo. Ya en 1992, el pensador H.F.C Mansilla, hacía referencia al concepto, como una crítica a la realidad ecológica latinoamericana. En el siglo XXI, predomina de forma absoluta lo urbano-centrista, en todos sus posibles niveles. El urbano centrismo, es el alejamiento y la negación de la naturaleza, por el ensimismamiento en las supuestas bondades y beneficios de la gran ciudad. Esto repercute negativamente en la gestión ambiental y el estado ambiental de cualquier territorio. La lógica urbano-centrista, un enfoque, visión y vivencia centrada casi absolutamente en el espacio y la dinámica de los centros urbanos y en especial en las grandes ciudades, se caracteriza por estar concentrada en la cotidianidad del confort, el tedio o la supervivencia, girando exclusivamente en torno a cubrir o satisfacer las necesidades inmediatas del quehacer de la vida en la ciudad, incluidos los aspectos lúdicos o hedónicos. Desde la perspectiva más estricta del urbano centrismo, lo urbano o citadino es lo único y lo mejor, lo que esta hacia la periferia o más lejos del ciudad, es precario, sucio, agreste, insalubre, inseguro, incómodo, salvaje, ―con bichos‖, es lo desconocido y amenazante. Contrariamente, lo netamente urbano, supuestamente es seguro, cómodo, limpio, sano, civilizado, óptimo y confiable, etc. El medio urbano se caracteriza por su uniformidad y homogeneidad de formas, su disposición o distribución ordenada y seriada de espacios (casas, edificios, calles), el medio urbano estéticamente es monótono y altamente predecible, esto se manifiesta inclusive en sus denominadas ―areas verdes‖ como parques, alamedas o arboledas (que son espacios domesticados no naturales). En general los medios citadinos, inclusive en regiones tropicales húmedas son comparativamente pobres en diversidad biológica debido a la artificialización del paisaje. En el medio citadino o urbano, el poblador es condicionado desde su nacimiento a una adaptabilidad visual a los patrones espaciales rectilíneos - cuadrangulares, seriados (repetitivos) ordenados, y predecibles que se dan en casas, edificios, calles, interiores, puertas, ventanas, plazas, etc., generan una valoración estética condicionada para cualquier persona habitante regular de las ciudades. Esto implica por el contrario, una clara inadaptación o dificultad adaptativa, en los habitantes de las grandes ciudades a los patrones y disposiciones espaciales aleatorias, impredecibles y desordenadas que predominan en la naturaleza, y que inclusive son comunes en los paisajes rurales Paralelamente a las características estético espaciales de la ciudad, es la ausencia de silencios (al menos hasta la una o dos de la mañana), es la cacofonía de multitud de ruidos liderados por las bocinas de los automóviles y en general un sordo murmullo que solo desaparece en horas de la madrugada. El habitante urbano genera un proceso de adaptabilidad al ruido y al caos, la ―cultura del ruido y del stress‖. Un elemento central del urbano-centrismo es el desapego y la aversión hacia lo silvestre y lo rural, y una proyección a cada vez mayor al modernismo y confort del medio citadino. Es un

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divorcio de la naturaleza. Este carácter excluyente de lo natural, significa que grandes colectivos citadinos se caractericen, no solo por la indiferencia hacia los ámbitos extra urbanos, sino, también a las problemáticas ambientales que ocurren en el país, en especial las que suceden en ámbitos lejanos. El urbano centrismo muestra indiferencia ante temas o problemáticas ambientales, como ser la pérdida de bosques, la pérdida de biodiversidad, la contaminación minera, la expansión petrolera en áreas protegidas o tierras indígenas, o el anuncio de implementar plantas nucleares. La lógica urbano-céntrica con frecuencia llega a ser notablemente indiferente a las problemáticas ambientales propias del medio urbano, como ser la contaminación del aire, la acumulación de la basura o el ruido excesivo. Actualmente, esta tendencia de desdén hacia lo ambiental, es exacerbada por la posición anti ambiental de la clase gobernante. Dicho sea de paso, una gran parte de las autoridades de Gobierno son urbano centristas acérrimos. Sin embargo, el desapego e irrespeto hacia la naturaleza no es privativo de los urbano centristas, en las regiones rurales alejadas hay indicativos de un gran divorcio entre los pobladores locales y el medio natural, prueba de ello es el grupo de desalmados campesinos de Tiraque que el año 2016, apalearon a un cachorro de oso Jucumari hasta casi matarlo, una especie única, emblemática y por supuesto, amenazada, y para colmo, en el borde del Parque Nacional Carrasco. Algunas características y tendencias del habitante urbano centrista extremo son: acumulación; consumismo,

ostentación

y

derroche;

comportamientos

hedonistas,

individualistas

y

materialistas, visiones pro desarrollistas, hábitos alimenticios orientados al sobre consumo, comidas ostentosas o tipo ―chatarra‖, tendencias a la obesidad, o por el contrario, a la vigorexia y el narcisismo. Todo ello abunda en esta Oh! Linda La Paz… Una gran parte de la gente urbanocentrista tiene especial apego al automóvil, a la máquina, sea por necesidad, por confort, o por estatus y ostentación. Esto tiene otras derivaciones, por ejemplo, el Dakar, una fantochada disfrazada de deporte y turismo, otra contradicción más de un deplorable Gobierno que proclamaba la defensa de la Madre Tierra, así como fueron las tristes declaraciones, nada menos que de una ministra de medio ambiente. El Dakar tiene la dudosa virtud de haber contribuido a deidificar, más bien a fetichizar, la maquina. En tanto, los escenarios naturales o culturales por donde discurre, se tornan secundarios, irrelevantes, solo vía de paso; la brecha entre el urbanocentrista y la naturaleza, en vez de reducirse, se hace mas grande. La antítesis de lo urbano céntrico es la ciudadanía ecológica, un concepto genérico que abarca un amplio conjunto de comportamientos y actitudes respecto de le medio ambiente y la naturaleza. Un rasgo unificador es una convicción y preocupación genuina por la amplia diversidad de problemas ambientales y culturales, como la crisis ambiental planetaria, la protección de la naturaleza o el avasallamiento de los pueblos indígenas. Esta convicción o compromiso implica una actitud amigable, empática y de franco apoyo hacia la naturaleza y un posicionamiento en contra de las causas que la amenazan. La ciudadanía ecológica mantiene

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posiciones contestatarias, no conformistas y críticas en contra del sistema en general, y los modelos de desarrollo extractivistas, anclados en un economicismo obsesivo y unidimensional. Desde luego, la ciudadanía ecológica es comparativamente una minúscula minoría, entre algunos artistas, filósofos, periodistas, poetas, periodistas, o biólogos. Los no-urbano centristas y que aspiramos a ciudadanos ecológicos, con frecuencia nos declaramos urbano-fóbicos y nuestro concepto de felicidad mayor está en navegar varios días por la soledad del rio Quiquibey en las selvas del Pilón Lajas, o contemplar todo un día el Illimani, desde un picacho de Alto Animas. Mucha gente vive en la lógica urbano centrista, es decir, a espaldas de la naturaleza y de las problemáticas ambientales, porque así lo quiere, porque no tiene información, no tiene o no conoce alternativas, o porque no puede, pues lucha por sobrevivir a duras penas. ¿Cuánta gente de La Paz puede darse el lujo de pasar un par de días en el ecolodge Chalalan del parque Madidi?... Lo irónico es que muchos que somos amantes de la naturaleza y pretendemos ser ciudadanos ecológicos, tampoco podemos hacerlo. Hay sin embargo, determinados hitos en los cuales parece válido poner en duda la supuesta total indiferencia del urbano centrismo de la gente citadina, hacia los temas ambientales o de los pueblos indígenas. Es el caso del recibimiento multitudinario y casi militante de cientos de miles de personas - estudiantes, maestros, escolares, artistas, amas de casa, obreros, taxistas, profesionales - al arribo de la Octava Marcha Indígena en defensa del TIPNIS. La solidaridad de la ciudadanía de La Paz a dicho movimiento, en especial después del atropello policial violento en Chaparina, es algo histórico, así como el repudio general a un Gobierno caprichoso y ensoberbecido de poder. Esto además, supone un halo de esperanza y que la lógica urbano centrista, no es un sello indeleble A parte de la tipificación genérica del urbano centrista, se han ensayado otras tipologías que diferencien diversos grupos ciudadanos en cuanto su relación y grado de percepción de la ciudad y el mundo externo a esta, ese algo lejano y que en muchos casos solo han visto en documentales o fotografías. Existen varios intentos, uno de ellos es el que nos presenta Esteban Galaz (2002) desde un enfoque del comportamiento individual frente al paradigma ambientalista. Cabe resaltar que las tipologías descritas por Galaz son plenamente coincidentes con la visión o sello urbano centrista. Tipologías urbanas

Fuente: Esteban Galaz (2002), Universidad y Medio Ambiente: los desafíos éticos del hombre de la era de la globalización. El Hedonista: Individuo en permanente búsqueda de lo placentero, lo cómodo, lo que no exige esfuerzo, su mayor anhelo es disfrutar, y en lo posible, sin asumir consecuencias. Todo aquello que le signifique un sacrificio le produce una instintiva aversión, algo que es fomentado por la propaganda de la televisión, que le ofrece como suprema aspiración el

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confort, la comodidad, lo fácil, lo rápido. La perspectiva de caminar le causa instintivamente un rechazo a su naturaleza enemiga de todo esfuerzo físico. Su tendencia a rehuir la incomodidad hace que no tenga un comportamiento de colaboración con las batallas ambientales o sociales. Su conducta haragana configura un comportamiento del cual no se puede esperar compromiso ético y ni siquiera de conciencia cívica. El consumista: Galaz resume con total crudeza la situación, el consumista es el personaje más odiado y censurado por líderes y dirigentes de la izquierda o intelectuales académicos y de la prensa (podríamos añadir y por ambientalistas de diverso tono), pero el más imitado por cualquiera de ellos cuando llegan a acceder a una renta de regular importancia. Tiene una verdadera avidez por adquirir la mayor cantidad de posible de bienes, necesarios o no, lo cual implica que su disposición de gastar, nutre los actuales modelos de desarrollo economicista. La avidez de compra se extiende a todo lo nuevo, al último modelo, lo más sofisticado, el consumista es la presa más fácil de publicidad que estimula el consumo y el sobreconsumo, incluyendo la subliminal apelación de los medios publicitarios a formas de erotismo banal y degradante como mecanismo de estimulación al consumo automático. Hedonistas y consumistas son situaciones culturales intercambiables, básicamente complementarias y su exacerbación responde a los estímulos del modernismo creciente de las grandes ciudades, emergen por esencia en las clases sociales de altos ingresos y disponibilidad de gasto, también las clases medias ascendentes y en pleno proceso de aburguesamiento son extremadamente proclives a sumarse a estos modelos culturales. El materialista. Es otra de las categorías producto del desarrollo economicista de las grandes urbes, para este, solo tiene valor lo que se puede expresar en cifras, cantidades, utilidades, rentabilidad, ganancia. Sus coordenadas relevantes para situar la importancia de algo, de un territorio o un proyecto, están definidas por cuánto vale, y ahora especialmente en euros. Es absolutamente difícil introducir la concepción de bienes intangibles, de valores naturales o culturales que no tienen precios de mercado. Este tipo de sujeto se ha instalado cómodamente en puestos de decisión de ministerios y bancos, además de las agencias de financiamiento internacional. Podríamos complementar que su ubicuidad se ha extendido a toda la fauna tecnocrática de ministerios, programas, fondos, organismos internacionales de cooperación, etc. A todos les es muy difícil sino imposible, valorar el verdor de la selva, la singularidad de una especie amenazada o la limpidez del aire, categorías completamente ajenas no solo a su interés sino que ni siquiera ingresan en su marco de referencia conceptual. Toca de hablar de otro producto socio-cultural citadino, que en general ya pulula cómodamente en la ciudad desde hace varias décadas, el escéptico. Es el hombre post moderno que no tiene fe en nada, en esencia es un nihilista. El relativismo moral es credo y se decanta en actitudes de ironía ante cualquier persona que tiene un compromiso, ya sea ambiental, social, religioso o de otra índole, ridiculizando cualquier modalidad de

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posicionamiento personal o grupal. No tiene por tanto ninguna capacidad o potencialidad de compromiso el cual elude en función a su posición indiferente. Desafortunadamente esta línea de ―desposicionamiento‖ es muy común en muchos jóvenes de diversas clases sociales. Finalmente otro habitante del mundo moderno citadino es el individualista, el triunfador solitario, el yuppie o neo yuppie, altamente competitivo que avanza a codazos, un buen competidor en el denominado ―rat-race‖. No se vincula, no se asocia, salvo para hacer negocios o sacar dividendos. Compendia los atributos que exige el modelo cultural liberal (y neo-liberal) competitivo y que basa su funcionamiento en rápidos juegos de la oferta y la demanda. Defiende a rajatabla la libertad individual y el libre albedrío. Se siente incomodo, y hasta es absolutamente incapaz de trabajar en equipo (donde no luce), conceptos como colaboración, cooperación, reciprocidad, son ajenas, por tanto es casi inservible en las esferas de la ciencia ambiental, social y académica donde un requisito fundamental es la transdiscliplinariedad. De cualquier forma, la conducta ambientalmente sana exige muchas restricciones a la libertad individual y los individualistas huyen por principio de esta esfera.

Economía y Brecha de desigualdad En términos económicos, según datos recogidos por la revista especializada América Economía

(2016), la ciudad de La Paz tiene un Producto Interno Bruto (PIB) de 6.893 millones de dólares y un PIB per cápita de 2.506 dólares. Comparativamente a otras ciudades capitales de la América Latina (Buenos aires 362 mil millones, Lima 111 mil millones, Bogotá 109 mil millones, Quito 24 mil millones), La Paz es una ciudad muy pobre. Mirando al interno, y en ausencia de información específica, podemos suponer que el PIB de La Paz, a excepción de Santa Cruz, debe ser más alto que del resto de las ciudades de Bolivia. Es posible que estos valores de producción interna tan modestos, hayan influido en la opinión de Mazurek (2008), quién desde un sentido my critico

afirma:…la ciudad boliviana no tiene ―función central‖, ni real

participación en la construcción de una economía nacional. De cualquier forma, como en cualquier lugar del mundo, el motor que mueve la ciudad, es la economía. De cómo esa economía se distribuya entre los habitantes, dependen las brechas de desigualdad. La Paz, es una ciudad que posiblemente tuvo profundas desigualdades desde su fundación, acentuándose en la época republicana y siendo cada vez más marcada a medida que se aproximaba la modernidad y expansión del siglo XX. Un estudio del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz (GAMLP, 2012), a partir del uso del coeficiente Gini (índice utilizado comúnmente para medir las desigualdades económicas), mostró la gran brecha existente entre los hogares más ricos de La Paz que perciben en promedio más de 71.000 bolivianos anuales, frente a los más pobres que tienen un ingreso de 4.340 bolivianos al año. Los cálculos realizados en dicho estudio muestran que los hogares más

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ricos del municipio de La Paz, perciben cada mes un promedio de casi 6.000 bolivianos, frente a los más pobres, que sobreviven con cerca de 350 bolivianos. El universo de hogares que percibe el nivel más alto (71.000 Bs/año) capta el 27,9% del total de ingresos, mientras que los hogares con menos ingresos (4.340 Bs/año) representan solo el 1,7% del total de los ingresos distribuidos entre la población del municipio de La Paz. La línea de pobreza en la ciudad de La Paz se habría incrementado notablemente desde inicios del nuevo siglo, es posible que la línea de pobreza extrema se mantenga sin muchos cambios (según el Gobierno a disminuido) y que el número de medicantes, menesterosos, o personas sin hogar, se haya mantenido, al menos no parece haberse reducido; pero la pobreza ―media‖ o regular, sí habría experimentado un aumento, de cualquier forma, haciendo la brecha de desigualdad más amplia. De acuerdo a un estudio de medición de la pobreza en el municipio de La Paz (GAMLP, 2013), la incidencia de pobreza en el municipio alcanzaba el 33.8%, es decir, casi 300.000 personas viven debajo de la línea de pobreza. Los macrodistritos Periférica y Max Paredes presentan el mayor número de personas pobres, al igual que Jampaturi, Villa San Antonio y Cotahuma (básicamente las laderas). A propósito de una estudio sobre la resiliencia de poblaciones en situaciones de desventaja económica en casos de desastres, Salamanca (2011), menciona un aspecto muy llamativo y clarificador: … ―estas familias pese a que se encuentran en la línea de la pobreza, no se

perciben como tal; desde su imaginario son los otros los pobres. Esta percepción tiene que ver con los procesos de naturalizacion de la pobreza y con la idea que no soy pobre, porque aunque poquito y con mucho esfuerzo, aun mis hijos van al colegio, puedo llevarlos a la posta de salud, tengo un techo propio; la pobreza la asocian solo a la indigencia‖… Pero la brecha no solo implica distribución de dinero o capacidad de gasto, sino también las grandes diferencias o desigualdades en la dotación de servicios básicos y el acceso a la vivienda. En este sentido los cinturones de tugurios en las diversas laderas, nos muestran, sin necesidad de mayores estudios, la amplitud de dicha desigualdad, y tiene mucho que ver con el concepto del Vivir Bien. Vigente en el siglo XXI, perdura la exclusión y discriminación racista, abierta o velada, casi como un elemento simbólico de la ciudad y el Valle, pero con profundas repercusiones sociales, culturales y económicas, desde luego. Al igual que en muchas ciudades Latinoamericanas, y más aún en una ciudad de contrastes como La Paz, en el paisaje social laboral, muchos oficios (claves, pero considerados marginales) como albañiles, obreros en general, colectores de basura, guardias de la policía, vendedores ambulantes, empleadas domésticas, etc., son ejercidos por personas indígenas y de raíz indígena, con predominio de apellidos Mamani, Choque, Chura, Quispe, etc., o ¿cuántos albañiles hay con apellidos, De Urioste, Loayza, Reyes Villa, Del Castillo, Grossman, o Montes de Oca, etc.?. Esto a su vez, tiene estrecha relación con

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diferenciaciones marcadas en la ocupación de zonas de la ciudad, como ser, El Alto, las laderas, tugurios alejados, los condominios en la zona Sur o los edificios lujosos, etc. La Paz, en el siglo XXI, es una ciudad donde el racismo es sistémico y prevalece de forma lacerante, cotidiana, a pesar de la connotada Ley 737, y es una viva expresión de la brecha de desigualdad.

El Vivir Bien El concepto del Vivir Bien o Buen Vivir, fue perfilado por una intelectualidad post-modernista latinoamericana, como contraposición al modelo mundial capitalista y como un paradigma relacionada a la forma de vida de las culturas indígenas y originarias, que poseen lógicas comunitarias y acervos tradicionales en cuanto al uso armónico y no expoliativo de la tierra. El concepto es mencionado en el preámbulo de la nueva constitución boliviana, cuando se describen los rasgos del nuevo Estado: Un Estado basado en el respeto e igualdad entre todos,

con principios de soberanía, dignidad, complementariedad, solidaridad, armonía y equidad en la distribución y redistribución del producto social, Udonde predomine la búsqueda del vivir bienU; con respeto a la pluralidad económica, social, jurídica, política y cultural de los habitantes de esta tierra; en convivencia colectiva con acceso al agua, trabajo, educación, salud y vivienda para todos. En palabras de Fernando Huanacuni (2010 a,b), uno de los ideólogos del paradigma en Bolivia, ―el ―Suma Qamaña‖, es nuestro horizonte y nuestro camino del paradigma comunitario que es

muy distinto al colectivo comunista y al individual moderno capitalista. El Vivir Bien es un camino y es un horizonte‖. Según este intelectual aymara, la traducción que más se aproxima de ―Suma Qamaña‖ es ―vida en plenitud‖; actualmente se traduce como ―vivir bien‖. De acuerdo a Huanacuni (2010), el Vivir Bien va mucho más allá de la sola satisfacción de necesidades y el

solo acceso a servicios y bienes, más allá del concepto de bienestar basado en la acumulación de bienes, el Vivir Bien no puede ser equiparado con el desarrollo, tal y como es concebido en el mundo occidental. Huanacuni argumenta que: el Vivir Bien es una convivencia donde todos nos preocupamos por todos y por todo lo que nos rodea (hablando supuestamente de los pueblos indígenas), y lo más importante no es el hombre ni el dinero, lo más importante es la armonía con la naturaleza y la vida. Bello discurso, pero la realidad muestra que persiste una cruel paradoja: la inconsistencia de los discursos gubernamentales en los países progresistas, frente a los impactos y amenazas que enfrentan las comunidades indígenas en las zonas de operaciones extractivas o con implementación de diversos megaproyectos. Estos ven afectados sus derechos básicos, perturbados sus medios de vida, divididas sus organizaciones sociales, y enfrentan graves obstáculos para poder Vivir Bien; el caso más visible ha sido el TIPNIS. De esta forma y tras una década de emerger oficialmente, dicho concepto ha quedado en la incertidumbre y como un mero simbolismo decorativo en diversas leyes del Estado plurinacional. Algunos intelectuales latinoamericanos, como Atahuallpa Oviedo del Ecuador, tienen una visión disidente desde la misma esquina pro indigenista, y han llegado a sugerir, que lo que se ha

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producido, es un secuestro o plagio del concepto, utilizando el vitalismo y la cosmovisión de los pueblos indígenas, pero sin poder llegar a concretar una forma de identidad propiamente. Oviedo manifiesta que el concepto del Buen Vivir o Vivir Bien, ha llegado a tener un halo de misticismo muy cercano a las corrientes new age. Similares opiniones se han dado en tono crítico en Bolivia (Stefanoni, 2010). Otra de las mayores incertidumbres sobre la aplicación efectiva del concepto, surge en los grandes colectivos sociales de las ciudades y mayormente inmersos en las lógicas urbanocéntricas, las cuales, como se ha visto, implican un amplio abanico de posturas y formas de vida, desde los hedonismos y materialismos centrados en la ostentación y el derroche, hasta figuras de pobreza extrema y desamparo. Las profundas asimetrías económicas urbanas, en especial en las grandes ciudades, así como las notorias lógicas individualistas, constituyen barreras formidables hacia la plena adopción del paradigma. Algunos autores latinoamericanos han hecho hincapié en esta temática (Zárate, 2011; Delgado, 2015; Cárdenas y D‘Inca, 2015). ¿Se puede concebir el Vivir Bien en una ciudad-metrópoli, del tipo y tamaño como La Paz-El Alto?, y aprovechemos esta oportunidad para hacernos otra pregunta, ¿la gente de la aldea urbana de la etapa colonial, o la del siglo XIX, vivía bien (o vivía en más armonía) que la gente actual? En este sentido, llega a ser crítico el divorcio entre las lógicas urbano-céntricas y las lógicas del Vivir Bien, que pueden estar más allá de las fronteras de las ciudades. Al respecto es importante mencionar la percepción de Gudynas (2012) respecto al comportamiento societal en las grandes ciudades, donde ―el costo ambiental o la destrucción de la naturaleza que sustenta

ese tipo de desarrollo, aparecen como algo lejano, inentendible o innecesario‖. Bajo esta óptica imperante en el mundo moderno urbano, el Vivir Bien o Buen Vivir, llega a tener una interpretación de utopía difícil de alcanzar y corre el riesgo de quedar nuevamente relegada al discurso. Es paradójico que la lógica urbano centrista, que desconoce y se empeña en desconocer los lejanos medios naturales y rurales, soporta todo el lastre de cosas negativas de la ciudad, a cambio de un poco de confort y una falsa sensación de seguridad. Se puede asumir un conjunto de condiciones que determinarían el Vivir Bien en el medio urbano: •

Ambientes sanos y libres de contaminación



Vida armoniosa, tranquila, sin stress, ansiedad, depresión, etc.



Entorno de paisaje amigable



Sentido de pertenencia territorial y posibilidades favorables de adaptación afectiva al entorno



Empleo seguro y digno, salario digno, buen trato laboral

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Viviendas dignamente habitables en zonas seguras, libres de riesgos



Espacios verdes bien cuidados y entorno seminatural bien gestionado



Acceso general a buenos servicios básicos, como agua, saneamiento, energía



Acceso general a una salud pública eficiente



Seguridad ciudadana



Seguridad alimentaria - acceso a alimentos sanos



Buen nivel de gobernanza



Lo lúdico, la tertulia, la fiesta, incluso la vida nocturna, en la medida que lo permite una ciudad de noches mayormente heladas.

Muchos de estos elementos constituyen indicadores locales de la sostenibilidad y calidad de vida urbana (Hernández, 2009). Antes de ingresar a un análisis más detallado, y considerando el franco incumplimiento de la mayoría de los indicadores anteriores, ya es posible percibir la dificultad de adoptar el paradigma, para la mayoría de las ciudades del planeta. Considerando el medio urbano de la metrópoli La Paz - El Alto, las situaciones de: pobreza, gran brecha de desigualdad, desempleosubempleo, la creciente marginalidad y delincuencia, la inseguridad alimentaria, la escasez de agua, la mala alimentación, la asimetría de ingresos y oportunidades, el constante aumento del costo de vida, la tugurización o ―chabolización‖ de las laderas, la precariedad de servicios en general, la inseguridad ciudadana, ponen en duda el Vivir Bien. A esto se debería sumar, la pérdida de espacios naturales o rurales amigables con potencial recreativo. Como asevera De Lucio (2008), la calidad del ambiente, la presencia de la naturaleza en la ciudad, son necesarios para una buena vida. Obtener un lugar digno donde vivir en las ciudades Fuente: Zárate,M.L. 2011. El derecho a la ciudad.

Las políticas vigentes ignoran o incluso criminalizan los esfuerzos individuales y colectivos de la población de menores ingresos por obtener un lugar digno donde vivir. Según afirman diversos estudios, entre el 50 y el 75% de los espacios habitables, no sólo viviendas sino incluso barrios enteros del sur del mundo son resultado de las iniciativas y esfuerzos de la gente sin o con muy poco apoyo de los gobiernos y otros actores sociales y, en muchos casos, incluso contra las varias barreras oficiales. En lugar de reconocer y fortalecer estos procesos populares - su obligación, según el marco que establecen los instrumentos internacionales de respeto, protección y realización de los derechos humanos - la mayor parte de los Estados han establecido condiciones para garantizar el lucro de unos pocos desarrolladores inmobiliarios privados.

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El vivir bien tiene una estrecha relación con la adaptación afectiva al entorno. Ambos principios se debilitan a medida que el entorno y los paisajes-ecosistemas se tornan más inseguros, más contaminados, menos atractivos. A excepción del majestuoso entorno cordillerano lejano y todavía rural (y cada vez menos visible), La Paz, vista en detalle (no en las postales panorámicas) es una ciudad fea, ni que decir El Alto. En el centro histórico y barrios antiguos, como San Pedro, el entorno más común es gris, con casas y edificios vetustos, casas antiguas a punto de caerse, marañas de cables, basura por todos lados, jardineras y jardines públicos convertidos en basureros y mingitorios, miles de vehículos contaminantes, calles estrechas, etc. En cuanto a las laderas, son bonitas en postales tomadas desde la lejanía, donde el color ocre de las abigarradas casas de ladrillo, da el toque pintoresco, pero caminar in situ no tiene mucha gracia. Desde luego estos aspectos no ayudan a Vivir Bien. Si a esto sumamos el creciente nivel de stress, el caos vehicular, inseguridad, violencia y delincuencia, la débil gobernanza, o los diversos tipos de creciente contaminación a los que estamos expuestos, entonces concluimos definitivamente, que desde luego, la mayoría de la gente de esta urbe, no vivimos bien. Y en relación a la pregunta hecha en un párrafo anterior, no sabemos a ciencia cierta si la gente en la ciudad colonial, vivía bien, pero sin duda, vivía más tranquila, aunque probablemente menos tiempo, pero de forma más apacible. Otros elementos de franca oposición al paradigma son: la creciente disolución de matrimonios o parejas, en especial jóvenes, dando lugar a familias disfuncionales y divididas, elemento que genera malestar, tristeza, depresión, en adultos y niños; así como la soledad y aislamiento de mucha gente, principalmente ancianos. Se observan cada vez con más frecuencia, gente desposeída y sin hogar, mendicidad creciente, trastornos psicosociales y marginalidad lacerante, como recordándonos lo difícil que es Vivir bien en la ciudad. Posiblemente la gente y las familias de las sociedades antiguas que habitaron la ciudad, y que eran muy conservadoras, vivían de una forma más grata que las actuales, más liberales y permisivas, y con un mayor número de conflictos y disfunciones en los entornos familiares. Un aspecto asociado al anterior, es la predominancia de las lógicas individualistas, en general, las familias son islas y hay muy pocas manifestaciones efectivas de vida comunitaria. Esto contrasta profundamente con la vida en las comunidades y comarcas rurales, donde, además de la afectividad del parentesco generalizado, perviven las prácticas comunitarias de la reciprocidad y solidaridad, las parejas o matrimonios separados son raros y los ancianos en general, no sufren abandono. Sin duda, un indicador importante de malestar y No Vivir Bien en un medio urbano adverso es el stress o tensión-ansiedad, por diversos motivos (Holahan, 1999, Zimmermann, 1998). La gente urbana en general vive estresada, por la falta de empleo, o el miedo a perderlo, por la elevación de precios y el costo de vida, por la insatisfacción de no poder acceder a muchos bienes ofertados por la avalancha publicitaria, la baja autoestima, la carencia de servicios, por la falta de vivienda propia, por el miedo a ser asaltada en cualquier momento (aunque esto es una

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exageración si se compara La Paz con ciudades de Colombia, Guatemala u Honduras), el stress vehicular, sea a ser atropellado o a atropellar a alguien, o colisionar con otro vehículo, etc. El stress de cada día es un componente cotidiano de la ciudad y se traduce en un mal humor generalizado, neurosis, vandalismo juvenil, escapes, diversas enfermedades físicas y trastornos psicosociales. Determinados aspectos críticos inciden definitivamente en el no vivir bien, por ejemplo a fines del 2016, la desecación de las represas y la grave carencia de agua por la sequía, atribuida a la Niña y el Cambio climático, ocasionó un déficit del recurso vital, con cortes de suministro, racionamientos y distribución parcial de agua contaminada por sedimentos, lo cual repercutió en notorios cuadros de stress y zozobra en la población. A esto se sumó la acumulación de basura por la huelga de la empresa recolectora, aumentando el nivel de desazón. Un dato revelador al respecto es que en los últimos 10 años se cuadruplicaron los registros de casos de infarto en el Hospital del Tórax, lo cual se relacionaría, según especialistas de dicho centro, ―por la falta de ejercicio, la mala calidad de alimentación, fumar más que antes, la hipertensión,

la diabetes y sobre todo porque hay mayor stress por la competitividad a la que se incorporó el país‖

(Página Siete, 28 diciembre 2016). En relación a los trastornos psico-sociales, de

acuerdo a especialistas en psicología y psiquiatría del Hospital de Clínicas y del Hospital San Juan de Dios, La falta de afecto, el sentimiento de exclusión, la violencia y el stress que provocan los problemas laborales y sociales, son factores que influyen para que seis de cada 10 personas que viven en La Paz sufran depresión. La cifra aumentó en los últimos cinco años. Según dichos especialistas, los trastornos neuróticos afectan más a la población paceña, dentro de este grupo están, la depresión, la ansiedad, los problemas de aprendizaje, de adaptación y los altos niveles de frustración y baja autoestima (Página Siete, 10 octubre 2014). La soledad de muchas personas es un elemento que contribuye a incrementar los cuadros de depresión y ansiedad; caminar en medio de la multitud de gente desconocida e indiferente en la avenida Mariscal Santa Cruz, lejos de animorar dicha condición, la recrudece. Claro está que a fines del 2016, en general, no vivimos bien. Ojo, que en las comunidades indígenas selváticas, otrora felices, ahora su gente aprende a No Vivir Bien, por ejemplo, los planes del Gobierno progresista actual ocasionan un creciente stress y miedo (angustia es la palabra más exacta) a la catástrofe que ocurrirá si se construyen las dichosas megarepresas en el rio Beni, o la avalancha de colonos cocaleros y desbosques por la nueva carretera partiendo en dos el territorio indígena, etc…¿qué contradicción con el discurso que nos planteaba Huanacuni, verdad?

La Paz, de la aldea urbana a la Ciudad Maravilla La Paz siempre fue una ciudad llamativa, descrita como pintoresca en la colonia, cuando todavía era una aldea urbana, poniendo siempre en realce la monumentalidad fisiográfica de su entorno o hinterland. A lo largo de los siglos, todos los viajeros y cronistas, como Luigi Balzan en 1890, que atisbaban el profundo valle desde la meseta puneña de El Alto, expresaban su asombro

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ante la magnificencia del paisaje andino que circundaba a una ciudad de ubicación inesperada. El sabio e intrépido viajero, Alcide D´Orbigny en 1830, manifestaba así su asombro: …―Nada

sobre la llanura indicaba un lugar habitado, ni se parecía a una ciudad. De pronto, y cuál no sería mi sorpresa al hallar al borde de una vasta interrupción del terreno, una quebrada de una profundidad inmensa, en el fondo de la cual , a mis pies, vi la ciudad de La Paz, sus iglesias, sus techos cubiertos de tejas rojas y hasta sus habitantes que, a más de ochocientos metros debajo mío, parecían hormigas. En una región donde todo es constante, debía admirar el aspecto salvaje y grandioso del panorama que presenta la hoyada de La Paz, tal vez una de las más extraordinarias del mundo‖... La Paz es elegida como una de las ciudades maravillas del mundo Fuente: HUwww.new7wonders.comUH. 2014/Página Siete La organización internacional New7Wonders anunció oficialmente la lista de las 14 ciudades que clasificaron en el concurso de las siete ciudades maravillas del mundo. Bernard Weber, fundadorpresidente de New7Wonders, felicitó desde Munich, Alemania a los candidatos elegidos. Los 14 finalistas oficiales fueron: Barcelona (España), Beirut (Líbano), Chicago (Estados Unidos), Doha (Qatar), Durban (Sudáfrica), La Habana (Cuba), Kuala Lumpur (Malasia), La Paz (Bolivia), Londres (Reino Unido), Ciudad de México (México), Perth (Australia), Quito (Ecuador), Reykjavik (Islandia) y Vigan (Filipinas).Después de de la votación final las nuevas siete ciudades maravillas del mundo fueron: Beirut (Libano); Doha (Qatar); Durban (Sudafrica); La Habana (Cuba); Kuala Lumpur (Malasia);

La Paz

(Bolivia); Vigan (Filipinas).

También menciona cuando describe la profundidad del Valle y la imponencia del Illimani:…. ¡Nada he visto en los Pirineos, ni en los Alpes, que se parezca, ni siquiera de lejos, a este

conjunto severo de la Quebrada de La Paz !..... Varios siglos después, siguió impresionando el magnificente encuadre geográfico del inmenso valle excavado, sus laderas y abismos, las montañas multicolores, y los inmensos muros cordilleranos nivales donde reina la figura del Illimani; también asombra la expansión de la inmensa urbe, en un escenario topográfico tan difícil que hace poco concebible una gran ciudad. Una de las particularidades de la ciudad de La Paz, es la combinación de sus callejas estrechas en el descuidado casco viejo, las chabolas de color ocre en las laderas, las zonas residenciales tipo Miami, y un centro urbano totalmente verticalizado por la profusión de edificios. En el siglo XXI, hacia la mitad de la segunda década, dos condiciones fueron especialmente las que pudieron haber decidido que La Paz, en una inusual contienda mundial, sea nominada como una de las siete "ciudades maravilla" del planeta: el encuadro fisiográfico del paisaje andino y una ciudad inmensa trepando abigarrada y desafiando la ley de la gravedad, montañas y laderas imposibles. Si La Paz estuviera en una llanura, no tendría nada de particular ni de maravilla. Eso ya ha sido establecido por Cajias et al. (2007): …No puede ser concebida sin su marco natural. Quito, muy parecida a La Paz, por su similar magnificencia de paisajes vallunos y rodeada de majestuosos volcanes, estuvo entre las finalistas a ciudad maravilla.

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Cajias et al. (2007) mencionan otro elemento, más íntimo, que podría adicionar elementos que pueden maravillar: La complejidad de la ciudad ha estado marcada por la propia acción de sus

habitantes que la han convertido en una ciudad difícil, pero única, heterogénea y con personalidad propia. Capaz de mostrar abiertamente sus contradicciones y su riquísima diversidad social y cultural; y añaden:.... Más allá de su problemática sociológica, sus baches, su suciedad, su caos vehicular, sus ruidos estridentes, La Paz tiene mucho de poética, inspirando a Arturo Borda o Jaime Saenz, o a ser calificada de ―surrealista‖ por Blanca Wiethüchter, pues allí ocurre en lo cotidiano cosas sorprendentes, guiadas por el azar..... Según Carlos Villagómez, La Paz como Ciudad Maravillosa…‖no significa belleza propiamente; significa ―extraordinario,

inusual, desafiante, extraña, muy extraña….‖ (Maybök, 2016). Hubiera sido tan interesante tener las impresiones y puntos de vista de Jaime Saenz o Victor Hugo Vizcarra, sobre el tema de la Ciudad maravilla. Es indudable que la nominación como ciudad maravilla, significó, al menos momentáneamente, un realce de la autoestima colectiva y de la adaptación afectiva al entorno. Sin embargo, La Paz es una ciudad afeada en la intimidad de sus detalles. Desde hace unas tres o cuatro décadas, La Paz se ha ido tornado en una ciudad agresiva, bulliciosa, fea y triste, gris en esencia y encerrada, con su proyección visual coartada por la proliferación de grandes y medianos edificios. Su pronunciado deterioro ambiental y paisajístico realza esta condición. Algunos pensamos que solo le salva la magnificencia que tiene el Valle en su entorno lejano de montañas y cordilleras multicolores, que es apreciable ahora, solo desde las laderas altas o del borde de El Alto. El paisaje urbano se ha tornado poco agradable, tanto por la dejadez en el mantenimiento de calles, aceras, plazas y viviendas ruinosas, como por la basura desperdigada, las calles convertidas en urinarios abiertos, incluso en el centro mismo de la ciudad. El ornato público en plazas y paseos, o los pocos bienes que instala la Alcaldía, como basureros o refugios en las supuestas paradas de buses son destrozados por el vandalismo de los borrachos de fin de semana. Al respecto, Alfonso Gumucio tiene algo que decirnos. La ciudad-agujero a punto de colapsar Fuente: Alfonso Gumucio Dagron - Bolpress. Oh-rrible La Paz La plaza Alonso de Mendoza es emblemática por su historia. Más bien, lo era. El barrio se ha deteriorado en un par de décadas. Las casonas antiguas que todavía sobreviven, están rodeadas por edificios que en nombre de la modernidad atentan contra toda armonía urbanística. Frente al Tambo Quirquincho, hermoso edificio convertido en museo, se yergue un adefesio de vidrio que ostenta el letrero de Hotel Señorial Montero. Muy cerca, en la avenida Montes, donde antes había una casa antigua con techo de teja (que alguna vez pintó Ricardo Pérez Alcalá), ahora está el enorme ―Edificio de Col‖, otro adefesio que ha tapado la vista del Illimani. Alguna vez La Paz fue una ciudad bella, desde cualquiera de sus calles se veía imponente el Illimani. Los poetas y novelistas podían referirse a esa experiencia única de vivir en una ciudad a casi cuatro

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kilómetros sobre el nivel del mar, ciudad misteriosa, extraña y magnífica por su topografía. No lo es más. La Paz es una ciudad sucia, fea y castigada por sus habitantes y por los casi 300 mil visitantes que cada día descienden desde El Alto. El comercio informal ha ocupado las calles de la ciudad como se ocupa un territorio enemigo. El transporte es cada día más caótico. Construcciones feas que no respetan las normas elementales de línea y nivel crecen como hongos por doquier. El mal gusto y la chabacanería imperan. El paisaje urbano ha sido dilapidado, la publicidad colorinche y de tamaño desproporcionado satura los muros y se impone sobre los techos. Los edificios crecen como un cáncer, sin respetar las normas que seguramente existen. Las propias autoridades municipales cambian esas normas para favorecer intereses privados. Las construcciones carecen de espacios de convivencia, de estacionamientos y de jardines. Son paralelepípedos sin gracia, donde el único objetivo es rentabilizar al máximo el espacio. La suciedad y los olores a orín caracterizan las calles del centro. La gente es sucia, tira todo en la calle, no se respeta a sí misma. Materiales de construcción tirados hasta la mitad de la calle, algo que seguramente está prohibido en el papel. Aceras rotas, peligrosas, malolientes, sucias. Falta de amor propio, de sentido de pertenencia, y de autoestima. Y por supuesto, de educación, esa gran carencia que notamos en toda la sociedad.

Hay muy pocas zonas de la ciudad, incluido el centro histórico, que no tengan las paredes pintarrajeadas con ―tags‖ de pandillas a manera de firmas personales o grupales, sin gracia alguna, ni mayor mensaje que la mera presencia o el marcaje de territorios, entremezclados con propagandas políticas (Vote SI, Vote NO, etc.). A su vez, muchos grafitties derivados de la cultura Hip Hop, son pesadillezcos, a pesar de su evidente carga artística, son como salidos de un mal viaje o un tenebroso delirium tremens, y más que adornar la ciudad, contribuyen a hacerla más repelente. Para los urbano fóbicos nos es muy difícil encontrar cosas genuiamente bonitas en una ciudad como La Paz. De cualquier forma, ya emerge otra visión de muralismo y grafitti, visualmente mas amigable, contestatario y mas artístico (Hormigón Armado, 2017). Pero la cotidianidad tiene otros matices, que inusitadamente le quitan la fealdad y le devuelven el carácter de pintoresca. Como se vio, respecto a los tags o garabateos, yo tenía una especial aversión y disgusto hacia ellos, hasta que un día de julio, en las escalinatas de los ―skateros‖ de la plaza Abaroa, mi adorable nieta Belén de tres años, mientras saboreábamos un helado, y mirándome con esos bellos ojos llenos de inocencia, me dijo……‖ Abuelo..mira las paredes con

pinturas….. rojo, amarillo, negro, verde,….es bonito,…es alegre….todo debería estar pintado asi......¿no ve?..... Se refería a lo tags, que según yo, afeaban los muros de la plaza. Fue absolutamente espontáneo, yo no había hecho alusión alguna, ni comentario provocativo al respecto. Una dosis y enseñanza de alteridad, ver las cosas con la otredad de mi criaturita. Desde entonces se me antoja ver a los famosos tags, más simpáticos, y alegres. Respecto a muchos grafitties, a ambos nos siguen pareciendo horrendos. Hay otras personas de corazón puro, como mi esposa Tero, que se percatan de y enfocan en entrañables detalles, que para

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muchos se nos pasan desapercibidos. Esos detalles contribuyen sin duda al calificativo de ciudad maravilla.

Gracias mamita ! Testimonio de Tero Escrivá de Romaní, cantante y compositora La Paz, 8 de diciembre 2014 Estoy esperando a mi querida amiga Mane para tomarnos un tesito en el ―Kuchen Stube‖, esa cafetería de la Rosendo Gutiérrez y 20 de octubre. Después de un lapso de indecisión me siento en una de las mesas al lado del ventanal. Sé que va a tardar un poco en llegar, así que una buena opción para entretenerme es observar a la gente que pasa sin percatarse de mi mirada intrusa: La señora bien vestida y repeinada, que se esfuerza en cada paso para sobrellevar su peso; la estudiante cargada de ―folders‖, pálida y trasnochada por la época de exámenes; el señor mayor que se hurga la nariz con natural dignidad; la joven de cabello negro y fuxia con cara de ― ni me mires ni me toques‖ … y ahí está ella… sentada sobre sus cartoncitos bien puestos, apoyada en una estéril jardinera de cemento (a saber de qué vallecito recóndito ha venido); su indumentaria ancestral, perdida en el tiempo, el ch‘ullo, el poncho, las abarcas, su aguayo semi desdoblado mostrando alguito de los tesoros que sin duda ha ido recolectando durante la jornada. Claro que en principio no le doy mucha atención porque prácticamente hay una de ellas en cada cuadra y ya forman parte del paisaje urbano de ésta ―ciudad maravilla‖. De pronto aparece otro perso-naje en escena, uno de esos que

igualmente pasaría

desapercibido si no fuera porque algo inusitado sucederá entre ellos: un perro grande, de pelo blanco marfil pincelado de color canela, moviendo la cola, se acerca

tímida y

amigablemente a la doñita. Entonces ella abre su bolsita ―nylon‖ y como un mago que saca palomitas de su chistera, le va lanzando, con mucho esmero y cariño, pipoquitas de pasankálla. Me quedo tonta, opa, mirando esa imagen como congelada en un instante, atrapada en una cápsula de intimidad ajena; aquellos dos vagabundos siendo cómplices y protagonistas de un momento mágico, único, casi espiritual. He de añadir que los rostros de felicidad, tanto de la mujer como del can, son como para capturarlos en una foto, postal diría yo. Pienso… ¡Puuucha Dios!, he aquí el ejemplo vivo de esa enseñanza que Jesús nos da a través de la viuda que ofrenda en el templo echando sólo dos blancas al arca. El maestro reconoció públicamente que había dado más que todos los ricos ostentosos juntos. Sigo mirando el menú, teniendo en cuenta no sólo mi bolsillo sino también procurando equilibrar mi apetito y salud digestiva, en fin, un te y una empanada semi hojaldrada de queso estarían bien. Me giro y el perro había desaparecido. Ella sigue en afanes ordenando

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sus efímeras y atesoradas pertenencias. ¡Ay Señor, qué grande eres! Seguramente tú también estás observando desde tu omnipresencia a esta hija tuya, sentada en la esquina de la Rosendo Gutiérrez con 20 de octubre. Parece ausente entre toda la vorágine urbana, concentrada en sus cositas, pero tú estás presente, presente y pendiente. ¡Dicho y hecho!: Un joven simpático, choco y muy bien encorbatado, raudo y veloz saca su billetera y al paso, pero con amabilidad, le larga un billete de 10 pesos! ¡Para qué!! Ay, ay ―cawallero‖! Sus preciosos y alineados dientes blancos resplandecen abriendo una sonrisa inmensa que irrumpe en la oscuridad de su carita cobriza y, dicho sea de paso, también en la oscuridad del anochecer sopocachino. Primero inclina su cabeza con gratitud hacia el joven y luego alza sus manitos con un júbilo indescriptible hacia el cielo. Sentada como está comienza a balancear su cuerpito menudo de atrás hacia adelante, con reverencia y mucha, pero mucha genuinidad. ¡Qué belleza! Gracias Padre por permitirme formar parte de todo esto, pues hoy he tenido uno de esos días medio locos e inestables, como el clima de esta ciudad, Linda La Paz… Que si frío, que si calor, que si quema el sol, que la lluvia, el viento… Me apetece mucho ver a mi amiga, pero la verdad me daba flojera salir de la casa, quería quedarme en cama viendo mis series en el XCM y ya. Nada que ver, me habría perdido este espectáculo de vida urbana, real, único, en primera fila, zona VIP gratis, de lujo. Sigue sin llegar esta Mane, pero lejos de aburrirme el ―show‖ continúa y nuestra mamita vuelve a sacar de la chistera otro objeto increíble: Ahora es una loncherita de plastoformó, seguramente alguien le dejó las sobras del almuerzo. Ni corta ni perezosa, antes de abrirla la levanta mirando al cielo con la misma reverencia de hace un rato, como si fuera una ostia para ser consagrada y lo mejor hasta el momento… se gira hacia mi, y me propina una de las sonrisas más hermosas que jamás me hayan dedicado. Ante mi asombro inclina varias veces su cabecita mirándome feliz por compartir conmigo uno de sus mejores momentos del día. Ah! No puedo explicar cómo me he sentido de honrada por haber sido invitada a su pequeño gran mundo, qué privilegio y con tanto amor y honestidad. Me ha conectado con la verdad, con lo que vale, la gratitud, la riqueza. Sólo nos separa un vidrio: yo en una cafetería elegante, con árbol de navidad incluido y música de ascensor; ella en una acera fría y gris con jardineras vacías y tropa de bocinas. Las dos sonriéndonos y gesticulando acciones de gracias por todo y por nada. Mane me saluda desde fuera, tan bella y elegante como siempre, esos movimientos de bailarina, como de costumbre, la delatan. Nos abrazamos y empezamos a chacotear; un reencuentro con una buena amiga siempre es gratificante, pero me da no se qué interrumpir la conexión con semejante enviada de Dios, así que la involucro en esta pequeña historia contándole todo lo sucedido y claro está, a ella le encanta, así de linda es Mane. La mesera nos toma la orden, yo le pido dos empanadas. En cuanto llega la canasta salgo a la calle para invitarla a una recién hecha, calentita, con queso derretido, la masa

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semi crujiente en su punto, deliciosa. Necesito acercarme a ella, rozar sus manos de barro, entregarle en una servilleta de papel mi corazón de mantequilla, mirarme en sus ojos chispeantes, reconocer esa sonrisa perfecta, escuchar su dulce voz: – ―¡Gracias mamita, gracias mamita!‖ – No, gracias a ti, le digo… Era todo lo que yo necesitaba para despertar después de un día insulso, obnubilado, casi sin sentido. Nos hemos conectado a través de un vidrio, felices las dos por dar y recibir, por ser parte de la siembra y la cosecha del universo, por ser hijas de Dios, hermanas por un instante y para siempre en medio de esta ciudad, una de las siete ciudades maravilla del mundo.

353

Estado ambiental y Gestión socioambiental en zozobra A fines del 2015, el Estado ambiental a nivel del País en general se encuentra en pleno proceso de deterioro acelerado, debido a la multiplicidad de problemas ambientales que enfrenta. Existe una progresiva reducción de la proporción o superficie de ecosistemas en buen estado de conservación y buena calidad ambiental (aprox. 35 millones de has.) principalmente en áreas protegidas, TCOs y regiones muy remotas y de difícil acceso, en tanto, sigue aumentando la superficie de las zonas modificadas, pero aún no degradadas (40 millones de has.), a expensas de las zonas naturales, y de las zonas muy degradadas (25 millones de has.). El Gobierno central sigue apostando a megaproyectos de alto impacto socioambiental, o al avance expoliativo de la agroindustria. Por su parte, el estado ambiental y la gestión ambiental de la ciudad de La Paz, al 2016, están también en zozobra, esto a pesar de las cansativas y costosas campañas mediáticas ―con ñecke‖ de la Alcaldía. Existe un elevado riesgo de daños a la salud de la población rural o periurbana en contacto más directo con los residuos sólidos industriales, con fuentes de agua contaminadas, o próximas a lugares de emanación de poluentes atmosféricos, con serios riesgos de ocasionar afecciones del sistema cardio-respiratorio, hígado, páncreas, riñones, sistema inmunológico y reproductivo. También se debe considerar la reducción de la calidad escénica de las zonas periurbanas o suburbanas y el deterioro de los ecosistemas rurales próximos, lo cual influye también negativamente en la calidad de vida. Si el actual escenario político del país se mantiene o empeora, se dará una continuidad en el debilitamiento crónico de la gestión ambiental, esto implicará un mantenimiento del relevamiento crónico de acciones estratégicas, especialmente en lo que concierne a temas socio ambientales, gestión de riesgos, atención oportuna de desastres, etc., y por tanto un aumento de los niveles de vulnerabilidad. El crecimiento de las ciudades del país, ha significado procesos intensos de conurbación entre los centros urbanos de municipios aledaños, especialmente en los casos de La Paz, El Alto, Cochabamba y Santa cruz, lo cual ha magnificado los problemas ambientales, al mismo tiempo que ha dificultado la gestión ambiental por depender esta de varios municipios, muchas veces con serios problemas de coordinación, o en franco conflicto. A esto se suma el debilitamiento de la gobernanza y la gobernabilidad de la ciudad, por el antagonismo y las pugnas político partidarias entre la alcaldía y el Gobierno central, lo cual repercute negativamente en las dinámicas de coordinación y establecimiento de sinergias. Concepto de Gestión ambiental

La Gestión ambiental es el conjunto de diligencias o actividades que conducen al logro de un objetivo o a la satisfacción de una necesidad‖, es el proceso mediante el cual se ponen en acción una variedad de recursos básicos para alcanzar las metas de un plan. Se refiere al

355

conjunto jerarquizado de acciones y decisiones planificadas para una región o territorio, llevadas a cabo de forma proactiva entre autoridades y la sociedad civil, y orientadas a la protección del ambiente, la conservación de la biodiversidad y el uso sostenible de los ecosistemas y recursos. Contempla las acciones que se deben realizar, cuándo y cómo llevarlas a cabo, así como la selección de opciones y prioridades. Es un concepto muy amplio y esencialmente inclusivo y abarca los siguientes aspectos: a) la formulación de políticas, b) aplicación efectiva de normas y regulaciones, c) establecimiento de sistemas de previsión e incentivos, d) la planificación estratégica, e) la solvencia institucional, f) la salud ambiental, g) la participación social amplia, h) la comunicación y educación ambiental, i) la investigación científica aplicada y el monitoreo. El objetivo de la gestión ambiental es lograr la máxima racionalidad, coherencia, solvencia y equidad en el proceso de toma de decisiones relativas a la defensa del medio ambiente y la conservación de la biodiversidad, en el marco de un desarrollo sostenible. La gestión ambiental es más que un ejercicio administrativo sobre la cantidad y calidad de los recursos que explotamos y conservamos. Es un acto de compromiso con los intereses de una nación en su dimensión ética, pluriétnica, y pluricultural, de apostolado y un parto difícil y a contracorriente, frente a las tendencias predominantes del modelo vigente de desarrollo, por lo tanto requiere prontitud en las decisiones y paciencia en los resultados.

La gestión ambiental, es entonces una vista al

futuro, un proceso donde la visión a largo plazo es necesaria y donde toda decisión que se tomó hoy no puede medir su éxito o su fracaso sobre variables antrópicas exclusivamente, sino sobre todo el ambiente como un todo integrado. Fuentes: Ribera,2008; Avellaneda Cusaria, 2007; Vega Mora, 2005.

Los ―cuellos de botella‖ de la gobernanza en la ciudad, también infuyen en el desarrollo de la gestión ambiental. El bajo nivel de gobernanza tiene una raíz coyuntural en la rivalidad política del Gobierno Municipal con el nivel central. Esto significa, por ejemplo, en varios casos de conflicto de la Alcaldía con sectores, como el de los transportistas, un absoluto vacío de apoyo desde el nivel central, incluso de la propia Policía. También se percibe un antagonismo en la posición de las partes ―oficiales‖, hacia proyectos o iniciativas de uno u otro lado, el Gobierno central critica el sistema de buses del Puma Katari (y no apoya a la Alcaldía en contra del capricho de los minibuseros, quienes definen las rutas) y desde la Alcaldía, se llegó en su momento a criticar el sistema de teleférico. Pero no solo es la rivalidad de poderes, también tiene peso definitorio en la falta de gobernanza de la ciudad, las gestiones inconexas entre la Alcaldía, la Gobernación y el Gobierno central, lo cual desemboca en situaciones confusas como el del manejo de las represas y la provisión de agua a la ciudad, o la situación jurídica de algunas áreas protegidas. Dicho sea de paso, son gestiones débiles, deficientes y con

356

numerosos vacíos. Esto quedo manifiesto en la crisis del agua a fines del año 2016. Otro elemento que incide negativamente es el escaso control social o ciudadano y el bajo nivel de organización vecinal.

Evaluación Estado-Presión-Respuesta Una de las metodologías internacionales de evaluación y seguimiento ambiental proviene del enfoque ESTADO – PRESIÓN – RESPUESTA (GESTIÓN), el cual es considerado un instrumento internacional de monitoreo socio ambiental, aplicable tanto a pequeña como a gran escala. También es descrita indistintamente, como PER (Presión-Estado-Respuesta). La metodología Estado-Presión-Respuesta, es utilizada principalmente para facilitar procesos de seguimiento y evaluación de determinados procesos o situaciones socio ambientales en un territorio, como también para observar el curso de la gestión ambiental territorial y los avances de sostenibilidad (Vega Mora, 2005; Rueda Palenzuela , 1999; Jiménez Herrero, 2001). El componente de estado se relaciona con la cantidad, calidad y disponibilidad de los bienes y servicios ambientales de un determinado espacio o territorio; el componente de presión se relaciona con los agentes y factores que usan, generan impactos o amenazas y deterioran dichos bienes y servicios; mientras que el componente de respuesta o gestión, tiene que ver con las políticas, instrumentos

y acciones implementadas por las instancias estatales y la

sociedad en general, para responder a las presiones e incidir sobre el estado del país, una región, o de un problema en particular. Esta metodología enfatiza en la relación causa-efecto, bajo el principio general que las actividades humanas ejercen determinadas presiones sobre el ambiente y modifican la calidad y cantidad disponible de bienes y servicios; la sociedad en general, responde o reacciona a estos cambios a partir de políticas sectoriales, ambientales, económicas. La sencillez de aplicación del concepto fue una de sus principales virtudes para ser utilizado en diversos niveles y escalas.

357

CATEGORIA DE ANALISIS

TIPO DE INFORMACION

¿Cuál es el estado de conservación de los

Este nivel corresponde a la información

ecosistemas y de la calidad ambiental?, y cual es

del ESTADO:

la cantidad, calidad y disponibilidad de recursos (bienes y servicios) y de la calidad de vida de la población?

Se refiere esencialmente a la situación actual en que se encuentra la calidad del ambiente, el stock natural (ecosistemas),

La categoría de análisis es el estado general del

la calidad de vida de la gente o los

territorio

sistemas de producción de una región.

o

región,

considerando

aspectos

ambientales, sociales y económicos. ¿Cuáles son los impactos actuales o los impactos

Este nivel corresponde a la información de

previstos (amenazas), de qué agentes de presión

PRESION:

se derivan (relación causa-efecto)?, y cuales los efectos o consecuencias de las afectaciones?

Se refiere a los impactos y amenazas derivadas de los agentes de presión, así

La categoría de análisis es la problemática socio-

como los efectos actuales o previstos

ambiental que enfrenta el territorio o región.

sobre

los

ecosistemas,

la

calidad

ambiental, la calidad de vida

o los

sistemas productivos. ¿Cuáles son las medidas de prevención, control,

358

Este nivel corresponde a la información

fiscalización?,

¿el nivel de aplicación de las

políticas públicas y de las normas ambientales y de uso de recursos para frenar o revertir los procesos

degradativos?,

¿Cuál

ha

sido

la

respuesta de la sociedad civil-ciudadana y de las comunidades locales en el proceso?

sobre la RESPUESTA o GESTION: Se refiere a las acciones y procesos de desarrollo de la gestión ambiental en todos sus ámbitos (instituciones públicas, sociedad

civil,

ONG´s,

comunidades

locales, universidades, etc).

La categoría de análisis es el desempeño y desarrollo de la gestión ambiental integral. Fuentes: VEGA MORA,L. 2005. Hacia la Sostenibilidad Ambiental del Desarrollo.

ECOE /

IDEA. Bogotá, Colombia. 242 p.; OÑATE,J., PEREIRA,D. 2002. Evaluación ambiental estratégica. La evaluación ambiental de políticas, planes y programas. Mundi Prensa Eds. Madrid, España. 381 p.

La dinámica EPR implica una dinámica de interacción entre los componentes (Estado-PresiónRespuesta) en la cual se establece un importante flujo y retroalimentación de información, lo que puede permitir una efectiva orientación de decisiones y acciones para adecuar las actividades y sus impactos que ocasionan presiones sobre el estado socio ambiental. A modo de resumen se presenta un análisis EPR del conjunto de problemáticas socioambientales más críticas de la urbe. Presión (P)

Estado (E)

Respuesta (R)

Contaminación de

El río principal (Choqueyapu) y

Ausencia de plantas de control y

ríos por aguas

todos sus afluentes tienen muy

remediación de aguas residuales.

residuales

baja calidad de aguas, (DBO y DQO

Ausencia de planes. Auditoria de

extremadamente altos).

la Contraloria General con asignación de responsabilidades.

Contaminación

Baja calidad del aire en diversas en

Importante información sobre la

atmosférica-

la zona central y diversas zonas de

polución en la urbe. Sistema de

emisiones

la ciudad. Altas concentraciones de

vehiculares

principales y mas nocivos gases (CO, NOX, SOx, O3, partículas de hollín)

Monitoreo MONICA. Escaso o nulo control. Ausencia de campañas de promoción del mantenimiento vehicular.

Contaminación

Calidad del aire empeora en la

Procesos laxos de control (ABT)

atmosférica-humo

época seca y especialmente cada

y promoción de la expansión de

de chaqueos

cierto numero de años, cuando se

fronteras agropecuarias.

activan los ciclos de desmonte. Aumento del parque

Gran concentración de vehículos

359

Escaso control. Mejoras en

automotor

particulares. Gran proporción de

sistemas de transporte público

vehículos obsoletos y en mal

masivo (teleférico, Puma Katari).

estado funcionamiento. Residuos sólidos

Efectivo sistema de recojo en la

Relleno sanitario en

zona central y zonas importantes

funcionamiento (Alpacoma),

del entorno. Deficiente en laderas

tiempo de vida útil incierto.

y zonas alejadas. Ríos siguen arrastrando basura. Residuos sólidos:

Incremento por hábitos y

Ausencia de campañas de

uso de plásticos

tendencias de consumo.

sensibilización y buen uso. Procesos incipientes y puntuales de reciclaje (PET)

Contaminación

Intensa y en aumento por mal uso

Control nulo, ausencia de

acústica

de bocinas y aumento de agentes

campañas de sensibilización.

emisores (alarmas de autos, motocicletas, escapes abiertos). Contaminación por

En aumento por mayor número de

Autoridad de

radiación

fuentes emisoras.

telecomunicaciones afirma

electromag-nética

inocuidad. Ausencia de estudios serios.

Uso de energía

Aumento de la demanda de energía,

Prevalencia de la visión

y derroche de energía.

mercantilista de la oferta. Ausencia de regulaciones y campañas de ahorro.

Disponibilidad

Regular a mala, muy crítica al final

Pésimo nivel de manejo y

hídrica

de la época seca por retraso de

previsión por parte de EPSAS-

lluvias, retracción de las represas

MMAA-AAPS.Proyecto de

altoandinas.

ampliación de represa Jampaturi (bajo polémica); Plan metropolitano y municipal en elaboración.

Contaminacion en la

Contaminación doméstica y minera

Consejo Municipal y la Alcaldia

red de distribución

de la planta de Achachicala por la

demandan construcción de una

de agua

toma actual Kaluyo-Milluni

represa y nueva toma. Inacción de EPSAS.

Viviendas en zonas

Aumento constante, precarización

Escaso control; baja capacidad

frágiles y de alto

habitacional y tendencia a la

de interdicción a mafias de

riesgo tectónico

verticalización.

loteadores.

Áreas protegidas,

En franco proceso de deterioro y

Gestión y gobernanza de áreas

sitios relevantes y

avasallamiento por avance urbano.

protegidas muy debilitada. Muy

360

relictos de

Algunas áreas ya no justifican

baja capacidad de control e

vegetación

dicha condición.

interdicción a mafias de loteadores.

Vida silvestre-

Vida silvestre relictual en franco

No hay control, regulación laxa o

comercio vida

procesos de desaparecer. Impacto

inexistente. Falta de un

silvestre

del comercio ritual, de mascotas, y

Reglamento o Ley de Vida

de las entradas folcklóricas.

Silvestre.

Expansión urbana

En constante incremento (Muela del

Escaso control; baja capacidad

sobre zonas

Diablo, Llojeta, Ánimas,

de interdicción a mafias de

patrimoniales

Waripampa, etc.).

loteadores.

Verticalización

En constante incremento, tanto en

Fuera de control; reducida

desordenada

la zona central y adyacencias, como

capacidad y voluntad de

en las laderas.

aplicación de normas

Efectos del cambio

En aumento y repercutiendo sobre

No hay aplicación de un plan o

climático – riesgos

las fuentes de agua; riesgo de

programa de mitigación y

eventos extremos; plagas de

adaptación. Escasa información,

plantas ornamentales; mosquitos

se desconoce si existen acciones

hasta los 3.500 msnm., en verano.

de monitoreo.

Efecto cúpula de

Posiblemente en aumento debido a

No se conoce un plan o programa

calor

la proliferación de superficies

de conversión a ciudad verde

refractantes, del parque automotor y reducción de áreas verdes. Visión urbano

En franco incremento, a la par de

Existencia de grupos ecologistas

centrista

las modalidades de sobreconsumo y

alternativos, sin embargo

ostentación.

dispersos y sin nexos de coordinación.

Inseguridad

En franco aumento, debido a

Escaso contro o regulación,

alimentaria

cambios de habitos alimenticios a

ausencia de campañas de

comida altamente calórica y poco

educación y reorientación

nutritiva.

dietética.

Pérdida del

Centro histórico abandonado y en

Ausencia de medidas efectivas

patrimonio cultural

mal estado, construcciones

de control y promoción de

y arquitectonico

patrimoniales en desaparición.

restauración.

Minería en zonas

Incremento y con tendencia hacia

Sin regulación, puesto que el

cordilleranas

―mega proyectos‖.

Gobierno promueve procesos extractivistas con escasos recaudos socioambientales.

Riesgo nuclear

Se mantiene el alto nivel de riesgo

La Alcaldía ha rebatido los

por el Centro de tecnología nuclear

planes del Gobierno central, el

en El Alto.

cual tiene agendado el tema.

361

Fuerte rechazo de sectores activistas. Extracción de

En aumento a la par del incremento

Regulación laxa y con

áridos-turba

de la expansión urbana y la

dificultades de control.

verticalización.

Proyecciones y tendencias La Paz es una ciudad en constante expansión espacial y poblacional (a pesar de los datos del último censo), cuyo crecimiento está dado bajo el signo de la metropolización. La Paz se expandirá hasta donde pueda, ocupando muchos espacios actualmente suburbanos y casi rurales, y generando una forzosa superposición con otros municipios. Aún si se mantienen las tasas bajas de crecimiento de la ciudad La Paz (< 2%), debido principalmente a las limitaciones de expansión urbana por la topografía, la población al 2030, podría alcanzar los 1.5 millones de habitantes, mientras que El Alto, considerando una eventual intensificación del proceso migratorio y las conurbaciones con otros centros poblados próximos, podría llegar a tener casi 3 millones de habitantes o incluso superar esta cifra. De cualquier forma La Paz puede seguir creciendo a partir de la ―verticalización‖ de las laderas, es decir la construcción masiva de edificios de apartamentos en zonas no céntricas. Se prevé que en el escenario inmediato 2030, se incrementará de forma acelerada la verticalización total de las zonas antiguamente consideradas suburbios residenciales, pero además de las laderas (consideradas zonas casi marginales) con una proliferación de edificios medianos de apartamentos que reemplazarán a las pequeñas y precarias viviendas familiares actuales, aumentando el nivel de riesgo, al ser zonas geológicamente inestables. Es posible que al futuro, en el centro y adyacencias, la verticalización se direccione hacia mega edificios de mas de 50 pisos. Las manchas urbanas en expansión en un escenario 2030, tienen un significado de aumento de la vulnerabilidad en especial en zonas periféricas más frágiles tectónicamente, con carencias de servicios y altos niveles de pobreza. En el escenario 2030, podemos imaginar una inmensa mancha metropolitana conurbada de más 65.000 hectáreas, que implicaría una gran parte del altiplano circundante a El Alto (actualmente rural) unida a los valles de Río Abajo. El panorama futuro incluiría la ocupación de numerosos faldíos cordilleranos por encima de los 4.200 msnm; los casos de Waripampa, Chuquiaguillo y Alto Achachicala, ya son ejemplos en el 2016. La casi totalidad de las áreas protegidas municipales y zonas con remanentes de vegetación natural, tanto en el municipio de La Paz, como en otros municipios aledaños, en la práctica desaparecerán al ser avasalladas por el avance urbano. Es posible incluso, una reducción sustancial de áreas verdes.

362

En el escenario 2060, toda la zona metropolitana con sus conurbaciones, podría superar los 8 millones de habitantes. Existe la duda sobre si se daría una tendencia al crecimiento de otras poblaciones aledañas menores (Coroico, Patacamaya, Huarina, Tiwanacu) para conformar ciudades intermedias. Mazurek (2008) ha mencionado que uno de los resultados de la centralización de poder económico y la oferta de servicios en las ciudades capitales, ha influido en la ausencia de conformación de ciudades intermedias importantes y acrecentado la migración campo-ciudad.

Fuente : Hubert Mazurek. 2008. El descuidado tema urbano en la Bolivia de hoy T´inkazos Nº 25 V11- Sección I - Dossier y Diálogo Académico. PIEB. Planteamiento de acciones al futuro. Cuarta acción: Una política cultural para la creación de un ambiente adecuado de relaciones humanas. La ciudad es la proximidad, y en particular la proximidad humana. La nueva economía urbana nos enseña que la eficiencia no está tanto en los factores de producción, sino en los contactos directos, las relaciones sociales y la creación de nuevas formas de cultura urbana. La ciudad se identifica siempre más a su halo cultural que a su función económica. Si existen centros de convenciones, festivales de importancia, culturas específicas, bares, vida nocturna, creación artística, etc. la ciudad se vuelve más atractiva. La explosión, a nivel mundial, del turismo de negocio es reveladora de esta función central de la ciudad.

En los últimos años han surgido algunas ideas de "refundación" de la ciudad de La Paz, en espacios alejados del espacio municipal de La Paz, el cual se extiende hasta la zona subtropical de los Yungas de Zongo (La Razón, noviembre 2012). La idea puede ser calificada como muy ambiciosa y demagógica, pero esencialmente descabellada. El entonces Presidente del Consejo Municipal, Omar Rocha, presentó un proyecto para implementar la ―Ciudad ecológica Nueva La

Paz‖, en el distrito rural de Zongo Choro. Si bien el proyecto tenía la finalidad de dar solución a la alta concentración poblacional de la sede de Gobierno y reducir los riesgos creados por las edificaciones, no consideraba la eventual degradación de una región muy rica en biodiversidad, de elevada fragilidad ecológica, así como de una topografía accidentada; de esta forma, una ciudad en dicha zona, de "ecológica" tendría muy poco. Además, estaría bastante alejada de su instancia nodriza que sería la ciudad de La Paz. Adicionalmente, la eventual urbe en dicha zona, terminaría dependiendo mas del municipio de Caranavi, por su cercanía, que de La Paz. Problemática

Percepción de situación actual

Tendencia

Muy crítica y sin visos de solución

Empeorar

Contaminación atmosférica-

Tendencia a crítica y sin visos de

Empeorar

emisiones vehiculares

solución

Contaminación atmosférica-

Crítica en la época seca

Contaminación de ríos por aguas residuales

363

Empeorar

humo de chaqueos Aumento del parque

Aún crítica a pesar de alternativas de

automotor

transporte masivo

Residuos sólidos

Bajo control por gestión de planta de

Posiblemente a empeorar Posiblemente a mejorar

tratamiento Residuos sólidos: uso de

Crítico y en aumento

Empeorar

Contaminación acústica

Crítica y sin medidas de control

Empeorar

Contaminación por radiación

Creciente por aumentos de fuentes

Empeorar

electromagnética

emisoras y falta de estudios

Demanda y mal uso de

Creciente y sin medidas de mitigación

Empeorar

Muy crítica (2016) por sequía extrema

Empeorar por el cambio

y colapso de las represas. Con alta

climático y mal desempeño

incertidumbre de recuperación los

institucional. Posiblemente

siguientes años

puede mejorar con el Plan

plásticos

energía Disponibilidad hídrica

metropolitano Contaminacion en la red de

Crítica al 2017. Toma Kaluo-Milluni

Empeorar, si no se construye

distribución de agua en la

contaminadas por aguas residules y de

una nueva represa y nueva

planta de Achachicala

pasivos mineros. Alto costo de

toma en la zona Kaluyo

tratamiento Viviendas en zonas frágiles y

Crítica y sin control efectivo

Empeorar

Crítica por deficiente gestión

Empeorar

Crítica por falta de control efectivo

Empeorar

Crítica, en todas las zonas (incluso en

Empeorar

de alto riesgo tectónico Areas protegidas, sitios relevantes y relictos de vegetación Expansión urbana sobre zonas patrimoniales Verticalización desordenada

zonas frágiles) y sin control efectivo Efectos del cambio climático

Críticos y sin medidas efectivas de

– riesgos

mitigación o prevención

Efecto cúpula de calor

Posiblemente presente y sin medidas

Empeorar Empeorar

efectivas de estudio, mitigación o prevención Vida silvestre-comercio vida

Crítica al igual que en todo el país

Empeorar

Visión urbano centrista

Crítico y con pocas alternativas

Empeorar

Inseguridad alimentaria

Proliferación de comida rápida y baja

Empeorar

silvestre

calidad nutricional. Cuadros de obesidad y cardiopatías

364

Pérdida del patrimonio

Crítico y con escasa regulación.

Empeorar

Minería en zonas

Crítico por políticas pro extractivistas

Empeorar

cordilleranas

del Gobierno

Riesgo nuclear

Crítico por el Centro de tecnología a

Empeorar, especialmente si

construirse en El Alto

los planes derivan en las

cultural y arquitectonico

producción de energía Extracción de áridos-turba

Crítico por la elevada demanda y

Empeorar

creciente número de usuarios

Los peores escenarios Las siguientes situaciones socioambientales, tendrían una proyección y tendencia más crítica (aumento del riesgo) en los siguientes años: Contaminación atmosférica.- Se prevé que aumentará a medida que se incremente el parque automotor, ingresen al país más motorizados en mal estado, muchos vehículos se tornen mas obsoletos y sigan en funcionamiento. El mal estado del aire citadino aumentará también en función a la inacción de las autoridades de la alcaldía y de la policía de tránsito en cuanto a la aplicación de las normas de control de vehículos evidentemente contaminantes y sin mantenimiento, que circulan por toda la ciudad. Además puede aumentar la contaminación atmosférica en relación al incremento de las quemas en las tierras de yungas y valles. Todo esto tendrá repercusiones cada vez más graves en la salud de la población. Ríos extremadamente contaminados por aguas residuales.- La carga de contaminación al rio Choqueyapu y sus varios afluentes, por aguas residuales, aumentará en función a la expansión urbana hacia zonas cada vez más alejadas y del incremento del número de unidades domiciliarias en la multitud de edificios grandes y medianos que proliferan en todas las zonas. También empeorará la situación ambiental en los valles de Río Abajo, pudiendo en correlación con los efectos del cambio climático, darse severos brotes epidémicos

por

proliferación

de

microorganismo

patógenos

y

parásitos.

Dicho

empeoramiento tendrá relación con la ausencia de planes de las alcaldías y gobernación para establecer sistemas efectivos de control y mitigación de las aguas residuales. La condición ambiental deplorable del río Choqueyapu - río de La Paz, se extenderá más hacia las zonas de Yungas (Miguillas, La Plazuela). Planes nucleares.- El Gobierno del MAS ha introducido un factor extremadamente crítico de riesgo para la población de las urbes de E Alto y de La Paz, al abrir los planes nucleares, ya sean del Centro nuclear (a ser construido en El Alto), o por el riesgo aún mayor de construir una planta de energía nuclear, que mal podría ser el siguiente paso. En caso de accidentes, lo cual podría ser muy común, la contaminación radiactiva puede afectar de manera letal a miles o cientos de miles de personas de ambas ciudades.

365

Urbanizaciones masivas y verticalización en zonas de alto riesgo tectónico.- Un factor de riesgo creciente proviene del avance urbano y en especial, la construcción de edificios medianos, en zonas de alto riesgo tectónico, como es el caso de las laderas oeste y este, o en zonas de badlands: Las Lomas, Llojeta, Qotauma, Tembladerani, Mallasa, Mallasilla, Achocalla, etc., que además son zonas con antecedentes históricos de grandes deslizamientos y hundimientos. A esto se sumaría el riesgo de eventos de pluviosidad extrema o en el peor de los casos, movimientos telúricos de magnitud. Dada la elevada densidad poblacional de dichas zonas, estas situaciones de catastrofismo podrían afectar a miles de familias. Cambio climático.- Hay una alta probabilidad de que en los siguientes años se incrementen los efectos del cambio climático, el Valle puede enfrentar sequías recurrentes que reducirían aun mas los glaciares vecinos remanentes. Esto puede dar lugar a una reducción de la disponibilidad de agua. El efecto de cúpula de calor en la ciudad podría además incrementarse. También pueden darse eventos de pluviosidad extrema o grandes granizadas, las cuales al interactuar con la elevada fragilidad tectónica de muchas zonas, pueden ocasionar catástrofes. La eventual distorsión, o mayor severidad, de los eventos Niño-Niña, pueden empeorar aún más los escenarios futuros. Megaproyectos mineros en zonas cordilleranas.- Dadas los políticas pro-extractivistas del Gobierno actual, existe un riesgo creciente de la instalación facilitada de operaciones mineras a gran escala (en especial auríferas), como por ejemplo, en las faldas del propio nevado Illimani. Esto repercutiría en ecosistemas cordilleranos y altoandinos, poniendo en alto riesgo las fuentes de agua por destrucción de glaciares de piedra y bofedales. Pérdida de ecosistemas relictuales y sitios arqueológicos.- En los siguientes años, en directa relación con el avance urbano desordenado y sin control, puede ocasionarse la desaparición de los últimos remanentes de ecosistemas y su vegetación nativa, dando lugar a un empobrecimiento de la ya escasa biodiversidad del Valle. De igual forma, muchas zonas arqueológicas apenas prospectadas, especialmente en la zona Sur, desaparecerían sepultadas por las nuevas urbanizaciones.

Vacios de información y necesidad de estudios Estudios palinológicos, que permitan una reconstrucción virtual de las antiguas formaciones de vegetación y la posible presencia de especies como la Queñua. Exploraciones e inventarios biológicos en el laberinto intrincado de cañones de difícil acceso (en la base de Wallatanipampa), bajo la posibilidad de encontrar relictos naturales de Polylepis. Estudios y excavaciones arqueológicas para develar presencia humana en el Arcaico y épocas anteriores. (Esto, sin embargo, es muy difícil, puesto que gran parte de las zonas que podrían ser exportadas, yacen bajo la ciudad.

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Estudios y excavaciones paleontológicas, para detección de la biota pleistocénica y holocénica. Al igual que en el punto anterior, esto se tornaría difícil, puesto que posibles sitios podrían yacer bajo la ciudad. Mayores estudios y monitoreo sobre posibles mantos de crioconitas u hollines sobre los mantos de nieve en los glaciares remanentes. Estudios sobre los glaciares de piedra, cubiertos y de fisuras de rocas (inventarios, distribución y cuantificaciones de agua almacenada). Estudio geológico sobre la ubicación y dimensión del gran desprendimiento de un farallón en el Illimani durante la colonia. Estudios de micro-sismicidad en las zonas de torrentes de barro o badlands, y en otras zonas de riesgo tectónico. Dinámica ecológica de las comunidades vegetales y su fauna, en las zonas de badlands o torrentes de barro, caracterizadas por su elevada inestabilidad tectónica. Estudios biomédicos sobre efectos de la contaminación del aire, especialmente en poblaciones o grupos en mayor riesgo. Estudios biomédicos sobre posibles efectos de radiación no ionizante. Estudios químicos y biomédicos sobre la validez de los valores de los límites máximos permisibles de sustancias contaminantes en el aire y agua, en los reglamentos de la Ley del Medio Ambiente. Estudios microclimáticos del fenómeno de cúpula de calor en la ciudad y sus efectos. Estudios de agrobiodiversidad nativa en el Valle, en especial sobre variedades de papas nativas en las regiones del rio Pallcoma, Kallapa, Chicani, Palca. Estudios sobre el impacto del comercio de derivados de la vida silvestre para fines rituales y medicinales. Estudios de agrobiodiversidad nativa en el Valle, incluyendo las especies de quinuas y papas silvestres. Estudios de agrobiodiversidad, relacionados con la elaboración de chuño y tunta en las zonas altoandinas de la cumbre, Alto Achachicala, Jampaturi, y los efectos del cambio climático sobre esta práctica ancestral. Estudios biológicos y de salubridad sobre la presencia de la araña Loxosceles spp. (reclusa o pardo-rojiza, de rincones, etc.) en espacios domiciliarios, en especial por debajo de los 3.500 msnm. Estudios ecológicos de las poblaciones urbanas de Diglossa carbonaria y su dependencia alimenticia de plantas ornamentales de flores tubulares como la Kantuta en jardines y paseos. Estudios sobre el estado de salud y posibles desórdenes psicosociales, por efecto del stress del medio urbano. Estudios de caso y seguimiento a mediano largo plazo de hábitos y niveles de consumo alimenticio, de energía y agua en diversas zonas de la ciudad. Varios de estos potenciales estudios podrían derivar en procesos de monitoreo a largo plazo.

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Consideraciones finales La ciudad perdura a lo largo del tiempo, borrándose y recreándose continuamente en el vivir y la memoria de las generaciones vigentes a partir de sucesivos cambios o mudanzas. Algunos de estos cambios son rápidos y se dan dentro de una misma generación o en el paso de una a la siguiente; otros cambios son lentos y se producen en el transcurso de varias generaciones, esto conlleva el riesgo del olvido transgeneracional. En cualquier momento solo hay dos o tres generaciones viviendo una etapa de la historia, rara vez más; en este sentido, la memoria colectiva es de muy corto alcance, una vida a lo sumo. Las generaciones recientes no tiene idea cabal e incluso desconocen la naturaleza de muchos cambios anteriores, pues ven la situación presente como el fin de la historia, miran y viven el presente. Como dice Gabriela Lázaro: …..La

vida cotidiana, nos hace ver como ―naturales‖ las cosas que nos rodean, como si todo siempre hubiese estado, como si todos los objetos que vemos a diario, desde un automóvil a un sencillo foco, nunca, nadie, ni nada los hubiese inventado e instalado….Es una precepción instantánea sin chance a la retrospectiva. El pasado, inclusive el familiar, es una nebulosa llena de reportes históricos vagos y hasta imprecisos. Muy pocas personas, por no decir nadie, tiene idea cabal de quienes fueron, que hacían o de donde vinieron sus 16 tatarabuelos o los 32 padres de estos; desde luego es algo que parece muy poco importante para preocuparse por ello. Por otra parte, la memoria histórica es fragmentada, exigua y dirigida a unos cuantos hechos supuestamente más relevantes, y muy selectiva. Quedan algunos hitos materiales del pasado, muy pocos, especialmente la iglesias coloniales, las casas solariegas de la época post republicana y en el hinterland, únicamente algunos vestigios más antiguos, como las terrazas precolombinas del valle del rio Palcoma-Kallapa, Jampaturi, Chicani; en el valle de La Paz, no hay vestigios de obras monumentales prehispánicas como Sacsahuaman en el Cusco. A lo largo de la historia de la ciudad, casi todo cambia, desaparece o se desvanece, las familias, las personas, las casas, los partidos políticos, las instituciones. Desafortunadamente, también hay instancias de recorrido secular que parecen remontarse de un siglo al otro con pocas mutaciones, como es el caso del clero y el ejército, que son las encargadas de mantener una línea de continuidad de una memoria que muchos quisiéramos olvidar. Hay sin embargo en el Valle, elementos sempiternos; por ejemplo el Illimani o la Muela del Diablo, que con muy pocas variantes, fueron vistos por los primeros pobladores hace mas de 30 siglos, o por los primeros españoles que se asomaron al Valle, o por las generaciones actuales. A pesar de dicha aparente inamovilidad de los íconos telúricos, el Valle de La Paz, estuvo siempre en constante transformación desde hace cientos de miles de años; su historia geológica es por demás revuelta, con hundimientos, inmensos torrentes de barro, formación de lagos, glaciaciones, riadas, etc. Estos cambios, lentos o súbitos, son los que exceden el curso de la generaciones. Incluso muchos se dieron sin presencia humana en el Valle o incluso en el

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continente, al punto de parecer que nunca se produjeron (mito de la ciudad y un entorno estático o inamovible), y quedan inscritos en los registros geológicos y en menor gado (los más recientes) en la memoria histórica y las crónicas. Como se mencionó antes, algunos cambios son rápidos, otros muy lentos. Los cambios en el Valle y la ciudad, entre lo prehispánico, la colonia y hasta el siglo XIX, se caracterizaron por ser lentos, casi imperceptibles en algunos casos. Por el contrario, los cambios a lo largo del siglo XX y desde fines del siglo XIX, de mano de la modernidad, fueron progresivamente más vertiginosos, incrementándose en este nuevo siglo. Algunos cambios significativos se dieron en el paso de los paisajes culturales precolombinos (ruralidad ancestral) a los paisajes culturales de la colonia, con nuevas especies de cultivos y una intensificación de la producción, hasta los paisajes rurales posteriores, aún mas intensificados e incluso ya degradados por la presión de uso. Los paisajes rurales del entorno urbano, se sucedieron y reemplazaron a lo largo de los siglos, hasta que la ciudad en expansión se superpuso poco a poco y finalmente los hizo desaparecer. Como se vio en varios acápites, los relictos naturales de bosques arbustivos y matorrales, corrieron la misma suerte (avance rural, sobrepastoreo, quemas, tala de leña), hasta quedar arrinconados en algunas quebradas inaccesibles y cerros más lejanos. Desde luego en el curso de los siglos, hubieron cambios en la biodiversidad y la agrobiodiversidad del Valle, básicamente, hacia un mayor empobrecimiento y ecosistemas simplificados. Algunos de los cambios del paso de lo rural a lo urbano, en pleno siglo XX, se dieron en pocos años, como es el caso de Llojeta, Ovejuyo o Mallasa. Llega un momento de la historia, como el actual, donde la ciudad, a partir de la sucesión de cambios, es una suerte de collage, en el cual los retazos de épocas pasadas, perduran de forma aislada. Algunos monumentos coloniales, como las iglesias sobreviven más que las casonas del siglo XIX, que son sistemáticamente borradas y reemplazadas por la edificaciones modernas. Cambios posteriores con la verticalización y proliferación de edificios grandes y medianos por casi todas las zonas de la urbe. En el siglo XX y XXI se dieron grandes cambios a partir de la construcción de grandes puentes y finalmente, el sistema de teleféricos. El estado ambiental de la ciudad y el Valle, también cambió con el tiempo. Las mudanzas ambientales más severas, se dieron a lo largo del siglo XX, y el ingreso al nuevo siglo. La calidad ambiental de los ríos (Choqueyapu, Orkojawira, Cotahuma, etc.) fue empeorando hasta convertirse en cloacas pestilentes. También cambió la calidad del aire, tanto en la ciudad como en el Valle; ya en los años 80 del siglo pasado, el aire urbano empezó a sentirse contaminado, a fines del siglo XX, el centro de la ciudad y en especial en las horas pico, la contaminación era uno de los problemas ambientales críticos de la ciudad. Ahora, cada vez está peor. Esto estuvo muy ligado al aumento de motorizados, que también repercutió en la fisonomía de la urbe, los niveles de seguridad peatonal y en la contaminación auditiva, La ciudad, en el curso de no más

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de cinco o seis décadas, experimentó el cambio de ciudad tranquila, a una ciudad bulliciosa y contaminada. Por su parte, el Valle, desde los años 70 del siglo pasado, en relación al avance del avance de la colonización y de las fronteras agropecuarias en los yungas y tierras bajas, empezó a tener épocas secas cubiertas de humaredas. Se dan cambios por el aumento del nivel de riesgo, por ejemplo, en relación a los efectos del cambio climático y la probable mayor frecuencia de eventos extremos, o la intensificación del riesgo de deslizamientos y fenómenos tectónicos activados por lluvias intensas. A esto se suman los cambios por aparición de nuevos y mayores riesgos, como los planes nucleares del Gobierno, que parece tener especial apego a ubicarlos en la ciudad de La Paz o de El Alto. Pero, además de todos estos cambios, la forma de pensamiento de las diversas generaciones también experimentó transformaciones. Sin duda, hubo un largo recorrido, desde las lógicas pueblerinas de la apacible aldea urbana colonial, hasta la lógica urbano-centrista del siglo XXI, volcada a la búsqueda del consumo y el confort. Cambios de sociedades conservadoras a sociedades ―modernas‖, muy liberales y permisivas, etc. Los cambios van a continuar produciéndose, la pregunta ahora es ¿hacia dónde se proyectaran dichos cambios?, ¿hasta qué punto y donde seguirá expandiéndose la ciudad?, ¿qué pasará con la gobernabilidad en la ya tan mencionada gran metrópoli? ¿qué pasará con la provisión de servicios?, ¿qué dimensión y efectos alcanzarán los problemas de contaminación ambiental, en especial bajo condiciones de ausencia de atención y gestión de las autoridades?, ¿cómo evolucionaran los niveles de riesgo tectónico de muchas zonas del Valle?, ¿Cómo evolucionarán los efectos del cambio climático? ¿Cómo se solucionará el tema de la provisión de agua a la población? Puede ser relevante rescatar el debate iniciado hace unos años sobre la ventaja que las ciudades, y en especial las grandes, representan en la reducción de la presión sobre el ambiente y los ecosistemas, al concentrar enormes cojuntos poblacionales y gran intensidad de actividades industriales o de prestación de servicios. Kunzing (2011) reflexiona: ….las ciudades

pueden parecer un concentrado de cientos de males, hasta que se considera la alternativa de diseminar esos males…..Otra reflexión es que las ciudades permiten a la mitad de la humanidad vivir en alrededor del 4% de la tierra arable del planeta, dejando mayor cantidad de ecosistemas libres de presión. Esta lógica es bastante aceptable, considerando la abrumadora crisis ecológica a nivel planetario, sin embargo las ciudades no pueden ser áreas de sacrificio ambiental, donde la gente definitivamente viva mal por las pésimas condiciones ambientales. Por otra parte, a mayor dejadez en las regulaciones, las ciudades se convierten en megaemisores de gases de efecto invernadero, y la mayor huella ecológica las torna en grandes promotoras del cambio climático; por tanto el postulado o suposición inicial, queda en el campo de la incertidumbre.

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Reflexiones y recomendaciones En la parte final de este trabajo, se presenta un punteo de recomendaciones sobre los aspectos socioambientales más críticos y que requerirían acciones correctivas o mitigadoras urgentes. En relación a la contaminación de ríos por aguas residuales, las diversas instancias del Estado, incluidas las del nivel central, deberían tomar en cuenta los informes de la auditoría realizada por la Contraloría General del Estado y revertir los niveles de inacción que se evidenciaron. Se considera urgente la instalación de plantas depuradoras en diversos puntos de la cuenca y sus tributarios, y abatir, al menos parcialmente, la extrema contaminación que la ciudad exporta a los valles de Rio Abajo. La contaminación atmosférica por emisiones vehiculares, también requiere de acciones urgentes de control a fin de evitar el incremento de las cargas de gases contaminantes. Esto implicaría seguir promocionando el uso de gas natural vehicular (siempre y cuando siga habiendo gas), hacer efectivo y real el control del estado de mantenimiento de los vehículos, y la interdicción-multas a vehículos que evidencian altos niveles de emisiones de gases, en especial particulados u hollines. Se debe así mismo, continuar con el monitoreo iniciado por el programa Aire Limpio (Red MONICA); profundizar estudios sobre el transporte de contaminantes en el Valle, continuar con el monitoreo del movimiento de hollines

o

crioconitas a

las

zonas

de

glaciales

remanentes;

además,

promover

investigaciones biomédicas en sectores más expuestos y vulnerables de la población. Un elemento clave, y que corresponde instancias del nivel central y organismos especializados dependientes de éste, es la revisión, actualización y ajuste de los valores estándares de los límites permisibles de sustancias contaminantes, en el Reglamento en materia de contaminación atmosférica de la Ley del Medio Ambiente, toda vez que estarían obsoletos y permisivos. La reducción de la contaminación atmosférica por humo de chaqueos, queda casi enteramente en manos del nivel central y de la Gobernación, lo cual implica hacer efectivo el control de desbosques y la protección de la Madre Tierra, y no seguir propiciando y estimulando el avance de las fronteras agropecuarias. Esto significaría ir renunciando al doble discurso ya imperante desde hace varios años. Es crucial el control efectivo sobre el aumento exagerado del parque automotor, tanto de servicio público, como privado, pues ello tiene repercusiones en la reducción de la contaminación por fuentes móviles, la demanda de uso de carburantes, el colapso y caos en el tráfico vehicular. Esto tiene relación a su vez con el control en la exportación de vehículos,

y

hacia

el

contrabando

de

371

vehículos.

Estas

acciones

deberían

ser

complementadas con la promoción y mejora de los sistemas de transporte público masivo, que sean seguros, limpios, cómodos y suficientes, y des-estimular-sensibilizar, sobre el uso muy frecuente de vehículos privados o radio taxis. En general la ciudad de La Paz, como muchas otras urbes grandes, sufre de un mal crónico de mala-deficiente gestión vehicular, lo cual es responsabilidad principalmente de la Alcaldía y la Policía detránsito. En relación a la gestión de los residuos sólidos, se debería propender a hacer más efectivos los sistemas de recojo, ampliando la cobertura a zonas alejadas. La Alcaldía debería establecer contratos con empresas de recojo, que demuestren ser más eficientes que una anterior

y

evitar

improvisaciones.

Se

recomienda

hacer

control

efectivo

del

funcionamiento del sistema de Alpacoma, en especial sobre las aguas de lixiviados y emisión de gases. Se debería efectivizar el control de la basura electrónica por la enorme carga de materiales contaminantes que implica. También se deberían realizar campañas de sensibilización hacia la reducción del sobreconsumo en general, esto consecuentemente evitaría el desecho de comida o productos adquiridos en exceso; así como la reducción del uso de bolsas plásticas o de productos en envases plásticos. Otros procesos de sensibilización deberían orientarse a promover en general el re-uso de materiales y los procesos de reciclado responsable, y a reducir el uso de elementos descartables, como platos, vasos, cubiertos, botellas, etc. La contaminación acústica requiere acciones efectivas de control municipal y policial, y con seguridad, la aprobación o mejora de reglamentos y otras normas. Las diversas instancias de control (Policía, Guardia municipal) deberían iniciar un proceso estricto y permanente de control del mal uso de las bocinas de vehículos. También deberían desarrollar acciones de control del uso indiscriminado de alarmas vehiculares, especialmente a los sistemas muy sensibles y que reaccionan con cualquier vibración, y por tanto de forma reiterativa. También, el control sobre alarmas conectadas en altas horas de la noche o la madrugada y que perturban seriamente el descanso y la salud de la población. Estas acciones de control deberían estar acompañadas por campañas de sensibilización. Otras acciones de control necesarias, deberían dirigirse al uso de parlantes y de bombas de estruendo de gran potencia en eventos pirotécnicos, fiestas vecinales o partidos de futbol. El incremento de la demanda y uso de la energía eléctrica, debería estar acompañada por campañas de educación hacia un buen uso de la energía y evitar el derroche (duchas muy largas, luces innecesarias, aparatos enchufados, luces navideñas masivas), o promover el uso de electrodomésticos de bajo uso energético, bombillas ahorradoras y sistemas LED (light-emitting diode, o diodo emisor de luz). También es importante considerar campañas de difusión sobre la relación del uso de energía eléctrica (kW/hora) con el costo económico y la lógica de ahorro-reducción del gasto doméstico. Se debe considerar también, el principio de la independencia energética (parcial o total) y la promoción del uso de

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tecnologías alternativas como la solar-fotovoltaica. Todo esto contribuiría a la reducción de la huella ecológica urbana. La alta demanda de agua y la baja disponibilidad hídrica, debido a sequías recurrentes, se han tornado en talones de Aquiles de la ciudad y de la metrópoli entera. Dada la limitación de los actuales sistemas de represas, especialmente de las que abastecen a Miraflores y toda la zona Sur (sistema Jampaturi-Ajuanqota), es imprescindible concluir la ampliación del sistema Jampaturi Alto, así como la posibilidad de nuevas captaciones desde otras lagunas

cordilleranas,

previos

estudios

hidrológicos.

También

deberían

indagarse

alternativas complementarias para el otro sistema (Milluni) que abastece al resto de la ciudad. Debe ser dado a conocer a la ciudadanía el Plan metropolitano intermunicipal. Sin duda es imprescindible una reingeniería del esquema institucional responsable hasta ahora de administrar la dotación de agua a la ciudad. Las posibilidades de trasvases desde la vertiente oriental cordillerana no debe ser descartada. A todo esto se deberían sumar acciones de educación y sensibilización dirigidas al ahorro –no derroche- del agua y adopción de prácticas amigables que favorezcan el buen uso. Los cementerios jardines y canchas de futbol, deberían optar por el uso de pasto sintético. En cuanto a la expansión urbana, terrapleneos y construcción de viviendas en zonas frágiles y de alto riesgo tectónico, cabe mencionar que anteriores gestiones municipales realizaron algunas acciones de control de asentamientos en algunas zonas identificadas como rojas o de alto riesgo. Estas acciones fueron socialmente muy conflictivas y no tuvieron continuidad, de modo que en la actualidad, muchas de las zonas identificadas en los mapas de riesgo como críticas, tienen ocupaciones humanas, en su mayoría precarias. De cualquier forma, el avance sobre este tipo de zonas continúa y son necesarias acciones de control efectivo interdictivo a fin de evitar nuevas ocupaciones espontáneas y el accionar de loteadores. Debería contarse con Planes de gestión de riesgo (a nivel Alcaldía y Gobernación, mejor de forma coordinada) dirigidos a la mitigación de posibles eventos catastróficos en zonas críticas como Llojeta, Alto Llojeta-Las Lomas, Qotauma, Tembladerani, Bella Vista, Kupini, Achocalla y otras, que tienen antecedentes recientes y/o históricos de impactos por deslizamientos y hundimientos, y que ahora están densamente pobladas. En relación a las áreas protegidas o sitios relevantes del patrimonio natural en el Valle, su situación refleja el marginamiento y escasa importancia que se da a la gestión ambiental en general. El Gobierno Municipal, la Gobernación, y en especial el nivel central, deben efectivamente revalorizar y jerarquizar los temas ambientales y no utilizarlos como simple discurso. La Alcaldía y la Gobernación deberían hacer esfuerzos para salvar lo que queda del sistema municipal de áreas patrimoniales, lo que implica, realizar un reordenamiento, la redefinición de límites y la desafectación de varias áreas que ya no cumplen con los

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objetivos de creación. Se debería priorizar la protección de la gran meseta de Wallatanipampa, los andenes precolombinos de las laderas del Rio Kallapa, el cerro Auquiqollu (Muela del Diablo) y Wak´ayllani, o los picachos de Alto Llojeta-Las Lomas, como valores patrimoniales y paisajísticos únicos. El control de la expansión urbana sobre las zonas patrimoniales es fundamental. Similares acciones deberían realizarse en torno a la gestión y protección de los relictos de ecosistemas naturales, priorizando la presencia de estos remanentes aún en buen estado, especialmente si se encuentran al interior de áreas protegidas o patrimoniales. Una alternativa para preservar una muestra ―representativa‖ de los relictos de vegetación del Valle, podría ser que la Alcaldía declare un espacio regularmente grande (p.e. en la ladera este de la bajada a Obrajes o en la Avenida del Poeta), como área de protección y manejo-restauración estricta, en la cual se preserve la vegetación existente, se reinserten especies nativas del Valle, y se elimine las especies exóticas. Una tarea sin duda interesante, queda en duda si la Alcaldía podría asumirla con la seriedad necesaria. En realidad, poco se puede hacer por la Vida silvestre nativa en las zonas alejadas del Valle (vizcachas, cóndores, tarucas) puesto que queda muy poco de ella. Sin embargo, con base a estudios y acciones de monitoreo, deberían hacerse esfuerzos para la protección de hábitats y el control de caza furtiva, en especial, dentro de las áreas declaradas como Patrimonio Natural. Al ser La Paz y El Alto, un inmenso sumidero de demanda de productos de la vida silvestre, es urgente la realización de acciones de monitoreo y control del comercio de vida silvestre (para fines rituales o medicinales, mascotas y disfraces folklóricos). Un aspecto crítico es la ausencia en el país de una norma, sea Reglamento o Ley, de protección y manejo de la Vida Silvestre. Ahora existe la alternativa de contar con Leyes de los niveles subnacionales (en especial municipales) que pueden funcionar efectivamente en el ámbito de cada jurisdicción, pero es necesario un mínimo nivel de compromiso, sensibilidad y voluntad política. En cuanto al cambio climático y sus efectos ambientales y sociales, es importante la realización de acciones conjuntas y coordinadas (de evaluación, prevención, adaptación, mitigación y atención a emergencias) entre las diversas instancias del Estado, cosa que hasta ahora no se ha dado: las pocas iniciativas aisladas, han dado lugar a vacíos y superposiciones. Considerando la gran vulnerabilidad que el Valle de La Paz tiene frente a diversas perturbaciones climáticas, será importante conocer los resultados de los sistemas de monitoreo u observatorios climáticos que están funcionando, y si existen nexos de coordinación entre ellos. Algo importante es que las diversas instituciones abocadas al tema, tengan páginas web actualizadas y así facilitar la consulta e información ciudadana. También sería relevante saber si dichos sistemas tienen interacciones con las redes continentales y mundiales que dan atención a los efectos del cambio climático o al

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fenómeno ENSO (Niño-Niña). Los efectos climáticos adversos en el Valle, como las sequías recurrentes (y reducción de la disponibilidad de agua) o los eventos de lluvias extremas, además de tener relación con los fenómenos ENSO, podrían ser manifestaciones del cambio climático, entonces, se hace necesario un Plan estratégico y de contingencia, o planes de las diversas instancias del Estado (es dudoso que exista uno coordinado entre todas) para enfrentar dichas anomalías. En relación al efecto de cúpula de calor que se habría formado sobre la urbe es todavía una hipótesis, aunque con asideros lógicos, y requiere de investigación microclimática, así como de acciones de monitoreo. Muy en relación al punto anterior, la condición topográfica, geológica y climatológica del Valle, está

presente el riesgo de eventos catastróficos, que como se vio en puntos

anteriores, y pueden incluir sequías severas, granizadas, lluvias extremas, riadas, deslizamientos, incluyendo movimientos sísmicos, etc., lo cual requiere un sistema de monitoreo y alerta temprana (que existe), pero que aparentemente no funcionó en el caso de la sequía 2016 y el colapso de las represas de agua, situación que a su vez, tiene raíz en el problema de la gestión fraccionada, descoordinada y conflictiva en el tema de dotación de agua entre la Alcaldía y EPSAS (lo cual también requiere una solución estructural). Algo esencial es la reducción del nivel de vulnerabilidad, especialmente en las poblaciones urbanas que habitan las zonas más críticas, lo cual implica incrementar el nivel de resiliencia a través del fortalecimiento organizacional y el control social, así como las redes vecinales de solidaridad. Considerando la recurrencia de diversos eventos catastróficos a lo largo de los últimos seis siglos (de los cuales hay registro histórico) y la probabilidad de que vuelvan a ocurrir, sería tal vez interesante la realización de ejercicios iterativos de simulación. A fin de reducir el nivel de riesgo de torrentes, mazamorras y riadas, es urgente el control estricto en la explotación de áridos, especialmente en las partes altas de las cuencas. El Valle y la ciudad de La Paz, necesitan de un estudio detallado y un Plan de gestión integral de riesgos; si éste ya existe, es importante socializarlo. La verticalización es un signo inevitable en una ciudad ubicada en un hueco que le impide la libre expansión horizontal. Muchos de los edificios pequeños, medianos y grandes (más de 12 pisos), han sido construidos sin atención a normas antisísmicas, por lo que al momento solo quedaría evitar los malos pensamientos o temores de que pueda ocurrir un sismo en La Paz. Sin embargo, se siguen construyendo edificios y en todas partes, incluidas las zonas de mayor riesgo tectónico, por lo cual, resulta urgente que la Alcaldía asuma con la mayor responsabilidad posible, los procesos de autorización y vigilancia de nuevas construcciones verticales. Otro elemento clave debe dirigirse a efectivizar los mecanismos de control para que los nuevos edificios no atenten contra el patrimonio arquitectónico de la ciudad, cosa difícil para la Alcaldía, cuando el propio Gobierno central, con gala de prepotencia es el primero en demoler una casa histórica y deteriorar la calidad escénica del centro histórico paceño para construir el nuevo palacio de gobierno; además incorporando el mal ejemplo.

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Un mal endémico de la ciudad (casi ―natural‖), es la desaparición paulatina del patrimonio arquitectónico debido a la superposición y reemplazo de épocas. Así como las casas coloniales desaparecieron para dar lugar a las nuevas construcciones del siglo XIX, el efecto en cadena siguió su curso y los remanentes del siglo XIX e inicios del siglo XX, siguen desapareciendo y son reemplazadas por edificios. Ya se ha mencionado que de la colonia quedan únicamente las iglesias y algunas contadas casonas, los tambos a excepción del Quirquincha, prácticamente han desaparecido. Las grandes casas del siglo XIX se caen a pedacitos por la falta de mantenimiento, alguna de inicios del siglo XIX (muy raras) tal es el caso de la casa ―Alencastre‖ en la esquina Ayacucho-Potosí, son demolidas por capricho del Gobierno central. Fue un hecho insólito, posiblemente único en Latinoamérica. Esto debería ameritar un debate. ¿vale la pena hacer esfuerzos para seguir manteniendo vetustos edificios coloniales o republicanos?, es decir ¿vale la pena preservar el paisaje y patrimonio histórico de la ciudad? o ¿se da curso a la inercia de la modernidad y el reemplazo por nuevas construcciones? Existen mandatos y reglamentos, incluso en la propia Constitución Política (Artículo 99), para proteger el Patrimonio cultural, que incluye los edificios históricos, además del patrimonio arqueológico, como es el caso de los andenes precolombinos del valle del río Kallapa. Ya se ha mencionado que a la debilidad del Gobierno municipal, se suma el fútil Ministerio de Culturas y Turismo, que en vez de apoyar dichos mandatos, se suma a las contravenciones y se dedica a frivolidades (de alto impacto ambiental) como el DAKAR. La minería en zonas cordilleranas, al momento es relativamente pequeña y restringida a algunas cooperativas. El mayor revuelo mediático se ha dado en torno a las concesiones y operaciones en las faldas del Illimani, en la cuenca del río Palca. Sin embargo, si muchas operaciones llegaran a proliferar u operaciones más grandes (megaproyectos) llegaran a autorizarse en las zonas de: Alto Achachikala (cuenca Kaluyo-Choqueyapu), La Cumbre (Cuenca Orkojawira), Alto Jampaturi (Cuenca Kallapa) o en el Serqheqollu-Kasiri (cuenca Palcoma), podrían afectarse directamente los glaciares remanentes, lagunas, bofedales del Valle, y los reservorios de agua de la ciudad, tema por demás álgido. El mayor riesgo reside en las políticas pro-extractivistas del Gobierno central, abierto a la voracidad de los grandes capitales. En este sentido, es importante el control y seguimiento de los medios de prensa, pero también de instancias científicas (institutos de diversas Facultades de la Universidad), organizaciones ambientalistas, y en especial, el control social ciudadano, que se ha visto emerger de forma decidida en temas críticos, como la energía nuclear o el agua. El riesgo nuclear en Bolivia tiene la firma del Gobierno central. Mucho se ha argumentando en contra de esta descabellada y nefasta idea, inicialmente núcleo-eléctrica (una central) y luego el Centro de Tecnología Nuclear, proyecto ubicado inicialmente en Mallasilla, locación que tuvo que ser debido a la fuerte resistencia vecinal y colectivos de activistas. La mezcla

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de ignorar los peligros con el sofismo perverso de la tecnocracia se impuso y dicho Dentro será instalado en uno de los distritos de El Alto. Como en el caso anterior, es urgente el accionar del control de los medios de prensa, de instancias científicas serias (institutos de diversas Facultades de la Universidad comprometidos con la protección ambiental), organizaciones ambientalistas, y en especial, el control social ciudadano, para evitar que las ideas nucleares del gobierno progresen nuevamente hacia la central nuclear para producción de una energía terriblemente riesgosa. El ojo vigilante deberá estar situado además en los comedidos y también nefastos apoyos, como de Rusia y Argentina, países con historial de jugar con los núcleos de los átomos, y que ofrecieron dadivosamente su ayuda al Gobierno. Obviamente se recomienda establecer un observatorio ciudadano con apoyo científico para monitorear el Centro tecnológico de El Alto de posibles accidentes (fugas, derrames, mala disposición de desechos, etc.) . Es una costumbre de los responsables de planes nucleares en el mundo, ocultar o falsear la información. Aquí no se dará la excepción. En cuanto al concepto del Vivir bien, es un paradigma ya en desuso, mientras mucha gente sobrevive a duras penas, para otra, la lógica predominante ahora es Vivir mejor (en especial para las cúpulas gobernantes). Para el logro de un Vivir bien en el medio urbano, será pues necesaria la aplicación de correctivos en muchas de las situaciones críticas que desdicen al paradigma (contaminaciones de diversos tipos, precariedad habitacional, sobre-consumo, inseguridad, racionamientos de agua, riesgo nuclear, etc.). Vaya, menuda tarea.

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