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• Rubén Oscar Costiglia Garino

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NUESTRA VIDA Y LA CIENCIA El viaje del ADN Muchas veces rechazamos a una persona sólo por su nacionalidad, por el color de su piel, por su religión o por su condición económica. Los prejuicios parecen bloquear entonces el uso de la razón, y sólo se expresan sentimientos con los que afirmamos nuestra identidad negando al otro, al que es diferente. Sin embargo la ciencia dice otra cosa: todos los habitantes del planeta tenemos un origen común, que se puede rastrear hasta África. Y estamos relacionados entre nosotros más de lo que imaginamos. En el interior de las células de los seres humanos y de todos los seres vivos, se encuentra el ADN, que significa ácido desoxirribonucleico. El ADN es una molécula que contiene la información, el manual de instrucciones para el desarrollo y funcionamiento de los seres vivos. Esta información, que nos caracteriza a cada uno, es transmitida de padres a hijos a través de los genes, que son segmentos de ADN. El conjunto de toda la información genética, el genoma, es un 99.9 por ciento idéntico en los seres humanos en todo el mundo. Diferimos uno de otro en un 0.1 por ciento. Esa es la realidad, mal que les pese a los racistas, todos somos casi iguales y nuestro origen común es africano. Hasta hace poco, la única forma de reconstruir el pasado, era analizar los restos arqueológicos y los huesos que quedaron dispersos en las migraciones humanas, pero ahora la genética permite indagar en el interior de las células de cada ser humano y reconstruir el viaje de nuestros ancestros por el mundo, nuestra casa. Porque más allá del lugar donde hemos nacido y vivimos, todos somos ciudadanos del mundo. Un video que se puede ver en https://youtu.be/tyaEQEmt5ls nos revela cómo un inglés al que no le gustan los alemanes descubre que tiene ancestros alemanes. Otra persona que se considera cien por ciento cubana, tiene una extraordinaria diversidad genética que incluye una herencia procedente de España, Portugal, América, África, Gran Bretaña, Europa del Este, Medio Oriente, Escandinavia y Melanesia. Este tipo de información puede ser obtenida ahora mediante un análisis genético tomando una muestra de la saliva de una persona. Y así sucesivamente, se dibuja el esquema de un mundo donde todos estamos relacionados. En momentos en que los odios raciales y entre nacionalidades parecen aumentar en todo el mundo, el conocimiento de la interrelación que hay entre todos los habitantes del planeta sería saludable. Quizás si todos supiéramos de dónde provenimos, seríamos más tolerantes. ¿Cómo sonarían las afirmaciones racistas y xenófobas de Donald Trump si un análisis genético señalara que tiene ancestros mexicanos? Agradezco profundamente a mi esposa Olga Acoltzin su apoyo para la realización de esta columna. Rubén Costiglia costiglia@yahoo. com