El Test de Los Garabatos

Título de la edición original: LE GR IB O U ILLIS. Un test de personnalité profonde. Publicada por Presses Universitaire

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Título de la edición original: LE GR IB O U ILLIS. Un test de personnalité profonde. Publicada por Presses Universitaires de France, Paris. T ra d u c c ió n d e MARTA CELIA E G U IB A R

Todos los derec h o s reservados por (© , 1 9 7 1 ) E D IT O R IA L K A PE LU SZ, S. A. -

B uenos A ires.

H e c h o el d epósito que e s tab lece la ley 1 1 .7 2 3 . P u b lic a d o en abril de 1371. L IB R O DE E D IC IÓ N A R G E N T IN A P rin te d in A rg e n tin a

INDICE

PR IM ER A PARTE

EL TEST DE L OS GA RA BA TOS Las bases de su interpretación en psicopatologia 1. Significación psicológica de los garabatos...............................................; I. •*11.

11

La interpretación grafològica de los garabatos........ .. ................ Necesidad de una interpretación original del garabato................

11 12

2. La técnica de los garabatos............................................................. ’...........

14

I. II. III. IV. _ r-V.

El nombre en el centro de la h o j a ................................................... 14 Las c o n sig n a s...................................................................................... 15 Repetición del t e s f .................. "15 Carácter dinámico del trazado......................................................... 16 Reacciones afectivas .......................................................................... 17

3. Evolución de la personalidad. Psicodinàmica del garabato...................... " I. II. — III. '"-IV.

Pre-garabatos y garabatos propiamente d ic h o s........... : . . El ¿stadio sádico-anal y los garabatos sádico-anales-. » ¡ . . . f . . . El estadio objetal, la sublimación y iosgarabatos de.sublimación La represión y los garabatos de represión ...................... . . . . . . . . a} Garabatos cen trales.................................................................... b) Garabatos debajo del n o m b re............................................... V. Las formaciones reaccionales del Yo y los garabatos de formación reaccional......................................................................... VI. La relación a distancia y los garabatos deaislam iento..................

20 20 23 . 31 34_ 36 38 41 52

SEGU N D A PARTE

APLICACIONES CLÍNICAS DEL TEST DE LOS GA HA BA TOS 1. El diagnóstico de la personalidad................................................................ I. II.

La personalidad a fectiv a .................................................................... La inteligencia . .................................................................................

59 .60 66 7

2. Los conflictos del alma infantil interpretados a través de los garabatos. I.

Los conflictos con el m e d io ............................................................. -r- a) La cólera y los actos de violen cia .................................. .. bj Oposición y encopresis.............................................................. II. Los conflictos in te r n o s..................................................................... a) El retorno contra sí m ism o ....................................................... Represión e in h ib ición............................................................... c) Las formaciones reaccionales del Y o ....................................... d) El aislam iento................................................. e) La regresión................................................................................. —/ ) Los atrasos en la escuela debidos a causas afectivas............. ^ gj Conflictos pasajeros y neurosis duraderas.............................. 3. Los estados neuróticos en eln i ñ o .............................................................. I. ^■11. —III. '-IV . V. VI.

La neurosis de angu stia.................................................................... La neurosis depresiva.......................................... La neurosis de in h ib ició n ................................................................ La neurosis asténica. Las dudas y los escrúpulos........................ La neurosis obsesiva.......................................................................... La neurosis regresiva -.........................................................................

69 71 71 76 83 84 86 88 88 89 91 93 95 96 105 112 118 122 130

4. Neurosis y psicosis del adulto .................................................... ................. 136 I. II. III. IV.

La neurosis de angustia..................................................................... La neurosis astén ica.......................................................................... La neurosis ob sesiva.......................................................................... P sico sis................................................................................................

137 144 151 156

C onclusiones.......................................................................................................... 167 Validez y fidelidad del test de los garabatos......................................... 167 El punto de vista psicoanalí t i c o ............................................................... 171 Bibliografía ............................................................................................................. 173

8

1 S IG N IF IC A C IÓ N P S IC O L Ó G IC A DE LOS G A R A B A T O S

Los garabatos que ha'cen los niños siempre han sido considera­ dos con atención por los psicopedagogos, a quienes interesan todas las manifestaciones expresivas de lá espontaneidad juvenil. Pero la idea de hacer del garabato un test de personalidad es muy reciente. La debemos a Robert Meurisse, aparecida en su primer estudio: "Le test du gribouillage’’, publicado en 1948.1

1. LA INTERPRETACION GRAFOLOGICA

Es interesante acotar que Meurisse es grafòlogo. En efecto, no han sido los psicólogos sino los grafólogos los primeros que insistieron en el significado de los garabatos, considerándolos, con justa razón, como la forma primitiva del grafismo infantil*Ludwig Klages, el célebre grafòlogo alemán, menciona esto al pasar, en sus obras12 ; pero, después de Meurisse, los Bernson han hecho.* tal vez, los estudios sistemáticos más importantes sobre, el tema3, tomando como referencia las reglas habituales del análisis grafològico. Ese análisis se basa en la hipótesis de trabajo que afirma que la escritura de un individuo expresa, no sólo los rasgos particulares de 1 Robert MEURISSE, Le test du gribouillage (Psych. N° 26, die. 48 y N° 37, die. 1949). (Connaissance de l’homme, nov. 56). 2 Ludwig KLAGES, Escritura y carácter (vers. cast.) Buenos Aires, Editorial Paidós, 1959. 3 B. y M. BERNSON, Le gribouillis des jeunes enfants (Bulletin de graphologie. 1949). Marthe BERNSON, Del garabato al dibujo, vers. cast. Buenos Aires, Editorial Kapelusz, 1962.

I1

su inteligencia y de su carácter, sino ademas su personalidad profunda, es decir, las tendencias y los sentimientos de los cuales no tiene clara conciencia; eso se podra saber por medio de su escritura mejor de lo que él mismo se conoce. Llegamos aquí a la moderna noción de proyección, la cual, como es sabido, ha adquirido gran importancia en psicología después de Ios-descubrimientos freudianos. En efecto, tal como lo ha demostrado el psicoanálisis, algunas tendencias dormidas en el inconsciente,..y que parecen muertas, pueden, bajo ciertos estímu­ los. despertar a la vida y manifestarse en la conducta del sujeto, sin que éste tenga conciencia de los móviles que lo impulsan a actuar. Se dice entonces que esas tendencias se provecían directamente en la conducta. Por ejemplo, el sujeto que escribe tiene conciencia del significado de lo que escribe, pero no del movimiento que gobierna su pluma, el cual es automático, y sin embargo, su estado de ánimo profundo se expresa en la escritura. Ahora bien, con los garabatos ocurre lo mismo que con la escritura; Meurisse fue el primero que tuvo la idea de considerar al garabato (que llama “garabateo”) como una proyección de la personalidad profunda del sujeto que lo traza, pudiendo por lo tanto constituir un verdadero test de proyección. Esto nos permite comprender que se hayan podido aplicar a los garabatos las reglas del análisis grafològico y obtenido así deduc­ ciones psicológicas muy interesantes. Recordemos aquí suscintameníe que. en grafologia, se evalúan la amplitud de los trazos, la fuerza, la forma, la dirección, la localización, la rapidez, el ritmo y la armonía de los mismos y que cada una de esras características tiene, como es sabido, un significado gxafopsicológico determinado. . Meurisse ha agregado a este esquema clásico complementos su­ mamente sugestivos referentes a la personalidad profunda, y ha desarrollado aún más-la noción de test de proyección. II. NECESIDAD DE LINA INTERPRETACIÓN ORIGINAL DEL GARABATO

Sin embargo, cuando quisimos utilizar al garabato como test de investigación psicoclínica, apoyándonos en los estudios de Meurisse y de Bernson, nos vimos detenidos en nuestras interpretaciones. Advertimos entonces que había, al comienzo, un error de método y que era excesivo asimilar el garabato a la escritura. La interpretación por medio de las reglas grafológicas ha sido estudiada para la escritura. decir para un grafismo muy' elaborado, muy

socializado.' un grafismo en el que la personalidad se expresa disciplinándose, para lograr esa necesaria comunicación con los demás y que es el objeto esencial del texto escrito. Nos dimos cuenta que, por el contrario, los garabatos son un grafismo muy primitivo, un grafismo anterior a la comunicación social. La misma consigna de completa libertad que rige el trazado de los garabatos y hace que éstos den libre curso a lo que hay en nuestra personalidad de menos elaborado, dénmenos socializado, a la expresión ■del fondo del inconsciente salvaje en que se agitan confesamente nuestras tendencias más primitivas. Por consiguiente, sin .dejar de reconocer que el gesto gráfico tiene, en la escritura y en los garabatos, significados comunes, •pensamos que el buen método científico consiste en no confundir­ los y en averiguar en qué. difieren los garabatos de la escritura, elaborando, mediante el- estudio de los mismos, un método de in­ terpretación que les sea propio. Considerando pues el garabato como un test de proyección. pensamos que, .para interpretarlo correctamente, debíamos comen­ zar por examinar cuáles son las tendencias' de la personalidad profunda que se proyectan en él. En efecto una de las premisas fundamentales de la psicología proyectiva es la de que los diversos tests de proyección no son equivalentes, pues según el estímulo usado para suscitar la proyec­ ción, vemos manifestarse planos diferentes de personalidad. Se debe, pues, en cada caso, ex'aminar el nivel de personalidad que se proyecta, pues de su nivel dependerá el método de interpretación que se utilice. • Este estudio original es lo que presentamos a continuación. El mismo nos ha permitido, como se verá, llevar mucho más lejos que nuestros predecesores, la .interpretación de los garabatos y su nrovechosa utilización en clínica.

13.

2 LA TÉ C N IC A DE LOS G A R A B A T O S

Antes de penetrar en la interpretación de] test del garabato, vamos a indicar la técnica que hemos empleado. El test del"garabato es una prueba simple, de ejecución rápida y sencilla y que encuentra fácilmente ubicación en el curso de los exámenes médico-pedagógicos, donde no se dispone de mucho tiempo. La consigna es completamente elemental: se da al sujeto una hoja de papel blanco (bastante resistente) y un lápiz negro (con mina medianamente blanda) y se le dice: “Garabatee en esta hoja” . En el caso de niños mayores (o aun de adultos) que se sorprenden a veces de esa orden, debemos ocasionalmente agregar: “Imagínese usted que_ vuelve a la infancia, a la edad en que todavía no sabía escribir y garabatee esta hoja como le gustaba hacerlo a esa edad” . Para que el sujeto afloje su tensión, se puede añadir: “Abandónese por completo a su fantasía” .I. I. EL NOMBRE EN EL CENTRO DE LA HOJA

A partir de Meurisse, se acostumbra pedir al sujeto que comien­ ce por escribir su nombre en el centro de la hoja. Se trata, en efecto, de un excelente medio descentrar los garabatos con relación al Yo del sujeto: por un lado el Yo personal. íntimo, representado por el nombre de pila: por el otro el Yo familiar, social, presentado por el patronímico. Ocurre a veces que el sujeto pregunta cuál de sus dos nombres debe escribir, o si debe escribir los dos. Conviene respon­ derle que goza de libertad para hacer lo que guste. A los niños pequeños, que no pueden escribir su nombre aún, puede dárseles la consigna de dibujar un muñeco en el centro de la hoja y decirles luego: “Ese muñequito eres tú” .

II. LAS CONSIGNAS

Mturisse ha dado instrucciones muy precisas para la ejecución de su iest de los garabatos. Quiere que se comience siempre en el mismo lugar, dos centímetros más arriba del nombre y qué. partiendo de ese punto así establecido, se.garabatee durante un minuto y medio, sin levantar el lápiz y sin "detenerse. De este modo, se pretende asegurar al test condiciones de ejecución constantes, que deben permitir luego una fácil estandardización. Nosotros con esto no podemos seguir a dicho autor. Como ya mostraremos (al final de está obra, al tratar de la validez dei test), en los tests de proyección hay'que elegir entre una técnica stándard. que imponga las mismas reglas a todos los sujetos, dejando que las diferencias individuales se manifiesten sólo dentro de límites muy estrechos, pero facilitando, en cambio, las comparaciones estadís­ ticas. y una técnica-libre, que deje que cada personalidad individual exprese toda su originalidad, permitiéndonos así analizarla en pro­ fundidad. En nuestro caso,Jiemos optado por esta segunda técni­ ca, puesto que lo importante aquí no es comparar un sujeto coir los demás (y en particular con los sujetos normales) sino apreciarlo en su individualidad propia y poder así captar las motivaciones dinámicas profundas de su conducta o de sus trastornos. Volviendo a la libertad en la técnica, veremos, por ejemplo, que muchos sujetos limitan sus garabatos a la zona qüe está debajo del nombre; éstos partirán, pues, de un punto subyacente al nombre y les molestaría la consigna contraria de Meurisse. De igual modo, el tiempo empleado por el sujeto para trazar sus garabatos suministra indicios preciosos: algunos acaban rápido: otros, por el contrario, no terminan de repetir compulsivamente los mismos trazos: y. tanto en un caso como en el otro, imponerles un tiempo determinado sería contrario al .desarrollo espontáneo del test. Así también las veces que se levanta el lápiz y las interrupciones en el curso del trazado nos dicen mucho acerca de las inhibiciones del sujeto y sus rupturas de contacto, y la consigna que lo prohibe no es conveniente.I.

III. REPETICION DEL TEST

Nuestra técnica sivos. Lo motiva el sujeto titubea ante somete y produce ■

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comporta 13 realización d t u ­ hecho de que. en un grad/q^ípefo ae e' el carácter insólito de//a 5>p/ueba 'k lo1' g¿ aarabatos que llevan l¿/¿i3Tca^^e .una'5’ fuái

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reproduce ei mismo trazado de ]a primera vez. en cuyo caso se puede llegar a la conclusión de que el estado de inhibición es habitual en41, o bien se libera en un trazado más amplio, lo cual nos indica que su inhibición era pasajera y, muy probablemente, debida al carácter poco usual de la prueba. De manera más general, el test de los garabatos puede repetirse sin ihconveniente gran número de veces. Más aún. se recomienda hacer varias-, a_ diversos intervalos de tiempo, si se quieren extraer conclusiones .valederas. Desde este punto de vista, sucede con el garabato lo “mismo que con el texto escrito; es sabido que un grafólogo sagaz-no se aventura a hacer el retrato de un individuo basándose en un documento único, sino que pide que se le presenten varios y de distintas fechas, a fin de observar en ellos los caracteres gráficos permanentes, que le permitirán deducir los rasgos que -dominan en la personalidad estudiada. Del mismo modo, el intérpreteTíe'los garabatos debe hacer repetir varias veces la prueba a ñn de \~r si el sujeto reproduce siempre los mismos trazos o si difieren de un-test a otro.,En el primer caso, podemos estar seguros de que esos trazos corresponden a rasgos de personalidad constan­ tes; en el segundo caso, por el contrario, puede inferirse que la situación psicológica del sujeto varia según los momentos. . En cierta medida, una personalidad bien equilibrada, capaz de adaptarse dócilmente, presentará variaciones en sus garabatos suce­ sivos según las condiciones del ambiente. Por otra parte, esas condiciones pueden ser provocadas experimentalmente. Por ejem­ plo. suscitando en el sujeto sentimientos momentáneos de exalta­ ción o de depresión, se pueden obtener garabatos reveladores de esos estados particulares de ánimo. Del mismo modo, ios garabatos hechos después de un psicodrama en que el sujeto, como ocurre a menudo, ha descargado fuertes pulsiones agresivas, pueden expresar en sus trazos la liberación que se ha producido. Veremos, por otra parte, que en el curso de una psicoterapia es posible a menudo seguir los progresos realizados a través de la evolución de los garabatos trazados después de cada sesión.IV .

IV. CARÁCTER DINÁMICO DEL TRAZADO

Como vimos, los garabatos no son dibujos, sino un acto gráfico. Por lo tanto, la manera en que se hacen tiene tanta importancia como el trazado final y es indispensable observar al sujeto mientras hace sus garabateos. Es decir que debemos notar el punto de partida del trazado, su dirección progresiva o regresiva, ascendente o 16

descendente, la -zona que cubre primero y la rapidez de su ejecución, signos todos éstos de los cuales veremos la importancia para la interpretación del test. Debemos consignar, por ejemplo, por tener un valor muy especial, la tendencia de algunos sujetos a voiver a pasar, una y otra vez, por el mismo lugar de la hoja, tendencia compulsiva ligada frecuentemente a una fijación morbosa relacio­ nada con la zona en cuestión, como ya lo hizo notarMeurisse.

V. REACCIONES AFECTIVAS'

Hay que observar-tamblén-lás 'disposiciones afectivas del sujeto en el momento en que garabatea.’ Los garabatos amplios_y vigorosos se ejecutan, en general, con alegría, y es'evidente que,, en. este caso, el sujeto siente un gran placaren exteriorizar sus pulsiones. Puede ocurrir, aún, que el sujeto tenga luego, oscuramente; conciencia de haber hecho algo “inconve­ niente” y dirija al psicólogo una mirada de vergüenza o de temor. Los garabatos inhibidos son hechos,-en la generalidad de Jos casos, con mucha seriedad, y a veces hasta con una disposición 'de ánimo melancólica. Una vez cumplido el test, conviene consignar también la impresión afectiva producida en el sujeto por su realización. Algunos están contentos. Otros, en cambio, expresan su discon­ formidad. Señalemos, en particular, el malestar que causa frecuen­ temente el garabato que pasa sobre el nombre; muchos sujetos se avergüenzan de lo que han hecho y -declaran que.no está bien garabatear sobre el nombre, que es sucio o que está prohibido. Vemos algunos que, habiendo casi borrado su nombre con sus garabatos^ repasan luego todas las letras para que ssü nuevamente legible. También puede resultar interesante hacer interpretar los gara• batos por el autor mismo, en la medida en que éste puede luego comprender el significado simbólico de su trazado. Anticipándonos a nuestro capítulo de interpretación, podemos decir aquí que, en los garabatos, se proyectan muchas pulsiones agresivas de las cuales el sujeto puede, a través de su-ademán, tomar conciencia. He aquí dos ejemplos: El primero lo proporciona un niño de 11 años, muy celoso de su hermano menor, pero muy contrariado en su instinto de rivalidad por las severas censuras de sus padres; como consecuencia, se ha vuelto tartamudo; pero no tartamudea durante los psicodramas, cuando puede exteriorizar libremente sus pulsiones agresivas. Luego 17

de uno de .esos psicodramas trazó estos garabatos intensamente agresivos, con los cuales borró, en particular, su nombre (de lo cual veremos más adelante el significado). Invitado a decir lo que piensa de sus garabatos, dice que es una explosión y que.el “ pajarito” se ha escapado hacia arriba, a la derecha, “donde está bien” (fig. 1). '

Figura 1_ El pajarito que voló se encuentra en el pequeño rectángulo, arriba, a la derecha.

El segundo ejemplo.es de un hombre de 40 años.-atacado de. neurosis obsesiva, caracterizada por dudasincesantes, con rituales y verificaciones. Es sabido que, en esta neurosis, la carga agresiva interior es fuerte, pero que es anulada por una poderosa censura. Sin embargo, en el caso de nuestro sujeto, la censura cede a veces y deja que se exterioricen, si bien en el plano puramente ideal, sin tentativas de realización, ideas asesinas, sobre todo con relación a su esposa. Invitado a hacer garabatos, el sujeto no se presta a ello de buena gana; se somete, empero, y traza con bastante rapidez las volutas que vemos aquí, para terminar con un gesto violento que se imprime en el trazo grueso y negro en dirección H-D (hacia arriba y a la derecha) (fig. 2). Interrogado, declara que eso le recuerda algunos informes que le tocaba redactar, informes que sus colegas escribían sin ningún cuidado, pero que'él se consideraba obligado a

preparar con mucha conciencia. Ocurría, a veces, que al final, impaciente, garabateaba la hoja y la rompía, lo cual le obligaba a empezar de nuevo. Vemos, pues, actuar en sus garabatos el misino proceso dinámico que nos muestra la conciencia profesional incapaz de dominar por completo las pulsiones agresivas subyacentes1 . En el capítulo siguiente, a propósito del caso del joven Yves, veremos- otrcr ejemplo- notable en que la interpretación simbólica suministrada por el sujetó coincide con el análisis científico que hicimos nosotros ífig_8)

Figura 2. Garabatos de neurótico obsesivo.

1 Todos los garabatos reproducidos en esta obra han sido hechos en el tamaño 21 x 27 cm. Las reproducciones miden la cuarta parte del tama­ ño original. Hemos tachado u ocultado el nombre del sujeto (cuando él mismo no lo hizo al garabatear) a efectos de respetar el secreto profesional.

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3 E V O LU CI Ó N DE L A P E R S O N A L I D A D PSICODINÀMICA DEL GARABATO

I. PRE-GARABATOS Y GARABATOS PROPIAMENTE DICHOS

Así como la escritura no expresa la personalidad del que escribe sino cuando las dificultades del aprendizaje han sido vencidas y por consiguiente la misma se ha vuelto automática, a su vez, el garabato no expresa al comienzo lo que expresará más tarde, cuando el niño adquiera el dominio de sus movimientos y ademanes. Hay, pues, en el niño, entre Jos-2 y 3 años, un estadio que se podría llamar estadio del pre-garabato: la mano halla dificultad en sostener bien el lápiz y en mantener el contacto con la hoja de papel; el movimiento se efectúa de manera impulsiva. Por otra parte, a esa edad, la expansión vital es reducida y esa reducción se traduce en gestos de poca amplitud. Vemos entonces dos tipos de garabatos: I o) El garabato en forma de flechas, compuesto de trazos cortos, lanzados en todas direcciones, al azar de los movimientos impulsivos (fig. 3). 2°) El garabato en redondeles o círculos, formado por curvas cerradas sobre sí mismas y repetidas en forma monótona en diversos lugares de la hoja (fig. 4). Una variedad de esta segunda forma consiste en redondeles muy pequeños, irazados de manera imperfecta y diseminados por toda la superficie de la hoja (fig. 5); cuando esta forma se presenta en una edafl más avanzada, es característica de la deficiencia mental délos niños mogólicos. Estos pre-garabatos tienen ya alguna relación con las tendencias 20

Figura 3. Pre-garabatos en forma de flechas.

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vitales del carácter. En general, los garabatos en forma de flechas expresan fuertes descargas de agresividad, mientras que los gara­ batos de formas circulares indican un carácter dulce y conciliador (tal es. en particular, el caso de los mongólicos). Por otra parte, la falta de unión entre las diferentes partes del trazado, muy carac­ terística de esa edad, traduce los bruscos impulsos experimentados por el niño y, correlativamente, carencia de vínculos asociativos tanto en la acción como en el pensamiento. Sin embargo, para que los garabatos adquieran pleno significado psicológico, es menester llegar a la fase siguiente de la evolución psicomotriz. el estadio motor controlado.

En efecto, sólo cuando el-niño extiende su campo de acción y no se halla prisionero dentro de un reducido círculo de expansión y ha adquirido un buen dominio de sus movimientos, es capaz de evolucionar sin dificultad en el espacio vital de la hoja blanca en que garabatea y de dominar su trazado; sólo entonces —decimos— se pueden interpretar todos los matices de ese trazado como libre expresión de la personalidad.

Para una mayor claridad didáctica, vamos a sintetizar en este capítulo las nociones adquiridas acerca del garabato, describiendo primeramente la evolución de la personalidad del niño y dando luego los garabatos correspondientes a cada una de las fases de esa evolución. En esta descripción haremos amplio uso del concepto psicoanalítico, el cual arroja clara y abundante luz sobre el desarrollo psíquico del niño y sobréTüá trastornos que en él se producen.

II. EL ESTADIO SADICO-ANAL Y LOS GARABATOS SÁDICO-ANALES

Una de las adquisiciones más preciosas del psicoanálisis es el haber mostrado cómo se establecen las relaciones del niño con las personas que lo rodean, la familia primero. Ja sociedad luego, poniendo especial acento en la parte importante que pertenece a ia vida insíintivo-afectiva en el establecimiento de esas relaciones. La psicología clásica destacaba el egoísmo del .niño como una necesidad vita! vinculada con las exigencias de su desarrollo, mientras que la preocupación por los oíros, bajo-el nombre de altruismo no se manifestaba sino más tarde, como una. especie de conquista moral sobre el egoísmo primitivo. El psicoanálisis ha buceado con mayor profundidad, mostrando que la evolución llamada ‘‘moral” está estrictamente condicionada por factores biológicos. En efecto, al comienzo, el niño pequeño sólo vive “ para sí mismo” , y las personas que Jo rodean no son consideradas por él como “sujetos” autónomos, con existencia y necesidades propias. El niño no puede considerarlos sino en función de sí mismo, de sus necesidades personales, es decir que sólo son para é l.simples instrumentos de sus necesidades. Todo lo quiere: el mundo entero le pertenece: su capricho tiene fuerza de ley y no se preocupa en absoluto por las molestias que su conducta pueda causar a sus semejantes. Este primer estadio de la vida infantil se llama precisamente estadio no-objetal, por el hecho de que el niño no mantiene relaciones con objetos independientes de él mismo. En este período, por ejemplo, el niño está estrechamente unido a su madre-nodriza, que es, en cierto modo, una parte de.él mismo, pues está ahí para servirlo, para proveer a su subsistencia y a su protección y carece, por decirlo así, de existencia fuera de esa función. 23

Este estadio no-objetal comporta dos estadios diferentes, que se suceden en ia evolución: el estadio oral y el estadio anal. El estadio oral, que comprende aproximadamente el primer año de vida, es aquel en que predominan exclusivamente las funciones de la nutrición. La avidez es insaciable, a causa de las considerables exigencias del crecimiento. Las rehciones de objeto, ligadas a esa avidez oral, son tales que toda unión con un objeto es vivida y pensada en términos de incorporación oral. Todo lo agradable se absorbe y, en primer lugar, el ¿uerpo de la madre-nodriza, repre­ sentado por su leche. Todo lo desagradable se rechaza, se escupe. No hay término medio. Para ser aceptado, el objeto debe ser enteramente agradable, es decir, colmar integramente los deseos del niño. Si es frustrante es el “ objeto malo” contra el cual se desata la agresividad en forma de mal humor, gritos y lágrimas. No hay aún lugar para el conocimiento del objeto.tal como es, en su realidad de objeto, ora grato, ora frustrante. Es el ambiente de los cuentos de hadas, con la muy marcada oposición entre el hada buena y la bruja mala. El estadio anal (entre 1 y 2 años) es aquel en que se establece un comienzo de movilidad voluntaria (ademanes, marcha, masticación) y, a! mismo tiempo, un comienzo de control de los esfínteres. £l niño cumple sus funciones de evacuación y es dueño de hacerlo donde y-cuando le plazca, sin preocuparse por las molestias que eso pueda causar a los que lo rodean. Pero éste es también el estadio en que el niño podrá a pedido de la madre hacer sus necesidades en un momento y en un lugar dados, en pocas palabras, tornarse limpio. Dispone así de un medio muy eficaz para presionar a los que lo rodean y. si tiene algún motivo de queja sobre el modo en que se han comportado hasta entonces con él, puede manifestar abierta­ mente su agresividad manteniéndose sucio. Esta posibilidad, muy frecuente, es la que ha llevado a los psicoanalistas a agregar la palabra sádico a la palabra anal y a describir ese estadio como sádico-anal1. Cuando las pulsiones del estadio sádico-anal persisten más tarde, pueden, además de sus manifestaciones directas, excrementales, manifestarse también por una marcada tendencia a la suciedad y por un comportamiento y un vocabulario obscenos. El uso muy difun1 A decir verdad, la distinción entre período oral y período anal es demasiado esquemática. Cuando la pasividad de los primeros meses cede el lugar a la movilidad activa y a la posibilidad de morder, hay un período sádico-oral mediante el cual se establece una continuidad con el sádico-anal. Un poco más adelante, veremos que los garabatos llamados “sádico-anales” caracterizan también a algunos niños detenidos en el estadio sádico-oral.

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dido de palabras que representan suciedad < .xes y vocablos similares son. naturalmente, derivados directos . impulsividad sádico-anal. Durante estos estadios, la vida instintiva predomina, y cuando no es objeto de censuras inhibidoras por parte de los que rodean al niño, se exterioriza en pulsiones violentas. Es la edad en que los niños se muestran glotones, muerden, se ensucian, se mueven mucho, rompen todo lo que encuentran, y lo hacen con la mayor alegría. No soportan que se les impida hacerlo y despliegan en ese caso toda su agresividad en un recrudecimiento de violencia y de cólera. Los garabatos. Cuando, en ese estadio, se da al niño una hermosa página blanca y un lápiz negro, la tratará manipulando el lápiz como un arma ofensiva, así como trata a los que lo rodean. Es decir que exteriorizará, libre, impulsivamente, sus instintos con todo el brío de su edad y, como ya hemos dicho, sin -ninguna consideración por los demás. Los demás, en este caso, son la página blanca. El niño va a macularla con numerosas rayas trazadas con violencia, llegando hasta arrugarla, perforarla y rasgarla. No se detiene sino cuando la página está completamente cubierta y la mina del lápiz gastada hasta la madera. Tales son los garabatos sádico-anales, que indican todos los rasgos de carácter dé ese estadio (fig. 6). Semejantes garabatos son frecuentes y, observándolos en el Consultorio Médico-Pedagógico de Nantes. nuestro alumno R. BOISSINOT elaboró una interpretación de los garabatos sobre las bases doctrinarias del psicoanálisis1. Según Boissinot, “los garaba­ tos, derivados del pintarrajeo y del borroneo se inscriben en el registro de las actividades sádico-anales15. Y agrega que lo que da a ios garabatos su valor como test es el hecho de que “los mismos interrogan, precisamente, esa fase tan fértil en conflictos, situada en el umbral de la de Edipo, y en la cual muchos de los niños que vemos quedan detenidos, o hacia la cual regresan55. Un cierto número de los sujetos que son invitados a hacer garabatos tom an conciencia de ese carácter sádico-anal de los mismos y, tironeados entre sus pulsiones instintivas y las prohibi­ ciones de su censura, se sienten muy incómodos.

1 R. BOISSINOT, “ L'interprétation du gribouillis de l’enfant en fonction des données psychanalitiques” (Comunicación inédita hecha ante el Groupe­ ment médico-psychologique de Nantes, 1960).

Figura 6, Tipo de garabatos sádico-anales.

.Observación 1. Hemos visto así el ejemplo de Ives. un niño de 12 años, traído al Consultorio a causa de sus accesos de cólera y sus reacciones de indisciplina en la escuela, unos y otras severamente censurados por un padre muy autoritario y hasta brutal. Invitado a hacer garabatos, comienza por negarse. Luego., ante nuestra insis­ tencia, dibuja un barco, como hacen a menudo en ese caso los inhibidos. Obtenemos a continuación las pocas y muy disciplinadas olas que se ven en la parte inferior del dibujo, y hay que ponerse muy insistente para conseguir que una ola pasase por sobre el barco (figura 7). Ahora bien, durante la entrevista llevada a cabo a continuación, el niño nos declaró: “ Los garabatos no me gustan. Parecerían una cola de vaca o de asno que se mete en un balde de pintura... de suciedad espesa y embadurna todo”. Luego, inspirado por su comentario, nos hizo el segundo dibujo que vemos aquí (fig. 8), diciendo: “El maestro dibuja un asno en el pizarrón. Se va y, durante ese tiempo, el asno mete la cola en un excremento espeso y embadurna todo el pizarrón”. El asno es él mismo, claro está, y el maestro contra el cual exterioriza su

Figura 7. Observación 1.

agresividad sádico-anal es. a la vez, el maestro y el padre, las dos autoridades a las que.el niño se opone. La prueba de ello nos ia da un psicodrama sobre la escuela, cuyo tema dicta en estos términos. Asumiendo el papel del alumno, dice

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al maestro: “Para ser buen alumno, hay que nacer la rabona, saber cruzar el río a nado, saber descubrir nidos, no saber las lecciones, manchar los cuadernos y hacer batifondo” . Con este psicodrama, el niño nos da un excelente ejemplo de ese espíritu de coniradicción que se opone sistemáticamente a las disciplinas educativas y que los psicoanalistas atribuyen a una detención en el estadio sádico-anal. Pero todo ésto no ocurre sin un intenso conflicto interior, y el niño, si bien desea liberar sus pulsiones, se siente lleno de angustia en el momento de hacerlo; de ahí su actitud reticente al principio y, al final, muy ambivalente ante el test.

Figura 9. Garabatos sádico-anales en redondeles o círculos.

Aplicando la hipótesis de trabajo de Boissinot al estudio de los numerosísimos garabatos recogidos en nuestro consultorio, pronto nos convencimos de su exactitud y, gracias a ella, hemos podido hacer fructíferas interpretaciones que aclaran nuestros problemas clínicos. Hemos dicho que la fuerza de expansión vital, cuando no es contrariada, se expresa en garabatos muy amplios, que cubren toda la página y son trazados con rasgos gruesos fuertemente marcados. El carácter agresivo de esos garabatos sádico-anales salta a la vista en todos los casos en que abundan los rasgos acerados que 28

parten hacia todas Jas direcciones y que se imprimen vigorosamente en la hoja hasta el punto de ser visibles al dorso de la misma. En tal caso, por lo demás, cuando se observa al sujeto, se percibe directamente ese carácter agresivo en la violencia de su gesto. La mayoría de las veces, la agresividad se expresa con líneas rectas y ángulos, hecho éste bien conocido por los grafólogos. Sin embargo, no ocurre siempre así. y los garabatos en redondeles o círculos pueden también, cuando son trazados con mucho vigor, significar fuertes pulsiones hostiles (fig. 9). Esta forma de expresión se observa con cierta frecuencia en el sexo femenino. Pero hay oíros casos en que la agresividad no es tan evidente. Aquí el ademán es lento, parsimonioso, desprovisto de toda impe­ tuosidad. Al ver actuar al sujeto, se diría que una penosa obligación

Figura 10.

Garabatos sádico-anales negros.

lo fuerza a ennegrecer pacientemente la hoja, sin que parezca experimentar ningún placer. El conjunto evoca más bien el duelo triste que la batalla alegre. Y esa impresión de tristeza que se apodera del observador es igual a la que se asocia al ennegrecimiento en otros tests, como por ejemplo el árbol de Koch (fig. 10). 29

¿Cómo conciliar la forma sádico-anal de los garabatos ennegre­ cidos con ese carácter triste? A esta pregunta, podemos responder analizando los conflictos suscitados en el niño por su agresividad. En las primeras etapas de la vida. la. agresividad es salvaje, sin medida. Pero las personas contra las cuales se ejerce, es decir los padres, son mucho más fuertes que el niño, de modo que éste no puede sentir fuertes pulsiones agresivas sin experimentar en seguida el temor de ser castigado por la ley del Talión. Como consecuencia, en ese período, la agresividad trae muy a menudo una reacción depresiva. Los garabatos negros significan pues, a la vez, agresividad salvaje y reacción depresiva inmediata. ■

Según las disposiciones naturales propias del sujeto, y también según el grado de severidad de los padres, la que domina es, ora la agresividad, ora la depresión. El primer caso es más frecuente entre los varones, a causa de su instinto de rebelión más desarrollado; el segundo es más frecuente'entre las niñas, a causa de su docilidad natural.. 30

Los garabatos expresan esas diferencias. Cuando domina la • agresividad, están trazados con exaltación, vigor, rapidez, y los rasgos agrios son numerosos. Por el contrario, cuando domina la depresión, ios garabatos están trazados tristemente, sin energía (a menudo con la mina del lápiz acostada de lado) y el resultado es lo que llamamos garabatos esfumados (fig. 11).

III. EL ESTADIO OBJETAL, LA SUBLIMACION Y LOS GARABATOS DE SUBLIMACIÓN

La evolución psíquica del niño —tanto la espontánea como la influenciada por la educación- llega, poco a poco, a la socialización de los instintos. Es decir que las pulsiones instintivas pierden progresivamente su carácter salvaje, exclusivo, egoísta, y que su satisfacción no tiene ya lugar únicamente bajo el signo del capricho, sin considerar en absoluto las exigencias de los demás, sino que ahora el sujeto toma en cuenta el interés propio de las personas que lo rodean. Las pulsiones instintivas consienten entonces en no satisfacerse sino en condiciones precisas y limitadas, de acuerdo con las reglas de la vida social, reglas éstas que salvaguardan la libertad y la satisfacción de los demás. Esta socialización o sublimación de los instintos corresponde a la noción moral de altruismo y al estable­ cimiento de las relaciones de objeto. Para los psicoanalistas, este estadio, llamado objetal.'st confun­ de con la fase edipiaría del desarrollo sexual, fase en que el niño considera a su padre y a su madre no ya como funciones de sí mismo, sino como a seres autónomos, que tienen existencia propia, y cuya autonomía respeta desde ahora en sus relaciones con ellos. Garabatos. En el trazado de los garabatos, esta sublimación de los instintos se manifiesta de varias maneras: Io) Al no tener más la pulsión vital-su carácter primitivo e irrefrenable, el trazo que lo expresa es más delicado, menos grueso y menos negro y se imprime con menor vigor en la página. 2o) La mayor flexibilidad de los impulsos vitales y la mayor facilidad de adaptación se expresan en el trazado con una prepon­ derancia de las lineas curvas sobre las rectas.~ 31

3o) Al mismo tiempo, el trazado es continuo, sin rupturas, y esto, como demostraremos al hablar de la defensa por “aislamien­ to ” , indica un contacto mantenido en forma permanente con lo que estáalrededor. 4o) El trazado es más abierto, es decir que los trazos no cubren toda la página, sino que dejan zonas blancas intactas. Es importante señalar aquí que la página blanca representa lo que está alrededor y el trazo de los garabatos el impulso vital que imprime su marca en ese medio. Las zonas blancas circunscriptas por los trazos repre­ sentan pues las zonas del mundo exterior con las que el impulso vital entra en relación, si bien considerándolas y respetando su integridad.

5°) El trazado de los garabatos de sublimación se extiende por toda la página (sin desbordar, empero, nunca, fuera de ella). En efecto, contrariamente a la represión, de la cual hablaremos más adelante, que restringe las pulsiones reprimiéndolas y cerrándoles todo acceso a la conducta, es decir que las suprime cuantitativa­ mente, sin modificar en nada su naturaleza, la sublimación modifica 32

las pulsiones cualitativamente, sin debilitar para nada su potencial energético y sin reducir su campo de expansión. 6o) Finalmente, los garabatos de sublimación pasan libremente por encima del nombre, aunque sin cubrirlo nunca. Esto es signo de que las pulsiones no están en conflicto con el Yo, sino asociadas a él en un buen compromiso de adaptación (fig. 12). Los garabatos de sublimación' aparecen bastante temprano (hacia los 3 ó 4 años). Son, en efecto, contemporáneos del control de los esfínteres y de la obediencia libremente consentida a lo que piden los educadores. Pero, al comienzo, son incompletos, ya que la página blanca está todavía muy cargada de trazos negros. Sólo después de la pubertad tomarán su aspecto definitivo y puede

decirse que cuantas más y más extensas sean las zonas blancas que los garabatos presenten entre sus trazos, mejor es' la sublimación instintiva que expresan. Con una reserva, sin embargo: existe un límite ideal para la distribución de lo negro y blanco; más allá de ese límite, es decir, cuando existe un excesivo predominio de las zonas blancas, la sublimación está obstaculizada por las fuerzas inhibí-

torias de los instintos, como veremos al tratar las formaciones reaccionales (fig. 13).

IV. LA REPRESIÓN Y LOS GARABATOS DE REPRESIÓN

Es sabido que la condición esencial para una buena sublimación de los instintos es la influencia de una educación tolerante, benévola, en una palabra, una educación hecha con amor y respeto por la naciente personalidad del niño.' Por el contrario, cuando las restricciones aplicadas por los educadores a la vida instintiva del niño son demasiado duras, el choque que se produce entre las pulsiones instintivas y las prohibi­ ciones paternas es violento y bloquea a cada uno de los antagonistas en su posición. Hay violencia de una y otra parte. Las pulsiones instintivas xonservan su carácater salvaje sin socializarse y el Yo, intérprete de las prohibiciones paternas, pone de manifiesto un salvajismo igual para reprimirlas. Por momentos, las pulsiones son las más fuertes y el compor­ tamiento del sujeto es entonces violento y antisocial. Es así como, en el casó de los niños llamados temperamentales, se observan a menudo garabatos de tipo sádico-anal agresivo. Otras veces, el Yo, alentado por el apoyo de los padres, consigue dominar las pulsiones, no anulándolas, lo cual sería imposible, sino rechazándolas hacia el inconsciente. Pero entonces, la fuerza vital del sujeto se ve disminuida, por una parte de toda la energía impulsiva rechazada: por otra, de toda la energía que el Yo debe gastar para mantener ese rechazo. La represión crea la situación conflictiva tipo, en el sentido que la personalidad del sujeto es esclava de la lucha constante que debe sostener contra los instintos y no es libre de proyectar su fuerza a toda la extensión de su espacio vital. Garabatos. Los garabatos de represión se caracterizan esen­ cialmente por esa limitación de expansión. Permanecen encerrados en una parte de la página, dejando por consiguiente grandes zonas en blanco. Esas zonas blancas representan partes del medio ambiente donde las pulsiones del sujeto no se manifiestan. Nó son zonas 34

donde no hay nada, sino, como ya lo expusimos a propósito de! test de la aldea1, de las zonas prohibidas. Hay diversas variedades de garabatos de represión según la forma del trazado ( I o) y según su ubicación (2o).. 1° ) Hay dos formas principales de trazado. El primero es de tipo sádico-anal, es decir que ocupa una zona y la ennegrece completamente sin dejar ningún espacio en blanco. Podemos deducir en ese caso la existencia de un conflicto psíquico que opone un instinto que ha quedado en su primitivo estado salvaje a una censura represiva totalmente externa, impuesta por la violencia. Ocurre en tales casos que, de cuando en cuando, se produce un resurgimiento del instinto reprimido en forma de cólera o de conductas perversas y, cuando es así, los garabatos comportan trazos agudos y agresivos. En otros casos, en cambio, la restricción impuesta al instinto engendra una tendencia depresiva, y los garabatos son entonces de tipo esfum ados La segunda forma comporta un trazado abierto, como en la sublimación, pero que difiere'de ésta por su pota extensión. Como pronto veremos, el Yo que reprime ha logrado aquí asegurarse el pre­ dominio sobre el instinto reprimido intensificando en la conciencia las tendencias exactamente contrarias a las tendencias reprimidas, y ese predominio es tan fuerte que constituye, para el sujeto, una segun­ da naturaleza. Esto explica el hecho de que sea ella la que se expresa en los garabatos y no en la primitiva pulsión instintiva. Por ejemplo, el sadismo anal está supercompensado por una excesiva tendencia a la limpieza y es ésta objetivada en el trazado depuradísimo de los garabatos. Se dice entonces en psicoanálisis que la represión se ha comple­ tado con las formaciones reaccionóles del Yo. Observemos bien que aquí, el conflicto no existe ya entre el instinto y una censura paterna exterior, sino en el interior mismo de la personalidad, entre el instinto y la censura del Yo.

1 “El significado de las zonas blancas en el test de la aldea” (Comunica­ ción con fecha 22 de mayo de 1960 al Grupo de estudios del Test de la Aldea). En este estudio, hemos mostrado que las zonas que quedan vacías en la construcción de la aldea son muy a menudo zonas prohibidas. La prueba de ello es el hecho que, cuando interrogamos al sujeto sobre esas zonas, nos enteramos de que son zonas a las que los habitantes de la aldea no van de buena gana, por ser peligrosas: pantanos en los que pueden ahogarse; bosques con animales feroces; páramos en los que pueden ser atacados, etc.

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Esos garabatos de formación reaccional, cuya frecuencia e im­ portancia veremos más adelante, corresponden a un nivel de madu­ rez más avanzado, aparecen a una edad más tardía y se observan sobre todo en los adultos. 2°) La ubicación de los garabatos tiene también una gran importancia. Es sabido que los grafólogos han insistido mucho sobre el simbolismo de las diferentes zonas de la escritura. En el caso de los garabatos, partiendo del centro dé la hoja, podemos dividir el espacio vital en cuatro cuadrantes: los dos de abajo (debajo del nombre) serían, según las reglas grafológicas, la zona de los instintos, de la materia; los dos de arriba la zona del ideal, del espíritu; los dos de la izquierda la zona regresiva, hacia el pasado; los dos de la derecha, la zona progresiva, hacia el porvenir. No nos es posible decir si ese simbolismo es exacto en el caso de .los garabatos, pues nuestra colección, a pesar de ser muy abundante, contiene muy pocos ejemplos de garabateos en lo alto, a la izquierda o a la derecha, para que hayamos podido estudiar su simbolismo y descubrir su significación. En cambio, existen zonas privilegiadas que hemos podido estudiar: la zona central donde está escrito el nombre y la zona inferior, situada debajo del nombre. a) Gara ba tos c en trales El hecho de que los garabatos se concentren en el centro de la hoja es indicio de una prohibición sobre la expansión vital, esa expansión que nos permite proyectarnos sobre el mundo que nos rodea. Es también indicio de que toda la fuerza viva está empeñada en un conflicto entre el Ello y el Yo (o el Superyó) y de ahí que no esté más disponible para la acción exterior. Según el tipo de su trazado, los garabatos centrales revisten dos formas diferentes: Io) Los garabatos de borroneo, que son de tipo sádico-anal, y en los cuales el nombre se halla recubierto por la gran mancha negra del trazado. Al comienzo de nuestras investigaciones, creim os. que ese borroneo del nombre indicaba una agresividad dirigida contra sí mismo, es decir, una tendencia depresiva, una anulación de la personalidad. Pero eso es cierto sólo en parte. En realidad, esos garabatos expresan un violento conflicto interior entre dos aspectos de la personalidad: por un lado, las pulsiones instintivas del Ello, representadas por el trazado; por otro, el nombre, que representa el 36

Figura 14. Garabatos de represión.

Yo del niño, el cual, habiendo introyectado las censuras paternas, constituye la parte socializada de la personalidad.':En resumen, en este conflicto, los instintos salvajes del sujeto atacan su ideal del Yo. Pero, como ya dijimos más arriba, esa agresividad comporta, por la ley del Talión, el ternor de ser atacado a su vez por los padres. Es sabido que éste es un tema frecuente y que, en el niño, las descargas de agresividad comportan casi siempre una reacción de culpabilidad depresiva. La proporción de agresividad y culpabilidad varia según los casos y se objetiva, como hemos dicho, en el trazado de los garabatos. Hay garabatos de borroneo de trazos muy agresivos,^ que significan un instinto en oposición violenta con las restricciones educativas (fig. 14). En cambio, los hay esfumados y allí, el sentimiento depresivo domina hasta hacer desaparecer, a veces, del cuadro clínico, la agresividad primitiva (fig. 15).']¡ Pero lo que importa sobre todo es que el campo limitado de los garabatos revela aquí que las fuerzas vivas del sujeto están total­ mente comprometidas en el conflicto. El sujeto adhiere a su medio familiar mediante una relación agresivo-depresiva, de la 37

Figura 15. Garabatos de represión esfumados.

cual no puede desvincularse y que obsesiona su. pensamiento en forma constante. Clínicamente, los sujetos que hacen esos garabatos borroneados se presentan como inhibidos, de humor atrabiliario, faltos de confianza en sí mismos, con reacciones episódicas de cólera contra los padres, seguidas ordinariamente de reacciones depresivas. Fuera de casa son sujetos débiles, tímidos, de poca iniciativa y mediocre rendimiento escolar, aun cuando su inteli­ gencia es buena (Véase cap. 5). 2°) Los garabatos centrales de formación reaccional difieren de los precedentes por el hecho de que el trazado no pasa por encima del nombre, sino que queda a alguna distancia. No íos describimos aquí y reservamos para su estudio el párrafo siguiente. b) Garabatos debajo del nombre Debemos criticar aquí la. interpretación del simbolismo del espacio dada por los grafólogos, que hacen de la zona inferior la 38

zona de la materia y de los instintos. En cambio, nuestro concepto del dinamismo vital nos lleva a considerar que esa zona es, no ya la de un instinto cualquiera, sino la del instinto de conservación, la de las necesidades vitales esenciales, en otras palabras, la zona materna, con la condición de entender que se trata aquí de la madre-nodriza y no de la madre esposa del padre, que es objeto del deseo amoroso para el hijo y de la rivalidad para ]a hija. En cambio, la zona situada más arriba del nombre es zona de expansión, la zona del impulso y del progreso, es decir la zona paterna en cuanto el padre es, para el varón como para la mujer, el factor decisivo en el desprendimiento del niño del protector regazo materno. Cuando los garabatos están concentrados en la zona situada debajo del nombre, quedando en blanco la parte superior, hay que considerar que esa zona blanca representa un campo prohibido. Ciertamente podemos imaginar que. en caso de agotamiento fisioló­ gico, después de un “ shock” o de una enfermedad, el sujeto se refu­ gie en un medio protector y rehuya todo esfuerzo de expansión por carecer de las fuerzas necesarias. En la segunda parte veremos que todos los sujetos atacados de astenia hacen esos garabatos debajo del nombre. Sin embargo, en muchos casos, esa astenia es la consecuencia, no de un agotamiento, sino de un conflicto psíquico. Así, cuando la situación edipiana hace de la madre, no ya la nodriza y la protectora de los primeros años, sino, para el hijo, un objeto de amor que debe conquistar, y para la hija, una rival que debe igualar; cuando esa situación hace del padre el elemento de progreso que atrae al hijo fuera de la estrecha protección materna (al hijo por la competencia y a la hija por la seducción) es frecuente que haya conflicto, porque el niño, habiendo abordado esa com­ petencia edipiana, revélase incapaz de afrontarla. El conflicto psíquico produce entonces una regresión pre-edipiana. La relación con el padre desaparece, como una relación algo prohibida, tanto para el hijo como para la hija. Y la relación con la madre pierde su carácter edipiano para ser. nuevamente, tanto para el varón como para la mujer, la relación de estrecha protección del maternalismo nutricio. Tal es la razón por la cual llamamos garabatos de fijación materna a los trazados debajo del nombre. Creemos que los mismos indican siempre un estado neurótico. Se observan constantemente, como hemos visto, en ios sujetos atacados de astenia. Son también muy frecuentes en los sujetos atacados de neurosis de duda y de escrúpulo y se encuentran 39

corrientemente entre la clientela adulta de los consultorios psiquiá­ tricos (Véase Segunda parte, caps. 3 y 4). En la interpretación de tales garabatos conviene, claro está, prestar atención’a la forma del trazado.

Figura 16. Garabatos agresivos en la zona materna.

Cuando los garabatos son compactos, formados por rasgos gruesos y densos y en ocasiones, cruzados por flechas agudas, puede deducirse que las relaciones del sujeto con la madre, si bien de estrecha dependencia, o a causa de esa misma dependencia, están sumamente cargadas de agresividad (fig. 16). En otros casos, el trazo es negro y bastante denso, pero de forma redondeada. Estamos todavía aquí en el período de las pulsiones anales, pero con una forma de comportamiento más femenino, más suave, más pasivo (fig. 17). Si,' por el contrario, y esto es también frecuente, el trazado se compone de algunas líneas tímidas, separadas las unas de las otras, el significado es diferente, como lo veremos después al estudiar los garabatos de formación reaccional. 40

Figura 17. Garabatos en la zona materna, pertenecientes a un atacado de neurosis de duda y de escrúpulo (Véase Observación 24).

V. LAS FORMACIONES REACCIONALES DEL YO Y LOS GARABATOS DE FORMACIÓN REACCIONAL

Acabamos de ver que, en caso de que un conflicto entre las pulsiones instintivas y el Yo conduzca a la represión, a fin de asegurar dicha represión de manera más completa y durable, el Yo desarrolla en la conciencia las tendencias exactamente opuestas a las tendencias reprimidas. Sustituye la indisciplina de los instintos por el rigor de la regla; el desorden por el orden; la suciedad por una limpieza meticulosa; el capricho y la fantasía por una escrupulosa conciencia del deber; la independencia por la dependencia y la sumisión; la agresividad por un recato y una suavidad extremos. Es lo que se llama, como ya dijimos, las formaciones reaccionales del Yo. En esas formaciones reacciona les, hay varios grados. En grado moderado. las mismas pertenecen a la evolución instintivo-afectiva normal, puesto que el hombre no puede sublimar 41

por entero sus instintos; sino que está obligado a reprimir parte de ellos y a desarrollar, en el sector psíquico correspondiente, las formaciones reaccionales contrarias-APara dar un ejemplo, la adqui­ sición de hábitos de limpieza, tan contraria a los gustos naturales del niño, necesita una cierta represión del placer de estar sucio. Conviene observar que, como esas formaciones reaccionales no afectán sino un sector limitado, dejan lugar a una cierta esponta­ neidad y no traban la libertad del sujeto. - Se ve la necesidad de esas formaciones reaccionales cuando se considera la evolución que se produce en la edad escolar —evolución de los garabatos a la escritura— cuando se invita al niño a transformar sus garabatos en letras y en palabras, letras y palabras que se lo obliga a trazar sobre líneas, con regularidad, exigiéndole además cuadernos limpios, de hojas que no tengan las esquinas dañadas. Observemos por otra parte- que lo que el niño pierde, en esta evolución, en libertad y espontaneidad, lo gana en dominio psicomotor y en acceso al pensamiento racional. En grado mucho más acusado, las formaciones reaccionales son patológicas. Es que entonces no hay más lugar para la sublimación y, por ende, para la libertad, y toda la actividad está sometida a una rígida sujeción. Citando el mismo ejemplo anterior, el goce de sentirse sucio es reemplazado aquí, no por una limpieza bien adaptada, sino por “ manías” de limpieza, contrarias a una buena adaptación. Garabatos. Esas diferencias se objetivan en los garabatos. Lo que es muy notable en este caso es que, como ya dijimos, el trazado de los garabatos no expresa ya tanto las pulsiones instintivas como la fuerza de las tendencias reaccionales que las han sustituido. Ahora bien, la consigna misma de los garabatos, según la cual se invita al sujeto a ser espontáneo, es una consigna de libertad instintiva. Cuando un sujeto está bajo el rígido dominio de sus formaciones reaccionales, se encuentra incapacitado de obedecer a esa consigna de abandono y, a menudo, al formulársele la invita­ ción, responde que no puede, que no sabe hacer garabatos1. Si se insiste, puede que, contra la consigna, escriba series de letras o cifras (fig. 18). Lo hará todo como si un maestro de escuela severo estuviese detrás de él, con su férula, y se preparase a castigar severamente todo desvío de la línea recta, y toda letra mal hecha (lo 1 R. MEURISSE hace notar, muy acertadamente, que ‘.‘para algunos, la libertad de acción asusta más que las restricciones”.

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que el diccionario define precisamente como garabatos: una escri­ tura informe, ilegible). Nos vemos entonces obligados a recordarle directamente la consigna del test: no escribir. Pero, con frecuencia, el sujeto no conseguirá sustraerse a la influencia de la hoja de cuaderno y, lo mejor que logrará hacer será trazar líneas horizontales paralelas, que recuerdan más o menos líneas de escritura (fig. 19). Finalmente, en algunos casos, en lugar de garabatos, el sujeto produce un dibujo decorativo simétricamente trazado (fig. 20). Los garabatos de formación reaccional tienen los siguientes caracteres:12

1. Son abiertos, como los garabatos de sublimación, y dejan en su trazado importantes zonas blancas, más importantes aquí que en los primeros y, por otra parte, localizadas, a menudo, en una zona limitada de la hoja. 2. Mientras que en los garabatos de sublimación el trazado es libre y recorre la hoja en todas direcciones, expresando la libertad instintiva,, en los garabatos de formación reaccional el trazado es regular, unidireccional. 43

3. El movimiento de estos garabatos es de poca amplitud, contenido, como si un freno constante se opusiera a la liberación del ademán tierno o agresivo. Ya se trate de volutas redondeadas o de trazos en forma de flechas, el trazo es siempre corto y regresa al punto de partida para volver a salir.

4. La línea recta es mucho más frecuente en ellos que la curva. Observemos a propósito con Klages que la curva es el movimiento natural de la vida; que la línea recta, en cambio, es siempre el resultado de una inhibición de ese movimiento natural. En la naturaleza nada sigue una línea completamente recta: ni el tronco del árbol, ni el curso del río, ni el sendero campestre que trazan por sí mismos los pasos de los lugareños. La línea recta es siempre la obra artificial del hombre, del técnico que coloca postes telegrá­ ficos, construye canales y autopistas. Cuando la línea recta está trazada con amplitud y violencia, ■ expresa una ruptura brusca con el movimiento natural de la vida; y, por ejemplo, en los garabatos, la presencia de flechas agudas, terminadas en una forma de arpón, o en un ángulo agudo con 44

Figura 20. Garabatos reaccionales con simetría decorativa.

retorno hacia atrás, significa que una tensión excesiva, resultado probable de una inhibición de la expansión vital, se descarga de repente en agresividad. Pero la línea recta no es siempre el resultado de una descarga instintiva. Cuando está trazada con moderación, en rasgos a la vez poco amplios y poco marcados, adquiere una significación total­ mente diversa. Representa aun una ruptura con el movimiento natural de la vida, pero una ruptura voluntaria, intelectualizada. Si en el exterior, la línea recta expresa el dominio del hombre sobre la naturaleza que lo rodea, del mismo modo, en el interior de la personalidad, la línea recta (la regla) expresa el dominio del Yo sobre los instintos. La regla que substituye la libertad instintiva se expresa pues en los garabatos mediante la línea recta. 5. La recta tiene aun otro significado en los garabatos: es la “reproducción rítmica” del mismo movimiento, el sujeto que repite sin cesar el estilo de su trazo inicial, del mismo modo que, en la vida, en lugar de abandonarse a su impulso del momento, observa un plan hecho con anterioridad y reproduce ritualmente los mismos movimientos o ademanes. 45

6. Notemos finalmente que ios garabatos de formación reaccional. contrariamente a los garabatos de sublimación, no pasan nunca por encima dei nombre, lo cual quiere decir que está prohibido todo conflicto agresivo con la instancia paterna. Hemos dicho que existen dos tipos de formaciones reaccionales y que sólo el segundo es patológico, por determinar una gran rigidez del Yo. Puede hacerse el diagnóstico por medio de los garabatos. 1. Las formaciones reaccionales que podemos llamar normales, por dejar una cierta libertad, producen garabatos semejantes a los de sublimación, puesto que cubren un extenso campo y están trazados con alguna libertad. Lo que los caracteriza, sobre todo, es la repetición rítmica del mismo motivo, signo, como hemos visto, de que la disciplina de la regla ha sustituido a la indisciplina de los instintos. He aquí un ejemplo: es el caso de una mujer joven, dotada de una gran sensibilidad y de inteligencia, muy abierta al mundo y bien adaptada, de carácter disciplinado y escrupuloso (fig. 21). 2. Las formaciones reaccionales patológicas indican, en cam­ bio. que un conflicto sumamente ■angustioso ha surgido en un principio entre las pulsiones y la censura y ha hecho necesaria la intervención de la represión y la sobrecompensación de las pulsiones prohibidas por tendencias contrarias. En este caso, los garabatos tienen un campo reducido, lo que es el rasgo mismo de la represión y la forma muy disciplinada del trazado indica' la fuerza con que las formaciones reaccionales han substituido como una segunda naturaleza a la primera, toda hecha de espontaneidad. Algunos tipos de garabatos reaccionales merecen una mención particular a causa de su frecuencia.1 1. Los garabatos centrales presentan, como ya hemos visto, la característica de no pasar por encima del nombre y de detenerse a cierta distancia del mismo, formando un marco rectangular, ovalado o en volutas regulares. El trazado es, por lo demás, muy simplifi­ cado, muy depurado, en forma de una simple línea. Se puede deducir de ahí que todo contacto erótico o agresivo con la instancia paterna introyectada en el Yo es objeto de una severa interdicción.. Interdicción doble pues, por una parte, el trazado es leve, ornamental, desprovisto de flechas y, por otra, se mantiene a distancia del nombre.-^ 46

Figura 21.

Garabatos de formación reaccional normal.

Podemos sacar en conclusión que la angustia provocada por las pulsiones en su conflicto con la censura del Yo es particularmente fuerte y ha suscitado una intensa represión. Puede ser. por consi­ guiente, que, ni las pulsiones, ni la angustia se manifiesten para nada en la conducta del sujeto. Pero, claro está, permanecen subyacentes y el sujeto no puede sustraerse a ellas sino evitando todo lo que pudiera provocarlas. Vemos así sujetos de naturaleza ansiosa que no hallan la calma sino evitando su problema interior y volcándose con todas sus energías en la acción exterior. En casos semejantes, los garabatos pueden tener cierta amplitud, como en la fig. 22. Observación 2. El caso de la fig. 23 es muy diferente. Son los garabatos de un hombre de 30 años, los cuales rodean a poca distancia el nombre, con un trazo ligero. Un trazado semejante indica una extrema prohibición sobre las pulsiones vitales. Por una parte, queda excluido todo conflicto con la instancia paterna. Por otra queda excluida también toda expansión hacia el medio exter­ no. Esto corresponde a la situación clínica de ese joven que, gravemente atacado de neurosis de angustia, ha llegado a no poder 47

Figura 22. Garabatos de formación reaccional de una ansiosa (Observación 22).

salir más de su casa (agorafobia) y a no poder vivir sin angustia por la falta de compañía de su madre, a la que está unido por los lazos de una ternura verdaderamente infantil. 2. Como hemos visto, los garabatos de fijación materna pueden presentarse también con el carácter de las formaciones reaccionales. Muy a menudo entonces, afectan un trazado regular, en líneas ondulantes superpuestas (fig. 19). Observación 3. He aquí un ejemplo muy característico en el caso de una mujer de 30 años (fig. 24) que, aunque casada, ha escrito su nombre de soltera. No ha tenido éxito en su matrimonio y quiere divorciarse. Es completamente frígida, lo cual es indicio frecuente de interdicción edipiana. Por lo demás, está muy apegada a su madre, pero con una relación negativa; su agresividad de niña se expresó en las formaciones reaccionales de la anorexia mental, reacción anoréxica que ha repetido recientemente en respuesta a su conflicto matrimonial y que la ha llevado a un estado de astenia y adelgazamiento extremos. 48

Figura 23. Garabatos centrales dé inhibición de un agorafobo (Observación 37).

Para completar esta exposición, digamos que no existe una diferencia radical entre esos dos tipos de garabatos, encuadrando el nombre o debajo del mismo. Los dos corresponden a una fijación pregenital. Puede simplemente decirse que los garabatos en cuadro representan un tím ido ensayo de introducirse en la zona de expansión, seguido inmediatamente por un retorno del trazado a la zona inferior. R e s u r g i m i e n t o d e lo r e p r i m i d o . Debe saberse que la represión, aun cuando se completa con formaciones reaccionales, no es siempre suficiente para impedir el resurgimiento de los impulsos prohibidos. En el niño pequeño, en particular, la censura paterna no se introyecta siempre perfectamente y las form aciones reaccionales tienen entonces un carácter artificial de “barnizado” o “esmal­ tado” ; es decir que, en ciertas condiciones favorables a la liberación, las mismas van a ceder. Si se hace repetir los garabatos en m om entos diferentes, se puede asistir a ese resurgimiento, ya que los garabatos de formación reaccional son sucedidos por garabatos de liberación.

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Figura 23. Garabatos centrales de inhibición de un agorafobo (Observación 37).

Para completar esta exposición, digamos .que no existe una diferencia radical entre esos dos tipos de garabatos, encuadrando el nombre o debajo del mismo. Los dos corresponden a una fijación pregenital. Puede simplemente decirse que los garabatos en cuadro representan un tímido ensayo de introducirse en la zona de expansión, seguido inmediatamente por un retorno del trazado a la zona inferior. Resurgimiento de lo reprimido. Debe saberse que la represión, aun cuando se completa con formaciones reaccionales, no es siempre suficiente para impedir el resurgimiento de los impulsos prohibidos. En el niño pequeño, en particular, la censura paterna no se introyecta siempre perfectamente y las formaciones reaccionales tienen entonces un carácter artificial de “barnizado” o “ esmal­ tado” ; es decir que, en ciertas condiciones favorables a la liberación, las mismas van a ceder. Si se hace repetir los garabatos en momentos diferentes, se puede asistir a ese resurgimiento, ya que los garabatos de formación reaccional son sucedidos por garabatos de liberación. 49

Figura 24. Garabatos de fijación materna y; de formación reaccional (Observación 3).

Observación 4. Hasta puede ocurrir que eso se produzca en el curso de un mismo trazado. He aquí, por ejemplo, el caso de un bello y robusto niño de 7 años, lleno de vitalidad, pero fuertemente dominado por una madre castradora. Invitado a garabatear, se siente incómodo y pide*una regla. Como nosotros no la tenemos, él mismo se fabrica una plegando en ocho una hoja de papel, que utiliza para trazar meticulosamente y sin alegría el barco que vemos aquí, con su bandera bien rígida. Poco satisfechos de ese resultado, le pedimos que dibuje olas; entonces debe abandonar la regla y dejar correr el lápiz, pero es para trazar solamente algunas tímidas ondulaciones. Entonces lo estimulamos sugiriéndole que el viento sopla y obte­ nemos los garabatos mucho más espontáneos que vemos aquí y que cubren con sus rasgos coléricos el barco inicial (fig. 25). Señalemos la alegría explosiva con que el niño ha hecho esto. Tenemos, pues, en un mismo dibujo, la expresión de las formaciones reaccionales de ese niño y la expresión de su superabundancia vital, descargada en agresividad (fig. 25). 50

Figura 25. (Observación 4)

VI. LA RELACIÓN A DISTANCIA Y LOS GARABATOS DE AISLAMIENTO

Hemos visto la importancia que se atribuye al progresivo establecimiento de las relaciones de objeto. Hagamos notar, a propósito, que los dos instintos fundamentales, la sexualidad y la agresividad, suponen un contacto bastante íntimo con el objeto. Cuando esos instintos se subliman, la relación amorosa y la relación agresiva, depuradas, pueden mantenerse, si bien bajo una forma diferente en la cual la consideración del otro entra enjuego para disminuir la violencia del contacto. Pero cuando la sublimación no es posible, y los instintos se reprimen, el Yo, para prevenirse contra el retorno de las pulsiones consideradas como peligrosas, desarrolla, como, hemos visto, forma­ ciones reaccionales. Al mismo tiempo, suprime la proximidad estableciendo relaciones a distancia con los objetos. Para dar. un ejemplo, digamos que la misoginia de algunos hombres, que no quieren ninguna relación con el sexo opuesto, traduce a menudo su excesiva debilidad ante las tentaciones sensuales. Generalizando, puede decirse que cada vez que un contacto podría ser peligroso, porque despierta pulsiones que el Yo ha condenado, la defensa por represión lleva a una ruptura total de contacto, debido al primitivo mecanismo del “todo o nada” . Ese mecanismo de ruptura de contacto es sobre todo impor­ tante en la neurosis obsesiva, particularmente bajo su forma de neurosis de duda y de escrúpulo. En ese caso toma a menudo una forma especial que se llama aislamiento: la represión no se ejerce aquí sobre los contenidos intelectuales, de modo que el sujeto conserva una excelente memoria de todo cuanto le ocurre; se ejerce, únicamente sobre los contenidos afectivos que, como consecuencia, quedan aislados. El resultado es una forma de pensar fría, despro­ vista de afectos, la cual es, en algunos aspectos, favorable al pensamiento racional y científico, pero a costa de una verdadera supresión de toda la vida afectiva. Este aislamiento se objetiva muy bien en los garabatos de aislamiento, que presentan dos rasgos esenciales:I Io) El trazado se desarrolla sin que las líneas se corten unas a otras o, por lo menos, los puntos de unión son mucho más raros que en los garabatos de sublimación. Por ejemplo, es frecuente que tales garabatos se presenten en líneas horizontales superpuestas, que no se tocan, como líneas de escritura (fig. 26). 52

Figura 26. Garabatos de aislamiento (en líneas de escritura).

2°) Mientras que, en los garabatos de sublimación, el trazado es continuo, expresando una relación mantenida constantemente entre las pulsiones instintivas y el medio ambiente, en los garabatos de aislamiento hay frecuentes soluciones de continuidad, alzándose cada vez el lápiz para continuar su trazo un poco más lejos o en otra zona de la hoja (fig. 27). Los garabatos de aislamiento y el nombre. Una variedad particular son los garabatos separados del nombre por una zona blanca importante, ya sea porque el trazado se detiene por sí mismo a cierta distancia, ya porque el sujeto ha rodeado deliberadamente su nombre de un recuadro protector de forma variable, rectángulo, ovoidq, festón de arcos (fig. 28 y 29). La primera idea que viene a la mente es que el trazado del recuadro está destinado a hacer resaltar el nombre. Pero ése es un concepto estático, que no rinde cuenta exacta del carácter dinámico de los garabatos. No olvidemos que los garabatos no son un dibujo, que la página en que se garabatea no debe considerarse como una lámina decorativa, sino como el lugar de un conflicto. 53

Cuando el sujeto traza u n r e c u a d r o un tanto distanciado de su nombre, dejando en torno a éste un espacio blanco, se piensa en primer lugar en el encuadramienfo de un retrato, para hacerlo resaltar. Esta idea es exacta, pero con la condición de que se la profundice en un sentido dinámico. Toda zona blanca, como hemos señalado, es una zona prohibida, donde las pulsiones instintivas no tienen derecho a manifestarse. Los garabatos en recuadro son por ello comparables a una formación de atacantes que quieren asaltar la fortaleza del rey (el nombre), pero son mantenidos a distancia por el tiro de contención de los soldados (la defensa del Yo). Generalizando más, puede decirse que, dado que los garabatos representan la fuerza instintiva que, si se deja libre, ahogará bajo sus pulsiones agresivas y eróticas alíYo (y a la instancia paterna que ese Yo representa), de ese Yo emana entonces una fuerza contraria que mantiene las pulsiones a distancia. La zona blanca en torno al nombre es el campo de esa contra-fuerza: revelándonos que el Yo del sujeto rechaza las pulsiones instintivas y que la excesiva proximidad de las mismas le provocaría angustia; por lo tanto, mientras pueda dominarlas y mantenerlas a distancia, se siente seguro. 54

Figura 28. Garabatos con aislamiento del nombre.

Figura 29. Garabatos con aislamiento del nombre.

Prosiguiendo con nuestra comparación, podemos decir que la distancia a la cual se mantienen los atacantes depende de la intensidad del tiro de contención de la defensa. Del mismo modo, cuanto más alejado del nombre estén los garabatos que forman recuadro, más fuerte habrá que considerar que es ía defensa del Yo y que más vigorosa ha sido, por consiguiente la lucha que ha tenido que librar contra las pulsiones. La misma regla, claro está, es siempre aplicable; puesto que el carácter normal o patológico de los garabatos depende de la edad del sujeto. Es sabido que las formaciones reaccionales se desarrollan con la edad y muchos de los rasgos que las caracterizan aparecen naturales en un adulto, aun cuando den una cierta rigidez a la personalidad. En cambio, cuando se los observa en un niño pequeño, se puede llegar a la conclusión de que hay desequilibrio, con bloqueo de la espontaneidad vital, y puede diagnosticarse la necesidad de una psicoterapia. Sin embargo, en la medida en que los garabatos de un adulto indican formaciones reaccionales muy pronunciadas, se puede diag­ nosticar una neurosis. Y más aún cuando hay aislamiento, por cuanto es un mecanismo francamente patológico.

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S e g u n d a par te

A P LIC A C IO N E S C L ÍN IC A S DEL T E S T DE LO S G A R A B A TO S

1 EL D I A G N Ó S T I C O DE LA P E R S O N A L I D A D

Al comienzo de esta obra hemos señalado que, como primera manifestación del grafismo infantil, los garabatos pueden interpre­ tarse según las reglas del análisis grafológico y que, en esta forma, pueden deducirse de ellos algunos rasgos de la personalidad del sujeto. Pero hemos insistido también en el hecho de que el carácter original de los garabatos requiere un método de interpretación particular dirigido, esencialmente, a la comprensión del trazado de los garabatos en su d i n a m i s m o p r o f u n d o . La página en que el sujeto es invitado a garabatear representa, como hemos visto, el e s p a c i o v i t a l ofrecido a su expansión. En el mismo, la consigna que se le da lo invita a desplegar, a exteriorizar libremente sus pulsiones instintivas. ¿Libremente? No del todo, pues si el sujeto está limitado exteriormente por las dimensiones de la hoja en que garabatea, está aún mucho más l i m i t a d o i n t e r i o r m e n t e por lás censuras que se oponen a sus pulsiones. La hoja en que garabatea es, por lo tanto, el teatro de un conflicto: e l c o n f l i c t o i n t e r n o d e la d e f e n s a d e l Y o e n lu c h a c o n la s p u l s i o n e s in s t i n t i v a s .

Agreguemos que la consigna dada por Meurisse de escribir su nombre en el centro de la página, acentúa aún más esa situación de conflicto, pues, con esta técnica, el conflicto interno se proyecta no 59

sólo en el trazado de los garabatos, sino también en las relaciones entre los garabatos y el nombre. En efecto, al escribir su nombre, el sujeto comienza por dar ubicación, en el espacio vital de la página a su Yo civilizado, al Yo disciplinado por las imposiciones educativas, a ese Yo que repre­ senta, por consiguiente los ideales y las prohibiciones paternas. Como ya dijimos, el nombre es la intimidad, la relación con la madre; el apellido es la relación con el padre, con la sociedad. Una vez que el sujeto ha escrito su nombre en medio de la página, se lo invita a dar libre curso a sus pulsiones vítales. Se ponen, pues, las dos fuerzas frente a frente y la forma en que el sujeto, al garabatear, se comporta con respecto a su nombre es altamente reveladora de la naturaleza de las relaciones que mantie­ nen en su personalidad el Yo y los instintos.

I. LA PERSONALIDAD AFECTIVA

De la forma particular de los garabatos pueden deducirse ciertas tendencias afectivas esenciales. 1. Expansión - inhibición. La amplitud de los garabatos es una buena medida de la expansión vital del sujeto. Los sujetos expan­ sivos, dotados de mucha actividad y de sociabilidad, que tienen amplios contactos afectivos con muchas personas, que siguen de buen grado la inclinación de sus impulsos, que sienten curiosidad por muchas cosas y desean un activo intercambio con su medio, hacen garabatos que cubren toda la página. Por el contrario, los sujetos replegados sobre sí mismos, estre­ chamente electivos en sus afectos, poco expansivos, muy reservados, que mantienen pocas relaciones con los que los rodean, hacen garabatos poco extensos. Los primeros son eufóricos, audaces; tienen mucho optimismo y confianza en sí mismos. Los segundos, en cambio, son tímidos, dudan de sí mismos y se sienten incómodos en la vida. Cuando los garabatos son sumamente reducidos, se puede hablar de inhibición, y se trata entonces de un trastorno patológico del cual interesa averiguar la causa (fig. 30). 2. El dinamismo vital. La fuerza de una personalidad, su capacidad para actuar sobre el medio y para realizar lo que hay en ella es función del dinamismo vital de las pulsiones. En los temperamentos activos y en los apasionados, el dinamismo vital 60

Figura 30. Garabatos de inhibición

potente se traduce en una gran voluntad. Por el contrario, en los inactivos y en los sentimentales, la voluntad de acción es débil. El dinamismo se expresa en parte, como acabamos de ver, mediante la amplitud de los garabatos. Pero puede manifestarse también en el vigor de los trazos. Los sujetos mejor provistos de dinamismo vital son, pues, los que hacen garabatos a la vez amplios y trazados con vigor. Vienen luego aquellos sujetos cuyos garabatos son limitados, pero trazados con vigorólo cual indica una fuerza concentrada, que obra en una sola dirección. Por el contrario, los garabatos muy reducidos y de trazos débiles indican una falta de dinamismo vital. Pero aquí se plantea el problema de saber si esa falta proviene de una debilidad original o si es el resultado de una fuerte inhibición. En el primer caso, es bien evidente que no se podrá cambiar nada, y que los garabatos sucesivos, hechos en diferentes épocas, tendrán siempre el mismo carácter de irreductible debilidad. En cambio, en el segundo caso, cuando la inhibición cede, espontáneamente o bajo la influencia de una psicoterapia, se observa una sorprendente transformación de los garabatos, cuya amplitud y vigor crecientes indican que se ha 61

producido una liberación instintiva. He aquí el ejemplo de una joven que, después de algunas sesiones de psicoterapia, mejoró no­ tablemente (figuras 31 y 32).

JáJUl

* * * * *

Figura 31.

3. Virilidad —femineidad. La diferencia de las pulsiones vitales en los dos sexos se expresa en los garabatos. Los temperamentos viriles tienen mayor fuerza agresiva que los otros y esa fuerza se expresa en un trazado vigoroso en el que predominan las rectas y los ángulos.

Por el contrario, los temperamentos femeninos tienen más dulzura y flexibilidad, lo cual se traduce en un trazado en que predominan las curvas.

Figura 32.

Se deduce de esto que el carácter viril de algunas mujeres puede revelarse en sus garabatos (fig. 33), así como también el carácter femenino de algunos hombres (fig. 34). 63

Figura 33. Garabatos de tipo masculino pertenecientes a una niña.

Señalemos aquí la frecuencia de los garabatos mixtos, en que se asocian rectas y curvas. Es bastante corriente, por ejemplo, ver varones de fuertes elementos femeninos trazar garabatos redondea­ dos, atravesados de cuando en cuando por flechas agresivas. En un trazado semejante se puede presentir el conflicto interno de un sujeto paralizado por restricciones en su expansión vital y que descarga impulsivamente su agresividad en repentinas explosiones (figura 35). El mismo conflicto es observable también en las niñas. 4. El equilibrio de las tres instancias. Según el esquema freudiano la personalidad se compone de tres instancias a menudo en conflicto: el Ello, campo de las pulsiones instintivas inconscien­ tes; el Yo, campo de lo consciente y de la adaptación al medio; el Superyó, campo de los ideales y de las prohibiciones paternas. El valor de una personalidad depende del equilibrio que se establece entre esas tres instancias con fines de adaptación. Ahora bien, ese equilibrio, podemos conocerlo a través de los garabatos. Cuando hay un señalado predominio del Ello o del Superyó, la personalidad está desequilibrada. 64

Figura 34. Garabatos de tipo femenino pertenecientes a un varón.

El predominio del Ello, es decir de las pulsiones instintivas salvajes, se expresa en garabatos vigorosos, más o menos amplios y que cubren toda la página sin dejar zonas en blanco. Por el contrario, el predominio del Superyó se expresa en un trazado muy inhibido, que no cubre sino una pequeña parte de la página y simula, con sus líneas pálidas y regulares, una página de escritura. El predominio del Yo es, en cambio, el testim onio de una personalidad equilibrada, porque si el Yo es fuerte, es porque ha sabido atemperar y conciliar las exigencias del Ello y del Superyó, es decir, en. el vocabulario psicoanalítico, realizar una sublimación suficiente, condición de una adaptación amplia y flexible. Los garabatos correspondientes comportan un trazado matizado, abier­ to, que se aleja a la vez del trazado impulsivo y del trazado inhibido. Claro está que, en la apreciación de ese equilibrio, habrá que tener en cuenta la edad del sujeto. En la primera infancia, predo­ mina el Ello y sólo a partir de la edad de 6 ó 7 años (la edad de la razón) el desarrollo del Superyó compensa el impulso de las pulsiones. 65



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trazado indicadores de poca formación reacciona! de disciplina de sí mismo. El informe clínico nos dice que Luis es de una gran inmadurez afectiva. Es pasivo, sin iniciativa, incapaz de un esfuerzo cualquiera, vive con la nostalgia de su primera infancia y, nada desarrollado sexualmente, se complace frecuentando la compañía de niñas de 7 años. Interesa manifestar que, al principio fue muy .mimado por su madre, pero luego, la mala conducta de sus padres y la desintegra­ ción del hogar lo colocaron en una situación de abandono moral. Luis tiene una buena inteligencia, se da cuenta de la necesidad de hacer frente a los problemas de la vida, pero es incapaz de soportar pequeñas frustraciones y se escapa buscando refugio en la casa de sus abuelos.

Figura 69. Garabatos de fijación materna (Observación 31).

Uno puede preguntarse cuál es la significación exacta de tales regresiones y qué pronóstico comportan para el futuro. En primer lugar, hacemos notar que, en los niños y adolescen­ tes, se observan muy a menudo regresiones pasajeras, ya sea en ocasión de una enfermedad física, ya en ocasión de un traumatismo 134

moral. Cuando, después de un tiempo de detención, se reinicia la marcha hacia adelante, no hay motivo para inquietarse por el futuro. En cambio, en los dos casos que hemos expuesto, la regresión es durable y detiene todo progreso. Debido a su duración, las dificul­ tades de adaptación motivan, un día u otro, una consulta médi­ co-pedagógica y los tests de proyección, especialmente los garaba­ tos, indican una perturbación profunda persistente, que nos hace reservar el pronóstico para el futuro. Los factores sexo y edad tienen evidentemente una importancia de primer orden. La depen­ dencia oral es, por cierto, más grave para un varón que para una mujer, por ser particularmente contraria a la autonomía que se exige al sexo masculino. Y, por otra parte, esa dependencia es tanto más inquietante cuando se trata de un sujeto de más edad, pues todo .adolescente que no se afirma al llegar a la pubertad corre el riesgo de no llegar nunca a ser verdaderamente adulto. Una vez más, algunos podrían preguntarse p o rqué incluimos los casos de este tipo entre los “estados neuróticos” y no .entre las perversiones. Es perfectamente cierto que los mismos se oponen a las neurosis de inhibición, a las neurosis de escrúpulo y a las neurosis obsesivas, en las cuales la fuerza del Supe'ryó impone al Yo una conducta rígida, a menudo hipermoral, mientras que aquí el Yo se muestra débil y, si cede momentáneamente a la presión de un Superyó aún muy externo, escapa de tanto en tanto para abando­ narse a pulsiones delictuosas. Sin embargo, tales sujetos no son perversos, sino afectivos; son intimidables; reconocen sus faltas, a pesar de que no pueden hallar en sí mismos la energía necesaria para la enmienda. Es cierto que, debido a la debilidad de su Yo y a su fijación oral, se convierten bastante a menudo en delincuentes menores. Pero sobre todo, su débil personalidad no podrá mante­ nerse en un equilibrio satisfactorio de adaptación si no cuentan durante toda su vida con el beneficio de un medio protector. En su defecto, si la realidad se impone a ellos en forma traumatizante, están expuestos a una regresión cada vez más intensa que invadirá poco a poco toda su personalidad, haciendo revivir las formas de pensamiento y de vida afectiva del estadio oral. Esto puede llevarlos directamente a la condición de vagabundos irresponsables o a la esquizofrenia.

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4 N E U R O S IS Y PSICOSIS DEL A D U L T O

Hemos explorado los garabatos de los adultos menos que los de los niños. Pero eso no significa en modo alguno que el test no sea también aplicable a aquéllos. Por una parte, si la consigna del test provoca muy a menudo sorpresa y una pausa antes de la ejecución, es. sin embargo raro que no se logre obtenerlo. Por otra parte, la interpretación de los garabatos se revela tan fructífera en el adulto como en el niño. De modo general, los garabatos de los adultos se diferencian de los de los niños: 1°) por la gran rareza de los trazados de tipo sádico-anal (agresivos o esfumados); 2°) por la frecuencia de los trazados abiertos, ya sean de tipo sublimado, de tipo reaccional o de tipo mixto; 3o) por la frecuencia de los trazados en la zona de protección materna, particularidad bastante inesperada que será ilustrada y explicada en este capítulo. Estos rasgos especiales de los garabatos de los adultos se explican por la intervención mucho más acusada de las defensas del Yo, que contienen las pulsiones sádico-anales. En seguida vamos a pasar rápida revista a un cierto número de situaciones psicopatológicas corrientes, pero, digámoslo ya, ahora, al hacerlo tenemos mucho menos la ambición de realizar un estudio exhaustivo del test aplicado a los adultos, que de ilustrar con ejemplos la dinámica conflictiva de los garabatos. 136

I. LA NEUROSIS DE ANGUSTIA

No hemos observado, como en los niños, garabatos extensos que comporten un trazado agresivo. Se ve que el adulto organiza mejor sus defensas contra-agresivas y que su Yo prefiere, ya sea reducir por inhibición su campo de expansión, negándose a toda incursión en las zonas prohibidas, o ya sea a fragmentar sus pulsiones ins­ tintivas evitando el contacto, lo cual, en definitiva, equivale a lo mismo. Como veremos, hay casos en que esos dos mecanismos de defensa del Yo se asocian para dominar la angustia con más seguridad.

Observación 32. He aquí el caso de una señora de 40 años, que nos consulta a causa de sus cefalalgias con astenia constante. En realidad, es sobre todo una ansiosa, con frecuentes fobias: tiene miedo de verse llevada a golpear a su marido o a sus hijos y miedo de volverse loca y abandonarse a los impulsos homicidas que hasta ahora había controlado bien. Es una mujer fuerte, de tipo dilatado, activa, que ha sufrido de ansiedad durante toda su vida. No se lleva bien con su marido, que 137

la ha engañado, Jo cual explica sus pulsiones agresivas contra él, pulsiones que, por otra parte, reprime. Sus garabatos (fig. 70) expresan una buena vitalidad expansiva, pero no presentan ningún signo de agresividad. Partiendo del centro, el trazo dibuja una guirnalda que se desenvuelve en círculos cada vez más grandes, sin tocar el nombre ni llegar al borde de la hoja. Es un trazado típico de formación reaccional. Observación 33. . He aquí unos garabatos también muy exten­ sos, que cubren la mayor parte de la hoja (fig. 71), pero en los que el trazado se corta continuamente. Son, pues, garabatos de aisla­ miento.

Figura 71. Garabatos de aislamiento pertenecientes a una ansiosa (Ob­ servación 33).

Han sido hechos por Paulette, una joven de 19 años, que nos consulta debido a una constante falta de apetito, acompañada de una disfagia ansiosa, es decir, que, en el momento de comer, le sobrevienen espasmos de angustia que le impiden deglutir. Como ya vimos en la observación 13, referente a una joven de 16 años, ese trastorno disfágico representa, transportado al plano oral, el temor a las relaciones sexuales. 138

Debemos señalar que el miedo al contacto ha existido siempre en Paulette, desde su primera infancia. Nunca toleró que la tocasen. Cuando era pequeña, debía compartir el lecho con su hermana, pero prefería envolverse en una frazada y acostarse sobre la alfombra al lado de la cama. Nunca ha podido soportar que la bese nadie, ni aun su madre. No deja que se le acerque ningún hombre. Y cuando su madre quiso informarla sobre los asuntos sexuales, manifestó asco y declaró que no quería casarse. Hoy en día dice que acepta el matrimonio, pero que no dormiría con su marido, ni en la misma cama, ni en la misma habitación. Para comprender la repugnancia de Paulette, es necesario, sin duda, estar informado de- que su madre ha tenido varias aventuras galantes, que la joven nació fuera del matrimonio y que su madre quería abandonarla al nacer. Paulette es apegada a su madre en una forma casi morbosa y, sin lugar a dudas, se ha identificado con ella. Pero como, por otra parte, ha debido ser testigo de las relaciones de su madre y de algunas escenas de brutalidad sexual, existen motivos para pensar que la identificación se hace en forma regresiva con la madre-nodriza (en sus temas expresa a menudo el deseo de ser un bebé mimado por la madre), mientras que rehúsa identificarse con la madre amante. De allí la neurosis de contacto, tan fuertemente evidenciada aquí. El aislamiento le permite asimismo acallar en sí misma la fuerte agresividad de frustración que no puede dejar de sentir contra esa madre que quiso abandonarla. Paulette sabe que su madre no la quería y ha vivido toda su infancia con el temor de que el abandono se hiciera efectivo, de allí la intensa necesidad.de prohibirse todo movimiento agresivo. Es así que, en sus psicodramas, los menores movimientos de agresividad son inmediatamente seguidos de un retorno hacia atrás y de una B.A. (en general, salvar un hermano o una hermana) y que Paulette se identifica siempre con el que cumple una buena acción. Observación 34. .He aquí los garabatos (fig. 72) de una señora de 45 años, casada, atacada desde hace varios años de una neurosis de angustia muy acusada, con temor constante de volverse loca. La señora hizo estos garabatos sin ninguna vacilación, empe­ zando de 1, trazando líneas horizontales un poco irregulares, unidas entre sí, en la zona inferior y terminando en 2. En ese momento, nos pregunta si puede garabatear en la parte de arriba y, como la dejamos libre, empieza en 3 y termina en 4 unos garabatos aún más regulares, en festones bien lineales. Hay qué observar aquí que, como la interdicción que pesa sobre la zona paterna no es muy 139

Figura 72. -Garabatos de formación reaccional pertenecientes aúna ansiosa (Observación 34).

fuerte, puede levantarse cuando la autoridad del médico concede el permiso para ello; .no es raro que los sujetos, niños o adultos, pregunten, como esta señora, si se debe o si se puede garabatear en la parte superior. Se observará que ella lo ha hecho regularizando aún más su movimiento, de lo cual resulta un trazado de formación reaccional con cierto aislamiento, puesto que hay muy pocas intersecciones de líneas. Observación 35. Con frecuencia, flos ansiosos son, al mismo tiempo, sujetos reprimidos y no cubrén con sus garabatos sino una parte de la hoja. Tenemos un cierto número de observaciones en las que los garabatos están localizados en la zona de protección materna lo cual, como hemos visto, indica una interdicción edípica, una imposibilidad de entrar en relación o en competencia con el padre. Por consiguiente, los garabatos pueden arrojar luz sobre el conflicto neurótico profundo determinante de la angustia. He aquí el caso de Yves, un joven de 21 años de edad, él cual nos consulta debido a sus permanentes malestares .ansiosos, con 140

manifestaciones histéricas: sensación de una bola en la garganta, vómitos emotivos. Tiene miedo de perder sus facultades y, sobre todo, ya no se siente capaz de conducir un coche si su padre no lo acompaña. Se encierra en su casa y no busca más distracción alguna fuera de ella. No ha sido siempre así; antes bien, en años anteriores, a este joven le gustaba salir, pasaba muchas de sus noches bailando y volvía a casa muy tarde. Su madre, que no podía dormir mientras no hubiese vuelto, se opuso a esas salidas privando a su hijo de dinero. Y, en efecto, éste ha llegado, como hemos dicho, a no poder salir más si no lo acompañan. Sus garabatos (fig. 73) están limitados a la zona materna. Están trazados con cierta vivacidad agresiva y, si bien se observa en ellos una ligera tendencia rítmica, el conjunto es bastante desordenado, denotando con ello fuertes pulsiones mal contenidas por la defensa del Yo.

Figura 73. Garabatos de fijación materna pertenecientes a un ansioso (Ob­ servación 35).

Observación 36. El caso de Jacqueline, una joven de 25 años, tiene cierta analogía con el precedente. Nos consulta debido a 141

pequeñas angustias estrechamente ligadas a un sentimiento perma­ nente de inferioridad. Es muy tímida en público, escrupulosa y maniática en sus acciones. En ella también ha habido un cambio radical. Hasta la edad de 4 años, fue muy sucia y de un carácter contrariante hasta la violencia. Luego cambió por completo, no sabemos bajo qué influencia.-Sus garabatos (fig.' 74) están también encerrados en la zona materna y esbozan líneas festoneadas, pero ofrecen la característica de estar trazados en segmentos aislados los unos de los otros. Aquí hay, pues, a la vez interdicción sobre la agresividad y sobre el conflicto edíjfico, a causa, muy probablemente de algunos aconte­ cimientos externos que se produjeron cuando Jacqueline tenía 4 años. Estos garabatos deben considerarse como vinculados a una defensa contra la angustia; la timidez y los sentimientos de inferio­ ridad pueden considerarse como la extensión de la imposibilidad de rivalizar con la madre y de establecer una relación con el padre.

Observación 37. Recordaremos aquí los garabatos ya reprodu­ cidos en la flg. 23, pertenecientes a un soltero de 32 años, atacado 142

de agorafobia. Clínicamente, ese hombre inteligente, y que parecía destinado a una buena situación, ha debido abandonar la vida activa, desde hace varios años, a causa de sus trastornos ansiosos. No puede quedarse. ,solo__en. casa ni.salir solo sin.sentirse presa de-una angustia intolerable. Necesita de la presencia constante de su madre, y ha perdido poco a poco toda posibilidad de hacer algo, sea lo que fuere, aun los actos más simples de la yida cotidiana, sin su ayuda. Sus garabatos (fig. 75) están trazados con gran ligereza en forma de pequeño óvalo alrededor del nombre, signo éste de una represión y de una inhibición de la fuerza vital. La zona blanca en torno al

nombre y la extensa zona blanca en torno a los garabatos indican a la vez la claustrofobia y la agorafobia: todo contacto, tanto con el mundo exterior como con el mundo familiar, está prohibido. Y las posibilidades de desarrollo de la personalidad están reducidas a un campo muy estrecho, simbolizado por ese trazado filiforme. 143

II. LA NEUROSIS ASTÉNICA

Todos sabemos cuán frecuente es Ja astenia, de la cual se hacía antes una enfermedad autónoma, con el nombre de neurastenia, pero que hoy se tiende a considerar como un simple síntoma. Para explicar cómo ese síntoma puede establecerse en forma permanente -fuera de los casos de deficiencia física seria— se invoca en la actualidad la influencia de los conflictos psíquicos, ya que toda la energía que el Yo debe desplegar para defenderse de las pulsiones que lo invaden no puede utilizarse para la acción exterior. Ese punto de vista es indudablemente exacto y nos explica por qué la astenia es un síntoma tan frecuente en las neurosis de todo género. Hagamos notar que el estado asténico hace predominar, nece­ sariamente, el instinto de conservación sobre el instinto de expan­ sión y que, debido al debilitamiento del Yo, el mismo implica siempre la búsqueda de un medio protector. No es pues de extrañar que la mayoría de los sujetos atacados de astenia localicen sus garabatos en la zona .inferior. Como expresamos al comienzo de este libro, eso implica una interdicción sobre la zona superior, es decir una interdicción edípica, nudo central, como sabemos, de la mayoría de las neurosis. Ya dimos un ejemplo de esto en la fig. 19. Veamos otros dos: Observación 38. He aquí el caso de un hombre de 54 años que se volvió asténico a raíz de varios años de cautiverio durante la segunda guerra mundial. Poco a poco, tuvo que abandonar su actividad como obrero. Sufre continuamente de cefalalgias en forma de casco, vértigos, temor al frío y una falta total de energía. Como su mujer lo dejó al retorno del cautiverio y recibe una pensión, vive en casa de su madre y se complace en esa vida ociosa. No parece, por lo tanto, que haya conflicto en él. Pero, a decir verdad, no conocemos su pasado y es posible que el estado actual constante sea una defensa contra una neurosis de angustia muy antigua. Sus garabatos (fig. 76) autorizan ampliamente esta hipótesis, pues se componen de líneas muy regulares distribuidas únicamente en la zona inferior; la espontaneidad vital ha cedido aquí por completo ante la imposición de las censuras. Observación 39. He aquí el caso de una joven señora de 25 años, inteligente y sensible, que sufre de una gran astenia persis­ tente. De niña manifestaba gran interés por los estudios y hubiera querido ser maestra. Pero su padre declaró que la necesitaba en la granja y no quiso que continuase más allá del certificado de estudios 144

Figura 76. Garabatos muy reaccionales en forma de líneas de escritura en la zona de fijación materna (Observación 38).

primarios. Esa negativa determinó en la niña un estado de apatía y un mal humor constante. A los 19 años se casó con un represen­ tante de comercio, con el solo fin de escapar a la condición de granjera. Por otra parte, es frígida y no quiere tener hijos. Vive en una casa vecina a la de sus padres y no quiere separarse de su madre. Si bien es una linda muchacha y de trato muy agradable por su inteligencia, vive muy aislada, casi no sale y se interesa por muy pocas cosas. Sus garabatos (fig. 77) están limitados a la zona materna, lo cual corresponde a la necesidad que esta joven tiene de la presencia de su madre, así como a su comportamiento inmaduro en el matrimonio. Por otra parte, el trazado estilizado, rítmico y aislado indica la potencia de las formaciones reaccionales que, en un caso como éste, parecen enteramente irreductibles. Observación 40. Es frecuente que el síntoma astenia sea el motivo principal de un pedido de consulta, a causa de sus impor­ tantes repercusiones en la actividad social del sujeto, pero que, 145

Figura 77. Garabatos de aislamiento en la zona de fijación materna (Observación 39).

durante la consulta, se puedan poner en evidencia las verdaderas causas del estado neurótico que explica la astenia. Como hemos visto más arriba, los garabatos típicos de la astenia (en la zona inferior) se observan a menudo en los ansiosos. Nos ha sorprendido también la frecuencia con que se los encuentra en sujetos atacados de neurosis de duda y de escrúpulo. Así ocurre en la observación que sigue, de una señora de 48 años, que nos consulta debido a trastornos ansiosos y depresivos en ocasión del casamiento de uno de sus hijos, acontecimiento que no ha aceptado bien, por estar muy apegada a ese hijo, al cual reprocha ahora que no le escribe todas las semanas. Durante la entrevista nos enteramos de que, desde sus tiempos de escolar, esta persona tiene manías de orden y limpieza. No puede soportar el polvo ni el desorden en su casa y, consecuentemente, no puede ir a dormir si la casa no está en orden, lo cual supone agotadoras horas de trabajo después de la cena y explica la astenia. Cuando no está ocupada en algún trabajo, esta señora siente sentimientos de culpabilidad. Es sabido que tal situación clínica 146

indica un Superyó muy fuerte constituido en el momento del conflicto edípico con una apretada red de interdicciones. Sus garabatos (fig. 78) son un trazado de astenia, pero revelan, al mismo tiempo, una interdicciónedípica. _y_forin_aciojies.reac.ciQnales potentes.-' Se" observará que comienzan "bastante lejos pór debajo del nombre, que está prohibido tocar. Por otra parte, la paciente no pudo mantener en un principio la consigna de libe­ ración del test y escribió primero la inicial de su nombre; como se le recordara entonces la consigna de no escribir, esbozó algunos simulacros de escritura en cortas series aisladas para hallar final­ mente, en las últimas tres líneas, el movimiento en espiral continua, habitual de las formaciones reaccionales.

Figura 78. Garabatos reaccionales en la zona de fijación materna (Ob­ servación 40).

Observación 41. He aquí una observación comparable en todo a la precedente, y podríamos citar toda una serie de ellas, dada la frecuencia de tales casos. Se trata de una señora de 43 años, casada,. que nos consulta por síntomas de ansiedad. Ha sido siempre muy escrupulosa en todo lo que hace, exigiéndose a sí misma la 147

perfección en todas las cosas y estimándose culpable cuando no la alcanza. He aquí sus garabatos (fig. 79), típicos tambieñ de formación reaccional, sólo en la zona inferior. Observación 42. He aquí el caso un poco más profundizado de un agricultor, soltero, de 39 años, el cual, desde que sufrió una depresión a la edad de 27 años, padece de neurosis cíe duda y de escrúpulo, con astenia. Tiene rituales de orden y, por la noche, al. acostarse, debe ordenar cuidadosamente todos los objetos de su habitación. Por ejemplo, tiene una necesidad compulsiva de simetría: si en

Figura 79. Garabatos reaccionales en la zona de fijación materna (Ob­ servación 41).

el campo toca una tranquera, tiene que ir enseguida a tocar el lado opuesto de la misma; si deja un día sus herramientas apoyadas contra un cerco, al día siguiente tiené que apoyarlas contra el cerco de enfrente; si llega a una encrucijada dividida en dos caminos, tiene que pasar por el terraplén del medio. 148

Es muy devoto y tiene escrúpulos de confesión, hasta el punto de no poder a veces comulgar porque no se siente bastante puro. Su vida sexual es muy reducida. Nunca se ha interesado por las jóvenes. jDe§de_.que_murió su padre;.vive_con..su.madre v su hermanay no considera la posibilidad de vivir de otra manera. He aquí sus garabatos (fig. 80) que no necesitan comentario. Observación 43. He aquí el caso de un hombre soltero1 de 31 años, que sufre, desde hace_dos, de una astenia con neurosis de escrúpulo.

Figura 80. Garabatos reaccionales imitando líneas de escritura en la zona de fijación materna (Observación 42). 1 Al leer estas observaciones, no puede dejar de sorprendemos la frecuencia con que nuestros pacientes masculinos son solteros, mientras que la mayoría de nuestras pacientes femeninas son casadas. Es sabido que la neurosis está casi siempre vinculada a un trastorno del conflicto edípico que impide al sujeto tener relaciones sexuales normales. Pero es sabido también que esas perturbaciones de la sexualidad son un trastorno mucho mayor para el hombre que para la mujer, puesto que el papel de aquél es más activo, mientras que el de ésta es pasivo, no siendo necesario que tenga una vida sexual satisfactoria para llegar a la maternidad.

149

Y también en este caso como en las observaciones 35 y 36. se ha producido, en un momento dado, un cambio total en la actitud del sujeto. En su adolescencia, este joven era de una vitalidad desbor­ dante y se daba al placer sin freno, siendo muy sensual y amigo de muieres fáciles. A los 29 años, como consecuencia de una “misión” , se sintió bruscamente presa de escrúpulos y decidió enmendar su forma de vida. De repente, pasó al otro extremo:- se tornó muy severo para consigo mismo y para con los demás; llega hasta encontrar que su confesor es demasiado amplio de criterio. Persigue la perfección en

Figura 81. Garabatos de aislamiento en la zona de fijación materna (Observación 43).

todos los trabajos que emprende hasta el punto de extenuarse. Siente incesantes escrúpulos a propósito de las tentaciones sexuales que experimenta y se prohibe absolutamente frecuentar mujeres, así como toda satisfacción solitaria. He aquí sus garabatos (fig. 81), que empiezan en 1 y terminan en 2, y que no necesitan tampoco comentarios. Se impone una observación a propósito de estos garabatos de 150

asténicos escrupulosos. Dado que !a zona inferior corresponde al instinto de conservación, es decir a esas funciones primarias de nutrición y de protección que aseguran la conservación de la vida, podría parecer sorprendente que sujetos obsesionados por preocu­ paciones de orden moral, que se preocupan exageradamente por el orden y la limpieza y que parecen, por consiguiente, más idealistas que materialistas, se mantengan, en sus garabatos, en esa zona baja. Pero hay que observar, justamente, que las manías reaccionales de orden, de limpieza y de escrúpulo son enteramente contrarias a un verdadero progreso de la personalidad moral; los que pasan su tiempo limpiando para borrar manchas están absorbidos por una preocupación muy prosaica y no les queda ninguna libertad de espíritu para interrogarse acerca del alcance moral de lo que hacen. Se mantienen, pues, realmente, en las zonas bajas. La misma observación podría aplicarse a los casos de neurosis obsesiva de que vamos a hablar ahora y que están emparentados con la neurosis de escrúpulo.

III. LA NEUROSIS OBSESIVA

Hemos caracterizado suficientemente esta neurosis refiriéndo­ nos a los niños para que sea necesario volver a hacerlo aquí. Observemos simplemente que, en el adulto, el conflicto provocador de esta neurosis llega a una estructuración mucho más acabada y que la severidad del Superyó, la represión y las formaciones reaccionales dominan el cuadro clínico. El rasgp importante, que da su nombre a la neurosis, es el resurgimiento, en la conciencia, de las pulsiones reprimidas, las cuales, para escapar a la censura, se disfrazan y se exteriorizan en forma de ideas obsesivas, ideas en cierto modo desvitalizadas y que, comparadas a los contenidos inconscientes de que emanan, aparecen despojadas de fuerza di­ námica. Ocurre a veces que la idea obsesiva adquiere cierta fuerza e inquieta al sujeto (como en los ansiosos fóbicos) que teme ceder a ella. Podemos ver entonces la pulsión expresarse en los garabatos (como hemos visto en los niños). Así, el paciente cuyos garabatos reproduce la fig. 2 estaba, por una contrariedad que tuvo, obsesio­ nado por la idea de matar a su mujer y, si bien no hubiera ni siquiera esbozado un gesto en ese sentido, no se sentía seguro de sí mismo. Hemos visto que sus garabatos exteriorizan una cierta tendencia impulsiva a escapar al control del Yo, insuficiente, a decir verdad, para provocar un acto peligroso. 151

En cambio, en la mayoría de los casos, las censuras prohibitivas llegan a constituir en el neurótico obsesivo una segunda naturaleza, toda hecha de frenos, y es ésta la que se exterioriza en los garabatos. Observación 44. He aquí por ejemplo el caso de un hombre soltero de 30 años, atacado desde hace más de diez de una neurosis obsesiva severa,, que paraliza toda su actividad. De situación eco­ nómica holgada, vive en la casa de su familia, ocupando su propia habitación y uniéndose a los demás sólo cuando tiene deseos de hacerlo. A pesar de esta precaución, sus rituales y sus obsesiones crean frecuentes motivos de discusión entre él y los suyos.

Figura 82. Garabatos reaccionales con simetría obsesiva (Observación 44).

He aquí sus garabatos (fig. 82). En primer lugar trazó las tres líneas sinuosas debajo del nombre, en continuidad unas con otras. Luego, después de una pausa, trazó las tres líneas de_ arriba diciendo: “para la simetría”. Obedecía en eso a la tendencia tan habitual en los obsesionados a aplacar su ambivalencia realizando siempre dos acciones simétricas, una de las cuales compensa y corrige la otra. 152

Observación 45. Los dos ejemplos siguientes nos traen otra vez a los garabatos debajo del nombre, frecuentes también en la neurosis obsesiva. Estos (fig. 83) son de una mujer de 41 años, casada, atacada desde hace mucho tiempo de una gran astenia, con neurosis de duda. Recomienza sin cesar las más ínfimas acciones de la vida cotidiana, de lo cual resulta una gran lentitud en su trabajo,.y nunca consigue terminarlos. Tiene, por esta razón, frecuentes conflictos con su marido que se impacienta al no encontrar nada hecho en la casa, cuando regresa. Ante esta situación, la mujer reacciona en forma depresiva, lo cual se comprende. Primeramente, declara que no va a saber hacer garabatos, pero luego hace este trazado, del cual se observarán las líneas descenden­ tes, signo de tendencia depresiva'.

Figura 83. Garabatos reaccionales depresivos (Observación 45).

Observación 46. He aquí el caso de una granjera de 40 años, casada, madre de cuatro hijos, que presenta una depresión nerviosa crónica, con un estado de obsesión casi continuo. La asaltan, sin cesar, pensamientos sexuales relativos a los hombres que encuentra.

Por momentos, llega hasta a creer que ha “ pecado” con ellos y se atormenta con escrúpulos por tal motivo. La neurosis comenzó a la edad de 17 años, cuando perdió a su madre y quedó sola con su padre. En esa época, tuvo la idea de hacerse religiosa, pero renunció a ello para casarse. Desde entonces se reprocha el haber satisfecho su deseo en lugar de cumplir con su deber. Esta mujer también se mostró incapaz de observar la consigna y esbozó la inicial de su nombre; luego trazó signos aislados, más o menos en forma de letras. Estos garabatos (fig. 84) indican pues la preponderancia de las censuras que prohíben la relación edípica con el padre y todos los demás contactos porque son el símbolo de esa relación prohibida.

Figura 84. Garabatos de aislamiento en la zona de fijación materna (Observación 46).

Observación 47. He aquí el caso de un hombre de 64 años, casado, que ha sido siempre de carácter muy escrupuloso, pero cuya neurosis se agravó repentinamente a la edad de 43 años, impidién­ dole desde entonces toda actividad. 154

Duda de todo y debe recomenzar sin cesar los ademanes o acciones más simples. Pero está sobre todo obsesionado por la idea de que escribe “ cosas” en cualquier pedazo de papel, en un trozo de madera, sobre sus mismas ropas, y que esas “cosas”, leídas por los demás, van a influir en las personas y las van-a incitar a cometer actos reprehensibles. No puede precisar nunca de qué cosas se trata, pero su responsabilidad, dice, está gravemente comprometida en el asunto. Debe verificar continuamente si no ha escrito algo, recoge papeles en la calle, trozos de madera y llega a tragarlos a fin de hacer desaparecer todo rastro de lo que hubiera podido escribir. Su estado obsesivo acabó volviéndose continuo, a tal punto que debieron internarlo, pues la vida en el hogar no le era ya posible.

Sus g a r a b a to s (fig. 85) comienzan en lo alto, a la derecha, y terminan en lo alto, a la izquierda. Los rasgos son vacilantes y parecen esbozar cada vez la rúbrica de una firma, pero, lo que es muy particular aquí, es el a i s l a m i e n t o , junto con una cierta tendencia a la simetría, puesto que hay el mismo número de rúbricas (cuatro) en la línea de la derecha y en la de la izquierda.

155

IV. PSICOSIS

En este estudio, que no hemos llevado muy lejos, de los garabatos en las psicosis, tendremos sobre todo presente la psicosis esquizofrénica o demencia precoz, la cual se caracteriza, en sujetos casi siempre jóvenes, por una fuerte. inhibición de la vitalidad, un replegarse autístico sobre sí mismo, que conduce a una ruptura casi total de las relaciones con el mundo y, desde el punto de vista psicoanalítico, por una intensa represión de toda la personalidad al estadio oral pasivo. Tal es el fondo común de esta enfermedad mental tan difun­ dida, fondo sobre el cual se destacan síndromes muy diversos que

Figura

86. Garabatos

de inhibición pertenecientes esquizofrénico.

a un

psicótico

constituyen las formas clínicas de la demencia precoz. No se debe, pues, esperar el hallazgo de garabatos que sean característicos de esta afección, sino, por el contrario, una gran variedad de trazados correspondientes al dinamismo particular de cada caso. En las numerosas observaciones que hemos hecho sobre esos garabatos, se destacan ciertas características dominantes. 156

1. En primer lugar, es excepcional que ese tipo de enfermos haga garabatos de buena expansión vital. La mayoría de ellos hace garabatos de inhibición. Conviene añadir que, en los casos de demencia precoz, se encuentran los trazados de inhibición más fuertemente caracterizados (por ej. fig. 86). Agreguemos que, salvo muy raras excepciones, ninguno de esos trazados pasa sobre el nombre, lo cual demuestra la intensidad de las defensas, expresada además en el aislamiento.

2. En segundo lugar, la mayoría de las veces, el trazado es muy depurado, lineal, de forma geométrica, y no cubre sino una pequeña párte del espacio blanco de la hoja. Recordemos a este respecto la alusión que hicimos al comienzo de este libro a la oposición de Madame Minkovska entre el tipo racional, que esa autora atribuye con preferencia a los esquizoides y el tipo sensorial, que la misma cita como característico de los epileptoides. Nosotros criticamos ese punto de vista, que coloca arbitrariamente a sujetos normales en un cuadro patológico. El mismo encierra, sin embargo, una parte de verdad: la inhibición de

ia espontaneidad vital alcanza su punto máximo en los esquizofré­ nicos y corresponde, en efecto, en esos enfermos, a una racionali­ zación excesiva. El hecho es que entre ellos se encuentran a' menudo garabatos de estilo geométrico y lineal, a veces bajo la forma de un simple recuadro que rodea el nombre, ya sea de cerca (fig. 87), ya de un poco más lejos (fig. 88). Otras veces, es bajo la forma de un trazado muy estilizado, de aspecto decorativo (fig. 89). Otras, en fin. esa

misma tendencia a la racionalización geométrica se traduce en segmentos de líneas aislados unos de otros (fig. 90). 3. En tercer lugar, los trazados más frecuentes por su ubicación están, ya sea como recuadro alrededor del nombre, como acabamos de ver (figs. 87, 88 y 91), ya debajo del nombre (figs. 90, 92 y 93). Este último tipo de trazado, que corresponde, como sabemos, a una fijación en el estadio oral de protección materna, debe men­ cionarse como el que se encuentra más frecuentemente en la demencia precoz. Nosotros lo hemos observado en más de la mitad 158

Figura 90. Garabatos en forma de líneas aisladas en la zona de fijación

materna.

de nuestros casos. Las deducciones que de él se desprenden -repliegue sobre sí mismo con predominio del instinto de conser­ vación, interdicción edipica, astenia- corresponden bien a lo que se observa a menudo en esa afección. 4. Se plantea una cuestión importante: ¿la presencia de tales trazados, autoriza a deducir la existencia de una esquizofrenia? No, pues no hay uno solo que no pueda observarse fuera de esa afección mental, por ejemplo en sujetos atacados de neurosis y aun en sujetos normales. En efecto, hemos encontrado ya, fuera de todo estado psicò­ tico: la inhibición, ¡as formaciones reaccionales, la regresión con fijación materna.

Figura 91. Garabatos en forma de red alrededor del nombre lo que se observa a menudo en esa afección.

En cambio, no hemos observado en tal proporción la estiliza­ ción geométrica, prueba, como1lo dice Minkovska, de un raciona­ lismo morboso que no se halla casi fuera de la esquizofrenia. Por lo tanto, cuando se observan, en un adulto, garabatos del tipo de los de las figuras 87 a 90, se tiene el derecho de afirmar sobre la 160

existencia de una fuerte predisposición esquizoidea. es decir un estado que, en ciertas condiciones, puede desembocar en la esqui­ zofrenia. Claro está que esto es sólo una hipótesis pues, en un caso así, un diagnóstico seguro únicamente puede hacerse mediante la unión de la clínica con el test de proyección. Observación 48. He aquí, a título de ejemplo, los garabatos (fig. 94) de un joven de 25 años, el cual presenta una ligera depresión nerviosa, que lo ha obligado a dejar su trabajo. Lo que sorprende sobre todo es su aire inhibido: es torpe, tímido, habla en

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Figura 92. Garabatos de aislamiento en la zona de fijación materna.

voz baja. Dice que siempre ha tenido ese carácter, acentuado desde hace algunos años, luego de una tuberculosis pulmonar tratada y curada. En realidad, 'tiene mucha dificultad para adaptarse, lo mismo en su hogar que en el taller. Se irrita por nada y se aísla. No tiene ninguna distracción y no se atreve a relacionarse con las jóvenes. Su estructura morfo-psicológica es la de un sentimental, con su ancha frente imaginativa y un rostro afilado que denota su poca expansión afectivo-instintiva. 161

existencia de una fuerte predisposición esquizoidea. es decir un estado que, en ciertas condiciones, puede desembocar en la esqui­ zofrenia. Claro está que esto es sólo una hipótesis pues, en un caso así, un diagnóstico seguro únicamente puede hacerse mediante la unión de la clínica con el test de proyección. Observación 48. He aquí, a título de ejemplo, los garabatos (fig. 94) de un joven de 25 años, el cual presenta una ligera depresión nerviosa, que lo ha obligado a dejar su trabajo. Lo que sorprende sobre todo es su aire inhibido: es torpe, tímido, habla en

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Figura 92. Garabatos de aislamiento en la zona de fijación materna.

voz baja. Dice que siempre ha tenido ese carácter, acentuado desde hace algunos años, luego de una tuberculosis pulmonar tratada y curada. En realidad, tiene mucha dificultad para adaptarse, lo mismo en su hogar que en el taller. Se irrita por nada y se aísla. No tiene ninguna distracción y no se atreve a relacionarse con las jóvenes. Su estructura morfo-psicológica es la de un sentimental, con su ancha frente imaginativa y un rostro afilado que denota su poca expansión afectivo-instintiva. 161

El aspecto de este enfermo, así como sus garabatos muy depurados, hacen temer una posible evolución esquizofrénica, te­ mor que justifica en parte por el momento, la adaptación profe­ sional cada vez más difícil del sujeto. Si puede formularse el diagnóstico de una esquizofrenia, al menos como hipótesis, de acuerdo con los garabatos, es con la condición de que se trate de un adulto, como en el presente caso. Cuando, por el contrario, se trata de un niño, debemos ser mucho más reservados en nuestras deducciones, pues en un sujeto joven, los procesos patológicos son móviles y pueden ser reversibles.

Figura 93. Garabatos reaccionales depresivos en la zona de fijación materna.

El ejemplo siguiente es bien demostrativo. Observación 49. Ana. una niña de 9 años, nos fue enviada por un especialista del oído que la familia consultó porque la niña parecía no oír. En efecto, Ana se comporta como si fuese sorda, no responde a las preguntas, es incapaz de prestar atención y no puede seguir una clase. En realidad, tal como lo probó el examen del especialista,_ la niña no es sorda, sino que presenta un estado de 162

inadaptación mental muy caracterizado. No parece interesarse por nada, ni por sus muñecas, ni por los otros niños, ni por la televisión. Juega sola, escribiendo palabras inconexas o haciendo garabatos. A veces, se’ pone a contar sin detenerse o bien irrumpe, sin razón aparente, en una risa incontenible. Tiene también manías de limpieza, se lava a menudo las manos, quiere bañarse todos los días y no tolera que sus ropas estén sucias. Está a menudo intranquila, sobre todo cuando personas próximas a ella se enferman.

Figura 94. Garabatos de estilización geométrica (Observación 48).

A pesar de esas actitudes de aislamiento autista, Ana es cariñosa con sus progenitores, especialmente con su padre. Se muestra abiertamente celosa de sus dos hermanos. La estructura morfo-psicológica de su rostro habla en favor de una inteligencia normal. El cuadro clínico no es por cierto el de una débil mental, pero hace pensar en una psicosis, unida a elementos obsesivos. 163

Sus primeros garabatos, en los que dibuja un rectángulo alrede­ dor del nombre (fig. 95) indican una muy intensa inhibición de todas las tendencias vitales y no descarta, sino que apoya, el diagnóstico de psicosis. Tratada con psicodramas, Ana exterioriza pronto'una'fuerte agresividad contra sus padres y, paralelamente, su estado clínico se modifica: su madre (atacada también de neurosis obsesiva y muy inhibida) se queja mucho de que la niña muestra ahora agresividad

en el hogar, cosa que no hacía antes; pero reconoce al mismo tiempo que Ana se ha vuelto más expansiva y ha perdido sus manías de limpieza. Paralelamente, vemos modificarse sus garabatos, que adquieren primero mayor amplitud (fig. 96) volviéndose luego francamente agresivos (fig. 97). Es muy notable el hecho de que, en este último trazado, el nombre esté rodeado por dos recuadros rectangulares' 164

concéntricos -probablemente trazados al comienzo— vana protec­ ción aquí contra el desencadenarse de la agresividad. Tratamos a esta niña durante tres años. La psicoterapia permitió obtener una resocialización progresiva y una mejoría escolar. No hubiéramos podido obtener un resultado semejante con el método

Figura 96. Garabatos reaccionales extensos pertenecientes a la misma niña que hiciera los de la figura 95.

empleado si se hubiese tratado de una verdadera psicosis. Digamos que nos encontrábamos ante una psiconeurosis bastante grave y que los primeros garabatos objetivaban una fuerte inhibición con for­ mación reaccional intensa. Con todo, esa estructura psiconeurótica se reveló débil y cedió rápidamente a la psicoterapia; las fases de la desinhibición y de la liberación de las pulsiones demasiado repri­ midas fueron objetivándose a su vez en los garabatos subsiguientes. i

Este ejemplo, dicho sea de paso, nos muestra en primer lugar el extremo interés de hacer garabatos en épocas diferentes, a fin de poder apreciar los diversos estados de la personalidad; y en segundo lugar, la' posibilidad de;seguir los progresos de una psicoterapia y el sentido en que ésta ropera, mediante la interpretación de los garabatos sucesivos.

Figura 97. Garabatos agresivos pertenecientes a la misma niña que hiciera los de la figuras 95 y 96.

166

C O N C L U S IO N E S

Como conclusión de nuestras investigaciones sobre el test de los garabatos, pensamos que éste merece ser introducido en la práctica psicopatológica. como lo manifestara por primera vez R. Meurisse. Sus ventajas son de orden práctico y de orden teórico. Ventajas prácticas. Este test es muy fácil de aplicar. Sólo se necesita un reducidísimo material. Es rápido y encuentra fácil ubicación durante una consulta. Ventajas teóricas. Explora un campo de la actividad psico-instintiva que ningún otro test explora; es decir, el estadio sádico-anal, estadio en que se constituyen las primeras defensas del Yo. Por otra parte, no da lugar a ningún fraude, en mérito a que el sujeto que realiza el test no tiene la menor idea de su significado y no puede, por lo tanto, disimular nada de lo que su trazado va a expresar. Por último, la influencia del aprendizaje es nula, y se puede repetir el test gran número de veces, a intervalos de tiempo muy variables, a fin de apreciar si los elementos de la personalidad que detecta son constantes o variables; por ejemplo, como lo hemos mostrado, durante una psicoterapia de la cual se quiere seguir el desarrollo.

VALIDEZ Y FIDELIDAD DEL TEST DE LOS GARABATOS

Para que un test tenga valor, debe satisfacerse, como es sabido, un cierto número de condiciones. 167

1. La primera es que el test esté estandardizado, es decir que el material, la técnica de realización y el método de interpretación deben establecerse de tal suerte que los resultados no puedan depender de la individualidad particular del psicólogo que lo aplica. Nuestro test llena en parte esta condición. Sin embargo, deseo­ sos de dejar que la personalidad del sujeto sometido a la prueba se exprese sin ninguna distorsión, no hemos conservado las reglas tan estrictas de Meurisse, y dejamos al sujeto la mayor libertad para comenzar sus garabatos en un punto cualquiera de la hoja y disponer para hacerlos de todo el tiempo que desee. En compensación, hemos fundado las reglas de interpretación sobre las dos sólidas nociones del estadio sádico-anal y de los mecanismos de defensa del Yo, lo cual permite llegar a deducciones unívocas. 2. La segunda condición a llenar es que el test sea fiel, es decir que dé los mismos resultados cuando se lo aplica una segunda vez y que explore siempre el mismo sector de la personalidad. Pero esta condición debe ir acompañada de una importante reserva. Si la personalidad que se explora fuera fija, si la misma fuera un complejo de elementos psicológicos invariables, se podría comprender la exigencia de fidelidad en forma más estricta. Existen, en efecto, casos —como hemos visto a lo largo de esta obra—en que ios garabatos se repiten, con el mismo trazado, día tras día, mes tras mes y aun de un año al otro, indicándonos queda personalidad del sujeto no se ha modificado durante ese tiempo. Tratándose de un adulto, y cuando los garabatos se aproximan a los garabatos de sublimación, se puede concluir que la personalidad es estable y equilibrada. Pero, en todos los otros casos, se debe sacar en conclusión que existe una fijación de la personalidad bajo una forma más o menos patológica. Especialmente, no se concebiría que, en el caso de un niño que crece y evoluciona, el trazado de los garabatos no evolucionase paralelamente. Hemos visto asimismo que, en el curso de una psicoterapia, la persistencia de un trazado patológico que no se modifica, indica la poca eficacia del trata­ miento emprendido;'hemos visto un buen ejemplo de ello en la observación 18, en que un niño agresivo-depresivo repite sin cesar durante varios años su trazado de inhibición y cubre su nombre con fuertes descargas agresivas. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la personalidad no muestra tanta rigidez. Como hemos visto, la misma es un campo de fuerzas cuya resultante puede variar según el punto de equilibrio de las mismas. Por ejemplo, un sujeto inhibido puede, en un momento 168

dado, liberar su agresividad y darnos garabatos muy diferentes unos de otros (véase figs. 31 y 32). Más generalmente aún, el crecimiento de un niño, al modificar el punto de equilibrio de las fuerzas del Ello y del Yo, modifica al mismo tiempo el trazado de los garabatos. Hay que concebir, pues, la exigencia de fidelidad, no de manera estática, sino de manera dinámica. 3. La tercera condición es que el test tenga buena sensibilidad, es decir que dé resultados diferentes para individuos diferentes y en situaciones clínicas también diferentes y que permita, por lo tanto, distinguir unos de otros, los casos sometidos a prueba. Ya la gran variedad de los garabatos nos da derecho a sostener que este test es un revelador muy sensible de las diferencias individuales. Pero es necesario además que esas variaciones tengan ^sentido y nos permi­ tan interpretaciones valederas. Tenemos la esperanza de haber mostrado en nuestra obra cómo de la diversidad de los trazados se pueden destacar tipos de garabatos que responden a situaciones psico-patológicas comparables. 4. La cuarta condición es la validez del test. Esta es, con toda evidencia, la condición más impprtante y en la que están contenidas todas las demás. Un test es válido, como es sabido, si mide efectivamente lo que está destinado a medir: en este caso, la personalidad y sus trastornos. El primer criterio para juzgar esta validez será el poder diferen­ ciar el sujeto normal del sujeto patológico. ¿Existen trazados normales y trazados patológicos bien distintos? A esto hemos respondido en nuestra interpretación de los garabatos. En primer lugar, trazamos un esquema general de la evolución del trazado según la edad, haciendo ver que ciertos garabatos, normales en el niño, no lo son más cuando se los observa en la edad adulta. En segundo lugar, una vez pasados los primeros estadios de la vida, los trazados de sublimación se convierten en regla para los normales, de acuerdo con la evolución de la personalidad. En cambio, ciertos trazados de represión y de inhibición (véase figs. 23 y 24) permiten afirmar, un estado patológico. No es menos cierto, empero, que no se puede delimitar en forma segura lo normal de lo patológico y que hay que concebir la exigencia de validez también de manera dinámica. Los garabatos, hemos dicho, dramatizan sobre la hoja en blanco los conflictos vividos por el sujeto. Ahora bien, los normales tienen tantos conflictos como los enfermos; simplemente los resuelven mejor. Por lo tanto, no se puede afirmar un trastorno patológico, por el solo i¿o

hecho de comprobar una situación conflictiva. Sólo se puede emitir una hipótesis, a veces muy probable, pero que deberá siempre ser verificada mediante-otros test de proyección y mediante la referen­ cia a la clínica. ■ \ No se han hecho muchos experimentos sobre la validez del test - de los garabatos. Sólo conocemos el de J. Subes1. La prueba fue hecha basándose en las correlaciones que. afirma R. Meurisse. existen entre ciertos garabatos y ciertos rasgos psicológicos y llega a resultados enteramente negativos. No podemos entrar aquí en los detalles de la crítica de Subes. Digamos solamente que, en conjunto, la misma nos parece falseada por el método empleado, que consiste en probar la validez de un test por medio de otro cuya validez no está probada. En segundo lugar, reserva más grave aún, que ya hiciera Meurisse: los diferentes tests puestos en correlación con el de los garabatos no exploran el mismo nivel de personalidad que éste. Daré simplemente el ejemplo de la agresividad, tan a menudo manifiesta en el trazado de los garabatos. Para verificarla. Subes hizo pasar el test de Rosenzweig a 50 sujetos de los cuales tenía los garabatos y trató de establecer una correlación entre la agresividad manifestada en ellos y el porcentaje de respuestas de agresividad extrapumtiva del test de Rosenzweig. Ahora bien, que haya encon­ trado aquí una correlación nula no significa nada, por la muy simple . razón de que los garabatos objetivan la agresividad instintiva espontánea, mientras que en el test de Rosenzweig, las situaciones ante las cuales se coloca al sujeto son situaciones sociales y que la agresividad suscitada por las mismas debe expresarse mediante el lenguaje, con todo lo que eso implica de defensas semi-conscientes y de veracidad discutible. A nuestro entender, con tales métodos estáticos de correlación no se podrá nunca probar o impugnar la validez de ningún test de proyección. Que se trate de fidelidad, de sensibilidad o de validez, debemos, siempre retornar a la consideración dinámica de la personalidad, vista como un campo de fuerzas en conflicto. Cada sujeto, que sea sano o enfermo, proyecta en sus garabatos sus conflictos personales, la forma particular en que su Yo conciba las tendencias y las defensas, reflejo probable de su modo reaccional de adaptación a las situaciones reales.

1 J . SUBES, titulado “Étude d’una épreuve graphologique”, publicado en Revie de Psychologie Appliquée, Enero, 1955.

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El único criterio para juzgar la validez de sefá^ii'-és» en definitiva, que la interpretación del traza^^op