El test de la casa

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El test de la casa. Constituye el primer Test que tomamos en la Bateria Psicodiagnostica en general, si bien forma parte del htp, podemos utilizarlo independientemente, cada vez que en función de nuestro criterio clínico necesitemos explorar: Dinámicas comunicacionales del sujeto respecto a las personas con las que convive cotidianamente. Cuando hay vínculos madre-hijo conflictivos Cuando hay alteración sobre el esquema o imagen corporal sea por consecuencia de un accidente o alguna conflictiva psicológica, ej. trastornos alimentarios. Entonces: ¿Que nos permite conocer y explorar el Test de la Casa respecto de la personalidad del sujeto evaluado?.... 1. Asociaciones conscientes e inconscientes acerca del hogar y las relaciones personales intimas. Así si en el ámbito de convivencia del sujeto hubiere problemas estos se reflejaran en alguno de los aspectos formales y de contenido al graficar la misma. 2. En niños respecto a como viven las situaciones interpersonales y la comunicación con sus padres y hermanos. 3. Vivencia del propio cuerpo y la imagen personal 4. Habilidad para funcionar bajo las tensiones de las relaciones humanas intimas. (relación con la modalidad interaccional) 5. Capacidad para analizar de manera critica los problemas planteados por las situaciones de relaciones humanas. (ver calidad de los detalles). Es importante entonces destacar que el Test de la casa puede tomarse en secuencia con el Test del Árbol y la Persona, o bien en forma independiente. En este ultimo punto recuerdo el caso de una paciente que presentaba serios problemas de autoestima, se trataba de una personalidad Borderline, en determinado tiempo de la sesión le sucedió que su marido había decidido remodelar su casa y esto genero casi un año de una casa con partes en construcción, lo cual afecto el estado anímico y psicológico de la paciente. En razón que gran parte de las sesiones giraban sobre la temática de la casa, decidí tomar el dibujo de la Casa como medio de exploración de lo que estaba sucediendo en su interior, en efecto ella realiza una caso techo que se , pese a que se le dio la consigna habitual del Test de la casa, ella no pudo mantener la distancia proyectiva y al graficarlo dijo esta es mi casa , así esta ahora, y luego procedió a realizar en la parte externa del dibujo, flechas que venían hacia la casa desde todas las direcciones. Estos nos da cuenta la estrecha vinculación que existe entre: el esquema corporal (el cuerpo real), la imagen corporal (la vivencia singular que el sujeto construye de su cuerpo, es como se piensa y como se vivencia). Por ello en general en casos de neurosis comunes no graves o en personalidades “normales” es decir con un buen funcionamiento yoico y adaptabilidad a su ambiente, suele no presentar su graficación, ni dificultad ni alteración alguna. Cuando hay alteraciones significativas podemos sospechar, desde organicidad hasta alguna forma de psicosis o personalidad Borderline. Desde la dinámica inconsciente la Casa refleja asociaciones preconscientes – concientes del sujeto, dejando el árbol para las más primarias e inconscientes y la Figura humana (DFH), para las más concientes y ligadas a la situación vital actual del sujeto. Finalmente toda vez que sospechamos alguna disfunción familiar podemos trabajar con ella especialmente. Administración: Su administración no tiene limite inferior ni superior de edad ni estado o nivel de instrucción especifico, aunque esto ultimo influirá seguramente en el estilo de casa .Por ello debemos conocer el ambiente cultural y el lugar real en donde el sujeto habita, No es lo mismo el sujeto que vive en la ciudad que el que habita en zonas rurales. Materiales: necesitamos una hoja tamaño carta, un lapiza faber o similar Nº 2 HB, y goma de borrar.

Consigna: Se le entrega al sujeto la hoja en sentido apaisado (horizontal) y se le dice: “le pido que dibuje una casa” acto seguido se le entrega la hoja en la forma señalada. Si pregunta por si debe dibujar algún tipo de casa en particular, se le dice “Como Usted quiera”. INFOGRAFIA DE LA CASA: En ella deben estar siempre presentes: 1. 2. 3. 4. 5.

techo paredes puerta ventanas chimenea

Como detalles complementarios pueden aparecer: humo paisajes caminos La secuencia esperable para su graficación es: 1. 2. 3. 4. 5.

techo paredes puerta ventana chimenea

La línea de base en este caso no es imprescindible que este, ya que la casa a diferencia del árbol y la persona tiene un propio piso natural. CURSO DE FORMACION EN PSICODIAGNOSTICO. Tenemos a tu disposición el Curso de Formación en Psicodiagnóstico en su modalidad a distancia. De 12 meses de duración. Al finalizar el Curso de Formación obtenes el Título de Especialista en Psicodiagnóstico. El Diploma que otorgamos a la finalización de los Cursos es expedido por el Centro de Formación en Técnicas de Evaluación Psicológica en cumplimiento con las disposiciones legales vigentes emanadas de la Dirección General de Educación de Gestión Privada del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el mismo es de validez nacional y habilita para la práctica profesional; siendo suceptible de equipararse y homologarse con entidades educativas de distintas partes del mundo. Los principales Test desarrollados en este curso son: El Test del Árbol, El dibujo de la figura humana, El Test de la Casa, El Test de Wartegg, El test de Bender, El Test de los Colores. El Test Desiderativo Los Cursos de Formación en Psicodiagnóstico a través de test y técnicas de evaluación psicológica están pensados para que el alumno pueda construir una batería de test esenciales que constituyen para él una herramienta útil y confiable en su vida profesional cuando su objetivo es poder diagnosticar, evaluar y realizar un pronostico de una determinada persona en su personalidad y equilibrio psicosomático actual al mismo tiempo que para poder detectar si existen en el evaluado indicadores psicopatológicas tanto en lo psicológico como en lo orgánico. Toda esta plataforma de aprendizaje de fácil utilización tiene la finalidad de ofrecer a los alumno todos los recursos para que te sientas totalmente apoyado y comunicado en el proceso de aprendizaje mas allá de las distancias. Todas las dudas que vayan surgiendo de la lectura del material son aclaradas a través del correo electrónico a la brevedad.

La forma de evaluación es a través de la realización de trabajos prácticos que el alumno deberá ir realizando y enviando a sus docentes. Además el alumno recibe vía email una parte práctica que consiste en la aplicación de los contenidos teóricos estudiados, de esta forma el curso cuenta con una integración entre la teoría, la practica y la técnica; que capacita al alumno para la posterior práctica profesional. Todas las semanas enviamos un material complementario, vía email sobre temas de divulgación general que complementa aspectos teóricos y prácticos del curso. Si te interesa alguna de nuestras propuestas podes visitarnos en: www.angelfire.com/ak/psicologia/psicodiagnosticoclinico.html o escribirnos a: [email protected] Te enviamos un saludo cordial.

REFLEXIONES SIMBOLICO PROYECTIVAS DE LA FIGURA 4 DEL TEST DE BENDER El Test de Bender (test gestáltico visomotor de Bender) es uno de los test más ricos y más completos dentro del campo de los test proyectivos gráficos. La tarea proyectiva que se le propone al evaluado es al mismo tiempo más sencilla en relación a otros tests, porque se realiza desde un soporte visual, una tarjeta modelo con un diseño que el evaluado deberá reproducir en la hoja que se le brinda. Sin embargo la consigna adquiere un desafío extra cuando además se le solicita al mismo que las copie los más parecido posible tal cual él las ve. El análisis del Test de Bender tiene una modalidad de análisis complementaria que es una lectura simbólica proyectiva de lo que cada figura por su estructura moviliza en el evaluado cuando la percibe para su reproducción. A esta lectura y sus inferencias la hemos denominado Test de Bender Simbólico. En este sentido la tarea tiene afinidad con el test de Wartegg donde hay también 16 cuadros con estímulos, pero a diferencia no tendrá que reproducirlos pero si completar según lo que el estimulo le sugiera con un dibujo concreto. En esta clase seleccionamos para reflexionar algunas lecturas sobre las resonancias que generan la contemplación y posterior reproducción por el sujeto de la figura 4 del Test de Bender. Un cuadrado sin cerrar y una curvatura que se integra en el extremo inferior derecho del cuadrado. A continuación compartimos algunas lecturas que pueden presentarse cuando esta figura presenta alguna modificación mayor o menor en alguna de las mismas. Por supuesto no agota las posibilidades de interpretación, pero si sintetiza las más relevantes de ella. Comencemos: Lecturas relacionadas con la parte recta (cuadrado abierto por arriba) La parte recta puede relacionarse con la relación con las figura paterna (imago paterna) y por derivado simbólico con las figuras de autoridad, por ende involucra aspectos superyoicos (tanto los aspectos idealizados por el sujeto, como los de exigencia). La parte curva vehiculiza simbólicamente la relación con el pecho materno, y los impulsos afectivos. Por ende las dependencias, como la autonomía y control emocional frente a las situaciones de dependencia, las carencias afectivas, y las defensas resultantes se evidencian mejor en la reproducción desde adecuada a inadecuada de esta parte curva. En la integración de ambas partes se ve la satisfacción vivenciada en las relaciones afectivas así también como la emocionalidad en juego ante las situaciones de frustración. ¿Cómo se relaciona el sujeto con los afectos, con lo masculino y con lo femenino de sí mismo?..

En los niños podemos explorar junto con la figura 7 en la calidad de integración, la vivencia de la pareja parental y los problemas con los padres: idealización, satisfacción, etc. Algunos observables y sus inferencias: • Cuando hay aumento del plano vertical esto es cuando los lados verticales del cuadrado son más altos que la figura estimulo, puede indicar -si la curva está bien realizada-,idealización de la figura paterna, pero si la curvatura presenta signos de conflicto indicará un posicionamiento individualista y que puede resultar de oposición a figuras de autoridad, conflicto con el poder, con la autoridad sobre todo si el cuadrado es además grande. • Si un lado del cuadrado es más largo que el otro hay ambivalencia, el sujeto no tiene un posicionamiento estable, ese posicionamiento es cambiante ante las figuras de autoridad. • Si por el contrario el plano vertical se acorta y el horizontal es grande (se achata el cuadrado) y se exacerba al mismo tiempo la curva el sujeto adopta frente a la figura masculina o de autoridad una actitud de sumisión. • Cuando el sujeto evaluado es de sexo femenino y en el dibujo está exacerbado el cuadrado la persona adopta una actitud fálica, quiere el poder, la autoridad, está conflictuada con el rol femenino. En relación a la curvatura: • Cuando la curva se exacerba y la persona es de sexo femenino denota dificultad para afirmarse y desarrollar comportamientos más autónomos respecto al entorno. Esto se da porque predomina la emoción en sus actos y por ello también hay más dependencia con el ambiente. • Cuando la curva se achata denota presencia de bloqueo emocional por carencias afectivas. • Si el sujeto es de sexo masculino y en el grafismo se achata la curva hay sumisión, conflicto con el rol masculino, hay bloqueo, carencias afectivas, aplanamiento emocional, indiferencia afectiva. Es importante comentarles que cuando la persona evaluada mas allá de su género, está tomando medicación psicofarmacológica, la curvatura puede presentar aplanamiento. • Cuando el cuadrado es grande y la curvatura achatada hay mucha autoridad e individualismo en el sujeto pero es apático e indiferente a las necesidades del otro y del entorno. • La curva anguladapuede ser un indicador de organicidad • Cuando no hay integración y entre las dos figuras hay desplazamiento, o rotación habrá conflictos psico-emocionales y de integración. • Las rotaciones a la izquierda son regresivas, es volver a … • Cuando hay desplazamiento con desintegración hay fallas y carencias en las relaciones: mala vínculo con la madre, con el padre, no puede relacionar los aspectos afectivos con los racionales. Se le dificulta tanto el dar como el recibir afecto. A mayor separación mayor conflicto. • Cuando el desplazamiento es invasor es decir se superponen ambas partes. Es indicador de comportamientos afectivos de tipo simbiótico o invasor. • Cuando se exacerba el trazo inicial y final de los extremos de la curvatura hay presencia de elevada emoción-labilidad, sujeto muy emotivo, demandante, invasor de la intimidad del otro. • Si ese extremo está exacerbado pero la curva es chata la emoción se abreacciona por exabruptos. Puede tratarse de un sujeto que vive en forma apática, o indiferente pero ante una presión extra reacciona mal, con hostilidad y exabruptos. Paroxismo. • Si la curva es acentuada, de ángulo cerrado el sujeto es eléctrico, tiene excitabilidad constante • Si la curva termina en espiral es aun más negativo porque a lo anterior se le sumara un componente egocéntrico destacado. • Si la curva está exacerbada y separada la excitabilidad se controlaría un poco, hay bloqueo.

ortada del sitio > Revista Carta Psicoanalítica > Número 7 > Ponencias presentadas en el 1er Symposium sobre Erotismo y Psicoanálisis > El erotismo en nuestros tiempos posmodernos y neoliberales

El erotismo en nuestros tiempos posmodernos y neoliberales Martes 13 de abril de 2010, por Enrique Guinsberg

Tal como puede verse en el programa de este Simposio, el contenido de esta participación será muy distinto al de las otras, al menos según el título de las mismas ([1]), en coherencia con lo que es la preocupación y eje de mi postura y práctica psicoanalítica: la central y estructurante relación entre sujeto y cultura, por lo que no es casual el título de la revista que codirijo, Subjetividad y Cultura. En términos muy generales esto significa considerar al ser humano como un ser social, y por tanto todo lo suyo está marcado y atravesado por la cultura, que incide de manera muy amplia en su psico(pato)logía, y en la satisfacción, represión, canalización, etc. de sus deseos. Por supuesto esto de manera alguna significa la caída en una deformación sociologista sino una determinada lectura de la postura psicoanalítica que no es el caso de exponer en esta ponencia y que puede verse en diferentes textos anteriores ([2]). Teóricamente es de suponer que nadie del hoy muy vasto campo psicoanalítico negará lo señalado, pero desde el mismo nacimiento de este marco teórico las formas de encarar tal relación y el énfasis que se le otorga plantean diferencias importantes e incluso antagónicas en las compresiones y lecturas de los psicoanálisis ([3]). Esto ya fue planteado desde la publicación de mi primer libro ([4]) al señalar las entendidas como desviaciones organicistas, psicologistas y sociologistas que pueden verse y encontrarse en múltiples posturas y escuelas de todo tipo: la primera dificilmente se encuentra en el psicoanálisis, pero sí la segunda o su variante de ver sólo aspectos microsociales como hacen quienes, por ejemplo, ven a la familia como eje único o casi único de todo lo que incide sobre el sujeto, en no pocos casos sobreestimando la importancia del complejo de Edipo en su negativa a ver la importancia de factores culturales que luego se indicarán. Por supuesto que en el presente planteo de manera alguna se niega la importancia de la familia, el Edipo ([5]), etc. -lo que implicaría caer en un sociologismo, desviación inversa

que también debe ser criticada-, sino entender su valor sin dejar de ver la importancia de los señalados valores culturales, hoy con cada vez mayor peso en los actuales marcos históricos. Pero, y esto es fundamental, ver la incidencia de la realidad concreta de cada momento concreto sobre la indicada psico(pato)logía, o sea no sólo el pasado sino de la realidad presente, que en estos momentos están marcados por el modelo económico neoliberal y una cultura por algunos denominada posmoderna, concepto de por sí confuso y polivalente ([6]). No es éste el lugar para ver los vínculos y relaciones entre la institución familiar y las estructuras sociales, como tampoco mostrar lo indicado a través de la historia. Sólo a modos de ejemplos recuérdese que la histeria era el cuadro dominante en la época de Freud, y lo es la depresión como también lo fue a fines del primer milenio de la era cristiana. Y es de imaginar que nadie pensará que tales cambios responden a causas genéticas, de la configuración familiar, etc.([7]). Tampoco hace falta decir nada sobre cómo el erotismo, el tema de este Simposio, no sólo no es una excepción sino, al contrario, marcadamente afectado siempre por las formas culturales de cada momento histórico. No es entonces casual que un autor clásico sobre el tema como George Bataille lo analice a través de las mismas ([8]), lo que siempre debe hacerse con todo para así aterrizar en las señaladas situaciones concretas. Es de imaginar que los asistentes a este Simposio conocen por lo menos algo de la/s teorías psicoanalítica/s, por lo que no se requiere reiterar lo ampliamente sabido de que el aparato psíquico se constituye con base en el paso del principio de placer al de realidad, formándose el Yo y Superyo con base en esta última, que a su vez formula planteos en torno al “destino de las pulsiones” (según título de la importante obra de Freud ([9]), promueve fantasías, indica “caminos” para su satisfacción, etc. Pero por tal amplio conocimiento sorprende -aunque no debería ser así para quienes no ignoren los caminos del campo psicoanalítico, sobre todo del definido como domesticado- que nada de ello se vea en la mayoría de los textos psicoanalíticos (sobre todo los actuales), que prefieren estudiar los árboles sin ver el bosque que los contiene, o “rumiar” de manera incesante sobre pequeños detalles que puedan impactar con frases altisonantes y supuestamente profundas, pero que en realidad vuelan por las galaxias y poco o nada dicen por desconocimiento y/o negación del contexto cultural en el que nos movemos ([10]). Si por mucho tiempo, incluso siglos, los cambios culturales fueron muy lentos, luego han tenido una mayor rapidez que actualmente es vertiginosa, algo notorio para todos. Por razones de tiempo no es posible hacer una enumeración de ellos, pero sí es importante destacar la emergencia y peso de nuevas instituciones sociales -así como de importancia

(sin perderla) de otras, entre ellas las religiosas y la misma familia-, sobre todo el de los medios masivos de difusión que hoy tienen un rol hegemónico incluso con un aporte sustantivo al proceso de constitución del mismo sujeto psicosocial, y que produce cambios muy importantes en toda la dialéctica social. Aunque sea como una breve información, es pertinente señalar que hace ya mucho tiempo uno de los proyectos de investigación que desarrollo es precisamente Medios masivos de difusión y formación psicosocial, que con marco teórico psicoanalítico -en la perspectiva aquí enunciada- busca conocer, con una visión transdiciplinaria, el aporte de ellos en la conformación del sujeto, problemática nada o muy poco abordada desde nuestra especificidad profesional y teórica ([11]) ([12]). Sin tampoco poder desarrollar ahora los grandes cambios políticos, económicos, sociales, culturales y tecnológicos ocurridos en los últimos tiempos -sobre todo en las últimas décadas ([13])-, veamos algunas de ellos para ver sus consecuencias y efectos en los sujetos de nuestro tiempo, con la aclaración de que ellos se vienen produciendo desde tiempo atrás pero con un fuerte acrecentamiento actual. En primer lugar observamos, modificaciones sustanciales en las dinámicas y estructuras de familias, parejas y relaciones afectivas de todo tipo (amistosas, amorosas, etc.); lo mismo en lo que se refiere a la sexualidad, tanto en la visión de la misma como en su práctica, algo que se ha acelerado notoriamente en pocas décadas desde la conocida como “revolución sexual” de los 50-60, con la llegada de una nueva y más permisiva “cultura” al respecto; algo muy importante es el reconocido incremento de lo que algunos sociólogos y analistas de las culturas definen como cultura del narcisismo (entre ellos, por sólo citar algunos, Lasch ([14]) y Lipovetsky ([15]). Todo ello, y muchos otros aspectos, ha producido un notorio y conocido cambio en todo, y por tanto también en la sexualidad y el erotismo de nuestro tiempo. En forma muy rápida se produjo un alto grado de liberación y permisividad al respecto -por supuesto más respecto a la primera que sobre el segundo, de acuerdo a las conocidas diferencias y conceptualizaciones de ambos-, e inmensa si se lo compara con la represión de la época victoriana y décadas posteriores que nuestro respetado don Segismundo desarrolla en su obra, donde es de no olvidar que postula que una menor represión sexual disminuiría las neurosis. A modo de comparación respecto a esta afirmación es interesante recordar una pregunta planteada en un reciente artículo ([16]) en torno a si el actual avance científico y tecnológico permite que la gente viva más “feliz” y con una mejor “salud mental” (palabras confusas y polivalentes pero gráficas para lo indicado), lo que produjo fuertes y categóricas respuestas negativas.

Con similar sentido: ¿la liberación sexual -o desrepresión si se quiere- posibilita un más alto grado de erotismo y de satisfacción sexual, y menor de psico(pato)logía de acuerdo con los parámetros freudianos? Son de imaginar las respuestas, además de que la clínica y una amplia bibliografía son claras al respecto. Y esto porque no puede pensarse sólo en la incidencia de la sexualidad -aunque la idea analítica de ésta es muy amplia- en la psico(pato)logía, al clásico estilo de los analistas esquemáticos, sino de múltiples otros factores, sobre todo socio-culturales, que hacen que la vida actual sea mucho más compleja y neurotizante (por decir lo menos, aunque también puede ser psicotizante). El tiempo asignado en este Simposio a cada participación es muy poco para desarrollar una temática tan vasta, por lo que en vez de hacer afirmaciones categóricas al respecto es preferible plantear algunas observaciones que pueden servir para estudios e investigaciones psicoanalíticas mayores, que por lo indicado sólo pueden hacerse desde una perspectiva del psicoanálisis como la aquí planteada, o sea comprendiendo la vasta gama de factores culturales intervinientes. Algunos de ellos, de los que no puede prescindir ningún estudio, son: 1) Hoy el mundo está lleno de erotismo, presunto o real, que puede verse en múltiples lados, pero sobre todo en unos medios masivos de difusión que se han convertido en las instituciones sociales hegemónicas del presente, y que están llenos de programaciones con estas características, hoy las más de las veces explícitas, sin olvidar los sitios de Internet que tienen un muy vasto público. Si bien en una amplia mayoría de los casos están más cercanos a la pornografía o se limitan a contenidos sólo sexuales -como en tantos otros casos es muy difícil establecer qué es cada uno y los límites entre ellos-, ello produce una notoria confusión en la mayoría de la gente. Máxime cuando la absoluta mayoría de esos contenidos están muy lejos de lo que puede entenderse como expresiones artísticas eróticas. De por sí es muy significativa la existencia y búsqueda de estos contenidos, que pueden verse como respuestas a necesidades no satisfechas, es decir que existirían en mucho menor cantidad si realmente hubiese una real liberación sexual y erótica ([17]). 2) Pero ¿existe una liberación sexual, se trata en realidad de una liberalización, y cuáles son sus sentidos y límites? Como una aproximación a la búsqueda de respuestas a esas

preguntas, hasta el final de este segundo punto se transcriben partes de un artículo publicado hace unos años ([18]). No es necesario decir mucho para algo suficientemente conocido, donde de distintos grados de represión de la sexualidad (con ejemplos extremos en la citada moral victoriana en la época freudiana, o de distintas religiones en el pasado y de hoy como los casos del catolicismo o protestantismo en occidente y de las posturas fundamentalistas islámicas en Oriente), a veces se pasa al extremo opuesto donde las palabras liberación y liberalización sólo difieren en cuatro letras pero con enormes significaciones. Ya hace varias décadas Marcuse, uno de los más lúcidos y destacados estudiosos de la realidad contemporánea -y profundo conocedor del psicoanálisis-, describe este proceso en una obra fundamental que debería ser recuperada: El "principio de placer" absorbe el "principio de realidad", la sexualidad es liberada (o, más bien liberalizada) dentro de las formas sociales constructivas. Esta noción implica que hay modos represivos de desublimación, junto a los cuales los impulsos y objetivos sublimados contienen más desviación, más libertad y más negación para conservar los tabúes sociales [...] Se ha dicho a menudo que la civilización industrial avanzada opera con un mayor grado de libertad sexual; "opera" en el sentido que ésta llega a ser un valor de mercado y un elemento de las costumbres sociales. Sin dejar de ser un instrumento de trabajo, se le permite al cuerpo exhibir sus caracteres sexuales en el mundo de todos los días y en las relaciones de trabajo. Este es uno de los logros únicos de la sociedad industrial, hecho posible por la reducción del trabajo físico, sucio y pesado; por la disponibilidad de ropa barata y atractiva, la cultura física y la higiene; por las exigencias de la industria de la publicidad, etc. Las atractivas secretarias y vendedoras, el ejecutivo joven y el encargado de ventas guapo y viril, son mercancías con un alto valor de mercado, y la posesión de amantes adecuadas -que fuera una vez la prerrogativa de reyes, príncipes y señores- facilita la carrera de incluso los empleados más bajos en la comunidad de los negocios [...] El sexo se integra al trabajo y las relaciones públicas y de este modo se hace más susceptible a la satisfacción (controlada) [...] El grado de satisfacción socialmente permisible y deseable se amplía grandemente, pero mediante esta satisfacción el principio de placer es reducido al privársele de las exigencias que son irreconciliables con la sociedad establecida. El placer, adaptado de este modo, genera sumisión ([19]). Se trata, en definitiva y de acuerdo a las premisas de Marcuse, de un fundamental cambio, pero que él adecuadamente ubica en su lugar sin creer que tal liberación, en un terreno

específico aunque importante, implique una liberación en un sentido general. Tal como lo fundamenta en un trabajo posterior Los intereses creados desarrollan y modelan las necesidades y los modos de satisfacción de la sociedad para que puedan servir a la reproducción de dichos intereses. Más allá del nivel animal y de la satisfacción de aquellas necesidades vitales que son comunes a todos y que deben satisfacerse en cualquier sociedad, las necesidades humanas se desarrollan y modelan sistemáticamente. Las necesidades así controladas y dirigidas se satisfacen, y de este modo la satisfacción y la libertad establecida militan en contra del cambio social porque ahora la gente es libre de satisfacer mayor número de necesidades en mayor proporción que antes, no sólo en el nivel biológico sino en el cultural, y disfruta de la satisfacción de las mismas, lo cual puede hacer porque la forma represiva en que se desarrollada es introyectada por los individuos de tal modo que ellos quieren y desean "espontáneamente" lo que se pretende que quieran y deseen, todo en beneficio del sistema establecido [...] En otras palabras, tanto las nuevas necesidades y satisfacciones como las nuevas libertades que ofrece la sociedad tecnológica, operan contra la auténtica liberación del hombre; son las que vuelven contra el hombre sus facultades físicas y mentales y aun su energía instintiva[20]. Por supuesto que esta fundamental aclaración no limita el valor ni la importancia de la “liberación” sexual, pero no debe hacer creer, como ocurre demasiado, que tal liberación es la liberación humana en un sentido amplio, ni tampoco que siempre lo es en el mismo sentido sexual y/o erótico. Máxime cuando, como también ocurre demasiado y específicamente en el caso de la sexualidad contemporánea, hasta se llega a situaciones como la mencionada entre liberación y liberalización. Efectivamente, hoy no es ninguna exageración decir que todo, o al menos una parte muy importante de las actuales formas de vida están sexualizadas, lo que fácilmente puede verse en la publicidad, series y programaciones televisivas, películas, vida cotidiana, etc., donde no sólo aparecen imágenes inimaginables hace pocas décadas, sino incluso expresiones de sexualidad abierta en canales porno o sistemas telefónicos supuestamente limitados. Pero no se trata únicamente de mostración sino de concreción en la vida diaria, donde hoy los vínculos sexuales son comunes desde una edad mucho más temprana que antes. Que quede claro: no se trata de una crítica moralista como las de múltiples marcos religiosos o entidades muy conocidas que pretenden volver a la sexualidad reprimida, a la castidad femenina hasta el momento del matrimonio, a la búsqueda de la pareja única hasta la muerte, al retorno a la sexualidad sólo al servicio de la reproducción y no del placer, etc.

Sino sólo resaltar que en múltiples casos -fomentados por la cultura actual en general y de los medios de difusión en particular-, la sexualidad se ha convertido desde una expresión del "hedonismo epidérmico" de nuestra época ("vivir el momento") donde se disocia de todo vínculo emocional significativo, hasta una simple mercancía en el mercado de los intereses personales de todo tipo (laborales, políticos, etc.). De esta manera con este uso de la sexualidad puede caerse -por supuesto de ninguna manera debe pensarse que siempre es así- en una verdadera alienación a esta expresión, con las consecuencias también conocidas, a más de la señalada confusión de lo que puede entenderse como liberación. Es por esto que la autora del libro "El enigma sexual de la violación" expresa en un reportaje que "ojalá el sexo volviera a formar parte de las cosas que nos son sagradas"[21], no en el sentido místico ni represivo del término sino en el de fuertes e importantes significaciones, hoy en importante medida perdido por lo que se ha convertido su uso, en múltiples casos abaratado por todo lo señalado. Como ocurre en todos los casos también aquí habría que distinguir entre "libertad" sexual y "libertinaje" -aunque aquí también es evidente la dificultad en señalar sus límites-, con las consecuencias que este último puede producir en la propia persona y sus vínculos afectivos. También debe quedar claro que la liberación sexual, en el sentido de una mayor apertura a su ejercicio, tiene actualmente importantes limitaciones que no pueden olvidarse. Entre ellas que no es general en todas las sociedades: la gran apertura que tiene sobre todo en los países desarrollados occidentales se limita bastante no sólo en sociedades con diferentes características tradicionales y/o fundamentalistas (casos extremos de la iraní o de los afganos talibaneses), sino también en la múltiples sectores de países del Tercer Mundo donde sigue primando fuertemente la postura machista, dependencia aceptada de la mujer, etc. Otra limitación tiene que ver con la realidad en que se viven las prácticas sexuales, dónde no siempre la aceptación de su realización implica una satifacción sino se limita al cumplimiento de un "deber", de las normas y/o modas imperantes, al "hay que hacerlo porque todos lo hacen", o se practica dentro de los clásicos cánones del rol femenino tradicional dependiente. Los casos son mucho mayores a los imaginables, lo que claramente se observa en la práctica clínica psicoterapéutica, psicoanalítica, etc., e incluso se habla ampliamente en conversaciones cotidianas, se plantea en "consultorios sentimentales" (ahora también "sexológicos") de revistas o programas tipo "reality shows", etc.

Y una tercera limitación es que la -supuesta o real- liberación muchas veces se restringe al plano de la genitalidad, es decir sin la inclusión de las etapas sexuales previas constitutivas de la sexualidad total. Más allá de las posturas en gran medida utópicas que formula Marcuse en otra obra[22], ya previamente Freud había señalado que, incluso en un desarrollo normal sin fijaciones previas, las tendencias pregenitales nunca desaparecen sino que se mantienen, aunque supeditadas a la primacía genital pero sin dejar de tener un peso. Y en 1931 escribió que una tipología psicoanalítica debía basarse en aspectos libidinales, presentando los tipos erótico (cuyo interés primordial se vuelca hacia la vida amorosa), compulsivo (con predominio del superyó) y narcisista ("No hay en él ninguna tensión entre el yo y el superyó [...] ningún hiperpoder de las necesidades eróticas; el interés principal se dirige a la autoconservación”). Pero luego de comprender que los casos mixtos (eróticocompulsivo, erótico-narcisista, narcisista-compulsivo) son más frecuentes que los puros culmina su planteo: Alguien podría creer que haría una broma preguntando por qué no se menciona aquí otro tipo mixto teóricamente posible a saber, el erótico-compulsivo-narcisista. Pero la respuesta a esa broma es seria: porque semejante tipo ya no sería tal, sino que significaría la norma absoluta, la armonía ideal. Aquí uno se percata de que el fenómeno del tipo se engendra justamente porque de las tres principales aplicaciones de la libido dentro de la economía anímica se favoreció a una o dos a expensas de las restantes[23] (Freud, 1976; 220-21). Esto por supuesto puede vincularse con todo lo polémico de la diversidad sexual, pero aun sin ello es evidente que gran parte de la sexualidad actual se restringe a la conocida como "normal", es decir a la genital, y sólo excepcional y minoritariamente a otras de zonas libidinales diferentes. 3) Lo mismo que en muchos otros aspectos, los medios muestran modelos ideales o fantaseosos muy alejados de la realidad y/o posibilidades reales, con la consiguiente frustración o niveles de depresión cuando no se alcanza lo mostrado o se compara con lo que se tiene. Esto se presenta tanto respecto a aventuras, bienes materiales y mujeres o galanes de gran belleza pero distantes de lo que son la mayoría de las personas, y ya ni hablar de lo que se muestra en torno a relaciones de pareja, romances y acciones sexuales y eróticas. Aquí es de recordar que dos investigadores de nuestro campo comprobaron que el aumento de nada menos que el 100% en niveles de depresión en mujeres campesinas morelenses era causado por ver en televisión mujeres de otro tipo, muy diferentes a ellas, y a creer que no podían salir de su situación[24]. Esto puede también vincularse con los aspectos sexuales y eróticos.

4) Las tendencias narcisistas predominantes en nuestra época -no en el sentido estricto psicoanalítico del término, sino más bien como posturas individualistas, egocéntricas, etc-, dificultan o impiden un verdadero vínculo erótico. 5) Es sabido que lo que puede ser visto o entendido como valioso o progresivo de algo, puede no serlo en otro: caso, por ejemplo, de muchos de los actuales vínculos familiares y de pareja, ya no pensados “para toda la vida” sino mientras se mantenga un importante nivel afectivo, pero que, como contraparte, no otorgan a sus integrantes (sobre todo hijos) la seguridad que ofrecen las anteriores que, por supuesto, no han desaparecido. Respecto a nuestro tema pasa algo no igual pero parecido: la actual permisividad sexual facilita el vínculo -a veces sin niguna dificultad, o sea con escaso o nulo esfuerzo, sea por ser usado como camino de ascensos, prenda de “cambios” o simple satisfación corporal mometánea-, pero pagando el precio de que la relación carece o tiene pocas significaciones emocionales, con todo lo que esto implica. Situaciones que una sexóloga argentina resume diciendo que “ya no se coge como antes”, y que el citado Lasch expresa en diferentes partes de La cultura del narcismo de manera clara y contundente: · Hombres y mujeres buscan ahora el placer sexual como un fin en sí mismo, no mediatizado por los adornos del enamoramiento (p. 233). · El sexo validado en sí mismo pierde toda referencia al futuro y no conlleva esperanza de vínculo permanente (p. 234). · Promiscuidad relajada como patrón de las relaciones sexuales normales (p. p. 234). · Para controlar emociones se cultiva una superficialidad y cínico desapego, que se convierte en habitual (p. 237). · Relaciones actuales más riesgosas no representan garantía de permanencia. Afloran formas de desapego emocional (p. 242). · Aumento de gente que vive sola refleja la la preferencia por la autonomía individual, pero también una rebelión contra nexos emocionales (p. 248).

En esta misma perspectiva no puede dejar de señalarse como la vida actual está cada vez más penetrada y atravesada por múltiples herramientas tecnológicas de todo tipo, y el erotismo y/o sexualidad no escapa a ello: no sólo instrumentos que permiten o acrecientan determinados grados de “satisfacción” individual, sino ahora cada vez más fármacos o medicamentos que permitan a cada vez más personas “superar”, al menos físicamente, algunos problemas (caso de estimulantes sexuales, Viagra y otros para la disfunción erectil, otro producto en desarrollo para aumentar el tiempo en la eyaculación precoz...). En torno a su uso, con ellos pasa algo similar a lo que ocurre con los psicofármacos, terreno incuestionablemente polémico: pocos dudan de su efectividad en muchos casos (no en todos), pero la discusión no es sobre ello sino respecto a que esos productos van al aspecto físico-biológico y no a las razones psíquicas y emocionales, cuando las hay, que inhiben, en estos casos, la realización sexual y/o erótica, actuando por tanto como “calmantes” de una situación, es decir con sus “ventajas” para quienes pueden así sobrellevar una realidad nada grata, pero sin cuestionar causas profundas a las que de cualquier manera difícilmente serían accesibles (análisis, psicoterapias, etc.) para las grandes mayorías que las sufren. Es por tanto una nueva problemática que no pueden desconocer quienes pretendan estudiar la sexualidad y el erotismo de nuestra época concreta. 6) El señalamiento anterior a los calmantes inevitablemente remite a lo planteado por Freud[25], un aspecto central para la comprensión de la dialéctica del sujeto en todo marco social, y más en los actuales donde existe una gran oferta de ellos prácticamente para todo. Desde este punto de vista no puede dejar de verse como también la sexualidad y el erotismo son unos productos más del circuito comercial en múltiples facetas, pero también es desplazado hacia infinidad de objetos y aspectos: automóviles[26], tecnologías, rapidez para todo, religiones (viejas y nuevas), etc. En este sentido es de reconocer la capacidad del modelo económico-social -algo por otra parte nada nuevo pero reforzado por una vasta gama de conocimientos teóricos y empíricos- para ofrecerlos con base en la comprensión de las “necesidades” de la gente, “necesidades” a su vez en gran medida creadas tanto por razones de producción como para tal consumo de “calmantes”. 7) Tampoco debe olvidarse una importante paradoja. Durante muchos siglos el erotismo estuvo limitado porque la vasta mayoría de la población del mundo colocaba la mayor parte o toda su energía en el trabajo como forma de subsistencia -salvo, claro, sectores minoritarios como las realezas y elites-, y el sustantivo cambio que se produjo al respecto fue cuando comenzó a existir una producción suficiente o incluso excedente en general; ello significó la reducción del tiempo de trabajo, el aumento del tiempo libre o de ocio, y

por tanto también un desarrollo del erotismo impensable en tiempos anteriores (sin olvidar lo antes indicado del peso de las nuevas tecnologías y los medios que posibilitan su actual difusión masiva). Pero en los últimos tiempos el abandono del conocido como Estado de Bienestar y su reemplazo por el modelo neoliberal ha producido las conocidas situaciones de la necesidad de intensificación de los niveles de rendimiento y de producción como requisitos de una feroz competencia -neodarwiniana según algunos-, y la reducción de niveles de ingresos en la mayor parte de la población (sobre todo sectores populares y medios). Por estas razones, así como la necesidad de mayor dinero para poder acceder al actual consumo de productos nuevos -a veces sofisticados-, su constante recambio, modas, etc., obligan a un importante cambio, o sea a la intensificación de los niveles de trabajo, sea para simple y elemental subsistencia, o para incesante búsqueda de ascenso en la prámide laboral y social. El trabajo arduo se ha convertido nuevamente en el centro de la vida -con todo lo que esto significa para el erotismo-, e incluso objeto erótico en sí mismo, al menos para muchas personas y sectores (ejecutivos, etc.). Un claro signo de esta importancia trabajo, y la subordinación de lo emocional, lo indica nuevamente Lasch: “En los 50 era importante una mujer atractiva para la carrera; hoy se advierte a los ejecutivos del conflicto serio entre el matrimonio y una carrera ejecutiva” (p. 87). Por supuesto que respecto a esto pueden hacerse diferentes comentarios -que matrimonio y erotismo pueden ser cosas distintas, el ver a una “mujer atractiva” como adorno, etc.-, pero más allá de todo esto está el nuevo papel que cumple el trabajo, que llega a significar desde el práctico abandono del tiempo libre[27] hasta una gran limitación y postergación de los vínculos afectivos por la a veces excesiva entrega a las actividades laborales[28]. 8) Como último punto de este incompleta enumeración hay también que recordar que muy conocidos problemas de nuestro tiempo son el marcado incremento de la soledad, la incomunicación y la depresión. Queda a cargo del lector de estas páginas y de estudiosos de esta problemática, las relaciones que pueden establecerse con las características y niveles del erotismo de nuestra época, los altos grados de búsqueda de sexualidad y pornografía, etc. Todo lo aquí expuesto debe verse como un conjunto de aspectos centrales, y seguramente polémicos, para el estudio e investigación del tema que nos reúne, presentados de una manera más coloquial que organizada de acuerdo a los parámetros académicos formales.

Para terminar es importante señalar que de manera alguna es una visión completa de la problemática abordada, que por tanto seguramente faltan otros aspectos, y que por las conocidas limitaciones de los tiempos asignados a cada ponente lo abordado ha sido en términos muy generales, que requieren de seguimiento y profundización. Notas [1] Esto posteriormente se confirmó, aunque algo se planteó en términos muy genéricos como contexto en una de las intervenciones de la primer mesa. [2] Entre ellos: Normalidad, conflicto psíquico, control social, Plaza y Valdés/UAM-X, México, 1ª ed. 1990, 2ª ed. 1996; “La relación hombre-cultura: eje del psicoanálisis”, revista Subjetividad y Cultura, México, Nº 1, 1991 (y reproducido en la 2ª ed. del libro anterior); La salud mental en el neoliberalismo, Plaza y Valdés, México, 1ª ed. 2001, 2ª eed. 2004; etc. Una recopilación de artículos con esta perspectiva está planeada para la publicación por “Carta Psicoanalítica” del libro digital Ensayos desde un psicoanálisis no domesticado (título provisorio). [3] El subrayado de los es para reforzar lo indicado de que desde hace mucho tiempo, y continúa hoy, con el psicoanálisis pasa algo similar a lo que siempre con todo tipo de conocimientos y posturas de todo tipo, sobre todo los más o menos exitosos: el surgimiento de escuelas, tendencias, etc. que incluso pueden llegar a ser muy diferentes entre sí aunque tengan ejes similares. [4] Sociedad, salud y enfermedad mental, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1973, con ediciones posteriores -que incluyen diferentes Apéndices- en la Universidad Autonoma de Puebla (1976) y Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco (1981). En el ya citado Normalidad, conflicto psíquico, control social es sólo el primer capítulo de un texto con varios más [5] Sobre esto recuérdese lo planteado por Deleuze y Guattari en El Antiedipo. Capitalismo y esquizofrenia, Barral, Barcelona, 1973 (ediciones posteriores en Paidós). [6] Algunas relaciones entre ambos -neoliberalismo y posmodernidad- pueden verse en el libro La salud mental e el neoliberalismo, ob. cit. [7] El peso de la depresión a fines del primer milenio fue por la idea dominante de que la llegada del siguiente implicaba el fin del mundo, y hoy es por razones muy diferentes de las que algo, muy poco, se verá más adelante. Sobre todo esto es interesante ver el acucioso texto de Rosen, George, Locura y sociedad. Sociología histórica de la enfermedad mental, Alianza Editorial, Madrid, 1974, e importantes textos de Foucault, entre ellos Historia de la

locura en la época clásica, dos tomos, Fondo de Cultura Económica, México, 4ª reimp., 1986. [8] Bataille, G., Breve historia del erotismo, Caldén, Montevideo, 1970. [9] “Pulsiones y destinos de pulsión” (1915), en Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1976, tomo XIV, que en la versión española de Biblioteca Nueva aparece como “Los instintos y sus destinos”. [10] Es muy interesante e importante ver como posturas de este tipo hoy son predominantes en los discursos de las llamadas “ciencias” sociales, como siempre lo fueron en el psicoanálitico pero en este último hoy adoptando nuevas formas acordes a los tiempos posmodernos y neoliberales. Al respecto véase un desarrollo más amplio en mi ensayo “Lo light, lo domesticado y lo bizantino en nuestro mundo psi”, revistaSubjetividad y Cultura, México, Nº 14, 2000, reproducido en el libro La salud mental en el neoliberalismo, ob. cit. Respecto al campo de la comunicación, “Los estudios e investigaciones en comunicación en nuestros tiempos neoliberales y posmodernos”, en Solís Leree (ed), Anuario de Investigación de la Comunicación VII, Coneicc/UAM-X, México, 2001. Las marcadas diferencias entre los intereses académico-intelectuales actuales con los imperantes décadas atrás, en “Proyectos, subjetividades e imaginarios de los 60 a los 90 en Latinoamérica”, revista Argumentos, UAM-X, México, Nº 32-33, 1999. [11] Resultado de esta investigación han sido numerosos escritos y presentaciones en eventos psicoanalíticos y comunicológicos. El más completo es el libro Control de los medios, control del hombre. Medios masivos y formación psicosocial, 1ª ed. Nuevomar, México, 1984; 2ª ed. Pangea/Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México, 1988; 3ª ed. (ampliada) Plaza y Valdés, México, 2005. Respecto a la relación mediosfamilia y sus vínculos, pesos y dinámicas, véanse “Familia y tele en la estructuración del Sujeto y su realidad”, revista Subjetividad y Cultura, México, Nº 5, 1995; y “Televisión y familia en la formación del sujeto”, en Lozano, José Carlos, y Benassini, Claudia (ed.),Anuario de Investigación de la Comunicación V, Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación (Coneicc)/Universidad Iberoamericana, México, 1999. [12] Aunque sólo parezca algo anecdótico, pero en realidad muy representativo de los escasos vínculos entre disciplinas distintas pero muy relacionadas, es interesante señalar que muchas veces se me ha visto y ve como comunicólogo en reuniones psicoanalíticas, y a la inversa en las de comunicación, llegándose a presentarme en una de éstas últimas, aunque haya sido en broma, como un “psicoanalista infiltrado en la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación (AMIC)”.

[13] Una clara idea acerca de la rapidez de los cambios que se producen en algunos ámbitos, es que hace no mucho tiempo se calculaba que cada diez años se duplica el conocimiento que se tenía desde el comienzo de la historia, algo que ahora se reduce a cada cinco años. Aunque puede pensarse que ello ocurre de manera central en los campos de las ciencias duras y de la tecnología, y no en las sociales y humanísticas. [14] Lasch, Christopher, La cultura del narcisismo, Andrés Bello, Santiago de Chile, 1999. [15] Lipovetzky, Gilles, La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo, Anagrama, Barcelona, 3ª ed., 1988. [16] Galeano, Jorge; Guinsberg, E. y Matrajt, Miguel, “¿El progreso nos hace más felices? Adelantos tecnológicos, salud mental y calidad de vida”, revista Subjetividad y Cultura, México, Nº 17, 2001. [17] Producto de esto y los planteos siguientes, en el debate posterior correspondiente a esta Mesa se consideró que hubo una propuesta de censura a los contenidos pornográficos, algo que nunca fue planteado. Al contrario, se respondió que un claro ejemplo al respecto fue el “destape” producido en España luego de la caída del franquismo, que tuvo un extremo del que luego del mismo se volvió a los cauces “normales” (más allá de lo que se entienda por esto). De cualquier manera es de reiterar que el alto consumo de contenidos de tal naturaleza -pornos y sexuales- debe verse como un síntoma o analizador de las condiciones reales de los sujetos en particular, y de la población en general, respecto al grado de liberación o frustración de sus deseos y aspiraciones sexuales. [18] Guinsberg, E., “Fantasías (tal vez delirantes) acerca de lo que hoy diría Freud sobre sexualidad”, en Jáidar, Isabel (comp), Sexualidad: símbolos, imágenes y discursos, Area Subjetividad y Cultura, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México, 2001. [19] Marcuse, Herbert, El hombre unidimensional, Origen-Planeta, México, 1985, p. 102, 104 y 105, cursivas mías. [20] Marcuse, H., Eros y civilización, Joaquín Mortiz, México, 1986, p. 54, cursivas mías. [21] Hercovich, I., en revista Campo Grupal, Buenos Aires, Nº 20, 2001, p. 3. [22] Marcuse, H., Eros y civilización, ob. cit. [23] Freud, S., “Tipos libidinales”, en Obras completas, ob.cit., tomo XXI, p. 220-221. [24] Matrajt, Miguel, y Reynaud, Cécile, “Salud mental ocupacional en el campesino”, revista Tlacayeliztli, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Cuernavaca, Nº 1, 1987. [25] “La vida, como nos es impuesta, resulta gravosa: nos trae hartos dolores, desengaños, tareas insolubles. Para soportarla no podemos prescindir de calmantes. Los hay, quizá, de tres clases: poderosas distracciones, que nos hagan valuar en poco nuestra miseria;

satisfacciones sustitutivas, que la reduzcan, y sustancias embriagadoras, que nos vuelvan insensibles a ellas. Algo de este tipo es indispensable”. Freud, S., El malestar en la cultura, tomo XXI, p. 75, subrayado final mío. [26] Véase mi breve trabajo “Apuntes sobre psicopatología de nuestra vida cotidiana/2. Adicción y fetichismo al automóvil”, revista Subjetividad y Cultura, México, Nº 9, 1997. [27] En un artículo publicado hace no muchos años (“Memorias de la abundancia”, revistaNexos, México, Nº 232, 1997, p. 43) Hans Magnus Enzersberger considera que a lo largo de toda la historia se consideró como lujos la posesión de bienes materiales (palacios, grandes casas, joyas, etc.), pero para importantes sectores actuales, incluyendo los de de riqueza y poder, lo es el tiempo libre. [28] En este contexto hay que reinterpretar el sentido de las actividades sexuales que ofrecen algunas empresas (y subsidian) a sus empleados de alto nivel, la facilidad de acceso a esos “bienes de consumo”, etc., y seguramente hay que ver cuánto tienen de simple sexualidad y cuanto de erotismo.

El hombre no es masculino y la mujer no existe Martes 13 de abril de 2010, por Luis Tamayo Pérez

Hombre y de mujer, no son más que significantes enteramente ligados al uso cursocorriente [coucourant] del lenguaje J. Lacan

Introducción Son innumerables los textos que, a lo largo de la historia de la humanidad, se han escrito acerca de la naturaleza femenina y la masculina. Desgraciadamente la enorme mayoría de ellos han sido escritos con una enorme ausencia de rigor, desde una ceguera que en ocasiones resulta asombrosa.

De entre cientos de volúmenes elijo uno[1]: La inferioridad mental de la mujer[2]publicado en 1900 por el prestigiado neurólogo Paul Julius Möbius (1853-1907), el mismo que describió el síndrome que lleva su nombre e hizo el primer estudio en forma de la locura de F. Nietzsche[3] (y antes estudió la patología de Rousseau, Goethe y Schopenhauer). En su texto, el neurólogo alemán discurre acerca de los elementos que le permitían explicar la debilidad mental propia de las mujeres y que justificaban su apagado rol social. En ese estudio Möbius afirma, siguiendo lo probado por la anatomía comparada, que si la capacidad intelectual de una especie es directamente proporcional a la cantidad de la masa cerebral (materia gris, circunvoluciones), es evidente que las mujeres, cuyo cerebro es, en promedio, significativamente menor que el de los hombres, ellas debían, forzosamente, ser inferiores intelectualmente a ellos. En la actualidad este argumento sólo provoca nuestra risa. En esa época no era así. Estoy seguro de que a muchos no les hizo reír.

El estudio Möbius es serio, se basa en la observación de cadáveres a quienes diseccionó, pesó, etc. Su método fue científico, riguroso. Su conclusión, sin embargo, sabemos que es absurda. ¿Cómo contradecirlo con el mismo rigor que él presenta? Desde mi punto de vista, Möbius cae en el mismo error en el que tropieza el sentido común y una multitud de estudiosos de la cuestión, los cuales consideran, de entrada, que está perfectamente claro eso que se denomina “hombre” o “mujer”.

Al comienzo: Freud y Lacan En su texto Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina J. Lacan (1966, pp.704-715) señala una larga serie de cuestiones que tendrían que ser consideradas para poder realizar, con el rigor correcto, un congreso sobre dicha temática: -esclarecer el sentido del vocablo “femenino”[4] - esclarecer los fenómenos ligados al coito y al embarazo.

-revisar la posibilidad de una organización deseante diferente entre hombres y mujeres.

-revisar la manera como esos descubrimientos afectan a la tesis de la bisexualidad planteada desde el inicio del psicoanálisis.

-revisar la tesis freudiana del desconocimiento de la vagina por parte de la niña.

-estudiar la cuestión de si no será una simple fantasía masculina la tesis del masoquismo femenino.

-revisar la tesis freudiana de que sólo hay una libido y que ésta es de tinte masculino (Lacan, 1966, p.714).

La lista, como se apreció, es larga. Sin embargo, no se le hizo mucho caso. El congreso de Ámsterdam sobre la sexualidad femenina de 1960 se desarrolló sin tomar plenamente en cuenta tales cuestionamientos. Pero la crítica lacaniana no era nueva. Freud mismo ya había cuestionado con certeza la falta de rigor con el que se emplean habitualmente los vocablos “masculino y femenino”.

Actividad vs. pasividad En la nota 19, agregada en 1915 a sus Tres ensayos de teoría sexual señala: Es indispensable dejar en claro que los conceptos de “masculino” y “femenino”, que tan unívocos parecen a la opinión corriente, en la ciencia se cuentan entre los más confusos y deben descomponerse al menos en tres direcciones. Se los emplea en el sentido deactividad y pasividad, o en el sentido biológico, o en el sociológico (Freud, 1905, p.200). Y Freud nos presenta su opinión respecto a tales sentidos: El primero de estos tres significados [la tesis de que masculino significa “activo” y femenino “pasivo”] es el esencial, y el que casi siempre se aplica en el psicoanálisis. A eso se debe que en el texto la libido se defina como activa, pues la pulsión lo es siempre, aun en los casos en que se ha puesto una meta pasiva. El segundo significado, el biológico, es el que admite la más clara definición. Aquí, masculino y femenino se caracterizan por la presencia del semen o del óvulo, respectivamente, y por las funciones que de estos derivan. La actividad y sus exteriorizaciones colaterales (mayor desarrollo muscular, agresión, mayor intensidad de la libido) suelen, en general, ir soldados con la virilidad biológica; pero no es un enlace necesario, pues existen especies animales en las que estas propiedades corresponden más bien a la hembra. El tercer significado, el sociológico, cobra contenido por la observación de los individuos masculinos y femeninos existentes en la realidad. Esta observación muestra que en el caso de los seres humanos no hallamos una virilidad o una feminidad puras en sentido psicológico ni en sentido biológico. Más bien, todo individuo exhibe una mezcla de su carácter sexual biológico con rasgos biológicos del otro sexo, así como una unión de actividad y pasividad, tanto en la medida en que estos rasgos de carácter psíquico dependen de los biológicos, cuando en la medida en que son independientes de ellos (Freud, 1905, pp.200-201).

Permítanme reiterar una de las últimas frases: “en el caso de los seres humanos no hallamos una virilidad o una feminidad puras en sentido psicológico ni en sentido biológico”, por ello Freud opta por la dualidad activo-pasivo para diferenciar a los hombres de las mujeres. Esta tesis, sin embargo, no durará mucho. Algunos años después, en El malestar en la cultura sostiene, luego de exponer la tesis de la bisexualidad humana, que: “demasiado apresuradamente hacemos coincidir la actividad con lo masculino y la pasividad con la femenino, cosa que en modo alguno se corrobora sin excepciones en el mundo animal. La doctrina de la bisexualidad sigue siendo todavía muy oscura, y no podemos menos que considerar un serio contratiempo que en el psicoanálisis todavía no haya enlace alguno con la doctrina de las pulsiones. Como quiera que sea, si admitimos como un hecho que el individuo quiere satisfacer en su vida sexual deseos tanto masculinos cuanto femeninos, estaremos preparados para la posibilidad de que esas exigencias no sean cumplidas por el mismo objeto y se perturben entre sí cuando no se logra mantenerlas separadas y guiar cada moción por una vía particular, adecuada a ella (Freud, 1930 [1929], p. 103). Permítanme reiterar la frase esencial: “demasiado apresuradamente hacemos coincidir la actividad con lo masculino y la pasividad con la femenino”. Recordemos que en el estudio anterior, Freud había señalado que la clave para diferenciar, en el plano psicológico a los hombres de las mujeres era la actividad para unos y la pasividad para otras. Ahora eso ya tampoco le satisface. Vuelve entonces a la tesis de la bisexualidad, la cual sólo en apariencia resuelve la cuestión pues sigue manteniendo la diferencia pero sin definir los términos: “el individuo quiere satisfacer en su vida sexual deseos tanto masculinos cuanto femeninos”. ¿A qué se refiere con eso de “deseos femeninos” en oposición a los “masculinos”? La cuestión no es clara. Y Freud no podrá desembarazarse de esa falta de rigor. Años después hablará del Edipo del niño en oposición al de la niña y afirmará: “En la niña falta el motivo para la demolición del complejo de Edipo. La castración ya ha producido antes su efecto, y consistió en esforzar a la niña a la situación del complejo de

Edipo. Por eso este último escapa al destino que le está deparado en el varón; puede ser abandonado poco a poco, tramitado por represión, o sus efectos penetrar mucho en la vida anímica que es normal para la mujer. Uno titubea en decirlo, pero no es posible defenderse de la idea de que el nivel de lo éticamente normal es otro en el caso de la mujer. El superyó nunca deviene tan implacable, tan impersonal, tan independiente de sus orígenes afectivos como lo exigimos en el caso del varón. Rasgos de carácter que la crítica ha enrostrado desde siempre a la mujer —que muestra un sentimiento de justicia menos acendrado que el varón, y menor inclinación a someterse a las grandes necesidades de la vida; que con mayor frecuencia se deja guiar en sus decisiones por sentimientos tiernos u hostiles— estarían ampliamente fundamentados en la modificación de la formación-superyó que inferimos en las líneas anteriores. En tales juicios no nos dejaremos extraviar por las objeciones de las feministas, que quieren imponernos una total igualación e idéntica apreciación de ambos sexos; pero sí concederemos de buen grado que también la mayoría de los varones se quedan muy a la zaga del ideal masculino, y que todos los individuos humanos, a consecuencia de su disposición (constitucional) bisexual, y de la herencia cruzada, reúnen en sí caracteres masculinos y femeninos, de suerte que la masculinidad y feminidad puras siguen siendo construcciones teóricas del contenido incierto (Freud, 1925, p.276).

Sólo la última frase salva a Freud de una severa crítica a su ideologizada opinión contra las “inmorales” mujeres: que “masculinidad y feminidad puras siguen siendo construcciones teóricas del contenido incierto”. Afortunadamente otros analistas abordaron la cuestión… y la problematizaron. A. Green y su género neutro A. Green, el conocido psicoanalista, autor, entre otros estudios, de L’intrapsychique et l’intersubjectif en psychanalyse (1998) y Le temps éclaté (2000), escribió, ya hace casi tres décadas, un estudio que tituló “El género neutro”, en el cual muestra de manera fehaciente que la diferencia biológica hombre-mujer no es clara. Permítanme que les transmita lo que mi imprecisa memoria recuerda de tal artículo. En su estudio, Green, narra la visita de una mujer que sufría un síntoma no demasiado raro: no podía tener hijos. La exploración simple ofrecía un dato claro: la presencia de caracteres sexuales femeninos poco marcados, los cuales permitían suponer alguna deficiencia

hormonal. Acto seguido indica un estudio de laboratorio y posteriormente radiológico cuidadoso. El resultado fue impactante. La persona si podía llegar a tener hijos… ¡pero como hombre! Tan sólo era necesario hacer descender un pene y unos testículos perfectamente desarrollados que se encontraban al interior de su abdomen, ocultos tras una vagina infantil. Cuando comunicó su peculiar hallazgo a la “mujer” la respuesta fue inmediata: ¡saque eso de allí! Ya no estaba más interesada en la progenie. Le importaba solamente conservar una identidad que poco tenía que ver con hormonas, DNA o “caracteres sexuales secundarios”. El estudio de A. Green sólo muestra algo que Jakobson[5] y luego Lacan[6] ya habían dicho: que el núcleo de la identidad es simbólico. Lacan y la inexistencia de la mujer En su seminario Encore (1972-1973)[7] Lacan vuelve a la cuestión de la diferencia genérica para establecer una serie de formulaciones precisas: La mujer, esa entidad que se supone ontológicamente opuesta al hombre corresponde simplemente a la fantasía del niño de poseer una madre que lo completa, que lo hace pleno, que erradica su angustia y lo hace feliz. Esa mujer, La mujer con mayúscula, no existe ni existió verdaderamente nunca. Masculino y femenino son presentados en esa obra de Lacan simplemente como posiciones ante el goce que nada tienen que ver con la dotación peneana o vaginal. Lo que Lacan define ahí como el goce femenino en oposición al masculino simplemente implica aquél goce que anula los límites, que posibilita una vivencia de completud, mientras que el goce masculino implica el límite, es momentáneo y supone la castración simbólica. Por tal razón no podemos sino cuestionar lo que los diccionarios indican en la entrada macho: (del latín masculus, macho), originariamente: “macho cabrío”, por extensión: pene, “tronco de la cola de una animal” (Corominas, 1976). En otra fuente[8]: “aquél ente dotado de los órganos para fecundar”. Dotación que estaría en la base de su potencia y su capacidad de sucesión.

La masculinidad representa en la Historia del Derecho la preferencia del varón para suceder, con relación a la hembra. […] En los pueblos arios esa preferencia […] fue el resultado de la creencia, común en las edades primitivas, de que el poder reproductor residía exclusivamente en el varón. Consecuencia inmediata fue la de que el culto doméstico sólo se propagaba de varón a varón.[9] Asombrosamente la historia del vocablo es acorde a la definición freudiana que considera a la vagina como un órgano disminuído o, incluso, inexistente. Eso, lo sabemos bien, no tiene mucho sentido. “Hombre” y ”mujer” son sólo significantes ubicados en una red de lenguaje, que variarán según se indique en dicha red y, de ninguna manera atados universalmente a una configuración biológica o sociológica determinada.[10] ¿Qué hay de común entre la actitud de esas juchitecas que a grito pelado “apartaban” a Don Andrés Henestrosa para acostarse con él y las musulmanas que soportan el velo durante todo el día? Pero ambas las nombramos “mujeres”, porque “mujer” es solamente un significante, uno que se opone a “varón” y cuyo genérico es “hombre” o “humano”. El problema que se nos presenta cuando aceptamos una afirmación tal es que se hace increíblemente difícil saber cuando tenemos enfrente a un hombre o a una mujer, pues todo depende de lo que se denomine así en la red significante en la que nos encontramos insertos.

Nos encontramos, entonces ante una situación cartesiana, en la cual no podemos sino dudar de los datos de los sentidos: ¿Cómo podría yo saber si a quien tengo al lado es un hombre o una mujer? ¿Cómo podría yo saber si el esquimal con quién hablo es un hombre o simplemente una mujer ronca? El paisaje se confunde. Y en vez de entrar a las cuestionables “convenciones” (afirmar en cónclave que denominaremos “mujer” a aquellos dotados de tales o cuales características o a partir de tal rango de estrógenos y progesterona o luego de análisis del DNA,

independientemente de los signos físicos) considero que lo único que se puede hacer es volver a los fundamentos. Y es ahí cuando la filosofía viene en nuestro auxilio.

El otro comienzo: Heidegger M. Heidegger, en su texto Sein und Zeit[11] nos permite establecer las cualidades básicas del ser humano, el Dasein, ese que “somos en todo caso nosotros mismos”[12] con el máximo rigor. Los denomina “existenciarios” y los enumera así: El Dasein “se cura”, es decir, se preocupa, se interesa por su ser, por su existencia, por su libertad, por su muerte. El Dasein está “abierto”: se pregunta y, por tanto, conoce su mundo. El Dasein “se encuentra”, es decir, se angustia, tiene afectos y reacciones. El Dasein “comprende”, se relaciona con su mundo comprendiéndolo activamente. El Dasein “habla”, es decir, se encuentra ensamblado “en un todo articulado de significación”. El Dasein se encuentra “en el mundo” desde el origen. El Dasein es “con” otros desde siempre. El Dasein “es yecto”, es decir, está arrojado al mundo. El Dasein es “ser para la muerte”, “finito y temporal”, el tiempo es el ser mismo delDasein: “el fundamento ontológico original de la existencialidad del „ser ahí‟ es la „temporalidad‟ (Ibidem, p.256). Y el Dasein que puede ser “propio” o “impropio”: el Dasein propio se encuentra lanzado a su más peculiar poder ser (ser sí mismo); su comprender es del “ser deudor”, es decir, sabe que no tiene fundamento, sabe que su vida no tiene un sentido predeterminado;

su encontrarse es en la angustia, pues ha precursado la muerte;

su habla es la silenciosidad pues la voz de la conciencia habla callando; estos elementos conforman su “estado de resuelto”, aquél donde el sujeto puede decir “yo soy”. Además el “estado de resuelto” es lo único que permite al Dasein “dejar ser” a los otros (Ibidem, p.324). Por otro lado: el Dasein impropio está en “estado de perdido”; se encuentra arrojado en el mundo de la cotidianidad;

se encuentra envuelto en la avidez de novedades;

ha olvidado su finitud;

se halla perdido en un mundo de entes y en las habladurías.

Para que el Dasein sea sí mismo debe precursar la muerte advenidera, es decir, asumir la finitud, pero sin quedarse en un mero “esperar la muerte” pesimista, sino, con base en la comprensión de su finitud, lanzarse a desarrollar verdaderamente sus posibilidades, proyectándose y ¿De dónde extrae tales posibilidades? Pues de su sido propio, de su historia personal y social, de su “tradición heredada”. Dicho de otra manera, el precursar la muerte advenidera hace al Dasein encontrarse con la angustia, angustia producida por esa “posibilidad de la imposibilidad” que es la muerte. El precursar la muerte hace al Dasein retrotraerse al sido, hallando ahí su tradición, su ubicación histórica y sus posibilidades más propias, lo cual le permite ubicarse en su presente, gestarse históricamente, pudiendo ser un Dasein propio, que vive para sí, y que es un hombre de su tiempo.

Gracias a este análisis, la tesis heideggeriana del hombre como un “ser para la muerte” cobra su real sentido: no es una tesis pesimista sino vital, permite la decisión y la resolución del destino individual, permite el vivir la vida propia inserto en el momento históricosocial.

En la temporalidad extática, heideggeriana, por tanto, el pasado y el futuro dejan de estar “atrás” o “adelante”, para encontrarse en el presente. El Dasein porta su sido como historia en su presente y también su advenir, el cual determina, bajo la forma de la utopía, su actuar presente. ¿Donde queda, en este análisis ontológico, la cuestión de la masculinidad y la de la feminidad? Simplemente no está contemplada. Desde el punto de vista de la ontología rigurosa, y Heidegger es el mejor ejemplo de ello, no se puede plantear una diferencia hombre-mujer, no hay un deseo masculino opuesto a uno femenino pues la falta es inherente a todo ser humano y es de su fuente de donde abreva el deseo. No hay, ontológicamente hablando, un deseo masculino en oposición a uno femenino. Conclusión Con este trabajo no estoy negando que haya entes dotados de pene o de vagina, lo que estoy cuestionando es la relevancia de ello para la clínica analítica. No hay un deseo masculino en oposición a uno femenino, como tampoco hay, como podría entonces esperarse, un fin de análisis masculino en oposición a uno femenino. Podemos hablar del particular “deseo de hijo” que tienen las madres, pero no todas las que se denominan mujeres son madres y, además, hay algunos hombres que incluso sufren los malestares del embarazo en lugar de sus esposas, tarquinianos los llaman, por la Tarquinia romana donde primero se describió la sintomatología.

El sujeto no es masculino ni femenino. Es un efecto significante, ubicable en una red significante, cultural e histórico por ende. Ubicarlo de otra manera, como se hace

habitualmente,

es

simplemente

una

falta

de

rigor. La

mujer no

existe,

esa

madre completante es sólo una fantasía, un objeto perdido que nunca se tuvo. Una fantasía. Y el hombre, ese dechado de potencia y poder, ese dotado de los órganos de la generación, ese padre ideal que puede conducir familias y legiones sin dudar y con eficacia… es sólo una ilusión digna de los hermanos Grimm. Y respecto a los sexos, esos definidos por su objeto de amor, tal como lo plantea Freud en sus Tres ensayos de teoría sexual, son muchos: heterosexual, homosexual, trasvestista, transexual, voyeur, sádico, masoquista, etc. Ese jardín de las delicias es realmente exuberante. No considero correcto confinarlo en un modelo bipolar. Referencias Bibliográficas ALLOUCH, J. (1990). Marguerite ou l’Aimée de Lacan. Paris: EPEL COROMINAS, J. (1976). Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (1976). Madrid: Espasa, XVIII edición

ENCICLOPEDIA UNIVERSAL ILUSTRADA (1972). Madrid/Barcelona: Espasa-Calpe, Vol. XXXIII FREUD, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual. En Obras Completas, trad. J.L. Etcheverry, Buenos Aires: Amorrortu, 1983, Vol. VII, pp. 109-224 --------- (1925) Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos. En Obras Completas, trad. J.L. Etcheverry, Buenos Aires: Amorrortu, 1979 vol. XIX, pp. 259-276 -------- (1930[1929]. El malestar en la cultura. En Obras Completas, trad. J.L. Etcheverry, Buenos Aires: Amorrottu, 1979 vol. XXI, pp. 57-152

FLIESS. W. (1914) « Männlich und Weiblich » (Masculino y femenino), en Littoral 23/24,Paris, 1987 GREEN, A. (1993) Narcisismo de vida, narcisismo de muerte. Bs. As. : Amorrortu. ------- (1998) L’intrapsychique et l’intersubjectif en psychanalyse. Outremont: Lanctột ------- (2000) Le temps éclaté. Paris: Minuit HEIDEGGER, M. (1927). El ser y el tiempo. Trad. José Gaos, México: Fondo de Cultura Económica, 1983 JAKOBSON, R. (1985) Ensayos de lingüística general. Barcelona: Planeta de Agostini LACAN, J. (1972-1973). Encore (le Séminaire, livre XX), Paris: Seuil, (1975, Aún, [Encore]). Seminario 20, Buenos Aires: Paidós, 1981) ------------- (1966) Escritos 2. México: Siglo XXI, 1984, pp. 704-715. MÖBIUS, P.J. (1900). Über den physiologischen Schwachsinn des Weibes. Halle: Slg. Abh. Nervenkrkh, Vol. 3 ------- (1902). Über das pathologische bei Nietzsche. Wiesbaden: Grenzfragen Nerv. U Seelenleben, H. 17

[1] Hubiera sido también interesante elegir otro Männlich und Weiblich (Masculino y femenino) de W. Flieβ. En tal texto a la vez que se indica que los sexos se encuentran mezclados “cada hombre porta algo de femenino, cada mujer de masculino” y ello se manifestaría en el lado izquierdo del cuerpo, se sostiene de manera muy curiosa, una teoría numerológica donde, dado que el 28 es el número de días que en promedio dura el gameto femenino y 23 el masculino, no se encuentran sólo regidos por ellos los días de la menstruación y la fecha del parto sino “todos los procesos vitales, nacimiento, desarrollo, el hecho de enfermar y la muerte” Flieβ 1987, p. 63-69. [2] Möbius 1900. [3] Möbius , 1902.

[4] “Interesa al punto mismo sobre el que quisiéramos en esta coyuntura llamar la atención: a saber la parte femenina, si es que este término tiene sentido…”, Op. Cit., p. 704. [5] Recordemos lo que respecto al “tren de las 10:30” sostiene en sus Ensayos de lingüística general. [6] Seminario L’identification (1961-1962), material inédito. [7] Lacan, 1975 Encore (le Séminaire, livre XX). [8] Diccionario de la Real Academia Española, 1976. [9] Enciclopedia Universal Ilustrada Espasa-Calpe , 1972, Vol. XXXIII, p. 690. [10] Añadamos lo descubierto por el psicoanálisis: Cuando alguien se encuentra declarándose “Yo” (Je) como macho o hembra ocurre algo extraño: “el escamoteo simbólico de una cosa totalmente singular, el órgano de la copulación, es decir, de aquello que, en el real, es el mejor destinado a probar lo propio del macho o de la hembra”. Lacan (1967), Petit discours au psychiatres, material inédito. Citado por Allouch (1990, p. 247). [11] En la versión castellana: El ser y el tiempo, 1983. [12] “Este ente que somos en cada caso nosotros mismos y que tiene entre otros rasgos la „posibilidad de ser‟ del preguntar, lo designamos con el término de „ser ahí” (Heidegger, 1927, p. 17).