El Siglo de Augusto

El Siglo de Augusto Nombre: Claudio Cuadrado Sánchez Asignatura: Historia Índice Introducción 3 Imperio de Augusto

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El Siglo de Augusto

Nombre: Claudio Cuadrado Sánchez Asignatura: Historia

Índice

Introducción

3

Imperio de Augusto

4

El arquitecto Prudente del Imperio

5

Roma bajo el Imperio de Augusto

6

Las Provincias bajo el Imperio de Augusto

7

Defensa del Imperio

8

Fin del Reinado de Augusto

Conclusión

9

10

Introducción

Cayo Octavio apenas tenía 18 años, y era un joven inteligente y reservado, de aspecto enfermizo, pariente lejano de Julio César, en quien el dictador creyó descubrir las extraordinarias cualidades que Roma necesitaba. Y no se equivocó. Octavio gobernó Roma junto con Marco Antonio, hasta que consiguió deshacerse de él, en la última de las guerras civiles que asolaron la República. La victoria sobre Marco Antonio y Cleopatra (su aliada y amante), el año 31 a.C., colocó Roma en sus manos. Habían pasado 13 años desde la muerte de César.

Imperio de Augusto

Se llama imperio, el gobierno personal de Augusto, aunque, en apariencias el funcionamiento de las instituciones no hubiera cambiado. Octavio se dedicó a reinar sin parecerlo. No quiso aceptar el título de dictador, dejo subsistir el senado, los cónsules y los comicios, y acepto solamente que sus súbditos lo llamaran con un nombre nuevo. Reunió todas las funciones y asumió todos los poderes. El primero de estos fue el de emperador (general victorioso), que indicaba el origen de su poder y le daba autoridad legal sobre todos los ejércitos. Fue además tribuno, lo cual le hacía inviolable; lo que le permitía nombrar a los senadores y vigilar a los cuidadnos; sumo pontífice, es decir, jefe de la religión, y por último, príncipe, o presidente del senado, es decir, dueño de las deliberaciones. Augusto poseía un poder absoluto, pero en torno suyo todo parecía subsistir como anteriormente. El senado hacia las leyes, los comicios las votaban y los magistrados las ejecutaban en nombre del pueblo. Augusto vivía como los demás ciudadanos, pero aquella vida pública no era más que una apariencia de Augusto lo dirigía todo. Un consejo privado, llamado el consejo del príncipe, administraba en realidad el imperio. Porque así convenía a sus designios, creo una guardia llamada guardia pretoriana, formada de nueve cohortes y encargada de mantener el orden de la ciudad. A la cabeza de esas tropas estaba el prefecto del pretorio, principal agente del emperador, con el prefecto de la cuidad, el prefecto de los vigiles y el prefecto del anona.

El arquitecto prudente del Imperio

Todos eran conscientes de que Augusto se proponía ocupar el poder en solitario. Mientras iba edificando el imperio, repetía sin descanso que todas las modificaciones estaban destinadas a mejorar el funcionamiento de la república. Las reformas, lentas y escalonadas, se esparcieron cuidadosamente durante décadas a lo largo de su extenso reinado, de más de 40 años. Al principio, llego incluso a fingir que abandonaba la vida pública. Exhaustos tras un siglo de enfrentamientos civiles, proscripciones y matanzas, Roma concedió todo su apoyo a ese hombre sereno y prudente, que ofrecía paz y orden a cambio del dominio del estado. Respetando la idiosincrasia romana, que detestaba profundamente la monarquía, Augusto supo dominar con inteligencia y renovación al crear el Imperio, una nueva forma de gobierno en la que el emperador no sería un rey, ni un tirano, sino el primero de los senadores, destinado a velar por el bienestar de todos.

Roma bajo el imperio de Augusto

Con el orden, reino la prosperidad en Roma, y la cuidad se pobló de monumentos. Augusto pudo vanagloriarse de haber encontrado una ciudad de ladrillos y haber dejado una cuidad de mármol. Se dedicó especialmente a la organización del servicio de las aguas, hizo construir acueductos y creo a este efecto un cuerpo de ingenieros especializados. Emprendió también la tarea de moralizar a roma donde la corrupción había llegado al límite. Quiso restablecer las antiguas prácticas religiosas. Procuro restaurar el antiguo sentimiento de familia. Tuvo por colaboradores a Agripa, el vencedor de Antonio, y a Mecenas, hombre de gusto que protegía las letras y las artes. En torno suyo se agruparon los historiadores Tito Livio y poetas Virgilio y Horacio y muchos otros que tanto contribuyeron a la gloria de aquella época llamada por la historia como el siglo de Augusto.

Las Provincias Bajo el Imperio de Augusto

Las provincias ganaron mucho con el establecimiento del Imperio. En vez de ser oprimidas, como antes, por los procónsules, fueron administradas regularmente por funcionarios con sueldos fijos, llamados legados, que nombraba el emperador y que debían dar cuenta de su gestión. Los provincianos tuvieron además el derecho de elegir asambleas que podían dirigirse directamente al emperador. Se construyeron carreteras, se ejecutaron grandes trabajos y la seguridad sentó sus reales en todas parte. Los vencidos reconocieron los beneficios de la dominación imperial, que dieron en llamar la pax romana.

La defensa del Imperio

Todas las provincias estaban protegidas por una línea de fronteras naturales que eran el Rin, el Danubio, el Éufrates y los desiertos de Asia y de África. Mas allá Vivian los pueblos barbaros que eran para el imperio un peligro siempre amenazador. Augusto atendió a tenerlos en raya por la parte de allá de dichas fronteras, y organizo un ejército permanente de veintitrés legiones reforzadas con gran número de auxiliares, lo cual formaba un total de 400.000 hombres. Repartidos en campamentos situados en todos los puntos peligrosos, bastaron para asegurar la tranquilidad de las provincias que prosperaban sosegadamente al abrigo de aquella cortina de tropas. Augusto no tuvo que luchar de veras sino contra los germanos en el Rin y en el Danubio.

Fin del reinado de Augusto

Augusto no había tenido hijos con su esposa Livia. Sus herederos eran los hijos de su amigo Agripa, que había adoptado, y que murieron jóvenes, tuvo que adoptar a monio. Los Tiberio, que su mujer Livia tuvo en su primer matrimonio. Los últimos años de Augusto fueron tristes para él a causa de sus duelos. Tuvo además la pena de tener que desterrar a su hija Julia por su mala conducta, y de saber del desastre del ejercito de su legado Yaro en Germania. Murió a los setenta y seis años ( 14 d. C.) y fue enterrado con gran pompa en un monumento que se llama aun el mausoleo de Augusto. El emperador muerto, fue considerado como un dios. Se instituyeron ceremonias en honor suyo, y se fundó un colegio de sacerdotes especiales para celébralas. Ese culto de los emperadores se llamó apoteosis. Todos los magistrados, todos los jefes del ejército y todas las asambleas tuvieron que rendir ese culto a la memoria de los emperadores.

Conclusión

Para que un período histórico pueda simbolizarse con el nombre de una persona, ésta hubo de imprimirle su propio sello y una fisonomía espiritual particular. El "siglo de Augusto", que se extiende desde la muerte de César (44 a.C.) hasta la del mismo C. Octavio (14 d.C.), supuso la renovación política y administrativa; el apogeo del arte y la literatura latinas: una nueva concepción arquitectónica; y la pacificación de los vastos dominios del Imperio.