El Ser Padre

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El ser padre, un llamamiento eterno Hoy deseo hablar sobre los padres. Los padres son fundamentales en el divino plan de felicidad y deseo alzar mi voz de aliento a todos los que se esfuerzan por cumplir bien con ese llamamiento. Alabar y alentar la paternidad y a los padres no supone avergonzar ni excluir a nadie. Hoy simplemente me centro en el bien que los hombres pueden hacer en una de las más elevadas de las responsabilidades masculinas: ser padre.

Como Iglesia, creemos en los padres. Creemos en el “ideal del hombre que pone a su familia en primer lugar”. Creemos que “por designio divino, el padre debe presidir la familia con amor y rectitud y es responsable de proveer las cosas necesarias de la vida y de proporcionar protección”. La función del padre tiene un origen divino que comienza con un Padre en los cielos y, en esta esfera mortal, con el padre Adán.

Nuestro Padre Celestial es la expresión perfecta y divina de la paternidad. Su carácter y atributos incluyen una bondad abundante y un amor perfecto. Su obra y Su gloria son el desarrollo, la felicidad y la vida eterna de Sus hijos.

A los hombres la paternidad nos expone a nuestras debilidades y necesidad de mejorar. La paternidad requiere sacrificio, pero es una fuente de satisfacción incomparable, aun de gozo. Reitero que nuestro Padre Celestial es el modelo definitivo, que tanto nos amó a nosotros, Sus hijos, que nos dio a Su Hijo Unigénito: Jesucristo. Jesús dijo: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. Los padres manifiestan ese amor conforme pasan su vida día tras día, trabajando para servir y mantener a sus hijos.

Yo mismo fui bendecido con un padre ejemplar. Recuerdo que cuando era niño, tendría yo unos 12 años, mi padre fue candidato al consejo municipal de nuestra pequeña población. No organizó una campaña electoral extensa; todo lo que recuerdo es que la gente comentaba que mi padre era un hombre bueno y honrado, y que no tendrían problema alguno en votar por él. Mi joven corazón se hinchó de orgullo por mi padre, lo cual me dio confianza y el deseo de seguir sus pasos. Él no era perfecto, nadie lo es, pero era íntegro, bueno y un ejemplo al que su hijo podía aspirar. Algunos hombres son padres solos, padres sustitutos o padres adoptivos. Muchos de ellos se esfuerzan enormemente y dan lo mejor de sí en una situación a menudo difícil. Honramos a quienes hacen todo lo que es posible hacer con amor, paciencia y sacrificio personal para cubrir las necesidades individuales y familiares. A mis hermanos, los padres de esta Iglesia, les digo que sé que desearían ser padres más perfectos. Sé que yo también lo deseo. Aun así, a pesar de nuestras limitaciones, sigamos adelante. Ciertamente, a pesar de nuestras insuficiencias, nuestro Padre Celestial nos ayudara y hará que nuestros esfuerzos sencillos den fruto. La función del padre Las funciones del padre incluyen lo siguiente:

1. El padre es cabeza de familia. “La paternidad es liderazgo, el liderazgo más importante. Siempre lo ha sido, y siempre lo será. No se trata de que tú seas más digno o estés mejor preparado, sino que tiene que ver con una asignación divina. Tú presides cuando la familia se sienta a la mesa y cuando hace la oración familiar. Presides la noche de hogar y, con la guía del Espíritu del Señor, te aseguras de que tus hijos reciban la enseñanza adecuada con respecto a principios correctos. Ofreces bendiciones de padre. Tomas parte activa en el establecimiento de reglas y disciplina familiares. Como director de tu hogar. 2. El padre es maestro. El consejo del presidente Joseph F. Smith se aplica hoy en día: “No dejen a sus hijos en manos de especialistas… sino instrúyanlos por su propio precepto y ejemplo, en su propio hogar. Sean ustedes mismos especialistas de la verdad”. “Cuando reconoces la importancia de enseñar a tus hijos, te vuelves humilde, ya que inmediatamente comprendes que sólo puedes lograrlo por medio del precepto y del ejemplo. No puedes ser de una manera y enseñar con eficacia lo contrario. Debes vivir, estudiar y orar para lograr la constante compañía del Espíritu Santo. Debes purificarte y organizar tu vida de tal modo que tu ejemplo y dirección reflejen la luz del Evangelio de Jesucristo. 3. El padre es la fuente de sustento temporal. Padres, por decreto divino, ustedes han de presidir sus familias. Tal responsabilidad es seria, y debido a que es eterna, es la más importante que jamás asumirán. Denle a la familia la prioridad debida. Es la parte de sus vidas que perdurará más allá de la tumba. Testifico que la siguiente declaración es verdadera: Tomemos una determinación más plena de cumplir con los deberes y responsabilidades que el Señor nos ha dado como padres en Sión. Consejos para el Padre y para los hijos

Sé que la relación entre padres e hijos nunca es perfecta, pero todo lo que voy a sugerirles esta noche es posible si ponen empeño para que así sea.

Jóvenes: A los hijos con una situación familiar difícil les decimos: ustedes no son menos por ello. A veces las dificultades son un indicio de que el Señor confía en ustedes. Él puede ayudarles, directamente y por medio de otros, a lidiar con lo que enfrentan. Ustedes pueden convertirse en la generación, tal vez la primera de su familia, donde los modelos divinos que Dios ha ordenado para las familias cobren verdadera forma y bendigan a todas las generaciones después de ustedes.

A los hombres jóvenes, reconociendo la responsabilidad que tendrán como proveedores y protectores, les decimos que se preparen ahora siendo diligentes en la escuela y planificando sus estudios superiores. La educación —ya sea en la universidad, una escuela técnica, un programa de aprendizaje u otro similar— es clave para desarrollar las destrezas y habilidades que van a necesitar.

Aprovechen las oportunidades de asociarse con personas de todas las edades, incluso niños, y aprendan cómo establecer relaciones sanas y gratificantes. Vivan la vida de tal modo que, cuando sean hombres, aporten pureza a su futura familia.

Decidan honrar a su padre a través de la vida de ustedes. Recuerden el anhelo profundo de un padre como lo expresó Juan: “No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad”21. La rectitud de ustedes es el honor más grande que pueda recibir un padre.

Ustedes son el orgullo y la alegría de su padre. En ustedes ellos ven un futuro prometedor y la esperanza de una versión mejor, perfeccionada, de sí mismos. Los logros de ustedes le produce gran alegría; las preocupaciones y los problemas de ustedes también son lo de él.

Esta noche quiero dar a los jóvenes tres sugerencias sencillas de cómo sacar el máximo provecho de la relación con su padre.

A ustedes, poseedores del Sacerdocio Aarónico: pienso que al hacer estas tres cosas lograrán que la relación con su padre sea aún mejor de lo que es ahora.

Primero, confíen en su padre. Él no es perfecto, pero los ama y nunca haría nada que no pensara que fuese para beneficio de ustedes. Así que, hablen con él; exprésenle sus pensamientos y sentimientos, sus sueños y temores. Cuanto más sepa él sobre la vida de ustedes, más posibilidades tiene de comprender sus preocupaciones y de darles buenos consejos. Al confiar en su papá, él sentirá la responsabilidad de esa confianza y se esforzará más que nunca por comprender y ayudar. Como padre, él tiene el derecho a recibir inspiración para ustedes. Los consejos que les dé serán expresiones sinceras de alguien que los conoce y los ama. Lo que más desea su papá es que sean felices y que tengan éxito; entonces, ¿por qué no confiar en alguien así? Muchachos, confíen en su papá.

Segundo, interésense por la vida de su padre. Pregúntenle en cuanto a su trabajo, sus intereses, sus metas. ¿Cómo decidió dedicarse al trabajo que realiza? ¿Cómo era él cuando tenía la edad de ustedes? Conforme aprendan más de él, quizá se den cuenta de que conocer las experiencias que él tuvo les ayude a comprender mejor por qué responde él de la manera que lo hace. Obsérvenlo. Fíjense cómo cumple con sus llamamientos en la Iglesia; cómo se

relaciona con otras personas. Les sorprenderá lo que aprenderán de él simplemente por observarlo y escucharlo. Piensen en lo que no saben de él y averígüenlo. Con lo que aprendan, aumentará el amor y la admiración por él y lo comprenderán mejor. Jóvenes, interésense en la vida de su papá.

Y tercero, pídanle consejos a su padre. Seamos sinceros: probablemente les dé consejos ya sea que se los pidan o no, ¡pero funciona tanto mejor cuando ustedes se los piden! Pídanle su consejo en cuanto a la actividad en la Iglesia, las clases, los amigos, la escuela, las citas con las chicas, los deportes y otros pasatiempos. Pídanle consejos sobre las asignaciones que ustedes tengan en la Iglesia, la preparación para la misión y las decisiones que tengan que tomar. No hay nada que demuestre mayor respeto por otra persona que pedirle un consejo, porque lo que realmente se dice al pedir un consejo es: “Aprecio lo que sabes y las experiencias que has tenido, y valoro tus ideas y sugerencias”. Es muy agradable para un padre escuchar esas cosas de su hijo.

Padres:

Para los hijos, ustedes son el modelo principal de hombría. Son el mentor de mayor importancia para ellos y, aunque no lo crean, ustedes son el héroe de ellos en incontables formas. Sus palabras y su ejemplo tienen gran influencia en ellos.

Quiero dar a los padres tres sugerencias en cuanto a relacionarse y comunicarse con sus hijos.

Primero, padres, escuchen a sus hijos; realmente escúchenlos. Hagan las preguntas apropiadas y escuchen lo que ellos les digan cada vez que pasen unos minutos juntos. Ustedes necesitan saber, no adivinar, sino saber, lo que sucede en la vida de su hijo. No supongan que saben lo que él siente sólo porque ustedes fueron jóvenes una vez. Sus hijos viven en un mundo muy diferente de aquél en el que ustedes se criaron. Cuando ellos compartan con ustedes lo que está sucediendo, tendrán que escuchar con mucha atención, sin juzgarlos, a fin de comprender lo que ellos están pensando y por lo que están pasando.

Busquen su propia mejor manera de lograr una conexión con ellos. A algunos padres les gusta llevar a los hijos a pescar o a algún evento deportivo. A otros les gusta ir a pasear tranquilamente en auto o trabajar juntos en el jardín. Algunos se dan cuenta de que a los hijos les gusta conversar por la noche justo antes de irse a dormir. Hagan lo que funcione mejor para ustedes. La relación con cada uno de ellos debe ser parte rutinaria de su responsabilidad en cuanto a sus hijos. Todos los meses, cada padre debe tener por lo menos una conversación directa y de calidad con los hijos durante la cual hablen sobre cosas específicas tales como los estudios, los amigos, los sentimientos, los videojuegos, los mensajes de texto, la dignidad, la fe y el testimonio. El lugar o el momento en que se lleve a cabo no son tan importantes como el hecho de que se haga.

¡Y qué necesario es que los padres escuchen! Recuerden, la conversación en la que ustedes hablan el 90 por ciento del tiempo no es una conversación. Empleen la palabra “sientes” o “piensas” con tanta frecuencia como resulte apropiado en las charlas con sus hijos. Pregunten: “¿Cómo te sientes acerca de lo que estás aprendiendo en esa clase?”, “¿qué piensas sobre lo que dijo tu amigo?”, “¿qué sientes en cuanto al sacerdocio y la Iglesia?”. No piensen que tienen que tratar de arreglar o resolver todo durante esas charlas. La mayor parte del tiempo, lo mejor que pueden hacer es simplemente escuchar. Los padres que escuchan más de lo que hablan descubren que los hijos comparten más sobre lo que realmente sucede en la vida de ellos. Padres, escuchen a sus hijos.

Segundo, oren con los hijos y por ellos. Un hijo que esté preocupado por un examen importante o por un acontecimiento especial seguramente se beneficiará con una bendición del sacerdocio del padre. Las ocasiones tales como el inicio de un nuevo año escolar, un cumpleaños o el empezar a salir en citas con chicas pueden ser momentos oportunos para invocar una bendición del Señor para su hijo. Hacer una oración los dos juntos y compartir su testimonio puede acercarlos más el uno al otro y también acercarlos más al Señor. Nunca se den por vencidos, aun cuando lo único que puedan hacer sea orar fervientemente por ellos. ¡Esos preciosos hijos suyos son sus hijos para siempre! Padres, oren con sus hijos y bendíganlos.

Tercero, atrévanse a tener conversaciones de temas difíciles con sus hijos. Ustedes saben a lo que me refiero: charlas sobre las drogas y el alcohol, sobre los peligros de los medios de comunicación actuales —internet, tecnología cibernética y pornografía y sobre la dignidad en el sacerdocio, el respeto hacia las chicas y la pureza moral. Aunque éstos no deben ser los únicos temas sobre los que hablen con sus hijos, no traten de evitarlos. Sus hijos necesitan el consejo, la guía y los comentarios de ustedes sobre esos temas. Conforme hablen sobre estos asuntos tan importantes, se darán cuenta de que la confianza entre los dos se incrementará.

Me preocupa especialmente que nos comuniquemos abierta y claramente con los hijos en cuanto a los asuntos sexuales. Sus hijos están creciendo en un mundo que abiertamente acepta la promiscuidad prematura, casual y descuidada, y que hace alarde de ella. Sus hijos simplemente no pueden evitar las obvias imágenes, los mensajes y señuelos sexuales que los rodean. Los padres y los líderes de la Iglesia deben tener conversaciones abiertas y frecuentes que enseñen y aclaren la forma en que los jóvenes del sacerdocio deban abordar este asunto. Padres, si no han tenido esa “seria charla” con sus hijos, por favor háganlo, y pronto.

Basado en:

El ser padre, un llamamiento eterno - L. Tom Perry Padres - Por el élder D. Todd Christofferson Padres e hijos: Una relación excepcional - M. Russell Ballard