El Retorno de Los Toltecas

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El retorno de los Toltecas Un profundo mensaje espiritual resurge de las entrañas de México, tan vinculado a la existencia misma que parece renovarse en numerosas prácticas relacionadas con el cuerpo, la mente y el espíritu de estos días. Sin embargo, sus raíces se sumergen en la noche de los tiempos, y proceden de la esencia más antigua de Mesoamérica. Se trata de la toltequidad, Toltekayotl (arte para vivir), un conjunto de creencias que conforman una filosofía que influyó en el pasado en numerosas culturas de Centroamérica. La Toltekayotl fue aceptada por casi todos los pueblos de América; ejerció influencias directas en Norteamérica, a través del calendario y conceptos teológicos, y fue muy desarrollada en el área andina, por supuesto, en términos quechuas. La Toltequidad es un producto panindoamericano que busca la universalidad. La relación entre los Anawak y el Tawantisuyu se dio en forma directa, a través de intercambio de productos, y sobre todo de ideas, e indirecta, ya que las capitales de ambos focos de civilización equidistan del ecuador, por lo cual los fenómenos astronómicos, muy importantes para esta visión del mundo, se reproducen con exactitud, a 6 meses de distancia entre un foco y otro. De esto hablaremos otro día, porque es fascinante, demuestra que las fronteras de la toltequidad no eran geográficas o políticas, sino astronómicas. La síntesis entre espiritualidad y ciencia, al mismo tiempo que la vida en armonía con la naturaleza, con el fin de despertar el conjunto de facultades latentes del hombre, conforman la forma de ser de los toltecas. Pero la esencia tolteca va más allá de su identificación histórica con los antiguos habitantes de la ciudad de Tula, en el estado de Hidalgo, México, la llamada Xicocotitla (avispero), o la Tollan mítica e imperial de Teotihuacán, considerada por sus habitantes el centro del mundo en aquella época. Después de todo creían que era el lugar de los orígenes míticos del hombre, como resultado de un pacto con los dioses. Aquí confluían el espacio y el tiempo sagrados, pues de una cueva interior de la tierra, tal vez la que se encuentra debajo de la pirámide del Sol, habrían surgido los seres humanos, en el comienzo del tiempo, lo que se parece sorprendentemente al origen mítico de la civilización inca (ver, del mismo autor, “Ollantaytambo: ¿Una puerta secreta al inframundo?”, Año/Cero nº 164). Sin embargo, numerosos testimonios de la época y las propias creencias toltecas sugieren que Tula, o Tollan, no se trata de un lugar físico (aunque también tuviera su representación como estado imperial), sino un origen mítico, reino o dimensión espiritual que se situaba en las cuatro direcciones del espacio, en los cuatro puntos cardinales del Universo, tan bien representados en la más que simbólica cruz, tan familiar a tantos pueblos antiguos prehispánicos, lo que sorprendió a los mismísimos cristianos al encontrarse con ella. El antropólogo y escritor Frank Díaz, quien me ha aportado una amplia documentación sobre la esencia tolteca, explica en su obra, “Los mensajeros de la serpiente emplumada”, que “Los toltecas históricos aparecieron hace unos 5000 años. En Perú se les conoce como cultura Chavín, y en México reciben el nombre de Olmecas. Sus ideas sobre el Universo, la vida, la evolución de la conciencia y el destino del hombre fueron desarrolladas más tarde por las grandes civilizaciones de Tiahuanaco, Teotihuacan, Tenochtitlan y el Cuzco”. La unión de la sabiduría y el arte Estos toltecas son asociados desde el comienzo con la sabiduría y el arte, se encargan de la astronomía y de los registros del tiempo, conocen, como nadie, los secretos de las plantas y dominan la escritura, la pintura y las artes adivinatorias. También disciplinas artesanales que

hacen surgir de sus hábiles manos la escultura o la arquitectura (basada en unos cálculos precisos y muy reveladores en sintonía con el Cosmos), la orfebrería, la música, la ilustración de libros y toda clase de trabajos con plumas y tejidos. Aunque por encima de todo, su conexión con el espíritu es intensa, comparable a las más importantes corrientes espirituales de todos los tiempos. Buen ejemplo es su ideario, concebido como doctrina de Quetzalcoatl, la Serpiente emplumada, divinidad suprema, personificada en una figura real e histórica, aunque muchos de sus hechos más notables se sumerjan en el mito y en la leyenda. El hombre que encarnó estos valores, y los transmitió a infinidad de pueblos del antiguo México, fue un ser físico, la última de una larga serie de encarnaciones, llamado Ce Acatl Topiltzin Nacxitl Quetzalcoatl, o lo que vendría a ser lo mismo, “Nuestro Señor Uno Caña Cuarto Paso de la Serpiente Emplumada”. Su nacimiento, aunque con una clara y simbólica implicación astronómica, se habría producido, allá por el 14 de mayo del año 947 d. C., en Amatlán de Quetzalcoatl, pequeño pueblo del actual estado de Morelos. Su desaparición se produjo en el año 999 d. C, cerca de la costa de Coatzacoalcos, actual estado de Veracruz, incendiándose a sí mismo, para regresar cuatro años después, cuando se marchó hacia Oriente en una balsa de serpientes (o mano bordado de serpientes), prometiendo que algún día regresaría. El escritor Julio Diana, investigador de la sabiduría tolteca y autor, entre otras obras, de “Las trece profecías mayas”, destaca la importancia del regreso de la Serpiente Emplumada en los tiempos que vivimos. Fusión de espíritu y materia En su figura se unen al mismo tiempo la divinidad conocida como Quetzalcoatl, la escuela iniciática de los maestros de la Serpiente Emplumada y el legendario rey de Tula, que abandonó su condición real para entregarse a la búsqueda espiritual como peregrino, hasta asumir su naturaleza divina, encarnada en la Tierra. Las creencias del culto a Quetzalcoatl, y la doctrina transmitida verbalmente por quien fue considerado su manifestación entre los hombres, conforman el conjunto de la toltequidad, porque en realidad no puede asociarse ésta a un grupo étnico determinado, sino a una forma de entender el papel del hombre en el Cosmos, entregado constantemente a la evolución como parte del proceso para conseguir la trascendencia. El significado de la propia palabra Quetzalcoatl, como bien ha demostrado Frank Díaz, uno de los más notables investigadores de esta antigua filosofía del ser humano en busca de Dios, responde a una infinidad de conceptos. Por una parte quetzal indica “preciosidad”, “perfección”, “estado de impecabilidad” o “pluma preciosa” (equivalente, como él dice, al Espíritu Santo entre los cristianos), pero también “ciclo de tiempo” y “el acto fecundador de los animales” (asociando a la Serpiente Emplumada con el creador del Universo). Por otra, coatl significa “doble”, “gemelo”, pero también “pecado” y “dolor”, que enlaza con la parte fundamental de la doctrina tolteca consistente en el merecimiento. También es “ombligo”, de gran importancia en la concepción mesoamericana por ser el lugar donde se concentran las energías. Valga esto como muestra, porque el conjunto de definiciones es mucho más amplio en cada una de las dos palabras. Al igual que ha ocurrido con todos los grandes maestros espirituales y avatares de la historia de la humanidad, el origen del pequeño Ce Acatl, está unido a toda clase de hechos milagrosos, que continuaron hasta el último momento de su existencia terrenal como ser mortal. Hijo adoptivo del rey de Tula, Mixcoatl, nació de las entrañas de Chimalma, una joven humilde de la que quedó prendado el poderoso monarca.

Chimalma, como la madre de Jesús, Krishna o Buda, experimentó la gracia divina que generó a un ser tan especial. En esta ocasión, mientras ella meditaba en una cueva, recibió la visita de un pez que le anunció el milagroso nacimiento de su futuro hijo, que sería la mismísima encarnación divina de la Serpiente Emplumada. Como prueba de todo lo que le deparaba el destino, el pez le entregó una cuenta de jade que Chimalma guardó en el interior de su boca. Cuando regresaba al templo, donde el rey de Tula la había dejado para que fuera adiestrada como le correspondía a la futura reina tolteca, se tragó la cuenta de jade y automáticamente quedó embarazada. La doctrina de la Luz Quetzalcoatl, como Siddharta Gautama Buda, tuvo que experimentar su tránsito por la vida en la corte real, cuando tras el asesinato de su padre adoptivo asumió su condición de rey de Tula, y el desencanto de la vida mundana de palacio y de las pruebas que definitivamente le condujeron a una vida de peregrinación, búsqueda de verdad y comunión mística con Dios. Esto haría posible que numerosos seguidores suyos se convirtieran en maestros y transmitieran su mensaje. Frente a ciertas inclinaciones de oscuros sacerdotes que proclamaban la necesidad de los sacrificios humanos, Quetzalcoatl predicaba el bien y la fraternidad entre todos los hombres. “Dios es Uno”, afirmaba, lo que no tiene nada que ver con la religión politeísta que arbitrariamente se asocia de forma general con la espiritualidad mesoamericana. También proclamaba la necesidad de ser humilde, no presumido, sobrio en cada manifestación personal, generoso con los más necesitados. Decía que el tolteca es sabio, una lumbre, que todo lo saca de su corazón, adiestrándose siempre a sí mismo, haciendo las cosas con tranquilidad, recreándose en el conjunto de su vida, como si fuera una obra, consultándolo todo con el corazón. Explicaba a las multitudes que se acercaban a escucharle, como hizo el propio Jesús, que el maestro ha de ser luz, tea y espejo. Había que dar limosna a los hambrientos, acercarse a los niños pequeños, trabajar constantemente (porque esta actividad ennoblece a los hombres), no perder el tiempo nunca (utilizándolo siempre con los más sabios fines), ser austero y preocuparse de que los demás coman primero. La destrucción de infinidad de valiosos documentos, causada por la conquista y las erróneas interpretaciones de ciertos cronistas, han provocado que hasta el momento no podamos comprender la verdadera dimensión espiritual y los valores ancestrales de Mesoamérica. A esto se sumaron las infames creencias, perpetuadas a lo largo de los siglos, sobre unos seres considerados bárbaros y por lo tanto incapaces de ser autores de los grandes logros que ahora empezamos a descubrir. Basta con un ejemplo. Veamos algunas de las palabras transmitidas por Quetzalcoatl, que aparecen en los textos tradicionales llamados Wewetla’tolli o “Antiguas palabras de sabiduría”, traducidos por Frank Díaz, doctrina espiritual tan digna como cualquier otra de la historia de la humanidad: “¿Has recibido Su aliento, Su palabra? Guárdalo en tu corazón como algo secreto. Que no te aturda ni embriague ni te cause orgullo. Ya comprenderéis cómo a nada, a nadie, olvida Nuestro Señor”. “Tened paz con todos los hombres, respetad a todos y a nadie agraviéis. Por nada del mundo avergonzaréis a otro hombre. Calmaos, que digan de vosotros lo que quieran. Callaos aunque os combatan y no respondáis”. En busca del equilibrio Aunque existe un amplísimo legado de mensajes, la toltequidad se fundamenta en muchos otros pilares de conducta y prácticas, que con toda decisión, y en el deseo de compartir con el resto del mundo, desarrollan actualmente los toltecas, herederos de un legado milenario que definen como Kinam, que en lengua nahuatl significa “el poder del equilibrio” o “en estado de armonía”. Práctica universal es ésta, la de encontrar la paz, el equilibrio y la armonía, también en la

frenética vida del siglo XXI, que los toltecas, como kinames, sintetizan en el viejo saludo: “que no te caigas sobre la tierra”. Todo esto es un reflejo de una antigua escuela de disciplina mental y física que guarda notables paralelismos con lo que entendemos como yoga o artes marciales en otras culturas. Entre los propósitos de la práctica del Kinam se encuentra principalmente la conexión con el ser divino que se encuentra en nuestro interior, la esencia cósmica de la que formamos parte, desarrollando nuestra parte física, el cuerpo, equilibrando la respiración y concentrando la atención. Esto estimula la inteligencia, infinidad de facultades dormidas en la especie humana y los recuerdos, el hilo conductor que nos une a esa memoria de la humanidad en la que existen infinidad de recursos para evolucionar, constantemente, en un continuo aprendizaje. Todo ello nos conduce desde nuestra naturaleza humana y terrena (la serpiente), a la divina y celestial (el quetzal). En el Códice Florentino se reflejaron los principios de la esencia tolteca. El primero de ellos es Topiltsin Sentrasotla, Topiltsin Sentlasotla que consiste en amar a Dios, sea cual sea la forma en que entendamos a Dios. El segundo es Kateikniu’tlani, que es tener paz con todos los seres humanos. El tercero es Amo Keketsa, fundamental para comprender la laboriosidad y el buen hacer tolteca, que consiste en “no perder el tiempo”.

El cielo y la espiral El emblema representativo del Kinam, de la toltequidad, es un antiguo símbolo mesoamericano que aparece en el Códice Magliabecchi. Los nombres tradicionales por los que se le conoce son Nawipapalotl, “cuatro mariposas” y Atokatl, “araña de agua”, donde se funden los cinco elementos básicos de esta disciplina, como son el centro, el equilibrio, la fluidez, la complementariedad de los opuestos y los cuatro rumbos. Hay que destacar también un símbolo importante de la toltequidad como es el caracol partido por la mitad, con sus cinco puntas (estrella de cinco puntas con la espiral en su interior). Los toltecas no podían concebir un tiempo rectilíneo, pues respondía a ciclos, en forma de espiral, tal como se puede ver en el caracol seccionado. Las cinco puntas responden a su concepción quinaria del espacio y del tiempo, que se dividían en cinco elementos y en estructuras también de cinco términos. Actualmente el proceso del Kinam se estructura en siete pasos fundamentales. Primeramente es fundamental el vínculo cultural con la toltequidad a través del conocimiento del profundo significado de la Serpiente Emplumada, de la teología tolteca y del calendario 13:20 (basado en la matemática sagrada y en la numerología nahuatl). En segundo lugar es fundamental un compromiso serio con los principios éticos o Nawatilli. También es importante el desarrollo del camino del guerrero o Teochiwa. El cuarto paso consiste en la purificación de los vehículos de conciencia (Chipawa), que se basa en el conocimiento de los centros energéticos, el control de la respiración y ciertas teorías terapéuticas ancestrales. El quinto paso es la meditación (Teomanía), al que le siguen el trabajo de pura esencia chamánica con la energía, el nagualismo (Nawallotl) y los ejercicios físicos (Yekoatl), de los que forman parte los deportes, las artes marciales y la danza. El espíritu tolteca responde a la dinámica de los ciclos del Tiempo. Se disolvió aparentemente en el olvido, con su persecución histórica y la muerte de millones de personas que optaron por la Luz (un curioso paralelismo también con el cristianismo) y la búsqueda de la sabiduría que

propicia el conocimiento. Ahora resurge de nuevo, seguramente cuando más falta hace, para que de nuevo el equilibrio, tan propio de la naturaleza tolteca, nos conceda la paz y la armonía que necesitamos en nuestras vidas.

Prodigios en la vida de Quetzalcoatl La figura divina de Quetzalcoatl, la Serpiente Emplumada, ha influido poderosamente en la conciencia histórica de Mesoamérica, y especialmente en la espiritualidad de distintas culturas de México. Supone la expresión de la divinidad y el símbolo de la transmutación del ser humano, que ha de recobrar su naturaleza celestial, el quetzal, desde la condiciona humana y material, representada por la serpiente. Esta filosofía de la vida en plena conexión con el Cosmos estaba a su vez asociada a infinidad de prácticas que buscaban desarrollar el equilibrio del cuerpo, de la mente y del espíritu de los iniciados, con el fin de alcanzar la libertad y la plena conexión con el principio creador: Ometeotl. Pero Quetzalcoatl, según la tradición mesoamericana, se manifestaba periódicamente, aproximadamente cada 1040 años (veinte ciclos de 52 años, número sagrado para numerosas civilizaciones centroamericanas), con la forma física de un ser humano, un mensajero que podríamos definir como un avatar o mesías, equiparable por la riqueza de su doctrina a otros seres similares de las más variadas religiones y épocas. Estos 1040 años tienen una razón astronómica, porque son el ciclo de ajuste del planeta Venus con el calendario prehispánico, es decir, cada ese tiempo, coincide Venus en una posición dada de la eclíptica, con una fecha dada del calendario. Como sabes, Venus es el astro de Quetzalcoatl, como también lo fue de Cristo (Chre-Isto, "señor de Venus"), Zoro-aster, Krishna, etcétera. El hombre que experimentó este proceso de reconocimiento de la divinidad que llevaba en su interior, y que se convirtió en un maestro y guía espiritual para un gran número de culturas mesoamericanas, fue Ce Acatl Topiltzin Nacxitl Quetzalcoatl, “Nuestro Señor Uno Caña Cuarto Paso de la Serpiente Emplumada”. Por más que los hechos asociados a su vida estén profundamente envueltos por el mito y la leyenda, con infinidad de sucesos claramente simbólicos, poesía y parábolas, nos encontramos ante una figura real e histórica. Es la de un ser sumido en un proceso espiritual que nació en un pequeño pueblecito del actual estado de Morelos, llamado Amatlán de Quetzalcoatl, el 14 de mayo del año 947 d. C. Esta fecha, de implicación astronómica, goza de un gran simbolismo, pues se corresponde con el día de paso cenital del Sol en la latitud de la ciudad de Xochicalco., que era la sede de la Toltequidad por la época del natalicio de Ce Acatl. Un milagroso embarazo La vida de Ce Acatl estuvo unida a toda clase de hechos prodigiosos e incluso milagrosos, que empezaron a producirse antes incluso de su nacimiento. Su madre fue Chimalma, una joven de origen humilde de la que se enamoró el rey de Tula, Mixcoatl. Enviada por éste a un templo, en el que sería adiestrada como futura reina, se introdujo en una cueva a orar. Allí un pez le anunció que sería madre de la encarnación en la Tierra de la mismísima Serpiente Emplumada, Quetzalcoatl. Chimalma se guardó en el interior de la boca una cuenta de jade que el pez le

había entregado y de regreso al templo, sin pretenderlo, se la tragó, quedándose automáticamente embarazada sin intervención de varón alguno. El jade, por su color verde, representa la culminación de un proceso de transmutación alquímica, idéntico al de la búsqueda de la piedra filosofal en la Europa medieval, la transmutación del plomo de la materia en el oro del espíritu. El jade en esta cultura equivalía al rubí o rojo de la tradición alquímica – como sabes, los pasos son putre o negro, albedo o blanco, y rubí o rojo, aquí eran negro, blanco y verde, pues los mesoamericanos no conocieron los rubíes. Sin embargo, curiosamente, al proceso en su totalidad le llamaban Tilli Tlapalli, “del negro al rojo”, sobreentendiendo que el rojo era el valor simbólico del jade como representante de “lo precioso”, es decir, de la sangre. El paralelismo con las encarnaciones de seres como Jesús, Buda, Krihsna o actualmente Sai Baba es sencillamente asombrosa. Muchos otros sucesos nos ofrecen sospechosamente un curioso guión escrito por la divinidad para distintos maestros de sabiduría venidos al mundo para iluminar el camino de los hombres. El rey tolteca, lógicamente preocupado por lo que había ocurrido, pudo saber a través de un oráculo que aunque él no era el padre de la criatura, tampoco lo era hombre alguno, así que reconoció al niño, que a partir de ese momento sería su heredero. Esto molestó profundamente a sus dos hermanos, Solton y Kuilton, devorador y usurpador, como notas, son nombres simbólicos, que así perdían sus derechos al trono, hasta el extremo de que cegados por la ira asesinaron a Mixcoatl. A esta tragedia se unió la muerte de Chimalma, pues después de cuatro días de doloroso parto murió dando a luz al niño sobre un escudo. Los nuevos regentes de Tula se conjuraron para matar al niño, por lo que las propias parteras cogieron al pequeño y lo arrojaran sobre un maguey para que muriera empalado. Sorprendentemente, esta planta espinosa lo alimentó con la propia destilación de su miel. Es curioso observar que sería esta misma la que utilizaría en el futuro para sus simbólicos auto sacrificios rituales, punzándose, como él decía que había que hacer, labios, orejas, piernas o el miembro viril, según fuera la penitencia en función del pecado a expiar. Al fallar en este intento de acabar con su vida, las parteras lo abandonaron junto a un hormiguero, con el fin de que las hormigas se lo comieran, pero lo que hicieron éstas fue alimentarlo con masa de maíz sobre un lecho de flores. Por este motivo lo dejaron caer en un manantial de agua para que se ahogara, pero lejos de lo que se esperaba, flotó y fue arrastrado suavemente por la corriente hasta que quedó a salvo sobre la arena. A partir de entonces serían sus abuelos quienes cuidarían de él en secreto. Tenía Ce Acatl trece años (otro número sagrado en Mesoamérica), cuando fue invitado por sus sanguinarios tíos para participar en las exequias de su difunto padre, en el cincuenta y dos aniversario de su nacimiento (la matemática sagrada una vez más), lo que se produjo en el año 960 d. C. Se trataba de una nueva estratagema para acabar con el heredero, aunque gracias a su astucia, y a la ayuda de unos animales, no sólo consiguió sobrevivir, sino que fue capaz de arrojar a la hoguera a los asesinos, convirtiéndose así, tal como le correspondía en justicia, en el rey de Tula. El antropólogo y escritor Frank Díaz, autor de “El evangelio de la Serpiente Emplumada”, me ha aportado generosamente los resultados de años de investigación para la elaboración de este artículo. Ha dedicado buena parte de su vida a la profunda filosofía de los toltecas (difundida a través de la web kinam.org), descifrando cada uno de los símbolos asociados a la vida de Quetzalcoatl, tanto histórica como legendaria, e indica en relación a estos animales que “el águila es el ego; el ocelote, la dimensión nocturna o subconsciente; el lobo o coyote, la

sexualidad”. Resultan ser naguales del propio Ce Acatl y representan su dominio sobre la condición animal. Chamanismo tolteca El nagualismo es fundamental para comprender las creencias toltecas, pues éstos concebían la existencia desde la experiencia chamánica. El nagual sería la proyección de nuestra propia energía, adoptando forma propia en el mundo de los ensueños, de tal modo que incluso puede llegar a tener forma identificable o bien una apariencia luminosa. El folclore popular ha trivializado este proceso chamánico atribuyéndole al nagual la capacidad de convertirse en una bestia. El nagual también es el líder o guía de un grupo de chamanes o brujos organizados en Nawalmekayotl o linaje de sabiduría. Estos grupos, de carácter hermético, se iban transmitiendo los conocimientos secretos de generación en generación. La capacidad de desdoblarse era propia de la concepción tolteca del poder chamánico. El símbolo del nagual era el ocelote, animal de hábitos nocturnos, cuyas manchas representaban a las estrellas. El propio Quetzalcoatl era llamado Nawalpiltsintli, “príncipe de los naguales”. Contaba todavía trece años cuando fue enviado por sus abuelos a Xochicalco (situado en el actual estado de Morelos), donde entraría en contacto con el conocimiento sagrado a través del culto a Quetzalcoatl. Allí se enfrentó, según la leyenda, con una serpiente de siete cabezas que cuidaban los sacerdotes y que devoraba a todo aquel que no respondía satisfactoriamente a sus preguntas. La serpiente, llamada “Señor Ciempiés”, le hizo siete preguntas, que simbolizan todo un proceso iniciático, en un lenguaje críptico, el mismo que los mayas llamaban lengua de Zuyua, tal como aparece en el Chilam Balam. Ce Acatl respondió, una tras otra, a las siete preguntas, convirtiéndose así en el nuevo Señor Serpiente, un título que refleja la misteriosa identidad de toda una estirpe de seres poseedores del conocimiento supremo, como por ejemplo Pacal Votan, rey maya de Palenque. Posteriormente, el joven iniciado tendría que hacer penitencia durante siete años, toda una clave simbólica que se uniría a la orden que dio para que se construyeran altares frente a los que se pudieran arrodillar los toltecas con el fin de besar la tierra. Sin embargo, estos altares tenían que ser destruidos después de cincuenta y dos años, para volver a hacerlos todavía más hermosos, tal como los propios mayas hacían con sus pirámides. La idea subyacente era evitar la idolatría, al destruir el objeto mediador, fuera un edificio, escultura o mural. En este caso se volvía a construir una pirámide utilizando la antigua como relleno, lo que nos permite ahora conocer la antigüedad de las mismas. Esto era lo que se consideraba una gavilla de años, un ciclo de gran importancia en la evolución de los hombres.

Las trampas de la oscuridad Pero en la búsqueda de la Luz no se vería libre de la perfidia de su contrario, Tezcatlipoca, vinculado a las fuerzas oscuras, quien reclamaba los sacrificios humanos que Quetzalcoatl rechazaba. Este ser no dejaba de tentar constantemente al maestro tolteca para llevarle al camino de la perdición. Se decía de él que adoptaba la forma de monstruos y de toda clase de animales, que adormecía con su aliento a los toltecas, para que no siguieran las enseñanzas del

amor universal, y que descendió del cielo utilizando una cuerda hecha con hilos de araña, que es, por cierto, el propio nagual del dios oscuro: la tejedora del destino. Entre una infinidad de tropelías fue el responsable del robo del espejo de obsidiana incrustado en el pecho de una estatua venerada en Tula por los toltecas, pues por medio de ésta les era posible hablar con Ometeotl, el principio divino que hace posible el equilibrio de la dualidad. De hecho todo le parecía poco con tal de extender la maldad sobre el reino de Tula y cualquiera de los territorios que abarcara su imperio. Otro de los terribles prodigios de este mago negro sería la caída de una enorme piedra sobre la propia ciudad, así como una lluvia de piedras sobre las cabezas de sus habitantes, a lo que se vendrían a sumar terribles tormentas con gran cantidad de agua. Los rezos detuvieron temporalmente este caos meteorológico, pero poco después fueron víctimas de una plaga de langostas que se comían hasta el último cultivo o planta que encontraran a su paso. Por si esto fuera poco se produjo la aparición de una inmensa cantidad de gusanos y gorgojos, entre otros pequeños animales, cuya voracidad era insaciable. La guerra cósmica entre la luz y la oscuridad se había desencadenado, y el resultado de ello fue la destrucción masiva de los recursos de los graneros del reino, sumiendo en el terror a los toltecas. Muchísimos de ellos murieron de hambre. No contento con ello, el malvado adversario de Quetzalcoatl embrujó a los toltecas con su canto en los bellos jardines de Xochicalco, en este caso no se trata de la ciudad, sino de ciertos jardines cercanos a tula, Xochicalco solo significa casa del jardín hasta conducirlos a un abismo, por el que se despeñaron. Acabó con muchos rompiendo un puente, lo que causó gran mortandad, y hasta llegaba a matarlos uno a uno con una maza. Finalmente, para consumar su obra, rompió unos diques, ahogando a todos los que quedaban en los jardines. Los presagios del destino adverso que le deparaba a Ce Acatl habrían de aumentar hasta sumirlo en la angustia. Uno de ellos fue la aparición de un ciervo deforme, que arrastraba la cola por el suelo. Se situó frente al rey tolteca y desapareció, ante la mirada aterrorizada de todos los que encontraban a su alrededor. En otra ocasión, al mirarse en un espejo, se encontró con la imagen de un conejo (símbolo de la luna) ensangrentado. Así se amargó su corazón, preguntándose si lo vería así su pueblo, condenado a la decrepitud y al ocaso de un hombre que lo único que quería era dedicarse por completo a la trascendencia y al contacto con el Creador. A pesar de todo, él seguía sumido en la austeridad, en la penitencia y en la enseñanza dada a su pueblo para que siempre obrara el bien, fuera humilde, generoso con los más necesitados y perseverara en la creencia de un único Dios. Con Él había que fundirse a través de la práctica diaria del trabajo, la oración y el merecimiento, elemento fundamental en la esencia de la toltequidad. Su actitud de absoluta integridad hacía posible que sus súbditos, a pesar de las calamidades, todavía le fueran fieles y permanecieran unidos. Así que sus adversarios decidieron acabar con él desprestigiándolo ante todos. Con sutileza y astucia consiguieron hacerle beber vino, a pesar de que él se negó reiteradamente a causa de su ayuno. Con la bebida mezclaron hongos de efecto psicoactivo. Como no estaba acostumbrado a estos excesos se emborrachó, y aunque sintió el gozo de las visiones que experimentaba, los hechizos de Tezcatlipoca arrojaron a sus brazos a la joven Quetzalpetlatl, su propia hermana. Así fue cómo se hundió, vencido por la tentación, en las tinieblas del pecado, lo que provocó el descrédito entre su pueblo y la inmediata expulsión. Tanto añoró la muerte que pidió que le trajeran un cofre para que le sirviera de ataúd. Permaneció tumbado en su interior cuatro días, implorando una muerte que no le fue concedida. Nacxitl, título de Ce Acatl como Cuarto Paso, cuarto mensajero de la Serpiente Emplumada en una serie de encarnaciones divinas, estaba sumido en el infierno interior de la naturaleza humana. Destinado a vivir su proceso de transmutación, decidió abandonar la ciudad y el reino de Tula. Fue despojado de todas sus riquezas y posesiones materiales para convertirse en un auténtico peregrino y caminante, siempre acompañado de sus más fieles discípulos.

Sobre una peña contempló la ciudad de sus sueños, que abandonaba para siempre. Cuenta la leyenda que todavía quedan sus huellas en la piedra donde se apoyó. Allí expuso el vaticinio que habría de convertirse en profecía, al lamentarse por la forma en que quedaría vacía la gran urbe, lo que ocurrió años después, cuando los chichimecas acabaron con la gloria de este ombligo cósmico y ciudad imperial de los toltecas. En el corazón del territorio maya El guía espiritual, acompañado por sus fieles, se dirigió hacia el reino del sur, donde iría en busca de los sabios mayas. El rey de Uxmal le recibió con los brazos abiertos, allá por el año 987 d. C., así como los itzáes, quienes reclamaban su facultad para curar las fiebres de las que enfermaban. Poco a poco, aquellos que habían tenido noticias de su grandeza espiritual acudieron para que pudieran ser tocados y sanados por él. Se cuenta que en aquellas tierras realizó numerosas curaciones y toda clase de milagros. A su paso impartía su doctrina, atendía a los necesitados y construía templos dedicados a la Serpiente Emplumada, sobre los que erigía el símbolo de la cruz. Éste es conocido como el Quincunce o cruz de San Andrés, representativo de la fe tolteca, y que tanto habría de llamar la atención de los españoles cuando llegaron a México. El nombre nawatl del Quincunce es teokuitla, “excremento divino”, emblema de la conciliación de los opuestos. A pesar de la división creciente entre los toltecas, la ciudad de Cholula permaneció fiel a Quetzalcoatl hasta el último momento. Allí se había construido un gigantesco templo dedicado a la Serpiente Emplumada, con galerías subterráneas que fueron ofrecidas a los toltecas para que se refugiaran. Después de contar el sueño de un collar de dorados granos de maíz que se rompía, lo que provocaba que éstos se dispersaran, sus discípulos supieron que Quetzalcoatl les hablaba de su partida: “Cuando el nueve se junte con el trece. Cuando veáis movimiento arriba, movimiento abajo, y nazca de la serpiente de luz vida sin fin, aún sobre esta tierra. Entonces ocurrirá la voluntad del Uno, y vosotros lo veréis. Del corazón del Cielo desciende la consagración de una vida nueva”. Aunque no fuera ése su deseo, no pudo negarse a la petición que le hicieron de que les dejara algunas reliquias suyas para perpetuar su memoria. Entregó unas piedras verdes, talladas con forma de animales, así como cabellos de su barba, que llamaron “las barbas del Sol”. En su marcha, tras abandonar Cholula, se produjo un nuevo prodigio. Quería atravesar un río cuando golpeó una piedra y con el poder de su voz se partió, convirtiéndose en un puente por el que pasaron, el llamado Tepeshiweloa, “peñas desgajadas”. A pesar de su éxodo continuo, el número de seguidores fue creciendo, hasta alcanzar una muchedumbre de unas ocho mil personas. En uno de esos altos en el camino se retiró a la montaña a meditar y con el fin de ofrecer el sacrificio de su sangre, clavándose las espinas de maguey. Después ordenó a la montaña que se convirtiera en tierra llana, por lo que habría de ser terreno ideal para el sagrado juego de pelota, que representa la dramatización del orden cósmico. Esto produjo un gran terremoto que al estremecer la tierra atemorizó a todos los presentes. Regreso a las estrellas

Y llegó el día de manifestar el desapego total hacia las cuestiones mundanas. Tras la imposición que se le hizo de la máscara verde, el báculo y un manto bordado con serpientes sobre sus hombros, se situó encima de un montón de leña y él mismo se prendió fuego. Un temblor de tierra sacudió por entero aquellos parajes y el sol fue ocultado por las sombras. Después cayó milagrosamente una lluvia de flores. Los allí presentes vieron elevarse el corazón de Ce Acatl, desde el fuego hacia el cielo, bien custodiado por los pájaros y las mariposas, convirtiéndose, según la tradición, en Tlawiskalpan, que es el luminoso Venus. El fuego físico de la hoguera es al mismo tiempo el símbolo de la combustión interna del cuerpo, que se vuelve incandescente, que se transmuta completamente ardiendo como una pavesa, sutilizando la esencia del espíritu a través del fuego interior, lo que nos recuerda a algunos místicos cristianos, que ardiendo en el amor del éxtasis exhalaban fuego por la boca. Ocurría esto en el año 999 d. C, cerca de la costa de Coatzacoalcos, actual estado de Veracruz. Pero para sorpresa de sus discípulos apareció cuatro años más tarde, después de descender al inframundo, del que resurgió con toda su gloria, revestido ya definitivamente con la aureola de la divinidad que siempre había tenido. Profetizó entonces que “se abrirán las puertas de oro, y vendrán en matrimonio los pueblos de la tierra al templo de los cuatro rumbos, donde se os pedirá que no os descalcéis. El mundo habrá de verlo cuando ocurra, porque es amanecer de Ometeotl”. Cumplida la misión que vino a desarrollar a lo largo de su vida, la transmisión de una gran enseñanza, arrojó su manto de serpientes al agua, para navegar sobre ellas, alcanzando la Luz, el cielo, sin haber muerto. Sus palabras fueron misteriosas: prometió que algún día regresaría...

La doctrina espiritual de la Serpiente Emplumada En todas las épocas y lugares del mundo ha habido seres excepcionales que han pretendido legar un mensaje de fraternidad y armonía a todos los seres humanos, reconociéndose vinculados, de una u otra forma, al Creador, al Gran Espíritu, a través de las múltiples formas que las distintas creencias y religiones han desarrollado en todo el planeta. De México nos llega ahora un conjunto de creencias antiquísimas que fueron comunes al conjunto de Mesoamérica, transmitidas al igual que una gran cantidad de prácticas por los buscadores de la libertad individual y el equilibrio, los refinados artistas que unieron la tierra con el cielo en su concepción de la armonía cósmica. Ellos fueron y son los toltecas, que han perdurado hasta los tiempos presentes, fieles a una tradición que les exige la evolución constante, el cuestionamiento de todo lo que existe, el laborioso trabajo desarrollado con honor y la fe inquebrantable en unos principios morales que nos ayudan en cada momento a ser mejores. Es inmenso y complejo el cuerpo de creencias y prácticas que nos han legado los toltecas, filósofos, artistas y sabios cuya identidad estaba por encima de la identificación con cualquier pueblo o nación. Necesitaríamos toda una vida para llegar a conocerlas en profundidad, pero siempre hay tiempo para acercarse a uno de los legados espirituales más originales de la Tierra. La alquimia tolteca o proceso para evolucionar desde la forma más burda y material del ser humano, hasta la del ser divino que llevamos en nuestro interior, se refleja en la fusión de la serpiente (densidad de la materia y naturaleza humana) y el quetzal (sutilidad del espíritu y naturaleza divina), que sintetizan la

expresión sublime de la divinidad: Quetzalcoatl, la Serpiente Emplumada. Esta alquimia consiste fundamentalmente en un proceso de transmutación por el que las manifestaciones física, mental, emocional y vital, dan lugar a la conciencia pura. Para ello el tolteca ha de ejercer su voluntad, con plena decisión, pues lo que busca es la liberación personal por encima de todo, como una cuestión vital, escapar del espejismo que supone la existencia y su propia manifestación en la vida (el reflejo en el espejo de lo Absoluto). Este camino no es independiente de quienes les rodean, pues la toltequidad representa por encima de todo un conjunto de normas que influyen decisivamente en la sociedad, transformándola conscientemente, para mejorarla. El trabajo práctico a la hora de hacer posible esta transmutación alquímica tiene lugar con una energía que se encuentra en la base de la columna vertebral, la simbólica serpiente que asciende en espiral, conocida en la India como Kundalini. Como indica Frank Díaz, uno de los investigadores que mejor conocen la esencia espiritual de los toltecas: “El atanor, llamado aquí Kuau’shikalli,' vaso del águila', es el centro abdominal que tienen que desarrollar tanto el varón como la hembra para producir el milagro del ensueño. Su contenido es el Atlachinolli, 'agua quemada' - el estado activado de la energía. El óvulo o semilla que se deposita en él es un tipo de concentración que despierta de su letargo al embrión del doble de ensueños”. El símbolo que refleja en toda Mesoamérica la obra alquímica es el jeroglífico Atlachinolli, que está formado por dos espirales que se entrelazan. Una de ellas es curvilínea, representando al agua, y la otra es angular, simbolizando el fuego. La sexualidad es fundamental en la práctica tolteca, pero no como se entiende habitualmente, destinada exclusivamente al estímulo sensorial y al gozo físico. La sabiduría ancestral nos revela que esta energía sexual es la fuente de la que procede todo lo que somos, y como tal hemos de utilizarla con conocimiento, pues en ello se fundamenta el conjunto de nuestra existencia. Similar al tantra de la India, el Yontlapalli propicia la fusión de lo masculino y de lo femenino. Es un arte que nos remonta míticamente a los orígenes, al ser hermafrodita que estaba más allá de las dualidades de la carne, de la materia. En un sentido real, se trata de encontrar en la otra persona con la que nos unimos aquello que nos complementa. Esta unión nos concede la conexión con la Totalidad, con lo que está completo, equilibrado, en armonía. Esa idea de encontrar el equilibrio en la dualidad es una constante sistemática en toda clase de culturas mesoamericanas a lo largo de la historia. Partiendo de la experiencia propia, la maestría que se alcanza al consultarlo todo con el corazón, nos encontramos con el segundo precepto importante de la filosofía tolteca: la unidad cósmica. Los más antiguos pobladores de Mesoamérica creían en un principio cósmico llamado Semanawak, que vendría a significar “unidad circundante” y “unión de los opuestos”. El centro, la fuerza generadora o activadora de esta unidad, era llamada Teotl, que significa divino, energético y poderoso. La esencia de la filosofía tolteca nos explica que aquello que podemos percibir del Universo cobra existencia a través de dos polaridades, cuya unión se denomina Ometeotl, es decir, divina dualidad. En este principio se originan infinidad de creencias, normas sociales, la compleja iconografía de las más variadas culturas, los movimientos de la danza, las prácticas energéticas, los ciclos de la vida, los símbolos ancestrales y la forma de entender el Cosmos en el que el ser humano busca encontrar su propio centro, inmerso en la propia dualidad divina de la que forma parte. Frente a un concepto de la creación surgiendo de la nada, la toltequidad argumenta que todo lo que conocemos es fruto de un proceso de evolución constante en el tiempo y en el espacio. Senkawa es el nombre que recibe el movimiento por el que todo tiende a la perfección. Frente al equivocado concepto politeísta que tenemos de las culturas mesoamericanas, los toltecas creían que los dioses eran seres que habían alcanzado una evolución más elevada que la nuestra, pero partiendo de situaciones similares a las que nosotros tenemos, como seres humanos, en una continua experimentación que da como resultado

aciertos y errores. La forma de conectar con este principio equilibrador de la dualidad, Ometeotl, era precisamente a través del aliento. Existía todo un arte y una ciencia alrededor del aliento, que recibía el nombre de I’imati: “prestar atención a la respiración”. Los mayas dicen que “el nombre de Dios se dice suspirando” y en todo México se pueden ver mascarones de Kinich Ahau, el Sol, con la boca abierta, mostrándonos el poder del aliento. Es un acto recíproco y sagrado de respirar a Dios y de ser respirado por Él. Si la naturaleza humana necesita alimentarse de materia, de la que se compone su cuerpo, ¿no es concebible que el ser espiritual, que es luz, se alimente precisamente de lo que verdaderamente es, luz, a través de los fotones, de la luz del sol que nos ilumina cada día? Estas partículas de vitalidad que recibimos con la respiración se llaman Tleyotl, chispas, y son recibidas por el Tonal, que es una de las cinco formas en que se manifiesta nuestra conciencia. Ésta se encarga de llevarla a lo largo del cuerpo. Como resultado del conocimiento empírico de los toltecas a lo largo de miles de años de evolución, descubrieron que había en nuestro interior dos corrientes energéticas que acaban desembocando en la boca. A su vez se dividen en otras siete que llegan hasta la cabeza, llamadas conjuntamente Koapetlatl, exactamente “estera de serpientes”. El movimiento energético adecuado a través de la “estera de serpientes” es la finalidad fundamental del acto de meditar, o Teomanía, que es muy importante dentro del conjunto de las prácticas del Kinam, que en nahuatl vendría a significar “el poder del equilibrio” o “en estado de armonía”. De hecho, los kinames se decían unos a otros, a manera de saludo: “que no te caigas sobre la tierra”. Afortunadamente, la sabiduría innata del Kinam está viendo la luz a través del espíritu actual de puertas abiertas de la toltequidad (como puede comprobarse en kinam.org, web difusora de estos conocimientos en México). El lenguaje tolteca responde al espíritu, y también a la matemática sagrada, a una metalógica que va más allá de lo comprensible por un cerebro condicionado por una sociedad engañosa. Por eso cuestionaban absolutamente todo, y gracias a un complejo aprendizaje se preguntaban a sí mismos, con la fuerza que les daba la sintonía con las energías de la naturaleza y del Cosmos, con el conjunto de la Totalidad, de la que eran parte inseparable. Buscar el gozo supremo, con la cabeza baja, en una postura atenta, con las rodillas flexionadas y dejando fluir el espíritu hasta unirse con “Nuestro Señor”, era la técnica para alcanzar el silencio interior, la ausencia del ruido de la vida, consiguiendo el Amomati, el silencio mental del vacío absoluto, de la nada que nos conduce al Todo, a la manifestación plena de Quetzalcoatl, la fusión de nuestra parte humana y divina. El arte de sanar el cuerpo, de conservarlo en perfectas condiciones, tenía lugar a través de posturas “estables”: Semka, que se dividen en cinco grupos. La postura del famoso Chacmol de Chichén Itzá representa una postura en la que el meditante está “tendido”, Onok. También se podía estar en la posición de Tlalia, “sentado”, que podríamos asociar con la postura del loto, conocida por los toltecas como Shomalina. Cuando el peso del cuerpo se descarga sobre los pies, o bien combinando pies y rodillas, nos encontramos con Mopacho, “agachado”. Una cuarta posición, Ikak, “de pie”, nos ofrece la oportunidad de dejar caer el peso sobre las plantas de los pies o sólo sobre las puntas. Finalmente está la posición de Kuepa, “invertido”, en la que se tiene que apoyar el cuerpo sobre las manos, aunque también puede ser combinando codos y pecho, cabeza y puños, y manos y codos. De las posturas sedentes el movimiento nos lleva a las dinámicas, a través de las posturas móviles, Molini, las que tienen desplazamiento, Kuani, y las que se producen en marcha, bien caminando, corriendo o dando saltos, Nenemi. Este grupo también se denomina Shoshotlamati, “ciencia de los pasos”.

Los preceptos morales, la canalización de la energía, los hábitos de conducta, se unen en perfecta armonía con infinidad de métodos para alcanzar un nivel espiritual elevado. Uno de ellos es el conjunto de signos realizados con las manos, los mudras, como se conocen en Oriente, que en el Kinam reciben el nombre de Machiomana, “lenguaje manual”. Los gestos manuales que combinan distintas posiciones de las manos y de los brazos se unen a diversas posiciones, muy complejas, uniendo los dedos, Mapiltsalan, “dedos cruzados”. Todas estas posiciones revelan un lenguaje iniciático, pero al mismo tiempo activan la energía que recorre nuestro cuerpo, el movimiento de la serpiente Kundalini, fuente de energía del universo y esencia vital en nuestro organismo. La danza, Mitotl o Netotilli, o el arte marcial, Yayaotl, son algunos de los infinitos elementos que componen la práctica tolteca, que nos lleva a la Unidad. “Dios es uno, Quetzalcoatl es su nombre. Nada pide. Sólo serpientes, mariposas, eso le ofreceréis”, aparece en el Códice Florentino, revelándonos la esencia de Dios y lo que nos reclama, pues la serpiente simboliza el cuerpo y la mariposa el alma. En esta entrega en cuerpo y alma, el tolteca desarrolló una serie de principios sublimes, equiparables a los más notables tratados de ética y teología o cosmogonías y religiones del planeta. La voz de la sabiduría, de las enseñanzas transmitidas por Ce Acatl Topiltzin Nacxitl Quetzalcoatl, último avatar de Quetzalcoatl, la Serpiente Emplumada, encarnado en la Tierra, nos llega con el eco de los tiempos pasados, como instrucción precisa para encontrar la paz y la armonía en los tiempos que vivimos: “Evita los extremos, mantente en el medio, porque sólo en el medio existe la condición social, la condición honorable”. El eco de estas palabras nos traslada al mensaje del Tao, reflejado en el “Tao Te King”, a través de la palabra invalorable del sabio Lao-Tsé. “Amaos los unos a los otros, ayudaos entre vosotros en la necesidad, con la manta, la joya, el salario y el alimento. Pues no es verdad, no es cierto si despreciáis a quienes os rodean”. ¿No parece como si nos alcanzara el rumor de las palabras de Jesús el Cristo? Sin embargo son palabras del credo tolteca. La clave secreta está en que sin duda las palabras de Quetzalcoatl proceden de esa fuente ancestral de conocimiento que se oculta más allá del tiempo y del espacio, y que de vez en cuando, en el lugar y en el momento adecuados, llega a los hombres como chispas de luz que nos alimentan y nos ayudan a remontar el curso de la vida con nuevos afanes y voluntades. “El maestro es luz, tea, espejo. Suyas son la tinta negra y la roja, suyos los códices. Él mismo es escritura y sabiduría, camino y guía veraz; conduce a las personas y a las cosas, y es una autoridad en los asuntos humanos”. Esa maestría es el resultado del espíritu tolteca, de los que buscan la libertad y se atreven a desplegar las alas y volar, como lo que son, como auténticas serpientes emplumadas...

El origen del Universo según los mayas Hace dos mil años se desarrolló en Guatemala y el Petén una civilización que dejó una huella indeleble en la historia humana: los mayas. Los mayas estaban obsesionados por saber de dónde venimos y a dónde vamos. Por eso, crearon un calendario extremadamente amplio y exacto, y lo grabaron en las estelas de piedra que los arqueólogos encuentran por centenares en lo profundo de la selva. En particular, es muy interesante la Estela 1 de la ciudad de Cobá, porque contiene la fecha en la

que, según este pueblo, comenzó la Creación. La cronología cincelada en este monumento abarca un total de 21 ordenes vigesimales, es decir, una cantidad de tiempo que es muchos millones de veces superior a la duración del Universo. ¿Qué llevó a los mayas a tan destacada proeza intelectual? Sin dudas, el afán de integrar el efímero tiempo de los seres humanos con el tiempo infinito de los dioses o poderes cósmicos.

+ 1 343 583 977 974 067 200 000 000 000 . + 3 358 959 944 935 168 000 000 000 . + 8 397 399 862 337 920 000 000 . + 20 993 499 655 844 800 000 . + 52 483 749 139 612 000 . + 131 209 372 849 030 . + 328 023 432 122 . + 820 058 580 . + 2 050 146 . + 5 125 . + 0 tunes . + 0 kines

. 26 871 679 559 481 344 000 000 000 000 . + 67 179 198 898 703 360 000 000 000 . + 167 947 997 246 758 400 000 000 . + 419 869 993 116 896 000 000 . + 1 049 674 982 792 240 000 . + 2 624 187 456 980 601 . + 6 560 468 642 451 . + 16 401 171 606 . + 41 002 929 . + 102 507 . + 0 katunes . + 0 uinales . = 4 Ahau 8 Cumkú

Total de años transcurridos: 28 285 cuatrillones, 978 483 trillones, 564 572 billones, 631 578 millones, 949 097, hasta el 13 de agosto ó 13 de septiembre del 3114 a.C. (correlaciones GMT - Calderón) Al combinar las fechas contenidas en esta estela con los relatos del Popol Vuh - el libro sagrado de los mayas quichés -, podemos descifrar la historia del Universo según los mayas. Hace algo más de 28 mil cuatrillones de años, surgió la Serpiente Emplumada. He aquí el relato: "Todo estaba en suspenso, tranquilo, inmóvil, apacible, silencioso, vacío. No había un solo hombre, animal, pájaro, pez, artrópodo, árbol o piedra. La faz de la tierra aún no se manifestaba, sólo existía el mar del cielo. Todo era invisible y todo estaba inmóvil. Sólo había agua tranquila, solitaria, sin límites, en las tinieblas de la noche. En el interior del agua permanecía el Creador Serpiente Emplumada como una luz difusa, como un penacho de plumas verdes. Su naturaleza era de gran sabiduría." (Popol Vuh I.1)

Después de trece períodos en los que no ocurrió nada que fuera discernible para nuestras mentes, comenzó una nueva etapa hace algo más de 328 000 millones de años. La Serpiente Emplumada se manifestó a través de su Palabra o voluntad creadora y se transformó en tres poderes que tuvieron a su cargo la creación, sostenimiento y transformación del Universo. "Entonces vino la Palabra en las tinieblas de la noche. Hablaron, celebraron consejo, pensaron y se comprendieron, unieron su sabiduría y se manifestó en sus mentes el momento del alba. Y decidieron crear al ser humano, los árboles, los bejucos y la vida (animal). Así ordenó la manifestación del mundo el Corazón del Cielo, y fue llamado Huracán. El primero es Rayo de un pie, el segundo, Rayo sutil, y el tercero, Rayo esplendoroso. Estos tres son el Corazón del Cielo." (Popol Vuh I.1) La siguiente etapa comenzó hace 16 400 millones de años, momento en que surge la “tierra”, es decir, el mundo físico. Afirma el Popol Vuh que, al principio, era como una neblina que flotaba sobre la faz del agua, pero de pronto se manifestaron "las grandes montañas" o masas de materia. "Así fue, en verdad, el nacimiento de la tierra: ¡Tierra!, dijeron, y enseguida nació. Solamente una niebla, solamente una nube fue el comienzo de la materia, pero entonces salieron del agua las grandes montañas. Y el Corazón del Cielo se regocijó y dijo: Que se acabe nuestra obra y formación. Entonces nacieron la tierra, los montes, las llanuras, se pusieron en camino las aguas. Así fue el surgimiento de la tierra por (orden) del Corazón del Cielo, del Corazón de la Tierra, pues así se llaman los que primero fecundaron." (Popol Vuh I.2) Sorprendentemente, la fecha que asigna la estela a este ciclo creativo está muy cerca de la que atribuye la ciencia moderna al Big Bang o “gran explosión” que dio origen al Universo. Sigue diciendo el mito que hace 820 millones de años comenzó el Primer Sol, en el cual la Serpiente Emplumada creó la vida desarrollada. Según los paleontólogos, justo por entonces ocurren una serie de “saltos” evolutivos que dieron origen a todos los linajes vivos de la actualidad. He aquí cómo lo describe el Popol Vuh: "En seguida nacieron los grandes bosques, fueron creados los animales de las montañas, los guardianes de las selvas, venados, pájaros, ocelotes, gatos monteses, serpientes y víboras. Y los Creadores les dijeron: Decid nuestros nombres. Pero ellos no pudieron hablar como seres humanos. Cuando los Creadores escucharon sus gritos impotentes, dijeron: No habéis podido decir nuestros nombres, por eso seréis cambiados, pues nuestra adoración es imperfecta si vosotros no nos invocáis." (Popol Vuh I.2) Hace 41 millones inicia el Segundo Sol, en el cual se desarrolla una primitiva humanidad metafóricamente creada con barro. El relato describe unos seres que, aunque tenían apariencia humana, eran aún incapaces de caminar sobre dos piernas. Esta descripción nos recuerda a los primates, cuya carrera evolutiva comenzó, precisamente, hace algo más de 40 millones de años. ¿Casualidad? "A continuación ensayaron una nueva creación. De tierra hicieron la carne, pero vieron que no estaba bien, pues se caía, se ablandaba. No erguía su cabeza, el rostro se volvía hacia los lados, su vista estaba velada, no podían mirar hacia atrás. Hablaron, pero sin sensatez. Se aflojaban, no se podían sostener en pie. Se dijeron los Creadores: Aunque este ser se esfuerza, aún no puede andar y engendrar (como humano). Entonces destruyeron una vez más su obra." (Popol Vuh I.3)

El siguiente Sol tuvo inicio hace poco más de 2 millones de años. Afirma el Popol Vuh que, por entonces, vivió una humanidad de madera que fue capaz de hablar, pero no podía reconocer a la Divinidad. Un dato extraordinario, porque expresa una idea afín al evolucionismo biológico, es su vínculo con los simios de la actualidad. ¿Se refiere acaso al surgimiento del Homo Erectus y el incipiente desarrollo del cerebro? "Celebraron consejo de nuevo: Es tiempo de meditar sobre los signos (que distinguirán) a la criatura humana, para que venga la claridad y seamos reconocidos por el hombre. Enseguida hicieron unos muñecos de madera. Pero no recordaban a sus Creadores, caminaban sin objeto, sin tener presente al Corazón del Cielo. Aunque hablaban, no había sabiduría en sus cabezas. Por eso fueron decayendo. Tales fueron los primeros hombres que existieron en tierra, fueron solamente un ensayo, una tentativa de humanidad. Entonces el Corazón del Cielo envió una gran inundación sobre sus cabezas y fueron sumergidos; tal fue la ruina de aquellos hombres. Y su descendencia son los monos que viven actualmente en las selvas. Por eso el mono se parece al hombre: es la muestra de una generación de hombres creados." (Popol Vuh I.4) El Cuarto Sol comienza hace 107 mil años, dando paso a una humanidad de maíz. Este mito no indica que los mayas creyeran que nuestra carne fue hecha literalmente con masa de maíz, sino que somos el producto de la intencionalidad, tal como el maíz es una planta artificial desarrollada durante milenios de selección genética. Afirma el libro que estos seres eran perfectos, pues su vista abarcaba el cielo y la tierra, es decir, lo de dentro y lo de afuera. ¿Quizás se refiera al surgimiento nuestra especie (el Homo Sapiens) con su capacidad de autoconciencia? He aquí el relato: "Los Creadores se dijeron: Ya se acerca la luz, se acaba la obra, se vuelve visible el hijo del alba, el ser humano, sobre la superficie de la tierra. Entonces buscaron lo que debía entrar en la carne del hombre. En el sitio llamado Casas Piramidales nacían las mazorcas amarillas y blancas. Entonces fue molido el maíz por la Anciana y salieron nueve bebidas. Este alimento entró (en la carne), se volvió su esencia. A continuación, fue (pronunciada) la Palabra de construcción, y así llegaron a existir nuestros primeros padres, los cuatro hombres creados." (Popol Vuh IV.1) Por último, el registro de la estela nos lleva a un momento, hace aproximadamente 5 200 años, cuando dio inicio el Quinto Sol Movimiento, en el cual todavía vivimos. La fecha exacta fue el día 4 Ahau, 8º de la veintena de Cumkú. Esta fecha coincide con el comienzo de la historia escrita; no es casual que sea por entonces cuando llegaron a Anahuac los olmecas, portando la antorchade la civilización. Sin embargo, la entrada en la civilización es descrita por el Popol Vuh como un suceso negativo, pues, como resultado de ello, los ojos de los primeros padres fueron "velados”, es decir, perdieron el contacto directo con la Naturaleza. "Entonces los interrogaron: ¿Qué pensáis de vuestro ser? ¿Veis? ¿Oís? ¿Son buenos vuestro lenguaje y vuestro andar? Ellos vieron el mundo entero y dieron gracias a los Creadores diciendo: En verdad, dos veces, tres veces os agradecemos, pues oímos, reflexionamos, nos movemos, sabemos, conocemos lo que está lejos y lo que está cerca, lo grande y lo pequeño, tanto en el cielo como en la tierra. Pero los Creadores no escucharon esto con placer. No está bien lo que dicen nuestras criaturas, pues lo conocen todo. ¿Qué haremos con ellos? ¡Que sus miradas abarquen una pequeña distancia, y únicamente en la superficie de la tierra! Entonces el Corazón del Cielo veló sus ojos,

tal como cuando se sopla sobre la faz de un espejo, y así perdieron la sabiduría y la ciencia." (Popol Vuh IV.2)

La Era de Quetzalcóatl Para Quetzalcoatl, la historia local es la sociedad lo que el cuerpo es al individuo: un fragmento del tiempo y el espacio que, considerado en su naturaleza esencialmente transitoria, es indispensable colaborador del Espíritu. La importancia que se asignaba al ciclo temporal, así como la promesa del retorno del profeta, lo testimonian ampliamente. La transformación quetzalcoatliana se revela no ser más que una metáfora de la realización que el hombre es susceptible de alcanzar a través del grupo. Porque, una vez considerada la trascendencia como urgente necesidad vital y no como lujo intelectual, el individuo no tiene otra perspectiva inmediata de quebrar sus límites, más que en la comunión con impulsos semejantes al suyo. Quetzalcoatl enseña que la grandeza humana reside en la conciencia de un orden superior... Él es, entonces, el signo que contiene la revelación del origen celeste del ser humano... Así, lejos de implicar groseras creencias politeístas, el término Teotihuacan evoca el concepto de la divinidad humana y señala que la ciudad de los dioses no era otra cosa que el sitio donde la serpiente aprendía milagrosamente a volar, es decir, donde el individuo alcanza la categoría de ser celeste, por la elevación interior. Es este mismo itinerario el que sigue el alma: desciende de su morada celeste, entra en la oscuridad de la materia para elevarse de nuevo, gloriosa, en el momento de la disolución del cuerpo. El mito de Quetzalcoatl no significa otra cosa. Sus pecados y sus remordimientos corresponden a la dolorosa, pero necesaria toma de conciencia de la condición humana; su abandono de las cosas de este mundo y la hoguera fatal que construye con sus propias manos, señalan los preceptos a seguir para que la existencia no sea perdida: alcanzar la unidad eterna por el desprendimiento y el sacrificio del yo transitorio. Es decir, que la creación no es considerada posible más que a través del sacrificio; sacrificio del Sol desmembrado en la humanidad, sacrificio del hombre para restaurar la unidad original del astro. El Sol es denominado ‘el rey de los que vuelven’: difícilmente podría encontrarse una comprobación más rigurosa de la hipótesis sobre la creencia nahuatl en el origen celeste del individuo. El mensaje de Quetzalcoatl consiste en resolver el problema de la dualidad de la naturaleza humana. Con la parábola del rey de Tolan, enuncia los principios del desprendimiento y del renunciamiento por los cuales el hombre puede reencontrar su propia unidad. Quetzalcoatl hecha sobre él un puente para que sus discípulos puedan seguirlo. Esta acción de crear un puente nos dice, una vez más, que su misión tiene por objeto establecer una comunicación entre la tierra y el cielo, unir el hombre a Dios. Estos ritos que reproducen la parábola del hombre convertido en planeta constituyen sin duda prueba del paso a niveles espirituales superiores, que deben progresivamente llevar a la unión con lo trascendente. En realidad, la existencia era concebida como una preparación para la muerte, y esta representaba el nacimiento verdadero que se alcanzaba liberándose del yo limitado y mortal. Lejos de constituir un elemento inútil que no hace más que molestar al espíritu, la materia le es necesaria, porque únicamente por la acción recíproca del uno sobre la

otra, la liberación es conseguida. Parecería que si la materia es salvada por el espíritu, este a su vez tiene necesidad de ella para transformarse en algo como una energía conciente sin la cual la creación dejaría de existir. Esa energía indispensable a la marcha del universo no puede surgir más que del hombre, porque sólo él posee un centro susceptible de transformar el espíritu que estará destinado a perderse en la materia. Salvándose él mismo, el hombre – del que Quetzalcoatl es arquetipo – salva entonces a la creación. Por eso es el redentor por excelencia. Para reconciliar el espíritu la materia de que está formado, el individuo debe sostener durante toda su vida una lucha dolorosamente conciente que lo convierte en un campo de batalla en el que se enfrentan sin piedad los dos enemigos. La victoria del uno o del otro decidirá de su vida o de su muerte; si la materia vence, su espíritu no se aniquila con él; si ocurre lo contrario, el cuerpo ‘florece’ y una nueva luz va a dar fuerza a l Sol. La era de Quetzalcoatl es la del advenimiento del alma, del centro unificador que es la esencia misma de todo pensamiento religioso.

Definiciones de la Toltequidad La Toltequidad se puede definir como el mensaje de la Serpiente Emplumada al ser humano, un mensaje que dignificó la tierra de Anawak, convirtiéndola en templo del Ser Supremo. “Porque es tu casa, Dador de vida, porque aquí imperas tú, nuestro Padre, en Anahuac se ha escuchado un canto en tu honor y por doquier se derrama.” (Cantares de los Señores, Retorno de los guerreros) Un aspecto remarcable de la Toltequidad, es su refinamiento. Otras religiones del mundo se limitan a velar porque sus fieles sean obedientes a ciertos mandamientos; en el antiguo México, además, se les exigía el cultivo de los sentidos. El término Tolteca no significa creyente, sino artista, y, por extensión, persona culta. En los mejores momentos de México, con una educación gratuita, obligatoria y generalizada, no había pretextos para ser un salvaje. De ahí que el consejo de los textos sagrados sea: “Conoce los símbolos, las palabras. Canta bien, habla bien, conversa bien, responde bien, ora bien. La palabra no es algo que se compre.” (Olmos, Huehuetlahtolli) “La ley es que se cante; es la ley de la Hermandad, la ley de la Nobleza (espiritual).” (Cantares, Canto a Mixcoatl) “Cuanto puedas produce, ambiciona las flores de Aquel que te dio la vida, de Aquel por Quien vivimos.” (Cantares, Canto a Mixcoatl) Un verdadero tolteca en Anawak sabía leer y escribir, y, por eso, estaba en contacto con la sabiduría legada por los antepasados. Como observamos en los siguientes versos, la importancia de la transmisión del saber hizo que la escritura misma, así como la lectura y la música mnemotécnica que le acompañaba, llegasen a ser sinónimos de autoridad, en un sentido cultural:

“Los que leen, los que relatan, los que ruidosamente despliegan las hojas de los códices, los que poseen la tinta negra y roja, las pinturas, ellos nos llevan, nos guían, nos señalan el camino.” (Libro de los Coloquios) “Allá, en la Casa de Nuestro Origen, estaban los sabios, los poseedores de códices, los dueños de las pinturas, los que llevaron todas las artes de los toltecas... Todo lo llevaron consigo: los libros de cantos, la música de las flautas.” (Códice Florentino) Como depositario de la experiencia histórica, el tolteca era una persona de alta responsabilidad en su medio social. Su conducta servía de dechado en prácticamente toda forma de actividad útil. Veamos unas definiciones tomadas de los Wewetla’tolli que conservó el padre Sahagún: El tolteca como líder de su comunidad: “El tolteca es sabio, es una lumbre, una antorcha, una gruesa antorcha que no ahuma. Hace sabios los rostros ajenos, les hace tomar corazón. No pasa por encima de las cosas: se detiene, reflexiona, observa. “El sabio es luz, tea, espejo horadado por ambos lados. Suya es la tinta, los códices; él mismo es escritura y sabiduría, camino, guía veraz para otros; conduce a las personas y a las cosas, y es una autoridad en los asuntos humanos.” El tolteca como jefe de la familia: “He aquí al verdadero padre: es raíz y principio de linajes. Bueno es su corazón, receptivo, compasivo, preocupado. De él es la precisión, el apoyo; con sus manos protege, cría, educa, da ejemplos para vivir, pone delante un gran espejo. Por él todos somos confortados, corregidos, enseñados. Gracias a él, el niño humaniza su querer y recibe una estricta educación.” El médico tolteca: “El médico verdadero da vida, conoce por experiencia las hierbas, minerales, árboles y raíces. Prueba sus remedios, examina, experimenta, alivia enfermedades, da masajes, compone los huesos, hace purgas, sangra, corta, cose, hace reaccionar y cubre con ceniza. Conforta el corazón ajeno, da alivio y sanación.” El artífice tolteca: “El verdadero tolteca es un hombre conocedor de colores. Sabe de aplicaciones y armonías. Dibuja pies, caras, sombras, logra efectos. Como tolteca, pinta los colores de todas las flores.” El tolteca como investigador esotérico: “El verdadero sabio es cuidadoso; respeta la tradición, posee la transmisión del conocimiento y lo enseña a otros, sigue la verdad. Nos hace tomar un rostro y desarrollarlo, abre nuestros oídos, nos ilumina. Es maestro de maestros. "El falso sabio, en cambio, es como un médico ignorante o un hombre sin cordura; dice que tiene la tradición, pero es sólo vanagloria, sólo tiene vanidad. Amante de la oscuridad y los rincones, es un ‘sabio’ misterioso, un ‘brujo’ con secretos, un ‘soñador’ que estafa a su público, pues les despoja de algo. En lugar de aclarar, encubre las cosas, las torna difíciles; hace perecer a sus seguidores a fuerza de misterios; acaba con todo.”

Principios toltecas El mensaje de la Toltequidad se puede resumir en un conjunto de principios que quedaron recogidos en los principales textos sagrados de Anawak. Los principales son los siguientes: Principios éticos 1. Teosentlasotla, amar lo divino: "Ten gran cuidado de buscar la amistad de Aquel que está en todas partes y es invisible e impalpable (Tloke Nawake Yowalli E’ekatl). Ofrécele todo tu corazón y tu cuerpo." (Sahagún, Suma Indiana) 2. Kateikniu’tlani, tener paz con el prójimo: "Ten la paz con todos, por nada del mundo humilles a otra persona. Deja que la gente hable lo que quiera y tú, mantén silencio." (Sahagún, Suma Indiana) 3. Amo Keketsa, no "matar" el tiempo: "No pierdas el tiempo que te ha sido otorgado en este mundo, ni de día ni noche, porque el tiempo es sumamente valioso." (Sahagún, Suma Indiana)

Principios ideológicos 1. Ishtlamati, experiencia propia: “Conoced experimentalmente el camino de las cosas... Haceos toltecas: hombres de experiencia propia.” (Viseo, Huehuetlahtolli) "De este modo os convertiréis en toltecas: si adquirís hábito y costumbre de consultarlo todo con vuestro propio corazón… Toda persona que se atenga a su propio bien, allegará para sí la excelencia y conquistará la Vida." (Sahagún, Suma Indiana) 2. Kinamiktli, equilibrio dinámico: “Evita los extremos, mantente en el medio, porque sólo en el medio existe la función social, la condición honorable.” (Códice Florentino VI.18) "Ipam inin kinametin nemia. Wetla paloliskatka matimowetsi ipampa - Por entonces vivían en esta tierra los kinames (equilibrados), y su saludo era: 'Que no te caigas sobre la tierra'." (Anales de Cuauhtitlan) 3. Toltekayotl, autocultivo: "El tolteca es abundante, múltiple, inquieto; a sí mismo se adiestra, dialogando con su propio corazón y encontrando respuestas en su interior." (Códice Florentino) 4. Masewalistikayotl, merecimiento: "Así es, en verdad: por su merecimiento, él inventó a los hombres y nos hizo seres humanos. Así, llegó a ser Ketsalkoatl."(Olmos, Huehuetlahtolli)

"No es por la existencia colectiva por lo que Nuestro Señor nos conserva sobre la tierra. ¡Que lleguemos a vivir por mi mérito y por el tuyo!" (Códice Florentino VI) 5. Nanamiki, consciencia de nuestra finitud: “Aparejaos para morir y no esperéis por agüeros (falsas creencias de supervivencia), porque en breve sabremos por nosotros mismos qué es lo nos está deparado. Puesto que no somos los primeros ni los últimos a quienes esto acontece, ¡esforzaos como valientes, hijos míos!” (Sahagún, Suma Indiana) Principios teológicos 1. Senteotl, la unidad divina: "El Ser Supremo es Uno, Ketsalkoatl es Su nombre. Nada pide, sólo serpientes y mariposas le ofrendaré." (Códice Florentino) 2. Tlakayotl, la doble naturaleza del ser humano: "Cuando el niño nace, el demonio, por el pacto expreso que sus padres tienen con él, le dedica a su nahual. Advirtiendo que tal niño, después que llega a uso de razón, reitera el pacto expresamente." (De la Serna, Tratado de las Supersticiones) 3. Mawistikayotl, la manifestación gloriosa de Ketsalkoatl: "He venido yo, semejante a un ciervo – aquel ciervo que nos profetizaron nuestros antepasados. Sufro, pues estoy separado del Dador de Vida. Pero se que regreso a Su casa." (Cantares de los Señores, Canto de primavera) 4. Walkisa, el retorno de Ketsalkoatl: "Vendrá el día en que él retornará para conocer de nuevo su estera y su trono." (Sahagún 12.9) "Nuestro Señor retorna a su origen y nosotros nos vamos con él, porque lo acompañamos a dondequiera que vaya. Se va Aquel que es viento y tinieblas, pero habrá de volver, volverá a aparecer, de nuevo vendrá a visitarnos para concluir su camino en la tierra." (Códice Matritense) 5. Shoshou'ki, la libertad: “Si no te liberas a la hora del verdor y del renuevo, por tu propia voluntad te habrás arrojado a la boca de las fieras.” (Viseo, Huehuetlahtolli) "He aquí mi agua purificadora. Te estoy liberando de la tierra, de la oscuridad, de lo sucio y lo mortal. Te estoy desatando de la condición del simio. Soy el gran libertador. ¿Acaso te estoy sacudiendo demasiado fuerte? ¡Adelante, iniciado, esfuérzate!" (Ritual de los Bacabs)

Se Akatl Topiltsin, Maestro de Anawak

Todas las grandes culturas de la tierra se han edificado sobre la figura de un profeta, llamado en griego Cristo, en hebreo Mesías, en persa Mazdhi, en sánscrito Avatar, en quechua Virakocha, en nawatl Ketsalkoatl y en maya Kukulcán. Esos profetas han proporcionado a la humanidad un camino de trascendencia y autorrealización, basado en el ejemplo de sus extraordinarias vidas. Algunos vivieron en tiempos tan remotos, que sólo se les recuerda a través de los mitos. Otros son personajes históricos, que aún influyen grandemente en los movimientos de la sociedad. Si analizamos los mensajes de esos profetas, notamos que todos compartieron una misma intención civilizadora, aunque se expresaron con las metáforas religiosas propias de su época y pueblo. El nombre de Serpientes Emplumadas que les dieron los antiguos mexicanos, se debe a que los vieron como síntesis de nuestra doble naturaleza, compuesta por un vehículo físico con sus inclinaciones animales (la serpiente) y una dimensión espiritual que aspira a lo supremo (el quetzal). La historia de Anawak recuerda al menos cuatro mensajeros de la Serpiente Emplumada; pero sólo el último de ellos, Se Akatl Topiltsin Nakshitl, Nuestro Señor 1 Caña Cuarto paso, dejó suficientes recuerdos como para rastrear su vida en la historia. No se asombre el lector si encuentra que la biografía de Se Akatl es extraordinariamente parecida a la de Jesús, Osiris, Krishna y otros mesías que le precedieron. En ello no hay ningún misterio, pues todos ellos reflejaron el ideal crístico que subyace en lo profundo de nuestra conciencia colectiva, y que encuentra su expresión en el mito mesiánico universal. Un nacimiento mágico La historia de Se Akatl comenzó cuando el gran caudillo militar llamado Mishkoatl, serpiente de nubes, decidió conquistar lo que hoy es el estado de Morelos. Se acercó a un río llamado Mishatlau'ko, barranca del pez, y vio a una joven de singular belleza que se bañaba en él. Mixhkoatl se enamoró de la joven y, averiguando quién era, le dijeron que se llamaba Chimalma y era hija del sacerdote de una aldea cercana. Entonces la pidió como esposa y la envió a un monasterio para que la entrenaran como futura reina de Anawak. Un día, mientras Chimalma se bañaba en una gruta, se le apareció un pez que le anunció que la Serpiente Emplumada estaba a punto de regresar a la tierra y la había escogido a ella como madre. Como señal de su mensaje, el pez le entregó una cuenta de jade. Ella guardó la cuenta en su boca y, mientras regresaba al monasterio, la tragó accidentalmente. En ese momento, Chimalma quedó embarazada. Por supuesto, esta historia es simbólica. El pez representa el poder fecundador del Ser Supremo. No sólo aparece en la leyenda mesoamericana, sino también en otras tradiciones de la tierra, incluso en la cristiana. Por ejemplo, uno de los nombres de Vishnu, el mesías hindú, es Matsya, “el pez”; Zoroastro recibió el apodo de Oannes, “el marino”; Moisés fue sacado del agua y Jesús fue llamado Ben Nun, hijo del pez, razón por la cual, su signo católico es un pez.

El hombre pez en las religiones zoroastriana, tolteca y cristiana

Poco antes de que Se Akatl naciera, el rey Mishkoatl fue asesinado. Los príncipes que usurparon el trono enviaron a unas parteras para asistir a Chimalma en su parto, pero con el propósito secreto de sacrificar a la criatura. Cuenta le leyenda que, después de matar a Chimalma, las parteras tomaron al niño y lo arrojaron sobre un maguey, a fin de que sus espinas lo atravesaran; pero, en lugar de herirle, la planta lo acogió y lo alimentó con su jugo azucarado. Al otro día vinieron a recoger el cadáver y, viendo al niño vivo, lo abandonaron sobre un hormiguero; pero las hormigas lo alimentaron con masa de maíz. Por último, las parteras lo arrojaron al agua, pensando que se ahogaría; pero el río acunó el cuerpecito y lo depositó suavemente en la orilla, donde fue recogido por un leñador oriundo del pueblo de Yauhtepec. Existe cierta controversia sobre la fecha del nacimiento de Se Akatl. Los registros que se conservan, afirman que nació en un año 1 Caña, del cual tomó nombre. En el sistema nawatl de medida del tiempo, ese año se repite cada 52 años, de modo que tenemos varias fechas para escoger. Sin embargo, como sabemos que Se Akatl vivió durante el auge del reino de Tula, esto restringe nuestra búsqueda a los años 843, 895, 947 y 999 de la era cristiana. En este punto viene en nuestra ayuda el libro maya de Chilam Balam, ya que describe y fecha diversos eventos de la vida de Se Akatl, a quien apoda Nacxit Kukulcán (corrupción del nawatl Nakshitl, cuarto paso). En el libro de Chumayel encontramos la siguiente referencia a su nacimiento: “En el Katún Ocho Ahau fue cuando la Poderosa Señora limpió la plaza de la ciudad para preparar el descenso del Poder Divino, para que reinase Nacxit Kukulcán.” El Katún o ciclo llamado 8 Ahau se extendió entre los años 928 y 948 de la era cristiana. Esto nos indica que Se Akatl nació en el 947 de la era cristiana. En cuanto al día natal, se puede establecer a partir de la siguiente cita del Códice TellerianoRemensis: “Topiltzin Quetzalcoatl nació el día Siete Caña; ese día se hacía una gran fiesta en Cholula y venía toda la tierra a esa fiesta.” El día 7 caña cayó una veintena antes del 1 Caña. Puesto que el día que le daba nombre al año caía por aquella época hacia el 16 de Mayo, podemos especular que el natalicio de Topiltsin ocurrió a fines de Abril. El reinado Desde su nacimiento hasta principios de la adolescencia, el pequeño Se Akatl recibió la educación habitual de un joven tolteca, basada en los principios del Wewetla'tolli y la creencia en la Serpiente Emplumada. Los ancianos de Morelos, quienes aún conservan su recuerdo, cuentan que era un niño bastante travieso, y que se destacó en la caza de conejos y venados. Cuando tenía trece años, sintió que era tiempo de vengar la muerte de su padre. Fue a Tula y, mediante una estratagema, hizo caer los príncipes usurpadores desde lo alto de una empinada pirámide, como resultado de lo cual, ambos murieron. Al observar este hecho, los moradores de Tula lo aclamaron como salvador del pueblo y lo enviaron a estudiar al colegio sacerdotal de Xochicalco. Un códice afirma que, entre los trece y los veinte años, Se Akatl hizo la vida de un monje. Al llegar a la adultez, entró en el servicio militar y se destacó en diversas batallas, por lo cual le dieron el apodo de Se Oselotl, uno ocelote. A los veintiséis años entró en el colegio de estadistas de Tulanzingo y cuatro años más tarde lo eligieron rey de Tula. Su reinado fue brillante. La leyenda lo describe como un gobernante justo y humano, hábil constructor de pirámides y palacios, reformador de la agricultura y el calendario. Sin embargo, fue un reinado breve, pues sólo duró nueve años. Por aquella época, una sequía en Norteamérica obligó a muchos pueblos nómadas a emigrar hacia el sur, lo cual ocasionó conflictos territoriales. Los sacerdotes de esos pueblos eran adeptos de los sacrificios humanos;

al llegar a Tula, pidieron permiso para perpetrar su horrible culto, pero Se Akatl se lo negó. Esto desagradó tanto a aquellos sacerdotes, que decidieron destruir a Se Akatl. Un día llamado 5 Casa del año 1 Casa, correspondiente a comienzos del 977 después de Cristo, dos ancianos con apariencia de ascetas se llegaron al palacio real de Tula y pidieron ser admitidos ante el rey. Una vez en su presencia, lo hipnotizaron y le hicieron beber un vino que previamente habían reforzado con hongos alucinantes. Cuando Se Akatl se embriagó, le dijeron: “Es necesario que te vayas de aquí, debes conocer el País del Negro y el Rojo. Allá te espera desde el comienzo del tiempo tu verdadero padre. El te dará en herencia un reino nuevo, mejor que este que aquí posees.” Este incidente tuvo un efecto catártico sobre la vida de Se Akatl. De repente, el monje-rey rompió sus votos y cometió tres delitos graves, según los cánones morales de aquella época: embriaguez, incesto y autoglorificación. Los ministros del reino, escandalizados, le hicieron un juicio y lo expulsaron de Tula. Cuenta un códice que, al enfrentarse a su delito, Se Akatl decidió morir, por lo cual se encerró en un sarcófago de piedra verde y esperó cuatro días a la muerte. Pero, una voz interior le dijo que no podría morir en paz, si antes no completaba su misión. Entonces, empaquetó sus joyas y libros, y marchó por el mundo como un peregrino. Con él, partieron sus servidores personales y algunos familiares. En la tierra del rojo y el negro Cuenta la historia que, llegado a cierta montaña en el centro de México, el grupo se detuvo a descansar. Entonces se acercaron a Se Akatl unos ascetas y le dijeron: "Si de veras deseas llegar a la Tierra del Rojo y el Negro, tienes que abandonar todas tus joyas, pues con ese peso no podrás entrar". Entonces, los peregrinos arrojaron sus joyas y trajes preciosos en un pozo que por allí había, y siguieron caminando, casi desnudos. Esa noche hubo mucho frío y algunos de ellos murieron helados. Al llegar al reino de los mayas, el rey de Uxmal, llamado Ulil, concedió asilo político a Se Akatl y sus seguidores en la ciudad de Tihó, actualmente llamada Mérida. Los libros de Chilam Balam afirman que su llegada ocurrió a comienzos del Katún Dos Dos Ahau, es decir, en el año del 987 de la era cristiana. El rey Ulil, quien estaba iniciado en los misterios de la Serpiente Emplumada, tomó a Se Akatl como su discípulo y lo orientó, a fin de que recuperara su integridad psicológica y se preparara en su misión como Maestro de Anawak. Se afirma que, durante el tiempo que permaneció entre los mayas, Se Akatl hizo frecuentes viajes por países lejanos, a fin de adquirir un conocimiento vivencial del modo de vida tolteca. Después de algunos años, Se Akatl retornó al centro de México, estableciendo su hogar en la ciudad de Cholula. Una crónica afirma: “Después de su vuelta, fue tenido en México por uno de sus dioses y le llamaron Quetzalcohuatl; en Yucatán también le tuvieron por dios.” (Diego de Landa, Relación de las Cosas de Yucatán) Esta admiración se debió a que Se Akatl comenzó a manifestar poderes divinos. “Llegó a esta tierra y empezó a juntar discípulos, y hacían milagros.” (Diego Durán, Historia de las Indias) Se dice que su sólo contacto curaba las fiebres, que caminó sobre el agua e incluso resucitó muertos. Pero, lo principal, es que llevó una vida íntegra, que sirvió de ejemplo para sus enseñanzas. “Quetzalcoatl fue un hombre virgen, penitente, religioso y santo, que predicó la ley natural y la apoyó con su ejemplo. Los indios lo creen Dios y dicen que desapareció a la orilla del mar.” Las enseñanzas de Se Akatl quedaron recogidas en un texto tolteca llamado Weweta’tolli, antiguas palabras. Fuego y agua

Un día, Se Akatl salió de Cholula y comenzó a viajar hacia la costa del Golfo de México. Llegado a una colina cercana al Pico de Orizaba, hizo construir una pirámide de leña, subió a su cima y ardió con un fuego interior. Cuenta la leyenda que, en ese momento, las almas de los muertos bajaron a la tierra, convertidas en aves y mariposas, tomaron su corazón y lo llevaron al cielo. Un códice afirma que, fue sólo a partir de su muerte, que sus contemporáneos comenzaron a darle el título de Ketsalkoatl: “Según sabían, fue al cielo y entró en el cielo. Decían los viejos que se convirtió en la estrella que sale al alba, y por eso le nombraban Señor del Alba. Decían que, cuando murió, sólo durante cuatro días no apareció, porque entonces fue a morar entre los muertos. Y que durante otros cuatro días fue al cielo a proveerse de flechas; por lo cual, a los ocho días apareció la gran estrella que llamaban Quetzalcoatl. Y añadían que sólo entonces se entronizó como Señor.” (Anales de Cuauhtitlan) Pero la desaparición de Se Akatl fue temporal, pues, según afirma un canto mexica, una vez que su alma visitó el lugar de los divinos antepasados, retornó para dar a los seres humanos una prueba de que él había vencido a la muerte. He aquí el texto: “Después de cuatro años nos fue devuelto. Nadie lo esperaba, nadie lo reconoció. De la región del misterio regresó Aquel que ilumina al mundo.” (Cantares de los Señores) Una vez resucitado, Se Akatl, ahora convertido en Tlawiskalpanteku’tli, el Lucero del Alba, se llegó a un lugar en la costa llamado Coatzacoalcos y profetizó que, algún día, regresaría al Anawak. Luego, arrojó al agua su manta bordada de serpientes y se fue navegando sobre ella. He aquí una de las versiones que se conservan de este acontecimiento: “Llegando a la ribera del mar, mandó a hacer una barca de culebras, entró en ella y se sentó como en una canoa; así se fue navegando por la mar. No se sabe cómo y de qué manera llegó al Sitio de la Luz” (Sahagún, libro III). Para entender este relato, hay que decodificar ciertas claves del lenguaje simbólico universal. Las iniciaciones por fuego y agua son parte integral del mito mesiánico. En el caso de Jesús, el fuego es simbolizado por el martirio en la cruz y el agua por la nube que lo recibió en lo alto. De Buda se cuenta que murió por una indigestión (fuego) y posteriormente fue transportado por un arco iris (agua). Krishna fue flechado contra un árbol (fuego) y, tras resucitar, se fue “al otro lado del mundo” (agua). Los gemelos del Popol Vuh fueron quemados, pero sus cenizas cayeran en el río y se transformaron en hombres-peces. Algo parecido ocurrió con Zoroastro, Osiris, Viracocha, Hermes y demás mesías de la humanidad. En todos los casos, el tema de la ignición precede al de la inmersión, formando en su conjunto un concepto alquímico al que los toltecas llamaron Atlachinolli, agua quemada - un símbolo de la fusión irreducible de los elementos. Interpretada de este modo, la moraleja de la historia es clara: sólo después de reducir, mediante fuego, su lado pecador y humano, consiguió Se Akatl diluirse en el océano de la conciencia cósmica, retornando a la fuente divina de la cual partiera.

El retorno de Quetzalcóatl El centro de las creencias mesoamericanas era la promesa del retorno de la Serpiente Emplumada - una promesa que cae dentro de esa categorización religiosa a la que los antropólogos llaman "mesianismo". Pero el mesianismo tolteca no era plano, como el de los judíos y cristianos, pues, aunque partía de la común idea de que el Creador se manifiesta en la tierra para ayudar a evolucionar al ser humano, no entendía dicho proceso redentor como algo que ocurre de una vez y para siempre, sino como parte de una recurrencia eterna: "¡Eternamente se escuchará mi voz proclamando la palabra de la verdad!" (Chilam Balam, Jaculatorias) En consonancia con esta creencia, los voceros de Ketsalkoatl fueron vistos como portadores de un mensaje evolutivo. El último de ellos fue el príncipe de Tula Se Akatl Topiltsin Nakshitl, quien vivió en la segunda mitad del siglo X después de Cristo. Tal como habían hecho sus predecesores, Topiltsin también prometió regresar, según nos dice un cronista: "Topiltzin (N)acxitl dejó a sus gentes en Tollan y se fue por la orilla del mar. Y, al marchar, dejó dicho que algún día volvería a ellos." (Chimalpahim, Relaciones originales de Chalco Amaquemecan) El único modo de entender la promesa de Topiltsin, es adentrándonos en la visión proféticocalendárica de los antiguos mexicanos, algo que me propongo hacer en el siguiente artículo. El profeta tolteca Todas las culturas han tenido profetas, individuos que canalizan las esperanzas y los temores de los demás. Sus profecías dependen del modo como conciben al tiempo. Las culturas de la herencia judeo-cristiano-musulmana ven el tiempo como una continuidad rectilínea en la cual se engarzan los sucesos por simple ley de causa y efecto. Resulta natural que el profeta bíblico sea un místico exaltado en contacto con un dios casi siempre impredecible, y que sus premoniciones prácticamente carezcan de todo intento de ajuste cronológico. Los antiguos mexicanos, en cambio, veían al tiempo como una ciclicidad. "Los sacerdotes indígenas se persuadieron de que los sucesos humanos no ocurren en forma lineal, sino que tienen pautas en su desarrollo semejantes a las de un ser vivo, con ciclos de ascenso, plenitud, retrogresión y caída. Aquí no había cabida para fenómenos definitivos, al modo del rescate o la revelación de los cristianos." (F. Díaz, La Doctrina Tolteca de los Ciclos) Según afirma un libro sagrado maya, no sólo los seres creados, sino incluso los dioses tiene su momento de exaltación y caída, metaforizado y medido por el curso de los astros: "Todo camina y pasa… Porque tiene su fin el observar la trama de las estrellas, desde donde, custodiándonos, nos miran los dioses – los dioses que están aprisionados en (los ciclos de) las estrellas." (Chilam Balam de Chumayel)

En este contexto ideológico, el poder de predecir se desarrolló con el rigor de una ciencia exacta, ya que los profetas toltecas eran hijos del calendario y sus promesas contenían fechas concretas. El término "profeta" resulta inadecuado para describir a aquellos especialistas, cuya función no era adivinar lo que iba a pasar, sino leer el curso de la historia y adelantar interpretaciones estadísticas. El profeta tolteca se consideraba a sí mismo en los términos de un investigador moderno. En lugar de imponer sus predicciones, las sugería, después de analizar concienzudamente un gran cúmulo de apuntes en sus libros de amate. Su intención no era reflejar los dictados de los dioses, sino descifrar las leyes del movimiento social. Como cualquier científico honesto, incluso se permitía márgenes de incertidumbre; una frase que se repite varias veces en los libros de Chilam Balam, es la siguiente: "Tal es la promesa del ciclo; si ocurrirá o no, sólo Dios lo sabe." De hecho, las profecías prehispánicas no pertenecían a la teología, sino a la ciencia cronológica; más que contener una intención moralizadora, lo que procuraban era ajustar los eventos a ciertas pautas astronómicas. En la vida social, aquellas profecías tenían la misma función que los horóscopos en el ámbito personal. Tal como el niño recibía un nombre calendárico al nacer, que dictaba o, mejor dicho, sugería su destino, también los pueblos, por el sólo hecho de vivir en una determinada época, tenían una marca celeste que precondicionaba sus acciones. Pero, el radio de acción de las profecías iba más allá de la sugestión social; a través de la doctrina de los ciclos, se insertaban en el ámbito cósmico, transformándose en una verdadera escatología, es decir, en una ciencia que procuraban explicar nuestro papel, posibilidades y destino dentro del flujo de los poderes divinos. De ese modo, el pensamiento mesoamericano rompió el límite entre lo particular y lo universal, entre lo histórico y lo eterno, un hecho que se refleja en la capacidad de las fechas maya-olmecas para inscribir con precisión un día en un marco de tiempo que excede por mucho a la duración del Universo. Además de presagiar sucesos, las profecías de Anawak tenían una vocación mágica, funcionando como un elemento de conjura frente al asalto del caos. Al someter el pasado a número y medida, el profeta mesoamericano no sólo pretendía trazar pautas para entender el porvenir, sino, sobre todo, imprimir a la historia su propia intención, modelándola cual arcilla fresca para que se ajustara al proyecto civilizador tolteca. En aquella visión, la dinámica de las eras creativas, además de concernir a los tiempos míticos y geológicos en los cuales se desarrolló nuestro planeta, estaba íntimamente ligada al devenir humano. La idea era que, puesto que somos producto de una Naturaleza que nos imprimió su molde, nuestros biorritmos siguen pautas calendáricas, y sólo en sintonía con ellas somos capaces de realización. Al aplicar este análisis a la historia de México, llegamos a un sorprendente resultado: los grandes sucesos, tales como la fundación y el abandono de las ciudades, las alianzas y las guerras devastadoras, la aparición de los profetas y los cambios en el simbolismo religioso, e incluso algo tan reciente como el colapso del último reino maya a 1697, coincidieron puntualmente con las predicciones. Podríamos explicar esto de un modo racional, suponiendo que los dirigentes de aquella sociedad manipularon la conducta del pueblo a fin de que corroborara sus cálculos. Sin embargo, hay un suceso que pone en duda semejante interpretación: la llegada del conquistador Hernán Cortés y sus huestes, precisamente en el momento marcado por la profecía. El milenio tolteca y la llegada de los españoles La herramienta que nos permite entender las profecías toltecas, en particular, las referentes al retorno de la Serpiente Emplumada, es el calendario de Anawak. Esto se comprende mejor si observamos que los mesías mesoamericanos recibieron sobrenombres calendáricos; por

ejemplo, Topiltsin se llamó Se Akatl, uno caña; su predecesor, Nanawatsin, fue Chiknawi E'ekatl, nueve viento, mientras que el primero de ellos, Sipaktonal, también fue conocido como Se Sipaktli, uno dragón. Como regalo a los hombres de Sipaktonal, y debido a que su prodigiosa exactitud servía para medir los ciclos de los astros-dioses, el calendario se consideraba materia sagrada. Probablemente, el más sagrado de los ciclos fue un lapso de 52 años al que los cronólogos llamaron Shiu’molpilli, atadura de años, hoy más conocido como Ciclo del Fuego Nuevo. Este lapso les proporcionó una herramienta capaz de dar sentido al pasado y predecir el futuro, razón por la cual se usaba para quemar los emblemas y enterrar los templos, en señal de renovación. Ahora bien, cada ciclo de Fuego Nuevo se atrasa en trece días con respecto a 52 años naturales. Puesto que la cantidad de nombres de días a disposición en este calendario era 260, tenían que transcurrir veinte ciclos de Fuego Nuevo para que de nuevo volvieran a coincidir las fechas y el cielo. Así surgió la otra gran periodicidad de este calendario: una sucesión de veinte Fuegos Nuevos o 1040 años al que llamaremos "milenio" tolteca. Aunque este "milenio" se origina en un sistema de medición del tiempo muy diferente a los que existían en el Viejo Mundo, es significativo que dure casi lo mismo que el milenio descrito en la Biblia, el Zend Avesta y otros libros sagrados del Oriente. Ello delata antiguos recuerdos impresos en la memoria profunda de nuestra especie, que encontraron cauces paralelos en Asia y América. Un aspecto importante del milenio tolteca es que, como todo ciclo en aquella cosmovisión, estaba organizado en mitades, la primera positiva y aspectada por Ketsalkoatl, y la segunda negativa y aspectada por su complementario dialéctico: Teskatlipoka. Esta matriz cronológica ejerció enorme influencia sobre la sociedad mesoamericana, tal como podemos ver en el siguiente ejemplo: Quedó bien documentada la impresión que ocasionó a los anahuacas la llegada de los europeos. Lejos de tomarlos como invasores, los acogieron como señal de Ometeotl pues, para ellos, era imposible que el Ser Supremo no hubiese decretado un suceso de tal magnitud, como el reencuentro de los continentes. Así lo expresaron los sabios mexicas a los primeros frailes franciscanos llegados a México: "Entonces un señor de los Quequetzalcoa se levantó, saludó a los sacerdotes y pronuncio un gran discurso en el cual dijo: Señores, habéis venido a esta tierra con grandes trabajos, os ha permitido llegar Nuestro Señor, el Humano… De entre las nubes habéis salido, de la niebla del océano, pues el Dueño del Cerca y el Junto os ha enviado como sus ojos, sus oídos y sus labios." (Coloquio de los Doce) Los reportes de los cronistas nativos y europeos demuestran que los españoles fueron el elemento catalítico en un clima de gran tensión que ya existía en Anawak desde antes de su llegada. En los comienzos del reinado de Moteku’soma (Moctezuma), aparecieron en el cielo señales que presagiaban un cambio - y no era un cambio bueno, pues el rey trató de conjurarlo. Esta sugestión negativa no sólo marcó el reinado de Moctezuma, sino también la política que siguió en sus relaciones con los europeos. Para los españoles, el descubrimiento de México tuvo un carácter militar y comercial. Los historiadores actuales lo ven desde una óptica cultural e historicista. Pero los mesoamericanos lo vivieron desde dentro, tomándolo como la confirmación de sus más acendradas creencias mesiánicas y milenaristas. Sin embargo, lo extraordinario de este episodio no fue el modo como sus diversos actores lo interpretaron, sino el hecho de que la llegada de Hernán Cortés a México en 1519, ocurrió

exactamente 520 años después de la desaparición de Topiltsin, es decir, en el momento en que debía comenzar a regir la mitad sombría del ciclo de Ketsalkoatl. Si esta sincronización no es fruto de la casualidad, entonces hay que aceptar que las profecías toltecas reflejan ritmos sociales reales, capaces de influir sobre toda la humanidad, y no sólo sobre los mesoamericanos. Un futuro advenimiento Contrario a lo que afirman casi todos los historiadores, el análisis de las crónicas contemporáneas de la invasión demuestra que los anahuacas no tomaron a los españoles como emisarios de Ketsalkoatl. Veamos como ejemplo la siguiente respuesta, dada por un informante nativo al cronista Bernardino de Sahagún en la década de 1550: "Vendrá el día en que él (Ketsalkoatl) retornará (al Anawak) para conocer de nuevo su estera y su trono" (Sahagún 12.9). Como vemos, esta respuesta transfiere el retorno a un tiempo futuro. Encontramos una idea parecida en el siguiente texto de Chilam Balam, escrito hacia 1595: "Los sacerdotes (antiguos) se acabaron, pero no se acabó su nombre, tan antiguo como ellos. Solamente por causa del período de la locura, por la locura de los (nuevos) sacerdotes, entró en nosotros el cristianismo. Los cristianos llegaron con un Dios 'verdadero', pero ese fue el principio de nuestra miseria. Pues ellos son el Anticristo sobre la tierra, el devorador del pueblo. Mas, aún ha de llegar el día en que suban hasta el Dios Único las lágrimas de nuestros ojos, y de un golpe baje su justicia sobre el mundo. ¡Verdaderamente, es Su voluntad que regrese el Músico Celeste para raerlos de la superficie de la tierra!" (Chilam Balam, Libro de los linajes) Para entender cuándo se cumple esta promesa, tenemos que analizar los textos proféticos que se conservan. Afortunadamente, contamos tanto con la versión nawatl como con la maya, escritas con dos claves calendáricas diferentes, lo cual nos permite triangular los datos para llegar a conclusiones firmes. La fecha nawatl fue reportada por Ixtlilxochitl, quien afirma que Se Akatl Topiltsin prometió regresar “en un año que lleve su nombre” (Relaciones 1:20). La fecha Uno Caña se repite cada 52 años, por lo que esta promesa es bastante ambigua. Sólo cobra sentido si la interpretamos en el contexto del ciclo de los Fuegos Nuevos, ya que, únicamente cada 1040 años, la fecha Se Akatl vuelve a acercarse a un mismo día astronómico. Si contamos esta cantidad de años a partir del nacimiento de Topiltsin en el 947 después de Cristo, ello nos lleva al pasado año 1987. En ese momento comenzó un ciclo de 52 años regido por el signo de Se Akatl, que se extenderá hasta el próximo 2039. Por su parte, la versión maya de la profecía da una fecha más precisa: "El Katún Cuatro Ahau se asienta en Chichén Itzá. Llegará el quetzal, el ave preciosa, al árbol dorado. Regresará el vómito de sangre por cuarta vez. Llegará la Serpiente Emplumada a los Itzaes ('iniciados'). Es la cuarta vez que habla su ciclo, la cuarta vez que retorna al Itzá." (Chilam Balam, Segunda Rueda de Katunes) Observemos que la manifestación prometida forma parte de una serie de advenimientos, pues es el cuarto retorno, es decir, el quinto suceso en orden lineal. La llegada del “ave preciosa” al “árbol dorado” es el reencuentro del quetzal y la serpiente, un suceso que, en la expresiva prosa de Chilam Balam, afectará las entrañas de la tierra como un “vómito de sangre”. En cuanto a la fecha, es relativamente fácil de descifrar. Los katunes mayas eran ciclos de casi veinte años que se contaban en paquetes de trece, generando una periodicidad de casi 260 años. De modo que un katún cualquiera se repite en esa cantidad de tiempo. La combinación de esta profecía con la que se conservó en el área nawatl, demuestra que el katún aludido es el que comenzó en 1993, cuya conclusión será entre diciembre del 2012 y enero del 2013, según la correlación GMT-HMC.

Esta última fecha es particularmente importante, pues constituye el epicentro del período de tiempo que transcurre entre los años 1987 y 2039, determinado a partir del natalicio de Topiltsin. Además, será el cierre una gran edad del calendario maya-olmeca, de casi 5200 años, y el comienzo del fin de la mitad oscura del milenio tolteca, inaugurado en 1519. Pocos meses antes, en junio del 2012, ocurrirá un fenómeno relacionado con el ciclo de Ketsalkoatl que sólo se repite cada dos siglos y medio: el paso de Venus sobre el Sol. La sincronización de todos estos eventos culturales y astronómicos no es accidental, y demuestra que el ciclo predicho por las profecías mayas y nahuas está a punto de cumplirse. Respondiendo a la señal de las fechas, en el año 1987, el anciano Don Felipe Alvarado Peralta, patriarca espiritual del pueblo de Amatlán de Quetzalcoat (el sitio natal de Se Akatl Topiltsin), anunció a México y al mundo el inminente arribo de la Serpiente Emplumada, inaugurando una festividad que, desde entonces, se repite todos los años en dicha localidad. Dentro del Templo de la Serpiente Emplumada, tomamos esa fecha como señal del fin de la etapa de ocultación del linaje tolteca y comienzo una fase de trabajo público, cuyo objeto es desarrollar una imagen mesiánica

Los textos proféticos de Chilam Balam Mucho se ha especulado sobre las profecías mayas, pero es raro encontrar en los libros de divulgación datos tomados directamente de las fuentes nativas e interpretados con apego al calendario de Anahuac. Probablemente, la mejor fuente de información al respecto, son los Libros de Chilam Balam. Los Chilames Balames, sacerdotes intérpretes, fueron un grupo de sacerdotes mayas que atestiguaron la devastación ocurrida en los primeros tiempos de la Colonia, y se sintieron impelidos a escribir sus memorias con caracteres latinos. Han aparecido poco más de veinte de tales libros o libretas, de los cuales, el investigador puede consultar una docena. Cuatro o cinco han sido traducidos al español. De entre el abundante material profético de esas libretas, he seleccionado los textos concernientes al período que va entre los Katunes Ocho Ahau y Dos Ahau, correspondientes a nuestros años 1952 al 2032 (según la correlación GMT-HMC), lapso donde se menciona el resurgimiento de Ketsalkoatl, quien en estos libros es llamado por su nombre yucateco: Kukulcán. Por razones de espacio, he tenido que sintetizar esos textos; pero, aun así, se descubre en ellos un conjunto de datos que, para una persona sugestiva, podrían constituir indicios de hechos reales. Además, he añadido algunos comentarios, a fin de hacerlos más accesibles la lectura. Katún Ocho Ahau (de 1952 a 1972) “¡(Habrá) Sol de fuego! Pues bajarán escudos, caerán flechas sobre los reyes de la tierra, serán perseguidos (caída de las últimas monarquías de la tierra). Y será plantada la Señora de la Tierra como Cabeza de los Reinos (la Virgen Madre) aquí, en el Gran País Llano (nombre maya de

Mesoamérica). ¡Ved! Ya está cercano el día en que se acabe la opresión y la desdicha del pueblo. Katún Seis Ahau (de 1972 a 1992) “Revuelta es su historia, confuso su reinado (revolución ideológica de fin de siglo, con la caída del comunismo y el auge del neoliberalismo). Y serán engañados los pueblos, porque sus reyes hablarán palabras maliciosas (políticas anti-populares con lenguaje democrático). Entonces descenderá el Hijo (de la Señora de la Tierra) y les cortará sus gargantas, por traidores (comienzo de la denuncia avatárica con el renacer de la Toltecayotl hacia el fin del milenio). “Profecía de Natzin Yabun Chan, profeta, quien desde antaño dijo: El Verdadero Señor de esta tierra, Aquel a Quien esperáis, aparecerá traído en hombros de dolorosos días, ¡oh Padre! (abundancia de hambres, guerras y enfermedades ha sido la cosecha de este fin de siglo). Meditad Su palabra en vuestro entendimiento, dadle toda vuestra atención. Pues verdaderamente vuestras almas habrán de recibirla.” Katún Cuatro Ahau (del 1992 al 2012-13) “Durante esta época llevaréis calzones y camisas blancas (emblemas de la condición iniciática), pues descenderá el Quetzal, el Ave Preciosa, a las ramas del Árbol Anunciador (el ‘árbol’ indica el estado central del Mediador). ¡Ah, esplendor de la Estrella que guía en los cielos! ¡Ah, Verde Tortuga (sostenedora del mundo)! ¡Ah, Precioso Anunciador, tú, que eres la Estrella del Alba! Pero pocos, muy pocos comprenderán las señales, porque sordos estarán a todas las cosas. “Y ocurrirá que, por cuarta vez, regresará la Serpiente Emplumada, y en pos de él los Itzáes. Es la cuarta vez que habla este ciclo, la cuarta vez que él desciende a los Itzáes (‘iniciados’ o ‘discípulos’; el cuarto retorno equivale a su quinta aparición). Entonces regresarán los Itzáes a su ciudad (el conocimiento esotérico). Pues descenderán plumas (la sabiduría iniciática), descenderán Quetzales (Instructores). Y llegará el (Señor) del Árbol Precioso, Aquel que fue herido, la Serpiente Emplumada. Y tras él vendrán los Itzáes. Es Palabra de Dios.” “Profecía de Nahun Pech, Gran Sacerdote. He aquí, se acercan los días en que se acabe el tiempo (del ciclo), ¡oh, Padre! Entonces llegará a su plenitud el poder de este Katún Cuatro Ahau (se refiere al cambio de ‘acompañante’ calendárico, ocurrido en el año 16 del Katún, 2008). Muy cerca estará ya el verdadero Conductor del Día de Dios. Os lo digo yo, en mi amargura, ¡oh, hermanos de un mismo vientre, Itzáes! Aquel que os visitará, cuando llegue, vendrá para ser el Señor de esta tierra.” Katún Dos Ahau (del 2012 al 2032) “Y retornarán los mayas (a santificar la tierra de) Cozumel (quizás esto signifique el retorno a las raíces; Cozumel era la antigua tierra santa de los mayas). Es Palabra de Dios que resuene aun por otro período el templo de los (antiguos) dioses. He aquí, es el fin de la Palabra de Dios (es decir, aquí acaba el Baktún).” “¡Despertad, amaneced! Trece lunas ha que está presente el Señor Ayunador, el Precioso Quetzal (‘lunas’ son los ‘meses’ mayas de a veinte días; se refiere a un año sagrado de 260 días).Nadie entenderá los días de austeridad que se manifiestan con el Poder que viene. Porque será cuando venga el Juez de Ebulá (‘la escala del Agua’, nombre maya de la Jerarquía divina). Será el tiempo del bastón de oro (para juzgar), y de la cera blanca (para sellar el juicio). Cera blanca es la esencia del Katún. Con blanca cera descenderá la Justicia (la cera alude a las ‘abejas’, otro nombre de los toltecas o Itzáes; es un emblema de paso).

“Y esto ocurrirá cuando os hundáis hasta el seno de la tierra (en un rito iniciático) y allí os amanezca; cuando veáis movimiento en el cielo, movimiento en la tierra; al término del Katún (el “movimiento” en el Cielo y en la tierra indica el ajuste calendárico y el comienzo de un nuevo año estelar. Precisamente, el final de este Katún es preludio del término del Quinto Sol nahua). "Seréis entonces regados con flores (el conocimiento sagrado) en tiempo de flores; y nacerá en vosotros la Voluntad unida de llegaros a la Mujer (Yohualcoatl, el aspecto femenino de la Serpiente Emplumada) y de haceros Uno con ella. Entonces entenderéis. “Muy doloroso será el fin de este Ciclo. Porque aun no habrá acabado cuando temblará toda la tierra y serán expuestas a la luz las raíces de los árboles (en un terremoto simbólico que sacudirá las consciencia y las orientará al reconocimiento de las raíces). Entonces confesaréis: ‘¡son santas las pinturas de las superficies de los muros!’, y creeréis en su santidad (se refiere a las profecías cinceladas en las estelas y templos, de donde fue tomado este texto). Y aquel que sea sabio entre nosotros, comprenderá. Quizás sólo durante catorce años (entre el 2013 y el Fuego Nuevo del 2026) continúen siendo jefes los que son semejantes a ratas.” Katún 13 Ahau (2032 a 2051) “Se oscurecerá el poder de los señores temporales por la justicia universal de Dios. Se volteará el Sol, se volteará el rostro de la Luna (cambio de ciclo cronológico). Bajará sangre por los árboles y las piedras (se refiere a las imágenes sagradas; significa que cambiarán las creencias) y arderán los cielos y la tierra. Es el santo juicio de Dios. “Será tiempo en que se alcen los hombres efímeros en el rigor de la lascivia; dedicados serán nuestros infantes a la concupiscencia. Y ocurrirá que una mala sangre procedente de la Luna ocasionará muertes; y al entrar la Luna llena acontecerá sangre total. (Pero) también los astros buenos lucirán su bondad sobre los vivos y los muertos (actualización del drama de Quetzalcoatl y Tezcatlipoca). Pues resucitarán los muertos, se hundirán los cielos. Los virtuosos subirán y los malos descenderán. “Será el fin cuando termine este ciclo. Es palabra del Señor del Cielo y de la Tierra. Y cuando termine el Katún, vendrán (los pueblos) a implorar las aguas del renacimiento, para renacer.”

El Libro Sagrado de Anawak Las religiones de la tierra se pueden clasificar en dos grupos: las populares y las llamadas "religiones del libro". Las primeras se basan en tradiciones orales no codificadas, mientras que las segundas poseen un libro o conjunto de libros de carácter sagrado, en el cual se exponen, de modo explícito, los principios de la fe.

Las religiones del libro más conocidas son el judaísmo, basado en la Torah o Antiguo Testamento; el cristianismo, basado en el Nuevo Testamento; el Islam, cuyo texto sagrado es el Corán; el hinduismo, basado en la autoridad de los Vedas; el budismo, cuyo canon es el Tripitaka; el taoísmo, codificado en el Tao Te King y el confucianismo, basado en las Analectas de Confucio. Hay otras religiones del libro menos conocidas, tales como el shikismo, cuyo libro santo es el Grihan; la Fe Bahaí, inspirada en las obras del profeta Baha'ulla'; la religión de los drusos, cuyo misterioso libro no ha sido leído por ninguna persona de otra fe; y el mormonismo, cimentado en la autoridad del Libro de Mormón. Probablemente, el menos conocido de los libros sagrados de la tierra es Teomoshtli, libro divino, el documento donde quedó codificada la fe de los toltecas. El nombre del Teomoshtli deriva de los términos nawatl Teotl, divino, y Amoshtli, libro. Su origen fueron diversas tradiciones existentes en Anawak, las cuales se integraron hacia el tercer milenio antes de Cristo, dando lugar a la cosmovisión de los olmecas, hoy conocida como Toltekayotl, toltequidad. En el año 34 antes de Cristo, un sabio llamado Weman, morador de la ciudad de Wewetlapallan (emplazamiento olmeca cercano a la actual ciudad de Minatitlan, en Veracruz), puso esas tradiciones por escrito en un códice, que desde entonces se transformó en la Biblia de México. He aquí cómo describe un cronista dicho suceso: "Quiero hablar del anciano Hueman, astrólogo y profeta, quien a la edad de casi trescientos años se sintió morir. Y reuniendo todas las historias que tenían los toltecas desde la creación del mundo hasta su tiempo, las hizo escribir en un libro donde se relataban todos sus trabajos y prosperidades, la vida de sus reyes, sus leyes y buen gobierno… Escribió todas las sentencias de la antigua sabiduría, las metáforas y la filosofía, y todo lo que en su tiempo se sabía de astrología, arquitectura y artes secretas. Y, tras hacer un compendio de todo, selló el libro y lo intituló Teo Amoxtli" (Cita resumida de Fernando Ixtlilxochitl, Relaciones I). Según una cita del investigador italiano Lorenzo Boturini, basada en documentos que él poseía y hoy se han perdido, el contenido del Teomoshtli se remontaba a las épocas en que fue poblado el continente americano, razón por la cual los mayas le llamaron El Libro de las Siete Generaciones (es decir, de los orígenes): "Aquel gran libro que llamaron Teoamoxtli, en el cual, con distintas figuras se dio razón del origen de los indios, de cuando se dividieron sus gentes en la confusión de las lenguas, de sus peregrinaciones en el Asia, de las primeras ciudades y pueblos que tuvieron en América, de la fundación del imperio de Tula y de los arcanos de la sabiduría vulgar, escondidos entre los jeroglíficos de los dioses" (Idea de una nueva historia general de la Nueva España). Algo que diferencia al Teomoshtli de la mayoría de los libros sagrados del Viejo Mundo, es que no se le consideraba inspirado directamente por un dios (pues los mesoamericanos no creían en la existencia de un dios personal), sino como el producto de la acumulación de iluminaciones individuales de decenas de sabios, durante muchos siglos de desarrollo de las ideas toltecas. En consecuencia, el Teomoshtli no era invocado como la palabra final para dirimir los asuntos seculares y sagrados, sino como una guía espiritual que debía ser interpretada según los dictados de la propia conciencia. Esta forma de entender al canon divino nos explica por qué Weman nunca terminó el Teomoshtli; por el contrario, lo dejó abierto, en espera de nuevos aportes, revisiones, síntesis y adaptaciones doctrinales; lo cual propició que su contenido fuera creciendo con el tiempo, hasta llegar a ser un volumen enorme (la última copia conocida era un códice de casi un metro de alto y un palmo de grueso).

A partir de un comentario contenido en los libros de Chilam Balam, sabemos que, a semejanza de la Biblia, el Teomoshtli contenía diversas obras menores. He aquí la cita: "Entonces el sacerdote sacó el Libro de las Siete Generaciones para que lo leyeran los otros sacerdotes durante tres días, pasándolo entre ellos. Primero, Nahuat Xupan leyó el Libro de la Ceiba. Y estaba puesto el libro en el gran altar donde oraban los sacerdotes" (Chilam Balam, Katunes sueltos). Otro de los textos de la colección se debe al propio Se Akatl Topiltsin, rey de Tula y último profeta de la Serpiente Emplumada, quien, en el año 999 de la era cristiana, hizo escribir su biografía y testimonio, según afirma un cronista: "Como ellos le pidieron un legado, ordenó registrar y darles en un libro todas sus palabras, consejos y canciones, así como sus hechos. Este permanece entre los viejos de Ocuituco hasta hoy, y es un libro grande como de cuatro dedos de grueso" (Cita resumida de Durán). Otra nota de Boturini nos muestra que, dentro del Teomoshtli, también estaban los cánticos compuestos durante el siglo XV por Nesawalkoyotl y otros poetas del Altiplano: "Tengo de esta historia un libro manuscrito en lengua nahuatl, tejido con bellísimas figuras, caracteres y símbolos, y me quedan todavía unas diligencias que hacer en los Cantares, para hermosearla más" (Idea de una nueva historia general de la Nueva España). De hecho, el Teomoshtli continuó recibiendo aportes incluso después de que los españoles invadieran México. Parece que su última adquisición fue el original Libro de Chilam Balam, del cual derivan las numerosas libretas conocidas en la actualidad. Una nota debida a Fray Toribio Benavente Motolinía, uno de los primeros cronistas españoles, afirma que el Teomoshtli se dividía esquemáticamente en cinco secciones: "Había entre los naturales cinco libros (canónicos) de figuras y caracteres. El primero habla de los años y el tiempo. El segundo de los días y fiestas. El tercero de los sueños y agüeros en que creían. El cuarto era de bautismo y nombres que daban a los niños. El quinto de los ritos y ceremonias que tenían en los matrimonios" (Historia de los indios de Nueva España). Sin embargo, el contenido de este libro que se ha salvado, demuestra que, además, había una sección dedicada a los mitos cosmogónicos y otra de carácter mágico o imprecatorio, con conjuros de los naguales. Como pasó con gran parte de las muestras de la cultura anahuaca, el Teomoshtli fue víctima de la barbarie de los invasores, quienes quemaron cada copia que pudieron conseguir. Su última aparición fue en 1746, cuando Boturini afirmó estar traduciendo al español la copia que poseía. Poco después, tanto el original como su traducción les fueron confiscados por las autoridades coloniales, junto con otros invaluables 200 documentos prehispánicos, y nunca más se supo de su paradero. A pesar de esta pérdida, el Teomoshtli no desapareció. Yo calculo que, en la actualidad, se conservan al menos tres cuartas partes de su contenido, en forma de fragmentos dispersos, muchos de los cuales permanecen sin traducir y otros están traducidos de una forma tan especializada, que sólo resultan comprensibles a los expertos. Un trabajo de rescate de estas páginas es tarea impostergable hoy para el Templo de la Serpiente Emplumada, en favor de todos aquellos que desean informarse sobre la verdadera espiritualidad del México profundo.

Las palabras de la Serpiente Emplumada

Las ideas éticas de los anahuacas quedaron recogidas en un libro tradicional llamado Huehuetlahtolli, "antiguas palabras". Partes de ese canon se conservan en el Libro VI del Códice Florentino y el Libro del padre Viseo. Selección y traducción: Frank Díaz.

I Estas son las palabras con que instruyó Quetzalcoatl a los toltecas. Les dijo: He aquí lo que nos dieron a guardar, la Antigua Palabra, donde se dice que una vida pura es como una turquesa preciosa, un jade redondo, un dulce canto sin mancha y sin sombra, salido del corazón. Sería una burla si yo ocultase uno solo de estos consejos, pues ellos son para vivir sobre la tierra y con ellos nos haremos atentos a todas las cosas. Es un saber que como espina y viento helado pasará sobre ti, que te arrojará a la tierra y te abatirá, para que vuelvas a ti. ¿Serás tú el que atienda, el que escuche, el que consiga endiosar su corazón, el que reciba y guarde adentro, para que te vaya bien, para que alcances la misericordia y vivas sobre la tierra? II Dios es Uno. Serpiente Emplumada es su nombre. Nada exige. Sólo serpientes y mariposas (cuerpo y alma) le ofreceréis. Nuestros padres y abuelos nos exhortaron diciendo que él nos creó, él, cuyas criaturas somos: Nuestro Señor Serpiente Emplumada. También creó los cielos, el Sol y la divina tierra. Así fue, en verdad: por su merecimiento y su sacrificio, él nos inventó y nos hizo seres humanos. De ese modo llegó a ser el Doble Precioso, Señor y Señora de la dualidad; así transmitió su aliento y su palabra. Trece son los cielos, múltiples los planos. Allí vive el Dios verdadero, la esencia del Cielo. De allí recibimos la vida nosotros, los Merecidos, de allá cae nuestro destino cuando se escurre a la tierra un niñito. Porque él lo dijo, porque lo ordenó para sí, por eso existimos. No lo olvides ni de día ni de noche; invócale en suspiro, en aflicción. III En este mundo caminamos por lugares escarpados, un abismo de un lado y un abismo del otro. Si te mueves para acá o para allá, ¿cómo evitarás caer? Sólo en el medio es posible avanzar. No te vistas de bordados ni te pongas harapos. No seas presumido, pero tampoco corriente. Que tu palabra no se acorte ni se alargue. No alces tu voz ni la bajes demasiado. No camines deprisa, tampoco muy lento. Y no tomes nada como regla absoluta. Evita los extremos, mantente en el medio, pues sólo en el medio existe la función social, la condición honorable. IV En la infancia, cuando aun está libre la persona, es cuando tiene compasión de ella Nuestro Señor y le da sus dones. Y es en la infancia, en la edad de la pureza, cuando se merece una buena muerte. Por eso dicen los viejos que los niñitos, los chicos y las chicas, son los amigos de Señor de la Cercana Compañía, viven a su lado, junto a él se alegran y Él es su amigo. Por eso los sabios espirituales, los Merecidos, los ayunadores, tienen mucha confianza en los niños, pues, en verdad, son de corazón bueno, sin mezcla, limpios, atentos, perfectos. Se dice que por ellos permanece la tierra y ellos son nuestra paz. V

El tolteca es sabio, es una lumbre, una antorcha, una gruesa antorcha que no ahuma. Hace sabios los rostros ajenos, les hace tomar un corazón. No pasa por encima de las cosas: se detiene, reflexiona, observa. Un tolteca todo lo saca de su corazón; es abundante, múltiple, inquieto, hábil, capaz; a sí mismo se adiestra, dialogando en su interior, encontrando respuestas. Obra con deleite, hace las cosas con calma, con tiento, como un artista; compone lo defectuoso y hace convenir lo disperso; ajusta las cosas. En cambio, el falso tolteca obra al azar, es una burla a la gente; opaca las cosas, les pasa por encima y las hace sin cuidado; en lugar de crear, imita; defrauda a los demás y es un ladrón. De este modo os convertiréis en tolteca: si adquirís hábito y costumbre de consultarlo todo con vuestro propio corazón. Sed toltecas: hombres de experiencia propia. VI El maestro es luz, tea, espejo. Suyas son la tinta negra y la roja, suyos los códices. Él mismo es escritura y sabiduría, camino y guía veraz; conduce a las personas y a las cosas, y es una autoridad en los asuntos humanos. Un maestro nunca deja de amonestar; hace sabios los rostros ajenos, nos hace tomar un rostro y desarrollarlo, abre nuestros oídos, nos ilumina. Es guía de guías y ofrece un camino. De él, uno depende. Él pone un espejo ante nosotros para que seamos cuerdos y atentos, nos obliga a cobrar identidad. Se concentra en sus obras, regula su camino, dispone y ordena, aplica su luz sobre el mundo. Conoce lo que hay en lo alto y en la región de los muertos. Gracias a él todos somos corregidos, enseñados. Por él, el niño humaniza su querer y recibe una estricta educación. Conforta el corazón de quienes le rodean, dando ayuda, remedio y curación. El falso maestro, en cambio, es como un médico que ignora su oficio o un hombre sin cordura. Dice que sabe acerca de Dios, que tiene la tradición y la guarda, pero es sólo vanidad. Es jactancioso, inflado; es un torrente, un peñascal. Amante de la oscuridad y los rincones, es un ‘sabio’ misterioso, un ‘chamán’ con secretos, un ‘ensoñador’ que roba a su público, pues le despoja de algo. Es un hechicero, pues tuerce los rostros y los extravía, haciendo que los demás pierdan su identidad. Es falso, pues encubre las cosas, tornándolas más difíciles de lo que son y destruyéndolas. Hace perecer a quienes le siguen a fuerza de misterios, acaba con todo. VII Conoce ahora al médico. El médico verdadero es sabio, da vida, prueba las hierbas, piedras, árboles y raíces, ensaya sus remedios, examina, experimenta. El médico tolteca alivia las enfermedades, da masajes, concierta los huesos, purga a la gente, hace que se sientan bien, les da brebajes, los sangra, corta, cose, hace reaccionar, cubre con ceniza. En cambio, el médico falso se burla de su prójimo, y en su burla, mata a la gente con medicinas, provoca indigestión y empeora las enfermedades. Es un hechicero, pues se esconde en sus secretos; posee semillas y hierbas maléficas. Es un brujo que, en lugar de experimentar, echa suertes; mata con sus remedios, empeora, ensemilla, enyerba.

VIII

Y he aquí al padre verdadero: es raíz y principio de linaje de hombres. Bueno es su corazón, recibe las cosas, es compasivo y se preocupa. De él es la precisión, el apoyo, con sus manos protege. Cría y educa a los niños, les amonesta y enseña a vivir, les pone delante un gran espejo, una gruesa antorcha que no ahuma. Y el hombre maduro: un corazón firme como piedra, un rostro sabio, es dueño de su rostro y de su corazón. Hábil y comprensivo, buen componedor de textos, es un tolteca de la tinta negra y roja, un entendido. Dios está en su corazón y diviniza con su corazón las cosas. Dialoga con su propio corazón. Y el verdadero artista: un conocedor de colores, los aplica. Sabe de matices y armonías; dibuja pies, caras, les da sombra y relieve, logra efectos. Como tolteca, pinta los colores de todas las flores. IX Acércate al que es modelo y ejemplo, pauta y señal, libro y pintura; a la persona honorable y de buena fama, a la condición social, la luz, la antorcha, el espejo. Observa a mis sacerdotes, los Merecidos, los de vida pura, trasparentes, buenos, rectos, dedicados, limpios de corazón, sin mezcla, polvo ni impureza. Ellos llegan hasta la presencia de Señor de la Cercana Compañía, le ofrecen incienso, le oran, le ruegan por el pueblo. Acércate quienes, por todas partes, van haciendo lo excelente, dando brillo, dejando lo bueno, imponiendo un orden con prudencia, alegría y serenidad; a quienes son cofre y caja, sombra y abrigo, gruesa ceiba, sabino generoso que da brotes y se yergue poderoso, firme. Ve con quienes no se ocultaron en el sueño, con quienes no desgarraron su labios (con calumnias); con quienes llevan en paz, sobre sus brazos y espaldas, a al (pequeñín) que va jugando, se divierte con tierra y duerme en la redecilla. En cambio, huye de estos sitios: el festín, el río y el camino. No te detengas allí, porque allí está, allí habita el gran devorador, (que es) la mujer ajena, el esposo ajeno, la prosperidad, la falda, la camisa ajena. X Amaos los unos a los otros, ayudaos entre vosotros en la necesidad con la manta, la joya, el salario y el alimento. Pues no es verdad, no es cierto si despreciáis a quienes os rodean. Da limosna al hambriento, aunque tengas que quitarte tu comida. Viste al que va en harapos aunque tú mismo quedes desnudo. Socorre al que te necesita, aún a costa de tu vida. Mira que es una vuestra carne y una vuestra humanidad. Recuerda al anciano, la anciana, el indigente, el desdichado, al que no se alegra, al que no es feliz, al que tiene pegado el intestino (de hambre), al que no encuentra su casa y vive en confusión, al que derrama sus lágrimas y muerde sus uñas (de desesperación). A quienes llevan las manos atadas a la espalda, a quienes en la cárcel de la miseria van penando, a quienes por los desiertos y los montes se fatigan tras el chile y la sal, las verduras y el agua, a quienes son engañados en las plazas y tienen los labios resecos. Pon junto a ti a quienes son las manos y los pies del pueblo; no con indiferencia los saludes ni con negligencia soportéis recíprocamente vuestras cargas. Pues tú eres guerrero águila, ocelote, eres el sostén y el remedio. XI

En cualquier sitio puedes tropezarte con ellos: un anciano, una anciana, un enfermo, un niño. Por lo tanto, no tienes excusa. En cualquier sitio puedes encontrar a quien trabaja, a quien se expresa, a quien está creando algo. No estorbes entonces, ni causes problemas por tu ignorancia. En cualquier sitio, inadvertidamente, puedes romper una cabeza, violentar a otro, arrojar orina sobre su rostro, hacer que pierda la palabra con que habla, ignorar un buen consejo. ¡Despierta, ponte atento! No sea que el sueño te lleve y los hombres te apoden ‘Señor ronquidos, bola soñolienta’. XII Bueno es que te mantengas por ti mismo. Crea, trabaja, recoge leña, labra la tierra, siembra nopales; con eso beberás y vestirás. Pues honra, enaltece el trabajo duro. Pero, ¡cuídate de las obras mundanas! Porque mucho crece, rápido engorda lo que enferma, lo que atormenta, lo que fatiga, lo que causa espanto. Correcto es si junto a ti es dicha la buena palabra, la que no causa daño. Si la transmites, no le excedas ni le quites: sólo lo justo dirás. Pero, huye de las palabras vanas, distraídas, porque sólo pervierten, no son serenamente rectas; precipitan al hueco a quien las pronuncia, nos llevan a la trampa y al lazo, a la piedra y el palo. XIII Con llanto y preocupación hay que recibir la herencia y la fortuna. Pero, cálido es el hogar del pobre, y están tranquilos su esposa y sus hijos. ¿Naciste noble? Teme por ello; podría embriagarte o hacerte presuntuoso. He aquí lo que nos hace nobles: tomar la antorcha y el jabón, el chile y la cal, el azadón y la semilla. Esto, en verdad, es linaje y merecimiento. Se moderado y austero, verifica que los demás coman primero. Entonces toma agua y lava sus manos y sus bocas. Que no por ser noble perderás tu nobleza, ni caerán los jades, las turquesas, de tus manos llenas. Se dice que hay heredero al trono. He aquí como mostrara su condición: si baja su cabeza y se inclina con humildad; si mira al pobre con especial consideración; si le infunden respeto su mísero ceñidor, su manto raído; si al encontrar en el camino una anciana, un anciano, le dice: "Padre mío, mi abuela: que la paz te encamine, que no tropiece tu pie". La cortesía, la modestia, la humildad, el llanto, el esfuerzo, eso te hará noble, amado, enaltecido. Escucha, ningún soberbio, jactancioso o desvergonzado llegó jamás al reino. XIV Conoce los símbolos, las palabras. Canta bien, habla bien, conversa bien, responde bien, ora bien. La palabra no es algo que se compre. Conoce la condición honorable, lo que es bueno: no cometas adulterio, no te embriagues, no te sometas al juego ni al azar; no menciones tu linaje ni tu condición viril; no seas indiscreto ni cobarde; no procures los primeros lugares. Que tu corazón no sea tu madre. Que la ceniza esparcida y la encrucijada no te den órdenes. Que tu deseo no devore tu pie. Que una falda no te mueva ardientemente, pues envilece, desgasta, ensucia. No obres sin reflexión ni te entregues sin tomar medidas. No comiences tu trabajo sin analizar, y sin considerarlo serenamente no te impongas. No aceptes lo que no mereces ni reclames lo que no es tuyo y no abuses de lo que no has creado. No te envanezcas de tus propias fuerzas. Que tu entendimiento no sea tu apoyo ni de tu convicción te jactes. No construyas tu casa sobre tus propias opiniones, pues eres tan sólo un pajarillo, una cuenta de jade, apenas una pluma.

En cofre ajeno no te metas; en el plato de otro no te reclines. No te invites por ti mismo al convite. Que tu suerte no dependa del azar. Es peligroso, una trampa. Si alguno te sobrepasa, vaya delante. En la entrada no seas el primero. Cuando llegue el momento de hablar, que comiencen los demás. Y si el Supremo no te señala, no tomes la delantera. Si te dan aquello de lo que tienes necesidad en último lugar, no te enojes luego. Y si no te dan nada, agradece por ello. Así lo quiso el cielo: es merecimiento. No te hagas de rogar ni busques que te ofrezcan. Y no dos veces seas advertido, pues corazón tienes dentro de ti (para entender). No busques en exceso una buena apariencia, pues él te acepta así, discretamente. En cualquier sitio, en cualquier momento, tus adornos y tus joyas podrán arrojarte al torrente. A la hora de sembrar, no sólo vayas y siembres: prepárate bien, selecciona bien, planta bien, para que bien eches raíces. Cultiva bien tu sementera, tus campos, tus nopales. Constrúyete allí una casa buena, firme, con ayuda de todos, y déjala en herencia a aquellos a quienes educas. Que vean en ti al que enseña y se preocupa, pues el que instruye a otros fundamenta el modo de no dar vueltas en vano. XV Pide con entera humildad, suplica con justicia: he ahí concentrado todo el ritual. Pues satisface, compensa el labio que se manifiesta en súplica. ¿Es que ya lo sabes todo sobre la tierra? ¿No estás acaso tanteando con los pies? ¿Te conduces a ti mismo? ¿No eres aún llevado, cargado? Mañana o pasado mañana, ¿quizás llegaremos a saber aquello que sólo Él y únicamente Él conoce? Recuerda que te está viendo Nuestro Señor, el que conoce el interior de la piedra y el palo (cuerpo y alma), el que escudriña el corazón del hombre. ¡Nadie conoce su poder, nadie sabe su peso! ¡No es cierto que vivamos sobre la tierra! XVI Hay un hombre que vive en embriaguez y en sus manos se babea. Ha manchado su cuello, se apresta a difamar, se apropia de las cosas y da alaridos, pues la hierba y el vino le han atado. Ese ya no sale por su salida ni vive su propia vida, ya no corre su carrera, no tiene rostro ni orejas, ya no canta, no dice, no se expresa, a la hora del grito ya no puede gritar, no tiene camino ni conoce el orden, pues no presta atención a la palabra buena, aquella que eleva, que expresa. Sólo y sin reflexión vive, moviéndose siempre, cayendo de repente, desgarrado, revolcándose en su inmundicia, no se levanta en paz ni se acuesta en alegría, como conejo se inquieta, como venado huye. En ceguedad vive y no sale de ahí, no quiere crecer, solo anhela escabullirse, rechaza con el pie, nada comprende ni retiene, no es civil, se arroja contra sí mismo, se abandona a las dudas, da golpes, gruñe, muerde. Ese violó la voluntad de Nuestro Señor. Por eso ya no extiende su brazo cuando debe extenderlo ni va al sitio a donde debe ir, no entra a donde debe entrar ni morirá cuando deba morir. XVII Cuanto puedas produce, ambiciona las flores de Aquel que te dio la vida, Aquel por Quien vivimos. Puedes vivir a Su lado en este día que en préstamo has venido a pedirle. Regresa junto a Él, ten consciencia de tu dueño, pues se duele, se enfada cuando le olvidas y, puesto que sois uno, devuelve a tu corazón su pena y su olvido. Busca y reconoce qué es lo que Él quiere de ti sobre la tierra. Como cuando buscamos a tientas, como cuando pintamos un libro, ve así: con calma pero sin detenerte. Identifica en qué consisten el

infortunio y la desdicha, la inhumanidad y la pérdida, y así no vivas. Sólo en tu propia paz, en tu prudencia, ve adelante sin vacilación ni duda, para que no entristezcas mi corazón. Con toda tu atención, serenamente, así vive. Y no te aflijas por la miseria humana, no te enfermes de pena ni tus entrañas adelgacen, no desfallezca tu corazón ante lo retorcido, ante lo que no es recto. ¿Es que sólo tibieza, bondad, ha de ser nuestra suerte? Sé un guerrero, arrójate al Ser del Cielo, Aquel que nos da vida. Con toda tu fuerza, con todo tu aliento, átate a lo alto, ve junto a él, arrójate a él. Y ocurrirá que él mismo llegará a ser raíz de tu existencia. XVIII ¿Has recibido Su aliento, Su palabra? Guárdalo en tu corazón como un secreto. Que no te aturda, ni embriague ni te cause orgullo. Ya comprenderéis cómo a nada, a nadie olvida Nuestro Señor. Entra en la bienaventuranza de Dios. Baja tu cabeza, flexiona tus rodillas, adopta una postura atenta, acostumbra tus piernas. Resbala, deslízate hacia Nuestro Señor. Y si algo te atormenta, si algo interfiere tu fluir, disípalo en su dicha y afirma tu vida. Entra en la presencia del Dueño de la Cercana Compañía, el Humano, el que es Noche y Viento (invisible e impalpable); ofrécele enteramente tu corazón y tu cuerpo. Concéntrate en Él donde estás, acércalo a tu rostro, a tu corazón. Mas aún: disfruta la riqueza de Aquel que te atormenta, Aquel que te hace puro. Su agua de intenso azul, su fuente de jades, su vaso de turquesa ha depositado en ti para lavar tu alma y tu vida, y merecerte. No murmures nada en tu interior, nada digas ni pienses en forma reactiva del yerbazal (de tu mente), pues dentro del alma y el cuerpo ve y escucha Nuestro Señor. Si en verdad controlas tus distracciones, él dispondrá algún remedio para tu necesidad. Concéntrate enteramente en Él. El nombre y la gloria de Aquel que todo lo puede es lo único que causa gozo. Él reparte su gloria allá, en lo alto, para todos. Y cuando una persona buena lo recibe, Él se vuelve cual un ave excelente, de su cola, de sus alas brotan padres y madres, brotan aquellos que nos guían en cualquier rincón del Universo en que existamos. XIX Hijo mío, esto que te doy a comer es alimento puro. Lo que es para comer sobre esta tierra, acércalo a tu rostro. No te hagas semejante a piedra, pues ya sabes que si una piedra es dura, no sólo una vez se le golpea hasta que se quiebra. Observa al venado cuando lo persiguen: va asustando, ignora a dónde va: al hueco, a la muerte. Y tú, ¿acaso eres venado para que no sepas a dónde vas? Pues te ha sido mostrado el camino, por tu propia voluntad te traicionarías si lo pierdes. Mira: como árbol florido que ya no retoña ni echa brotes - pues sólo reverdece si resiste la helada, que de otro modo se marchita y seca -, así tú, si no retoñas y echas ramas a la hora del verdor y del renuevo, por tu propia voluntad te habrás arrojado a la boca de las fieras. Ahora que Nuestro Señor te ha mostrado su bondad, ahora que dentro de ti se agita, no lo desprecies. No juegues con un poco en tu interior para devolvérselo luego, hastiado, pensando: ¿en verdad he sido sanado? Ahora que te has acercado a la riqueza que de su presencia viene, ¿lo ofenderás de nuevo? ¿Volverás a ensuciar tu ser, tu alma? Con todo, aún cayendo muchas veces, si de nuevo recuerdas a tu Dios y te limpias sinceramente frente a él, arrojando tu mancha en su presencia, una vez más él tendrá piedad de ti y te mirarán sus ojos. Ve, disfruta de tu tesoro, que viene del seno de Nuestro Señor.

XX He aquí mi disposición final, aquello que te identificará como mi seguidor, lo que debes seguir y compartir, pues es alimento escogido. Sólo tres consejos deseo encomendarte: el primero, que busques con anhelo hacerte amigo de Aquel que está en todas parte, en todos cuerpos, pues es Noche y Viento y Dueño del Cerca y el Junto. Y, en tal empeño, mira que no te hagas orgulloso, desesperado o cobarde, sino humilde de corazón, poniendo toda tu esperanza en Nuestro Señor y atreviéndote a mantener sus prescripciones. Lo segundo que debes recordar: ten paz con todas los seres humanos, respeta a todos y a nadie agravies. Por nada del mundo avergüences a otra persona. Cálmate, que digan de ti lo que quieran. Calla aunque te combatan y no respondas. Así demostrarás tu condición viril y tu nobleza, y todos sabrán que eres digno representante mío. Y lo tercero que te pido es que no pierdas el tiempo que te ha dado el Ser Supremo sobre este mundo. Ocúpate en lo que es bueno de día y de noche, no desprecies el tiempo. Porque no sabes si volverás a vivir o si reconocerás tu rostro allá, donde de algún modo se existe. Aprovecha esta vida. Basta con esto, que era mi misión. Haz en lo adelante lo que bien te parezca. Toda persona que se atenga a su propio bien, allegará la excelencia y conquistará la vida.

Nuestras Doctrinas El siguiente texto está tomado del Toltekapantli, regla de la comunidad tolteca.

Las doctrinas Las enseñanzas toltecas se resumen en siete doctrinas que explican la naturaleza de la conciencia y el ser humano. Estas son: la unidad divina, la impermanencia de las formas, la evolución de la conciencia, el ejemplo de la Serpiente Emplumada, el merecimiento por las obras, la manifestación del nagual y la emancipación de la percepción. Estas doctrinas son de naturaleza práctica. Todo macehual está invitado a verificarlas para que su aceptación sea sincera y produzca frutos. Toda aceptación que no se base en la verificación individual, es inútil para los propósitos del modo de vida tolteca. La unidad divina Todo cuanto existe proviene de una fuente: la energía cósmica, y todo regresa a esa fuente una vez cumplido su ciclo evolutivo. La energía cósmica es impersonal e incondicionada, infinita en el tiempo y el espacio, plenamente consciente, intencional y poderosa. Sus manifestaciones no tienen fin. La energía cósmica es la realidad subyacente en todas las visiones, el destino de todas las devociones, el impulso de todas las decisiones y la

experimentadora de todas las acciones. En la tradición de Anahuac, recibe diversos nombres que describen aquellos de sus aspectos que resultan inteligibles al ser humano. Algunos de estos son: • • • • • • • •

Nahualli, nagual: indica que su naturaleza última está oculta a la percepción y el razonamiento, y sólo puede ser entendida por ella misma a través del nagual. Centeotl, divina unidad: indica que es la semilla de la existencia, la voluntad de permanencia y el potencial de realización de todos los seres vivos. Ometeotl, divina Uni-dual-trinidad: indica que es el soporte causal del Universo, al cual imprime orden y propósito, y que se manifiesta mediante el poder de la percepción. Moyocoyani, quien se crea a sí mismo: indica que existe en y para si, genera su propia vida y se refleja en los propósitos existenciales de cada ser. Ipalnemoani, aquel por quien vivimos: indica que se expresa en cada ser a través de sus vehículos de conciencia y sus centros de percepción. Tloque Nahuaque, dueño del cerca y el junto: indica que da apoyo, alivio, protección y guía, favoreciendo las experiencias positivas e inhibiendo las negativas. Quetzalcoatl, serpiente emplumada: indica que siempre busca superarse, promoviendo la evolución de la vida y la conciencia, el individuo y la sociedad, la cultura y la civilización. Tezcatlipoca, humo del espejo: indica que abre los sentidos e inspira los instintos de todo ser viviente, y señala el camino al conocimiento del nagual.

La impermanencia de las formas Aunque la energía cósmica está más allá de definición y entendimiento, es posible percibirla, experimentarla e interactuar con ella a través de sus manifestaciones. Sus manifestaciones son inagotables y reciben en conjunto el nombre de Tonal. El Nagual es todo y el Tonal la parte del todo que percibimos. El Tonal es una interacción de fuerzas: su flujo es la fuerza positiva y su interrupción, la negativa. La combinación de ambas produce los atributos de la existencia. Todas las manifestaciones de la energía reflejan, en alguna medida, su naturaleza consciente, volitiva y creadora. Toda existencia particular está condicionada por los atributos de forma, movimiento, potencial energético y estado de conciencia. Debido a que existen en la composición de sus atributos y lo compuesto se descompone, todas las manifestaciones son impermanentes. La impermanencia implica la degradación de la forma, la transferencia del movimiento, el agotamiento del potencial energético y el cambio de estado de conciencia. La percepción Seres conscientes son aquellas manifestaciones capaces de encapsular el flujo de la energía cósmica y utilizarlo para sus propios fines. El propósito existencial de los seres conscientes es acrecentar, mediante sus experiencias particulares, el acervo de experiencias de la energía cósmica. Siguiendo este comando, los seres aprenden a fijar su conciencia en las manifestaciones de la energía, transformándola en percepción La percepción es el resultado integrado de los procesos de sensación, integración e interpretación. La sensación es el proceso mediante el cual la energía se reconoce a si misma a través de los sentidos, creando la entidad, un núcleo capaz de transformar las fluctuaciones de intensidad de la energía en experiencia. La integración selecciona hechos energéticos para construir un mundo, creando al individuo, una función de la entidad que transforma las experiencias en descripciones. La interpretación transforma los hechos energéticos en un conjunto de objetos espacio-temporales,

creando a la persona, una resonancia de la individualidad que convierte las descripciones en historia personal. Cada fase del proceso condiciona la percepción. En nuestra especie, el resultado es una construcción mental llamada forma humana. Debido a que su forma refleja la conciencia cósmica, el ser humano se percibe como la más importante de las manifestaciones. Este fenómeno de autorreflejo le obliga a construir un mundo a su imagen, gobernado por dioses y demonios que son proyecciones de sus esperazas y temores.

La atención La conducción intencional del flujo de la conciencia es atención. La atención es una facultad de los seres conscientes que les permite seleccionas impresiones, de entre un conjunto infinito y caótico de ellas, y enfocarles su energía. La atención primaria obedece a comandos genéticos y se enfoca en los estímulos sensoriales que favorecen la conservación del individuo y el grupo. Tal selección hace que el ser consciente se identifique con las formas y divida la realidad en las nociones del yo y el mundo externo. Los seres autoconscientes pueden trascender sus límites naturales, al enfocar su atención en estímulos abstractos. Tal selección cualifica sus experiencias y genera cultura, una forma de organización de la energía que acelera y reorienta el proceso evolutivo. El desapego de los estímulos sensoriales no se consigue renunciando a los sentidos, sino educando la voluntad. La voluntad es el reflejo del intento cósmico en un ser consciente, un potencial creador que se activa al atender y se desarrolla al abstraer. Mediante un esfuerzo de voluntad, es posible desligar la atención de los estímulos externos y enfocarla en el proceso perceptual en sí, destruyendo la sugestión de las formas, integrando la realidad y fundiendo al observador y lo observado en el acto de visión. La evolución de la conciencia Toda forma de conducción de la atención, sea por comando natural o deliberado, sirve a la evolución de la conciencia. La evolución de la conciencia tiene tres grados: reconocimiento del medio, de sí mismo y del nagual. Aquellas entidades conscientes que no se reconocen a sí mismas, se ven forzadas a aceptar las sugestiones del medio, siguiendo un curso evolutivo basado en el accidente. Aquellas entidades que se reconocen a sí mismas como manifestaciones particulares de la energía, son capaces de enjuiciar y modificar al medio a conveniencia, orientando el curso de su evolución. Aquellas entidades que se reconocen como energía, son capaces de liberarse de toda sugestión externa y de construir su propio medio, redirigiendo su curso evolutivo al estado de conciencia del nagual. La evolución de la conciencia es conducida por los imperativos grupales hasta que el ser se reconoce a si mismo; en adelante, sigue un cauce de desarrollo individual. La energía cósmica se supera a si misma, promoviendo la evolución de sus manifestaciones a fin de obtener experiencias cada vez más refinadas. Todo ser debe alimentarse para sobrevivir. Cuando un ser más evolucionado consume a otros menos evolucionados, transforma la cantidad de vivencias en calidad de vivencias.

El proceso evolutivo tiene tres fases: polarización de la energía, síntesis de las polaridades y salto de orden. La energía se polariza cuando surge un conflicto y se sintetiza al aplicarle atención, lo cual permite la manifestación de propiedades superiores. Todo estado evolutivo es trascendible, pues la evolución de la conciencia es infinita. Los vehículos de conciencia Un ser consciente es un sistema compuesto por cinco vehículos de expresión y siete centros perceptuales. Los vehículos son campos transformadores de la energía. Hay cuatro vehículos de base, de naturaleza física, vital, emocional y mental, y un vehículo potencial llamado el nagual. Para que un ser consciente sobreviva, sus vehículos de base deben actuar en conjunto; el grado de acción y coordinación de cada uno determina las características del ser. Para que los vehículos funcionen correctamente, hay que proporcionarles alimento e higiene apropiados. • • • •

La función del cuerpo físico es moverse, tener sensaciones y reproducirse. Se alimenta de comida y agua, y se purifica por limpieza física y cuidado de la salud. El campo vital transforma la energía cósmica en vitalidad y la suministra a los vehículos y centros. Se alimenta de respiraciones y luz, y se purifica por sueño y recapitulación. El campo emocional potencia y regula el funcionamiento de los centros. Se alimenta de impresiones y se purifica al canalizar apropiadamente las emociones negativas. El campo mental selecciona, memoriza e interpreta impresiones. Se alimenta de información y se purifica por ayuno de apegos y creencias.

Los vehículos de base tienen un tiempo limitado de vida, después del cual, se desintegran y mueren. A fin de perpetuar la conciencia, la energía cósmica pone a disposición de los seres conscientes el vehículo independiente del nagual, capaz de absorber las funciones de los demás vehículos. El nagual se educe por un comando, se alimenta de tareas que lo desarrollan y se purifica mediante el uso sobrio de los demás vehículos. Los centros perceptuales Los centros perceptuales son estaciones que modifican la percepción y almacenan la experiencia; forman una red que da estructura a los vehículos. Hay siete centros principales, llamados en el simbolismo de Anahuac: escorpión, plumón, bandera, flor, cetro, gema y cuchillo de pedernal. En el ser humano, estos centros resuenan, respectivamente, en la base de la columna vertebral, el vientre, el ombligo, el pecho, la garganta, el entrecejo y la coronilla. Su actividad se manifiesta como impulsos, instintos, sentimientos, intuiciones y sentidos, que son modificaciones de las dos tendencias básicas de todo ser consciente: conservarse y trascender. • • •

El centro coccígeo es la sede de la energía vital. Genera los instintos de conservación y reproducción. Está plenamente activo en todas las especies vivas. El centro ventral genera los impulsos filiales, de socialización, comunicación y pertenencia. Se activa naturalmente en las especies superiores. El centro umbilical es la sede del ego. Genera los impulsos de liderazgo, representación, competitividad y predominio. Se activa de forma natural en los seres humanos.

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El centro cardíaco genera los sentimientos de amor y altruismo, y los sentidos de autosacrificio y cumplimiento del deber. Se activa, asumiendo retos y abstrayendo la atención. El centro laríngeo es la sede del intento. Genera los impulsos volitivos y creadores. Se activa, tomando decisiones y afrontando las consecuencias. El centro frontal es la sede del ver. Genera los impulsos intuitivos que integran la percepción. Se activa al ensoñar. El centro occipital es la sede de la trascendencia. Genera el irrefrenable impulso de la libertad. Se activa al educir al nagual. Grados de activación

Según la disponibilidad energética, los centros perceptuales pueden funcionar en forma intermitente, sostenida o plena. En el grado intermitente, los impulsos no se sostienen y la memoria de las experiencias relativas al centro se disgrega. Si la actividad de los centros desciende a este grado, el individuo siente que se duerme, su memoria se interrumpe y su atención se entrega a ensoñaciones. En el grado sostenido, los impulsos se mantienen y generan experiencia, que es almacenada por la memoria del centro. Si uno o más centros se sostienen, el individuo siente que despierta, su memoria alinea la historia personal y se activa el juicio crítico. En el grado pleno, los impulsos realizan su propósito existencial. Si uno o más centros funcionan a plenitud, el individuo entra en un estado de éxtasis relativo a los impulsos de esos centros, caracterizado por las sensaciones de intenso gozo, fusión y libertad. El éxtasis de un centro involucra las propiedades extáticas de los centros inferiores. El éxtasis más común es el del orgasmo, vinculado al centro de la reproducción. Para que un ser consciente sobreviva, su centro reproductivo debe funcionar a plenitud, pues su función es alimentar al sistema. Cuando fallas en el vehículo vital disminuyen la capacidad de este centro, el sistema se desintegra y el ser consciente, incapaz de procesar las impresiones, muere. Los centros perceptuales son potenciales evolutivos presentes en todo ser consciente; la evolución de los seres consiste en su paulatina activación. Los centros se activan al aplicarles atención. Un centro puede pasar a un grado de actividad superior, siempre que el que le precede funcione potencialmente a plenitud. Los centros inferiores del ser humano fueron activados en el curso de su evolución natural, pero los superiores requieren de manipulación deliberada. En el humano promedio, los centros coccígeo y ventral pueden funcionar a plenitud, el umbilical funciona en grado sostenido y los demás, sólo en forma intermitente. La plena activación de los centros superiores produce santos, chamanes, profetas y mensajeros de la Serpiente Emplumada. Esferas de acción A medida que el ser humano activa sus centros, se hace capaz de abarcar esferas de acción más amplias. Una esfera de acción es el medio en el que los impulsos de un centro pueden expresarse a plenitud y el referente de la identidad de un individuo o grupo. La pertenencia a una esfera de acción se denota por un sentimiento de responsabilidad con su destino, que es desarrollo del impulso básico de conservación.

El salto de una esfera a otra incrementa la disponibilidad energética del individuo o el grupo, y consolida su sentido de identidad. Siete esferas son accesibles al ser humano, de naturaleza animal, familiar, individual, social, natural, universal y divina. • • • • • • •

La esfera animal es nuestra herencia natal. Deriva de un sentimiento de responsabilidad por los vehículos de base, al servicio de la supervivencia del individuo. Cuando la responsabilidad por los vehículos se extiende a los hijos y parientes, se activa la esfera familiar, al servicio de la supervivencia del grupo. La esfera individual se activa cuando la responsabilidad por el grupo evoluciona en un sentido de búsqueda de superación personal, al servicio de la evolución del individuo. La esfera social se activa cuando la responsabilidad por el propio desarrollo se extiende a todos los miembros de la especie, propiciando la evolución colectiva. El despertar del centro de las decisiones activa la esfera natural, extendiendo la responsabilidad social a toda forma de vida. El despertar del centro de la visión activa la esfera universal, extendiendo la responsabilidad ecológica a toda manifestación de la energía. El despertar del centro coronario activa la esfera divina, transmutando el sentido de responsabilidad en poder creador, y el impulso de conservación en inflexible voluntad de permanencia. La evolución social

El ser humano es producto de la interacción del individuo y la colectividad. Tal como la colectividad no existe fuera de sus miembros, el individuo no existe fuera de su contexto social. El propósito de la sociedad es favorecer la evolución de sus miembros. Sus miembros son a la sociedad como las células al cuerpo físico. La sociedad es un organismo vivo, capaz de expresar los tres grados de la conciencia, reconociendo al medio, a sí misma y al nagual. La sociedad cobra conciencia del medio natural cuando se organiza y genera un excedente de energía que dirige a objetivos culturales. Se hace autoconsciente cuando desarrolla una perspectiva histórica de sí y normaliza sus instituciones, entrando en la fase de la civilización. Cobra conciencia del nagual cuando se toltequiza, integrando sus símbolos culturales y confiando su conducción al linaje de sabiduría. El reflejo de la autoconciencia social en el individuo, es el sentido de la moral, alimentado por los valores vigentes en cada época y lugar. Este sentido sirve al objeto de propiciar la interacción del individuo y la colectividad. Para que funcione, debe evolucionar. Toda ganancia energética implica la reestructuración del medio. La evolución moral del individuo sólo se puede completar mediante la transformación de la sociedad. No hay cambio exterior sin cambio interno. La evolución social comienza con el desarrollo de los potenciales individuales. La sociedad puede saltar a un grado de conciencia superior cuando la disponibilidad energética de sus miembros alcanza una masa crítica. No hay cambio sin dolor. A medida que la sociedad se acerca a un salto de orden, se acumulan en ella sentimientos de frustración que buscan su involución. La oposición entre las tendencias evolutivas e involutivas origina un punto de ruptura que se resuelve mediante una revolución. El objeto de la revolución es devolver la evolución a su cauce original, creando condiciones favorables para el desarrollo de la conciencia. Su detonador es un individuo que, por circunstancias energéticas e históricas, encarna las necesidades y esperanzas de los demás. La historia humana se estructura en torno a tales individuos, que son llamados mensajeros de la Serpiente Emplumada. La Serpiente Emplumada

A fin de conducir a los seres conscientes, la energía cósmica se manifiesta como el nagual, llamado, por su doble naturaleza, Serpiente Emplumada. Serpiente Emplumada es el potencial energético de todo ser consciente, susceptible de ser realizado por todo ser autoconsciente. En el individuo, se manifiesta como un estado de conciencia discontinuo, que puede hacerse continuo mediante la educación. En la sociedad, se manifiesta como un reformador de los paradigmas e instaurador de un nuevo ciclo cultural. El fenómeno de conciencia representado por la Serpiente Emplumada es universal y se adapta a las circunstancias históricas y culturales. En la especie humana, se manifiesta en una estructura trina, cuyos elementos tienen la función de preparar, detonar y conducir la revolución social. Tales apariciones ocurren cíclicamente, con intervalos históricos de veinte ataduras divididas en dos fases: la primera de construcción y la segunda de consolidación. Cinco de tales recurrencias forman el ciclo de la Serpiente Emplumada, diseñado para la progresiva redención del componente animal de nuestra naturaleza. El merecimiento Todo niño que ha comido masa de cereal contrae una deuda de vida con los seres conscientes, que sólo puede pagar, ayudando a la evolución de todos los seres. El ejemplo de la Serpiente Emplumada actualiza esa deuda, al imponer a todo adulto la decisión de hacerse responsable por sus propias obras. El ejercicio de la responsabilidad genera merecimiento: el resultado energético de la acumulación de obras meritorias. La Serpiente Emplumada estableció un pacto con la especie humana, haciéndonos merecedores de Su estado de conciencia a través de las obras. En lo individual, el merecimiento consiste en liberar excedentes de energía mediante su ahorro, afinamiento y recanalización. En lo social, es merecido quien refleja el estado de conciencia de la Serpiente Emplumada, sirviendo de inspiración y modelo de vida para otros. No hay merecimiento sin un reto que vencer. Los retos pueden ser naturales, sociales y de conciencia. La condición humana no es un producto natural, sino una conquista permanente de los retos naturales y sociales, que nos da derecho a existir. La condición del tolteca exige, además, afrontar el reto de perfeccionar la conciencia y hacerse un soldado de la guerra florida, una contienda contra nuestros defectos y limitaciones. Implica sustituir las creencias por la experiencia propia y dedicar al perfeccionamiento de la percepción cada momento de nuestra vida, sea que estemos dormidos, despiertos o en éxtasis.

Los destinos de la conciencia La muerte de los seres conscientes es un fenómeno natural, consistente en la desintegración de sus vehículos de expresión y sus centros perceptuales. La muerte ordinaria comienza con la disfunción de los vehículos, la obturación de los sentidos y el adormecimiento de los centros. Al quedar sin energía, el sistema de centros se disgrega durante nueve días, plazo en el cual deja de existir la persona.

Durante cuatro años subsisten restos de memoria que generan sueños progresivamente incoherentes, hasta que desaparece la individualidad. La entidad sobrevive durante tanto tiempo como vivió la persona, plazo en el que las experiencias individuales se disuelven en el banco de experiencias de la energía cósmica. La muerte implica el cese de la vida, pero no necesariamente el de la conciencia. La conciencia desaparece por su subjetiva asociación con los vehículos. Al identificarse con los vehículos de base, el individuo canaliza su impulso de trascendencia a través de la reproducción, y se extingue. Al activar el nagual, el individuo le transfiere su impulso de trascendencia y se desliga de la suerte de los vehículos de base. Un nagual puede guiar al difunto a liberarse de sus apegos físicos, mentales y emocionales, y a aceptar serenamente su fusión con la energía cósmica. La manifestación del nagual La condición humana es un puente. Su origen es el desarrollo de la naturaleza animal y su destino, la manifestación del nagual. Mediante la práctica, la suma de experiencias y estados de conciencia vividos por el individuo puede cristalizar en el nagual. El nagual es una entidad autoconsciente, capaz de actuar sin el apoyo del sistema de vehículos y centros. Debidamente entrenado, manifiesta los más elevados atributos de la conciencia. El nagual se puede entrenar mediante el cultivo de la memoria y el sueño. La memoria debe ser capaz de recordar el propio nacimiento; el sueño debe ser tan controlado como la vigilia. La primera fase del entrenamiento del nagual consiste en ponerle tareas que lo domestiquen, como encontrar objetos o rastrear información. La segunda fase consiste en sumergirlo en el acervo de experiencias de la energía cósmica, para que adquiera conocimiento. La tercera fase consiste en templarlo para que afronte los retos del mundo superior, que son: hacerse consciente de sí, controlar sus reacciones y desarrollar sus capacidades de comunicación, depredación y desapego. La cuarta fase consiste en asumir la liberación de todos los seres, como condición para emprender el vuelo libre de la percepción. En el sujeto de tal experiencia, las fases de desarrollo del nagual producen los estados de despertar, iluminación, visión y liberación. Está despierto quien rompe los límites psicológicos del sueño y la vigilia, unificando su percepción. Iluminado es quien comprende que los procesos mentales no describen al mundo, sino al perceptor. Vidente es quien potencia sus capacidades perceptuales de tal modo, que puede ver directamente el flujo de la energía. Liberado es quien emancipa su percepción de la dependencia de los vehículos y los centros. La liberación de la percepción Como forma humana, somos libres para percibir todo lo que es humanamente posible. Como terminales de la energía cósmica, podemos liberar la percepción del condicionamiento de los vehículos y los centros. Ese es nuestro verdadero poder y el propósito final de nuestra existencia. Liberar la percepción no significa dejar de percibir, sino dejar de hacerlo a través del molde de la forma humana. La trascendencia de la forma humana se consigue diluyéndola en la intensidad vivencial del nagual.

Al vencer sus retos, el nagual rompe la sugestión de los sentidos, las emociones y la mente, aprendiendo a moverse y a ser consciente y volitivo más allá de las condiciones del tiempo y el espacio. Al no depender de los vehículos y centros para percibir, no es susceptible de engaño o error. Careciendo de un organismo con el cual morir, es inmortal y vive para siempre. Por su naturaleza avasalladora, el nagual absorbe, sintetiza y transmuta los atributos del ser humano, que de ese modo se convierte en dios. El estado de conciencia del nagual es despertar absoluto; quienes lo alcanzan son creadores de su propio destino. A fin de proporcionarse un reino a la medida de su divinidad, el nagual creó un mundo mediante la visualización, encarnó en sus criaturas y diseñó el plan civilizador de las serpientes emplumadas. Como nagual del Universo, la Serpiente Emplumada recibe el título de Príncipe de las Transformaciones.

La práctica del macehual El Templo de la Serpiente Emplumada propone a toda persona que desee desarrollar sus potenciales de conciencia, una práctica diaria consistente en los siguientes pasos: Primero: recapitulación de lo que soñamos, al despertar en la mañana. Es un recuento mental o escrito de nuestros sueños, realizado sin ánimo de interpretación, sólo de observación. Esta práctica nos obliga a prestar más atención a la fase onírica de nuestra existencia. Como resultado, comenzamos a tomar control de los sueños, eliminamos las pesadillas, limpiamos la suciedad acumulada en nuestro subconsciente y aprendemos a usar el espacio de los sueños para actividades útiles, tales como estudiar o resolver problemas. Segundo: ejercicios físicos. Los sabios de Anawak desarrollaron una serie de movimientos y posturas físicas que nos ayudan a reciclar la energía, lo cual redunda en un mejoramiento de la salud física y mental. Algunos de esos ejercicios han sido compilados bajo el nombre de Kinam (del término nawatl Kinamiktli, "fuerza aplicada para conseguir el equilibrio"). Por sus benéficos efectos, recomendamos a los macehuales practicar diariamente alguno de estos ejercicios, en el momento que lo considere apropiado, ya sea como un fin en sí o como preparación para el siguiente paso. Tercero: meditación individual. La meditación es un ejercicio de recogimiento de los sentidos, silencio mental y éxtasis, que se puede sostener durante tanto tiempo como lo consideremos apropiado. Podemos apoyar nuestra meditación con prácticas de concentración tales como respiración rítmica, visualización de los centros energéticos, sahumerios, oración y rosario. El mejor

momento para meditar es temprano en la mañana o al anochecer; nunca se debe hacer inmediatamente después de una comida. Cuarto: recapitulación vigílica. Este ejercicio se debe hacer inmediatamente antes de dormir en la noche. Consiste en un recuento mental o escrito de lo ocurrido durante el día, realizado sin ánimo de interpretación, sólo de observación. Su propósito es que tengamos una visión objetiva de nuestras acciones. La práctica individual diaria es una medida de higiene tan elemental como lavarse la boca en la mañana. Para que rinda frutos, se debe complementar con higiene física, alimento e impresiones sanos, estudio y trabajo.

El Credo Tolteca Wellateumatini katia. Ka sa se inteou’ kisemmatia inkinotsaia inkitlatlau’tiaia initoka Ketsalkoatl. Intlamakaskau’katka inteupishkaun san noitoka Ketsalkoatl. Au’ inin senka wellateu’matini katka intlein kimilwiaya inteupishke in Ketsalkoatl welkichioaya amo kitlakuaya. Ka kimilwi kinnonots: “Ka sa sen teotl itoka Ketsalkoatl. Atle kineki. San koatl san papalotl Inankimakaske inishpan ankimiktiske”.

Eran cuidadosos con las cosas divinas. Sólo un Dios tenían, al que invocaban, suplicaban. Su nombre era Serpiente Emplumada. El sacerdote y servidor también era llamado Serpiente Emplumada. Y tanto respetaban las cosas divinas, que todo lo que les decía Ketsalkoatl, eso hacían, no lo cambiaban. Él les advertía: “Sólo hay una Deidad, Serpiente Emplumada es su nombre. Nada pide. Sólo serpientes y mariposas, eso le ofreceréis y le sacrificaréis”.

La unidad divina En la abundante literatura devocional del México antiguo que se conserva, es difícil encontrar dogmas o definiciones absolutas. Ello se debe a que las ideas religiosas toltecas no se basaban en creencias, sino en la experiencia directa de lo divino, tal como exhorta el libro sagrado: “Sean toltecas: personas de experiencia propia.” (Wewetla’tolli). Por eso, resulta doblemente interesante encontrar, entre los textos que redactaron para el padre Sahagún sus informantes nativos, el siguiente dogma, que hemos adoptado como proclamación de fe del Templo de la Serpiente Emplumada: “La Deidad es una sola, Serpiente Emplumada es Su nombre. Nada pide. Sólo serpientes y mariposas le ofreceré y le dedicaré” (Códice Matritense).

Aquí se expone, de un modo muy sintético, lo que opinaban los anahuacas sobre la Deidad y su relación con el ser humano. El primer enunciado afirma: Ka sa sen teotl, "la Deidad es una sola". Para entender esta frase, hay que recordar que los anahuacas no aceptaban la existencia personal de Dios. Por lo tanto, aquí no se habla de Dios en el sentido bíblico del término, sino de ese estado unificado de la energía llamado en nawatl Setilistli, unidad, y del cual toma nombre el Universo: Semanawak, la unión de los contrarios. Todos los seres vivos poseemos, sea en forma instintiva o intuitiva, una noción de la unidad subyacente en la diversidad de fenómenos que atestiguamos. Aún un gusano o una planta perciben que su vida tiene un centro, una razón de ser en torno a la cual giran todas sus acciones. La ciencia moderna ratifica ese sentimiento, al proponer una teoría unificada que pretende explicar la totalidad de la existencia. Al proclamar la unidad como primer punto, el Credo Tolteca no sólo hace suya esa vocación de universalidad que distingue a las religiones verdaderas, sino que también excluye la creencia en una dualidad divina antagónica, es decir, en un Dios bondadoso que se opone a un Diablo maligno. Ambas entidades, nacidas de una mala interpretación del pensamiento bíblico, simplemente no caben en la cosmovisión tolteca. La Serpiente Emplumada Una vez enunciado este axioma central, el texto pasa a describir la naturaleza de la Deidad, afirmando: Itoka Ketsalkoatl, "su nombre es Serpiente Emplumada". Una persona no versada en el pensamiento tolteca podría interpretar esta frase en un sentido estrecho, como el intento de promover a la deidad mesoamericana por encima de otras. Pero, nada más lejos de la intención de quien redactara este texto, porque Serpiente Emplumada no era el nombre de un ser personal, sino una metáfora del proceso evolutivo. Los toltecas sostenían que el mundo fue creado gradualmente, a través de largos ciclos geológicos y biológicos en los cuales se probaron diversas fórmulas para el engrandecimiento de la conciencia hasta que, por fin, ocurrió el milagro de la autorreflexión y el ser humano pudo “invocar al creador”, es decir, plantearse un proyecto espiritual de vida. Este proceso fue comparado con una serpiente que echa plumas y vuela, escapando de las fuerzas de la materia. Al darle a la Deidad el nombre de Serpiente Emplumada, el texto define su naturaleza: afirma que el Ser Supremo es un poder que tiende al autodesarrollo. Puesto que ese Ser es uno con todo, entonces no es otro que nuestro potencial de autorrealización, un potencial que se evidencia a través de ese anhelo que todos compartimos por algo mejor. De modo que, lejos de implicar un adoctrinamiento estrecho en favor del dios anahuaca, el Credo Tolteca nos habla de evolución y trascendencia de las limitaciones derivadas del nombre, la cultura y la religión. Nada pide Tal sentido de trascendencia quedó recogido en la estructura negativa del siguiente verso: Atle kineki, "nada pide". Esta afirmación es extraordinaria, sobre todo, si la comparamos con los exigentes reclamamos de los dioses del Viejo Mundo, siempre ávidos de diezmos y devoción exclusiva. Al comprometerse con esta afirmación, los sacerdotes de Anahuac dieron un osado paso en favor de libertad de fe y en contra del dogmatismo. Los toltecas razonaban que, un ser que pide dinero o devoción, no es un Dios, sino un mendigo. La Serpiente Emplumada no necesita que le demos nada, porque no existe con independencia de nosotros mismos. Por eso, “nada pide”.

Esta enseñanza implica que todos los ritos, diezmos y sacrificios son inútiles por sí, pues no llegan a un poder allá afuera. En todo caso, sirven para probar la sinceridad de nuestra intención, pero no mueven un ápice la balanza en favor de nuestros intereses de conciencia, porque la conciencia se acrecienta entrando en la lucha por el despertar, no tratando de comprar a Dios. Ahora bien, que la deidad no necesite de nosotros no significa que nosotros no necesitemos de ella. ¡Al contrario! Nuestra existencia sólo tiene sentido si se encamina a ese ideal de conciencia metaforizado por la Serpiente Emplumada.

Ofrenda La más preciada de nuestras posesiones es la percepción. Desplegar nuestra facultad de percibir el mundo hasta el punto de ser testigos de primera mano de la unidad cósmica, es un privilegio que sólo los dioses poseen y por el cual vale la pena sacrificarlo todo. Por eso, el siguiente verso afirma: San koatl san papalotl inankimakaske, "sólo serpientes y mariposas le ofreceréis". Tomando esta frase en un sentido literal, los estudiosos académicos consideran que el culto a la Serpiente Emplumada consistía en sacrificarle serpientes y mariposas. Sin embargo, la alusión es metafórica: el reptil representa al cuerpo físico, debido a que se arrastra por el "polvo" de los pecados, y la mariposa es el alma (no en el sentido cristiano del término, sino como la suma de todas nuestras vivencias), pues es capaz de volar hasta el "sol" de la autorrealización. El verso nos exhorta a dedicar nuestra totalidad a la causa divina. Parece una contradicción pues, primero afirma que la Serpiente Emplumada "nada pide", y luego reclama una ofrenda total. Sin embargo, es precisamente la tensión que se crea entre las nociones de "nada" y "todo", lo que le da fuerza a estos versos. La enseñanza subyacente es que, si bien los poderes creadores del Universo, en su impersonalidad, no necesitan de nosotros, aún así podemos involucrarlos en nuestra personal búsqueda de trascendencia, mediante un magnánimo gesto de desprendimiento. Dicha doctrina quedó plasmada en el mito de Nanawatsin, el profeta de Teotihuacan. Se trataba de un hombre en el extremo de la abyección, un mendigo de horrible apariencia, pues era victima de enfermedades venéreas; pero, cuando los dioses convocaron a los humanos para ver quién se hacía Sol, sólo él tuvo la fuerza para arrojarse a la hoguera. La clave del valor de Nanawatsin fue que no tenía nada que perder. Y, en lugar de quejarse de su miseria, la usó como oportunidad de trascendencia, transformando su "nada" personal en "todo" cósmico. Eso es lo que significa sacrificar serpientes y mariposas: ceder nuestros apegos personales, a fin de alinearnos con el propósito divino o universal de la existencia.

Conclusión Como vemos, los versos del Credo Tolteca tienen una secuencia lógica, pues fueron diseñados para llevarnos a la práctica en cuatro pasos. El primero define lo divino en sentido abstracto, como unidad. El segundo le da una definición concreta y operativa, metaforizada en el nombre de la Serpiente Emplumada. El tercero deslinda y limpia nuestra relación con lo divino, al negar cualquier vínculo basado en la necesidad, es decir, en intereses egoístas. Por último, el cuarto verso proclama la victoria de la voluntad, que nos mueve a la desinteresada entrega de todo nuestro ser.

Habiendo sido inmoladas la serpiente de las limitaciones físicas y la mariposa de la identidad personal en el altar de la experiencia extática, la Serpiente Emplumada y su devoto se funden en un inextricable abrazo y el interés humano se transforma en causa cósmica.

La Confesión de Fe del macehual Nuestra cosmovisión Ya que hablamos de una “confesión de fe”, estamos obligados a aclarar lo que entendemos por ese concepto. Para los cristianos, la fe es la aceptación tácita de ideas no comprobadas. Algunas personas consideran que, mientras más absurda es una proposición religiosa, más mérito hay en brindarle fe. Un ejemplo de este extraño fenómeno psicológico es que, a pesar de que los recientes hallazgos de la paleontología y la genética prueban, sin lugar a dudas, el maravilloso proceso de la evolución, aún hay quienes piensan que el ser humano fue creado a partir de una bola de barro. Los antiguos mexicanos, por el contrario, interpretaban la fe como una actitud de compromiso con la verdad, tal como se nota en el nombre que le dieron en lengua nawatl: Neltokilia, verificar la verdad. La fe tolteca no consistía en aceptar pasivamente las enseñanzas de los mensajeros de la Serpiente Emplumada, sino en corroborarlas mediante análisis y experimentación. Como resultado, el devoto adquiría algo aún más valioso: experiencia. Tal es la propuesta del Wewetla’tolli: "sean toltecas: personas de experiencia propia". El Templo de la Serpiente Emplumada es una institución creada para promover la auténtica experiencia espiritual. En consecuencia, nuestra Confesión de Fe no es un catálogo de creencias, sino una herramienta de uso práctico. Te invitamos a analizar cada una de sus afirmaciones con juicio crítico y corazón abierto, para que puedas percibir el intento que hay detrás de las palabras. Esta confesión tiene siete enunciados que van de lo general a lo particular. El primero afirma: “Creemos que la Conciencia Suprema es Una, Serpiente Emplumada es Su nombre. Nada pide, sólo nuestro cuerpo y nuestra alma como ofrenda”. He aquí resumido el Credo Tolteca, tal como se conserva en el Códice Florentino. Lo hemos adoptado porque describe con exactitud nuestra cosmovisión. Este Credo afirma que la realidad es una, es decir, toda la energía del Universo está conectada. El vínculo del ser humano con esa totalidad consiste en buscar el desarrollo de la conciencia, metaforizada en el nombre de la Serpiente Emplumada. Sólo ofrendando todo nuestro ser a ese propósito, podemos retornar al trascendente estado de conciencia de una divinidad que “nada pide”, pues no existe fuera de nuestro potencial evolutivo.

El descenso de la Serpiente Emplumada El segundo punto de nuestra confesión se refiere al modo como el estado de conciencia impersonal que impregna a la totalidad, al cual llamamos Conciencia Cósmica o Intento Universal, toma cuerpo en los seres humanos. Afirma: “Serpiente Emplumada desciende cíclicamente a la tierra, se manifiesta en la carne, renace del Espíritu y regresa a la Casa de Nuestro Origen para poner un ejemplo a todos los seres vivientes.” Este enunciado tiene tres partes. La primera se refiere a una doctrina característica de Anawak: la ciclicidad. Los textos sagrados afirman que todos los fenómenos tienen una naturaleza cíclica. Pero los ciclos no son mecánicos, no ocurren como mera consecuencia de las leyes de acción y reacción, pues el Intento Universal influye sobre ellos, buscando un equilibrio entre la economía energética y el desarrollo de la conciencia. En otras palabras: el Universo procura trascenderse a sí mismo y manifiesta ese impulso en cada persona, animal y planta, sea como individuo, como sociedad o como especie. La evolución de la conciencia ocurre por etapas y sigue una pauta espiral que asciende, desde el plano de subconciencia en que viven los seres unicelulares, hasta la manifestación de los principios superiores del mundo divino. Los humanos nos encontramos a medio camino entre esos dos extremos; en consecuencia, tenemos una intuición de la unidad cósmica, pero aún arrastramos un grueso lastre de temores, ignorancia y egoísmo, propios de nuestro origen animal. La evolución de nuestra especie siguió una pauta biológica hasta el momento en que tomamos conciencia de nosotros mismos y surgió el individuo. A partir de ahí, la evolución siguió un cauce social. Por lo tanto, nuestra mejor oportunidad de trascendencia consiste en reconocer nuestro ser común y pagar a los demás la deuda que hemos contraído por el hecho de participar de un legado cultural. En ocasiones, las tendencias evolutivas e involutivas que combaten en el seno de la sociedad llegan a un punto de crisis y surgen condiciones para una manifestación mesiánica. De modo que la manifestación mesiánica no es un fenómeno “divino”, en el sentido bíblico, sino una coyuntura histórica que permite la emergencia de un nuevo modelo de civilización. Ese instante de revelación fue llamado por los antiguos mexicanos Serpiente Emplumada, ya que consiste en una confrontación entre los principios materiales, simbolizados por la serpiente, y los espirituales, simbolizados por el quetzal. Tales manifestaciones ocurren en forma periódica, pues responden a causas objetivas que se van acumulando en el seno de la sociedad, lo cual explica por qué, todos los mesías de la tierra se declararon sucesores de un linaje de profetas y todos prometieron regresar. Esto es lo que reconocemos cuando afirmamos que la Serpiente Emplumada “desciende cíclicamente”. La segunda parte del enunciado afirma que la Serpiente Emplumada “se manifiesta en la carne”. En otras palabras: la efusión mesiánica no se queda en lo abstracto, como una intuición que impregna de repente a la colectividad humana, sino que se materializa en un grupo de personas que se hacen receptivas del Intento Universal. En potencia, cada ser humano puede, con un sincero esfuerzo y algo de buena suerte, llegar a ese estado en el cual, la serpiente echa plumas y aprende a volar. Tal posibilidad condiciona la historia; llegará un momento en que todos seamos Cristos, Avatares, Serpientes Emplumadas. Sin embargo, en el actual estado de la sociedad, dicha manifestación se concentra en unos pocos individuos, que sirven a los demás como ejemplo de nuestro potencial de autorrealización. Son ellos quienes mueven la rueda del tiempo, abriendo nuevas vías para la cultura y estimulándonos a entrar en dimensiones superiores de la experiencia humana.

En el México antiguo se recordaba a varios profetas mesiánicos, tales como Sipaktonal, Weman, Nanawatsin y Se Akatl Topiltsin. Nuestro conocimiento actual de la historia nos permite añadir a esa lista a otros maestros, tales como Jesús, Viracocha, Bochica, Osiris, Budha, Krishna y Zoroastro. Todos ellos aparecieron en el momento predicho por el Calendario de Anawak, demostrando de ese modo que forman parte de un movimiento global de la energía. La tercera parte de este enunciado afirma que la Serpiente Emplumada “renace del espíritu y regresa a la Casa de Nuestro Origen para poner un ejemplo”. Así como llamamos "carne" a la visión que tenemos de nosotros mismos desde la óptica del cuerpo físico, "espíritu" es la percepción que tenemos cuando nos reconocemos como potencial de conciencia. La doctrina tolteca afirma que somos libres, no tenemos límites. Sin embargo, como especie, hemos olvidado esa realidad. Una vez que un ser humano se acepta como un saco de carne, su conciencia deja de evolucionar; la sana "locura" de la juventud cede paso a la enfermiza "cordura" de la vejez, que le obliga a dedicar su vida a imperativos temporales, como la reproducción, el culto al cuerpo y la acumulación de bienes materiales. Este es un estado de sugestión negativa y sólo hay un modo de vencerlo: mediante una contrasugestión positiva. Afortunadamente, tenemos a nuestro alcance el ejemplo de las serpientes emplumadas: seres humanos comunes y corrientes que fueron capaces de elevarse sobre sus limitaciones personales y sociales para acceder al cielo de la conciencia cósmica. Ese ejemplo nos da fuerza, enseñanza y dirección; es un segundo nacimiento, la entrada al sendero de la Iniciación. Tal es el significado que damos a la frase “regresa a la Casa de Nuestro Origen”. Ese sitio ideal recibía en nawatl el nombre de Tamoanchan, el hogar de donde descendemos. Afirma el texto nahuatl: “En verdad, nadie sale, nadie abandona Tamoanchan, por siempre estamos allí”. La liberación de la conciencia El tercer enunciado de nuestra confesión profundiza en el modo como podemos aprovechar el ejemplo de las serpientes emplumadas a fin de recuperar nuestra libertad. Afirma: “El ser humano es esencialmente libre y puede expresar su libertad mediante el desarrollo de su conciencia, las obras meritorias y la fusión de su ser con la Conciencia Suprema”. Para entender este concepto, pongamos una analogía. Una persona que nació dentro de una caja y nunca ha visto, oído o sentido en modo alguno el mundo exterior, no tiene idea de que ese mundo existe. En consecuencia, cuando se plantea la posibilidad de “ser libre”, no pensará en traspasar los límites de la caja, sino en organizar de un modo más cómodo los objetos que se encuentran dentro de la misma. Todos hemos nacido dentro de la “caja” del cuerpo. Somos prisioneros del alcance de nuestros sentidos, intelecto e imaginación. Para concebir hasta qué punto podemos traspasar esos límites, tenemos que “salir” por un instante de esa cárcel y echar un vistazo a lo que hay afuera. Ahí nos espera la realidad. Tal es la enseñanza de todos los profetas. Una vez que le damos fe, lo siguiente es verificarla. En este punto, la confesión nos propone un camino en tres etapas: la primera es el desarrollo de la conciencia. ¿Qué significa esto? Nuestros sentidos son cortos; un águila ve más lejos, un perro huele mejor. Asimismo, la definición cotidiana del “yo” también es limitada. Al afirmar: “yo existo”, hacemos un corte arbitrario en la energía del Universo. Generalmente, establecemos ese corte a partir del cuerpo físico, de modo que, lo que está más allá de este, no forma parte del “yo”. Hemos aprendido a usar el cuerpo para distinguirnos y distanciarnos de los demás, aún cuando, intuitivamente, entendemos que toda energía es una. En otras palabras: solemos basar nuestra identidad en nuestros límites, en lugar de hacerlo en nuestro potencial. La asociación del “yo” con el cuerpo físico se debe a un error de enfoque. Solemos creer que la prueba del cuerpo físico son sus manifestaciones, tales como la facultad de sentir, pensar, hablar y

realizar acciones. Sin embargo, también podemos expresar estas manifestaciones mientras soñamos, es decir, en la ausencia de un cuerpo. Por lo tanto, el primer paso en el desarrollo de la conciencia consiste en cortar la atadura psicológica para con el cuerpo físico. Eso no implica negar su existencia, sino aprender a verlo como lo que realmente es: una interpretación. En consecuencia, también son interpretativos esos estados a los que llamamos vigilia y sueño. Los antiguos llamaron a quien consigue dar ese paso Itstika, despierto. Una vez alcanzado ese estado de conciencia, comprendemos que sólo tenemos una propiedad real: la percepción. Y, lo inteligente, es alimentarla con conocimientos y ejercicios que la hagan cada vez más amplia, sensible, sutil y profunda, hasta el punto que podamos alcanzar otros estados superiores, tales como la iluminación, la videncia y la trascendencia de la forma humana. A ese proceso, nuestra confesión le llama “el desarrollo de la conciencia”. La segunda etapa del sendero consiste en acumular obras meritorias. No hay libertad teórica; la libertad consiste en el ejercicio de la libertad. Ese ejercicio se traduce en actividades concretas como adquirir conocimiento, vencer el temor y la timidez, estimular la curiosidad, experimentar con nuestras facultades perceptuales y pasar a otros la información recibida. De ese modo, acopiamos una carga preciosa: la experiencia. Es cierto que todos regresaremos a Tamoanchan, pero no todos llevaremos de vuelta el tesoro de la experiencia. Desde el punto de vista de la Toltequidad, la experiencia verdadera no consiste en las acciones propias del simio, tales como reproducirnos o interactuar con los demás, sino en aquellas que nos liberan de la herencia animal. Ejercicios como el manejo de los sueños, la recapitulación, la meditación y el manejo de la percepción, van creando en nosotros una nueva identidad, una continuidad que no se basa en la limitada idea del “yo”, sino en la experiencia consciente de la totalidad. A tal estado de conciencia nuestra confesión le llama “fundir el ser con la Conciencia Suprema”. Al aportar experiencia de calidad al acervo experiencial de la Conciencia Cósmica, dejamos de ser sujetos pasivos de los azares del destino y nos convertimos en cocreadores del Universo. En ese punto, descubrimos que el mundo, tanto allá afuera como aquí dentro, no fue creado por las fuerzas ciegas de la materia, y mucho menos por un Dios caprichoso, sino, por el intento de todos aquellos individuos que se liberaron de la dependencia psicológica de un cuerpo físico, entrando por sus propios medios al reino del Nagual. Los consejos toltecas Una vez terminada esta presentación teórica, la Confesión de Fe nos lleva a detalles particulares, de los cuales depende el que podamos alcanzar o no, el nivel de energía inicial suficiente como para emprender el camino a la libertad. Afirma: “El sendero tolteca propicia el óptimo desarrollo del ser humano, basado en la búsqueda de lo divino, tener paz con todos los seres y no perder el tiempo”. La vocación por la libertad es como un brote delicado, que necesita cuidado, hasta que crece y se torna un árbol fuerte; entonces puede resistir la tormenta, la helada y la sequía. El cuidado inicial del brote puede consistir en atarlo a un palo para que encuentre dirección o cercarlo con algo que lo proteja del viento. Nuestro escudo protector y guía es la Toltequidad, entendida como el legado cultural y espiritual de los sabios de Anawak. Con esto, no estamos diciendo que sólo en la Toltequidad histórica existe salvación pues, si así fuera, los mesías del Viejo Mundo nunca habrían encontrado el camino. Sin embargo, es un hecho que algunas culturas y sistemas sociales son más favorables que otros a los objetivos de la conciencia. Por un conjunto de circunstancias sociales, históricas y psicológicas, los pueblos de Anawak y el Tahuantisuyu consiguieron elaborar un modelo de desarrollo humano particularmente apropiado a nuestra naturaleza.

Un ejemplo de ello son las leyes sagradas. En tanto otras religiones del mundo dictan leyes y tabúes que producen en el creyente un sentimiento de culpa y frustración, los mandamientos toltecas son tremendamente prácticos: “Sólo tres cosas deseo encomendarles: que procuren con anhelo ser amigos del Ser Divino, que tengan paz entre ustedes y que no pierdan el tiempo de día ni de noche. Basta con esto; toda persona que se atenga a su conciencia, logrará lo bueno y encontrará la vida” (Sahagún, Suma Indiana). Estos consejos se refieren a las tres dimensiones en que transcurre nuestra vida: la energética, la social y la individual. Ante todo, se nos dice que hagamos “amistad” con lo divino. El término nawatl Teotl no significa propiamente dios, sino energía. Por lo tanto, buscar lo divino es cultivar la energía. Los antiguos desarrollaron un conjunto de medidas de higiene interior que nos permiten ahorrar y recanalizar nuestra fuerza vital, a fin de producir ese estado al que llamaron Teowatia, incorporación divina. El segundo consejo afirma que debemos tener paz con el prójimo. El concepto tolteca de la paz es diferente del que tenemos hoy en Occidente. Los anahuacas no entendían la paz como una actitud negativa, es decir, como la ausencia de guerra, sino como algo positivo: un hacer que favorece la evolución de la conciencia. Construir la paz consiste en estimular aquellas actitudes que nos llevan a tener una vivencia de la unidad de la vida. En ese proceso, hay que combatir las mezquindades del “yo”, siempre ávido de reconocimientos exclusivos. De modo que nuestra paz es una forma de guerra, pero el guerrero tolteca combate con gentileza, paciencia, tolerancia y magnanimidad. El tercer consejo se dice en nawatl Amo keketsa, no mates; en aquella sociedad, esta breve expresión se entendía como no malgastar el tiempo, pues el tiempo era considerado algo sumamente valioso. La actitud psicológica detrás de este consejo se define en un lema de Carlos Castaneda: “no tenemos tiempo”. No pierdas el tiempo, haz de tu paso por la tierra algo valioso. Activa tu potencial y sé útil a los demás. Usa bien tu vigilia, involucrándote en obras meritorias. Sobre todo, aprovecha esa tercera parte de tu vida que dedicas al sueño, pues es allí donde se abren las puertas de la percepción. El devoto Una vez definido el modo práctico como podemos organizar nuestra búsqueda de libertad, la confesión pasa a describir los sacramentos que permiten que ese esfuerzo dé fruto y se integre a la vida social. Afirma: “Los practicantes toltecas son merecidos por el sacrificio de la Serpiente Emplumada y confirmados en la iniciación por agua y fuego, la comunión con la carne divina y la ordenación de poder.” Masewalli o macehual es el individuo que afronta el sacrificio. Gracias a sus austeridades (es decir, a los ejercicios de conciencia y el reacomodo de su forma de vida), acumula una dosis extra de vitalidad que se manifiesta en un salto en sus capacidades; se vuelve más sensible, creativo, profundo en sus análisis, sincero en su búsqueda. Lo cual, a su vez, libera más excedentes de energía que puede invertir en nuevos reacomodos. Este proceso no tiene fin, ¿por qué habría de tenerlo? La ganancia energética es llamada en nawatl Masewalistli, merecimiento. Pero este término también significa compromiso, lo cual nos pone en contacto con otro aspecto de la doctrina tolteca. Para entenderlo, pongamos un ejemplo: nadie se ofende si el perro orina contra un árbol o defeca al borde de la acera; pero, si lo hace un ser humano, nos sentimos escandalizados. ¿Por qué? La diferencia no es de naturaleza biológica, sino cultural. El ser humano tiene algo de lo que el perro carece: una educación civil, y eso lo compromete. Los mensajeros de la Serpiente Emplumada son los grandes maestros de la humanidad. La integridad de sus vidas pone ante nosotros un ejemplo inexcusable. ¿Qué haremos? ¿Seguiremos

comportándonos como el simio salvaje o asumiremos nuestro compromiso espiritual? Cada uno de nosotros tiene que enfrentar y resolver esa pregunta por sí mismo. Un macehual asume su reto. Una vez definido el status del practicante, la confesión describe un conjunto de instituciones que confirman ese status y le dan sacralidad a nuestra vida. Los españoles se quedaron pasmados cuando notaron que los anahuacas tenía unos sacramentos casi idénticos a los de la Iglesia Católica. Pensaron que el Diablo había copiado las costumbres cristianas para confundir a los nativos, y encarnizadamente trataron de destruir esas fórmulas iniciáticas, a las que llamaron “exsacramentos”. Ellos no sabían que los sacramentos que usan los cristianos aparecen, de un modo u otro, en todas las grandes religiones de la tierra. En particular, hay tres sacramentos que contienen a todos los demás: el bautismo o iniciación por agua y fuego, la comunión y la consagración sacerdotal. Cada uno de ellos posee una dimensión simbólica y otra efectiva. El bautismo, cuyo nombre es Kuatekia, trabajo con la cabeza, consiste en la aceptación que hace la comunidad de la persona. Se realiza mediante baño de humo, asperjado de agua y soplo, que representan a los elementos de fuego, agua y aire. Es una evocación del nacimiento espiritual, experiencia que tiene lugar posteriormente, cuando el bautizado es iniciado en el sacramento de comunión. La comunión con Teonakatl, la carne divina, se realiza mediante el consumo de una masa de amaranto mezclado con miel que representa a la divinidad. En condiciones de iniciación mistérica, esa masa se transforma en un agente enteógeno que puede, efectivamente, arrebatar al devoto del plano físico para llevarlo en cuerpo y alma a Tamoanchan. El ordenamiento del devoto como sacerdote representa su entrada en el Nawalmekayotl, linaje de los naguales, una continuidad de sabios que, desde el origen del tiempo, se encarga de transmitir la ciencia de la libertad. El sacerdote debe comprometerse con la práctica, a fin de que ese contacto fragüe y aflore en su memoria consciente. El Templo Así como este enunciado define al devoto, el siguiente define al Templo; afirma: “Los practicantes toltecas forman el Templo de la Serpiente Emplumada, edificado sobre los sacramentos toltecas, los consejos del Libro Divino y la autoridad del Linaje de Sabiduría.” El Templo no es una estructura material, sino una comunidad de practicantes. El énfasis cae sobre la palabra “practicante” pues, lo que une a los macehuales no es el instinto de pertenecer a un rebaño, sino el hecho de compartir ciertas realizaciones derivadas de sus ejercicios de conciencia. A semejanza de un ser humano, el Templo tiene tres pilares. El primero, de naturaleza genética, es la transmisión de la autoridad del Linaje de Sabiduría; eso nos da forma y contenido. El linaje se formó a través de las eras, con la acumulación de la experiencia de miles de chamanes que dieron sus vidas por expandir los límites de la percepción. Esa experiencia se decantó en una regla. El Templo nació a una orden del linaje y se atiene a los comandos de la regla. El Templo es el guardián de la puerta del linaje. El segundo pilar del Templo es de naturaleza cultural. Así como un niño debe ser educado para que llegue a ser un adulto responsable, la comunidad tolteca está en permanente régimen de entrenamiento. Los principios de la enseñanza quedaron recogidos en el Teomoshtli, libro sagrado de Anawak. El Teomoshtli nos proporciona una explicación sobre el origen del Universo y la vida, unas claves para el trabajo interior y una guía moral aplicable a la vida moderna. No es un libro terminado, sino un inventario de los logros espirituales del ser humano, que debe acrecentarse en la medida en que se acumule la experiencia.

El tercer pilar del Templo es de naturaleza iniciática. Para ser un tolteca en Anawak, no bastaba con ir a la escuela; la educación del joven era sólo el preámbulo de su admisión en las órdenes mistéricas. El propósito de esas órdenes era propiciar a la persona el acceso a una serie de iniciaciones que redimensionaban su búsqueda, haciéndole pasar, de la alegoría al conocimiento y del rito a la vivencia. Tales iniciaciones están representadas por nuestros sacramentos. La pertenencia El último enunciado de la confesión tiene una naturaleza revolucionaria, pues sostiene que “los sacramentos toltecas son un derecho de todos los seres humanos, sin distinción de género, raza, cultura o religión”. Este explícito permiso de participación define al Templo Tolteca como la más universal de las religiones de la tierra. Lo usual, cuando entramos en contacto con una fe, es que se nos estimule a salir de otras. El Wewetla’tolli, en cambio, nos ordena nutrir la Toltequidad con aportes diversos: “Vayan por el mundo buscando la buena palabra, la costumbre correcta; y, encontrándola, tráiganla a la comunidad, para que así perfeccionen el modo de vida tolteca” (Suma Indiana). La pertenencia al Templo no excluye cualquier otra experiencia espiritual, ¡por el contrario! Un tolteca es un mejor cristiano, un mejor budista, un mejor musulmán, un mejor ateo porque, a partir de la práctica diaria, ha aprendido a convertirse en una mejor persona. Lejos de rechazar la diversidad de fe, nuestro Templo la estimula, pues no le tenemos miedo a las diferencias, al cambio y a los descubrimientos. Esta apertura no es sólo ideológica, sino también social. Al contrario de aquellas iglesias que afirman que los negros descienden de Caín, que la salvación es de los judíos, que ser mujer es una maldición o que los homosexuales no heredarán el Reino, nosotros proclamamos absoluta libertad de fe. No aceptamos ninguna forma de discriminación; nuestras puertas están abiertas para todo ser humano, excepto para aquellos que, deliberadamente, atentan contra la energía.

Esta es nuestra confesión y esto es lo que creemos. La Pirámide de Fuego Códice Matz-Ayauhtla, Tomado de “El Códice Azteca”, de John Major Jenkins. Nota: este códice fue creado por el poeta norteamericano Martin Matz, inspirado en láminas de los códices Borbónico y Borgia.

1 Por encima de todo, en todos los mundos y en todos los tiempos, existe Tloque Nahuaque, Señor de la Íntima Cercanía, Espíritu universal, inimaginable, sin forma, el Absoluto. De su seno nació Tonacatecuhtli, Señor de nuestro sustento, padre de todos los dioses y de todos los mundos, creador de todos los cosmos y de todas las galaxias. De su seno nacieron Tzitzimime, gigantes que descienden del cielo sobre nuestra galaxia, la Vía Láctea. De su seno nació Tonatiuh, el Sol, señor de nuestro sistema solar, Dador de vida a todos los planetas, plantas, bestias y hombres. De su seno nacieron los hijos e hijas que giran con reverencia en torno a él, los planetas: Mixcoatl, la Serpiente de Nubes, Saturno, Tezcatlipoca, el Espejo Velado, Júpiter, Huitzilopochtli, el Mago Colibrí, Marte, Itzpapalotl, la Mariposa Obsidiana, Venus, Paynal, el Corredor Veloz, Mercurio, Tlaltecuhtli, Señor de Nuestro planeta, la Tierra, esfera viva de tierra, piedra, aire y querencia. Sobre los cuales reina Xochiquetzal, Flor de Pluma Rica, Naturaleza, diosa de todo cuanto vive, crece, florece y es generado. 2

Estos ocho niveles de divinidad, cada uno de los cuales no es nada para aquel del que ha salido y es infinito para aquel al que da vida, se asemejan a las ocho notas de la escala musical cósmica: Tonatiuh, Mixcoatl, Tezcatlipoca, Paynal y Metztli. Como el Sol, los planetas y la luna, suenan las ocho notas de la escala musical solar. Las ocho notas de la música de la naturaleza suenan como héroes, hombres, animales, insectos, planetas, suelo, piedra y metales. Las ocho notas de la música humana suenan como espíritu, corazón, cabeza, semen, sangre, vísceras, nervios y huesos. Puesto que lo que está encima creó lo que está abajo, y lo que es bajo es reflejo de lo que es alto, el universo es Tezcatlipoca, Espejo Velado, en el que el hombre todavía es incapaz de ver claro. 3 Todas las cosas del Cielo y de la Tierra han sido creadas por tres fuerzas, sin las cuales nada puede producirse, manifestarse ni desarrollarse. Por eso cada uno de los mundos no es gobernado por un dios, sino por tres: uno masculino, otro femenino y otro mediador, uno activo, uno pasivo y otro imparcial. Sólo Tolque Nahuaque es Uno. Tonacatecuhtli, Padre de Nuestro Sustento, y Tonacacihuatl, Señora de Nuestro Sustento, unidos por Ometecuhtli, Señor de la Dualidad, gobierna todas las galaxias. Centzonhuitznahuac, cuatrocientos al sur, y Centzonmimixcoa, cuatrocientos al norte, reconciliados por Tzitzimime, gigantes que descienden de lo alto, gobiernan la Vía Láctea. Sólo Tonatiuh es uno, el Sol. Tlaltecuhtli, Señor de la Tierra, y Tlazoltecoatl, la Madre Tierra, reconciliados por Coatlicue, vestido con serpientes, gobiernan nuestro planeta. Xochiquetzal, Flor de Pluma Rica, Xochipilli, Príncipe de las Flores, y el hijo de ambos Centeotl, Dios del Maíz, gobiernan la naturaleza. Metztli y su hermana Coyolxauhqui, pintada con cascabeles y cráteres, Tecciztecatl, el de la Concha Marina, gobiernan la Luna. Mictlantecuhtli, Señor de los Muertos, y Mictecacihuatl, Señora de la Muerte, reconciliados ambos por Teoyaomiqui, Señor del Guerrero Muerto, gobiernan los mundos del infierno. 4 Cada mundo es el juego de tres dioses, tres fuerzas y su campo de acción. Según sea un dios el que guíe, según sea un dios u otro el que siga, según sea un dios u otro el que concluya, pueden darse seis clases de juegos, seis procesos que crean todo cuanto acontece o puede acontecer. Estas seis clases de juego divino deciden el crecimiento, la decadencia, la purificación, la enfermedad, la curación y la regeneración del mundo. Y mientras tres fuerzas crean todas las cosas en todo lo que es hecho, hay cuatro estados de la materia y cuatro deidades que los gobiernan. Xiuhtecuhtli, Señor del Año, gobierna la materia activa masculina, el fuego. Chalchiuhtlicue, la de Falda de Jade, gobierna la materia pasiva femenina, el agua. Ehecatl, dios del Viento, gobierna la materia imparcial mediadora y unificadora, el aire. Cihuacoatl, la Serpiente Mujer, gobierna la materia inerte, conductora de todas las fuerzas, la tierra. Mientras que tres fuerzas crean todas las cosas, hay cuatro estados de tiempo, cuatro estaciones del año y cuatro deidades que las gobiernan. Xipe Totec, el pelado, gobierna la estación ardiente en que la tierra se desnuda, la primavera. Tlaloc, aquel que hace germinar, gobierna la estación húmeda en que la tierra se viste, el verano. Chicomecoatl, la Séptima Serpiente, Diosa del Maíz, gobierna la estación ventosa en que la tierra se acicala, el otoño. Itztlacoliuhqui, Cuchillo Espiral, gobierna la estación yerma en que la tierra se enfría, el invierno. 5 No es el hombre el que hace su voluntad cuando guerrea, ama, cosecha; es el ritmo de los grandes dioses, de los planetas, el que actúa sobre él y le hace obrar. Cuando el hombre comprende que por

si mismo no puede hacer, nada, entonces aprende a servir a los dioses; así pues, debe cobrar conciencia del ritmo de los dioses. El calendario que gobierna la vida del hombre, el Tonalpohualli, se basa en los ritos de los planetas que giran más cerca de la tierra: Paynal, Mercurio, Quetzalcoatl, Venus, y Huitzilopochtli, Marte. Es Paynal el que gobierna el movimiento y la danza de los hombres. Quetzalcoatl gobierna su crecimiento y su fertilidad. Huitzilopochtli gobierna la lucha y la guerra de los hombres. Y al igual que el Sol ilumina la Tierra del mismo modo cada 365 días, cada 117 días Paynal brilla sobre la tierra del mismo modo, cada 585 días brilla Quetzalcoatl del mismo modo, cada 780 días brilla Huitzilopochtli del mismo modo. Asi pues, la semana tiene 13 días, agente de los ciclos de Paynal y Quetzalcoatl. El mes tiene 20 días, agente del ciclo de Huitzilopochtli. Y el Tonalpohualli, año sagrado de los planetas, tiene 13 veces 20, o 260 días. Y paralelamente a este Año Sagrado de los Planetas aparece el Año del Sol, por el que el hombre siembra, cosecha y reconoce las estaciones. Y los dos años representan el doble juego de la divinidad en los cielos; uno es el juego del Divino Muchos y el otro es el juego del Divino Uno. Así pues, un Tonalpohualli mide 2 ¼ ciclos de Paynal. Un Tonalpohualli mide 4/9 de un ciclo de Quetzalcoatl. Un Tonalpohualli mide 1/3 de un ciclo de Huitzilopochtli. Un Tonalpohualli mide 2/3 de un ciclo de Mixcoatl. El Tonalpohualli mide los ciclos de todos los planetas. Después de 9 Tonalpohualli, Paynal, Quetzalcoatl y Huitzilopochtli brillan todos sobre la tierra del mismo modo, todo vuelve a comenzar de nuevo, se da una nueva oportunidad. Después de 73 Tonalpohualli (52 años solares), este Año Sagrado de los Planetas coincide con el año de Tonatiuh, el Sol. Durante cinco días se apagan todos los fuegos y se enciende un fuego nuevo en la montaña sagrada, un fuego tomado directamente de la fuente solar. Y con gran ceremonia se encienden todos los fuegos de nuevo, de este Hijo del Sol. Después de 108 Tonalpohualli, los ritmos de los planetas menores se unen con los ritmos de los planetas mayores; todos los planetas que dan forma y carácter al hombre brillan juntos del mismo modo. Tal es la duración de la vida del hombre. Después de 657 Tonalpohualli (468 años terrestres), los ciclos de los planetas menores y los ciclos del Sol acaban juntos. Tonatiuh, Quetzalcoatl, Huitzilopochtli y Paynal brillan de nuevo en el mismo tiempo del mismo modo. Esto es una Era, la duración de la vida de una cultura. 6 En los cielos de la tierra navegan Tecziztecatl, el de la Concha Marina (la Luna) y Tonatiuh, el Sol. La tierra y todas sus criaturas están bajo su poder. En la Tierra existen los mundos de la naturaleza, la vida simple de las aguas, los árboles, los insectos, los animales y dos clases de hombre. Una clase es la del hombre común, desnudo, inerte, amenazado siempre por los dardos de la muerte. La otra clase es la delhombre superior. A la sombra del altar, los pinchos del maguey de la penitenciase convierten en él en alas para el alma, y en sus manos armoniza los cuatro estados de la matera. Ha obtenido la conciencia, ha obtenido el poder de la Verdad y es capaz de obrar. ¡Es! El otro hombre es como un animal agonizante, amarrado al árbol del que come. Le da su energía vital a Tecciztecatl, la Luna, mientras su cuerpo es devorado por Tlaltecuhtli, la tierra.

Así pues, todas las cosas devoran y son devoradas, comen y son comidas, es la jerarquía cósmica. Las plantas comen los minerales y son comidas por los animales, los animales comen plantas y a su vez son devorados por la tierra. Y así el hombre, como organismo animal, devora plantas y es devorado por la tierra a su debido tiempo. Y si es sólo cuerpo, no tiene otro destino que este. Pero el hombre superior se alimenta de sacrificio, desarrolla el alma, y su alma se hace alimento para Tonatiuh, el Sol. Así pues, mientras que los pinchos del maguey reposan sobre el lecho de paja, el alma del hombre liberado reposa sobre la Colina del Cielo.

7 El hombre nació de Tlazolteotl, la Madre Tierra, disfrazada de Ixcuina como Consumidora de Desechos, como aquella que toma en su seno todas las cosas que mueren y las pudre y regenera, renovándose a si misma sin cesar. Aun lleva su piel muerta cuando otra nueva le crece por debajo. Cerca y por encima de la entrada del Reino de la Materia, está el germen o símbolo del hombre por nacer. Surge de la Madre Tierra al mundo de los hombres, pero Tezcatlipoca, el Halcón Heraldo de los dioses, está también allí. Sobre su cabeza está el símbolo de la Vía Láctea, sobre su pecho está el disco solar, y en sus manos están las alas del alma del hombre, obsequio de los dioses al nacer. Y entre la Madre Tierra y el Heraldo del Cielo, se encuentra el símbolo de la naturaleza dual del hombre: el ciempiés terrenal de su columna vertebral, entrelazado con la serpiente celeste de la conciencia que puede alojarse en él. Y una vez más, debajo a la izquierda, vemos lo que queda cuando las alas de la serpiente se han ido volando: el corazón del guerrero muerto, la cabeza sobre el altar, y el cráneo del prisionero muerto en la estaca, porque la vida volverá a su fuente y el alma volverá a su principio. 8 El hombre trepa por el árbol de la vida entre Tonatiuh, el Sol, y Mictlantecuhtli, Señor de los Infiernos y la Muerte. A los pies del árbol que crece entre los símbolos querepresentan la tierra, el aire, el agua y el fuego, las partes constituyentes que intervinieron en su concepción están reunidas: el semen con el que sus padres lo engendraron, el cerdo de la personalidad, el águila del espíritu, y, en un cesto claveteado de estrellas, los huesos de la mortalidad y las alas del alma. La copa del árbol de la Muerte donde brilla el mismo Sol, el Sol de Medianoche que irradia las cuatro vías o caminos. De aquí surgen las alas del alma finalmente liberada, mientras por encima, cada una de sus diversas partes, separadas por la muerte, corren a su destino. A la izquierda, hacia los campos de la muerte, va el cadáver envuelto en carne, la bestia que regresa a la raíz del árbol. A la derecha, del lado de la vida, va la serpiente de la conciencia que vino del Sol y al Sol regresa, el espíritu por el que el hombre se transfigura en el mundo estelar. Y, por encima de todo, la Vía Láctea de soles sin número. 9

Chalchiuhtlicue, Diosa de las Aguas Terrenas, de lo que fluye, corre, mana hacia delante y hacia abajo, y que llega siempre a los niveles más profundos. Chalchuhtlicue hincha los frutos y las flores sólo para que puedan caer. Chalciuhtlicue llena la calabazade pulque para que el hombre pueda olvidar. Chalchiuhtlicue, corriente que desciende por el cauce de los ríos, corriente que fluye por el cauce del tiempo, volviendo inertes los desechos humanos y los útiles de guerra, y llevándolos a todos a su inevitable fin. Tlaloc, Dios del Agua Celeste, dios del vapor que sube de la tierra calentada por el Sol tras las lluvias, dios de la bruma que asciende de los valles al alma, dios del agua que vuelve a sus fuentes en las nubes que nadan sobre las más altas cumbres, dios del húmedo incienso del que se elevan las plegarias del copal y las plegarias del sacrificio. Tlaloc es el regreso del vapor que se esfuerza por subir, es el regreso del tiempo que se esfuerza por recordar. Tlaloc, dios de la Lucha contra la Corriente, con cuya ayuda el héroe combate contra el torrente hacia su propio origen y principio, hacia las alas de su alma, las alas que Tlaloc oculta en el pasado del héroe. 10 Quetzalcoatl, la Serpiente de Plumas, se mueve entre dioses y hombres, puesto que Quetzalcoatl es dios que recala en el hombre, y es el hombre que alcanza la divinidad. La Serpiente Emplumada nació cuando a lo que se desliza sobre la tierra le salieron alas para elevarse a los Cielos. Quetzalcoatl es un hombre superior, el círculo interior de la humanidad, el eslabón entre los dioses y los hombres. Todos los hombres están hechos de tierra, aire, agua y fuego, criaturas de Cihuacoatl, Chalchiuhtlicue, Ehecatl y Xiuhtecuhtli. Todos los hombres reciben sus formas de los planetas, a través de Mixcoatl, Tezcatlipoca, Huitzilopochtli, Itzpapalotl, Paynal y Metstli. Pero en su corazón y en su semen, cada hombre tiene su propio Coatl, su propia serpiente, la energía de Tonatiuh, el poder del mismo Sol. Y en esa serpiente duerme la conciencia, en esta serpiente se oculta su divinidad, de esta serpiente nacerán sus alas. En el hombre común, la serpiente no tiene más que una cabeza, dañina y cruel, y carente de control sobre la energía de Tonatiuh y su don de conciencia. La energía sale escupida de ella, se vuelve venenosa. El hombre común no puede conservarla ni utilizarla. Pero el que busca aprende a volver la serpiente hacia adentro, y la serpiente hiere al enemigo que lleva en su interior. Dispara dentro y fuera, y crea la serpiente de dos cabezas. El héroe aprende un gran secreto a través del conocimiento, el esfuerzo, el sacrificio y el amor. Envaina sus incisivos de serpiente y a ella le hace tragarse su propio veneno. Y de la digestión de este veneno nacen las alas del espíritu. Quetzalcoatl, la Serpiente Emplumada ha nacido en él, se mueve entre los dioses y los hombres. Quetzalcoatl es también el planeta Venus. Forma parte de la trinidad junto con Itzpapalotl, Mariposa de Obsidiana, y Tlahuizcalpantecuhtli, Señor de la Mañana. Así como Itzpapalotl gobierna el crecimiento humano, la muerte y el renacimiento de las criaturas, Quetzalcoatl gobierna el crecimiento, la muerte y el renacimiento de las almas de los hombres. 11 Hay en el corazón una energía oculta que viene de Tonatiuh, el Sol, y si el hombre la libera, retornándola conscientemente al Sol, se vuelve inmortal. Pero, para liberar esa energía, es necesario

el sacrificio. El hombre debe sacrificar los deseos y hábitos que adora, sacrificarlos en si mismo y volver el cuchillo contra el enemigo que lleva en su interior, que mantiene su corazón prisionero. Hasta tiempos recientes, los hombres todavía recordaban estas palabras, pero han olvidado ya su significado. Han convertido a los demás hombres en enemigos para sacrificarlos y arrancarles el corazón, creyendo que con tales ofrendas lograrían que Tonatiuh les fuera propicio. Tanta es su degeneración, tanta su superstición. Cuando el miedo de alía con el conocimiento, se hacen cosas terribles. Es nuestro yo interior el que debemos sacrificar, es nuestro propio corazón el que hay que arrancar del falso ser y ofrecerlo a la luz. Que Xiuhtecuhtli, Señor del Fuego, queme mi falso ser. Que Itztli, Cuchillo de obsidiana, libere mi corazón. 12 Terrible es Itztlacoliuhqui, Cuchillo de Obsidiana, diosa del sacrificio, maravillosa y terrible. Porque el cuchillo sacrificial libera la sangre en todas las cosas, la sangre de los criminales lapidados, la sangre del ciervo decapitado, la sangre de la misma piedra que mata, la sangre del mismo cuchillo, la sangre de la lanza del poder, la sangre del quemador de incienso, la sangre de la fuerza vital que vuela hacia la Luna, la sangre del alma, la sangre del sistema solar, la sangre de cada una de las estrellas. ¿Cuál es la sangre que conecta las piedras con el alma, los hombres con los soles? Es la unidad universal, el principio creador único que cristaliza en miríadas de formas. Y cuando es liberado por el sacrificio, retorna a la unidad. Porque sacrificar es obrar conscientemente, sacrificar lo que va a ser arrebatado, es negar al destino lo que toma. Defrauda a la muerte sacrificando la vida; porque de la mano de la Diosa del Sacrificio que sostiene la hoja de obsidiana, salta el germen de la vida por venir. 13 Sembrar vida en las piras sacrificiales. ¿Se elevan las llamas en la colina de la estrella, hacia Culhuacan? ¿O es mi propio corazón el que se inflama? El ciclo de los años ha pasado, la espera ha concluido. ¡Venid, reuníos, peregrinos, que el cielo esta en llamas! De Xochicalco a Teotihuacan el rojo se extiende, un paso, otro paso y otro más, sólo doce pasos cortos desde la cueva de la matriz hasta la conflagración final. Ahora Cihuacoatl, Ehecatl, Chalchiuhtlicue y Xiuhtecuhtli incendian los cuatro elementos. Los siete dioses planetarios arrojan al fuego mis partes constitutivas. Tlaltecuhtli, los huesos; Metztli, las vísceras; Paynal, los miembros; Itzpapalotl, mi dulce carne. Huitzilopochtli añade mi pasión; Tezcatlipoca mi pena; Mixcoatl, mi frágil mente. Las llamas arden con ferocidad hacia la consumación… ¡Elevaos, llamas, qué luz, qué calor! El humo asciende y gira en espiral, la oscuridad desaparece mientras las llamas se elevan hacia el trono de Tonatiuh, la luz más pura.

El poder de la Oración La oración es un recurso devocional sumamente poderoso. Todas todas las culturas y religiones de la tierra la han usado para comunicar con la dimensión divina. Aún una religión confesionalmente atea, como el budismo, basa su liturgia en la oración. Eso podrá parecer extraño para quienes piensan que la oración debe ser dirigida al Ser Supremo o a los dioses, pero no es así; la oración tiene valores psicológicos y devocionales por sí, ya que sirve para

expresar nuestros más elevados sentimientos. La oración es un don, una capacidad que los seres humanos hemos adquirido, gracias a la evolución, y que nos distingue de otros animales. Una oración puede canalizar nuestras tensiones y frustraciones, impidiendo que nos envenenen por dentro; puede darle voz a nuestros anhelos y esperanzas, conduciéndonos a su mejor realización; puede servir para que nos corrijamos a nosotros mismos mediante una sugestión positiva. Transformada en rito, la oración puede convertir un momento común en un espacio mágico, convocando a un grupo de personas para que unan su intento en un mismo propósito. Es triste observar cómo los cristianos y otros creyentes usan sus oraciones de un modo egoísta, para pedirle beneficios personales al Ser Supremo. De hecho, el interés material está presente incluso tras las oraciones de "gratitud", pues estas, en el fondo, lo que buscan es que quedemos bien con los poderes superiores, a fin de que estos no tomen venganza de nosotros. En Anawak, la oración era empleada de un modo muy diferente. Han quedado cientos de oraciones y cánticos en los documentos que se salvaron de la barbarie de la invasión, pero en ninguno de ellos encontramos una rogativa hacia los "dioses". Las oraciones toltecas son gritos del alma, extasiada ante las maravillas de la Naturaleza y los poderes de la percepción. También hay oraciones de crisis interior, de desconcierto, duda, queja ante el rigor de la existencia; pero nunca se refleja en ellas un gesto de humillación frente a los poderes superiores. En el pensamiento tolteca, un dios que exige adulación no es dios, sino un peligroso demonio. Si el Ser Supremo lo sabe todo, entonces no hay que pedirle nada. Y, si somos tan cobardes que no podemos arreglar nuestros problemas por nosotros mismos, entonces, al menos, tengamos la discreción de quedarnos callados. Si vamos a orar, hagámoslo con el respeto que merece este maravilloso recurso; no contaminemos la oración. La oración recibe en nawatl el nombre de Ilwikatla’toa, palabra al cielo. Cielo significa, en este caso, "conciencia", pues, al recitar determinada frase, conjuro o palabra sagrada, ya sea en forma verbal o mental, estamos trayendo al plano de la conciencia lo que, hasta entonces, estaba oculto en nuestro subconsciente. Aseguran los cronistas que los antiguos mexicanos solían tener en sus casas una habitación reservada para la oración, en la cual se encerraban con frecuencia para hacer sus ejercicios espirituales. Había también oraciones con función social, que se expresaban en voz alta en los actos públicos y servían para expresar la unidad del pueblo. Algunas de ellas son empleadas en la actualidad, junto a otras de reciente creación, en los ritos del Templo de la Serpiente Emplumada. He aquí una muestra de ellas, expresadas tanto en lengua nawatl como en su traducción al español:

Oración para el encendido del fuego Teteoinan teteoita, Weweteotl tlalshikko onok, shiu’tetsakualko makitok, shiu’totoatika mishtsatsakualiu’tika, Weweteotl ayamiktlan, Shiu’teku’tli.

Madre y padre de los dioses, dios anciano que moras en el ombligo del mundo, en cofre de turquesas, en las aguas del espacio, entre las nubes y nieblas del mundo de los muertos, oh Señor del Fuego.

Credo tolteca Ka sa sen teotl itoka Ketsalkoatl. Atle kineki. San koatl san papalotl Inankimakaske inishpan nkimiktiske.

Hay un Ser Divino, su nombre es Serpiente Emplumada. Nada pide.

Reconocimiento a los voceros de Ketsalkoatl Timasewaltin nimitstlasokamati Ketsalkoatl kan timonemilli timoneneki kan san nowian titechotikmaseu’ke.

Sólo serpientes y mariposas le ofreceré y le dedicaré.

Nosotros, comprometidos por tu sacrificio, te agradecemos, Serpiente Emplumada, pues tú eres nuestra vida y nuestra necesidad;

Confesión de los naguales porque, en todas partes, tan sólo de ti hemos logrado merecimiento. Weyolistli atlakatl, atlakatl yekoatl kaktiwetsi, kaktiwetsi notsa ittalistli, ittalistli neshtilli tosialis, tosialis sealti tonaltilli, tonaltilli yakanti masewalistli, masewalistli welkaki shoshou'ki. Confesión de Nesawalkoyotl Kin ok tlamati noyollo. Nikkaki in kuikatl, nikitta in shochitl. Maka in kuetlawia in tlaltikpak!

La conciencia suprema es impersonal. La experiencia de lo impersonal es silenciosa. El silencio convoca la visión. La visión genera voluntad. La voluntad afronta el sacrificio. El sacrificio conduce al merecimiento. El merecimiento lleva a la libertad.

Decreto de Nesawalkoyotl Inkan a’mikowa, Inkan ontepetiwa, In ma onkan niau’. Maka aik nimiki, maka aik nipoliwi!

Por fin lo he comprendido: escucho el canto, veo la flor. ¡Que jamás se marchiten sobre la tierra!

Juramento de los macehuales In nawalmekayotl makawa in Ketsalkoatl yakana in shoshou’ki chiallo ninetolti nemilistoka in Toltekayotl au’ masewalli ololli.

Allí donde no hay muerte, allí donde se alcanza la victoria vaya yo. ¡Que yo nunca muera, que nunca desaparezca!

Acción de gracias Tlasokamati tiyolchikaumoyokoya. Tlasokamati teteotsitsin wemak yakanki. Tlasokamati yolsenkawa tonaltiltin.

Con el permiso del linaje de sabiduría y la guía de la Serpiente Emplumada, en la esperanza de mi completa liberación, juro ser fiel a la Toltequidad y a la comunidad de los macehuales.

Confesión de fe del macehual Ninotemachia Ketsalkoatl wallau’. Niwelkaki Toltekayotl in nonemilis. Ninesewilia in Masewalsenkalli. Manyu’mechiwa!

Gracias a los poderes de la percepción. Gracias a los dioses, verdadero poder y guía. Gracias a quienes se ofrendaron por la evolución de la conciencia.

Creo en el regreso de la Serpiente Emplumada. Acepto la Toltequidad como norma de vida. Me refugio en la Comunidad de los Merecidos. ¡Que así sea!