El Reino de Este Mundo, Carpentier(Resumen)

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 Argumento de El reino de este mundo (Alejo Carpentier). Monsieur Lenormand de Mezy compró el garañón seleccionado por el esclavo Ti Noel. Cada uno en su bestia, cruzan aquella calle marina. Colono y esclavo amarran sus cabalgaduras frente a la tienda del peluquero. El amo se rasurará y el esclavo contemplará unas cabezas de cera con pelucas y, aun lado, en la tripería, unas cabezas de terneros. Y a un lado de la tripería, el librero mostraba el rostro del rey de Francia en una revista. Y había otras cabezas empelucadas. Al esclavo le llamó la atención ver en las revistas un grabado en cobre en el que un almirante era recibido por un negro. Sale el amo y compra una cabeza de ternero para su esclavo. Ti Noel y Mackandal están en el trapiche cuando este último sufre un accidente en su brazo. El amo ordenó que se trajera la piedra de amolar, para dar filo al machete que se utilizaría en la amputación. Mackandal, sin su brazo, se dedicaría a guardar el ganado. Allí pasaría junto a los hongos. Ti Noel, con pretextos, logra reunirse con Mackandal y visitar a la Mamán Loi, una vieja con características de bruja. Llega el día en que Mackandal se fuga. Poco valía un esclavo con un brazo menos. Ti Noel se lamenta de que su compañero no lo haya invitado a huir. Cierto día la vieja de la montaña le entrega un recado de Mackandal. Se reúnen en una cueva en la que hay muchas tinajas. El manco ha establecido contacto con muchos esclavos. Pronto las dos mejores vacas lecheras del amo agonizaban. El veneno se arrastraba por la Llanura del Norte, invadiendo los potreros y los establos. No se sabía cómo avanzaba entre las gramas y las alfalfas, cómo se introducía en las pacas de forraje, cómo se subía a los pesebres. Y pronto el veneno entró a las casas. El dueño de la hacienda Coq-Chante cayó fulminado. En las iglesias del Cabo no se cantaban sino Oficios de Difuntos, y las extremaunciones llegaban siempre demasiado tarde, escoltadas por campanas lejanas que tocaban a muertes nuevas. Y seguían las muertes. Los colonos azotaban a sus esclavos en busca de explicación. Madame Lenormand de Mezy falleció el domingo de Pentecostés. Cierta tarde en que lo amenazaban con meterle una carga de pólvora en el trasero, la fula patizamba acabó por hablar. El manco Mackandal, hecho un houngán del rito Radá, investido de poderes extraordinarios por varias caídas en posesión de dioses mayores, era el Señor del Veneno. Pretendía formar un gran imperio de negros libres en Santo Domingo. Se organiza su búsqueda, y con esto cesan las muertes por envenenamiento. También van cesando la búsqueda de Mackandal, el mandinga. Pero los negros siguen de buen humor. Creen que Mackandal los vigila transformado en algún animal. Por obra suya, una negra parió un niño con cara de jabalí. Lenormand vuelve a casarse. Y mientras los negros celebran una fiesta, detrás del tambor madre se había erguido la humana persona de Mackandal. Había vuelto después de cuatro años de metamorfosis. Y Mackandal vuelve a aparecer durante una fiesta que se les otorgaba a los esclavos. Con la cintura ceñida por un calzón rayado, cubierto de cuerdas y de nudos, lustroso de lastimaduras frescas, Mackandal avanzaba hacia el centro de la plaza. Es atado para ser quemado. El fuego le quemaba las piernas cuando Mackandal agitó su muñón que no habían podido atar... Sus ataduras cayeron, y el cuerpo del negro se espigó en el aire, volando por sobre las cabezas, antes de hundirse en las ondas negras de la masa de esclavos. Se arma un alboroto en la plaza. Muy pocos ven que Mackandal es agarrado por diez soldados y llevado al fuego, donde se ahogó su último grito. Aquella tarde los esclavos regresaron a sus haciendas riendo por todo el camino. Mackandal había cumplido su promesa, permaneciendo en el reino de este mundo. Una vez más eran burlados los blancos por los Altos Poderes de la Otra Orilla. Poco tiempo después de la muerte de la segunda esposa de Lenormand, Ti Noel tuvo la oportunidad de ir al Cabo Francés a recibir unos arreos. La ciudad había cambiado y

progresado en veinte años. Hasta un teatro de drama se había instalado. En la calle de los Españoles se encontraba el albergue La Corona, al que acudían los más acomodados forasteros. Era el albergue propiedad del maestro cocinero Henri Christophe, y lo había comprado a su antigua patrona. Los guisos del negro eran alabados por el justo punto del aderezo... Lenormand tiene nueva esposa: una mala actriz. Y Ti Noel tiene ya 12 hijos. La hacienda ha prosperado, pero Lenormand se ha vuelto, con los años, maniático y borracho. Una erotomanía perpetua le tenía acechando, a todas horas, a las esclavas adolescentes cuyo pigmento lo excitaba por el olfato. Además, junto a su mujer, se deleitaban azotando a los esclavos. Llega Bouckman, el jamaicano, a preparar la sublevación, la independencia de los franceses. Armados de estacas, los negros rodearon las casas de los mayorales, apoderándose de las herramientas. El contados, que había aparecido con una pistola en la mano, fue el primero en caer, con la garganta abierta, de arriba abajo, por una cuchara de albañil. Lenormand logra ocultarse, pero al llegar a su casa, ya en ruinas, halla muerta a su esposa. Pero la rebelión es controlada y la cabeza de Bouckman es exhibida y se declara la muerte a los negros. Lenormand logra llegar a tiempo para evitar la muerte de Ti Noel y doce esclavos suyos; y también la de los demás; aunque Monsieur Blanchelande estaba por el exterminio total y absoluto de los esclavos, negros y mulatos libres. Pero el peligro sigue, pues muchos son los negros que deambulan por los montes. Lenormand, así como muchos colonos (de la colonia francesa: Haití), huyen a Santiago de Cuba. Allí encuentran un mejor ambiente, lleno de diversión. Ocioso, Lenormand se entregó al juego. Se deshacía de sus esclavos para jugarse el dinero Paulina Bonaparte y su esposo el general Leclerc, dirigiendo un ejército, parten de Francia hacia la colonia haitiana (a la que pertenecen la Ciudad del Cabo y la Llanura del Norte). Han llegado a la isla haitiana de la Tortuga, en donde Leclerc cae víctima de una extraña enfermedad. Solimán trata de curarlo por los más diversos métodos, incluida la brujería. Es inútil. Leclerc muere. Ella se embarca en el switshure hacia Francia, cargando el ataúd. La partida de Paulina señaló la muerte de toda sensatez en la colonia (francesa) Con el gobierno de Rochambeau los últimos propietarios de la Llanura, perdida la esperanza de volver al bienestar de antaño, se entregaron a una vasta orgía sin coto ni tregua. Muere Lenormand en la peor de las miserias, y Ti Noel pasó a ser propiedad de un criollo. Bajo la mano de su amo criollo había conocido una vida más llevadera que la impuesta antaño a sus esclavos por los franceses de la Llanura del Norte. Guardando los aguinaldos dados por el amo, logró pagar lo que un barco pesquero le exigió. Aunque marcado por los hierros, Ti Noel era un hombre libre. Andaba ahora sobre una tierra en que la esclavitud había sido abolida para siempre. Poco a poco Ti Noel va reconociendo el lugar. Pasó cerca de la caverna en que Mackandal, otrora, hiciera macerar sus plantas venenosas. Desemboca luego en la Llanura del Norte y se encamina hacia la antigua hacienda de Lenormand. Sólo encontró escombros. Mientras hablaba con las hormigas, pasó a su lado un ejército vestido a lo Napoleón. Les siguió el rastro. Descubre unos negros con látigos custodiando a otros negros que trabajaban el campo. Ti Noel pensó que se trataba de presos. Pronto llega a un palacio que lo sorprende. Allí todos eran negros, incluso era negra la Inmaculada Concepción que se erguía sobre el altar mayor de la capilla. Ti Noel

comprendió que se hallaba en Sans-Souci, la residencia predilecta del rey Henri Christophe, aquel que fuera antaño cocinero en la calle de los Españoles, dueño del albergue de La Corona, y que hoy fundía monedas con sus iniciales, sobre la orgullosa divisa de Dios mi causa y mi espada. Embelesado como estaba, recibe un tremendo garrotazo, y luego es encerrado para forzarlo a trabajar cargando ladrillos, al siguiente día, desde Millot hasta la cima del Gorro del Obispo (una montaña). Aunque gritaba que conocía a Christophe nadie le hizo caso. El trabajo era agotador, y el trato proporcionado por los negros guardianes era inhumano; y participaban en la obra hombres, mujeres, ancianos y niños. Pronto supo Ti Noel que esto duraba ya desde hacía más doce años y que toda la población del Norte había sido movilizada por la fuerza para trabajar en aquella obra inverosímil. Y las protestas eran acalladas con sangre. Pronto el negro comprendió que se hallaba en una esclavitud más cruel. El rey Christophe, que subía a observar la construcción de la ciudadela, ordenaba a menudo la muerte de quien era descubierto en la holganza. La ciudadela se construía para defenderse en caso de que los franceses decidieran reconquistar la isla. Ya cuando se terminaban los trabajos en la ciudadela, Ti Noel pudo retornar a la antigua hacienda de Lenormand, de la que se sentía medio dueño. Comenzó a preparar lo que sería su vivienda. Allí descansaría de los golpes recibidos en la construcción. Allí se ocultaría también de los hombres de Christophe. Cierto día decide ir a la ciudad del cabo. La nostalgia lo invade cuando se encamina por el camino del mar. Piensa en el bullicio y la alegría. Pero la ciudad del Cabo es fantasmal. Nadie se atrevía a pasar por sus calles aledañas. Dentro de las viviendas se rezaba en voz baja, en las habitaciones más retiradas. En el edificio del arzobispado había sido emparedado vivo el capuchino Cornejo Breille, confesor de Christophe. Fue condenado a tal suplicio por quererse marchar a Francia llevándose todos los secretos del rey y de la ciudadela. De nada valdrían las imploraciones de la reina María Luisa. Una vez muerto, retornó la alegría a la ciudad. Entonces fue cuando Ti Noel pudo echar algunas cosas dentro de su saco, consiguiendo de un marino borracho las monedas suficientes para beberse cinco vasos de aguardiente, uno encima del otro. Se halla en la iglesia Christophe cuando un rayo parte las campanas. El monarca cae al piso paralizado. Es llevado a su palacio, pero no logra recuperarse, no logra mover los brazos y las piernas. Esto ocurrió un 15 de agosto. Una tarde, mientras se tocabna el manducumán, se alborota la gente en el palacio, que se habían emborrachado. Cortesanos, lacayos y guardias se fugan, arrasando con pertenecias del palacio. Los soldadosmse alertan y se cerea una terrible confusión. Duques, barones, generales y ministros habían traicionado al rey, ahora medio inválido. Sólo lo acompañaban cinco pajes africanos: los Bombones Reales. El rey se sentó en el trono, viendo cómo acababan de derretirse la velas amarillas de un candelabro. Maquinalmente recitó el texto que encabezaba las actas públicas de su gobierno: “ Henri, por la gracia de Dios y la Ley Constitucional del Estado, Rey de Haití, soberano de las islas de la Tortuga, Gonave y otras adyacentes, Destructor de la Tiranía, Regenerador y Bienhechor de la nación Haitiana, Creador de sus Instituciones Morales, Políticas y Guerreras, Primer Monarca Coronado del Nuevo Mundo, Defensor de la Fe,

Fundador de la Orden Real y Militar de Saint-Henri, a todos, presentes y por venir, saludo...” Pronto se inicia el incendio de las propiedades del rey. Y pronto tomarán fuego los espejos del palacio, el cristal de las copas, los nácares... El rey decide suicidarse. Casi no se oyó el disparo, porque los tambores estaban ya demasiado cerca. La mano de Christophe soltó el arma, yendo a la sien abierta. Los pajes aparecen. Los pajes cargan con el monarca en una hamaca hacia las montañas. Detrás de ellos van las princesas Atenais y Amatista y la reina. Solimán, el lacayo del rey, que antes fuera el masajista de Paulina Bonaparte, cerraba la retirada, con un fusil en bandolera y un machete de calabozo en la mano. El ejercito de Christophe se desvanece. El gobernador le corta un dedo al rey y se lo entrega a la reina, luego es sepultado en argamasa. La montaña del Gorro del Obispo, toda entera, se había transformado en el mausoleo del primer rey de Haití. La reina, sus hijas y Solimán están en Europa. Aquí Solimán es tratado con respeto, y entretiene a los parroquianos contando sus aventuras en Haití. Incluso consigue novia: una piamontesa con la que invaden una zona de estatuas, y en la que cree ver la imagen de Paulina Bonaparte. Pero todo es producto de la borrachera y el paludismo. Sus gritos hicieron llegar a la policía. Huye del sitio por una ventana. Ti Noel era uno de los que habían iniciado el saqueo del palacio de Sans-Souci. Por ello se amueblaban de tan rara manera las ruinas de la antigua vivienda de Lenormand de Mezy. Pero lo que hacía más feliz al anciano era la posesión de una casaca de Henri Christophe, de seda verde, con puños de encaje salmón, que lucía a todas horas. Pero pronto llegarán los agrimensores a medir las tierras. Muchos campesinos huyen de sus casas. Supo luego Ti Noel que las tareas agrícolas se habían vuelto obligatorias y que el látigo estaba ahora en manos de Mulatos Republicanos, nuevos amos de la Llanura del Norte. Ti Noel recuerda a Mackandal y decide apartarse de la realidad convirtiéndose en animal, así como lo hacía Mackandal. Se convirtió en muchos animales, y por último se volvió ganso. Quiso integrarse a una comunidad de gansos, pero fue rechazado. Se le había dado a entender claramente que no le bastaba ser ganso para creerse que todos los gansos fueran iguales. Recordó que Mackandal se transformó para ayudar a los hombres, no para abandonarlos. Ti Noel ha llegado a la miseria. Comprende que el hombre nunca sabe para quién padece y espera; y que busca una felicidad inalcanzable. En el Reino de los Cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin termino, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite, por ello, agobiado de penas y de tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida, en el Reino de este Mundo.