EL PUEBLO Y EL REY

Phelan, J. (2009). EL PUEBLO Y EL REY, la revolución comunera en Colombia, 1781. Carlos Valencia editores, Bogotá Colomb

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Phelan, J. (2009). EL PUEBLO Y EL REY, la revolución comunera en Colombia, 1781. Carlos Valencia editores, Bogotá Colombia. EL PUEBLO Y EL REY la revolución comunera en Colombia, 1781. Jhon Leddy Phelan* Este texto tiene el objetivo de analizar el movimiento de los comuneros en términos de su protesta, sin ir a sus sucesos posteriores, puntualizando en las significaciones del lenguaje interno de aquellos hombres y mujeres que en 1781 se identificaban colectivamente con la palabra comunero y que proclamaban inconformes “Viva el rey y muera el mal gobierno” durante la crisis de este año, por un lado causada por el aumento de los antiguos impuesto y la creación de nuevos, pero en sí, el problema radicaba en quien tenía la autoridad con tintes de una monarquía unitaria, concretamente, esta crisis fue el escenario de una colisión constitucional entre la centralización imperial y la descentralización colonial, pero el autogobierno auspiciado por los criollos en Zipaquirá bajo la egida de la corona, resulto en constituir una mayor centralización del poder a nombre de Carlos III, una versión modificada de la constitución no escrita. Aquellos comuneros entusiastas de 1781 sostenían una traición de los ministros hacia su figura de poder, mientras que, los comuneros se demostraban súbditos fervientes, dentro de sus únicas posibilidades se hallaba básicamente solicitar la corrección de agravios específicos, en tal caso la supresión del proyecto fiscal, aunque la independencia se va efectuar de manera paulatina un siglo después desde los comuneros en 1781 y el derrocamiento de los borbones en 1808 las bases se ahondarían acompañadas del pensamiento político y científico de la ilustración europea, las revoluciones efectuadas en América del norte y Francia, empezaron a anidar en los criollos las bases fundamentales para desafiar la noción tradicional y provincial con la que intentaron comulgar los comuneros décadas antes. Aquellas gentes del Socorro venían ya luchando por su independencia de San Gil, se hizo común que Bogotá nombrara a un socorrano el cargo de teniente corregidor y otorgara altos poderes al alcalde, una forma para aplacar a esta comunidad pero sus ansias de autonomía seguían en aumento tanto como su número poblacional, con un alto numero de población libre, en 1781 el proceso de mestizaje en el Socorro fue difuso, los esclavos a un numero no mayor de 419 en su mayoría mujeres mulatas, otorgaban al propietario un status, clave a la hora solicitar préstamos y otros, en este existía también una población de manumisos que aunque, eran relativamente libres seguían prestando sus servicios a los antiguos dueños, estos menciona el autor, se convirtieron en los criados favoritos1. Una de las características del socorro es que su tenencia de la tierra se basó en el minifundio y no en el latifundio. En el año de 1781 se empezaría a fecundar todo tipo de penurias con una abrumadora mayoría víctimas de las clases bajas que desencadenarían una crisis dramática, sumado a la enérgica la noticia de nuevos impuestos que llego con la visita del regente visitador, cuyas repercusiones estuvieron pronto en las calles, de ahí que no sea casual, el primer motín estuviese dado el 17 al 1

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25 de marzo de 1781, el segundo motín y el de mayor magnitud se desarrollara el 30 de marzo en el socorro, seguido de otras manifestaciones en Simacota, así seguidamente explosiones simultaneas hasta que el 16 de abril vuelve al Socorro con la unión de la elite criolla el 18, es decir que desde el 16 de marzo se estaba gestando una protesta de clases bajas, ambos motines desarrollados un viernes de mercado, las causas del primero fue el gravamen de armada de Barvolento, entendido como un impuesto nuevo, en el segundo motín, a causa del monopolio de tabaco, aguardiente, una protesta que incluía también el descontento con las alcabalas, el autor resalta, la furia femenina en estos estallidos, a nombre de una mujer llamada Manuela Beltrán, el fue significativo el número de mujeres, al momento que la las elites no organizaron ningún tipo de milicia, sino que se resguardaron, Bogotá dominada entonces por el visitador general, solo respondió exhortando al alcalde no hacer nada que provocase un nuevo motín, mientras que, se arrestaba silenciosamente a los principales agitadores, se debía explicar a las muchedumbres que la armada de Barlovento no era un nuevo impuesto, sino uno viejo confundido con la alcabala 2, que se por orden del visitador se le debía cobrar al hilo de algodón, oficio propio de la plebe, a tal furor estaba las gentes, que el corregidor de la provincia se negó a comparecer antes de que llegara los refuerzos desde Bogotá, aunque para luego del 30 las solicitudes se priorizaban en municiones y no en tropas, los estallidos en todo caso fuese por situación de enfermedad del corregidor de Tunja o por que en Bogotá creyeran que solo se trataba de 4 muchedumbres, tanto el éxito como el fracaso de los comuneros reside en su alianza con las elites y las masas populares, sus logros con las capitulaciones de Zipaquirá pero también habrá que observar la destreza del arzobispo Caballero y Góngora, analizando a aquellos plebeyos y patricios donde inicio dicha coalición. El autor resalta la histórica y cotizada experiencia militar de Berbeo, cuando dirigió distintas campanas contra los carares y los yaraquies caracterizadas por ser tribus de aborígenes hostiles, se reconoce también sus variados viajes a Bogotá, quizá donde obtuve relaciones con burócratas criollos influyentes, como Francisco de Vergara, regente del tribunal de cuentas, personas trascendental en las negociaciones que culminarían con las capitulaciones de Zipaquirá 3, contrario a las palabras carismáticas al referir a Berbeo, el autor trae a Salvador Plata, acusado de traidor a la causa de los comuneros, en realidad este se opuso desde el inicio al estallido, tomando partido por el alcalde Angulo y Olarte en los intentos por restaurar el orden durante los últimos motines, una de las características de las relaciones entre los dirigentes de ambos movimientos es su obstinado aprecio, en palabras del autor, “tanto los jefes comuneros como las autoridades en la capital se aferraban al principio de un arreglo negociado, y había que mantener abiertos los contactos” (p. 83). De todas formas, los estallidos populares si se intentaron detener, aunque los regidores, sin poder en las leyes no podían mas sino prometer dialogar con Bogotá para modificar en alguna medida los aparentes nuevos impuestos. La elección de los capitanes patricios el 18 de abril sin la presencia del alcalde significo que el cabildo prosiguió trabajando estrechamente al mando de los comuneros. Dos regidores, Manuel Berbeo y Clemente José Esteves. Se cuenta con información de Antonio Monzalve, personaje activo entre los jefes de los comuneros, pero quien extrañamente en 1798 aparece como 2 3

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administrador de la alcabala en el socorro, el mismo que había sido blanco de la ira popular en 17814, se cuenta con un total de 10 jefes comuneros, quienes al finalizar por testigos fueron considerados como capitanes leales a la corona que habían aceptado dichos cargos bajo coacción, sin embargo, en los archivos notariales del socorro solo se logra develar información de siete de estos, de estos patricios involucrados en el movimiento comunero es bien sabido que bebían gozar con un cierto prestigio social y económico, donde el matrimonio forjaba nuevos predominios, con un ancestro español puro, esta última, condenaba a quienes descendientes de mulatos obtenían relativamente mas ingresos pero eran condenados a la categoría de plebeyos por su origen5, claramente dentro del sistema colonial, los cargos administrativos estaban disponibles para los primeros, a tal punto era insuficiente la educación que el autor afirma, que es de suponer que muchos nobles eran analfabetos funcionales, apenas si algunos podían alardear de saber escribir su nombre, habilidad que también tenían algunos plebeyos 6. La población noble representó en esta época una minoría en comparación de una numerosa población plebeya, identificados por el común uso de la ruana y las alpargatas, en resumen, el oficio, la residencia, la educación, el origen étnico, el matrimonio y el estilo de vida determinaba la condición social, tanto así que, la elite se cuida en quien alcanza ciertos oficios, en sí, en el Socorro se podía observar los conceptos básicos heredados de una aristocracia7 que no puede ser considerada como una sociedad dual, sin embargo, si carecía de un propósito social colectivo tal como la vasta comunidad plural de la Nueva Granada, de aquí que uno de los aportes significativos de la crisis de 1781 se presentó el inicio del fin de la antigua sociedad plural, cuando dos grupos por precaria que fuese su relación se congregaron en torno a un programa político común. El autor es enfático en que, fue la rebelión de 1780 por Túpac Amaru en el Perú quien encendió la llama en la Nueva Granada cinco meses después, las gentes descontentas del Socorro pudieron obtener información de lo sucedido gracias a Manuel García Olano, administrador de servicios de correos de Bogotá quien también poseía una amistad con Nicolás Vélez de Guevara y Suescún, el “fiscal del crimen” de la Real Audiencia de Lima, el papel de Bogotá cobra más trascendencia con el célebre poema que el pueblo socorrano llamaba “nuestra cédula” proveniente Bogotá y que brindo una ideología revolucionaria, en los términos que los plebeyos podían comprender además, para los patricios del Socorro significo que los círculos influyentes de Bogotá estaban dispuestos a unirse al movimiento de protesta,8 a tal punto el poema congregaba a las gentes en Bogotá, en efecto, el 6 de junio una población de veinte mil personas se congregaron en Zipaquirá, a una jornada de Bogotá, en este día el poema realizo por primera vez una crítica directa a un sector del clero; aparece el nuevo lema “viva el Socorro y muera el mal gobierno” producto de la modificación de “viva el rey y muera el mal gobierno” visto por Joaquín de Finestrad y acuerdo con Rafael Gómez Hoyos como un poema que propugnaba la separación política de España. Aun

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así, su reiterado reclamo por los “señores naturales” no citaba a los indios, para este momento los “nuevos naturales” no eran los indios, sino los criollos y los plebeyos. De todas formas, el poema proclamaba más sutil lo que el artículo 22 de las capitulaciones de Zipaquirá, reiterando su desprecio por los chapetones, aunque los criollos tenían reclamos contra estos, lo que realmente les interesaba era un descenso virtual del monopolio de todos los cargos burocráticos en el reino. Partiendo de la premisa que ningún otro grupo en la sociedad estaba tan insatisfecho como los indios, el autor menciona que los actuales departamentos de Cundinamarca, Boyacá, Santander y Norte de Santander el malestar fue agudo, a los indígenas se les organizo en resguardos, sin embargo ante la demanda de mano de obra debían alquilar sus servicios con los que pagaban sus tributos, de los cuales los caciques y primogénitos estaban exceptos, siempre y cuando respondieran con la necesidad de indios requeridos, pero con la instauración de las extensas haciendas, los indios fueron desplazados delas zonas de resguardo y así exiliados, la respuesta a la insatisfacción de los indios por parte de la corono española fue prohibir ventas posteriores, adoptada por una cedula de Carlos III, el 2 de agosto de 17809. Precisamente la cláusula séptima de las capitulaciones de Zipaquirá, propugnaban que las tierras de resguardos sobrevivientes fueran divididas y se le otorgara título a cada indio con la posibilidad de venderlas, propuesta que posteriormente seria tratada en la junta de Bogotá en 1810 por los criollos10 hasta en 1821 cuando el congreso de Cúcuta tomó el restante de las capitulaciones de Zipaquirá y decreto su realización, pero al cabo de una generación esas tierras comunales desaparecieron, al sur actualmente unas pocas se mantienen11. Si bien la victoria de Puente de Vélez, la formación del supremo consejo de guerra y la caída de Tunja facilitaron la formación de una gran coalición multiétnica formidable, era preciso la marcha sobre Bogotá por los comuneros, sin embargo, su disposición de negociación aun día de llegada, en Zipaquirá denota la dramática tensión, específicamente en la carta de Berbeo y la reacción en Bogotá entre ´la constitución no escrita´ y el absolutismo de Carlos III, empero, la revolución de los comuneros no fue una revolución social sino una crisis socioconstitucional y sociopolítica, sin anhelos de independencia12. A continuación, presentamos algunas concesiones importantes que obtuvieron los sectores de la población según el autor, en primer lugar, los indios como socios minoritarios, fueron los beneficiario s dela clausula 14, que abogaba por la restitución de las salinas a las comunidades indígenas; la cláusula 7 concentro el descontento indígena en 3 puntos: el tributo, las exacciones del clero y los resguardos, pero se insistió en que estos tenían el usufructo, mas no la nula propiedad que les daba el derecho a vender y arrendar. En cuanto a la población denotada como plebeyos, el preámbulo componía las demandas por los intolerables impuestos, que no precisamente exigió un principio igualitario, que, si reclamaría los jefes de la independencia, de otro lado, la cláusula 6 exigió la abolición del monopolio de tabaco y la cláusula 15 anulo la recolección de impuestos de 9

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los cuales la comunidad no había consentido como necesarios, además de una reducción a los bienes de primera necesidad; el articulo 32 ataco las diferencias sociales en el trato como presos. En tercer lugar, la función social de la propiedad privada, con tres clausulas, el artículo 26, estipulando que los campos al margen de los caminos no debían ser cercados, el artículo 27 infería a benéfico publico la distribución del salitre que se hallaba en el territorio de Paipa, la cláusula 28 estipulaba que ningún camino o puente podía ser propiedad privada y solo las corporaciones públicas podan cobrar peajes13. De ahí que, los beneficios para el comercio y los comerciantes iniciara con la cláusula 29 convenía la construcción de un puente de calicanto en Chiquinquirá. La cláusula 19 otorgaba una estricta adhesión al arancel establecido por el gobierno, entre otros que atacaban la economía de los neogranadinos. Sobresalen lo seis artículos dedicados contra el clero, entre estas la cláusula séptima por acusación de explotación a los indios, no obstante, se recalcaba que no los mestizos y criollos eran también víctimas de los distintos abusos por parte del clero, en resumen, expone el autor, dada las inspiración, del medievo tardío y del renacimiento sin la igualdad como fundamento se desarrollaron, tanto pobres como ricos obtuvieron ciertos beneficios de las capitulaciones, exceptuando a la población negra esclava14, las medidas fiscales, comprendían de cierta forma una demanda constitucional y política, una aspiración por un mayor grado de autogobierno a nivel local y regional y una reivindicación de las elites criollas a gobernar.

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