El Poderenla Teora Realistadelas Relaciones Internacionales

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El Poder en la Teoría Realista de las Relaciones Internacionales. Article · March 2014

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El Poder en la Teoría Realista de las Relaciones Internacionales En su libro International Relations: A General Theory (1967), John Burton señala que “probablemente no haya un factor común más grande en todo el pensamiento de las Relaciones Internacionales que el presupuesto de que los estados dependen para su existencia del poder y logran sus objetivos a través del poder”. Este planteo sitúa a la búsqueda y el manejo del poder en el en el centro del desarrollo de la política internacional; y representa el corazón del argumento de la teoría realista, la cual, dentro de las teorías esbozadas en la disciplina de las Relaciones Internacionales, es la que mayor énfasis pone en el estudio del poder. Los realistas consideran el poder como el elemento fundamental en las Relaciones Internacionales, y plantean como eje de estudio a la hegemonía –la concentración de poder– y la necesidad de mantener la autonomía para evitar la dominación. En consecuencia, los cambios en la distribución de poder –auge y caída de las grandes potencias, posibilidad de guerra entre estas–, y de quién tiene la capacidad de amenazar el orden establecido –alterar el status quo– ocupan un lugar preponderante en los modelos de estudio de esta teoría. La teoría realista surge hacia fines de la década de 1930 en respuesta a los postulados idealistas que habían dominado la teorización de las Relaciones Internacionales

desde

el

término

de

la

Primera

Guerra

Mundial.

El

internacionalismo liberal –idealismo– tomó forma a partir de los "Catorce Puntos" expresados por el Presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, que planteaban la renuncia al uso de la fuerza como medio para la resolución de conflictos y la instauración de un orden internacional multilateral, regulado por la Sociedad de Naciones. En oposición a estos principios y ante la inminencia del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, en 1939 E. H. Carr publica su libro The Twenty Years Crisis donde critica los planteos idealistas estableciendo que la defensa del interés nacional es la conducta natural de los Estados y expone sus argumentos como un enfrentamiento entre la "ciencia" en la que se basa el

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realismo y la "utopía" de los internacionalistas liberales, presentándolos, de esta manera, como dos enfoques irreconciliables1 (Salomón González, 2002:10). Así, a diferencia de los idealistas, que creían en la capacidad de transformación del sistema internacional a través del derecho internacional y las organizaciones internacionales, los realistas argumentan que el poder es el factor determinante en las relaciones entre las unidades del sistema internacional y que su estudio es de crucial importancia para entender la dinámica de la guerra y la paz. En este sentido, Stephen Walt aclara que la teoría realista “is generally pessimistic about the prospects for eliminating conflict and war” (Walt, 1998:31). Ante esto, el presente artículo indaga acerca de la noción de poder en la teoría realista. Para ello, en primer lugar se desarrollarán distintas corrientes dentro de la teoría realista, haciendo especial hincapié en las dos que han generado mayor impacto en la literatura de la disciplina: el realismo clásico, planteado por Hans Morgenthau y el realismo estructural o neorrealismo, desarrollado por Kenneth Waltz. Se recogerán sus argumentos acerca de qué lleva a los Estados a buscar el poder, qué factores influyen en dicha búsqueda y el conflicto que se genera a partir de ello. Luego, se plantearán los argumentos principales de tres autores generalmente citados en el paradigma realista en ciencias sociales, y de los cuales Morgenthau –y a partir de él todos los autores realistas– se considera seguidor: Tucídides, Nicolás Maquiavelo y Thomas Hobbes. En tercer lugar, se dará cuenta de las críticas comúnmente planteadas a este enfoque teórico. Para finalizar, se traza una conclusión respecto de la discusión desarrollada a lo largo del trabajo. Las corrientes de la teoría realista de las Relaciones Internacionales •

Realismo Clásico

Mónica Salomón aclara que: "las referencias de los manuales al "primer debate" no incluyen las respuestas que los autores implicados dieron a las críticas. Con ello se refuerzan los argumentos de Carr, con lo que la idea que hoy día solemos tener del carácter del debate es muy sesgada (...) Lo que hizo Carr en The Twenty Years Crisis fue oponer a las premisas utópicas (o, mejor dicho, a las que él atribuía a los utópicos) otra serie de premisas basadas en la tradición de pensamiento realista y que, según él, coincidían con la realidad" (Salomón González, 2002:10-11). 1

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Hans Morgenthau es considerado el padre fundador de la disciplina de las Relaciones Internacionales. En su libro Politics Among Nations, propone un modelo de relaciones entre Estados y presenta una serie de preceptos “realistas”2 como las únicas recetas válidas para el éxito de la política exterior. El autor hace foco en las leyes o regularidades del comportamiento de los Estados, los tipos de políticas, las configuraciones principales del poder; y centra sus análisis en dos principios: el poder y el interés nacional (Hoffmann, 1991: 20-21). La teoría planteada por Morgenthau se basa en la creencia que “the world, imperfect as it is from the rational point of view, is the result of forces which are inherent in human nature. To improve the world one must work with those forces, not against them” (Morgenthau, 1952:962). En otras palabras, Morgenthau creía que los Estados, al igual que los seres humanos, tienen un deseo innato de dominar o influir en el comportamiento de los otros, y este conflicto de intereses es lo que los incita a la lucha por la supremacía3. El deber del estadista es utilizar los factores de poder del propio Estado para lograr el interés nacional, sin tomar en cuenta ningún otro tipo de consideraciones más que el cálculo material resultante del cuidadoso estudio de dichos factores. Esto es así porque en ausencia de una autoridad superior, los Estados soberanos se ven obligados a buscar los medios que aseguren su propia supervivencia y seguridad, por lo tanto el conflicto y la competencia –es decir la lucha de los Estados por el poder– son intrínsecos a la práctica las Relaciones Internacionales. “A zero-sum quality characterizes that competition, sometimes making it intense and unforgiving. States may cooperate with each other on occasion, but at root they have conflicting interests” (Mearsheimer, 2002). Para el realismo clásico, es la misma naturaleza del hombre la que explica la conflictividad del sistema y, por lo tanto, la política implica la lucha por el poder: el “Los realistas, en contraste con los utopistas, subrayan el poder y el interés más que los ideales, en las relaciones internacionales. El realismo es básicamente conservador, empírico, prudente, sospechoso ante los principios idealistas y respetuoso de las lecciones de la historia” (Dougherty y Pfaltzgraff, 1993:17) 3 “La esencia de la política internacional es idéntica a la de su contraparte interna. Tanto una como la otra implican una lucha por el poder solo modificada por las diferentes condiciones en las que tiene lugar esta lucha dentro de los campos interno o internacional” (Morgenthau, 1992:50). 2

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Estado es el actor principal en un ámbito internacional caracterizado por la anarquía4; cada Estado es responsable por su propia supervivencia y bienestar, por lo que la defensa del interés nacional es la conducta natural de los Estados; y el poder –necesario para la consecución de esos intereses– se convierte en el elemento central de atención. En consecuencia, el poder acaba por convertirse tanto en medio como en un fin en sí mismo. Para Morgenthau la noción de interés hace posible la comprensión teórica de la política al imprimirle un orden racional: haciendo foco en el interés la política internacional se convierte en un todo racional que puede evaluarse en relación de factores objetivos que representan el poder –dejando de lado otro tipo de consideraciones como pueden ser los factores morales, ideológicos, etc.–. Es así como, para el autor, el interés definido en términos de poder es una categoría objetiva de validez universal5, donde la idea de interés es “la esencia de la política y resulta ajena a las circunstancias de tiempo y lugar 6”. En este sentido, el interés es “el parámetro permanente mediante el que debe juzgarse y dirigirse toda la acción política” (Morgenthau, 1992:19-21). Así, la supervivencia del Estado es la meta mínima que debe considerarse en la formulación de la política exterior y, en consecuencia, el interés nacional se identifica con la supervivencia del Estado. Por ello, en la medida en que el mundo esté dividido en naciones, afirmaba Morgenthau, el “interés nacional es por cierto la última palabra en la política mundial. El interés, entonces, es la esencia de la política” (Morgenthau, 1952 citado en Dougherty y Pfaltzgraff, 1993:107). Luis Dallanegra Pedraza señala que el realismo “se maneja en función de los intereses dominantes en la media de los poderes que permiten alcanzarlos”. El interés es el catalizador de la acción y el poder es la medida –y las limitaciones– Es decir, un sistema compuesto por la yuxtaposición de unidades semejantes, y en ausencia de instituciones políticas con autoridad por sobre las unidades y sistemas legales o patrones de conducta comúnmente aceptados. “En la política interna se dice que hay relación jerárquica, en la cual las unidades mantienen una diferenciación formal entre sí por referencia a un grado de autoridad o la función que desempeñan. Por contraste el sistema internacional carece de instituciones gubernamentales comparables. Los agentes se mantienen en relación horizontal entre sí, y cada estado aparece formalmente igual (soberanía) al otro” (Dougherty y Pfaltzgraff, 1993:132; ver también Waltz, 1988:164-180). 5 “En política, el interés es analizado en términos de poder, del mismo modo que en economía el interés es definido en términos de riqueza” (Hoffmann, 1991:85). 6 De todas maneras, el autor aclara: “Yet while the concern of politics with interest is perennial, the connection between interest and the national state is a product of history” (Morgenthau, 1952:972). 4

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de que se dispone para alcanzarlo (Dallanegra Pedraza, 2008:4-5). Es decir que el interés requiere el poder para hacerse posible y, consiguientemente, cada Estado realiza un cálculo racional de costes y beneficios, a partir de la definición del primero y el cálculo del segundo. De la misma manera, Stanley Hoffmann (1991:86) explica que para el realismo clásico, en primer lugar, se deben definir los fines que se quiere alcanzar –definir el interés del Estado– y luego calcular la cantidad de poder que se necesitará para lograrlo 7. Por lo tanto, a mayor poder detentado por un Estado, mayores serán los objetivos –intereses– que podrá conseguir; de igual modo, cuando el poder de un Estado se ve disminuido, también se verán reducidos los intereses que éste pueda definir. En este sentido, los realistas establecen una jerarquía entre los Estados, de acuerdo a sus capacidades –grandes potencias y Estados menores–, en un sistema internacional descentralizado y anárquico donde todas las unidades que lo integran poseen igualdad legal o soberanía (Dougherty y Pfaltzgraff, 1993:91). En el pensamiento realista definido por Morgenthau, “el poder puede comprender cualquier cosa que establezca y mantenga el poder del hombre sobre el hombre. En consecuencia, el poder abarca todas las relaciones sociales que sirven a ese fin, desde la violencia física hasta el más sutil lazo mediante el cual una mente controla a otra” (Morgenthau, 1992:20). Pero, para Morgenthau, los atributos de poder no son solo materiales, dado que agrega que “cuando hablamos de poder nos referimos al control del hombre sobre las mentes y las acciones de otros hombres. Por poder político significamos las mutuas relaciones de control entre los depositarios de la autoridad y entre estos últimos y la gente en general. El poder político es una relación psicológica entre quienes ejercen y aquellos sobre los que se ejerce. Otorga a los primeros control sobre ciertas acciones de los segundos mediante el impacto que ejercen sobre las mentes de estos últimos” (Morgenthau, 1992:43).

“Se debería comenzar con una definición de estos fines y luego calcular la cantidad de poder apropiadas para diferentes fines, decidir, si es necesario, cómo incrementar los tipos de poder requeridos para los fines absolutamente indispensables, y eliminar aquellos fines para los cuales no se tiene poder, o aquellos fines que simplemente no pueden ser logrados, ya sea con los tipos de poder que se es capaz de producir o con los tipos de poder a disposición que sean realmente utilizables” (Hoffmann, 1991:86). 7

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En su argumento, el autor plantea el poder como la cantidad de la influencia que la unidad –el Estado– ejerce en el sistema; pero también propone una discusión detallada de las capacidades de los Estados para detentar poder en el sistema internacional e indica cómo deben ser medidos. En consecuencia, Hans Morgenthau define el poder a partir de dos componentes: material, poder en términos de capacidad militar o preponderancia económica; y relacional, poder como influencia, es decir en términos políticos 8. El primer enfoque refiere a elementos y recursos específicos con los que cuenta un Estado y que se combinan para estimar el poder general con el que cuenta dicho Estado. Los recursos que generalmente son analizados por este enfoque son el gasto militar, el PBI, la población, recursos naturales, etc. El problema que se presenta con este enfoque, es el hecho de asumir que distintos elementos de poder pueden combinarse para obtener un indicador general: “At the end of the day, it is not the mere possession of power resources that matters, but the ability to convert these into actual influence” (Schmidt, 2005: 529). El segundo enfoque, el poder relacional, refiere a la capacidad de un actor de influir sobre las acciones de otro para que éste actúe de manera que no actuaría sino por la injerencia del primero. En este tipo de enfoque del poder, lo fundamental es el proceso de interacción a partir del cual un Estado puede ejercer influencia sobre el otro; y, por lo tanto, su análisis debe ser multidimensional: sus objetivos, su ámbito de aplicación, los recursos aplicados, y su costo de oportunidad de renunciar a una relación, etc. En resumen, para la concepción realista, el poder es “una combinación de influencia persuasiva y fuerza coercitiva” (Schwarzenberger, 1951 citado en Dougherty y Pfaltzgraff, 1993:18). Adicionalmente, el autor señala que debe establecerse una diferencia entre poder político y fuerza en el sentido de la violencia física. “La violencia física bajo la forma de acción policíaca, encarcelamiento, pena capital o guerra es un elemento intrínseco de la política. Cuando la violencia se convierte en realidad, el poder político abdica en favor del poder militar”. Por ello, para Morgenthau la fuerza armada y la amenaza de su uso, ya sea que ésta amenaza sea real o no, 8

Capacidad de movilización política, percepción internacional, etc.

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es el factor material de poder más importante con el que puede contar un Estado para su desempeño en la política internacional. Esto es así porque cuando se pasa de la amenaza al uso de la fuerza, es decir cuando se entra en estado de guerra, “la práctica de la violencia física sustituye la relación psicológica entre dos mentes (verdadera esencia del poder político), por la relación física entre dos cuerpos, uno de los cuales es lo suficientemente fuerte como para dominar al otro” (Morgenthau, 1992:43). Finalmente, cabe destacar que para Morgenthau, la política internacional es tanto una ciencia como un arte. Por un lado intenta desarrollar una teoría general que permita entender el panorama de las Relaciones Internacionales pero, por otro lado, plantea que el estadista debe contar con una dosis de prudencia 9 y mesura para llevar adelante la política exterior de un Estado, lo que agrega un componente de subjetividad al estudio. •

Neorrealismo

Hacia fines de la década de 1970, surge una nueva corriente en la teoría realista, conocida como “realismo estructural” o “neorrealismo”. Esta nueva corriente, que nace a partir del trabajo de Kenneth Waltz –especialmente su libro Theory of International Politics (1979)–, retoma la tradición realista clásica e intenta contribuir a la especificidad de los conceptos a través del desarrollo de proposiciones que permitieran una comprobación empírica más concreta; pero, se aparta de los postulados de la corriente clásica al remitir a la construcción sistémica y su influencia sobre las unidades. En su argumento, Waltz plantea que es la estructura del sistema10 la que lleva a los Estados a la búsqueda del incremento de su poder; de esta manera, relega la

“La única moralidad es la de la prudencia (…) una que implique “el medir las consecuencias de las acciones políticas alternativas” antes que la “conformidad con la ley moral””. (Morgenthau, 1985 citado en Hoffmann, 1991:84). 10 Waltz define estructura como “el componente sistémico que hace posible pensar en el sistema como un todo”. E indica que su definición debe abstraerse de los atributos y las relaciones de las unidades que componen el sistema, es decir, dejar de lado las cuestiones acerca de las clases de líderes políticos; instituciones económicas y sociales; compromisos ideológicos; interacciones culturales, económicas, políticas y militares de los estados. Esto es así porque “para definir una estructura es necesario ignorar de qué modo se relacionan las unidades entre sí (cómo interactúan) y concentrarse en cuál es su posición mutua (cómo están dispuestas o posicionadas). Las interacciones, tal como he repetido, se llevan a cabo a nivel de la unidad. Las mutuas relaciones entre las 9

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naturaleza humana como fuente de conflicto y se centra en los efectos del sistema internacional. Así como para el realismo clásico la naturaleza defectuosa del hombre representaba la base del planteo del análisis, para el neorrealismo el foco de estudio está en la estructura del sistema internacional y cómo ésta moldea la forma en la cual los componentes se vinculan entre sí. Es decir, que es la estructura anárquica del sistema la que configura y predispone las relaciones políticas entre las unidades que la componen. Para Waltz, el sistema internacional consiste en un número de grandes potencias, cada una tratando de sobrevivir en un ambiente descentralizado y anárquico. En este sentido, su planteo refiere a un sistema compuesto por Estados soberanos11, donde no existe un poder central por encima de las unidades que lo componen: “Las partes de los sistemas políticos internacionales se hallan en relaciones de coordinación. Formalmente, cada una de ellas es igual a todas las demás. Ninguna está autorizada a mandar, ninguna está obligada a obedecer” (Waltz, 1988:132). El autor indica que ese escenario de anarquía previene a los actores del sistema internacional de ingresar en sistemas cooperativos para terminar el estado de guerra. Al entender el sistema internacional como un juego de suma cero, los incentivos para la cooperación se ven sobrepasados por los cálculos de ganancias y pérdidas potenciales. Ante esta situación estructural, los Estados deben proveerse de su propia seguridad – autoayuda– para hacer frente a las amenazas12 –o aparentes amenazas– a su seguridad. En otras palabras, debido a que no existe una autoridad central para proteger a los Estados entre sí, cada Estado tiene que sobrevivir por sí mismo (Walt, 1998:31). A partir de esta exposición del sistema internacional como un sistema de autoayuda, Waltz plantea el equilibrio de poder como una situación inevitable y automática donde

“el temor a (…) consecuencias indeseadas estimula a los

unidades, el modo en que están dispuestas o posicionadas, no conforman una propiedad de las unidades. La disposición de las unidades es una propiedad del sistema” (Waltz, 1988:119-120). 11 Es decir “unidades cuyo poder central reclama el monopolio de la violencia adentro y reclama afuera el derecho exclusivo de tomar decisiones en nombre de sus súbditos” (Hoffmann, 1991:94) 12 Para la corriente neorrealista, “una amenaza es aquella que concentra suficiente poder para decidirlo a alterar el status quo a su favor. Para esta corriente amenaza es un correlato directo de la distribución de poder” (Battaleme, 2013:133).

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estados a comportarse de manera que tienden a la creación de equilibrios de poder” (Waltz, 1988:174). Y, en consecuencia, indica que la estructura del sistema internacional lleva a las grandes potencias a prestar especial atención a la relación de fuerzas; y obliga a los Estados –que priorizan ante todo su seguridad– a competir entre sí por el poder: porque el poder es el mejor medio para la supervivencia (Mearsheimer, 2002). Por ende, “para el neorrealismo el poder sigue siendo una variable clave, si bien existe menos como fin en sí mismo que como un componente necesario e inevitable de una relación política13” (Dougherty y Pfaltzgraff, 1993:131); es decir, el poder no es un fin en sí mismo, sino el medio para conseguir un fin: la seguridad14. Ante la posibilidad de que cualquier unidad integrante del sistema pueda hacer uso de la fuerza contra otra, todos los Estados deben adoptar las medidas adecuadas para asegurar su propia supervivencia. Por lo tanto, en ausencia de una autoridad superior, los realistas estructurales argumentan que la autoayuda15 es el principio de acción imperante; y, en consecuencia, “the most important measure that a state can take to help guarantee its own survival is to accumulate a sufficient amount of power” (Schmidt, 2005:537). Así, la principal característica distintiva que separa a un Estado de otro radica en los medios –o poder– que cada uno de ellos posea para asegurar su propia seguridad (Dougherty y Pfaltzgraff, 1993:131-132). Waltz refiere a la noción de poder como “la antigua y simple idea de que un agente es poderoso en la medida en que afecte a los otros más de lo que éstos lo afectan a él” (Waltz, 1988:281). El autor no otorga una definición de qué es el poder sino que equipara el poder a la distribución de recursos materiales y capacidades, y su posesión por parte de cada Estado. El poder “suministra los medios para mantener la propia autonomía ante la fuerza que los otros puedan Dougherty y Pfaltzgraff citan también a otro teórico del neorrealismo Gottfried-Karl Kindermann, quien indica que “tanto como el instrumento de poder y de sanciones no agota la naturaleza de la ley, la naturaleza de la Política no se ve agotada refiriéndose primordialmente al poder como su herramienta más importante” (Kindermann, 1985 citado en Dougherty y Pfaltzgraff, 1993:131). 14 “En la anarquía, la seguridad es el fin más alto” (Waltz, 1988:186). 15 “In an anarchical international society, each individual state has continued to depend for its very existence, as much as for the enjoyment of its rights and the protection of its interests, primarily on its own strength or that of its protectors” (Spykman, s.f. citado en Schmidt, 2005:537). 13

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esgrimir”, otorgando mayor amplitud de acción e influencia, y mayores márgenes de seguridad (Waltz, 1988:283-284). En su argumento, el realismo estructural indica que se puede establecer una jerarquía de poder entre los Estados integrantes del sistema internacional, a partir de considerar la distribución de capacidades entre las unidades. “Las capacidades económicas, militares, etc., de las naciones no pueden ser sectorizadas y evaluadas por separado. Los Estados no se hallan en la jerarquía más alta porque sobresalgan de una manera u otra. Su rango depende del modo en que se sitúen todos los aspectos siguientes16: dimensión de la población y de territorio, recursos, capacidad económica, fuerza militar, estabilidad y competencia política” (Waltz, 1988:193-194). De todas maneras, la tradición realista tiende a analizar el poder en términos de capacidades materiales de los Estados pero, dentro de éstas, otorga esencial importancia a las capacidades militares. Schmidt plantea que esto se debe a que los realistas “believe that force is the ultima ratio of international politics” (Schmidt, 2005:548). Waltz indica que este énfasis en los recursos militares se debe a que, como cualquier Estado puede hacer uso de la fuerza en cualquier momento, todos los Estados deben estar constantemente preparados, ya sea para contrarrestar la fuerza con la fuerza o para pagar el costo de la debilidad (Waltz, 1959 citado en Schmidt, 2005:548). •

Realismo defensivo y ofensivo

A partir de la década del ’90, el desarrollo teórico del paradigma realista volvió a experimentar avances conceptuales a partir de la emergencia de las corrientes “defensivas” y “ofensivas”. Ambas corrientes mantienen los postulados básicos de la teoría realista: identifican al Estado como el actor principal y asumen que los Estados son actores egoístas que actúan según el principio de autoayuda; hacen hincapié en los factores materiales y señalan al sistema internacional como inherentemente competitivo. Pero se diferencian en la manera en que cada uno 16

Énfasis en original.

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entiende cómo la anarquía del sistema condiciona a los Estados: el realismo ofensivo se refiere a los Estados como maximizadores de su poder agresivo, mientras que el realismo defensivo los considera como maximizadores de su seguridad. El realismo defensivo toma como base los postulados del propio Kenneth Waltz y hace hincapié en la idea de que los Estados están más orientados a la búsqueda de la seguridad que a la búsqueda de poder. Los autores de esta corriente asumen que “states had little intrinsic interest in military conquest and argued that the costs of expansion generally outweighed the benefits” (Walt, 1998:37). Esta idea del realismo defensivo de que la pretensión principal de los Estados es mantener su posición relativa en el sistema internacional –supervivencia del Estado y mantenimiento del status quo17–, conlleva una ruptura con la tesis clásica del realismo en la cual el interés de los estados es definido en términos de poder. Esto se debe a que la estructura establece limitaciones a la maximización del poder dado que un aumento en las capacidades puede generar que otros Estados interpreten un alza en el nivel de agresión, se sientan amenazados e intenten equilibrar la situación generando, de esta manera, una mayor amenaza al Estado. Por su parte, los realistas ofensivos remiten al pensamiento original planteado por Morgenthau e indican que el principal objetivo del Estado la búsqueda o maximización del poder. Pero, a diferencia de los postulados del realismo clásico que ubicaba en la naturaleza del hombre la necesidad de constante de incremento de poder, “offensive realists (believe that) the international system creates powerful incentives for states to look for opportunities to gain power at the expense of rivals, and to take advantage of those situations when the benefits outweigh the costs” (Mearsheimer, 2002). En consecuencia, es la estructura misma del sistema la que explica la conducta agresiva de los Estados18, dado que ésta es la mejor manera de asegurar la propia seguridad. La meta última del Estado es convertirse en el hegemón del sistema (Mearsheimer, 2002). “Preserving power, rather than increasing it, is the main goal of states” (Mearsheimer, 2002). Esta diferencia lleva a sostener que el realismo ofensivo es una corriente que se encuentra a mitad de camino entre el realismo clásico y el neorrealismo, ya que toma elementos de ambas; sin embargo, también contiene aspectos propios que la diferencian. 17 18

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Para el realismo ofensivo la búsqueda del poder es multicausal y esta definición permite un mayor grado de flexibilidad para explicar cómo y porqué un Estado particular busca aumentar su poder: dicha búsqueda es desarrollada en una lógica de cálculo de costo-beneficio (Brooks, 1997:462). Así, Schmidt indica que para esta corriente del realismo la búsqueda del poder no es un fin en sí mismo, sino que es uno de los medios más importantes con que un Estado cuenta para tratar de controlar y dar forma a su entorno; y agrega que los Estados buscan en realidad maximizar su influencia: al aceptar la definición clásica de Morgenthau respecto del interés definido en términos de poder, en la medida en que las capacidades de un Estado aumenten éstos buscarán mayor influencia y control sobre el ambiente externo, y cuando los recursos de poder decrecen sus intereses y ambiciones se verán afectados de la misma manera (Schmidt, 2005:546). Fuentes La teoría realista aplica a su estudio una epistemología positivista que se basa en una tradición de larga data en las ciencias sociales. La tradición del realismo político, como fuente del realismo en Relaciones Internacionales, es presentado usualmente como continuidad entre tres autores clásicos: Tucídides, Nicolás Maquiavelo y Thomas Hobbes. En especial, Hans Morgenthau, se considera seguidor de las ideas de éstos autores. Receloso de las políticas desarrolladas por los idealistas –basadas en los valores morales y el derecho internacional, y aplicadas durante las décadas de 1920 y 1930– que, en su opinión, habían derivado en desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial, Morgenthau plantea que la política internacional debe desarrollarse de modo que se concentre en la praxis para el cumplimiento de los objetivos del Estado y que el único patrón para su evaluación sea la eficacia en su cumplimiento. •

Tucídides

En el apartado XI, del libro V de Historia de la Guerra del Peloponeso, Tucídides relata las negociaciones llevadas a cabo entre los embajadores atenienses y las autoridades de la isla de Melos cuando los primeros, en clara superioridad de

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fuerzas, se proponen iniciar una operación militar para conquistar y someter a la isla. En los argumentos expuestos en las negociaciones previas a la batalla, los atenienses advierten: “Por lo cual, vosotros, pues, os conocéis débiles y flacos, y veis el peligro en que estáis, os debéis guardar de él”; y subrayan: “porque lo que hacemos es justo para con los dioses y conforme a la opinión y parecer de los hombres, según usan los unos con los otros (…) el que vence a otro le ha de mandar y ser su señor y esta ley no la hicimos nosotros ni fuimos los primeros que usaron de ella, antes la tomamos al ver que otros la tenían y usaban” (Tucídides, 1944b:98-99). Estos diálogos sugieren que la naturaleza del ser humano es ambiciosa, que busca el poder y que, en consecuencia, es natural que el fuerte domine al débil. Ante estos argumentos, basados en razones materiales, respecto de una comparación fáctica del poderío de cada uno los contendientes –es decir, el poder de Atenas respecto de isleños–, los habitantes de Melos apelan a argumentos referentes a la justicia y la moral para mantener su neutralidad ante el avance conquistador de Atenas. Pero los atenienses rechazan los planteos señalando que la justicia sólo se puede darse cuando existe un equilibrio de fuerzas –es decir, cuando se da entre iguales19–, dado que el poder determina lo que es justo. Alfonso Gómez-Lobo, en su análisis de los diálogos de esta negociación, sostiene que la postura de los atenienses refiere a que las relaciones políticas entre los hombres se desarrollan en dos categorías: la de "lo justo", que sólo opera cuando hay equilibrio de fuerzas; y la de lo posible, que es aquella en la cual los factores decisivos se encuentran en las capacidades materiales –la fuerza–. En otras palabras, "lo posible, lo que la propia fuerza permite, es lo que imponen los fuertes. A los débiles no les queda más que ceder. Invocar la justicia en estas circunstancias es simplemente falta de realismo" (Gómez-Lobo, 1989:251). En este sentido, las afirmaciones que según Tucídides realizan los atenienses no significan una formulación de “la ley del más fuerte”; por el “Entre personas de entendimiento las cosas justas y razonables se debaten por derecho y razón, cuando la necesidad no obliga a una parte más que a la otra; pero cuando los mas flacos contienden sobre aquellas cosas que los más fuertes y poderosos les piden y demandan; conviene ponerse de acuerdo con éstos para conseguir el menor mal y daño posible” (Tucídides, 1944b:94). 19

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contrario, se sugiere que “el axioma formulado por los atenienses no es normativo sino exclusivamente fáctico” (Gómez-Lobo, 1989:257). Es decir que, en su transcripción de los argumentos atenienses, Tucídides no está necesariamente aceptando el derecho de los más fuertes a dominar a los más débiles, sino que esta describiendo lo que ocurre todas las veces que dicha situación se presenta. Esta definición respecto de la acumulación y ejercicio del poder político como una constante del comportamiento humano, es tomada por Morgenthau como base para desarrollar el pensamiento original del realismo: el impulso para acumular poder y dominar a los demás es un aspecto fundamental de la naturaleza humana; y el comportamiento egoísta del Estado se entiende que es un reflejo de las características de las personas que lo componen (Schmidt, 2005: 527). En su relato, Tucídides intenta inducir leyes generales del comportamiento de las ciudades-estado y a partir de ese análisis llega a la conclusión que el expansionismo ateniense20 significaba una amenaza a la seguridad de Esparta y que, en consecuencia, la guerra era inevitable: “Impulsó a los lacedemonios a (declarar la guerra), no tanto el influjo de sus aliados y compañeros, cuanto el temor de que los atenienses creciesen en fuerzas y poder, viendo que la mayor parte de Grecia estaba ya sujeta a ellos” (Tucídides, 1944a:91). De la misma manera, como ya se indicó anteriormente en este trabajo, Morgenthau señala que en un mundo compuesto por naciones soberanas que luchan por el poder, la tensión entre la supervivencia –meta mínima del Estado– y la hegemonía –la concentración de poder–, es el eje del estudio. Adicionalmente, la idea de Tucídides de que "identity of interest is the surest of bonds whether between states or individuals” (Tucídides citado en Morgenthau, En las negociaciones entre Atenas y Esparta, previas al comienzo de la guerra, los embajadores atenienses argumentan que el aumento de sus dominios y poderío está justificado por las victorias militares: “Ninguna cosa hicimos de que os debáis maravillar, ni menos ajena de la costumbre de los hombres, si aceptamos el mando y señorío que nos fue dado, y no le queremos dejar ahora por tres grandes causas que a ello nos mueven, e a saber: por la honra, por el temor y por el provecho (…) Nosotros, por el consiguiente, somos dignos y merecedores de ello, y lo podemos hacer así, según nuestro parecer, y aún según el vuestro, si queréis medir el provecho con la justicia y la razón. Nadie antepuso jamás la razón al provecho de tal modo que, ofreciéndosele alguna buena ocasión de adquirir y poseer algo mas por sus fuerzas, lo dejase” (Tucídides, 1944a:81). 20

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1952:972), es utilizada por Morgenthau para reafirmar su alegato respecto de que el interés nacional es producto de la historia del Estado, y por lo tanto, se encuentra íntimamente ligada con la identidad cultural y política del Estado. En resumen, es la naturaleza común de los hombres lo que explica la repetición de los procesos históricos –“esta ley no la hicimos nosotros ni fuimos los primeros que usaron de ella” (Tucídides, 1944b:99)–, antes que como producto de la fatalidad o la intervención de los dioses (Dallanegra Pedraza, 2008:5). Finalmente, se destaca que, las obras de Tucídides y Morgenthau coinciden en su análisis al centrar su atención en los aspectos políticos de los hechos, dejando de lado los juicios éticos de los mismos21. De esta manera, ambos autores señalan claramente que una acción política será juzgada como buena o mala dependiendo de los resultados de la misma, es decir, de a cuerdo a cuánto favorece o no al interés nacional. •

Nicolás Maquiavelo

Nicolás Maquiavelo plantea el problema de cómo el príncipe puede obtener el poder para gobernar: es decir, cómo ejercer el poder político y cómo mantenerlo. En El Príncipe analiza la realidad de los hombres en el ejercicio del poder en su época y describe el método por el cual un gobernante puede adquirir y mantener el poder político. En primer lugar, cabe señalar que Maquiavelo describe la realidad observada –a partir de su experiencia en el manejo gubernamental de la época– y deja de lado las consideraciones morales y religiosas –el “deber ser”–; es decir, marca una clara separación entre el análisis social y la moral. Esta situación coincide con la idea de Morgenthau de platear los “preceptos realistas” del comportamiento de los Estados en el sistema internacional22; o sea, la necesidad de que el análisis del Morgenthau señala que "el realismo político conoce el significado moral de la acción política. También tiene conciencia de la inevitable tensión entre los preceptos morales y los requerimientos de una exitosa acción política (Sin embargo) los principio morales no pueden aplicarse a los Estados en una formulación abstracta y universal" (Morgenthau, 1992:21). 22 “Morgenthau señala tajantemente la diferencia entre el ser y el deber ser en la política internacional. El deber ser corresponde a la órbita del derecho internacional, mientras que develar el “ser” (las cosas tal como son) de las relaciones internacionales es el propósito de la teoría realista” (Carvajal H., 2007:261). Por esta razón, Hans Morgenthau es generalmente reconocido como el padre del estudio científico de la política internacional. 21

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sistema internacional cumpla con los preceptos de objetividad y racionalidad que hacen al análisis científico. Por otro lado, Maquiavelo desarrolla una concepción egoísta23 de la naturaleza humana y este pesimismo antropológico hace inevitable el abandono del concepto tradicional del bien común. A partir de esta concepción, el objetivo del Estado –en la persona del príncipe– es su propia supervivencia. Por lo tanto, El príncipe debe obrar con “el carácter de la zorra y del león24” –es decir, aprender a ser bueno o malo–, según lo aconsejen las circunstancias (Maquiavelo, 2004: XIX, 137-138). En consecuencia, los medios son menos importantes que el fin a la hora de conseguir el objetivo de garantizar la propia supervivencia: “Hay que tener bien en cuenta que el Príncipe (…) no puede observar todo lo que hace que los hombres sean tenidos por buenos, ya que a menudo se ve forzado, para conservar el estado, a actuar contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad, contra la religión” (Maquiavelo, 2004: XVIII, 127). Para Maquiavelo, la verdadera virtud del príncipe se encuentra en la capacidad para elegir prudentemente entre el bien y el mal25. Siguiendo las ideas de Maquiavelo, Morgenthau señala que “los principios morales universales no pueden aplicarse a los actos de los Estados en una formulación abstracta y universal, sino que deben ser filtrados a través de las circunstancias concretas de tiempo y lugar26” (Morgenthau, 1992:21). Para Morgenthau los individuos son esencialmente agresivos y egoístas, y estas cualidades se transmiten al Estado –concepción antropomórfica–: la naturaleza “Quien deja lo que se hace por lo que se debería hacer, aprende más bien su ruina que su salvación: porque un hombre que quiera en todo hacer profesión de bueno fracasará necesariamente entre tantos que no lo son” (Maquiavelo, 2004: XV, 111). Y más adelante agrega: “Porque de los hombres en general se puede se puede decir esto: que son ingratos, volubles, hipócritas, falsos, temerosos del peligro y ávidos de ganancias (…) Porque los hombres olvidan antes la muerte del padre que la pérdida del patrimonio” (Maquiavelo, 2004: XVII, 120-121). 24 Para Maquiavelo, el príncipe debe saber comportarse de igual manera como un hombre –es decir, según las leyes y la palabra dada– que como una bestia –es decir, saber utilizar la fuerza–. El autor señala que “es necesario ser zorra para conocer las trampas y león para atemorizar a los lobos” (Maquiavelo, 2004: XVIII, 126). 25 “Asegurarse contra los enemigos, ganar amigos, vencer o con la fuerza o con el fraude, hacerse amar y temer por los pueblos, hacerse seguir y reverenciar por los soldados, eliminar a quienes pueden o deben ofenderte, innovar el antiguo orden, ser severo y agradable, generoso y liberal, eliminar la milicia desleal, crear otra nueva, conservar las amistades de reyes y príncipes de manera que tengan que favorecerte con cortesía o atacarte con respeto” (Maquiavelo, 2004: VII, 56-57). 26 “Mientras el individuo tiene el derecho moral de sacrificarse a sí mismo en defensa de (un) principio moral, es Estado no tiene el derecho de permitir que su desaprovacion moral a una determinada violación (…) interfiera en el resultado exitoso de una acción política inspirada en el principio moral de la supervivencia nacional” (Morgenthau, 1992:21). 23

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agresiva es lo que genera que los Estados definan sus intereses en términos de poder. Para el autor, esta afirmación es válida y universal, y ha sido corroborada empíricamente a lo largo de la historia. Como ya se planteó, la teoría realista encuentra uno de sus principales fundamentos en la idea del “interés nacional” o “razón de Estado”. Esta idea, planteada por Maquiavelo como fundamento de la acción política, se basa en la premisa de que la estructura institucional está por encima de las partes que lo componen. Maquiavelo describe la política como el arte de obtener el poder y los medios para mantenerlo en el tiempo –institucionalizarlo–. A partir de ello, el autor plantea que el patrón para juzgar una determinada acción política que se ha llevado adelante es el éxito en la consecución de su propósito. De la misma manera, Morgenthau plantea que “en su búsqueda del interés nacional, las naciones-estado están gobernadas por una moral que difiere de la moral de los individuos en sus relaciones personales. En las acciones de los hombres de Estado, en tanto que hombres de Estado, las consecuencias políticas de una política particular se convierten en los criterios para juzgarla” (Dougherty y Pfaltzgraff, 1993:108). En otras palabras, el fin supremo de la política es la seguridad y supervivencia del Estado y estos objetivos se encuentran por encima de los fines morales pensados desde la dimensión del individuo. La moral del Estado y la de los individuos son diferentes. Y, en el caso del Estado, la prudencia, es decir “la consecuencia de más peso entre las acciones políticas alternativas”, es la virtud suprema a considerar: “En abstracto, la ética juzga los actos en función de su acomodamiento a los principios morales; la ética política los juzga según sus consecuencias políticas” (Morgenthau, 1992:21). •

Thomas Hobbes

Thomas Hobbes distingue dos clases de poder: el poder del derecho de naturaleza, emparentado con el instinto de conservación; y el poder del Estado, donde cada uno de quienes lo componen otorga su consentimiento –es decir,

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cede su poder particular– para que una persona –el Estado27– utilice la fortaleza y medios de todos, como crea conveniente, para asegurar la paz –entre los hombres que componen el Estado– y la defensa común –frente al enemigo extranjero– (Hobbes, 2014:141). El poder del Estado debe ser absoluto e indivisible 28, dado que "las consecuencias de la falta de él, que es la guerra perpetua de cada hombre contra su vecino, son mucho peores" (Hobbes, 2014:169). Ahora bien, en lo que respecta al poder de cada hombre en el estadio previo al Estado, el estado de naturaleza, Hobbes indica que consiste “en sus medios presentes29 para obtener algún bien manifiesto futuro” (Hobbes, 2014:69); y considera el ejercicio del poder por parte del hombre como parte del derecho natural –ius naturale–: “es la libertad que cada hombre tiene de usar su propio poder como quiera, para la conservación de su propia naturaleza, es decir de su propia vida; y por consiguiente para hacer todo aquello que su propio juicio y razón considere como los medios más aptos para lograr ese fin” (Hobbes, 2014:106). Adicionalmente, asocia la libertad con el poder al definir ésta como “la ausencia de impedimentos externos” para hacer lo que quiere30, dado que estos impedimentos reducen parte del poder (Hobbes, 2014:106). En resumen, los hombres por naturaleza tienden a la conservación de su propia vida y hacia aquello que les genera placer, y sienten aversión por la muerte; por lo tanto, la inclinación natural del hombre es proteger su vida y maximizar su bienestar31 aumentando los medios –seguridad, riquezas, etc.– que le permitan conseguir tales fines. En consecuencia, para Hobbes existe una “inclinación “La multitud así unida en una persona se denomina Estado, en latín civitas. Esta es la generación de aquel gran Leviatán, o más bien (hablando con más reverencia), de aquel dios mortal, al cual debemos, bajo el Dios inmortal, nuestra paz y defensa” (Hobbes, 2014:141). 28 La obra de Hobbes ha sido tradicionalmente considerada como el fundamento teórico del absolutismo político. 29 “La eminencia de la facultades del cuerpo o de la inteligencia, tales como la fuerza, belleza, prudencia, aptitud, elocuencia, liberalidad o nobleza extraordinarias (…) la riqueza, la reputación, los amigos y los secretos designios de Dios, lo que los hombres llaman buena suerte” (Hobbes, 2014:69). 30 “Renunciar un derecho a cierta cosa es despojarse a sí mismo de la libertad de impedir a otro el beneficio del propio derecho a la cosa en cuestión (…) Se abandona un derecho bien sea por simple renunciación o por transferencia a otra persona (…) La mutua transferencia de derechos es lo que los hombres llaman contrato”. Y esta restricción de sí mismos, basada en el deseo de abandonar el estado de natural de guerra, es decir, el deseo de obtener seguridad, lleva a la formación del estado –cuyo fin es asegurar la seguridad de sus ciudadanos– (Hobbes, 2014: 107-109, 137). 31 “La felicidad es un continuo progreso de los deseos, de un objeto a otro, ya que la consecución del primero no es otra cosa sino un camino para realizar otro ulterior. La causa de ello es que el objeto de los deseos humanos no es gozar una vez solamente, y por un instante, sino asegurar para siempre la vía del deseo futuro” (Hobbes, 2014:79). 27

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general de la humanidad entera, un perpetuo e incesante afán de poder, que cesa solo con la muerte”. Esto es así debido a que el hombre no puede “asegurar su poderío y los fundamentos de su bienestar actual, sino adquiriendo otros nuevos”. (Hobbes, 2014:79-80). Pero el poder es una posesión escasa, dado que los bienes que lo aseguran también lo son. Es por ello que Hobbes señala que los hombres buscan acceder al poder, y esto desemboca inevitablemente en un conflicto: “la pugna de riquezas, placeres, honores u otras formas de poder, inclina a la lucha, a la enemistad y a la guerra. Porque el medio que un competidor utiliza para la consecución de sus deseos es matar y sojuzgar, suplantar o repeler a otro” (Hobbes, 2014:80). Tomando las ideas de Hobbes, los teóricos realistas sostienen que “la naturaleza humana es esencialmente constante, o al menos no es fácilmente alterable (y) plantean que hay graves limitaciones en la medida en la cual la reforma política o la educación pueden alterar la naturaleza humana: la humanidad es mala, pecadora y busca el poder. Según la teoría realista, la naturaleza humana no es innatamente buena o perfectible” (Dougherty y Pfaltzgraff, 1993:92). Partiendo de tales postulados, Morgenthau pone a ese impulso de dominación inherente en la naturaleza humana como el epicentro de su explicación acerca del conflicto y la guerra en el sistema internacional. El autor sostiene que el deseo del hombre por el poder es consustancial con la voluntad de la sociedad en la que vive –y que, por lo tanto, moldea–, dado que la acción política propia del Estado siempre “procura mantener poder, aumentar el poder o demostrar poder”. En este sentido, “la historia enseña que las naciones activas en el campo de la política internacional constantemente se preparan para sostener una violencia organizada en forma de guerra o bien se encuentran en medio de ella o bien están recuperándose de ella”. Esto se debe a que la acción política “procura mantener poder, aumentar el poder o demostrar poder” (Morgenthau, 1992:63). Morgenthau toma las proposiciones de Hobbes acerca de la pugna de los hombre en la búsqueda de su beneficio, la defensa de su seguridad o la obtención

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de reputación32, que inclina a la lucha, a la enemistad y a la guerra, y define el interés nacional en términos de poder: la idea de “interés” se plantea como el motor de la acción política. Según el planteo de Hobbes, el estado de naturaleza es la situación hipotética en la que los hombres vivirían si no existiera el Estado33. Así, el hombre natural, como todo ser vivo, tiene el derecho a asegurar la conservación de su vida; y este derecho natural hace a todos los hombres iguales por naturaleza 34. Para Hobbes, los seres humanos son naturalmente iguales en sus facultades mentales y corporales –fuerza e ingenio–, y de la “igualdad en cuanto a la capacidad se deriva la igualdad de esperanza respecto de la consecución de nuestros fines. Esta es la causa de que si dos hombres desean la misma cosa, y en modo alguno pueden disfrutarla ambos, se vuelven enemigos, y en el cambio que conduce al fin (que es, principalmente, su propia conservación y a veces su delectación tan solo) tratan de aniquilarse o sojuzgarse uno a otro35” (Hobbes, 2014:101). En otras palabras, para Hobbes dos son las causas de la inseguridad y del estado de guerra: la igualdad y la escasez. La escasez de los bienes para satisfacer sus necesidades, lleva a los hombres –iguales en las fuerzas en competencia– a la guerra de todos contra todos, de manera de imponer su dominio sobre los otros 36. Y, dado que se vive en un estado natural sin distinciones morales objetivas37, cada individuo actúa exclusivamente para su propio beneficio, sin más límite que el que sus propias condiciones naturales le impongan, ni oportunidad de cooperación con “Así hallamos en la naturaleza del hombre tres causas principales de discordia. La primera, la competencia; segunda la desconfianza; tercera, la gloria. La primera causa impulsa a los hombres a atacarse para lograr un beneficio; la segunda para lograr seguridad; la tercera, para ganar reputación” (Hobbes, 2014:102). 33 El cual, a partir de poseer el conjunto del poder –fortaleza y medios– de todos los hombres que lo componen –monopolio del uso legítimo de la fuerza–, es el único capaz de asegurar el cumplimiento de la ley. 34 Los derechos le dan libertad al hombre, las leyes obligaciones. Pero en esta situación no hay ley, por lo que solo habrá libertad. 35 Del mismo modo que la visión del Estado planteada por Maquiavelo se apartaba de la noción del bien común a la hora de planteo del interés nacional, la idea del Estado de naturaleza propuesto por Hobbes, “se aparta netamente del sentido paradisíaco que a ese estado primordial asigna el pensamiento teológico”, el cual había sido predominante hasta entonces. “Hobbes separa con claridad dos etapas: una situación de barbarie y de guerra de todos contra todos, un mundo sin germen de derecho, y por otra parte, un Estado creado y sostenido por el derecho, un Estado con poder bastante para iniciar y reformar su estructura” (Sánchez Sarto [Prefacio] en Hobbes, 2014:XXV). 36 “Dada esta situación de desconfianza mutua, ningún procedimiento tan razonable existe para que un hombre se proteja a sí mismo, como la emancipación, es decir, dominar por medio de la fuerza o por la astucia o todos los hombres que pueda, durante el tiempo preciso, hasta que ningún otro poder sea capaz de amenazarle” (Hobbes, 2014:101). 37 “En esta guerra de todos contra todos, se da una consecuencia: que nada puede ser injusto. Las nociones de derecho e ilegalidad, justicia e injusticia están fuera de lugar. Donde no hay poder común, la ley no existe: donde no hay ley, no hay justicia” (Hobbes, 2014:104). 32

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otros hombres38. Esto genera una situación de anarquía y conflicto de todos contra todos. El estado de naturaleza es, entonces, la condición de guerra que es “consecuencia necesaria de las pasiones naturales del hombre, cuando no existe poder visible que los tenga a raya y los sujete, por temor o por castigo” (Hobbes, 2014:137). Este aspecto de la teoría es mayormente desarrollado por la corriente estructural de la teoría realista. Esta corriente, como ya fue planteado, argumenta que la lucha por el poder en ámbito internacional está relacionada principalmente al estado de anarquía imperante en el sistema internacional. Kenneth Waltz cambia el foco principal de la teoría realista clásica quitándolo de la naturaleza humana y llevándolo hacia la naturaleza anárquica del sistema. Así, el estado de naturaleza definido por Hobbes –donde no hay una autoridad dominante, el Leviatán, que imponga la ley y asegure el paz entre los seres humanos– sirve a los neorrealistas para describir como el estado de anarquía del sistema internacional lleva a los Estados a estar continuamente pendientes de su seguridad y, en consecuencia, a la necesidad de estar siempre preparados para hacer uso de la fuerza para defenderse de un ataque extranjero. Waltz indica que “entre los Estados, el estado natural es el de la guerra (…) Entre los hombres, al igual que entre los Estados, la anarquía o la ausencia de gobierno está asociada a la violencia”, pero aclara que la idea guerra no significa el conflicto armado constante, sino la capacidad que tiene cada Estado de decidir autónomamente cuando hacer uso de la fuerza (Waltz, 1988:151-152). A partir de lo expuesto se deduce entonces que la anarquía es vista como la constante en el análisis neorrealista y, a partir de esta situación sistémica, los Estados son libres de perseguir su propio interés nacional, pero están siempre

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Los hombres “naturalmente aman la libertad y el dominio sobre los demás” (Hobbes, 2014:137).

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inseguros, porque la guerra puede estallar en cualquier momento 39 (Hobson, 2000:21). Por otro lado, Hobbes señala que “los reyes y personas revestidas con autoridad soberana, celosos de su independencia, se hallan en estado de continua enemistad (…) Es decir, con sus fuertes guarniciones y cañones en guardia en las fronteras de sus reinos, con espías entre sus vecinos, con todo lo que implica una actitud de guerra. Pero como a la vez defienden también la industria de sus súbditos, no resulta de esto aquella miseria que acompaña a la libertad de los hombres particulares” (Hobbes, 2014:104). En este párrafo, el autor, evidencia las diferencias existentes entre los objetivos que el Estado tiene respecto de las relaciones con sus súbditos y las relaciones con otros Estados. En lo referente a los primeros se espera que los Estados velen por el “bienestar” de sus súbditos 40, dado que este es su principal cometido; pero esta situación lleva a que sus relaciones internacionales deben ser racionales y prudentes para no afectar el "orden" al interior del propio Estado y asegurar “la mutua ayuda contra sus enemigos, en el extranjero” (Hobbes, 2014:141). Pero, como indica Miryam Colacrai, dado que sus relaciones con los otros soberanos no pueden ser irracionales, se establece una diferencia entre las actitudes y la “miseria” que acompaña a la libertad de los hombres particulares (Colacrai, 2003:98); es decir, que el estado de naturaleza en el sistema internacional resulta más moderado que el estado de naturaleza hobbesiano donde “el hombre es el lobo del hombre”. A partir de esto, Waltz acepta que puede existir cierta jerarquía en la anarquía: “la política internacional es, entonces, descripta como moteada por las partículas del gobierno y mezclada con elementos de la comunidad41”, pero aclara que esto no significa un abandono del estado de anarquía porque los elementos jerárquicos de las estructuras internacionales limitan y restringen el ejercicio de la soberanía

“Accordingly, if states are to survive, they must eschew cooperation in favour of self-help. Cooperation is ultimately dangerous because, in lowering their guards, states become vulnerable to predators” (Hobson, 2000:21). 40 "Cada soberano debe cuidar los intereses y la “industria” de aquellos que viven en el territorio sobre el cual detenta su autoridad" (Colacrai, 2003:98). 41 Waltz cita como ejemplos de “elementos de la comunidad” a las organizaciones internacionales, ya sea que tengan jurisdicción global –ONU– o regional, las alianzas, las redes de comercio, etc. (Waltz, 1988:168). 39

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solo hasta el punto en que la anarquía, la fuerza principal del sistema, lo permite42 (Waltz, 1988:168-170). En resumen, más allá de los elementos de “racionalidad y prudencia” que puedan incorporarse mediante la implementación estructuras de restricción de la soberanía; la necesidad de supervivencia en un ambiente esencialmente anárquico, como es sistema internacional en última instancia, obliga a los Estados priorizar ante todo su seguridad y a competir entre sí por el poder, de manera de asegurar su supervivencia. Críticas y debates El concepto de poder en las Relaciones Internacionales es un concepto controversial. Los críticos han comentado la ambigüedad con la que los teóricos del realismo conceptualizan el poder y la falta de consenso entre los autores realistas respecto de qué se entiende por poder, sobre todo teniendo en cuenta que los realistas consideran el poder el sine qua non de las Relaciones Internacionales (Schmidt, 2005: 524). Esta situación se debe a que básicamente no existe un acuerdo en la disciplina respecto de su significado: “poder” significa distintas cosas para distintos autores. Hoffman, indica que esto es así porque “es imposible subsumir bajo una palabra variables tan diferentes como: poder como una condición de la política y poder como criterio de la política; poder como potencial y poder en uso; poder como suma de recursos y poder como conjunto de procesos” (Hoffmann, 1960 citado en Dougherty y Pfaltzgraff, 1993:138). Adicionalmente, el concepto de poder también genera ambigüedad al conjugar en un solo término tanto los medios como los fines para la consecución de los intereses nacionales, y al ser generalmente utilizado en la literatura como sinónimo de otros conceptos tales como prestigio, influencia y dominio, etc.

“La anarquía de ese orden afecta fuertemente la probabilidad de cooperación, la profundidad de los acuerdos de desarme y la jurisdicción de las organizaciones internacionales” (Waltz, 1988:171). 42

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Otra crítica señalada refiere a que “al definir ‘interés’ en términos de poder no consiguió dar al concepto la claridad, la objetividad y la durabilidad que Morgenthau pretendía y buscaba43” (Hoffmann, 1991:86). Hoffman señala que “es verdad que “los estadistas piensan y actúan en términos de interés definido como poder”, pero en un nivel de generalidad que es fatuo. Morgenthau mismo nos dijo que este interés está en la esencia de la política y es siempre cambiante”. Adicionalmente, Hoffmann critica “la convicción de Morgenthau de que una política realista era también moral”, dado que el estadista interesado en el logro de ciertas metas morales tiene que ir más allá del “interés definido como poder” para alcanzar esas metas. Y agrega: “por cierto, algunas metas están asignadas por la contienda; pero siempre hay objetivos más allá de la supervivencia y la seguridad (y hay muchas elecciones que hacer aun en lo que concierne a éstas); la naturaleza de estos objetivos depende en parte de preocupaciones éticas implícitas o explícitas que están más allá de la esfera de la política tal como la definió Morgenthau” (Hoffmann, 1991:80-81). En el caso particular del neorrealismo, los críticos han señalado que debido a su interés en la estructura, Waltz deja de lado la base social y los límites sociales del poder. “El poder no puede reducirse a capacidades; por el contrario, el poder consiste también en factores psicológicos tales como la moral pública y el liderazgo público, tanto como en factores situacionales y la medida en la cual el poder se ejerce dentro de un marco consensual, por contraste con uno conflictivo” (Dougherty y Pfaltzgraff, 1993:138). En el mismo sentido, Hoffmann señala que Waltz al subrayar “su visión de la distribución de las capacidades, no toma totalmente en cuenta la no fungibilidad del poder”. Esto se debe a que al considerar solo la distribución de capacidades como herramienta para el estudio del poder se ignoran características esenciales tales como las diferentes jerarquías y estructuras, correspondientes a diferentes tipos de poder que pueden darse en el sistema internacional; o la diferencia esencial entre la disponibilidad,

Stanley Hoffmann agrega: “Especialmente en una democracia, la definición de interés nacional es probable que sea materia de debate, y puede que resulte, cuanto menos, tanto de un choque de opiniones partidarias como de las necesidades permanentes de posición geopolítica o de los requerimientos inevitables de conflictos externos” (Hoffmann, 1991:86). 43

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los usos y la eficacia del poder, por lo que el indicador de poder utilizado para el análisis resulta insuficiente (Hoffmann, 1991:128). David Baldwin (1979), señala esta dificultad en el análisis de indicadores de poder al referirse a la ‘paradoja del poder’ por la cual las teorías del poder generalmente fallan en los aspectos predictivos, encontrando situaciones contrarias a las esperadas: por ejemplo, cuando Estados ‘débiles’ ejercen influencia sobre Estados ‘fuertes’ –como en el caso de Israel en la política exterior de los Estados Unidos–. Baldwin indica que esta ‘paradoja del poder’ resulta de la creencia errónea de que los recursos de poder útiles en un marco de contingencia política dado serán igualmente útiles en una situación diferente. Los llamados Estados ‘débiles’ pueden ejercer influencia sobre los Estados ‘fuertes’ debido a la posibilidad de que un país pueda ser débil en una situación pero fuerte en otra. Baldwin señala que una de las razones por las cuales se presentan las paradojas del poder refiere a los problemas en la medición del poder. Schmidt (2005), plantea que la mayoría de los autores de la tradición realista pone mayor énfasis en el análisis de las capacidades materiales de los Estados –es decir los recursos y, dentro de estos, ponen especial atención a los recursos militares– a la hora de estudiar de definir y analizar el poder. Adicionalmente, Dougherty y Pfaltzgraff agregan que el elemento de percepción, o evaluación subjetiva, puede jugar un rol fundamental al momento de calcular las posibilidades de que un adversario pueda utilizar efectivamente el poder a su disposición. Por lo tanto, “más allá de las medidas cuantitativas concretas del poder mismo las percepciones que tienen los aliados y los adversarios por igual forman un componente necesario de la medición del poder” (Dougherty y Pfaltzgraff, 1993:96). Así, Dougherty y Pfaltzgraff indican que “los problemas de cuantificación del poder han demostrado sin duda ser grandes. La incapacidad de los especialistas en ciencias políticas y de otros para desarrollar medios adecuados de cuantificación de poder, da cuenta, no en pequeña medida, del fracaso de las teorías de las Relaciones Internacionales basadas en la cuantificación para ser aceptadas ampliamente” (Dougherty y Pfaltzgraff, 1993:99). Los autores plantean

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que en las Relaciones Internacionales, dado que el poder se considera relativo a las metas por las cuales se lo utiliza, la necesidad de medir el poder –tanto como un factor concreto como un elemento potencial– ha sido y sigue siendo una preocupación central de los gobiernos en todas partes del mundo. Pero, la medición del poder presenta grandes problemas: “no hay una unidad común en la cual el poder se convierta para medirlo en los escritos realistas. Más aún el poder debe relacionarse con el objetivo para el cual se lo usará. La cantidad y el tipo de poder varían con las metas nacionales. Además los realistas han sido criticados por haber puesto supuestamente demasiado énfasis en el poder, con la exclusión correlativa de otras variables importantes” (Dougherty y Pfaltzgraff, 1993:138). Por otro lado, Luis Dallanegra Pedraza (2008) plantea que la teoría realista –en especial el realismo clásico– trata sobre el "poder" desde una "cosmovisión realista", dado que el realismo no es una teoría, sino una cosmovisión: "Hay teorías realistas, pero el realismo no es una teoría. El “realismo” es una cosmovisión, y como toda cosmovisión es universal” (Dallanegra Pedraza, 2008:34). Para el autor, Morgenthau “quiso crear un “mapa” del poder mundial partiendo de la visión de los intereses definidos en términos de poder”. Pero, al analizar el poder desde la perspectiva interestatal –interés nacional–, perdió la perspectiva totalizadora del funcionamiento del sistema (Dallanegra Pedraza, 2008:50). En este sentido, Robert Keohane y Joseph Nye (1988), cuestionan el “estatocentrismo” del modelo realista. Los autores plantean que un mundo cada vez más interdependiente, la realidad internacional no puede entenderse acabadamente sin tomar debidamente en cuenta los factores a nivel sistémico, las leyes e instituciones internacionales, etc. En consecuencia, cuestionan los factores de poder considerados tradicionalmente –como el énfasis en la fuerza militar, centro de la noción de poder en la teoría realista–, e indican que "raramente se produce una relación de uno a uno entre el poder medido mediante cualquier tipo de recursos y el poder medido por los efectos sobre los resultados. La negociación política es el medio usual de traducir la potencialidad a los efectos y a menudo se

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pierde buena parte en la traducción" (Keohane y Nye, 1988:26). Asimismo, señalan que la utilización desmedida del poder militar puede socavar la seguridad en lugar de garantizarla. Los autores aceptan algunas de las proposiciones del realismo, pero con matices: por ejemplo, admiten el papel fundamental de los Estados como actores internacionales, pero disienten al no aceptarlos como los únicos actores del sistema; por el contrario, hacen hincapié en el papel de las organizaciones internacionales, sean éstas formales o informales. Asumen el hecho de que los Estados actúan racionalmente, pero demuestran que los Estados pueden ampliar la percepción de su propio interés a través de la cooperación económica y la participación en las instituciones internacionales44. Además, establecen que no existe una clara jerarquía de cuestiones: los temas “alta política” –seguridad militar– no predominan sobre la “baja política” –asuntos económicos y sociales–. A la vez, Keohane (1993:13) indica que el término “anarquía” “potencialmente induce a error debido a su asociación con el caos y el desorden”, pero reconoce que “la política mundial carece de un gobierno común”. En consecuencia, los patrones de interdependencia afectan la política mundial y sus relaciones de poder. Los autores de la corriente conocida como Escuela de la Sociedad Internacional –o Escuela Inglesa– por su parte, aceptan la existencia de la anarquía, a partir de la admisión de un sistema internacional sin un gobierno central y basado en las relaciones de poder entre los actores; pero señalan que ésta se ve moderada por una sociedad de Estados a nivel internacional, fundada en valores y normas compartidos –reciprocidad en sus relaciones mutuas afirmadas en la ley internacional y la práctica diplomática– que permite relaciones más cooperativas y pacíficas. Así, los autores de esta corriente “consideran que existe una “sociedad anárquica” integrada por Estados soberanos que nace de un balance de poder, que constituye normas asentadas en conductas consuetudinarias y en su propio interés, y en una subordinación compartida a un conjunto de específico de normas 44

“La manipulación de la interdependencia puede ser un instrumento de poder” (Keohane y Nye, 1988:33).

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universales” (Diez, 2013:45). La expresión práctica de estas premisas son las organizaciones internacionales, especialmente el sistema de Naciones Unidas: estas organizaciones reconocen la desigualdad de poder, pero presentan un amplio campo para la promoción de la cooperación y el desarrollo de intereses comunes. De esta manera, a diferencia de los realistas quienes simplemente toman en cuenta las capacidades materiales, esta corriente entiende a las ideas como los factores de poder que determinan la conducta de los Estados en la política internacional; y, a parir de ello, aceptan la existencia de relaciones cooperativas en un sistema anárquico, y no simplemente el conflicto y lucha por la hegemonía. Por otro lado, las teorías críticas de las Relaciones Internacionales plantean que la teoría realista, que fundamenta su estudio del comportamiento de los Estados en la naturaleza egoísta del hombre y en la anarquía del sistema internacional, deja de lado el desarrollo histórico de las estructuras que moldean las identidades e intereses, legitimando así el status quo en las relaciones de poder entre los Estados. Robert Cox señala que al basar su análisis en imperativos categóricos, las relaciones sociales e institucionales en la teoría realista sólo pueden obrar dentro de un marco de acción concreto; y, al ser “ahistóricas”, se presentan como un presente continuo donde las instituciones y las relaciones de poder constituyen parámetros inmodificables (Rascovan, 2013:23). Así, al considerar la estructura anárquica del sistema internacional como la constante del análisis, el cambio solo es posible a nivel de la unidad –el Estado– y, en consecuencia, las relaciones de dominación o control –relaciones de poder– que se plantean a nivel sistémico no pueden modificarse. Para Cox, ésta presunción de estabilidad del sistema resulta una conveniencia metodológica pero deriva en un sesgo ideológico conservador, dado que “makes it possible to arrive at statements of laws or regularities which apperar to have general validity but which imply, of course, the institutional and relational parameters assumed in the problem-solving approach” (Cox, 1981:129).

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Por otra parte, los autores identificados en la corriente constructivista, señalan que la lógica propia de entender a los Estados como actores egoístas y racionales que persiguen sus intereses, resulta una mirada limitada para entender la complejidad que el sistema internacional presenta en la actualidad. Estos autores plantean que existe “una relación mutuamente constitutiva entre los agentes y las estructuras” (Porcelli, 2013:69). Así, el sistema internacional es entendido como una construcción derivada de las identidades y los intereses de los Estados y, por lo tanto, el principio de autoayuda no es una derivación lógica de la anarquía sino una construcción social: “la anarquía es lo que los estados hacen de ella” (Wendt, 1987:395). En consecuencia, los constructivistas plantean que el poder y los intereses son instituciones –constituidas a partir de ideas45 y normas46–, que moldean el proceso, no características esenciales de la anarquía, porque la estructura no existe ni encuentra sus causas fuera del proceso (Wendt, 1987:394395). Por su parte, el posmodernismo discute la naturalización del discurso académico hegemónico en la disciplina y su modo de ejercicio del poder asociado, preguntándose por las premisas y sesgos –presupuestos– que subyacen a las teorías. Estos autores cuestionan a las teorías tradicionales de las Relaciones Internacionales47 el afirmar que sus estudios se basan en “hechos” objetivos escindidos de sus propias prácticas teóricas: dos entes separados, sujeto y objeto; y, ante esto, resaltan el carácter de constructo discursivo de estos “hechos”: la relación de inseparabilidad entre el objeto de conocimiento y el sujeto que interpreta su significado (Cuadro, 2013:111-112). En este sentido, plantean la necesidad de contemplar "how meaning and order are imposed, not the search for a source of meaning and order already in place; the unrelenting and meticulous analysis of the workings of power in modern global life, not the longing for a sovereign figure (be it man, God, nation, state, paradigm, or research program) “Sugerir que la cultura y la ideología son cruciales para el análisis de la política mundial no es necesariamente adoptar una posición idealista (…) al contrario, es importante reconocer que las ideas, la conciencia, la cultura y la ideología están ligadas a tipos más inmediatamente visibles del poder político, militar y económico” (Walker, 1984 citado en Porcelli, 2013:71). 46 “Distando de ser un elemento decorativo, las normas ejercen una profunda influencia en el comportamiento del Estado: en primera instancia las normas colaboran con el desarrollo de las identidades e intereses; y, en segunda instancia, condicionan y limitan las estrategias y acciones emprendidas por los Estados en la búsqueda de sus intereses” (Porcelli, 2013:69). 47 los realistas, pero también la corriente liberal. 45

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that promises a deliverance from power" (Ashley y Walker, 1990:265) En resumen, en su cuestionamiento a las teorías tradicionales, el posmodernismo plantea la importancia del análisis del discurso: dado que es éste el que da cuenta de la estructura de relaciones de poder que moldea y determina la realidad bajo análisis. Conclusiones A modo de conclusión, se establece que la teoría realista describe a las relaciones internacionales como la lucha por el poder entre Estados soberanos que buscan preservar su autonomía en un sistema anárquico regido por el principio de autoayuda. Para los realistas la inexistencia de armonía entre los intereses nacionales de los Estados que componen el sistema internacional – caracterizado por la anarquía– lleva inevitablemente al conflicto. Además, los autores realistas señalan que el Estado es una unidad racional y plantean que el análisis de las políticas llevadas adelante por éstos debe basarse en “los hechos de la realidad”: es decir, establecen que la incorporación de consideraciones respecto de la justicia o moralidad de los actos de los Estados no tiene lugar, sino que el análisis debe realizarse solo en cuestión de las capacidades que tienen los Estados para llevar adelante esos actos. Plantean que su trabajo es sobre el "ser" y no sobre el "deber ser". De esta manera, la teoría realista se presenta como una teoría práctica basada en las condiciones políticas e históricas que la realidad presenta. El positivismo epistemológico aplicado por esta corriente invoca la tradición del realismo en ciencias sociales. En ello, tres autores son especialmente citados: Tucídides, quien describe una situación de intereses nacionales en conflicto y de desigualdad en la distribución de las capacidades materiales, y plantea que el factor fundamental que definirá el resultado final de la lucha será esa desigualdad en la posesión de los factores de poder. Maquiavelo, que trata sobre las condiciones prácticas que considera necesarias para ejercer el poder político y mantenerlo, y argumenta que debe separarse el análisis social de las

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consideraciones morales propias del individuo. Y, Thomas Hobbes, quien describe como la igualdad y libertad natural entre los hombres los lleva a procurar los medios para asegurar su supervivencia, en un entorno en el cual esos medios resultan escasos, y caracteriza dos de los conceptos centrales: la naturaleza egoísta del hombre y la anarquía del sistema –estado de naturaleza–. Los escritos presentados por estos autores sentaron las bases del plateo de que la lucha por el poder es el eje principal de la política, y que ésta puede ser racionalizada y estudiada científicamente. En lo que respecta a las críticas, distintos autores han planteado que, a pesar de que para los realistas el poder es un concepto central, éstos no han llegado a un consenso respecto de qué se entiende por poder. Y, por consiguiente, al definir el interés nacional en términos de poder, este segundo concepto carece también de claridad y objetividad. De la misma manera, la falta de definición respecto de qué es el poder, repercute en una gran dificultad a la hora de medirlo; lo que finalmente conlleva a problemas en los aspectos predictivos de la teoría. Además, se plantea que el hecho de centrar su estudio en los aspectos relativos al interés nacional y el poder lleva a que se pierda la percepción de cómo estos intereses pueden ampliarse a través de la cooperación económica y la participación en las instituciones internacionales. Que el carácter “ahistórico” del estudio y el hecho de entender a los Estados como una unidad racional indivisible, los lleva a ignorar los procesos históricos y sociales de formación de las identidades e intereses. Y que el énfasis puesto en los hechos de la realidad impide tomar debidamente en cuenta los aspectos discursivos que ponen de manifiesto las relaciones de poder que dan forma a la realidad. Para finalizar, se plantea que a pesar de las críticas planteadas por las diferentes escuelas de pensamiento, las cuales presentan argumentos válidos y precisos, el realismo continúa siendo una de las escuelas más influyentes en la disciplina de las Relaciones Internacionales. En consecuencia, los postulados realistas de la centralidad del Estado como actor de un sistema internacional anárquico donde la

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búsqueda del poder es la clave para la supervivencia, continúan siendo relevantes para los estudios que intentan comprender los fenómenos de la política mundial.

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